J.M.SAIZ, Clm.economía. Num. 17, pp. 43-55
Mujer y mercado de
trabajo español.
¿Un cambio estructural?
José Manuel Saiz Álvarez
Universidad Nebrija
Resumen
El trabajo femenino tiene una gran importancia en todos los países del mundo sin
excepción. Caracterizado por su precariedad, baja retribución en términos relativos,
reducido nivel de capacitación y no reconocimiento social en muchos casos, las reformas
legislativas que se han realizado en el mercado de trabajo para impedir dicha situación
todavía son insuficientes. En el trabajo se reflexiona sobre si, tras las reformas laborales que
se han realizado en España, se ha producido un cambio estructural en el trabajo femenino
en nuestro país. En este sentido, la creación de procesos intensivos en tecnología, y en los
que es necesaria una formación especializada, sería positivo para que el trabajo femenino
pueda mejorar su situación a medio plazo.
Palabras clave: trabajo femenino, tecnología, salario, especialización.
Clasificación JEL: J20, J30, J71
Women and Spanish Labour Market. A structural change?
Abstract
Women's work is of great importance in all countries of the world without exception.
Characterized by insecurity, low pay in relative terms, low level of training and no social
recognition in many cases, legislative reforms have been made in the labor market to
prevent this situation are still insufficient. The paper reflects on whether, after the labor
reforms that have taken place in Spain, there has been a structural change in women's work
in our country. In this sense, the creation of technology-intensive processes, and in which
specialized training is required, it would be good for the working women to improve their
situation in the medium term.
Key words: female labour, technology, salary, specialization.
JEL Classification: J20, J30, J71
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Artículo recibido en noviembre 2010 y aceptado en diciembre 2010.
J.M. SAIZ (2010): MUJER Y MERCADO DE TRABAJO ESPAÑOL. ¿UN CAMBIO ESTRUCTURAL?
1.- Introducción.
El papel de la mujer en el mercado laboral mundial es
determinante, sobre todo en los países en vías de desarrollo, al
constituir un mecanismo de sustento básico para la familia. Aunque
el trabajo realizado por gran parte de ellas no computa en el
Producto Interior Bruto (PIB) como actividad generadora de valor
añadido, el trabajo femenino sustenta gran parte de la actividad
económica en todos los países del mundo.
En el caso español, la situación laboral de la mujer se
caracteriza, entre los factores más destacables, por: (1) una baja tasa
de ocupación laboral; (2) la existencia, según los sectores que se
consideren, de fuertes diferencias salariales entre hombres y
mujeres; (3) una elevada temporalidad producida tanto por motivos
familiares (maternidad) como estacionales (cosechas agrícolas); y (4)
una alta tasa de desempleo. Estas características se han ido
manteniendo en el tiempo a pesar de los esfuerzos para disminuir la
brecha de género entre hombres y mujeres en lo que respecta al
mercado laboral.
El Consejo Europeo de Lisboa, del 15 y 16 de junio de 2000,
estableció que, en lo que respecta al trabajo femenino, la tasa de
empleo ha de ser del 60 por ciento para el año 2010, siendo la media
europea un 55,55 por ciento. Sin embargo, la triple-C actual,
formada por la combinación de crisis económica, crisis financiera y
crisis de credibilidad en política económica, impide que se haya
logrado ese objetivo. De ahí que se necesiten reformas estructurales
en el mercado de trabajo para conseguirlo.
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Clm.economía. Num. 17
La situación laboral de la mujer varía en función del nivel
educativo que alcance, su situación familiar, el sector en el que
trabaja (o pretende trabajar) y las necesidades financieras de la
familia. A medida que la globalización económica se ha ido
expandiendo por el mundo, la importancia del papel de la mujer
directiva en las empresas ha ido aumentando (Philbrick y Fitzgerald,
2007). Esta situación ha sido más importante en los países más
industrializados del mundo (G-8), frente a los países en vías de
desarrollo que siguen, en lo que se refiere al trabajo femenino, unas
estructuras tradicionales.
El objetivo de este trabajo es doble. Así, por un lado es (1)
analizar las características y la evolución del mercado de trabajo
femenino para el caso español, haciendo especial hincapié en
aspectos tales como el papel de la mujer en la familia y la relación
entre la mujer y la precariedad laboral; y (2) reflexionar sobre el
impacto futuro que previsiblemente tendrán las reformas laborales
en el trabajo femenino, así como las medidas de cambio estructural
que habría que tomar para mejorar la posición de la mujer en el
mercado de trabajo. Finalizaremos con una valoración sobre las
perspectivas de futuro de dicho mercado.
