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DIÁLOGOS SOBRE CULTURA Y REGIÓN
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DIÁLOGOS
SOBRE CULTURA
Y REGIÓN
Políticas, identidades y mediación
cultural en La Pampa y Patagonia
Central (siglos XX y XXI)
Paula Inés Laguarda
Anabela Abbona
(editoras)
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Diálogos sobre cultura y región: políticas, identidades y mediación
cultural en La Pampa y Patagonia Central (siglos XX y XXI) / Paula
Laguarda… [et al.]; editado por Paula Laguarda; Anabela Abbona. –
1a ed – Santa Rosa: IEHSOLP Ediciones, 2023. 290 p.; 20 x 13
cm. – (Memoria y Sociedad / Ana María T. Rodríguez)
ISBN 978-987-47526-3-5
1. Historia de la Cultura. 2. Historia Regional. 3. Identidad Cultural.
I. Laguarda, Paula II. Laguarda, Paula, ed. III. Abbona, Anabela, ed.
CDD 306
El presente libro ha sido sometido a dos referatos externos.
ISBN: 9789874752635
Imagen de tapa: LibroLab ARTAI
Las opiniones y los contenidos incluidos en esta publicación son
responsabilidad exclusiva del/los autor/es.
Diálogos sobre cultura y región
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Colección Memoria y Sociedad
Directora
Dra. Ana María T. Rodríguez
Comité Académico
Dra. Susana Bandieri
Dra. Lila Caimari
Dra. Lila Luchessi
Dr. Diego Mauro
Dra. Lidia R. Nacuzzi
Dr. Hernán Otero
Dr. Fernando Rocchi
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Índice
Introducción .................................................................................. 11
Paula Inés Laguarda y Anabela Abbona
Prólogo ............................................................................................ 19
Lucía Lionetti
Parte I. Las maestras y los maestros: mediación y
producción cultural.............................................................. 41
1. El maestro y la maestra como figuras intelectuales ....... 43
Flavia Fiorucci
2. Mediación lingüística y tradición discursiva: el rol del
magisterio en el Territorio Nacional de La Pampa
(1921-1940) .................................................................................... 67
Melina Caraballo
Parte II. Lecturas, bibliotecas y redes intelectuales..... 101
3. Redes, referencias y lecturas de un intelectual de
provincia. Un análisis de dos conferencias de Juan
Ricardo Nervi (1957 y 1958) ................................................... 103
Leda García
4. Perfiles institucionales y acervos bibliográficos en
espacios de sociabilidad local. Tres bibliotecas
populares pampeanas durante el primer peronismo ....... 129
Micaela Oviedo
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10 • Diálogos sobre cultura y región
Parte III. Arte y sociabilidad cultural en la
construcción de identidades regionales......................... 165
5. Pintar en los márgenes: el mundo de la plástica
pampeana entre 1955-1971..................................................... 167
Florencia Prina
6. “El cultrún y la espiga”. Canciones, poemas y la
(re)creación del paisaje en la construcción de
identidades culturales pampeanas ......................................... 199
Ana Romaniuk
Parte IV. Diversidades: investigaciones y gestión del
patrimonio cultural............................................................ 227
7. Vidal de Battini y las encuestas del habla regional
(1950). El registro de lenguas indígenas en la Patagonia
Central ........................................................................................... 229
Verónica Domínguez
8. Arqueología, restituciones y comunidades indígenas.
Gestión participativa en La Pampa 2015-2020 ................. 261
Ignacio Roca
Datos de autoras, autor y editoras ......................................... 283
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Introducción
PAULA INÉS LAGUARDA Y ANABELA ABBONA
Este libro surge en el marco del proyecto “Producir cultura,
producir regiones: agentes, redes, imaginarios y relaciones
en campos culturales emergentes (La Pampa y Norpatagonia, fines s. XIX-principios s. XXI)”1 y, en particular, a partir
de las discusiones desarrolladas en el workshop “Identidad,
cultura y poder en Argentina, siglos XX-XXI”, en octubre de
2020.2 El encuentro, de carácter interdisciplinario, focalizó
en el análisis de la densidad de las tramas culturales a nivel
local y regional. Las discusiones e intercambios permitieron vincular los marcos de las políticas públicas educativas
y culturales (nacionales, provinciales y municipales) con el
accionar concreto de las instituciones, los agentes sociales
y los procesos de mediación cultural, a la vez que pusieron
en evidencia los conflictos y tensiones entre ambas esferas;
sin descuidar el papel de los imaginarios artísticos y de
la producción cultural en la construcción de identidades
regionales.
Desde esos espacios, surgió un conjunto de trabajos de
integrantes del proyecto y de colegas de otras universidades patagónicas que, tras ser revisados, ampliados y corregidos, ponemos a consideración. Estos trabajos condensan
numerosos puntos de contacto, lecturas comunes, similares
1
2
Proyecto de Investigación Orientada (PIO) dirigido por la Dra. Claudia
Salomón Tarquini, con financiamiento del CONICET y la Universidad
Nacional de La Pampa. Se desarrolló en el periodo 2017-2021.
El workshop se realizó los días 7 y 8 de octubre de 2020, en modalidad virtual, bajo la organización del Instituto de Estudios Socio-Históricos (IESH)
de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de La Pampa y del Instituto de Estudios Históricos y Sociales de La Pampa (IEHSOLPCONICET).
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12 • Diálogos sobre cultura y región
inquietudes heurísticas y metodológicas, así como modos
compartidos de concebir las tramas culturales. Con esta
publicación –y más allá de los casos concretos analizados
en cada uno de los capítulos–, pretendemos aportar a una
reflexión más amplia en torno a los modos de producir culturas regionales en Argentina y América Latina. Tal enfoque
no se interesa solamente por la forma en que las regiones
son “imaginadas” a partir del espejo de la nación, sino que
escudriña en la especificidad de un proceso que conecta diversas escalas (local, regional, interregional, nacional
e internacional) mediante vínculos de comunicación, pero
también de conflicto, tensión o negociación.
Siguiendo a Alejandro Grimson (2011), entendemos
que una configuración cultural determinada se caracteriza
por cuatro elementos: 1) campos de posibilidad: en toda sociedad, hay representaciones, prácticas e instituciones que son
posibles, otras que son imposibles y algunas que son hegemónicas; 2) una lógica de interrelación entre las partes, por
ejemplo, la vinculación nacional-provincial atendiendo a
cada contexto histórico y a los significados que las categorías
de análisis adquieren en cada uno de ellos (raza, etnicidad,
identidad, entre otras); 3) una trama simbólica común; y 4)
elementos culturales compartidos. Más que rasgos e individuos,
desde esta perspectiva, se requiere conocer y conceptualizar
espacios y regímenes de sentido, y prestar especial atención
a componentes como la heterogeneidad, la conflictividad y
la desigualdad social de esas construcciones, su historicidad
y los fenómenos de poder que las atraviesan y modelan. En
este sentido, la cultura no es comprendida como una esfera
autónoma de la acción social, sino fuertemente imbricada
en procesos de orden político, económico, social, religioso,
entre otros, de los que no puede desligarse.
¿Pero qué significa abordar las configuraciones culturales regionales? ¿Es la región una mera reducción de la escala
de análisis? La bibliografía producida sobre el tema en la
historiografía argentina de los últimos años (entre otros trabajos, los de Bandieri, 1996, 2017, 2018; Fernández y Dalla
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Diálogos sobre cultura y región • 13
Corte, 2001; Bohoslavsky, 2018; Fernández, 2015; Bandieri
y Fernández, 2017) rechaza esta idea y aporta a la construcción del campo de estudios en historia regional, abonando la
hipótesis de que las regiones no pueden construirse a priori.
Al respecto, Susana Bandieri advierte en el resumen de un
interesante artículo que bien vale la cita extensa:
La historia regional puede volverse un campo fértil y operativo, sobre todo si se evita su delimitación anticipada y se
atiende a la construcción de relaciones sociales que, en última instancia, permitirán su definición como ámbito regional,
avanzando así en niveles explicativos del comportamiento de
la sociedad en un espacio más reducido, aunque no excesivamente “micro” ni exclusivamente local. Tales relaciones responden siempre a realidades macro sociales más amplias, las
enriquecen y aún pueden llegar a corregir las interpretaciones generalizantes de las historias nacionales. El historiador
debe entonces prestar especial atención a los cambios temporales de la espacialidad y a su variación social, porque sus
“regiones” cambiarán de acuerdo a la época y a las finalidades
de su estudio. (2018, p. 12)
Desde esa perspectiva, esta publicación viene a abonar
un campo de estudios reciente, que en los últimos años se ha
abocado al abordaje de la vida cultural e intelectual en espacios del país alejados de Buenos Aires y la zona metropolitana, con investigaciones que han contribuido a complejizar y
volver más heterogéneos los análisis del entramado nacional
(por ejemplo, los de Agüero y García, 2010; Martínez, 2013,
2019; Martínez Zuccardi, 2012; Laguarda y Fiorucci, 2012;
Salomón Tarquini y Lanzillotta, 2016; Orquera y Sánchez
Patsy, 2019). La reciente conformación de la Red de Estudios Interdisciplinarios en Culturas y Regiones (REICRE),
que las editoras y algunas autoras integramos, da cuenta de
ese campo de estudios en formación.
Hemos titulado a este libro Diálogos sobre cultura y
región. Políticas, identidades y mediación cultural en La Pampa y
Patagonia Central, siglos XX y XXI. La noción de diálogo para
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nosotras es central, porque consideramos que existen, entre
los capítulos, numerosos “hilos” que propician retomar y
profundizar una conversación que venimos manteniendo
en diversos espacios de encuentro –presenciales y virtuales– y en publicaciones anteriores. Pero, como en todo
diálogo, se trata de voces que se permiten disentir, enfocar el mismo objeto de estudio desde posiciones diferentes,
incluso contradictorias. Como editoras, no ha sido nuestra
intención acallar esos disensos y contradicciones, sino, por
el contrario, mantenerlos. A fin de visibilizar dichos puntos
de articulación y tensiones, el libro se estructura en cuatro
partes, que constituyen ejes de reflexión: I) Las maestras y
los maestros:3 mediación y producción cultural; II) Lecturas, bibliotecas y redes intelectuales; III) Arte y sociabilidad
cultural en la construcción de identidades regionales; y
IV) Diversidades: investigaciones y gestión del patrimonio
cultural.
En la primera parte, se abordan los procesos de mediación cultural, en particular el rol desempeñado por maestras
y maestros en las dinámicas culturales locales y regionales y
en su vinculación con redes nacionales e internacionales. El
trabajo de Flavia Fiorucci alerta sobre algunas precauciones
para tener en cuenta a la hora de analizar las obras y trayectorias de las maestras y los maestros en las primeras décadas
del siglo XX, en tanto este grupo reúne ciertas especificidades que lo distinguen del resto de las figuras comúnmente identificadas como intelectuales. El capítulo de Melina
Caraballo, por su parte, aborda el rol que las y los docentes normalistas ocuparon como mediadores lingüísticos y
culturales en la producción de una literatura específica –en
3
Nota de las editoras: en este libro intentamos mantener un uso inclusivo y
no sexista del lenguaje a lo largo de los distintos capítulos. No obstante, a
los fines de que la lectura sea ágil y amena, combinamos tanto femeninos
y masculinos, cuando se requiere tal precisión, como formas impersonales,
en la medida en que pueden ser incorporadas sin afectar el sentido del texto
o el estilo de cada autora o autor.
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Diálogos sobre cultura y región • 15
este caso, vinculada a temáticas folklóricas– en el Territorio
Nacional de La Pampa en la primera mitad del siglo XX.
En la segunda parte, Leda García recupera la figura
del maestro, pedagogo, periodista y escritor pampeano Juan
Ricardo Nervi, deteniéndose en el examen de dos de sus
conferencias que revelan vínculos complejos con diversas
redes profesionales e intelectuales de la región y el país,
pero que, a la vez, permiten vislumbrar estrategias de legitimación en un campo intelectual en ciernes. Por su parte,
Micaela Oviedo explora la conformación de acervos bibliográficos y la circulación de textos en tres bibliotecas populares de La Pampa durante el primer peronismo, en relación
con sus diferentes perfiles institucionales. El objetivo de la
autora es comprender el papel de las y los lectores en un
contexto caracterizado por la creciente democratización de
los bienes culturales, así como observar las vinculaciones de
las bibliotecas con sus comunidades de origen.
En la tercera parte, Ana Romaniuk aborda ciertos
repertorios producidos entre las décadas de 1960 y 1980
por músicos y poetas pampeanos o vinculados a esa provincia, para indagar cómo, a través de la música, se cristalizan
las identidades provinciales. Además, Florencia Prina analiza, desde una perspectiva historiográfica, las operaciones de
institucionalización y profesionalización de la escena artística pampeana entre las décadas de 1950 y 1970. Ambos
trabajos contribuyen a explorar las vinculaciones entre arte,
región e identidad, deteniéndose en la reflexión acerca de la
representación del paisaje en las producciones analizadas.
Finalmente, en el cuarto eje, se ubican dos investigaciones que abordan temáticas, períodos y espacios disímiles, pero que contribuyen a reflexionar sobre procesos de
negociación y coconstrucción colectiva en relación con las
diversidades culturales. Por un lado, Verónica Domínguez
recupera las investigaciones lingüísticas de la docente Berta
Vidal de Battini –también abordadas por el trabajo de Melina Caraballo, pero en otro sentido– y sus aportes desde la
academia a la elaboración de metodologías de relevamiento
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16 • Diálogos sobre cultura y región
y modos de acercamiento y vinculación con los pueblos
indígenas patagónicos. Por otro lado, Ignacio Roca analiza
el rol del Estado pampeano y su relación con las comunidades indígenas en los procesos de restitución de restos
encarados en los últimos años, al amparo de la normativa
de protección del patrimonio arqueológico provincial.
En definitiva, en estas páginas, nuestras/os lectoras/es
encontrarán avances de investigaciones en curso, que comparten hallazgos, reflexiones y algunas conclusiones parciales, pero que sobre todo plantean preguntas, proponen
indagaciones o, en algunos casos, las retoman bajo nuevas
miradas o cruces interpretativos, aportando a diálogos que
prolongan la conversación sobre los vínculos entre culturas
y regiones y la dejan abierta a nuevas intervenciones.
Agradecimientos
En primer lugar, deseamos agradecer a la directora del proyecto PIO “Producir cultura, producir regiones”, Claudia
Salomón Tarquini, también a cargo de la dirección del IESH
(FCH-UNLPam), por la confianza depositada en nosotras
para la edición de este libro. Asimismo, a la directora Ana
María T. Rodríguez y al consejo editor de la colección
“Memoria y Sociedad”, de TeseoPress, por aprobar la propuesta; así como a quienes evaluaron el texto, por sus pertinentes recomendaciones y aportes.
Este libro no hubiese sido posible sin la financiación
recibida en el marco de fondos concursables del CONICET,
como el PIO ya mencionado y el Proyecto de Unidad Ejecutora “Instituciones, actores y políticas en La Pampa: procesos, escalas, temporalidades y espacialidades en debate
(siglos XIX al XXI)”, radicado en el IEHSOLP (CONICETUNLPam), bajo la dirección de María Silvia Di Liscia.
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Diálogos sobre cultura y región • 17
También fue fundamental el aporte del personal de
TeseoPress y de la cooperativa pampeana Visión7, responsables del diseño gráfico y de la corrección de estilo, respectivamente.
Finalmente, destacamos y agradecemos el enorme trabajo, el compromiso y la paciencia ante demoras y requerimientos, por parte de autoras, autor y prologuista, que
son quienes protagonizan las páginas que siguen a continuación.
Referencias bibliográficas
Agüero, A. C. y García, D. (Eds.). (2010). Culturas interiores.
Córdoba en la geografía nacional e internacional de la cultura. Ediciones Al Margen.
Bandieri, S. (1996). Entre lo micro y lo macro: la historia regional. Síntesis de una experiencia. Entrepasados,
IV(11), 71-100.
Bandieri, S. (2017). La historia en perspectiva regional.
Aportes conceptuales y avances empíricos. Revista de
Historia Americana y Argentina, 52(1), 11-30.
Bandieri, S. (2018). Haciendo historia regional en la Argentina. Revista TEL, 9(1), 12-31. https://doi.org/10.5935/
2177-6644.20180002
Bandieri, S. y Fernández, S. (Eds.). (2017). La historia argentina en perspectiva local y regional. Nuevas miradas para
viejos problemas. Teseo.
Bohoslavsky, E. (Coord.). (2018). Dossier: Debates y conflictos de la historia regional en la Argentina actual. Quinto
Sol, 22(3), 1-51. https://doi.org/10.19137/qs.v22i3.3337
Fernández, S. (2015). La perspectiva regional/local en la historiografía social argentina. FOLIA Histórica del Nordeste,
24, 189-202. http://dx.doi.org/10.30972/fhn.024309
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18 • Diálogos sobre cultura y región
Fernández, S. y Dalla Corte, G. (Comps.). (2001). Lugares
para la Historia. Espacio, Historia Regional e Historia Local
en los estudios contemporáneos. UNR Editora.
Grimson, A. (2011). Los límites de la cultura. Crítica de las
teorías de la identidad. Siglo XXI.
Laguarda, P. y Fiorucci, F. (Eds.). (2012). Intelectuales, cultura
y política en espacios regionales de la Argentina (siglo XX).
Prohistoria-EdUNLPam.
Martínez, A. T. (2013). Intelectuales de provincia: entre lo
local y lo periférico. Prismas, Revista de historia intelectual, 17(2), 169-180.
Martínez, A. T. (2019). De los discursos de identidad a
la condición periférica: procesos culturales en textos y
contextos. En A. T. Martínez (Coord.), Discursos de identidad y geopolítica interior. Indios, gauchos, descamisados,
intelectuales y brujos (pp. 19-31). Biblos.
Martínez Zuccardi, S. (2012). En busca de un campo cultural
propio. Literatura, vida intelectual y revistas culturales en
Tucumán (1904-1944). Corregidor.
Salomón Tarquini, C. y Lanzillotta, M. (Eds.). (2016). Redes
intelectuales, itinerarios e identidades regionales en Argentina (siglo XX). Prohistoria-EdUNLPam.
Orquera, F. y Sánchez Patsy, R. (Comps.). (2019). La selva, la
pampa, el ande: las vías interiores de la cultura argentina.
EdUNSE.
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Prólogo
LUCÍA LIONETTI
Walter Benjamin, en su ensayo “Tesis sobre la filosofía de
la historia”, cuestionaba las formas hegemónicas en las que
se impuso el discurso histórico y aquellas lecturas oficiales
de la historia, en tanto el relato de los sucesos del pasado
está escrito por los ganadores. También discutió el concepto de progreso que tiene la modernidad. En esa visión lineal
del tiempo, lo nuevo sucede a lo viejo sin ningún tipo de
relación ni explicación. Como argumentó, siempre se mira
hacia adelante, sin detenerse a analizar las consecuencias de
lo que se ha hecho en nombre de ese progreso y sin prestarle
atención a los perdedores que han quedado en el camino.
En gran medida, esta lúcida advertencia bien vale para
esos relatos que fueron pilares de esas historias oficiales
impulsadas por una “Historia Patria” que articulaba al país
desde el centro. Una versión del pasado sustentada en acontecimientos pretendidamente nacionales, con una construcción del tiempo lineal que, en gran medida, ignoró y hasta
distorsionó los procesos regionales. Si una vasta y valorada
producción, en la primera mitad del siglo XX, cuestionó ese
relato épico, para mediados del siglo XX, también se advirtió sobre los límites que encontraba la pretensión de construir una “historia totalizante”. La separación cada vez más
marcada entre historia económica, social y política alejó a
los historiadores de la visión global del pasado. La profunda
crisis de paradigmas y la propia dinámica de la ciencia histórica derivaron en nuevos consensos. La recuperación de
la centralidad de los sujetos sociales, la reducción de escalas
de análisis, el interés por nuevas temáticas y metodologías
–que apelaron a un abanico de fuentes documentales alternativas, como los registros orales, las imágenes, diversas
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20 • Diálogos sobre cultura y región
publicaciones como prensa y revistas y la correspondencia
epistolar, entre la serie de documentos no oficiales– fueron
parte de esas nuevas historias a ser contadas.
Esa reacción frente a aquellos enfoques totalizantes de
la historia serial de los Annales llevó a la emergencia de
sugerentes y atractivos análisis, como los de la microhistoria. Sin embargo, derivó –no pocas veces– en estudios
excesivamente “micros”, lo cual llevó a que, sus propios
mentores, remarcaran la importancia de no perder de vista
el contexto social donde se hacía el recorte de la investigación. Incluso, se propuso la denominación de microanálisis.1
Como advierte Susana Bandieri, “la reducción de la escala
de observación como recurso metodológico no implicó una
renovación de la relación espacio-tiempo […] la historia
regional perdió su rumbo, transformándose no pocas veces,
en ‘historia de provincias’” (2018a, p. 15).
Aquella fragmentación, tal como reflexiona la autora,
provocó respuestas como las que ensayaron los organizadores del 19th International Congress of Historical Sciences realizado en Oslo en el año 2000. Se volvió a revalorizar la idea
de una historia global, discutiéndose nuevamente la definición posible de una historia pensada a escala del mundo. La
conclusión fue que no se trataba de construir una historia
total, sino de pensar en esa escala para entender la indisoluble unión entre lo global y lo local.2 En el mismo sentido,
en la revista de Annales, al año siguiente, Maurice Aymard
(2001) y Roger Chartier (2001) advirtieron sobre la necesidad de identificar diferentes espacios o regiones que dieran
cuenta de una unidad histórica en sus relaciones y cambios
en la medida en que no se trataba solo de disminuir la escala
de observación, la clave pasaba por la variación del foco con
el que se analizaban los problemas.
1
2
Al respecto, se puede remitir sobre estos debates al dossier “La microhistoria
en la encrucijada”, Prohistoria, Año III, Nº 3, Rosario, primavera de 1999.
Otro trabajo que avanza sobre esta cuestión es el de Revel (2015).
Ver: Actes “Perspectives on Global History: Concepts and Methodology”,
19th International Congress of Historical Sciences, Oslo, 2000, pp. 3-52.
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Diálogos sobre cultura y región • 21
Como continúa explicando Susana Bandieri,
los historiadores franceses reclamaban entonces, a comienzos
del siglo XXI, construir una nueva historia donde el medio
geográfico fundase su unidad sobre la diversidad y la complementariedad, más que sobre su homogeneidad climática y
física; donde la economía se basase en el cambio y en la circulación de los bienes y de las personas y sobre la articulación
del comercio interno y externo; donde la situación cultural
estuviese marcada a la vez por la referencia a una unidad
pasada y por la coexistencia, pacífica y conflictiva, de civilizaciones concurrentes; donde una posición geográfica, explotada y valorizada en un proceso histórico de larga duración,
permitiese ver los contactos entre los países y los continentes,
superando los límites y recuperando la noción de frontera
como un espacio social de interacción. (2018a, p. 16)
Por su parte, Aguirre Rojas, en una serie de advertencias que formula a la hora de hacer historia regional, retoma
a Marc Bloch para señalar que es pertinente definir primero una región económica, política o cultural, para luego
tratar de historizar a esa región, reconstruyendo su historia
específica. Como argumenta en su artículo,
los historiadores que hacen historia regional, no solo deben
tener claro el hecho de que la región remite siempre a una
dialéctica de ciertos elementos con los fundamentos geográficos, sino también la situación de que la región es una realidad cambiante y efímera. Por eso el historiador tiene que ser
capaz de detectar si la región histórica que aborda es realmente una individualidad coherente y con una clara dinámica
vigente, pero también si ella está floreciendo, o decayendo, o
si está apenas en su proceso de formación, o si simplemente
ni siquiera existe en tanto tal región. (Aguirre Rojas, 2015,
p. 288)
Según Sandra Fernández, para el caso de la Argentina, la cuestión de lo regional es una asignatura abierta por
Carlos Sempat Assadourian a comienzos de los años sesenta, si bien comenzó a tener entidad y peso en el discurso
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22 • Diálogos sobre cultura y región
historiográfico argentino casi treinta años después de publicados los primeros trabajos de este autor.3 En estos tiempos, quienes abordaban sus estudios desde una perspectiva
regional/local se debatían entre el análisis de “lo cercano”
con fuerte impulso antropológico, la recuperación del trazo
assadouriano para explorar objetos de estudios plausibles
para definir la región y el redimensionamiento de las escalas
de análisis (Fernández, 2018).
Más allá de los debates y de las dificultades –muchas
de ellas vinculadas al menor rango epistémico que le han
otorgado los propios pares del campo historiográfico– con
los que se enfrentan quienes promueven la historia regional, puede sostenerse, entonces, que la única manera posible
de volver operativo el concepto de región es –como señala
Bandieri–:
a partir de las interacciones sociales que la definen como tal
en el espacio y en el tiempo –tema abundantemente desarrollado por la denominada “geografía crítica” (Santos, 1985;
Sánchez, 1991; de Jong, 2001)–, dejando de lado cualquier
delimitación previa que pretenda concebirla como una totalidad preexistente, con rasgos de homogeneidad preestablecidos. (2018b, p. 7)
Ernesto Bohoslavsky (2018), coordinador del dossier
que recuperó los intercambios nodales formulados en las
jornadas organizadas en torno al texto que fuera compilado
por Bandieri y Fernández (2017), hace pocos años, interpela
a la comunidad historiográfica preguntando: “¿Es necesaria
aun la historia regional tal como se la ha venido practicando? ¿No están acaso cumplidos en parte sus propósitos
de reconocimiento de la diversidad histórica argentina?” (p.
3
La citada autora se refiere puntualmente al trabajo de Sempat Assadurian,
C. (1982). El sistema de la economía colonial. Mercado interno, regiones y espacio
económico. Instituto de Estudios Peruanos. Como sabemos, si bien este texto
significó un punto de inflexión en los estudios coloniales, también sentó las
bases para comenzar a discutir lo regional.
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Diálogos sobre cultura y región • 23
44). A los efectos de dar posibles respuestas, identifica cuatro caminos posibles para recorrer en una historia regional
renovada. El primero es la producción de nuevas síntesis
historiográficas de historia argentina desde las regiones y
no solo con las regiones adentro. El segundo es la comparación entre experiencias históricas regionales para cruzar
perspectivas y detectar patrones comunes y divergencias.
El tercer camino que sugiere es el de profundizar la apuesta por la metodología de la historia conectada que, aunque inicialmente fuera practicada como la historia de los
saberes, mercancías y personas que atravesaban fronteras
nacionales, no impediría que se valiera de esa metodología
para comprender fenómenos de circulación entre regiones.
La última sugerencia es extender el uso de la escala local
para estudiar espacios centrales del país. Retoma la lúcida
propuesta de Dipesh Chakrabarty (2008), quien sostuvo que
habría que “provincializar Europa”, en el sentido de forzar
al centro a que desnaturalice prácticas, sentidos y creencias
que han sido elevados al carácter de universal, esa agenda
sería factible de seguir en el sentido de regionalizar, desnacionalizar o desuniversalizar al área metropolitana (Bohoslavsky, 2018).
La región tiene su propia historia, la que tejen sus
protagonistas, sus sujetos que la habitan y construyen esa
espacialidad. Una vida propia, una cultura propia, no pensada como meramente periférica y como la expresión de
una historia del interior que rescate los localismos (Agüero
y García, 2010). A propósitos de esos relatos locales, es factible que, si se hiciera un relevamiento, sean más cuantiosos
que la pródiga producción sobre la historia nacional, simplemente porque siempre ha existido y porque en casi todas
las localidades del país siempre ha habido alguno o algunos letrados interesados en contar o reconstruir la historia
de su terruño. Por lo regular, son historiadores diletantes,
cronistas notables del lugar que, con coloridas narrativas,
recuperaron efemérides, recolectaron leyendas y hazañas de
personajes con colecciones de documentos de los archivos
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24 • Diálogos sobre cultura y región
locales, no pocas veces acopiados con un sentido de pertenencia personal a contrapelo de considerar el reservorio
documental como un patrimonio de la comunidad. Han
sido crónicas que pueden ser relativamente interesantes y
coloridas, que suelen remarcar sucesos trágicos o heroicos,
pero siempre prestos a recordar y revivir la memoria de
hechos que pertenecen a la localidad, con los que sus habitantes se identifican por la cercanía de los personajes y del
entorno donde se desarrolla la historia. Cuestión fundamental en la vida de una localidad y que la historia nacional
no ha podido proporcionar.
Esas valiosas y numerosas contribuciones realizadas
por la historiografía regional han sido promovidas por los
renovados enfoques de la disciplina, acompañados de otra
realidad incuestionable, como el exponencial crecimiento
en las provincias de los núcleos de investigación y de las
carreras de postgrado en las universidades después de los
procesos de normalización. La profesionalización del cuerpo docente y la formación de investigadores e investigadoras llevaron a la apertura de nuevas temáticas y problemáticas que pusieron su foco en los estudios sobre los espacios
regionales. A esta renovación de la historia regional han
contribuido diferentes disciplinas sociales, como la economía, la demografía, la sociología, la antropología, la teoría
literaria, los estudios culturales y las ciencias políticas. Estos
cambios llevaron a poner en valor los archivos a nivel local,
al tiempo que potenciaron el trabajo en favor de recuperar
y preservar esos fondos documentales. Registros escritos,
orales e imágenes fueron pilares a la hora de fomentar esos
nuevos estudios.
El intercambio académico en congresos y reuniones
promovió la formación de redes y la elaboración de proyectos colectivos de investigación multidisciplinar. Una prueba fehaciente es la conformación de la Red de Estudios
Interdisciplinarios en Culturas y Regiones (REICRE), que
ha llevado a que las editoras y algunas/os autoras/es de
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Diálogos sobre cultura y región • 25
la presente publicación consigan producir esta contribución que amplía significativamente el conocimiento sobre
el espacio social que trabajan, dando cuenta de estas nuevas
perspectivas metodológicas, de los diálogos transdisciplinares y del abanico de temáticas exploradas. Por otra parte,
el crecimiento y puesta en valor de universidades como la
de La Pampa, y, de modo particular, de la licenciatura y el
profesorado en Historia, ha nutrido de un conjunto de profesionales que se formaron en carreras de postgrado a nivel
nacional e internacional. Un proceso que ha sido acompañado de forma continua desde los años de la normalización
de la vida universitaria, posteriores a la última dictadura
cívico-militar, por el diseño de una política académica que
se materializa de modo contundente con la prolífica actividad del Instituto de Estudios Socio-Históricos de la Facultad de Ciencias Humanas.
La presente compilación es el producto de ese intenso y
coherente trabajo. Sus editoras son parte de esa valiosa cantera de recursos humanos creativos que marcan una agenda
académica en el campo historiográfico. Diálogos sobre cultura
y región. Políticas, identidades y mediación cultural en La Pampa
y Patagonia Central, siglos XX y XXI reúne todo el acervo de
los aportes de la historia regional y del campo de estudios
de la historia intelectual y cultural. Se consigue tender este
puente a partir de colocar el foco en los sujetos, sus prácticas sociales y culturales, en los espacios de sociabilidad,
en las prácticas de lectura, en las redes intelectuales y en la
recuperación de tradiciones y memorias comunitarias. Un
recorrido que, nuevamente, pone el acento en una exhaustiva indagación por fuera de la centralidad de Buenos Aires.
Así, cada uno de los capítulos, acercan otras historias posibles, con otros matices, preguntas y sendas posibles de transitar. De hecho, en la introducción, se hace referencia a los
prolíficos aportes que se han hecho y se continuarán produciendo en este campo de estudios. En este caso, las investigaciones que forman parte del texto rescatan una gran
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26 • Diálogos sobre cultura y región
cantidad de corpus desconocidos o escasamente transitados
que se triangulan con fuentes más tradicionales, trabajadas
y recorridas.
Cada vez que se emprende la laboriosa empresa de
compilar distintos trabajos, el desafío –y también el riesgo–
que se asume es el de encontrar puntos de contacto, una
suerte de hilo conductor, una coherencia entre las distintas
líneas de investigación, atravesadas por enfoques disciplinares diferentes, estrategias metodológicas y categorías de
análisis diversas. Esto, que puede ser un escollo o un punto
de tensión, es la mayor riqueza del presente libro porque pone en evidencia un trabajo sostenido en el tiempo,
con encuentros e intercambios que llevan a la fluidez a la
hora de articular los capítulos dentro de las secciones que
organizan el texto. Se advierte ese esfuerzo por buscar que
esas categorías de análisis, enfoques teóricos, metodológicos y disciplinares se complementen, encontrando lecturas
comunes y modos compartidos de concebir las tramas culturales. Una atenta lectura de esta publicación da muestra
acabada de que el recorte de escala de análisis en lo regional
atiende el contundente planteo que oportunamente formulara Paul Ricoeur (2000) al señalar la inconmensurabilidad
de las dimensiones. Cambiar la escala de análisis no implica
ver las mismas cosas más grandes o más chicas. Se trata de
visualizar encadenamientos diferentes en configuración y
en causalidad.
Quienes participan de la mencionada red se han fijado
como objetivo de máxima reflexionar sobre los modos de
producir culturas regionales en Argentina y América Latina. Como advertirán los lectores y las lectoras de este texto,
en “ese revés de la trama” (Fernández, 2008), podrán constatar que se consigue, más allá de abordar un espacio regional concreto, reconstruir una cartografía social y cultural
que pone en conexión distintas escalas donde se transita
por vínculos de comunicación, pero también de tensiones e
hibridación. Puede reconocerse, incluso, que esa región que
se estudia como el producto de una construcción cultural
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Diálogos sobre cultura y región • 27
nunca lineal todavía no está acabada. Es una construcción
y reconstrucción dinámica y permanente, donde los y las
agentes sociales la reconfiguran. Ese entretejido de relaciones entre lo macro y lo micro permite comprender ese
espacio social, con sus especificidades, singularidades, con
zonas de contacto y puntos en común y no como una otredad fuera del centro. Atrás quedó esta idea de pensar a esas
cartografías sociales como descentradas, como esa otredad
donde lo que acaece es un espejo, reflejo (a veces distorsionado) de lo que la hegemonía política, cultural y social de la
gran urbe marca como ritmo histórico.
Decía que los escritos que se reúnen en esta compilación no solo retoman los aportes de la historia regional, sino
que dialogan con la producción proveniente de los estudios
de la historia intelectual. Los espacios y trayectorias intelectuales a nivel regional manifestaron inquietudes específicas que no coincidieron necesariamente con los debates
intelectuales de los centros, y esto permite aproximarse a
las diferentes dinámicas políticas, culturales y sociales. De
tal modo, la reconstrucción de los campos culturales y sus
problemáticas es una forma de acceder a un conocimiento
más profundo de las sociedades que los contienen.
Como lo dijeron María de los Ángeles Lanzillotta y
Claudia Salomón Tarquini (2016), las fuentes de las que
disponen quienes hacen investigaciones ligadas al mundo
intelectual y de la cultura en espacios regionales son, por lo
general, escasas; lo mismo ocurre con los archivos que se
caracterizan, en muchas oportunidades, por la dispersión.
De allí que sea compleja la reconstrucción de esos vínculos
(Martínez, 2016).
Campos culturales que refieren a una cultura propia,
la de su gente. Esa gente común y corriente, de la que se
nutren sus referentes intelectuales, los mediadores y productores culturales que recuperan, reconstruyen y difunden
lo que ese pueblo de a pie produce. Se recupera a esos sujetos que producen cultura, entendida como “pautas o telaraña de significados”, como sugerentemente lo ha explicado
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Clifford Geertz (1973). Como argumentó el máximo referente de la antropología simbólica, esa trama tejida por los
propios sujetos sociales, en la que quedan ineluctablemente
atrapados, dota de sentido sus conductas y permite hacerla
comprensible. Se puede afirmar que no existe cultura sin
sujeto ni sujeto sin cultura. Aquí, nos vamos a encontrar con
sujetos que producen cultura y que definen su identidad a
partir de esa producción y mediación cultural.
Los conceptos de cultura y de identidad constituyen
una pareja indisociable. La identidad (las identidades), en
tanto se construye a partir de la apropiación, por parte
de los actores sociales, de determinados repertorios culturales considerados simultáneamente como diferenciadores
(hacia afuera) y definidores de la propia unidad y especificidad (hacia adentro). Es decir, la identidad no es más que
la cultura interiorizada por los sujetos, considerada bajo el
ángulo de su función diferenciadora y contrastiva en relación con otros sujetos. En efecto, ya Immanuel Wallerstein
(1992) señalaba que una de las funciones casi universalmente atribuida a la cultura es la de diferenciar a un grupo de otros grupos. Representa el conjunto de los rasgos
compartidos dentro de un grupo y presumiblemente no
compartidos (o no enteramente compartidos) fuera de este.
De aquí su papel de operadora de diferenciación. Pensar
las identidades desde una cualidad relacional y no como un
conjunto de cualidades predeterminadas –raza, color, sexo,
clase, cultura, nacionalidad, etc.– implica reconocer que es
una construcción nunca acabada, abierta a la temporalidad,
a la contingencia, una posicionalidad relacional solo temporariamente fijada en el juego de las diferencias (Arfuch,
2005).
Como afirman, en la introducción, Paula Laguarda y
Anabela Abbona:
más que rasgos e individuos, desde esta perspectiva se
requiere conocer y conceptualizar espacios y regímenes de
sentido, y prestar especial atención a componentes como la
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Diálogos sobre cultura y región • 29
heterogeneidad, la conflictividad y la desigualdad social de
esas construcciones, su historicidad y los fenómenos de poder
que las atraviesan y modelan.
Esa cultura fuertemente imbricada en procesos de
orden político, económico, social, religioso, entre otros, es
la que aparece aquí desde una dimensión regional. Se puede afirmar que, detrás de esta convergencia de la historia
regional y la historia intelectual descentrada, se abreva en
una historia social de la cultura a nivel regional.
Ciertamente, la historia social se ha vuelto más compleja. Las y los historiadores sociales relacionan mejor las
estructuras y procesos con las percepciones y los hechos.
El estudio de los intereses es complementado con el estudio de las experiencias. Las y los historiadores sociales han
aprendido a tomar en serio el lenguaje. Hoy, tienen una
mayor conciencia del carácter construido de sus objetos de
estudio por la intervención semántica, social y política de
los contemporáneos, así como por las categorizaciones del
investigador. Son, ahora, más sensibles a la contextualización y han establecido nuevas alianzas con antropólogos e
historiadores de la cultura. Su trabajo se ha hecho más autorreflexivo, avanzando en descodificar prácticas simbólicas.
Esa notable expansión y diversificación de la historia
social, de algún modo, contribuyó a pensar en otros espacios, en otros actores, en otras formas de producir cultura.
Este enriquecimiento de enfoques abona la perspectiva que
coloca el interés analítico en esos otros intelectuales, los
que no están en los supuestos centros o las metrópolis.
Según Ana Teresa Martínez (2013), esos otros intelectuales
no actuaban en un campo (relativamente) autónomo, o, si lo
hacían, solamente alcanzaron posiciones marginales. Flavia
Fiorucci expresa, en su contribución en este libro, que esa
valiosa producción sobre el campo de la historia intelectual ha identificado la necesidad de ensanchar la agenda de
investigación hacia espacios menos obvios o rutilantes de
algunas metrópolis, e incorporarlos no como meros anexos
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30 • Diálogos sobre cultura y región
o casos singulares, sino como parte de una dinámica que
trasciende aquello que se identifica como “local”. Como
sugerentemente propone, siguiendo a Martínez, “el reconocimiento de las asimetrías contextuales para desarrollar un
proyecto intelectual no resulta para este programa historiográfico en imposibilidad, sino en diferencias”.
Más bien se trata, entonces, de indagar “entre centros y circulaciones que descentran”, reconstruir las redes,
los vínculos locales, regionales, nacionales y transnacionales. Resulta como un campo de posibilidades pensar en
términos de múltiples centros, tanto pequeños y medianos
como parte de una trama de producción y circulación, y las
diversas tramas de atracción e intercambios, entendiendo
que todos estos circuitos gozan de una transversalidad con
experiencias, intercambios e itinerarios cambiantes (Martínez, 2016, p. 18).
Entenderlos como “productores culturales” permite un
abordaje no solo más amplio, sino que presta atención a
los denominados “intelectuales de provincia” y a los “intelectuales de pueblo” (Martínez, 2013, p. 171). Dentro de
esos productores, mediadores, intelectuales de provincias
y locales, están los maestros y las maestras. Hace muchos
años ya, en un artículo, se propuso –tal vez tempranamente
para el tipo de indagaciones de la historiografía en nuestro
país, donde los temas relacionados con la historia de la educación parecían de un menor rango de peso académico– la
noción de un maestro y pedagogo, Víctor Mercante, como
un “agente político e intelectual” (Lionetti, 2006). La hipótesis del artículo pasaba centralmente por verlo no como el
claro exponente de un normalista centralista y verticalista,
sino, más bien, como ese agente que desplegó –no sin contradicciones y desplazamientos– sus intereses en el campo
de lo político, pero también en la búsqueda de un reconocimiento dentro del campo intelectual y pedagógico. El límite
de ese trabajo pasó por tratarse de un normalista reconocido y visitado por la historia de la educación.
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Diálogos sobre cultura y región • 31
Con el tiempo, la indagación rescató a los otros y las
otras, a los y las menos rutilantes y lejanos/as de los poderes
centrales. Un punto de inflexión significaron las jornadas
tituladas Los otros intelectuales: curas, maestros, intelectuales de
pueblo, periodistas y autodidactas, realizadas en septiembre de
2012. En el dossier que coordinó Flavia Fiorucci (2013), en la
revista Prismas, se reunió un conjunto de trabajos que dejaron en evidencia que la historia intelectual desde las metrópolis dejaba fuera cuestiones importantes de la producción
y circulación de bienes culturales.
En el caso particular de la historia cultural e intelectual
de La Pampa y Patagonia, cuenta con valiosas producciones, tal como muestran las citas de los diversos trabajos
que componen este libro. En ese sentido, la relevancia del
aporte de esta nueva publicación pasa por recuperar otras
agencias de figuras que alcanzan cierta notoriedad con un
proyecto y despliegue intelectual. Se puede dar cuenta de
sus límites, pero también de las evidentes condiciones de
posibilidad con las que contaron en esos espacios. Se avanza
en la recuperación de otras redes y espacios de sociabilidad
y las variadas prácticas de lectura. De nuevo, aparecen centralmente maestros/as que fundan escuelas, crean bibliotecas, editan revistas y escriben libros, y lo hacen desde esa
identidad normalista y desde su misión educadora, como
analiza Flavia Fiorucci. Pero también en la clave de mostrar
puntualmente la proyección de un educador, a partir de su
capital de conocimiento y relacional, como propone Leda
García al centrarse en la figura de Juan Ricardo Nervi. Un
maestro y pedagogo reconocido más allá de las “fronteras
pampeanas”, que hizo gala de su condición intelectual. Lo
sugestivo del escrito es que puede profundizar sobre ese
accionar a partir de recuperar los textos de dos de sus conferencias que expresan el papel que cumplieron sus lecturas
en la formación de su pensamiento, las redes de sociabilidad
y los contactos que su trayectoria profesional le permitió
adquirir.
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La conexión entre lo nacional y lo regional en la circulación de ideas y en la articulación entre políticas culturales,
promovidas por elites y autoridades nacionales, se advierte
fehacientemente en la propuesta de Melina Caraballo. Un
aporte que se revela innovador al articular esos movimientos que institucionaliza la visión conservadora del folklore
criollo, de la mano del nacionalismo católico, y el lugar de
la mediación que llevaron a cabo las y los docentes normalistas que, en algunos casos, les permitió posicionarse como
conocedores de una serie de saberes sobre folklore en un
marco en el que, institucionalmente, no estaba aún reconocido a nivel nacional.
Esa suerte de folkloristas avant la lettre, como los define
la autora, y su desempeño en la recopilación de estos registros muestra de qué modo esa identidad de los normalistas
los diferencia de otro tipo de intelectuales de pueblo o provincias, como sostiene Fiorucci, por esos recorridos singulares y por ese tránsito entre la profesión, la vocación y la
misión. La configuración de su identidad fue el producto de
una combinación entre el proceso subjetivo, autorreflexivo
y de autoasignación de un repertorio de atributos culturales, generalmente valorizados y relativamente estables en
el tiempo, y el reconocimiento de los demás sujetos con
quienes interactuaron dentro de sus comunidades. Por eso,
puede afirmarse que las identidades de estas figuras intelectuales son identidades cualitativas que se forman, se mantienen y se manifiestan en y por los procesos de interacción
y comunicación social (Habermas, 1987).
A la par que algunos y algunas profesionales del magisterio fueron referentes de ese mundo intelectual a nivel
local y provincial, se puede identificar el avance –nunca
lineal–de la escolarización y, con ello, los mayores porcentajes de alfabetización. Como se muestra en el hilo conductor
del libro, la vida cultural del entonces Territorio Nacional
de La Pampa se expandió entre los años veinte y treinta del
siglo XX, fuertemente vinculada con escuelas, bibliotecas
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Diálogos sobre cultura y región • 33
y otras entidades que tenían a los maestros y las maestras
como principales promotores/as culturales.
La expansión de esos espacios de sociabilidad se acentuó
en los años venideros, cuando se avanza en la reconstrucción de los acervos bibliográficos y la circulación de textos
durante la gestión peronista (1946-1955), momento en que
ese mayor dinamismo –tanto a nivel nacional y regional–
se tradujo en una mayor presencia de las bibliotecas populares. De allí que también se retome como interés indagar
en el vínculo que establecieron los habitantes pampeanos
con el mundo de lo escrito. Esa suerte de democratización
de bienes, prácticas y repertorios culturales le permite a
Micaela Oviedo exponer la relevancia de la expansión del
mercado de lectores y de sus prácticas de lectura y de qué
modo otorgaron significados a las instituciones en donde
participaron.
Esa ampliación del campo de investigación sobre la
diversidad de agentes intelectuales, los circuitos, artefactos
y productos culturales que circulaban, que ponen en juego
diversas escalas de análisis (local, regional, interregional,
nacional e internacional), recuperan los vínculos de comunicación, pero también de conflicto, de tensión y de hibridación, como sostienen las editoras. Una clara demostración de lo lábiles que suelen ser las fronteras entre centros y
periferias, pero también entre capitales e interiores, permitiendo abordar aspectos más innovadores. Tal es el caso de
la propuesta de Florencia Prina, quien estudia la conformación del campo artístico pampeano, entendiéndolo como
un mundo del arte –retoma la conceptualización de Becker
(2008)– al que presenta en su condición doblemente periférica (respecto de los centros artísticos nacionales, pero
también de otros espacios regionales), donde las acciones de
agentes privados y de actores del Estado provincial movilizan intereses y proyectos que confluyeron en la consolidación tardía del campo. Nuevamente, aquí, se reconstruyen
esas redes de artistas e intelectuales en espacios artísticos
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34 • Diálogos sobre cultura y región
locales, que les permite conformarse como un espacio
autónomo y diferenciado, con reglas propias y definidas.
Como explica la autora, los plásticos pampeanos tuvieron
una gran participación en el proceso de construcción de la
identidad cultural provincial y su propia identidad como
artistas pampeanos, con sus acuerdos, pero también con sus
tensiones.4
En una misma senda innovadora, Ana Romaniuk estudia, a través del abordaje de cuatro registros fonográficos,
el vínculo entre ciertas canciones y poesías creadas en la
provincia de La Pampa y la representación del espacio
geográfico. Muestra de qué modo estas producciones sonoras pueden generar identificaciones con el paisaje cultural
entre los años sesenta y setenta. Retoma los trabajos realizados por investigadoras pampeanas (Salomón Tarquini y
Laguarda, 2012; Laguarda et al., 2011; Salomón Tarquini,
2016; García, 2013) sobre las políticas culturales llevadas
adelante, tanto por organizaciones del Estado como por las
iniciativas privadas, para trazar un recorrido por estas construcciones identitarias que vincularon la música y la poesía
con el paisaje, el entorno natural y la actividad humana en
esa provincia. Una aproximación que deja abierta, tal como
lo explica, la posibilidad de seguir explorando sobre el lugar
que ocupan la “cultura del campo” y la “cultura del oeste”
en esa pampeanidad. En definitiva, una construcción de configuraciones simbólicas que, atravesadas por lo sonoro y la
mediatización de la voz en el disco, consiguen desbordar la
palabra escrita.
En la última sección, el capítulo de Verónica Domínguez vuelve a recuperar la centralidad de una maestra:
Berta Vidal de Battini, también analizada en otro contexto
4
Al respecto, un trabajo estimulante sobre el papel de los artistas, en este caso
particularmente en torno a la figura de Berni y su circulación por la escena
artística europea y luego su radicación –y circulación– en el país, que se
convierte en adalid de un arte nuevo, es el de Fantoni (2014).
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Diálogos sobre cultura y región • 35
por Melina Caraballo.5 Aquí, el interés pasa por analizar
de qué modo esta educadora coordinó la implementación
de una segunda Encuesta de Habla Regional (1950), impulsada por el Consejo Nacional de Educación y el Instituto
de Filología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), en
todas las escuelas de las provincias argentinas y territorios
nacionales. En este caso, lo que se revisa y analiza son los
cuestionarios y respuestas a partir de los legajos remitidos
desde los Territorios Nacionales de Chubut y Río Negro
en pos de poner en evidencia la presencia de las lenguas
indígenas registradas por las y los educadores. Se retoma
ese rol de maestros y maestras como mediadores, en sus
instancias de apropiación (y tal vez se podría decir de resignificación) de los instrumentos de colecta proporcionados,
atendiendo las tradiciones disciplinares en las que se inscriben y los cruces implicados con las iniciativas predecesoras.
El capítulo reseña el marco ideológico en el que se sustentó
la encuesta, las instrucciones y recomendaciones diseñadas
para maestros y maestras que oficiaban de colectores/as y
algunas de las respuestas registradas. Así, se reconstruye la
trayectoria académica de Berta Vidal de Battini y su labor
en la confección de instrumentos de registro, pero también
reafirmando el relevante rol desempeñado por maestros y
maestras en esa mediación entre las disposiciones estatales
y la realidad lingüística territoriana.
Esa “gesta lingüística etnográfica” federal que promovió
el borramiento de las lenguas indígenas, pero que no dejó
de relevar las etnografías y el desplazamiento lingüístico de
5
También cabe señalar que, en un pormenorizado y atractivo escrito, M. S.
González sigue la trayectoria de dos educadoras de la ciudad Azul –provincia de Buenos Aires– y comprende su accionar en un proyecto más amplio
referido a una “obra pedagógica” que traspasa las aulas. Advierte también,
en un enfoque en clave de género, de la historia de la educación, de la historia cultural y de la historia intelectual, cómo estas docentes operaron como
articuladoras y mediadoras culturales, lo que le permite comprobar que
fue precisamente la condición de educadoras la que las habilitó a irrumpir
con fuerza en lo público y comenzar a adentrarse como gestoras culturales
(González, 2021).
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36 • Diálogos sobre cultura y región
la región, entra en diálogo con el último capítulo que cierra
este texto. En su escrito, Ignacio Roca, desde un enfoque en
términos de una “multivocalidad revisada” o desde los llamados “estudios críticos del patrimonio”, busca analizar su
propia praxis como sujeto, antropólogo y funcionario estatal, en el marco de esa articulación entre las comunidades
indígenas, los centros académicos, los actores civiles y los
organismos del Estado provincial en La Pampa, en relación
con la gestión del patrimonio arqueológico. A lo largo de
su escrito, presenta tópicos nodales en torno al modo en
el que el pueblo ranquel se instituyó como elemento clave
de pampeanidad, entrando en tensión con ese imaginario
nacionalista de la “araucanización de las pampas”, como
gentilicio extranjero a la nación argentina. Expone la distribución desigual del poder en tanto cada Estado nacional
construye un campo de interlocución, en el cual los actores
y grupos se posicionan como parte del diálogo, a la vez
que entran en conflicto con otros actores y grupos. Como
destaca, si bien las fronteras nacionales y provinciales han
sido una construcción, impuestas arbitrariamente y dejando, en muchos casos, a un mismo pueblo indígena separado
de uno u otro lado, su materialidad también es innegable y
las dinámicas de las relaciones al interior de las provincias
han ido perfilando “formaciones provinciales de alteridad”,
identidades extrañas, otredades no pertenecientes al “nosotros” hegemónico.
Todos los trabajos aquí reunidos revelan rigor heurístico, producto de una exhaustiva y minuciosa recuperación
de registros documentales como fuentes oficiales, textos y
escritos, canciones y tradiciones orales. El esfuerzo metodológico se pone en diálogo con sólidos enfoques teórico-conceptuales, que permiten –más allá de las distintas
tradiciones disciplinares– avanzar sobre esos registros culturales más variados, complejos e inclusivos. Nuevamente,
puede pensarse que esa producción, mediación y circulación cultural muestra lo resbaladizo a la hora de considerar
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Diálogos sobre cultura y región • 37
el “centro” o los “centros”, tal como advirtió Ana Teresa
Martínez (2013). Una vez más, como supo decir Ricardo
Pasolini (2013) –recuperando a Darnton–, al retomar cartografías sociales como las que se transitan en esta publicación, pueden visualizarse esos espacios donde parecieran
“suceder las verdaderas cosas” (p. 13). El rigor de estos trabajos y sugerentes análisis dan cuenta de lo mucho y bueno
que se ha avanzado en este campo que pone en relación lo
regional, lo local y la producción cultural. Pero, también,
anuncia lo mucho que esta REICRE va a seguir generando
en la producción de conocimiento. No queda más que agradecer la estimulante y generosa posibilidad que me dieron
de aprender y de disfrutar más allá de transitar tiempos
aciagos y de introspección.
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y producción cultural
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El maestro y la maestra
como figuras intelectuales
FLAVIA FIORUCCI
Nuevos objetos para la historia intelectual
¿Qué es un intelectual? ¿Quiénes conforman ese grupo de
varones y mujeres a los que una sociedad identifica como
sus intelectuales? ¿Cuál sería el o los atributos que nos permiten hablar de una persona como un intelectual? Como
se sabe, es un término que ha sido objeto de numerosos
debates y elucubraciones teóricas a partir de que este ganó
popularidad a fines del siglo XIX en Francia. Sería posible
hacer una historia de la evolución del concepto, identificar escuelas, separar abordajes, rastrear usos nacionales e
incluso asistir a discusiones sobre el declive o ausencia de
esta figura en determinada sociedad o momento. No faltarían tampoco los discursos condenatorios sobre la figura y
el rol desempeñado en ciertos sucesos históricos.1 No es el
1
Para ordenar algo de este vasto corpus y tener alguna idea más o menos
apretada, pero clara de este debate, podemos organizar las definiciones en
una especie de grilla imaginaria dividida en dos grandes grupos de definiciones: las definiciones normativas y las sociológicas. Las primeras agruparían a aquellas perspectivas que ven al intelectual como una categoría
ocupacional, es decir, quien se ocupa de las ideas y la cultura. Las segundas
definen al intelectual como alguien poseído por una determinada actitud
hacia la verdad, el análisis y el saber. Entre estas últimas, podemos ubicar
un subgrupo que sostiene que el intelectual es alguien que detenta alguna
forma de “autoridad cultural” o moral que le permite y le exige, al mismo
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objetivo de este escrito desandar esta discusión. Sobre esta,
existe una interesante bibliografía en la cual apoyarse. A
los efectos de nuestra argumentación, interesa, sin embargo, señalar que los múltiples usos y visiones acerca de esta
categoría y del actor social que designa han derivado en una
copiosa literatura dedicada al estudio de casos: es decir, a
observar a aquellos, y en menor medida a aquellas, a quienes
se identifica como los intelectuales en distintos contextos
nacionales y temporales.
En la historiografía argentina, también es posible recortar un corpus dedicado al estudio histórico y contextual de
los intelectuales.2 En distintas universidades y centros académicos, se han elaborado, en las últimas décadas, numerosos trabajos acerca de la historia de los intelectuales en el
país. Hasta hace poco tiempo, el grueso de esa producción
se enfocó en el estudio de los grandes nombres, de aquellas
figuras, en general masculinas, que gozaron de la atención
del público, de otros intelectuales y, específicamente, de la
crítica.3 Figuras, además, que realizaron o legitimaron su
carrera en los grandes centros urbanos. También, cuando el
foco fue puesto sobre determinadas empresas intelectuales,
revistas, por ejemplo, los estudios se centraron en mayor
medida sobre los ejemplos más conocidos.4 Si bien los
2
3
4
tiempo, dirigirse sobre cuestiones de interés público a un público mayor
que el de su propia especialidad. Los distintos autores que se han ocupado
de este tema han enfatizado alguno de estos dos polos. En su denominador
mínimo, podemos entender al intelectual como alguien que participa de la
producción, distribución e inculcación de las significaciones o bienes simbólicos. Sobre el tema, existe una profusa literatura, que resume Altamirano
(2006).
