Número 72
Enero, Febrero y Marzo 2017
aposta
revista de ciencias sociales
ISSN 1696-7348
Número 72
Enero, Febrero y Marzo 2017
Editado por Luis Gómez Encinas
Aposta, publicada trimestralmente, es una revista digital internacional de ciencias sociales
con perspectiva interdisciplinaria, que tiene como misión promover el debate y la reflexión
sobre los temas esenciales de la sociedad contemporánea a través de la publicación de
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Tabla de contenidos
El entorno del niño en la cultura digital desde la perspectiva intergeneracional
Beatriz Feijoo Fernández y Aurora García González ..................................................................................9 - 27
Discurso del profesorado en torno a la sociedad, la familia, la docencia y su función social
Carlos Vecina Merchante, Sonsoles San Román Gago, David Doncel Abad.......................................28 - 56
Mitificación de la política e ideologización del mito en la Grecia Antigua
Yidy Páez Casadiegos ....................................................................................................................................57 - 77
La argumentación en el aula: una propuesta analítica
Mercedes Cubero, Andrés Santamaría, Alejandro Barragán .................................................................78 - 100
Procesos de construcción de saberes relativos a las prácticas de belleza entre mujeres de sectores
populares
Claudia Gabriela Reta..................................................................................................................................101 - 128
Culturas y generaciones. Actitudes y valores hacia la educación, el trabajo y el consumo en tres
generaciones de jóvenes españoles
José Francisco Durán Vázquez, Eduardo Duque ..................................................................................129 - 165
Releyendo 'El títere y el enano': el origen del cristianismo
Maximiliano E. Korstanje.............................................................................................................................166 - 180
La Teoría de la Acción y la ética investigativa en la recogida de datos
José Gregorio Páez Veracierta .................................................................................................................181 - 201
'Nación' y 'sociedad-mundo' en la teoría de Niklas Luhmann y algunos de sus continuadores
Lionel Lewkow...............................................................................................................................................202 - 231
Contents
The children setting in the digital context using an intergenerational perspective
Beatriz Feijoo Fernández y Aurora García González...................................................................................9 - 27
Discourse teacher about the society, the family, teaching practice and its social function
Carlos Vecina Merchante, Sonsoles San Román Gago, David Doncel Abad.......................................28 - 56
Mythification of politics and ideologization of myth in the Ancient Greece
Yidy Páez Casadiegos.....................................................................................................................................57 - 77
Arguing in classroom: an analytical proposal
Mercedes Cubero, Andrés Santamaría, Alejandro Barragán .................................................................78 - 100
Knowledge construction processes of body beauty practices among low-income women
Claudia Gabriela Reta..................................................................................................................................101 - 128
Cultures and generations. Attitudes and values to education, labor and consumption in three
generations of young spanish
José Francisco Durán Vázquez, Eduardo Duque...................................................................................129 - 165
Rereading 'The puppet and the dwarf': the origin of christianity
Maximiliano E. Korstanje ............................................................................................................................166 - 180
Theory of Action and research ethics in data collection
José Gregorio Páez Veracierta .................................................................................................................181 - 201
'Nation' and 'world society' in Niklas Luhmann's theory and in some of his continuers
Lionel Lewkow...............................................................................................................................................202 - 231
aposta
revista de ciencias sociales
ISSN 1696-7348
Nº 72, Enero, Febrero y Marzo 2017
EL ENTORNO DEL NIÑO EN LA CULTURA DIGITAL DESDE LA
PERSPECTIVA INTERGENERACIONAL
THE CHILDREN SETTING IN THE DIGITAL CONTEXT USING AN
INTERGENERATIONAL PERSPECTIVE
Beatriz Feijoo Fernández
Universidad de los Andes
Aurora García González
Universidad de Vigo
Recibido: 06/04/2016 - Aceptado: 27/07/2016
Formato de citación: Feijoo Fernández, B. y García González, A.
(2017). “El entorno del niño en la cultura digital desde la perspectiva
intergeneracional”. Aposta. Revista de Ciencias Sociales, 72, 9-27,
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Resumen
El actual contexto digital ha dividido a los miembros del hogar en nativos (los hijos) e
inmigrantes tecnológicos (los padres). Que el niño sea perfecto conocedor de los nuevos
medios no implica que su dominio vaya más allá de lo puramente técnico. Son menores
de edad y, aunque hayan nacido y crecido en una cultura digital, están inmersos en el
proceso de su propia formación como persona social y crítica, algo que es
responsabilidad de la familia. Con el objetivo de superar las dificultades que derivan de
la brecha digital en las relaciones paterno-filiales, el presente artículo, a través de la
metodología Delphi, busca analizar la percepción que el entorno social y educativo del
menor tiene sobre la cultura digital y sobre el uso que los propios niños hacen de las
nuevas tecnologías. Los resultados obtenidos muestran que padres, profesores y demás
agentes socializadores desconfían del alcance de las TIC y que una alfabetización digital
sería efectiva si fuera acompañada de una formación en valores.
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Palabras clave
Nativos digitales, brecha digital, alfabetización tecnológica, familia, educación en
valores.
Abstract
The current digital context has divided the houshold members between digital natives
(children) and digital inmigrants (parents). Although the child domains the new media,
this knowledge doesn´t exceed the purely technical consciousness. They are minors and
even if they were born and grew up in a digital culture, kids are completely immersed in
their own training process to become in a social and critical citizen, something that is
responsibility of the family. In order to overcome the difficulties that are caused by the
digital gap in the parent-child relationships, this paper focusses on analyzing the
perception and opinion that the children setting maintains about the digital culture and
about the new technologies´ children use, employing the Delphi scientific method. The
results show that parents, teachers and other socializing agents mistrust of new
technologies and a digital literacy would be effective if it walked hand in hand with an
education in values.
Keywords
Digital native, digital gap, digital literacy, family, education in values.
1. UNA GENERACIÓN DIGITAL Y EQUIPADA QUE CONVIVE EN UN
ENTORNO DE INMIGRANTES TECNOLÓGICOS
El nativo digital, término establecido por Marc Prensky en 2001 para definir a las
generaciones que crecen rodeadas por las nuevas tecnologías, no solo existe en un
contexto virtual. Día a día conviven y son educados por un entorno formado
principalmente por inmigrantes tecnológicos, “personas que no han nacido inmersas en
este entorno de nuevas tecnologías, pero que se ven obligadas a utilizarlas” (Bringué &
Sádaba, 2009: 16). Si los primeros mantienen una relación natural con las TIC, “su
lengua materna”, para los segundos “se trata de una lengua extranjera”.
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Aunque algunos hagan esfuerzos por adecuarse a la era digital, los inmigrantes digitales,
según Prensky (2001) conservan “un acento”, esto es, comportamientos, actitudes,
acciones que ponen de manifiesto su relación artificial con las nuevas tecnologías.
Prensky establece ejemplos como la impresión de un email o recurrir a internet como
segunda fuente de consulta tras consultar libros o enciclopedias.
Los nativos digitales, que manejan de forma natural estas herramientas, no procesan de
forma secuencial, piensan de forma paralela, atienden varias cosas a la vez y
rápidamente, y si se recibe respuesta al instante, mucho mejor. Su itinerario de lectura
no es lineal, sino aleatorio guiado y personalizado por el hipertexto y prefieren las
imágenes a los textos. Como consecuencia, optan por paquetes breves de información,
trabajan mejor cuando están conectados, en comunidad y suelen preferir entornos de
aprendizaje divertidos a los serios y aislados de los inmigrantes digitales que sienten
poco aprecio por todas estas habilidades ya que son totalmente ajenas a su experiencia
de aprender “paso a paso, una cosa cada vez y de forma individual” (Prensky, 2001:3).
La mayoría de los inmigrantes digitales no creen posible que un niño pueda hacer los
deberes mientras ve la televisión o escucha música.
No obstante, Prensky en este sentido es rotundo: afirma que “no hay vuelta atrás”
(2001: 4) para “reformar” las habilidades desarrolladas por los nativos digitales, ya que
existe la alta probabilidad de que sus cerebros sean diferentes a los de generaciones
anteriores “como consecuencia de los estímulos digitales recibidos a lo largo de su
crecimiento” (2001: 12). Prensky avala su teoría con argumentos de base neurobiológica
al considerar que nuestro cerebro es muy plástico, sus conexiones se van modificando a
lo largo de la vida en función de los estímulos externos recibidos y, consecuentemente
afecta a la forma de pensar del individuo. Añade razones de orden psicosocial para
exponer que la cultura y el entorno determinan muchos de los procesos de pensamiento
por lo que personas que crecen en diferentes contextos culturales “piensan de forma
diferente” (2001: 15). Así es totalmente comprensible que los nativos digitales, por el
empleo del lenguaje hipertextual, desarrollen estructuras cognitivas en paralelo y no de
forma secuencial como los inmigrantes digitales.
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Esta distinción entre nativos e inmigrantes digitales (sobre todo en el entorno de la
enseñanza) fue calificada de excesivamente dicotómica y radical por algunos autores
(Cassany & Ayala, 2008:63). Cassany y Ayala reflexionan que es complicado establecer
una distinción absoluta entre nativos e inmigrantes digitales:
“Es obvio que las TIC e Internet todavía hoy […] no han llegado
a muchos lugares (pueblos, barrios, casas) y que algunos bebés
siguen siendo inmigrantes hoy en día. Lo que marca la frontera
es el grado de penetración de las TIC en cada comunidad y eso,
como sabemos, varía a lo largo del planeta” (2008: 62).
Apuntan además que la humanidad no se dividió en nativos e inmigrantes digitales de
forma repentina, sino que fue algo progresivo a través de los años. “La transición del
mundo analógico al digital es algo paulatino que afecta de manera distinta a varias
generaciones; de ningún modo se trata de una ruptura abrupta y puntual ocurrida en una
fecha” (Cassany & Ayala, 2008: 62). Los autores añaden que tampoco existe un listado
de lo que poder calificar o no como digital y cuestionan el clásico enfrentamiento entre
el mundo analógico y digital, “cuando en realidad lo uno y lo otro se complementa y
viven en armonía” (2008: 63).
Además de lo expuesto, hay diversidad teórica del término nativo digital. Desde fines de
los 90 han ido surgiendo múltiples conceptos para definir a las nuevas generaciones. Las
revisiones bibliográficas hechas por García, Gértrudix, Durán, Gamonal y Gálvez
(2011), destacan las aportaciones de Jerome Tapscott que usó el término “Generación
Net” para referirse a las generaciones digitales son fruto de transformaciones tanto
demográficas como tecnológicas. En la línea de investigación trazada por Tapscott,
García et al (2011) también citan a los autores Sinclair y Cerboni con su definición de
“avatares digitales” o a Boschma, que formula una división generacional diferente a la
de Tapscott y presenta a la “Generación Einstein” con necesidades y prioridades
diferentes a las contempladas en la Pirámide de Maslow. Por su parte, Christopher
Harris identifica tres formas de usar la tecnología “knowing-participating-living” con
tres tipos de usuarios: “voyeurs” (del mundo analógico), “inmigrants” (conviven en el
mundo analógico y digital) y “natives” (actúan en una realidad híbrida).
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A partir de esta diversidad teórica, García et al (2011: 123) señalaron una serie de
rasgos comunes a los nativos digitales: tienen un alto dominio de las tecnologías; viven
en un contexto global, el mundo como única frontera; emplean la red con una clara
finalidad socializadora y aprenden con y a través de ella; sienten una necesidad
constante de estar comunicados y actualizados; lo digital es lo más importante en su día
a día y progresan con la exploración. Coinciden con Prensky en que estas generaciones
digitales procesan la información rápidamente, son multitarea, multimodales, buscan
una gratificación instantánea y una interacción continua.
Por su parte, Williams y Rowlands (2007) bautizaron a los nativos digitales como la
“Generación Google”, niños que comenzaron a usar internet a partir de este navegador,
en torno a 1998. Según estos autores, los miembros de esta generación carecen de una
conciencia real sobre sus necesidades informativas cuando buscan algo por la red, una
navegación de la que conocen su mecánica pero de la que no tienen conocimientos
profundos. No son capaces de diferenciar las fuentes relevantes y fiables y realizan un
constante zapping cibernético, es decir, como media leen un 20-28% de los contenidos
web, lo que les imposibilita una lectura crítica.
En el marco de un proyecto de carácter internacional sobre la protección de la infancia y
la promulgación de un uso responsable de las nuevas tecnologías en niños y jóvenes, en
2008 Bringué y Sádaba comenzaron a emplear el término “Generaciones Interactivas”
para referirse a estos nativos digitales “cuya existencia se explica desde la convivencia
habitual de niños y adolescentes con los múltiples dispositivos propios de las TIC”
(Bringué & Sádaba, 2009: 315). Definen a estos jóvenes como una generación
equipada, móvil, precoz, multitarea y emancipada.
Para Bringué y Sádaba (2009) la brecha digital que provoca la edad repercute de forma
acusada en el campo familiar y educativo, pues padres y docentes se sienten perdidos en
el mundo de los nuevos medios en el que los pequeños les sacan mucha ventaja. Esta
inexperiencia digital no exime a los progenitores de la responsabilidad de formar a sus
hijos de ahí que algunos autores hablen de “crisis” en los hogares consecuencia de la
incapacidad para afrontar una realidad que les resulta compleja.
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“Los padres son el agente educativo por excelencia, junto a la
escuela, a pesar de que sientan un distanciamiento generacional
frente a sus hijos alentado por las TIC como un elemento más de
diferenciación actitudinal, cognitiva y conductual que no les
excluye, ni releva, de su obligación moral de constituirse en
agentes de mediación en el uso que los hijos hacen de los
nuevos medios para tender el puente necesario entre la
tecnología y la ética a través de la educación” (Torrecillas,
2013: 71).
Este panorama exige que el primer paso sea afrontar la alfabetización digital de los
padres para que posteriormente puedan sumergir debidamente a sus hijos en la cultura
digital. La educación en TIC:
“Abarca la capacitación para la utilización de las tecnologías
tanto para acceder a la información como para producirla y la
asimilación de la dimensión social de su uso a la hora de
comprender los sentidos y significaciones propuestos por los
textos mediáticos y las repercusiones y responsabilidad de la
creación y difusión de contenidos” (Torrecillas, 2013: 62).
Por tanto, la alfabetización digital no sólo implica un conocimiento técnico de las
nuevas tecnologías sino además el empleo de un espíritu crítico para que contribuyan al
desarrollo de una sociedad mejor (Kendall & McDougall, 2012).
Como hipótesis se establece que la brecha digital en las familias se podría superar si los
padres participasen en la alfabetización digital de sus hijos. La relación entre
progenitores, menores y nuevas tecnologías es una realidad asumida por toda la
comunidad científica. Además de esa necesidad formativa, cabe preguntarse qué
posicionamiento tiene el entorno responsable de la educación del nativo digital sobre los
nuevos medios. Si los padres, docentes y otros agentes sociales son los encargados de la
alfabetización de los niños, puede ser interesante conocer qué impresión tienen de la
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realidad 2.0 de ahí que este artículo tenga como objetivo analizar en profundidad la
percepción que tiene el entorno del niño sobre la cultura digital y la participación de los
menores en la misma, para valorar el grado de conocimiento y establecer indicadores
iniciales que permitan medir el grado de formación de las familias.
2. MATERIAL Y MÉTODOS
La investigación se ha realizado utilizando el método Delphi, técnica cualitativa a partir
de la cual un grupo de individuos, generalmente con experiencia en la materia tratada,
aportan su opinión sobre acontecimientos del futuro (Linston & Turoff, 1975: 3). Se
trata de un método subjetivo y predictivo cuyos resultados dependerán del juicio
emitido por las personas consultadas tras alcanzar una perspectiva convergente
(Astigarraga, s.a.).
Este estudio forma parte de una investigación más amplia recogida en la tesis doctoral
La infancia ante las pantallas. Análisis del consumo de medios audiovisuales (Tv,
videojuegos e internet) entre los niños gallegos de último curso de primaria en 2010
(Feijoo, 2015), en la que se profundizó en los usos que los escolares daban a las
pantallas citadas. Para este análisis concreto se trabajó con cinco perfiles que
representan el entorno más inmediato del niño, no conociéndose entre sí, con el objetivo
de entender cuáles son sus inquietudes ante el uso por parte de menores de las nuevas
tecnologías y qué actitud y soluciones creen que hay que tomar para que ese consumo
digital sea beneficioso para los niños.
El primer paso de esta metodología fue establecer una serie de preguntas abiertas
comunes a todas las figuras consultadas para dejar a cada uno la posibilidad de
comentar los aspectos que valorasen más importantes. El segundo paso se basó en
extraer todas las opiniones vertidas para convertirlas en propuestas concretas de las que
los encuestados expresaron su consenso o disenso. Finalmente, de todas ellas se
rescataron las propuestas que alcanzaron acuerdo unánime o mayoritario entre los seis
representantes escogidos.
En los cuestionarios facilitados se trataron cinco grandes temas:
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- Opinión general de las nuevas tecnologías. Ventajas y desventajas de su uso.
- Repercusión en la vida del niño del uso que le dan a las herramientas 2.0.
- Nivel de preparación del menor para el manejo de las TIC.
- Formación y responsabilidades.
- Alarmismo social.
Las previsiones se fundamentaron en la experiencia directa y en la perspectiva crítica de
cada uno de los profesionales. Las conclusiones presentadas en este artículo no
pretenden ofrecer una visión completa de la actitud que la sociedad deba tomar ante la
formación digital de los niños. Se busca más bien hacer una reflexión sobre el escenario
a corto y medio plazo al el que tienen que enfrentarse padres, profesores, administración
y justicia para lograr la educación plena de sus pequeños.
Las figuras consultadas fueron personalidades relevantes y representativas del entorno
educativo de Pontevedra, provincia gallega en la que se centró el trabajo de campo [1]:
- Antón Méixome, ex-vicepresidente y actual vocal de FANPA, Federación
Provincial de ANPA de Centros Públicos de Pontevedra, vinculado a la
institución por más de 10 años.
- Carmen Cobas, profesora de Educación Primaria y de Secundaria con 25 años
de experiencia laboral. Desde 1991 ejerce como docente en los cursos de 5º y 6º
de Primaria el Colegio San Miguel 2 de Vigo.
- José Raposeiras, doctor por la Universidade de Vigo y catedrático de
Orientación Educativa de la Xunta de Galicia que ejerce su profesión en la
Consellería Provincial de Educación en Pontevedra y que cuenta con más de 30
años de experiencia en el mundo de la orientación educativa.
- María Encarnación Bullón Martín, coordinadora de la Fiscalía de Menores de
la provincia de Pontevedra, con cargo público desde 1996.
- Luis Alberto Luaces, inspector de policía del Servicio de Atención a la Familia
(SAF). Imparte charlas y conferencias sobre el uso de las nuevas tecnologías en
los centros educativos en la circunscripción Vigo-Redondela.
1
Aunque el trabajo de campo se circunscriba geográficamente a la provincia de Pontevedra, se considera
que la relevancia de las personas entrevistadas y su experiencia profesional hacen posible que los
resultados y conclusiones sean suficientemente representativos para explicar la realidad actual.
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3. ANÁLISIS Y RESULTADOS
En este apartado se presentan las principales reflexiones sobre el uso de nuevas
tecnologías por parte de menores a las que han llegado las voces consultadas y que
representan a cada uno de los agentes involucrados en la formación de los niños: padres,
docentes y administración. En el momento de realizar el estudio, todos los entrevistados
tenían entre 30 y 50 años y ellos mismos se definieron como inmigrantes digitales: por
circunstancias profesionales se vieron empujados a emplear las nuevas tecnologías. De
una forma u otra se relacionan diariamente con nativos digitales, observan y analizan
cómo esa condición influye en la educación y en la formación de los más pequeños. El
escenario que dibujan los inmigrantes digitales sobre los nativos digitales se ha dividido
en cinco bloques temáticos: opinión general sobre las herramientas 2.0; repercusión de
su uso en la vida de los niños; nivel de preparación ante las nuevas tecnologías;
alarmismo social en relación a ese uso y formación y responsabilidades.
Gráfico 1. Resumen de los temas de debate e ideas consensuadas por el grupo de expertos
Fuente: Elaboración propia
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3.1. OPINIÓN GENERAL SOBRE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS
Como inmigrantes digitales, los seis participantes en este estudio coinciden en que son
usuarios esporádicos de las nuevas tecnologías y cuando las emplean es por motivos
excepcionales, bien profesionales, bien por su vida personal. “Profundicé en su uso
cuando comenzaron a llegar a la Fiscalía de Menores alguna denuncia por delitos
cometidos en las redes sociales” (E. Bullón, comunicación personal, 5 de mayo de
2011). Reconocen, así pues, que su entrada en el entorno digital es reciente y con un
conocimiento limitado.
De estas aplicaciones digitales señalan como principal ventaja su función comunicativa
al poner en contacto a los usuarios y permitir que intercambien información en
cualquier formato independientemente de la distancia física. No obstante, todos los
encuestados se mostraron más proclives a destacar los inconvenientes y peligros de
emplear estas herramientas 2.0. Coinciden en que el anonimato que proporciona internet
inspira desconfianza sobre la identidad de la persona con la que se interactúa además de
facilitar la difamación, algo especialmente peligroso cuando los usuarios son niños. La
falta de poder en la gestión de la información depositada y la exposición pública que
demandan dichas aplicaciones consideran una agresión a su privacidad lo que provoca
que se sientan desprotegidos en la web. “Estas herramientas no ofrecen a la persona el
derecho a olvidar, ni a volver atrás, cuando entras, cedes todos tus derechos” (A.
Méixome, comunicación personal, 19 abril de 2011).
Sus reticencias no les impiden vislumbrar que las nuevas tecnologías son el presente y
que es imposible evitarlas. Sostienen que, sobre todo en lo que respecta al uso por parte
de los niños, la vía de actuación no es la prohibición, sino que se debe buscar el máximo
beneficio debidamente. “Hay que suprimir esa idea de que las máquinas son horribles,
se tiene que imponer la máxima de que somos nosotros como humanos los que debemos
aprovecharlas para sacar su máximo rendimiento” (J. Raposeiras, comunicación
personal, 26 de abril de 2011).
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En este sentido, los profesionales vinculados al mundo de la docencia que participaron
en esta investigación se mostraron a favor de integrar aplicaciones como las redes
sociales en el ámbito educativo y sacar partido de sus ventajas comunicativas y de
interconexión.
3.2. REPERCUSIÓN DEL USO DE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS
Las nuevas tecnologías gozan de un “atractivo irrefrenable” para los niños, asumen las
voces consultadas. En este sentido, como principal consecuencia señalan el uso abusivo
que tienden hacer de ellas al estar permanentemente conectados gracias al completo
equipamiento que tienen en sus hogares. Para ello, los menores descuidan otras
actividades como la lectura, el estudio o las relaciones familiares.
Por otro lado, los representantes entrevistados consideran que el uso que hacen de
herramientas 2.0 es imprudente e ingenuo al no proteger sus propios derechos como el
de la intimidad. “Los más pequeños no valoran la privacidad, exponen datos a la ligera a
través de los que descubren toda su intimidad e incluso la de su entorno familiar” (C.
Cobas, comunicación personal, 24 de abril de 2011).
Lo que más le preocupa al entorno del niño son los posibles cambios en el
comportamiento derivados de esa exposición a las nuevas tecnologías. Por un lado, se
cree que su uso puede convertir a los pequeños en seres solitarios y aislados que
prefieren el contacto virtual al físico cuando se relacionan con su grupo de amistades.
Padres y docentes temen que el empleo o no de este tipo de herramientas digitales
genere diferencias entre los propios niños, una situación que perjudicaría el proceso de
inclusión en las aulas. “Los menores son muy selectivos y aquellos que no entran en el
círculo son objeto de rechazo y de exclusión” (J. Raposeiras, comunicación personal, 26
de abril de 2011).
Los participantes en este estudio parten del punto de que los nativos digitales no
diferencian entre la esfera virtual y la real, contrariamente a lo que les sucede a los
inmigrantes digitales que consideran todo lo virtual una herramienta que facilita su
experiencia vital. No obstante, los niños tienden a trasladar todo lo acontecido en la red
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a su vida diaria y viceversa ya que para ellos son dos mundos interconectados situados
al mismo nivel de realidad. “Si en una foto no etiquetan a alguien es que le están
mandando un mensaje de que no le interesa como amigo ni en el mundo digital ni en el
real” (A. Méixome, comunicación personal, 19 abril de 2011).
Observan, además, que los niños son cada vez más impacientes en sus rutinas dada la
rapidez y velocidad de procesamiento con las que trabajan las nuevas tecnologías. Para
los adultos, los nativos digitales se están formando bajo una cultura de la inmediatez en
la que todo tiene que funcionar al primer intento y rápidamente. En caso de que no
suceda así, los menores suelen presentar situaciones de estrés y frustración atípicas a
esas edades.
Así como señalan cambios en su comportamiento, este grupo de colaboradores también
coincidió en que el uso de las TIC por parte de los niños influye en su rendimiento
escolar. Los representantes de los profesores en esta investigación afirmaron que el
tiempo dedicado a las tareas del colegio se reduce para dedicarle más atención a las
nuevas tecnologías que tampoco emplean como herramienta de aprendizaje, formación
y consulta. “Pueden manejar correctamente las redes sociales pero desconocen la
utilidad más allá de esas aplicaciones. No saben hacer nada más, ignoran cómo crear un
PowerPoint o cómo seleccionar información porque cuando tienen que hacer un trabajo,
acceden a Wikipedia, copian y pegan y eso no es conocimiento” (C. Cobas,
comunicación personal, 24 de abril de 2011).
No solamente los distraen de sus responsabilidades, los encuestados también están
convencidos de que el uso de dichas aplicaciones 2.0 provoca alteraciones en las
capacidades básicas de los menores, como la lectura o escritura. La intuición con la que
se manejan en la red les permite avanzar y alcanzar sus metas sin necesidad de atender a
mensajes explicativos o tutoriales, hábito que trasladan a la aula en la que docente debe
hacer esfuerzos para que los niños se apliquen en la comprensión lectora. “Sustituyen la
certeza por la intuición […] ya que no son capaces de pararse a leer y, si lo hacen, texto
pequeños durante un corto periodo de tiempo” (A. Méixome, comunicación personal, 19
abril de 2011). Igualmente aprecian que la escritura sea otra capacidad que se puede ver
alterada en los menores al emplear estas nuevas tecnologías. La redacción a través de
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internet suele ser más relajada, se descuidan las normas gramaticales, semánticas y
ortográficas y se tiende a un uso sintético y abreviado de las palabras. Como sujetos en
periodo de formación pueden trasladar ese uso incorrecto a sus tareas académicas y
alterar su aprendizaje escolar.
Otra cuestión objeto de debate es la pérdida de capacidad de concentración al enfrentar
sus tareas diarias. Tener acceso a un completo equipamiento tecnológico así como su
natural impulso de atender varias cosas a la vez provocan que el nativo digital sea
incapaz de centrarse en una actividad y finalizarla. Igualmente, la necesidad de
conseguir resultados inmediatos hace que los niños desconozcan el valor de la
insistencia y del esfuerzo y abandonen tras el primer intento fallido.
Para las personas consultadas, las nuevas tecnologías no solamente influyen en el
rendimiento escolar sino también en el ambiente de la propia clase y en la relación entre
profesor y alumno. “Los niños, sin consentimiento, incorporan y acceden a las
aplicaciones digitales en las aulas sobre todo a través de su teléfono móvil con lo que
alteran la clase. Por su parte los profesores, al no disponer de una normativa reglada
para estos casos, toman medidas improvisadas que suelen terminar en conflicto” (J.
Raposeiras, comunicación personal, 26 de abril de 2011).
3.3. NIVEL DE PREPARACIÓN DEL MENOR ANTE LAS TIC
Hay unanimidad en afirmar que el niño no está preparado para un uso consciente y
responsable de las nuevas tecnologías. Aunque se parte del hecho real y legal de que los
menores de 14 años tienen prohibido su acceso a la mayoría de estas aplicaciones (como
las redes sociales) no es suficiente para frenar su utilización. Para los entrevistados se
trata de una cuestión preocupante pues los menores no conciben el alcance de sus
acciones en la red y tampoco distinguen los posibles peligros y riesgos a los que pueden
verse expuestos.
Entre las causas, su despreocupación por proteger su intimidad y privacidad, ya que no
hay que olvidar que son niños que aún están construyendo su escala de valores. Los
pequeños se creen inmunes por la protección que les brinda su cuarto sin percatarse de
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que sus acciones son públicas y permanentes. Los niños piensan que los datos que
revelan, las fotos, las opiniones o los comentarios se quedan en el ámbito de su núcleo
de agregados, pero no se dan cuenta de toda esa información se exhibe a un número casi
ilimitado de usuarios (E. Bullón, comunicación personal, 5 de mayo de 2011).
Además de inmunes, también se piensan invulnerables al considerar que el anonimato
los hace impunes ante cualquiera acción. “Es importante concienciar a nuestros jóvenes
de que los actos y comentarios que realizan dentro de esas redes pueden ser ilícitos, de
hecho, son cada vez más frecuentes los delitos cometidos en estas plataformas” (E.
Bullón, comunicación personal, 5 de mayo de 2011).
3.4. ALARMISMO
Ante la posibilidad de que el uso incorrecto de las nuevas tecnologías por parte de los
niños sea tema de debate social, existe diversidad de opiniones en función del género.
Las mujeres que participaron en el estudio (en su mayoría también madres) sí que ven la
situación inquietante con razones suficientes para calificarla de alarmante. Este
posicionamiento es consecuencia de las experiencias negativas que ya han vivido por el
mal uso de las herramientas digitales por parte del niño, desde usos abusivos hasta
publicación de comentarios, vídeos y fotos ofensivas.
Por su parte, el sector masculino no justifica y no ve necesaria esta ola de alarmismo al
pensar que es lógico que se incrementen el número de incidencias si han aumentado el
volumen de usuarios además de ser minoritarios los casos más extremos. Añaden que
esta centralidad de las nuevas tecnologías será pasajera en la vida de los niños y que en
el futuro será otra realidad la que llame su atención.
Con todo, los representantes del Cuerpo de Seguridad confirman un incremento del
número de delitos cometidos por menores por un incorrecto uso de las nuevas
tecnologías. “En concreto, son frecuentes las injurias, el acoso escolar, incluso algún
delito de pornografía o usurpación de contraseñas” (E. Bullón, comunicación personal,
5 de mayo de 2011). Puntualizan que episodios de “cyberacoso” o “cyberbulling” son
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más residuales y que un porcentaje de casos acaban por solucionarse en el interior del
colegio ya que lo más común son conflictos entre los propios menores.
Independientemente de si es necesaria o no una mayor preocupación social por este
tema, representantes del SAF (Servicio de Atención a las Familias) advierten en los
centros educativos un incremento del número de peticiones para que miembros del
cuerpo asesore tanto a profesores como alumnos sobre el uso de las TIC. “En nuestra
circunscripción Vigo-Redondela las solicitudes relativas a peligros en internet
supusieron un total de 40 en el último año, frente a las 27 sobre drogas y alcohol, 23
sobre acoso escolar y ocho sobre bandas juveniles” (L. A. Luaces, comunicación
personal, 10 de mayo de 2011).
3.5. FORMACIÓN Y RESPOSABILIDADES
De forma instintiva, todos los profesionales están de acuerdo en que la mayor
responsabilidad de velar por el uso que los niños hacen de las nuevas tecnologías recae
en los padres. Ahora bien, este hecho los funde en una paradoja pues al mismo tiempo
son conscientes de su carencia de conocimientos sobre la red. “Los padres desconocen
muchos aspectos de seguridad, no se imaginan los problemas que se pueden encontrar
sus hijos en la red, como que por ejemplo cualquiera se pueda descargar las fotos de sus
hijos y emplearlas para otros fines” (L. A. Luaces, comunicación personal, 10 de mayo
de 2011). Consecuentemente, plantean como solución más inmediata un programa
formativo para todos los agentes implicados, especialmente para padres y docentes. Una
de las claves para que este proceso formativo sea fructífero es la colaboración entre los
hogares y centros escolares que cuentan con un profesorado más concienciado de las
problemáticas de los niños y que deben estar dispuestos a ayudar a los progenitores más
desorientados.
A pesar de esta declaración de intenciones, todos los sujetos preguntados reconocen que
su preocupación por formarse en el entorno digital surge tras vivir una experiencia
negativa y no como medida de prevención. No obstante, en el momento en que los
expertos hicieron un ejercicio de reflexión más profundo, llegaron a la conclusión de
que la formación parental no acabaría con las preocupaciones y peligros que suponen la
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red en la vida de los menores, más bien sería una solución provisional para una cuestión
que va más allá y que finalmente depende de la educación y de los valores que reciben
los niños en sus hogares. “Por ejemplo, cuando una niña publica en su perfil una foto
suya inapropiada, antes de tomarla, tuvo que pensarla y prepararla, por tanto me
pregunto, ¿qué le han enseñado a esa niña para que pose de esa manera? (C. Cobas,
comunicación personal, 24 de abril de 2011). Apuntan a una crisis en las bases
familiares detectada tanto por docentes como por los miembros de la administración y
del cuerpo de seguridad. “Cada vez las familias tienen más huecos que cubrir, unos
vacíos en el hogar con niños solos que quedan a merced de un ordenador al que dedican
más tiempo que a relacionarse con sus padres” (J. Raposeiras, comunicación personal,
26 de abril de 2011).
4. DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
Las aportaciones de los seis profesionales que colaboraron en este estudio ponen de
manifiesto un cierto pesimismo con respecto a la participación de los niños en la cultura
digital. A excepción de las oportunidades comunicativas, los entrevistados no
destacaron ventaja alguna de las nuevas tecnologías y centraron su discurso en las
posibles amenazas que pueden derivar de su utilización. Este posicionamiento puede ser
consecuencia de las experiencias negativas que algunos de los colaboradores
presenciaron, sobre todo docentes y miembros del cuerpo judicial y de seguridad.
Aunque se resignan a su presencia, son usuarios forzosos de dichas aplicaciones
digitales por motivos personales o laborales y reconocen además tener un conocimiento
limitado del funcionamiento de las mismas.
Igual que la comunidad científica, el entorno del niño también llegó a la conclusión de
que es la familia la principal responsable de la alfabetización digital de los menores para
que hagan un uso correcto y ético de las TIC. Como se mencionó, admiten que los
padres no tienen los conocimientos técnicos necesarios para afrontar esta tarea por lo
que el primer paso debería centrarse en educar digitalmente a los progenitores para que
luego sean capaces de afrontar la formación de sus hijos. No obstante, ante este contexto
cabría preguntarse el nivel de éxito del aprendizaje de los padres al convertirnos en unos
usuarios forzosos y desconfiados.
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En esta línea conviene ir más allá y plantear si la adquisición de una cultura digital por
parte de los adultos que los provea de conocimiento técnico y crítico de las nuevas
tecnologías es la mejor solución a la problemática de guiar al nativo digital por un
mundo que éste conoce mejor. Se recupera una de las reflexiones del grupo expertos
para indicar que la evolución generacional siempre implica que los padres vayan un
paso por detrás de sus hijos en lo que se refiere a la asimilación de los avances de una
sociedad de la comunicación. Hoy en día el campo de actuación es la realidad 2.0 pero,
dada la rapidez con la que se desarrolla la red, muy probablemente cambie el escenario
en un futuro no muy lejano. Por tanto, tanto padres como docentes, todos ellos
inmigrantes digitales, siempre ocuparán una posición de desventaja con respecto a los
nativos digitales, o lo que es lo mismo, se crea una espiral en la que la educación digital
parece que no será suficiente para romperla.
Es innegable que los padres están en la obligación de formar a sus hijos en un espíritu
crítico, algo imprescindible para que crezcan como personas y que actúen en
consecuencia. Desde estas líneas también se defiende que el camino debería ser la
formación, pero no solamente una formación digital sino una formación más universal
basada en los valores humanos, responsabilidad completa de la familia. Se parte de la
idea de que la escala de valores en la que se educa a una persona no ha cambiado con
esta nueva cultura digital, de ahí que se considere la guía para todos los campos de
actuación, tanto en la vida virtual como en la real.
Sin embargo, como señalaron los participantes de este estudio en algunas de sus
respuestas, existe un problema social de fondo que no se debe obviar. Se parte de que
ese uso incorrecto, indebido e irresponsable de las TIC por parte de los niños no es
consecuencia de tener unos padres ajenos a la cultura digital, sino que puede ser
causado por el debilitamiento del contexto familiar. El estilo de vida de la sociedad
posmoderna provoca vacíos en el hogar en el que los niños tienen que aprender a vivir
en soledad y carentes de ese espíritu crítico que pueden aportar los adultos.
Con todo, en la sociedad gallega, contexto del que se partió para realizar este artículo,
no puede hablarse de una crisis de valores ya que cuestiones como la familia o el trabajo
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siguen siendo muy importantes para la población. Más que una pérdida de valores, lo
que se produce son incompatibilidades entre las aspiraciones de la persona y las
instituciones tradicionales, tales como la religión, la familia o la política. Su grado de
compromiso decae en cuanto se percibe algún tipo de amenaza para su autonomía. Con
este planteamiento se abre una nueva línea de debate en la esfera moral y de la
educación que requerirá una reflexión mucho más extensa.
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***
Beatriz Feijoo Fernández es doctora en Comunicación y licenciada en Publicidad y Relaciones
Públicas y Comunicación Audiovisual por la Universidade de Vigo. Ejerce de docente e
investigadora en la Facultad de Comunicación de la Universidad de los Andes (UANDES).
También ha estado vinculada profesionalmente al campo del periodismo y de la comunicación
institucional al trabajar durante varios años en el Área de Comunicación de la Universidade de
Vigo. Autora de diversas publicaciones y artículos científicos sobre comunicación y niños.
Aurora García González es doctora en Comunicación Pública y, en la actualidad, Profesora
Titular de Periodismo con acreditación para el Cuerpo de Catedráticos, en la Facultad de
Ciencias Sociales y de la Comunicación de la Universidad de Vigo. Es Directora de la Sección
Departamental de Comunicación e IP del grupo de Investigación CS1 (ICOM) de la misma
Universidad. Autora de numerosos publicaciones y artículos científicos.
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DISCURSO DEL PROFESORADO EN TORNO A LA SOCIEDAD, LA
FAMILIA, LA DOCENCIA Y SU FUNCIÓN SOCIAL
DISCOURSE TEACHER ABOUT THE SOCIETY, THE FAMILY, TEACHING
PRACTICE AND ITS SOCIAL FUNCTION
Carlos Vecina Merchante
Universidad de las Islas Baleares
Sonsoles San Román Gago
Universidad Autónoma de Madrid
David Doncel Abad
Universidad de Salamanca
Recibido: 24/03/2016 - Aceptado: 30/06/2016
Formato de citación: Vecina Merchante, C., San Román Gago, S., Doncel Abad,
D. (2017). “Discurso del profesorado en torno a la sociedad, la familia, la
docencia y su función social”. Aposta. Revista de Ciencias Sociales, 72, 28-56
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Resumen
Desde el paradigma teórico de las Representaciones Sociales se busca analizar los
factores que forman parte del entramado de influencia sobre el campo de representación
del profesorado, en torno a su figura como agente de socialización, con unas funciones
sociales y educativas consideradas, por los sujetos estudiados, como de primer orden
según su ética y código profesional. Los resultados nos acercan a una triada de
influencia recíproca, transmisora de educación, conocimiento, actuando activamente en
la socialización, constituida por tres agentes: La sociedad actual, caracterizada por un
notable cambio social dinámico, las familias como agente en declive marcado por la
incertidumbre y el profesorado con una función social y educativa ante la que debe
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responder en un complejo escenario, en el que los canales de información, educación e
influencia reducen sus posibilidades de éxito.
Palabras clave
Representaciones Sociales, función docente, socialización, discurso.
Abstract
From the theoretical paradigm of Social Representations searchs to analyze the factors
that are part of the framework of influence on the field of representation of faculty,
around his figure as an agent of socialization, with a social and educational functions
considered by the subjects, as first order of their ethical and professional code. The
results bring us closer to a triad of reciprocal influence, transmitting education,
knowledge, actively acting on socialization, consisting of three influencers: Current
society characterized by a remarkable dynamic social change, families as agent in
decline marked by uncertainty and teachers with a social and educational function
before which must respond in a complex scenario, in which the channels of information,
education and influence reduce their chances of success.
Keywords
Social Representations, teaching function, socialization, discourse.
1. INTRODUCCIÓN
Las representaciones sociales constituyen una herramienta cognitiva a partir de la cual
podemos interpretar el mundo social. La situación de cambio social permanente, con la
actual transformación marcada por la globalización, las nuevas tecnologías de la
comunicación, los efectos de crisis del sistema educativo como una de las instituciones
básicas de socialización y educación, enfrentada ahora al declive de la institución como
tal (Dubet, 2010), todo ello genera incertidumbres en el profesorado (Pérez-Agote,
2012). Las representaciones pueden ser una guía para ordenar ese universo al que se
enfrenta este colectivo.
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Este estudio forma parte de la aproximación empírica dentro de un proyecto de I+D+i
aprobado por el Ministerio de Economía y Competitividad (España) [1], para su
realización durante el período 2014-2016, con referencia CSO2013-47168-R, bajo la
dirección de la investigadora principal Sonsoles San Roman Gago. El planteamiento
parte de la consideración de las transformaciones sociales y su influencia en la
institución escolar, favoreciendo un contexto de incertidumbre para el profesorado,
consideramos claves las representaciones sociales como guía de su actuación en la
relación con los alumnos, pudiendo determinar la orientación escolar y profesional que
sobre éstos ejercen. Como punto final, se pretende analizar desde una mirada
sociológica, la identificación de criterios y posibles modelos de orientación desplegados
y practicados por los docentes, como un fenómeno que se construye socialmente,
vinculado con características socioeconómicas del contexto en el que se ubica el
alumnado.
Este trabajo se centra en docentes de Educación Primaria, como una forma de completar
la investigación previa al abordaje de la Educación Secundaria, se ha avanzado en
algunas hipótesis y fundamentación empírica, comprobando la ruptura de un espacio
simbólico, en el que se regulaban roles profesionales, escolares y la construcción de las
identidades, actualmente el profesorado ha de asumir funciones educadoras que van más
allá de su tradicional rol de instructor y se ve sin las herramientas y las estrategias
necesarias para afrontarlas con éxito. La masificación y la llegada del alumnado
inmigrante ha aumentado la heterogeneidad en las aulas, lo que ha complejizado la labor
docente. Los docentes mayoritariamente consideran que el origen socioeconómico de
los alumnos, de más incidencia en el caso de pertenecer a minorías, es el que decide el
futuro de los alumnos; la escuela por tanto queda un tanto al margen de poder influir
sobre su trayectoria. (San Román, Vecina, Usategui, del Valle y Venegas, 2015). En
otros estudios hemos visto como el discurso docente asume un papel social más allá del
puramente académico, no sin fisuras, pero sí con la incorporación a una ética a la que
debe dar respuesta, junto a la frustración de dar por hecho como otras instituciones
comunican mejor e influyen más en el alumnado, restando papel a la escuela y por ende
a la capacidad de los docentes para cumplir su función de educadores (San Román,
Vecina y Doncel, 2016).
1
Contexto Socioeconómico y Orientación Educativa y Profesional del Profesorado de Secundaria.
Universidad Autónoma de Madrid.
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En el caso que nos ocupa, pretendemos desentrañar factores representacionales del
discurso docente, asociados a los cambios sociales actuales y cómo entran en juego
factores como la sociedad en su sentido amplio y otros más concretos como la
influencia de la familia en el proceso educativo, la función docente y la interrelación de
estos tres factores. Todo ello sin olvidar la perspectiva generacional, en un recorrido
coincidente con diferentes cambios legislativos e históricos (políticos, económicos,
sociológicos, educativos, etc.), por considerarlos contexto de influencia sobre la acción
docente y su imaginario social.
Los resultados pronostican una triada relacional entre tres representaciones recíprocas
en torno a una idea abstracta de la sociedad, la familia y el profesorado. Una triada que
ejerce una acción educadora sobre el alumnado.
2. REPRESENTACIONES SOCIALES Y CONTEXTO SOCIO-HISTÓRICO
Moscovici (1961) concibe las representaciones sociales como una herramienta colectiva
para interpretar y dar sentido a los comportamientos e intercambios sociales. Se trata de
construcciones intelectuales colectivas que orientan el comportamiento social de los
individuos, ante acontecimientos de los que no poseen información de primera mano, en
los procesos de interacción en el mundo social. El conocimiento espontáneo se forma a
partir del sentido común y la forma de entender los acontecimientos; de ahí la
importancia de las representaciones sociales por la conexión entre la realidad y la
interpretación que se hace de ésta. Siendo el discurso un medio de comunicación y
difusión de las mismas. “Este conocimiento se constituye a partir de nuestras
experiencias, pero también de las informaciones, conocimientos, y modelos de
pensamiento que recibimos y transmitimos a través de la tradición, la educación y la
comunicación social. De este modo, este conocimiento es, en muchos aspectos, un
conocimiento socialmente elaborado y compartido” (Jodelet, 1988: 473).
El contexto socio-histórico marca las representaciones (Jodelet, 1988). Posiblemente las
representaciones se nutren de los discursos sociales dominantes y al mismo tiempo los
consolidan, cambian o enfatizan (Vecina, 2009). Por tanto, forman parte de los
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momentos históricos de la sociedad en su conjunto. Ejemplos de esa la relación entre
representaciones, su difusión y valores dominantes en el imaginario social lo tenemos
en estudios clásicos como los de los libros de texto escolar y la imagen ofrecida de las
minorías (Grupo Eleuterio Quintanilla, 1998; Calvo, 1989; Lluch, 2003).
La forma en la que se representa la historia en los textos y la construcción subjetiva de
la realidad, aparece en los trabajos de Foster (1999), en los que se ofrece un recorrido
histórico de casi dos siglos en la sociedad norteamericana y el contenido curricular
presente en los materiales escolares. Otros estudios han destacado también cómo el
contexto político, económico y cultural, bajo la perspectiva histórica, acaba
relacionándose con lo que ocurre en la escuela y el conocimiento considerado en los
currículos (González, 2008).
En suma, consideramos que las raíces de las representaciones sociales se encuentran
marcadas por este proceso histórico, ya que son factores interiorizados y de una u otra
forma marcan tendencias y prácticas pedagógicas.
Se considera probada la influencia de la transformación social en el campo educativo y
la labor docente (Pérez-Agote, 2012). Esta incidencia ha trastocado la figura docente,
ahora inmersa en un espacio social afectado por continuos ítems contradictorios con su
papel educativo que configuran en el profesorado una representación social de la
realidad, modelando en torno a ésta su acción y práctica profesional (Vecina y San
Román, 2016).
El profesorado vive este cambio con incertidumbre y ha de aprender a enfrentarse a lo
que Dubet (2010) denomina el declive de la institución. Generando en ocasiones
frustración y una visión negativa de sus posibilidades afectada por la amplitud de
conocimiento y la diversidad de fuentes por las que se puede acceder, dejando de ser la
escuela el lugar de conocimiento por excelencia; la presión social sobre su papel y las
dificultades añadidas al desempeño de su profesión, tales como diversidad del
alumnado, reducción de recursos, influencia de otros espacios de conocimiento ajenos a
la institución escolar, la falta de respaldo de la Administración en ciertos momentos, los
cambios legislativos en educación, etc. (Suárez-Orozco y Suárez-Orozco, 2003;
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Fernández-Enguita, 2010; Vecina, 2013). A todo ello se suma un cambio en el papel
tradicional del profesor. “El papel tradicional del profesor respetado y valorado por los
alumnos y por los padres, transmisor de los conocimientos específicos de su materia y
autoridad reconocida e insustituible, se ha ido desdibujando y empequeñeciendo”
(Usategui y Del Valle, 2009: 22).
El enfrentamiento a nuevas realidades culturales y curriculares ha generado cambios en
la organización del trabajo, dividiendo al profesorado entre quienes piensan la necesidad
de un sistema de enseñanza que llegue a todos y aquellos más partidarios de la
diferenciación por itinerarios para unos u otros alumnos, según sus capacidades,
inquietudes, etc. (San Román, Frutos y Pascual, 2012). El análisis de la transmisión de
valores en la escuela, evidencia las profundas modificaciones que los cambios culturales
que atraviesan nuestras sociedades están ocasionando en las identidades y roles del
alumnado y profesorado, el impacto de las representaciones del profesorado en el
sentido que otorga a su función docente y orientadora, así como la presencia de
estereotipos de clase, género y etnia en el profesorado que condicionan sus expectativas
del futuro académico y profesional del alumnado (Usategui y Del Valle, 2012).
Otro factor a considerar está relacionado con la incidencia legislativa en la acción
docente, marcando directrices básicas sobre las que organizar su trabajo. Resulta
interesante referirse brevemente a dichos cambios desde un punto de vista histórico.
En el transcurso de la dictadura franquista (1939-1975) son promulgadas cuatro leyes:
Ley de Reforma de la Enseñanza Media (1938), con la pretensión de regular el nivel
educativo de las clases sociales más elevadas. En esa misma línea, en 1943 la Ley que
regula la Ordenación de la Universidad. La tercera ley sobre la Enseñanza Primaria
(1945) y la cuarta, la Ley de Formación Profesional Industrial (1949).
El desarrollismo de los ’60 y ’70 va acompañado de un nuevo cambio legislativo en
educación, se trata de la Ley General de Educación de 1970 [2], inspirada en lo que se
consideraría la tradición educativa liberal (MECD, 2004). Esta ley supondrá un primer
avance hacia una organización moderna del sistema educativo.
2
La Ley 14/1970, de 4 de agosto, General de Educación y Financiamiento de la Reforma Educativa
(LGE), regula y estructura, por primera vez, todo el sistema educativo español.
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El gran cambio vendrá con la Ley Orgánica General del Sistema Educativo de 1990 [3]
(LOGSE), por su papel innovador y de cambio profundo, se trata de una reforma
integral del sistema, bajo una mirada de modernización y puesta en marcha por una
política socialdemócrata; adquieren peso aspectos como la igualdad de oportunidades.
Prestando singular atención a la superación de hábitos sociales discriminatorios que
condicionan el acceso a los diferentes estudios y profesiones. Este principio del sistema
educativo, introducido en España por la Ley General de Educación de 1970, adquiere
una mayor presencia en la LOGSE.
La continuidad de estos cambios se mantienen con la Ley Orgánica de Educación
(LOE) de 2006 [4], que formaliza su presencia en los distintos planos de la actividad
educativa como parte de una educación integral. No obstante, la LOE debe afrontar
nuevos retos sociales y culturales propios de una sociedad globalizada como la
española.
Los cambios legislativos inciden en la concepción de la función educativa y docente; se
trata de propuestas legislativas con cierto contenido que incluso podríamos catalogar de
ideológico y que en ocasiones generan rechazos importantes desde la comunidad
educativa, tal es el caso de la última ley aprobada en España, la Ley de la Mejora de la
Calidad Educativa (LOMCE) [5] de 2013, dicha medida ha recibido una fuerte oposición
desde diferentes ámbitos sociales y políticos, con la denominada “Marea Verde”.
En España se han transitado por un proceso de modernidad y postmodernidad durante la
última mitad del s. XX y principios de s. XXI que ha ido configurando valores, patrones
culturales y toda una serie de actitudes ante la realidad social. Como muestran Torcal
(1992) y Arroyo y Cabrera (2011), estos cambios se perciben en las diferencias entre los
valores materialistas y postmaterialistas entre la población española según cohorte de
3
De 3 de Octubre de 1990 (publicada en el BOE de 4 de Octubre de 1990.
https://www.boe.es/boe/dias/1990/10/04/pdfs/A28927-28942.pdf). Sustituyó a la Ley General de
Educación de 1970, vigente en España desde la dictadura de Franco.
4
Ley Orgánica de Educación (LOE), de 3 de Mayo de 2006 (publicada en el BOE de 4 de Mayo de 2006
https://www.boe.es/boe/dias/2006/05/04/pdfs/A17158-17207.pdf).Modificada posteriormente por la
LOMCE, que entra en vigor el curso 2014/15.
