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PERFILES GENERACIONALES EN LAS
PREFERENCIAS POLÍTICAS DE LOS
URUGUAYOS
ARTICLE in REVISTA URUGUAYA DE CIENCIA POLÍTICA · JANUARY 2011
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Manuel Flores
Lucía Selios
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University of Geneva
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University of the Republic, Uruguay
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Available from: Lucía Selios
Retrieved on: 14 September 2015
Tìtulo:
Perfiles generacionales en las preferencias políticas de los uruguayos
Autores:
Manuel Flores: Departamento de Economía, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad
de la República. manuel@decon.edu.uy
Lucía Selios: Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad
de la República. lselios@gmail.com
Resumen
La evolución de las opiniones y actitudes de los individuos encierra una tensión entre la
continuidad y el cambio, ya que cada persona tiende a modificar su visión en el correr
de la vida, tanto por su envejecimiento a lo largo del tiempo, como porque el acontecer
social experimentado produce cambios en las preferencias de toda la población. Con
datos de opinión pública (1995-2008) y mediante el enfoque APC, se analizan los
perfiles por edad, período y cohorte para la autoidentificación ideológica y la intención
de voto de los uruguayos. Se concluye que existen variaciones significativas en las
preferencias políticas en los tres componentes. Además identifica cuatro generaciones
políticas definidas por sus preferencias electorales y marcadas por eventos históricos
recientes.
Palabras clave: generaciones, actitudes, modelosAPC.
1. Introducción
La evolución de las opiniones y actitudes de los individuos encierra una tensión entre la
continuidad y el cambio que ha sido analizada desde muy distintos ángulos en las
ciencias sociales. Cada persona tiende a modificar su visión en el correr de la vida, tanto
por su envejecimiento a lo largo del tiempo, como porque el acontecer social que le toca
vivir produce cambios en opiniones y actitudes de los distintos miembros de la sociedad.
Así, cuando se observa la evolución temporal de opiniones y actitudes en un determinado
país, pueden diferenciarse los cambios que alcanzan al conjunto de la población
(alterando en cada período la distribución poblacional de opiniones para todas las
edades); de aquellos que resultan del proceso de envejecimiento de cada individuo
(asociados a la edad de la persona); y de un tercer componente que surge de la
combinación de los anteriores: la edad en la que cada individuo ha atravesado los
distintos períodos del acontecer social, coincidente para todos aquellos individuos que
han nacido en un mismo período o – lo que es lo mismo – pertenecen a una misma
cohorte. Así, la cohorte se define como el conjunto de individuos que ingresan al sistema
en una misma edad, y que se supone que tendrán similaridades debido a experiencias
compartidas que los diferencian de otras cohortes (Mason y Wolfinger, 2001).
Es frecuente encontrar confusiones entre los conceptos de edad y cohorte, ya que para
cada persona ambos coinciden cuando la observación se realiza para un único período en
el tiempo. Sin embargo, al observar un número mayor de períodos se pueden apreciar las
características específicas de cada cohorte al atravesar las diferentes edades. Por ejemplo,
en 2010 se pueden observar las opiniones de los nacidos en 1990 a sus veinte años, pero
si en 2015 se reitera la observación, se tendrá la opinión de esa misma cohorte a los
veinticinco años de edad, y del mismo modo la opinión a los veinte años de aquellos
nacidos en 1995.
De este modo, cuando se cuenta con un número importante de períodos de observación es
posible discriminar la variación de las opiniones que se explican por envejecimiento, de
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aquellas que en cada período afectan al conjunto de la población y de aquellas que
caracterizan a cada cohorte en particular. Para realizar esa distinción en trabajos
empíricos, se han desarrollado los modelos llamados de Edad – Período – Cohorte (APC,
por su sigla en inglés), utilizados principalmente en áreas como sociología, demografía,
economía, bioestadística o epidemiología.
Por su parte, desde la perspectiva politológica el análisis de las actitudes políticas con el
modelo APC, contribuye a la comprensión del cambio en las posiciones de los
ciudadanos, y al hacerlo aporta claridad en la interpretación de los comportamientos
electorales. Así, en este trabajo se estiman efectos de edad, período y cohorte en las
preferencias políticas de los uruguayos, específicamente en el voto por partido y la
autoidentificación ideológica.
En la lectura de los resultados de encuestas repetidas de opinión pública se aprecia
directamente la variación coyuntural de estas dimensiones, que suelen ser explicadas a
partir de las características del sistema político y la evolución de la oferta partidaria y de
la coyuntura política, social y económica.
También es frecuente el análisis de los mencionados resultados en su asociación con la
edad de las personas, contemplando las diferencias existentes en las etapas del ciclo de
vida. Sin embargo, no es posible obtener conclusiones sobre el impacto de la renovación
demográfica a partir frecuencias por tramo de edad. Ello se debe a que en el transcurso
del tiempo no son los jóvenes quienes ingresan a la población y los viejos los que salen
de ella, sino determinadas cohortes específicas que comienzan a atravesar la juventud o
terminan de recorrer su vejez. Toda la literatura sobre el fenómeno generacional parte de
la constatación de que en algunos fenómenos existen diferencias significativas en la
forma en que cada cohorte atraviesa cada una de las etapas del ciclo vital.
Ello sucede, entre otras cosas, porque a nivel individual las actitudes políticas se
construyen a lo largo de la vida (Rose y McAllister 1990), y siguiendo a Oskamp (1991),
se puede asumir que las opiniones políticas de cada ciudadano se sustentan en un
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conjunto de valores y creencias adquiridos en las primeras etapas de la vida y primeros
años de la vida adulta (Krosnick y Alwin 1989, Mannheim 1990, Alwin y McCammon
2007)*. En esta última etapa, también llamada socialización tardía, se materializa una
especie de matriz afectivo-cognitiva muy persistente, que sustenta los componentes
evaluativos de cada individuo respecto al sistema político en cada coyuntura. Las
características de dicha matriz pueden dar cuenta de marcas generacionales, donde dejan
su rastro los eventos históricos de la etapa en que se conforma la identidad política
(Mannheim 1990, Alwin y McCammon 2007).
Aquí se adopta un concepto de generación que refiere a un grupo de personas que han
transcurrido y participado de las mismas experiencias y momentos históricos, y que por
consiguiente pertenecen a un grupo de cohortes similares (Mannheim 1990, Alwin y
McCammon 2007). Esas experiencias comunes llevan a que los individuos compartan
gustos particulares en el plano cultural, en las formas de vestir, en involucramiento social
o en sus posicionamientos ideológicos respecto el sistema político, los partidos o la
democracia.
