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OPPIDUM. CUADERNOS DE INVESTIGACIÓN, n.º 19, 2023: 133-152. IE Universidad, Segovia. ISSN: 1885-6292. VALENTIA EN EL SIGLO III D. C. VALENTIA IN THE 3RD CENTURY A. D. Albert V. Ribera i Lacomba Institut Català d'Arqueologia Clàssica ariberalacomba@gmail.com Resumen La evidencia arqueológica de ‘Valentia’ para el s. III d. C. muestra una evolución acorde con la zona occidental del Imperio. Entre fines del siglo II e inicios del III aún se detecta alguna actividad constructiva. Las abundantes inscripciones que en el siglo III la ciudad dedicó a los emperadores y su familia son la mejor prueba de la continuidad de la vida de la colonia hasta el reinado de Aureliano. Coincidiendo con este periodo final (270-280), se han encontrado varias destrucciones bien fechadas por cerámicas y monedas. El alcantarillado también se vio afectado. Este fenómeno negativo fue de corta duración. A fines del s. III hay numerosos indicios de la reconstrucción de la ciudad. Palabras clave: epigrafía, numismática, contextos cerámicos, arqueología urbana, Hispania Tarraconensis, destrucción. Abstract The archaeological evidence of ‘Valentia’ for the third century AD shows an evolution according to the western part of the Empire. Some constructive activity is still detected from the end of the second century AD to the beginning of the third century. Abundant inscriptions were dedicated by the city to the emperors and their family in the third century. They are the best proof of the continuity of the life of the colony until the reign of Aurelian. Several well-dated destructions have been found in this final period (270-280). Sewerage was also affected. This negative phenomenon was short-lived. There are numerous findings related with the reconstruction of the city in the end of the third century. Keywords: epigraphy, numismatics, pottery contexts, Urban Archaeology, Hispania Tarraconensis, destruction. Fecha de recepción: 12/07/2023. Fecha de aceptación: 28/07/2023. ALBERT V. RIBERA I LACOMBA Introducción Valentia experimentó una gran expansión urbana a partir de la segunda mitad del s. I d. C., especialmente notoria a partir del periodo Flavio con la remodelación del foro, y que se continuó en el siglo II d. C. La construcción del circo, a principios del s. II d. C., representó la culminación del desarrollo de la colonia (Ribera 1998; 2010). En esta época también tuvo lugar la última y gran reforma de la denominada domus de Terpsícore, al norte del foro, gran complejo decorado con una rica y especial decoración musiva y pictórica. Destaca el extraordinario conjunto de pinturas murales que se recuperaron, caídas, sobre varios pavimentos, incluidos varios mosaicos. En uno de ellos se halló la figura femenina con una lira y una inscripción incompleta que se ha hipotetizado que fuera la musa Terpsícore. (De Hoz, 2007). No debe ser una residencia privada, sino un complejo edilicio de carácter público (Escrivà et al., 2016) en un entorno en el que predominan los espacios sacros (santuario de Bellona, al sur, probable Vía Sacra al este) y lúdicos (termas de la calle de El Salvador, al otro lado de la calle. Su particular decoración forma parte de los argumentos principales para proponer una función distinta a la doméstica y privada. Este y otros conjuntos edilicios de Valentia, prácticamente todos los de la ciudad, excepto el área del foro y las termas, la mayor parte de ellos apenas conocidos en extensión, unos 13 en total, han sido considerados casas recientemente (Peñalver, 2022: 282-313), lo que parece muy exagerado y falto de rigor, ante la falta de evidencias y otras consideraciones (Ribera, en prensa). En todo caso, esta intensa actividad edilicia no ha tenido su contrapunto en el registro epigráfico, ya que apenas se han encontrado dedicaciones imperiales de los siglos I-II d. C.: una inscripción de Tito (CIL II2 14, 13) y otra de Antonino Pío (CIL II2 14, 93a). Un pedestal ecuestre de la zona del foro, fechado en el s. I d. C. (Corell/Gómez, 2009: 26a), ha puesto recientemente de manifiesto que ya en esta fase se había formado el doble senado colonial, formado por los Valentini Veterani et Veteres, que hasta entonces solo se habían señalado para el s. III d. C., como veremos. A pesar del vacío del s. II para este tipo de dedicatorias oficiales, está claro que este hecho se debe más a la casualidad de los hallazgos que a una realidad. Por el contrario, la epigrafía privada, básicamente funeraria, pero no sólo, de este mismo periodo, es bastante abundante. Los siglos I-II d. C. han deparado, pues, muy poca epigrafia pública y mucha privada (Corell/Gómez, 2009), tendencia que cambiará sustancialmente en la centuria siguiente. De las ciudades del entorno de Valentia poco se sabe del periodo comprendido entre fines del s. II e inicios del III. El tesoro de denarios de las grandes termas de Edeta se puede considerar como el hallazgo más relevante de este momento. Son 5990 monedas encontradas dentro de una gran jarra de cerámica común, que estaba oculta bajo el pavimento de un edificio. Las piezas más modernas corresponden al emperador Septimio Severo y a Plautilla, la mujer de Caracalla, y las más numerosas son las de Commodo, 1795. Los motivos de la ocultación se desconocen y, a nivel general hispánico, no hay constancia de otros conjuntos semejantes o, ni muchos menos, de otros más o menos coetáneos (Escrivà et al., 2005: 112-113). En las grandes termas de Edeta se encontró un pequeño lote de 5 monedas de época tetrárquica, de 134 Oppidum, 19, 2023: 133-152. ISSN: 1885-6292. ‘VALENTIA’ EN EL SIGLO III D. C. Diocleciano y Maximiano, interpretado como un monedero. Entre ambos hallazgos monetarios se ha supuesto un momento de crisis entre 260-275 y una posterior recuperación posterior, con la que se relacionaría este hallazgo (Lledó, 2005: 155). La epigrafía publica de estos municipios vecinos para este periodo es bastante dispar. Frente a la numerosa muestra saguntina y, algo menos, la valentina, la edetana es mucho más escasa. De entre ella, destaca la que hace referencia al bello maurico, episodio bélico entre 170177 que afectó al sur de la península Ibérica durante el reinado de Marco Aurelio. El epígrafe (Corell, 1996: n.