Un balance de la historia intelectual en Argentina puede leerse en Bruno
(2010).
Un ejemplo de cómo la historia intelectual en la Argentina ha estado principalmente enfocada a los grandes nombres, en general masculinos, puede
observarse en la síntesis propuesta por Terán (2008). Como ejemplos de
algunas obras recientes de esta historiografía, pueden mencionarse Bruno
(2011), Di Pasquale Summo (2015), Petra (2017) y Szurmuk (2018).
En los últimos años, se han publicado numerosos estudios sobre revistas y
también trabajos que las abordan como fuentes para ilustrar la vida de los
intelectuales en un determinado contexto. Esta producción se ha beneficia-
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motivos para iluminar dicha zona de la vida cultural e intelectual no precisarían ser justificados, en tiempos recientes,
distintas investigaciones (entre las que se pueden incluir
los trabajos reunidos en este libro) han alertado directa o
indirectamente de la estrechez de esta mirada si lo que se
quiere es entender la dinámica cultural e intelectual a escala nacional. Estas mismas investigaciones han identificado
la necesidad de ensanchar la agenda de investigación hacia
espacios menos obvios o rutilantes del campo intelectual, es
decir, menos determinados por la vida cultural o por la relevancia y notoriedad de algunas metrópolis, e incorporarlos
no como meros anexos o casos singulares, sino como parte
de una dinámica que trasciende aquello que se identifica
como “local”.5
El objetivo de elaborar mapas más equilibrados de la
historia cultural nacional está habitado por dos movimientos que a veces aparecen juntos y otras, separados. Por un
lado, requiere moverse del centro (o de los centros, dependiendo del caso) hacia aquello que se conoce como las
periferias, reconociendo el carácter histórico (y por ende
cambiante) de los espacios que se constituyen como centro
o periferia. Hay ciudades que, en un determinado momento, se vuelven espacios dinámicos de la vida cultural y otras
que, en cambio, por razones diversas, declinan. Al mismo
tiempo, el propósito de proveer una historia más proporcionada obligó a ampliar el repertorio de agentes, circuitos,
artefactos y productos culturales a estudiar. En general, las
figuras estelares no abundan en las ciudades medias, ni en
5
do de la labor que se realiza desde el proyecto Archivo Histórico de Revistas Argentinas (www.ahira.com.ar). Numerosas revistas que antes eran de
difícil lectura se encuentran ahora digitalizadas en ese portal. Allí, también
se publican numerosos estudios sobre revistas. Es posible observar un paulatino interés por proyectos editoriales menos conocidos, algunos de ellos
nacidos en espacios regionales, lo que está a tono con el proyecto de abordar
la historia cultural e intelectual a escala nacional.
Entre los trabajos que forman parte de este programa historiográfico, se
pueden mencionar Agüero y García (2010), Laguarda y Fiorucci (2012) y
Orquera y Sánchez Patsy (2019).
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los pueblos, entre otras cosas porque, en esos espacios, aunque puedan existir mecanismos de consagración, como por
ejemplo premios, su impacto se circunscribe al plano local.
Además, la geografía por donde discurre la vida intelectual
y los modos de organización de los sectores intelectuales
son más acotados que en las grandes ciudades. Los centros
universitarios son escasos o incluso inexistentes, hay una
menor densidad de la actividad editorial y de los espacios
que aglutinan a los intelectuales. Cuentan, además, con
menos alternativas para la profesionalización de los productores culturales. Estas situaciones no significan, como
advierte Ana Teresa Martínez (2013a), “el bloqueo del desarrollo cultural, solamente lo condicionan” (p. 18). Es decir
que el reconocimiento de las asimetrías contextuales para
desarrollar un proyecto intelectual no resulta para este programa historiográfico en imposibilidad, sino en diferencias.
En este trabajo, propongo unas breves reflexiones sobre
una de esas figuras que ha sido incluida en esa lista más
inclusiva de operadores, mediadores y agentes culturales:
la del maestro y la maestra. El ejercicio pretende discutir
algunas de las especificidades de ese caso, concentrándose
en las primeras décadas del siglo XX. No es la intención de
este escrito evaluar la condición de intelectual o no de ese
agente en ese momento, ni fijar un umbral a partir del cual
se podía hablar de un maestro como miembro de las elites
culturales. El texto señala aquellos aspectos distintivos que
es preciso no perder de vista a la hora de abordar las obras
y las trayectorias de maestros y maestras de ese período
que los apartan del resto de las figuras que comúnmente
se identifican como intelectuales. Para esto, en la siguiente
sección, se aborda el protagonismo que maestros y maestras
asignaron a su trabajo como docentes a la hora de construir
su proyecto intelectual. En ese apartado, también se discute
el modo en que la idea misional que rodeaba el oficio, al
mismo tiempo que habilitaba a educadores y educadoras
un lugar en el espacio público, condicionaba sus modos de
inserción. La tercera parte del texto se detiene en el caso
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Diálogos sobre cultura y región • 47
de las mujeres maestras que actuaron como intelectuales y
observa que, para ellas, los imaginarios profesionales y de
género se anudaron y potenciaron entre sí, influyendo sus
modos de actuar en la esfera pública.
Particularidades de los maestros y las maestras
como intelectuales
Los maestros y las maestras que han sido tratados/as por
la bibliografía como intelectuales serían aquellos que, a la
par de su labor docente, animaron el espacio cultural e
intelectual de las localidades en que trabajaron, de ahí su
pertinencia para ese mapa más equilibrado que mencionamos antes. En la Argentina de principios del siglo XX,
estos podían ser empleados de las provincias, del Consejo Nacional de Educación en los territorios nacionales6 o
de instituciones privadas como congregaciones religiosas o
asociaciones étnicas. Entre otras cosas, publicaron libros,
crearon bibliotecas, diarios y revistas, escribieron en la
prensa escrita, organizaron grupos y asociaciones culturales y artísticas. Es decir que, en sus lugares de inserción,
desplegaron actividades y prácticas propias de los intelectuales, pero, como dijimos antes, lo hicieron en un mundo
cultural más acotado, sin la densidad que caracterizaría a lo
que la literatura identifica como un campo intelectual. Sin
embargo, su condición de “intelectuales diferentes”, en otro
lugar los hemos llamado “los otros intelectuales” (Fiorucci,
2013a), no estaría dada solamente “por causa de la provincianía o del carácter pueblerino”, por la falta de densidad
antes mencionada, sino porque –como sostiene Ana Teresa
Martínez- “participa[ban] simultáneamente de otro campo,
6
También existían otro tipo de instituciones educativas privadas y algunos de
ellos podían desempeñarse en estas.
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que los constituye en lo que son y donde tienen intereses
simbólicos simultáneos” (2013b, p. 179).
Uno de los aspectos más obvios, pero no por eso sin
implicancias por tener en cuenta, es que los maestros a los
que nos estamos refiriendo eran empleados asalariados (en
general, del Estado) que realizaban una tarea a la que el propio Estado le adjudicaba una importancia muy particular.
Claramente, trabajar de una actividad ajena a aquello que se
ha elegido como proyecto intelectual no fue algo exclusivo
de este tipo de figuras. En cierta medida, puede pensarse
como una característica de una sociedad como la argentina,
con un campo intelectual cuya institucionalización fue tardía e incompleta. Es por esto mismo que, a lo largo de la historia de este país, la docencia y el empleo estatal proveyeron
de sustento a un número importante de escritores con trayectorias consideradas exitosas. Leopoldo Lugones, Manuel
Gálvez, Jorge Luis Borges, para mencionar algunos casos
de intelectuales de esa época, fueron empleados del Estado. El periodismo también fue, para muchas figuras de las
letras, una ocupación que les permitió sostener sus carreras
literarias. En este grupo, podemos identificar a escritores
como Alberto Gerchunoff, Eduardo Mallea y Manuel Mújica Láinez, quienes trabajaron en distintas secciones y por
períodos muy largos en el diario La Nación. La diferencia
que los separaba de los maestros es el lugar que ocupaba
ese empleo en su identidad como figuras intelectuales. Para
los y las docentes, como los que pueden poblar las páginas
de un libro como este, el trabajo con el que ganaban su
salario era constitutivo de su identidad porque estaba asociado a una función muy particular. Ellos y ellas hablaban,
escribían y actuaban en el mundo de la cultura vistiendo de
formas diversas ese traje de maestros o maestras. Veamos,
por ejemplo, el caso de Julián Ripa que he discutido con
mayor detenimiento en otra parte (Fiorucci, 2016a). Ripa
fue un maestro con una actuación destacada en el mundo
cultural y educativo de la ciudad patagónica de Esquel. Este
trasladó la apuesta civilizatoria que suponía su función de
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Diálogos sobre cultura y región • 49
maestro rural en prácticas y empresas acordes a ese medio.
Fundó escuelas, las dirigió, participó, aunque brevemente,
de la política y la gestión local, escribió esporádicamente en
el diario regional y finalmente produjo, resultado en gran
medida de su experiencia como maestro, una obra escrita.
No solo los trazos de su paso por el magisterio se pueden
identificar en sus acciones, sino que incluso al momento de
explicar su inclinación literaria recurrió al magisterio. En
una entrevista en el diario El Fueguino de Ushuaia, guardado en una caja de recortes de su archivo personal, situó el
nacimiento de su vocación en un día concreto: su primera
jornada como maestro en la escuela Cushamen:
Creo que mi decisión de escribir nació con mi primer día
de clases en la Escuela 15 de Cushamen, cuando ví la fila de
alumnos semidesnudos, semidescalzos, que con cara de hambre se formaron ante mi. Entonces empecé a mandar algunos
artículos a un diario de Santa Rosa (La Arena), los que firmaba
con un seudónimo. Aunque no escribí entonces ningún libro,
lo lleve dentro de mi cuarenta años. Un día llego la decisión
de hacerlo. No quería morir sin dar testimonio de mi experiencia docente, que era la experiencia de todos los maestros
rurales patagónicos. Por el mismo motivo vino después el
segundo libro Recuerdos de un abogado patagónico.
La representación que hicieron de sí mismos los escritores en relación con las ocupaciones con la que percibían
su salario es muy distinta. El escritor Ezequiel Martínez
Estrada fue empleado del correo nacional. El empleo que
pagaba su sueldo no era parte del tejido con el que construía su autoridad como escritor. Leopoldo Lugones escribió extensamente sobre educación, pero no lo hizo desde el
lugar del docente. Aun en Didáctica (un tratado donde abordó los problemas que aquejaban a la educación a principios
del siglo XX en Argentina) no se refugió en la voz de un
maestro. No fue a esa autoridad o legitimidad a la que apeló
Lugones. Es decir, que una similar situación material –ser
un empleado estatal– no ocupaba para maestros y escritores
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50 • Diálogos sobre cultura y región
el mismo lugar a la hora de intervenir en la arena cultural.
El empleo estatal fue vivido por los escritores antes mencionados como un tiempo restado al proyecto intelectual. Jorge
Luis Borges, empleado en una biblioteca municipal, decía
que, de la una a las siete, sus “horas oficiales […] de trabajo”, se sentía “un impostor, un chambón, un equivocado
esencial”. Solo de noche, una vez liberado de dichos quehaceres, podía “sentirse un escritor” (Borges, 1935, p. 132). En
cambio, los maestros y las maestras de ciudades pequeñas,
que fundaron escuelas, crearon bibliotecas, editaron revistas y escribieron libros, compusieron una representación
de sí mismos como figuras intelectuales en un vínculo más
armónico, o por lo menos más estrecho con su condición
de docentes, con la experiencia que habían adquirido en ese
ejercicio y con el ethos que rodeaba esa actividad.
La idea de misión asociada a la tarea que tenían por
delante distinguió a maestros y maestras en el universo de
figuras dedicadas a lo intelectual y, con esta, tejieron su
protagonismo en la vida social. Para obtener su título, los
maestros y las maestras debieron pasar por una experiencia
institucional y educativa común: las aulas de la escuela normal. Desde 1870 hasta mediados de siglo XX, los estudios
magisteriales se seguían en la Argentina luego de terminados los estudios primarios y estaban regidos por un programa de cobertura nacional.7 En ese establecimiento, las y los
alumnos debían cursar un poco más de una decena de materias por año, las cuales cambiaban a lo largo de la formación.
Entre las asignaturas impartidas, estaba la enseñanza de la
pedagogía, la historia, las matemáticas, el idioma nacional
y el extranjero, los ejercicios físicos y las labores manuales;
pero, a su vez, las y los estudiantes eran socializados en
todo un deber ser que comprendía su tarea. A maestros y
maestras se los/as preparaba para enseñar (concretamente,
alfabetizar), pero también para civilizar y nacionalizar, es
7
Para una breve descripción del normalismo, ver Fiorucci y Southwell
(2019).
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Diálogos sobre cultura y región • 51
decir, se los/as educaba para que transmitieran una serie de
valores asociados a esos objetivos. En la escuela normal, se
instruía a sus estudiantes en la necesidad de propagar conductas relacionadas con la higiene, el orden y la moral de la
época. Allí, también aprendían que nacionalizar era uno de
los objetivos fundamentales de la escuela primaria y debían
colaborar en esa tarea. El imperativo nacionalista se trasmitía a través del currículum formal (la enseñanza de la historia nacional apuntaba a enfatizar el sentimiento patriótico),
y por medio de toda una pedagogía que se irradiaba a través de los actos escolares, de los libros de textos y de los
discursos que escuchaban de las autoridades educativas. A
esta demanda, se le agregaba la de una formación continua
luego de terminados sus estudios a través de la lectura, la
participación en charlas y la vinculación “con el mundo de
la renovación y la discusión pedagógica”. Es decir, como
resumen Fernández y Caldo (2013), “el normalismo estimulaba la superación intelectual y personal” (p. 16).
Por todo lo dicho, el rol convergía en un imaginario
que exaltaba la relevancia de esa tarea y alimentaba conductas asociadas a lo intelectual. Basta recorrer la prensa
educativa para observar la proliferación de mensajes que
enaltecían la figura del maestro y la maestra en función de
su labor a favor del progreso y de la nación. La tarea, entonces, implicaba una valoración social positiva que habilitaba,
y en cierta forma demandaba, a maestros y maestras un
lugar protagónico en sus comunidades. Citando al educador
Ernesto Nelson en El Monitor de la Educación Común, lo que
se esperaba del maestro era que este tuviera “una especie de
espíritu tutelar en el vecindario, el mensajero de un estadio
superior” (1906, p. 462). Al mismo tiempo, y porque las y los
docentes eran los encargados de llevar adelante esa misión
juzgada tan trascendental, su ocupación estaba reglada por
una serie de convenciones, gestos y un catálogo de comportamientos esperables que incluso se debían escribir en el
cuerpo. Vestimenta, apariencia física, gesticulación y comportamientos en la vida privada y pública conformaban la
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lista de conductas que maestros y maestras debían adecuar
a su rol (Lionetti, 2007). Estas normas no aparecían escritas
o codificadas en un solo lugar o en forma taxativa. Eran
enseñadas formal o informalmente en la escuela normal,
permeaban los distintos discursos que se referían al maestro
y a la maestra y se traducían en obligaciones, prohibiciones
y sanciones, tanto sociales como administrativas. Es importante tener en cuenta la existencia desde temprano de agentes, dispositivos y mecanismos de control y castigo. Prácticamente desde su nacimiento, el sistema educativo contó
con procedimientos para fiscalizar la labor de los docentes,
especialmente a través de las inspecciones y del sumario.8
Este último fue el mecanismo administrativo que habilitaba
para reprender de diversas formas las faltas cometidas por
las y los docentes.9 Las maestras y los maestros podían ser
sumariados, suspendidos, trasladados o cesanteados por no
ajustarse a las directivas de las autoridades. Esta es claramente una característica singular y es parte del libreto con
el que estas figuras debieron actuar en la esfera pública.
Los aspectos más restrictivos de ese imaginario, relacionado con la idea de ser encargados de una misión, en
general, eran abrazados por los propios docentes, porque,
al mismo tiempo que suponían limitaciones, reforzaban
su status. Podemos ver esta aceptación en aquellos que se
encontraban en posiciones de mayor liderazgo, como pueden ser los inspectores, pero también en los maestros y
las maestras de escuela. Basta hojear, en las primeras décadas del siglo XX, la revista editada por el Consejo Nacional de Educación para encontrar una cantidad importante
de textos donde los/as propios/as docentes se representan
como abanderados/as de las distintas exigencias asociadas a
ese ministerio. Incluso aquellos/as que podemos identificar
8
9
Sobre la inspección ver Legarralde (2019, pp. 205-208).
Solo a través del sumario se podía separar a un maestro de su cargo. Sobre
sanciones a los maestros ver Fiorucci (2013b), Caldo (2019), Cammarota
(2020).
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Diálogos sobre cultura y región • 53
como “maestros intelectuales” apoyaron –al menos en su
retórica– el imaginario del maestro como un actor social
cuya persona pública debía ajustarse a su misión. Francisco
Suáiter Martínez, un maestro al que le podríamos agregar la
etiqueta de “intelectual” en tanto escribió varios libros, afirmó en las páginas de El Monitor que la condición de maestro
se imponía en todas las esferas de la vida social, tanto pública como privada.10 “Su prédica [debía] ser constante”, ser
para sus alumnos “a toda hora del día un espejo sin morales
manchas” (Suáiter Martínez, 1922, p. 263). Solo conseguirá
educar al niño –concluye Suáiter Martínez– si en “su vida
propia exhibe las virtudes que trata de inculcar”, dado que
posee “elementos que pueden contribuir con el ejemplo a
formar la cultura moral del alumno… [su trabajo] se distingue de otro empleado de cualquier orden… quien no debe
a nadie enseñanza con el ejemplo” (Suáiter Martínez, 1922,
p. 263). La maestra y escritora Herminia Brumana –otro
ejemplo de una docente que podemos asociar a nociones
del intelectual– también anudaba la idea de misión con una
imagen y un comportamiento público.
Vestida sencillamente, como conviene a mi religión, que no
admite vanidades, todas las mañanas me dirijo al templo […]
Mi religión: la verdad, mi templo: la escuela; mis amados y
oyentes: mis alumnos; mi libro de oraciones: el Corazón de
De Amicis. (Brumana, 1958, p. 107)
Es decir que el imaginario social instalado postulaba
que para el maestro y para la maestra no había distinciones
entre su moral pública y privada. Estas representaciones
aparecían acompañadas de otras que relacionaban la figura
10
Francisco Suáiter Martínez se desempeñó como maestro del Consejo
Nacional de Educación en enclaves rurales de los Territorios Nacionales.
Son escasos los datos biográficos disponibles, pero, a la par de su labor como
educador, entre 1937 y 1943, publicó cuatro libros que conforman una
tetralogía: Patria de ayer y de hoy; Límites Argentinos (la tierra y el hombre);
Buenos Aires, Ciudad y Provincia; y Los Territorios, publicado en 1943. Tiene,
además, otro libro sobre relatos folclóricos de Catamarca.
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54 • Diálogos sobre cultura y región
con una ética del sacrificio, de la abnegación.11 La docencia
era presentada en descripciones grandilocuentes como una
labor semejante a la de “los ángeles del cielo”, a un “sacerdocio elevado y humano”. En resumen, una actividad que
no se podía juzgar –según Suáiter Martínez– “con el estrecho criterio de un empleado a sueldo que posee el Consejo
Nacional de Educación para llevar a cabo el desarrollo de
sus programas” (Suáiter Martínez, 1922, p. 263).
Un capítulo especial lo constituye la relación de los
maestros y las maestras con la política partidaria y es en
este donde se observaban más tensiones entre el tipo ideal
y la práctica efectiva de las y los docentes. En consonancia
con la visión del maestro como un agente que debía trabajar para la unidad nacional, las autoridades escolares (tanto
nacionales como provinciales) desalentaron y por momentos prohibieron expresamente la participación de estos en
comités, la propaganda a favor de determinados partidos y
la concurrencia a actos que demostraran afiliación efectiva.12 Desde temprano, este fue un motivo que convocó a las
autoridades escolares. Decía al respecto, en 1894, el presidente del CNE, que
El maestro o el profesor debe ser el último politiquista y el primero en cumplir con sus deberes de ciudadano
[…] pero de esto a que se inscriba en clubs, se embandere
11
12
Es preciso advertir que la idea de misión también sirvió como ropaje para
compensar ciertos déficits en lo que concierne al capital cultural. Aun si
elusivo y difícilmente mensurable, como sabemos, el capital cultural remite
a un capital que se construye en el interior de un mundo jerarquizado y
situado (el de las distintas instituciones culturales: premios, revistas, publicaciones y academias que caracteriza al campo intelectual). Los maestros
que trabajaban en localidades pequeñas o medianas, en general, no contaban
con ese tipo de reconocimiento o visibilidad. Su misión (a la que el Estado y
la sociedad le adjudicaban un rol muy importante) permitía compensar esas
carencias, y exhibir un tipo de medalla diferente a la que podían mostrar los
intelectuales reconocidos por sus pares como tales.
Resulta difícil seguir los vaivenes de esta normativa para todo el territorio
nacional. En 1933, esta prohibición se volvió efectiva para todos los maestros del CNE. Ver Lionetti (2007).
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Diálogos sobre cultura y región • 55
incondicionalmente en partidos, redacte periódicos que no
nos atrevemos a calificar, se convierte en fin, en un demagogo. (Zubiaur, como se citó en Lionetti, 2007, p. 173)
Un número importante de maestros y maestras moldearon su participación en la esfera pública en relación con
estas demandas. Otros desafiaron esas órdenes, pero aun
así las limitaciones fueron parte del tejido con el que debían
construir sus intervenciones. Los maestros y las maestras
conocían el costo potencial que esa participación podía significar. El argumento sobre la prescindencia partidaria permitía a las autoridades sancionar a las y los docentes por esta
cuestión. En las primeras décadas del siglo, hubo maestros
sumariados, trasladados a otros lugares y cesanteados por
su involucramiento en la política. Es decir que la relación
con la política partidaria de este tipo de figuras intelectuales
estuvo mediada y regulada por una serie de normas que no
eran las mismas con las que debían lidiar otras figuras intelectuales, aun si las reglas no alcanzaban para disciplinar las
conductas, dado que los docentes continuaron participando
en política.13
La maestra como intelectual
Cuando la figura estudiada se trata de una mujer, es posible observar que muchas de esas reglas mencionadas se
potenciaban con los imaginarios propios de la época sobre
el género y los que pesaban específicamente para la figura
de la maestra. Es sabido que, para las primeras décadas del
siglo XX, la docencia era una profesión con un porcentaje mayoritario de participación femenina. En ese sentido,
las maestras representaron uno de los primeros grupos
de mujeres educadas. Estas habían sido convocadas por el
13
Lucía Lionetti (2007) matiza el alcance de esta regla ante la evidencia histórica de la participación de los maestros en redes clientelares y políticas.
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Estado para ser docentes porque se creía que la tarea se
asemejaba a la de madre y, por lo tanto, estaban mejor preparadas para encarar ese desafío.14 A estas consideraciones,
se sumaban razones materiales que ayudaron a construir a
la docencia como una profesión femenina. Se asumía que se
les podía pagar remuneraciones menores y, por eso mismo,
supondrían un menor gasto para el Estado. Con esta iniciativa, se pensaba que también se podría resolver en parte el
problema de la integración de las jóvenes pobres al mercado
de trabajo (Sarmiento, 2011). Las mujeres habían abrazado
en masa el magisterio no solo porque la ocupación era relativamente aceptada, sino porque a principios de siglo era
uno de los pocos caminos posibles para su profesionalización y emancipación económica. No obstante, el proyecto
de hacer reposar la educación pública en el sexo femenino
no estaba exento de elementos disruptivos.15
La feminización del magisterio se desplegó en la Argentina en un contexto de inquietud frente al trabajo de la
mujer, donde se creía que esta, definida por su cuerpo y
en particular por su función reproductora, debía limitarse al ámbito restringido del hogar. Convivía, además, con
un imaginario donde el mundo del trabajo era observado
como un escenario potencialmente nocivo para la moral de
las mujeres; donde se encontraban expuestas al asedio de
los varones y a relaciones sexuales indebidas (por fuera del
matrimonio heterosexual).16 Y, aunque la representación de
la tarea como una extensión de la maternidad “sanitizaba”
14
15
16
La representación que asociaba el magisterio a la maternidad fue parte del
pensamiento de la época en distintos países. Sobre este tema, ver Cortina y
San Román (2006). Para el caso argentino, existen numerosos trabajos que
abordan el tema. Entre otros, ver: Morgade (1997), Lionetti (2007), Alliaud
(2007), Billorou (2016), Rodríguez (2021) y Fiorucci (2016b, 2022).
Es posible identificar, en las primeras décadas del siglo XX, una serie de discursos que cuestionaron la feminización del magisterio. Ver Fiorucci
(2016b).
Sobre estas inquietudes sobre el trabajo femenino, ver, entre otros, los trabajos de Queirolo (2008) y Aguilar (2014).
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Diálogos sobre cultura y región • 57
la ocupación –no pesaban las mismas inquietudes sobre el
trabajo de la obrera que sobre el de la maestra–, la tarea
implicaba que las mujeres debían abandonar su hogar por
varias horas e interactuar con varones en el ámbito laboral.
Para sopesar los peligros a los que podía potencialmente
verse sometida, a la mujer maestra se le exigía aún más
que al maestro varón constituirse en un ejemplo de orden,
moralidad, trabajo y limpieza. Por todo esto, esta profesión
tuvo efectos ambiguos en lo que se refiere a la emancipación: por un lado, afirmó el rol femenino más allá de la
esfera doméstica, pero, al mismo tiempo, condicionó esa
libertad a un constante escrutinio público en relación con
ese rígido repertorio de reglas morales, conductas esperadas y estéticas aceptadas que fue más marcado que para los
varones. Podemos ver, por ejemplo, cómo estos dos imaginarios se reforzaban en ocasión de una de las primeras
huelgas del magisterio que tuvo lugar en Entre Ríos en 1921
y que se extendió por toda la provincia. Este fue uno de los
primeros paros de docentes registrado en la Argentina. En
la prensa, no solo se criticaba la participación de las mujeres
en un terreno que se consideraba político por ser maestras,
sino también por ser mujeres. El diario Nueva Época, de la
ciudad de Santa Fe, cuestionaba la moral de las mujeres que
salían a la calle sin considerar su dependencia masculina:
Lo que no será nunca temerario pedirle –apuntaba el cronista– es que vale por su propio respeto, defendiendo un decoro
que no es solo el suyo, pues pertenece por ley de condominte
moral al esposo, a los hermanos, a los padres, a los hijos.
(1921, como se citó en Pellegrini Malpiedi, 2019, p. 303)
Los imaginarios de género también se tradujeron en
los planes de estudio. Las estudiantes mujeres, a diferencia
de los varones, debían cursar economía doméstica: una disciplina cuyo objetivo era preparar a las niñas y jóvenes para
el mejor manejo del hogar y la familia, dando por sentado
que la instrucción durante el magisterio no podía obviar
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58 • Diálogos sobre cultura y región
su condición de mujeres. En este sentido, como advierte
Paula Caldo (2014), lo que se buscaba era que “el paso por
la formación docente debía ser el canal indicado donde
comenzaran a tejer el nexo entre ambos roles [los de mujer
y maestra] para que uno no operase en detrimento del otro”
(p. 247). Es preciso, además, recordar que la burocracia
educativa estaba ordenada en una jerarquía que no era ajena
a los patrones de género. Aunque no existían disposiciones
formales que así lo decretaran, las posiciones más encumbradas dentro de ese campo, sobre todo aquellas vinculadas
al control y a la asignación de puestos (la inspección, por
ejemplo), eran ocupadas por varones. Esto también producía diferencias salariales.
Pese a la presencia de estos controles e imaginarios,
sabemos que las mujeres maestras asumieron, al igual que
sus colegas varones, roles intelectuales que se derivaban, en
gran medida, de ese ethos absorbido en su formación normalista que mencionamos antes. Todavía son escasos los
estudios que se refieren a las trayectorias intelectuales de
maestras en espacios regionales, como también hay menos
investigaciones que aborden la trayectoria de intelectuales
mujeres.17 Sin embargo, es posible identificar desde temprano casos de maestras que fundaron bibliotecas, crearon
revistas, escribieron libros y tomaron la palabra públicamente a la manera de los intelectuales. Por ejemplo, en la
localidad de Lobos, en 1912, un grupo de maestras fundó
una biblioteca popular (Biblioteca de Patricias Argentinas)
que logró, gracias a sus gestiones, el aval de la Comisión de
17
La ausencia se justifica en numerosas razones. Por un lado, efectivamente
las mujeres tuvieron, en el mundo cultural de esa época, roles más acotados,
pero también se explica por problemas inherentes al campo de estudio de
la historia intelectual particularmente, donde la labor de las mujeres ha sido
invisibilizada por las fuentes e incluso por el lenguaje. Por ejemplo, a pesar
de que las mujeres eran mayoría en el magisterio, las revistas educativas en
general se referían al maestro varón. Los aportes de las maestras intelectuales no han sido considerados porque la historia intelectual ha privilegiado
una delimitación del intelectual en torno a figuras masculinas. Sobre las
dificultades para recuperar la voz de las mujeres, ver Perrot (2009).
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Diálogos sobre cultura y región • 59
Bibliotecas Populares. En la Colonia El Carmel, en Entre
Ríos, en la década de 1920, la maestra Dora Bortnik asumió, desde su posición de docente de la escuela, la tarea que
ella misma identificó como de “extensión cultural”. Creó
una biblioteca que también fue auspiciada por la Comisión
de Bibliotecas Populares y un grupo de teatro vocacional
que, según dejó consignado en sus memorias, llevaba a
escena “las mejores obritas del Teatro Nacional y algunas
obras contemporáneas” (Bortnik de Duchovny, 1980, p. 34).
También se pueden registrar mujeres maestras que asumieron roles políticos, por ejemplo, organizando huelgas. Esto
sucedió en la huelga que tuvo lugar en Santa Fe antes mencionada. Quienes han estudiado este evento han observado
que las mujeres tuvieron una activa participación en los
reclamos, escribiendo en los periódicos afines al movimiento gremial, ocupando lugares como secretarias, conformando “las comisiones de señoritas” e incluso como oradoras
en discursos públicos (Pellegrini Malpiedi, 2019).
Las mujeres maestras también escribieron y publicaron sus obras. Falta recopilar y desempolvar muchos de
esos textos que, en general, se dieron a conocer a través de
ediciones de autora y que, en muchas ocasiones, derivaban
directamente del quehacer docente. Como advierte Paula
Caldo (2018), “la constante actividad de escribir diarios,
cartas, notas de clase y manuscritos” (p. 115) que caracterizaba el oficio sirvió de insumo a libros o artículos de prensa.
Existen algunos casos más conocidos, como, por ejemplo,
el de Olga Cosettini, cuya trayectoria se desarrolló en la
provincia de Santa Fe (primero en Rafaela y luego en Rosario), pero que logró una circulación nacional. Esta docente
publicó una obra vinculada a sus experiencias pedagógicas
renovadoras y participó de numerosos espacios y acciones
asociados a la vida intelectual.18 También es posible registrar ejemplos menos recordados. Muchas maestras escribieron en revistas que ellas mismas compilaron a través de las
18
Sobre Olga Cosettini, ver Fernández y Caldo (2013).
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60 • Diálogos sobre cultura y región
escuelas normales. Un ejemplo es el recuperado por María
Lanzillotta (2019), quien señala la existencia de un grupo
de maestras en la ciudad de Santa Rosa que, a principios
del siglo XX, publicaron en la revista Atlántida. Educación,
ciencia y arte, de la asociación que nucleaba a los normalistas
de la ciudad. Otras educadoras fueron autoras de libros de
texto para las escuelas (Vignoli, 2011).
La condición de maestras mujeres se revela en su
escritura. Aunque sería errado “sexualizar” los géneros e
identificar géneros de escritura femeninos y géneros masculinos, la crítica sostiene que, dado el lugar constreñido de
las mujeres en el mundo social, estas generalmente apelaron a estrategias discursivas diversas a las de los varones.
Las mujeres ocupaban claramente un lugar subalterno en la
sociedad, al punto que estaban privadas de derechos políticos y civiles, de los que los varones sí gozaban. ¿Cómo
no imaginar entonces que, cuando empuñaban la pluma,
no actuaban influidas por los contextos que las rodeaban?
¿Cómo no imaginar que las maestras, cuando escribían, lo
hacían condicionadas también por su rol de educadoras y
por las expectativas que se tejían para ellas alrededor de
ese oficio?19 El caso de Jennie Howard, quien fue una de
las maestras que vino de Estados Unidos convocada por
Sarmiento en 1883, estudiado por Mónica Szurmuk (2007),
brinda un ejemplo para observar cómo el normalismo se
tradujo en la escritura. Howard relató sus recuerdos en
un libro titulado In Distant Climes and Other Years, traducido varios años después. Más allá de las particularidades
de Howard (entre otras cosas, ser extranjera, protestante y
19
En un ensayo sobre las periodistas mujeres que publicaron entre mediados
del siglo XIX y XX en Francia, Marie Eve Thérenty (2018) se pregunta al
respecto: “¿Cómo pensar que su field positioning (condiciones de acceso a la
profesión, estatus profesional, vestimentas, derechos políticos), tan distinto
al de los hombres, no tenga ninguna influencia en su textual positioning (el
tono, la voz, el uso de la performatividad, su relación con la objetividad, la
elección de las rúbricas y puntos de vista)?” (p. 12).
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Diálogos sobre cultura y región • 61
viajar sola), uno puede pensarla como una maestra intelectual que escribe unas memorias a la manera de las memorias
femeninas de la época. Hay algo particular, sin embargo, en
su relato: solo en una ocasión a lo largo de todo el texto usa
la primera persona y la escritura borra todo registro de la
intimidad. Mónica Szurmuk (2007) observa en ese dato una
de las marcas del magisterio que mencionamos antes: “esta
omisión de sí misma es parte de la educación en las escuelas normales; las maestras debían construir una dualidad
compleja de su vida pública y privada” (p. 107). La narrativa de Howard “transfiere el rasgo pedagógico distintivo
a su propia escritura y probablemente –agrega– también a
su vida personal” (p. 107). Se puede asociar la escritura de
Howard a toda una pedagogía del autocontrol, del decoro,
relacionada a la figura de los maestros que hemos señalado,
pero que, como dijimos antes, constreñía con mayor vigor
a las maestras porque se anudaba con los imaginarios sobre
el género.
A modo de cierre
Estas breves reflexiones tienen el objetivo de subrayar la
necesidad de que el bienvenido ejercicio de estudiar a los
maestros y a las maestras como intelectuales en sus mundos
locales no diluya las particularidades inherentes a su rol. Es
preciso pensar estas figuras dentro de un dominio social y
simbólico particular, vincularlas con el contexto más inmediato con o contra el cual escriben y se desempeñan. Esto
significa que, al observar la trayectoria intelectual de figuras vinculadas a la docencia, no podemos ignorar el ethos en
que han sido socializadas, los moldes con que se las juzga
y observa y las representaciones con las que se las relaciona. En torno al maestro y a la maestra, se tejían una serie
de imágenes y representaciones superpuestas y ambiguas
que, en su conjunto, tramaban simultáneamente límites y
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62 • Diálogos sobre cultura y región
posibilidades. Adalides de la educación, de la nación y del
proyecto civilizatorio, ejemplos de moral pública y privada,
las narrativas que los construían como figuras sociales los
identificaban como agentes centrales de la formación del
Estado y del ciudadano.20 Es desde ese lugar donde elaboraron sus ideas y desde donde también desplegaron sus acciones. Los maestros que oficiaron de animadores culturales
(creando bibliotecas, armando clubes de lectura, fundando
asociaciones, revistas o grupos artísticos) o desarrollaron
una obra intelectual con la escritura de libros lo hicieron
dentro de ese marco, aun cuando hayan asumido posiciones
críticas sobre ese mismo molde. No solo su accionar suele
no haber sido ajeno a la vocación civilizadora aprendida en
la escuela normal, sino que sus escritos y personas públicas estuvieron condicionadas por las representaciones y las
regulaciones mencionadas. Cuando se embarcaron en la
lucha política, también lo hicieron delimitados por un contexto que desalentaba e incluso sancionaba la participación
en ese mundo. Maestros y maestras pueden ser abordados
como intelectuales, pero atendiendo a esas particularidades
que los distinguen de auqellas figuras letradas cuya identidad se construye, ante todo, en relación con su participación en el mundo intelectual.
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20
Sabemos que estas narrativas también convivieron con otras más críticas
que derogaban el alcance de su tarea. He trabajado estas críticas y el modo
en que estas impactaron en la profesionalización de los maestros en Fiorucci (2022).
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2
Mediación lingüística y tradición
discursiva: el rol del magisterio
en el Territorio Nacional de La Pampa
(1921-1940)
MELINA CARABALLO
Introducción
Entre 1920 y 1960, se llevaron a cabo diferentes relevamientos y registros de materiales folklóricos, impulsados por el
Consejo Nacional de Educación (CNE). Las encuestas, que
comprendían un extenso cuestionario y estaban acompañadas por un instructivo, fueron realizadas por maestras
y maestros normalistas en todas las jurisdicciones nacionales del amplio territorio argentino. Estos actores estatales tuvieron un rol central –como mediadores lingüísticoculturales– en la producción de una literatura específica
sobre temáticas folklóricas, a partir de actividades llevadas
a cabo fuera de las aulas. Para ello, nos detendremos en las
encuestas de 1921 y 1940, ambas denominadas Encuestas de
Folklore.1 De estas, analizaremos, en especial, una selección
1
Encuesta Nacional de Folklore (1921). Legajos correspondientes a la provincia de La Pampa. Centro de Documentación Juan Alfonso Carrizo. Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano. Buenos
Aires; y Encuesta de Folklore Argentino (1940). Fondo Vidal de Battini.
Instituto de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas Manuel Alvar de la
Universidad Nacional de San Juan.
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67
68 • Diálogos sobre cultura y región
de leyendas documentadas en el Territorio Nacional de
La Pampa y las contrastaremos con diferentes materiales,
entre los que se incluyen compilaciones con raigambre en
este ámbito (Tello, 1942; Stieben, 1951; Vidal de Battini,
1984; Giovanonni y Poduje, 1988). Asimismo, triangularemos estas fuentes con relatos incluidos en antologías (CNE,
1940a) y artículos de docentes publicados en el Monitor de la
Educación Común.2
A partir de este corpus, abordaremos, por un lado, la
producción de las y los docentes que, aunque no se asumieron como folklorólogos, sus aportes bien pueden leerse en
esta línea y, por otro, la estandarización de ciertas expresiones folklóricas, como es el caso de las leyendas. A su
vez, pretendemos dialogar con una novedosa literatura que
focaliza la atención en estos actores. Si bien estos últimos ya
han sido analizados en función del despliegue de las instituciones educativas en el Territorio Nacional de La Pampa
(Billorou y Sánchez, 2008), los estudios que hacen hincapié
en la figura de maestros y maestras como intelectuales, promotores de diferentes iniciativas culturales y gestores de
instituciones de carácter social y gremial son más recientes
(Lanzillotta, 2011, 2015, 2016). También la temática ingresó en la agenda de especialistas que abordan a estos actores
como burocracias de Estado, ya sea con el foco en quienes
se ocupaban de la formación de normalistas (Rodríguez,
2019) o de los docentes e inspectores de escuelas como
una burocracia “sin escritorios” y especie de “engranajes”
que mediaban entre las comunidades locales y la instancia
estatal (Billorou, 2017). Esto último no deja de ser significativo, ya que otras investigaciones también revisan su rol
mediador. Para mencionar dos ejemplos bien concretos, se
pueden citar los análisis que llevaron a cabo Flavia Fiorucci
(2012, 2016) y Lucía Lionetti (2013, 2016), en los que la
2
Órgano oficial del CNE, que se publicó periódicamente entre 1881-1949,
1959-1961 y hasta 1965-1976 (El Monitor de la Educación Común, en
https://bit.ly/3PdMtlD).
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Diálogos sobre cultura y región • 69
categoría de “mediadores culturales” ocupa un lugar central
para connotar su posición intelectual en espacios situados.
En este sentido, aunque los casos que analizan se alejan de
las grandes ciudades y contemplan otras realidades, el rol
en la mediación tiene un peso decisivo y, al mismo tiempo,
consideran las actividades desarrolladas fuera de las aulas,
un aspecto que resulta importante también en nuestro trabajo.
Este tipo de estudios abona la perspectiva que coloca
el interés analítico en esos otros intelectuales, los que, según
Ana Teresa Martínez (2013), no actuaban en un campo
(relativamente) autónomo, o que, si lo hacían, solamente
alcanzaron posiciones marginales. Para ello, acuña las categorías de intelectuales de provincia y de pueblo, entre los que
se incluye a los maestros. Aquí, nos interesa revisar el papel
de estos actores como “mediadores lingüísticos” para dar
cuenta del rol que tuvieron los maestros en el relevamiento y registro del material, pero sin perder de vista que la
mediación no opera en un vacío cultural, ni posee significado por sí sola. Esto último implica que, en palabras de
Gertrudis Payàs Puigarnau y José Manuel Zavala Cepeda
(2012), para comprender su complejidad, se debe analizar
el contexto en el que se produce y en el que los individuos
y grupos se comunican, interactúan y generan instancias
de transmisión de ideas y representaciones. Es por ello que
estos autores optaron por adjetivar esta mediación como
lingüístico-cultural, aunque en este trabajo nos centraremos
en el primero de los adjetivos que conforman el sintagma
nominal.
En este accionar, las personas que oficiaron como
mediadoras evidenciaban su rol desde la oralidad (en ocasiones, en la escucha y comprensión de una lengua diferente
al español), pero también mediante la escritura (o posible
traducción). Esto último es lo que hallamos en los registros
que constituyen nuestro corpus. Es por ello que indagaremos
en el modo en el que estos actores, que operaban en dicha
mediación, recogieron y registraron leyendas vinculadas
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70 • Diálogos sobre cultura y región
con la cosmovisión indígena. Asimismo, analizaremos cómo
estas manifestaciones culturales dejan entrever cierto grado
de estandarización en los distintos registros, pero también
permiten vislumbrar cómo el proceso de relevamiento, junto con el accionar de actores específicos, dio lugar a expresiones folklóricas que pueden ser pensadas como parte de
una “tradición discursiva” (Kabatek, 2005).3
De este modo, podemos entender la tradición discursiva
como la repetición de formas textuales que se han constituido a lo largo del tiempo –de ahí que se las considere históricamente configuradas– por los constantes usos que se dan
de ella en situaciones particulares. Ello es, precisamente, lo
que ocurre con las narrativas y otros relatos folklóricos, en
el interior de una comunidad, ya que los hablantes siguen
esas repeticiones como modelos o esquemas al momento de
hablar o, más bien, de contar. A su vez, para que la “repetición” de un elemento lingüístico sea considerada parte de
cierta tradición discursiva, deberá ligarse a lo que Kabatek
denomina evocación, según la cual las situaciones concretas
(que se repiten) son las que evocan una tradición particular
tanto para los que hacen uso de esas tradiciones como para
sus receptores. Dicha repetición deberá ser “significable” y,
al mismo tiempo, capaz de establecer “un lazo entre actualización y tradición” (Kabatek, 2005, p. 159).
En cierta medida, esto nos acercará al locus en el
que actuaron algunos maestros del interior que estaban (al
menos, durante los relevamientos) en contacto con integrantes de pueblos indígenas y, desde ese lugar, intervenían
como mediadores lingüístico-culturales, repertoriaban la
lengua y se arrogaban la capacidad de reconstruir parte de
esas culturas. En ciertos casos, además, entablaban lazos
3
En referencia a esta noción, Johannes Kabatek (2005) la define como la relación de un texto en un momento determinado de la historia con otro texto
anterior: una relación temporal a través de la repetición de algo. Ese “algo”
puede ser la repetición total del texto entero […] pero también puede ser
apenas la repetición parcial o incluso la ausencia total de repetición concreta
y únicamente la repetición de una forma textual (Kabatek, 2005, p. 157).
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Diálogos sobre cultura y región • 71
con otros especialistas en lingüística, muchas veces vinculados con la academia o con agencias culturales del Estado.
Un claro ejemplo, en el caso de La Pampa, es el de Enrique Stieben4 (1893-1958), maestro y escritor del Territorio,
quien logró posicionarse como un referente del tema a nivel
regional e insertarse en algunas instituciones nacionales del
folklore en un contexto en el que, como explicaremos en
el apartado siguiente, la disciplina intentaba ganar espacio
en los ámbitos académicos. Entre su pródiga producción en
diferentes medios, tanto locales como nacionales, intervino
junto con algunos de los más reconocidos exponentes del
folklore –como es el caso de Juan Alfonso Carrizo y Manuel
Carrillo– y otros nombres de referencia en la cultura argentina en la Guía quincenal de actividades culturales, publicada
por la Comisión Nacional de Cultura, en respuesta a una
convocatoria del presidente Juan D. Perón, en 1947 (Pulfer,
2015). También participó –junto con Oscar R. Caviglia–
como miembro del Consejo Académico del Instituto de
Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas (IIHJMR),
principal órgano de difusión del revisionismo histórico,
durante el primer peronismo (Stortini, 2004).
Así, a la luz de los relevamientos de 1921 y 1940, podemos ver cómo los actores estatales llevaban a cabo actividades encomendadas por el CNE, pero también (si analizamos a largo plazo) producían una literatura específica sobre
temáticas folklóricas a partir de esas tareas realizadas fuera
de las aulas. Para ello, era clave la vinculación con poblaciones indígenas, ya sea en ámbitos urbanos o rurales.
A continuación, abordaremos las particularidades de
las Encuestas (de 1921 y 1940) y, luego, nos detendremos
4
Enrique Stieben, maestro normalista proveniente de Diamante, Entre Ríos,
participó activamente en el espacio cultural pampeano desde principios de
la década de 1920, como uno de los intelectuales más destacados en la etapa territoriana, con estrechos vínculos con el entonces gobernador Miguel
Duval (Lanzillotta, 2011) y como maestro y escritor en relación con las
comunidades indígenas (García, 2013).
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72 • Diálogos sobre cultura y región
en el análisis de dos leyendas que fueron relevadas en el
territorio pampeano.
Relevar y registrar: las Encuestas de Folklore
El 1º de marzo de 1921, el abogado Juan P. Ramos, vocal
del CNE, presentó un proyecto para convocar a maestras y
maestros de las escuelas primarias nacionales, las llamadas
“Escuelas Láinez”, con la finalidad de recolectar, clasificar
y reenviar al Consejo el material folklórico disperso en sus
zonas de origen.
Un mes más tarde, el 30 de abril de 1921, Juan P. Ramos
y Pablo A. Córdoba, prosecretario del CNE, publicaron, en
el Monitor de la Educación, las “Instrucciones a los maestros
para el mejor cumplimiento de la resolución adoptada por
el H. Consejo sobre Folklore Argentino”, en las que es posible advertir un listado de temas5 relacionados con la cultura
popular.
En el instructivo, se hace un claro llamado a la recuperación del folklore, de “lo que sabe el pueblo”, al mismo
tiempo que se insiste en la definición del término, sobre
todo “para aquellos maestros que se encuentran en las zonas
más distantes de las ciudades, donde difícilmente llega otro
eco de la civilización que el de la escuela misma” (Ramos
y Córdoba, 1921, p. 3). Para evitar posibles errores por
parte de los maestros en la recolección y clasificación de
datos, se explica cada una de las categorías (y subcategorías) a partir de ejemplos tomados de “autores ya consagrados” y de “hombres ilustres”, abocados a esta temática,
5
En el cuadro de clasificación, incluido en las “Instrucciones”, es posible identificar cuatro grandes ejes: 1) creencias y costumbres (creencias y prácticas
supersticiosas y costumbres tradicionales); 2) narraciones y refranes (tradiciones populares, leyendas, fábulas y anécdotas, cuentos, refranes y adivinanzas); 3) arte (poesías, canciones y danzas); y 4) conocimientos populares
(en las diversas ramas de la ciencia, como medicina, botánica, zoología,
astronomía, geografía, etc.) (Ramos, 1921, pp. XV-XVI).
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Diálogos sobre cultura y región • 73
o bien distinguidos por el estudio de la historia (Ramos y
Córdoba, 1921). En especial, se recuperan citas de Juan B.
Ambrosetti y, en menor medida, de Adán Quiroga, Samuel
Lafone Quevedo, Roberto Lehmann-Nitsche, entre otros.
Estos estudiosos se ubican dentro de la primera etapa de
los estudios del folklore (Blache y Dupey, 2007; Fischman,
2018),6 la que se caracteriza, fundamentalmente, por el
registro de materiales. En relación con la tarea emprendida por maestras y maestros,7 Oscar Chamosa (2012) señala
que, más allá de las exhaustivas clasificaciones esbozadas en
las “Instrucciones”, estas no siempre resultaban claras para
quienes debían llevar a cabo la recolección y catalogación
del material hallado en sus comunidades. A ello se sumaba
el doble discurso emanado de las autoridades nacionales: si
durante años se les había solicitado a los maestros dejar de
lado los atavismos, las supersticiones, etc., para pregonar
una enseñanza moral y cívica (Lionetti, 2005; Dubini, 2015),
entrada la década de 1920, con la realización de la Encuesta,
se les proponía, justamente, lo contrario. Las y los docentes
debían recuperar, en este caso, parte de ese atavismo que,
en el nuevo contexto nacional, había cobrado un valor educativo que debía registrarse.
Casi veinte años después de la puesta en marcha de
la también denominada Encuesta de Magisterio (Espósito
y Di Croce, 2013), se aprobó, por un lado, la publicación
de Antologías Folklóricas Argentinas en 1939 y, por otro,
“el plan y las instrucciones propuestas por la Comisión
6
7
Fischman (2018) distingue tres etapas en los estudios folklóricos en América
Latina, en consonancia –grosso modo– con las propuestas por Blache y
Dupey (2007), para el caso argentino. Desde su óptica, la primera se extendería desde fines del siglo XIX hasta 1920, la segunda desde 1920 a 1970 y
la tercera desde 1970 a la actualidad; mientras que Blache y Dupey (2007)
ubican la primera etapa entre 1888 y 1942, la segunda, de 1943 a 1959 y, la
tercera, desde 1960 hasta la actualidad.
De acuerdo con Chamosa, las maestras y los maestros constituían para el
Estado Nacional “una suerte de gendarmería educativa”, puesto que
“[a]demás de enseñar a leer y escribir debían frenar el avance de las ideas
subversivas e instar el amor a la patria” (Chamosa, 2012, p. 52).
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74 • Diálogos sobre cultura y región
de Folklore, para efectuar por intermedio de los maestros
dependientes del Consejo Nacional de Educación, una nueva recopilación de material folklórico” (Consejo Nacional
de Educación, 1961, p. 55) en 1940.
Esta segunda encuesta que analizaremos, a diferencia
de la anterior, no posee una designación única. Al respecto,
Aída González y Graciela García (2013) propusieron denominarla Encuesta de Folklore Argentino, por ser esta la más
abarcativa y la de mayor frecuencia entre las opciones ensayadas por maestras y maestros en sus legajos. Según las autoras, probablemente esta sea la continuación de la Encuesta
Nacional de Folklore (ENF) de 1921, situación que puede
comprobarse, por ejemplo, en las categorías que se incluyen
en las instrucciones, muchas de las cuales ya habían sido
contempladas en la ENF. Para el caso de La Pampa, los legajos enviados en respuesta a la solicitud del CNE fueron muy
escasos,8 si los comparamos con la copiosa producción que
resultó de la Encuesta de 1921, tal como puede observarse
en el Mapa N° 1, que sigue a continuación:
8
Mientras que, para la ENF (1921), desde el Territorio Nacional de La Pampa,
se envió un total de 960 fojas; para el caso de la Encuesta de 1940, la colecta
solo reunió unas 130 fojas, lo que representa un 15 %, aproximadamente,
respecto de su antecesora.
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Diálogos sobre cultura y región • 75
Mapa N° 1: Relevamientos de las Encuestas de Folklore de 1921 y 1940,
por localidad, en el Territorio Nacional de La Pampa
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76 • Diálogos sobre cultura y región
Fuente: Elaboración propia, a partir de la Encuesta de Folklore (1921) y
de la Encuesta de Folklore Argentino (1940).
La proyección y posterior puesta en marcha de la
Encuesta de 1940 se circunscribe en un contexto diferente al anterior. Así, en la década de 1930,9 “conservadores,
nacionalistas-católicos, nacionalistas-populares, y algunos
comunistas terminaron coincidiendo en el plano discursivo
con la idealización del paisano criollo del interior como
modelo de nacionalidad y brindar su apoyo a la difusión del
9
Sobre la identidad del ser nacional, durante la década de 1930, puede consultarse el trabajo de Matías E. Casas (2015).
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Diálogos sobre cultura y región • 77
folklore” (Chamosa, 2012, p. 17). En consecuencia, durante los años 1930 y 1940, se consolida y se sistematiza el
folklore como disciplina en la Argentina; ello se vincula
con las medidas impulsadas por militares nacionalistas y el
gobierno peronista para promover y difundir su estudio.
En 1943, se crea el Instituto Nacional de la Tradición, bajo
la dirección de Juan Manuel Carrizo. De este modo, según
Chamosa (2012), se institucionaliza la visión conservadora
del folklore criollo, de la mano del nacionalismo católico.
Lo anterior se da de manera casi simultánea con la estandarización10 de los símbolos patrios, la preeminencia de
los relatos identitarios, el calendario litúrgico patriótico y
la creación de instituciones como el mencionado Instituto
Nacional de la Tradición, a partir de los cuales, tal como lo
plantea Carrizo (1953), el folklore y los especialistas en folklore adquieren reconocimiento (Crespo y Ondelj, 2012).
En relación con el modo de recolección del material de
1940, la Comisión de Folklore impartió claras recomendaciones.11 Al igual que en el instructivo de 1921, las Encuestas de 1940 dispusieron de un plan para la recolección; en
este caso, basado en diecisiete categorías.12 Y, si bien en el
10
11
12
Si bien los símbolos patrios se definieron durante la primera mitad del siglo
XIX, en consonancia con las guerras de la independencia; algunos de estos,
como la bandera, el escudo y las celebraciones del 25 de mayo y del 9 de
julio, se instituyeron a principios del XX (Ascolani, 2020). Pero fue en 1944
cuando, por el decreto 10302, se establecieron, como tales, la bandera, el
escudo y el himno. (Decreto N.° 10302. 24 de abril de 1944. Poder Ejecutivo
Nacional. Que el Escudo, la Bandera, el Himno y su letra son los símbolos de
la soberanía de la Nación. Disponible en: https://tinyurl.com/2nofm7d6).
Para profundizar sobre el tema, véase Bertoni, 1992; Garavaglia, 2000;
Ascolani, 2020).
Véase la Resolución del Consejo Nacional de Educación, del 12 de abril de
1940, en El Monitor de la Educación Común (Consejo Nacional de Educación,
1940b, pp. 21-22).
Las categorías propuestas en esta segunda instancia de recolección fueron:
1) el lugar geográfico; 2) la vivienda, dependencias, división de los campos y
la propiedad; 3) los muebles, los objetos domésticos, los utensilios de cocina
y los instrumentos de labranza; 4) el vestido; 5) la alimentación y conservación de alimentos; 6) el trabajo, la cosecha y los animales domésticos; 7)
medios de transporte y locomoción; 8) la brujería y la adivinación (medicina
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78 • Diálogos sobre cultura y región
artículo 10 de la Resolución del CNE (1940b) se señala que
la clasificación solo servía para “poner cierto orden en la
recolección”, en el artículo siguiente se aclara que, en función de dicho plan, se debía contestar a todos los puntos
“aún en el caso que haya que decir que no se conoce, que no
se sabe, que no se averiguó” (p. 23).
Como ya han planteado otros estudiosos al explorar
la colección de folklore recopilada, a partir de la Encuesta de 1921, por las maestras y los maestros normalistas, estos últimos pueden caracterizarse como etnógrafos
(Vezub, 2007; Farberman, 2010; Mailhe, 2013). En relación
con lo anterior, cabe señalar que muchos docentes de zonas
rurales juzgaron insuficientes sus propias formaciones para
desempeñarse en determinados ámbitos y que fueron bastante pesimistas respecto de la función de la escuela en
ciertas comunidades indígenas en la primera mitad del siglo
XX (Fiorucci, 2018). Sin embargo, según se desprende de
dichos estudios, en esas percepciones de las y los docentes,
la lengua propia en contacto con otras, por ejemplo, con las
indígenas, no aparecía como una limitación en las relaciones con las sociedades en las que estaban insertos, así como
tampoco en el vínculo con las niñas y los niños. Este no es
un dato menor al momento de analizar a estos actores, que
muchas veces debían afrontar la tarea docente en contextos
popular, personajes populares, etc.); 9) supersticiones (objetos personales y
domésticos, actos de la vida privada y social, los sentimientos y las creencias,
los trabajos, las fiestas y los entrenamientos, la salud, las enfermedades y la
muerte, los animales, las plantas, el cielo, otros diversos); 10) fiestas populares; 11) los juegos populares; 12) adivinanzas; 13) refranes, frases hechas
y dichos; 14) música, canción y danza (¿cuál es el género de música que se
cultiva con mayor preferencia en la región?, recoger la poesía –canciones
de cuna, canciones infantiles, canciones religiosas, canciones para prácticas
determinadas, la serenata, el carnaval, coplas sueltas o en composiciones,
de amor, de dolor, de esperanza, etc.–, ¿qué danzas antiguas se bailan en el
lugar?, ¿qué danzas modernas?, ¿qué danzas se han bailado en la región?); 15)
narraciones (cuentos, cuentos animalísticos, fábulas, leyendas, etc.); 16) los
mitos; y 17) el habla regional (vocabularios regionales, nombres de lugares,
animales, astros, modismos, tonada, etc.) (Consejo Nacional de Educación,
1940b, pp. 15-29).
