Una mirada oblicua a la religión popular en México: retablitos y
santuarios entre la cultura y el poder
Por Jorge A. González (1)
Religión y comunicación como procesos sociales.
El tema que nos ocupa en este trabajo se teje entre dos vectores de largo interés científico: la
religión y la comunicación dentro del marco de reflexión sobre el sentido.
Al inicio, esta investigación nació como una forma de recuperar y de resaltar una dimensión
etnosociológica dentro del estudio de la comunicación social y partió de tomar distancia crítica
frente a los estudios que trataban de "entender los medios", sin ser capaces de comprender los
procesos culturales de orden superior de los que aquellos forman parte (2).
Entiendo a la religión como una estructura compleja de prácticas discursivas y rituales de
sentido sobre el "orden del mundo" (3), comunes a un grupo social y referidas a ciertas fuerzas
(personificadas o no, múltiples o unificadas) a las que los creyentes consideran como
cronológicamente anteriores y axiológicamente superiores a su entorno natural y social.
Frente a esas fuerzas, los humanos se conciben como dependientes y obligados a ciertas
conductas (4). Ese ordenamiento de la realidad es generado por una estructura igualmente
compleja y objetiva de instituciones y agentes especializados en su creación, mantenimiento y
difusión. En otros términos, la religión es siempre y a todo título, una forma operante de conocer
(5) y organizar la vida y el mundo; es por ello una ideología en sentido amplio.
Sin embargo, las instituciones que la generan, en este caso, las iglesias de cualquier
denominación, así como los especialistas que la pregonan y defienden: los sacerdotes o
ministros de cualquier culto, tienen como labor específica modelar y modular la dimensión
numinosa (6) de toda cultura. Una dimensión -nos diría Cirese-"elementalmente humana" que ya
Durkheim concebía como "un aspecto esencial y permanente de la humanidad" (7).
Es en ese sentido que a partir de las interpretaciones de primer orden de la vida social o doxa
(8), aquellas instituciones y sus agentes elaboran una interpretación de segundo orden, legítima,
validada, depurada, controlada y plenamente "oficial” que se vive, se concibe, y a veces se
impone de manera violenta, como ortodoxa.
Por esta razón, la religión es un tipo complejo de metalenguaje históricamente generado a
través de procesos de elaboración discursiva (9). Este trabajo especializado de construcción
discursiva y difusión social de las religiones conforma un complejo proceso de comunicación que
busca producir un efecto de sentido en los destinatarios. Ese "efecto" se genera dentro de un
espacio social global (10) en el que se definen diferentes lugares, tanto de emisión como de
recepción e interpretación.
Como en todo proceso de comunicación, frente a una misma actividad de codificación y
enunciación las posibilidades de lectura son, al menos de manera teórica, infinitas y de manera
histórica se circunscriben al estado de las relaciones objetivas que, bajo la tarma de posiciones
(fuerzas y tensiones) sociales, median entre los agentes e instituciones involucrados en el
proceso.
1
Así pues, resulta claro que ante una misma configuración discursiva (por supuesto, no solo
"hablada", sino también "actuada") que ha sido generada bajo el control y supervisión de los
especialistas religiosos (11), en concordancia con la diversidad de posiciones y condiciones de
sus destinatarios, la lectura e interpretación (cognitiva y práctica) de un mismo mensaje será,
cuando menos, variada y plural, y en ocasiones puede ser directamente contrapuesta (12) al
sentido calificado y reconocido socialmente como "original, único y verdadero", generalmente
difundido y defendido por las clases dirigentes.
La perspectiva inicial se hace un poco más compleja: la religión, como producto especializado
del campo religioso, se encuentra y se define siempre históricamente entre varios componentes
de fuerzas desiguales en tres espacios de lucha constante:
a) al interior del propio campo,
b) frente a sus públicos y
c) frente a otros campos ideológicos.
Por aquí está el camino de lo que se suele llamar religión popular.
Religión ¿popular?
De esta manera, cuando hablo de religión popular me refiero a:
1)
La variedad de sistemas objetivos de prácticas discursivas y rituales que tienen
como referente las codificaciones legítimas sobre una entidad sagrada o metasocial cuyo control
y “administración” es ejercida por una jerarquía de especialistas. Es decir, no hay religión
popular sino en una relación multidimensional y a veces contradictoria con un culto legítimo, en
el sentido de Max Weber (13).
De esta manera, lo que nos aparece como "popular" en el terreno religioso
mexicano posee un carácter ampliamente imaginario, múltiple y de ningún modo unitario,
que es también efecto de una relación histórica y estructural muy compleja entre el clero
católico mexicano y ciertas capas sociales que quedaron "fuera" del proceso de
modernización del país (14).
2) Sus prácticas guardan una relación de presuposición recíproca (15) con los grupos y
las clases desposeídas dentro de un espacio social e históricamente determinado; es decir, tales
prácticas sólo se documentan en determinados lugares del espacio social. Aquí debe separarse
de otros fenómenos de religiosidad con una base social pluriclasista como algunas
peregrinaciones y eventos multitudinarios a los grandes santuarios (por ejemplo el 12 de
diciembre en la Basílica de Guadalupe), de las formas mezcladas entre el ciclo religioso del año
y el ciclo de acumulación comercial (por ejemplo, las fiestas de Navidad) y de las formas
marginales de religiosidad con una base social diferente y no sólo reclutada dentro de los
sectores populares (por ejemplo, cultos y disciplinas orientales, new agers, movimientos de la
mexicanidad, etc.)
3) Sus sentidos y manifestaciones son efecto de múltiples procesos de acomodación,
adaptación y usos, incluso contradictorios o aberrantes, respecto a las interpretaciones
"originales", que los grupos y clases más desprovistos de capitales (económico, cultural, social y
simbólico) (16) han elaborado en un entorno histórico de tensiones y luchas variables.
Con esta caracterización pretendo tomar distancia de al menos siete concepciones
comunes sobre "lo popular":
a) Las románticas, que confunden lo popular con un "alma" original, pura e impoluta.
b) Las populistas que imputan características "naturalmente" revolucionarias a todo lo que
provenga del "pueblo".
2
c) Las eruditas que buscan rescatar la originalidad y el detalle bizarro de los contenidos de entre
sus múltiples manifestaciones y expresiones.
d) Las campales, que constituidas desde la jerarquía intelectual del campo religioso (17), les
designan como "desviaciones" y "supersticiones" (a las que toleran y tratan de “corregir” para
reorientar su auténtica fe) (18).
e) Las artísticas que encuentran y "develan" de entre la generalidad degradada de su
producción, su condición involuntaria y arriesgadamente "naif".
f) Las mediáticas que a través de los grandes medios de difusión colectiva convierten en
"espectacular" (sea el formato noticioso o no) el "exotismo primitivo" (a sus ojos) de las prácticas
religiosas "populares".
g) Las puristas, que sin más, declaran su irremisible falsedad y la enajenación de sus
practicantes.
Siete actitudes normativas de las que es necesario tomar distancia para poder estudiar a los
retablitos, no como deberían ser o por lo que les falta por ser, sino de forma operativa: como un
hecho social pleno de sentido que se ha construido de manera histórica y tensional y como
soportes de un imaginario cultural.