2.- Mujer y familia.
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Desde los inicios de la Revolución Industrial hasta principios del
siglo pasado, el papel de la mujer en el mercado de trabajo ha sido
siempre complementario al del hombre, sin que este último pierda su
protagonismo. Este papel dominante del hombre en esta materia ha
venido dado no sólo por factores culturales y educativos propios de la
época, sino, y lo que es más importante, por el uso social dominante
existente entonces. Los movimientos feministas nacidos a principios
del siglo XX intentaron cambiar dicha situación a favor de la mujer,
pero el avance conseguido en materia laboral ha sido limitado y se
espere que no cambie de forma drástica en un futuro cercano. Esto se
debe al rol social establecido que no es fácil que cambie si no varía la
estructura interna de pensamiento en la sociedad, cambian las
creencias descriptivas de las personas o sociedades que los sostienen
y existen nuevas relaciones con respecto a los estereotipos y a los
prejuicios existentes (González, 2010).
J.M. SAIZ (2010): MUJER Y MERCADO DE TRABAJO ESPAÑOL. ¿UN CAMBIO ESTRUCTURAL?
Desde un punto de vista sociológico, el cambio social se puede
producir tanto desde una revolución social desde abajo hacia arriba
(efecto N de MacClelland) como desde arriba hacia abajo (efecto
dictatorial). Dicha revolución social, entendida como un cambio
social profundo y generalizado, lleva hacia modificaciones en las
estructuras económicas y sociales de los países, y aleja a la sociedad
de la denominada anomía social que, por lo general, suele ser
negativa para los distintos grupos sociales existentes, incluidas las
mujeres.
Aunque dicho cambio de roles en la mujer puede venir
impulsado e impuesto por el poder político, la imposición de
leyes mediante Decretos-leyes no son efectivos en la práctica si
la sociedad no cambia sus estructuras. Así, cuando se produce
esta dicotomía entre los intereses de la defensa de los derechos
(y obligaciones) de las mujeres por grupos de presión que
buscan sus propios intereses políticos y particulares y el
conjunto de la sociedad, se provoca el efecto contrario al
deseado por el poder político. De ahí que sea la sociedad quien
demande los cambios y que no vengan impuestos por grupos
de presión que, por lo general, son minoritarios y alejados de la
realidad social.
Como demuestra Lassibille (1990), la participación de la esposa
en el mercado de trabajo aumenta las diferencias entre los hogares
más ricos y pobres de una sociedad, al participar más en el mercado
de trabajo las mujeres con estudios universitarios y con experiencia
previa en anteriores trabajos realizados antes de su salida temporal
del mercado de trabajo por, entre los casos más destacables, su
maternidad y la educación de los hijos.
La división de las tareas en el seno familiar determina que, a lo
largo de todo su ciclo vital, la mujer dedique más tiempo que el
hombre a la familia. Como resultado, según demuestran Maté et al
(2002), al tener la mujer una vida laboral más corta y discontinua,
tiende a presentar menos incentivos para invertir en educación
especializada orientada al mercado de trabajo. Como resultado, y
una vez que la mujer se ha mantenido fuera del mercado de trabajo
durante un período de tiempo prolongado, es más difícil que pueda
acceder de nuevo a él. Realidad que se generaliza aún más en
edades laborales más maduras.
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Clm.economía. Num. 17
Una de las vías más utilizadas para la inserción de la mujer en
el mercado de trabajo viene dado por la puesta en marcha de
políticas de conciliación laboral. De hecho, la necesidad de una
conciliación laboral es importante porque “las mujeres avanzan
menos que los hombres en los puestos directivos por sus
menores insumos de capital humano en formación y experiencia
profesional, por la existencia de barreras estructurales (sociales y
culturales) en relación con su formación y promoción, y por los
múltiples roles que deben desempeñar como directivas y madres”
(Burke, 2007, p. 113).
La ausencia de políticas efectivas de conciliación laboral en el
mercado de trabajo lleva a largo plazo hacia una reducción de las
tasas de natalidad (cuadro 1) que, en casos extremos cuando no se
alcanza el crecimiento cero poblacional (2,1 hijos por mujer),
provoca que la pirámide poblacional pase a ser en forma de hucha
a medio plazo y en forma de pirámide invertida a largo plazo, con el
impacto negativo consiguiente en el sistema de pensiones. De ahí
que la conciliación laboral sea fundamental para el sostenimiento,
incluso, del propio Estado del Bienestar1.
