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Resumen FInal Pensamiento Juridico

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Unidad I EL APORTE DEL MUNDO GRIEGO

a.- PLATON:

Platón nació en Atenas alrededor del año 427 a.C. en una familia aristocrática y recibió una
educación esmerada. Su verdadero nombre era Aristocles, y "Platón" parece haber sido un
apodo que significa "el de anchas espaldas". Fue discípulo de Sócrates, cuya influencia lo
marcó profundamente. Tras la ejecución de Sócrates en el 399 a.C., Platón se decepcionó
de la democracia ateniense, y pasó algunos años viajando por el Mediterráneo, donde tuvo
contacto con diversas ideas y culturas.

Fundó la Academia en Atenas alrededor del 387 a.C., una institución que se considera la
primera universidad en sentido amplio y donde enseñó durante gran parte de su vida.
Escribió numerosas obras en forma de diálogos filosóficos, entre las que destacan *La
República*, *El Banquete*, y *Fedón*. Murió alrededor del año 347 a.C., dejando un legado
que ha influido profundamente en la filosofía occidental.

Crítica de Platón a los sofistas

La crítica de Platón a los sofistas surge en gran medida de las enseñanzas de Sócrates y su
propia visión filosófica. Los sofistas eran maestros y pensadores itinerantes de la Grecia
clásica que enseñaban retórica, argumentación y habilidades prácticas que ayudaban a los
jóvenes a triunfar en la vida pública, especialmente en política. Sin embargo, Platón los
consideraba problemáticos por varias razones:

1. Relativismo y escepticismo: Los sofistas, como Protágoras y Gorgias, sostenían que la


verdad y la moralidad eran relativas. Protágoras, por ejemplo, afirmaba lo que es verdadero
o bueno varía según la percepción de cada persona. Platón consideraba este enfoque un
peligro para la sociedad, pues implicaba que no existían valores universales o verdades
objetivas. En *La República* Platón argumenta a favor de la existencia de ideas o formas
universales, como la justicia, que son absolutas y no dependen de la opinión humana.

2. Prioridad de la persuasión sobre la verdad: En sus enseñanzas, enseñar a persuadir o


ganar un argumento era más importante que enseñar lo que era verdadero o correcto.
Platón veía esta postura como una amenaza, porque podía llevar a la manipulación y
corrupción de la sociedad al poner el poder de la palabra por encima de la búsqueda
genuina del conocimiento.

3. Comercialización de la enseñanza: A diferencia de Sócrates, quien dialogaba sin cobrar a


sus discípulos, los sofistas cobraban por sus lecciones, lo cual Platón consideraba una
señal de falta de compromiso con la verdad. En sus obras, Platón retrata a los sofistas
como personas más interesadas en obtener beneficios que en buscar la sabiduría. A sus
ojos, esta motivación monetaria contrastaba con la vida filosófica, que debía centrarse en la
búsqueda de la verdad y el bien, no en el lucro.

4. Influencias en la ética y la política: Platón temía que las enseñanzas sofistas


desintegraran la cohesión social y ética de la ciudad al fomentar el relativismo moral. En *La
República*, diseña una sociedad ideal en la que cada persona cumple un rol adecuado y en
la que la educación y la filosofía permiten alcanzar el verdadero conocimiento, en contraste
con la retórica sofística, que sólo servía para ganar debates y convencer sin
necesariamente buscar lo mejor para la sociedad.

¿Por qué surge esta crítica?

La crítica de Platón surge principalmente como respuesta a lo que él veía como una crisis
en la sociedad ateniense: la corrupción moral, el escepticismo creciente y una democracia
que, a su juicio, carecía de principios sólidos y podía ser manipulada. La condena y
ejecución de Sócrates también influyeron profundamente en Platón, quien vio en los sofistas
una amenaza para el verdadero conocimiento y la justicia. A través de sus diálogos, Platón
intenta mostrar la superioridad de la filosofía sobre la retórica y el relativismo de los sofistas,
abogando por una sociedad guiada por principios filosóficos y una búsqueda genuina de la
verdad.

Relación psicología-ética-política.

Platón veía una relación muy estrecha entre filosofía, ética y política, y su pensamiento en
estos campos está centralizado en la idea de que el conocimiento verdadero y el bien moral
son esenciales para construir una sociedad justa.

1. La filosofía como guía para la ética y la política


Para Platón, la filosofía es la búsqueda del conocimiento verdadero y consideraba que sólo
mediante la filosofía es posible alcanzar una comprensión profunda de conceptos como la
justicia, la bondad y la verdad. A través de la filosofía, el ser humano puede superar las
apariencias y opiniones cambiantes y acceder a las Ideas o Formas eternas, que son el
fundamento último de la realidad y los valores.

Platón sostenía que la filosofía debía guiar tanto la vida personal como la vida pública. En
*La República*Platón describe una sociedad ideal, esta sería aquella en la que los filósofos
gobiernan, pues estos gobernantes, al tener una visión clara del bien y la justicia, pueden
tomar decisiones que beneficien a toda la comunidad.

2. Ética: la vida buena y la armonía del alma


En su teoría de las tres partes del alma (la racional, la irascible y la apetitiva), cada una de
estas partes tiene un papel específico: la parte racional busca el conocimiento y debe guiar
las demás; la irascible es la que alberga el valor y la fuerza de voluntad; y la apetitiva está
orientada a los deseos y placeres físicos.

La ética, para Platón, consiste en que cada parte del alma cumpla su función de manera
armoniosa y equilibrada, bajo la guía de la razón. Este estado de armonía interna es lo que
él llama justicia en el alma, y es el camino hacia una vida buena. Así, la ética personal se
convierte en una cuestión de autogobierno racional, y quien logra esta armonía puede vivir
con plenitud y actuar de manera justa, tanto en su vida personal como en sus interacciones
con los demás.
3. Política: la justicia como el orden ideal de la ciudad
Platón creía que la política debería estar orientada hacia la creación de una sociedad justa.
En *La República*, describe su idea de la ciudad-estado ideal (la "Kallipolis"), en la que
cada clase de ciudadanos cumple con su rol específico, similar a las partes del alma
humana. La estructura ideal de la ciudad estaría dividida en tres clases: los productores
(artesanos, agricultores), los guardianes (soldados) y los gobernantes (filósofos).

Cada clase cumple una función esencial para la armonía y la justicia de la polis: los
productores se encargan de proveer bienes materiales, los guardianes protegen a la ciudad,
y los filósofos gobiernan. La justicia en la ciudad se logra cuando cada clase actúa en
función de su rol natural sin interferir en las funciones de las otras clases. Esta organización
refleja la armonía interna del alma, aplicándola al nivel social. Para Platón, una ciudad
gobernada por filósofos, que poseen conocimiento del bien, puede crear leyes y políticas
justas, y así garantizar una vida ordenada y virtuosa para todos sus habitantes.

4. La relación inseparable entre ética y política: el "filósofo-rey"


Para Platón, no se puede concebir una política justa sin gobernantes éticos, y no puede
haber ética auténtica sin un orden político que la apoye. En *La República*, desarrolla el
concepto del "filósofo-rey" (o gobernante filósofo), quien es la figura ideal para liderar la
sociedad. Este gobernante ha alcanzado el conocimiento de la verdad y las ideas del bien,
por lo que está en condiciones de tomar decisiones justas y benéficas para todos, más allá
de sus intereses personales. Platón argumenta que solo quien ha alcanzado esta sabiduría
es apto para gobernar, pues su conocimiento de las Ideas le permite ver el bien de la
comunidad y actuar en consecuencia.

5. La educación como vínculo entre filosofía, ética y política


Platón otorga un rol fundamental a la educación, ya que considera que solo a través de un
proceso educativo adecuado puede formarse a los individuos para que desarrollen virtudes
éticas y políticas. En *La República*, detalla un sistema educativo orientado a formar
ciudadanos y gobernantes. Los futuros filósofos-reyes deben pasar por una rigurosa
formación en disciplinas como la música, la gimnasia, las matemáticas y, finalmente, la
filosofía, que les permitirá entender las Ideas y conocer el bien.

Esta educación tiene el propósito de hacer que el alma de los gobernantes sea justa y esté
alineada con la verdad, de modo que, al llegar al poder, estén preparados para actuar
éticamente. La educación adecuada no solo forma ciudadanos justos, sino que también
asegura que los líderes de la ciudad-estado estén capacitados para tomar decisiones
informadas, racionales y benéficas para todos.

En resumen, Platón veía la filosofía como la herramienta que permite a las personas
conocer el bien, la ética como el esfuerzo por vivir según ese bien y mantener la armonía en
el alma, y la política como la organización de la sociedad de manera que refleje esta
armonía y justicia a nivel colectivo.

La problemática de la justicia.
Para Platón, la problemática de la justicia era central y multifacética, ya que abarcaba tanto
el nivel individual (el alma) como el colectivo (la ciudad). En *La República*, Platón explora
la naturaleza de la justicia y se pregunta qué significa realmente ser justo, tanto para un
individuo como para una sociedad.

Definición de la justicia: ¿Qué es la justicia en sí misma?


Platón veía la justicia como una de las preguntas fundamentales de la filosofía,
precisamente porque no era fácil de definir. A lo largo de *La República*, presenta distintas
opiniones sobre la justicia a través de varios personajes, cada uno de los cuales representa
una visión diferente:

-Céfalola define como decir la verdad y devolver lo que se ha tomado prestado.


-Polemaco sostiene que es dar a cada uno lo que le corresponde, o hacer el bien a los
amigos y el mal a los enemigos.
-Trasímaco, uno de los sofistas, propone una visión más cínica: para él, la justicia es el
interés del más fuerte, es decir, lo que los poderosos imponen como justo en su beneficio.

Platón usa estas definiciones para mostrar que la justicia, en la comprensión común, no es
clara y suele estar sujeta a interpretaciones limitadas o interesadas. Él percibía que las
personas solían concebir la justicia de manera subjetiva, lo cual llevaba a conflictos y a una
sociedad injusta.

La relación entre justicia y felicidad


Otro aspecto problemático de la justicia para Platón es su relación con la felicidad. A través
de la figura de Glaucón, Platón presenta el "anillo de Giges", un mito que plantea que una
persona podría comportarse de manera injusta si tuviera la certeza de no sufrir
consecuencias. Glaucón argumenta que las personas solo actúan de forma justa por miedo
al castigo o para mantener su reputación, pero que, en el fondo, actuar injustamente sería
más beneficioso para sus intereses personales.

Platón responde a esta problemática afirmando que la justicia no es solo un medio para
obtener recompensas externas o evitar castigos, sino que tiene un valor intrínseco.
Argumenta que la justicia permite que el alma mantenga su armonía y, por ende, lleve a una
felicidad duradera. Una persona injusta, en cambio, está en conflicto interno y, aunque
pueda lograr beneficios externos, sufre internamente. Para Platón, la verdadera felicidad y
realización sólo son posibles en una vida justa.

La justicia como armonía en el individuo y en la sociedad


Platón aborda la justicia desde una perspectiva estructural, tanto en el alma individual como
en la organización de la ciudad. Define la justicia en el alma como la armonía entre sus tres
partes: la racional, la irascible y la apetitiva, donde cada parte cumple su función bajo la
guía de la razón. Cuando estas partes están en equilibrio, la persona es justa y puede vivir
en paz consigo misma.

En el plano colectivo, Platón considera que una ciudad es justa cuando cada clase social
(productores, guardianes y gobernantes) desempeña su rol adecuado sin interferir en las
funciones de las otras. Los productores proporcionan los bienes y servicios, los guardianes
protegen a la ciudad y los gobernantes filósofos toman decisiones justas basadas en el
conocimiento. Así, la justicia en la sociedad es la armonía entre sus partes, similar a la
armonía en el alma.

Justicia versus injusticia: ¿Por qué ser justo?


Un problema importante en la concepción de Platón es la cuestión de por qué alguien
debería ser justo si ser injusto puede ofrecer beneficios inmediatos. En *La República*,
Platón intenta demostrar que, aunque la injusticia pueda parecer ventajosa a corto plazo, a
largo plazo conduce al desorden interno y la insatisfacción. Argumenta que una vida justa y
armónica es más deseable que una vida de conflicto y discordia.

Platón creía que, incluso si una persona injusta obtiene éxito y poder, su alma estará en
desarmonía, lo que inevitablemente la llevará a la infelicidad. Para él, la justicia no es solo
una virtud social, sino también una cualidad esencial para el bienestar interno del individuo.
Este enfoque es una respuesta a quienes, como Trasímaco, piensan que la injusticia es
más ventajosa cuando se puede ejercer sin consecuencias.

La justicia como un ideal alcanzable a través de la filosofía


Finalmente, Platón veía la justicia como un ideal que podía alcanzarse solo a través del
conocimiento filosófico. A su juicio, solo aquellos que comprenden la verdadera naturaleza
de la justicia pueden practicarla de forma auténtica. Para Platón, los filósofos son los más
capacitados para entender y aplicar la justicia, porque han alcanzado una visión clara del
bien, el cual es la fuente de todas las virtudes, incluyendo la justicia.