Los ex-votos deben pasar de ser "objetos reales", es decir, sociales, al estatuto de "objetos
teóricos, decir, sociológicos.
Así, en este trabajo me propongo analizar algunos elementos del aspecto votivo (19) de la
práctica religiosa regulada por la Iglesia Católica en el México contemporáneo (20).
Texto y contexto: retablitos y santuarios. Una caracterización.
Pero, vamos por partes ¿qué es y cómo está hecho un ex-voto'?
De manera fenomenológica se puede describir como cualquier objeto que sirve específicamente
para manifestar el agradecimiento por un don o bienestar, concedido por parte de un agente
poderoso de orden metasocial (concebido como antecedente y superior) hacia actores
(descendientes e inferiores) del mundo ordinario. El ex-voto siempre implica una transmisión de
poder entre posiciones desniveladas. Dentro de la ideología religiosa descrita atrás, el desarrollo
lineal y ordenado del proceso de la práctica del ex-voto puede describirse así:
a) Situación vivencial de carencia. ...
b) Contrato (petición de gracia y promesa de agradecimiento público). ...
c) Intervención divina o extra-cotidiana de El Poder (21).
d) Gracia otorgada (reparación de la carencia). ...
e) Ofrenda votiva (auto-producida o por medio de un "intérprete" cultural) (22).
f) Publicación del ex-voto (dentro del Santuario o espacio de El Poder) (23).
g) Aumento del reconocimiento o carisma del Poder de quien otorga la gracia sobre el mundo
cotidiano de las carencias.
Como manifestación discursiva, el ex-voto tiene como peculiaridad que es una expresión pública
del orden de lo privado y establece una relación contractual y personal con la divinidad y con el
santuario. Esta relación requiere de una forma exterior (24) que en su origen es una práctica de
devoción individual.
Posteriormente, al ser colocado (aunque propiamente es "incrustado") dentro del santuario, se
convierte en un hecho de sentido plenamente colectivo (25).
3
Ex-votos: de sus tipos y variedades.
En tanto que exteriorización pública de una gracia recibida, la vasta proliferación de ex-votos
puede ser concentrada en dos grandes tipos:
-Un objeto de uso que ha estado en contacto directo con la intervención milagrosa, y por
ello cumple una función simbólica especial.
-Una representación (plástica, escrita, fotográfica o pictórica) expresamente realizada
para comunicar a otros el milagro.
En el primer caso, el efecto de sentido se da de manera metonímica (una "parte" por el "todo":
camisetas deportivas, ombligos de recién nacidos, ramos de novia, muletas y aparatos
ortopédicos, balas, etc.) (26).
En el segundo caso la operación retórica que tenemos es más bien de tipo metafórica y
analógica: partes del cuerpo (ojos, brazos, piernas, pechos, corazones, cabezas, etc.) animales
(vacas, burros, puercos, caballos, borregos, etc.), bienes materiales como casas, hechas de
cera o metal (que en México llamamos "milagritos"), cartas de relación de los hechos, fotografías
del evento o del receptor de la gracia y pinturas o diseños con técnicas y materiales diversos en
los que se representa generalmente una tríada de actantes (27): el Dador ("el santito"), el
Destinatario (o penitente) y la Gracia (el objeto-valor deseado) colocados en interacción dentro
de una escenografía en la que se resuelve de maneras variadas una transposición coyuntural y
extra-ordinaria de los dos universos: el de la carencia (habitado por los humanos) y el del Poder
(habitado por los "santitos") (28).
La distribución espacial y los operadores semióticos (colores, formas, objetos, vestuarios y
sujetos) suelen ser paradigmáticos (29). En México a este tipo se le llama generalmente
"retablito" (como diminutivo de retablo) o "laminita" (por el soporte material hecho de hojalata de
forma mayoritariamente rectangular) (30).
Por supuesto que estos tres tipos de ex-votos hechos especialmente para representar también
existen mezclados y no son mutuamente excluyentes.
El ex -voto pintado o retablito, puede ser definido inicialmente por su función social: sirve
explícitamente para comunicar. Opera por tanto como un instrumento de comunicación. El
testimonio que se expresa por medio de imágenes y objetos que fijan en el tiempo y en el
espacio el momento resolutorio de la gracia documenta toda una serie de elementos sociales.
Psicológicos, económicos y ambientales que conforman en cada uno de los retablitos y en su
conjunto una fuente historiografía popular del ciclo de la vida de sus portadores.
Por otra parte, el retablito también muestra y socializa los temores y las carencias que forman
parte cotidiana de la vida de dichas clases y asimismo, permite proyectar colectivamente dentro
de un horizonte de posibilidad y esperanza sus aspiraciones y utopías concretas. Ventanillas
efímeras a un imaginario de larga duración.
El santuario: ciclotrón del imaginario colectivo.
Las representaciones pictóricas, plásticas y fotográficas, en tanto que prácticas ritualizadas de
significación, requieren de un contexto espacial que no sólo les enmarca, sino que potencia y
transfiere el sentido privado e íntimo de los ex-votos hacia su pleno sentido exteriorizado de
plena visibilidad pública.
Ese papel de contexto “potenciador” lo cumplen precisamente los santuarios. En ellos habitan
los "santitos" y sus administradores legítimos. Hacia ellos se canaliza la inmensa energía social
de los peregrinajes pues funcionan como monumentales atractores de la devoción y culto
popular (31).
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Los santuarios son los recipientes espaciales de la representación votiva por excelencia y en el
justo momento de su desplazamiento desde el lugar de origen hasta su colocación, se realiza
una operación cultura fundamental: lo que Cirese llama adecuadamente un proceso de
"ceremonialización" que en lo fundamental implica la transmutación de un evento en signo (32).
Una vez dentro del santuario y tomados en su conjunto, más allá de su contenido individual y
particular, la desmesurada cantidad de los ex-votos pone en común (comunica) a aquellos que
poseen las disposiciones culturales incorporadas para percibirles y distinguirles, es decir, a sus
públicos, las cualidades, las especialidades y la magnitud del poder del "santito" en cuestión.
Esto se hace precisamente mediante un mecanismo de postración ostensiva que no deja lugar a
dudas: centenas de cartas y fotografías, miles de muletas, cientos de miles de milagritos y
millones de retablitos hacinados y empolvados, a pesar de su efímera durabilidad, no mienten:
ahí reside (y ha residido) el Poder.
Poder simbólico y poder terrenal.
La religión no es solamente un metalenguaje complejo que circula por la sociedad, también
conforma una estructura de poder operante (tanto en su aspecto plenamente simbólico, como en
su forma más cruda de ejercicio cotidiano de la dominación). En la mayoría de los santuarios el
lugar destinado (33) (y algunas veces conquistado) para su aglomeración, delimita el único
ámbito en el que los fieles pueden intervenir y moverse con relativa libertad, pues rompe la
sobriedad solemne impuesta por la organización del santuario y opone a ésta una infinidad de
objetos cuya unidad semántica es precisamente el detalle y cuya única regla de combinación es
la yuxtaposición estallada en todas direcciones (34).