Cuadro 1.
Principales indicadores de natalidad
Año
1976
1986
1996
2006
2009
Nacimientos
Tasa Bruta
de Natalidad
Indicador Coyuntural
de la Fecundidad
676.718
438.303
361.947
481.295
492.931
18,74
11,37
9,17
10,92
10,73
2,80
1,56
1,16
1,38
1,40
Fuente: Instituto Nacional de Estadística (2010).
La dificultad para conciliar vida laboral y familiar por parte de la
mujer, se observa en un estudio realizado por Martínez-Granado
48
1) El actual Estado del Bienestar ha pasado históricamente por tres etapas. (1) La Etapa de los
Procedimientos Indiferenciados de Garantía (ahorro, mutualidad, seguro privado, asistencia pública y
responsabilidad) que se inicia en la Revolución Industrial y finaliza a principios del siglo XIX; (2) La Etapa de
los seguros sociales, que se inicia a mediados del siglo XIX y finaliza en la década de 1930, y (3) La Etapa de
la Seguridad Social que se inició en el II Reich de la recién unificada Alemania con el canciller Otto Eduard
Leopold von Bismarck (1815-1898) con la aprobación de la Ley de Seguro Obligatorio contra Accidentes y
Enfermedades el 15 de julio de 1883, Ley que se amplió con la Ley del Seguro de Vejez e Invalidez (1889) y
tras su fallecimiento con el Código de Seguros Sociales (1901)(Nugent, 1997). Este sistema de seguro social
bismarckiano se generalizaría por toda Europa tras la aprobación el 20 de noviembre de 1942 por parte del
Gobierno Atlee del primer Informe Beveridge titulado “Informe al Parlamento acerca de la Seguridad Social
y de las prestaciones que de ella se derivan”). Realizó un segundo informe titulado “Pleno empleo en una
sociedad libre”, pero tuvo un impacto menor.
J.M. SAIZ (2010): MUJER Y MERCADO DE TRABAJO ESPAÑOL. ¿UN CAMBIO ESTRUCTURAL?
(2001) quien demuestra empíricamente que la elasticidad de oferta
de trabajo con respecto a los salarios es positiva, significativa y varía
con las características personales de la mujer, aumentando con la
edad y con la presencia de los hijos en el hogar. En segundo lugar,
la elasticidad de la oferta de trabajo frente a las otras rentas del
hogar tiende a ser negativa y a aumentar con la edad. La presencia
de hijos en el hogar hace desaparecer la sensibilidad de las horas de
trabajo frente a las otras rentas familiares y disminuye la oferta de
trabajo femenina.
Junto a la necesidad de una conciliación laboral efectiva, el
cambio de la familia tradicional a nuevas formas de unión y de
relaciones de convivencia ha cambiado el papel social de la mujer de
forma acelerada en el siglo XXI. Dicho cambio se ha producido no sólo
desde una visión económica, en la que en la familia tradicional suele
existir un doble sostenimiento económico a la misma, mientras que en
la familia monoparental el sostenedor económico es único. Nuevas
formas de familia que se han acelerado tras la disminución de trabas
burocráticas para conseguir la separación y el divorcio a partir de la Ley
30/1981, de 7 de julio y posteriores modificaciones; el fomento y
protección de las parejas de hecho (Ley 5/2002, de 16 de diciembre), y
el reconocimiento legislativo de los derechos para parejas en
convivencia del mismo sexo (Ley 13/2005, de 1 de julio). Tanto en la
familia tradicional como en las nuevas formas de uniones y relaciones
civiles de convivencia, han de enfrentarse con el problema de la
conciliación entre la vida laboral, familiar y personal2.
3.- Mujer y precariedad laboral.
En lo que respecta a la precariedad laboral, la Consejo Europeo
(2003) distingue entre tres tipos de empleo: (a) Empleo de alta calidad,
caracterizados por tener salarios iguales o por encima de la media,
seguridad en el empleo y posibilidades de promoción profesional; (b)
2) Este hecho a pesar de la creciente importancia de la familia monoparental. En concreto, en 2009 hubo
175.000 matrimonios y 98.359 divorcios. El número de nulidades matrimoniales fue insignificante (Zenit,
2010). El máximo número de divorcios que ha habido desde la aprobación de la Ley 30/1981, de 7 de julio,
sobre la legalización de las separaciones y el divorcio, se dio en 2006 con 126.952 divorcios que fue debido
a la entrada en vigor el 8 de julio de 2005 de la reforma del Código Civil que reguló el “divorcio exprés” y
descongestionó la situación judicial de miles de casos en espera de resolución judicial. A partir de 2007 se
inició una tendencia decreciente que sigue hoy en día.