En su ciudad ideal, los gobernantes filósofos tienen la responsabilidad de aplicar la justicia a


nivel colectivo, organizando la sociedad de tal manera que permita que cada individuo
cumpla con su rol adecuado. Platón creía que una ciudad justa es aquella en la que cada
persona puede florecer en función de sus talentos y virtudes, siempre bajo la guía de líderes
que entienden la justicia en su sentido más profundo.

Para Platón, la problemática de la justicia radica en:


- Su definición: qué es la justicia en sí misma y cómo distinguirla de la simple apariencia de
justicia.
- Su relación con la felicidad: la justicia no debe verse solo como un medio para evitar el
castigo, sino como un fin en sí mismo que lleva a la verdadera felicidad.
- Su aplicación en el individuo y la sociedad: la justicia implica armonía y orden tanto en el
alma humana como en la estructura social.
- La tentación de la injusticia: si bien la injusticia parece ventajosa, lleva al desorden interno
y la infelicidad.
- Su realización como ideal filosófico: la justicia es un ideal absoluto que puede guiar una
vida y una sociedad armoniosa.

Platón trataba de demostrar que la justicia no es simplemente una convención social, sino
una realidad universal, cuya comprensión y práctica pueden llevar a la verdadera paz
interior y a la prosperidad de la sociedad.
Formas de gobierno. La polis ideal.

Platón desarrolló sus ideas sobre las formas de gobierno en *La República* y en *Las
Leyes*, donde propuso una jerarquía de sistemas de gobierno y detalló su visión de la
*polis* ideal, es decir, la ciudad-estado justa y armoniosa.

1. La jerarquía de las formas de gobierno


Platón clasifica las formas de gobierno en una escala de mejor a peor en función de cuánto
se aproximan a su idea de justicia y al bien común. Este análisis se encuentra en el Libro
VIII de *La República*, donde describe una transición gradual de la mejor forma de gobierno
a la peor:

- Aristocracia (Gobierno de los mejores): Para Platón, la aristocracia es la forma de


gobierno ideal, donde los gobernantes son filósofos que han alcanzado el conocimiento del
bien y gobiernan en beneficio de la polis. En esta sociedad, la virtud y el conocimiento son
los principios fundamentales. La aristocracia representa un gobierno basado en la razón y
en la búsqueda de la justicia y el bien común.

- Timocracia: Es una degeneración de la aristocracia, en la cual los gobernantes ya no son


sabios filósofos, sino que buscan honor y reconocimiento. Aunque aún se mantienen ciertas
virtudes, como el valor y la disciplina, la prioridad de este sistema se centra en la ambición y
la gloria, lo cual lo convierte en un gobierno menos estable y más inclinado hacia el
conflicto.

-Oligarquía: La timocracia degenera en una oligarquía cuando la clase dirigente empieza a


valorar la riqueza por encima del honor y la virtud. En una oligarquía, el poder se concentra
en los ricos, y los pobres tienen poca o ninguna participación en la vida política. Para
Platón, este sistema es injusto, ya que fomenta una sociedad desigual y tiende a crear
divisiones y resentimientos entre los ciudadanos.

-Democracia: La oligarquía puede llevar a la democracia cuando los pobres y los


marginados se rebelan contra los ricos y toman el poder. Para Platón, la democracia no es
una forma de gobierno ideal porque permite que cualquiera participe en el poder,
independientemente de su conocimiento o virtud. Creía que, en la democracia, los
ciudadanos tienden a seguir sus deseos individuales sin orden ni disciplina, lo cual conduce
a la anarquía. Además, Platón consideraba que la democracia era inestable y podía
degenerar en tiranía.

- Tiranía: Para Platón, la tiranía es la peor forma de gobierno, ya que se basa en el poder
absoluto de un solo individuo que gobierna solo para su propio beneficio. El tirano actúa sin
restricciones morales ni respeto por la justicia, y su gobierno se caracteriza por la opresión y
el uso de la violencia. La tiranía es la degeneración última y, para Platón, representa el
mayor grado de injusticia y desorden en una polis.
La *polis* ideal según Platón
Platón desarrolla la idea de la *polis* ideal en *La República*, donde propone una
organización social y política basada en la armonía, la justicia y la virtud. Esta ciudad ideal,
llamada Kallipolis, se basa en una estructura tripartita que refleja la estructura del alma
humana.

- División en tres clases: Platón propone que la sociedad ideal debe estar dividida en tres
clases principales, cada una correspondiente a una parte del alma:
- Los Productores: son los agricultores, artesanos y comerciantes encargados de
proveer bienes materiales. Esta clase corresponde a la parte apetitiva del alma, que busca
satisfacer necesidades y deseos. Los Productores deben dedicarse a sus funciones y no
involucrarse en el gobierno.
- Los Guardianes: son los soldados y defensores de la ciudad. Representan la parte
irascible del alma, que se asocia con el valor y la disciplina. Los Guardianes protegen a la
ciudad y obedecen las leyes establecidas por los gobernantes. Deben estar entrenados en
la disciplina y la lealtad.
- Los Gobernantes Filósofos: son los líderes de la polis, quienes deben gobernar porque
poseen el conocimiento de las Ideas, especialmente la Idea del Bien. Esta clase representa
la parte racional del alma y debe guiar las demás partes para mantener la armonía y la
justicia en la ciudad. Platón argumenta que solo aquellos que conocen el Bien en sí mismo
son capaces de gobernar justamente y para el beneficio de todos.

- Justicia en la *polis* y en el alma: En la *polis* ideal, la justicia se logra cuando cada


clase cumple su función sin interferir en las funciones de las otras clases. Esto refleja la idea
de justicia en el alma individual, donde cada parte del alma debe cumplir su función y estar
en armonía con las demás. Platón creía que la armonía en la sociedad y en el alma era la
clave para una vida justa y feliz.

- Educación y formación de los gobernantes: En la *polis* ideal, la educación es


fundamental para formar a los ciudadanos, especialmente a los futuros gobernantes. Platón
establece un sistema educativo riguroso y prolongado, en el cual los futuros filósofos-reyes
pasan por varias etapas de formación en disciplinas como la música, la gimnasia, las
matemáticas y, finalmente, la filosofía. La educación permite que estos futuros gobernantes
alcancen el conocimiento de las Ideas, y especialmente de la Idea del Bien, que les
permitirá gobernar con sabiduría y justicia.

- Propiedad y vida en común: Platón sugiere que los guardianes y los gobernantes no
deben poseer propiedades privadas ni riquezas. Su vida debe ser austera, compartiendo
bienes y viviendo en comunidad para evitar que los deseos materiales influyan en sus
decisiones. Esto también se aplica a la familia, ya que Platón propone que los guardianes y
gobernantes no tengan familias tradicionales y que los hijos sean educados colectivamente.
Esto, según él, evitaría conflictos de interés y garantizaría que actúen siempre en beneficio
de la polis, y no por intereses personales.

La Idea del Bien como fundamento de la política


Para Platón, la Idea del Bien es la realidad suprema y el fundamento de toda justicia y
verdad. La política, en su visión, no debe ser un mero ejercicio de poder, sino una actividad
guiada por el conocimiento de esta Idea del Bien. Los filósofos-gobernantes, al haber
contemplado esta Idea a través de su educación filosófica, están en la mejor posición para
hacer leyes y tomar decisiones que aseguren el bienestar de todos los ciudadanos.

Críticas y limitaciones
Platón reconocía las dificultades de implementar una *polis* ideal en la realidad, lo cual se
refleja en su obra *Las Leyes*, donde adopta una visión más pragmática. En esta obra,
plantea una constitución más flexible y permite algunas propiedades privadas, aunque
todavía enfatiza la importancia de la educación y el orden moral. Sin embargo, la *polis*
ideal de *La República* sigue siendo su modelo filosófico de una sociedad justa.

La *polis* ideal de Platón es una sociedad jerárquica y organizada en función de la justicia y


la armonía. Solo aquellos con conocimiento verdadero, los filósofos, están capacitados para
gobernar, mientras que las demás clases deben cumplir sus roles específicos para
mantener el equilibrio y la justicia en la ciudad. Esta sociedad ideal es guiada por la
educación y la virtud, y su propósito es promover una vida justa y armoniosa tanto en los
individuos como en la comunidad.

En su jerarquía de sistemas de gobierno, Platón concluye que la aristocracia (gobierno de


filósofos) es la mejor forma, mientras que la tiranía es la peor, debido a que representa el
caos y la injusticia. La *polis* ideal es, por tanto, una expresión de su visión ética y filosófica
sobre la organización de una sociedad que busca el bien común.

La educación de los ciudadanos como finalidad de la política

Finalidad de la política en Platón: En su visión, el objetivo último del poder político es


educar a los ciudadanos y moldearlos para que actúen de manera justa, dentro de un
sistema social donde cada individuo desempeñe el rol más adecuado a su naturaleza. Así,
el Estado no es solo un ente de control, sino una institución que debe dirigir y orientar la
vida de los ciudadanos hacia el bien colectivo, fundamentado en la sabiduría y la justicia. La
política, por lo tanto, tiene una dimensión educativa esencial, cuyo propósito es formar
personas capaces de vivir bien y en armonía dentro de la comunidad.

Educación de los gobernantes: Para Platón, los gobernantes deben ser los más sabios y
justos de la sociedad. La educación de estos individuos es crucial, ya que debe permitirles
comprender la Idea del Bien, una noción abstracta y filosófica que representa el fin último
de la existencia. Sin entender lo que es verdaderamente bueno, los gobernantes no pueden
tomar decisiones sabias ni justas. La educación de los gobernantes debe ser rigurosa, e
incluye tanto la formación intelectual (como la filosofía, la matemática y la dialéctica) como
el desarrollo moral, permitiéndoles discernir entre lo que es realmente justo y lo que no lo
es. Esto les permite gobernar de manera que promuevan el bienestar general y eviten la
tiranía.

Educación diferenciada: En la visión platónica de la sociedad ideal, la educación no es un


proceso único para todos los ciudadanos, sino que se adapta a las capacidades y el destino
de cada individuo.
Desarrollo ético: La educación platónica no se limita al aprendizaje de conocimientos
prácticos o científicos, sino que tiene un componente ético fundamental. Platón cree que la
formación moral de los ciudadanos es esencial para lograr la justicia. El objetivo de la
educación no es solo preparar a las personas para que realicen sus funciones sociales de
manera eficiente, sino también para que desarrollen virtudes como la templanza, la valentía,
la sabiduría y la justicia. Este proceso educativo busca transformar al individuo, de modo
que actúe según el bien común, y no por intereses egoístas. Así, la educación se convierte
en una herramienta para la autorregulación moral de la sociedad.

Supervisión estatal: Platón ve al Estado como un garante y supervisor de la educación,


porque el tipo de educación que reciben los ciudadanos tiene un impacto directo en la
justicia y la armonía social. En su modelo, el Estado tiene la responsabilidad de asegurar
que el sistema educativo funcione correctamente y de que se sigan los principios filosóficos
y éticos necesarios para mantener el orden. Esta supervisión estatal no solo incluye la
selección de los contenidos educativos, sino también el asegurarse de que las personas
adecuadas reciban la formación correspondiente según sus capacidades y destinos. Esto
implica una planificación rigurosa y controlada por el Estado para asegurar que la educación
sea eficiente y justa.

ARISTÓTELES:

Aristóteles (384 a.C. – 322 a.C.) fue un filósofo y científico griego, discípulo de Platón y tutor
de Alejandro Magno. Nació en Estagira, en la región de Macedonia, y es considerado una
de las figuras más influyentes en la historia de la filosofía y las ciencias.

Biografía breve:
● Educación: Aristóteles estudió en la Academia de Platón en Atenas durante 20
años. Tras la muerte de Platón, fundó su propia escuela en Atenas, el Liceo, donde
enseñó y realizó investigaciones en diversas áreas del conocimiento.
● Obras: Su obra abarca una gran variedad de temas, desde la lógica y la ética hasta
la biología y la política. Sus escritos más importantes incluyen la Ética a Nicómaco,
Política, Metafísica, Física y Poética.
● Legado: Es considerado el "padre" de la lógica formal y sus ideas sobre ética,
política y naturaleza influyeron profundamente en el pensamiento occidental durante
siglos.

Contexto cultural y político.

1. La Grecia Clásica:
● Atenas y las polis: Aristóteles vivió en una época en la que las polis griegas
(ciudades-estado) eran el centro de la vida política, social y cultural. Atenas, en
particular, estaba en su apogeo durante el siglo V a.C., pero hacia el tiempo de
Aristóteles (cuando vivió entre 384 y 322 a.C.), la ciudad ya había comenzado a
declinar después de la Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.) que enfrentó a Atenas
contra Esparta.
● Democracia ateniense: Atenas era famosa por su democracia, un sistema de
gobierno en el que los ciudadanos libres (excluyendo a mujeres, esclavos y
metecos) participaban directamente en las decisiones políticas. Sin embargo, la
democracia ateniense ya estaba perdiendo fuerza hacia el tiempo de Aristóteles
debido a las consecuencias de la guerra y la inestabilidad política interna.

