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El Caso Del Profesor Culianu (T - Desconocido

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TED ANTON
#21922
0a. 288363)

EL CASO DEL PROFESOR CULIANU

Prólogo de
Umberto Eco

Traducción de
Anne-Hélene Suárez

IVaAZCAPOTZALCO
AUAA cos 818L10TECA

.• 2883631

Ediciones Slruela
BL
C8%
A3./6

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación


puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna
ni por nln1ún medio, ya sea eltctrlco, qulmlco, mcclnlco, óptico,
de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor.

ntulo orlsloal: Bros, Maglc, and tbe Murder of Pro/essor- Cullanu


11a cublcna: Taaglta tibetano (c. siglos xvu.xv)
y foto de loan P. Cullaou
Diad o grifico: G. Gauger & J. Slrucla
Ted Anton, 1996
O Del prólogo, Umberto Eco, 1997
De la traducción, Anne-Héléne Suírez
O De la traducción del prólogo, Elisa Lucena
O Edlclooc:1 Slrucla, S. A., 2000
Plaza de Manuel Becerra, 1s. •El Pabellón•
21028 Madrid. Tels.: 91 35 57 20/91 355 22 02
Telefax: 91 355 22 01
siruela@siruela.com www.slruela.comn
Prlnted aad madc In Spalo
Índice

Asesinato en Chicago
Umberto Eco 11

EL CASO DEL PROFESOR CULIANU

Agradecimientos 29
Nota sobre la metodología 33
Prólogo 37

1. EI crimen, 21 de mayo de 1991


La religión como sistema 45
Las consecuencias 59

II. La juventud, 1950-1972


El arte de la memoria 67
Los años universitarios, 1967-1971 . 81
«Gente morena, muy lista» 93
Un sueño del paraíso 101
111. Arribista, 1972-1986
El mito de Occidente: Italia, 1972-1975 115
Chicago, París y Mircea Eliade 127
Holanda: un joven y prometedor
intelectual, 1976-1983 141
1484 y 1984 157
Errores de interpretación 165
Persecución, 1985 173
El juego esmeralda, 1986 177
El libro de la vida 195

IV. «Como si fuera famoso», 1987-1991


«Todo en el mundo vuelve
a ser misterio», 1987 211
Religión y ciencia: la cuarta
dimensión, 1988 227
La adivinación, 1989 239
«Revolución», Navidad de 1989 251
El mundo libre, 1990 261
Scoptophilia 273
Un desvío 283
Recuerdos del futuro 287
«Dr. Fausto: gran sodomita
y nigromante» 297
Rosas en la puerta 313

V. Juegos de la mente, 1991-1996


Viajes al más allá
Bajo el signo de Capricornio:
sospechosos 337

8
La investigación 351
Juegos de la mente 357

Nota final 365


Obras de Ioan Culianu 367

9
Asesinato en Chicago

El 21 de mayo de 1991, loan Culianu, un joven (cuarenta y


un años) y brillante profesor de Historia de las Religiones en la
facultad de Teología de la Universidad de Chicago, entró en
uno de los servicios de los lavabos de su departamento. Al-
guien en el servicio contiguo se subió al asiento del retrete,
apuntó una Beretta del calibre 25 a la cabeza del profesor y lo
mató. Como señaló el médico forense del condado de Cook,
Robert Stein, «Matar de un solo disparo con un 25 no es fácil».
Lo que sugería que tuvo que ser un asesino profesional.
La policía no tenía pistas. Al principio consideraron las ex-
plicaciones en las que pensaría cualquier investigador: un es-
tudiante descontento, un lío homosexual, un intento de robo,
cherchez la Jem:me. Pero Culianu no había sido robado. Se sabía
que estaba felizmente comprometido con Hillary Wiesner, una
joven especialista encantadora y brillante, y era inmensamente
popular entre sus estudiantes. Resultó, sin embargo, que era
un exiliado rumano opuesto abiertamente al antiguo régimen
de Ceausescu y a sus sucesores. Culianu pudo haber sido asesi-
nado por un miembro de alguna secta fanática con la que es-
tuviera en contacto, o por agentes supervivientes del célebre
servicio secreto de Rumanía, la Securitate. En cualquier caso,
la policía de Chicago no ha encontrado aún al culpable.

11
El último año, en Bucarest, después de haber dado una
conferencia sobre un asunto muy diferente, una de las prime-
ras preguntas planteadas por el público fue: «¿Es cie rto que us-
ted conocía a loan Culianu? ¿Cómo explica su muerte?». Res-
pondí que había intercambiado unas cuantas cartas con él,
que admiraba mucho su trabajo y que él había demostrado un
halagador interés por el mío, de manera que se desarrolló una
cordial amistad aunque, de hecho, sólo lo hubiera visto dos o
tres veces, siempre en acontecimientos públicos. La última vez
fue cuando se publicó en Nueva York mi novela El péndulo de
Foucault. En una mesa redonda sobre la novela, Culianu estaba
entre el público con Hillary Wiesner y se le invitó a que parti-
cipara. Cuando me enteré de su muerte, le eché otra ojeada a
la dedicatoria presente en el ejemplar del autor de Más allá de
este mundo [Paidós, Barcelona 1993], que había recibido hacía
poco tiempo. La fecha era 4 de abril de 1991. Y esto fue todo lo
que pude decir en Bucarest. Sobre su muerte sólo sabía lo que
sabían los demás, esto es, que nada se sabía.
Sentí la decepción del público. Querían que hablase sobre
Culianu, que les revelara algo más. Y me di cuenta de que, es-
pecialmente para la generación más joven de Rumanía, Culia-
nu se había convertido en un mito, o quizás en un símbolo po-
lítico. Me di cuenta de que se sabía muy poco de él más allá de
su labor académica. Ahora, habiendo leído el libro de Ted An-
ton, sé más. El caso del profesor Culianu es una detallada recons-
trucción de un crimen muy divulgado, pero la solución que su-
giere el autor posee ciertamente significado político. Al mismo
tiempo, éste es también un libro acerca de un mito que contri-
buye a la propagación de ese mito.
Ajuzgar por el número de personas con las que se puso en
contacto, Anton ha trabajado escrupulosamente. Cuando se
enteró de que había tenido relación con Culianu, me pidió fo-
tocopias de las cartas y cualquier otra información que pudiera
tener. Si hizo lo mismo, y aparentemente lo hizo, con otros
que conocieron a Culianu, sus esfuerzos para reconstruir al
hombre y su historia deben ser considerados concienzudos y

12
aun rigurosos. Aunque el libro esté dirigido a lectores no espe-
cializados, cuando Anton resume las posiciones teóricas de Cu-
lianu lo hace sin distorsionar el pensamiento del escritor.
Cabría señalar algunas afirmaciones incorrectas, corno la con-
fusión en la comparación del mecanismo del arte de la memo-
ria de Ramon Llull con el de Giodano Bruno. Sin embargo, en
una obra de esta naturaleza éstos son pecados veniales. Hasta
donde me es posible juzgar, la bibliografía -que enumera has
ta las obras menores de Culianu- parece impecable.
No obstante, en este libro se da una gran cantidad de diálo-
gos reconstruidos entre Culianu y sus amigos y conocidos. En
la teoría literaria, uno de los criterios para distinguir una obra
de ficción de una histórica es la presencia de diálogos. Ade-
más, hay libros con diálogos que no son ficción del todo, un
género que yo llamaría biografía novelada. Estoy pensando,
por ejemplo, en algunas obras de Robert Graves. Con el objeto
de proporcionamos una imagen vívida de un personaje, el au-
tor reconstruye diálogos que pueden no haber tenido lugar
exactamente corno están descritos. Podemos aceptar esto, pe-
ro exigirnos que la reconstrucción del escritor esté basada en
documentos que, si no confirman esas conversaciones, al me-
nos no las vuelven implausibles. El libro de Anton pertenece a
este género, haciendo fascinante su lectura para aquellos que
nunca han oído hablar de loan Culianu. Pero Graves escribió
biografías noveladas de personas muertas hace cientos de
años, acerca de las cuales pensarnos que ya sabíamos mucho
(en especial sobre las circunstancias de su muerte), y lo hizo
en un ensayo de explorar su psicología. El caso de Culianu (y
de Anton) es diferente: la forma novelada sirve para hacemos
comprender un personaje acerca del cual descubrirnos que sa-
bemos muy poco, así como para aventurar una hipótesis con-
cerniente a las razones de su muerte.

No intentaré describir todo lo que Anton dice en el presen-


te libro. Lo que me interesa más no es lo que el libro dice, sino
por qué fue escrito. Supongamos que Culianu fue «sólo» un his-
13
toriador de la religión que se preocupó a lo largo de su vida ac-
tiva de las disputas teológicas entre la Reforma y la Contrarre
fonna. En ese caso (y excluyendo todo lo demás), el libro de
Anton podría resumirse de la siguiente manera:
Un joven rumano, nacido y educado bajo el régimen comu-
nista, intenta escapar de los confines opresivos de su universo
personal. Descubre la obra de un gran historiador de la reli-
gión, su compatriota Mircea Eliade, quien vivió durante algún
tiempo en Francia y en Estados Unidos. El joven se fascina por
el tema y, con unos cuantos amigos, construye su propio mun-
do intelectual privado (como dice Anton, «encontró aquí la
posibilidad de una rebelión justificada, no exterior, sino inte-
rior»). El joven se siente oprimido por el clima inquisitorial
del régimen que gobierna su país (es repetidamente interro-
gado por miembros de la célebre policía secreta rumana, la Se-
curitate), y al final se las arregla para conseguir becas que lo
llevan primero a Italia, luego a Francia, donde prosigue su in-
vestigación.
Llegados a este punto se le concede una plaza de profesor en
Holanda, y por último en la facultad de teología de la Universi-
dad de Chicago, en la que Eliade es un profesor destacado. Du-
rante estos viajes pasa por los sufrimientos familiares para un
exiliado: busca tener algún contacto con su héroe Eliade, lo que
consigue sólo tras muchas dificultades y algunas reticencias
inexplicables; sin embargo, al final se convierte en su colabora-
dor y biógrafo. A todo esto, el joven especialista, que sabía muy
poco de lo que había sucedido en su país antes de su nacimien-
to, descubre que -supuestamente- Eliade había estado asociado
con la Guardia de Hierro, una organización rumana de extre-
ma derecha antisemita y con simpatías por los nazis. Interroga
al maestro acerca de este oscuro aspecto de su pasado, recibe
sólo concesiones a regañadientes y no tardará mucho hasta per-
catarse de que Eliade, en efecto, estuvo cerca de los círculos de
la Guardia de Hierro. Pero Culianu sigue esperando poder
demostrar que Eliade no fue un miembro de hecho de la orga-
nización y que seguramente no fue nazi ni antisemita.

14
Pero ¿qué puede saber de la derecha y la izquierda este jo-
ven al que a lo largo de sus años de formación se le mantuvo ig-
norante de los desarrollos políticos que tenían lugar en el
mundo occidental? Al principio, según Anton, Culianu mismo
muestra interés por el ambiente cultural de la derecha, pero
más tarde sus libros y sus escritos dan testimonio de su visión
democrática. Con el tiempo insistirá en que la Guardia de Hie-
rro fue «la organización fascista más secreta, pretenciosa, mís-
tica y chapucera de la Europa de preguerra».

Tras la muerte de su mentor en 1986, Culianu se distancia


de él, y no en menor medida en su labor académica, desarro-
llando su propia teoría de la historia al tiempo que permanece
sensible a lo que acontece en su país de nacimiento. Mientras
Ceauescu está aún en el poder, Culianu escribe algunas histo-
rias pertenecientes al género de ciencia (o, más bien, política)
ficción. Ellas demuestran ser proféticas, prediciendo la mane-
raen que el régimen comunista sería derrocado. Pero aun des-
pués de haber caído en diciembre de 1989, no queda satisfe-
cho. Cree que la serie de acontecimientos que causaron el fin
de Ceausescu no supusieron una revolución, sino más bien un
coup d'état que permitió a los antiguos dirigentes permanecer
en el poder, estando convencido además de que en el nuevo
clima creado en Rumanía los antiguos comunistas encontra-
ron aliados naturales en los herederos de la antigua extrema
derecha. Y nunca se cansa de expresar estos puntos de vista,
tanto en una serie de artículos y entrevistas como, más de una
vez, en sus historias, que son alegorías transparentes, sátiras
más provocadoras que cualquier declaración política.
Quizá no sepa todavía que muchos guardias de hierro que
habían abandonado Rumanía en los años cuarenta se estable-
cieron en el Medio Oeste, en particular en las zonas de Chica-
go, Detroit y Toronto; o quizá sólo comienza a sospecharlo de-
masiado tarde. Tal vez no se dé cuenta de que algunas de sus
fantasías literarias, escritas con un asomo de ironía, son toma-
das muy en serio por algunas personas que las consideran más

15
peligrosas que un ataque político directo, más aún teniendo
en cuenta que entonces aparecen publicadas en una nueva re
vista, Lumea Libera, de amplia difusió n en su patria natal.
Aunque no alberga ideas monárquicas, Culianu conoce al
antiguo rey Miguel de Rumanía y se convence de que el regre-
so de la monarquía tal vez pueda restaurar la estabilidad cons-
titucional de su país. Recibe muchas advertencias: llamadas te-
lefónicas, cartas, incidentes intimidatorios tales como una
irrupción en su casa. Algunos de ellos los desprecia, otros le
preocupan; quizá, llegado a un cierto punto, piense que no
puede eludir por más tiempo alguna clase de papel político. Es
asesinado de una manera característica de los métodos de los
servicios de seguridad de Europa Oriental. Anton escribe:

La secuencia del acoso a Culianu también seguía una fórmula


descrita por un antiguo coronel de la Securitate al periodista Petre
Bacanu: primero cartas, luego llamadas telefónicas, luego un robo o
una visita personal. Entonces, si el escritor no paraba, era asesinado.

Las autoridades rumanas niegan ser conscientes de ningún


móvil político de su muerte; pero es sospechoso que Románia
Mare, un periódico en el que, en una asociación dificil de des-
cubrir, se encuentran antiguos comunistas junto con antiguos
miembros de la extrema derecha pro nazi, hablara de la «fer-
mentada visión del cerebro fecal de Culianu» y que su muerte
fuese conmemorada allí con un epitafio como el siguiente:
«Cautivado por el eros y la magia del Renacimiento, y los viajes
"al más allá", [Culianu] tiene por fin la posibilidad de realizar
sus investigaciones».

Nada de lo anterior prueba nada, pero ciertamente revela


una fuerte evidencia de que muchas fuerzas políticas de Ru-
manía eran hostiles a Culianu y podían haber querido que
muriera. Anton no adopta el método deductivo de Sherlock
Holmes. Su historia sugiere más a Lovecraft que a Conan Doyle.
El libro se limita a exponer hechos y coincidencias -y no en-

16
traré en algunos episodios curiosos que tuvieron lugar des-
pués del asesinato, describiendo las declaraciones de excén-
tuicos, médiums y quizá mitomaníacos a los que los investiga-
dores y el propio Anton dedicaron mucho tiempo sin llegar a
ninguna conclusión definitiva-. Sin embargo, el libro condu-
ce al lector razonable a concluir que Culianu fue asesinado
por razones políticas y que el asesino no era un fanático soli-
tario, sino alguien enviado por fuerzas aún poderosas en la
Rumanía del período posterior a Ceausescu. Como en todos
los acontecimientos que implican a los servicios secretos, éste
es en realidad un cuento muy simple, y parece claro quién de-
bió de ser el responsable del asesinato, aunque nada puede
probarse.
Si esto fuera así, la historia de Culianu no sería muy dife-
rente de la de muchos otros. En el penúltimo capítulo, Anton
recuerda que en 1992 «fueron asesinados al menos cincuenta
escritores en el mundo; en 1994 la cifra saltó a setenta y dos.
Sólo en Argelia, veintisiete periodistas fueron asesinados en los
primeros nueve meses de 1995». Para justificar la redacción de
este libro podrían bastar sus últimas líneas: «Quienes deben
hablar son los americanos a quienes importan la libertad de
pensamiento y los derechos que consideramos irrenunciables.
Ese crimen se produjo en territorio americano, en una univer-
sidad de renombre, en pleno día lectivo ( ...). Como expresión
de la vulnerabilidad americana frente a la historia, ese crimen
plantea una cuestión política esencial a quienes enseñan, es-
criben, piensan o defienden nuestras leyes».
Todo esto podría sugerir una excelente razón para escri-
bir un libro sobre el caso del profesor Culianu, pero no para
llamarlo Eros, Magic, and the Murder ofProfessor Culianu. loan
Culianu bien podría haber sido asesinado por razones políti-
cas, pero este título sugiere que la magia tiene algo que ver
en ello. ¿Es, simplemente, el ardid de un editor para aumen-
tar las ventas del libro? Creo que no, pues en este libro las
creencias políticas de Culianu están tan vigorosamente mez-
cladas con otros aspectos de su personalidad que el título es-

17
tá justificado. Y esto nos conduce al segundo aspecto del
asunto.

A medid a que seguimos los acontecimientos y las anécdotas


descritas en el libro de Anton, descubrimos que Culianu estu-
vo fascinado a lo largo de toda su vida por el pensamiento má-
gico del Renacimiento, por los fenómenos de chamanismo,
por las sectas heréticas que crecieron durante siglos en el des-
pertar de las tradiciones del gnosticismo, por las técnicas de
adivinación, por las experiencias extáticas. Ahora bien, si nos
dispusiéramos a hacer un cóctel de todas esas ideas sin distin-
guir los diferentes períodos históricos, las diversas civilizacio-
nes, y asumiendo que todo es cierto por igual, llegaríamos a lo
que se denomina ocultismo. Y si este ocultismo no es mera-
mente algo sobre lo que se escribe, sino algo que se practica,
podríamos acabar en uno de esos personajes que durante el
día revuelve en los estantes de las librerías de la Nueva Era, pe-
ro que luego, después del anochecer, puede participar en al-
gún ritual místico, satánico u otro.
No cabe duda de que muchas de las anécdotas que Anton
ha recogido pueden conducir al lector a ver a Culianu como
un ocultista. Desde el pacto de amor y felicidad realizado con
su primera mujer y sellado con sangre hasta los juegos que ju-
gaba con sus estudiantes, que incluían echar las cartas del Ta-
rot con ellos, y a sus numerosas declaraciones acerca de la del-
gada línea existente entre el sueño y la realidad, Culianu
parece envuelto en un constante flirteo con otros mundos. No
es una simple cuestión de actuar irónicamente o de entrar en
ejercicios literarios: cualquiera que se ocupe de los temas de
los que se ocupaba Culianu sucumbirá inevitablemente a la
fascinación por el material que él o ella estudie, como un psi-
quiatra llega poco a poco a compartir la lógica de sus pacien-
tes, o como un hombre que haya vivido solo durante años con
un perro comienza a verlo como un ser humano o a conside-
rarse exquisitamente canino.
Recuerdo una conversación con un librero especializado en

18
lo oculto. Cuando le pregunté si creía en lo que creía la mayo-
ría de su clientes, contestó que al principio se había visto im-
pulsado por una pura curiosidad cultural, pero entonces aña-
dió: «No puedes pasar tu vida entera en esta atmósfera sin
llegar a ser de alguna manera parte de ella». Diría lo mismo de
Culianu: no puedes pasar tu vida estudiando la magia del Re-
nacimiento y luego no imitar a tus héroes, al menos en broma.
y eljuego puede volverse peligroso de dos maneras: o te tomas
a ti mismo en serio y dejas de jugar o te toman en serio otros
con menos sentido de la diversión y la ironía que tú.

Si parece que insisto en la ironía, es por una razón muy sim-


ple: la capacidad de albergar una cierta cantidad de ironía ha-
cia el propio objeto de estudio (incluso si eres un católico de-
voto que estudias a los teólogos de la Edad Media) te permite
permanecer a una distancia crítica, lo que es, después de todo,
el don del verdadero especialista. Sin aventurar un complica-
do discurso acerca de qué se quiere decir con distancia crítica,
me gustaría citar unas páginas del libro de Culianu Eros y magia
en el Renacimiento [Siruela, Madrid 1999, págs. 186187] en las
que habla del escritor que primero estudió, el filósofo del Re-
nacimiento Marsilio Ficino. Ficino fue un filósofo neoplatóni-
co, pero también se presentaba como un mago. El mago del
Renacimiento no era un nigromante ni un ilusionista (un em-
baucador). Creía en una «magia natural», es decir, creía que
lazos misteriosos ligan cada aspecto del universo a través de
una red de simpatías y semejanzas. Así, actuando de cierta ma-
nera con una flor, podríamos controlar una estrella, y nuestros
humores y pensamientos podrían estar influidos por diferen-
tes piedras preciosas. Ésta es la irónica y afectuosa descripción
que Culianu hace de su héroe:

La figura del teúrgo de Ficino, del practicante de la magia intra-


subjetiva, no hacía nada que fuera contrario a las costumbres de la
época. Lejos de llamar a los espíritus de los difuntos a manifestarse,
como el nigromante descrito por Benvenuto Cellini, lejos también

19
de volar por los aires y de embrujar a los hombres y a los animales
como las brujas tradicionales, lejos incluso de dedicarse, como Cor-
nelio Agrippa, a la pirotécnica o, como el abad Trithemius, a la crip-
tografia, el mago de Ficino es un personaje inofcnsivo, cuyos hábitos
no tienen nada de reprensible o de chocante a ojos de un buen cris-
tiano.
Se tiene la certeza de que si vas a visitarle -a menos que él no con-
sidere nuestra compañía poco recomendable, lo que es bastante po-
sible- nos propondrá salir para acompañarle en su paseo cotidiano.
Nos confundirá furtivamente, para evitar encuentros indeseables,
hasta unjardín encantado, lugar agradable donde la luz del sol, en el
aire fresco, sólo alcanza los perfumes de las flores y las ondas pneu-
máticas emanadas por el canto de los pájaros. Nuestro teúrgo, en-
vuelto en su vestido de lana blanca de una limpieza ejemplar, empe-
zará quizás a inspirar y a espirar el aire rítmicamente, luego, tras
descubrir una nube, volverá inquieto a su casa, por miedo a resfriar-
se. Se pondrá a tocar la lira para atraerse la influencia benéfica de
Apolo y de las otras Gracias celestes, y después se sentará.

A continuación viene la descripción de la frugal comida del


mago: algunas verduras cocidas, unas cuantas hojas de lechu-
ga, dos corazones de gallo y unos sesos de cordero para forta-
lecer el corazón y el cerebro, unas cuantas cucharadas de azú-
car blanco, un vaso de vino en el que se haya disuelto un poco
de polvo de amatista, para atraer los favores de Venus. Su casa
estará tan limpia como su ropa y, al contrario que sus contem-
poráneos, se bañará dos veces al día. Y el pasaje termina con
una apreciación de este mago tan extremadamente civilizado,
que era «limpio como un gato».
¿Son éstas las afirmaciones de un «ocultista» que no distin-
gue entre la realidad y la ficción, que frecuenta reuniones mági
cas? Por supuesto que no. Son la descripción humorística de un
especialista que ama a sus héroes y que se comporta con ellos co
mo un padre que cita con benévola ironía quizá impregnada
de nostalgia- las maravillosas fantasías de su hijo, poseedor de
una inocencia que el padre siente que acaba de perder.

20
El libro de Anton no niega estos aspectos de la personali-
dad y de la obra académica de Culianu, pero también se per-
mite a menudo distraerse con anécdotas que pudieran parecer
que conducen a una historia más misteriosa, pero que resultan
irrelevantes. Ver, por ejemplo, la página 311. «Al llegar a Cam-
bridge, Hillary llevó a revelar las fotos de loan. Algo raro debió
de pasar con la cámara. Todas salieron con la imagen doble».
El episodio indica tan sólo que Hillary Wiesner no era ningún
Avedon, mas puesto que es la última frase del capítulo, el lec-
tor puede sentirse incitado a extraer conclusiones mucho más
extrañas.

Por último, hay un aspecto del pensamiento de Culianu


que Anton no olvida de ninguna manera (antes bien, informa
de él con precisión aun cuando los conceptos sean muy com-
plejos), aunque corre el riesgo de que se lo confunda con otras
anécdotas más o menos mágicas. El hecho es que Culianu nun-
ca afirmó que el mundo estuviera gobernado por fuerzas má-
gicas. Adoptó la concepción de que hay un universo de ideas
que se desarrolla de una forma casi autónoma a través de un
ars combinatoria abstracta, y que estas combinaciones interfie-
ren con la historia, con los acontecimientos materiales, de una
manera a menudo impredecible, provocando efectos diversos.
Si leemos la obra de Culianu The Tree of Gnosis [HarperSan
Francisco, 1992], vemos que creía que «las ideas forman siste-
mas concebibles como objetos ideales» y que esos objetos idea-
les se unen y separan a través de un ars combinatoria de tipo ma-
temático (no es tanto alquimia como química o física de las
ideas). Su concepción estaba en gran medida relacionada con
el estructuralismo de Lévi-Strauss, al que Culianu relee a la luz
de una teoría «morfodinámica» de especie casi biológica. Da-
do que la naturaleza no es sino la combinación de algunas for-
mas elementales, no sólo las religiones, sino también las ideas
filosóficas obedecen leyes similares. Su concepción de los siste-
mas de ideas incluía también la noción de que existen «arque-
tipos» de tales sistemas (aun cuando creyera que la teoría de

21
Jung estaba llena de «rarezas»), que están «almacenadas en la
"psique" humana como un misterioso código genético».
En su obra sobre la gnosis parte de la proposición de que
los diversos sistemas gnósticos tienen todos algo en común
aunque sigan siendo diferentes, construyendo una especie de
árbol binario que permite que diferentes tendencias del pen-
samiento gnóstico cambien de una trayectoria a otra (algo
muy parecido a los diagramas de flujo usados en informática).
Esta química de las ideas es, seguramente, más fuerte que las
voluntades individuales, siendo el elemento que conduce a
grupos y sociedades a evolucionar en diferentes direcciones.
He resumido muy brevemente el aspecto más provocador
del pensamiento de Culianu, omitiendo la manera (a veces
fantástica) como vincula su teoría de los objetos ideales con la
fisica de la relatividad y con otros aspectos de la ciencia con-
temporánea. Lo que quiero subrayar aquí es que la suya es
ciertamente una concepción metafisica, una forma de ciberné-
tica platónica, pero no es el ocultismo clásico y no es una vi-
sión mágica del universo. Si es algo, es un instrumento con el
cual el especialista trata de explicar tanto el nacimiento del
pensamiento mágico como la manera en que, combinando
ideas, se producen los hechos históricos. Parafraseando aj. L.
Austin, Culianu estaba interesado en el problema de «cómo
hacer cosas con las ideas». Anton cita una declaración pronun-
ciada por Culianu durante la conferencia de mi libro en Nue-
va York a propos de las intrigas que los ocultistas inventan y que
luego se hacen realidad. «Nada demuestra este principio me-
jorque el holocausto ... Cuando las mentes enloquecidas están
en sincronía, crean una realidad alternativa; matan por razones
inventadas».
¿Actuó Culianu en su comportamiento diario, con sus jue-
gos irónicos, incluso con sus historias seguramente inspiradas
por Borges, de una manera que pudiéramos asociar con al-
guien que ya está transitando por los peligrosos senderos de la
magia? Creo que actuó de esa manera, pero eso es un rasgo de
su psicología personal y no necesariamente de su trabajo como

22
especialista. ¿Influyeron estas tendencias psicológicas en la si-
tuación política en la que estaba involucrado? Anton no lo di-
ce con tantas palabras, pero permite que el lector lo infiera.

¿Qué puede resultar de la vida y la muerte de una figura co-


mo Culianu y del examen de ambas? Un mito. Y, de hecho, se
está construyendo un mito. Es interesante comparar los titula-
res periodísticos que en 1991 informaban de las noticias relati-
vas al asesinato de Culianu con las de 1996, al revivirse el asun-
to en las reseñas al libro de Anton. Los titulares de 1991 dicen:
«Asesinado un profesor de la Universidad de Chicago, dice la
policía», «Profesor muerto a tiros en la Universidad de Chica-
go», «La muerte del especialista sigue siendo un misterio» y
«El misterio rodea la muerte del profesor». Los titulares de
1996 se refieren a «Fuerzas de las tinieblas», «En el laberinto»,
«Una vida brillante arrebatada por fuerzas oscuras».
En Italia, pocos meses antes de que se publicara el libro de
Anton en los Estados Unidos, apareció ll presagio, de Claudio
Gati [Rizzoli, Milán 1996]. El subtítulo reza: «Una novela de
intriga esotérica», y su objeto es loan Culianu. Ésta es una obra
de ficción, en la que, poco después del asesinato de Culianu,
su prometida, llamada también Hillary (Wagner, no Wiesner),
es asimismo asesinada. La intriga rumana está mezclada con
una intriga ocultista y satánica en las entrañas de Manhattan,
etc., etc. La novela puede ser leída con placer por los que no
sean conscientes de que Culianu existió realmente, mientras
que a cualquiera que tenga familiaridad con la historia le inri-
tará esa violenta mezcolanza de acontecimientos verdaderos y
ficción.
La irritación surge del hecho de que Culianu murió hace
sólo unos años. Si hubiera sido asesinado en los tiempos del
Hombre de la Máscara de Hierro aceptaríamos cualquier cosa,
como aceptamos la libre mezcla de historia y novela inventada
por Dumas. Y ésta es la cuestión: se puede utilizar una persona
real con tanta tranquilidad sólo cuando haya dejado de perte-
necer a la historia contemporánea, entrando en la nebulosa

28
región de los mitos. Que un uso tan arbitrario del mito de Cu-
lianu sea posible sólo cinco años después de su muerte debe
hacemos reflexionar acerca de la historia post mortero sobre
Culianu que podría haber sido concebida (y estudiada) de una
manera convincente sólo por la propia víctima si hubiera per.
manecido
. ,
entre nosotros. Pero la hubiera contado, sin duda,
con 1ron1a.

Umberto Eco

24
EL CASO DEL PROFESOR CULIANU
Los universos imaginarios son infinitamente más bellos que
éste, estúpidamente construido y real.

G. H. Hardy:. A Mathematician's Apology


Agradecimientos

A lo largo de casi cinco años de investigación, he contraído


deudas con innumerables personas. La primera fue con la fa-
milia de loan Petru Culianu. Thereza Culianu-Petrescu y Hi-
llary Wiesner dedicaron largas y pacientes horas a este proyec-
to, ofreciendo una ayuda inmensa. También doy las gracias a
Elena Bogdan y a Dan Petrescu en Rumanía; a Nikki Wiesner y
a Dorothy y Kurt Hertzfeld en Estados Unidos; y a Carmen Ge-
orgescu y su hij o, Andrei Westerink, en Holanda. En tres casas
de tres países fui acogido no sólo como investigador sino tam-
bién como amigo, y quedo agradecido por ese apoyo.
Entre las personas que me ayudaron se encuentran las que
leyeron borradores del manuscrito o partes del mismo, como
Andrei Codrescu, Mircea Sabau, Norman Manea, Vladimir Tis-
manean u, Dumitru Radu Popa, Mircea Raceanu, Sorin An-
tohi, Carlin Romano, Ilinca Zarifopol-Johnston, Mac Linscott
Ricketts, Ken Sarck, Jim Fairhall, Anne Calcagno, Ara Sisma-
nian, Andrei Oisteanu, Greg Spinner, Michael Allocca y Gwen-
dolyn Bames. Ofrecieron sus críticas, sus habilidades para la
traducción y sus ánimos. Entre los que dedicaron tiempo a es-
te libro se encuentran Umberto Eco yJohn Crowley.
Agradezco enormemente la colaboración de mi ayudante
en la investigación, Eileen Murphy, y la de varios traductores.
Mac Linscott Ricketts tradujo los artículos políticos de Culia-

29
tr los demás traductores se encuentran Marian Sta,
nu. En e C · . B 11 v· · '
Olga Stefan, Anne Francois-Nizou, ristuna Se!tu, 'iurica S
celeanu, Alexander Cepeda, Clement Mirza, mis alumnos n.
manos de cuando yo estaba en Bucarest con ladbeca . Fulbright
. ,
y el ya fallecido Virgil Stefanescu. Doy un agra ecimiento muy
especial a Jacqueline Renowden. _.
Por su apoyo financiero, quiero dar las gracias al Servicio de
Información de Estados Unidos y su programa Fulbright, y en
particular a Raluca Vasiliu, así como al Fondo para el Periodig
mo de Investigación y al Programa de Verano de Investigación
de la Universidad DePaul. Dirijo mi más profundo agradeci-
miento a mis amigos de DePaul, que me dieron su apoyo siem-
pre que lo necesité, especialmente a Gerald Mulderig, Richard
Jones, Eileen Seifert y Stan Damberger.
Del distinguido círculo de amigos de Culianu, quisiera ex-
presar mi reconocimiento a Miron Bogdan, ,Serban Angheles-
cu, Silviu Angelescu, Gustavo Casadio, Elémire Zolla, Grazia
Marchiano, Gianpaolo Romanato, David Brent, Jennifer Ste-
venson, Michel Meslin, y Stelian Plesoiu. También quiero dar
las gracias a David Funderburk,Jonathan Rickert, Matei Cali-
nescu, Cristina Ilioia, Leon Volovici, Victor lvanovici, Moshe
ldel, Horia Patapeivici, Anca Giurescu, Peter Gross, Willem
Noomen, Cicerone Poghirc, Nestor Ratesh, Vasilei Boiluanu,
Ion Coja, Petre Bacanu, Ion Pacepa, Liviu Cangeopol, Ale-
xander Ronnett, Mircea Marghescu, Jean Ancel, Gabriella
Adamesteanu y Cornel Dumitrescu. Entre otras personas que
me ayudaron se encuentran Petre Roman, Dan Petreanu, Da-
na Sismanian, Carmen Sabau, Dorothy Margraf y Sorin
Avram. ·
. Entre los historiadores de la religión, quisiera dar las gra
cias a Jerry Brauer, Michael Fishbane,John Collins, Lawrence
Sullivan, Carol Zaleski, Wendy Doniger, Franklin Gamwell,
Clark Gilpin, Alan Segal, Anthony Yu y David Tracy. Y en el ám-
bito de los alumnos de Culianu en la Universidad de Chicago
tengo una deuda inmensa hacia Nathaniel Deutsch, Joel
Sweek, Karen Anderson, Jim Egge, Karen de Leonjones, Mar-

30
garet Arndt-Caddigan, Alexander Arguelles, Stephanie
Stamm, Liz Wilson, Elise La Rose, entre otros.
Quiero expresar un agradecimiento especial a Cathy
O'Leary y Erika Schluntz por hablarme de sus recuerdos.
En las fuerzas del orden, doy las gracias al policía detective
Robert A. McGuire, al capitán de la policía retirado Frederick
Miller, al ya fallecido Robert Stein y a los agentes especiales del
FBI Paul Dimura y, especialmente,John L. Bertulis. A todos los
que compartieron su tiempo conmigo ofrezco mi gratitud. y
recuerdo al lector que todos los errores que encuentre son ex-
clusivamente míos.
Por su apoyo a este proyecto, doy las gracias a las revistas
Chicago y Lingua Franca, incluyendo a los directores Gretchen
Reynolds y Margaret Talbot. La mayor nota de aprecio va a mi
directora Susan Harris, con un agradecimiento muy especial a
Angela Ray. A mi editor, Nicholas Weir-Williams, le ofrezco mi
más sincero agradecimiento. Y expreso mi más profundo reco-
nocimiento a mi agente, Ellen Levine, a sus socios y a mimen-
tor de tanto tiempo, Sam Vaughan.
Quiero dar las gracias a mis alumnos licenciados de la Uni-
versidad DePaul, que leyeron partes del manuscrito.
Y ante todo, quiero expresar mi agradecimiento a la gente
que me ha aguantado a lo largo de los últimos cinco años. Mis
padres, Bertha y Gus Anton, vinieron a mi casa a ayudar cuan-
do me fui a Rumanía. Con sincero amor por su comprensión,
sus críticas y su apoyo, doy las gracias a mi esposa, Maja.

831
Nota sobre la metodología

Empecé a trabajar sobre la historia de loan Culianu enjulio


de 1991. A lo largo de cuatro años y medio grabé más de 150
conversaciones y entrevistas en cinco países distintos, y mantu-
ve muchas más. Un trabajo en que se utilizan los recuerdos de
los participantes y se citan conversaciones en las que el autor
no estaba presente no deja de suscitar ciertas dudas: ¿Cómo
puede saberse qué pensaba una persona, o qué dijo alguien en
una conversación mantenida más de veinte años antes de la
entrevista?
Basándome en muchos casos en entrevistas personales,
comprobé lo que en ellas se decía cotejándolo con declaracio-
nes de otros participantes y fuentes publicadas. Si bien los re-
cuerdos individuales pueden adolecer de vaguedad en cuanto
a la percepción del paso del tiempo, mi mejor respuesta con-
sistió en tratar de hablar una y otra vez con tantas personas dis-
tintas como pude -desde altos cargos del gobierno hasta
miembros de la familia- y en estudiar las versiones conflictivas
de cualquier suceso.
Aun así, los recuerdos de diferentes personas, o los relatos
de acontecimientos históricos se contradecían de vez en cuan-
do. En esos casos, o en los de las coincidencias aparentemente
fortuitas a las que Culianu u otros concedían trascendencia,
he tratado de presentar aquí más de una interpretación posi-

88
2883631
ble del significado de un mismo acontecimiento. Asimismo, he
biado los nombres de dos figuras menores y algunos det4.
cam 1 •• 'd d L .
11es d1e sus vidas para proteger su mntum1.a
d f
. o que sigue es mi
hi ..:. u
intento de explicar la intersección e uerzas 1stoncas, inte-
lectuales y personales tan intrincadas que acaban por suscita,
la pregunta ¿cuál es la verdad? Este libro nopuede dar la res
puesta a esa pregunta. Sí puede, en cambio, invitar a los lect.
res a explorar una historia de religión, política y pasión, y a sa
car sus propias conclusiones.
Hubo una notable excepción en mi intento de hablar con
todos, la del propio Culianu. Pese a que dejó un relato detalla-
do de sus pensamientos y sentimientos desde su adolescencia
hasta su muerte, también advirtió a sus alumnos que entendie.
ran que, si el lenguaje construye un mundo, entonces cual-
quier historia es en parte un artificio y una seducción. Para es-
bozar su semblanza, me basé en sus cartas, diarios, escritos
académicos e historias autobiográficas, así como en el testimo-
nio de las personas que lo conocieron. Ese material tiene su
fuerza y sus límites, pero ayudó el hecho de que, hasta el final
de sus días, loan Culianu escribiera notas que no estaban des-
tinadas a que otros las leyeran. Lo hacía como un juego, para
poner a prueba su comprensión de la vida, tanto de la suya co
modelas nuestras. Esos textos explican su viaje interior casi
con tanta claridad como podría yo hablar de mí mismo.
Nunca conocí a loan Culianu. Lo vi en vídeo, lo oí en cinta
magnetofónica, escuché centenares de historias sobre él, leí
innumerables análisis críticos de su obra y su enseñanza, y re-
corrí una y otra vez su obra. Mi distancia respecto a un hombre
que producía impresiones tan diferentes en personas de dis-
tintas épocas implicaba que yo no lo viera desde una perspect
va particular, sino más bien desde tantas perspectivas como
encontré. Para componer este «retrato robot» lleno de ambi-
güedad y de contradicción recurrí a una teoría de la ciencia o
de la historia llamada complejidad por la que Culianu abogaba
para los nuevos estudiosos. Mientras que un tradicionalista tra
baja hacia atrás, conociendo el final y encajando cada pieza en

34
puzzle que lo explica, un estudioso de la complejidad sope-
undiferentes versiones desde los puntos de vista de muchos
sa rtidpantes distintos, trabajando hacia delante para ver cada
P;ción como producto del azar y cambiando de elecciones.
a Este libro trata dle cómo
' l las percepciones
· dan forma a la
Historia, cómo el tiempo revela la verdad y cómo las falsifica-
ciones pueden cumplirse por sí mismas. loan Culianu pasó to-
da la vida explorando hasta qué punto la verdad y la ficción
pueden ser opuestas a lo que creemos. Mi objetivo aquí es pre-
servar las dudas sobre él con la misma exactitud con que ex-
pongo mis respuestas.

95
Prólogo

Octubre de 1989, Chicago.


«Dirty Mind» de Prince sonaba en estéreo, y un olor a ciga-
rrillos y vino flotaba en el aire. El salón del piso tenía un arte-
sonado de roble oscuro en lo que antaño había sido un edifi-
do lujoso del Hyde Park de Chicago, entonces dejado a la
decadencia y la sombra. Un gran espejo flanqueado por co-
lumnas de madera reflejaba los rostros de los invitados. Unos
cuantos estudiantes formaban un pequeño corro alrededor
del profesor Culianu. Se había especializado en prácticas adivi-
natorias. Algunos de ellos trataban de convencerlo de que les
predijera el futuro. Él sacudía negativamente la cabeza. Ellos
insistían. No, no, decía él. No os gustará.
Al final consintió en hacer una demostración del antiguo
arte islámico llamado geomancia. Algunos alumnos lo siguie-
ron al dormitorio, donde se sentaron en el suelo o sobre la ca-
ma donde la gente había dejado sus abrigos. Culianu sacó una
baraja de cartas de su chaqueta deportiva de corte europeo y
se sentó en el suelo con las piernas cruzadas. Se quitó los mo-
casines. En la fiesta, había sido tan natural que muchos de
ellos no se habían dado cuenta de que era un profesor.
Había encontrado las cartas en una trastienda en París, di-
jo, Y explicó que la geomancia se practicaba normalmente tra-
ando puntos y líneas en la arena. Originario de Oriente Me-

87
dio, e11 arte en cuestión había sido descubierto
·id
en Occidente a
Ili d
finales de la Edad Media y había floreci to en ta 1a urante el
Renacimiento. Las cartas tenían cuatro pulgadas de longitud.
En el dorso, unas estrellas parpadeaban sobre un cielo azul os-
curo. En la parte anterior había o uno, o dos puntos negros.
Cuando la idea subyacente en la geomancia -de que el cosmos
estaba conectado por líneas invisibles y que los asuntos huma-
nos podían predecirse siguiendo unas sencillas y repetida
pautas matemáticas- fue absorbida por los filósofos del Rena.
cimi ento en Florencia, provocó un auge de la magia paralelo
al desarrollo de la ciencia.
Culianu era un hombre tímido, con un acento curioso al
hablar, que se mostraba inusitadamente discreto acerca de su
vida, pese a que era uno de los pocos profesores dispuestos a
charlar con los estudiantes acerca de sus vidas. Tenía hoyuelos
cuando sonreía y unos ojos oscuros que parecían mirar más
allá de uno cuando hablaba. Tenía la tez pálida, los pómulos
altos y un aire amable, entusiasta y abierto. En sus clases hacía,
al parecer, demasiadas digresiones; otros miembros de la facul-
tad preparaban mejor a los alumnos para los exámenes. Pero
para muchos estudiantes, Culianu, autor de trece libros y con
traducciones en cinco idiomas, era el único especialista que
conocían que estudiaba la religión como una entidad real, una
fuerza motriz en la vida de la gente.
Una vez dio una charla en el Club de Historia de las Reli-
giones de la facultad de Teología. «¿Qué es la religión?», pre-
guntó. «¿Por qué personas racionales siguen creyendo? ¿Por
qué todas las religiones de la humanidad, en todos los tiem-
pos, muestran notables similitudes unas con otras?» Muchos
estudiosos modernos evitaban esas cuestiones tan globalizado-
ras, buscando, al contrario, las diferencias culturales que influ-
yeron en creencias específicas. Él, sin embargo, afirmaba que
esas preguntas generales «prácticamente habían hecho existir
la disciplina de la historia de las religiones». Decía que la razón
de la similitud de muchas religiones radicaba en la «unidad de
las operaciones de la mente humana». Una de las implicacio

38
es de esa teoría era que cualquier «cambio en el sistema de la
~eligión afectaría inmediatamente a los demás sistemas que
crean historia». La mente daba forma a la acción, y la religión
programaba la mente.
Junto a él en el dormitorio del piso se encontraban Greg
Spinner, con el pelo largo hasta los hombros, y Michael Alloc-
ca, con barba y largos bucles negros. Habían pedido a Culianu
que les diera un curso sobre adivinación ese trimestre. Para su
sorpresa, había aceptado, poniendo sólo una condición: los
alumnos tendrían que predecir el futuro si querían aprobar la
asignatura. Así que ellos tenían particular interés en que dijera
algo acertado esa noche. Así, la fiesta sería un éxito.
Empezó por la anfitriona, que estaba intrigada. Culianu le
pidió que se concentrara en una pregunta que la preocupara y
que escogiera unas cartas. Lentamente, Culianu fue depositan-
do las cartas en el suelo. Hizo una pausa, estudiándolas. «Te in-
quieta el hecho de que alguien con cierto poder en tu vida te
haga daño», dij o. «No tienes que angustiarte por eso.»
La joven se estremeció. Tuvo la sensación de que sabía exac-
tamente a qué profesor se refería.
Culianu lo dijo.
-Necesito un cigarrillo -dijo ella.
Culianu leyó las cartas a unas cuantas personas más, unas
veces de un modo impactante, otras no tanto. Cuando desvela-
ba que un estudiante sentía pánico por los estudios de licen-
ciatura, por ejemplo, nadie se sorprendía. Cualquiera podría
haberlo dicho. Cuando la fiesta iba viento en popa, otra alum-
na que se había quedado atrás le pidió que lo intentara con
ella. Culianu volvió a pedirle que se concentrara en la pregun-
ta que más la preocupaba. Spinner y Allocca se sentaron detrás
de él, cada uno mirando por encima de un hombro cómo iba
depositando las cartas. Las estudió.
-¿Estás segura de que quieres que los demás oigan esto?
-preguntó.
Ella se encogió de hombros y se rió nerviosa.
-Creo que deberíamos pedirles que salgan -dijo él.

39
. vi·da es un libro abierto -dijo ella.
-No, no, ml
-Bueno, pues cierra la puerta. ¡.

Se volvió hacia ellos: Greg Spinner, Michael Allocca y otro,


-Que lo que aquí se diga no salga de esta habitación.
Ellos sonrieron indecisos.
-Estás humillándote a ti misma -dijo-. Es algo muy dolor
so y la situación está empeorando.
-¡Hala! . ,. ,.
-Estás metida en un triángulo amoroso, y eso está trasto-
cando tu vida. Tienes que salir de él.
Lajoven palideció. Miró a su alrededor, aterrada. El acierto
de Culianu «me había dejado sin aliento», diría más tarde.
Greg se inclinó para examinar las cartas. Pero loan lo inte-
rrumpió antes de que pudiera decir nada.
Al final de la fiesta, Greg vio a Culianu poniéndose los za.
patos para irse.
-¡loan! -exclamó-. Venga, ¿cómo funciona?
-Funciona porque sí.
-No es eso lo que quería decir. Has leído esas cartas exacta-
mente a medida que iban saliendo.
-Es la mente. Todo está en la mente.
Geg Spinner no podía aceptar esa respuesta, pese a haberla
oído en repetidas ocasiones. Su profesor siempre la daba con
una sonrisa irónica. Una vez, yendo en coche con Culianu,
Spinner le había espetado de la manera más directa:
-Mira, Ioan, si te pegara un tiro en la cabeza, ¿eso también
sería cosa de la mente?
Culianu sonrió.
-Bueno, sí y no -dijo.
Nunca sabían cuándo estaba bromeando y cuándo era lo
que solía ser: un serio profesor de una de las principales fa·
cultades de teología del mundo. Empezó su carrera como se-
guidor del ya mítico Mircea Eliade, uno de los principales his
toriadores de las religiones del siglo xx. Culianu estaba
convirtiéndose por derecho propio en un pensador influyen-
te, aunque controvertido, que proponía en sus libros un cam

40
1io de paradigma en el estudio de la historia y de las ideas. Al
os, especialmente en Europa, pensaban que ofrecía un
gunvo ' € importante en fioque. O'tros, incluso
· entre el profeso-
nuev 1d . . b; -
do de la faculta , cntucavan sus metodos y aconsejaban a los
,j,os que no siguieran sus cursos. «La tensión era tan evi-
d e! nte que nadie hacía

comentarios»,

observó un estudiante. y
los alumnos descubnan que, s1 uno quería estar bien situado,
no debía trabajar con Culianu.
Sin embargo, para un selecto grupo de estudiantes y espe-
cialistas, Ioan Culianu era la personificación de lo que tenía
que ser la enseñanza superior. Para entender verdaderamente
un campo, decía, había que practicarlo. El se interesaba por lo
oculto porque le funcionaba más a menudo de lo que se podía
explicar racionalmente. Quería entender por qué, pero eso
era sólo una parte de lo que quería. Quería entender los siste-
mas lógicos que subyacían detrás de la profecía y los movi-
mientos religiosos, y la razón de su dominio sobre los creyen-
tes y su influencia en los acontecimientos. Recordaba a los
estudiantes que la ciencia era, en sus inicios, considerada co-
mo un arte oculto. De hecho, fue la idea que tenían del uni-
verso los magos renacentistas, de que los sucesos podían ser
manipulados por los teoremas, lo que preparó el terreno para
Galileo.
«Estaba dedicado a una búsqueda», explica la alumna Ka-
ren Anderson. «No una búsqueda académica, sino una bús-
queda de verdad.»
Pero ¿creía realmente en eso? Ésa era la pregunta que se
planteaban. ¿O acaso todo eso no era más que un juego en rea-
lidad?

41
1
El crimen, 21 de mayo de 1991
La religión como sistema

Esperaba despertarme y ver a mi buena madre inclinándose


protectora sobre mi cama, en casa. Y así será hasta el final, y es-
peraré que su mano fresca y suave disipe el mal hasta en la her
ra de mi muerte.
I. P. Culianu y H. S. Wiesner, The Emerald Game

De vez en cuando, la primavera de Chicago ofrece el regalo


de un día perfectamente cálido y brillante como la mica. El ai-
re es entonces fresco y fragante, cargado de olores de los ála-
mos, del viento de las praderas y de la pesca procedente del
mar interior que es el lago Michigan. El sol destella en el lago
con visos de inmortalidad, arrojando unas sombras tan tajante-
mente geométricas en el espectacular horizonte que la ciudad
parece irrealmente esmeralda, como si despertase de nuevo
para recobrar la fascinación que ejercía en otros tiempos, de
metrópolis de la naturaleza, de los gángsters y de las nuevas es-
cuelas de arte, literatura y economía.
Si había algún lugar donde uno pudiera ir en pos de esa
promesa en 1991, ése era el campus de la Universidad de Chi-
Cago. Fundada cien años antes, la escuela ostentaba un histo-
rial de 64 premios Nobel, 113 miembros de la Academia Ame-
ricana de las Artes y las Ciencias, alumnos como Philip Glass Y
Susan Sontag, y profesores como el ya fallecido Enrico Fermi o

45
Leon Lederman. Aislado en el South Side de la ciudad, los al-
rededores del campus tenían más seminarios por kilómetr
cuadrado que cualquier otro lugar del mundo.
La razón de esa concentración de seminarios era la facultad
de Teología de la universidad, de donde salieron estudioso
como Paul Tillich, que popularizó una visión de la fe cristiana
en la era atómica; Paul Riceur, el pensador francés, experto
en teología filosófica; y Mircea Eliade, el rumano «exiliado de
la eternidad», como lo apodó el New York Times. Ningún pensa-
dor había estudiado con tanta profundidad el poder perdido
de lo «sagrado», o del nivel más hondo de la vida en los tiem-
pos modernos, como el autor de libros tan leídos como Losa-
grado y lo profano y El mito del eterno retorno.
El 21 de mayo en la facultad de Teología se caracterizaba por
la agitación que producía la feria anual del libro y la anticipa-
ción del final del trimestre. Delante del gótico edificio del Swift
Hall, los estudiantes de tercer ciclo estaban charlando en grupos
o sentados en las escaleras de piedra. Unos frondosos robles ex-
tendían su sombra sobre un guía que hablaba de la seguridad
del campus con un grupo de alumnos de instituto y sus padres.
Dentro del aula 202 del Swift Hall, loan Culianu estaba aca-
bando su clase sobre «Fundamentos de las religiones compara-
das», en que el tema del día era el gnosticismo. Hablaba de los
textos de Nag Hammadi, redescubiertos en la era moderna en
1945. «Como en una historia clásica de detectives, estos rollos
han permanecido ocultos durante siglos porque ofrecían va-
riantes de la Biblia, poniendo en tela de juicio la idea de la ver-
dad que tenía la Iglesia cristiana», dijo. Los gnósticos veían la
vida como un sabotaje, una rebelión, una forma de escapar de
los dioses ignorantes que dominaban el mundo. «Lo esencial
en el pensamiento gnóstico», concluyó, «era usarlo. Se preten-
día que cambiara el mundo». Leyó en voz alta parte del prólo
go de un libro: «Estos son una ofrenda a un orden ideal que
trasciende por completo la vida tal como la conocemos...
Quien encuentre la interpretación de estos textos no experi
mentará la muerte».

46
Después de la clase, Culianu y algunos de sus estudiantes se
. •gi·eron la feria del hbro. Era todo un acontecimiento en
d1rt , di .·. 1b
de Park, y atraía a estudiantes, miembros del personal, pro-
fi yores jubilados, catedráticos, y otras personas que trabajaban
"¡a cerca de las oficinas y laboratorios de la gran universi-
a,a. La muchedumbre llenaba el Salón Swift, con su agobian-
te revestimiento de roble, donde libros de segunda mano co-
mo El desnudo de Kenneth Clark o El hombre unidimensiona l de
Herbert Marcuse yacían apilados en mesas y sillas, o en el sue-
lo. Los Ice-T vociferaban a través de los altavoces de estéreo, sa-
cudiendo con sus vibraciones el polvo de los retratos de los de-
canos anteriores.
En la feria, el doctorando Alexander Arguelles se acercó a
Culianu. Esa tarde, Arguelles debía dar la primera charla acer-
ca de su tesis ante unjurado, de modo que buscó el consejo de
su mejor amigo entre los profesores.
-Estoy nervioso -dijo.
-Es sólo un rito pasajero -Culianu sonrió y le dio unas pal-
maditas en la espalda-. No tienes nada que temer. Lo harás
muy bien. Nos veremos en un par de horas.
Arguelles miró cómo se alejaba hacia las escaleras, tratando
de sentirse más tranquilo.
Culianu se dirigió hacia arriba por la escalera principal. Du-
rante varias semanas había estado barajando una docena de pro-
yectos diferentes. En esa misma semana, había patrocinado un
congreso internacional sobre los «viajes al más allá», el primer
simposio sobre religión en el campus desde hacía años. Titulado
«Otras esferas: muerte, éxtasis y viajes al más allá en los estudios
recientes», incluía a participantes del Barnard College, de la
Universidad Hebrea, de Princcton, Notre Dame y otras escuelas.
Las ponencias llevaban títulos como «La ascensión del visiona-
rio» y "Trascendencia de la muerte». Sus alumnos Greg Spinner
y Michael Allocca se ocuparon de la cena final. Culianu «demos-
tró la similitud de los relatos de viajes al más allá y pidió una ex-
plicación», dijo un crítico de su último libro sobre el tema. Una
editorial universitaria quería publicar las ponencias del congreso.

47
Tenía tres libros en prensa al mismo tiempo: el libro sobre
los viajes al más allá, otro sobre gnosticismo, y un diccionani
sobre religiones. Tenía otros más a punto de ser contratados
incluyendo una enciclopedia de la magia en varios volúmenes
para Oxford University Press. Estaba impartiendo dos cursos,
«Viajes al más allá y experiencias extrasensoriales» y «Funda.
mentos de las religiones comparadas», supervisando a varios
doctorandos y planeando su primer viaje a su país, Rumanía,
en diecinueve años. También pensaba casarse.
Su novia era Hillary Wiesner, una estudiante de tercer ciclo
de la facultad de Teología de Harvard. Silenciosa y distante, la
joven había florecido con su relación. Coautora de dos de sus
siguientes libros y de numerosos relatos, tenía intención de
viajar con él a Europa ese verano para conocer a su familia.
«¡Nos lo pasaremos en grande!», exclamaba cuando se sentía
ilusionado con el viaje. Verían Transilvania y su ciudad natal
lasi, donde su abuelo y su bisabuelo habían dirigido la univer-
sidad más antigua del país. Desde la revolución rumana de
1989, loan y Hillary habían hablado a menudo de ese viaje.
Culianu ponía largas conferencias telefónicas a su hermana,
a altas horas de la noche. Ella insistía en que volviera. Él cam-
biaba constantemente de idea. Tres días antes, dijo a su herma-
na que había recibido amenazas de un grupo ultradercchista al
que estaba estrechamente vinculado uno de sus antiguos profe-
sores. Ella quitaba importancia al peligro: las amenazas eran
moneda corriente. Así que Culianu conservó los billetes de
avión. Pero estaba más preocupado de lo que demostraba.
«No se sabe dónde se producen esos viajes al más allá», había
dicho en sus conclusiones a la conferencia. «Aunque seguimos
confundiendo el espacio de la mente en esos relatos con el es-
pacio exterior, vemos que aquél no es menos importante que
éste. La identidad, el poder y la verdad histórica tienen su ori-
gen en esas esferas imaginarias. Cada individuo piensa parte
de una tradición y, por tanto, es pensado por ella, permitién-
donos percibir las oscuras raíces de la historia que nos remiten
a los albores del Homo sapiens. Y, sin embargo, la exploración

48
uestro espacio mental se encuentra sólo en sus inicios.»
de ulianu
n i6 se di:uverua.
también " E se mes hab;-
alía sido el profesor
-3

:. itado en un congreso nacional de magia en el Hilton de


;;aumburg, Illinois. Habló sobre el Renacimiento y participó
una mesa redonda en que se planteaban preguntas como
nata toda la magia?». El defendió la práctica mágica: «La
«r> d d
magia no consiste en lesorden», «Al
dilijo. contrario, restablece
na coexistencia pacífica entre el consciente y el inconsciente
u . . d
cuando esa coexistencia es atacada.»
El escritor invitado del congreso, el autor de literatura fan-
tástica _John Crowley, había leído Eros y magia en el Renacimiento
de Culianu y se había mostrado deseoso de conocerlo. El libro
era denso y difícil, pero había cautivado la imaginación de
Crowley. «Sugería que era posible una especie de hipnosis de
masas, mediante lo que el Renacimiento llamaba magia, y que
ahora llamamos psicología, a través del uso de imágenes carga-
das de erotismo», dijo Crowley. Ambos se habían conocido un
año antes y se habían convertido en íntimos amigos. «Nunca
había tenido una amistad tan intensa y súbita en mi vida», ex-
plica Crowley. A Culianu, que en su fuero interno deseaba an-
te todo ser un escritor de narrativa fantástica, el congreso le
sirvió como fuente de inspiración. Los participantes al congre-
so sintieron lo mismo respecto a él. La organizadora, Jennifer
Stevenson, dijo que Culianu «te producía tal impacto que ha-
cía que el mundo pareciera en cierto modo mucho más rico y
misterioso de lo que nunca habías imaginado».
En la última noche del congreso, Culianu leyó un relato su-
yo por primera vez en América, ante un nutrido público, en
una suite apodada Dhanna Buns Café. Escrita en colaboración
con Hillary, la historia se llamaba «The Language of Crea-
tion», e iba a publicarse en Exquisite Corpse, la revista de Andrei
Codrescu, columnista de National Public Radio. Describe a un
profesor muy parecido a Culianu, «de cuarenta años, que vive
en un edificio de alta seguridadjunto a un lago», Y da clases en
una «universidad del Medio Oeste, gris y prestigiosa», a quuen
suceden numerosas y extrañas coincidencias, muchas de las

49

IIRIIIDIIIIIII
2883631
cuales están basadas en su vida real. El personaje principal d
la historia entra en posesión de una caja de música antigua
que, según cree, contiene la clave del lenguaje que habla Dio.
el Lenguaje de la Creación. Pero cada uno de los tres anterio
res dueños de la caja ha muerto asesinado.
Aunque el narrador trata de descifrar el código, no lo con.
sigue. Paulatinamente, sin embargo, empieza a sentirse ame-
nazado por incidentes extraños o «carismas» que él relaciona
con la caja, y se pregunta si indican algo que entrañe un signi-
ficado mayor que el que él percibe. Los «carismas» incluyen la
habilidad para adivinar acontecimientos, pero sólo asuntos de
poca importancia, como si el portero va o no a afeitarse el bi-
gote, y un «carisma de amor equivocado» que provoca que
ciertas alumnas desarrollen indeseadas pasiones por él. Culia-
nu leyó: «A partir de cierto momento, mi convicción de la exis-
tencia de una relación oculta entre los carismas y la caja había
cobrado tal solidez que sentí la tentación de probar sus pode-
res contra un régimen político ingrato ... La hipótesis de que
podría sufrir de forma inminente el destino de [los antiguos
dueños] empezó a obsesionarme». Tras muchas indecisiones,
el narrador abandona la caja de música en un mercadillo y hu-
ye hacia la libertad, lejos de lo que se había convertido en una
prisión intelectual impuesta por su secreto.
Al final del congreso, Hillary Wiesner advirtió que su novio
parecía muy distraído. Dejó las llaves dentro del Toyota rojo de
alquiler cuando todavía estaba bajo contrato. No recordaba
cuándo iban a verse de nuevo. Le pedía con insistencia que se
quedara, que no regresara a Cambridge. Cuando fue a despe-
dirse de ella en el aeropuerto de O'Hare, parecía más triste
que nunca, como si hubiera llevado el peso del mundo en sus
espaldas. Lo que necesitaba urgentemente, pensó Hillary, eran
unas buenas vacaciones.

Hacia la una menos cuarto del 21 de mayo, Culianu estaba


en la cantina del Swift Hall, una cafetería en el sótano, peque-
ña, atestada y mal ventilada, con bollería envasada en plástico,

50
también con un buen café Kona, falafel y un rumor de
pero . Allí :h ·16
animadas conversaciones. I Charlo un rato con sus alumnos,

1 ego volvió al tercer piso subiendo de dos en dos los pelda-


ynosu de la escalera principal. .
Se detuvo en el despacho de su secretaria, al fondo del pasi-
11o. Allí había más tranquilidad. Los estudiantes estaban en cla-
se y las puertas de las aulas estaban cerradas. Preguntó si tenía
algún mensaje, recogió su correo y se dirigió a su despacho,
unos metros más allá.
Sentada tras su mesa, la secretaria Gwen Bames escuchaba
con unos auriculares la voz monótona de otro miembro de la
facultad dictándole un libro. Solía trabajar a la hora de comer
al
porque era la única manera de mantenerse día en su traba-
jo. De los tres catedráticos para quienes trabajaba, Ioan Culia-
nu era su favorito con diferencia. Criada en el barrio negro del
South Side de Chicago, sintió una empatía instintiva cuando lo
vio por primera vez. Culianu la saludaba por la mañana con un
alegre «¡Buenos días, Gwendolyn!» y la trataba como a una co-
lega. La había nombrado miembro de la redacción de su revis-
ta trimestral, Incognita: IterationalJoumalfor Cognitive Studies
in the Humanities. La invitaba a comer y recordaba su cumplea-
ños. La animaba a sacarse la licenciatura superior. Secretaria
universitaria desde hacía doce años, conocía el mundo acadé-
mico lo suficiente como para darse cuenta de que esa actitud
hacia su secretaria era atípica.
Enfrente de ella, otra secretaria movía los labios diciéndole
algo. Gwen Bames alzó la mirada y se quitó los auriculares.
-¿Qué?
-¿Has oído eso?
-Habrá sido un coche -dijo otra de las tres secretarias del
despacho.
-Parecía un petardo, sólo que más agudo.

El profesor Jerry Brauer estaba sentado en su despacho de


la esquina, con su pajarita de marca, preparándose para su se-
mmnario. Había abierto sus ventanas de vidrio plomado para

51
asomarse al campus soleado. Antiguo decano y especialista e
puritanismo, tenía el esquema de su conferencia subraya4
con rotulador amarillo y lo estaba revisando, concentrado. Po.
co a poco fue cobrando consciencia de que iba a tener que i
al lavabo. Decidió acabar lo que estaba haciendo.
Era poco más de la una cuando oyó la detonación. Siguió
trabajando, pero una parte de su mente se fue por su cuenta,
Trató de decidir qué podía haber causado ese sonido: ¿Un pe
tardeo de coche? No, no puede ser. La carretera está demasia.
do lejos. ¿Un disparo? No, no puede ser. Estamos en el Swif
Hall, es la una.
No pasaron más de cinco minutos cuando decidió que ya no
podía esperar más. Tenía que ir al lavabo. Pasó por las puertas
batientes y tomó la empinada escalera de servicio. Los pasos re-
sonaban. Abajo, un rebosante cubo de basura se erguíajunto a
una puerta que daba al vestíbulo; arriba, había otro par de
puertas batientes. La escalera estaba desierta. Salió al tercer pi-
so,justo enfrente del lavabo de caballeros. Un joven alto y des-
garbado a quien Brauer no reconoció estaba delante. Brauer
empujó la puerta de los aseos. El estudiante le agarró el brazo.
-No entre, profesor Brauer.
Brauer ya había empujado lo suficiente la puerta para ver el
conocido cuarto de baño con sus cabinas azules, sus baldosas
amarillas y sus luces fluorescentes. Un alumno se asomaba al
segundo retrete contando desde la ventana. Reinaba un silen-
cio de muerte. Una mano pendía bajo la puerta de la cabina,
con los dedos blancos y agarrotados sobresaliendo del puño de
una camisa de color turquesa. La sangre formaba un pequeño
charco en el suelo.
-Ha ocurrido algo horrible dijo el estudiante.
-¡Ya lo veo! ¡Tenemos que hacer algo! -exclamó Brauer.
--Ya hemos avisado.
El alumno se volvió hacia Brauer. Era bajo, rubio y estaba
muy asustado. Era Jim Egge. Estaba pálido como un papel.
-Doctor Brauer -dijo-, está muerto.
-¿Quién? ¿Quién está muerto?

52
-No estoy seguro.
De repente, un grupo de bomberos, guardias de seguridad
el
del campus y paramédicos llegó corriendo por vestíbulo. Al
incipio había quizá cinco personas, seguidas rápidamente por
pr o grupo que mema:.4,- un sargento dl 5¡..
e a policía
<
de Chicago y
otr d di d . E
dos guardias. Todo suceio Ieprisa. n unos minutos, un para-
I

médico trajo una camilla. Un instante después, entraron dos de-


tectives de Chicago. Para entonces se había formado una aglo-
meración en el vestíbulo. Clark Gilpin, el decano, había llegado.
-¡Jerry! -dijo-. ¿Qué ha pasado?
Brauer lo condujo hasta el detective.
-Éste es nuestro decano -dijo-. ¿Qué está pasando? Tene-
mos que saber quién es.
-Desde luego, pero no ahora. Estamos demasiado ocupados.
Tras ellos salieron los paramédicos con la camilla. Una mas-
cara de oxígeno cubría el rostro de la víctima. Clark Gilpin pi-
dió ver la cara. El paramédico apartó la máscara. Gilpin miró.
El rostro de la víctima estaba hinchado, gris e inexpresivo. Pa-
recía un hombre de cincuenta o sesenta años. Ninguna cavi-
dad sanguinolenta, ninguna herida evidente revelaba la vio-
lencia de la muerte. Gilpin se volvió hacia Brauer.
-No lo conozco -dijo.
-Bueno, pues ¿quién lo conoce? -preguntó Brauer.
Jerry Brauer volvió al aula del seminario donde lo espera-
ban sus alumnos, pero ya nadie quería hablar del evangelismo
americano. Siguieron oyendo pasos fuera y un rumor confuso.
Abajo, la feria del libro continuaba. A posteriori, Brauer pen-
saría: ¿Por qué no acudió nadie corriendo cuando sonó el dis-
paro? ¿Por qué la policía tardó tanto en acordonar las salidas
del edificio? Si él mismo no hubiera esperado hasta acabar con
la revisión de sus notas, podría haber visto al asesino. No con-
seguía dejar de pensar en ello.

Gwen Bares no había oído el disparo. Se enteró por otra


secretaria. A sólo dos metros del cuarto de baño, no pensaron
que se trataba de un pistoletazo. Unjoven había irrumpido co-

58
1riendo para pedirle que llamara a la policía de la universidaq
A ella le pareció que los guardias de seguridad tardaban un
eternidad en llegar. Volvió a llamar. Despues de colgar, vacil
y fue a mirar. En el lavabo de caballeros entraba un haz de hu,
por la ventana del patio, bañando las baldosas estilo años 5
del suelo. Salía sangre de la cuarta cabina, brillando bajo la hu
de los tubos fluorescentes. Durante unos instantes, la escena la
paralizó: las baldosas amarillas moteadas de negro, la mano, y
un curioso reloj de ópalo que le resultaba vagamente familiar.
Justo entonces, un fuerte ruido de agua la sobresaltó: el chorro
automático de los urinarios. Salió.
Más tarde, ella también vio el cuerpo tendido sobre la cami
lla. A pesar de los pantalones caqui, la camisa a rayas turquesa,
la corbata amarilla, los calcetines de ribete marrón y el reloj, no
supo quién era. Eran casi las 2 de la tarde cuando un policía de
Chicago pidió usar el teléfono. Mientras hablaba con otra se-
cretaria, Gwen oyó al hombre deletrear un apellido:
-C-u-l-i-a-no, a-n-u. ¡No, con una u!
Se levantó de un salto. Bajó corriendo la escalera principal,
con la cara bañada en lágrimas, sin oírse a sí misma gritar:
-¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Es el señor Culianu! ¡No, no, el se-
ñor Culianu no! ¡El señor Culianu no!
En el vestíbulo, las conversaciones se detuvieron. Gwen
irrumpió en el despacho del decano Gilpin. Sus gritos se con-
virtieron en llanto desconsolado.
-¡Es el señor Culianu! dijo.
-No, no, no es él.
-¡Sí es él! ¡Es él!

A las 3:30 durante el descanso en su seminario, Jerry Brauer


bajó a toda prisa al despacho del decano. Para entonces, corría
el rumor por el edificio de que alguien, quizá Ioan Culianu, se
había suicidado. La mayor parte de los estudiantes no podía
creerlo. ¿Culianu? ¿Uno de los profesores más felices de la es-
cuela? Pequeños grupos se arremolinaban en el vestfbulo Y la
escalera principal. La muchedumbre de la feria del libro se-

54
guía entrando y saliendo; los altavoces vociferaban el progra-
ma de conciertos del mes. Unos cuantos policías patrullaban
por el edificio mientras los detectives Ellen Weiss y AI McGuire
interrogaban a un estudiante que había cometido el error de
telefonear, con la respiración entrecortada, para averiguar si el
rumor era verdad.
En su sombrío despacho, Gilpin estaba sentado en silencio
en una silla giratoria. Pálido, se tomaba un respiro entre las lla-
madas telefónicas. Miró a Brauer.
-Era Ioan Culianu,Jerry-dijo-. Y ni siquiera lo reconocí...
-¿Qué ha pasado?
-Pues la policía cree que se ha suicidado.
-¿Han encontrado la pistola?
-No, la pistola no estaba.
-Y ¿dónde creen que está?
-Dicen que quizá tenía un amigo... que se la ha llevado.
-¿Y que se ha involucrado en una cosa así? ¿Un suicidio? Si
acababa de obtener la tarjeta de residencia, estaba a punto de
a ir a ver a su familia, iba a casarse... ¿No estaba sentado en el
váter?
-Sí.
-Vamos a ver, ¿qué ser humano va a ir, bajarse los pantalo-
nes, sacar una pistola y apuntársela a la nuca? ¿De dónde sale
esa gente?
-Bueno, podría tratarse de un asesinato.
-¿Podría?
Un primer informe acerca del suicidio salió en los periódi-
cos y por televisión. Sin embargo, veinticuatro horas después,
cuando llegó el informe del forense, no quedó lugar a dudas.
Era un asesinato.

Greg Spinner y Michael Allocca vieron una ambulancia an-


te el Swift Hall cuando empezaban a sacar del coche las provi-
siones para la comida que, todos los miércoles, celebraban los
profesores y los estudiantes de teología. La conversación pre-
vista para ese día iba a tratar sobre los aspectos teológicos de la

55
.e de ABC Television Twin Peaks. Cuando acabaron, Pa4,
se1n ·difc" "Y
Mitchell se acercó a Greg delante del edificio.
-Greg, ¿te has enterado?
-¿De que:>
-loan se ha suicidado.
-·loan? No seas ridícula. Si lo he visto esta mañana. Es la úl-
tima persona en el mundo que se suicidaría.
Patty Mitchell le lanzó una mirada extraña.
Greg atravesó el frondosojardín hasta la biblioteca Regen.
stein, sin apenas hacer caso a la noticia de Patty. Se acordó de
apuntar en su agenda que tenía que llamar a loan; tenían que
quedar desde hacía tiempo, tan pronto como la agitada vida
de su profesor se calmara. Cuando se hubo instalado en su zo-
na de estudio, Greg vio que otro amigo de la facultad de Teo
logía, Jason Gerber, se dirigía hacia él.Jason tenía los ojos en-
rojecidos.
-¡Greg! -exclamó-. ¡loan se ha suicidado!
-¿Quién está difundiendo este rumor? Patty Mitchell acaba
de decirme lo mismo. Es ridículo. loan no se ha suicidado, ni
querría ni podría suicidarse nunca.
Pero Greg se levantó lentamente y volvió sobre sus pasos pa-
ra averiguar qué pasaba exactamente.
En eljardín, el aire primaveral traía algo sutil, como un háli-
to de recuerdo. Su mente empezó a funcionar muy deprisa. Sin
saberlo, Greg hizo una serie de deducciones, igual que sucedía,
según loan, con la historia de una idea o de una religión. Pri-
mero: loan no se suicidaría. Segundo: allí había una ambulan-
cia y, ahora, coches de policía. Tercero: dos personas le habían
repetido que loan estaba muerto. Si eso era verdad, si loan es-
taba muerto, tenía que tratarse de un asesinato. Si era un asesi-
nato... ¿Quién iba a asesinar a loan? Un año antes, éste había
contado a Greg que con uno de sus escritos estaba entrando en
«territorio peligroso»... Pero ¿qué escrito? Greg echó a correr.
Una ojeada a la expresión desconsolada de Gwen Bames y el hi-
lo de su pensamiento quedó bruscamente interrumpido.

56
Más tarde, ese mismo día, los alumnos de Culianu se reu-
ieron en la escalera del Swift Hall llorando, tratando de con-
solarse unos a otros. «Estábamos allí sentados, abrazándonos.
No podíamos hablar», dice Greg. Otros estudiantes fueron lle-
gando, cada uno pidiendo noticias a los demás. Había poco
que contar. Ni pistola, ni dinero robado, ni señales de lucha.
Al atardecer, el grupo fue aJimmy's, el bar favorito de los es-
tudiantes, adonde loan solía ir con ellos después de clase. Sen-
tado aparte, en la sala oscura y destartalada, entre las mesas
dispersas y unas sillas rotas, se encontraba Nathaniel Deutsch,
adjunto a redacción de lncognita. No se unió a ellos en su evo-
cación de recuerdos y sus preguntas. La madre de Nathaniel
era de Europa del Este y, en parte por eso, loan Culianu había
tenido una relación especial con él. En la penumbra, Natha-
niel escuchaba a los demás y mantenía su mirada vacía fija en
las polvorientas enciclopedias y los almanaques de béisbol que
descansaban en la estantería para resolver las típicas discusio-
nes de bar. Apoyó la cabeza en los brazos y se echó a llorar por
sus parientes muertos en el holocausto. No sabía exactamente
porqué.

En Cambridge, Massachuses, la novia de Culianu, de veinti-


siete años, Hillary Wiesner, estaba en plena siesta, profunda-
mente dormida. A menudo loan llamaba por teléfono cuando
se despertaba tras una cabezada, para describir un sueño en
que ella hacía exactamente lo que estaba haciendo, o para con-
tarle algo importante acerca de su siguiente maniobra editorial
o hablarle de alguna oscura cosmología. Esas llamadas forma-
ban parte de la vida con él. Antes de loan, Hillary apenas había
cogido de la mano a un hombre. Sus amigos la describían como
intensa, espiritual y una de las mujeres más elegantes de Rad-
cliffe College. Pero ¿hombres? No, ninguno, no antes de loan.
Sonó el teléfono, y ella se sobresaltó. Había dormido sin so-
ñar. Se incorporó de golpe, helada. Era Wendy Doniger, una
colega de loan, la titular de la plaza de Mircea Eliade en la fa-
cultad de Teología, un importante miembro del departamento.

57
-¿Hillary? Hillary, será mejor que te sientes. ¿Estás sentada>
-¿Qué?
Hubo un silencio.
-Me temo que tengo que decirte que... Ioan ha sido ases;
nado.
-¿Qué?
-Yo... Yo... Hillary, la policía pregunta si conoces a alguien
capaz de hacer algo así. Lo siento muchísimo ...
Durante un minuto, no pudo respirar. Quizá diez minutos.
¡Oh!, pensó al final. Las lágrimas no podían salir. Miró lapa-
red cubierta de fotos de él: en Milán, en Madrid, en EI Cairo ,
en el tren de Chicago, en Roma, en Courmayeur y en París.
loan le sonreía frente a la gran bandera americana que ella le
había llevado, «ondeando sobre el Capitolio», le gustaba decir
a los visitantes. Le hacía el signo de la victoria que tanto le gus
taba hacer. Era probablemente el mayor patriota de América...
Lenta, metódicamente, empezó a desenganchar las fotos.
Colgó y llamó a su madre al trabajo, a la junta de dirección
del Amherst College. Cuando volvió a colgar, mientras su ma-
dre decía que iba para allá, Hillary ya estaba pensando en pre-
parar su equipaje. Sacó su maleta, que conservaba la etiqueta
de O'Hare, de su última visita allí. Empezó a comprender muy
fácilmente, muy claramente, del mismo modo en que uno pue-
de resolver un dificil problema de matemáticas y saber instantá-
neamente que la solución es correcta, verdadera y, más aún,
predestinada. Ya lo había pensado antes, había tratado de estar
preparada, incluso había hablado de ello con sus amigos. «Tie-
nes que tener un mito en tu vida», le dij o un día loan, «descu-
brir alguna historia por la que vivir y hacia la cual volverte en
tus momentos más negros». Ahora, después de todo ese tiem
po, justo cuando todo parecía ser maravilloso para ellos, lo re-
cordó. Nunca se había tomado el tiempo de. encontrar una.

58
Las consecuencias

Mnemósine, decían los griegos, es la madre de las Musas; la


historia de la educación de la más fundamental y esquiva de las
facultades humanas nos sumergirá en aguas profundas.
Francis Yates, The Art of Memory

Cada día, los estudiantes dejaban rosas, lirios, ramos de flo-


res frescas y pétalos esparcidos a la puerta del despacho de Cu-
lianu. Los detectives de Chicago Ellen Weiss y Al McGuire se
quedaron hasta pasadas las doce las primeras noches, cernien-
do los indicios y los rumores contradictorios. Aparentemente,
el asesino había pasado delante de la cabina en la que se en-
contraba Culianu, había entrado en la siguiente, se había subi-
do a la taza y había apuntado su pistola hacia la cabeza del pro-
fesor. Por los orificios de entrada y de salida de la bala, el
asesino parecía zurdo.
El distrito policial conocido como Área Uno en el South Side
de Chicago, tenía una media de unos doscientos asesinatos al
año, la mayoría por asuntos de drogas o ajustes de cuentas. Ese
crimen era diferente a todos los que había conocido la policía.
No había prácticamente ninguna prueba sólida. Los detectives
encontraron una nota rogando que no se cerrara con llave la
puerta del despacho de Culianu; su secretaria les explicó que
el profesor había encargado cambiar las cerraduras. Encontra-

59
ron en su mesa tres nueces del jardín de su fami lia en Rum,
'a que no demostraban nada mas que un fuerte vinculo e
nia, ·h ·il kil. "mo
cional con asuntos que sucedían a oc om1 1 ometros de d'
tanda. Al piso de Culianu llegó un fax del despacho del r Is-
exiliado de Rumanía. Su caja ha llegado, decía, pero esa¡
: ·d? va
abierta y vacía. ¿Qué envió uste; •
El informe del juez de instrucción ofreció pocas pistas. la
autopsia reveló que no había «manchas» o quemaduras de p6
vora en el orificio de entrada de la bala, lo cual sugería que 1
pistola, inusitadamente pequeña (una Beretta del calibre 2S)~
fue disparada desde al menos 45 centímetros de la cabeza de
Culianu. «Matar de un tiro con un 25 a esa distancia no es fá
cil», dijo el forense Robert Stein. Lo llamó «un disparo de ex.
perto, como una ejecución del hampa».
Por televisión y en la prensa, desde el Chicago Tribune hasta
el New York Times, los amigos y parientes de Culianu afirmaron
que el crimen había sido el primer asesinato político de un
profesor en territorio americano. Según decían en artículos y
reportajes en Italia, América y en programas de la BBC, Culia.
nu había afirmado que la revolución de 1989 en su país había
sido un completo fracaso. Había atacado al gobierno rumano
con intuición casi profética. Había recibido amenazas de
muerte, como otros escritores, relacionadas con la antigua po
licía de seguridad del régimen comunista, o Securitate.
Pero los investigadores no encontraron ni rastro de las ame-
nazas. Culianu nunca las había denunciado al FBI ni a la poli-
cía. Nunca había enseñado cartas a nadie. Los detectives en-
contraron intactas sus reservas de billetes de avión y de
alquiler de coche para el viaje a Rumanía. Mientras el asesina·
to dejaba anonadado a todo el mundo en la escuela, horror
zados a los estudiantes y desconcertados a los policías, el FBI
envió una agente especial que hablaba rumano llamada Ga
briella Burger. El homicidio parecía un asesinato, pero como
nunca lo habían visto en el FBI. Un pistolero profesional ha
bna escogido un arma de mayor calibre y un lugar mucho me-
nos concurrido. Habría disparado más de una vez. Incluso po

60
: no tratarse de un hombre. Un 25 era lo suficientemente
dria
eño para poder camuflarlo en un bolso de mujer.
pequ 51¡·. 1
Si el asesinato era po 1Uco, a pregunta que se imponía era
. r qué? loan Culianu estaba cobrando notoriedad en deter-
¿po'inado círculo mternacmna
:..·. lde estu1di1osos, pero no era influ-
lJllnte en política. El crimen parecía plantear lo que Culianu
ye [A;1,, •
habría llamado un ludbrium, un enigma del Renacimiento que
evela al desentrañarlo un misterio del universo. ¿Por qué un
ioriador de religiones y aspirante a autor de narrativa fan-
tástica que había llegado a Estados Unidos con el sueño de en-
trar en la lista de best-sellers había parecido tan peligroso a al-
guien?

Mientras el FBI se centraba en la idea de un crimen políti-


co, los detectives de Chicago McGuire y Weiss barajaban las hi-
pótesis de un estudiante o un colega disgustado, un fanático
oculto, un amante homosexual, un atraco frustrado o una ven-
ta de droga que acabó mal. Justo antes de que Culianu fuera
asesinado, descubrieron que había hecho una llamada desde
su despacho del Swift Hall a alguien de Medellín, Colombia.
La llamada había durado un minuto.
Los detectives se enteraron de que Culianu era un amigo
entusiasta y amable, y un pensador especializado en dualismo,
en religión astral y en las artes mágicas renacentistas de la me-
moria, o mnemotecnia, refinadas por un filósofo del siglo XVI
llamado Giordano Bruno. En el ámbito universitario se elogia-
ba su creatividad, su valentía y su dominio lingüístico. «Tenía
una habilidad inusual», recuerda el decano Gilpin, «para mos-
trar cómo su trabajo y el de sus alumnos podía estar relaciona-
do con acontecimientos más amplios del mundo exterior». Sus
clases acerca de estos temas tenían mucho éxito. Los alumnos
lo adoraban. «Era uno de los pocos miembros de la facultad
que realmente hablaba con los estudiantes», dice Karen An-
derson. «Nos recibía en la puerta del aula y nos saludaba lla-
mándonos por nuestro nombre», dice Michael Allocca. Greg
Spinner añade: «Nunca conoceré a nadie como él». Recordan-

61
do la buena voluntad de su profesor al comprarle el desay
· no
Nathaniel Deutsch dijo: «Era un gran tupo».
Como profesor, era abierto, divertido y polémi co. Con,
amigo, en cambio, era reservado y cerrado. Parecía estar oc+L
tando algo. «Era muy comphcado, realmente, muy difícil de
conocer», dice un miembro de la facultad que lo ve como un
consumado arribista. Se sospechaba que seducía alumnas
que probaba los éxtasis inducidos con drogas sobre los que es.
cribía. «Había un par de personas de la facultad que lo odia-
ban de verdad», dice un estudiante que no quiere que semen-
cione su nombre. «Acababa de obtener la plaza. Cuando lo
mataron, lo primero que pensé fue "Bueno, ahora estarán con.
tentos".»
Criticado como «yuppie exilia do» y oportunista, dejó tras de
sí impresiones completamente contradictorias acerca de cómo
era exactamente. Era un carismático inmigrante de cuarenta y
un años que hablaba seis idiomas, que tenía tres doctorados en
filosofia, incluyendo un doctorat d'Etat de la Sorbona. Sus parti-
darios consideraban su obra brillante, original, «una contribu-
ción fundamental a la historia del pensamiento hermético
(mágico)», según su amigo Umberto Eco. Su vida era una bús-
queda espiritual que lo llevó de Rumanía a Italia, Francia, Ho
landa y Estados Unidos, en pos de unas pautas universales en
la vida diaria. Afirmó haber encontrado esa clave en la imagi
nación. El decano de la facultad de Teología Clark Gilpin dio
un discurso en la misa que celebró la universidad en memoria
de Culianu el 3 dejunio de 1991. Mientras los estudiantes, ami-
gos y directivos de la universidad se apiñaban en la Capilla
Rockefeller, Gilpin habló no de política ni de móviles, sino de
la relación de las ideas con el mundo: «La razón de ser de la
universidad se demuestra impotente frente a una fuerza vio-
lenta que las ideas no podían prever, no podían desviar, no po
dían comprender (...). La relación entre el pensamiento hu·
mano y el misterioso poder que se encuentra en el corazón de
la creación cobra nueva urgencia. ¿Hay alguna conexión entu°
las ideas humanas ante las que las universidades son responsa-

62
una sabiduría eterna presente en el primordio, cuando
bles y
Dios "colocó un compas • sob re I a f:az de 1a inmensidad"?».
.