º 10), sin embargo, no parece referirse a su incidencia en este territorio sino de un militar edetano que falleció a causa del conflicto. En el rico repertorio epigráfico de Saguntum hay que mencionar algunas dedicatorias a emperadores posteriores a la dinastía Antonina, caso de Galieno, Claudio II y Aureliano, con el que concluye la serie imperial de esta ciudad (Beltran Lloris, 1980: 35-39) y que, en todo caso, ponen de manifiesto la continuidad de la actividad cívica hasta bien entrado el s. III. Una desaparecida dedicación a Carino, sobre una columna, debe ser interpretada como un miliario de la Vía Augusta. En las excavaciones del solar de Romeu apareció un lote de once monedas agrupadas en lo que se interpretó como un “estrato de destrucción”. Las más modernas eran dos sestercios de Maximino y Balbino, ambos acuñados en el 238 (Llorens/Ripollès, 2005: 123). Otros municipios del área valenciana, bastante más pequeños que los anteriores, parece que apenas alcanzaron el s. III. La intensa y modélica investigación del municipio de Lucentum ha evidenciado que, a finales del s, II d. C., el centro público de esta “small town” ya había perdido su función y ya se había iniciado el proceso de desurbanización, que afectó rápidamente a toda la ciudad (Olcina et al., 2022). Ilici, por el contrario, no ha dado señales de destrucciones ni de ninguna crisis hasta bien avanzado el s. V, mientras el siglo IV aparece como muy pujante (Tendero/Ronda, 2014: 310-311). La arqueología de Dianium y Saetabis, o, más bien, su investigación científica, no permiten entrar en detalles sobre este periodo final del Imperio Romano. Destaca una dedicatoria a Claudio II en Saetabis y hay que mencionar la inscripción de una uexillatio de la Legio VII Gemina grabada en las paredes de la Cova de l’Aigua en el Montgó, cerca de Dianium, que certifica la presencia de tropas en esta zona durante la crisis del 238. En Dianium también destaca la continuidad de la producción de ánforas de base plana del tipo Dr. 30/Gaulois 4, en el s. III d. C. (Pérez Centeno, 1988-99: 212-213). Alguno de los mosaicos más significativos del entorno rural de Valentia se han fechado en los inicios del siglo III, como el de las nueve musas de la villa del Pouaig de Montcada (Monraval et al., 2001). Episodios del siglo III en Valentia La información arqueológica sobre Valentia, recogida, de manera más o menos sistemática, durante los últimos 42 años, es bastante abundante, aunque, dadas las características de la arqueología en medio urbano, también hay que destacar su dispersión y, en algunos casos, su difícil acceso (Ribera, 2004; 2015). Por el simple motivo de espacio, vamos a reseñar los principales hallazgos relacionados con el tema que tratamos. Oppidum, 19, 2023: 133-152. ISSN: 1885-6292. 135 ALBERT V. RIBERA I LACOMBA 1. La plaza del Negret: gran basurero u obra pública En la periferia cercana de la ciudad, al oeste y al sudoeste, en las últimas décadas se han excavado 2 canales fluviales, o dos tramos de un mismo canal, en los que se acumularon abundantes desperdicios sólidos. Sin embargo, el modo y el ritmo de la deposición fueron totalmente diferentes. Al oeste de la ciudad, muy cerca de la prolongación del decumanus maximus hacia occidente, paralelo al cual trascurría el acueducto, en la plaza del Negret se encontró un enorme relleno que colmataba una gran fosa, que muy probablemente se trataría de un tramo del canal localizado al sur de la ciudad, en medio de la actual plaza de la Reina. El estudio de sus abundantes materiales ha evidenciado que este potente depósito se formaría rápidamente a finales del s. II o a principios del III d. C., al inicio de la época de los Severos. La mayor parte del relleno se componía de escombros y numerosos fragmentos de ánforas de garum de la Bética y hasta se recuperó una inscripción funeraria. Las evidencias hablarían de la colmatación rápida del paleocanal de la plaza del Negret. Sería un gran vertedero periurbano. En este gran depósito, la sigillata hispánica era la cerámica de mesa mayoritaria, muy por encima de la Africana A, con un 78 % frente el 10 %. Tanto a nivel formal como cualitativo, estas piezas hispanas se diferencian de las de fases anteriores. Sus pastas son más blandas y menos compactas, y los barnices son menos densos y más suaves, lo que degrada su calidad. A nivel morfológico, el repertorio había evolucionado, alejándose de las formas clásicas, con pies cada vez más bajos y toscos, diámetros más grandes y tendencia a la obertura y exvasado de las paredes. Un buen ejemplo son las copas Drag. 27, ya que alguna de ellas ha perdido completamente el cuarto de círculo de las paredes y presentan bordes totalmente exvasados. O los platos 15/17, con paredes también exvasadas y profundas y bases de pies relativamente bajos. Otras formas son las copas lisas 24/25, 33, 35 y los platos 4, 18 y 36, con la abrumadora mayoría del servicio 27 y 15/17, que concentra el 82 % del total de formas lisas de hispánica. En este momento, apareció la copa Ritt. 8, relacionada con la tendencia a la simplificación que se dio desde mediados del siglo y que, a pesar de ser una forma nueva, se sitúa en tercer lugar (10 %), por detrás de las omnipresentes 15/17 y 27. De las formas decoradas, aparece aún alguna Drag. 20, 29, 30 y 40, pero la mayor parte son las Drag. 37, con bandas horizontales de círculos paralélelos o concéntricos, separados, o no, por elementos verticales. La producción es exclusivamente de la Rioja (Tritium Magallum), con algunos fragmentos de Bronchales residuales. Es el conjunto más numeroso de marcas de sigillata hispánica de Valentia, aunque su uso vaya disminuyendo a lo largo del siglo II d. C. Se han registrado Valerius Peternus, Paternus Ale, Paternua Caeius, Agilianus, Sempronius, Lapillius, Maternus