Cuadernos de
SALAS DE LECTURA
Gestión cultural y
lectura en tiempos
de diversidad
Lucina Jiménez
Edición: Dirección General de Publicaciones
del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
© Lucina Jiménez, por el texto
© Oldemar González, por las ilustraciones
D.R. © 2012 de la presente edición
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
Dirección General de Publicaciones
Av. Paseo de la Reforma 175
Cuauhtémoc, C.P. 06500
México, D.F.
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sin la previa autorización por escrito del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes / Dirección
General de Publicaciones.
ISBN: 978-607-516-094-8
Impreso y hecho en México
Cuadernos de
SALAS DE LECTURA
Gestión cultural y
lectura en tiempos
de diversidad
Lucina Jiménez
5
CONSEJO NACIONAL PARA
LA CULTURA Y LAS ARTES
GOBIERNO DEL ESTADO DE
MICHOACÁN DE OCAMPO
CONSUELO SÁIZAR
Presidenta
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Gobernador Constitucional
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Secretario Cultural y Artístico
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Secretario de Cultura
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Secretario Ejecutivo
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Secretario Técnico
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a la Lectura y el Libro
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de Monumentos y Sitios Históricos
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Coordinador Nacional del Programa Salas de Lectura
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Director de Formación y Educación
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Coordinador Nacional de Profesionalización
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Director de Producción Artística y Desarrollo Cultural
LUCINA JIMÉNEZ
Texto
HÉCTOR BORGES PALACIOS
Jefe del Departamento de Literatura y Fomento a la Lectura
SOFÍA ESCAMILLA
Diseño y formación
OLDEMAR GONZÁLEZ
Ilustración
ISBN de la Colección Cuadernos de Salas de Lectura:
978-607-455-789-3
ISBN del cuaderno 12: 978-607-516-094-8
Índice
11
Introducción
17
Gestión cultural y prácticas lectoras
25
Vida cultural y gestión cultural
41
Gestión cultural y diversidad
51
La no lectura en el siglo xxi
59
¿La imagen contra la palabra?
69
Contextos de lectura, tecnología y gestión cultural
77
Autobiografía de una lectora
85
Bibliografía
Dedico este libro a todos los mediadores de lectura de México,
porque ejercen este trabajo de manera voluntaria,
por el puro amor al libro, al prójimo y a la vida.
A Nahui Marie, quien me ha enseñado a leer la vida de otra manera.
Introducción
Pensar en la gestión cultural desde las Salas de Lectura de un país tan diverso
y desigual como México, en un ambiente donde conviven la tecnología y los
sistemas tradicionales de comunicación, abre un mar de retos y posibilidades
al quehacer de quienes, por vocación y pasión, han abrazado la tarea de acercar a sus comunidades a las prácticas lectoras.
El trabajo de mediación que se realiza para acortar los espacios —o los abismos— que hay entre lectura y comunidad, entre lectura y ciudadanía, forma
parte de este campo de la gestión cultural que hoy en día se ha convertido en
una verdadera profesión cuya importancia va en ascenso.
La gestión cultural es un campo que se deriva de la práctica, pero que requiere cada vez más del desarrollo de conceptos, estrategias o metodologías
que son fruto de la conluencia de diversas disciplinas. En países como España, Colombia, Chile, Argentina, y cada vez más en México, la gestión
cultural encuentra incluso opciones de estudios superiores. Sin embargo,
también es verdad que en el quehacer cotidiano de muchas comunidades, es
un ejercicio ciudadano que nace del deseo de contribuir a la convivencia, a
la cohesión social, a la airmación del sentido de pertenencia y al compromiso social.
Este libro busca contribuir a la relexión de los cambios en los que se desarrolla
la gestión cultural, a visualizar cuáles son los retos que enfrentan hoy los gestores y en qué contextos actúan quienes se han convertido en esa importante
fuerza ciudadana que contribuye a acercar el libro a distintos grupos sociales.
Casi podría decirse que el sentido ciudadano de las Salas de Lectura constituye
el principal activo público para desarrollar un intenso movimiento cultural
cuya vocación sea la inclusión social, el fomento a la diversidad y la construcción de la democracia cultural desde la promoción de las prácticas lectoras.
En la actualidad, la gestión cultural se desenvuelve en complejos contextos
sociales híbridos, caracterizados por el predominio del eclecticismo estético;
Gestión cultural y lectura en tiempos de diversidad 11
el surgimiento, consolidación y transición de nuevas formas de lectura; la
percepción y el encuentro que son dos de los más profundos frutos de la revolución tecnológica, del predominio de un sentido de inmediatez y de fragmentación, propios de la globalización, donde lo efímero parece sobreponerse
a las antiguas prácticas culturales que signiicaban hábitos o modas estables a
lo largo de la vida.
Hoy, la lectura se enfrenta a estos y otros nuevos escenarios. Se lee y se ve televisión, se leen los espectaculares en avenidas y cerros, se va al cine y se lee
en libros de papel y también en dispositivos electrónicos, en computadoras y
celulares, en la calle y en la publicidad, en los productos del mercado. Hemos
transitado de la lectura de la letra impresa a la que se realiza en soportes digitales, abriendo nuevas cadenas de valor del libro y nuevos contextos a la lectura
mediante el uso de dispositivos electrónicos.
12
El libro ha emigrado no sólo de soportes y de formas de distribución, sino,
fundamentalmente, de contextos de lectura. Mientras crece la lectura a través
de medios tecnológicos, y en distintos espacios de la vida cotidiana, aún siguen existiendo comunidades y ambientes donde el libro no llega fácilmente
ni en su formato tradicional, ni mucho menos a través de medios electrónicos.
El fomento de la lectura es un campo de la gestión cultural, como lo son
también la gestión del patrimonio o las artes escénicas. Asimismo, la gestión
cultural abarca campos tan diversos como los relativos a la dirección de espacios culturales; la preservación y difusión del patrimonio ediicado o del
patrimonio inmaterial; los museos y las galerías; la gestión del conocimiento y
las tecnologías tradicionales; la producción editorial; la educación en medios
y en patrimonio; la promoción y representación de artistas y creadores; la producción y difusión cultural en medios audiovisuales, video y redes digitales,
entre otros campos que han surgido gracias al desarrollo tecnológico, que trae
consigo nuevos usos y categorías, como los llamados “colocadores”, quienes se
dedican a gestionar contenidos en internet y en distintas redes sociales.
Acaso la lectura constituye uno de los ámbitos donde la gestión cultural se
enfrenta a los desafíos más grandes, dada la expansión del concepto mismo de
lectura. En este siglo xxi, esta práctica no se reduce solamente a la capacidad
de acceder a la palabra y a la cultura escritas, sino también a la alfabetización
estética a través de los lenguajes del sonido, la imagen, el movimiento. Se lee
y se escribe en el espacio.
Se leen las imágenes y la publicidad, se leen los colores y las formas, se leen
y se escriben los sonidos, se leen los semáforos, así como otros códigos fruto
del desarrollo de la cultura digital, esa especie de nueva grafía que a partir de
la digitación de mensajes en teclados —sobre todo de teléfonos celulares— se
ha vuelto transgeneracional y alude al uso de símbolos en vez de letras que
representan sonidos.
13
Las nuevas escrituras establecen convenciones que acercan el alfabeto latino
en el español a las lenguas semíticas donde el valor de las vocales no es especialmente signiicativo. De ahí que la gestión cultural en el campo de las prácticas lectoras y de la escritura reclame cada vez más de perspectivas abiertas e
interdisciplinarias que permitan, sobre todo, la transformación de los contextos de la lectura y de su sentido dentro de la vida cotidiana.
Este texto busca apoyar a los mediadores de lectura a partir de la exploración
de una visión contemporánea de los contextos en que hoy realizan su quehacer
en un sentido generacional, y no tanto en relación con lo que ocurre en cada
una de las comunidades o grupos sociales, ya que no hablamos de una realidad homogénea, sino todo lo contrario: de una situación híbrida y desigual,
en la que conviven la tradición oral, el libro y las tecnologías digitales.
Vivimos la llamada sociedad del conocimiento, lo cual implica que la lectura debería verse como la clave de inclusión social más importante a fortalecer en una sociedad que aspira a que su ciudadanía tenga acceso a una
educación sólida y acorde al mundo en que vive, y al mismo tiempo participe
activamente en la vida cultural a través de una convivencia sana en medio de
la diversidad.
En el complejo territorio de las prácticas lectoras, la gestión cultural hoy en
día cobra importancia debido a la urgencia de seguir estructurando y experimentando nuevas estrategias de mediación orientadas a facilitar que las comunidades, grupos sociales y públicos de las Salas de Lectura tengan una relación
disfrutable y sustentable con las diferentes formas de lectura del mundo contemporáneo.
No es este un manual ni un recetario para crear y formar lectores. Nada más
ajeno a la gestión cultural y a la cultura misma, siempre en transformación. Se
trata de un material que busca crear un diálogo con los mediadores y gestores
14 Gestión cultural y lectura en tiempos de diversidad
que encuentran en lo glocal* un espacio fundamental de actuación y en donde el fomento de las prácticas lectoras es capaz de generar múltiples mundos
insospechados, nuevas experiencias y nuevas preguntas, que se recrean en comunidades diversas y en movimiento, que inyectan emoción e imaginación a
nuestros sueños y a nuestros días.
La gestión cultural y la formación de nuevas prácticas lectoras no pueden
permanecer al margen de las necesidades sociales y culturales en nuestros días,
acosadas por la presión urbana, la migración, la diversidad cultural y las tensiones con que las violencias sociales parecen apoderarse de muchos poros
erosionados de nuestra piel comunitaria.
Por tanto, se trata de propiciar una relexión individual y colectiva en torno a
los retos que supone hoy la gestión de las prácticas lectoras, en la urgente perspectiva de construcción de una ciudadanía democrática, con ética y valores y
cada vez más orientados hacia la construcción de culturas de paz.
México, Coyoacán, 2012
* Glocal: neologismo formado por la aglutinación de los vocablos global y local, mediante el que se pretende dar a
entender que alguien o algo comparte ambas características a un tiempo.
Gestión cultural y lectura en tiempos de diversidad 15
Gestión cultural
y prácticas lectoras
L
a gestión cultural alude a un conjunto de estrategias e intervenciones articuladas y diseñadas para el logro de ciertos objetivos de desarrollo
cultural, en beneicio de una o varias comunidades, a partir de sus propios
contextos y participación. Implica la creación de lujos y procesos cuyo resultado no siempre es lo más signiicativo. He ahí parte de su complejidad.
El tránsito de una utopía, un sueño, una idea, y la construcción de un proyecto, una intervención y un proceso es fruto de la gestión cultural. En este
sentido, se convierte en una interfase que permite la actuación social para la
consecución de objetivos especíicos o amplios que contribuyan al enriquecimiento de la vida cultural.
El gestor cultural, hombre o mujer, es un agente social que actúa como
mediador o facilitador, no de actividades aisladas, sino de procesos que conducen hacia un cambio cualitativo en la vida cultural de las personas que
integran una comunidad, sea cual sea la naturaleza de ésta.
Hoy en día, las comunidades no están determinadas por el espacio donde
habitan o por su origen. La diversidad que caracteriza nuestro tiempo nos
permite hablar de comunidades virtuales o comunidades migrantes. Las
comunidades de aprendizaje o las comunidades de actuación de la gestión
cultural son en la actualidad inestables, abiertas, híbridas y diversas. Ya hablaremos un poco más en torno a esta diversidad.
18 Gestión cultural y prácticas lectoras
El gestor cultural nunca es ajeno a dicha comunidad, ni se plantea como un
actor externo que “dinamiza” o “anima” a una comunidad, sino que es y se
asume parte de ella y, por tanto, dialoga y construye siempre sus actuaciones
en un estrecho ir y venir de ideas creativas, con las que emplea el saber natural
que le brindan el conocimiento y la convivencia misma con esa comunidad,
al tiempo que recurre a las herramientas que han sido creadas para fortalecer
y profesionalizar su trabajo.
La gestión cultural ha cobrado más importancia en nuestros días porque todo
el mundo ha logrado comprender la dimensión social, simbólica y económica
de la vida cultural, su papel en la convivencia, la formación de ciudadanía
cultural, la economía creativa, la construcción de la democracia y la cultura de
paz. Aunque dicha comprensión es todavía frágil o inestable, la importancia
de la vida cultural y de la gestión de la misma se desenvuelve en un ambiente
cada vez más favorable, aunque también exigente.
Asimismo, experimenta hoy un proceso de profesionalización que se orienta
hacia el fortalecimiento de las capacidades teóricas y prácticas de quienes se
dedican a este campo, dada la complejidad que han adquirido la vida cultural
y la cultura misma en los ámbitos locales y en el contexto de la llamada sociedad del conocimiento y de la información.
Y esto es así no por una moda o por un deseo de tecniicación del quehacer o
la vida cultural, sino porque, en el contexto de la globalización, los procesos
culturales y artísticos se han vuelto más complejos. En cualquier comunidad,
rural o urbana, están presentes muchos elementos propios de tendencias mundiales, de tal manera que las nociones de local, regional, nacional o internacional se mezclan, se diluyen y adquieren diferentes formas de expresión que requieren intervención desde la gestión y las políticas culturales más pertinentes.