En este trabajo se muestra que existen variaciones significativas en las preferencias
políticas de los uruguayos según las generaciones a las que pertenecen. Además de
describir las características más salientes de cada grupo de cohortes, resulta natural
ensayar algunas hipótesis que podrían explicarlas y discutir sus implicaciones para el
sistema político uruguayo.
2. Opiniones y formación de las preferencias políticas
En los marcos interpretativos de las variaciones en las preferencias políticas se pueden
distinguir varios enfoques. Una vertiente que recurre a los elementos variables de la
coyuntura (oferta partidaria, evolución de la economía, impacto de las campañas, por
ejemplo). Esta es básicamente la interpretación racionalista del comportamiento electoral
*
Algunos autores establecen entre los 17 y 25 años las edades más determinantes (Krosnick y Alwin 1989),
mientras otros extienden ese período hasta los 30 años de edad (Mannheim 1990).
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(Downs 1957, Fiorina 1981). Otras corrientes recurren a elementos explicativos de
carácter más estable o de largo plazo, vinculados a las características estructurales de los
individuos como el nivel educativo, el nivel socio-económico, el lugar de residencia, la
pertenencia a un partido político, o la edad en determinado momento. En esta línea
destacan los enfoques estructuralistas y funcionalistas de las escuelas de Michigan y
Columbia (Lazarsfeld et al. 1948, Campbell et al. 1960).
Aquellas creencias y valores que se adquieren tempranamente son más difíciles de
revertir, por lo que las etapas de socialización resultan cruciales en el análisis. La
socialización primaria, implica la etapa de la niñez y parte de la adolescencia, donde
intervienen la familia y el sistema educativo como actores destacados en la formación de
los valores y creencias individuales. En la socialización tardía intervienen mayormente
los grupos de pares y la propia experiencia como ciudadano, que se procesa durante los
primeros años de la vida adulta. Más allá de la importancia de la primera socialización,
sus efectos pueden ser revertidos con rapidez si en la socialización tardía el individuo no
encuentra herramientas para desenvolverse el mundo real (Hojman 1999).
Por otra parte, a medida que los individuos se vuelven mayores asumen nuevos roles en
la sociedad, cambian física y psicológicamente, lo que provoca la tendencia a adoptar
valores y creencias más conservadoras (Alwin y McCammon 2007). Finalmente, también
es cierto que existen coyunturas críticas en la vida de las personas, que derriban o
erosionan sus creencias y valores previos, provocando lo que se ha denominado
“disonancia cognoscitiva”.
Los elementos mencionados fundamentan la necesidad de indagar tres aspectos por
separado: descubrir si algún cohorte comparte variaciones que puedan interpretarse por
su etapa de socialización política, si interviene el efecto de envejecimiento -ageing- en las
actitudes políticas, y cuál es el impacto de las coyunturas -económicas, sociales y
políticas- en la autoidentificación ideológica y la intención de voto de los ciudadanos.
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Durante los 1980 y 1990 algunos investigadores identificaron el eje izquierda-derecha
como un concepto multidimensional que tiene, como referencia orientadora, las
posiciones más igualitaristas para la izquierda y más liberales para la derecha (Bobbio
1995).
Las investigaciones actuales muestran que la dicotomía distingue actitudes y
comportamientos políticos: en las preferencias políticas, los discursos y las estrategias de
los ciudadanos, la ciudadanía y los partidos. Obtienen asimismo que la dimensión
ideológica no ha desaparecido como interpretación de las arenas de conflicto, aunque sus
contenidos cambian y se adaptan a cada realidad (Williams 1994, Lijphart 2000,
Warwick 2002, Alcántara y Luna 2004). Sin embargo, las propias críticas muestran una
gran virtud de la distinción ideológica: ha sido capaz de adaptarse y re-interpretar las
dicotomías políticas en cada época y cada país. Resulta así una herramienta relevante a la
hora de observar a los partidos y a los votantes en un espacio de competencia política
(Sani y Sartori 1983).
3. Generaciones y preferencias políticas en Uruguay
Las actitudes políticas de los uruguayos se han estudiado desde el nacimiento de las
encuestas en el país (Buquet 2004). Existen numerosos trabajos sobre comportamiento
electoral que describen las características individuales asociadas a la intención de voto†.
Sin embargo, no abundan trabajos que centren su preocupación en la dimensión
generacional, problema que por cierto excede a la literatura local (Torcal, Montero y
Gunter 2007).
En términos de cambio electoral, desde la reapertura democrática y la elección de 1984 el
Frente Amplio (FA)‡ ha ganado un caudal electoral creciente, desplazando a los partidos
†
Ente ellos se destacan Aguiar (2000), Buquet y De Armas (2004), Canzani (2000, 2005 y 2010), González
y Queirolo (2000), Luna (2004 y 2007), Mieres (1990, 1994 y 2010) y Moreira (2000 y 2005).
‡
Fundado en 1971, el FA reúne desde entonces a casi la totalidad de los sectores progresistas en Uruguay
(izquierda y centro-izquierda). En términos de estadísticas electorales, hasta 1999 se considera un espacio
político cuyos integrantes eran el FA y el Nuevo Espacio, en lo que se denominó el “Encuentro
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tradicionales del país: el Partido Nacional (PN) y el Partido Colorado (PC)§. Este proceso
ha transformado el sistema de partidos uruguayo pasando de un pluralismo moderado a
un bipartidismo conformado por dos bloques o familias políticas: desafiante y tradicional
(De Armas 2009). Esa transformación fue acompañada por un cambio en las reglas
electorales plebiscitada en 1996, que entre otras cosas incluyó el mecanismo de balotaje.
Todos estos cambios, desembocaron en el triunfo del FA en 2004 y en su permanencia en
el gobierno en la elección de 2009. Este fenómeno se ha explicado al menos mediante
tres grandes postulados: el factor demográfico, los posicionamientos ideológicos de los
partidos y el electorado, y los aspectos coyunturales y liderazgos (Queirolo 2006).
Por un lado, las explicaciones ideológicas parten del hecho que en el país la
autoientificación está estrechamente vinculada al voto. Los votantes de centro e izquierda
votan al FA, los de centro y derecha a los partidos “tradicionales”. En este marco, el FA
ha recorrido un movimiento hacia el centro del espectro ideológico, mientras los partidos
tradicionales han estrechado su oferta ideológica produciendo cambios programáticos,
discursivos y organizativos de los partidos (Buquet y De Armas 2004, Yaffé 2005).
