Emilio Crenzel (UBA - CONICET)
Capítulo 14. El Operativo Independencia en Tucumán
Entre 1966 y 1975 la provincia de Tucumán atravesó una serie de profundos cambios
económicos, sociodemográficos, políticos y culturales. Su estructura económica y social se
modificó al compás de la crisis que a partir de 1966 atravesó la agroindustria azucarera, la
más relevante de la provincia, al cerrarse 11 de los 27 ingenios existentes. Al mismo tiempo,
la producción se concentró en manos de los ingenios restantes y, tras estos procesos, la
desocupación alcanzó al 15% de la Población Económicamente Activa y la población
provincial disminuyó en casi un tercio producto de la emigración, suscitada por la crisis, hacia
las periferias de las grandes ciudades del país. 1
En el plano político, el proceso de polarización y radicalización política abierto en el
país en 1955 con el derrocamiento y proscripción del peronismo y la influencia de la
Revolución Cubana en 1959, tuvieron una expresión particular en Tucumán. En la provincia
surgieron corrientes clasistas y combativas en el movimiento obrero que enfrentaron a la
burocracia sindical; Tucumán fue epicentro de un ciclo de lucha de calles, los
“Tucumanazos”, desenvueltos entre 1969, en paralelo al “Cordobazo”, y 1972,
protagonizados principalmente por el movimiento estudiantil universitario; registró una fuerte
presencia del movimiento de sacerdotes “tercermundistas” que enfrentó a las corrientes
“cursillistas” dominantes en la estructura de la Iglesia provincial y fue escenario de la
emergencia de guerrillas rurales y urbanas.2 En este contexto, se desarrolló un potente y
novedoso movimiento cultural que se manifestó en la renovación crítica de la producción
musical, cinematográfica, plástica, literaria y teatral, en la creación de grupos de
alfabetización y de organización popular que, con vínculos disímiles con las organizaciones
que expresaban la radicalización política, cuestionaron y transformaron las representaciones
artísticas y culturales en la provincia. 3
Este movimiento político y cultural heterogéneo que puso en tela de juicio las pautas de
las relaciones sociales establecidas y los valores instituidos, fue caracterizado por los sectores
1
Sobre la crisis de la industria azucarera ver, en especial, Murmis y Waisman; sobre los cambios en la estructura
ocupacional y demográfica de la provincia, ver Cuenya.
2
Sobre los “Tucumanazos”, ver Crenzel 1991. Sobre los sacerdotes tercermundistas ver, entre otros, Pontoriero
1991; Sobre las luchas obreras del período, ver Sigal; sobre la guerrilla en Tucumán ver, en especial, Pozzi.
3
Ver, en especial, Longoni y Metsman; Tossi, 2006; Orquera; Fernández 1999 y Wyngaard.
dominantes como parte del fenómeno “subversivo” y de la expansión a escala mundial del
comunismo. En 1975, la desarticulación, mediante el aniquilamiento físico, de los sectores
contestatarios de la provincia se instaló como la meta de aquellos actores que procuraban restituir
la obediencia, la disciplina y los valores tradicionales como forma de resolver la crisis que,
entendían, cuestionaba al orden social imperante.
En este artículo me propongo analizar el manuscrito inédito escrito por el general Acdel
Vilas quien condujo el operativo contrainsurgente “Independencia” en la provincia de Tucumán.4
Este operativo, ordenado por la presidente constitucional María Estela Martínez de Perón en
febrero de 1975, habilitó la participación legal de las Fuerzas Armadas en la “lucha contra la
subversión”.5 Vilas condujo el operativo Independencia desde su inicio hasta diciembre de 1975
y luego fue reemplazado en el comando de las operaciones por el general Antonio Domingo
Bussi quién, tras el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, sería designado, por la Junta
Militar, gobernador de Tucumán.
Tras la disposición legal que le dió origen, el operativo “Independencia” fue estructurado
de manera fáctica en base a una serie de procedimientos ilegales que adelantaron la modalidad
que asumiría la represión implementada por las Fuerzas Armadas a nivel nacional tras el golpe
de Marzo de 1976: la desaparición forzada de personas cuya secuencia comportaba su secuestro,
su reclusión en centros clandestinos de detención, su tortura sistemática, su mayoritaria
eliminación física, el ocultamiento de sus cuerpos y la negación oficial de toda responsabilidad
en estas prácticas.
El “Manuscrito de Vilas”, redactado en 1977 cuando su autor era el segundo comandante
y Jefe de Estado Mayor del 5to Cuerpo de Ejército y Jefe de la Sub Zona 51 con asiento en Bahía
Blanca, y cuya publicación fue prohibida por la conducción de las Fuerzas Armadas dada la
admisión por parte de su autor de las prácticas ilegales, describe con meticulosidad las formas y
4
El general Acdel Edgardo Vilas nació en Corrientes el 20 de Junio de 1925 e ingresó al Ejército el 2 de Agosto
de 1943. Perteneciente al arma de Infantería, egresó en la promoción número 75 con el título de Oficial del
Estado Mayor y con el orden de mérito 27. De orientación católico-nacionalista, Vilas mantuvo durante el
gobierno de María Estela Martínez de Perón, fuertes vínculos con el ministro de bienestar social José López
Rega, uno de los creadores de la Alianza Anticomunista Argentina, conocida como Triple A. Como jefe de la V
Brigada del Ejército, fue Jefe de la Subzona 32 desde enero hasta diciembre de 1975. Durante el operativo
Independencia, Vilas tuvo bajo su responsabilidad el accionar represivo en las provincias de Tucumán, Salta y
Jujuy, así como el funcionamiento de los Centros Clandestinos de Detención en las mencionadas provincias. A
partir de diciembre de 1975, como 2° comandante del V Cuerpo de Ejército (Bahía Blanca), fue el jefe de la
subzona 51. En 1983, fue precandidato a la presidencia de la Nación por el Partido Justicialista. Acusado de
graves violaciones a los derechos humanos, fue indultado por el presidente Menem por decreto 1002, el 7 de
octubre de 1989.