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Diálogos sobre cultura y región • 79
en los que las comunidades a educar no hablaban la misma
lengua que el maestro o la maestra. Desde ese lugar, debían
alfabetizarlos y brindarles instrucción básica, pero también
cumplir con las acciones que demandaba el CNE,13 entre las
que se contaban estos relevamientos que abordaremos.
Del bajo de la Salamanca a la bruma de Urre-Lauquen
Ahora bien, ¿qué rol tuvieron, entonces, las y los docentes
como mediadores lingüístico-culturales en ámbitos urbanos y rurales?, ¿cuál fue su papel en la conformación de un
corpus folklórico en Argentina y, en particular, en La Pampa? Estas preguntas constituyen la base problemática de
este trabajo.
En esta ocasión, nos detendremos en uno de los géneros14 que recopilaron o reelaboraron: la leyenda. Para su
caracterización, recurrimos a los aportes de algunos de los
principales investigadores del folklore en nuestro país. Al
respecto, Susana Chertudi (1982) recupera, en Folklore literario argentino, la definición sobre leyenda que apunta José
Imbelloni, hacia fines de 1950, según la cual “[l]as leyendas
refieren algún suceso extraordinario o fantástico en el que se
puntualizan épocas, personas o lugares, y que se consideran
como verdaderamente acaecidos” (Imbelloni, como se citó
en Chertudi, 1982, p. 49). La autora clasifica las leyendas en
religiosas, sobre sucesos naturales, sobre sucesos históricos
y explicativas, y deja por fuera aquellas narraciones que,
en su opinión, son relatos supersticiosos, que se repiten en
distintos momentos (Chertudi, 1982). Por su parte, Vidal de
13
14
Entre estas acciones, se destaca la realización de la Encuesta, un trámite
burocrático más en el quehacer docente, y el desempeño de estos agentes
del Estado para evitar que se deslicen en la enseñanza los “nocivos gérmenes
del antipatriotismo” (Gallardo, 1920, p. 34).
Mijaíl Bajtín (2008) se refiere a los géneros discursivos como tipos temáticos, compositivos y estilísticos.
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80 • Diálogos sobre cultura y región
Battini (1980) agrega otro rasgo: la transformación que se
narra en estos relatos, ya sea de hombres o animales, en los
que se explica “una característica llamativa de su conformación, de sus costumbres o de la onomatopeya de su grito”
(Vidal de Battini, 1980, p. 44).
Para llevar a cabo el análisis, seleccionamos dos leyendas: una que recorre los catálogos de algunas provincias
(Santiago del Estero, La Rioja, Catamarca, San Luis y Córdoba) y Territorios Nacionales (Río Negro y La Pampa), como
es la leyenda de la Salamanca,15 y la otra, de tinte regional,
que relata el origen de la laguna pampeana Urre-Lauquen.
En el caso de la primera, hallamos cuatro versiones, relevadas en la Encuesta de 1921 en Toay, Bernasconi, Hilario
Lagos y Rancul, y ninguna en el relevamiento de 1940.16
En las versiones registradas de la Salamanca, motivo
que aparece en numerosos relatos en los que confluye la cosmovisión de pueblos indígenas y la europea (Koessler-Ilg,
2018; Vidal de Battini, 1984; Casamiquela, 1988; Giovannoni y Poduje, 1988; Farberman, 2010; Hernández, 2013)
–aunque de origen hispano–, observamos que las descripciones pampeanas, si bien conservan el vínculo con el diablo, varían notablemente. Así, para el caso de Bernasconi, la
maestra María Amparo Acevedo toma nota de la narración
que aporta Antonio Flores, en la que la Salamanca, “en un
zanjón próximo a Uriburu”, se manifiesta como una hermosa mujer, que se les aparece a aquellos que duermen en
el campo.
La Salamanca lo convida [al paisano] con pastillas y chocolate y las muchachas lo invitan con confites, cuando el pobre
15
16
Para Vidal de Battini, esta leyenda se difundió por todo el país y su origen se
vincula con la famosa cueva de la Salamanca “en la que estudiantes de la
Universidad se reunían para celebrar ritos de las ciencias ocultas que fueron
tan comunes en la Edad Media” (Vidal de Battini, 1984, p. 331).
Las narraciones consignadas en la Encuesta de 1940 son, en general, sobre
topónimos pampeanos (Anguil, Realicó, laguna Chical-có y laguna UrréLauquén), a excepción de una leyenda sobre Namun-Curá.
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Diálogos sobre cultura y región • 81
está mas encantado viene un enano con un palo y le dá una
fuerte paliza, hasta que lo desmaya colocándolo dormido en
su recado, amaneciendo al día siguiente muy contento por
haber visto la Salamanca pero con los huesos doloridos por
la paliza recibida. (ENF, 1921, Legajo 2, foja 5)
En cambio, en la leyenda relevada por el maestro Francisco Pino, en Toay, la Salamanca, o “corrida del gualicho”17
se asocia, especialmente, con el lugar en el que se llevaban
a cabo los rituales y se sitúa a la Salamanca en un espacio y
un tiempo delimitados:
En el campo de Coló-Lauquén,18 distante cuatro y media
leguas de ésta localidad, existe un cerro solitario supuesto
asiento de una “salamanca” por el espíritu supersticioso de
los naturales indígenas. (…) Y en el presente mismo, el rústico
paisano comarcano sostiene, como artículo de fé innegable,
la existencia de la “salamanca”. No faltan testigos de la última
corrida del “gualicho” o “salamanca”, verificada en el cerro
allá por el año [18]83. (ENF, 1921, Legajo 52, foja 1)
Del análisis de estas dos versiones, podríamos afirmar
que, para el caso de la Encuesta de 1921, se configura una
determinada tradición discursiva que involucra la “evocación” de ciertos elementos o motivos, como la precisión del
lugar en el que suceden los hechos, el tiempo (aunque por
momentos remoto) y la persistencia de la figura femenina
asociada a la Salamanca, la mujer bruja, el ritual con el diablo (o con gualicho), la fiesta, la bebida y la borrachera.
A su vez, en los ejemplos, es posible percibir cierta
intervención en el proceso de registro de la leyenda, por
17
18
Según el testimonio relevado por el maestro Francisco Pino, aportado por
Luciano Cuevas y Gregorio González, una vez hallada la salamanca, “se
la ahuyentaba usando de [sic] infalible exorcismo de origen indígena, que
devolvía la tranquilidad a los atribulados habitantes: la corrida del ‘gualicho’.
A tal efecto, era invitado gran número de vecinos que debían estar reunidos
en día y lugar determinado con anterioridad” (Legajo 52, foja 2).
O también Colu (colorado) Lauquén (laguna), según Tello (1942), se encuentra en el Departamento de Toay.
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82 • Diálogos sobre cultura y región
parte de maestras y maestros. Si bien en ambos casos se
consignaron los datos de los narradores que aportaron el
relato, en la modalidad escrita, se han elidido todas las
marcas que remiten al contexto de la oralidad; en especial,
los deícticos y onomatopeyas. Esto es notable, porque tales
recursos aparecen consistentemente en el registro escrito
de otros géneros, como sucede con los cuentos de animales (en especial, los relatos que recuperan las aventuras del
zorro). Esto permite inferir la mediación lingüística ejercida
por los maestros en su labor etnográfica de relevamiento y
registro. De hecho, Vidal de Battini (1932) señala, en relación con la tarea de recolección realizada por los maestros,
que “ha destruido, muchas veces, creaciones admirables de
la tradición oral” (p. 12).
También observamos, en el legajo enviado por el visitador de sección Luis Horacio Patiño,19 que la Salamanca,
aparte de evocar la presencia de las mujeres brujas, recupera
la imagen del mundo indígena. Este último forma parte del
contexto fantasmagórico que se teje en el relato, signado por
“risas estridentes, llantos, lamentos”, pero también acompañado de “rumores y quejidos”, de “calaveras y huesos humanos”, que “en otras épocas en esas cavernas depositaran los
indios” (Legajo 50, foja 35). No obstante, al leer el legajo de
Patiño, advertimos que se trata más de una remembranza
o experiencia personal de su vida en San Luis, en la que
describe un lugar ubicado a varias cuadras de Merlo, que de
una recolección de datos situada en La Pampa.20 En relación
con el envío de material folklórico, solicitado en la Encuesta de 1921, María Inés Palleiro explica que muchas veces
19
20
De acuerdo con el Expte. 8188 –C– 1920, “se nombraron como visitadores
de las escuelas de los Territorios Federales, a las siguientes personas propuestas la Inspección General respectiva. Para el Territorio de La Pampa:
directores, Sres. Juan R. Garro, Manuel I. Mercado, Luis H. Ramírez; maestro, Sr. Luis H. Patiño” (Consejo Nacional de Educación, 1921, p. 28).
En varios de los legajos enviados desde La Pampa, observamos que las y los
docentes provenían de San Luis y, por lo tanto, muchos de los datos relevados estaban fuertemente arraigados a los recuerdos de juventud en su
provincia natal.
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Diálogos sobre cultura y región • 83
los mismos maestros “fueron además informantes-clave en
dicha Encuesta” (2013, p. 119).
El motivo central de esta leyenda no se recupera en
la Encuesta de 1940.21 Es probable que esta exclusión haya
estado condicionada por las aclaraciones que, casi una década antes, había hecho la ideóloga de esta encuesta en un
artículo publicado en el Monitor de la Educación Común, Berta Vidal de Battini.22 Si bien, por un lado, reconocía “la más
intensa emoción y de placer” en los rostros de niñas y niños
cuando oían “las narraciones lugareñas”, por otro, consideraba que era necesario depurar el material destinado a los
niños y desalentaba la trasmisión de historias, atravesadas
por la “influencia culterana y perjudicial”. Más adelante,
agrega, en referencia al folklore destinado a las escuelas:
Estará excluido mucho de lo que pertenece al género picaresco, al realista, al supersticioso […]. No serán para ellos [en
referencia a las y los estudiantes], los cuentos de los aparecidos, de la luz mala, del familiar, de las brujas, de la salamanca
y todas las variadísimas formas del diablo americano. (Vidal
de Battini, 1932, p. 18)
Por lo tanto, más que parte de la tradición discursiva,
Vidal de Battini opera una suerte de tradición selectiva,23
21
22
23
En los legajos relevados, la complicación de leyendas no supera los diez
registros en todo el Territorio.
La participación de Berta Vidal de Battini en el programa e implementación
de la Encuesta de 1940 fue central, ya que el CNE le había solicitado la
elaboración de encuestas a nivel nacional, destinadas a escuelas primarias
surgidas bajo la Ley Láinez. El itinerario de esta reconocida investigadora
está marcado por sus estrechos vínculos con el folklore. Su labor conjugó
su profesión como maestra normal nacional y como profesora en Letras,
egresada de la Universidad de Buenos Aires, donde se desempeñó como
docente a cargo de Filología hispánica y Folklore argentino, en la Facultad
de Filosofía y Letras. Ello le permitió incorporar sus investigaciones sobre
folklore en el plano académico. Su trayectoria en ese ámbito es abordada
con mayor detalle por Verónica Domínguez en el Capítulo 7 de este libro.
Esta es definida por Raymond Williams como una determinada manera de
construir una relación legítima entre un pasado configurativo y un presente
preconfigurado, lo que supone, además, que “ciertos significados y prácticas
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84 • Diálogos sobre cultura y región
ligada directamente a la construcción de un pasado, cuyos
orígenes –en este caso– se asentaron en las diferentes manifestaciones folklóricas que se relevaron. Para ello, recoge
las palabras que pronuncia el doctor Juan B. Terán sobre
la necesidad de recuperar el folklore ante la ausencia de
“monumentos, restos materiales, ruinas, que ayuden la evocación de nuestro pasado” (Terán, como se citó en Vidal de
Battini, 1932, p. 20).
La mediación llevada a cabo por Vidal de Battini no solo
se evidencia en el artículo publicado en 1932, sino que, además, se ratifica en la resolución que auspicia la publicación
de antologías folklóricas argentinas,24 en las que el CNE
“resuelve llevar a la escuela lo más acendrado del material
folklórico que recogieron los maestros de su dependencia
en el año 1921, escogiendo las piezas de mayor valor y más
adecuadas para la enseñanza primaria” (Consejo Nacional
de Educación, 1961, p. 54).
En sintonía con lo anterior, es preciso señalar que Vidal
de Battini, junto con otros reconocidos especialistas, como
Juan Alfonso Carrizo y Leopoldo Marechal, tuvo a su cargo
la selección, adaptación y orden del material que luego se
incluiría en las antologías. No resulta extraño, entonces, que
en la Antología Folklórica Argentina para las Escuelas Primarias (Consejo Nacional de Educación, 1940a) no haya rastro
alguno de la Salamanca. Por el contrario, las leyendas25
seleccionadas están vinculadas con la tradición cristiana y,
en general, son de contenido moral y ejemplarizante.
Sin embargo, la Salamanca vuelve a aparecer en relevamientos posteriores, como los emprendidos, incluso, por la
24
25
son seleccionados y acentuados y otros significados y prácticas son rechazados o excluidos” (2009, p. 159).
Por resolución del CNE, con fecha 16 de junio de 1939, se aprobó el dictamen de la Comisión Didáctica, que auspiciaba la publicación de antologías
folklóricas argentinas (Consejo Nacional de Educación, 1961, p. 54).
Los títulos que conforman esta antología son los siguientes: “Mediopollo”,
“La niña prudente”, “La palomita”, “El camino al cielo”, “El flor del lirolay”,
“Leyendas de San Francisco Solano”, “La Virgen del Valle”, “La cruz de los
milagros” y “El cerro del Morro”.
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Diálogos sobre cultura y región • 85
propia Vidal de Battini, en Cuentos y leyendas populares de la
Argentina (1984),26 en el Tomo VII27 y, con mayor presencia,
en el Tomo VIII.28 Estos relatos, a diferencia de aquellos que
conformaron la Antología, no se ciñen a tradiciones cristianas; en ellos, las enseñanzas y la moral son relativamente
escasas. De este modo, en los tomos VII y VIII, la filóloga
y folkloróloga recupera narrativas que años atrás habían
quedado al margen de sus propias clasificaciones y, por lo
tanto, de las selecciones realizadas por el CNE. Este cambio
ya se observa en la introducción en el Tomo VII, en el que
Vidal de Battini asevera que las leyendas permiten explicar
al pueblo:
las características llamativas del ambiente, el porqué de los
nombres que designan aspectos singulares del paisaje y de las
cosas, las causas que dan formas y condiciones a los animales,
las plantas, los astros y la atmósfera de su tierra; el origen y la
razón de los conocimientos heredados, de sus creencias religiosas, de los héroes y los genios que pueblan su credulidad y
sus supersticiones. (Vidal de Battini, 1984, p. 9)
Si bien no hallamos en los tomos consultados ninguna referencia tomada de La Pampa, observamos que esta
leyenda emerge en diferentes relevamientos realizados en
la provincia. Ejemplo de lo anterior es “El bajo del Gualicho”,29 relato recopilado por Enrique Stieben e incluido en
26
27
28
29
Si bien los tomos de Vidal de Battini fueron publicados en 1984, las versiones de la Salamanca fueron recolectadas desde fines de la década de 1940 y
hasta fines de 1970.
En este tomo, la figura de la Salamanca se circunscribe a leyendas sobre
cerros o piedras, de acuerdo con la clasificación ampliada que ofrece Vidal
de Battini.
En este tomo, la autora registra 38 versiones sobre la Salamanca en Tucumán (1948), Salta (1950), San Juan (1950, 1951, 1952), La Rioja (1950, 1968),
San Luis (1951), Jujuy (1952) y Santiago del Estero (1970).
Sobre la presencia de Gualicho (o “Hualicho”), Stieben (1951) aclara que las
leyendas motivadas en este personaje no son solo pampeanas, sino que se
extienden a todo el país y a Uruguay.
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86 • Diálogos sobre cultura y región
Hualicho Mapu. Leyendas, cuentos y relatos de La Pampa misteriosa (1951).
En esta versión, percibimos ciertos cambios respecto
de las relevadas en la Encuesta de 1921, sobre todo en lo
que refiere al ser mítico que habita la cueva, el bajo o las
profundidades. Este relato, de la voz del “indio” Huanchul,
se centra en “Mefisto”, “Mandinga”, “Huallcheta” (o “Valcheta”) o el mismísimo diablo, que está representado por una
figura masculina, el Gualicho o “Hualicho”. En esta leyenda, si bien no aparece la mujer bruja, sí podemos advertir
la evocación del valor simbólico de la cueva o madriguera,
como espacio de difícil acceso: “Esa cueva parecía no tener
fondo… ¡Quién sabe si no salía al otro lado de la tierra!”
(Stieben, 1951, p. 55).
En “El potrillo oscuro”, que narra la historia de un
caballo que había pertenecido a Nahuel Caniú, un reconocido machi, cuya “ruca” estaba al pie del “Caldén del Bajo”,
observamos que Stieben recupera la presencia de Gualicho
en otro espacio o en otros seres:30 “En tiempos del indio
–solían referir los viejos–, al pasar por el Caldén del Bajo
(de día, se entiende), todo paisano ataba a sus ramas un
trapito con algo envuelto, como ofrenda al Gualicho, para
conjurar sus maleficios” (Stieben, 1951, p. 10).
En cuanto a la mediación, podemos afirmar que, aunque los textos conservan algunos elementos de la oralidad,
30
En su obra, En pos del Gualicho, Casamiquela recupera otros seres que encarnan el Gualicho, tal como es el caso de un algarrobo en el que se reunían los
indígenas, quienes acostumbraban a dejar ofrendas a manera de gratitud,
y “[c]omo señal de su consagración a Gualicho, cuelgan en todas las ramas
trapitos de colores”, de acuerdo con el relato que aporta el padre Bonacina
(Casamiquela, 1988, p. 32). También menciona un caldén grande o “Pichíhuití” [sic] (caldén chico), según la denominación dada por los indígenas del
lugar, en el que “cada uno de los que pasan por el árbol, debe depositar en sus
ramas un objeto” (1988, p. 33). Esta información aparece entre los registros
del teniente coronel Sócrates Anaya (Racedo, como se citó en Casamiquela,
1988), quien señala que el caldén del gualicho se ubica en el centro-norte
de La Pampa, “en las cercanías de las actuales estancias de Pampa y Monte
Alto” (1988, p. 33), ambas estancias ubicadas en el sureste del departamento
de Loventué.
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Diálogos sobre cultura y región • 87
se trata más bien de una recreación que hace el autor a
partir de “conversaciones con indios araucanos de La Pampa y Neuquén, en diversas circunstancias y parajes”, en las
que Miguel Canhué, Vicente Milán, Moreno Canhué, Angela Mariqueo, Domingo Huanchul, entre otros, le cuentan
“recuerdos de su estirpe” (Stieben, 1951, p. 5).
También hallamos registro de la Salamanca en Cuentos
y leyendas de La Pampa, de Nélida Giovanonni y María Inés
Poduje (1988). Allí, las autoras reúnen un corpus que proviene de colecciones anteriores (como la Encuesta de 1921)31
y de nuevas recopilaciones hechas en el ámbito pampeano.
En las cuatro versiones, recolectadas en la década de 1980,
se mantiene la figura de Gualicho u otra presencia maligna
(que puede ser un tigre o “tigra”). Se evocan, nuevamente,
los sonidos, la música de guitarra o acordeón y aparece
otro elemento, se trata de la “transformación”, a partir del
contacto entre una persona y Gualicho. En este encuentro,
esa persona desea aprender o conocer algo, que guarda la
Salamanca. Esa transformación, en ocasiones, es vista como
negativa, y conduce a la locura, de acuerdo con el relato de
la consultante María Benita Peralta, de Santa Rosa:
Ahí nomás nosotros teníamos una vecina que enloqueció de
tal manera ¡esa pobre mujer! que abandonó todo, abandonó las casas, todo, todo. […] Para saber (quiso entrar), para
aprender qué es lo que había ahí dentro para saber y aprender
[…]. Ella no pudo aprender porque no aguantó, se enloqueció
y salió. […] Dice que cuando iba entrando ella, salieron los
indios esos, la abrazaban, la besaban y ¡Qué sé yo cuánto!
(Giovanonni y Poduje, 1988, p. 358)
La idea de la demencia también aparece en “El potrillo
oscuro”, cuando Canhué recuerda un suceso aterrador, en
relación con una incrédula muchacha que se burlaba de los
31
Las autoras recuperan las leyendas de la Salamanca enviadas por María
Amparo Acevedo, de Bernasconi, y Francisco R. Pino, de Toay, a cuyos
ejemplos nos hemos remitido anteriormente.
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88 • Diálogos sobre cultura y región
consejos de su madre sobre las apariciones, hasta que se le
presentó el fantasma del viejo Nahuel y “¡Quedó trastornada para siempre!” (Stieben, 1950, p. 11).
En otra de las leyendas presentada por Giovanonni y
Poduje (1988), el narrador Modesto Maldonado, también
de Santa Rosa, vincula la figura de Gualicho con un tigre
y, otra vez, la entrada a la cueva se asocia con la idea de
aprender:
pero el que pasa todo eso y sigue nomás dice que llega al final
y allá vaya a saber qué le harán adentro, alguna cosa para que
aprenda lo que quiere aprender. Si quiere ser cantor o quiere
ser guitarrero o quiere hacer cualquier cosa. Dice que cuando
sale de adentro sale con todo, que no hay ningún que toque
como eso. (pp. 360-361)
A diferencia de la versión aportada por Benita Peralta,
en esta última, la entrada a la Salamanca se asemeja a un
posible ritual de iniciación, que no conlleva, necesariamente, a una transformación devastadora como la que describimos con anterioridad.
En casi todos los casos,32 es posible reconocer una clara
tradición discursiva en la leyenda de la Salamanca, en la que
habita un espíritu maligno (mujeres brujas, diablo, tigre o
gualicho), junto con la música (de acordeón o guitarra), los
gritos, el misterio y la presencia indígena, más los nuevos
elementos (o modificaciones) y las descripciones que se van
incorporando en cada relato. Estos elementos suelen estar
muy vinculados con la región en la que moran los narradores, por eso se sitúa la Salamanca próxima a Uriburu, o
bien en el Campo de Coló-Lauquén. Esta localización en las
leyendas, junto con la presencia de indígenas o de gualicho,
da cuenta de la pervivencia del motivo de la Salamanca, pero
32
La leyenda enviada por María Amparo Acevedo se aparta del motivo generalizado: la Salamanca está personificada por una mujer que, con sus
encantos, atrae a un hombre. No aparece aquí la referencia a la cueva, ni la
fantasmagoría que caracteriza al resto de los relatos.
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Diálogos sobre cultura y región • 89
también, tal como lo plantea Graciela Hernández (2013),
permite advertir un proceso de mezcla e hibridación entre
la narrativa hispánica y la americana.
Respecto del modo en el que se ha hecho el registro,
podemos observar que las autoras han mantenido cierta
fidelidad en la modalidad escrita, puesto que, en los textos,
se mantienen los rasgos propios de la oralidad (vacilaciones, preguntas, repeticiones, etc.). Las diferencias entre las
leyendas recolectadas por Giovanonni y Poduje y aquellas
registradas en la Encuesta de 1921 son marcadas, sobre
todo, porque, como lo hemos anticipado, en el relevamiento
solicitado por el CNE hay una clara mediación por parte
de los maestros, que se evidencia no solo en la ausencia
de elementos que remiten al contexto de la oralidad, sino
también en el modo en el que se presenta el texto (las fórmulas que se incorporan, el orden que se le da al relato, el
uso de conectores, entre otros), muy próximo al discurso
escrito. Del mismo modo, Giovanonni y Poduje (1988), en
la introducción que precede a las leyendas, señalan que han
incluido dos relatos de la Encuesta de 1921 “en los que se
nota la recreación elaborada por el maestro recolector y
que precisamente por ser recreación han perdido su riqueza
original” (p. 356), aunque no por ello dejan de ser un aporte
relevante para la compilación.
En el caso de la segunda leyenda seleccionada, sobre el
origen de la laguna Urre-Lauquen, está presente en las dos
encuestas realizadas por maestros normalistas en el Territorio de La Pampa. En la Encuesta de 1921, se consignó una
única versión, la que fue reenviada, nuevamente, en 1940.
Matilde Pérez, la maestra de Anguil que participó de ambos
relevamientos, aclara sobre el legajo escrito a máquina, en
una nota a pie improvisada y trazada con tinta, que se trata
de la misma leyenda que envió en 1921.33 Entre estos dos
33
Al respecto, la maestra cumple con el artículo 15 de la Resolución del CNE,
según el cual el maestro que hubiera participado de la Encuesta de 1921
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90 • Diálogos sobre cultura y región
registros, no existe ninguna diferencia. En ambos casos, es
la maestra quien firma, sin hacer mención alguna sobre la
existencia de un o una consultante.
A su vez, por la forma en la que fue redactada la leyenda, todo induce a pensar que fue la docente quien ofició
de productora del texto escrito, el que luego adjuntó en el
legajo enviado al CNE. En este texto, se narra el encuentro
amoroso entre la “hermosa indígena Urre” y el “valiente
Cacique de las pampas” (ambos de origen indígena), acechados por el “celoso Chadileufú”, quien los sorprende con “una
furiosa avalancha de agua”, quitándole la vida al cacique. La
muerte del amado provocó el llanto de Urre, y sus lágrimas
se convirtieron en una espesa bruma que, desde entonces,
rodea el borde de la laguna: “Por esa razón la tribu de los
pampas llamóla Urre-Lauquen, que quiere decir: Laguna de
las Brumas” (ENF, 1921, Legajo 51, foja 1).
Ahora bien, por fuera de las Encuestas, hallamos otra
versión de Urre-Lauquen34 en Toponimia Araucana del Territorio de La Pampa, de Eliseo Tello (1942).35 En este caso, si
bien se mantiene el motivo de la transformación, que origina la laguna, hay elementos que se apartan de las versiones
recolectadas en 1921 y 1940. En la versión que recupera
Tello, la joven Ñahuentú, cortejada por el más valiente joven
de la tribu, se enamoró de un hombre blanco, ocasionando
la ira de su padre, el cacique de la tribu: “¡tú!, la hija de Antú,
la protegida de Cuchahuentrú, ¿enamorada de un threhuahuinca36 enemigo de la raza? Si así fuera, que Pillán te
fulmine y que Boquibuye te destroce” (Tello, 1942, p. 51).
34
35
36
debía reenviar el mismo registro para este nuevo relevamiento (Consejo
Nacional de Educación, 1940b, p. 58).
Según Tello, se trata del “lago formado por los desagües del río Chadi Leufú
(salado). Urre, brumas o evaporaciones; Lauquén, laguna o lago. Lago de las
Brumas” (1942, p. 48).
Esta obra fue reeditada en 1957 por la Dirección de Cultura de La Pampa.
De acuerdo con la traducción apuntada por el autor, “Threhua, perro, y
Huincá, cristiano” (Tello, 1942, p. 51).
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Diálogos sobre cultura y región • 91
Acusada de tener a Gualicho en su corazón, fue confinada en una gruta, hasta que el Pulmanqué atacó el campamento de los españoles y dio muerte al causante de su
desasosiego. Una vez muerto el joven español, a la vista de
Ñahuentú, arrojaron su cuerpo al lago. La hija del cacique se
suicidó y, como consecuencia, por la furia de Antú, las aguas
se volvieron “impotables” y Ñahuentú se convirtió en nube.
Desde ese momento, cuando Antú se ausenta, Ñahuentú
cubre el lago, de allí el nombre de “El lago de las Brumas”
(Tello, 1942, p. 53).
En esta leyenda, observamos diferentes fuentes, provenientes de la tradición oral y escrita, en las que se habría
basado el recolector para llevar a cabo la reelaboración de
este relato. Algunas de estas fuentes fueron consignadas en
notas a pie de página, entre las que hallamos claras referencias a la literatura de Estanislao Zeballos (1881), sobre
todo en relación con la descripción del agua (salada) y del
ambiente.
Años más tarde, Giovannoni y Poduje (1988) recolectaron otra versión37 que coincide, aunque sin considerar el
pormenorizado detalle, con el relato toponímico de Tello.
Esta narración pareciera no alejarse demasiado del contexto
oral, a diferencia de lo que ocurre con la leyenda registrada
en Toponimia Araucana, que es una recreación ensayada por
el autor.
Por último, nos interesa agregar que es la versión
presente en la década de 1920 la que se ha seleccionado,
desde el Ministerio de Educación, para integrar diversos
materiales destinados a la lectura, sobre todo en la educación primaria y secundaria (por ejemplo, Guías para enseñar
y aprender, 1999; Caldén,38 2000; La Pampa lee, 2004, entre
37
38
Se trata de una leyenda recolectada en 1971, en General Acha, y publicada
por la Revista Folklore en 1978.
La versión compilada por el rionegrino Marcelino Castro García guarda
estrechas similitudes con la versión aportada por Matilde Pérez.
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92 • Diálogos sobre cultura y región
otras).39 De hecho, esta narración está presente en muchas
guías dirigidas a docentes y estudiantes del profesorado en
Enseñanza Primaria, en la provincia, para la elaboración de
secuencias didácticas. Por lo tanto, si analizamos la leyenda Urre-Lauquen en términos de una tradición discursiva,
podemos notar una cierta interrupción, o más bien una
desconexión entre los elementos que fueron evocados en
un primer momento (Encuestas de 1921 y 1940) y los que
surgen en un segundo momento (Tello, 1942; Giovanonni y
Poduje, 1988). Finalmente, se selecciona una tradición, que
es la que hallamos en diferentes materiales didácticos, y, en
ella, se resignifican prácticas lingüísticas y culturales indígenas, vinculadas con el topónimo. Sin embargo, esta leyenda que se recupera conserva elementos que, en palabras de
Kabatek (2005), se encuentran fosilizados.
Palabras finales
A lo largo de este análisis, por un lado, explicamos de qué
modo las maestras y los maestros actúan como mediadores
lingüísticos (y culturales) en la tarea de recolección y registro, por momentos, conservando con mayor fidelidad la
narración que les fue referida (aunque “mediando” entre la
oralidad y la escritura), por otros, elidiendo con el discurso
escrito gran parte de la riqueza oral de las leyendas. También observamos que, a partir de esta mediación, los registros fluctúan entre la objetividad de docentes que recogen
las narraciones y la subjetividad de aquellos que reemplazan o recrean los relatos que obtuvieron a partir de sus
informantes, por sus propias intervenciones escritas (que
se evidencian en la incorporación de recursos narrativos
y lingüísticos), con leves alusiones testimoniales. No faltan
39
En estos casos, la referencia está tomada de la obra de Giovanonni y Poduje
(1988) y no del texto fuente de 1921.
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Diálogos sobre cultura y región • 93
ejemplos (como el de Luis Patiño) en los que las anotaciones
testimoniales parten de sus propias experiencias.
Por otro lado, en relación con el vínculo entre las leyendas (de la Salamanca y de Urre-Lauquen) analizadas en este
trabajo, consideramos que la tradición discursiva no siempre alude a un texto repetido del mismo modo, también
puede hacer referencia a una determinada forma textual o
bien a una particular combinación de elementos (Kabatek,
2005) surgidos a través del tiempo, tal como hemos advertido en los textos seleccionados. De hecho, la tradición
discursiva convive con la posibilidad de transformación:
una tradición puede modificarse parcial o totalmente (lo
que ocurre, por ejemplo, entre el relato sobre la Salamanca,
enviado por la maestra María Amparo Acevedo, y el resto de
las versiones recolectadas en La Pampa), dando lugar a otra,
y también puede ser “sancionada por la sociedad” (Kabatek,
2005, p. 159). En relación con esto último, quizá podríamos
considerar la posibilidad de que, inicialmente, la leyenda de
la Salamanca haya sido “sancionada” (en principio, por la
propia Vidal de Battini) por su “mala influencia” y, en consecuencia, excluida de los materiales didácticos destinados
a las niñas y los niños. Algo similar pudo haber ocurrido
con las versiones de Urre-Lauquen, nos referimos aquí a las
consignadas por Tello (1942) y Giovanonni y Poduje (1988),
las que no fueron parte de una tradición, a diferencia de la
narración recolectada en 1921.
El lugar de la mediación que llevaron a cabo las y los
docentes normalistas, en algunos casos, les permitió posicionarse como conocedores de una serie de saberes sobre
folklore en un marco en el que, institucionalmente, no estaba aún reconocido a nivel nacional.
Es decir, eran una suerte de folklorólogos avant la lettre,
y su desempeño en la recopilación de estos registros contribuyó, de acuerdo con algunos itinerarios que aquí solo
esbozamos y pretendemos indagar a futuro, a posicionarlos
en un área del conocimiento específico que luego adquirirá
un estatus diferente, tal como es el caso de Enrique Stieben.
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94 • Diálogos sobre cultura y región
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Parte II.
Lecturas, bibliotecas
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3
Redes, referencias y lecturas
de un intelectual de provincia
Un análisis de dos conferencias
de Juan Ricardo Nervi (1957 y 1958)
LEDA GARCÍA
Introducción
En los últimos años, los estudios de historia intelectual y
cultural en distintas provincias han crecido notablemente.
En relación con este campo en construcción, Ana Teresa
Martínez ha alertado acerca de la importancia de no sumar
información aislada de diversos intelectuales, sino a aportar
a la caracterización de los espacios, redes y contextos que
habilitan determinadas trayectorias, para potenciar la capacidad explicativa de estos abordajes (Martínez, 2016). En
ese sentido, nos interesa identificar las características de las
redes1 de estos intelectuales para atender al nudo de relaciones en que se insertan. En su caracterización de intelectuales
1
El concepto de red se ha revelado como un instrumento valiosísimo para
estudiar la acción social: la red de relaciones del individuo ha sido vista o
bien en términos del condicionamiento que ejerce sobre su comportamiento, o bien en los términos de uso instrumental que cada actor realiza de
dichas relaciones para conseguir sus propios fines (Ramella, 1995).
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104 • Diálogos sobre cultura y región
de provincia2 e intelectuales de pueblo, Martínez (2013) alude a la importancia de reconstruir estos contextos, pues
“las redes de creación pueden cruzarse, constituir circuitos
y regiones de intercambio según lógicas diversas –que no
siempre se articulan en la forma de centro-periferia– y que
hay que descubrir caso por caso” (p. 173).
En este marco de estudios, nos preguntamos: ¿cómo
se construye la trayectoria de un intelectual del interior?,
¿qué espacios de debate ocupa?, ¿en qué contextos circulan
sus obras e ideas? Para ello, proponemos precisamente un
análisis de caso que, al focalizar en una figura en particular, la de Juan Ricardo Nervi (1921-2004), da cuenta de los
contextos y de las trayectorias individuales a la vez. En este
capítulo, presentamos una síntesis de su itinerario inicial
y profundizamos en revisar, a través de los textos de dos
conferencias de su autoría, las huellas de sus redes, sus pensamientos y sus lecturas.
Juan Ricardo Nervi desarrolló una amplia labor en
los campos en que se desempeñó como poeta, ensayista,
narrador, periodista, artista plástico, pedagogo y docente en
todos los niveles educativos. Se destacó, además, por haber
participado como director de Cultura de la provincia de La
Pampa en los años en que se conformaba un discurso acerca
de la identidad regional y se distinguió por su participación
en redes editoriales, ámbitos pedagógicos y de escritores y
de crítica estética, tanto en Buenos Aires como en México.
Mediante una metodología que privilegia la investigación bibliográfica y el análisis crítico de fuentes, apuntamos
a comprobar que los textos de las conferencias “Sarmiento
periodista” (1957) y “Vocación y ética en el ideario pedagógico de Raúl B. Díaz” (1959) –pronunciadas en escenarios
distintos y publicadas en formato de folleto– son ventanas
2
Según esa autora, el intelectual de provincia es un “capitalino del interior,
cuyo espacio aparece circunscripto a una delimitación política estatal específica, y que puede ser –en caso de que la haya– el centro de una red
más amplia de la que formen parte pueblos y ciudades menores” (Martínez,
2013, p. 173).
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Diálogos sobre cultura y región • 105
que nos permiten entrever sus redes de sociabilidad, sus
contactos y también sus modelos y sus lecturas.
De la formación inicial a director provincial de Cultura
de La Pampa
Nacido en Eduardo Castex (La Pampa), el 19 de agosto de
1921, su pueblo natal es el escenario en el que transcurrió su
infancia y es el leitmotiv de su poemario Aldea gringa (Nervi,
1983) y de su libro de cuentos para adolescentes Tristán y la
calandria (Nervi, 1984). En ambas obras, da cuenta no solo
de la idiosincrasia y de la vida cotidiana de la población
local, sino también del afecto entrañable y duradero que
el autor siente por el terruño natal y por su gente. Cuando Nervi nació, la pequeña y novel localidad de Eduardo
Castex formaba parte del Territorio Nacional de la Pampa
Central –anexado al Estado Nación a inicios de la década
de 1880–3 y, en su mayoría, el vecindario adulto se componía por migrantes europeos. En el prólogo de Aldea gringa
(1983), escribirá: “En este poemario están mis héroes, mis
próceres, mis mártires […]. Este libro es de ellos. Para ellos.
Porque fui, soy, seré siempre uno más entre ellos” (Nervi,
1983, p. 10).
Por otro lado, en las dedicatorias del poemario, aparecen nombres que conformarán parte de sus redes de sociabilidad y estarán en el entramado de sus relaciones. Unas
relaciones que lo harán posicionarse y visibilizarse.
Hacia 1941, como alumno de la Escuela Normal de Santa
Rosa, Nervi participa, junto a otros estudiantes normalistas,
3
Los Territorios Nacionales, organizados por la Ley 1532 del 16 de octubre
de 1884, fueron nueve: La Pampa Central, Río Negro, Neuquén, Chubut,
Santa Cruz, Tierra del Fuego, Misiones, Formosa y Chaco. Se crearon en
forma provisional y se pensó como destino natural de los mismos su conversión en provincias. La misma ley fijó las atribuciones de quienes gobernarían los territorios y los deberes y derechos de sus habitantes.
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106 • Diálogos sobre cultura y región
en la publicación de la revista Impulsos. Revista de Inquietudes,
órgano del Centro de Estudiantes de La Pampa.4 Él mismo
habló de “la generación de Impulsos”. Según Lanzillotta y
García, “algunos de sus miembros tenían trayectorias paralelas en las redacciones de los numerosos periódicos locales,
de distinto cuño ideológico” (Lanzillotta y García, 2017, s/
p). Muchas de esas conexiones perdurarán toda su vida y, a
lo largo de ella, demostrará su innegable capacidad de construir y sostener redes de sociabilidad, entendiéndose estas
como un mapa de conexiones que atraviesas fronteras, bloques, regiones y pone en contacto sujetos situados en posiciones distintas entre ellos y, al permitir un nuevo régimen
de intercambio, da lugar a configuraciones desconocidas. Al
operar como articulación, la red permite ver, […], la emergencia de sujetos atravesados por conexiones impensables. (Maíz
y Fernández Bravo, 2009, p. 14)
En cuanto a las escrituras juveniles de Nervi, en ellas,
se vislumbran sus lecturas. Es un ávido lector. Ha leído los
clásicos de la literatura universal y los escritores nacionales
le son familiares. Conoce y cita a autores. Escribe aplicando
reglas, se notan influencias en sus versos. ¿Quién lo guio
en sus lecturas? ¿Dónde leyó tanto siendo tan joven? Seguramente, iniciado por su madre y sus maestros. También
se agrega que, revisando manuales de la época, se pueden
sumar los textos comprendidos en el canon de lecturas clásicas de los estudiantes normalistas. Además, se actualiza
en la circulación activa entre periódicos, espacios culturales y bibliotecas populares que, por esa época, sumaban
en el Territorio Nacional de La Pampa más de 55 (Lanzillotta y Oviedo, 2018). La Biblioteca Popular “San Martín”
de Eduardo Castex, su pueblo natal, es de las primeras
4
Impulsos. Revista de Inquietudes. 1941-1943. Órgano del Centro de Estudiantes de La Pampa. Repositorio: biblioteca personal de Juan Ricardo Nervi,
donada a la Biblioteca Popular “Clemente Andrada”, Santa Rosa. Colección
incompleta (disponibles números 1 y 2).
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Diálogos sobre cultura y región • 107
fundadas en el territorio –en junio de 1913– y, desde 1932,
cuenta con el reconocimiento de la CONABIP. Probablemente haya disfrutado de su acervo y del de la Biblioteca
de la Escuela Normal,5 hoy enriquecida con el legado de
la suya.
Michelle Petit afirma, respecto al goce de la lectura: “El
lenguaje nos construye. Tener acceso a obras cuyos autores
han intentado describir lo más profundo de la experiencia
humana, desempolvando la lengua, no es un lujo: es un
derecho cultural, como lo es el derecho al saber” (2001, p.
23). En ese entonces, y siempre, Ricardo Nervi ejercerá ese
derecho.
En 1943, se recibe de maestro normal nacional y, en
1944, publica Agreste, su primer libro de poemas. Lo prologa
José E. Prado6 quien, entre otras cosas, señala:
La Pampa ya no es el mito de la conquista material, el vasto
caudal de sugestiones que ofrece no podía hacer de aquello la
única cosa imperecedera. […] [Nervi] cree necesario darse en
versos como nuestra llanura cree necesario darse en espigas.
(Prado en Nervi, 1944, p. 13)
Acerca de la producción escrita en años siguientes a
su graduación como maestro, nos hemos referido en otro
trabajo (García, 2018), pero podemos indicar que, en 1947,
con la trilogía Tríptico de sonetos a la Raza, obtiene el segundo
5
6
Hoy, Biblioteca Popular “Clemente José Andrada”, a la que se refiere el capítulo de Micaela Oviedo en este libro.
José Prado (General Acha, 1916-General Pico, 2001) fue un autodidacta que
combinó distintas labores en la redacción de periódicos con la publicación
de libros. Se desempeñó en el diario La Reforma entre 1935-1990 y en
periódicos como Noticias Gráficas, El Eco de Tandil y El Pueblo de Río Cuarto.
Desde los aspectos formativos, estuvo vinculado al socialismo y al Colegio
Libre de Estudios Superiores, filial Bahía Blanca. Participó del grupo cultural “La Peña” de General Pico (LP) y publicó diversos libros como: Pare… y
largue (1943), Pioneros de La Pampa (s/f), El agro en la cultura pampeana (1954)
y cuentos en Narradores de La Pampa (1972). Ver Asquini y Sapegno (2002) y
Nervi (1944).
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108 • Diálogos sobre cultura y región
premio en el Certamen Literario de la Comisión de Historia
y Folklore de Santa Rosa.
Remitiéndonos nuevamente a Nervi como docente,
cuatro años después de obtenido su título, es nombrado
maestro de grado en la Escuela N° 270 de Colonia Dos
de Mayo, en el Territorio Nacional de Misiones. Ingresó
como tal, pero estuvo a cargo de la dirección del establecimiento. En ese destino selvático, conocerá una realidad que
en nada se asemeja a su vida anterior: las y los alumnos
y sus familias se expresan en guaraní, eslovaco y alemán.
Muchos hablan portugués. Aprenderá muy bien esta última lengua, tanto que, años más tarde, traducirá al español
Hacia una Didáctica General Dinámica (1968), obra del pedagogo brasileño Imideo Nérici. Vuelto a Castex en 1949, un
año después, es dejado cesante “por cuestiones políticas ya
que él no adhería al partido gobernante” (Vulovic, 2012, p.
18).7 A partir de allí, se radica con su esposa en San Luis,
donde –apoyado por el gobierno radical “Junta Renovadora” de Zavala Ortiz–8 el matrimonio inició, y concluyó sus
estudios universitarios en la sede puntana de la Universidad
7
8
Desconocemos el caso particular de la cesantía de Juan Ricardo Nervi, dado
que las escuelas primarias en territorio pampeano fueron responsabilidad
del Consejo Nacional de Educación hasta 1978 y la situación sanitaria en
contexto de pandemia impide el acceso a documentación que permitiera
aclararlo. En su curriculum vitae, puede leerse junto a la descripción de su
actividad como docente en ese cargo la palabra “cesanteado”, escrita con
bolígrafo y en imprenta mayúscula. Flavia Fiorucci indica que “la bibliografía describe como característico de la época sumarios, suspensiones y
traslados, además de notas en la prensa con reclamos del magisterio de
contenidos ideológicos y gremiales. Esto indicaría una situación inestable
y contradictoria: un gobierno que interpela a un sector opositor –el de los
docentes– como una suerte de difusor, de intermediario político” (2012, p.
140). Según Mariana Karat, “Será bajo el gobierno peronista que se establecerá un riguroso sistema de control sobre el ingreso a la docencia, donde
la afiliación partidaria pasa a ser un requisito ineludible. Por otro lado,
mediante cesantías se depura el cuerpo docente” (Karat, 2017, s/p).
Según Vulovic, “En 1946, la Unión Cívica Radical Junta Renovadora que
apoyaba a Juan Domingo Perón ganó las elecciones provinciales, siendo elegido gobernador de San Luis Ricardo Zavala Ortiz. Fue el primer gobierno
peronista desempeñado por un radical de tendencia izquierdista, que en
1950, al cumplir el período de cuatro años fue reelegido” (2012, p. 22).
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Diálogos sobre cultura y región • 109
Nacional de Cuyo. Graduado como profesor en Ciencias
de la Educación con especialidad en Pedagogía, en 1955,
pasó a desempeñarse como docente en la Escuela Normal
Juan Pascual Pringles de San Luis, institución en la que era
docente el poeta Antonio Esteban Agüero.9 Ambos participaron en publicaciones como la Revista San Luis y Boletín del
Centro Puntano en Buenos Aires. Ya en ese momento, Agüero era reconocido como poeta a nivel regional y nacional.
Había recibido el Premio Regional de Poesía y Literatura
por la Comisión Nacional de Cultura en 1947 y 1955 y era
colaborador habitual de La Prensa, en cuyas páginas aparecieron publicados sus poemas a partir de 1938, debido a
la intermediación de Antonio Requeni,10 en un periodo de
consolidación de centros y revistas culturales en San Luis.
Más allá de la admiración que le profesara, nuestro autor
compartió espacios de sociabilidad intelectual y no fue difícil encontrar en la poesía de Nervi elementos afines con la
poética del puntano.
Cuando Nervi se radicó en San Luis –al iniciarse la
década del 50 del siglo pasado–, La Pampa era un Territorio
Nacional. Cuando retorna, poco más de un lustro más tarde, es una novísima provincia que busca, entre otras cosas,
organizar su estructura burocrático-administrativa.
En ese momento, según Lanzillotta y García (2017),
se integra a los sectores dirigentes que han formado parte de los grupos relegados por el gobierno anterior y que
se vincularon con otros espacios disidentes antiperonistas,
9
10
Antonio Esteban Agüero nació en Piedra Blanca (San Luis) el 7 de febrero
de 1917 y murió el 18 de junio de 1970 en la ciudad de San Luis. Se
graduó de maestro normal nacional y desempeñó importantes cargos en su
provincia. Fue un escritor reconocido y colaborador asiduo del diario La
Prensa. Entre sus obras, podemos citar: Poemas lugareños (1937), Romancero
aldeano (1938), Pastorales (1939), Las cantatas del árbol (1953), Un hombre dice
su pequeño país (1972), Canciones para la voz humana (1973) y Poemas inéditos
(1978). Ver biografía en Agüero (2009).
Periodista y poeta nacido en Buenos Aires en 1930. Se desempeñó en el diario La Prensa. Fue corresponsal de La voz de las Américas y escribió más de
30 libros.
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110 • Diálogos sobre cultura y región
aunque en sus manifestaciones no es la política partidaria
el eje de sus discursos, sino el campo de las prácticas culturales. Además, dicta cátedras en la Escuela Normal y en el
Colegio Nacional y se involucra con sectores del gobierno
provincial, en especial con Juan Humberto Morán11 (Unión
Cívica Radical del Pueblo), con quien tenía estrechos vínculos de amistad.
En 1956, es nombrado director de Cultura de la provincia. Su gestión, aunque breve, fue muy intensa. Sus políticas culturales y las acciones derivadas de ellas apuntaron
a construir identidad (García, 2013) y generaron congruentes estrategias de acción y de pensamiento, vehiculizadas
a través de publicaciones como los Cuadernos pampeanos
de poesía12 y la revista Caldén,13 la invitación a conformar
colectivos poéticos como La Joven Poesía pampeana14 y la
11
12
13
14
Juan Humberto Morán (1899 -1964) se educó en San Luis, recibiéndose de
Maestro Normal Nacional. En 1920 se radicó en Eduardo Castex (LP), donde ejerció la docencia. Además de colaborar con el periodismo, participó
en la creación de la biblioteca y de dos clubes: Racing Club y Estudiantil,
ambos de Eduardo Castex. Durante la dictadura del general Uriburu, fue
marginado de la escuela por su militancia radical irigoyenista. Reintegrado
al magisterio, ascendió a director de la Escuela N° 111 de General Pico
(LP) y organizó y presidió la Filial Pampeana del Instituto Nacional Sanmartiniano. Fue subsecretario de Educación y Asuntos Sociales, consagrado
convencional constituyente al elaborarse la Constitución de La Pampa, inspector general de Territorio (en 1954) y asesor pedagógico del Ministerio
de Educación de la Nación durante la presidencia de Arturo Illia (información proporcionada por el Colegio Secundario “Juan Humberto Morán” de
Eduardo Castex).
Los Cuadernos Pampeanos de Poesía conforman una serie de cuadernillos editados por la Dirección de Cultura de La Pampa entre agosto de 1956 y
junio de 1958 a efectos de divulgar la obra de los poetas vernáculos. En su
mayoría estos poetas serán convocados por la Dirección de Cultura y serán
parte del grupo La Joven Poesía Pampeana.
Esta revista, cuyo primer número apareció en 1957 fue editada y financiada
por la Dirección Provincial de Cultura de la Pampa y en ella quienes
escribieron intentaron identificar rasgos de identidad pampeana. Tuvo tres
etapas: 1957- 1963, 1967 y reapareció entre 1987 y 1989.
Agrupación emblemática de jóvenes poetas convocados por Nervi y su colaboradora Rosa Banca de Morán en 1956.
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Diálogos sobre cultura y región • 111
organización de las Primeras Jornadas Bibliotecarias de La
Pampa,15 entre otras.
Establecida la trayectoria inicial de Juan Ricardo Nervi,
en el próximo apartado, analizaremos los textos de sus conferencias “Sarmiento periodista” (1957) y “Vocación y ética
en el ideario pedagógico de Raúl B. Díaz” (1959).
Dos conferencias
Sarmiento periodista
El 10 de septiembre de 1957 –un día antes de la fecha en que
se honra a Sarmiento y en la que se celebra en su honor el
Día del Maestro–, Nervi, en su rol como director de Cultura de la provincia de La Pampa, pronuncia una conferencia
que es transmitida por L.R.A. 3 Radio Nacional Santa Rosa.
El texto deviene en un folleto no paginado, impreso por la
imprenta La Capital y del que pudo hallarse un ejemplar en
la Colección de Reservados de la Biblioteca de la Cámara
de Diputados de La Pampa (Nervi, 1957a). Por lo tanto, no
pudieron averiguarse tres datos que pudieran ser importantes: el horario en que fue pronunciada la conferencia, si lo
fue en la sede de la emisora o en el marco de algún acto16 y
a quiénes y de qué forma se les entregó el folleto.
En cuanto a la conferencia sobre Sarmiento, lleva por
título “Sarmiento periodista”. Es una pieza oratoria escrita para ser leída en voz alta. Tiene la retórica propia de
este tipo de discurso. Su tono es altisonante, hiperbólico y
vitalista.
15
16
Fueron convocadas por la Dirección de Cultura de La Pampa (1957) y tuvieron como objetivo promover la transformación de las casas de lectura en
centros de promoción, estímulo y difusión cultural.
El horario y el lugar en que la conferencia fue pronunciada no son detalles
menores, dado que incidirían en la concurrencia de público, asistencia de
escolares y estudiantes, presencia de autoridades, colocación de ofrendas
florales, etc.
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112 • Diálogos sobre cultura y región
Mirándolo en libras morales, al dorso de la moral adocenada de la mediocracia, podremos, bajo el filo de las hachas,
alcanzar la imagen de su libertad. Y hacerla nuestra. Porque
su libertad tuvo un trámite de harapos, supo del dolor y la
miseria del prójimo, anduvo entre los panfletos de la insidia, crujió, terrible, tremebunda ante el ariete de la barbarie.
(Nervi, 1957a)
Para lograr situar a Sarmiento periodista, el director de
Cultura hace un recorrido por todas las facetas en las que
actuara el sanjuanino, lo llama “recorrer los caminos del
HOMBRE”. Hombre está escrito con mayúsculas fijas que
enfatizan la propiedad de su uso. Afirma que “así será la
única forma para alcanzar su estatura. Con sus errores. Sus
defecciones, su fulmínea vehemencia. Su voluptuosidad”
(Nervi, 1957a).
En el extenso texto, para trazar lo que dice –que, según
aclara, “no es panegírico, ni ornato retórico, ni tampoco
entelequia”–, hace un retrato. En densas páginas, alude al
“héroe abstracto de Carlyle”,17 invita a ver los puños llenos
de verdades “como lo vio Rodin”. Nombra a De Tocqueville, Groussac, Moreno, Echeverría, Larra, José Ingenieros,
Ponce, Luis Franco, entre otros. Cita a Echeverría –cuando
afirma: “todo pensamiento que no se realiza es una quimera
indigna del hombre”–, recurre a Rojas y, poniendo en clave
sanmartiniana a Sarmiento, cruza El santo de la espada con
El profeta de la Pampa.
Entre los conceptos referidos a Sarmiento periodista,
también profesión del conferencista, expresa:
El periodista. He aquí su esgrima preliminar en función
docente, para ‘educar al soberano’. Porque en mayor o menor
grado, todo periodista que se ajusta a los módulos austeros
17
Ver las diferentes caracterizaciones que Thomas Carlyle hace en las seis
conferencias que pronunciara en 1840 y que fueran publicadas como Los
héroes (Carlyle, 1944). La idea central de estas es que el avance de la civilización se debe a los hechos y a la influencia que los paladines dejan tras de sí
y sobre las gentes y los pueblos donde habitan.
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Diálogos sobre cultura y región • 113
de su profesión, es, no quepa la menor duda, un educador del
pueblo. Hablo del periodista íntegro. Del que enarbola en un
mismo trémolo el mensaje y la militancia. Del que no mistifica, vale decir del que, siguiendo a Shakespeare, se escuda
en su propia y previa sinceridad para llegar al corazón de sus
lectores. (Nervi, 1957a)
En las páginas siguientes, hará un recorrido de la trayectoria periodística de Sarmiento, enfatizando sus cualidades
intelectuales y su compromiso con la libertad de expresión,
cruzándola con su trayectoria vital. También, parafraseando
a Kant, dirá:
Su pasión fue, como en la definición de Kant, agua que
demarcó su profundidad en propio cauce. Por allí se llega a su
derrotero. Precursor de la civilidad. Civilizador civil, sin que
caiga en redundancia al calificarlo, su epopeya fue, como la
de San Martín, la de la Libertad Americana. (Nervi, 1957a)
Y cerrará la conferencia no solo con palabras de quien,
en nombre de la Cámara de Diputados de la Nación, el
diputado Wenceslao Escalante,18 lo homenajeó a su muerte:
Amó con pasión al pueblo pero no lo aduló jamás. Su amor
fue áspero, tajante, rudo. Sin lisonjas ni mimos. Porque en el
pueblo amó la libertad, y la libertad, ¡si lo sabría él! Se gana
como el pan de cada día, con trabajo, con brío renovado, con
lucha pareja, sin tregua, sin zozobras. (Nervi, 1957a)
Sino también con aquellas que el propio Sarmiento eligió para ser grabadas en su tumba, de las que, afirma, son
“el epitafio que sintetiza el multánime esfuerzo civilizador y
18
Wenceslao Escalante (1852-1912), abogado por la Universidad de Buenos
Aires. Formó parte de la Generación del 80. Profesor de Filosofía del Derecho (UBA), fue diputado nacional (1880-1890), ministro de Agricultura,
ministro de Hacienda y ministro del Interior de la Nación. Presidente de la
Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales (extraído de: https://tinyurl.com/2qn2nfwl).
