27
Judith Butler: performatividad de género
y política democrática radical
1
Carlos Andrés Duque Acosta2
Universidad Javeriana de Cali
Resumen: Este artículo revisa a grandes rasgos la
interesante propuesta de Judith Butler, su teoría sobre
la performatividad de género, como uno de los
fundamentos básicos de la política deconstructiva
antiesencialista, en especial de la democracia radical,
en su relación con el debate por el reconocimiento de la
diversidad sexual y de expresiones género. Se hace una
crítica al sujeto unitario del feminismo, como una mujer
de la metrópoli colonialista, blanca, de la élite y
heterosexual o desexualizada. Se explora la posición de
Butler según la cual, tanto el género como el sexo, la
heterosexualidad como la homosexualidad, son efecto y
resultado de la producción de una red de dispositivos
de saber/poder que se explicitan en las concepciones
esencialistas, imperantes actualmente, del género y la
diferencia sexual. Se plantean las posiciones de la teoría
de la performatividad de género encaminadas a
deconstruir las categorías sobre las que se funda el
discurso de la normalidad y su concomitante discurso
sobre la moralidad, para llevar los debates sobre la
sexualidad al terreno de la diversidad.
Palabras Clave: Judith Butler, performatividad,
género, diversidad, democracia radical.
Abstract: This article outlines Judith Butler’s
interesting proposal, her theory of gender performativity
as one of the pillars of the deconstructive, anti-essentialist
politics of radical democracy, primarily in its relation to
the debate in pro of the recognition of sexual diversity
and gender expression. The unitary subject of feminism,
as a white, colonialist, first world woman of the elite,
heterosexual o desexualized, is critiqued. Butler‘s
position on both gender and sex, hetero and
homosexuality, as effects of the production of a network
of power/knowledge made explicit in essentialist
positions, is explored. Those positions in gender theory
aiming to deconstruct categories that serve as ground
for the discourse of normalcy and morality are presented,
taking the debate to the terrain of diversity.
Keywords: Judith Butler, performativity, gender,
diversity, radical democracy
Introducción
En las siguientes líneas revisaré a grandes rasgos
la interesante propuesta de Judith Butler, formulada
en su teoría sobre la performatividad de género, como
uno de los fundamentos básicos de la política de la
democracia radical, fundamentalmente, en su relación
con el debate por el reconocimiento de la diversidad
sexual y de expresiones género. Al hablar de reconocimiento en conjunción con la diversidad sexual, nos
referimos a sujetos que integran lo que se ha denominado, para efectos de lenguaje incluyente, el sector
poblacional LGTBIQ3.
1
Este artículo es uno de los resultados del proyecto de investigación «Identidades colectivas y reconocimiento», dirigido por Delfín
Grueso y Gabriela Castellanos y auspiciado por la Vicerrectoría en Investigaciones de la Universidad del Valle (enero 2007- diciembre
2008). Recibido el 6 de abril de 2010. Aprobado el 10 de mayo de 2010.
2
Profesor de la Universidad Javeriana de Cali. Magíster en Filosofía de la Universidad del Valle, Cali. Matemático y Lic. en Filosofía.