5
Ley Orgánica 8/2013, de 9 de Diciembre, para la mejora de la calidad educativa (publicada en el BOE
de 10 de Diciembre de 2013).
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34
edad. Al hablar de generaciones y su discurso, otra vez se pone de manifiesto la
importancia del contexto histórico en el estudio de las representaciones sociales. Las
personas que viven experiencias comunes están marcadas por acontecimientos que les
predisponen a una forma de pensar y de proyectar el futuro (Galván, 1961; Ortí, 1990).
Por último, cabe considerar también la configuración de unas representaciones en torno
a la figura del profesorado, qué espera la sociedad de éste, las funciones a asumir, cuál
ha de ser su papel. Tal y cómo hemos hecho referencia anteriormente, el colectivo se
encuentra con muchas incertidumbres, cambios sociales a los que hacer frente sin tener
muy claras las herramientas pedagógicas. Los informes internacionales muestran al
profesorado español en una situación intermedia, en lo que sería la autopercepción de su
eficacia, aunque si nos centramos en ámbitos que les preocupan por considerar que
tienen insuficiente capacitación y un elevado nivel de necesidad formativa, aparecen las
nuevas tecnologías en segundo lugar, después de la atención a las necesidades
educativas especiales, dando cuenta con ello de ser una de las preocupaciones
importantes, relacionadas con la transformación social y la preparación para afrontar
nuevos retos pedagógicos (Marcelo, 2011). La profesión como tal ha tenido una imagen
social preestablecida configurada en su propio origen e historia. San Román (1998) nos
muestra el origen y evolución del papel de la mujer en la institución escolar y la
educación. La actualidad nos muestra nuevos retos profesionales en un contexto global,
de transformaciones constantes, fuentes de información y socialización muy
diversificadas. En el que los docentes divagan en torno a cuál es su papel en ese
maremagno, moviéndose entre definiciones cercanas a una visión tradicional y otras
más acordes al nuevo milenio y la sociedad de la información (San Román, Vecina y
Doncel, 2016).
La intersección entre lo individual y lo social aparece en la vida cotidiana, como una
fusión de influencia recíproca que difumina los límites de ambas dimensiones. Es dentro
del complejo entramado de interacciones sociales, cargadas de intersubjetividad, donde
el individuo es socializado, adquiere una visión del mundo y de la realidad. En este
sentido, podemos augurar procesos de constitución y cambio en la identidad profesional
percibida; Miranda, Araújo, Rodríguez de Oliveira y Lemes (2015) muestran la
influencia de las representaciones sociales en la concepción de profesiones, cuya
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influencia del contexto actual modifica los estereotipos asociados a éstas, cambiando el
grado de valoración social representado en el imaginario, dependiendo de las
connotaciones de prestigio y utilidad que se les asocian.
Es interesante prestar atención a la valoración del profesorado sobre aquellos factores
que condicionan su labor y si éstos los relacionan con su consideración sobre el
prestigio social que la sociedad en general otorga a su profesión. Aspectos que pueden
corroborar o entrar en contradicción con aquellos que formarían parte del núcleo de las
representaciones docentes, siguiendo a Mazzitelli, Aguilar, Guirao y Olivera (2009)
éstos estarían vinculados a aspectos como la dimensión identitaria de la profesión
docente y la dimensión educativa, refiriéndose a procesos de enseñanza y aprendizaje.
Cabe advertir aspectos periféricos de segundo nivel usados para reforzar dicho núcleo,
los autores se refieren a consideraciones sobre valores y actitudes hacia la docencia,
mientras que los aspectos didácticos estarían más alejados y serían usados para
concretar el contenido del núcleo y su justificación, pero no para cambiarlo.
3. METODOLOGÍA
La investigación cualitativa resulta apropiada para indagar en la visión y comprensión
de la realidad vista desde los propios protagonistas. Hemos optado por los grupos de
discusión y el análisis hermenéutico del discurso, como una técnica interesante para
aproximarnos a las representaciones y fomentar el debate en el transcurso de la
dinámica grupal, con el fin de extraer un material generado en el propio grupo como
representación de una estructura social y cultural subyacente a éste (Del Val y
Gutiérrez, 2006) Siguiendo a Ballester (2004), nos hemos decantado por una
combinación de grupos externamente heterogéneos y homogéneos en su composición
interna, respecto al factor generacional; aunque no en su diversidad de origen por tipo
de centro.
Se ha trabajado a partir de dos grupos de discusión realizados en la Comunidad de
Madrid, en 2014, diseñados a partir de la combinación 4, recomendada por Ballester
(2004). La idea es acceder en un primer paso de la investigación a dos realidades
educativas con el fin de captar el discurso docente más heterogéneo, partiendo de la
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consideración de un grupo intergeneracional (grupo 1) para ver también qué discurso
prevalece ante la heterogeneidad de este factor y un grupo de las últimas generaciones
incorporadas a la docencia (grupo 2). El resto de criterios son heterogéneos, tal y como
se explica en este apartado. En otros estudios similares se utilizaron también grupos de
discusión a la hora de acceder al discurso docente sobre temas de su función educativa y
las representaciones asociadas a dicha acción. (Sonsoles, Valero y Hernández, 2009). El
diseño del trabajo ha estado centrado en los siguientes grupos de discusión:
•
Grupo 1: Compuesto por profesorado de primaria de generaciones LGE,
LOGSE y LOE de centros públicos, privados y concertados.
•
Grupo 2: Compuesto por profesorado de primaria de la generación LOE
procedentes de centros públicos, privados y concertados.
El diseño se ha realizado como sigue: por edad o generacional hemos organizado a los
asistentes de acuerdo a los tres modelos educativos consolidados en la práctica
educativa desde 1970. Así distinguíamos tres grupos de edad según fuera la ley en vigor
en el momento de incorporarse a la práctica de la docencia. Para diseñar la muestra, y
siguiendo los criterios numéricos de la plantilla de profesores por género, elegimos a
profesoras nacidas en el 76-85 (LOE), de 30 años y menos; entre 56-76 (LOGSE), de 35
a 50 años; y entre 41-56 (LGE), de 50 y más edad. Ponemos esta variable en relación
con tres episodios legislativos que han marcado importantes puntos de inflexión en la
configuración tanto de la cuestión escolar como de sus implicaciones sociales: la Ley
General de Educación (LGE), 1970, la norma aprobada en 1990 -Ley Orgánica General
del Sistema Educativo- (LOGSE) y, más recientemente, la Ley Orgánica de Educación
de 2006 (LOE). Tipos de escuela. Distinguiendo entre públicas, privadas y concertadas.
Criterio de ubicación geográfica de los centros. Las zonas seleccionadas fueron la zona
centro (o capital), el noroeste y el sureste de la Comunidad de Madrid. Con este criterio,
además del tipo de centro, podíamos estratificar socialmente al alumnado, del cual los
asistentes volcaban todo su discurso.
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Para la explotación de los resultados se ha procedido a un análisis cualitativo, apoyado
con el programa Nudist-6, estableciendo las categorías objeto de estudio a partir del
propio discurso y los factores clave que iban apareciendo. De esta forma nos
encontramos con 14 nodes, de los que se han seleccionado para la presentación de los
resultados los siguientes: Familia, funciones y temas de la familia en general; docencia,
función, TICs, intergeneracionalidad, autoconcepto; sociedad en general, relación con
escuela, docentes, alumnos y familia. Cabe advertir que posteriormente para la
descripción y análisis de cada uno de éstos se han ido solapando para organizar el
discurso por temas, tal y cómo aparece en el artículo que se presenta.
4. RESULTADOS
Se constata una posición del profesorado compleja; bajo su perspectiva realizan una
crítica de una serie de puntos que consideran claves en la relación con su función
docente, estos se situarían en espacios distintos en cuanto al grado de proximidad, pero
entrelazados y relacionados. Estos tres factores conforman una triada relacional,
conformado por representaciones de la sociedad en general, la familia de los alumnos y
el profesorado (ver figura 1).
Figura 1: Flujos de información, comunicación e influencia en la triada educativa
Sociedad
Docentes
Valores dominantes,
prácticas culturales,
Información diversa
Legislación educativa
Modas, corrientes de
opinión, contexto
social…
Transmisores de
educación,
conocimiento,
valores
Alumnado
Receptor
Familia
Valores, normas,
prácticas culturales,
educación,
conocimiento…
Flujo unidireccional
Distorsión, contradicción
Fuente: Elaboración propia a partir del análisis discursivo docente
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La sociedad es entendida como primer eslabón, allí donde se marcan tendencias, leyes,
valores y propuestas consensuadas socialmente; el segundo sería la familia como
institución que comparte con la escuela la socialización primaria y la principal función
educativa, o al menos la más próxima al alumno; por último la escuela y por ende el
profesorado, con una función educativa específica, cuya eficacia depende de lo que
ocurra en los otros ámbitos, puesto que se plantean distorsiones que dificultan su labor
(hablan de modelos y prácticas educativas, valores socialmente dominantes, etc. que se
contradicen con las transmitidas por el profesorado). Entre los tres componentes hay
flujos de información, comunicación y directrices marcadas explícitamente o
implícitamente; cada una se corresponde con las funciones representadas y socialmente
consensuadas que se le supone a cada uno (visto desde el discurso analizado).
En definitiva, se observa cómo se corroboran los planteamientos iniciales. En particular
con la idea acerca de que la escuela, el profesorado, las familias, la sociedad en su
conjunto y la comunidad educativa aparecen como agentes que interactúan bajo la
mirada de la práctica docente, el valor y función social a cumplir por el profesorado.
4.1. ALUSIONES AL GENÉRICO “SOCIEDAD”
Este abstracto denominado “Sociedad” es visto como un espectro generador y
transmisor de conocimiento por diferentes y complejas vías, pero al mismo tiempo
como un ente distorsionador de aquello que transmite la escuela. Aparecen
contradicciones entre el conocimiento y los valores sustentados por el profesorado en su
acción pedagógica y lo que parece ser sustentado por un modelo social de
transformación permanente, acelerada los últimos años con la globalización y las nuevas
tecnologías de la comunicación.
“…sentir de la sociedad, y el que la sociedad no tiene claro…,
eso, lo que le pide al sistema educativo, y eso. A lo mejor no es
importante saberse la lista de los reyes godos al dedillo, pero yo
creo que no se les pide esfuerzo, que no se les pide interés, que
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hay una serie de cosas que en la sociedad no están de moda y
que entonces en la educación tampoco” (1/290-296 [6]).
Estos factores se encuentran relacionados directamente con la falta de valoración de la
función docente y lo que se supone debe esta transmitir. En el discurso docente aparece
así la primera contradicción social, por una parte el profesorado debe transmitir, se
representa a sí mismo como garante de la interiorización de los principios de la sociedad
científica en los futuros adultos, pero esta labor a la que les obliga su propia ética
profesional, entra en contradicción con aquello que parece primar en un contexto
macrosocial, con múltiples mensajes y tendencias alejadas de esos principios. En ese
maremagno la figura docente se desprestigia, aparece situada en una ubicación
marginal, dentro de la formalidad de una institución educativa apartada e infravalorada
en sus funciones sociales.
Se considera una línea que integra la familia en ese contexto social macro, aunque ésta
también se encuentra desorientada por los flashes desorganizados que la sociedad le
transmite. Las exigencias laborales y la difícil conciliación laboral-familiar desvirtúan la
familia como organización, los valores dominantes difusos, junto a las corrientes de
opinión y las modas influyen en lo que los progenitores como educadores pueden
transmitir. Todo ello en su conjunto parece conducir a una sinrazón en la que no se tiene
claro el papel de cada actor y el profesorado se encuentra a la vez como observador
social externo y como agente educativo activo en lo más concreto, en la relación con los
alumnos a través de su práctica profesional y la orientación educativa, pero también con
la familia y la interacción que con ésta se produce. Al final el profesorado se siente algo
frustrado, negativo ante las dificultades de transmisión adecuada de conocimiento y por
el hecho de verse en parte desbordados en las funciones que la sociedad va delegando,
sus capacidades y operatividad. “… la sociedad está en un maremágnum quizá los más
perjudicados a nivel profesional hemos sido los profesores, ¿no?, porque es en quien
más delegan los padres pues todas las funciones que yo creo que muchas son de ellos.”
(1/109-113). “… soy un poco pesimista porque en el colegio se está…, por parte de
6
Código utilizado para ubicar la cita en el texto original del grupo de discusión, el primer número (en este
caso el 1) indica el grupo de discusión al que pertenece y las dos siguientes cifras el número de línea en la
que se ubican.
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nosotros, yo creo que se están haciendo muchas cosas y a nivel de sociedad no lo vemos
recompensado tampoco…” (1/1524-1528).
Conciben la sociedad como un espacio sin principios básicos admitidos por la población
en general, como si se hubiera perdido el universo de referencia. Esta circunstancia
deteriora la acción de los profesionales, no únicamente del profesorado: “¿Qué ejemplo
hay en la sociedad…? O sea, yo pienso la pérdida de autoridad es a todos los niveles. A
todos los niveles, porque también los policías se quejan…” (1/702-705).
Ya que el discurso sobre la familia como agente de la triada se analizará más adelante,
aquí únicamente cabe citar algún aspecto, como la supuesta relación que encuentra el
profesorado participante en la investigación y la educación o capacidad de los
progenitores en poder llevar a cabo ésta. La clave está en la sociedad y el margen que
deja a cada actor, resultando así una educación con muchas carencias: “yo veo a veces
cómo los niños tratan a sus padres y: “Toma la cartera”, y le tiran la cartera de cualquier
manera… Hay como una falta de…, de no sé, de ese respeto que…” (1/710-712).
4.2. ALUSIONES A LA FAMILIA
El discurso docente es bastante crítico con la figura educativa familiar y las funciones
que desempeña; éste gira en torno a unos ejes muy concretos: La incongruencia entre la
educación que se transmite en la escuela y la de casa; la falta de competencias
familiares y la falta de consideración de la figura docente, en ocasiones infravalorada o
incluso menospreciada. Para acabar también se entra en un debate respecto a las
funciones por género en casa, la conciliación familiar y la educación de los hijos.
El profesorado pone de relieve una dificultad más de peso a la hora de hacer valer
aquello que se pretende transmitir desde la escuela. La familia aparece representada más
como un problema que como un aliado, la incoherencia entre la acción educativa de
unos y otros genera desigualdades vistas como insalvables por el profesorado: “… vas
por la calle y ves a no sé quién tirar los papeles al suelo, y a lo mejor sus padres no
reciclan, y tú estás diciendo: “Hay que reciclar”; y estás poniendo una caja para que
reciclen en clase. Pero luego van a su casa y a lo mejor no reciclan…” (1/1066-1069).
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Se hace referencia a las competencias familiares como la incapacidad para hacer frente
a la educación de los hijos, en un contexto de múltiples influencias, en el que los padres
son una pieza más, en este sentido el profesorado estudiado pone el énfasis en que las
familias acuden a ellos para pedir ayuda o denotar su incapacidad de control de la
situación. La reflexión les lleva a encontrar un hilo conductor entre la actitud del
alumnado en clase y la interacción con el profesorado. “El alumno se sabe enfrentar
muy bien a los padres, entonces hacen contigo ese enfrentamiento…” (2/994-995).
En el discurso docente aparecen ciertas razones para justificar esa incapacidad percibida
en la familia. Factores como las exigencias laborales sin una adecuada conciliación; la
forma de compensar el poco tiempo que puede dedicarse al cuidado de los hijos y al
hecho de compartir espacios e inquietudes comunes, esto implica por ejemplo premios
sin un fundamento claro; aparece también la falta de control y el reconocimiento de no
poder con las exigencias que marcan los hijos.
“…ese dinero lo tienen que ganar trabajando más, echando más
horas, desatendiendo a sus hijos..., y luego por otra parte
compensando a sus hijos dándole los caprichos, no exigiéndoles,
no exigiéndoles esfuerzo…, haciendo un poco lo que los niños
quieren, porque tampoco tienen tiempo ni ganas” (1/606-611).
Su discurso plantea diferencias, por una parte sitúan a las familias con carencias
socioeducativas y económicas o, simplemente carantes de capital cultural, como guía en
su modelo educativo y sus prácticas familiares; por otra, se situarían las clases medias
con capital cultural, con cierta distinción y posibilidades de operar con un modelo
educativo acorde al representado en los valores transmitidos por el profesorado.
4.3. LA FUNCIÓN DOCENTE EN ESTA SUBJETIVIDAD CONTEXTUAL
Se plantean algunas cuestiones en torno a lo que los docentes interpretan como aquello
que la sociedad espera de ellos como profesionales, no únicamente desde el punto de
vista académico, sino también desde el
punto de vista de agentes socializadores,
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encargados de transmitir e interiorizar en el alumnado valores, cultura, identidad y otros
factores de alguna forma definitorios de la sociedad y sus rasgos más característicos.
El profesorado estudiado se encuentra en un momento de reflexión ante una
transformación social de multitud de factores anteriormente establecidos, es como una
ruptura con un orden mantenedor de cierto equilibrio, en el que la figura docente tenía
un espacio de significativa importancia, actualmente perdido. Esta circunstancia genera
incertidumbre ante la multitud de actores y la aparente desconexión entre éstos
“…había los profesores por un lado, en un niño, y la familia.
Ahora no. Ahora es unos profesores que están en el colegio,
unos padres que están ahí si están, y luego además un montón
de factores que a los alumnos les enseñan otro tipo de cosas, de
actitudes ante la vida…” (1/319-323).
Esta realidad se ve como una barrera que dificulta la eficacia en su función social y
profesional: “…lo veo como muy difícil, muy perdido, porque son muchos factores los
que influyen en el niño, y tú estás ahí y eres un elemento más entre todo un montón de
factores” (1/332-334). En este caso el profesorado de más edad, con más experiencia,
distingue mejor esas etapas constituyentes del imaginario social que comparten los
sujetos, así compara una situación anterior, vista ahora como idílica frente a un cambio
social complejo y sin rumbo claro para el papel de la escuela: “…había una mayor
incidencia del profesor. Te sentías… no eres como… un elemento más en medio de una
vorágine de cosas…” (1/349-351). Parece que la dispersión de factores externos
influyentes en el alumno se suma a una percepción de la pérdida de importancia social
del profesorado; lo que lleva a una pérdida de capacidad socializadora, y, por ende, a
una reducción de la capacidad para educar bajo los parámetros establecidos desde la
institución escolar. “La figura del profesor está totalmente devaluada” (2/975-976).
Frente a esa representación de la realidad, el profesorado se ve obligado a responder a
una ética profesional abocada al fracaso, menguada en el contexto en el que se supone
deber ser sumamente respetada, carente de apoyo para consolidar su trabajo. Esa
transformación social del contexto, definido por la complejidad en la que múltiples
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ítems orientan, en ocasiones contradictoriamente, a los educadores, sobre todo a las
familias, menguadas en su capacidad educativa por los cada vez más influyentes
factores socializadores de la moda, los medios de comunicación, la sociedad de
consumo, etc. unos padres ausentes en muchas ocasiones por la falta de tiempo para
dedicar a los hijos, en un escenario pleno de este tipo de mensajes, la figura docente es
vista por el profesorado como una guía que alumbraría el camino hacia lo racional,
hacia el conocimiento y la socialización en valores positivos. “Tenemos en este
momento un papel muy importante, porque la familia está un poco como ausente en
muchas cosas…” (1/312-314).
Aparece una diferenciación en lo que debía comprender años atrás el currículum y la
labor del profesor y lo que debe ser en la actualidad. Parece que se da por hecho que
antes el docente tenía que transmitir contenidos centrados en el conocimiento objetivo,
frente a la actualidad en la que las funciones educativas de las familias han menguado
en su capacidad, teniendo que ser cada vez más asumidas por el profesorado.
“…antes transmitía quizás más conocimientos, porque daba por
hecho que de la educación en valores se iba a ocupar la familia
(…) la familia lleva una vida como más alborotada, más
estresada, más llena de actividades para los chavales (…) se da
por supuesto que ciertos valores los tiene que transmitir la
escuela” (1/906-916).
A pesar del discurso en torno a las dificultades, parece que el profesorado no tiene un
autoconcepto negativo, sí mantienen un discurso negativo sobre las posibilidades que
les deja el sistema, pero no de su figura como tal, piensan que realizan una labor muy
significativa, no siempre recompensada y mucho menos reconocida, pero no por eso
falta de una consideración por el propio profesorado: “…es una profesión en la que yo
veo cada día a los compañeros dejarse los cuernos y estar ahí con los chavales y con los
padres (…) y por hacer un montón de cosas que no ves recompensadas…” (1/15391553).
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4.4.
LAS
DISTANCIAS
GENERACIONALES
ENTRE
LOS
SUJETOS
ESTUDIADOS
En el análisis de los grupos desarrollado hasta aquí, se hace referencia a puntos clave
del discurso, de la narración del profesorado estudiado; sin hacer mención a la
existencia o no de algunas características que tengan que ver con la generación de
origen de los sujetos. Hemos considerado como prioritario plasmar ese discurso en su
globalidad, siguiendo por un lado las pistas ofrecidas por otros estudios (Mazzitelli,
Aguilar, Guirao y Olivera, 2009) en torno a cierta homogeneidad del núcleo de las
representaciones sociales, mantenidas por el profesorado y por otro, al considerar
nuestra atención en la vida cotidiana de la institución escolar, o más concretamente en
los centros o al aula en la que acontece la práctica diaria del profesorado, nos
encontramos con que el intercambio entre sujetos pertenecientes a diferentes
generaciones, orígenes, especialidades, inquietudes, etc. es algo que está presente, más
allá de considerar (cosa que no ponemos en duda) el profesorado como un grupo, puesto
que comparte similitudes para así considerarlo y pudimos apreciarlo en estudios
anteriores (Vecina, 2008). De ahí que nos interesara descubrir aspectos que aparecen y
forman parte de representaciones sociales explícitas en la práctica y el pensamiento del
profesor, transmitidas en general en los grupos y no puestas en cuestión por sus
miembros.
Llegados a este punto, hemos encontrado necesario hacer referencia a algunos factores
que han tenido más presencia en unos u otros sujetos, en función de su edad
(relacionada con los años de experiencia y el contexto cambiante por el que ésta ha
transcurrido).
Un caso es el tema de la conciencia del cambio social y su incidencia en la concepción y
reconocimiento del profesorado, algo que no desarrollaremos aquí, puesto que ya ha
sido tratado anteriormente. Aunque sí cabe advertir que fue un tema de mayor presencia
en el grupo en el que había representación de personas de mayor experiencia docente,
más años de profesión equivaliendo a un contexto distinto en su recorrido biográfico e
histórico (grupo 1). Formado por profesorado variado que había ejercido su labor en un
contexto marcado por diferentes leyes (LGE, LOGSE y LOE). Mientras que en el grupo
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en el que el profesorado era más joven, en concreto de la generación que ejercía su labor
bajo la ley LOE, este tema no aparecía bajo el mismo matiz, es decir, no se justificaba
bajo un relato histórico y permanentemente comparativo entre antes y ahora, sino más
bien haciendo referencia a la figura docente y cómo es percibida, pero todo ello en un
contexto social complejo, globalizado, actual, sin ir más allá sobre la valoración de que
antes la docencia era más fácil y ahora más compleja por todos los factores del cambio.
Otro de los puntos diferenciadores es la referencia a las TIC, en este caso el profesorado
de más edad tiende a ver la eclosión de las nuevas tecnologías como un problema. Se
trata de un avance que les ha sobrepasado y así lo hacen constar, pero que tampoco ven
como algo tan positivo, sino más bien como algo que perjudica el desarrollo de los
niños y niñas, influyendo negativamente en valores que la escuela intenta transmitir (no
competencia, tolerancia, compañerismo, etc.). “…aprendías a ganar y a compartir con
los demás, y una serie de historias que yo creo que ahora con los juegos de ordenador,
las videoconsolas… son muy individualistas” (1/1587-1591). Podríamos concluir que se
mantiene un discurso un tanto negativo, tanto por los efectos educativos: “…que los
niños tengan máquinas creo que es tremendamente perjudicial en la primera infancia…”
(1/1573-1575), como por su contradicción con los de la escuela. También se siente
temor a lo desconocido y a no poder controlar aquello que los alumnos tienen ya
asimilado en su propia socialización, aunque también piensan que les ha sobrepasado
incluso a ellos, pues la información y los ítems que llegan son de tal magnitud que es
difícil su asimilación. “Es un avance tal que yo creo que nos ha sobrepasado a todos
(…) creo que a los chavales también…” (1/276-278).
El profesorado más joven hace referencia en su discurso a las TIC bajo tres puntos
principales: La oportunidad para innovar, algunas dificultades que les plantea en cuanto
a recursos y organización de sus clases; las dificultades que aprecian en sus compañeros
y compañeras de más edad. Se plantea una oportunidad para la innovación pedagógica,
por los recursos que se añaden al aula y a la interacción con los alumnos, siendo además
un medio visual y atractivo para la mayoría del alumnado, de reducir en definitiva la
brecha comunicativa que pudiera existir. Aunque también aparecen algunas dudas y
quejas sobre el tiempo que hay que invertir en preparar una clase, junto al uso de
tecnología en ocasiones tampoco apropiada. Aunque principalmente lo que encontramos
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más significativo, es el hecho de la alusión al profesorado que padece una brecha digital
dificultosa para adaptarse al cambio actual. En este punto el que se pretende desarrollar
a continuación, enlazándolo al final con otro que ahonda más en los contrastes
intergeneracionales, hilo por el que acaba transcurriendo el discurso, una vez se inicia el
debate en torno a la tecnología y la pedagogía.
El profesorado más joven del estudio se muestra abierto al manejo de las nuevas
tecnologías, incluso reconoce que posiblemente los alumnos conocen mejor los
instrumentos, pero no tienen ningún reparo en hacer partícipe al alumnado,
preguntándole, descubriendo juntos, etc. mientras que la representación mantenida de
los docentes de más edad gira en torno a la incapacidad de la mayoría para adaptarse a
las TIC y lo que ello representa para su práctica diaria, asumiendo la brecha que se abre
con el alumnado. “Ahí los profesores se encuentran que no saben encender un
ordenador, no saben encender la pantalla, yo he visto casos de esos. Entonces subir a un
grupo de 25 alumnos y no saber…” (2/476-478). Circunstancia generadora de miedos,
ansiedad sensación de menosvalía hacia su rol o por el contrario desprecio hacia las
nuevas herramientas como instrumento pedagógico. “… pero hay otros que ven que les
tienen miedo, ‘Yo a mi edad ¿Encender un ordenador?’ No me vaya a pasar algo… y
pasan absolutamente de todo” (2-435-436).
La comparación intergeneracional surge entre el profesorado más joven, no así en el de
más edad que tiende a mantenerse al margen de este debate. Los temas se refieren
principalmente a las diferencias de actitud hacia el alumnado, el cambio social,
pedagógico y las capacidades para adaptarse a una nueva realidad y conectar con nuevas
generaciones de alumnado pertenecientes a ese contexto de la actual transformación
social global y local. Si bien se respeta la experiencia, un capital profesional importante:
“…hay profesores mayores muy buenos, otros con menos ganas, otros que están
quemados y otros que siguen ahí (…) llegamos ahora y decimos ‘esto es lo que vale,
todo lo que habéis hecho antes no vale para nada’…” (2/210-213).
La experiencia es vista también como una barrera al cambio pedagógico, propiciada en
parte por la rutina diaria y la costumbre de realizar unas y no otras prácticas, este hecho
se vive como un choque intergeneracional, puesto que en ocasiones limita las
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intenciones del profesorado más joven, frente a la rutinización y falta de actitudes de
cambio del profesorado más veterano.
“… llevas haciendo durante cuarenta años, de repente cambiarlo.
Se produce ahí un choque muy brusco. ¿Qué pasa? Que la gente
joven es la que viene ahora de la universidad, tiene que estudiar
una nueva formación y viene con otra iniciativa, otras ganas de
luchar” (2/196-199).
A pesar de que la oposición al cambio es vista de forma negativa, también el compartir
un espacio intergeneracional, con la riqueza de las diferencias biográficas y
experienciales, es visto de forma positiva como un lugar de formación recíproca;
aunque también hay debate en torno a las prácticas pedagógicas más rígidas.
“…una persona joven tiene mucha más energía y una mayor
pues más experiencia (…) deberían aprender de nosotros igual
que nosotros de ellos (…) una persona mayor maneja una clase
mejor que tu (…) pero yo creo que las personas mayores están
siempre haciendo lo mismo…” (2/361-383).
Se comparte la idea de que ha habido un cambio social muy significativo, identificando
al profesorado de más edad como perteneciente a ese grupo del “sistema anterior”. Esto
se relaciona con una actitud ante la vida y unas prácticas sociales distintas entre
generaciones, lo que condiciona que el profesorado más mayor conecte menos con el
alumnado y sus inquietudes (según el profesorado joven). “(...) transmites ya no son los
de, como digo yo, esos valores tradicionales de toda la vida, estás aportando otros
valores, ¿no?, otro…, y a la hora de transmitirlo a los alumnos creo que en enganchas
mejor con ellos” (2/835-838).
5. CONCLUSIONES
El discurso docente de las personas estudiadas se sitúa en torno a una serie de puntos
clave: la “Sociedad en general”, la familia de los alumnos y el profesorado. En virtud de
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esta tríada se va constituyendo en un campo de representación, mostrando simple
información junto a inherentes valoraciones difíciles de extraer de lo que sería una
concepción de la realidad bastante centrada en la figura docente como centro y los
factores incidentes, responsables de mermar su figura y papel social. Posiblemente,
siguiendo a Van Dijk (1996, 2003) podríamos identificar una perspectiva propia del
profesorado, una ideología asociada al lugar que ocupan en las relaciones sociales,
enmarcada social, política y culturalmente. La ideología justificaría su posición en esa
triada como agentes activos y pasivos, ante un momento de transformación social y un
sistema que acecha la labor educativa de los diferentes agentes, apareciendo el
profesorado como aquel cuya misión y preparación podría devolver la cordura al
contenido educativo y la razón de ser del paso por la institución escolar.
Se mantiene una visión del cambio con incidencia negativa sobre la escuela, el
profesorado y la labor que están ética y profesionalmente llevados a cumplir. El
planteamiento de Dubet (2010) se pone de manifiesto en la incertidumbre de los sujetos
y la posible frustración motivada por factores que el autor denota y vemos de nuevo
aparecer en nuestro análisis: amplitud y extensión continua del conocimiento, sin una
barreras claras que ayuden a delimitar los contenidos, la presión social sobre el rol
docente, en definitiva qué se espera del profesorado por parte de la sociedad, la
influencia de otros espacios conocimiento ajenos a la institución escolar, entre otros
factores.
La presión social incide sobre aquello que los docentes identifican como su función
docente (Suárez-Orozco y Suárez-Orozco, 2003), siendo las representaciones en torno a
esta cuestión claves significativas para definir qué se espera de ellos y la
autojustificación de lo que interpretan como posible en el marco de su acción
pedagógica y educativa (Vecina, 2008 y 2013). Factores que aparecen en los resultados
del discurso, en forma de factores de incidencia directa e indirecta en torno a la labor
docente educativa y socializadora, tales como los ítems de la sociedad en cambio, el
papel de las familias tanto macro de cara a la sociedad y su tarea educativa, como hacia
la figura del docente, en ocasiones buscada como guía y ayuda, y en otras
menosvalorada y considerada caduca para afrontar la compleja realidad social que lo
envuelve todo. En el caso de los docentes de más edad, se tiende a comparar el proceso
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histórico del cambio de perspectiva que se supone en torno a la figura docente, aparece
por una parte una representación del pasado, apareciendo como idílica, frente a la actual
caracterizada por el cambio social complejo y sin rumbo claro para el papel de la
escuela.
La familia aparece en ocasiones más como un problema, un factor educativo
discordante que como un aliado, convirtiéndose en una barrera más de contradicción
frente a lo que la escuela intenta transmitir. Este agente es presentado por el profesorado
del estudio a modo de comparación, así la familia es muestra y reflejo de lo que
acontece en la sociedad en un espacio global, con incidencia en las familias y sus
capacidades educativas, socializadoras y, en definitiva, de poder hacia sus hijos. Este
discurso permite el contraste con los valores y las posibilidades educativas ofrecidas por
el profesorado; aunque él mismo asume la baja valoración que se tiene sobre su figura,
por tanto el resultado es la baja capacidad educativa transformadora debida a la
influencia negativa de agentes externos, condicionantes de su práctica profesional.
Volvemos de nuevo por tanto a la triada sociedad-docentes-familia, como dinámica de
flujos recíprocos en los que se basa el discurso docente, base del campo de
representación de éste y justificación de aquello que envuelve su función social como
docentes, incluidas las posibilidades de eficacia de la misma.
Éstos estarían vinculados a aspectos como la dimensión identitaria de la profesión
docente y la dimensión educativa, refiriéndose a procesos de enseñanza y aprendizaje.
Para concluir, consideramos que el núcleo fuerte de la representación social del
profesorado estudiado está centrado en la función social de su profesión, formando parte
de un acuerdo tácito conformando su ética y la consideración de lo que debe ser como
ideal; similar a la dimensión de la identidad profesional-educativa de Mazzitelli,
Aguilar, Guirao y Olivera (2009). La sociedad es la que acuerda darle un sentido social,
la necesidad de su propia existencia con un fin educativo, socializador de primer orden,
dotándolo de metodologías pedagógicas, regulación a través de leyes, normas y de un
contenido de conocimientos a transmitir e interiorizar en los adultos del mañana. Pero
todo ello forma parte de una contradicción que constriñe dicho principio, configurando
así un eje, el de su función social, marcado por toda una serie de factores de influencia,
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configurados en un segundo círculo periférico de la representación, utilizados como
justificación de aquello que la sociedad moldea y dirige contra los valores de la escuela,
en este caso centrados en la familia, los valores y contexto en el que se mueve, la
reacción y actitud hacia la escuela, junto a prácticas que también contradicen lo que en
ésta se pretende.
Consecuencia de todo ello la función docente se encuentra en un contexto en el que por
una parte, tiene una obligación ética, social y moral y, por otra, su fracaso aparece
justificado por las influencias contradictorias de la sociedad en su conjunto, un ente un
tanto abstracto en ocasiones muy distante de la escuela y su finalidad.
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***
Carlos Vecina Merchante es doctor en Ciencias de la Educación (por la Universidad de las
Islas Baleares) y licenciado en Sociología (por la UNED). Desarrolla su actividad profesional
como sociólogo en diversos proyectos de intervención social, actualmente es coordinador del
Proyecto de Intervención Comunitaria Intercultural (ICI-GREC) en Palma (islas Baleares). Ha
colaborado con el Instituto Marco Marchioni como asesor en Investigación Acción
Participativa. Es profesor de Sociología en la Universidad de las Islas Baleares y de Trabajo
Social y Antropología en la UNED. Líneas de investigación: Representaciones sociales,
profesorado, inmigración, comunidad educativa, desigualdad social e intervención comunitaria.
Miembro del Grupo de Investigación y Formación Educativa y Social (GIFES) y del grupo de
Investigación Sociológica en Educación (INSOC-20).
Sonsoles San Román es doctora en Sociología (Universidad de Salamanca), licenciada en
Filosofía y Sociología, y diplomada en Filología inglesa. Pionera en el estudio de los procesos
de feminización docente con reconocimiento nacional e internacional. Catedrática E.U. de
Sociología en la UAM. Líneas de investigación: Representaciones sociales, profesorado,
feminización, maestras, contrastes histórico-generacionales, cultura, género. Visiting Academic
en UCLA, NYU, London University, Colegio San Luis Potosi, Universidad de Sao Paolo, Roma
Tres, Akademi University Finlandia. Sus investigaciones han sido divulgadas como ponente y
Session Chair en congresos mundiales e internacionales. En la actualidad dirige un I+D+i
aprobado por el Ministerio de Economía y Competitividad (España), para su realización durante
el período 2014-2016, bajo el título de: Contexto Socioeconómico y Orientación Educativa y
Profesional del Profesorado de Secundaria (UAM).
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David Doncel Abad es profesor en el Departamento de Sociología y Comunicación de la
Universidad de Salamanca. Doctor en Sociología y premio extraordinario de Doctorado.
Asimismo, es experto en Sociología de la Educación por el Ministerio de Educación. Ha
participado en varios proyectos de investigación, uno financiado por la Comisión Europea y
otro I+D del Ministerio de Educación.
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aposta
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MITIFICACIÓN DE LA POLÍTICA E IDEOLOGIZACIÓN DEL MITO
EN LA GRECIA ANTIGUA *
MYTHIFICATION OF POLITICS AND IDEOLOGIZATION OF MYTH IN THE
ANCIENT GREECE
Yidy Páez Casadiegos
Universidad del Norte (Colombia)
Recibido: 04/05/2016 - Aceptado: 04/10/2016
Formato de citación: Páez Casadiegos, Y. (2017). “Mitificación
de la política e ideologización del mito en la Grecia Antigua”.
Aposta. Revista de Ciencias Sociales, 72, 57-77,
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Resumen
La religión griega antigua es una creación de los poetas. Pero esa construcción literaria,
se desdobla, se interpreta y se ‘re-construye’ discursivamente, en un contexto sociopolítico- filosófico, como religión olímpica (adscrita al dēmos central de la polis), y
como religiones
mistéricas (en los dēmoi periféricos). Como por lo general, la
religiosidad griega antigua no ha sido tratada en forma interdisciplinaria (en un contexto
socio-político, por ejemplo), en este artículo se intenta demostrar una íntima y reciproca
influencia entre mito y política, partiendo, principalmente, del sinecismo Ático, y cómo
a través de las necesidades propagandísticas de la democracia, se
producen
mitificaciones de la política, e ideologización del mito.
Palabras clave
Mito, religión, política, sinecismo, dēmos central, dēmoi periféricos.
*
Este texto fue leído (con algunas variaciones) bajo el título “Mito, religión y política en la Grecia
Antigua” como ponencia en el XXIII World Congress of Philosophy, realizado en Atenas, entre el 4 y el
10 de agosto de 2013.
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Abstract
The Ancient Greek religion is a creation of the poets. Nevertheless, this literary
construction is reproduced, interpreted and‘re-construed’ discursively, in a sociopolitical-philosophical context, as Olympian religion (linked to the central dēmos of the
polis), and as mystery religions (in peripheral dēmoi). Inasmuch as the ancient Greek
religion has not generally been treated in an interdisciplinary way (in a socio-political
context, for example), this paper aims to show an intimate and reciprocal influence
between myth and politics based mainly on Attic synoecism, and how, through the
propaganda needs of democracy, there arise mythifications of politics and
ideologization of myth.
Keywords
Myth, religion, politics, synoecism, central dēmos, peripheral dēmoi.
1. INTRODUCCIÓN
La relación etiológica entre mito y religiosidad adquiere un sentido más complejo pero
menos oscuro cuando la contextualizamos en el ethos de la polis; es decir, cuando
tratamos de hacer una hermenéutica de la política ateniense partiendo de los comienzos
del Sinecismo Ático, que se divulga ideológicamente a partir del mito de Teseo y el
Minotauro.
Para desarrollar la hermenéutica mencionada intentaré enunciar y demostrar la siguiente
hipótesis de trabajo: por la información obtenida de las fuentes históricas, epigráficas y
literarias, hay una influencia de la política griega en la escritura, lectura y re-escritura de
los mitos a partir de los cuales se elaboraron los rituales (teletai) de las religiones
mistéricas, y cómo estas a su vez, servían para enfrentar y resolver, discursiva y
‘litúrgicamente’ (mediante gramáticas de exclusión/inclusión) los múltiples desafíos de
la política democrática del dēmos central, frente a las necesidades económicas y
psicosociales de los dēmoi periféricos.
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2. MYTHOS
Desde que Max Müller (1861,1864) inició hacia 1860, el estudio de los mitos como
campo de interés académico, se han dado muchas definiciones y creado distintas
escuelas o taxones interpretativos. Pero, a pesar de las diferencias, hoy parece existir un
consenso que da un valor cognoscitivo propio a los mitos (Vernant, 1982, 2003: 171187, 198; 1983, 1985: 334; Morgan, 2000: 17-37, 179).
El verbo myō –que denota “cerrar”– contiene la raíz my, la misma de mito y misterio. Y
misterio, es un sustantivo empleado para connotar algo que no parece canalizarse bien
por las aferencias sensoriales. Precisamente, esa raíz my, sugiere una dimensión de
metáfora, compensadora de una falencia en el decir del logos, y que se suele denominar
lo misterioso. Este sentido me parece importante para interpretar las relaciones entre
mythos y politeía (Páez, 2011: 19, 108, 113, 155, 164, 165).
Tomando la vertiente connotativa-metafórica de la aproximación etimológica ya
mencionada del mito (Chantraine, 1968: 636-637; Liddell, 1996: 2568; Lubotsky, 2010:
976) se pueden mencionar tres narraciones modélicas: la gesta de Teseo (en muchos
aspectos asimilable a los “trabajos de Heracles”, con el mitema central de la búsqueda, y
destrucción heroica del Minotauro en una dimensión laberíntica del poder y la
consiguiente liberación del reinado tiránico de Minos en la isla de Creta; 2) el rapto de
Perséfone y los sufrimientos de su madre Deméter, con el mitema de la Epifanía de las
diosas, y la explicación etiológica del ciclo estacional en el calendario agrícola con sus
fiestas de la fertilidad de los “granos”; 3) las gestas de Dionisos como héroe cultural,
que trae a la Grecia pre-vitícola, la tecnología de la transformación de “lo crudo” en lo
cocido” –el proceso de fermentación de la uva y su conversión en vino– y el mitema de
la manía-extática, asociada a un drama ctónico-subterráneo y una fiesta invernal, que
terminaría ya hacia comienzos del siglos VI, a. C, en los ditirambos y su evolución coral
hacia el drama trágico, que eclosiona ya maduro en un ambiente político dominado por
las ideas democráticas, cosmológicas y jurídicas de una primera organización textual de
la ley.
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En el primer mito, Teseo, príncipe de Atenas, cuando esta polis no es un centro de poder
importante –en la historia del tiempo mítico–, sale desde el puerto del Pireo, hacia
Creta, en la búsqueda del Minotauro (Apolodoro, 1985 III 1, 7-11; Pausanias, 1994, II
31, 1; D. de Sicilia, 2004, IV 61, 4-9), que vive escondido en un laberinto dentro del
palacio del rey Minos en Knossos. En el contexto de la narración, este palacio es el
centro de poder, la gran talasocracia del mediterráneo. A pesar de la asimetría de
fuerzas, el héroe ateniense logra abatir a la bestia, dando fin al reinado ‘tiránico’ de
Minos, y al pesado tributo en vidas humanas que Atenas debía pagar a Creta, cada cierto
tiempo (que variaba desde cada año, siete o nueve años, según las fuentes) por la muerte
del príncipe Androgeo, hijo de Minos en unos agones realizados en Atenas. Con su
triunfo, Teseo se convierte en rey de Creta, y regresa a Atenas, victorioso, y como
príncipe sucesor de Egeo, el rey en ese momento mítico de la narración [1].
En el segundo mito [2], Perséfone es raptada por su tío Hades, llevada al inframundo y
convertida allí en la reina de ese lugar al cual descienden las almas de los muertos. Su
madre Deméter, enterada de lo sucedido por información de Helios (dios-sol), gestiona
iracunda la liberación de su hija, amenazando a Zeus con interrumpir el flujo de su
energía nutricia a la tierra y al útero de todas las hembras para crear una esterilidad
general. De esa manera, convencido Zeus por la palabra de la diosa-tierra, y por los
oficios de Hermes, su hijo, mensajero e intérprete (hermeneuta) persuade a Hades de
liberar –parcialmente– a Perséfone. La aparición en lo ‘alto’ (epifanía) de las diosas es
el mitema findacional, de un ritual y un culto mistérico –y secreto– en el cual los
‘iniciados’ repetían internamente la zaga de las diosas, después de ingerir una bebida
llamada cyceōn [3], bajando al inframundo –cual Perséfone– conociendo su topografía
sagrada, contemplando a las diosas en su esplendor, y ascendiendo al mundo de los
vivos, renovados, limpios y alegres.
El tercero [4], narra las hazañas y sufrimientos de Dionisos al llegar a Grecia, tratando
de enseñar la tecnología vitícola, y su propio culto, que liberaba de las tensiones y
1
Para una revisión de las numerosas fuentes primarias, véase Grimal (1993) y Páez (2011).
Ídem.
3
Bebida ritual compuesta por varios componente, entre ellos –posiblemente– el cornezuelo del centeno
(Claviceps purpurea), un hongo enteógeno, al ser ingerido (en el contexto ritual) produce modificaciones
de la sensopercepción, originando la experiencia de la epifanía o “visión divina”. Véase Ruck y
Hofmann (1980), Riedlinger (1997), Gordon, Ruck, et al (1996), Gordon (1993).
4
Dalby (2004).
2
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represiones cotidianas (Euripides, 1999: 357) [5]. La fuerza generatriz de este diosextranjero, que se mostraba hipostasiada en la imagen de enormes falos –símbolos de la
fertilidad masculina– era cantada y representada en procesiones cívicas, que fueron
adoptando una forma más organizada y compleja, hasta convertirse en verdaderas
representaciones teatrales (Heródoto, 1992: 336) [6]. El ambiente alrededor del teatro,
antes de las representaciones, era sacro. Y en su interior, se encontraba una estatua del
dios y un trono donde se sentaba su sacerdote. Y todo esto, era parte de las Grandes
Dionisias, las más grandes fiestas cívicas de Grecia (y en Atenas, solo se podían
comparar con las Panateneas). En este culto, se nota con claridad el aspecto míticoreligioso (mistérico) y el cívico (político), pues la tragedia surge bajo las fuerzas de la
cosmología y la democracia y el derecho áticos, representando incluso los cambios que
se estaban dando en la escritura e interpretación de la ley (como en la Orestiada de
Esquilo).
Estos cambios están asociados a la progresiva alfabetización de la mente griega
(Haveloc, 1963, 1994: 11; 1986: 134-150; 1986, 1999; Crowley and Heyer, 1999: 5460). No se trata sólo de la proliferación de textos cosmológicos en la dinámica social del
ágora, sino del propio epos, que hasta entonces se había sostenido en el prestigio y el
almacenamiento oral de la memoria de los aedos, y que ahora, por las gestiones
editoriales de la tiranía de Písistrato primero, y luego por las demandas discursivas de la
democracia, se ve desplazado en la atención del auditorio, por un nuevo poeta, el
rapsoda, que memoriza la poesía previamente escrita, y no necesita ser asistido por las
musas helicónides.
Desde el punto de vista de lo que ahora podemos llamar “derecho ático”, la excelencia o
aretē, el nomos (ley) no se fundan en la cosmogonía, la genealogía y los vínculos de
sangre, sino que se interpreta en la escuelas de retórica como aquello que interesa al
bienestar de la polis (política), y así va haciendo parte de la nueva poesía dramática
(como en Eurípides) y cómica (como en Aristófanes). Ahora se presta más atención al
logógrafo que al adivino.
5
6
Bacantes, 221-225 (Murray).
II, 48 ss (Godley).
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Importante en esta “revolución”, es la actividad ekdótica realizada por Pisístrato (y
posteriormente sus hijos), al editar la Ilíada y la Odisea, bajo la dirección de
Onomácrito (y que pudo aprovechar políticamente para hacer modificaciones en los
contenidos del oráculo de Delfos) [7]. La epopeya quedaba fijada por el texto alfabético,
y la inspiración musical del aedo, limitada a lo que podía memorizar y repetir
codificado formulariamente en la escritura. Pero también, esa epopeya quedaba
sometida al rigor de un análisis lingüístico sujeto al logos y no a las musas. Y esta era la
misma exigencia para el discurso del orador en la Asamblea, el Consejo o el Ágora.
Políticos y estrategos, como Temístocles y Pericles, pagaban el costo económico de ser
coregos (Páez, 2011: 30). En otro texto [8], he desarrollado la hipótesis de que entre
estos sucesos: los de la religión (con su narrativa mítica), la cosmología (filosofía), la
política y el derecho, se puede establecer una relación genealógica en el contexto de la
democracia ateniense.
3. POLITEIA
La palabra politeia se refiere a la polis, a la reflexión y la práctica sobre la naturaleza de
ese tipo de politía (comunidad) auto-suficiente, que circunscribe la autoridad y la
legitimidad del poder a sí misma [9]. Es decir, no se trata solo del gobierno, pues esa
práctica ya se conocía en Mesopotamia, Persia y Egipto, sino de la connotación que le
dieron Hesíodo (1914), Tucídides (1942), Platón (1903) y Aristóteles (1837) [ 10].
Aunque Aristóteles utiliza la palabra πολιτικη, politikē (en la Política) y πολιτικά,
polítiká (en la Ética Nicomaquea); Platón, en cambio, emplea la palabra πολιτεία,
politeía, que ha sido traducida como Republica, pero esta versión no se corresponde
bien con el contexto griego clásico. Es en ese sentido, del griego clásico, que intentaré
establecer una relación entre mythos y politeía. Para ello utilizaré el concepto de
7
Véase Taciano, A los griegos 41 [13B 6], Plutarco, Sobre los oráculos de la Pitonisa 25 [13 B 1],
Heródoto 7, 6 13 [A 1], Escolios a Aristófanes, Sobre la comedia A XI c 20-25 13 [B 10] Colli.
8
Cf. Páez (2011).
9
Para una discusión sobre el significado de la palabra polis: (Monsen, 2004: 3; Burkert, 1995: 202).
10
Hesiod (1914: 225 [siguiendo la edición de Hugh G. Evelyn-White]); Thucydides (1942: 1.5-7 [edición
de H.S. Jones]); Plato (1903: 1.339b-1.372 [edición de Burnet]); Aristotelis (1837: 1.1343a [edición de
Bekker]). (Sissa, 2012: 227-261). Al parecer Heródoto [3, 80-82] podría tener una idea contraria acerca
de la singularidad de la polis y su democracia. Para una discusión sobre las dificultades de la palabra
polis en la traducción de Monsen (2004), ver: An inventory of archaic and classical Poleis., Op. Cit.: 3;
Monsen (1945: 45) Burkert (1995: 202).
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etiología [11]. En esta interpretación tomaré la palabra aitia (o aition), para aludir a las
causas, contextos-referentes, que permiten comprender un hecho, una situación o
dinámica mítico-político-social determinada. Visto así, etiología será un taxón
hermenéutico para interpretar dos de estos aitiones: el sinecismo ático y las gramáticas
de exclusión/inclusión.
3.1. SINECISMO ÁTICO
“…cuando subió al trono Teseo y unió al poder a la inteligencia, entre otras
medidas que tomó para organizar el país, suprimió los concejos y las magistraturas
de las otras ciudades y unificó [ 12] a todo el mundo en la ciudad actual,
estableciendo un consejo y un pritaneo únicos; y, aunque siguieron ocupando sus
tierras separadamente igual que antes, les obligó a limitarse a esta única ciudad,
que, cuando fue dejada por Teseo a sus sucesores, se había convertido en una gran
ciudad a que todos ya le aportaban su tributo. Y en memoria de esto los atenienses
todavía hoy celebran, a expensas públicas, las fiestas Sinecias…”
Tucídides (1990: II, 15, 1-2)
Cuando Tucídides, en el segundo libro de la Guerra del Peloponeso, dice que Teseo,
después de matar al Minotauro, regresa al Ática y reúne a todas sus tribus en torno al
oikos de Atenas, fundando así la democracia, se está alejando del mythos del poeta, y
acercando al logos del político. Ese proceso llamado “sinecismo” [ 13], significa reunir
los miembros de muchas casas (las oikoi de la periferia) en una sola casa (el oikos de la
pólis). La democracia ateniense se fundaba éticamente en esa casa, oikos, que daba
cabida a las otras casas, oikoi, que representaban los dēmoi urbanos y rurales de la pólis.
Pero, ¿cómo mantener vinculados –para efectos de acción y control político– el dēmos
del centro –la élite de la democracia– con los dēmoi de la periferia? “El elemento
vincular eficiente no podía ser solo la afirmación formal de una isonomía a través del
logos de la cosmología-filosofía, sino también la capacidad misteriosa de decir del
11
Esta palabra viene de la tradición mítico-jurídica: De aitia, que significa causa, se refería al responsable
de una trasgresión mítica (como el parricidio y el incesto del rey Edipo) o de una violación de la ley
(como la de Antígona). Pero en el siglo V. a.C, se introduce en el discurso de la medicina hipocrática con
el significado de la causa de una enfermedad. La palabra ha sobrevivido hasta hoy con el sentido médico,
perdiendo su genealogía mítico-jurídica.
