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Ensayo 1

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ARMADA DEL ECUADOR

ESCUELA DE PERFECCIONAMIENTO DE TRIPULANTES


SUBP GERARDO RAMIREZ RAMBAY
Guayaquil
-o-

TEMA:

LA BATALLA DE TRAFALGAR

CURSO DE: AUTOR:

SGOP A SUBS SGOP-MC RAMIREZ CARLOS

2022
RESUMEN

La batalla de Trafalgar, fue una batalla naval que tuvo lugar el 21 de octubre de
1805, entre las Armadas de la alianza entre Francia y España contra la Armada
Real de Gran Bretaña, para intentar derrocar a Napoleón Bonaparte del trono
imperial y disolver la influencia militar francesa existente en Europa. La batalla de
Trafalgar se produjo frente a las costas del cabo de Trafalgar. Dicha batalla naval
está considerada como una de las más importantes del siglo XIX, donde se
enfrentaron los aliados Francia y España contra la armada británica al mando del
vicealmirante Horatio Nelson, quien obtuvo la victoria gracias a su inteligencia y
gran destreza militar.
En esta batalla podemos destacar el uso de embarcaciones de madera, con
estructuras reforzadas, a vela y carabelas las cuales usaban cañones de una sola
pieza de corto alcance de diferentes tipos como eran los proyectiles sólidos, los de
barra, proyectil de cadena y el de racimo, las cuales se utilizaban antes de
proceder al abordaje.
Los acontecimientos históricos que precedieron a esta batalla se han de encontrar
en el intento frustrado por parte de Napoleón de invadir las islas británicas, en el
que la escuadra franco-española debía distraer a la flota británica y alejarla del
canal de la Mancha para dirigirla hacia sus posesiones en las Indias Occidentales.
INTRODUCCION

Las consecuencias de aquella batalla de Trafalgar fue la total superioridad de la flota


naval inglesa y su posterior hegemonía en el mar durante todo aquel siglo XIX,
mientras Napoleón, que sufrió allí una de sus grandes derrotas, prácticamente tuvo
que desistir de su idea de invadir Inglaterra.

Además, el control del paso de Gibraltar por los buques británicos supuso un
estancamiento para el comercio español con las colonias americanas y facilitó el
levantamiento de éstas y el comienzo de su proceso de independencia.

Consciente de que Gran Bretaña era su enemigo más tenaz, el emperador francés
Napoleón Bonaparte, decidió aliarse con España, ofreciéndole territorios a cambio
de que lo ayudara a invadir las islas británicas. Para concretar ese objetivo,
Napoleón concentró gran cantidad de tropas a orillas del Canal de la Mancha
mientras aguardaba las noticias de la destrucción de la flota enemiga.

El 21 de octubre de 1805 las flotas de Francia y España se encontraron frente al


cabo de Trafalgar, en Cádiz, España, donde la armada británica mantenía un
bloqueo del mar Mediterráneo. Debido a su superioridad en estrategia, experiencia y
armamento, los británicos lograron derrotar a sus enemigos, aunque estos los
superaban en número.
Sin embargo, en la batalla perdió la vida el vicealmirante Nelson, uno de los
mejores marinos británicos.
Luego de Trafalgar, Napoleón abandonó la idea de invadir Gran Bretaña. En cambio,
intentó imponer un bloqueo continental, que impedía a los habitantes del Imperio
Napoleónico comprar mercaderías inglesas. Pero esa medida también fracasó.

La importancia de Trafalgar radica en que impuso la superioridad naval de Gran


Bretaña, debido a la destrucción de gran parte de la flota francesa y de parte de la
española.
En la contienda solo lograron salvarse cinco buques españoles de los 33 que
iniciaron el conflicto naval y en un estado muy precario, más de 2800 hombres tanto
franceses como españoles murieron en ella, en cambio los ingleses tan solo 400
entre los que se encontraba el famoso Nelson quedando una victoria entristecida por
su muerte, a pesar de ello su triunfo le sirvió para consolidar su dominio naval,
teniendo la mayor flota del mundo hasta prácticamente principios del siglo XX.
Para Francia la derrota significó la renuncia total a una invasión próxima en tierras
británicas y para España supuso que todos los esfuerzos que llevó a cabo Godoy
para tener una de las mejores flotas navales preparadas para la guerra con esta
batalla se perdió.
ANALISIS

En septiembre de 1805, Napoleón ordenó al vicealmirante Pierre Villeneuve navegar


hacia Nápoles para liberar el Mediterráneo del acoso británico, pero este
desobedeció la orden y, sospechando que iba a ser sustituido, partió rumbo a Cádiz
el 18 de octubre. Los 33 buques de la flota franco-española —dieciocho franceses y
quince españoles, entre ellos el más grande del momento, la Santísima Trinidad de
la Real Armada Española— se toparon con la flota del almirante británico Horatio
Nelson frente al cabo de Trafalgar.

La flota de Nelson, decidida a hundir la combinada de Francia y España, bloqueaba


la bahía de Cádiz. Al amanecer del 21 de octubre, y pese a que los suaves vientos
ralentizaban las maniobras, Nelson demostró una clara superioridad táctica ante
Villeneuve —que pasaría a la historia como un símbolo de incompetencia—, pues
dividió su flota en dos y cortó la fila de buques franco-españoles. Con
esta estrategia, los británicos lograron sobreponerse a sus rivales, cuyos buques
rezagados no estaban tan próximos como para asistir a sus compañeros caídos.