Un ejemplo: la migración ha transformado tanto a las comunidades expulsoras como a las receptoras y aun las que viven el tránsito de migrantes. Nogales,
Gestión cultural y prácticas lectoras 19
San Luis Potosí, Chiapas y otras regiones tienen hoy fuertes componentes de
identidades procedentes de Centroamérica. Las escuelas del Centro Histórico de la Ciudad de México tienen alumnos que son hijos de migrantes, y
muchos de ellos mantienen su peril étnico y su lengua en nuevos contextos
urbanos, donde la identidad se construye a partir de mezclas y lujos culturales
y comunicacionales que plantean nuevos retos a la educación pública y a la
convivencia en el marco de la diversidad.
La mixtura de identidades y las hibridaciones que nacen en estos lujos pueden signiicar un enriquecimiento, pero también amenazar los ambientes escolares y urbanos con la creación de sentimientos de frustración, xenofobia o
intolerancia respecto de las formas culturales y de comportamiento de quienes
protagonizan estos desplazamientos físicos o culturales.
En el ámbito del fomento a las prácticas lectoras, como en cualquier otro
terreno de la cultura, las estrategias e intervenciones propias de la gestión cultural han de ser creativas, lúdicas e imaginativas, pero al mismo tiempo deben
obedecer a una conceptualización teórica y metodológica, fruto de una profunda comprensión de las dinámicas culturales y de los cambios en los cuales
se desarrollan las prácticas lectoras en la sociedad contemporánea, así como de
los contextos socioculturales y políticos de las comunidades o grupos sociales
con quienes y para quienes se trabaja.
Impulsar las prácticas lectoras, como tema actual de la gestión cultural, implica entender que el posible lector es un ente social y culturalmente construido
en ambientes y confrontaciones que marcan la vida cotidiana. Igualmente,
necesitamos una comprensión amplia del contexto actual en el que se desarrollan el acto de leer y el libro mismo como dispositivo.
No es igual el contexto de lectura del ciudadano o del especialista que abordan
la literatura de icción en un e-book, una tableta o una computadora, que el
de quien se acerca a un libro por primera vez en una biblioteca comunitaria o
20 Gestión cultural y prácticas lectoras
bajo la sombra de un árbol, donde a veces puede ofrecer su labor un mediador
de lectura de alguna Sala rural. Tampoco será igual el contexto de lectura de
quienes se acercan al libro en los Paralibros que se colocan en diversos puntos
del país que el de quien lee en la sala de su casa.
El contexto de las prácticas de lectura, sin embargo, no se reiere exclusivamente a los ambientes que rodean la lectura, ya sea en un soporte tradicional
impreso o en uno electrónico, ni tampoco al espacio físico donde se realiza,
sino, sobre todo, a los vínculos, jerarquías, usos y signiicados que otorga el
lector al acto mismo de leer en relación con sus trayectorias, lujos estéticos y
de conexión con su propia realidad social, económica y política, en el uso del
tiempo y el espacio que ordenan su vida.
Por eso, la formación, el crecimiento y el desarrollo de ciudadanos formados
en prácticas lectoras orgánicamente integradas a la vida cotidiana es uno de
los retos contemporáneos de la gestión cultural. Y esto subraya la necesidad
de repensar el quehacer del llamado fomento de la lectura.
¿Y por qué hablar de prácticas lectoras y no solamente del fomento de la lectura? Justamente porque de no hacerlo corremos el riesgo de reducir el concepto
de lectura a un conjunto de herramientas y técnicas que permiten a una persona comprender el signiicado literal de lo leído, pero sin asumir el reto de
convertirla en una práctica socialmente válida, en parte orgánica del sistema
cultural que orienta la existencia misma de los ciudadanos en lo individual y
en lo comunitario.
La habilidad, la capacidad y el oicio lector sólo se forman en tanto la lectura
se incorpora de manera natural y casi inconsciente en el mundo de las prácticas culturales y de la vida social. Es ahí donde el ejercicio lector cobra sentido,
al aportar estímulos a las maneras de ver, de ser, de entender, de comunicar,
de jerarquizar y de relacionar lo leído con la experiencia para enriquecer la
vida, aun cuando la lectura misma tenga sentidos diversos. Me reiero a que
Gestión cultural y prácticas lectoras 21
la lectura en la vida de una persona tiene diferentes ines prácticos y otros que
no tienen ningún propósito “útil”.
De hecho, siempre estamos leyendo, pero ejercemos la lectura casi siempre
subordinada al sentido práctico de la vida diaria, sin lograr traspasar la frontera de ese sentido utilitario de la lectura. Es posible que nos pasemos la vida
leyendo tanto como nos la pasamos pensando, pero esas lecturas no necesariamente nos liberan o nos permiten ampliar la mirada o la idea que tenemos del
mundo externo, porque en última instancia nuestra capacidad y diversidad de
percepción están relacionadas con el enriquecimiento que hacemos de nuestro
mundo interno, intelectual, emocional, que alimenta, ordena, moldea y lexibiliza nuestro pensamiento y nuestra comprensión.
Se puede leer como un acto mecánico y casi obligado, cuando la lectura se
ejerce en un contexto educativo en el que el estímulo coercitivo logra convertirse en un martirio para los estudiantes de escuelas públicas o privadas, lugares donde los maestros todavía envían a los alumnos castigados a la biblioteca,
o donde la lectura de textos demasiado largos entra en contradicción con los
22 Gestión cultural y prácticas lectoras
contextos y las prácticas de lectura que predominan hoy en día entre muchos
adolescentes y jóvenes formados por los medios en las estructuras fragmentarias de la intermitencia, la hipertextualidad de internet y los videojuegos.
O simplemente porque la educación no ha construido habilidades lectoras suicientes para acercarse sin prejuicio a un texto determinado, o incluso porque
muchos jóvenes carecen del vocabulario suiciente como para no tener que acudir en cada renglón al “tumbaburros”, es decir, al diccionario.
Se lee una receta médica, las instrucciones de uso de un aparato, la señalización del tráico, las manecillas de un reloj, los anuncios de la publicidad, los
libros de texto, pero el acercamiento a la literatura, a la historia y a la ciencia
a través del libro o de cualquier otro dispositivo tecnológico, no necesariamente nace o está ligado a una racionalidad utilitaria, sino al mero deseo y a
la curiosidad. Leo porque quiero. Recuerdo aquí un tuit —palabra que está
a punto de entrar al Diccionario de la Real Academia Española— del usuario
El fuego que propaga que decía: “Soy de ese 0.00000000001% de adolescentes que leen libros por amor a la lectura y no por una moda asquerosa”.
Gestión cultural y prácticas lectoras 23
Desde la gestión cultural, promovemos la idea de que la lectura se convierta en
un motor de interacción permanente con el mundo, de cambio personal y comunitario, una práctica orientada desde un sentido ético y también estético. El
fomento a las prácticas lectoras como tarea de la gestión cultural ha de hacerse
a partir de un escenario de respeto a la diversidad, en un sentido real y profundo. No todos podemos establecer los mismos parámetros a nuestras prácticas
lectoras; no todos guardamos la misma distancia frente al libro, o frente a los
otros lenguajes que hoy reclaman un proceso de alfabetización, en los que la
lectoescritura no necesariamente corresponde a la “cultura de Gutenberg”.
Es importante hacer esta exigencia porque no todo ejercicio de la lectura inluye en la conformación de prácticas lectoras permanentes, ni puede, de manera natural, asociarse con el ejercicio de una ciudadanía democrática.
Nada mejor que moverse en ambientes donde los libros o los dispositivos de
lectura rodean la vida misma, no como escenario, ni como telón de fondo,
sino como una de sus dimensiones, tan necesaria como respirar.
24 Gestión cultural y prácticas lectoras
Vida cultural y
gestión cultural
L
a gestión cultural consiste en crear lujos, intervenciones, procesos,
y generar resultados orientados hacia la transformación de las comunidades
en un sentido de desarrollo y enriquecimiento de su vida cultural. En hacer
factibles las utopías, transformándolas en proyectos, procesos y realidades, a
partir de una participación activa entre comunidades y gestores.
Suele pensarse que la gestión cultural es sinónimo de activismo cultural, de la
experiencia que genera una actividad tras otra, o que su contenido y orientación dependen solamente del ingenio, del arrojo o de la capacidad individual
de quien se asume como gestor o gestora. Y aunque la creatividad, el valor,
la pasión y una fuerte dosis de liderazgo son ingredientes sin los cuales no es
posible tomar parte de ella, también es verdad que en nuestros días estos componentes, aun siendo recursos indispensables, ya no son suicientes.
Subrayo que son recursos indispensables porque, del otro lado, también existe la tendencia a pensar que la gestión cultural es una carrera que se estudia
crecientemente en universidades públicas y, sobre todo, privadas, y que quien
obtiene un título en este ámbito, automáticamente tiene autoridad por encima de quienes han dedicado su vida a la práctica empírica de la promoción
cultural.
Lo cierto es que el trabajo de campo, la interacción con la gente, la acción
misma de la práctica en cada uno de los campos de la vida cultural, generan
un conocimiento determinado por la experiencia misma, una intuición documentada e incluso una trayectoria especializada que son insustituibles, y
que no se pueden aprender en ningún libro ni transmitir por ósmosis. No se
puede ser un gestor cultural si no se ha llenado de polvo los zapatos, si no se ha
intentado organizar o llevar a la práctica un proyecto, ¡si no se ha fracasado en
una experiencia basada en alguna utopía irrealizable!
Entonces, hay muchas maneras de llegar a la gestión cultural. En este caso, lo
ideal es una combinación de formaciones, las cuales se derivan de la práctica
26 Vida cultural y gestión cultural
misma, lo mismo que se adquieren a través de la profesionalización que se ha
vuelto indispensable.
Frente a la idea de que el gestor cultural actúa sin método, orden, ni concierto, es importante reconocer que las intervenciones que realiza se insertan en
un ciclo que es en sí mismo expresión de lujos y procesos en los cuales el gestor determina el sentido y los modos de su actuación, no en la soledad de una
oicina pública o privada, sino en contacto y diálogo permanente con las comunidades. Igualmente, es importante subrayar que estos lujos o procesos no
conducen de manera predeterminada a un destino que pueda calcularse como
se haría con los ingredientes de una reacción química o física ya probada.
Sin que ello quiera decir que todo proyecto o proceso cultural implica un
riesgo, debemos estar alertas a la propia capacidad de leer su desenvolvimiento para determinar hacia dónde se orienta y cómo se entrecruza con
factores o deseos de la comunidad que pueden enriquecer, proyectar o matizar lo buscado, llevándolo hacia una nueva dirección. Un ejemplo: la actuación de una comunidad que trabaja por la recuperación de un espacio
público puede revelar capacidades desconocidas entre algunos jóvenes, lo
que sin duda podría convertirse en un ingrediente adicional, capaz de elevar
las miras, el alcance o potencial de inluencia antes esperados.
Por el contrario, un diagnóstico previo o el fruto de una intervención podrían
determinar la inviabilidad de un proyecto, la ausencia de condiciones mínimas adecuadas para llevarlo a cabo, o bien, que para llegar a crearlas habría
que invertir en procesos previos que tal vez impliquen no sólo una mayor
duración, sino también otro tipo de recursos en cantidad o en calidad.
Conocer ese ciclo es importante, de tal manera que podamos identiicar en
qué momento o momentos de la actuación nos encontramos, o si en una
determinada acción hemos dejado de lado el sentido integral de esta intervención. No sería extraño, de cuándo en cuándo, sentir que el proceso no es
Vida cultural y gestión cultural 27
tan claro o que la acción que desarrollamos es parcial o marginal frente a la
necesidad que intentamos resolver.
Un primer elemento que hay que considerar es que en todo proceso de gestión
cultural subyace una postura empírica o teórica, o una combinación de ambas, respecto de la naturaleza del gestor, en el sentido ya señalado, y también
respecto de la actuación misma y del papel que juegan la o las comunidades
involucradas en el proyecto.
Esto es importante porque todavía hay en el medio cultural gestores o mediadores culturales que piensan que su papel es “dinamizar” o “animar” a la comunidad, lo cual implica en muchos casos asumir una postura externa a ésta,
o bien un rol protagónico o misionero que supone una “reivindicación” de las
comunidades, con la idea de “rescatarlas”, como si ellas mismas no tuvieran
capacidad de autonomía. Estas posturas alimentan las propuestas distributivas
que todavía hablan solamente de “llevar” la cultura, como si la cultura fuese
“algo” de lo cual se careciera en dicho medio.
La cultura es fruto de la creación colectiva de una sociedad; son los grupos
sociales, las comunidades, los artistas, los pueblos antiguos u originarios, las
comunidades urbanas o migrantes, los jóvenes, las mujeres, los hombres, la
sociedad toda quien crea la cultura. Por eso conviene, antes de seguir, insistir
en que la gestión cultural tiene como propósito el desarrollo y el enriquecimiento de la vida cultural de una comunidad.
La vida cultural es un concepto que necesitamos establecer y consolidar para
comprender su importancia junto con la vida económica, social y aun política
de una comunidad. Necesitamos una vida cultural para regenerar el espacio
público, para dar cumplimiento a los derechos culturales, para crear un ambiente favorable al fortalecimiento de la identidad cultural de cada individuo
o comunidad, para airmar el sentido de pertenencia de los grupos sociales,
de los jóvenes, las familias, los niños y niñas, los adolescentes, las personas
28 Vida cultural y gestión cultural
mayores en contextos urbanos o rurales deinidos lo mismo por la diversidad y por la desigualdad. De la misma
forma, la vida cultural es necesaria para fortalecer la economía creativa, para crear empleos basados en la capacidad
de innovación y la puesta en valor de los bienes intangibles; y,
en este contexto, las prácticas lectoras en su diversidad deben ser
parte integrante de los repertorios de interacción con el mundo.