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114 • Diálogos sobre cultura y región
antibárbaro” (Nervi, 1957a): “Una América libre, asilo de los
dioses todos, con lengua, tierra y ríos libres para todos”.
Si nos detenemos en las obras y autores que cita,
podemos apreciar el eclecticismo y la vastedad de sus lecturas, atisbar cómo navega con comodidad y solvencia en
las aguas de la literatura, la historia y la filosofía, percibir
de qué modo sus referencias bibliográficas le son funcionales a su objetivo de exaltar la figura sarmientina –desde la
originalidad de remitirse a la faceta de periodista del homenajeado, no al maestro, cuando se le recuerda en la fecha
precisamente por ello–. Transita por el discurso escueto de
Lincoln en Gettysburg,19 transcribe la respuesta furiosa del
jornalero recreada por Salvador de Madariaga20 y se asoma
a Nietzsche (1997) y a su Zaratustra para oponer, al destruido superhombre nietzchiano, la vitalidad tremenda de
Sarmiento.
En cuanto a sus representaciones21 sobre educación y
cultura, y en concordancia con su formación normalista,22
escribe sobre la “milicia de abecedario” de Sarmiento y agrega que “entendió al periodismo como un elástico trampolín
de civilización y cultura” para acordar en que “el ‘Sarmiento Maestro’ que hoy evoca toda América está fuertemente
19
20
21
22
El discurso de Abraham Lincoln pronunciado el 19 de noviembre de 1863,
en el Cementerio de Gettysburg, está compuesto por menos de 300 palabras
y su tricolon final expresa: “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el
pueblo no desaparecerá de la tierra”.
“¡En mi hambre mando yo!”. En el prólogo de Madariaga (1979) España/
Ensayo de historia contemporánea.
Para Chartier (1992), las acepciones de la palabra “representación” muestran
dos agrupamientos de sentidos aparentemente contradictorios: por un lado,
la representación muestra una ausencia, lo que supone una neta distinción
entre lo que representa y lo que es representado; por el otro, la representación es la misma exhibición de una presencia, la representación pública de
una cosa o de una persona.
Según Arata y Mariño, “en términos políticos-culturales el normalismo se
consolidó respondiendo activamente ante la tarea de alfabetización masiva
y en la construcción de la identidad nacional argentina de los futuros ciudadanos. Los maestros se reconocieron herederos de Sarmiento. […] Los
maestros normales fueron una ‘avanzada’ de la cultura letrada” (2016, pp.
129-130).
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Diálogos sobre cultura y región • 115
ceñido al aguerrido portaestandarte del ‘Zonda’, al fornido timonel de ‘La crónica’ y al imbatible polemista de ‘El
Nacional’” (Nervi, 1957a).
Este texto, que pareciera solo ser un homenaje a Sarmiento, efectivamente lo es, pero también nos abre una
ventana a Juan Ricardo Nervi, a sus lecturas, sus representaciones, sus retóricas, sus héroes y sus próceres.
Por otro lado, nos preguntamos: ¿a quién o quiénes está
dirigido ese texto que muestra y demuestra tanta erudición
con un registro seguramente inadecuado para el potencial auditorio de Radio Nacional Santa Rosa? ¿A quiénes
pretende impresionar con su discurso? ¿Se plantea Nervi la posibilidad de llegar a un oyente u oyentes remotos
mostrándose como “hombre culto”? ¿Pretende posicionarse como un intelectual poseedor de una vasta cultura? Por
último, ¿a quién querría abrirle una ventana a sus lecturas,
sus representaciones, sus héroes y sus próceres?
Para intentar una respuesta, en primer lugar, revisamos los artículos de su autoría en la revista Caldén y nos
detuvimos especialmente en “Acerca de la obra Democracia
y Educación de John Dewey” (Nervi, 1957b).
La lectura de la extensa reseña nos permitió trazar
paralelos y comparar dos obras producidas casi simultáneamente. Es similar el despliegue de títulos, autores y citas,
también lo es el estilo de su escritura. Las diferencias sustanciales que existen entre ambos son el soporte y el género
discursivo: mientras que el artículo aparece en una revista
de cultura y educación, el texto sobre Sarmiento es originalmente una conferencia radiofónica, la publicación es
posterior.
El primero presupone necesariamente lectores competentes; la segunda, en cambio, personas que escuchan.
Tanto unos como otras deben interpretar y comprender.
Según Valdés, “el contexto inteligible en cuestión pertenece
con prioridad al destinatario y no al productor” (1993, p.
318), mientras que, de acuerdo con Chartier (1992), “todos
aquellos que pueden leer los textos no los leen de la misma
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116 • Diálogos sobre cultura y región
manera y hay mucha diferencia entre los letrados virtuosos
y los lectores menos hábiles” (p. 51). Esta afirmación supone el reconocimiento de muchas series de contrastes. Eco
(1992, 1994) nos acerca a su idea de “lector modelo”, aquel
que quien escribe o habla piensa como el receptor de su
escritura –en este caso su audiencia–. Probablemente, para
Nervi, el oyente general no lo era y lo salteó. ¿Por qué? ¿Por
quién?
Una hipótesis nos obliga a remitirnos a la génesis de
la formación del campo intelectual pampeano. Según María
Lanzillotta,
Los letrados se organizaron en el Territorio Nacional de La
Pampa en torno a diferentes tipos de instituciones de carácter
político y profesional (justicia, magisterio, educación secundaria). Estos se pronunciaron en forma mayoritaria a través
de la prensa y se conformaron como expresión y condición
del reclamo de ciudadanía desde los primeros años del siglo
XX. Para concretar sus propósitos, en un ámbito signado
por la carencia de otros espacios de participación política,
cada grupo acudió a diferentes estrategias y mecanismos de
mediación ante las autoridades territorianas y nacionales.
También puede observarse que un segmento significativo de
esta trama estuvo formado por sectores constituidos en torno
a la militancia política de las izquierdas. Quienes tuvieron un
desempeño muy activo en las décadas de 1920 a 1930.
Todas estas instancias no llegaron a consolidar en el Territorio un sector intelectual diferenciado hasta la segunda mitad
del siglo XX. No obstante, constituyeron la antesala en la
etapa normativa del proceso. (2010, p. 198)
El cambio de estatus de Territorio Nacional a provincia
autónoma contribuyó a la autonomización del campo intelectual. La adquisición de los derechos políticos que esta
transformación implicaba permitió a los intelectuales locales comenzar a ocuparse de cuestiones que iban más allá
del problema de la provincialización. El editorial del primer
número de la revista Caldén resalta una cuestión impor-
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Diálogos sobre cultura y región • 117
tante para estos: la concepción de la cultura pampeana23
planteada desde el ámbito específico oficial. La revista es
bien recibida por la prensa y apreciados sus propósitos y
contenidos (Salomón Tarquini y Laguarda, 2012). Nervi,
director de Cultura, es un hábil gestor cultural, lo demuestra en las Primeras Jornadas Bibliotecarias de La Pampa
(García, 2017), en la convocatoria a los jóvenes poetas vernáculos y en la publicación de los Cuadernos Pampeanos de
Poesía. Es un docente que dicta las cátedras de Didáctica
General y Especial y Práctica de la Enseñanza en la Escuela
Normal de Santa Rosa, y tan bien lo hace que, años después,
editorial Kapelusz le publicará un libro con esa experiencia
como base. Por lo tanto, esa conferencia radiofónica sobre
un personaje tan caro a su formación: ¿está desvinculada de
sus alumnos y del público en general?, ¿habrá pensado en un
oyente modelo? A ambas preguntas, creemos que podemos
responder afirmativamente. Interpretar ese texto requiere
atenta escucha, vastos y variados saberes previos y también
un espacio donde sea posible concentrarse. Creemos que
Nervi imaginó su potencial auditorio como un grupo en
el cual él también pudiera reconocerse: “Un hombre o una
mujer ‘de la cultura’, con capacidades polivalentes para la
producción y la gestión, así como dispuesto a responder
sobre temas y problemas no siempre de su especialidad”
(Martínez, 2013, p. 176).
Finalmente, es al menos plausible conjeturar que Nervi, en ese momento, dueño de un interesante capital simbólico, buscara legitimarse como intelectual en ese campo
incipiente y, para lograrlo, debiera exhibirlo ante quienes
consideraba sus pares. Era un intelectual de provincia en
una provincia que se estaba construyendo.
23
Ver “La Pampa en el Ambito de la Cultura Argentina” (Dirección de Cultura,
1957a).
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118 • Diálogos sobre cultura y región
Vocación y ética en el ideario pedagógico
de Raúl B. Díaz
El 19 de agosto de 1958, formando parte del programa de la
Semana de la provincia de San Luis, Juan Ricardo Nervi pronuncia, en la capital puntana, una conferencia –“Vocación
y ética en el ideario pedagógico de Raúl B. Díaz”– que será
publicada al año siguiente (Nervi, 1959). El texto impreso
es un Cuaderno de Cultura24 no paginado, segundo de una
serie que iniciara el pedagogo Luis Reissig, integrante del
grupo fundador del Colegio Libre de Estudios Superiores.25
Está editado por la Dirección de Cultura de la provincia de
San Luis. En la cara interior de la tapa, se incluye un comentario sobre la obra y, además, puede leerse que el ministro
de Gobierno, Justicia, Instrucción Pública, Culto, Previsión
Social y Salud Pública y director provincial de Cultura es el
poeta Antonio Esteban Agüero, a quien nos referimos en el
primer apartado, y que el jefe del Departamento de Prensa
es José Alejandro Lucero. Este último era hijo de un maestro puntano que ejerciera su magisterio en Eduardo Castex,
había sido alumno de Nervi en el secundario Juan Pascual
24
25
Los Cuadernos de Cultura, folletos editados por direcciones de Cultura
provinciales en las décadas 50 y 60 del siglo pasado, parecerían ser formas
habituales mediante las cuales se publicaban autores locales. Podemos nombrar los Cuadernos Pampeanos de Poesía –ya mencionados–, los Cuadernos
de la Dirección de Cultura-Resistencia (Chaco), los Cuadernos Cultura-San
Luis, entre otros. Un ejemplar del Cuaderno de Cultura con la conferencia
analizada (Nervi, 1959) se halla disponible en la Biblioteca”Clemente José
Andrada” de Santa Rosa, La Pampa.
Según Cernadas (2005), en mayo de 1930, un grupo de intelectuales, entre
los que se contaban Aníbal Ponce, Luis Reissig, Roberto Giusti, Alejandro
Korn, Narciso Laclau y Carlos Ibarguren, fundaron el Colegio Libre de
Estudios Superiores. Tal creación respondía al anhelo de constituir un centro de cultura abierto a todas las cuestiones y preocupaciones de la vida
nacional, transformándolo en el ámbito propicio para la discusión de diferentes temas incluidos o no en las agendas universitarias. La revista Cursos
y conferencias fue el órgano de difusión de sus actividades. En cuanto a
Luis Reissig (1852-1972), fue un intelectual argentino, integrante del grupo
fundador del Colegio Libre de Estudios Superiores, autor del libro Anatole
France (1944). El “Cuaderno de Cultura” que inicia la serie lleva por título El
ciclo industrial y el ciclo urbano en la Educación Argentina.
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Diálogos sobre cultura y región • 119
Pringles y un poeta incluido en el grupo La Joven Poesía
Pampeana.
Por otro lado, pareciera que los comentarios sobre la
obra hubieran sido escritos por Agüero –dadas las similitudes de estilo con otros textos en prosa de su autoría–,26
aunque, si lo hubiera escrito algún colaborador, tendrían
su anuencia, dado su cargo y el carácter institucional de la
publicación.
Volvamos a un repaso sobre las redes de sociabilidad
de Nervi, una vez reconocidos los lazos construidos con el
poeta puntano por afinidades laborales y literarias. Una de
las formas en que se expresan estos vínculos son los comentarios mutuos sobre sus obras. Mientras que Nervi señala
que Agüero “tiene la talla de Unamuno”, este dirá del pampeano: “el poeta de Gleba asciende más perfilado” (Nervi,
1959). Según Fernández Bravo,
Las redes pueden operar –y de hecho a menudo han operado– como formas de apoyo entre escritores […] Se trata
naturalmente de redes donde interviene la amistad, donde
la amistad puede pensarse en paralelo con la hermandad y
que, en el caso de las redes culturales latinoamericanas, están
siempre articuladas por un discurso de fraternidad cultural
que procura ser fortalecida, reflotada, revivida o recuperada. Esa relación se piensa siempre en términos culturales:
hermandad latinoamericana, tradiciones comunes, un campo
simbólico para reconstruir, recobrar o reparar. (Fernández
Bravo, 2009, p. 119)
De acuerdo con lo que pudimos leer en el primer número de Caldén, esta visita de Nervi a la capital de la vecina
provincia pareciera ser una devolución de atenciones, dado
que la revista da cuenta de la presencia del poeta puntano
en La Pampa el año anterior. Con el título de “Agüero en La
Pampa”, una crónica precedida de una fotografía informa
que “Antonio Esteban Agüero, una de las voces más altas de
26
Ver Agüero (2009).
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120 • Diálogos sobre cultura y región
la poética americana, disertó en General Pico y Santa Rosa,
con el caluroso aplauso de un público numeroso” (Dirección de Cultura, 1957b, p. 18).27
En el libro Vivir en poesía/Guiones. Discursos. Anécdotas y
poemas inéditos –obra póstuma en la que se hacen públicos
escritos inéditos hasta entonces del poeta y escritor puntano–, Agüero, en referencia a ese evento, escribe: “agradezco sinceramente al Director de Cultura, mi buen y noble
amigo Ricardo Nervi, la oportunidad que me brinda de
ponerme en contacto con el público de esta ciudad de Santa
Rosa” (Agüero, 2009, p. 117).
Por otra parte, ¿qué significaba una conferencia en
el conjunto de las prácticas culturales de la época? Según
Ricardo Pasolini (2006), se trataba de una actividad organizada por y para personas que “pueden presentarse ante la
sociedad como miembros de un ámbito social específico, y
a la vez, como detentadores de un saber particular” (p. 92)
y cuyos ámbitos eran bibliotecas populares, ateneos culturales, centros culturales y teatros. Terminada la exposición,
los conferencistas podían interactuar con el público compartiendo experiencias, respondiendo preguntas y aceptando debates.
27
Esta página de Caldén pareciera marcar y definir el territorio. Sin dudas
escrito por Nervi, en el texto, puede leerse: “es de esta suerte, así, buscando
ansiosamente la cuenca de la intacta verdad que alienta a los hombres del
interior del país, que nos honró en Agosto con su presencia, una de las más
altas voces de la poesía eglógica de América, el poeta Antonio Esteban Agüero. Si San Luis es ámbito de poesía –y, en verdad lo es plenamente–, cabe a
nuestro ilustre visitante, la gloria, esa gloria que es milicia constante, de ser
su fervoroso traductor” (Dirección de Cultura, 1957b, p. 18). Es interesante
que la palabra verdad aparezca repetida y que ese valor buscado devenga del
interior y de su gente.
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Diálogos sobre cultura y región • 121
En cuanto al texto de esta conferencia, aborda no solo la
biografía de Raúl B. Díaz28 en un estilo casi hagiográfico,29
sino que traza un panorama minucioso sobre la situación
de escuelas, maestros, itinerarios y destinos docentes en el
contexto vital del biografiado.
Nada escapa a los dictados de su vocación. Sabe que la clave de
nuestro progreso ha de buscarse en la emancipación económica y que, coetáneamente habrá que trabajar duro y parejo
para contrarrestar el poderío de las oligarquías, productoras
a designio del analfabetismo. (Nervi, 1959)
Como en la disertación anterior, aparecen nombres
como Sarmiento y Aníbal Ponce: “años más tarde, Aníbal
Ponce insistirá con argumentos más acabados, en el mismo
tópico, cargando el acento en la necesidad de superar los
mismos vicios, aportando a la vez los remedios indispensables” (Nervi, 1959).
Nervi se asume como pedagogo al hablar de Raúl B.
Díaz, recorre su trayectoria singular y atraviesa las etapas
previas a su nombramiento “al frente de un organismo
educacional que marcará una etapa fecunda en la administración de la enseñanza argentina: La Administración
General de Escuelas de Territorios” (Nervi, 1959). Utiliza el
28
29
Raúl B. Díaz (1862-1918), hijo de un estanciero, se recibió de maestro normal en San Luis y luego estudió para profesor normal en la por entonces
prestigiosa Escuela Normal de Tucumán, donde se graduó en 1885. Regresó
a su provincia natal y ejerció como maestro en Villa Mercedes. En 1886,
regresó a Tucumán y, en la Escuela Normal de esa ciudad, se desempeñó en
las cátedras de geometría y agrimensura hasta 1899. De allí, se trasladó a
Salta, donde trabajó un año como vicedirector de la Escuela Normal. El 25
de mayo de 1890, luego de tan solo unos 4 años de experiencia profesional
docente, fue convocado para ser el primer Inspector de Territorios Nacionales del CNE, ocupación que desempeñó hasta 1916 (Fiorucci, 2015, p. 2).
“¡Quién, como este ilustre hijo de San Luis dio tanto para la dignificación
del maestro en las horas difíciles de la escuela en tierras de pan llevar, debe
ser conocido por todos los que intuyen esto tan evidente y sin embargo
descuidado por pueblo y gobierno!” (Nervi, 1959).
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122 • Diálogos sobre cultura y región
vocabulario propio de la disciplina pedagógica y desgrana
anécdotas didácticas.
A partir de allí, el texto se despliega en recorridos,
sentencias, autores y un especial análisis de la obra de Raúl
B. Díaz La educación en los Territorios y colonias nacionales del
año 1910. No olvida a Nietzsche y su filosofía y tampoco
a su colaboradora Rosa Blanca Gigena de Morán30 –quien
escribiera una monografía sobre el inspector puntano que
fuera publicada en la Revista de la Asociación de Maestros–.
Esta conferencia también es una pieza oratoria que
fue escrita para ser leída en voz alta. Es válido imaginarlo
leyendo, recordar su voz clara y potente, e imaginar que su
público debe haberlo seguido con concentración casi mística, como en una misa pedagógica.
Como un sacerdote a sus feligreses, Nervi acerca su
palabra a los maestros y les habla del imperativo y categórico deber de buscar la suma de valores que convengan a
la formación de la personalidad, de hacer de la escuela el
taller de la cultura democrática, de revisar los ejemplos de
Moreno, San Martín, Alberdi y Sarmiento, pero también de
hombres del interior, como el pionero Aarón Castellanos,
colono entrerriano al que cantara el poeta José Pedroni.
Habla de las “crisis de método” de las escuelas normales y
exhorta a los maestros a asumir, como dijera Díaz, “la religión del esfuerzo”. Para cerrar su conferencia, dirá, abordando un costado más humano, pero también más ético de
la trayectoria del inspector maestro, “podrán discutirse sus
ideas con mayor o menor vehemencia. Pero en todos los
casos habrá que reconocer algo que ni sus más obcecados
detractores dejaron de tener en cuenta: su amor a la Patria
y su inexpugnable vocación” (Nervi, 1959). En este texto,
el expositor tiene muy claro el destinatario: los docentes. A
ellos y para ellos habla. Además, no hay que olvidar que lo
hace en San Luis, sobre un hijo de San Luis.
30
Autora de Plumas y pinceles de La Pampa (Gigena de Morán, 1955).
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Diálogos sobre cultura y región • 123
Por otro lado, Nervi se ha formado allí. Compartió
aulas –como alumno y como docente– con quienes lo han
invitado. Exhibe naturalmente su capital simbólico porque,
en mayor o menor medida, lo comparte con su audiencia.
Reflexiones finales
En síntesis, la lectura y análisis de estas dos conferencias
nos han permitido acercarnos a dos textos diferentes producidos por Juan Ricardo Nervi entre 1957 y 1958, años en
los que fuera director de Cultura de La Pampa.
Decimos “diferentes” dado que hemos y estamos transitando las particularidades de su extenso quehacer escriturario. Autor de poesía, ensayos, artículos periodísticos, cuentos, novelas, manuales e incluso diccionarios especializados
y letras de tangos, no hemos hallado publicados otros textos
como estos en esta etapa, más allá de nuestra convicción de
que algunos discursos pronunciados por funcionarios de la
época hubieran sido escritos por él. De ahí el valor que le
adjudicamos a estas dos piezas singulares. Ellas muestran la
–hasta ese momento– trayectoria intelectual de Juan Ricardo Nervi –además de su polifácetica personalidad–, la multiplicidad de sus lecturas, su erudición y su mirada sobre los
tópicos que aborda.
Por otro lado, permiten atisbar detalles no solo de sí
mismo, sino de su contexto y de su tiempo. Entre ellos, las
conferencias como práctica cultural.
Además, en relación con el/los circuito/s que integraba
el autor, en esta primera etapa, hemos podido dar cuenta de
una parte muy pequeña de una densa trama de relaciones
intelectuales con los espacios locales y de San Luis.
Notamos, en el texto de la conferencia sobre Sarmiento, ciertas inadecuaciones en el registro para el medio por el
que esta fue transmitida, las pensamos como imposibles en
él, salvo que fuera otro su destinatario.
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124 • Diálogos sobre cultura y región
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4
Perfiles institucionales y acervos
bibliográficos en espacios
de sociabilidad local
Tres bibliotecas populares pampeanas
durante el primer peronismo
MICAELA OVIEDO
Introducción
En el Territorio Nacional de La Pampa, las bibliotecas cumplieron un rol sustancial en la promoción cultural desde
inicios del siglo XX (Lanzillotta, 2008, 2011). Su temprana
creación (la primera biblioteca registrada data de 1905), en
el contexto de un Estado y un sistema educativo aún en
ciernes, implicó que entablaran un vínculo necesario con
la población para la satisfacción de demandas asociativas y
recreativas. A partir del desarrollo de diversas actividades
culturales, estas instituciones se constituyeron en un ámbito de sociabilidad de gran importancia para la población.
El objetivo de este trabajo es describir los perfiles de tres
bibliotecas populares pampeanas y la composición de sus
acervos durante la gestión peronista (1946-1955), momento en que las bibliotecas adquirieron un gran dinamismo a
nivel nacional. Pero, al mismo tiempo, se trata de un periodo que, en La Pampa, coincide con el pasaje de Territorio
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129
130 • Diálogos sobre cultura y región
Nacional1 a provincia, con cambios en la estructura burocrático-administrativa, la ampliación de la ciudadanía política de sus habitantes2 y el inicio de políticas culturales
sistemáticas.
La Pampa atravesó una larga etapa territoriana, desde
1884 hasta 1951. Durante la década de 1910, el Territorio
Nacional de La Pampa era uno de los más dinámicos del país
por su alto crecimiento demográfico y su población joven,
aunque, en las décadas posteriores, se produjeron fluctuaciones en el número de habitantes.3 A comienzos del siglo
XX, era posible reconocer dos zonas claramente diferenciadas: el este, cuya densidad demográfica era mayor por la
actividad agropecuaria; y el oeste, menos desarrollado por
la poca rentabilidad de su suelo y sus escasas lluvias (M. S.
Di Liscia et al., 2011). La presencia de agentes estatales en la
totalidad del espacio pampeano se volvía dificultosa por las
grandes distancias, la escasez de recursos y la dependencia
administrativa del Estado nacional.
En este contexto, la extensión del sistema educativo
implicó grandes esfuerzos. A pesar de que hacia 1930 gran
parte de la población infantil había podido ser escolarizada a
nivel nacional, el acceso a las escuelas en el Territorio fue un
proceso complejo debido a las dificultades generadas por la
crisis económica y las inclemencias naturales. Si bien hubo
cierto éxito en las políticas educativas pampeanas, visible
en la disminución de la población analfabeta que pasó de un
1
2
3
Los Territorios Nacionales fueron espacios de organización política centralizada y de orden subnacional. Existieron en Argentina entre 1862 y 1985.
La Ley 1.532, de 1884, estableció las jurisdicciones de 9 territorios nacionales entre los que se contaban La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut,
Santa Cruz, Tierra del Fuego, Misiones, Formosa y Chaco.
Los habitantes de los Territorios Nacionales no podían elegir gobernadores
ni autoridades nacionales, solo participaban en elecciones municipales.
Hacia 1912 la instalación de europeos aportó el 40% de la población, no obstante, en 1920 asistimos a un estancamiento en esa afluencia y la crisis
agroecológica y económica de los años 30 produjo una disminución de los
habitantes en general hacia 1942. En los años cincuenta la mayor densidad
poblacional residía en áreas rurales, mientras que ciudades como General
Pico y Santa Rosa aún eran pequeñas localidades.
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Diálogos sobre cultura y región • 131
68 % a un 20 % de 1900 a 1935, la inscripción y la asistencia
escolar fueron problemas permanentes (Billorou y Sánchez,
2011). En tal escenario, se consolidó una esfera pública en la
que asociaciones como las sociedades de socorros mutuos
y de beneficencia, las comisiones de fomento, las cooperativas, las cooperadoras escolares, las bibliotecas, los clubes
deportivos, entre otras, cobraron vital importancia para la
sociedad. Entre fines del siglo XIX y las primeras décadas
del siglo XX, como mencionan Laguarda et al. (2011), la vida
cultural del entonces Territorio estuvo fuertemente vinculada con escuelas, bibliotecas y otras entidades que tenían a
los maestros como principales promotores culturales.
Como afirma Lanzillotta (2008), a partir de los años treinta,
se produjo una mayor injerencia estatal en las instituciones. Las
bibliotecas fueron referenciadas por primera vez en 1935, en la
Memoria del gobernador Evaristo Pérez Virasoro (1933-1939).
Para ese momento, se contabilizaron 76 asociaciones: bibliotecas municipales, escolares, pertenecientes a partidos políticos,
clubes, gremiales, religiosas, entre otras. Las bibliotecas populares promovieron, tanto a nivel nacional como local, distintos
tipos de actividades culturales que excedían el préstamo y la
lectura de libros. Desde fines del siglo XIX, estas se abocaron a
la organización de conferencias, actividades artísticas, grupos
de lectura comentada, bailes, fiestas, entre otras actividades
(Gutiérrez y Romero, 2007).
Como han señalado investigaciones recientes, el peronismo aplicó una política de estímulo hacia el desarrollo de
instituciones orientadas a la promoción cultural, entre ellas, la
música, el arte y la literatura. Fiorucci (2007) destacó la intensa
difusión del libro y el aumento de los lectores en las bibliotecas
populares, dado que, para 1954, se incorporaron un centenar de
estas asociaciones al sistema de subsidios de la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares (CPBP), institución nacional
encargada del fomento, inspección e inversión de fondos para
las bibliotecas.
El recorte cronológico propuesto en este capítulo abarca
un proceso de transición importante para el espacio pampeano,
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132 • Diálogos sobre cultura y región
su conversión de Territorio Nacional a provincia. En términos
políticos, el espacio se caracterizó por un orden institucional
diferente dado que las autoridades fueron designadas por el
gobierno nacional. De esta manera, entre 1946 y 1951, estuvieron a cargo el abogado Juan L. Pérez (1946-1948), el jefe de
Policía Eduardo Reguero (gobernador interino en 1948) y el
abogado Juan Carlos Neveu (1949-1951). Con la sanción de la
Ley N° 14.037, en 1951, el Territorio fue declarado provincia y
adquirió el nombre de Eva Perón. Las primeras autoridades se
eligieron en abril de 1953 y el gobernador fue Salvador Ananía
(1953-1955). Tras el golpe militar de 1955, Ananía fue depuesto
y la denominación de la provincia cambió a La Pampa. En cuanto al área cultural, recién a finales de la década de 1950, como
han analizado Salomón Tarquini y Laguarda (2012), la Dirección Provincial de Cultura comenzó a desarrollar una política
sistemática que incluiría, entre otros aspectos, la publicación de
literatura caracterizada como pampeana y el apoyo a las bibliotecas a través de una división específica en la administración
provincial.
La propuesta de este trabajo consistirá en examinar, de
manera comparativa, tres asociaciones pertenecientes a distintas localidades: la Biblioteca Popular “Clemente José Andrada” (BPCJA) de Santa Rosa, la Biblioteca Popular “Florentino
Ameghino” (BPFA) de Guatraché y la Biblioteca Popular “Sarmiento” (BPS) de Winifreda. Desde una perspectiva que busca
contribuir a la bibliografía creciente vinculada con la historia de
la lectura y las bibliotecas,4 se procurará abordar la génesis
institucional y la composición de los acervos bibliográficos de las bibliotecas populares en un periodo histórico cuya construcción simbólica y cultural fue sumamente relevante. Nuestro interés radica en indagar cuál
fue el vínculo que establecieron los habitantes pampeanos con el mundo de lo escrito, en un marco temporal
4
Entre ellos, cabe destacar los aportes de Pasolini (1997), Quiroga (2003), Parada
(2012) y Planas (2017) para pensar las diversas sociabilidades de lectura en las
bibliotecas deArgentina.
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Diálogos sobre cultura y región • 133
caracterizado por la extensión y democratización de
bienes culturales. Con esto, apostamos a comprender el
papel relevante asumido por los socios y lectores, y el
modo en que las políticas culturales nacionales y provinciales influyeron o no en las prácticas de adquisición
de libros. Por último, a partir de la construcción institucional y la consolidación del material disponible, en
los casos en los que las fuentes lo permitan, propondremos una
distinción entre disponibilidades y préstamos.
El lugar de las bibliotecas en la vida cultural local
Las tres instituciones seleccionadas se asentaron en localidades
muy diferentes en cuanto a sus dimensiones, al contexto social y
a las características de su vida asociativa. La Biblioteca Popular
“Clemente José Andrada” fue creada en Santa Rosa en 1909, en
relación con la Escuela Normal de la ciudad. Santa Rosa, capital
del Territorio desde 1900, se diferenció de otras localidades
pampeanas por la predominancia del comercio, los servicios y
el empleo público, con amplia expansión de las clases medias.
Allí, se establecieron, de manera temprana, un relevante número de escuelas de nivel primario y secundario, asociaciones
y clubes sociales y deportivos,5 que, para 1951, conformaban
una densa trama en la que además se sumaban cooperadoras,
mutualidades, gremios, sindicatos, cooperativas y sociedades
de beneficencia.
Por su parte, la Biblioteca Popular “Florentino
Ameghino” fue fundada en Guatraché, en 1921, por una
sociedad gremial, y luego se anexó un club deportivo.
5
Entre las instituciones educativas de importancia durante la etapa territoriana, la
capitalpampeanafuesededelaEscuelaNormal(1909),elColegioNacional(1917),
el Instituto Domingo Savio (1926) y la Universidad Popular (1937). En cuanto a las
asociaciones, hacia 1939, en Santa Rosa, existían una sucursal del Rotary Club, la
filial pampeana del Automóvil Club Argentino, la Liga Cultural Pampeana de Foot
BallylaCooperativaPopulardeElectricidad,entreotras.
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134 • Diálogos sobre cultura y región
A diferencia de Santa Rosa, se trataba de una localidad
intermedia, fundada en 1908 a 176 km de la capital
territoriana. Según el Censo de 1942, para esa fecha,
contaba con 2.551 habitantes.6 Su principal rasgo fue el
fuerte vínculo con el ferrocarril, la producción agrícola
y una composición poblacional que se nutrió de la llegada de inmigrantes de origen ruso-alemán, español e italiano. La vida asociativa de esta población giró en torno
a múltiples asociaciones, que consolidaron su papel en
el escenario local a partir de los años treinta.7
En tanto, la Biblioteca Popular “Sarmiento” se estableció en
Winifreda, en 1932, asociada a la Escuela N° 104. Este pequeño
pueblo, fundado en 1915 a unos 50 km de Santa Rosa, contaba
con 3.963 habitantes para 1938 y poseía alumbrado público,
correo, ferrocarril, matadero, teléfono, telégrafo y dos clubes
deportivos.8 Los principales espacios de sociabilidad fueron las
academias de música, de corte y confección, de labores, las asociaciones de origen étnico y la biblioteca popular. Para 1951, la
cantidad de asociaciones se había ampliado y contaba con varias
cooperadoras escolares, cuatro clubes y dos organizaciones de
trabajadores.9
En cuanto a la existencia de bibliotecas populares en Santa
Rosa, Guatraché y Winifreda durante nuestro período de análisis, el número de asociaciones respondió a la dimensión de las
localidades y sufrió leves variaciones entre los años cuarenta
y cincuenta. Mientras que, en 1941, Santa Rosa poseía cuatro,
6
7
8
9
De esa cantidad, 253 corresponden a la población rural y 2.298 a la urbana. Censo
General del Territorio Nacional de La Pampa- Año 1942, Tomo I, Población.
Disponible en:https://biblioteca.indec.gob.ar/bases/minde/1c_lp1942_1.pdf
Entre las instituciones relevantes durante ese período, pueden mencionarse la Asociación Pro-Escuela Cooperadora de la Escuela N° 60,
el Club Social de Guatraché, el Club Atlético Pampero y las sociedades
de socorros mutuos alemana, española e italiana.
De los 3.963 habitantes, 1.234 se hallaban en la zona urbana, mientras que 2.729 se
encontraban distribuidos en la rural. Guías Comerciales FF. CC., Sud, Oeste y
Midland, 1938 y 1945. Archivo Histórico Provincial “Prof. Fernado Aráoz” (AHP),
SantaRosa,LaPampa.
Nómina de las Entidades de la Provincia Eva Perón, 1951, Fondo de Gobierno,
AHP,SantaRosa,LaPampa.
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Diálogos sobre cultura y región • 135
Guatraché y Winifreda contaban con una sola biblioteca, respectivamente. Para 1954, las bibliotecas en Santa Rosa se redujeron a tres, en tanto Guatraché adquirió una nueva institución
y Winifreda conservó la ya existente.
Cuadro Nº 1: Cantidad de bibliotecas populares según localidad
(1941-1954)
Año
Localidad
Nombre
1941
Santa Rosa
D. F. Sarmiento.
Escuela
Superior N° 1
S/D
“del Colegio
Domingo Savio”
Instituto
Domingo Savio
S/D
Rafael Obligado
Club A.
Estudiantes
1930
Juan B. Alberdi
S/D
1908
Florentino
Ameghino
Club Sportivo
Pampero
1921
Winifreda
D. F. Sarmiento.
Escuela N° 104
1932
Santa Rosa
Rafael Obligado
Club A.
Estudiantes
1930
Guatraché
1954
Guatraché
Winifreda
Entidad Asocia- Fecha de fundada
ción
Juan B. Alberdi
S/D
1908
Tte. General
Julio A. Roca
Escuela Normal
Mixta
1909
Florentino
Ameghino
Club Sportivo
Pampero
1921
Almafuerte
Club Atlético
Huracán
1945
Sarmiento
Escuela N° 104
1932
Fuente: Elaboración propia sobre la base de estadísticas publicadas por
10
la CPBP.
10
Nómina de Bibliotecas Populares Protegidas (1941) y Nómina de Bibliotecas Populares Protegidas (1954), Comisión Protectora de Bibliotecas Populares.
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136 • Diálogos sobre cultura y región
Tal como demuestra el Cuadro 1, en el espacio pampeano, fue notable la impronta que tuvieron las escuelas
y los clubes deportivos en la fundación de las bibliotecas populares. Esto evidencia, por un lado, el rol de los
maestros y directores de escuela como productores culturales en el interior del país y, por otro, la importancia
de los clubes como actores durante la primera mitad
del siglo XX. Como ha afirmado Flavia Fiorucci (2012),
durante las primeras décadas del siglo XX, los maestros
se convirtieron en actores centrales, dado que animaron
y organizaron la vida cultural de pueblos y ciudades
pequeñas y medianas.
Con respecto a los clubes, emergieron aceleradamente durante estos años, alcanzando un total de 103 instituciones en 1939. Los principales propulsores fueron
grupos de vecinos, inmigrantes, profesionales del ámbito
local y trabajadores. Al auspiciar actividades deportivas y
eventos socioculturales, estas instituciones también operaron como espacios de recreación y sociabilidad local.
De allí que fue habitual que los clubes poseyeran sus
propias bibliotecas y salas de lectura (Cornelis, 2011).
En concordancia con lo dicho anteriormente, el
perfil institucional de las tres bibliotecas escogidas respondió al nexo con las asociaciones predominantes en
el espacio pampeano.
Tres bibliotecas, tres perfiles institucionales
Por orden de surgimiento, la primera institución en fundarse fue la santarroseña. Surgida el 28 de junio de 1909,
la biblioteca emergió de la mano de la Escuela Normal
“Julio Argentino Roca”, en respuesta a los requerimientos de docentes y estudiantes. La primera Comisión se
constituyó en 1947, bajo la presidencia de Carmen Sosa,
y, en esa fecha, pasó a denominarse “Biblioteca Clemente
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Diálogos sobre cultura y región • 137
José Andrada”.11 Los miembros de la comisión fueron los
encargados de la atención al público, que, hasta 1950, se
limitó al ámbito escolar. Los fondos de sustento provenían de una cuota cobrada a los socios y de actividades
como la proyección de películas y actos culturales. En
1950, la biblioteca sustituyó su nombre por el de “Julio
Argentino Roca”, el mismo que adoptó la Escuela Normal santarroseña, y se convirtió en biblioteca popular.12
La asociación inauguró su edificio propio en 1999, con
apertura hacia la calle y comunicación con la Escuela.
Según Durango y Prieto (2003), la ubicación de la biblioteca dentro de la institución escolar habría limitado el
acceso más amplio de la población. Estas autoras también sostienen que, entre 1953 y 1993, los directores de
la escuela eran quienes se responsabilizaban por los bienes de la biblioteca, mientras que los libros se adquirían
a partir de la Cooperadora Escolar y la CONABIP.
La segunda biblioteca en crearse fue la “Florentino
Ameghino”, fundada el 26 de junio de 1921, que surgió
por iniciativa de la Sociedad de Empleados de Comercio y
Anexos en General de Guatraché.13 En 1926, la biblioteca
fue anexada al Club Atlético Pampero14 y las comisiones
11
12
13
14
El nombre fue elegido en homenaje al primer director de la Escuela
Normal de Santa Rosa (Durango y Prieto, 2003). Clemente José Andrada realizó sus estudios secundarios en la Escuela Normal de Paraná
(Entre Ríos) y egresó de la Universidad de Buenos Aires como doctor
en Filosofía y Letras. El 24 de abril de 1909, fue designado director y
profesor de Historia, Pedagogía y Geografía de la Escuela Normal de
Santa Rosa.
En 1999, se decidió volver a utilizar el nombre “Clemente José Andrada”, el cual conserva hasta la actualidad.
Dicha asociación se conformó el 11 de julio de 1920. El objetivo de esta
entidad gremial fue crear una “biblioteca de carácter popular” que se ocupara de la difusión de la cultura y la ilustración, en respuesta a “una necesidad
sentida a muchos en la localidad” (Lanzillotta, 2008, p. 330).
Los clubes deportivos fueron ámbitos de sociabilidad y recreación que proliferaron rápidamente en el Territorio Nacional de La Pampa durante la
segunda y la tercera década del siglo XX (Cornelis, 2011). Guatraché, ciudad
cuya creación se remonta a 1908, vio nacer cinco clubes entre 1911 y 1943;
el Club Atlético Pampero se creó en 1921.
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138 • Diálogos sobre cultura y región
directivas (CD) estuvieron encabezadas por miembros del
municipio local. A partir de entonces, la BPFA orientó sus
actividades hacia lo deportivo y llevó a cabo carreras de
bicicletas, partidos de fútbol y festivales de aviación (Lanzillotta y Oviedo, 2018). Asimismo, una de las tareas centrales
durante los primeros años fue la organización de conmemoraciones patrias y fiestas populares, lo que reforzaba sus
lazos con la esfera política. Además, la institución se mantuvo en las dependencias del predio municipal hasta enero de
1943, cuando empezó a funcionar de manera independiente
en un local alquilado en el centro de Guatraché.
La última asociación fue creada en Winifreda el 15 de
mayo de 1932. Su constitución fue obra de la iniciativa del
personal docente de la Escuela N° 104, institución central
en la vida social de la localidad.15 Las primeras CD tuvieron una preeminencia de maestros y directores de escuela,
situación que se mantuvo hasta inicios de los años cuarenta.
Desde sus comienzos, la BPS llevó adelante veladas en beneficio propio y de los habitantes con menores recursos de la
localidad, presentó películas, ciclos de conferencias y participó en la organización de festejos en honor a Sarmiento
y de las fiestas mayas. En el campo lúdico, las actividades
predominantes fueron los juegos de bochas y, desde 1939,
el ajedrez. Como en el caso de la BPFA, los socios de la BPS
debieron esperar hasta los años cuarenta para obtener su
espacio propio. Con anterioridad a abril de 1944, momento
en que se inaugura el edificio de la biblioteca, las reuniones
se realizaron en el salón de la Escuela N° 104 y en el Hotel
Cervantes (Arzuaga y Oviedo, 2015).
Para el período peronista, las fuentes disponibles16 solo
nos permiten reconstruir la composición de las CD en las
15
16
En el año 2019, la Biblioteca Sarmiento fue rebautizada con el nombre
“Manuel Lej”, en homenaje a un vecino que fue socio-colaborador de la
institución durante más de dos décadas.
Para la BPCJA, se han localizado los libros de adquisiciones y donaciones,
en tanto, en el caso de la BPFA, se cuenta con acceso a las actas de la
comisión directiva y al registro de préstamos a domicilio, mientras que,
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Diálogos sobre cultura y región • 139
bibliotecas Ameghino y Sarmiento.17 Según los libros de
actas de la Biblioteca de Guatraché, entre 1949 y 1955, existió una permanencia en los puestos de presidente, vicepresidente y secretario. La presidencia estuvo ocupada desde
1951 a 1955 por Pedro Nicanor Piñeiro, agricultor y vocal
titular de la Cooperativa Agrícola Ganadera de Guatraché,
mientras que el secretario, entre 1949 y 1955, fue Ernesto
Fontanetto, quien también ejerció el puesto de contador en
dicha cooperativa, una institución que la Nómina de Entidades de la Provincia Eva Perón vinculaba, en ese periodo, al
peronismo.18 Además, Fontanetto fue mentor de la creación
de un museo regional en 1952 y colaboró, en 1956, con la
Comisión “Pro Ciclo Básico” para la creación de un instituto de enseñanza media en Guatraché.19
Por su parte, la BPS también registró permanencias en la
ocupación de cargos, dado que algunos miembros que estuvieron en las CD de este período tenían una larga trayectoria
17
18
19
para la BPS, se conservan libros de actas, memorias, balances e inventarios.
Libro de Actas N° 1 (1949-1952) y N° 2 (1952-1969), y Registro de libros
llevados a domicilio (1945-1958), Club Atlético Pampero-Biblioteca Popular “Florentino Ameghino”, Guatraché. Libro de Actas N° 1 (1932-1941) y
N° 2 (1941-1952), Biblioteca Popular Domingo F. Sarmiento, Winifreda.
Libro de donaciones y adquisiciones (1949-1966), Biblioteca Clemente José
Andrada, Santa Rosa, La Pampa. La documentación fue consultada en las
respectivas bibliotecas.
Hasta el momento, no se ha podido acceder a ninguna documentación que
permita identificar a los principales referentes de las CD en la Biblioteca
Andrada.
La Cooperativa Agrícola Ganadera Limitada de Guatraché se fundó el 26 de
julio de 1947. La institución fue presidida por Juan Medina y Félix Urselay
se desempeñó como primer gerente, quien pronto fue reemplazado por
Emilio Fernández (Díaz y Rodríguez Carámbula, 2008). Según la Nómina
de Entidades de la Provincia Eva Perón, para 1951, la “Cooperativa Agrícola
Ganadera” contaba con 665 miembros, todos de filiación política peronista.
Esta iniciativa fue llevada adelante por un grupo de docentes de la Escuela
N° 60, entre ellas, Ruth A. de Llamas, Estela A. de Llamas, Estela A. de Vagge,
Mercedes M. de Parodi, María Octaviano, Nora S. de Sevillano, Josefina T.
de Tibaldi, María T. de Fontanetto, Gloria E. A. de Llamas, Teodora F. de
Baglioni y Elba S. de Lladó. La Comisión funcionó hasta el 18 de mayo de
1957, momento en que se renombró como Cooperadora del Ciclo Básico
Juan Bautista Alberdi. En esta oportunidad, Ernesto Fontanetto desempeñó
el rol de Protesorero (Doba y Sánchez, 2008).
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140 • Diálogos sobre cultura y región
de actuación en la etapa previa al peronismo. En términos
generales, entre 1946 y 1952, la presidencia y la vicepresidencia fueron ocupadas por profesionales, como médicos y
farmacéuticos, mientras que el cargo de secretario lo mantuvo, hasta 1948, un maestro y director de la Escuela N°
104, Roberto F. Frediani. Este último participó de manera
casi ininterrumpida de la comisión de la institución, desde
1933 hasta 1948 (Arzuaga y Oviedo, 2015). Hacia fines de
los cuarenta, se incorporaron nuevos miembros con perfiles
ocupacionales diferentes, como comerciantes.
En suma, las CD fundacionales de las bibliotecas Andrada y Sarmiento fueron integradas por maestros y personal
docente, en tanto que los miembros de la Biblioteca Ameghino provinieron de sectores gremiales e integrantes del
municipio de Guatraché, con fuertes vinculaciones con el
peronismo en el periodo analizado. El breve recorrido institucional de las CD de la BPFA y la BPS durante mediados
de los años cuarenta y cincuenta demuestra las modificaciones en el perfil de las bibliotecas. En el caso de la BPFA, los
integrantes de la CD, en el peronismo, estuvieron íntimamente ligados al sector agrícola-ganadero de la localidad y
fomentaron iniciativas vinculadas al desarrollo del progreso cultural y educativo de la población. Por su parte, la BPS
incorporó a médicos, farmacéuticos y comerciantes entre
sus principales socios directivos, aunque esto no significó la
total ausencia de educadores entre los cargos principales de
la asociación.
La Biblioteca Andrada y la impronta escolar
En cuanto al acervo bibliográfico y la circulación de textos,
entre 1949 y 1955, la Biblioteca Andrada de Santa Rosa
incorporó más de 1.700 títulos. Las fuentes disponibles nos
permiten advertir que el caudal bibliográfico se conformó
a partir de los envíos recibidos de la CPBP, las donaciones
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Diálogos sobre cultura y región • 141
y los textos comprados por la propia institución. Durante
esos años, la asociación se concentró en la adquisición de
textos educativos. Los principales volúmenes que la biblioteca recibió de la CPBP, entre fines de los años cuarenta
y mediados de los cincuenta, fueron textos para asignaturas como Química, Biología, Historia, Castellano, Francés,
Matemática y Filosofía, además de enciclopedias y diccionarios. En cuanto a las donaciones de otras instituciones y
particulares, entre las primeras, pueden citarse la editorial
Kapelusz, la Comisión Nacional de Cultura, el presidente
de YPF, la editorial Estrada, el Ministerio de Educación
de la Nación, la Biblioteca Popular Latinoamericana y la
embajada de Estados Unidos. Entre las segundas, destacaron donaciones de exalumnos, socios y docentes.
En referencia a los ejemplares comprados por la propia
biblioteca, la mayoría fue provista por las librerías locales,
lo que es indicativo del crecimiento de este tipo de espacios
en una sociedad intermedia del “interior”, como Santa Rosa.
Asimismo, la biblioteca adquirió ejemplares de las editoriales El Ateneo, Kapelusz, Estrada y Luis Lasserre, vinculadas
a un fenómeno nuevo, la expansión del mercado editor a
nivel nacional entre 1920 y 1930. Hasta este período, la
mayoría de los libros escritos en castellano eran editados
fuera del país. Delgado y Espósito (2014) señalan que la
Primera Guerra Mundial provocó la retirada transitoria de
las casas editoras participantes del conflicto y esto permitió
el desarrollo de la industria editorial nacional, que buscó
acaparar a un mercado interno, hasta entonces, monopolizado por libros de origen extranjero. Como describe José
Luis de Diego (2014), la expansión del mercado editor llegó
a su época de mayor esplendor entre 1938 y 1955. Entre
los títulos adquiridos, fueron predominantes los manuales
y libros de lectura, aunque también se compraron novelas,
libros de poesía, textos de enseñanza técnica y de filosofía.
Además de obras elementales de religión, teatro, historia y
pedagogía.
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142 • Diálogos sobre cultura y región
Un elemento notable de este período en la BPCJA es
la presencia de bibliografía vinculada con el peronismo.
Podríamos dividir este material en dos grupos: libros de
lectura para la enseñanza primaria y textos sobre la doctrina o la gestión peronista. Dentro del primer grupo, destacan una serie de manuales recibidos entre 1950 y 1953.
Varios estudios han profundizado sobre el contenido de ese
tipo de textos y actualmente existe un debate acerca de la
influencia doctrinaria de este material escolar.20 Los principales proveedores fueron Estrada y Kapelusz, dos de las
casas editoras más relevantes del período, y Luis Lasserre.21
El segundo grupo estuvo compuesto por folletos o textos
escritos y difundidos por el propio gobierno, que llegaron a
la biblioteca, en su mayoría, a través de CPBP.22
20
21
22
En referencia a estudios sobre peronismo y educación, ver Plotkin (2007);
Colotta et al. (2012) y Petitti (2012). Al respecto, Plotkin (2007) resalta el
rol que tuvo el sistema educativo en la difusión de una cultura política de
adoctrinamiento tanto para maestros como para alumnos.
Entre ellos, pueden citarse La Argentina de Perón (1952), de Ángela C. de
Palacio, libro de lectura para cuarto grado de la Editorial Luis Lasserre;
Obreritos (1953), de Luisa F. de García, de la Editoral Kapelusz, pensado para
segundo grado; Evita (1953), de Graciela Albornoz de Videla, de la editorial
Luis Lasserre, destinado a niños de primer grado; Rondas del gran amor
(1953), de Amalia Luisa Bruzzone, publicado por la editorial Estrada para
tercer grado; y Privilegiados (1953) de Ángela Gutiérrez Bueno, editado por
Kapelusz, también pensado para alumnos de primer grado, por nombrar
solo algunos ejemplos.
Ingresaron varios volúmenes de Perón dijo, El pueblo quiere saber de qué se trata
y otros folletos vinculados con el primer y segundo Plan Quinquenal, tales
como Perón habla a los docentes, Qué es un plan quinquenal (1952), Perón, su
pueblo y el segundo plan quinquenal (1953), El trabajo en el segundo plan quinquenal, Discursos del General, y La razón de mi vida (1951). La mayoría de
estos folletos fueron enviados por la CPBP, mientras que La razón de mi vida
ingresó luego de su compra en Buenos Aires. Otro de los títulos que llegó a
la BPCJA fue Perón 1895-1942 (1952) de Enrique Pavón Pereyra, historiador
y biógrafo de Perón.
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Diálogos sobre cultura y región • 143
Figura 1: Tapa y primera página de La Razón de mi vida, 9° edición, 1951,
Ediciones Peuser, disponible en la Biblioteca Clemente Andrada
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144 • Diálogos sobre cultura y región
En referencia a los textos de narrativa, entre los autores extranjeros más reiterados, se encontraba el novelista
francés León Bloy. En cuanto a escritores argentinos, por
esos años, se compraron libros de José Hernández, Lucio
Vicente López, Leopoldo Lugones y Domingo Faustino
Sarmiento. Menos frecuente fue la adquisición de obras de
Miguel de Cervantes Saavedra y Benito Pérez Galdós. No
obstante, es muy probable que estos títulos ya existieran
en los anaqueles de la BPCJA, dado que fueron textos de
consulta y lectura frecuente en las escuelas argentinas. Un
fenómeno similar explicaría la escasa mención que tienen
renombrados autores como Edgard Allan Poe, Louisa M.
Alcott, Oscar Wilde y Julio Verne, entre otros. En términos
generales, los escritores más reiterados en el libro de adquisiciones se encuentran mencionados en el Cuadro 2.
Cuadro N° 2: Adquisición de títulos y ejemplares en la BPCJA, por autor
y género literario (1949-1955)
Autores
Cantidad de
ejemplares
Cantidad de
títulos
Género literario
León Bloy
9
9
Novela-cuento
José Hernández
9
8
Literatura gauchesca
Lucio Vicente López
8
1
Novela
Francisco Manfredi
6
4
Religión
Domingo F. Sarmiento
6
1
Autobiografía
Leopoldo Lugones
5
4
Ficción científica
Miguel de Cervantes
Saavedra
4
2
Novela
Benito Pérez Galdós
4
1
Novela
Pedro Valle
3
1
Historia
Serafín Álvarez
Quintero
3
3
Teatro
Charles Dickens
3
3
Realismo literario
Gustavo A. Becquer
3
1
Poesía
Arturo Capdevilla
3
3
Novela
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Diálogos sobre cultura y región • 145
Rafael Obligado
3
1
Poesía
Literatura gauchesca
Estanislao del Campo
2
1
Edgard Allan Poe
2
2
Terror
Hugo Wast
2
1
Novela
Louisa M. Alcott
2
2
Novela
Fernando Rojas
2
1
Novela
Pedro Calderón
2
1
Teatro
Guy de Chantepleure
1
1
Novela
Walter Scott
1
1
Novela histórica
Robert Louis
Stevenson
1
1
Novela de aventuras
Oscar Wilde
1
1
Cuentos
Daniel Defoe
1
1
Novela
Miguel Cané
1
1
Ficción
Novela histórica
José Mármol
1
1
George Orwell
1
1
Novela
Harold A. Calahan
1
1
Novela de aventuras
Julio Verne
1
1
Novela
Fuente: Elaboración propia sobre la base del registro de adquisiciones
de la Biblioteca Popular Clemente José Andrada, 1949-1966.
Como ya ha sido señalado, es notable la preponderancia de los textos dedicados a la enseñanza. Circulaban
numerosos manuales y libros de lectura, que eran utilizados
para niveles secundarios y primarios, respectivamente. El
registro de adquisiciones entre 1949 y 1955 da cuenta del
amplio número de volúmenes que se corresponden con esta
categoría, según se muestra en el Cuadro 3.
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146 • Diálogos sobre cultura y región
Cuadro N° 3: Libros adquiridos por la Biblioteca Andrada (1949-1955)
Año
N° de
ejemplares
Cantidad de ejemplares por género literario y/o
temática
1949
185
Manuales 74 – Historia 32 – Narrativa 21 – S/D12 – Arte 5
– Diccionarios 1 – Peronismo 7 – Filosofía 3 – Teatro 3 –
Poesía 3 – Geografía 1
1950
92
Manuales 35 – Libros de lectura 11 – Narrativa 10 – Guía
General de la Nación 8 – Historia 6 – S/D 6 – Religión 4 –
Balances 3 – Revistas 3 – Poesía 2 – Técnicos 2
1951
172
Arte 1 – Infantiles 7 – Filosofía 2 – Geografía 1 – Historia 6
– Libros de lectura 10 – Manuales 76 – Música 1 –
Narrativa 16 – Pedagogía 9 – Poesía 4 – Religión 11 –
Revistas 2 – S/D 5 – Técnicos 12
1952
298
Arte 1 – Religión 9 – Balances 11 – Boletines 6 – Derecho 4
– Filosofía 1 – Pedagogía 4- Peronismo 7 – Poesía 8 –
Teatro 1 – Folletos y revistas 95 – Historia 5 – Infantiles 5 –
libros de lectura 11 – Manuales 76 – Música 1 – Narrativa
21 – S/D 32
1953
691
Balance 106 – Boletines 4 – Derecho 1 – Divulgación 2 –
Filosofía 9 – Folletos y revistas 410 – Historia 11 –
Peronismo 293 – Religión 3 – Libros de lectura 23 –
Manuales 40 – Narrativa 8 – Pedagogía 8 – Poesía 4 – S/D
17 – Teatro 1 – Técnico 3
1954
242
Arte 2 – Balances 16 – Boletines 7 – Divulgación 1 –
Folletos y revistas 35 – Historia 9 – Libros de lectura 2 –
Manuales 87 – Narrativa 22 – Pedagogía 7 – Peronismo 29
– Poesía 9 – Religión 3 – S/D 10 – Teatro 3
1955
114
Balances 6 – Boletines 15 – Historia 12 – Manuales 19 –
Narrativa 12 – Pedagogía 4 – Peronismo 11 – Poesía 3 –
Revista 9 – S/D 17 – Teatro 5 – Técnico 1
Fuente: Elaboración propia con base en el registro de adquisiciones de
23
la Biblioteca Popular Clemente José Andrada, 1949-1966.