Nicae y Caius Lucretius entre otros. La sigillata africana A aparecía con las formas Hayes 3 A y B, la 8 A, 9 A, 19, 20 y 21, propias de su fase antigua, a las que se unen otras de la primera mitad del siglo II d. C., como la Hayes 5 B, 6 A y B, 7 A, 9 B, 22, 34 y 140. Las formas más tardías ya son de la facies A ½ y A 2 y corresponden a la forma cerrada Hayes 160, datada entre época de Adriano y los Severos, el bol Hayes 14 y los platos Hayes 26 y 27, de mediados del siglo II a mediados del III d. C. 136 Oppidum, 19, 2023: 133-152. ISSN: 1885-6292. ‘VALENTIA’ EN EL SIGLO III D. C. Figura 1. Ánforas de la plaza del Negret. Autor. El conjunto contaba también con gran cantidad de cerámicas comunes de mesa y de cocina, destacando numéricamente las piezas de origen africano. Pero la mayor parte del enorme volumen de cerámicas recuperado correspondió a numerosos fragmentos de ánforas. Las más abundantes, con diferencia, son las hispánicas de la Bética Beltrán II B, seguidas, por las también sudpeninsulares, Keay XVI A/Almagro 50 (Fig. 1). En mucha menor cantidad se encontraron otras de las provincias hispanas, caso de las Dr. 20, Dr. 2/4 y Dr. 28, además de Oppidum, 19, 2023: 133-152. ISSN: 1885-6292. 137 ALBERT V. RIBERA I LACOMBA otras orientales (pseudo-Kos, rodias) y africanas. La inmensa mayoría de las ánforas son béticas del litoral y solo había unas pocas de la Tarraconense y, tal vez, de Lusitania. Predominaban los contenedores de garum. Las ánforas de vino eran escasas y, más aún, las olearias (Pascual/Ribera, 2000). El material anfórico sería casi todo del siglo II d.C, coincidente con la vajilla fina, y se asemeja al depósito de ánforas de la Torre 16 de Barcelona, también de finales del siglo II (Martin, 2007). Sin embargo, en la plaza del Negret, aparecieron algunos fragmentos de la forma Keay XVI A inicial (Bernal, 2001, 281), una clara derivación tipológica de la Beltrán II B. Se datan entre las últimas décadas del siglo II e inicios del III d. C., lo que, junto a los datos del resto de cerámicas, permite establecer una fecha del inicio de la época de los Severos para la formación del depósito. En los estratos que cubrían el vertedero (UUEE 1222 y 1210), aparecieron dos antoninianos fechados entre el 250 y el 275 d. C. y otro del 268-270 d. C. (Huguet/Ribera, 2014: 169-170) Este gran conjunto de cerámica romana, con diferencia, es el más voluminoso de los hasta hora encontrados en Valentia. 2. Colapso parcial de las infraestructuras hidráulicas de saneamiento: indicio o consecuencia La segunda mitad del siglo III significó un punto de inflexión en la dinámica urbana de Valentia. Fue el inicio de una crisis urbana generalizada, bien representada por los numerosos abandonos, destrucciones e incendios dispersos por los edificios de la ciudad, acompañados de ocultaciones monetarias, posteriores pero cercanas al 270 d. C. (Ribera/Salavert, 2005). Destacan las capas de incendio que cubrían los restos de la basílica forense, del santuario de Bellona y de la denominada domus de Terpsícore. Uno de los aspectos en los que más se manifiesta este período de crisis es el abandono masivo de buena parte del alcantarillado. En las excavaciones de l’Almoina, al este del foro, se detectaron todos estos fenómenos, incluso en los alrededores de los edificios públicos. Se ha registrado la colmatación con sedimentos de algunos tramos de los canales de desagüe, tanto del cardo al este del foro como del decumanus maximus, que acabaron inutilizando parte del sistema de evacuación hidraúlica. En general, los sistemas hídricos, tanto de distribución como de saneamiento, a partir de mediados de s. II d. C. empezaron a ser deficientes. La colmatación del tramo occidental de la cloaca central del decumanus empezaría a partir de mediados del s. II d. C., ligeramente anterior al tramo norte del cardo, del s. III. En este periodo no solo se abandonaron los canales de desagüe de las vías principales, sino que también entraron en desuso algunas de las tuberías de alimentación del subsuelo del cardo y que discurrían en paralelo a su cloaca central. Todos estos fenómenos no implicaron el abandono de las importantes calles del entorno oriental del foro, en l’Almoina, que siguieron en uso y en continuo mantenimiento, como demuestran las sucesivas repavimentaciones tardoantiguas en zahorras superpuestas al enlosado, que también era la cubierta de alcantarilla del cardo (Escrivà et al., 2020). Los espacios periféricos, donde en la fase flavio-antonina también se había extendido la red de saneamiento, sufrieron asimismo un fenómeno masivo de colmatación y abandono, con 138 Oppidum, 19, 2023: 133-152. ISSN: 1885-6292. ‘VALENTIA’ EN EL SIGLO III D. C. ciertas excepciones. Durante el s. III colapsaron los dos edificios situados al norte y sur de una pequeña calle en los Banys de l’Almirall, al este de la ciudad, por debajo de la actual Conselleria de Hacienda, muy cercanos y, tal vez, relacionados con el circo. Esta zona no retomará la actividad constructiva hasta el s. VI. Entre el s. III y VI se han detectado distintos niveles de destrucción y acumulación de escombros procedentes de los ámbitos circundantes, principalmente restos de la decoración pictórica mural y de placados marmóreos, que obliteraron la calle y el canal central de desagüe. De igual manera, se ha detectado la búsqueda y recuperación de material constructivo, expolio que sufrió también la alcantarilla de la calle, con el robo de sus losas de cubierta para ser reaprovechadas (Escrivà et al., 2020: 206). En la calle del Mar nº 19, en un espacio que debió estar en el mismo límite meridional del centro urbano, en la pequeña área excavada en el ángulo de dos muros, se localizó un tesorillo monetario de mediados del s. III. Por debajo, discurría una cloaca que debía terminar su recorrido en este mismo lugar, que coincide con el itinerario de un antiguo canal fluvial meridional al que vertería sus aguas residuales. Este canal se colmató e inutilizó con escombros y desechos a partir de mediados de s. III d. C. (Fig. 2). En su base se encontraron bastantes cerámicas que permiten fechar el inicio del cese de su mantenimiento y limpieza en esas fechas (Huguet, 2021: 103-111). Por encima de este nivel inferior, en el que se encontraron estos, por Figura 2. Interior de la colmatación de la cloaca de la C/del Mar 19. Archivo SIAM. Oppidum, 19, 2023: 133-152. ISSN: 1885-6292. 