12
ξυνῇσαν, xynēisan
13
Sobre este tema, véase: Valdez (2001: 127-197); Valdez, 2006: 605); Hansen (1995: 115-119); Flórez
(2006: 132).
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mythos. En otras palabras, la política de la democracia necesitaba aportar
discursivamente elementos etiológicos al interior de las prácticas mistéricas del
dēmos”[14].
Establecer una genealogía mítica para la democracia ateniense es un flagrante
anacronismo [15]. Pero si se considera que Tucídides es también, un politēs, en tanto que
miembro activo de la polis, y que además es un polítikos, pues es un seguidor y
propagandista de Pericles, en un momento decisivo de la guerra del Peloponeso,
entonces, se entiende mejor la intención ideológica del anacronismo: Teseo es el alterego de Pericles. Y el gran general le está pidiendo a los dēmoi periféricos que
abandonen sus oikia, para reunirse todos en el gran dēmos de Atenas.
Así, se puede decir que la connotación política de la gesta de Teseo, corresponde a un
discurso –ad hoc– de la democracia en ciernes, que ha tomado del mito, su fuerza y
arraigo social.
El triunfo de Teseo, al matar al Minotauro, está narrando una transición de poder en el
mediterráneo: de la monarquía despótica de Creta a la democracia de Atenas. Podemos
ver, entonces, que el mythos le daba al nuevo régimen político una legalidad que el
logos de la cosmología, no podía ofrecer.
Estamos viendo así, que el mythos se politiza y la política se mitifica ante las
incertidumbres y temores de la guerra. [16]
3.2. LAS GRAMÁTICAS DE EXCLUSIÓN / INCLUSIÓN
El culto de Deméter-Perséfone es privado por su carácter mistérico, extático. Su mythos
es una creación de los poetas, pero su estructura cultual ha recibido la lectura y re-
14
Páez (2011: 27; 2015: 154, 166, 167).
Los sucesos que narra el mito se sitúan en el contexto de la talasocracia cretense; es decir, a mediados
de la Edad del Bronce, cuando el monopolio de la producción de este metal se encontraba en Creta, bajo
el reinado de Minos.
16
Burckhardt señala la importancia de la interpretación política de la gesta de Teseo y sus implicaciones
en el desarrollo ulterior de la polis. Véase Burckhardt (1982: 25-34).
15
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elaboración de la politeía ateniense [17]. Es un culto periférico, pues su templo principal
se encuentra en la ciudad de Eleusis. Sin embargo, la primera parte de sus fiestas se
inauguran en el Eleusinion de Atenas, con el basileus y la basilina. A pesar de ser una
religión periférica, con sede en una ciudad débil, llegó a adquirir una popularidad
panhelénica, a la cual no pudieron sustraerse los políticos, filósofos, y artistas. ¿Por qué
esa importancia, teniendo en cuenta el poder político de la religión olímpica, como
religión estatal?
Una respuesta se puede encontrar en la dinámica del mismo sinecismo ático, pues no
todas las poleis habían aceptado la isonomía ateniense, derivada míticamente de Teseo.
Por ejemplo, la ciudad de Megara –con una situación estratégica en la bahía de Eleusis–
competía política y comercialmente con Atenas y pretendía la dominación política de
Eleusis [18]. Al incluir la religión eleusina en el culto cívico ateniense, la mysteia o
misterios menores se convertían en un enlace público-político con el dēmos urbano del
centro. Por ejemplo, en Otoño, durante las Tesmoforias, las mujeres ocupaban el
espacio público (habitualmente ocupado por los hombres) reuniéndose en la colina del
Pnix (donde se realizaban las asambleas). Esta transposición binaria de roles, le daba a
la mujer una suerte de ciudadanía cultual [19].
De esta forma, con el recurso del mythos, la democracia ateniense adhería los márgenes
sociales a su expansión imperial, extendiéndola a otras poleis. Así, el centro
democrático se aseguraba el control de la periferia mediante la asimilación política de
su culto más popular.
A pesar de la isonomía, más que todo formal [20], la religiosidad griega estaba
jerarquizada: la religión olímpica dominaba con sus deidades solares, más jóvenes y
más cercanas a las necesidades operativas y de visibilidad del dēmos cosmológico17
Tal vez desde los tiempos de Pisístrato y Onomácrito, o de Solón, como sugiere la evidencia epigráfica:
Véase Inscriptiones Graecae I: Inscriptiones Atticae Euclidis Anno Anteriores 1981, 1994), Sickinger
(1999: 8), Sokolowski (1955), Cavanaugh (1996: 19 ff), Rhodes & Osborne (2007), Osborne (1996: 283
ff) y Aristotelis (1837: II.1349a 15). Pero la organización definitiva del culto se da en plena época
democrática.
18
Eleusis y la isla de Salamina se encontraban entre las dos. Atenas gana el control de Eleusis, más por la
conversión del culto eleusino a Deméter en una religión cívica, estatal, que por las maniobras bélicas.
19
En las otras fechas del calendario cívico, este es un lugar bajo la égida de Zeus.
20
Para un tratamiento in extenso, partiendo de la interpretación que se deriva del Corpus hippocraticum
(véase Páez, 2015).
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político. En cambio, las deidades mistéricas, por su vínculo ctónico o lunar
permanecían en las sombras de la tierra, en el inquietante mundo de las fuerzas
generatrices[21]. Este estatuto femenino se reflejaba también en la polis, como una
carencia de ciudadanía. Pero la democracia ateniense resuelve –ritualmente– esta
exclusión política mediante un dispositivo de inclusión, con todas las características
tipológicas y clasificatorias de una gramática [22]: Realiza una maniobra de inclusión,
introduciendo en la narrativa de los misterios, sus propias deidades olímpicas-urbanas
(Zeus y Dionisos), como una manera de acceder simbólicamente al ritual periférico.
Hasta aquí hemos visto una gramática binaria de exclusión/inclusión. Pero la parte más
compleja y contundente de esta relación entre mythos y politeía, se nota al usar el
recurso de una gramática ternaria (Baumann y Gingrich, 2006). Durante la epopteia o
misterios mayores, la democracia introduce discursivamente a Zeus en la intimidad del
culto eleusino, apareciendo hipostasiado como Dionisos, su hijo; el hijo-de-dios, si nos
ajustamos a la etimología [23]. Aquí el mythos, de manera ambigua, juega con la
genealogía del niño-dios, adscribiéndole a Perséfone el rol de madre de Dionisos. Pero
sabemos que en el culto mistérico de Dionisos, su madre oficial es Semele, una mortal
[24]. Con esta gramática ternaria se explicaría la forma como el dēmos del centro se
introduciría en los dēmoi de la periferia. Y, de una manera original, la democracia
ateniense, resolvía para sus propósitos de propaganda y sus efectos psico-sociales en las
periferias el gran problema de las gramáticas patriarcales binarias de exclusión de lo
femenino, que eran la constante en las sociedades orientales coetáneas [ 25]. Con esta
21
Representaban, como lo canta Hesíodo en su Teogonía, el régimen ancestral de las deidades
primigenias que se veneraban, sobre todo, en la periferia. Véase Hesiod (1914, 116-117, 123).
22
“Gramática” en el nuevo sentido de dado por Baumann y Gingrich (2006: 18-52).
23
Di-wo-nu-so-jo Xao6 [PY Xa 1419.1] (hijo-de-dios) y e-re-u-te-re di-wi-je-we (Eleuthero-hijo-deZeus). Véase Ventris (1953: 95, 84-103). Sin embargo, esta etimología es rechazada por Rodríguez y
Jorro (1999: 182). Otras etimologías: sa-kere-u PY Ea56 (zagre), “excavación para atrapar vivos a los
animales”. Véase Kerenyi (1996: 82; Ζῆνα (Zeus) y Δία (Dios-Zeus) = ζῆν (el creador de la vida). Véase
Platón (Crátilo 396 Burnet); también es el nombre para el “vino”. Véase Burkert (1995: 238). Esta misma
interpretación es retomada por Dalby (2004: 59). Más sobre el tema, en Páez (2011: 95-96).
24
Además, en el Himno Homérico a Deméter, Zeus actúa como intermediario entre la ira y las demandas
de Deméter por el secuestro de su hija y los subterfugios legales de Hades para retenerla. Aquí vemos
claramente a Zeus en una posición ternaria, pues es el tercero que determina las condiciones de
legitimidad de un acuerdo entre Hades y Hermes –mensajero y negociador de Zeus– para liberar,
parcialmente, a Perséfone.
25
Este Zeus, ya en la intimidad del culto, se puede leer como un Zeus de mujeres o un Zeus cthonico.
Véase Kerenyi (1960). No es casual que en un punto del trayecto de la procesión de Deméter, el mythos
establece una escena con el nombre de canto del Iacchos que es una de las advocaciones de Dionisos.
Véase Aristófanes (Ranas 340-352, 32 [edición de Hall and Geldar, 1907]); también: Sófocles (Antigona
1152 [edición de Jebb, 1891]). Sobre la ubicuidad: Zeus-Dionisos en los misterios griegos, en relación
con la figura de Perséfone, véase Dickie (1995: 83).
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estrategia ternaria, el discurso patriarcal de la democracia traspone transitoriamente, en
las fiestas eleusinas, los roles de poder, reubicando a Deméter-Perséfone en el ámbito
público e hipostasiando a Zeus –y a Hera– en la esfera privada.
En el culto de Dionisos, aparece otro aspecto de una gramática binaria y su aparente
solución ternaria. El mythos no solo presenta a Dionisos como hijo de dios (Zeus), por
lo tanto, como deidad solar de la democracia, sino también como héroe cultural, pues él
ha traído al Ática el cultivo de la vid y su fermentación en vino, con el cual se calman
los dolores y las penas [26]. Aquí se establece la periodización de un antes y un después
del vino. Las ciudades que no lo conocen son pre-vitícolas, lo que significa que no han
recibido la influencia civilizatoria del vino. De esta forma la democracia ateniense les
ofrece a través de su deidad alegre y díscola, una oportunidad cultural a las otras poleis,
para pasar de lo que se ha llamado en los colectivos de la antropología y la
hermenéutica, de lo “crudo” a lo “cocido” [ 27], de la hiedra a la vid. Pero como lo ha
expresado magistralmente Eurípides en las Bacantes, no todas las poleis querían recibir
esa ayuda ateniense, y algunas han sido impías anfitrionas de su dios.
Precisamente, Tebas, que ha rechazado al dios, es una ciudad pre-vitícola. Según
Eurípides (Bacantes, 1979), Dionisio se aparece en el theologeion, en la parte más alta
de la escena, sobre el palacio de Cadmo, con estas palabras: “Me presento como hijo de
Zeus en este país de los tebanos, yo, Dioniso. Aquí me dio a luz un día la hija de
Cadmo, Sémele, en un parto provocado por la llama del relámpago. He trocado la figura
de dios por la humana, y aquí estoy, ante los manantiales de Dirce y las aguas del
Ismeno” [28]. Pero su genealogía ha sido puesta en duda y decide probar directamente en
palacio frente a su propio rey, Penteo (heredero de Cadmo), adoptando la forma
humana. Dionisio, procedente de Lidia, ha sido apresado por las tropas del rey, por estar
difundiendo un nuevo rito, que hace enloquecer a las mujeres con una bebida nueva
(vino), por la cual abandonan la rueca y todos sus deberes familiares, y se van al monte
Citerón a danzar y cantar, olvidando el oikos y el gineceo. Las seguidoras de este nuevo
dios se llaman bacantes o ménades (Páez, 2011: 24,95,101,105,119,177) . La irrupción
festiva del hijo-de-dios en Tebas, está alterando el orden social y poniendo en
26
Eurípides (Bacantes 279-284 [siguiendo la edición de Murray 1913]).
Véase Segal (1974: 289): “The raw and cooked in Greek literature: structure, values, metaphor”.
28
Versos 1-6.
27
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entredicho la autoridad del rey. Las mujeres comienzan a asumir roles masculinos (ir a
la montaña, cual cazadores) y los hombres, roles de mujer (travestidos). Un nueva
religión (extranjera) se anuncia transgrediendo los límites de la ley (local), debido sobre
todo a los efectos estimulantes y liberadores del vino, y la entronización psíquica de la
propia deidad, que altera la conciencia, produciendo manía. Si se elabora un nuevo
orden hierático, eso implica cambios en el orden social. Y el cambio social, por lo
menos en la sociedad griega antigua, implica re-lectura del mythos, re-organización del
ritual, de acuerdo con las necesidades de la política.
En cambio, Atenas ha recibido el regalo del nuevo dios: la vid y la tecnología para
convertirla en vino. La uva se ha ‘cocido’ con su propio fermento guardado en cántaros
bajo la tierra. Mientras que en Tebas proliferan la hiedra y su fruto no-cocido por la
técnica civilizatoria. La lectura política no deja lugar a ambigüedades sobre cuál es la
polis que crea, conserva y administra el poder en el Ática. La ciudad de Tebas se
construye discursivamente en la tragedia como una polis manchada por la locura de los
hombres [28]. Las filiaciones de la sangre, que se remontan a una genealogía
cosmogónica, de héroes y reyes sagrados, no son el medio de legitimación en un mundo
marcado por el estilo de pensamiento cosmológico, que se refleja socialmente en la
democracia. En el drama trágico, los temas son tebanos, pero la tragedia y sus poetas
son atenienses. Entonces, en un nivel escritural, la figura de Dionisos, construida por
Atenas, adquiere una clara connotación política. Como la tiene su estatua a la entrada
del teatro, y el altar y el trono [29] que ocupa su sacerdote adentro, cerca de la orquesta.
La autoctonía y la isonomía [30], los principios que garantizaban la salud social de la
polis de Atenas, en Tebas eran desarticuladas por la hybris, la soberbia, la desmesura, y
la falta de equilibrio de los hombres [31]. Por eso, ante la insensatez de los gobernantes,
el oikos familiar solo podía sobrevivir mediante la asunción del control por parte de las
mujeres, quienes asimilaban los miasmas sacrificiales de las falencias del poder, de los
dolores de la agonía fratricida heredada como una mácula por las elites.
28
Su desmesura se retrata, tras la máscara del actor, en actos homicidas e incestuosos (recordemos que
Edipo se enfrenta a Creonte, Polinices a Eteocles, Creonte a su hijo, etc.).
29
Fotografiado por D. Constantin (1860).
30
Como podemos observar elocuentemente en el “Discurso fúnebre” de Pericles. Véase Tucídides (II,
36.1-3 [en la edición de Jones, 1942]).
31
Véase Antígona (1015-1030 [Jebb, Op. Cit]).
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Pero este dios complejo y contradictorio, alegre y salvaje, asume también un papel
ternario dentro de las necesidades políticas de la democracia ateniense. La parte central
y culminante de su culto parece ser su epifanía en las montañas durante la estación
invernal. Su presencia se vivía como un estado maniaco, de éxtasis o de fusión con las
fuerzas ctónicas y generadoras. No podemos olvidar la fascinación que este escenario
produjo en el joven Nietzsche (2004: 251), seducido por la poesía de Eurípides, casi
como si fuera un cuento de hadas. En las partes altas, durante la época invernal, donde
florecen los hongos después de sentir el impacto fulgurante del rayo de Zeus, las
bacantes sentían la vitalidad de Dionisos en su interior, en un entusiasmo maniaco. Tal
vez, una bebida equivalente al cyceón eleusino, era el aitión de los cambios
sensoperceptivos, de los iniciados, quienes veían transformarse el entorno y a sí
mismos, de acuerdo con sus deseos.
Este aspecto enteogénico de las religiones de misterios, es esencial para interpretar las
técnicas del éxtasis en la antigüedad griega, y su papel en la armonización y unificación
del dēmos rural-periférico, que no alcanzaba a recibir los beneficios de la isonomía (más
formal que operativa), aún en el dēmos-central. La esfera del deseo se abría como un
hongo para la satisfacción en la psychē colectiva de la periferia, de todo aquello que la
democracia-central le negaba o sustraía a sus necesidades más apremiantes del sōma
(cuerpo).
La relación binaria del culto dionisiaco, se amplia y complementa con el papel ternario
de Dioniso en sus grandes festividades cívicas-religiosas-democráticas, que culminan en
el teatro, construido en su honor, y como contra-parte política a sus ilimitados
escenarios del dēmos periférico.
En el teatro, la democracia ateniense sumía al dēmos en el pathos, los sufrimientos del
dios, mientras deslizaba sutilmente su propaganda imperial. No en vano, como ya se
dijo, había una estatua de Dionisio en los teatros griegos y un trono especial (de
mármol) para su sacerdote (Stricker, 1955: 36). El dolor del héroe trágico alimentaba
las ilusiones de una aretē política, pero la presencia del hijo de Zeus, rodeaba la
orquesta de una aureola hierática, huella sensible del ditirambo y del origen ritual del
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drama cívico. El carácter ternario está en el centro de la alteridad político-religiosa de
Dioniso. Por eso, su ubicuidad ctónica, epifanía y enteogenía reconcilia el dēmos
periférico con su propio deseo, pero su puesta en escena por los recursos de la escritura
y la máscara, lo sitúan como realidad urbana en el espacio sagrado y político del teatro.
La política de la polis estaba en el teatro como podemos ver, en las Suplicantes de
Esquilo, donde muestra sus simpatías por la democracia, pero más aún, en las
Euménides, hace propaganda de las reformas de su amigo Efialtes (las cuales afectaban
la concentración de poder del Areópago, formado por exarcontes arístócratas), que
había iniciado cuatro años antes de la Orestiada de Esquilo. Frínico, en su tragedia: La
toma de Mileto introdujo como corego al gran Temístocles [32].
Pero la política, también, estaba en la religión [33], porque como bien dijo Bachofen:
“[…] la religión dionisiaca es una confesión de la democracia” (1992: 117).
4. CONCLUSIONES
De acuerdo con la hipótesis de trabajo, se puede pensar en una relación genealógica
entre mito, religión y política en la Grecia Antigua. Dicha relación se da en el contexto
socio-histórico de la democracia ateniense. El mythos ha sido releído de acuerdo con las
necesidades propagandísticas y de legitimación de un dēmos que ha experimentado las
influencias de los cambios coetáneos: una escritura de la ley de acuerdo a los principios
isonómicos, establecidos desde las primeras reformas a partir de Solón. Eso explica las
complejas relaciones entre el dēmos central y el dēmos periférico, las cuales se ven
reflejadas no solo en el mythos, sino también en los rituales, con su aspecto cívicopúblico y sus practicas mistéricas (privadas), pero sobre todo, tal como se puede
apreciar en la religión dionisiaca, el profundo efecto psico-social, catártico, de la
inclusión de elementos y estrategias ternarias, como recursos móviles entre lo privado y
lo público, entre una práctica mistérica y otra (como sucede con Dionisos) quien se
moviliza entre los cultos de Deméter-Perséfone, pero a la vez hace parte de las
32
Sobre esta temática puede verse: Forrest (1988: 205), Flores (2006: 117; Lloyd (2003: 257).
Las palabras ‘religión’ y ‘sacerdote’ no se corresponden bien con el contexto socio-político de la polis
clásica: por ejemplo, comparados con τελετή o ἱερεύς / ἱέρεια, parecen más bien anacronismos o falsos
cognados. Sobre estas dificultades de traducción véase Henrichs (2008: 2-14); Bruit, & P. Schmith (2002:
9).
33
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Dionisias públicas, como prolongación cívica de los misterios del dios y su presencia
ubicua en el teatro.
El empleo de las capacidades metafóricas de sugestión del mythos en los cultos
mistéricos y el drama trágico (pero también en la comedia) fue parte de una estrategia
de propaganda política hábilmente usada por la democracia. De esa manera, al menos
hasta la Guerra del Peloponeso, la política escribía y re-elaboraba la religión, sobre todo
los cultos mistéricos, para aligerar las tensiones psicosociales inevitables, entre un
dēmos central dominante y un dēmos periférico, siempre a punto de romper el equilibrio
formal prescrito por la isonomía.
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Yidy Páez Casadiegos es médico-cirujano. Magíster en Salud Mental, Ciencias Humanas y
Sociales. Profesor de Historia de la Civilización Griega e Historia Social de la Medicina de la
Universidad del Norte (Colombia). Miembro del Grupo de Investigaciones en Arqueología,
Historia y Estudios Urbanos del Caribe Colombiano, y del Grupo de Investigación en
Sociología del Derecho. Ha publicado obras y artículos sobre mito y religiosidad griega antigua,
historia, epistemología, psicología y ética.
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aposta
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ISSN 1696-7348
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LA ARGUMENTACIÓN EN EL AULA: UNA PROPUESTA
ANALÍTICA
ARGUING IN CLASSROOM: AN ANALYTICAL PROPOSAL
Mercedes Cubero, Andrés Santamaría, Alejandro Barragán
Universidad de Sevilla
Recibido: 11/05/2016 - Aceptado: 21/09/2016
Formato de citación: Cubero, M.; Santamaría, A.; Barragán, A.
(2017). “La argumentación en el aula: una propuesta analítica”.
Aposta.
Revista
de
Ciencias
Sociales,
72,
78-100,
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Resumen
Se hace una propuesta de análisis con objeto de identificar y describir distintos modos
de argumentación en el aula. Esta propuesta se sustenta en una visión retóricoargumentativa del pensamiento y en la defensa de la existencia de una heterogeneidad
de estas formas de argumentar. Se presentará cuáles pueden ser algunos de los modos
predominantes de argumentar de docentes y estudiantes, cómo se relacionan, qué
dificultades tienen los estudiantes con determinados modos de argumentar, o los puentes
que los docentes pueden trazar ante tales problemas. Se mostrarán algunos extractos de
transcripciones obtenidas durante observaciones etnográficas en un aula de educación
de personas adultas. Se tratará de constatar que las distintas formas de argumentar no se
distribuyen de igual manera entre la profesora y las alumnas.
Palabras clave
Argumentación, discurso, acto discursivo, educación de personas adultas.
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Abstract
Our aim is to make an analytical proposal to identify and describe different ways to
argue in classroom. This proposal is based on a rhetorical-argumentative perspective
of thinking and it is based on the defence of heterogeneous forms of argumentation. It
will show which are the ways of argumentation of teacher and students, how do they
interact, what are the difficulties that students have, or which are the “bridges” that
teachers “build” to give solutions to those problems. We will present examples of
transcripts obtained during the ethnographic observations of an adult education
classroom. It will show that the use of the different ways of argumentation was not
distributed equally between teacher and students.
Keywords
Argumentation, discourse, discursive act, adult education.
1. INTRODUCCIÓN
Nuestro objetivo es hacer una propuesta de análisis que posibilite identificar y describir
distintos modos de pensamiento verbal a través del uso de ciertos indicadores
discursivos que den cuenta de sus características. Tal propuesta se sustenta en dos
consideraciones fundamentales. La primera es la defensa de la existencia de distintas
formas de pensar en un mismo individuo (Cubero, de la Mata & Cubero, 2008;
Santamaría, Cubero & de la Mata, 2010); la segunda es la interpretación de dichas
formas de pensar en términos de diferentes modos de argumentación (Billig, 1996,
2001; Bruner, 1986/1988, 2001; Scribner, 1977). Todo ello tiene cabida en una visión
instrumental del pensamiento verbal, para la que éste está mediado a través del lenguaje
(Vygotski, 1934/1986).
Tales consideraciones dan sentido a la propia estructuración de este trabajo. Así
comenzaremos presentando cómo tanto desde perspectivas teóricas –como las de la
psicología cultural (Scribner, 1977; Bruner, 2001, 2002), o la psicología constructivista
social (Billig, 1996, 2001)– como aplicadas a la educación (Bruner, 1997/1997; Cros,
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2003, 2006), se defiende una visión argumentativa del pensamiento. Seguidamente
haremos referencia al papel que juegan los distintos modos de argumentar en un
escenario privilegiado para tales fines, la escuela. En este contexto, nos cuestionaremos
cuáles son los modos predominantes de argumentar de docentes y estudiantes, cómo se
relacionan, qué dificultades tienen los estudiantes con determinados modos de
argumentar, o sobre los puentes que los docentes pueden trazar ante tales problemas.
Todo ello sin perder de vista que nuestra contribución principal es de carácter analítico y
está relacionada con el hecho de estudiar dicha temática de un modo determinado; éste
es, a través del análisis de las funciones primitivas del acto discursivo propuestas por
Jerome Bruner (1995, 1996). Por ello, indagaremos sobre los tres marcos primitivos
formulados por dicho autor: intersubjetividad, instrumentalidad y normatividad. Para
finalizar, mostraremos ejemplos de cómo éstas distintas formas de argumentar se
despliegan y relacionan de forma natural en el transcurso de una actividad de lecturadebate en un aula de educación de personas adultas. Así mismo, daremos cuenta de
quiénes y cómo las utilizan e incluso por qué éstas aparecen.
2. ANTECEDENTES Y BREVE FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA
En este apartado empezaremos presentando la visión de argumentación en la que se
basa este trabajo, sus características y estructura.
2.1. TIPOS DE PENSAMIENTO COMO MODOS DE ARGUMENTACIÓN
Para los psicólogos culturales clásicos (Luria, 1962/1980; Scribner, 1977) como para los
contemporáneos (Bruner 1995, 1996, 2001), es posible llegar a conocer la forma en la
que pensamos a partir del análisis del modo en el que argumentamos. En esta misma
línea, Michael Billig, dentro de la corriente del constructivismo social (1996, 2001),
sostiene que la “estructura de la forma en que argumentamos revela la estructura de la
forma en que pensamos” (1996: 111).
En este contexto abordaremos la argumentación no tanto desde su dimensión lógica o
analítica, sino más bien desde una perspectiva retórica y dialéctica (Vega, 2003). Así,
concebimos la argumentación como la articulación de intervenciones dentro de una
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conversación dirigida a convencer a los otros (Tindale, 1999, 2004; Walton, 1996a,
1996b). En este mismo sentido se expresa Luis Vega (2003) cuando dice que una
argumentación es un modo de explicar y justificar algo ante alguien en el curso de un
debate o de una simple conversación con una clara finalidad de persuadir, seducir o
convencer. Pero, además, podríamos decir que la argumentación, vista desde la
perspectiva de la lógica informal o la retórica, tiene una clara dimensión situada y
normativa. Situada porque ésta se genera en determinados marcos y contextos de
discurso que la condicionan haciendo más probable la aparición de una u otra forma de
argumentar. Normativa porque los fines de dicha actividad –convencer– implican
acciones que están necesariamente adscritas a determinadas condiciones, normas y
valores establecidos.
Una vez presentada la visión sobre la argumentación con la que trabajaremos resulta
necesario abordar la estructura de dicha argumentación para más tarde, en el siguiente
apartado, referirnos a la caracterización de los dos modos prioritarios, aunque no únicos,
de argumentar.
En cuanto su la estructura, Michael Billig (1996) propone la bien conocida arquitectura
de los argumentos basada en tres principios básicos: (a) siempre que argumentemos es
posible encontrar un contra-argumento; (b) los argumentos y contra-argumentos pueden
estar en un plano social o individual indistintamente; (c) en toda argumentación se
produce una tensión entre la tendencia a la particularización de los hechos y la tendencia
a la generalización de los mismos. Este tercer principio es especialmente interesante
para nosotros ya que se constituye en la base de la heterogeneidad de pensamiento antes
mencionada. Para argumentar de modo generalizado es imprescindible el uso de
categorías abstractas, organizadas jerárquicamente y basadas en significados de los
signos descontextualizados; mientras que hacerlo de modo particularizado se asocia al
uso de significados de los signos contextualizados adquiridos en la actividad práctica,
concreta y cotidiana. Pero estos tipos de estrategias lejos de ser incompatibles, son
complementarias y coexisten en un mismo discurso, como hemos señalado al defender
la multiplicidad cognitiva. Ello nos lleva a confirmar la perspectiva heterogénea del
pensamiento antes descrita y abre las puertas a abordar la distinción entre los distintos
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modos de argumentar que, desde la visión defendida hasta ahora, constituyen distintos
modos de pensar.
En este sentido, dentro de los estudios sobre argumentación, Stephen Toulmin (Janik &
Toulmin, 1972/2001) defiende que existen diferentes formas de argumentar, aquellas
ligadas a situaciones generales, cuya validez reside en la forma deductiva del
argumento; o bien aquella ligadas a situaciones particulares, cuya validez reside en el
contenido del mismo. Estos autores diferencian entre argumentos analíticos y
substanciales. En los primeros la conclusión no trasciende el contenido de las premisas,
mientras que en los segundos se infiere a partir de los casos particulares una conclusión
no contenida en las premisas. No es de extrañar, por tanto, que la argumentación
analítica o teórica sea de carácter lógico-formal y esté basada en tesis preexistentes, por
lo que es usada por quienes hacen ciencia y se constituye en objetivo a alcanzar en la
escuela. La argumentación práctica o substancial, sin embargo, no se mide en base a
criterios de corrección, sino de relevancia o irrelevancia, fortaleza o debilidad
(Rodríguez, 2004), siendo la forma primordial que adoptan las conversaciones
informales y cotidianas. Frente a la valoración de la primera, y precisamente por ello,
ésta segunda forma de argumentar es interpretada como la enemiga a combatir y
desterrar de las aulas.
2.2.
CARACTERIZACIÓN
DE
LOS
DIFERENTES
MODOS
DE
ARGUMENTAR
De modo coherente con las propuestas de los teóricos de la argumentación, presentadas
en el punto anterior, desde la Psicología Cultural de corte vygotskiano, se dan prueba de
la existencia de diversas maneras de argumentar, usando diferentes terminología para
ello. Así, teóricos tan relevantes como Alexander Romanovich Luria (1962/1980)
muestra la existencia del razonamiento teórico y práctico o situacional. Del mismo
modo, han aludido a la diferenciación entre argumentación teórica y empírica o
funcional (Scribner, 1977) o a modo de pensamiento o argumentación proposicional y
narrativo (Bruner, 1986/1988, 1996, 2002). Este último defiende estos modos de
conocer, convencer y construir la realidad “tienen principios funcionales propios y sus
propios criterios de corrección, pero que difieren fundamentalmente en sus
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procedimientos de verificación” (1986/1988: 23), Así, la argumentación o el
pensamiento paradigmático o proposicional persigue formular enunciados en los que se
expresan las causas generales de los eventos, a partir del uso de términos
descontextualizados. Todo ello en pos de la búsqueda de la veracidad. La
argumentación narrativa o sintagmática, sin embargo, se ocupa de construir relatos
utilizando personajes y situaciones cotidianas o concretas, buscando la validez en la
verosimilitud de los relatos, en el parecido de éstos con la realidad. Estas modalidades
de funcionamiento cognitivo pueden usarse como medios para persuadir o convencer a
una audiencia real o potencial, pero convencen de modos, e incluso a veces, de
contenidos, diferentes. Por ello son complementarias y, en ningún caso, reducibles entre
sí (Mattingly, Lutkehaus & Throop, 2008).
Además de en los procedimientos de verificación que usan, éstos difieren en la
estructura elegida para ser presentados. Así, una argumentación proposicional moldea la
construcción de significados mediante la red estructurada de reglas simbólicas,
sintácticas y conceptuales. Se organiza como una secuencia de enunciados lógicos que
adoptan la forma típica en la que se expresa una relación causal (Santamaría, et al,
2010). También, la manera de organizar los enunciados, en una proposición, refleja
leyes o formulaciones generales aplicables a un conjunto amplio de situaciones y
tendentes a la búsqueda de una verdad universal, por lo que la verificación se realiza
mediante pruebas formales y empíricas. Así, podríamos decir que esta argumentación
tiene una orientación vertical que pone en relación un caso concreto con categorías
generales. Este uso de taxonomías nos aleja del caso concreto y nos proporcionan cierta
independencia del contexto (Scribner, 1977, Bruner, 1996, 2002). En este sentido,
Smorti (2001) señala que la argumentación proposicional es nomotética; es decir, usa
categorías y construcciones preestablecidas y generales en un intento de búsqueda de
procesos causales e invariables. Por ello puede ser verificada mediante la falsabilidad.
Así, una proposición es científica sí, y solamente sí, se pueden imaginar circunstancias
en las que sería falsa.
Sin embargo, la comprensibilidad de una narración se basa en lo que los interlocutores
toman como posible o verosímil en la vida (Mattingly et al, 2008). Las historias, por
tanto, ofrecen una interpretación de los acontecimientos, más que una explicación. Por
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ello, la argumentación empírica parte, para explicar y/o convencer, de los datos
concretos de la experiencia personal del hablante y de relaciones particulares entre los
eventos. Lo importante aquí es situar la explicación en el tiempo y espacio de la
experiencia del hablante. La argumentación empírica se rige por las reglas propias de
una narración.
No podemos dar por concluido este punto sin hacer una aclaración fundamental, aunque
ésta, por cuestiones de espacio, sea muy breve. A pesar de este modo dicotómico de
presentar las formas de argumentar, hemos de recordar, en términos de Michael Billig
(1996) o Cheryl Mattingly, et al (2008), que sólo representan los extremos de un
continuum en la tensión entre las estrategias generalizadoras y particularizadoras
presentes en toda argumentación. Por ello, existen, también, distintas formas de
combinar dichas estrategias que, como abordaremos en apartados posteriores, son
consecuencia, por un lado, del dominio que un individuo tenga de las mismas y, por
otro, del reconocimiento de cuáles sean más adecuadas o tengan más poder persuasivo
(Bruner, 1996), lo que Wertsch (1991/1993, 1998/1999) denominaría patrones de
privilegiación.
Dicho reconocimiento sobre la pertinencia de unas formas de argumentar u otras nos
conduce directamente a la relación entre los modos de argumentar y los escenarios o
contextos de actividad en los que surgen y tienen significado (Wertsch, 1991/1993,
1998/1999, 2002). Y es que como hemos defendido, la argumentación está cultural y
contextualmente situada, es decir tiene su razón de ser en un determinado contexto y
ante determinados individuos y no otros (Bruner, 2002; Cubero, de la Mata & Cubero,
2008; Santamaría et al, 2010; Wertsch, 2002). Ello justifica que, desde un punto de
vista ontogenético, el acercamiento del individuo a la argumentación proposicional
empiece con su incorporación a las instituciones escolares que es donde se potencia y se
premia este modo de argumentar (Bruner, 1996/1988, 1997/1997; 2001; Cubero et al,
2008; Cubero, & de la Mata, 2001; Luria, 1962/1980; Scribner, 1977; Vygotski,
1934/1986). Pero además de situada, la argumentación tiene una dimensión normativa
(Bruner, 1996; Vega, 2003), ya que los contextos o prácticas culturales en las que ésta
tiene lugar “imponen” ciertas normas y valores a las que debe ajustarse la
argumentación para alcanzar su poder persuasivo, objetivo último de ésta.
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3. LA PROPUESTA ANALÍTICA: LAS FUNCIONES PRIMITIVAS COMO
HERRAMIENTAS PARA IDENTIFICAR Y DESCRIBIR LOS DISTINTOS
MODOS DE ARGUMENTACIÓN
Una vez presentada nuestra visión sobre la argumentación, su estructura y la
caracterización de sus tipos, así como justificar como éstos están necesariamente
situados en escenarios concretos de interacción y condicionados por los valores y
normas de dichos escenarios, creemos estar en disposición de presentar nuestra
propuesta de análisis.
Para Bruner (1995, 1996), cuando aprendemos, construyendo significados a través de
una argumentación, ubicamos expresiones, eventos y actos en marcos estructurados que
permiten relacionar aspectos nuevos con lo que ya conocemos. En este sentido, habla de
tres marcos o funciones primitivas que posibilitan tales relaciones y que son
constitutivos
de
toda
acción
humana:
intersubjetividad,
instrumentalidad
y
normatividad. Primitivos éstos que adquieren diferentes formas en función de los
contextos de actividad en los tengan lugar las acciones humanas y que, debido a la
relación entre contextos de actividad y modos de argumentación, antes mostrada, van a
diferir en los distintos modos de argumentar. De ahí nuestra propuesta de usar tales
primitivos como herramientas para caracterizar y diferenciar los distintos modos de
argumentar. Entremos a describir cada uno de éstos, así como a proporcionar algunos de
intentos previos de abordar el estudio de la argumentación a través de los tres
primitivos, aunque no sean de manera integrada.
Así, se habla de intersubjetividad cuando en una situación determinada, dos o más
interlocutores comparten, al menos, algún aspecto de sus definiciones y, además, saben
que lo comparten. Si no existe intersubjetividad, ni modo de crearla, no sólo la
argumentación, sino la simple conversación se hace imposible. Dicho de otro modo,
para que los alumnos usen la argumentación, con las consecuencias positivas
demostradas que ello tiene para el aprendizaje de los mismos (OCDE, 2011), al menos
deben compartir entre ellos y el docente ciertos aspectos sobre el significado de los
referentes de los que se habla, la meta de la actividad, etc., aunque no compartan el
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mismo punto de vista sobre lo que se argumenta. En este contexto, algunos autores
(Cubero, Cubero, Santamaría, De La Mata, Ignacio y Prados, 2008) han analizado los
procesos de enseñanza y aprendizaje desde la perspectiva de la construcción conjunta de
significados, a través del estudio de cómo argumentan docentes y estudiantes en el aula.
En concreto, han identificado en el habla de profesores y alumnos universitarios una
serie de mecanismos discursivos que favorecen la creación y el mantenimiento de la
intersubjetividad en la interacción cuando éstos están argumentando, y que son
considerados por los docentes claves para la consecución del aprendizaje de los
alumnos. Los más frecuentemente usados fueron: el uso de formas plurales, preguntas
retóricas, preguntas de continuidad, preguntas explicadas, justificaciones de los porqués,
parafraseado reconstructivo y recapitulación.
La instrumentalidad incide en la relación medios-fines que impregna toda la conducta
intencional de los seres humanos. Como expusimos previamente, los modos de
argumentar que median las acciones humanas son variados y la selección de uno u otro
va a depender, según Bruner (1996), básicamente de dos factores: el grado de maestría
en el uso de un determinado argumento y del objetivo que persiga el agente. Objetivo
que va a depender, en gran medida, del contexto de actividad en el que tenga lugar la
acción humana y de los patrones de privilegiación de los modos de argumentar en dicho
contexto histórico-cultural (Wertsch, 1991/1993, 1998/1999). En esta línea, autores
como José Antonio Sánchez, (1997) han analizado distintos tipos de instrumentalidad a
través de las diferencias entre el grado de contextualización-descontextualización de los
significados de los signos empleados por los interlocutores para argumentar. Otros
(Cubero & de la Mata, 2001) diferencian los distintos tipos de instrumentalidad en
función de los modos de identificar un referente, en términos de Wertsch (1986/1988).
Éstos irían desde las expresiones referenciales deícticas o comunes –que se caracterizan
por usar significados de los signos altamente contextualizados–, hasta expresiones
referenciales informativas de contextos –fuertemente descontextualizadas–.
Si al presentar la intersubjetividad y la instrumentalidad se nos antojaba fundamental
referir la importancia del contexto de actuación, la normatividad, implica, precisamente,
traer a un primer plano los escenarios de actividad, plagados de sus obligaciones,
compromisos y expectativas, en los que tiene lugar las acciones humanas. Lo que Vega
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(2003) denomina dimensión normativa de toda argumentación. Como en los casos
anteriores, existen intentos por analizar este primitivo en actuaciones concretas. Sánchez
(1997), por ejemplo, contrasta formas de normativas basadas en sistemas cotidianos de
valores y creencias, con las basadas en sistemas ideológicos, políticos generales. En la
misma línea, Mercedes Cubero, David Rubio y Alejandro Barragán (2005) analizan la
normatividad en función de los criterios de validación del conocimiento expuestos por
Bruner (1986/1988): veracidad y credibilidad. En una perspectiva coherente con la
anterior, próxima a las aportaciones de la psicología discursiva, se han analizado los
instrumentos de mediación que se emplean en el discurso en el aula para legitimar el
conocimiento científico o disciplinar (Cubero, Cubero y Barragán, 2004; Prados y
Cubero, en prensa). Para ello se observaron las invocaciones, o recurso consistente en
expresar enunciados que se apoyan y toman como referencia diferentes elementos del
conocimiento académico y/o la experiencia personal de los hablantes.
En consecuencia, en cada uno de los dos modos de argumentación los primitivos
adoptan formas bien diferenciadas, como analizaremos a continuación.
4. MODOS DE ARGUMENTAR EN UN AULA DE EDUCACIÓN DE
PERSONAS ADULTAS
Para describir y analizar las características de los distintos modos de argumentación a
través del estudio de los marcos primitivos, hemos observado y grabado un aula de
Educación de Personas Adultas. Más específicamente, una unidad didáctica compuesta
por siete sesiones (14 horas) en las que una profesora y 13 alumnas (de entre 63 a 72
años) del nivel de neo-lectores leían el libro “Historia de una maestra” y debatían sobre
el mismo. Para este trabajo hemos transcrito y analizado los momentos de debate y de
ellos presentaremos ejemplos sobre los modos de argumentar que hemos podido
identificar que usan los distintos participantes del aula.
4.1. ARGUMENTACIÓN PROPOSICIONAL
Para empezar decir que la argumentación proposicional identificada en los debates sólo
fue proferida por la profesora, lo cual resulta coherente con todo lo previamente dicho,
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puesto que la experiencia de los alumnas en estos contextos formales es escasa y, por
tanto, también el dominio de las herramientas privilegiadas en dichos contextos, la
argumentación proposicional.
Creemos coherente afirmar que, en la argumentación proposicional, la búsqueda de
intersubjetividad, o el mantenimiento de la misma, puede constatarse en cómo los
enunciados proferidos son producto de la generalización de la experiencia.
Profesora: “… la leche de vaca sin hervir no es muy buena para los
niños…tienen bacterias que son muy perjudiciales para la salud.”
Profesora: “… para los niños es mejor la jornada partida porque
madrugan menos y tienen menos horas seguidas de estar en una clase,
por lo que sube la concentración y el rendimiento…”
En estos enunciados no se habla de una experiencia particular del hablante. Lo que no
significa que la profesora no sea capaz de elaborar argumentaciones concretas y
particulares, como más tarde ejemplificaremos, sino que frente a la posibilidad de
argumentar basándose en la experiencia personal y particular, opta por un juego de
herramientas diferente (Wertsch, 1991/1993, 1998/1999), que tiene en la generalización
su principio organizador (Billig, 1996). Tal generalización es coherente con el hecho de
que el sujeto de la enunciación sea indeterminado; es decir, que no se especifique la
autoría de los argumentos (Bajtín, 1986).
Además, hemos observado que una de las características de estos enunciados es que
siempre, de modo más o menos implícito, incluyen el porqué. La leche tiene que ser
hervida porque tiene bacterias o la jornada partida es mejor porque los niños no
madrugan. Éste es un intento de crear intersubjetividad a través de la búsqueda de
argumentos analíticos cuya validez reside en la forma deductiva del argumento (Janik y
Toulmin, 2001). En definitiva estamos queriendo decir que el contenido de lo que se
comparte son esquemas generalizados de conocimiento.
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En relación a la instrumentalidad, el hablante usa signos con un significado
descontextualizado. Otro criterio diferenciador de estos modos de argumentar, como
señalamos, es la perspectiva referencial. En este caso, encontramos enunciados en los
que pueden identificarse una perspectivas referencial informativa de contexto (Wertsch,
1986/1988). La profesora introduce una forma de referirse a un objeto o evento que no
resultaría obvia para alguien que no estuviera inmerso en esta situación discursiva (p.
ej.: “… la jornada partida…”). Íntimamente relacionado con lo anterior, usa un sujeto
del enunciado genérico; es decir, las personas de las que se habla o que ejecutan las
acciones que se describen en el enunciado son inespecíficas.
Como ya argumentamos creemos posible, e incluso enriquecedor, analizar la
normatividad a través de los mecanismos utilizados en el discurso para legitimar el
conocimiento (Cubero et al, 2004; Cubero, R., et al, 2008). Partiendo de tal perspectiva
podríamos decir que los sistemas proposicionales se caracterizan porque de forma
implícita o explícita adquieren la fuerza retórica o persuasiva en función de que se
adscriban a una ideología o teoría científica general. Tanto el uso correcto de la leche,
como las recomendaciones para un mejor rendimiento escolar son conocimientos
aprendidos como consecuencia de estudios que confirman la adecuación de estas pautas
de conductas como saludables. Por tanto, la validez de estos argumentos analíticos o
teóricos (Janik y Toulmin, 2001) se mide en base a criterios de corrección (Rodríguez,
2004).
4.2. ARGUMENTACIÓN NARRATIVA
En nuestras observaciones etnográficas en clase, sólo en alumnas, el marco simbólico
compartido se instauró a través de enunciados en los que se presentan experiencias
cotidianas.
Alumna 1: “… hay un maestro de adultos en el centro de adultos de (…)
que estudió cura y luego lo dejó … se salió después y él dice que era
para estudiar porque era la única salida para poder estudiar.”
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Alumna 7: “…mira los pantalones los pantalones de ese hombre era así
de anchos (hace un gesto de medir) bueno pues toda toda la ropa de ese
hombre la pedí yo…, me hice una falda.”
Tanto en el caso de la historia del cura, o en aquella que una mujer narra cómo se hizo
una falda de un pantalón de un señor, tienen como base sobre la que se mantiene o
construye la intersubjetividad, las experiencias reales, o cuando menos verosímiles, que
pueden ser compartidas por el interlocutor y su audiencia. Podemos aceptar que un cura
usara la profesión de sacerdote para adquirir estudios y una vez conseguido dejase los
hábitos. De igual forma vemos plausible que una señora se haga una falda de un
pantalón. Así, no se intenta generalizar, sino todo lo contrario. En este caso, además, la
voz de las autoras queda recogida claramente haciendo el relato como algo propio. Por
ello, desmentir esas historias estaría invocando a la falsedad, no sólo del argumento,
sino del propio hablante. Lo que hace que el argumento, de forma indirecta, adquiera
una carga emocional activa haciéndolo más válido y difícil de refutar.
El porqué está también presente en la narración, pero a diferencia de la argumentación
proposicional, no busca relaciones causales, sólo se pretende crear un relato que adopte
una forma lo suficientemente real como para que sea creíble o verosímil. Verosimilitud
que se intenta conseguir añadiendo intensidad emotiva, detallismo, privacidad, estilo
directo, etc. (Cubero et al, 2008).
En relación con la instrumentalidad, observamos cómo en estos ejemplos los
argumentos
se
construyen
básicamente
usando
signos
con
significados
contextualizados. Vemos como incluso una de las alumnas opta por hacer un gesto con
la mano para expresar lo que quiere decir, acercándose lo más posible a la perspectiva
referencial deíctica. Lo que no implica que sea la única perspectiva usada, estos
discursos se caracteriza por el uso frecuente de perspectivas referenciales comunes
(p.ej.: “…cura…”; “… ropa…”; “… falda…”) (Wertsch, 1986/1988).
En cuanto al grado de descontextualización del significado de los signos podríamos
decir, siguiendo la propuesta de Billig (1996, 2001), que en estos ejemplos los
argumentos se sitúan en la particularización o en la “particularidad genérica” (Bruner,
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2001). Las alumnas emplean signos que remiten a eventos concretos y particulares de su
experiencia cotidiana. Hablan de una mujer en concreto, de un cura específico, etc.
Centran la base de sus argumentos en una situación específica, localizando la acción en
un escenario espacio-temporal concreto, lo que nos recuerda la “estructura temporal”
inherente a toda narración (Bruner, 1995, 2002). Además, los personajes implicados en
los enunciados, de los que se hablan y quienes realizan las acciones, son próximos,
incluso a veces el propio hablante.
Por último, podemos observar cómo estos ejemplos están constituidos a partir de
sistemas cotidianos de creencias y valores, principalmente basados en invocaciones a la
experiencia individual del hablante, la experiencia del grupo-aula, o la experiencia
cultural del hablante o grupo, quienes crecieron en Andalucía y, por su edad, durante la
postguerra española en la que tanto las posibilidades económicas como las de acceder a
estudios superiores eran muy escasas. O lo que es lo mismo, las argumentaciones
sustanciales o prácticas (Janik y Toulmin, 2001) proferidas por las alumnas se miden en
base a sus conocimientos y expectativas sobre cómo funcionan, o mejor dicho
funcionaban, las cosas en el contexto personal-cultural particular en el que se
desarrollaron. Recordemos que gran parte de la fuerza retórica del enunciado está en
que el oyente se pueda identificar con ese sistema de valores. Al poner como ejemplo
experiencias vitales propias o conocidas se está insuflando de realidad el discurso, está
adquiriendo mayor relevancia y fortaleza la argumentación (Rodríguez, 2004), ya que la
validez de una narración reside en su contenido (Janik y Toulmin, 2001).
A continuación analizaremos enunciados que no se pueden enmarcar dentro de los
modos de argumentar descritos, sino que comparten características de ambas formas de
argumentación y que, por tanto, se encuentran en puntos intermedios del continuum
generalización-particularización. Hemos identificado dos tipos.
4.3. ARGUMENTACIONES NARRATIVAS CON GENERALIZACIÓN
Este modo de argumentar está más ligado al pensamiento narrativo, puesto que el relato
es el centro de su argumentación y la posterior generalización está referida y depende de
éste.
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Profesora: “... bueno, pero podrías hacerlo (ir de viaje) si quisieras
podrías hacerlo si tú quisieras independientemente de que puedas o no,
pero antes, una mujer viuda ni siquiera podía salir a la calle.”
Profesora: “... claro porque el amor, yo creo que ella lo que intenta es
ser realista ¿no? yo creo que ella intenta contar las cosas como las
recuerda y entonces yo creo que realmente hay muchas parejas que
están enamorados pero no han tenido un amor pasional.”
En los dos ejemplos seleccionados, la primera parte del discurso es semejante al usado
en el sistema narrativo, sin embargo, encontramos una finalización con características
propias de la argumentación proposicional. Es decir, ya no se refiere a la alumna con la
que está hablando, sino a un grupo de mujeres, ni a la protagonista de la novela sobre la
que están debatiendo, sino parejas sin amor pasional.
En cuanto a la instrumentalidad observamos, también en el inicio, referencias a personas
conocidas y concretas, donde el referente es deíctico. Se habla de una persona, haciendo
referencia al “tú” o al “ella”. De igual forma, vemos que se emplean signos que remiten
a objetos o eventos concretos y particulares de la experiencia cotidiana del hablante o de
su audiencia (p.ej.: “…pero antes, una mujer viuda ni siquiera podía salir a la calle”).
Esto está íntimamente relacionado con la cercanía de los personajes implicados en el
enunciado, la alumna y la maestra del libro. Sin embargo, en la parte final de la
argumentación, la profesora opta por cambiar la perspectiva referencial, pues de una
perspectiva referencial deíctica (con marcadores como “tú” o “ella”) se pasa a una
perspectiva referencial común (p. ej.: “…una mujer viuda…”) y, en el segundo ejemplo,
a una informativa de contexto (“… amor pasional…”). Tal sucesión de cambios en los
modos de referirse a los objetos, personas o eventos implica, a su vez, un cambio en el
estilo argumentativo (Wertsch, 1998/1999, 2002). Esto también se observa en el grado
de descontextualización de los significados de los signos que se usa, así como en los
personajes implicados en el enunciado.
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En estas argumentaciones también hemos encontrado diferencias en relación a la
normatividad. Pero se ha observado diferencias dentro de las características de una
normatividad propia de argumentación particular o narrativa. Como muestra podríamos
decir que, en el primer ejemplo, la profesora deja de validar su argumento a través de
una experiencia hipotética (“…podrías hacerlo…”) para hacerlo a raíz de la experiencia
cultural (“…pero antes, una mujer viuda ni siquiera podía salir a la calle”).