El crimen provocó en todo el mundo una oleada de llama-


d telefónicas entre los amigos de Cuhanu y compañeros de
.,,,, ¡cluidos Andrei Codrescu y Saul Bellow. Sus sospechas
ex1l1O • 51.. •
caían en la anugua po 1c1a secreta comumsta, una fuerza tan
~:rnidosa que ni siquiera sus homólogos de otros países de
Europa del Este se fiaban de ella. Otros sospechaban de los fas-
cistas rumanos, que quuza tuveron alguna vez entre ellos a Mir-
cea Eliade, el amable y célebre mentor de Culianu. Muchos
miembros de la Guardia de Hierro se habían instalado en el
Medio Oeste norteamericano, eludiendo su responsabilidad
en uno de los holocaustos menos conocidos de la historia.
loan Culianu dio conferencias en todo el mundo acerca del
poder del pasado, actuando al mismo tiempo como si alguien
del pasado hubiera estado siempre pisándole los talones. Cual-
quiera que fuera el motivo, su asesinato parecía sobre todo la
intriga de una de las novelas fantásticas que escribía, un enig-
ma extrañamente previsto por la propia víctima.
Como su mentor, o como los místicos, o los poetas románti-
cos, Culianu tenía la impresión de que los detalles y coinciden-
cias de nuestras vidas ofrecen una respuesta a las preguntas
más fundamentales acerca de quiénes somos. El carácter pro-
fético de sus afirmaciones tanto en ficción como en política
era lo que añadía la dimensión más extraña a su historia. Ha-
bía escrito sobre acontecimientos políticos que se materializa-
ron meses o años después, sobre sectas secretas, y sobre asesi-
natos notablemente parecidos al suyo. Este legado ofrecía
pistas a quien se molestara en observarlo: sobre la lógica de
nuestro universo, sobre nuestras psiques y, quizá, sobre la iden-
tidad de sus asesinos.
. En los últimos capítulos que escribió antes de su muerte, ca-
si parecía explicar la proliferación de hipótesis distintas sobre
Su asesinato. Su relato «Games People Play», de The Tree of Gno-
s5, empezaba con las historia de un gángster de Chicago que

63
decidía cuál iba a ser su siguiente acción echándolo a e
cruz. Llamó a ese proceso la «multiplicación de las teo a,ra 0
:. -. del
Afirmó que la fascinación 1el siglo
d arquetip'
·al XX por «tos ?as,
formalismo y el estructuralismo» (emostra a la convicció"os,e
: . d ba
•, n de
1
que en momentos de convu s1on, como una revolución r
ible l •
tan más claramente vis1 es os procesos que actuan en la h;
'resu!
toria. Escribió que dichas convulsiones revelan sistemas dl$-
. . e
pensamiento, y que cada uno fiunc1ona cas1 como «un objet
procedente de Juera, que atraviesa nuestro espacio de una m ~
nera aparentemente fortuita, en que hay una lógica oculta qua
podemos descubrir sólo si somos capaces de salir de nuestro espa~
cio».
Los demás estudiosos encontraban estas formulaciones
bien apasionantes y profundas, o bien infundadas y extrava-
gantes. En unos cuantos meses, los investigadores tendrían dos
sospechosos y, mucho más tarde, unjoven que cumplía años el
mismo día que loan Culianu ofrecería pruebas de una extraña
serie de vivencias. Nadie, sin embargo, pudo ver los antece
dentes de una vida que atravesó los límites del tiempo y de la
geografía, la experiencia de la cual brotó el pensamiento de
Culianu.

64
11
La juventud, 1950-1972
El arte de la memoria

El mundo es un claroscuro: hay suficientes indicios y signos


de una presencia superior para hacerlo llevadero.
l. P. Culianu, Eros y magia en el Renacimiento

Culianu nació en una casa antaño hermosa, en una colina


de Moldavia oriental. Venía de la rama más intelectual de una
familia de boyardos, o nobles, de asi, un centro cultural y
científico próximo a la frontera soviética. Si lo que más llama
la atención de su vida es su extraordinaria unidad, sus temas
partieron de una región «donde brotaban los manantiales y
fluían veloces los ríos, susurrando secretos», como escribió el
autor moldavo Ion Creangá.
Ocupando parte de la frontera oriental de Europa, Ruma-
nía es una tierra fértil que fue sometida durante mucho tiem-
po por diversos imperios, desde el romano hasta el soviético. ~
«La historia de Rumanía», se lee en un folleto turístico oficial, '
«es sin duda alguna una de las facetas más tormentosas de la
historia europea». Rodeada por Bulgaria, Serbia, Hungría,
Ucrania y Moldavia, el país es un puesto avanzado: es el pueblo
latino situado más al norte de todos los pueblos latinos, el terri-
torio europeo que se encuentra más al este de todos los territo-
nos europeos. Con una cultura en equilibrio entre Oriente y
Occidente, los rumanos «pueden contarse entre los grandes

67
maestros (...) del arte de la supervivencia», observa el historia-
dor Istvan Deak.
Dominados por las potencias extranjeras y sometidos a
• h • &o
biemos corruptos, primero extranJeros y uego autoctonos, 1
rumanos sobrevivieron como pueblo ante todo por la ex Os
. . N pe.
riencia compartida de contar h stonas. «! uestras armas de a.
botaje eran la ambigüedad, el humor, el misterio, la poesía, 1,
canción y la magia», escribe Andrei Codrescu. El rumano má
famoso en Occidente, Drácula, es un personaje de ficción b,
sado en un príncipe del siglo XV acertadamente llamado Vlad
Tepes, o Vlad el Empalador. El símbolo nacional más embl.
mático para muchos rumanos es una oveja encantada, Miorita,
que prevé el asesinato de su amado pastor a manos de sus her-
manos. En lugar de oponerse a su destino, el pastor pide a
Mioripa que transforme su tragedia en triunfo a través del m~
to. «Di a mi madre que el asesinato fue en realidad una boda
presidida por el sol y la luna.» El poeta rumano Lucian Blaga
adoptó al pastor como «espacio miorítico» nacional, un mun-
do de la imaginación que ningún conquistador puede violar.
Mircea Eliade vio en él una evasión nacional de la historia. Un
occidental lo vería como un loco.
La ciudad natal de Culianu, lasi, era una capital provincial
el centro de «la tierra santa del nacionalismo», con bulevares
adoquinados y tranvías, una sinagoga con cúpula, y estatuas de
héroes como Esteban el Grande (1457-1504). Dominada porla
imponente y blanca catedral Metropolitana, la iglesia Trei Ie-
rarhi, o de los TresJerarcas, y el fantástico y enorme Palacio de
la Cultura, Iasi poseía algunas de las grandes instituciones lite-
rarias del país y su universidad más antigua, presidida por d
abuelo de Culianu y por su bisabuelo.
La familia Culianu había escapado a Rumanía desde Grecia
en 1721, huyendo de la persecución otomana. En lasi, se intuo
dujeron en un mundo de boyardos y campesinos, de privile
gios eclesiásticos y profundas diferencias de clase, de calzadas
estrechas y llenas de baches, valles recónditos, montañas escaf
padas Y extensas llanuras melancólicas. Casi cuatro quinta.5

68
~tes de la población estaban formadas por campesinos, en su
P ,a iletrados. Procedentes de las montanas sus carros de-
mayor :. .''
ambulaban como lo habían hecho durante siglos, conducidos
hombres con gorros de piel y varias chaquetas de lana su-
s. o sus mujeres sentadas junto a ellos, sobre far-
~os de lana. Las llanuras circundantes, en mvierno, olían a
viento, a nieve y a humo de carbón.
En el siglo XIX, el bisabuelo de Culianu, Neculai Culianu,
ontribuyó a fundar la Sociedad Junimea, o de Jóvenes Con-
radores. Esos jóvenes privilegiados se sumaron al candente
debate sobre si su país debía seguir el modelo cultural occi-
dental o el oriental. Los junimeístas votaron por Occidente,
vestidos con camisas parisinas de cuelo rígido mientras mu-
chos de sus padres seguían llevando caftanes turcos. Propusie-
ron un programa democrático de fomento de las artes nacio-
nales, aunque preservando sus privilegios. Como rector de la
Universidad de lasi desde 1880 hasta 1898, Neculai («Papá»)
Culianu recorría ceremoniosamente en su coche de caballos
las cinco manzanas que separaban su casa de la universidad,
con gabán negro y sombrero de copa, demostrando a la primi-
tiva región las prebendas y el poder que proporcionaban los
estudios superiores.
Eran buenos tiempos para los boyardos. En Navidades, las
calles se llenaban de gitanos o roma que tocaban tambores,
acordeones y saxofones, exhibiendo osos que bailaban de ver-
dad. Una bonita gitanilla de seis años podía entrar en una po-
sada, plantar sus pies con firmeza y ponerse a tocar una cauti-
vadora melodía con un primoroso violín de miniatura. Con
frecuencia, los cantores de villancicos venían a la puerta con
canciones como «Mos Craciun» (Abuelo Navidad, o Santa
Claus) que sonaban como de otro mundo. Había grandes ba-
rriles de col, pimientos y pepinos en salmuera. En Nochebue-
na, podía caer una hermosa nieve mientras se elevaban hacia
las estrellas los aromas de asados de cordero o de cerdo, de
(suica o aguardiente de ciruelas, de incienso de las iglesias Y del
fuego en las chimeneas.

69
. •pios del siglo XX, los Culianu destacaban e .
A prncn1 . En b; .. -nfi,,
, . matemáucas y derecho. nviavan a sus hijos 4 1 ca,
quim1ca, .z v lasn
:jores
, ·versidades
unrv de Bonn y de París. Estaban
: a la ca1..
'Oca ¿,
"
iderables fortunas, explotando sus a.erras, vendiend \A(:
cOns1 · tfr o ca,
ballos y contribuyendo a construir un~ m raestructura IllOder
en ciencias y en derecho. Eran parientes o amigos de "
na table como el crítico hterano · P.aulZif an opol, la polé . 8ene
not » C1 Zi·L. "Tie
amante y primera esposa del rey ar os, ~121 ambnno, y eln
velista Mihail Sadoveanu. ComoJoven
., cnado en el mundo ~
munista, loan Culianu descubno pronto que pertenecía a u
larga tradición en un país donde los intelectuales servían:
mo dirigentes políticos.

En cambio, el padre de su madre, el físico y químico Pein


Bogdan, era un campesin? huérfano que hizo su carrera gn
das a su talento, a su coraJe y a su habilidad a la hora de rel
donarse. Bogdan se casó con la hija de un sacerdote ortodoxa,
una hermosa pianista formada en París. Tuvieron siete hijos,
que se convirtieron todos en médicos, científicos o abogada
Con su hirsuto bigote blanco y su vientre de patricio, Bogda»
llegó al puesto de rector de la universidad en 1927.
Su cuarto retoño era una chica divertida y dotada de talento.
Menuda, morena y agraciada, Elena Bogdan era incondicional-
mente fiel a sus amigos y a la familia. Obtuvo un doctorado
una cátedra en química inorgánica, y desarrolló también
gran interés por la fotografía. Sus álbumes de fotos captaban
un mundo de excursiones a los prados del valle Jiu, al castillo
medieval de Hunnedoara o a las playas de Constanza. Sus ant
gas posaban con las faldas remangadas o del brazo de apuest~
Jovenes con pantalones blancos. En fotografías a media luz,
ploraba la casa familiar con su sinuosa balaustrada en el pord
Y sus laberínticas habitaciones a la sombra de robles y nogal
Se decía que era la antigua residencia de la poetisa Veronit
Miele, amante del poeta nacional Mihai Eminescu. EI jardt
donde la literaria pareja se citaba en secreto, inmortalizado
sus poemas de amor, se encontraba unas calles más allá.

70
Los años veinte trajeron unperíodo de libertad, inquietud y
ciente riqueza. Tras la desintegración del Imperio austro-
cre
húngaro, la Gran Rumania aumentó de tamaño en un tercio,
e.

¡levada a desempeñar el papel destacado que tanto tiempo ha-


1fa esperado. Una oligarquía contribuyó a financiar la cons-
tuucción de ferrocarnles y fábricas, mientras los campesinos re-
ién hacendados sufrían por los onerosos intereses bancarios.
Artistas de vanguardia como el escultor Constantin Brancusi,
el dramaturgo Eugene Ionesco y eljoven novelista Mircea Elia-
de impulsaron la cultura al siglo XX mientras ensalzaban lo
mejor de su pasado tormentoso y único.
Sin embargo, las tradiciones democráticas nunca llegaron a
arraigar realmente. El antisemitismo se desarrolló cuando mi-
llones de personas pertenecientes a minorías étnicas se unie-
ron a la nación en sus nuevos territorios. En la Universidad de
lasi, un carismático estudiante, Corneliu Codreanu, fundó un
movimiento fascista llamado inicialmente Legión del Arcángel
Miguel, y más tarde la Guardia de Hierro. Uno de los movi-
mientos fascistas más antiguos de Europa, la Guardia de Hierro
pedía una nueva política y un «hombre nuevo», moral y étnica-
mente puro. El nacionalismo místico de la Guardia de Hierro
atrajo a muchos de los jóvenes intelectuales descontentos con
la corrupción social, incluidos los jóvenes escritores E. M. Cio-
ran y Mircea Eliade. Evolucionando hacia lo que el politólogo
Vladimir Tismaneanu denominó «la expresión más clara del
antisemitismo nacional en Europa del Este», la Guardia de Hie-
rro recurrió a una «temporal alianza entre la plebe y la elite».
Como rector de la universidad, Petru Bogdan se enfrentó a
la influencia de la Guardia de Hierro tanto en el profesorado
como entre los alumnos y actuó como mediador en los cada
vez más violentos conflictos entre los seguidores de Codreanu
Y los estudiantes socialistas y comunistas. La universidad tuvo
que cerrarse dos veces. Cuando el país se inclinó hacia la alian-
za con las potencias del Eje, Bogdan se hizo célebre por haber
defendido a unosjudíos de Iasi blandiendo su bastón de pomo
de mármol frente a los agresores.

71
En ese contexto, Elena Bogdan empezó a frecuentar al h¡
• .
c.
1 mas
de 1 la taml1a
' 1·mportante de Ia~1. Sergm Cuhanu teni·a
un
. frá .1 porte militar y gafas redondas. A causa de su saiuct,
fis1co g, 1di1a,ba c álcu1 o dtferen
.
, do de París donde estu .
hasía
b regresa ' • Ic1a]
o en la Sorbona. Padeció asma y mas tarde, bajo el g
avanzad . C d I . o.
b.1emno comunista tuberculosis. on . uc1a por ] as1
:. un vieio
y
Ci
troen-. que hizo de él todo un personaje en el vecindario.
, Cuan.
do se detenía, el motor chisporroteaba y mona, a _menos qu,
su hermano Henri bajara a arrancarlo con la manivela. Al lle-
gar a casa, Henri o Sergiu saltaban fuera del coche en marcha
espantando gallinas al abnr de golpe la verja.
Durante el verano de 1938, Sergiu y Elena se aficionaron ai
a nadarjuntos a un río cercano. Un día, se quedaron hasta tar.
de con la hermana de Elena y tuvieron que tomar un pequeño
coche de caballos para volver a casa de noche. El coche era pa
ra dos personas· y, después de muchos cambios, Elena acabó
sentada sobre las rodillas de Sergiu.
-¿No te hago daño? -preguntó, riendo.
-¡Aún no! -exclamó el.
Dos años después, estaban casados.

En 1938, el rey Carlos mandó asesinar al apuesto yjoven


Comeliu Codreanu. La Guardia de Hierro de Rumanía encon
tró su momento propicio en la violenta reacción pública. Se
alió al dictador militar Ion Antonescu, que arrebató el podera
Carlos en 1940. Sin embargo, en pocos meses, Antonescu y su
nuevo aliado AdolfHitler decidieron que la Guardia de Hierro
constituía una fuerza demasiado inestable para controlarla.
Encallada en su sangrienta mitología, la Guardia de Hierro
«trajo a la política rumana un culto a la muerte», escribió el
historiador Vlad Georgescu. Cuando sus miembros fracasaron
en su intento de destituir a Antonescu, desahogaron su fnus
tración en violentos pogromos. Lo que había empezado corno
un movimiento de orgullo nacional se convirtió en algo e"
vuelto en el silencio de la historia. Un periodista americano in·
forma de que, en Bucarest, los judíos eran asesinados en un

72
dero de ganado vacuno, y sus cuerpos pendían de los gan-
~::para carne. Enjunio de 1941, la Guardia de Hierro llevó a
bo un pogrom en su cuartel general de lasi'. Como fiscal del
ca bierno, Henri Culianu recibió amenazas de muerte de los
',_,as guardistas a quienes perseguía.
¡nlSEn medio de las turbulencias de Europa, la historia de ese
holocausto quedó desconocida para la mayor parte del mun-
do. Después de 1942, la política del gobierno oficial de Ion An-
tonescu trajo como consecuencia una pérdida aún mayor de
vidas, con la muerte de entre 250.000 y 300.000judíos y decenas
de miles de gitanos. La Guardia de Hierro siguió actuando por
su cuenta con el asesinato del historiador Nicolae Iorga, que
inicialmente había sido simpatizante.
Poco después, los avatares de la guerra se volvieron contra
Alemania, y el hijo del rey Carlos, Miguel, derrocó a Antones-
cu. En 1944, Miguel, tras cambiar de bando, declaró la guerra
del lado del Eje. Los soviéticos ya estaban avanzando hacia lasi
desde el este. Petru Bogdan, de setenta y dos años, director de
la Real Fundación Cultural de Iasi y de la biblioteca universita-
ria, tuvo que salvar a su familia y los valiosos manuscritos de la
universidad.
En casa, sus hijas seguían los partes radiofónicos acerca del
avance de las tropas soviéticas, mientras Bogdan entablaba los
vanos de la biblioteca universitaria. Los trenes que salían de
lasi iban atestados de mujeres y niños que huían. Cuando Bog-
dan hundió el último clavo en su casa, la familia se precipitó
hacia la estación de ferrocarril. En medio del caos se elevaban
polvaredas mezcladas con los olores de los cuerpos, la muerte
Y el miedo. Los ladrones robaban las pertenencias de la gente
que se metía como podía en los últimos vagones. Entre los gri-
tos Y las maldiciones se oía el zumbido de los aviones soviéti-
cos. Bogdan consiguió meterse con su mujer y sus tres hijas en
el último tren.
1
Aron Hirt-Manheimer, introducción a Jagendorf's Foundary, de Siegfried
Jgendorf, HarperCollins, Nueva York 1991, págs. xxii-xxiii.

78
Durante la segunda noche que pasaron en un pequeño A
tel en Transilvania, Petru Bogdan muno mientras donnfa,
siblemente con la sensación de haber salvado a su familia á{
última sacudida de un siglo agitado. Pero · , . en veinte meses el
1
Partido Comunista, apoyado por os sovtucos, tomó el Pa,
mento rumano. Antonescu fue interrogado y torturado en j
sia, y finalmente fusilado por un tribunal militar. La mejor e
peranza del país, el rey Miguel, tenía veinticinco años y, sin
respaldo de los aliados, abdico. Los soviéticos impusieron u
gobierno comunista, confiscando a familias como la de lon
Bogdan casi todo lo que poseían. El día en que la ley que 4
cionalizó» su casa entro en vigor en Iasi, el 5 de enero de 1950
Elena dio a luz a su segundo y último hijo: Alexandru Ioan P
tru Culianu.

Nacido tarde en la vida de sus padres, loan Culianu era el


producto de un esfuerzo consciente por continuar el linaje fa.
miliar. Su madre tenía cuarenta y dos años, y su hermana le
llevaba cuatro años. Le pusieron Alexandru por un célebre
pariente, Alexandru loan Cuza, héroe del movimiento nacio
nalista del siglo XIX. El niño tendría así un grandioso destino
que cumplir.
La casa del número 13 de Strada Sfintul Athanasie (calle
San Atanasia, así llamada por la iglesia familiar) era mucho
más pobre de lo que había sido en otros tiempos, pero seguía
siendo imponente. Su característica más llamativa era el largo
y sinuoso porche con la balaustrada labrada, que dominaba un
enorme nogal que había plantado el bisabuelo de Culianu. De-
trás de esa casa había otra, más grande, de ladrillo, que tan
bién había pertenecido a la familia, donde su bisabuelo había
participado en la fundación de la francmasonería, una institu
ción que contribuyó a la constitución de la nación en el siglo
. Había en lasi otras casas de la familia, habitadas por pa
XIX. .
nentes mayores que, con sus manías aristocráticas, proporco
naban un terreno fértil para el mundo imaginario del niño,
«Esa casa era un paraíso», dice su primo Miron Bogdan, un o-

74
;1;ta de pulmón formado en París. «Allí, durante las vaca-
p.ec1~1s conseguíamos
., dtetener 1la h.ustona.»
.
ciones, 1, E, ·¡15. l
La historia, para a ,ami 1a, era o que el Stephen Dedalus
Ulsses llamaba «una pesadilla de la que intento despertar».
de 'J
El gobierno fi ., en «cuatro h 1abitaciones
los confinó b' . cargadas de
a tapicena en descomposición», escribe Culianu. Vivían
l
olor . d I Siecuritate,
.
en la pobreza y el] miedo a la la policía secreta de
formación soviética. En esa época eran corrientes los golpes en
las puertas por las noches, las desapariciones, los simulacros de
juicios, la cárcel, los trabajos forz ados y la muerte. Al no per-
mitírsele tener un trabajo, Sergiu Culianu se retiró a una casa
aparte donde se dedicó a sus problemas matemáticos. Toda la
carga de la familia recayó en sujoven hijo.
El muchacho fue criado por tres mujeres: su madre, su tía
Ana Bogdan, profesora de medicina expulsada en 1950 por los
comunistas, y su aya, que llevaba treinta años en la familia. Los
niños la llamaban Manea. Impulsado por su ardiente deseo de
éxito, loan era un niño brillante y divertido. Al no poderjugar
con otros niños, se distraía con juegos solitarios en el jardín.
La vida era difícil sin un padre. Una vez, cuando tenía tres
años, el niño se apoyó en una mesita y se deslizó hasta un ex-
tremo, señalando una foto de su padre. «¡Nene!», dijo, llamán-
dolo con un nombre de su invención. «Nene» se convirtió en
el apodo de loan.
Admiraba a su hermana mayor, Tess, compartiendo su críti-
ca a las pretensiones aristocráticas de su madre y pasando con
ella de la pasión familiar por las ciencias a la literatura. Juga-
ban en las pocas habitaciones en que la familia había quedado
relegada: la cocina, el salón, un vestíbulo con una enorme es-
tufa y un dormitorio con el techo alto y abovedado. A pesar de
que la familia compartía la casa con unos trabajadores, seguía
siendo un lugar misterioso, con ventanas abriéndose de repen-
te con la brisa vespertina.
Pese a la poca calefacción, su madre procuraba evocar los
buenos tiempos de la familia en Navidades. Los niños canta-
ban villancicos alrededor del destartalado piano. Por las no-

75
h l·ban
chies,
de puerta en puerta cantando.
:. d Llevaban medall IOne,
de pasta de papel hechos con tamices le panadero, cada un
clavado en el extremo de un palo y decorado con espejos y
trellas. Eso estaba prohibido, pero se salían con la suya por:;
niños.
En el centro del medallón más grande había un icono d 1
Nacimiento que conservaban todo el año en el desván. Ir~
desván a buscar las decoraciones navidenas era en sí toda un
aventura. Encontraban ropa vieja de parientes ricos y la tua4
formaban en disfraces para representaciones de teatro. Encon.
traban fotografías de fastuosas bodas, con mujeres que lleva.
han los hombros desnudos y vestidos de tafetán, y hombres
con galones y monóculo en medio de esplendorosos salones de
baile.
Una vez, descubrieron en el desván un viejo libro de cocina
que había pertenecido a la familia durante generaciones. Era
enorme y negro, y olía a polvo y papel reseco. En su interior
descubrieron notas de sus abuelos metidas entre las páginas
amarillentas, en que daban instrucciones a los sirvientes acerca
de lo que había que ofrecer en los banquetes a finales de siglo:
exóticos pasteles, y asados como pavo a la miel o lechón. Las
notas daban incluso consejos sobre cómo matar y trinchar los
animales. Entre los pasteles estaba el scutece. Había pastas de li-
món con nueces y cuatro tipos de galletas con uvas pasas, mer-
meladas, coco rallado, semillas de amapola, miel o nueces del
jardín.
Manea era un auténtico chef, y se había formado en el mo
nasterio donde la familia veraneaba. Tenía unos hermosos ojos
verdes y llevaba un gorro de terciopelo negro en forma de pas
tillero, con su uniforme negro. En casa dirigía la educación re-
ligiosa de los niños, así como las comidas de fiesta. Por Navi-
dad, comían lengua de vaca con aceitunas y salsa dorada de
cebollas, míncare rece de iepure, o estofado frío de liebre, y el pla
to favorito de loan: pavo con uvas pasas, uvas y tomate. _
Nochebuena era el único momento del año en que los niño°
tenían permiso para entrar en la cocina a decorar sus propios

76
teles. La casa se llenaba de aromas de mermelada de grose-
:negras, nueces y manzanas al horno. Era todo un ritual pre-
la masa dándole cada cual una forma diferente con la
P",, Ae 1os moldes de barro familiares. Los niños glaseaban
ayu
1,
. b· d 1 1o que quisieran.
galletas escribiendo . . Nladie
. podía mirar
~entraS las obras iban al horno, cubiertas con paños de lino.
mi Pero la familia no tenía dinero. Lo habían perdido todo. La
adre y la hermana de loan pasaban horas cada noche re-
mi d ¿ ..

mendando las carreras e su umco par de medias de nailon.


Como mucha gente, sus padres vivían atemorizados y, durante
las vacaciones, no recibían demasiadas visitas, ya que obser-
var las tradiciones era susceptible de castigo. Pero conocían las
tradiciones. loan y Tess aprendieron que todo tenía un signifi-
cado sagrado, otro nivel de amor, otra forma procedente de un
mundo profundo y oculto. La cocina y la celebración de la fies-
ta les hizo ver que el sustento de la vida no es una simple cues-
tión de alimento.
Sabían que lo que se les decía en clase era falso. El maestro,
por ejemplo, llamaba «Abuelo Frío» al «Abuelo Navidad», y su
retrato era un espantoso símbolo laico. El maestro trataba de
disuadir a los niños de que mantuvieran las tradiciones. Pero
algunos profesores las defendían. Todo el mundo vivía en más
de un nivel.
Por las noches, Manea les contaba historias de las fábulas de
Esopo, El libro de Alejandro -un relato ficticio de las conquistas
de Alejandro Magno- y La vida de los santos. Mientras escucha-
ba con su hermana, Nene iba embelleciendo las historias. Se
inventaba santos, como uno que vivía colgado de un árbol de
modo que sus pies nunca tocaran el suelo. Tess se burlaba de las
doncellas que se escondían en las cuevas de las montañas, uti-
lizando conjuros para protegerse de los lascivos turcos. Imper-
térrita ante sus risitas, Manea les habló de una joven que fue
seducida por un demonio que la golpeó con su larga Y fría co-
la. Dejaron poco a poco de reír cuando el aya describió el des
tierro de la joven, con su hijo-demonio, a la montañas, Y cómo
vagaron por inhóspitos parajes como si fueran animales. La

77
voz exaltada de Manea se elevaba en la oscuridad, tiñendo ,
sueños.
En una de las habitaciones había un tío suyo, un gran mat
mático que vivía postrado en un catre, munendo lentamente d
las inhalaciones de gas que había padecido durante la Segun4,
Guerra Mundial. Su único placer en esta vida era su fiel pen
labrador, Dag, que se pasaba el día tendido a sus pies. La fani,
escribió a especialistas acerca de su enfermedad: era un caso in.
curable. Completamente lúcido, iba consumiéndose delante de
loan, que le traía los problemas matemáticos que le enviaban
sus colegas y sostenía los libros a la altura de sus ojos para que
pudiera leer. loan cuidaba especialmente de Dag, lo llevaba a
pasear, le daba de comer, se levantaba temprano cada mañana
para cepillarle el pelo. Un día, uno de los inquilinos decidió
que Dag había atacado a uno de sus pollos. Sacó una escopeta y,
delante de loan, mató al perro de un tiro en la cabeza.
Tess y loan fueron testigos del asesinato de un mundo. Su
padre tuvo una crisis. A medida que envejecía, dependía cada
vez más de su hijo, que venía a visitarlo solo en su pequeña ca-
sa. Cuando murió, en 1964, legó a loan una colección de cua-
dernos que contenían las fórmulas matemáticas que había ga-
rabateado en su intento de comprender el universo.
Como los herejes gnósticos que más tarde interesarían a loan
Culianu, su familia parecía ser la perdedora de la historia, y sus
tradiciones se asemejaban a la Casa Usher. Pero convirtieron su
sufrimiento en voluntad de prevalecer. La estufa ventruda y los
suelos de madera, las polvorientas y estrechas habitaciones, la
larga y sinuosa balaustrada, y los inquilinos, a veces terroríficos,
hacían de la casa un ámbito adecuado para el estudio, la refle-
xión y la lectura en la tradición laberíntica de Borges y Poe. El
ambiente de amenaza convirtió la infancia de loan en una épo
ca de aislamiento que la mayor parte de los niños no han cono-
cido. «Aprendimos que hay pocos valores de verdad en la vida»
dice su primo y mejor amigo, Miron Bogdan. «Muy pocos.

78
Mientras Culianu devoraba las historias de Dumas y de Poe
MI .: < di »
ó a tener la sensac1on e que los acontecimientos fortuitos
Ueg 1 .
fi cían respuestas a as cuesuones mas fundamentales de la
o re . , l . d
¡d. «Era el chico más relacionado que he conocido nunca, y
vjla. . •
resultaba evidente, a partir de los doce o trece años, que estaba
volucionando de un modo muy diferente del de los demás ni-
:os», observa Miron. Su vínculo con otro nivel de existencia se
hizo más evidente desde los veranos que pasaron en un mo-
nasterio de las montañas, donde loan comenzó a llenar cua-
deros con elaboradas notas astrológicas y astronómicas.
Fundado en 1808, el monasterio de Varatic, exclusivamente
reservado a mujeres, era especial porque participaba en la vida
diaria del pueblo y aceptaba acoger a familias durante las vaca-
ciones. Situado cerca de los montes de Neamt entre otros mo-
nasterios que se remontaban al siglo XIII, las tres iglesias y las
cabañas de Váratic tenían un aspecto mediterráneo, con sus
paredes de un blanco deslumbrante. En verano flotaban olo-
res de agua de rosas e incienso. Las familias que pasaban allí
sus vacaciones se alojaban en las casas azul pálido de las mon-
jas, dispersas por la ladera, con galerías acristaladas que pare-
cían sostenidas por los montones de leña que había debajo.
La familia había ido a Varatic desde que Pctru Bogdan pasó
allí las vacaciones por primera vez en 1908. Para llegar hasta
allí, había que levantarse temprano en Ia$i, tomar un tren de
vapor hasta Tirgu Neamt, cuya calle mayor, llena de barro, se
llamaba Eternidad. Allí tomaban un autobús o cursa, y se baja-
ban en una curva de la carretera para terminar el viaje en ca-
rutsa, un tambaleante coche de caballos en que recorrían los
últimos y escasos kilómetros hacia las montañas.
Miron y Nene pasaban los días vagando por el monte, des-
cubriendo las cuevas de las santas de Manea, incluido el tran-
quilo lugar donde quinientos años atrás se ocultó su tocaya,
8:tnta, o santa Teodora, para escapar a las tropas turcas. Cono-
can el paisaje de memoria, así como los nombres de las flores,
Como la de la zanahoria, condurayi o «zapatos de princesa» y la
de flox, los de las piedras, rocas, arbistos, pinos y de los ciervos

79
que huían espantados cuando pasaban. En el fondo del 1
que, encontraron unos minúsculos monasterios y ennitas
guos. A veces intentaban, como los magos del Renacimien
a:;
comunicarse mutuamente los pensamientos por telepatía. j

los catorce años, tenían una sensación


, derbtotal libertad
. sin ;1n.
d
guna responsabilidad. Nada podía pertur ar su aislamiento, n;
siquiera las amenazas que atormentaban a los adultos.
Al anochecer, charlaban con los mayores, que los ponían e
contacto con la historia a través de las conversaciones. Much~
de ellos eran destacados profesores, algunos aún en activo
otros se habían visto forzados a abandonar sus plazas univens;
tarias. Invitaban a los niños a unirse a sus debates intelectuales.
En esas discusiones, Miron y Nene descubrieron el claroscuro
de la vida en el comunismo. Su tía Ana y un tío, ambos docto-
res en medicina, dirigían las excursiones veraniegas. Ana era
una disidente perseguida; en cambio, el tío era un alto cargo
comunista (más tarde sería el médico personal de Nicolae
Ceausescu). Sin embargo, en Váratic, preparaban juntos las
meriendas para llevar, asignaban las literas y dejaban a un lado
sus distintos caminos.
Un verano, en el monasterio, la madre y la tía de loan pi-
dieron a su prima de dieciséis años que no hiciera ruido. «Ne-
ne duerme durante el día y trabaja toda la noche.» Durante el
desayuno, loan se fijó en ella y empezó a cortejarla. Le hablaba
de astrología y de magia mientras andaban por los senderos
bordeados de pinos y de abetos, y de los filósofos del Renaci-
miento que entendían los modos en que la mente puede ser
manipulada. Al anochecer, se sentaban en el balcón de alguna
de las casas de las monjas, contemplando la puesta de sol y las
volutas del humo de la cena. Entre caladas al cigarrillo, loan le
contó cuál era su ambición secreta. Algún día, dijo, seré un
profesor famoso en Occidente, tendré una casa y un pequeño
deportivo rojo. Algún día.
Tras acabar el instituto con la nota máxima, soñaba con es-
capar de Rumanía.

80
Los años universitarios, 1967-1971

1967 fue un buen año para los Beatles, para Michel Fou-
cault, para mí, e incluso para Ceauescu.
l. P. Culianu, «Euforisme», Lumea Libera, 1990

Culianu escapó de lasi en 1967 a la Universidad de Bucarest,


donde ingresó en la facultad de Lengua y Literatura rumanas.
Su elección de «facultad» o de disciplina era sorprendente, vi-
niendo de una familia enteramente dedicada a las ciencias. La
literatura rumana parecía una especialidad menor (salvo en
Rumanía), para estudiantes descontentos o para los que mar-
caban época. Sin embargo, fue en ese grupo de 103 alumnos
donde Culianu encontró sus mejores amigos, y todos ellos hi-
cieron una carrera intelectual brillante.
En Bucarest, su familia tenía muchas relaciones, y sus pa-
rientes seguían viviendo en mansiones, en algunos de los me-
jores barrios. Su primo y mejor amigo, Miran, se había criado
allí. Pero, pese a sus deseos de escapar de lasi, a Culianu le re-
sultó muy dificil adaptarse a la vida en Bucarest. Iasi era una
ciudad de provincias en que, a pesar de todo el sufrimiento de
la familia, los apellidos Culianu y Bogdan estaban cargados
de prestigio y de relaciones. En Bucarest, era uno más. Ciudad
oriental, equidistante de Estambul y de París, Bucarest era su-
c•~~ ruidosa, corrupta, abrasadoramente calurosa en verano,
gélida y húmeda en invierno.

81
Al principio, vivió en las residencias estudiantiles ¿
- t" a varias estaciones de tren ..:. del campus princ;pal
Grozáves[1, ] ¡,

Compiejo1 • de monolíticas torres estalinistas, (os edificios


.• p 'are-·
cían más que nada un proyecto para la construcción de vive4.
nx La luz venía de una bombilla desnuda que
das en el Bro · ,
d, de un cable enganchado al techo. biSolodhabía agua ca-
pentra
liente una hora al día, y esa hora iba cambiando. Como en el
Londres de Sherlock Holmes, la polución y la humedad de la
ciudad producían volutas de espesa niebla que descendía súbi-
tamente sobre la ciudad ya apagada, de modo que uno no veía
nada más allá de dos metros. Años después, Culianu recordó
su sensación de aislamiento: «La única manera que se me ocu-
rre de explicarme cómo más tarde conseguí triunfar muy rápi-
damente en la adaptación a ámbitos extraños y lejanos, en mi
continuo aprendizaje de lenguas desconocidas y difíciles, es
por el trauma que sufrí a los 1'7 años, cuando me fui de lasi a vi-
vir a Bucarest. Esa experiencia fue más dificil que todas las de-
más... »2. Más adelante experimentaría una soledad dolorosa
en el verdadero exilio, y es sorprendente que se sintiera tan so-
lo en una ciudad que no se encontraba a más de seis horas de
tren de casa.
En la universidad, loan se mostraba introvertido y concen-
trado, un «fanático del trabajo», dijo su primo Miron. Colgaba
en su puerta un cartel de «No molesten» cuando se quedaba
toda la noche estudiando. Sus amigos aprendieron a respetar
esa señal. En parte, cumplía con la tradición familiar, y en par-
te se rebelaba contra la exclusiva dedicación familiar a las cien-
cias, pero, por encima de todo, se sentía impulsado por un su~
ño grandioso.
En un curso introductorio conoció a dos estudiantes que se
sentaban enfrente de él y respondían con sonrisas cuando él
hacia muecas de desprecio hacia las clases de tercera catego
ría. Silviu Angelescu era un rival mayor que él y con cara de ni-

'loan Culianu, •Euforisme», LuJMa Liberá, 16 de septiembre de 1990,


Pág. 13.

82
o. Serban Anghelescu era más relajado y despreocupado; le
·. n el apodo de Bula por el payaso del folklore urbano
pusiero ...:..: 1 d
comunista. AJ pnnc1p10, os os encontraron al delgado y ten-
lianu clarividente y cerrado. Al final, su amistad fue fra-
so e u» did. di :
guándose con encen I as 1scus1ones acerca de los nuevos es-
critores europeos, cuyos textos llevaban clandestinamente a
clase. . e • d 1 ,
En ediciones piratas ,otocop1a as, eían las subversivas
obras del antropólogo Claude Lévi-Strauss, del historiador y
critico Michel Foucault y del psicólogo Carl GustavJung. Te-
nían la suerte de estudiar en una época de relativa libertad en
la que podían encontrarse esos libros. Animados por algunos
profesores, seguían las nuevas tendencias del pensamiento eu-
ropeo como la hermenéutica, o arte de la interpretación, las
nuevas teorías literarias y el psicoanálisis del mito, desafiando a
la yerma versión comunista de la realidad.
Lo que es más importante, descubrieron a la ignorada ge-
neración anterior de artistas y escritores rumanos como Mir-
cea Eliade, Eugene onesco y Constantin Brancusi. Con su
«tremendo deseo de crear», esos pensadores habían trabajado
en primera línea de las vanguardias europeas, durante los años
veinte y treinta. Se convirtieron en modelos a imitar, ofrecían
la estimulante sensación de que Rumanía tenía un importante
papel que desempeñar, compitiendo tanto con el misticismo
oriental como con el racionalismo occidental. Pero de todos
los radicales de esa generación, quien más los cautivaba era el
joven, apuesto, aventurero y barbudo Mircea Eliade.
Eliade pasó la vida explorando la moderna sensación de
pérdida de lugar de la humanidad y buscando los símbolos o
pautas inconscientes en que se basa el comportamiento huma-
no. Pero era la total aventura de su vida -sujuventud como es-
critor de narrativa fantástica, sus viajes a la India en busca de
los secretos del yoga y del erotismo, su trabajo como agregado
cultural en Lisboa su obra como escritor en París y, finalmen-
e, como especialista en religiones en Chicago- lo que más ins-
piraba a loan Culianu.

83
Culianu y sus amigos leyeron a Eliade en una época en
que
.b os se podían encontrar en e d.·
1c1oncs
f
rancesas, en
sus l1r di ibl pe-
q uen- as librerías. Entre los textos 1spon1 es estaba el dia .
:. b ·1.- Uo
que dirigía, Zalmoxis, y estudios sobre rengones como Aspeca,
del mito y la mitología y El mito del eterno retorno. Esos libros cau..
ron mucho efecto en Culianu, igual que El guardián entre el cen
teno de Salinger O En el camino de Kerouac arrasaron en unag
neración similar de jóvenes americanos. Eliade era no
unos de los intelectuales más completos y atrevidos de la di:
sór
pora rumana, sino que se dedicaba exactamente a las cuestio
nes que más fascinaban a su joven seguidor: ¿Qué es exacta.
mente la religión? ¿Hay alguna lógica profunda en los mitos
universales como la resurrección, o el alma eterna? Culianu
compartía otros intereses con Eliade: el pensamiento renacen-
tista, la literatura fantástica, las religiones indias, incluso las
pautas del comportamiento animal. Pero, por encima de todo,
eljoven estudiante lo veneraba como a un hombre que vivía sus
ideas; Eliade no se limitaba a estudiar a los místicos hindúes,
por ejemplo, sino que prácticamente se convertía en uno de
ellos. Culianu encontró en Eliade la única guía que podía ense-
ñarle lo que él quería y más: «Su imagen de lo que debía ser un
hombre venía de los libros de Eliade», diría más tarde su ex mu-
jer, Carmen Georgescu. «Un visionario, un héroe dotado de un
destino especial que ve los símbolos que no podemos ver. Mo-
deló su vida como la de un héroe de ficción de Eliade.»
Como estudiante universitario, obsesionado por el fracaso
de su padre y su grandioso concepto de sí mismo, vacilaba en-
tre las humanidades y las ciencias. Leer a Eliade lo ayudó a su-
perar su «crisis de identidad», como explicó más tarde a un en-
trevistador, describiendo su decisión de estudiar la historia de
las religiones a pesar de que esa disciplina estaba prohibida en
Rumanía. «Yo diría que estoy vinculado a Mircea Eliade por la
totalidad de mi existencia.»'

'Ioan Culiam1u, cntrevistado


. , tia-
por Andrei Oisteanu, en «loan Petru Hw

84
·anu era probablemente el mejor alumno de la universi-
Cull - d . d l
dad en cincuenta años, a 1ecr 1e los profesores, y por esa ra-
, su segundo curso, se le concedió el traslado de Litera-
zón, en Re; <. l .
mana a Italiano y e 1gion en e Renacimiento, el tema
+e..

tura uR d" . ..
de Eliade, tras pasar un ia entero exammandose. Encabezaba
uel entonces a un grupo de alumnos destacados que in-
por, ªqa Miron, ~rb an, s·1 1viu, . as1.. como a D 'umitru
· Radu Popa
1
clu1a ..:. 15. '
rimo segundo, bajito y 1sto, cuyo abuelo había sido deca-
su pde la Escuela de M.d 1
e 1c1na, y a atormentado Victor Ivanovi-
no Cali
ci, que rivalizaba con ulianu como mejor pensador del gru-
po. Por último, había un delgado y autodidactamístico del
rock and roll, Dorin Zahana. Aunque Donn Zahana nunca iba
a clase, los demás acudían a él, junto con Nene Culianu, para
que dirigiera sus discusiones socráticas sobre Dios, el más allá,
la filosofía india y el zen, que acababan en risas avanzada la no-
che.
El mundo era para ellos unjuego gnóstico dirigido por pro-
fesores incompetentes y chocarreros. A petición de Culianu,
todos se pusieron nombres falsos: el crítico Radu se llamó Rhe-
toricus Ethicus; Dorin Zaharia, Chubby, por Chubby Checker.
Para celebrar sus raíces griegas, Culianu se puso el nombre de
Hermano Ellis, por Hellas. Formaron un grupo literario Jlama-
do Atlántida y gastaban bromas a sus profesores inventando
elaboradas citas bibliográficas falsas en sus artículos, o desa-
fiándolos en clase a comentar nuevos textos sobre deconstruc-
ción o hermenéutica. Un día, un profesor aceptó el reto de
Culianu: «No conozco este libro de Lévi-Strauss», dijo. «¿Que-
rría explicarnos, a la clase y a mí, de qué tuata?» Se llamaba Ion
Coja. Su aparente candor le granjeó las simpatías del grupo,
igual que las mereció el apoyo de otrosjóvenes profesores. De
vez en cuando, los invitaban a las fiestas.
El grupo se reunía en el vestíbulo o en el bar de estudiantes,

nu -A Traveller to thc World Beyond», Romanian Review, n.910 (1994), pág.


37, raducida y adaptada de «loan Petru Culianu: Rcconstituiri in domeniul
mitologiei roman esti», Revista de Istore si Teore Literará 3, Bucarest 1985.

85
charlando y bromeando, leyéndose unos a otros sus artícu]
sus poemas y sus relatos. Intercambiaban libros, algo exc
nal dado que resultaba tan dilíc fi il·¡ conseguir
. b1 -1o-
obras de autores
extranjeros. Aprendie ron que nngun regamen, por poderoso
que fuera, podía impedir a alguien pensar. Participaban en se-
minarios y mesas redondas, cuidando de no competir entre
ellos por los mismos premios. Cuando uno de ellos ganaba al-
gún galardón, tenía que costear una enorme celebración que
bien podía durar hasta la mañana siguiente. ,
De todos ellos, Culianu era el mas inestable. Podía pasarse
tres O cuatro días encerrado, alimentándose sólo de miel y le-
che como parte de su ascetismo hindú, trabajando en lo que
sería su tesis de trescientas páginas y que acabaría convirtién-
dose en su libro Eros y magia en el Renacimiento. Se mudó varias
veces. Después de su primer año, se instaló en una casa fami-
liar, en el número 23 del Bulevardul Dacia. Vivió al lado de su
primo Miron, y luego en la ornamentada casa de una tía suya
que había salvado de la nacionalización. Encontró por fin el
lugar perfecto en casa de la madre de su amigo Silviu, una
buhardilla con su propia entrada por la agradable y antigua ca-
lle trasera, Strada Turda. La mantenía tan fría en invierno que
exhalaba vaho al respirar. Tenía pocas posesiones aparte de
una cama plegable, con montones de libros encima, y su má-
quina de escribir. Dormía en el suelo y practicaba el yoga du-
rante varias horas cada día. Se negaba a matar animales, de
modo que su habitación se convirtió en un auténtico santuario
para los ratones y las hormigas.
Empezó a estudiar sánscrito con el profesor Prabadh Vidya-
sagar. loan encontraba en cada detalle de su vida un significa-
do oculto, y le pareció decisivo que Vidyasagar -el único profe-
sor hindú de toda Rumanía- hubiera estudiado en el mismo
monasterio del Himalaya que Eliade. «No puede ser una coin-
cidencia», dijo a su hermana.

En la sala de lectura de la Universidad de Bucarest, con sus


imponentes Y majestuosos ventanales, y su frío y sucio suelo de

86
loan Culianu estudiaba a los filósofos y magos del Re-
madera,
:. ·nto Marsilio·¡1; F"· 'icino (El mrabro
de la vida)
· y Giordano Bru-
nacimte -a) libi <
no (El arte de la memoria en 1ros aun no prohibidos por el go-
. . Llamarlos magos y filosofos era equívoco, ya que no
bierno. ··5mas y las de la moderna
cían límites entre di:h 1c. as di1sc1p
cono . . E , ,
logía o la c1enc1a pura. ncontró aquí la posibilidad de
psuco ·¡f d; . .. :
rebelión justificada, no exteror, sino interior. Ficino y
una R ..
Bruno eran famosos cn elI {enacimiento, solicitados por reyes
pero perseguidos por la Iglesia, y desde entonces casi olvida-
dos. Las ideas de Bruno sobre lo imaginario darían forma a la
magnificencia simbólica de la corte de la reina Isabel I, e in-
cluso a la arquitectura del teatro Globe de Shakespeare.
Escribieron acerca del poder del individuo para percibir las
leyes del mundo natural y plegarlas a su voluntad. Prepararon
el camino para el asalto de la ciencia al mundo de la fe. Era un
nuevo y revolucionario poder del individuo en la historia, co-
mo escribió otro filósofo, Pico della Mirandola: «Tú (...) que
no te ves restringido por límite alguno, de acuerdo con tu libre
albedrío, sustituirás por ti mismo los límites de la naturaleza».
Al acabar su trabajo, entrada la noche, loan caminaba por las
calles, con el pulso latiéndole aceleradamente, viendo siluetas
moverse en las sombras, tratando de entender la forma de do-
minar un mundo metafísico que la historia había olvidado des-
de hacía tiempo.
De vuelta a su minúscula habitación con su única lámpara,
su ventilador y su ventana, que daba a un imponente olmo, ha-
cía experimentos con los sistemas de memoria de Bruno, cons-
truyendo en su mente una compleja estructura de símbolos as-
trológicos y cargándolos de poderes eróticos. Hablaba de esas
tentativas con humor e ironía, pero se las tomaba muy en se-
no. Cuando pasaba por delante de su habitación a las tres o las
cuatro de la madrugada, su amigo Silviu veía con frecuencia la
luz encendida.
. _ El interés de Culianu por la magia no era sólo una subver-
s1on de la realidad comunista; también le proporcionaba una
vía de escape. Como James Joyce, que había sentido la misma

87
fascinación por Bruno y Pico della Mirandola, Culia nu encon-
tró en la magia una liberación potencial de todas las formas de
poder, incluso de los límites del tiempo Y de la identidad. En
su afán de obtener una beca para estudiar las tradiciones de la
Cábala en Israel, Culianu empezó a trabajar en Eros y magia en
el Renacimiento, gracias al cual acabaría consiguiendo una beca
del gobierno italiano.
Trató sin éxito de encontrar los artículos de la época estu-
diantil de Eliade, en los años veinte. Necesitaba llegar a Eliade
no sólo intelectualmente, sino también fisicamente. Armándo-
se de valor, Culianu envió a Eliade sus dos ensayos sobre el Re-
nacimiento. Uno de los ensayos, «Giordano Bruno y la coinci-
dencia de opuestos», se correspondía con una obra del veterano
estudioso sobre el dualismo y la idea de que el universo estaba
determinado por oposiciones binarias como el bien y el mal, la
luz y la oscuridad. Parecía un gesto condenado al fracaso, ya
que en la Rumanía comunista todo el correo estaba controlado.

Sin embargo, no todo el tiempo de Culianu estaba dedicado


al estudio. En las fiestas, utilizaba sus juegos astrológicos para
seducir a las mujeres. Cuando la novia -y más tarde esposa- de
Miron conoció a loan en una casa de la playa de Constanza, se-
gún recuerda, «Nene tenía tres novias distintas. Decía "no ten-
go tiempo, no tengo tiempo", quejándose de sus líos de faldas».
Finalmente se enamoró de una chica extrovertida, Sanda
Ungureanu, conocida en la escuela por no usar maquillaje ni
perfumes, ir sin sujetador y hablar gesticulando. Juntos escu-
chaban las cintas pirateadas de los Beatles. Entre sus canciones
favoritas se encontraban «Yesterday», «Here comes the sun» Yy
«Yellow Submarine». Intentó aprender a tocar la guitarra. Otra
de sus canciones preferidas era «The House of the Rising
Sun», que pasaban horas interpretando una y otra vez, tratan-
do de encontrar en ella significados ocultos.
Buscaba a místicos y a gitanos, muchos de los cuales se cs
condían en Bucarest. Esos viajes lo llevaron a los barrios mas
antiguos de la ciudad, por callejuelas adoquinadas en las que

88
resonaban canciones de amor de los años veinte, como «Ionel,
Ionelule», que hablaban de la ilusoria y demasiado breve feli-
cidad. Una noche de invierno en que volvían a casa tarde, Sil-
viu y él encontraron en la gélida nieve derretida un billete de
cien leí el de mas valor en la epoca. Era un milagro. Discutie-
ron sobre qué harían con la pequeña fortuna. Culianu sugirió
que se gastaran la mitad en lotería y la otra mitad en libros so-
bre religiones antiguas. Pero, para comprar los boletos de lote-
ría, insistió, tenían que seguir la ley de los laberintos: girar sólo
a la izquierda. Anduvieron por el Bucarest anochecido, dete-
niéndose en quioscos que despedían la única luz en las calle-
juelas oscuras.
Nunca ganaron a la lotería, pero sus verdaderos premios
fueron los libros, que entonces parecían valiosísimos: Lart ch-
rétien primitifde Marcel Laurent (París, 1911) y L'univers, histoi-
re et description: L'E.g;ypte ancienne (París, 1839). Veinte años más
tarde, esos textos ocuparon un lugar especial en la estantería
de Silviu Angelescu, en la Universidad de Bucarest, en su des-
pacho de decano de la facultad de Folklore.

Unas Navidades, Culianu, Radu Popa y Victor Ivanovici ob-


tuvieron importantes becas. Se llevaron al grupo a celebrarlo
al restaurante Sclect de la calle Alexandru, una mediocre casa
de comidas que seguiría allí un cuarto de siglo después. El fes-
tín empezó a las dos de la tarde, con Nene y Victor proponien-
do brindis de champán barato por encima de las salchichas mi-
titei y los huevos cocidos. Siguieron con ensalada, crema de
ciorba y sopa de buey; luego, esturión y sarmale, y más botellas
de vino con cierre de metal. Entre brindis y risas, no se dieron
cuenta de que se había puesto a nevar con fuerza. Tras devorar
prácticamente todo lo que había en la carta, siguieron toman-
do unas botellas de tsuica y más vino. A las once, pidieron mas
comida. Fuera, nevaba aún más. Cuando acabaron, pasada la
una de la madrugada, vieron al salir la nieve amontonándose
sobre los coches aparcados. La ciudad yacía en paz bajo un ar-
misticio blanco.

89
Los estudiantes empezaron
. aAl
lanzar
. bolas de nieve a los Pro.
fesores, que se las devolvieron. Igu1en se puso a cantar un
llancico, y pronto los demas lo corearon a voz en gnto mien-
tras se alejaban, resbalando y patinando, por el centro d
!' :. f alMis. ±. 1el
desierto bulevar. Se detuvteron rente 1n1sten_o de Asunt0s
Exteriores, agarrados todos por los hombros cubiertos de ni
ve. Enrojecido y lagrimeante por el fno, su profesor Ion Co·
' l h. . ¡· !}a
se puso a cantar a todo pul mon e 1mno nac1ona 1sta de ant
de la guerra, «Desteapta-te, Romane» (Despierta, rumano) ucs
canto prohibido. Animó a los demás a imitarlo, gesticulan4,
hacia el guardia armado con una ametralladora, agazapado e
su garita. Era corno si la nieve hubiera unido a todo el mund:
estudiantes, profesores, trabajadores, madres, jefes de fábrica'
policías, disidentes e informadores, en un único y et11ico m~
mento de «hierofanía», o revelación. Se unieron a él con cau-
tela:

Desteapta-te Romane din somnul cel de moarte


in cart te ad@ncirá barbarii de tiranii
barbarii de tiranii!
Acum ori niciodiata, croiJl,e-# alta soartá,
la care sa se inchine si cruzii ti dusmanii
i cruzii tái dusmanii.
[¡Despierta, rumano, del sueño mortal
en que te han sumido los tiranos bárbaros,
los tiranos bárbaros!
Ahora o nunca: créate otra suerte
ante la cual se inclinarán hasta tus crueles enemigos,
tus crueles enemigos.]

De todos ellos, el más cauteloso era Nene. Los demás serie-


ron de su silencio, burlándose de él ruidosamente. Por fin se
unió a ellos cantando en latín y mirando todo el tiempo por
encima del hombro hacia las garitas de los guardias militares
que los observaban.

90
el bulevar Ana Ipatescu hacia el palacio de Ceau-
n
Tomarotando cada vez más alto. La avenida estaba comple-
$
escu, "
can . .
desierta, silenciosa .
y quieta. Las e1arol as lanzaban sus
amente obre Ja u·¡1r urna capa d e nieve,
· y Ia e ali e, normalmente
. 11d se abría, despejada,
destellos S : ante ellos. Fue, según recorda-
nimala,
..
aos después desde
nto de eutona.·
diferentes partes del mundo, un mo-
.
rney produjo otro milagro: Culianu encontró en su buzón
s:rta con sello de Estados Unidos. De la facultad de Teo
una e de la Universida
· · d d dle Ch.ucago. E so era mucno
h mas
, 1m-
·
log;:.nte que cualquier beca. Mircea Eliade le había contesta-
po ·
do, mostrándose entusiasta y amabl e.

91
«Gente morena, muy lista»

Culianu estaba preocupado por la vigilancia en la noche na-


videña de la celebración, porque ya había sido abordado por la
policía de seguridad. Muchos otros estudiantes habían sido
arrestados, interrogados y apaleados. Ya en otoño de 1969, Cu-
lianu se había distinguido como el mejor alumno de la facul-
tad de Lenguas Románicas, Clásicas y Orlentales, especializado
en lengua y literatura italianas. Un día, un secretario del de-
partamento le dijo que un representante de la policía de segu-
ridad quería hablar con él.
Pese a que 1969 había sido un año más relajado que la pri-
mera época de violencia bruta, o que los años de miseria que
vendrían después, la policía secreta era un cuerpo todopode-
roso cuyas actividades, reales o magnificadas por el mito popu-
lar, habían destruido las vidas de mucha gente inocente. La
brutalidad de la Rumanía comunista, generalmente ignorada
en occidente en aquella época, se ha comparado con la de la
Inglaterra de Orwell en 1984. Los hijos de disidentes podían
recibir severas palizas en la calle, los prisioneros políticos po-
dían ser torturados y forzados a torturar a otros, y la gente co-
Triente podía verse sojuzgada en un ambiente de «una total
censura Y un total control en la vida cotidiana por una policía
(odopoderosa», como escribió el profesor de la Universidad de
Indiana Matei Calinescu. AI mismo tiempo, el régimen tra taba

93
de buscar el apoyo de los intelectuales haciéndoles usar un
retórica pseudonacionalista. No fue una sorpresa que Cu¡· a
hubiera sido elegido: en aquella < .. secreta'anu
11 cpoca, 1 ta polucia :
tenta ba reclutar los mejores talentos de muchos campos ct· ~n-
:, :. 1b Ustin.
tos. Empezaba a ser conocido. Sin embargo, ser llamado por1,
Securitate le trajo a la memona los terrores vagamente intu;
dos en la infancia.
Se entrevistó con el agente en un aula vacía. El hombre
presentó como Capitán Ureche -«oreja» en rumano-,
Consejo de Seguridad del Estado. Era bajo, con el pelo ralo
d:
un traje azul, ni caro ni barato. Hablaron durante unos veinJ
minutos acerca de poca cosa. Ureche citó a Culianu unos días
más tardes delante de un edificio de apartamentos del centro
de la ciudad, cerca de la calle Lipscani.
Cuando se vieron ese día, Ureche lo llevó a dar una larga ca-
minata. «Dimos muchos rodeos para llegar al sitio», escribiría
más tarde Culianu, «pasamos por muchas callejuelas. Quería
impresionarme con todos esos rodeos, para hacerme creer que
nuestro encuentro clandestino era especialmente importante».
En otro apartamento, Ureche lo hizo sentarse y empezó a ha-
cerle preguntas más directas acerca de sus publicaciones y sus
amistades. Culianu le dio «respuestas extremadamente vagas».
El capitán lo animó a hablar más, a ser más abierto, sugiriendo
que, si cooperaba, conseguiría alcanzar sus metas profesiona-
les.
Unos días más tarde, el capitán Ureche llamó al amigo de
Culianu, Victor Ivanovici, el mejor alumno del departamento
de español. Aunque advirtió a ambos que no hablaran de esos
encuentros con nadie, los dos amigos se contaron todo en de-
talle, buscando una escapatoria al acoso. «No nos dejará», dijo
Victor. «Si nos negamos, sólo será peor.»

La policía secreta rumana era anterior al comunismo Y se


remontaba a la policía secreta real que había acosado a Mircca
Eliade (entonces sospechoso de haber pertenecido a la extre
ma derecha en los años treinta), o a las fuerzas policiales de los

94
:, ·s gobernantes otomanos. La versión comunista de esa
anteriores :. habí
. . ión, la Secuntate, a 1a empezado a adiestrarse ya en
instituCI :< S
<.: .:. .:
ando la Unión iovetca, presintiendo la victoria re-
1944, cu
< policías entre 1 os prisioneros
· ·
de guerra rumanos Crea '
cluto a l fil d . . . -
fi ialmente en 1948, « as 1as e la Secuntate iban crecien-
da o e ., . id
n agentes soviéticos convertudos en generales rumanos»»'.
do co! licía secreta tam 1bi6 en recuta·h b; .:
a a miembros de la Guardia
Lapo
de Hierro exiliados en Austria, ·. miles
l dl le los cuales no desapro-
haron la oportumdad de coaccionar a la misma población a
vecI ¡15. .,
la que quisieron movi izar una generac1on antes.
«La represión en Rumanía puede haber sido más dura que
en cualquier otro país satélite de la Unión Soviética en Euro-
pa», escribió el historiador Vlad Georgescu, y la Securitate de-
mostró ser un instrumento particularmente violento y leal al
imperio soviético. En los primeros años, afianzó un comunis-
mo aún inestable a través del terror puro y duro, a menudo
contra los propios miembros del Partido. Decenas de miles de
prisioneros políticos murieron en los trabajos forzados para la
construcción del canal Danubio-Mar Negro. Desde 1956 hasta
1959 el terror reapareció en respuesta a los disturbios en Polo-
nia y Hungría, con el encarcelamiento de «varios cientos de
miles» por crímenes políticos; muchos de ellos murieron en
condiciones horribles.
Hacia finales de los sesenta, sin embargo, los métodos de la
Securitate se habían vuelto más sofisticados, centrándose en el
control psicológico de la población campesina, a la que Ceau-
escu trasladaba a las fábricas de las ciudades. Dado que el país
carecía de una clase media propiamente dicha, los escritores e
intelectuales representaban la mayor amenaza para el gobier-
no. Y esa amenaza requería nuevas tácticas.
. Las nuevas tácticas estaban enfocadas a la vigilancia y la ma-
nipulación. La pasión de Ceausescu por los micrófonos ocul-
tos Y los delatores tenía su origen en la eficacia de éstos a la ho-

'Vlad Georgescu, The Romanians, Ohio Sate University Press, Columbus


1991, pág. 237.

95
ra de desacreditar a sus principales rivales. A principios de 1
t nta, la Securitate intervino la., mayor parte
sete1 l
de las con.,"
"TSa
ciones telefónicas dentro del país y...: todas as conferencias
l .In-
teracionales, abrió todo el correo internacional y empleó ;
deos y aparatos de escucha para controlar a los funcionan
del estado. La esposa de Ceausescu disfrutaba mirando ?'
cas cintas de vídeo en que agentes mascuhnos y femeninos
dudan a diplomáticos, a guardias de embajadas extranjera,
enemigos políticos. .
La contribución especial de la Secuntate a la represión mo.
derna transformaría la pasión nacional por los . mitos en pern·1-
d
ciosos e inacabables ciclos de rumores y es1nformación. Un
disidente no era tratado como un disidente, ya que, bajo el go
biero de Ceausescu, se suponía que todo el mundo tenía que
ser feliz. A los disidentes se les reservaban acusaciones falsas de
violación, homosexualidad o tenencia de drogas. A la policía
secreta «le gustaban esos medios de persuasión indirectos y
misteriosos», escribe Matei Calinescu, quien cita «casos en que
niños en edad escolar, hijos de disidentes, recibían severas pa-
lizas en la calle». Se dice que, en años posteriores, la Securitate
utilizó subrepticiamente radiaciones para intoxicar a los escri-
tores a quienes había detenido. Aunque uno no fuera vigilado,
temía estar siéndolo. Según el antiguojefe de la Securitate Ion
Pacepa, «controlar los pensamientos de la totalidad de lapo-
blación rumana se convirtió en el principal objetivo de Ceau-
sescu en política nacional». De este modo, el régimen se espe-
cializó en los vínculos psicológicos que exploraban los magos
del Renacimiento que tanto interesaban a Culianu.

A pesar del peligro, los estudiantes continuaron con sus


provocaciones, incluyendo la fundación de un instituto para
el estudio de un tema prohibido en la facultad: la semiótica, 0
el lenguaje de los signos. Conocieron a un italiano que visitó la
escuela, Mario, hijo de un rico ejecutivo, que viajaba por Euro-
pa del Este promoviendo el movimiento anarquista. Mario se
hizo muy amigo de una chica a quien conocían y empezó asa-

96
Ja. Los llevó de viaje por todo el país con una bandera
. con e». Ita en el capo de un coc he dieal (quiler.
l1r · El asunto acabó
rqu1s
a"aespacho del decano. «Fue todo muy formal», dijo Vic-
en C ndo llegamos alh, el decano no estaba, y en su silla es-
tor.
«t ua
ba Vreche.»
"Blando con cada uno de los alumnos por separado, Ure-
che 1e s dio diferentes 1numeras de teléfono para que lo mantu-
. n informado de as actuv ades de sus amigos, sobre todo
. ºd
viera 1,:. ·: d :
de cualquiera que expresara la intención le salir de Rumanía o
d criticar su gobierno. «En su deseo de no contrariarlo ni pro-
4+o», escribiría más tarde Culianu, «en el espacio de unos
eses llamé una vez, para decirle que... no tema nada que de-
m ] .
cir». Cada vez que se reun1an, e nesgo aumentaba. Si hacían a
uno una propuesta y se negaba, podía ser expulsado de la es-
cuela. Por aquella época, un amigo dijo a Ivanovici que, si in-
gresaba en el Partido Comunista, Ureche tendría que dejarlo
en paz. Los estudiantes leyeron que, según una nueva ley, un
miembro del Partido no podía ser interrogado por la policía se-
creta sin autorización del secretario del Partido. Resultaba muy
tentador. Muchos de sus amigos se hicieron miembros del Parti-
do en aquella época. Convertirse en miembro era fácil. Ceauses-
cu había anunciado recientemente su independencia de la in-
fluencia soviética, y algunos profesores los animaban a tratar de
cambiar el sistema desde dentro. Pero otros muchos no entra-
ron en el Partido. Hacerlo hubiera sido firmar un pacto con el
diablo que habría destruido a la generación de sus padres.
Sopesando los pros y los contras, angustiados, sabiendo per-
fectamente cuáles eran las implicaciones de esa iniciativa, tan-
to Ivanovici como Culianu dieron el paso de afiliarse al Partido
Comunista en enero de 1970.
Asistían a las reuniones del Partido una vez al mes. En ellas,
Culianu pasaba el tiempo «estudiando sánscrito con un diccio-
naro muy grande». Sólo una vez habló, para defender a una
chica que se enfrentaba a una expulsión por no haber declara-
do que sus propios padres habían sido ricos terratenientes an-
tes de la Segunda Guerra Mundial. «Sólo me adherí fsicamen-

97
teal Partido Comunista», escribiría a las autoridades ame,:
S . . d I . 'nca
n su declaración jurada al Servicio le Inmigración y )y
nas e» • <] ¡bs h Da-
turalización en 1991, «y no hice en él absolutamente ninguna
ontribución substancial». Pero, como Fausto, sobre qui
C .. < di en
tanto escribiría más tarde, Culianu parecía lispuesto a sacnin.
car sus ideales para triunfar.

Le salió el tiro por la culata. Durante la primavera de ¡970


Ureche volvió a aparecer y llamó a Culianu para entrevistar
con él por tercera vez. Culianu le dijo inmediatamente que
ahora era miembro del Partido, y que Ureche necesitaba la
aprobación del secretario para interrogarlo. Ureche no se dejó
convencer. «Se enfadó mucho y dijo que eso era una tontería...
Me dijo que lo esperara al cabo de unos días, por la noche, en el
edificio de la administración de la universidad... Abrió la puer-
ta de la oficina de la secretaría donde se guardaban los archi-
vos de los profesores y del personal (...) los empleados estaban
controlados por la policía secreta porque en esa oficina se de-
terminaba esencialmente qué trabajos se asignarían a los estu-
diantes que se licenciaban.»
Una vez más, Ureche trató de conseguir que Culianu se
convirtiera en confidente. Culianu rechazó rotundamente la
oferta diciendo que entendía las «buenas intenciones del capi-
tán», pero estaba demasiado ocupado con sus estudios. Ure-
che insistió en que reconsiderara la propuesta.
Asustado, Culianu acudió a su profesor Cicerone Poghirc.
Director general del departamento de enseñanza superior en
el Ministerio de Educación, Poghirc consiguió para su alumno
favorito un puesto de bibliotecario en la Asociación Oriental,
de la que Poghirc también era director.Juntos podrían compi•
lar el primer diccionario sánscrito-rumano.
Unos días más tarde, Culianu recibió una llamada de un se-
cretario de la universidad diciendo que ya no volvería a ser
contactado por la Securitate. «Por cierto», añadió el secreta-
rio, «has cometido un grave error».

98
·r del otoño de 1970, la incipiente carrera de Culianu
A par'O . ·. : :
di6. Un diano un1vers1tano que había ido publicando
se h!""".,g, y críticas desde 1967 dejó de aceptar sus trabajos
s histo ·- J
su . io de 1971, tras aprobar su colección de relatos fantásti-
En jun1
nunciarla en su cata<1 ogo, 1 a e ·diltonal :. Emmescu
.. la recha-
cos
,
ya .. :. 51. .:. C'
entinamente sm mas explicaciones. ulianu solicitó una
z6 reP
financiada por e: ·1Mi<. " Ialiiano de Asuntos Exterio-
inisterio
becaSe puso eutonco,r ¿.:.
cuando, en Ju ··110 de 1971, se enteró de
res. id ·l •
había obtenido e pnmer puesto entre los candidatos se-
quedonados para estu di1ar en Si1ena. Fel; e1z, escn¡i6 10 a su herma-
1 ce
a su madre d"licién . , d lol es que no 1 as vena , ese verano en Va-
na Y 2, 1¡1. 4
ratic... ¡que estana en ta.1a.
Sin embargo, para disfrutar de la beca necesitaba un visado
de salida. Durante tres semanas visitó a diario el amable edificio
del Ministerio de Educación, en una calle tranquila de Buca-
rest, cerca de la casa de su tía. Cada vez que iba, le decían «no
hay respuesta ni novedad» respecto a su solicitud. Cada día se
levantaba con una angustia matizada de esperanza. Incluso in-
tentó usar algunos de los talismanes de Marsilio Ficino para su-
plicar a los hados. Mira, decía, ¡el mundo se ofrece a pagar por
que vaya! A Italia, origen de las artes del Renacimiento que tan-
tos años llevaba estudiando. Cada mañana se preguntaba si ése
sería su día. Las semanas pasaban. No había respuesta. No reci-
bía una negativa, sólo un «no hay respuesta». El programa de
Siena empezó en agosto sin él. Sólo a mediados de mes recibió
una respuesta en forma de carta: el ministerio «lamentaba» te-
ner que comunicarle que su solicitud le había sido denegada.
No sólo era negar un derecho que un ciudadano de cual-
quier país libre daría por supuesto, no sólo representaba per-
der una oportunidad única que había ganado contra todas las
expectativas probables entre aquellos profesores de tercera ca-
tegoría y esas condiciones tercermundistas, sino que era una
manera disimulada de socavar su triunfo de la voluntad. Culianu
había deseado incluso compartir su prestigio con el odioso ré-
men. Se había hecho comunista a pesar de todas las persecu-
ciones del Partido a su familia. «Es nada menos que una crisis

99
nerviosa», dijo Vladimir Tismaneanu, profesor asociad
ciencias políticas en la Universidad de Maryland, acerca''
...:...
experiencia ·d f
similar. «Uno no puede ·:
tunconar, por la purauna
a]
surdidad del rechazo, por esa s_ednsac•~n que uno tiene de que
todo se va a pique y de que 1a vi a te testruye.»

A finales de verano, Culianu fue al monasterio de V-ara.ti


Me han rechazado, anunció a Tess. Abatido, se puso a releer s c.
relatos favoritos de detectives en Ficciones de Borges. Destac':
ban entre los personajes losjudíos de Buenos Aires, defensor
de una vida de la mente contra el terror, destructivo y grau¡
que dominaba la historia. Culianu encontró consuelo en un
critor que aludía en español, inglés, francés y alemán a concep-
es
tos de filosofia, fisica, arqueología e historia de la literatura. P.
ra un soñador ambicioso y ensimismado, el escritor ciego
especializado en múltiples universos ofrecía un eficaz tónico.
Con sus compañeros de universidad, Culianu analizaba una
y otra vez el intrincado relato de misterio «La muerte y la brú-
jula», que se desarrolla en un Buenos Aires sumido en el terror
de los años cuarenta. La historia habla de un experto detecti-
ve, Erik Lónnrot, que acepta un último caso antes de retirarse.
El caso lo fascina cuando descubre que los asesinatos siguen
una pauta esotérica y talmúdica. Al descifrar la lógica del asesi-
no, el detective comprende súbitamente que va a ser la última
víctima de una venganza Iargamente planeada, una trampa ha-
cia la que lo han atraído los demás crímenes. Al apuntar a
Lónnrot con su pistola, el asesino se da cuenta de que tanto él
como el detective están atrapados en la lógica inexorable del
pasado. «Yo sentía que el mundo es un laberinto», observa el
asesino, «del cual era imposible huir».
Culianu escribió un largo ensayo acerca del simbolismo de
esa historia: «El principal cometido del arte en el universo
de Borges es huir de la tiranía de un único sistema mental Y
entrar en tantos otros como sea posible para obtener, al com
pararlos, una libertad de percibir el mundo».

100
Un sueño del paraíso

Las sombras de la realidad en la mente están más cerca de


la realidad que las sombras de la vida en el bajo mundo.
Giordano Bruno, De umbrs idearum

En junio de 1971, Nicolae Ceausescu volvió de un viaje a


China y Corea del Norte, fascinado por el culto a la personali-
dad que se practicaba en esos países. El período de relativa li-
bertad en Rumanía finalizó con su propia «revolución cultu-
ral», modelada según la campaña de terror contra artistas y
escritores en China. Se reforzó la vigilancia a los intelectuales.
La disciplina que estudiaba Culianu, la historia de las religio-
nes, se convirtió en un tabú aún mayor.
Desde la infancia de loan, su madre le había hablado acer-
ca de su «destino especial». Ahora,justo cuando había tomado
contacto con su ídolo Mircea Eliade, parecía que iba a quedar
encerrado en ese país olvidado. Fue apartándose poco a poco
de su familia, planeando lo que constituiría el paso más irrevo-
cable de su vida. Volvió a sumirse en laberínticos mundos de
ficción, esta vez los de Eliade, tratando de descubrir si, como
sospechaba, sus historias favoritas de desapariciones misterio-
sas, «EI secreto del doctor Honigberger» y «Medianoche en Se-
rampor», se basaban en la realidad. Culianu pasó el otoño en
Brasov e Iasi, escenarios de esas historias, buscando en los re-

101
gistros parroquiales las versiones reales de los personajes. P
de que tuviera la sensación de que en poco tiempo perde .
para siempre las posibilidades de llevar a cabo esa investi;:
ción.
De ambos relatos, «El secreto del doctor Honigberger», e
ro cn 1os8.es et 4s dsaa",2""3,a"cura de uj
ven que estudia en Bucarest filosofía india y es lamado a un
hermosa casa en un hamo elegante. La duena, la señora Ze,
lendi, le explica que el misticismo indio también era el tern:
de estudio favorito de su marido, cuya monumental obra con-
sistía en una biografía del doctor Honigberger, un célebre in-
vestigador sajón del siglo XIX inexplicablemente desaparecido
igual que su marido. La mujer pide al narrador que busque en
los cuadernos de trabajo de su marido a ver si da con una pista
de sus destinos y con sus descubrimientos secretos.
La señora da a entender que su marido murió veinticuatro
años atrás, pero el narrador descubre a través de la enigmática
hija que Zerlendi ha desaparecido recientemente. Tras largas
tardes en el estudio bien provisto, el narrador llega a los in-
trincados informes del doctor acerca de cambios de tiempo y
alteraciones perceptivas. Envuelta en humo de cigarrillo, la
hermosa hija del doctor le advierte de la inminencia de un pe-
ligro: las demás personas que habían intentado antes que él
esa búsqueda encontraron un final trágico.
La historia constituye un buen relato de ficción, pero tam-
bién es interesante como experimento, en que Eliade empleó
los clichés de la literatura fantástica para explorar misterios
reales de la religión india, como la levitación y la omnisciencia.
Culianu sospechaba que Eliade había utilizado personajes his
tóricos reales y experiencias personales para «sugerir más Y
con mayor precisión de la que habría sido posible en una des-
cripción estrictamente científica». Buscando en el Archivo Na-
cional Rumano de Brasov, descubrió para su sorpresa que exi
tía un doctor Honigberger de carne y hueso, y que había
vivido a mediados del siglo XIX en Brasov, así como un «desdi
chado ayudante moldavo» que desapareció hacia 1867.

102
como más tarde apuntaría el biógrafo de Eliade, Mac Lins
p;cketts, en la historia parece que Eliade escribía acerca
cott ~eriencias · personaltes. Por ejemplo,
· 1 el l narrador llega a un
de exp . . .
d de omn1sc1enc1a supuestamente producido por la in-
estado 1 ·<
m u: «Esa sensación era como
ráctica de a me 1tac1on hindi'
·di'
tensa P d
d un hombre contemp1 an o toda su casa desde la esquina
dla tena habitac1on.
• ... N
o ve a turaves d,e l as paredes, pero ve todo
e ;ue sabe que está en otra habitación, o en el resto de la ca-

..»
1
o cuando se coteja con los diarios personales de Eliade
"_u de sus exploraciones místicas, la historia parece oscilar
ficción y la realidad. Al igual que eljoven protagonista
de ficción sigue los diarios del doctor dirigiéndose hacia una
trampa que éste parece haber presentido, también el lector
cae en el laberinto de la historia siguiendo a un personaje que
lee el diario de otro hombre.
En Brasov e lasi, Culianu no encontró más pruebas de mo-
delos de personajes en la vida real. Llegó a la conclusión de
que su mentor había seguido la consagrada tradición de em-
bellecer los hechos para hacerlos más interesantes. Más aún,
Eliade parecía considerar la ficción, igual que el yoga, como
una disciplina que podía ayudar a conducir a uno a la ilumina-
ción. Se divertía imitando los misterios del cosmos que busca-
ba. Años más tarde, Culianu sospechó que los relatos y libros
eruditos de su mentor revelaban incluso ambigüedades más
profundas de la percepción. Al final de su vida, Eliade, según
Culianu, «parecía ver el mundo como una maquinaria mucho
más compleja y engañosa que antes. En efecto, a lo largo de su
vida se había enfrentado a diferentes grados de ilusión, y aho-
ra recordaba su propia obra monumental como una poderosa
operación hermenéutica que había creado su propia verdad».
Años más tarde, Culianu trataría de hacer lo mismo con su
propia narrativa.
Hacia 1972, Culianu también había aprendido de memoria
los versos en sánscrito de Samkhayarika mientras estudiaba a
los místicos judíos que habían inspirado a algunos de los filó-
sofos del Renacimiento. Esas investigaciones resultaban absor-
bentes y divertidas. Pero se encontraba ante un problema
. t Cuando se terminaron sus
c1ante. ª~-
. vacaciones, volvió al suc·'1o in
2

vierno de Bucarest y a las cuestiones que había pospuesto tan-


to tiempo.

En el invierno de 1972, Culianu solicitó en secreto una be


ofrecida por el Ministerio Italiano de Asuntos Exteriores.
lo dijo a nadie, ni siquiera a su hermana ni a sus mejores ami
¡
gos. , b . d . . .,
En primavera presento su tra ªJº e 1nvest1gac1on, titulad
Marsilio Ficino y el platonismo durante el Renacimiento. Compan-.
ble en envergadura a una monografía o tesis de doctorado, era
extraordinario porque ese tema no se enseñaba en Rumanía.
Además, se parecía mucho al trabajo de investigación que Elia-
de había presentado cuarenta y cuatro años antes: Filosofa ita-
liana de la Marsilio Ficino la Giordano Bruno (Filosofia italiana
desde Marsilio Ficino a Giordano Bruno). Culianu nunca ha-
bía leído la tesis de su mentor. «Es seguro que Ioan Petuu Cu-
lianu conocía la existencia del trabajo [de Eliade], y es proba-
ble que lo buscara, porque unos años después escribiría que
estaba extraviado», cuenta el antropólogo cultural Andrei
Oisteanu. Culianu no sabía que el manuscrito síse encontraba
en el archivo de la universidad, registrado en la antigua facul-
tad de Filosofia y Letras.
Se licenció en la facultad de Lenguas Románicas enjunio de
1972. Obtuvo la mejor nota del departamento, 9'89 sobre 10,
otorgada por la profesora Nina Facon, una de las pocas intelec-
tuales judías de la universidad formadas en París. Apoyado por
su profesor Cicerone Poghirc, esperó una plaza de ayudante
doctoral en el departamento de Italiano de la universidad que
le diera la oportunidad de continuar su estudio «clandestino»
de la historia de la magia. Sin embargo, cuando llegó el mo
mento de asignar las plazas, Poghirc estaba fuera del país. En
lugar de la plaza esperada, Culianu obtuvo un espantoso puesto
de maestro de escuela primaria en un pueblo minúsculo y po
bre, castigo, al parecer, por su falta de colaboración.

104
también obtuvo algo mucho más importante: otra be-
Pero obiemo 1itali:1ano, es sta vez en P'erugia.
. Al principio no
ca:-~ !
1
nadie. Mientras sus amigos bromeaban, divirtiéndose
lo""Y,, ¡egos que en otros tiempos había dirigido, buscaba la
con ara salir del país, el documento que le había impedido
claveunP año antes, ell vsaao
¡rse d d1e santa.
salid P'ero ¿cómo
, conseguirlo?
Al haberle sido denegado una vez, Culianu acudió a ta je-
uía universitaria. Se enfrentó de nuevo al angustioso pro-
rarq de solicitud. En esa ocasión
ceso . sejugaba más, no sólo porque
había fracasado una vez, ""79P?que tenía la sensación de
que ésa seria su u tima oportunila .

La Securitate no se había olvidado de él. Un coronel contac-


tó con su profesor Ion Coja pidiéndole que informara sobre las
actividades del grupo estudiantil llamado Atlántida. Por encima
de todo, dijo el coronel, quería saber todo lo que hacía Culianu.
Esta vez, loan solicitó el visado de salida a través de un espe-
cialista en árabe, que le redactó un buen informe de referen-
cias. Como nuevo decano de la facultad, Cicerone Poghirc
examinó su solicitud. Poghirc llevaba dos archivos: uno acadé-
mico, con informes brillantes, y el otro era el archivo negativo
de vigilancia de la Securitate. Culianu tuvo suerte. A principios
de los años setenta, cientos de estudiantes podían todavía salir
del país en verano, con pasaporte de negocios, bajo la admi-
nistración de un ministro de educación inusitadamente tole-
rante y sofisticado, Mircea Malita. El mismo día en que se en-
teró de que le habían asignado un puesto deprimente de
maestro de escuela primaria, Culianu también recibió la noti-
cia de que había obtenido el regalo más preciado de su vida: el
visado de salida.
Parecía un milagro. Esta vez no iba a dejar pasar la ocasión.
Vio a su amigo italiano, Mario, que estaba prometido a su no-
va rumana. Culianu le dio un hermoso cuchillo oriental con
incrustaciones de oro que había heredado de su padre Y le pi-
dió que lo llevara a Roma en su lugar. Se estaba preparando no
solo para irse con la beca, sino para irse definitivamente.

105
Se enfrentó a un último e importante obstáculo. La be
·6 d "cac
bría su vuelo, sus estudios y su manutencon turante cuatro'
mªnas , Pero para quedarse en Occidente necesitaría
q.:.2 . di·nero
El problema era que en aquel sistema era practucamente in,
sible ahorrar. No podía colocarse como camarero en un +,,"_
había gastado el. dinero que le había enviado su madre en .
cenas con amigos. Tema la b eca y e1 visa
- . d
o, pero habría Vino
s·d
Y :. ·id di "do
una triste gracia si no hubiera conseguulo Linero para quedan
se en Italia.
Hacia esa época, su amigo Radu recibió una llamada del
profesor Ion Coja:
-Conozco una alumna -dijo Coja- que tenía que entregar
su trabajo de investigación la semana pasada pero no pudo ha-
cerlo porque no lo había escrito. Su padre es supuestamente
un chófer del Comité Central del Partido, pero vive en una ca-
sa impresionante. No puedo ayudarla porque para mí es de-
masiado peligroso, pero he pensado que quizá podría intere-
sarte. Es mucho dinero.
-¿Cuál es el plazo?
-Cinco días.
-¿Estás loco? ¿Y cuál es el tema?
-«Liviu Rebreanu visto por los críticos.»
-¿Cómo pudo escoger un tema tan amplio? Esto es serio.
¿Te das cuenta de... ?
--Por eso te llamo.
--Mira, no puedo hacerlo yo solo. No se trata sólo de que es-
cribamos el tocho, también hay que trabajar con la chica y ha-
cérselo entender para que pueda pasar el oral. Quién es su di-
rector?
Coja se lo dijo.
-¡Dios! -era un famoso crítico literario especializado en
escritor Liviu Rebreanu--. Mira, esto es un asunto serio. Tengo
que... Tengo que encontrar un compañero.
Después de colgar, Radu llamó a su amigo y futuro cuñado,
Serban Anghelescu. Unos días antes, Serban le había dicho:
«¿Sabes? Tengo 26 años y nunca he visto el Mar Negro. Nunca

106
·do dinero suficiente». Así que Radu despertó a su ami-
+e te""' jo de la mañana.
O
go a las Bula, despiértate, que estaré allí en diez minutos.
_Oye, iso de su amigo, :. Radu conto<1a hi1stona. ·:
1
En e! Pré un par d e libn 1 ros, re a casa y trab2<<
:. z
aJare en 1 a estruc-
-Coge"
eneral, aunque no sepa ni.. que poner. T<'ú vas a 1.la biblio-
2 ••
cura gl es me lo traes todo hacia las 6 y empezamos.
teca, Ie» 5bi: < .:
si no sé escn ir a maquina.
-Perigual. Mezclaremos l as .1nrormacones
-Es
O
C'. • d.e que disponga-
hablaremos, ya saldrá algo. Yo lo escribiré a máquina, y
mos Y
mañana por la manana re :. a ver a l a c :hi1ca y tratare6de meter·1 e
das esas cosas en la cabeza.
to Pero al atardecer, Radu estaba exhausto. Hacia las 6:30, Ser-
ban entró sin prisas en su piso con Nene Culianu. Se habían
tomado dos botellas de vino y olían a licor.
-¿Qué pasa? -preguntó Radu.
-He ido corriendo a ver a Nene a la biblioteca y le he con-
tado lo que estábamos haciendo, ¡y me ha dicho que ya tiene
un trabajo sobre Rebreanu! Me ha dicho que nos lo va a dar,
así que nos fuimos a un restaurante, luego al cine, luego a re-
coger el trabajo, y aquí estamos.
-Pero ¿qué significa esto? -Radu se volvió hacia su amigo.
-No te enfades -dijo Culianu--. Fue idea mía. Lo mío está
hecho, y podría constituir la parte principal del trabajo de in-
vestigación. Sólo necesito quinientos lei para comprar las cosas
para Italia.
A pesar de las objeciones de Serban, Radu insistió en que
dividieran el dinero en tres partes iguales. Se pusieron a traba-
jar. Nene y Radu escribían deprisa; primero Nene mecanogra-
fiaba y Radu compilaba, y luego Radu mecanografiaba y Nene
compilaba. Hacían turnos de dos horas cada uno para cada co-
metido. Serban bebía, fumaba y, de vez en cuando, hacía algu-
na observación. «No me gusta esta palabra. Prefería la otra.»
Sorprendentemente, se divirtieron haciéndolo. Fue un buen
trabajo. Hacia las dos de la madrugada, se fueron a la cama.
Al día siguiente, Radu fue a ver a la chica. Ella se resistió.

