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Anexo 1 Fichas de Lecturas

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Ficha Lectura N°1: "El valor de la lectura en trabajo social"

Conocedores de que, para el Trabajo Social, el uso adecuado del lenguaje oral y escrito es
parte de la esencia de esta disciplina y sabiendo que éste crea realidades, es que los
profesionales de lo social deben adquirir y manejar técnica y éticamente esta valiosa
herramienta.
Hoy queremos resaltar la importancia y el valor que se puede obtener de la escritura y
lectura en trabajo social. Revisaremos el valor que tiene el escribir en trabajo social y cómo
este escribir aporta a la formación del nuevo profesional y a la construcción de nuevo
conocimiento disciplinar.
“Asumir la dialéctica entre leer y escribir permite interiorizar, construir diálogos, indicios,
interpretar lo vivido. Esto implica pasión, organización, disciplina, sumergirnos, perdernos y
volvernos a encontrar en informaciones que construimos en, desde y sobre las experiencias.
La lectura de la palabra, el aprendizaje de la escritura, la comprensión del discurso, forman
parte de procesos significativos de consolidación de la ciudadanía: tomar la historia en
nuestras manos, proyectar la naturaleza social del lenguaje asociado al proceso político de
luchar por mejores vivires” (Freire, 1996).
La lectura ayuda al desarrollo del pensamiento y del lenguaje, mejora la expresión oral y
escrita y permite que el lenguaje sea más fluido. Aumenta el vocabulario y mejora la
redacción y ortografía y nos permite, además, experimentar todo tipo de emociones y
representar por ello, los sentires de quienes son los beneficiarios de nuestro trabajo.
Rosemarie Richardson A.

Ficha Lectura N ° 2: RESILIENCIA FAMILIAR


“McCubbin (1988) definieron la resiliencia familiar como cualidades y
propiedades de las familias que les ayudan a ser resistentes frente a los
cambios; facilitan la adaptación en situaciones donde se vive una crisis,
mediante procesos que promuevan la sobrevivencia, salir adelante y resistir.
Una postura proactiva, de respuesta inmediata y las estrategias a largo plazo
de la sobrevivencia, calidad del cuidado, cariño y compromiso en las relaciones
intrafamiliares son ejemplos de estrategias de apoyo familiar y fomento de las
habilidades resilientes (Walsh, 2002). Para estos autores, una familia resiliente
posee fortalezas que protege y ayuda a sus miembros a recuperarse de las
experiencias negativas; se benefician y contribuyen a una red de relaciones en
sus comunidades; buscan extraer un aprendizaje significativo y desarrollar
entendimientos compartidos de las experiencias negativas y, enfrentan crisis
sin perder el orden y el equilibrio en sus vidas. Para McCubbin y Patterson
(1983) una familia resiliente es aquella que cuenta con cierta flexibilidad y
moldeamiento capaces de cambiar su aproximación de la crisis haciéndola más
comprensible, manejable y significante; intercambian recursos familiares,
soporte social, percepción de su situación y habilidades para resolver
problemas al mediar el nivel de adaptación a la crisis. En cuanto al esquema
familiar que la distingue se incluyen: valores, prioridades, expectativas y visión
del mundo de la familia, los cuales permiten dar significado a los eventos
estresantes. Los roles parentales que se manejan influyen de manera especial
en las experiencias de aprendizaje de los niños al establecer límites claros,
estructura al ser la autoridad dominante; establecer y hacer cumplir las reglas
y proveer de soporte y cariño; comparten calidad de tiempo con los hijos
desarrollando logros sociales y verbales; proveen recreación y brindan una
guía firme, consistente y sin actitudes represivas o de rechazo. En el buen
funcionamiento familiar también influye el número de integrantes, la
disponibilidad para obtener atención y cuidado de los distintos miembros, las
cargas de trabajo manejable, las reglas y la estructura durante la adolescencia;
la cohesión familiar, las redes de amigos, así como pocos eventos estresantes
durante la infancia y adultez (Howard et al., 1999)
Más recientemente, Patterson (2002) establece que una familia resiliente se
distingue por la cohesión que existe entre sus miembros, la flexibilidad, la
comunicación abierta y el significado en la familia como unidad por parte de
cada integrante. A lo que Seccombe (2000) agrega tener expectativas claras y
sencillas de sus hijos, rutinas, celebraciones y valores centrales compartidos.
Werner, Bierman y French (1971) detectaron la cualidad de resiliencia en una
gran muestra de niños en pobreza de Kauai, y a partir de ello, reportaron una
serie de factores protectores como las relaciones de apoyo entre padres e
hijos, el establecimiento de reglas que mostraban respeto por la individualidad
de los hijos, daba estabilidad y cohesión familiar. Estos niños mostraban
además una historia de buena salud, integración social, sentido de autonomía,
habilidades para identificarse y relacionarse con modelos positivos, buenas
relaciones con sus compañeros, ganas de buscar apoyo de otros adultos,
múltiples intereses y pasatiempos”
(Athié Díaz & Gallegos Orozco, 2009)2009 Relación entre la Resiliencia y el
Funcionamiento Familiar.pdf