5
El artículo 1 del decreto 265 del 5 de febrero de 1975, firmado por la Presidente María Estela Martínez de
Perón y sus ministros, autorizaba a “ejecutar las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos que actúan en la provincia de Tucumán”. Para otros
análisis del manuscrito de Vilas, ver Andersen, 150-170, desde el punto de vista político-militar, Crenzel 1997 y
Artese y Roffinelli.
contenidos que asumió el “Operativo Independencia” en la Provincia de Tucumán.6 El
manuscrito de Vilas, además, se ofrece como un documento que permite una aproximación a la
comprensión que, en ese entonces, tenían las Fuerzas Armadas sobre el “problema subversivo”,
las raíces del fenómeno al que se enfrentaban, y sus manifestaciones en la provincia. Este
manuscrito asume la forma de un “diario de guerra” basado en el testimonio en primera persona
de su autor, quien relata la experiencia directa al comando de las Fuerzas Armadas en la lucha
antisubversiva en Tucumán, y pone de manifiesto que, desde su perspectiva, había un “nosotros”
y un “otro” que se enfrentaban en la provincia. Como dato relevante de su explicación de las
características que asumió esa confrontación, Vilas propone que lejos de tratarse de un
enfrentamiento exclusivamente militar, el combate se libraba, esencialmente, en el terreno
cultural. En este artículo, me propongo analizar qué escenario visualizaba Vilas en ese plano,
cuáles eran los perfiles y las personificaciones de la cultura subversiva que buscó erradicar de la
provincia durante el operativo “Independencia”, y que valores culturales, en paralelo, buscó
defender y consolidar y con qué aliados contó para esos fines.7 Por ello, considero que el artículo
puede brindar una comprensión más amplia acerca de la naturaleza del ejercicio estatal de la
violencia política y la desarticulación de la cultura crítica y radicalizada cuya presencia era
notoria en Tucumán de los años sesenta y setenta.
Una "guerra cultural"
En el relato que ofrece Vilas en su manuscrito sobresalen dos indicadores que revelan
su caracterización del operativo Independencia y de la tarea que llevaría a cabo, como su jefe,
en Tucumán. El primero, es el título del primer capítulo de su texto: “Dios lo quiso”.
Mediante este capítulo, Vilas procura presentar al lector la responsabilidad que le cupo en la
provincia, dentro de la lucha antisubversiva. El segundo indicador, es el relato de una de las
escenas fundacionales del operativo contrainsurgente. Relata Vilas que: “Ya transcurría la
segunda semana de febrero y, sabiendo la inminencia de la fecha del enfrentamiento, concurrí
a la Iglesia de la Merced, me arrodillé ante la Virgen y pedí de su bondad, sabiduría y una
inquebrantable fe para que me ayudase en la conducción de las operaciones. Ahí estaba yo,
solo, rezando en el medio de la noche a la Santísima Madre de Dios, cuando se me ocurrió
pensar que alguna vez frente a Ella, pidiéndole otro tanto, se había arrodillado Don Manuel
Belgrano. Allí, le ofrecí a la virgen mi bastón de mando en agradecimiento” (Vilas, 49)
D’Andrea Mohr, (54) califica al manuscrito de Vilas como “la más amplia confesión criminal de un
comandante de tropas”.
7
Para un pionero debate del impacto de la última dictadura en la cultura argentina, ver Sosnowski.
6
Mediante esta apropiación simbólica, Vilas construye una genealogía histórica en la
cual se enlaza a sí mismo con uno de los próceres nacionales, el general Manuel Belgrano,
quien antes de la batalla de Tucumán en 1812, en el marco de la guerra de Independencia
contra los españoles, le ofrenda su bastón de mando e invoca la protección de la virgen María.
De este modo, Vilas se propone a sí mismo como un héroe y se postula como un continuador
de la gesta independentista reforzando un sentido ya presente en el propio nombre del
operativo militar que comandaba: la consideración de que éste formaba parte de una cruzada
en defensa de valores caracterizados como tradicionales y nacionales. En ese mismo acto,
Vilas retrata el perfil del enemigo a enfrentar proponiéndolo como ajeno al territorio nacional.
La impronta religiosa presente tanto para explicar su presencia en Tucumán, como en el acto
de ofrecer su bastón de mando a la virgen mimetiza a la nación con la religión católica. Es la
“nación católica” la que se encontraría amenazada y en guerra y a la cual Vilas se dirigiría a
defender.8
En función de ello, la política represiva desencadenada a partir del Operativo
Independencia registrará una serie de modificaciones substantivas respecto a la desplegada
por el anterior jefe de la V Brigada con asiento en Tucumán, el entonces General de Brigada
Luciano Benjamín Menéndez quien, en agosto y noviembre de 1974, había incursionado en la
selva del sudoeste de la provincia procurando establecer combate con el Ejército
Revolucionario del Pueblo (ERP) organización que, en el primer semestre de 1974, había
establecido un destacamento guerrillero en esa zona. 9
Vilas confrontará con la tesis que “insistía en sostener que el meollo del problema
estaba en el monte y que, consecuentemente, adoptando los medios necesarios para la lucha
contra la guerrilla en la selva, el brote subversivo sería aniquilado”. Entendía, en cambio, que
la guerrilla era sólo la manifestación armada de un fenómeno más complejo y abarcador, “la
8
Sobre esta conjunción, ver Zanatta y Devoto. Sobre la relación de la Iglesia con la dictadura, ver Obregón.
La guerrilla rural del Ejército Revolucionario del Pueblo empezó a operar el día 30 de Mayo de 1974 con el
copamiento de la localidad de Acheral en el Departamento de Monteros en el sudoeste de la provincia (Ver
Estrella Roja). Según las propias fuentes guerrilleras, la “Compañía de Monte” nunca superó los 120 o 140
combatientes. El propio General Vilas en varias grillas que a modo de anexo presenta en su libro, en las cuales
figuran los nombres reales, de guerra, edad, fecha de incorporación al ERP, a la Compañía de Monte, profesión y
situación del nombrado, señala que entre agosto y octubre de 1974 la “Compañía de monte” contaba con 69
miembros, 73 entre enero y Mayo de 1975 y 87 entre Junio y Diciembre de 1975. Vilas, 1977: anexo. Sobre las
características de la táctica antiguerrillera que desarrolló el General Menéndez, ver Fernández, 1983. Este texto
presenta el testimonio del comisario Peregrino Fernández ante la Comisión Argentina de Derechos Humanos
(CADHU), en Ginebra Suiza, el 29 de Marzo de 1983. En dicho testimonio, Fernández, declara haber
participado junto a oficiales, suboficiales y tropa de la Dirección de Orden Urbano al mando de Alberto Villar,
posteriormente Jefe de la Policía Federal y de la tristemente célebre triple A, (Alianza Anticomunista Argentina),
organización parapolicial de extrema derecha, en rastrillajes en el monte y en las zonas cercanas a Acheral y
Lules y de haber colaborado con fuerzas militares en procedimientos de allanamientos de domicilios particulares.
