Guia Practica de La Psicoterapia
Guia Practica de La Psicoterapia
Guia Practica de La Psicoterapia
Introducción
En los últimos años se incrementó en distintos países el desarrollo de guías clínicas para
la psicoterapia, en concordancia con el interés creciente a nivel mundial por una práctica
basada en evidencias en el campo de las ciencias de la salud.
Todo lo expuesto llevó a los autores a plantearse si era adecuado apuntar al desarrollo de
una guía clínica o si debían aspirar solamente a un texto preliminar que discutiera los
problemas relacionados con este tipo de guías y los caminos posibles para su desarrollo
en nuestro medio. El texto resultante constituye en cierta medida una modesta
combinación de ambas opciones. Puede considerarse una guía clínica pues contiene
recomendaciones sobre problemas sustanciales de la práctica psicoterapéutica pero, a su
vez, ha buscado dar cabida también a la discusión de cuestiones conceptuales y prácticas
más generales relacionadas con la elaboración de este tipo de guías.
- Lambert MJ, en la última edición del Bergin & Garfield Handbook of Psychotherapy3
(p. 311), mantiene la definición de ediciones anteriores: “Psicoterapia es: a) Una relación
entre personas involucradas en un proceso compartido, b) uno o más individuos definidos
como necesitando un tipo específico de asistencia, para c) mejorar su funcionamiento
como personas, junto con d) uno o más individuos definidos como capaces de brindar
esta asistencia.” Comentando esta definición, Orlinsky, Ronnestad & Willutzki3 (p. 311)
proponen agregarle las aclaraciones que se detalla a continuación: 1) Incluir en la noción
de relación terapéutica todo lo que ocurre entre terapeuta(s) y paciente(s), sea dentro de la
sesión o que continúa por otros medios fuera de la sesión. 2) Respecto a la forma en que
se debe entender el “mejorar su funcionamiento como personas”, señalan que, si bien la
psicoterapia es indudablemente un tratamiento por medios psicológicos que forma parte
del campo de la salud, no por ello su uso se limita a personas que entran dentro de los
diagnósticos habituales de trastorno o discapacidad, siendo necesario incluir también
personas que buscan desarrollar su vida emocional, controlar conductas desadaptativas o
desarrollar sus aspectos espirituales y una filosofía de la vida. 3) Señalan, por último,
respecto al punto d), que la psicoterapia es ofrecida como un servicio profesional por
personas cuyo entrenamiento debe ser formalmente reconocido por institutos
profesionales y de enseñanza acreditados para brindar esa certificación.
Si bien para Freud el psicoanálisis era inequívocamente una terapia psicológica, algunas
orientaciones psicoanalíticas actuales sostienen que el psicoanálisis no debería ser
considerado una psicoterapia, pues su objetivo es más amplio y los resultados
terapéuticos surgen como efecto de la exploración del inconsciente, que es la meta
principal. Esta opinión parte de una definición de psicoterapia más estrecha que la
sostenida por nosotros. En la medida en que consideramos que el cambio y el
enriquecimiento de la persona y de sus vínculos entran dentro de los fines de la
psicoterapia, corresponde incluir al psicoanálisis dentro de este campo.
El proceso de desarrollo de las guías implica una serie de pasos reglados, que pueden
resumirse de la siguiente forma7 (p. 24):
1) Definición del tema y redefinición del mismo a medida que se avanza en la
elaboración de la guía.
2) Identificación de las preguntas clínicas relevantes.
3) Búsqueda de la evidencia.
4) Evaluación y síntesis de la evidencia.
5) Traducción de la evidencia en recomendaciones para la práctica clínica.
6) Formulación de indicadores que permitan que la guía pueda ser usada en la auditoría
de servicios clínicos.
7) Revisión de la guía por árbitros externos.
Las preguntas a las que se refieren las guías deben ser relevantes con relación al objetivo
de la guía y estar bien delimitadas. Conviene que no sean excesivamente numerosas (no
más de 30 para cada guía) y pueden referirse a cuestiones relacionadas con las
intervenciones, y su efectividad, con el diagnóstico, con el pronóstico y también con la
prestación de servicios9.
Las guías clínicas completas contienen las recomendaciones, más información exhaustiva
sobre las fuentes y procedimientos de los que surgen dichas recomendaciones e
información sobre las personas o instituciones que participaron en la elaboración de la
guía. Incluyen también una versión de la guía para los pacientes que resume las
recomendaciones en forma comprensible para el público no especialista y susceptible de
ser reproducida en los medios de información, y que sirva a los pacientes para tomar
decisiones informadas acerca de su tratamiento psicoterapéutico.
Las guías buscan servir de apoyo para ofrecer un sistema que dé garantía y mejore la
calidad de la asistencia.
Este trabajo, así como las dificultades que surgieron, llevaron a tomar conciencia de las
dificultades metodológicas y conceptuales implicadas en la tarea, llegándose
progresivamente a la búsqueda de un punto de equilibrio entre la importancia de contar
con recomendaciones sólidamente basadas en trabajos de investigación sistemática de
procesos y resultados, sin perder por ello contacto con la clínica ni con el conocimiento
implícito desarrollado por los clínicos y no siempre reflejado en las formulaciones
oficiales o explícitas de la disciplina.