139 ALBERT V. RIBERA I LACOMBA otra parte, abundantes materiales arqueológicos, se formaron una serie de capas superpuestas de arcillas bastante limpias que cubrieron casi todo el canal y apenas contenían cerámicas, y solo en forma de fragmentos diminutos. Esta sedimentación vendría a evidenciar el abandono de la limpieza del canal (Ribera/Romani, 2011). En la Plaza Cisneros, al norte de la ciudad, en pleno barrio portuario fluvial, se vivió más una transformación que un abandono. A partir de finales de s. III la zona combinaba el hábitat, la estabulación de animales y las tareas productivas, en espacios muy subdivididos y de condición modesta, que incluía una instalación para la fabricación de vidrio (Sánchez de Prado/Ramón, 2014). La calle adyacente se mantendría en uso hasta la segunda mitad del s. IV, tanto su superficie de circulación como el sistema de saneamiento, tal y como indicaría la construcción de dos nuevas acometidas conectadas al canal central, procedentes de las estancias reformadas en este momento. El proceso detectado en la calle de la Baixada del Toledà constataría una situación similar: desde la construcción del decumanus minor no se detecta un cambio en el funcionamiento del espacio hasta s. IV, con el abandono definitivo del sector, cubriéndolo con niveles de residuos. Las cloacas, en cambio, se colmataron a finales de s. III (Ribera/Romani, 2011). En general, es difícil establecer el momento exacto del inicio de este fenómeno, bien atestiguado, de degradación de la organización urbana. Por lo tanto, a pesar de que hay algunos indicios de su comienzo temprano, no será hasta un momento de la segunda mitad plena del s. III cuando se generalizó a toda la ciudad. La evolución de la red de alcantarillado de la ciudad durante esta fase es un claro reflejo de esta dicotomía continuidad-ruptura: muchas de las cloacas implantadas dejaron de funcionar durante el s. III, en muchos casos por su mantenimiento negligente, aunque en otros, el sistema de saneamiento se mantuvo y siguió en uso hasta bien entrado el s. IV, V o VI. La restitución del sistema de alcantarillado siguió dos tendencias, la continuidad de canales anteriores y la construcción de otros nuevos, que suplían a los abandonados. Una vez más, la mayoría de los datos vienen de l’Almoina. Allí se combinan tanto el mantenimiento continuado de ciertos canales, caso del tramo sur del cardo o el tramo este del decumanus, con la construcción de nuevas alcantarillas, que sustituyen las inutilizadas en la fase anterior. No se recuperaron algunos canales colmatados, como un tramo del decumanus maximus, que procedía del foro. En su lugar se construyó un nuevo canal que discurría en paralelo, pero más al norte que el antiguo, por debajo de la acera. Está realizado en opus caementicium y cubierto de losas de piedra caliza, en buena parte recuperadas del antiguo colector y reaprovechadas, reutilizando también elementos arquitectónicos diversos. Justo cuando alcanzaba el cruce con el cardo, giraba 45 grados hacia el sur, cortando su alcantarilla, ya en desuso desde finales de s. III y no recuperada posteriormente. La nueva cloaca buscaba el tramo oriental de la alcantarilla del decumanus, aún en funcionamiento, donde acometía. 140 Oppidum, 19, 2023: 133-152. ISSN: 1885-6292. ‘VALENTIA’ EN EL SIGLO III D. C. 3. La actividad política de la colonia: adhesiones continuas al poder imperial y alguna rectificación De los siglos de vida de la Valentia romana, es precisamente el III el que ha dado el mayor número de dedicaciones a los emperadores y su familia. Todas, excepto una, fueron iniciativas del gobierno colonial. En este caso, fueron acuerdos del peculiar doble senado de la ciudad, formado por los Valentini Veterani et Veteres (Pereira, 1987), que, como no podía ser de otra manera, adoptaron estas decisiones laudatorias en estrecha colaboración. La mayoría, todas menos una, de las inscripciones donde ha aparecen las referencias a este doble grupo de ciudadanos son del siglo III. Se conocen las que conmemoraron a Alejandro Severo y su madre, Iulia Mammaea, otra a su esposa, Sallustia Orbiana, a Heliogábalo, a Herennio Etrusco y Hostiliano, los hijos de Trajano Decio, a Claudio II y a Aureliano. Hay que hacer constar que dos de estas inscripciones sufrieron vicisitudes políticas adversas (Fig. 3). La de Alejandro Severo y Iulia Mammea muestra una damnatio memoriae en los nombres de ambos, pero se ha dejado el nombre de los dedicantes, los Valentini Veterani et Veteres. Mientras la de Heliogábalo fue totalmente borrada y usada como soporte, por la cara Figura 3. Izquierda: Damnatio memoriae a Alejandro Severo e Iulia Mammea. Derecha: dedicatoria a Aureliano por los Valentini Veterani et Veteres. En la cara posterior hay una inscripción, borrada, de Heliogábalo. Archivo SIAM. Oppidum, 19, 2023: 133-152. ISSN: 1885-6292. 141 ALBERT V. RIBERA I LACOMBA posterior, de la de Aureliano. El borrado fue tan intenso que sólo se percataron de la existencia de este epígrafe borrado 70 años después del descubrimiento del pedestal en 1928 (Alfoldy, 2002). La rica evidencia epigráfica de este periodo es un síntoma de la aparente normal vida de la colonia, al menos en lo que sería las muestras de lealtad de la ciudad con el emperador de Roma. Saguntum también ha dado epígrafes dedicados a Claudio II y Aureliano, además de Galieno. Este panorama demostraría que esta zona no pertenecería al Imperio Galo o, como mucho, lo sería en un corto lapso de tiempo, hasta la muerte de Póstumo (Bonneville, 1982: 383). Lo mismo sucedería con los escasos hallazgos de las emisiones monetarias de los emperadores galos (Arroyo, 1980; Gozalbes, 2005: 138-139). 