2. El ascenso de Macedonia:
● Reinado de Filipo II: Aristóteles nació en 384 a.C., en un contexto donde la Grecia
estaba dividida políticamente. La hegemonía de Atenas y otras polis griegas estaba
siendo desafiada por Filipo II de Macedonia, quien, en un esfuerzo por unificar a
Grecia bajo su dominio, derrotó a las ciudades-estado griegas. Filipo II logró la
unificación mediante la diplomacia, la guerra y el establecimiento de un sistema de
alianzas.
● Alejandro Magno: Aristóteles fue tutor de Alejandro Magno, hijo de Filipo II, quien
llegaría a ser uno de los conquistadores más grandes de la historia, extendiendo su
imperio por Asia, Egipto y Persia. La relación entre Aristóteles y Alejandro es una de
las más conocidas, ya que Aristóteles influyó profundamente en la educación del
futuro rey, especialmente en el ámbito filosófico y científico.

Religión y pensamiento científico:


● Religión: La religión griega, que estaba vinculada a una amplia gama de dioses y
rituales, seguía siendo una parte importante de la vida cultural y política. Sin
embargo, el pensamiento filosófico de Aristóteles y sus contemporáneos se alejó
gradualmente de una visión teológica del mundo, prefiriendo una aproximación más
racional y naturalista.
● Ciencia y filosofía: Aristóteles fue pionero en intentar clasificar y sistematizar el
conocimiento en áreas como la biología, la lógica, la ética y la política. Su método
empírico se basaba en la observación del mundo natural, y rechazaba la
especulación abstracta sin base en la experiencia. Este enfoque fue un avance
importante en el desarrollo de la ciencia.

El zon politikon.

El concepto de "Zoon Politikon" (ζῷον πολιτικόν) es una idea clave en la filosofía política
de Aristóteles, que se traduce comúnmente como "animal político". Aristóteles lo utiliza en
su obra "Política" para describir la naturaleza social y política del ser humano. Según él, los
seres humanos son naturalmente predispuestos a vivir en comunidad, lo que hace a la
política una parte esencial de lo que significa ser humano. La interacción con los demás es
fundamental para alcanzar el bienestar y la virtud.

El filósofo sostiene que el ser humano es diferente de otros animales no solo por su
capacidad de razonar, sino porque esa capacidad se manifiesta y se desarrolla plenamente
en el contexto de una comunidad organizada, como la polis (la ciudad-estado griega). Este
tipo de asociación, basada en la reflexión y la discusión, es lo que caracteriza a los
humanos como "animales políticos", capaces de formar estructuras políticas que promuevan
la justicia y la convivencia armoniosa.

Para Aristóteles, el Estado no es una invención artificial o una construcción derivada de un


contrato social, como lo plantean otros pensadores posteriores, sino algo natural. El Estado
surge de la necesidad humana de vivir juntos, cooperar y alcanzar un bien común. En este
sentido, la polis no es solo un lugar físico, sino la estructura en la que los individuos pueden
lograr su máxima realización, tanto como seres humanos como seres éticos. La política,
entonces, es un medio para alcanzar la eudaimonía o felicidad, ya que proporciona el
marco en el que se cultivan la virtud y la justicia.

Finalmente, Aristóteles vincula estrechamente la ética con la política. Considera que el ser
humano solo puede vivir de manera ética y virtuosa dentro de una comunidad organizada,
en la que la ley y la justicia guían la convivencia. De este modo, la política no es solo un
conjunto de normas o reglas externas, sino el espacio necesario para que los individuos
puedan desarrollarse moralmente, alcanzando su potencial como seres racionales y éticos.
La vida política, por tanto, es esencial para el florecimiento humano.

Política y felicidad.

Para Aristóteles, la felicidad (o eudaimonía) era el fin último de la vida humana, la meta a la
que todo ser humano debería aspirar. Esta no se reducía simplemente a un estado de
placer o satisfacción momentánea, sino que era un logro alcanzado a través de la virtud y el
cumplimiento pleno de la naturaleza humana. Aristóteles entendía la felicidad como una
actividad que se realiza en el ejercicio de las virtudes, y se logra al vivir de acuerdo con la
razón. De este modo, para él, la felicidad estaba directamente relacionada con el vivir una
vida virtuosa, equilibrada y orientada hacia el bien común.

En cuanto a la política, Aristóteles pensaba que la vida política y la organización del Estado
eran esenciales para alcanzar la felicidad. Creía que el ser humano es, por naturaleza, un
"animal político" (zoon politikon), lo que significa que no puede vivir plenamente fuera de
una comunidad. La política, entonces, tiene un papel crucial en la promoción del bienestar
general y en la creación de un entorno donde los ciudadanos puedan vivir virtuosamente.
Aristóteles sostenía que el Estado debía proveer las condiciones necesarias para que los
individuos pudieran desarrollar sus capacidades y alcanzar la felicidad a través de la
práctica de las virtudes cívicas.

La felicidad, según Aristóteles, no se lograba solo a través de la vida individual, sino


también mediante la participación en la vida pública y en el ejercicio de la justicia. Para él, el
buen gobierno era aquel que promovía la virtud en los ciudadanos y procuraba el bien
común, en lugar de centrarse en intereses particulares o en el poder de unos pocos. Por lo
tanto, la política y la ética estaban profundamente entrelazadas en su visión del mundo, ya
que un Estado justo y bien organizado facilitaba la posibilidad de que sus habitantes
pudieran vivir de manera virtuosa y, por ende, alcanzar la felicidad.

La polis como sociedad perfecta.


Los individuos solo pueden alcanzar su potencial pleno en comunidad, viviendo dentro de
una estructura social organizada. En su obra Política, Aristóteles afirmaba que la polis era el
entorno ideal donde los ciudadanos podían desarrollarse como seres racionales, alcanzar la
virtud y vivir de acuerdo con el bien común.

Para Aristóteles, la polis era perfecta porque representaba la culminación de la organización


social humana. Mientras que en las formas de organización más simples, como la familia o
la aldea, los individuos solo podían satisfacer necesidades básicas o funcionales, la polis
ofrecía el contexto para que las personas pudieran alcanzar su fin último: la eudaimonía o
felicidad.

La vida de los ciudadanos no solo estaba orientada a la supervivencia, sino al logro de una
vida buena y plena, facilitada por el orden social, las leyes justas y la participación activa en
la vida política.

Aristóteles también pensaba que la polis era el mejor lugar para la realización de la justicia,
ya que podía regular las relaciones entre los individuos y garantizar que las decisiones se
tomaran en beneficio del bien común.

El ideal de la polis aristotélica no era una simple administración del poder, sino una
comunidad de personas que, a través de la justicia y la cooperación, trabajaban juntas para
alcanzar el bien colectivo.

Formas de gobierno

Aristóteles reflexionó profundamente y clasificó los regímenes en tres tipos "buenos" y tres
tipos "corruptos", dependiendo de si servían al bien común o a los intereses particulares de
los gobernantes. Para él, las formas de gobierno eran medios a través de los cuales se
organizaba el poder y se alcanzaba la justicia.

1. Monarquía y Tiranía
Aristóteles veía la monarquía como una forma legítima de gobierno, en la que un solo
gobernante dirige en beneficio de todos los ciudadanos. Para él, la monarquía era un
gobierno de una sola persona que actuaba en aras del bien común y guiaba a la polis hacia
la virtud y la justicia. El monarca debía ser alguien con gran sabiduría y virtudes que,
mediante su liderazgo, ayudara a alcanzar la eudaimonía (felicidad o bienestar) de la
comunidad.

Sin embargo, Aristóteles también advertía que la monarquía podía degenerar en una
tiranía, un gobierno corrupto en el que un gobernante tomaba decisiones en beneficio
propio, no para el bien de la polis. La tiranía, para él, era una forma de abuso de poder en la
que el monarca buscaba su propio placer y poder, sin tener en cuenta los intereses del
pueblo. En una tiranía, el gobernante violaba las leyes y actuaba de manera arbitraria y
despótica.

2. Aristocracia y Oligarquía
La aristocracia era otro régimen "bueno" en la visión de Aristóteles. Este tipo de gobierno
era dirigido por un pequeño grupo de personas, generalmente las más sabias y virtuosas de
la sociedad, que gobernaban con el objetivo de promover el bien común. La aristocracia no
solo se basaba en el conocimiento y la virtud, sino en la capacidad de los gobernantes para
guiar a la comunidad hacia la justicia y la prosperidad.

Cuando la aristocracia se corrompía y los gobernantes utilizaban su poder para el beneficio


de un grupo reducido, sin preocuparse por el bienestar general, Aristóteles la consideraba
una oligarquía. En este sistema, el poder estaba en manos de unos pocos ricos y
poderosos que tomaban decisiones en su propio beneficio, favoreciendo sus propios
intereses sobre el de la mayoría de los ciudadanos. La oligarquía, como la tiranía, era una
forma corrupta de gobierno que no respondía a la justicia ni al bien común.

3. Politeia y Democracia
La politeia o "gobierno constitucional" era, según Aristóteles, la forma más equilibrada y
estable de gobierno, y representaba la mejor opción para una sociedad amplia. En la
politeia, el poder lo ejercen los ciudadanos en un sistema que busca el bienestar de la
mayoría. Aristóteles veía este régimen como una mezcla de democracia y oligarquía, donde
se equilibraban los intereses de los pobres y los ricos, para crear una forma de gobierno
que se orientara al bien común.

Por otro lado, la democracia, que Aristóteles veía como una forma corrupta de la politeia,
ocurría cuando la mayoría (en este caso, las clases bajas) asumía el poder y gobernaba en
su propio beneficio, sin tener en cuenta los intereses de la totalidad de la comunidad. Para
Aristóteles, la democracia degeneraba cuando las decisiones políticas se basaban en la
voluntad de la mayoría sin una preocupación real por la justicia o el bien común. Los
demócratas, en su opinión, a menudo privilegiaban sus propios intereses y necesidades a
expensas de la estabilidad y la equidad de la polis.

CRISTIANISMO Y CRISTIANDAD

San Agustin:

1) Para San Agustín, la comunidad política es una realidad temporal y limitada, creada
por los seres humanos para organizar la vida común. No obstante, esta
organización, aun cuando cumple con fines legítimos como el orden y la paz, no es
perfecta, ya que está marcada por las imperfecciones del pecado original y la
naturaleza corrupta del hombre.

La comunidad política tiene su verdadera justificación y finalidad en la consecución


de la paz, que se vincula con la búsqueda de la Ciudad de Dios. San Agustín
reconoce la legitimidad de la autoridad política, pero solo en cuanto a su capacidad
para ordenar la vida terrena y servir al propósito de facilitar el camino hacia una vida
espiritual más elevada.
San Agustín ubica el fundamento de la comunidad política en la caída del hombre
(pecado original). Debido a la naturaleza pecaminosa de los seres humanos y su
tendencia al desorden y la violencia, se hace necesaria la existencia de un poder
que establezca reglas, imponga la justicia y garantice la paz temporal. Este poder o
autoridad política es una consecuencia del pecado, aunque es tolerado y justificado
por Dios para evitar males mayores.

Sin embargo, San Agustín no veía en la política un fin en sí mismo. Para él, la
verdadera meta del hombre es alcanzar la paz y la salvación en la Ciudad de Dios.

2) San Agustín de Hipona, establece una relación profunda entre orden, justicia y paz
en sus escritos. Para él, el orden es fundamental para la estructura del universo y de
la sociedad. Sin orden, la justicia se ve comprometida, ya que esta última se basa en
la correcta disposición de las cosas y de las relaciones humanas.

La justicia, a su vez, es esencial para alcanzar la paz. Según Agustín, la verdadera


paz no es simplemente la ausencia de conflicto, sino una condición que resulta de la
justicia y el respeto a la ley divina.

En su obra "La Ciudad de Dios", argumenta que donde hay justicia, hay un orden
que permite la coexistencia armoniosa de los individuos.Así, estos tres conceptos
están interrelacionados y son esenciales para la vida en comunidad y el desarrollo
moral y espiritual de los individuos.

En resumen, para San Agustín:

❖ Orden: Es la estructura necesaria para la creación y la vida en sociedad.


❖ Justicia: Surge del orden y garantiza que cada uno reciba lo que le
corresponde.
❖ Paz: Es el resultado de la justicia y del orden, donde se fomenta el bienestar
y la armonía.

3)

Clases de leyes según San Agustín:

Ley eterna (lex aeterna):

- La ley eterna es el principio supremo y divino que rige el universo.


Esta ley es inmutable y eterna.
- Representa el orden y la justicia perfectos en el sentido de que todo lo
que existe debe conformarse a esta ley divina.
- Es la fuente primordial de toda justicia y la medida última de todo lo
que es moralmente correcto.

Ley natural (lex naturalis):

- Es el reflejo de la ley eterna en el corazón y la mente de las personas,


que les permite discernir lo que es bueno y lo que es malo.
- Esta ley natural es accesible a través de la razón humana y no
depende de la revelación divina para ser conocida.
- Un ejemplo de la ley natural sería el reconocimiento de que el
asesinato es un mal.

Ley temporal (lex temporalis):

- Se refiere a las normas y regulaciones que los gobiernos y las


instituciones políticas crean para organizar la vida social y proteger el
bien común.
- La ley temporal es mutable. Estas leyes pueden ser justas o injustas.
- San Agustín insiste en que sólo es legítima si refleja la justicia de la
ley eterna y natural. De lo contrario, no es una verdadera ley, sino una
perversión del derecho.