107
-Es demasiado dificil -dij o. .
eua»ndo Radu se dio cuenta de que laJoven no entend·a,le
dijo: .2

-Mira,» cuando te pregunte por •


esto, •tu
.
murmura algu naco.
sa del estilo de: «Estoy tan nervosa,
• . proresor, que no puedIoey
plicarlo mejor de lo que está escnto».
En cuatro días y medio, ya tenían el texto preparado. Es
raron ansiosos que a la chica le tocara presentar su trabajo.
-Es excelente --le dijo el profesor-. Es usted realmente crea.
tiva. Me sorprende que no me fij ara en usted en clase.
-Es que soy tímida dijo.
-Pero me interesa particularmente este punto relacionado
con el psicoanálisis. ¿Dónde ha conseguido los textos?
-Es que me impresiona tanto hablar con usted que no puedo
ni contestarle. No puedo explicarlo mejor de lo que está escrito.
El profesor hizo una pausa, mirándola por encima de sus
lentes bifocales.
-Bueno, entonces ¿podría aclararme este otro punto?
-Pues... no creo, porque estoy tan... estoy temblando.
-Eso no está bien. Tiene que tener más confianza en sí mis-
ma. Su trabajo es excelente. Creo que hará usted una carrera
literaria o algo así.
-¿De verdad?
-Sí. ¿No lo sabe? Ha sacado un 9 sobre 10.
Después, el padre de la chica dio las gracias a Radu y le dij o
que fuera a su casa para cobrar.
-Ésta es la primera licenciatura en nuestra familia -dij o or-
gulloso-. Sé que habrá costado mucho trabajo. Dime, ¿cuál es
tu tarifa?

Culianu y &erban Anghelescu esperaron dos horas para re-


cibir su parte. Fumando cigarrillos, dando vueltasjunto al arco
de la Piata Romana, contemplaban un perrito atado a una va-
lla que su amo parecía haber olvidado. La plaza estaba llena de
hollín de los ruidosos camiones. loan miraba todos los sedan~
Dacia que pasaban. Eran las dos. El cielo azul ardía cruel. ¿Que

108
a si la chica se olvidaba? ¡Todo ese trabajo, todos sus sue-
pan'no podía pensar que conseguiría vencer a ese sistema
n<os!. .. o ?
¿

adverso,
"",aa vez más encorvado, con las manos en los bolsillos y la
ta áspera del tabaco, Cuhanu oho un carro de estiércol
garga:zaba lentamente la plaza. Era unjoven delgado y tenso
que e años, con una cicatriz
. . . . .
22 en 1 a ceja izquierda; recientemen-
de en su intensa f;rustrac1on, habí
.:<.
a, ia atravesado la puerta de vi-
:;0 de su editorial en Bucarest. Su avión iba a salir a primera
hora del día siguiente, y no tenía ni maleta ni ropa decente.
Vio un par de soldados armados con rifles Kalashnikov. Te-
ía que hacer el servicio militar al año siguiente. De repente,
:yó que Serban gritaba. Allí estaba Radu, pasando entre los
soldados, cruzando cinco carriles de tráfico, con una gran ma-
leta. Radu llevaba gafas de sol, como un personaje de novela
sobre la Mafia. A pesar de su angustia, loan se echó a reír.
-¿Qué ha pasado? ¿Qué ha pasado? -preguntaron él y Ser-
ban cuando llegó Radu.
Radu abrió la maleta. Los tres se quedaron anonadados du-
rante un minuto. Seis mil lci. Una fortuna. Culianu contuvo la
respiración para decir que sólo tenía dos horas para comprar
ropa para su viaje. Llamaron a Miran para que los llevase a los
grandes almacenes más importantes de la ciudad.
-¿Estás seguro de que quieres dar dos mil lei a Nene? -pre-
guntó Serban a Radu mientras se apiñaban en el pequeño
Fiat-. ÉI sólo quería quinientos.
-Eres un hijo de puta. No me lo puedo creer.
-No, no -dijo loan-. Con quinientos ya tengo bastante.
-De ninguna manera. Dos mil.
Radu sacó el dinero y lo dividió de modo que cada uno pu-
diera Ir a las diferentes secciones de los grandes almacenes Y
Comprar a loan un traje, unos zapatos, calcetines, pantalones,
camisas Y una maleta. Sólo se gastaron mil lei. loan deJO los mil
restantes diciendo:
-Quizá los necesite cuando vuelva.

109
Esa noche, su hermana Tess tuvo una extraña corazonaq
• < habl ada.
Llamó a loan a casa de su primo. Quería al lar con su hen,,, MIla-.
no. Se puso su tío:
-Están de compras dij o. Llama más tarde.
Llamó más tarde y obtuvo la misma respuesta. Dijo que lla.
maría a la mañana siguiente.
Llamó a la mañana siguiente y no contestó nadie. Llams
por la tarde, y su tío le dijo:
-Se ha ido.
Eso fue todo. Su tío fue a Váratic para decírselo a su madre.
Irónicamente, un día antes de su partida, un amigo que se
había esforzado en interceder por él consiguió un buen pues-
to en una editorial, en las publicaciones de arte, que abarca-
ban música, literatura y pintura, Secolul 20 (Siglo XX). Pero era
demasiado tarde.

En el polvoriento y mal construido aeropuerto de Otopeni,


Ioaii llegó al control de la policía. Todo el mundo conocía la
historia del director de la Orquesta Filarmónica de Bucarest
que se había acomodado tranquilamente en su asiento, ya den-
tro del avión, cuando los agentes de la Securitate vinieron por
él. Ha olvidado su llave, le dijeron. No, no la he olvidado, dijo él.
Sí, sí, le dijeron. Baje a buscarla. Y nunca volvió a subir.
Tantos pensamientos y sensaciones atravesaban su cabeza
que apenas notó el sol ardiente recalentando la cubierta de
aluminio ni la mujer maldiciendo delante de él. Llevaba los
pantalones oscuros y la camisa limpia que había comprado en
los grandes almacenes Universal. Llevaba agarrada la maleta
pequeña y cutre, abriéndose paso entre los hoscos empleados.
Quería oír los motores rugir. Quería estar en el avión haciendo
realidad el sueño tanto tiempo deseado.
En el control, un empleado de Air Tarom le dijo que depo
sitara su mochila barata. Él puso reparos. Contenía sus libros
de Cioran y Eliade, así como el álbum de fotografías familiares
que había preparado con cuidado. Ellos insistieron. Una pro-
fesora que lo acompañaba, le dijo que estuviera tranquilo y su-

110
avión. El aeroplano pasó rodando ante los soldados
biera al ostados cada cincuenta metros, sobre el asfalto
aP'
ados .: ,. .
arrtl d Echándose hacia atras en su asiento, con 1os OJOS. ce-
agrieta ~- an sintió la vibración de los motores atravesarlo
f
¡-rado5, avión avanzó por la pista antes de elevarse en el aire.
cuan??'_ et 4 de junió de 1972.
La fecha e

111
111
Arribista, 1972-1986
El mito de Occidente:
Italia, 1972-1975

Estoy en un lugar tranquilo y hermoso. Vuelan las golondri-


nas sobre mi cabeza. En estos momentos de paz, no puedo
creer que el mal haga estragos en nuestro país.
l. P. Culianu a su madre, 17 de agosto de 1972

El vuelo sólo duró dos horas, pero lo trasladó de un mundo


medieval a uno moderno, del cariño de la familia y los amigos
al completo aislamiento, de un lugar donde uno se preocupa-
ba por si alguien lo había escuchado a otro donde uno trataba
de conseguir que alguien lo escuchara. Culianu era unjoven
de veintidós años, de rostro anguloso, gafas de montura de as-
ta negra, ropa modesta pero pulcra, con pantalones oscuros y
una camisa blanca de manga corta. Su fuga parecía apenas me-
nos milagrosa que las revelaciones del siglo XVI que estudiaba.
Cuando el avión de Air Tarom sobrevoló el Adriático hacia
Roma, loan se volvió hacia su amiga y profesora, que estaba
sentada junto a él, una mujer llamada Anca Giurescu.
-No puedo creerme que esté en este avión -dijo-. No pue-
do creerme que vaya a estar en Italia dentro de dos horas.
. Tenía suerte, le dijo ella. El único año en que las becas ita-
lianas habían sido concedidas a estudiantes de Rumanía fue en
1972. Ése era su tercer viaje a Italia, y el gobierno la había obli-
gado a viajar sin su marido ni sus hijos para que no desertara.

115
Conocía a loan Culianu de las clases, y cuando él la ame
ba a preguntas, ella intentaba contestar lo mejor que tral~
.: Podía
Durante los siguientes noventa minutos, estuvieron hab]
:. r, l l
sin parar, pasando del tratamiento ,orma a tuteo. A sus 1 .
and
:. li di: :. Uein-
ta y tres años, era una mujer culta y extraordinariamente atua
tiva, con el cabello corto y negro, y una figura que cautivab 1

miradas <li:
de los hombres italianos que j
vo'van en avión de7alas
ha-
,,
h
cer negocios dudosos. loan le acía preguntas acerca de la vi-
da en Occidente. Cuando ella contestaba con cautela, loan in,.
sistía.
-Oye -acabó diciendo, mientras observaba a los estudian-
tes, hombres de negocios y algunos viajeros sospechosamente
bien vestidos que había alrededor-, no hagas muchas pregun-
tas aquí. Tendremos mucho tiempo en ltaha.

Cuando el avión aterrizó en el abrasador calor romano


loan ya era un individuo diferente del estudiante que casual-'
mente había corredactado un trabajo de investigación un día
antes. Allí estaba por fin, en el lugar con que siempre había so-
ñado. Su mirada se paseaba por los anuncios del terminal, los
lustrosos carros de equipaje motorizados y los bien surtidos ba-
res y restaurantes del aeropuerto, absorbiendo cada detalle.
Al principio del trayecto de dos horas y media a Perugia, el
tren pasaba por las afueras de Roma, ante vallas publicitarias
enormes como los antiguos símbolos de las ciudades egipcias,
coches que tocaban la bocina como locos, y las luces de la mar-
quesina de un cine pomo. Con un trasfondo de terror de las
Brigadas Rojas y el posterior secuestro de Aldo Moro, el licen-
ciado loan Culianu llegó a Occidente.

Construida en lo alto de un precipicio, la amurallada ciu-


dad universitaria de Perugia lucía sus serpenteantes callejuelas
empedradas, una biblioteca bien dotada y una arquitectura
inspirada por la atención que se prestaba en el Renacimiento a
la proporción humana y a la geometría de la eternidad. En
una gran plaza del centro de la ciudad, unos niñosjugaban de-

116
iglesia resplandecientemente blanca. Sobre las es-
a
lan'' dequndos .
murallas se elevaban imponentes torreones cir-
quin? ·n una rica colección en la Galleria del Arte Umbria
colares: ta que dominaba las llanuras de Asís, donde nació san
una •vas Peruo-ia proporciona
Y rancisco, ·: b;
a una buena introducción a
0· .
F ¡¿ en Italia y en Occidente.
la~ ª de julio hasta agosto de 1972, Culianu vivió de su beca
··-" esa siguiendo los corsi di alta cultura (cursos de cultura an-
italiani
. ). Asistía a cursos supenores, de un di1a entero, de litera-
±

ugua filosofía, religiones y arte impartidos por destacados es-


""nas. Con Giurescu, por ejemplo, siguió un curso
~e ecial sobre la arquitectura de Florencia, centrado en la geo-
ria del cuerpo tal como se ve reflejada en los edificios re-
nacentistas de la ciudad. También siguió uno de estudios etrus-
cos. Después de la clase, estudiaba los verdaderos textos del
Renacimiento, grabados tanto sobre papel como sobre piedra.
Preocupado por su futuro, atraído por su antigua profeso-
ra, pasaba gran parte de su tiempo libre con Giurescu. Al ano-
checer, paseaban por la ciudad, deteniéndose en bares o res-
taurantes, comprando una botella de Chianti y descansando
sobre los parapetos de piedra para contemplar el paisaje. Les
encantaba bromear y reír, inventándose chistes sobre san Fran-
cisco. Mientras los olores a heno recién segado y a salchichas y
pimientos asados flotaban con la brisa vespertina, Anca y loan
discutían acerca de la literatura y la vida, bebiendo, compar-
tiendo sus esperanzas y sueños en la despreocupada intimidad
de los investigadores becarios. Sobre ellos, Venus aparecía co-
mo primera estrella de la noche.
loan deseaba desesperadamente escribir a casa, pero sólo
podría decir que sentía no haberse despedido. Estaba todavía
más desesperado por escribir a Mircea Eliade a París y anun-
ciarle su llegada y su intención de desertar. Giurescu le aconse-
jó que esperara; a su alrededor, en el grupo con que habían ve-
nido, había vigilancia. loan decidió viajar a Florencia para
enviar la carta a Eliade.
En su segunda semana, visitó el legendario centro renacen-

117
tista de Florencia. Llegó temprano, con un sobre doblad
el bolsillo,justo cuando el día irrumpía en la Piazza den""
noria, y contempló con veneración la fachada de los Ufiz ª. ig.
estatuaria de la Loggia de cIo a.d correo su ca yl
• Ech6
le1 Laanca.
Eliade, anunciándole que había llegado a Occidente y qu rta a
z .: l etua
taba de decidir si quedarse. Espero ansioso a respuesta.

Trabajó duro en su programa universitario, sabedor de q


. , Q , ue,
en menos de un mes, su beca fi na l1zana. uena quedarse y 1
char por lo que ambicionaba, pero tenía miedo. Una vez 44
hubiera desertado, ya no tendna papeles, ni identidad, ni más
situación que la de fugitivo de la justicia. Su madre y su herma-
na serían castigadas. Podrían perder sus trabajos. En Rumanía,
se convertiría en un convicto sentenciado in absentia. Cuando se
terminara su beca, pasaría de la encantadora vida de universi-
tario invitado a la absoluta pobreza del exilio verdadero: se
quedaría aislado y sin un céntimo, le controlarían el correo y
no tendría esperanzas de volver a ver a su familia. Práctica-
mente no tendría ocasión de encontrar un trabajo adecuado
ni de sacar la titulación superior que necesitaba para enseñar.
Aunque no había recibido más que unas pocas cartas de
Eliade, loan acabó contando con el apoyo del célebre estudio-
so. Si Eliade venía en su ayuda, pensaba, sin duda podría arre-
glárselas. Si no, haría mejor olvidándose de su proyecto. Era
mejor desaparecer en el anonimato en un país olvidado que
ser un refugiado entre decenas de millones que soñaban con
el mito de Occidente.
En la fiesta italiana del 15 de agosto, viajó a Florencia con el
primo segundo de Giurescu, un estudiante licenciado por la
Sorbona llamado Mircea Marghescu, para presenciar las cele-
braciones nacionales. Alto, delgado, dos años mayor que Cu
lianu, Marghescu se parecía un poco a Lenin con su barbita y
su gorra de tweed. Se convirtió en amigo y rival. Una noche en
que los dos volvían a casa, vieron una enorme araña tejiendo
su tela en la espaldera de una viña particular. En los folklores
rumano y francés, una araña en la noche es señal de buena

118
Le contaron las patas. Sólo tenía siete, lo cual significa-
uert cepcional. Marghescu dijo:
uerte e d ,
ba S cuando lleguemos, ten ras una carta de Eliade.
_Ahora,ntraron la carta en casa. E ra pro1:.ua, IIena de explica-
yenco di: .:. D·
. ·on algunas lirecc1ones. Necia en esencia: Me alegro
ciones Y ~nsideres la deserción. Creo que habrás tomado la de-
de que c h
.. , certada. Trata de acerte un nombre, y nos manten-
cisión a
d mos en contacto.
repara Culianu, la respuesta era aniquiladora. Había decidido
da menos que cambiar toda su vida en gran parte por los
~ª·mosque le había dado ese hombre. Eliade conocía su situa-
~n sabía a qué dificultades tendría que enfrentarse en poco
tiempo. Eliade parecía h1aberlo
c1o1, < b 1 incitado
. . d con sus insinuaciones
de ayuda y sus palabras elogiosas. ¿Por qué respondía tan fría-
mente ahora que sujoven seguidor lo necesitaba más que nun-
ca? La beca de loan estaba a punto de llegar a su fin, y era el
peor momento posible para ese revés.
Después de unos días de profunda depresión, redactó una
solicitud para que le fuera prorrogada la beca italiana. Una se-
mana después, Marghescu se fue de Perugia rumbo a París.
Anca Giurescu preparó su vuelta a Rumanía con el grupo. Se
acercaba el momento en que tendría que decidir si iba o no a
quedarse.
Si se quedaba, estaría solo. Sin amigos, sin familia, y pron-
to sin dinero: nimic, nada. Una de las últimas noches, Giures-
cu y él fueron a sentarse en su muralla medieval favorita.
loan había traído salchicha, queso y uvas. Ella cortó una cru-
jiente hogaza de pan mientras él descorchaba una botella de
vino tinto. Brindaron por la prórroga de la beca: el gobierno
había renovado sus fondos por un mes suplementario, si bien
se le había advertido que eso era lo más que podía dar de sí la
ayuda.
loan habló a Anca de su padre, de los parientes aristócratas
que ya no eran sino extrañas reliquias de sus sueños.
-¿Qué pasará si me equivoco en mi decisión? -preguntó.
-Eres joven -dijo ella-. Si yo no tuviera a mi marido y mis

119
, T. s toda tu vida por delante. Si vuelves
hijos, 1o haría ""$";",ir de i. "et
mundo nunca otra a
I mn la miró fijamente.
ºª a encrucijada. No estoy seguro de qué está
-Estoy €"" ¡te. ¿Crees que me las puedo arreglar;
bien ni de qu es P lll
Eliade? f1 . , mirando cómo se espesaba la oscuridad e
Ella rellexiono, ¡e, d · :n
d ramas de los olivos disemina os ante ellos. El olor
las nu flosas cas del polvo y del vino flotaba en la brisa ve
de las ores se • .._..
pertina. d
-Si tu carrera depende tanto e otra persona, ya no es real
mente tu carre ra, ¿no? . , .
Se h. 0 un largo silencio mientras la ulttma luz se agotaba
1enanee y 1a luna los bañaba en su pálida claridad.
Durante sus dos frenéucos y últimos días juntos, él insistió
en acompañarla a comprarjuguetes para sus hijos, y fue con ella
a la estación a las cuatro de la mañana. Era su única amiga en
Occidente y sólo la segunda persona en su vida a quien había
revelado su más profunda ambición. Y se fue.

loan seguía oficialmente becado, seguía siendo un modelo


de lo mejor que podía producir una educación comunista o to-
talitaria. Se quedó cuatro semanas más en su habitación de la
Via Cacciatoreal en Perugia. En el examen final del programa
obtuvo treinta sobre treinta y ganó el primer premio de la uni-
versidad y la beca A Lupatelli. Solicitó una tercera estancia al
Instituto Nacional Italiano de Humanidades. Le fue concedi-
da. Así, de momento, sus escasas finanzas se mantenían.
Pensaba a menudo en su familia y amigos, y se sentía pro-
fundamente culpable de haberlos dejado sin despedirse. Al
m15mo tiempo, le agradaba la idea de haberse liberado de las
presiones de la historia y de las pretensiones familiares. Escri-
bía cartas preguntando por ellos, pero solían llegar con retra
so, igual que las respuestas. No supo que Miron tuvo una pro-
fundadepre5aon ·, cuando se dio cuenta de que loan no
volvería, ni que su antugua
.: . Sanda Ungureanu in1c1o
novia · · una
·<

120
batalla, perdida de antemano, contra la enfermedad
Jargatal Se endureció para afrontar la prueba que le esperaba
m°"_,¡¿,do la teoría de Eliade de que nuestras vidas presentan
recor :. d, f ·id
dalías del desuno» e rorma repetu la y pautada. Escribió a
«O b acerca de ese reto en enero de 1973: «Ahora estoy en el
ser anabismo de Occidente. Llevo un revólver en el bolsillo
negro I :. H .
defenderme de tos amigos. (e cambiado mucho, Bombi-
para. desde la u1. urna vez que nos vimos ... . Soy cínico y duro
+. (. .)

neU1, .
orque aqui la vida val
e poco. e·aertamente, aunque la vida val-
P poco, las tentaciones son profundas. Consigo a duras penas
gabrevivir O ahorrar un dinero».
so Se mudó a Roma, donde la vida se volvió cada vez más dif-
cil. Se instaló durante diez días en el pequeño piso de Mario y
su mujer. Tenían problemas. Mario se había casado con una
extranjera de clase inferior, y su rica familia le había retirado el
trato. Su esposa rumana nunca había trabajado para ganarse la
vida. Con sólo un nivel de bachiller, luchando con el idioma
italiano, se debatía contra su propia depresión. En otros tiem-
pos se había sentido atraída por loan, y al principio le hizo ilu-
sión verlo en Italia. Ahora ella y Mario no tenían nada que
ofrecerle, y él no tenía nada que ofrecerles. De mala gana, Ma-
rio le pidió que se fuera.
Seguía sin estar seguro de desertar. Su hermana le suplicaba
que volviera. Por insistencia suya, el diario Secolul 20 mantenía
abierto su cargo editorial. Finalmente, loan le dijo que no po-
dría aceptarlo porque «sólo puedo volver como triunfador».
En su desesperación, trató de hacerse monje en un monas-
terio apiano. Después de tres semanas, abandonó su búsqueda
de la iluminación bajo falsos pretextos, puesto que sólo busca-
ba asilo político. Fue a una pequeña y sucia comisaría de poli-
c1a en Roma, donde entregó su pasaporte rumano. Un muy
poco conspicuo escenario para el acto más significativo de su
breve vida. Eljoven e introvertido muchacho criado en un am-
biente moldavo de amor, destino y estímulo intelectual pasó ª
estar, a todos los efectos prácticos, muerto.

121
. país sin papeles ni identidad, pidió ayua
Ciudadano sin ' M
cido suyo, Bruno lanzon.
· M
lanzoni lo 1
aa
rofesor y con O . L a o.
un P . d Roma durante un nempo. uego, Culia.nu
.ó en su piso e . , . . se
J < d njoven y dinámico arquitecto y su mujer
mudo a casa e u . , d .y en
. . algo misteriosas. Era un peno o muy dificil ,,
circunstanc1as hi6 '· la
d, •.-..mpear con los avatares como un ta ur que fuer
no poda U
d+I • ] p, · d,
. ,
como d liria mas , tarde su mujer, «capaz anzar un ,arol a Dios •
stantemente humillado. En una fotografia de ¡ 973
Es taba con · b •
.
es un yoven atormentado con gafas y un . traJe arato y mal cor•-
tado, con una chaqueta cruzada demasiado holgada para esa
percha. Su mirada es más asustadiza que penetrante.
En Italia, los refugiados eran encerrados en campos de in-
temnamiento o de concentración, donde tenían que informar
de todas sus actividades a la policía local y eran tratados con in-
diferente y burocrática brutalidad. Acabados sus períodos de
beca, agotado el dinero y sin que sus amigos pudieran hacer
nada para impedirlo, Culianu entró en el campo de refugiados
de Latina.
Cerca del Tirreno, el campo de internamiento de Latina
consistía en desoladoras filas de barracas atestadas y sucias en
medio de campos incultos. Culianu compartía su miseria con
todos los indeseados e inaseados -reclusos yugoslavos, gitanos
húngaros y refugiados argelinos-, personas sin relaciones y sin
organización. Sólo podía salir del campo durante el día, y sólo
para trabajar. Se ganaba la vida como podía, dando clases par-
ticulares de inglés y lavando platos, o «pescando perlas», como
se solía llamar. Se obligó a sí mismo a pasar hambre. Se com-
pró un jersey ancho en un mercadillo y se dedicó a robar co
mida metiéndose fiambres debajo del jersey. Por la noche, co
locaba sus pocas liras bajo la almohada militar mientras oía
cómo sus compañeros afilaban sus cuchillos y hacían bromas
groseras acerca de sus líos con las mujeres del campo.
i2ué lejos estaba de sus idílicos paseos vespertinos con An
ca Giurescu en Perugia! Escribió a Serban: «No tengo ni el fue-
go del demonio en la sangre, ni la paz ni la paciencia del hom-
bre que busca el bien ... Os echo de menos a todos, pero

122
ubby] es a quien más añoro. Me dio fuerza durante casi
[C _ 5 Desaparecera de forma normal y tranquila como
d 0 s ano . . , r-. 1
. , Nadie adverura su Ia.ta porque él no cantaba su pre-

arecio, b. , . (
ap . Quizá yo también». 0 'orin «Chubby») Zaharia murió
Senc1a.turamente unos anos - d
espues. ,
Prerna . . d d .
Las malas noticias procedentes le casa avivaban la depre-
:<. de Culianu. En Iasi, estaba condenado y sentencia do a sie-
sion5os de carcel
• por « den1grar
· e I Estado». A causa de su de-
te an'ón su hermana h,bi ·id
serCl . . a 1a S1 O expulsada · . del trabaio
) de
ofesora adjunta de literatura en la universidad que antaño
pr
había dirigido su c. ·¡· Su madre
famla. d se retirójusto
· ,· antes de que
1 echaran a ella también. Los amigos de la familia recibieron
:dvertencias de que no debían relacionarse con ellas. Algunos
se convirtieron en informadores. Cuando se enteró de la situa-
ción, Ioan escribió a Tess en febrero de 1973: «No puedo acon-
sejarte que te muestres sumisa. Sé que no lo harás. Pero piensa
en cu carrera. Soy trabajador y, al final, nuestra fe, nuestra in-
teligencia y nuestra bondad vencerán».
Con el hambre, el frío y la falta de dinero, perdió su ambi-
ción. Apenas le importaba que fuera de día o de noche. Yacía
en la cama con la «heroica locura» que Bruno y Platón habían
convertido en clave de su estética. Finalmente, una noche, sacó
el cuchillo oriental que había heredado de su padre. Deslizó el
frío filo por su muñeca, lo hizo retroceder y se lo clavó. Con la
sangre cayéndole por el brazo, cambió el cuchillo de mano y se
cortó en la muñeca derecha. Según cuenta Mircea Marghescu,
luego se hizo un corte longitudinal en cada antebrazo. «Fue te-
rrible. Me enseñó las cicatrices. Se había cortado las muñecas y
el interior de los brazos hasta los codos, con cortes largos Y
realmente profundos», dice Marghescu. «Cuando hacía algo,
lo hacía en serio.» Con los brazos cubiertos de sangre, Culianu
se quedó dormido en la cama. Soñó con una hermosa chica
rubia que le hacía señas en un exuberante bosquecillo de na-
ranjos. No había bañado las heridas en agua tibia, de modo
que la sangre fue secándose lentamente y detuvo la hemorra-
a. Se despertó con una sensación de mareo y de calma. Du-
123
d. años siguientes, en todas las fotografiasen
rante l?s iez nga corta, loan llevaba muñequeras para que
aparecía con ma1 g d l :hi
:..:<. Ocu]
.d Nunca olvido su vs1on e a cl aca rubia.
tar sus hen as.
. aso' ocho meses en el campo de Latina antes dte
Culianu pi •
. 1 ente reconocido como refugiado
ser o)fi1c1aim • : conforme la Co n-
. , de Ginebra de 1951. Se gasto el dinero
vencion . que le quedaba
en una turbia transacción para conseguir un pasaporte inter-
nacional Nansen, «rosado y fino como una rosa de mayo». En.
contró un puesto en el equipo de estudio 1;
de la legislación la-
.: 2

boral del Instituto Europeo de Normalización del Derecho


Laboral. Más tarde fue secretario en la Universidad de Roma.
Allí vio un anuncio para realizar estudios de tercer ciclo y una
plaza de profesor ayudante de historia de las religiones en la
Universidad Católica del Sagrado Corazón de Milán. Se matui-
culó en la Universidad Católica para presentarse a un examen
que convalidara esa asignatura.
Explicó al severo jefe de personal que no tenía papeles de
identidad aparte del dudoso pasaporte que había conseguido.
Por haber desertado, no tenía pruebas de sus calificaciones
académicas. Los estudios de historia de las religiones estaban
prohibidos en su país.
El hombre sacudió la cabeza. Había visto a otros en la situa-
ción de Culianu, intentando prosperar en Occidente tras pa-
sar privaciones en el Este. Según su experiencia, el esfuerzo so-
lía ser inútil. ·
-¿Ya has pagado la matrícula? -preguntó.
-Sí.
-Poveraccio! Pobrecillo. Bueno, ya que has pagado, será me-
Jor que entres y te examines.
Dos semanas más tarde, Culianu recibió una carta felicitán-
dolo Y ofreciéndole una beca y una plaza. Volvió a entrevistar-
se con el mismojefe de personal.
-Qué significa esto? ¿Me mintió la última vez?
-No.
-¡Si ha recibido la nota máxima!

124
'a obtenido una puntuación perfecta en cinco de 1
b
Habí
. cialidades de hiistoria dl
Ie as religiones.
1as
eis esp€ di
_Sigo sin papeles )o.
p] hombre reflexiono. _
Tienes que contar tu historia al fm,fessore. Es el único que
ede ayudarte.
pu El proJessor:e _era Ugo Bianchi, un especialista de talla mun-
dial en gnosticismo.
_Estoy impresionado. El hecho de que hayas conseguido es-
resultado por tus propios medios es absolutamente increí-
te . l , 1
ble. No obstante, tenes que sacarte e: titu.o antes de poder
dar clase.
-No puedo sacarme el título sin dinero. Y tampoco puedo
ganar dinero sin dar clase.
Bianchi hizo lo necesario para que Culianu siguiera el pro-
grama de tercer ciclo, trabajando al mismo tiempo como miem-
bro docente del departamento de Religiones. Consiguió una
beca para cubrir los estudios de Culianu en teología bíblica y
no occidental, incluídas la griega y la hebrea. Durante muchos
años, Bianchi fue el mentor que Culianu había esperado en-
contrar en Eliade. Con él aprendió los métodos y técnicas de
un historiador de religiones profesional en Occidente. Su tute-
la fue a la vez una bendición y un inconveniente: la orienta-
ción de Bianchi se estaba quedando desfasada, ya que consistía
en acumular hechos esotéricos prestando poca atención a la
teoría. Pero Culianu siempre le quedaría agradecido, así como
al decano de estudios de la universidad, Giuseppe Lazzati, y al
jefe del departamento de Religiones, Raniero Cantalamessa,
por su buena voluntad a la hora de darle una oportunidad. Pa-
ra él resultó providencial. En el espacio de unos meses había
pasado de un intento de suicidio en un campo de refugiados a
una beca que le iba a proporcionar una plaza de profesor ayu-
dante en Occidente.

125
Chicago, París y Mircea Eliade

Somos todos personajes de un hermoso libro. Intentaré es-


cribir algún día ese libro, pero no será el mismo. Cada uno de
nosotros tratará de escribirlo, pero no será, nunca podrá com-
pararse con... el libro.
I. P. Culianu a Serban Anghelescu, 26 de octubre de 1978

Mientras la fiebre de la revolución estudiantil hacía estra-


gos a su alrededor, Culianu empezó a leer a los filósofos del
Renacimiento, como Marsilio Ficino, Pico della Mirandola y
Giordano Bruno en las mejores bibliotecas del mundo en esos
temas, incluida la del Vaticano. De hecho, pasaba todos los
días por el Vaticano, junto a la estatua erigida en el lugar en
que Bruno fue quemado en la hoguera por la Iglesia en 1600.
Se había convertido en el punto de encuentro de los anarquis-
tas de Roma.
. Se concentró en la magia del Renacimiento, fumando ciga-
mllos para mantenerse despierto durante las largas noches
que pasaba con el misterioso pensamiento del vilipendiado Y
exclaustrado monje dominico Giordano Bruno. ¡Qué emoción
releer los tratados de Bruno en los idiomas originales, el latín Y
el "iali'Uano! El dominio que tenía Bruno del mundus imagna
:. " lis
l mundo preciso de los símbolos metafsic os- lo convirtieron
en un carismático orador y pensador a finales del siglo XVI . Se

127
iali en el «arte de la memoria», la antigua técnica ,
especial1zo d l¿ 5 le
o as partes co
+:. ·'

ara recor dar largos discursos asocian . n 1 as


~P tancias de una casa memonzada. Al hacer un d;
diferentes es • , 1 1o1..,.,._ IS-
6·oca en que no existían los teleprompters, e]
curso en una eP 1bi: ·:. > ora

1
. do mentalmente por las ha 1tac1ones recooie d
dor iba pasan . o· n o
los pasajes asociados a cada imagen. ,
No obstante, en lugar de una casa, Bruno decía haber m
mor1za . d Io mas' de un centenar

de s1mbolos• astronómicos , as-
1, • os y del antiguo Egipto para
rologcc
constrmr una compleja4 .
Qu' 1di, ar
itectura
qui e mística de la memona. ... d men apren iera esa maoia

ara Bruno un «adepto», o mic1a o, a un mundo superior.
era p .. dí
Usando ese conocimiento, decía, un mago po 1a proyectar su
voluntad para conquistar a una amante, o inclu.so ª. toda una
población. La cuestión de romo se hacia era el misterio que ex-
ploraba Culianu. . . , .
Rechazado en Italia, Bruno mfluyo en la Vida cortesana in-
glesa y en la arquitectura del teatro Globe de Shakespeare. Cu-
lianu comparaba la magia de Bruno con la de los anunciantes,
las empresas de relaciones públicas, la de quienes controlan
los fenómenos políticos y la propaganda, y exploraba los fun-
damentos de la sociedad occidental con la que tenía contacto
por primera vez. Esos profesionales trataban de manipular el
inconsciente colectivo con métodos que Bruno había estudia-
do en profundidad. Las técnicas de Bruno funcionaban -o
gente creía que funcionaban- lo suficiente para que recibiera
invitaciones del rey de Francia... y para que fuera ejecutado
por razones que aún hoy no están del todo claras.
Los encuentros de Culianu con el mundo bruniano de los
signos le hicieron profundizar cada vez más en la relación en-
tre la religión y el poder, entre las pautas de la historia y las fe
chas críticas que vio registradas -aunque toscamente- en as·
trología, y en los modos inconscientes en que el pueblo es
manipulado. En una carta a Serban, en Bucarest, de octubre
de 1973 , hacía alusión a sus descubrimientos y a su nuevo «éxi
to social, por el que he pagado un precio enorme, mayor de
que ningún hombre podría soportar». y seguía: «La soledad

128
-"' ra me rodea, para siempre y de forma definitiva y en
ye anO' : : : "
q as artes, contiene en su mtenor un movimiento dialéctico
tod P abilidad y libertad... para darme poderes diabólicos
de cu1 P ue realizar m1· ex1stenc1a.
· · No me abandona el tormen-
on los 4o que parece mexp :. »li1cable... un :inmenso conocimien-
o de algun inmenso pouer d que no me pertenecen. Este conoci-
to. de to y este poder tienen
· un ongen · que en la Edad Media se
mien 1d di d . :
1abría considerado livino o 1emoniaco: demoniaco es el térmi-
00
más adecuado».
Pocos estudiosos antes que él habían visto un gran valor en
tratados de Bruno como De la composición de las imágenes, los sig-
ns y las ideas. Entre ellos, el profesor de la Universidad de Lon-
dres Frances Yates fue quien escribió con mas lucidez, tratando
de desentrañar las técnicas de Bruno. La contribución de Cu-
lianu consistió en aplicar las artes mágicas y los «vínculos» psi-
cológicos al siglo XX. Veía el Estado occidental como un Esta-
do Brujo basado en, e influido por, los mismos principios de
realización emocional practicados por Bruno. Estudiando la
magia en el Renacimiento, Culianu se rebelaba contra cual-
quier construcción única de la realidad, no sólo comunista, si-
no también occidental. Examinaba las técnicas de la publici-
dad occidental que penetraba en la vida imaginativa del
individuo. ¿Qué es un pensamiento?, se preguntaba. ¿Cómo
manipulamos nuestros pensamientos o los de los demás? Y en-
contró valiosas respuestas en los oscuros textos de un mago y
filósofo de quinientos años antes.

En Milán, Culianu vivía en una casa de huéspedes de la ca-


lle Necchi con diez u once ayudantes doctorandos con los que
trabó amistad. Se fijaron en su mirada penetrante, en su inse-
guridad y su desasosiego. Se hizo amigo de Gianpaolo Roma-
nato, vástago de una acaudalada familia y que cumplía años el
mismo día que Miron Bogdan, y, más tarde, que Hillary Wies-
ner: el 17 de agosto. .
Romanato recordaba el «paso rápido y nervioso» de Culia-
nu y 1a americana
· de delgado paño negro que le sema' d e ªb n-
·

129
• . y de chaqueta de traje. «Cuando nos conoc·
go en inver 0 al · hz fr. -I-
mos, cul1anul. teni'a tos rasgos de Iguien que. a su ndo la pva-
"d 'd mala alimentación. No he conocido a nadie en mi
lidez 1e 1 1a Culi: ·id
id ue tenga la tenacidad de u/1anu y su capac1 ad de so-
vla q ·
orar el sufrimiento, de in€ro"ya""0Y
· · l
,38er él,
d h
cierto modo, una razón de vivir. r_a una ec1s1on como sus
d •
te en

. • • de yoga " de condicionamiento


eyerIc1os ,. . • mental ... Estudiaba
2

sin interrupción quince o dieciséis horas al día... No necesita.


ha tomar notas, tenía el archivo en su mente.»
Desde 1973 hasta 1976, Culianu y Romanato vivieron juntos,
comiendo juntos cada día, bromeando y llevando una vida de
fraternidad estudiantil, ambos con beca de la universidad. Cu-
lianu llegó a ser huésped habitual en la casa familiar de Roma-
nato, en Padua, durante los fines de semana. Con frecuencia
era invitado a casa de sus otros amigos italianos, que se apiada-
ban de ese pobre condiscípulo que parecía intimar con ellos
pero nunca compartía sus oscuras cargas personales. Era un
huésped muy agradecido, experto en hacer que uno se sintiera
casi mágicamente bien de su propia hospitalidad. Convertía
un fin de semana en una aventura de autodescubrimiento, ma-
ravillándose de las extrañas coincidencias y bromas, que para
él señalaban pistas más profundas de una lógica del universo.
Pero nadie lo conocía de verdad, ni la vida que había dejado
atrás.
Su profesor, Ugo Bianchi, también se tomó un interés espe-
cial por él. «Recuerdo su rapidez al traducir su pensamiento con
palabras escritas en muchas lenguas: en francés, en rumano, por
supuesto, en italiano», dijo el veterano catedrático. «Pensaba y,
en el mismo momento en que pensaba, escribía. Sus ideas le ve-
nían con fluidez, de forma absolutamente ordenada, lógica.
Siempre lo envidié, porque me cuesta mucho escribir.» Durante
el resto de su vida, Culianu honró inconscientemente asumen-
tor hablando el italiano con la misma grandilocuencia que él.
Se hizo muchos otros amigos italianos, como los ayudantes
doctorandos Gustavio Casadio y Mario Lombardo, que reco~-
daban con Romanato los súbitos cambios de humor de su amr

130
e Romanato quien dijo: ccReía muy poco, a pesar de que
go• yu 23 años y que
famos
eramos poco más que niños. Al contra-
d ·il, • d b
te erdo horas e s1 enc10, e astracción, aun cuando es-
3,
rt '
recu ·F G
un bar o en un care. See encerraba en "sí mismo, cabiz-
aba. enligeramente inciunao
:. • di hac1a ·" un Iado. Era una tristeza
bajo»
repenúna y profund
n a, ta1n me ·l aneo6171ca... tan inesperada».
'

Desde su deserción, Culianu también se sentía constante-


te atemorizado. «Experimentaba todos los síntomas de esa
men . ., ..
aranoia que caracteriza a 1 los recién exiliados», haría decir
" arde a uno de sus personaJes en un relato de misterio en
m Renacimiento, «01a <d, r .. =1 os pasos de los agen-
e rorma rutunana
1
a la policía secreta siguiéndome cuando pasaba ante los
chulos y los vendedores de drogas del barrio por la stazione,
junto a la Pensione Cavalari»~. Sus amigos advirtieron que se
volvía cada poco cuando caminaban por las calles de Milán, y
le tomaban el pelo: «Giovaninno, no eres tan importante co-
mo para que Bucarest venga hasta aquí a matarte».
Iban a bares ajugar a las máquinas, y a los museos a estudiar
arte italiano. En general, Culianu parecía más a gusto en el si-
glo XVI que en el XX. Entre sus pinturas favoritas se encontra-
ban La Virgen de las rocas de Leonardo da Vinci (sobre la cual
escribió para el diario Aevum) y el famoso mural de Botticelli,
La Primavera. Se estaba convirtiendo en un experto en arte re-
ligioso medieval y renacentista, deleitándose en los códigos y
misterios que veía en las enigmáticas figuras de Botticelli. La
Venus que se encuentra en el centro de La Primavera lo fasci-
naba especialmente porque se parecía mucho a lajoven que
había visto en sueños la noche en que se cortó las venas.
Enjunio de 1974, Radu Popa fue a visitar Italia, el primero
del antiguo grupo en hacerlo. Encontró a un Nene inmensa-
mente cambiado: amable como siempre, pero ya no dispuesto
a dedicar su precioso tiempo a otra cosa que a sus estudios.
1
loan Culianu y Hillary S. Wiesner, The Emerald Game, manuscrito sin pu-
bliar, 1987, pág. 2.

131
. Rad visitaba los lugares turísticos, su primo segu d
Mientras. lu .:.
biblioteca del Vaticano. I .nc ·h uso en plena l o.
tuabajaba en la 1 ., ·b
ha un traje negro con cor ata. Los bibliot
., can
cula, Nene 11 teva )' @ca.
.rios 'a Ie) Vaticano
'a
lo llamaban respetuosamente
.z
professore g;
in
embargo, re Sultaba evidente que se sentía , profundamente so.
.d., Radu que se quedara. «Quería que yo también d
lo. P ' l1o a , · d e-
sertara; decía que era fácil. Pero yo ve1a su m1e o, se volvia a
mirar atrás todo el rato.»

Más tarde, en el mismo verano de 1974, Mircea Marghescu


escribió a Culianu desde París ofreciéndose para presentarlo a
Eliade. Como un héroe de poema caballeresco, Culianu había
pasado sus «ordalías del destino» y había ganado el derecho de
ver al gran pensador. En septiembre, Culianu se presentó allí y
llamó al profesor Eliade. Fue invitado al piso de la Place Char-
les Dullin, donde los Eliade pasaban los veranos desde finales
de 1950.
Eliade le dio un recibimiento cordial, no caluroso, pero sí
mostrando un interés cortés. Ya era un hombre mayor, frágil y
calvo, con barba, gafas de gruesa montura de asta negra y pipa.
Tenía ya poco parecido con el brioso, enérgico yjoven Adonis
de sus años mozos en la India. Preguntó por los estudios y es-
critos de Culianu. Al final de la visita, éste le hizo la pregunta
más importante de su vida:
--Profesor, ¿podré ir a la Universidad de Chicago?
-Sí, desde luego. Nos ocuparemos de eso.
Al dirigirse hacia la salida, Culianu se detuvo ante el portal.
Parecía anonadado. Se balanceaba hacia delante y hacia atrás,
repitiendo como un mantra:
--Es un chamán, es un chamán, es un chamán.
-Ten cuidado. Eliade siempre dice que sí al principio -dijo
Marghescu, provocador--. Pero no hará nada
se
Culianu volvió hacia él mirándolo sin expresión, incré-
dulo, como s1 su nval hubiera sido la persona más ignorante
del mundo.
Después del encuentro en París, Culianu volvió a Milán en
estado de euforia. Tras una semana, empezó a abrir su correo
·mpaciencia, esperando de nuevo una carta de su mentor
con ! .. ida N
ue anunciara una nueva era en su vd a. lo sólo había conoci-
q al hombre que guiaba al mundo en el viaje en busca de los
do
:. ¡ificados mas profund os d e la rengon
¿. 1.=<. y 1, a historia,
.:
sino que
sign • :. itado l :. ·]
Eliade lo había invta a la pnmera escuela de teología mun-
d.1a! 1 para trabajar. Italia seguía
d;
siendo un país pequeño con
1, :..
na antipática y encorseta a a a izquierda en el ámbito acadé-
~ico. Estados Unidos era un lugar muy distinto: enérgico, es-
tridente, iconoclasta, libre, rico en medios de comunicación y
en dinero, su sitio en el mundo.
Culianu tenía en cuenta la advertencia de Marghescu. Pero
su amigo no sabía que había visto a Eliade fuera de la visita al
piso. Algo especial se había producido entre ellos. El 16 de sep-
tiembre de 1974, Elia de anotó en su diario una cena con Culia-
nu en un restaurante chino de París: «Estuvimos charlando
hasta medianoche en mi despacho». El anciano estaba buscan-
do un joven seguidor que lo relevara en su trabajo, de modo
que la relación no era enteramente unilateral. Y eljoven había
empezado a notar defectos en la erudición de Eliade. Con bas-
tante frecuencia, Eliade no documentaba las pruebas de sus
grandilocuentes y amplias teorías, lo cual les confería un ca-
rácter especulativo a la luz de nuevos descubrimientos. Culia-
nu empezaba a sospechar que su mentor era más un vulgariza-
dor que un pensador original. Con su creciente dominio de la
historia de las religiones, tenía la sensación de que podría
abrir su propio camino. «Eliade se había convertido en un
hombre, un gran hombre con quien Culianu empezaba a rela-
cionarse de igual a igual», recuerda Gianpaolo Romanato.
Durante semanas, Culianu no recibió respuesta. Envió a
Eliade su ensayo ti tulado El sol y la luna en elfolklore romano, co-
mo delicado recordatorio de que debía mantener su promesa.
Parecía incomprensible que alguien pudiera hacer un ofreci-
miento así sólo para olvidarlo. La ansiedad de Culianu fue cre-
cendo, ya que el primer libro que planeaba escribir, el que le
. ar una plaza en la Universidad Católica ib
iba a proporc1on d • aa
a sobre Eliade. E 1 proyecto lependía de
ser una mono grafi su
invitación a Chicago.

Varios amigos sostienen que, en el exilio, Culianu adoptó


durante un tiempo ideas de extrema derecha. Estaba impre.
. d por Mussolini y Salazar, el dictador portugués que
sionato . ·d :< d C ':
Eliade había admirado. La pnmera e ucac1on .e ,uhanu, to-
talitarista, era «adecuada sólo para hacer héroes», había dicho
¿ Romanato; en su rebelión contra los dudosos héroes de la iz.
quierda, se volvió por un tiempo hacia la derecha. En Milán vi-
sitó, como muchos rumanos que llegaban a Italia, un centro
cultural nacional dirigido por la enigmática y poderosa figura
de Iosif Constantin Dragan. Dragan fue acusado por el princi-
pal semanario italiano, Panorama, de haber pertenecido a la
Guardia de Hierro y haber tenido estrechos vínculos con el ré-
gimen de Ceausescu. El centro poseía una biblioteca de histo-
ria de la Guardia de Hierro, cuyos libros estudiaba Culianu
atentamente para entender un período completamente ausen-
te de su educación comunista, aunque muy cercano al pasado
de su familia y al de su mentor.
En Chicago, por su parte, Mircea Eliade estaba concentra-
do en la enseñanza y la escritura que explicaban su impacto en
el público mundial. Entre sus amigos y los de su esposa, y los
ocasionales invitados a cenar, se encontraba el joven Mircea
Marghescu, que había venido a la universidad como profesor
ayudante de literatura comparada. Marghescu preguntaba de
vez en cuando a Eliade cuándo iba a invitar a Culianu. Eliade
decía que ya se ocuparía de eso. Tras varias semanas, Marghes
cu señaló que el viejo catedrático sencillamente no tenía tiem-
po para ocuparse de ese asunto y le propuso arreglar un pues
to pro forma para Culianu como estudiante de postdoctorado.
Eliade aceptó.
A finales de otoño, Culianu recibió la carta que tanto había
ansiado: una invitación para llevar a cabo una labor de investr
gación en la Escuela de Teología de la Universidad de Chicago

134
los tn·mestres de invierno : . :
y primavera de 1975. Era un airo
'
e by so en los acontec1m1entos para unjoven que hasta
4sombro • ·ad bn no
<. tanto era un 1cenc1a o po re y rechazado, procedent
hacía d <.:. ·< Ah e
equeño y lespotuco pa1s. 1ora no sólo era casi un pro-
e un P dante en Mil 1 an, que estu1di+b 1a a el Renacimiento en sus
fesorayurimnales, sino. h b' 'd . .
que a 1a S1.o invitado por su héroe pa-
textos O 'b •
:. Chicago como colaborador especial.
rara , ·h6 .,
Una vez mas, se marc o e~ avion rumbo al nuevo mundo
había soñado durante anos, con poco más que su raída
que
maleta, unas cuantas camisas . l"b
y unos I ros. Sin embargo, su lle-
da a O'Hare en febrero de 1975 fue notablemente distinta
fe su llegada a la soleada Roma en julio de 1972. EI avión bajó
rugiendo a través de un manto de espesas nubes, baqueteado
par el húmedo y frío viento aruco. En lugar de ir conversan-
do con una hermosa profesora durante el trayecto, fue recibido
por un austero Marghescu, decidido a dominar al joven a
quien había ayudado en un momento tan crítico. En vez de ir
en tren hasta una pintoresca ciudad italiana, fueron en el co-
che alquilado de Marghescu a un piso en la esquina de las ca-
lles Cincuenta y siete y Cornell. En lugar de disponer de una
beca del gobierno, ahorraba hasta el último penique en las
desconocidas calles del South Side de Chicago.
En Italia, había encontrado el carácter latino, abierto y aco-
gedor, que le resultaba familiar a pesar de que la gente sabía
muy poco de su tierra natal. En Chicago, encontró una univer-
sidad fría y cerrada, fundada por los puritanos Rockefeller y de-
cidida a establecerse como líder mundial en especialización y
en erudición. «Es muy aburrido», escribió a su amigo Romana-
to. «La Universidad de Chicago es ahora la mejor de Estados
Unidos. Matrículas muy elevadas, profesores que no aparecen,
pocos alumnos y todos ellos asustados. A decir verdad, me gusta
así.» Durante sus primeras semanas allí, Chicago sufrió una de
sus peores ventiscas en la historia, con capas de nieve de más de
metro y medio de espesor que lo aislaban del mundo exterior.
. Sin embargo, estaba donde había querido estar toda su vida:
Junto al despacho privado de Eliade en el seminario de Meadvi-

135
·ncuenta y siete. Eliade era un personaje ::i.,..
lle, en 1la callle Ci ·h di h anua-
• id llamado Maestro por mue os e os que lo co
ble y quen4o, . . 1 no-
• I pus Rechazaba la limusina que e proporcionaba
cían en el cam; ». d
. id.d Cenaba cada noche en el Qua ranglc Club de 1
la umversi a • . . . a
e Su ·er: Chnsunel, no cocinaba. Cuando ell
mu!J
faculta d porqu ' , a
. b mezclaba su whisky escoces con otro de centeno
no miraba, 5]. .:. "
A d b a casi todos los que acudían a e, especialmente a los
{]k cera. una vez. un chico barbudo, Pobre y sea
se presentó ante la puerta de Eliade con una guitarra. El futuro
autor y columnista de National Public . , Radio, Andrei Codresc-....,
también fue acogido bajo su proteccon.
Esa beneficencia parecía sagrada a los que la conocían, y ve-
nía de toda una vida de auténtica peregrinación espiritual. Des-
de su juventud en la India estudiando los misterios del yoga
hasta su exilio y su fama en Estados Umdos, Eliade había hecho
una carrera que constituía «un microcosmos de la peregrina-
ción de este siglo a través de extravagantes esperanzas, sueños y
terrores», como observa un crítico del New York Times Book Re
view. Obligado a huir de Rumanía como sospechoso de haber
pertenecido a la Guardia de Hierro, Eliade dejó todo lo que
amaba tras de sí y nunca tuvo la oportunidad de volver a ver a
sus padres. Esa experiencia formó su pensamiento, expresado
en unos cincuenta libros que cubren la historia de las religio-
nes, así como ensayos, obras autobiográficas y narrativas.
La otra cara de la buena suerte de Culianu era la escasez de
sus logros hasta aquel momento. En el diario publicado de
Eliade acerca de esos meses, Culianu sólo aparece tres veces en
descripciones de cenas con otras personas. Un apunte del 13
de febrero explica las dificultades que encontraba eljoven: «[a
Culianu] nada le gustaría más que asistir a mis clases, pero no
sé si eso será posible». En marzo y abril, Eliade sólo menciona
haber visto a Culianu dos veces: una en una cena en grupo,
otra cuando Culianu trataba de «poner algo de orden en mis
estanterías». El 10 de mayo de 1975, cerca ya del final de la es
tancia delJoven en Chicago, Eliade cuenta: «A la una, Culianu
ya está en el salón, en medio de un abanico de carpetas que ha

136
.do Ha decidido archivar parte de mi correspondencia.
,ctend1 • d
,3¡veré a ver dentro le tres o cuatro horas y espero que ten-
L,o 05 úempo para ch_arlar. Ha venido a Chicago con la inten-
~ de trabajar conmigo. Ya nos hemos visto varias veces, pero
' ?n
1
O
hemos tenido oportunidad de hablar en serio». Des-
aún de tres meses en Chie1cago, I oan Cuhanu seguía sin haber
<

pue\do oportunidad de hablar en serio» con el hombre a


en1•en había ven•id o a ver dsd tejos. EI'liade no lo mante-
es e tan 1e'.
qui di .. :. ·=
abiertamente a astanc1a, pero 1nv1tarlo y luego dejar de
n1a
hacerle caso debía·bi d
te parecer a su di.·<- ¡1
discípulo un juego cruel.
No obstante, Culianu escribía entusiasmado a su amigo Ro-
manato acerca de la vida en Estados Unidos, contándole «im-
portantes e interesantes experiencias diferentes de cualquier
otra». Había conocido a «gente importante», decía, y encon-
traba Chicago «muy distinta de las ciudades europeas. Parecen
ratoneras al lado de Chicago. La televisión tiene cuarenta ca-
denas, y cinco son de Chicago, que tiene la mayor biblioteca,
el mayor rascacielos y la mayorjuguetería del mundo, sin men-
cionar la actividad comercial diaria, que sobrepasa todo lo que
había imaginado».
Pero la vida cotidiana era difícil. No podía hacer turismo
porque no tenía dinero, de modo que estudiaba, llegando a
«ocho o diez horas de lectura al día». Tremendamente pobre,
se preparaba su propia comida en lugar de ir a comer con Mar-
ghescu. Caminaba quince manzanas más al sur hasta un mayo-
rista para ahorrarse unos centavos en un filete de hígado que
no siempre olía a fresco. Marghescu se mostraba dominante
con sujoven amigo, que seguía luchando con el inglés, y reñían
con frecuencia por dinero. Una vez tuvieron una fuerte discu-
sión acerca de un litro de zumo de naranja que Culianu acusa-
ba a su amigo de haber robado. «Podría haber tenido gracia,
pero no la tuvo», recuerda Marghescu. «Lo que nos hicimos el
uno al otro fue tremendo.» En su último día, Culianu se vio sor-
prendido por un aguacero cuando iba a despedirse de Christi-
nel Eliade. Ella le dijo que se quitara la ropa mojada, y descu-
brió que sus calcetines y su camisa estaban raídos y sucios.

137
. . los tirara y le prestó unos de su marido. En u
Insisti6 en. que lo Romanato, conc·l' u1a d esan1ma
· do: «He co ha
carta a Gianpaol no-
cido a oca gente hasta ahora, de modo que me alegraré de Vol-
P_., -on la "gloria" de haber estudiado con el profe
ver en junio, C "oor
Eliade». d . d;
. bargo a pesar de sus ecepc1ones, po 1a considera
S in em! id habf ·id "
que su primer viaje a Estados Unidos 1abia sido un éxito. V]
., Italia con suficiente material para su pnmera monor,
VIO a ·hi d · a

H b'a tenido acceso a los are 1vos e su mentor, si no a Sus


fia. a 1 di h b'
ensamientos más profundos (que na 1e a 1a penetrado
¡a), y había caído en gracia ayudándolo a poner orden en
su caos de escritor prolífico. También había mejorado su inglés.
En comparación con sus amigos europeos, había conseguido
mucho en un período tan breve. Por miserables que fueran,
sus viajes le habían proporcionado más contactos importantes
en el mundo que a muchos otros estudiosos mayores que él y
con muchos más recursos. Para un refugiado de veinticinco
años, esos triunfos no eran nada desdeñables.
En mayo, volvió a Milán. Enjunio, recibió su primer doctora.
do, el título de dottore in lettere en historia de las religiones de la
Universidad Católica, summa cum laude. Como ayudante de Ugo
Bianchi, exploró un nuevo campo en su tesis: «Gnosticismo e
pensiero contemporaneo: Hans Jonas». En Jonas, un profesor
de la New School for Social Research de Nueva York, Culianu
encontró otro mentor, un iconoclasta pero respetado investiga-
dor que buscaba aplicaciones generales en un ámbito afina Cu-
lianu: el de las sectas rebeldes y secretas de los gnósticos.
Después de pasar el verano en Milán, trabajando en su libro
sobre Eliade, Culianu viajó en septiembre a Reino Unido para
dar una conferencia en el XIII Congreso de la Asociación In-
ternacional de la Historia de las Religiones, en Lancaster. Por
pnmera vez, empezaba a encontrar un público internacional
para sus ideas acerca de las pautas de la fe.
También empezó, algo inducido por su amigo Romanato, a
hablar de la campaña contra la falta de libertad de pensamien-
to en Rumanía. En noviembre, por ejemplo, escribió un ensa-

138
. lado «Exilio» y publicado en el destacado periódico de
Yo otu., pora rumana en P.ans, Liimite.
< . E n su sátira de la cobardía
d
1a 11as]Securitate, afin1nna bza que no podía
di haber regreso a Ruma-
de.. lain un cambio . ra.d;l1ca.I Es e y otros ensayos suyos fueron ci-
nía S! d :
en diversos ataques e un escritor de la Securitate que
addos id6 Arrtur Sil
firmaba con el pseudonmo ilvestri. En 1975, Culianu
6 el libro de un disidente que cntlcaba el régimen de Ceau-
reseu aun habiendo sido publicado en Rumanía. Su crítica po-
esC» d6 ·
1tica, como su obra académica, estaba expresada en un len-
guaje complejo y sugerente y dirigida a un público limitado.
En noviembre de 1975, Eliade le escribió felicitándolo calu-
rosamente por su doctorado y sus honores: «¡Mi más sincera
enhorabuena por el summa cum laude! Me resulta estimulante y
reconfortante asistir, aunque sea de lejos, a una actividad pro-
teica y frenética, como te corresponde (como debería ser cual-
quier taller de expatriado, especialmente uno rumano). Me re-
gocijo de todo lo que hagas y de lo que te propongas hacer el
año que viene». La «actividad proteica y frenética» incluía en-
tonces tres proyectos: la monografía de Culianu sobre Eliade,
un trabajo en curso acerca del especialista en gnosticismo
HansJonas, y el texto original de Eros y magia en elRenacimiento.

En 1976, Italia se había convertido en un lugar demasiado


agitado para él. El secuestro de Aldo Moro, otras desaparicio-
nes misteriosas de periodistas y jueces cuya importancia mini-
mizaban los italianos hablando de fantapolitica, o política fan-
tástica, las frecuentes manifestaciones estudiantiles y el auge
de una izquierda violenta dentro y fuera del campus hacían
que se sintiera cada vez más inquieto. Al ir en aumento su re-
putación, fue solicitando puestos en el extranjero. Empezó a
pensar que podría salir adelante como estudioso junto a su
ídolo. El 1 de marzo de 1976, se le subscribió un contrato de
cuatro años como profesor en la Universidad Católica del Sa-
grado Corazón de Milán.
Al mismo tiempo, sus solicitudes provocaron dos tentadoras
ofertas: una plaza bien remunerada en un departamento uni-

189
. . d ·studios rumanos en Groninga, Holanda, Y ou
versitario te e: itante en una umvers1 .:. ·idaad d e l a Idi:n 1a. Culia a
de profesor s1 tal id; nu
. dilema fundamen en su VI a: elegir entr
se enfrento a un idad d e
:. O·idente. Tenía la oportunila le hacer exacta.
Onente y cc1 . b 1 .
bía hecho su mentor - uscar a iluminaci5
mente 1 o que ha . d' n
. . al la tierra de los m1st1cos- o po1a caer en las tena
espirtua en ·id -di +

. d una profesión en Occ1 ente mero, comodidad y


ciones Ie z.:. d ,e

seguridad- en una institución burocrática te un paus pequeño,


cómodo y aburrido. .• .
D osan - os atrás,, habría saltado sobre la
. . ocasión
. de disfrutar
de una estancia pagada en el monasterio indio de Eliade. Pero
ahora dudaba. Pidió consejo a su padre adoptivo. Eliade le es-
cribió el 16 de abril de 1976: «Si lo de Holanda es seguro, acép-
talo. Podrás dejarlo más adelante, cuando recibas una pro-
puesta más interesante. (Yo, en tu lugar, habría escogido la
India, incluso con el riesgo de que me expulsaran un día.) Lo
que importa es que no te dejes aterrorizar por el "momento
his tórico", y que prosigas tu trabajo. Tengo la impresión de
que el ambiente en Italia te resulta ahora "insoportable". De
modo que, si crees que no tienes más remedio que irte... Ho-
landa, la India, lo que quieras». A diferencia de su mentor, Cu-
lianu estaba más interesado por lo que el pasado podía decir
acerca del futuro, y el futuro, para él, estaba en la tecnología y
el mercantilismo occidentales. Se decidió por Holanda.
A pesar de haber escogido Occidente, no se hacía ilusiones
sobre ello. Ya estaba descontento del enfoque técnico que allí
se hacía de su «desgraciada disciplina», como Eliade describía
la historia de las religiones. Culianu escribió a Andrei Plesu, un
amigo rumano que se convirtió en ministro de Cultura después
de la revolución, acerca de su conclusión: «Aquí, en Occidente,
la historia de las religiones( ...) no es el resultado de una evolu-
ción hacia una apertura filosófica como era el caso para noso-
tros ( ...)_, smo una disciplina arqueológica sin implicaciones
existenciales. No sirve para buscar un conocimiento más pro-
fundo ni para abrirse hacia el ser». Se preparó una vez más pa-
ra mudarse, esta vez a la septentrional y calvinista Holanda.

140
Holanda: un joven y prometedor
intelectual, 1976-1983

Abro el diccionario de latín en la palabra «precario» y des-


cubro que significa «que se obtiene con preces». ( ...) La preca-
riedad ( ... ) es el único modo de recuperar la religión en una
época laica.
l. P. Culianu a Mario Lombardo, enero de 1979

Groninga era la tercera ciudad universitaria en la vida de


Culianu. Una ciudad norteña, lluviosa y provincial fundada en
1040, que carecía de la calidez que lo había sustentado tanto
en Rumanía como en Italia. Los profesores y los estudiantes
iban en bicicleta por las calles adoquinadas. El reloj de una
iglesia medieval sonaba cada hora. Los estudiantes más pobres
vivían en las barcazas del Verbindingskanaal, un canal cruzado
por cinco puentes que rodeaba el casco antiguo. La vida giraba
en tomo a la universidad, de quinientos años de antigüedad,
una gran institución pública. Por la noche, era usual mantener
las cortinas de casa completamente abiertas, como para exhi-
bir el salón o el estudio iluminados ante cualquier transeúnte y
afirmar la respetabilidad burguesa de la familia. Esa costumbre
sacaba a Culianu de quicio.
No obstante, disfrutaba de la comodidad de la vida en un
país donde la gente hacía la compra en tiendas naturistas y
contaba con uno de los sistemas de asistencia sanitaria mejores

141
dad yl
d eor
del mundo.
:. l
apreciar la co!
la pas1on.
de la repres1on
teses y reservados, los holandeses paree-
.
. lcidad
d
<.
. , Para un estudioso (eno Ie am 1c1on, que hu-
:. -bi d
'lan
»herencia y la meticutos1a mas que la creati .
ll bi·:<.
. , de un país y de los d1stur 10s e otro, Gron;
. - un refuuio
. :
-ua
un-
ga conslltUia lo daría o· donde realizar tranquilamente la obra
a conocer al mundo.
que, espera! ba, . .
La con tra tación de Culianu era fruto de una combinación
estino · El hombre l h. bf
de sue: rt.e Y de d . . que o a,, 1a contratado era
Willem Noomen, un especialista en las fábulas medievale
francesas llamadas fabliaux. Pensador alto, imponente y enca-
neC1ido.s Noomen sentía un vivo interés por el folklore •
medie-
val, que los llevó, a él y a su esposa, a Rumania vanas veces en
los años sesenta y principios de los setenta. Se habían enamo-
rado de la tradición espiritual del país y de su cálida hospitali-
dad. En 1976, Noomen había creado una plaza de profesor de
literatura rumana en la universidad. Escribió al ministro de
Cultura del gobierno rumano mencionando a algunos desta-
cados expertos con quienes deseaba ponerse en con tacto para
contratarlos. No recibió respuesta. El 1 de mayo de 1976 infor-
mó del tema al embajador rumano en Holanda. Esa vez le su-
girieron el nombre de un burócrata comunista con poco histo-
rial académico. Rechazó la propuesta.
Las relaciones de Noomen en París y su amigo italiano Ugo
Bianchi le hablaron de loan Culianu. Culianu fue invitado pa-
ra una entrevista. «A todos los que lo conocimos nos dejó un
recuerdo muy positivo de su personalidad», observa Noomen.
«Era educado, incluso... uno poco demasiado educado para
los holandeses.» Culianu daba buena impresión, y mucha gen-
te consideraba su elaborada humildad como una representa-
ción humorística de las relaciones de poder académicas. Se le
ofreció una plaza de profesor ayudante de literatura rumana.
. Poco antes de que Culianu empezara a dar clases en Gro-
nmnga en otono de 1976, Noomen recibió a un visitante airado,
el embajador rumano, Traian Pop. «¡Ha contratado usted a un
enemigo del pueblo rumano!», dijo Pop. «Mi gobierno le rue-
ga que anule la oferta inmediatamente.»

142
Noomen respondió que había pedido ayuda al gobierno ru-
más de una vez, pero que lo había hecho por una simple
manoi6n de cortes1a. U: na un1vers1
:. ·idad
a holandesa no seguía los
cuesta bi: .:
. dos de un go 1erno extranJero para la contratación de
dicta
rsonal docente.
pe El embajador lo amenazó con llevar el asunto al Ministerio
Nacional de Educación. Noomen contestó que la Universidad
e Groninga era una institución de enseñanza superior que no
dependía de la intromisión de nmngun ministerio. Culianu fue
ntratado. Pero en septiembre Noomen llamó a su nuevo
¿egido a su despacho y le pidió en privado que abandonara
en la medida de los posible sus escritos políticos.
Culianu aceptó. En realidad, casi evitaba el creciente encla-
ve de disidentes rumanos en Europa. Al no saber en quién
confiar y no siempre recibir la confianza de los demás, se man-
tenía a distancia. En Italia sólo había hablado públicamente de
política una vez. En una entrevista de 1978 que le hizo su ami-
go Gianpaolo Romanato para el diario Il popolo, identificó dos
formas de rebelión contra el poder totalitarista: la disidencia
declarada y el retiro interior. Su respuesta era la segunda, dijo.
A posteriori, en una carta a Romanato, Culianu escribió: «No
hago buen papel como disidente, y no soy un modelo. Pero el
carácter que diste al material me resultó interesante, incluso
sorprendente».
Al pasar los años y empeorar las condiciones de su familia,
Culianu se puso en contacto con los opositores al régimen de
Ceauescu y empezó a escribir artículos críticos, si bien expre-
saba su crítica de una forma muy encubierta. Sus principales
intereses durante esos años no eran políticos sino profesiona-
les: encontrar un público, entender Occidente y avanzar en su
carrera. Escribió que Rumanía no producía grandes disidentes
pero sí grandes artistas, que seguían en Occidente más o me-
nos las mismas vías de innovación que en el Este, sólo que de
manera más abierta. Pero, casi inconscientemente, su trabajo
académico acerca de las ideas y del poder lo encaminaban ha-
cia resultados que producían malestar a un régimen totalita-

143
r 'a secreta establecida en diferentes capital
no. "?PP""_4
Quizá
1
del mundo eyera
nas agudeza
,
que la mayoría de s ¡,"
. ec.
. . . s fueran más prevsores acerca de su f
tores universitan1os, O , . Al l . Utu.
. . , de lo que lo era el
ra direccuon . mismo.
±
cxp orar libremenzle
± : •

byacentes en la historia, sus escntos inquietaban


Iasyautas_s:poder y algo que ocultar. a
quien tuve
- siguientes fueron tranquilos y solitarios, dedicados
Lo s anos bl' ., ( .
a la docencia, la investigación y la pu i~ac1on trem ta y seis ar-
, 1 cadémkos, sesenta y cuatro artículos cortos y reseñas
tuculos a j¡.=6 ). D
y cuatro libros especializados sobre religión). )espués de loa
duros años de adaptación en ltaha, Cuhanu encontro tranqui.
lidad personal y económica, y escribió los libros que había pro-
yectado en Milán. «Me va bien», escribió a Romanato. «Pero
no sé cuánto durará. Espero que lo suficiente para que pueda
acabar los libros que tengo planeados.»
En invierno, las calles de Groninga eran solitarias, húmedas
y azotadas por el viento; a las ocho de la mañana seguía siendo
de noche, y hacia las cuatro de la t.arde ya había oscurecido.
Culianu vivía conforme a elaborados planes y listas, escribien-
do a su amigo Romanato acerca de un idilio pasajero con una
«amiga alemana» y su deseo de más compañía, no sólo por los
placeres eróticos, sino también porque «tener una mujer ayu-
daría mucho en las "relaciones públicas" y en las faenas do-
mésticas de cada día». Practicaba yoga y se preocupaba por ob-
tener la nacionalidad, algo de lo que carecía incluso después
de cuatro años en Occidente. En plena clase sobre las glorias
del poeta nacional rumano Mihai Eminescu, se indignó mu-
cho cuando uno de sus escasos alumnos se quedó dormido.
En 1977 había descubierto que su doctorado de la Universi
dad Católica de Milán no tenía el prestigio que necesitaba pa
ra avanza r en su carrera. Escribió a su amigo Romanato que la
comunidad académica holandesa, como las de muchos países
de Europa occidental, tendía tanto a la extrema izquierda que
se sentua «sin protección de nadie, sin amigos y sin un alma ge-
mela en ninguna pane». Llegó a despreciar Occidente, donde
144
ciedad ofrece la aburrida imagen de una tienda donde
da soestá a la venta y no se pue·d e recüibi-
wir (+°
ni dar) nada». Para re-
oo d ¡lidad r..: 1,:. z
forzar su movilida protes1onai, Ingresó en 1978 en la Sorbona
sacar otro doctorado llamado doctorat de 3 cycle en scienas
P~~es, en el departamento de Historia y Filosofa, especiali-
4,á en antigüedad tardía. Ayudado por el prestigio del nom-
e Eliade, pudo escoger como director de tesis a Michel
bre d .
Meslin, el presidente de la Sorbona.
Empezó a presentar ponencias internacionalmente, dando
nferencias en Roma en 1977, en la Asociación Italiana para el
co1 :. 7
Estudio de las Religiones, y en 19 9 en Amstcrdam, en el Con-
greso Internacional de Estudios Rumanos, viajando cada verano
a París para encontrarse con Eliade y con editores, publicando
artículos sobre gnosticismo, demonología, dualismo y magia pa-
ra la prensa especializada como Aevum, Kairos y Neophilologus.
Trabajó intensamente, siguiendo el ejemplo del personaje de
ficción de The Boy with Eyeglasses, de Eliade, estableciendo un
programa que incluía menos sueño cada noche. Siguió dedicán-
dose a su agenda de investigación, aunque esperaba moverse
fuera de las publicaciones académicas. Dijo a Gianpaolo Roma-
nato: «Trabajo sin entusiasmo en la tesis, que espero que acabe
convirtiéndose en un libro sobre las experiencias extáticas. Será,
creo, mi primer y último libro enteramente científico».
Sintiéndose cada vez más aislado, Culianu escribió cartas
tan desesperadas a sus amigos de Italia que provocó que Ro-
manato y su mujer le hicieran una visita de 10 días en Gronin-
ga, por las Navidades de 1977, después de haber estado allí por
Pascua sólo nueve meses antes. «Francamente, no era un sitio
particularmente atractivo para pasar las Navidades», recuerda
Romanato. En Nochevieja llovió doce horas seguidas, los estu-
diantes estuvieron tirando petardos hasta el amanecer, rom-
piendo escaparates y volcando contenedores de basura. «Fui
allí con mi mujer única y exclusivamente a visitar a mi amigo
porque había escrito unas cartas llenas de desesperación y de
soledad, y estaba preocupado por él.»

145
ona que empezó a ayudar más a Culianu en
U na pe rs · El" de. El 24 de noviembr
· su
avance academ d, ico fue Mircea 1a·dn5·<. -ibi< Te de
plo, el veterano cate rauco escnó entusias
1977, por ejem]» . <1,b1 . ima.
do que qu erl'a llevar a Culianu al ce e re editor fran ces .
. J
Francois (can-1 -Luc Pidoux-Payot: «Apenas puedo esperar h lasta
que nos vo.vamos a ver,' pero ¿cuando? , No antes de mayo de
1978 ( ...) Entre otras cosas, me gustan~ presentarte a Payot of.
cialmente, porque estoy pensando en ti para encargarte que te

;:n~ es de las nuevas ediciones de mi Tratado de historia de las n


etcétera, cuando yo ya no pueda». Elia_de estaba empe
zando a considerar a Cuhanu como su protegido para relevar.
lo en algunos de los proyectos que él ya no tenía energía para
completar solo. Así, parecia que la colaboración que loan Cu-
lianu tanto había deseado iba a llegar por fin.
Sin embargo, surgió un problema: la monografía de Culia-
nu sobre Eliade tenía que salir a finales de 1978 en Cittadella
Editrice. Sería su primer libro, y el primer libro de un rumano
sobre el gran historiador de las religiones. Se concentraba en
los materiales escritos por Eliade en su época rumana, un perío-
do desconocido para los especialistas occidentales. Culianu es-
taba preocupado por cómo acabarlo sin ofender a su mentor y,
al mismo tiempo, sin escribir un panegírico. También espera-
ba que Eliade lo ayudara a publicarlo en Francia, un mercado
más importante que el de Italia.
Culianu tenía una inquietud más específica. En sus minu-
ciosas lecturas de Eliade y de las historias de la Guardia de
Hierro, Culianu descubrió turbadoras similitudes entre la re-
tórica del erudito y la de los fascistas rumanos. Eliade había
escrito acerca de su admiración por un profesor de extrema
derecha, Nae Ionescu, y de su persecución por la policía se-
creta real como sospechoso de haber pertenecido a la Guar-
dia de Hierro a finales de los años treinta. Eliade expresaba
estos incidentes con nostalgia de lajuventud, usando el térmi-
no felixculpa (culpa feliz) para describir cómo las sospechas de
la policía secreta real lo llevaron a abandonar Rumanía antes
de que cayera bajo el dominio comunista. No obstante, no es-

146
feliz» respecto a la Guardia de Hierro como descu-
¡aba muy " "
'ó culianu. . .. . . . ..
b" ¿,nu advirtió en su investigación que, después de 1937
Cuna .. 1M; ·l 6d '·
.ón del Arcange 1gue paso e ser un grupo dejóvenes
la l,..egt
.
. . ...
..,,.., a converurse en una organ1zac1on de asesinos '. In-
tisem1d>
an sobre el pogrom de 1941 demostraban que fueron
forme: 5s miles de JUdi10s en Bucarest y casi. otros tantos en I~c:.¡
muerto : b '·
El periodista americano Ro ert St. John recuerda las atrocida-
metidas en Bucarest en su libro Foreign Correspondent:
des eo .. ., ·
Contábamos los cadaveres, apuntabamos las mutilaciones,
. peccionábamos lo poco que quedaba en las antaño hermo-
ans 'b . .
sinagogas, toma amos m1nuc1osas notas ...». En un incómo-
: intercambio, Culianu preguntó directamente a su mentor
acerca de una «historia objetiva» del período. El 14 de enero
de 1978, Eliade con testó:

No creo que sea posible escribir una historia objetiva del Movi-
miento Legionario ni una semblanza de C. Z. C. [Corneliu Zelea Co-
dreanu]. Los documentos disponibles son insuficientes; más aún,
una actitud «objetiva» podría resultar fatal para el autor.
Hoy en día, sólo resulta aceptable (para la mayoría de los lectores
europeos o americanos) que se justifique a un ínfimo número de fa-
náticos (de todas las naciones) o ejecuciones. Después de Büchen-
wald y de Auschwitz, ni la gente honrada puede permitirse ser «obje-
tiva».

Eliade parecía sugerir que después del descubrimiento de


los campos de concentración nazis (y rumanos), uno nunca
podría escribir con simpatía de la Guardia de Hierro sin su-
cumbir a los «fatales» ataques de quienes deploraban legítima-
mente el sufrimiento. Pero asimismo podía estar sugiriendo
que una «historia objetiva» de la Guardia de Hierro lo ponía a
uno en peligro también ante sus partidarios. Concluía su carta
disculpándose: «Siento haberme extendido en todas estas con-
sideraciones, superficiales y apresuradas. Te envío, no obstan-
te, estas páginas, por lo menos para proponerte el inicio de

147
larga discusión». Del mismo modo que Cur
una futura Y ª guir el apoyo de Eliade, Eliade tambi,, "u
trataba de conseí ·id Si <. ore
. to modo a sujoven segm or. 1 mas no, el libro d
jaba en caer id le
Culianu ayudaría a difundir sus i eas.

Sucinta exégesis, el Mircea Eliade de Culianu sugería que1


mentor estaba esbozada casi en su totalidad en u
0 bra de su . .,__ . . 1bli na
monografia fjrancesa • /.A nostalgie, ~ ongznes,
. pu 1cada en in•
, The QuesL Eliade paso su vtda desarrollando tres
g1es como afi b . o
cuatro temas delineados en The Quest, firmaba el libro de Ca.
lianu, basados en sujuventudifien Rumania. 1
El hombre moder.
.
no se siente perdido e insignificante en e universo moderno,
igual que un exiliado se siente perdido en una cultura extraña
14 Ct. »
soñando un «mito del eterno retorno». u1anu examinó la
narrativa fantástica de Eliade, como «El secreto del doctor Ho.
nigberger» y sus diarios, considerándolos decisivos para la
comprensión de sus ideas.
Un ejemplo de la contribución del libro al mundo acadé-
mico, frecuentemente citado por otros profesores, apuntaba
hacia un artículo rumano escrito en los años treinta en que
Eliade afirmaba que no había continuidad entre la alquimia y
la química. La química no era una versión refinada de la alqui-
mia, como muchos historiadores pretendían al demostrar el
«progreso» de la mente humana; se trataba de dos sistemas de
pensamiento completamente diferentes. Eliade decía que uno
tenía que distinguir fundamentalmente entre los métodos de
la ciencia moderna y los sistemas mctafisicos, más flexibles e
inclusivos. «Culianu fue el primer crítico en advertir la impor-
tancia del artículo sobre la alquimia», observa el profesor de la
universidad de Bucarest Sorin Antohi, «y eso fue muy impor-
tante para entender el pensamiento de Eliade».
Cuando leyó el manuscrito, que no mencionaba la política
de los años treinta, Eliade le escribió entusiasmado: «Me ha
gustado, te felicito, y te estoy muy agradecido (...). (Espero
que este libro se publique también en inglés y en fra ncés.) Me
ha gustado, en pnmer· lugar, porque, aunque sé que eres "e lia-

148
:. ¡o", no cometes el pecado de la hagiografia (... ). Me alegro
di",, aomines ya todos los instrumentos que te permitirán
de q der e ilustrar nuestra desgraciada disciplina». Eliade
efen ía el ana1;<. isis estnlc :tuuralde Calu ianu, reconociéndose en
d
aplauáginas del hbro y animanido a su autor a desarrollar las he-
1 :.