Este avance tiene que superar dos actitudes que operan como obstáculos simétricos y
opuestos. Por un lado, se puede aplicar los procedimientos utilizados para elaborar guías
clínicas en otros campos sin una reflexión crítica sobre su adecuación al terreno de la
psicoterapia. Por otro lado, puede primar el rechazo a priori de todo intento en esta
dirección, colocando al campo de la psicoterapia en una situación de extraterritorialidad
frente al campo de la salud. La elaboración de guías clínicas plantea un desafío a la
psicoterapia. La respuesta positiva a este desafío consiste en reconocer que las preguntas
sobre la eficacia, efectividad y eficiencia de las distintas psicoterapias son legítimas y
requiere avances metodológicos que permitan responderlas adecuadamente. Pero también
implica recuperar dimensiones específicas de la psicoterapia que tienen que ser
integradas a las preguntas anteriores y que apuntan al sentido clínico y humano de los
fenómenos en estudio. Kordy y Kaechele12, citando a Gallo, señalan que una cosa es
saber que el resultado de una psicoterapia ha sido una modificación en 0.85 desvío
estándar con relación a los puntajes de los tests del grupo control, y otra es saber qué
significa esto para los pacientes con relación a su calidad de vida y a los objetivos que se
plantean en su vida.
Díaz Rossello ha señalado que la medicina basada en evidencias debe acompañarse por
una medicina basada en valores, atenta a los problemas sociales y éticos18. En la misma
dirección se puede decir que los interrogantes sobre el sentido de la vida son inherentes al
campo de la salud (como lo muestran las decisiones en situaciones críticas y la
investigación actual sobre calidad de vida relacionada con la salud19. En ese sentido, la
situación del psicoanálisis resulta ilustrativa, en tanto ha mantenido en forma a veces
conflictiva una doble pertenencia a las ciencias de la salud y a las disciplinas
hermenéuticas, ejerciendo un marcado impacto en la cultura del siglo XX. Esta doble
pertenencia enseña que si bien hay preguntas que se pueden responder con los estudios de
resultados, hay otras en las que es fundamental la comprensión del cambio terapéutico
desde una perspectiva hermenéutica20. Cobran entonces valor los procesos de
deliberación clínica, de significación también para la ética clínica21 y la confrontación o
debate entre hipótesis alternativas, dando importancia a la elucidación de los aspectos
conceptuales implícitos en las cuestiones discutidas22-24. Lo que en definitiva opera
como evidencia en la práctica es más complejo que lo que las guías definen como tal25.
Las recomendaciones recogidas en estas guías provienen, por tanto, de diversas fuentes:
2. Guías clínicas existentes en otros países. Hemos tomado como fuentes aquellas guías
clínicas de otros países dedicadas directamente a la psicoterapia, destacándose en este
aspecto las de Gran Bretaña y Canadá a las que nos referiremos a continuación. En
Estados Unidos, una búsqueda por medio de Internet en la Nacional Guideline
Clearinghouse, de la Agency for Healthcare, Research and Quality (AHRQ) (organismo
federal encargado de la difusión de las guías clínicas), mostró 89 guías relacionadas con
la psicoterapia, pero en ninguna de ellas la psicoterapia como tal era el tema central. En
dichas guías la psicoterapia aparece como un aspecto incluido con relación a diversos
temas que son el objetivo central de la guía: a) trastornos psiquiátricos (depresión,
trastorno bipolar, esquizofrenia, drogodependencias, trastornos fronterizos, etc.); b)
enfermedades o problemas orgánicos (enfermedades cardíacas, dolor, perimenopausia,
etc.); diversos problemas psicosociales o situaciones de riesgo (adopción, violencia
contra la mujer, crisis, etc.). Hemos hecho referencia a las recomendaciones de la “Guía
Clínica para el Tratamiento de los Pacientes con Depresión Mayor” (“Practice Guideline
for Patients With Major Depression”) de la American Psychiatric Association, que se
refieren a la eficacia relativa de la psicoterapia y los psicofármacos en dicho trastorno34.
3. Canadá: “Estándares y Guías para las Psicoterapias” (“Standards and Guidelines for
the Psychotherapies”)35, editada por P. Cameron, J. Ennis & J. Deadman 1998, por
encargo de la Ontario Psychiatric Association y la Ontario Medical Association, Section
of Psychiatry. Esta extensa guía, de 499 páginas, ofrece recomendaciones generales para
la definición y práctica de la psicoterapia, conceptos nucleares sobre la eficacia y la base
empírica de las psicoterapias, así como guías específicas para distintos tipos de
psicoterapia: Psicoanalíticas, Cognitivo-comportamental, Terapias breves, Pareja y
familia, Grupos, Terapias de apoyo, Niños y adolescentes, Combinación de
farmacoterapia con psicoterapia, Pacientes con trastornos severos y persistentes. También
incluye capítulos sobre: Formación en psicoterapia, Supervisión, Supervisión en terapia
cognitivo-comportamental, Cuestiones de género, Cuestiones culturales en psicoterapia,
Cuestiones de consentimiento, y una Guía para el archivo del material clínico. Hemos
contactado a uno de los editores, el Dr. Cameron, en cuya opinión esta guía conserva su
validez, planteándose solamente la necesidad de algunas modificaciones menores para
ediciones futuras (por ejemplo, inclusión de la psicoterapia interpersonal para la
depresión)*.