La vida cultural de una comunidad dice mucho respecto de su
propia conianza, de su capacidad de convivir en la diversidad y
de construir ciudadanía. La ausencia de ella, en cambio, es una
falla en la concepción misma del desarrollo social, y a la larga
contribuye a la generalización del desánimo, el miedo, la
violencia y el sentimiento de fracaso, síntomas sociales que
impiden imaginar que otro mundo es posible.
Nadie actúa en el contexto de la vida cultural sin una
postura ética y estética, sin una perspectiva de diversidad
que se abra a lo desconocido o que se esconda detrás de
lo ya consagrado; sin una postura frente a la tecnología
aún cuando no se esté interviniendo en el terreno de la
creación, promoción o difusión del quehacer artístico o
de la lectura en soportes electrónicos. En el ámbito del fomento de las prácticas lectoras, no es lo mismo promover
la lectura de libros de autoayuda que de obras de literatura
fantástica, de alguna práctica medio ambiental, o bien de
las obras de la literatura clásica española, latinoamericana, mexicana, universal, o que la creación e interacción
a través de blogs, libros digitales o electrónicos.
Muchas veces las posturas estéticas se agolpan en
medio de gustos transitorios o bien en contextos
Vida cultural y gestión cultural 29
de diversidad intergeneracional que no siempre encuentran puntos de conluencia.
Ello depende del papel que se autoasigna el gestor cultural, de su conocimiento y compenetración con el contexto de las comunidades o de los sectores con
quienes trabaja, de la deinición del sentido de las prácticas lectoras que es
signiicativo promover y de los procesos mismos que las comunidades desarrollan participando en la construcción de esas deiniciones.
La gestión cultural se mueve hasta cierto punto en el terreno de la incertidumbre, y una de las más preciadas cualidades del gestor es ordenar el sentido
caótico que pueden adoptar las prácticas culturales de una comunidad, pero
no a partir de su propio gusto estético o de orientar su batuta a la manera de
un director de orquesta, sino de una simbiosis, de un ir y venir, de una acción
integral que involucra a todos los participantes en la deinición misma de la
partitura y de su ejecución.
El gestor requiere herramientas para poder actuar en ambientes de cambio,
de movilidad; ser capaz de crear lujos, de conectar, de enlazar, de entretejer, de
crear consensos y de saber gestionar también los disensos; ha de saber actuar e
incluso propiciar la transformación permanente de sí mismo y de sus comunidades, de sus estrategias y herramientas, porque esa es la esencia misma de
la cultura.
Sin embargo, ello no quiere decir que deba actuar de manera improvisada,
en desorden o bajo un activismo razonable sólo en ciertos contextos, pero
no como sistema permanente de trabajo, dado que puede poner en riesgo su
energía y la de las comunidades al no tener un sentido integral e integrador
que permita alcanzar objetivos concretos.
La gestión cultural tiene un ciclo que puede esquematizarse sólo con ines
metodológicos, aun cuando en la realidad las intervenciones del gestor y las
30 Vida cultural y gestión cultural
comunidades pueden desenvolverse en varios ámbitos a la vez, y, en cierta forma, sin seguir una lógica lineal, ajena a los procesos culturales que más bien
se mueven por irrupciones, en zigzag, en lujos o quiebres que no obedecen a
una línea evolutiva que sería fácil predecir.
Ciclo de la gestión cultural
Diagnóstico del
campo de acción
Diseño del
proyecto cultural
Planeación de
su ejecución
Procuración
de fondos
Evaluación
Retroalimentación
Intervención
Interacción y
desarrollo de lectores
Logro de los objetivos culturales planteados
Difusión y comunicación de los mismos
Como se observa en esta gráica, el ciclo de la gestión cultural no tiene un principio ni un in porque, en esencia, se trata de un proceso continuo que puede
nacer en cualquiera de los puntos señalados y dar lugar a un nuevo propósito,
a uno o varios nuevos proyectos culturales. La vida cultural de una comunidad no tiene límites, por lo que no es posible decir que se han alcanzado ya
los ines culturales de una manera deinitiva. Una vez logradas ciertas metas,
estamos listos para empezar un nuevo ciclo y avanzar en el desarrollo de una
comunidad.
Hablando de las prácticas lectoras, sería imposible determinar que una comunidad, un grupo de niños, un colectivo juvenil o un club de amas de casa hayan
Vida cultural y gestión cultural 31
concluido su formación como lectores. Ni habiendo leído todo lo que se pueda imaginar es posible decretar el in de la formación de un lector. Eso nos
llevaría a pensar que su formación sólo transforma sus prácticas lectoras en un
sentido de desarrollo o de especialización, pero no puede determinarse que
dicha transformación haya concluido.
En ese sentido, siempre es posible rediseñar, desde la gestión cultural, el modo
de operar de una Sala de Lectura, una biblioteca, un centro comunitario, una
galería, un programa, un centro o una empresa cultural, un colectivo juvenil, un
programa de lectura o un proyecto para aprovechar el conocimiento tradicional.
Igualmente, es posible hacer una valoración crítica luego de obtener un fracaso en los resultados de alguna intervención o de un éxito rotundo de la
acción planeada, lo cual nos obligaría a reformular el proceso a partir de una
evaluación que retroalimente el momento previo y nos permita reconsiderar
el diagnóstico de la comunidad o del campo en el que se buscó inluir, para
replantear objetivos, estrategias, medios y agentes de interacción, o incluso
volver a diseñar el sentido mismo de la intervención.
La tendencia internacional de la gestión cultural está instalada hace ya varios
años, décadas, podríamos decir, en fortalecer las capacidades de formular o reformular la actuación desde la perspectiva metodológica de la gestión basada
en el diseño, desarrollo, evaluación y documentación de proyectos culturales.
La gestión de proyecto que responde a un árbol de problemas establecido en
el diagnóstico supone un ejercicio más estructurado, pero no por ello más
tecniicado o ajeno a la creatividad y la imaginación de quienes son capaces de
“inventar” actuaciones inmediatas frente a realidades que así lo exigen.
En otras palabras, la necesidad de estructurar proyectos culturales no es un
llamado a una actuación burocrática y limitante de la creatividad del gestor y
de las comunidades, sino simplemente un recurso que permite articular teoría
32 Vida cultural y gestión cultural
y práctica, estrategias y actores, trayectorias y lujos, así como escalar nuestras
miras y capacidad de intervención.
Luego de un éxito o de un fracaso, siempre es fundamental evaluar y retroalimentar, porque sólo de esa manera no estaremos recurriendo a las mismas estrategias una y otra vez. Quienes se limitan a repetir sus prácticas en cualquier
caso porque tuvieron éxito en una comunidad o alguna experiencia positiva,
pueden cometer el error de pensar que dichas tácticas o herramientas tienen
un valor universal. En realidad, es fundamental reconocer que todo depende
del contexto y de los objetivos a plantearse. Por ello, lo que funcionó en un sitio puede aplicarse en otro, pero también puede no funcionar en un contexto
distinto, que, por lo tanto, exige otros objetivos u otras formas de actuación.
La evaluación en gestión cultural no es el último tramo de un proyecto o algo
ajeno al proceso mismo. Esta evaluación puede realizarse no sólo respecto
de los resultados, sino que puede aplicarse a todas las fases del ciclo. Se puede
evaluar cómo se realizó y qué se obtuvo del diagnóstico, el diseño del proyecto
cultural, la fase de puesta en marcha, la intervención en sí misma, así como la
participación de los diferentes actores y la dimensión inanciera que, por supuesto, también debe ser sometida a una evaluación cuantitativa y cualitativa.
Uno de los retos que vivimos actualmente es el de crear indicadores de cantidad y calidad adecuados a la naturaleza de la intervención, pero que sean
útiles también para derivar tendencias y deinir nuevos procesos.
La gestión cultural ha estado rodeada de mucha improvisación y repetición. No
hay mediador cultural o gestor que no sostenga que su proyecto es el mejor y luego resulte que, sometido al juicio metodológico y a la valoración del alcance de
sus miras, sobre todo en términos de desarrollo y beneicio social, resulte relativo
frente a otros. Y esto no se reiere necesariamente a dimensiones cuantitativas o
al creciente gigantismo de ciertos proyectos culturales. No es un asunto de espectacularidad lo que marca la trascendencia de un proyecto o de una intervención.
Vida cultural y gestión cultural 33
Muchas veces, diversas comunidades tienen necesidades comunes y, aunque
no se trata de copiar, sí deberíamos contar con un banco de iniciativas o experiencias que hayan logrado cambios sustanciales en poco tiempo, porque su
riqueza en términos de diseño global, para actuar en el terreno local, las vuelve
suceptibles de compartir.
Sin embargo, los gestores culturales hemos sistematizado poco, o no lo suiciente como para compartirlas. El presente que vivimos nos obliga a considerar que las estrategias y las herramientas de la gestión cultural deben
ser sistematizadas como parte de una nueva etapa, en el marco de la profesionalización y también como condición para generar el reconocimiento
necesario a nuestra actividad profesional por parte de quienes trabajan en los
ámbitos del desarrollo y políticas públicas, agentes que no terminan todavía
de comprender la importancia de este ámbito de actuación y el potencial
que encierra.
En pocas ocasiones tenemos el privilegio de iniciar un proceso desde lo que
convencionalmente podría considerarse el principio, es decir, la formulación
del diagnóstico y, por tanto, el diseño del proyecto cultural en el que debe
traducirse la actuación del gestor cultural.
34 Vida cultural y gestión cultural
RedeseArte Cultura de Paz, diseñado por ConArte (Consorcio Internacional
Arte y Escuela A.C.) en diálogo y colaboración de la Secretaría de Desarrollo
Social (Sedesol) y Ciudad Juárez, nace en medio de un contexto de violencia
generalizada y del deterioro de la vida pública y de la convivencia. Podríamos decir que es uno de los casos en que el proyecto parte de un punto cero
que obliga a comenzar desde el principio: por un diagnóstico que permita
valorar la viabilidad misma de la intervención, puesto que la vida cultural es
prácticamente inexistente en amplias zonas de esta ciudad, que es fruto de la
migración y de la diversidad, pero donde no se había realizado una acción deliberada para promover la convivencia en la diversidad por parte de ninguna
institución pública, privada o civil.
Este “punto cero” se reiere solamente a un “principio” desde el punto de vista
metodológico, en el que la intervención de la gestión cultural comienza con
el diagnóstico. Es siempre relativo porque en este campo, como en cualquier
otro, nada nace de la nada: siempre hay un proceso previo y un contexto que
dan lugar a la actuación.
ConArte no habría podido diseñar la intervención que hoy ha dado lugar a una
iniciativa que se extiende incluso a ciudades como Nogales, Tapachula, San Luis
Potosí y México, a propósito del cambio del sentido de comunidad en el ámbito
local, y hacerlo de una forma tan rápida, sin el trabajo de otras organizaciones
que en Juárez habían llamado la atención, en un sentido de alerta o emergencia,
respecto de la situación que guardaba la ciudad desde el punto de vista de la
vida cultural; tampoco sin el diagnóstico que desarrollaron quienes laboran en
el Programa Hábitat respecto del fracaso en las políticas de desarrollo en esas
zonas; ni sin el saber y la experiencia de antropólogos, trabajadores sociales,
jóvenes en riesgo de calle, adolescentes que no tenían esperanza de otro mundo
posible o sin la energía de las madres y abuelas que se involucraron en el proceso.
La deinición misma de la actuación, sus límites y posibilidades, su orientación
y estrategia, se construyó, entonces, desde un complejo diagnóstico participatiVida cultural y gestión cultural 35
vo desarrollado por diferentes instituciones, colectivos, personas y ConArte,
quien realizó la evaluación que llamamos Diagnóstico del Corazón, para aludir a los diálogos y talleres de convivencia en la diversidad, realizados para
ubicar, mediante la escucha y la expresión del cuerpo, la forma cómo la violencia y el miedo, así como los elementos simbólicos creados por la llamada
“guerra contra el narcotráico”, se habían interiorizado en la vida cotidiana de
la población, al tiempo que se determinaban los distintos valores que los juarenses reconocían como capaces de identiicar a la población en la lucha por
restablecer el sentido y la vida comunitaria. Este diálogo se hizo dentro de la
actuación misma, con diferentes grupos de jóvenes, artistas, madres y padres
de familia, funcionarios, empresarios, asociaciones civiles, etcétera, cuya participación y sentido de urgencia obligaron a diagnosticar actuando y a planear
interviniendo.
Toda actuación que se desprende de un proyecto en marcha obliga al gestor
cultural a colocarse en el ámbito que le corresponda, según el desarrollo de
aquél, volviéndolo catalizador, facilitador y conductor de un proceso múltiple, en el cual la mayoría de las veces se dialoga con diferentes agentes sociales
para poder conectar, movilizar y generar los mecanismos necesarios para avanzar en el propósito cultural que una comunidad ha decidido asumir, o que se
le ha propuesto para construir conjuntamente.
Esto último conviene subrayarlo porque los proyectos culturales no siempre
emanan de una lógica de construcción de abajo hacia arriba, como también
sucede en las políticas culturales públicas. Usualmente se construyen en un ir
y venir de abajo hacia arriba y viceversa.
La gestión cultural tiene lugar cuando una utopía se convierte en un sueño
compartido. Sin embargo, ya hemos mencionado que dicha utopía puede
quedarse en ese nivel y nunca cobrar vida si ésta no se convierte en idea, la
idea en proyecto cultural y, inalmente, en materia de trabajo: en proyectos
que involucren gestores y comunidades.