De esta manera, los manuales escolares y los libros de
lectura para el nivel primario fueron los principales textos
23
Bajo la categoría S/D (sin definir) se agrupó a aquellos textos de los que no
se disponían los datos suficientes para hacer una clasificación del género
literario. En el grupo “peronismo”, se contabilizaron aquellos volúmenes
relacionados con la gestión peronista, sean revistas, folletos o textos bibliográficos.
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Diálogos sobre cultura y región • 147
incorporados al corpus bibliográfico. Además de estos
libros, se recibían folletos y revistas de variadas temáticas.
Lo observado hasta aquí permite señalar que, por un
lado, la BPCJA se convirtió en un ámbito para la circulación
de estos materiales alternativos de la industria cultural en
los años cincuenta.24 Por otro lado, aunque el número de
textos peronistas incorporados fue muy importante, sobre
todo en el año 1953, no se puede advertir el desarrollo de
una política cultural sistemática de difusión de este tipo de
textos. Los vaivenes en la regularidad de la recepción de este
material no permiten afirmar si existió efectivamente una
política sostenida en el tiempo, pero sí confirman la presencia de esta bibliografía.25 A este respecto, Fiorucci (2009)
afirma que la CPBP no planificó la sustitución o prohibición de lecturas, ni favoreció otras, dado que adquirió todos
los libros que las bibliotecas pidieron, desde textos escolares, novelas locales, extranjeras y clásicos nacionales. Esto
explicaría la heterogeneidad de las colecciones de las asociaciones, ya que la selección de libros requeridos dependió
del tipo de biblioteca.
La Biblioteca Ameghino y las preferencias lectoras
en Guatraché
Según las fuentes disponibles, para mediados de los años
cuarenta, la Biblioteca Ameghino contaba con una suma
mayor a mil libros y alcanzó los 3500 ejemplares y más
24
25
Entre ellos, fue notoria la llegada de volúmenes de La Obra, revista de educación, una publicación cuya difusión fue muy importante en las escuelas primarias argentinas. A partir de 1953, también fueron numerosos los folletos
y revistas, como Ping Pong, Hobby, El ahorro, Crónica de Holanda y la L. R. A.
Radio Nacional.
El vínculo entre el peronismo y la llegada de material bibliográfico vinculado con su difusión por medio de la Comisión Protectora de Bibliotecas
Populares fue analizado en mayor profundidad para el caso de la Biblioteca
Andrada en Oviedo (2019).
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148 • Diálogos sobre cultura y región
de 1400 folletos y revistas en la década posterior. Pese a
este aumento, los préstamos anuales fueron en declive. Esta
tendencia, que comenzó desde finales de los años treinta,
se hizo más visible en los años cuarenta en correspondencia con el proceso de pérdida poblacional ligada a la crisis
agroclimática de esos años (Lanzillotta y Oviedo, 2018).
En el caso de la BPFA, podemos hacer referencia no
solo a la composición de los acervos, sino a las preferencias
lectoras, dado que esta asociación ha conservado el libro de
préstamos a domicilio para el periodo de análisis. En cuanto a los textos más consultados, es posible destacar ciertos
cambios entre la década de 1930 y el peronismo, aunque la
orientación general fue hacia la lectura de ficción. Durante
los años treinta, los lectores de esta localidad se acercaron a
obras vinculadas con temáticas como la integración de los
inmigrantes, a través de autores como Alberto Gerchunoff,
Horacio Quiroga y Hugo Wast. También se hizo presente
la narrativa nativista, aunque con menos adeptos entre las
preferencias del público (Lanzillotta y Oviedo, 2018).
Entre 1946 y 1955, las novelas continuaron siendo
el principal material retirado por los socios guatrachenses
mientras que, en segundo término, se consultaron obras
de teatro, poesía, textos de Historia y algunos manuales
escolares.26 A nivel general, los asociados a esta biblioteca
se caracterizaron, desde los inicios de la institución, por
la lectura de novelas de ficción sobre temas sentimentales y de escritores principalmente extranjeros27 (Lanzillotta
26
27
Debemos señalar que, entre los clásicos requeridos en la institución, se consultaron Amalia (1851), de José Mármol, Madame Bovary (1856), de Gustave
Flaubert, y Corazón (1886), de Edmundo De Amicis.
En este sentido, durante el período analizado, se destacan los retiros de
novelas de autores internacionales de gran trascendencia, como Un corazón
sencillo (1877) de Gustave Flaubert, Cumbres Borrascosas (1847) de Emily
Brontë y El sabueso de los Baskerville (1902) de Arthur Conan Doyle. La preferencia hacia autores extranjeros es notablemente visible en los préstamos
del año 1952. En esta fecha, los autores leídos con más frecuencia fueron
Constancio C. Vigil, Hugo Wast, Knut Hamsun, Émile Zola, Guy Chantepleure, Luis Coloma, Manuel Prevost y Romain Rolland.
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Diálogos sobre cultura y región • 149
y Oviedo, 2018). Asimismo, los socios optaron por libros
infantiles.28
En el Cuadro 4, se tomaron los años 1946 y 1955
para dar cuenta de las preferencias lectoras de los socios de
la Biblioteca Ameghino, en forma comparativa. Es notoria
la preponderancia de novelas clásicas y la poca presencia
de material vinculado con la educación y la instrucción
en comparación con la biblioteca santarroseña; además, el
número de retiros se reduce y aparece la literatura infantil
como segundo género más consultado.
Cuadro Nº 4: Preferencias lectoras de la Biblioteca Florentino Ameghino
Año
Cantidad de ejemplares
retirados
Género más consultado
1946
181
Narrativa 171 – Historia 3 –
Teatro 2 – Poesía 3 – Manuales 2
1955
108
Narrativa 91 – Religión 3 –
Infantiles 12 – Historia 2
Fuente: Elaborado sobre la base del registro de los libros llevados a domicilio, Biblioteca Popular Florentino Ameghino, Guatraché, 1945-1958.
La modificación respecto a las principales lecturas está
vinculada con un fenómeno puntual en la BPFA: el ingreso
masivo de mujeres y niños como público lector, proceso
iniciado entre los años cuarenta y cincuenta (Lanzillotta y
Oviedo, 2018). De esta manera, mientras el principal género
literario consultado siguió siendo la ficción, comenzaron a
ser retirados con más asiduidad novelas románticas, de misterio y textos infantiles. Con respecto a literatura peronista,
La razón de mi vida (1951), de Eva Perón, fue consultado
28
Entre ellos, pueden nombrarse títulos como Botón Tolón (1927), Tragapatos
(1941) y El ganso bromista (1950), todos del escritor uruguayo Constancio
C. Vigil.
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150 • Diálogos sobre cultura y región
ocho veces en 1952, mientras que ninguno de los otros
libros solicitados posee tantas salidas. Para interpretar este
dato, cabe recordar lo señalado antes acerca de la identificación de varios de los integrantes de la CD de esta biblioteca
con el peronismo y la relación de muchos de sus socios
con la Cooperativa Agrícola Ganadera de Guatraché, una
entidad que la Nómina de Entidades de la Provincia Eva Perón
caracterizaba como cercana al partido gobernante.
Algunos de los autores citados, como Hamsun y Zola,
fueron escritores consultados de manera constante en las
comunidades de lectura de este tipo de asociaciones, tal
como lo menciona Nicolás Quiroga (2003) para el caso de
la Biblioteca Popular Juventud Moderna de Mar del Plata.
Aunque su período de análisis es previo (comprende fines de
los años treinta y principios de los cuarenta), algunos rasgos
coinciden, como, por ejemplo, el gusto por la ficción. Como
argumenta Pasolini (1997), esta predilección, en parte, se
explica por el horizonte cultural de lectores incipientes, que
se incorporan al proceso de democratización del acceso de
bienes culturales. En este sentido, vale recordar que es en
este período donde se consolidó el mercado editor, en tanto
se amplió la oferta de material de lectura, así como la prensa
periódica. Asimismo, asistimos a un proceso de expansión
y extensión del sistema educativo en el ámbito local, lo
que favoreció el desarrollo de actividades vinculadas con
la lectura. En este sentido, los géneros de libros más consultados y llevados a domicilio parecen indicar que, en el
caso de Guatraché, la biblioteca funcionó como un espacio
de recreación y esparcimiento, en tanto los socios optaron
por lecturas vinculadas al entretenimiento y no tanto a la
formación educativa.
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Diálogos sobre cultura y región • 151
Winifreda tiene sus propios gustos. La Biblioteca
Sarmiento
El rico corpus documental de la Biblioteca Sarmiento permitió reconstruir la cantidad de socios, volúmenes disponibles
y los préstamos a domicilio realizados desde los primeros
años hasta el peronismo. Tal como se observa en el cuadro
a continuación, aunque con irregularidades, el número de
socios y libros atravesó un lento y sostenido aumento.
Cuadro N°5: Movimiento de socios, volúmenes y lectores de la Biblioteca
Sarmiento (1935-1951)
Biblioteca Popular Sarmiento
Año/Período
Socios
Volúmenes
Lectores
1935
58
933
1.500
1942-1943
76
1.658
1.880
1944
95
S/D
1.141
1947-1948
92
2.150
890
1950-1951
S/D
2.300
2.189
Fuente: Elaboración propia sobre la base de los libros de Acta N° 1 y N°
2, Biblioteca Popular Sarmiento.
Un rasgo para destacar es el incremento de la participación femenina en la comunidad de lectura de la BPS
entre los años cuarenta y cincuenta, situación similar a la
de la BPFA de Guatraché. Las cifras indican que, en la
Biblioteca de Winifreda, las mujeres eran las lectoras más
asiduas. Así, por ejemplo, de los 1.880 lectores en el período
de 1942-1943, los varones sumaban un total de 939 y las
mujeres 941, mientras que, entre 1950-1951, de los 2.189
lectores, el total de mujeres fue de 1.381, por sobre 808
varones. Asimismo, fue notable la consulta de libros en la
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152 • Diálogos sobre cultura y región
sala de lectura por parte de alumnos de las escuelas locales,
tal como refieren las memorias anuales de la asociación.29
La incorporación de mujeres en espacios de sociabilidad como las bibliotecas populares responde a un fenómeno
que articuló una suma importante de variables: al avance
del proceso de escolarización y alfabetización mencionado
anteriormente, el aumento de la participación de la población en asociaciones civiles, las nuevas ofertas de bienes de
la industria cultural que buscaron ampliar su público durante estos años, entre otros. No obstante, la participación de
mujeres se concentró en la actividad como socias, lectoras
y bibliotecarias, ya que ni en Winifreda ni en Guatraché
los cargos directivos fueron ocupados por mujeres.30 Dicha
omisión resulta contradictoria, dado que La Pampa fue un
espacio muy activo con respecto a la actuación femenina en
el ámbito público.31
Esta ausencia puede relacionarse con el predominio
que tuvo la concurrencia masculina en las salas de lectura de
las bibliotecas hasta el último tercio del siglo XIX. Es recién
hacia fines de esa centuria que el impulso dado a la creación
de las bibliotecas populares en la presidencia de Domingo
F. Sarmiento generó la incorporación del público femenino
29
30
31
Estatutos, Memoria y Balances de la Asociación Biblioteca Popular Sarmiento, Winifreda, La Pampa, 1944. Consultados en la institución.
En el caso de Winifreda, los libros de actas nos permiten reconstruir la composición de las CD entre 1932-1952. Para Guatraché, el registro disponible
permite observar el desarrollo de las CD durante los años 1949-1955. Entre
esas fechas, los cargos directivos principales (presidente, vicepresidente y
secretario) fueron ocupados exclusivamente por hombres en las dos asociaciones.
Según sostiene María Herminia Di Liscia (2014), las primeras experiencias
de participación política de las mujeres pampeanas se desarrollaron dentro
del Comité Femenino por la Provincialización y la militancia radical. De este
modo, durante las primeras décadas del siglo XX, las mujeres trabajaron en
la confección de padrones, recorrieron los barrios e hicieron uso público de
la palabra en las tribunas. Al mismo tiempo, la autora afirma que “las pampeanas de sectores medios y altos tenían una significativa participación en
el mundo local de la cultura y la educación y en diversas asociaciones” (M.
H. Di Liscia, 2014, p. 129). Sobre la experiencia política de las mujeres en La
Pampa, ver también Zink y M. H. Di Liscia (2007) y Zink (1995, 2005).
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Diálogos sobre cultura y región • 153
en estos establecimientos (Parada, 2012). En espacios geográficos como el estudiado, se advierte que la participación
femenina en las bibliotecas populares se fue incrementando
paulatinamente, pero principalmente vinculada a las prácticas lectoras. Además, en el caso de Guatraché, la BPFA funcionó ligada un club deportivo, otro ámbito caracterizado
por una predominancia masculina,32 lo que también explica
la tardía incorporación de mujeres en las CD.
Con respecto a la conformación del acervo bibliográfico de la BPS, los documentos consultados permiten hacer
un recorrido anual sobre los volúmenes adquiridos. El
movimiento de libros puede resumirse en lo graficado en el
Cuadro 6.
Cuadro N° 6: Libros adquiridos en la Biblioteca Sarmiento (1946-1954)
Año
Cantidad de libros adquiridos
Género literario
1946
162
Manuales, textos de narrativa
adulta e infantil, poesía, Historia.
1947
80
Material histórico, algunos
textos de temática religiosa,
boletines, folletos y revistas.
1948
67
Novelas de diversas corrientes
literarias y estéticas, como el
romanticismo, el realismo y el
naturalismo, textos religiosos y
títulos infantiles.
1949
86
Novelas, textos infantiles y
juveniles, textos religiosos. Solo
dos libros peronistas.
1950
17
Cultivo agrícola y novelas.
1951
88
Novelas de literatura argentina y
extranjera.
32
Es menester aclarar que la ausencia de mujeres en los cargos directivos no
significó la omisión de estas en otros ejercicios esenciales. En particular, la
Biblioteca Ameghino es un ejemplo, dado que, a partir de 1932, la institución contó con una bibliotecaria que se encargaba de actividades sustanciales como el pedido de libros, la correspondencia, las memorias y el registro
de los préstamos llevados a domicilio (Lanzillotta y Oviedo, 2018).
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154 • Diálogos sobre cultura y región
1952
153
Algunas novelas. Gran cantidad
de manuales, la mayoría
técnicos, sobre carpintería,
reparación de motores, aviación,
electricidad y cosméticos, pero
también sobre idiomas, en
especial inglés e italiano. Con
respecto a la literatura vinculada
con el peronismo, en este
momento, se incorpora Dos
letras milagrosas Eva Perón
(1951) de Luis Velázquez y
textos sobre la vida y obra de
San Martín.
1953
34
Obras de teatro, novelas y
textos de filosofía.
1954
114
Libros de renombrados autores
extranjeros y algunos textos
peronistas.
Fuente: Elaboración propia sobre la base de Balances y Memorias de la
Biblioteca Popular Sarmiento, Winifreda.
Hacia 1945, la Biblioteca Sarmiento contaba con 1.786
ejemplares, repartidos en seis muebles. Si bien la organización del material bibliográfico sufrió cambios a lo largo
de los años, los libros se agruparon de la siguiente manera:
narrativa, manuales escolares, Historia, biografías, poesía,
teatro, divulgación científica, instrucción cívica y ciudadana, novelas históricas, historia nacional, literatura clásica,
narrativa infantil y textos religiosos. A modo de simplificar
la descripción, nos concentraremos en describir las adquisiciones en los años en que los ingresos superaron los 100
títulos: 1946, 1952 y 1954. De esta manera, para 1946, ingresaron 162 libros nuevos sobre temas varios, entre los que
se contaron manuales, textos de narrativa adulta e infantil,
poesía, Historia, por nombrar algunos. Dentro del material
incorporado, resaltan unos textos de literatura infantil de
Walt Disney, como El ratón Mickey en la selva africana, El
ratón Mickey en la legión extranjera y Pluto héroe de la armada,
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Diálogos sobre cultura y región • 155
publicados por la Editorial Abril, lo que da cuenta de la
expansión de las industrias culturales en esos años.33
Por su parte, lo más destacado del año 1952 fue el
ingreso de la novela 1984 (1949) de George Orwell, una de
las más reconocidas obras del autor, y la incorporación de
un gran número de manuales, la mayoría técnicos, sobre
carpintería, reparación de motores, aviación, electricidad y
cosméticos, pero también sobre idiomas, en especial inglés
e italiano. Esto podría vincularse con el lugar preponderante que el peronismo le otorgó a los oficios y a la educación
técnica. Con respecto a la literatura vinculada con el peronismo, en este momento, se incorporó Dos letras milagrosas
Eva Perón (1951), de Luis Velázquez. Además, se sumaron
textos vinculados con la vida y obra del general San Martín, en consonancia con el lugar central que su figura venía
ocupando en la serie de homenajes por los cien años de su
fallecimiento.
El año 1954 volvió a ser de numerosos ingresos, 114
ejemplares en total. En esta oportunidad, resaltan títulos de
Miguel de Cervantes, Charles Dickens y Aldous Huxley. En
referencia a la literatura peronista, aparecen textos como El
justicialismo (1951), de Raúl Mende, y Conceptos Doctrinarios
(Mensaje 1 de mayo 1951) de Juan Domingo Perón.
En 1955, sucede un fenómeno interesante: varios ejemplares aparecen tachados del listado. Entre ellos, vemos el
material vinculado con el peronismo: La razón de mi vida,
ejemplar que aparece por primera vez recién en 1953, El
33
La Editorial Abril fue fundada en 1941 por el italiano Cesare Civita. Publicaba principalmente revistas infantiles, seminarios de actualidad y revistas
destinadas al público femenino. El primer producto de Abril fueron libros
para niños destinados a la colección “Pequeños Grandes Libros”, colección
en la cual se encontraban los personajes de Disney, aunque es recién en
julio de 1944 cuando la editorial obtuvo la autorización para publicar un
semanario totalmente dedicado a los héroes de los dibujos animados (Scarzanella, 2009). Entre 1946 y 1947, la Biblioteca Sarmiento adquirió material
infantil vinculado con esta producción, cuyos protagonistas fueron, principalmente, el ratón Mickey y el pato Donald. Cabe destacar que, en ninguno
de los otros dos casos analizados, se encontró este tipo de bibliografía.
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156 • Diálogos sobre cultura y región
plan quinquenal, Doctrina hacia una vida mejor, Política y estrategia, Artículos de Descartes y El justicialismo. Sin embargo,
también desaparecen otros títulos de narrativa nacional y
extranjera.34 Es posible inferir que la eliminación de títulos
sobre el régimen peronista está relacionada con la proscripción posterior al fin de su gobierno y el proceso de “desperonización” durante la “Revolución Libertadora” (Ferreyra,
2016). No obstante, eso no explica la desaparición de los
demás textos.
Por último, una lista de pedidos que la BPS realizó a
la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares en 1948
parece evidenciar la relevancia de los autores extranjeros
para los socios y lectores de Winifreda. Los títulos requeridos fueron abastecidos por distintas librerías de Buenos Aires.35 Dentro del listado antes mencionado, destacan obras de Hendric Consciense, Joseph Conrad, Sinclair
Lewis, Leonid Andreyev y Paul Bourget.36 Si pensamos en
las preferencias lectoras de la Biblioteca de Guatraché, se
observa que, si bien los autores también refieren a la narrativa de ficción, los socios de la BPS parecen haber preferido
textos policiales.
En este punto, el recorrido realizado nos permite realizar una comparación entre la composición de los acervos
de la biblioteca de Santa Rosa y de la de Winifreda. Un
rasgo diferencial de BPS fue la amplitud de novelas y autores nacionales y extranjeros comprados. Asimismo, aunque
34
35
36
Entre ellos, Platero y yo (1914) de Juan Ramón Jiménez, Nuestras Malvinas
(1944) de Juan Carlos Moreno, María Antonieta, Quo Vadis? (1895) de Henryk
Sienkiewicz, El tempe argentino (1842) de Marcos Sastre, Juvenilia (1884) de
Miguel Cané, Don Segundo Sombra (1926) de Ricardo Güiraldes, La cabaña del
Tío Tom (1852) de Harriet Beecher Stowe, El judío errante (1845) de Eugene
Sue, por nombrar algunos.
Los proveedores de este material fueron las librerías Ciorda y Rodríguez, El
Ateneo y Librería Perlado. Los libros fueron facturados entre los días 4, 12
y 16 de marzo de 1948.
Los títulos solicitados fueron La tumba de hierro (1864), Freya de las siete almas
(1987), Tifòn (1902), Dr. Arrowsmith (1925), Los ahorcados (1908) y Un divorcio
(1904).
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Diálogos sobre cultura y región • 157
ambas fueron conformadas en asociación con instituciones educativas y vinculadas con maestros, la impronta del
material escolar fue mayor en la Biblioteca de Santa Rosa.
Por su parte, aunque las consultas de estudiantes fueron
recurrentes en la Biblioteca de Winifreda, el principal material adquirido giró en torno a temáticas que excedían la
instrucción y se incorporaron novelas de ficción de autores extranjeros, nacionales y narrativa infantil. Esto parece
indicar que el perfil de las asociaciones fue diferente (más
popular en el caso de la BPS), aunque estuvieron íntimamente ligadas a instituciones escolares.
Otro rasgo diferencial fue la notable presencia de textos
de difusión peronistas. Como se observa en los cuadros presentados, esta literatura no estuvo ausente en los anaqueles
de la Biblioteca Sarmiento o la Biblioteca Ameghino, pero
representó un porcentaje mucho menor que en el caso de la
BPCJA. Esto parece insinuar que la llegada de este material
estuvo más presente en ciertos centros educativos relevantes para las políticas culturales y educativas peronistas, y no
en asociaciones civiles de pequeñas localidades del interior.
En este sentido, según Fiorucci (2009), el mayor esfuerzo de
control político fue visible, principalmente, en el área escolar y se concentró en los libros de textos difundidos durante
el peronismo. Lo observado en las bibliotecas analizadas
pareciera inferir que no es factible hablar de una política
concreta de difusión o promoción de lineamientos políticos
estatales por parte de la CPBP, pero sí de un ejemplo de su
accionar en un espacio particular.
Palabras finales
Las tres bibliotecas estudiadas representan no solo perfiles institucionales diferentes, sino que cada una de ellas
mantuvo, desde sus primeros años, fuertes vínculos con
otros centros culturales y espacios de sociabilidad, como
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158 • Diálogos sobre cultura y región
las escuelas y los clubes deportivos. Estos nexos resultaron
de suma importancia, dado que dejaron su impronta en la
composición de los acervos bibliográficos de las entidades.
Asimismo, las políticas culturales del período, tanto nacionales como provinciales, permitieron la ampliación del caudal de libros existentes y el aumento del movimiento de
lectores. Para esto, fue sustancial el vínculo con la CPBP,
así como las distintas estrategias adoptadas por los socios
directivos para sostener e impulsar el despliegue cultural de
las bibliotecas.
En ese proceso de incremento de bibliografía y socios,
los perfiles de cada asociación dejaron sus tintes en los
anaqueles. Por un lado, la BPCJA priorizó, por su estrecho
vínculo con la Escuela Normal, la adquisición de textos de
instrucción y lecturas clásicas del ámbito nacional y de la
literatura universal. En tanto, la BPS, que modificó la composición de su CD en cuanto a las profesiones de quienes
ejercían los cargos directivos, incorporando a sectores no
profesionales, amplió su oferta hacia obras de literatura
infantil y juvenil, además de incorporar textos de narrativa
y manuales consultados en las escuelas locales. En cuanto
a la Biblioteca Ameghino, durante su etapa fundacional, los
cargos principales se distribuyeron entre miembros de sectores gremiales y luego del municipio local, en tanto que, en
la etapa peronista, los directivos eran afines al gobierno de
turno. La ausencia de mujeres en estos puestos fue un rasgo
compartido por las asociaciones, no obstante, advertimos la
notable participación del público femenino como lectoras
y, en el caso BPFA, también en el rol de bibliotecaria.
Por otro lado, la experiencia de la BPFA nos permite
arrojar luz sobre las preferencias lectoras en una localidad
mediana del interior pampeano. Las principales obras retiradas pertenecieron a obras de escritores extranjeros y el
género más destacado fue la novela. Los intereses en torno
a la recreación y el fenómeno de la ampliación de la comunidad de lectura se evidencian en el público que asistía a
la Biblioteca Ameghino, que se diversificó durante los años
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Diálogos sobre cultura y región • 159
cuarenta y cincuenta. Algo similar parece haber sucedido en
Winifreda, con la predominancia de la participación de las
mujeres en el retiro de libros.
Otro elemento diferencial fue la heterogénea presencia
de literatura peronista. Así, aunque las tres instituciones
contaron con esta bibliografía, el número de textos peronistas fue mucho mayor en la Biblioteca de Santa Rosa. Dado el
nexo entre la Biblioteca Andrada y la Escuela Normal, esto
parece sugerir que las políticas de difusión de este material
priorizaron espacios educativos de localidades intermedias
y grandes, en detrimento de otras asociaciones civiles y
ciudades de menor dimensión. Con todo, la llegada de estos
títulos se concentró en un período muy breve, lo que no
permitiría sostener que efectivamente se trató de una política cultural sistemática de difusión.
También merece mención la “desaparición” de libros
ocurrida en 1955 en la Biblioteca de Winifreda. Podríamos
asociar la exclusión del material peronista al proceso de
“desperonización” que se inició con la Revolución Libertadora. Pero, al mismo tiempo, otros títulos de narrativa
nacional y extranjera fueron retirados de los anaqueles.
Quedará para futuras investigaciones indagar las razones
de este llamativo fenómeno.
En suma, la conformación del público que visitaba estas
asociaciones fue posible gracias a la acción conjunta de la
urbanización, la alfabetización, la consolidación del sistema
educativo, de proyectos editoriales y el surgimiento de un
mercado de libros a precio económico en los años veinte.
Estos libros baratos se convirtieron en una empresa cultural
en sí, según Romero (2007), ya que se encontraba accesible, por muy bajo costo, una cuidada selección de obras de
literatura y pensamiento universal que marcó y orientó los
gustos lectores de los sectores populares. En el ámbito pampeano, los socios de las bibliotecas populares examinadas
también formaron parte de este proceso y accedieron, en
distinta medida y con vistas a preferencias particularizadas,
a los productos de este nuevo mercado editorial.
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160 • Diálogos sobre cultura y región
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Parte III.
Arte y sociabilidad cultural
en la construcción
de identidades regionales
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5
Pintar en los márgenes: el mundo
de la plástica pampeana
entre 1955-19711
FLORENCIA PRINA
Identidad regional y espacio artístico marginal
El siguiente trabajo aborda la etapa de conformación del
campo artístico pampeano desde 1955 hasta 1971, entendiéndolo como un mundo del arte2 particular y peculiar, configurado desde una situación doblemente periférica
(respecto de los centros artísticos nacionales, pero también de otros espacios regionales), donde el accionar de los
agentes privados, junto con el Estado provincial, movilizan
intereses y proyectos que confluyen (no sin conflictos) en la
consolidación tardía del campo.
1
2
Algunas de las reflexiones de este capítulo forman parte del trabajo final de
Especialización en Estudios Sociales y Culturales (Facultad de Ciencias
Humanas, Universidad Nacional de La Pampa), presentado en 2017 con el
título de “Una aproximación teórica para el abordaje del campo de la plástica pampeana en el período post provincialización (1955-1988)” [trabajo no
publicado].
La noción sociológica de mundo del arte es retomada del trabajo de Becker
(2008), quien definió tal concepto como “la red de personas cuya actividad
cooperativa, organizada a través de su conocimiento conjunto de los medios
convencionales de hacer cosas, produce el tipo de trabajos artísticos que
caracterizan al mundo del arte” (p. 12). Entender la producción artística
como un fenómeno social supone prestar atención a las redes de cooperación y asistencia que se establecen entre diferentes artistas en una misma
etapa o período. Ver más en Becker (2008).
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167
168 • Diálogos sobre cultura y región
Este análisis se vincula con los estudios que analizan
redes de artistas e intelectuales en espacios artísticos locales
y la elaboración de discursos sobre las identidades regionales. En sintonía con Ribas (2012),3 consideramos que es
necesario ampliar la mirada y reconstruir las tramas del
arte local –ligadas a redes sociales e intereses políticos particulares– para tener una perspectiva mucho más rica de
la historia del arte nacional. El abordaje de mundos del
arte local4 distintos del capitalino, además de complejizar el
3
4
Uno de los espacios artísticos que tuvo mayor diálogo con el arte pampeano
fue Bahía Blanca, algunos de los plásticos bahienses de la época analizada
expusieron en Santa Rosa, fueron jurados en muestras locales, y, para los y
las pampeanas, Bahía Blanca fue un lugar al que acudían con sus producciones, también un espacio de formación y de contacto, frente a la dificultad de
insertarse en Buenos Aires, Rosario o Córdoba. Ribas (2012) nos muestra
cómo el campo artístico bahiense y la difusión de nuevos lenguajes plásticos
se construye en torno a la tensión entre la integración al proyecto nacional
o la afirmación de lo regional. La autora analiza cómo se van tejiendo redes
de intercambio entre los centros de producción artística más “avanzados”
y aquellos más “periféricos” a través del contacto que se establecía entre
artistas más reconocidos con los locales, el papel de las asociaciones de
artistas y la circulación de publicaciones periódicas y revistas de época. El
abordaje de López Pascual (2015), por su parte, aborda el análisis de los
grupos de artistas que intervinieron en el campo artístico bahiense durante
los años sesenta. En este sentido, la autora reconstruye el surgimiento y la
consolidación de un grupo de artistas locales –el grupo Austral– “cultores
de un lenguaje plástico moderno” y las disputas que esto generó al interior
del campo con otros grupos, como la Asociación de Artistas del Sur, atada a
una línea estética con temática paisajística y técnica impresionista.
Como dijimos, una clave al momento de pensar la realidad artística de la
Pampa es el diálogo que puede establecerse con otros trabajos que han
abordado la temática en localidades del interior del país. Por su cercanía,
Mendoza fue otra de las provincias con las cuales las artistas y los artistas
pampeanos establecieron un contacto muy fluido, que se registra en participaciones en muestras regionales, visitas y exposiciones. Resulta interesante
revisar y encontrar las trayectorias de artistas como Juan Carlos Durán, de
gran actuación en La Pampa, en el trabajo de Favre y Herrera (2012). Estas
autoras recorren el proceso de creación y consolidación de las principales
instituciones artísticas en Mendoza y San Juan a lo largo de la primera
mitad del siglo XX, con el objetivo de delinear un panorama del arte de
la región cuyana y abordar el campo artístico institucional en ambos espacios, en tanto entendidos como campos periféricos y con conciencia de ese
lugar secundario que ocupaban con respecto a Buenos Aires y otros centros
nacionales. Para la misma región, y retomando el concepto de vanguardias
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Diálogos sobre cultura y región • 169
panorama artístico, cuestiona la idea de la pasividad de las
periferias en relación con los centros artísticos.
Con respecto a la fecha de inicio del arco temporal,
si bien se considera un hito de importancia el año 1951,
cuando se instituye la provincialización de La Pampa y el ex
Territorio Nacional pasa a tener el rango de provincia, con
las atribuciones que esto supone, en este trabajo, se atiende
a las particularidades del campo artístico estudiado, más
allá de que la periodización pueda establecerse desde el área
de la historia política. Sin descartar que el devenir provincia tuvo implicancias en el campo artístico, como veremos,
en función de los cambios producidos en la gestión cultural
estatal, en el caso de la plástica, fue fundamental la formación de la Escuela de Dibujo y Pintura en 1948 que, en 1955,
da paso al Instituto Provincial de Artes (IPBA), erigiéndose
en un actor clave para la conformación del campo artístico pampeano. La fecha de finalización de este capítulo se
corresponde con el inicio de marcos normativos más claros para la esfera artística, cierta institucionalización de los
espacios artísticos y profesionalización de sus prácticas. Es
decir, se observa una mayor consistencia del campo.
En tal sentido, historizar el proceso de génesis del campo artístico es fundamental para pensar cuáles eran las posibilidades que tenían los actores en determinados contextos,
en nuestro caso, esos contextos estuvieron también signados por la condición periférica de la escena del arte local,
a la cual, en sus inicios, acudían artistas ya consagrados de
otras localidades.
Si pensamos en la historicidad del mundo del arte pampeano, podemos organizarlo en, al menos, dos momentos.
Una primera etapa de formación que comienza en 1955,
cuando el campo artístico plástico estaba en proceso de
situadas, Jorajuria (2012) analiza los años 60 en Mendoza como parte de los
diferentes proyectos de vanguardia artística moderna que se desarrollaron
en el país y que, además de renovar las estéticas del momento, “provocaron
un tránsito de renovaciones en vías de generar una red de intercambios
artísticos entre provincias y países” (p. 158).
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170 • Diálogos sobre cultura y región
construcción y aún no tenía un grado suficiente de diferenciación y especialización. Los artistas tenían otras fuentes
de ingreso como sustento, las industrias culturales eran
incipientes; los circuitos de producción y circulación de
bienes culturales, escasos y muy acotados. La inexistencia
de galerías y museos llevó a los artistas a ocupar otros espacios alternativos para las exposiciones. En un momento inicial, la imposibilidad de los plásticos de contar con becas y
subsidios por parte de la recientemente creada Dirección de
Cultura5 los obligó a permanecer confinados en los límites
de la provincia. Es el periodo en que se formaliza la enseñanza artística a través del ya mencionado Instituto Provincial de Bellas Artes (IPBA), pero también desde la sociedad
civil se impulsan proyectos que buscaban llamar la atención
sobre la producción artística local y sus peculiaridades.
Este campo incipiente comienza a cambiar a partir
de los años que trascurren entre 1971 y el fin de la última dictadura militar (1976-1983). Fundamentalmente, este
proceso de consolidación del campo se advierte, en parte,
por la institucionalización del único espacio formador de
artistas en la provincia, el IPBA. El último golpe de Estado
interrumpe parte del proceso de normativización y florecimiento del campo de la plástica.
En el contexto descripto, cabe preguntarse: ¿cómo pensar un mundo artístico donde las instituciones del arte
más formales eran inexistentes?, ¿qué otras escenas artísticas aparecían como posibles a la hora de exponer las
5
Los avatares de las políticas culturales en la provincia de La Pampa han sido
analizados por Salomón Tarquini y Laguarda (2012). Con respecto a la fecha
de creación de la Dirección de Cultura, las autoras sostienen que, luego del
período de provincialización, “hubo normas contradictorias que permitían
la coexistencia de la Dirección de Cultura que aparecía en el presupuesto
de 1957, con una Secretaría de Cultura (creada por Decreto 327/54) que
luego fue reemplazada por un Departamento de Cultura (Decreto 884/54).
El decreto-ley 746/60, mediante el cual se creó la Dirección de Cultura –en
el ámbito del Ministerio de Asuntos Sociales– regularizaría esta situación e
inauguraría un período de políticas culturales sistemáticas” (Salomón Tarquini y Laguarda, 2012, p. 108).
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Diálogos sobre cultura y región • 171
producciones culturales locales?, ¿qué alternativas tenían
los artistas pampeanos al inicio de los años cincuenta en una
provincia joven?, ¿qué estrategias de legitimación desplegaron a lo largo del período mencionado, en un contexto donde las posibilidades de acción del arte plástico eran bastante
restringidas?, ¿cómo se organizó este espacio?, ¿cuándo se
constituyó como un espacio autónomo y diferenciado, con
reglas propias y definidas?
Los aportes de Pierre Bourdieu (1996, 2003) son valiosos para comenzar a abordar algunos de estos interrogantes,
aunque sin perder de vista que la teoría desarrollada por
el sociólogo francés fue pensada para un contexto social y
culturalmente lejano al argentino y pampeano, y una aplicación mecánica de estos conceptos conllevaría el riesgo de
que la investigación se tornara en una simple búsqueda del
“campo”, tratando de acomodar lo empírico a la teoría.6
Uno de los agentes fundamentales que intervino en la
construcción del campo artístico local fue el Estado provincial, a través de la Dirección Provincial de Cultura, que,
hacia mediados de los años cincuenta, comenzó a definir
políticas culturales más claras con respecto a las distintas
manifestaciones del arte y a elaborar y legitimar determinados discursos sobre la “identidad” y la “cultura pampeana”.7
6
7
Como sostiene Ana Teresa Martínez (2007), refiriéndose a la centralidad
desde la cual Bourdieu plantea su propia teoría sociológica, “La condición
periférica de un espacio social obliga a específicos esfuerzos de exégesis
cuando se trata de apropiarse del aporte de un sociólogo que escribe desde
un lugar ya central, de un campo, sino central, al menos en posición de
disputar la centralidad en una producción de ciencias sociales a nivel mundial” (p. 14).
Con respecto a los conceptos de “identidad” y “cultura”, resulta necesario
precisar que se trata de nociones complejas y polisémicas. “Identidad” y
“cultura” serán enfocadas desde la perspectiva postulada por Cuche (2007),
quien plantea a la identidad como un fenómeno flexible, plástico, dinámico
y heterogéneo, que los agentes construyen y reconstruyen constantemente,
en una situación de negociación y lucha con otros. Pero, para contrarrestar
el peligro que implica tomar una caracterización tan flexible, que soslaye las
experiencias y los elementos de permanencia, abordaremos el problema con
base en los aportes de Brubacker y Cooper (2007). Ambos autores proponen
suplantar la noción de identidad por la de “identificación/categorización”
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172 • Diálogos sobre cultura y región
Los plásticos pampeanos tuvieron una gran participación
en este proceso, adscribiendo a determinadas nociones
sobre la pampeanidad,8 significando la cuestión de la identidad cultural provincial y su propia identidad como artistas
pampeanos, tanto en sus obras como en sus prácticas, discursos y acciones colectivas. Esta puja por definir qué era y
qué no era “ser pampeano” estuvo presente desde los inicios
de la conformación del campo en la provincia.
Como veremos a continuación, en este periodo inicial,
los artistas plásticos pampeanos actuaron en un espacio
sumamente marginal. Entendemos que la posición periférica de La Pampa con respecto a los principales centros urbanos del país (Buenos Aires, Rosario y Córdoba) y también
a las distintas escenas provinciales (Tucumán, Bahía Blanca,
Mendoza; espacios con los cuales nuestros plásticos tuvieron un diálogo más fluido), y por supuesto con respecto a la
escena internacional (París y Nueva York) y latinoamericana (Brasil y México), debe abordarse a partir de una noción
de “periferia” que tenga en cuenta las relaciones complejas y
cambiantes entre los centros artísticos y las periferias. Estos
vínculos configuraron una escena artística original, en la
cual el objetivo primario pareció recaer en el desarrollo
de proyectos que estuvieran enfocados en el logro de una
mayor sistematización del campo artístico local.
Como sugirieron Castelnuovo y Ginzbug (1979), uno
los riesgos que implica utilizar el concepto de “periferia”
tiene que ver con la carga negativa que esta noción conlleva.
Principalmente, la idea errónea de pensar al centro como
un espacio único y homogéneo, en el cual se desarrollan
8
para dar cuenta de un proceso que es fluido e inacabado, más que una
esencia inmanente.
Por “pampeanidad” nos referimos a los diferentes discursos y representaciones que se elaboraron desde el campo intelectual y artístico acerca de la
identidad cultural provincial. Algunas de estas reflexiones pueden revisarse
en los siguientes trabajos: Salomón Tarquini y Laguarda (2012), Salomón
Tarquini (2013), García (2013), Salomón Tarquini (2016) y Salomón Tarquini y Abbona (2018).
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Diálogos sobre cultura y región • 173
“estilos”, “cultura” y “arte”, elementos que más adelante son
“irradiados” hacia la oscura, inculta y sobre todo “pacífica” periferia, a la cual llegan como “estilos contaminados”
o “menos puros”. De este modo, como señalan los autores,
se termina por buscar, en la periferia, los componentes
prescriptos por el canon y las obras periféricas son juzgadas de acuerdo con estilos preestablecidos. Frente a esta
imagen, los historiadores proponen abordar el tema de una
forma más compleja, prestando atención a los conflictos
entre centro y periferia, entendiendo que no todo “atraso”
proviene de los márgenes: “No se trata de difusión, sino de
conflicto, aún en las situaciones en las que la periferia parece limitarse a seguir servilmente las indicaciones del centro”
(Castelnuovo y Ginzbug, 1979, p. 46).
Esta característica del arte pampeano se observa desde
el momento de gestación del campo artístico y es una continuidad durante todo el proceso de conformación. Si bien
las condiciones de producción de los plásticos cambian y,
con el correr de los años, el mundo artístico adquiere una
mayor autonomía, con reglas y espacios propios, la condición de espacio periférico nunca se revierte totalmente,
aunque, como veremos, eso no necesariamente significa la
subordinación a las reglas y tendencias de los principales
centros artísticos. Como sostiene Andrea Giunta (2020), el
problema es que la noción de “periferia” es la manera en
que los centros desacreditan todo lo que no sucede ahí. Por
ende, si bien sostenemos en este capítulo que, durante los
años en los que transcurre este proceso de normativización
del arte, la escena pampeana es subsidiaria de otros espacios,
antes que “copia” o “llegada tardía” de lenguajes pictóricos,
técnicas y tendencias, podemos pensar esta etapa a partir
de la idea de “simultaneidad”. Esta noción “permite destacar
otra articulación histórica que […] no ignora las relaciones culturales con los centros euronorteamericanos, pero
al mismo tiempo destaca lo específico y situado” (Giunta,
2020, p. 19).
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174 • Diálogos sobre cultura y región
De hecho, podemos pensar, al menos durante la etapa
de mayor formalización del campo artístico y a partir de la
organización del IPBA, no solo la inclusión de nuevas tendencias estéticas, sino la reversión incorporando elementos de la cultura local en pos de la construcción/búsqueda
de una identidad local que funcionara como sello del arte
pampeano.
Los “primeros” pintores y las nociones sobre arte
pampeano
Si volvemos a la etapa en la cual comienza a gestarse el campo de la plástica local, observamos un microcosmos compuesto, en su mayoría, por pintores no nativos de La Pampa,
con formación artística previa adquirida fuera de la provincia. Juan Carlos Durán, Nicolás Toscano9 y Luis Dal Santo,
por ejemplo, llegan a La Pampa y se instalan como maestros
en sus propios talleres de pintura o desarrollan actividades
profesionales en otras áreas ajenas a la pintura. Algunos de
ellos ocuparán cargos en la organización burocrática del
Estado provincial, en el municipio como directores de Cultura o en el Instituto de Bellas Artes como regentes de esa
institución. Junto a este grupo, actuarán otros pintores que
también tienen como ingreso principal su profesión y no
la pintura, como Santiago Swinnen, Andrés Arcuri y Julio
Fernández Navarro, así como los maestros que se dedican
a la enseñanza artística en el futuro IPBA y que también
9
Nicolás Toscano (1898-1973) nació en Lomas de Zamora. Se formó como
profesor de dibujo en el Colegio del Carmen de Banfield. Vivió un tiempo
en Victorica y luego se mudó a General Pico (La Pampa); allí, dirigió una
escuela de dibujo que se desarrollaba en el marco de la agrupación “La Peña”.
Años más tarde, se mudó a Santa Rosa, donde enseñó dibujo en el Colegio
Nacional y en el Instituto Provincial de Bellas Artes. Un dato central es
que, en 1958, creó la revista cultural Lympha, dedicada a las “Artes, letras,
ciencias, social y noticias”. Ver Asquini y Sapegno (2002).
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Diálogos sobre cultura y región • 175
intervienen en la esfera pública: Amílcar Evangelista y
Manuel Varela.10
La figura de Durán es central durante estos primeros
años de la escena artística pampeana (Prina, 2010). El pintor fue reconocido dentro y fuera de la provincia como “el
paisajista de La Pampa”, aunque nació y murió en Buenos
Aires. Sin embargo, para la mayoría de los críticos de la
prensa porteña y pampeana, para sus pares artistas, para
los escritores y el público en general, fueron sus elecciones
temáticas las que, sin haber nacido en La Pampa, lo convertían en el paisajista pampeano por excelencia; un título que
solo compartiría con Nicolás Toscano. Durán se convirtió,
así, en una figura con una identidad propia en el ambiente
cultural porteño de mediados de los años veinte y durante
los años treinta. Sus primeras muestras individuales fueron
realizadas, en aquella época, en el emblemático Café Tortoni de Buenos Aires, un lugar al que, como se sabe, concurría
la elite ilustrada de los años veinte y en donde Benito Quinquela Martín había fundado “La Peña”, espacio de encuentro
e intercambio para la bohemia artística de la época. Durán
formó parte de este círculo de la vanguardia modernizadora
del Buenos Aires de los años veinte, que Beatriz Sarlo (1988)
se encargó de analizar en el ya clásico libro Una modernidad
periférica. Buenos Aires, 1920-1930.
Cuando hablamos de Durán, debemos imaginarnos a
un artista completo, formado en varias disciplinas artísticas. A las enseñanzas domésticas de su padre (que también
era pintor), le sumó el título de profesor superior de piano
y distintos cursos de grabado y dibujo que realizó en la
10
Manuel J. Varela (1922-1971) nació en Eduardo Castex (La Pampa), fue participante de la Asociación Amigos del Arte junto a Nicolás Toscano y
Juan Carlos Durán. Fue un pintor autodidacta, principalmente retratista y
paisajista. Realizó muestras individuales y colectivas (junto con Toscano y
Julio Fernández Navarro). Varias de sus exposiciones eran anunciadas en
el periódico local La Arena, en la publicación que editaba Toscano y en la
revista cultural Caldén, que dependía de la Dirección de Cultura de la provincia. Desde 1959 hasta mediados de los 60, se desempeñó como docente
de dibujo en el IPBA. Ver De la Cruz (1992).
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176 • Diálogos sobre cultura y región
Asociación Estímulo de Bellas Artes de Buenos Aires con
figuras como Miguel Victorica, Víctor Delhez y el pintor
español Antonio Ortiz Echagüe. Vale la pena señalar las
múltiples participaciones de Durán en distintos ámbitos
artísticos del país: no solo expuso en algunas de las galerías
porteñas más renombradas de la época, como Witcomb,
Rose Marie y Kraft, sino también en Mendoza, donde recibió premios y distinciones como invitado de honor, en San
Juan y, por supuesto, en La Pampa, lugar al que nunca dejaría de “pertenecer”.
Desde mediados de los años cincuenta y hasta bien
entrados los sesenta, algunos escritores, con el apoyo
“visual” de los artistas plásticos, comienzan a elaborar la
idea de que “era posible” que existiera un arte puramente
local y pampeano. Los planteos en este sentido no fueron unívocos, más bien asistimos, desde los cincuenta, a
la construcción de distintos discursos y representaciones
sobre la identidad pampeana. El sentido del “ser pampeano”
comenzó a disputarse desde los inicios de la conformación
del campo artístico. Algunos autores (como Rosa Blanca de
Morán y José Escol Prado, escritora una y periodista el otro)
elaboran, en estos años, las primeras genealogías de artistas
(fundamentales para pensar en la idea de que existía una
tradición artística propia y consolidar la noción de “artista
pampeano”). Por otro lado, también las revistas culturales
tuvieron un rol central como promotoras del arte local.
A principios de los años sesenta, observamos un contacto bastante fluido entre los actores que formaban parte
del pequeño mundo de la plástica pampeana y artistas de
fuera de la provincia. Se registran diversos intentos por
establecer vínculos con otros espacios de arte más cercanos
(geográficamente, pero también culturalmente) que Buenos
Aires, Rosario o Córdoba. Así es como los artistas construían lazos desde el interior con Bahía Blanca, Mendoza o
San Luis; enviaban sus obras a los salones y galerías de estas
localidades, invitaban a sus artistas a realizar participaciones en la capital de La Pampa o en revistas culturales como
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Diálogos sobre cultura y región • 177
Caldén –órgano de difusión del naciente gobierno provincial y dependiente de la Dirección de Cultura– o Lympha.11
En estos primeros años de formación del campo artístico, las revistas culturales tuvieron un papel fundamental
no solo promocionando muestras de arte locales y reseñando la actividad de los plásticos, sino también fomentando el
desarrollo de debates sobre cuestiones de la plástica. Esas
discusiones mostraban cierto interés por instruir al público
y hacer circular ideas vinculadas a la producción de arte y
debates que podríamos considerar estéticos. A una de estas
discusiones la encontramos en la publicación Lympha,12 en
donde el arquitecto Santiago Swinnen (quien también se
dedicaba de forma no profesional a la pintura, exhibía junto a otros plásticos locales y, por su formación profesional,
conocía temáticas estéticas propias de la plástica) establece
un intercambio, a lo largo de dos números de la revista, con
el abogado y escritor Julio César Noya (que, desde 1954, se
desempeñaba como juez en el Juzgado Civil, Comercial y
de Minería), donde discuten acerca de su rol como artistas
locales.
11
12
La creación de la publicación Caldén. Revista de educación y cultura, en 1957,
forma parte de uno de estos esfuerzos por dar entidad a la actividad cultural
pampeana. Así como Lympha –que comenzó a editarse en 1958 y extendió
su publicación hasta 1964–, aunque, en este caso, se trató de una revista
pensada y creada por un artista local (Nicolás Toscano), pero no era una
publicación que tratara cuestiones solo “artísticas”, si bien reseñaba a artistas de Bahía Blanca o Mendoza e invitaba a publicar a miembros de estas
ciudades. Era un espacio ecléctico donde se entrelazaban artículos sobre
salud, cuestiones domésticas, debates artísticos, discusiones y notas sobre
catolicismo, entre otras. Desde esta publicación, se intentó difundir un discurso sobre la pampeanidad atado a aspectos de la religiosidad católica. Un
dato para tener en cuenta es que sus miembros (artistas plásticos, maestros,
abogados, arquitectos) eran, en su mayoría, miembros del Partido Demócrata Cristiano y pertenecían a asociaciones de laicos como la Agrupación
Católica de profesionales universitarios, la Acción Católica y a los colegios
salesianos María Auxiliadora y Don Bosco.
Nos referimos al debate que se desarrolló en el Nº 11 de la revista Lympha,
pp. 40-43. Algunas de las temáticas aquí planteadas sobre la publicación
fueron abordadas en Salomón Tarquini et al. (2016).
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178 • Diálogos sobre cultura y región
De esta primera etapa es también el libro de la escritora
Rosa Blanca Gigena de Morán Plumas y pinceles de La Pampa,
obra concluida en 1951, pero publicada cuatro años más
tarde (Gigena de Morán, 1955). Se trata de una antología que recoge las biografías de los “artistas pampeanos”
y, en el plano de las artes plásticas, los dos primeros que
menciona son Juan Carlos Durán y Nicolás Toscano. Nos
interesa destacar de la obra de Morán que la identidad artística pampeana era concebida como un ente estático, congelado en tiempo y espacio, algo que “siempre había existido”.
Paradójicamente, los dos pioneros en la representación
del paisaje pampeano (vale destacar también que hay una
ponderación del paisaje como género representativo del
arte provincial), y ella misma, no habían nacido en La Pampa. Desde esta visión esencialista, para ser un “artista eminentemente pampeano”, no bastaba con compartir ciertos
atributos (por ejemplo, haber nacido en el lugar, lo que
incluso no era indispensable), sino que lo importante era
sentirlos y penetrar en el sentido más “oculto” de las raíces
pampeanas, en su “esencia”.
De Escuela de Bellas Artes a Instituto Provincial:
espacios de exposición y enseñanza a mediados
de los 50
En estos primeros años, eran pocos los pintores pampeanos que lograban algún tipo de trascendencia local o
extraprovincial. Gran parte de estas dificultades tenían
que ver con la falta de academias, asociaciones de
artistas, espacios de exposición y exhibición, escuelas o
lugares de formación; fue una de las constantes hasta
mediados de la década de 1950.
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Diálogos sobre cultura y región • 179
El primer espacio de formación exclusivamente vinculado a la enseñanza artística se conformó en 194813 como
una escuela, denominada Escuela de Bellas Artes de La Pampa “Prilidiano Pueyrredón”, y funcionó de forma un tanto
precaria –sin edificio propio y con maestros y maestras sin
formación específica en el campo del arte que trabajaron ad
honorem durante los dos primeros años– hasta bien entrados los cincuenta.
Recién en 1955 la institución se transformó en Instituto Provincial de Bellas Artes. Este cambio de rango implicó
que los distintos cursos (entre los que estaba el de dibujo y
pintura) pasaran a ser “escuelas” (“Escuela de Dibujo y Pintura”, por ejemplo) con asignaturas y planes de estudio más
definidos, aunque los docentes seguían siendo artistas locales o maestros, que se dedicaban a otras actividades además
de la enseñanza en el instituto. Muchos eran profesionales
en otras áreas (abogados o médicos) o pintores autodidactas.14 En adelante, el IPBA tendría un rol fundamental como
único espacio académico de enseñanza en la provincia y
como legitimador de las diferentes camadas de artistas que
de allí provendrían.
Inicialmente, la condición periférica del campo artístico pampeano llevó a que la producción de los pintores
locales circulara por los espacios que estaban disponibles
en las diferentes localidades de la provincia. Los lugares de
exposición eran pocos, pero variados: la Biblioteca Estrada
de General Pico, los palacios municipales de esa ciudad y
de Santa Rosa, salones cedidos por particulares con cierto
13
14
El 28 de mayo de 1948, bajo la Resolución Nº 1068, el gobernador del Territorio Nacional de la Pampa Central creó la Escuela de Bellas Artes de La
Pampa “Prilidiano Pueyrredón”, dependiente de la Comisión Oficial Pampeana de Historia y Folklore. Caja Nº 1, Archivo del Centro Regional de
Educación Artística (CREAr).
Por medio del Decreto provincial Nº 425 del 24 de marzo de 1955, el entonces gobernador Salvador Ananía creó el Instituto Provincial de Bellas Artes,
disponiendo que el personal y los bienes de la Escuela de Bellas Artes de La
Pampa “Prilidiano Pueyrredón” pasaran a formar parte de esta institución.
Caja Nº 2, Archivo del CREAr.
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180 • Diálogos sobre cultura y región
reconocimiento social (en mayo de 1956, por ejemplo, en
General Acha, el comerciante Carlos Company había cedido un salón para realizar una exposición con motivo de
los festejos comunales del pueblo) y clubes, como el “Jorge
Newbery” de Rancul. En estas exposiciones, la participación
fue muy diversa, junto a artistas que podríamos denominar
“consagrados” (en cuanto a que ya tenían cierto reconocimiento en la esfera de la cultura pampeana), como Victorio
Pesce,15 Juan Carlos Durán, Washington Simpson Castro y
Nicolás Toscano, presentaron sus obras personas que no
tenían formación académica como pintores y que nunca se
habían dedicado –ni se dedicarían– de forma profesional a
esta actividad y de quienes no tenemos muchos datos. Así,
en los salones de la “Fiesta Provincial del Trigo” (realizados
desde 1957 hasta fines de la década del sesenta), se llevaron
a cabo exposiciones colectivas de “artistas pampeanos”, en
el marco del “Ciclo de extensión cultural” organizado por
el colegio nocturno provincial de bachilleres “Héctor Ayax
Guiñazú”. Este espacio, planteado inicialmente como un
ámbito de discusión y exposición de los problemas que atañían a la cultura provincial, se mantuvo durante la década
del cincuenta y hasta mitad de los sesenta.
Con respecto a las características que tenían las obras
de estos iniciadores del campo local, se destacaba como
elección temática el paisaje, planteado desde una reinterpretación del impresionismo en la mayoría de los casos,
aunque, en las primeras etapas, es posible observar ciertas
reminiscencias del naturalismo (ver imagen 1). El paisaje,
desde el inicio de la conformación del campo artístico pampeano, fue uno de los géneros constantemente revisitado
15
Victorio Pesce fue uno de los primeros maestros de la Escuela de Dibujo y
Pintura. Nació en Caleufú, La Pampa, en 1917. Es considerado un autodidacta, por cuanto no se conocen datos acerca de su formación. Su actividad
pictórica se concentró en el ámbito local, donde, durante los años treinta
y cuarenta, ganó varios premios y reconocimientos. Dentro de los géneros
pictóricos, se dedicó al retrato de mujeres campesinas del ex Territorio
Nacional.
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Diálogos sobre cultura y región • 181
por las diferentes camadas de artistas locales. Sin embargo,
algunos, como Manuel Varela desde el dibujo y el grabado,
o Amílcar Evangelista desde la pintura, en la década del
sesenta, comenzaron a experimentar y a buscar nuevos lenguajes plásticos. En el caso de Varela, esto se observa en las
intervenciones que realizaba en la revista Caldén, ilustrando
cuentos y poemas de otros artistas locales.
Imagen 1: La Huella, de Juan Carlos Durán, óleo sobre tela (1957)
Fuente: Museo Provincial de Artes de La Pampa.