Fernández, 1983: 18.
9
subversión”. El fenómeno subversivo, para Vilas, tenía por verdadera causa a una cultura
ajena a los valores nacionales. Esta cultura se manifestaba en múltiples planos de la realidad
política y social de la provincia. En palabras de Vilas, “Allí estaban los colegios y
universidades, los sindicatos y las parroquias trabajadas, desde antiguo, por la acción
psicológica del Marxismo y sus agentes. A mi llegada, Tucumán estaba pintado de cabo a
rabo con leyendas donde se proclamaban las banderas del Marxismo-Leninismo, oponiéndolo
a un ejército calificado de “torturador”, “asesino” y “fascista”. Pero no sólo eso. El sacerdocio
tercermundista predicaba a voz en cuello la necesidad de una revolución socialista, mientras
la corrupción de la “ortodoxia” gremial daba pié al surgimiento de los “gremios combativos”.
De los claustros mejor ni hablar, allí presidía “la plana mayor de la subversión” (Vilas, 20).
La subversión, entonces, en la mirada de Vilas, reflejaba una cultura y un "estado de
los cuerpos", caracterizados por la indocilidad, lo diferente a lo considerado apropiado dentro
de los valores de la cultura “Occidental y Cristiana” o de aquello que, para las Fuerzas
Armadas, supusiera una conducta o la difusión de valores desviados, opuestos o antagónicos a
los del orden social existente. De este modo, lejos de identificar a la subversión con la
guerrilla, este concepto involucraba un espectro mucho más amplio de escenarios, actores,
prácticas y valores. Se trataba, desde su concepción, de una “guerra total” es decir, los
subversivos podían estar presentes en todos los estamentos de la vida social y el ejercicio de
su “acción disolvente” trascendía el uso de las armas de fuego.
La disputa se dirimía, para el general, fundamentalmente en el orden simbólico, de las
ideas, de las representaciones y de los valores. En este sentido, Vilas afirmará una y otra vez a
lo largo de su manuscrito que la guerra que se desarrollaba era una “guerra de almas”, una
guerra “eminentemente cultural” y que el combate esencial se debía centrar en una lucha de
valores ya que la guerrilla era sólo la manifestación armada del proceso subversivo y no la
más importante. Era, tan sólo, “la punta del Iceberg”.10 La guerra cultural, para Vilas, hundía
sus raíces en la erosión de la cosmovisión católica que supuso la reforma y la revolución
francesa y, contemporáneamente, era la nueva modalidad que asumía la estrategia marxista a
escala global en el marco de la guerra fría, dada la imposibilidad para el campo socialista, de
desenvolver una confrontación militar a gran escala contra Occidente. La “guerra cultural”
era, sin embargo, también una batalla a muerte, en el orden de las ideas, cuyo objetivo para
los subversivos era trastocar el orden social socavando sus raíces culturales.
10
“Yo no iba a confundir a la guerra con el ruido de las armas” (Vilas, 29).
Esta confrontación, la porción invisible de la amenaza subversiva, según Vilas, estaba
alimentada no sólo por la pobreza o las condiciones económico sociales sino por una crisis de
valores y de instituciones que abarcaba a todo Occidente y que profundizarán las “minorías,
usualmente llamadas “intelectuales” o “universitarias” de raíz marxista y liberal que gestan las
llamadas “contraculturas” y las “culturas de subversión” que procuran el "deterioro y la
corrupción de los valores, las instituciones y los ideales tradicionales y nacionales" a partir del
“control de las actividades científicas, intelectuales, artísticas, religiosas y profesionales que
gravitan decisivamente sobre la vida de los estados” (Vilas, 160-161)
Al igual que de las experiencias de las guerras coloniales de las cuales extrajo
enseñanzas para la lucha, este enemigo tenía la propiedad de invisibilizarse en el resto de la
población ya que era un “otro” que no poseía rasgos físicos distintivos, ni usaba un uniforme
militar que lo identificaba como miembro de un ejército extranjero. Tampoco, tenía características étnicas diferenciadas. Se trataba, entonces, de un tipo de enfrentamiento cualitativamente
diferente a las guerras clásicas y convencionales en las cuales estos atributos facilitaban su
identificación.
Una guerra sucia y solapada
La idea de que la provincia afrontaba una situación de guerra recorre por entero el
manuscrito de Vilas. No se trataba, en sus palabras, de una guerra clásica, sino de una “guerra
sucia, de desgaste, una guerra tenebrosa y solapada, sin límites de tiempo, que se gana con
decisión y cálculo, donde la ayuda de la población civil es imprescindible. Todo intento de
querer prescindir de ella, tratándose de encasillarse en la autonomía militar está condenada al
fracaso” (Vilas, 20). Para llevarla a cabo, Vilas recurre a “los trabajos que sobre el particular
fueran editados en Francia, debidos a oficiales de la OAS y del ejército francés que luchó en
Argelia e Indochina” los cuales tenían como premisas la meta de aislar al enemigo para
aniquilarlo; considerar que el enemigo puede hallarse en cualquier ámbito social; la
utilización sistemática de la tortura en los interrogatorios como método central de la
inteligencia militar, la necesidad de transponer la legalidad jurídica vigente la cual es
considerada un obstáculo dadas las características de la lucha; la realización de tareas de
“acción cívica” para neutralizar el apoyo de la población a la subversión y ganarla para las
fuerzas legales, y el despliegue de un férreo control social a través de tareas permanentes de
clasificación de la población, de los detenidos y de toda circunstancia que puede tornarse un
indicador de la acción o presencia enemiga. 11
Así, en la localidad de Famaillá, donde estableció la comandancia del Operativo
Independencia, Vilas dividió al pueblo “en sectores teniendo cada oficial uno de ellos para su
control” y “Cualquier cambio de domicilio o viaje que se efectuara fuera del poblado debía
reportarse a los efectivos del puesto de comando; toda arma que se tuviese, incluidas las de
caza, debían ser denunciadas y entregadas; toda información que los Famaillenses conocieran
acerca de la subversión debían reportarla, de aquí se siguieron las primeras detenciones
efectuadas en el operativo” (Vilas, 1) Este control microfísico se repetirá en localidades
aledañas, como Santa Lucía, donde se estableció una base militar, y la población sufrió
controles minuciosos en la vía pública, requisas y registros de las existencias y compras de
alimentos en almacenes, allanamientos de las viviendas particulares, y violencias diversas de
parte de las tropas militares.12
En paralelo, desde el inicio del Operativo Independencia comenzaron a desarrollarse
tareas de “acción cívica”, que replicaban tanto el modelo francés de lucha contrainsurgente
como las “aldeas estratégicas” concebidas por los norteamericanos en la guerra de Vietnam.