Entre sus publicaciones, tenemos: «Aproximación teórica al debate por el reconocimiento político, jurídico y social del Sector
LGTBIQ». En Revista CS – Universidad ICESI – Facultad de Derecho y Ciencias Sociales; «La salida democrática radical al debate por
el reconocimiento de la diversidad sexual y de género». En: Identidades colectivas y reconocimiento, Editorial Universidad del Valle;
«Discusiones en torno a los Objetos de Aprendizaje. Aportes críticos desde una perspectiva educativa. Conversatorio». En: Objetos de
aprendizaje: prácticas y perspectivas educativas; «Aproximación didáctica al problema de la verdad y su papel en la formación del
pensamiento crítico». Revista Electrónica «Con-textos», Vol. 2, Facultad de Humanidades, Universidad Santiago de Cali. Correo
electrónico: cadacos@yahoo.es
3
La abreviatura o acrónimo LGTBIQ además de explicitar algunas definiciones relacionadas con la diversidad de orientación sexual
y de expresión de género, busca ser descriptiva e incluyente. Aunque reconozco la dificultad inherente a las clasificaciones dicotómicas
y las taxonomías en este difuso tema y sobre todo a partir de Butler, la discutible existencia de orientaciones e identidades sexuales y
de género fijas, se intenta con ella dar algunas definiciones para ilustrar a las personas que no estén muy familiarizadas con el tema. Así,
LGTBIQ se refiere a Lesbianas (mujeres homosexuales: es decir, orientadas erótico-afectivamente hacia personas de su mismo sexo),
Gays (hombres homosexuales), Bisexuales (personas orientadas erótico-afectivamente hacia ambos sexos), Transgénero (personas que
La manzana de la discordia, Enero - Junio, Año 2010, Vol. 5, No. 1: 27-34
28
Carlos Andrés Duque Acosta
Para comenzar, diré que los planteamientos de
Judith Butler, están enmarcados en el paradigma
filosófico, político y vital de la política deconstructiva
antiesencialista. En tal paradigma se ubican varias
autoras del feminismo radical y del feminismo
deconstructivista, entre ellas Donna Haraway, Teresa
de Lauretis, Beatriz Preciado, quienes además comparten los presupuestos conceptuales de la actualmente denominada Teoría Crítica Queer, fundamento
a su vez, del movimiento político Queer. Este
movimiento político, íntimamente ligado a los proyectos democráticos radicales antiesencialistas y
antihegemónicos, surge inicialmente como movimiento post-feminista que critica la naturalización de
la noción de feminidad a la cual habían adherido
algunas corrientes del feminismo. Igualmente,
fundamenta sus postulados en una crítica a la representación del sujeto unitario del feminismo, como una
mujer de la metrópoli colonial, blanca, de la élite y
heterosexual o desexualizada. Asimismo, surge como
movimiento post-gay y post-lésbico que critica el
sujeto unitario homosexual (gay-lesbiana) que se basa
en una identidad sexual estática que contribuye a la
normalización y homogenización del sector LGTBIQ
siguiendo los parámetros de la cultura heterosexual,
favoreciendo las políticas pro-familia tradicionales,
tales como la reivindicación del derecho al matrimonio,
a la adopción y a la transmisión del patrimonio.
En síntesis, el movimiento Queer, al instalarse
como una propuesta contracultural y ubicarse en el
citado paradigma de la deconstrucción antiesencialista, interpela las categorías identitarias puras de
la teoría tradicional que se constituyen en un obstáculo
para la transformación social en el mediano y largo
plazo. Y en este sentido, la filósofa norteamericana
postfeminista y postestructuralista Judith Butler, con
sus radicales y relativamente novedosos planteamientos, se ha convertido en uno de sus funda-
mentos teóricos e ideológicos, tanto del movimiento
político Queer, como de la construcción de la
democracia radical, a la cual me referiré más
adelante.
Butler y la teoría de la performatividad del
género
Judith Butler erige su teoría de la performatividad
del género, en el marco del paradigma de la política
de la deconstrucción antiesencialista. Esta autora
toma como punto de partida una serie de posiciones
teóricas, que van desde la crítica a las ideas de John
Austin sobre la teoría de los actos de habla de
acuerdo con la posición deconstruccionista de Jaques
Derrida, a la visión construccionista de la sexualidad
de Michel Foucault y los planteamientos feministas
desde Simone de Beauvoir, pasando por la concepción de ideología y aparatos ideológicos de estado de
Louis Althusser y el psicoanálisis lacaniano.
En síntesis, Butler apunta a desmantelar tanto la
concepción de sujeto/a universalista que sustenta la
política liberal actual, como los procesos de esencialización, naturalización e identificación de las teorías
de la política de la diferencia con relación al sector
LGTBIQ. Así, para esta teórica, la orientación
sexual, la identidad sexual y la expresión de género,
son el resultado de una construcción-producción
social, histórica y cultural, y por lo tanto no existen
papeles sexuales o roles de género que estén esencial
o biológicamente inscritos en la naturaleza humana.
En otras palabras en términos de lo humano, la única
naturaleza es la cultura, o mejor, la diversidad y
pluralidad de culturas.