4a. “Elección del Tratamiento en las Terapias Psicológicas y Counselling. Guía para la
Práctica Clínica Basada en Evidencias” (“Treatment Choice in Psychological Therapies
and Counselling. Evidence Based Clinical Practice Guideline” 2001)11, 36. Esta guía ha
sido elaborada con la colaboración de la Sociedad de Centros para la Investigación de
Resultados y Efectividad de Gran Bretaña, y resume las evidencias que se desprenden del
examen de las revisiones sistemáticas (incluyendo las de la Cochrane Library),
metaanálisis y trabajos publicados disponibles en las bases PsychLit y Embase-Medline.
Nos hemos apoyado en los resultados de estas revisiones de bases de datos. Para trabajos
futuros importa señalar que en nuestro medio, si bien las bases de datos médicas son
accesibles, no ocurre así con las principales bases de datos del campo de la Psicología
(por ejemplo, PsicLit), las cuales no lo son hoy desde las bibliotecas universitarias o las
de muchas sociedades científicas.
6. Publicaciones y fuentes de distinto origen, las cuales son citadas en el texto en cada
caso.
Como puede verse, esta guía coincide con un año en el que se produjo la publicación de
importantes referencias para el tema.
* Agradecemos a uno de los autores, el Prof. Peter Fonagy, el habernos permitido
consultar el texto de la segunda edición, en vías de publicación.
Como todo tratamiento eficaz la psicoterapia puede también tener efectos negativos y es
necesario incluir estos aspectos en las investigaciones. La revisión de la literatura
realizada por M. J. Lambert y B. M. Ogles41 sugiere la necesidad de prever mecanismos
para evaluar los efectos negativos de la psicoterapia (cuya aparición se evalúa en
alrededor de un 5-10% de los casos), así como de detectar precozmente las posibles fallas
y sus causas (pp. 157-158 y 178-179). Las investigaciones sugieren prestar atención a
ciertas variables del paciente, del terapeuta, del tipo de terapia (existen informes
reiterados de que el riesgo es mayor en las terapias experienciales o cuando se realizan
tratamientos insuficientes con relación a la severidad de los problemas del paciente) (ibid,
p. 157). Estos estudios necesitan ser replicados en distintos contextos culturales. El
psicoanálisis rioplatense ha estudiado a nivel clínico los casos de reacción terapéutica
negativa así como las situaciones de “impasse terapéutico”, o sea, aquellas en las que el
tratamiento se eterniza sin que el paciente obtenga beneficios (véase la revisión de
trabajos clínicos sobre el tema hecha por H. Etchegoyen43.
Los ensayos clínicos realizados y los metaanálisis de sus resultados mostraron beneficios
evidentes de la psicoterapia en una serie de trastornos bien definidos: depresión y
conducta suicida, ansiedad y trastornos relacionados, trastornos post-traumáticos,
alimenticios, obsesivos compulsivos, motivos de consulta de tipo somático (dolor
crónico, etc.), y trastornos de la personalidad.
Estos resultados pudieron demostrarse con claridad en el caso de los tratamientos que se
adaptan con mayor facilidad al modelo de los ensayos clínicos randomizados, utilizado
para los estudios de eficacia. El caso de la psicoterapia cognitivo-comportamental es el
más estudiado, y sus resultados han sido consistentemente comprobados10, 11, 39, 45.
También otras terapias han mostrado resultados positivos.
Pese a los buenos resultados obtenidos, esta forma de estudio de las psicoterapias resulta
insuficiente. Una proporción sustancial de pacientes en psicoterapia consulta por
problemas que no entran en ninguna de las categorías DSM, o presentan situaciones
complejas de comorbilidad (cerca del 60%, según Howard citando a Clarkin y Levy46 (p.
196). Ciertas psicoterapias tienen como objetivo central la modificación sintomática o
comportamental, mientras otras buscan metas de otro tipo, eventualmente más amplias y
complejas que, si bien es posible investigarlas en forma empírica sistemática a través de
distintas técnicas cuanti y cualitativas, no se avienen con las exigencias de los ensayos
clínicos randomizados. Estos problemas, que serán expuestos en el capítulo sobre
investigación, hacen necesario incluir una perspectiva más amplia que la basada en el tipo
de trastorno psiquiátrico.
El DSM es apreciado por su confiabilidad (aunque esta resulta menor a nivel del eje II 10
y, como dijimos, ha servido de base a múltiples estudios confirmatorios de la eficacia de
la psicoterapia, pero como instrumento diagnóstico resulta más útil para decidir el
tratamiento farmacológico que para la formulación de un trabajo psicoterapéutico47.
Entre las insuficiencias que se han formulado mencionemos las siguientes46, 47: 1) los
diagnósticos (especialmente cuando en las investigaciones se considera aisladamente el
eje I) no reflejan variaciones importantes a tener en cuenta a nivel de individuos, de
historias vitales y de complejidad de los problemas (dos pacientes con el mismo
diagnóstico pueden diferir enormemente entre sí); 2) el diagnóstico
marca las debilidades pero no las áreas de fortaleza de la persona y las características de
su funcionamiento psíquico48; 3) ignora en gran medida las cualidades del contexto
interpersonal del paciente; 4) no considera muchos de los problemas por los que la gente
necesita y busca ayuda y 5) presenta imperfecciones a nivel de la validez de constructo y
de la validez predictiva o de criterio. En consecuencia, como señalan Clarkin y Levy, los
intentos de construir sobre esa base diagnóstica listas de tratamientos sustentados o
validados empíricamente puede llevar a “sobresimplificaciones extremas y conducir
potencialmente a errores” 46 (p. 199).