Las tareas de “acción cívica” involucraban la construcción de pueblos, carreteras, hospitales y
escuelas, la limpieza de las ciudades, el blanqueo de pintadas políticas de sus paredes y la
realización de actos cívico-militares “para movilizar física y moralmente al pueblo, buscando
su adhesión y participación. De esta manera, se conmemoraron fechas patrias y aniversarios de
pueblos”. También se efectuaron, por iniciativa del Ejército o de sectores de la sociedad civil,
variados eventos sociales destinados a fomentar el apoyo de la población a los militares:
partidos de fútbol entre el equipo local de Lules y la tropa asentada en la zona, (La Gaceta, 24
de febrero de 1975); la invitación a grupos de costureras para que bordasen banderas para el
Ejército (La Gaceta, 15 de junio de febrero de 1975); desfiles de motos organizados por los
socios del “Lules Moto Club” y exposiciones de artesanías organizadas por los miembros de
la peña tradicional local (La Gaceta, 10 de julio de 1975).13
Estas tareas fueron apoyadas desde el gobierno nacional por el Ministerio de Bienestar
Social de la Nación, conducido por José López Rega, el cual, el 22 de Febrero, envió a la
provincia un aporte de parte del tesoro nacional de 50 millones de pesos, fondos que serían
11
Fundamentalmente los textos del Coronel del ejército Francés Trinquier, 1975. Un retrato de la táctica
desarrollada por el ejército Francés bajo estas directivas para el enfrentamiento con el Frente de Liberación
Nacional de Argelia puede apreciarse en el Film “La Batalla de Argel” (1965) de Gilo Pontecorvo.
12
Estos procedimientos perduran en las memorias de los habitantes de Santa Lucía. Véase, al respecto, Mercado,
200-375.
13
Artese y Roffinelli, 39.
controlados y administrados directamente por Vilas (Vilas, 1 y 35). En paralelo, las prácticas
ilegales comenzaron a ejercerse desde el mismo momento en que Vilas establece su base de
operaciones en la localidad de Famaillá. Desde entonces, la secuencia del secuestro, el
cautiverio clandestino, la tortura y la eliminación secreta de los prisioneros se regularizarán
como la metodología medular del operativo Independencia. En paralelo, las normas de la
guerra clásica serían relegadas (Vilas, 7) Estas prácticas significarán un cambio en la cultura
de violencia política hasta entonces dominante en Tucumán y en el país. Entre 1970 y 1974,
los asesinatos políticos eran asumidos por sus autores, los cadáveres aparecían en la vía
pública y los hechos eran difundidos por la prensa. Ahora bien, el terror no se basaba
exclusivamente en la presencia espectacular de la muerte, sino en su discurrir oculto y en la
indeterminación de su autoría.
En su manuscrito, Vilas admite y justifica abiertamente la implementación de los
secuestros ya que: “Si el procedimiento de detención se hubiera realizado vistiendo uniforme
del ejército, entonces no había más remedio que entregarlo a la justicia para que en pocas
horas saliese en libertad; pero si la operación se realizaba con oficiales vestidos de civil y en
coches ‘operativos’, como lo ordené ni bien me di cuenta de lo que era la justicia y la
partidocracia, la cosa cambiaba” (Vilas, 9) Tras los secuestros, los detenidos eran
generalmente alojados en el primer Centro Clandestino de Detención del país, la propia sede
del comando de operaciones militares en Famaillá llamada “La Escuelita” ya que el local
albergaba una escuela primaria. Allí, los cautivos eran sometidos al arbitrio de sus captores y
la autoridad militar suplantaba a la justicia ordinaria privándolos de toda defensa. En palabras
de Vilas, “sólo los inofensivos” llegarían ante los jueces. Según reconoce el propio Vilas,
entre “del 10 de febrero al 18 de diciembre de 1975, pasaron por ‘La Escuelita’ 1507 personas
acusadas de tener relación estrecha con el enemigo” (Vilas, 11, 26 y 27 y 9) 14
Sin embargo, el entramado ilegal desplegado por Vilas durante el Operativo
Independencia requeriría no sólo suplantar a la justicia civil por la militar sino, además,
modificar el código de procedimientos penales, modificar la composición de los miembros de
los tribunales y perseguir a quienes pudieran ejercer la defensa de los detenidos acabando con
sus posibilidades reales de defensa. En palabras de Vilas: “pedí la remoción de la cámara de
apelaciones, del juez federal y del fiscal, tratando que los nuevos nombramientos recayesen
sobre personas de inequívoca ortodoxia”… “pude concluir que no tenía sentido combatir a la
Para testimonios sobre las condiciones de cautiverio y los interrogatorios en “La Escuelita”, ver CONADEP,
1984: 213 y Comisión Bicameral Investigadora de las violaciones a los Derechos Humanos en la provincia de
Tucumán, 1991: 98.
14
subversión con un código de procedimientos en lo criminal copia poco modificada de la ley
de enjuiciamiento criminal española de 1857. Decidí prescindir de la justicia, no sin declarar
una guerra a muerte a abogados y jueces complacientes o cómplices de la subversión” (Vilas,
2)
Frente a esta política, a mediados de septiembre de 1975 se efectúan diversos paros de
abogados por la desaparición de un colega en San Miguel de Tucumán a manos de grupos
armados no identificados. Sin embargo, ello no impedirá el ataque a los domicilios o estudios
profesionales de los letrados Arturo Ponsati, Miguel Seleme, Gerardo Maxud, Napoleón
Torres Bougeau, José Martinelli, Julio Rodríguez Anido, Carlos Zamorano y Juan Robles y
los asesinatos de los abogados Rafael Fagalde y Angel Pisarello (Comisión Bicameral, 23). El
asesinato y persecución de abogados, y la remoción de fiscales y jueces se complementará con
la suplantación, de hecho, del ejercicio de la autoridad política en la provincia. Confesará
Vilas que: "mi intención, de allí en más, fue la de suplantar, aún utilizando métodos que me
estuvieran vedados a la autoridad política de la provincia de Tucumán…Si yo me limitaba a
ordenar, entrenar y comandar mis tropas, descuidando esferas que en el papel no me
correspondían, atender la esfera gremial, empresaria, universitaria, social, etc.; el enemigo
seguiría teniendo los santuarios de que disponía hasta el momento" (Vilas, 11) En función de
ello decidió: “ignorar al gobernador Juri desoyendo las críticas a mis extralimitaciones.