Para esta teoría tanto el/la sujeto heterosexual
como el/la sujeto/a perteneciente al sector LGTBIQ
son el efecto y resultado de la producción de una red
de dispositivos de saber/poder que se explicitan en
las concepciones esencialistas, imperantes
trascienden o rompen las definiciones convencionales de hombre y mujer, no sólo en su aspecto físico sino también en sus actitudes,
maneras y gestos [género: hace referencia a la forma en que una persona se percibe a si misma en relación con las concepciones
socioculturales de masculinidad y feminidad]. Pueden o no iniciar cambios en su cuerpo), Transexuales (personas que han decidido
mediante un proceso quirúrgico cambiar sus órganos sexuales externos), Transvestis (parte del grupo transgénero, que se sienten y se
visten de tiempo completo siguiendo los modelos establecidos para el género opuesto) y Transformistas (transvestis ocasionales, para
presentaciones o espectáculos). Intersexuales (personas que biológicamente desarrollan las características físicas y genitales de ambos
sexos, sobre las cuales recae doblemente discriminación por razones de orientación sexual y expresión de género y son mutiladas al nacer
con base en arbitrarias decisiones discriminatorias). Queer (del inglés: raro, extraño) que no se enmarcan en ningún tipo de categoría
identitaria sexual o de género y están enmarcados en un movimiento contracultural que desafía la existencia de tales categorías que
intentan definir la diversidad sexual. Estos datos son basados en: (Fundación Colombia Diversa, 2006).
Judith Butler: performatividad de género y política democrática radical
actualmente, del género y la diferencia sexual. Si
asumimos con Butler que el sexo y el género son
culturalmente construidos (producidos) e históricamente situados, las categorías dicotómicas de
‘femenino’, ‘masculino’, ‘heterosexual’ y ‘homosexual’ se pueden entender como repetición de actos
performativos en lugar de valores naturales, innatos.
De esta forma, el género y el sexo son resultado de
actuaciones, de actos performativos4 que son modalidades del discurso autoritario; tal performatividad
alude en el mismo sentido al poder del discurso para
realizar (producir) aquello que enuncia, y por lo tanto
permite reflexionar acerca de cómo el poder hegemónico heterocentrado actúa como discurso creador
de realidades socioculturales. En este sentido, y en
la línea foucaultiana, puede entenderse la performatividad del lenguaje como una tecnología; como
un dispositivo de poder social y político:
Si el lenguaje o el discurso de la subjetividad
ha tenido por efecto la creación del yo —la
creencia de que existe un yo a-priori o anterior al
lenguaje—, el discurso sobre la sexualidad ha
creado las identidades sexuales y de género
(Mérida, 2002, p.12).
En las siguientes dos frases de otra importante y
actual teórica de la deconstrucción antiesencialista,
Beatriz Preciado, lúcida lectora de Butler, podría
condensarse el planteamiento crítico central de esta
teoría: «El género no tiene estatuto ontológico fuera
de los actos que lo constituyen. En esta lectura, el
género sería el efecto retroactivo de la repetición
ritualizada de performances.» (Carrillo, s.f).
En este sentido puede entenderse el sexo y el
género como una construcción del cuerpo y de la
subjetividad fruto del efecto performativo de una
repetición ritualizada de actos que acaban naturalizándose y produciendo la ilusión de una sustancia,
de una esencia. Tales producciones genéricas y
29
sexuales se dan en el marco de la denominada por
Butler, matriz heterosexual, es decir, un conjunto de
discursos y prácticas culturales relacionados con la
diferenciación entre los sexos, y encaminados a
producir la heterosexualidad.
Como ejemplo del funcionamiento de esta matriz
heterosexual, productora de cuerpos y géneros
hétero, podemos observar las prácticas de crianza
occidentales en las cuales desde que nace un niño o
un niña, cada uno tiene un lugar y un papel determinado en el mundo: si es varón, por ejemplo, su ropa
será azul, sus juegos estarán relacionados con la
fuerza, la competencia y el poder (armas, carros,
fútbol, caballos de madera etc.); tendrá menos
restricciones en su movimiento (no usará vestidos
largos e incómodos, faldas ni sandalias que por
ejemplo le impidan subir a un árbol), el trato de los
hombres de la casa hacia él tendrá cierto nivel de
fuerza y temple; y por supuesto se le prohibirá en lo
posible llorar (‘los hombres no lloran’) o ser
‘afeminado’ (maquillarse, jugar con muñecas o con
utensilios de cocina), así como expresar atracción o
sentimiento estético por otros niños. En palabras de
la profesora Gabriela Castellanos:
Para Butler, tanto la sexualidad canónica,
hegemónica, como la transgresora, «ininteligible»,
se construyen mediante la performatividad, es decir,
por medio de la repetición ritualizada (iteración) de
actos de habla y de todo un repertorio de gestos
corporales que obedecen a un estilo relacionado
con uno de los dos géneros culturales. Esta
repetición ritualizada no es opcional, sino que se
basa en un discurso regulativo, una exigencia
constante del entorno, encaminada a «producir
aquellos fenómenos que regulan y constriñen» la
conducta en relación con la identidad sexual.