Entre uno y otro extremo es necesario encontrar una escucha comprensiva de los
padeceres del paciente y arribar a una orientación que permita poner en marcha un plan
terapéutico. Las ideas de autoeliminación expresadas por un paciente durante una
entrevista y aun en un proceso psicoterapéutico nos enfrentan al tema de cómo
valoraremos estas ideas: ¿en qué contexto diagnóstico las ubicamos?, ¿qué conductas
tomamos? o ¿cómo influye en nuestro plan terapéutico el que distingamos una idea fija
obsesiva de aquella idea irreductible que implica un pensamiento delirante? Lo mismo
frente a una fobia que esconde en su desplazamiento y manifestaciones proyectivas no ya
una configuración en un objeto o situación determinada sino una verdadera
desestructuración psicótica.
Al planear el tratamiento deben estar presentes en la mente del terapeuta variables de
diversa índole: las variables del paciente (no sólo las utilizadas para el diagnóstico
psiquiátrico), las variables de relación y la alianza terapéutica y las intervenciones
terapéuticas posibles47.
Desde esta perspectiva, lo esencial es identificar y comprender lo más posible la proble-
mática de cada persona en particular y, por ende, la posibilidad de actuar en
consecuencia. Indudablemente, no se trata de pautas rígidas, sino que se pueden dar
circunstancias en que diferentes modalidades psicoterapéuticas puedan ser de utilidad,
dependiendo siempre de tomar en cuenta las preferencias individuales de cada paciente.
De aquí surge entonces la proposición de una consideración nosográfica que permita una
amplitud a tener en cuenta frente a los conflictos o problemas psíquicos que conlleve a
considerar una suerte de espectro psicopatológico en el cual la enfermedad mental se
despliega en una especie de dinamismo, válido en todo proceso de enfermar, donde los
aspectos de predisponente-desencadenante, o vulnerabilidad-estrés (ya comentados por
Freud (1915-16) en su noción de series complementarias),
siguen siendo modelos válidos**. Esta noción tendrá en cuenta la multiplicidad de
factores (intensidad del factor agresor, momento de la vida del paciente, circunstancias de
aparición, etc.) sin olvidar ni el peso de las circunstancias reales ni la forma actual y
pasada en la que el individuo reacciona a ella. En el paso de lo teórico y bien delimitado
hacia la clínica, los trastornos muestran muchas veces una indefinición que convierte las
áreas diagnósticas en una zona llena de ambigüedades, donde los aspectos nosográficos
pueden quedar mal definidos, solapar distintos grupos diagnósticos, presentar síntomas
imprecisos y problemas de fiabilidad y validez.
¿Cuál psicoterapia?
La caracterización de las psicoterapias es compleja, así como la estimación de su número.
En Estados Unidos las estimaciones fueron pasando de 60 en los años 1960 a 125 en
1975, a 400 en 1986 y el número de variedades continuó creciendo3 (p. 6). Al mismo
tiempo existe un cierto acuerdo en la literatura acerca de que es posible identificar un
número más pequeño de “familias” de psicoterapias con elementos comunes entre sí,
aunque no es fácil identificar estas familias o modelos en forma consensual. Strauss y
Kaechele50, siguiendo el informe presentado por Meyer (1991) al gobierno alemán para
la elaboración de la ley de psicoterapias, definen “orientaciones básicas” de acuerdo con
los siguientes criterios: a) existencia de modelos teóricos sobre la salud y la enfermedad y
la etiología, así como relaciones con otras disciplinas; b) extensible en principio al
conjunto del campo de los problemas psicológicos; c) con métodos diagnósticos que
permitan formular la forma en la que se concibe el caso y su tratamiento; e) con diversas
formas de intervenciones y concepciones específicas sobre la alianza terapéutica; f) con
un rango amplio de aplicaciones clínicas; g) con formación institucionalizada en
diferentes lugares. Desde esta perspectiva las “orientaciones básicas” más completas
fueron la psicoanalítica y la cognitiva-conductual, seguidas por la psicoterapia centrada
en el paciente (en la que la teoría etiológica tenía menor desarrollo).
La guía clínica de Ontario35 distingue cuatro grandes “familias” de psicoterapias, que
creemos que a grandes rasgos coincide con la situación en nuestro país:
a. Las basadas en una mayor comprensión de sí mismo y de los conflictos pasados y
presentes (modelo: el psicoanálisis).
b. En la adquisición y aprendizaje de nuevos comportamientos50 (modelo: la terapia
cognitivo-comportamental).
c. En la modificación de las pautas de relación interpersonal dentro del abordaje del
sistema relacional como un todo (modelo: la terapia sistémica).
d. En facilitar nuevas experiencias en el aquí y ahora (modelo: terapias experienciales y
corporales).