Además se señala que en 2004 los ciudadanos se movieron a la izquierda, lo que
consolidó el triunfo frenteamplista (Canzani 2005, Buquet y Selios 2004, Moreira
2005)**.
Respecto a las variantes coyunturales, la literatura señala que en ciertas situaciones
económicas los desempeños gubernamentales y aspectos asociados a liderazgos tuvieron
un peso importante en la evolución de las opiniones de los uruguayos (Luna 2007,
Canzani 2005, Chasqueti y Garcé 2005).
Progresista”. En 2005 este partido accede por primera vez al poder, bajo el lema “Encuentro Progresista –
FA – Nueva Mayoría”.
§
El PC y el PN (inicialmente Partido Blanco) surgen los años 30s del siglo XIX, y son la base del sistema
bipartidista uruguayo que llegará hasta finales del siglo XX, siendo tradicionalmente el PC el partido de
gobierno, y el PN el de oposición, salvo en los períodos de gobierno nacionalista (que en el siglo XX han
sido dos, de 1958 a 1966 y de 1990 a 1995). Actualmente estos partidos reúnen sectores de derecha, centro
derecha y socialdemócratas.
**
Para la elección de 2009 el movimiento de los ciudadanos se revierte, crece el centro y la derecha en
desmedro de las posiciones de izquierda (Canzani 2010, Selios 2009).
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Por último, la hipótesis del efecto demográfico propone que el FA crece electoralmente
por una suerte de inercia: los nuevos votantes son mayoritariamente frenteamplistas y
sustituyen a los votantes mayores que muestran una mayor propensión al voto a los
partidos tradicionales (Aguiar 2000, Canzani 2005, González y Queirolo 2000). Ello
sucede porque el FA como organización partidaria fue capaz de producir una
identificación joven, que se acompaña además de una mayor trasmisión familiar de la
pertenencia partidaria (Mieres 1997, Monestier 2001, Queirolo 1999 y 2006, Zuasnabar
2004). Vinculado a estos procesos familiares y de socialización política aparece una
lectura que asume la existencia de un reemplazo generacional del crecimiento electoral
del FA “… ese carácter generacional le confiere una vigorosa inercia al proceso del
cambio del sistema de partidos, porque estos ‘aprendizajes generacionales’ cristalizados
en los años formativos pueden luego modificarse, pero normalmente las modificaciones
son lentas y difíciles” (González y Queirolo 2000: 303).
Ahora bien, la interpretación demográfica del crecimiento electoral de la izquierda fue
relativizada, mostrando que este efecto no fue suficiente para explicar todo el crecimiento
del FA en los períodos inter-electorales, existiendo un crecimiento de su capital político
(Buquet y De Armas 2004, Canzani 2005, De Armas 2009). En definitiva, este capital
político se produce por las acciones y omisiones de los partidos políticos uruguayos, y la
no consideración del mismo es la principal crítica que se le ha formulado al planteo del
efecto demográfico, que “deja escaso margen a la coyuntura política, la competencia
electoral e incluso, a variables extra-políticas” (De Armas 2009:47).
Recientemente, Mieres (2010) analiza las diferencias en las actitudes políticas de delimita
cuatro cohortes previamente definidas, concluyendo que en Uruguay existen diferencias
actitudinales entre ellas. Encuentra que las generaciones más jóvenes son más desafectas,
identificadas como de izquierda y centro izquierda, y votan mayoritariamente por el FA
(Mieres 2010). Su estrategia de análisis es frecuentemente usada en la literatura
politológica (Torcal, Montero y Gunter 2007, Miller 1992), pero tiene la desventaja de no
permitir controlar por los efectos de envejecimiento y las variaciones coyunturales en su
descripción.
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El presente trabajo ahonda en la problemática de las generaciones políticas en Uruguay,
las que se han mencionado para interpretar el efecto demográfico pero no se han
detectado con rigurosidad. Para ello, se utiliza el modelo APC sobre dos variables que
reflejan las preferencias políticas: la autoidentificación ideológica y la intención de voto.
De esta forma, también se apunta a superar la oposición entre efectos sociales y políticos
en la explicación de la reconfiguración del sistema de partidos, puesto que son justamente
las coyunturas políticas y extra políticas las que condicionan la continuidad o el cambio
de las actitudes ciudadanas. A su vez, si ese cambio sí es generacional y es activado,
puede producir mutaciones en la configuración del sistema de partidos.
4. Metodología y datos
La separación de los efectos de edad, período y cohorte en la evolución de una variable
ha representado un desafío metodológico para diversos campos académicos. Hacerlo
implicaría obtener coeficientes específicos que recojan adecuadamente, para cada una de
las tres dimensiones, el impacto sobre la variable de interés una vez que se han eliminado
los efectos de las otras dos dimensiones en juego. Es decir, por ejemplo, que se
obtendrían coeficientes que reflejan el efecto de las sucesivas cohortes una vez que se ha
controlado por el hecho de que cada cohorte ha sido observada en diferentes períodos
(cada uno con sus particularidades) y que al observar una cohorte en el tiempo se va
incrementando la edad de sus miembros (y cada etapa del ciclo vital también presenta sus
particularidades). Análogamente, se tendrían coeficientes para cada edad que controlan
por los períodos en que se observan y las cohortes que la atraviesan, y coeficientes de
período que controlan por las edades y cohortes presentes en cada momento. El análisis
de regresión múltiple es un abordaje natural para realizar la inferencia condicional en que
consiste el problema. Se trata pues, de utilizar una metodología inferencial para abordar
un problema esencialmente descriptivo.
En términos más formales, se buscaría estimar un modelo que explique las variaciones en
una determinada variable (Yjt) a partir de los efectos de las variables de edad (Ai, binaria
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donde i representa cada edad considerada, con i = a1, …, aM ), de período (Pt, binaria
donde t representa cada período considerado, con t = t1, …, tT) y de cohorte (Ck, binaria
donde k representa cada cohorte obtenida, y por consiguiente k = t – i = t1- aM, …, tTa1)††, en el conjunto de individuos {j, con j=1, …, N}. De este modo, el modelo de
regresión lineal vendría dado por la ecuación siguiente:
donde µ es un término constante, εjt es un término de error con E(εjt) = 0 y matriz de
covarianzas diagonal igual a σ2I. Los coeficientes αi de cada edad i aportan una medida
del efecto sobre la variable Y específico las observaciones que poseen esa edad i,
controlando por período y cohorte. Análogamente, los coeficientes
k
t
de cada período t y
de cada cohorte k recogen los efectos de las respectivas variables controlando en cada
caso por las otras que conforman la tríada APC.‡‡
Sin embargo, en este modelo no es posible la estimación de los coeficientes αi,
t
y
k
debido a que existe perfecta colinealidad en todo el conjunto de regresores. La relación
lineal existente entre las variables APC implica que para cada individuo en cada
momento se verifica la siguiente igualdad:
Cjt = Pt - Ajt
Siendo X la matriz que reúne todos los regresores Ai, Pj y Ck, la igualdad anterior se
traduce en una matriz (X’X) singular y por consiguiente no invertible, asociada a un
††
Nótese que esto implica que se tendrá información sobre un número de cohortes igual M+T-1.