Cuando se produce el resultado esperado, tenemos
un género y una sexualidad culturalmente
considerados congruentes con el sexo del sujeto
(Castellanos, 2010, p.12).
4
En el texto de John Austin, Cómo hacer cosas con palabras. Palabras y acciones (1991), se propone por vez primera la noción
de performatividad lingüística. Para este filósofo británico del lenguaje, cada vez que se emite un enunciado se realizan al mismo tiempo
acciones o ‘cosas’ por medio de las palabras utilizadas (actos de habla constatativos y performativos). Los actos de habla performativos
son enunciados (en oposición a los constatativos o declarativos como ‘Hoy es martes’, ‘Cali es la capital del Valle’) que por el sólo
hecho de ser pronunciados en ciertas circunstancias realizan una acción: ‘Yo bautizo este barco’, ‘Prometo hacer tal cosa’ etc. De igual
forma, los enunciados performativos se definen como aquellos que producen la realidad que describen: por ejemplo, en la declaración de
matrimonio de un sacerdote o en una orden impuesta por un superior jerárquico (Austin, 1999). Derrida complementó esta teoría de los
actos de habla al mostrar que la efectividad de tales actos performativos (su capacidad de producir la verdad/realidad) deriva de la
existencia previa de un contexto de autoridad. Esto significa que no hay una voz originaria y fundante sino una repetición regulada de
un enunciado al que históricamente se la ha otorgado la capacidad de producir la realidad (Derrida, 1974).
30
Carlos Andrés Duque Acosta
En otras palabras, para la teoría de la performatividad de género, el/la sujeto/a excluido/a, innombrable, abyecto/a, anormal es el efecto de la producción de una red de dispositivos de saber/poder5,
que Judith Butler, en términos modernos y apoyándose
en el citado concepto lingüístico de John Austin,
reelaborado por Jacques Derrida, de enunciado
performativo, caracterizará en unos de sus últimos
trabajos, como sigue:
El ‘sujeto’ es el resultado del proceso de
subjetivación, de interpretación, de asumir
performativamente alguna ‘posición fija del sujeto’
(Butler & Laclau, 2003, p.15),… por esto el fracaso
de cualquier articulación en particular para describir
a la población que representa dada la ‘incompletud’
de cualquier posición del sujeto…’Tú me llamas
así, pero lo que yo soy elude el alcance lingüístico
de cualquier esfuerzo específico por captarme’.
(Butler & Laclau, 2003, p.18)
En sentido derridiano, esta visión deconstructiva
tiene la pretensión de acabar con el dualismo de los
géneros y de los sexos que no son más que oposiciones
ideológicas encaminadas a establecer y mantener la
opresión de uno sobre otro, basada en la instauración
de jerarquías. Así, lo que se construye puede ser
reconstruido para volver a ser de nuevo construido.
En palabras del propio autor, en la deconstrucción: «Se
desmonta un artefacto para hacer que aparezcan sus
estructuras, sus nervaduras, su esqueleto, pero también
simultáneamente la precariedad ruinosa de una
estructura formal que no explicaba nada, ya que no
era ni un centro, ni un principio ni siquiera la ley de los
acontecimientos en el sentido más general de la
palabra.» (Derrida, 1974, p.23).