4. El desastre general de 270-280 La arqueología urbana de la ciudad de València estuvo supervisada sistemáticamente por el Ayuntamiento de Valencia de 1981 a 1998. Posteriormente, se impuso la privatización de la ejecución de las excavaciones, la exclusión competencial municipal y el control meramente administrativo por el ente autonómico. Ese periodo de gestión sistemática permitió tratar la ciudad como un solo yacimiento, que es lo que es, fruto de lo cual ha sido posible establecer las principales pautas de la evolución de la ciudad. Sería el caso, entre otros, del potente y patente episodio bélico relacionado con el ataque de Pompeyo en el 75 a. C. (Ribera, 2014) y del menos impactante pero no menos evidente fenómeno destructivo de la primera mitad del s. V d. C. (Ribera/Rosselló, 2007). En ambos casos, hay que considerar que fueron destrucciones a las que, parece ser, siguieron sendas fases de abandono de varias décadas. En el caso de finales del s. III d. C., por el contrario, la evidencia sugiere una rápida reconstrucción de la parte central y sudoriental de la urbs, donde los niveles de amortización debieron ser limpiados y, en todo caso, alterados. Los restos de este episodio negativo mejor conservados son los de la zona septentrional, abandonada, y la basílica Un rasgo característico, por reiterado, de Valentia en este periodo, ha sido la repetida constatación arqueológica de un momento de destrucción general, manifestado en niveles de incendio que, normalmente, depararon el final de los respectivos edificios (Fig. 4). Este fenómeno es especialmente evidente cuando no tuvo lugar una reconstrucción, como sucedió en el tercio septentrional de la ciudad, que se abandonó durante el periodo tardoantiguo Aunque la mayor parte del área forense se reconstruyó o se mantuvo en pie, este episodio destructivo perduró en lo que fue el edificio más grande, la basílica. De ella sólo se conoce su ángulo nordeste, en las excavaciones de l’Almoina (Escrivà et al., 2013). El edificio no se reconstruyó y durante el periodo tardoantiguo más avanzado, a partir del s. V, albergó las diferentes fases del cementerio episcopal que surgió alrededor del lugar del martirio de San Vicente (Alapont/Ribera, 2008). Al este de la basílica, sobre una probable schola de alguna asociación, se levantó un nuevo edificio que debió tener funciones administrativas (Ribera, 2016) y que muy bien pudo suplir el papel de la antigua basílica que, por sus grandes dimensiones, sería más onerosa de reconstruir. 142 Oppidum, 19, 2023: 133-152. ISSN: 1885-6292. ‘VALENTIA’ EN EL SIGLO III D. C. Figura 4. Distribución de los niveles de destrucción de la segunda mitad del siglo III d. C. Al este y cerca del foro, se encontraba el santuario de Asclepios, situado en una privilegiada ubicación. Por sus dimensiones, monumentalidad y constancia epigráfica, debió ser la principal área sacra de la ciudad. Como experimentó una reforma importante, incluida la instalación de un nuevo pavimento de ladrillos romboidales sobre el anterior y similar de época Flavia, no se han conservado restos de su más que probable destrucción. Su rápida recuperación es otro indicio de su importancia (Albiach et al., 2009: 424). Los materiales asociados al nivel de su reconstrucción, en la base del nuevo pavimento, ya dieron algo de SCD y permiten fecharla en el s. IV. El santuario de Bellona, cerca y al norte del foro, en la calle Roc Chabàs, por el contrario, apareció cubierto por un claro nivel de destrucción, especialmente evidente sobre un amplio mosaico de opus signinum (Fig. 5). Además de la pequeña escultura en bronce de un danzante barbudo, que probablemente representa a uno de los extasiados participantes en los ritos de Oppidum, 19, 2023: 133-152. ISSN: 1885-6292. 143 ALBERT V. RIBERA I LACOMBA esta divinidad, fue especialmente significativo el conjunto monetario recuperado, formado por antoniniani, la mayoría de ellos del reinado de Galieno. De mayor trascendencia para datar este momento final han sido las 13 monedas de Claudio II divinizado, las más recientes de todas, que indican que la formación de este nivel tendría lugar a partir del 270, probablemente en la década 270-280, como margen máximo, entre los reinados de Aureliano y Probo (Ribera/Salavert, 2005: 148). Otras ocultaciones casi coetáneas y muy cercanas han aparecido al norte de Saguntum, en Les Alqueries y en Almenara, ambas con antoninianos de Galieno del 266 como piezas más modernas. Se han relacionado con el paso de los francos o con el conflicto con el efímero Imperio Galo (Gozalbes, 2005: 138-139). El edificio de Terpsícore, un rico complejo, al norte del santuario de Bellona y al oeste de una probable Vía Sacra y unas termas, también se encontró destruido. Aunque en un principio se asoció a una domus privada, sus peculiaridades y su privilegiada ubicación inducen a darle un carácter más público (Escrivà et al., 2016), lo que no ha sido óbice para que se haya vuelto a proponer como una residencia doméstica (Peñalver, 2022: 292). Entre sus escombros se halló una buena parte de su rica decoración pictórica, que cubría unos mosaicos no menos espectaculares (Fig. 5). En la excavación entre la calle Sabaters y la plaza de Cisneros se encontró un edificio identificado con un horreum, muy cerca del rio y del puerto fluvial. Como los anteriores, apareció cubierto de escombros, entre los que aparecieron cerámicas y monedas de los siglos Figura 5. A la izquierda, nivel de destrucción de la excavación de la calle Roc Chabas (santuario de Bellona) y, a la derecha, de las Cortes Valencianas (edificio de Terpsícore). Archivo SIAM. 144 Oppidum, 19, 2023: 133-152. ISSN: 1885-6292. ‘VALENTIA’ EN EL SIGLO III D. C. III y IV, que indican su colapso en este mismo momento (Pascual et al., 1997: 181). Por encima, a partir del s. IV se instaló un complejo dedicado a la fabricación de vidrio (Sánchez de Prado/ Ramón, 2014). En las primeras noticias de esta excavación (Albiach/Soriano, 1991) se detecta cierta confusión entre los materiales del nivel final del horreum y los de la factoría productiva bajoimperial. En otras excavaciones de València se han señalado niveles de destrucción de este mismo periodo, caso de las termas de la calle Salvador/Viciana o del edificio con mosaicos de la calle Cabillers, pero apenas se conocen más detalles al respecto. 