Existe un problema de colinealidad perfecta entre los elementos de cada conjunto de variables binarias
que hace imposible la estimación, pero su resolución es simple. La alternativa más utilizada es omitir
arbitrariamente uno de los términos en cada sumatoria, lo que conduce a que los resultados que se obtengan
reflejen los efectos en términos comparativos con los de la variable omitida o “de referencia”. Una
estrategia más utilizada en el marco de enfoques APC consiste en la inclusión de todos los regresores y en
la incorporación de tres restricciones que hacen nulas las sumas de todos los efectos de edad, las de todos
los efectos de período, y las de todos los de cohorte. Estas restricciones implican una reparametrización que
centra los coeficientes αi, t y k. Yang, Fu y Land (2004) muestran que ambas estrategias son análogas y
conducen a una traslación de los parámetros por una constante.
‡‡
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sistema indeterminado que podría admitir múltiples soluciones, evidenciando así la
imposibilidad de distinguir los efectos ocasionados por cada una de las tres variables.
Esta dificultad, que se conoce como “problema de identificación” es el punto de partida
de toda la discusión moderna sobre las técnicas para el análisis de cohortes (Mason y
Wolfinger, 2001).
Las soluciones al problema de identificación han sido diversas. Una primera respuesta
consiste en rigor en eludirlo, y pasa por la utilización de modelos de dos factores (edad y
período, edad y cohorte, período y cohorte). Si bien puede tratarse de un ejercicio útil
para iniciar cualquier análisis APC, sólo podría ser satisfactorio si la teoría y los datos
indicaran que uno de los factores es superfluo (Mason y Wolfinger, 2001).
La incorporación de restricciones al sistema ha sido una forma tradicional de enfrentar el
problema de identificación, propuesta por Mason et al. (1973). En la tradición de
Fienberg y Mason (1978, 1985) y de Mason y Smith (1985), la estrategia convencional en
demografía ha sido la estimación de modelos lineales generalizados restringidos
(CGLIM, por su sigla en inglés) incorporando una restricción adicional arbitraria. Para
ello se requiere información externa que frecuentemente no se encuentra disponible, o se
utiliza alguna restricción que se espera produzca efectos menores, como la igualación de
los dos primeros coeficientes de edad o exigir coeficientes idénticos para cada par de
categorías
adyacentes
(Blossfeld
1986).
Sin
embargo,
los
resultados
varían
significativamente al cambiar las restricciones (Glenn 1976, 1989; Rodgers 1982;
Fienberg y Mason 1985; Kupper et al. 1983; Heckman y Robb 1985; Mason y Smith
1985; Wilmoth 1990)§§.
§§
Otras respuestas han pasado por sustituir alguna de las variables APC por una variable proxy “medida”,
por ejemplo el tamaño de la cohorte en lugar de la clasificación del mismo, en lo que generalmente se
denomina Age Period Cohort Characteristic Model (APCC) (Fienberg y Mason 1985, Heckman y Robb
1985, O’Brien 2000). También se ha propuesto incluir una de las variables APC en forma no lineal, por
ejemplo la edad en forma logarítmica, eliminando el problema de identificación por medio de una elección
de la forma funcional (Holford et al. 1994). Mason et al. (1973) ya sugería esta última posibilidad, que
también fuera recogida por Fienberg y Mason (1985). Desde un enfoque bayesiano, algunos trabajos se
inscriben en la tradición de Nakamura (1986), que propone una estimación de máxima verosimilitud
conjuntamente con un mecanismo de minimización de las diferencias entre parámetros para coeficientes
sucesivos, lo que implica una suavización (smoothing) de la secuencia de parámetros que podría ser
particularmente razonable en el marco del enfoque APC. Siempre y cuando se asuma que los coeficientes
{ PAGE \* MERGEFORMAT }
Un enfoque novedoso para resolver el problema de identificación es el método del
Estimador Intrínseco (IE, por su sigla en inglés), presentado por Fu (2000)*** como
aplicación al enfoque APC del límite de la regresión cresta cuando el factor de
penalización tiende a cero. Fu (2008) sostiene que ante la dificultad de justificar cualquier
restricción de identificación, una cuestión crítica es ver si existe una “super” restricción
que resuelva el problema de identificación, por lo que se trata de encontrar una función
estimable que sea independiente de las restricciones y determine a los parámetros en
forma única. Sin embargo, por largo tiempo se creyó que tal solución no existía (Rodgers
1982, Holford 1985, Clayton y Schifflers 1987), hasta que Kupper et al. (1985) obtuvo
una condición para la existencia de una función estimable con las características
señaladas. Fu, Hall y Rohan (2004) muestran que el IE verifica la condición de Kupper y
es la única función estimable para los modelos de clasificación múltiple†††.
En rigor, el IE introduce una restricción para hacer viable la estimación, pero se trata de
una restricción no impuesta por el investigador sino derivada de las dimensiones de la
matriz X. Smith (2004) señala que el IE puede ser pensado como un promedio sobre
múltiples estimaciones realizadas con diferentes restricciones en el enfoque
convencional. El método consiste en la descomposición del espacio de parámetros a
partir de los valores propios de la matriz de diseño (X’X). Cada uno de los estimadores
del modelo puede ser descompuesto del siguiente modo:
tienen distribuciones separables y que son intercambiables el método permite estimar sin imponer
restricciones arbitrarias (Sasaki y Suzuki 1987). Más recientemente, algunos trabajos se han concentrado en
la utilización de métodos de mínimos cuadrados parciales (Tu, Smith y Gilthorpe 2011) o, en una línea
bastante diferente, la utilización de un “método multi-fase” para la estimación de efectos de cohorte como
efectos multiplicativos de edad y período a través de un proceso no paramétrico de “median polish” (Keyes
y Guohua 2010). También se han explotado métodos vinculados al trabajo en series termporales,
proponiendo estructuras autorregresivas en los coeficientes de cada una de las variables APC bajo el
supuesto de estacionariedad de los efectos de cohorte (Lee y Lin 1996), estimando regresiones splines
(Heuer 1997) o a través de reparametrizaciones dinámicas (Hatzopoulos y Haberman 2011). Robertson,
Gandini y Boyle (1999) presentan una revisión de varias de las metodologías mencionadas.