"1_,,as para hacer frente al «reto metodológico» de la his


. de las religiones.
tarso, después de la aprobación, Eliade no reco-
dó el libro a su editor francés, prefiriendo otro texto escri-
menor un amencano,. un 1ib 1 ro «que contenía muy poca infor-
o P CI El· ·d6 anonadado. Escribió
mación», según uh1anu.
«
.Joven quedó
su amigo Romanato en noviembre de 1978 que «lamentaba
:rnargamente» haber «venerado la doctrina de [su] ídolo». Tu-
vo la impresión de que la única razón para la traición era su se-
guimiento de la política y la historia personales de Eliade: «Soy
culpable (o, mejor, la verdad es culpable). Porque a Eliade no
le gustaron mis indagaciones sobre su pasado y el de Rumanía,
por eso no ha recomendado mi libro a su editor (y eso que no
incluí mis averiguaciones... ). Dirás que he sido tonto ofendien-
do a Eliade con mi investigación. Puedo decir: Amicus Plato, sed
magis amica veritas, y es verdad». Culianu se quejaba de que su
papel consistiera «en ser el discípulo cretino que se enfrenta a
todo tipo de riesgos para conocer [a Eliadc], pero sin espacio
alguno para la crítica». Furioso, frustrado y dolido, Culianu
inició sin embargo una conciliación calculada. «Entendí cuán-
tas cosas dependían realmente de él, de modo que adopté una
actitud más cautelosa y obsequiosa», escribió a Romanato. En
posteriores declaraciones públicas, se convirtió en el defensor
más incondicional de Eliade contra los que lo llamaban fascis-
ta.
A pesar de ofrecerse para una «futura y larga discusión»,
Eliade parecía preferir enterrar el pasado. Lo que no sabía Cu-
lianu a sus veintiocho años era por qué.
En 1978, Culianu obtuvo la plaza permanente de profesor
ayudante, y declaró que era un «auténtico intelectual bur-
gues». Sin embargo, en conjunto, en sus primeros años de

149
idd n Europa occidental tuvo una sensación de d
P rospen a e1 ·id 1 . es¡
.• S ba de que en Occi tente «e espacio para 1 ·
lusión. 3e queja' 1d z. .e elde
espíritu se vuelve ca a vez mas exiguo». Ci
sarrollo11 d el1 ± : - Ierta .
1 mo delo cultural del Este era peor, escribió, «per.3
mente, e . . o e
ahí viene directamente el dilema: no veo cn ninguna parte 1,
, , fi a esperanza "· Me encuentro literalmente
más in;mm ·
descon Icer.
tado en un mundo que no me cuesta entender, ~ino apreciarlo
por lo que es». Su queja era contra la modernidad, tanto de
Este como de Occidente. . .
Se adaptó, sin embargo, aprendiendo a conducir y satis4
ciendo sus nuevas obsesiones:jugar a las máquinas tragape.
rras, ver programas de lucha profesional por televisión y com-
prar sin parar por catálogo. Contestaba a todas las ofertas que
recibía por correo, disfrutando con las adquisiciones a través
de tarjeta de crédito, las muestras gratuitas, las ofertas de lan-
zamiento y todo lo que constituía la magia del capitalismo.
También fue en 1978 cuando su madre consiguió un visado
de salida para Occidente. Estuvo en Groninga dos meses, com-
partiendo con él el gran piso que él solo nunca había sido ca-
paz de llenar. En su diario, describiría más tarde sus sentimien-
tos como de «éxtasis pueril».
El 19 dejulio de 1979, en casa de un amigo, conoció a una
atractiva mujer morena con los ojos del color del mar en la no-
che. Carmen Georgcscu era una estudiante de ruso de tercer
ciclo cuyo padre había muerto siendo ella una niña. Su mari-
do, un investigador en neurología, se encontraba tan absorto
en su trabajo que no prestaba atención ni a ella ni a su hijo de
siete años, Andrei. loan la saludó con la vieja frase:
-Nos conocemos...
-Sí, es verdad contestó riendo.
-Fuiste a la Olimpiada de Física de lasi en 1967. Llevabas un
vestido azul con el cuello bordado. Era muy bonito.
Carmen se quedó boquiabierta. Recordaba el vestido Y la
ocasión perfectamente porque era la primera vez que su ma-
dre le había comprado un vestido para su debut en sociedad, Y
la pnmera vez que le permitían salir sola de casa. Dado que la

150
""!"

etición académica estaba centrada en la física, asistieron
_yicas, y ella había disfrutado de la atención de variosj6-
Pero ¿quien era el? Cuando Culianu se echó a reír, lo re-
enes. , Sus carcaJadas agu d; as y estnidentes le trajeron a la me-
d
corto. b; ·]F
. un chico flaco que esta a en el tondo de la sala con lacio
mona : d p .. .. .
quillo y mirada apasionada. 'arecia tímido, callado, dulce y
f1 ql ncólico. Ella estaba interrumpiendo al líder del grupo, pi-
aiendo respuestas a l; las preguntas y di'
mela! d
diciendo que éstas eran de-
iado fáciles. Recordaba que, al final del día, eljoven Culia-
mas1i 1d . .. 1 - •
nu le había pregunta o s1 quena que e· enseñara Iasi. Ella le
dijo que no. . . .
Al mirarlo detenidamente, la experiencia de sujuventud le
a
volvió la memoria. Pero ¿cómo podía él recordar tan rápida-
mente su vestido, y con tanto detalle?
Estuvieron hablando hasta tarde. Una semana después, Cu-
lianu le envió diecinueve rosas para conmemorar la fecha de
su encuentro. En dos semanas empezaron a verse. A las cinco
semanas, ella dejó a su marido y se instaló con su hijo en el pi-
so de loan. El le explicó que poco antes de que se vieran por
primera vez su padre había muerto en la miseria. El 16 de sep-
tiembre, menos de dos meses después de conocerla, loan es-
cribió a Gianpaolo Romanato diciendo que había «dado la es-
palda a su provisional condición de soltero, sin el menor
arrepentimiento». (Tras dedicar una frase a su proyecto de ma-
trimonio, se apresuró a preguntar por el libro que él y Roma-
nato habían escrito con Mario Lombardo, Religione e pote-re, o
Religión y poder. «¿Ha salido ya?»)
Durante los siguientes años, Carmen y loan fueron compa-
ñeros espirituales además de amantes. El convertía cualquier
detalle de sus vidas en compleja ceremonia. La noche en que
se prometieron, por ejemplo, escribió sobre pergamino, en la-
tín, un pacto que unía sus almas para siempre. Hizo un corte
en el pulgar de Carmen, y los dos firmaron con sangre. «Si al-
guen quebranta este pacto», escribió en estilo medieval, en
broma, «que muera de muerte súbita y humillante».
Le enviaba diecinueve rosas cada 19 de julio. Llenó la casa

151
. máuicos y gatos de peluche. Cuando Carme
de talismanes
l 'b'' 'hes
a loan realizaba un elaborada representación
taba en fierm , ., d que
- su malestar en una acción le amor y de sacrif:
convert1a s . . 'Icio
comport tándose como
., . un persona :.je deq;<Ehade. Pero, en g {ene'
1 la trataba mas bien como P1gma. ton trataba a su Jov
ra, fi . . en
a «Quería formarme segun su imagen icticia de esp
amad . , h' . M o
sa», recuerda. «Pero me ayudó muchísimo. (e ayudó a des
brir quién era yo.» 2

Juntos exploraban la astrología. El afirmaba que sus pode.


res venían de la lógica del pensamiento sistematico. No había
que creer que las disposiciones planetarias influían en la per.
sonalidad para respetar un antiguo arte egipcio que ofrecía un
método para predecir acontecimientos. No obstante, a él no se
le daba demasiado bien, «porque siempre quería influir en los
acontecimientos, no limitarse a observarlos», recuerda Car-
men. «Tenía ese lado oscuro que motivaba sus estudios de ma-
gia, un lado mucho más interesante», dice. «Era su lado faus-
tiano el responsable de su éxito.»
Lo pasaban bien jugando a las cartas y organizando fiestas.
Carmen lo ayudaba a organizar las agendas de sicofantes que
empezaron a rodearlo a medida que cobraba prestigio. loan se
llevaba especialmente bien con el hijo de Carmen. «Él mismo
era un niño», observaría Andrei muchos años después. «Cuan-
dojugábamos a algo, como el Monopoly, no separaba la fanta-
sía de la realidad. Pero con él tenía mucha más afinidad que
con mi padre. Era el único que salía a jugar al fútbol conmi-
go.» Su pasatiempo favorito era mirar la lucha profesional por
televisión. loan sabía que los combates estaban amañados, pe-
ro disfrutaba imaginando quién iba a ganar y cómo. En los me-
lodramáticos simulacros de lucha entre Andrei el Gigante Y
Hulk Hogan, veía un universo familiar, dominado por poderes
ignorantes que manipulaban los acontecimientos desde detrás
del escenario.
Culianu trataba de poner en práctica en su vida y su carrera
Un Juego maquiavélico similar. Aprendió a citar a la gente ade-
cuada en las notas de sus artículos y a subdividir ideas para

152
uJtiplicar las publicaciones. En enero de 1980, cuando se ca-
m'6con Carmen en la catedral ortodoxaGi
rusa de Amsterdam
,no
s ·<a Willem Noomen ni a 1anpaolo Romanato como pa-
escogo
. ino a un d estacad o ediator a qmen
.: estaba tratando d
drino, S 1bli lib; 1e
n cer para que pu 1case su I ro, el intelectual holandés
conve!
¡. Vermaseren. (Al enterarse de que a Vermaseren y a su
rd·. ·r les gustaban los animales de peluche, les envió un mon
muye' . -
< de ositos, gautos y monos.) Vermaseren no publicó la tesis
:n toral de Culianu, Psychanodia: A Survey ofthe Evidence Con-
_e he Ascension of the Soul andits Relevance, y, cuando re-
hazó otro manuscnto años después, se quedó sorprendido y
~olido de ver que Culianu le retiraba su amistad. No obstante,
Joan expresó su gratitud a Vermaseren en su prólogo a Les
Gnoses dualistes.
Culianu no era un buen maquiavélico. Era demasiado in-
fantil, casi demasiado humano para manipular totalmente a al-
guien, explica su mujer. Carmen le enseñó a utilizar el sistema
holandés para conseguir su ansiada ciudadanía. «Ese embaja-
dor rumano te hizo un gran favor», dijo. «Ahora puedes solici-
tar la ciudadanía desde tu situación de refugiado político. Te la
conceder.in enseguida.» Así lo hizo, y así fue. Por fin después
de tanto tiempo, con la ayuda de su nuevo amor, había conse-
guido sus codiciados papeles, una nueva identidad legal y una
nueva familia.

Durante unos años, estuvo relativamente satisfecho con su


sueldo, su capacidad para comprar una buena casa y un coche,
y su matrimonio con una hermosa mujer. Obtuvo un segundo
doctorado en la Sorbona, con una tesis titulada «Experiencias
del éxtasis y ascensión en el helenismo y el islam», que le me-
reció un tres bien. Decidió conseguir un último título, el más al-
to del mundo, el doctorat d'É tat de la Sorbona. Tras mucha dis-
cusión, Meslin aceptó volver a dirigirlo.
La decisión de aspirar a un tercer doctorado indicaba tanto
una profunda e imperiosa ambición como cierta inseguridad.
En Holanda estaba encasillado en el campo menor de los estu-

158
. s si bien también enseñaba lingüística roma- .
dios rumanos, = hi · d Uica
1i eraria y, durante un año, istoria le las religi
z. :.
estética ute» ' +e. d, l :.. Iones"
artamento de H1stona e as Religiones co
Cuan do el dep . nvo-·
co< una p »laza importante, ' la que anteriormente . . había ocupa4
1 a sohc1tud a o
r,
el protesor Gerardus van der Leeuw, • de CuJa
· 1anu
hazada. La cultura holandesa le parecía pretencio
fu e rec1 ··b: lz 1 7ay
a bum"da·, sus colegas. desprecia
. an a 1teratura
. rumana
_ y no
ban sus invesugac1ones especu 1 allvas y filosoficas sob
acep ta . d" re
el ori en y la historia de las creencias_mun 1a1 es.
c!iianu respondió escribiendo artículos sobre religión a un
ritmo casi increíble: siete en 1983, nueve en 1984, además de
decenas de reseñas al año. A menudo se quedaba hasta las tres
0 las cuatro de la madrugada y dormía hasta las siete. Se sentía
cada vez más atraído por los gnósticos. Abordó el tema en con-
ferencias que dio en París, Roma y, en 1983, invitado por el
Werner Reimers-Stiftung, en Bad Homburg, Alemania occi-
dental. Su mentor era un destacado estudioso, Hans Jonas,
que relacionaba el surgimiento de los gnósticos con la apatía
social y política de Bizancio y una búsqueda de la salvación mi-
lagrosa. Culianu se carteaba con Jonas, lo invitó a dar confe-
rencias en Groninga y empezó a trabajar en un libro sobre él.
Lo que más atraía a Culianu era la idea gnóstica de un univer-
so dominado u organizado por dioses ignorantes, como un
combate universal de lucha libre que uno debe constantemen-
te subvertir.
Pero los artículos y las conferencias no eran suficientes, le
escribió Eliade. «Christinel y yo os mandamos un abrazo, e im-
ploramos a Carmen que te proteja de la tentación de los artícu-
los y reseñas y te fuerce (con hechizos) a acabar los libros.» Res-
pondió al consejo publicando primero el elegante Iter in silvis:
Saggi scelti sulla gnosi e altri studi, o The Road in Silver (Mesina,
1981). Trató el tema más profundo de la relación entre reli-
gión Y política en el libro escrito en colaboración con Roma-
nato y Mario Lombardo, Religione epotere (Turín, 1981). Más tar
de edito una miscelánea dedicada a Willem Noomen, Libra
(Dordrecht, 1983). Esas actividades, junto con sus clases Y sus

154
, -encias, demostraban un inmenso y prodiaioso esfuerzo
confer :. bli '6'
prender idiomas y pu acar en todo el mundo. Los libros
f,éianu dejaban entrever la nueva metodología que EIiade
abía incitado a elaborar.
le ~ero más allá de la lucha por el reconocimiento profesional
taba el dolor por la separación y el exilio. En 1982, su herma-
casó con un profesor de instituto a quien había conocido
na se .
ndo estudiaba en la
1 U 'niversidac
. "d d de Iasi. Dan Pctrescu se
cua» d 1 ..
nvertiría pronto en uno e os principales disidentes del
5,o de lasi», dirigiendo y colaborando con periódicos cu!-
rales a pesar del régimen. Culianu escribió a su hermana en
~83 acerca de su tensión y su aislamiento: «Cuida a nuestra
madre y sé paciente con ella. Haré lo que pueda por traerla
aquí, quizá para una temporada larga. Trato de hacer de la me-
moria un soporte para m1, no una causa de dolor». Hasta que
se casó, mantuvo cuidadosamente un ritual privado, que in-
cluía una ceremonia en memoria de su padre, en la fecha de
su muerte. Ese día, no salía de casa en absoluto.

En 1983, Culianu hizo dos cambios significativos, al pasar de


sus textos científicos a la ficción y a un libro profético que tam-
bién señalaba el curso de su pensamiento posterior. «Estoy
buscando editor para un libro sobre eros y magia en el Renaci-
miento», escribió a Romanato. Tras haber experimentado el
éxito del burgués -precisamente lo que más detestaba- quería
abrirse al mundo no académico. Rebosaba de ideas para una
novela, un libro sobre la brujería en Europa del Este y otro so-
bre la salvación. Escribió a Romanato acerca de su desconten-
to: «Ahora no puedo abandonar por completo mis estudios.
No hay "solución" religiosa ahora que he "llegado" a una con-
dición material sin sorpresas y, en cualquier caso, extremada-
mente insatisfactoria. Ya sé las reuniones en las que participa-
ré. Todo se reduce ahora a una máquina, a un juego (...) • En
definitiva, tengo la impresión de que la vida hay que jugarla,
pero no en serio».

155
1484 y 1984

Sintiendo en él la poderosa lealtad del destino, abrió la


puerta.
Leonard Gardner, Fat City

En 1984, la carrera de Culianu alcanzó un punto decisivo.


En su intento de convertirse en una autoridad en los estudios
sobre religión y Renacimiento en Europa, publicó dos libros
destacables en importantes editoriales francesas. Uno era una
obra técnica acerca de los chamanes y la experiencia del éxta-
sis: Expériences de l'extase: Extase, ascension et récit visionnaire, de
l'Hellénisme au Moyen-Age Experiencias del éxtasis). El editor
era Payot. El otro ofrecía al mundo su estudio sobre la magia
del Renacimiento iniciado a la edad de diecinueve años. Publi-
cado en Flammarion, Eros et magie a la Reaissance. 1484 era dis-
tinto de casi todo lo que había habido hasta entonces en ese
campo. Denso, dogmático, erudito, proponía un nuevo méto-
do para entender la relación entre la magia, la religión y la
ciencia, según Spectrum Review, «examinando una época que,
como la nuestra, trataba de redefinir la civilización humana y
recuperar el poder de la imaginación y de Eros».
A la edad de treinta y cuatro años, Culianu cumplía su obje-
tivo de moverse más allá del ámbito puramente acadenuco es-
cribiendo y ofreciendo una nueva teoría acerca de cómo Y por

157
• id cen los acontecimientos del mundo. En Eros
que se pro u . . , . Y nia.
. , que el cambio histórico acontece por mutación
gia sugera d fu , no
. . , .e , erzas
por evo 1 uci"ón , y a menudo a traves . docultas para 1os
propios:. aC ·tores.' Proponía una visión cuantuca
• e la histon aen
que las tensiones culturales se producían una y otra Vez sin
fi hasta que de repente una cultura entera estalla. Dura
etecto di. 51:.
p eríodos de crisis, los ingentes po iucos confund
te esos . . d fi . . en
los efectos con las causas, las viejas letiniciones como «den
cha» e «izquierda» se vuelven en sus contrarias, y las institucio
nes actúan de forma completamente at1p1ca.
Su principal objetivo, sin embargo, era proponer una nueva
manera de contemplar el Renacimiento, sugiriendo que los
orígenes de la tecnología moderna, de las instituciones políi
cas y de muchas neurosis se encontraban en la Reforma, cuan-
do la censura de lo imaginario y la separación de consciente e
inconsciente se convirtieron en doctrina eclesiástica. Entre sus
fuentes se encontraban el filósofo Paul Feyerabend ( Contra el
método, 1979), el antropólogo alemán Hans Peter Duerr (Dream-
time, 1979), y el historiador de las ideas Stephen Toulmin (Tire
Retum to Cosmology, 1982).

Incluso los posteriores detractores de Culianu reconocie-


ron que Eros y magia era un «libro brillante», según Wendy Do-
niger, de la Universidad de Chicago. En él, Culianu se centra-
ba en tres magos-filósofos: el deforme y pedante Marsilio
Ficino (1433-1499), su afable y acomodado discípulo Pico della
Mirandola (1463-1494), y el enigmático y torturado Giordano
Bruno (1548-1600). Examinaba sus textos, casi olvidados, para
descubrir su dominio de los poderes inconscientes, eróticos e
imaginativos. Magia, para ellos, no significaba hacerjuegos de
manos, sino más bien el mundo profundo y completamente
documentado de la imaginación que conecta lo consciente y
lo inconsciente, lo individual y el cosmos, de un modo que el
hombre moderno ha perdido. Por imperfectas que fueran sus
«cienci~•• trataban seriamente de entender las operaciones
metafísicas de la mente. «Culianu hizo dos contribuciones cla-

158
clf el profesor del Smith College Carol Zaleski de Eros y
,¡e•,. !J:ando fue traducido al inglés. «Una es sencillamente s
magia.. 'n Pero su
. . 1 .mnteres
princpa
, dº
radica en que entendió
u

erulic1OI·
d
mola mente inventa mundos y los hace tan reales que se vuel-
fectivamente, reales.»
,¡en, e fil , fi f,
Para Culianu, esos magos-t Iosotos tueron maestros precur-
del ciberespacio, el reino infinito de los pensamientos
sores . , f:
ue el Renacimiento 11 amo antasmas. En su libro empezaba

",$,
q asando los antiguos exploradores de los mundos mentales
a6n y el pensador musulmán medieval al-Kindi, quien
dijo que los humanos estaban unidos unos a otros y a su uni-
verso por rayos invisibles. Cuando Ficino y Pico redescubrie-
ron las obras de al-Kindi y las de la astrología egipcia, se pro-
dujo un florecimiento de la fantasía, del misticismo y de los
juegos mentales renacentistas. Para ellos, el mundo ideal de la
imaginación parecia tan real como el autentico, que era una
sombra de fuerzas espirituales más profundas. Su época repre-
sentó no el principio de la ciencia moderna, como muchos
consideran que fue el Renacimiento, sino el fin de una fonna
enriquecedora y mágica de ver el mundo en que, como escri-
bió Einstein, «el pensamiento puro podría captar la realidad,
como soñaban los antiguos».
Culianu tenía vínculos personales con su manuscrito y su te-
ma. Había escrito su primera versión del libro en rumano, en
1969. Más tarde la tradujo al francés, enriqueciéndolo gracias a
sugerencias de otros especialistas en París, y lo colocó en Flam-
marion al cuidado del célebre poeta y crítico Yves Bonnefoy.
Bonnefoy quería utilizarlo para una colección llamada «Idées
et Recherches», siempre y cuando Eliade escribiera el prefa-
cio. Eliade no solía escribir prólogos de este tipo, pero aceptó
enseguida hacerlos para los dos libros franceses de Culianu.
«Con Eros y magia...», afirma Eliade, «han empezado a salir a la
luz sus trabajos [de Culianu] más importantes».
Culianu tenía otros vínculos personales con su tema. Pico
della Mirandola era un discípulo temeroso, y en ocasiones re-
sentido, de Ficino, un erudito famoso y veterano, igual que su-

159
• Culianu respecto a Eliade. En el libro, Culian
celía
d con . : : . Tesa]
ompleia relac1on personal entre Paco y Ficino. Fi .
b la C
taba !' d ·ibi: l < Cmno
., ténnino eros para escn ir a razon de los et
escogió el1 ,: =di ecto,
,:.
mágicos en otras
U d>
personas. Pico anal1a: un nuevo énfasis Sugi
. d ue eros unía al hombre con Dios. Ambos pensad ·
nen o q . . ores,
observaba Culianu, censuraron libremente sus propios escritos
para evitar problemas con el Papa. __.
No así Bruno, el anuguo fraile dominico que constituía el
téntico núcleo del libro. Bruno pretendía elevar el arte gri
au d l . e-
go de la memoria al nivel le «control emocional global.,
creando un ordenador mental mediante circulas concéntricos
que él pudiera girar y recombinar. Culianu afirmaba que el
texto menos conocido de Bruno, De vinculis in genere, 0 De los
vínculos en general, predecía en detalle los medios por los cuales
una población moderna podría ser controlada por la imagine-
ría. Hoy en día, decía Culianu, llamamos a esa magia psicolo-
gía, propaganda, relaciones públicas corporativas y publicidad.
Afirmaba que los actuales presupuestos de miles de millones
de dólares dedicados a entender la psique del consumidor ha-
cen exactamente lo mismo que hizo Bruno con sus símbolos
cargados del poder del eros: inventar imágenes públicas para
crear «la ilusión total de la satisfacción total».
Examinando conceptos como el de un espíritu universal, o
neuma, que los filósofos pueden manipular, Culianu destaca-
ba las teorías por las cuales los antiguos pensadores imaginan
una relación mucho más estrecha de lo que podemos aceptar
hoy en día entre los pensamientos interiores y los aconteci-
mientos que se producen en el mundo. Como joven intelec-
tual que aprendió el poder del pensamiento para liberarse del
control de la mente por la cultura moderna, Culianu explicaba
que un historiador de las ideas sólo puede poner al descubier-
to una cultura prestando atención a los movimientos que mar-
gina. Un intelectual debe «mirar entre bastidores» para ver
«los hilos ocultos que unen las ideas a la voluntad invisible del
tiempo».
Sin embargo, al mirar entre los bastidores del Renacimien-

160
alianu aspiraba a hacer algo más que recobrar las ideas ol-
~• d de unos magos oscuros. Trataba de cambiar el
idadas hi d Oc·id gran
unto crítico en la 1stona e cc1 .ente en que la civilización
Pasó de la confianza en la fe a la duda científica, del Renaci-
P
mieni
to al período de la Reforma. Las reformas de Lutero so-
. :z ± .z
¡uzgaron la imaginación renacentista, según Culianu. La Iglesia
J 'lica respondió con una Contrarreforma en que el mundo
catoeciente y mágco
' · de 1 a alqmm1a
· · y de 1 pensamiento metaf-
f1or d L . .
¿ico fue aniquilado. a ciencia moderna alzó el vuelo como
nsecuencia accidental de esta profunda transformación de la
que colectiva. Culianu afirmaba que Galileo rob6 su idea de
un universo infinito a Bruno y al filósofo Nicolás de Cusa, que
llegó años antes que él. Aun así, el Renacimiento seguía siendo
una época dominada por la metafisica, la imaginación y la fe
religiosa, todavía no había nacido la ciencia moderna.
El libro de Culianu causó sensación en los círculos acadé-
micos franceses e italianos, llegando a ser de «lectura obliga-
da» para los alumnos de la época. La Hi.story of Science encontró
que era «un fascinante intento de demostrar que la revolución
científica más que expulsar la magia, la incorpora». La Bibliothé-
que d'Humanisme et R.enaissance sugirió que «todos los estudian-
tes del Renacimiento tienen que leer este libro». El Christian
Century predijo: «Se oirá hablar mucho del profesor Culianu
en los próximos años». Otros cuestionaron sus cambios en la
materia original: «En sus manos, la religión y la ciencia se han
convertido en fantasmas incorpóreos pero potentes», se la-
mentaría más tarde un crítico del Church History, «manipula-
dos a voluntad por Culianu el mago».
Su escritura era difícil, pero eso formaba parte del método
de Culianu. Inspirándose en la controvertida obra de Paul Fe-
yerabend, sugirió que uno debería trastocar sutilmente el dis-
curso académico, de modo que situó los puntos más impor-
tantes en pasajes oscuros y recónditos. Lleno de conocimiento
anticuado, su libro era, en ocasiones, casi una parodia del me-
todo académico que él, en muchos aspectos, detestaba. Como
Mary Winkler, de la Universidad de Texas, concluía en el Six-

161
teenth-Century Journal «Es deslumbrante y, a la vez, ofensivo.
des lumb ran
te porque el profesor Cuhanu ofrece a sus .,
. , . d b
s
"etore,
6·ica exhibición pirotécnica 1e saber y de creativa
una auten . , . , VI d
Es fensivo qu1za, por 1 a misma razon»
intelectu
l al . O ' . ·
Hacia el final del libro, Culianu se apartab_a por complet
d ell esttudio de la religión, ahondando
1,··6 d l id,
en la ciencia cogn·u·
uva
derna para examinar la re.acon c as 1 leas COn el pod
mo . b h" . er.
No era sólo un libro sobre magia, o sobre ustoria, sino tam.
bién sobre la relación del pensamiento con el cosmos que re
flejaba. En Rumanía, el estudioso Sonn Antohi denominó
Eros y magia «el triunfo de un pensador original sobre el ua+,
jo de un ambicioso especialista».

Al otro lado del oceáno, en Chicago, se produjeron ciertos


acontecimientos que alterarían varias vidas. Después de que
operaran a su esposa de una hernia, Mircea Eliade empezó a
organizar la donación de sus libros y artículos a la Biblioteca
Regenstein de la Universidad de Chicago, a la biblioteca priva-
da de Meadville y a la Biblioteca de la Academia Rumana. La
labor constituía una empresa monumental y deprimente para
un anciano erudito que preparaba su retiro, un trabajo que lo
sumergiría en el pasado y, a la vez, una pesada tarea oficinesca.
Su artritis convertía en doloroso el escribir, y escribir era para
él, como señaló su colega Wendy Doniger, su vida.
En su diario, Eliade anotó las dificultades que tuvo con su
ayudante, Adriana Berger, que había reorganizado en varias
ocasiones su biblioteca de trabajo y discutía con los directores
de Regenstein. Ya el 28 de enero de 1984 escribió que se sentía
«demasiado triste, demasiado deprimido y demasiado cansado
para consignar en este cuaderno los episodios y aventuras de la
saga» de la división de su biblioteca. Berger se quedaba en su
despacho hasta tarde por la noche, archivando sus libros Y su C<>
rrespondencia. El 6 de abril, Eliade escribió que había encon-
trado su despacho arreglado de tal manera que no lo recono
c1a: «para evitar estallar, vuelvo a casa (...) Me ha abatido una
sene de infortunios». Para mayor desasosiego, ese mismo mes,

162
igo, antiguo alumno y biógrafo Mac Linscott Ricketts em-
su arn<
· 1 con « altus1ones a m1· " 'nazismo"
presionarlo · (antisemitis-
pez:»ªsegún anotó. «Trato de explicarlo.»
rnoLO'que no sabía Eliade era que Adriana Berger lanzaría más
d un ataque público contra él hablando de su pasado co-
: :iembro de la Guardia de Hierro. En abril, sólo escribió:
«Me encuentro mas cansado que nunca, melancólico y depri-
"do». Uno de los pocos buenos momentos consignados tuvo
m1 ··1j< :. 1<
lugar cuando recibió una muscelanea en tres volúmenes dedi-
da a él y editada en Alemania por el amigo de Culianu, Hans
ca
Peter Duerr, que 1nc . 1<u1a un texto ve hemente y complejo de
Culianu en que defendía a su mentor.
Enjunio, necesitado de descanso y preocupado por la Ency-
clopedia ofReligion en dieciséis volúmenes que tenía que editar
para Macmillan, Eliade y su mujer, Christinel, llegaron a París,
donde en julio se reunieron con ellos Carmen y loan Culianu.
Al día siguiente, los cuatro fueron a una fiesta. «Íbamos ha-
blando todo el rato, y nos perdimos varias veces en ese fasci-
nante barrio que es Le Marais», escribió Eliade. Unas semanas
más tarde, acabó su prólogo para el libro de Culianu Experien-
cias del éxtasis, que quería publicar_Jean-Luc Pidoux-Payot. «Es-
pero que algún día tenga tiempo de escribir todo lo que pien-
so de loan Culianu ( ...). Mi admiración por [él] es sincera e
ilimitada», observó el erudito en su diario.
Ese segundo libro era principalmente científico y en cierto
modo preparaba el terreno para su posterior estudio Más allá
de este mundo. Se centraba en la figura del chamán, el sabio o la
sabia tribal que viaja a reinos extraños -ya sea a través del tran-
ce, de las drogas, del éxtasis o de la magia- y vuelve para guiar
al grupo basándose en el nuevo conocimiento. Partiendo de su
anterior monografía Psychanodia, Culianu comparaba a los
chamanes de las diferentes religiones representando con dia-
gramas las creencias, así como los cambios que sufrían a lo lar-
go del tiempo, como un científico registraría el comporta-
miento de las partículas subatómicas, buscando una pauta 0
fórmula.

163
n viaje
'T\..,. .,
Iras u» %)'
a Italia, los Eliade fueron a Groninga
.:
en agos.
asar las vacaciones que tanto necesitaban. Con C .
to para p ., . ·id »] 1
ulia-
nu, Eliade empezó a sentirse reJuvenec1 o en e «puro deleite
d eno tener horario, de no hacer nada, de mantener conve
L ·idi6 d: :rsa
dones sobre todos los temas». e p1 10 ayu a para la Encyclop..
da. .r Reliui.on y le propuso que colaboraran en otro proye
O] '" . WnldReli' Al "cto
contratado, The Eliade Guide to orl gons. liviado al ace
=.

tar Culianu, Eliade regresó feliz a Chicago. "P

En Groninga, en otoño de 1984, Ioan se enfrentó a su pro.


pia crisis. La universidad se planteaba recortar el presupuesto.
El pequeño departamento de Literatura Rumana sera proba-
blemente eliminado. Tenía una plaza fija, pero podía ser des-
pedido. Además, la universidad le resultaba pequeña y no tan-
to segura como embrutecedora. Solicitó una beca en Harvard
y escribió a Eliade para confirmar que iba a ir como profesor
visitante a Chicago. Ese puesto no sólo contribuiría a que cola-
boraran, pensó Culianu, sino que también le daría la ocasión
de ver cómo era la vida universitaria y qué posibilidades de pu-
blicar había en Estados Unidos.
En septiembre, su primo Miron Bogdan consiguió un visa-
do de salida para Europa occidental, y él y loan se las arregla-
ron para verse doce valiosas horas en Düsseldorf. «Tenía tantas
ganas de verlo», recuerda Miron. «Pero había cambiado. Aun-
que estaba muy realizado y seguro de sí mismo, parecía algo...
aislado.» Entre otras cosas, Culianu había empezado a sentirse
atado y desgraciado en su matrimonio, aunque trabajaba tanto
que apenas lo advertía.
Quizá lo más extraordinario de ese año de éxito europeo
fuera el hecho de que Culianu aludiera al año 1984 en Eros y
magia. Parecía predecir que iba a iniciar uno de esos períodos
de grandes cambios, como había hecho su predecesor medio
milenio antes, 1484. Para entender el por qué, uno tiene que
mirar su libro, su vida y los acontecimientos del mundo, como
indicaba con el término del antropólogo Clifford Geertz, histo
ria profunda.

164
Errores de interpretación

Hay una necesidad de ley y cierta armonía entre los ele-


mentos del mundo ( ... ) incluso en la sociedad de bandidos.
Marsilio Ficino, Tomo primo delle letere

Un amenazante telón de fondo de la vida en el exilio lo


constituían las corrientes opuestas del siglo XX, el fascismo y el
comunismo. En 1980, Culianu había publicado una reseña so-
bre un poeta miembro de la Guardia de Hierro que lo sumiría
a su pesar en el obsesivo mundo del movimiento fascista exilia-
do. Al mismo tiempo, se sentía amenazado por la policía secre-
ta comunista, a pesar de ser halagado, como todos los exiliados
destacados, por el embajador rumano en Holanda. En ambos
casos, Culianu encontraba dificultades principalmente por
malas interpretaciones de sus obras. Como su amigo Umberto
Eco, que había asistido a sus conferencias en Groninga sobre
magia en el Renacimiento, disfrutaba con la idea de que las lec-
turas equivocadas pudieran conducir a una verdad más eleva-
da de lo que pretendían el lector o el autor. Tomaba esta idea
como un juego divertido sobre el poder de la ficción, pero en
su vida real no era una broma.
En los años cuarenta muchos miembros de la Guardia de
Hierro consiguieron huir de Rumanía a Occidente. Unos se ins
talaron en Milán, Madrid y Freiberg, en Alemania, pero la ma-

165
, fi Estados Unidos y Canadá, algunos por orden d
yoria tue a . b . . el
:-·. de inteligencia americano, que esperaba utilizarlos
servc1o · Co-
anticomunistaS. Se concentraron en Chicago, D
.-T ".>..,
mo fu IeId> d ], .: ' 'e-
troit, Windsor y Toronto. Una sene e revelaciones hechas por
el Windsor Star demuestran que algunos de esos hombres eran
. influyentes en los años ochenta. En 1984, en Detroi
ricos e ·1THifa habi- ,
por ejemplo, el arzobispo Viorel "a9"_"a Pronunciad
1 a O ración del Senado durante la pres1
• ºd d
enc1a e Nixon- acabó
d salieron a la
expulsado del país cuando sus actuv.a es pasadas
luz gracias a un dentista de Nueva York, Charlie Kremer°.
La relación de Culianu con el movimiento había empezado
años atrás. En 1977 le pidieron una reseña sobre la obra de un
viejo poeta rumano para el Joumal o/Romanian Studies. El poe-
ta, Horia Stamatu, había sido admirado, entre otros, por Euge-
ne Ionesco. Culianu describió lo que ocurrió en dos versiones
de un relato de ficción -uno inédito y titulado «Romanian
Fears», y otro publicado en la revista Lumea Libera de Nueva
York en octubre de 1990 como «Una ocasión única». Ambos es-
taban basados en su experiencia en la vida real, pero cambió li-
geramente la narración en cada caso como para desentrañar
diferentes significados.
La versión publicada aludía a Stamatu sólo con las iniciales
«H. S.». En ella, H. S. contaba a Culianu que había estado en-
cerrado en el campo de concentración de Büchenwald, y Cu-
lianu pensó equivocadamente que el poeta era judío. Decidió
escribir una reseña positiva de los poemas si podía encontrar
algún verso bueno en las antologías, «como Diógenes cuando
buscaba a un hombre con su linterna». Pero no encontró nin-
guno de su gusto. «Afortunadamente», escribió aludiendo a
un nuevo interés que compartía con Eco, «la semiótica fue in-
ventada para permitir a uno sobrevivir con elegancia en oca-
siones como ésa». Culianu hizo una reseña muy abstracta «que
nadie leería o, de hacerlo, las probabilidades de entenderla se-
nan muy remotas». Orgulloso de su solución, y sin darse cuen-

"Ver Howard Blum, Wantd!, Quadrangle, Nueva York 1977.

166
en cada línea rezumaba lo que realmente pensaba de
ta
de que ¡as, Culianu envo · d (el1 artículo a la revista y al
· ' cop1as
1os P"<,~_ud6 su biografía de Eliade: «Cuando estaba encon-
oeta. I- lz bi
' ¡do algunos puntos oscuros en a iografia de este hombre
~ de] una primera carta de [Stamatu] llegó, la que iniciaría
{Eha. terminable
• . ( . •· ) . para m1. consternación, estaba fu-
sene
una
. inHabía interpreta do [ m1. resena - ] como un despliegue de
rioso. b .
.
iron1,'a cosa que no esta a enteramente alejada de mi inten-
'ón. Sólo que su lectura estaba en una clave de la que yo no te-
c•, conocimiento alguno: la historia política rumana de los
n1a 7
os treinta y cuarenta»'.
an En el relato, H. S. consideraba la reseña no como un ataque
a su poesía, sino como una hábil acusación de haber pertene-
cido a la Guardia de Hierro. Enviaba cartas «increíblemente
largas, como pesadillas, pero mucho más frecuentes», tratando
en parte de reclutar a Culianu. Durante un tiempo, loan man-
tuvo correspondencia con él para entender el movimiento na-
cionalista que se había iniciado en su ciudad natal. Cuando lo
consiguió, rechazó las insinuaciones de Stam atu. El poeta em-
pezó entonces a enviar diatribas a Eliade, al editor de la revista
y a otros destacados exiliados, atacando a Culianu. Irónica-
mente, Culianu no tenía intención de acusar a Stamatu de per-
tenecer a lo que llamaba «la organización fascista más secreta,
pretenciosa, mística y chapucera de la Europa de preguerra».
Hacia el final del relato, sin embargo, las detalladas diatribas
del poeta sugerían que había sido miembro de la organización
fascista".
El descubrimiento hizo que Culianu volviera a los libros de
historia para en tender cómo un fascista podía haber estado
prisionero en Büchenwald. «Entonces, yo no sabía nada del
pasado de Rumanía», escribió irónico, «puesto que había naci-
do Y me había criado en la Rumanía comunista». Descubrió
que Büchenwald había acogido a unos cuatrocientos impor-

'Ioan Culianu, «Romanian Fears», manuscrito sin publicar, pág. 5.


1bid.

167
tantes memi : bros de la Guardia de. Hierro en una cómoda Sec
ción aparte co1mo garantía para Hitler en caso de que el d;ucta-
:.
e.

dor Antonescu vacilara en su ahanza. .


Lo que no sabía Culianu era que Chicago y el Medio Oeste
nortcame n·cano se habían convertido en· centros donde se-
:. reclutándose miembros de la Guardia de Hierro. La s
guían 51¡1:. : by o-
hnna. de Corneliu Codreanu, e u umo m1em ro de la farnil'
d · ·- la
en ver al carismático líder antes le su ejecucon en noviembre
d e 1938 , vivía en Chicago. Uno de los hombres involucrados en
• • 1
el complot para matar a Nicolae Iorga vivía, al parecer, en el
vecino Detroit. En Chicago, el principal portavoz de la Guar-
dia de Hierro en América, el doctor Alexander Ronnett, publi-
caba un periódico y era autor de un libro de Loyola University
Press titulado Romanian Nationalism: The Legionary Movement
(1974). Su verdadero apellido era Rachmistriuc. Ronnett narra
la historia de cómo intentó atacar al primer ministro rumano
Ion Antonescu durante la sangrienta sublevación que tuvo lu-
gar cuando el movimiento perdió el poder en enero de 1941'.
Ronnett fue el médico y dentista personal de Mircea Eliade du-
rante unos veinte años, y sostiene que su paciente había sido
un importante miembro de la Guardia de Hierro. Eliade no
hablaba de su pasado, si bien su silencio y el hecho de que se
negara a condenar el holocausto en su país podían sugerir, co
mo dice su amigo Saul Bellow, que «Mircea tenía un secreto».
Cuando Culianu escribió a Eliadc acerca de la campaña de
descrédito de la que era víctima y que le impedía recibir el Pre-
mio Nobel de Literatura a causa de su pasado, Eliade contestó
con una carta fechada el 24 de marzo de 1978. Mencionaba só-
lo a un profesor de extrema derecha que tuvo en los años
treinta, Nae Ionescu: «La leyenda del Premio Nobel es senci-
lla: siempre he declarado que si recibía esa "distinción" volve-'
ría inmediatamente a Bucarest a proclamar mi identidad co-
mo escntor rumano. Pero no he dicho a nadie lo que haría en
Bucarest. Te lo digo sólo a ti: iré al cementerio de Bellu y cu-

"Entrevista personal con Alexander Ronnett, 31 de octubre de 1995.

168
¡ré las tumbas de mi padre, mi madre, mi hermano y Nae lo-
b con sus flores preferidas».
escu
Al final, la aventura die l~ resena
- :
d~ Cuhanu aludía a los pe-
1gros inherentes a sus escritos, especialmente cuando se inter-
aban en niveles que no eran del todo los que él pretendía
pre id 1ás
A partir de entonces, ~us i eas m personales quedarían ma-
"
¡fiestas en una narrativa que subrayaba en clave de humor los
~esgos mortales de la creación y la critica literarias.

En los años ochenta, los exiliados importantes estuvieron


bajo una vigilancia creciente por parte de la policía secreta co-
munista o Departamen tul de Informatii Externe, la sección in-
temnacional de la Securitate. El DIE tenía agentes agregados a
prácticamente todas las embajadas rumanas del mundo, y mu-
chos intelectuales rumanos en el extranjero trabajaban como
informadores. Ceausescu consideraba a los exiliados rumanos
como una «quinta columna», sujeta a la misma vigilancia y al
mismo reclutamiento que los ciudadanos. Con razón Culianu
desconfiaba de la mayoría de los compatriotas que iba cono-
ciendo en el exilio.
La Securitate prestaba especial atención a aquéllos cuyos co-
mentarios en los medios de comunicación podían resultar más
dañinos. En 1977, 1a locutora de Radio Free Europe, Monica
Lovinescu, amiga de Culianu, recibió cerca de su piso en París
una salvaje paliza de unos palestinos contratados por la Securi-
tate. En Múnich, en 1981, el DIE intentó asesinar al cronista de
Radio Free Europe, Emil Georgescu, que sobrevivió a pesar de
las 22 puñaladas. El informe del Ministerio de Interior alemán
revela que los asaltantes «se negaron rotundamente a dar infor-
mación acerca de quien los había contratado. Tras el intento fa-
•' llido, se cree que otras personas del Servicio de Inteligencia ru-
mano han recibido la misión ( ... )». En su libro Red Horizons, el
antiguo general de la Securitate, Ion Mihai Pacepa, afirma que
el accidente de tráfico ocurrido en Nueva York, en el que murió
un Organizador de una protesta anti-Ceausescu, había sido tam-
bién un asesinato encargado por la Securitate.

169
Las e Ondiciones cada vez peores .
impulsaron a Culianu a
l . es-
bi :
en ir ar ·tículos con más frecuencia
, para 1as ,revstas de la 4;<
1as,.
pora rumana como Limite (París), Ethos (París) y Revista Scni
rilor Románi (Revista de los escritores rumanos, Munich). En
1985, inició una columna ftja en Contrapunct (Contrapunto, P,
, ) , y fue vicepresidente de la sección de
ns . religiones
· del Centro
Cultural Rumano de París, una organuzacon anticomunista
fundada en 1949. Fue criticado por sus escntos, según contó a
Carmen. En Italia, un agente puso objeciones a un artículo
que relacionaba el negarse a regresar a Rumanía bajo el go-
bierno comunista con la hombría de un heroe ehad1ano. «Lo
escribí en clave simbólica», dijo a su esposa, «pero lo interpre.
taron literalmente».

Culianu descubrió más aspectos del deterioro de las condi-


ciones en Rumanía cuando recibió a otro visitante en octubre
de 1984, un escritor especializado en antropología cultural lla-
mado Andrei Oisteanu. Oisteanu había recibido un visado de
salida con intencionado retraso para asistir a una conferencia
de estudios americanos en Salzburgo, Austria, en 1984, pero
aprovechó la oportunidad para visitar Alemania y Francia. En
octubre, telefoneó a Culianu a Holanda, pidiéndole que lo en-
trevistara.
«Era muy suspicaz», recuerda Oisteanu. Hablaron de la
obra de Culianu y de Eliade, acerca de quien había poco escri-
to en Rumanía. Al final, Oisteanu pidió permiso para publicar
la entrevista en su país. Culianu aceptó, diciendo que creía
que había pocas posibilidades de éxito.
Al año siguiente, loan consiguió con mucho esfuerzo que
su madre saliera del país para una segunda visita. Fue una dif-
cil Y emotiva reunión para un joven que había adorado a su
madre. La quería pero, al mismo tiempo, se resentía de su in-
trusión en su nueva vida, y la dejó durante varios días para asis-
tlr a una conferencia de la Asociación Europea de Historia de
las Religiones. «No parecía capaz de demostrarle cariño», dice
el hijastro de Culianu. El único momento en que las relaciones

170
Joan y su madre se suavizaban era cuandoJ·ugaban 1
entre :. .: a 1a
.,ta y ella se pon1a a cantar antiguas canciones moldavas
canas
con su voz alta y clara que evocaba todo lo que loan había de-
¡ado atrás.
J Su madre le dijo que Ceau~escu había aprobado varias leyes
indignantes. Los bienes de consumo estaban desapareciendo
de los estantes de las tiendas. La Securitate se había converti-
do no sólo en un aparato represivo sino en un método de go-
ierno. Corrían rumores de que los disidentes estaban siendo
secretamente sometidos a radiaciones. El nuevo marido de su
hermana, Dan Petrescu, era un conocido activista. Cuando fue
llamado a la Securitate, un edificio verde y con aspecto de hos
pital en la cima de la famosa colina Copou de Iasi, le hicieron
esperar durante horas sin razón alguna. Lo interrogaron acer-
ca de actividades que ya conocían. Luego bromearon con él.
Sin embargo, los alumnos de Dan en el instituto querían por
encima de todo ser agentes de seguridad. Según decían, era
un trabajo bien remunerado, con los mismos cheques que el
KGB soviético.
Más que nada, loan y su madre hablaban de su carrera. Él le
enseñaba fotos de la visita de los Eliade. Eliade estaba hacien-
do lo necesario para que loan fuera a América, decía. Vería las
posibilidades de dar clases allí. «Los sueldos y la libertad de es-
cribir son mucho mayores.» Ella prefería que no se fuera tan
lejos.
No contó nada a su madre de la extraña experiencia que
había tenido durante la conferencia. El día de su ponencia en
el Centre de Recherche Imaginaire et Création, en mayo de
1985, tres pretendidas brujas pusieron objeciones a su trabajo.
El, otro conferenciante y varias personas del público se pusie-
ron gravemente enfermos. Esas conferencias, escribió en su
prólogo a Eros y magia, constituían «una empresa de la que de-
sistiré en el futuro».
Cuando se marchó su madre, se sintió inquieto. Se sentía
agobiado en su matrimonio con una mujer que, según parecía,
nunca estaba satisfecha. Con su éxito internacional, también

171
se sentía subestimado en Holanda. Su vida se había vu 1
téril e irreal. Una vez más, deseó la libertad. e to es.
Invitó a Carmen a acompañarlo a Chicago cuando fue
mo profesor visitante. Cuando ella rehusó, loan experi rae~
un gran alivio. Anhelaba llegar a Estados Unidos como~e~to
nus de Botticelli en el mar, solo, libre de los lastres que r ª e-
. · 1 tos amigos
sentaban la familia, · o lla h·istoria.
· epre-
Sin embargo, los acontecimientos de ese años reavivar
sensación de amenaza que no lo había abandonado desdeon 1a
.- en Ilas1.. Su amugo
era nino . e·nanpao1o l Romanato observa: «M que
decía, a veces, medio en broma medio en serio: "Moriré . e
ven" . Est ta premomc1on
:... expucaI bza su empeno - en trabajar paJo-
decir todo cuanto antes, escribir deprisa y hacerse famo::
porque sabía o temía que no tendría una vida muy larga».

172
Persecución, 1985

Todo se repite, en círculo. La historia es maestra porque nos


enseña que no existe. Las permutaciones son lo que cuenta.
Umberto Eco, Elpéndulo de Foucault

En Rumanía, 1985 marcó el inicio de los peores años del ré-


gimen de Nicolae Ceausescu. En un esfuerzo para pagar la deu-
da exterior del país, forzó a la población a soportar las privacio-
nes más severas que nunca había padecido. La electricidad se
cortaba en la mayor parte de las ciudades a las ocho de la tarde'.
El agua caliente y la calefacción escaseaban. Los estantes de las
tiendas estaban despojados hasta de los lujos más insignifican-
tes, como la ropa interior femenina. Las mujeres casadas tenían
la obligación de alumbrar no menos de cinco hijos, para au-
mentar la población del país. En la vida intelectual, los libros se
volvieron cada vez más difíciles de conseguir o de publicar.
Desde la deserción de Culianu, nadie en Rumanía había es-
crito sobre él; nadie citaba sus obras. En 1985, el escritor An-
drei Oisteanu volvió al país y trató de publicar su entrevista con
Culianu. Se puso en contacto con tres revistas culturales dife-
rentes. Recibió tres negativas. Mientras estuvo intentándolo,
recibió una extraña llamada telefónica.
-Soy del Departamento de Pasaportes -dijo el hombre-.
Quiero hablar con usted.

178
Oisteanu había ido a Holanda sin visado, y pensó que el
hombre llamaba por eso. ,
-¿Acerca de qué? -pregunto. _
El hombre no se lo explicó, sugiriendo en cambio que
encontraran para comer. Oisteanu se negó. Finalmente queda.
ron en verse en la calle. . ,
A la mañana siguiente, Oisteanu se despertó antes de las cin.
co, preocupado, cavilando sobre las razones de ese encuentro
Era un hombre de unos treinta y cmco o cuarenta años, con
un traje de chaqueta no de muy buena calidad. Tenía una de-
terminada corbata, un determinado aspecto. Era inconfundi-
blemente miembro de la Securitate. Volvió a insistir en que
fueran a un restaurante, pero Oisteanu se negó. Fueron en-
tonces a una cafetería. La puerta estaba cerrada con llave. El
agente llamó con los nudillos. Enseñó una tarjeta de identi-
dad. «Tengo que hablar con este hombre», dijo.
Entraron, se sentaron y pidieron sus consumiciones. Su in-
terogador le preguntó acerca de su trabajo en la historia de
las religiones. El sistema había pasado hacía tiempo de la retó-
rica comunista al nacionalismo místico que Culianu estudiaba,
promovido por figuras como Eminescu. La religión había sido
uno de los campos de estudio más prestigiosos antes de la lle-
gada del comunismo, en un país en que la ortodoxia y la idea
de «nación» habían estado unidas desde el siglo XIX. El hom-
bre empezó a hablar de Eliade. Oisteanu trató de averiguar
qué quería, pero su interrogador siguió desviándolo del tema.
-No somos tontos dijo-. Yo también soy licenciado univer-
sitario. Estudié filosofia. Sé sobre qué escribe usted. Conozco
los libros de Eliade. Son muy interesantes.
Se inclinó hacia delante.
-En 1983, usted quería ir a un congreso. Le dijimos que no.
En 1984, dijimos que sí, pero con una semana de retraso. Sé
que tuvo problemas para conseguir permiso para viajar. Sé có
mo ayudarle a hacerlo. Tanto como quiera. Más de lo que qui-
ra. Quiero decir que, incluso si no desea viajar, tendrá que ha-
cerlo.

174
-t -
Cómo es eso?
0
dejaremos viajar, y usted nos dará información sobre
anos residentes en el extranjero.
tos~:Or qué no lo hace usted? Es su trabajo, no el mío.
Yo tengo las puertas cerradas. No conozco a nadie. Usted
, Conoce intelectuales. Como loan Culianu.
S1. ·
_No, lo siento.
-Los conoce su hermano, el que está en Nueva York.
EI hermano de Oisteanu, Valery, era un poeta underground
e vivía en el East Village de Nueva York y escribía una co-
~mna mensual sobre arte titulada «Wall Patrol» para Valery
Gallery. Odiaba a los comunistas mas que a nada en el mundo.
La idea de que pudiera resultarles interesante era ridícula.
-No -dijo Oisteanu-. No, no podría.
El hombre se levantó para irse.
-Piénselo. Lo llamaré -dijo.
Oisteanu se dispuso a salir. Pero pensó: no, no puedo dejar
este asunto pendiente. Quiso dejar clara su negativa de una vez
por todas. Se precipitó hacia la puerta y vio a su interrogador,
que ya había cruzado la calle y estaba entrando en un edificio
de la Securitate.
El hombre telefoneó al cabo de una semana. Oisteanu re-
chazó la oferta. El hombre siguió llamando, unas cuantas veces
a lo largo de las siguientes semanas, y muchas veces a lo largo
de los siguientes meses. La mujer de Oisteanu empezó a asus-
tarse. Temía que nunca pudieran viajar. No se desharían nun-
ca de aquel hombre. Este dio a entender que si Oisteanu no
colaboraba, dejaría de publicar. Perdería su trabajo.
Finalmente, el acoso se interrumpió. Una publicación aca-
démica aceptó la entrevista de Culianu. En el último minuto,
los censores trataron de impedirlo, pero los directores de la
revista los burlaron.
El incidente con el agente no era excepcional, era uno de los
muchos encuentros extraños que cualquiera tenía en esos años.
Los de la Securitate, dijo una vez un amigo, son todos unos mís-
ticos. Oisteanu nunca lo había creído.

175
El juego esmeralda, 1986

Mircea Eliade me dijo que en diez años yo iba a ser el mejor


historiador de religiones vivo, y no bromeaba, los conocía a to-
dos.
l. P. Culianu a Hillary Wiesner, 14 de octubre de 1986

Culianu volvió a la Universidad de Chicago en marzo de


1986, no como licenciado hambriento y solo, sino invitado co-
mo profesor estrella del trimestre. Debió de sentir que «el éxi-
to social por el que he pagado el precio más alto» empezaba a
afianzarse. Ya no tendría que servir como aprendiz de brujo a su
mentor, el profesor Mircea Eliade, que había mantenido las
distancias cuando Culianu fue a Estados Unidos por primera
vez, una década atrás. Ahora era profesor visitante, invitado
por el historiador de religiones más célebre del mundo para
ayudarlo en algunas de sus obras más importantes. Esta vez era
Eliade, con setenta y nueve años, quien contaba con él para en-
cargarse de la correspondencia, y ofrecer apoyo y dirección a
los proyectos inacabados de una carrera que se acercaba a su
fin.
En primavera de 1986, el tiempo para acabar esos proyectos
apremiaba. Había habido una señal en diciembre de 1985,
cuando un incendio destruyó la mayor parte de la colección
de libros de Eliade en la biblioteca Meadville, en la calle Cin-

177
·iete Aparentemente provocadas por la ascuas d
cuenta Y S · • ¡I; ela1
. d Eliade, las llamas danaron va1osos textos de Orien
pipa te • • Itey
d la India reunidos a lo largo de una vida y, lo que es más i
p:rtante, las ediciones privadas de Eliade de sus cincuenta~
bros, cada uno de ellos marcado.:. conElidi notas nuevas que aho
hb;- n-
daban en sus más famosas teonas. •~ e a1a tenido una
premonición del holocausto en un sueno, Y para un hombre
que había pasado la vida desentrañando los significados que
contenían los sueños, el fuego sugeria que «la inmortalidad
que había buscado en la página impresa estaba sujeta a la des
tuucción material», como escribió su colega Wendy Doniger,
«igual que la inmortalidad que antes, hacia tiempo, había bus-
cado en sus experimentos con el yoga».
Los libros estropeados por el humo y el agua seguían empa-
quetados en cajas cuando llegó Culianu de Holanda a media-
dos de marzo. Él y Eliade se enfrentaron a tres proyectos ur-
gentes, incluido el nuevo The Guide to World Religions que debía
escribir Culianu, que firmarían ambos, y publicaría HarperSan
Francisco. loan había traído también varios artículos para la
colosal Encclopedia ofReligion, en dieciséis volúmenes, que de-
bía publicar Macmillan en 1987. Elia de le confiaba los temas
en los que consideraba al joven profesor un destacado exper-
to, como «Ascensión», «Astrología», «Gnosticismo: desde la
Edad Media hasta hoy», «Magia en la Europa medieval y rena-
centista», «Ritos sexuales en Europa», «Cielo: los cielos como
hierofanía», y dos centrados en las sectas balcánicas, escritos
en colaboración con su antiguo profesor Cicerone Poghirc en
París.
Eliade tenía otra misión para Culianu. Estaba trabajando en
el cuarto y último volumen de su Historia de las creencias y de las
ideas religiosas, en que trataba de encontrar las pautas subya
centes e inconscientes de la mente en el pensamiento mítico,
los símbolos universales que veía engarzados en los conceptos
religiosos. En los dos últimos capítulos del volumen, Eliade
pensaba examinar «las creaciones religiosas [todas las que
hay] en el mundo entero desde la Iluminación hasta la teolo-

178
"Dios ha muerto". «Buena parte de este final podría es-
"%;", o», cscribi6 a Calianu, de reina y seis años. ¿Acep-
cr"r'
arías l
¡ responsabilidad de encargarte del resto?»
.:< d < :
Una colaborac1on ca a vez mas extraordinaria fue ahon-
¡dose entre el hombre que pasaba por haber revolucionado
dáll rnpo de la historia de las religiones y un nuevo y ambicio-
el ca! ·id b
sador que lo consi era a como un padre. Desde sus res-
sopen . . b h , . .
uvas épocas de instituto, amlos se 1abían inspirado en la
ped e renacenústa de coincidentia oppositorum, o la coincidencia
idea S lab :. ,
de los opuestos. u co a orac1on, que equiparaba la carrera
oniente de Eliade con la de loan Culianu, naciente, ofrecía la
~ncidentia oppositorum que tanto tiempo había esperado el jo-
ven.
para entonces, Culianu tenía la sensación de que su puesto
académico en Holanda no era sino un escalón «hasta que lle-
gue algo mejor», como Eliade le había escrito. En la Universi-
dad de Groninga, resultaba previsible que el pequeño departa-
mento de Estudios rumanos desapareciera con los recortes
presupuestarios. Iba a dejar esa especialidad menor para con-
vertirse en un innovador historiador de religiones, pero allí no
era aceptado. Desde Chicago escribía cada día a su mujer con-
tándole las oportunidades que veía en los Estados Unidos. Su
hijastro de catorce años, Andrei, previó el resultado: «Siempre
hablaba de América, tomaba coca-cola y me llevaba a ver pelí -
culas de Hollywood; quería ser americano».
Qué fuente de tensión y de ilusión constituiría, pues, la lle-
gada al aeropuerto de O'Hare sabiendo que la facultad de
Teología tendría que buscar pronto un sustituto para la plaza
de Eliade, y que éste había propuesto su nombre al decano Ch-
ris Gamwell. Culianu impartía dos clases, «Gnosticismo y mani-
queísmo» y «Magia del Renacimiento para principiantes». Nin-
gún profesor como él había entrado en las aulas del Swift Hall.
loan Culianu, que había contado tanto. con Eliade en su vida
profesional, había venido a distinguirse.

En primavera de 1986, la alumna de tercer ciclo Hillary

179
~ en el segundo trimestre, en el Comité de] M

°1,
Wiiesner e1 ntro '»
d Mediterráneo Antiguo de la Universidad de Chicago l:
cencia a on honores por el Radclitfe
. .
±. :

College,
-
vilización pagana. A sus vemudós anos, se encontraba
en c1 1 d . d
un
se espeéi<a,,'Izó
ex.
raña en el Medio Oeste, habiéntose cnaao en I a pequeña ciu-
dad del norte del estado de Nueva York, Slingerlands.
Rubia y con aspecto desvalido, Hillary sc parccía a la figura
de la «madonna» en La Primavera de Boticelli: distante, miste-
riosa, con la tez de color madreperla. Su padre erajudío y, co
mo el padre de Culianu, había muerto hacía tiempo, a los cin.
cuenta y cinco años, cuando ella tenía dieciocho. Es a muer-
temprana intensificó su carácter solitario. Sus amigos decían
que era brillante pero ingenua, algo temerosa de los hombres.
«Juzgaba a todos y a todo», dice Enka Schluntz, una amiga de
Radcliffe. «Creo que pensaba que yo era demasiadojuerguista.
Cuando le pedí prestados los apuntes de clase, me quedé de
piedra: vi que era más organizada que el profesor. Aunque, eso
sí, había llenado las páginas con dibujos de cómic.»
Según Wiesner, la facultad de Teología no daba la talla. El
invierno en Chicago parecía durar siempre, marcado por un
viento húmedo que se le metía por debajo de las uñas. Los pro-
fesores se interesaban poco por sus alumnos. El campus neo-
gótico, secuestrado en el South Side de la ciudad, le resultaba
agobiante. La cantidad de trabajo que tenían los alumnos era
enorme sin razón, pensaba. Con ganas de volver a Cambridge,
como algunos de sus antiguos profesores le habían aconsejado
que hiciera, Wiesner se preparó para participar en las excava-
ciones arqueológicas de Harvard en Sardis, Turquía, para su
segundo verano.
Se hizo algunos buenos amigos en el campus de Chicago.
Un destacado profesor, Hans Dieter Betz, le sugirió que habla-
ra de su trabajo con el profesor Culiam.i. Ella no podía asistir a
mnguna de sus clases, pero iba como oyente de vez en cuando
y poco a poco, fue sintiéndose intrigada.
Culianu era diferente de todos los demás de Chicago. Con
sus camisas de estilo europeo y su acento de inspector Clou-

180
f:
ecía unas perspectivas tan asombrosas sobre la magia
au, oIr f • '
se H,'llary
1
<
tomaba notas con mas :renesi que nadie en clase.
que •
hombre atractivo, con una expresión • ,
traviesa y unos
Era un e parecían mirar más allá de uno, pero ella recordaba
ojo°?"",, 'colianu dijo qued undi:pensador, como un gran cien&-
sus ilca ecesitaba ser capaz e iscreta Humildad ' para entender
fico, n . , . C d
ndo en sus propios term1nos. uan o uno estudiaba los
un¡1, mu»ros medievales, tenia que dtejar
. 1
a un lado su incredulidad
mila' l
buscar hasta en los sucesos masz •
extranos e inexplicables una
Y ta O lógica oculta, esta pas1on por internarse en los proce-
Pªto de la mente de un tema que él asimilaba al eros. Eros, el an-
término griego que significaba amor, o abrazo-del-mun-
do, nos dio palabras como erótzco y heroico. Culianu veía el eros
como una fuerza real capaz de desvelar los misterios del uni-
verso, ya fueran científicos o religiosos.
Se interesaba especialmente por losjuegos mentales del Re-
nacimiento, que llegaron a su esplendor con los filósofos Mar-
silio Ficino y Giordano Bruno. El poder de Bruno venía, según
sugería Culianu, de que cargaba sus imágenes mágicas con el
poder del amor, o eros. «Ese era su lado secreto, que nunca he-
mos llegado a entender realmente», dijo. Culianu comparaba
la magia de Bruno con la de los publicitarios, las empresas de
relaciones públicas y quienes controlan los fenómenos políti-
cos, y con el control que ejercen sobre la mente los regímenes
de finales del siglo XX.
El problema era, decía Culianu, que somos iletrados meta-
fsicos, tenemos las imaginaciones reprimidas por el triunfo de
la ciencia y de la tecnología. La Reforma y la persecución de la
magia por la Iglesia explicaban el triunfo de la razón y de mu-
chas de nuestras neurosis modernas. Culianu abordaba su te-
ma con «valor, dominio lingüístico y disciplina», como observa
un crítico, y con un conocimiento enciclopédico construido
durante sus años de exilio en Italia. También aportaba algo
más: una obsesión por utilizar el pasado para entender el pre-
sente y los muchos modos ocultos en que, según decía, nuestras
mentes podían ser manipuladas.

181
a, Hillary Wiesner fue a la biblioteca y buscó el 1
Intriga la» l • d Brill ro
. P("\)chanodia, pubhca o por n en 1983, en l-lot
de eulanu l y di 1al d lz 1;:. Van-
da. Atacaba las historias tra . 1c10n , es e as re 1gioncs qu e sos-
, las culturas se «influían» unas a otras a través d la
teman que . T: e
d evas rutas comerciales. ras demostrar qu .
apertura le n U ¡.. edi
n'as 00 podían explicar que fueran tan extendidos .
h
chas teo1 .: Culi ld; mi-
tos como el1 de la reencarnacon, unanu a u• 1a a su prOpia .
teona; , . los procesos o juegos subyacentes , . del binconsciente co-
1 1
lectivo, siguiendo las reglas de la lógica que subyacen en los
cesos cotidianos de la historia, conformaban los acontecimien.
tos humanos en un nivel . más profundo . de lo que conocemos,
Esta idea de que la historia era en cierto modo ordenada, re
ladora e incluso predecible impresionó a algunos estudios:
por extravagante, pese a que venía en parte de la teoría del
juego de Wittgenstein y la nueva ciencia de la complejidad. Tu-
vo a Hillary pensando hasta muy avanzada la noche.
Ella trabajaba sobre una antigua civilización mesopotámica,
los sabeos de Harran, un pueblo que ella creía responsable de
preservar las antiguas fuentes del pensamiento renacentista.
Los sabeos, con sus filósofos herméticos, habían sido engulli-
dos por la historia, habían desaparecido de la faz de la tierra, y
ella quería saber por qué. Decidió preguntarlo a Culianu.

loan Culianu se alojaba en una residencia conocida como


McGiffert House. Escribía a su mujer, Carmen, hablándole de
su soledad, contándole que se había hecho unos cuantos ami-
gos entre los miembros de la facultad. Sus días se consumían
en la enseñanza, en la preparación de las dos clases que im-
partía como profesor invitado y en el perfeccionamiento de su
inglés. Con la ayuda de Eliade, revisaba su Eros et magi.e a la Re
naissance para su traducción por la University ofChicago Press
Esperaba que su estancia en Estados Unidos condujera a una
plaza en la facultad. Pero ése era un tema delicado: Carmen
era feliz en Holanda. Para mitigar sus inquietudes, Culianu "
hablaba de lo decepcionante de una carrera universitaria en
América desde el punto de vista económico; se daba cuenta de

182
equeñas que eran las casas que se podían permitir los pro-
Jo p
esores. ·idd f .:
arte por neces1 a 1nanc1era, y principalmente
En P H¡<. ·bi- Por
rofundo deseo, tam 1en escn 1a narrativa. Sus colecciones
¿ relatos fueron pronto aceptadas por una editorial italiana,
Book, la misma editorial de Ehade. Eco escribió una rese-
Jaca 1 . , . 1· d ,
a positiva sobre a vers1on 1ta 1ana e Eros y magia. El y Culia-
se escribían regularmente, en parte acerca de la narrativa
nu , , b .
de Culianu. Este empezo a grabar en cinta magnetofónica un
#rller basado en un mito medieval que tenía un gran significa-
do para él. Era la historia de un yoven que experimenta tres
muertes rituales, siendo cada vez salvado por una mujer, y al
hacerlo asciende a los tres estados del ser para encontrar su
verdadero yo. La trama era inmadura, llena de asesinatos y de
conspiraciones poco creíbles. Uno de los problemas era el de
todos los exiliados: todavía no tenía un lenguaje propio. Otro
problema era que tenía que aprender a escribir mejores relatos.
Como en tantas otras cosas, Eliade representaba para él el
modelo para su doble carrera. Para ellos, el vínculo entre la fic-
ción y la erudición iba más allá del simple requisito de escribir;
era la relación entre la fantasía y la vida. Como los místicos y
poetas del este, veían la vida como una historia cuyo significa-
do más profundo podía leerse en sus detalles y coincidencias
más nimios. Procedentes de un pueblo varias veces conquista-
do, que contaba historias para sobrevivir, Eliade y Culianu co-
nocían el poder de la historia de un individuo, ya fuera inven-
tada o «sentida», para dar esperanza, incluso para obrar
milagros. De la manipulación del público por parte de un
cuentista a las pretensiones de Bruno de manipular con magia
al pueblo apenas había un pequeño paso.
En su evaluación de la obra académica de Culianu, los críti-
cos han comentado su confusión entre la mirada distanciada
del estudioso y el modo en que se involucra el practicante de
Un arte en el tema. En su vida, sus amigos sabían por qué: no se
limitaba a estudiar a Bruno, quería ser Bruno. Si uno tenía ten-
dencia a creer en este tipo de cosas, loan Culianu era hábil en

183
la magia y la adivinación, lo cual podía servir para animar
fiesta. Si no, resultaba ridículo y aburrido. ¿Era esa oscilaci3
u,,
:.
en tre 1 a mves sigación y la practica
. una forma de · doble p erso.
nal .d d
1la, o s1
implemente un pasatiempo de aficionado me;
Elid di< Jora-
do por 11a •nvestigación? Una vez, 1a e respon 10 a la pregu
• 1U; ·id: n-
ta en una conferencia que dio en la Universidad de Chicag.
«Algunas de mis creaciones literarias contribuyeron a un en.
tendimiento más profundo de ciertas estructuras religiosas»
dijo. «En ocasiones (...) mi imaginación literaria utilizó mate
rias O significados que había estudiado como historiador de las
religiones.

El 14 de abril de 1986, los temores de muchos parecieron


llegar al punto crítico: Mircea Eliade sufrió un ataque y fue lle-
vado en ambulancia al hospital Bernard Mitchell. Ioan Culia-
nu permaneció a su lado en el hospital, anotando en un diario
las turbulentas emociones y las llamadas internacionales de
apoyo de amigos y colegas, relaciones que se remontaban a se-
tenta años atrás. Durante unos días, pareció que Mircea Eliade
se recobraría. Pidió libros (hacía tiempo había escrito en su
diario que haría una selección de historias para leer en su le-
cho de muerte). Pero luego entró en coma. Muchos amigos
destacados se reunieron a la puerta de su habitación, incluidos
Edward Levi, ex procurador general de EE.UU.; Nathan Scott,
considerado como candidato al arzobispado de Canterbury;
Chris Gamwell, el decano de la Escuela de Teología, que estu-
vo siete horas de pie esperando en el hall sin decirlo a nadie
para no molestar; y varios otros. «Desafiando todas las leyes de
la Unidad de Cuidados Intensivos, y para desesperación de los
empleados», escribió Culianu más tarde, los amigos de Eliade
ofrecían su apoyo. El 22 de abril de 1986, a la edad de setenta Y
nueve años, Eliade murió en su presencia.
. Mientras el mundo se lamentaba por su muerte, y persona·
lidades como Saul Bellow consiguieron atestar la capilla Rocke
feller durante misa celebrada en su memoria Culianu ayudaba
a Christinel Eliade en los preparativos del funeral y del entie-

184
uando fue leído el testamento, Culianu se enteró d
rro. C ··d ·1:. e que
:4 le había dejado un ultimo encargo. Había nombrad
Eliade d :. ... toa
colana albacea de 19"""9?adémicos inéditos. Este ho
nor acrecentó la con us1on : e u. 1anu acerca de su plaza en
Holanda, sus libros y su matrimonio, y tocó el secreto más pro-
fundo que ambos hombres compartían.

Una semana más tarde, el 30 de abril, Hillary Wiesner entró


el despacho de Culianu. Lo encontró en un estado pared-
:~ al de shock. Tenía la corbata torcida, la tez cenicienta. La
miraba como si no recordara quién era. Parecía completamen-
te exhausto.
-Puedo venir en otro momento -dijo.
--No, no -contestó él-. ¿Qué deseas?
Ella explicó su investigación. La ciudad de Harran era el úl-
timo reducto del paganismo en el mundo Occidental. Desde
Jos albores de la historia, en su remoto rincón de la Mesopota-
mia septentrional, los habitantes de Harran habían practicado
una religión astral basada en la luna como diosa. El culto a los
planetas había continuado en la ciudad hasta que fue destrui-
da en el siglo XI. Hillary pensaba que esa religión, mencionada
en los textos herméticos redescubiertos en el Renacimiento,
había desempeñado un papel importante en el desarrollo de
la cristiandad y del islam. ¿Qué opinaba él?
Sí, dijo, seguía una buena línea de investigación, y le sugirió
algunos textos acerca de la historia de la astrología en Grecia y
Oriente Próximo. Culianu tenía algo, digamos, diferente, pensó
ella. Los libros le resultaron de utilidad.

En medio de sus clases y su trabajo sobre el patrimonio de


Eliade, Culianu dio las dos conferencias previstas, dedicándolas
al hombre que había «cambiado su vida». Culianu habló de la
fiebre de la brujería en Europa en los siglos XVI y XVII, atacando
la opinión convencional de que ese fenómeno desapareció gra-
~•as al «progreso» de la civilización. En realidad, señalo, las bru-
Jas siguieron siendo quemadas en un país relativamente avanza-

185
do como Alemania hasta finales del siglo XVIII. ¿Por qué desa.
parecio e!±sa manía?",Para encontrar la respuesta,
:<
• •
uno ten;'a que
r que hab1a empezado. ¿Por qué, en su hi·st .
preguntarse Po . , . :, ena,
había quien admztia ser bruja: .
Para contestar a estas preguntas, Culianu exploró el nu
't do de estudiar historia llamado complejidad por el te~~
me o . · 'On-
co francés Edgar Morin. Mientras que 1 la investigación tradicia
nal trabajaba hacia atrás, sopesando las diversas versiones de
un suceso y proponiendo luego una «verdad», la complejidad
funcionaba hacia delante en lo que el antropólogo Cliffora
Geertz llamó «descripción gruesa», examinando todos los par.
ticipantes e instituciones -la iglesia, el gobierno, el poderjudi.
cial, la medicina, el folklore y la literatura-, siguiendo todas las
versiones posibles de un mismo acontecimiento y considerán-
dolas todas, en cierto sentido, simultáneamente verdaderas.
Informado por su estudio de Bruno, Culianu dijo que tene-
mosque entender el poder de la mente y de la memoria, tanto
individual como colectiva, sobre la percepción. Mencionó
ejemplos de gente que confiesa crímenes que no ha cometido.
No encontraba la prueba que buscaba, en parte porque, en
1986, el tema de la «memoria recobrada» no se había puesto
de moda aún. Su visión de la fiebre de la brujería era ambigua:
sugería tanto Ja posibilidad de que la brujería funcionara co-
mo la idea tradicional de que esos fenómenos eran casos de in-
vención colectiva.
Al final del trimestre, loan Culianu organizó una fiesta para
sus alumnos en sus dos minúsculas habitaciones de] Seminario
Teológico de Chicago. Hillary Wiesner no iba prácticamente
nunca a fiestas, pero se presentó allí con una amiga. Culianu
les hizo spaghetti carbonara. Avanzada la velada, todos empe-
zaron a dar su fecha de nacimiento. Cuando Hillary dio la su-
ya, el 17 de agosto de 1963, él se volvió y la miró tanto tiempo
que ella se sintió realmente turbada.
Acabaron todos sentados alrededor de Culianu mientras és
te leía el Tarot a una alumna que no estaba segura de si quería
quedarse en la escuela de tercer ciclo. loan dio a Hillary un e~

186
·'n ara que se sentara. Otro alumno llevaba una camiseta y
J1 P azadora tejana bordada, ambas con una calavera loan 1
una :. ]r <. d ' te
'd' , que exphcara e renomeno .e los Grateful Dead.
-d·' '}
Pl _No yo e1.
JO ,
veo los craneos
_Mira su cazadora -sururró ella.
Esa noche, Hillary escribió en su diario: «¡Qué noche! Tarot
nversación. Pero yo estuve demasiado tímida y sentí tener
y co , d
que irme». Se acostó pero no pudo dormir. Volvió a coger su
diario: «2 de la madrugada. ¿Que me pasa? Me duo algo, pero
ería una profecía de las que se cumplen por sí solas? Es como
~: me explicara el laberinto de mi vida y, al mismo tiempo, la
plantara como se planta una semilla».
Ala mañana siguiente, Ioan la llamó preguntando si quería
• ir aJ centro a dar una vuelta. Sin saber por qué, ella dijo que sí.
Se dio la vuelta en la cama y miró el reloj: eran las 8 de lama-
ñana.
Durante el desayuno, Culianu le dijo que sus dos mejores
amigos, su primo rumano y un historiador italiano, cumplían
años el mismo día que ella. Pensara lo que pensara la gente acer-
ca de su estudio sobre la magia en el Renacimiento, él vivía se-
gún sus preceptos. Llevaba unos pantalones de algodón negro,
una camisa verde oscuro y una chaqueta de cuero de color ama-
rillento. Hacía muecas como si tuviera un tic nervioso. Fumaba
cigarrillos Marlboro. Hablaron de la visión de la religión que te-
nían Weber y Marx. Culianu dijo que los individuos carecían de
libre albedrío, que la gente estaba programada como los robots,
que a ella le habían lavado el cerebro. Hillary garabateó un mo-
nigote con una nube negra sobre su cabeza. La comida le había
revuelto el estómago, y el humo le daba dolor de cabeza.
Culianu sugirió que visitaran la Torre Sears. Ella sintió de-
seos de rechazar la propuesta, pero a pesar de su cinismo, él le
parecía tan amable y divertido, tan interesante, que aceptó. En
la plataforma de observación, contemplando los destellos de
los sombríos barrios de casas bajas, Hillary se sintió repentina y
Violentamente mal. Tenía las manos heladas, el estómago re-
vuelto. Culianu la ayudó a bajar, sosteniéndola, Y corrió a una

187
. d Walgreens a comprar una medicina. Ella n
farmacia Ie z. ·d d unca
había tenido vértigo antes, y mas tar e a verana que sólo le
e. •

ocurría cuando estaba con el. . .


En otra larga charla de bar, la noche siguiente, Hillary 1
pregui nto acerca de algo que babia dicho
l
. en clase: «Dado que
l magia del Renacimiento es un medio de control sobre 1
ª basado en el conocimiento
masas ·· f ddl
protunlo ·
te tos impuls as
:. ·d d ·" os
eróticos personales y colectivos, se pue e ec1_r que no existe el
yo, 0 consciente individual, sólo partes de un inconsciente un¡.
versal». Culianu dijo que cualquiera que controlara la imagi-
nación de uno podía controlar su destino. Hillary dijo que era
absurdo. Que nadie podía controlar la imaginación de otro. y
escribió en su diario: «Es una enciclopedia de las religiones
ambulante, pero también es alguien que todo lo sabe menos la
verdad».
Hillary pensó que Culianu tenía depresión. Pero conservó
Psychanodia hasta pasado el plazo a pesar de que estaba reser-
vado. Escribió en su diario: «14 de mayo de 1986: ¡Pobre Culia-
nu, con su escepticismo! Fuma y bebe, y luego me dice que
tengo problemas. Pero me ha gustado su libro. Su libro es bri-
llante: está loco».
Volvieron a verse unos días más tarde en una cafetería. Hi-
llary le dijo que había decidido volver a las excavaciones ar-
queológicas de Sardis como epigrafista, o intérprete de ins-
cripciones. Cuando Culianu le dijo que la arqueología era
demasiado mundana para ella, Hillary señaló el exterior con e)
dedo. «¿No crees que algún día todo esto se habrá convertido
en ruina?» Eso le gustó. Escribió en su prólogo a la edición en
inglés de Eros y magia en el Renacimiento la «pregunta que me hi-
zo una joven arqueóloga mientras admirábamos los magnífi-
cos edificios de Chicago», sugiriendo que el edificio de la cien·
da quedaría algún día reducido a escombros o, por lo menos,
transformado, del mismo modo que la magia cedió el paso a
las ciencias ilustradas tras la Reforma. También escribió que
había probado algunas de las técnicas de Bruno y que habían
funcionado.

188
son?

ya hab1a
"¡, ue Culianu fuera brillante, pero también era la per-
Pu";¿,rada y amargada que Hillary había conocido
tenía pocos buenos amigos. Era una gran viajera, y
nuncª•~ visitado Turquía y Grecia, donde se había extasiado
.
1Partenón y otras ruinas tamosas. Lef:ia el l sirio,
r. · · el copto,
ante _e y el latín. En Chicago estudiaba acadio babilónico
el grie O
. 1 de lista que cual quiera
. . .
en ese campus elitista, pero.
Era igua +b ·. .:. id
igos la encontra an 1num1 ante.
susSamamistad con Cli :.
u 1anu era interesante, ·.-]uso absorben-
me
:ro ella sabía que no podía llegar lejos. Pronto dejaría
¿¿o. sin embargo, poco a poco le fue resultando dificil sa-
ber exactamente qué era lo que sentía. Fueron juntos a ver la
elícula Brazil. La impresionó tanto que no podía dejar de
femblar. Él la abrazó. Ella se apartó. Luego pensó que quizá
eran imaginaciones suyas. El era... tan maternal. Pero estaba
casado. «Extranjeros», escribió en su diario. «Como decía mi
tía Mary Ann, evita siempre a los extranjeros que se vienen
aquí.» Su tía Mary Ann se había casado con un ucraniano que
la abandonó a las seis semanas de haber conseguido la ciuda-
danía.
-Estamos todos programados -dijo Culianu esa noche.
¿Por qué volvía a empezar con lo mismo?, pensó Hillary.
-Estás programada -insistió.
Esta vez, Hillary se enfadó, y discutieron. El tono fue su-
biendo hasta acabar en una pelea que demostraba, quizá más
que ninguna otra cosa, hasta qué punto estaban intimando. En
cierto modo, pensó ella mientras subía la escalera hacia su
apartamento, se sentía aliviada. Escribió en su diario: «18 de
mayo de 1986: Ya está, he hecho lo que debía. Lo intenté y fui
reprendida. Ahora estoy liberada. No tengo que volver a inten-
tar ayudar a esa persona nunca más».
Descolgó el teléfono.

La última petición de Mircea Eliade a loan Culianu de ser


albacea de su obra académica inédita representaba una gran
carga. La colección contaba con miles de páginas de docu-

189
mentos, que iban desde los años cincuenta hasta entonces. T
,
n1an q'ue ser catalogados y traducidos.
. . Muchos de ellos eran
valiosos como posibles publicaciones. Pero se planteaba
gran problema: los investigadores, sobre todo en Ialia, a$'
raban abiertamente que Eliade había mantenido un secreto
En los años treinta, Eliade escribió una sene de artículos f:
cistas de apoyo a la Guardia de Hierro. Y una vez más, en 19:
Culianu se enfrentaba a la posibilidad de que la figura de'
id su
padre adoptivo podía haber pertenecido a esa organización.
Escribió treinta cartas al día contestando a las solicitudes
dudas acerca de la herencia de Eliade. Vio a Mac Linscou R
ketts, el biógrafo y antiguo alumno de Eliade, que había explo-
rado en profundidad los artículos originales de Eliade. ¿Hasta
dónde llegaba el secreto de su mentor? Era un hombre tan re-
verenciado que se había propuesto una ceremonia en su me-
moria en Israel. Saul Bellow había leído en su funeral. Andrei
Codrescu, que erajudío, se había presentado sin avisar en casa
de Eliade y había sido recibido. Más tarde, Culianu escribiría a
Rickctts: «Por fin estoy en posesión del codiciado archivo que
contiene las simpatías políticas de Eliade entre 1938 y 1940. Es-
taba demasiado trastornado para recordar lo que hablamos so-
bre esto (...) de que [un artículo] no había sido escrito por él.
Mi postura es la misma: el señor Eliade nunca fue antisemita,
ni miembro de la Guardia de Hierro ni pronazi. Pero entiendo
en cualquier caso que estaba más próximo a la Guardia de Hie-
rro de lo que quisiera creer».
Culianu sugirió más tarde, en su reseña al Mircea Eliade: The
Romanian Roots, 1907-1945 (1987), que el caso de su mentor
ilustraba dos de las cuestiones más debatidas por la crítica lite-
raria: ¿hasta qué punto la escritura es producto de su tiempo?
y ¿hasta qué punto el acto de leer es resultado de una interpre-
tación errónea, a través de la lente de nuestro tiempo? Un re-
sumen tan preciso era imposible en 1986, cuando Culianu lu-
chab~ con documentos que suponían todo el terror que
entrana el buscar en la vida secreta de un padre. y podía no ser
verdad. Un estudioso especializado en las «implacables furias

190
le:,,iidad» de. ladhistoria
11
estaba siendo llevado a lo qu
e un
de cornP b
. tador de Eha e ama a unas «ordalías del laberint
z.

res Culi: ·idabz to».


e Al ·ismo tiempo, u 1anu cu1 a a de la viuda de Eliad
. mndo para ella y hac1en ·<dol 1¿ 1e,
ocinan délo e: a compra cuando el am1a d1e
e libraba. Su carrera aca émica lo estaba conduciendo a la
1laves
sición que habi-1a sonaid. o dsd es e e1 pnmer : momento en que
Po ntró )os libros de Eliade, en su adolescencia. y había en-
enco . di .
tuado a una joven que podía ser objeto de su caballerosi-
dad rnísúca, una fiagura a l a que tema
con , l
a certeza de haber visto
,4. Había empezado todo como un jugo. El problema era
que estaba cada vez menos seguro de que era real y qué unjuego.

La última discusión había sido tan intensa que Hillary Wies-


ner mantuvo su teléfono desconectado. Ni su madre podía lla-
marla. Estudió para los exámenes finales y se preparó para irse
de Chicago en serio. No vio a loan Culianu en una semana y se
sintió inmensamente aliviada. Pero iba apuntando sus reflexio-
nes en su diario: «20 de mayo de 1986: sigo con el teléfono des-
conectado. No quiero más traumas. Pero en qué extraño uni-
verso me ha introducido. Es como entrar en otro mundo... Me
siento como si estuviera en contacto con alguien de otro pla-
neta, de otro universo. No cabe en nuestro lenguaje, ni en este
tiempo». No supo qué más decir. Al día siguiente escribió:
«Ahora estoy aburrida. Me siento como si hubiera vuelto de los
confines de la tierra. Pero, después de haber vivido en los con-
fines, todo lo demás resulta bastante tedioso».
Al cabo de dos días, volvió a enchufar el teléfono. Culianu
la llamó a las 8 de la mañana siguiente.
-No puedes desaparecer dijo.
Se vieron, y él le enseñó a leer la palma de la mano basán-
dose en las líneas de Marte y del Sol entre el tercer y el cuarto
dedos. La palma de Hillary demostraba que era una asceta, di-
jo. Sugirió que se encontraran en París a finales de septiembre.
Ella no aceptó. Culianu la llamó para preguntar si podrían ver-
se otra vez antes de que ella se fuera. Ella colgó y escribió: «He
estado sentada en mi habitación, mirando pasar los segundos.

191
Deseaba de verdad que llamara. Me pregunto si su mujer sa±
lo desdichado que es. . -
S uc edieron cosas m1stenosas
., en sus
d suenos.
, Se volv ero}
mucho más intensos. Vanas veces se esperto en plena noche
con el corazón palpitante. De momento, no se lo contó a naa;
porque no tenía sentido. No era que creyera en la magia del R
nacimiento. Pero Culianu le había dicho que Eliade sien
, 1·d pre
había afirmado que nada suced 1a por casua 1 ad. Si la men
creaba su propia realidad, entonces lo oculto, o la ideología te 0
incluso la idea de «casualidad», era una poderosa metáf~
. ba su V1id a. .
con que la gente explicaba ra
En la última semana de mayo, Hillary se preparó para el
proyecto Sardis. Uno de los últimos días en la ciudad, ella y Cu-
lianu fueron a visitar el Field Museum de Chicago. En el mag-
nífico y espacioso vestíbulo, dominado por el esqueleto del fa-
moso Brontosaurus y un par de mamuts, él dijo que los objetos
cotidianos tenían significados que se extendían hacia otras ma-
neras de contemplar el mundo, abriendo nuevas interpreta-
ciones en una secuencia infinita. La arqueología apenas toca-
ba la superficie. En los dioramas, señalaba las curiosas formas y
los colores de los animales -gacelas, cebras, jirafas, loros-, de-
corados como si un excéntrico artista los hubiera pintado y les
hubiera dado extrañas configuraciones. Era como si todos re-
combinaran elementos similares. Le habló de una teoría, que
había leído del zoólogo escocés D'Arcy Wentworth Thompson,
que demostraba que, mediante transformaciones matemáticas,
uno podía metamorfosear un animal en otro -por ejemplo, un
cráneo de zorro en uno de rinoceronte- en pocos pasos.
-¿Por qué esos colores? -preguntó. ¿Por qué los animales
están diseñados de maneras tan extrañas y graciosas? Es como
si un artista hubiera estado gastando una broma.
Se detuvieron ante las esmeraldas , en la vitrina de las ge-
mas. Las cuatro piedras destellaban. Hillary dijo que la esme-
ralda era la imagen más importante en su vida. Desde niña ha-
bía tenido un sueño recurrente acerca de esmeraldas. El se
interesó mucho por el asunto, aunque no explicó por qué.

192
d ron en verse una última vez en un restaurante poli-
%?]. ao 1ouse or Tiki, un lugar conocido y usa a& Hy
oe k Colgados del techo, espmosos peces globo, iluminados
de par rnbillas
. encend"d . .
1 as en su mtenor, .
miraban fijamente al
b
Po. r o mientras com1a., La d .,
ecorac1on era toda de abalorios y
clienteú y las bebidas
: 1legaban en vasos con forma de hawaia-
bamb snudas.
"» ..
Cuhanu di10 a Hill; . y le pidió que no
1 ary una caya
d
nas e , d .
briera hasta despues e irse.
la a--Anoche sone- , que un mago me echaba algo en un cáliz di-
. Me lo daba, y yo lo bebía.
" _¡e pregunto qué querrá decir.
He tenido este sueño otras veces, sólo en momentos im-
portantes en mi vida. Lo que sea, será significativo.
Desde el aeropuerto de O'Hare, Hillary le envió por correo
la nota de la galleta de la suerte que le había tocado en la comi-
da: «Se está escribiendo un nuevo capítulo en tu vida». No ne-
cesitaba ser epigrafista para imaginar que algo estaba pasando.