Varios de los ensayistas, poetas, escritores y pintores
que publicaban en Caldén y también muchos de los que,
una década atrás, habían fundado, en General Pico, la peña
“Gente de Arte” (entre ellos, Armando Forteza, Ricardo
Nervi, José Escol Prado, el pintor Nicolás Toscano y la
escritora Rosa Blanca Gigena de Morán) y se habían dado a
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182 • Diálogos sobre cultura y región
conocer a mediados de la década del cuarenta, con la elaboración del boletín cultural de la asociación castense Amigos
del Arte (ADA),16 se vieron a sí mismos como parte de una
generación que tenía la obligación de impulsar la construcción de espacios artísticos propios y reglados que dieran
cierta proyección a la cultura pampeana.
Esto no significa que antes de la provincialización no
existieran lugares y ámbitos de exposición (de hecho, la
citada peña auspició varios salones y funcionó como un
espacio de agrupación de pintores, escritores y músicos de
la época), sino que este proceso dio impulso a una serie de
políticas que intentaban dar continuidad a las exposiciones
y un estatus más oficial a los certámenes y espacios ya existentes. Hacia mediados de la década del sesenta, se registraron los primeros intentos de regulación del campo artístico
en ciernes, aunque no de forma sistemática. Uno de estos
hechos fue la realización esporádica del Salón Pampeano
de Artes Plásticas, auspiciado por la Dirección de Cultura,
aunque no tuvo demasiada continuidad en aquellos años.
En 1964, se produjo el primer intento de generar un
proyecto colectivo: se formó, así, la primera “Asociación de
16
Dicha asociación no es objeto específico de este trabajo, pero constituye un
antecedente de asociacionismo artístico y de intervención en la esfera
pública. Su accionar –destinado básicamente al fomento y a la difusión, en
la escena pampeana, de las distintas manifestaciones artísticas– se remonta
al año 1944 y surgió en la localidad de Eduardo Castex. El primer número
del boletín salió en el año 1945, con el nombre de Boletín mensual de difusión
cultural, artística y literaria de la Agrupación Amigos del Arte. Era un espacio en
el que convergían artistas plásticos con escritores. En las participaciones,
se mezclaban producciones propias (como los poemas que publicaban los
miembros de ADA, colaboradores locales y otros de fuera de la provincia)
con semblanzas a escritores como Almafuerte y Florencio Sánchez, reflexiones sobre José Ingenieros, notas sobre cine, entre otras. La importancia
de esta agrupación reside en que se trató de uno de los primeros proyectos
que agrupó a varios artistas plásticos y escritores como colectivo artístico y
los identificó como “artistas pampeanos”. Entre los fundadores, se encontraban: Rosa Blanca de Morán (escritora), Ricardo Nervi (escritor, periodista
y educador), Hugo Contarini (pintor de Eduardo Castex), José Escol Prado
(escritor y periodista de General Pico), Nicolás Toscano y Juan Carlos Durán
(ambos pintores).
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Diálogos sobre cultura y región • 183
Plásticos Pampeanos”. En ella, aparecen como socios fundadores varios docentes del IPBA, de otros no tenemos datos
aún: Nicolás Toscano (presidente de la asociación), Alcides
Tamargo (secretario general), Marcelino Acosta (tesorero),
Ángel C. Aimetta (secretario de actas) y como vocales: Amílcar Evangelista, Manuel J. Varela, Luis Dal Santo, Andrés
Arcuri, Nicolás Castellini, Néstor Tellería y Julio Fernández
Navarro.17 Como grupo, organizaron una serie de certámenes locales y exposiciones colectivas, entre ellos, el Certamen Pampeano Patagónico de Artes Plásticas.
La entidad se reunió en el hall central de la Municipalidad de Santa Rosa y no tuvo significativa participación en
la escena pública además del mencionado certamen. Este
grupo de plásticos ya había realizado algunas exposiciones
en conjunto en años anteriores, una de ellas en la Casa de la
Cultura de Buenos Aires, en 1960, con el pintor Juan Carlos Durán,18 y otra durante el mes de diciembre del mismo
año, en Santa Rosa, en el colegio nocturno provincial “Héctor Ayax Guiñazú”, bajo el nombre “Exposición colectiva
de plásticos pampeanos”. Según el catálogo de esta última
muestra, habían expuesto, en su mayoría, obras figurativas
–dentro del género paisajístico, el retrato y las naturalezas
muertas–: Andrés Arcuri (Encuentro en la recorrida), Luis
Dal Santo (Estudio), Juan Carlos Lasalle (El baile y Los hijos),
Beatriz Nogales19 (Vuelta de rocha y Caminito), Juan Carlos
Pereyra (Cabeza), Mario R. Sáez (Bodegón y Naturaleza muerta), Santiago Swinnen (Cacería de Villa Alonso y Naturaleza
muerta), Néstor Tellería (Pasto Puna) y Amílcar Evangelista
dos obras no figurativas (pintura 7 y pintura 8).20 Evangelista
17
18
19
20
La Arena, 4 de agosto de 1964. Archivo diario La Arena, Santa Rosa, La Pampa.
Ver Dirección de Cultura de La Pampa (septiembre de 1959-junio de 1960).
Ana María Beatriz Nogales de González Cremona (que, en el catálogo, es
nombrada como Beatriz Nogales), a partir de 1968, fue directora del Instituto Provincial de Bellas Artes, hasta bien entrados los años 70.
Catálogo de la muestra “Exposición colectiva de plásticos pampeanos”. Ciclo
de extensión cultural auspiciado por el colegio nocturno provincial de
bachilleres “Héctor A. Guiñazú”, realizado en el palacio municipal. En la
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184 • Diálogos sobre cultura y región
era el único que, por esos años, había abandonado la figuración, lo que constituye un elemento a analizar en futuras
investigaciones, ya que, posteriormente, el artista seguiría
en esta línea y el resto continuaría con el paisajismo y los
retratos.
Con respecto a los contactos que los plásticos establecieron con otros círculos de artistas extraprovinciales, cabe
mencionar, como ejemplos, el “Primer Salón PampeanoPatagónico de Artes Plásticas Victorio Pesce”, que se celebró
en Santa Rosa en 1958, y el “Certamen Patagónico de Artes
Plásticas” en 1960. El primero de ellos fue organizado por la
Dirección de Cultura y las provincias invitadas a participar
fueron La Pampa, Buenos Aires (localidades de la sexta sección electoral), Río Negro, Chubut, Neuquén, Santa Cruz y
Tierra del Fuego.21 Con respecto a la normativa, designaba
a la entidad cultural provincial como encargada de la venta
de las obras de los artistas, con base en un listado de precios
previamente asignados, y de la elección de dos de los tres
jurados que evaluarían las obras. El restante era seleccionado por los propios artistas. El salón se dividía en tres secciones: pintura (óleo, acuarela y pastel), dibujo y escultura.
El “Certamen Patagónico” se realizó dos años más tarde, entre mayo y junio de 1960, con motivo del 150º aniversario de la Revolución de Mayo y la normativa fue similar
a la del mencionado “Primer Salón Pampeano”. La muestra
fue promocionada por la revista Caldén y, allí, también la
Dirección de Cultura tuvo un rol central en la organización
y el financiamiento. En el mismo evento, hubo un certamen
literario y distintos actos artísticos y culturales (charlas,
exhibición de películas en el edificio del IPBA y actuaciones folklóricas en distintos puntos de la provincia). En el
certamen plástico, los artistas no pampeanos eran, en su
21
misma muestra, el arquitecto Santiago Swinnen realizó una conferencia
titulada “El universalismo en las artes” y hubo un “Recital poético”.
La Arena, 13 de febrero de 1958. Archivo del diario La Arena, Santa Rosa, La
Pampa.
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Diálogos sobre cultura y región • 185
mayoría (con excepción de uno de ellos), de Bahía Blanca.
El jurado estuvo integrado por el pintor Juan Lamela y el
escultor Julio César Vergottini, designados por la Dirección
de Cultura, y Filoteo Di Renzo22 (de Bahía Blanca), elegido
por el voto de los participantes. En la distribución de premios (valuados en dinero), había una sección especial para
“artistas de La Pampa”; allí, el primer premio adquisición
“Dirección General de Educación de La Pampa” se lo llevó
Néstor Tellería y, entre las menciones, se contaron una obra
de Amílcar Evangelista, otra de Manuel Varela y una de
Santiago Swinnen.
Durante 1960 también se había producido la visita de
Juan Carlos Durán, que, en 1957, había abandonado la provincia de La Pampa y se había instalado en Capital Federal.
Con motivo de destacar su accionar como impulsor del
arte local, la revista Caldén sacaba, en el mismo número del
sesquicentenario de la Revolución de Mayo, una nota de
dos páginas ponderando la obra y el trabajo de Durán, por
considerarlo un valioso colaborador de la Dirección de Cultura al haber conseguido donaciones para la colección del
Museo Provincial (sección de Bellas Artes): “Sus cuadros, la
mayoría de los cuales se inspiran en una definida temática
pampeana, son actualmente muy cotizados, en relación con
su reconocida calidad”.23
Varias de las donaciones al museo las realizaba Durán
por intermedio de los contactos que establecía con artistas
de otras provincias. Por ejemplo, en 1957, el periódico local
La Arena anunciaba una muestra del artista en Mendoza, en
la Galería D’Elía. Allí, también pensaba desarrollar trabajos
de grabado en el Instituto Superior de Bellas Artes de la
22
23
De acuerdo con López Pascual (2015), Filoteo Di Renzo fue una figura central en el campo artístico bahiense de los años sesenta. Junto a otros artistas,
como Ubaldo Tognetti, formó parte del grupo Austral, cuya “preocupación
principal fue el desarrollo de una línea plástica ‘moderna’” (p. 28).
Ver Dirección de Cultura de La Pampa (septiembre de 1959-junio de 1960,
p. 56).
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186 • Diálogos sobre cultura y región
Universidad de Cuyo.24 En el mismo año y en el mismo
periódico,25 se anunciaron nuevas donaciones, para la pinacoteca del museo de la provincia, por parte de grabadores
de Mendoza como Armando Gei, José González y Rosa
Arturo.26
Un año más tarde del “Certamen Patagónico de Artes
Plásticas”, la revista del órgano de cultura anunciaba y promocionaba la muestra rodante “150 años de Arte Argentino”, auspiciada por la Dirección de Cultura del Ministerio
de Educación de la Nación y dirigida por Alberto Greco.
Además de la tarea de difusión de estas obras, que probablemente fueran desconocidas para el público pampeano,
la apertura de la exposición se inició con una charla del
renombrado artista acerca del “Informalismo”. No podemos
saber aún la repercusión de este tipo de actividades, pero
es probable que, al menos, la visita de Greco haya generado
atracción por parte de los estudiantes más jóvenes del IPBA.
Al abordar la configuración de la escena artística pampeana durante esta primera etapa de formación del campo,
podemos visualizar cómo este se constituyó, desde sus orígenes, en un espacio subsidiario de otras realidades artísticas locales, como Mendoza, San Juan o Bahía Blanca.
Esta situación no implicó una parálisis del arte local, sino
que recibió el impulso de las asociaciones y organizaciones
artísticas que, aunque incipientes y con un accionar poco
sistematizado, incluyeron “al arte” como una temática por
discutir en el espacio público. Junto a ellas (a veces de forma
paralela y otras disputando espacios y discursos), el órgano
24
25
26
La Arena, 8 de marzo de 1957. Archivo del diario La Arena, Santa Rosa, La
Pampa.
La Arena, 19 de marzo de 1957. Archivo del diario La Arena, Santa Rosa, La
Pampa.
Vale mencionar que, en marzo de 2017, se realizó una muestra en el Museo
Provincial pampeano curada por Miguel de la Cruz –“El don de dar. Primeras donaciones de la colección”–, estructurada en torno a las donaciones
que Juan Carlos Durán realizó al Museo Provincial durante los años 50 y
60. La exposición se compuso de 56 obras (entre las que se cuentan obras
propias y de otros artistas).
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Diálogos sobre cultura y región • 187
cultural de la provincia avanzó en la definición de los parámetros de un “arte regional pampeano”, promocionando las
obras plásticas y literarias de aquellos a los que se consideraba “artistas pampeanos”.
El hecho de tejer vínculos con otros espacios artísticos
fue la clave para introducir lenguajes estéticos más modernos (en este sentido, podemos pensar en la muestra “150 años
de arte” y en la participación de los artistas patagónicos). Sin
embargo, no fue un proceso unidireccional que implicara la
conversión de los paisajistas impresionistas pampeanos en
nuevos abstractos, por ejemplo. El grupo de Artistas Plásticos Pampeanos, que tuvo, por lo que vimos, una vida muy
corta, estaba conformado por “todos” (de hecho, el llamamiento era a “todos los plásticos de la provincia”) y, entre
los mencionados, había quienes, como Amílcar Evangelista,
estaban experimentando, por esos años, con técnicas pictóricas más modernas y abstractas. En este sentido, podemos
pensar que, si bien, en un momento inicial, “todos” se agrupaban estratégicamente para fomentar el arte local, a medida que se fueron diversificando los lenguajes estéticos, esta
unión fue prácticamente imposible. Por otra parte, el contacto con grupos artísticos extraprovinciales también ayudó
a organizar materialmente al campo, a través de donaciones
para la pinacoteca del museo, que, en 1957, contaba solo
con 100 obras.27
¿Qué sucedió con los plásticos de esta primera etapa?
Pudimos rastrear las trayectorias de algunos de ellos –Juan
Carlos Durán y Amílcar Evangelista, por ejemplo–; de otros,
como Manuel Varela, Julio Fernández Navarro, entre otros,
no tenemos muchos datos. En el caso de Nicolás Toscano,
agente central del mundo artístico pampeano durante los
años cuarenta y cincuenta, falleció en 1973 y su participación en los medios periodísticos, desde fines de los sesenta,
mermó. Durán continuó viviendo en Capital Federal luego
27
La Arena, 19 de marzo de 1957. Archivo del diario La Arena, Santa Rosa, La
Pampa.
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188 • Diálogos sobre cultura y región
de 1957, pero fueron constantes sus visitas a La Pampa. La
siguiente camada de artistas plásticos y visuales lo destacaría
como uno de los precursores del arte pampeano.28 En este
punto, más allá de las elecciones estéticas, su papel como
cultor del paisaje pampeano y sus acciones en el campo,
destinadas a “mostrar la pampa”, lo pusieron en el pedestal
de los artistas locales consagrados, aún hasta la actualidad.
Camino hacia la profesionalización: el papel
del Instituto Provincial de Bellas Artes
Desde los años posteriores a 1971 –momento en el cual el
cargo de director de Cultura de la provincia de La Pampa recayó en manos del geógrafo e investigador Fernando
Aráoz–, comenzaron, de a poco, a delinearse marcos normativos más claros para la esfera artística. Esta situación no
fue específica de las artes plásticas; como señalan Salomón
Tarquini y Laguarda (2012), la gestión cultural de Aráoz se
caracterizó por “el diseño de políticas culturales a mediano
y largo plazo, más allá de las acciones concretas destinadas
a fortalecer la actividad de artistas e instituciones” (p. 11).
De acuerdo con las autoras, este período de la gestión cultural estuvo marcado por una creciente profesionalización
y sistematicidad de la actividad cultural, y quien sucedió
a Araóz, Ángel C. Aimetta, prosiguió sus gestiones en el
mismo camino que su antecesor, aunque otorgando más
centralidad a las expresiones de la cultura de los sectores
populares.
Durante este período, el Instituto Provincial de Artes
atravesó también un momento de expansión. Como dijimos,
la provincialización de la Escuela de Bellas Artes implicó
28
Reportaje realizado por el periodista que escribía bajo el seudónimo Hever
Redi, en 1981, a Juan Carlos Durán. “Juan Carlos Durán. El pintor de La
Pampa”, 24 de abril de 1981, suplemento cultural Caldenia. Fondo Nervi,
AHP.
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Diálogos sobre cultura y región • 189
una mayor profesionalización de los docentes que allí enseñaban (al imponerse la idea de que era necesario elaborar un
plan de estudios y definir la carga horaria de cada asignatura); hubo cambios en el plantel docente, en los contenidos,
en la definición de las áreas que debía poseer el instituto,
incluso se lo estableció en un espacio físico fijo (que, hasta
el momento, no poseía). Hacia 1958, no tenía gran cantidad
de alumnos y muchos de los que persistían en el estudio
terminaban abandonando la institución porque no ofrecía
un título que tuviera reconocimiento y permitiera ejercer la
docencia; esto recién se lograría en 1966.29
A partir de ese año y con los cambios que se implementarían no solo a nivel curricular, sino también con la
incorporación de una nueva normativa provincial y nacional que promovía que los estudiantes más avanzados perfeccionaran sus estudios en institutos superiores y universidades (en La Plata y Córdoba), el instituto se convertiría
en un espacio fundamental de legitimación del arte local
y de consagración para los jóvenes plásticos. Las próximas
generaciones de egresados de la Escuela de Dibujo y Pintura
lograrían una formación más moderna que sus antecesores
(gracias a la incorporación de docentes que se animaban a
búsquedas estilísticas novedosas, como la pintura abstracta
o técnicas como el grabado y la xilografía) y se beneficiarían del perfeccionamiento fuera de la provincia, logrando
también conectarse con otras realidades artísticas y generar
redes con otros grupos de plásticos. Fueron ellos también
quienes, a partir de la década de 1980, desarrollaron experiencias colectivas clave en la institucionalización del arte
local, como la creación del Centro Pampeano de Artistas
Plásticos y del Museo Provincial de Artes.
Si bien, en este trabajo, hemos privilegiado los abordajes que nos ofrece la sociología de la cultura de Bourdieu
para el análisis del campo artístico pampeano, tanto en
29
Libro actas de reuniones docentes, 1966, Acta 14. Caja 30. Archivo del
CREAr.
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190 • Diálogos sobre cultura y región
sus dinámicas históricas (perspectiva diacrónica) como en
sus particulares articulaciones de fuerzas y posiciones en
determinados momentos (abordaje sincrónico), poniendo el
acento en el accionar de grupos e instituciones, creemos
que el examen de las trayectorias de algunos de los artistas
que durante estos años accionaron en el campo desde su
lugar como docentes del IPBA, o que intervinieron con sus
obras, apelando a un lenguaje estético desconocido hasta el
momento en el campo del arte pampeano –como el pintor
y caricaturista Eduardo Ferma–, puede aportar a una comprensión más cabal de las redes, vinculaciones y formas de
legitimación que se desplegaban al interior del campo. Para
ello, solo se seleccionaron aquellos artistas plásticos que
tenían cierta preeminencia en la época a analizar, ya fuera
por su participación reiterada en espacios de la opinión
pública que promocionaban a estos artistas –diario La Arena
y el fascículo dominical La Calle– o por el reconocimiento
que el propio organismo de cultura provincial les otorgaba.
Algunos de ellos, como Amílcar Evangelista y el pintor achense Andrés Arcuri, ya tenían un espacio ganado en
la esfera plástica desde décadas anteriores. Como vimos,
Evangelista ya había participado de un grupo de plásticos
que buscaba generar proyectos colectivos. Con respecto a
Arcuri, integraba las muestras grupales de artistas plásticos
que se realizaban en las distintas localidades de la provincia
y su incorporación al mundo del arte se dio de forma tardía,
recién en 1955. Por su formación, siempre fue considerado
un autodidacta, ya que a muchas de las técnicas plásticas
(por ejemplo, la pintura al óleo y el muralismo) las aprendió solo o mediante la observación. Su formación técnica
se limitó al estudio a distancia de dibujo artístico en una
academia de Buenos Aires. En tanto, Amílcar Evangelista,
nacido en Santa Rosa en 1927, había estudiado pintura en
la Universidad Popular,30 fue alumno de Emilio González
30
De acuerdo con Billorou y Sánchez (2008), el Centro de Maestros había
organizado, en 1937, la Universidad Popular que, por su carácter y plan de
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Diálogos sobre cultura y región • 191
Moreno y se dedicó a la enseñanza en el Instituto Provincial
de Bellas Artes, entre 1966 y 1977.31 También fue director
municipal de Cultura de Santa Rosa y participó en algunos
salones y muestras locales. Su papel como gestor cultural le
valió un espacio en la muestra bienal de valores plásticos
del interior que se llevó a cabo, en 1972, en Buenos Aires.
Durante estos años, se destaca también la figura de
Teresa López Lavoine de Echaniz. La artista llegó más tarde
a la escena cultural de la provincia, con su marido Horacio Echaniz, fotógrafo fundador del “Foto Cine Club Pampeano”. Profesora egresada de Bellas Artes, formada en la
Universidad de La Plata, llegó a Santa Rosa en 1966 y, unos
años más tarde, consiguió entrar como docente del IPBA.32
En 1984, junto a otros artistas, formó el Centro Pampeano
de Artistas Plásticos (CEPAP). Uno de ellos fue el santarroseño Jorge Omar Sánchez, alumno y docente del Instituto
de Bellas Artes de la provincia,33 del que, a partir de 1982,
sería regente y posteriormente su director, cargo que también había sido ocupado por López Lavoine.34
El caso de Eduardo Ferma, otro de los más nombrados
por la prensa de esta etapa, llama la atención porque, si bien,
en general, la mayor parte de sus exposiciones se dieron de
manera individual –al igual que en el caso de Andrés Arcuri–, en 1984, aparece como uno de los miembros fundadores del CEPAP. De todas maneras, como ha señalado Teresa
López Lavoine al hacer referencia a las relaciones que el
propio centro había establecido con los artistas plásticos de
31
32
33
34
estudios, no puede considerarse un centro de educación superior tal como
lo supone su denominación.
Desde 1966 hasta 1977, Evangelista fue docente en el IPBA en distintas asignaturas: grabado, dibujo, pintura y composición. Tuvo a su cargo la cátedra
de grabado varios años. Datos tomados de la “Memoria del Instituto Provincial”, 1977, Caja Nº 8, Archivo del CREAr.
Entrevista realizada a Teresa López Lavoine por Florencia Prina, Santa
Rosa, 2011.
Jorge Sánchez se recibió en el IPBA en 1968. A fines de los años setenta
(entre 1978-1979), fue regente de dicha institución.
Catálogos de muestras plásticas. Archivo privado de Raquel Pumilla.
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192 • Diálogos sobre cultura y región
la década anterior, el vínculo era “bueno”, pero “jamás hacíamos exposiciones juntos, porque ellos trabajaban solos”.35
Además, en las actas del centro, su firma y su nombre aparecen solamente vinculados a la fundación, pareciendo que su
asistencia a las reuniones periódicas mermó al poco tiempo
de haberse fundado el CEPAP.36 Ferma había estudiado en
la Escuela Panamericana de Arte y, si bien se lo vincula con
la pintura, desde fines de la década del sesenta, se dedicó al
dibujo y al humor gráfico, publicando, en el periódico local
La Arena, caricaturas de humor político.37 Su camino fue
esencialmente individual y casi no realizó muestras colectivas con el resto de los artistas plásticos.
Durante los años setenta, las trayectorias individuales
se mantienen y los plásticos no se asocian en ningún movimiento ni grupo. Algunos de ellos no eran oriundos de
la provincia y, con respecto a las instancias de formación
artística, en ningún caso se encontraron coincidencias. Este
dato resulta central si observamos que quienes en los 80
se aunarían formando el primer movimiento de plásticos
pampeanos –el CEPAP– fueron, en su mayoría, profesores
y alumnos egresados del IPBA.
No obstante, es posible visualizar cambios en los estilos
y corrientes que predominaban, en la década del setenta,
con respecto al periodo anterior. Si bien el paisaje continuó
siendo, para muchos artistas plásticos, el género elegido por
excelencia, se produjo cierta tendencia a la incorporación de
nuevos estilos, con los que algunos plásticos (como Amílcar
Evangelista o Andrés Arcuri) venían experimentado desde
hacía algunos años. La obra de Arcuri apela directamente al
paisaje como tópico central en todas sus obras, aunque lo
revisa y lo reelabora desde una perspectiva abstracta. Como
35
36
37
Entrevista realizada a Teresa López Lavoine por Florencia Prina, Santa
Rosa, 2011.
Actas del Centro Pampeano de Artistas Plásticos, Biblioteca Asociación
Pampeana de Escritores, Santa Rosa.
Durante toda la década del setenta, sus caricaturas se publicaban en la sección “La noticia en el lápiz”.
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Diálogos sobre cultura y región • 193
plantea el escritor y crítico Miguel de la Cruz, el artista gradualmente se fue despojando de la figuración y “su consecuente abstracción hará que Arcuri establezca una relación
moderna con el paisaje en la pintura provincial”.38
Con respecto a Amílcar Evangelista, la introducción de
nuevas técnicas y tendencias fue mucho más radical (ver
Imagen 3). A tal punto, que Miguel de la Cruz lo rescata como quien impulsó, desde el Instituto de Bellas Artes,
una apertura hacia el arte moderno y conceptual. Esto se
tradujo también en la incorporación de técnicas novedosas,
corrientes que estaban en boga en los principales centros
culturales del país, como el conceptualismo y el abstraccionismo.39 Ambas corrientes tuvieron, en esta época, una
importante difusión en la provincia. La obra Pintura 77
(Imagen 3) es un buen ejemplo de este desarrollo de técnicas pictóricas rupturistas en el campo pampeano y de la
profundización de la exploración del abstraccionismo y del
conceptualismo. Cinco años más tarde de la elaboración de
esa obra, Evangelista falleció, dejando una nueva camada de
alumnos en el IPBA que, junto con la artista Teresita López
Lavoine, se constituirían en los principales impulsores y
activadores del campo artístico local.
38
39
El documento no tiene fecha de publicación y se encuentra disponible en:
https://bit.ly/3bQJNMe
Por “arte conceptual” se entiende la eliminación del objeto y el otorgamiento a la idea de un valor preeminente por sobre aquel. Como ha señalado
María José Herrera (1999), el conceptualismo y el experimentalismo fueron las tendencias predominantes en el campo del arte argentino, desde
los años sesenta hasta bien entrados los setenta. Con respecto al llamado
“arte conceptual”, la autora aclara que “el conceptualismo argentino posee
características propias […] fue un conceptualismo abierto, de señalamiento
de la realidad social cuyo vehículo principal fue la metáfora” (p. 128). En la
misma línea, Longoni (1999) sostiene que, en los salones de los años setenta,
el arte cinético “fue la tendencia experimental de la segunda mitad de la
década más rápidamente integrada por las instituciones, la crítica y el público. Quizás esto se deba a su carácter lúdico, abstracto, a su propuesta de
intervención del espectador en la obra desde un lugar no desestructurante o
cuestionador, como sí pretenden provocar los conceptualismos” (p. 198).
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194 • Diálogos sobre cultura y región
Imagen 2: Pintura 77, de Amílcar Evangelista. Técnica mixta
(brea, arena y óleo), 1977
Fuente: Museo Provincial de Artes, La Pampa.
Conclusiones
A lo largo del trabajo, se intentó historizar el proceso de
génesis del campo artístico pampeano y avanzar en la caracterización de las etapas de su formación entre 1955-1971.
Esto resultó fundamental para pensar cuáles fueron las
posibilidades que tuvieron los actores en determinados
contextos. En nuestro caso particular, esos contextos estuvieron signados por la condición periférica y marginal del
arte local. Un espacio al cual, en sus inicios, acudían artistas
ya consagrados de otras localidades, que no encontraban su
lugar en la escena nacional del arte o tenían un lugar poco
relevante en ella, tal vez a causa de sus elecciones estilísticas
y temáticas. También la imposibilidad de “vivir del arte”, a
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Diálogos sobre cultura y región • 195
causa de un inexistente mercado artístico local, es posible
que haya afectado la decisión de abandonar La Pampa, para
el caso de artistas de la talla de Juan Carlos Durán.
A principios de los años cincuenta, cuando aún no
había instituciones que pudieran dar lugar a los artistas
locales (salones, museos, galerías, academias o espacios de
formación), las vinculaciones que los plásticos lograron realizar con otras escenas artísticas del interior del país fueron
clave para que muchos de ellos lograran trascender en el
incipiente ámbito artístico de la reciente provincia de La
Pampa. Esta falta de normativización del campo y su marginalidad con respecto a otras escenas artísticas (las de Mendoza o Bahía Blanca, por ejemplo) hizo que las trayectorias
de algunos de los artistas analizados se pierdan en el tiempo; otros (el caso de Nicolás Toscano, Santiago Swinnen y,
más adelante, Amílcar Evangelista) destinaron parte de su
empeño como actores de la sociedad civil en erigir espacios
colectivos para la plástica provincial (crearon publicaciones
con un perfil cultural, fundaron la primera Asociación de
Plásticos Pampeanos y realizaron muestras colectivas con
plásticos de provincias aledañas).
Mientras, en otros espacios artísticos, durante los años
cincuenta y sesenta, se desarrollaron tendencias rupturistas
que actuaban en un horizonte revolucionario,40 en La Pampa, espacio de institucionalización tardía del arte, el interés
estuvo centrado, primero, en la creación de espacios propios y, más tarde, en la formalización de estos espacios y la
legitimación de otros nuevos; de todas formas, las corrientes más modernas (abstraccionismo, por ejemplo) llegaron
de la mano de algunos pintores y docentes que, desde
principios de los años setenta, buscaban incorporar nuevos
lenguajes estéticos, aunque reinterpretados desde el interés
por el paisaje regional. Este era el ámbito de las posibilidades en el que se desplegó el accionar de los artistas plásticos
pampeanos en sus inicios.
40
Sobre esto, ver Mestman y Longoni (2000) y García (2011).
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196 • Diálogos sobre cultura y región
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6
“El cultrún y la espiga”1
Canciones, poemas y la (re)creación del paisaje
en la construcción de identidades culturales
pampeanas
ANA ROMANIUK
Introducción
A través del abordaje de cuatro registros fonográficos, en
este capítulo nos proponemos reflexionar acerca del vínculo que puede establecerse entre ciertas canciones y poesías
creadas en la provincia de La Pampa, la representación del
espacio geográfico y la capacidad que poseen estas producciones sonoras para generar identificaciones con el paisaje
cultural. Se trata de grabaciones de características disímiles,
1
“El cultrún y la espiga” es el título de una disertación llevada adelante por el
escritor Edgar Morisoli, el 19 de octubre de 1968, en ocasión de celebrarse
el IV Aniversario del Centro de Residentes Pampeanos de la ciudad de Bahía
Blanca. Durante la primera entrevista realizada por la autora del capítulo a
este autor (el 21 de septiembre de 2006), dijo: “Te voy a mostrar un material
que no es muy conocido y que te va a servir. Es la noticia de un acto, que es
la primera trascendencia pública de ese movimiento ‘Las voces de la Patria
Baya’, y una charla mía, ‘El cultrún y la espiga’; es decir, las dos pampas: La
Pampa inmigratoria y La Pampa criollo indígena, representadas por el cultrún y la espiga” (Entrevista a Edgar Morisoli realizada por Ana Romaniuk,
Santa Rosa, septiembre de 2006). Aunque este trabajo no aborda específicamente la obra del poeta, el título de aquella conferencia sintetiza las representaciones y miradas sobre la identidad pampeana que se analizan aquí.
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199
200 • Diálogos sobre cultura y región
tanto por su contenido y estructura, como por las estrategias identitarias que ponen en acción. El punto que poseen
en común es que se trata de grabaciones que –como tales–
mediatizan la palabra, y que han sido producidas en La
Pampa o por músicos y poetas vinculados con la provincia,
inmersas en el proceso de construcción y cristalización de
la identidad cultural pampeana.2 En el análisis, consideraremos el disco El Indio Apachaca dice: Pampa y Pan (1967),
integrado por poemas escritos e interpretados por Adolfo
Gaillardou3; el disco Esta es la pampa (1971), obra integrada
por poesías y textos de Armando Forteza y canciones de
Delfino Nemesio4; las canciones de Julio Domínguez “El
Bardino” incluidas en el disco Voces de la Patria Baya (1974)
del Dúo Sombrarena;5 y, por último, la canción de Juan
Ricardo Nervi y Alberto Cortez “La Pampa es un viejo mar”,
compuesta en la década de 1980 (Evangelista, 2017). La
palabra que suena en cada uno de estos documentos sonoros nos habilita a pensar en algunos elementos a partir de
los cuales “el lugar” puede ser construido simbólicamente
en las evocaciones que emergen del recitado de un poema o
de la interpretación de una canción.
Estas producciones discográficas comienzan a circular
entre fines de la década de 1960 y principios de la de 1970,
momento importante en la consolidación de procesos culturales iniciados en la época territoriana que se intensificaron a partir de la provincialización en 1951.6 Laguarda
et al. (2011), Salomón Tarquini y Laguarda (2012), Salomón
Tarquini (2016) y García (2013) han realizado interesantes
2
3
4
5
6
Este proceso de construcción identitaria se torna visible a partir de la creación de la provincia en 1951.
El Indio Apachaca dice: Pampa y Pan. J. Adolfo Gallardou. Matus. Buenos
Aires, 1967.
Esta es La Pampa. Armando Forteza y Delfino Nemesio. Hilne. Santa Rosa,
1971.
Voces de la Patria Baya. Dúo Sombrarena. Ediciones Temple. Santa Rosa,
1974.
A través de la Ley Nº 14.037, sancionada por la Cámara de Diputados de la
Nación, La Pampa se constituyó como provincia Eva Perón en 1951.
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Diálogos sobre cultura y región • 201
aportes a los estudios sobre las políticas culturales llevadas
adelante tanto por el Estado pampeano como por organizaciones, grupos e iniciativas privadas, a partir de las trayectorias individuales y colectivas en el proceso de consolidación cultural, durante las primeras décadas de existencia de
la joven jurisdicción.
Dos de los autores analizados –Juan Ricardo Nervi y
Armando Forteza– fueron actores centrales en este proceso, pues fueron los primeros en ocupar el cargo de directores provinciales de Cultura. El primero, entre 1956 y 1958
y, el segundo, entre 1958 y 1963. Además de la importancia
de su gestión, poseen una vasta obra literaria, considerada
fundante para la literatura local. Al comparar la producción
de ambos, Leda García (2013) sostiene que “Forteza halla
en la raíz indígena un embrión mitológico para la identidad
pampeana. En cambio en Nervi la identidad hay que buscarla en los pioneros de la llanura: La Pampa encuentra raíz y
sentido en la colonización” (p. 379). Artistas e intelectuales,
junto con otros productores culturales, transitaron (y aún
transitan) recorridos que, en ocasiones, se complementan y,
en otras, se oponen y enfrentan. Tal como señalan Laguarda
y Salomón Tarquini (2012):
Hasta la década del sesenta la producción intelectual referida a La Pampa valoraba positivamente la parte oriental del
Territorio donde se suponía que residían los motores del
“progreso”: la producción agroganadera, el área receptora de
inmigrantes y más tarde, la cuna de la modernización de la
provincia. En contraste el Oeste pampeano7 era considerado
7
El oeste de la provincia comprende los departamentos de Chalileo, Chicalcó, Limay Mahuida, Puelén y Curacó. El espacio se caracteriza por la aridez
de su ambiente, los montes bajos dominados por el jarillal, la presencia
de pequeñas localidades y más de quinientos “puestos” distribuidos en la
zona rural. Factores agroecológicos y circunstancias históricas (tales como
la construcción, en el sur de Mendoza, de la represa El Nihuil utilizando
buena parte del caudal del río Atuel, principal tributario de agua dulce del
Salado) condicionaron el desarrollo económico de esta zona. Para más deta-
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202 • Diálogos sobre cultura y región
como un lugar de atraso, como un desierto al que había que
domesticar. (p. 159)
A partir de la década del sesenta, se asiste a una resignificación del oeste por parte de intelectuales, músicos, poetas
y diversos actores vinculados al hacer cultural de la provincia. Las características del paisaje y del clima, sus habitantes y las duras condiciones de vida, así como los conflictos interprovinciales surgidos como consecuencia del uso
inequitativo de los recursos hídricos, son algunos de los elementos que han colaborado para convertir a esa zona de la
provincia en un ámbito mítico en donde se elaboran nuevas
representaciones de la pampeanidad.8 Según Maristany et al.
(1997),
El movimiento de regionalización cultural, aún vigente, surge en un momento histórico particular como correlato de
programas que se elaboran en el plano político-económico a
partir de la obtención de la autonomía provincial, entre los
cuales, la recuperación de los recursos naturales, sobre todo
los hídricos, que le han sido arrebatados a la provincia es
central. (p. 518)
Ubicándonos en este contexto de elaboración, resignificaciones y disputas, el interés está puesto en dilucidar de
qué manera estas canciones y poemas son capaces de crear
tramas simbólicas en torno al lugar. Por ello, es oportuno
reflexionar acerca de la dimensión comunicativa del paisaje, siguiendo la propuesta de Nogué y de San Eugenio Vela
(2011), quienes afirman que:
Al hablar de paisaje estamos hablando de una porción de
la superficie terrestre que ha sido modelada, percibida e
8
lles sobre la caracterización del oeste, ver Dillon y Comerci (2014) y Medus
y Aráoz (1982).
Sobre estas nuevas significaciones de pampeanidad, ver: Laguarda et al.
(2011), Salomón Tarquini y Laguarda (2012), Salomón Tarquini (2016) y
García (2013).
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Diálogos sobre cultura y región • 203
interiorizada a lo largo de décadas o de siglos por las sociedades que viven en ese entorno. El paisaje está lleno de
lugares que encarnan la experiencia y las aspiraciones de la
gente; lugares que se convierten en centros de significado,
en símbolos que expresan pensamientos, ideas y emociones
varias. El paisaje no solo presenta el mundo tal como es, sino
que es también, de alguna manera, una construcción de este
mundo, una forma de verlo. El paisaje es, en buena medida,
una construcción social y cultural, siempre anclado –eso sí–
en un substrato material, físico. (p. 27)
Los poemas –muchas veces convertidos en canciones–
generan representaciones y crean nuevas significaciones en
relación con el lugar habitado y con el lugar imaginado.
Así, los textos y la música comunican modos particulares
de entender el entorno, colaborando en la construcción de
imaginarios acerca del presente y del pasado que se articulan en la trama cultural local.
En el caso de las fuentes tomadas para este escrito, la
evocación del entorno natural carga de sentido a las diferentes situaciones que se describen. El proceso histórico
atravesado por el territorio pampeano, desde su constitución a fines del siglo XIX hasta la creación de la provincia
en 1951,9 es un tema recurrente en estos relatos y, junto con
ellos, las narrativas acerca del paisaje y de su transformación.10 A lo largo de este proceso de construcción identitaria, se han buscado estrategias de diferenciación simbólica
9
10
Ver Lluch y Salomón Tarquini (2008).
Por un lado, la campaña genocida denominada “Campaña del Desierto” culminó, hacia la década de 1880, con la ocupación de las tierras y el sometimiento de la población indígena en nombre de la civilización, el progreso
y el proyecto agroexportador. Luego, avanzó la distribución latifundista de
esas tierras entre la oligarquía porteña y los militares que participaron en
la guerra, y la creación, en 1884, del Territorio Nacional de La Pampa en
dependencia directa del gobierno central, la fundación de nuevos pueblos
siguiendo la línea del trazado del ferrocarril y la repoblación a través de
migraciones internas y transatlánticas como mano de obra para el desmonte
del bosque de caldén y la construcción de las vías férreas. La lucha por la
provincialización –resistida por los terratenientes porteños– se inició en la
primera década del siglo XX, pero logró su objetivo recién en 1951.
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204 • Diálogos sobre cultura y región
entre La Pampa, las provincias vecinas, la región y la nación.
En un trabajo anterior (Romaniuk, 2016), decíamos que:
El proceso de consolidación de la pampeanidad en términos
musicales transitó por la búsqueda de elementos representativos de lo local, con la intención de encontrar una definición
sonora y cultural que le permitiera integrarse al resto de las
provincias, y que a su vez operara como diferenciadora de
la vecina provincia de Buenos Aires, con la que comparte
los géneros musicales pretendidos como propios (milongas,
huellas, estilos). (p. 124)
En este sentido, Maristany et al. (1997) mencionan que
En esta búsqueda de pampeanidad, se acepta sin ningún cuestionamiento previo, los arbitrarios límites geopolíticos del
espacio provincial y se subordina lo cultural a lo históricogeográfico. Se trata de un relato propio de la modernidad
que implica necesariamente la elaboración de un mito identitario que supone un “nosotros” inclusivo al mismo tiempo
que excluye todo elemento que no corresponda al modelo
semiótico-cultural propuesto en la codificación legitimada
por esa narrativa. (p. 519)
La marca diferencial, ese “nosotros”, aparece en parte en la delimitación político-geográfica provincial. Si,
por un lado, la región pampeana11 ha encontrado cierta
11
“En términos generales, para los geógrafos, organismos de planificación
nacional y la sociedad en general, la región pampeana abarca las provincias
de Buenos Aires, Entre Ríos (desmembrada de la histórica región mesopotámica), Santa Fe (fundamentalmente centro y sur), Córdoba (principalmente
el sudeste) y La Pampa (especialmente el sector oriental). Atendiendo a su
grado de “centralidad” en la región, podemos definir tres grupos de provincias: 1. Buenos Aires 2. Córdoba y Santa Fe 3. La Pampa y Entre Ríos […]
La provincia de La Pampa (Territorio Nacional hasta 1951) se caracterizaba
generalmente por una actividad agropecuaria extensiva, con presencia de
clase media de origen rural y estilo de vida urbanizado. Debe exceptuarse
de esta caracterización al extenso oeste provincial, donde las condiciones
ambientales se presentan más adversas y la estructura social resulta, en
general, más tradicional. Por ello podríamos dividir al territorio provincial
en dos subregiones: hacia el este la mencionada Pampa Alta y en el resto la
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Diálogos sobre cultura y región • 205
legitimación cultural en la cristalización de la figura del
gaucho y el caballo que se desplaza por la extensión de la
llanura, y ha hallado, en los relatos costumbristas, una forma de expresión musical vinculada a la milonga, la cifra y
el estilo; por otro lado, y dado que los géneros musicales
considerados propios son compartidos en la región, la diferencia en la provincia de La Pampa propiamente dicha se
ha ido construyendo, sobre todo, en relación con los textos de las canciones, en al menos dos modos de identidad
que emergen en las fuentes sonoras utilizadas aquí. Uno,
vinculado al proceso de consolidación del modelo agrícola
ganadero a partir de la Campaña del Desierto y su nuevo
poblamiento por parte de inmigrantes europeos: “la pampa
gringa”. El otro, vinculado a la construcción de la imagen
del “desierto”, el oeste, la ausencia de los ríos y los reclamos
por su recuperación,12 y lo que sobrevive (en el pasado y en
el presente) de la cultura indígena.
En los siguientes apartados, analizaremos los documentos seleccionados y el modo en el que aportan a ambos
tipos de construcciones identitarias.
12
Pampa Seca, una suerte de travesía con débil presencia de población rural
dispersa, que se interpone –a modo de transición- entre la Pampa Húmeda,
la Región Patagónica y Cuyo; es el sector más “patagónico” de la Provincia
de La Pampa” (Velázquez y Tisnés, 2014, s/p).
La construcción del complejo de diques Los Nihuiles en el año 1947 en el
sur de la provincia de Mendoza agravó una situación que se venía produciendo desde principio de siglo, vinculada con la administración y el uso
del agua del río Atuel, que escurre en el suelo de ambas provincias. La lucha
por revertir esta situación se fue convirtiendo, a lo largo del tiempo, en una
causa común de todos los pampeanos, y fue abrazada por algunos músicos
y poetas quienes, desde fines de la década de 1950, no cesan de cantarle al
río y al agua que no llega.
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206 • Diálogos sobre cultura y región
El IIndio
ndio Apachac
Apachacaa dic
dice:
e: P
Pampa
ampa y Pan
Este es el título de un disco de poemas de José Adolfo
Gallardou,13 editado en 1967, en Buenos Aires, a través de
la productora independiente Matus.14 El trabajo reúne una
serie de relatos y poemas dedicados al campesino de La
Pampa, a las duras –y en ocasiones inhumanas– condiciones de su trabajo y a la dependencia de la labor agraria
de factores climáticos y naturales (lluvias, sequías, vientos
e incendios). El cultivo del trigo es tomado como emblema,
elemento que luego –a partir de la sustanciación de una fórmula casi mágica: sal, harina y agua– se convertirá en pan.
El chacarero es el artífice de esa creación, que es declarado
como el alimento de los hombres del mundo.
La tapa del disco reproduce un dibujo del artista plástico Carlos Castagnino (Imagen 1) que muestra la figura de
un niño hambriento, una mano que sostiene un puñado de
espigas de trigo y un arado abriendo surcos en la tierra.
Esta imagen y el contenido de los poemas son un ejemplo
de la construcción de imaginarios vinculados a la pampa de
13
14
El nombre artístico de José Adolfo Gaillardou (1920-2007) fue Indio Apachaca. Nació en un campo cerca de Derqui (provincia de Buenos Aires),
pero pasó su infancia y parte de su juventud en las cercanías de la localidad de Conhelo (La Pampa). Artista multifacético (escritor, poeta, libretista,
director de escena, animador y recitador de interpretaciones gauchescas),
escribió más de 800 poemas, cuentos, relatos y anécdotas; gran parte de
ellos, enraizados en La Pampa, la que fue su provincia adoptiva. Muchas de
sus obras han sido musicalizadas, siendo las zambas “Guitarra prestada” y
“Los decididos” las que alcanzaron mayor popularidad durante la década de
1970 (Evangelista, 2017).
La descripción del contenido del disco, tal como aparece en la contratapa, es
la siguiente: FAZ A: 1-“El inventor del pan”. Monólogo; 2-“Alirio el chacarero”. Episodio ocurrido durante el éxodo de los colonos en el año 1938.
Poema. FAZ B: 1-“Cortita la trenza”. Movimiento y trayectoria del Malambo. Poema; 2-“Mi padre herrero”. Homenaje a Don Pedro, mi padre. Poema;
3-“Marcelino García”. Episodio ocurrido en Cnel. Pringles 1-1-52. Poema;
4-“Murió en el surco”. Crónica rural. Poema; 5-“Credo rural”. Al labrador
numeroso. Poema.
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Diálogos sobre cultura y región • 207
la agricultura, en este caso, a partir del recitado de poemas
registrados en la grabación.
Imagen 1: Portada del disco EL INDIO APACHACA dice PAMPA y PAN
Fuente: fotografía tomada por Ana Romaniuk.
En el caso de “Alirio el chacarero” (Track 2, Lado A),
describe un trágico episodio, vinculado con una prolongada
sequía ocurrida entre los años 1928 y 1938, cuando algunos
colonos emigraron a otras tierras, pero hubo otros, como
Alirio Belenger, quien “no quiso traicionar el surco”, y se
suicidó colgándose del travesaño del jagüel. El poema es
presentado como homenaje a este chacarero y ofrece una
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208 • Diálogos sobre cultura y región
excusa para reflexionar sobre la vida y la muerte. Al recitado
se le incorpora una sutil disonancia producida por armónicos ejecutados en las cuerdas de la guitarra. Comienza
diciendo:
Se ahorcó Alirio el chacarero / la culpa la tuvo el cielo / que
le limó el alma hasta los huesos / La noticia corrió por el aire
/ como el nudo por la soga / hasta llenarle el aire de silencio
/ Se puso el traje de los acontecimientos / para quedar como
caía el verano / reseco y vertical sobre la tierra. (Gaillardou,
1967)
En “Cortita la trenza” (Track 1, Lado B), narra el
nacimiento y un largo y aventurado recorrido del género
malambo desde La Pampa a la ciudad. En la prosa inicial, el
autor coloca varios elementos de lo que para él opera como
el entorno natural pampeano, que enmarcaría el surgimiento del malambo, diciendo:
Andando soledades, dejando de ser pájaro para ser caracol.
Agua pura, silencio. El malambo esperó para nacer sobre La
Pampa con los vientos de La Pampa y el sur bajo la cruz, con
las noches de La Pampa, con el sol, con el vientre de La Pampa, con el gaucho… Anduvo hombre adentro en el camino.
Una trenza, una guitarra y un lucero. Las horas en exilio y
el oído pegado a las auroras lo hicieron nacer latiendo en los
galopes, con tacos de sombra para un largo itinerario.
Estoy en la tierra de América Sur
Estoy en el aire gordilla y tropel
El sol se levanta me siento nacer
Cortita la trenza, chiquito el botón. (Gaillardou, 1967)
El poema alterna la prosa con una cuarteta endecasílaba
a modo de estribillo –aunque en cada aparición del motivo
varía el texto– cerrando siempre con los versos “cortita la
trenza / chiquito el botón”. El recitado rítmico en 6/8, casi
cantado, es acompañado tímbricamente con lo que parece
ser la imitación del sonido producido por las botas realizando el zapateo.
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Diálogos sobre cultura y región • 209
En “Marcelino García” (Track 3, lado B), también se
describe una tragedia: el incendio que terminó con 400
hectáreas de trigo maduro, y con la vida de Marcelino García y de su hijo al intentar apagar el fuego. Al describir la
belleza del trigal, se escucha el acompañamiento arpegiado
de la guitarra y, durante el relato del incendio, se perciben
sonidos que imitan el crujir del fuego. Dice:
Era la hora de todo entre las manos / era la hora con ganas de
gritar ¡Qué lindo! ¡Qué lindo! / Un aire ablandado caía en las
espigas / que se doblaban en saludo / contándose al oído un
secreto hasta el cielo de secretos. / Pero justamente cuando
todos lo sabían / cuando un mar de relinchos y de pájaros
gritaban: / –¡Este trigo tiene nombre: se llama Marcelino! /
Que un grito desangrado en humo y llamarada / rompió los
pechos del aire y del asombro. (Gaillardou, 1967)
En cada uno de los recitados del long play, el campo y
el monte de caldén están presentes.15 En algunas ocasiones,
bajo la descripción del paisaje natural, a través de la evocación del cielo, de la inmensa llanura o de los vientos que
enmarcan la escena; y, en otras, como paisaje que ha sido
intervenido por la mano del hombre: el jagüel, el surco del
arado en la tierra y los campos sembrados de trigo. En varios
de los recitados, además de la voz de Gaillardou, se incorporan sonidos incidentales (acordes de milonga o algunas
disonancias ejecutados en guitarra, o sonidos que refuerzan
e ilustran la trama argumental, como los golpes que imitan
el martillo del herrero o el crepitar de las llamas), lo que
pone en evidencia el cuidado especial para con lo sonoro, y
acerca este disco a la idea de una producción musical.
Gaillardou ha escrito y publicado varios libros de poesías y de narrativa que toman a La Pampa como escenario.16
15
16
Sobre una propuesta de sistematización de la literatura del monte pampeano, ver Lobos (2019).
Escribió y publicó, entre otros libros, Médanos y estrellas, poemas (1949);
Lados de adentro, poemas (1955); Pampa de furias, novela (1955); Pampa y pan
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210 • Diálogos sobre cultura y región
Muchas de sus poesías han sido musicalizadas (en los registros de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores
de Música –SADAIC–, aparecen registrados alrededor de
cien títulos). No obstante, no fueron los músicos pampeanos quienes han elegido sus creaciones para hacerlo, por
lo que estas composiciones no circulan como canciones del
repertorio musical de La Pampa.
Est
staa es LLaa Pampa
Es una obra integral de contenido épico que relata –entre
poesías, recitados y canciones– desde una mirada particular
el recorrido histórico de La Pampa. El autor de los poemas y
de la trama argumental es Armando Forteza,17 y el compositor de la música de las canciones es Delfino Nemesio.18
El álbum contiene dos discos de vinilo en formato long
play y fue grabado, en 1971, en el sello Hilne en la ciudad de
Santa Rosa, que fuera propiedad del mismo Nemesio. La tapa
del disco reproduce una difundida pintura del artista plástico Juan Lamela, “Descubierta”, que muestra la imagen de
tres militares montados a caballo, portando lanzas y armas
de fuego, cabalgando a campo traviesa. Significativamente,
17
18
(1968), que incluye los poemas que aparecen en el disco; Chaucha e caldén,
poema campero (1987).
Armando C. Forteza (1914-1999) nació en Buenos Aires y se trasladó a La
Pampa luego de haber culminado sus estudios secundarios en 1932. Ejerció
la docencia, fue periodista, poeta y escritor dedicado a relatar cuestiones
históricas de La Pampa. Estuvo a cargo de la Dirección de Cultura de la
provincia entre 1959 y 1967. Algunos de sus poemas fueron musicalizados
por Erberto Benuzi y Delfino Nemesio (Evangelista, 2017).
Delfino Nemesio (1914-2009) fue músico académico, compositor y arreglador. Creador de la “Delfy Jazz Band”, fue el dueño del sello “Hilne”, desde
donde se produjeron numerosas grabaciones discográficas, así como ediciones de partituras desde mediados de la década de 1960. Fue en su sello
donde se grabaron y editaron las partituras de “Esta es la Pampa” (Evangelista, 2017).
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Diálogos sobre cultura y región • 211
debajo del cuadro, se lee el título del disco en letra mayúscula y color rojo: “Esta es La Pampa” (Imagen 2).
Imagen 2: Portada del disco ESTA ES LA PAMPA
Fuente: fotografía facilitada por Leda García.
Incluye un folleto que consigna vasta información sobre
los autores y cada uno de los intérpretes. Además, incorpora
un extenso escrito que introduce el argumento de la obra,
y un recuadro titulado “Juicio crítico” sobre la producción,
firmado con el seudónimo Ranculche.
El track 1 comienza con un relato que realiza una semblanza de la Mamull Mapu19 como el territorio habitado por
la dinastía de los Zorros, liderada por Mariano Rosas, y por
19
Mamull Mapu significa tierra del monte en lengua mapuche (mapudungún).
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212 • Diálogos sobre cultura y región
la de los Piedra, liderada por Calfulcurá.20 Continúa con la
descripción de la situación de los primeros fortines en estos
términos:
Los humildes fortines, vigías del desierto, se levantaron en
muchos lugares de la campaña con el propósito frecuentemente frustrado de detener el avance de los indios que,
validos de su superioridad numérica y pese al heroísmo de
los defensores lograban filtrarse por las fronteras pasa asolar
poblaciones, robar hacienda y cautivar mujeres y niños. No
obstante ello, algunos paisanos curtidos a por soles, vientos
y heladas, y castigados por penurias sin cuento, pero leales
siempre para con la patria, supieron oponer inexpugnable
resistencia a la acometida de las hordas pampas y hasta alcanzaron increíbles triunfos en singular derroche de audacia y
bravura. (Forteza, 1971)
A través de esta cita, es posible vislumbrar la imagen
que Forteza recrea de la población indígena que ocupaba
el territorio pampeano en el momento de la Campaña: las
hordas pampas que acometían en los fortines para asolar poblaciones, robar hacienda, mujeres y niños. Una vez
doblegado, el autor desdibuja la bravura del indio vencido y
despojado de sus tierras, neutralizando el peligro que otrora
representaba. El giro es evidente:
Sobre los indios se han emitido juicios no siempre reflexivos,
y con frecuencia apresurados. Arribar a la verdad total es
tarea compleja y tal vez imposible, ya que cuentan numerosos
factores: repetir que eran crueles y feroces no implica un juicio de valor de carácter definitivo, por cuanto también lo fueron con ellos los cristianos o huincas. Por otra parte muchas
de sus acciones calificadas de bárbaras eran justas represalias
contra nada mansos procederes de los civilizados blancos.
Cuando tuvo lugar la decisiva batida de La Pampa por fuerzas
20
Entre 1840 y 1879, tres grupos que se posicionaron como los más importantes de la región fueron: los Ranqueles (dinastía de los Gûar o de los
Zorros), los Salineros (dinastía de los Curá o de los Piedra) y el grupo de
Pincén (Zink y Salomón Tarquini, 2008).
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Diálogos sobre cultura y región • 213
aguerridas y disciplinadas, a los indios de lanza que se tomaban prisioneros se los destinaba al ejército de línea, otros que
no portaban armas se conchabaron en su mayoría como peones de estancia, y los que alcanzaron a huir, rumbearon al sur
buscando más seguras latitudes. (Forteza, 1971)
Los relatos, las poesías y las canciones que integran este
trabajo discográfico presentan un paisaje natural y cultural
que se va modificando por la acción civilizatoria y modernizadora de la sociedad blanca. A medida que el relato avanza, la Mamull Mapu (la tierra del monte) se va modificando.
Esa gran extensión de tierra habitada por los pueblos indígenas, enmarcada por las lagunas, los caldenes y los potros
indómitos, se va transformando, primero, a partir de la aparición de los fortines y de las primeras poblaciones. El proceso de desmonte y explotación del caldén para convertir
ese monte en tierras cultivables y la llegada del ferrocarril
son planteadas, en el argumento de la obra, como la marca
definitiva del progreso. La presencia o la ausencia de la lluvia es un elemento clave en la adopción de estos modos de
vida: esta marca ciclos de abundancia y escasez, definiendo
y modificando las características del paisaje. Fue necesario
caracterizar la bravura del indio para justificar la matanza
indiscriminada. Luego, el destierro y la incorporación a la
sociedad blanca de los sobrevivientes permitieron las primeras fundaciones de pueblos, que se fueron poblando con
migraciones internas y olas inmigratorias.
Esta obra alterna narraciones con poemas y canciones.