Ante la «ruina» de las concepciones tradicionales,
es imperativo deconstruir todas las categorías binarias
de la lógica de la dominación: bueno/malo, bello/feo,
normal/anormal, blanco/negro, hétero/homo, gay/
lesbiana. De igual manera, es igualmente imperativo
deconstruir el heterocentrismo (parte esencial del
orden simbólico imperante), que es el discurso
normativo hegemónico que modela los cuerpos y
prescribe implícitamente el deber ser erótico-sexual
de el/la sujeto/a, de el/la otro/a. El fin último no es
fortalecer o solidificar ningún tipo de identidad, sino
deconstruir las dicotomías citadas con el fin de
desestabilizar todas las identidades fijas, para así
propiciar la emergencia de diferencias múltiples, no
binarias, cambiantes, móviles. En términos de Derrida,
crear las condiciones para la emergencia de la
differance opuesta a la difference; o en términos
de Deleuze y Guattari, la emergencia de las identidades nómadas.
Ahora bien, si lo que debemos deconstruir a nivel
simbólico es toda la constelación de concepciones
culturales en relación con la sexualidad, a nivel social
y político es imperativo desmontar esa hegemonía
heterosexual que conduce a que los sujetos que no
muestren «congruencia» entre su sexo, su género y
su orientación sexual, es decir, los que no sean heterosexuales, sean considerados culturalmente sujetos/
as innombrables, abyectos, ininteligibles, anormales, y
por lo tanto sean excluidos de la participación social y
política plena, o forzados a ocultar su orientación sexual.
Democracia radical y performatividad de género
¿Cómo construir una sociedad donde se respete
la diversidad sexual, donde reine la inclusión y la
equidad sexual? El concepto de democracia radical
se ha venido fortaleciendo en los últimos años como
salida política transformativa, que permita la inclusión
progresiva de aquellos sectores que como el
LGTBIQ, han estado excluidos del juego democrático y político. Hablar de democracia radical es hablar
de antiesencialismo, de crítica a toda clase de universalismos excluyentes, de reivindicación de la política
como conflicto y de la lucha agonística por el posicionamiento de sectores sociales históricamente
excluidos. Por tales razones, la propuesta Butleriana
ha venido a dar fuerza a esta visión transformativa
de la política y la cultura hegemónica actual.
Entre los autores más relevantes de la democracia
radical, citaré a Chantal Moufe, Slavov Zizek y
Ernesto Laclau. En síntesis, para ellos, en términos
del mencionado sector, la apuesta por la construcción
5
Se amplía el planteamiento clásico de uno de los textos fundantes del feminismo moderno, El segundo sexo de la autora francesa,
Simone de Beauvouir: «No se nace mujer: llega uno a serlo. Ningún destino biológico, físico o económico define la figura que reviste en
el seno de la sociedad la hembra humana; la civilización en conjunto es quien elabora este producto intermedio entre el macho y el
castrado al que se califica como femenino. Sólo la mediación de un ajeno puede construir a un individuo en otro.» (Beauvouir, 1970).
Judith Butler: performatividad de género y política democrática radical
de la democracia radical antiesencialista permitirá
progresivamente la transformación de los imaginarios
colectivos sobre la diferencia y la diversidad, que se
reflejará en el mediano o largo plazo, en un replanteamiento de cuestiones identitarias que anteriormente eran vistas como esenciales e inamovibles.
Esto como consecuencia, de que en la política
democrática radical, precisamente no existe el espacio
para ningún tipo de inamovibles, todos tienen plena
validez en el discurso político y transformativo.
En este orden de ideas, es preciso resaltar que la
democracia radical exige necesariamente la politización (acción política) y movilización del sector
LGTBIQ (politización de la abyección) que lo
posicione como un actor político central en la construcción de tal sistema democrático radical y permita
en un futuro no muy lejano, la construcción de una
nueva noción de ciudadanía que permita eventualmente celebrar las diferencias y la diversidad
como un aporte esencial a la riqueza humana.