19!
El libro de la vida

Justo antes de salir para Turquía, Hillary Wiesner llamó a


una buena amiga suya de Radcliffe, Erika Schluntz, y le habló
de su nueva relación.
-Está ese hombre... -dijo.
-¿Quién? -preguntó Erika, expectante.
Pero su amiga estuvo muy reservada, como temerosa de re-
conocer lo que había ocurrido, o de parecer tonta, o de atraer
la mala suerte y hacer que todo se fuera al traste.
Tras un agotador viaje transatlántico y un día entero en au-
tocar, llegó a la polvorienta y remota llanura turca donde anti-
guamente se había erguido la capital lidia gobernada por Cre-
so. Asentada en lo alto de las colinas que bordeaban el río
Pactolus, en la «despensa de Turquía», la antigua Sardis pare-
cía estar a miles de kilómetros de ninguna parte, sin teléfono
ni televisores. En el terreno de la excavación había un comple-
jo de piedra encalada que dominaba exuberantes viñedos y
plantaciones de tabaco. Le pareció perfecto para encontrarse
a sí misma en la calma de la rutina. Deshizo las maletas en la
habitación. Antes de ir a reunirse con los demás miembros del
equipo, abrió la caja que le había dado loan. Contenía una co-
lección de relatos de Jorge Luis Borges, Ficciones, y una caja de
caramelos Fannie Mae.
Se pasaba los días desenterrando y cepillando minúsculos

195
firay gmentos de urnas y vasijasdidel barro
hallaba la antigua acrópolis Ie 1a cautas. ·dad. E studiaba
buscaba en su Fodor's Guide los buenos restaurantes de
b u, 1 que estaba a una noche .
.
E,,
en la ladera dond

en autocar o a corta distanc·


ll; •
avión. Por la noche, la anugua anura parec1a respirar bajo las
'ese
turco

'1a en
estrellas, que parpadeaban como sombras de ideas, según
creían los filósofos del Renacimiento. Para experimentar 1
que los estudiosos llamaban
, h
lo «sagrado», había dicho loan 1
. 1 nocturn• o
único que uno tema que acer era mirar un c1e.o
La Vía Láctea se extendía como un sudario desgarrado por 1 º·
estrellas fugaces sobre las ruinas del templo de Artemisa.
templando el cielo, Hillary se sentía como una persona insig.
eo:
nificante con problemas insignificantes, en un país insignif-
cante de un planeta insignificante en los confines de una
insignificante galaxia entre millones. Las ideas de loan la ha-
bían afectado realmente, a pesar de tratarse de un personaje
sospechoso.
En las excavaciones conoció a otras personas, pero nadie le
interesó particularmente. Las instalaciones eran rústicas, las
tradiciones venidas directamente de la época del imperio bri-
tánico: el té a las cuatro, el cóctel a las ocho. En el complejo
había un salón umbrío y fresco que olía a eucalipto por los vie-
jos libros de la biblioteca. Tenían cocineros, criados y mujeres
del pueblo para lavarles la ropa. Ocasionalmente, algún escor-
pión acechaba en la ducha.
Cuando recibió la primera carta de Culianu, corrió a sen-
tarse en la galería para abrirla. «Querida Diosa Esmeralda»,
decía, «descubrí en el Field Museum que eras diferente a cual-
quier otra persona. Ahora sé que eres la aparición que espera-
ba que fueras».
Su pulso se aceleró. Se guardó la carta en un bolsillo, y lue-
gola metió en un cajón; hizo lo posible para evitar pensar en
ella. Estaba... loco. Durante un rato estuvo con los demás jóve-
nes en la excavación. Trató de participar en sus actividades. P:
ro en el trayecto hacia un bar de la ciudad recordó que aquel
era el día en que Culianu abandonaba Chicago para volver con

196
Para distraerse, cogió un InternationalHerald Tibune
esposa. . b 1 ....,
su :. ·ra plana se anuncia a a muerte de Borges.
prime entonces, su co1 eccion habí
en Basta ··<
a, 1a permanecido cerrada.
galo la había molestado, como en una película de Woody
El " naba a un profesor mayor que educa a unajoven alum
¡\llen: s . -
a. Sin embargo, en ese momento, tendida en la cama y con
uave, fue cayendo baJO el influjo de las mtnncadas histo-
luz S
. En ellas encontro caros
< 4 "di'
in icios dl
e as teorías académicas
{6nanu. En el relato, «TI6n, Uabar, Orbis Terius>, por
emplo, el narrador encuentra una entrada extraña en una
{resi6n de la edición de 1902 de la Encoclopedia Britannica
La enturada describía un planeta ficticio ideado en lo que debía
de haber sido una tremenda broma. «Los hombres de esc pla-
neta conciben el universo como una serie de procesos menta-
les», observa el narrador, «que no se desenvuelven en el espa-
cio sino de modo sucesivo en el tiempo». Esa era la idea que
tenía Culianu de la historia de las religiones. En otra historia,
«La muerte y la brújula», un detective de Buenos Aires sigue la
pista de una serie de asesinatos relacionados de un modo que
él trata desesperadamente de desentrañar. Cuando por fin des-
cubre la verdad, sólo lo hace a tiempo para comprender que él
es la última víctima.
Unos días más tarde, Hillary recibió una sortija de esmeral-
das por correo. La devolvió, adjuntando una airada respuesta:
Eres un hombre casado que odia el mundo y merece lo que
tiene. Una persona tiene que tener algún tipo de ideales.
Seguidamente se produjo una discusión por correo que du-
ró semanas. Poco a poco, un profundo presentimiento empe-
zó a gravitar sobre ella. Algunas noches, tenía una sensación
de desastre tan fuerte que se fue convirtiendo en una cons-
ciencia hostil que la rodeaba. Dejó las excavaciones cuando
acabaron, en agosto, y viajó con una amiga a Estambul. En la
iglesia de Santa Sofía, el centro de la cristiandad ortodoxa
oriental, más tarde convertido en mezquita, se dio cuenta de
que nunca se había sentido tan extraña en su vida, como ob-
nubilada. Vagaba por la ciudad medio llorando, visitando ape-

197
es turísticos o el bazar medieval. En cada siti
nas los 1u gar , 1b , o cas¡
d, hacer nada mas que. tum arse. Estás arruinandIomis
no poc1a
vacae1iones,, se queiaba
:., su. amiga. Pero. por. mucho que intenta,.
ra evitarlo, se sentía perdida, como si hubiera convertido a C,
lianu en enemigo, y éste se propusiera apoderarse de ella. Te-
la sensación de ser un completo fracaso como ser hum
m1a d El C 1ano
Recordó una frase de una canción te Ivs ostello: «En aau
:<

llos tiempos, fui una buena idea: pero ahora sólo soy un es.
pléndido error». .
Decidió ir a descansar a casa de unos amigos en Munich
Envió a Culianu el nombre de la pareja a quien pensaba visitar

Para Ioan Culianu, las semanas que siguieron su vuelta a


Holanda fueron infernales. Con su sudadera de la Universidad
de Chicago, regresó a su exigua casa de Groninga completa-
mente cambiado, incluso fisicamente. Se le había hichado la
cara; apenas reconocía las pequeñas habitaciones de su propia
casa. Dejó sus cajas apiladas en el recibidor sin deshacerlas.
Carmen advirtió que algo sucedía, pero cuando le preguntó
qué era, él no contestó. Ella se preguntó si sería la muerte de
Eliade.
Después de tres semanas, no lo soportó más. En una especie
de desesperación, empezó a curiosear en el ordenador de
loan. En el primer intento, entró en un programa. Encontró
una nota que empezaba por «Querida Hillary». Y seguía: «En-
tiendo que durante los últimos trece años he traicionado la luz
de mi interior, la luz que abrigaba en las ocasiones adversas. Si
ahora vuelvo al tipo de vida que intentaba llevar cuando era un
poco másjoven que tú, antes de irme de Rumanía, es gra cias a
ti». Trataba de equiparar su exilio político con alguna dulce jo-
vencita a quien había impresionado en clase. Cuando Carmen
se enfrentó a loan, la primera reacción de éste fue la cólera:
¿cómo podía haber violado el código secreto que utilizaba en
su ordenador? Podría haber estropeado sus archivos. Luego se
defendió, explicando que nunca había enviado esa nota, que
nada había sucedido entre Hillary y él, que en su soledad ha-

198
tido un error. Pero en su alegato había más miedo
b'a come Ioan temía
,amor. .. a C armen, a pesar de que sospechaba que
qu b'a tenido una aventura. Ella le dio un día para abando-
ella hall
ar la casa. . .
ni ¡ue más la irritaba era que durante todos esos años loan
;' ajado sin descanso, planeando cada paso en su ca-
hubieraviajando fe
" para dar con.:erenc1as.: y clases, que creyera que
rrera, '
odía manipular el mun dio. « M.antenia
: cada parte de su vida
P n compartimento separado, como si tratara de llegar a ser
en uGiordano Bruno», diice. «N o era que careciese de amor 0
un hib; .2 •

de remordimientos, es que se prohibía a sí mismo [sentir amor


remordimientos] si esas emociones se le cruzaban en el ca-
0
mino.» Vivía su vida como un relato que podía reescribir cuan-
do le convenía. En Estados Unidos, por ejemplo, nunca había
hablado con nadie, ni con sus mejores amigos, de su vida pasa-
da en Rumanía, pese a que venía de una familia notable y ex-
tensa, que sufrió por su exilio. Nadie, ni en Holanda, ni en Ita-
lia, ni en Francia ni en América sabía realmente qué había
sacrificado por su sueño. La cuestión era: ¿lo sabía él?
loan Culianu llamó a Hillary Wiesner a Múnich. Le pregun-
tó si podía visitarla, sólo una última vez, diciendo que podía
pasar por la ciudad. Otros acontecimientos llegaron rápida-
mente a un punto crítico. Su hermana Tess pensaba ir a Ho-
landa con la intención de que él la ayudara a escapar de Ru-
manía, incluso de sacar a su madre. Pero en 1986, su marido,
Dan Petrescu, había llamado la atención del gobierno como
disidente destacado. Había recibido varias palizas salvajes en
los cuarteles de la Securitate. El gobierno forzaba a Tess a salir
del país sola, de modo que, si no volvía, siguieran allí su madre
y su marido. Culianu fue incapaz de tramar su salida. Al mismo
tiempo, parecía resentido con ella. Incluso cuando su madre
lo visitó, dos años antes, loan se había mostrado resentido con
ella, una enemistad que había sorprendido a su hijastro. «Era
como si ella hubiera representado para él algo que odiaba...
Realmente, no parecía permitirse sentir mucho amor por
ella.»

199
En agoSto, se reunió. con Hillary en Múnich, afirmana
. E b . o qu
b , pe di"do el divorcio a su muJer. sta
al1a . a de pie en el Cuartoe
h
ta Con el codo apoyado en laEsrepisa de la chimene a, tura
de estu,
d de Parecer despreocupado. tuvo a punto
tan(o .
de volc :ar un·
1 . Y ella tendió la mano. Durante unos
re1o), . instantes' se smnti
.
más confusa que nunca por su presencia. No se dijeron much
ás, pero ella tenía claro que estaba, en fin, si no enamor4,,
m », ·id "aI-
dose, por lo menos algo parec1 o...
Durante el otoño, loan le escribió cartas cada día, a veces
dos O tres veces al día: «juntos podemos ser una fuerza tr _
menda, más poderosa de lo que puedas imaginarte». Añad~
que su carrera, tan ascendente un mes antes: se estaba desmo-
ronando rápidamente. Su plaza en Holanda iba a desaparecer.
«Pero contigo sé que todo es posible.»
Pasó el otoño en el prestigioso Instituto Holandés de Estu-
dios Superiores, en Waasenaar, en una excedencia planeada
desde hacía tiempo. Se sentía libre, asustado y más solo que
nunca desde que había sido refugiado y desertor en Italia. Con-
virió su desasosiego en producción académica, escribiendo en
ocho semanas el borrador francés de The Tee of Gnosis: Gnostic
Mythology from Early Christianity to Modern Nihilism. En él trata de
demostrar, con pruebas históricas, su idea de que los procesos
de la mente universal conformaban los acontecimientos huma-
nos. La prueba venía del desarrollo de las sectas gnósticas desde
los antiguos maniqueos hasta los nihilistas del siglo XIX. La
«gnosis» ofrecía un conjunto paralelo de creenciasjudeocristia-
nas: algunas de las historias eran las mismas que las de la Biblia,
narradas con interpretaciones distintas... como la historia de
Adán y Eva contada por la serpiente, o la idea de un Cristo que
nunca fue crucificado porque nunca había sido· corpóreo.
Muchos gnósticos creían en un universo dual en que el bien
Y el mal eran igualmente poderosos. Otros pensaban que las
fuerzas de las tinieblas equivalían a las de la luz sólo por igno-
rancia humana. Para un hombre que ha sido capaz de dividir
su propio yo, la idea de un universo fundamentalmente paru
do resultaba atractiva. Gnosis en sí significa «intuición», «cono-

200
¡niento». Conocerse a sí mismo, afirmaban los gnósticos era
c' r la naturaleza humana y el destino. "
conoce .:. Cali
Los gnósticos atraían a ulan u precisamente porque nun-
ca tuvieron el poder. La historia de sus ideas era, en conse-
euencia, «pura, no estaba adulterada por las rivalidades polí-
: s. , la guerra o cualquier otra
uca . distorsión. Ofrecían una
ortunidad perfecta para examinar una doctrina que se desa-
op lla a lo largo d le veinte
· . 1
siglos. Ramilicándose
ºfi , con el tiempo
rro , 'bl •
5 creencias parec1an un ar o cuando se esquematizaban
¡,raba Culianu. A cualquier religión o ciencia le sucederá
lo mismo. Más importante que el contenido de la religión era
el proceso binario de bifurcarse y ramificarse; esta pauta repre-
sentaba la fuerza más básica de la historia. Su hbro fue crucial
y un punto de transición para una carrera que se movía ya más
allá de la historia de las religiones. El manuscnto se inspiraba
mucho en sus propios seminarios, provocó un entusiasmo
exaltado en Umbcrto Eco y tenía mucho menos que ver con el
gnosticismo que con un nuevo enfoque de la historia.
Culianu escribió a su amigo Gianpaolo Romanato acerca de
los sucesos de su vida en los últimos meses. Había sido un «año
de duras pruebas y de muerte»: la muerte de Eliade, la de su
plaza, la de su antiguo yo. Estaba entrando en un periodo de re-
nacimiento y de rejuvenecimiento, escribió. Como parte de
esas pruebas, reconoció, había perdido de vista lo que los gnós-
ticos valoraban: «Desgraciadamente, uno olvida todo, y lo que
importa es cumplir con tu deber y... sobrevivir... En esta vida sin
interrupciones, sin pausas, uno acaba siendo un extraño inclu-
so respecto a sí mismo».
Vio amigos en París, que notaron que fumaba menos y lle-
vaba camisas de colores más vivos. Paseaban juntos por las Tui-
leries, de noche, alrededor del Louvre. Ioan mencionó su nue-
vo romance. «Por primera vez», dijo, «siento que la vida no me
ha hecho trampa». Seguía teniendo la costumbre de mirar ha-
c1a atrás cada pocos pasos, como si temiera que lo estuvieran si-
guiendo. Pero, por lo menos, bromeaba sobre ello.

201
De nuevo en Cambridge, Hillary1 Wiesner
., N
habló sólo u
po.
igos de su nueva re ac1on. o podían cr
co con su S am . , eerlo
E nka.k moría de curiosidad. ¿Estaba casado: Quién en '
se . . :. h; .. 'a ese
ho1 mbre ·» el único a qmen ...su meJor
...
amiga ab1a tomado en
,·Ei df 1 se-
: ,2 :Cuáles eran sus mouvac1ones. ~ nten ia o especial
no: ' di ll; que
era Hillary? Bueno, sí, eso creo, Jo e a. .
Recibía cartas de oan cada día: «Te quiero, quiero cad
. . .bl C ' a a
partícula de ti, lo visible y 1 lo invs! Ie... reeme, te contemplo
con temor y reverencia, con miedo de que pueda destruir est
aparición. Todo en el mundo vuelve a ser misterio». En el bu.
zón de Hillary había todos los dias cartas cubiertas de graciosas
pegatinas y escritas con el estilo de la poesía renacentista. Esta-
ba creando una religión basada en ella, pero tenía cierto senti-
miento extrañamente morboso: «Voy a preparar el lugar don-
de la muerte no pueda separarnos. Ese lugar existe, y lo
podemos crear. Es una isla y es muy hermosa. Pero no hay mu-
cho tiempo que perder». Rara vez ponía una despedida, por
ser demasiado final. Por lo general, acababa las conversaciones
con «¡Hola!». Le escribió acerca de su nueva investigación en
fisica moderna y la teoría de que el tiempo no existe, de que
vivimos en lo que Borges llamaba un «vago recuerdo o débil re-
flejo, sin duda falso y fragmentado, de un irrevocable proceso».
Se vieron en Cambridge en noviembre, y de nuevo en París
por Navidades, poco después, como había propuesto inicial-
mente loan en mayo, lo cual les parecía una eternidad. Llovía
cada tarde en París, pero ellos corrían de marquesina en mar-
quesina, refugiándose en algún caféjusto antes del aguacero, Y
allí se sentaban y contemplaban las luces brillar en los charcos
que se formaban sobre los adoquines. A Hillary le encantaban
las alfombras enrolladas que los parisinos usaban para dirigir
el desagüe, como llevaban haciendo desde la Edad Media. Cu-
lian u llenó el piso que ocupaban con talismanes de animales
de peluche. Hillary encontró una nota: «La diosa te invita al
juego esmeralda» y, con ella, otro anillo de esmeraldas.
Decidieron ir a Florencia a ver La Primavera de Botticelli, y los
muchos lugares que lo habían fascinado y salvado cuando era

202
. do en 1972. Descansaron en Nochevieja en un pequ
fugtª . . :., eno
re 1 de Zúrich. En plena cornada, Hillary alzó la mirada y lo vi
hotel .:. 1br. 1o
mplándola con un are tan som no que dejó de comer
onte < ·Qé ¡? r '
_ Qué? -pregunto-. ¿' ue pasa
¿
_J-Iay ·
cosas que tuenes que sab er d e m1.,
z3
-¿Que. . .
Culianu le habló de un hombre inteligente, casi destruido
dentro. Esa fue la única vez que le habló de su padre, que
por
urió cuando él'l tenia
, catorce anos.
- N lunca mencionó
. , siquiera
.
: nombre, ni los de su madre y su hermana. La conversación
:ontinuó hasta mucho después de que se pusieran de camino
por la escalera alfombrada hacia la habitación. Cuando su pa-
dre murió, dijo loan, le dejó una colección de cuadernos de
notas que contenían un inextricable legado de fórmulas mate-
máticas de la vida perdida de un hombre brillante. Durante un
año, esa herencia le había resultado agobiante. «Al final, acabé
con ella», dijo sonriente. «Pensé: "Ya está bien, quiero tener mi
propia vida", y los tiré.»
Acerca de su madre, contaba historias a veces divertidas, a ve-
ces tristes, de nobleza, de riqueza y de sensación de seguridad
incluso en las pocas habitaciones en que los comunistas los ha-
bían relegado. Le habló de los veranos en un monasterio donde
los misterios del universo se le revelaban, incluso cuando expe-
rimentó miedo la noche en que se llevaron a un pariente suyo a
la cárcel. Hillary no sabía qué pensar de todo eso. «loan había
padecido unos abusos y una alienación sistemáticos», dice, «co-
mo alguien que ha sido atropellado una y otra vez». Empezó a
sospechar que su interés por el gnosticismo y la magia en el Re-
nacimiento no eran simples vocaciones elegidas a los largo de
una ambiciosa carrera; los temas lo habían escogido a él.
Por su parte, Hillary cedía poco a poco a lo que les estaba
sucediendo, algo que los superaba, según le parecía. Estaba en
un viaje mágico, sin duda, un emocionante vértigo de ideas
distinto de cuanto había experimentado en su vida, como una
nmna columpiándose hasta el cielo. El eros, había escrito Bru-
no, el eros es todo. Y eso era sólo el principio.

203
"-•

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Z a- "
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....
.. .

Fotografías del álbum


de la familia Culianu
y Bogdan en Iasi.

De izquierda a derecha:
el padre de loan Culianu,
Sergiu Culianu; su madre,
Elena Bogdan (en la fotografía
de pasaporte); y su tía,
la doctora Ana Bogdan.
Ioan Culianu
y Hillary Wiesner, 1989.

loan Culianu jugando al Talismán


con Erika Schluntz.
lo•n
a
Culianu con Mircea Eliade
Gr ga, agosto de 1984.
en casa del primero en ironnF '

Retrato robot realizado


por el FBI del hombre
visto por Judy Lawrence
en el ascensor y en el
pasillo del tercer piso
del Swift Hall momentos
antes del asesinato,
el 21 de mayo de 1991.
Ioan Culianu (a la derecha) con el rey Miguel
(en el centro), en la Escuela de Teología
de la Universidad de Chicago, 12 de abril de 1991.

loan Culianu frente a su máquina


de escribir en Groninga, 1980.
IV
«Como si fuera famoso»,
1987-1991
«Todo en el mundo
vuelve a ser misterio», 1987

Estos días, muchas cosas cobran claridad en mi mente, si


bien no podría explicarlas a otros, ni a mí mismo. Esto tiene
que ver con el futuro, que he contemplado( ...) y tú estás en él
basta tal punto que ya no sé quién eres tú y quién soy yo.
l. P. Culianu a Hillary Wiesner, 27 de octubre de 1986

Hillary Wiesner y loan Culianu pasaron dos semanas en Flo-


rencia, disfrutando de las muchas maravillas de la ciudad. Du-
rante el día se unían al homenaje que rendían los turistas al
David de Miguel Ángel en la Academia, a la Madonna de Rafael
en el palacio de los Pitti, y a la luminosa fachada de la iglesia
de Santa Maria Novella. En la de la Santa Croce, visitaron las
tumbas de Miguel Ángel, Maquiavelo y Galileo. Culianu le en-
señó orgulloso el plano humanista de la ciudad tal como lo ha-
bía aprendido quince años antes en su primera experiencia en
Occidente. Ella le mostró el entusiasmo de una mente nueva al
descubrir las riquezas del Viejo Mundo. Por la noche, escogían
restaurantes y vinos para probar antes de dirigirse de nuevo
hacia las maravillas que les ofrecía el tiempo que pasaban jun-
tos en su pensione.
. Para Culianu, el viaje significaba el respiro que tanto nece-
s1taba para librarse de las presiones que lo atenazaban. algunas
autoimpuestas, como abandonar su matrimonio, su casa y su

211
vida anterior, y otras fuera de su control, como perder su pla,,
y su mentor'· Visitar Florencia
- le recordaba lo lejos que h1avía
z •

llegado en los quince anos. •que hab1an - b:
transcurndo desd
< e su
deserción. La ciudad también entrana . .
a para he muchas para.
dojas. En ese gran centro del l R{enacimiento, 1abía escrito e}
Eros y magia, tomó forma nuestra imagen del artista como h
roe torturado en pos de la verdad. Sin embargo, los artistas fl

rosa familia de los Medid, cuyos nombres son célebres e


rentinos tambiénjugaban con la política, honrando a la Pod.o..

parte por las alabanzas de los beneficiarios de sus _donaciones~


Durante el siglo XX, fue en Florencia donde arraigó el nacio
nalismo y el fascismo de la Europa moderna. Como observa
Christopher Duggan en el New York Times Book Review. «Una cu-
riosa paradoja de la historia de la ciudad es que este gran crisol
de cultura fuera una y otra vez escenario de actos de espantoso
salvajismo».
Para Culianu, Florencia era, ante todo, la ciudad de Sandro
Botticelli, el artista cuyas esculturas y pinturas celebraban el
poder de la diosa. loan y Hillary fueron repetidas veces al pala-
cio de los Uffizi para ver la tan frecuentemente analizada Pni-
mavera de Botticelli. Acabada en los años setenta, la onírica y
compleja pintura parece contar una historia que nunca ha des-
velado todo su significado, pese a los esfuerzos de numerosos
historiadores sobre los que ejerce su fascinación.
Mural horizontal de tres metros de longitud, La Primavera
estaba pensado para ser colgado sobre una meridiana o lettuc-
cio. En él, nueve figuras semimíticas están reunidas entre unos
naranjos. La acción parece moverse de derecha a izquierda. A
la derecha, un furioso céfiro volador impulsa a una joven re-
luctante y semidesnuda hacia el primer plano. En el centro,
una figura de Venus o de Madona sonríe enigmática, con la ca-
beza ladeada y la mirada dirigida al espectador. A su derecha,
tres hermosas doncellas, también escasamente vestidas, for-
man un corro. Esas «Tres Gracias» significaban en astrología el
Sol, Venus YJúpiter, según loan. Una de elJas mira con adora·
ción al apuesto Mercurio de la esquina, a pesar de estar a pun

212
de ser herida por una flecha de Cupido. Mercurio 1 d 1
to ... d d h' eaa
espalda, dirigiendo su caduceo 1acia unjirón de nube o de hu-
mo en el cielo.
Aunque muchos lo han intentado, nadie ha conseguid da
., ·e: o r
na explicación enteramente sat1s,actoria del cuadro. :Pret -
u1 lb; M ·I F¡.:. &! ten
día ser una alabanza a 1ars1u1o '1cino y la Academia Neoplató-
nica de la época de Botticelli, como creyeron algunos, o una
advertencia al patron del artista, el joven Lorenzo, il Magnifi-
co, por no casarse con la joven de sus sueños, que murió un
año después de que terminara la obra? ¿Podía significar una
fórmula alquím ica, como sugerían algunos? El hecho de que
la respuesta no este clara es uno de los principales atractivos
del cuadro. Lo que resulta manifiesto es que ofrece una turba-
dora y mágica visión del poder del eros en el universo huma-
no.
Culianu compartía la obsesión de Botticelli por la diosa
porque sentía que esa figura disparaba su propia creatividad y
Jo había salvado en su intento de suicidio. Hillary se parecía a
la Venus de Botticelli, y Culianu estaba convencido de que ella
era la joven que había visto en sueños. También escribió en
Eros y magia que el uso que hace Botticelli de los temas míticos
permitía al artista realizar estudios increíblemente osados del
desnudo femenino.
Para todo el que admire sus cualidades eróticas, el cuadro
parece hecho para invitar a la especulación. Hillary y loan vie-
ron en él un ludibrium, o un enigma, que, al igual que el de los
rosacruz, ofrecía una clave para entender el mundo. Decidie-
ron que constituiría un excelente tema para una novela de
misterio renacentista al estilo de las de su amigo Umberto Eco.
Podría ser la llave de la fama para loan. La escribirían juntos
ese verano, alquilando una casa en un pueblo que habían ad-
mirado en su viaje desde París. Pero antes tenían que volver a
la acuciante y, para él, ingrata tarea de atar los cabos que ha-
bían quedado sueltos.

Ella volvió a sus estudios en Harvard, él a su piso temporal


en Groninga. Había presentado su tercera y última tesis en
Sorbona y el 10 de enero, fue a·bPansa defenderla. Su dir 1a
Mi:hel . rector
de tesis• el presidente de la SorCli ona 1c e Meshn, admir.
tra baio aunque con reservas. « u1anu tenia .
realmente unosu
J » • • , d CO-
ocimiento enciclopédico, un mtercs por to o. Su tesis era
n ....
enorme trabajo académico.» Si bz MI.
mn embargo, teslin no encontrs
un
las conclusiones O puntos esenciales, intuyendo el hecho d
que Culianu ocultaba intencionadamente lo que pensaba,
trabajaba a veces sin convicción en los laboriosos métodos aca.
démicos. «Era como s1 tomara notas.._. y luego, como con un
ordenador, diera a una tecla y todo saliera».
A pesar de las reservas de Meslin, Culianu defendió su tesis
con éxito. De nuevo en Groninga, empezó a convertir el texto
en lo que sería el libro Les Gnoses dualistes d'Occident para Pion.
En él, comparaba las creencias gnósticas a lo largo del tiempo,
explorando las pautas de su desarrollo. Mientras sus colegas
europeos o americanos realizaban trabajos comparativos o ras-
treaban la evolución de una tradición religiosa en particular,
Culianu hacía ambas cosas. Su única, aunque cuestionable me-
todología lo convertían en algo parecido a un enciclopedista
comparativo".
No obstante, hacía algo más que explorar y comparar las
creencias de movimientos muy distintos, desde los maniqueos
del siglo VIII hasta los nihilistas del siglo XIX. También buscaba
la base universal de las pautas de la religión y de la historia.
Creía haberla encontrado en una forma de teoría del caos apli-
cada a los acontecimientos humanos y, en la primavera de
1987, empezó a leer asiduamente acerca de la ciencia de las
ecuaciones fractales, que entonces estaba cobrando populari-
dad. Las fractales funcionaban en cadenas de alternativas bina-
rias, como bifurcaciones en el camino, con una arquitectura
compleja, como uno de los sistemas mentales de Bruno. Con
ellas, los científicos trataban de predecir las pautas del tiempo,

Lee Smith, «Mind Games», Lingua Franca, septiembre-octubre de 1992,


pág. 24.

214
movimientos sísmicos y la forma de las ramas de I á _
de 1
los df di .:. 1os u
1oles. Si uno poda uscernir pautas en creaciones tan intrin-
das de la naturaleza, penso, parecía posible hacer lo mismo
:n creaciones humanas como las religiones o las revolucio-
.:. dle Elid
nes.A diferencia Cli
acle, ulianu no buscaba escapar de la
historia. Antes bien, trataba de incorporarla trazando su es-
quema, y de este modo dominarla. Corno Ficino y Bruno, defi-
nía un pensamiento como una forma o pauta en el tiempo, co-
mo Einstein, sugería que las mediciones científicas podían
representar las pautas cambiantes a través del tiempo. Todos
esos pensadores estaban de acuerdo en una cosa: el tiempo
histórico es maleable. Marsilio Ficino trato de demostrarlo con
sus pócimas mágicas y sus talismanes, Albert Einstein con sus
ecuaciones, que reflejaban que el tiempo se aceleraba y se ra-
lenizaba. Culianu relacionaba a ambos con la ciencia conecti-
va, que predecía el futuro, con la imaginación, que alteraba el
presente, con la memoria, que alteraba el pasado.
En su desangelado piso de Groningen, dispuso sus fotogra-
fías de familia por pares de «dobles», colocando juntas las fo-
tos de su madre y de su aya Manea como mujerjoven y anciana.
Las parejas de fotos le mostraban que la lógica del personaje
trascendía el tiempo. Montó un altar dedicado a Hillary sobre
su mesa de trabajo, poniendo su foto de licenciaturajunto a
un primer plano de la madona de La Primavera. Yuxtapuestas,
parecían realmente dobles.
Para la mayoría de la gente ese parecido era pura coinci-
dencia. Pero Culianu quería saber si la «coincidencia» misma
era un reflejo de estructuras más profundas que él localizaba
en la·mente. Exploró la ciencia cognitiva para entender el mo-
do en que la mente percibía y creaba el mundo. Teóricos como
el matemático Rudy Rucker estaban recuperando la idea pla-
tónica de que nuestro universo era tan sólo una sombra de
eternos procesos metales O matemáticos. Culianu empezó a
leer el libro de Rucker Mind Tools, que empieza así: «Las mate-
máticas son el estudio de la estructura pura, y todo en el cos-

215
n tipo de estructura». Rucker destacó la estrech
mos es u . , . a reta
ción entre la religión arcaica y 1las matemáticas, demostranq
,
como los a'rabes' por ejemplo,
u
expresaban

a Dios

con el S1mbo.
, o
1o de1 cero O del infinito. Hablo 'd de los arquetipos cultural
ung, constituidos de figuras cuas lrupl es. 11 amadas «tétuades de
J 1as»o
«cua. teml.dades» como las cuatro .estaciones,
. las cuatro d.trec-
iones, o las cuatro fases del conocimiento: ver, pensar, senti·
c1 » :.·], l, bj·:.. re
intuir.
1
Rucker sugería que
,
incluso
l a la subjetividad individua4]
,. u
se le podía asignar:. una fonnu
·.
a matemática. En id;
esos estudiuos,
loan Culianu relacionaba por pnmera vez su VI a personal e
su vida profesional, uniendo su infancia espiritual y la es,'
lidad de su padre en matem~~~as supenores con sus investiga-
ciones en el campo de la religión.
En primavera, encontró un público mucho mayor para su
pensamiento sobre el conocimiento que el que le ofrecían sus
lectores. A través de un locutor que conoció en una conferen-
cia, fue contratado por el BBC World Service de Londres para
dar charlas sobre historia, ciencia y religión en Europa del Es-
te. Si el mundo académico no estaba preparado para lo que
Lawrence Sullivan, de Harvard, llamaría más tarde las «asom-
brosas yuxtaposiciones» de Culianu, no era fácil imaginar có-
mo reaccionarían sus ex compatriotas, bajo la censura más
compleja del siglo.

En primavera Culianu también volvió a la facultad de Teo-


logía de la Universidad de Chicago, donde dio clases y confe-
rencias como profesor invitado. Su amigo Anthony Yu no po
día creer el cambio que se había producido en él desde 1975,
cuando los presentaron por primera vez: «Cuando lo conocí,
en el piso de los Eliade, su inglés era prácticamente inexisten-
te. Cuando lo volví a ver, hablaba bien, incluso bromeaba. Era
un profesor bien establecido, de quien yo había leído y admi
rado un hbro en francés. Su modo de yuxtaponer materiales
no sólo los que eran religiosos, sino también los culturales Y los
literarios, abarcaban tal variedad que me resultaba muy intere-
sante. También tenía ingenio, algo que, en cambio, no podría

216
:. +an fácilmente de la obra de Eliade». Forzado por el exi-
decir : :
. stablecer contactos 1nternac1onales y aprender nuevo
1io a e < h habil;-
6 s
. . as, Culianu ten1a a ora mas alilidades lingüísticas y
¡..

adaom , , . . . 1
ctos académicos internaconales que la mayoría de los es-
conta . d d d E un intelectual
.
d. sos amencanos edsu e a . « ra ..
tud1o
europeo
leno auge, encanta or y muy ambicioso», dice el director
en P
e · · P 'ress, D. 'aviid B rent, que añade
Chicago University - que el
todo de trabajo de Culianu provenía de una época anterior
me di d; 'v
de cuando un estu aoso po 1a entrar en una librería de segun-
da mano, leer todo sobre un tema determinado, y luego escri-
bir algo mejor. «Su conocimiento era tan prodigioso que resul-
taba algo intimidante.» Siguiendo una sugerencia de Elia de,
Brent iba a publicar a Culianu por primera vez en Estados Uni-
dos; Eros and Magic in the Renaissance iba a salir en noviembre
de 1987. Los dolorosos años de exilio voluntario de Culianu
empezaban a dar sus frutos.
Dio una conferencia en Hyde Park acerca de uno de sus te-
mas favoritos, la leyenda de Fausto. Revisando versiones del
mito desde la antigüedad hasta la actualidad, Culianu afirma-
ba que sólo tras la Reforma los narradores impusieron un cas-
tigo moral al hombre que pactaba con el diablo para satisfacer
sus deseos. En variantes anteriores de la historia, se aplaudía
esa osada búsqueda de la amada. La historia se parecía, podría
haber añadido Culianu, al mito de su propia vida.
En primavera trabajó en el proyecto del Diccionario de las re-
ligiones que había prometido a Eliade. Para corregir su texto,
Culianu pidió a varios colegas que examinaran algunas de las
entradas. Yu revisó la de taoísmo chino. «La destilación resultó
deliciosa», dice Yu. «No podía leer los textos originales en chi-
no, pero ofrecía un repaso muy competente de los estudios de
la sinología europea al respecto.»
Culianu también se ocupaba de los papeles de Eliade, salía
a pasear con su viuda, Christinel, y cocinaba para ella cuando
recibía amigos como Saul Bellow y su mujer. «Era encantador»,
recuerda Bellow. «Muy amable y divertido. Como Mircea, tra-
taba todo como si fuera un juego.» Por encima de todo, Culia-

217
caba salidas laborales en Estados Unidos. Instalad
nu bus . , Al o un
ás en McGiffert House, conoc1o a exander Argu a
vez m 1 · - e1 les
tudiante californiano en e pnmer ano del tercer . •
un es1 ·;1 ¡b ·] :. ciclo
Descubrieron que ambos utilizaban el mismo tratamiento A
textos obsoleto. Cuando la impresora de Arguelles se estrop .
Culianu le dejó usar la suya. «Llevaba una túnica de cach e~,
· · : : emir
roio» recuerda. «Al pnnc1p10, ere• que era un alumno. De .
J' '> 1d ·dí d :. ·c1a
que América era don e suce.ia to o en cuestion de investi
ción académica y arte.» 8a-
Ioan Culianu había completado el ciclo desde que fu
aquel joven soñador y ambicioso que se,hacía el interesan
delante de su prima segunda en el balcon de la casa de una
monja en un monasterio rumano. En mayo, la misma prima lo
invitó a hablar sobre Eliade en la Universidad de Indiana, don-
de era entonces profesora. A toda velocidad por las calles de
Bloomington, Culianu tenía exactamente el aspecto que die-
ciocho años atrás había asegurado que tendría: un prestigioso
profesor en Occidente con un coche deportivo de brillante co
lor rojo. Risueña, su prima comentó el éxito.
La conferencia, sin embargo, fue decepcionante. Culianu
no estaba preparado y resultó superficial. Leyó un artículo de
prensa y ofreció varias perspectivas sobre la obra y la impor-
tancia de su mentor. A posteriori explicaría que estaba «cansa-
do ya de todo el tema de Eliade». Se marchó de Bloomington
como una exhalación, de vuelta al prestigio de su plaza de pro-
fesor visitante en la facultad de Teología de la Universidad de
Chicago. Su deportivo rojo, podría haber añadido, era de al-
quiler.

En junio, en París, se preparó para la solemne ceremonia


de presentación al Doclorat d'Etat es Lettres et Sciences Humaines de
la Sorbona. Era sin duda «el grado académico más alto del
mundo», como le gustaba decir. Una recepción protocolara
acompañó la concesión del título. Llevó a Hillary a la receP
c1on pero no la presentó a la mayor parte de sus amigos. Pare-
cia temer la poco honrosa impresión que produciría la presen
. de una novia en un momento crítico en que la mayoría de
C" ,qegas creía queMli
sus co
seguía casado.
bi
relación con es m tam 1en se estaba volviendo tensa.
Su l . d .
Era muy complejo, muy reservado, casi torturado», recuerda
Meslin. «Era un hombre ambicioso con instintos de arribista.»
do revelo su divorcio a· sus
. amigos, sostuvo que sus viaies
euan
el rechazo de Carmen a vivir en Estados Unidos habían sido
:, ,
¡, causa. Había escrito a Romanato en abril de 1987: «Siento
e la selección natural, ciega, me haya impedido escribir. El
año pasado me ftu1. en marzo, voivu
qu l ' en junio,
· · me marché de
nuevo en agosto, y ahora voy otra vez a Estados Unidos. El re-
sultado ha sido casi lo lógico en estas circunstancias. El divor-
cio... No podía seguir asumiendo la responsabilidad por dos y
ser una protección para alguien que siempre se siente insatis-
fecho». Fue la última carta que escribió a su mejor amigo.
Después de su titulación, la Sorbona y la Academia Ruma-
no-americana copatrocinaron una conferencia para celebrar
Jo que habría sido el ochenta cumpleaños de Eliade. La confe-
rencia era importante para Culianu porque asistirían muchos
miembros de la Universidad de Chicago, incluido el antiguo
decano Jerry Brauer, cl teólogo católico David Tracy y la espe-
cialista en hinduísmo Wendy Doniger. Culianu sabía que poco
después buscarían un nuevo colega. Quería mostrar lo mejor
de sí mismo. Habló en varias sesiones, incluyendo la de «Hom-
mage a Mircea Eliade», y participó en una mesa redonda sobre
«La historia de las religiones después de Mircca Eliade». Tam-
bién consiguió editar una recopilación de las ponencias para
el Journal ofthe Romanian-American Academy.
Sin embargo, en París apareció un pariente, como para
echar a perder su actuación. El marido de su hermana, Dan
Petrescu, había obtenido un visado de salida para asistir a la
conferencia porque estaba escribiendo una tesis doctoral acer-
ca de la obra narrativa de Eliade. En casa, las vidas de los
miembros de la familia se habían vuelto cada vez más tensas.
En 1986, la lista de disidentes de Petrescu fue interceptada en
la frontera; la casa familiar en Iasi había sido saqueada en re-

219
. Como castigo, se quitó otra habitación de las po
pressalna. l d: )case
que la familia había quedado re ega a. 'n
El encuentro en París de Petrescu con Culianu no fue n
afortunado. Culianu abandonaba con frecuencia a su cuñad:
anulando en el álimo momento as Para cenar con él porí
de editorial en editorial. Parecía considerar a su pariente po]
tico como un parásto.
Con el sentido de lo absurdo aguzado como disidente p
trescu sintió el desaire sin mostrarlo. También sintió una ¡,

funda decepción por Occidente. En la conferencia, por ejem-


plo, se puso en pie para protestar por la exagerada exhibición
de las alabanzas académicas a Eliade. Lo interrumpieron. «¡He
sufrido más censura en París que en Bucarest!», se quejó a Car-
men.

A finales de junio, las actuaciones en público llegaron a su


fin, y las vacilaciones acerca de su divorcio concluyeron. loan
terminó el Diccionario de las religiones, dejando entrever en su
introducción su teoría de que todas las religiones conforma-
ban un mapa de la mente humana. Aunque insistió en que
Eliade había revisado las entradas del Diccionario hasta su
muerte, resultaba evidente que Culianu había cambiado sus-
tancialmente la obra. «Fue una usurpación», lamentó Meslin.
No obstante, el libro conocería un éxito notable, llegando in-
cluso a obtener un Premio al Libro del Mes en Francia.
En julio de 1987, Culianu hizo el primero de sus dos pro-
gramas para el BBC World Service, centrado en la creciente
controversia acerca del pasado de Eliade. En primavera, dijo,
había oído al profesor Vittorio Lanternari afirmar en la Uni-
versidad de Roma que en 1938 Eliade había alabado a la Guar-
dia de Hierro en un periódico derechista llamado Buna Vestir
Lantemnari decía que había llegado de Rumanía un manuscT'
to que documentaba el antisemitismo de Eliade. Era el diario
de un amigo de Eliade, un novelistajudío cuyo pseudónimo
era Mihail Sebastian. Culianu contestó airadamente que la
obra de Sebastian era tendenciosa. Y escribió a Mac Linscot

220
. pidiéndole los artículos incriminatorios que Eliade ha-
Jlicket';¡ to en los años treinta, y que Ricketts había rescatado
ía eshivo nacional . 1
rumano.
del arc Cli: :.:.1
En su primer programa, unanu cntucó la controversia por
enda que mostraba Ehade hacia su profesor de univer-
la reve r h. b; f .
idd Nae Jonescu, que a ia «uncionado con Eliade como
,..., fi tófeles, con d uc1en
sida ·'6dol 513 de graves
o o a una aventura política
Me1s ti
secuencias». Culianu aftirm ó< que Eld 1a e nunca había sido
co~semita, aunque admitió la posibilidad de que su mentor
{{4era sido simpatizante de la Guardia de Hierro. Con insin-
de novelista, Culianu concluyó su discurso en tono de sus-
pense: «¿Qué pasó d después, a medida
to 2. ·did que Nae Ionescu fue in-
troduciéndose cada vez mas en el movimiento legionario?
¿Qué sucedió, en particular, durante la campaña de 1937... ?
¿Es verdad que Eliade era pronazi? Pronto trataremos de res-
ponder detenidamente a estas preguntas».

Hasta julio loan y Hillary no pudieron hacer la escapada


que tanto deseaban a Courmayeur, un pueblo de las montañas
del norte de Italia al que Nietzsche era aficionado. Volvieron al
relato de misterio del que llevaban tiempo hablando, titulado
The Emerald Game. Empezaba con el prólogo de un joven que,
como Culianu, había abandonado Rumanía en 1972 «en cir-
cunstancias apremiantes» para ir a Italia, y hablaba de un mis-
terioso manuscrito del Renacimiento que encontraba en su
bolsa. Traduciéndolo por la noche, el joven advierte que está
siendo vigilado y seguido. Una noche, le roban el manuscrito y
dejan sólo la traducción ... la novela.
«Aquí dejo un gran e insospechado secreto de una época
extraordinaria», empieza diciendo el narrador, Thomas Angli-
cus. Inglés llegado a Florencia en 1494, Anglicus se ve envuelto
en una serie de sangrientos asesinatos relacionados con La
Primavera de Botticelli. «¿Acaso era el crimen que me persigue
implacablemente fruto de mi propia voluntad o de mi desti-
no?», se pregunta Anglicus. En sus aventuras aparecen figuras
del Renacimiento como Marsilio Ficino, Pico della Mirandola,

221
icelli e incluso el cartógrafo Amerigo y;es
San dro Bott . • PUc ·
E xploran
1 do las creencias renacentistas . acerca del art(e d te]ct.
. . ci·ón la astrología y la memona, la novela lleva aA,,,
d
adrvna » di < F dngli
trave's de una oscura y contra ictona orencia dorn· ·
cusa . tnad
leio teiido de relaciones y redes secretas de a
por un Comp !' " • Pode
que s 'lo pueden comprenderse
. con la metáfora, ", cs de . su
'cr
º
manuscrito, 0 la magia. Observando los grupos antisemitas 1
. . b las
sectas masoquistas y los 1 luminosos miembros de la Academ,
de Ficino, Anglicus se conV1erte a la vez en sospechoso de ase-
sinato y en detective aficionado, ayudado por el amable doc
. G . 1 or
Altavilla y una hermosa amiga. iracas a los conocimientos +

canos de Altavilla, empiezan a predecir cuándo van a morir:


víctimas. El asesinato culminante de la novela tiene lugar un
martes, el día de Marte (el propio Culianu sería asesinado
un martes). Pese a que el motivo parece ser el de enviar un
mensaje a otros, Thomas dice a su ainada Vittoria: «Los insti-
gadores del asesinato... no son importantes. Lo esencial es el ti-
tiritero loco».
Culianu y Wiesner escribieron el libro alternando capítulos
a lo largo de cinco idílicas y estimulantes semanas de verano.
Cada mañana, se levantaban y escribían, uno en el salón, y el
otro en el soleado balcón que daba a las cimas nevadas del
Mont Blanc. Cuando Thomas habla de la excepcional armonía
del mundo natural, probablemente refleja el sentimiento de
calma y de felicidad de sus autores en el primer verano quepa-
saronjuntos.
La novela también desdibuja peligrosamente el límite entre
la realidad y la ficción. En sus investigaciones, Thomas conoc~
a varios personajes inspirados en los profesores de la Universv
dad de Chicago. El entrañable doctor Altavilla, por ejemplo,
está basado en David Tracy, y el siniestro coronel de la policía
de seguridad, en el difunto Allan Bloom. Otros miembros del
personal académico de Chicago parecen perfilarse de forma
poco favorecedora. Para un estudioso que estaba a la espera d°
una plaza de titular en esa exclusiva institución, su ejercicio de
ficción parecía un _juego potencialmente autodestn1ctivo O ta-

222
< ico en un momento en que fingía ser un perfiecto .
1ismán» amigo
colega, .
Y . bien la novela menciona a un asesino, el tema esen ial l
S1 • J • • CI O
consttl·tuyen la magia y a c1enc1a en un nivel incluso m,as pro-
undo delo que alcanza a entender el asesino. La solución del
. en solo puede obtenerse- a .través de la magia,
crim '6'
de mOO d
qu e las habilidades . en las. prácticas
. arcanas adquiridas en el
nscurso de las investigaciones se convierten en la recom-
U:nsa final de la historia. No importa que el móvil de la histo-
~a resulte ininteligible, ni que La Primavera acabe siendo una
falsificación pensada para revelar a través de la colocación de
las figuras una fórmula alquímica mortal. «Los conceptos de
falsificación y de autenticidad eran relativamente nuevos en el
Renacimiento», observó más tarde Culianu, «y no enteramen-
te aplicables a nuestras necesidades».
Después de revisar el texto, Culianu y Wiesner entregaron
el libro a un agente literario. Querían dedicarle más tiempo,
pero la madre de Hillary estaba a punto de volver a casarse, y
tuvieron que volver a Amherst.

Regresaron a Estados Unidos a finales de agosto para la bo-


da de Dorothy Wiesner con Kurt Hertzfeld, el viudo tesorero
del Amherst College. Fue una de las raras ocasiones en que
loan vio a los mejores amigos de Hillary, y fue objeto de un mi-
nucioso examen. «Me pareció... bueno, más bajo de lo que
imaginaba», observó Erika Schluntz. «Después de oír todo
aquello sobre ese hombre maravilloso, me pareció que tanto
amor no podía caber en un cuerpo tan pequeño.» A loan le
encantaban las ceremonias, en ellas podía destacar como di-
rector de una obra que estuviera interpretando. En el soleado
césped que rodeaba la casa victoriana en Amherst, Culianu fue
todo un éxito. «Tenía más sentido de la familia que yo», re-
cuerda Wiesner. Cayó muy bien a todo el mundo. «Yo estaba
feliz, porque Hillary había puesto el listón tan alto que no sa-
bíamos si algún día encontraría a alguien», duo su hermana
Nikki, dos años mayor, y más extrovertida que ella. «No men-

223
C1oI
naron mucho el hecho de que él• estuviera casado e'uand
conocieron.» Kurt Hertzfeld llego a querer a loan e o
se .. e-. b . orno a
un miembro de la familia que se estorzaba en unir a sus h¡
. IJos
con los de su mujer.
En otoño de 1987, Culianu volvió a dar dos cursos en Ch'
.
Es a vez sejugava b !Ca-
go como profesor visitante. mucho. La f
tad de Teología ofrec1a- o oficial
1c1 mente una plaza ola
de profesoracul.
. . l E l con
posibilidad de pasar a ser tutular. ra e puesto para el que se
había desvivido loan Cuhanu.
Ya había empezado a formar un séquito de estudiantes. Sus
colegas más creativos, como Lawrence Sullivan, recomenda.
ban con entusiasmo sus cursos y su libro Eros y magia. Dado que
su obra se dispersaba en tantos idiomas y temas distintos, el co-
mité de examen le pidió seis cartas de recomendación en lugar
de las cuatro habituales. Reunió un apoyo impresionante por
parte de Umberto Eco, Michel Meslin, Hans Jonas, y Joseph
Kitagawa y Lawrence Sullivan de la facultad de Teología. «Los
europeos lo pusieron por las nubes», recuerda Anthony Yu.
Presentó una carta de un profesor rumano de literatura com-
parada en la Universidad de Indiana, Matei Calinescu: «Hago
eco aquí de una opinión que Eliadc expresó en varias conver-
saciones que tuvimos en los últimos años de su vida: que el pro-
fesor Culianu se ha convertido en el mayor continuador y
emulador... del enfoque hermenéutico de la religión que ca-
racteriza a Eliade». EI currículum de dieciséis páginas de Cu-
lianu enumeraba once libros y traducciones en cuatro idio-
mas, publicados o contratados. La lista de artículos y reseñas
era igualmente asombrosa en lo que a cantidad se refiere para
un pensador de treinta y siete años.
Los miembros de la facultad se dividían aproximadamente
en una vieja guardia que veía en Culianu no sólo una reminis-
cencia de la gran tradición de Eliade, sino también una nueva
elección productiva y creativa; y otros más recientes que se pre
guntaban si la escuela necesitaba a otro eliadiano y si se podía
considerar realmente a Culianu como un historiador de las re-
l.igiones.
. su
«Las objeciones no tenían mucho que ver con

224
etencia específica», recuerda Anthony Yu, «sin 6. ¡;
comP' : ' Iomas ien
" cuestión de si realmente se trataba del tipo de persona
con ) ~
que Se buscaba. en ese momento».
. De los diez temas de ense-
-nanza aue Culianu mencionaba
, b ,
en su currículum para e1 ano =

99, por ejemplo, 1


1 so o uno cu na la historia de las rel' •
19 . . 'IgIones
del cristianismo. ¿Cómo se desenvolvería con las asignatu
o . , l l ras
troncales que se ex1gran a los alumnos para aprobar sus exá-
menes? (No le gustaba dar esas clases y, al principio, no las dio
bien.) Algunas objeciones ocultaban reservas más serias acerca
de la calidad de sus numerosas publicaciones. «Nadie lo cono-
cía realmente, y no se podía decir lo mismo de ningún otro en
la facultad», dice Wendy Doniger.
Finalmente, prevalecieron los votos a favor. Un gélido 5 de
enero de 1989, el día del cumpleaños de loan, sonó el teléfo-
no en el pequeño piso de Hillary en Cambridge. Era el decano
Chris Gamwell. Llamaba para ofrecer a loan una plaza de pro-
fesor asociado con titularidad asegurada. «Quiero expresarle
el entusiasmo de los miembros de la facultad (...) y nuestra es-
peranza de que acepte usted esta invitación», dijo Gamwell.
Culianu aceptó, le dio las gracias, colgó y se puso a saltar de
alegría por el piso. ¡Lo había conseguido! ¡A pesar de todas las
adversidades, del peso del terror, del trabajo duro, del hambre
y de las intrigas, había vencido! Todos los idiomas que había
aprendido, todas las noches de ansiosa lectura hasta destrozar-
se los ojos, toda la indiferencia y el desprecio. ¡Lo había conse-
guido! Llamaron a la madre de Hillary, en Amherst, bailaron y
gritaron de alegría. Hillary abrió una botella de champán,
rompiéndola, para celebrarlo.
Más tarde, Hillary salió. loan se encerró en la pequeña ha-
bitación. Cruzó las piernas en postura yogui de meditación,
contemplando todo lo que eso significaba para él. Había he-
cho lo que su padre no había podido hacer, pensó. Y sólo esta-
ba empeando.
Con su túnica de cachemir sintió el estremecimiento del
miedo. Nunca antes había tenido nada, como esa plaza o Hi-
llary, lo bastante valioso para no soportar perderlo.

225
Religión y ciencia:
la cuarta dimensión, 1988

La gen te como nosotros, que cree en la fisica, sabe que la


distinción entre el pasado, el presente y el futuro es sólo una
ilusión tenazmente persistente.
Albert Einstein

El decano Chris Gamwell había ofrecido a Culianu la posi-


bilidad de empezar a tiempo completo en primavera o en oto-
ño de 1988. Cuando Hillary recibió una beca para hacer inves-
tigación en Epaña, Egipto e Israel, aprovechó la ocasión para
reunirse con ella. Se sentía como un hombre nuevo. Con todo,
si sus adversarios de París o de Groninga hubieran podido ver-
lo, posiblemente no habrían creído que se había desprendido
por completo de su faceta más astuta y maniquea.
En 1988 se interesó cada vez más por las trampas y secretos
del universo. Después de concluir su segundo programa acerca
de Eliade para la BBC con una encendida defensa de su mentor,
Culianu pasó de los temas políticos a los de la ciencia teórica,
con comentarios titulados «The Fourth Dimension», «Schrodin-
ger's Cat», «The Fifth Dimension» y otros. Los científicos eran
los chamanes de nuestro tiempo, y quería explorar el «creciente
reconocimiento entre los físicos del mundo entero, mclwdos va-
rios premios Nobel, de la posibilidad de que el universo exista
en un espacio multidimensional». Leyó las nuevas teorías del

227
«hiperespacio» en libros de divulgación y revistas cienuf
miticndo los nuevos descubrimientos
transr u .. •
acerca de la evasión8s,
interior a un público recepuvo, sus antuguos compatriotas.
En 1988, • las condiciones en: Rumania
4,
pasaron de la .
Priva.
ción a la miseria. Los pocos artucutos que quedaban en las tien, .
das desaparecieron. Todo, desde la leche, la carne y la m
d.1as de na1·ilon se había vuante
quilla hasta los tampones yr.Ias me., b; 1
Ieito
I
inaccesible. La luz y la calefacción se cortaban al anochecer. A
pesar de todo, un grupo de poetas oficiales alababa las virtud
del Gran Sabio de los Cárpatos, Nicolae Ceausescu, en ,
nos que habrían hecho sonrojarse al propio Stalin. Antaño or.
gulloso de su fama de independencia, el país se sumió en una
pesadilla de espionaje mutuo, escucha telefónica, y traición per.
sonal sin motivo.
A medida que fue volviéndose impopular, Ceausescu tuvo
que contar cada vez más con su policía de seguridad para
apuntalar su dictadura. A partir de 1986, Dan Petrescu había si-
do convocado y amenazado de forma rutinaria por la Securita-
te, pero en 1987 fue interrogado regularmente en la sede de
Iasi. A principios de 1988, Petrescu había concedido una entre-
vista al periódico Libération de París atacando al régimen co-
munista. Fue publicada en Francia el día del cumpleaños de
Ceausecu, el 28 de enero. Después de la entrevista, Petrescu
empezó a escribir artículos para periódicos franceses atacan-
do, por ejemplo, el intento por parte de la propaganda de Ceau-
$escu de adherirse al nacionalismo rumano. En sus últimos
años, el régimen recurrió a la retórica oscuramente lírica del
nacionalismo místico para reforzar su atractivo. Un movimien-
to llamado protocronismo, por ejemplo, reivindicó la primacía
rumana en ámbitos que iban desde las ciencias hasta la litera-
tura'. Antioccidental, antirracional, apelaba a los más primiti-
vos instintos de un inconsciente nacional.
11
Mircea Eliade había pedido a varios intelectuales que apoyaran el movi-
. · a......,IJiL.. 5 de
miento «protocronista». Norman Manea, «Happy Guilt», New le?"
agosto de 1991. pág. 35.

228
Si el amor y el éxito habían hecho de loan Culianu un hom-
bre nu evo , era el momento de, dar un paso adelante . La pro-
de autocensura que había hecho a Willcm Noomen h
mesa habf .:. "G
, aducado. Un ano atras a ia animado por teléfono a uno
bía C < d d, .
disidentes mas estaca os a huir a Estados Unidos el
de 1 o5 u . fAm . ,
oeta y locutor de Voice o! 1erica Dorin Tudoran. Tudoran
!3a Culianu a participar
inv . fl
en el consejo de redacción y escni-
bl' ., .
bir en su nueva e intuyente pul ucación internacional Agora,
fundada por el Instituto de Investigación en Política Exterior
de Washington. En 1987, Culianu escribió un artículo titulado
Pecado contra Espíritu» (Pacatul impotriva spiritului), que
enlazaba la imaginería religiosa con un ataque contra el go-
bierno de su país, una característica de sus escritos políticos
posteriores. «Atreverse a formar una idea conduce a la vida»,
escribió a sus compatnotas. «Tened el valor de decir no, y al
tercer día resucitaréis ... No hay más muerte que el espíritu de
muerte, ni más resurrección que el río de ideas.»
Pero en ninguno hablaba del dolor en su país.

En primavera de 1988 se reunió con Hillary y conoció a su


amiga de la infancia Cathy O'Leary en Chicago. Culianu alqui-
ló por una semana una suite con cocina en los apartamentos
Flamingoo n-the-Lake, que estaban destinados a losjubilados y
que las chicas apodaron «Flaming O». Una noche, Culianu
creó una cena memorable utilizando vitaminas, un servicio de
cucharas y tenedores de plástico de la tienda de al lado y platos
de cartón. Añadió un trozo de pan, algo de crema de bacon y
una botella de Asti Spumante. «Bueno», dijo, «¡ni siquiera he-
mos llegado al plato principal!». En la piscina, Hillary y Ioan
giraban y giraban tratando de conseguir a través de la rotación
la consciencia alterada del chamán. Por las noches, ibanjuntos
a la salida de incendios para contemplar desde lo alto el lago
Michigan.
loan escribió una última carta a Carmen hablándole de su
remordimiento por su matrimonio fallido, después de darle la
Casa: «Ahora veo que he arruinado tu vida, y ¿no crees que eso

229
a de tristeza? Yo no podía seguir en Holanda. N
me llen • · teces;
ba avanzar de un modo e
que no podna explicar ni _"la-
d . ·- a lllt lll
mo». No lo habría confesado, pero sintió cierto temIOr por Is-y
acto de sangre que habían hecho cuando se le de 1 • e
p . b . e aro en
1979 » uniendo sus almas para siempre 3:JO amenaza de muere

En los meses de verano antes de entrar como profeso d


aculad de Teología, Culianu viajó con Hillary a E1
rusalén y varias ciudades de Espana, meses marcados en 1
ci'
• . l 1 e ca-
lendario con talismanes magicos y a pa abra « ¡Libres!» 1
. ·'l. Las cartas que escnb·
'ala
que daba una importancia especia. · 1aa

r:i:
sus amigos estaban llenas de refl ex1ones acerca de la libertad
veces cínicas, a veces líricas, a veces humorísticas. Antes de
terse en la cama. desplegaba las sábanas bromeando: «¡Tengo
que ser libre!».
Hillary y loan se reunieron en E} Cairo, donde pasaron cin-
co semanas en un pequeño hotel. El pasaba todas las mañanas
en la bilioteca de la Universidad Americana, llegando a leer
unas cinco estanterías de libros sobre la España musulmana.
Por las tardes se sentaba en el balcón, tratando de aprender
árabe hablado con un diccionario y un periódico mientras Hi-
llary trabajaba en su disertación sobre el místico medieval al-
Kindi, cl hombre responsable de preservar gran parte de la tra-
dición mágica que Ficino y Bruno renovaron. Hillary empezó a
sospechar que al-Kindi era un plagiario y que algunas de sus
fuentes más importantes eran falsificaciones. loan disfrutó con
ese descubrimiento. Lo único que importaba, dijo. era que los
magos del Renacimiento creyeran en los textos de al-Kindi.
Visitaron Alejandría, las pirámides y la esfinge. Donde iban
trataban de conversar en árabe, incluso de hacerjuegos de pa-
labras o chistes. A loan le encantaba el carácter matemátco
de la lengua, que funcionaba por permutaciones de grupos de
tres letras. En la biblioteca de la Universidad de El Calfo, in-
ventaron una historia basada en un incidente real: 1a falsifica-
ción llevada a cabo por un catedrático de la que Hillary habi~
01íd 0 h. abiar en sus clases de egiptología
» • Ella
en Chicago.
an convertirían el incidente en el relato «The Late Repen
Jo Horemheb», que exploraba su creciente convicció■
ance o .:..: ·. l ·
las falsificaciones no son simples imposturas, sino má
de 9",endentales intentos de alterar el pasado y, por anta
bien d 1 •
el futuro.
pasaron por la Universidad Hebrea de Jerusalén para ver
un nuevo amigo de loan, un exiliado rumano experto en cába-
1a mística judía, Moshe
d
Idel. Los dos hombres habían beche
.
buenas migas cuan o se conocieron e1 otono
- anterior en Ch
cago. «Era el primer rumano con quien hablaba en veintisiet
años de exilio», recuerda Idel. «Inttmamos muy rápidamente
pasábamos noches enteras hablando en rumano y poniénd~
nos nostálgicos.» Idel venía de Trgu Neamt, donde, de niño
Culianu tomaba el autobus de camino al monasterio de Varatic
•Al final, decidimos dejar de hablar de Rumanía, y en ruma
no», dice Idel. «Nos ponía demasiado tristes.» Por su parte, C~
lianu sintió una gran simpatía por un hombre en quien veía
su doble espiritual. No sólo venían de la misma región del mun
do, sino que Idel se había dedicado a los estudios que él habría
seguido de haber ido a Israel en lugar de a Italia. Ambos esta,
ban fascinados por los místicos judíos llamados cabalistas y s~
idea de que el universo podía percibirse a través de prácticas
místicas y matemáticas. En el Renacimiento, Pico della Miran,
dola había traducido a los cabalistas cuyas obras, como la de al
Kindi, inspiraban las teorías de los magos del Renacimiento-
En Nerja, España, loan marcó su calendario con un león el
día del cumpleaños de Hillary, trazando varias letras cabalísti-
cas en los días 1 y 14 de septiembre y añadiendo la palabra
•¡Ideal» para darle el peso del misticismo judío. Alquilaron
una casa en la playa de Nerja y visitaron los lugares de influen-
cia islámica en Granada, Córdoba, Valencia, Madrid y Sevilla,
donde estudiaron la Inquisición, llegando a la conclusión de
que era una cruzada menos destructiva que la persecución co-
munista en su país.

231
En septiembre regresaron a Estados Unidos, donde lo,
. , con Hillary en Lexington, Massachusetts, y su se
reunió
Erika y Cahy con motivo de una boda. Toan y Cahy
'
j!
Sami
daron a Hillary a mudarse a un piso mas grande en 1 ry
ayu Un d f l · . d. 1a calle
Harvard de Cambridge. n 1a , ue. a a tuen 4a de maoia o· 11 arna.
da Arsenic and Old Lace [Ar senuco por compasión]. La de
pe ndienta le cobró de menos
:..< ·ll
por unos polvos de sueño. C
fd6
a uan-
do loan se lo advirtió, e a se enia o y se puso a la defens·
loan salió y enseñó a Hillary la nueva nota. 5lva.
-Su magia era más débil que la mía, y ha vuelto a cobrarme
de menos.
Con las prisas, la mujer había quitado unas hierbas de la
cuenta por equivocación.
Ya en la calle, loan vaciló, dio media vuelta y volvió a la tien-
da.
-Si no pago -dijo a Hillary-, no funcionarán ni las hierbas
ni los polvos.

En otoño de 1988, volvió triunfante a la Universidad de Chi-


cago como profesor asociado, con plaza de titular asegurada
una vez que sus papeles de inmigración estuvieran en regla.
Dio dos asignaturas acerca de temas sobre los que trabajaba
para libros que tenía contratados con importantes editoriales
americanas: HarperCollins, HarperSan Francisco y Shambha
la. Una de las asignaturas, «La religión como sistema», explo-
raba su teoría de la historia religiosa como larga secuencia de
alternativas binarias. Se inspiró en ella para la introducción a
la versión inglesa de The Eliade Guide to World Religions. Pero la
asignatura que reunió su principal grupo de alumnos fue la
más ambiciosa hasta entonces: «Religión y ciencia: la cuarta di-
mensión».
La asignatura cubría la ciencia de las múltiples dimensio-
nes, buscando en la literatura y en la teoría explicaciones ª las
antiquísimas historias de viaies al más allá, milagros y expe
• • , • :J lu
nencias extatlcas. No había nada nuevo en ese enfoque: me
so Lenin lo había estudiado en su Materialismo y empirocriticis
). Pero Culianu aportaba al tema seriedad aud .
mo (1908 . l idi d l¿ .ze ... » 1ac1a y
ominio de os 1 1omas, e as múltiples culturas d 1
su d . ., ., al . Y e o
1o. También ten1a Igo importante en juego. Esa asignatu-
ocu l ., l . . .
yudaría a crear os cap1tu os iniciales de Out o'This w. Id·
ra aY .f Gil I vora.

9her-worldly Journeys trom ilgamesh to Albert Einstein (Más allá


de este mundo), un libro que, esperaba, lo llevaría a la si-
iente etapa en su carrera: el éxito en América.
gu La primera noche del curso, se encontró con sus diez alum-
nos de tercer ciclo en la puerta y los saludó a cada uno por su
nombre. Anunció que «una pequeña dinastía de seres humanos
había cambiado la faz del mundo» y que explorarían sus secre-
tos. En su clase estaban sus alumnos preferidos: Greg Spinner,
hijo de un zapatero judío de Tennessee, y Michael Allocca, de
Brooklyn. Nathaniel Deutsch asistía a las clases como oyente.
Entre los demás estaban Margaret Arndt-Caddigan, Stephanie
Stamm, Beatrice Briggs yJulia Dulocq.
Las revoluciones científicas siempre desafían el sentido co-
mún, advirtió, de modo que debían prepararse para cierto
«perjuicio cerebral». La bibliografía incluía La cuarta dimen-
sión de Rudy Rucker, Flatland de Edwin Abbott, A través del espe-
jo de Lewis Carroll, y libros de Einstein, Asimov, Borges, etc.
Mientras otros catedráticos pensaban en «lo sagrado» o lo so-
brenatural como algo interior o místico, él sugería que podían
brotar nuevas perspectivas a partir de las revelaciones de la fT-
sica de partículas y de la ciencia cognitiva. Esas revelaciones,
sorprendentes como eran, podían simplificar y explicar mu-
chos sucesos inexplicables o incluso sobrenaturales.
En resumen, dijo, las cuatro dimensiones se consideraban
antaño que eran la longitud, la altura, la extensión y el tiempo,
Y añadió que las nuevas teorías del hiperespacio sugerían que
vivimos en un universo cuyas dimensiones iban de once a
treinta y tres. Según las teorías del hiperespacio, vivimos como
peces en un estanque, afectados por fuerzas desconocidas de
mundos paralelos que entendemos tan confusamente como
un pez entiende el mundo que rodea la superficie del estan-
que. Si el hiperespacio simplificaba las observaciones del mun-

238
dO físico' observó Culianu, quizá uno pudiera encontrar
.. :.: .
2

en el
los orígenes de artes metatis1cas como 1 1a maga en el Re», ;
. . . C l : aci-
miento, la astrología y e)1 mstucrsmo. ua1quiera que sea la
'
táfora utilizada, ·
la del hiperespaco . o11 d iel ] «éter» cósmic o m
a <. me
dieval, ambas ofrecen pistas que uno puede seguir para
descubrir nuevos misterios del cosmos.
el
En la primera de las clases leyó en voz alta relato de Bo,
ges «Tlón, Uqbar, Orbis Tertius». La historia menciona un
país imaginario llamado Uqbar, inventado como juego por
unos estudiosos que incluían la entrada «Uqbar» en una edi-
ción limitada de la Encyclopedia Britannica. Todas las leyendas
y epopeyas de Uqbar remite~~ 1~ regiones imaginarias Tlon y
Mlejnas. En Tlón, mente es «sinónimo perfecto del cosmos», y el
cosmos era un gigantesco enigma que se resolvía por sí solo en
la mente de cada uno de los habitantes de Tlón. Aunque el na-
rrador sabe, en 1941, que Tlón es una ficción, en 1942 oye ha-
blar de un objeto real en Poiticrs, Francia, con inscripciones
de uno de los alfabetos de Tlón, encontrado en los aposentos
de una princesa. Unos meses después, en América del Sur, un
metal desconocido, también de Tlon, es descubierto en el bol-
sillo de un muchacho muerto; y en 1944, cuarenta volúmenes
de la Primera Enciclopedia de Twn aparecieron en Memphis,
Tennessee.
Culianu dijo que el relato contenía una acertijo intelectual
que ocultaba una verdad acerca del poder de la mente para
crear el mundo. En una tradición que practicó Poe, Borges
también ofrecía en su relato fantástico de 1941 una alegoría
política específica sobre el poder de la propaganda fascista de
crear doctrinas imaginarias de un odio lo bastante real para
motivar la acción de millones de personas.
Durante las siguientes diez semanas, los alumnos picaban
cualquier cosa para cenar, hacían informes y seguían despues
de clase con sus conversaciones. «Salíamos de allí con la cabe-
za dando vueltas», dice Spinner. «No queríamos parar». Si los
temas los inspiraban, la relación con su profesor hacía que esa
clase fuera única. Culianu hablaba con ellos más que cualquier
ro profesor, los apoyaba más, los escuchaba más, bromeaba
.. incluso recordaba sus cumpleaños. Ellos a camb· 1
más, b 1o, lo
. :. ban a sus fiestas, se urlaban de su acento y de su
¡nvita ·1. Le ropa,
ue seguía siendo muy ita iana. gustaba llevar una chaqueta
Je sport color pardo con motas doradas, a menudo con una
camisa en tonos pastel. «Los cuellos de sus camisas siempre le
venían grandes», recuerda Alexander Arguelles. Ocasional-
mente, llevaba un pañuelo de seda o una corbata con dibujos
de M. C. Escher que Greg le había regalado por Navidades. Sus
zapatos favoritos tenían suela de goma y un inenarrable color
marrón, pero le encantaba el nombre de la marca: Mephisto.

En casa de Michael Alloca, en la segunda clase, Culianu hi-


zo pasta a la carbonara mientras empezaban la primera de dos
discusiones sobre Fatland de Edwin Abbott Abbott. Publicada
inicialmente en Inglaterra en 1884, bajo el pseudónimo de A.
Square, la sátira disimuladamente política se convirtió en un
auténtico éxito de ventas. Abbott inventó un mundo en dos di-
mensiones -Flatland-, cuyos habitantes sólo podían moverse
de lado, no hacia arriba ni hacia abajo. Si una criatura tridi-
mensional mete una cuchara en su mundo, los flatlandinos la
perciben como un cataclismo sobrenatural que afecta a su uni-
verso como un terremoto. En la novela de Abbott, las mujeres
se encuentran en lo más bajo de la escala social y son sólo lí-
neas unidimensionales; las siguen los hombres de la clase me-
dia, acertadamente llamados Cuadrados, y los Sumos Sacerdo-
tes, que, como esferas tridimensionales, pueden ver la tercera
dimensión que los demás no perciben.
Cuando un Cuadrado se desplaza accidentalmente a la ter-
cera dimensión, vuelve llamando a la revolución. Se produce
una rebelión. Los acontecimientos siguen una pauta familiar:
el señor Cuadrado es considerado criminal, encarcelado y tor-
turado. Cuando las mujeres insurrectas parecen a punto de ob-
tener una categoría más alta, se recurre a una acusación de VIO-
lación para desacreditar a su líder. Cuando otros rebeldes
destacados consiguen demasiado poder, los Sumos Sacerdotes

285
los admiten «inmediatamente en la clase privilegiada»
viéndolos así «perfectamente Regulares». Los Sumos s,,' "ol
. l fi l . cerdo.
tes toleran algún cambio, pero al anal marginan al héro 2

id bz ibi. ?»y és
te, abandonado por sus segm ores, aca a escntiendo e] libro
para la posteridad. .
El hecho de que el cunoso relato de Abbott tuviera d. .
:. d < .3. l ueci-
nueve reediciones y siga teniendo ex1to en la actualidad p
ce ser consecuencia :. de·l carv
·1, -idente examen que hace deare-
1
pautas dc las revoluciones a lo largo de la historia. Culian
so el énfasis en algo inhabitual en el hbro: el interés amoro
de la novela. ¿Podía el «amor», en su sentido griego de~
preguntó, ser una vía para entender la cuarta dimensión? Esta
manera tierna e intuitiva de ver el mundo caracterizó a los
grandes científicos de la historia, dijo. Y la imaginería románti-
ca del rapto y la lascivia ofrecía metáforas muy similares a las
de las experiencias de antes y después de la muerte. Durante la
segunda clase sobre Abbott, alguien bromeó acerca de la se-
gunda parte de Los cazafantasmas, que se había estrenado re-
cientemente en Chicago. El grupo decidió ir a verla.

A la cuarta semana, Greg Spinner habló de un matemático


de finales del siglo XIX, que también tuvo éxito, Edward Hin-
ton. Entre otros artículos, Hinton inventó la máquina lanzado-
ra del béisbol moderno, aunque fue más conocido en la histo-
ria por un conjunto de cubos de juguete similar al de Rubik.
Para resolver el problema que planteaba el cubo dc Hinton, el
jugador tenía que imaginar que los movía a través del tiempo
igual que a través del espacio. De niño, Borgesjugaba con cu-
bos. Frank Lloyd Wrightjugaba con cubos similares, que lo
condujeron al diseño en bloque modular de sus casas de campo.
Luego la clase discutió acerca de A través del espejo de Lewis
Carroll, centrándose en la parodia de la excesiva intelectualr
dad de sus colegas de Cambridge, los modelos para su Som-
brerero Loco, Tweedledee y Tweedledum, y la reina loca Y su
corte.
Como Hinton, su tema de la sexta semana, el místico Y con-

236
dente ruso P. D. Ouspensky (1878-1947) sugirió que los fan-
tasmias
eran apariciones •
dc una.
cuarta dimensión . e u1anu
1· d le-
stró que esa teoria tuvo importantes consecuencias ,.
mo · b< ' 1 po 1i tI-
cas. Lenin li ró una· voenta campaña contra una rama
espiritualista . , del parudo
. bolchevique que admitía la ideade
a dimenson supenor.
un di :
La noche en que uscutieron sobre Ouspensky fueron j
. 'E . un-
tos al bar Jimmy's. ntre jarras de cerveza, Ioan Culianu les
contó cómo su madre ayudaba a su aya a preparar las cenas de
Navidad más increíbles a pesar de las privaciones que la familia
padecía. Su madre atendía a cada invitado, dijo, asegurándose
de que todo el mundo estuviera contento antes de empezar
ella a comer. Era la pnmera vez que decía a sus alumnos ame-
ricanos que era rumano.
El día de Acción de Gracias, Hillary fue a verlo a su piso en
el McGiffert Hall acompañada por su amiga Cathy O'Leary,
que estudiaba ciencias políticas en la escuela de tercer ciclo de
Chicago. Una noche, Culianu llevó a O'Leary a ver la película
Colors. Le gustaban las películas de acción porque le limpiaban
la mente de los densos arcanos de sus investigaciones; a ella le
apetecía escapar de la presión que suponían los estudios de
tercer ciclo. Al volver a casa por la noche, él iba girándose y di-
ciendo en broma: «Será mejor que tengamos cuidado. Creo
que nos están siguiendo».Jugaba con la paranoia de la pelícu-
la. Temblaba de frío, y como de costumbre no llevaba chaque-
ta. Asimismo, cuando estaba enfermo, no hacía caso a los sín-
tomas. «Vivía de las ideas», dice Allocca, «de modo que no era
la persona más práctica».

El objetivo del curso, dijo en la reunión final de «Religión y


ciencia», era entender cómo los autores creaban mundos ficti-
~ios para desaprender lo que se supone que es este mundo. La
IIIlaginación es una forma de percepción. No es que las reali-
dades fantásticas existan en la mente, sino que el mundo real
es fantástico y multidimensional. Nuestra incapacidad para
percibirlo sólo proviene de lo limitado de nuestras mentes. El

237
curso concluyó con The Return to Cosmology de Stephe .,.
. .
min (1982) que afirma que 1 a c1enc1a moderna es en .
n Iou]
modo un mito.• cier
Al final los alumnos quedaron entusiasmados con Cui·
, .
No obstante, por popular que fuera en los seminarios al
ianu·
miembros del profesorado aconsejaron . ' 'unos
a los estudiantes
no estudiaran con él. «El problema no era que desaproba:~
sus métodos», dice un alumno, «era el hecho de que lo h..
. . , lCie,.
ran a sus espaldas». E n invierno se preparo para dar la prim
parte de la asignatura troncal sobre las tradiciones religioera
en Occidente. Esperaba acabar sustres libros contratado{
dicarse entonces a su principal afición, la ficción. A través de
narrativa podría discernir las corrientes del mundo que lo
deaba.
r:
1
La adivinación, 1989

Durante el invierno y el verano de 1989, Ioan Culianu y Hi-


llar
y Wiesner viajaron a Italia, donde él dio conferencias en las
universidades de Siena y Roma, y en el Instituto Stensen, entre
otros. Después de tantos años, esos viajes fueron un regreso
triunfal al país en que Culianu había pasado sus peores mo-
mentos de transición a Occidente. Fue invitado por dos im-
portantes profesores italianos, Grazia Marchiano y Elémire Zo-
lla. Zolla se había fijado en Culianu por primera vez al leer la
reseña que había hecho de su libro Arquetipos. Escribió a Culia-
nu invitándolo a Italia; Marchiano le consiguió una plaza de
profesor visitante. Catedrática de estética en la Universidad
de Siena-Arezzo, Marchiano dirigía una organización interna-
cional llamada LORO Group, que tenía el delicado propósito
de «centrarse en el legado vital de las filosofas orientales y oc-
cidentales de la belleza y la mente».
En 1989, las dictaduras comunistas de la Europa del Este
empezaron a caer con una facilidad casi increíble: en Checos-
lovaquia, Hungría y Polonia. En febrero, mientras daba clases
en Italia, Culianu no sabía qué pasaría con el régimen comu-
nista más odioso de Europa del Este, pero tenía sus sospechas.
En esa época, la Rumanía de Ceausescu se parecía más ala aco-
razada China O a Corea del Norte que a los demás países de
Europa Central. Ioan Culianu y Hillary Wiesner se quedaron

289
en Italia hasta el 3 de marzo, y él dio media docena de conf
encias sobre temas que abarcaban desde el feminism
r . . d d 1 h ., o y la
moda hasta la magia y la gnosis, tescde las 1ercjías dualistas q
período medieval hasta Mircea Elia de y la metodología
historia de las religiones.
a¡,
Hicieron frecuentes visitas al misterioso y alto piso de Mar-
chiano y Zolla en Roma, cuyo salón de color carmesí estaba
• d A -• Af . cu-
bierto de terroríficas mascaras e ~ia y nea. Durante el d
sayuno, Culianu y el encanecido Zolla leían los periódicos
otro nivel, tratando de descifrar las tendencias subyacentes
los fracasos asombrosamente rápidos del comunismo. ¿Qué:..
ria de Rumanía?, le preguntó Zolla.
Dio una respuesta en su primera colección de relatos, pu-
blicada porJaca Book de Milán y dedicada a Hillary. Titulada
The Emerald Collection, contenía una sátira de la caída del régi-
men de Ceausescu que había escrito en 1986.

La farsa política de Culianu, «L'intervenzione degli Zorabi


enJormania» (La intervención de los zorabi enJormania), uti-
lizaba la ciencia ficción para realizar un minucioso análisis de
las verdades políticas del mismo modo que Flatland de Abbott
Al igual que Borges en «Tlon, Uqbar, Orbis Tertius», creaba un
país ficticio, Jormania, gobernado por un dictador llamado
Gologan. «Los afligidos y atormentados habitantes soñaban
con deshacerse de él, pero nadie tenía la fuerza ni el valor de
organizar un movimiento coordinado de rebelión.» El macu-
lista -o soviético- imperio y su policía secreta BDKR, o Bede-
ker, decide finalmente provocar la ruina de Gologan porque
su impopularidad amenaza el control que ejercen sobre la re-
gión. El BDKR cría a dos gatos domésticos que metamorfosea
en «zorabis», una fieras feroces como tigres que no sólo ank
quilarán sus objetivos instantáneamente sino que se multipli-
ca.rán hasta la proliferación.
El plan de los maculistas empieza bien cuando los gatos
despachan rápidamente al dictador y a su mujer. Se produce
una revolución. Surgen motines populares, son aplastados, Y

240
vue! lven a surgir. Los dirigentes del partido gob
<by' ernante se
ian de las fa neas estatales a precio de saldo E
apro P . , • n respues-
1
la policía secreta controlada por los maculistas trata d
ta, . ., , l l e ocu-
r la teleV1s1on, segun o p aneado: «Su guión prede ,
pa di .... :c1a su
prOpio fracaso, pero na 1e :. se resistió. De modo que, ,Camban- bi
do de plan, tomaron posesión del centro para comunicar a la
p<>blación que ellos representaban a un grupo armado d e mn
<- ] g..:,
. _
JJlaculistaS que .tema Las e) propósito de liberar Jormania de la • _
:e- ID
Ouencia macu 1sta».l manu.estaciones se extienden cuando
algunos líderes del gobierno huyen del país con dinero negro
en cuentas bancarias suizas. Corre el rumor de que el ministro
de Energía se ha suicidado, pero en realidad ha sido asesinado.
A pesar de todo,Jormania realiza una auténtica reforma de li-
beralización del mercado, provocando «por primera vez {...)
sonrisas más o menos sinceras en los rostros de los vendedo-
res».
Al final, otra serie de campañas apoyadas por los maculistas,
camufladas como respuestas a las amenazas «antidemocráti-
cas», tiene como resultado un nuevo régimen dirigido por an-
tiguos miembros de la cúpula. El régimen permite cierta liber-
tad de prensa, incluyendo «la autorización para publicar
revistas pornográficas autóctonas, una novedad que parecía es-
timular enormemente los espíritus». Jormania acaba goberna-
da por grupos corruptos e intrigantes apoyados por escuadro-
nes de la muerte.
La sátira ofrecía varias pistas sobre acontecimientos que
más tarde se producirían. Pero lo más importante era que da-
ba la inquietante impresión de que su autor no hacía más que
dejar entrever apenas ideas más profundas que pensaba reve-
lar más adelante. Después de un pequeño viaje para la traduc-
ción italiana de su libro sobre la gnosis para el mismo editor,
Culianu decidió volver a Italia enjunio.

En primavera, regresó a Chicago, habló con Wendy Doni-


ger acerca de la preparación de una recopilación de los articu-
los de Eliade en los años treinta acompañada de una presenta-

241
cIión del contexto histórico y una explicación. Culianu espera
ha que el texto acabaría de una vez con las persistentes d .
acerca de su mentor. Habló del.proyect<;> con ~o~n ludo~
que estaba impaciente por publicar
. . l
un libro así. Sin emb
El" d h" · argo

las fuertes objeciones dle Ch nstune! hade icieron que Cuj,'
nu desistiera finalmente del proyecto.
El trimestre de primavera empezó . a finales de marzo de
C l
1989. Los alumnos acosaron a ulianu para saber de qué iba4
hablar en su asignatura de «Religión y sistema: moda». Lo án.
co que les dijo era que se centrar1a en los tacones de aguja. S
trataba de examinar los estilos de ropa como símbolos de e:
tructuras de poder más profundas. En el plan de estudios ex-
plicó sus métodos, anunciando que abarcaría «conocimientos
históricos, "hechos", y teorías que no forman el objeto del cu-
rrículum corriente. Nos centraremos en... la religión desde
una perspectiva bastante peculiar». La asignatura abarcaba to-
do, desde los pies vendados de las chinas hasta los corpiños
vertiginosos de la moda renacentista. Habló a sus alumnos de
la teoría de su amigo Hans Peter Duerr acerca del palo de es-
coba de la bruja, que afirmaba que se aplicaban hierbas aluci-
nógenas en la vagina como medio para inducir el éxtasis entre
las tribus matriarcales europeas. Sólo más tarde la propaganda
de la Iglesia convirtió estas prácticas en la figura de la bruja vie-
ja, fea y loca.
Si había algún hilo conductor en sus clases, era el deseo de
echar una red lo más ancha posible en busca de las formas o
estructuras subyacentes en la religión. Suponía que los aconte-
cimientos siempre tenían un subtexto oculto. «Esa clase», dice
Liz Wilson, que se convertiría en una especialista en religión Y
estudios de género en la Universidad de Miami, en Ohio, «de-
terminó el desarrollo de mi carrera».