Relación entre estas leyes

La relación entre estas leyes está marcada por una jerarquía:

● Cualquier ley válida debe estar de alguna manera en conformidad con la ley eterna.
● Ley natural es una manifestación de la ley eterna en la razón humana. San Agustín
sostiene que todos los seres humanos pueden acceder a los principios básicos de la
ley natural, aunque algunos pueden corromper su entendimiento debido al pecado.
● La ley temporal debe estar en armonía con la ley natural para ser justa. Su
legitimidad depende de su conformidad con los principios morales universales
revelados por la ley natural.

4) . Según San Agustín, las leyes humanas deben estar en conformidad con la ley divina
para ser consideradas justas, enfatiza que la justicia es un principio fundamental que debe
guiar tanto las leyes como la acción de los gobernantes.

1. Leyes injustas: Agustín sostenía que una ley que contradice la moral y la justicia
divina no tiene verdadera validez. Para él, una ley injusta no es más que una
"perversa disposición" que no debe ser obedecida, ya que va en contra del orden
natural establecido por Dios.
2. Tiranía: En el caso de las tiranías, Agustín afirmaba que un gobierno que actúa en
contra del bien común y oprime a su pueblo se aleja del verdadero propósito de la
autoridad. La tiranía se convierte en una forma de desorden que socava tanto la
justicia como la paz.
3. Resistencia: Aunque Agustín reconocía que la autoridad civil tiene su lugar dentro
del orden divino, también indicaba que los ciudadanos tienen el derecho, y en
ocasiones el deber, de resistir leyes y gobernantes injustos. Esta resistencia debe
hacerse con prudencia y siempre buscando el bien común.

5)

San Agustín de Hipona establece la doctrina de la guerra justa en su reflexión sobre la


moralidad del conflicto. Para él, la guerra es un mal producto del pecado humano, pero
puede ser necesaria si cumple con ciertos criterios:

- Causa justa: La guerra es legítima sólo si busca corregir una injusticia grave.
- Autoridad legítima: Sólo un gobernante o Estado tiene derecho a declarar la
guerra para mantener el orden y el bien común.
- Intención recta: La guerra debe librarse con la intención de restaurar la paz
y la justicia, no por odio, venganza o ambición.
- Último recurso: La guerra sólo es aceptable cuando todas las alternativas
pacíficas han sido agotadas.

El objetivo final de la guerra justa es restaurar la paz, no simplemente derrotar al enemigo.


San Agustín sostiene que la violencia es tolerable si está guiada por proteger a los más
débiles y buscar el bien común.

NACIMIENTO DEL MEDIOEVO:

Breve reseña de las etapas históricas.

Prehistoria: Esta etapa abarca desde los primeros seres humanos hasta el desarrollo de la
escritura, alrededor del 3,300 a.C. Se divide en tres periodos: Paleolítico, Mesolítico y
Neolítico. Durante el Paleolítico, los humanos eran cazadores-recolectores y dependían del
entorno para su subsistencia. En el Neolítico, comenzó la agricultura y la domesticación de
animales, lo cual marcó el inicio de asentamientos más estables y el surgimiento de las
primeras aldeas.
Edad Antigua: Inicia con la invención de la escritura y comprende las primeras
civilizaciones de Mesopotamia, Egipto, la India y China. Estas culturas desarrollaron
sistemas de gobierno, escritura, religión y arquitectura. La Edad Antigua es conocida por el
esplendor de culturas como la griega y la romana, que influyeron enormemente en el
desarrollo de las ciencias, la filosofía y el arte.
Edad Media: Este periodo, que abarca aproximadamente del siglo V al XV, comenzó con la
caída del Imperio Romano de Occidente. Se caracterizó por la influencia de la Iglesia
Católica en Europa y el feudalismo como sistema social y económico. La Edad Media
también incluye el surgimiento del islam y las Cruzadas. En este tiempo, la sociedad era
mayoritariamente rural y los avances en ciencia y tecnología eran escasos.
Edad Moderna: Comprende del siglo XV al XVIII, con eventos fundamentales como el
Renacimiento, la Reforma Protestante y la colonización de América. Fue un periodo de
crecimiento científico, artístico y literario que marcó una ruptura con la Edad Media. La
invención de la imprenta, el desarrollo del comercio y el inicio de las monarquías absolutas
cambiaron la sociedad, sentando las bases del mundo moderno.
Edad Contemporánea: Inicia a fines del siglo XVIII con eventos revolucionarios, como la
Revolución Francesa y la Revolución Industrial, y se extiende hasta la actualidad. Es un
periodo de profundos cambios en todos los aspectos de la vida humana: la ciencia, la
política, la economía y la tecnología. La Era Contemporánea se caracteriza por el avance
industrial, la urbanización, las dos Guerras Mundiales y el surgimiento de grandes
organizaciones internacionales.

Características generales del pensamiento político medieval.

El pensamiento medieval, desarrollado entre los siglos V y XV, estuvo profundamente


marcado por el teocentrismo, la vida humana debía girar en torno a la fe y la preparación
para el "más allá". En esta época, las explicaciones sobre el universo y la vida dependían
de una concepción religiosa y espiritual en la que la vida terrenal se consideraba pasajera,
un simple preludio de la vida eterna en el reino de Dios. La Iglesia Católica ejercía una
enorme influencia en la sociedad, controlando el conocimiento y la educación. En los
monasterios y catedrales, los monjes se encargaban de copiar textos antiguos y preservar
el saber, que se transmitía a través de interpretaciones de las Sagradas Escrituras y otros
textos clásicos. La Biblia era la principal fuente de conocimiento y autoridad, y sus
enseñanzas permeaban todas las áreas de la vida.

La escolástica fue la corriente filosófica predominante, con figuras como Tomás de Aquino,
quien defendía la armonía entre la fe y la razón. Los escolásticos desarrollaron un riguroso
método de debate para intentar demostrar las verdades religiosas mediante la lógica y la
filosofía, buscando conciliar los principios de la fe cristiana con el pensamiento racional de
filósofos antiguos, especialmente Aristóteles. Esta filosofía promovía una visión jerárquica
del universo y de la sociedad, donde todo tenía un lugar determinado en el "gran orden"
divino. La estructura social, por ejemplo, estaba organizada en un sistema estricto que
reflejaba esta visión: el rey, la nobleza, el clero y los campesinos ocupaban posiciones fijas
en una jerarquía que se consideraba natural y divinamente establecida.

El pensamiento medieval también se caracterizó por una interpretación alegórica de los


textos, especialmente de la Biblia. Los lectores buscaban no solo el significado literal, sino
también los significados ocultos que pudieran tener un mensaje espiritual. Esta tendencia a
ver el mundo como una alegoría o símbolo de realidades superiores impregnaba todos los
aspectos de la vida y de la cultura medieval. Así, cada suceso o elemento en la naturaleza
podía ser interpretado como una señal o un símbolo de la voluntad divina.

La sociedad medieval daba poco valor al conocimiento empírico o al saber basado en la


observación directa de la naturaleza. En cambio, los estudios se centraban en los textos de
los autores clásicos y en las enseñanzas de la Iglesia, que eran las fuentes aceptadas de la
verdad. Contradecir estas enseñanzas no solo era mal visto, sino que podía llevar a la
censura o incluso al castigo. Sin embargo, aunque limitado por estos parámetros, el
pensamiento medieval fue fundamental en el desarrollo de las ideas que luego darían lugar
al Renacimiento, sentando las bases para el surgimiento de una nueva valoración de la
razón humana y del conocimiento.

SANTO TOMÁS DE AQUINO:

Lineamientos generales de su pensamiento político jurídico.


El pensamiento político y jurídico de Santo Tomás de Aquino se desarrolló en el contexto de
la escolástica medieval, donde se buscaba reconciliar la fe cristiana con la razón. Su obra
más destacada en este campo es la Summa Theologica, en la que Santo Tomás presenta
una teoría de la ley y el gobierno basada en la filosofía aristotélica y en las enseñanzas
cristianas. Sus ideas ofrecen una perspectiva sistemática sobre la naturaleza de la ley, la
justicia y el poder político, así como sobre cómo deben organizarse las sociedades
humanas. Aquí te expongo los lineamientos generales de su pensamiento político-jurídico:

Para Santo Tomás, la ley es un elemento fundamental en la organización de la sociedad y


debe ser entendida como una ordenación racional dirigida al bien común. Define la ley como
"una ordenación de la razón para el bien común, promulgada por quien tiene el cuidado de
la comunidad." Esta definición subraya que la ley no es arbitraria, sino que debe estar
basada en la razón y orientada al beneficio de todos, y debe provenir de la autoridad
legítima que representa a la comunidad. Además, Santo Tomás clasifica la ley en cuatro
tipos: la ley eterna, la ley natural, la ley humana y la ley divina, cada una de las cuales se
relaciona de una manera particular con la razón y con el propósito de conducir a los seres
humanos hacia el bien.

La ley eterna es el plan racional de Dios para toda la creación, el orden universal al que
todas las cosas se someten. Para Santo Tomás, esta ley es inmutable y representa la
sabiduría divina en su plenitud. La ley natural es una participación de la ley eterna en la
razón humana y refleja los principios básicos de la moralidad que todo ser humano puede
entender mediante el uso de la razón. La ley natural proporciona los preceptos morales
fundamentales, como la búsqueda del bien, la preservación de la vida y la promoción de la
sociedad. Según Santo Tomás, todos los seres humanos tienen acceso a estos principios
morales básicos, que constituyen el fundamento de las leyes humanas y civiles.

La ley humana deriva de la ley natural y debe adaptarse a las circunstancias específicas de
una comunidad. Los gobernantes, quienes tienen la responsabilidad de guiar a la sociedad,
deben promulgar leyes que respeten los principios de la ley natural y que busquen el bien
común. La ley humana, entonces, debe ser justa y debe respetar la dignidad de las
personas, porque solo en esa medida es obligatoria y legítima. Santo Tomás argumenta que
si una ley humana contradice la ley natural o es injusta, no obliga en conciencia y, en
algunos casos, incluso se puede resistir, ya que no cumple con su propósito de guiar a la
sociedad hacia el bien.

En cuanto a la autoridad política, Santo Tomás sostiene que el poder legítimo proviene de
Dios, pero que la autoridad debe ser ejercida en conformidad con la razón y el bien común.
Para él, el gobernante es un "ministro de Dios" en la medida en que promueve la justicia y el
orden, y su poder no es absoluto, sino que está limitado por el deber de actuar conforme a
la ley natural y la ley divina. Santo Tomás propone una visión en la que la autoridad política
tiene una función de servicio y debe ser responsable ante el bienestar de la comunidad. El
gobernante debe actuar con prudencia, justicia, fortaleza y templanza, las virtudes
cardinales que guían el buen gobierno.

El bien común es otro principio central en el pensamiento de Santo Tomás. A diferencia de


una visión individualista, él considera que la finalidad de la vida social y de las leyes es el
bien común, entendido como el conjunto de condiciones que permiten a cada persona
desarrollarse plenamente en la comunidad. La política y el derecho tienen, pues, la función
de promover una vida ordenada que facilite la realización del bien común. Santo Tomás ve
la sociedad como una realidad natural en la que las personas, al colaborar en el marco de
una estructura política justa, alcanzan un desarrollo que no podrían lograr individualmente.

Por último, el derecho de resistencia ante la tiranía es un aspecto que Santo Tomás trata
con cautela. Aunque reconoce que los súbditos deben obedecer a la autoridad legítima,
también admite que en casos de injusticia extrema o de tiranía, cuando la ley humana
contradice la ley natural o el bien común, los ciudadanos pueden resistir. Sin embargo,
enfatiza que la resistencia debe ser prudente y debe evitar mayores daños a la comunidad,
valorando la estabilidad social y el bien común por encima de intereses individuales.

El bien común como finalidad política del estado.

Santo Tomás de Aquino consideraba el bien común como la finalidad esencial del Estado y
de toda organización política. Para él, el bien común era el conjunto de condiciones que
permitían a cada persona y a la sociedad en su conjunto alcanzar su realización plena y
vivir en armonía. Según Santo Tomás, el Estado existe para crear y preservar estas
condiciones, facilitando así una vida ordenada y justa. Desde esta perspectiva, el Estado
debe fomentar la paz, la justicia y la seguridad, aspectos que permiten el desarrollo tanto
moral como material de los ciudadanos.

El bien común, en su visión, no es un simple beneficio material o un concepto individualista,


sino un ideal colectivo que trasciende los intereses particulares. Santo Tomás veía a las
personas como seres sociales por naturaleza, por lo que el bien común se lograba a través
de la colaboración de todos los miembros de la sociedad. En este contexto, el gobierno
tiene el deber de guiar a la comunidad hacia este bien común, promoviendo leyes justas
que respeten la dignidad humana y protejan los derechos fundamentales. Para él, la justicia
y la virtud eran elementos indispensables para que el Estado lograra su misión.

