Módulo I_ Quattrocento
Módulo I_ Quattrocento
Módulo I_ Quattrocento
MÓDULO 1
RENACIMIENTO SIGLO XV: EL QUATTROCENTO
1. Introducción
1. Introducción y objetivos
Por su inmensa importancia vamos a empezar este breve curso haciendo una
inmersión en el Quattrocento (S XV): en este periodo los artistas buscan una
vuelta a los ideales clásicos con el resurgimiento de la cultura greco-romana en
arte, literatura y filosofía.
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2. El Descendimiento. Roger van der Weyden
El arte flamenco se interesó desde muy pronto por las emociones humanas.
Alejado de la idealización del arte italiano, los flamencos se interesaron por seres
humanos reales y realistas y por cómo se representaban sus sentimientos en sus
rostros, manos e incluso vestiduras (Cranach, Memling, etc,…). Esas cualidades
se plasman perfectamente en esta obra que representa uno de los momentos más
patéticos de la tradición cristiana: el descendimiento de Cristo de la cruz
después de muerto.
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El conjunto se estructura en dos grupos: el de la izquierda en torno a la Virgen y el
de la derecha en torno al cuerpo de Jesús. En el centro, un joven, de vestiduras
pálidas, subido a una escalera y sosteniendo aún el brazo de Jesús; bajo él, un
anciano con vestiduras rojizas (posiblemente Nicodemo) sostiene el cuerpo de
Cristo ayudado por una sábana blanca. Ese cuerpo de Cristo es el protagonista del
cuadro: situado en el centro, con una posición diagonal, es el centro de las
miradas y el generador de todos los sentimientos. Las figuras de la derecha se
vuelven hacia el cuerpo de Jesús: un hombre mayor, posiblemente José de
Arimatea, sostiene sus piernas, un criado tras él acerca un bote de perfume y una
mujer en el extremo, identificada habitualmente como la Magdalena, muestra la
pasión más intensa, inclinando la espalda y cruzando las manos con gesto
crispado. El grupo de la izquierda se compone por dos mujeres, una de más edad y
otra más joven, y un hombre más joven, que se identificaría con el apóstol San
Juan. La mujer de más edad vuelve a mostrar un dolor intenso, como su
compañera del extremo derecho: se tapa los ojos con el velo y llora intensamente.
San Juan y la otra Santa Mujer se inclinan hacia María, la madre de Jesús. Su
cuerpo sigue una diagonal muy similar a la de su hijo, su rostro está pálido, incluso
más que el de su hijo, como desmayada por el dolor, y su brazo parece rozar
suavemente la mano de su hijo.
La obra muestra las características propias del arte gótico flamenco. Pintada al
óleo sobre tabla, se caracteriza por sus colores intensos, por el mimo puesto en la
representación de las vestiduras y sus pliegues (una constante en Flandes, donde
los tejidos constituían una de las principales fuentes de riqueza) y por su realismo,
mostrando a las figuras sin idealizar.
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Las fotografías a gran resolución que se han ido tomando en los últimos años
muestran la intensidad de las arrugas en los rostros ancianos, las lágrimas que
brotan de los ojos y el cuidado puesto en detalles como las ricas vestiduras de
José de Arimatea. Siguiendo la tradición del momento, además, solo Jesús, María
y Juan visten a la antigua, mientras que el resto de los personajes siguen la moda
flamenca del siglo XV. Era un recurso para que los espectadores se sintieran
involucrados en el cuadro y no lo vieran como un suceso histórico, sino como un
suceso inserto en su propia actualidad.
Nacido como Roger de le Pasture, fue un pintor de origen francés que trabajó
entre su ciudad natal (Tournai) y Bruselas, donde se le aplicó el nombre flamenco
con el que se le conoce hoy en día. Su obra, inserta en el estilo flamenco, se
caracteriza por su realismo, sus vivos colores y sus figuras de gran tamaño, con
aire monumental.
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3. La Anunciación. Fray Angelico
Fray Angélico (h. 1395 – 1455), nombre con el que se conoce a Fra Giovanni da
Fiesole, era un monje carmelita de Florencia, formado como pintor en un taller de
manuscritos. Su habilidad pintando era deudora de la pintura de los conventos:
con gusto por lo miniaturesco y colores vivos, no tanto colores puros (rojos, azules
intensos) sino matizados, como los rosas, azules cobaltos o salmones que
predominan en esta pintura.