Los relatos introducen a las poesías y la música refuerza el
argumento.21 De las siete canciones que integran Esta es La
Pampa, cuatro de ellas responden a géneros folklóricos que
21
La descripción del contenido ubicado en la contratapa del Long Play es la
siguiente: Poesías: 1-Sólo el indio. 2-Dinastías pampas. 3-Nuevo tiempo.
4-Romance de las primeras fundaciones. 5-Criollo. 6-Pionero. 7-Compañera. 8-Canto al trigo. 9-Pampa seca. Canciones: 1-Fortín (cifra). 2-Que
canten guitarras nuestras (milonga). 3-Amuchimay (canto indio). 4-Evocación (estilo). 5-Volvió la lluvia (vals). 6-Tu voluntad, señor (canto litúrgico).
7-Raiz y destino (huella).
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214 • Diálogos sobre cultura y región
se vinculan con La Pampa en particular, y a la llanura pampeano-bonaerense en general: cifra, estilo, milonga y huella.
Más allá de que los textos de estas músicas refuerzan el
contenido narrativo de la obra en su totalidad, la sonoridad
del canto con guitarra traslada simbólicamente al oyente a
la llanura, al campo y a un imaginado modo de vida.22
En cuanto a las otras tres canciones, “Amuchimay” (canto
indio) es la canción de despedida para el indio desterrado. El
ritmo invariante del tambor, el acompañamiento de la guitarra
ejecutada sobre un mismo acorde y un solo motivo melódico
que se repite sin variaciones son los recursos puestos en juego
para cantar un breve texto, que incorpora palabras en lengua
mapudungún.23 El vals “Volvió la lluvia” –cuyo texto celebra
el fin de la sequía– remite a músicas festivas, cristalización
de la danza que supera barreras geográficas y temporales.
Es posible interpretar la canción litúrgica “Tu voluntad
señor” –en la que las campanas introducen el canto del coro
femenino a capella– como el lugar simbólico civilizador de
la religión católica.
Se escuchan, también, músicas incidentales que plantean
la continuidad argumental en el plano musical. En ocasiones,
retoma motivos melódicos de las canciones mencionadas, arregladas para orquesta y que acompañan relatos y recitados ejecutadas por la Banda Sinfónica Provincial, el motivo rítmico del
tambor de “Amuchimay” como leitmotiv para remitir al indio, o
las mismas introducciones vocales de las canciones para iniciar
o retomar el relato entre lado y lado de los discos, o entre un
disco y otro.
Esta cuidada grabación se constituye en un valioso registro
que nos permite escuchar la propuesta de Armando Forteza y
Delfino Nemesio acerca del devenir histórico de La Pampa. Del
mismo modo que El Indio Apachaca dice: Pampa y Pan, en Esta es
22
23
Ver Moreno Chá (1980).
Mapudungún es una de las denominaciones que recibe la lengua mapuche.
En la cara interna de la potada del disco se destina un recuadro a modo
de glosario, en donde se explicita el “Significado de los vocablos mapuches
utilizados”.
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Diálogos sobre cultura y región • 215
la Pampa, la palabra que suena, las canciones y los arreglos musicales ofrecen elementos que permiten acceder a la obra desde
otro canal de percepción.
Julio Domínguez (El Bardino) y las canciones del disco
Voc
oces
es de la Patria B
Bay
ayaa
El dúo Sombrarena, integrado por Delfor Sombra y Cacho Arenas, grabó, en 1974, un long play titulado Voces de la Patria Baya,
integrado por once canciones de autores locales, cinco de las
cuales pertenecen a Julio Domínguez.24 El trabajo fue realizado
en los estudios ION, en la ciudad de Buenos Aires, que era considerado uno de los mejores espacios de grabación de la época.
En el título del disco, ya aparece enunciado parte del paisaje y su color: la patria baya. Las fotografías en tonos sepia y
el montaje del fotógrafo Pablo de Pian retratando los caldenes
y los rostros de los músicos refuerzan el sentido que cada una
de las canciones irá enunciando: cantar a La Pampa desde lo
que el territorio tiene de diferente: su región más árida (Imagen
3). Este trabajo discográfico puede interpretarse a partir de los
procesos de construcción de identidad, en los términos propuestos por Stuart Hall (2003), como una práctica significante
que obedece a la lógica de la diferencia; y permite comprender
cómo la música, la lírica de las canciones, las prácticas musicales y los discursos que se construyen en torno a ella operan
de manera eficaz a la hora de establecer fronteras simbólicas
entre lo propio y lo ajeno. Al respecto, el músico Delfor Sombra
afirmó:
24
JulioDomínguez“ElBardino”(1933-2007)nacióenunparajecercanoaAlgarrobo
delÁguila(LaPampa)y,alosquinceaños,semudóalaciudaddeSantaRosa.Fueun
músicointuitivoquecomponíaycantabasuspropiasobras.“Sustrabajosliterarios
ymusicales serefierenengranmedidaalpaisaje dellugardondenació”(Evangelista, 2017, p. 476). Además de su extensa producción de canciones propias, fue autor
de poesías que musicalizaron otros músicos. Sus composiciones han alcanzado
unagrandifusióntantodentrocomofueradelaprovincia(Evangelista, 2017).
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216 • Diálogos sobre cultura y región
Nos pusimos de acuerdo, los dos queríamos lo mismo, componer y ver de armar un repertorio de la provincia, para mostrarla, para defenderla… En aquella época cantar una milonga
era como una mala palabra… habíamos sido invadidos por la
música de otras regiones, cosa que no está mal, eh, ¡ojo! Pero
vos ibas a cantar una milonga y te decían paisano de mierda, descalificándote. Éramos mal vistos. En fin. Bueno, qué
sé yo… lo hermoso es que… fue una hermosa disculpa para
empezar a ganar un lugar. 25
Imagen 3: Portada del disco Voces de la Patria Baya
Fuente: fotografía tomada por Ana Romaniuk.
25
Entrevista a Delfor Sombra realizada por Ana Romaniuk en Buenos Aires,
en mayo de 2006.
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Diálogos sobre cultura y región • 217
El “repertorio de la provincia” es puesto, en este testimonio, en tensión con el repertorio folklórico de circulación nacional. Es en la peña “Temple del Diablo”26 donde se
consolida la alianza entre Cacho Arenas y Delfor Sombra
para formar el dúo y dar a conocer el repertorio de canciones pampeanas que comenzaban a circular en las noches de
encuentro, y que comenzó a cristalizarse bajo el nombre de
“música pampeana”.
La estrategia adoptada fue la grabación de un long play
para trascender el ámbito de la ejecución en vivo y llegar a
una audiencia más amplia. La incorporación de cinco canciones de Julio Domínguez en el disco pudo deberse a la
relación de amistad personal que mantenía con los músicos,
y porque –si bien eran simples y compuestas de manera
intuitiva– reunían las condiciones del perfil estilístico que
se buscaba difundir, habiendo obtenido cierta popularidad
antes de ser incluidas en el vinilo.
Los versos están colmados de ideas que remiten a los
recuerdos de “El Bardino”, al lugar donde nació y donde
pasó los primeros años de su vida –la localidad de Algarrobo del Águila y los parajes cercanos–, evocan la geografía,
la flora y los habitantes del lugar. El paisaje provisto por las
bardas, la disminución del caudal de los ríos y los médanos son el contexto natural que enmarca estas canciones,
así como también la referencia frecuente a la flora nativa
–la chilca, el llaollín, el jume, la zampa y la puelchana– y
a algunos personajes del lugar. Citamos varios fragmentos
de estas obras para ilustrar la manera en que “El Bardino”
reconstruye su región:
26
Las peñas y agrupaciones culturales han sido importantes ámbitos de sociabilidad y de creación de redes en el espacio artístico e intelectual pampeano
desde principios de la década del sesenta. La Peña y Asociación Civil Temple del Diablo funcionó en la ciudad de Santa Rosa entre 1972 y 1975. Para
profundizar sobre el tema, véase Romaniuk (2010) y Salomón Tarquini y
Romaniuk (2019).
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218 • Diálogos sobre cultura y región
Por la costa de la barda (zamba)
Préstame para mis ojos
El color florido que tiene el bardal
Con una rama de jume
Tal vez se perfume mi pecho al cantar.
La Chilquita (Chalilera) de Julio Domínguez
y Guillermo Mareque
A lo de Santa Isabel
Chilca y arena me fui
Y me chorreaba el apodo
Los médanos solos arena y llaollín.
Ese Chadileuvú
Que no quiere crecer
Todos los años panditos
Los chalileritos se mueren de sed.
Para Volver (Estilo sobre motivo popular)
[…]
Florezco como puelchana
Sin agua de arroyo alguno
Como la zampa doy humo
Señal pal que anda perdido
Desde el fondo del olvido,
Mi canto les muestra un mundo.
Cueca de la Blanca (Cueca)
Esta cueca es de los pagos
De Don Cochengo Miranda
Cuando la bailes paloma
Buscamé con la mirada
Que están de fiesta los criollos
En el jaguel de La Blanca.27
27
Julio Domínguez “El Bardino”. “Por la costa de la barda”, “La Chilquita” “Para
Vover” y “Cueca de la Blanca”. En Dúo Sombrarena (1974). Voces de la Patria
Baya. Ediciones Temple. Santa Rosa.
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Diálogos sobre cultura y región • 219
“La rendición de Manuel” evoca la desarticulación de
las grandes dinastías que dominaban el territorio pampeano
en el momento de la Conquista, a través del hecho concreto
de la entrega ante el gobierno nacional de Manuel Namuncurá.28 El texto de la canción empatiza con la realidad del
indio que pierde su autonomía al someterse bajo el dominio
del huinca y de la iglesia católica, asumiendo una postura crítica ante el episodio. Además de mencionar a varios
de los líderes indígenas, nombra dos instrumentos musicales como elementos simbólicos de las culturas del sur: el
cultrún (pequeño membranófono) y la trutruca (aerófono
construido con una larga caña), en el escenario implacable
del desierto: “El cultrún te reclama / Por el desierto, / Trutrucas de la nada, / Velan tus huesos. / No puede ser, no
debe ser, / Lo dijo Pincén, Yancamil también”.29
“El Bardino”, con su particular poesía popular de la
mano de su intuición musical, describe el universo imaginado del oeste, con su geografía, su flora y los personajes
que lo habitan y que lo habitaron, colaborando en la cristalización del imaginario del desierto pampeano, y el Dúo
Sombrarena, con sus cuidadas interpretaciones y arreglos,
lo dejan plasmado en un long play fundacional para la música pampeana.
28
29
Manuel Namuncurá fue el tercer hijo de Calfulcurá. Pasó su infancia en la
región del Río Llaima, al este de la actual ciudad de Temuco en Chile. En
1931 se trasladó con su padre hacia el área de Salinas Grandes. Cumplió
funciones como embajador ante Juan Manuel de Rosas y fue bautizado
como Manuel en 1854, al jurar la bandera argentina en Paraná, con Justo
José de Urquiza como padrino. Participó en diversos malones y enfrentamientos con tropas del gobierno. Tras la muerte de Calfulcurá fue elegido
para ejercer el liderazgo junto con su hermano. Las expediciones de Levalle
desde 1878 comenzaron a desarticular a su grupo, quitándole capacidad
bélica. Desgastada su resistencia y ante el avance de las tropas nacionales
que lo perseguían (debió refugiarse en la Cordillera), en 1882 se entregó a
las autoridades nacionales. A través de gestiones diplomáticas logró obtener
tierras para el asentamiento de los suyos, con la fundación de la colonia
indígena San Ignacio, ubicada en la confluencia del arroyo San Ignacio con
el río Aluminé (Zink y Salomón Tarquini, 2008, p. 79).
Julio Domínguez “El Bardino” (1974). “La rendición de Manuel”. En disco
Voces de la Patria Baya. Dúo Sombrarena. Ediciones Temple. Santa Rosa.
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220 • Diálogos sobre cultura y región
“La Pampa es un viejo mar”
El último caso tomado para este trabajo es una canción: la
milonga “La Pampa es un viejo mar”, sobre un texto de Juan
Ricardo Nervi30 que fue musicalizado en la década de 1980
por Alberto Cortez.31 Esta canción fue escrita y compuesta
desde la distancia (Nervi exiliado en México y Cortez en
España). Elabora una síntesis que condensa varias ideas y
sonoridades de La Pampa desértica, del monte, del campo;
La Pampa del indio y del chacarero. El poema completo de
esta composición dice:
I
Si usted no conoce el Sur
Y piensa que es el desierto,
No sabe cómo es La Pampa
Ni conoce su secreto:
¡La Pampa es un viejo mar
donde navega el silencio!
Usted que pasa y se va,
Puede bajarse sin miedo,
Podrá escuchar cómo suenan
Las trutrucas del Pampero:
¡Si usted no ha esta’o por aquí
No sabe lo que es el viento!
II
Tierra para estar de pie
30
31
Juan Ricardo Nervi (1921-2004) fue pedagogo, escritor, poeta, periodista,
dibujante, pintor, deportista y uno de los intelectuales más destacados de La
Pampa, reconocido a nivel nacional e internacional. Fue director de Cultura
de la provincia entre los años 1956 y 1958. Su extensa obra cuenta con
libros de poesía, narrativa, ensayo, didáctica e historia. Varias de sus poesías
han sido musicalizadas (Evangelista, 2017). Para un abordaje de su figura y
obra, puede consultarse el capítulo de Leda García en este libro.
José Alberto García Gallo, más conocido como Alberto Cortez (1940-2019),
fue un músico, compositor, poeta y cantautor. Autor de numerosas obras
de amplia difusión en distintos países de habla hispana. Nacido en Rancul
(La Pampa), en la década de 1960, se radicó en España, donde desarrolló su
carrera como artista (Evangelista, 2017).
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Diálogos sobre cultura y región • 221
Con las vigilias del tiempo.
A veces, entre los cardos,
Se va desangrando el suelo.
¡Y un llanto de sangre y sal
Le llora su río muerto!
Busque en el pobre hachador
Su caracú jornalero:
La médula de un caldén
Hallará si escarba el hueso.
¡Con sus raigones de fe
Son plantas mirando el cielo!
III
Deje que llueva nomás,
Sobre este cultrún reseco;
Ya verá cómo florecen
Los surcos del chacarero:
¡Con sus muchachas en flor
El trigo se da en un beso!
Venga conmigo y seré
Para siempre su aparcero;
Verá un manantial de luz
En el corazón del médano.
¡La Pampa es de áspera piel,
Pero jugosa por dentro
Si usted no conoce el Sur
Y piensa que es el desierto.
Mire bien el horizonte
¿No ve mil barcos veleros?
¡La Pampa es un viejo mar
donde navega el silencio!32
El texto de esta canción construye un lugar atravesado
por el ser humano que lo habitó y que lo habita. Menciona (¿pinta?) un paisaje desértico y ventoso, ponderando y
adscribiéndole un valor estético positivo, desde el propio
título de la canción, en el que plantea un paralelismo entre
32
Letra tomada del disco de Laura Paturlanne (2004). Melipal, la mirada del Sur.
Santa Rosa, Editorial Voces.
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222 • Diálogos sobre cultura y región
la gran extensión de tierra (el desierto) con el mar que otrora cubriera el territorio pampeano.33 Apela a elementos de
la flora que son característicos del territorio: el cardo y el
caldén. Evoca el sonido del viento a través de las trutrucas
y compara la piel reseca del cultrún con la sequedad del
suelo. El agua es nombrada bajo tres condiciones distintas:
la comparación mar-desierto, los cauces secos de los ríos y
la lluvia transformadora.
En cuanto a los habitantes de esta tierra, se encuentra
la referencia al pasado indígena a través de comparaciones
de corte sonoro y textural con sus instrumentos musicales.
Por otro lado, menciona a los hacheros, actores fundamentales del territorio en el período de desmonte de caldén (la
modificación del entorno natural para transformar el monte salvaje en tierras aptas para la agricultura), y el chacarero
trabajando la tierra, sembrando y cosechando el trigo.
De una manera exquisita, el poema recorre la transformación de la geografía, la cultura y las actividades humanas y económicas pampeanas, amalgamando el misterio del
desierto con el milagro transformador de la lluvia.
Esta composición ha circulado en el repertorio de
numerosos músicos y agrupaciones locales, así como también de algunos provenientes de otras latitudes,34 alcanzando una legitimación comparable con la “Huella de Ida y
Vuelta” de Yacomuzzi-Molina o la “Milonga Baya” de Julio
Domínguez, las obras pampeanas de mayor circulación fuera de la provincia. Es de las pocas canciones legitimadas
del repertorio que menciona en sus versos elementos que
33
34
La construcción metafórica entre el desierto y el mar que realiza Nervi en la
poesía de esta canción puede entroncarse con la historización de la construcción imaginada del desierto pampeano bonaerense propuesta por Graciela Silvestri en “La pampa como el mar” (2008). Allí, la autora propone
al ámbito literario como el espacio clave para representar el “paisaje pampeano”.
Entre los artistas pampeanos que han interpretado y grabado “La Pampa es
un viejo mar”, además del mismo Alberto Cortez, se cuentan Laura Paturlanne, Grupo Vocal Pampamérica, Los Caldenes y Lucrecia Rodrigo, además de
los artistas bonaerenses Edith Rosetti y Jorge Víctor Andrada, entre otros.
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Diálogos sobre cultura y región • 223
remiten a la pampa agrícola, articulándola con la desértica.
No es casual que sea Juan Ricardo Nervi,35 desde la mirada
que ofrece el exilio, quien haya logrado esta síntesis a través
del poema convertido en canción.
Consideraciones finales
El propósito de este trabajo fue reflexionar sobre cuatro documentos sonoros para indagar sobre construcciones
identitarias que vinculan la música y la poesía con el paisaje,
el entorno natural y la actividad humana en la provincia de
La Pampa.
El recorrido trazado deja una senda abierta para continuar pensando en el lugar que ocupan la “cultura del
campo” y la “cultura del oeste” en la construcción de estas
configuraciones simbólicas atravesadas, en este caso, por lo
sonoro, cuando la voz mediatizada en el disco desborda la
palabra escrita.
En El Indio Apachaca dice: Pampa y Pan, los recitados
de Gaillardou enaltecen la sacrificada figura del chacarero
inserto en un medio agrícola de transición. Expone el complejo entramado de la producción agrícola y los caprichos
de la naturaleza.
Esta es La Pampa recorre la historia provincial, situando
el relato desde el lugar del dominador, del conquistador del
desierto. Justificando la guerra, la matanza, el sometimiento, el destierro y el despojo en pos de una supuesta modernización, civilización y progreso.
Contemporáneamente a Forteza y Nemesio, Julio
Domínguez incorpora la figura del indio vencido en “La
35
Como ya se ha mencionado, Nervi fue director de Cultura de la provincia
entre 1956 y 1858. Fue quien instaló –en el marco de las políticas culturales– la preocupación de definir las bases sobre las cuales se iría construyendo la “identidad pampeana” a través del apoyo a escritores y músicos locales
(Salomón Tarquini y Laguarda, 2012, pp. 108-109).
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224 • Diálogos sobre cultura y región
rendición de Manuel”, pero desde el lugar del reclamo por
el sometimiento. “El Bardino” retrata a “su oeste” tal como
él lo recuerda en su infancia, con las poblaciones indígenas
subyugadas ante el poder del gobierno nacional.
En “La Pampa es un viejo mar”, Nervi y Cortez sintetizan, en pocas palabras, musicalizadas como milonga, las
cuestiones vinculadas al desierto, al monte y a la tierra apta
para el cultivo. El indio, el hachero y el chacarero están
insertos en el paisaje pampeano desde múltiples miradas,
tiempos y lugares. La canción, de alguna manera, da cuenta
de esa variedad que, en ocasiones, se torna contradicción y,
en otras, belleza.
La dimensión comunicativa del paisaje penetra en cada
uno de los registros sonoros analizados en este trabajo.
Poetas y músicos le han puesto palabras y sonidos al paisaje
de La Pampa, al entorno que determina las posibilidades
de vida de los hombres. El cultrún y la espiga, el indio, el
criollo y el inmigrante, el campo sembrado, el monte y el
desierto sintetizan continuidades y discontinuidades, rupturas y transformaciones en los procesos de construcción
y de legitimación de las identidades culturales pampeanas,
que fueron abordadas en este escrito a partir de una selección de grabaciones discográficas y del abordaje a la palabra
que suena.
Referencias bibliográficas
Dillon, B. y Comerci, M. (2014). Territorialidades en tensión
en el Oeste de La Pampa. Sujetos, modelos y conflictos.
EdUNLPam.
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Parte IV.
Diversidades:
investigaciones y gestión
del patrimonio cultural
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7
Vidal de Battini y las encuestas
del habla regional (1950)
El registro de lenguas indígenas
en la Patagonia Central
VERÓNICA DOMÍNGUEZ
Introducción
Mi centro de investigación ha sido siempre la escuela, y el
maestro mi primer asesor.
Berta Vidal de Battini
Entre los años 1940 y 1960, se llevó a cabo una serie de
encuestas en todas las escuelas de las provincias argentinas
y territorios nacionales impulsadas por el Consejo Nacional
de Educación y el Instituto de Filología de la Universidad
de Buenos Aires (UBA). Fue una directiva de cumplimiento
obligatorio para los establecimientos educativos, cuya coordinación y puesta en marcha estuvo a cargo de Berta Vidal
de Battini.1 Para su confección, contó con la colaboración
1
El legado documental de Vidal de Battini (1918-1984) se encuentra alojado
en el repositorio del Instituto de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas “Manuel Alvar”, ubicado en la provincia de San Juan. El fondo cuenta
con Encuestas Nacionales y sus correspondientes cuestionarios de los años
1940, 1945, 1950, 1957, 1960, 1964 y 1968 de toda la Argentina, junto con
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229
230 • Diálogos sobre cultura y región
del filólogo Ángel Rosenblat2 y, principalmente, con la contribución imprescindible de maestras, maestros, directivas
y directivos que oficiaron de encuestadores, mediadores e
informantes en cada rincón del país.
Berta Elena Vidal de Battini (1918-1984) fue una maestra normal, profesora de Letras y doctora en Filología y
Letras por la Universidad de Buenos Aires. Nacida en San
Luis, ejerció su profesión docente a partir del año 1918 y
desarrolló una larga carrera que la llevó a ocupar el rol
de inspectora seccional del Consejo Nacional de Educación, organismo en el que, además, integró la Comisión
del Folklore y Nativismo.3 Tempranamente, contribuyó con
artículos propios en revistas de circulación entre maestros
normales como El Monitor de la Educación4 y Nativa.5 En sus
textos, se ocupa de diversos temas, muchos de raigambre
folklórica, como relatos, vocabulario criollo y toponimia;
2
3
4
5
un archivo fotográfico y sonoro. Para una mayor descripción del fondo y del
contenido de cada uno de los cuestionarios, véase González y García (2013).
Filólogo y ensayista, discípulo de Amado Alonso, formado en el Instituto de
Filología de la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad de Berlín
(1931-1933). También trabajó en el Centro de Estudios Históricos junto
a Ramón Menéndez Pidal en Madrid (1933-1936). Fundó la Cátedra de
Filología de la Universidad Central en Venezuela (1947), donde dirigió el
Instituto de Filología Andrés Bello, e investigó sobre el español de América,
elaborando un gran fichero lexicográfico de venezolanismos.
En 1945, Ataliva Herrera constituye la comisión de folklore, que luego se
transformará en Instituto permanente del folklore y el nativismo. Vidal
de Battini será la encargada de las secciones denominadas Habla Regional,
Narración Popular, Creencias y Supersticiones y Usos y costumbres.
El Monitor de la Educación Común, como se señaló en el Capítulo 2 de este
libro, era la publicación oficial del Consejo Nacional de Educación. Estaba
dirigida a maestros, maestras, inspectores y funcionarios del organismo, y
tenía como finalidad la comunicación de resoluciones y lineamientos del
proyecto educativo nacional a partir de instrucciones, documentos oficiales,
pero también contenía notas de opinión, reseñas bibliográficas y artículos
de diversa índole. Para un abordaje profundo de la prensa educativa, características, circulación, temáticas y autorías, véase Finocchio (2009).
La revista Nativa fue una publicación fundada en 1924, con una tirada mensual durante 40 años, dedicada a temáticas tradicionalistas y al arte con una
propuesta estético-política “nacionalista”. Su director fue Julio Díaz Usandivaras. Para mayores precisiones sobre esta publicación, véase Hrycyk
(2011).
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Diálogos sobre cultura y región • 231
también se interesa por la historia de la educación argentina, y realiza contribuciones poéticas que publicará en
cuatro libros.6 Incluso fue parte de la Junta directiva de El
Monitor de la Educación Común en la década de 1930.
En lo que respecta a su trayectoria académica, inició
su carrera de investigadora en el Instituto de Filosofía
de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
Nacional de Buenos Aires, dirigida por Amado Alonso, de cuyos equipos de trabajo formó parte. Ejerció la
docencia universitaria en las cátedras de Folklore e Historia de la Lengua Española y llevó adelante sus investigaciones articulando su rol como docente y su afición
por la investigación folklórica y dialectológica, tanto en
el Consejo Nacional de Educación como en el Instituto
de Filología y de Ciencias Antropológicas de la UBA.
Entre sus trabajos de investigación más relevantes, se
encuentran: El habla rural de San Luis (1949a), Voces marinas
en el habla rural de San Luis (1949b), Extensión de la RR múltiple en la Argentina (1955), El léxico ganadero de la Argentina:
la oveja en la Patagonia y en Tierra del Fuego (1959), Cuentos
y leyendas populares de la Argentina (1980a, 1980b, 1984a,
1984b), Zonas de leísmo en el español de la Argentina (1964); y
El español de la Argentina: estudio destinado a los maestros de las
escuelas primarias([1954] 1966). Evidentemente, existió una
constante en sus inquietudes, por un lado, el relevamiento
folklórico y, por otro, la investigación lingüística; ambos
contaron con la colaboración y corresponsalía de maestros
y maestras nacionales de todo el país que respondieron a las
encuestas diseñadas por la lingüista.
Los relevamientos realizados y traccionados por
Vidal de Battini durante casi dos décadas pueden considerarse, en parte, una continuación de la Encuesta
6
Dentro de su producción literaria, se encuentran cuatro libros poéticos: Alas
(1924), Mitos Sanluiseños (1925), Agua serrana (1934), Tierra puntana (1937) y
Campo y soledad (1937).
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232 • Diálogos sobre cultura y región
Nacional de Folklore de 1921,7 proyecto del vocal del
Consejo Nacional de Educación Juan P. Ramos. En
1939, este Consejo conformó una comisión que tenía
como misión la selección, adaptación y sistematización
del material colectado en 1921 para ser publicado por
dicho organismo. Berta Vidal de Battini fue parte de
esta comisión y estuvo encargada de la curaduría de
los textos que finalmente fueron publicados, en 1940,
bajo el título Antología folklórica argentina para las escuelas primarias. Otra de las tareas que tenía a cargo dicha
Comisión era la planificación y ejecución de un nuevo
cuestionario que diera continuidad a los relevamientos
de material folklórico.
Las encuestas sobre el Habla Regional, de las que nos
ocuparemos, son parte de esta serie de instrumentos de
recolección de materiales folklóricos y lingüísticos, realizados a lo largo y ancho del país. Se efectuaron en
dos momentos: la primera encuesta, de 1945,8 contenía
treinta y seis preguntas centradas en particularidades
de pronunciación, entonación, morfología y sintaxis; la
segunda, de 1950, se encargó del registro léxico por
campos semánticos, estructurado a partir de 15 capítulos o secciones en las que se organizaba el cuestionario.
En 1957, Vidal de Battini recopiló material para caracterizar las pronunciaciones, en la denominada Encuesta
Nacional, pero esta se limitó solo a dos provincias, Buenos Aires y Santa Fe. Ya en 1960, diseñó el Cuestionario
Lingüístico Argentino, con foco puesto en cuestiones gramaticales, y, en 1964, el Cuestionario para la recogida del
léxico regional y local. El juego. Estudio filológico-folklórico,
con apartados que preveían la recolección de material
7
8
Para un análisis pormenorizado de la Encuesta de 1921, ver Espósito
y Di Croce (2013).
Para dicha encuesta, se reunieron 14.050 cuestionarios contestados.
No se instruyó a las y los maestros en la tarea de relevamiento, de
allí que los resultados fueran considerados, por Berta Vidal de Battini,
“desparejos” en cuanto a datos colectados.
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Diálogos sobre cultura y región • 233
ligado a juegos en diferentes franjas etarias (infantiladolescente-adulto), así como narraciones. Por último,
en 1968, elabora el Cuestionario Lingüístico folklórico–El
español de la Argentina con más de 1.450 preguntas distribuidas en 21 apartados, que finalmente no se llevó a
cabo (González y García, 2013).
En este trabajo, nos proponemos revisar y analizar los cuestionarios y respuestas correspondientes a la
segunda Encuesta del Habla Regional (1950) (ver imágenes 1 y 2), en particular, los legajos remitidos desde los
Territorios Nacionales de Chubut y Río Negro, en pos
de dar cuenta de la presencia de las lenguas indígenas
registrada por los educadores. Además, abordaremos el
rol mediador desempeñado por maestros y maestras, y
las apropiaciones que hicieron de los instrumentos de
colecta proporcionados. Tendremos en cuenta las tradiciones disciplinares en las que se inscribe este instrumento de recolección y los cruces implicados con iniciativas predecesoras. Para ello, realizaremos una breve
reseña del marco ideológico en el que se sustenta la
encuesta, las instrucciones y recomendaciones diseñadas
para maestros y maestras que ofician de colectores y,
por último, analizaremos algunas respuestas a modo de
ejemplo.
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234 • Diálogos sobre cultura y región
Imagen 1: Ministerio de Educación de la Nación –Segunda Encuesta
sobre el Habla Regional (1949)–, portada
Fuente: Fondo Vidal de Battini-INILFI San Juan.
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Diálogos sobre cultura y región • 235
Imagen 2: Primera hoja de instrucciones
Fuente: Fondo Vidal de Battini-INILFI San Juan.
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236 • Diálogos sobre cultura y región
Contexto de surgimiento de las Encuestas
La Encuesta del Habla Regional, en sus dos versiones, es
un claro desprendimiento y continuación de la Encuesta de
Folklore realizada en 1921 (véase Capítulo 2). Como marco
ideológico en el que se inscribe, podemos mencionar, por un
lado, la continuidad de programas institucionales impulsados por el Consejo Nacional de Educación y de tradiciones
disciplinares del Instituto de Filología; por otro, las ideas
pedagógicas contemporáneas a la Encuesta presentes en el
Primer Plan Quinquenal (1947), implementado durante la
primera presidencia de Juan Domingo Perón (1945-1949),
en las que se promocionaba a las tradiciones folklóricas
como una política de Estado tendiente a la construcción
de un nacionalismo popular (Chamosa, 2012). En el marco
de una proliferación y expansión de dependencias estatales
vinculadas al área intelectual, cultural y educativa (Fiorucci, 2008), se impulsaron proyectos de relevamiento federal,
como la convocatoria a enviar ideas e inventos mediante
misivas a ser incorporadas al plan quinquenal (Comastri,
2018), u otros de índole cultural, como el registro de cancioneros populares y materiales folklóricos.
Tales relevamientos no solo tenían una finalidad de
“rescate”, sino que se proponían como un trabajo de base
para posteriores intervenciones en políticas públicas concretas. Por ello, en estos dispositivos de colecta, se especificaba la búsqueda desde una dimensión lingüística al servicio de la producción de materiales didácticos que abonaran
a la enseñanza: “La búsqueda y la investigación, indispensables para la elaboración de este trabajo, darán al maestro
elementos preciosos que podrá aplicar en su enseñanza”
(CNE, 1949).
A su vez, permitían la construcción de una política lingüística normativista,9que proponía partir “desde la realidad
9
Como directriz en cuanto a la corrección normativa y a su empresa didáctica, Vidal de Battini menciona a Bello y sus Advertencias sobre el uso de la len-
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Diálogos sobre cultura y región • 237
de la lengua viva […] hacia el ideal de la lengua culta, que es
el objeto de su enseñanza” (Vidal de Battini, 1964, p. 9). En
la presentación del cuestionario, se explicita:
La Dirección General de Enseñanza Primaria, por medio de
su Comisión de Folklore, realiza un estudio del habla regional del país. Con ello ofrecerá un valioso aporte al conocimiento del español en la Argentina y contribuirá a la mejor
enseñanza de nuestro idioma nacional en las escuelas. (CNE,
1949, p. 4)
Como plantea Flavia Fiorucci (2008), las temáticas folklóricas precedieron al peronismo porque ya se encontraba
instalado como campo de investigación en las elites letradas
desde principios de siglo, ligadas al proyecto de construcción del Estado-nación. No obstante, el apogeo de los estudios folklóricos se liga con los albores del nacionalismo que
rodearon al centenario y con el fracaso del proyecto inmigratorio liberal que hizo volver la mirada a la “esencia criolla”, concebida por los sectores de elite como fundamento
étnico de la nacionalidad (De Jong, 2005). La importancia
política del uso del folklore en la escuela, remarcada por
el escritor e intelectual nacionalista Ricardo Rojas para la
Encuesta de 1921 (Cattaruzza, 2012), se amplía con la labor
de Vidal de Battini al agregar el componente lingüístico, por
caso, los repertorios de vocabulario regional, en la configuración de materiales didácticos. Respecto a las producciones
de la época en el plano folklórico y lingüístico, Mara Glozman (2015) antologa Lengua y Peronismo, donde publica una
serie titulada “Imaginarios del lenguaje popular”, en la que
inserta a la Segunda Encuesta del Habla Regional con otras
iniciativas como el Diccionario folklórico, de Félix Coluccio;
“El Folklore lingüístico” (1953), de Juan Alfonso Carrizo;
gua castellana, dedicadas a los padres de familia, profesores de los colegios y maestros de escuela publicada en Chile en 1834; claramente, es coincidente tanto
en su afán de educación idiomática como con los destinatarios de dicho
trabajo.
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238 • Diálogos sobre cultura y región
“El lenguaje popular de Perón” (1952), de Carlos Abregú
Virreira, entre otros textos que reseñan, tematizan y problematizan el lenguaje popular en el marco del peronismo. En
la secuenciación de textos analizados por Glozman, existe
una progresión que va desde el interés folklórico hacia la
autonomización de la reflexión lingüística de la Encuesta
de Folklore, pasando por las encuestas del “Habla regional”,
hasta llegar al “Cuestionario Lingüístico Argentino”, con “El
juego: estudio filológico y folklórico”10 como eslabón. Además, desde nuestra perspectiva, podemos mencionar como
antecedente trabajos de corte lexicográfico como el Diccionario del habla popular argentina, impulsado por el Instituto
de Filología y Manuel Montoliú11 en 1925, que proponía
“la cosecha de léxico popular” a partir del registro obtenido
de materiales como cuestionarios, literatura popular, exploraciones en terreno y documentos de archivo (Montoliú,
1926, p. 24).
La encuesta como dispositivo político en el marco de
estos debates utiliza construcciones enunciativas en torno
a la lengua castellana que la definen tanto como “idioma
nacional”, “habla regional” y “español de la Argentina”. Estas
representaciones del saber filológico son utilizadas alternativamente.
En la propuesta de estandarización realizada por Vidal
de Battini en El español de la Argentina, las lenguas de los
pueblos indígenas aparecen ancladas siempre a un pasado
10
11
Puede mencionarse, como continuador del estudio de prácticas lúdicas y del
relevamiento etnográfico para tal fin, a Martínez Crovetto, a través de sus
trabajos Juegos y deportes de los indios guaraníes de Misiones (1968), Estudios
sobre juegos araucano-pampas (1968), Juegos araucanos de la Patagonia (1969),
Juegos de Hilo de los Aborígenes del Norte de Patagonia (1970) y Deportes y juegos
de los indios ona de Tierra del Fuego (1987).
Para la confección del cuestionario que brindará los insumos lingüísticos al
Diccionario del habla popular argentina, se toman los consejos metodológicos
del romanista alemán Wilhelm Meyer-Lübke, de la Universidad de Bonn,
según consta en el primer número del Boletín del Instituto de Filología de la
Universidad de Buenos Aires, 1926. Manuel de Montolíu (1877-1961) dirigió
el Instituto de Filología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
de Buenos Aires en 1925.
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Diálogos sobre cultura y región • 239
y son presentadas como el sustrato pretérito que explicaría la entonación de las diferentes regiones del país (Vidal
de Battini, 1966). La lingüista expone diferentes grados de
influencia de las lenguas indígenas en el español, identifican
a esta, en mayor medida, en el léxico y la toponimia y, en
menor, en el nivel morfológico y sintáctico:
El origen de nuestras entonaciones regionales está seguramente en la entonación con que el indígena modulaba su lengua, entonación que él y su hijo dieron también al español. Es
un hecho comprobado que el hombre cambia de lengua pero
no de entonación. (Vidal de Battini, 1966, p. 150)
La población educativa en la que pone el foco Vidal de
Battini en el abordaje didáctico de El español de la Argentina
es la rural e inmigrante. En este sentido, en las instrucciones para la realización de la encuesta, se aconseja “la
observación minuciosa en la adaptación de las colonias de
extranjeros o núcleo indígenas” (CNE, 1949, p. 2) en el uso
del español. En este trabajo, analizaremos las respuestas al
cuestionario de Vidal de Battini que contienen información
sobre las lenguas indígenas, información que evidentemente fue obliterada en sus publicaciones centradas en el español o bien rezagadas a una condición de sustrato.
Proyecto didáctico, folklórico y lingüístico
La metodología de trabajo de Vidal de Battini conjugó viajes12 extensivos e intensivos a lo largo y ancho del territorio
nacional. En cuanto a la recolección de materiales folklóricos, fue iniciada personalmente por la lingüista en más
12
Parte de los viajes fueron realizados gracias a una beca otorgada a la investigadora por la Comisión Nacional de Cultura. Los viajes intensivos tenían
por objeto corroborar y determinar límites de ciertos fenómenos lingüísticos en algunas regiones.
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240 • Diálogos sobre cultura y región
de cien recorridos, algunos incluso a lomo de burro, por
zonas rurales de San Luis. Con la colaboración de maestros,
extendió la pesquisa hacia otras regiones en pos de acopiar
la mayor cantidad de material.
Sus célebres textos El español de la Argentina, estudio
destinado a maestros de las escuelas primarias (1964), así como
los 10 tomos de antologías folklóricas (1983-1995),13 dan
cuenta de cómo conjugaba su agenda de investigación con
la política lingüística emanada por el Consejo Nacional
de Educación. Ambas publicaciones, dirigidas a docentes y
estudiantes de las escuelas primarias, tenían como objetivo,
por un lado, propiciar herramientas didácticas que dieran a
conocer las tradiciones orales del pueblo y, por otro, relevar
el habla popular.
En el prólogo de dichas antologías, Vidal de Battini
menciona el uso de encuestas y cuestionarios como metodología de recolección, junto con el empleo de “mapas de
distribución areal”, y que responde a un paradigma de folklore ligado al método histórico-geográfico (Palleiro, 2013,
p. 16). Su libro El español de la Argentina sintetizó este
último objetivo al construir una cartografía lingüística del
territorio argentino,14 configurada a partir de los rasgos y
particularidades dialectales presentes en diferentes áreas.
Estas características le permitieron establecer cinco grandes regiones lingüísticas15 (Litoral, Guaranítica, Noroeste,
13
14
15
Recogió más de 3000 versiones de cuentos. En los primeros tres tomos de
esta obra compiló cuentos de animales (1980b); el cuarto, quinto y sexto
tomo estaban compuestos por cuentos maravillosos (1983); mientras que
el séptimo y octavo tomo se editaron con leyendas que cuentan orígenes
de cosas y animales, al igual que el noveno con cuentos morales (1984).
Finalmente, apareció el tomo diez (1995) con arte verbal indígena. El agrupamiento con el que fueron clasificados los tomos se rigió por los Índices
temáticos de Aarne-Thompson, Thompson, Boggs y Hansen, con adecuaciones a las características del material local, con excepción del último, el
cual fue publicado póstumamente (Palleiro, 2013).
Los mapas lingüísticos fueron dibujados por la cartógrafa María Teresa
Grondona.
Son discutibles los criterios con los que se ha considerado a las regiones,
principalmente incluir en una misma área a provincias como Buenos Aires,
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Diálogos sobre cultura y región • 241
Central y Cuyana) y determinar, luego, una lengua meta
por región.
Descripción del instrumento de colecta
La segunda Encuesta sobre el Habla Regional estaba organizada de la siguiente manera: una breve introducción en
la que se describe y da cuenta de las particularidades del
cuestionario; algunas instrucciones y, a continuación, un
encabezamiento y los capítulos o secciones propias del
cuestionario.
En la introducción, se explicitaban los fundamentos del
relevamiento, cuya premisa central consistía en “dar una
idea completa y viva de la comarca o región, reflejada en
la lengua materna”. Además, se indicaba que el cuestionario
se proponía como un aporte significativo al conocimiento
del español, que contribuyera a su mejor enseñanza en la
escolaridad primaria.16
Las instrucciones oficiaban de guía de aplicación. Allí,
se aconsejaba a los recolectores recurrir a quienes poseían
las condiciones y conocimientos sobre los oficios y artes que
querían registrarse: “Ganarse al hombre del pueblo, observarlo con inteligente atención, darle confianza, ayudarlo a
recordar, invitarlo a meditar y a reconstruir, interrogarlo
con habilidad” (CNE, 1949, p. 1). También se advertía sobre
la forma de transcripción y realización del trabajo: “anotar
todo y no confiar en la memoria”; así como la forma y plazos
de envío del material recolectado en etapas consignadas.
El cuestionario tenía un encabezado en el que se solicitaban los datos básicos del colector, como el número de
16
Santa Fe, Entre Ríos, La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz
y Tierra del Fuego.
Segunda Encuesta sobre el Habla Regional, Ministerio de Educación de la
Nación, Dirección General de enseñanza primaria, Comisión del Folklore,
Buenos Aires (CNE, 1949, p. 1).
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242 • Diálogos sobre cultura y región
escuela, inspector, lugar, nombre del maestro y tiempo de
permanencia en el lugar. A continuación, se dividía en quince capítulos y un apartado especial para lo que no hubiera
sido contemplado en la encuesta; en ellos, se consultaba
sobre términos desagregados temáticamente y para los cuales se proveían ejemplos ilustrativos: I- El lugar (región,
terreno, agua, minerales, cielo y fenómenos atmosféricos,
flora y fauna, etc.); II- El hombre (partes del cuerpo, enfermedades, aspecto, etc.); III- La vivienda (campo, muebles y
objetos domésticos); IV- La alimentación (elaboración, conservación y procedencia; industrias populares, oficios, agricultura, medios de transporte); V- Medicina popular (brujería, adivinación, conjuros, etc.); VI- Creencias religiosas
(prácticas, culto, sepultura, etc.); VII- Creencias y supersticiones; VIII- Fiestas populares; IX- Los juegos populares; XMúsica, canción y danza; XI- Los cuentos; XII- Las adivinanzas; XIII- Refranes, frases, dichos; XIV- Antroponimia;
y XV- Morfología. Cada capítulo listaba minuciosamente el
tópico abordado a partir de campos semánticos, como una
guía práctica que facilitaba al encuestador la observación y
sistematización de los datos recabados.
La confección del instrumento tomó como base al
Cuestionario para el estudio del Español en Hispanoamérica, de
Tomás Navarro Tomás (1943),17 así como también al Atlas
lingüístico etnográfico de Andalucía, de Manuel Alvar (1952),
en el que se priorizaban los materiales correspondientes
al castellano popular de América (Alvar, 1959). Vidal de
Battini desarrolló estudios enmarcados en la geografía lingüística, y adoptaba, para ello, una metodología etnográfica
17
Manuel Alvar fue un pionero en los estudios dialectológicos, incorporó en
sus atlas la etnografía, publicando el Atlas Lingüístico y Etnográfico de Andalucía (ALEA), el Atlas Lingüístico y Etnográfico de las Islas Canarias (ALEICan),
el Atlas Lingüístico y Etnográfico de Aragón, Navarra y Rioja (ALEANR) y el
Léxico de los Marineros Peninsulares (ALMP), el Atlas Lingüístico y Etnográfico
de Santander (ALESan), el Atlas Lingüístico de España y Portugal (ALEP), el Atlas
Linguarum Europae (ALE), el Atlas lingüístico de Castilla y León y el gran Atlas
Lingüístico de Hispanoamérica (ALH). En todos, utiliza el método geográficolingüístico de “palabras y cosas” (Wörter und Sachen).
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Diálogos sobre cultura y región • 243
que continuaba las inquietudes de Alvar, al ligar el estudio
cartográfico de hablas populares con el método alemán de
“palabras y cosas” (Wörter un Sachen).18
Muchos de sus trabajos publicados, tanto lingüísticos
como folklóricos, tuvieron, como fuente de información,
parte del relevamiento que aquí presentamos. En este sentido, podemos mencionar artículos dentro del campo de la
lexicografía –“Las voces marinas en el habla de San Luis”
(1949), “El léxico yerbateril” (1953), “El léxico ganadero de
la Argentina” (1960) y “La oveja en la Patagonia y en Tierra del Fuego” (1959)–; estudios toponímicos –“Patagonia,
nombre de una región argentina” (1975) y “Nomenclatura
geográfica popular de la Argentina” (1960)–; y de arte verbal –Cuentos y leyendas populares de Argentina (1983-1995)–.
Con respecto a este último ítem, Vidal de Battini recopiló
y publicó diez voluminosos tomos folklóricos en los que se
compilan múltiples versiones de cuentos y leyendas de toda
la Argentina. En su obra, fueron una constante la geografía
lingüística, la dialectología y el folklore, áreas de conocimiento que supo conjugar con su rol docente, al dar a estos
materiales una impronta didáctica y destinar como público
a maestros y maestras.
Educadores mediadores en los Territorios Nacionales
de Chubut y Río Negro
El rol que desempeñaron los agentes educativos de las
escuelas primarias en los territorios nacionales respondió
a diferentes demandas del Consejo Nacional de Educación,
entre ellas, la tarea de implementar políticas tendientes a la
homogeneización lingüística y cultural y la incorporación
de la población a la lógica de la nación. Una tarea patriótica
cuasi misional que implicaba traslados por los territorios y
18
Para indagar respecto a los inicios de este método, ver Alvar (1951).
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244 • Diálogos sobre cultura y región
que, para mediados del siglo XX, poseía un aparato burocrático asentado y una cobertura extendida del sistema
educativo.
En este marco, el cumplimiento de la normativa consistente en recolectar “el habla popular”, de alguna manera,
contradecía la política lingüística de imposición del idioma
nacional en su norma culta. Las y los educadores que oficiaron de corresponsales del Estado realizaron la tarea encomendada observando, colectando y analizando los datos
obtenidos, tanto de primera mano como mediante entrevistas a pobladores, muchas veces intervenidas por la exposición de prejuicios culturales. Las respuestas a la encuesta
fueron remitidas desde las diferentes escuelas a sus inspectores seccionales respectivos, siguiendo las postas burocráticas hasta llegar a destino.
Los agentes estatales actuaron como mediadores (Palacios, 1999; Lionetti, 2013, 2016; Lanzillotta, 2016), entendiendo a esta mediación tanto desde un aspecto lingüístico
como desde un aspecto cultural:
La mediación lingüístico-cultural histórica como fenómeno
abarca la traducción y la interpretación de lenguas, sus personajes, condiciones y modalidades de ejecución, orígenes y
repercusiones, así como, de manera más amplia, las intermediaciones entre códigos comunicativos y culturales, los idearios que las han sustentado y las representaciones históricas
de las que han sido objeto. (Payàs y Zavala, 2012, p. 13)
En el caso de estos maestros y maestras que actuaron
como etnógrafos, su mediación estaba dada por la trasposición de la oralidad a escritura (Palleiro, 2015), la reducción
del discurso popular a taxones, categorías y secciones establecidas en el cuestionario, la traducción de lexemas y la
contextualización de saberes.
La observación, recolección y registro de materiales
por parte de maestros y maestras implicó, forzosamente,
una mediación lingüística en el pasaje de la oralidad en
la escritura. Si bien el requerimiento de la guía de colecta
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Diálogos sobre cultura y región • 245
priorizaba el registro de la oralidad con recomendaciones
del estilo: “Transcribir fielmente el habla del hombre de
pueblo y del campesino […] anotar lo oído y averiguado sin
confiar en la memoria […] evitar el estilo literario, diferenciar lo culto del hablar descuidado” (Vidal de Battini, 1949,
p. 3), la impronta normativa inherente a la práctica docente
se imponía y la “corrección” del habla popular se manifestaba a partir de múltiples estrategias de intervención, entre
ellas, la justificación, el entrecomillado, la censura, o bien el
pedido de disculpas. Las fojas enviadas se caracterizan por
contener documentos descriptivos, polifónicos y reflexivos,
en los que se entraman las voces del colector, las de los
pobladores, y los ecos del documento institucional19 encargado de imponer la organización y las reglas de elicitación.
Los maestros y maestras no tuvieron una formación
para efectuar la recolección encomendada, si bien contaban
con el manual para colectores, que recomendaba y exponía
directrices claras para llevar a cabo el trabajo, en el campo,
no siempre estas instrucciones resultaban suficientes. No
obstante, poseían la ventaja de conocer el territorio, participar de eventos, actividades y tener contacto previo con
informantes clave del lugar. Y, en el caso de que no contaran con consultantes conocidos, se valieron de diferentes
estrategias para desempeñar el relevamiento responsablemente. Por ejemplo, hay casos en que los maestros y maestras no tienen tiempo de residencia suficiente en la zona
para dar cuenta del contenido de la encuesta, entonces,
recurren a bibliografía, descuidando así el objetivo central
de la encuesta, que era anotar el habla y no responder literalmente las preguntas.20 En otras ocasiones, se contesta de
19
20
Palleiro (2015) propone esta lectura para las fojas de la Encuesta del Folklore
de 1921. Consideramos que se replica esta polifonía ya que, en ambos
relevamientos, los maestros de escuelas públicas son intermediarios en el
registro, en la organización del material y en el seguimiento del instructivo
y las pautas del Consejo Nacional de Educación.
En el legajo 52 (Escuela 20 de Esquel), se explicita que la descripción de un
Camaruco –ceremonia religiosa indígena– es fruto de la copia de un texto
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246 • Diálogos sobre cultura y región
manera acotada, con un “no se registra” o bien con “se han
omitido capítulos por desconocer datos”. Además, utilizaban otras estrategias de documentación y ampliación de la
información, tales como gráficos, dibujos o mapas.
Estos maestros y maestras desempeñaron, obligatoriamente,21 una tarea etnográfica que conjugaba la observación
participante con la entrevista directa a pobladores, para
relevar las características culturales y lingüísticas a partir
de la descripción del habla popular de la región. Algunos
legajos son respondidos de forma colectiva, es decir, por un
conjunto de docentes, donde cada capítulo es contestado
por quien posee conocimiento mayor en el tema (el capítulo
de música por el maestro o maestra de esa asignatura, por
ejemplo). El resultado de los cuestionarios es desparejo, tal
como lo expresaba Vidal de Battini (1966); mientras que,
en algunos casos, las respuestas son exhaustivas y ocupan
varias fojas, en otros, solo se responde con un “no hay”, “no
existe”, “no se registra”, o bien se eleva una carta, justificando las razones por las cuales no se ha completado debidamente, alegando traslados recientes y enfermedades, entre
otras razones.
En el Fondo Vidal de Battini (FONVIBA) del Instituto de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas “Manuel
Alvar” (INILFI), encontramos, para la segunda encuesta, seis cajas correspondientes al Territorio Nacional de
Chubut y cuatro a Río Negro: en total, suman unos 107
21
de Julián Ripa (1980), quien tuvo oportunidad de presenciar una celebración siendo maestro de la región. Esta experiencia será luego publicada en
Recuerdos de un maestro patagónico (1980, p. 42-43). Además, en dicho legajo,
se toma la leyenda de los Lagos Patagónicos “El Cuero” a partir de una nota
en el Diario Esquel en su número especial por sus bodas de plata (1950). Las
maestras que colaboraron en él fueron: Argentina Calabia, Teodolinda de
Jones y Margarita de Mombelli.
Si bien la encuesta se presenta como de realización voluntaria, era obligatoria para las instituciones educativas, según consta en el punto VIII del cuestionario, donde se expresa: “El trabajo tendrá carácter obligatorio para cada
escuela” (1949, p. 4), es decir que la estructura de autoridades configurada
por inspectores y directivos “obligó”, a fin de cuentas, a los y las maestras a
su cumplimiento.
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Diálogos sobre cultura y región • 247
legajos que contienen, asimismo, más de 1500 fojas con
respuestas al cuestionario. Si tenemos en cuenta la cantidad de respuestas enviadas para la Encuesta de 1921,
para la cual solo se remitieron cuatro carpetas desde el
Territorio Nacional de Chubut,22 por ejemplo, podemos
decir que, en esta ocasión, la participación fue considerable.
Los maestros y maestras participaron en festividades locales, wiñoy tripantu, nguillatun o camaruco,23 que
describieron cual etnógrafos a partir de lo experiencial, pero también recurriendo, para ello, a entrevistas con referentes de la comunidad. Además, dieron
cuenta de diferentes prácticas medicinales y culturales,
como la confección de quillangos,24 el manejo y uso de
animales y plantas. Pese a la directiva de dejar registro de sus nombres, sus consultantes pocas veces son
mencionados (entre las excepciones, se proporcionan
los nombres de Jose Bargadi, Luciano Bustos, Medardo
Morelli, Jacoba Fernandez, Eugenio Lorenzom, Dionisio
Railef, Orlando Figueroa, Segundo Coñuel, Juana Paillalef de Antual, Inocencia Colinamun, Guillermina Hidalgo, Rufino Dinamarca, Tomasa Collueque, Juan Curileo,
Carmen Fica, Manuela Lauquen, Nicolas Victorica, Juan
Huenchuman, entre otros). Sin embargo, cuando apelan
a bibliografía sí dejan registro del nombre, como es
el caso de referentes de la etnología patagónica como
22
23
24
Para la encuesta de 1921, los legajos fueron enviados desde las localidades Mallín Grande, Pocitos de Quichaura (Tecka), Gualjaina y Cañadón Grande, con aportes de los maestros Domingo Bonzi, Feliciano
Calderón y Luis Quevedo.
El wiñoy tripantu o wetripantu es la celebración análoga al año nuevo
que conmemora el cambio de ciclo marcado por el solsticio de invierno
austral. Mientras que el camaruco o nguillatun refiere a una rogativa
tradicional para pedir por la abundancia de las cosechas, caza, buen
clima, etc.
Capas o mantos realizados con cueros, principalmente de guanaco, llamados waralka, en mapuzungun, gütrruj por los gününa küne y kay por
los aonikenk (Harrington, 1943).
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248 • Diálogos sobre cultura y región
Tomás Harrington, Segundo Fernández y Juan Benigar.25 Estos “otros” maestros etnógrafos desempeñaron
este rol a principios del siglo XX, documentando lenguas indígenas, pero sin directivas ni instrucciones, sino
como investigadores aficionados vinculados estrechamente con las comunidades en las que documentaron
repertorios léxicos. Algunos de los más representativos
fueron Tomás Harrington y Segundo Fernández, intelectualidades territorianas (Lanzillotta, 2011) cuyos registros responden a agendas de investigación diferenciadas
y, por ello, suelen ser citados por los maestros encuestadores como referentes en materia de toponimia o en el
conocimiento sobre lenguas indígenas de la Patagonia.
Además de la consideración del habla regional del
español, en las respuestas al cuestionario, hemos identificado legajos en los que se documentan lexemas y frasearios en lengua indígena, de los que daremos cuenta a
continuación.
Los registros consisten en la enumeración y traducción de ciertos campos semánticos priorizados por
sobre otros, es decir, grupos de palabras solicitados en
el cuestionario y otros definidos por los educadores.
Los capítulos de la encuesta en los que se evidencia
documentación en la lengua mapuzungun son: toponi-
25
También se deja constancia de los aportes realizados por personalidades de relevancia en la región, como Julián Ripa, Donald Borsella y
Paulina Escardó. Julián Ripa, como se señala en el Capítulo 1 de este
libro, fue un maestro normal y abogado que ejerció en Cushamen,
Chubut, entre los años 1936 y 1943. Escribió los libros Recuerdos
de un maestro patagónico (1980) y Recuerdos de un abogado patagónico
(1984). En tanto que Donald Borsella (1926-1986) fue maestro rural,
corresponsal del diario Esquel, inspector de escuelas, diputado provincial, periodista y escritor. Entre sus obras, se destacan Las Torres Altas
(1978) y El Zorro Cifuentes (1981). Por último, Paulina Escardó fue una
maestra y dirigente política del Partido Peronista Femenino. Ejerció
como delegada del Territorio Nacional del Chubut entre 1952 y 1955.