Santo Tomás sostenía que el gobernante es un "ministro de Dios" en la medida en que


actúa para el bien común y conforme a la ley natural. Este principio implica que el
gobernante no puede imponer su voluntad de forma arbitraria, sino que debe actuar con
prudencia y respeto hacia sus súbditos. Al actuar conforme al bien común, el gobernante
fortalece la legitimidad de su poder y el orden social. Santo Tomás advertía que un gobierno
que antepone intereses individuales o de un grupo específico al bien común se convierte en
tiranía y pierde su autoridad moral.

Finalmente, para Santo Tomás, la orientación del Estado hacia el bien común implicaba
también que los ciudadanos debían colaborar y participar en la vida política para promover
una sociedad justa y ordenada. En su visión, el bien común es la finalidad última de la
política, y cualquier ley o acción estatal que contradiga este ideal no solo es injusta, sino
que pierde su legitimidad. Así, el Estado y el derecho son instrumentos al servicio de la
comunidad, y deben ser siempre evaluados en función de su contribución a este bien
común.

La legitimación de la autoridad política.

Para Santo Tomás de Aquino, la legitimación de la autoridad política estaba profundamente


vinculada al origen divino del poder y a su ejercicio en función del bien común. Según él,
toda autoridad legítima tiene su origen en Dios, quien es la fuente última de todo orden y
autoridad en el universo. No obstante, Santo Tomás no defendía una visión absolutista de la
autoridad política; aunque esta proviene de Dios, el gobernante debe actuar conforme a la
razón y a la ley natural, siguiendo un modelo de liderazgo que respete y promueva el bien
común.

Santo Tomás argumentaba que el poder político se justifica solo cuando se ejerce de
manera justa, es decir, respetando las leyes naturales y los derechos de los ciudadanos.
Para él, un gobernante que actúa en conformidad con la justicia y la razón está cumpliendo
con el propósito de su autoridad, que es servir y proteger a la comunidad. En este sentido,
el gobernante no es un dueño absoluto del poder, sino un “ministro de Dios” cuya misión es
guiar a la sociedad hacia la paz y el bienestar, actuando con prudencia y moderación.

La legitimación de la autoridad política en el pensamiento de Santo Tomás está


condicionada por el cumplimiento de los principios de justicia, razón y servicio al bien
común. El poder político es legítimo en la medida en que respeta estos principios y actúa en
armonía con la ley natural y divina. Cuando la autoridad se desvía de estos valores, pierde
su carácter legítimo y su derecho a ser obedecida.

Formas de gobierno.

Santo Tomás de Aquino analizó las formas de gobierno inspirándose en la teoría política
de Aristóteles, pero adaptándola a los principios cristianos y a su propia visión del bien
común. Para él, las formas de gobierno se clasifican en función de quién detenta el poder y
cómo lo ejerce. Distinguió entre formas justas e injustas de gobierno: las justas son aquellas
orientadas al bien común, mientras que las injustas persiguen intereses particulares en
detrimento de la comunidad.

En su esquema, Santo Tomás identificó tres formas de gobierno justas: monarquía,


aristocracia y politeia. La monarquía, donde el poder reside en un solo gobernante, es
para él la forma ideal de gobierno, siempre que el monarca sea sabio y virtuoso. Santo
Tomás consideraba que un buen monarca puede gobernar con eficacia y unidad, guiando al
pueblo hacia el bien común sin la fragmentación que puede producir un gobierno
compartido. Sin embargo, advirtió sobre el riesgo de que la monarquía degenere en tiranía,
una forma injusta de gobierno en la que el monarca abusa del poder en beneficio propio.

La aristocracia, en su visión, es el gobierno de los mejores, donde un grupo selecto de


individuos virtuosos y sabios gobierna en beneficio de la comunidad. Santo Tomás veía la
aristocracia como una forma adecuada de gobierno, ya que permite que personas capaces
y éticas colaboren para promover el bien común. No obstante, reconocía que, si este grupo
dirige el gobierno para su propio beneficio en lugar del de la comunidad, la aristocracia se
convierte en oligarquía, una forma injusta en la que los intereses de unos pocos prevalecen
sobre los de la mayoría.

Finalmente, Santo Tomás menciona la politeia (o "democracia" en algunos textos), donde


el poder es compartido entre muchos ciudadanos, lo que permite una participación amplia y
contribuye a la estabilidad y justicia del gobierno. Sin embargo, también advierte que la
politeia puede degenerar en demagogia o anarquía si las decisiones de la mayoría se
orientan a satisfacer deseos egoístas y no al bien común. Aun así, Santo Tomás reconoció
que una combinación equilibrada de estas formas de gobierno (especialmente la monarquía
y la aristocracia) puede ser una buena solución para evitar la corrupción del poder y
garantizar la justicia y la paz social.
MAQUIAVELO: Contexto cultural y político.

Concepción antropológica.

Maquiavelo vivió en un contexto cultural y político marcado por la inestabilidad y el conflicto


constante en la Italia renacentista. Nacido en Florencia en 1469, fue testigo de un período
de fragmentación política en Italia, donde la península estaba dividida en varias ciudades-
estado independientes

En Florencia, Maquiavelo se desempeñó como diplomático y funcionario durante la época


de la República florentina, después de que los Médici fueran expulsados de la ciudad.
Durante este tiempo, observó de cerca la política de otras cortes europeas y el uso del
poder por parte de diversos líderes. Sin embargo, en 1512, los Médici recuperaron el poder
en Florencia con el apoyo de tropas papales. Maquiavelo fue arrestado, torturado y
finalmente exiliado de la vida política. Fue en este período de retiro, marginado de la política
activa, cuando escribió El Príncipe, en un intento de ofrecer su conocimiento sobre el poder
a los Médici, esperando así regresar al servicio público.

Maquiavelo, quien, inspirado por autores clásicos como Tito Livio y Cicerón, desarrolló un
enfoque realista y secular de la política.

El Príncipe se convierte en una obra donde Maquiavelo propone una forma de gobernar
realista y pragmática, una guía para enfrentar los desafíos de un mundo en el que los
ideales no bastan para asegurar el poder y la supervivencia del Estado.

El enfoque “realista” de la política.

El enfoque realista de Maquiavelo en la política, especialmente en El Príncipe, se centra en


la idea de que los gobernantes deben basar sus acciones en la naturaleza humana tal como
es, y no como desearían que fuera. A diferencia de los idealistas y moralistas de su época,
que vinculaban la política con la virtud y la justicia como principios absolutos, Maquiavelo
argumenta que la política es un campo donde el poder, la eficacia y la capacidad de
adaptarse a las circunstancias son más importantes que los ideales morales. Esta visión lo
lleva a ser uno de los primeros pensadores en proponer un análisis objetivo de la política,
desligado de la moralidad tradicional y centrado en los resultados.

Para Maquiavelo, la política no es un medio para alcanzar fines trascendentales o


espirituales, sino una herramienta para conservar y expandir el poder. Según su enfoque,
los seres humanos son inconstantes, egoístas y, en muchos casos, motivados por intereses
personales y ambiciones. Esta visión pesimista de la naturaleza humana se convierte en el
fundamento de su pensamiento político: un líder que desee mantenerse en el poder debe
ser consciente de esta realidad y estar preparado para actuar de manera pragmática. En
lugar de aspirar a la aprobación moral de sus súbditos o de otros gobernantes, el príncipe
debe preocuparse principalmente por la eficacia de sus decisiones y su habilidad para
mantener el control y la estabilidad.

Una de las ideas centrales de su realismo político es que "el fin justifica los medios". En su
análisis, Maquiavelo defiende que un gobernante debe estar dispuesto a hacer lo que sea
necesario para conservar el poder, incluso si eso implica el uso de la astucia, la violencia o
la manipulación. La moralidad convencional, en su perspectiva, es secundaria en la política,
y lo importante es la capacidad del líder para proteger su posición y asegurar la continuidad
de su gobierno. No obstante, Maquiavelo no aboga por la crueldad indiscriminada; su
consejo es que el príncipe utilice los métodos necesarios con prudencia y moderación,
evitando a toda costa ganarse el odio de sus súbditos.

Maquiavelo también introduce el concepto de "virtù", una cualidad que abarca la habilidad,
el coraje y la capacidad de adaptarse a los cambios y aprovechar las oportunidades. La
"virtù" es lo que permite a un gobernante enfrentar los caprichos de la "fortuna" (la suerte) y
controlar, en la medida de lo posible, su propio destino. Para Maquiavelo, un líder exitoso
debe combinar el uso calculado de la fuerza y la astucia con la capacidad de leer las
circunstancias y de responder a los cambios con flexibilidad. Así, el enfoque realista de
Maquiavelo en la política se convierte en una guía para actuar de manera estratégica en un
mundo impredecible, donde los resultados y la preservación del poder son los principales
criterios para juzgar el éxito de un gobernante.

Relación moral-política.

Maquiavelo proponía una separación radical entre la moral y la política, rompiendo con la
tradición de pensar la política como una extensión de la ética. Para él, la política tiene sus
propias reglas y objetivos, que son diferentes y, en algunos casos, incompatibles con los
principios morales tradicionales.

El objetivo del gobernante, según Maquiavelo, es asegurar la supervivencia y la fortaleza de


su gobierno, y para lograrlo, no puede permitir que las exigencias morales frenen su actuar.
Maquiavelo no rechaza la moral en sí, pero la subordina al éxito político: considera que, en
política, lo más importante es la eficacia y la prudencia para preservar el poder.

en El Príncipe se encuentran recomendaciones sobre cuándo y cómo debe un líder


mostrarse piadoso, generoso o justo, pero también cuándo le conviene aparentar tales
virtudes sin necesariamente practicar la moral en su vida política.

A través del concepto de “virtù,” que en Maquiavelo representa la habilidad política, la


astucia y la capacidad de adaptación, queda claro que el príncipe debe poseer una
flexibilidad moral que le permita adoptar diferentes posturas según lo exijan las
circunstancias. Para él, la virtud en el sentido tradicional (de rectitud moral) no siempre es
útil en la política.

El ideal de que un buen gobernante debe ser una persona moralmente intachable le parece
poco realista; para él, lo esencial es que el gobernante sepa cuándo actuar de acuerdo con
la moralidad y cuándo desviarse de ella para proteger el poder y el bien común de su
Estado. En este sentido, su pensamiento marca una ruptura decisiva con la filosofía política
anterior, ya que sostiene que el éxito político puede requerir métodos inmorales, y que un
buen líder es aquel que entiende cómo usarlos con prudencia y efectividad.

Consejos sobre el poder.


Astucia y flexibilidad: Maquiavelo aconseja que un líder debe ser "como un león y un
zorro". Esto significa que debe usar la fuerza cuando sea necesario (como el león) y la
astucia para evitar trampas y engaños (como el zorro). Un buen gobernante debe adaptarse
a las circunstancias y actuar con inteligencia y poder según el contexto.

Es mejor ser temido que amado, pero sin ser odiado: El príncipe debe ser temido para
asegurar la obediencia de sus súbditos, ya que el temor es más fiable que el amor. Sin
embargo, debe evitar el odio, pues esto puede incitar a la rebelión. La clave es aplicar el
poder con firmeza, sin caer en la crueldad excesiva o la injusticia que genere resentimiento.

Controlar la fortuna: Aunque existen factores impredecibles en la política, el gobernante


debe estar preparado para las eventualidades, actuando con audacia y habilidad ("virtù")
para adaptarse a los cambios. La capacidad de prever y aprovechar las oportunidades es
esencial para enfrentar la "fortuna" (suerte) y mantener el poder.

Cuidar la imagen y las alianzas: Un gobernante debe proyectar una imagen de fortaleza,
justicia y magnanimidad, incluso si no practica siempre estas virtudes. También debe
rodearse de personas leales y competentes y evitar depender de aliados poco confiables o
ejércitos mercenarios, que podrían abandonarlo en tiempos difíciles.

Secularización y exaltación del Estado.

Maquiavelo es uno de los primeros pensadores en proponer la idea de que el Estado debe
ser exaltado y defendido como la entidad más importante en la vida política y social, incluso
por encima de la religión. Esta visión supone una secularización del Estado, es decir, la
separación de la política de las doctrinas religiosas y morales. Maquiavelo argumenta que el
poder y la estabilidad del Estado deben ser los objetivos principales de cualquier
gobernante, y que las decisiones políticas no deberían estar subordinadas a los principios
religiosos, sino orientadas a preservar y fortalecer el dominio político.

En El Príncipe, esta secularización se manifiesta en el hecho de que el gobernante no


necesita actuar en función de una moralidad religiosa o de mandamientos éticos absolutos.
Según Maquiavelo, las acciones de un líder deben evaluarse en función de su eficacia y su
capacidad para mantener el orden, la estabilidad y la seguridad del Estado. En este sentido,
el Estado adquiere una especie de “virtud” autónoma que no depende de la aprobación de
instituciones religiosas. Esta postura es particularmente revolucionaria para su época, ya
que el poder político había estado tradicionalmente asociado a una autoridad de origen
divino, especialmente en contextos como el del Renacimiento italiano, donde la Iglesia
Católica ejercía una enorme influencia.