Este estilo de argumentación es uno de los modos en los que la profesora usa el discurso
narrativo. Ella no se limitaba a emplear argumentos narrativos como instrumento de
persuasión (Mattingly et al, 2008), sino que además se distanciaba de la realidad
concreta incluyendo la misma en categorías de significados más descontextualizadas
(otra posibilidad será analizada más tarde). Por ello, ésta podría ser considerada como
una forma pedagógica de desligar el significado de los signos del aquí y el ahora, en un
intento de conectarlo con una realidad menos concreta, para así familiarizar a sus
alumnas con el modo de discurso privilegiado en los escenarios de actividad más
formales, la argumentación proposicional, en los que éstas no son diestras aún por su
escasa formación educativa.
4.4.
ARGUMENTACIONES
PROPOSICIONALES
CON
PARTICULARIZACIÓN
En esta ocasión se parte de argumentos y personajes construidos con signos cuyos
significados están descontextualizados, para concluir con una ejemplificación de la
regla presentada previamente.
Profesora: “... la historia siempre la escriben las personas que ganan
entonces, aquí ganó la dictadura y para nosotras la república era
mala…”
Profesora: “... aunque en la actualidad hay muchas más posibilidades
proporcionadas por las propias instituciones educativas aún queda
mucho para la igualdad de oportunidades para ricos y pobres, por
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ejemplo los padres de un vecino de mi pueblo no les pueden costear vivir
en Sevilla para que estudie una carrera.”
Como podemos comprobar en los inicios de los enunciados, la profesora opta por crear
intersubjetividad a través de esquemas generales de conocimiento. El argumento se
centra en un razonamiento de carácter deductivo, que va más allá de un determinado
momento y lugar. Lo mismo ocurre con el sujeto de la enunciación. De hecho, “la
historia siempre la escriben los ganadores” es una frase conocida y que establece una
condición ideológica en algo que debería ser tan objetivo como los hechos acontecidos
en un determinado momento histórico. Sin embargo, la profesora opta por cerrar su
argumento usando para ello experiencias vitales (“… para nosotras la república era
mala…”).
En el análisis de la instrumentalidad ocurre igual: volvemos a observar una clara
distinción entre la primera parte del enunciado y la última. Al observar la perspectiva
referencial vemos que la profesora usa expresiones referenciales informativas de
contexto. Esto está íntimamente relacionado con el grado de descontextualización del
significado de los signos. La profesora opta por significados de los signos generales y
descontextualizados (Billig, 1996; Wertsch, 1991/1993, 1998/1999) (p. ej. “…
instituciones educativas…”). Sin embargo, en el final de los enunciados ocurre lo
contrario (“los padres de un vecino de mi pueblo…”). En relación a la perspectiva
referencial vemos cómo el discurso está plagado de expresiones referenciales comunes.
La principal diferencia la encontramos en el grado de descontextualización del
significado, ya que se usan referencias concretas y específicas (“…aquí…”; “…
Sevilla…”). El discurso se particulariza, lo que queda reflejado en los personajes
implicados en el enunciado.
Visto lo anterior podríamos interpretar que el tipo de argumentación que utiliza la
profesora responde a un intento, por su parte, de concretar premisas y conceptos
generales en momentos y lugares determinados. Para ello la profesora parte de sistemas
ideológicos y políticos generales para luego transformarlos en sistemas de valores
cotidianos. Así, en el primer enunciado observamos cómo de una invocación al
conocimiento formalizado (…) cambia a la invocación de la experiencia cultural del
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grupo (…). En el segundo enunciado vemos también cómo de un argumento general
(…), la profesora cambia a validar esa afirmación usando la experiencia personal del
hablante (…).
Este tipo de argumentación se encuentra más cerca de la argumentación proposicional
que de la narrativa. La profesora no sólo quiere que su enunciado sea algo basado en la
“verdad”, como principio general de conocimiento, sino que busca la empatía y la
complicidad de la audiencia haciéndola participe de su enunciado por medio de una
experiencia grupal o personal. Lo que, en cierto sentido, puede ampliar la fuerza retórica
y persuasiva de un argumento proposicional.
5. ÚLTIMOS APUNTES
En este último punto nos gustaría concluir brevemente en relación a dos aspectos. El
primero tiene que ver con el estudio referido, el segundo con algunas valoraciones sobre
nuestra propuesta analítica.
En relación al primer aspecto debemos comenzar argumentando que el aprendizaje es
un proceso comunicativo que implica fundamentalmente la socialización de los alumnos
en nuevos modos de argumentar (Cubero & de la Mata, 2001; Cubero, et al, 2004). Así,
en el caso que nos ocupa, la incorporación de los adultos a la escolarización tardía, les
exige el uso de una nueva forma de argumentación, la proposicional. Sin embargo, esta
adquisición no está exenta de dificultades. Creemos que la profesora, consciente de las
mismas, intenta andamiar la adquisición de dichas formas y de sus patrones de
privilegiación a través del uso de estas dos formas mixtas de argumentar. Por tanto, a
pesar de que domina las formas de argumentar características de los contextos más
formales, usa éstas junto con otras para facilitar la incorporación de sus alumnas a un
nuevo escenario de actividad con herramientas semióticas nuevas.
Sin embargo, no queremos simplificar el uso de estas formas mixtas de argumentación
como meros andamios para la adquisición de formas argumentativas proposicionales y
con ello la facilitación del aprendizaje en contextos escolares. El discurso de la
profesora, como el de todo docente, o incluso todo hablante en general, tiene un doble
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objetivo, asegurarse la comprensión y convencer a su auditorio (Cros, 2003, 2006). Y,
podemos pesar que ella, utiliza todos los recursos a su alcance para conseguir dichos
objetivos. Por lo tanto, usa recursos que se mueve en el continuum particularizacióngeneralización (Billig, 1996, 2001) y que le permiten tanto convencer de la credibilidad
o/y la verdad de lo que defiende. Ya que dependiendo del contenido o del momento de
la argumentación unos u otros recursos pueden tener más poder persuasivo. Esta
heterogeneidad de formas de argumentación no está, sin embargo, al servicio de las
alumnas que, debido a su incipiente participación en los contextos formales, aún no
dominan, ni se han apropiado, de los patrones de privilegiación de dichos escenarios de
actividad (Wertsch, 1991/1993).
No creemos ir muy lejos en nuestras argumentaciones si, a partir de los datos
presentados, suponemos que los retos a los que se enfrentan estas alumnas para la
adquisición de nuevas formas de argumentar no distan mucho de las que deben superar
los estudiantes de primaria e inicio de la secundaria.
En relación a los objetivos propuestos, podemos concluir que las funciones primitivas
del acto discursivo se nos presentan como buenas herramientas para realizar un análisis
pormenorizado de las características y propiedades de los distintos tipos de
argumentación. De hecho la intersubjetividad, la intrumentalidad y la normatividad
posibilitan criterios de análisis que identifican cada modo de argumentación por cómo
son y no por lo que distan de la argumentación proposicional. Considerada ésta como la
forma de argumentar por excelencia, aunque como hemos ejemplificado no tenga que
ser siempre la más persuasiva per se.
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***
Mercedes Cubero es doctora en psicología y profesora titular en el Departamento de Psicología
Experimental de la Universidad de Sevilla (España), así como miembro fundadora del
Laboratorio de Actividad Humana (HUM-327), grupo de investigación de la Junta de
Andalucía. Su investigación está centrada en el estudio de la relación entre prácticas
socioculturales, modos de discurso y pensamiento, pensamiento narrativo y proposicional,
formación de conceptos y argumentación y discurso en el aula. Su más reciente investigación
tiene que ver con los procesos de construcción cultural de los conceptos y la identidad, así como
sobre memoria autobiográfica y construcción del género.
Andrés Santamaría es doctor en psicología y profesor titular en el Departamento de Psicología
Experimental de la Universidad de Sevilla (España), así como miembro fundador del
Laboratorio de Actividad Humana (HUM-327), grupo de investigación de la Junta de
Andalucía. Su investigación está centrada en el estudio de la relación entre los recuerdos
autobiográficos y la construcción de la identidad desde una perspectiva sociocultural y
narrativa. Su más reciente investigación tiene que ver con el estudio de la relación entre
memoria autobiográfica y modelos culturales del self, y está especialmente centrada en el
análisis de la construcción narrativa de la identidad personal, profesional/docente, de género, de
frontera, de aprendiz, en distintos escenarios y prácticas.
Alejandro Barragán es doctor en psicología por la Universidad de Sevilla desde 2010, con el
trabajo titulado “Modos de pensamiento verbal y géneros discursivos. Un estudio sobre la
argumentación en Educación de Adultos”. Ha trabajado sobre la influencia de las practicas de
Educación de Personas Adultas en la cognición. En la actualidad trabaja como terapeuta en la
consulta “Constructo Positivo”. Asímismo es colaborador habitual de Psicólogos sin Fronteras.
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PROCESOS DE CONSTRUCCIÓN DE SABERES RELATIVOS A LAS
PRÁCTICAS DE BELLEZA ENTRE MUJERES DE SECTORES
POPULARES
KNOWLEDGE CONSTRUCTION PROCESSES OF BODY BEAUTY PRACTICES
AMONG LOW-INCOME WOMEN
Claudia Gabriela Reta
Universidad de Buenos Aires
Recibido: 11/04/2016 - Aceptado: 29/06/2016
Formato de citación: Reta, C. G. (2017). “Procesos de construcción de
saberes relativos a las prácticas de belleza entre mujeres de sectores
populares”. Aposta. Revista de Ciencias Sociales, 72, 101-128,
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Resumen
El propósito de este artículo es analizar los procesos de construcción de saberes de
belleza y estética corporal entre mujeres en contextos de pobreza y segregación socioespacial. Para ello se identifican y describen las prácticas realizadas por un grupo de
mujeres de una villa de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina, en el marco
de una investigación con perspectiva etnográfica. Los resultados obtenidos demuestran
que dichos procesos forman parte de una dinámica a partir de la cual se construyen los
estereotipos de género, clase y raza-etnia que se inscriben en y actualizan las
desigualdades en las que dichas mujeres se encuentran.
Palabras clave
Mujeres, saberes, belleza, segregación socio-espacial.
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Abstract
The purpose of this paper is to analyze the processes of construction of knowledge of
body beauty among women in contexts of poverty and socio-spatial segregation. To this
end, the practices carried out by a group of women in a “villa” of the City of Buenos
Aires, Argentina, are identified and described as part of an ethnographic investigation.
The results shows that these processes are part of a dynamic from which, gender, class
and race-ethnicity stereotypes that enroll in inequalities are built and update.
Keywords
Women, knowledge, beauty, socio-spatial segregation.
1. INTRODUCCIÓN
Las prácticas de belleza y estética corporal femenina han existido a lo largo de diversas
épocas y culturas, asociadas a diferentes significados y valoraciones (Vigarello, 2005).
Las mismas, pensadas como parte de las políticas de los cuerpos presentes en las
estructuras de dominación, se constituyen dentro de los mecanismos de enclasamiento y
desigualdad de género que caracterizan las sociedades actuales, dado que los esquemas
de clasificación social median en cómo el cuerpo es percibido y apreciado. Desde un
abordaje que se centra en el cuerpo/emoción como inescindibles y considera al mismo
como locus desde donde se desenvuelven las luchas por el poder, la dominación y la
resistencia (Scribano, 2012), el análisis de la construcción de saberes de belleza y
estética corporal entre mujeres de una villa [1] de la Ciudad Autónama de Buenos Aires
(CABA), Argentina, nos permite acercarnos a las sensibilidades de las mismas y a sus
disposiciones, posibilidades e imposibilidades de acción.
Diferentes autores señalan un movimiento histórico occidental en el que el cuerpo se
sitúa como locus del individuo, y se lo piensa en términos de maleabilidad y
1
Las villas, conocidas también como “villas de emergencia” o “villas miseria”, son tramas urbanas
surgidas a partir de estrategias habitacionales de sectores populares en Argentina (Cravino, 2014). Estas
urbanizaciones informales presentan características similares a las favelas en Brasil, la “población
callampa” en Chile, las “ciudades perdidas” en México, los “cantegriles” en Uruguay, los
“asentamientos” en Paraguay, y los “pueblos jóvenes” en Perú.
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construcción por parte de la propia persona. Dentro de este proceso, las prácticas de
embellecimiento son parte de la construcción del cuerpo, principalmente de la mujer
(Aafkes, 2008; Le Bretón, 2012; Lipovetsky, 1986, 2007; Vigarello, 2005). El amplio
desarrollo y difusión de las prácticas de cirugías estéticas a nivel mundial [2], en tanto
procedimiento de intervención que se identifica con el paradigma de posibilidad de
construcción del propio cuerpo, se enmarca dentro de este movimiento orientandose
hacia un modelo de cuerpo joven y esbelto, que va de la mano de la exaltación y
fetichización de los atributos femeninos en tanto imagen corporal dominante.
Naomi Wolf y Susan Bordo Bordo (2001) contemplan las prácticas de belleza como
constitutivas de los dispositivos de control corporal que se inscriben dentro de las
estructuras de desigualdad sexo-genéricas. Elementos de ideologías racistas y
discriminación étnica, se imbrican también con los gustos socialmente establecidos
acerca de lo lindo, bello y agradable para ver, así como con las prácticas de estética
corporal. Muñiz (2010a, 2010b, 2012, 2013, 2014) y Moreno Figueroa (2010, 2013)
analizan desde diferentes perspectivas cómo la belleza y las prácticas orientadas por
dicho fin se inscriben dentro de mecanismos discriminatorios. Por otro lado, Kathy
Davis y Mariake Aafkes (2008), en el ámbito local, proponen pensar las mismas como
posibilidades de agencia de las propias mujeres para construir su corporalidad,
estableciendo de este modo una perspectiva dual en el campo académico por la cual la
dominación por un lado, y la agencia y libertad por el otro, serían los parámetros en los
que dichas temáticas se dirimen.
Si bien diversos enfoques han investigado las prácticas de modificación corporal y los
imperativos de belleza entre mujeres, consideramos que los estudios actuales han
tendido a priorizar el análisis en sectores socio-económicos medios y altos, instaurando
el prejuicio por el cual las mujeres pobres se encontrarían alejadas de dichas prácticas
(Le Bretón, 2012) o se relacionarían con las mismas a partir de la copia y emulación de
2
Según la última encuesta publicada por la International Society of Aesthetic Plastic Surgery (ISAPS), en
2015, sobre las intervenciones quirúrgicas y no quirúrgicas, en 2014 se registraron 40.328 cirugías. La
Argentina se ubica en el lugar número veintiuno, dentro de la lista que encabeza Estados Unidos, Brasil y
China respectivamente. En las mismas, el aumento del tamaño del busto, la liposucción y la cirugía de
párpados se encuentran entre los procedimientos quirúrgicos más realizados entre las mujeres, mientras
que la toxina botulínica y el ácido hialurónico (tratamientos faciales para contrarrestar el efecto del
envejecimiento de la piel) dentro de los no quirúrgicos.
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los usos de sectores medios y altos (Entwistle, 2002), sin reparar en las tensiones y
complejidades que se inscriben en dichas apropiaciones.
A partir de una etnografía realizada en una villa de la CABA en Argentina y en sintonía
con otras investigaciones que indagan en prácticas de estética o de belleza entre grupos
de mujeres de sectores populares en Latinoamérica (Arechaga, 2013; D’ Aubeterre
Alvarado, 2012; Nicolino, 1012), entendemos que las mujeres de la villa llevan adelante
sus prácticas de estética corporal gestionando y resignificando los cánones de belleza
dominantes a partir de sus experiencias de las problemáticas de género, pobreza,
segregación socio-espacial y discriminación étnico-racial características de las
sociabilidades y vivencialidades en la villa.
Las villas son un fenómeno urbano que surge en Argentina a lo largo de las décadas de
1930 y 1940, como una estrategia habitacional de sectores populares en sintonía con
otras experiencias similares de Sudamérica. Dados los procesos históricos que se han
desenvuelto en las mismas, en la actualidad sus habitantes muestran la heterogeneidad
de la pobreza [3] albergando a antiguos villeros, nuevos migrantes de las provincias y
países limítrofes, y sectores pobres que por el déficit habitacional y caída de los
ingresos se radica allí (Cravino, 2008; 2014). A su vez, los hogares de las villas
presentan condiciones de precariedad en sus características habitacionales y de acceso a
los servicios públicos (Herrera Nájera y Reta, 2016), lo que profundiza la desigualdad
social con el resto de la ciudad.
Como constitutivas de la ciudad actual, las villas pueden pensarse como parte de los
dispositivos de enclasamiento. En ese sentido, las mismas son constructoras y
reproductoras de determinadas vivencialidades y modos cognitivo-emotivos de
vincularse, estableciendo entre sus principales características la segregación racializante
que establece bordes, límites y márgenes que potencian la discriminación y la evitación
del conflicto en la ciudad (Scribano, 2013). Por ello, señala Ana Lucía Cervio:
“Los antagonismos que surgen y se configuran en cualquier
ciudad latinoamericana en torno a la apropiación diferencial de
3
Estadísticas oficiales sostienen que “en el 40% de la población con menores ingresos de la Ciudad se
ubica el 95% de la población que habita en las villas” (Mazzeo, 2013: 79).
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bienes y servicios urbanos –generalmente zonificados en áreas
de relegación que soportan la lógica clasista de la distribución
corporal en la ciudad– desenmascaran la privación que supone
la mercantilización de la vida, señalando hacia la materialidad
de un cuerpo que –sin agua, sin luz y sin posibilidad de moverse
frente a la inaccesibilidad del sistema de transporte– se reconoce
paralizado e impotente frente a la tiranía del consumo” (2015:
25).
Las mujeres de las villas se encuentran atravesadas por los estereotipos dominantes de
belleza y de cómo un cuerpo debería verse y sentirse, pero sin los recursos económicos
y materiales para acceder a los bienes y servicios que el mercado ofrece. Al mismo
tiempo, sus propias corporalidades portan estigmatizaciones producto de su situación
socio-económica y de las tramas de discriminación étnico-racializada dado el alto
porcentaje de mujeres migrantes que allí residen. A esto se le agrega la propia
configuración de sociabilidades y vivencialidades que la villa establece en cuanto al
habitar espacios desacreditados (Crovara, 2004; Girola, 2013) que se constituyen en
torno a la precariedad, fragmentación, incertidumbre y fugacidad como características
de las sensibilidades allí presentes (Scribano, 2016).
Consideramos que el estudio de las prácticas de belleza desde un abordaje socioantropológico permite acercarse a la problemática desde el nivel de la cotidianeidad
(Achilli, 2005) dentro del cual podemos situar a los cuerpos de estas mujeres pobres,
“villeras” y en su mayoría migrantes, como territorios atravesados por las tensiones
señaladas. En este contexto, la pregunta acerca de los procesos por los cuales se
construyen los saberes [4] de belleza y se enmarcan las prácticas de enseñanzaaprendizaje de la estética corporal femenina, nos permite analizar cómo dicha
conflictividad se hace cuerpo. Estos saberes remiten a la legitimidad y a los sentidos [ 5]
4
Entendemos a los saberes como las construcciones sociales de conocimientos y sentidos aceptables en
determinados tiempos y espacios. Los mismos son tanto objeto como instrumento del poder y la
dominación, dado que siguiendo a Foucault (1969) todo saber se produce al interior de determinadas
relaciones de poder.
5
Por sentidos entendemos el significado particular que los/as sujetos/as otorgan a determinadas categorías
y prácticas. Si bien los mismos son construcciones sociales, aluden a su vez a huellas históricas de
producción singular, por lo que se inscriben dentro de las tramas entre las vivencialidades particulares y
las sociabilidades dentro de las que las mismas tienen lugar.
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socialmente valorados de determinadas prácticas, bienes, y formas corporales que
ingresan dentro del campo de “la belleza”, junto con otros que quedan excluidos,
invisibilizados o estigmatizados. A su vez, estos saberes incorporados funcionan como
criterios de objetivación de la propia percepción del cuerpo, estableciendo tramas entre
las percepciones y sensaciones por las que ciertas impresiones de colores, formas y
tamaños corporales son “bellas” y otras no.
Los datos aquí expuestos, forman parte de los resultados del trabajo de campo realizado
durante el 2014 y 2015 en la villa 21-24 (CABA) [6] dentro del marco de la
investigación para la tesis de Grado en Antropología, que versa sobre las prácticas de
belleza y estética corporal entre mujeres pobres. En él se trabajo con observaciones
etnográficas, entrevistas en profundidad y conversaciones informales a mujeres
residentes en la villa. La muestra se construyó por medio del procedimiento de la bola
de nieve (Scribano, 2008a), por el cual fuimos contactando mujeres de diferentes
edades, trayectorias migrantes y condiciones socio-económicas, en orden a dar cuenta
de la heterogeneidad de vivencialidades y sociabilidades que en dicho espacio conviven.
En una segunda etapa, a partir de la información obtenida reconstruimos un “mapa” de
los circuitos de aprovisionamiento [7] de bienes, servicios y saberes de belleza y estética
corporal. Atendiendo al mismo, realizamos una serie de entrevistas y observaciónes en
diferentes espacios dentro y fuera de la villa por los que las mujeres transitan, así como
en diferentes espacios de comercialización de bienes y servicios e instituciones
destinadas a la enseñanza de oficios relacionados a estas áreas. Si bien dichos espacios
estuvieron circunscriptos a la información brindada por las mujeres con quienes nos
contactamos, recorrimos peluquerias, centros de estética, comercios formales e
informales, gimnasios, diferentes clases de gimnasia y técnicas corporales y deportivas,
6
Según el Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas (INDEC) del 2010, la villa 21-24 cuenta
con una población de 29.782 personas, en una superficie de 66 ha; constituyéndose en la de mayor
tamaño y población, si bien no la de mayor densidad poblacional. La misma se ubica, al igual que la
mayoría de las villas de la CABA, en la zona sur de la ciudad y remonta sus orígenes a principios de la
década de 1950.
7
La perspectiva del aprovisionamiento es desarrollado dentro de la Antropología, Sociología y Economía
política para dar cuenta de las diferentes dimensiones sociales, simbólicas y económicas que tienen los
modos por los cuales las personas se apropian y consumen bienes, servicios e información. A lo largo de
los canales de la producción, distribución, circulación, apropiación, consumo y desecho “las relaciones
sociales producen diferenciación material que queda incorporada a los bienes y servicios” (Narotzky,
2007: 34). Esta perspectiva nos permite ampliar el abordaje del consumo para atender a los diferentes
canales por los que circulan, así como las relaciones entre las que se desarrolla.
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centros de adelgazamiento, ferias, Centros de Formación profesional y Escuelas de
oficios, tanto dentro como fuera de la villa.
Lo que sigue de este artículo se organiza del siguiente modo: en primer lugar
presentamos una breve contextualización a partir de una caracterización de la situación
de las mujeres de la villa 21-24, y una referencia del marco conceptual dentro del cual
se construye la problemática. Luego, realizamos una descripción y análisis de los modos
y medios por los cuales las mujeres de la villa llevan adelante sus procesos de
construcción de saberes en relación a las prácticas, sentidos y modos de ser y estar
acordes a las tendencias de belleza y estética corporal. Por último, se analizan dichos
saberes y formas de construcción como espacios de normalización atravesados por los
vectores de clase, raza-etnia y género, al tiempo que conforman experiencias que
permiten “otras” experiencias que las estipuladas por las estructuras sociales vigentes.
2. CONCEPTOS Y CONTEXTOS
Las prácticas de belleza y estética corporal aluden a modos de ser y estar, por medio de
los cuales las mujeres sitúan sus cuerpos en relación a determinados sentidos sociales
del gusto, ofreciendo una particular asociación entre percepciones, sensaciones y
emociones, entendidas como una triple articulación que funda las sensibilidades
(Scribano, 2012). Las mismas son parte de los mecanismos por medio de los cuales la
expropiación de las energías corporales se llevan adelante, dado que tanto el control
corporal (marcas, disposiciones, usos sociales y geometrías corporales socialmente
aceptadas) como la regulación emocional son parte de la “expropiación de energías
vitales con miras a la reproducción del capital, lugar de promoción, sostenimiento y
perpetuación del sistema productivo” (Sanchez Aguirre, 2013: 82).
En este marco, un acercamiento conceptual al cuerpo desde su triple articulación de
cuerpo imagen, cuerpo piel y cuerpo movimiento (Scribano, 2007) nos permite pensar
lo corporal desde sus impactos en las vivencialidades, las sociabilidades y las
sensibilidades que se inscriben dentro de los patrones actuales de dominación [8]. De
8
Esta articulación conceptual se relaciona con la distinción analítica que establece Scribano (2012) entre
cuerpo individuo, cuerpo subjetivo y cuerpo social, por la cual se piensan las articulaciones entre el
cuerpo como construcción filogenética, la auto-percepción en tanto experiencia de un “yo”, y las
estructuras sociales incorporadas .
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modo suscinto, señalamos al cuerpo imagen como un indicador del proceso de “cómo
veo que me ven” compuesto por la interacción entre las desiguales valoraciones y
configuraciones de las partes sociales del cuerpo, la exposición del cuerpo en tanto acto
de estar para la mirada de otro, y la postura como estructura social significativa, en la
que los gestos, la hexis corporal y la mirada social se adecuan a los marcadores
relevantes de la sociedad. Cuerpo piel refiere a las inscripciones de los sentidos dentro
de los modos sociales del sentir que se encuentran naturalizados, y que vectorizan
sociabilidades y sensibilidades. Por último, el cuerpo movimiento da cuenta de las
potencias e imposibilidades de la disposición corporal para la acción o inacción, de
acuerpo a las energías sociales de los mismos.
Si bien en muchas oportunidades se reducen las prácticas de belleza y estética corporal a
la moda, prácticas cosméticas y/o cirugías estéticas, pensamos a las mismas desde una
perspectiva más amplia que abarque los usos corporales cotidianos en tanto su
dimensión y valoración estética. Entendemos como parte de las mismas a hábitos
alimentarios y de actividad física, prácticas cosméticas, de adorno y vestimenta,
intervenciones y modificaciones corporales quirúrgicas y no quirúrgicas, posturas,
movimientos y gestualidades que se establecen en diferentes interacciones, así como sus
resonancias afectivas y emocionales.
Dentro de este campo, varios autores han permitido una apertura a dicha
conceptualización. Tempranamente Mauss (1979) ha podido desnaturalizar ciertas
sincronías musculares como modos de moverse y gestualidades que, en tanto “técnicas
corporales”, corresponden a montajes que entrelazan el
plano biológico, social y
psicológico. Featherstone, a partir del concepto de body modificacion (1999), permitió a
su vez pensar cómo prácticas de larga duración, hábitos alimentarios y prácticas de
ejercicio físico modifican las contexturas corporales, mientras que Moreno Figueroa
(2013) desde su perspectiva de entender a la belleza como un sentimiento permite
incluir también las apropiaciones emocionales y afectivas.
Estas prácticas se encuentran de todos modos generizadas y socio-históricamente
situadas, por lo que los sentidos y valoraciones que se les asocian a determinados
bienes, prácticas y formas corporales son el resultado de la desigual distribución de las
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propiedades corporales entre las clases. Las prácticas de belleza en tanto cuerpo imagen,
se inscriben en un juego de miradas en el que se actúan y gestionan gestos y posturas
para ser mirada, y se evidencian las desiguales valoraciones y configuraciones del
cuerpo. Desde la mirada del otro vuelta propia, se configura una imagen que en tanto
cuerpo piel hace sentir mal/bien, y se potencian u obturan posibilidades de movimiento,
capacidades de acción y de habitar o no la ciudad en tanto cuerpo movimiento.
Las prácticas de belleza y estética corporal en el sentido anteriormente señalado, ocupan
una parte importante de la vida cotidiana de las mujeres de la villa 21-24. Si bien las
oportunidades de adquirir bienes y servicios en el mercado formal se encuentran
restringidas, relevamos un amplio abanico de estrategias como la compra al por mayor,
la compra de objetos usados en ferias y venta callejera, el canje, el “cirujeo” [9], la
financiación informal en cuotas y la práctica del “fiado” [10] por parte de comerciantes y
vendedoras de la villa, la circulación de bienes y servicios como modos de construcción
y sostenimiento de redes de sociabilidades entre mujeres y entre parientes. Dichas
posibilidades se relacionan con la constitución de la villa en tanto territorio segregado
de la ciudad que se constituye como espacio barrial de cercanía, en tanto “unidades
territoriales cimentadas en la proximidad física, la ligazón moral y la homogeneidad
social de sus residentes o vecinos; al estilo de las 'comunidades imaginadas' de Benedict
Anderson” (Girola, 2013: 39).
La villa 21-24 es conocida como “la villa de los Paraguayos” (Cravino, 2014), dado el
alto índice de migración desde los países limítrofes, principalmente del Paraguay. Según
Mera, la estructura desigual de la cartografía de la CABA “constituye una clara
expresión de las desigualdades (más que diferencias) sociales, donde lo migratorio y la
pobreza se conjugan” (2010: 76). Esta asociación entre pobreza, segregación espacial y
migración, se combina de un modo particular a partir de un proceso de “racialización de
las relaciones de clase” (Margulis, 1999) por medio del cual se establece una
9
El “cirujeo” remite a la búsqueda y recolección de objetos de la basura. A diferencia del “cartoneo”,
que se inscribe en una lógica de recolección de determinados residuos para su comercialización, las
mujeres de la villa refieren por “cirujeo” a la práctica de aprovechar las cosas que se encuentran en la
basura para uso personal. Con esta diferencia señalamos las oportunidades en las que algunas mujeres sin
ser recuperadoras de residuos (cartoneras), simplemente “aprovechan” circunstancias en las que se
encuentran en la ciudad para buscar y asirse de objetos.
10
El “fiar” es una transacción comercial en la que el pago de los bienes y servicios comprados difiere
temporalmente de su momento de compra. Es una práctica basada en un vínculo contractual entre
personas, por lo que supone la proximidad y estabilidad de las relaciones sociales entre sus participantes.
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estigmatización a partir de los rasgos y características étnicas asociadas a los procesos
de migración latinoamericanos dentro del ámbito de la Ciudad.
En este contexto de pobreza, desigualdad socio-económica y habitacional, y
discriminación étnico-racializadas, las mujeres de la villa se ven a su vez afectadas por
las desigualdades de género, que tienden a profundizar las condiciones de pobreza. La
división sexual del trabajo, junto a las relaciones de poder que se estructuran a partir de
ellas, establecen desigualdades de género que en continuidad con la exclusión histórica
de la mujer de los ámbitos públicos y su relegamiento al ámbito privado (Barrancos,
2008), implica entre otras cosas la responsabilidad de las mujeres de las tareas de
mantenimiento del hogar y los trabajos de cuidado, entendiendo por estos últimos a la
atención y satisfacción de aquellas necesidades físicas, biológicas, afectivas y
emocionales que tienen las personas (Gherardi et al, 2012). Estos trabajos y
responsabilidades no remuneradas se profundizan en el caso de las mujeres de la villa,
dados los altos valores del índice de fecundidad, según el cual las mujeres de la villa
tienen en promedio 4,3 hijos, frente al 1,9 del resto de la ciudad (Mazzeo, 2013), que se
combinan con la falta de redes familiares de ayuda debido al alto porcentaje de mujeres
migrantes y sus trayectorias características (Mera, 2010). Dicha sobrecarga de trabajo
no remunerado, se conjuga con un mayor nivel de inactividad y desocupación de las
mujeres en relación a los hombres y a las mujeres del resto de la ciudad (un 37%
menos). A su vez, si consideramos la ocupación de las mismas, se caracteriza por ser de
baja calificación e informal (Mazzeo, 2013), lo que las posiciona en una situación de
mayor precariedad laboral y dependencia económica.
3. LOS MODOS DE CONSTRUCCIÓN DE SABERES EN LA VILLA 21-24
Los saberes de las mujeres de la villa sobre la belleza y estética corporal se consideran
por parte de ellas principalmente como modos de “arreglarse”, entendiendo como tales a
determinadas prácticas que serian más legítimas que otras. A partir del relevamiento
desde donde dichos saberes se construyen, señalamos tres vías principales que
describimos y analizamos a continuación.
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En primer lugar, el vínculo filial entre madre/cuidadora e hijas es uno de los
mecanismos por los cuales las niñas entran en contacto y construyen determinadas
sensibilidades en relación a su cuerpo.
“Creo que le pregunte de qué trabajaba la mamá y me dice que
ahora se había anotado para un curso de peluquería y maquillaje,
para poder trabajar de eso. Le pregunto si su mamá se pinta y me
dice que sí, que a veces se pinta cuando van a salir. Haciendo
con las dos manos la mímica del delineador en el borde superior
e inferior del ojo me cuenta que se pone marrón o blanco arriba
de los parpados y se hace una ‘rayita negra’, y que se pone en
los cachetes también color (haciendo la mímica con las manos
resaltando los pómulos). Dice que hay veces que no salen, pero
que ella se maquilla por que le gusta ‘estar linda’ para cuando
vuelva el papá. Que a veces cuando salen de paseo a ella
también la pinta y también se pone colores ‘acá’ (se señala los
cachetes), y que cuando la mama no tiene para ponerse, se pone
el pinta labios con los dos dedos en los cachetes (haciendo la
mímica con el índice y el medio con movimientos circulares).
Mientras habla me muestra, me explica que los dedos van juntos
y se los desparrama. Le pregunto si en la murga también se
pintan y me responde que sí, pero que ahí se hacen dibujos, que
la mamá no sabe hacer dibujos” (registro de campo de un
diálogo con una niña de 5 años).
En este registro de campo, se puede observar el nivel de detalle con que una niña relata
las prácticas cosméticas del maquillaje acorde al modo en que se lo enseñó la madre.
Llama la atención en un primer momento la valoración e importancia de las mismas,
dado el nivel de detalle en una conversación que estaba antecedida por respuestas
monosilábicas que demostraban la timidez o desinterés que puede tener una niña de 5
años frente a una interlocutora desconocida. A su vez, el modo en que el relato era
acompañado por gestos, hace pensar en aprendizajes indisociables de los cuerpos, que
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se realizan en situaciones de socialización a partir de relaciones interpersonales en la
que se construyen hábitos, disposiciones y saberes-hacer (Lahire, 2006).
Además de la enseñanza-aprendizaje de determinadas prácticas, hay una serie de
sentidos acerca de lo femenino y los modos de “arreglarse” y “estar linda” que se
transmiten al modo de un “currículum oculto” [11] de la belleza. Así, por ejemplo, se
encuentran las asociaciones entre las prácticas de belleza y los cuidados corporales y
afectivos, por los cuales ciertas características del orden de lo sensible como la
amorosidad, paciencia y delicadeza, operan en tanto gestualidades, movimientos y
posturas “femeninas”; criterio que se transforma en uno de los principales ponderadores
de la belleza de una mujer. Por otro lado, el “estar linda” para “salir” o “para cuando
vuelva el papá” remiten a una disposición del cuerpo imagen frente a otro a quien
agradar, modo por el cual la mujer se convierte en un objeto visual (Berger, 2000).
El maquillaje del rostro y la vestimenta que caracteriza a las murgas es también una
importante instancia de socialización en la villa. Retomando el trabajo de Bertone y
Peano (2014) sobre los carnavales en la localidad de Villa Nueva (Córdoba), podemos
decir que las prácticas de belleza de las niñas y jóvenes características de estas prácticas
y eventos festivos ubican al “brillar en los intersticios de la opacidad cotidiana” (181),
dándole color y brillo a los cuerpos opacos y descoloridos a partir de generar una
fantasia de agrado frente a los fantasmas del rechazo y estigmatización [12].
En segundo lugar, encontramos una serie de diferentes vínculos e interacciones sociales
que articulan procesos de enseñanza-aprendizaje de prácticas y de valoración de
estereotipos corporales. A grandes rasgos, las mismas pueden caracterizarse a partir de
las interacciones con el resto de la ciudad por un lado, que se asientan en vínculos que
evidencian la desigualdad socio-económica, y las que se desarrollan dentro del espacio
social de la villa por el otro, que tienden a establecer relaciones más simétricas entre
pares.
11
El concepto de “currículum oculto” se utiliza en el campo de la educación para evidenciar los
contenidos y saberes que se ponen en jugo de modo tangencial a la propuesta curricular.
12
Por fantasmas y fantasías nos referimos, siguiendo a Scribano (2008b), a los mecanismos de
soportabilidad social y a los dispositivos de regulación de las sensaciones que en tanto procesos
ideológicos que situados en la cotidianeidad y la costumbre, operan al nivel de los cuerpos y emociones
para la reproducción del orden y negación de las prácticas autónomas de los sujetos.
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112
Considerando las primeras de ellas, las principales articulaciones entre las mujeres de la
villa y el resto de la ciudad se dan por medio del trabajo y de las intervenciones de
instituciones estatales, privadas y de las Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC). En
el caso de las mujeres que por motivos laborales interactúan y circulan por la ciudad, se
establecen escenarios en los que sus cuerpos se enfrentan a los cuerpos legítimos de las
mujeres operando estas situaciones como una mediación de las distancias entre éstos y
sus cuerpos reales; distancia que según Bourdieu, establece la percepción de la propia
corporalidad. En esta linea se ubican por ejemplo las “Patronas” [13] que regalan ropa y
productos de cosmética estableciendo parámetros corporales que se relacionan con el
éxito socio-económico. En estas interacciones, las mujeres realizan por un lado
aprendizajes prácticos de modos de vestirse, modos de maquillarse, modos de caminar y
hablar, mientras que por el otro toman conocimiento de su imposibilidad de producir e
imponer al cuerpo su propia objetivación y esquemas de percepción (Bourdieu, 1986).
“Los hijos de la patrona donde estábamos eran rubios, rubios, yo
estaba enamorada (…) Y hasta de chiquita quería tener hijos
rubios, no quería tener hijos con pelo negro, no, no, no…. yo
quería ser rubia, a la gente rubia le iba bien…” (entrevista a
Dori, 30 años, paraguaya).
En el fragmento de entrevista arriba citado, la experiencia de clase de interactuar con el
hijo de la empleadora de su madre, es parte de una construcción de saberes que asocia
percepciones, sentidos y valoraciones que constituyen al cabello rubio como un
paradigma que condensa no solo asociaciones estéticas y visuales, sino políticas,
sociales y económicas, atravesadas por las lógicas de racialización y las experiencias del
neo-colonialismo de la ciudad [14]. Desde la perspectiva del cuerpo piel, lo rubio y lo
blanco se vuelven deseables en tanto cromaticidades que se configuran desde los
sentidos a emociones ligadas al éxito socio-económico y a la legitimidad social.
13
Modo por el cual las mujeres de la villa refieren a sus empleadoras en el trabajo doméstico.
Siguiendo a Scribano, “la ciudad es colonial porque instancia y reproduce las prácticas de colonizar”
(2013: 135), en tanto configuración de tramas urbanas segregacionistas y expulsivas que conforman desposesiones acumulativas de las capacidades del habitar.
14
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En esta misma línea, señalamos a las imágenes de los medios de comunicación y las
redes sociales, como otra vía de incorporación de estereotipos y prácticas que pueden
llegar a ser deseables. Las mujeres protagonistas de las novelas así como las mujeres de
la farándula que aparecen en los programas de televisión que tienen lugar en la
intimidad de los hogares de las mujeres de la villa, conforman imágenes de cuerpos que
asocian determinados criterios de belleza con la seducción y el éxito personal.
Muchas mujeres reconocieron a su vez, destinarle tiempo e importancia a Facebook, al
que se conectan diariamente a partir de los teléfonos celulares o gracias a las netbooks
[15]. En esta red social, miran los perfiles de otras mujeres y siguen marcas de ropa, de
indumentaria y de cosmética para estar atentas a las tendencias de la moda.
Particularmente las jóvenes, pueden estar varias horas mirando fotos de otros/as
hombres y mujeres, y analizando y ponderando su apariencia. Como pudimos concluír a
partir de la participación en las redes, el criterio de legitimación en este caso, se asocia a
la belleza, seducción y al éxito en el plano social: las fotos de las mujeres cuyos cuerpos
se acercan a los parámetros de legitimidad, reciben más “me gusta”, tienen más
“amigos” y “seguidores”.
A su vez, las diferentes interacciones de las mujeres con las instituciones, construyen
sentidos y disposiciones corporales: prescripciones médicas, contraprestaciones a
políticas sociales, obligaciones ciudadanas y requisitos de diferentes instituciones
privadas con las cuales las mujeres de la villa se vinculan, operan adecuando y
normalizando los cuerpos y las sensibilidades en relación a la apariencia corporal,
transformándose en oportunidades de construcción y legitimación de saberes.
Por otro lado, encontramos una serie de relaciones sociales que se establecen entre
mujeres que revisten un modo de intercambio más simétrico y son las que se
desenvuelven entre mujeres de la villa. Dentro de la construcción de relaciones de ayuda
mutua que estructuran los espacios de mujeres en ámbitos sociales desfavorables en
orden a establecer arreglos para reducir el impacto de las condiciones en las que se
encuentran, las prendas de vestir, artículos de cuidado y limpieza corporal y alimentos,
15
Gracias al programa Conectar Igualdad, creado en abril de 2010 a través del Decreto Nº 459/10 de la
Presidenta de la Nación Cristina Fernández, se le asigna una netbook con conexión a internet a cada
estudiante (y docente) de Escuelas públicas secundarias. Por esta medida las netbooks se encuentran
ampliamente distribuidas en la villa.
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114
son los bienes intercambiables más relevados. Los mismos, son justamente los
principales recursos por los que las mujeres de la villa conforman sus estructuras
corporales y apariencia física, dado que por sus restricciones económicas no pueden
acceder a bienes y servicios de belleza de costo elevado.
“(…)Yo le pregunto a donde lo compró y me cuenta que lo trajo
la vecina de las cosas que junta de la calle, y se lo ofreció. Ella
lo vio, le gustó y le dio un par de pesos, pero que es algo que
nunca usaría porque es muy ‘rescatado’ para ella. Dice que lo
compró pensando en que le iba a servir a alguien más (…) que a
la vecina le ‘tiro unos pesos’ pero que ‘ellas se arreglan así’, que
ella siempre le trata de comprar las cosas que le trae, más para
ayudarla” (registro de campo en la casa de Vanesa, 35 años,
argentina).
Dentro de estas relaciones hay mujeres que tienen más autoridad en los temas referentes
a la estética: éste es el caso de las profesionales de la belleza como las peluqueras,
vendedoras de artículos de vestir, revendedoras de cosméticos y productos de cuidado
personal por catálogo, entre otras, que como veremos a continuación encarnan los
saberes legitimados. Estas mujeres transmiten a partir de su labor profesional sus
conocimientos aprendidos en ámbitos institucionales y laborales; prácticas y saberes que
simbólicamente son considerados de mayor valor. En el caso de las vendedoras, su
legitimidad se establece principalmente a partir del valor que tienen los bienes que son
de “afuera”, estableciendo un paralelismo entre la desigual valoración simbólica de los
bienes de la villa y del resto de la ciudad, y la desigual valoración social de las personas
que habitan dichos espacios. Como señalaba una entrevistada en relación a los
productos que se consiguen por venta por catálogo:
“Y… esta bueno, porque es como que podemos tener lo mismo
que tiene una mina que es de afuera” (entrevista a Mirna, 33
años, paraguaya).
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En tercer lugar, hay una serie de circunstancias por medio de las cuales las mujeres
construyen conocimientos en contextos más institucionalizados: cursos de Peluquería,
Maquillaje, Depilación, Manicura, entre otros, se ofrecen como oportunidades de
formación que les posibilitan una salida laboral-profesional sin necesidad de tener la
escolarización obligatoria completa, a partir de cursos cortos y generalmente gratuitos o
de bajo costo. Es interesante señalar que la oferta de estos cursos que se dan en el marco
de las instituciones estatales, bajo la premisa de ofrecer una formación acorde a la
demanda y que retome los saberes de las mujeres, se desarrollan en su mayoría en el
campo de los oficios asociados a los estereotipos femeninos. Analizando por ejemplo la
oferta de cursos del Centro de Formación Profesional n° 9 que se encuentra dentro de la
villa, se ve la segregación temática y horaria que evidencia y reproduce los estereotipos
de hombre-trabajador formal y mujer-ama de casa-trabajadora informal. En el turno
diurno se dictan cursos de Maquillaje, diferentes niveles y estilos de Peluquería,
Colorista de salón, diferentes niveles de Corte y confección, Cocina, Depilación y
Manicura, Confección de indumentaria, Decoración de Tortas y Elaboración de
Souvenirs; mientras que la oferta vespertina contempla: Instalaciones eléctricas
domiciliarias, Cerrajería, Reparación de PC y Mecánica automotriz entre otras.
Si bien dentro de estos diferentes espacios y vías enunciadas se construyen saberes de
belleza, la variedad de modos y medios conlleva desiguales valoraciones y sentidos
(Narotsky, 2007). Los saberes construidos a partir de la formación en instituciones
privadas, por ejemplo, tienen más legitimidad que los construidos a partir de los
vínculos familiares y entre mujeres de la villa, que en general están asociados a
situaciones relacionadas al cuidado y al afecto; y más si los primeros se desarrollaron en
instituciones privadas de afuera de la villa. Esta desigual valoración además se pone en
juego a partir de los usos que las mujeres realizan en sus interacciones sociales. En ese
sentido, en el próximo apartado analizaremos cómo estos saberes se inscriben dentro de
las tensiones entre la reproducción de las condiciones de desigualdad social en la que las
mujeres de la villa se encuentran, y las potencialidades de cambio que se inscriben
dentro sus posibilidades.
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4. SABERES DE BELLEZA COMO UN ESPACIO DUAL
Una referencia muy extendida entre las mujeres de la villa para referirse de manera
positiva a la estética de alguna otra mujer es la de decir que es “femenina”. Al indagar
explícitamente en su contenido, las mujeres respondían naturalizando las asociaciones
entre la mujer, la belleza y el cuidado: “la mujer tiene que arreglarse”.
Diferentes autoras/es que trabajan sobre el tema señalan que los estereotipos de belleza
dominantes son parte de los criterios que definen el estatus femenino de género, en tanto
uno de los criterios que hacen sus cuerpos inteligibles (Aafkes, 2008; Muñiz, 2014).
Estos estereotipos tienen implicancias no solo identitarias sino sociales, políticas y
económicas (Bordo, 2001; Entwistle, 2002). En el trabajo de campo, diversas
situaciones dan cuenta de la desigual distribución de las tareas entre los hombres y
mujeres a temprana edad: niñas que cuidan a sus hermanos y realizan las tareas
domésticas, a diferencia de los varones a quienes no se les enseñan dichas capacidades y
disposiciones. Los estereotipos sexo-genéricos son parte de la constitución del hábitus
de hombres y mujeres que como tal, debe actualizarse y reactualizarse a lo largo de la
praxis social. Las prácticas de belleza corporal femenina se caracterizan por destinar
tiempo, trabajo y recursos económicos sobre los cuerpos, a lo que se le suma un trabajo
de disciplinamiento de los movimientos y gestualidades que tienden a controlar y
mantener a los mismos dentro de ciertas posturas relacionadas a asociaciones dualistas
que sitúan a hombres y mujeres en diferentes posiciones, y que han servido a lo largo
del transcurso histórico para justificar desigualdades entre ambos (Bordo, 2001).
Podemos sostener entonces que las prácticas que establecen a los cuerpos de las mujeres
dentro de ciertos parámetros estéticos que se caracterizan por su referencia a la
feminidad, son parte del mecanismo por medio del cual las mismas reproducen en un
plano simbólico las condiciones de desigualdad de género con relación a los varones.
Esta construcción alberga entre uno de sus corolarios, la asociación entre la mujer y su
rol de madre circunscribiéndola de este modo al ámbito de lo doméstico (tareas de
cuidado y mantenimiento del hogar) al mismo tiempo que le adjudica determinadas
características de las sensibilidades como la paciencia, la resignación y la pasividad.
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Las normalizaciones no atañen sin embargo únicamente a las desigualdades sexogenéricas, sino que por medio de la construcción de saberes de belleza se inscriben
también en el espiral de desigualdad, discriminación de clase y racialización étnica que
como ya vimos, se encuentran entrelazadas en el imaginario social que estigmatiza a las
mujeres de la villa.
“(…) Después que salí de vacaciones este y me engorde 4 kilos
de más. A mí me molestan, me da vergüenza tener rollos, pero
yo lo reconozco que ya tengo que tener los rollos, ¿entendés?,
por mi edad. Pero no hago ninguna dieta nada, ¿por qué? Y por
ahí en el día sí, te como sano, pero la cosa es a la noche.
Comemos como una vaca, nos sentamos a ver novelas y
adormir. ¡Qué mierda! Con eso al otro día amaneces así (gesto
con las manos de la panza salida para afuera.) y así
sucesivamente. No tengo cuidados. Pero no estoy en edad de
andar en esas. Cuando trabajaba en casa de familia sí, me
arreglaba, pero ahora ya no” (entrevista a Sabina, 39 años,
paraguaya).
En esta entrevista, Sabina nos cuenta por qué no se “arregla” más, señalando su edad y
su contextura corporal a partir de la resignación y la vergüenza. Sin embargo señala que
cuando trabajaba como empleada doméstica en “casa de familia” si se arreglaba. Las
referencias al trabajo por fuera de la villa así como las salidas y paseos por diferentes
lugares de la ciudad en tanto momentos en los que las mujeres “se arreglan”, son una
constante a lo largo de las narraciones de las mujeres de la villa. En dichas situaciones
subyace la estigmatización de sus cuerpos en tanto mujeres pobres y “villeras”, que por
medio de las prácticas de belleza intentan maquillarlas para poder habitar la ciudad
ocultando la vergüenza de sus características deslegitimadoras.
Como señalabamos con anterioridad, las estigmatizaciones no son solo por clase sino
también en relación a la racialización de sus caraterísticas étnicas:
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“Si…..¡son terribles las paraguayas! (Se rie). Pero yo también,
¡eh!. Yo también tenía una valija llena de pinturas y sombras de
colores, ah no,… ¡no sabes lo que era! Y Tome varios cursos,
varios, así de peluquería, que ahí te enseñan a maquillarte, y a
cómo tenés que hacer…” (entrevista a Claudia, 35 años,
paraguaya).
A lo largo de los diferentes procesos de construcción de saberes, se van articulando
perspectivas de poder desde las cuales algunas prácticas de belleza se invisibilizan, se
estigmatizan y/o deslegitiman, mientras que otras se valorizan. Esta legitimación se
evidencia por ejemplo en la negación de las prácticas de maquillaje de “las paraguayas”
frente a los saberes que imparten los cursos de Maquillaje. En ese sentido, Muñiz
sostiene que las prácticas de belleza trazan “la interconexión entre racismo y cuerpo,
mostrando como los modelos de belleza han sido centrales para los procesos de
exclusión y discriminación” (2014: 421). El dejar de maquillarse como “las paraguayas”
y aprender “cómo tenés que hacer”, tiene como subyacente la fantasía de la
construcción del cuerpo a partir de las prácticas de belleza como posibilidad de sortear
las marcas étnicas y de clase.
Por otro lado, en paralelo a dicha constitución de las configuraciones del poder, hay una
serie de posibilidades que se abren a partir de los intersticios que el poder conforma.
Como vimos con anterioridad, en los vínculos entre mujeres en la crianza se reproducen
e incorporan diferentes categorías y ejes que articulan las tendencias de ser y estar
corporales naturalizadas como propias de las mujeres. En muchas oportunidades, éstas
características se vivencian y reivindican por ellas de modo positivo dado que es
apropiado en tanto capital cultural propio de las mujeres.
“Entrevistadora: ¿Y los diseños y eso los armas vos o los sacas
de algún lado? (tenía las uñas pintadas con dibujos en diferentes
colores)
X: no, me fijo a ver como quedaría más o menos y voy
probando. A veces veo en el colectivo, por allá, donde el
trabajo, y veo los dibujos y vengo y digo, eso me lo tengo que
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hacer. A veces voy con mi marido o mi hijo, y me dicen ‘que
detallista que sos, el ultimo dibujito podes ver, ya no lo podes ni
ver’, y se me quedan mirando. Siempre que me pinto me miran.
Me gusta que me digan así, a ellos no les sale. Eso es de qué
hice peluquería en misiones, hice un año y medio.
E: ¿En una escuela?
X: Claro, en una academia. Y después deje.
E: ¿Y nunca trabajaste de eso?
X: No. Nunca trabaje, a mi marido le corto el pelo, y a mis hijos,
porque me dice cortame vos que sabes. A mí me gusta cortarles”
(entrevista a Ximena, 27 años, argentina).