***
Complementado en Knight y Fu (2000) y Fu y Hall (2006).
†††
La regresión cresta o contraída es un método alternativo al de mínimos cuadrados ordinarios utilizado
para enfrentar el problema de multicolinealidad, presentado por Hoerl (1962). En lugar de buscar el
estimador de mínima varianza entre los estimadores insesgados, se admite sesgo con menor error
cuadrático medio. Con este método es posible estimar incluso bajo colinealidad perfecta, y se minimiza una
versión penalizada de la función de pérdida de mínimos cuadrados.
{ PAGE \* MERGEFORMAT }
donde B es el complemento ortogonal al espacio nulo (núcleo) de la matriz de diseño, y
B0 es un vector del espacio nulo, el vector propio normalizado correspondiente al único
valor propio cero. En este caso B será el estimador intrínseco, y se obtiene a través de una
regresión sobre los componentes principales (vectores propios asociados a los valores
propios no nulos) (Yang, Schulhover-Wohl, Fu y Land 2008).
Diferentes trabajos han mostrado que el IE posee propiedades deseables en comparación
con los estimadores CGLIM, puesto que es asintóticamente eficiente y consistente,
insesgado en muestras finitas, y presenta mejor ajuste a los valores predichos (Yang, Fu y
Land 2004).
Debe observarse que desde los trabajos iniciales de Mason et al. (1973) y hasta los
desarrollos más recientes del IE, los ejercicios de separación de los efectos APC se
realizan sobre una matriz datos en forma de tablas de porcentajes de ocurrencia por edad
y período (modelo “accounting tables” o “multiple classification”). Es decir, el trabajo
aplicado se realiza generalmente para datos agregados por edades en cada período‡‡‡. Así,
el modelo (1) se convierte en:
Si bien la disponibilidad más reciente de datos a nivel individual permite una
aproximación estadística que presenta ciertas virtudes, como la posibilidad de incorporar
variables adicionales de control (Harding 2009) también acarrea mayores complejidades
para la estimación, ya que hace necesario considerar la posibilidad de estimar con efectos
individuales eventualmente correlacionados con la perturbación (efectos aleatorios), en
‡‡‡
El problema de identificación en el caso de datos agregados surge en particular cuando la duración de
los subperíodos es igual a la de los tramos de edades, aspecto que de no verificarse impediría realizar el
seguimiento período a período de una misma cohorte, generando solapamientos entre ellas en los sucesivos
períodos.
{ PAGE \* MERGEFORMAT }
lugar de los efectos fijos aquí utilizados§§§. Por tal motivo en este trabajo se realiza una
aproximación inicial en base a datos agregados por edad/período y empleando el modelo
planteado en (4).
Completando la definición del modelo estadístico, lo habitual en el marco de enfoques
APC es la utilización de los modelos lineales generalizados (GLIM, por su sigla en
inglés), persentados por Nelder y Wedderburn (1972) y McCullagh y Nelder (1989).
Estos permiten una gran flexibilidad para su aplicación a distintos tipos de variable
dependiente, puesto que anidan la posibilidad de aplicación como modelos lineales,
gaussianos, o de poisson, entre otras formas exponenciales. En particular, estos modelos
asumen que cada observación de la variable dependiente resulta de una distribución de
probabilidad, que debe especificarse en el modelo y que en este trabajo se ha supuesto
Poisson. Luego, un predictor lineal de la forma X se asocia a los resultados de la
variable dependiente Y a través de una función de vinculación definida en forma
consistente, y que en este trabajo es una función logarítmica (vínculo canónico para
distribuciones de Poisson). De este modo:
donde Y es el vector de porcentajes de ocurrencia en cada una de las celdas de la tabla
edad/período, X es la matriz de variables binarias de edad, período y cohorte ya
presentada y β es el vector de coeficientes asociados a ese conjunto de variables****. Si el
porcentaje de ocurrencias se expresara como el número de ocurrencias sobre el total de
observaciones en la celda, el modelo (5) podría ser reescrito como:
§§§
Esto implica considerar períodos y cohortes como contextos compartidos por los individuos, en lugar de
considerarlos atributos individuales junto con la edad, y conduce a la utilización de modelos de varios
niveles (Raudenbush y Bryk 2002). Frecuentemente se realizan estimaciones bayesianas de los efectos
aleatorios, y dado que no existe una anidación jerárquica de las personas/año en cohortes y períodos
requiere la utilización de los modelos llamados “cross-classified random effects models” (CCREM).
Ejemplos en esta dirección pueden encontrarse en Yang y Land (2006, 2008), Yang (2006, 2008)
****
Recordando que M es el número de edades consideradas, T el número de períodos disponibles y M+T-1
el número de cohortes analizados, la tabla de ocurrencias por edad/período tendrá MxT celdas, y esa será la
dimensión del vector Y y el número de filas de la matriz X. El número de variables (columnas) en X, y por
consiguiente el número de parámetros estimados será: M+T+M+T-1=2M+2T-1.
{ PAGE \* MERGEFORMAT }
donde se ha retomado la ecuación (4) y se puede apreciar la pertinencia de utilizar una
distribución de Poisson para el número de ocurrencias Oit.
En cuanto a los métodos de estimación, ésta se realiza por máxima verosimilitud††††. El
procesamiento estadístico se ha realizado utilizando Stata 9.2, y en particular el comando
apc_ie presentado por Schulhofer-Wohl y Yang (2006).
Para el trabajo empírico se han utilizado las bases de encuestas anuales de
Latinobarómetro para el período 1995-2008 (exceptuando 1999, año en que no se realizó
la encuesta). En el caso de Uruguay la encuesta ha sido implementada por la consultora
Equipos MORI, con un tamaño de muestra de 1200 casos‡‡‡‡. Se trata de una muestra
probabilística de hogares, en 2 etapas y por cuotas de edad y sexo en la etapa final, posee
un error muestral constante en todos los períodos de 2.8% para un nivel de confianza del
95%. La representatividad de la muestra fue incrementándose en el tiempo, y siendo del
70% del total del país en 1995, ascendió a 80% en los períodos 1996 a 2002 y alcanzó el
100% desde el año 2003. De este modo, la información utilizada proviene de encuestas
de sección cruzada repetidas, conformando lo que a veces se denomina “pseudo-panel” y
donde a diferencia del caso de datos tradicionales de panel se observan individuos
diferentes en cada período.