Maquiavelo exalta el poder y la autonomía del Estado como el centro de la vida social y
política, considerando que el éxito y la seguridad del Estado justifican los medios necesarios
para lograrlos. En su perspectiva, el Estado tiene su propia lógica y sus propios objetivos,
que deben ser alcanzados independientemente de las doctrinas religiosas o de los valores
morales tradicionales. Esta autonomía permite que el gobernante use cualquier recurso
disponible para mantener el orden, sin importar si esas acciones son consideradas
moralmente correctas por la Iglesia o por la sociedad.
Al final, para Maquiavelo, la política es un dominio separado y autónomo que exige
soluciones prácticas y estratégicas, no imposiciones morales o religiosas. Su visión exalta el
Estado como el fin último de la acción política y el centro de la vida colectiva, legitimando la
secularización del poder como una necesidad para la estabilidad y la prosperidad de una
sociedad.

HOBBES:

El absolutismo monárquico.

El absolutismo monárquico es una forma de gobierno en la cual el monarca concentra la


totalidad del poder del Estado en sus manos, sin estar sujeto a ningún tipo de control o
limitación por parte de otras instituciones o leyes. Este tipo de monarquía fue especialmente
prominente en Europa durante los siglos XVI y XVII, y encontró su fundamento teórico en
las ideas de filósofos como Thomas Hobbes. En este sistema, el rey o monarca se convierte
en la máxima autoridad política y legal, con poder absoluto para legislar, administrar justicia,
recaudar impuestos y dirigir la política interior y exterior.

Causas del absolutismo monárquico


El absolutismo monárquico tuvo varias causas que contribuyeron a su surgimiento y
consolidación. Una de las principales fue el deseo de estabilidad política en un contexto
de conflictos religiosos y guerras civiles, como las guerras de religión en Francia o la Guerra
de los Treinta Años en el Sacro Imperio Romano Germánico. Estas guerras generaron un
caos social y una crisis de autoridad, lo que llevó a muchos a ver en el poder centralizado
del monarca una posible solución a la inestabilidad.

Otra causa fue el crecimiento del poder de los Estados nacionales. A medida que los
reinos europeos se unificaban y fortalecían sus estructuras políticas y económicas, los
monarcas intentaron centralizar el poder y debilitar las influencias de la nobleza y de la
Iglesia, que tradicionalmente habían sido fuentes de autoridad y poder en la sociedad. Al
consolidar el control sobre sus territorios y ejercer su autoridad sin interferencias, los
monarcas absolutos promovieron la unificación del poder como un símbolo de orden y
progreso.

Por último, el desarrollo de teorías políticas que justificaban el poder absoluto del
monarca ayudó a legitimar el absolutismo. Filósofos como Thomas Hobbes defendieron la
idea de que un Estado fuerte y centralizado era necesario para evitar el desorden y la
violencia inherentes a la naturaleza humana. En su obra Leviatán, Hobbes presenta la
necesidad de un soberano absoluto que controle los impulsos egoístas de los seres
humanos y garantice la paz social.

Características principales del absolutismo monárquico


Las características del absolutismo monárquico incluyen:

1. Concentración del poder en el monarca: En un régimen absolutista, el rey


concentra en su persona todos los poderes del Estado: legislativo, ejecutivo y
judicial. Esto significa que el monarca tiene la capacidad de crear leyes, ejecutarlas y
aplicarlas sin intervención de otras instituciones o poderes.
2. Justificación divina del poder: La teoría del "derecho divino de los reyes" sostiene
que el poder del monarca proviene directamente de Dios, lo cual implica que el rey
no está sujeto al juicio o cuestionamiento de los hombres, sino solo a la voluntad
divina. Este principio le otorga legitimidad al monarca y lo coloca por encima de
cualquier otra autoridad.
3. Control centralizado de la administración y el ejército: El monarca absolutista
controla tanto la administración del Estado como las fuerzas armadas. Este poder le
permite recaudar impuestos, mantener un ejército permanente y asegurar su
autoridad sobre el territorio. Esto también limita el poder de la nobleza, quien en
siglos anteriores había sido la clase que controlaba las fuerzas militares en sus
respectivos feudos.
4. Ausencia de un sistema de contrapesos: A diferencia de los sistemas de gobierno
en los que el poder se encuentra dividido entre diferentes instituciones, en el
absolutismo no existen instituciones que puedan limitar el poder del monarca. No
hay parlamentos con verdadero poder, ni tribunales independientes que puedan
contradecir las decisiones del rey.
5. Impulso al desarrollo de una burocracia estatal: El monarca absolutista tiende a
desarrollar una burocracia profesional y leal, formada por funcionarios que actúan
bajo sus órdenes y que implementan sus políticas en todo el territorio. Esta
estructura administrativa centralizada permite un control más eficiente del Estado y
fortalece la autoridad del rey sobre sus súbditos.

El "estado de naturaleza" en la filosofía de Thomas Hobbes es una idea central en su teoría


política, especialmente en su obra Leviatán. Hobbes describe este estado como la condición
en la que se encontrarían los seres humanos si no existiera ningún tipo de autoridad política
o social que los gobernara. En este escenario hipotético, no hay leyes, ni gobierno, ni
normas establecidas, y cada persona es libre de actuar como quiera. Sin embargo, lejos de
ser un estado pacífico, Hobbes sostiene que el estado de naturaleza es un estado de guerra
constante, caracterizado por la inseguridad y la violencia.

Para Hobbes, en este estado primitivo, los seres humanos son esencialmente iguales en
cuanto a sus habilidades físicas y mentales, lo que significa que todos tienen la capacidad
de hacerse daño mutuamente. Esta igualdad lleva a la competencia y a la desconfianza, ya
que, al no haber una autoridad que controle los recursos y regule el comportamiento, cada
individuo intenta asegurar su supervivencia y satisfacer sus propios deseos, muchas veces
a costa de los demás. Debido a esta competencia y a la falta de confianza, Hobbes define el
estado de naturaleza como una situación de "guerra de todos contra todos" (bellum omnium
contra omnes), donde la vida humana es "solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta".

En el estado de naturaleza, según Hobbes, los seres humanos viven dominados por sus
pasiones y temores, en especial por el miedo a la muerte violenta. Este miedo constante
genera la necesidad de buscar una solución que les permita escapar de este estado
caótico. Es aquí donde Hobbes introduce la idea del "contrato social": las personas, por
temor a vivir en un estado de inseguridad perpetua, acuerdan renunciar a su libertad natural
y transferir su poder individual a un soberano o autoridad absoluta. Este contrato es,
entonces, un pacto racional en el cual los individuos deciden someterse a una autoridad
suprema, el Leviatán, que garantice la paz y la seguridad de la comunidad.

Por lo tanto, el estado de naturaleza es para Hobbes un estado de anarquía total, que
revela la necesidad de un poder centralizado y absoluto para evitar el caos y garantizar la
convivencia pacífica. La creación de este soberano absoluto, mediante el contrato social, se
convierte en la única forma de salir de la violencia del estado de naturaleza y de establecer
un orden social que proteja a los individuos de su propio egoísmo y agresividad.

LOCKE Y EL LIBERALISMO:

La concepción antropológica.

John Locke fue un filósofo inglés nacido el 29 de agosto de 1632 en Wrington, Somerset, y
fallecido el 28 de octubre de 1704. Es considerado uno de los pensadores más influyentes
de la Ilustración y el padre del liberalismo clásico. Su obra se centró en temas de filosofía
política, teoría del conocimiento y educación, y tuvo un impacto fundamental en el desarrollo
de ideas democráticas, inspirando desde la Declaración de Independencia de los Estados
Unidos hasta el pensamiento político moderno. Locke estudió en la Universidad de Oxford,
donde se interesó inicialmente por la medicina y las ciencias, pero luego se volcó a la
filosofía y a la política, áreas en las que se destacó. Fue un defensor de los derechos
naturales, de la libertad individual y de la idea de que el poder legítimo de los gobiernos
proviene del consentimiento de los gobernados.

Su obra más destacada, Dos tratados sobre el gobierno civil, es un texto clave del
liberalismo político, en el cual establece los fundamentos de los derechos naturales y del
contrato social. A diferencia de otros filósofos como Hobbes, Locke planteó una teoría
política menos centrada en el poder absoluto y más orientada a la protección de los
derechos individuales y la limitación del poder estatal.

Concepción antropológica de Locke


Locke tenía una visión optimista de la naturaleza humana, en contraste con la visión más
pesimista de Hobbes. Según Locke, los seres humanos nacen con ciertos derechos
naturales inalienables, como la vida, la libertad y la propiedad, que no dependen de ningún
gobierno y que son inherentes a la condición humana. A su vez, Locke considera que las
personas son racionales y están naturalmente inclinadas a vivir en paz y cooperación,
guiadas por la razón y el sentido de la justicia. En lugar de estar impulsados principalmente
por el miedo y la violencia, como planteaba Hobbes, Locke cree que los seres humanos
tienden a respetar los derechos y la libertad de los demás y a actuar de acuerdo con leyes
naturales racionales.

En el estado de naturaleza lockeano, las personas tienen derechos y obligaciones, y


aunque no exista un gobierno formal, sí existe una "ley natural" que obliga a los individuos a
respetar la vida, la libertad y la propiedad de los demás. Esta ley natural es accesible a
través de la razón y garantiza un nivel básico de justicia y convivencia pacífica. Sin
embargo, Locke reconoce que este estado de naturaleza no está exento de conflictos y
problemas, ya que, en ausencia de una autoridad formal, las personas pueden abusar de
sus derechos y entrar en disputas. Es por esto que Locke introduce la idea de un contrato
social, mediante el cual los individuos acuerdan establecer un gobierno que proteja sus
derechos y resuelva los conflictos de manera justa y racional.

Para Locke, el gobierno debe ser limitado y estar basado en el consentimiento de los
gobernados, con el objetivo de proteger los derechos naturales de los individuos. Su
concepción antropológica, entonces, sostiene que los seres humanos son racionales, libres
y capaces de vivir en paz, aunque reconoce la necesidad de un gobierno que garantice la
protección de sus derechos y mantenga el orden en la sociedad.

El “estado de naturaleza”, “contrato social”.

Para John Locke, el estado de naturaleza es una condición hipotética en la que los seres
humanos viven antes de la formación de un gobierno formal. A diferencia de Thomas
Hobbes, quien describe el estado de naturaleza como un escenario de guerra constante,
Locke tiene una visión más optimista: en su estado de naturaleza, las personas viven en
relativa paz y armonía, guiadas por la ley natural. Esta ley, que puede ser comprendida por
la razón, dicta que todos los individuos deben respetar los derechos de los demás,
especialmente los derechos a la vida, la libertad y la propiedad. Para Locke, estos derechos
son fundamentales y no dependen de la existencia de un gobierno; más bien, son
inherentes a la condición humana y anteriores a cualquier institución política.

Sin embargo, Locke reconoce que el estado de naturaleza no es perfecto. Si bien la ley
natural ofrece una guía para la convivencia, su aplicación queda en manos de cada
individuo, lo cual puede llevar a abusos y conflictos. Por ejemplo, en el estado de
naturaleza, cada persona tiene el derecho de castigar a quien viole la ley natural, pero esta
justicia autodirigida puede conducir a venganzas y disputas sin fin. Además, en ausencia de
una autoridad formal, no existen mecanismos imparciales para resolver disputas o proteger
los derechos individuales.

Es aquí donde Locke introduce la idea del contrato social. A diferencia del contrato social
en Hobbes, que se basa en la necesidad de evitar la violencia, el contrato social de Locke
surge para resolver las limitaciones del estado de naturaleza en cuanto a la protección y
ejecución de los derechos naturales. Locke sostiene que los individuos deciden
voluntariamente formar una comunidad política y establecer un gobierno, no para ceder sus
derechos al soberano, sino para asegurar una protección más efectiva de sus derechos.
Mediante este acuerdo, los individuos aceptan someterse a un gobierno limitado que actúe
en beneficio de todos y que funcione con el consentimiento de los gobernados.

Este gobierno, según Locke, tiene como fin principal la protección de los derechos
naturales de los ciudadanos y debe operar bajo el principio de limitación y
representación. Para él, si el gobierno viola estos derechos o actúa sin el consentimiento
de la sociedad, pierde su legitimidad y el pueblo tiene el derecho de modificarlo o incluso
derrocarlo. En resumen, el contrato social de Locke establece una relación de reciprocidad
entre los individuos y el gobierno: el pueblo cede ciertos poderes al Estado para la
protección de sus derechos, y el gobierno debe respetar y proteger esos derechos como su
deber fundamental. Esta visión sería la base de muchas teorías democráticas modernas,
estableciendo la importancia de la soberanía popular y de un gobierno limitado y
responsable.

El Estado liberal: finalidades, funciones, estructuras.

1.Finalidades del Estado liberal:


- La principal finalidad del Estado liberal según Locke es la protección de los derechos
naturales de los individuos, que son la vida, la libertad y la propiedad. Estos derechos son
inherentes a la naturaleza humana y deben ser protegidos por cualquier forma de gobierno.

- El Estado existe para crear un entorno donde los individuos puedan ejercer sus derechos
de manera libre y segura, garantizando que no se vean amenazados por la violencia o la
injusticia.

- En el Estado liberal, el gobierno no debe interferir en la vida privada de las personas más
allá de lo necesario para proteger esos derechos y mantener el orden.