36 Vida cultural y gestión cultural
De la utopía al proceso, pasando por el proyecto cultural
Utopía
Idea
Sueños
Proyecto
Proceso
Esta gráica tiene sentido sólo en la medida en que ayuda a comprender que
el tránsito entre una utopía, un sueño, una idea, un proyecto cultural y un
proceso, no responde a una línea recta y continua, sino que depende de diversas y a veces complejas trayectorias que pueden implicar la experiencia, como
el análisis del contexto y el desarrollo de intervenciones que contribuyen a
deinir el sentido de un proyecto.
Entonces, conviene resumir que la intervención en un proceso puede tener
lugar en cualquiera de las fases de la gestión cultural. Igualmente, conviene
subrayar que en el centro de este ciclo, con independencia del punto donde
se inicie, siempre debe estar considerada la comunidad, los lectores posibles
o los ya existentes, porque son ellos quienes determinarán, en un sentido real o
simbólico, aquellos elementos que resulten signiicativos así como el ritmo
e intensidad con el cual se activen los distintos componentes y agentes que
forman parte de la intervención.
No hacerlo conduce a una intervención que puede resultar muy espectacular
pero poco profunda, convertirse en una imposición del gestor que a la larga
Vida cultural y gestión cultural 37
termina en resultados poco sustentables, en una acción estéril o bien en un
evento inconexo que puede ocurrir una vez, pero no estar inserto en un proceso de continuidad.
Por ello, uno de los retos de la gestión cultural desde las Salas de Lectura consiste en colocar en el centro del proceso a los protagonistas de la vida cultural
y de la comunidad donde se busca promover las prácticas lectoras y procurar,
en la medida en que cada Sala lo permita, no actuar de actividad en actividad
o realizar la promoción del libro sólo como objeto, sino más bien, generar
procesos de transformación en los que el libro y la lectura sean componentes
activos y cotidianos de la vida cultural de una comunidad.
Enfocar la formación de lectores, y sobre todo fomentar las prácticas lectoras,
genera la oportunidad de colocar un eje fundamental al proceso de la gestión
cultural de las Salas de Lectura, de una biblioteca, de un centro comunitario
o de un centro cultural; pero también puede subrayarse el hecho de que esta
tarea constituye un campo de atención que no es responsabilidad únicamente
de los mediadores de lectura, sino, en un sentido transversal, de la escuela, la
familia, las instituciones y los medios de comunicación, en tanto actores que
inluyen en la suerte de la vida cultural de una población, un grupo social,
etcétera.
Hablar de gestión cultural en relación con el fomento a las prácticas lectoras supone, entonces, una nueva responsabilidad y la creación de condiciones favorables para el desarrollo de dichas prácticas. Hoy en día, es necesario
relexionar hasta dónde la especialización en este campo de la gestión debe
conectarse con los ritmos y las necesidades de la vida cultural de las comunidades con las cuales trabajemos y, a la vez, cómo podemos colocar el énfasis
en el libro como dispositivo de lectura, pero no exclusivamente, puesto que
se requiere fomentar de manera responsable, lúdica y masiva la lectura en las
redes electrónicas.
38 Vida cultural y gestión cultural
Lo fundamental es lograr que el fomento de las prácticas lectoras no se separe
del contexto de convivencia social, cultural, comunicativa y aun política de
nuestros espacios de actuación y de nuestras comunidades.
Por ello, puede ser tan válida una iniciativa como la de Oaxaca, que permite
el uso de patrullas de la policía y de burros como vehículos para la movilidad
de los libros dentro de comunidades que no tienen vías de acceso, pero sí
una organización comunitaria que crea el deseo y la esperanza de recibir el
cargamento, puesto que ya existe el contexto para la práctica lectora; o como
la que impulsa Paloma Sáiz, quien logró introducir el libro en el Sistema de
Transporte Colectivo Metro de la Ciudad de México a través del Programa
Para Leer de Boleto en el Metro, ya que facilitó nuevas posibilidades de lectura en ese espacio de tránsito y de hastío, que pueden representar las horas
de convivencia prolongada durante los traslados. Independientemente de las
vicisitudes del Programa en el ámbito administrativo de la ciudad, la iniciativa
irrumpió en un sentido de promoción de la lectura en la ciudad, desde una
perspectiva de gestión cultural que es incluyente y diversa.
Vida cultural y gestión cultural 39
Por eso, para acercarse a los nuevos escenarios de la gestión cultural en un
mundo como en el que vivimos, se requiere de una visión contemporánea del
signiicado de leer y de los contextos en los cuales se producen las prácticas
lectoras, con el in de poder estimular nuevas estrategias e intervenciones,
basadas preferentemente en la existencia de políticas culturales que tiendan a
crear nichos favorables.
Apoyar a los mediadores o gestores de las prácticas lectoras en este sentido
puede ayudar a crear un marco de comprensión en el cual se inserte el diseño
de nuevas experiencias o el rediseño de las ya existentes, a partir de la creatividad, la pasión, la energía, la perseverancia y la convicción con las que realizan
sus labores tanto quienes se integran en este movimiento ciudadano que busca
acercar la lectura a la vida diaria como en otras instancias no especializadas,
pero que tienen la posibilidad y la obligación de contribuir en esa dirección.
40 Vida cultural y gestión cultural
Gestión cultural
y diversidad
A
ctualmente, una comunidad se deine por el proceso de autoadscripción y por sus objetivos, posturas o intereses comunes, y no tanto por un
espacio físico compartido o por su origen geográico. Hoy las comunidades
se deinen más por la cultura y por las subjetividades que la alimentan que
por su actividad económica.
En la actualidad, la geografía misma y el espacio están determinados más por
la cultura y por las relaciones que el hombre crea para transformar el medio
ambiente y sus propios vínculos sociales, que por una determinación física.
En este sentido, la construcción del espacio ha cambiado radicalmente para
convertirse en algo que puede desplazarse o generar lazos de continuidad o
intermitencia que van más allá de lo inmediato, de lo cercano.
Si algo cambió con el surgimiento y desarrollo de la globalización fue la noción
de tiempo y espacio, conceptos antes anclados en relación con la producción industrial o bien con la agricultura. En nuestros días, el espacio social se
deine por la creación de signiicados que viajan en el pensamiento y se maniiestan en el cuerpo y a través de redes, por la generación de lujos a los cuales
se pueden conectar personas y grupos que no se encuentran necesariamente ubicados en el mismo espacio-tiempo. La noción de distancia se acortó
gracias a las redes de comunicación e internet. La presencia física de una
persona puede no ser necesaria para realizar una colaboración.
Internet generó nuevas formas de relación, encuentro, comunicación y comercio, a la vez que concentró en un mismo dispositivo muchos inventos
que tomó años construir: la palabra escrita, la radio, la televisión, la prensa
escrita, el video, el sonido, la fotografía y el cine. Todos ellos se convirtieron
en componentes simultáneos de una red de ventanas con muchos niveles de
profundidad para mirar y ser visto, que conviven además con la existencia
individual de todas estas herramientas comunicacionales.
Hoy en día es posible leer en el teléfono celular los periódicos de México,
Inglaterra, Francia, Argentina o España; escuchar radiodifusoras piratas o
42 Gestión cultural y diversidad
comunitarias, o los grandes medios como la bbc o Radio Francia. La “piratería” ofrece en las estaciones del Metro de la Ciudad de México o en los mercados de Tapachula, Nogales o Zacatecas, los repertorios híbridos del gusto
musical de los migrantes: rancheras, reguetón, rock y metal; o bien la cinematografía internacional y nacional que se vende bajo el mote de “clones”.
Quienes tienen acceso a los libros a través de dispositivos electrónicos pueden “descargar” o leer en pantalla obras completas de la Biblioteca del Congreso de Washington o de la Biblioteca Cervantes de Madrid.
Al convertirse la tecnología en una herramienta que transforma no sólo la
naturaleza sino las relaciones entre los seres humanos y la manera en que
perciben, leen y comprenden el mundo, la creación cultural, la creatividad y
la innovación adquieren una nueva dimensión como recursos para enfrentar
una nueva realidad.
Sin embargo, la tendencia hacia la tecniicación y el aprovechamiento práctico que puede adquirir la sobrexplotación de la naturaleza y la red que
sintetiza información y múltiples conocimientos del hombre en una sola
herramienta, en un ámbito donde predominan los intereses privados y el
comercio como ines en sí mismos, obliga a las sociedades a instaurar la ética
y el sentido de lo público como orientaciones básicas para garantizar que la
dimensión cultural de la vida favorezca el bien común, e incluso proteja al
planeta en beneicio de la humanidad, para que no se perpetúen las relaciones que condenan a unos cuantos a ser productores y a la gran mayoría a
convertirse en consumidores pasivos.
Esta transformación en la construcción del espacio social a partir de nuevos lujos humanos, tecnológicos y comerciales que concentran a la población en grandes ciudades —fruto del desplazamiento humano del campo hacia las urbes y
luego entre ellas mismas—, trae consigo un reto de planiicación y de construcción del bien común en el terreno cultural, un desafío que plantea la necesidad
de contextos abiertos para la airmación de la identidad individual y colectiva.
Gestión cultural y diversidad 43
En este panorama, la perspectiva de la inclusión social y la democracia cultural
son fundamentales. De ahí la relevancia del reconocimiento de los derechos
culturales de todos los ciudadanos —establecido en la reforma constitucional
de 2009—, que resalta la diversidad como uno de los elementos fundamentales de la cultura y del derecho a la misma.
Las sociedades, las comunidades y los pueblos son construcciones, y a veces
aglomeraciones, enjambres urbanos donde la planiicación convencional, que
separa la producción industrial y comercial de la dimensión del desarrollo cultural, funciona con los riesgos cada vez más evidentes que hoy enfrentamos.
Este proceso operó durante varias décadas en una dimensión donde la lógica
fue el crecimiento económico como paradigma del desarrollo, y vino acompañado de un peril no muy bien deinido en el aspecto cultural.
El desconocimiento de la importancia de la vida cultural y la carencia de lujos
de conectividad, diálogo y movilización de la energía creativa, afectiva, emocional e identitaria en muchas comunidades deja a su paso el surgimiento de
sociedades huérfanas y mutiladas, condenadas a ser parte de la tecniicación e
instrumentalización que el propio ser humano ha creado, convirtiéndose a sí
mismas en víctimas y victimarias, en sociedades que viven la rutina del trabajo
como única condición de existencia.
Pero no es que la cultura no esté presente, pues ésta es consustancial a la existencia humana, por lo que no se puede hablar de “llevar la cultura”; la cultura
se lleva, pero por dentro y por fuera, en todas las relaciones sociales que crean
los seres humanos; también en su afán de transformar la naturaleza, al crear
sentidos y signiicados, al establecer vínculos positivos o destructivos. La cultura no es mala ni buena, depende del papel que juegue en cada contexto.
Por eso, cuando un migrante viaja, no sólo se desplaza, sino que también
lo hacen las redes culturales y los lujos identitarios que, transformados o
híbridos, mantiene con sus redes de pertenencia, que ya no estarán basadas
44 Gestión cultural y diversidad
en un territorio físico, sino en un territorio simbólico, imaginario, cultural. La pérdida de estas redes, en un
ambiente cerrado, donde vive la
inadaptación cultural o el rechazo
en sus nuevos espacios sociales de
convivencia traen consigo problemas
individuales y sociales que pueden ser
fuente de desencuentro, resentimiento
y, potencialmente, de violencia.
El territorio por conquistar hoy
en día es el del cuerpo. Es en el
cuerpo, en el corazón y en la
mente de las personas donde
anida la posibilidad de construir una identidad que no
opere como prótesis tecnológica, sino como parte orgánica de una vida cultural que
permita crear nuevos escenarios de certeza, alegría, esperanza y convivencia espacial, cultural, política, ciudadana, tanto en
lo individual como en lo comunitario y en lo social.
En este contexto, la diversidad cultural
se expande, y rebasa por mucho las fronteras que usualmente se le atribuyeron al
restringirla a la noción del “otro”. En realidad, cada una de las personas o individuos
Gestión cultural y diversidad 45
que pertenecen a una comunidad, un grupo, una familia, han crecido y formado su experiencia de vida, estética, tecnológica y sus maneras de pensar y
sentir en un contexto de heterogeneidad, y más aún, en sociedades como las
latinoamericanas, en un ambiente de profunda desigualdad.
Todos y cada uno de nosotros somos diferentes, y esa diversidad necesita ser
gestionada desde una perspectiva de respeto y al mismo tiempo ética, ajena a
un relativismo permisivo, que sea capaz de reconocer cuando es fruto de un
ejercicio de clasiicación social, de la violencia que conduce a la estigmatización y al racismo.
Recuerdo la sabiduría de Sebastiana, una mujer partera y luchadora social
de Chiapas, que en un reciente diálogo con la Unesco, decía que no hay que
confundir diversidad con pobreza. Mencionó el caso de ciertos antropólogos
que se debatían en el análisis de las prácticas alimentarias y reparaban en la
tradición de tomar té de chile en el desayuno. “No tomamos té de chile porque sea una tradición nuestra, es porque no tenemos otra cosa.”
En ese mismo sentido, es importante no confundir la diversidad con el exotismo o la “rareza”. Aun entre las personas que aparentan ser iguales, es decir, que no maniiestan una pertenencia étnica o religiosa o a una “tribu” o
identidad juvenil diferenciada, existe una profunda diversidad cultural que
es necesario reconocer para diseñar estrategias de gestión acordes a nuestro
tiempo.