Un ex-voto no significa lo mismo en la calle o en "cualquiera" de los muros del templo.
La energía social in-forme de los cientos de miles de creyentes agradecidos, que provienen de
múltiples regiones geográficas y sociales fluye hacia zonas específicas y delimitadas que la
jerarquía tolera y en ocasiones somete a riguroso escrutinio para prevenir las desviaciones
idolatritas y la diseminación de supersticiones que se disfrazan de milagros. Sin embargo, es de
tal magnitud el flujo de los peregrinos y de los ex-votos que se van acumulando en todas
direcciones, que los sacerdotes del santuario hacen esfuerzos recurrentes para imponer un
orden y una "adecuada' selectividad frente al aluvión desorganizado de visitantes, curiosos y exvotos que llegan en oleajes intermitentes de fuera. Al fin, los esfuerzos clasificantes menguan y
reina (cuando menos por temporadas) dentro de un enclave del santuario, lo que en México
llamamos un verdadero desmadre. Nunca nada más cercano a la fértil idea de Prigogine: el
orden a través del caos (35).
De lo popular en los ex-votos.
De acuerdo con nuestras observaciones, el retablito es hoy en día, un instrumento de
comunicación popularmente connotado (o si se quiere, "popular"), pero no ha sido desde
siempre así. Si bien es relativamente escasa o inaccesible la información, el exvoto, como pago
de una deuda contraída entre potencias disimétricas (36) parece que se ha realizado desde el
principio mismo de la historia y por todas latitudes. Tanto los griegos, como los etruscos y
romanos, así como etnias de todos los continentes han realizado tales prácticas. Es también
probable que los ex-votos objetuales figurativos fueran los primeros en aparecer y nada nos
indica que esta práctica no fuera compartida ampliamente por todas las categorías de agentes
sociales. Más adelante, posiblemente como elemento de distinción cultural, ahora sí plenamente
clasista, en la Europa del Siglo XV (37) –y particularmente en Italia – nacen los retablos votivos
realizados por pintores "de escuela" por encargo de los ricos y nobles en oposición a los exvotos comunes (objetuales) que alguna vez el populacho compartió con ellos. Sin embargo, no
mucho tiempo después se inicia un proceso de imitación y progresiva apropiación de las clases
pobres y campesinas de tales retablitos, pues el recurso de la imagen con una o varias
secuencias y el texto sirven de manera singular para expresar los términos de un contrato no
escrito. En México, habría que rastrear con claridad la llegada y difusión de los retablitos votivos.
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Los más antiguos que se conocen datan del siglo XVI y XVII, y es bastante factible que su uso
se haya generalizado de manera compartida entre las distintas clases y categorías sociales de
la Colonia. Con cierta precisión se podría afirmar si no el origen de la transversalidad social de
su uso, sí ciertos límites históricos de ello.
La historia de este tipo de efecto y la construcción del imaginario votivo que se despliega en los
muros y camarines de los santuarios de México, merece ser en otra sede dialogada en paralelo
con el excelente trabajo de Gruzinski (38). Por lo menos hasta fines del siglo XIX y principios del
XX, el ex-voto pintado en México fue un práctica cultural transclasista, es decir, no era "popular",
encontramos por todas partes retablitos de gente poderosa y de desposeídos, de ricos y de
pobres, de curas y de fieles agradeciendo o implorando protección.
Es hasta los primeros decenios (1920/1940) del siglo cuando las clases poderosas "abandonan"
esta práctica y queda hasta la fecha sólo en posesión y uso del pueblo, es decir, el conjunto de
las clases económicamente explotadas, políticamente dominadas y culturalmente subalternas
(39). Los retablitos se vuelven s6lo hasta entonces, popularmente connotados.
Lo anterior lo interpreto como un proceso histórico de distinción cultural de ciertas clases y
grupos sociales del recurso a este particular instrumento de comunicación (40).
No debe pensarse por ello que su uso sea homogéneo entre las clases populares. Habría que
documentar e identificar con precisión el espacio de su difusión (centro y sur de México
principalmente), las categorías sociales que lo portan (es mayor su práctica en zonas agrícolas,
pero no desaparece en zonas industriales) y hasta divisiones por sexo y edad para no aplanar
demasiado una realidad densa y poliédrica.
Por otra parte, el hecho de que hoy en día sea un fenómeno exclusivamente popular no quiere
decir que las clases no populares hayan perdido la fe o se hayan laicizado por completo.
Más bien podría decirse que algunas fracciones al tener acceso a otros niveles de cultura
requirieron ajustar sus prácticas a su nuevo hogar: la ciudad (41) (ver figura 1) y a una nueva
forma de relacionarse no sólo con los poderes divinos, pero también se vieron forzadas a
manejar, confeccionar y degustar otros códigos estéticos emergentes (42).
Figura 1: México: evolución de la población total (1900-1990)
Esto nos puede explicar la aparición en los años cincuentas de los agradecimientos
"estandarizados" que desde entonces encontramos en las páginas de algunos diarios.
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Lo que implica propiamente la pérdida del carácter de "instrumento de comunicación" y la
conversión en un mensaje estereotipado y tipográficamente modelado, cuyos soportes y
contenidos son completamente diferentes al del retablito y el ex-voto del santuario en general, y
que además dentro de las páginas de los diarios compite por la atención del lector junto con
anuncios de comercios, noticias mundiales, asuntos locales, astros deportivos, caricaturas
políticas y relaciones de fiestas de "sociedad".
Podemos, ya con esto dicho adentramos en la última parte de nuestra caracterización de los exvotos.
Retablitos: una descripción semiótica.
En el retablito se objetiva y dramatiza una concepción del mundo, de la fe y de la vida que es
diferente ya veces hasta contrapuesta a la religión oficial y la religión de las clases urbanas
dominantes. ¿Cómo es esta oposición? Vayamos poco a poco.
En primer lugar, esta oposición no se puede interpretar como organizada y dirigida o como un
producto de la voluntad de los agentes sociales. Junto con el criterio cuantitativo del acceso a
niveles superiores de cultura, esta diferencia también se construyó como un efecto de los
distintos y contrapuestos lugares objetivos de la estructura social que las clases y grupos que
forman el público del campo religioso ocupan en el espacio social. Esta situación de clase
condiciona y marca los límites de variabilidad de los esquemas de percepción, acción y
valoración que funcionan como una especie de matriz generadora de la dimensión significante
de todas las prácticas (43).
Si simplificamos al máximo, podemos afirmar que la concepción del mundo y de la vida que
materializan los ex-votos populares invierte por completo las demostraciones racionales y las
jerarquías teológicas que, por una parte, defienden y difunden la Iglesia Católica y las clases
mejor provistas de capitales, y por otra las demás clases (extranjeros del interior) (44) reconocen
como verdades oficiales. Esto no podría afirmarse si no fuera porque ambas concepciones
-oficial y populares-comparten significantes comunes.
Pueblo, jerarquía y burguesía se "reconocen" en las mismas imágenes sacras.