2. Funciones del Estado liberal:


- Legislar: El Estado debe crear leyes que respeten y protejan los derechos naturales de
las personas. Estas leyes deben ser justas, universales y aplicarse de manera imparcial.

- Ejecutar y garantizar el orden: El poder ejecutivo tiene la responsabilidad de hacer cumplir


las leyes y asegurar la seguridad de los ciudadanos, protegiéndolos de amenazas internas y
externas.

- Administrar justicia: El Estado debe crear mecanismos para resolver conflictos de manera
justa y garantizar que las disputas se resuelvan de acuerdo con la ley, asegurando la
equidad y el respeto por los derechos fundamentales.

3.Estructuras del Estado libera:

- Separación de poderes: Locke defiende la idea de que el poder del Estado debe dividirse
entre diferentes ramas para evitar el abuso de poder. Esto incluye:

- Un poder legislativo que crea las leyes.

- Un poder ejecutivo que se encarga de aplicar y ejecutar esas leyes.

- Aunque Locke no desarrolla profundamente la idea, también menciona un poder judicial


independiente para resolver disputas y asegurar que se respeten las leyes.

- Gobierno representativo: El Estado debe basarse en el consentimiento de los gobernados,


lo que implica que el poder político proviene de la voluntad del pueblo. Los ciudadanos
deben tener voz en la creación de leyes y en la elección de quienes los gobiernan,
promoviendo la soberanía popular.

- Gobierno limitado: El poder estatal debe ser limitado y estar sujeto a controles. Si el
gobierno infringe los derechos naturales de los ciudadanos o actúa sin su consentimiento,
pierde su legitimidad y los ciudadanos tienen el derecho de cambiarlo o derrocarlo.

En resumen, para Locke, el Estado liberal tiene como fin esencial la protección de los
derechos individuales dentro de un marco de gobernanza limitada y responsable. Su
estructura debe ser tal que se evite la concentración excesiva de poder, garantizando un
gobierno que sirva al bien común y no actúe en contra de los derechos de las personas.

ROUSSEAU Y LA DEMOCRACIA MODERNA:

El estado de naturaleza y el contrato social.

Breve biografía de Jean-Jacques Rousseau


Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) fue un filósofo, escritor y compositor suizo-francés,
conocido por sus ideas sobre la política, la educación y la sociedad, que tuvieron una
profunda influencia en la Revolución Francesa y en el pensamiento político moderno. Nació
en Ginebra, en una familia protestante, y tuvo una vida marcada por la pobreza, el
aislamiento y la controversia. Su obra más influyente, El contrato social, expone sus teorías
sobre la organización política, la libertad y la soberanía popular. Rousseau también es
conocido por su obra El Emilio, que trata sobre la educación y la formación del individuo.

Estado de naturaleza y el contrato social según Rousseau


Estado de naturaleza: Para Rousseau, el estado de naturaleza era una condición ideal y
primitiva en la que los seres humanos vivían en armonía con la naturaleza, libres de las
corrupciones de la sociedad civil. En este estado, los individuos eran iguales y libres, sin
propiedad privada ni jerarquías sociales. Rousseau creía que los seres humanos, en su
estado natural, no eran egoístas ni violentos, sino que actuaban por instinto y por
necesidades básicas. Sin embargo, el surgimiento de la propiedad privada y la
competencia entre individuos fue lo que llevó a la desigualdad y a la creación de las
estructuras sociales opresivas.

Contrato social: Rousseau sostiene que la única forma legítima de gobierno es aquella
basada en un contrato social que refleje la voluntad general del pueblo. Según
Rousseau, para salir del estado de naturaleza, los individuos deben ceder sus derechos a
una voluntad colectiva, que representa el bien común y no el interés particular de ningún
individuo. Este contrato no es un acuerdo entre gobernantes y gobernados, sino entre los
propios individuos, quienes se comprometen a seguir la voluntad general, que es la
expresión de la soberanía popular. Rousseau propone un modelo de democracia directa,
donde el pueblo es el soberano y la ley expresa la voluntad de todos. El objetivo del
contrato social es la creación de una sociedad donde las personas sean libres e iguales, y
donde el gobierno sirva al bien común, no a intereses particulares.

La soberanía popular.

La soberanía popular es un concepto central en la teoría política de Rousseau,


especialmente en su obra El contrato social. Para él, la soberanía no reside en una
monarquía, en una élite o en una figura autoritaria, sino en el pueblo. Rousseau sostenía
que la soberanía es indivisible, inalienable e imprescriptible, lo que significa que no
puede ser transferida ni delegada, y siempre debe pertenecer al conjunto de la población.
En su concepción, el poder político legítimo solo puede originarse en el pueblo, y su función
es expresar la voluntad general, que representa el interés colectivo, por encima de los
intereses individuales o particulares.

Según Rousseau, la voluntad general no es simplemente la suma de las voluntades


individuales de los ciudadanos, sino que debe reflejar el bien común, es decir, lo que
beneficia a toda la comunidad en su conjunto. Para que la soberanía popular se ejerza de
manera legítima, todos los ciudadanos deben participar activamente en la toma de
decisiones, ya sea a través de asambleas directas o de mecanismos representativos, pero
siempre de manera que la ley refleje la voluntad del pueblo y no de una minoría privilegiada.

En resumen, Rousseau ve la soberanía popular como un principio democrático


fundamental, en el que el poder no se basa en un gobernante o en un sistema de clases,
sino en la autoridad colectiva de todos los ciudadanos, actuando en beneficio del bien
común. La soberanía popular implica que el gobierno es legítimo solo cuando actúa
conforme a los intereses de la comunidad y con el consentimiento del pueblo, el cual es el
único soberano verdadero.

La democracia moderna.

Rousseau es claro en que la democracia moderna, en su visión, no puede ser


representativa en el sentido actual (donde los ciudadanos eligen a sus representantes para
que tomen decisiones por ellos). En cambio, él aboga por una forma de democracia directa,
en la que los ciudadanos, como soberanos del Estado, participan directamente en el
proceso legislativo. Si bien en la práctica esto no siempre es viable, Rousseau enfatiza que
los ciudadanos deben estar comprometidos con el bienestar común y la creación de leyes
que favorezcan la igualdad y la libertad, principios esenciales de su teoría política.

En resumen, la democracia moderna para Rousseau es un sistema basado en la voluntad


general, donde la soberanía reside en el pueblo y todos los ciudadanos deben tener la
oportunidad de participar directamente en el proceso político para garantizar que el gobierno
se base en el bien común y no en intereses individuales o de grupos particulares.

Formas de gobierno

Rousseau es claro en que la verdadera soberanía siempre debe residir en el pueblo,


independientemente de la forma de gobierno adoptada. A continuación, te explico lo que
Rousseau dice sobre las formas de gobierno en su obra El contrato social:

1. Democracia:
○ Rousseau considera que la democracia es la forma de gobierno más pura y
legítima, ya que en ella el pueblo es soberano y tiene el poder directo de
hacer las leyes. En una democracia directa, todos los ciudadanos participan
activamente en la creación de las leyes y en la toma de decisiones políticas.
Sin embargo, Rousseau reconoce que este modelo es más aplicable a
sociedades pequeñas, donde la participación directa de todos es viable.
2. Aristocracia:
○En una aristocracia, el poder se concentra en manos de una élite, que es la
encargada de gobernar en nombre del pueblo. Aunque Rousseau no ve con
malos ojos una aristocracia en la que el poder se limite a una élite virtuosa y
sabia, también advierte que, en la práctica, esta élite tiende a buscar sus
propios intereses y no necesariamente los del pueblo. La aristocracia es más
adecuada para sociedades grandes, pero siempre implica el peligro de la
desigualdad y la corruptibilidad.
3. Monarquía:
○ En una monarquía, el poder es concentrado en manos de un solo
gobernante, un rey o monarca, que tiene la autoridad para hacer leyes y
gobernar. Rousseau es muy crítico con la monarquía, ya que la considera
una forma de gobierno que promueve la desigualdad y la tiranía. En una
monarquía, el monarca, aunque puede estar motivado por el interés general,
tiende a actuar de acuerdo con su propio poder y riqueza. Rousseau
argumenta que, bajo una monarquía, el pueblo pierde su libertad política y
la soberanía popular queda severamente limitada.
4. La mezcla de formas de gobierno:
○ Rousseau también reconoce que, en algunas situaciones, puede haber una
mezcla de estas formas de gobierno. Por ejemplo, una monarquía
constitucional podría incorporar elementos democráticos o aristocráticos
para balancear el poder. Sin embargo, Rousseau advierte que la voluntad
general no debe ser distorsionada ni subordinada a los intereses de ningún
grupo, y que la soberanía popular debe ser la base de cualquier sistema
político.

La “religión civil”.

La religión civil es un concepto propuesto por Rousseau en su obra El contrato social


como una forma de religión que sirve para unir a los ciudadanos bajo un conjunto común
de creencias y valores que fortalezcan la cohesión social y el orden en el Estado. A
diferencia de las religiones tradicionales, que suelen estar centradas en dogmas y prácticas
particulares, la religión civil de Rousseau no se basa en una fe específica, sino en un
conjunto de principios que promuevan la moralidad cívica y el compromiso con el bien
común.

Características clave de la religión civil según Rousseau:


1. Unidad social: La religión civil tiene como objetivo fomentar la unidad entre los
ciudadanos. Al ser una creencia compartida por todos, ayuda a reducir las
divisiones y disputas dentro de la sociedad, y a integrar a los individuos en una
comunidad cohesionada que trabaja en conjunto por el bien común.
2. Valores cívicos: En lugar de depender de las creencias teológicas o espirituales
tradicionales, la religión civil promueve valores cívicos como la piedad, la justicia,
el respeto a la ley, la igualdad y el amor por la patria. Rousseau considera que
estos valores son fundamentales para que los ciudadanos actúen en favor del bien
común y para que el Estado funcione correctamente.
3. Subordinación a la voluntad general: Una de las ideas más importantes en la
religión civil de Rousseau es que el ciudadano debe ser fiel a la voluntad general
del pueblo y al contrato social. Esto significa que la religión civil debe apoyar la
soberanía popular y estar subordinada a los principios de libertad y justicia que rigen
la política del Estado.
4. No interferencia con la libertad individual: Rousseau no defiende una religión que
imponga creencias específicas ni que limite la libertad religiosa personal. La religión
civil es una institución que solo existe para fortalecer la comunidad política, y no
debe interferir en la libertad de pensamiento o en la libertad religiosa individual. El
objetivo es crear una moral común que permita la cooperación y la estabilidad
social sin imponer dogmas sobre la fe de los individuos.

Educación y virtudes.

Educación de Jean-Jacques Rousseau


La educación de Rousseau fue algo inusual y marcó profundamente su pensamiento
filosófico. Nació en Ginebra en 1712 y, debido a la muerte de su madre poco después de su
nacimiento, fue criado por su padre, quien le dio una educación informal en su infancia. A
los 16 años, Rousseau dejó Ginebra y comenzó a viajar por Europa, trabajando en diversas
ocupaciones, como tutor, copista y músico, lo que le permitió adquirir experiencias variadas
que influyeron en su pensamiento.

Aunque no tuvo una educación académica formal, Rousseau fue un autodidacta, leyendo y
aprendiendo por sí mismo sobre filosofía, historia y literatura. A lo largo de su vida, mantuvo
un interés profundo por las ideas de los filósofos de la Ilustración y su obra reflejó la
influencia de pensadores como Locke, Hobbes y Montesquieu. También se interesó por la
música, la política y la sociología, y fue muy influenciado por su contexto histórico y las
tensiones sociales y políticas que vivió.

Virtudes de Jean-Jacques Rousseau


Rousseau fue un pensador complejo con muchas virtudes que se reflejaron en su obra y en
su vida:

1. Honestidad intelectual:
○ Rousseau fue conocido por su honestidad intelectual. A lo largo de su vida,
mostró una gran sinceridad y valentía al exponer sus pensamientos, incluso
cuando esto le llevó a enfrentarse con la sociedad y la autoridad. Sus obras a
menudo se consideran provocativas y desafiantes, lo que refleja su
compromiso con la búsqueda de la verdad.
2. Compromiso con la libertad:
○ Una de las virtudes más destacadas de Rousseau fue su compromiso con
la libertad. Sus obras defendían la libertad individual y la autonomía frente
a las instituciones opresivas, como el Estado y la Iglesia. A través de sus
teorías, promovió una visión de la libertad política basada en la
participación activa de los ciudadanos en la vida pública.
3. Empatía y sentido de justicia:
○ Rousseau mostró una profunda empatía por los desposeídos y las clases
bajas, como se puede ver en su obra El contrato social, donde denuncia las
desigualdades sociales y propone la creación de una sociedad más justa.
Creía que el bien común debía prevalecer sobre los intereses privados, lo
que lo llevó a ser uno de los principales defensores de la igualdad y la
solidaridad en la sociedad.
4. Virtud moral y crítica de la corrupción:
○ Rousseau también fue un pensador que valoraba la virtud moral. Criticó
abiertamente la corrupción y la decadencia moral de la sociedad europea
de su tiempo, especialmente la sociedad aristocrática y los valores
impuestos por la civilización. En su obra Discurso sobre el origen y los
fundamentos de la desigualdad entre los hombres, Rousseau argumenta que
las instituciones humanas han corrompido la naturaleza humana, alejada de
su estado de pureza original.
5. Innovador y visionario:
○ Rousseau fue un pensador innovador que contribuyó con ideas claves para
el desarrollo de la democracia moderna y el concepto de derechos
humanos. Aunque sus ideas eran radicales y a veces controvertidas, su
visión sobre la educación (en su obra Emilio) y la política influyó
profundamente en el pensamiento posterior, particularmente en la Revolución
Francesa.