Ficha 3: Diversidad Familiar

“La disciplina de Trabajo Social, nos permite abordar un acercamiento


constante relacionado con la producción de conocimientos específicos sobre las
familias y sus grupos íntimos. Es a partir de estos conocimientos que podemos
delinear algunas estrategias de aproximación para consolidar estudios que nos
aporten algunas características sobre grupos humanos que poseen, de alguna
manera, la síntesis del ser humano en sí mismo, en un contexto determinado.

Algunas investigaciones relacionadas con las familias, se han orientado por la


búsqueda de la superación de problemas que (aparentemente)se originan en
las familias y hay que dar soluciones para que su interacción Importar imagen
social le permita adaptarse a las normas sociales existentes en cualquier
contexto cultural y observar las transformaciones que en ella se producen.

De acuerdo con lo expuesto por Andrés Ponce de León (2006:31) considera


que el estudio de la familia es inseparable del estudio del contexto en el cual
una determinada configuración familiar emerge, existe y con él se mantiene en
permanente interacción. No puede haber estudio histórico que no se relacione
con el contexto, y tampoco puede hacerse una historia de la familia sin que
estemos remitiéndonos permanentemente al medio social para comprender los
cambios que en ella se operaron.

El peso específico de la organización familiar, es la que le ha permitido


mantenerse como institución social, perdurando a lo largo de la historia en
todas las sociedades. Esta condición universal, a su vez, ha de “desplegarse”
de acuerdo con las características predominantes donde la misma se ha
desarrollado.

La tendencia de algunos de los estudios consultados, destaca que es a partir


de un conocimiento más profundo, donde se puedan conocer las experiencias
intransferibles de las familias, para avanzar en su comprensión, cuya
interpretación no podemos encausar desde un “criterio único”, para
explicarnos las acciones humanas que se producen y son producto, de la
interacción social permanente.

A diferencia de otras áreas de estudio, al tratar el tema de la familia todos


los sujetos son propietarios de un conocimiento previo basado en su
experiencia directa sobre el concepto, la definición y el significado de la
familia, situación que no expresa la creciente pluralidad de las formas de vida
familiar. (Fresno García, 2011:19).