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Clm.economía. Num. 17
Empleos de bajo salario y reducida productividad, con salarios por
debajo del 75 por ciento del salario medio, reducida seguridad en el
empleo y casi inexistentes posibilidades de promoción profesional; y
(c) Empleos precarios (Dead-end Jobs), con una elevada inseguridad
laboral y sin ninguna posibilidad de promoción. En este último tipo de
empleos Grecia y España son los países europeos con un mayor nivel
de precariedad laboral (Perrons et al, 2000), lo que lleva en estos países
hacia un impacto negativo en términos de crecimiento económico
sostenible a través del consumo.
El empleo femenino en el mercado laboral español se caracteriza
tanto por su precariedad como por estar segmentado o segregado
con respecto al masculino, tanto en un sentido vertical (apenas hay
mujeres en puestos directivos) como horizontal (se concentran en
determinados trabajos, sobre todo agricultura familiar, empleo
doméstico y personal de limpieza) (Castaño et al, 1999: p. 33)(Torns,
1999: pp. 153-155, ambos citados por García y Rendón (2004, p. 31). A
esto se unen los mayores niveles de analfabetismo femenino que
incluso cuadruplica al de los hombres3 y que impide a la mujer
acceder a empleos de alta calidad. De hecho, la tasa de analfabetismo
en España alcanza el 2,15 por ciento, mientras que el 10,27 por ciento
no tiene estudios. Esta situación es especialmente grave en Andalucía,
en donde un 18,05 por ciento de la población es analfabeta o no tiene
estudios4 (Goerlich y Mas, 2006).
Por otra parte, uno de los factores que influyen en el desempleo
femenino en sociedades multiculturales, como es el caso de la
sociedad española tras los fuertes flujos migratorios de las últimas
décadas que se han acelerado en el siglo XXI con la globalización
económica, viene dado por la raza y la pertenencia a clases sociales de
estratos bajos. Este hecho influye decisivamente en la inserción del
individuo en la pobreza, llegándose a extremos en el Tercer Mundo.
Así, en el caso mexicano, un indígena tiene una probabilidad del 57
por ciento de vivir en pobreza extrema, comparado con la
probabilidad del 16 por ciento para el resto de la población” (Banco
50
3) Así, por ejemplo, en la provincia de Jaén el 8 por ciento de la población femenina es analfabeta mientras
que se reduce al 2,5 por ciento en los hombres. En la provincia de Córdoba dichos porcentajes se reducen
al 6,5 y 2 por ciento, respectivamente.
4) De hecho, los tres municipios con el mayor porcentaje de analfabetos de España se encuentran en las
provincias de Cádiz (Puerto Serrano (12,45 por ciento) y Algodonales (12,29 por ciento)) y Granada
(Algarinejo (11,18 por ciento)).
J.M. SAIZ (2010): MUJER Y MERCADO DE TRABAJO ESPAÑOL. ¿UN CAMBIO ESTRUCTURAL?
Mundial, 2007) constituyendo tanto las políticas estatales como las
realizadas por instituciones religiosas y Organizaciones no
Gubernamentales (ONG) sin ánimo de lucro, las únicas salidas factibles
para evitar estas situaciones de discriminación.
Cuando la situación de discriminación se hace insostenible, y
cuando el individuo desea mejorar sus condiciones de vida, es cuando se
produce la emigración a países más desarrollados esperando encontrar
nuevas oportunidades. La mujer no está exenta de esta realidad, siendo
ella quien, en muchas ocasiones, da el primer paso, ya sea por motivos
familiares (dar nuevas oportunidades a sus hijos, mejorar la situación
económica de la familia, pagar deudas contraídas con anterioridad,…)
como personales (deseo de autosuperación, adquisición de formación
especializada, autosatisfacción personal,…). A medida que la brecha de
pobreza se ha ido agrandando, más fuertes han sido los incentivos para
emigrar al extranjero buscando nuevas oportunidades.