5. Los contextos cerámicos del s. III Si descontamos el vertedero de la plaza del Negret, que se cerraría a inicios del s. III, no hay contextos claros o mínimamente significativos de la primera mitad del s. III, que, al contrario, fue el momento de más densidad de dedicaciones epigráficas a emperadores. Sólo a partir de la mitad de la centuria empiezan a aparecer algunas agrupaciones cerámicas, aunque, posiblemente, habría que datarlas entre 260-280 (Fig. 6). Varias proceden de las antiguas (1985) excavaciones del carrer de la Mar 19, donde se encontraron las amortizaciones de una habitación y, principalmente, del interior y los alrededores de una cloaca. El panorama cerámico que dan es muy parecido, con el predominio de la SCC y su forma principal, la Hayes 50, ausente en el gran depósito de la plaza del Negret, además de algunas formas tardías de la SCA, especialmente la Hayes 27 y 31. La africana de cocina es omnipresente, con las habituales Hayes 23B, 196 y 197. Las ánforas africanas también son las más abundantes, especialmente la Keay IB de base plana, de probable procedencia mauritana CONTEXTO FECHA Almoina Nivel de destrucción basílica Final III C/ Mar 19 Relleno de la base de la cloaca Final III CERAMICA FINA SCAA: Hay. 27 SCC: Hay. 50 Sigillata Oriental SCA: Hay. 6c, 8, 9, 27, 31 SCC: Hay 48, 50, 53 SCA/D: Hay. 32 Lucente ÁNFORAS COMÚN LRA 3/Agora J46 Dr. 30 Africana I y II Africana: Hay. 23B, 181, 182, 196, 197, 200 Keay I, IB, IX Africana: Hay. 23A, 23B, 59, 181, 182, 184, 193, 196, 197, ACVIII,7 89 antoninianos: Maximinus, Valerianus, Gallienus, Salonina, Macrianus, Volusianus, Claudius II, Divo Claudio Roc Chabàs (santuario de Bellona) 270-280 Nivel de destrucción sobre mosaico Corts Valencianes (edificio de Terpsicore) Final III Nivel de destrucción sobre mosaico Calle Cabillers Nivel de destrucción edificio Calle Salvador-Viciana Nivel de destrucción termas MONEDAS 1 antoniniano de Gallienus 2 antoninianos indeterminados TSHT: Rit. 8, Hisp. 2 SCA: Hay. 6, 8, 14, 16, 27, 31 SCAB: Lamb. 31 SCC: Hay. 45, 50 SCA/D: Hay. 32 Africana I, II Keay IV Africana: Hay. 23A, 23B, 181, 182, 196, 197, 200, O.I. 270 Sestercio Filipo el Arabe Final III Final III Figura 6. Los principales contextos del siglo III de Valentia. Autor. Oppidum, 19, 2023: 133-152. ISSN: 1885-6292. 145 ALBERT V. RIBERA I LACOMBA Figura 7. Nivel de destrucción de la basílica del foro y algunos de sus materiales. Archivo SIAM. cesariense, además de la K. XXV, que en el siglo IV asumirá su mayor presencia. También eran abundantes las jarritas de cerámica común oxidante, que recuerdan a los ajuares coetáneos del cementerio de la Boatella (Huguet, 2021: 104-110). El nivel de destrucción más significativo es el de la basílica del foro (Fig. 7), donde apareció un claro nivel de incendio, en el que se encontraron monedas de Galieno, ánforas de Éfeso (LRA3), Dr. 30 y Áfricana I y II, además de SCC la forma Hayes 50, SCA de la forma Hay. 27 y un amplio repertorio de cerámica de cocina africana: Hayes 23B, 181, 182, 196, 197 y 200 (Pascual et al., 1997: 181). En la excavación de la domus de Terpsícore (Corts Valencianes), las cerámicas asociadas a este momento final fueron la SCA, con un repertorio típico del s. III (formas Hay. 6, 8, 14, 16, 27 y 31), la rara SCB (Lamb. 31), la SCC (Hay. 45 y 50), la SCA/D (Hay. 32), junto a numerosa africana de cocina y ánforas mayoritariamente africanas (Africana I y II). También apareció un sestercio de Filipo el Árabe (López et al., 1997: 179, 196-197). Los distintos y dispersos niveles asociados con esta fase destructiva han aportado contextos con escasa representación cerámica. Este hecho es especialmente significativo si lo comparamos con lo que sucede con los otros momentos similares, anteriores y posteriores mencionados. La reconstrucción Valentia, al igual que Ilici, pero al contrario que otras muchas ciudades de su entorno, no tardó mucho en superar esta fase convulsiva. La arqueología ha demostrado la rápida recuperación de la vida urbana tras la indudable debacle del s. III d. C. Sin embargo, no se produjo la reconstrucción de toda la dañada ciudad. En la nueva Valentia hubo tanto elementos de continuidad, como de ruptura con la anterior. Una temprana prueba sería la presencia en la 146 Oppidum, 19, 2023: 133-152. ISSN: 1885-6292. ‘VALENTIA’ EN EL SIGLO III D. C. ciudad del legatus iuridicus de la Tarraconensis, Allius Maximus, que en el 281 le dedicó una inscripción al emperador Probo en el área del foro de Valentia (C.I.L. II2 14,20). La presencia y actividad de este personaje, el último que conocemos de la Valencia romana, pudo estar en relación con la inmediata recuperación del pulso de la vida urbana, después del funesto periodo que sufrió esta zona entre los años 270-280. Pero, al mismo tiempo, esta inscripción también enlazaría con el proceso de mayor control del poder central y la consiguiente pérdida de poder y autonomía de los núcleos urbanos. Otro paso de este proceso será la reorganización territorial plasmada en la nueva división provincial de Diocleciano, a través de la cual Valentia se segregó de la Tarraconense y pasó a la nueva provincia Cartaginense. A nivel arqueológico, la continuidad urbana más evidente se manifiesta en los edificios públicos de la zona del foro, como se ha comprobado en las excavaciones de l’Almoina. Allí, la curia (Escrivà et al., 2013), el santuario de Asklepios (Albiach et al., 2009) y el viario se mantuvieron en uso varios siglos más. Sin embargo, en esta misma zona hay evidencias de la reciente convulsión, como sería la ausencia de reconstrucción de la basílica romana, en el lado corto meridional del foro. La excavación