La globalización actúa en un doble sentido: por un lado, tiende hacia la homogeneidad del mercado, pero, por el otro, crea su contrario al dar relevancia
a lo local como espacio de reivindicación de la identidad; sin embargo al
mismo tiempo transforma radical y negativamente la añoranza de lo local en
una idealización de lo agrícola, lo preurbano, lo aislado o lo virginal. Lo local
forma parte de los lujos y procesos de conformación de las redes tecnológicas
de comunicación, informativas, sociales y de conocimiento.
46 Gestión cultural y diversidad
Una comunidad puede ser temporal y después disolverse; puede ser incluso
virtual, como, por ejemplo, la de los lectores de un diario en internet.
Pueden ser comunidades recurrentes aquellas que participan en una actividad
especíica y luego se dispersan, sin entrar en contacto entre sí o consolidarse del
todo: las multitudes que visitan año con año la Feria Internacional del Libro de
Guadalajara, o bien las que acuden a la Feria Internacional del Libro Infantil y
Juvenil (filij) en el Centro Nacional de las Artes, o a las plazas donde se instala
la Feria del Libro de Oaxaca, pueden ser o no practicantes de la lectura, aun
cuando se sientan convocadas a estos espacios. Pueden estar transformando sus
prácticas lectoras en estos espacios o sólo ser parte de un ritual disfrutable, en el
cual el libro, las expresiones artísticas y la convivencia en masa constituyen un
escenario en el que quieren ser vistos, o donde encuentran ambientes que otorgan sentido de pertenencia y experiencias deseables, agradables, pero que corren el riesgo de agotarse mientras dura la lectura del libro que se compró en
esa visita —si es que alguno se adquirió.
Menciono estos ejemplos no porque ponga en duda el importantísimo papel
que juegan la promoción del libro y del acto lector. Yo misma soy de esa tribu
nómada que visita esas tres ferias gustosamente obligada. Sin ellas, la cadena de
valor del libro estaría más trunca aún, los escritores serían ilustres desconocidos, los libreros estarían aislados, los derechos autorales no circularían como lo
hacen. Ya no me es posible imaginar Oaxaca sin la Feria del Libro que puso en
marcha Guillermo Quijas, un joven que se impuso esa noble tarea desde la Proveedora Escolar, un insigne espacio por donde han pasado varias generaciones
en busca de lectura y de maravillosos objetos de papelería, de esos que se antojan
aunque no sean necesarios. La Feria Internacional del Libro de Guadalajara es
el principal referente de la lengua española, y la filij es el mayor escaparate para
la literatura infantil.
Necesitamos comprender que la formación de prácticas lectoras incluye la presencia activa de las ferias, pero, al mismo tiempo, las estrategias de gestión, y
Gestión cultural y diversidad 47
tal vez la posibilidad de enlazar los pequeños procesos con los grandes acontecimientos del libro y los autores. Entonces, conviene ser conscientes de que la
pertenencia temporal a una comunidad permite que el libro y la lectura tomen
parte activa en sus experiencias, aunque no les otorgue necesariamente un carácter de lectores permanentes. El solo hecho de que haya miles de personas
dispuestas a formar parte de la experiencia y a enriquecer la cadena de valor
del libro, resulta fundamental en la perspectiva de la riqueza de la vida cultural de las ciudades, donde cobran lugar estas experiencias en que el libro, los
autores y los lectores potenciales son los protagonistas.
Me pregunto qué pasaría si hiciéramos un ágora de lectores y fueran ellos
quienes hicieran las críticas de los libros que leyeron en la feria anterior. ¿Sucedería lo que pasó en Goodreads, un sitio de lectura en internet donde lo
ácido de la crítica de los lectores obligó a los editores a poner entre sus reglas
no hablar tan mal de un autor?
48 Gestión cultural y diversidad
¿Qué sucedería si se creara un movimiento ciudadano de lectores movilizados
para leer en pequeños núcleos colectivos vinculados con quehaceres cotidianos? Bueno, ello supondría la existencia de un movimiento ciudadano en
favor del mejoramiento público de la vida urbana. Me pregunto eso y muchas
otras cosas que me recuerdan el hecho de que en el pasado fui bibliotecaria;
por ello es que el libro y la lectura me producen muchas interrogantes.
La gestión cultural debe partir de las comunidades y de sus hábitos lectores,
existan o no o estén ligadas sólo al mundo práctico, porque hemos visto que,
a menos que no estemos alfabetizados, pasamos el tiempo leyendo para poder
movernos socialmente con eicacia en la vida.
En la actualidad, lo local coloca al gestor cultural frente a fenómenos que hace
una década parecían imposibles de imaginar: comunidades educativas, escuelas
y aulas donde las lenguas maternas proceden de diversas matrices culturales;
en las que la diferencia generacional entre maestros y estudiantes requiere de
un tratamiento puntual. La tecnología vive en las prácticas cotidianas de adolescentes, entre quienes no siempre se han creado interfases para utilizarlas en
contextos de aprendizaje, pero cuyo potencial es enorme tanto en lo educativo como en lo cultural. Comunidades juveniles con una gran diversidad de
identidades, algunas deinidas y muchas otras no, pero todas en reconiguración permanente. Comunidades rurales donde el idioma inglés se ha vuelto de
primera necesidad por la intensidad de la migración; comunidades donde las
mujeres juegan roles radicalmente distintos a los de hace dos décadas; comunidades donde la migración no sólo rebasa fronteras geográicas, sino gustos
estéticos y movimientos culturales subterráneos.
El gestor cultural, hombre o mujer, tiene frente a sí un mundo abierto con
muchas posibilidades que antes no tenía a la mano. Para poder aprovecharlas
en un sentido de pertinencia y de futuro, es preciso acercarse a los nuevos contextos y formas que adoptan las prácticas lectoras en estos nuevos escenarios
de la diversidad.
Gestión cultural y diversidad 49
La no lectura
en el siglo
51
D
urante la segunda mitad del siglo xx y la primera década del xxi, la
llamada no lectura se ha vuelto una obsesión nacional y casi un problema de Estado. Porque la lectura aparece como uno de los saldos negativos más acusados
de la educación pública y privada y también de las políticas culturales. Desde
el punto de vista de la gestión cultural, estamos frente a uno de los retos más
grandes, porque el problema de la lectura ha sido enfocado desde una perspectiva peculiar, que para mi es necesario replantear.
Cuando se habla de la no lectura tenemos que reconocer que se alude a una
práctica lectora asociada al disfrute de la literatura, las novelas, los cuentos, la
crónica, que apenas fue reconocida como género elevado, y también al hábito
de consultar libros que ayuden a una mejor comprensión del mundo contemporáneo y las formas en que nos relacionamos con él, a esa añorada capacidad
de conectar y relacionar lo que leemos con la imaginación y en la vida diaria.
Esta es una consideración que es necesario observar.
Al recibir el Premio fil de Literatura en 2006, nuestro querido Carlos Monsiváis, hizo referencia a este asunto: “El mayor enemigo de la lectura no es
el culto de las imágenes ni el desdén por todo lo que envía a consultar un
diccionario, ese objeto abstruso que siempre está demasiado lejos [...] sino
la catástrofe educativa en la enseñanza pública y, quién lo dijera, en la privada […] el mayor peligro [para la lectura] es la pretensión de eliminar la
complejidad, lo que podría llamarse la infantilización de la sociedad”.1 Y en
cierto sentido tiene razón, si consideramos que el espacio privilegiado para
aprender a leer es la escuela.
En nuestro país, los niños, adolescentes y jóvenes presentan serias limitaciones
en sus habilidades lectoras, en la comprensión de lo que leen y en la aplicación
de las matemáticas a situaciones cotidianas. Las evaluaciones de la ocde (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) lo han reiterado
1 Consultado en http://www.cronica.com.mx/especial.php?id_tema=1379&id_nota=273135
52 La no lectura en el siglo XXI
una y otra vez cuando colocan a México en el penúltimo o último lugar de la
escala internacional.
En el año 2000 se evaluó a nivel internacional las habilidades lectoras dentro
de los sistemas educativos, y se puso especial énfasis en la capacidad de localizar información especíica, hacer inferencias simples, captar relaciones entre
componentes, identiicar información implícita, mostrar dominio de lectura y
valoración crítica. En México, 16 por ciento se ubicó en el nivel de incomprensión de textos, 30 por ciento se quedó en el nivel inferior y menos del uno por
ciento logró el nivel superior en esta comprensión.2 En 2003, la evaluación de
las matemáticas lo colocó entre los países de “rendimiento signiicativamente
inferior a la media de la ocde”.3
En 2012 esta situación no ha cambiado radicalmente. Todavía nuestros niños,
adolescentes y jóvenes carecen de habilidades lectoras. Convivo, en secundarias y preparatorias públicas y privadas, con adolescentes que se paran frente a
mí con un texto en la mano diciendo: “tengo que leer esto, pero, ¿cómo sé qué
es lo importante?” Son muchas hojas, usualmente fotocopiadas y sin mucha
claridad, que el maestro escogió y puso en una antología de lecturas que no
están pensadas, en el caso que describo, para el nivel bachillerato, porque los
conceptos que encierran suponen un conocimiento previo, amplio y crítico,
de las principales corrientes ilosóicas y de la economía política; por tanto,
es evidente que el profesor no investigó si sus estudiantes tienen el contexto
cultural o los conocimientos previos que les permitirían confrontarse creativamente con el texto. Tampoco generó una dinámica que ayudara a construir
esas interfaces. Es posible que piense que en ese nivel educativo los chicos ya
deberían tenerlas desarrolladas, pero el hecho es que no es así.
2 Observatorio Ciudadano de la Educación, evaluación educativa de la ocde (comunicado 67), diciembre de
2001, en periódico La Jornada, México, 14 de diciembre de 2001.
3 ocde, Aprender para el mundo de mañana, Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos (pisa),
2003. Resumen de resultados.
La no lectura en el siglo XXI 53
El problema de las prácticas lectoras va más allá de un caso o una materia para
insertarse en la realidad educativa que debemos cambiar efectivamente si aspiramos no sólo a mejores resultados en las evaluaciones internacionales, sino a
una sociedad informada, activa y participativa, si no deseamos que el fracaso
y la inseguridad se apoderen de la conciencia y la vida de nuestros jóvenes.
Obviamente, estamos hablando de tendencias, no de una realidad uniforme.
Por fortuna, hay quienes se escapan de esta realidad.
El mayor reto es mantener a los jóvenes en la escuela, lograr que completen
la secundaria y reducir los índices de reprobación en ese nivel y en el medio
superior. En las últimas estadísticas realizadas en la Ciudad de México, se
muestra una reducción en la deserción gracias al Programa Prepa Sí, que aporta recursos a quienes se quedan en la escuela, pero no garantiza una mejora en
la calidad de la educación. La Secretaría de Educación Pública (sep)ha reconocido que 66 por ciento de los adolescentes en secundaria está dentro de los
índices de competencias insuicientes.
La primera Encuesta Nacional de Lectura presentada por Conaculta en 2006 ,4
señala que el promedio nacional de lectura anual es de casi tres libros por persona, y también que quienes más leen son los adultos jóvenes.
De acuerdo con dicha investigación, que aporta datos signiicativos respecto
del peril y la autopercepción de los lectores, 40 por ciento de quienes dijeron
que leían no supieron cuál era su libro favorito. El libro más reconocido y
con sólo cuatro por ciento de los opinantes fue la Biblia. Luego siguen unos
cuantos títulos: Juventud en éxtasis, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la
Mancha y Cien años de soledad. El 42 por ciento se reirió a la lectura de libros
de texto. El 51 por ciento no recordó el último libro que leyó. Es interesante
conirmar que los lectores con mayor permanencia en el ejercicio de la práctica lectora tienen una autopercepción de mejor comprensión de lo leído;
4 Encuesta Nacional de Lectura, México, Conaculta,
54 La no lectura en el siglo XXI
2006.
mientras que se destaca también la poca inluencia del libro en la vida familiar. Igualmente, muestra que la distancia que media entre un no lector y un
lector esporádico es muy grande. Los no lectores se coniesan sin la paciencia
necesaria para leer y señalan que la lectura es difícil y que, por lo tanto, no les
gusta. Sólo 4.7 por ciento de quienes señalan leer son lectores que preieren
la literatura. Este sector tiene el más alto porcentaje en un antecedente de lectura familiar: 34 por ciento vivió la experiencia de la lectura con sus padres.
La mayoría de las familias no gasta dinero en libros ni tiene mucho interés
en hacerlo. Tampoco tenemos muchas librerías en el país. Por ello adquieren
especial relevancia las librerías Educal, las Salas de Lectura y los Paralibros instalados por la Dirección General de Publicaciones, pero también los esfuerzos
poco valorados de los libreros independientes y los pequeños negocios basados en el libro, que son minoritarios, pero que existen en algunas ciudades
donde lo fundamental ahora es, justamente, impulsar la gestión cultural de la
práctica lectora aprovechando dichos espacios.
La no lectura en el siglo XXI 55
En su momento, los acervos enviados a las escuelas enfrentaron también ese
reto: cómo hacer para que los libros se conviertan en objeto del deseo de niños
que pasan escasas horas en el aula.
Los mediadores de lectura nos dan ejemplos de cómo hacerlo, pero hace falta
sistematizarlos y compartirlos dentro de la perspectiva de la profesionalización
de la gestión cultural.
La falta de lectura parece encerrar una preocupación casi civilizatoria, porque,
desde su invención, la escritura y la lectura se colocaron como los vehículos más
importantes de transmisión del conocimiento y de la cultura para las sociedades.
El trauma de la desaparición de la antigua Biblioteca de Alejandría acompaña
todavía las cruzadas por la lectura, cuya defensa parece asociarse al irme rechazo a decretar la muerte del conocimiento producido hasta aquí por la humanidad, o al menos de declarar inviable su transmisión a las nuevas generaciones,
al margen de la lectura. Ése parece ser el temor de que el libro deje de jugar un
papel importante en la cultura contemporánea.