Sin embargo, muchas veces los significados "populares" son profundamente diversos a los
prescritos legítimamente. Ahí donde el obispo, el cura y las clases altas veneran litúrgicamente a
una de las advocaciones de María, la única y verdadera madre de Jesús, el pueblo se relaciona
de manera personal y mundana con Sanjuanita (45). Aunque la diferencia no sólo reside en el
nombre.
Semiótica del conflicto cultural: dos imaginarios, una imagen.
Usaré aquí algunas herramientas de la semiótica narrativa ( 46) para poder formalizar y describir
en qué consisten las similitudes, las diferencias y las contraposiciones de los sentidos
construidos de ambas perspectivas. Las diferencias entre la religión oficial y las concepciones
populares plasmadas en los retablitos no sólo se muestran en el nivel de los contenidos, sino
también de manera fundamental en sus relaciones sintácticas, en el modo de ordenación lógica
(e ideo-lógica) que se establece entre tales contenidos (47).
Los retablitos bajo la lupa: descripción de ejes y actantes.
Dentro del nivel llamado de superficie, el modelo actancial de Greimas nos delinea las tres
principales relaciones que se tejen en los retablitos considerados como textos.
La primera relación pone en juego a una primera pareja de actantes el Sujeto (S) y el
Objeto/valor (O) unidos por el eje ( ) del deseo (Ver figura 2)
7
En este eje Sujeto'" Objeto, siempre dentro del plano de la descripción formal, colocaré a los
agentes de las prácticas religiosas y el tipo de Objeto/valor que tales agentes buscan o desean.
Si parto de la identificación diferencial del Sujeto de la práctica votiva, por un lado las clases
explotadas, dominadas y subalternas, y por el otro, las clases sociales opuestas, tenemos que el
Objeto/valor o de sus respectivas prácticas resulta completamente diferente (48).
Lo que se desea en los retablitos es siempre un objeto o un valor concreto, ligado a la
subsistencia social y biológica elemental (cosechas, trabajo, salud, animales, libertad física, etc.)
y a la reproducción de la vida cotidiana y material de sus portadores.
La forma de su expresión es por lo general determinada, tanto en el texto como en la imagen.
Por el contrario, el Objeto/valor que se desea dentro de la religión oficial litúrgica que practican
las clases más urbanas y "capitalizadas" es de índole moral y abstracta (protección de la "ilusión
material, ganar el reino de los cielos, paz de espíritu, etc.) y regularmente su expresión es
indeterminada ("favor concedido", "gracia concedida", etc.).
De esta manera, la segunda diferencia, pues la primera es la de su ubicación en una estructura
objetiva de clases, (es decir en el actante Sujeto), la encontramos en el tipo de Objeto/valor.
Para unos, lo que se necesita es sobrevivir. Del otro lado, las tribulaciones existenciales orillan a
clamar por el perdón y la paz del alma. Es por eso que Weber nos dice que la religión de los
sectores más favorecidos socialmente tiende a ser una práctica discursiva de "justificación de
status" (49).
Una vez que entra en el juego semiótico el Objeto/valor (claramente distinto según la
perspectiva de la clase que se trate, una nueva pareja de actantes aparece unida por una
relación de comunicación o poder. Estos son el Donante y el Destinatario.
Entre estos actantes se efectúa (o no) la comunicación semiótica del Objeto deseado.
De esta forma tenemos que para las clases populares, los "santitos" y las vírgenes
perfectamente bien identificados y localizados, por haber mostrado una y mil veces su poder de
disposición sobre el mundo de las carencias, son los únicos capaces de donarles (comunicarles
semiótica y materialmente) la salud, las cosechas, los animalitos, el trabajo, la tierra, etcétera.
Con estos seres, el pueblo/clases establece una estrecha relación de intercambio desigual (la
vida por un retablito) rigurosamente regulada por normas que ambas partes deben cumplir y
respetar. Este contrato marca las condiciones mínimas en las que se puede efectuar el
"contacto" y las modalidades de un intercambio ritualizado entre seres con poderes
desnivelados.
Del mismo modo, la estrechez del vínculo y el ámbito de operación de los Donantes Sagrados
hacen que el pueblo/clases los perciba como participantes de una cotidianidad mundana y
familiar homóloga a la suya, amplificada en poder, pero liberada de las carencias apremiantes,
Sobre dichas carencias, los "santitos" tienen amplio margen de eficacia para invertir los hechos
negativos o amenazantes del mundo cotidiano.
Es así que los santos se "humanizan": tienen especialidades y gustos muy claros, relaciones de
parentesco (Sanjuanita es prima de las vírgenes de Zapopan y de Talpa), relaciones de amistad,
enemistad y de amor, poseen altos grados militares, se complacen o se enojan si no se les
cumple "como es debido", enojo que aunado a su infinito poder sobre la subsistencia, los hace
muy milagrosos y al mismo tiempo “muy castigadores”.
Pueden, en fin, actuar solos, en conjunto o en relevos si la ocasión lo amerita y todos son
poderosos, pero no en igual magnitud. El grado de poder de la Guadalupana, de Sanjuanita o
del Señor de Chalma, no es igual al de un San Pedrito o al del Señor de Villa Seca o al de la
virgen del Ocotal. Su radio de operación marca en círculos concéntricos el alcance de su poder.
Por el contrario, el papel de los santos y la Virgen en la religión de las clases no populares es el
de funcionar exclusivamente como intercesores ante el único poder teológicamente aceptado:
Dios (Padre, Hijo, y Espíritu Santo).
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Ahí donde las clases populares "ven" a tres vírgenes distintas con personalidades, poderes y
especialidades diferentes, la religión oficial "ve" a tres advocaciones de la única madre de Jesús.
En la religión oficial, la relación de lo humano con lo divino se realiza mediada por los santos y la
Virgen y puede por ello ser de carácter impersonal, o mejor dicho, puede permanecer en la
esfera privada del individuo. Al fin, sólo el creyente y Dios sabrán...
En la religiosidad popular la relación con lo divino, con lo numinoso, es inmediata y personal, por
ello mientras más físicamente próximo se esté del "santito", mejores serán los efectos de su
acción.
El último eje sintáctico del modelo que estamos usando para la descripción inicial de los dos
tipos de religiosidad en cuestión, es el llamado eje de la prueba en el que de un modo
circunstancial pueden intervenir una pareja más de actantes: el Ayudante y el Oponente.
Ambos tienen por función dramatizar la unión o conjunción entre el Sujeto y el Objeto/valor y
en este caso colaboran a distinguir el tipo de "moralidad" que acompaña de manera contrastante
las prácticas votivas de nuestro análisis.
Figura 2: Relaciones, actantes y ejes del Modelo Actancial
En la religión popular, el actante Oponente está conformado en dos esferas: una relativa al
contrato pactado y otra más relacionada con las amenazas de la vida diaria. Esto significa que el
"no cumplir" y/o el "no saber cumplir bien" al "santito", es condición para que una situación de
por sí precaria, empeore. Asimismo dentro del imaginario de estas clases existe una enorme y
variada gama de seres malignos (diablos, nahuales. duendes, brujas, espantos, muertos, etc.)