Aparece entonces en este punto un giro
conceptual fundamental para las políticas actuales
de respuesta al debate por el reconocimiento de la
diversidad sexual y de género, es decir, las políticas
de la igualdad liberal y la política de la diferencia: ya
no estamos en los terrenos de la búsqueda de
aceptación social, la tolerancia y su consabida
respuesta llamando a la privatización y a la discreción;
o haciendo un llamado a la concesión de derechos al
mal llamado ‘grupo’ o a la mal llamada ‘comunidad’
LGTBIQ, sino en los terrenos de la deconstrucción
simbólica en términos de la construcción de la
democracia radical, que permita sacar a la luz los
numerosos estratos que operan en el discurso
hegemónico; y en la desnaturalización de las
diferencias sexuales y de género. En palabras de
Judith Butler:
Las cuestiones que estarán en juego en la
reformulación de la materialidad de los cuerpos
serán: (1) la reconsideración de la materia de los
cuerpos como el efecto de una dinámica de poder,
de modo tal que la materia de los cuerpos sea
indisociable de las normas reguladoras que
gobiernan su materialización y la significación de
aquellos efectos materiales; (2) la comprensión de
la performatividad, no como el acto mediante el cual
un sujeto da vida a lo que nombra, sino, antes bien,
31
como ese poder reiterativo del discurso para producir
los fenómenos que regula e impone; (3) la
construcción del ‘sexo’ no ya como un dato corporal
dado sobre el que se impone artificialmente la
construcción del género, sino como una norma
cultural que gobierna la materialización de los
cuerpos; (4) una reconcepción del proceso mediante
el cual un sujeto asume, se apropia, adopta una
norma corporal, no como algo a lo que estrictamente
se somete, sino, más bien, como una evolución en
la que el sujeto se forma en virtud de pasar por ese
proceso de asumir un sexo; y (5) Una vinculación
de este proceso de ‘asumir’ un sexo con la cuestión
de la identificación y con los medios discursivos
que emplea el imperativo heterosexual para permitir
ciertas identificaciones sexuadas y excluir y repudiar
otras (Butler,1993, p.19).
De ahí que, para la teoría de la performatividad
de género, la lucha por el reconocimiento político,
jurídico y social del sector LGTBIQ, no sería una
lucha de carácter identitario; tampoco una lucha por
la normalización o el reclamo de tolerancia (se tolera
lo que no se soporta, lo que no se desea que exista:
se tolera el dolor, la guerra, la enfermedad, etc.), sino
una lucha por el respeto pleno (se respeta lo que se
le concede calidad de digno, lo que se le reconoce
como respetable), por el reconocimiento de la
diferencia y la diversidad sexual ¾derecho a la
diferencia, no diferencia de derechos¾ y por su
desnaturalización: posiblemente una lucha ardua y
prolongada por la construcción de un nuevo orden
simbólico. Y el camino para tal transformación, está
integrado a la lucha por la construcción de la
ciudadanía democrática radical.
Y tal ciudadanía democrática radical, implica
reivindicar para los seres humanos en el existente
circuito interconectado de opresiones y exclusiones,
las identidades móviles, teatrales, transversales o
paródicas. En palabras del investigador colombiano,
Manuel Velandia se puede definir tentativamente la
identidad como
…la idea y la sensación móviles que tiene el
ser humano, en una sociedad y tiempo concretos,
de ser lo que busca ser con relación a la cultura, a
los otros/as seres de su entorno y consigo mism@,
y de seguir siéndolo en el transcurso del tiempo
(Velandia, 2006).
32
Carlos Andrés Duque Acosta
O también, en palabras de la profesora e
investigadora Gabriela Castellanos:
Desde una perspectiva crítica lo humano puede
ser visto como diverso, precisamente porque es
una especie de diálogo entre naturaleza y cultura,
entre el mundo físico y el mundo social y cultural
(Castellanos, 2004, p. 20)…No ‘tenemos una
‘identidad’ fija e innata, sino que ‘ponemos en
juego una identidad’ cuando realizamos
determinados actos de habla (Castellanos, 2004, p.
28)…Lo humano es precisamente la posibilidad de
invocar identidades en distintos momentos a partir
de un cierto repertorio más o menos estable y al
mismo tiempo más o menos fluctuante a lo largo de
la vida (Castellanos, 2004, P.29).
Es por tal razón que en filosofía política se usa
para definir las categorías del sector LGTBIQ, el
término «orientación sexual» más que «identidad
sexual», «expresión de género» más que «identidad
de género»: se trata de unificar lo público, colectivo
pero al mismo tiempo des-esencializarlo, desidentificarlo.
Es en esta línea que en términos de la teoría de
la performatividad de género, para el sector
LGTBIQ la tarea no se trataría sólo de luchar por la
ampliación de derechos (matrimonio, adopción,
patrimonio etc.), por ‘correr la cerca’, sino por la
deconstrucción del orden simbólico, ya que lo opuesto
puede producir un ensanchamiento de la brecha ya
existente entre formas legítimas e ilegítimas del
intercambio sexual y de la expresión de género.