Porque efectivamente me extralimité una y otra vez, interviniendo ENTEL de modo que
pudiese controlar las comunicaciones, el correo” y continúa: “a nadie se le escapaba la
existencia de un gobierno paralelo sito en la V Brigada, donde muchos de los principales
problemas de la provincia se trataban formalmente en la casa de gobierno y realmente ante mi
presencia” (Vilas, 38).15
La destrucción de una cultura
El control de las comunicaciones, la represión contra los abogados y los jueces,
anulando las posibilidades de defensa en juicio y la suplantación en el ejercicio real del poder
15
Juri provenía del Peronismo tradicional de la provincia. Junto a su cuñado, Fernando Riera, y al Coronel Baldrich inició su carrera política en 1943 con el golpe del Grupo de Oficiales Unidos (GOU). Al asumir Riera, por
primera vez, la gobernación de Tucumán en 1950, es nombrado jefe de policía, cargo que desempeñó entre 1950
y 1952. Preso luego del golpe de Estado de 1955, durante la década del sesenta, Juri formó junto a Riera el
Partido "Acción Provinciana" expresión del peronismo proscrito triunfando en las elecciones de 1962, luego
anuladas. En las elecciones de 1973 es electo gobernador de Tucumán encabezando las listas del Frente
Justicialista de Liberación (FREJULI) obteniendo el 60% de los votos. Fue depuesto de su cargo por el Golpe de
Estado de 1976 y estuvo tres años preso. Varios de sus colaboradores y ministros se encuentran desaparecidos.
De mi entrevista con Amado Juri, San Miguel de Tucumán, junio de 1995.
político fueron los prerrequisitos para una amplia aunque selectiva política de aniquilamiento
de lo que las Fuerzas Armadas entendían por la subversión. Como se señaló, para Vilas la
clave de este fenómeno no se hallaba en el monte, sino que se localizaba en la ciudad de San
Miguel de Tucumán, donde estaba el “foco de la infección marxista” (Vilas, 10)16
En función de ello, Vilas dispondrá un férreo control social sobre diversos ámbitos
públicos y privados que involucrará desde el desplazamiento de personal considerado
subversivo hasta la eliminación física de los disidentes, contando para ello con una serie de
aliados que compartían esas metas. Por un lado, Vilas dispondrá el pase a disponibilidad y la
cesantía de empleados de la administración pública considerados miembros o colaboradores
de la subversión. Por otro, procurará reproducir esta depuración al interior de la Iglesia
Católica, de modo de eliminar la influencia de los sacerdotes tercermundistas. Para ello,
tomará contacto con los Obispos de Tucumán y de Concepción “solicitándoles a ambos su
colaboración en la lucha que ya llevaba un mes” y aclara que “los altos prelados acceden a mi
petición y algunos sacerdotes modernistas, de esos que creen compatible a la iglesia con la
revolución son retirados de la zona”. A su turno, los prelados expresarán su gratitud por la
victoria de las ‘armas nacionales’ en la lucha antisubversiva”.17
Además del apoyo de la jerarquía de la Iglesia Católica provincial, la cruzada de Vilas
encontrará eco entre los dueños del azúcar. Al iniciarse la zafra, en mayo de 1975, el comando
de la V Brigada de Infantería distribuyó un comunicado de prensa en el que informaba que
efectivos de esa unidad militar, debían asegurar el normal desenvolvimiento y la paz “en una
zona perturbada por delincuentes subversivos”. Para ello, Vilas dispone el registro,
clasificación e identificación de los “elementos subversivos” entre los trabajadores.18 Esta
tarea, desarrollada por los patrones del azúcar en coordinación con la autoridad militar,
involucrará “el registro del personal contratado, remitiendo copia de la lista a los jefes
militares, la denuncia ante las autoridades de toda ausencia injustificada, y el deber de
informar a estas autoridades y de forma inmediata toda alteración del orden” (La Nación, 8 de
Mayo de 1975). Sin embargo, llamativamente ésta es la única mención que realiza Vilas en su
diario de campaña sobre el apoyo que recibió de los dueños del azúcar. En paralelo, en su
relato el silencio vela los apoyos que recibió de las corporaciones capitalistas de la provincia.
16
De hecho, de los 8.509 hechos armados ocurridos entre mayo de 1973 y marzo de 1976, 484 ocurrieron en la
provincia de Tucumán, y cerca de la mitad de ellos en San Miguel de Tucumán. Ver, Marín 1984, anexo.
17
Vilas, 1 y 2 y las declaraciones del Capellán de la Séptima Brigada de Infantería, David Paniagua (Artese y
Roffinelli, 32).
18
Los conflictos obreros en Tucumán entre el 1 de enero de 1973 y el 26 de marzo de 1975 representan el 6,1 %
del total de conflictos obreros del período en el país. Elaboración propia sobre la base de datos del Ministerio de
Trabajo.
Cabe destacar que la metodología de la desaparición de personas actualizaba formas
tradicionales de la violencia patronal en el ámbito local. Es decir, no era ajena a la cultura
represiva forjada por los dueños del azúcar. Esas prácticas originaron a fines del siglo XIX en
Tucumán la leyenda del Familiar que, según la tradición oral, era un monstruo producto de un
pacto entre el diablo y el dueño del ingenio que devoraba por lo menos un obrero por año,
entregado al diablo por el patrón a cambio de que este le asegurase su riqueza. Vessuri (40),
señala que atacaba a los obreros que enfrentaban a los patrones o administradores de ingenio
“los más corajudos, los que tienen voz propia o son lieros”.
Pero en estas tareas de inteligencia Vilas no sólo contó con el apoyo patronal.
Recurrió, con éxito también, a la colaboración de los dirigentes sindicales adscriptos al
peronismo tradicional. Esta dirigencia, ya había expresado su apoyo al Ejército en Febrero de
1975 al iniciarse el Operativo Independencia. En esa oportunidad, Héctor Pérez, de la CGT
Regional Tucumán, señaló que adhería: “fervientemente a la decisión de nuestra presidente de
combatir a los mercenarios de la antipatria hasta las últimas consecuencias” (La Nación, 14 de
Febrero de 1975) Con el fin de lograr el apoyo sindical, Vilas citó a representantes de 124
gremios a la casa de gobierno, y les explicó la necesidad de que colaborasen con el Ejército.