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Se trata de un pintor de transición del Gótico al Renacimiento que pinta temas
exclusivamente religiosos.
La Anunciación, pintada hacia 1426, es una obra al temple sobre tabla que se
divide en dos partes bien diferenciadas. La parte izquierda representa un jardín
con abundantes flores y plantas: allí Adán y Eva, vestidos con pieles y hojas de
parra, con varias frutas caídas a sus pies, se dirigen, Eva rezando y Adán llorando,
fuera del paraíso, guiados por un ángel con túnica naranja que flota sobre ellos en
un complicado escorzo. Las figuras se dirigen a la izquierda, como si salieran de la
historia, al haber acabado su papel.
Fray Angélico está viviendo los inicios del arte renacentista y los va integrando en
su obra: la arquitectura que alberga a María es renacentista, con arcos de medio
punto, óculos decorados con relieves de florones (y del Padre Celestial),
guirnaldas, bóvedas de arista y columnas corintias. Las figuras tienen un gran
tamaño, frente al miniaturismo de épocas anteriores, en la línea de la importancia
de la figura humana que caracterizará al Renacimiento. Además, para lograr
sensación de profundidad, se va introduciendo la perspectiva lineal. Esta
técnica, desarrollada en el siglo XV, estaba inspirada por la forma en que nuestros
ojos perciben la realidad: no como un espacio rectangular sino como un cono,
estando nuestros ojos en cada uno de los extremos y confluyendo hacia un punto
central situado en la línea del horizonte.
La perspectiva lineal elige ese punto central y hace que todas las líneas del cuadro
confluyan, creando diagonales, hacia él, consiguiendo de ese modo crear una
engañosa sensación de profundidad. A pesar de esos elementos renacentistas, la
obra de Fray Angélico es aún muy deudora del Gótico Internacional desarrollado
hasta esos momentos y que tenía una capital importante en la ciudad de Siena, no
demasiado lejos de Florencia.
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En esta obra, las imágenes no parecen figuras maduras, sino que aún tienen
rasgos dulces y aniñados, los colores son secundarios, la arquitectura es
demasiado pequeña y esbelta y la naturaleza, representada en ese jardín donde se
ha representado con esmero cada hoja y cada flor, sigue teniendo un papel
protagonista. Tal vez esa introducción de elementos “modernos”, en la línea del
clasicismo renacentista, pero sin perder la belleza y elegancia propios del Gótico
Internacional, hicieran que la obra de Fray Angélico fuera más valorada que los
cuadros duros y ásperos de un Masaccio o un Andrea del Castagno, por citar a dos
de sus contemporáneos.
La predela o parte inferior de esta pintura tiene también un gran interés, hasta el
punto de que, en ocasiones, el Prado la ha expuesto separada de la obra principal,
como en el de las miniaturas del Prado. Representa cinco escenas: Natividad y
Desposorios de la Virgen, Visitación, Natividad del Niño, Presentación en el
Templo y Dormición de la Virgen.
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4. El Tránsito de la Virgen. Andrea Mantegna
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María quedaba dormida en la cama ante la mirada de los apóstoles, congregados
en la ocasión. Mantegna usa para la escena la perspectiva lineal de manera que
dirija la mirada hacia María: las baldosas del suelo, con un diseñado ajedrezado
en tonos salmón y marfil que potencia el efecto diagonal y la posición de los
apóstoles ayudan a que la mirada se dirija hacia la figura de María, tendida en el
lecho. Mantegna, como es habitual en él, toma un punto de vista extraño: el
espectador estaría más o menos a la altura de las rodillas de los apóstoles, un
poco bajo para el punto central pero no a nivel de suelo.
Esta obra, pintada hacia 1462, fue realizada en Mantua para la familia Gonzaga, a
quienes se la compró el rey de Inglaterra Carlos I. A la muerte de éste, fue
adquirida por la Corona Española, pasando así a formar parte de las colecciones
reales.