Estas prácticas y sentidos, aunque bien se den insertos dentro de estructuras opresivas y
de desigualdad para las mujeres, constituyen al fin y al cabo saberes prácticos que
conforman su experticia y se desarrollan dentro de contextos afectivos que impregnan
de carácter positivo a dichas prácticas. Valoración frente a los varones y otras mujeres
por el reconocimiento de sus saberes en asuntos de belleza y cuidado corporal,
relaciones sociales de ayuda y afecto que se constituyen a partir de intercambios de
bienes, servicios y saberes en la villa, y sentimientos de bienestar que se construyen a
partir de los vínculos de crianza y procesos de enseñanza-aprendizaje en contextos de
amor filial, pueden pensarse como momentos que permiten el reconocimiento y la autovaloración de las mujeres.
Debemos recordar que estos saberes que permiten una serie de emociones positivas, en
tanto corporizadas en los cuerpos estigmatizados de las mujeres de la villa, se articulan
en el plano del cuerpo movimiento con determinadas disposiciones y posibilidades de
acción:
“Yo: ¿Cómo te sentís vos con tu cuerpo, te sentís bien?
Li: la verdad que sí. Cuando empiezo a subir de peso no, ya me
siento mal, o sea, encima, como que tiene mucho psicológico,
porque justamente, a mi al menos me influye mucho lo
psicológico al menos, porque yo cuando estoy subiendo mucho
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de peso, ya se me van las ganas de maquillarme, se me van las
ganas de arreglarme, como que ya no quiero salir ni ir de paseo”
(entrevista a Liliana, 25 años, uruguaya).
En esta entrevista se puede ver cómo la distancia del cuerpo de Liliana en relación al
cuerpo legítimo que indica para la mujer determinada contextura física, conlleva
sentimientos de vergüenza, malestar y desgano, que implican que “no quiera salir ni ir
de paseo”. Si consideramos que la referencia a “salir” alude a ir “afuera” de la villa,
podemos comprender cómo las prácticas de belleza se inscriben en las posibilidades de
acción, de movilidad y de habitar la ciudad, que están condicionadas en primer lugar por
su situación de mujeres, pobres y en su mayoría migrantes. Como reverso de esta
experiencia, muchas mujeres de la villa transitan diferentes espacios de la ciudad a
partir de performances en las que sus cuerpos intentan no diferenciarse visualmente de
los cuerpos legítimos. En ese sentido, los saberes de belleza que portan en tanto
mujeres, les permiten o no ampliar la capacidad de circular por la ciudad.
La lógica de la vergüenza puede ser aquí una pista para explorar en relación a si estas
prácticas de belleza podrían contrarrestar aquella emoción. Siguiendo a Vergara (2009),
la vergüenza puede entenderse como un exceso de mirada en Simmel; como miedo a la
superioridad del otro atendiendo a las relaciones de poder, subordinación y
sometimiento en Elías; o como una angustia que afecta la integridad de la persona en
Giddens. En todos los casos, la vergüenza es una emoción que adviene reguladora
social. Las prácticas de belleza, se inscriben en las narrativas de las mujeres como
estandartes donde radican las posibilidades de orgullo. Las conquistas de poder transitar
espacios públicos restringidos por su condición de clase, de obtener reconocimiento por
parte de sus pares masculinos y como veremos en el mercado laboral, son vivenciadas
en tanto experiencias que otorgan orgullo y confianza en biografías estigmatizadas por,
como ya señalamos, su condición de clase, de género y de racialización étnica.
Como señalamos, los saberes de belleza considerados en tanto capital cultural de las
mujeres, devienen herramientas que les pueden reportar una mejora en su situación
económica. Mezzabotta (2013) en su análisis sobre un grupo de mujeres emprendedoras
de villa 21-24, sostiene que si bien dichas experiencias quedan enmarcadas dentro del
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capital social y cultural con el que ellas cuentan al inicio del emprendimiento (que es
escaso), de todos modos contribuyen al proceso de “empoderamiento” de las mujeres.
Aprovechamos la mención de este estudio para señalar en primer lugar que la casi
totalidad de los emprendimientos relevados por la autora pertenecen al ámbito de “lo
femenino”, ocupando una mayoría los vinculados a la estética: Peluquerías, negocios de
venta de ropa, arreglo y confección de prendas de vestir, entre otros. De todos modos en
la práctica, las mujeres que construyen dichos saberes profesionalizados logran en
muchos casos una mejora de su situación económica.
Nos interesa por último remarcar las posibilidades de transformación en las
sensibilidades de las mujeres a partir de los diferentes procesos de construcción de
saberes analizados. Scribano refiere como “prácticas intersticiales”, a las “prácticas
donde el dar-recibir-dar desvinculen a los objetos y las prácticas de un afán meramente
instrumental desdiciendo a la verdad de la economía política de la moral como totalidad
cerrada e inevitable” (2014a: 97), dentro de este marco, la felicidad, el amor y la
reciprocidad aparecen cómo disposiciones que combaten la resignación y la aceptación
fatídica de la realidad dada. Las situaciones ligadas al cuidado de los cercanos como
las/os hijos , “las parientas” y vecinas de la villa, por medio de las cuales las mujeres
construyen saberes de estética y cuidado corporal sobre la base de relaciones sociales de
ayuda mutua y afectiva, se entraman “como un vector de resistencia próximo/cercano
que reactiva la posibilidad de ser y estar para el otro y con el otro, en tanto primer
intento para el resurgir/visivilización de sociabilidades en potencia” (Boito et al, 2010:
245). Estas experiencias dejan un saldo emocional, afectivo y de construcción de
sociabilidades de género, que en muchas ocasiones permiten la auto-valoración de la
mujer, y su posibilidad de pensarse y posicionarse corporalmente en tensión con la
aceptación de las condiciones dadas.
5. CONCLUSIONES
A partir de situar a los cuerpos como configuraciones centrales por donde se
materializan las disputas de poder y dominación, pensamos los espacios de construcción
de saberes de belleza y estética corporal como ejes de las adecuaciones corporales a las
condiciones de pobreza, segregación socio-espacial, racialización étnica y desigualdad
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de género. Dichas construcciones de saberes y sentidos, son claves para poder entender
las posibilidades/imposibilidades de los cuerpos de las mujeres pobres de una villa de
sentir determinadas emociones, de moverse por determinados lugares y de realizar
determinadas prácticas.
A partir de la descripción y análisis realizados en una villa de la CABA, podemos
establecer que los modos y vías de enseñanza-aprendizaje evidencian las tensiones
propias de la dominación y la resistencia de los cuerpos. La adecuación de sentidos
dominantes en el cuerpo piel, y la reproducción de las desigualdades se conjugan con
intersticios en los que asoman prácticas afectivas entre mujeres, valorización de sus
saberes por parte de los otros, y sentimientos de orgullo que reafirman su autoestima.
Los modos de arreglarse acorde a los estándares de belleza legitimados, operan en tanto
modificaciones en el cuerpo movimiento por el cual las mujeres sortean algunas de las
barreras que la ciudad les impone por ser mujeres pobres, villeras y migrantes. Al
mismo tiempo, la valoración de dichos saberes en tanto capital cultural y social,
posibilita en muchas ocasiones una herramienta económica y social por la cual las
mujeres disputen su posicionamiento social, y busquen entre otras cosas, insertarse
económicamente.
Dichas posibilidades, sin embargo, no modifican el posicionamiento estructural en el
que las mujeres de la villa se encuentran, dado que se constituyen en términos de
adecuación social, aunque bien pueden permitir ciertos intersticios en los cuales ellas
pueden pensar(se) y sentir(se) de un modo que se ubica por fuera de sus
condicionamientos estructurales.
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Claudia Gabriela Reta es profesora y licenciada en Ciencias Antropológicas (UBA).
Investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Sociológicos (CIES), miembro del
Grupo de Estudios sobre Sociología del Cuerpo y las Emociones (IIGG-UBA) y del Equipo de
Educación y Diversidad Socio-cultural del Centro de Innovación y Desarrollo para la Acción
Comunitaria (CIDAC-UBA). Investiga sobre prácticas de belleza y estética corporal entre
mujeres jóvenes de la Villa 21-24 (CABA), indagando sus conexiones con las estructuras de
dominación y la construcción de sensibilidades sociales.
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ISSN 1696-7348
Nº 72, Enero, Febrero y Marzo 2017
CULTURAS Y GENERACIONES. ACTITUDES Y VALORES HACIA
LA EDUCACIÓN, EL TRABAJO Y EL CONSUMO EN TRES
GENERACIONES DE JÓVENES ESPAÑOLES
CULTURES AND GENERATIONS. ATTITUDES AND VALUES TO
EDUCATION, LABOR AND CONSUMPTION IN THREE GENERATIONS OF
YOUNG SPANISH
José Francisco Durán Vázquez
Universidad de Vigo
Eduardo Duque
Universidade Católica Portuguesa
Recibido: 06/05/2016 - Aceptado: 01/09/2016
Formato de citación: Durán Vázquez, J. F. y Duque, E. (2017). “Culturas y
generaciones. Actitudes y valores hacia la educación, el trabajo y el consumo en
tres generaciones de jóvenes españoles”. Aposta. Revista de Ciencias Sociales,
72, 129-165, http://apostadigital.com/revistav3/hemeroteca/duran2.pdf
Resumen
El presente artículo tiene por finalidad describir y analizar las actitudes y los valores
hacia la educación, el trabajo y el consumo, así como las representaciones del tiempo,
de tres generaciones de jóvenes españoles durante las etapas del capitalismo de
producción y el de consumo. Durante este periodo los jóvenes de estas generaciones
cambiaron su orientación hacia estos ámbitos, cambiando también sus identidades. En la
primera parte del artículo se mostrará el contexto social general en el que se producen
dichos cambios, mientras que la segunda parte estará dedicada enteramente a la
descripción y al análisis de las generaciones que son el objeto principal de este estudio.
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Palabras clave
Generaciones, educación, trabajo, consumo, tiempo.
Abstract
This article aims to describe and analyze the attitudes and values towards education,
work and consumption, as well as representations of time, three generations of young
Spaniards during the stages of capitalist production and consumption. During this
period the young people of these generations change their orientation to these areas,
also changing their identities. In the first part of the article will be shown the general
social context in which these changes will be displayed. While the second part will be
devoted entirely to the description and analysis of the generations that are the main
object of this study.
Keywords
Generations, education, work, consumption, time.
1. INTRODUCCIÓN
El objetivo del presente trabajo es describir y analizar los valores y las actitudes con
respecto al trabajo, la educación y el consumo, así como las representaciones del tiempo
de tres generaciones de españoles a lo largo del proceso que va del capitalismo de
producción al de consumo.
Según el planteamiento realizado, durante este periodo de tiempo las distintas
generaciones de jóvenes habrían modificado su orientación hacia cada uno de estos
ámbitos, modificando también sus valores y sus actitudes. De esta forma, la primera
generación se correspondería con la etapa del capitalismo de producción, momento en el
que la ética del trabajo y la cultura educativa tendrían todavía una importante dimensión
integradora en relación con los valores de una modernidad sólida, en la que rige también
una concepción del tiempo vinculada al mundo educativo y productivo. En este
contexto, la cultura del consumo aparece supeditada a la lógica imperante en las otras
dos culturas.
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La segunda generación coincide con un periodo de transición entre el capitalismo de
producción y el de consumo. Así, en una primera etapa, aproximadamente hasta
comienzos de los años 80, todavía se mantienen relativamente sólidas la cultura del
trabajo y la del consumo, pero a partir de este momento la cultura del consumo
comienza a cobrar una mayor fuerza en un contexto presidido por el paro, la precariedad
laboral y la prolongación de la edad escolar. De este modo, los valores del consumo
penetrarán gradualmente en las otras dos culturas, imponiendo su propia lógica y
también su particular representación del tiempo.
En la tercera generación la cultura del consumo logra una dimensión todavía más
preeminente, identificándose con ella la mayoría de los jóvenes. Dicha cultura incidirá
claramente en las otras dos –la del trabajo y la educativa–, que adquirirán un carácter
cada vez más instrumental. En este contexto se producirá una creciente separación entre
los universos de la educación, el trabajo y el consumo.
De acuerdo con este planteamiento, se han diferenciado tres generaciones de jóvenes:
los del periodo 1935-1945; los nacidos en la etapa 1955-1965; y finalmente los de la
generación 1975-1985. Cada una de estas generaciones será descrita y analizada en
función de su vinculación con la cultura escolar, la laboral y la del consumo, así como
con su particular representación del tiempo.
No obstante, como los cambios generacionales que vamos a analizar abarcan las dos
grandes etapas del capitalismo occidental –la de producción y la de consumo–, etapas
durante las cuales se han transformado las tres culturas aquí analizadas, y con ellas
también la identidad juvenil, consideramos necesario dedicar la primera parte del
presente trabajo a mostrar en qué han consistido dichos cambios, para así analizar con
más perspectiva las tres generaciones de jóvenes españoles objeto de nuestro estudio.
De este modo, el texto que sigue consta de dos grandes partes. Una primera en la que se
describe someramente las transformaciones de la educación, del trabajo y del consumo
en el contexto del proceso que va del capitalismo de producción al de consumo en el
mundo occidental. Una segunda parte, más extensa, que constituye el núcleo del
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presente trabajo, en la que se describen y analizan las tres generaciones de jóvenes
españoles en el contexto antes descrito, en relación con su orientación a la cultura
educativa, la laboral y la del consumo, así como con sus vivencias y representaciones
del tiempo. Finalizaremos con una síntesis a modo de conclusión en la que se expondrán
los principales resultados de este análisis.
2. LA EDUCACIÓN, EL TRABAJO Y EL PRIMER ESPÍRITU DEL
CAPITALISMO
La escuela emergió en el contexto de la sociedad industrial como una institución
eficiente, jerárquica y disciplinaria (Bowen, III 1985: 554 y ss; Varela, 1991: 175 y ss;
Fernández Enguita, 1990: 136; Gaudemar, 1986; Pollard, 1987: 257 y ss; Luzuriaga,
1994). Con este carácter se irá institucionalizando a partir de la segunda mitad del siglo
XIX, tanto en Europa como en América (Bowen, III 1985: 554 y ss; Varela, 1991: 175 y
ss; Fernández Enguita, 1990: 136; Luzuriaga, 1994).
No obstante, la expansión de los sistemas educativos en la mayoría de los países
occidentales no se producirá hasta después de la Segunda Guerra Mundial (PratsReventós, 2005: 230). En efecto, en un contexto de fuerte crecimiento económico, la
educación fue impulsada como uno de los principales agentes de dicho crecimiento
(Ortega, 1993: 89). Y por ello también como uno de los más importantes instrumentos
de la ideología moderna del logro. La jerarquía en ella imperante, con todas sus
regularidades disciplinarias (Foucault, 1999), fue percibida como la contrapartida
necesaria al esfuerzo que requería la lucha por el éxito académico.
Aquellos que no se integraban en este régimen escolar, porque no aspiraban tampoco a
futuros logros académicos, aceptaban sin embargo aquellas otras disciplinas del mundo
laboral, que comportaban también sus propias recompensas (Willis, 1988: 131). De este
modo, la cultura escolar y la del trabajo mantenían su coherencia, produciendo y
reproduciendo sus distintas recompensas, pero también sus órdenes jerárquicos y
disciplinarios. Esta situación era la propia de un momento en el que la cultura del
trabajo todavía se mantenía viva en una buena parte de la juventud, y en el que aún era
posible desarrollar dicha cultura sin las trabas del desempleo juvenil.
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Todo esta realidad comenzará a cambiar, especialmente a partir de la década de los 80
del siglo pasado, en un contexto presidido por el incremento de las tasas de desempleo
juvenil (Artiaga-Tovar-Fernández, 2014; Serrano, 2000; Beck, 2006: 144), y por la
prolongación de la edad escolar. En este escenario empezaron a perder fuerza los
valores del logro y del estatus vinculados al mundo laboral y al educativo, y con ellos
también las estructuras disciplinarias que regían en estos dos ámbitos.
Paralelamente, la cultura del consumo, ya plenamente establecida en el mundo
Occidental, al menos desde mediados del siglo pasado, cobró un mayor protagonismo
en la construcción de la identidad juvenil.
3. DE LA ÉTICA DEL TRABAJO A LA CULTURA DEL CONSUMO
El consumo asociado a la juventud empezó a cobrar fuerza, primero en Norteamérica
entre los años 20 y 30, y más tarde, después de la Segunda Guerra Mundial, en Europa
(Ewen, 1983; Savage, 2007; Bocock, 1995: 47-48). La incorporación a la edad adulta,
hasta ese momento presidida por los ritos de paso asociados a la transición al trabajo o a
la formación de una familia, se retrasó y se reemplazó por otro tipo de experiencias
vinculadas a los valores y a los estilos de vida promovidos por la cultura del consumo
(González-Anleo Sánchez, 2014: 96; Pais, 2003 y 2009).
A la amplia difusión de esta cultura contribuyó también el desarrollo de los sistemas
educativos de masas, que retrasaron y dilataron la incorporación de los jóvenes al
mundo del trabajo, prolongando su exposición al ámbito del consumo.
A partir de este momento comenzará a crecer la distancia entre jóvenes y adultos, a
medida que los primeros se afirmen cada vez más con respecto a los segundos en virtud
de sus particulares estilos de vida relacionados con el mundo del consumo.
Posteriormente –en Europa Occidental después de la Segunda Guerra Mundial– esta
oposición se resolverá en imitación, cuando la juventud se erija en el modelo
generacional por excelencia de la cultura occidental.
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Comenzó así a crecer gradualmente la distancia entre jóvenes y adultos, a medida que
los segundos tenían menos experiencias que comunicar a los primeros para que éstos se
integrasen en un mundo que ya no era el suyo. Hasta hace poco tiempo –escribió
Margaret Mead–, “los mayores podían decir: ¿sabes una cosa?, yo he sido joven y tú
nunca has sido viejo. Pero los jóvenes de hoy pueden responder: tú nunca has sido
joven en el mundo en el que yo lo soy, y jamás podrás serlo” (Mead, 1971: 92). La
antropóloga norteamericana sintetizó así la idea de una ruptura generacional, a la que
conceptualizó con el término de prefiguración (1971: 91). En las culturas prefigurativas
–dijo– “hemos de reconocer que no tenemos descendientes, del mismo modo que
nuestros hijos no tienen antepasados” (Mead, 1971: 109).
Una de las manifestaciones más claras de dicha ruptura generacional, en un contexto de
prolongación de la edad escolar y de incremento del desempleo juvenil, fue la erosión
de la ética del trabajo y de las normas y los valores educativos bajo el imperativo de la
cultura del consumo (Moya, 1984: 339-40). Hasta ese momento ambas culturas, la del
trabajo y la educativa, habían coexistido, bien alimentándose, o incluso oponiéndose. En
este último caso, como bien había demostrado Willis (1988), los ritos de liberación de la
cultura escolar conllevaban la adhesión a los valores del trabajo identificados con el
mundo adulto. Dicho de otro modo, la oposición y la exaltación de la subjetividad
juvenil que tenía lugar en la esfera educativa, resultaba compensada en cierta medida
por la asunción del deber productivista vinculado a la edad adulta.
La cultura del consumo actúa, sin embargo, en otra dirección. Se expresa más en
términos del deseo que en el de la renuncia o el sacrificio. Se vincula más con la
independencia, la autonomía y la expresión de la propia identidad, que con la
pertenencia institucional. Apela más a los derechos del individuo que a los deberes
colectivos (Lipovestky, 2003: 39-40; 1994: 164 y ss; Featherstone, 2000: 142; Bauman,
2007). Es una cultura, en suma, más identificada con los ritos de liberación que con los
de incorporación (Bell, 1977: 164). Y por eso mismo también más vinculada al presente
que al futuro.
De una cultura del rechazo, más propia de los años 60 y 70, se pasó así a otra de
secesión (Gauchet, 2002: 138-39), escenificada por la creciente separación entre los
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espacios y los tiempos consagrados al ocio y al consumo y aquellos otros dedicados a la
educación y al trabajo.
Los rituales delatan la dirección y el significado de este cambio. Si para las
generaciones más socializadas en la cultura educativa y productiva marcaban los
distintos momentos de una trayectoria a través de los diferentes universos
institucionales, celebrando la liberación de un orden para ingresar en el otro. Para los
jóvenes más socializados en la cultura del consumo se identifican más con los ritos de
liberación que con los de incorporación (Bell, 1977: 164); ritos que se desenvuelven en
el ámbito de su esfera más estrecha y particular (Conde, 1999: 64; González-Anleo,
2014: 130-131), sin otras proyecciones que las del presente.
En la segunda parte de este trabajo queremos ilustrar la dinámica de este cambio
generacional a través del análisis de tres generaciones de jóvenes españoles en relación
con sus actitudes hacia la educación, el trabajo y el consumo, y también con sus
representaciones del tiempo.
4. EDUCACIÓN, TRABAJO Y CONSUMO EN TRES GENERACIONES DE
JÓVENES ESPAÑOLES
4.1. CONCEPTOS, OBJETIVOS Y FUENTES
Antes de adentrarnos en el objetivo principal de la segunda parte de este trabajo, es
preciso aclarar, aunque sea brevemente, tres de los conceptos centrales que lo articulan;
a saber, juventud, generación y culturas.
Desde una perspectiva elemental pueden considerarse jóvenes todas aquellas personas
que han abandonado la infancia sin haber alcanzado todavía plenamente la edad adulta.
Pero, como es evidente, esta diferenciación es poco clarificadora, toda vez que cada
sociedad tiene su propia manera de entender esta etapa de la vida (Becci y Julia, 1998;
Lévi y Schmitt, 1996).
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Desde este punto de vista, en las tres generaciones que se analizarán a continuación la
duración de la juventud estará determinada por la más temprana o tardía incorporación
de los jóvenes a los ámbitos institucionales propios del mundo adulto [ 1]. Y la identidad
juvenil vendrá conformada a partir de las experiencias sociales y culturales que
constituyen el marco de la historia compartida por los miembros de cada generación
(Margulis y Urresti, 1996: 26). Estas experiencias se construirán, en el caso de las tres
generaciones que hemos diferenciado en este estudio, a partir de la participación de los
sujetos en las tres culturas objeto de nuestro análisis- la educativa, la laboral y la del
consumo- configurando así una determinada memoria, y también una serie de valores y
de expectativas.
En este contexto cobra precisamente sentido el concepto de generación (Manheim,
1990). En efecto, la generación es más que una coincidencia cronológica (Martín
Serrano, 1994: 18), puesto que conlleva una serie de experiencias, actitudes y valores
comunes en relación con diversos ámbitos sociales y culturales. Experiencias y actitudes
que serán más o menos fuertes en virtud de su capacidad para articular la vida social e
individual de los miembros de cada generación.
El trabajo, la educación y el consumo han funcionado precisamente a lo largo de las
distintas etapas de la modernidad como universos culturales que han condicionado las
experiencias, los valores y las aspiraciones de los individuos. El trabajo y la educación
al ser los instrumentos principales del progreso individual y colectivo; los medios más
legítimos de posicionar a los individuos en la sociedad, y también los escenarios por
antonomasia de la integración social y del cumplimiento del deber moral. El consumo,
al haber impulsado, en una segunda fase de la modernidad, una cultura más
individualista centrada en la autonomía y la expresión del propio yo; más inclinada al
hedonismo y al bienestar personal, y también más focalizada en el presente.
En la medida en que estos tres ámbitos culturales han sido reconocidos por los jóvenes
de cada generación como parte importante de sus procesos de socialización, otorgando
un determinado sentido a sus respectivas biografías, más han entrado a formar parte de
1
Así, por ejemplo, la encuesta de Juventud de 1960 estableció como periodo juvenil el comprendido entre
los 16 y los 20 años, considerando que a los 21 años se incorporaban los varones al servicio militar,
abandonando así la juventud para integrarse en los escenarios del mundo adulto (De Miguel, 2000: 22).
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sus particulares mundos de vida. Por el contrario, cuanto menos capacidad han tenido
para producir y reproducir la identidad juvenil, para articularla y otorgarle un
determinado sentido, más ajenos han estado a sus experiencias, valores y expectativas
de vida. Con este criterio se analizará la fuerza de cada una de estas culturas en las tres
generaciones objeto de este estudio.
Precisemos una importante cuestión más. La juventud no puede ser percibida
únicamente como una categoría de edad, en ella influyen otras variables que también
intervienen en su configuración, como por ejemplo la clase social (Martín Criado, 1998:
67 y ss). La cuestión que en este caso se plantea es si estas variables ejercen tanta
influencia que no tendría sentido referirse a la juventud como una experiencia sociocultural común.
Sin negar la diversidad de circunstancias que configuran la condición de ser joven,
creemos que es posible observar ciertas actitudes y experiencias comunes relativas a la
juventud de cada periodo que es posible analizar, explicar y comprender en términos
generacionales (Elzo, 1999: 404-405). Estos elementos comunes se vinculan, en el caso
particular de este estudio, a la relación mantenida por los miembros de cada generación
con las esferas de la educación, del trabajo y del consumo en el contexto del proceso
que va del capitalismo de producción al de consumo.
Con este criterio hemos diferenciado tres generaciones. La primera se correspondería
con los nacidos en el periodo 1935-1945, socializados fundamentalmente en la ética del
trabajo. Con una mayor orientación al logro en relación con sus deseos de movilidad
social proyectados sobre el ámbito laboral. La mayoría de los jóvenes de esta
generación quieren liberarse de las ataduras del mundo tradicional para entrar en las
estructuras institucionales y disciplinarias del mundo urbano e industrial. Miran por ello
al pasado desde su situación presente con la intención de mejorarla en el futuro.
La segunda generación, periodo 1955-1965, pertenece a un momento de transición, en
el que la cultura del consumo va cobrando un mayor protagonismo con respecto a la del
trabajo y a la educativa, pero sin erosionarlas sustancialmente. Los miembros de esta
generación –especialmente los que están en la segunda etapa de su juventud–
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mantendrán todavía por tanto una orientación hacia el logro educativo y el laboral,
aunque esta orientación será bastante más débil, sobre todo en los nacidos al final de
este periodo, anunciando los valores dominantes en la siguiente generación.
Es una juventud que pretende liberarse de los esfuerzos y de los sacrificios de sus
padres, pero aceptando aún en cierta medida la sumisión a las estructuras institucionales
del mundo educativo y productivo; aunque esta aceptación va perdiendo fuerza, sobre
todo en los jóvenes nacidos en la década de los 60. En este contexto comienzan a
adquirir un mayor protagonismo los valores del consumo, interviniendo cada vez más
en la conformación de las biografías juveniles. Y con ellos también emerge una
representación del tiempo cada vez más vinculada al presente.
Por último, la tercera generación, la de los nacidos entre 1975-1985, es la conformada
por los jóvenes que se definen ante todo como consumidores, tal como lo atestiguan las
diferentes encuestas desde 1994 (González Blasco, 1999: 252). Se trata, por ello, de la
generación más plenamente socializada en los valores del consumo, que van a ejercer
una mayor influencia sobre el ámbito educativo y el laboral, contribuyendo a
transformar las expectativas de los jóvenes hacia cada una de estas culturas, que
finalmente resultarían atravesadas por la cultura del consumo. Su meta es la autonomía
y la liberación, más que la incorporación. Es por ello la generación más rupturista, con
una orientación temporal presentista, sin vínculos ni proyecciones hacia el futuro.
Para realizar este estudio se han analizado fundamentalmente los Informes de Juventud
que se vienen publicando periódicamente en España desde 1960 bajo el patrocinio de
distintas instituciones. Informes que proporcionan un completo cuadro temporal de la
evolución de las actitudes de este grupo de edad (De Miguel, 2000: 15).
4.2. GENERACIONES
En lo que sigue se describirán y analizarán las principales características de cada una de
las generaciones que hemos diferenciado en función de su vinculación con las culturas
de la educación, del trabajo y del consumo, así como con sus representaciones del
tiempo.
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4.2.1. GENERACIÓN 1935-1945
Es la generación menos identificada con una hipotética cultura juvenil o adolescente,
puesto que en su juventud el modelo social a imitar era aún el de los adultos,
representados sobre todo por la figura del padre. En este rol paterno se reconocían
todavía muchos de ellos, y por tanto también en las estructuras de una familia jerárquica
con fuertes divisiones de género. Así aparecía al menos reflejado en la encuesta de
Juventud de 1960 [2] (De Lora, 1965: 63 y ss; 119 y ss).
Se trata también de la generación que más tempranamente abandonará la juventud,
debido a su pronta incorporación a los escenarios del mundo adulto. De hecho, la
mayoría de estos jóvenes aspiraban como ideal de vida a conseguir un trabajo y a
casarse (De Miguel, 2000: 22; De Lora, 1965: 169).
Es una generación educada todavía en su infancia en la cultura del ahorro vinculada al
capitalismo de producción; cultura con la que romperá más tarde, ya en edad adulta,
coincidiendo con la etapa del desarrollismo de los años 60. Es también la generación
más socializada en la ética del trabajo, en virtud de su corta trayectoria académica, su
temprana incorporación al mundo laboral y de su reducida capacidad de consumo.
Al coincidir con el comienzo del desarrollismo y de la industrialización, muchos de
estos jóvenes provenientes del mundo rural tradicional, apostarán por ingresar en las
estructuras institucionales y disciplinarias del mundo urbano e industrial como parte de
sus aspiraciones de movilidad social. Hecho que ya era bien visible estadísticamente a la
altura de 1960 (De Miguel, 2000: 45 y 62-63).
Es una generación en la que predomina una dimensión temporal en la que el pasado
todavía cuenta, aunque sea como deseo de superación hacia el futuro. Un futuro que en
unos casos –el de la mayoría de los estratos sociales– representa la expectativa de
mejorar la posición social de los padres; y en otros –en el de los grupos sociales más
favorecidos– se visualiza como reproducción de experiencias de clase.
2
La encuesta de Juventud de 1960 se realizó a una muestra de jóvenes comprendidos entre los 16 y los 20
años de edad; concretamente a 1318 varones y a 421 mujeres (vid. nota 1).
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Tracemos, pues, a continuación más pormenorizadamente las características de los
jóvenes de esta generación desde el punto de vista de su orientación hacia las culturas
objeto de nuestro estudio.
•
Educación
Desde la perspectiva educativa es la generación con más baja participación académica,
tanto en estudios secundarios como en universitarios. En 1960 únicamente estudiaban el
25% de los jóvenes comprendidos entre 15 y 20 años, con un importante componente de
clase (Beltran, 1984: 24). En efecto, según los datos de la encuesta de juventud de 1960,
8 de cada 10 estudiantes procedían de padres de clase media u acomodada, mientras que
sólo 1 de cada 10 tenía padres obreros (De Lora, 1965: 57-58). Todavía en 1970
únicamente el 8% de los estudiantes universitarios eran hijos de obreros (De Miguel,
2000: 44 y ss). La educación actuaba así como un potente mecanismo de reproducción
social, pues no sólo eran mayoría los estudiantes de niveles medios y superiores que
procedían de familias con cualificaciones académicas –únicamente el 8% eran hijos de
obreros–, sino también los que elegían estudios del agrado de sus padres (De Lora,
1965: 69). Padres con los que los estudiantes se sentían tan identificados, que los
consideraban modelos a imitar, incluso por encima de personajes históricos o públicos
(De Lora, 1965: 119).
No obstante, y a pesar de su escasa participación educativa, la educación era percibida
por los hijos de los obreros como un mecanismo de movilidad social, en relación con las
posibilidades que parecía ofrecer el medio industrial, pero también por el prestigio que
se atribuía a la posesión de un determinado nivel cultural. Así, en la encuesta de
juventud de 1960, la mayoría de los jóvenes con trabajos no agrarios, al ser preguntados
por los estudios que desearían realizar, la mayoría optaba preferentemente por los de
carácter técnico de nivel medio (De Miguel, 2000: 64); considerando, asimismo, que la
cultura era “lo más importante para situarle a uno en la sociedad”, aunque eso sí, por
detrás del dinero (De Lora, 1965: 174). Se trataba sin embargo de una aspiración más
que de una posibilidad, pues, tal como se ha visto, en la inmensa mayoría de los casos,
la educación actuaba como un mecanismo de reproducción social.
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•
Trabajo
La cultura del trabajo era relativamente fuerte en los jóvenes de esta generación. En
realidad, para muchos de ellos no existían otras culturas que compitiesen eficazmente
con la laboral, ocupación principal de la mayoría [3]. Esta presencia temprana del
trabajo reforzaba, pues, sus vínculos con esta esfera. Así aparecía reflejado en su
sistema de valores. En efecto, entre las cualidades que más decían admirar de sus padres
los jóvenes de 1960, con independencia de su clase social [ 4], se encontraba el “ser
trabajador” y el tener “sentido del negocio” (De Lora, 1965: 59-60). El trabajo como
ideal de vida conformaba de este modo la mentalidad de la mayoría de ellos, no sólo por
razones de orden material –las del salario– sino también por lo que significaba en
términos de cumplimiento del deber personal, social y moral (Muñoz Carrión, 1994:
216). El mundo laboral y el familiar constituían de este modo el fundamento de las
aspiraciones de los miembros de esta generación (De Lora, 1965: 168-169).
Esta valoración del trabajo seguía estando presente muchos años después en los que
habían sido jóvenes en la primera mitad de los años 60, y que se encontraban en la
mediana edad en 1994. En efecto, tal como ponía de manifiesto la encuesta del CIS de
ese año, en la que se preguntaba sobre “si la autorrealización personal se conseguía en el
trabajo o fuera de él”; entre el 42 y el 44% de los adultos de mediana edad encuestados
respondieron que era allí donde la lograban, frente al 28-24% que situaba esta
realización fuera de esta actividad. Por el contrario, en los jóvenes de 15 a 25 años esta
relación prácticamente se invertía (Andrés Orizo, 2001: 236-344).
•
Consumo
Mientras que la cultura del trabajo tenía una fuerte ascendencia para los jóvenes de esta
generación, la del consumo apenas estaba presente. La moda, que será una de las
principales manifestaciones de dicha cultura en los jóvenes de las generaciones
3
Según la encuesta de Juventud de 1960, el 66% de los jóvenes encuestados entre 16 y 20 años se
encontraba precisamente en dicha situación (De Miguel, 2000: 141).
4
En la citada encuesta de 1960 se dividió a los jóvenes en 3 grupos: estudiantes, campesinos y
trabajadores (De Lora, 1965).
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posteriores, apenas era valorada por la mayoría de la juventud de esta genración, al
menos a tenor del escaso repertorio de su vestuario (De Miguel, 2000: 36). En cuanto al
ocio, otro de los aspectos que posteriormente más se vinculará con el estilo de vida
juvenil, no aparecía entre las dimensiones que estos jóvenes consideraban que iban a ser
más importantes en sus experiencias futuras. Así, la encuesta de juventud de 1960, al
preguntar a los estudiantes –que tradicionalmente son los que más tiempo y más libertad
tienen para disfrutar de la vida– sobre las “actividades que en el futuro esperaban que
les fueran a dar mayor satisfacción”, únicamente el 8% destacaba el ocio entre ellas,
frente al 47% que valoraba la profesión (De Miguel, 2000: 63-64). Aun así, en contraste
con sus padres, comenzaban a apreciar el entretenimiento y la diversión como ámbitos a
tener en cuenta también en la vida (De Lora, 1965: 65). El sacrificio y el trabajo duro,
como principales ejes de la existencia, empezaban a compaginarse, en una generación
que ya no había conocido la guerra, con otras actitudes más proclives a disfrutar algo de
la vida. Pero este disfrute se concebía más como el necesario descanso reparador que
compensaba los sacrificios y los esfuerzos laborales, que como un tiempo cargado con
su propio significado (Comas, 2000: 15).
•
Tiempo
Las representaciones del tiempo juveniles se vinculaban con el deseo de superar el
pasado de la sociedad agraria y preindustrial para integrarse en el futuro del mundo
urbano e industrial. En otras palabras, los sacrificios del presente estaban orientados a la
superación del pasado, pensando en una mejor vida futura. Esta idea de la gratificación
postergada quizás se relacione con el desacuerdo que mostraban la mayoría de estos
jóvenes –concretamente el 63%–, con la pregunta que se les planteaba en la encuesta del
CIS de 1967, a saber “el futuro es tan inseguro para los jóvenes que mejor es vivir al
día” (De Miguel, 2000: 258; Muñoz Carrión, 1994: 213-214). El futuro representaba
para la mayoría de ellos, por el contrario, la posibilidad de superar las limitaciones del
presente o, cuando menos, en el caso de los hijos de las clases más privilegiadas, de
reproducir sus condiciones sociales; por ello, acaso, más de la mitad de los jóvenes
(52%) creían en 1968 que les aguardaba un futuro prometedor, siendo muy pocos (16%)
los que lo enfrentaban con una actitud pesimista (Muñoz Carrión, 1994: 207-208).
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142
En resumen, se trata de una generación situada a medio camino entre el mundo
tradicional y el moderno. Que continúa valorando las estructuras de una familia basada
en las divisiones de género, con todas las jerarquías que de ella se desprenden, sin
abiertas discrepancias con sus padres, a los que aún ven como modelos (De Lora, 1965:
119 y ss). Se trata de una juventud que valora también el ámbito del trabajo y de la
educación, no sólo como parte del cumplimiento de un deber moral, sino también como
la expresión del deseo de progreso social e individual.
No obstante, comienzan a reclamar más libertad, aunque se trate de una libertad de
hacer más que de pensar (Velarde, 1994: 107). Si bien el ocio no está en el centro de sus
preocupaciones presentes o futuras, aspiran ya a una vida más desahogada en la que
quepan también momentos para el entretenimiento (De Lora, 1965: 62 y ss), aunque al
margen de lo que pudiera llamarse una cultura del ocio (Comas, 2000: 13-14).
Apuestan más por la integración que por la liberación, como lo pone de manifiesto la
aceptación de los valores jerárquicos e institucionales, señalados por la actitud positiva
de la mayoría de ellos hacia las instituciones más vinculadas con la autoridad y el orden
(De Miguel, 2000: 67 y ss).
Muchos de las actitudes y de los valores de los jóvenes de esta generación van a
experimentar importantes cambios en la juventud de la siguiente generación. Cambios
que, como veremos, emergerán gradualmente, haciéndose más visibles en los nacidos
iniciada ya la década de los 60.
4.2.2. GENERACIÓN 1955-1965
Se trata de la primera generación de jóvenes que participa en las tres culturas –la
educativa, la laboral y la del consumo– coincidiendo con la fase de transición entre el
capitalismo de producción y el de consumo.
Su experiencia en el mundo del consumo será por ello cada vez más fuerte, mientras que
su actitud con respecto a las otras dos culturas será más cambiante, pasando de una
orientación educativa y laboral más sólida –aproximadamente hasta comienzos de los
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años 80–, a otra en la que se debilitan ambas culturas. Todo ello incidirá también en sus
actitudes temporales, que adquirirán un carácter cada vez más presentista.
A diferencia de la anterior, los jóvenes de esta generación muestran una actitud más
rupturista con sus padres, a medida que se identifican cada vez más con los amigos.
Contrariamente también a los jóvenes que les precedieron, la mayoría de estos jóvenes
manifiestan un abierto desacuerdo con las estructuras familiares patriarcales, siendo
partidarios de una familia más igualitaria y participativa (Velarde, 1994: 108 y ss).
Analicemos seguidamente el contenido de sus actitudes hacia cada una de las culturas
objeto de este estudio.
•
Educación
En el ámbito educativo, será la generación que protagonizará –especialmente los
nacidos en la década de los 60– la expansión educativa en sus distintos niveles [ 5]. No
obstante, al coincidir dicha expansión con una etapa de crisis económica, se observa
también un progresivo descenso de las expectativas con respecto a los estudios. De
hecho, en 1975 el 21% tenía confianza en que los estudios le sirviesen para tener éxito
en la vida; sin embargo en 1982 esta cifra había descendido al 10%. Este descenso de
las expectativas escolares se reflejaba también en el porcentaje de jóvenes que entre
1977 y 1982 optaban por continuar sus estudios o comenzar a trabajar. Los primeros
eran más en 1977, 59% frente a 36%, invirtiéndose la situación en 1982, 38% y 59%
respectivamente; inversión que era todavía mucho más clara en las clases bajas y
medias-bajas que en las medias y medias-altas, en las que un 41% de los jóvenes
confiaban en que los estudios mejorarían su vida. A partir de mediados de los años 80
estas cifras se reequilibran, manteniéndose así hasta el final de la década (Martín
Escudero, 1994: 130-131). No obstante, en general, seguían siendo mayoría los que
albergaban la esperanza de que sus títulos les ayudasen a conseguir un trabajo
satisfactorio, tal como mostraban las encuestas realizadas entre 1974 y 1984 (Martín
Escudero, 1994: 146; Beltrán, 1984: 65 y ss).
5
Mientras que en 1960 sólo el 25% de los jóvenes menores de 21 años estaba estudiando, a mediados de
los 80 esta cifra se había elevado al 60%, y en el 91 era ya del 64% (Beltrán, 1984: 55; De Miguel, 1992:
593).
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No obstante, en este contexto se observaban importantes diferencias de clase. Al menos
estas eran las conclusiones que extraía Alfonso Ortí de sus análisis de los Grupos de
discusión organizados en 1982 entre jóvenes de las distintas clases sociales (citado en
Beltrán, 1984: 200-201). En dichos grupos los jóvenes de clase alta y media-alta tenían
una orientación positiva hacia los estudios como camino para el éxito profesional,
mientras que los de las clases obreras urbanas aspiraban a incorporarse al trabajo para
poder así integrarse en el mundo adulto. A medio camino entre unos y otros,
compartiendo ambas actitudes, se situaban los hijos de las clases medias-bajas urbanas.
En estas circunstancias no existía, pues, una clara oposición entre la cultura laboral y la
escolar. Para los jóvenes de clase obrera urbana, la liberación de la cultura escolar
suponía la adhesión al mundo del trabajo con todas las obligaciones requeridas; para los
jóvenes de clase alta y media-alta, la vinculación al curriculum escolar se relacionaba
con un posterior logro profesional.
Esta situación iba a cambiar gradualmente a partir de mediados de los años 80, a medida
que se reducían las expectativas sobre los estudios en relación con un mundo laboral
cada vez más precario, hecho que, tal como se ha visto, comenzaba ya a apreciarse en la
encuesta de 1982. En efecto, la gratificación aplazada vinculada a la educación iba a
proyectarse en unos casos como deseo inaplazado sobre el mundo del empleo, un
mundo que cada vez ofrecía menos oportunidades; en otros iba a convertirse en el
medio para postergar la entrada en el mundo del trabajo. Entre 1981 y 1991 el paro
juvenil se redujo del 23% al 12% como consecuencia de la ampliación del número de
estudiantes (De Miguel, 1992: 593). Estas circunstancias contribuirán a debilitar la ética
del trabajo y la cultura educativa en un contexto de creciente socialización de los
jóvenes en la cultura del consumo.
•
Trabajo
¿Qué ocurre con la cultura trabajo? Se advierte también una transición, sobre todo a
partir de los años 80. En primer lugar, en lo que se refiere a la tasa de actividad juvenil,
que comienza a descender notablemente a partir de mediados de los años 70,
acentuándose dicho descenso en los 80, hasta situarse en el 19% en 1982 para la
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población comprendida entre 15 y 20 años. Proceso que corre paralelo, como cabría
esperar, al incremento constante de la población escolar (Beltrán, 1984: 25 y ss).
Este contexto, en el que se prolonga la etapa de una juventud cada vez más alejada del
mundo trabajo y más estrechamente en contacto con otros ámbitos de socialización,
influirá notablemente en la mentalidad juvenil (González Blasco, 1994: 65-66), y en
particular en el ámbito de sus actitudes con respecto al trabajo.
En efecto, hasta comienzos de los años 80 el trabajo todavía estaba asociado a la
obligación moral y a la realización personal y social, aunque con importantes
diferencias de clase. Al menos esto era lo que se desprendía de la investigación
cualitativa realizada por Alfonso Ortí en 1982 (citado en Beltrán, 1984: 200-201). Así,
para los jóvenes de familias urbanas obreras el trabajo se consideraba como el medio
principal para incorporarse al mundo adulto; pero también como parte de una relación
intergeneracional que implicaba ciertas obligaciones de los hijos para con los padres
para saldar así una deuda familiar reconocida. Sin embargo, para los estudiantes de BUP
y COU de clases medias-altas y altas, el valor positivo del trabajo se asociaba al título
académico, como principal camino para lograr el éxito profesional, configurando así un
relato que era expresión de los valores y de las expectativas de clase. Por último, en los
jóvenes pertenecientes a las clases medias-bajas urbanas, convivían ambas actitudes;
aquella que percibía el trabajo como un modo de integración en el mundo adulto, y la
que lo concebía como un medio de realización personal desde una perspectiva de clase
(Beltrán, 1984: 200-201). No obstante, y a pesar de estas diferentes actitudes, todos los
grupos de jóvenes atribuían al trabajo un carácter positivo como camino para lograr
distintos objetivos en la vida (Beltrán, 1984: 200-201). Parecida opinión tenían la
mayoría de los trabajadores jóvenes encuestados en 1974 y en 1984 (Martín Escudero,
1994: 146). Más de la mitad consideraba, según la encuesta del CIS de 1984, que
ascender en su trabajo era más importante desde el punto de vista profesional que por el
incremento salarial (Martín Escudero, 1994: 160).
A partir de mediados de los años 80 se aprecia, como anteriormente se ha señalado, un
cambio en las actitudes laborales de los jóvenes, que ponía de manifiesto que el trabajo
estaba perdiendo centralidad en sus vidas (Andrés Orizo, 1995: 99).
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Este hecho era posible constatarlo comparando las encuestas de 1981 y de 1990. En
ellas se situaba a los entrevistados ante la tesitura de que en el futuro “fuera a disminuir
la importancia del trabajo en nuestras vidas”. En 1981 un 49% contemplaba esa
posibilidad como mala, frente al 38% que la percibía como buena. En 1990 el 53%
consideraba que esa opción era buena frente al 35% que entendía que era mala, siendo
además los jóvenes los que más valoraban el trabajo en relación con el tiempo libre (De
Miguel, 1992: 589-590). En 1994 la tendencia continuaba siendo básicamente la misma,
y un 53,9% de los jóvenes consideraban que su realización se producía fuera del trabajo
(González Blasco, 1994: 41).
Esta pérdida de la relevancia del trabajo como conformador de la identidad juvenil,
quizás se debiese a que ya no tenía el ascendente social y moral que había tenido para
los jóvenes de los años 60 (De Miguel, 1992: 589), y que todavía conservaba en cierta
medida en los de comienzos de los 80 (Andrés Orizo, 1989: 196). A partir de este
último periodo el trabajo iba a adquirir sin embargo un carácter cada vez más
instrumental, vinculado a aspectos tales como los ingresos, la seguridad, la estabilidad y
las relaciones sociales; al tiempo que perdía importancia desde la perspectiva de la
utilidad social y del logro (Andrés Orizo, 1983: 264-65). Esta tendencia, que era ya
perfectamente observable desde comienzos de los años 80, se mantendrá a lo largo de
toda esta década y la primera mitad de la siguiente. Así, en el periodo 1981-1994, entre
las “cosas” que los jóvenes de 18 a 24 años consideraban “importantes en un trabajo”,
se encontraban a la cabeza los “buenos ingresos” (+70%), que hubiese “agradables
compañeros de trabajo” (+ 60%) y “buena seguridad en el empleo” (64%, 1981; 58%
1994). Por el contrario, resultaba mucho menos valorado que el trabajo fuese “útil para
la sociedad” (46% 1981; 36% 1994), que existiesen “buenas oportunidades de ascenso”
(42% 1981; 32% 1994), que en el trabajo se “pueda lograr algo” (43% 1981; 32%,
1994) o “que esté bien considerado” (39%, 1981; 23%, 1994) (Andrés Orizo, 2001:
232-233).
Esta pérdida progresiva de la importancia del trabajo como fuente de identidad personal
y de estatus social quedaba también constatada en la encuesta del CIS de 1989, en la
que algo más de la mitad de los jóvenes encuestados entre 15 y 29 años –el 53%
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exactamente– declaraban preferir un buen sueldo antes que un trabajo con prestigio y
peor pagado; asimismo, eran muchos más los que optarían, llegado el caso, por un
trabajo decente y no muy absorbente, antes que por otro que les quitase más tiempo,
aunque ganasen más y tuviesen mejores perspectivas de futuro (Martín Escudero, 1994:
162). Todo lo cual nos situaría ante una progresiva erosión de la cultura del trabajo entre
los jóvenes (Andrés Orizo, 1989: 196), situación que iba en la dirección contraria a lo
que estaba ocurriendo en el mundo del consumo.
•
Consumo
En efecto, mientras que los valores y las actitudes asociados a la actividad laboral
comenzaban a hacerse más instrumentales a partir de comienzos de los años 80, los
valores del consumo se consolidarán cada vez más a partir de esta fecha. Tal es así, que
en el año 1981 los jóvenes comprendidos entre 18 y 20 años, y entre 21 y 24, eran los
más disconformes con la pregunta que se les planteaba, a saber, “es agradable pensar en
volver de nuevo al trabajo”; únicamente el 7% de los pertenecientes al primer grupo de
edad y el 17% del segundo se mostraban de acuerdo con esa cuestión. El 63% de los
primeros y el 57% de los segundos lamentaba además con pesar que se acabase el fin de
semana (Andrés Orizo, 1983: 286).
Esta mayor inclinación de los jóvenes a apreciar y disfrutar del tiempo libre se
relacionaba, naturalmente, con una mayor apetencia por el consumo y, en sentido
contrario, por una desvalorización de la mentalidad del ahorro. Así, en 1982 menos de
la mitad de los jóvenes comprendidos entre 18 y 24 años –el 46% exactamente– estaba
de acuerdo con la afirmación de que “sólo el disponer de algo ahorrado es lo que puede
dar seguridad en esta vida”, frente al 61% de las personas de otras edades. Asimismo,
algo más de la mitad de estos jóvenes –el 55%– respondieron afirmativamente a la
pregunta: “cuando uno se lo pasa bien, no hay que pensar en el dinero que se gasta”
(Andrés Orizo, 1985: 55).
Todos estos datos mostraban que se estaba produciendo un cambio de actitudes en una
juventud que se orientaba cada vez más hacia los valores hedonistas y de autoexpresión
personal, vinculados a un mayor deseo de vivir el presente a costa de la renuncia a los
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valores de la gratificación postergada. Todo lo cual indicaba una determinada manera de
vivir y de concebir el tiempo.
•
Tiempo
Este cambio en la concepción del tiempo se advierte ya desde comienzos de los años 80.
En efecto, hasta ese momento todavía eran mayoría los jóvenes que preferían pensar en
el futuro antes que “vivir al día”. Pero en el 81 eran más, por el contario, los que
manifestaban una mayor vinculación con el presente, sin que esta orientación se viese
modificada significativamente por otros factores como la clase social (Muñoz Carrión,
1994: 213-214). Concretamente, un 60% de los jóvenes entrevistados comprendidos
entre los 18 y los 20 años contestaron afirmativamente a la pregunta de que el “futuro es
tan incierto, que lo mejor es vivir al día”, porcentaje que se elevó unos años más tarde,
en 1987, hasta el 70% (Andrés Orizo, 1985: 54; 1995: 15; De Miguel, 2000: 258).
Recapitulando lo dicho hasta aquí, podemos afirmar que la generación de los nacidos en
el periodo 1955-1965 se correspondería con un momento de cambio en el contexto del
proceso de transición entre el capitalismo de producción y el de consumo. En esta
situación la cultura educativa y la laboral experimentan una mutación a partir de
comienzos de los años 80, a medida que se van erosionando los valores más vinculados
al logro y al estatus social, que hasta ese momento habían gozado de un relativo
predicamento, emergiendo en su lugar otros valores y otras actitudes más
instrumentales. Al mismo tiempo, la cultura del consumo comienza a cobrar una mayor
importancia, especialmente para aquellos jóvenes, nacidos ya en la década de los 60,
que prolongan su escolarización retrasando así su incorporación al mundo del empleo.
En este contexto emerge una orientación temporal, a partir también de los años 80, cada
vez más vinculada al presente.