Esto sucede cuando pensamos que hemos
encontrado un punto de oposición a la dominación
y luego nos damos cuenta de que ese punto mismo
de oposición es el instrumento a través del cual
opera la dominación, y que sin querer hemos
fortalecido los poderes de dominación a través de
nuestra participación en la tarea de oponernos. La
dominación aparece con mayor eficacia
precisamente como su ‘otro’ (Butler, 2004, p.34)
Para la teoría de la performatividad de género, el
derecho establecido en una sociedad contribuye y
refuerza el orden discursivo heterocentrista. Aún
cuando determinadas leyes en las sociedades
liberales no sean en muchos casos una fuente
explícita de discriminación y exclusión, sí son en la
mayoría de los casos un marco de referencia basado
en las categorías relacionales heterosexuales. Así,
cuando consideramos la unión de parejas del mismo
sexo, la institución que subyace al debate como
modelo es el matrimonio heterosexual. De este modo,
se impone la voluntad, elevada a categoría de ley, de
la ideología dominante.
Entonces, el trabajo crítico-filosófico de la teoría
de la performatividad de género consistiría
inicialmente en deconstruir tales categorías sobre las
que se funda lo abyecto, el discurso de la normalidad
y su concomitante discurso sobre la moralidad, para
llevar los debates sobre la sexualidad al terreno de la
diversidad más ampliamente concebida, de modo que
no partamos necesariamente de presupuestos que
provienen de las definiciones canónicas de la
«normalidad sexual»:
La tarea será no asimilar lo indecible al dominio
de lo decible para albergarlo allí, dentro de las
normas de dominación existentes, sino destruir la
confianza de la dominación, demostrar qué
equívocas son sus pretensiones de universalidad
y, a partir de esa equivocación, seguir la ruptura de
su régimen, una abertura hacia versiones
alternativas de universalidad que se forjen a partir
del trabajo de traducción mismo (Butler,2004, p.18).
Es en este punto donde se hace un llamado desde
la teoría de la performatividad de género, a la
resistencia y a la subversión, en palabras de Butler:
A diferencia de una visión que forja la operación
de poder en el campo político exclusivamente en
términos de bloques separados que compiten entre
si por el control de cuestiones políticas, la
hegemonía pone el énfasis en las maneras en que
opera el poder para formar nuestra compresión
cotidiana y para orquestar las maneras que
consentimos (y reproducimos) esas relaciones
tácitas y disimuladas del poder. Tal poder no es
estable ni estático, sino que es reconstruido en
diversas coyunturas dentro de la vida cotidiana;
constituye nuestro tenue sentido de sentido común
y está cómodamente instalado en el lugar de las
epistemes prevalecientes de una cultura. Más aun,
la transformación social no ocurre simplemente por
una concentración masiva en favor de una causa,
sino precisamente a través de las formas en que
Judith Butler: performatividad de género y política democrática radical
las relaciones sociales son rearticuladas y nuevos
horizontes conceptuales abiertos por prácticas
anómalas o subversivas (Butler, 2004, p.19-20).
Es, entonces, fundamental desde este enfoque
crítico tratar de abrir puntos de fuga, de multiplicar
los espacios de resistencia, de acción micropolítica
y de generar alianzas estratégicas no esencialistas
entre los otros tipos de exclusiones. En palabras de
Leticia Sabsay, refiriéndose a Butler:
Como alternativa a estos proyectos de sesgo
iluminista (liberalismo – política de la diferencia)
su propuesta es la de proliferar, multiplicar las
posiciones, explotar la diseminación de la
diferencia. Y entiende que éste es realmente un
proyecto transformador por cuanto la introducción
de diferencia sería en sí misma desestabilizadora.
La diferencia modificaría necesariamente las
jerarquías ya que al introducir un nuevo significante
en el sistema de representaciones (en la cadena
del significante), todas las relaciones diferenciales
y de valor (de los signos) se alteran (Sabsay, 2005,
p.16)
Conclusión
Para concluir, diré que la salida política que se
fundamenta en la teoría de la performatividad de
género, expuesta por Judith Butler, y que he intentado
presentar en el marco de la lucha democrática
radical, permite un incisivo y radical cuestionamiento
a la forma en la cual entendíamos el género y el
sexo hasta hace unos pocos años.