(50) quienes en conjunción con catástrofes naturales (terremotos, inundaciones. etc.), sociales
(guerras, invasiones, redadas, etc.) o más frecuentemente "circunstanciales" (todo tipo de
accidentes) y de vez en cuando agentes del poder terrenal (policías, soldados, inspectores,
aparato judicial penitenciario. etc.), o en fin, enemigos particulares atentan cotidianamente
contra la subsistencia y reproducción material y social de dichas clases.
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Por el contrario, en la religión oficial, el actante oponente es de naturaleza "moralmente mala":
es todo aquello que aleja de Dios, es decir, de lo bueno y lo perfecto. El demonio, es un ente
éticamente malvado que induce al pecado, a la "ilusión material y aprovecha la debilidad innata
de la condición humana (la carne, el mundo. etc.). Esto significa la "caída", la culpa y mueve
hacia la imploración por el perdón y compasión divina.
El actante Ayudante es también completamente diferente en las dos concepciones.
En la religión oficial, como ya antes señalábamos, los Santos y la Virgen, que son paradigmas
de lo moralmente bueno y puro, están más cerca de Dios y por esa razón pueden abogar e
interceder ante ÉL por el perdón de los pecados.
La práctica de las virtudes teologales, de las que son depositarios ejemplares los santos y la
Virgen, así como las penitencias no corporales (arrepentimiento, rezos, oraciones, misas,
limosnas, ayudas para el templo, etc.), y en menor grado los sacerdotes, conforman la
componente positiva que ayuda a conseguir la gracia eterna, la gloria perpetua, por supuesto,
fuera de este mundo de ilusión y pecado.
Por su lado, en la religión de las clases subalternas de modo simétl1co con el oponente, el
actante Ayudante tiene que ver con el correcto y efectivo "cumplimiento" al "santito" y a todo
aquello que colabore cabalmente a asegurar los términos del contrato: ritos, objetos, agentes
(sacerdote, retablista, etc.) prácticas penitenciales de índole corporal (azotes, entrar de rodillas,
mortificación con espinas, etc.) y económica (limosnas, misas, etc.), y en general todo aquello
de lo que se sirve el "santito" o el menesteroso mismo mientras actúa el Poder del Donante y
que interviene para ayudar al santito en el proceso médicos, curanderos, objetos, conjuros,
amigos, animales, etc. En fin, con los "santitos" se establece una relación de solidaridad y
responsabilidad mutua del tipo de compadrazgo. Como podrá sin duda apreciarse la concepción
y experiencia religiosa del pueblo/clases se muestra carente de toda función carismática por la
salvación en el "otro mundo" y por el contrario, se hace cargo de todas las frustraciones
sociales, morales y psíquicas de la condición objetiva de "este mundo".
No se pide "el paraíso", ni la gloria eterna, sino curar males corporales, solucionar problemas de
la vida social cotidiana que ninguna estructura civil o política les puede de hecho ofrecer.
En los ex-votos, instrumentos de comunicación popular, es posible detectar los rasgos de una
serie de configuraciones y concepciones culturales de las clases subalternas, en los que lejos de
toda disputa teológica, se "entierra" lo divino en lo cotidiano porque sólo ello garantiza la
conservación.
El siguiente cuadro, sintetiza algunas de las principales oposiciones del análisis formal/relacional
de nuestros ex-votos populares.
Cuadro 1: Modelos actanciales comparados
Actantes
Religión Popular
Religión no popular
Sujeto/Clases
Con menor capital cultural.
Con mayor capital cultural
Objeto/Valor
Concreto/determinado:
subsistencia material, no empeorar.
Santitos y vírgenes humanizados poderosos y
castigadores.
Clases con menor capital cultural y reproducción
en constante amenaza.
Ritos, tradiciones, curas, médicos, curanderos,
penitencia corporal, Saber cumplirle al santito.
Abstracto/indeterminado:
Bondad, paz de espíritu, mejorar.
Dios como entidad teológica triple:
amoroso, redentor, misericordioso.
Clases con mayor capital cultural y
reproducción asegurada.
Intercesores: los santos y la Virgen, Virtudes
teologales: fe, esperanza, caridad, oraciones,
misas, curas.
Ilusión material, el Demonio como ente
moralmente maligno y alejado de Dios; los
pecados, la carne, el mundo.
Donante
Destinatario
Ayudante
Oponente
Fuerzas y eventos naturales o sociales que
atentan contra la subsistencia material.
El mismo santito, si no se le cumplió bien.
10
El cuadro 2, nos da una síntesis de la comparación formal de ambos imaginarios:
Cuadro 2
El imaginario religioso
popular
se opone al
no popular
como la religión
de salvación
se opone a la
de legitimación
el tipo de ética
Práctica
se opone a la
Moralizante
el soporte material
Artesanal (plástica)
se opone a la
Industrial (tipográfico)
el canal
Colectivo (santuario)
se opone al
la comunicación
la dimensión numinosa
Individual
(social y territorializada)
inmediata
el referente del milagro
concreto
la competencia del santito
Directa (Donante)
se opone a la
indirecta (Ayudante)
la identidad del creyente
Conocida personal
se opone a la
anónima e impersonal
la descripción del evento
específica
se opone a la
no específica
se opone a la
se opone a la
se opone al
Privado (diario)
colectiva
(atomizada y desterritorializada)
mediata
abstracto
Imaginario y territorialidad: el santuario como frente cultural.
Los procesos de secularización y modernización de la vida urbana mexicana, no han podido
acabar con las concepciones y prácticas que han sido definidas atrás como religión popular. En
el curso de algunos años la composición de la sociedad mexicana se ha modificado en muchos
de los aspectos que, antiguamente con toda seguridad, reforzaron las explicaciones de la
miseria de la condición humana por medios no precisamente científicos o racionales. Hay un
creciente aumento de las comunicaciones (carreteras y transportes) lo que ha "acercado" a los
santuarios con los fieles: antes, para ir desde Comala a pagar una manda o una promesa a la
virgen de Talpa, se requería realizar un desplazamiento a pie de al menos una semana (51).
Actualmente se puede ir y venir por carretera el mismo día. También ha habido un enorme
aumento en el acceso a las tecnologías de comunicación (teléfono, radio, televisión, cable,
parabólicas, Internet), a la alfabetización y educación formal.
Según K. Thomas, nada colaboró más al declive de las creencias mágicas en la Inglaterra del
siglo XVI y XVII que el crecimiento de los servicios de seguridad social y aseguración de la
propiedad y de vida (52). El imperio de la racionalidad sobre las eventualidades y los
mecanismos simbólicos para protegerse vino de la mano con el capitalismo industrial.
Modernidad epidérmica, racionalidad mixta, imaginarios en crisis.
En México, sólo a partir de la consolidación del movimiento revolucionario, estos servicios
comenzaron a operar. El más antiguo de ellos inició hace apenas cinco décadas (53).
De forma similar, la cobertura del territorio nacional por las tecnologías de información se
incrementa de forma constante y con ellas se ha minado la relación entre identidad y territorio,
nuevas identidades se han comenzado a dibujar y a mezclar con las tradicionales (54).
Poco tiempo quizás para madurar un cambio profundo.