Como puede observarse en el Gráfico 1, respondiendo a la distribución etaria de la
población el número de casos en cada edad desciende marcadamente a partir de los 75
años. En el caso de contar con muy pocos individuos el análisis se ve afectado, ya sea por
una mayor variabilidad de los resultados o directamente impidiendo la estimación, por lo
que se ha optado por descartar todos los casos con 75 años o más.
††††
Si bien es frecuente trabajar con el método de Newton-Raphson, aquí se han obtenido mejores
resultados por medio del algoritmo iterativo de mínimos cuadrados reponderados (IRLS, por su sigla en
inglés).
‡‡‡‡
A excepción del año 1995 en que el tamaño de muestra fue de 1212 casos, y del año 1997 en que
ascendió a 1189.
{ PAGE \* MERGEFORMAT }
Gráfico 1
Número de observaciones por edad y período
Uruguay, 1995-2008
Con la información disponible es posible obtener estimaciones para todas las edades entre
18 y 74 años, para todos los períodos entre 1995 y 2008 (exceptuando 1999) y para las
cohortes que van desde los nacidos en 1921 hasta 1990. En la Figura 2 se presenta algo
similar a lo que se conoce como Diagrama de Lexis, y allí se ha marcado la información
disponible en el área sombreada, así como las cohortes presentes en el conjunto de
información utilizado. Adicionalmente, se han representado sobre el gráfico algunas
generaciones que en la literatura suelen mencionarse o que a priori podría pensarse que
posean rasgos distintivos (Mieres 2010). Como puede apreciarse, la mayoría de las
cohortes es observada en 14 períodos, pero ello no sucede con las cohortes de ambos
{ PAGE \* MERGEFORMAT }
extremos de la muestra. Tanto las cohortes de los nacidos antes de 1933 y después de
1977 se observan en menos oportunidades, y en los casos extremos de las cohortes 1921
y 1999 se cuenta con una sola observación (a los 75 y a los 18 años de edad
respectivamente). Esto hace que en los casos de las cohortes extremas la posibilidad de
discriminar entre efectos de edad y de cohorte sea muy limitada, y que por ende las
estimaciones obtenidas para los efectos de cohorte sean menos confiables al acercarse a
los extremos del rango considerado. Asimismo, en los casos en que sí se cuenta con 14
observaciones, debe señalarse que también se presenta alguna limitación, puesto que se
está muy lejos de observar a algunas cohortes atravesar todo el rango de edades, lo que
haría mucho más precisas las estimaciones.
Figura 1
Tabla de Edad por Período
Algunas generaciones en el diagrama de Lexis
La Figura 1 también lleva a señalar un aspecto interesante de esta metodología, y es que
permite una aproximación al impacto de fenómenos sucedidos en un pasado bastante
remoto, a partir de datos de un período corto hacia atrás. Así, lo que se puede apreciar son
los rastros de esos episodios del pasado en las opiniones actuales de los individuos (19952008). Es decir, no se recoge la opinión en el pasado lejano ni tampoco una opinión
retrospectiva (recogida en el presente pero referida a lo que se opinaba en el pasado).
En cuanto a las variables analizadas, éstas serán detalladas en la sección siguiente. Debe
señalarse que si bien la formulación de las preguntas utilizadas y las opciones propuestas
se mantienen año a año en la encuesta, el formulario en su conjunto cambia, así como la
posición de cada pregunta dentro del mismo.
En la sección siguiente se presentan los resultados obtenidos. Debe advertirse que éstos
podrían verse afectados por cambios en la población que alteran la composición de los
cohortes pero que no se originan en nacimientos y decesos, sino por ejemplo en
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movimientos migratorios. En el caso de Uruguay este hecho puede ser especialmente
importante en el período considerado.
5. Resultados: perfiles generacionales de autoidentificación y voto
En Uruguay la autoidentificación ideológica es la mayor variable diferenciadora del
comportamiento electoral en los últimos 20 años, relevante más allá de sus significados
variables y particulares, pues explica y predice comportamientos y resultados políticos
(Canzani 2005, Buquet y De Armas 2004, Buquet y Selios 2004). Además, en las
encuestas de opinión pública Uruguay se distingue en la región por la alta proporción de
ciudadanos que reconoce el eje izquierda-derecha y es capaz de posicionarse en él,
ubicándose muy por encima del promedio latinoamericano§§§§.
La encuesta Latinobarómetro recoge la variable de autoidentificación ideológica a través
de la siguiente pregunta: “En política se habla normalmente de ‘izquierda’ y ‘derecha’.
En una escala dónde ‘0’ es la ‘izquierda’ y ‘10’ la ‘derecha’, ¿dónde se ubicaría Ud.?” A
los efectos de construir datos de proporciones en forma de tabla edad/período, la variable
fue dicotomizada tomando como izquierda aquellos casos con respuestas de 0 a 3 en la
escala original.
La información sobre intención de voto se releva a partir de la pregunta: “Si este
domingo hubiera elecciones, ¿Por qué partido votaría Ud.?”. Para su análisis desde el
enfoque APC se han definido las tablas de edad/período con porcentajes de ocurrencia
para dos variables: voto al FA y voto al PC o al PN.
El Gráfico 2 presenta los resultados del análisis APC para la variable recodificada. Los
coeficientes por período describen una tendencia creciente, con picos favorables a la
izquierda en 2000 y 2005 que coinciden con el ciclo electoral, y una caída notoria en
2002 posiblemente vinculada a la profunda crisis económica de ese año. Los coeficientes
§§§§
La Encuesta Latinobarómetro muestra que Uruguay presenta niveles de no respuesta en el entorno del
10% cuando en los demás países latinoamericanos ronda el 20% (promedios 1995-2005).
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por edad muestran una evidencia clara en cuanto a la mayor propensión a la izquierda en
la juventud, y alguna evidencia de que a edades mayores a los 35 años existe una
propensión a la izquierda crecientemente baja. Este resultado es coincidente con la frase
atribuida a Winston Churchill: “Si no eres liberal a los 25 años, no tienes corazón. Si no
eres conservador cuando llegas a los 35, no tienes cerebro” (tomado de Tilley 2002) y
reafirma el fenómeno conocido en Uruguay de que los jóvenes tienden a identificarse con
la izquierda.