Sin embargo, en la actualidad, los niños y los jóvenes de ciertos sectores tienen
acceso a grandes cantidades de información que ponen a circular a veces sin
saber de dónde procede; también a las diversas formas de conocimiento que
no necesariamente resultan de la lectura de libros impresos, sino que provienen
de la experiencia social, de la calle, de la publicidad, de los medios de comunicación y de internet. No estoy diciendo que la calidad de ese conocimiento
tenga necesariamente una base en los avances cientíico-técnicos o que resulte
útil para la vida, pero el hecho es que la transmisión del conocimiento y de
la cultura ha encontrado muchos poros abiertos por los cuales iltrarse, aun
cuando la calidad de sus contenidos o su orientación dejen mucho que desear.
Por ello, en la batalla por la lectura existe una clara conciencia de que no se trata
sólo de generalizar la habilidad de conectar letras y de encontrar signiicados li56 La no lectura en el siglo XXI
terales en esa conexión, sino de inluir en las prácticas lectoras y en los contextos
de lectura en un sentido amplio y diverso, como hasta aquí se ha subrayado.
La lectura como acción individual tiene razón de ser cuando se produce en un
contexto que permite la creación de lujos, de sentidos y de signiicados múltiples; cuando lo leído se entrecruza con los conocimientos y las experiencias
con las que cada lector se enfrenta a su contexto vital.
Esto supone que el ejercicio de la lectura, con independencia de su formato (libro, revista, periódico, etcétera) y de su soporte (físico o electrónico), se desarrolle en un ambiente personal y social donde lo leído cobre sentido y signiicado.
Es innegable que esta posibilidad existe sólo cuando la frontera del alfabeto ha
sido cruzada. En ese sentido, importa incorporar en este proceso a los poco más
de seis millones de mexicanos que aún no rompen la barrera del analfabetismo.
Pero lo más preocupante es que el analfabetismo ya no se reiere solamente a la
lectura de la palabra impresa, sino también a la de la imagen, el sonido y el movimiento; lo que implica que para favorecer la lectura del mundo en un sentido
integral es necesario combatir los analfabetismos estéticos que se han creado por
el menosprecio de las artes como lenguajes y como formas de conocimiento,
que no se subordinan a la racionalidad “utilitaria”, la cual se vuelve objetiva en
el sentido de “lo práctico”. Este tipo de analfabetismo funcional y estético es
compartido por la mayoría de la población.
La no lectura en el siglo XXI 57
¿La imagen contra
la palabra?
L
a imagen ha sido vista comúnmente como enemiga de toda tradición
asociada con la palabra, no sólo escrita, sino incluso hablada. Así, con el surgimiento del cine se decretó la desaparición del teatro o de la literatura oral.
Cuando nació la televisión, la sentencia de muerte recayó en la radio, nuevamente en el teatro —que siempre aparece bajo la guillotina de toda revolución
artística y tecnológica— y también en el libro. Por lo tanto, la sucesión de tecnologías ha sido vista como una constante amenaza a las prácticas culturales
tradicionales, entre ellas la lectura de libros. Yo no comparto del todo este enfoque, porque hoy se montan más obras de teatro que nunca y la radio como
medio electrónico o digital sigue teniendo mucha penetración e inluencia.
Decía el escritor José Saramago que “el poder de la palabra es cuestionado
frente al poder de la imagen, pero una fotografía no basta para explicarse a
sí misma, a veces se necesitan mil palabras para ser entendida. Nos masacran
con imágenes que a veces no signiican nada”.5
Ciertamente, muchas imágenes no dicen nada, pero hay otras que lo dicen todo, como aquellas que dieron la vuelta al mundo dejando evidencia de la
tortura en la guerra de Irak. Sin embargo, lo cierto es que aun para entender
la profundidad de dichas imágenes se requiere de información previa, con la
que no siempre cuenta el lector fortuito.
De ahí la importancia de que la práctica lectora, vista desde la gestión cultural, se acompañe de muchas otras estrategias complementarias que generen
conectividad, ideas, experiencia y capacidad interpretativa para relacionar lo
leído con la vida diaria o con los sueños, los deseos y las más recónditas expectativas, por más inconfesables que sean.
A pesar de la invasión de la imagen, ni el teatro, ni la radio, ni la tradición
oral, ni los libros de papel han desaparecido, simplemente ocupan un lugar
5 En periódico Reforma, México,
26 de noviembre de 2006.
60 ¿La imagen contra la palabra?
diferente dentro de la organización cultural de la familia, la escuela y el individuo; se conectan de distinta manera en el conjunto de nodos que integran las
prácticas culturales de millones de ciudadanos.
La lectura, por lo demás, adopta formas muy diferentes que a la fecha no han
sido validadas como tales por su sentido utilitario, algunas, y otras porque se ejercen por medio de dispositivos no convencionales. Ya hemos señalado que ahora
es necesario leer mucho más que antes, frente a la explosión y las necesidades del
consumo, el desarrollo de la publicidad y la especialización del conocimiento.
Entonces, el reto de hoy no es la contraposición entre las imágenes y las palabras, sino las nuevas relaciones existentes entre ambas. Éstas se relacionan
de manera indisoluble incluso en el mundo del consumo cultural. Las ventas
masivas de la saga de Harry Potter llevaron a millones de personas a los cines.
Las crónicas de Narnia en el celuloide condujeron a muchos jóvenes a la lectura
de los libros. (En cambio, el best seller El Código Da Vinci, de Dan Brown, trajo
consigo una película que ni Tom Hanks logró salvar. Lo mismo ocurrió con
otro best seller: Memorias de una Geisha.) Estos sólo son ejemplos del tránsito
entre el libro y la imagen.
Libro y cine se retroalimentan no sólo en términos culturales: ahora, con el
predominio del lector multimedia, son también alimentados por una poderosa
industria que ha encontrado en este vínculo un campo económico emergente.
Pero lo más importante es que la lectura se desplaza hacia lenguajes, formatos y
dispositivos antes poco explotados.
Por ello, para acercarnos a la lectura en el siglo xxi, se requiere entenderla en un
contexto mucho más amplio que el de la propia palabra escrita, aunque ésta siga
representando el tránsito del analfabetismo a la alfabetización, a in de escudriñar
los fenómenos que la rodean en una época tan heterogénea como la que vivimos,
en la que las formas y los contextos de lectura son mucho más complejos y diversos, dada la explosión de lenguas y lenguajes que exigen diferentes formas de
¿La imagen contra la palabra? 61
alfabetización, nuevas competencias comunicativas
y de interacción con la diversidad, la hibridación,
la yuxtaposición, la conectividad, la intermitencia y lo efímero.
Los proyectos del Conaculta para posibilitar y dinamizar la lectura de autores mexicanos como
Octavio Paz en contextos tecnológicos, a través
de aplicaciones para iPad y otros dispositivos, constituyen un avance signiicativo en el tránsito
entre lectura y tecnología, y los esfuerzos de
digitalización de acervos que se han realizado
son fundamentales.
Pero conviene no dejar lugar a dudas: si bien
es fundamental erradicar el analfabetismo,
que en pleno siglo xxi niega el acceso a la
lectoescritura, ello no impide que se actúe
simultáneamente en los otros dilemas de
la alfabetización contemporánea.
Por ello, uno de los retos más grandes que se presenta es contrarrestar
la generación de nuevas formas de
analfabetismo y de exclusión social, de las cuales una de las más
reconocidas es la llamada brecha
digital. Sin embargo, los analfabetismos contemporáneos son mucho
más amplios y profundos. No
se relacionan sólo con la palabra
escrita sino, como señalaba antes,
62 ¿La imagen contra la palabra?
con nuestras escasas capacidades para leer imágenes, símbolos, sonidos, movimientos y otras formas de comunicación que son fundamentales en la llamada
era de la “explosión de los sentidos”.
¿Con qué armas nos enfrentamos a la explosión de imágenes, unas excesivas y
otras complacientes, en las cuales la sexualidad, el poder y la violencia se desbordan conformando una cultura visual saturada y veloz, autoritaria, sensual
y hedonista? ¿Estamos “alfabetizados” para mirar? ¿Tenemos herramientas
para ejercer con autonomía el acto de escuchar? ¿Conocemos los fundamentos del movimiento y, por lo tanto, somos capaces de leer nuestras emociones
en las huellas de nuestro cuerpo?
Este principio de siglo trae consigo muchos cambios en la valoración de lo
cultural y de las diferentes formas de lectura. A principios del año 2006 acudí
con mi familia al MoMA (Museo de Arte Moderno de Nueva York, por sus
siglas en inglés) a ver una exposición de Pixar, el estudio donde se crearon las
películas de Toy Story y Los increíbles, que son como una versión reloaded de
los 4 Fantásticos. Lo interesante no era ver a los personajes legitimados en un
gran museo de arte moderno, lo cual también era digno de relexión, sino
reconocer el interés de los asistentes en acercarse a los procesos de creación de
dichas animaciones, a la estética de las mismas. La exhibición hacía énfasis en
los vínculos entre ciencia, técnica y arte, no sólo digital, sino incluso a lápiz.
Luego regresé en 2008 y la propuesta museográica era relativa al diseño y a
la plasticidad mental. Ahí se evidenciaba el entramado de vínculos existentes
entre el arte contemporáneo y la tecnología; la conectividad de las redes neuronales del cerebro y su relación con el debate actual sobre el conocimiento
cientíico-técnico y la ética global que nos enfrenta a la suerte del planeta y
a los usos de la nanotecnología. Estamos ante la construcción de lujos de
conceptos, lenguajes, disciplinas, discursos y dispositivos, narrativas y textos
que nos permite integrar el conocimiento y despertar nuestra curiosidad en
cualquiera de sus dimensiones. Esa curiosidad por saber cómo se transita de
¿La imagen contra la palabra? 63
un medio a otro, de un lenguaje a otro, de un dispositivo a otro, impulsaba a
muchos jóvenes a buscar más y más información, leían con avidez las cédulas
y preguntaban si había algún libro sobre la exposición.
Por supuesto, no pretendo que todos los jóvenes puedan ir a Nueva York y
vayan al MoMA. Reiero este ejemplo porque nos permite ubicar cómo un
museo o una exposición pueden crear un contexto de recepción y de ejercicio
de la lectura, abriendo procesos de tránsito tecnológico de la cultura digital de
vuelta a la cultura escrita, a la lectura del texto. Y esto es, por supuesto, un
tema de política y gestión cultural.
Pero ésa no es una realidad muy frecuente en los espacios de aprendizaje en
los que se mueven nuestros jóvenes, quienes son vistos como potenciales consumidores, frente a dos de los enemigos más poderosos de nuestro tiempo: el
aburrimiento y el escepticismo. Por supuesto, con sus valiosas excepciones.
Por eso, nunca bastará la creación de nuevos espacios de formación estética
y tecnológica, de sitios de experimentación ni el impulso a las ciudades creativas y educadoras que crean este tipo de nichos en pequeña escala. No es que
necesitemos MoMAs por todos lados; nuestros museos y espacios culturales
pueden trabajar para romper con las inercias y el encierro de las disciplinas y
de los espacios ritualizados donde la vida se asoma por rendijas, sin atreverse
a entrar completamente. Necesitamos romper el adentro y el afuera para que
nuestros procesos de gestión cultural se acerquen a nuevos enfoques.
Los maestros en las escuelas, muchos de ellos alimentados por un espíritu misionero y de sacriicio, se empeñan, a veces en condiciones difíciles, en alcanzar
metas educativas orientadas todavía desde el racionalismo hacia aprendizajes
cuya importancia es el resultado y no el proceso, porque a ellos se les evalúa
de la misma manera. Es una cadena que encierra la necesidad de un replanteamiento epistemológico y pedagógico que cree un contexto favorable en el
sistema educativo y también en los ambientes de aprendizaje no formales.
64 ¿La imagen contra la palabra?
La educación artística fue retirada de las escuelas normalistas para ocupar el
tiempo en cosas “más útiles”. Cómo podemos esperar, entonces, que los profesores generen esas nuevas formas de aprendizaje si ellos tampoco recibieron
una formación en los nuevos lenguajes y sus estrategias de lectura no tienen
disponibles herramientas estéticas ni tecnológicas, y muchas veces tampoco
cuentan con instituciones que les acerquen exposiciones educativas de temas
que les permita conocer a fondo el arte, la ciencia, la tecnología y la lectura
como temas de exploración.
Buena parte del sector artístico, por su parte, está muy ocupado en la solicitud
de becas como única forma de inanciamiento y en la producción artística,
presentando sus resultados en los espacios creados para el circuito profesional,
el cual ha avanzado muchísimo en calidad y en organización. Sin embargo, no
han tenido la posibilidad de acercarse a otros circuitos, aún cuando muchos
de ellos lo desean.
Pedir a un profesor que enseñe artes y estrategias creativas de fomento a la
lectura es como poner a enseñar inglés a alguien que no lo habla. De ahí que
la prioridad sea también ayudar a los docentes a construir ambientes creativos,
protectores y favorables a la práctica de la lectura creativa. Y muchos de ellos
lo hacen a pesar de todo. Conozco a varios que son capaces de participar en el
fomento de la lectura y el aprendizaje. Uno de ellos, por ejemplo, maestro de
mi hija, Nahui Marie, les avisó a sus alumnos que iba a faltar cierto día, pero
les pidió que permanecieran en el salón de clases para que el director de la
secundaria no se diera cuenta de su ausencia. Ese día, los estudiantes mantuvieron su secreto y no salieron al patio. Cuál no sería su sorpresa al ver llegar
al salón a Pancho Villa, el Centauro del Norte, quien en primera persona les
contó la historia de la División del Norte.