El hecho es que la religiosidad de los santuarios sigue bien viva. A ellos llegan diariamente, y en
especial con motivo de las festividades más importantes, cientos de miles de peregrinos.
La mezcla de turismo barato, reventón, devoción, curiosidad, fe y esperanza de grupos múltiples
y clases variadas conviven y comparten cuando menos la imagen y el territorio del santuario.
11
Estos, además de ser espacios arquitectónicos, pueden ser comprendidos como verdaderos
frentes culturales (55), en los que a pesar de las diferencias y contraposiciones mostradas por
vía de los retablitos, la jerarquía eclesiástica y sus esquemas clasificatorios se vuelven punto de
referencia y valorización común de las clases sociales opuestas y portadoras de otros tipos de
imaginarios, con creencias y prácticas que contradicen o mezclan el mensaje litúrgico.
Frente a ello, las clases que hemos llamado más desprovistas de capitales, se convierten en
subalternas al ser articuladas en diversas estrategias a la concepción oficial. Es también dentro
del espacio del santuario donde se han enfrentado durante siglos las políticas discursivas de la
Iglesia Católica frente a estas clases menesterosas, primero rurales y ahora urbanas.
El poder mirado desde la terrenalidad.
El poder no es una cosa que se pueda poseer, sino una relación social compleja que desnivela
las posiciones y se ejerce desde múltiples puntos. Así, esta mirada nos puede dar una lectura de
la tensión entre clero y pueblo, pero visto desde la perspectiva de abajo.
Del otro lado tenemos documentos, cartas, bulas, decretos, archivos y múltiples herramientas
para poder realizar una arqueología detallada de las estrategias de la iglesia católica mexicana
para enfrentar las lecturas aberrantes de su mensaje por los sectores populares.
Leer esta relación de poder desde los retablitos y su potenciación como instrumentos de
comunicación popular en los santuarios, por supuesto que nos deja muchas lagunas y
conexiones débilmente establecidas. Sin embargo, me parece que documentan muy bien los
recovecos de la construcción cotidiana de la relación de hegemonía dentro de un campo
fundamental para comprender la sociedad mexicana contemporánea, La subalternidad, en fin,
no es un síndrome y un conjunto de síntomas de orden patológico que se puedan deducir o
imputar -a priori- dadas ciertas hipotéticas situaciones. Esta se actualiza cotidianamente en la
constitución y jerarquización disimétrica de legitimidades de todo tipo, que operan sobre una
materia no "inmediatamente" política, pero sí cotidiana y elemental mente humana.
He aquí la clave del poder movilizador de los santos sobre todo para las clases subalternas:
ellos son amos y señores de la cotidianidad precaria (ya material, ya espiritual, o bien ambas),
proveen de lo "necesario", protegen de lo amenazante, confieren identidades locales, regionales
y hasta nacionales y en fin, ponen en la balanza del divino poder los "verdaderos y únicos"
valores humanamente deseables y sus anti-valores indeseables.
En los santuarios, considerados como frentes culturales, y en la producción desmesurada de
retablitos, se muestra con nitidez la lucha por la modelación y modulación de lo cotidiano y lo
extraordinario que las diferentes clases pueden compartir (al menos en ciertos periodos) y las
subalternidades, que aquí en la tierra como en el cielo pueden ser cotidianamente construidas.
12
Notas:
(1) Agradezco los comentarios de Laura Sánchez, Lupita Chávez y Rogelio de la Mora a
sucesivos borradores de este trabajo. La responsabilidad de las fallas e imprecisiones de
lo aquí dicho es de mi propia cosecha.
(2) Véase González. Jorge. "Ex-votos y retablitos. Comunicación y religión popular en México",
en Más(+) cultura(s), México. Colección Pensar la Cultura. CNCA. 1994, pp. 97-157.
(3) Fossaert, Robert La société VI, Les structures ideologiques, París, Seuil, 1983, pp. 145-169
(4) Ver la definición operativa de Otto Maduro, Religión y conflicto social. México. Centro de
Estudios Ecuménicos-Centro de Reflexión Teológica, 1980. pp. 33-34
(5) Es precisamente el sentido que Durkheim le imprimió desde su estudio de Las formas
elementales de la vida religiosa. Madrid. Akal. 1982.
(6) Otto, Rudolph, Lo Santo (lo racional y lo irracional en la idea de Dios), Madrid, Alianza, 1980
(7) Cfr. Cirese, Alberto "Notas provisorias sobre fabrilidad, signicidad, procreación y primado de
las infraestructuras", en Estudios Sobre las Culturas Contemporáneas, vol., núm.,
Co1ima, 1986, pp. 97- 148; y Durkheim. E. Las formas elementales... (op. cit). p. 2.
(8) El término de origen en los griegos lo usan y discuten contemporáneamente varios autores.
Lo encontramos en la filosofía de Wittgenstein, la fenomenología de Husserl y Schutz,
así como en los trabajos de Garfinkel y Cicourel, generalmente relacionado con las
opiniones comunes e interpretaciones "elementales" de la vida. Cfr. Thompson. John B.
Ideology and modern culture, Cambridge. Polity Press, 1990. pp. 272-282.
(9) Bourdieu, en un trabajo ya clásico, parte de considerar a la religión como una estructura,
como una "lengua" y más específicamente como un "médium simbólico" estructurado y
estructurante y por tanto susceptible de un análisis estructural. Cfr. “Gènese et structure
du champ religieux", Révue Française de Sociologie, XII, 1971. pp. 295 y ss.
(10) Bourdieu, Pierre "El espacio social y la génesis de las clases", en Estudios Sobre las
Culturas Contemporáneas. Vol. III. Núm. 7. pp. 27-56.
(11) Sería erróneo creer que todo es armonía entre los especialistas del campo. Por el contrario,
todo campo (y claramente el religioso) es un espacio de posiciones objetivas y
estructuradas, pero también es simultáneamente un espacio de luchas por la
transformación o conservación de tales posiciones.
(12) La contraposición de estas formas culturales derivadas de situaciones de lectura histórica y
objetivamente desniveladas no es nunca una característica "esencial” de las culturas
populares o subalternas. Toda contraposición (popularidad y subalternidad) se define
siempre de manera histórica, relacional y posicionada. No basta el criterio del contenido
"manifiesto" impugnador para conocer su eficacia social y sus condiciones sociales de
construcción. Del mismo modo, el criterio del origen social (hecha por el pueblo) de la
práctica en cuestión (en este caso la religiosidad de los sectores populares, como gustan
algunos de llamarla) no es suficiente para determinar su carácter de "popular" o de
"subalterno". Al respecto, puede verse una crítica a las posiciones aludidas en González.
J. Más(+) Cultura(s), op. cit.
(13) Weber, Max, Economía y sociedad. México, Fondo de Cultura Económica, 1974. 376-ss.
(14) Múltiples formas populares de religión han sido documentadas en el curso de la
antropología mexicana y muchas de ellas tienen un sustrato social y étnico de tipo
indígena. En este caso, no sólo han quedado "fuera" del carro de la modernidad, sino
que se trata de todo un proyecto civilizatorio negado. Ver el importante texto de Guillermo
Bonfil, México profundo. Una civilización negada. (México. CNCA-Grijalbo. 1990) para la
comprensión del dilema cultural mexicano.