La respuesta de los jefes sindicales se tradujo en la firma:
“(…) de un documento en el que establecían su deseo de participar junto a
las armas argentinas en tal trascendental acción, comprometiéndose en su
totalidad a no perder una sola hora de trabajo mientras durase el operativo,
además se pusieron de acuerdo entre ellos, dejando por un momento de lado
sus desavenencias que separaban a la CGT de las 62 organizaciones, para
colaborar con la Jefatura de Inteligencia de la brigada. Debo dejar
constancia que las múltiples informaciones que recibí de los dirigentes y
obreros me resultaron de capital importancia, pues el ERP se hallaba
infiltrado en dichos sectores, aunque no había logrado contar con la
participación masiva de éstos” (Vilas, 36) 19
Tras este encuentro, Víctor Alvarez, secretario adjunto de la CGT Regional Tucumán
expresará que “todos los gremios están plenamente identificados con la tarea del ejército”.
19
Esta colaboración se manifestó también en la no adhesión en julio de 1975 de la Regional Tucumán de la CGT
a la huelga general contra las medidas económicas del Ministro Celestino Rodrigo que decidieron el alejamiento
de José López Rega del Ministerio de Bienestar Social de la Nación.
También Pedro Sierra, secretario de las 62 Organizaciones y Miguel Lazarte, de la FOTIA,
expresarán “el apoyo de la clase trabajadora al Ejército en la tarea que está realizando” (La
Gaceta, 27 de Febrero de 1975). En cambio otros dirigentes, como Isauro Arancibia, no
prestaron colaboración.
Además de garantizar la productividad durante el período de Zafra, y en las tareas de
inteligencia, la colaboración de la conducción sindical se extendió, además, en la organización
de viajes de trabajadores catamarqueños y santiagueños a la zona de recolección, previa
selección de los mismos, para reemplazar a los trabajadores despedidos (Vilas, 37) Meses
después, a fines de Octubre de 1975 el corresponsal en Tucumán del diario La Nación
señalaría en una crónica que: “Lo que fue una zona de huelgas es ahora de producción
interrumpida” (Vilas, 13). El resultado de esta conjunción represiva, se revelará
dramáticamente tiempo después: los asalariados tucumanos desaparecidos denunciados
representan el 10% de una muestra de 2.412 denuncias que poseen información sobre la
categoría ocupacional del desaparecido.20
En paralelo el mundo de las ideas era, en la concepción de Vilas, de central importancia
en la guerra que las Fuerzas Armadas libraban. Así, las editoriales, las revistas políticas, cómicas,
artísticas y femeninas y los centros culturales serían, también, objeto de la represión debido a la
creencia de que, a través de la mayoría de ellas, la “subversión marxista” buscaba influir con sus
ideas sobre la población (Vilas, 1977: 15). Otro tanto sucederá en la esfera teatral. En 1975, el
Teatro Estable de la Provincia estrenó la obra Tartufo de Molière, dirigida por Bernardo Roitman
quien recibió advertencias e “instrucciones de la superioridad” sobre las posibles alusiones
políticas que el texto podía establecer entre el tartufo de Molière y el “Brujo” (López Rega) de la
política argentina (Tríbulo, 544). El Teatro Universitario, dependiente de la Universidad
Nacional de Tucumán, desde 1975 hasta 1979 –año de su clausura–, estuvo sujeto a controles y
censuras tales como: informar a la SIDE sobre qué actores se contrataban para sus montajes
escénicos y grupos teatrales como “Actores Tucumanos Asociados”, o el grupo independiente
"Nuestro Teatro" (integrado por militantes del peronismo de izquierda y el socialismo, pero
también por actores sin filiación partidaria directa) fueron controlados, revisados y censurados
sus textos teatrales y de la presencia de sujetos sin identificación durante las representaciones.
Varios miembros de “Nuestro Teatro”; directivos de la Sociedad Argentina de Escritores
(SADE), filial Tucumán; directivos y artistas de la peña “El Cardón”; del Canal 10 de
televisión, entonces propiedad de la Universidad Nacional de Tucumán; directivos de la
20
Fuente: APDH, 1988.
escuela provincial de títeres: miembros del Sindicato de trabajadores del teatro de Tucumán; y
dramaturgos, músicos, pintores, y artistas plásticos de la provincia integraron las listas negras
de la “Operación Claridad”, desatada tras el golpe de Estado de 1976, a nivel nacional, para
“depurar
ideológicamente”
el ámbito
cultural.
Estas
listas,
seguramente,
fueron
confeccionadas, en base a archivos de inteligencia, antes del 24 de marzo de 1976.21
En este sentido, Vilas sostendrá que “las fuentes que forman y adoctrinan a los delincuentes subversivos” sufrirán especialmente la acción represiva. Entendía que ellas eran las
universidades y escuelas secundarias y que era necesario intervenir en estos escenarios. En
función de ello, Vilas decidió formular, junto al secretario de educación de la provincia, un
esquema clasificador de la enseñanza primaria y secundaria. Antes de iniciarse el ciclo lectivo
los profesores de esos niveles fueron convocados “a los efectos de impartírseles los temas que
debían tratar en sus clases”. 22
La decisión represiva adquirirá especial intensidad en la Universidad Nacional de
Tucumán, cuyos estudiantes habían protagonizado importantes movilizaciones durante la
Revolución Argentina, como la que desembocó en 1970 en el Tucumanazo, y compartían el
proceso de radicalización política que involucró a amplios sectores juveniles. La universidad
de Tucumán, promediando los años setenta, era el epicentro de la vida universitaria del
Noroeste (en Salta la Universidad Nacional se crea recién en 1970) y era receptora de
numerosos estudiantes de países limítrofes. Importantes núcleos políticos estudiantiles,
formaban parte de una red de relaciones sociales de fronteras amplias y difusas que abarcaba
al sindicalismo combativo, a artistas e intelectuales cuyos lugares de encuentro eran múltiples
abarcando a pensiones y residencias, las peñas, los teatros y los cafés por los cuales circulaba
la cultura popular en la provincia (Crenzel 1991 y Corbalán, et. Al)
Luego de calificar como nefasta a la reforma universitaria de 1918, y como “cuna del
marxismo y de la insurrección” a la Universidad desde el año 1955, Vilas caracteriza a las
facultades de Sociología, Economía, Psicología, y Antropología como ámbitos desde donde se
formaban los futuros cuadros de la guerrilla y donde se desarrollaba la “guerra de almas”, es
decir la lucha por la conquista de la voluntad de la población en un proceso tendiente a
subvertir los valores del orden existente. Esta subversión de los valores, abarcaba también, el
cuestionamiento al modelo familiar tradicional. Por ello, tampoco se permitiría “la
Véase Marchini, 259-260 y Clarín, 24 de marzo de 1996, “Los archivos de la represión cultural”. Agradezco
estos datos a Ricardo Kaliman.