de este edificio, probablemente su ángulo nordeste, ha permitido conocer un claro nivel de destrucción de mediados del s. III d. C. y, al tiempo, ha manifestado que ya no fue reconstruido. Pero los síntomas más claros de la recuperación de la vida urbana no nos lo proporcionan los edificios que se mantuvieron, ni mucho menos los que no se reconstruyeron. La prueba más fehaciente de la vitalidad de esta nueva fase urbana, que habría que fechar en las últimas décadas del s. III, son los nuevos edificios y las obras de reparación o las reformas en los ya existentes. El ejemplo más claro de esta vitalidad es un peculiar edificio público del lado meridional del foro, que se erige en la parte sur del solar de l’Almoina, justo al este de donde posiblemente estuvo la basílica romana. Se asienta sobre un anterior edificio romano, que sería una especie de sede (schola) de un colegio profesional (collegium) (Escrivà et al., 2016b), cuyos muros y pavimentos aprovecha con asiduidad. Se ha podido excavar casi la mitad septentrional de este nuevo edificio, por lo que se conoce buena parte de su configuración e, incluso, se puede proponer, con bastantes dosis de certidumbre, como sería su planta. Tenía un patio central, en medio del cual había una pequeña piscina. La mayoría de los nuevos muros se hicieron con la técnica del opus africanum. Excepto los departamentos orientales, los que dan a la calle, un cardo, los demás abren al patio. Su estado de conservación es muy irregular, alternando partes muy dañadas, como las que abren al cardo, o desaparecidas, como parte de la fachada y de la piscina, con otras mejor preservadas, como todo el ángulo nordoccidental. Su fecha de construcción se ha podido precisar muy bien a fines del s. III, gracias a las cerámicas (SCC) y las monedas (antonianiano de Treboniano Gallo) recuperadas en las trincheras de fundación de los nuevos muros y en los pavimentos de la fase de construcción. Aunque en un principio se pensó que podía ser un macellun, su completa excavación en 1997 demostró que se trataba del primer edificio de Valencia que se podía fechar con seguridad en la etapa Bajoimperial y, más concretamente, a fines del s. III, más o menos en el periodo tetrárquico (284-304 d. C.). Por otra parte, la constatación que todos los departamentos que Oppidum, 19, 2023: 133-152. ISSN: 1885-6292. 147 ALBERT V. RIBERA I LACOMBA abrían al patio disponían de estrechos umbrales de puerta y, por tanto, no eran las típicas tabernae o las pequeñas tiendas totalmente abiertas, que definen los macella, obligó a descartar esta suposición. La interpretación que se baraja como más probable es la de suponer que se trata de una especie de edificio público de carácter administrativo. La falta de datos sobre otras construcciones similares de esta misma época en Hispania es casi total, lo que dificulta bastante la investigación. Sin embargo, en Complutum (Alcalá de Henares), ciudad que también demuestra una activa vida urbana en el s. IV, se ha supuesto una misma interpretación a un edificio de esta época (Rascón, 1999). También recuerda algo, a la planta de la “Casa de los Mármoles” de las excavaciones de Morería en Mérida, en su fase del s. IV (Alba 2005). Este nuevo edificio tal vez sustituyera, con una arquitectura más modesta, a la fenecida y no reconstruida basílica, con la que comparte su muro medianero occidental y está también ubicado al lado de la curia, a la que se accedía directamente por un nuevo acceso que, paralelo al muro norte de este nuevo edificio, salía directamente del cardo maximus. Hay cierto fundamento, pues, para suponer que las funciones judicial, fiscal y administrativa de la ciudad seguirían, más o menos, en la misma zona. El gran santuario de Asklepios, al otro lado del cardo máximo, también vio reformas en su estructura, ya que un nuevo pavimento de losetas romboidales de cerámica, muy parecido al inicial de la época Flavia, cubrió toda su superficie en un momento indeterminado del s. IV. La aparición, en un relleno que colmata la trinchera del expolio que sufrieron las piedras de los muros de este edificio a fines del s. V, de un fragmento de sigillata hispánica tardía, de los siglos IV-V, con un grafito en el que se puede leer una especie de dedicatoria al dios de las aguas, testimoniaría el mantenimiento del uso original de este edificio hidráulico y, al tiempo, la perduración durante parte del siglo IV de los cultos paganos (Pascual et al., 1997, p. 192). En el viario y en el alcantarillado de la zona del foro también se han detectado obras en esta época, concretamente una nueva canalización que, desde la plaza del foro, discurría paralela al decumanus maximus (Ribera/Romaní 2011). En los recientes (2021) trabajos de remodelación de la plaza de la Reina, en paralelo a la fachada meridional de la catedral, han aparecido los restos de una muralla construida con piedras romanas reutilizadas. En su base, se encontró un relleno con materiales del s. IV, lo que indicaría una fecha de inicios del siglo o finales del III para su construcción. Sin embargo, a pesar de ser una obra pública municipal, su desarrollo ha dejado mucho que desear y apenas se ha investigado este importante hallazgo sobre el terreno, ya que era susceptible de una mejor documentación, tanto en extensión como en profundidad. Este muro enlazaría con otros tramos de las calles Tapineria, Avellanes y Trinitaris, con lo que se empieza a conocer el recinto el recinto tardoantiguo. Conclusiones Si se tomara la actividad epigráfica oficial como indicio del dinamismo de Valentia, no habría dudas que los primeros 75 años de este siglo fueran los mejores de la ciudad. En este periodo, los Valentini Veterani et Veteres dedicaron inscripciones, y alguna que otra estatua, a los 148 Oppidum, 19, 2023: 133-152. ISSN: 1885-6292. ‘VALENTIA’ EN EL SIGLO III D. C. emperadores Heliogábalo, Alejandro Severo y a su madre Julia Mammea, a su esposa Sallustia Orbiana, a los hijos de Trajano Decio, Hostiliano y Herenio, a Claudio II y Aureliano. Por el