En el punto anterior nos referimos a que existe evidencia a favor de la eficacia de los
tratamientos cognitivo conductuales en un considerable número de trastornos, como lo
señalan las guías clínicas y las revisiones más autorizadas3, 10, 11, 36. Por ejemplo: con
relación al tratamiento de la depresión existen ocho revisiones sistemáticas y dos
revisiones Cochrane que corroboran su eficacia11 (p. 40).
MODELO I
a) Problemas:
- adaptación a cambios en la vida, enfermedades o pérdidas
- estrés y ansiedad situacional
- depresión subclínica o humor descendido
- problemas maritales y relacionales
- dificultades en la relación interpersonal (afirmación personal, auto confianza, intimidad)
b) Gravedad:
- baja a moderada
c) Cronicidad:
- Comienzo reciente (menos de un año, excepto para problemas interpersonales y rela-
cionales que pueden tener más cronicidad)
d) Factores del paciente:
- Preferencia por tratamientos breves
PARA ESTOS CASOS SE RECOMIENDA TRATAMIENTOS FOCALIZADOS
BREVES (6-12 SESIONES) DIRIGIDOS A AFRONTAR LA CRISIS,
COMPRENDER LOS SENTIMIENTOS, IDENTIFICAR LOS PROBLEMAS,
EXPLORAR Y/O TOMAR DECISIONES Y DISMINUIR EL ESTRÉS.
MODELO: “ COUNSELING”
MODELO II
a) Problemas:
- Marcada ansiedad sintomática (ataques de pánico, fobias, trastorno por estrés postrau-
mático, ansiedad generalizada, obsesiones y compulsiones)
- Depresión, especialmente cuando está asociada a pensamientos negativos acerca de sí
mismo o de los otros
- Problemas comportamentales (de la alimentación, del sueño, control del impulso o de la
rabia, trastornos de los hábitos)
b) Gravedad:
- Moderada a severa
c) Cronicidad:
-Persistencia de los motivos en el tiempo (meses)
d) Factores del paciente:
- Preferencia por el cambio sintomático u otros objetivos concretos o prácticos más que
por la autoexploración
PARA ESTOS CASOS SE RECOMIENDA LOS TRATAMIENTOS
ESTRUCTURADOS FOCALIZADOS EN EL CAMBIO SINTOMÁTICO O EN
OBJETIVOS CONCRETOS Y PRÁCTICOS ESTABLECIDOS DE COMÚN
ACUERDO ENTRE TERAPEUTA Y PACIENTE.
MODELO: TERAPIAS DE TIPO COGNITIVO-COMPORTAMENTAL
MODELO III
a) Problemas:
- Problemas de personalidad o dificultades interpersonales
- Cualquier presentación sintomática donde los problemas puedan ser entendidos en
función del modo en que el paciente vive su vida o su manera de ver el mundo
b) Gravedad:
- Moderada a severa
- Intenso deseo de autoconocimiento que necesita ser explorado
c) Cronicidad:
- Persistencia de los motivos en el tiempo (meses)
d) Factores del paciente:
- Interés en la auto exploración
- Adecuada capacidad para tolerar la frustración y el dolor psíquico
PARA ESTOS CASOS SE RECOMIENDA LOS TRATAMIENTOS DIRIGIDOS A
LA COMPRENSIÓN DE SÍ MISMO Y QUE PROMUEVEN EL CAMBIO
INTERIOR, USUALMENTE DE LARGA DURACIÓN, SEA EN FORMA
INDIVIDUAL O GRUPAL
MODELO: TRATAMIENTOS PSICOANALÍTICOS.
3. Enfoques eclécticos. Esta perspectiva defiende el uso de más de un marco teórico para
el tratamiento de un determinado paciente, tomando en forma pragmática procedimientos
técnicos de distintas escuelas para adecuarse a las características individuales de cada
paciente. El énfasis está puesto tanto en los ingredientes comunes a las distintas terapias
(desarrollo de la alianza terapéutica, combatir la desmoralización, etc.) como en la
utilización de recursos de distintas técnicas. Estas formas eclécticas de tratamiento son
muy difíciles de describir en forma sistemática, pues varían de caso en caso.
Beutler y Clarkin han intentado avanzar en esta dirección, considerando que las
propuestas integradoras y eclécticas marcan un camino que, desde los trabajos de Arnold
Lazarus en los años 60 y 70, ha conducido actualmente a una segunda generación de
modelos eclécticos o integrativos. Si bien este camino puede conducir a un
enriquecimiento del campo de la psicoterapia, también se ha señalado que debe ser
tomado con cautela, pues si no se procede con la suficiente claridad conceptual y técnica,
el uso indiscriminado de elementos heterogéneos puede llevar a la falta de coherencia, a
conceptos borrosos y a técnicas difusas e inconsistentes que dificulten tanto el avance
teórico como la investigación de los resultados10 (p. 25).