Gráfico 2
Autoidentificación ideológica de izquierda
Los coeficientes por cohorte muestran con claridad la existencia de un primer conjunto,
conformado por aquellos nacidos en los años 20s y hasta 1945, que están muy poco
identificados con la izquierda en el período de análisis (1995-2008). Sí se encuentra un
efecto nítido hacia la izquierda en los nacidos entre 1948 y 1966. En las cohortes
siguientes (1967-1983) se observa un cambio de patrón, con efectos aún positivos pero
una tendencia aparentemente decreciente, una mayor volatilidad y menor cantidad de
coeficientes significativos. Finalmente, las últimas cohortes, a partir de los nacidos en
{ PAGE \* MERGEFORMAT }
1984, tienen coeficientes significativos y negativos, aunque de magnitud menor a los de
las cohortes de los años 20s y 30s*****.
Cuando se realiza el análisis APC sobre la variable de voto al FA se encuentran
variaciones en cada uno de los componentes llamativamente similares a las de la
identificación con la izquierda. Los resultados obtenidos se presentan en el Gráfico 3,
donde se aprecia que en términos de período se obtiene la misma tendencia creciente que
en la autoidentificación de izquierda, aunque el voto muestra mayores variaciones
vinculadas al ciclo electoral. El hecho de que en ambas variables todos los coeficientes
posteriores al año 2000 sean mayores que los anteriores podría ser una indicación de un
cambio discreto en la tendencia, pero la ventana de períodos observada es demasiado
corta para poder verificar esa hipótesis. El balotaje, la posterior crisis económica, o la
consolidación de las familias ideológicas, podrían ser elementos explicativos de ese salto.
El Gráfico 3 reafirma el perfil encontrado en los coeficientes edad de la
autoidentificación con la izquierda, aunque en este caso el efecto favorable en la juventud
es más marcado y aparece un efecto importante de baja propensión al voto frenteamplista
en las edades avanzadas.
*****
Como se señaló en la sección anterior, los coeficientes deben ser tomados con cautela en los casos de
las primeras y últimas cohortes analizadas (por tratarse de las esquinas de la tabla de edad/período).
Asimismo, debe tenerse en cuenta que estos coeficientes no son interpretables en su magnitud absoluta, ya
que las restricciones impuestas hacen que éstos aporten información en términos relativos a las otras
categorías de cada variable.
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Gráfico 3
Intención de voto al partido FA
En intención de voto al FA es coincidente en su perfil por cohortes con lo encontrado en
la identificación con la izquierda, y permite robustecer la descripción de generaciones en
materia de preferencias políticas. En la primera generación encontrada, los individuos
cuya socialización se da con anterioridad al estancamiento económico tienen una muy
baja propensión a la identificación con la izquierda y al voto al Frente Amplia.
La segunda generación aparece claramente identificada con la izquierda y el FA, e
incluye desde aquellos que vivieron su primera juventud finalizando los años 60s hasta
los que lo hicieron en los últimos años de dictadura. Una aparente tendencia creciente en
la autoidentificación de izquierda podría inducir a pensar que a mayor proporción de años
de educación bajo dictadura, mayor es el coeficiente hacia la izquierda, aunque en el voto
al FA podría haber un inicio de descenso a partir los nacidos en 1960. Otra característica
compartida por este grupo es que la mayoría de ellos votó por primera vez en el plebiscito
de 1980 y en las elecciones nacionales de 1984.
El quiebre observado en la cohorte de los nacidos en 1967 marca el inicio de la tercera
generación, que se socializa en un país en democracia y que ejerce la ciudadanía a partir
de la década de los 90s, y cuyo rasgo distintivo sería una menor propensión a la izquierda
y al voto al FA. Por último, las cohortes que comienzan su juventud en los años 2000
parecen tener un coeficiente negativo que indica una no identificación con la izquierda.
La variable derecha, por su parte, agrupa las respuestas con valores 7 a 10 en la
codificación original. Realizando una estimación análoga a la anterior para los efectos
APC, en el Gráfico 4 se presentan los resultados para la autoidentificación con la derecha
y en el Gráfico 5 los del voto a los partidos tradicionales, que son analizados
conjuntamente porque así se distinguen resultados más claros, excepto en el caso del
{ PAGE \* MERGEFORMAT }
período, dónde las evoluciones son muy diferentes. Por lo demás, la evolución en los
componentes del modelo APC es muy similar.
Gráfico 4
Autoidentificación ideológica de derecha
Se pueden apreciar algunos efectos que son la contracara de lo observado para las
variables izquierda y voto al FA. En cuanto a período, se observa que el alto valor
registrado para izquierda y FA en el 2000 también se encuentra en la derecha y en el PC.
Luego de éste momento, en la identificación de derecha y con el PC se produce una
pronunciada caída. Por otro lado, el pico de izquierda en 2005 se produce
simultáneamente a una caída muy marcada de la derecha, que se mantiene en niveles
bajos desde 2003. Es interesante observar que el efecto período no es igual para
Colorados y Nacionalistas, los primeros coinciden con la tendencia de autoidentificación,
mientras que los segundos no. Esto demuestra que los efectos de coyunturas impactaron
de manera muy diferente a los miembros de la familia tradicional. En cuanto a los
coeficientes de edad, éstos muestran con especial elocuencia una tendencia muy fuerte
hacia la derecha para edades mayores a los 60 años, y esta se acentúa con el
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envejecimiento. Entre los votantes de los partidos tradicionales este efecto se presenta
pero menos marcado que para la autoidentificación.
Gráfico 5
Intención de voto a los partidos tradicionales
(PC y PN)
Los resultados por cohorte no espejan los obtenidos para la variable izquierda y para el
voto al FA en todos los grupos. Sí lo hacen con nitidez en el grupo de los nacidos entre
1930 y 1945, que son cohortes donde la derecha y los partidos tradicionales tienen un
peso significativo. La significación de estas cohortes proviene principalmente de una
fuerte intención de voto al PC, ya que en el PN no se presentan perfiles generacionales
que sobresalgan.
La variable derecha no muestra coeficientes negativos en la segunda generación, que
destaca por su sesgo a la izquierda, lo que es consistente con la mayor identificación de
centro que se ha encontrado para esta generación†††††. Sin embargo, las preferencias
electorales sí muestran coeficientes negativos para el voto a los partidos tradicionales en
una parte de esta generación, y esto proviene principalmente de una baja propensión al
voto al PC.