contrario, del siglo II solo hay una, de Antonino Pío, y del s. I d. C. otra, de Tito (Corell, 2009: 65-79). El epígrafe más moderno del periodo romano es una dedicatoria al emperador Probo, pero en este caso el dedicante ya no fue la ciudad, sino el Legado Jurídico de la Tarraconense, personaje que pudo estar vinculado directamente en la reconstrucción que tuvo lugar tras la destrucción de la ciudad (Ribera, 2016). Considerando que, el epígrafe anterior en el tiempo, el de Aureliano, que es sólo unos pocos años más antiguo, aun aparece el cuerpo cívico tradicional de la colonia, los Valentini Veterani et Veteres, habría que pensar que entre ambas inscripciones tendría lugar el colapso urbano registrado por la arqueología y, asimismo, el inicio de la reconstrucción, también atestiguado por los hallazgos. La arqueología, por el contrario, no ha sido nada elocuente, en el sentido positivo, ya que para esta centuria sólo se ha registrado alguna pequeña reforma de poca entidad, caso de alguna canalización de aguas hacia el decumanus maximus desde un edificio identificado como la sede de un collegium al este de la curia. De fines del s. II d. C. o del inicio del s. III d. C. es la rápida colmatación de un gran canal en la plaza del Negret. Es muy probable que sea parte de uno de los cursos fluviales que rodeaban la ciudad. En este caso, dada la homogeneidad y la gran cantidad de cerámicas, especialmente, pero no sólo, grandes fragmentos de ánforas, parece evidente que este vacío fue rellenado en un corto lapso de tiempo. Por el contrario, otro tramo de este canal, situado hacia el sudeste, en medio de un lateral de la actual plaza de la Reina, se fue rellenando poco a poco por los aportes sedimentarios (Carmona et al., 1985). En ambos casos, el proceso de colmatación terminaría al mismo tiempo, a inicios del s. III d. C., momento en que este canal fluvial quedaría amortizado y nivelado. Probablemente, este proceso artificial y natural de rellenado debió ser acelerado por la construcción del circo en la primera mitad del s II d. C., cuyas paredes en su tramo meridional lo atravesaron con unos potentes cimientos que han aparecido recientemente en las excavaciones de la calle del Mar 31. En este periodo, con estas grandes nivelaciones del terreno se terminarían las grandes obras de infraestructura de época romana o, al menos, su huella arqueológica no ha perdurado. De la mayor parte del s. III, pues, apenas ha transcendido más información de la actividad de la ciudad. En la segunda mitad del siglo se produjeron serios cambios negativos en la dinámica de Valentia. Por un lado, se ha detectado la colmatación y obturación de varios desagües, tanto en la zona cercana al foro, en el mismo decumanus maximus, como en lo que parece ser el tramo final de la cloaca que desaguaba en el canal fluvial meridional que circundaba la urbe (Ribera y Romaní, 2011). Este fenómeno general del final del cuidado y mantenimiento de las infraestructuras hidráulicas no se sabe si precedió o fue consecuencia de la destrucción de la ciudad entre 270-280 d. C., registrada en varias excavaciones. En el foro, la basílica fue destruida, igual que el santuario de Bellona, donde se recuperaron monedas de Claudio II divinizado (post 270) en el nivel de destrucción, que es la fecha más moderna para este episodio destructivo (Ribera/Salavert, 2005) con el que se canceló la vida de la ciudad en Oppidum, 19, 2023: 133-152. ISSN: 1885-6292. 149 ALBERT V. RIBERA I LACOMBA el Alto Imperio y se inició otra etapa, no menos prolífica (Ribera, 2016), que se reanudó casi inmediatamente. Del periodo crítico de la segunda mitad del s. III, Valentia emergió como el principal núcleo urbano de una amplia región, incluso antes de la importancia que asumió como centro cristiano episcopal y de peregrinación martirial entorno a la figura de San Vicente, quien sufrió la pasión en la ciudad el 304 (Ribera, 2008: 303). Sin embargo, esta recuperación de finales del s. III estuvo a tono con su época y no se alcanzó ni la extensión urbana ni la calidad constructiva de la fase anterior. Determinados barrios fueron abandonados como espacio de hábitat, especialmente los septentrionales, cercanos al río, ocupados de una forma dispersa como centros de actividad artesanal y productiva (Ribera, 2016). En el s. IV Valentia recupero rápidamente su entidad urbana, combinando el abandono de ciertos edificios, como la basílica, que se incendió y ya no volvió a reconstruir, con el mantenimiento de ciertos edificios públicos del foro, por ejemplo, y la reconstrucción de otros, como el edificio administrativo de l’Almoina, que se reformó a finales de s. III, o el santuario de Asclepios, que se repavimentó en esta época (Ribera, 2016). La más que probable desaparición de la categoría urbana de los vecinos municipios de Saguntum y Edeta implicaría la absorción de la gestión de sus territorios por parte de Valentia que, de esta manera, ampliaría en gran medida su espacio jurisdiccional. Se conoce muy poco de la arqueología del entorno rural de Valentia, tanto para el periodo romano como del tardoantiguo (Jiménez et al., 2014), por lo que apenas hay información para el siglo III. BIBLIOGRAFÍA ALAPONT, L.; RIBERA, A. (2008): “Topografía y jerarquía funeraria en la Valencia tardo-antigua”. En J. López; A. Martínez (eds.), Morir en el Mediterráneo Medieval. Archaeological Studies on Late Antiquity and Early Medieval Europe (400-1000 AD). BAR International Series 2001, Oxford, pp. 59-88. ALBA, M. (2005): “La vivienda en Emerita durante la antigüedad tardía: propuesta de un modelo para Hispania”. En J. M. Gurt, A. Ribera (eds.), Les ciutats tardoantigues d’Hispania, Cristianització i topografia, (VI Reunió d'Arqueologia Cristiana Hispànica (València 2003), Barcelona, pp. 121-150. ALBIACH, R.; ESPÍ; RIBERA, A. (2009: “El agua sacra y su vinculación con el origen y desarrollo urbano de una fundación romana. El santuario (¿Asklepieion?) de Valentia (Hispania)”. En P. 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