Otros aspectos que despiertan el interés de la investigación y a los que volveremos son: a)
cuántos ingredientes comunes existen entre las diferentes psicoterapias y b) en qué
medida ingredientes considerados específicos de un tipo de psicoterapia son en cierto
modo utilizados también por otros enfoques psicoterapéuticos, aunque no los consideren
teóricamente ni los incluyan explícitamente entre sus recursos terapéuticos. La
investigación en psicoterapia tiende a mostrar que es difícil que cada enfoque
psicoterapéutico no haga en cierta medida uso de elementos desarrollados por otras
técnicas. Tomemos, por ejemplo, los cuatro elementos considerados como centrales para
diferenciar las familias de psicoterapias. Es difícil que la comprensión de sí mismo, el
aprendizaje, la modificación del contexto relacional y la apertura a nuevas experiencias
no estén presentes en cierta forma en un proceso terapéutico de cualquier orientación, si
bien la manera de considerarlos teóricamente, de trabajarlos y profundizarlos
técnicamente y el papel que juegan en cada enfoque pueden ser diferentes. Pero es
probable que la distancia real disminuya cuando un proceso terapéutico está guiado
realmente por las necesidades del paciente y el terapeuta tiene la suficiente flexibilidad e
información. Sin embargo, hay que tener en cuenta que es necesario estar atento a no usar
estos elementos en una forma que los desnaturalice. Esto requiere de un diálogo efectivo
entre las distintas psicoterapias, al modo en el que se da en los Ateneos de la Clínica
Psiquiátrica y de un cotejo riguroso de registros de sesiones. Es interesante tener en
cuenta que en el Congreso Internacional de Psicoanálisis de la International Psychoa-
nalytical Association (IPA) realizado este año (Nueva Orleans, 2004), se realizaron
discusiones de un material clínico entre analistas de la IPA, jungianos, lacanianos y
terapeutas cognitivo-conductuales, lo cual parece confirmar una tendencia a un mayor
diálogo entre las distintas corrientes.
4. INVESTIGACIÓN EN PSICOTERAPIA
En la última década se desarrolló en forma importante la investigación acerca del sistema
de atención, del proceso y de los resultados de la psicoterapia64. Esta investigación
constituye la base y el motor para la elaboración de las guías clínicas. En este capítulo
mostramos algunas características de esta investigación que son útiles para evaluar el
alcance de las guías en este campo, los problemas planteados y los desarrollos en curso.
En especial nos interesa señalar la investigación que sostiene dos de las preguntas
planteadas: la relativa a qué psicoterapia para quién, y la referente a la diferenciación e
integración entre distintas corrientes.
Este intento dio lugar a importantes discusiones50, 53, 68-75. Como resultado de estos
debates se pusieron de manifiesto los siguientes problemas:
- La exigencia de que los tratamientos deben ser manualizados puede resultar artificial
desde el punto de vista clínico (no corresponde a la forma real en la que trabajan muchos
terapeutas) y deja de lado a las psicoterapias en las que la creatividad del terapeuta juega
un papel importante.
- Resulta problemático extrapolar los resultados obtenidos en una cultura a otra distinta a
aquella en la que fue realizado el estudio, desconociendo la relatividad cultural, socioeco-
nómica y étnica de los factores en juego.
Este modelo ha servido de apoyo a la investigación del proceso psicoterapéutico, esto es,
de los pasos secuenciales a través de los cuales transcurre una psicoterapia.
1. Variables dependientes del paciente. Como dijimos, aunque la utilidad del diagnóstico
psiquiátrico no puede ser desconocida, la investigación muestra la complejidad y
multiplicidad de variables que inciden en el proceso terapéutico y en sus resultados. Los
factores más fáciles de detectar (edad, sexo, inteligencia, severidad del trastorno, croni-
cidad, co-morbilidad, etc.) no han mostrado una influencia apreciable en el resultado de
la terapia, aunque sí otros factores como etnicidad, ambiente familiar, etc. (Treatement
choice) (pp. 33 y 34).
Por otra parte, toda psicoterapia (lo explicite o no) se plantea una estrategia de trabajo así
como determinadas metas clínicas, lo que en algunos casos implica la planificación del
tratamiento y en otros, más básicamente, la definición de un encuadre y determinadas
reglas técnicas que pautan la relación terapeuta-paciente. Esto es muy claro en las
terapias focales82, 83. Asimismo, autores como Thomae y Kaechele84 entienden que,
aun sin definirse como terapias focalizadas, las psicoteraspias siguen determinados focos
temáticos e incluso describen al psicoanálisis como el trabajo sobre una sucesión de
focos. Este cambio puede verse no sólo en el material consciente85.
Una de las más importantes innovaciones de los últimos años ha sido un renovado énfasis
en la búsqueda de significación clínica de los resultados, en oposición a la pura
significación estadística. Concomitantemente, se ha perfeccionado las técnicas
estadísticas y existe además una tendencia creciente a complementar los estudios
cuantitativos con nuevas formas de estudios cualitativos, así como estudios sistemáticos
de caso único con el uso de distintas metodologías87. Se refuerza una suerte de
pluralismo metodológico que complementa los tradicionales estudios de investigación
con una variedad de técnicas más flexibles para aprehender la complejidad del fenómeno
psicológico. Esta apertura, que incluye las técnicas cualitativas y el estudio de textos
(análisis de contenido, del discurso, de las narrativas, etc.), permite dar cuenta de la
dimensión hermenéutica, o sea, de las cuestiones relacionadas con el sentido y con la
complejidad de las metas que pueden estar presentes en una psicoterapia.