Tal y como se observa en el cuadro 2 se observan diferencias de
género entre la petición de visados por parte de la población
inmigrante. Así, mientras que las mujeres son mayoría tanto en los
casos de reagrupación familiar como en la petición de visados de
estudios, la mayoría de la petición de visados para los hombres
viene dada por el trabajo. Podríamos concluir así, que dados estos
patrones de conducta, la población inmigrante se caracteriza por
seguir patrones tradicionales de comportamiento, aunque los datos
relacionados con el trabajo pueden estar distorsionados debido a la
población de origen musulmán (principalmente marroquíes) cuya
población femenina no desarrolla su actividad económica fuera del
hogar, al seguir las obligaciones de la nikâh5.
Cuadro 2.
Visados otorgados por España a mujeres inmigrantes (2008)
Total
Hombres
Mujeres
Total
Reagrupación familiar
Trabajo
Estudios
288.140
128.825
159.315
103.422
41.284
62.185
130.917
66.121
64.796
49.546
19.801
29.745
Fuente: Pajares (2009, p. 35).
5) En el matrimonio islámico (nikâh) la mujer contrae la obligación de cuidar del hogar y de los hijos, a
cambio de recibir de éste la dote (sadâq o mahr) y la nafaqa, esto es, todo aquello que es necesario para la
manutención y sin despilfarro de una criatura humana (comida, alojamiento y ropa). Cuando la mujer
incumple dichas obligaciones se convierte en una mujer rebelde (nasiza) y pierde la nafaqa. Otra forma de
perder la nafaqa es negarse a tener hijos (Fierro, 1989).
51
Clm.economía. Num. 17
En definitiva, el empleo femenino viene caracterizado por un
mayor grado de precariedad laboral, así como, y dependiendo de
los sectores considerados, por una discriminación salarial a favor del
trabajo masculino. Esto hace que sea necesaria la realización de
reformas laborales que mejoren esta situación del trabajo femenino
en España.
4.- Reformas laborales y
trabajo femenino.
La participación de la mujer en el mercado laboral está
socialmente aceptada en España. Así, según el Consejo General
de las Cámaras de Comercio (2008), un 76,8 por ciento de los
directivos de empresas familiares considera como un hecho
normal que la mujer trabaje en la organización, estando
totalmente en contra únicamente un 7,7 por ciento, siendo
Cataluña la Comunidad Autónoma en donde se cuenta con un
mayor porcentaje de mujeres en las plantillas. Así, mientras que
en un 20,7 por ciento de empresas familiares catalanas cuentan
con un porcentaje de mujeres en plantilla superior al 75 por
ciento, en Canarias y la Comunidad Valenciana, en el otro
extremo, un 60 por ciento de sus empresas tienen menor del 25
por ciento de mujeres en plantilla.
Sin embargo, en la cultura empresarial española todavía falta
desarrollar aún más el potencial de la mujer, sin que dicho desarrollo
pase necesariamente por la equidad e igualdad en el número de
puestos de trabajo en una organización. En efecto, “necesitamos una
cultura que sepa valorar y aprovechar las diferencias entre hombres
y mujeres, que al mismo tiempo sea capaz de ir más allá de la
equidad creando condiciones estructurales que permitan a la mujer
desarrollar y aportar sus habilidades y conocimientos en todos los
niveles de la organización” (Peris-Ortiz, 2010, p. 163-164).
52
Para lograr dicho objetivo es necesario que la mujer pueda
tanto conciliar su vida laboral y familiar, así como impulsar su
incorporación al espíritu emprendedor como un valor propio e
innato de la clase empresarial. De ahí que sea bueno el fomento
de incubadoras y aceleradoras de empresas que hagan
J.M. SAIZ (2010): MUJER Y MERCADO DE TRABAJO ESPAÑOL. ¿UN CAMBIO ESTRUCTURAL?