La tercera generación, que tenía un coeficiente débil hacia la izquierda, tampoco muestra
efectos favorables a la derecha ni a los partidos tradicionales. Por su parte, en la última
generación identificada el coeficiente negativo reseñado para la variable izquierda se
complementa con coeficientes también negativos en la variable derecha, acompañado por
un incremento de la identificación con el centro. En cuanto al voto, se trata de una
†††††
Estos resultados no se presentan en este trabajo pero, al igual que otros que se mencionan en secciones
próximas, se encuentran disponibles por solicitud a los autores. La variable centro toma las respuestas con
valores 4 a 6, y si bien en ella no se evidencian efectos de cohorte muy marcados, aunque sí aparecen
coeficientes positivos en la primera mitad de la segunda y en la cuarta generación.
{ PAGE \* MERGEFORMAT }
generación caracterizada por coeficientes negativos en el voto al FA y a los partidos
tradicionales, alto peso de otras opciones y de no respuesta‡‡‡‡‡.
6. Conclusiones
Como aspecto central, destaca el grado de similitud entre las variables autoidentificación
de izquierda y voto al FA, y entre autoidentificación de derecha y voto a los partidos
tradicionales. Aún más, estas similitudes alcanzan a cada uno de los tres componentes del
modelo APC. Este trabajo constata que la edad, el período y la cohorte tienen efectos
importantes en la explicación de las preferencias políticas de los uruguayos.
En primer lugar, se detecta un claro efecto de ciclo vital –ageing- los jóvenes tienen
posiciones y preferencias de izquierda que se moderan en la adultez y se vuelven
conservadoras en los últimos años de la vida. Es importante notar que la evidencia
presentada se diferencia de los efectos frecuentemente encontrados en la literatura
nacional, porque en este caso se controla por las distintas cohortes que atraviesa cada
edad.
En segundo término, los efectos de período distinguen variaciones en las preferencias y
muestran una tendencia hacia la izquierda y FA, y un componente cíclico asociado a la
dinámica electoral, además de las especificidades que se recogen en cada año en
particular. En definitiva, estas variaciones depuradas de los componentes explicados por
el envejecimiento y por las cohortes presentes en cada momento, recogen lo que en la
literatura se denomina crecimiento político neto, por lo cual los resultados aquí
presentados verificarían la existencia de ese fenómeno (De Armas, 2009).
‡‡‡‡‡
Finalmente, en lo que refiere a no respuesta a la variable de autoidentificación, aunque no se reportan
los resultados puede mencionarse que los efectos de cohorte aproximan una forma de U, siendo altos para
la primera y la cuarta generación, y no significativos o negativos para las generaciones intermedias. Sería
razonable pensar que esto es consistente con una inadecuación de la dimensión izquierda-derecha en el caso
de la primera generación, mayormente alineada en torno a identidades partidarias que cubrían un amplio
espectro en la escala ideológica, y un menor involucramiento en el caso de la cuarta generación,
probablemente asociado a las tendencias generacionales globales.
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En tercer lugar, la metodología utilizada, permite detectar cuatro generaciones según
preferencias políticas en Uruguay porque surgen diferencias consistentes en los cohortes,
y porque se vinculan razonablemente con sus etapas de socialización marcada por
importantes coyunturas políticas. La primera (1920-1945) refleja el Uruguay bipartidista,
fuertemente marcado por identidades partidarias prevalecientes sobre las identidades de
izquierda o derecha. Esta generación presenta un alto peso de la derecha, muy bajo peso
del centro y la izquierda, y altos niveles de no respuesta. Además, votan en mayor
proporción a los partidos tradicionales, y tienen coeficientes negativos en la intención de
voto al FA. Cabe enfatizar que este efecto es independiente del que proviene del
envejecimiento, que también se ha mostrado que influye favorablemente en el voto a los
partidos tradicionales y negativamente en el voto al FA.
La segunda generación (1948-1966), socializada en los años 60s y 70s, se ubica
naturalmente en la distinción ideológica (con niveles muy bajos de no respuesta) y se
orienta fuertemente a la izquierda y en menor medida al centro. Esta es la generación más
claramente frenteamplista, y si bien las primeras cohortes que la componen tienen aún
una alta propensión a votar a los partidos tradicionales, desde los nacidos en 1956 en
adelante se observan coeficientes significativos de signo negativo.
La tercera generación (1967-1983) atraviesa la juventud en los primeros años de
democracia y se ve marcada por efectos significativos pero moderados hacia la izquierda,
y en ella no aparecen como relevantes ni el centro ni la derecha y los porcentajes de no
respuesta también son bajos. Su intención de voto a los partidos refleja ese mismo patrón.
Finalmente, la cuarta generación (1984-1989) refleja el Uruguay de la consolidación de
las familias ideológicas, de la competencia por el centro del espectro político, y del nuevo
milenio. No se caracterizan por no ser ni de izquierda ni de derecha, existe un importante
peso del centro y elevados niveles de no respuesta. En cuanto al voto partidario, se
diferencian de la generación anterior por una disminución aún mayor en los coeficientes
de intención de voto a todos los partidos y el consiguiente aumento de otras opciones o
no respuestas.
{ PAGE \* MERGEFORMAT }
De acuerdo a esto, por algunos años cabe esperar que vía recambio demográfico salgan
del electorado las generaciones más propensas a votar a los partidos tradicionales. Pero
en las elecciones de 2014 y 2019 comiencen a salir de los padrones las primeras cohortes
de izquierda que componen la segunda generación. Mientras tanto, las nuevas cohortes ya
no presentan el perfil de izquierda de las generaciones que ingresaron hasta la elección de
2004. Esto no implica que los jóvenes que ingresan a los padrones actualmente no sigan
siendo de izquierda, lo son por ser jóvenes, pero su marca generacional presenta un
componente de centro y menor vinculación con los partidos tradicionales y con el FA.
No obstante, siguiendo a Ryder (1965), simplemente “[afirmar que la causa del cambio
social es el reemplazo demográfico sería equivalente a explicar una variable por una
constante, sin embargo, cada nueva cohorte es una intermediaria posible en el proceso de
transformación, un vehículo para la introducción de nuevas posturas. Las nuevas cohortes
ofrecen la oportunidad para que el cambio social que se produzca]”. Así, las futuras
modificaciones en las preferencias políticas podrán variar por la forma que adquiera en el
futuro la tendencia a la izquierda identificada, por el impacto que tengan los próximos
ciclos electorales, por las características de cada coyuntura y lo que en ella hagan los
actores e instituciones políticas, y nada de ello puede adelantarse. Sin embargo, lo que es
posible afirmar es que los resultados de todo lo anterior dejarán una marca en las
generaciones que hoy atraviesan el período más intenso de su socialización política.
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