Cuando se toma en cuenta esta complejidad metodológica sale a luz un fenómeno ya
puesto de manifiesto en los estudios de efectividad de las psicoterapias antes citados así
como por otras investigaciones: pocas diferencias pudieron detectarse entre las diferentes
formas de psicoterapia evaluadas88. Por otra parte, se puso de manifiesto un efecto de
“lealtad” en los estudios comparativos de resultados. Luborsky et al.89 mostraron que los
resultados favorecen las psicoterapias preferidas por los investigadores que conducen el
estudio. Cuando este efecto de lealtad se tiene en cuenta, se reducen apreciablemente las
diferencias entre los distintos tratamientos. Esto vale para las formas de terapia
estudiadas más exhaustivamente. Investigaciones realizadas en Buenos Aires por S.
Quiroga muestran que tratamientos de psicoterapia psicoanalítica y de orientación
cognitivo conductual, ambos de un año de duración, en pacientes con trastornos de la
alimentación, resultan de eficacia similar y continúan siéndolo en el seguimiento durante
dos años. Las dimensiones del cambio son algo diferentes y más amplias en el caso de los
tratamientos psicoanalíticos90, 91. Es posible que, como dijimos, las diferencias entre
algunas de las distintas orientaciones terapéuticas sean menos pronunciadas en la práctica
que en el nivel abstracto de las teorías, existiendo coincidencias a nivel de ingredientes o
factores comunes, como ser la esperanza de cambios, la catarsis, la exploración de los
problemas, el apoyo y el estímulo para probar nuevos comportamientos y pensamientos,
etc. Sin embargo, a medida que aumenta la complejidad y la severidad del caso pasan a
gravitar factores específicos. En opinión de Lambert65 (p. 806), se detecta a nivel de los
trabajos actuales de investigación un progresivo paso de la preocupación por las teorías
globales tradicionales –como la cognitivo-conductual, la psicoanalítica, la humanística,
etc.– hacia preguntas que apuntan al nivel micro: ¿qué funciona en este caso específico?
Los esfuerzos son muchas veces más pragmáticos y guiados por mini-teorías. Este
camino conduce a un progreso de la investigación empírica, traducido en un aumento de
la precisión y el enfoque de las investigaciones.
Una última conclusión: si bien los desórdenes mentales son muy costosos para la socie-
dad, los fondos dedicados a la investigación en este campo son mucho menores que los
dedicados a otros campos. Un significativo aumento de los fondos y los esfuerzos dedica-
dos a la investigación en psicoterapia es una necesidad crucial.
Para Magder y cols.108 “La inclusión de un capítulo sobre la combinación del uso de la
farmacoterapia y la psicoterapia en un libro sobre guías para la psicoterapia refleja la
general aceptación de la aproximación a un tratamiento integrado en la mayoría de los
desórdenes psiquiátricos”, aunque para estos autores los casos reportados, si bien son
sugerentes de un rico rol de la integración, los resultados para confirmar esta integración
no han sido del todo concluyentes.
Hacia 1977 el Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos (NIMH) programó
una ambiciosa investigación de largo alcance donde se incluyeron 28 terapeutas
experimentados en tres modalidades de terapia: terapia cognitiva (TC), psicoterapia
interpersonal (PI) y psicofármacos (PF) a la vez que imipramina más manejo clínico
(MC) y píldora-placebo más manejo clínico110.
Efectos positivos
– Los medicamentos facilitan la accesibilidad psicoterapéutica.
– La medicación fomenta funciones del Yo necesarias para la participación en psico-
terapia.
– Los fármacos promueven la abreacción psicoterapéutica.
– Las drogas ejercen efectos positivos en expectativas, actitudes y estigmas.
– La psicoterapia facilita la adhesión a la medicación.
– La psicoterapia como coadyuvante rehabilitador junto al efecto etiológico de la droga.
Efectos negativos
– Acción placebo negativa de la medicación sobre psicoterapia.
– La reducción farmacológica de síntomas disminuye motivación para psicoterapia.
– La medicación socava las defensas promoviendo síntomas que son sustitutos.
– La farmacoterapia es suficiente y necesaria (sin psicoterapia).
– La psicoterapia puede ser sintomatológicamente disruptiva al remover conflictos.
– La psicoterapia puede disminuir la adherencia a los medicamentos al considerarlos sólo
sintomáticos.
Para estos autores, el caso de la distimia no ha sido tan extensamente estudiado como el
de los trastornos depresivos mayores.En la situación de los desórdenes bipolares y las
formas psicóticas de la depresión, los estabilizadores del humor y la ECT son la piedra
angular del tratamiento, aunque una variedad de intervenciones psicoterapéuticas puede
ser un importante agregado.
Por lo tanto, según Magder y cols.108, “la capacidad de proveer una terapia combinada
sofisticada debería ser una meta importante de la formación en Psiquiatría”, aunque cabe
la salvedad de que muchos interrogantes están aún abiertos a futuras investigaciones.
¿Dos técnicos o uno solo? O, mejor aun: ¿son dos terapeutas mejores que uno?
La cuestión de si el psicoterapeuta debe también ser quien medica al paciente, en el caso
de ser psiquiatra, ha sido largamente debatida y pone en juego el modelo subyacente, o
sea, si se maneja el esquema de dos personas con dos formaciones separadas, o si se
vuelve al modelo de un psiquiatra único biopsicosocialmente orientado113. Plantea
también preguntas concretas acerca de las que no hay suficiente información sobre el
porcentaje y características del modo de proceder y sus resultados cuando un terapeuta
ejerce ambos roles, ni sobre las implicancias y dinamismos involucrados109.