Gardner trajo al debate de la escuela la necesidad de trabajar en el desarrollo
de las inteligencias múltiples, todas ellas relacionadas con las nuevas formas de
lectura del mundo: partiendo del marco teórico de la psicología piagetiana y
¿La imagen contra la palabra? 65
del procesamiento de la información, propone una nueva manera de entender
y desarrollar la inteligencia, que tiene más que ver con la capacidad para resolver problemas y crear productos, valorados por una cultura, que con la medida
del coeiciente intelectual y establece siete tipos diferentes de inteligencia: lingüística, lógico-matemática, visual-espacial, corporal-cinética, musical, interpersonal e intrapersonal.6
Éstas inteligencias encuentran en la educación artística o en la educación por
el arte un espacio privilegiado para recuperar a la persona en el proceso de ense-
6 María Dolores Prieto Sánchez y Carmen Ferrándiz García, Inteligencias múltiples y currículo escolar, México,
Aljibe, 2001, p. 11.
66 ¿La imagen contra la palabra?
ñanza-aprendizaje; un campo de exploración de valores como la tolerancia, la
diversidad y la disciplina; la creación de un ambiente afectivo de descubrimiento individual y colectivo; además del desarrollo de nuevas maneras de producir
conocimiento, de desarrollar capacidad de abstracción y de relacionar, distinguir y elegir.
Estas inteligencias múltiples, cada vez más buscadas por las escuelas en muchos países, incluido México, suponen habilidades para desarrollar muchas
otras formas de lectura del mundo interno y del que nos rodea.
¿La imagen contra la palabra? 67
Contextos de lectura,
tecnología y gestión cultural
E
l gestor cultural necesita estar alerta a todos los cambios que se produzcan en su contexto profesional. Durante el desarrollo de la computadora,
y especialmente de internet, ha habido modiicaciones drásticas en la lectura
y la escritura. Al ser internet una red de redes en la que se conectan diversidad
de textos escritos, verbales, visuales y auditivos, se ha vuelto semejante a un
sistema neuronal donde la producción de la escritura, del conocimiento y del
aprendizaje se presenta en condiciones de simultaneidad y “sin límites” aparentes.
En realidad, los límites están dados por las diferentes capacidades de hacer
“uso” inteligente de la red, esto es de navegar y conectarse con contenidos
signiicativos para no perderse en los ininitos planos del hipertexto, para
distinguir la información valiosa de la basura electrónica, para entender las
múltiples relaciones entre los enlaces encontrados y ponerlos en contexto,
y no simplemente para copiarlos sin razonar, como ocurre con muchos niños y
jóvenes que viven inmersos en la piratería ciberespacial. Hay estudiantes que
piensan que El Rincón del Vago y Yahoo! Respuestas son fuentes coniables de
información en internet.
Poco se ha avanzado en la producción de contenidos para la red basados en
las necesidades de conocimiento y aprendizaje de millones de adolescentes
que pasan horas navegando en las redes sociales. El tema de la piratería y los
derechos de autor en los ambientes tecnológicos y digitales todavía tiene un
largo camino por recorrer.
Los cambios que han introducido el texto y la escritura electrónica son radicales. Recurro a mi propia experiencia como ensayista: a partir del uso de la
computadora mi escritura ha sufrido una transformación. Pero el cambio no
sólo es externo, sino que afecta la manera en que pienso y puedo expresar ese
pensamiento a través de la palabra escrita.
Perdí la letra que con tanto esfuerzo mis maestros de primaria lograron que
desarrollara, a fuerza de planas y planas de caligrafía, de dibujar “bolitas y
70 Contextos de lectura, tecnología y gestión cultural
palitos”. Reconozco que ahora mi letra es espantosa, no es manuscrita, sino
“patuscrita”. Dice mi madre que tengo letra religiosa porque a la hora de escribir sólo Dios y yo sabemos qué estoy escribiendo, pero al momento de leer,
concluye, “sólo Dios sabe qué dice, porque a veces ni tú le entiendes.”
La escritura a mano me causa nostalgia, al grado de que uno de mis lugares
favoritos en Barcelona es una tienda de cuadernos y plumas del Barrio Gótico:
ahí huele a tinta y a papel, los cuadernos pululan y se antojan como objetos
y como sujetos. Para rendir homenaje a la letra perdida, compré un precioso
juego de plumas de tinta china, con la idea de escribir a mano algo incomprensible para confundir en el tiempo y en el espacio a quien lo lea. Pero la presión
del periodismo, la academia y la gestión cultural no me han dejado tiempo de
hacer la travesura.
Cuando uso el lápiz o la pluma, esas herramientas antediluvianas pero indispensables, sobre todo cuando no hay luz eléctrica, lo hago sólo para trazar el
boceto de las ideas. No las escribo completas, sólo las bosquejo, escribo de
palabras clave. Las ideas las desarrollo en el teclado de la computadora mientras
leo y escribo a la vez. Pienso más rápido cuando escribo frente a la pantalla
y también cuando estoy como en un circo de varias pistas. Guardo ideas o
fragmentos de ideas en archivos que tarde o temprano cobrarán vida en algún
ensayo. Puede ser que no tengan tanto valor y mueran olvidadas, pero hay
otras que germinan hasta el grado de cobrar vida.
Todavía recuerdo las noches de insomnio en que escribía a máquina una tarea
y también el terror de descubrir errores capaces de hacerme empezar otra vez.
Sin embargo, el tránsito de la máquina de escribir a la computadora es ajeno
a los estudiantes de secundaria y de preparatoria de nuestros días. Ellos son
parte de la generación internet que no vivió la experiencia rupestre de escribir
a máquina, poner papel carbón para hacer una copia y borrar con un papelito
corrector que se debía colocar justo entre el escrito y la tipografía. Frente al
uso de computadoras y dispositivos móviles y la frecuencia con que los jóveContextos de lectura, tecnología y gestión cultural 71
nes digitan mensajes en aquéllos, los maestros se han dado a la tarea de invertir el proceso: ahora les piden que transcriban sus textos a letra manuscrita,
para recuperar la escritura tradicional y la ortografía, la cual ha sufrido severas
mermas con este cambio.
Para mi fortuna, la tecnología se implantó en mi vida cuando la relación con
la lectura de libros estaba ya dada. La función salvadora del libro había germinado en mis prácticas culturales. No exagero si digo que gracias a los libros mi
alma se salvó del tedio y de la desesperanza.
Para mí, el acto de leer fue, como dice Freire, un acto liberador y también un
acto político. Pero mis prácticas lectoras no correspondían necesariamente a
las de mi generación. Muchos compañeros de preparatoria me miraban con
recelo por ese apego al libro. Se reconciliaban conmigo cuando iba a los conciertos de rock o me iba de pinta con ellos, pero ese afán por la lectura era una
rareza que ellos no entendían y que incluso podía ser socialmente excluyente.
No sé por qué, en ese entonces la lectura de libros se asociaba con una postura
de superioridad que no era bien vista.
Con la lectura entre los jóvenes sucede lo que ocurrió con mi hija, quien antes
de poder caminar bien aprendió a subir y bajar las escaleras. Algunos de nuestros niños, así como ciertos integrantes de los pueblos originarios, parecen estar
72 Contextos de lectura, tecnología y gestión cultural
empeñados en pasar de la oralidad a la tecnología sin transitar por la palabra
escrita. En el camino, han perdido la ortografía y escriben palabras que parecen
absolutamente desconocidas para una generación cuya cultura visual asocia la
escritura con el uso de los acentos, por ejemplo.
Somos testigos de una de las revoluciones tecnológicas más aceleradas que
haya vivido la humanidad en un lapso muy corto, una donde la espectacularización de la vida y el predominio de una cultura del entretenimiento reclaman
nuevas formas de narratividad. Vivimos en una sociedad en la que la explosión
de las imágenes convertidas en textos exige nuevas competencias y habilidades
lectoras de los niños, los jóvenes y aun de los adultos.
Enfrentarse a un libro impreso o electrónico supone un encuentro (o un desencuentro) cultural entre dos o más mundos, al menos el del autor y el del
lector. Pero, en el mejor de los casos, lo que estamos logrando en la escuela de
educación básica es una capacidad de descifrar el contenido literal de dicha
asociación, pero no los procesos de conectividad para interpretar lo leído y
para construir relaciones entre ello, el entorno y las experiencias propias del
lector. Tenemos que insistir, entonces, en los contextos culturales de la lectura,
subrayar la experiencia frente al aburrimiento. De ahí que la lectura no pueda
aislarse de otras prácticas culturales que entrañan el ejercicio de la ciudadanía
cultural, del disfrute y del placer, de la curiosidad y de la creatividad.
Una de las evidencias más grandes de la pérdida de la linealidad, la secuencia y
del valor de cierto tipo de conocimiento es que muy frecuentemente los niños
no encuentran el hilo conductor de la historia y no tienen claro qué fue primero, si la Revolución o la Independencia, si Guerrero fue personaje de la primera
o de la segunda. Ya hemos dicho que muchos temen acercarse a un párrafo
largo o a un texto sin ilustraciones.
¿Qué implicaciones tiene esto para las prácticas lectoras? Simple y sencillamente que no podemos esperar, en todos los casos, que los adolescentes puedan
Contextos de lectura, tecnología y gestión cultural 73
mantener el hilo de su lectura a lo largo de muchas páginas; que es necesario
desarrollar nuevas estrategias para que la lectura se estructure y no caiga en el
simple ámbito de la memoria temporal, no porque la memoria no sea necesaria,
o digna de ser desarrollada, sino porque al no crear sentido lo leído se pierde
como muchos otros conocimientos que desechamos de manera natural.
La memoria tampoco opera linealmente. Hay una serie de funciones que se
ponen en marcha para jerarquizar, relacionar, airmar y dar sentido, incluso
para volverla parte orgánica del cuerpo. De ahí que muchas veces hasta el
movimiento corporal pueda ser absolutamente necesario para articular nuevas
memorias y convertirlas en acción.
Más allá de cuál sea el método, lo importante es generar elementos de conectividad que permitan a los alumnos disfrutar la lectura, entrar y salir de
los textos a partir de estímulos que contribuyan a crear sentido y conexión
con la vida.
Desde la aparición del cine y la televisión, los ciudadanos cambiaron profundamente su mirada y la lectura del mundo, un mundo que ahora se nos
presenta mediado por todo tipo de pantallas. Los niños de las generaciones recientes han pasado de la televisión a la videocasetera y luego a los videojuegos:
desde las llamadas consolas, pasando por los simuladores, los celulares y las
iPads, hasta los juegos electrónicos que circulan por internet. Ya hemos dicho
que esto dio lugar al cambio en dos conceptos básicos que estructuran la cultura: el tiempo y el espacio. Los niños y los jóvenes gustan de la velocidad y las
estéticas de la lentitud los desesperan. Su lectura va a saltos, por fragmentos,
va y viene, no se detiene mucho en un solo tema ni en un solo tiempo.
Los formatos de lectura en las revistas cambian para durar lo mismo que una
visita al baño —perdón por lo prosaico del comentario. Los periódicos “suben” a internet las noticias del día y en pocos minutos tienen que publicar
información fresca, porque millones de personas ya leyeron esas notas, ya
74 Contextos de lectura, tecnología y gestión cultural
se “quemaron”. Por lo tanto, contribuyen al sentido de lo efímero, o bien,
cuando la información cobra la forma de la publicidad o la propaganda,
abundan en la repetición.
Ahora existen los mundos de la palabra virtual. La escritura puede ser incluso
un acto colectivo descentrado y desterritorializado. El hipertexto nos conduce
a una trama sin in de lecturas fragmentarias donde la conectividad es lo más
trascendente. La generación de nuevas comunidades virtuales es una realidad
a la que se han agregado no sólo lo sitios web, sino los blogs y hasta espacios
donde el lector y el autor interactúan en tiempo real.
A través de los ambientes virtuales y las nuevas formas de conectividad, es
posible escribir o crear obras de arte electrónico de manera colectiva desde
diferentes puntos del planeta. Se puede escribir a la distancia, como Sabina
Berman y yo escribimos Democracia Cultural, que por alguna razón se ha
considerado un libro que puede leerse en un avión. Ese libro se escribió
en un tiempo extendido. Escribí la parte que a mí me tocaba, entre Tepoztlán, Barcelona, San Salvador de Bahía y Nueva York donde inalmente lo
concluí.
Cuando los niños chatean, lo hacen en un tiempo comprimido, por más
horas que permanezcan frente a la computadora. Han creado un nuevo lenguaje compactando palabras y combinando símbolos, dibujos y colores que
signiican algo y no entienden por qué los adultos chateamos en blanco y negro. Cuando los estudiantes hacen hoy la tarea mediante grupos de Facebook,
comparten archivos, fotos, canciones, mientras leen, responden a 24 de sus
amigos que preguntan si irán a la próxima iesta, o quién copió el temario
para el examen. Están en un circo de seis pistas. ¿Cuál será el resultado sociocultural de esas prácticas? Todavía hace falta ver e investigar para saberlo.
El reto es no sacralizarlas ni rechazarlas, pero tampoco declarar la batalla
perdida para la concentración, el lento transcurso del tiempo y la paciencia
para leer un libro.