Sin embargo, debemos reconocer que existen
ciertas limitaciones en la propuesta política de Butler.
33
Esta solución deconstructiva y antiesencialista plantea
una transformación radical en nuestra sociedad que
definitivamente lograría el pleno reconocimiento de
la complejidad y la diversidad humana, pero debemos
admitir igualmente que sus mecanismos no son claros
o pueden conllevar en casos críticos «en manos de
extremistas, por ejemplo» a ser otra fuente de opresión y discriminación. Así, aunque sus planteamientos
son lúcidos y los fines propuestos loables, sus
mecanismos político-jurídicos pueden ser vistos como
difusos y sin control temporal, tan decisivo en las
urgentes contiendas políticas.
Asimismo, frente a la propuesta planteada por la
salida deconstructivista de las identidades y su puesta
en práctica en la actualidad, surgen varias preguntas:
la más obvia es ¿cómo va a lograrse la deconstrucción
plena de todas las identidades existentes, por lo menos
en el ámbito de lo sexual y del género? ¿Cuál es el
control temporal y espacial de tal propuesta? Asimismo, cuando se vacía totalmente de contenido el
sujeto (des-identificación, des-esencialización), ¿a
partir de qué concepción o concepciones básicas se
construirá el marco de referencia para oponer algo a
lo que vamos a deconstruir?
Estas son algunas de las aristas críticas que
continuarán enriqueciendo el debate, y que deberán
ser abordadas a partir de la aplicación práctica de la
liberadora propuesta de esta exponente del postfeminismo, que nos mostró en sus brillantes trabajos
como se puede deconstruir la ancestral dicotomía
entre el sexo y el género, para poder así argumentar
que el sexo es también una construcción social (un
efecto repetitivo de performances ritualizadas) y que,
por tanto, ha sido género todo el tiempo.
34
Carlos Andrés Duque Acosta
Referencias bibliográficas
AUSTIN, J. (1999). Cómo hacer cosas con palabras.
Palabras y acciones. Madrid: Ediciones Paidós Ibérica,
S.A.
BEAUVOUIR, S. d. (1970). El segundo sexo. Buenos Aires:
Ediciones Siglo XX.
BUTLER, J. (1993). Cuerpos que importan. Sobre los
límites materiales y discursivos del «sexo». Buenos
Aires: Paidós.
BUTLER, J. (2004). Resignificación de lo universal:
Hegemonía y limites del formalismo. En J. Butler, E.
Laclau, & Z. Slavov, Contingencia, hegemonía,
universalidad . Barcelona: FCE.
BUTLER, J., & Laclau, E. (2003). Contigencia, hegemonía,
universalidad:diálogos contemporáneos en la
izquierda. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
CARRILLO, J. (s.f). Entrevista a Beatriz Preciado.
Obtenido de Sitio web arteleku: www.arteleku.net/4.0/
pdfs/preciado.pdf
CASTELLANOS, G. (2010). Determinación y libertad en la
construcción de las subjetividades subordinadas y
colectividades politizadas. En D. Grueso, & G.
Castellanos, Identidades colectivas y reconocimiento.
Cali: Programa Editorial Univalle.
CASTELLANOS, G. (2004). Los derechos humanos de las
mujeres y las nuevas concepciones de las identidades:
igualdad, diferencia y performatividad. En G.
Castellanos, Textos y prácticas de género. Cali:
Editorial Universidad del Valle.
DERRIDA, J. (1974). Los márgenes de la filosofía. Madrid:
Cátedra.
Fundación Colombia Diversa. (2006). Voces excluidas :
legislación y derechos de las lesbianas, gays,
bisexuales y transgeneristas en Colombia. Bogotá:
Tercer Mundo Editores.
MÉRIDA, R. (2002). Sexualidades transgresoras.
Barcelona: Icaria Editores.
SABSAY, L. (2005). Polìtica de lo transformativo:
lenguaje, teoría de la deconstrucción antiesencialista y subjetividad. Obtenido de www.iigg.
fsoc.uba.ar/3jornadas/jovenes/templates/eje%/sabsay
VELANDIA, M. (2006). De la movilidad en la identidad
sexual, en la identidad política y en la identidad sexual
política. Conferencia dictada a los líderes y liderezas
del sector LGBT. Cali.