Fue una de las primeras legisladoras en Argentina con la aplicación
de la Ley de sufragio femenino.
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Diálogos sobre cultura y región • 249
mia26 (a), antroponimia27 (b), fiestas populares (c), creencias y supersticiones:
a. “Casi-co (agua salada); Comi-co (agua dulce); Laguna
Huaracán (nombre dado, porque el poblador de ese
lugar era el indio Francisco Huaacán que vivió 110
años)” (Caja Rio Negro –Leg. 136, Esc. 13–. Maestra
colectora: Dolores Montenegro); El Shaman, situado en el Departamento Tehuelches del territorio del
Chubut, próximo al límite argentino-chileno. No se
conoce con seguridad la morfología del vocablo, aunque se tiene entendido que es de la lengua tehuelche.
Algunos creen que significa ‘paleta’ (de animal) (Caja
Chubut- Leg. 97 Esc. 6 Maestra colectora: María
Gargaglione);
b. “Ñirilef-Ñanco-Cayulef-Epulef-Naypan-NeypanSiñico-Colicoy-Lizazzu-Marinao-Curinao, etc. Los
descriptos son nombres indígenas” (Caja Chubut
–Colanconhue, Leg. 85, Esc. 79–. Maestra colectora: Teresa Guanella); “Apellidos indígenas: Marilaf, Nahuel, Collinao, Rapiman, Epulef, Manquilef,
Namuncura, Ñanculef, Ñancufil, Huenchullan, Huenul, Quiñenao, Paileman, Huilliqueo, Coliqueo, Yanquetru, Yanca” (Caja Rio Negro –Valcheta, Leg. 99,
Esc. 15–. Maestras colectoras: Lia Esther Cravotta y
Amalia Serra);
c. Terminada esta parte de la ceremonia todos se
reúnen y comen (corru), beben el mudai hecho con
maíz, trigo, azúcar y agua de sabor dulce (guaien).
Continúa el baile en el que intervienen todos: mujer
(curré), joven (hué), vieja (cusé), niño (pichicai). Se
atavían con los mejores vestidos (chamal) hechos en
26
27
Toponimia refiere al estudio y explicación etimológica de los nombres
propios de los lugares.
Antroponimia, según la Real Academia Española, refiere al estudio del
origen y significación de los nombres propios de persona.
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250 • Diálogos sobre cultura y región
tela gruesa chalca, prenden de sus orejas (hueque)
aros de lata rústicos (chaway o echapúl). Las mujeres ruegan mientras los hombres montan a caballo
con rebenque (culpallí) y boleadoras y salen en una
carrera desenfrenada para alejar al genio del mal
(ecabú). Luego dan unas vueltas y continúa la danza
en la que todos bailan hasta cansarse. Se prueban allí
los más resistentes. Duermen en el mismo lugar descampado donde se realiza la ceremonia y se cubren
con sus mantras (choño-qui). (Caja Chubut –Esquel,
Leg. 7, Esc. 38–. Maestra colectora: Inés U. de [ilegible]).
Se cuenta mayor cantidad de entradas para el mapuzungun (denominado “araucano” en todos los registros),
mientras que, para el aoneko ‘a’ien y günün a yajüch, solo
se mencionan algunos términos toponímicos (d), identificándolos como “tehuelche” sin brindar traducción:
d. LAGUNA CARRILAFQUEN.- carri verde-lafquen
laguna.
MAQUINCHAO.- Los araucanos viejos sostienen
que la palabra es MAQUINTREWA que significa
perro alzado.
QUETREQUILE.- Es voz tehuelche – no tienen traducción en araucano.
HUENU_LUAN.- huenua altura-luan guanaco.
MARI LAFQUEN.- mari diez-lafquen laguna.
EPU LAFQUEN.- epu dos-lafquen laguna.
ÑE LAFQUEN.- Ojo de agua.
CLAÑICO.- Hoy Clemente Onelli.- Significa tres
ojos de agua.
ANECON GRANDE.- anecon sentado adentro.
YUQUICHE.- Yu maíz-qui pito-che gente.
ATRAICO.- agua que sale de las piedras.
CHEIFUL.- lugar áspero pedregoso.
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Diálogos sobre cultura y región • 251
BARILOCHE.- Vuri detrás-lo médano-che gente.
ESQUEL.- voz tehuelche (Caja Rio Negro –Ing.
Jacobacci, Leg. 17, Esc. 17–. Maestras colectoras:
Emma Gibelli e Isabel Buganem).
Reconocemos, además, ciertas incongruencias en las
propias respuestas, ya que, si bien se manifiesta en
algunas que “no existen términos indígenas” o “no hay
nombres aborígenes ni vocablos regionales”, en el mismo legajo, se filtran términos como mallín, muday, ruca
y matra. Además, es recurrente la presencia de listados
con antroponímicos mapuche (b), algunas veces con su
traducción correspondiente:
f. “Currú-huinca. Currú: negro / huinca: cristiano;
Catriel: costado; Painevilú. Painé: valle o celeste /
vilú: culebra; Epulef. Epu: dos / lef: volar o correr;
Calfunao. Calfu: azul / nao: pro (?); Raiman. Rai: flores / man: derecho” (Caja Rio Negro –Ing. Jacobacci,
Leg. 17, Esc.17–. Maestra colectora: Nélida Tasei).
En otras ocasiones, se recurre al entrecomillado o se
coloca entre paréntesis la traducción de diferentes términos en mapuzungun, a medida que se van describiendo
ciertas festividades, sobre todo camarucos (c). Al respecto, encontramos varias relatorías en las que se describe
la ceremonia, y también comparaciones entre camarucos
realizados en diferentes puntos del territorio. Es lo más
documentado en cuanto a práctica cultural, además del
uso de plantas para curaciones. Por otro lado, se encuentran pequeñas listas de palabras organizadas por campos semánticos en entradas como vestimenta, partes del
cuerpo (Imagen 3), numerales (e), elementos de cocina,
estaciones (Imagen 4), flora y fauna (Imagen 4), manejo
de animales, etc.
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Imagen 3: Caja Rio Negro –Esc.17, Ing. Jacobacci–.
Maestra colectora: Dina Lauer
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Imagen 4: Caja Rio Negro –Ing. Jacobacci, Leg. 17, Esc. 17–.
Maestra colectora: María Rosa G. de Vizkay
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e. “CONTABILIDAD DE LOS ARAUCANOS: QUIÑE.- uno EPU.-dos QUILA.-tres MELI.-cuatro
QUECHU.-cinco CAHUI.-seis REGLE.-siete PURRA.ocho AILLA.-Nueve MARI.-diez MARIQUIÑE diez y
uno MARI-EPU Diez y dos MARI-QUILA diez y tres
MARI-MELI diez y cuatro MARI-QUECHU.- diez y
cinco (…)” (Rio Negro –Ing. Jacobacci, Leg. 17, Esc.
17–. Maestra colectora: María Rosa G. de Vizkay).
En algunos legajos, se opta por responder cada capítulo
con términos en mapuzungun completamente, sobre todo en
las fojas que corresponden a escuelas situadas en localidades
con densidad de población indígena (Ingeniero Jacobacci y
Valcheta –Río Negro– o Nahuelpan y Esquel –Chubut–).
Encontramos, además, algunas reflexiones en cuanto al
desplazamiento y retracción de la lengua: “En la actualidad
usan los mismos nombres que nosotros pues no hablan casi
su idioma. Solamente lo practican los viejos y aun así en
círculos muy íntimos” (Esc. 17 Jacobacci, Leg. Maestra Dina
Lehuer). Es importante señalar que este tipo de reflexión
abona una descripción sociolingüística sobre la que reparaban otros maestros en artículos publicados en El Monitor,
como por ejemplo Tomas Harrington (1936).
Esto se complementa con la elección de informantes y
colaboradores, que suelen ser personas ancianas a las que
recurren para la consulta. Por otro lado, los dominios en
los que aparecen con frecuencia los términos suelen ser el
ceremonial (descripción de camarucos, sepelios, etc.) o bien
en torno al círculo íntimo (comidas, refranes con fragmentos de conversación en mapuzungun o numeración). No
obstante, es necesario reparar en que, en tanto existe una
mediación, los dominios de registro pueden no coincidir
con los dominios de uso real, ya que estos se circunscriben
a lo que maestros y maestras presuponen y al instrumento
de colecta estandarizado.
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Diálogos sobre cultura y región • 255
Palabras finales
A lo largo de este trabajo, hemos reconstruido la trayectoria
académica de Berta Vidal de Battini y su labor sostenida a la
hora de confeccionar instrumentos de registro, cuyo objetivo fue el relevamiento de narrativas folklóricas y variedades
lingüísticas regionales en Argentina, y su sistematización en
publicaciones con finalidad didáctica y académica. Por otro
lado, hemos reconstruido el contexto en el que surgió y se
llevó a cabo la Encuesta del Habla Regional, cómo se articuló con otras empresas de colecta y con cuestionarios previos y posteriores. Además, caracterizamos el instrumento
lingüístico elaborado por Vidal de Battini, sus antecedentes académicos y la metodología de aplicación, poniendo
el foco en el rol desempeñado por maestras y maestros en
esta “gesta lingüística etnográfica” federal (González et al.,
2010). En particular, nos ocupamos de las respuestas a las
encuestas remitidas desde el Territorio Nacional de Chubut
y de Río Negro, en las que se evidencia cómo la metodología etnográfica implicada en la colecta es interpretada y
reapropiada por educadores que efectuaron una práctica de
mediación.
Si bien los agentes educativos que se desempeñaron
en los territorios nacionales fueron parte de una política
lingüística de borramiento de las lenguas indígenas, en sus
anotaciones etnográficas, se evidencia el registro de estas,
pero también reflexiones que dan cuenta del desplazamiento lingüístico. Este primer acercamiento a los resultados
de aquel cuestionario, centrado en el español, nos permite
reconstruir aquello que queda obliterado en El español de
la Argentina en cuanto a lo documentado de las lenguas
indígenas en Patagonia y, así, recuperar las descripciones
de maestros y maestras asentados en los territorios que
median entre las disposiciones estatales y la realidad lingüística territoriana.
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Vidal de Battini, B. E. (1980a). Toponimia argentina. RUNA,
Archivo Para Las Ciencias Del H1980ombre, 13(1-2).
https://doi.org/10.34096/runa.v13i1-2.4460
Vidal de Battini, B. E. (1980b). Cuentos y leyendas populares
de la Argentina (Tomo I). Ediciones Culturales Argentina,
Ministerio de Educación y Justicia, Secretaría de Cultura. https://bit.ly/3etZZCd
Vidal de Battini, B. E. (1984a). Cuentos y leyendas populares
de la Argentina (Tomo VII). Ediciones Culturales Argentina, Ministerio de Educación y Justicia, Secretaría de
Cultura. https://bit.ly/30yHioV
Vidal de Battini, B. E. (1984b). Cuentos y leyendas populares
de la Argentina (Tomo VIII). Ediciones Culturales Argentina, Ministerio de Educación y Justicia, Secretaría de
Cultura. https://bit.ly/3etTSOz
Vidal de Battini, B. (1983-1995). Cuentos y leyendas populares
de la Argentina. Tomo X. Ediciones Culturales Argentinas, Secretaría de Cultura.
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8
Arqueología, restituciones
y comunidades indígenas1
Gestión participativa en La Pampa 2015-2020
IGNACIO ROCA
Introducción
En la provincia de La Pampa, vienen dándose experiencias de gestión participativa entre comunidades indígenas,
Estado provincial e instituciones científicas, desde hace al
menos 20 años, si tomamos como referencia la restitución
de los restos mortales del líder ranquel Panguitruz Gner
en 2001. En este capítulo, presento cuatro acciones que
se dieron entre 2015 y 2020, en el marco de un proceso
de politización y jerarquización del área cultural, como se
argumentará en el trabajo: a) la elaboración participativa de
una ley de protección del patrimonio arqueológico; b) los
protocolos ante casos de hallazgos, restitución y reentierro
de restos humanos implementados a partir de entonces; c)
el reclamo vigente por la restitución de Kallfukura; y d) el
diseño de un plan de manejo en el sitio arqueológico Cerro
de los Viejos.
1
Una versión preliminar de este capítulo fue publicada en las actas del VI
Congreso de la Asociación Latinoamericana de Antropología (Uruguay, 23
al 28 de noviembre de 2020).
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261
262 • Diálogos sobre cultura y región
Propongo analizar estas acciones a la luz de conceptos tales como el de “multivocalidad revisada” y desde los
llamados “estudios críticos del patrimonio”, con el objetivo
de sentar las bases para, en una posterior instancia, profundizar el abordaje, atendiendo a los actores/sectores que
activan estas gestiones, la ponderación de su carácter de
“participativas” y la instrumentación y los significados que
tienen para las comunidades, el Estado y la ciencia.2
Considero apropiado abordar la agencia indígena actual
en La Pampa en clave histórica. En este sentido, el trabajo
presenta un breve repaso de los antecedentes que permiten
comprender los casos, situados en el siglo XXI, en el marco
de procesos más amplios de construcción de identidades y
alteridades históricas.
El escenario
La presencia indígena en La Pampa es diversa. Si dejamos, por el momento, de lado las inmigraciones recientes
de quechua hablantes de países limítrofes y nos centramos
en la adscripción de “nativos” del territorio, preexistentes
al Estado provincial y nacional, podemos concentrarnos en
tres gentilicios: ranquel, mapuche y günün a küna-mapuche
pincén.
Se conoce como ranquel al grupo que, desde el último tercio del siglo XVIII, habita la zona comprendida por
el nordeste de la pampa centro-oriental, noroeste y centro
de la llanura bonaerense y el sur de las actuales provincias
de Santa Fe, Córdoba y San Luis, región que, a su vez,
2
Entre diciembre de 2015 y marzo de 2020, ejercí el cargo de director provincial de Patrimonio Cultural de la Secretaría de Cultura del Gobierno de
La Pampa. En este sentido, una línea que quisiera explorar, posteriormente,
es la vinculada a la implicancia del investigador en el campo. Es decir,
analizar mi propia praxis como sujeto, antropólogo y funcionario estatal
participante en estos procesos.
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Diálogos sobre cultura y región • 263
era conocida como Mamüll Mapu, “país del monte o de la
leña” (Salomón Tarquini, 2010). En un trabajo previo (Roca,
2018), se analizó la historia del pueblo ranquel en La Pampa
en función de un modelo de tres momentos. El primero,
desde la finalización de la llamada “Conquista del Desierto”
(1878-1885) hasta la década de 1960, en el que la aplicación
de los dispositivos nacionalistas tendió a invisibilizar y a
negar la existencia del grupo. El segundo, aproximadamente
de 1963 a 1980, caracterizado por la emergencia de las primeras reivindicaciones públicas de ranquelidad y el despliegue de estrategias de lucha política. Y un tercer momento,
desde la década de 1980 hasta la actualidad, en el que han
surgido nuevos marcos legislativos internacionales, nacionales y provinciales que reconocen la preexistencia indígena al Estado y favorecen la reemergencia ranquel, como una
identidad organizada políticamente y con un fuerte anclaje
afectivo en la vida de muchas personas en La Pampa.
En el primero de estos momentos, la identidad ranquel
puede ser entendida en términos de una “alteridad histórica” (Segato, 2002), incómoda para el proyecto cultural
nacionalista argentino.3 El segundo momento invita a ser
pensado desde los estudios de las “políticas de la identidad”.4
En esta etapa, un grupo de personas instrumentan políticamente su identidad ranquel y comienzan a posicionarse
ante el Estado y a visibilizarse públicamente. Finalmente, en la coyuntura actual, se observan adscripciones a las
identidades ranquel y pampeana, como anclaje afectivo que
3
4
Rita Segato (2007) denomina “alteridades históricas” a los perfiles humanos
que surgen dentro de los procesos de formación de identidades nacionales.
Es decir, procesos en los que se definen identidades hegemónicas que configuran el “nosotros” nacional, e identidades que son caracterizadas como
no pertenecientes a ese “nosotros” y, por lo tanto, percibidas como alteridades u otredades (de “otros”, extraños). Así, en la primera de estas etapas, el
sujeto ranquel es abordado como una alteridad histórica “incómoda” que el
proyecto nacionalista trató de invisibilizar y asimilar.
Estos estudios surgen a partir de la década de 1980 y analizan las estrategias
políticas de inclusión basada en las identidades (étnicas, de género, etc.). Al
respecto, ver Butler (2002) y Spivak (1987).
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264 • Diálogos sobre cultura y región
aporta significados a un sentido de pertenencia provincial
y regional. Esta tercera etapa se caracteriza por un contexto indigenista que, desde la década de 1980, dio lugar a
un conjunto de marcos legislativos y políticas estatales que
favorecieron la reemergencia ranquel y el acceso a determinados derechos, entre los cuales se incluye la participación
en el manejo del patrimonio arqueológico.
En relación con este último punto, cabe mencionar la
sanción de la Ley N° 3.104 de “Protección del Patrimonio
Arqueológico y Paleontológico de La Pampa” en diciembre de 2018.5 El anteproyecto fue resultado de dos talleres
participativos realizados en el año 2013, coordinados por
la entonces Subsecretaría de Cultura provincial –que desde
2015 se transformó en Secretaría– y la Asociación Pampeana de Conservación del Patrimonio Cultural (APCPC).
En ellos, participaron referentes indígenas, arqueólogas/
os, paleontólogas/os, coleccionistas, museólogas/os y funcionarias/os de la administración pública provincial, entre
otras personas.6
Si bien esta ley establece que los materiales arqueológicos y paleontológicos constituyen bienes de dominio
público del Estado provincial, tiene un planteo original en
lo referido a derechos de las comunidades indígenas. En su
artículo tercero,
reconoce a los pueblos originarios de La Pampa el derecho
de acceder, consentir y participar en los procedimientos que
se realicen respecto de los bienes que conforman su patrimonio arqueológico, aun pudiendo celebrar ceremonias rituales
en los sitios que ellos consideren de carácter sagrado. En
especial se reconoce el derecho de ser legítimos depositarios
5
6
Ley Nº 3.104, Art. 3º, sancionada el 5 de octubre de 2018. De protección del
patrimonio arqueológico y paleontológico de La Pampa. Boletín Oficial del
Gobierno de la provincia de La Pampa Nº 3332 del 19 de octubre de 2018.
https://tinyurl.com/2fdb4qer
A la fecha, la Ley Provincial N° 3.104 se encuentra sin reglamentar. Para
mayor información sobre el proceso de elaboración de su anteproyecto, ver
Colombato y Roca (2015).
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Diálogos sobre cultura y región • 265
de los restos arqueológicos descubiertos, ante el pertinente
reclamo. (Ley Nº 3.104, Art. 3º)
No obstante, un análisis retrospectivo revela que el trabajo conjunto entre comunidades, Estado y ámbitos científicos se viene dando desde hace, al menos, veinte años. En
consecuencia, no es que en La Pampa hubo gestión participativa a partir de la ley, sino a la inversa. Determinadas
condiciones históricas y políticas permitieron que se elaborara y sancionara una norma de estas características.
En este sentido, cabe destacar que, en 2019, el Gobierno
pampeano decidió pasar el Consejo Provincial del Aborigen
(CPA) del ámbito del Ministerio de Desarrollo Social a la
órbita de la Secretaría de Cultura, autoridad de aplicación
de la Ley N° 3.104. Esto puede tener diversas lecturas. En
principio, puede connotar qué concepto de “cultura” está
en juego, deliberadamente o no, en el marco del Gobierno
provincial. Contrariamente a aquellas nociones que definen
los espacios estatales de Cultura como responsables de los
espectáculos, el ocio, la articulación con las instituciones
educativas, los museos y el goce estético, entre otras actividades y funciones, confiarle el CPA puede pensarse como
una decisión que tiende a la politización y jerarquización
del área cultural, al otorgarle la responsabilidad de una
problemática (la indígena) que no es solo cultural, sino que
es, ante todo, política y de alta conflictividad. Lejos de una
política folklorista, gestionar el CPA implica acompañar los
reclamos por tierras, supervisar el cumplimiento de la Ley
Nacional Nº 26.106 de relevamiento territorial,7 otorgar
subsidios para resolver diversas contingencias urgentes y
acompañar las políticas de Educación Intercultural Bilingüe.
En definitiva, y según lo establecido en la Ley Provincial N°
1.228 que dispuso la creación de este organismo en 1990,
7
Ley 26.160, sancionada el 1 de noviembre de 2006. Honorable Congreso de
la Nación Argentina. Boletín Oficial, 29 de noviembre de 2006. https://tinyurl.com/2p62kfvb
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266 • Diálogos sobre cultura y región
involucra un tratamiento integral de la situación jurídica,
económica, social y cultural indígena, priorizando, además,
la atención de la salud, educación y vivienda (artículo 5).8
La mayoría de las investigaciones con y sobre pueblos
indígenas, producidas en los espacios académicos y gubernamentales en La Pampa, tiene como protagonista al pueblo ranquel. Las razones de esta característica del “campo
de interlocución” indígena/indigenista pampeano fueron
exploradas en un trabajo anterior (Roca, 2018), en el que
argumenté acerca del posicionamiento hegemónico que el
pueblo ranquel supo construir en relación con otros grupos
indígenas en la provincia.9 Una posible respuesta que exploré en aquel momento, siguiendo el trabajo de Lazzari (2010)
y Salomón Tarquini y Abbona (2018), fue que el pueblo ranquel se instituyó como elemento clave de “pampeanidad”,
como resultado de políticas culturales gubernamentales que
participaron de la construcción de una identidad cultural
provincial, desde la provincialización de La Pampa hasta la
actualidad, y encontraron, entre los ranqueles, una marca de
identidad propia, particular e históricamente situada en el
territorio. Además de la “preferencia” oficial, hay que considerar otros factores. En primer lugar, la propia militancia
de los ranqueles, que, en la segunda mitad del siglo XX, tuvo
momentos muy significativos en las disputas por tierras en
el oeste provincial (década de 1960), así como en la organización política de comunidades y asociaciones (década de
1990). Por otro lado, un elemento ideológico que probablemente operó, y desde mi punto de vista sigue implícito en el
sentido común, es el del imaginario nacionalista de la “araucanización de las pampas”, que, según planteo, busca situar
8
9
Ley Nº 1228, sancionada el 21 de junio de 1990. Adhiriendo La Provincia
de La Pampa a la Ley Nacional Nro. 23302 de Política Indígena y apoyo a
las Comunidades Aborígenes. Boletín oficial del Gobierno de la provincia
de La Pampa, 27 de Julio de 1990. https://tinyurl.com/2ge8vvjn
La reciente tesis de doctorado de Anabela Abbona explora en profundidad
este rol protagónico del pueblo ranquel en el campo de interlocución indígena/indigenista de La Pampa. Ver Abbona (2020).
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Diálogos sobre cultura y región • 267
al pueblo mapuche como gentilicio extranjero a la nación
argentina.10
Aunque minoritarias, existen comunidades mapuche
en La Pampa que se autoidentifican como “mixtas”, es decir,
ranquel-mapuche. Estas reconocen ascendencia en ambos
gentilicios, como el Lof Mapuche Ranquel de Toay, organizado en el año 1989, una de las primeras comunidades conformadas en la provincia y cuya lonko, Juana Vila Rosas, es
nieta de Mariano Rosas,11 hombre venido de zonas transcordilleranas, perteneciente a la tribu de Raninqueo y de
Felisa Paillagner (Depetris, 2003). Asimismo, la comunidad
Ñancufil Calderón de General Acha, organizada en 2015
y liderada por Guillermina Gómez, cuya ascendencia se
remonta hasta Juan Calfucurá, reconocido cacique del siglo
XIX. Y, finalmente, el Lof Pillan Pullu We Eglentina Machado
de Santa Rosa, de muy reciente formación. El carácter de
“mixtas” de estas comunidades no se relaciona solamente
con su ascendencia, sino también, según sus lonkos, con el
respeto a la identidad territorial ranquel de La Pampa.
Con respecto a las comunidades propiamente mapuche,
vale destacar la presencia de la comunidad Newen Lelfún
Mapu. Formada por Salvador Nawel y Felicindas Campos,
ambos fallecidos, si bien no se organizó como comunidad
10
11
El estigma del pueblo mapuche como “invasor chileno” comenzó como una
propaganda política elaborada por Estanislao Zeballos en su libro La conquista de quince mil leguas (1878). Esta idea buscaba legitimar la política
ofensiva del gobierno nacional y el avance del ejército sobre los territorios
indígenas, bajo el pretexto de que estaban siendo habitados por extranjeros
que habrían desplazado y aniquilado a los verdaderos indios argentinos, los
tehuelche. A partir de la década de 1930, entrando en una nueva etapa de
resurgimiento nacionalista, representantes de las ciencias argentinas rescataron y defendieron estos postulados. La noción del “mapuche invasortehuelche autóctono” sobrevive en el sentido común porque sigue reproduciéndose en materiales escolares, publicaciones de aficionados, medios de
comunicación y en el ámbito periodístico. Para profundizar en el tema, ver,
por ejemplo, Lazzari y Lenton (2000).
No se trata de Panguitruz Gner, el famoso lonko bautizado como Mariano
Rosas y popularizado por la pluma de Lucio Mansilla, sino de un hombre
homónimo que habitó en Santa Rosa a principios del siglo XX.
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268 • Diálogos sobre cultura y región
en términos de la política indigenista estatal, esta familia ha
tenido una participación muy activa en la provincia los últimos 40 años, dando clases de chedungun y trabajando con
el mercado artesanal, entre otras acciones. Actualmente, su
nieto, Alejandro Nawel, continúa con diversas actividades.
Participó, en 2012, junto al historiador Osvaldo Bayer, de
las jornadas que derivaron en el cambio de nombre de la
ex Avenida Julio A. Roca de Santa Rosa; y, en 2016, fue
el firmante de una nota dirigida al Instituto Nacional de
Asuntos Indígenas que abrió la posibilidad de la restitución
del cráneo de Calfucurá a La Pampa, como se analizará
más adelante. Por otro lado, de la comunidad Newen Lelfún
Mapu se desprendió un grupo de familias de Santa Rosa
que decidieron organizarse con personería jurídica, dando
nacimiento, en 2018, al Lof Choyque Newen, encabezado por
la lonko Laura Cuevas.
Asimismo, desde el año 2015, comenzó a cobrar protagonismo en La Pampa el Lof Vicente Catrunao Pincén, comunidad günün a küna-mapuche conformada por descendientes
del cacique Pincén,12 con miembros de Buenos Aires, Neuquén y La Pampa, entre los cuales se destacaban el lonko
Luis Pincén, el huerquén (vocero) Daniel Pincén, oriundo de
General Pico, y el antropólogo Carlos Martínez Sarasola.
En 2017, la comunidad estableció un convenio de trabajo
con la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad
Nacional de La Pampa y se comenzaron a planificar diversas acciones investigativas y ceremoniales en el ámbito
provincial. No obstante, en plena actividad, fallecieron, en
2018, Carlos Martínez Sarasola y, en 2019, el lonko Luis
Pincén. La comunidad se reorganizó, y el rol de lonko principal lo asumió Eduardo Pincén, hijo de Luis. Daniel Pincén,
12
Vicente Catrunao Pincén fue un importante líder político, espiritual y militar. Luego de ejercer el control autónomo de un territorio que se extendía
entre las actuales ciudades de Trenque Lauquen y Santa Rosa junto a su
tribu, por más de 40 años, fue detenido por el Ejército Nacional en 1878 y,
luego de que fuera enviado a la Isla Martín García, no se supo más sobre
su destino.
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Diálogos sobre cultura y región • 269
además de continuar con una activa participación en la
comunidad, asumió, en enero de 2020, como director del
Museo de Historia Natural, dependiente de la Secretaría de
Cultura de La Pampa, convirtiéndose en el primer miembro
de una comunidad indígena que integra un equipo político
del Poder Ejecutivo Provincial.
Así, el escenario indígena contemporáneo en La Pampa
es diverso, heterogéneo y con tensiones internas. Actualmente, existen alrededor de treinta y dos comunidades
rankülche, tres ranquel-mapuche, dos mapuche y una günün
a küna-mapuche Pincén, con y sin personería jurídica. Aunque es difícil precisar las cifras exactas, dado que están
en un proceso dinámico de organización y reorganización
constante.13
Entre los resultados de la reemergencia indígena en
La Pampa, focalizaremos en aquellos relacionados con la
“reparación histórica” que se logra mediante la participación en los procesos de significación del pasado, a través de
la gestión patrimonial, en la elaboración de narrativas y en
las demandas de restituciones, tanto de material arqueológico como de cuerpos humanos. En este sentido, la devolución del cráneo de Panguithruz Gner (Mariano Rosas)
desde el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, en 2001,
marcó un hito fundamental en la reemergencia ranquel. En
años recientes, se vienen dando casos similares. En 2016,
se restituyeron los restos mortales de los caciques Gerenal
e Indio Brujo desde el Museo de La Plata. Por otra parte,
analizaremos aquí un caso de intervención arqueológica en
Naicó, la planificación del manejo en el sitio arqueológico
13
Durante 2021, el Consejo Provincial del Aborigen de La Pampa comenzó a
instrumentar un Relevamiento de Comunidades Indígenas, en el que participo como consultor y del cual se tomó la cantidad de comunidades citadas
aquí. El relevamiento demuestra el alto dinamismo del armado y desarmado
de comunidades. Por ejemplo, se han constatado comunidades que nacieron
de la separación de otras y, por otro lado, en el sur provincial, se manifiesta
la intención de organizar comunidades mapuche con referentes de provincias lindantes como Neuquén y Río Negro.
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270 • Diálogos sobre cultura y región
Cerro de los Viejos y la actual solicitud de restitución del
cráneo de Calfucurá.
Estudios críticos del patrimonio
El concepto de “campo de interlocución” es definido por
Alejandro Grimson (2000) como:
un marco dentro del cual ciertos modos de identificación
son posibles mientras que otros quedan excluidos. Entre
los modos posibles de identificación, existe una distribución
desigual del poder, cada estado nacional construye un campo
de interlocución, en el cual los actores y grupos se posicionan como parte del diálogo y el conflicto con otros actores y
grupos. (p. 41)
Si bien el autor plantea la dinámica de los campos de
interlocución a nivel nacional, también es posible, siguiendo a Claudia Briones (2005), identificar lógicas similares
en instancias provinciales. Briones retoma el concepto de
“formaciones nacionales de alteridad” de Rita Segato (2002)
y destaca que, si bien las fronteras nacionales y provinciales
han sido una construcción que se impuso arbitrariamente,
y dejaron, en muchos casos, a un mismo pueblo indígena
separado de uno u otro lado,14 su materialidad también es
innegable. En este sentido, afirma que las dinámicas de las
relaciones al interior de las provincias han ido perfilando
“formaciones provinciales de alteridad”. Es decir, identidades extrañas, otredades no pertenecientes al “nosotros”
hegemónico, como mencionaba en la introducción.
Por otro lado, en este trabajo, la participación indígena en la gestión del patrimonio arqueológico es abordada
14
Como puede ser con el pueblo ranquel entre dos provincias (La Pampa y San
Luis) o, en el mismo sentido, entre dos pueblos (ranquel y mapuche) dentro
de una misma provincia (La Pampa).
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Diálogos sobre cultura y región • 271
desde los llamados “estudios críticos del patrimonio”. Se
trata de una línea teórica, metodológica y política de trabajo
que ha experimentado un auge, en las últimas dos décadas,
en Latinoamérica. Esta corriente usa perspectivas etnográficas para abordar el patrimonio, haciendo hincapié en los
significados construidos por los dispositivos patrimonializadores del Estado, en las tensiones que estos enfrentan con
otros sentidos, elaborados por las comunidades indígenas,
y en las consecuencias sociales, políticas y económicas que
tienen para estas últimas.
Un investigador que trabaja en La Pampa y adscribe a
esta corriente es el arqueólogo Rafael Curtoni, a quien le
interesa explorar el carácter político de las interpretaciones
del pasado elaboradas desde la arqueología. Por ejemplo, en
un trabajo publicado en 2004, es crítico con algunas acciones culturales llevadas a cabo en la provincia. Para él, en
los trabajos de monumentalización en la zona de Victorica,
vinculada al pasado indígena y de frontera militar,
los arqueólogos y los “otros” [indígenas] no han tenido una
participación activa en los planes de manejo ni tampoco
manifestado expresamente su interés de hacerlo, quizás por
falta de motivación propia o por un avasallamiento institucional que prioriza el desarrollo de políticas de corto plazo
y visibles. Por ello, los tiempos de coordinación, definición
y acuerdos sobre los contenidos culturales en los planes de
manejo del patrimonio no deben estar subordinados exclusivamente por la inmediatez de la empresa turística. (Curtoni,
2004, p. 10)
Ahora bien, en el trabajo citado, Curtoni reflexiona a partir
del concepto de “multivocalidad”. En primera instancia, el término refiere al abordaje de investigación arqueológica mediante la incorporación de todas las “voces” implicadas: científicas,
indígenas y estatales, entre otras. Sin embargo, Cristóbal Gnecco (2014) advierte que “multivocalidad” fue acuñado en el marco de la perspectiva del multiculturalismo neoliberal de la década de 1990. Por lo tanto, lejos de cuestionar la mirada occidental
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272 • Diálogos sobre cultura y región
y la continuidad de las relaciones coloniales, la multivocalidad
se ha vuelto, en el presente, parte del canon disciplinario. Para
Gnecco, la multivocalidad sería similar al multiculturalismo en
el sentido de que comparte esa “tolerancia” hacia la diversidad y
la “corrección política” de la sociedad de mosaicos a la que apela el multiculturalismo. La multivocalidad “tolera” las formas
alternativas de representación del pasado, siempre y cuando
no se radicalicen, sino que permanezcan dentro de los límites
impuestos por las estructuras de dominación.
La antropóloga Mariela Rodríguez, en una reseña sobre el
trabajo de Gnecco, agrega que la multivocalidad surgió “como
una pócima para aplacar los ánimos” (2016, p. 111). Rodríguez
asume que la multivocalidad surge con el multiculturalismo
liberal y es funcional a ese contexto, pero ¿qué pasa cuando el
contexto es otro? La autora se pregunta:
El movimiento indígena es heterogéneo, atravesado por alianzas, negociaciones, traiciones, internalizaciones e, incluso,
legitimaciones y simpatías con el statu quo y sus instituciones coloniales-republicanas. Es decir, no siempre la “diferencia” es insurgente, radical, subversiva. Me pregunto entonces
¿Qué ocurre cuando los investigadores son más radicales que
los grupos con los que trabajan? ¿Qué ocurre cuando los
indígenas, por ejemplo, no quieren “otros mundos”, sino que
aspiran a fundirse mediante procesos de “blanqueamiento” en
la sociedad que los ha dominado y colonizado? (Rodríguez,
2016, p. 112)
Esta última es una pregunta fundamental para el contexto
provincial pampeano. Familiarizados con estas discusiones, y
con las demandas de comunidades y científicas/os, en el periodo 2015-2020, se abordaron, en la provincia, algunos casos
de gestión participativa del patrimonio.
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Diálogos sobre cultura y región • 273
Presentación de casos
Como fuera mencionado al principio, en La Pampa, existe
una ley con el potencial de sentar las bases de una gestión
participativa del patrimonio arqueológico junto a las comunidades.15 Entre los casos que buscaron ser abordados bajo
el espíritu de esta ley, está el hallazgo de restos humanos en
el paraje Naicó (situado a unos 45 kilómetros al sudoeste de
la capital provincial). El 12 de enero de 2018, la Secretaría
de Cultura fue notificada, por el cuerpo forense del Superior Tribunal de Justicia de La Pampa, sobre el hallazgo de
restos óseos humanos en Naicó.16 Ante la posibilidad de que
se tratara de restos de período arqueológico, la Secretaría
de Cultura dio aviso al Consejo de Lonkos Ranquel de La
Pampa, a fin de que las comunidades dispusieran los modos
de intervención. Seguidamente, personal de la Dirección
de Patrimonio Cultural, dependiente de esa secretaría, el
presidente del Consejo de Lonkos Ranquel, Pedro Coria,
y la arqueóloga Alicia Tapia, de la Universidad de Buenos
Aires, nos dirigimos al sitio para evaluar el procedimiento a
seguir. Elementos de contexto, como cuentas de collar típicas de siglos XVII a XIX (chaquiras de venecita) utilizadas
por mujeres ranqueles, así como las investigaciones previas
realizadas en el sitio, permitieron determinar que se trataba
de una persona de periodo arqueológico-histórico. Lo trascendente del caso fue que el representante ranquel solicitó
que no se continúe con la exploración hasta tanto el Consejo
de Lonkos dialogue internamente y decida cómo proceder.
Así, a los pocos días, la resolución de las comunidades fue
datar los fragmentos dispersos que ya estaban en superficie,
no seguir excavando el sitio y cubrir con tierra las partes
15
16
Como se dijo antes, la relación entre comunidades y arqueólogas/os en La
Pampa no es nueva. Existen ya diversos antecedentes de diálogo entre científicos y referentes indígenas. Circunscribo mi análisis al periodo en el que
pude participar directamente.
El caso se aborda en Pera y Tapia (2019).
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274 • Diálogos sobre cultura y región
humanas que quedaron expuestas. Los posteriores estudios
de laboratorio confirmaron que los restos corresponderían
a una mujer que habría vivido alrededor del año 1838. Es
importante destacar que, a diferencia de formas unilaterales y coloniales de tomar decisiones en relación con el
tratamiento de restos humanos indígenas, en este caso, la
decisión se tomó en conjunto.
El segundo de los casos analizados se dio en noviembre
de 2016, cuando el Consejo de Lonkos Ranquel recibió, en
la localidad bonaerense de Tapalqué, los cráneos de Gerenal
e Indio Brujo (como se dijo, parte de las “colecciones” del
Museo de La Plata) de manos de la comunidad Peñi Mapu de
Olavarría, luego de gestiones realizadas junto a la comunidad Mapuche Tehuelche Cacique Pincén de Trenque Lauquen,
para que descansaran en el territorio que habitaron en vida
(actual provincia de La Pampa). Los referentes ranqueles
solicitaron acompañamiento de la Secretaría de Cultura de
La Pampa y del Consejo Provincial del Aborigen (en aquel
entonces, dependiente del Ministerio de Desarrollo Social),
tanto para el traslado hasta el lugar como para que, una
vez recibidos, los organismos se hicieran cargo de la guarda
transitoria de los cráneos, hasta tanto se resolviera el lugar
propicio para su entierro. En ese sentido, ambos organismos de gobierno conformaron una comisión y convocaron
a investigadores locales, a fin de aportar información biográfica sobre la vida de Gerenal e Indio Brujo. Dado que,
en la recién formada Dirección Provincial de Patrimonio
Cultural, se había dispuesto un espacio como repositorio
arqueológico provincial, los representantes indígenas solicitaron resguardar allí las urnas con los cráneos.
En diciembre de 2017, el Consejo de Lonkos decidió
el entierro de Indio Brujo en el sitio “Lomas de Chapalcó”,
acción que se llevó a cabo también con el apoyo logístico de
la Secretaría de Cultura y del Consejo Provincial del Aborigen. Los restos del cacique Gerenal, por su parte, siguen en
custodia de la Secretaría de Cultura de La Pampa a la espera de una decisión de las comunidades y, según consta en
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Diálogos sobre cultura y región • 275
notas formales, un deseo de estas es explorar la posibilidad
de dar tierra a Gerenal dentro del Parque Nacional Lihue
Calel. Así, entre diciembre de 2020 y abril de 2021, quien
suscribe, junto al investigador Omar Lobos y la Subsecretaria de Coordinación Cultural de La Pampa, Dini Calderón,
realizamos dos viajes a la zona oeste de las sierras de Lihue
Calel, con el objetivo de identificar el sitio conocido como
“Paso Gerenal”, lugar donde habría muerto en combate el
mencionado guerrero, según se menciona en crónicas como
Olascoaga (1880), Tello (1958) y Zeballos (2002).17
Un tercer caso es el relacionado con el proyecto “Caminos del Agua”.18 Este se inició en 2016, desde la Dirección
Provincial de Patrimonio Cultural, y propuso las bases de
un plan de manejo en el sitio arqueológico Cerro de los
Viejos.19 El proyecto desarrolló investigación arqueológica
e histórica, diseño gráfico y guion para cartelería aplicada a un sendero interpretativo y el uso de tecnología de
realidad aumentada para difusión y transferencia didáctica del conocimiento científico. Se establecieron pautas de
conservación y exhibición a través de un sendero de 2500
metros. El proyecto contó con la participación de localidades vecinas al sitio y comunidades indígenas de la provincia. Entre 2017 y 2019, el equipo de arqueología dirigido
por la doctora Mónica Berón, de la Universidad Nacional
de Buenos Aires, realizó tres campañas arqueológicas y uno
de los hallazgos más importantes fue el de un enterratorio
humano en un perfil de terreno con peligro de derrumbe, lo
cual motivó dar aviso al Consejo Provincial del Aborigen y
17
18
19
Respecto a estas prospecciones, se publicaron notas en el Suplemento Cultural “Caldenia” del Diario La Arena de Santa Rosa (https://bit.ly/3utA9FN;
https://bit.ly/3IgSRWV; https://bit.ly/3Pc5Mvh).
Una descripción detallada del trabajo puede hallarse en Roca (2020).
Cerro de Los Viejos es un sitio arqueológico ubicado al sudeste de la provincia
de La Pampa, en el departamento Caleu Caleu, a unos 45 kilómetros al
este de Cuchillo Co. Registra un uso continuo del paisaje desde hace al
menos 6000 años y destaca por la presencia de un sistema de seis represas
construidas (aparentemente) por las poblaciones de siglo XVIII y XIX como
respuesta a la falta permanente de agua.
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276 • Diálogos sobre cultura y región
al Consejo de Lonkos Ranquel de La Pampa.20 Las/os representantes ranqueles determinaron que los restos humanos
fueran fechados y reenterrados en el sitio en un marco
ceremonial, una vez terminados los análisis correspondientes. Los resultados de laboratorio arrojaron una antigüedad
de 6000 años antes del presente y, a partir de entonces, la
participación de las comunidades indígenas en el proyecto
se intensificó. La ceremonia de reentierro, a la fecha de esta
publicación, aún no fue realizada.
Un último caso es el relacionado con el pedido de restitución del cráneo del Cacique Juan Kallfükura, que también fuera parte de las nefastas “colecciones” del Museo de
La Plata. Líder político y espiritual de la Confederación de
Salinas Grandes durante más de 30 años, Kallfükura falleció el 3 de junio de 1873 y fue enterrado en Chillhué, a 17
kilómetros al este del paraje Padre Buodo (La Pampa). Cinco años después, a fines de 1878, su entierro fue profanado
por las tropas del coronel Levalle. Su cráneo fue entregado a Estanislao Zeballos, quien, a su vez, se lo regaló a
Francisco Pascasio “Perito” Moreno, por entonces director
del Museo de La Plata. A partir de la reglamentación de la
Ley Nacional N° 25.517 en 2010,21 diversas comunidades
mapuche comenzaron a organizar el pedido de restitución
del cráneo de Kallfücura. En 2016, cuando estaba cerca de
otorgarse al Lof Namuncurá de San Ignacio (Neuquén), la
comunidad mapuche Newen Lelfún Mapu de La Pampa se
sumó al pedido, abriendo así una nueva discusión que, hasta el momento, no se venía dando y que propuso dirigir la
atención a Chillhué, invisibilizado hasta el momento como
sitio de profanación. De este modo, entre 2017 y 2018, las
20
21
Los trabajos arqueológicos en el sitio estuvieron a cargo de la Dra. Mónica
Alejandra Berón, en el marco del Proyecto ASETUR “Puesta en valor del
sitio arqueológico Cerro de los Viejos”, Expediente MINCyT Nº 1985/16,
convocatoria 2016, convenio Nº 2018-23704414.
Ley Nº 25.517/2001, sancionada el 21 de noviembre de 2001. Honorable
Congreso de la Nación Argentina. Boletín Nacional, 20 de diciembre de
2001. https://tinyurl.com/2nsfcngp
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Diálogos sobre cultura y región • 277
reclamantes realizan dos reuniones en Santa Rosa, organizadas en conjunto con la Secretaría de Cultura de La Pampa. Allí, definieron las bases de un proyecto que llamaron
“La ruta del Toki”, el cual consiste en la instalación de una
serie de hitos en sitios significativos en la biografía del líder
indígena (Carhué, Salinas Grandes, Chillhué, entre otros),
acompañados de diversas actividades de difusión.
En septiembre de 2020, ante el pedido de la comunidad mapuche de La Pampa, y consensuado con autoridades
del Consejo Provincial del Aborigen y demás comunidades
reclamantes, se constituyó una comisión de apoyo en Santa Rosa, cuyo comunicado inaugural menciona, entre otras
cosas:
hemos constituido la “Comisión Kallfükura”, destinada a apoyar a las comunidades reclamantes ante el Instituto Nacional
de Asuntos Indígenas (INAI), que solicitan que el cráneo de
Kallfükura sea retirado del Museo de La Plata y vuelva a ser
enterrado en su lugar de descanso definitivo. Respecto de
esto, entendemos que la decisión sobre cuál sea su destino
final es enteramente de las comunidades reclamantes […] La
comisión […] está integrada por militantes, artistas e investigadoras/es de la región pampeana, bonaerense y Capital
Federal. Desde la ubicación geográfica donde nos constituimos, deseamos que este proceso fortalezca a las comunidades
pampeanas mamülche, rankülche y günün a küna – mapuche
Pincén, así como al conjunto de los pueblos originarios de la
región, más allá de límites provinciales. Aspiramos a que la
restitución de los restos mortales de Kallfükura no se reduzca
al retiro físico de su cráneo del Museo de La Plata, sino que
promueva acciones ligadas a la reparación histórica, entre
ellas: cuestionar discursos y prácticas negacionistas, etnocentristas y estigmatizadoras, en un marco político y pragmático más amplio, contribuir al fortalecimiento de la memoria
colectiva indígena y reivindicar la figura de Kallfükura, líder
político y espiritual que logró articular posiciones diferentes
y alcanzar consensos a nivel regional […] Desde una postura crítica y a la vez constructiva apoyaremos las medidas y
acciones tomadas por áreas gubernamentales que favorezcan
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278 • Diálogos sobre cultura y región
este objetivo. Paralelamente bregaremos para evitar que las
políticas patrimonializantes conviertan espacios significativos para los pueblos indígenas en sitios o hitos turísticos
abiertos al público […] En este sentido, creemos que el área
dispuesta para el reentierro del Toki Kallfükura deberá ser
cogestionada por las comunidades indígenas (reclamantes,
locales, etc.) en función de sus acuerdos internos. (Comisión
Kallfükura, comunicado de prensa. 7 de septiembre de 2020,
archivo personal)
En este proceso, se pusieron en evidencia algunas de las
tensiones al interior de las diversidades indígenas de la provincia. El reclamo de Kallfükura desde La Pampa provoca
preocupación entre las comunidades ranqueles. ¿Tal vez se
siente como una amenaza a su rol como grupo hegemónico?
¿Cómo opera en este proceso el paradigma del “mapuche
foráneo” que mencioné en páginas anteriores? Estas últimas dos preguntas surgen de manifestaciones que se dieron
en los debates de las reuniones del 2017 y 2018, así como
al interior de la comisión formada. En relación con esta
última, hay consenso en apoyar la restitución de Kallfükura, pero también un acuerdo en atender la preocupación
manifestada por el pueblo ranquel. Esa intención se refleja en el comunicado cuando reza que “desde la ubicación
geográfica donde nos constituimos, deseamos que este proceso fortalezca a las comunidades pampeanas mamülche,
rankülche y günün a küna – mapuche Pincén”, lo cual se
traduce, en términos de política indígena, como el respeto
por las identidades territoriales, no ya con base en criterios
etnohistóricos, sino políticos y actuales.
Reflexiones finales
A lo largo del artículo, se intentó mostrar el grado de articulación que se viene dando entre comunidades indígenas,
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Diálogos sobre cultura y región • 279
centros académicos, actores civiles y organismos del Estado provincial en La Pampa. En una posterior instancia de
investigación y escritura, se plantea como necesario profundizar en otros interrogantes. En lo que, a primera vista,
puede parecer una actitud “políticamente correcta”, desde
una mirada crítica, ¿qué elementos subyacen? ¿Quién activa
estas gestiones, por qué, para qué y para quién? ¿En qué
consiste su carácter de “participativas”? ¿Cómo instrumentan y aprovechan las comunidades, el Estado y la Ciencia
estas experiencias?
Asimismo, el recorrido propuesto en este abordaje inicial abre otras posibles líneas de indagación. Una, referida
a la relación entre patrimonio y turismo, que parece despertar el interés en determinadas áreas del Estado. Por
otro lado, la relación entre participación en la gestión del
patrimonio y el reclamo por tierras y reparación histórica,
simbólica y económica de parte de las comunidades. En este
sentido, ¿acceder a la gestión patrimonial puede ser la puerta de entrada a la restitución de bienes de otra naturaleza,
incluido tierras? ¿Qué sucedería si el Estado se ve obligado
a reconocer el carácter “sagrado” reclamado por los pueblos
indígenas en ciertos sitios que, desde el punto de vista estatal y científico, son considerados “patrimoniales”?
Finalmente, asumir una mirada crítica involucra partir
de la revisión misma del concepto de “patrimonio” y de
las definiciones instrumentadas por los Estados y la ciencia occidental. Es necesario ponerse en el lugar de otros
y otras, entender epistemologías diversas y significaciones
construidas localmente entre las personas que viven sus
vidas junto al “patrimonio”. Y, sobre todo, en lo que respecta a patrimonio indígena, contextualizarlo históricamente.
En este sentido, tratar de ser más parte de la solución que
del problema. Rol, este último, que a veces asumimos como
representantes de la ciencia y del Estado, más allá de los
giros interculturales y de las buenas intenciones que se dieron a partir de la segunda mitad de siglo XX.
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280 • Diálogos sobre cultura y región
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Datos de autoras, autor y editoras
Anabela Abbona
Profesora de Historia por la Universidad Nacional de La
Pampa y doctora en Historia por la Universidad Nacional
del Centro de la Provincia de Buenos Aires, con la tesis
¿De quién es el pasado ranquel? La construcción de campos de
interlocución en la reemergencia indígena. La Pampa y San Luis,
1970-2014. Es becaria posdoctoral de CONICET y docente auxiliar regular en las cátedras Historia de América I y
Epistemología e Historiografía de la Facultad de Ciencias
Humanas de la Universidad Nacional de La Pampa. Participó en distintos proyectos de investigación y en publicaciones nacionales e internacionales. Sus temas de investigación
(IEHSOLP-IESH) se vinculan a los procesos de conformación de relatos históricos, memorias y políticas culturales
sobre la población indígena ranquel en distintas provincias
de Argentina.
Melina Caraballo
Profesora en Letras, especialista en Estudios Sociales y Culturales (UNLPam), especialista en Ciencias Sociales (FLACSO) y diplomada en Políticas Editoriales y Proyecto Cultural (UBA). Se desempeña como editora de la EdUNLPam y
como docente en la Facultad de Ciencias Humanas UNLPam y en el Instituto de Formación Docente Escuela Normal de Santa Rosa. Ha formado parte de equipos de investigación orientados al estudio de las lenguas indígenas y ha
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284 • Diálogos sobre cultura y región
participado de distintos proyectos de extensión destinados
a la recuperación, enseñanza y difusión de la lengua ranquel
en la provincia de La Pampa. Actualmente, estudia el rol
de maestras y maestros en la conformación de un ideario
nacionalista a partir de la recolección de material folklórico
documentado en La Pampa entre 1921 y 1951.
Verónica Domínguez
Doctoranda en Letras con orientación Lingüística en la
Universidad Nacional del Sur y licenciada en Letras por
la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco. Becaria doctoral en el Instituto Patagónico de Ciencias
Sociales y Humanas (IPCSH-CENPAT/CONICET). Es profesora adjunta interina en la carrera de Letras de la Facultad
de Humanidades de la UNPSJB. Además, integra el Centro
de Estudios de Lenguas y Literaturas Patagónicas y Andinas
(CELLPA). Su campo de estudio involucra la documentación de lenguas indígenas en la Patagonia Central durante
el siglo XX.
Flavia Fiorucci
Doctora en Historia por la Universidad de Londres, MA
en Estudios Latinoamericanos de King’s College Londres,
licenciada en Ciencias Políticas de la Universidad de San
Andrés. Es investigadora independiente del CONICET, forma parte del Centro de Historia Intelectual de la Universidad Nacional de Quilmes. Ha publicado sobre la temática
de los intelectuales y la cultura y sobre la historia de la
educación en Argentina. Entre sus publicaciones, se puede
mencionar: Intelectuales y Peronismo (Editorial Biblos, 2011);
Paula Laguarda y Flavia Fiorucci, Intelectuales, Cultura y
Política en Espacios Regionales. Argentina, Siglo XX (Rosario,
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Diálogos sobre cultura y región • 285
Prohistoria, 2012); y Flavia Fiorucci y José Bustamante Vismara (Eds.), Historia de la Educación Argentina: Palabras Claves (UNIPE, 2019).
Leda García
Maestra normal nacional (Escuela Normal Nacional N° 2
“Dardo Rocha”, La Plata), bibliotecaria escolar y profesional
(ISFD N° 8-La Plata), licenciada en Bibliotecología y Documentación por la Universidad Nacional de Mar del Plata,
magister en Estudios Sociales y Culturales por la Universidad Nacional de La Pampa, actualmente doctoranda en
Historia por la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Ejerció la docencia en todos los
niveles. Coordinó el Plan Provincial de Lectura de La Pampa. Coordinó talleres de lectura y talleres literarios. Participó y participa en diversos proyectos de investigación y en
publicaciones nacionales y extranjeras. Es autora de textos
literarios. Actualmente, dicta clases en un instituto de Nivel
Superior.
Paula Inés Laguarda
Licenciada en Comunicación Social por la Universidad
Nacional de La Plata y doctora en Ciencias Sociales por
la Universidad Nacional de Quilmes. Es investigadora del
CONICET, con lugar de trabajo en el Instituto de Estudios
Históricos y Sociales de La Pampa (IEHSOLP), y se desempeña como docente en la Facultad de Ciencias Humanas
de la UNLPam, donde también codirige un proyecto de
historia cultural (IESH-FCH). Coeditó los libros Intelectuales, cultura y política en espacios regionales de Argentina (siglo
XX) (Prohistoria, 2012), junto a Flavia Fiorucci, y El hilo de
Ariadna. Propuestas metodológicas para la investigación histórica
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286 • Diálogos sobre cultura y región
(Prometeo, 2019), junto a Claudia Salomón Tarquini, Sandra Fernández y María Lanzillotta. Asimismo, ha publicado
capítulos de libros y artículos con referato en el país y el
extranjero.
Micaela Oviedo
Profesora en Historia por la Universidad Nacional de La
Pampa. Forma parte del Instituto de Estudios Históricos
y Sociales de La Pampa (IEHSOLP, CONICET-UNLPam)
y del Instituto de Estudios Socio-Históricos (IESH, FCHUNLPam). Cursa el doctorado en Historia en la Universidad Nacional de La Plata, en el marco de una Beca Interna
Doctoral CONICET. Dedica su investigación al análisis de
las bibliotecas populares pampeanas y sus prácticas culturales durante la primera mitad del siglo XX, con especial
énfasis en la circulación de textos y lecturas. Ha publicado
trabajos sobre estas temáticas y ha participado como expositora en diferentes jornadas de investigación a escala local
y nacional.
Florencia Azul Prina
Profesora en Historia y especialista en Estudios Sociales y
Culturales por la Universidad Nacional de La Pampa, con
el trabajo final Una aproximación teórica para el abordaje del
campo de la plástica pampeana en el período post provincialización (1955-1988). Actualmente, se desempeña como docente
en educación media y es integrante del Instituto de Estudios Socio-Históricos (IESH, FCH-UNLPam). Su línea de
trabajo se enfoca en el análisis del campo cultural y artístico pampeano. Ha publicado trabajos sobre esa temática y
presentado avances de investigación en diversas reuniones
científicas.
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Diálogos sobre cultura y región • 287
Ignacio Roca
Profesor de Antropología Social por la Universidad de Buenos Aires y magister en Estudios Sociales y Culturales por la
Universidad Nacional de La Pampa. Fue director de Patrimonio Cultural de la Secretaría de Cultura del Gobierno de
La Pampa (2015-2020). En su tesis de maestría, abordó la
implementación de la Educación Intercultural Bilingüe en
esa provincia y, en 2021, tuvo a cargo el relevamiento de
comunidades indígenas para el Consejo Provincial Aborigen de La Pampa. Se desempeña como docente e investigador en la Facultad de Ciencias Humanas de la UNLPam.
Forma parte de la Red de Información y Discusión sobre
Arqueología y Patrimonio (RIDAP). Actualmente, cursa la
especialización en Evaluación de Impacto Arqueológico de
la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA (cohorte 2022).
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