13
(15) Cfr. Cirese. A. Cultura, lógica, antropología. Por aparecer en la colección "Pensar la
cultura", CNCA.
(16) Bourdieu utiliza el concepto de capital en su contexto original de "relación social objetiva"
generadora de valor y le otorga una perspectiva multidimensional que le distancia de
cualquier desliz economicista que reduzca lo social a lo económico: "A general science of
the economy of practices that does not artificially limit itself to those practices that are
socially recognized as economic must endeavor to grasp capital in all of its different
forms, and to uncover the laws that regulate their conversion from one into another".
Bourdieu and Wacquant: An invitation to a reflexive sociology, London. Polity Press &
Blackwell, 1992, p. 118.
(17) Cfr. Bourdieu, P. "Genèse et structure...", art. cit. En español puede verse el texto de Otto
Maduro, Religión y conflicto social, op. cit. pp. 75-ss.
(18) "Todo católico sabe, en efecto, que María es pura criatura, redimida por su Hijo y a El
subordinada en sus oficios, aunque esté realmente asociada a su misión y ensalzada
sobre todas las criaturas como Madre verdadera de Dios-Hombre. Pero esta advertencia
no quiere decir que se evite invocar a María, el venerar sus imágenes, o el tenerle
devoción. Todo eso no induce a error, aunque lo vean mal algunos de nuestros
hermanos que están en el error"; nos dice en su introducción desde la ortodoxia del
campo religioso el Presbítero Fernando Vargas: Compendio de la historia de Ntra.
Señora de San. Juan de los Lagos y de su Catedral Basílica, San. Juan de los Lagos,
Jal. Agosto de 1976, s/e.
(19) En todas las religiones la disimetría de poder que media entre la divinidad y los mortales
genera de manera regular un espectro de prácticas de agradecimiento que técnicamente
se han llamado ex-votos.
(20) Para tal efecto véase Martín de la Rosa y Charles Reilly (Coords.) Religión y política en
México, México, Siglo XXI, 1985: Enrique Luengo, La religión y los jóvenes universitarios,
México, Universidad Iberoamericana, 1992.
(21) En el caso de México, comúnmente se les llama "santitos". El diminutivo incluye a todo el
santoral católico, las múltiples imágenes de la virgen María, las imágenes de Cristo, así
como cruces. Véase el uso de las denominaciones en la antología y recreación de Silvia
Ortiz Echániz, Los filos de la cruz. Cuentos sobre religiosidad popular, México, I.N.A.H.,
1985. Como documenta Giménez (Cultura popular y religión en el ANASAC, CEE,
México, 1978) un "San Pedrito" puede ser más milagroso y más castigador que un Cristo.
Generalmente dentro de este universo de significación, las figuras de Dios Padre y sobre
todo del Espíritu Santo, que formarían junto con Jesucristo la Santísima Trinidad, dentro
de la religión popular no son más que una complicada abstracción.
(22) En muchas regiones existen pintores y artesanos populares que generan formas
estereotipadas para realizar una puesta en escena iconográfica del favor recibido. En la
región Centro occidente de México, durante los años setentas y principios de los
ochentas, tenemos la presencia de los retablitos de Don Vicente Venegas, pintor,
rotulista y autor de retablitos para toda la región del Bajío y los Altos de Jalisco. Hemos
encontrado cientos de ex-votos firmados por él en múltiples santuarios de esa zona. Don
Vicente al inicio de los ochentas tenía un puesto de diseño y realización de rótulos dentro
del mercado central de la ciudad de León, Guanajuato y ahí mismo le encargaban los
retablitos.
(23) Como veremos más adelante, la colocación del ex-voto en el espacio del santuario difiere
de otras formas de cumplir la promesa en situaciones de religiosidad más urbana,
secularizada y cercana a la oficial.
(24) Esta forma es precisamente el soporte material del "voto" que debe cumplir una función
socializadora ("ex": hacia afuera) del milagro o gracia recibida.
14
(25) Clemente, Pietro y Orrú, Luisa: "Sondaggi sull'arte popolare", en Storia dell'arte italiana, XI:
forme e modelli, Torino,Einaudi, 1982, p. 278.
(26) Puede incluso hablarse de que adopta una figura retórica del tipo sinécdoque, un caso
particular de metonimia, Cfr. Le Guern, Michel: La metáfora y la metonimia, Madrid,
Cátedra, 1980, p 18 y ss.
(27) Los actantes (neologismo semiótico) "en tanto que contenidos investidos están constituidos
por paradigmas de predicados" ver la primera formulación en Greimas, A. J. Semántica
estructural, Madrid, Gredos, 1971. Posteriores desarrollos del modelo se encuentran en
J. Courtés, Introduction a la sémiotique narrative et discursive, Hachette, 1976 y en
Greimas y Courtés, Sémiotique, París, Hachette, 1979.
(28) Recuérdese los trabajos de Cirese sobre las ideologías campesinas del sur de Italia que
resume en “bonum est carentia mali” (El bien es carecer del mal) y en “mors tua, vita
mea” (tu muerte es mi vida). Cfr. Cirese, A. M. "L'assegnazione collettiva delle sorti nel
gioco di Ozieri", en Carpitella, Diego, Folklore e analisi differenziale di cultura. Materiali
per lo studio delle tradizioni popolari, Roma, Bulzoni, 1976, pp. 219-238.
(29) Un análisis formal de un corpus de los ex-votos de santuarios franceses e italianos se
encuentra en los trabajos de Bernard Cousin, "Dévotion et société en Provence. Les exvoto de Notre-Dame-de-Lumières", en Ethnologie française, VII, 2, 1977, pp. 121-141; y
"Ex-voto provençaux et historie des mentalités", Le monde alpine et rhodanien, 1977,
pp.183-19l; Chrstian Loubet, "Ex-voto de Notre-Dame d'Oropa en Piemont (XVle-XXe
siècles). Images d'une dévotion populaire", en: Le monde alpine et rhodanien, 1977, pp.
213-245. Para Italia puede verse: Emanuela Angiuli (Ed.), Puglia Exvoto, Bari, Congedo
Editori, 1977; Angelo Turchini, Lo straordinario e il quotidiano. Ex-voto, santuario,
religione popolare nel Bresciano, Brescia, Grafo Edizioni, 1980 y el trabajo Clemente y
Orrú antes citado.
(30) Algunas muestras de éstos se encuentran en Romandía de Cantú, Graciela, Ex votos y
milagros mexicanos, México, Cerillera "La Central, 1978; Colín, Mario, Retablos del
Señor del Huerto que se venera en Atlacomulco, Toluca, Biblioteca Enciclopédica del
Estado de México, 1981 y en González, Jorge, loc. cit.
(31) Cfr. Giménez, Gilberto, Cultura popular y religión en el ANASAC, op. cit.
(32) Cfr, Cirese, A. Oggetti, segni, musei, Tolino, Einaudi, 1977.