Con Hillary, Ioan volvió a viajar a Italia en verano, dando


conferencias sobre diversos temas. Una vez más, realizó una gr
ra relámpago, dando siete conferencias en diez días. Durante
las comidas, Zolla y Culianu hablaban de las teorías conspira-

242
. en la historia, desde los rosacruz y los fran
torias : cmasones has-
ta e 1 S
ecuestro y asesinato de Aldo Moro
·
Culian .
u se mteresó
cialmente por el caso de Georgi Markov, el daºpl , .
espe . 8 • omauco
bu1garo asesinado en 19 6 con la punta envenenada d e un pa-
raguas mientras esperaba el autobús en Londres. Markov ha
bía recibido amenazas de muerte por sus escritos políticos, pe-
ro el caso nunca fue resuelto. . La primera edición amencana •
de su libro The Tuth That Killed se había publicado en 1984.
para celebrar el cumpleanos de Hillary, loan llevó a Zolla,
Marchiano y ella a una suntuosa fiesta en un patio que domi-
naba la llanura toscana. Entre los antipasti y la ensalada se to-
maron dos botellas de vino. loan dirigió el banquete de doce
platos, durante el cual logró con engaños que HilJary comiera
cerdo. Tras haberle pedido la mano, loan le prometió amor
eterno. Al día siguiente, loan y Hillary se prepararon para salir
hacia Roma, y luego hacia Estados Unidos.

De vuelta en Chicago poco antes del trimestre de otoño,


Culianu se encontró con Michael Allocca y Greg Spinner.
Allocca respiró hondo: «Greg y yo nos preguntábamos», dijo,
«si aceptarías darnos un curso especial de adivinación». Sabían
que normalmente los profesores no impartían ese tipo de cur-
sos; constituían un trabajo suplementario sin paga extra. Pero
aceptarían cualquier condición que impusiera Culianu.
Les daría el curso, dijo, pero con una condición. En su exa-
men final, deberían predecir el futuro. Los juzgaría no tanto
por sus aciertos, ya que no habría modo de comprobarlos, co-
mo por la calidad de sus lecturas. Podrían escoger la técnica:
geomancia, cábala, tarot, astrología o cualquier otra práctica
que estudiaran. Pero tendrían que adivinar la pregunta que les
iba a hacer, así como la respuesta.
«Estaba convencido de que uno no podía limitarse a estu-
diar esas artes, también había que practicarlas», dice Allocca.
«Era la única persona que había visto nunca que exigía que
adivinaras la pregunta además de la respuesta.
Allocca y Spinner se reunían con Culianu cada semana en

243
las salas de lectura de la Biblioteca Regenstein, dedicand
horas libres a buscar libros oscuros, ~anuscritos y textosºo~
dados que trataran de esas artes perdidas o secretas. En su
mera lección, dijo Culianu, tendrían que aprender que eso
sistemas no tenían que ver con lo oculto o con el mal. Media;
te procesos fisicos comparables a los de un ordenador anal. .
, ·
co cada una de esas tecmcas b uscab a crear una 16 "Ogi-
. . lógica
. tranSpa-
rente -que uno dominara perfectamcntc y siguiera hasta ]
últimas consecuencias- que ofrecía permutaciones más q as
. d [ue
predicciones. Cada una era un sistema cerra o que funciona-
ba cuantificando los posibles resultados de cada situación y es-
cogiendo el más probable.
En octubre, Culianu asistió a la fiesta de inauguración del
curso y practicó geomancia para varios alumnos ante las mira-
das de Allocca y Spinner. Allocca ya conocía el tarot y encon-
traba los temas del curso especial más fáciles de lo que pare-
cían a Spinner. Este se esforzaba en eliminar su incredulidad.
Semana tras semana, fueron ahondando en las prácticas ocul-
tas, en textos cada vez más oscuros, haciendo peregrinaciones
cada vez más frecuentes a la Occult Bookstore de Chicago, cer-
ca del cruce entre la calle Clark y la avenida Belmont. Culianu
no diferenciaba entre magia superior e inferior, siempre y
cuando el sistema fuera fiel a su propia lógica. No obstante,
gran parte del material más importante sólo podía conseguirse
en las ediciones originales en latín de la Edad Media, en la Bi-
blioteca Newberry de Chicago o en la Sala de Colecciones Es-
peciales, con control de humedad y refrigeración, de la Biblio-
teca Regenstein.
Una noche, Allocca y Spinner propusieron a Culianu ir a
una fiesta estudiantil de Halloween. Culianu no aceptó la inv-
tación. Pero a la semana siguiente, después de la clase, Allocca
le tendió una capa de plástico negro y unos colmillos. «Irás de
Drácula», dijo.
Y Culianu fue, de mala gana, a la fiesta, que quedaría docU
mentada en decenas de fotografías. Bailó como un persona)°
de los Peanuts: «Los dos íbamos de vampiros», dice otra ami

244
alumna suya, Karen de Leon Jones. «Andaba por ahí dicien-
• todos con su acento rumano que les iba a ch
o h upar 1 a san-
gre. Leyó el tarot a mue os de los participantes ' red"·uo que
p
jones, hija de un general panameño, con el pelo rizado recogi-
do con un pañuelo . carmesí,. conocería ««dentro d e poco a un
hombre alto y rubio con quuen estarás a punto de casarte». La
I1amativa y morena Jones, deseada por muchos hombres pero
sin buenos resultados, se mostró escéptica.
«Bueno», recordaría más tarde, con perfecto acento de Ox-
ford, «eso fue exactamente lo que pasó».

Pero lejos de la sala de lectura de la biblioteca y de las fies-


ras en Hyde Park en otoño de 1989, irrumpieron de repente el
mundo y la vida pasada de Culianu. En noviembre de 1989, Ni-
colae Ceausescu fue elegido Secretario General por cuarta vez
consecutiva el XIV Congreso del Partido Comunista. A sus se-
tenta y un años, había dirigido el Partido Comunista durante
treinta y cinco. Antes del congreso, el cuñado de Culianu, Dan
Petrescu, había reunido cientos de firmas en una carta de pro-
testa contra la elección. Más tarde, en la casa familiar de Iasi,
Petrescu inició una huelga de hambre. El 9 de octubre, Petres-
cu concedió entrevistas telefónicas para Radio Free Europe y
eJ periódico francés Libération. A partir de entonces hubo co-
ches de la Sccuritatc aparcados en la estrecha calle donde vi-
vían. Nadie podía visitarlos, nadie podía entrar en la casa.
A pesar de todo, Petrcscu consiguió otra entrevista telefóni-
ca para Radio Free Europe. Una mujer italiana llamó a Culia-
nu en Chicago y le dio el número de otro piso donde podría
ponerse en contacto con su hermana. Culianu hizo la llamada
el 10 de octubre, día del cumpleaños de Tess. Dan le pedía que
dijera a sus amigos que los llamaran desde todas las partes del
mundo. Muchos llamaron pero, a la tercera noche, cuando los
el
Petrescu avanzaban por las calles oscuras de lasi hacia piso,
los siguieron. Desde el 13 de octubre hasta el 22 de diciembre,
Dan estuvo bajo arresto domiciliario. La casa fue registrada, y
el teléfono confiscado. De repente, se acabó eljuego.

245
Los guardias seguían a Tess cuando salía a trabajar 0
Compra las dos únicas actividadesd
que se le permitían ..,
casa. No podía ver a sus armsta es. Un n comand;ante de la Secu-
• .<. ·rade
ritate con uniforme de combate, pasaba horas golpeando
» .- - COn
una porra el nogal al que tanto carino tenía .loan de n¡=no.
Cuando algún amigo trataba de pasar un mensaje en el me
. ·ibí :rca-
do al aire libre de la ciudad,. reci vía amenazas y era expulsado
por los hombres de la Securitate.. .
Desde Hyde Park, loan Cuhanu hizo circular una petició
internacional para la liberación de su familia. Pidió a las fam~i
. • •
lias Wiesner y Hertzfeld que iniciaran una campaña enviando
tarjetas postales a la casa familiar. Llamaron a Dorin Tudoran,
que finalmente testificó en el Congreso acerca de la situación y
el creciente descontento general en Rumania.
Una noche, después de la clase semanal de adivinación, Mi-
chael advirtió la expresión preocupada de loan. Le preguntó si
algo iba mal. loan contó a sus dos alumnos lo que estaba suce-
diendo a su familia. «Ni siquiera estoy seguro de que Dan y
Tess sigan vivos», dijo. Pidió a Michael y Greg que firmaran
una carta abierta al New York Times o al New York Review ofBooks.
El 5 de noviembre de 1989, viajó a Nueva York para asistir a
la conferencia de Umberto Eco y Moshe ldel sobre El péndulo
de Foucault en la Academia Americana de la Ciencia. Al ente-
rarse de que Culianu estaba entre el público, Eco lo invitó a
hablar acerca de la novela. Culianu explicó la idea de su amigo
de que la mala interpretación se convierte en una realidad más
real que la verdad cuando un número suficiente de personas
cree en ella. «Nada demuestra este principio mejor que cl ho-
locausto», dijo. «Cuando las mentes enloquecidas están en sin-
cronía, crean una realidad alternativa; matan por razones inven-
tadas; encuentran razones para actuar haciendo de sí mismos
un punto fijo en el universo.»"?
Desde Nueva York, acudió con Hillary a la conferencia anual

"loan Culianu, •Umbcrto Eco and thc Library of Aicxandria, ••• Lu,nMJ
Liberó., 20 de octubre de 1990, pág. 6.

246
Academia Am ericana de Religión, en Los Ángele ..
de la di: ·lMr Gel :s, v1si-
ando Disneylandia y e useo tty, en Malibu. Cuando regre-
6 de sus ocho días de descanso, encontró la puerta de su piso
d Chicago arrancada de sus goznes. El mtenor estaba com l
{'l e revuelto. se haba mudado a ese piso de ta cae
séis y la avenida Woodlawn hacía sólo unas semanas. El informe
p,]
de la policía señalaba que_ le habían robado el televisor, el orde-
nador, la impresora, los discos, una cruz de plata y tres botellas
de vino. No era un edificio seguro, dijo la policía. Parecía un
delito común del centro urbano. Culianu se quejó amargamen-
te a Allocca y Spinner de que la universidad no le hubiera ad-
vertido de que había habido otros robos similares en el edificio.
Sin embargo, el incidente se produjo en pleno período de
arresto domiciliario de Dan Petrescu,justo cuando Culianu es-
taba intentando publicar su petición. Nunca mencionó sus sos-
pechas a la mayoría de sus amigos, pero recibió una extraña
carta enviada desde Rumanía: «No dejes que te manipulen...
que te involucren en asuntos políticos que roban tu valioso
tiempo. No actúes de un modo que te afecte personalmente»''.
La carta acusaba a su cuñado de seguir con sus actividades, vi-
viendo de los paquetes de comida que le enviaba loan y ne-
gándose a trabajar para mantener a su hermana. La carta im-
pulsó a Culianu a escribir su primer artículo para Lumea Libera
(Mundo libre), un periódico de la diáspora rumana publicado
en Nueva York. En él predecía la inminente caída del comu-
nismo en Rumanía, predicción no demasiado sorprendente
en la época. Pero dijo que sucedería en «unos cuantos meses
como máximo» y añadió que su cuñado y su antiguo compañe-
ro de universidad Andrci Plesu pronto serían ministros, lo cual
sí resultaba impensable en diciembre de 1989. .
También mencionó el robo en su piso al especialista de No-
tre DameJohn Collins. «No eran ladrones corrientes», recuer-
da Collins. «Culianu creía que alguien estaba tratando de asus-

]oan g:. ., .:.


'ulianu, «Scrisoare deschisa catre
Ungureanu Fl[orica]», Lumea
' a '

Liberri. 9 de diciembre de 1989, pág. 9.


247
tarlo.» Culianu dijo a Greg y Michael que tenía la impres;&
:- ito
ue los intrusos habían id a robar
bz l1o que tetenia en el ora
<- onde
q dl id
dor. Ellos se burlaron e a 1 ea. 1ena-
Fue más específico con Dorio Tudoran en Washington:
-Estaban interesados en mis disquetes -dijo-. Lo registu4.
ron todo y, sin embargo, dejaron todo lo que era investigación
académica.
-¿Por qué no hablas de tu sospecha a la policía?
-La policía no me creerá.
--Vale la pena que quede constancia.
-No me inspiró confianza el policía que hizo el informe.

Sin embargo, siempre le habían pasado cosas raras, y sostu-


vo ante Hillary que el robo no fue más que un incidente co-
mún en el centro urbano. Una vez recibió un cheque de vein-
te mil dólares de su compañía holandesa de seguros por un
accidente de bicicleta sin importancia. Otra vez, en unos gran.
des almacenes holandeses la dependienta vació su caja regis-
tradora y le dio el contenido. (Devolvió el dinero en ambos ca-
sos.) En cuanto a sus predicciones, parecía especialmente
hábil en convencer a su público de su exactitud. «loan tenía lo
que llamo un Imán de Misterio», concluye Greg Spinner.
A principios de diciembre, en el curso especial de adivina-
ción, llegó el momento del examen final. Spinner falló y obtu-
vo B+ de nota. Luego llegó el tumo de Allocca. Michael eligió
la geomancia. Trazó cuidadosamente las líneas y los círculos
sobre el papel, como le había enseñado Culianu. Unió los pun-
tos, dibujó los redondeles y siguió con los triángulos. Conside-
ró los resultados y volvió a empezar.
-Vas a ir de viaje y quieres saber algo acerca de eso -dijo.
-Bien -dijo Culianu, inclinándose.
-Quieres saber si va a ser un éxito.
-Muy bien.
Allocca volvió a empezar el proceso. Esta vez se detuvo.
-En general sí, será un éxito. Puedes tener algún problema,
pero tendrás un buen viaje.

248
""'o te creo. Tienes A.
-D
razón en todo menos en la conICIus1ón.
1 . #

Allocca obtuvo una .


La noche del examen
• -r. .
final,
l Culianu y los dos alumnos fue--
ron a Cenar al Tha1 .1 win, en a •calle Cincuenta y tres. '· Cul1anu
les dijo que estaba cada vez más preocupado por la situación
d su hermana y de su cunado.
e -loan, ¿por qué no llevas la petición a la fiesta de Navidad
de Stephanie? -sugirieron-. Conseguirás más firmas.
Aceptó de mala gana interrumpir sus preparativos del viaje
para ir otra vez a Italia a dar clase. El 18 de diciembre de 1989,
Culianu as1suo a la fiesta de Navidad de Stephanie Stamm en
Hyde Park. Llevó la petición y consiguió las firmas, y una vez
más leyó el tarot a vanos invitados. En la fiesta loan dijo a Mi-
chael y Greg que estuvieran pendientes de los acontecimientos
en Rumanía. (Es posible que hubieran visto en los noticiarios
de dos días antes que se habían producido estallidos de violen-
cia en las manifestaciones que habían tenido lugar en la ciu-
dad occidental de Timisoara.)
-Algo va a pasar -dijo.

Unas noches después, de vuelta a casa para pasar las Navi-


dades, Michael estaba sentado en el salón del piso de sus pa-
dres en Brooklyn, tomándose un yogur y mirando el telediario
• local. Vio el mapa de Rumanía aparecer detrás de la cabeza de
la locutora. Se apresuró a subir el volumen. «...disturbios no
declarados en Bucarest», dijo. «El aeropuerto está cerrado...
Ceausescu ha desaparecido...» Michael se quedó sin respira-
ción.
loan debe de saber mucho más de lo que yo pensaba, decidió.

249
«Revolución», Navidad de 1989

Sólo cuando las estructuras aparentemente caóticas se mul-


tiplican es posible entender su estructura oculta, la «lógica»
computacional que las organiza en secreto.
l. P. Culianu y H. S. Wiesner, introducción a The Eliade
Guide to World Religions

La chispa estalló a mediados de diciembre en la ciudad de


Timisoara, donde un conocido sacerdote llamado László To
kes se negó a acatar la orden que lo transfería a una parroquia
menor. Tras haber permitido a unos estudiantes recitar poe-
mas provocativos en una misa, había sido acosado durante me-
ses y había recibido órdenes de marcharse de su ciudad natal.
Una multitud se concentró alrededor de su casa como protes-
ta. Cuando Tólkes, evidentemente bajo presión, apareció en
su porche pidiendo a la gente que se dispersara, se oyeron los
primeros gritos de «¡Abajo Ceau.,escu!» en el país.
Alimentada por la rabia y la desesperación, la rebelión se
extendió. Algunas tropas del ejército dispararon contra los ma-
nifestantes, aunque de forma notablemente excepcional y sin
convicción. En pocos días, los rebeldes controlaban la mayor
parte de Timisoara. Ceausescu ordenó a las fuerzas de la Secu-
ritate más leales al régimen que mataran a los insurgentes, no
a todos, sólo lojusto para dejar claro el mensaje. Luego come-

251
tió el error de su vida. Salió del
, país durante dos días en unv¡a- .
je que tenía previsto a Te heran. .
Cuando regresó, se encontró ante una creciente rebe];5
:. l bi .. en1ón
nacional, animada por el valor y por a am ivalencia del ejérci-
to que no sabía si derramar sangre o salvar a un dictador .
- . 1m-
popular. Demasiado tarde para poner en práctica sus habiua.
les tácticas de subversión, Ceausescu organizó una celebraciá
«espontánea» de apoyo el 21 de diciembre de 1989, frente ~
balcón de piedra de su despacho oficial en Bucarest. Hay difi
rentes versiones acerca de como empezo tod o. Unos dicen qure-
<.

una farola derribada accidentalmente hizo que una mujer ch:


liara en la multitud, haciendo correr la voz de que la Securita-
te les estaba disparando. Otros consideran que los gritos de
oposición estaban organizados por una facción de la Securita-
te que quería expulsar a Ceauescu. En lugar de vítores, la gen-
te se puso a gritar: «¡Recuerda Timisoara!» y «¡Abajo el tira-
no!». Si los primeros gritos fueron heroicos y genuinos,
escribiría más tarde Culianu en su relato «Free Jormania», la
súbita aparición de pancartas anti-Cca~escu y la puesta en
funcionamiento de altavoces estereofónicos, que normalmen-
te se utilizaban para aumentar las aclamaciones de la multitud,
para amplificar sus abucheos, parecían tan planeadas como el·
discurso. Todo el mundo está de acuerdo en que la imagen
más inolvidable de la revolución es la sonrisa atónita y rígida
de Ceausescu mientras saludaba con la mano a una muche-
dumbre que se volvía furiosa contra él. Su mujer, Elena, lo hi-
zo salir del balcón. Huyeron al tejado del edificio, escapando
en helicóptero de la multitud por muy poco.
En todas las salas de estar del país, las pantallas televisivas
se quedaron en blanco durante tres minutos. Un realizador se
apresuró a poner música patriótica, pero el daño ya estaba he-
cho. El dictador había mostrado su vulnerabilidad. Con una
multitud furiosa, los ejemplos de derrocamientos de dictado-
res en otros países de Europa del Este y un grupo de opositores
en el interior mismo del aparato político, empezó la primera
revolución televisarla de la historia.

252
E l 22 de •diciembre,
d 1
en la casa de Culianu en I~a.ri
. ·
d"
·, na lie es-
al comente e os acontecimientos de Bucarest, 1l
taba dº . • , sa vo 1 o
que llegaba por I ara 1o. Hacia las 1 o de la ma
poC O nana, Iess
trescu oyó unos golpes en la puerta principal. Dos gu,ar.1as
·di
Pe 1
. . .
con bolsas de pape, como s1 vinieran de la tienda de ultram a-
rinos, le ordenaron que se fuera. Ella se negó. Ellos metieron
las manos en las bolsas. Tess tuvo una sensación horrible, co-
0 de mareo, convencida de que iba a morir.
m -id ·id
Ella y su man o oyeron un ru1 to fuera que no se parecía a
nada de cuanto habían oído antes. Era como un tumulto sor-
do, como una pelea en un bar. Una multitud marchaba desor-
denadamente hacia la casa, coreando: «¡Cea~escu se ha ido,
libertad para Dan Petrescu!». Los Ceausescu, gritaban, habían
huido.
Sus asesinos frustrados desaparecieron en la muchedumbre
cuando Dan Petrescu salió con sus sandalias y sus pantalones
deformados antes de ser arrastrado hasta el despacho del al-
calde de la ciudad y, una semana después, colocado en el pues-
to de viceministro de Cultura del nuevo gobierno. Alrededor,
el país estalló en violenta alegria.

Mucho de lo que ocurrió después reprodujo lo que Culianu


había escrito en su relato de ficción de 1986. El ministro de De-
fensa de Ceauescu se «suicidó» tras ser acusado de organizar
las «provocaciones» por todo el país. Aumentaron las protes-
tas. El dictador y su mujer fueron capturados y llevados preci-
pitadamente ante un tribunal que parecía recién salido de una
obra de Ionesco. Estaba compuesto por varios hombres, inclui-
do un general, Victor Stanculescu, y un «ocultista» barbudo,
Gelu Voiculescu. Aparte de los acusados, los abogados y tres
Jueces, «Stánculescu, Voiculescu y sus asistentes eran los únicos
testigos independientes en el pretendido juicio», observa
Edward Behr en su libro Kiss the Hand You Cannot Bite. En una
serie de artículos en el periódico Dimineatá, Stánculescu y Voi-
Culescu afirmaron que el precipitado desenlace del enjuicia-
miento, que duró menos de una hora, y la ejecución estaban

253
motivados por el temor de los participantes a las fuerzas fa
bles a Ccausescu que se estaban concentrando en toa"
No obstante, la brutalidad y la similitud con los juicio,{"
iares estalinianos fueron condenadas por los dirigent Jern-
P • • E es y lo,
medios de prensa de los dtemás paises. n todo el país 1
:.
te marchaba, se manifestaba, bz h :hab: .:.
uc a a o simplemente '»"agen.
dab
z. ¡l; ates
timonio de sucesos
.
cada vez mas surrealistas.
.
Muchas vi· tí.
c mas
inocentes muneron en batallas entre facciones de la Secu .
y 1as fuerzas armadas alrededor de la Televisión, de 1a á. {j
Comité Central comunista y en otros sitios, si bien los edificio;
en sí no sufrieron desperfecto alguno, como subraya el relato
de Culianu.
E1 22 de diciembre, en el interior de la sede del antiguo Par-
tido Comunista, otra extraña reunión quedó grabada en una
cinta de vídeo por un estudiante furioso al encontrar a altos
oficiales conspirando para formar un nuevo gobierno. En el
grupo, tal como predecía el relato de Culianu, había ex minis-
tros comunistas como Ion Iliescu y el recién nombrado minis-
tro de Defensa, el general Nicolae Militaru. Nadie los había
elegido como dirigentes ni les había dado derecho a escoger
un gabinete, pero el vídeo capta imágenes de después del mo-
mento en que se había decidido su liderazgo. (Se dice que una
facción de la Securitate se negó a participar en la rebelión a
menos que en el nuevo gobierno hubiera caras conocidas.) El
grupo buscaba un nombre: «¡El Frente Nacional de Salvación
lleva actuando seis meses!», revela Militaru en una frase ya fa-
mosa que los opositores utilizaron para demostrar que la revo-
lución era principalmente un golpe de estado.
Ningún otro derrocamiento en Europa del Este se produjo
con tanta rapidez, mató a tanta gente ni permaneció tan en-
vuelto en una confusión de rumores. Los nuevos dirigentes
culparon a unos terroristas de Oriente Medio por las matan·
zas, pero ninguna prueba confirmó sus afirmaciones. En cam
bio, los oficiales de la Securitate desarrollaron la idea macabra
de dispersar los cadáveres que había en la morgue por la pn
cipal plaza de Timisoara para que pareciera que había habido

254
is disturbios de los que realmente hubo. El número oficial
uertos -prueba de las feroces luchas entre «te .
de m. b2·< .:. :rronstas» y
revo lucionarios-.,. ªJº m1stenosamente de 60.000
±,

· a u not tal de
996.
Lo que babia<.id.
.g
empezado como una auténtica subte?vación ..
ular parec10 rap1 amente acaparado por una facción d 1
Pop d ·idi Ce e1a
Securitate, que teca o que :ausescu era el perdedor en esa
batalla.

En Navidades, en la casa de los Hertzfeld en Arnherst, Mas-


sachusetts, las luces brillaron toda la noche mientras loan per-
manecía pegado a la televisión, llamando a sus amigos de París
y organizando a toda prisa dos emisiones de la BBC por teléfo-
no a su país. Trató de ponerse en contacto con su madre en
J3.1i, pero los teléfonos no funcionaban. Corriendo de una ha-
bitación a otra, informaba de las noticias a Dorothy y Kurt
Hertzfeld, llamando a Hillary y a Nikki para que fueran a ver la
televisión. Hizo con los dedos el signo de la victoria, costumbre
que conservaría hasta su muerte. «Por una vez», exclamó, «es-
toy orgulloso de ser rumano».
A pesar de su alegría, era escéptico respecto a las imágenes
retransmitidas por televisión. «Estaba entusiasmado», recuer-
da Nikki Wicsner, «pero decía que alguien estaba tras esos
acontecimientos y que lo que vendría después podía no ser
mejor que lo que había antes».

Los Ceausescu fueron retenidos durante dos días antes de


que el nuevo gobierno anunciara su captura; murieron veinti-
cuatro horas antes de que el nuevo gobierno anunciara su
«ejecución». Nadie sabía exactamente lo que ocurrió en el in-
terior de la «sala de tribunal», a pesar de que la televisión ru-
mana retransmitió una grabación parcial en vídeo el día de
Navidad de 1989. En ella se oían las voces de los jueces, pero
no se veían sus rostros. Las grabaciones completas del «juicio»
del matrimonio Ceauescu sólo se mostraron meses después,
en abril de 1990 en los medios de comunicación franceses. Só-
lo entonces los•espectadores vieron quiénes eran los jueces.

255
En una parte de la grabación, alguien pregunta fuera d
e C\Ja..
dro:
-¿Sabe quién lo retiene?
-Sí -contesta Ceauscscu-. La Securitate.
La ejecución de los Ceausescu fue realizada no por ,,
.. . 1 d. ll1Sda-
miento, como se d jo, smno con un so o usparo en la n
. b d 1 ·b Huca. Se
gún entrevistas con otros mempros " Uunal militar, en#
los ejecutores
:J
parece que se encontra• an «Virgil Magu reanu
un profesor de filosofía de la Academia de la Securitate.
51 51 afie. »YUe-
lu Voican-Voiculescu, geo ogo y astro Ogo tcionado», esc 'be
Andrei Codrescu1◄• Finalmente, Voican-Voiculescu declarón
• • - F> id • en
el periódico Dimineala: «'ue 1 lea mia matar al matrimon'
.. b . bl n1o
Ceausescu. Iliescu dijo que era alominal le»". Independiente-
mente de quién fuera el autor de la idea o del acto de matar a
los Ceausescu, lo que está claro es que no hubo un verdadero
juicio. Al igual que los primeros comunistas arruinaron su cre-
dibilidad con la ejecución de Ion Antonescu, también los pri-
meros post-comunistas de 1989 consiguieron hacer descarrilar
una auténtica rebelión concluyendo precipitadamente lo que
Culianu llamó una falsificación dejuicio.
La biblioteca de la Universidad de Bucarest ardió misterio-
samente en lo que pareció una desviación de las batallas cam-
pales que se produjeron en la sede del Partido Comunista.
Después de que Iliescu se nombrara a sí mismo presidente, su
primer acto oficial consistió en llamar a la embajada soviética.
Prometió elecciones pero las pospuso, y prometió pero rescin-
dió leyes reformistas, como una que impedía a los miembros
del Partido Comunista entrar en política, garantizaba la resti-
tución de todas las propiedades confiscadas durante los regí-
menes comunistas y abría los archivos de la policía secreta. Esa
irresolución provocó más manifestaciones y disturbios a lo lar-
go de los dieciocho meses siguientes, como predecía el relato

"Andrei Codrescu: The Hole in he Flag, William Morrow, Nueva York 199l
pág. 47.
"Diminea4a, 4 de mayo de 1990.

256
·anu AJ final, observó Nestor Ratesh el antigu di
de eu ll · . . ' o 1rector
p,dio Frec Europe, 1 los acontecimientos dejaron «]
de 1'D • d 1 . , básicamente
brosa paradoja Ie una revoiuc1on
, . :J a asom-
anticomunista
que da lugar a un régimen dominado por ex comunistas.

En enero de 1990, Ioan Culianu se trasladó a un nuevo -


d .fi . d 1 ·
tamento en un e 1 1c10 e a ta segundad, en el número 1700
apar
de la calle Cincuenta y seis Este de Chicago. Era un estudi
limpio y blanco, de dos habitaciones, en el noveno e. •
nado por el espléndido reflejo del sol sobre el lago Michigan.
Decoró las paredes con una reproducción de su querida Pi-
mavera, láminas de M. C. Escher y de Victor Vasarely, sus fotos
de Hillary y un crucifijo medieval de madera de casi metro y
medio de alto pintado en Asís. Dividió las pequeñas habitacio-
nes con grandes biombos chinos de laca negra y dorada y colocó
su sofá de cuero blanco delante de un ventanal. Lo más impor-
tante para él era que el edificio tenía un panero las veinticua-
tro horas del día, alarma, y puertas blindadas de acero. «Estaba
entusiasmado con la idea de que fuera un edificio de alta se-
guridad», dice Spinner.
Culianu tenía especial amistad con Frances Gamwell, la mu-
jer del decano de la facultad de Teología Chris Gamwell, y ca-
da seis semanas aproximadamente comían juntos y él le habla-
ba de sus nuevos proyectos y sus preocupaciones acerca de
Rumanía. Ella le con taba cosas de su trabajo en el Native Ame-
rican Educational Services College y como asesora de las orga-
nizaciones no lucrativas de apoyo mutuo en Chicago. Sin que
ella lo supiera, Culianu contribuía con grandes cantidades de
dinero a las actividades de los grupos que ella describía. Negra,
extrovertida y totalmente independiente del rígido mundo
académico de Hyde Park, Frances encontró en loan u~ espm-
tu afín. A principios de 1990, Culianu le dijo que su cunado se
equivocaba al participar en el nuevo gobierno rumano, que es
taba plagado de los peores elementos del antiguo._ .
Culianu emprendió su nueva publicación académica inteF-
nacional, llamada /ncognita: InternationalJournalfor Cogrntive

257
Studies in the Humanities, tomando el título de una her
ela rumana. Pidió a Nathaniel Deutsch que fuera dire otsa no.
V G B
·unto y nombró a su secretana, wen arnes, redacto . -
·cor ad
J : 2. :. 1ral. di :. 2a jefe
En la recepción inaugu , luyo a sus amigos y alumnos: p '
, d · tsta
revista ofrece la suma . de Iod que. ,no se,
l .
e modo que ten d,<Irá
muchos números». La introducción al primer número expo];
. .• La h. . p aca-
bala filosofia de la publ1cac10n: « 1stona es una interaCcIón.,
secuencial de sistemas que muestran tres características: d .
van de un conjunto básico de leyes lógicas; existen en •
. . , d l hi: ro-
pia dimensión, que no es 1 la d limensión Ie la istoria; y los acd-
van las mentes humanas en una secuencia impredecible».
Umberto Eco y Lawrence Sullivan formaban parte del consejo
de redacción.
Tratando de unir «la revolución cognitiva en la ciencia» con
el estudio de las humanidades, la revista estaba «al margen de
la esfera académica», dice un colega, pero también era «algo
verdaderamente estimulante para la vida intelectual». No obs-
tante, constituía una actividad más para un estudioso con tres
libros contratados, lo que demostraba la ambición de Culianu
de elevarse por encima del ámbito académico e influir en el
mundo con libros, discípulos y una revista internacional dedi-
cada a sus nuevas teorías.

En enero de 1990, el caos en Rumanía impulsó a Culianu a


publicar dos textos en el periódico de la diáspora Lumea Libera.
El primero, «Viitorul Romaniei in ll puncte», bosquejaba el
futuro de Rumanía en once puntos. Pedía la eliminación de la
policía secreta, la institución de unajudicatura independiente,
la privatización de la televisión y el reconocimiento pleno de
todas las minorías étnicas como requisitos previos para conver-
tir el país en un estado democrático. Como sus compatriotas sc
preguntaban qué modelos seguir para la reorganización de sus
msutuc1ones nacionales (igual que lo hicieron su abuelo Y
otros miembros de la Sociedad Junimea más de un siglo an-
tes), Culianu señaló la democracia de estilo americano: una te
levisión y una prensa libres y agresivas, y un poderjudicial li

258
1a mayor parte de las medidas nunca fue d
bre. l , ¡bi6· bli.< :ron adoptadas
ulianu tam1en pu 1co una. ,carta abierta que hab'1a redac-·
un mes antes de la revoluc1on a petición de 1 BBC
taddo ba ·' An a o.En la
posdata , desafia a a su amigo · drei PI-u y a su c una
- do a que
dirniúeran si el nuevo gobierno no se dirigía rápidam h
. la verdadera l.b
1 erta
d (P
'etrescu dimitió

dos meses
ente a-
d ,
c1a espués;
plesu fue expulsado tras un golpe de estado dieciocho m
rnás tarde).. Sugiriendo que el pueblo «no está tan libre coeses
. b mo
dice el gobierno», animaba a sus compatriotas a que determi-
naran su propio destino. Planteó turbadoras preguntas acerca
del carácter nacional, mezclando la imaginería religiosa con la
condena del pasado reciente: «¿Por qué hemos aceptado tanto
sufrimiento sin decir nada? ¿Por qué hemos permitido que un
dictador tan mediocre como demente nos robara más que a
los demás pueblos del mundo? ¿Por qué hemos merecido ser
la vergüenza del mundo...? Esta mancha es más dificil de lim-
piar que la del pecado original». Publicada el 27 de enero, la
carta colocaba a Culianu como uno de los primeros escritores
en acusar al nuevo gobierno de tramar un golpe de estado.
(Otros emitieron la misma acusación, pero en términos más
velados y confusos.) Era el único escritor en mezclar la imagi-
nería religiosa y la condena tajante con esa lucidez tan particu-
lar en sus ataques políticos.
Un día después, cl 28 de enero de 1990, miles de mineros
del valle Jiu llegaron en tren a Bucarcst para atacar a los parti-
darios de la oposición que protestaban por la lentitud y la re-
vocación de muchas leyes reformistas. El primero de varios
asaltos inspirados por la Securitate provocó una repentuna mn-
terrupción en las conversaciones acerca de reforma y demo-
erada en el país.

259
El mundo libre, 1990

Éste fue el gran error de nuestra generación, que (...) per-


manecimos fuera de la vida política.
Mircea Eliade

A principios de enero, Hillary Wiesner hizo una viaje con su


hermana Nikki por el Caribe. Visitaron Pine Cay, en las islas
Turks y Caicos, mientras en casa, su novio no podía quitarse la
política de la cabeza. Culianu discutía por teléfono con su her-
mana, llamándola ingenua por pensar que se estaba formando
una verdadera democracia o que los «mineros» actuaban de
manera espontánea. Tess asentía, pero estaba demasiado exci-
tada para prestarle atención. Ella, Dan y sus amigos saborea-
ban la libertad por primera vez, trasnochando, fumando ciga-
rrillos y planeando el futuro. Animaba a su hermano a que
volviera. Él se negó. Le mencionó, bromeando, el robo en su
casa de Chicago el mes de noviembre anterior. .
Mientras Rumanía se preparaba para sus primeras eleccio-
nes presidenciales y parlamentarias libres, el 18 de febrero los
mineros volvieron a atacar a manifestantes, editores de peno-
dicos y oficinas de los partidos de la oposición. El gobierno
afirmó que sospechaba que estaba a punto de producirse un
8Olpe de estado, aunque no mencionó a ningún conspirado
nilla}< 1, •
dmnó a las fuerzas de la policía.

261
loan Culianu y Hillary Wiesner viajaron de nuevo a Ial
febrero. Grazia Marcluanoh. • hbí:
aina conseguido id para Io aen
r,± : van un
contrato de tres meses como proresor vsntante en la fa ¡y
.
de Educación de la Universila idd d.e Si1ena, desde el l de cu tad
:..: e. r .:. b1 marzo
hasta el 1 dejunio. Dio conterenc1as sore temas que iban d
de el dualismo medieval hasta el análisis de los mitos en la3
universidades de Siena-Arezzo, Salerno y Roma. En Italia
conocido: La Repubblica dijo de él que era uno de los «na,,]
del pensiero contemporaneo».
En Italia, Culianu habló sobre Rumanía y la revolución en
los principales medios de prensa, redactando un artículo el 8
de febrero para Panorama, una revista de actualidad, titulado
«El rey ha muerto. Cuidado con un posible heredero». En él
observaba que «todos los acontecimientos que se producen en
nuestro pobre país son la repetición de algunos arquetipos in-
crustados en nuestra historia religiosa», y analizaba la famosa
cinta de vídeo en que los nuevos y autoproclamados dirigentes
trataban de proponer un nombre para su partido: «Umberto
Eco dice que todo depende del uso que uno haga de los símbo-
los. El caso de Rumanía demuestra que tiene razón. Tan pronto
como el pueblo forzó al sanguinario dictador a abandonar el
palacio presidencial, el gobierno que se formó tomó el nombre
de Frente de Salvación Nacional. No podían haber escogido
una designación más desafortunada: el nombre trae a la mente
una comparación con el fascista Frente Renacimiento Nacio-
nal, el único partido creado por el rey Carlos II en 1938, des-
pués de disolver el parlamento y autoproclamarse dictador».
Lamentando la afición de Rumanía por los dictadores, el
artículo examinaba los peligros que entraña la «confusión de
símbolos» representada por el resurgimiento de la simbología
de la Guardia de Hierro (varios partidos de extrema derecha
habían adoptado la retórica de la Guardia de Hierro). Culianu
planeaba desarrollar un estudio sobre el mal uso de los símbo-
los místicos en un libro que debía escribir en colaboración con
el especialista en ciencias políticas de la Universidad de Mary-
land Vladimir Tismaneanu.

262
ronóstico era desolador incluso en la épo
Su P . . d e l ca en que su
- d era vicemmistro e u tura. «Con algunas bl
cuñado ¡1i6 Ra .z. notal les ex-
·ones,. escn 10, « umanaa carece absolutament d
cepc• ' d . e e una
rte
I
intelectual que pue ~garantizarla transición hacia un fu-
e pluralista y normal. Sin la determinación de salir d .
turO - z Iesu ais-
lamiento, Ruman1a no sera capaz de evitar caer en un a1smo
'v •
bi
. luso mayor que aquel del que acaba de salir».
inc! • 6El
Culianu parecia tener razon. 2 de marzo de 1990, la cinta
•nédita de tres horas en que estaba grabado el enjuiciamiento
~el matrimonio Ceau~escu fue transmitida por las televisiones
francesa y _rumana. El ~i.smo día, Georgica Popa, el principal
juez del tribunal, se suicidó en Bucarest, sumándose a la cre-
ciente lista de «suicidios» de figuras clave de la revolución, que
empezaba con uno de los generales de Ceausescu y seguía con
el hermano del dictador, Marin, encontrado ahorcado en su
piso de Viena, con su caja de caudales vacía.

Se producían con frecuencia manifestaciones en la Plaza de


la Universidad de Bucarest y en otros sitios, pidiendo un canal
independiente de televisión, elecciones libres y la dimisión del
presidente. Surgieron varios partidos de extrema derecha, de
los cuales los dos más importantes eran el Partido de la Unidad
Nacional Rumana (PUNR) y Vatra Romaneasdí. El principal
medio de prensa de esa mezcla de nacional comunismo con la
ultraderecha, era una versión retocada de un pernicioso perió-
dico comunista, el Sáptámina (Fin de semana), rebautizado
Románia Mare (Gran Rumanía). Uno de los principales propa-
gandistas de Ceausescu, Corneliu Vadim Tudor, era el director
de la publicación, y hacía un uso libre y frecuente de los archi-
vos de la Securitate para desacreditar a sus rivales. .
Vatra Romaneasca, en cambio, declaró que su tendencia
- · era el «movimiento cultural». El anuguo
poi 1tuca . P rofesor de
Culianu Ion Coja era el «principal ideólogo», en palabras del
especialista en ciencias políticas Vladimir Tismaneanu. Según
Coj di como la pólvora
~a. «la popularidad de Vatra se extendió d
despues , de que atacara la petición de 1a mmn. oría huncrnra
·6-
e

263
un mayor desarrollo de la educación en su lengua. Sin emb4,
go a mediados de marzo, el movimiento cultural se vio in 1
éádo en escabrosos distarbios étnicos en la ciudad a¡,,$
Mures, donde unos pistoleros provocaron que la considerab]
minoría húngara convocara una celebración nacional. El
·.¡1
bierno apoyó a los vigilantes, que Il egaron .
en camiones a go-
. re-
primir la «manifestación» con 1 os mismos palos: porras y ba-
rras de hierro que se «usaron contra los manifestantes en
Bucarest», observa Andrei Codrescu. Muchos de los atacantes
estaban borrachos. El incidente hizo que Dan Petrescu empe
zara a escribir artículos contra su propio gobierno. En cuanto
al Vatra Romaneascá, un antiguo general de la Securitate cita-
do por Norman Manea dijo que era, «desde todos los puntos
de vista, un arma de la Securitate».
En enero de 1990, el viceprimer ministro, Gelu Voican Voi
culescu, había recibido el mando de un servicio de inteligen-
cia provisional. Según afirmaba, quiso organizar la institución
en departamentos separados e independientes de la influencia
de la Securitate. Sin embargo, los incidentes de Trgu Mures
proporcionaron un pretexto para establecer un nuevo servicio
de seguridad, bajo la autoridad del Ministerio de Defensa, con
amplia utilización de escuchas telefónicas y acoso. La Securita-
te se reorganizó con el nombre de Servicio Rumano de Infor-
mación (SRI), bajo la dirección de Virgil Magureanu. Curiosa-
mente, según jane's Intelligence Review (enero de 1995), la
reestructuración se llevó a cabo en secreto, mediante un de-
creto presidencial que no apareció en el boletín oficial del go
bierno. De acuerdo con sus propios informes, volvió a reclutar
a unos 6.000 miembros de la antigua institución. Conservó su
servicio externo o DIE casi intacto, según Ion Mihai Pacepa,
bajo la dirección de un experto espía del régimen de Ceall!i~
cu, Mihai Caraman, que tenía relaciones estrechas con el ano-
guo KGB. Como observa el reportero de Nation Paul Hockenos
acerca de los disturbios provocados y de la respuesta del go
bierno, «la Securitate había vuelto su plan había sido un exito•.
. , a
En abril de 1990, después de que Dan Petrescu empezara

264
a su propio gobierno, Rumania Mare resucit, l .
atacar ndena por violación cuando era profi oda historia
de su co . Años atrás, Petrescu había sido Juzgad
esor e e 1
"cuela
en 1asi. :. vial d C 1Oy condenad0
or el1 sistema judici: ·. dle ea~escu:, por un crim 1en inexisten : .
'q;as una secuencia le sucesos dignos de la novela a'
,Fatand, Petrescu tuvo que dimiir. de Ab
c~e mismo mes, el 24 de abnl, una gran multitud d .
i;,;:,
re;tantes marco ac1a h .,. h . 1 d' e maru-
,es . .,. os estu lios de televisión de BucaresL
Atacados por la policía con barras de hierro, se retiraron a la
.,.,,:a de la Universidad, que declararon «zona libren
Pl- . . · eocomu-
nista». Las manifestaciones continuaron durante los treinta
días siguientes, mientras el país se preparaba para las eleccio-
nes nacionales. En mayo, el _Frente de Salvación Nacional ganó
esas primeras elecciones «libres» del país por un margen del
85%, entre acusaciones de acoso, violencia y fraude electoral.
la clara manipulación de los votos hizo que Estados Unidos re-
tirara a su embajador.

loan pasó la Semana Santa en Londres y Canterbury con


Hillary, participando en siete retransmisiones de la BBC sobre
religiones dirigidas a Rumanía. Dio conferencias en el Trinity
College de Dublín, en la Escuela de Estudios Hebreos, Bíblicos
y Teológicos, acerca de «La religión entre el espiritualismo y la
fsica cuántica» y «La religión como sistema». Para entonces ya
era un especialista bien establecido y de talla internacional.
Hillary Wicsner y loan Culianu fueron de nuevo a Italia,
donde se quedaron hastajunio, disfrutando del sol, del calor y
de la agradable compañía de Grazia Marchiano y Elémire Zo
IE a. H;licieron excursiones por el campo, probando . y la
d el1 vno
cocina de Umbría y dedicando las mañanas de verano a largas
conversaciones en la galería de su otro piso. Culianu realizó
Otra gira relámpago, dando el 3 de mayo una conferencia so-
bre «Tendencias dualistas en la Edad Media» en la Universidad
de Salerno, el 4 de mayo otra sobre fantasía en el Insutudto
Suor O . ás obre la obra e
El. rsola Benincasa de Nápoles, y una m S
emire Zolla.

265
En junio de 1990, en la revista italiana Panorama, Cq
escribió acerca de la manipulación en la dimisión de •
do y criticó al gobierno, que estaba cada vez más cont I na-
< ·bi rolad
or los comunistas. Empezo a rec1 ir amenazas en Italia
P ' · t ocu l t as a sus an fi1tnones
• ' pero
las mantuvo prácticamene ,
.11 T: b. , Y solo
H
mencionó las llamad as a 1lary. am ién fue objeto d
·- e ata-
ques escritos y, poco a poco, vo lvio a ser presa de sus anti
:<. 3156. guos
temores de represión polituca.
Él y Hillary volvieron a la ficción para entender las m ,1 ._
. . d u ti
ples realidades de los acontecimientos lel pasado y sus rever
beraciones en el presente. El relato que escribieron, titulado
The Late Repentance of Horemheb», fue el primero que se
publicó en la revista de Massachusetts Harvard Revieuw. Basada
en un caso real de falsificación arqueológica, la historia entre-
lazaba sus vidas, sus investigaciones y los acontecimientos del
momento.
En el relato, un egiptólogo, el profesor Doctor Gr. encuen-
tra una reliquia que demuestra su nueva teoría sobre la anti-
gua cultura egipcia. Sus rivales afirman que la reliquia es falsa.
El narrador contesta: «Nuestro concepto común de falsifica-
ción no existía antes del Renacimiento, que fue época de falsi-
ficaciones espectaculares... Por primera vez, el Renacimiento
estableció una secuencia rigurosa de antes y después. Desde
entonces, hemos vivido en esa secuencia». En un giro similar al
de «Tlón, Uqbar, Orbis Tertius» de Borges, empiezan a apare
cer artefactos en varias partes del mundo que confirman que
la reliquia es «auténtica». Sin embargo, algunos especialistas
atribuyen esos artefactos a Gr., que finalmente escapa a las cre-
cientes sospechas y las indagaciones profesionales cuando «fal-
sifica su propio suicidio muriendo en un accidente de coche.
Siguiendo las investigaciones de Gr. y su misterioso destino
en oscuras publicaciones académicas, el narrador se pregunta
si el pasado sigue «pasando». Menciona engaños como el de
las pretendidas y sofisticadas interpretaciones de sueños de la
tribu malaya Senoy (Michael Allocca le enseñó un estudio que
demostraba que eran una mistificación de un antropólogo de

266
,,,n-os treinta). El narrador siente cada vez mas ' . .d
1 os a ] .e cunosidad
¡legando a pensar que e! propio Gr. podía, sin darse cuenta,
er sido «manipulado. por un, complot puesto en practuca
, . '
h ab .
por el pasado para cambiarse
. a .si mismo»
. · Al final el narrad or
:. +adina que hay universos
im@'' •
o dimensiones alternativosen que
las víctimas c;ie la h1stona so~ vencedoras y los poderosos son
víctimas. Siente cada vez mas temor, intuyendo en su pro •
· ·¡di :..... vpa
curiosidad una «ms1 1osa conspiración del pasado que me uti-
liza para sus oscuros propósitos, propósitos que seguirán evo-
lucionando eternamente, después de mi ilusoria desapari-
ción».

En junio, Culianu volvió a Massachusetts con Wiesner para


dar los últimos retoques a The Eliade Guide to World Religions pa-
ra HarperSan Francisco y a The Tee of Gnosis para HarperCo-
llins. También trabajaba en Other &alms: Other-worldlyfou17U!'Js
from Gilgamesh to Alhert Einstein, basados en sus cursos sobre la
cuarta dimensión y el chamanismo. loan y Hillary pasaban par-
te del tiempo entre el piso de ella en Cambridge y la espaciosa
y cómoda casa victoriana de su madre y su padrastro en Am-
herst. Antigua residencia de Robert Frost, la casa tenía pasillos
de madera llenos de recovecos y dormitorios que, según se de-
cía, albergaban fantasmas.
Desde Washington, Dorin Tudoran animaba a Culianu a es-
cribir regularmente para el periódico de la diáspora rumana
Lumea Libera. Era su momento histórico, decía, y Rumanía ne-
cesitaba la perspectiva de Culianu para progresar, y no volver
continuamente a los mismos conflictos y peligros. Culianu re-
chazó la propuesta. · .. .,
«Nó es el lugar adecuado para ti ni para mí», dijo, refirién-
dose a la poca tirada del periódico. . w

Sin embargo, Culianu publicó un artículo en Lu"!'!a Libera


titulado «O lec¡:ie de politicá» (Una lección de política), que
exploraba el reto que suponían los acontecimientos del mo-
meo to para exiliados como él. Era una resena del libro de An-
drei· e'odrescu The Disappearance
. f t!he Uu5u
o,r r>.-- ~.1 . en que Codrescu
4

267
escribía: «El mito del exiliado quedó incrustado como arque;
examinaba la idea de Coa
po el n nuestra cultura». Culianu
• lres.
cu de q
ue los romanos se vieron forzados a desarrollar uIn«in.
.
terior» exquisitamente elaborado y oculto, como el «espacio
miorítico» de Blaga. Codrescu se explayaba en el placer de1
táctica y las consecuencias de su pérdida para Occidente, do,
de habían desaparecido el interior y el extenor. El problema
era, ahora que había llegado el momento de hacerse cargo de]
destino del país, que las tacocas de subversión se habían con-
vertido en un estorbo más que en una ayuda. Para Culian
Codrescu había acertado totalmente. «He vivido esta experien.
cia», escribió en Lumea Libera.

Mientras Culianu exploraba la lógica oculta en la historia


los acontecimientos parecían retroceder en su país. En 1990,
«el obstáculo crucial [para la democracia] fue la crisis en la re-
lación entre el estado y la sociedad», sugirieron los especialis-
tas Katherine Verdery y Gail Kligman. «Los órganos de gobier-
no se vieron perjudicados por las luchas de poder, y el pueblo
se mostró relativamente ingobernable»".
Mientras nuevas instituciones como la prensa libre lucha-
ban por conseguir libertades fundamentales, Vcrdery, Kligman
y otros quitaban importancia a la idea de un único responsable
del acoso, la corrupción y la violencia. Las luchas de poder se-
guían; ni una sola fuerza parecía controlada. Sin embargo, pa
ra Culianu y otros observadores, la antigua Securitate seguía
manipulando los sucesos a través de su influencia en la única
televisión oficial, los periódicos progubernamentales (los de la
oposición recibían insuficiente papel del único proveedor del
país), la instigación de los disturbios de Trgu Mures, el con-
trol de las llamadas telefónicas y del correo, y la desinforma-
ción. Mario Possamai, en su libro Money on the Run: Canada

"Katherine Verdery y Gail Kligman, «Romania after Ceausescu: Post


Com m uni
s t Com men Easter Europe Revolution,
unis m ? » , e di Ba
ción d e l v o

nac, Comell University Press, Ithaca, Nueva York 1992.

268
ª(IIJ} the WorldsDirty Projits Are Laundered, ob
anod I ·:. habi 1d serva acercad
manía: «Sigue 1abiendo escuchas telefónicas. r, Ie
Rum " (
i

l, ,intormado-
res, y amenazas y , enl a gunos
d
casos) palizas a los O .
bli : posuores al
gimen». Los a"CU'OS e Publicaciones como Lumea Libeao
flarper's hablaban le nuevas mt1m1daciones por parte de la Se-
cun.tate en Rumania. y en el extranjero.
. El peri6dico rumano
ublicado en Francia Lupta citaba a un antiguo general d
pSecuritate jactan
. dose de que «nadi1e averiguará nunca 1e 1ª
. d E h , . 1 o que
estamos hac1en o». n un umonstico ejemplo de la actividad
de la policía de segundad, el extrovertido intelectual Vlad· .
< habf .:. umr
Tismaneanu conto que a, ia asistido a una conferencia en
Cluj en 1992. A las tres de la mañana, él y su compañero de ha-
bitación se despertaron al oír sus propias conversaciones priva-
das reproducidas a todo volumen en la habitación de abajo.
Culianu consideraba que los acontecimientos seguían una
pauta, pero en un nivel más profundo de lo que creían sus pro-
agonistas. Dijo a Gwen Bames que la gente que estaba en el
poder estaba continuando lo que Ceausescu habría querido
hacer. Comentó a Hillary Wiesner que el país se estaba desli-
zando hacia una situación arquetípica, similar a la de un país
centroamericano gobernado por una oligarquía perniciosa y
corrupta. Dijo a sus alumnos que no se había producido nin-
guna revolución, sólo una flexible reacción a los cambios del
mundo. Veía muchas más cosas, pero no podía revelar esas 4I
tendencias sino escribiendo sobre ellas. ~
En la brumosa y gélida madrugada del 13 dejunio de 1990,
en Bucarest, los jóvenes manifestantes universitarios estaban a
punto de dispersarse hastiados cuando, de repente, males de
mineros y de agentes los atacaron, matando a muchos Y des-
truyendo las sedes de dos de los principales partidos a lo largo
de los dos días siguientes. El héroe de las protestas estudianti-
les, un joven barbudo y ascético llamado Marian Munteanu,
fue apalizado, azotado, insultado y arrestado en su cama de
hospital. Cuando el presidente dio las gracias «con todo mi co
razOn»• a los pretendidos mineros y castugo • , a los manifestantes
con el lenguaje del antiguo régimen comunista, llamando a los

269
estudiantes fascistas y golani, o «gamberros», estallaron la3
. l
testas internacionales. Pro-
Las protestas incluían artículos críticos y editoriales e Ni
roren, iescoce, Tire, Ne» York Times, Washington Posa, s,,
ns.-M:iuhy muchas otras publicaciones importantes de Eu' a-
..... ·. Topa,
Los disturbios de mineros parecían demostrar definitivamente
la extendida idea de un golpe de estado en Rumanía. ¿Por au
iba a importar a los romeros que los estudiantes se manife
:.
ran pacíficamente en una unrvers1a ·idad que estaba a cientos·sta-
d
kilómetros de donde. vivían ellos?,
, preguntaban
, los reponeroes.
Si un gobierno legínmo quena actuar, ¿como es que no utiliza.
ba la policía o el ejército? Si eran infundadas las acusaciones
de los manifestantes, ¿por qué atacarlos sin más? Esas dudas
conducían a otras preguntas sin respuesta acerca de la revolu-
ción: ¿por qué se había matado a tantos jóvenes? ¿Quién los
había matado? ¿Quién había elegido a Ion Iliescu como presi-
dente? Las protestas internacionales resultaron devastadoras
para un gobierno necesitado de inversión y reconocimiento
del extranjero.
Además de las protestas, los ataques de los mineros provo-
caron la «explosión latente» de Culianu, por usar la expresión
de Nonnan Manca para el tardío compromiso político de los
intelectuales en el exilio. El país tenía una, sólo una, posibili-
dad de unirse a las demás naciones civilizadas, observó Culia-
nu. Hasta entonces, la oposición en Rumanía se había visto
agotada y derrotada. Culianu necesitaba hablar directamente
con otros que entendieran el mundo fuera de Rumanía. Uni-
dos y con su habilidad, eran los únicos que podían servir de
ayuda y de soporte a una oposición verdaderamente efectiva.

Primero escribió un relato, «Free Jormania», que se publicó


en la revista de Dorin Tudoran Agora, enjulio de 1990. Utili-
zando los mismos personajes que en «La intervención de los
zorabi en Jormania», la historia juega con la realidad y la fe
ción, el texto y la reseña. En ella, un antiguo coronel de 1a Se
curitate llamado Boba, forzado a retirarse al extranjero, publi

270
n libro sobre la revolución y obtiene s .
ca u ormania, e1 autor d e lza reseña recordab
5u pnmera rese - 11
na •
En J l a e1 relato de C
l·anu de 1986; la mayor parte de los nombres acabab u-
1
igual que los d h d l
e mue os a an en -an,
e os personajes clave d
1 :.i e e 1a revolu-
ción. ·
El libro de Boba consideraba la revolución c
e estado, completado con exhumación de cadáomo un golpe
d veres para si-
rnular muertes en la batalla y pancartas
. . . .
preparad d
as urante el
dis curso de Ceausescu. Alguien dirigía los acont« ··..:
:< S ·.:. ecimientos
desde la Umon 0V1et1ca y el KGB. Boba también d b l
1 :di 1a a «e
nombre del corone que ur 10 el plan, así como una lista de
los participantes jormanos». De los nuevos líderes, cuyas iden-
tidades sólo se revelaban en la cmta de vídeo del enjuiciamien-
to del dictador, «Boba sugería que los once del gobierno ini-
cial sabían que estaban apoyados por Maculburg [Rusia], pero
desconocían los detalles del plan. Sin embargo, ahora, los que
no han muerto tragcamente en enfrentamientos con las ma-
sas -y sólo quedan tres- saben exactamente de quién y a través
de quién recibieron las órdenes». Criticando el resurgimiento
de la «Guardia de Madera» como tapadera para antiguos co
munistas, el autor de la reseña habla del cómodo retiro de Bo-
ba en Estados Unidos, con su parte de la fortuna de Ceausescu
(dinero ganado con las actividades ilegales de la Securitate y
depositado en cuentas bancarias en Suiza) y una suscripción vi-
talicia a Penthouse. Como en los relatos fantásticos de Borges, el
lector del cuento de Culianu se ve arrastrado por un remolino
de «historia» y de memoria que deja la impresión de que el au-
tor sabe más de lo que dice. «Si la hipótesis de Boba es correc-
ta», concluye el crítico, «significa que el pueblo fue movido
por una cuerda... Pero ¿acaso no es ésa la función esencial del
pueblo?».
Meses más tarde, en Rumanía, varios de los principales

"La mano derecha de Ceausescu se llamabba Bobu. ' En la apresurada hui-


d
da d e¡ matrimonio en helicóptero, Bobu acabo
b•
sentado en las rodillas e
eauescu.

271
nspiradores del Frente de Salvación Nacional fi,,.-,..
cor ,, Mili Di .:. ' Ton fon,,
doss a retirarse. Nicolae ¡bflilitaru d
y um1tru Mazilu afi
l ·b armar
" e.el•

que los conspiradores ha 1an usa o a re elión espontánea n


ra organizar un golpe de estado planeado desde hacía 4, Pa
Antiguas figuras clave como Silviu Brucan y Mazilu e,,, "Po.
. l'b
a escribir sus propios 1 ros, como e 1 Boba de Culianu.pezaron
El
•:. +bi6 rel.
to de Culianu parece reterrse tam 1en a otros miembro d
gobierno en la vida real. Al sugerir que los principales pas el
1 · ' estaban
pantes en la revolución b d 1esapareciendo
. d uno a uno,
rtuci-
y
relato predice acontecimientos que se produjeron después en
la realidad.
Por lo menos una figura clave del gobierno, el viceprimer
ministro Gelu Voican", se había interesado por los escritos de
Culianu durante años. «Conocí a Nene Culianu en 1972, cuan-
do estaba acabando sus estudios en Bucarest», recuerda Voi.
can. Entonces director de la revista literaria Viata Romania (V
da rumana), Voican aceptó las primeras colaboraciones de
Culianu y, años después, siguió sus publicaciones sobre Eliade.
«Era más que un amigo o colega», dice Voican acerca de su in-
terés común por las sociedades secretas. «Era un alma geme-
la.» En los agitados meses de 1990, Voican lamentó que su fun-
ción en el gobierno, primero como comandante de la policía
de seguridad y más tarde como viceprimer ministro, lo forzara
a abandonar su actividad de intelectual para hacer «cosas que
no quería hacer»".
Viendo que Rumanía volvía a caer en la violencia, Culianu
habló con los redactores de Lumea Libera para escribir una co
lumna regular. Aceptaron encantados.

••v:o1can-Voit
. " ·cu1(escu era el apellido completo del viceprimer minas
. tro tal
como aparecía en los documentos oficiales, pero socialmente usaba sólo ta
primera parte, Voican.
11
Entrevista personal, por teléfono, 5 de abril de 1996.

272
Scoptophilia

Un antiguo término griego utilizado por Freud para el vo


yeurismo, pero que literalmente significa «el placer de mirar».
l. P. Culianu, Lumea Libera

Publicado en un sótano de la avenida Alderton en Queens,


el semanario Lumea Libera, o Mundo Libre, era en 1990 una im-
portante publicación de la diáspora rumana con una tirada de
'- diez mil ejemplares. La revolución lo convirtió en foco de la
atención internacional, y el periódico atrajo a destacados cola-
boradores. Como una de las mejores fuentes de información
sobre Rumanía durante los años 1990 y 1991, la influencia de
Lumea Libera sobrepasó ampliamente su tirada.
Las veintisiete columnas de Culianu para el semanario, titu-
ladas «Scoptophilia», fueron apareciendo a lo largo de medio
año, finalizando con el primer aniversario de la revolución.
Eran parábolas y razonamientos que utilizaban todos los as-
Pectos de su pensamiento sistemático, la imaginería de la reli-
ón ortodoxa, el inconsciente y la magia del Renacimiento,
incluso su distanciamiento de Rumanía, para centrarse en las
fuerzas que obraban detrás de los acontecimientos. Cada co-
lumna era una llamada a la acción comparable ª los grandilo-
cuentes diliscursos de la prensa clandestina
• o a los panfletos
. de
era
Thomas Paine o Giordano Bruno. El estilo de Cuhanu
978

l
«complejo, sutil y no lineal», opina Mircea Sabau, un amigo d
la Universidad de Chicago. «Hay que irjuntando las piezas
entonces, resultan devastadoras.» Mac Linscott Ricketts o±' 'I-
va su similitud con los artículos de Eliade en los años treinta
encuentra el estilo «verdaderamente extraordinario... un~
mezcla de odio amargo y de humor negro». Uno no podía cap-
tar todo lo que quería decir Culianu en una sola lectura, ni le-
yendo sólo unos cuantos artículos.
La serie empezó irónicamente con «Filme de groazá» (Pel
culas de terror), en que comparaba a la policía de seguridad
con las gárgolas medievales y los monstruos cinematográficos.
En Hollywood las historias tienen un final feliz, escribió Culia-
nu: «Pero en Rumanía hay tan pocos seres humanos de ver-
dad, y éstos son tan vulnerables, que se ven fácilmente exter-
minados. La única solución posible es que se encuentren unos
a otros y se organicen. Pero lo más importante de todo es que
abandonen el miedo».
Durante las primeras trece semanas salieron sus ataques
más virulentos a la Securitate, incluyendo uno en dos partes
llamado «Diálogo de los muertos». En él utilizaba el diálogo, a
la manera de Platón y de Giordano Bruno, entre dos puntos de
vista opuestos para revelar una nueva perspectiva. Como Bru-
no, que escribió sus mordaces sátiras en su italiano vernáculo,
Culianu escribía en un rumano gráfico y feroz. En «Diálogo de
los muertos, I parte», el presidente Iliescu otorga al fantasma
de Ceausescu un «diploma de Héroe de la Revolución» por-
que su legado hizo posible el éxito del nuevo gobierno. Al se-
ñalar que el cadáver de Ceausescu tiene «una herida de bala
en un lugar donde no debería haber ningún agujero (en la
sien)», el artículo da a entender que el dictador fue asesinado
más que legalmente ejecutado. Cuando Iliescu anuncia que ha
ganado las elecciones, Ceausescu contesta:
-¡Espero que hayas hinchado todas las urnas!
-...¡No hizo falta! Como mucho un 30% o 35 %... pero aún
así, el resultado fue arrollador: ¡todo el mundo nos votó!
Iliescu explica que la verdadera tiranía se producía en las

274
del pueblo. Los ataques de los mi
"
entes , ,
ausescu tenía razón: el pueblo n,
tneros d
lemostraban
8'ue ¡ate
e b: allí
estala 11; 1 . o quena libe:rtad. «La
, no lo niego», dice [j¡.
secun 30% ·ibl, ' escu, «p
m_ quizá un "o, posil (emente inclus ' ero en un
38" ,u so% eran mineros» que tena '.%10%... Pero 4a
rnenos e! (esord
buenos ojos 1a promesa del gobierno d en y veían
conldo La verdadera «genialidad» del réoi e un aumento de
suel? < ·h l z, lmen de Cea
istía, no en pmncar os teléfonos y ene 1, u5escu
cons1 . , arce ar a los .
sino en los « 1 azos» psicológicos, o vi...,.,..,. . oposi-
ores, 1did :..., "l, que Giordan
sruno había estu 1a o qmmentos años antes. o
A lo largo de las semanas siguientes, Culianu tuat
b, l d d . to sobre te-
as me ha"
Universidad de
2;8%""%",""u vida. sg ss
icago lircea Sabau: «¿Cómo pu d
cote ae
d-;, C' d e eunoen-
contrar la verd a . ¿ orno pue e, uno separar el bien d e! l mal»
en un mun do en que ambos estan tan estrechamente r d,2
. l d C d · · iga os.
En una columna titula a «' uatro le Jubo», habló de un sueño
escalofriante que había tenido, y observaba que «los sueros
siempre han comunicado sentidos más profundos que los del
estado de vigilia».
En el sueño, volvía a Rumanía y encontraba a casi todo el
mundo en la más profunda miseria, y muchos vestidos de mi-
neros o de policías. Un amigo lo llevaba a la sede de la Iglesia ~
ortodoxa, un sótano oscuro, donde había tres «sacerdotes-mi-
neros» con túnica negra. El principal de los tres llevaba un cas-
co con tres linternas colocadas verticalmente; los demás tenían 1
dos linternas o una. El sacerdote principal le daba la bienveni-
da, observando que Culianu era discípulo de Eliade, a quien
tenían «en muy alta estima». Quería ofrecer a Culianu la di-
rección de un instituto pero había encontrado «objeciones».
Estaría dispuesto a expresar de forma simbólica su apoyo? Esa
noche vieron sólo mineros por la televisión, que hablaban de
los 41CXtranjeros que vienen a saquear el país• e invocaban a
Dios y la tierra ancestral». Su amigo le proponía que hiciera
unas dfeclaraciones
. en público sosteniendo . r
unalintern a de mi
ero en la mano como «símbolo de la lu:•· iosa, la his
Con su curiosa ambientación subterranea Y rehgi '
275
t ria sugería el laberinto del inconsciente. También ayua
o1 ¡¡ 1ibaa dan1dl ca daa vez que sulaba
expl·car por que Culianu o• argas he a
z
1 •
mana le decía que fuera a Rumanía: veía el regreso con'
apoyo simbólico al nuevo gobierno. Un
Hacia esa época, en Cambridge, una noche, después d h
ber estudiado montones de notas y artículos de EIiáde y 6f
nu para el Diccionario de las religiones, Hillary Wiesner so<
. b hac1a
Mircea Eliade. Camina\a . e 11a, segun
• contó• a loan oalcond;
·¡• . la
siguiente, alzando 1a mano en gesto conciliatorio. «Te estab
examinando», dijo Culianu, «y tú eras lo suficientemente,
. . d en-
sible para percibirlo. Te estab a d1c1en o que no era una mala
persona. No era miembro de la Guardia de Hierro».
Culianu escribió otro duro artículo en dos partes, «Cea mai
proasta inteligenta», o «La inteligencia más estúpida». En su
sátira del movimiento cultural llamado protocronismo, que en
los años ochenta trató de demostrar que varias importantes in-
novaciones intelectuales habían surgido en Rumanía, Culianu
reconocía un aspecto en que el pequeño país era el primero
del mundo: «Se puede afirmar sin temor a errar que Rumanía
ocupa el primer lugar en lo que respecta a la estupidez de su
servicio de inteligencia». Afirmaba que la Securitatc siguió ma-
nipulando los acontecimientos después de la revolución: «Está
claro que, con Iliescu, la Securitate encuentra justificado se-
guir dirigiendo el país, sabiendo que había desempeñado un
papel fundamental en el derrocamiento de Ceausescu».
Con expresiones como «idiotas con el cerebro lavado»,
«cretinos diabólicos» y «el servicio de inteligencia más imbé-
cil», el artículo declaraba que el resultado era el desvío de «mi-
les de millones de dólares [en ayudas], una miseria indescrip
tible, hambre, frío y SIDA... y una profunda vergüenza ante el
mundo entero». Era partidario de «quemar toda la herencia
de Ceausescu» y empezar la reconstrucción a partir de cero.
«Es evidente que lo que se está haciendo ahora es exactamen
te lo contrario», observa. Los mismos burócratas que dirigían
el terror bajo Ceausescu estaban llevando a Rumanía a un?
· ·
«mrnmente Y catastrófica bancarrota». Por encima de to do, la-

276
el hecho de que, a pesar de que la Sec .
ntal ba 'untate hubi
JJle do» los resultados de las elecciones lo iera
toca ' que pare -
re 1 ueblo deseaba ver caras conocidas. "ca era
qoeu,el Pel futuro d e 1orma
e ,
mas esperanzadora
Ve1a ., : Di¡l en 1la columna
semana s1gmente, « 1a ogo de los muertos 21
de 1 a • · d . , parte»
•bía la expenenc1a te unaJoven que a pu t d .·
n
DesC ber sido apaleada por los mineros, · In
es salvada ° e morir
iras ha ' por un mé-
lo que demostraba que mucha gente en el país e od
die ,O E 1 . . , de zra «tc la-
. normal y buena». n la visión le lajoven, '» Dios leIe diIce que
via ¡.

1a J·gJesia ortodoxalEstrumana se ha aliado con su «enem·


·id go»,la 1
entira: «El Mal, a tupi ez y la Falsedad-la trinidad
m ·f d I . .d . proto-
cronista que detiente a a trini lad activa formada por la Se
ritate, los Mineros y el Gobierno- no son eternas. Son vulne:
bles. Lucháis por la Verdad y estáis hartos de la tiranía y del
derroche de victimas, del terror que impone la Securitate con
sus tortuosas y oscuras maniobras, de la sangre que derraman
continuamente, de su poder oscuro y falso... ¡uníos! Uníos en
un programa mínimo a favor de la depuración de los líderes
gubernamentales y del paso por las annas a los mentirosos».

Un caluroso día de verano, en su piso de la calle Harvard,


Wiesner dio a Culianu una carta escrita en rumano y enviada
por Lumea Libera. La abrió y la leyó. La tiró sin decir nada a Hi-
llary. Llegó otra carta la semana siguiente. Ésa, la tiró sin leer-
la. «¿No vas a abrirla?», le preguntó Hillary. Él sacudió ncgati-
vamente la cabeza. No era más que una cosa entre muchas de
las que pasaban en una época agitada, y no quería preocupar-
la con las respuestas a sus artículos. Hillary no insistió. .
Unas noches después fueron a ver a Gérard Depardieu en
Cyrano de Bergerac. Al final, Hillary advirtió que loan estaba llo-
mando. «¿Qué pasa?», preguntó. Él se rió, incómodo. Pero ella
s·Int· ó- que «en su mente loan era Cyrano, en pos de un .ideal
secreto para vengar a su' padre y al pasadO con sus escntos•.
.
Respondió ., 1 El presidente
a las amenazas con otra columna. .
lon lliéscu había declarado una vez más que los exiliado
hab;- ¡;n¡le no tenian
9
@ian abandonado el país en tiempos dificIl€>
g77
rec1ho a criticarlo ahora. La táctica
... convertía la fuerza de]
iliados voluntarios, su conocimiento de los métoq, 'Os
ex1 .
dentales, en un inconveniente: estaban «vendidos a los po:l•
tos oc-:
res extranjeros. Observando que había descubierto u e-
u ·ibl <·:. lr Ua cos
en el exilio: «que es pos1 e vivir norma mente y bien ( ) .
necesidad de imbéciles que hagan planes para conseg,¡,' "
l. , N ir una
economía muerta», Cu.ianu contestó: « o me habéi d
. . id, d s lado
más que sufrimiento, m1sena, estup1 ez y olor. Habéis rob 0
do veinte años de mi viid,a... D urante demas1ado · tiempo fi a-,
,. lngi
no oíros. Ha llegado l la h1ora en que tenéis que oírme. Y habl
ré tanto si os gusta como s1 no, mucho y bien alto».

loan y Hillary pasaron una semana de vacaciones en la pla


ya, cerca de Ogunquit, Maine. El prefería los grandes hoteles,
modernos e impersonales, ya que había llegado a hartarse de
las sucias pensiones europeas. Pasearon por las playas pedrego-
sas, disfrutando de una niebla que lo borraba todo salvo el olor
a mar y el rumor del viento en los pinos. A loan le encantaban
las máquinas de hielo de los hoteles. Por las noches iban a los
chiringuitos de madera donde servían langostas frescas, sala-
das con agua de mar y nadando en mantequilla sobre platos de
cartón.
Cuando volvieron a Boston, loan encontró más cartas remi-
tidas por Lumea Libera. Llamó a su amigo Dorin Tudoran. «Las
cartas eran parecidas a las que recibía yo», dice Tudoran, «de
un grupo llamado Hijos de Avram lancu». Hachas, grandes cu-
chillos y gotas de sangre decoraban la hoja, que prometía:
«Nuestras armas herirán a quienes acepten dinero por profa-
nar su nación, y haremos que descansen en la deshonra para
siempre». La Securitate inventaba con frecuencia grupos fas-
cistas para amenazar a los exiliados, y el periodista alemán Ri
chard Wagner relacionó directamente a los Hijos de Avrar
lancu con la institución. lancu era un nacionalista transilvano
del siglo XIX.
Otros habían recibido las mismas cartas en París Y en Mu·
· h di'yo 'r.ludoran.
nucn, d ejó a
«Informa a la policía y al FBI», aconsJ

278
l
CulN
·anu "· «Cuantos •más seamos los que los denunciam. . z
erio nos tomaran.» os, mas
en s . "T' •
Culianu no quiso. «Tenía la lógica del ma .
• " · d . go», explica Hi-
«Penso: s1 rompo y lestruyo ritualmente
u ary· . estas cartas las
¡cunstancias
CE
que las producen se verán inerme
IeS .»

El 17 de agosto celebraron el. cumpleaños die HIII 1 ary en


Cambridge. Ese verano, I oan se hizo un nuevo ami •
• . J h 1go,e1 esCr-
tor de novela f:.fantástica
b 1o n Crowley, quien lo invitar
. na a dar
una conferencia sobre magia la1 primavera siguiente en Chica-
go. Establecido en Amherst, Crowley había admirado el libro
de Culianu Eros y magia en el Renacimiento. Autor de Little. Bi
así como de Novelty y Engine Summer, Crowley exploraba 1.:S n?
dones de magia, universos múltiples y viajes a través del tiem-
po en libros aclamados por la crítica.
Más tarde, Culianu escribió una columna para Lum¿a Libera
que relacionaba la magia, los estudios cognitivos y la política,
explicando las razones de la clarividencia de sus obras. Men-
cionaba orgulloso los aciertos de sus predicciones acerca de la
revolución y los nombramientos ministeriales de su amigo An-
drei Plesu y su cuñado Dan Petrescu. No «sabía» más que cual-
quier otra persona, decía; en realidad, «tras la muerte de Mir-
cea Eliade en 1986, mis contactos con rumanos se volvieron
bastante esporádicos». Para explicar su percepción recurrió a
la teoría de la complejidad. «Resolví un problema de ajedrez
que también había resuelto el KGB. EI problema sólo admitía
una solución: la caída de Ceausescu. Los universos se multipli-
caban de tal manera que algunos disidentes eran utilizados
por el ordenador para "inflar" muñecos de goma como Ilies-
cu... Conociéndolos bien, mi mente previó probablemente
que Plesu y Petrescu aceptarían la nueva situación.» Examina
ba los acontecimientos con sentido común, considerando las
posibilidades y eligiendo el resultado más verosímil.
Para entonces se podía .fi
• i(entutcar
'd di·rerencias
ue
clave entre_
los escritos de Culianu y las acusaciones hechas por ~tros esc;;-
(ores de la oposición. Admitió que el régimen de Iliescu ha ª

279
dado libertades fundamentales;. Culianu . daba a ente d
nder qu
sabía más acerca de los acontecmmuentos que lo que deci. "
cribía en un estilo desatado, hberando la rabia de toa, "s
.. . z dz una
da. Ésta venía con la iroma mas mor az y aguda. Nadi ·
..:<. di .. Ie usab,
un estilo con tanta prec1S1on; nas 1e tenia sus contactos
: : .z. •• Con lo
medios internacionales ni su categona en relación con la figu.
ra de Eliade.
En Rumanía, los escritos de Culianu no eran conocidos Para
la mayoría de la gente, pero sus relatos en Agora y sus artuc]
., Uos
en Lumea Libera llamaron mucho 1 atención «por dos razon
h la
:. 'efe de
según Mircea Raceanu, el antiguo jefe le asuntos estadouniden.
1es»

ses y canadienses del ministerio. «Primero, mucha gente desta.


cada escribía para esas publicaciones; segundo, las acusaciones
que hacían eran correctas.» Los lectores más concienzudos de
Culianu, los que se tomaban el tiempo de sintetizar y analizar
sus polivalentes y feroces ataques desde Nueva York, parecían
ser los miembros del Servicio de Infonnación Rumano.
Las trece últimas columnas de Culianu en Lumea Libera pa-
saron del ataque directo al sutil comentario indirecto. Escribió
acerca de Elie Wiesel, que venía de un pueblo no muy alejado
del suyo, preguntándose si un exiliado debía «mantenerse en
silencio» o «gritar» para dar a conocer la injusticia. La rabia era
más velada; las amenazas lo habían atemorizado. Aun así, cada
artículo conseguía criticar el nuevo régimen de su país. La co-
lumna sobre Wiesel, por ejemplo, llamaba a Rumanía «campa-
mento de prisioneros con las puertas abiertas del que no salen
los prisioneros liberados, donde los verdugos de poco antes se
han consagrado como gobernantes legítimos de sus víctimas».
loan viajó a Nueva York para ver a su mentor Hans Jonas
a Cathy O'Leary en la Nueva Escuela de Investigación Social.
Cuando volvió a Chicago, comió con Greg Spinner. Hablaron
de su trabajo, del veraneo de Greg y de otros proyectos: Al fi·
nal, loan dijo: «Me estoy metiendo en un territorio peligroso
con las cosas que escribo». Greg quiso saber más, pero loan se
negó a hablar del tema.

280
otoño de 1990, Culianu volvió a su PISO. b
En . so re el lag Mi
;a n, dando un curso especial sobre la fomm, ·:a. ¿o li-
ch"". . dela he : .,
a h1stona e as ereJ1as en el cnstJanismo I b . 1ación de las sec.
e
tas, l ligatona . asigna
· tura troncald e historia
. d Y el . udismo,
. . ' y
la Ob ., $h el1 cristianismo
n sus últimas OUT7nas Para Lumea Libera, Culianu ua6
mas generales y acauemcos, como la Inquisición, Claude Lé.
suauss, la cultura cajun de Nueva Orleans, y Umber E
1 ., d Tto.co. Ex-
a co nfus 10n e la ficción y la h. t .
ploró aspectos como . . d 1stona y el
esinato por motivos mventa os. Por Acción de Grae fu
as • • l cras, 1e a
Nueva Orleans para as1stur a a conferencia de la A d .
I Re]i<. W5. cademia
Americana de eligión, con Viesner y Moshe ldel. Allí se en-
contraron con Andrei Codrescu. El y Culianu decidieron ha-
lar inglés, por parecerles que el rumano estaba demasiado
lleno de tristes recuerdos. En un restaurante cajun, hablaron
hasta altas horas de la noche acerca de la amabilidad de Elia-
de, que los había ayudado a ambos cuando eran jóvenes, y so-
bre el extrano canz que habían tomado las cosas en su país.
La ciudad lo dejó profundamente impresionado. Llamó a
su hermana a Francia varias veces desde Nueva Orleans. «Es
nuestro lugar en el mundo», dijo, admirando e identificándo-
se con la sociedad cajun por preservar su cultura y su idioma a
pesar de-las persecuciones. Cuando volvió a casa, escribió sus
columnas más misteriosas, «El rumano más importante del
mundo» y «Una ocasión única», en las que detallaba su expe-
riencia de los ataques de la Guardia de Hierro a finales de los
setenta. Por aquel entonces recibía amenazas telefónicas ade-
más de cartas. Las amenazas telefónicas eran «increíblemente
repulsivas», dijo a Tudoran. Empezaban a asustarlo.
No había nada nuevo en lo relativo al acoso. Era víctima de
amenazas que seguían una pauta determinada. En Estados
Unidos, en miles de periódicos en lenguas extranjeras desco-
nocidos por la mayoría del público, algunos reporteros habían
escrito importantes artículos de investigación que los habían he-
cho merecedores de amenazas en sus comunidades. Entre los
pe ·oct· , osados estaban Triet . Le que escribía sobre la
n listas más Vi •
extrema derecha vietnamita para el Cultural Vangumd de 'irgr

281
. y Manuel de Dios Unanue, sobre el contraband
ma, o de d
ara El Diario/La Prensa de Nueva York. Le y Un ro.
gas P . lanue f,
"'"esinados en 1990
roIn a •
y 1992 respectivamente, • en Crimen• e-
que la policía trato de ignorar.
.
En total unos trece escrit
h id .. ores4
es
periódicos étnicos amencanos. an s1. .o .asesinados en 1os Ulti _ ~
mos años. Muchos de los asesinatos siguieron un modelo ,
1
lar al de Culianu.
La secuencia del acoso a Culianu también seguía un r
mula descrita por un antuguo . corone 1 de 1a Siecuritate al pa fór
.
. h Il
dista Petre Bacanu: pnmero cartas, uego amadas telefóni eno
luego un robo o una visita. . persona 1 . E ntonces, si· el escritorIcas,
paraba, era asesma· do. Cli u.1anu recurro a 1E
:<
a cción, en parte no
para entender las experiencias que estaba teniendo, en un re-
lato bien llamado «The Secret Sequence». Publicado primero
en Italia, en Leggere, y luego en Estados Unidos, en la New Yorii
Review ofScience Fiction, la historia narraba la carrera de un os-
curo profeta hereje,John of Cappadocia, que vio el mundo co-
mo un vasto proceso mental en que las mentes humanas eran
parte de la mente universal, capaz de pensar todo lo posible.
Cuando se agoten todas las permutaciones, el universo cesará.
Como muchos de los relatos escritos con Hillary Wiesner, la
historia acababa con la sensación de peligro para el narrador:
«De repente percibo toda la amenaza de la noche sonora mi-
rándome a través de la ventana e interrumpo estas líneas, su-
perfluas como todo lo demás, aunque parte de un todo del
que nada, ni siquiera el cese de mi existencia, puede revelarme
la secuencia secreta».
A finales de diciembre, llamó a Tess a Poitiers, donde Dan
estaba trabajando sobre su tesis acerca de Eliade. «Voy a dejar
los artículos», dijo. Argumentó que otros escritores estaban cri
ticando el régimen, y que tenía ganas de volver a dedicarse por
completo a los muchos proyectos de libros que quería llevar a
cabo. Ella aprobó al decisión.