Siguiendo a Miguel del Fresno García (2011), la concepción de la familia ha


dejado de ser monolítica, institución adaptativa a los cambios de cada época y
que no tenga el mismo significado para todas las personas, es la prueba de la
complejidad sociológica. Algunos expertos han realizado sus análisis desde la
perspectiva de crisis permanente de esta institución, “hay que preguntarse
cómo ha vivido la familia las transformaciones económicas, sociales y
culturales delos últimos ciento cincuenta años, cómo ha resistido y cómo ha
contribuido a la viabilidad de la sociedad” (Segalen, 1992:20, citado por
Del Fresno García). La evidencia de su capacidad de adaptabilidad es la certeza
de su continuidad en el tiempo. “Las familias reflejan, el mismo dinamismo,
fluidez y pluralidad que la propia sociedad donde se desenvuelven y actúan.
Las familias actuales son una de las formas de expresión más visibles de
nuestra sociedad, de la identidad colectiva y de la expectativa de futuro de
cada país. La familia en su sentido más amplio, es un fenómeno local y
simultáneamente global. Y según el punto de vista adoptado, puede verse
como sincrónicamente en situación de crisis y decadencia o de cambio y
revitalización. …el debate en torno a la familia desborda el ámbito científico y
académico; y esta inevitablemente cargado de componentes ideológicos,
donde los medios de comunicación forman parte sustancial en su difusión. ”Las
religiones, también, han ejercido y ejercen influencias en la esfera privada de
las personas para preservar sus modelos de familias”.
La aproximación cuantitativa, ha predominado en las investigaciones sociales,
sin embargo, son insuficientes para explicar la realidad social de las familias y
los cambios culturales de la influencia global (sexuales, educativos,
económicos, ideológicos, políticos, jurídicos, científicos, tecnológicos, laborales,
simbólicos, religiosos, relaciones entre géneros,) y su manifestación local.
Apoyamos el uso de datos numéricos acompañados de datos cualitativos, que
nos acerquen al significado de esa complejidad social.”
(Giovanna Suárez Bimbatti, 2021) “¿Las familias o la familia? desde el trabajo
social”, Educere, vol. 25, núm. 80, pp. 37-44, 2021, Universidad de los Andes.
Ficha 4: ESTILOS DE CRIANZA

Los padres ponen límites para poder ejercer la autoridad dentro del núcleo
familiar, y este ejercicio de la autoridad parental marca las pautas del
comportamiento de los hijos y/o demás miembros de la familia. Los distintos
tipos de crianza, para Patricia Arés (2002) “garantiza la supervivencia del niño,
un aporte afectivo y un maternaje y paternaje adecuado”38 (p.18) que
repercute en el desarrollo psicológico de los individuos. Grace J. Craig (2001)
expresa que: “El control y la calidez constituyen aspectos esenciales de la
crianza. El control de los padres denota su nivel restrictivo (…). La calidez se
refiere al grado de afecto y aprobación que exteriorizan”39 (p.262- 263). De lo
planteado, podemos establecer tres tipos en el estilo para ejercer la autoridad
que varía dependiendo de la cultura y de factores psicosociales de cada región
o país. Entre los estilos de crianza podemos destacar: padres autoritarios,
padres permisivos y padres democráticos.

Padres autoritarios: Los padres autoritarios ejercer su poder de forma


estricta y mediante una disciplina coercitiva. Las reglas son impuestas,
incuestionable, absolutizadas, no dialogadas y deben ser acatadas al instante.
Cuando se las transgrede, los padres le imponen castigos, por lo general
físicos. Entre las características del estilo de autoritarios destacamos que “los
padres tienen poca comunicación con los hijos, reglas inflexibles, no permiten a
sus hijos independizarse de ellos, los hijos son retraídos, temerosos,
malhumorados, pocos asertivos e irritables (…)”40 (p. 264) según Grace J.
Craig (2001, op. cit.).

Padres permisivos: Los padres permisivos ejercen poco control en sus hijos,
imponen pocos límites o en el peor de los casos, no establecen reglas en el
hogar, son complacientes en todo lo que les pida sus vástagos, teniendo como
consecuencia poca orientación y una excesiva libertad, lo que conlleva, a su
vez, a problemas de conductas a medida que van creciendo. Los hijos de los
padres permisivos son muy impulsivos, agresivos y tienen poco control de sus
impulsos; algunos, pueden ser dinámicos, creativos, extrovertidos.