(33) En San Juan de los Lagos, el clero que lo administra le llama oficialmente El Camarín: "En
dicho lugar están colocados los incontables ex-votos o retablos en los cuales patentizan
los devotos de Ntra. Señora de San Juan su agradecimiento por alguna gracia o favor
que recibieron por su poderosa intercesión", Vargas, F. Compendio de la historia de Ntra.
Señora de San. Juan, op. cit., p.52. (Subrayado de J. González).
(34) Mukarovsky, Jan, Il significato dell'estetica, Torino, Einaudi, 1973, p.393-ss.
(35) Para una crónica del desmadre en México ligado a la religiosidad de santuarios ver
Monsivais, Carlos, Los rituales del caos, México, Era, 1995, pp. 38-64. Respecto a los
sistemas disipativos y la termodinámica de los sistemas complejos véase Prigogine, lIya,
¿Tan sólo una ilusión? .Una exploración del caos al orden, Barcelona, Tusquets, 1983.
(36) Por oposición a la figura del intercambio entre iguales que ya ha sido estudiado por Mauss y
por Malinowsky. La idea es de Pietro Clemente, "Sondaggi sull'arte popolare", op. cit,
(37) Algunos etnólogos e historiadores de las mentalidades sostienen que la aparición en
Europa de los Ex-votos pintados ronda el siglo XVI. Cfr. Loubet, Christian, "Ex-voto de
Notre-Dame d'Oropa en Piémont (XVle -XXe siècles). Images d’une dévotion populaire",
en Le monde alpine et rhodanien, Año 1977, p.220-ss
(38) Cfr. Gruzinski, Serge La colonisation de l'imaginaire. Sociétés indigènes et occidentalisation
dans le Mexique espagnol, XVIe -XVIIIe siècles, Paris, Gallimard, 1988 y en La guerra de
15
las imágenes: de Cristóbal Colón a Blade Runner (1492-2019), México, Fondo de Cultura
Económica, 1994.
(39) Se reconocerá de inmediato la concepción pueblo = clases de Gramsci, Cfr. Cirese, Alberto,
Cultura egemonica e culture subalterne, Palermo, Palumbo, 1976 y en especial
Intelletualli, folklore, istinto di classe, Torino, Einaudi, 1977.
(40) Por cierto, no como resultado de una lucha política consciente de los sectores dominados,
sino como consecuencia del abandono de tal práctica por otras más acordes al estilo de
vida crecientemente urbano de las clases mejor dotadas de capitales. En este sentido, la
religión popular es el producto de la auto diferenciación de las capas cultivadas o de las
grupos que experimentan un ascenso social (incluido el desplazamiento del campo a la
ciudad) y por ello mismo requieren el manejo de códigos no sólo religiosos, sino estéticos
y cualitativamente diferentes que sólo se consiguen con el acceso a más altos niveles de
cultura.
(41) La composición de la población mexicana cambió profundamente a partir del proceso de
industrialización de los años cuarenta. Como se observa en la figura 1, es a partir de
1960 que la población urbana supera a la rural. Por otra parte, es precisamente en las
ciudades en donde se concentran y crecen diferencialmente a partir del fin de la
revolución mexicana (décadas del 30 al 60) los equipamientos y las ofertas culturales de
México. Esta afirmación se documenta empíricamente con los primeros resultados de
nuestro estudio "La transformación de las ofertas culturales y sus públicos en México,
siglo XX. (Cartografías, genealogías y prácticas culturales)" en el que con un equipo
nacional se construyeron mapas del desarrollo del equipamiento cultural en ocho
dominios [religión, educación, salud, artes, medios de difusión, alimentación, abasto y
diversión] de diez ciudades mexicanas [Tijuana, Mexicali, Monterrey, Veracruz, Ciudad
de México (centro y sur), León, Morelia, Guadalajara y Colima] a lo largo de cuatro
períodos [pre-revolución, 1900-1910, post-revolución, 1930-1940, modernización, 19501960 y crisis, 1970-1980]. Todo ello conforma una selle de bases de datos que se
pueden consultar en el software FOCYP, del Programa Cultura, Universidad de Colima y
el Seminario de Estudios de la Cultura del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
Cfr. González, Jorge, "La transformación de las ofertas culturales y sus públicos en
México. Una apuesta y una propuesta a la par in-decorosas", en Estudios Sobre las
Culturas Contemporáneas, vol. VI, núm. 18, Colima, 1994, pp. 9-25.
(42) François-André Isambert, Le sens du sacré. Fête et religion populaire. París, Minuit, 1982,
p. 114.
(43) Pierre Bourdieu ha llamado habitus a estas estructurase estructuradas por lo social que
funcionan como estructuras estructurantes de todas las prácticas. Al respecto, ver Le
sens pratique, París, Minuit, 1980.
(44) Esta frase de Isambert (op. cit.) se emparienta con la propuesta de Cirese sobre los
desniveles internos de cultura, Cfr. Cultura egemonica e culture subalterne, op. cit.
(45) Sanjuanita es el nombre común con que se denomina a la imagen de la virgen de San Juan
de los Lagos, Jalisco, en la región centro-occidente de México.
(46) Para esta descripción uso los modelos actanciales de Greimas y Courtés, Sémiotique,
París, Hachette, 1979.
(47) Compárese con el análisis y las propuestas de Gilberto Giménez respecto a la religión
popular campesina, en Cultura popular y religión, op. cit. caps. 1, 2, 8 y 9.
(48) Esta identificación social de las clases de Sujeto se realiza mediante dos tipos de
observación: una especie de demografía icónica de la representación de los fieles que
agradecen dentro de la imagen y otra in situ que proviene de la observación directa de
los fieles que llevan a colocar retablitos al santuario.
(49) Weber, Max: Economía y sociedad, op. cit.
16
(50) Cfr. González, Jorge, Sociología de las culturas subalternas, Mexicali, UABC, 1990, en
especial la segunda parte.
(51) Cfr. Cárdenas, Víctor Manuel, “"Talpa, los caminos de la luna”, en Estudios Sobre las
Culturas Contemporáneas, Vol. 11, Núm. 6, pp. 157-172.
(52) Cfr. el fascinante y documentado estudio de la profunda transformación del imaginario
inglés que acompañó a la revolución industrial, Keith Thomas, Religion and the decline of
magic. Studies in popular beleifs in sixteenth and seventeenth century England,
Middlesex, Penguin Books, 1984.
(53) El Instituto Mexicano del Seguro Social inicia sus servicios a la población en .1944, el
Instituto de Seguridad Social al Servicio de los Trabajadores del Estado comienza su
cobertura en 1960. En 1991 la facturación de las 25 empresas de seguros más grandes
que cotizaban en la Bolsa Mexicana de Valores apenas alcanzaba el 1.7% del Producto
Interno Bruto. Agradezco esta información de su investigación doctoral a Geneviève
Marchini W., Centro de Investigaciones Sociales, Universidad de Colima.
(54) Bonfil, Guillermo (Coord.), Nuevas identidades culturales en México, México, CNCA, 1993.
(55) Cfr. González, Jorge, Más(+) cultura(s), op. cit. pp. 54-87
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