"Committee to ProtectJournalists, Silenced by Death:Jouralists Killed i


the United Sates, Committee to Protectjoumalists, Nueva York 1993,

282
Un desvío

En el North Side de Chicago, donde la avenida Foster se


cruza con Ashland, junto al Carol's Café huele a ciorba -sopa
de nata agria- y sarmale-col rellena de carne de cerdo picada,
arroz, tomate, pimientos y cebolla--. En el interior uno puede
leer los periódicos más recientes de Cluj o de Brasov, sentado
junto a unajoven con ajustado vestido negro, o al lado de
hombres con uniforme de fábrica o chirriantes combinaciones
de chaqueta y corbata. Los hombres fuman, compartiendo las
noticias del día y escuchando la zampoña o el violín, que tocan
melodías de los Cárpatos. Más hacia el sur, se llega al restau-
rante Little Bucharest, donde, cada mes de septiembre, un fes
tival rumano de dos días atrae hasta treinta mil visitantes para
ver al alcalde de Chicago presentarse con un cerdo asado de
cuatrocientas libras.
El censo de 1990 contaba 21.275 rumanos en o en los alre-
dedores de Chicago, aunque el número actual debe de sermu-
cho mayor. Llegaron aproximadamente en tres oleadas: des-
pués de la revuelta campesina de 1907, tras el triunfo del
comunismo en 1945 ( cuando se instalaron allí los miembros de
laG s. : d1989. En su
uardia de Hierro), y antes de la revolución 1e
m - ' do Gran parte
ayona, trabajan duro· muchos han prospera : h
de los •inmigrantes
. ' 1
más recientes llegaron en 1os
s anos ochenta,
,
cu d, :. ¡bles en Ruman1a.
an 1o las privaciones se hicieron insoporta
Uno de esos hombres, llamémoslo Adrian Szabo, se intr .
a la manera borgiana, en el relato de Culianu". AA. "dujo,
¡h <. habf 1an se cnz
en una granja de Trans1 vama que a1a pertenecido o
' · c·on La
milia desde hacía cinco generaci es.
f ¡ 1 . a su fa.
tami l ia prosperó
ta 1956, cuando gran parte de sus uerras y su ganado 1 as-
1 • . . , impuesta
confiscada en la implacalblle colectivización
.
p .q
es fue
. . . ore ré-
o-imen comunista. A mediados de los ochenta, Adnan sob .
6" ,e fu revi.
vió a veintidós meses, que practucamente eron de encarcela-
miento, como soldado en un campo de trabajo.
En el invierno de 1985, él y dos amigos, al tercer inten
consiguieron cruzar la frontera con Yugoslavia envuelto;'
banas blancas, de modoque pudieran . pasar madvertidos sob~
d
la nieve. Viajaron de noche, 'urmiendo en establos O en co-
ches abandonados y robando comida de los ahumaderos de
los campesinos. Cuando por fin llegan a Austria, Adrian sobre.
vive a las estancias en centros de detención austríacos e italia-
nos antes de llegar a Estados Unidos. Con su tipo robusto,
apuesto, rubio, con un pequeño bigote, Adrian trabajó como
camionero en Chicago, Houston y Los Angeles, antes de volver
a Chicago en otoño de 1989.
En 1985, Szabo había conocido a un compatriota aficionado
a usar un apodo que evocaba el mundo del hampa. Llamémos
lo «Johnny». De baja estatura, con músculos hinchados de es-
teroides y un poco bizco,Johnny llevaba el pelo rapado y tenía
preferencia por las chaquetas italianas de cuero negro. Parecía
un matón. Adrian yJohnny salían, jugaban al billar, o con ma-
quetas de coches de carreras, o iban a las salas de fiestas que
frecuentaba la gente de Europa del Este, como el Nelly's Sa-
loon de la avenida Elston. Johnny se jactaba ante Adrian Y
otros de sus hazañas -estafas a las compañías de seguros, asal
tos, robos en las casas-, y algo en su estilo extrovertido atraía a
Adrian. A veces, avanzada la noche y tras muchas cervezas, st
entretenían planeando alguna nueva fechoría.

" «Adrian Szabo» es un pseudónimo.


«Johnny» es un pseudónimo.

284
• el verano de 1990, Adrian estaba tr b .
n .. .
. que tema su propia empresa de cami
a0ajando p
ara un
+m$;"; cayeco reglar desde o'Ha
Hac1a h F.Ke
ni""" "
elAerop
Tino..
rnacional Jo n . ennedy de Nueva York U,,, ?uerto
"";[la en el creek caté,• cerca de o'Ha'¡"",
sen cuarenta y tantos o cmcuenta · n
sata
1ombre d
años un e
unos ' poco calvo
. fas de sol de montura plateada, bien vestido 'con
i,...- • , 1 d , - con una camisa
d color pizarra oyo o que tecian él y sus amigo S
~Habláis rumano?», preguntó. s. e acercó:
'arian volvió ese día al almacén de mercancías d Ai A
tn·a dondeid; VIO otra vez alh om bre, sin la chaquetae rus-
.
d ,con 1 as
mangas subidas, reVIsan o. una remesa de caias. :.1
«·Adri
1 I d'r
an...,
·o el hombre. S.e presento como Nicolae Constantin. T
J , . «tengo
una idea para ti. Harás entregas en Nueva York, igual que lo
que haces ahora, solo que te pagaré mucho más.»
Constantin le dio la tarjeta de visita de una compañía espe-
cializada en «transportes y envíos». Tenía una dirección distin-
ta en cada esquina: Chicago, Nueva York, París y Viena. En el
centro había una pirámide con un ojo en el ápice que emitía
rayos, como el símbolo masónico que aparece en el billete de
dólar y que es descrito, irónicamente, en los textos de Giorda-
no Bruno. «Llámame», dijo Constantin. «Hablaremos.»

En un nivel completamente distinto de los ámbitos de inmi-


grantes de Chicago, los diplomáticos rumanos viajaban mucho
durante el año siguiente a la revolución. En París, el servicio
de inteligencia francés advirtió que la embajada era «más acti-
va en espionaje político y militar que durante la época de Ceau-
$escu», observa el reportero de asuntos exteriores Tad Szulc.
«El servicio de inteligencia francés lo encontraba incomprensi-
ble.» Esas actividades sacaban partido de los enlaces interna-
c~onaJes de la antigua Securitate. Convencido de que el ser
cio de inteligencia seguía vigilando a los rumanos establecidos
ene] . . ,AA, :. IGMeá, Petre Ba-
extranjero, el redactorjefe de Komana LT
anu, observa: «Siento más temor fuera del país que cuando
estoy en él».

285
Diversos hombres fueron· varias veces a Estado U .
1990 con pasaportes diplomáticos rumanos o ,_"dos,
dos en algunos casos a través de las líneas aéreas ruos conccd¡.
Tarom. Lumea Liberó. recibió informes de que antigumanas, Air
de la Securitate estaban involucrados en asuntos de os agentes
do en el Medio Oeste. Uno de ellos ualiaba el
Constantin.
ata,k""a- lcolac

286
Recuerdos del futuro

Un poeta debe suprimir la censura de lo trascendental.


Lucían Blaga

A finales del trimestre de otoño de 1990, Ioan Culianu se


enfrentó a una situación en la que no se había visto en quince
años. No tenía más libros contratados, ni fechas de entrega
apremiantes, ni conferencias inminentes. Tenía garantizada
una plaza en una de las principales escuelas para el estudio de
las religiones. No tenía nada que demostrar a nadie. Impacien-
te por explorar nuevas teorías de la religión y la historia, se en-
frentaba a un futuro sin agenda fija y la necesidad de dar un
nuevo impulso a su carrera.
Estaba ajetreado, desde luego: su próxima boda, sus escri-
tos, sus clases y una conferencia internacional sobre los viajes
al más allá para el siguiente mes de mayo en el campus .una-
versitario. Deseaba participar en el segundo congreso Chime-
Ta sobre magia, también prevista para mayo. Publicaba dos
números anuales de su revista Incognita con el modesto obje-
tivo de cambiar radicalmente la metodología de los estudios
de humanidades. Estaba planeando su primer · · · a Ruma-
vaye
nía en dieciocho años y hablaba a menudo con su hermana
en Poitiers, Francia. Sin embargo, mientras las noches de
• · l
"9
enrolla-
no empezaban a ser gélidas, y las hojas del olmo se
287
ban como pequeños puños cerrados, se enfrentó a u .
ción casi única: estaba, como deseaba desde hacia ,,""%ltua
'o tien.
po, libre. . .
Empezó rápidamente a escribir nuevas propuestas
· ·
bros. Durante los meses s1gmentes, propuso cinco pre de J""
: .
de envergadura para importantes e 1tona di' al es, incluid'Oyecto,
l.J
ll d : . 'as Har
perCollins y Macmillan. uatro e esas cmco propuestas
nían una fecha clave: el 31 de diciembre de 1991 -una a te.
.
con la que resultaba imposi ·iblle cumpI1r-. Corno su pers'genda :
. E 'k ' .::.
de ficción favorito, e 1 detecnve n. Lonnrot de «La muen ona_ie
la brújula» de Borges, parecía haber descubierto un princi e_ Y
...:.
organizador de los acontecimientos del
te mundo y se esforzab
pIo

en llevarlo hasta sus u1urnas consecuencias . ". Actuaba, por otraa


parte, como si de repente se hubiera visto apurado de tiempo.
Su proyecto más ambicioso con diferencia era una Enciclo
pedía de la magia en varios volúmenes para Oxford University
Press. Valiéndose de la experiencia que adquirió ayudando a
Eliade a realizar su Enciclopedia de la religión, reunió a un conse-
jo internacional de expertos para supervisar el proyecto, como
Lawrence Sullivan de Harvard, Moshe Idcl de la Universidad
Hebrea y Michael Fishbane de la Universidad de Chicago. Pro-
puso un plazo de tres años, en el que se incluían conferencias
internacionales, para dar por acabada la primera gran referen-
cia científica sobre magia en cuarenta años. La creación de
una nueva enciclopedia sería «uno de los retos más importan-
tes a que se enfrentan los ámbitos académico y editorial en los
años noventa», escribió en su propuesta.
Era una empresa enormemente ambiciosa, para la cual el
único modelo era History of Magic and Experimental Science de
Lynn Thomndike, en ocho volúmenes. Publicada de forma es
porádica a lo largo de los años 1923-1958, la obra de Thorndike
adolecía de una visión superficial y «despectiva» de la magia,

ªPara una comparación. . con el Lónnrot


- de Borgcs, ver Hon·a Patanl'ivid,
r-
•loan Culianu, Perfcction and Dcath,., C.Otidianul (Bucarcst}, 18 dcJiuli'0 de
1994, págs. 34-37.

288
1amen
taba Culianu.dMagia dsd
no era un término «cajón de wa»tr
·1: " " Ice
ubriera de to o, es e mercachifles de carnaval ha~•··
que C , Se fi , , b· .....
±amanes indígenas. Fiera más ien al mundo de la ima-
¡ación «que dominó a la ciencia occidental durante miles de
gi_ ,. cuando la cultura estaba basada en la fe. Culíanu quería
anos , , . tafí .
cribir las artes y pracucas met isicas del mundo entero que
des . 1 . 1.
aban de reumr e consciente y el inconsciente, dedicando
.a la precisión y la pasión que un físico dedicaría a la con-
ducta de los quarks y los neutnnos subatomicos.
El proyecto en varios volúmenes cobraría forma en cuatro
fases. La primera evaluaría a los especialistas activos en ese
campo para establecer un comité directivo internacional. Co-
mo director de Incognita, escribió Culianu, «empecé la pri-
mera fase en 1989, pidiendo a los mejores estudiosos de dife-
rentes áreas que enviaran artículos sobre magia para el
número de enero de 1991... Antes de cumplirse el plazo [l de
octubre de 1990], ya habíamos recibido más material del que
podíamos aceptar». Esa respuesta no sólo lo ayudó a seleccio-
nar a los especialistas, afirmó, sino también a comprender
que la «situación estaba absolutamente madura» para hacer
una enciclopedia de las artes ocultas verdaderamente cientí-
fica.
En la segunda fase, el equipo establecería una línea direc-
triz en un volumen, o «historia general de la magia», con unas
350 páginas de bibliografía, similar a The Eliade Guide to World
Religions. En la tercera fase, se reunirían «físicamente» unos
quince de los mejores investigadores de cada esfera en «una
conferencia en la que presentarían sus artículos». En la cuarta
fase se organizaría un congreso internacional, lo que «supo~-
dría la participación de no menos de 150 especialistas: en abril
0 mayo de 1992, teniendo como sede Harvard o la Universidad

de Chicago», donde se formarían los equipos Y se selecciona


rían las entradas definitivas. La fecha propuesta para la enc+-
cdopedia y el volumen del indice era ei 1 de julio de "%%"
todos los aspectos «era una empresa increíble con 1mpo
tes · ¡· • ' . 1· :z de los mitos, de
Implicaciones para el estudio de la religon,
289
la historia, e incluso de la ciencia cognitiva», dijo Moshe I
«Nunca se había intentado nada igual.» 'del,

En diciembre de 1990, Culia nu esperaba pasar las


nes de Navidad con Hillary Wiesner. La había viso
. , b 1
en el año antenor, más tur ·u ento, ya que ella estudia}
,""io- .
os que
Harvard y trabajaba en su tesis. doctoral . Ese mes, la ami a en
. 1 ·.:. ga de
Hillary Cathy O'Leary y su novo la vsntaron en Cambriq
Llevaron varitas fluorescentes para un juego de mesa llarn ~e.
0
Talismán, al que loan y Hillary eran muy aficionados. Desp:.
de una cena casera, Cathy y Hillary decidieron que querían hes
lado de postre. loan se ofreció para ir a comprarlo. Al cabo d:
media hora, volvió con dos bolsas llenas de helados Háagen.
Dazs y Ben andJerry s de siete sabores distintos. Estuvieron tan
absortos con su postre y sus varitas mágicas que no llegaron a
jugar al Talismán. «Era típico de él», dice O'Leary. «Hasta un
viaje a Walgreens era una aventura.» Su afición a las compras
se extendía a casi cualquier objeto de los que anunciaban por
correo. «Compró acciones de los clubes de discos y CD de la
Columbia», dice Wiesner, «y era capaz de comprar cualquier
cosa que viniera anunciada con el extracto de su tarjeta de cré-
dito». Una de las cosas que compró ese invierno, sin que ella lo
supiera, fue una póliza de seguro de vida en que la nombraba
beneficiaria.
Unos días más tarde, una periodista del semanario democrá-
tico rumano más destacado, 22, lo entrevistó en Hyde Park.
Después de la revolución, la entrevista se había convertido en la
forma más popular de escritura. Los escritores se redescubrían
mutuamente después de años de aislamiento, expulsando los
estratos de ironía y ambigüedad que por necesidad habíanmar
cado el discurso público en la época comunista. La novelista
periodista Gabriela Adamesteanu estaba viajando por Norte@
mérica para compilar una «serie de entrevistas extraordinanas
con exiliados destacados. Así titulada por la fecha de la rev~lu-
ción Y ferozmente crítica respecto al gobierno, 22 era la revista
de actualidad independiente más influyente del país.

290
b ·eJa Adame~teanu fue a ver a loan Culianu l di
Gabn
urú de la bo sa a ia predicho un terre el lía en
»l habf ¡.

ue un g . . moto en el
!',, Oeste. Se dieron cita en el restaurante favorito de M;
fv{e 10 • Ad o e 'ir-
pliade. Morena y atractuva, 1amesteanu iba tomando café
cea ndo mientraS grababa la conversación Se qued, . c e
Y. furllªda por lajuventu
. dd . · o 1mpre-
te Cuhanu. «Cuando vi la lista d
iona z z tesus
b licaciones, pense que tema que ser alguien muy ma
pu die :. ±] u3yor»,
4ice. Advirtió una Iiterenca entre él y otros rumanos en el ei.
lio: él parecía más americano, con sus mocasines, sus pantalo-
nes caqui y su camisa , de franela.
. . «Quizá porque pertenecía a
occidente y conocia, al1 mismo tiempo, Rumanía», dice, «pare-
cía entender cosas que sucedían allí y que yo no veía».
La entrevista abarcó muchos temas, incluyendo la cultura
americana, el movimiento Nueva Era y la controversia sobre
Eliade. Se explayaron sobre la política del momento. Culianu
decía no saber mucho de política, pero daba por seguro que la
revolución era un fraude, criticando Europa del Este por su
«trágica pérdida de tiempo, de vidas humanas y de talento».
Adamesteanu le preguntó por un pronóstico sugerido por el
periódico Rom@nia Mare, una publicación de la extrema dere-
cha fanática, dirigido por antiguos comunistas. «Si hubiera ha-
bido una revolución», contestó Culianu, «Románia Mare no
existiría».
Atacó a la Securitate, llamándola fuerza «de una estupidez
de las que hacen época y, sin embargo, de una profundidad ex-
traordinaria», y subrayó el papel del KGB en la revolución. La
policía secreta rusa había fracasado en su país, dijo; en cambio
había sido demasiado eficaz en Rumanía, a través de sus secua-
ces, los miembros de la Securitate. Gabriela Adamesteanu re-
plicó citando a un escritor de la oposición que había dicho
que la Securitate sólo controlaba una parte de la sociedad, no
su totalidad. «Tiene razón» contestó Culianu, sugiriendo "
conexión entre la ultraderecha ' y la extrema izquier.
• · dª• qued e
Veía • • ¡tancamiento Ie 1
como principal causa del desastroso es ,
País:· « Só lo que la Securitate crea acontecmmue1
· · ntos que desvian
la ateención,
: • domina la política local, dtommn · a a Vatra Roma

291
asca domina los medios de comunicación y u·
ene u
ne , . d . fl . .
turaordinaria capacidad le influencia. Siempre puede ,""ex-
hicimos [la revolución], de modo que no puedes r l c1r: la
eClaman
nada». 1e
Culianu llegó incluso a desconcertar a Gabriela Ad
nu con su virulencia: «He hablado con todos los dem~lllqte¡.
.
nos exiliados importantes», dieice l a penoodi1sta. «El eraasd:cruma·
. . .. ueren
te. En primer lugar, porque 1ns1st1a en el papel d 1 ·
< i n ·< <. e!KG,
segundo, porque ve1a 1a rcvo uc1on, no como una rev01 .• •
. uc1on
robada, sino como un meuo d para mantener el poder a
de la flexiibilidad.
ili a..»
ravé,
Cuando acabó la entrevista, loan Culianu vio cómo Gbr
la Adamesteanu comprobaba el funcionamiento de su m: ne-
tofón. «¿Has grabado?», preguntó, pálido. Había olvidado~;
la periodista estaba grabando.
Esa noche hubo una tormenta de nieve en Chicago, que la
obligó a permanecer varias horas más allí. Después de acom-
pañarla al aeropuerto de O'Hare, volvió a casa lentamente en
medio de la nieve y la ventisca. Al llegar llamó a su hermana,
aterrorizado, y le contó lo que había dicho.
-Yo no me preocuparía -dijo-. No es tan malo.
El 22 de diciembre de 1990, el día del primer aniversario de
la revolución, Culianu dejó de escribir para el Lumea Libera de
«mutuo acuerdo», dice su director, Cornel Dumitrescu. Había
cumplido «su deber patriótico». La situación en Rumanía em-
pezaba a parecer irremediable, y él quería proseguir sus inves
tigaciones. Los directores, que habían recibido varias quejas
escritas acerca de «ese filosemita, Culianu, que atacaba el pa-
pel de su país en el holocausto», querían cerrar Scoptophila al
mismo tiempo que él.

La Navidad de 1990 en Amherst, en casa de Dorothy y Kurt


Hertzfeld, fue para Culianu una celebración diferente de la de
1989. EI año anterior había estado al teléfono, enviandº raxes;
amigos y corriendo de una habitación a ora con apres""%""
apuntes de las retransmisiones de la BBCy noticias de peno

292
. Ese año, en cambio, jugó al ajedrez contra el ordenador
"",, a preparar los manjares de la fiesta. Hizo el 'Y
ayu o h . d l . payaso en
un V'deo casero, ac1en o e signo de la victoria» qu Iese h 1alía
b'
rtido en su costumbre desde la revolución y utili id
convel : : . ' izan to
un péndulo para hipnotizar a Hillary, diciéndole que era una
agente de la CIA. A la hora de abrir los regalos, abrazó a HR-
llary en el sofá mientras los sobnnos cubrían el suelo de pape-
les de colores.
En enero de 1991, Ioan llam6 a su hermana para sugerirle
ue se vieran, con Hillary y Dan, en Francia esa primavera. In-
!tarían a Grazia Marchiano y Elémire Zolla e irían todos jun-
tos a pasar la Semana Santa a Bucarest. Tess propuso una alter-
nativa: loan podría ir en verano a Rumanía para la conferencia
de la Academia Rumano-americana, la primera que esa enti-
dad celebraría allí. «También era un congreso crítico para la
oposición», dice Mircea Sabau. Culianu dijo que lo pensaría.

En Chicago, durante el trimestre de invierno, dio clases so-


bre gnosticismo y maniqueísmo, y la tradición de la magia en
Occidente. Como muchos de sus cursos en esos años, el segun-
do tenía que acabar en libro, en este caso Memores ofthe Futu-
re: The Combinatory Art ofRaymundus Lullus and Its Mystical Use.
Culianu describió el libro en una detallada propuesta a Har-
perCollins. Tenía intención de relacionar el arte de la memo-
ria de Bruno con los descubrimientos en inteligencia artificial,
teoría de la complejidad y psicología, en un esfuerzo por com-
parar los diferentes modos en que la cognición crea el univer-
so. Culianu consideraba el arte de la memoria como la tradi-
ción más importante de misticismo en Occidente. «Todo
empezó en el año 1274, o quizá mucho antes, con la rueda de
Sefir Yetsira», escribió Culianu en la propuesta, citando su re-
lato «The Language of Creation». «Sus ruedas, dispuestas se-
gún los alfabetos hebreos, producirían el sublime lenguaje de
la Creación, el lenguaje que se encontraba detrás del mundo,
visible e invisible.»
La propuesta se centraba en las conjeturas místicas judías

298
según las cuales los procesos del universo se pueden imi
una construcción física de esferas o de ruedas inscritastar con
l :..:. del era• •• cone]
alfabeto hebreo. «Así, e moVImtento e as ruedas • el1 mo.
vimiento de los cuerpos celestes, y el lenguaje era el u .
:< 1. ty.. .z ; In1ver
entero», escribió Culianu. Ve1a en esta práctica mística y
ma unitario en su VIida: « N'unca en la hi1stona:. se ha exp nte
. . . resado
con más claridad la idea de que estos dos sistemas -el del l,,
guaje y el del mundo- no solo _son analogos, smo consubstan.
dales; manipulando el lenguaje, uno puede, de forma rea]
concreta, manipular el mundo que lo rodea». Y
En 1274, el arte místico de la memoria pasó a abarcar al
más que la memona, diuo, cuando un mal orqum . de cuarenta '8o
años llamado Ramon Llull tuvo una revelación en las agrestes
montañas de Mallorca. Llull inventó una máquina compuesta
de ruedas sobre las que escribió el alfabeto hebreo. La máqui-
na se parecía físicamente al sistema mental de círculos con-
céntricos imaginado por Bruno (que Bruno combinaba con
signos astrológicos). Lo que ambos hombres habían encontra-
do, era el principio esencial del ordenador: la lógica funciona
repitiendo y variando los mismos cálculos digitales simples.
Si entendiéramos que nuestra mente y el mundo que la ro-
dea funcionan con los mismos principios que un ordenador
binario, observó, podríamos predecir acontecimientos basán-
donos en las pautas del pasado. La fecha de entrega que pro-
ponía para Memores oftheFutureera el 31 de diciembre de 1991.

Culianu escribió tres borradores más de libros en los meses


del invierno 1990-1991. Dos formaban parte del mismo proyec-
to, History ofMind, para Macmillan, en tres volúmenes: uno de-
dicado a la ciencia, otro a la religión y otro a la filosofa. Elob
jetivo global de esos volúmenes era descubrir las pautas lógica
que había empezado a explorar en The Tee of Gnosis, en la his
toria de las tres grandes creaciones culturales de la humanr
dad. El proyecto de por sí ya era asombroso, pero unido a Th
Encyclopedia of Magic, la ambición de su intento de encontrar
una «clave del mundo» parecía extraordinaria

294
Todos los temas de su obra y de su vida a .
ropuesta final, titulada The Birth 0,1 .~a~ecieronjuntos
en su P I'TJnty: The Nomi
r t RerJolutwn, 1250-1450. Centrándose en los pe . 4, Una-
~asas»
m1ni.
de ta Edad Media, como caen, """"?s·no-
1o le )ccam, Ni1
1ás de Autrecourt y Nicolás de Cusa C 1. • -
co ., . , uianu quería
aemostrar que 1 a r"O""""9 1 "cntífica no podra haber tenia
luga r sin una revolución
., d
losófica previa que alt r.
erara funda-
l l
mentalmente la relación lel hombre con el mundo. «La n3
I
dernidad y sus ideas acerca
· de la infinitud del unive:rso», escri-.
bió, son producto, pnmero de la especulación y sólo d ,
. . 'fi N" , , espues
del experimento cientitico. icolás de Cusa tuvo que propo-
ner que la tierra era solo un planeta en un universo infinito an-
tes de que Galileo pudiera apuntar su telescopio hacia la luna.
Uno no puede descubrir algo sin antes imaginar la posibilidad
de su existencia.
Utilizó los trabajos anteriores de estudiosos como Allen G.
Debus, quien dijo que los científicos como William Harvey,
que ideó la teoría de la circulación de la sangre centrada en el
corazón en 1628, se basaban sin saberlo en teorías de los meta-
fisicos del Renacimiento. Harvey, Copérnico y la revolución
científica fueron el resultado, no la causa, de una revolución fi-
losófica asentada en supuestos tácitamente compartidos acer-
ca del mundo muchos siglos atrás. Aún hoy no somos cons- ~
cientes de pertenecer al mundo nominalista, escribió Culianu.
En este argumento tenía predecesores, como Stephen Toul-
min, que sugerían que no éramos conscientes de los supuestos
subyacentes a nuestros modos de entender el mundo. Lo que
llamamos el mundo «real», por tanto, es una construcción arti-
ficial.
Al final de una visita a Chicago, Hillary volvió a recordar ª
loan que solicitara la tarjeta verde, y él le enseno la declara-
ción jurada que había firmado. Hillary estaba preocupada por
l
SUs Planes para el verano. Quena , que Ioan se convirtiera pron-
to en ciudadano americano.
-¿Cuándo tendrás la tarjeta? -preguntó.
-Pronto. Antes de que vayamos a ninguna parte.

295
«Dr. Fausto:
gran sodomita y nigromante»

En primavera de 1991, las cuestiones planteadas por mu-


chos periodistas acerca de la legitimidad del gobierno de lliescu
le habían frustrado su intento de atraer la inversión extranjera.
Estados Unidos, que en los años ochenta había distinguido
Rumanía como el único país del bloque del Este en recibir la
categoría comercial de Nación Más Favorecida, la distinguió
como el único país post-comunista que no tenía dicha catego-
ría. Los disturbios de los mineros en 1990 debilitaron mucho lo
que el gobierno había ganado en respetabilidad con su victo-
ria en las elecciones. EI 7 de enero de 1991, Paul Hockcnos es-
cribió en la Nación: «Detrás de las escenas de Bucarest, el po
der está manejado y atacado por facciones militares rivales Y el
aparato de la antigua seguridad». Por estas cuestiones, las em-
presas extranjeras dudaban en invertir en un país donde «un
gobierno minoritario mantiene el poder principalmente a tra-
vés de una alianza con la extrema derecha», informa Reuters
News Service
Tres principales corrientes emergieron del caos: surgió una
nueva extrema derecha relacionada con la antigua policía de
seguridad, volvieron los antiguos comunistas a ocupar cargos
de poder públicos y privados, y persistieron las preguntas smn
Test 1, {r una supuestamente
puesta acerca de la revolución y la toI ,.
des, ] ·dente lliescu reco
"@parecida de Ceausescu. Incluso el pres
297
ció que una nueva «mafia», formada en gran pan
no d. I b e Por la
antigua policía de seguridau, controla a gran parte de la Vi
del país". . da
Las tendencias estaban relacionadas. Pocos creía
n que 1
rápido auge de la extrema derec ha, por ejemplo, se hubie e
roducido de forma completamente espontánea. «El _ra
P ··• · :.: naci.
nalismo», escribió el ensayista y activista polaco Adan M;
fi . dte) l comunismo».
nik, «es el último refugio . EIl fascismo uch.
,.
:..:. 61, mis.
co rumano, que en su renacmmento tocó la fibra sensible,
Parte de un pueblo
,
desonentado, frustrado Y políticam
. l ad o. « La id ente
iletrado, también fue mampu 1 eología de la extr
ma derecha garantizaba básicamente el dominio de divers e-
negocios por parte de los antiguos oficiales y miembros de ~s
policía de seguridad», concluye el director de Romania Liher;
Petre Bacanu. Citaba como ejemplo la figura de Iosif Cons-
tantin Dragan, el rumano de extrema derecha establecido en
Milán que había mantenido una estrecha relación con Ceau-
sescu. Bajo el nuevo régimen, Dragan fue el primero y, duran-
te varios años, el único individuo particular en conseguir una
codiciada licencia para dirigir un programa de televisión in-
dependiente. Según Romania Libera, se creía que Dragan ha-
bía financiado Romania Mare y otro medio de la extrema de-
recha.
Mientras el fascismo crecía en los países de Europa del Este
en 1991, en Rumanía disfrutaba del beneplácito oficial porque
los partidos extremistas proporcionaban el apoyo que Iliescu
necesitaba para gobernar. Aunque el presidente denunciaba
en público a la extrema derecha, mencionando «provocacio-
nes de la Guardia de Hierro» para justificar el primer ataque
de mineros en Bucarest, el partido gobernante mantuvo un~
alianza parlamentaria con los partidos nacionalistas más fana-
ticos. El resurgimiento de los antiguos sentimientos de
Guardia de Hierro en los escritos de destacados comunistaS pa-

"William McPherson, «Who Won in Romania?», Washington Post, 16


diciembre de 1991, pág. CI.

298
pamánia Mare parecían promovidos por al n .
1? ¡gua Securitate. "gunos miembros
Ae la ant
En definitiva,.den 1990, los
'd
términos como d
erec
h . .
a e 1zquier
h abían perd1 o su sentuto, como Culianu
da b' l' . 1 . sugena en Eros y
m@"
ea. «No halía logica en el
31,·:<. ·di
antisemitismo», d - y
'lec1a el veterano
l'der
1 de la pob, ac1on • ju1a. , Rumanía, el ya r.-1
en 'd b'
dJ 1ec1 o ra íMo-
Rosen. «Mas bien parecía una estrateoia de gent .
ses : 6"° (e que quie-
oder o quiere mantenerlo.» Rosen llevaba un .
rte P • • ••• registro de
invecuvas derechistas en los periódicos financiados por la Se-
curitate, que,,
formaban
<. ·'
un
Id
grotesco subtexto para la di 1scus1on
.,
pública, mas aun temen o en cuenta que en Rumanía q da-
ba tan poca población judía (la mayoría había emigradou: Is-
rael, a través de arreglos en los que Ceausescu se embolsaba
miles de dólares por los visados de salida). He aquí una cita tí-
pica de Constantine Burlacu, que publicó alabanzas a la Guar-
dia de Hierro desde Queens, Nueva York: «Mientras losjudíos
no dejen de esclavizar, aterrorizar y asesinar a la humanidad,
no sólo serán expulsados de todos los países, sino que serán
eliminados de la faz de la tierra». Este tipo de retórica era po-
pular en la nueva prensa ultraderechista. En el mismo número
de Rom@nia Mare, por ejemplo, se lec que los judíos dirigían la
televisión estatal con propósitos viles, y que rabí Rosen era un
«astuto estafador... y toda una nación ha sido sometida con en-
gaños a su voluntad». Esa publicación tenía una tirada de me-
dio millón de ejemplares.
Esa actividad tenía que estar financiada. En primavera de
1991 estaba claro que las cuentas especiales que'. según se ru-
moreaba, Ceausescu había ocultado en el extranjero nunca se
recuperarían. Estimada en cientos de millones de dólares, qur
, • , gran parte de la
za miles de millones, la fortuna provema en
111>... _ di d Hierro, visité la «Biblioteca
obtener datos acerca de la Guar a e Ie! ,
,; .ar.t
de 1 , - ., . . b n una habitación de un pe-
a Legión» en Bucarest. La biblioteca esta a e
- d 1 estación central, y la lle-
queño edificio en una oscura callejuela cerca e ª . -
ba . . dre había servido antano
va a tuempo parcial un joven ingeniero cuyo pa
en la legión. No tenía usuarios nacionales, que yo vera.

299
venta de visados de salida ajudíos rumanos que deseaban e .
grar a Israel y a alemanes que regresaban a lo que enton, i
odava Alemania Occidental, de la vena de arma , "
, ·1· ra y a
otros países, y la venta de tecno1og1a m1 uar soviética al pobi
no estadoumdeense+".Los . s pririmeros díuas detespués • de la 8rev ier-
ción, la gente exigía que se enconttrarara el ·ldilinero de Cea3 olu.
,z.

¿,
g, < 1, 'CScu
El Ministerio de Justicia contrato a a empresa canadiens q ·
contabilidad de Peat, Marwick, Thorne para hacer una a,4
. s . A ·
ria de sus cuentas bancanas en mza y. ustna:La pista condUJO
lIto
.
M
hasta el hermano de Ceausescu, larn, que encontraron ahor-
eado en su suntuoso piso de Viena, con su caja de caudales
cía. Al cabo de.un año, el informe del gobierno seguía sin ;.
blicarse, y los investigadores extrañamente callados. «Es un
asunto mortal», explicó uno de los investigadores al Washing-
ton Post. «Saber demasiado es peligroso.» Nunca se encontró el
dinero.
En toda Europa del Este, millones de dólares de los fondos
de la policía secreta y del gobierno desaparecieron después de
sus respectivas revoluciones, aunque en ningún país de forma
más conspicua y silenciosa que en Rumanía. El veterano perio
dista Tad Szulc observa en Penthouse que en Rumanía y en otros
países esas cantidades parecían financiar los cambios de carrera
de los antiguos miembros de la policía secreta, por ejemplo a un
servicio de inteligencia internacional, robo de tecnología, venta
de armas, asesinatos por encargo, e incluso negocios legales.
Según parecía, la revolución seguía en 1991, y en la confu-
sión la retórica populista y fascista se convirtió en una especie
de moneda de cambio. En lugar de condenar a la extrema de-
recha, por ejemplo, «reformistas» como el primer ministro Pe-
tre Roman, que erajudío, nombraban a los fascistas más faná
ticos para puestos clave. Los principales beneficiarios del caos
eran los que se aferraban al poder.

William McPherson, «Who "Won" Romania's Mystcrious Revoluúon?•,


Washington Post, 17 de noviembre de 1991, págs. C1, C3.

300
Como el mes de marzo ofrecía largos días d e Viento
.
Culianu fi:ue a pasar a Semana Santa Am
l Y frío,
Joan Id S , a 1herst H;
1lary Y 1os Hertzfel 1. e preparó para el trimestre de . con Ii-
ando estaba previsto que impartiera su asign pnmavera,
cu d l 1· . atura troncal d
undamentos e as reiugones comparadas» , e
dF .:. ',as1 como el cur
o basado en su proxamo congreso, «Viajes al más all' ·
s ·encías excrasensona ales». Re·ib;<
ec ió una separata d lay expe-
r-
n b d 1esu nuevo en-
sayo sobre Fausto,1d asa o en la conferencia que dinuoen Chi1icago
en 1987 y publica o a finales de 1990 en la &vue de ¡•u· .
· 16 Dn F; ·Tistoire des
p¿linions. Lo tituló «! r. 'aust, Great Sodomite and N
Ir" h ¿, 1 :..
cer». En su umorstco estilo, smtetJzaba las investigaciones de
ecroman-
toda su vida sobre el mito de Fausto, llegando a conclusiones
más importantes que las que había alcanzado anteriormente.
Orgulloso de su lucidez, mostró el ensayo a sus colegas más
apreciados de la facultad de Teología.
El ensayo examinaba la historia de los mitos de Fausto des-
de la antigüedad hasta el presente. Basándose en la obra del
pensador francés André Dabezies, Culianu demostraba que,
en la Alemania del siglo XX, Fausto se convirtió en un héroe de
la propaganda nacionalista y en la «encamación del hombre
occidental», para Oswald Spengler. Amigo de Culianu en Chi-
cago, a Anthony Yu le gustaron las ideas del ensayo lo bastante
como para hablar de un curso en común. «Vi en su interpreta-
ción indicios del mito de Icaro del hombre derribado por vo-
lar demasiado cerca de dios- o del mito cristiano del que se ex-
tralimita, y sugerí que examináramos variantes de ese mito
desde la antigüedad hasta el presente.»
El ensayo concluía con un comentario sobre el papel del
mito en los tiempos modernos, cuando la humanidad haper
dido su primitivo sentido de relación con el cosmos. Culianu
estaba de acuerdo con Eliade en que la clave de los mitos no
era su contenido sino el procedimiento de narración. Los mitos
eran resultado de una universal . 1 tad de repetir»
«volun , . histo-
· un procedimiento que crea una paz cos
nas, - mica
. mistuca
. en e, 1
id d la historia no ten1a
narrador y en su público. El contento e ª b t
.
tanta importancia; . l' ser como «un ro e
de hecho, un mito sol1a
301
uyo significado nunca llega a eclosionar». La razó
c 4.6. .. ' por]
cual la historia de las re 1giones era tan importante a
. ., d en Una
época laica de desorientac1on y e nuevo fundamentai·
era porque «los cambios . en lz id ·id
l as ideas occidentales se produ
Hsmo
mucho más deprisa que los que tienen lugar en otras n
. ·l' El · "
del mundo». Cuhanu conc ma: « mito, ser un trans . al Parte,
·. ifd
rivilemado de s1gni ca o soc1ial, , es tam,bi6. ién el mejor inim1sor
P t,· l b' . , Stru-
mento para descifrar los objetuvos mas o menos ocultos de1,
el
sociedad... El mito está precisamente basado en olvido. Pero no ,
un remedio contra el olvido, sino un mecanismo de engaño par,
establecer una continuidad perfectamente arbitraria y, por tanto, ilu~
soria, en el mundo, que de otro modo es incierto y siempre cambiante,
En 1991, no se podía ofrecer una explicación más clara de l
confusión en Rumanía. Culianu encontró en Fausto no sólo
la clave del destino de su mago favorito, Giordano Bruno, sino
también resonancia para su viaje personal. Como la narrativa
de Culianu, el ensayo enlazaba las tendencias separadas de su
vida: su pasado, su investigación académica, su vida corriente y
los violentos acontecimientos del mundo.

Tess siguió insistiendo para que loan volviera a Rumanía, y


él siguió posponiendo la decisión. Se sentía cada vez más desa-
zonado. Un viernes por la noche llamó a su amigo Dorin Tu-
doran.
-¿Qué opinas del artículo que te he enviado?
Tudoran hizo una pausa. Culianu le había mandado recien-
temente un artículo acerca de la psicología de la Guardia de
Hierro como movimiento fundamentalista afín al Ku Klux
Klan o a las nuevas milicias de Estados Unidos. Estaba escrito
en el habitual tono incendiario de Culianu en temas políticos.
Empezaba con el análisis de un nuevo libro sobre fundamenta-
lismo de Martin Riesebrodt, y había incomodado a Tudoran.
-Mira, Nene, creo que deberíamos esperar para publicar tu
artículo sobre Eminescu. Por tu relación con Eliade, la gente
de la ultraderecha pensó que eras de los suyos. Y los enfurece
ver que los atacas y los acusas abiertamente.

302
-Ya lo sé.
_A la Securitate se le da bien manipularl :. 2

ue está escribiendo ese tipejo sobre nu os. Dirán: «Mirad


Jo ~Ya lo sé. estro amado país».
La próxima vez que recibas amenazas .
- , ªVIsa a la polic1a.

En marzo, Culianu terminó su introdu . ,
aaa
(yuo
o wora Relieions, que haba esca."",}3
• • •
"Boa
aoración con
wiesner. En sus pnmeras paginas expresaba con mas· I "da
ue nunca su 1idea de que lzas re1¡.-
1giones se desarr 11 b clan ad
q - . e . .
istemas Iogicos. reenc1as universales como la e
o a\an como
.. .
S .. . . ,. . . .. reac1on, escn-
1
bió, no se« ongmaron en a India ni 'atravesaron" Irán· están
resentes en todas. las mentes humanas que las conttemplan». '1
P
Pero mientras Eliade especulaba sobre el que esas pautas -
. . C 1· sur
gieran de l mconsc1ente, ulianu buscaba herramientas sofisti-
cadas para entender su base cognitiva.
Parecía extraño que presentara la síntesis más clara de sus
más atrevidas y controvertidas ideas en la introducción a un li-
bro firmado por su mentor. Dio una razón en su introducción
pidiendo una investigación continuada para descubrir las re-
glas cognitivas que subyacen en el desarrollo de las religiones:
«Para percibir esas reglas, los estudiosos necesitan más que in-
formación: necesitan información complejo». Dado que las reli- ~
giones se parecen a un programa de ordenador, sugiere Culia-
nu en una vena más utópica, podríamos invertir el siniestro
historial de la humanidad «reprogramando» las religiones pa
ra promover el respeto hacia el Otro. Definitivamente, disfru-
taba exponiendo sus ideas más importantes en los lugares mas
Inesperados, para exasperar a sus lectores como un estafador
mítico que subvirtiera la doctrina de su ídolo. Dijo a Hillary:
«El señor Eliade tuvo unas ideas bastante atrevidas después de
su muene».

T:ras meses de espera se entero, en aBrl


n e
d que estaba apro
fi •
bada " -·ió papeles otca
l a su t~rieta
y de residencia. Por fin consigu : o decano Chns·
es en su nuevo país de adopción. El antugu
803
Gamwell organizó una «Fiesta Verde» en su piso de Hyde p
para Culianu, con catering de Greg Spmner y MichaeíA,"
Culianu almorzó con Frances Gamwell el 2 de abril de 1991cca.
arte para hablar de la fiesta. Con anterioridad, él le h ,be_n
P • ·ibid alía
mencionado que había recibido amenazas por sus art; ,q
• :: ICul o s
políticos, pero ese día le dijo:
-Me están siguiendo.
-¿Quieres decir ahora mismo? -preguntó Frances Gamw U
mirando a su alrededor mientras salían del restaurante qu¡'
bía en sus queridos apartamentos Flamingo-on-the-Lake.
-Probablemente -dijo.
En la fiesta de los Gamwell, todo el mundo tenía que ir ves-
tido de verde, y toda la comida y las bebidas eran de ese mismo
color. Allocca y Spinner sirvieron fettucine de espinacas, lasa-
ña al pesto, guacamole, cerveza verde, helado de pistacho y un
pastel con glaseado verde. Durante la fiesta, loan habló de sus
planes de viajar con Hillary a Europa ese verano y mencionó
un regreso triunfal a Rumanía. «¡Nos lo pasaremos en gran-
de!», dijo, abrazando a Hillary. «¿Verdad, cariño?»
Hillary sonrió incómoda. No tenía deseos de ir a Rumanía y
le aconsejaba que olvidara el viaje. Le molestaban las llamadas
de Tess a altas horas de la noche, insistiendo para que fueran,
y se preguntaba por qué no podían sencillamente reunirse en
Francia con Tess y Dan, y con la madre de loan. En París, pen-
saba, sí que lo pasarían bien.
Culianu enseñó la bandera de Estados Unidos izada sobre
el Capitolio que Hillary le había regalado. Ahora, dijo, Améri-
ca da la bienvenida a su mayor patriota. En la fiesta, todo el
mundo aplaudió cuando hizo un pequeño discurso dando las
gracias a los Gamwell y a los invitados por celebrar el aconteci-
miento con él.
Después, mientras recogían, Michael Allocca se volvió hacia
Greg Spinner:
-Me alegro de que ya tenga tarjeta. Al menos, ahora estará
salvo.
Al final de la velada, loan no quería irse. Siguió dando las

304
r

ias a todo el mundo. Estaba radiante Co . ,


,,, camwell y lo pasó por las corina,, "ó el aspirador
de buenas noches hasta que todos hubiero:S parbedes. No dio
tas ., • d acalado de re
er y volvió a casa, caminando hacia el oscuro y gélido1,, ""
an con Hillary. Entre otras cosas, la tarjea· , &o Mi-
cI ' ., h; · la o verde era tam-
b1' én el úlumo paso ac1ad
la obtención de la pi d .
aza e titular
tras la cual empezana a tesempeñar un papel primordial en el
futuro de la facultad de Teología. Y entonces, dijo, podrían
ner fecha a la boda po-

Recibió las pruebas enviadas por Shambhala Press de Out of


Thi.s World: Other-worldly Joures from Gilgamesh to Albert Einstein
(Más allá de este mundo), que iba a ser distribuido por Rando
House. Esperaba que el libro lo sacara del ámbito exclusi:
mente erudito para introducirlo en el de la literatura america-
na, como preludio de su objetivo último: la narrativa fantástica.
Más allá de este mundo era ambicioso, apresurado e incon-
fundiblemen te suyo. En él examinaba «juntos, los géneros nor-
malmente separados de la ficción y la ciencia factual, y figuras
dispares como Bohr y Borges, Einstein y Gilgamesh», escribe
en el prólogo Lawrence Sullivan, de la Universidad de Har-
vard. El propósito del libro era presentar un recorrido históri-
co intercultural de los viajes a otros mundos, incluidos «los es-
tados alterados de consciencia, así como las experiencias
extrasensoriales y previas a la muerte». En su introducción,
Culianu sugería que «el espacio mental... posee propiedades
asombrosas, entre las cuales la más extraordinaria es la de no ~
limitarse a tres dimensiones como el universo ffsico». Esta ca-
racterística no era privilegio exclusivo de la imaginación, de-
cía, y observaba que las creencias en viajes al más allá eran un
versales en tiempo y en espacio, y parecen anteri9?
lenguaje mismo. No obstante, dejaba abierta la cuestuon
· A las ;galeradas
dón,de exactamente se producían esos viajes. +al;
se
adjuntaba la anticipada reacción de Caro) Zaleski, que ahia
. . ble guía a las mue as
escrito para la sobrecubierta: «Inestima . 1 -=
:. la spectivas de sueno Y
mansiones del mundo, vistas desde as pers
805
del mito, de las experiencias mística y chamánica, de la p
fa y de la ficción imaginaria». oso.
Como el ensayo sobre Fausto, Más allá deeste mundo
culminación de un largo viaje en su propia vida. Hat, ¡"/
do la investigación sobre el tema con la monografía p4n,"
en 1983 por E. J. Brill en Holanda, Psychanodia. Un año m !Cada
.. bl; d Experencas
. . del éxtasis,
- as tar.
de , Payot habia pu, ica o su . , más refina-
do que inaugurar1a su carrera en Francia. En el prólogo
·:.... que mostraba Culianu daese
libro, Eliade alababa e!·ldcommn1o
. e1 te-
ma, dando a entender que «e 1 autor tamién b está familia .
.• l . 1
do con otras formas de ascensión ce esua existentes en d;
nza.
• . • IIVer.
sos chamanismos, en China, la India, Australia, etc.». El libr
había sido traducido y publicado en Grecia y en Italia, y había
dado lugar a varios cursos en Chicago como «Religión y cien-
cia» y «Viajes al más allá», así como a la conferencia sobre
«Otros mundos», que tenía que dar en unas semanas.
Su estudio recorría diferentes vías de acceso a mundos que
exceden la percepción convencional, incluidos los sueños, los ni-
tuales chamánicos, las teorías sobre la cuarta dimensión, los
trances cxtáticos y la literatura fantástica. Culianu quería esta-
blecer los elementos comunes de esos mundos, pero la ampli-
tud de lo que abarcaba apenas dejaba ocasión de profundizar
en materias tan diversas como el mesianismo judío o la visión
griega de la vida después de la muerte. La tendencia Nueva
Era a tratar temas como las experiencias extrasensoriales y pre-
vias a la muerte indicaban su deseo de llegar al gran público,
pero para ello sacrificaba gran parte de la erudición que ha-
bría hecho el libro más útil en su campo.
El estudioso Andrei Oisteanu analizó Más allá de este mundo
en su introducción a la edición rumana que tradujo para la
editorial Nemira en 1994. La mayor contribución de Culianu,
decía, era su enfoque del chamanismo. Con la ayuda de drogas
u otros rituales sagrados, el chamán guiaba a la tribu afirman-
do que viajaba a otros mundos sirviendo así de conexión entreQ
• l •
la comunidad y los dioses. Antes de Culianu, el chamanis
era un concepto aplicado básicamente a civilizaciones secta·

306
. ·on ciertas influencias en Occident C .
ias, :h; <..e.
trado esquemas c amamcos en el mit
e. ulianu hab;
. a 1a en-
co? allá en Occidente, incluso en La div¡° gnego,_ los viajes al
más <.1e:. ma comedia de Da
gaba incluso mas tejos, tratando de camb· nte.
1
fanales de magia
tras •
y brferta di«iena4,,2
• •
; neto»
0 as esas prác
¡cas tenían su ongen cogmuvo en la mentalidad cham- . -
1, idea de una persona que ve cosas que los d ,_ @ntca.
..,.. l . emas no per .
n y cuyo pape consiste en comunicar dich ci-
be , _ . as cosas al pue-
b lo motivo el pensamiento y la acción de Culianu d sd
d 1 - El' d e e que
en suJ·uventu , .eyo a '1a, .e y tomó como mode1 os a 1os hé-'
oes de su narrauva.
r -
Oi~teanu sugena .que, d oculto. en la versión inglesa, tamb" 1en
El
había un ataque a liade, cuyo libro de 1951 El chamanismo y las
técnicas arcaicas del
. _ éxtasis. expresaba
fl . su teoría de que el chama-
d
nismo se extend1o por mniluencias culturales desde la India y
Asia. «En nmguna parte se referia a la obra de Eliade. Era una
omisión manifiesta, y tenía que ser intencionada, dado que
Culianu sí había citado el libro de Eliade en su precedente
francés.» Junto con su introducción a The Eliade Guide to World
Religions, Más allá de este mundo representaba la ruptura defini-
tiva con su mentor. Sin embargo, la ruptura de Culianu con
Eliade era entonces menos importante que su nuevo enfoque
de la historia, basado en la teoría de la infonnación, que suge-
ría que la razón de que los mitos de todo el mundo fueran tan
similares era que la mente humana seguía unos procesos men-
. tales o binarios similares, o incluso universales.

El 5 de abril de 1991, la revista 22 publicó la entrevista de va-


rias páginas hecha a Culianu en diciembre. Los redactores le
habían dado mucha relevancia colocándola en las páginas cen-
trales y titulándola con una de sus afirmaciones: «El mundo de
Europa del Este: una trágica pérdida de tiempo, de vidas hu-
manas y de talento». Dividida en dos pares, esa primnaP9""%
1
de relieve sus más virulentos ataques contra el papel que a ª
d - .- 1 nueva relación en-
esempeñado el KGB en la revolución y ª M' de en
tre la extrema derecha y la extrema izquierda. ás tarc ,

907
Estados Unidos, el columnistajack_Anderson confinnan
conclusión de la CIA de que el antiguo KGB soviéic ¡%
iercido su control e influencia en los acontecimien. "a
e] os de
revolución rumana.)
Cuando su madre vio la entrevista en Bucarest, sintió un
sombra cernirse sobre ella. Lo que la atemorizaba no e a
...:. r :..: "Tan la
llamativas afirmaciones sino el etecto Irracional que pro4 -;
:. .: 2. fc 'Oducia
el conjunto de la compos1c1on, con una totografia de su h¡
que yar no parecía del todº. e l mismo, fanqueado por dos ic~
<. Jo
nos que representaban mujeres llorando y una figura de C .
to. Pese a su formación científica, sintió algo en su fuero
no cuando vio la destacada entrevista. El especialista
in :
.· Tismaneanu, dte la Universidad en
ciencias políticas Vladimir de
Maryland, fue más específico: «Combinaba el sentimentalismo
de un poeta con la profundidad de un experto en ciencias po-
líticas. Era la acusación más devastadora de unión de la ultra.
derecha y la extrema izquierda que se haya visto hasta la fe-
cha». Los ataques más mordaces de Culianu se encontraban
en las observaciones que hacía al desgaire, como la crítica a
Romana Mare, que parecía sugerir a los lectores que decía me-
nos de lo que sabía.
Culianu no tuvo tiempo de meditar sobre el asunto ya que
le encargaron que enseñara los lugares relacionados con Elia-
de en tomo a la Universidad de Chicago al antiguo rey de Ru-
manía, Miguel, que ambicionaba volver a su país con un cargo
de dirigente similar al del rey Juan Carlos de España. Miguel
había subido al trono de Rumanía por segunda vez en 1940,
después de que su padre abdicara. Viéndose obligado a huir
en 1947, había conservado una fama de independencia y de au·
toridad porque había evitado el período comunista. Conside-
rado como la amenaza más seria al régimen postcomunista,_no
se le permitía el regreso a Rumanía, y se encontraba en Chica-
go en una etapa de su viaje por Norteamérica para recaudar
fondos.
Culianu no era partidario de la monarquía, pero acept?
acompañar al rey por curiosidad. Fue a encontrarse con Mi·

308
1 la reina Ana y su hija, la princesa M .
guek, y los llevó a la facultad de Teología p arganta, en Hyde
par ' h b' . o· ara presenta 1
fesores que 1abían conocido a Eliade. pjp les a los
pro M . . is rutaron d 1
añía mutua. arganta, una mujer exuber " a
coill P . :, rante y atra ·
'di'ó a loan que 1 es enviara sus libros y los d El' ctJva,
pt e , e liade. Esa
culianu te1 e1oneo a su hermana en F . · no-
ch
,1e, di +:. 'rancia. «Desde lue-
0 es un rey», lijo, sorprendido de su propia re .,
g ' d acc1on, «pero
or lo menos, es un rey e verdad. Quizá sea lo . ,
P Y d: mejor que po-
demos esperar». acepto arle su apoyo.
John Crowley Riéd
estaba en Chicago y llamó a su a •
Culi le migo para co-
mer con el. en ose, u1anu . .e habló de la estratega 1,.
• política
del monarca rumano. «Quiere organizar una campa- .
:. ·ild6la di'. 1na nacio-
nal con diez mi, ó ares», lijo. Pero reconoció que había acep-
ado ayudar y que se estaba convirtiendo en partidario del rey.
Un sabado noche, el 13 de abnl de 1991, asistió a una recau-
dación de fondos para el monarca en el hotel Drake de Chica-
go. Fue un acontecimiento extraño, contó más tarde a Hillary,
lleno de personajes sospechosos vigilando en las esquinas. A la
mañana siguiente, Grcg Spinner lo vio desayunando en el res-
taurante Salonica, cerca del campus. «Tenía muy mal aspecto,
como si estuviera resacoso o asustado de verdad», dice Spin-
ner. «Llevaba gafas oscuras, y parecía nervioso y malhumora-
do. Me dijo: "He perdido mucho tiempo en los últimos días".»
Unos días después, su buen amigo Moshe Idel fue a Chica-
go a dar una conferencia. Vieron la película Niki ta, dura de ma-
tar, sobre unajoven que, manipulada por un gobierno, se con-
vierte en asesina a sueldo. Después de cenar en Trader Vic's,
Culianu enseñó a Idel su entrevista en 22.
Hablaron rumano por primera vez desde la noche en que
se conocieron. «Es muy subversiva», dijo ldel de la entrevsta.
«Hay más.» Culianu le contó que, en el vestíbulo del hotel
D rake,k un hombre se dirigió . . . , a é)'l empujan . , dolo contra la pared.,

Ba.Jo - istola meuda en
su abrigo abultaba algo que parec1a una P
el bollsillo
· superior de la chaqueta. Ll levaba corbata Y una mu-
gnenta camisa blanca. , =adi -
M tanan -ana o.
- e dijo que si ayudaba al rey me ma
309
-Mira, será mejor que no vuelvas a Rumanía -le aconse·.
. "J0s
am1go.

En abril de 1991, Dumitru Mazilu, antiguo alto ca


. , fi al d rgo del
Frente Nacional de S;al'vación, ue ap ea o y herido en e·
bra cuando acabó su Iibn bn lza Te"IUción.
hbro sopre I .:<
Los dos en,·ne.
puchados que lo aacaron con a%,3 3ciar hablaban ,
mano. Se llevaron el manuscrito e azilu. Este tenía
hablar ante el Comlte . , de 1as Nac1ones
. Um"das, a1 día sigui que
, ente,
de la situación de Rumania.
El 27 de abril, el ex procurador general de Estados Unid
Edward Levi, organizó una fiesta de cumpleaños para Chri::
nel Eliade en su piso de Hyde Park. David Tracy estaba allí, así
como varias mujeres rumanas que eran las mejores amigas de
Christinel en Chicago. Entre ellas se encontraba Maria Econo-
mou-Zarifopol, tía política de loan que entonces vivía en Bloo-
mington, Indiana. Después de la fiesta, loan la llevó en coche
hasta la estación de autobuses de Greyhound y la ayudó a subir
el equipaje.
«¡Estaba tan feliz y entusiasmado con la idea de volver a Ru-
manía y ver a su madre!», recuerda Maria.

Desde el 3 hasta el 5 de mayo, fue el invitado especial en el


segundo congreso Chimera, «La estructura de la magia», que
tuvo lugar en Schaumburg, Illinois. El autor estrella, John
Crowley, le había pedido que hablara. Con sesiones tituladas
«Utopías, cosmología y estafas» y «¿Por qué la teoría del caos
resulta tan irritante a los verdaderos científicos?», el congreso
fue toda una experiencia intelectual. Spinner asistió, y vio a
Culianu después de desayunar en el Schaumburg Hilton. La
gente se acercaba y pedía al autor que les firmara el libro Eros
y magia.
«Nos encantó», dijo la coorganizadorajennifer Stevenson.
«Desmitificó el eros, hablando de cómo la Iglesia lo había me-
tido en la cocina con un delantal.» En la revista del congrcs?
Culianu y Wiesner publicaron «The Secret Sequence». Culia

310
ó con Crowley y planeó una idea para 11 . .
%; como profesor invitado. evar al escritor4
chica8
Esa noche, Cali 1
u.1anu teyo ante el grupo «The La
ion». El relato ponía en escena los much 'uage of
crea . d I os aspectos de su
'd y empieza con tan o e pasado de una extra· .
vida
4a que el narrador
d
9"9Pa na caja de mí
enuna subasta de la extrema á
a rumana en Ho an a. En el, Culianu utiliza ~ .
reCIh , 1ali reterencías a
nmiscades, lecturas, casu lidades, a la historia y a p .
an" de libr asayes ente-
ross de su propuesta e 1 ro Memories of the Futre. ·7y aca1ba con
1a decisión por parte del narrador de huir de su pasado.
Al día siguiente, Hillary le hizo unas fotografías para 1 •
· · • de The Ti'ree o,r0n
xima pubhcac1on ª pro-
· prevista para diciembre.
y osis,
Iluminado por la rosada luz del sol reflejado en el lago, el piso
estaba muy hermoso. Los biombos chinos, lacados en negro y
oro, uno con lirios y otro con grullas, parecían resplandecer.
Echados sobre el cubrecama rosa y azul, loan y Hillary hicie-
ron planes para el verano: irían a Francia para asistir a un con-
greso internacional de la Academia de Religión. Se reunirían
con Tess y Dan, alquilarían un coche y viajarían hasta Ruma-
nía. loan estaba entusiasmado con el viaje.
Intentó convencer a Hillary de que se quedara para su con-
greso sobre «Otros mundos». Estaba nervioso por las prepara-
ciones de última hora. EI 13 de mayo, Hillary le dijo que no,
aduciendo las exigencias de su propio trabajo. Cuando se hu-
bo ido, loan habló por teléfono con su madre, en Amherst.
-Hillary me dice que ya tenéis planes para este verano -dijo.
-Todavía no es seguro. Quizá... quizá vaya yo solo a Ruma
nía a finales de verano a ver a mi madre, pero no me llevare ª ~
Hillary. Es demasiado peligroso. d
Al llegar a Cambridge Hillary llevó a revelar las fotos 1e
loan. Algo raro debió de pasar con la cámara. Todas salieron
con la imagen doble.

!Hl
Rosas en la puerta

Yo sentía que el mundo es un laberinto, del cual era impo-


sible huir.
Jorge Luis Borges, «La muerte y la brújula»

En mayo de 1991 anunciaron para ese mismo mes las tan de-
seadas elecciones rumanas. Luego las atrasaron, por cuarta vez
en un año. Los periodistas pensaban que el gobierno esperaba
que llegara el momento en que estuvieran seguros de ganar.
Una semana antes del congreso sobre «Otros mundos», Do-
rin Tudoran habló desde Washington con Culianu por última
vez.
-Tengo que decírselo a mi madre, pero no puedo -dijo Cu-
lianu.
-¿Decirle qué?
-Que no voy a ir. ¿Podrías llamar a Tess y Dan y decírselo?
-Lo haría, pero no está bien que sea yo quien llame. Qué
pasa? -preguntó Tudoran.
-Pues... que me temo que esta vez tengo motivos para tener
miedo.
-No pienses en eso. ,
Tudoran ya había vuelto una vez a Rumanía, incluso había
conocido al presidente Iliescu. Hizo una pausa.
-¿Ha pasado algo nuevo?
-Es sólo una sensación. No sé si pasa algo distinto .
d 'osie
más grave, pero tengo la sensac1on e que esta vez va en . s
l. , Nlene.
-Habla con la policía,
seno
'
-Lo pensaré. ·
-Hazme caso, habla con la policía.

El martes 14 de mayo, Culianu dio su clase sobre «Fu da


mentos de las religiones comparadas», de 10:00 a ll:30 ~ :
ando a los alumnos a asistir al congreso deljueves en t,¡,
ir a clase. Pidió a Spinner y Allocca que lo ayudaran a trasladar
a los conferenciantes desde el aeropuerto de O'Hare hasta su
alojamiento en McGiffert House.
Dos mañanas más tarde, bajo los ángeles de madera del sa.
lón de actos del Swift Hall, Lawrence Sullivan presentó la po-
nencia que inauguraba el congreso, Utulada «Nuevas perspecti-
vas en el estudio de la muerte y del más allá». Mientras hablaba
Sullivan, Culianu buscó con la mirada a alumnos y colegas. La
revista de la universidad había hecho publicidad tanto de su li-
bro como del congreso en su último número, en que había to-
mado la precaución de observar que él era «escéptico en lo que
respecta a lo sobrenatural». El nivel de asistencia no era tan ba-
jo como temía; el congreso había conseguido atraer incluso a
las hechiceras y diosas de los rincones más remotos del campus.
El congreso ofrecía cuatro sesiones en dos días, sobre los
temas «Muerte y más allá», «Muerte y éxtasis», «Más allá de
los viajes a otras dimensiones» y «Nuevas perspectivas de estu-
dio». Especialistas como Elliot Wolfson de la Universidad de
Nueva York, David Halperin de la Universidad de Carolina del
Norte y Adela Yarbro Collins de Notre Dame, presentaron sus
trabajos sobre los viajes visionarios en las culturas hindú, bu-
dista, judía, cristiana, islámica y grecorromana. En conjunto,
las sesiones estuvieron más dentro de los límites de lo académr
co de lo que sus provocativos títulos podían sugerir. No obstan
te, fue un simposio inusual porque «no había competitividad»
observa Caro) Zaleski. «Esos eruditos de talla internacional
compartían simplemente sus trabajos.»

314
Vna de las charlas más interesantes, titulada «Muerte y ex e-
encias previas a la muerte, en la actualidad», fue la de Za1e¡,
fJ' ciendo un recomdo por las características comunes de
Ha- ., : :. ], 1 1os re-
1tos de expenenc1as prevas l aa muerte, interpretaba esas histo
. como intentos de construirse una «identidad personal y con-
oas
tinuidad frente a la muerte». Empezaba hablando de la
negación de la muerte en la cultura occidental, partiendo de la
idea de Freud de que la humanidad ha olvidado que «el recuer-
do permanente de los muertos se convierte en la base para su-
oner otras formas de existencia». Zaleski sugería, y luego cues
ionaba, la idea de que en Occidente vivimos en una cultura de
«prolongada adolescencia», primero negando la muerte y luego
obsesionándonos con ella. Llegaba a la conclusión de que la ac-
tual fascinación popular por los testimonios de experiencias pre-
vias a la muerte «expresa una intensa y extendida preocupación
en nuestra sociedad por los problemas de identidad personal».
Al final del congreso, varios de los participantes felicitaron
a Culianu. Había sido totalmente fascinante, dijo uno. Has res-
taurado la tradición de la facultad de Teología, dijo otro. «In-
dispensable para cualquiera que se interese por el misticismo
o por la experiencia religiosa», escribiría más tarde John Co-
Uins acerca del libro de Culianu que trataba del tema.
La última noche Culianu llevó a Carol Zaleski, Alan Segal,
Greg Spinner y Nathaniel Deutsch a cenar fuera. Había niebla,
y se perdieron varias veces en el bajo Wacker Drive, en el vano
esfuerzo de Culianu por mostrar la arquitectura de Chicago a
Zaleski. Durante la cena, recuerda Segal, Culianu habló de sus
artículos políticos. «Dijo que estaba en peligro. Dijo que se ha-
bía creado enemigos, y que algunos de los que pretendían lu-
char por la libertad trabajaban en realidad para el KGB.» Na-
die en la mesa le prestó atención. «Primero», dice Segal, «yo
estaba al corriente de la situación en Rumanía. Y pensaba, za
quién le interesa lo que tenga que decir un académico?».

El viernes por la noche, Culianu estaba exhausto. Dijo a


Greg Spinner: «Nos reuniremos cuando todo esto se haya acla-

315
rado», y se dirigió hacia casa, donde tenía intención de ¡;
las pruebas de The Tree of Gnoszs a lo largo del fin de s sar
. l ·'cdn
además de descansar y de jugar al ajedrez con su orden
eman, "
< l "nado,
Cuando Spinner le pregunto por sus pianes para el vera ·
dijo: «No iré a Rumanía de momento, pero quizá vaya e no, le
tiembre». Eso significaba no asistir al primer congreso
. R -
:sep-
eJa
Academia Rumano-amencana en umama, un simposio
...:.. ·id bz d
los dirigentes de la oposición consideraban le gran importan.
que
cia, pero Culia nu había abandonado mas o menos la políti
, - . 1 ca.
No sabía hasta que punto senan . . senas as amenazas que re
cibía, pero compró sprays de gas 1rntante y una alarma especia}
detectora de movimientos para colocarla encima de la puerta
de entrada de su piso.
El sábado por la mañana, llamó a su hermana a Poitiers. Le
anunció que Hillary y él irían sólo hasta Francia, y preguntó si
su madre tenía suficiente salud para viajar a París.
-Pero ¿por qué no ir a Rumanía? -preguntó Tess-. ¡Hay tan-
ta gente que tiene ganas de verte! Podrías hacer mucho bien
allí, y estás en un buen momento, un momento importante.
-He recibido llamadas telefónicas no del todo agradables.
-¿Ah sí? ¿De quién?
loan se echó a reír.
-De Vaca Romaneascá.
A Tess le hizo gracia el juego de palabras. Vatra era el nom-
bre del movimiento cultural derechista. Y Vaca significaba vaca.
Tess reflexionó unos instantes.
-Todo el mundo recibe amenazas -dijo.
Le parecía raro hablar con él sin oír el zumbido de la gra
badora en la línea. Estaba acostumbrada a oírlo cada vez que
alguien llamaba a Rumanía.
-Tienes que ir.
-Bueno, quizá.
-Si vas, estarás más a salvo que si te quedas allí.
Nunca lo había visto desde esa perspectiva, a pesar de que
había escrito en un artículo para Lumea Liberá que volver ª su
país equivaldría a mostrarse favorable al régimen.

316
Culianu no mencionó
.
en la conversación con
l fi' .
h
su 1ermana
e1 u'Jumo mensa
. Je l:te e omco • que había recibido ,mas
- cnpuco
- .
que cualquiera de as demás amenazas. Le dijeron que llamara
a un número determinado exactamente a las 13:00 el 21 de
rnaYo, el día del santo
. de su madre. ¿De... quién sen'a ese numero.r
, ...
pespués de decir a su hermana que la quería, colgó y llamó
un amigo que se ocupo de que pudiera alquilar un coch
a . . h R .<. 1e en
Francia y viajar asta umanía. «Reserva el coche», dijo. «De
roomento puedo conservar los billetes.»

Durante todo el día se sintió agotado, de modo que descan-


só, leyo y escribió cartas. Compro los hbros de Eliade en la li-
brería Cooperativa del Seminario y los metió en una caja con
los suyos para enviarlos a la pnncesa Margarita a Ginebra. Em-
paquetó otro ejemplar de Más allá de este mundo para Gabriela
Adamesteanu, redactora de 22, para enviárselo a Bucarest.
Se sentó a escribir una larga carta a su madre, adjuntando
una tarjeta de felicitación por su santo. Le contó lo que había
sucedido a lo largo de la semana y le envió fotografías del día
que había pasado con los reyes y del cumpleaños de Christinel
Eliade. En todos esos años de exilio, incluso en los períodos de
mayor vigilancia, las cartas y tarjetas de felicitación a su madre
siempre habían llegado con rapidez.
Haciendo pausas de vez en cuando para hacer ejercicio con
su bicicleta estática, revisó las galeradas de su libro The Tee of
Gnosis, su obra académica más ambiciosa. Ofrecía un recorrido
por los gnosticismos desde los maniqueos hasta los nihilistas,
centrándose en los contrastes dualistas (entre el bien y el mal,
lo espiritual y lo material) que las diferentes doctrinas tenían
en común. En su introducción daba nombre a su teoría de los
sistemas lógicos que se despliegan a lo largo del tiempo: «mor-
fodinámica», inspirado en la morfología de las ideas que pro-
puso el zoólogo escocés D'Arcy Wentworth Thompson. Basán-
dose en Thompson, Culianu sugería que las ideas seguian una
pauta en el tiempo, normalmente la de un árbol que se ramifi-
ca. Esa pauta podía ser universal, pero cada curva O nudo po-
817
día verse torcido por cambios de poder, guerras O p
. d l .
luntad de los dirigentes. Recumen o a imagen de u
orla . o.
. . gán
ter de Chicago echando al aire una moneda para decia¡. ó
.l b b ir Su si
guiente acción, Cu.ianu o serva a acerca de los h . ·
:. · d ereje,
gnósticos que «la vida es un mecamsmo e elección m . 1.
. l 'd
El mito también. Y en e1 mito como en a VI a, la elecció
u tiple:
vocada puede resultar morta.. 1 Lo fiue, ciertamente, paran iequi.
.
merables marcionistas, maniqueos, paulicianos y cátaros nnu.
¡r.
lucharon con las duerentes autonidada es, ftueron perseguidque
:. d 1br 1os
exterminados... En cierto mo o parece asom roso que se de-
rramara tanta sangre por tan poco».
Más allá de las religiones, Culianu buscaba interpretadon
del gnosticismo hasta en el darwinismo, el marxismo, e inen
en la moderna ciencia ficción de Philip K Dick. En su epílogo
mencionaba su futura lmea de investigación cuando afinnaba
que «prácticamente no hay sector en el mundo ni en la exis-
tencia humana que no pueda definirse como juego mental».
El final de su libro hablaba de las implicaciones políticas de
su pensamiento, que tanto le habían marcado. En referencia
los sucesos de Rumanía y de una vida huyendo del totalitaris-
mo moderno, observaba que ciertos juegos usados para el po
der «podrían poner seriamente en peligro dos de las más no-
bles conquistas de la mente y la sociedad occidentales: la
libertad de pensarlo todo hasta sus últimas consecuencias no
debería verse interferida por ninguna autoridad, y los peligros
de la libertad no disminuyen al suprimirla».
Harold Bloom, de Yale, calificó el libro de «profundo estu
dio del dualismo religioso occidental; una crónica inmensa•
mente erudita de la gnosis; y ante todo una teoría de la dinámi
ca cognitiva de la que proceden las formulaciones religiosas».
En la sobrecubierta, Bloom predecía: «Durará mucho tiempo».

El martes 21 de mayo, Culianu llevó sus paquetes al campus


para enviarlos por correo después de las clases. De 10:00
11:30, dio su clase sobre «Fundamentos de las religiones com-
paradas». El tema del día era el gnosticismo, y habló basándo

318
tos capítulos centrales de las galeradas de su libro D ,
eenase llevo a Gwen B arnes una carta de recomend. •'espues
,
delt :. di56 1 1ac1on pa-
ar a limpio y se 1ngto a a feria anual del libro El
ra Pas . d' . . · am-
. te era mulutu mano y festivo, con la música a tod1o volu-
bien' 1
en y muchos de sus alumnos preguntándole acerca del
congreso sobre el mas. alla. Bromeó con un grupo que se reu-
ni.6 a su alrededor y vio a Alexander Arguelles dirigiéndose
±. 'o
ha-
. él. Alex parecía nervoso.
a-Toma _di':.Iº Alex-. P ara tu..
Era un libro llamado Guía de los lugares imaginarios de Alber-
o Manguel y Gianni Guadalupi. Arguelles expresó su preocu-
ación por la presentación que debía hacer ante los profesores
esa tarde, una redefinición de la ley espartana como salto es-
pectacular en la ética de la Grecia antigua y, más tarde, el mo-
delo del Estado ideal según Platón. El enfoque de Arguelles se
basaba en la metodología especulativa de Culianu, parafrasean-
do incluso su idea tantas veces repetida de que la mente huma-
na no había cambiado en muchos milenios, sólo sus operacio-
nes. Alex estaba comprensiblernente nervioso y se preguntaba
cómo recibirían los catedráticos su presentación.
-Es sólo un rito pasajero -le dijo loan, dándole unas palma-
ditas en la espalda-. No tienes nada que temer. Lo harás bien.
Nos veremos en un par de horas.
Se detuvo un momento en la cantina del Swift Hall y se diri-
gió al despacho de Gwen para dejarle el disquete con la reco-
mendación para su alumno. Recogió su correo y fue hacia su
despacho. Cerró la puerta (algo que odiaba hacer porque tenía
claustrofobia), descolgó el teléfono y marcó: 011.57.746.273.
Contestó una mujer. loan explicó que le habían dicho que
llamara a ese número.
-No, no dijo, con acento español--. ¿Quién es usted? ¿Quién?
Sonaba un fondo estridente de trompetas. loan oyo un
murmullo de conversación.
-Gracias -dijo. Y colgó. Se levantó y se dirigió hacia los lava-
bos.

319
Sentada a pocos metros de Gwen Barnes, la secretan d
facultad de TeologíaJudy Lawwrence sona -ba con un cucuªela
de helado de los que vendían d, d,Ietras dle l la 1·b
<
librería. Lavrucho
. ence
era una diminuta, atenta y competente secretana que co
tía despacho con Gwen y con otra secretaria, Pe'eggy Edwar4 ?mpar.
Hacia la una menos cuarto, Judy decidió hacer una pausa.
Fue hasta el ascensor y apretó el botón. Cuando el aseen
, sor
llegó, había un hombre dentro. E ra alto, tema quizá un metro
noventa de estatura, el pelo castaño oscuro,. la tez clara y 1os
ojos de un pardo claro. D urante unos instantes, la miró fii _
mente. Ella se estremec1o.·• Ja
Los ojos del hombre la aterrorizaron. Más tarde lo recorda-
ría con tanta precisión porque nadie la había mirado nunca
como él. «Tenía una barbilla puntiaguda y débil», diría más
tarde a la policía. Llevaba una camisa blanca de punto y de
manga corta. Tenía el pelo castaño oscuro y llevaba unas gafas
de vidrio grueso. Sostenía una bolsa de lona azul pálido o gris,
con asas azul marino. Tenía algo de barriga.
Debía de haber apretado el botón del cuarto, ya que Judy
vio que estaba encendido cuando ella entró.
El ascensor del Swift Hall era singularmente lento. Mientras
pasaban los segundos, Judy estaba tan atemorizada que saltó
fuera del ascensor en el último momento antes de que se ce-
rraran las puertas. Nunca había hecho eso en su vida. Pero ha-
bía algo tan terrorífico en el modo en que la miraba ese hom-
bre que sintió pánico. «Parecía casi un fanático religioso»,
diría más tarde.
Después de bajar por las escaleras y comprar su helado, vol-
vió a la tercera planta. Sobrecogida, vio al mismo hombre en el
pasillo, con su bolsa de lona, mirando una placa. Otro hombre
salió del ascensor detrás de ella, recordaría más tarde. Judy se
dirigió hacia su despacho, al final del pasillo. Gwen Barnes es
taba con los auriculares puestos, y Peggy Edwards estaba escn-
biendo a máquina. Judy acabó de tomar su helado. Habían pa
sado un par de minutos de la una cuando oyeron el disparo.

320
V
Juegos de la mente,
1991-1996
Viajes al más allá

Generalmente es posible... volver a algunos de los líderes


más inteligentes de una rebelión perfectamente Regulares y
admitirlos en las clases privilegiadas.
Edwin A Abbott, Flatland

Desde el principio, el caso presentó dificultades para los ve-


teranos detectives de Chicago Ellen Weiss y Al McGuire. Pri-
mero, con la esperanza de que Culianu resucitara, los paramé-
dicos se llevaron el cuerpo sin dar tiempo a que la escena
pudiera ser fotografiada o dibujada. Cuando McGuire y Weiss
llegaron a la tercera planta, treinta y cinco minutos después de
la primera llamada de Gwen Barnes, la sangre estaba esparcida
por todo el suelo del cuarto de baño, la gente había entrado y
salido sin ningún control, y los representantes universitarios
habían agrupado a los testigos clave en salas de espera, hacien-
do perder a los investigadores la oportunidad de conseguir de-
claraciones espontáneas.
Los detectives intentaron obtener pistas antes de que desa-
Parecieran en una tentativa de seguir el rastro mientras erare-
Ciente. Ni Weiss ni McGuire acabaron su trabajo de la primera
noche antes de las 2:00 de la madrugada, y no terminaron mu-
Cho más temprano las demás noches. La tasa de asesinatos del
distrito de Wentworth estaba entre las más altas de la ciudad,

828
pero en ellos solían usarse armas mucho mayores, más del es .
lo de un Magnum o una metralleta Uzi que del de un "
-
Beretta del calibre 25 era pequeno, como un revólver de .
·.Un
1 Las municiones· . mujer
que puede meterse en el1 b olso. eran ca
con esa arma era fácil errar el uro. ras, Y
Aparte de los problemas que planteaba la . investigació, 1los
1 h 1
detectives tuvieron que uc ar con os eqmpos de televis¡
:. b b :.:.
las emisoras de radio que uscaban noti cias. No tenían liten4j
Son y
mente nada que hacer publico: no había arma, ni móvil, ni t
· y cuatro anos
tigo, nada. «En los treinta - que 11 levo en esto, nun. es-
ca había visto una cosa así», dice su capitán Fred Miller, a
retrasó sus planes de vacaciones para supervisar la investiga.
ción.
Pero tampoco estaban completamente a oscuras. Al espol-
vorear el lugar del crimen en busca de huellas dactilares y con-
trastarlas con las huellas del calzado de la gente que había en-
trado antes de que llegaran ellos, consiguieron varias series
que no pertenecían a ninguna de las personas interrogadas. La
mayor parte, probablemente, no tenían importancia, pero una
de ellas, encontrada en la parte superior de una de las mam-
paras, venía de un lugar donde un asesino se habría apoyado
para disparar.

El martes por la tarde, junto al Swift Hall, se formaron gnu-


pos de estudiantes, que hablaban en tono acongojado, y se dis-
persaban antes de volver a reunirse alrededor de algún profe-
sor o cualquier persona que pudiera darles noticias. En la total
ausencia de información, proliferaron los rumores. Para disi-
parlos, el alumno de Culianujoel Sweek llamó al despacho de
las secretarias preguntando por él. Contestó la detective Ellen
Weiss. «El profesor Culianu está reunido», dijo. «¿Me puedes
dar tu nombre y tu número de teléfono?» Por su intento,
Sweek fue interrogado por McGuire, Weiss y otro detective.
«¿Tenía enemi gos?», le preguntaron. «¿Estaba a gusto en el de-
partamento?»
Los detectives comentaron entre ellos los resultados de tos

324
-'.nenes con detector de mentiras a profesores al
exa" robaron lzas ll ama1d as te ·lef.:.
e omcas y encontra Y 1 lumnos.
ComP . ron a confe-
·a a Colombia; consultaron los extractos d 1 .
enC . .z te la tarjeta de
ere4ito de Culianu, así ·como sus planes de viaje,
J
ye
ncontraron
e sus reservas para ir a Europa seguían intactas S .
qu B h b' . pmner,
A)Joeca y Gwen ares 1a 1an_declarado específicamente que,
Por sus temores, Culianu había cancelado su regreso a Ruma-
ía.
Culianu era un hombre obsesivamente metódico., s ·<
:z 31.< ibz ·, ,segun
descubno la policia, e 1 a a tomar cafe y al servicio casi a la mis-
ma hora todos los martes y los jueves, cuando tenía clase. Mc-
Guire y Weiss examinaron las listas de clase y vieron que no era
un profesor severo. Entrevistaron a estudiantes y colegas varias
veces. «Preguntaron si tenía amantes secretas, enemistades
con algún catedrático o algún alumno», dice Spinner, «pero
nunca acerca de las amenazas que recibía, su miedo ni sus es-
critos». Uno de los miembros de la facultad se burlaba de los
investigadores. «Wendy Doniger nos decía: "Nunca resolveréis
este caso"», explica McGuire. «Cuando íbamos allí, daba la im-
presión de que pocos profesores estaban dispuestos a hablar
con nosotros.»
A lo largo de los siguientes meses, la universidad denegó a
los equipos de dos cadenas de televisión el permiso para filmar
en el campus, uno a «Day One» de la ABC, y el otro a «Unsolved
mysteries» de la NBC. No se ofreció recompensa a cambio de
información ni se insistió al FBI para que resolviera el caso.
«La reacción de la universidad fue un clamoroso silencio», la-
menta una alumna, Elise La Rose. Mchos otros se unieron a
su indignación ante la muda respuesta de la universidad.
En las oscuras horas del miércoles por la mañana, los detec-
tives volvieron a llamar a Gwen Barnes para preguntarle si ha-
bía notado algo extraño en loan durante las semanas anterio-
Tes. A pesar de que Judy Lawrence dijo a la policía haber visto
a un hombre sospechoso en el pasillo, los investigadores no si-
guieron inmediatamente su información. «No parecía muy se-
gu Ta», observa McGuire, «y estaba como h.upnorizada Por toda

325
la policía que había allí». Lawrence adujo que estaba en
·
de shock el día dell asesinato, y que, al principio,
· · · no rel, estado :
:.:. ·1 ·1 :. lacion3
del todo su expenenc1a en e ascensor con e! crimen. P
. . d asaron
más de tres años antes de que l os mnvestuga lores enviara
brigada a escolarla hasta la sede del FBI en Chica¿ a
b d ara ela.
1
borar por ordenador un retrato ro ot e hombre. La d
·. Lz iemona
no había afectado a la memona de awrence. Recordaba el
idad como s·l lo hbi
tro con tanta clarila :.
ubuera visto el día ante: ros
enor
El 31 de mayo Hillary Wiesner fue a Chicago con su mad
su hermana y Kurt Hertzfeld para asistir al funeral. Viajaron re,
el mismo avión que el nuevo amigo de Culianu,John Crowl~
y la vieja amiga de Hillary, Carol Zaleski. Todavía conmocion;
da, Wiesner contó a Zaleski que un policía de Chicago la había
llamado para preguntarle quién podía querer asesinar a loan.
Cuando Hillary le habló de los artículos políticos de loan, el
policía preguntó: «¿Rumanía? ¿Dónde está eso?».
Hillary habló a Carol Zaleski de la película favorita de loan,
dirigida por Werner Fassbinder, basada en la novela Necroman-
cer. En ella, una figura de un juego de ordenador cobra vida
dice al niño que estájugando que ha encontrado un modo de
salir de su pantalla bidimensional. La figura consigue final-
mente salir al mundo tridimensional. Después de pasar un
tiempo con su nuevo amigo, la figura susurra: «He ideado un
modo de salir de aquí». Para Hillary, la película encerraba el
significado de la vida y la muerte de loan.
En su piso de la avenida Woodlawn, Christinel Eliade cele-
bró un velatorio tradicional rumano por el difunto. Una gran
fotografía de loan en blanco y negro colgada en la pared do-
minaba una multitud de velas encendidas. En el piso en pe·
numbra, Christinel sirvió pasteles y café mientras los invitados
hablaban de loan y lo recordaban. «Su presencia llenaba la ha·
hitación», dice Hillary Wiesner, que conoció a Tess Petrescu
esa noche. Christinel Eliade llevó a los demás a otra parte, de-
jando a las dos mujeres solas.

326
Al día siguiente,John Crowley acompañó a HiII
• · d lary, a su her-
1u
aa Nikki y asuma re cuando fueron al piso de I N
mi • d . 1. di C oan. « un-
ca Había visto nata
: 1gua1»,
• Ice rowley. «Tenía álbun mes dete to-
f

to s
dedicados a mstantaneas
-
de, sus lecturas personales d e tarot
aue se remontaban a anos atrás». Culianu había colocado un
aru cifuo dorado de=
metro
f y medio, procedente de As'1s, en 1 a
ared, y la pequena gura en esmeralda de una diosa en la al-
coba. «Pensé: Dios mío, nunca había visto a nadie así. Se toma-
ba esas cosas realmente en serio.»
Crowley describió su relación con Culianu como intensa
' .
menudo mágica, como
1 hi '
lo ucieron muchos otros. Eran casi co-
ya
mo hermanos de sangre. Pero la amistad había sido breve, sin
respuestas a las preguntas sobre el pasado que pueden com-
partir dos confidentes. Culianu producía «una sensación de
descubrimiento y de realización de uno mismo ligeramente
alucinante», dice Greg Spinner. Pero mucha gente se daba
cuenta a posteriori de que no lo conocían realmente.
Hillary y Nikki tuvieron que ir con Tess Petrescu a la policía
del distrito de Wentworth para que las interrogaran. Los detec-
tives Weiss y McGuire preguntaron por la llamada telefónica a
Colombia, por las finanzas de Culianu y por posibles enemi-
gos. «No conocía a nadie en Colombia», dijo Hillary. «Puede
que le dijeran que pusiera esa conferencia como táctica para
desviar la investigación.» Habló de los temores de Culianu y de
las amenazas que había recibido por asuntos políticos ruma-
nos. La escucharon pacientemente. Cuanto más hablaba, más
amenazaba la historia con disolverse en medio de las paredes
de ladrillo gris, los chirridos de las radios y los golpes de las
puertas del cuartel del distrito. Por su parte, Tess no hablaba lo
suficientemente bien inglés para intervenir en la conversa-
ción. «Me fui pensando que, bueno, lo estaban intentando, pe-
ro que de ahí no saldría nada», dice Nikki.
Ellen Weiss localizó a través del FBI en Colombia el número
de teléfono al que había llamado por última vez Culianu. Los
agentes de allí dijeron que el abonado no tema ' nmgun
· arela-
ción con Culianu. Los informes demostraban que la llamaba

327
había empezado a las 13:02 y había durado un minuto. los d
tectives concluyeron que se trataba de un numero equi e-.
• ·id 'id ·Hbi .:. "vocad
lo cual sólo habría tenido sentulo s1 ul1era sido una ll. '>
. , • cllllacfa
local, no un largo y comp1eJO numero 1ntemacionaI.