Padres democráticos: Grace J. Craig (2001, op. cit.) citando a Diana


Baumrind menciona que los padres autoritativos (a quienes nosotros los hemos
denominado padres democráticos) “combinan un control moderado con afecto,
aceptación (…) fijan límites a la conducta, éstos son razonables; ofrecen
explicaciones adecuadas al nivel de comprensión del niño”41 (p. 263);
asimismo, están dispuestos a escuchar las opiniones, argumentos y
sentimientos de sus hijos cuando algún hecho les incomoda; son flexibles
cuando la situación lo amerita, ya que las reglas no son rígidas, sino que están
supeditadas a negociación, siempre y cuando se respete lo acordado por
ambas partes. Este estilo de crianza permite una dinámica familiar funcional
donde los hijos pueden desarrollar sus habilidades sociales de forma adecuada,
tienen autocontrol y pueden resolver sus conflictos de forma asertiva, tienen
rendimiento escolar satisfactorio y su autovaloración es óptima.

Minuchin, S., Familias y terapia familiar, México, 1986

Ficha 5: Derechos de infancia “El interés superior del niño” Los


derechos del niño son derechos humanos
Los derechos del niño son derechos humanos Durante el siglo XX, y
particularmente en los últimos decenios en América Latina, los derechos
humanos se han convertido en el fundamento de un sistema político-social
basado en la promoción y garantía del desarrollo de las personas, de todas
ellas, sin discriminación. Los derechos humanos han pasado a ser concebidos
como el contenido esencial, la sustancia del sistema democrático. Ellos son,
por un lado, un límite infranqueable para cualquier forma de arbitrariedad, y
por otro, una finalidad u objetivo que orienta al conjunto del sistema político y
la convivencia social4. Un principio básico de la teoría de los derechos
humanos es que tanto los instrumentos internacionales como nacionales son
aplicables a todas las personas con independencia de cualquier particularidad.
Sin embargo, es posible observar que ciertos grupos de personas no están
efectivamente protegidos en el goce de sus derechos, ya sea porque en forma
discriminatoria se les priva de protección, o bien porque algunas circunstancias
particulares de su vida dificultan el acceso o idoneidad de los mecanismos
ordinarios de protección. Uno de estos grupos es la infancia/adolescencia, el
segmento de personas que tienen entre cero y dieciocho años incompletos, a
las que se les denomina genéricamente niños. La Convención reafirma el
reconocimiento de los niños como personas humanas y, por ello, con justa
razón puede denominársele como un instrumento contra la discriminación y a
favor del igual respeto y protección de los derechos de todas las personas,
criterio básico para comprender el sentido y alcance del principio del interés
superior del niño. Pero la Convención no es meramente una reafirmación de los
derechos del niño como persona humana, sino una especificación de estos
derechos para las particulares circunstancias de vida de la
infancia/adolescencia; también, es fuente de derechos propios de la
infancia/adolescencia y de un conjunto de principios que regulan la protección
conjunta de los derechos de niños y adultos, y sus derechos y deberes
recíprocos. Los derechos del niño no dependen de ninguna condición especial y
se aplican a todos por igual; constituyen un conjunto de derechos-garantía
frente a la acción del Estado y representan, por su parte, un deber de los
poderes públicos de concurrir a la satisfacción de los derechos-prestación que
contempla. En este sentido, el enfoque de los derechos humanos permitirá
organizar desde una perspectiva diferente las políticas públicas de la infancia y
la participación de los niños en la sociedad. América Latina es una región en la
que existe un conjunto importante de derechos insatisfechos y de sujetos
vulnerados en sus derechos. La pobreza en la población infantil y la escasa
posibilidad de participación de los niños en los asuntos de su interés, son un
ejemplo de ello. La Convención representa una oportunidad, ciertamente
privilegiada, para desarrollar un nuevo esquema de comprensión de la relación
del niño con el Estado y las políticas sociales, y un desafío permanente para el
logro de una verdadera inserción de los niños, y sus intereses, en las
estructuras y procedimientos de decisión de los asuntos públicos.

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