Pero estos autores terminan su artículo manifestando que “los retos docentes, como
ocurre siempre, pondrán sobre el tapete múltiples interrogantes científicas que recibirán
algún día debida respuesta gracias a una investigación más sistematizada”.
La psicoterapia también se mostró eficaz en el caso de los trastornos por ansiedad.
Hollon y Beck112 señalan que la terapia cognitivo conductual se mostró más eficaz que
la medicación en el tratamiento de los ataques de pánico, en la disminución de las
recaídas y en facilitar el retiro de la medicación sin que se repitan los ataques. No hay
acuerdo acerca de si se debe comenzar dando psicofármacos (alprazolam, etc.) y, aunque
existen opiniones categóricas a favor de utilizar únicamente la terapia cognitivo-
conductual115, no parecen existir aún estudios suficientes sobre el punto.
Psicoterapia y neurociencias
Dado que el marco conceptual forma parte del operativo desde el cual se toman las
decisiones clínicas, consideramos oportuno mencionar algunos de los conceptos actuales
que sugieren la posibilidad de formular desde una perspectiva unificada las relaciones
entre farmacoterapia y psicoterapia.
Para Gabbard y Kay113: “La información creciente que sustenta la base neurobiológica
de la psicoterapia permite vislumbrar un nuevo horizonte para la psiquiatría. La
interrelación entre mente y cerebro, psicología y biología, farmacoterapia y psicoterapia
se sitúa, de hecho, en la vanguardia de la neurociencia a comienzos del nuevo milenio”.
Puede sostenerse que la psicoterapia cambia el cerebro y la farmacoterapia cambia la
mente. Hollon y Beck45 han encontrado que tanto la psicoterapia cognitiva como la
farmacoterapia cambian las creencias negativas. Sin embargo, estudios más minuciosos
sugieren que el cambio en las expectativas y estilos atributivos es previo al cambio en el
estado depresivo y que, por lo tanto, no es un epifenómeno de la mejoría sintomática sino
un factor mediador (p. 453). Postulan, por tanto, que mientras los antidepresivos actúan
fundamentalmente como un factor paliativo, la psicoterapia puede plantearse como un
factor curativo (p. 451).
En este sentido, Panksepp122 afirma que “la gran red intermediaria del cerebro, sólo
podrá ser desentrañada con un abordaje conjunto desde lo molecular a la psicodinamia
global”. Se puede hipotetizar que tratamientos como la psicoterapia refuerzan dicha
activación y, aprovechando la plasticidad de la corteza, modulan respuestas emocionales
profundamente arraigadas120.
Kandell116, 123 ha investigado cómo actúan estos procesos a nivel sináptico e intracelu-
lar. La psicoterapia puede analizarse como un ejemplo de la forma en que la experiencia
con el entorno puede modificar la expresión génica. Este autor sugiere que la psicoterapia
constituye una forma de aprendizaje que produce cambios conductuales a largo plazo por
alterar la resistencia y los patrones anatómicos de la conectividad neuronal en respuesta a
la influencia de la expresión génica.
Los cambios que la psicoterapia puede introducir a nivel del cerebro se comprenden
mejor si se los examina a la luz de la neurobiología del desarrollo. En la última década
creció el consenso acerca de que el cerebro del niño es moldeado por el ambiente y las
relaciones de apego. Esta necesidad de los estímulos ambientales apropiados para que el
sistema nervioso pueda desarrollarse y madurar adecuadamente llevó a hablar del cerebro
como un órgano bio-ambiental o bio-social124, 125.
15. RECOMENDACIONES
En resumen, es posible formular las siguientes recomendaciones:
1) La psicoterapia es efectiva y debe ser considerada como parte de los cuidados
esenciales en salud.
2) En diversos trastornos, incluyendo los de ansiedad y depresión, no debe iniciarse el
tratamiento farmacológico sin antes haber evaluado la conveniencia del uso en forma
alternativa o combinada de la psicoterapia.
3) Frente a un caso determinado deben plantearse en primer lugar aquellas terapias que
tienen estudios que muestran su efectividad en ese tipo de problemas. En situaciones
complejas, o cuando no hay suficiente evidencia comparativa disponible, debe darse
prioridad a la motivación o preferencia del paciente.
4) El paciente tiene derecho a estar informado de las razones por las que se le propone
determinada forma de terapia, de las alternativas posibles y de la capacitación del
terapeuta en dicha técnica.
5) El importante desarrollo alcanzado por distintas corrientes psicoterapéuticas en
nuestro medio, hace que sea oportuno y necesario dar al campo en su conjunto una
mayor organización a través de un diálogo entre las instituciones psicoterapéuticas entre
sí y con los demás organismos relacionados con la salud.
6) Esta mayor organización debería comenzar por el desarrollo de ámbitos comunes,
como la Federación Uruguaya de Psicoterapia, y por acuerdos básicos en materia ética,
de formación, de evaluación de proceso y resultados, y de información al usuario.
7) Sería deseable la elaboración de un Código de Ética común y complementario del que
pueda tener cada orientación psicoterapéutica.
8) Es necesario establecer criterios de certificación en psicoterapia, estableciendo el
nivel de la formación básica del psicoterapeuta como respecto a la formación específica
propia de cada orientación.
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