Todas estas transformaciones se harán todavía más patentes en las décadas siguientes,
tal como tendremos ocasión de comprobar al analizar la generación de los nacidos en el
periodo 1975-1985.
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149
4.2.3. GENERACIÓN 1975-1985
Es la generación de jóvenes más plenamente socializada en la cultura del consumo,
cultura que, como se verá, ejercerá una enorme influencia en la conformación de sus
actitudes, incidiendo sustancialmente en la relación que mantendrán dicha juventud con
las otras dos culturas, la laboral y la educativa. Es también la generación con una
mentalidad más presentista; la que más se desvincula por ello del pasado, y también la
que menos proyecciones hace de futuro.
¿Cómo se manifiestan todas estas actitudes en la relación que mantienen estos jóvenes
con cada una de estas culturas?
•
Educación
Para analizar la cultura educativa es preciso tener en cuenta el contexto social en el que
opera dicha cultura. Un contexto que entre finales del siglo pasado y comienzos del
presente estaba caracterizado por unas elevadas tasas de población escolarizada
(González-Anleo, 1999: 164-165). Situación que no sólo alejaba a los jóvenes del
mundo laboral, sino que contribuía a integrarlos también cada vez más en la esfera del
consumo (Martín Serrano, Velarde, 2000: 250).
En estas circunstancias, los estudios y la formación van perdiendo gradualmente
importancia en relación con aquellos otros aspectos de la vida más valorados por los
jóvenes –la familia, la salud y los amigos–, hasta situarse por detrás del ocio y del
tiempo libre, que no deja de ganar en consideración desde 1999 hasta 2010, colocándose
en esta última fecha 10 puntos por encima de la formación y de los estudios (GonzálezAnleo Sánchez, 2006: 115-116 y 2010: 14-15; Funes, 2008: 23).
Este declive continuado de la formación hasta el año 2010 se vincula –tal como se podía
comprobar en la encuesta de 1999– con la pérdida de importancia de los factores más
relacionados con el estatus social (lo más importante únicamente para el 4,6% de los
jóvenes), con el “ser útil a la sociedad” (importante sólo para el 2,5% de los
encuestados), con la cultura (que citaba en primer lugar sólo un 7% de los jóvenes), o
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con la obligación moral y social (muy importante solamente en 1999 para el 1,7% de
los jóvenes estudiantes). Pero también con aquella dimensión más relacionada con la
reproducción social (únicamente el 8,7% de los estudiantes encuestados en 1999
manifestaron seguir la voluntad de los padres o de la familia) (González-Anleo, 1999:
170). La razón más importante que la mayoría de los jóvenes ofrecían para continuar su
formación era el título (que situaba en primer lugar el 30% de los encuestados); seguido,
en segundo lugar, a mucha distancia, de la pretensión de conseguir un trabajo (Muy
importante para el 19,8% de los jóvenes). No obstante, la relación con el título y con el
trabajo eran básicamente utilitarias e instrumentales (González-Anleo, 1999: 170-171;
197-198). Tampoco era demasiado importante para la mayoría de los jóvenes el centro
educativo en la conformación de su identidad, situándose desde este punto de vista muy
por debajo de la familia, del grupo de amigos, e incluso de los medios de comunicación
(González Blasco, 1999: 198).
En contraste con la poca apreciación que tenían los estudiantes por la enseñanza en
relación con el logro y la conformación de su identidad, estaba la gran confianza que les
merecía el sistema educativo como institución, valoración que por otra parte se venía
repitiendo en todas las encuestas desde hacía más de dos décadas (González-Anleo,
1999, 163-164; González-Anleo Sánchez, 2006: 124-125 y 2010: 60-61). Dicha
confianza era, sin embargo, compatible con una actitud crítica hacia otros muchos
aspectos de la institución. Así, un porcentaje significativo de los estudiantes
encuestados estaba “poco o nada satisfecho” con los profesores (el 34, 1%), con los
métodos de enseñanza (36,3%), con la organización, las normas y la participación
(41%), o con la capacitación para el trabajo (27,7%) (González-Anleo, 1999: 170).
Esta actitud, aparentemente contradictoria, quizás se explique por la importancia que
concedían estos jóvenes a las dimensiones más extrínsecas de la formación académica,
y en particular a la relación con los pares, con los que el 92,7% manifestaba estar “muy
o bastante satisfechos” (González-Anleo, 1999: 167). A esta confianza institucional
probablemente contribuyese también el hecho de que aquellas dimensiones más
jerárquicas y disciplinarias de la educación habían quedado bastante relegadas, por lo
que incluso los estudiantes menos comprometidos con sus estudios se sentían cómodos
en sus centros. Por esa razón, acaso, únicamente el 12% de los jóvenes encuestados se
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ubicaban en el grupo de los que podrían denominarse “objetores escolares” (GonzálezAnleo, 1999: 170). No obstante, en este escenario se observaban también importantes
diferencias relativas a las distintas clases sociales, tal como se ponía de manifiesto en
los grupos de discusión organizados por Conde en 1999. En efecto, para los jóvenes de
clase media-alta los estudios todavía se vinculaban con el deseo de lograr el éxito
profesional y un buen estatus social, de acuerdo con sus expectativas de clase, tal como
ocurría con los miembros de la generación anterior. Aún albergaban un cierto proyecto
de promoción personal y social vinculada a su formación; una cierta idea de la
gratificación postergada (Conde, 1999: 32 y ss).
Sin embargo, para los jóvenes pertenecientes a las clases medias y medias-bajas, la
formación se percibía cada vez menos como una actividad orientada al logro personal y
social, y cada vez más en función del deseo de encontrar un trabajo que procurase los
ingresos necesarios para el consumo. Estudiar no suponía, pues, para ellos una fuente de
compensaciones, sólo el dinero compensaba como medio para conseguir un consumo
inmediato. De ahí, que fuese también en este grupo en el que más se simultaneasen los
estudios con el trabajo, y también en el que mayor índice de fracaso escolar existía
(Conde, 1999: 45 y ss). Las familias de estos jóvenes eran asimismo las que menos
alentaban el estudio de sus hijos. En ellas era en donde más se habría agotado el modelo
meritocrático, tal como se venía ya detectando desde comienzos de los años 90 (Conde,
1999: 48-49).
•
Trabajo
La cultura del trabajo experimenta también una importante erosión en los jóvenes de
esta generación en relación con sus dificultades de inserción laboral, la precariedad del
empleo y la carencia de expectativas laborales más o menos sólidas (Conde, 1999: 26 y
ss). Pero también por la prolongación de la edad escolar [6]. En este contexto cobran una
mayor importancia otras dimensiones de la existencia, y en particular el universo del
consumo, plenamente integrado en el estilo de vida juvenil. Así, en las encuestas de
finales del siglo pasado y la primera década del presente la valoración del tiempo libre y
del ocio, ámbito por antonomasia del consumo, no ha dejado de crecer en detrimento del
6
En efecto, en 1999 la mayoría de los jóvenes entre 15 y 20 años estaban estudiando, y más de la mitad
de los que tenían entre 21 y 24 años (Elzo, 1999: 164).
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152
trabajo. De hecho, en 2010 se igualaban por primera en la valoración de muy
importantes ambas esferas de la vida (González-Anleo Sánchez, 2010: 14-15).
En consonancia con esta situación, la actitud hacia el trabajo se hace cada vez más
individualista, hedonista e instrumental, tal como se venía ya detectando,
particularmente desde mediados de los años 80 (González-Anleo, 2006: 116). Los
jóvenes de esta generación otorgan así mucha más importancia a la hora de valorar lo
que significa triunfar en la vida, a “trabajar en lo que me gusta” (25%), antes que a
“lograr el éxito en el trabajo” (7,3%) (Funes, 2008: 27). Quizás sea este el motivo por el
que desde los años 90 el trabajo aparezca cada vez menos entre las principales causas de
felicidad para los jóvenes (Muñoz Carrión, 2010: 83).
Dicha felicidad se encuentra mucho más asociada a las relaciones personales que
procuran otros ámbitos, y especialmente el del consumo, que interviene cada vez más en
la cultura del trabajo modificando su sentido. Al menos así lo manifestaban
los
integrantes de los Grupos de discusión organizados por Conde en 1999 (1999: 31),
sobre todo los de clase media y media-baja. Para estos jóvenes, en efecto, el trabajo se
concebía como el medio de lograr los ingresos necesarios para invertir en un consumo
inmediato. Para ello era imprescindible contar con trabajos, habitualmente precarios,
que se alternaban en ocasiones con los estudios [7]. En otros casos simplemente se
abandonaba la formación en busca del dinero requerido para mantener un determinado
nivel de consumo (Conde, 1999: 40 y ss). Esta situación suponía un cambio con
respecto a las actitudes manifestadas por los jóvenes de la generación anterior
pertenecientes a las clases obreras urbanas, que en 1982 afirmaban concebir el trabajo
como una manera de ayudar a la familia, adquiriendo así las responsabilidades propias
del mundo adulto (Beltrán, 1984: 200-201). Los jóvenes de 1999 valoran bastante
menos, sin embargo, todos los aspectos del trabajo vinculados al logro económico y
social (Andrés Orizo, 1999: 58). Lo que comenzaban a valorar realmente era todo lo
relacionado con el universo del consumo.
7
Según la encuesta del CIS de 1997, un 10% de los jóvenes entre 15 y 29 años trabajaban y estudiaban al
mismo tiempo (Citado en Conde, 1999: 40). No obstante, una encuesta posterior, la de 1999, rebajaba esa
cifra al 6% para la población joven entre 15 y 24 años (Elzo, 1999: 165).
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153
•
Consumo
El consumo emerge en este escenario, efectivamente, como una de las más importantes
fuentes de identidad juvenil, tal como mostraban las encuestas de finales del pasado
siglo y de comienzos del presente, en las que los jóvenes españoles se definían a sí
mismos ante todo como consumidores (CIS, 1997; González-Anleo, 1999: 177;
González Blasco, 1999: 252, Elzo, 2006: 75; López Ruíz, 2006: 345 y ss; GonzálezAnleo Sánchez, 2010: 104) [8]. Para la juventud de esta generación, en efecto, el
consumo se había convertido en la principal forma de expresión y de realización
personal, mientras que el trabajo adquiría un carácter cada vez más instrumental
(Conde, 1999: 91 y ss). Así, los jóvenes de finales de los 90 y de los primeros años del
presente siglo valoraban el tiempo dedicado al ocio, y por tanto también al consumo,
entre las cosas más importantes de su vida, por delante incluso de los estudios, y
después únicamente de la familia, la salud, el trabajo o el dinero; dinero necesario, por
otra parte, para invertir en el tiempo dedicado al consumo y el ocio (Andrés Orizo,
1999: 58; Laespada-Salzar, 1999: 360; González-Anleo Sánchez, 2010: 14-15). Esta
tendencia se acentúa al final de la primera década del presente siglo, cuando el tiempo
libre y el ocio igualan en valoración al trabajo, y amplían su distancia con respecto a la
formación y los estudios, nada menos que en 10 puntos (Muy importante para el 37% de
los jóvenes frente al 47% que consideraban muy importante el ocio y el tiempo libre)
(González-Anleo Sánchez, 2010: 14-15). La cultura del ocio, del tiempo libre y del
consumo arraigaba así entre los jóvenes de todas las clases sociales, y especialmente en
los de las clases más elevadas, por disponer de un mayor poder adquisitivo (GonzálezAnleo, 1999: 177, Elzo, 2006: 99).
En este contexto, se asiste a una creciente separación entre los espacios y los tiempos
consagrados a la educación, al trabajo y al consumo. Separación que es menos el fruto
del rechazo que de la escisión entre estos mundos de vida. Así, a los momentos
monótonos de la semana ocupados en el estudio y en el trabajo, le suceden los largos
8
En efecto, el porcentaje de los jóvenes que se definen a sí mismos como consumidores no ha dejado de
aumentar a lo largo de este periodo. En 1997 el 39% de los jóvenes entre 15 y 29 afirmaban que la
juventud era muy consumidora, un 51% que era bastante consumidora y sólo un 8% de estos jóvenes
consideraba que era poco consumidora (Citado en Conde, 1999: 86). Dos años más tarde, en 1999, la
cifra de jóvenes entre 15 y 24 años que se definían a sí mismos como consumidores se había elevado por
primera vez al 46,4% (Elzo, 1999: 177); 6 años después –en 2005– este porcentaje era ya del 59,8%,
(Elzo, 2006: 75).
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fines de semana de fiesta y de celebración ritualizada (Conde, 1999: 91 y ss; Comas,
2003: 60 y ss), en el que los jóvenes salen –tal como manifestaban el 86% de los
jóvenes encuestados en 2006– para “desconectar de la rutina cotidiana” (Muñoz
Carrión, 2010: 89). La noche es precisamente el escenario por antonomasia de esa
celebración, el momento en el que los jóvenes se sienten más libres; cuando se apropian
de su tiempo para hacer algo diferente (González Blasco, 1999: 227; Funes, 2008: 139;
Pallarés-Feixa, 2015: 31 y ss). Por eso, la mayoría de ellos asocian ese momento del día
con una forma de vivir “especial y propia” (Funes, 2008: 139; González-Anleo Sánchez,
2010: 246). Se produce así una cesura entre los tiempos y los espacios de ocio festivo,
consumista y relacional, y aquellos otros mucho más rutinizados, racionalizados y
normativizados pertenecientes al mundo de la educación y del trabajo. Frente a estos
últimos, la esfera del ocio consumista promete liberación, ya no de nada ni de nadie, ni
tampoco contra nadie; simplemente liberación sin incorporación, obligación, ni sanción.
A media que la cultura del consumo adquiere un mayor protagonismo entre los jóvenes
en detrimento de la ética del trabajo y de la cultura escolar, las transiciones entre la
juventud y la edad adulta se van debilitando (Conde, 1999: 224). Dicho de otro modo,
cuanto más aspiran los jóvenes a consumir, más consuman sus aspiraciones en este
ámbito, y menos proyectan sus deseos sobre otros escenarios, como el laboral y el
educativo. Estos escenarios, o bien se valoran por la utilidad instrumental que procuran,
al ser, en muchos casos, el soporte material del ocio consumista; o bien porque
posibilitan la relación entre pares; entre los que comparten un mismo estilo de vida. La
cultura del consumo acabaría así por atravesar las otras dos culturas, la laboral y la
educativa, llenándolas con su propia lógica y con su particular sentido. El sentido de
unos jóvenes que tienen también su propia manera de vivir y de concebir el tiempo.
•
Tiempo
La representación del tiempo de la juventud de esta generación se articula
fundamentalmente sobre el eje del presente, tal como mostraban las encuestas de finales
de los años 90 y de los primeros años del presente siglo (González-Blasco, 1999: 251;
Elzo, 2006: 75; González-Anleo Sánchez, 2010: 104; Muñoz Carrión, 2010: 72-73). En
efecto, 3 de cada 4 jóvenes encuestados respondieron afirmativamente en 2005 a la
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155
pregunta que se venía haciendo regularmente a las distintas generaciones de jóvenes
desde los años 60; a saber, “el futuro es tan incierto que lo mejor que se puede hacer es
vivir al día” (Muñoz Carrión, 2010: 72-73).
Esta mentalidad presentista estaba relacionada con la voluntad y la necesidad de vivir al
día; con la preocupación de ganar el dinero suficiente para gastarlo casi inmediatamente
(Conde, 1999: 22 y ss; 46). Un dinero que se invierte en los largos fines de semana,
buscando vivir intensamente, al margen de los tiempos rutinarios del trabajo y del
estudio, en un tiempo juvenil propio (Comas, 2003: 60 y ss; Muñoz Carrión, 2010: 8687).
Por otra parte, tampoco el trabajo y la educación tienen ya la capacidad para articular
otras temporalidades que no sean la presente. En efecto, tal como vimos anteriormente,
estos universos son cada vez más instrumentales, y por tanto cada vez menos vinculados
con la promoción y el estatus, que necesariamente implican proyecciones hacia el futuro
(González-Anleo, 1999: 170; Funes, 2008: 27). Todo lo cual empuja a vivir, pues, en
una temporalidad corta pero intensa; en “presentes perpetuos” (Featherstone, 2000:
204); en momentos que parecen encerrar en un instante lo eterno (Bauman, 2007: 52).
La temporalidad, en suma, de una generación con una débil conciencia institucional,
que procura más la liberación que la integración.
Una vez finalizado el análisis de las tres generaciones objeto de nuestro estudio, ha
llegado el momento de resumir lo hasta aquí dicho. Resumen con el que concluiremos el
presente texto.
5. CONCLUSIONES
Nos hemos planteado al comienzo de este trabajo el análisis de tres generaciones de
jóvenes españoles en relación con sus actitudes hacia el trabajo, la educación y el
consumo, y también con respecto a sus concepciones del tiempo, en el contexto del
proceso de transición entre el capitalismo de producción y el del consumo. Los
resultados confirman básicamente nuestros presupuestos de partida.
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En efecto, la primera generación, la de los nacidos entre 1935-1945, es la que muestra
una mayor valoración de la educación y del trabajo; valoración que se manifiesta en su
orientación hacia el logro y el estatus como camino para superar o para reproducir sus
condiciones de clase. Por todo ello, es también la juventud con una más clara
proyección futurista. Y la que permanece aún vinculada a los valores tradicionales,
sobre todo en lo que respecta al mundo de la familia. Su valoración del ocio y del
tiempo libre, y por tanto también del consumo, es todavía muy escasa, y está supeditada
al tiempo dominante que es el productivo. Es también la generación con una mayor
conciencia institucional, manifestada en el respeto por los valores vinculados a la
autoridad y a la jerarquía, y por una mayor orientación a la integración que a la
liberación.
La segunda generación, la del periodo 1955-1965, integra por primera vez las tres
culturas, siendo la del consumo la que comienza a ejercer una mayor influencia sobre
las otras dos, fundamentalmente en los jóvenes nacidos en los años 60. Se situaría desde
este punto de vista en el proceso de transición entre los valores materialistas y los
postmaterialistas (Inglehart, 1990). De este modo, hasta principios de la década de los
80 la cultura de la educación y la del trabajo mantienen un significado vinculado todavía
al estatus y al logro. Pero, a partir de esta fecha, ambas culturas comienzan a adquirir un
carácter más instrumental, por su incapacidad para atender a sus objetivos proclamados,
debido a la precariedad y a la falta de expectativas laborales, en un contexto de
prolongación de la edad escolar. En este escenario comienzan a ser mediadas por los
valores del consumo. Simultáneamente se observa un cambio en las concepciones del
tiempo, imponiéndose gradualmente los valores del presente. Un presente vinculado a
las actitudes hedonistas de una juventud que quiere vivir su tiempo cada vez más
intensamente.
Toda esta situación prefigura los valores dominantes en la siguiente generación, la de
los jóvenes nacidos entre 1975-1985. En ella se impone definitivamente la cultura del
consumo sobre las otras dos culturas, rompiendo el equilibrio, que ya estaba seriamente
resquebrajado en la juventud que había nacido en los años 60. En efecto, debido a la
débil integración que procuran las esferas de la educación y del trabajo, cada vez menos
vinculadas con los valores del logro y del estatus, y al auge del universo del consumo,
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con el que se identifican mayoritariamente los jóvenes, ambas culturas serán penetradas
por la del consumo adquiriendo una dimensión fundamentalmente instrumental. Esta
dimensión se relaciona fundamentalmente con los ingresos y la autorrealización
personal, en el caso del trabajo; y con las redes de amistad entre pares que comparten un
mismo estilo de vida, en el ámbito educativo.
Como consecuencia de todo este proceso se dilata la juventud, y por tanto también las
transiciones al mundo adulto. Y se produce también una creciente separación entre las
tres culturas aquí estudiadas. Separación que se escenifica en la oposición, entre el
tiempo hedonista y expresivo del consumo, y el tiempo más rutinizado, normativizado y
racionalizado del mundo productivo y educativo, cada vez más vacío de sentido. Esta
creciente escisión entre la esfera institucional y la relacional; entre la que apela más a la
incorporación y la que lo hace sobre todo a la liberación, se pone de manifiesto en el
deseo de la juventud de vivir al margen de las ataduras institucionales, en comunión
inmediata con sus iguales. Y se materializa en la manera que tienen los jóvenes de
habitar los espacios y de vivir el tiempo. Un tiempo con un significado propio, que
tratan de aprovechar intensamente sin preocuparse demasiado por el mañana.
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José Francisco Durán Vázquez es doctor y licenciado en Sociología; licenciado en Ciencias
Políticas y en Geografía e Historia. Profesor de Sociología en Universidad de Vigo. Sus
principales líneas de investigación son los discursos y las formas de integración y legitimación
en el mundo de la educación, el trabajo y el consumo; las representaciones y las vivencias del
tiempo; las culturas y las identidades juveniles y la teoría social de la educación, el trabajo y el
consumo.
Eduardo Duque es doctor en Sociología. Profesor de Sociología en Universidade Católica
Braga y miembro de CECS Universidade do Minho. Sus principales líneas de investigación son
las culturas religiosas comparadas; las actitudes, los valores y las identidades juveniles
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RELEYENDO EL TÍTERE Y EL ENANO: EL ORIGEN DEL
CRISTIANISMO
REREADING THE PUPPET AND THE DWARF: THE ORIGIN OF
CHRISTIANITY
Maximiliano E. Korstanje
Universidad de Palermo (Argentina)
Recibido: 23/04/2016 - Aceptado: 19/08/2016
Formato de citación: Korstanje, M.E. (2017). “Releyendo 'El títere y el
enano': el origen del cristianismo”. Aposta. Revista de Ciencias Sociales,
72, 166-180, http://apostadigital.com/revistav3/hemeroteca/maxi5.pdf
Resumen
Desde que Slavoj Zizek publicó su libro El Títere y El Enano, mucha ha sido la
repercusión respecto al rol ideológico del cristianismo en el andamiaje simbólico que
fundamenta los poderes represivos del estado. La ley, los dioses, la justicia, la
democracia parecen todas construcciones ficticias que hablan más por lo que ocultan
que por lo que promueven. El presente artículo es una crítica al abordaje de Zizek sobre
el Cristianismo, no por su contenido, sino porque ha tomado una dirección a nuestra
consideración errónea. El núcleo perverso del cristianismo no radica en la disposición
del pecado, o como argumenta Zizek de una creación dispuesta al pecado, sino en la
idea que solo unos pocos serán salvados mientras el resto dela humanidad condenada.
Esta idea ha dado origen a lo que hemos llamado el Capitalismo Mortuorio o ThanaCapitalism.
Palabras clave
Zizek, cristianismo, capitalismo, muerte.
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Abstract
From the moment Slavoj Zizek published his book the Puppet and the Dwarf¸ many
scholars exerted a radical criticism on the role of Christianity as configurator of a
much deeper symbolic order which legalizes the disciplinary mechanisms of state. The
law, Gods, justice, and even democracy not only rest on shaky foundations, but remain
a perverse and silenced message. This essay review, anyway, places Zizek`s account
under the critical lens of scrutiny. We hold the thesis that Zizek did see correctly the
problem but was mistaken in his diagnosis. The perverse core of Christianity is not
given in the sin administration, or a universe created to commit sins, as Zizek
precludes. Christianity (puritanism) alludes to a World where few are salved while the
rest condemned. This ideology doubtless paved the pathway for the rise of Thana
Capitalism.
Keywords
Zizek, christianity, capitalism, death.
1. INTRODUCCIÓN
Slavoj Zizek es un filósofo esloveno que, sin lugar a dudas, ha revolucionado el mundo
de la filosofía y de los estudios culturales introduciendo el psicoanálisis lacaniano a un
debate ya existente que tomaba como objeto central a la estructura productiva del
sistema capitalista. Zizek en este punto esboza una interesante crítica sobre la
“economía del deseo” instalada en el centro de las alegorías de consumo. En su obra
The Puppet and the Dwarf, the perverse core of Christianity, traducida al español como
El Títere y el Enano: el núcleo perverso del cristianismo, Zizek sugiere que la
tergiversación del mensaje cristiano no comienza con la idea de un hombre que se hace
Dios, sino con el mensaje establecido por Pablo, es decir con la institucionalización de
la Iglesia Católica Romana.
En tal sentido, la teoría sociológica de la secularización advierte que dicha institución se
encuentra en merma respecto a su autoridad sobre el resto de las instituciones seculares.
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Los Estados Nacionales parecen demostrar una mínima influencia proveniente de Roma
a diferencia de otras épocas. Si bien, el mundo ha experimentado cambios sustanciales
que lo ha llevado a la secularización, no por eso podemos afirmar que la creencia haya
desaparecido, agrega Zizek. Ello sucede debido a que toda religión funciona de manera
ambigua, por un lado, contribuye de forma terapéutica llevando a las personas a vivir de
una manera constructiva, pero sin dudas, instala un discurso que es esencialmente
político y restrictivo respecto a otros saberes y creencias. Aun cuando la religión ha
adquirido diversas significaciones, que van desde el centro del mundo, hasta formas
positivistas asociadas a la razón como en la ilustración, no menos cierto es que lo
religioso hoy se reserva sólo en la esfera de lo privado.
En tanto dogma religioso, el cristianismo posee un núcleo duro que sólo puede ser
comprensible a través del “materialismo histórico” que Zizek pregona. Si lo moderno
acepta a la religión, sólo lo hace ficcionalizando su contenido, tematizándolo como en
una película u obra de arte. El signo de las “comillas” nos permiten en un texto separar
lo que es creíble de nuestras propias interpretaciones, ello es un indicador claro que la
modernidad se caracteriza por la presencia de una creencia extendida en todo,
excluyendo la duda radical de aquello que se nos presenta. Hemos adquirido una fe
ciega en todo lo que el sistema produce. De la misma forma que dudamos cuando
leemos una comilla, es imposible afirmar que la religión o la creencia han muerto. Por
el contrario, lo visual y la estética marca el camino de lo que es o no creíble.
En este sentido, es importante no solo examinar el mensaje cristiano original sino aludir
al arquetipo de Cristo como productor de divinidad. Admite Zizek, es el cristianismo de
Pablo aquel encargado de crear una brecha radical entre el Cristo histórico y el
resucitado. Hoy la industria de los consumos culturales confiere a la religión un manto
sagrado mientras ella pueda ser vendible como objeto cultural. Entonces, la cultura ha
subordinado los signos e iconos religiosos del cristianismo, hasta el punto de darse
cuenta que, nos indignamos cuando los terroristas vulneran iconos sagrados que
pertenecieron a otras civilizaciones, no porque sean una afrenta religiosa, sino porque es
un atentado a la cultura. Lo que importa a la sociedad contemporánea es aquello que
puede ser tematizado por medio del consumo de cultura.
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2. EL NÚCLEO PERVERSO DEL CRISTIANISMO
En perspectiva, podemos agregar que el núcleo perverso del cristianismo consiste en la
subordinación de todos los valores políticos que deben quedar fuera de cualquier acto
revolucionario, sino como un mecanismo que por medio de la traición encuentra la
divinidad. En efecto, Cristo no se transforma en Dios porque éste último así lo desea,
sino que lo hacen por medio de la traición de Judas. Si los cultos promueven
insistentemente la lealtad de los súbditos a su Dios, en el cristianismo, por el contrario,
Dios pide que lo traicionen. Jesús no solo sabe que lo van a traicionar, sino que deja que
los hechos tomen su curso. Los estudiosos de las religiones saben que los hombres
hacen de los dioses alegorías de sus propias frustraciones, y que, en tanto, cuando ellos
abandonan a sus dioses, estos últimos mueren.
En el cristianismo, Dios se alimenta de la posibilidad de la caída. Zizek pone el ejemplo
de Adán y Eva quienes teniendo todo el Edén a su disposición cumplen precisamente en
romper el mandato de Dios, cuando comen del único fruto que no deberían de hacerlo.
En abordajes pasados hemos enfatizado en la misma relación respecto a la creación de
Lucifer y su posterior rebelión. A diferencia de otras mitologías, Dios no solo no
destruye a Lucifer, quien se lo consideraba su primer hijo, sino que lo expulsa para
producir una relación dialéctica para que el creyente abrace la vida. Empero al hacerlo,
el problema surge porque el hombre moderno niega la muerte de los hijos (Korstanje,
2011). En fin, existen muchos otros ejemplos que pueden ser citados respecto del
cristianismo deja la posibilidad de la caída para revitalizar su hegemonía sobre su
rebaño.
Como explicaba Merleau Ponty (1964), esta idea no es del todo nueva. El filósofo
francés establecía que la legitimidad católica se fundamenta en el sentido de la
redención y el perdón (del cual Zizek también se hace eco). Este tema queda de
manifiesto en el capítulo segundo de la misma obra, cuando Zizek establece que las
personas que luchan contra la Iglesia católica por la arbitrariedad de sus decisiones,
pronto ellos mismos caen en la misma lógica. Ello se explica por lo que Hegel ha
bautizado como divergencia entre ser-en-sí-mismo y para-sí-mismo. Lo inverso sucede
cuando el fundamentalismo radical ataca a la cultura secular, como en el 11-S, ellos
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mismos se transforman en funcionales al capitalismo que dicen combatir. En este
sentido Zizek escribe:
“¿O acaso los guerreros liberales que, de una manera
estrictamente homóloga, están tan ansiosos por combatir el
fundamentalismo antidemocrático, no terminan por dejar de lado
la libertad y las democracias mismas con el único objetivo de
combatir al terror? Tienen la pasión por probar que el
fundamentalismo no cristiano es la principal amenaza a la
libertad que están dispuestos a caer en la posición de obligarnos
a limitar nuestra propia libertad, aquí y ahora, en nuestras
sociedades cristianas” (Zizek, 2005: 55).
Es por la introducción de la figura del “goce”, que el cristianismo se recicla a diversos
regímenes políticos como ser el feudalismo, la ilustración, el socialismo y la
modernidad. Su ideología sostiene que el hombre puede vivir para siempre en un
castillo de naipes, siempre feliz mientras no “transgreda” la ley. Esta suerte de
inmovilidad queda legitimada por la promesa del retorno o la esperanza en un mundo
mejor al actual que condiciona la exacerbación del goce. A diferencia de otras
religiones, el cristianismo nos dice que la felicidad radica en “nuestra imposibilidad o
incapacidad” que pone al sujeto como desafiante al status quo. La perversidad descansa
en que el sujeto no puede ser pleno en la expresión de su deseo, mucho menos en sus
consecuencias. Esa no plenitud es la antesala para que el sujeto alcance la supuesta
felicidad.
Muchos intelectuales que se dicen de izquierda promueven cambios revolucionarios,
pero piensan en términos de derecha, sabiendo de su imposibilidad, que se les confiera
plenos derechos a todos los inmigrantes, o a todos los pobres, pero ello no solo es
imposible, sino que cínicamente refuerza la propia posición dominante de estos pseudopensadores quienes no quieren un mundo mejor, sino a la reafirmación de sus
posiciones en clases dominantes. Siendo la demanda imposible, el ego refuerza su
estabilidad construyendo una fortaleza simbólica frente a un alter al cual consideran
peligroso. De la misma manera que el yupi que se dice de izquierda porque ha leído a
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Marx, o a Foucault, se resiste al avance del otro, denunciando su debilidad, de la misma
forma el cristianismo ha impuesto durante siglos una lógica de dominación sobre el
mundo político. Sólo Cristo puede cargar con los pecados de todos, pero lo hace sólo a
través del dolor y del sacrificio. Gracias a él, el hombre se ha liberado de su posibilidad
de gozar. Empero el problema continúa en torno a la voluntad de ese Dios que crea un
mundo justo para ser transgredido. Según este argumento,
“Lo que provoca la ansiedad es elevar la transgresión a la
categoría de la norma, la falta de la prohibición que incitaría el
deseo. Esta carencia nos aproxima excesivamente al objeto del
deseo: nos falta el espacio vital que establece la prohibición, por
consiguiente, aún antes de que podamos afirmar nuestra
singularidad mediante la resistencia a la Norma, la Norma nos
instiga de antemano a resistirla, a violarla, a ir cada vez más
lejos” (Zizek 2003: 81).
3. EL CAPITALISMO Y EL SUFRIMIENTO
El sufrimiento también representa un enigma en el pensamiento de Slavoj Zizek quien
sostiene que el cristianismo, por medio de la historia de Job, explica la penuria de la
misma forma que el de Cristo: el abandono de Dios. Uno por exceso de poder, Cristo
como hijo de Dios, y el otro por impotencia, Job promueven diferentes mensajes. Para
el primer caso, Dios es simbolizado como una entidad amorosa, pero para el segundo es
cruel y caprichoso. Empero Job demuestra que su pasividad es importante para la
humanidad porque la decisión de Dios de no intervenir para cambiar el curso de los
hechos sugiere que tampoco lo podrá hacer por Cristo. El mensaje parece claro: si hoy
me toca a mí, mañana le tocará a tu hijo.
La tesis central defendida por Zizek es que el cristianismo ya ha consumado la aparición
de su mesías, a diferencia del judaísmo, y por ello, se han acelerado sus formas de
conquista. El hombre entiende que Dios ya no dispone, sino que solo propone, dejando
la decisión final en manos de la humanidad. Sólo quienes pueden superarse
personalmente son quienes pueden tolerar la frustración. El abordaje de Zizek requiere
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en ciertos aspectos una discusión mucho más profunda respecto al rol que juega la
muerte en lo que hemos llamado “capitalismo mortuorio” o “Thana-Capitalism”
(Korstanje, 2015; 2016). A diferencia del capitalismo descrito por Zizek, en este ensayo
aducimos que las formas productivas han apelado a la expansión de la vida como
mecanismo de control sobre la población, pero al hacerlo, han hecho de la muerte una
realidad difícil de tolerar. El hombre medieval moría en forma repetitiva, y tenía
conocimiento de algún vecino o amigo que había caído en desgracia, ya sea por el tifus,
algún virus o una guerra interna, pero en esa vida miserable estaba acostumbrado a
morir. La modernidad, por negar la trascendencia, es decir la vida luego de la muerte, se
ha esforzado por hacer del mundo un “paraíso perdido”, pero la presencia de la muerte
ha generado un shock sin precedentes. El hombre moderno muere menos, pero ha hecho
alrededor de ella un culto.
El capitalismo mortuorio o Thana-Capitalism, expresa esa necesidad egoísta y
narcisista de disfrutar a través de la muerte de otros, para reafirmar el propio estatus de
privilegiado. El mundo postmoderno se ha transformado, por la introducción del
darwinismo social, en una morada de dioses (que se excluye del resto de la humanidad)
donde todos luchan contra todos por permanecer en carrera. Desigual en sus
consecuencias, el capitalismo se expande en forma alarmantemente rápida y de igual
manera desigual. En un mundo donde pocos tienen mucho, y muchos mueren con poco,
no es extraño que el club de las industrias culturales se encuentre abocado a promover
en forma de espectáculo a la muerte. En una sociedad secular, la vida es comprendida
como una gran carrera donde sólo uno puede llegar a la meta. Porque cada participante
tiene una mirada desmedida de si, producto del propio narcisismo, es que entra la
competencia pensando que será el único ganador. En películas como Hunger Games o
realities como Big Brother podemos observar como decenas de participantes se baten a
duelo sobrevalorando sus propias probabilidades reales de éxito, y al hacerlo no se
permiten cooperar con otros para romper la norma. Finalmente, solo habrá “un solo
ganador”. La confianza exacerbada en uno mismo implica desconfianza en ese otro que
también compite. En este sentido, advertimos que el capitalismo se ha podido replicar
con éxito no solo gracias al darwinismo social por medio del cual la injusticia no
requiere mayores explicaciones, sino además instalando un clima de competencia entre
los diversos actores sociales.
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En los últimos años, puede observarse “una tendencia en aumento” en visitar y
consumir lugares o espacios, previamente reciclados donde se han llevado a cabo
matanzas, genocidios, desastres naturales o expresan algún signo de muerte masiva.
Conocidos como destinos de turismo oscuro (dark o thana-tourism) estos dispositivos
ideológicos ofrecen un espectáculo donde la muerte –de otros– es el principal
commodity. Lejos de generar una empatía genuina con el sufrimiento humano, estos
lugares fomentan un mensaje narcisista donde el visitante refuerza su propia posición
privilegiada pues a pesar de todo continua en carrera, en competencia. En el mundo
moderno, lo importante no es alcanzar la meta, pues ella está reservada a pocos, sino
mantenerse sin rumbo alguno en constante movimiento, en constante descubrimiento
pensando como lo hace Zizek que realmente no queremos lo que deseamos. En el
capitalismo mortuorio, idea que se deduce de la necesidad adictiva de consumir
“noticias que cubran el dolor ajeno”, el self se regocija asimismo porque la muerte de
otros implica haber burlado al destino, con plenas posibilidades de ser parte del circulo
de los elegidos.
De hecho, no existe mito más representativo de esta realidad, el cual explica la
influencia de la selección en el puritanismo, como el Diluvio universal y el Arca de
Noé. Por tal motivo, sostenemos que el puritanismo encierra dentro de su doctrina una
visión selectiva del mundo, reforzada por una idea que sólo unos pocos virtuosos
merecen la salvación. El concepto de salvación del alma, tema muy importante para los
medievales, no es buscada como en el ethos-católico, sino que en el protestantismo
debe ser merecida. Desde el momento que el Libro de la Vida establece un círculo
privilegiado de salvación donde sólo pocos son los elegidos, eso sugiere que el resto de
la humanidad debe ser condenada. El lujo no solo refuerza esta idea, sino que emula la
metáfora del paraíso perdido sentando las bases para la instalación de un clima de
darwinismo social donde todos luchan contra todos para demostrar “que son dignos del
mundo de los elegidos”.
Como hemos mencionado en forma preliminar, el Arca de Noé se corresponde con una
historia que se repite por la pantalla del cine durante generaciones. Dicha narración no
solo nos genera gran consternación, sino que alimenta el narcisismo que es propio del
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Capitalismo Mortuorio o Thana-Capitalism. Dios dispone la destrucción de toda la
humanidad, pero solo encuentra dos seres que por su virtud merecen abrazar la vida,
Noé y su mujer (la cual misteriosamente no es nombrada en la biblia con exactitud).
Noé, el gran elegido, construye una barca donde albergará una pareja por especie, luego
que Dios disponga del diluvio universal. Noé y sus animales son dignos de repoblar la
tierra, pero olvidamos que la supervivencia de Noé implica la destrucción casi total del
mundo. A primera vista parece ser que Noé encarna la historia adversa a la de Cristo,
uno da la vida por la humanidad, el otro se transforma en un instrumento del Señor que
permite la destrucción total.
4. EL CAPITALISMO MORTUORIO
En la sección anterior hemos examinado el rol de la excepción como ente fundador de la
cultural capitalista occidental. Al momento que Jesús moría desangrado había curiosos
que simplemente como morbosos turistas se aceraban para entretenerse con el dolor
ajeno. Al momento que Cristo inauguró el sufrimiento también se prestaron “esos otros”
que observaran su sufrimiento. ¿Cuáles son los signos de este capitalismo mortuorio?
El primer signo de esta nueva forma productiva se asocia a la crucifixión de Cristo,
quien no solo ha perdurado por siglos como alegoría de la muerte, sino de la forma en
que funciona el dolor. Para un creyente de otra raigambre religiosa, es duro ver la
imagen de su Dios sangrando, exponiendo tanto sufrimiento y muriendo lentamente por
y para otros, tan difícil como comprender de qué forma Occidente conceptualiza,
cosifica y vende el sufrimiento. El cristianismo ostenta a su Dios, maltratado, torturado,
y moribundo en una cruz frente a otros porque de esa forma, la humanidad se siente
segura. La muerte de Cristo no solo sentó las bases para la rivalidad entre el
cristianismo y el judaísmo, conflicto que fue fagocitado por el nazismo y su biomaquinaria orientada a producir muerte, sino que ha conferido sobre Israel la idea de la
traición. “El Judío” como figura emblemática dentro de Europa ha gozado durante años
del repudio general de la población, sentimiento hostil que llevo a Adolfo Hitler a
hacerse con el poder en el 33. Cristo no muere porque necesite para sí de la traición
como sugiere hábilmente Zizek, sino porque es realmente traicionado por Israel. Desde
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ese entonces, Occidente se ha expandido al mundo monopolizando y centralizando un
gran anti-semitismo fundante.
Por otro lado, con el asesinato de Cristo, el hombre puede entregarse a un placer
hedonista y restrictivo que en razón de tal, niega a la muerte. Si Dios perdona a Lucifer
renovando la confianza en la humanidad, o si Cristo vence a la muerte, en el fondo el
mensaje parece ser el mismo, los hijos de Dios viven por siempre. Empero ¿aquí había
que preguntarse quién y qué requisitos necesitan los hijos de Dios para vivir
eternamente?, la respuesta es simple, creer en Cristo (y su imagen que impone una burla
a la muerte) implica “descreer de la posibilidad de morir”. Este es el motivo por el cual,
En pasados trabajos hemos afirmado que no es extraño que en el mundo medieval la
brujería y los pactos con el diablo estuvieran inscriptos en un círculo e fertilidad
biológica. De hecho, el arquetipo de Lucifer representa el temor moderno por la muerte
de los hijos, evento que siquiera recibe un nombre en el lenguaje. Si Lucifer es el primer
hijo de Dios, éste no puede asesinarlo como lo harían otros dioses, pero al perdonarlo
abre el canal para que el hombre renueve su fe incluso habiendo caído en falta. Como
un gran tentador para la humanidad, por medio de Lucifer, el hombre cree en Dios y al
hacerlo encuentra “la vida eterna”. En un mundo donde el hijo de Dios vive por siempre
aferrándose a su creencia, la muerte de los hijos se vive como una imposibilidad
(Korstanje, 2011).
¿Creemos que esta concepción es superadora de las limitaciones que deja Zizek en su
desarrollo? La cuestión se refiere sobre todo a su texto “Is God dead, unconscious, Evil,
Impotent, Stupid… or just Counter-factual?”, publicado en forma reciente en Int.
Journal of Zizek Studies. En el Capitalismo Mortuorio, la imagen de un Dios muerto es
de vital importancia pues exhibe el “sufrimiento extremo”, como forma de
entretenimiento. En la actualidad, desde los espectáculos deportivos donde sólo uno se
queda con todo, o los films, donde todos mueren menos uno, el tema del sufrimiento se
encuentra presente en Talk Shows, media, TV, revistas, magazines o programas de
periodismo por doquier. Insistentemente, la tragedia ajena se ha transformado en un
commodity que asegura mayores inversores y ventas; hecho por el cual, entre otras
cosas, es imposible desprenderse de la fascinación, temor y obsesión por el terrorismo
moderno. El narcisismo individual que genera falsas expectativas en los ciudadanos solo
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puede alimentarse por medio de estos paisajes de muerte y sufrimiento. Se pide la
inclemencia a Dios en Facebook, y cuando se cierra la pantalla de la PC la carga moral
por el sufrimiento ajeno desaparece. En el fondo, no existe dolor por el sufrimiento
ajeno, sino felicidad en un sentido morboso del término.
Dicha dinámica funciona en forma similar a lo que denominamos como “el síndrome
del superviviente” observado en sus trabajos de campo en zonas de desastre. Cuando el
desastre destruye una comunidad existe un gran sentimiento de temor y angustia pues
los sobrevivientes han perdido todo, muchos han experimentado el dolor supremo de
perder a un hermano, hijo o persona querida. Este sufrimiento se compensa en forma
mecánica pues el sujeto cree que, a pesar de toda la destrucción, los dioses han sido
benevolentes con él. Su supervivencia se ha debido no solo a su gran fortaleza moral
sino en habilidades que el mismo se auto-percibe. Si bien, este sentimiento de
superioridad es necesario durante un lapso de tiempo para afrontar el inmenso dolor,
sino es regulado puede crear formas patológicas de desmesura, que llevan al
etnocentrismo y a romper con los lazos sociales. Como el resultado, el sujeto desarrolla
una forma narcisista de personalidad que le llevan a creerse superior a otros por el
hecho simple de que maneja un dolor que le es propio. Dadas las circunstancias, estas
formas adaptativas encriptan al sujeto haciéndole creer que solo se puede llegar a la
felicidad por medio del sufrimiento. En realidad, el sobreviviente siente desprecio por
quienes han muerto porque no son dignos como él, hecho por el cual la victimización se
hace una necesidad constante de ostentación y exclusividad (Korstanje 2014). En ciertos
sobrevivientes de la Shoa puede observarse esta tendencia narcisista, al igual que en los
descendientes de desaparecidos en las dictaduras latinoamericanas. Con el objetivo de
desorganizar los lazos sociales, y por el motivo anteriormente discutido, el capitalismo
mortuorio apela a la producción de victimización con el fin de que la persona se siente
diferente. En perspectiva, el capitalismo del riesgo estudiado por la sociología ha cedido
a una suerte de nuevo capitalismo, donde la muerte es la principal protagonista.
Ideológicamente, la lucha de todos contra todos legitima las grandes asimetrías
producidas por el capitalismo que lejos de solucionarse se agudizan. El conflicto o la
posibilidad de rivalidad quedan adormecidos por la idea de que uno es diferente o se
siente diferente al resto.
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En este sentido, Noé es, antes que nada, un superviviente y el único dispuesto por Dios
para continuar el linaje humano. La fuerza de este mito en el sistema capitalista es tan
visiblemente exitosa pues explica ideológicamente porque la trascendencia de pocos se
legitima con la muerte de todo. La cultura del desastre dentro del capitalismo moderno
tiene como misión desorganizar los lazos sociales a través de la introducción del
narcisismo, el cual sugiere “la imposición del darwinismo social”. El capitalismo se ha
expandido gracias a dos pilares discursivos básicos, la necesidad de protección y el
deseo de sentirse diferente. El capitalismo adquiere una nueva fase donde la muerte se
transforma en su elemento constitutivo. A través de la presencia de la muerte, se pueden
reciclar estructuras que de otra forma quedarían obsoletas. En términos propios se vive
en tiempos del Thana-Capitalismo o Capitalismo Mortuorio.
5. CONCLUSIONES
El vocablo Thana proviene de Thanatos, que significa muerte. Uno de los poetas
estadounidenses más brillantes, W. Cullen Bryant, uso la palabra Thanaptosis para
referirse a la necesidad de reciclar la vida por imposición de la muerte. No venimos a
este mundo para vivir, pero el milagro sucede que a medida que vivimos estamos
muriendo. Este ciclo puede ser alimentado gracias a que los que muerte dejan lugar a los
que nacen. Los consumidores del thana-capitalismo buscan alimentar su experiencia
mediante la muerte de otro que les alimenta el ego hasta el punto de sentirse
excepcionales. Estos valores culturales nuevos para muchos analistas han invadido la
estética re-interpretando o modificando sustancialmente los conceptos de belleza. Los
paisajes que hasta décadas atrás inspiraban a los poetas o pintores han dado lugar a los
noticieros y a los medios masivos de comunicación donde la transmisión parece
sustentada en notar como “los otros mueren”, o como las comunidades son arrasadas
por los cataclismos naturales. Esto sugiere una pregunta por demás particular, ¿se
legitima el capitalismo por medio de la producción de experiencias?
Para responder a esta cuestión, debemos adentrarnos en el libro El Nuevo Lujo, donde
Yves Michaud (2015) sugiere que la experiencia intenta fortalecer el placer hedonista y
narcisista por la propia superación, a expensas de la caída del otro que “no es como yo”.
Disruptiva y separatista, la experiencia hunde al hombre en su solipsismo. Michaud
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parte de la premisa que al lujo tradicional ya conocido que alterna una necesidad de
adquisición de objetos con el fin de ser ostentados (lujo de objeto), se le suma una
nueva modalidad, donde la experiencia temporal ocupa un lugar importante en la
mentalidad del consumidor. En esta suerte de “lujo asociado a las experiencias”, el
sujeto recurre a experiencias que son únicas y extraordinarias las cuales oscilan entre un
safari en África, un viaje en cohete a la Luna, hasta la estancia en uno de los hoteles más
caros del mundo. Esta nueva forma de consumo conspicuo, citando a Veblen, se lleva a
cabo sobre dos pilares conceptuales bien definidos. La necesidad de ostentar para
sentirse diferente a los demás y la búsqueda de experiencias únicas y auténticas. Es
precisamente, esta última, la autenticidad una de las alegorías más influyentes en el
capitalismo tardío. Paradójicamente, aun cuando puja para hacer sentir a las personas
extraordinarias respecto a otros “los cuales son considerados mediocres”, no menos
cierto es que el lujo de experiencias tiende a “democratizarse”, lo cual significa
expandirse a otras clases que no tenían acceso a gustos refinados y experiencias
asociadas al alto consumo de servicios. Si bien, ello ha sucedido por muchas causas,
agrega Michaud, el lujo ha llegado a casi todos por varios motivos que tienen relación
con la explosión del mundo de los viajes, y con la aceleración tecnológica occidental.
En un sentido amplio, la necesidad de apariencia se ha entrelazado con los procesos de
producción de identidad. Al respecto, la tesis central del libro se centra alrededor de la
intersección entre el lujo y la existencia auténtica, que por diseñada externamente se
hacen inauténtica. En el lujo de la experiencia que se exacerba por el consumo
capitalista, queda al descubierto un sujeto el cual, obsesionado por el placer, busca ser
visible. Lo frágil de la experiencia marcará a fuego su fútil apego por la autenticidad.
Según su postura, el lujo debe ser decodificado como experiencia asociada a la potencia,
como valor funcionalmente usado para competir con otros. En la conclusión, se
establecen los puntos de conexión y de distanciamiento entre el turismo y el lujo. Aun
cuando ambos exacerben el placer y la explotación de experiencias auténticas, lo hacen
en términos de Michaud desde diferentes ángulos. Para el primero, el turista busca
placer por el consumo de las identidades de los espacios y habitantes a los cuales visita,
trayendo a su hogar un “encuentro consigo mismo” del cual se siente orgulloso. Con el
lujo, la lógica de ostentación denota cierta arrogancia que busca producir envidia en el
otro. En perspectiva, el lujo confiere placer y excepcionalidad a quien lo ostenta
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reafirmándolo frente a otros que no son dignos como él, pero la autenticidad juega el
mismo rol. Experimentar lo auténtico implica afirmarse y desentenderse de otros que no
pueden acceder a ella. Se trata de la imposición de una nueva subjetividad basada en la
“excepcionalidad”.
Coincidente con nuestra concepción del destino manifiesto, observamos la influencia
del puritanismo en el darwinismo social estadounidense. Lo importante es discutir hasta
qué punto en el puritanismo se encuentra inserta una visión selectiva del mundo que
reafirma por la exclusión. Desde el momento que el Libro de la Vida establece un
círculo privilegiado de salvación donde sólo pocos son los elegidos, eso sugiere que el
resto de la humanidad debe ser condenada (Korstanje 2015). El lujo no solo refuerza
esta idea, sino que emula la metáfora del paraíso perdido sentando las bases para la
instalación de un clima de darwinismo social donde todos luchan contra todos para
demostrar “que son dignos del mundo de los elegidos”. Lo que Zizek observa, no
proviene del Cristianismo como movimiento religioso parte del resto de las religiones
abrahámicas, sino de una visión parcial del puritanismo capitalista: el deseo de ser
diferentes, el cual es encarnado en la alegoría del uphill city.
6. BIBLIOGRAFÍA
Korstanje, M. E. (2011). “Rebelión: una reflexión teórica (o el mal en la tradición
judeo-cristiana”. International Journal of Zizek Studies. Vol. 5 (4): 1-18.
Korstanje, M. E. (2014). “Chile helps Chile: exploring the effects of earthquake Chile
2010”. International Journal of Disaster Resilience in the Built Environment, 5(4), 380390.
Korstanje, M. E. (2015). A Difficult World, examining the roots of Capitalism. New
York, Nova Science publishers.
Korstanje, M. E. (2016). “El diseño del Capitalismo Mortuorio: de la cultura del
desastre al narcisismo”. Reflexiones Marginales. Vol 32: 1-19.
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Merleau-Ponty, M. (1964). Sense and non-sense. Evanston, Northwestern University
Press.
Michaud, Y. (2015). El Nuevo Lujo: experiencias, arrogancia y autenticidad. Buenos
Aires, Taurus.
Žižek, S. (2003). The puppet and the dwarf: The perverse core of Christianity.