Ideas sociales.

Las ideas sociales de Rousseau se centran en la crítica a la sociedad de su tiempo,


marcada por la desigualdad, la corrupción y la alienación del ser humano respecto a su
naturaleza original. Rousseau argumenta que, en el estado de naturaleza, los seres
humanos eran libres, iguales y no estaban sometidos a las injusticias que la civilización y las
instituciones sociales han impuesto. Según él, el surgimiento de la propiedad privada fue
el principal factor que provocó la desigualdad social y el conflicto entre los individuos. La
civilización, lejos de liberar a los hombres, los ha esclavizado bajo sistemas de dominación
económica y política, produciendo injusticias y desigualdades que distorsionan la
naturaleza humana. En su obra El contrato social, Rousseau propone que, para superar
estas desigualdades, los individuos deben unirse en una voluntad general, un acuerdo
colectivo que sea el reflejo del bien común. A través del contrato social, los ciudadanos
ceden su voluntad individual a la voluntad general, la cual debe asegurar la igualdad y la
libertad de todos los miembros de la sociedad, y garantizar que las leyes y el gobierno
estén al servicio del bien común. Rousseau también defendió una educación natural, que
fomente el desarrollo integral del individuo, libre de las restricciones y corruptelas de la
sociedad moderna, lo que también se refleja en su obra Emilio, donde critica los métodos
tradicionales de enseñanza que refuerzan la desigualdad social. En resumen, sus ideas
sociales buscaban una transformación radical de las estructuras sociales y políticas de su
tiempo, proponiendo una sociedad basada en la igualdad, la justicia y la participación
activa de todos los ciudadanos en la vida política.

MARXISMO:

Bases filosóficas.

Breve biografía de Karl Marx


Karl Marx (1818-1883) fue un filósofo, economista, sociólogo y periodista alemán, conocido
principalmente por sus teorías sobre el materialismo histórico y su crítica al capitalismo.
Nació en Tréveris, en la actual Alemania, en una familia de clase media, y estudió derecho,
filosofía y economía en la Universidad de Bonn y la Universidad de Berlín. A lo largo de su
vida, Marx se dedicó al estudio de la historia, la economía y la política, y se asoció
estrechamente con Friedrich Engels, quien coescribió con él varias obras importantes,
incluida El Manifiesto Comunista (1848). Sus obras más influyentes incluyen El Capital
(1867), donde expone su teoría económica, y La ideología alemana (1845), que establece
sus ideas filosóficas y sociales. Marx fue un crítico feroz del capitalismo, de la propiedad
privada y de la alienación que sufrían los trabajadores en el sistema industrial, lo que lo
llevó a abogar por una revolución proletaria para derrocar el orden capitalista y establecer
una sociedad sin clases. Sus ideas influyeron profundamente en el desarrollo del socialismo
y el comunismo, y siguen siendo fundamentales en las teorías de la política, la economía y
la sociología contemporáneas.

Bases filosóficas de Karl Marx


Las bases filosóficas de Marx se pueden entender a través de su enfoque materialista y su
crítica al idealismo de filósofos anteriores como Hegel. Marx desarrolló lo que se conoce
como el materialismo histórico, que sostiene que la historia humana es el resultado de
las relaciones materiales de producción, es decir, cómo las personas producen bienes y
servicios en función de los medios de producción disponibles (tierra, tecnología, trabajo,
etc.). Según Marx, el modo de producción de una sociedad determina su estructura social,
política y cultural. Por ejemplo, en el capitalismo, la producción se basa en la propiedad
privada de los medios de producción y en la explotación del trabajo asalariado, lo que lleva
a la lucha de clases entre la burguesía (los dueños de los medios de producción) y el
proletariado (los trabajadores que no poseen medios de producción y deben vender su
fuerza de trabajo para sobrevivir).

Marx también adoptó una perspectiva dialéctica de la historia, influenciado por Hegel, pero
rechazó el idealismo hegeliano, proponiendo que la realidad material y las condiciones
económicas son los factores que impulsan el cambio social, y no las ideas o los ideales
abstractos. En este sentido, la lucha de clases es el motor de la historia, y las
contradicciones entre las clases sociales llevarán inevitablemente a un cambio
revolucionario.

En su crítica al capitalismo, Marx destacó la alienación del trabajador, quien, al ser


despojado de los frutos de su trabajo y reducido a una mercancía, pierde su libertad y su
humanidad. En su visión de una sociedad comunista futura, Marx abogó por una abolición
de las clases sociales, la propiedad privada y la explotación del trabajo, dando lugar a
una sociedad en la que los medios de producción sean de propiedad colectiva y la riqueza
se distribuya equitativamente entre todos.

Materialismo histórico.

El materialismo histórico es una teoría desarrollada por Karl Marx que sostiene que el
desarrollo de la sociedad humana está determinado principalmente por las condiciones
materiales y las relaciones de producción. Según Marx, la estructura económica de una
sociedad —es decir, cómo se producen y distribuyen los bienes y servicios— influye
directamente en su estructura social, política y cultural. Esta teoría se opone a las
explicaciones idealistas de la historia, como las de Hegel, que postulaban que las ideas y la
conciencia eran las fuerzas motoras del cambio social.

En lugar de considerar que las ideas y los valores son los principales motores del cambio
social, el materialismo histórico afirma que la base económica (es decir, la forma en que
se organiza la producción y la distribución de los recursos en una sociedad) determina
la superestructura (que incluye las instituciones políticas, el sistema legal, la religión, la
ideología, etc.). Según Marx, las relaciones de producción y las fuerzas productivas (como
la tecnología y el trabajo) son las que realmente impulsan los cambios en la historia.

Alienación y lucha de clases.

La alienación es un concepto central en la crítica de Marx al capitalismo. En su visión, la


alienación es el proceso mediante el cual los trabajadores en una sociedad capitalista se
sienten desconectados o ajenos al producto de su trabajo, al proceso de trabajo y, en
última instancia, a sí mismos. Marx veía este fenómeno como una de las consecuencias
más profundas de la explotación en el capitalismo, donde los trabajadores, al ser reducidos
a simples mercancías en el mercado laboral, pierden su autonomía y su creatividad.

Existen varias formas de alienación que Marx describe:

1. Alienación del producto del trabajo: El trabajador produce bienes que no le


pertenecen, y cuya producción y distribución están controladas por los capitalistas.
En lugar de disfrutar del fruto de su labor, el trabajador ve cómo el valor que genera
se convierte en propiedad de otro, el capitalista. El producto del trabajo se convierte
en algo ajeno al trabajador.
2. Alienación del proceso de trabajo: En el capitalismo, el proceso de trabajo está
fragmentado y se organiza de manera que el trabajador realiza tareas repetitivas y
monótonas, sin control sobre cómo se lleva a cabo la producción. El trabajador se
convierte en una pieza más en la maquinaria productiva, perdiendo el sentido de la
actividad creativa y personal en su trabajo.
3. Alienación de los demás seres humanos: El capitalismo también genera
relaciones de competencia entre las personas. Los trabajadores se ven como
rivales, luchando por conseguir empleo o por mejorar sus condiciones laborales, lo
que impide la solidaridad y las relaciones humanas auténticas.
4. Alienación de sí mismo: Finalmente, el trabajador se ve alienado de su propia
humanidad, ya que su trabajo no le permite desarrollarse plenamente como
individuo, creativo y libre. Se convierte en un simple instrumento del sistema de
producción, y su identidad se define por su rol en la economía y no por su ser como
persona.

La lucha de clases según Marx


La lucha de clases es otro concepto clave en el pensamiento de Marx. Él creía que la
historia humana es, en última instancia, la historia de la lucha de clases. Según Marx, la
sociedad siempre ha estado dividida en clases sociales con intereses opuestos. Estas
clases luchan por el control de los recursos, el poder político y la distribución de la riqueza.
En el capitalismo, la lucha de clases se centra principalmente entre dos grupos
fundamentales: la burguesía y el proletariado.

1. Burguesía: Es la clase capitalista, que posee los medios de producción (fábricas,


tierras, tecnología, etc.). Esta clase obtiene sus ingresos a través de la explotación
del trabajo de los proletarios, quienes producen bienes y servicios pero reciben solo
una fracción del valor que generan, mientras el resto se apropia el capitalista como
ganancia.
2. Proletariado: Es la clase trabajadora, que no posee los medios de producción y, por
lo tanto, debe vender su fuerza de trabajo a los capitalistas para poder sobrevivir.
Marx veía a esta clase como la más explotada y alienada dentro del sistema
capitalista. Sin embargo, Marx también creía que el proletariado era el agente clave
de la revolución social que derrocaría al capitalismo.

Marx pensaba que esta lucha entre las clases explotadoras y explotadas era inevitable en el
sistema capitalista, ya que las contradicciones entre las dos clases, originadas en la
propiedad privada y la explotación, se agudizarían con el tiempo. La clase trabajadora,
consciente de su posición y unida por sus intereses comunes, se rebelaría contra el sistema
capitalista. Esta revolución proletaria destruiría las bases del capitalismo y llevaría a la
abolición de las clases sociales, dando paso a una sociedad sin clases y sin propiedad
privada: el comunismo.

Etapas de la revolución.

1. Consciencia de clase y organización del proletariado


La primera etapa de la revolución es cuando los trabajadores comienzan a tomar conciencia
de su condición de clase. El proletariado se da cuenta de que está siendo explotado por la
burguesía, que controla los medios de producción. Este despertar de la conciencia de
clase es fundamental, ya que solo cuando los trabajadores se percatan de su situación y
entienden que sus intereses están en conflicto con los de la clase dominante, pueden
organizarse para luchar por sus derechos. En esta etapa, el proletariado se organiza en
sindicatos o partidos políticos revolucionarios para luchar por mejores condiciones de
vida y trabajo. La unidad de la clase trabajadora y su capacidad para movilizarse
políticamente son esenciales en este proceso.

2. Lucha de clases y revolución política


Una vez que la clase trabajadora toma consciencia de su posición en la sociedad y se
organiza, entramos en la lucha de clases abierta. Esta etapa implica la intensificación de
los conflictos entre la burguesía y el proletariado, donde los trabajadores luchan por la
redistribución de la riqueza, el derecho al trabajo, y la eliminación de las injusticias
estructurales. En este contexto, puede surgir una revolución política, que es la fase en la
que el proletariado busca derrocar a la burguesía mediante una insurrección o una
revolución en la que se destruyan las instituciones del Estado burgués y se asuma el poder
político.

3. Dictadura del proletariado


Después de la revolución, Marx predice la necesidad de una fase de transición llamada
dictadura del proletariado. Aunque el término "dictadura" puede ser confuso, Marx no lo
usaba en el sentido autoritario o despótico, sino como una fase en la que la clase
trabajadora ejercería su dominio político para reestructurar la sociedad. Durante este
período, el Estado seguiría existiendo, pero ahora como un instrumento de la clase
trabajadora, con el fin de abolir las estructuras de poder capitalista, expropiar los medios de
producción y suprimir las resistencias de la burguesía. La dictadura del proletariado sería
un período de control obrero, donde el Estado protegería a los trabajadores y garantizaría
que los medios de producción pasen a ser propiedad colectiva.

4. Transformación económica y social


En esta etapa, se realizarían las transformaciones estructurales más profundas de la
sociedad. Los medios de producción (tierra, fábricas, etc.) pasarían a ser de propiedad
colectiva, eliminando la propiedad privada capitalista. Esto implicaría un cambio
fundamental en las relaciones laborales, con la creación de una economía planificada que
satisfaga las necesidades de todos los ciudadanos y no los intereses de unos pocos. Se
eliminarían las divisiones entre las clases sociales, y los trabajadores no estarían más
alienados del producto de su trabajo. Esta fase se caracteriza por la abolición de la
propiedad privada y la instauración de una economía comunista, donde los bienes se
distribuyen según las necesidades de cada persona, en lugar de la capacidad de compra.

5. Desaparición del Estado y creación de la sociedad comunista


La última etapa es la desaparición del Estado. Según Marx, el Estado es una institución
que existe para mantener las relaciones de poder entre las clases dominantes y dominadas.
En una sociedad sin clases, donde la propiedad ha sido colectivizada y los intereses
individuales y sociales están alineados, el Estado como aparato de represión dejaría de
ser necesario. En esta fase final, el control político y económico de la sociedad se
gestionaría a través de formas de autogobierno y cooperación. La producción y
distribución de bienes estaría organizada de manera colectiva, sin que haya una élite que se
beneficie a costa de la explotación de otros. El comunismo que Marx visualizó sería una
sociedad sin clases, sin Estado, sin explotación, y basada en la solidaridad y el bienestar
común.

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