compatibles dichos objetivos, cuyo impulso ha de venir desde las
Administraciones Públicas en sus distintos niveles con el apoyo
de la empresa privada. Sin embargo, en el Real Decreto-ley
10/2010, de 16 de junio, de medidas urgentes para la reforma del
mercado de trabajo, únicamente en el artículo 3 que regula el
fomento de la contratación indefinida, se tratan medidas para
reducir el desempleo femenino. Así en dicho artículo únicamente
se modifica la disposición adicional primera, apartado 2, letra a),
de la Ley 12/2001, de 12 de julio, de medidas urgentes de reforma
del mercado de trabajo y la mejora de su calidad, para incluir a las
mujeres desempleadas cuando se contraten para prestar servicios
en profesiones u ocupaciones con menor índice de empleo
femenino. Dicho con otras palabras: en el espíritu de la Ley no
está la creación de nuevos puestos de trabajo femenino, sino la
igualdad entre hombres y mujeres en aquellos trabajos en los que
los hombres sean mayoría. A esto se unen las bonificaciones en la
cuota empresarial de la Seguridad Social establecidas en el
artículo 10 de la Ley 10/2010 que apenas discriminan
positivamente a la mujer en su cuantía6. Por ello considero que la
última reforma laboral del actual Gobierno es insuficiente y ha
sido otra oportunidad perdida para fomentar el empleo
femenino, aunque haya habido una discriminación positiva en
este sentido en términos de mayor generosidad en la
bonificación (200 euros anuales en ambos casos).
Como resultado de todo ello, el grado de empleabilidad de la
mujer sigue siendo inferior al del hombre. En efecto, para el caso
español, en el primer trimestre de 2008 las tasas de actividad entre
25 y 29 años eran del 90% para los hombres y del 82% para las
mujeres, mientras que entre 50 y 54 años eran del 89% para los
hombres y del 59% para las mujeres. La tasa de actividad media de
las mujeres seguía siendo bastante más baja que la de los hombres,
pero se debía principalmente a las cohortes de edades más
avanzadas (Pajares, 2009).
6) En concreto, 800 euros anuales durante tres años, o su equivalente diario, en el caso de contratación de
jóvenes desempleados entre 16 y 30 años, ambos inclusive, mientras que en el caso de las mujeres
desempleadas dicha bonificación alcanza los 1.000 euros anuales durante tres años, o su equivalente diario.
En el caso de desempleados mayores de 45 años dichas bonificaciones alcanzan, con el mismo límite
temporal de tres años, los 1.200 y 1.400 euros, en el caso de desempleados varones y mujeres,
respectivamente.
53
Clm.economía. Num. 17
5.- Conclusión:
¿Hacia un cambio estructural?
Aunque se han producido avances en materia de igualdad de
derechos laborales entre hombres y mujeres en la economía y sociedad
española, quedan todavía flecos pendientes cuyo cambio, en caso de
producirse, será a largo plazo al confluir en él factores sociales y
económicos. Entre los primeros caben destacar los cambios que se
tendrían que realizar en los criterios del rol social de la mujer, y con
respecto a los económicos tendría que conseguirse mantener los niveles
de rendimiento, eficiencia y rentabilidad en la empresa sin que se vean
disminuidos por la necesidad de una conciliación entre vida laboral y
familiar por parte de la mujer. En este sentido, la tecnología puede
ayudar a conseguirlo mediante el teletrabajo en casa y la comunicación
virtual con la organización en tiempo real mediante videoconferencia y
redes privadas virtuales (VPN, del inglés Virtual Private Networks).
Para que se produzca un cambio estructural en la situación del
empleo femenino en nuestro país ha de darse a partir de un cambio de
modelo productivo en el que primen los procesos intensivos en capital
y en tecnología, frente a aquellos caracterizados por la utilización
intensiva de mano de obra, en muchas ocasiones no cualificada. A
medida que en los procesos se vaya introduciendo la tecnología irá
aumentando la calidad de los mismos, así como la necesidad de mano
de obra especializada que dará un mayor valor al producto o servicio
realizado. En dicho proceso la mujer tiene ventajas, al ser cada vez mayor
el número de mujeres que estudian en centros universitarios en donde
reciben un tipo de formación que luego, de forma ideal, ha de aplicarse
en el mercado laboral.
54
La mayor movilidad conseguida gracias a las Tecnologías de la
Información y la Comunicación (TIC) ayudará a la conciliación y tenderá
a aumentar la productividad en las empresas, sin que la mujer tenga que
renunciar a su papel en el mercado de trabajo y en la familia, tal y como
lo ha estado haciendo hasta ahora. Por eso, pienso que a pesar de los
avances tecnológicos y la rápida evolución de la economía, los valores
de la sociedad se mantienen por más tiempo inalterados, al ser los
pilares sobre los que se sustenta la sociedad, por lo que no es previsible
que haya fuertes cambios estructurales en el papel de la mujer, tanto en
el mercado de trabajo como en la sociedad. El futuro nos lo dirá.
J.M. SAIZ (2010): MUJER Y MERCADO DE TRABAJO ESPAÑOL. ¿UN CAMBIO ESTRUCTURAL?
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