Cambridge, MA, MIT Press.
Žižek, S. (2016) “Is God dead, unconsciouss, Evil, Impotent, Stupid… or just Counterfactual?”. International Journal of Zizek Studies. Vol. 10 (1): 1-31.
***
Maximiliano E. Korstanje es docente de la Universidad de Palermo, Argentina. Editor en Jefe
de Int. Journal of Safety and Security in Tourism (UP) y Int. Journal of Cyber Warfare and
Terrrorism (US). Forma parte de International Society for Philosophers, Sheffield UK, Global
Member of The Forge, University of Lancaster & University of Leeds, UK, Global Affiliate of
Tourism Crisis Management Institute, University of Florida, US. Ha sido galardonado con el
premio en calidad y excelencia por su labor como “outstanding reviewer” de la revista Int.
Journal of Journal of Disaster Resilience in the Built Environment (Universidad de Salford,
Reino Unido) que otorga la cadena británica Emerald Publishing (West Yorkshire). En 2013
vuelve a ganar el mismo premio por la revista Place Management and Development. Institute of
Place, Manchester Metropolitan University, UK. Por su contribución al estudio del turismo y la
movilidad, ha sido nominado a tres doctorados honorarios en su especialidad.
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aposta
revista de ciencias sociales
ISSN 1696-7348
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LA TEORÍA DE LA ACCIÓN Y LA ÉTICA INVESTIGATIVA EN LA
RECOGIDA DE DATOS
THEORY OF ACTION AND RESEARCH ETHICS IN DATA COLLECTION
José Gregorio Páez Veracierta
Universidad de Oriente (Venezuela)
Recibido: 10/05/2016 - Aceptado: 21/09/2016
Formato de citación: Páez Veracierta, J.G. (2017). “La Teoría
de la Acción y la ética investigativa en la recogida de datos”.
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Resumen
A través de la de-construcción conceptual desde la perspectiva de Chris Argyris y
Donald Schön (1974), cuyas teorías de la acción relacionan el comportamiento humano
espontáneo, natural e improvisado (TI) con aquel más elaborado, deliberado y
fundamentado (TE), se plantea una postura crítica al diseño de estrategias de
recolección de información en investigaciones del campo social (educativas y
organizacionales). Usando la Teoría Fundamentada (Strauss y Corbin, 2002), el autor
intenta contribuir con la robustez-validez en el proceso de construcción de conclusiones
y teoría, aportando algunos principios metodológicos para cerrar la brecha entre los
registros sustentados en configuraciones conductuales pre-declaradas y aquellos
logrados desde la revisión/análisis de hechos conductuales espontáneos, siguiendo una
dualidad estratégica centrada en la perspectiva ética del investigador.
Palabras clave
Teoría de la Acción, conciencia ética, ética interna, ética externa, teoría fundamentada,
recolección de datos.
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Abstract
The author presents a critique view of the design of strategies for collecting information
on research in the social field (educational and organizational) through the conceptual
disarmed from the perspective of Chris Argyris and Donald Schön (1974) , whose
theories of action relate human behavior spontaneous , natural and improvised (TI)
with that more elaborate , deliberate and informed (TE). Using Grounded Theory
(Strauss and Corbin, 2002), the author tries to contribute to the robustness - validity in
the process of construction of conclusions and theory, providing some methodological
principles to bridge the gap between records sustained in pre - declared behavioral
configurations and those obtained from the review / analysis of behavioral facts
spontaneous, following a strategic duality whose center is the ethical perspective of the
researcher.
Keywords
Theory of Action, ethical awareness, internal ethics, external ethics, grounded theory,
data collection.
1. INTRODUCCIÓN
La reflexión filosófica continua, que emerge inevitable y necesariamente del encuentro
de los investigadores con el campo técnico-empírico, en procura de datos, gira en torno
a las siguientes interrogantes: ¿qué registrar en una investigación? ¿cómo hacerlo? ¿qué
se toma como verdad? ¿qué hay de veracidad cuando se aborda la confrontación de “lo
que se dice” vs. “lo que se hace”? ¿qué tomaríamos como real; “los hechos”, “lo que se
supone que pasaría” o ambos?
El planteamiento y re-pensamiento de estas preguntas en el quehacer de cada
investigador en cualquiera de las ramas científicas, en el área de la investigación en
Ciencias Humanas, especialmente, en Ciencias Sociales, se tiñe de infinitos matices,
situación que dota al proceso investigativo de complejidad y, en consecuencia, de
fascinación.
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Del nivel de las posturas reflexivas y críticas que adopte el investigador en la fase de
recolección de datos, dependerá, a ciencia cierta, su llegada a “puerto seguro”. Se debe
entender este destino como el develo de hipótesis y conjeturas teóricas de “lo que
realmente es”, “de lo que realmente ocurre” o de “lo que factiblemente puede ocurrir”
en campo desde diferentes perspectivas para generar teorías válidas y robustas.
En el proceso investigativo-analítico, es necesario que el interés del investigador
descanse en estos cuestionamientos: cómo develar la realidad, cómo identificarla, cómo
lidiar con la ética al momento de reportar hallazgos, cómo influye la conciencia ética en
el diseño de investigación. Teniendo cada mente su verdad, ¿cuál nos interesa? La
realidad se sustenta en un tejido de acciones, sentimientos y pensares, ¿cómo captarla?
En definitiva, ¿cómo teorizamos en base a ese tejido que se denomina “realidad”? Y por
supuesto, ¿cómo nos afectan estos hallazgos?
Este artículo pretende aportar algunas luces acerca de las respuestas a estas preguntas,
especialmente desde la perspectiva pragmática de la metódica, en la esencia de la
recogida de información en campo y en su análisis interpretativo. Para ello, se toma
como fuente de información el repositorio Redalyc (Red de Revistas Científicas de
América Latina y el Caribe, España y Portugal), abordándose un primer artículo,
llegando a la saturación teórica en el sexto documento de investigación. Se analizan
algunas realidades donde la conciencia ética condiciona el diseño de investigación, y
viceversa, en especial, al proceso de recogida de datos en entornos donde el
investigador es actor activo.
2. MATICES PRAGMÁTICOS SOBRE EL MARCO TEÓRICO
Una de las teorías que escudriña exhaustivamente la relación ontológica entre “lo que se
cree” (pensamiento) y “lo que es” (realidad-verdad) y conjuga el pensamiento y los
hechos en términos de “realidad” es la llamada Ciencia de la Acción de Chris Argyris y
Donald Schön (1974). Aunque sus postulados, en profundidad, tienen implicaciones
organizacionales, dirigidas a modelos conductuales colectivos, ha sido aplicada con
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éxito en otros campos sociales (Sánchez y Rojas, 2005; Mavárez, 2002; Loayssa, Ruiz y
González, 2014; Balbi, 2004).
Los mencionados Argyris y Schön (1974) otorgaron visibilidad científica a los términos
Espoused Theory (Teoría Explícita) y Theory in use (Teoría Implícita) en sus
investigaciones acerca del comportamiento organizacional y de los individuos inmersos
en conglomerados laborales. De manera pragmática, la Teoría Explícita (TE) se asume
comúnmente como la “Teoría” y la Teoría Implícita (TI) como la “Práctica”. Estos
conceptos no recrean excluyentemente a la dualidad Teoría-Práctica con pensamientoacción, sino que, en complemento, establecen dos teorías que rigen la acción; una que
está explícita, premeditada y otra teoría que se manifiesta con los hechos, casi
instantáneamente y sin planificación. Estos estudiosos recrearon la diferencia entre estas
teorías de acción; la primera, se basa en la acción que el individuo cree que haría, desea
hacer o expresa que haría bajo una situación determinada y la segunda, que rige cómo
realmente actúa este mismo individuo en su entorno bajo las mismas circunstancias.
Tales teorías conectan operativamente a los pensamientos con las acciones y su
relevancia epistemológica radica en la correspondencia o no de lo que se dice y lo que
se hace.
Sin embargo, esta diferenciación dual en el espectro conceptual no es divisible o
aislable de manera perfecta en el campo empírico de la investigación. Las dos teorías se
mantienen en un fuerte tejido co-relacional que sustenta a las posibles configuraciones
intrínsecas que mantiene el individuo con respecto a su accionar.
Por su parte, Hintzman (1986) plantea en su Teoría de Trazos que la TI es un cúmulo de
trazos o registros de experiencias archivadas de manera episódica-autobiográfica que,
en el contexto propio de una situación, se activan sintetizándose u organizándose para
dar una respuesta conductual. Esta organización episódica explica su gran variabilidad y
adaptación a diferentes situaciones (Rodrigo, Rodríguez y Marrero, 1993).
Desde la perspectiva de la psicología evolutiva, y desde un enfoque pragmático,
Wellman y Bartschk (1988), definen una relación estrecha y complementaria entre la
creencia y el deseo del individuo hacia la naturaleza de sus actos. Sin embargo, entre las
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ideas que sustentan el creer; la convicción, la estructura de criterios, los valores, la ética
y las ideas que apoyan el hacer; la acción espontánea, sin premeditación, libre, puede
existir una inmensa brecha que hace de las acciones humanas el resultado de una
combinación compleja de diversos trazos innatos e idiosincráticos, lo cual añade gran
incertidumbre al momento de diseñar estrategias para su estudio. Las interrogantes
descansan en el hecho de develar la verdadera “originalidad” de las acciones del
individuo (o grupos sociales) ante determinadas condiciones. Es importante aclarar que
la originalidad que se intenta construir acá proviene de la esencia de “origen”, de
“naturaleza” y no de su significado en la autenticidad o exclusividad.
Este problema que impregna de incertidumbre toda investigación social, especialmente
a la fase de recolección de información, descansa en la divergencia entre la TE, que
incluye a todo el compendio de convicciones que el individuo u organización expresa
utilizar para guiar sus acciones y la TI que es el compendio que realmente aplica y que
está también presente en su conciencia. Esta incompatibilidad natural hace que la TE
como data sea, en ocasiones, una guía débil, irreal y engañosa para predecir, para
comprender o para analizar conductas/acciones que se observen directamente en campo
o que se deseen predecir en el contexto de las ciencias humanas.
Surge nuevamente la pregunta: ¿qué recabar? ¿qué registrar: TE, TI o ambas? Es
evidente, por el recorrido teórico realizado, que registrar información con mucha TE
podría traer consecuencias nefastas para las conclusiones de cualquier estudio social.
Para ello se acuñará el término “acciones originarias” para identificar lo que realmente
debe intentar obtener el investigador para recabar datos con valor agregado.
Las acciones originarias son todos los registros sustanciales de “lo que ocurre”;
premeditado o no, y es allí donde el investigador debe afianzar su búsqueda y análisis.
A las acciones se les ha colocado el adjetivo “originarias” porque será el estudio de esas
mismas acciones el que dictamine su posible repetición o periodicidad (para modelos
predictivos) y el que determine en realidad la TI que subyace en ellas, que en definitiva
es lo que se desea en toda búsqueda. Es de importancia destacar que el estudio de los
hechos, en sí mismos, pasa complementaria y válidamente por la utilización de la
observación como estrategia de recopilación de información in situ, si se quiere
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constatar en presente la relación TE-TI en cualquier contexto social, y en relación
estrecha con la recopilación y análisis de hechos históricos, contrastando, por supuesto,
con otras estrategias de recopilación de datos.
En realidad, la respuesta del estudio de los hechos va más allá de la determinación de lo
que se debe recabar conceptualmente (TE, TI o ambas) y también de lo que se entiende
por verdad y realidad, porque en definitiva, las teorías de la acción se disponen en un
tejido complejo; indivisible e irreductible. Quizá la respuesta podría ser recabar TI o
algunas veces TE cuando corresponda con la TI, o ambas, pero la operacionalización de
la estrategia a seguir bajo esa premisa no tiene sentido cuando se es consciente de que
la TE y la TI no son absolutamente aislables o reductibles: las dos interactúan
permanentemente. En consecuencia, la mirada debe ser hacia las acciones; las acciones
originarias.
3. ABORDAJE METODOLÓGICO
3.1. SELECCIÓN DE LA INFORMACIÓN
Una de las críticas particulares surgidas en el proceso de recolección de información de
este trabajo se dirige a las diferentes revistas y publicaciones indexadas. Las diferentes
editoriales no muestran en su completa expresión los instrumentos de recolección de
información. Es entendible que exponer todo este detalle involucraría largas páginas y
costos asociados a ello, pero no puede considerarse menos importante conocer qué y
cómo se recabó, en contraste, por ejemplo, con los planteamientos conclusivos.
De esta limitación emergen algunos interrogantes: ¿llegaría el autor a estas conclusiones
(o teoría) a partir de la información recabada? ¿la información recabada permitió al
investigador profundizar de la forma en la cual lo hizo en la estructuración de su teoría
final? Darle una mirada, en estos casos, al cuadro de variables o a algunos pasajes
donde los autores mostraban algunas necesidades de data, sirvió de utilidad para el
análisis.
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Para disminuir tales limitaciones, se ha empleado como uno de los criterios de selección
aquellas publicaciones que, al menos, citan fragmentos importantes de la recolección de
data en vivo, es decir, pasajes de la palabra viva (textual) emanada de algunos
informantes clave. De esta manera se garantizaría en cierta forma la “fidelidad” de la
información. También se iban seleccionando trabajos que mostraban de manera
explícita las pautas detalladas para la selección de fuentes de información (informantes
clave o documentación disponible).
Por la cantidad y variabilidad de las temáticas revisadas, se ha considerado pertinente
seleccionar aquellos artículos que abordaban áreas susceptibles, cuyos entornos están
marcados por las relaciones de poder (jerárquicas) y que, en potenciales circunstancias,
podrían influir notoriamente en la recolección de TE y TI, como lo es el área educativa
y el área organizacional. Los caminos procedimentales de los artículos analizados eran
de corte cuantitativo, del tipo descriptivo, con recogida transeccional de datos.
Por otro lado, es de destacar que las publicaciones seleccionadas, casualmente, no
utilizaron la observación directa como estrategia para constatar las hipótesis y
situaciones expuestas por los informantes (que en su situación y contexto particular
hubiese podido aplicarse fácilmente).
Luego de una exhaustiva revisión, utilizando el sistema de información científica
Redalyc, se seleccionó el primer artículo para su respectivo análisis hermenéutico,
lográndose la saturación de las categorías en el sexto artículo (algunos se tomaron en
físico, no publicados en la web). Se tomó un artículo adicional para corroborar la
repetición de categorías, constatando en este punto la saturación teórica.
Todas estas publicaciones cumplieron, en mayor o menor grado, las anteriores
condiciones. La información de encuestas y entrevistas que se maneja en las secciones
posteriores, proviene de trabajos ya validados y publicados en prestigiosas revistas. No
se pretende de ninguna manera menoscabar las conclusiones obtenidas en estas
investigaciones ni mucho menos la capacidad de sus autores para hallar TE, TI, ambas o
nada. Lo importante es elevar la crítica para crear una discusión que permita obtener
resultados válidos y plausibles. Para evitar caer en una retórica inquisitiva y polémica en
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el análisis procedimental del proceso de recolección de datos que usan los
investigadores, el autor de esta obra se reservará nombres y detalles, garantizando el
anonimato tanto de los trabajos como de sus realizadores y publicadores.
3.2. PERSPECTIVAS DE ANÁLISIS
Este trabajo muestra resultados parciales de una investigación de mayor extensión. Para
los efectos de este artículo, se ha expuesto cómo se puede ver afectada la naturaleza (o
tipo) de alguna investigación desde la obtención de información aplicando los principios
de TE y TI de la Teoría de la Acción (Argyris y Schön, 1974) y de la estrategia de las
“acciones originarias” acuñadas en este trabajo, tomando en cuenta la mirada ética del
investigador en el proceso.
3.3. LA TEORÍA FUNDAMENTADA
Este estudio está basado en los principios del Interaccionismo Simbólico, el cual
subyace en todos los aspectos medulares de la investigación. Esta episteme se
caracteriza por prestar atención a la comprensión de la acción social desde el punto de
vista del actor, ya que “(...) el investigador debería enfocar el mundo a través de los ojos
del actor” (Blumer, 1966: 544). Por tanto, “el estudio de la interacción habrá de hacerse
desde el punto de vista del actor. Dado que la acción la construye el actor a partir de lo
que percibe, interpreta o juzga” (Blumer, 1966: 542). Esto es precisamente lo que el
investigador desea desarrollar en el campo; en el grupo de artículos que van siendo
analizados (secuencia uno a uno), en su análisis interpretativo para el planteamiento de
reflexiones finales.
El enfoque metódico que se utilizó en la investigación es la Teoría Fundamentada o
Fundada, corriente Strauss-Corbin (2002), la cual tiene como episteme de sustento a la
Interacción Simbólica. Esta aproximación metódica otorga relevante importancia al
mundo empírico y a generar teoría como dos aspectos íntimamente ligados al proceso a
investigar. Desde este enfoque teorético, la investigación es un proceso dinámico de
interacción entre los datos y el análisis. Andréu y Pérez (2009) afirman que la corriente
Strauss (de la Teoría Fundamentada) se caracteriza por “la aproximación sistemática a
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los datos y en los criterios de validación, elementos diferenciadores, paradigma de
codificación, codificación axial y selectiva, ilustración de resultados, diagramas y
matrices, abierto a la utilización de ordenadores”. Es por ello que esta corriente, cuyos
precursores son Anselm Strauss y Juliet Corbin, resultó la adecuada para abordar este
estudio.
El investigador desarrolla conceptos a través de la comparación constante (códigos
nuevos-códigos lista), codificando y analizando los datos de manera simultánea.
Utilizando el muestreo teórico, el investigador puede seleccionar nuevos artículos a
estudiar, de acuerdo a la necesidad de nuevos conceptos y emergencias a lo largo del
proceso de recolección de datos. Estas técnicas permitieron desarrollar una teoría
sustantiva (reflexiones finales) la cual podría dar paso a una teoría formal a través de la
aplicación del método inductivo (en próximas producciones).
Tabla 1. Resumen de la metódica
Selección de la información
Perspectiva de análisis
Preguntas para la recolección:
Teoría de la perspectiva
analítica y del procedimiento:
¿Llegaría el autor a estas
conclusiones (o teoría) a partir de la
información recabada?
¿La información recabada permitió
al investigador profundizar de la
forma en la cual lo hizo en la
estructuración de su teoría final?
Insumo principal:
Red de Revistas Científicas de
América Latina y el Caribe, España
y Portugal (Redalyc).
Estrategias:
Revisión general de artículos que
mostraban instrumentos de
recolección y fragmentos textuales
de data bruta.
Epistemes involucradas
Cuestionamiento para el
análisis:
Cómo puede afectarse la
naturaleza (o tipo) de alguna
investigación desde la
obtención de información
aplicando los principios de
TE y TI de la Teoría de la
Acción (Argyris y Schön,
1974) y de la estrategia de
las “acciones originarias”,
tomando en cuenta la mirada
ética del investigador en el
proceso.
Interaccionismo Simbólico
(Blummer, 1969). Teoría
Fundamentada corriente
Strauss-Corbin (2002).
Manejo de la metódica:
Se tomó un primer artículo, el
cual mostraba abundante data
bruta. Las categorías surgidas
guiaron al investigador en la
búsqueda de otro artículo y
seguir nutriendo las categorías
hasta llegar a la saturación
teórica al sexto (6to)
documento. Los documentos se
iban analizando uno a uno, con
exclusividad de precedencia.
Posterior abordaje del área educativa
y Organizacional, limitando el
enfoque de búsqueda.
Teoría de aplicación:
Anonimato de autoría de los
artículos seleccionados.
Ciencia de la Acción (Argyris y
Schön, 1974).
Fuente: Elaboración propia
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3.4. RECURSOS Y GUÍAS
Diversos recursos se utilizaron en la procura de los datos. Para la búsqueda digital se
usó la conexión a internet, cuyo papel fue importante en la revisión de los artículos
encontrados en Redalyc. También se utilizaron artículos en físico, encontrados en la
misma red índice y en estudios de postgrados de la localidad.
Como apoyo en la organización de la información se utilizó el software Atlas.ti versión
7, licencia educativa, cuya facilidad de diagramación e integración de diversos
documentos (documentos primarios) facilitó las visuales y permitió un ahorro de tiempo
considerable en la comparación constante y en la construcción de redes sustantivas.
Como guía para mostrar citas arraigadas en los hallazgos, Atlas.ti organiza cada
fragmento con la nomenclatura [a:b], siendo:
a: documento_primario
b: numeración_de_la_cita_en_el_documento
4. DISCUSIÓN DE LOS RESULTADOS
Dentro del amplio espectro del campo social, se presentan facetas investigativas donde
es necesario explorar acciones y potenciales conductas de diferentes actores. No es
imperante clasificar estos estudios como integralmente predictivos-conductuales, sino
imaginar sólo fases o “pasajes” naturales en estos momentos de la investigación, donde
se requiera la aplicación de estrategias para percibir situaciones que ayuden a explicar
algunas actitudes humanas y generar hipótesis teóricas, conclusiones finales o un corpus
teórico formal. En el tránsito de estos momentos, el investigador puede asumir
erróneamente una postura originada por una TE (lo que se piensa) como TI (lo que en
realidad ocurre).
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En ocasiones, se da por sentado que los individuos actúan de acuerdo a sus criterios y a
su estructura de creencias/valores, y esto es lo que, en múltiples casos, se recopila en
campo. Aquí surge la ética del investigador como elemento diferenciador que impulsa a
sincerar lo que en verdad está emergiendo desde la data, basada desde la lógica.
Por otro lado, como elemento influyente que enriquece o empobrece la información
recabada, emerge la ética del entrevistado, lo que podemos concebir conceptualmente
como “la honestidad del informante”. Aunque esta variable no puede ser controlada por
el investigador (ni siquiera se puede hacer absolutamente con la ética propia), si pueden
detectarse evidencias que indiquen que hay incongruencias en la data.
Estos campos de emergencia de la ética se han clasificado acá en dos grandes grupos: la
ética interna, propia del investigador (que rige sus acciones), y la ética externa, típica de
las fuentes (garantía de veracidad). Estos dos términos se abordarán a continuación
donde se mostrarán algunos casos dignos de análisis y reflexión.
Por la postura crítica asumida en esta investigación, la autoría de los trabajos analizados
ha sido reservada. Ante todo, las reflexiones realizadas están dirigidas exclusivamente a
sincerar estrategias y nunca para descalificar o menospreciar metodologías, paradigmas,
instituciones y mucho menos, a los investigadores y editoriales.
4.1. ÉTICA INTERNA
En toda labor de investigación deben existir objetivos y propósitos claros. Igualmente,
es evidente la existencia de niveles de abordaje de alguna situación, problema y/u objeto
de investigación, relacionados con tales propósitos. Estos niveles circundan en torno a la
profundidad que requiera la intencionalidad del estudio, es decir, tan profunda será una
investigación en tanto lo sea su propósito. En consecuencia, el proceso auto-reflexivo
del investigador, además, de sus capacidades para “profundizar” en algún tema, marcará
la calidad de sus resultados, así como la pertinencia, originalidad, justificación, utilidad
de los hallazgos, beneficios directos e indirectos de estos hallazgos y efectividad de las
propuestas.
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En gran parte de la literatura de corte metodológica cuantitativa se abordan los tipos de
investigación que concuerdan con los tipos de preguntas a responder por cualquier
estudio de este renglón. Por ejemplo, los estudios descriptivos-propositivos se
caracterizan por responder preguntas del tipo “¿qué es?” y/o “¿cómo es?”, etc. Los
estudios explicativos, además de abarcar las descripciones, resaltan por darle respuesta a
preguntas exhaustivas dirigidas a los por qué, o a causa de qué, o a los cómo, vistos
desde una perspectiva analítica dirigida a los procesos más que a sólo características
propias.
Cuando se desarrollan estudios evaluativos-comparativos, se percibe un tipo de nivel
descriptivo pero enfocado especialmente al diagnóstico y al contraste: “¿cómo es
ahora?”, “¿cómo está?”, “¿cómo ha cambiado respecto a…?”, “¿hasta dónde es?”,
“¿qué tanto es?”, “¿qué influencia tiene?”, “¿qué se está haciendo?”, etc. Aunque todas
estas preguntas no son exclusivas de cada tipo de estudio en particular (asumiendo la
existencia de estudios donde todos estos niveles convergen por una u otra vía), se
utilizan con frecuencia en las sugerencias teóricas-metodológicas para cada tipología
(Sabino 1992; Ornelas 1998; Schmelkes 2005; Hernández-Sampieri, Fernández y
Baptista 2010).
Por su parte, en el panorama cualitativo, todos estos niveles se cruzan inevitablemente
en cada investigación. Se entretejen en una red en la cual el investigador escoge
“enredarse” o sumergirse más o menos profundo, de acuerdo a la intencionalidad de la
investigación y, en ocasiones, al interés que va despertando la emergencia de los
hallazgos. Ahí, precisamente, radica el dinamismo de este tipo de investigaciones,
donde a menudo no hay límites sistemáticos para escudriñar y reflexionar. Será, en
definitiva, la interpretación crítica del investigador que lo guíe hacia diversas posturas y
niveles de comprensión.
En estas tipologías investigativas, resumidas aquí de manera somera y referencial, es
natural que la vía de recolección de datos cambie o, al menos, experimente fases
alternas. El manejo de la información va a ser enfocado desde el nivel de comprensión
del estudio pero a su vez puede estar centrado en los procesos que se desarrollan, a los
beneficiarios o actores directos de estos procesos o a ambos. Depende de la
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intencionalidad; de los objetivos, de los propósitos que se persiguen. Sin embargo, la
naturaleza de cualquier investigación puede verse afectada de manera importante
cuando emergen hallazgos que confrontan lo que se “quiere mostrar” y lo que se “debe
mostrar”. Ya sería una cuestión de ética del investigador, o como hemos denominado
aquí, de ética interna.
Las empresas, instituciones, organizaciones, cuando son examinadas desde una óptica
crítica de la ciencia, se comportan (sus individuos y sistemas dinámicos) en base a lo
que se quiere mostrar; asumen lo que se conoce como “barreras defensivas” (Argyris y
Schön, 1978). Este fenómeno es normal, natural, evidente e inevitable que surge por la
necesidad de reflejar lo mejor de la organización y proteger intereses tanto
organizacionales como particulares. También es lógico inferir que mostrando todo este
cúmulo de TE (se puntualiza como Teoría Explícita) se escondan los verdaderos
problemas y es allí donde entra en juego la capacidad del investigador para pasearse por
las diferentes estrategias y develar lo que no se ve, lo que no se percibe, lo que se oculta
adrede o espontáneamente.
Entonces, ¿cómo pueden afectar algunas posturas éticas a la naturaleza de las
investigaciones, en especial las relacionadas con el tema educativo usando el lente de la
Teoría de la Acción? Mucho, y se ilustrará con las siguientes situaciones. Cualquier
investigación puede comenzar con una intencionalidad explicativa (hallazgo de las
causas) pero puede que el investigador, en su senda de búsqueda, advierta algunos
puntos álgidos en los cuales no es “prudente”, ni “cómodo”, ni “conveniente”
incursionar y mucho menos “mostrar”.
Se destaca la siguiente cita ya que evidencia una situación muy común, al trasladar las
tareas propias a futuras investigaciones, evitando las cuestiones éticas:
[3:6] “… se presentan los microclimas de los departamentos de
una manera general, sin tomar en cuenta el puesto que ocupan,
se recomienda que en el próximo estudio de clima
organizacional se presenten los resultados agrupándolos por
puestos, lo cual
complementaría el diagnóstico sobre clima
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organizacional…” (negrilla no presente en el texto original,
incluida para efectos explicativos).
En una investigación de clima organizacional (para no generalizar en exceso), la
espontaneidad de los informantes es clave. Por eso se utiliza la estrategia del anonimato.
Sin embargo, desconocer el “puesto que ocupan” los informantes crea un fuerte
impedimento para el análisis interpretativo que se reflejará indudablemente en las
conclusiones; contaminadas, en ocasiones, de generalidades y suposiciones sutiles.
Menos elegante es pasar esa tarea a futuras investigaciones, sacrificando la calidad de
la actual. En el fragmento anterior, es evidente que el investigador sí está consciente de
la debilidad que reviste su estudio al no analizar en profundidad el clima organizacional
tomando en cuenta los diferentes cargos que ocupan los empleados, pero por alguna
razón de conciencia ética no se asume. No es casualidad que este fenómeno se perciba
en las investigaciones donde los autores forman parte activa de su campo empírico
(lugar de trabajo, de estudio, núcleos sociales propios).
El investigador aquí debe valerse de ingenio para trazar diversas estrategias
(alternativas) de recolección de información que le garanticen un tejido robusto TE-TI
sin afectaciones significativas al entorno socio-laboral. En este punto puede que el nivel
de comprensión no cambie nominalmente (propósito del investigador), pero sí la
naturaleza explícita del estudio (propósito de la investigación). En estos casos, el
investigador se preocupa por recopilar la información de los “jefes” o de los actores con
capacidad jerárquica (o supuestos eruditos en el tema) y darle predominio ante la
información que recabe de los empleados, docentes o alumnos.
La siguiente cita, de otro de los trabajos analizados referidos al clima organizacional en
un centro universitario, demuestra lo anterior:
[6:21]: “…Se tomaron las visiones de los departamentos,
específicamente de los cargos de jefaturas, que son los que
conocen a ciencia cierta, su clima y su personal…”
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En la investigación de referencia, las fuentes de información, además de ser escasas, se
“solapan” en el análisis; pareciera que una fuente tuviese mayor valor en el análisis que
otra. No es casual que la información que adquiere mayor valor aquí sea meramente TE
y por consiguiente, las conclusiones son “más de lo mismo”; carente de sorpresas, de
originalidad, y de hecho; de carácter crítico. Las conclusiones no llegan al nivel
explicativo, aunque el investigador adquiera ese nivel de comprensión.
La siguiente cita también proporciona evidencias de este fenómeno. Constituye una de
las grandes limitaciones de un estudio de clima organizacional realizado en una
institución de educación universitaria.
[3:5]: “…haciendo la aclaración que en este estudio no se
incluyen
las
percepciones
que
del
clima
tienen
los
estudiantes…” (negrilla no presente en el texto original
incluida para efectos explicativos).
Aunque se respeta el criterio del autor en no tomar en consideración las percepciones
estudiantiles en cuanto al clima organizacional, quizás por el alcance del estudio, se deja
ver en la misma cita que los estudiantes sí tienen percepción del clima organizacional
pero se supone que su opinión no influye en la significación de los hallazgos desde las
otras fuentes de información utilizadas.
En estos dos ejemplos, se observa que la conciencia ética quizá no está condicionando
la profundidad comprensiva que alcance el investigador, pero sí lo que mostrará en su
trabajo.
También es de resaltar que, dentro del espectro de trabajos analizados, emergió el caso
contrario, donde el nivel de comprensión cambia (su intencionalidad particular). En
consecuencia, se estanca la profundidad del estudio, pero la investigación continúa con
una intencionalidad explicativa. Las reflexiones finales estarían, paradójicamente,
impregnadas de “vacíos”, de brechas, desenfocadas del verdadero tema medular, con
mucha TE, donde la explicación se sustenta en el “maquillaje”, volviendo a la fuerte
influencia del tema ético que, metafóricamente, “desinfla” las expectativas. El estudio
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llega a magnificar de tal forma la incertidumbre inicial que sus resultados se convierten
en una redacción cíclica que hace resonar con mayor ímpetu las preguntas de
investigación, sin llegar a las respuestas concretas.
El ejemplo que se expone a continuación demuestra este fenómeno. En uno de los
estudios analizados, los autores intentan detectar y explicar las causas institucionales de
la deserción escolar en un determinado centro de educación media. En el diseño de
recogida de datos se plantea como fuente de información a los directivos del colegio.
En las conclusiones se observan explicaciones de algunas causas que no son inherentes,
de manera directa a la institución.
[5:15]: “…dentro de los espacios escolares se observa un
desgano general del alumnado, especialmente en aquellos
estudiantes que presentan núcleos familiares desintegrados…”
Luego, los autores redactan sus reflexiones intentando explicar el fenómeno en base a
recomendaciones en el seno de la familia y en el tema de la economía nacional, pero ¿y
la institución? ¿Por qué el desvío de la intencionalidad? ¿Los autores tomarían con
conciencia ética sus fuentes de información? Se puede observar que el nivel de
comprensión del investigador cambió (descriptivo), aunque no modificó el tipo de su
investigación (explicativa). Esto condujo a explicaciones superficiales y desenfocadas
de su tema medular.
En las situaciones planteadas se pone de manifiesto la lucha entre la organización
(institución) y la investigación; en definitiva, la sumisión de una con respecto a la otra al
momento de mostrar los hallazgos. La conciencia ética desde la ética interna, colocaría
(en el deber ser) a la investigación por encima de los intereses o susceptibilidades de la
institución y no lo contrario, que es lo que sucede en los casos expuestos.
No sería descabellado pensar que la proliferación casi exponencial de estudios
descriptivos ante los explicativos (en la misma temática y corriente epistemológica)
podrían tener en estos planteamientos una de sus causas más comunes.
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4.2. ÉTICA EXTERNA
Es de asumir que tratar de segregar la ética investigativa en dos aspectos es una tarea
compleja, ya que pertenecen a un mismo tejido teórico y praxiológico. Lo que se
pretende aquí es concebir la clasificación desde los espacios diferenciados de los cuales
emerge. Es por ello que se denomina la ética sobrevenida de las fuentes de información
como ética externa. La relación de esta ética con la interna es tan estrecha que los
planteamientos que se utilizarán en este apartado subyacen en el apartado anterior y se
dejaría esta asociación como ejercicio de reflexión al lector.
La intuición del investigador debe propiciar la búsqueda de fuentes que aporten mayor y
mejor información. Esta actitud es parte de la ética interna. Ahora bien, el hecho de que
una fuente aporte información de calidad, entendiéndose “de calidad” como la
información basada en acciones originarias (tema que se abordará en profundidad en
otras producciones), es la esencia parcial de la ética externa.
Es lógico afirmar que, la fortaleza de un diseño de recogida de datos se construye desde
las técnicas de “aseguramiento” que se plantee el investigador (Maxwell, 1996). Surge
de un proceso de ética interna, donde el investigador identifica sus fuentes clave, pero
va a desconfiar permanentemente de ellas. Esta estrategia, además de no privilegiar
alguna fuente de información sobre otras (efecto que perturba con fuerza el análisis de
los resultados), permite experimentar la necesidad de contrastar continuamente la
información entre diversas fuentes y por diferentes estrategias o métodos.
La ética externa no es verificada por las fuentes como tal, sino por el proceso de
contraste de la información que ellas aportan. Es por ello que en el proceso de
conceptualización del término, la ética externa se debe entender como el resultado de un
proceso más que como una cualidad personalizada de una determinada muestra de
informantes. Ahora bien, cuando el investigador confunde la ética externa con una
cualidad propia de una fuente en particular y la asume como garantía absoluta para la
obtención de acciones originarias (obtener de la información más TI que TE), se
observan estudios con únicas fuentes de información (grupo exclusivo) y muy escasa o
inexistente variabilidad en los instrumentos aplicados. Las conclusiones de estos
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estudios re-producen la visión parcial de la fuente, pues no pasa por procesos formales
de examinación y verificación. Es natural que se obtengan conclusiones sesgadas,
inundadas de TE, “beneficiada” por la única voz del sector informante, “aderezada” por
sus conveniencias e intereses.
5. CONCLUSIONES
Los principios epistemológicos de la teoría en uso y de la teoría explícita han colocado
en discusión los diseños de recogida de datos y sus posibles resultados. De allí pues que
la concepción de la dinámica informativa sustentada por los principios de la Teoría de la
Acción (Argyris y Schön, 1974) permita examinar la coherencia de las investigaciones
desde el hilo conductor; propósitos - diseño de recogida de datos - conclusiones.
Aunque no es posible discriminar perfectamente el tejido TE-TI, en su propia dualidad,
si es posible aplicar algunas estrategias éticas para obtener un tejido con mayor TI y
menor TE.
Se ha podido observar, a lo largo del análisis, como las investigaciones se desvían de su
naturaleza (tipo, profundidad del análisis, temática medular) y de sus propósitos
(propósitos del investigador - propósitos de la investigación - conclusiones), al tener
debilidades estructurales en su diseño de recolección de información. La ética juega un
papel preponderante en este fenómeno.
Aunque, la ética es una construcción subjetiva enmarcada en un conjunto de valores,
emerge desde distintos espacios que convergen en el campo empírico de recolección de
datos. La conciencia ética del investigador permite la re-construcción de su ética interna
y de la asimilación, a través del análisis, de la ética externa. La ética interna (acuñada
así en este trabajo), impulsa a la activación de los procesos reflexivos propios del
investigador que lo apoyan en el diseño de estrategias para obtener y analizar la “mejor”
información.
La ética externa, aunque es re-construida también desde la subjetividad del investigador,
emerge de un proceso externo de permanente contraste y validación. La perspectiva que
predomina es la mejor información y, no precisamente, el mejor informante. Esta ética
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no le otorga importancia a quién miente sino a la identificación y uso mismo del
planteamiento. En estos principios, la ética se conjuga con la lógica para sustentar
diseños válidos y conclusiones coherentes.
6. BIBLIOGRAFÍA
Andréu, J. y Pérez, A. (2009). “Procesos de investigación interactivos sobre
sentimientos de identidad en Andalucía mediante teoría fundamentada”, Forum
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***
José Gregorio Páez Veracierta es Profesor Titular de la Universidad de Oriente, Núcleo
Bolívar, Venezuela, Ingeniero Industrial, MSc en Planificación Educativa, Doctorando en
Ciencias Humanas de La Universidad del Zulia. Investigador activo SAE-Udo y Nivel B
ONCTI. Profesor y Tutor de tesis de maestría en Postgrado en Educación de la Universidad de
Oriente, Núcleo Bolívar.
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aposta
revista de ciencias sociales
ISSN 1696-7348
Nº 72, Enero, Febrero y Marzo 2017
'NACIÓN Y 'SOCIEDAD-MUNDO' EN LA TEORÍA DE NIKLAS
LUHMANN Y ALGUNOS DE SUS CONTINUADORES
'NATION' AND 'WORLD SOCIETY' IN NIKLAS LUHMANN'S THEORY AND IN
SOME OF HIS CONTINUERS
Lionel Lewkow
Instituto de Investigaciones Gino Germani, Universidad de Buenos Aires
Recibido: 24/03/2016 - Aceptado: 9/09/2016
Formato de citación: Lewkow, L. (2017). “Nación y sociedadmundo en la teoría de Niklas Luhmann y algunos de sus
continuadores”. Aposta. Revista de Ciencias Sociales, 72, 202-231,
http://apostadigital.com/revistav3/hemeroteca/lewkow2.pdf
Resumen
El artículo desarrolla el concepto de ʻnaciónʼ en la teoría de la sociedad moderna de
Niklas Luhmann, mostrando que, a pesar del estado rudimentario que tiene la temática
en su planteo y la escasa importancia que le otorga para la comprensión de la sociedad
actual, su enfoque fue retomado por continuadores de su teoría, como Rudolf Stichweh
y Dirk Richter, quienes enfocaron la relación entre ʻnaciónʼ y globalización o, en otras
palabras, ʻsociedad-mundoʼ. Nuestro objetivo es mostrar cómo la teoría de sistemas
sociales trató de vincular ʻuniversalismoʼ y ʻparticularismoʼ en el concepto de ʻnaciónʼ.
De esta manera, afirmaremos que un conjunto de dificultades surgen del formalismo de
estos planteos y el contenido moral del concepto de ‘nación’, a la vez que su
originalidad consiste en tomar como punto de referencia a la sociedad global, en lugar
de conjuntos nacionales aislados.
Palabras clave
Luhmann, nación, globalización, universalismo, particularismo.
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Abstract
The article develops the concept of ‘nation’ in Niklas Luhmann´s Modern Society
Theory, showing that despite the rudimentary character that this notion has in his
sociological perspective and the little significance he finds in it to comprehend
contemporary society, it was resumed by some of his continuers, like Rudolf Stichweh
and Dirk Richter, to shed light on the relation between ‘nation’ and globalization, i.e.
‘world society’. Our aim is to show how the Social Systems Theory attempted to link
‘universalism’ and ‘particularism’ in the concept of ‘nation’. Thus, we state that a
range of difficulties arise from the formal view of these perspectives and the moral
content of the concept of ‘nation’, while their originality lies in the fact that it takes
global society, instead of isolated nations, as reference.
Keywords
Luhmann, nation, globalization, universalism, particularism.
1. INTRODUCCIÓN
Basándose en la teoría de sistemas sociales, Niklas Luhmann propuso un enfoque de la
sociedad moderna donde se subraya su aspecto global. De manera anticipada a debates
que tuvieron lugar en las últimas décadas, delineó el concepto de ʻsociedad-mundoʼ
(Weltgesellschaft) en su obra temprana, por cierto, una noción que desde entonces será
uno de los ejes de su teoría de la sociedad y base de su Hauptwerk, Die Gesellschaft der
Gesellschaft (Luhmann, 2007) [1]. La ʻsociedad-mundoʼ es aquella sociedad de alcance
global, donde la ciencia, la economía, la educación, el arte, las relaciones íntimas y la
religión, carecen de cualquier particularidad regional y/o nacional.
En este marco, un impulso de la teoría de Luhmann fue llevar a cabo una disección del
pensamiento Alteuropas que, de acuerdo con su perspectiva, fundamenta a la sociología
y la filosofía. A raíz de ello, en un importante trabajo introductorio a la teoría de
sistemas sociales se alude a un modo de practicar la teoría como “escándalo”
1
Se citará esta obra en su versión castellana. El resto de las referencias en alemán son de nuestra
traducción.
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(Izuzquiza, 1990): nociones como las de ʻhombreʼ, ʻsujetoʼ, ʻintersubjetividadʼ y ʻacciónʼ,
dejarían de ser instrumentos de la sociología. Sin embargo, ¿qué sucede con el problema
de la ʻnaciónʼ en un planteo cuyo eje es la ʻsociedad-mundoʼ? ¿Corre este concepto
idéntica suerte que los anteriores? ¿Es la ʻnaciónʼ un legado fenecido de la “vieja
Europa”?
En este artículo se sostiene que, incluso cuando Luhmann descarta la idea de ʻnación ʼ
para la elaboración de su enfoque acerca de la sociedad moderna, en sus escasas
alusiones a la problemática, ofrece indicaciones que han servido a investigadores como
Rudolf Stichweh (2000) y Dirk Richter (1996) para componer una perspectiva sobre la
ʻnaciónʼ, informada por la teoría de sistemas sociales. Discutiendo el lugar común que
opone ʻuniversalismoʼ y ʻparticularismoʼ o, lo que es lo mismo, ʻsociedad-mundoʼ y
ʻnaciónʼ, buscaremos evidenciar cómo estos autores llevan ambos términos a su
convergencia y en qué punto fracasan en tal intento. Así diremos que el formalismo de
la teoría conduce a descuidar la polisemia de la ʻnaciónʼ y el ʻnacionalismoʼ, por un lado,
y las asimetrías regionales, por otro. Esta dificultad se verá reforzada por la falta de un
basamento normativo que permita ponderar el significado de la ʻnaciónʼ en diferentes
latitudes de la ʻsociedad-mundoʼ. En contraste, el potencial de este enfoque está en
tomar siempre como referencia a la sociedad global, en vez de ʻnacionesʼ aisladas que
tienen relaciones entre sí.
El artículo arranca delineando un perfil biográfico, intelectual y político, de Luhmann.
Luego se exponen los nodos teóricos de su planteo relativo a la sociedad moderna y,
seguidamente, se muestra la perspectiva que esboza sobre el concepto de ʻnaciónʼ. A
partir de ahí, se busca dar cuenta de los enfoques a los que ha dado lugar entre sus
exégetas.
2. CONTINGENCIAS INTELECTUALES Y POLÍTICAS DE UNA VIDA
Si bien entre los estudiosos de la obra Luhmann se ha prestado poca o nula atención a la
biografía del autor, intentaremos componer a continuación un breve perfil de la vida del
sociólogo. Estas notas servirán de marco a nuestras reflexiones sobre el tema de la
ʻnaciónʼ. Haremos énfasis en la actuación política de Luhmann y la forma en que vivió
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los acontecimientos históricos que signaron su época. En este sentido, sostiene el
sociólogo que “una biografía es una colección de accidentalidades” (Luhmann, 1987:
134). Por tanto, ¿cuáles fueron las “contingencias” políticas e intelectuales que dejaron
una impronta en su trayectoria?
El primer acontecimiento que marca la biografía de Luhmann puede situarse en sus años
de formación media en un conocido Gymnasium de Lüneburg, el Johanneum. De la
misma manera que muchos de sus congéneres, vivió la experiencia de la guerra y, como
tantos de ellos, poco antes de finalizado el conflicto, fue llamado a filas, en el caso de
Luhmann en calidad de Luftwaffenhelfer. Esto interrumpió sus estudios secundarios y,
con sólo 17 años, lo condujo a ser prisionero de las fuerzas norteamericanas.
Durante 1946-49 estudió Derecho en la Universidad de Friburgo. La elección de esta
disciplina lleva la impronta de la decadencia del Nacionalsocialismo y la guerra. Al
respecto pueden hacerse dos señalamientos: en primer lugar, a diferencia de muchos de
sus contemporáneos, Luhmann nunca escribió sobre estos temas; en segundo lugar, sus
escasas palabras sobre aquella época evidencian que no se propuso juzgar moralmente
la coyuntura histórica. Al menos en sus intenciones, la mirada que propone Luhmann no
es normativa, es la de un teórico sin compromiso con los hechos [2]. Así se manifiesta
Luhmann sobre la Alemania de postguerra:
“Piense de repente en la situación de 1945 como pudo vivirla
uno a los 17 años: antes todo estaba en orden y después todo
parecía estar en orden; todo era distinto y todo era lo mismo.
Antes tenía uno sus problemas con el régimen y después no fue
como uno lo había esperado. Por eso, probablemente, se había
convertido el estudio del Derecho también en algo importante
para mi tipo de pensamiento” (Luhmann, 1987: 128).
En el Derecho encontró el futuro sociólogo una vía para aproximarse al problema del
orden social, un tema que será el eje de su teoría de sistemas sociales. No obstante, cabe
2
Este artículo no pretende esclarecer si hay o no una moral implícita en Luhmann, nuestro propósito es
mostrar cómo el sociólogo se posicionó desde sus propias premisas sociológicas y epistemológicas frente
a la coyuntura histórica que le tocó vivir.
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detenerse en la abstención valorativa de los comentarios de Luhmann sobre el régimen
Nazi y, en contrapartida, el realismo que parece defender, de manera, sin duda,
paradójica para un autor que se califica a sí mismo como “constructivista radical”. Para
ello no hace falta más que dejar hablar al sociólogo:
“…pronto vio uno […] que la comparación de regímenes
políticos no podía transitar por el eje 'bueno/malo', sino que se
tenía que juzgar cada figura por su realidad limitada. Con esto,
naturalmente, no quiero decir que contemplo la época Nazi y el
periodo posterior a 1945 como equivalentes. Pero estaba,
simplemente, decepcionado después de 1945 […]. En todo caso,
la experiencia con el régimen Nazi no fue para mí ninguna
experiencia moral…” (Luhmann, 1987: 129).
Este distanciamiento frente a los temas morales tiene por trasfondo una de las
principales discusiones del ámbito académico de la sociología alemana de las últimas
décadas: el debate Luhmann-Habermas. Retomando el hilo de los años formativos de
Luhmann, en 1960-61 recibe una beca para realizar estudios en Harvard donde conoce a
Talcott Parsons y asiste a sus seminarios. También asiste a estos seminarios Jürgen
Habermas. Respecto a la Escuela de Frankfurt, dirá Luhmann que “…no es lo
suficientemente compleja como para provocar otra cosa que no sea un comportamiento
de protesta o de resignación” (Ibíd.: 126).
Al retorno a Alemania, en diferentes momentos de su carrera, Luhmann se vinculó con
partido políticos en calidad de asesor: con la Christlich Demokatrische Union
Deutschlands (CDU) y la Sozialdemokratische Partei Deutschlands (SPD). No
obstante, el sociólogo se muestra como un especialista carente de ataduras con estos
partidos. Nuevamente, está en el trasfondo un enfoque de la realidad que busca
prescindir de todo juicio valorativo. Así, relata Luhmann que una de sus participaciones
tuvo que ver con un proyecto de reforma del programa de la CDU: “…cuando [la CDU]
discutió su programa de base, éste era, no obstante, una pura filosofía de valores
(Wertphilosophie) con la cual no tuve éxito en encauzar la problemática en el sentido de
un diagnóstico de la realidad. Sin embargo, un programa tiene que describir la realidad
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tal como es, en vez de nombrar sólo valores que cualquiera puede tener por buenos”
(Luhmann, 1987: 138).
Como contrapartida del rechazo de una filosofía de los valores, Luhmann se presenta,
entonces, como un realista político. El sociólogo lo indica claramente al ejemplificar el
tipo de preguntas que cabe hacer en el terreno de la política: “…ante unas elecciones,
uno puede preguntarle a un político si va a interpretar la situación económica como un
keynesiano o como un monetarista. Estas son preguntas relacionadas con la realidad. En
contraste, no quisiera saber si los políticos están a favor de la igualdad y la libertad”
(Luhmann, 1987: 137).
Esta postura es uno de los elementos que está por detrás de las dificultades de Luhmann
para elaborar un concepto de ʻnaciónʼ. Como se verá más adelante, en la teoría de
sistemas sociales la ʻnaciónʼ aparece estrechamente ligada a la moralidad. No obstante,
el objetivo explícito de su enfoque es describir la sociedad. De ahí que las pulsiones
políticas de un Luhmann cuya juventud y formación transcurrió en el contexto de la
decadencia del Nacionalsocialismo y la guerra, en otros términos, el hombre más allá
del especialista, no aparezca en esta teoría de la sociedad; en términos del propio
Luhmann: “Pienso que […] puedo diferenciar aquel tipo de opiniones que me guían
como elector político, con respecto a los problemas de la construcción teórica que me
interesan como científico” (1987: 138).
En esta contexto, la ʻnaciónʼ aparece como un interrogante sin respuesta, cuando no
como un escollo para una perspectiva que busca dar cuenta de la sociedad como el
sistema social que borra toda frontera territorial. A modo de preambulo a nuestra
aproximación al tema de la ʻnaciónʼ, mostraremos las notas distintivas de la teoría de la
sociedad moderna a la Luhmann.
3. UNA TEORÍA DE LA SOCIEDAD MODERNA
El concepto de ‘autopoiesis’ es una de las columnas vertebrales de la teoría sociológica
de sistemas. Esta perspectiva que cristaliza en Soziale Systeme: Grundriss einer
allgemeinen Theorie (Luhmann, 1984) supone que un sistema se caracteriza por la
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reproducción autorreferencial de una tipología de elementos que lo definen. En el caso
de los sistemas sociales, el único que interesa aquí, las comunicaciones reproducen
comunicaciones
–y
sólo
comunicaciones–
a
partir
de
comunicaciones
[ 3].
Consecuentemente, no puede haber un enlace ʻautopoiéticoʼ de comunicaciones con
estados de conciencia o factores orgánicos.
La conformación de un sistema social implica que mediante las comunicaciones se
diferencia un sistema frente a su ʻentornoʼ. Tal vez sea este uno de los puntos más
controvertidos de la teoría de sistemas sociales: los hombres no son las partículas de lo
social, por el contrario, habitan sus arrabales, es decir, su ʻentornoʼ. La teoría de sistemas
sociales busca delimitar con precisión el objeto de la sociología como un campo de
investigación con derecho propio. Tan profundo es el rigor quirúrgico de esta operación
que se ha podido decir que Luhmann formula una teoría de la sociedad “sin hombres”
(Izuzquiza, 1990). A partir de ahí desarrolla su diagnóstico de la sociedad moderna.
Para ello (Luhmann, 1975) distingue tres tipos de sistemas sociales, a saber: las
interacciones, las organizaciones y la sociedad, siendo este el sistema social de mayor
amplitud, es decir, el conjunto de todas las comunicaciones posibles.