Los detectives volvieron una y otra vez al lugar del cn


releyendo el informe de 1.inspector me'dº1co d« e Cook Conmen"
Robert Stein que ofrecía dos evidencias: «El examen del cunty,
» • • 'uero
cabelludo no revela ninguna quemadura ni manchas», obser.
vaha Stein. Tendría que haber «manchas», a no ser que la pis-
tola estuviera al menos a 46 centímetros de la cabeza, razon
ba. La segunda evidencia era el orificio de entrada de la B1,
situado en la «zona occipital de la cabeza, a 11,50 centímetros
por debajo de la parte superior de la cabeza y 4 centímetros a
la derecha de la protuberancia occipital externa». La entrada
de la bala sugería que Culianu se había vuelto ligeramente
cuando recibió el disparo. El asesinato era hábil, aunque no
necesariamente profesional. Un tiro disparado con revólver
pequeño en un sitio público no era propio de un pistolero.
«Matar de un solo disparo con un 25 no es fácil», reflexiona
Stein. «Parecía un asesinato de alguna mafia.»
¿Por qué no temía el asesino que entrara un testigo en los
lavabos? Quizá un cómplice vigilaba la entrada. ¿Por qué no
dos disparos, para asegurarse de que estuviera muerto? «Por-
que, si se hubieran producido dos disparos», sugiere Stein, «al-
guíen habría acudido inmediatamente». El antiguo jefe del
servicio de inteligencia de la Securitate Ion Pacepa fue más le-
jos: «Es una forma de ejecución típica del KGB: un tiro en la
nuca».
Un lugar del crimen es un texto, y el colega de Culianu An-
thony Yu analiza el escenario en que fue asesinado su amigo.
«Era ritualmente significativo. Representa una humillación sim-
bólica y fsica, una mancha, una impureza, es un sitio totalmen-
te profano para acabar una vida.» Sentado en su despacho lleno
de libros, Yu da la espalda a la ventana. «En realidad, me he pre-
guntado muchas veces si no se trataba de un asesinato ritual.»

828
na cosa que ninguno de los investigadores sabía
d C r , .
º . era que 1a
pecha del asesinato 1e ulanu tenía un significado profunda-
ente religioso, hecho que el asesino puso de relieve.

En el campus, el decano de · · los estudiantes Jim Le'ws


· con-
ultó a los alumnos para decidir si celebraban la habitual
aa de ta Escuela de Teología el miércoles o la cancel.
Alargaron la misa prevista que precedía a la comida. El pastor
invitado de ese día llamó por telefono a los amigos de Culianu
y les pidió que hablaran. Deutsch, Allocca, los profesores Frank-
iin Reynolds y Michael Fishbane, entre otros, aceptaron. Más
adelante se llamó a un psiquiatra de la universidad para que
consolara a los estudiantes.
De las personas más próximas a Culianu en la Escuela de
Teología, Gwen Bames fue la que sufrió más intensamente. La
noche del crimen, soñó que estaba en una habitación cerrada
y a oscuras. Lejos había una tenue línea de luz. Ella intentaba
llegar hasta la luz, pero su cuerpo le pesaba y se sentía cada vez
más aterrorizada, cuando de repente despertó. Tendría ese
mismo sueño durante varios años, mucho tiempo después de
dejar su trabajo. No fue sino unos días después del crimen
cuando recordó que había escrito años atrás un relato de mis-
terio en que un profesor era asesinado en la Escuela de Teolo-
gía. En su versión, el motivo eran los celos profesionales.
Delante de la puerta del despacho de Culianu los estudian-
tes dejaban rosas, lirios y notas cada día. Algunos rezaban. Tras
reunirse con sus conmocionados alumnos, Gilpin prometió a
Spinner, Allocca y Arguelles que los libros de Culianu serían
transferidos a una colección especial de la biblioteca y que o
bien se crearía una beca, o bien se colocara una placa en su
honor. Nunca se hizo nada de eso.

El asesinato de Culianu desencadenó una serie de extraños


sucesos, rumores y casos de desinformación en tod~_el mun;o.
En Bucarest, Elena Bogdan recibió 1 carta de su hijo dos lías
después del crimen, mucho antes de lo que hubiera llegado
829

LilliiiUL-11&14L%ill
una carta normalmente aunque loan la hubiera envi d
0
mismo día de su muerte. El sobre era exactamente igu\ el
los demás que había ido recibiendo de él a lo largo
-r l , d
d,' Que
nos. te-
1 d
nía la dirección de la Escuela le Ieologia le la Universidaq
:.
Chicago y sellos americanos. Si:mn em bargo, a diliferencia da de
. 51 1e los
demás, no llevaba mataSe 11 os amencano, so o rumano. La ra:
dez de la carta y la ausencia del matasellos americano pod _p1-
ser una coincidencia...:. di
o mnt1car al '
que alguien lzla había coi4uan
de la mesa de Culianu ese día, la había llevado a Rumaníagi ~
había enviado desde allí. Y
La fecha del crimen tenía un significado ritual: el 21 de ma
yo, para la Iglesia ortodoxa es santa Elena y san Constantino, el
día del santo de su madre. El día onomástico, en la religión or.
todoxa, conmemora la entrada de una persona en el reino sa-
grado. Durante los años de exilio de loan, su correo era siste-
máticamente retenido y abierto pero, en diecinueve años, la
tarjeta que enviaba a su madre el día de su santo siempre lle-
gaba sin demora y sin abrir.
En Ginebra, el rey recibió el 28 de mayo la caja de libros
que Culianu le había enviado, pero llegó abierta y vacía. Ga-
briela Adamesteanu recibió el ejemplar de Más allá de este mun-
do en el hospital de Bucarest, donde se estaba recuperando de
un accidente de tráfico casi fatal. Llegó con una nota de loan
con fecha del 21 de mayo de 1991.
Pese a la escasez de datos, uno podía tratar de construir el
perfil del asesino por sus métodos. El descubrimiento de una
huella dactilar diferente de todas las demás en una posición
extraña en la mampara del baño indicaba que no llevaba
guantes. Tampoco había usado silenciador. Ambos datos su-
gerían que el asesino quería actuar rápidamente y sin llamar
la atención pero, al mismo tiempo, había elegido un lugar
muy arriesgado. Al carecer de silenciador, parecía seguro de
poder matar con un solo disparo con el pequeño revólver,
cluso desde una posición precaria. La indiferencia hacia el
hecho de dejar huellas podría demostrar que el asesino sabia
que sus huellas dactilares no constaban en los archivos de Es-

880
os Unidos, según una fuente del FBI. La fech d 1 fi .
tad .b . . 1· b a e a ena
anU al del h ro· 1mp 1ca a que
. .una multitud de extraños- circu-
.
1aría por el Swift Hall. El significado religioso del día y la hu-
m. 1.IIación
. s1mbohca del lugar. eran• indicadoress de un acto
premed1tado
· y cruelmente vejatorio destinado a revelar l un
mensaye.

El 3 de junio de 1991, en la capilla Rockefeller, la presidenta


de la universidad, Hanna Gray, la administración de la facultad
de Teología y de la universidad, y los profesores rindieron ho-
menaje al profesor Culianu con sus alumnos, sus amigos, y
hombres y muJere_s rumanos que aparecieron como por ensal-
mo. Durante la misa, Bernard McGinn habló sobre el eros co-
mo fuerza dominadora del cosmos, y Gwen Barnes y Greg
Spinner leyeron pasajes de la Biblia. EI decano Gilpin citó a
Culianu: «No hay más resurrección que el río de las ideas», y
Wendy Doniger hizo un elogio: «¡El mundo está fuera de qui-
cio... !», dijo, citando Hamlet. «¡Oh suerte maldita... !/ ¡Que ha-
ya nacido yo para ponerlo en orden!»
En privado, Doniger expresó otra opinión: «Jugaba con fue-
go en muchas cosas», dijo. «Carecía del instinto básico de au-
toprotección. Culianu no entendió lo grave que eso era.»

En sus escritos, Culianu insistía en los mensajes profundos


que contienen hasta los pequeños detalles olvidados y las coin-
cidencias que se producen en nuestras vidas. Su muerte ofre-
cía una larga secuencia de detalles de ese tipo. En Washington,
por ejemplo, los miembros del Departamento de Estado pre-
pararon respuestas «guía» acerca del crimen para la rueda de
prensa que iba a tener lugar al poco tiempo. «El papel del ser-
vicio de seguridad rumano es una cuestión que no ha dejado
de preocuparnos», decía la nota oficial. «Hemos pedido al go-
bierno rumano que desmantele los órganos de la P?hci~ secre-
ta Y ponga las actividades del servicio de inteligencia bajo con-
trol democrático.» El punto final, marc~do ~on un_ «si se
pregunta», advertía: «Por supuesto, cualquier diplomático ex-
tran)'iiero destinado en
..
Estados Unidos debe actuar de
z. : acuenq
con sus funciones diplomáticas». o
El día del asesinato, un disidente de Los Angeles em
llamar por teléfono a los exilid ia os rumanos, diciendo q'Pez64
s

drei Codrescu también · ' h 1abia


b' mntentado
. d suicidarse.
id IueAn
Cuando
rumor llegó a la mujer de Codrescu, en Nueva Orleans .
·
resa de pánico, llamo, a su man"d o, que estab a vivo · y en ,plesta,
P . "d . , , ena
misión en Brasil. El d1s1 ente se convertria más tarde en
bajador de Rumanía :. en 1 las N: lacones
· U: Inilas.
id. Poco despa em-
:.i bl <: • ues,
Dumitru Mazilu, el pro emanco escntor que había sido ata
do en Ginebra, fue nombrado embajador en Filipinas, a
dejó de resultar problemático.
Andrei Codrescu habló de los rumores en su programa de
Nacional Public Radio dedicado al asesinato de Culianu, obser.
vando que la campaña de desinformación, que incluía afirma-
ciones de que Culianu era homosexual (como si eso, aunque
fuera verdad, constituyera un motivo para ser asesinado), era tí-
pica de la época de Ceausescu. «Quizá el profesor Culianu no
haya sido asesinado por razones políticas. Quizá los rumores so-
bre mi muerte hayan sido exagerados. Quizá haya sido un estu-
diante frustrado quien mató a loan... Quizá. Eso ayudaría a Ru-
manía a salvar las apariencias. Pero no devolverá a mi amigo.•

La desinformación se intensificó en las semanas siguientes.


El 7 dejunio, en una rueda de prensa, el presidente Ion Iliescu
hizo un comentario sobre el crimen afirmando que «un alto
cargo americano» le había dicho que no era un ascsinato polí-
tico. No obstante, un experto en asuntos de Europa del Este del
Departamento de Estado negó tener conocimiento de esa afir-
mación. En la retransmisión televisada de la rueda de prensa
presidencial, la pregunta del periodista y la respuesta de Iliescu
fueron chapuceramente cortadas, dejando sólo un repentuno
retazo, en medio de otra conversación, en que Iliescu niega al-
radamente cualquier motivo político en el «caso Culianu.
EI periódico oficial Libertatea publicó un pretendido infor
me de la policía de Chicago que afirmaba que ningún servc1o
de inteligencia, extranjero estaba involucrado en 1 .
d d . el crimen. La
h b
olicía no 1abia redactado ese informe. "
Exactamente un mes después del asesinato, ]
. . , e corresponsal
Radio Bucarest M lircea Podina hizo el siguient
de ne resumen:
Hemos sabido recientemente que en el último períodc d .
. • ' o e su Vida,
u
lianu se interesaba específicamente por una orgari- nzacon , sccreta
de los Legionarios en. Estados
.• Unidos. Entre otras personas, , fcorma1ban
Parte de dicha. organización 1tos hijos
. de Avram Iancu ( ... ) . Di'espues d te1
<

asesinato, [Hillary Wiesner] se llevo del domicilio de Culianu tres bol-


sas de contenido desconocido. Paralelamente, ella es la beneficiaria de
la póliza de seguro de vida del profesor, cuyo valor se calcula en 150.000
dólares. También tenía una cuenta conjunta con él de 90.000 dólares...
La principal conclusión que se deriva de esta investigación, que
ha sido categóricamente confirmada por el departamento de policía
de Chicago, es que no puede haber implicación alguna del servicio
secreto rumano en este lamentable caso.

Al absolver a la Securitate y culpar a los «Legionarios» o a


Hillary Wiesner, estas declaraciones apuntaban directamente
a la policía de seguridad. En conclusión, la desinformación en
la televisión, la radio y la prensa selecta sugería que quien es-
tuviera detrás del crimen tenía acceso a los medios de comuni-
cación rumanos.
En septiembre de 1991, unos diez mil mineros entraron de
nuevo en Bucarest y atacaron no sólo las oficinas de los parti-
dos de oposición sino también las del ala reformista del go-
bierno, encabezada por el primer ministro Petre Roman. Los
mineros se quejaban de sus sueldos bajos, sus malas condicio-
nes de trabajo y la subida de los precios durante la rápida tran-
sición hacia el libre mercado que propugnaba Roman. En esta
misteriosa rebelión de mineros, la cuarta en dos anos, nadie
parecía estar al mando, puesto que algunos de los manifestan-
tes estudiantiles atacados por los mineros un ano antes se un1e-
ron a ellos en esta ocasión. Al llegar a la entrada del palacio
Cotroceni, el presidente trató de aplacar los ánimos de la mul-

333

mm,rPA
t1"tud hasta que los manifestantes
:. di
exigieron también 5 •
u din;
s1on. Al final,' muchos mineros lij eron que habían sidIo en u-
:<.

- dos por quienes estaban en el poder: «Se aprovech ga.


na di Flac H¡.. 1aron,
explicó uno de ellos al 1ano ara. «. aceron creer a 1 '
. . d al d' os mj.
neros que habían paruc1pa o en go gran loso... así que
camos a los intelectual tes.>» ªta-
En el extranjero, los residuos de la .Securitate parecían estar
igual de activos que siempre. En noviembre, un miembr q
• d o cl
FBI afirmó que, mientras otros países te Europa del Este h.
bían reducido sus operaciones de inteligencia en Estados U .
dos, ceno podemos decir · l o mismo
. de R uman1a...
' Seguimn1-
• • 1OS
muy preocupados por sus 1ntenc1ones».
Se intensificaron las amenazas de muerte a otros escritores.
El periódico ultraderechista Rom@nia MMare atacó al amigo de
Culianu, y profesor de la Universidad de Maryland, Vladimir
Tismaneanu: «Ten cuidado, rata, la patrulla raticida va por ti».
En Washington, Dorin Tudoran empezó a recibir amenazas
que mencionaban a Culianu. «Recibí llamadas que decían: "Te
mandaremos con tu amigo Culianu".» En San Diego, el FBI
acabó deteniendo a los rumanos autores de las llamadas, un
padre y su hijo, que no confesaron por qué ni para quién ac-
tuaban. En Atenas, Grecia, el compañero de universidad de
Culianu, Victor Ivanovici recibió dos amenazas durante la se-
mana en que apareció su artículo sobre el asesinato. En mu-
chos de esos mensajes se usaba el anacrónico lenguaje del na-
cionalismo místico de la Guardia de Hierro. En las cartas que
le dirigían había incluso acentos obsoletos. Observadores in-
formados afirman que se trata de una vieja táctica de la Securi-
tate. En su libro Red Horizons, Ion Pacepa describe campañas
de desprestigio internacionales en que la Securitate utiliza la
retórica nacionalista para intimidar a los disidentes, inventan-
do a veces nuevos grupos de extrema derecha.
En enero de 1992, un artículo en Rmnania Mare celebró con
regocijo el asesinato: «Cautivado por el eros y la magia del Re-
nacimiento, y los viajes "al más allá"», decía el escritor Leonard
Gaviliu, Culianu «tiene por fin la posibilidad de realizar sus

334
i:,nvestigaciones». El estilo encerraba la alevosa retorica
z
t, .
ultrade-
ista que reaparec1a con un nuevo tono b
rec h ' o sceno en los
aros noventa.

Resulta imposible pasar por alto, para un rumano, l bo .


· ·,e ai mminable
rimen del que es autor el pigmeo de Chicago... CONTRA LA CUL
rJRA
1 v
RUMANA...,
El cadáver del W.C. lo destruía tod o.. nuestra pro-
sa, nuestra poesia, nuestro teatro, nuestras artes '» nuestra cmnemato-
.
grafía, nuestra filosofía, etc., aniquilando toda la esperanza que
tenemos puesta en el manana, pese, que conste, a que dio su artículo a
publicar después de la irreversible caída del régimen comunista.

Tanto el razonamiento, hiperbólico y retorcido, como el


obsesivo nacionalismo eran característicos de la nueva retórica
post-comunista. El artículo iba más lejos:

Pero el crimen más terrorífico de ese refugiado en la megalópolis


del gangsterismo que es Chicago queda manifiesto (...) en la nausea-
bunda apología dedicada a ese excremento sobre el cual no ha corri-
do suficiente agua en el retrete letal que le estaba preparado como
por obra del destino(...).
Esa pestilencia de Chicago nos reprocha el hecho de que Eminescu
nos enseñara a amar nuestro país como el don más preciado en nues
tras vidas. En la borboteante y fermentada visión del cerebro fecal de
Culianu, Eminescu y sólo Eminescu era culpable de que los rumanos
sufrieran de patriotismo, que podía ser una enfermedad psíquica. [Es
uno de los] privilegiados subordinados de quienes pretenden que Ru-
manía se transforme en una colonia dividida, fácilmente dominada
por los magnates de la "supermetrópolis", a quienes están vendidos.

El periódico se envió a los institutos de Europa del Este de


toda América del Norte. Sin embargo, ninguno de ellos lo ha-
bía pedido. El artículo provocó un renovado interés en el FBI
justo cuando los detectives de Chicago encontraron lo que pa-
recía su primera pista fiable.

885

ara.HA
Bajo el signo
de Capricornio: sospechosos

En Prospect Heights, Illinois, unajoven pareja que no sabía


nada de Rumanía ni de loan Culianu empezó a tener una serie
de experiencias extrañas. David Jedlicka, de veintisiete años,
era dueño de un estudio de grabación; y su mujer, SandyJed-
licka, de veintitrés años, trabajaba como contable en una im-
portante compañía aérea. Joven director de una productora
especializada en jingles publicitarios, alto y afable, Dave cum-
plía años el mismo día que loan Culianu, el 5 de enero.
Tres días antes del crimen por la mañana, DaveJedlicka se
sobresaltó en sueños. Tuvo una sacudida y murmuró algo.
-¿Dave? dijo Sandy--. Estás hablando en sueños.
Él siguió hablando durante unos veinte minutos. Tres días
después, volvió a hablar en sueños, y más tarde otra vez. Empe-
zó a hacerlo varias veces al mes. Le sucedía de madrugada o
por la nochc,justo cuando se quedaba dormido o antes de des-
pertarse. Se sacudía violentamente y se ponía a hablar de la vi-
da de la gente y de cosas sin importancia que les habían pasa-
do. Al principio, esas experiencias divirtieron a Sandy pero, al
repetirse sistemáticamente, empezó a preocuparse. Decidió
apuntar lo que decía.
Dave Jedlicka no creía en lo sobrenatural, y no le interesa-
ban las preguntas de su mujer, a pesar de que su madre era
una médium aficionada. Pero, con el tiempo, las experiencias

387
con una voz que decía llamarse Jessie siguieron produciénd
se, Y
tanto él como
.
Sandy empezaron a preguntarse que' 1Ieses o.
taba pasando. - ,.
La noche del doble cumpleaños de Ioan Culianu y de D
d , di 'ave
e l 5 de enero de 1992, espues te cenar . en un restaurante l.,
cal Davc y Sandy volvieron a casa y estuvieron mirando 1
ald ·< < H; . 1
a tele.
visión antes de retirarse onn1tono. ac1a las siete de l
.d H ama-
ñana siguiente, Dave tuvo una sacu d .1 a. « ay que encontua
niño que cumple años = 1
el mismo
diua que D: )ave», dijo éste co,
ral
voz atiplada e infantil.
-¿Te refieres a...?
Y Sandy nombró a un amigo.
-No.
-¿A quién?
Deletreó el nombre: I-o-a-n C-u-l-i-a-n-u. Sandy Jedlicka lo
escribió en su libreta roja de espiral. Para ella, no sonaba a un
nombre de verdad.
--Murió poco antes Jessie empezara a hablar. Sabía cosas.
Trató de enseñar. Era su trabajo. Vivía en un lugar grande de
estudio. No lejos -dijo su marido.
-¿Qué lugar grande de estudio?
-Su familia lugar lejano. Lugar malo. No bueno para ir. No
bueno para pensar. Por eso se fue.
Sandy escribió lo que decía su marido.
-Averigua qué sabía.
Su voz se desvaneció y dejó de oírse.
De principio a fin la experiencia duró un cuarto de hora,
quizá menos. Era la primera vez que Dave usaba un nombre
que no conocían ni él ni Sandy, pero no le dieron mucha im-
portancia hasta dos noches después, cuando volvió a hablar, en
esa ocasión con una voz más madura y educada. . .,
-Tenía formación de teólogo. Averiguad lo que escribió
(...). Es vuestra misión encontrar sus libros y aprender de ellos.
Venía de un país comunista. El nombre de su novia empieza
con H.
Pensando que un nombre aparentemente extranjero se en-

888
¡aría probablemente en Chicago, SandyJedli:ka 1B¡A
con .. : z IcI
' al»rió el
uso telefónico. Encontró
:.+¡
. un «Ioan Culianu» que viví;a en e. ·] nu-·<

meI0 1700 de • la calle Cincuenta y seis Este Algo ttemibltorosa,


z ..z'·

Ill=
arcó el numero. ¿Que ,
le diría?, se preguntó.· Oyó un mensa-
:. ¡ue decía que el telefono había sido desconectado P f
je q d d ·idi< . rorun-
,.n,ente intriga
de
a, ec1
di:
10 que el «lugar grande de est itudi1O»,
da
si estaba cerca e esa lirección, tenía que ser la Universidad
de Chicago. Empezo a llamar a cada una de las facultades para
encontrar a esa persona.

En la misma ciudad donde vivían losjedlicka, Adrian Szabo


y su amigo Johnny fueron arrestados y acusados de los delitos
de «agres1on con armas, lesiones y robo». Los detectives cono-
cían el nombre de Johnny por la víctima, el director de una
empresa constructora que lo había empleado durante un bre-
ve período de tiempo.Johnny estaba furioso por las pagas atra-
sadas que, según él, la víctima le debía y, el 24 de septiembre de
1991, pidió a su amigo Adrian que lo «ayudara» a cobrar el di-
nero. Los dos se dirigieron a casa del hombre. En la refriega
que se produjo, Adrian sacó una pistola del calibre 32 y golpeó
al hombre varias veces en la cabeza antes de huir corriendo.
Les llevó tres meses, pero los detectives de Prospect Heights
consiguieron localizar ajohnny en Anaheim, California, don-
de la policía local lo arrestó el 21 de diciembre para extraditar-
lo a Illinois. Ante la perspectiva de una fianza de seis cifras y
una pena de prisión, Johnny no tardó en delatar a su compa-
ñero. Dijo a la policía que Adrian trabajaba para una organiza-
ción criminal de Europa del Este envuelta en asuntos de tráfi-
co de drogas y de asesinato a sueldo. Los detectives localizaron
a Adrian, camionero en paro y padre de dos niñas, por los in-
formes del impago de su Toyota. Hacia las nueve de la maña-
na, a principios del mes de febrero de 1992, mientras se despe-
día de sus hijas con un beso, Adrian oyó llamar a la puerta. Dos
detectives y un policía irrumpieron y lo arrestaron.
Cuando empezaron la investigación sobre Culianu, los de-
tectives Weiss y McGuire habían enviado una nota a los depar-

339
tamentos de policía acerca de crímenes con un 25, un armar
lativamente inusual. Recordando la nota, uno de los detectives
locales advirtió que Johnny, tatuado, musculoso y de baia
.b 25 A . ' l esta-
l :J
tura, tenía una pistola del ca1 re . so a os detectives del
dis1tn.to de Wentworth del arresto.• Al McGuire
l .
se desplazó
_ para
interrogar al sospechoso, que tenía unlargo historial de robo
asaltos y acusaciones de embnaguez publica, y era buscado'
. hº por
violación en M icl agan.
Al principio,Johnny habló francamente, jactándose de que
Adrian «trabajaba para la Securitate». Cuando se le preguntó
por el asesinato de Culianu, dejó de hablar, acogiéndose a 1
leyes de Miranda y exigiendo un abogado. McGuire advirti~
que era zurdo. .
Con la esperanza de estar sobre una pista fiable, McGuire y
Weiss fueron a Adrian, que al principio no duo nada. Al ente-
rarse de que su fianza se había fijado en seis cifras elevadas,
Adrian encontró una abogado privado que había llevado otros
casos de inmigrantes rumanos. En primavera de 1992, sintién-
dose traicionado porJohnny y con la intención de usar su tes-
timonio a cambio de una sentencia más leve, Adrian se mani-
festó dispuesto a hablar «sobre el asesinato de Ioan Culianu».

Durante los primeros nueve meses de 1992, en Rumanía, lo


más destacado fue la pujante popularidad de la extrema dere-
cha. La derecha proporcionaba un importante apoyo algo-
bierno de Iliescu para conservar el control de la Cámara de Di-
putados y del Senado. El principal grupo de ultraderecha era
Vatra Romaneasca, que intentaba desempeñar un papel pri-
mordial en la elaboración de la agenda nacional. Su principal
portavoz era Ion Coja, el antiguo profesor de Culianu. Vatra
celebró su reunión anual de 1991 durante la semana en que se
produjo la muerte del profesor. Sus figuras más importantes
estaban estrechamente relacionadas con la antigua Secuntate.
A principios de 1992 apareció un partido derechista nuevo Y
másjoven, que demostró la importancia del legado de Eliade
para la nación después de la revolución. Su líder no era otro

840
e el democrático héroe estudiantil Marian Mu te M
qu . ,. "d M" n anu. un-
tea+ n u bautizo su paru o 1scarea Pentru RomA1ana
z. -
• (Mtovi- .
miento por Rumanía) y tomo como modelo la retórica de la
ardia de Hierro
. de
,. f:«un. hombre nuevo para una nueva era..,
Gu 1
po»hiendo especial énfasis en . las obras de Mircea Eliade. . Sus se-
uidores tenían que estudiarlas antes de poder ingresar en sus
filas.
En primavera de 1992, llevó varios meses a SandyJedlic ka
dar con la Escuela de Teología de la Universidad de Chicago.
Fue a llamar precisamente al día siguiente del primer aniversa-
rio del crimen. Sólo entonces se enteró por la secretariajudy
Lawrence de que loan Culianu había sido asesinado. El cora-
zón le dio un vuelco. Los Jedlicka consideraron la posibilidad
de ir a la policía y al FBI, pero temieron que David se convir-
tiera en sospechoso. No les interesaba el dinero ni la notorie-
dad. Dave incluso se resentía de la experiencia.
Sandy interrogó a su marido acerca del asesinato. Cuando
Dave volvió a hablar, el 25 de mayo de 1992, ella le preguntó di-
rectamente:
-Jessie, ¿quién mató al profesor Culianu?
-Cuatro llevaron a cabo el plan.
-¿Eran de su país de origen?
--No.
-¿Por qué lo mataron?
-Porque hablaba mal de su país de origen.
Dos noches después, «Jessie» volvió a hablar. Sandy le pre-
guntó de nuevo por el crimen y los asesinos. ,.
--Los cuatro niños no se conocían, no sabían por qué teman
que hacerlo. . ka d rtó
Tres noches después, un sábado, Davidjedhc se espe,.
,. . l h: bit al Cuando empezo a
bruscamente, mas agitado de o a. 1 u ·
hablar, Sandy cogió su libreta. Cul'anu?
.- ue mataron a 1oan l
-¿Qué edad tenían los «niños» q mayores que vosotros.
-Uno viejo. Otros tres sólo un poco
-¿Quiénes eran? -preguntó Sandy.
t

841
-Uno sabe.
-¿Qué? ·..
Su marido no dijo nada.
-¿Eran de aquí?
--Algunos. Uno del país de origen.

Durante la primavera y el verano, Adrian se entrevist,0


• u.r • con
los detectives McGuire y Werss y con un nuevo agente del FRr
quien habían asignado el caso, John Bertulis. Adrian les h bl~
de «Nicolae ConstanUn». En n di1c1em 1b1re d e 1990, Adrian c "aUó6
: .
a los investigadores que se enteró por[Joh
<
ohnny de que Constan.con
tin quería organizar un asesinato. Se trataba de matar a
profesor. Adrian sólo tendría que llevar el coche. Quedar4
pagarle, según dijo, cinco mil dólares de anticipo, y cinco mil
después.
En aquella época, Adrian conducía su camión cada semana
desde O'Hare hasta el Aeropuerto Internacional de Los Ange-
les. Bebía mucho y se preocupaba, como siempre, por el dinero.
En marzo o abril de 1991, aceptó, en contra de lo que le aconse-
jaba su juicio, encontrarse con Johnny. Se vieron en un restau-
rante en la esquina de las calles Thornton y York,junto a una fi-
la de compañías de transporte. Llovía. Según explicó, Johnny
estuvo hablando de otras cosas durante cuarenta y cinco minu
tos. Adrian dijo que su amigo sacó un sobre amarillo, algo más
grande que el de formato de carta. En su interior, Adrian vio dos
gruesos fajos de billetes de cincuenta dólares y una fotografía. El
retrato en blanco y negro era de un hombre pálido con largas
patillas, con un traje rumano mal cortado y una corbata ancha
estilo años setenta. La fotografía tenía los bordes dentados, co
mo era corriente en fotos de pasaporte hechas en Bucarest.
-El señor Constantin nos pagará -dijo Johnny, segun
Adrian-. Tú limítate a recogerme.
Adrian contó a los investigadores que al final se echó ~~
Segun explicó, no volvió a tener noticias de Johnny hastajulio
de 1991, cuando recibió una llamada en plena noche de su
amigo, que decía estar en Florida.

342
_3Me busca alguien? -preguntó supuestamenteJoh
--No, ¿por qué? o nny.
Adrian afirmó queJohnny le dijo que había cometido el cri-
men. «Un cartus dupa ureche» fueron, al parece al b
••· d, d . r, sus p a ras
Una bala tetrás te 1 la oreja.»
La historia
. parecía convincente
. ' aunque pare"< - a
c10 extrano
1os investigadores que alguien que no estuviera involucrado en
un asesinato supiera tanto acerca de él. Los detectives necesi-
taban algo, una bala, una huella dactilar, 0 alguien ante quien
[ohnny hubiera fanfarroneado. Descubrieron que las pistolas
del calibre 25 eran las prefendas por la mafia rumana de Chi-
cago. Con la ayuda del FBI, la policía se puso al trabajo.

En 1992, en un giro inesperado, se permitió al rey Miguel


regresar a Rumania por pnmera vez en cuarenta y cinco años.
Grandes multitudes aparecían por donde fuera -desde Buca-
rest hasta los lugares santos de Curtea de Arges-, algunas al-
canzaban varios cientos de miles de personas. En la Plaza de la
Universidad de Bucarest, según los noticiarios, la gente levan-
tó por los aires la limusina en que viajaba. Cuando caducó su
visado, se pidió a Miguel que dejara el país. Nunca más se le
permitió volver. En la Rumanía post-comunista, los que esta-
ban en el poder descubrieron que tenían razón en temer al rey
y a cualquiera relacionado con él.
En 1992, Rumanía parecía vivir una repetición de los años
veinte, observa el historiador de la Universidad Hebreajean
Ancel, que volvió a Rumanía ese verano a petición del gobierno
canadiense. En Bucarest, sintió una terrorífica sensación de
dija-vu. «Vi una incipiente y frágil democracia propensa a la co-
rrupción y a la manipulación, dividiéndose en partidos inefica-
ces en medio de una creciente ultraderecha. Había una sensa-
ción de libertad después de la crisis, en que el pueblo sentía
que podía hacer lo que decidiera sin consecuenc1as.
Canadá seguía albergando un gran número de miembros
de la Guardia de Hierro, que vivían en Toronto, Windsor y Ha-
mil ton. Esos exiliados controlaban algunas comunidades de

843
inmigrantes rumanos y habían sido inculpados del asesinado
de u» n Periodista en 1986 cn Toronto. Ro
Experto en el holo
, Causo
rumano• Ancel se encontraba en uman1a·idpara investiga las 1
acusaciones de crímenes de guerra comeu os por ciertos ex¡_
liados en Canadá. Sus esfuerzos por acceder a los documento
necesarios almacenados en los archivos 1<,
gubernamentales fu
' e-
ron infructuosos. «Me llamaban por teléfono a horas extra;
.. Q .. d
me vigilaban, me segu1an. uenan conocer ca a uno de mis as,
movimientos.»
Observó consternado el legado de Mircea Eliade en 1
. 1 1 . os
años noventa. «Eliade era un inte. ectua Joven y brillante qu
en un momento dado, se había pasado a la Guardia de Hierre,
Muchos documentos lo colocan entre los ideólogos de la G,
dia de Hierro», dice Ancel. «Era peligroso porque era brillante
de un modo negativo. Exaltaba a Codreanu y al movimiento
sin llamarlo fascista. Tenía éxito entre los jóvenes.» Al fin y al
cabo, afirma Ancel, la retórica del comunismo y del post-co
munismo no diferían mucho de la del fascismo de preguerra.
«En el fondo, los regímenes rumanos se han legitimado a sí
mismos tomando cualquier ataque que les estuviera dirigido
como un ataque a la nación.»

En Chicago, la pista de Adrian Szabo empezó siendo espe-


ranzadora. Como les había dicho Adrian, los investigadores
encontraron balas del calibre 25 incrustadas en el suelo de un
piso del West Side, dondejohnny las había disparado una no-
che en una fiesta. (Los agentes del FBI tuvieron que pedir a la
joven familia paquistaní que arrancara la moqueta, y luego po-
ner una nueva.) Desgraciadamente, las balas no eran como la
que había matado a Culianu. Ni siquiera venían del mismo lo-
te. McGuire y Bertulis buscaron en vano durante dos gélidos
días otra pistola del 25 que, según Adrian,Johnny había escon-
dido en una cochera que había detrás del taller de reparacio-
nes de Adrian. Utilizaron entonces un aparato electrónico pa
ra inspeccionar las paredes de un restaurante de North Side
llamado Pine Tree Grill, que pertenecía a un rumano, donde

344
4drian afirmaba que Johnny había comprad .
n ¡. d 1, to su otra pistola y
había dispara o a a pared para probarla. No h b' b 1
l . , d te ch·ucago b uscaba una conexi6: a la a.q as ,
La polca
di aon con el asesina-
to del periolasta .rumano 1
en Toronto en 1986. Es
, . '
.
· e cnmen fue
Similar al
d e l
e u.1anu: /a VICUma había recibiºdo
istola era de ca l.b
1 re
-
pequeno, y el caso seguía
amenazas, 1a
sin
P .. . .. rcso1verse.
La esposa d. e 1 a VIcUma oyo que el asesino hablaba en rumano
antes de disparar, pero el arma utilizada era del 22. Por otra
parte, dejando a un lado el hecho de que también fuera escri-
tor, la víctima era bastante diferente de Ioan Culianu. Cons-
antin Dima Dragan había dirigido un periódico pro Ceauses-
cu llamado Tricolorul (Tres colores, refiriéndose a la bandera
rumana). Calumniaba a la gente y era considerado un agente
del gobierno, «una rata, una comadreja», según una fuente.
El crimen de Toronto parecía un acto de la Guardia de Hie-
rro porque la víctima fue apuñalada después del disparo, algo,
al parecer, característico de la Guardia de Hierro. Los detecti-
ves de Toronto también descubrieron que la misma pistola ha-
bía sido utilizada para disparar contra la embajada rumana un
mes antes, el día del aniversario del levantamiento de la Guar-
dia de Hierro en Bucarest, en enero de 1941.
En el caso de Culianu, según conjeturas de algunos compa-
triotas exiliados, la Guardia de Hierro temía a Culianu porque
éste había sido nombrado albacea de los artículos inéditos de
Eliade. Tenían miedo de que utilizara su posición para socavar
la reputación de su mentor publicando documentos indesca-
bles. Pero en 1991 los artículos de Eliade ya se habían dispersa-
do desde hacía tiempo, y en su mayor parte habían ido a parar
a la Biblioteca Regenstein. Los libros inacabados de Eliade ha-
bían sido editados y publicados o catalogados. No babia pape-
les secretos sobre la Guardia de Hierro.
Acerca de los rumores, la disidente en París Monica Lovi-
nescu es la que mejor expresa la idea: «Cuando dicen que es la
Guardia de Hierro», observa, «puedes estar seguro de que se
trata de la Securitate».

345
En u»n punto crítico en casi todos ·ilos
d
relatos de ficci •
1 :. onde
Cul .1anu, el propio narrador se ve met1 o en a historia. E.
S 1dJ u. ·nma
e 1992 recibí una llamada de an y ledlicka. La seer .
yo d . ,a. .Jcdl.
d Lawrence le había dado m1 numero. edlicka y yo h b
retani4
Jmasy de sus experiencias. ue amos en que ina yo a hacerles
u Q d · - a l a -

una visita.
Nos reunimos en. el estudio de grabación de Dave, en S
Charles, Illinois, y fuimos a comer a un restaurante mejic
- . d d , 1 d
Nacida y criada en la pequeña cruda agricola te Chilton, W;
;J no.
consin, Sandy tenía el pelo rojizo y ensortij ado, y una gracia .
varacha. Había ido a Chicago a trabajar como niñera. Dave¡,
bía crecido en Deerfield, un suburbio dc Chicago. Era alto
desgarbado, con una sonrisa luminosa. Había estudiado en tá
Academia de Música de Chicago y había conocido a Sandy en
un bar donde él tocaba el bajo.
Sandy sacó la libreta roja en que anotaba cuanto decía Dave
en sueños. Cuando explicó que «Jessie» no permitía que s e l a

grabara, empecé a tener sospechas. Intentaba no creer en ex-


periencias como la de los Jedlicka, y pensaba que muchos de
los incidentes de este tipo que se conocen eran mentiras o pro-
ducto de nuestro profundo deseo de salir de la vida corriente.
Decidimos que Sandy me llamaría cuando oyera a Davc hablar,
y que yo diría a los Jedlicka lo menos posible sobre la vida de
Culianu.
Había un problema, dijo Sandy. Ya había comprado Eros y
magia en el Renacimiento y Más allá de este mundo. ¿Serían dema-
siado reveladores acerca del crimen?
Los libros de Culianu eran difíciles de encontrar, caros Y
densos incluso para los críticos.profesionales. Yo los había leí-
do muchas veces para captar su sentido. Reconsideré mis sos-
pechas de losjedlicka, especialmente cuando sus experiencias
empezaron a asustarlos cada vez más.

El miércoles 3 de junio de 1992, David Jedlicka estaba dur


miendo hasta tarde después de haber trasnochado con anu-
gos. Hacia las diez de la mañana, tuvo una sacudida. Sandy

346
qUe u-abajaba desde d tncdiodia h••..-t·,
'
h
t 1 tas ocho, 1b
casa y fue a buscar su libreta. Desp ·6a, '· estaba todavía
en .-· 'ues te unos :
·o

nversación, Sandy preguntó a «Jessie, : minutos de


c .:. del "J' Se» s1 conocía l
S

bres de los asesinos e profesor Culianu. 1os nom-


-No.
_Dime lo que sepas.
-Algunos .viven en. - gran ciudad. Todos son niños. ._ En el
lan • necesano un nmno que puede ir a sitioss Y no ser extraño"
P
Uno de ellos conoce a loan. No el mayor:· Jess·ae cree era amigo . ·
de loan.
-¿Qué más? -preguntó Sandy.
-Le dijeron que estuviera en lugar para recibir mensaje. Era
niño mor~no. Cosas de ver más. Vive en gran ciudad ahora.
A traves de otras preguntas, SandyJedlicka dedujo que las
«cosas de ver mas» eran unas gafas muy parecidas a las del re-
trato robot que Judy Lawrence haría más tarde. Pero la última
cosa dijo que su marido la desconcertó:
-Jessie piensa niño sigue en sitio de estudio. Piensa era ami-
go de loan.

En septiembre de 1992, Ion Iliescu ganó las elecciones na-


cionales en un plebiscito marcado por el fraude. Incluso con
fraude, el partido de Iliescu, el Frente Democrático Nacional
de Salvación consiguió sólo el 28% de los votos para el Senado
y un 27% para la Cámara de Diputados. Amnistía Internacio-
nal observó que el gobierno era «mantenido en el poder por
partidos nacionalistas más pequeños de izquierda y de dere-
cha». En su informe de 1993 «Rumanía: Continuas violaciones
de los derechos humanos», la organización no lucrativa señala-
ba que la mayoría de los jueces del país seguían en los mismos
puestos que antes de 1989. Sin embargo, la situación en Ruma-
nía se ajustaba mucho a las predicciones de loan,. según las
Cuales el propio pueblo elegiría libremente un gobierno diri
gido por antiguos comunistas.
• 1 l' · rumana post-
En el extraño mundo de espejos de a polituca . ,
.
eomunista, ral V: R0 maneasca resucito
el movimiento cultu atra
a Ion Antonescu, el dictador del período de la Segunda Gu
Mundial responsable de las muertes de un cuarto a, "$
rra . p,< :. e mi
llón O más de judíos y gitanos. 'ractucamente todas las . .-
..: .: Drinci.
pales publicaciones «comp1tueron en converur a Antonesc
héroe nacional», escribió Michael Shafir, de Radio Free Eu en
. . dedi ·uro
e. La propuesta de erigir una estatua e 1cada al dictad
P . d di or
provocó las protestas de quince senatores y Iiputados de Esta.
dos Unidos, pero el principal propósito de hacer revivir a A}
tonescu parecía ser el minimizar y ridiculizar el papel que d
sempeñó el rey Miguel en los anos cuarenta.
En septiembre, en un despacho situado en un callejón y
custodiado por un policía armado, Corneliu Vadim Tudor re
pondió a mis preguntas acerca del artículo del Romanía Mas-
en que alababa el asesinato de Culianu. «Esos documentos
nen de unosjóvenes» me espetó Tudor, con su traje blanco de
vi:
marca. «No me dicen de dónde vienen, y yo no pregunto.» Me
dio el número de teléfono del autor que firmaba el artículo,
Leonard Gavriliu. En 1992, mis repetidos intentos de llamar a
Gavriliu por teléfono resultaron infructuosos. Cuando por fin
lo contacté, cuando volví a Rumanía como Fulbright Senior
Researcher en 1994, Gavriliu negó haber escrito el artículo.
Ante la afirmación de Culianu de que había recibido ame-
nazas de Vatra Romaneasca antes de ser asesinado, su antiguo
profesor, Ion Coja, se quedó pensativo. «En Vatra hubo infil-
trados del SRI», dijo. «Incluso acusé [al director del SRI] Virgil
Magureanu de eso diciéndoselo a la cara. Y no dijo que no.»
Con toda la confusión de su política diaria bloqueando más
que promoviendo la reforma, Rumanía entró en el año 1993
con muchos de los mismos problemas de siempre. Según los
Country Reports on Human Rights Practices for 1992 del Departa·
mento de Estado de Estados Unidos, la nueva constitución per
mitía al Servicio de Inteligencia Rumano «justificar otras a
dones generalmente prohibidas en aras de la seguridad
nacional», incluyendo las irrupciones en los domicilios, los re
gistros Y el control del correo y del teléfono. Con frecuencia,
loan había hablado a Hillary de su sospecha de que sus llama

8348
a casa estuvieran grabadas. No sól ,
das ,. · al o oía la grab d
. nar• dec1a, sino que
e10 ,
fondo oía a 1 os agente d a ora fun-
ralas cartas o reírse. En cuanto la e s .: controlju-
gal ·ial, l .:. :z. -conversación se ]6
co
fidenci t, la comunicación se cortaban
a .
se volvía
También cortaron 1 as llamadas a otro . .
d l; s periodistas R
4#a. El joven jefe le la agencia Associated Pre
:..f e
'n (uma-
an Petreanu, se quejaba de que sus con . en Bucarest,
D versac1ones t t fi' ·
~..e se cortaban ca da vez que trataba de habla e e:onr-
"'°"'nsible con los miembros
. a ar de algú
del gobierno• « p racticamente
, . n tema
Se • ,
do predecir en que momento va a ocurrir», dice. 'pue-

r, Dos veces se cortaron mis llamadas a Rumanía en momentos clave de


las entrevistas . La primera fue en enero de 1994 , cuando hablaba de la inves-
tigación sobre el asesinato con Tess Petrescu. La segunda fue el 5 de abril de
1996, cuando entrevisté a Gelu Voican, el embajador de Rumanía en Túnez,
acerca del caso. De las ocho cartas que Petrescu dij o haberm e enviado entre
los años 1991 y 1994, sólo una llegó a su destino: una felicitación de Navidad.
El 13 de diciembre de 1994, di una conferencia sobre el caso Culianu en
el Centro Cultural Am ericano de Bucarest. Tres hombres con dos grandes
amaras de televisión interfirieron la charla durante veinticinco minutos, po-
niéndose delante de mí de cara al público, yendo y viniendo por los pasillos,
grabando a la mayor parte de los asistentes, e incluso las notaS qu~ ~omaba la
gente. A pesar de que las cám aras llevaban el logotipo de la televisi ón ruma
na. por lo que sé nunca se transmitió ese repartaje.

849
La investigación

La especial dignidad de la humanidad proviene no de su


obediencia sino de su oposición al mundo.
I. P. Culianu, Eros y magia en el Renacimiento

En los años noventa, en todo el mundo la escritura se había


convertido en un acto más peligroso que en cualquier otra
época del siglo XX. Según el Comité de Protección a los Perio-
distas, en 1992 fueron asesinados al menos cincuenta escritores
en el mundo; en 1994 la cifra saltó a setenta y dos. Sólo en Ar-
gelia, veintisiete periodistas fueron asesinados en los primeros
nueve meses de 1995. Y esos casos sólo son los que están docu-
mentados; muchos otros escritores desaparecieron o recibie-
ron palizas o amenazas. El peligro era más pronunciado para
los escritores de prensa y los locutores de radio, que se arries-
gaban más y tenían menos recursos cuando recibían amena-
zas.
En Estados Unidos, trece escritores murieron entre 1976 y
1992. Los asesinatos se produjeron principalmente en las comu-
nidades de inmigrantes y, en la mayoría de los casos, los críme-
nes quedaron sin resolver. En muchos de los casos de los inmi-
grantes en Norteamérica, la pauta seguida reproducía la del
asesinato de Culianu: empezaban con amenazas por correo,
luego amenazas telefónicas y fsicas, miedos en privado nunca

851
expresados ante la policía, y por último un asesinato qu
concertaba tanto a la policía que al principio ésta pensabe des-
··idi- C on ltos rumores contradictor"a que
se trataba de un suicido.
. , . os, la
ausencia de testigos, y e l h ec h o d e que la poca
l tiene otr
. • d oscn.
menes que investigar, la mayona e estos casos perma
nece
abierta.
Diferentes razones subyacen al notable incremento de ]
, . I os
ataques a escritores en 1 a epoca postenor a a Guerra Fría .
. l , In-
cluyendo la fatwa a Salman Rus!hd lie o el atentado casi fatal 4]
premio Nobel egipcio Naguib Mahfouz. Entre las causas se en.
cuentran la política de poder, el fundamentalismo religioso
los conflictos étnicos, incluso, ocasionalmente, el dinero. Pen
hay un factor más profundo que rara vez se menciona en los
análisis de actualidad y que, sin embargo, es responsable de
gran parte del peligro en el mundo de hoy en día: el poder del
inconsciente. Con el hundimiento del antiguo orden del mun-
do, algunas de las fuerzas más primitivas de la historia fueron
apareciendo: el odio hacia el Otro, el antisemitismo, la fanta-
sía obsesiva. Esas fuerzas se convirtieron en las armas de los
nuevos demagogos y extremistas. Los escritores solían ser sus
víctimas porque trabajan en una frontera psicológica donde
las memorias nacional, tribal e individual se cruzan. El peligro
tenía poco que ver con la «verdad» y mucho que ver con el mo-
do en que la mente inventa sus mitos, un proceso que Culianu
explicó en detalle.

A mediados del mes de junio de 1992, David Jedlicka se pu-


so a hablar un día, antes de que amaneciera. Sandy se incorpo-
ró soñolienta. Volvió a preguntarle quién había cometido el
crimen.
-Todos los niños tenían pistola, pero eran pistolas distintas
(...). El niño que le disparó sigue en sitio grande. Pelo oscuro,
ropa importante.
-¿Qué tipo de ropa importante? -preguntó Sandy Jedlic
ka-. ¿Tiene Dave ropa importante como ésa? ,
-No. Otros niños tienen ropa igual. No saben por que les

352
andan hacerlo. El niño con cosas parav - .
ha cer er mas 1es dice lo que
1ay que." .
-¿Qué tupo de ropa importante? -insistió S dy- .
an . ¿Un uni-
forme ?
-No.
-¿Ropa de cura?
-No. Corta, negra, cuero. Algo escrito detrás.
Con eso, se desvaneció. Sandy intrepretó que los «nmnos»
•-
nevaban cazadoras de cuero.

Los investigadores de cuatro estados se esforzaron en van


en corroborar la historia de Adrian. Los agentes del FBI no e:
contraban una compañía de transpones que correspondiera a
la descripción de Szabo. Además,Johnny tenía una coartada: los
informes de la compañía constructora demostraban que estaba
trabajando el 21 de mayo de 1991. Lo que es más importante, la
policía de Chicago no encontró similitud entre sus huellas dac-
tilares y las que se encontraron en el lugar del crimen. En un
test con detector de mentiras realizado por el FBI, cuando
Johnny negó estar envuelto en el asesinato de Culianu, el apara-
to registró la respuesta como «verdadera».
La investigación se volvió pues hacia el hombre que les ha-
bía proporcionado información sobre Johnny. En primavera
de 1993, Adrian Szabo aceptó someterse al detector de menti-
ras.
-¿Estuvo presente en el asesinato del profesor Culianu?
--No.
Su respuesta fue registrada como «verdadera».
-¿Estuvo involucrado?
-No.
El detector de mentiras registró la respuesta como «falsa».
No había mucho que hacer con esa respuesta. Es posible,
como Culianu había observado en sus relatos sobre falsifica-
ciones e historia que, bajo la presión que impone la cárcel,
' ' :., : Adrian
uno diga la verdad y el detector señale que es menura. _
1
dijo al FBI que su resultado de «falso» venía de que «tema a
358
sensación de que, al estar yo enterado del asunto y no hab
denunciado, estaba de algún modo involucrado». ?tlo

Mucho más importante que los detalles de una inves


ci6n titubeante eran las pautas de los acontecimientos ,
manía. Cuando Estados Unidos consideró la posibilidaq
"?
otorgar a Rumanía la categoría comercial de Nación Más F de
. 1 1 avo-
recida, opositores como, por ejemp1o, e ex embajador Da 'd
• 'V]
Funderburk afirmaron energ1camente que concederle ese sa.
tus legitimaría un régimen ilegítimo. Funderburk, que fue e
gido como congresista republicano de Carolina del Norte, a;
virtió el continuo fraude electoral y problemas más graves de
acoso y de manipulación de acontecimientos. En un caso do-
cumentado, un joven diplomático rumano _Y su familia se que-
jaron de que sus votos hubieran sido cambiados, y se fueron a
Estados Unidos. Al llamar a casa, se enteraron «de que, en ene-
ro de 1993, su padre había sido interrogado y apaleado por la
policía secreta, y que había muerto por las lesiones recibidas a
las dos horas de volver a casa». Los culpables nunca fueron lle-
vados a los tribunales.
Resumiendo sus argumentos en una carta al senador de
Nueva York Daniel Patrick Moynihan, Funderburk enumeraba
los ejemplos de abusos de la época comunista en Rumanía, su-
brayando el hecho de que mantuviera el poder la antigua no-
menclatura comunista, el débil y desigual desarrollo hacia un
gobierno democrático, la escasa promoción de la privatización
y de la libre empresa, el continuo dominio gubernamental de
la televisión, la constante actividad de la antigua policía secreta
bajo otro nombre, y las violaciones de los derechos humanos Y
de las minorías. Amnistía Internacional enumera los ejemplos
de constante acoso, protestando por la no resolución de varios
casos de desaparición durante los violentos acontecimientos de
1990 y 1991. Los parientes de algunos de los estudiantes desapa-
recidos, como Natalia Horia, denunciaron a Amnistía Interna-
cional que habían sido amenazados por la policía cuando trata
han de obtener información acerca del destino de sus hijos.

354
Da mala fama a su país. Quizá sea usted l
desaparición de su hijo», afinna Horiae u ª qu~. conspiró en la
E Rumanía, podría ·
añadir Roa.,]"" dieron.
rurk., los individ
lacionad os con 1 os pnmeros aconte . · 'uos re-
. . . . ctmtentos de la re l . -
el enjuiciamiento de Ceausescu han id "oIuc1ón
reciendo de modo misterioso. An. ,,"","riendo o desapa-
. « 1c1 to» del herm d
Ceausescu en su domicilio de Viena siguió el de ano 1e
a eljuez del proceso al dictador Más ta d ~l eorgica Po-
P, ' · h , 1 . · r e, e!1 p1loto del heli-
cóptero en que uyo e matnmonio Ceam:
. 1 ·, ---vescu, e1 coronel Va-
silei Malutan, murió al chocar el aparato con bl
.• A b b d unos ca es de
alta tens1on. cababa le revelar a la comisi -]
ion par amentaria
que Ceau~escu , llevaba una maleta con doc umentos secretos
cuando huyo. Otras figuras murieron en misteriosas condicio-
nes. Una cosa estaba . . clara: los participantes menos·importan-
tes en los acontecimientos de la «revolución» se sintieron en
peligro. El fiscal de los Ceausescu, Dan Voinea, dijo a los re-
porteros que estaba seguro de que él y otro asistente involun-
tario en el juicio iban a ser asesinados unavez que se fueran los
organizadores del «juicio».
A pesar de todas esas cuestiones, Estados Unidos aprobó
otorgar la categoría comercial de Nación Más Favorecida a Ru-
manía.

En febrero de 1994, Tess Petrescu escribió al embajador


americano en Bucarest,John Davis, un partidario del régimen
de Iliescu, para quejarse del lento progreso en las investigacio-
nes sobre el asesinato de su hermano. EI 25 de febrero, el en-
cargado del Departamento de Estado, Jonathan Rickert, de
Chicago, le dijo: «Lamentamos que las fuerzas del orden esta-
dounidenses hayan sido incapaces de resolver este crimen. No
obstante, si aparecen suficientes pruebas para justificar una
acusación ante un tribunal, ninguna consideración, ni política
ni de ningún orden, impedirá un enérgico procesamiento.

Amnistía Internacional USA, «Romania», Amnesty Iterational Repor:


1993, Nueva York 1993, pág. 245.

855
Juegos de la mente

La hábil mente
• que organizó todos esos crímenes ( .... ) que-
ría que entendiéramos su objetivo. En consecuencia, tenía que
darnos otra pista, una pasta para el asesinato de marzo. •No ves
que el juego sólo es divertido para nuestro rival en la ~edida
en que podemos seguirlo?
l. P. Culianu y H. S. Wiesner,
The Emerald Game

En verano de 1994, Eros si magie in Rena,$tiere fue publicado


en Rumanía por la editorial Nemira, donde Dan Petrescu era
editor. Durante la primera semana se vendieron los veinte mil
ejemplares de la primera edición. Se publicaron otros libros
de Culianu, que resultaron ser éxitos de ventas, como Más allá
de este mundo y Mircea Eliade el primero traducido y prologado
por Andrei Oisteanu, el segundo con un epílogo de Sorin An-
tohi. Tal como Culianu había predicho a su hermana desde
Roma, en 1972, había vuelto como «triunfador». Aparecieron
traducciones de sus libros en España, Italia, Japón, Francia,
Alemania, Checoslovaquia, Polonia, Holanda y otros países. Se
celebraron presentaciones especiales o congresos en su honor
en París y en Roma. Se publicaron algunos capítulos o libros
enteros sobre, o dedicados a, Culianu, como Love and Sleep de
John Crowley; Ioan Culianu de Elémire Zolla; los artículos de

357
su último congreso, Death, Ecstasy, and Other Worldly jo
ediados por John Collins y Michael Fishbane; y en
del d Ili
¡,,""»
f6, ·.
Los esplendores y sufrimientos d"«go 1e
lanía
heana Miháila. s,
obras de narrativa tuvieron mue o ex1to en su país.
El peligro político para loan Culianu empezó con su n
., . D . -r. arra-
tiva, dijeron los tambien escritores orm 1udoran y And .
:. 31·.: h ·: rei
Codrescu. El asesinato político «siempre 1a sido una manen4
de apuntalar los regímenes», decía un panfleto rumano de l
años veinte acerca de los peligros que entrañaba el hecho ¡s
que artistas e intelectuales escribieran sobre política. Para loae
Culianu, contar historias era el mejor modo de entena
fuerzas que impulsan la vida cotidiana.
El texto del relato de Culianu «La intervención de los zora-
bi en Jormania» es impactante por sus alusiones a un conoci-
miento más profundo mucho antes de que mucha gente ima-
ginara la «revolución» rumana. En Jormania, según Culianu,
todos los personajes principales tenían «apellidos acabados en
-ar», igual que los de muchas de las figuras clave de la revolu-
ción, como Petre Roman, Silviu Brucan y Gelu Voican. Aunque
Culianu sólo jugaba a combinar ciertos hechos con aconteci-
mientos reales, un lector atento podía preguntarse qué más sa-
bía o qué parte ocultaba del conocimiento al que aludía con
frecuencia en sus escritos. Entre sus lectores más asiduos, sugi
rió Andrei Codrescu en una emisión de la Radio Pública Na-
cional, se encontraban los miembros del servicio de inteligen-
cia del país.
«Jormania libre», en cambio, era más específico en su des-
cripción de las intrigas entre bastidores del servicio de inteli-
gencia, del auge fomentado de una nueva extrema derecha Y
de las misteriosas desapariciones de figuras clave después de la
revolución. Cada personaje tiene un nombre quejuega con las
palabras y las personalidades, como Motan (Gato), Bulan (Po
rra), Bostan (Calabaza). La historia se centraba en el paulatino
proceso de descarrilamiento de una revolución, que siguióª la
apresurada ejecución de un dictador en un juicio falso.
Si la narrativa de Culianu llamaba la atención, sus artículos

358
n0líticos semanales, la entrevista en 22
r · d <Y su apoyo al rey p
aron crecientes y documentadas amena7 E} rovo-
- · · azas. n esos artícul05
u-anspoma mtenc1onadamente el límite d ; .
: 2. bs :. e! peligro. Gracias a
su percepc1on, , . sus o servac1ones siguen pareC1cn . dO hoy en
1
día claras y og1cas, . pero su. tono mordaz y despecuvo . contra
los hor:iibres a qmenes consideraba instrumentos del KGB esta-
ba dehberadamente calculado para enfurecer al 'bl" .
· l d l . pu Ico más
. 1 nve! e , pensamiento
allá de! . . consciente • Aprendi n 1z d.e artes
mágicas, no podía evitarjugar con ellas en sus textos. Como
Giordano Bruno, ibi: Cuhanu parecía querer hacer más queium±- li '
tarse a escn . 1r acerca , de las cosas que pasan , quería usar sus
teorías de psicología 1 de masas para influir en ellas. Como en el
caso de Bruno, resulta asombroso que alguien quisiera matar-
lo por sus escritos, pero su obra y el papel que desempeñó en
un período caótico conforman un conjunto mucho mayor que
cualquiera de sus elementos.
Es difícil distinguir hasta qué grado la suerte, la coinciden-
cia o la mala percepción aumentaron el peligro en los últimos
meses de Culianu. En abril de 1991, pidió apoyo para el rey, vio
publicarse una incendiaria entrevista hecha cinco meses atrás
para la revista 22, y decidió, después de tanto tiempo, su regre-
so a Rumanía. Se le había propuesto un puesto honorífico de
director en un nuevo Instituto Oriental del país, el mismo
puesto otorgado a Mircea Eliade medio siglo antes, justo antes
de que se viera forzado al exilio. Después de meses de silencio,
podía parecer a quienes, según Culianu, lo vigilaban que iba a
volver a la actividad. Dijo a Fran Gamwell que lo estaban si-
guiendo; dijo a sus colegas de congreso que recibía amenazas;
dijo al poeta Dorin Tudoran que estaba en peligro; y dijo a su
hermana que tenía miedo de volver a Rumanía. A todos ellos
dijo Culianu que los culpables pertenecían a las fuerzas que
hay detrás del gobierno rumano.

En octubre de 1995, Lumea Liberó. y en agresivo diario ruma


no Ziua (Día) publicaron el retrato robot del extraño indii
duo visto porJudy Lawrence minutos antes del crimen. Por im-

859
dativa de Dan y Tess Petrescu entre otros, Ziua ofrecía
· 11 d l . ( . una re.
compensa de sesenta mtones Ie e1 vemte mil dólares)
alguna información que llevara a arrestar al asesino. El P.~r
dico recibió:, fa
muchosfalsos avisos.Eldidirector adjunto
. dePeri6
z;
Gabriel Sánescu, también recibió una llamada telef6ni }
antiguo ami go de toan culanu Gelu Voican. EI exé,,'
ministro y ex jefe de la inteligencia criticó el intento de cali.
car de político el asesinato de loan Culianu, aduciendo que e]
g obierno no tendna mteres en . algo tan contraproducente co-
mo matar a un profesor amencano en un momento en que te-
nía tanto prestigio internacional.
Entre los avisos al Ziua llegó una carta anónima con sello
local y sin remitente. Afirmaba la siguiente historia: Voican di-
rigió el asesinato de loan Culianu a través de tres miembros
del servicio de inteligencia, uno de los cuales tenía un puesto
en las líneas aéreas rumanas. La carta nombraba a los hom-
bres en cuestión y afirmaba que el asesino tenía gran parecido
con el retrato robot del FBI.
La recepción de la carta fue confirmada por el director de
Ziua, Sorin Rosca Stanescu, Gabriel Stánescu y el redactor de
sucesos Sorin Ovidiu Balan. «No estamos seguros de hasta qué
punto es fiable», dice Gabriel Stán escu. «No está apoyada por
pruebas materiales.» La detallada carta, que indicaba incluso
el número de hijos del presunto asesino, sonaba en ciertos as
pectos tan ficticia como los relatos de Culianu. Informado
acerca de la carta, Voican, entonces embajador rumano en Tú-
nez, afirmó que se trataba de «un disparate, un ultraje». Negó
categóricamente cualquier relación con el crimen de un hom-
bre por quien sentía simpatía y un erudito a quien admiraba.
Ziua no publicó la carta, y no hay pruebas que impliquen a
Gelu Voican en el asesinato. Había dejado su puesto en el ser-
vicio de inteligencia más de un año antes de la muerte de Cu-
lianu. En definitiva, la carta anónima representa otro ejemplo
de desinformación para desviar la investigación sobre el caso.
Sin embargo, el FBI se puso sobre la pista del individuo que la
carta indicaba como autor del crimen, y averiguó que un hom

360
bre con los mismos datos -nombre d d
a trabajado en las líneas aéreas T: ' e ª Ey sta tus familiar- ha-
<. de arom. n 1981 habi- 3.:
do una prorroga e visado de 12 1a so 1c1ta-
meses para permane u_
ados Unidos.d Los informes demostu b cer en 1:,5-
. · d 1983 rasan que se le aprobó 1
solicitu en
· d· - · fi
y se le renovó en 1986. La fi .
· o cma del FBI en
ª
Chicago p1 io m ormación a los bancos de datos de la . ,
acerca de los cuatro hombres mencionados 1, Policía
s en a carta anóni-
ma Pe momento no ha conseguido ninguna prueba conside-
ras te.
Hasta la fecha, nadie ha sido acusado del ases1nato
• ±: •
· dte loan
1
Culianu..:.Revisando Chie las dispersas piezas del rom be d
pecal :zas iela 1
investugacon en 1cago, una fuente de la policía pensaba que
el resultado del test con detector de mentiras a Adrian s b0
sugera • que podi . 1a h ab er sido
· contactado en un primer za pl
que más arde fue desechado. En cuanto a los Jedlicla, +áá,
de lo que dueron o hicieron demostraba que hubieran inven-
tado su experiencia. Sus amigos confirmaron la integridad de
la pareja. David Jedlicka expresó el deseo de que nunca se hu-
biera producido esa experiencia. Ni él ni Sandy tenían el me-
nor interés en Rumanía ni en la publicidad".
Los hechos importantes de la historia, sin embargo, no vie-
nen de médiums, de informadores ni de sospechosas cartas
anónimas, sino de la propia víctima y de su método de análisis
aplicado a las pautas de los acontecimientos que rodearon su
muerte.

Culianu había hablado a muchos amigos de sus temores, de


amenazas con retórica ultraderechista y de que se sentía vigila-
do. Decía que sus perseguidores pertenecían antiguo se~- al
cio de inteligencia rumano. Después de su asesinato hubo mas
subterfugios: una rueda de prensa manipulada para
su retrans-
misión, falsos comunicados en radio y prensa Y persistentes ne-
gativas por parte de los altos cargos de contestar preguntas so-

Lo' D can, Who


"Acerca del uso de médiums en casos de asesinato, ver is un '
KilkdMy Daughler?, Delacorte, Nueva York 1993.
361
bre el crimen. Esa desinformación era «característica de I S
Curitate» segu'n Andrei Codrescu. Lo humillante
. del ases·ª
1nato ~
la elección de una figura poco conocida cuya desapari· ..
Y • • IC1ón
confundiera y desmoralizara a los opositores era otro de
rasgos. El acoso a Culianu, combinado con la desinfom?
- · • 'Ion
acerca del crimen, como mimmo merec1a una respuesta de]
gobierno. . . .
A lo largo de cuatro años hice aproximadamente una doc
na de solicitudes de entrevista de forma directa, por teléfono~
por fax, a Virgil Magureanu, Ion Iliescu y al sucesor de Mih~
Caraman en la dirección del DIE, Ion Talpes. Magureanu y
Talpes no me las denegaron abiertamente pero, cada vez que
llamaba yo, me contestaban que aún no había respuesta a mi
solicitud. Cuando conseguí una entrevista con el portavoz del
SRI Nicolae Ulieru, éste no se presentó. Afirmó que no «sabía
nada acerca de Culianu».
Si la atención prestada a los aspectos arcanos del crimen y a
la influencia política de un intelectual en el extranjero corres-
pondía a los esquemas de la Securitate, también era efectiva.
En 1990 y principios de 1991, el régimen rumano seguía en-
frentándose al descontento interno y a la reticencia occidental
a invertir en un país al que consideraba inestable. Los exilia-
dos más destacados apoyaban la creciente oposición. Era una
época de confusión incluso para el antiguo servicio de inteli-
gencia. «La mano derecha», concluye el agente del FBI John
Bertulis acerca del nuevo nombramiento de antiguos agentes,
«no sabía lo que hacía la izquierda».
Sin embargo, después del asesinato, la oposición titubeó.
Andrei Codrescu observa de sus compatriotas exiliados que «la
gente se asustó, y muchos interrumpieron sus actividades». Só-
lo tres meses después del crimen una revuelta acabó con el ala
reformista. El gobierno de Iliescu ganó las elecciones naciona
les. El gobierno actual ya no se apoya en la extrema derecha; la
prensa rumana es libre, y las elecciones relativamente justaS; Y
la vigilancia y el acoso policial han ido disminuyendo lenta-
mente, aunque no han desaparecido del todo.

362
Ambicioso intelectual, hábil h
• < d en acer creer
que sabia mas e lo que realmente sabía . a sus colegas
erse burlado de sus asesinos qu 1 , Culianu parece ha-
, e lo considerar ·li
en un momento de peligro y confusi6· L,
• 'd . sion. o cons1gu -
FO peligroso
1
tono y 1 a c 1 anvi enc1a de sus artículos su r . . uo con e
al como heredero de Eliade y su re±,,"""&o interacio-
, . vo a1s amiento Ah
dando en las artes mágicas toda su vida tras , , . · on-
:. la lidad.s. 5pasó el lími te entre
elJuego y a rea. 1 a . ElJugaba, , . pero sus as esmos
• no. La muer-
e
te de loan ulianu .
l fue el
. últimojuego de la mente en que in-;
cluso sus asesinos parecieron ., perder de vista l; disr • ,
a itnción en-
d d yla
tre la verla 1 fiticción.

Los intereses políticos de quienes tocaban los resortes cons-


tituyen la parte menos importante de la historia de Culian
«Estaba pensando», dijo Anthony Yu cuando llamé a su~-
«que fue una pérdida trágica e inexplicable,., Mac Linscott
Ricketts calificó la muerte de Culianu de «catástrofe para la
erudición». Culianu era uno de los principales profesionales
en los temas de gnosticismo y de dualismo, en religión hermé-
tica y astral, y de un grupo creciente de teóricos interesados en
la relación entre cognición e historia. Las preguntas que dejó
sin respuesta fueron planteadas sucintamente por el decano ~
de la facultad de Teología Clark Golpin en su elogio: «¿Hay al ,
guna conexión duradera entre las ideas humanas ante las que
son responsables las universidades y alguna sabiduría eterna
presente en el primordio?».
Desde su infancia, Culianu buscó una clave para el univer-
so. Lo valioso no era la respuesta, sugirió en muchos de sus es-
critos, sino el conocimiento adquirido en el trayecto. En su lu-
cha por seguir su consciencia al experimentar el éxito en
Estados Unidos, sedujo a muchos, irritó a otros tantos, pero
ante todo dejó el legado de los peligros de una vida de la men-
te. Culianu volvió una y otra vez a los mismos temas que mar-
caron su vida desde que nació, temas que lo obsesionaban, que
lo fascinaban y que contribuyeron a su muerte. La percepc1on
configura la historia, escribió; el tiempo revela las verdades

363
ocultas y a veces incluso las falsificaciones pueden alt
'. .
acontecimientos. erar los
En sus últimas obras, propuestas de libros, cartas e hist .
.
dejó un intento enigmático , . pero coherente de dar una eOrias.'
.
cación de las operaciones :.:
cogmuvas e a hi1storia. BUscó"Xpli.
dl
significados más profundos en las pequeñas coinciden . 1 os
:. cotidiana,
sueños de la vida ·idi y e ·1 m1steno de l a existencia
< " Ic1as
hy
mana en el espacio infinito de la mente. «Si loan Culianu U-
hubiera desaparecido inesperadamente», escribió Umbe no
Eco, «nos habna ' deJa
. do sus obras mas , esenciz'al(es», reveladoras
rto
de las pautas que subyacen tras el velo de la vida diaria y la re-
lación entre la casualidad y el destino, la verdad y la ficción, el
asesinato y la «desaparición ilusoria». En muchos aspectos, di-
jo Culianu, estos opuestos son iguales. La mayor tragedia es
que, en el único aspecto que conocemos, no lo son.

364
Nota final

A diferencia de muchos otros países de Europa del Este, Ru-


manía nunca ha hecho públicos los archivos de su policía se-
creta, nunca ha reconocido a la mayor parte de los miles de
agentes de la Securitate comunista y nunca devolvió las pro-
piedades familiares confiscadas durante el período comunista.
En una época en que Rumanía solicita su admisión en la
OTAN y su pleno reconocimiento en Occidente, resulta espe-
cialmente importante que se resuelva el asesinato de unjoven
y prestigioso profesor americano.
Quienes deben hablar son los americanos a quienes impor-
tan la libertad de pensamiento y los derechos que considera-
mos irrenunciables. Ese crimen se produjo en territorio ameri-
cano, en una universidad de renombre, en pleno día lectivo.
El brutal asesinato de un joven y talentoso erudito no puede
tolerarse. Como expresión de la vulnerabilidad americana
frente a la historia, ese crimen plantea una cuestión política
:..:.
esencial -.
a quienes enseñan, -ib
escren, piensan o defienden
nuestras leyes.

365
Obras de loan Cul'1anu

Libros especializados y tesis

Mircea Eliade, Orizzonte Filosofico, Cittadella Editrice Asís


1978. ,
/ter in silvis: Saggi scelti sulla gnosi e a/tri studi, vol. 1, Gnosi, n.°
2, EDAS, Mesina 1981.
«Religione e accrescimento del potere», en Religione e potere,
G. Romanato, M. Lombardo y l. Culianu. Marietti, Turín 1981,
págs. 173-252.
Psychanodia I: A Survey of the Evidence Concerning the Ascen.sion
of the Soul and lts Rel.evance, Études Préliminaires aux Religions
Orientales dans l'Empire Romain, n.° 99, Brill, Leiden 1983.
Eros et magie a la Renaissance, 1484, F1ammarion, París 1984.
Expériences de l'extase: Extase, ascension et récit visionnaire, de
l'Hellénisme au Mffjen-Á.ge, Payot, París 1984.
Gnosticismo e pensiero modero : HansJonas, Storia delle Reli-
gioni, n.° 1, L'Erma di Bretschneider, Roma 1985.
ton
Empeines tes ekstasis: Extasi, anabasi kai orase apo Hellenismo
mechri ton Mesaiona, Metafrasi Lida Palladiou, Hadjinikoli, Ate-
nas 1986.
Esperienze dell'estasi dall'Ellenismo al Medioevo, BCM 926, trad.
de Maria Garin, Laterza, Bari 1986. An.,,1uc,,. d leurs
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I miti dei dualismi occidentali,Jaca Book, Milán 1989.
Dictionnaire des Religions, Plon, París 1990. Con Mircea Eliad
y en colaboración con H. S. Wiesner. e
Les Gnoses dualistes d'Occident: Histoire et mythes, Pion, París 1990.
Out of This World: Other-worldly Joures from Gilgamesh to Al-
bert Einstein, Shambhala, Boston 1990.
TheEliade Guide to World Religions, HarperSan Francisco, San
Francisco 1991. Con M. Eliade y en colaboración con H. s.
Wiesner.
I viaggi dell' anima, ( traducción de Out of This World), Arol-
do Mondadori Editore, Milán 1991.
The Tree of Gnosis: Gnostic Mythology from Early Christianity to
Modem Nhilism, HarperCollins, San Francisco 1992.
Diccionario de las religiones, trad. de Isidro Arias, Paidós, Bar-
celona 1993.
Dictionarul religiilor, Editura Humanitas, Bucarest 1993.
Más allá de este mundo: paraísos, purgatorios e infiernos. Un via-
je a través de las culturas religiosas (traducción de Out of This
World), trad. de Irene Saslavsky, Paidós, Barcelona 1993.
Calatorii in lumea de dincolo, (traducción de Out of This
World), Editura Nemira, Bucarest 1994.
Dictionary ofReligions (en japonés), Shoten House, Tokyo 1994.
(Dictionary of Religions ha sido publicado también en neer-
landés, polaco y checo.)
Eros and Magic in the Renaissance (en japonés), Shoten Hou-
se, Tokyo 1994.
Eros si magie in Renastiere, Editura Nemira, Bucarest 1994.
Experiencias del éxtasis, trad. de Isidro Arias, Paidós, Barcelo
na 1994.

868
1 Gnoele dualiste ale Occidentului, (tuad ·¡3
) Ed't N · ., ucci n der.-"""'-:--.
Estas)), atura lemira, Bucarest 19g5. Penences of
Jenseits dzeser Weü, (traducción de Out .
che Verlag, Múnich 1995. o/Thu World), Dideri-
Mircea Eliade,
.
Editura Nemira, Bu carest, 1995
Eros y magia en el Renacimiento.· 1484.'pretacio
E. . '
de Mi EI;
de, trad. de Neus Clavera y Hélene Rufa g, Mrc ea. Iia-
1999. urat, iiruela, Madrid

Volumen editado

offertes a W. Noomm a l'


. Libra:
. ' Études .roumaines
. · .,_
occasum ae son
soixantéme anniversaire, Presses Universitaires de Gr :
Dordrecht 1983. onmgen,

Narrativa

«Il corridore tibetano», L'Umana Avventura (primavera de


1988), 106-108.
«Le coureur tibétain», L'Aventure Humaine (primavera-vera-
no de 1988), 106-108.
«Tozgrec», Tempo Presente89-90 (1988), 91-101.
La collezwne di smeraldi, Romanzo, Jaca Book, Milán 1989.
«The Late Repentance of Horemheb», HarvanlReview 15-16
(1990), 6-7. Con H. S. Wiesner.
«La sequenza segreta», Leggere (Milán) 18 (1990), 2429. Con
H. S. Wiesner.
Hesperu.s, Romanzo.Jaca Book, Milán 1991.
«The Language of Creation», Exquisite Corpse (1991). Con
H. S. Wiesner.
Hesperu.s, Editura Univers, Bucarest 1992.
Pergamentul diafan, Editura Nemira, Bucarest 1994.
Pergammtul diafan: Ultime/e povestm, Ed1tura Nenura, Buca-
rest 1996.
Artículos

«Soarele si luna», Lucrari stintifice: Cercurile studentseti de p¿


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«Les Xavantes du Mato Grosso», Revue d'Historie et de PHI,
sophie Religieuses 4 (1974), 531-534.
«Mit si simbol in proza lui V. Voiculescu», Ethos 2 (1975)
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«Nota su «La vergine delle Rocce» di Leonardo», Aevum 4g
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«Ordine e disordine delle sfere», Aevum 55 (1981), 96-110.
«Le vol magique dans l'Antiquité tardive», Revue de l'Histoire
des Religi.ons 98 (1981), 57-66.
«Les angcs des peuples et la question des origines du dua-
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por J. Ries, Peeters, Louvain-la-Neuve 1982, 131-145.
«Antropologia filosofica a lui M. Eliade», Ethos 3 (1982), 243-
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por U. Bianchi y M.J. Vermaseren, Brill, Leiden 1982, 78-91.
«La grande année et la métempsychose», en La soteriologia
dei culti orientali nell1mpero Romano, 303-307.
«History of Religions in Italy: A PostcripLP, History ofReli-
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· «La magie de Giordano Bruno», Studi e Materiali di Storia
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«Le paysage du centre du monde dans le conte "Cezara" de
M. Eminescu, Rmnanistische ZeitschriftJür Literaturgeschichte 3-4
(1983), 444-458.
«The Sun and the Moon», InternationalJournal of Rouma.-
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«Magic in Medieval and Renaissance Europe, en The Ency
clopedia ofReligion, 9, 97b-10lb.
«Sabazios», en The Encyclopedia ofReligion, 12, 499b-500b.
«Sacrilege», en The Encyclopedia ofReligion, 12, 557a-563b.
«Sexual Rites in Europe», en The Encyclopedia ofReligion, 13,
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[Sky:] «The Heavens as Hierophany, en The Encycopedia of
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494a-497b. Con C. Poghirc. . '
Thracian Riders», en The Encyclopedia of Religion, 14, 497a.4
«Zalmoxis», en The Encyclopedia of Religion, 15, 551b-5551
Con C. Poghirc.
«M. Eliade et l'idéal de l'homme universel», en M. EHade.
Dialogues avec le sacré, Éditüons NADP, París 1987, 9-16. '
«"Zapadniki" et "Slavianofily"": La portée du conflit». e
Sauf-conduit: La vision russe de l'Occident, editado por Ge#4,j
Conio, L'Áge d'Homme, París 1987, 9-14. Con C. Culianu.
«L'"anéantissement sans nulle compassion" dans la nouve
lle "Moara cunoroe" de loane Slavici (1881)», Kurier (Bochum)
13 (1987),38-49.
«Les fantasrnes de la peur chez Mihai Eminescu, ou Com-
rnent devient-on révolutionnaire de profession», en Eminescu
im europaischen Kontext, editado por l. Constantinescu, Augs-
burg 1988, 106-127.
«Urmuz, précurseur de lui-meme?», en Vitalité et contradic-
tions de l'avant-garde: Italie-France, 1909-1924, compilado por S.
Briosi y H. Hillenaar,Jose Corti, París 1988, 273-278.
«Ascension», en Death, Afterlife, and the Soul, editado por L.
E. Sullivan, Macrnillan, Nueva York 1989, 107-117.
«Astrology», en Hidden Tru ths: Magic, Alchemy, and the Occult,
editado por L. E. Sullivan, Macmillan, Nueva York 1989, 151-
157.
«Gnosticism from the Middle Ages to the Present», en Hd-
den Truths, 63-68.
«Invito alla lettura di Mircea Eliade, Abstracta 35 (1989), 38-49.
«Magic in Medieval and Renaissance Europe», en Hidden
Truths, 110-115.
«Dr. Faust Great Sodomite and Necromancer», Revue d
l'Hi stoire des Religions 207, n. 3 (1990), 261-282.
«System and History», Incognita 1 (1990), 6-17.
«Cultura Romana?», Agora 4, n.11 3 (julio-sepúembre de
1991), 31-36.

874
Artículos cortos y reseñas
de libros, a partir de 1973

«Dan Laurentiu», Fiera Letteraria (Roma) 49 (1973), 15.


«Vasile Coiculescu, romancier al iluzuei si al sperantei», Re-
vista Scriitorilor Romani (Mánich) 12 (1973), 164-165.
«Mircea Ciobanu si Principele acestei lumi», Limite (París)
16(1974), 11.
Reseña de Creatie sifrumos de C. Noica, Limite 17 (1974), 10.
Reseña de Religions australiennes de M. Eliade, Aevum 48
(1974), 592-593.
«Exil», Limite 19 (1975), 13.
«Nina Fac;on (ob. 1974)», Limite 18 (1975), 20.
Reseña de Lo gnosticismo de H. Jonas, Aevum 49 (1975), 585-
587.
Reseña de Maya History and Religion de J. E. S. Thompson,
Aevum49 (1975), 587-590.
Reseña de La nostalgia delle origini de M. Eliade, Aevum 49
(1975), 584-585.
Reseña de Pour une science des religions de M. Meslin, Aevum
49 ( 1975), 207-208.
Reseña de Lo sciamanismo de M. Eliade, Ragguaglio Librario
51 (1975), 396.
Reseña de Le concept de littérarité de M. Marghescu, Limite 21
(1976), 11.
«Doi poeti romani», Limite 23 (1977), 15-16.
Reseña de L'isola del tonal de C. Castaneda, Aevum 5l (1977)
583-586.
Reseña de Mito efilosofa de C. Conio, Aevum51 (1977), 583-586.
Reseña de Neuplatonische u. gnostische Weltablehnungde G. El-
sas, Aevum 51 (1977). 187-189.
«La XLVI EranosTagung», Aevum 52 (1978), 343-346.
Reseña de Edipo alla luce delfolclore de V. I. Ja. Propp, Aevum
52 (1978), 383-384.
Reseña de Etymologicum magnum romaniae de B. P. Hasdeu,
Aevum 52 (1978), 383-384.
375
Reseña de InterationalJoural of Roumanian Studies 1, A
vum 52 (1978), 637.
Reseña de Limbe si gindire in cultura indiana de S. Al-Geore,
Aevum 52 (1978), 637.
Reseña de Mica enciclopedie a povestilorromanesti de O. Binlea,
Aevum 52 (1978), 384.
Reseña de La nascita mística de M. Eliade, Aevum 52 (1978),
159-160.
Reseña de Nederlandse Volksverhalen de M. D. Teenstra, Ae.
vum 52 (1978), 635.
Reseña de Occultism, Witchcra.ft and Cultural Fashions de M.
Eliade, Aevum 52 (1978), 596-598.
Reseña de Production de l'intérit romanesque de Ch. Grivel ,
Rapports ( 1978) 189-192.
1

Reseña de Vita e pensim> di R. Tagore de G. Ottonello, Aevum


52 (1978), 637.
«Metamorfoza lui M. Eliade», Limite 28-29 (1979), 35-36.
Reseña de Gesellschaft in mythischen Bahn de K. Keller, Aevum
53 (1979), 608.
Reseña de Histoire des croyances I de M. Eliade, Aevum 53
(1979) 1 165-168.
Reseña de InMistApparelledde F. E. Brenk, Aevum 53 (1979),
209.
Reseña de Letture sulla religione greca de P. Scarpi, Aevum 53
(1979) 1 201.
Reseña de Macrobe de J. Flamant, Aevum 53 (1979), 190-193.
Reseña de Medieval Heresy de M. Lambert, Aevum 53 (1979),
427.
Reseña de Norm.s in a Changing World de Portman-Rietsema,
Aevum 53 (1979), 209.
Reseña de La paralisi, e le spostamento de R Rinaldi, Aevum53
(1979) 1 608. .
Reseña de Philosophie du catharisme de R. Nelli, Aevum 53
(1979), 428.
Reseña de Prometeo Orfeo Adamo de U. Bianchi, Aevum 5
(1979) , 172-176.

376
de &cherches sur la lune I de S. Lunais, Aevum 53

de Redeunt Saturnia Regna de v. Schmidt, Aevum 53


'5-206.
de Symboles et mythes dans la pensée de Plutarque de Y.
Aevum 53 (1979), 209.
de Bartholomaeus Anglicus de R.]. Long Aevum 54
-392. '
de Cahiers Roumains d 'Études Littéraires 1978, Aevum
557-558.
de La critique des idées littéraires de A. Marino, Aevum
557.
de Cultura cattolica de G. Romanato y Molinari, Pro-
·vilita 6 (1980), 11-12.
de De vita libri, III de M. Ficino, Aevum 54 (1980), 397.
de La guistificazione delle immagini religiose de V. Faz-
54 (1980), 183-185.
de Hemumeutica lui M. Eiiade de A. Marino, Aevum 54
11-543.
a de Hommages a M. J. Vermaseren, Aevum 54 (1980),

a de Magie de H. G. Kippenberg y B. Lucchesi, Aevum


206-207.
a de Mithriaca IV de M.J. Vermaseren, Aevum 54
06.
ea de opere VII de M. Eminescu, Aevum 54 (1980), 536-
ifta de Pour une sociologie du texte de P. V. Zima, Romani-
ai.tschriftJür Literaturgeschichte (1980), 113-114.
a de Religion u. Klassenhild:ung de H. G. Kippenberg,
(1980), 201.
a de Stanze de G. Agamben, Aevum 54 (1980), 386-387.
colloquio sulla nozione cristiana di tempo», Rivista di
Letteratura Religiosa 17 (1981), 328-329.
a de Apocalypse de V. Tanase, Limite 32, n.° 2 (1981),28-

377
Reseña de Courtly Love de R. Boase, Aevum 55 (1981), 369.
363.
Reseña de Cults and Beliefs at Edessa de H. J. W. Drijvers, A
vum 55 (1981), 172-174.
Reseña de M. Eliade, etc., Aevum 55 (1981), 611.
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