22
Vilas, 2 y Conferencia de prensa del general Acdel Vilas, entonces Comandante de la V Región Militar (La
Nación, 4 de Agosto de 1976)
21
proliferación de elementos disolventes -Psicoanalistas, Psiquiatras, Freudianos, etc- soliviantando las conciencias y poniendo en tela de juicio las raíces familiares” (Vilas, 28)
La intervención de Vilas en la Universidad Nacional de Tucumán implicará un cambio
cualitativo respecto de las intervenciones militares precedentes, como la del general Onganía
tras el golpe de Estado de 1966 que había vulnerado la autonomía universitaria, y controlado
y reprimido al cuerpo de profesores y al movimiento estudiantil. Con el Operativo
Independencia se implementará una política de aniquilamiento físico de todo aquel
considerado enemigo. En sus palabras, “De nada valía el recambio de profesores y planes,
sino la destrucción física de quienes utilizasen los claustros para encubrir acciones
subversivas, de ahí en más, todo profesor o alumno que demostrase estar enrolado en la causa
marxista fue considerado subversivo, y, cuál no podía ser de otra manera distinta, sobre él
cayeron las sanciones militares de rigor”. En función de ello, Vilas decidió “dar el único paso
a mi alcance, una vez comprendida la naturaleza del asunto: limpiar las distintas facultades.
No pudiendo reemplazar, como hubiese querido el elenco de profesores y los planes de
estudio, me tocaba iniciar una operación quirúrgica, que al menos, le permitiría a un futuro
gobierno revolucionario trabajar sobre bases seguras” (Vilas, 27, 28 y 29) Al igual que en el
caso de la represión contra el movimiento obrero y las fracciones tercermundistas de la
Iglesia, Vilas contará con aliados, en este caso, el apoyo de las autoridades universitarias.
En agosto de 1975, el entonces rector de la Universidad Nacional de Tucumán,
Roberto Paine homenajeó “en representación de la comunidad universitaria, el consejo de
Decanos y el Rector a las Fuerzas Armadas de la Nación ante el tributo ofrendado en heroica
defensa del orden y la paz de la república, alterada por una acción subversiva que pretende
crear el caos como objetivo para alcanzar sus propósitos antinacionales”.23 Estas prácticas y
discursos se tradujeron en la amplitud de la represión ejercida en el ámbito de la Universidad
Nacional de Tucumán la cual registra 118 de un sobre el total de 2.221 universitarios o
terciarios desaparecidos o asesinados en todo el país. Esta cifra representa, además, el
23
Artese Y Roffinelli, 33. El Dr. Roberto Paine, asume el 6 de enero de 1975 como rector de la Universidad
Nacional de Tucumán casi en paralelo al inicio del Operativo Independencia. Paine, era abogado bonaerense y
tras asumir interviene el Departamento de Noticias del Canal 10, propiedad de la Universidad Nacional de
Tucumán, y endurece el ingreso de estudiantes extranjeros. Con el comienzo del operativo Independencia, cede
al ejército los Quonset de la ciudad universitaria en San Javier, que serán empleados como Centro Clandestino
de Detención; para entonces ya habían desaparecido los primeros estudiantes universitarios en la Universidad
Nacional de Tucumán. Paine, dejó su cargo como rector el 15 de septiembre de 1975. Véase Rovetta, en
http://www.tucumanalternativo.com.ar [20 de enero de 2009].
porcentaje más alto de desaparecidos en términos relativos en el conjunto de las Universidades Nacionales del país, el 1%. 24
La amplia difusión oral de los crímenes y vejaciones producto de la alta densidad de
población de la provincia y de la extensión e intensidad de la violencia desplegada por el
Ejército no impidió que el Operativo Independencia contara, durante todo su desarrollo, con el
apoyo de la mayoría de la sociedad política. En una solicitada pública en el diario La Gaceta, la
Cámara de Senadores de la provincia de Tucumán, con la firma de todos los bloques
partidarios, se manifestará a favor de la defensa de “nuestra tradición y vocación de vida
argentinista y profundamente cristiana” apoyando a las “Fuerzas Armadas y de Seguridad en
su lucha patriótica contra la subversión y el terrorismo para mantener la estabilidad de las
instituciones democráticas”. Otro tanto realizarían los senadores nacionales y sesenta
periodistas de medios nacionales que visitaron en noviembre de 1975 el “teatro de
operaciones” (Artese y Roffinelli, 35) Por su parte, el gobernador constitucional de entonces,
Amado Juri, siempre negaría haber conocido las prácticas ilegales perpetradas por Vilas pero
apoyó reiteradamente a las Fuerzas Armadas y la erradicación y exterminio de la subversión.25
En contrapartida, las denuncias públicas por desapariciones durante el Operativo Independencia
fueron ínfimas e, incluso, no identificaban la responsabilidad exclusiva del Ejército o del Estado
en su materialización.26 Años después se sabría que en Tucumán el 25% de quienes siguen
desaparecidos fueron secuestrados durante este operativo.27
24
Fuente: Secretaría de Derechos Humanos, base CONADEP actualizada a Septiembre de 2008 y Bonavena, s/f.
Sobre los estudiantes universitarios desaparecidos, ver Corbalán, et. Al. Sobre la represión en la Universidad
Nacional de Tucumán tras el golpe de Estado, ver FULAZI. Cabe destacar que el movimiento estudiantil
tucumano estaba compuesto, hacia 1970, en un 60% por estudiantes cuyos padres eran en su mayoría obreros no
manuales o empleados y en menor proporción obreros manuales, en un 10% pequeños patrones (de 1 a 5
asalariados a su cargo) 21% capataces, jefes, intermedios y altos directivos, gerentes administradores y
Profesionales universitarios. La información consigna un 10% de casos sin especificar. Fuente: Comisión
Bicameral de la Provincia de Tucumán.
25
Juri, visitó en varias oportunidades la zona de operaciones militares y luego reconocería que Vilas había
logrado “limpiar” de subversión a Tucumán. Entrevista a Amado Juri, San Miguel de Tucumán, junio de 1995.