La flota franco-española, derrotada, perdió veintitrés de sus 33 barcos, mientras que


los británicos no perdieron ninguno y además capturaron ocho navíos que pasarían
a ondear la Unión Jack. El desastre de la batalla causó más de 5.000 muertos y
4.000 heridos.

La derrota de Trafalgar se considera como el final del poderío naval de España.

La flota británica, al mando de Horatio Nelson, atacó en forma de dos columnas


paralelas en perpendicular a la línea formada por Villeneuve, lo que le permitió
romper la línea de batalla enemiga y rodear a varios de los mayores buques
enemigos con hasta cuatro o cinco de sus barcos. El Royal
Sovereign de Collingwood fue el primer buque en llegar a las líneas de la flota
aliada, estableciendo un encarnizado combate contra el Santa Ana. Una hora más
tarde, el Victory rompió las líneas enemigas entre el Bucentaure y el Redoutable, no
sin haber sufrido severos daños durante su aproximación. En un día de vientos
flojos, la flota combinada navegaba a sotavento, lo que también daba la ventaja a los
británicos y, para colmo de desdichas, Villeneuve dio la orden de virar hacia el
noreste para poner rumbo a Cádiz en cuanto tuvo constancia de la presencia de la
flota británica. El cuerpo español no estaba de acuerdo en esto. Al parecer,
Churruca, mientras leía las señales con el anteojo, manifestó: «el almirante no sabe
lo que hace, la flota está perdida». Villeneuve intentaba huir casi sin presentar
batalla, cuando la flota combinada francoespañola era, en cuanto a navíos, superior
a la británica.

La virada se realizó desordenadamente, ya que la virada en redondo con viento flojo


tomó mucho tiempo a determinadas unidades muy pesadas y poco maniobreras. La
línea de combate quedó deshecha y desaprovechada su mayor potencia de fuego.
El ataque de Nelson desorganizó completamente la línea, consiguiendo la división
de ésta en tres. Esto permitió a la escuadra de Nelson capturar a los barcos
franceses y españoles, cortarles la retirada y batirles con artillería por proa y popa,
los puntos más vulnerables de este tipo de embarcaciones. El combate empezó al
mediodía, cuando un cañonazo de un navío de la retaguardia de la combinada
disparó contra el Royal Sovereign que mandaba Cuthbert Collingwood.
La escuadra de vanguardia quedó aislada del combate y se alejó considerablemente
del centro de la batalla aun a pesar de las explícitas órdenes generales que dictaban
que «si un capitán no está en el fuego, diríjase al fuego»

A las seis y media de la tarde finalizó el combate, quedando la flota franco-española


totalmente devastada. Gravina, herido y dando la batalla por perdida ordenó a los
pocos barcos que quedaban de la flota aliada retirarse a Cádiz. La mayoría de los
barcos españoles y franceses que habían sido apresados por la flota británica fueron
llevados a Gibraltar. Esa noche se desató una tormenta; algunos barcos no pudieron
aguantar, como el Santísima Trinidad, que se hundió con los heridos; otros pudieron
llegar a las costas del golfo de Cádiz.
CONCLUSIONES

El origen de la batalla de Trafalgar se remonta a mayo de 1803, cuando los


británicos, contrariados con Napoleón y su voluntad de dominar toda Europa,
reanudaron las hostilidades contra Francia pese a la paz que tan solo un año antes
habían firmado. En ese momento estaba por ver cuál sería la posición de España,
que poseía la tercera flota del mundo, después de la británica y la francesa.

Su concurso al lado de cualquiera de ellas podía inclinar decisivamente la balanza


del poder naval. Napoleón reclamó su colaboración, pero el gobierno español –en
manos entonces de Godoy, favorito del rey Carlos IV y su esposa María Luisa– salvó
el primer envite acordando el pago de un subsidio para el sostenimiento de las
fuerzas francesas. De esta forma se evitaba entrar en una guerra que se preveía
mucho más costosa. Sin embargo, la neutralidad española quedaba comprometida,
y así lo entendió el gobierno británico, que dio instrucciones a sus barcos de
registrar cualquier buque español que encontraran, lo que provocó numerosos
incidentes.

Napoleón, que acababa de proclamarse emperador, estaba decidido a dar el golpe


de gracia a la constante intromisión británica en sus planes de dominio continental:
decidió reunir en el campo de Boulogne un ejército de 200.000 hombres para
intentar un desembarco en Inglaterra. “Con sólo doce horas que tengamos el
dominio del Canal –argüía el emperador– Inglaterra habrá dejado de existir”. La
entrada en guerra de España, que se comprometía a poner a disposición de Francia
una treintena de navíos de línea (los poderosos buques de guerra de la época),
hacía factible la operación. Pero antes era necesario urdir un plan para distraer a la
flota británica del canal de la Mancha y lograr por unos días el control de la zona.

La Batalla de Trafalgar fue una de las grandes victorias para el imperio británico, así
como una de las mayores pérdidas en términos navales y de hegemonía, tanto para
Francia como para España, el enfrentamiento más doloroso y uno de los más
determinantes del siglo XIX.
“Un hombre tonto no es capaz de hacer en ningún momento de su vida los
disparates que hacen a veces las naciones, dirigidas por centenares de hombres de
talento”, escribió Galdós en su obra. Y es que, aún con el regocijo británico, la
batalla tenía escrito desde el principio en su destino que iba a ser una de las más
dolorosas, sangrientas e incluso épicas de la historia donde primó la inteligencia y
superioridad táctica y la rapidez de los artilleros de la Armada Británica.

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