El hilo conductor de la teoría de Luhmann fue dar cuenta de este sistema social
omniabarcador y su configuración moderna. Este fue el motivo central de sus
investigaciones que quedó plasmado en Die Gesellschaft der Gesellschaft (Luhmann,
2007). Con el fin de problematizar el tema de la ʻnaciónʼ en la teoría de sistemas sociales
habremos de especificar algunas de las trazas del enfoque de su propuesta sobre la
sociedad moderna. En este contexto hay que presentar el problema de la ʻdiferenciación
funcionalʼ; el tema de la inclusión/exclusión social; el concepto de ʻsociedad-mundoʼ; y,
por último, el estudio de las ʻsemánticasʼ de la sociedad moderna.
3
Este planteo, dado por sentado sin más en las discusiones de la obra de Luhmann, generalmente, de
maner axiomática, puede esclarecerse del siguiente modo: en la mayoría de los casos, una comunicación
es comprendida y a ésta le seguirá otra comunicación. ʻAlter ego ʼ selecciona una información y un modo
de notificarla; ʻego ʼ, a su vez, comprende la comunicación al diferenciar una información, es decir, el
objeto de la comunicación, y una manera de darla a conocer (v.gr. de forma oral, escrita, en voz alta,
susurrando, insinuando, amenazando, acompañada de gestos, etc.). La comunicación es una síntesis
emergente de información, notificación y comprensión que, una vez realizada, reinicia el mismo proceso,
sin confundirse con las conciencias que alternadamente ocupan el lugar comunicativo de ʻego ʼ y ʻalter
egoʼ. Por tanto, así se enlaza una comunicación con otra comunicación. Para el tema de la comunicación
en la teoría de sistemas sociales ver Luhmann (1984: 191-241). En relación al concepto de ʻautopoiesis ʼ,
ver Luhmann (1984: 593-646).
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Luhmann sostiene que la forma de diferenciación que caracteriza a la sociedad moderna
es la diferenciación por funciones. La sociedad se diferencia en sistemas sociales
parciales –economía, derecho, ciencia, política y educación...– que tienen como función
el tratamiento de problemas específicos de la sociedad. Una sociedad dispuesta de este
modo carece de una descripción de conjunto que la unifique y sólo puede contar con
perspectivas de mundo que responden a la peculiaridad de cada sistema funcional. Lo
que es más: todos estos puntos de vista compiten por la descripción de la totalidad
social. En contraste con otros enfoques donde la política o la economía constituyen el
nervio de lo social, no hay aquí una jerarquía entre los sistemas funcionales. Se trata de
una sociedad descentrada, según Luhmann, una sociedad ʻpolicontextualʼ.
Para dar cuenta del tema de la ‘nación’ en Luhmann es necesario referir también a dos
formas de diferenciación pre-modernas: la ‘diferenciación segmentaria’, por un lado, y
la ‘diferenciación estratificatoria’, por otro. Las sociedades segmentarias o tribales se
caracterizan por la diferenciación de subunidades sociales que, siendo diversas, son del
mismo tipo, por ejemplo, familias o clanes. A esta modalidad de diferenciación, de la
cual se tiene conocimiento a partir de los territorios que fueron colonizados, no le
dedica especial atención Luhmann. Por el contrario, las sociedades estratificadas ocupan
un lugar más significativo en su análisis ya que ofrecen un contraste para su teoría de la
sociedad moderna. El rasgo distintivo de la estratificación es que las unidades en que se
diferencia la sociedad tienen una relación jerárquica, ocupando la cúspide de la sociedad
un pequeño grupo de personas. La división de estamentos durante la Edad Media
europea constituye un ejemplo típico de esta forma de diferenciación.
En la próxima sección mostraremos cómo la idea de ‘nación’ sirve a la transición de la
sociedad estratificada a la diferenciada por funciones por medio de la diferenciación
segmentaria. Pero volviendo ahora a la ʻdiferenciación funcionalʼ, en la sociedad
moderna se imponen nuevas condiciones al nexo de lo social con los individuos, en este
sentido, cambia la manera en que se regula la inclusión/exclusión social de las ʻpersonasʼ
[4]. La inclusión queda librada a la dinámica específica de cada sistema funcional. Los
individuos participan de diferentes contextos funcionales que no pueden coordinarse de
4
Por 'inclusión' Luhmann no entiende que los hombres formen parte de un sistema social, lo cual sería
contradictorio con el concepto de ʻautopoiesis ʼ. La forma en que los sistemas sociales se dirigen a su
ʻentornoʼ, justamente, es lo enfocado mediante el concepto de ʻpersona ʼ (1991a). Se trata de un conjunto de
expectativas que se dirigen desde lo social, hacia el hombre, en tanto incluido o excluido (1994).
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manera duradera. Esto genera problemas de identidad individual a partir de los
múltiples roles desempeñados. Aquí, como se mostrará luego, se hace relevante el tema
de la ʻnaciónʼ en una sociedad que lleva la impronta del ʻuniversalismoʼ de sus sistemas
funcionales.
Vinculado a ello, otro aspecto de las consideraciones de Luhmann sobre la sociedad
consiste en la tesis –central para nuestro argumento– de que en la actualidad hay un
único ejemplar de este sistema: la ʻsociedad-mundoʼ. La sociedad contemporánea carece
de límites territoriales y se extiende hasta donde llegan las comunicaciones
vehiculizadas por los sistemas funcionales. Como señalan Rodriguez y Nafarrate,
tomando como ejemplo la propia sociología de Luhmann: “…la ciencia ya no se deja
delimitar regionalmente: no existe una ciencia belga o una ciencia mexicana o chilena.
La ciencia es una comunicación mundial: un descubrimiento científico en Bielefeld es
comunicado al mundo entero…” (2008, 78). [5]
Desde este punto de vista, la noción de ʻterritorioʼ es considerada –en el sentido de
Bachelard– como un ʻobstáculo epistemológicoʼ que impide mostrar el carácter global
de la sociedad. Pues sostiene Luhmann que “…en una teoría, por motivos
metodológicos, no debería haber lugar para nombres como Italia o España” (2007: 119).
De ahí que haya que preguntarse si es pensable un enfoque de la ʻnaciónʼ en esta
sociología. Pero antes de tocar esta cuestión es necesario hacer referencia al estudio
luhmanniano de las ʻsemánticasʼ de la sociedad moderna.
Los trabajos que fueron reunidos en los cuatro tomos de Gesellschaftsstruktur und
Semantik (Luhmann, 1980a; 1981; 1989; 1999) –una obra escasamente conocida en
español, dado que en gran parte no ha sido traducida– abordan las formas históricas de
ʻauto-descripciónʼ de las sociedad contemporánea en relación con su estructura, esto es,
las ʻsemánticasʼ que corresponden a la ʻdiferenciación funcionalʼ.
Luhmann entiende por ʻsemánticasʼ ciertas tipificaciones que hacen posible estructurar
la complejidad y articular las expectativas que subyacen a las comunicaciones de los
5
Aún así, podría considerarse que las organizaciones en que se desarrolla la ciencia y la historia de estas
organizaciones aportan matices regionales a la idea de una sociología unificada y global. Tal vez la
contribución de nuestro artículo consista en mostrar el “punto ciego” de una mirada cuyo sesgo consiste
en universalizar realidades nacionales del centro de la Weltgesellschaft.
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diferentes sistemas funcionales. Sin estas tipificaciones no habría determinación, ni
posibilidad de comunicación. Las ʻsemánticasʼ de una sociedad son el conjunto de
tipificaciones que estructuran sus comunicaciones, a las cuales refiere el autor como un
“stock de reglas predispuestas para el procesamiento de sentido” (Vorrat an
bereitgehaltenen Sinnverarbeitungsregeln) (Luhmann, 1980b: 19). Estas tipificaciones
son el correlato de las formas de diferenciación de una sociedad. Consecuentemente, las
ʻsemánticasʼ que corresponden a la sociedad diferenciada por funciones no son
equivalentes a las de sociedades previas, por ejemplo, las diferenciadas de manera
estratificada. Las ʻsemánticasʼ tienen un índice histórico y evolucionan con la
transformación de los modos de diferenciación social. En suma, ʻdiferenciaciónʼ y
ʻsemánticasʼ son conceptos que tienen que tratarse conjuntamente.
Retomando lo anterior, puede esquematizarse el enfoque luhmanniano del tema de la
ʻnaciónʼ según una batería de interrogantes, a saber:
•
¿Cómo se vincula el concepto de ʻnaciónʼ con la diferenciación social y qué
lugar ocupa en el ámbito de las ʻsemánticasʼ de la modernidad?
•
¿Cuál es la relevancia de esta temática para las formas de inclusión y exclusión
social?
•
¿Cómo se configura la ʻnaciónʼ en el contexto de la ʻsociedad-mundoʼ?
Si bien estas preguntas pueden distinguirse analíticamente, la última le otorga su sentido
al conjunto. La contribución que una perspectiva sistémica hace a la discusión de
nuestro tema es mostrar la inherencia del concepto de ʻnaciónʼ a una sociedad que no
puede pensarse más que como ʻsociedad-mundoʼ. De todos modos, ¿cuánto aporta
Luhmann a este intento?
4. NIKLAS LUHMANN Y LA ʻNACIÓNʼ
En el trayecto final de Die Gesellschaft der Gesellschaft, el capítulo dedicado a las
semánticas de la sociedad moderna, ofrece una sección que trata la “Distinción de
ʽnacionesʼ” (Luhmann, 2007: 828-836). Que el problema ocupe sólo una muy breve
porción de una obra de alrededor de mil páginas es una advertencia de que para
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Luhmann el tema no forma parte de sus intereses principales, ni es un aspecto
fundamental de su teoría.
Como indicación de este papel marginal de la cuestión en la sociedad moderna podemos
referir al primer interrogante que planteamos: ¿Cómo se relaciona la ʻnaciónʼ con la
diferenciación social y las ʻsemánticasʼ?
Luhmann sostiene que se trata de un concepto pre-moderno, vinculado, entonces, no a la
ʻdiferenciación funcionalʼ, sino a la ʻdiferenciación segmentariaʼ. No obstante, fija su
acta de nacimiento en la sociedad moderna: la Revolución Francesa disuelve las
divisiones estamentarias tradicionales en un término que las unifica, es decir, la idea de
ʻnaciónʼ. En otras palabras: “…no es por casualidad que la idea de nación […] se
imponga justo en el momento en que se vuelve irreversible el tránsito hacia la
diferenciación funcional…” (Luhmann, 2007: 831). En este sentido, la ʻnaciónʼ –siendo
paradigmático el caso francés: los Etats généraux se transforman en Assemblée
nationale– acompaña la disolución de la diferenciación por estamentos, hacia la
diferenciación por funciones, al conformar nuevas unidades políticas que no se basan en
las diferencias estamentales. Con posterioridad, este concepto es adoptado en otras
latitudes, pero con una función modificada: la de permitir comparaciones y facilitar la
práctica comunicativa. De hecho, “…las naciones tienen nombres propios, de tal suerte
que no es problema explicar qué se quiere decir cuando se habla de España, de Hungría,
de Polonia, etc.” (Luhmann, 2007: 829). [6]
A tenor de lo expuesto anteriormente, Luhmann ofrece dos precisiones sobre el
problema de la ʻnaciónʼ. En primer lugar, retoma el célebre planteo de Benedict
Anderson (1993) sobre las ʻcomunidades imaginadasʼ, aunque no cita explícitamente al
autor. Siguiendo a Luhmann, la ʻnaciónʼ “…es una unidad puramente imaginaria que
luego debe llenarse con realidad, por ejemplo, con un idioma común, una religión
común, una moneda única y un sistema jurídico común, independiente de los usos y
costumbres locales” (Luhmann, 2007: 830). Con esto también hace suya la perspectiva
de que la ʻnaciónʼ no puede definirse por características específicas o esencialistas, como
resulta evidente desde los inicios de la discusión sobre el tema en las ciencias sociales.
6
Como se mostrará más adelante, Richter extrae interesantes consecuencias para la comprensión de los
conflictos globales a partir de este componente comparativo de la ʻnación ʼ.
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La ʻnaciónʼ no señala más que una ficción de unidad, carente de contenido, que luego
adquiere determinación, pero no puede definirse por ninguno de los rasgos que le
otorgan concreción. Aquí ya se advierte el germen de un formalismo que en los planteos
de los teóricos de sistemas sociales posteriores va a ganar mayor fuerza. Se puede
agregar que este es otro de los aspectos que posiblemente dificultó a Luhmann dar
cuenta de la especificidad de la coyuntura histórica en la que vivió. Mirada la ʻnaciónʼ
como un concepto vacío, la Alemania de la Nazi-Epoche carecería de toda
especificidad.
Otro elemento en el que puede hallarse la huella del planteo de Anderson en los
bosquejos de Luhmann es que considera a la imprenta y la escritura como fundamentos
para el surgimiento del concepto de ʻnaciónʼ. Así señala que “la nación se define por su
historia, pero la historia está por escribirse” (Luhmann, 2007: 830). [7]
Junto con la perspectiva de que la ʻnaciónʼ es una ʻunidad imaginadaʼ, Luhmann advierte
–y este es el segundo aspecto que queremos subrayar– un componente normativo en
este concepto. A las naciones se les demanda conformar Estados: “El concepto de
nación […] dirige […] la exigencia de producir la unidad en un Estado propio; por
tanto, distinguir nación cultural y nación estatal tiene un significado en todo caso
secundario” (Luhmann, 2007: 834). [8] Se trata de otro aspecto que permite ubicar en las
coordenadas de la teoría luhmanniana de la sociedad al problema de la ʻnaciónʼ. La
ʻnaciónʼ aparece en estos pasajes como una ʻsemánticaʼ perteneciente a un sistema
funcional específico: el sistema político. Asimismo, si es inherente a la ʻnaciónʼ un
componente normativo, la semántica de la ʻnaciónʼ se rige por una codificación que
Luhmann (1984: 215) encuentra en la moralidad, específicamente, la distinción entre
ʻaprecioʼ (Achtung) y ʻdesprecioʼ (Mißachtung). Con esto se aclaran, desde las propias
premisas de la teoría de sistemas sociales, las dificultades que le presentaba al autor este
concepto. Al abordar las circunstancias históricas del Nazismo y la guerra, de las cuales
7
En la perspectiva de Luhmann (2007: 193-234), la escritura, junto con la imprenta, tiene por función
trascender las interacciones, para alcanzar a los no presentes inmediata y físicamente. En efecto,
Anderson considera que la ʻnación ʼ, como ʻcomunidad imaginada ʼ, fundada en la coincidencia, en un
tiempo simultaneo, homogéneo y vacío, con muchos otros connacionales que nos son desconocidos, tiene
una estrecha relación con dos formas específicas de los medios impresos que propiciaron su nacimiento:
la novela y el periódico. “Estas formas proveyeron los medios técnicos necesarios para la ʻrepresentación ʼ
de la clase de comunidad imaginada que es la nación” (Anderson, 1993: 46-47, subrayado en el original).
8
En este sentido, Luhmann no distingue como hace Weber (1969: 679) entre ʻnación ʼ y ‘pueblo de un
Estado’.
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hablamos líneas más arriba, Luhmann hubiera tenido que incurrir en una contradicción
con las pretensiones meramente descriptivas de su enfoque ya que necesariamente
habría tenido que evaluar la coyuntura histórica bajo el código moral de ʻaprecioʼ y
ʻdesprecioʼ. Cuando como lectores de esta obra le exigimos a Luhmann una crítica
resuelta de la coyuntura histórica, estamos buscando algo que la propia vocación
científica del autor no parace estar dispuesta a ofrecer, ya que a la teoría de sistemas
sólo le correspondería describir la sociedad y nada más. De todos modos, tampoco
desarrolla Luhmann un enfoque, aunque sea meramente descriptivo, sobre el
Nacionalsocialismo y la guerra.
Como se verá con Richter, este componente normativo del concepto de ‘nación’ es de
gran relevancia en el ʻnacionalismoʼ y los conflictos globales. De hecho, el aspecto
moral de los problemas de la ʻnaciónʼ también generará dificultades de pensamiento en
el planteo de este exégeta.
Recapitulando, estos dos sentidos tiene para Luhmann el concepto de ʻnaciónʼ: es una
ʻunidad imaginadaʼ, por un lado, y supone una demanda normativa para la formación de
un Estado, por otro. No obstante, llama la atención la ambigüedad de estos dos aspectos
en el tratamiento del autor: como aspecto de la imaginación colectiva, la ʻnaciónʼ es un
concepto transitorio que no debería sobrevivir una vez cumplido su propósito de abrir la
puerta a la diferenciación por funciones; como ʻsemánticaʼ en la que se basa la
construcción de los Estados, tiene un lugar permanente en la sociedad diferenciada
funcionalmente. Este lugar es el sistema político.
Si enfocamos el problema de la vigencia o caducidad de la ʻnaciónʼ a partir de las otras
dos preguntas que propusimos para explorar las reflexiones de Luhmann, sólo pueden
ofrecerse respuestas fragmentarias e inconclusas.
En lo que concierne a la distinción inclusión/exclusión, la ʻnaciónʼ cubre un vacío que
no pueden llenar los sistemas funcionales: el vacío señalado tiene que ver con la
ʻconducción de la vidaʼ (Lebensführung) de los individuos. Los diversos roles
desempeñados por los individuos “…no definen el sentido de conducir la vida sino
únicamente tareas y reglas, y hacen que en el nivel particular y público, individual y
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social haya una demanda por nuevas identificaciones…” (Luhmann, 2007: 834). Este
lugar en vacancia es cubierto por la idea de ʻnaciónʼ, la cual “…ofrece un concepto de
inclusión que no depende de las condiciones especiales de los sistemas funcionales
particulares y que obliga a la propia política a respetar a todos los miembros de la propia
nación como iguales” (Ibíd.: 833). Se advierte en estas líneas la ambigüedad
mencionada: la ʻnaciónʼ es considerada como componente del sistema político, pero, a
su vez, se desvincula este concepto respecto a cualquier sistema funcional.
En lo que toca al tema de la ʻsociedad-mundoʼ, afirma Luhmann que hay en la ʻnación ʼ
una síntesis de ʻparticularismoʼ y ʻuniversalismoʼ. Es así que la ʻnaciónʼ puede integrarse
a la sociedad global. No obstante, el autor no ofrece más precisiones al respecto. A
propósito del problema de este artículo –la unidad de ʻparticularismoʼ y ʻuniversalismoʼ
en el concepto de ‘nación’–, Luhmann da escasos indicios para abordar el tema.
En este marco, argumenta que el rol que desempeña la ʻnaciónʼ se ve socavado por
tendencias que se constatan ya a fines del siglo XX. Vale decir que ninguna de estas
tendencias son analizadas en profundidad, sino meramente insinuadas. Una de ellas es
que ya no resultaría posible formar Estados de tamaño considerable como para que
logren sobrevivir económicamente. Otra es la evolución del individualismo: éste “…se
ha desarrollado en tal medida que ya no puede cooptarse nacionalmente –lo cual no
excluye que fundamentalismos centrados étnica o religiosamente empujen a los
individuos a las barricadas” (Luhmann, 2007: 835). [9] Por último, el sociólogo
considera que el nexo entre la ʻnaciónʼ y la guerra, en el cual se acentuaba la
identificación del individuo con la ʻnaciónʼ, tiene otras características en la actualidad.
Las guerras ya no son posibles para la consecución de los fines limitados de una
ʻnaciónʼ; las contiendas bélicas contemporáneas, con el despliegue técnico que
conllevan, son imposibles sin catástrofes ecológicas en las que no hay auténticos
vencedores. [10]
9
Este planteo no advierte que la etnia o la religión, que son observadas, despectivamente, como fuentes
del “fundamentalismo”, pueden ser las plataformas a partir de las que se configuren, precisamente,
identidades nacionales.
10
Una de las características del riesgo vinculado a los desajustes ecológicos es que no respeta fronteras
territoriales nacionales. Las problemáticas ecológicas, en este sentido, son problemáticas de la ʻsociedadmundoʼ. Para el concepto de riesgo, ver Luhmann (1991b). Por lo demás, este enfoque simplifica el
problema de la guerra reduciéndolo al tema del riesgo: si en términos ecológicos los enfrentamientos
entre ‘naciones’ pueden no tener ningún beneficiario, es innegable que los tienen en sentido geopolítico y
económico.
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Por lo antedicho, Luhmann concluye augurando el último estertor de la ʻnaciónʼ en la
sociedad contemporánea. Para ello cae en la ambigüedad mencionada. Tras haber
señalado que la ʻnaciónʼ es un concepto que corresponde al sistema político, sostiene lo
siguiente:
“Parece […] que la idea de nación pertenece a aquel puñado de
semánticas transitorias que pudieron causar fascinación por un
tiempo llevadero sin mencionar a qué sistema social referían.
Por eso puede suponerse que hoy nos encontramos en la fase
terminal de esta idea; etapa en la cual la idea causa más daño
que beneficio y forma en la sociología uno de aquellos obstacles
épistémologiques que con base en plausibilidades pasadas
bloquean los entendimientos que son necesarios actualmente”
(Luhmann, 2007: 836).
Resumamos lo expuesto hasta ahora a partir de los tres interrogantes de los que
partimos. Entonces, se puede afirmar que:
i) La ʻnaciónʼ es una ʻsemanticaʼ pre-moderna –vinculada a la ʻdiferenciación
segmentariaʼ– que permitió realizar el tránsito de la diferenciación por
estamentos a la diferenciación por funciones, por un lado, y como tal
consiste en una ʻunidad imaginadaʼ, con un componente normativo que lleva
a la formación de un Estado, por otro;
ii) la ʻnaciónʼ cubre una necesidad identitaria de inclusión social individual
que no pueden ofrecer los sistemas funcionales parciales; y
iii) la ʻnaciónʼ combina ʻuniversalismoʼ y ʻparticularismoʼ.
De todos modos, Luhmann pronostica la caducidad de la idea de ʻnaciónʼ. A ello se
agrega la abstención del autor a incluir en su teoría aspectos normativos que, desde el
punto de vista de la teoría de sistemas sociales, son inherentes a la ʻnaciónʼ y hubieran
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obligado al sociólogo a ir más allá de la mera descripción de lo social para dar cuenta de
temas que afectaron a la conyuntura histórica alemana y mundial en que vivió.
Asimismo, puede conjeturarse que el aspecto formal del planteo de la teoría de sistemas
sociales permitió evadir un análisis de las derivaciones del ʻnacionalismoʼ en el caso
específico de Alemania.
No obstante, todavía desde la teoría de sistemas sociales, ¿puede prescindirse por
completo del concepto de ʻnaciónʼ? ¿No aporta esta noción elementos útiles al análisis
sociológico? ¿Tiene aún la ʻnaciónʼ un lugar en la ʻsociedad-mundoʼ?
5. LA ʻNACIÓNʼ REVISITADA
5.1. Rudolf Stichweh: las funciones de la ‘nación’ en la ‘sociedad-mundo’
Entre los continuadores de la teoría de sistemas sociales, Stichweh se concentró en dar
cuenta de los problemas propios de la globalización. Su trabajo clásico sobre el tema,
Die Weltgesellschaft. Soziologische Analysen (Stichweh, 2000), dedica una parte
importante a la presentación del concepto de ʻnaciónʼ. Ciertamente, Stichweh recupera lo
planteado por Luhmann haciendo suya la idea de que la ʻnaciónʼ es un factor de unidad
social e inclusión. Sin embargo, en contraste con Luhmann, afirma que la ʻnaciónʼ puede
alumbrar aspectos significativos de la actualidad. Es importante destacar que en todos
estos análisis el punto de partida es la sociedad global y desde allí surge el interrogante
por la ʻnaciónʼ.
Así, Stichweh señala que la ʻnaciónʼ cumple tres funciones, las cuales, a su vez, suponen
ciertas estructuras en el plano de la ʻsociedad-mundoʼ. Enfocaremos ahora estos
aspectos.
Como se señaló más arriba, Luhmann consideraba que la inclusión en los sistemas
funcionales a partir de roles circunspectos no podía ser el cemento de la construcción de
identidades individuales. En este plano el sociólogo le otorgaba un lugar destacado al
concepto de ʻnaciónʼ, el cual, no obstante, carecería de vigencia para el momento
presente de la sociedad. Stichweh sostiene al respecto que la complejidad de la
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ʻsociedad-mundoʼ no permite generar estructuras de expectativas estables en lo que hace
a las propias condiciones de vida de los individuos. Entonces, la ʻnaciónʼ ofrece
expectativas duraderas para la conducción de la vida individual.
Hay que señalar que este enfoque parte de dos supuestos: en primer lugar, ʻnaciónʼ y
Estado son una y la misma cosa; en segundo lugar, el Estado se identifica con una forma
del mismo, esto es, el ʻEstado de Bienestarʼ. Como señala Stichweh: “…al Estado le
corresponde frente a sus ciudadanos una responsabilidad general y, precisamente por
eso, tiene que entenderse como Estado de Bienestar” (2000: 52). Esta función de la
ʻnaciónʼ, relacionada con una forma de inclusión social que para el autor sigue vigente
en la configuración actual de la sociedad moderna, tiene su contrapartida en la exclusión
de todo aquel que no es miembro de la ʻnaciónʼ. Por esta razón, la ‘nación’ se
fundamenta en la diferencia igualdad/desigualdad: “Ante la inseguridad de las
expectativas, las prestaciones de la nación se basan en que excluye la desigualdad
(porque la externaliza en la sociedad-mundo) e incluye una aparente igualdad (de todos
los miembros de la nación)” (Ibíd., subrayado en el original). En otras palabras, todo
aquel incluido en un conjunto nacional se encuentra bajo el amparo de una estructura de
expectativas relativamente estable, de la cual es excluido quien no es miembro. Así, la
desigualdad se deposita afuera de la ʻnaciónʼ. Consecuentemente, si en el planteo de
Luhmann se presentaba la ambigüedad de la pertenencia de la ʻsemánticaʼ de la ʻnaciónʼ
al sistema político o su desvinculación de todo sistema funcional, y de ahí se desprendía
su imposibilidad de sobrevivir en la etapa actual de la sociedad moderna, Stichweh
enfoca a la ʻnaciónʼ como una semántica propia del sistema político.
Una función adicional de la ʻnaciónʼ es garantizar una relativa homogeneidad cultural
hacia adentro y, como resultado, conservar y fortalecer las diferencias culturales entre
diversos Estados. Esto permite hacer un contraste entre la cultura de una ʻnación ʼ y la de
la ʻsociedad-mundoʼ. En este terreno, la ʻsociedad-mundoʼ “…ostenta un grado menor de
articulación y elaboración. Antes bien, se trata en la sociedad-mundo de repertorios
abstractos de posibilidades, sobre todo, de una atenuación o reinterpretación de las
peculiaridades culturales nacionales en la medida en que son incompatibles con otras
culturas en la sociedad-mundo” (Stichweh, 2000: 54).
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Como última función de la ʻnaciónʼ, Stichweh refiere a la delimitación de las fronteras
territoriales de un Estado. Las fronteras de la ʻnaciónʼ tienen dos peculiares
características: en primer término, entre dos Estados no hay ningún lugar disponible ya
que la distancia espacial entre éstos es extremadamente pequeña; en segundo lugar,
sobre la base de esta distancia mínima, se introduce una distancia cultural que se
experimenta como una distancia de gran amplitud entre dos culturas nacionales o
incluso como incomunicabilidad cultural. Fundados en una cultura nacional, los Estados
cubren la tierra, sin dejar lugares vacantes.
Recapitulando, tanto en el plano del aseguramiento de las condiciones vitales, como en
el de la cultura, se da una separación entre la ʻnaciónʼ y la ʻsociedad-mundoʼ. Para el
autor el problema es cómo en este contexto la ʻsociedad-mundoʼ puede acoger y
fomentar las funciones que cumple la ʻnaciónʼ.
Apoyándose en la caracterización funcional de las naciones, Stichweh considera que los
Estados nacionales disponen de una semejanza formal: cuentan con fronteras
territoriales, una cultural propia y un nombre. A partir de ahí, sin superponerse, ni dejar
espacios libres, se adaptan a la ʻsociedad-mundoʼ.
De acuerdo con esta aproximación formal, el autor identifica estructuras normativas de
expectativas que, en el contexto de la ʻsociedad-mundoʼ, se dirigen a cada Estado. La
relación entre Estado y ʻnaciónʼ tiene un carácter instrumental, pues el primero es visto
como medio para la optimización de los intereses de la segunda. Desde el contexto
global
se
impone
a
los
Estados
un
“deber
de
modernización”
(Modernitätsverpflichtung) y un “deber de actuar en fomento del Estado de Bienestar”
(Verpflichtung auf wohlfartsstaatliches Handeln) (Stichweh, 2000: 58). Esto supone la
exigencia normativa de que las naciones asuman la forma del Estado de Bienestar y
desarrollen un conjunto de instituciones en el plano de la educación, la seguridad social,
el servicio militar y las políticas culturales y científicas.
Tanto el aspecto formal, como el normativo, ambos presentes en Luhmann, ganarán
mayor potencia en el enfoque de Richter, pero se puede suponer que bajo la distinción
moral entre ʻaprecioʼ y ʻdesprecioʼ, como esquema para la clasificación de diferentes
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conjuntos nacionales, las exigencias a las que alude Stichweh sirven para comprender
cómo se legitiman diferentes formas de intervención y presión, ya sea por parte de
organismos financieros internacionales, como de los Estados y los ejércitos que asumen
el rol de gendarmes de la ʻsociedad-mundoʼ.
A propósito, Stichweh también identifica una estructura normativa que funciona en el
plano del sistema político de la ʻsociedad-mundoʼ de manera similar al principio de
inclusión al interior de cada ʻnaciónʼ. Se trata de una estructura básica, igualitaria de
soberanía nacional que surge después de la Segunda Guerra Mundial y que, en
principio, hace equivalentes a todos los Estados nacionales: “Los Estados, a pesar de su
nivel de desarrollo económico, tienen como Estados de la sociedad-mundo,
formalmente, la misma dignidad…” (Stichweh, 2000: 60). Así considera que “Por
primera vez, no se diferencian esencialmente las probabilidades de supervivencia de los
Estados grandes y pequeños…” (Ibíd.). En un plano formal, entonces, cambia la
relación y el equilibrio entre los diferentes Estados nacionales. La pregunta que surge es
si este equilibro formal, no supone un desequilibrio en otros planos, culminando por
hacer insignificante tal equivalencia meramente formal. Se trata de un interrogante que
queda abierto. Es otro de los sesgos que introduce el formalismo de la teoría de
sistemas: en este caso no se advierten las desigualdades entre diferentes regiones de la
ʻsociedad-mundoʼ.
Más allá de este inquietante vacío interpretativo, advertimos que en el análisis de
Stichweh, ʻuniversalismoʼ y ʻparticularismoʼ convergen, lo cual era meramente
mencionado por Luhmann. Sin embargo, los términos ʻnaciónʼ y ʻsociedad-mundoʼ
aparecen como conceptos extrínsecos. La ʻnaciónʼ ocupa un lugar funcional que no
puede desempeñar la sociedad global, pero no representa una forma en que lo universal
se particulariza o lo particular se universaliza. La ʻsociedad-mundoʼ sólo admite y deja
ser a la ʻnaciónʼ, en efecto, ambos términos permanecen ajenos entre sí y sólo se
vinculan a través de comparaciones: de la cultura global y la cultura nacional; de las
estructuras de expectativas locales y mundiales. Entonces, ¿hallaremos en Richter
fundamentos que lleven el ʻuniversalismoʼ y el ʻparticularismoʼ a un denominador
común?
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5.2. Dirk Richter: la ‘nación’ y los conflictos de la ‘sociedad-mundo’
Reconociendo que la cuestión de la ʻnaciónʼ no ha sido un tema privilegiado en la obra
de Luhmann, Richter (1996) emprendió en Nation als Form importantes esfuerzos por
tratar este problema desde la teoría de sistemas sociales.
El autor recupera los ejes centrales del enfoque de la sociedad moderna que desarrolló
Luhmann, es decir, la teoría de la ʻsociedad-mundoʼ; el problema de la ʻdiferenciación
funcionalʼ; el tópico de la inclusión/exclusión; y, por último, la reconfiguración de la
individualidad en este contexto.
Consideramos que la mayor riqueza de los análisis de Richter es mostrar cómo aspectos
inherentes al concepto de ʻnaciónʼ pueden derivar en fenómenos tales como el
ʻpatriotismoʼ y el ʻnacionalismoʼ, resultando en conflictos que tienen lugar en la
ʻsociedad-mundoʼ. Incluso con sus limitaciones, es en este planteo donde la ʻnaciónʼ y la
ʻsociedad-mundoʼ encuentran, como veremos, una convergencia teórica, más allá de la
mera compatibilidad y las comparaciones que plantea Stichweh. De todos modos, como
señala explícitamente el título de la obra de Richter, se trata –al igual que en Stichweh y
Luhmann– de una análisis formal del tema de la ʻnaciónʼ, es decir, de la ʻnaciónʼ como
concepto abstracto y no de las naciones en sus diferentes formas de concreción, sus
proyectos y ambiciones.
Asimismo, de manera semejante a Stichweh, Richter sostiene que la ʻnaciónʼ es una
ʻsemánticaʼ del sistema político, pero aclara que no se limita a este sistema. Desde la
política se desparrama hacia otras esferas. Así señala que “…no es ninguna casualidad
que sistemas parciales como la educación, el derecho e incluso el sistema científico,
puedan retomar los límites especificados por el sistema político” (Richter, 1996: 100).
En este terreno puede considerarse que los sistemas funcionales mundiales adquieren un
formato particular en el ámbito de cada Estado nacional.
Esta circulación de un concepto propio de lo político en otros ámbitos sociales tiene que
ver con una particularidad del concepto de ʻnaciónʼ que no advierten los autores ya
analizados. Según Luhmann –y también Stichweh– separar entre ʻnaciónʼ estatal y
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ʻnaciónʼ cultural carece de relevancia. Por el contrario, Richter encuentra en la ʻnaciónʼ
dos componentes unificados y, a la vez, diferenciados: el Estado y un colectivo. Al estar
configurada por estos dos aspectos, la ʻnaciónʼ puede desvincularse de su referencia al
poder estatal y, como aspecto de un Volk, encontrar resonancia en otros de sus ámbitos
funcionales.
De todos modos, la unidad de Estado y colectivo en la ʻnaciónʼ tiene otras
consecuencias. Hay que subrayar aquí un matiz que concierne a la propia ʻnaciónʼ y la
ajena. Mientras que en el caso de la ʻnaciónʼ propia se puede generar una brecha entre el
Estado y el colectivo, sobre todo, cuando se trata de políticas impopulares, esta
diferenciación difícilmente tenga lugar al enfocar la ʻnaciónʼ ajena. Siguiendo al autor:
“Esta observación aparentemente banal, en el caso de conflictos
nacionales, tiene graves consecuencias, es decir, potencialmente
mortales, a saber: se toman en cuenta entonces no sólo los
comportamientos hostiles de los gobiernos y ejércitos, sino que
también se atribuyen estos comportamientos a personas
realmente no involucradas. […] Masacres, violaciones en masa
y otras atrocidades similares se pueden reconducir a estas
circunstancias…” (Richter, 1996: 116).
El potencial conflictivo de la ʻnaciónʼ está en el centro del análisis de Richter, pero para
llegar a ello hay que desarrollar otros ejes de su enfoque. De hecho, el autor retoma una
idea que Luhmann apenas sugiere en Die Gesellschaft der Gesellschaft: la ʻnaciónʼ es un
concepto que sirve en la práctica para realizar comparaciones entre conjuntos colectivos
que conviven en la ʻsociedad-mundoʼ.
A partir de ahí, Richter formula la tesis principal de su Nation als Form: “…la forma
ʻnaciónʼ representa el modo dominante de observación de los procesos suprarregionales
–es decir, de la sociedad-mundo– en la modernidad” (Richter, 1996: 11). Si la sociedad
moderna puede caracterizarse como una sociedad ʻpolicontextualʼ por la multiplicidad
de perspectivas de sus diferentes sistemas funcionales, Richter considera que la
ʻsociedad-mundoʼ es representada a partir de diferentes ópticas regionales. Así, entre
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otros aspectos de la sociedad global, el autor alude, al igual que Stichweh, a una
fragmentación de la cultura en el terreno de la globalización. En este ámbito –donde los
estilos de vida se relativizan al mostrar su contingencia confrontándose con otros estilos
de vida– mediante la ʻnaciónʼ “…el mundo se hace determinable” (Ibíd.: 98). La
ʻsemánticaʼ de la ʻnaciónʼ sirve para clasificar y dividir el mundo: “A través del uso de
formas semánticas como la ʻnaciónʼ se trata entonces de hacer tratable y, con esto,
comunicable, la diversidad de los fenómenos observables en la sociedad-mundo” (Ibíd.:
99). No obstante, hay que enfatizarlo, la distinción y clasificación de naciones es una
descripción específicamente política de la sociedad global. En este sentido, como ya se
señaló con Stichweh, un Estado tiene por fin el ʻbienestar comúnʼ ( Gemeinwohl) de un
colectivo particular. Así, son observados los acontecimientos de la ʻsociedad-mundoʼ
según cómo beneficien o perjudiquen al ʻbienestar comúnʼ de un Estado naciónal.
Resumidamente: se trata de la posibilidad de atribuir estos acontecimientos a una
ʻnaciónʼ u otra.
Continuando con este análisis, el concepto de ʻnaciónʼ se articula a partir de la diferencia
entre la propia ʻnaciónʼ y la ajena, o sea, autorreferencia y heterorreferencia. La ʻnaciónʼ
siempre involucra un entorno social global, universal. En este contexto, la diferencia
entre auto y heterorreferencia supone una asimetría en la valoración de la ʻnaciónʼ propia
y la ajena. Pues el concepto de ʻnaciónʼ conlleva una desvalorización de la ʻnaciónʼ ajena
que se basa en la distinción familiar/extraño (vertraut/unvertraut) y recurre a
estereotipos para hacer accesible lo que es considerado como extraño. Pero también la
autorreferencia que enfoca a la ʻnaciónʼ propia hace uso de estereotipos, en este caso, de
signo positivo. De esta manera, “la constitución de estereotipos, con ayuda de la forma
ʻnaciónʼ, permite tratar lo extraño como familiar” (Richter, 1996: 118). Aquí encuentra
cabida, entonces, otra vez, el componente normativo o valorativo de la ʻnaciónʼ.
A partir de ahí, diferencia el autor entre ʻpatriotismoʼ y ʻnacionalismoʼ. Ambos
fenómenos se apoyan en la asimetría de la valoración de la ʻnaciónʼ propia y la ajena, sin
embargo, mientras el ʻpatriotismoʼ, de acuerdo con Richter, permite una convivencia
pacífica con la alteridad, lo que es más, en el ʻpatriotismoʼ se unen ʻnaciónʼ y
cosmopolitismo a partir de la idea de ʻhumanidadʼ ( Menschheit), el ʻnacionalismoʼ
conlleva necesariamente la consideración del otro como enemigo. Recuperando a Carl
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Schmitt, Richter afirma que la distinción amigo/enemigo es constitutiva del
ʻnacionalismoʼ y, de esta manera, le da un formato político a la distinción entre ʻaprecioʼ
y ʻdesprecioʼ que en el planteo de Luhmann caracteriza a la moral.
Ciertamente, ʻpatriotismoʼ y ʻnacionalismoʼ no son compartimentos estancos: fácilmente
se puede transitar de uno al otro, como muestran distintas coyunturas históricas. No
obstante, Richter se ocupa más del ʻnacionalismoʼ, que del ʻpatriotismoʼ, ya que el
primero, en esta óptica, tiene consecuencias más graves para los vínculos entre las
naciones. En todo caso, el pasaje de una configuración a otra de la ʻnaciónʼ está en
estrecha relación con el plano universal de lo social, es decir, “detrás del
desplazamiento del patriotismo/estereotipificación hacia el nacionalismo/imagen del
enemigo está, según mi tesis, la transformación de los contactos de la sociedad-mundo
en conflictos de la sociedad-mundo” (Richter, 1996: 131, subrayado en el original).
El autor lleva la distinción inclusión/exclusión al plano global de la ʻsociedad-mundoʼ y
sus sistemas funcionales. Pues hay una diferencia entre la determinación teórica de la
inclusión social y la forma en que esta problemática se manifiesta en la vida cotidiana.
Mientras en el plano teórico se pueden distinguir códigos que funcionan de manera
binaria –por ejemplo, pagar/no-pagar, en el sistema económico–, en la vida cotidiana
estos códigos suponen gradaciones, un “más” y un “menos”: “En comparación con
otros, uno se siente más o menos bien representado políticamente, uno tiene mayor o
menor participación en el desarrollo económico, uno recibe mejores o peores
prestaciones sanitarias…” (Richter, 1996: 133, subrayado en el original). Esta conexión
con los sistemas funcionales de la sociedad conduce a una “percepción subjetiva de
estatus” (subjektive Statuswarnehmung) (Ibíd.). En este contexto, cada Estado ha de
orientarse por las percepciones de estatus de su colectivo y las expectativas referidas a
las decisiones políticas que de ahí resultan, ante todo, referidas a las consecuencias de
las fluctuaciones del sistema económico mundial: “Al buscar defender el bienestar
general, el sistema político se convierte en instancia de protección contra la amenaza al
estatus…” (Ibíd., 136). En coyunturas con estas características, la fusión del
ʻnacionalismoʼ con el Estado puede conducir a una idea de superioridad política que
potencialmente desemboca en la negación de otros grupos étnicos y nacionales.
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Richter considera que el ʻnacionalismoʼ es una ʻsemánticaʼ que corresponde a momentos
de crisis de la ʻsociedad-mundoʼ:
“Si el acceso a determinadas prestaciones de los sistemas
parciales parece amenazado (por ejemplo, mediante una
recesión, la amenaza de la desocupación o la inflación), si uno
no se siente adecuadamente representado en la política y,
respectivamente, la propia posición parece insuficientemente
considerada en el ámbito supraestatal y si estas situaciones son
observadas como causadas por ‘otros’, entonces se recurre al
esquema amigo/enemigo como forma de re-orientación.
Expresado simplemente: el nacionalismo es una semántica de la
crisis” (Richter, 1996: 136).
El ʻnacionalismoʼ es un fenómeno coyuntural que emerge como forma de orientación en
una “situación de falta de claridad e inseguridad” (unübersichtliche und unsichere
Situation).
Un aspecto que es enfatizado por el análisis de Richter es la desigualdad regional. Como
ejemplo que debería discutirse aquí, vale señalar que el autor considera que esta
posibilidad de hacer legibles las coyunturas de crisis, atribuyendo la responsabilidad a
un enemigo, rige las relaciones de los países de la periferia con los del centro de la
ʻsociedad-mundoʼ. Es en este contexto que el análisis de Richter muestra sus
limitaciones. En palabras del autor: “de manera paradigmática puede citarse aquí una
vez más el mito que supone que la riqueza de Occidente consiste en la explotación del
así llamado tercer mundo” (Ibíd., 135, nuestro subrayado). Mediante la observación de
la ʻsociedad-mundoʼ a partir de las semánticas nacionalistas, se busca un ʻculpableʼ
(Schuldige) de estas desigualdades, el cual ha de combatirse como ʻnación enemigaʼ
(Feindnation). En el caso de las relaciones centro-periferia, esto estaría a la base del
“mito” nacionalista. Otro ejemplo que se lee en Richter –no menos polémico que el
anterior– refiere al lugar de Estados Unidos en el plano global, un país que “la mayoría
de las veces tiene que cargar con la responsabilidad por las consecuencias del sistema
económico llamado ʻcapitalismoʼ” (Ibíd.: 116).
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Al igual que en Stichweh, el precio de un análisis formal de la ʻnaciónʼ es la limitación
de sus alcances. Este enfoque pasa por alto los diferentes significados que en la
ʻsociedad-mundoʼ –si tenemos que entender por tal a todo el globo terrestre y no sólo a
los países centrales– puede tener el ʻnacionalismoʼ. De ahí que sólo sea visto como un
formato coyuntural de la ʻnaciónʼ, que emerge en momentos de crisis, y no se advierta su
potencial crítico para las regiones periféricas de la sociedad global. Al estrechar el
concepto de ʻnaciónʼ al sistema político, analizando esta noción como un aspecto propio
de esta esfera, se oscurece en este enfoque que las relaciones del centro y la periferia no
se sustentan en un mero “mito” político, sino en auténticos vínculos históricos de
explotación. En efecto, este análisis se basa en experiencias concretas de la ʻnaciónʼ, con
lo cual se trata de un formalismo sesgado. Aquí está representada la ʻnaciónʼ como fue
configurada en Europa, donde queda el recuerdo de los fascismos que protagonizaron la
Segunda Guerra Mundial. Por tanto junto con el formalismo, entran juicios de valor no
declarados: si Luhmann asume una prescindencia de valores que le imposibilita dar
cuenta del alcance del Nacionalsocialismo, desde un punto de vista valorativo velado,
Richter asocia todo ʻnacionalismoʼ con las expresiones europeas de la extrema derecha.
6. CONSIDERACIONES FINALES
Nuestro texto arrancó dando cuenta de elementos de la trayectoria intelectual y política
de Luhmann que permiten enmarcar su enfoque sobre la ʻnaciónʼ. En este contexto
mostramos que el sociólogo alude al régimen Nazi y la guerra, absteniéndose de
enjuiciar valorativamente esta época. Asimismo su relación con diferentes partidos
políticos se caracteriza por la asistencia técnica especializada, carente de compromisos.
Su implicación con diferentes agrupaciones está definida por el realismo político. Por lo
demás, esta prescindencia de valores también se encuentra en la médula de su teoría, la
cual tiene por única finalidad manifiesta describir la sociedad.
Seguidamente, se mostraron los ejes del planteo luhmanniano de la sociedad moderna.
Así, se expusieron y comentaron los bosquejos del concepto de ʻnaciónʼ que ofrece su
teoría de sistemas sociales.
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De tal manera se llegó a la constatación de una ambigüedad, a saber: como elemento de
la imaginación social, la ʻnaciónʼ es una ʻsemánticaʼ transitoria cuya finalidad es dar
lugar a la diferenciación funcional y luego morir; como simiente normativa de un
Estado, tiene su lugar definitivo en el sistema político.
Asimismo, considera Luhmann que la ʻnaciónʼ llena una necesidad identitaria que no
pueden satisfacer las formas contemporáneas de inclusión plural en los sistemas
parciales de la sociedad.
Finalmente, el vínculo entre el ‘particularismo’ de la ‘nación’ y el ‘universalismo’ de la
‘sociedad-mundo’ es apenas mencionado por el sociólogo.
En añadidura, la nación aparece para Luhmann como un problema moral difícil de
abordar bajo sus propias premisas. Por lo demás también se deja ver en su planteo un
formalismo en estado germinal. El nexo entre ʻuniversalismoʼ y ʻparticularismoʼ es el
disparador de los análisis de Stichweh y Richter, en otras palabras, la sociedad global es
el punto de partida para interrogarse sobre la ʻnaciónʼ.
De tal modo, Stichweh realiza comparaciones que conciernen al lugar de la ʻsociedadmundoʼ y la ʻnaciónʼ para la conducción de la vida individual e, igualmente, al contraste
entre la cultura global y la cultura local. En contrapunto con Luhmann, Stichweh
resuelve la ambigüedad del concepto de ʻnaciónʼ considerando que éste tiene su
emplazamiento en el sistema político como fuente de los Estados. En este terreno
destaca el autor una normatividad que desde el plano global se dirige a los conjuntos
nacionales que conviven en la ʻsociedad-mundoʼ. También en la teoría de Stichweh se
muestran las consecuencias de una perspectiva formal de la ʻnaciónʼ: se alude a una
estructura igualitaria en la cual todos los Estados tendrían el mismo peso y, con esto, se
dejan de lado los factores económicos y de poder que hacen a las desigualdades entre
regiones de la ʻsociedad-mundoʼ.
Por lo demás, en el planteo de Stichweh la relación entre ʻuniversalismoʼ y
ʻparticularismoʼ queda en el terreno de las comparaciones, sin poder hallarse en su
propuesta un vínculo que alcance a estas dos dimensiones desde su interior.
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Por su parte, Richter lleva sus análisis más allá al sostener que la ʻnaciónʼ es la forma
predominante en que son observados los procesos suprarregionales en la sociedad
moderna. Desde ahí muestra aspectos que no son tratados por los otros autores,
centralmente, el ʻnacionalismoʼ y los conflictos globales. Para ello, el análisis de Richter
se vale de componentes que ya están presentes en Luhmann y también son relevantes
para Stichweh: en primer lugar, el formalismo y, en segundo lugar, la perspectiva de
que en la ʻnaciónʼ hay un aspecto moral.
La ʻnaciónʼ está estructurada por la diferencia entre auto y heterorreferencia, ʻnaciónʼ
propia y ajena. Esta dinámica se apoya en una jerarquía valorativa de la mismidad y la
otredad. En estado latente se encuentran aquí elementos que adquieren toda su
expresión en el ʻnacionalismoʼ. De tal modo, la diferencia valorativa mencionada
cristaliza en la distinción amigo/enemigo, en tanto trasfondo de los conflictos que
surgen en épocas de crisis de la ʻsociedad-mundoʼ.
Aquí se vislumbran las ramificaciones de algunos de los componentes del concepto de
ʻnaciónʼ que no se podían ver con total claridad en Luhmann y Stichweh. Por mencionar
algunas de esta implicancias, cabe señalar que aunque la ʻnaciónʼ no se reduce a la
unidad de Estado y colectivo, cuando se trata de la ʻnaciónʼ ajena, la separación de
ambos elementos no es posible y esta síntesis es el fundamento de las más graves
consecuencias de las contiendas bélicas, donde las poblaciones civiles son identificadas
con los Estados y los ejércitos y, en muchos casos, exterminadas.
Sin embargo, advertimos que si bien Richter explicita el entrelazamiento de lo
ʻuniversalʼ y lo ʻparticularʼ en la ʻnaciónʼ, su enfoque se ve sesgado por un formalismo
que tiene por trasfondo las experiencias concretas de los ‘nacionalismos’ regresivos que
condujeron a la Segunda Guerra Mundial. Desde esta óptica todo ‘nacionalismo’ es
visto como un fenómeno de crisis, sin advertir otros significados, bajo otras banderas
políticas, que el ‘nacionalismo’ puede adoptar en los países de la periferia. De esta
manera, las desigualdades regionales son vistas como “mitos” políticos, sin tener en
cuenta su auténtica magnitud.
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Concluyendo, un programa teórico que quiera alumbrar el tema de la ʻnaciónʼ, tomando
como plataforma la teoría de sistemas sociales, debería seguir los siguientes Grundrisse:
•
Comprender el concepto de ʻsociedad-mundoʼ en su auténtica extensión, sin
limitarlo a las experiencias de la ʻnaciónʼ características de los países centrales;
•
Elaborar un planteo que, sin rechazar el nivel formal-abstracto de la teoría, se
llene de contenido a partir de la polisemia del concepto de ʻnaciónʼ, poniendo en
primer plano el problema de las desigualdades regionales;
•
Complementar la descripción de lo social con una ética [11] que permita la crítica
de los ʻnacionalismosʼ regresivos y la ponderación del significado de estos
fenómenos en la periferia.
Por esta vía podrían llevarse a su conjunción el ʻuniversalismoʼ y el ʻparticularismoʼ que
aparecen como raíces del concepto de ʻnaciónʼ en las investigaciones de los
continuadores de Luhmann.
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11
Para una propuesta sobre la ética a partir de la teoría de sistemas sociales, ver Mascareño (2006).
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Suhrkamp.
***
Lionel Lewkow es licenciado en Sociología y Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad
de Buenos Aires. Fue becario doctoral y postdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (Conicet). Realizó estancias de investigación en las universidades de
Konstanz (Alemania), Basilea y Lucerna (Suiza). Actualmente se desempeña como Profesor
Adjunto de la Carrera de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de
Buenos Aires. Ha traducido textos del alemán al español, entre los cuales ha de destacarse la
obra de G. Simmel, Sobre la diferenciación social. Investigaciones sociológicas y psicológicas
(Gedisa, en prensa). Sus investigaciones abarcan temas de teoría sociológica clásica y
contemporánea.
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