Contextos de lectura, tecnología y gestión cultural 75
Las redes tecnológicas han permitido poner al alcance de millones de personas un universo de conocimientos. La Biblioteca Cervantes, con su Biblioteca de Signos, es un ejemplo de ello. Los acervos de música, imágenes y otros
espacios de lectura electrónica parecen ofrecer un mundo de “cultura libre” a
la cual, sin embargo, no todos tienen acceso todavía.
En 2005 se calculaba la existencia de 835 millones de internautas. Sin embargo, el acceso a la información digital es desigual y crea nuevas formas de
exclusión. Aunque en México el crecimiento de internet y su accesibilidad se
han acelerado, todavía es un medio insuicientemente generalizado.
La encuesta de Conaculta señala que de 2000 a 2006, el número de usuarios
de internet en México ha crecido más del doble, al pasar de 9.3 a 19.6 por ciento. Para 2012, el número de internautas se ha incrementado a 27.6 por ciento.
A pesar los esfuerzos por introducir el uso de la computadora en el ámbito escolar —sobre todo en el público—, esto no se ha logrado del todo y aún falta
mucho para transformar las prácticas educativas tradicionales que inluyen no
sólo en la lectura, sino en todo el conocimiento. Sin embargo, eso no obsta
para que los jóvenes y los niños se relacionen con la tecnología de forma más
natural que los adultos y aun que los maestros.
Mientras unos adolescentes dominan la tecnología, otros aún no tienen acceso a la banda ancha, y los libros no necesariamente están a su alcance, si bien,
por fortuna, la Red de Bibliotecas Públicas ha crecido. La fragmentación social se ve incrementada justamente porque unos cuantos están instalados en la
era tecnológica, virtual e hipertextual, mientras que otros viven en el marco de
una cultura del consumo masivo fomentada por los medios de comunicación,
la cultura del espectáculo o la piratería.
76 Contextos de lectura, tecnología y gestión cultural
Autobiografía de
una lectora
A
un cuando podamos contar con todos los conocimientos de la vida
social, nunca podremos incursionar lo suiciente en las subjetividades de las
que está hecha la identidad cultural en permanente transformación, ni en lo
que respecta a la trayectoria que sigue un lector para adentrarse en la construcción de su propia práctica de lectura. En la era tecnológica, las subjetividades
no hacen más que ampliarse y convertirse en un complejo territorio de deseos
o frustraciones, de sueños y de experiencias.
Una de las características más interesantes de nuestro tiempo es la convivencia
de soportes, recursos y dispositivos por medio de los cuales circulan la palabra,
la imagen, el sonido, el movimiento. El poder de las llamadas nuevas tecnologías radica en que éstas son en cierta medida acumulativas y no necesariamente
sustitutivas. De ahí que en un mismo espacio y tiempo existan simultáneamente el libro, la fotografía, la radio, el video, el cine, la televisión e internet. Y esos
diferentes medios conviven en la subjetividad del posible lector.
Por ello, más que angustiarnos por la competencia de otros medios aparentemente más poderosos, lo que debemos hacer es enriquecer la capacidad de
elección, de selección, de generación de repertorios, no sólo de lectura sino
de otras prácticas culturales.
El asunto es cómo introducir la diversidad en un mundo que se pretende
homogéneo. ¿Cómo podemos ampliar el repertorio de los géneros dramáticos
a los cuales se acercan los ciudadanos para no quedarse en el más elemental
de todos: el melodrama? ¿Cómo darle sentido a la existencia si no podemos
romper con el aburrimiento? A in de cuentas, el libro no es más que una
ventana más de asomo y de asombro. Pero nadie se asoma a una ventana si no
siente curiosidad, si no hay en su interior una llama capaz de encender nuestra
propia energía, la que nos conecta con el mundo.
Declarar al libro en defunción no parece ni viable ni cierto. Los libros, como
objetos culturales, siguen su curso y se adaptan a las nuevas condiciones de
78 Autobiografía de una lectora
producción, circulación y lectura, a pesar de que ahora, debido al contexto
global, también los países se dividen entre productores e importadores de
libros. Adivinen de qué lado está México.
En nuestro país, la batalla por el libro pasa por la búsqueda de una política pública que permita el desarrollo y la integración de una industria que
requiere de diferentes estímulos para desarrollarse y de todos los espacios
posibles para acercarse al hogar, a la escuela, a la vida cotidiana; del fomento a las prácticas lectoras en un mundo que reconozca la diversidad
cultural.
Para ello, necesitamos insistir en que si bien un libro es un producto comercializable, es también un producto cultural y, por lo tanto, no es igual que
una dona, un paraguas o un zapato. Requiere de ciertos nichos ecológicos
para existir y expandirse. E importa tener una industria editorial fuerte
ya que es una forma de abrirnos al mundo con pensamiento e identidad
propios. Si de preferencia podemos estructurar una industria que revierta
la actual tendencia hacia la desaparición o la fusión de las editoriales, pues
todavía mejor, aunque sabemos que eso sólo puede ser fruto de un esfuerzo
conjunto entre los sectores público y privado.
Cuando se habla del fomento al hábito de la lectura, se piensa en un sinnúmero de estrategias de animación a éste y para acercar el libro a los niños
y a los jóvenes. La Biblioteca de Aula es una de esas acciones, las Salas de
Lectura son otras, la hora del cuento, la lectura en el Metro, etcétera. Cada
una tiene su valor, y sin duda alguna hay que seguirlas alentando o poniendo en marcha, pero no debemos esperar que esas experiencias reviertan las
tendencias de manera global. Esos pequeños procesos han de ser vistos hoy
con nuevos ojos para insertarlos en procesos de gestión cultural dirigidos
hacia escenarios de mayor alcance, aun cuando se lleven a cabo en el microcosmos de una comunidad, donde lo más importante sea la creación de
contextos de lectura y no sólo el acercamiento físico del libro.
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Hasta la fecha nadie ha encontrado la llave mágica de entrada al mundo de la
lectura, porque, inalmente, el origen, la genealogía de cada lector como tal es
parte de su biografía personal, intima, casi misteriosa.
Pero de una cosa sí estoy segura. Hay que dejar de hablar de la lectura desde
una perspectiva de obligatoriedad, de caliicarla, de pedir que los niños copien
párrafos completos que no entienden; hay que eliminar prácticas como la de
copiar las cédulas de los museos o de mandar a los chicos al teatro para que
lleven de vuelta el boleto sellado que demuestre su asistencia. Hay que liberar
el espacio social de la lectura para que pueda encontrar los lujos que la articulen a la vida cotidiana.
Recuerdo a mi hermano menor parado a un lado de mi mamá intentando leer
en voz alta la palabra jeroglíico, y a ella diciéndole: “no quiero pájaros de reloj
diciendo jero, jero, jero. Vete a leer en silencio y después regresas”. Luego recuerdo a mi padre enseñando a todos mis hermanos a tocar la guitarra. Ahora
mi hermano es ingeniero químico fármacobiólogo. No está interesado en
leer jeroglíicos. Lee literatura de vez en cuando. Más bien lee manuales de
operación de máquinas complejas, pero también sabe leer música.
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En mi caso, no tuve esa exigencia. Si leía me decían
que me pusiera a hacer algo útil. Qué curioso que
la misma práctica lectora fuese valorada de dos maneras distintas: una como herramienta fundamental del proceso educativo y la otra como una pérdida de tiempo. Tal vez aquí se encierra uno de los
meollos del asunto: la escasa valoración social de la
lectura, sobre la cual se ha incado todo un sistema
bibliotecario que apoya las tareas escolares, pero no
la lectura por el placer de ella misma.
Creo que para poder disfrutar la lectura de diversos
géneros literarios, debemos crear ambientes donde
ésta parezca inútil, es decir, que no esté asociada a
un in práctico. Y es que, en el fondo, para ser placentera la lectura, no debe perseguir tal objetivo,
sino representar(nos) un placer o una condición para la sobrevivencia.
De niña no me gustaba ir a la casa de mi abuela
porque era muy regañona, pero al mismo tiempo
sentía fascinación cuando mi tía, su hija menor,
abría en la noche un enorme ropero de donde sacaba sus tesoros: muñecas antiguas y juegos de té
impensables para mí. Pero lo más misterioso eran
los libros en doble dimensión que ella abría para
dejar salir enormes castillos y monstruos impresionantes. Ella nos contaba cuentos y en mis noches
de miedo yo podía imaginar y temer a la bruja dibujada en la sombra de la pared. Muy a mi pesar,
quería volver al lugar del misterio. Pero ella no me
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dejaba tocar los libros, sólo me los leía. La gran intriga era si las historias que
contaba venían en esos libros o ella las inventaba.
¿Era ella una gestora cultural? No. Era una estudiante de enfermería venida
de un pueblo de Guerrero donde no hay ni siquiera una biblioteca, pero en
la Ciudad de México ella también había descubierto que la lectura la volvía
especial. Sabía construir una fantasía alrededor de su ropero para imaginarlo
como un lugar mágico al que cualquiera de nosotros quería asomarse. ¿Acaso
era yo misma quien inventaba todas estas fantasías? El gestor cultural necesita
ahora saber crear esos ambientes y esos contextos de lectura.
Pero eso no me hizo lectora, porque aquellos encuentros eran muy esporádicos.
La lectura para mí fue más bien un acto de liberación, un acto de rebeldía y
también un espacio de salvación en plena adolescencia. Los libros se volvieron
importantes cuando descubrí que mis preguntas sin respuesta estaban expresadas en los libros. Que era mucho más rica la historia de la Revolución mexicana
narrada por Mariano Azuela que por mi maestra de historia, que la tragedia del
reparto de la tierra podía dar risa en “Nos han dado la tierra”, de Juan Rulfo.
Que no era la única loca en el mundo, que Nietzsche estaba más loco que yo.
Entonces, ¿cómo hacer para que el gestor cultural logre conectar al lector o a
una comunidad potencial con la lectura? Podríamos decir que a partir de que
la lectura ofrezca respuestas o sea capaz de crear nuevas preguntas a una comunidad o a un grupo social. Y estas preguntas pueden no ser útiles tampoco,
sino más bien orientadas a mover a la curiosidad, a la imaginación y al deseo.
Leí hasta que mis libros invadieron la casa paterna y ni yo ni mis libros ni
mis preguntas cupimos más. La lista de mis lecturas crecía en una libreta
casi como una obsesión. Después decidí estudiar biblioteconomía y trabajé
durante varios años en bibliotecas públicas. Me volví una profesional de la
lectura, como lo sigo siendo hasta ahora que fomento la lectura estética de la
vida a través de ConArte, la asociación civil que dirijo y donde promovemos
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la lectura y la escritura por medio de diferentes lenguajes, de sonidos, movimientos, etcétera; donde intentamos hacer nacer en la vida de miles de niños
y niñas una posibilidad de reconciliación entre pensar y sentir, entre la ciencia y
las artes, entre éstas y la tecnología.
Podría escribir una autobiografía teniendo como hilo conductor los libros
que he leído en cada etapa de mi vida, sin embargo, la biografía personal no
es ni por asomo la recomendación de una estrategia de lectura para nadie
más, porque, en gran medida, para una persona la lectura es un acto de mucha intimidad.
Lo cierto es que un gestor cultural debe comprender que la lectura se encuentra secuestrada porque las prácticas culturales que rodean el encuentro
entre el libro y el lector son cada vez más complejas y están saturadas de
estímulos externos y amenazadas por múltiples carencias: la ausencia de libros en los hogares, la pérdida de la tradición de las canciones de cuna en
las casas, la pérdida de la narración y del diálogo en la vida familiar, la falta
del tiempo y la velocidad de la vida, las extensas jornadas de trabajo y, sobre
todo, el desequilibrio en la vida de millones de niños que van a la escuela y
luego sólo ven televisión o están frente a su Play Station o su Xbox, o bien,
jugando maquinitas en la calle.
Conozco el caso de una niña que a los dos años y medio todavía no hablaba,
la niña fue llevada a un especialista del lenguaje quien descubrió algo obvio
y al mismo tiempo terrible. La niña no hablaba porque en su hogar nadie se
dirigía a ella, la comunicación era estrictamente utilitaria y autoritaria: haz
aquello, tráeme eso, vete para allá. Aunque usted no lo crea. De ahí que la
comunicación afectiva forme parte fundamental de nuestras estrategias de
fomento a la lectura.
El encuentro con el libro no puede ser más que un acto amoroso, algo que se
produce en un clima de afecto. Y en ese sentido, en pleno siglo xxi, no poAutobiografía de una lectora 83
demos pensar que toda la tarea recaiga sólo en la escuela. Ésta vive tensiones
derivadas de la proliferación de conocimientos, los cuales hay que comprimir
en un horario reducido, mientras ganan valor la simple mecanización, la memorización sin razonamiento y los conocimientos estables.
La lectura es tema de la escuela, pero es también un reto para la familia, responsabilidad social de los medios, de los comunicadores, compromiso de los
mediadores de lectura, porque la lectura es, sobre todo, un paso necesario para
alcanzar la ciudadanía cultural.
Sin embargo, ningún programa puede plantearse generalizar la lectura sin
insertarse y propiciar una transformación de las prácticas culturales. Ése es el
reto de la gestión cultural en nuestro siglo.
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Se terminó de imprimir en la Ciudad de México, en noviembre de 2012, en
los talleres de Impresora y Encuadernadora Progreso, S.A. de C.V. (IEPSA),
San Lorenzo 244, col. Paraje San Juan, Iztapalapa, C.P. 09830, México, D.F.
Para su composición se utilizaron las familias tipográicas Adobe Garamond
Pro y Myriad Pro. El cuidado de edición estuvo a cargo de la Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. El
tiraje consta de 5 000 ejemplares.
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