Otros testimonios, afirman haberlo interpelado para que detenga los secuestros y las desapariciones, y las
torturas practicadas por el Ejército. De mis entrevistas a Graciela Jaegger, presidenta de Madres de Plaza de
Mayo, filial Tucumán, San Miguel de Tucumán, junio de 1995, y a Marcos Taire, ex secretario de prensa del
Sindicato de Prensa de Tucumán, Buenos Aires, octubre de 2004.
26
Cinco meses después de empezar el operativo, aparece la primera solicitada de reclamo dirigida a Vilas por la
desaparición de los periodistas del diario Jaeger y González: “Desaparición de un periodista”, firmada por el
Círculo de la Prensa de Tucumán, Asociación de Prensa de Tucumán y el Personal del diario La Gaceta. El 8 de
octubre de 1975, el Frente de Izquierda Popular reclamó por “la desaparición de Ian Turowski, sacado de su
domicilio por desconocidos”, señalando que el partido “en reiteradas oportunidades ha condenado al terrorismo,
no sólo por su carácter irracional sino que su accionar está claramente comprometido con la liquidación de la
soberanía popular duramente conquistada por el pueblo argentino, sirviendo objetivamente a los intereses
internacionales” (“Sobre la desaparición de Ian Turowski”) y el 30 de noviembre de 1975, la Federación de
Entidades Profesionales Universitarias de Tucumán (FEPUT) condenó en el diario local “la desaparición de los
socios Dr. Máximo Eduardo Jaroslavsky y el Arquitecto Enrique Gallardo” rechazándolas como “una
irresponsabilidad injustificable, cualquiera sea la motivación que la origine” (“FEPUT a la opinión pública”).
Según el autor del “Manuscrito”, al suplantarlo el general Bussi en el comando del
“Operativo Independencia” el 20 de diciembre de 1975, le habría manifestado: “Vilas, Usted
no me ha dejado nada por hacer” (Vilas, 1977: 19) Lo cierto es que durante el gobierno del
general Bussi, entre marzo de 1976 y diciembre de 1977, se perpetraron, según los registros
disponibles, 371 desapariciones forzadas de personas y se terminaría de destruir la cultura
crítica y radicalizada que, en diversos planos, había recorrido la vida provincial desde inicios
de los años sesenta.28
Conclusiones
En este trabajo se ha descripto y analizado las características que asumió el Operativo
Independencia durante 1975 en la provincia de Tucumán a partir del examen del manuscrito
inédito elaborado por su jefe, el general Acdel Vilas. El examen del manuscrito de Vilas, muestra
que las Fuerzas Armadas comprendían el fenómeno subversivo esencialmente como un proceso
político y cultural que se manifestaba en todas las esferas de la sociedad y que excedía a su
manifestación armada. Asimismo, evidencia que para enfrentarlo recurrieron, como reconoce
Vilas, a las prácticas ilegales que adelantaron los procedimientos que se volvieron sistemáticos, a
nivel nacional, desde el golpe de Estado de 1976.
El manuscrito de Vilas, que parecería confirmar las palabras de Walter Benjamín cuando
señalaba que todo documento de cultura es a la vez un documento de barbarie, muestra que su
autor concebía a la cultura en un sentido amplio, y que se propuso de manera precisa identificar y
destruir aquellas prácticas e ideas opuestas a lo que, entendía, eran los valores patrióticos,
religiosos y tradicionales.
El análisis del manuscrito permite revisar, también, una serie de ideas, representaciones e
imágenes instaladas en la cultura del sentido común y en los relatos canónicos sobre la represión
Por último, el Partido Comunista de Tucumán, mediante una solicitada titulada “¡Basta de crímenes impunes!”
denunció el secuestro, tortura y asesinato de “Diego Fernández, delegado de sección de los Talleres ferroviarios
de Tafí Viejo”, lo adjudicó a las “bandas fascistas financiadas por la CIA” y exigió a las autoridades civiles y
militares su investigación y el castigo a los responsables.
27
Comisión Bicameral de la provincia de Tucumán, 1991: 292. La Comisión Nacional sobre la Desaparición de
Personas, (CONADEP) creada por el gobierno constitucional de Raúl Alfonsín en 1983 para investigar el destino
de los desaparecidos registró, en 1984, 536 desaparecidos en Tucumán los cuales representan el 5,5% de los
8.960 desaparecidos denunciados ante dicha comisión. Cabe destacar que en 1975 se producen en Tucumán el
20% del total de las desapariciones ocurridas en la provincia, mientras que en el país se registraron el 4% del
total de las ocurridas a nivel nacional. Fuentes: Comisión Bicameral de la Provincia de Tucumán 292 y
CONADEP, 1984: 298. La comparación entre los datos de la CONADEP y de la Comisión Bicameral de la
provincia se ve limitada ya que la propia Comisión reconoce sólo consignar los casos que fueron ratificados por
los denunciantes. Es por ello que "La CONADEP registra en su informe 206 casos más de secuestrados
desaparecidos que esta comisión". Comisión Bicameral de la Provincia de Tucumán, 290. Pese a esta
advertencia, se comparan estos datos ya que forman parte de registros sincrónicos.
28
Fuente: Secretaría de Derechos Humanos, base CONADEP actualizada a Septiembre de 2008.
política en Argentina. Estos relatos, establecieron una periodización institucional de la violencia
política proponiendo el ejercicio de las desapariciones como atributo exclusivo de la dictadura
militar; restringieron el examen de las responsabilidades en su práctica a las Fuerzas Armadas;
postularon la ajenidad e ignorancia de la sociedad civil respecto de ellas, silenciaron el papel de
la sociedad política en estos procesos y retrataron a los desaparecidos como víctimas inocentes
ajenos a toda práctica subversiva (Crenzel 2008). En primer lugar, el examen del manuscrito
muestra que las formas y contenidos que asumió la lucha antisubversiva comenzaron a
desenvolverse antes del golpe de Estado de 1976, durante un período constitucional. En segundo
lugar, que lejos de ser una responsabilidad exclusiva de las Fuerzas Armadas las prácticas
antisubversivas concitaron la adhesión de las principales representaciones de la sociedad política
y la sociedad civil provincial y que la confrontación, por ende, no se redujo a "dos demonios"
enfrentados en el terreno militar sino que comprendió un enfrentamiento de raíz político-cultural.
Una "guerra entre culturas", para retomar nuevamente las palabras de Vilas, cuyo resultado fue la
muerte y la persecución de quienes portaban valores alternativos al orden social existente y que
se tradujo en la destrucción de la cultura que, forjada al calor de las luchas sociales y políticas, se
había modelado en Tucumán y en el resto del país cuestionado autoridades, valores, prácticas e
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