Número 81
Abril, Mayo y Junio 2019
aposta
revista de ciencias sociales
ISSN 1696-7348
Número 81
Abril, Mayo y Junio 2019
Editado por Luis Gómez Encinas
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participan destacados expertos españoles, europeos y americanos.
Tabla de contenidos
Aposta. Revista de Ciencias Sociales
Núm. 81 (Abril, Mayo y Junio 2019)
ISSN 1696-7348
La extrema derecha como desafío para la educación política en Alemania
Gustavo Robles............................................................................................................................................8 - 21
Discusiones en torno a los cuidados sociales: ¿hacia una triple jornada? Reflexiones desde
poblaciones destinatarias de políticas sociales
Rebeca Cena..............................................................................................................................................22 - 37
Política pública y procesos de empoderamiento femenino. Un estudio del Proyecto Estratégico de
Seguridad Alimentaria en Santa Lucía Miahuatlán, Oaxaca
Arturo César López García, Oscar David Valencia López, Helí Hassán Díaz González...............38 - 53
La informalidad en la industria cultural de la música y la promoción de la economía creativa en la
ciudad de Natal/RN (Brasil)
Fernando Manuel Rocha da Cruz............................................................................................................54 - 68
Gustos y prácticas alimentarias de mujeres empleadas de oficinas públicas y mujeres destinatarias
de programas alimentarios en Argentina
Aldana Boragnio, María Victoria Sordini.................................................................................................69 - 86
Evaluación de una política pública por sus beneficiarios
Mónica Olaza............................................................................................................................................87 - 103
Neorruralidad y comunidades espirituales. Una experiencia de ecoaldea en las sierras de Córdoba,
Argentina
Luciana Trimano, Marianne von Lücken.............................................................................................104 - 118
El terrorismo entre 2001 y 2018: crónicas de un mundo globalizado
Maximiliano E. Korstanje.......................................................................................................................119 - 136
Colorear racionalmente el mundo: nociones de creencia implicadas en las terapias cognitivas
conductuales en Buenos Aires, Argentina
Romina del Monaco...............................................................................................................................137 - 150
Contents
Aposta. Revista de Ciencias Sociales
Núm. 81 (Abril, Mayo y Junio 2019)
ISSN 1696-7348
The Far-right as a challenge for political education in Germany
Gustavo Robles............................................................................................................................................8 - 21
Discussions about social care: towards a triple burden? Reflections from receivers of social policies
Rebeca Cena..............................................................................................................................................22 - 37
Public policy and processes of female empowerment. A study of Strategic Food Security Project in
Santa Lucía Miahuatlán
Arturo César López García, Oscar David Valencia López, Helí Hassán Díaz González...............38 - 53
Informality in the cultural industry of music and the promotion of the creative economy in the city of
Natal/RN (Brazil)
Fernando Manuel Rocha da Cruz............................................................................................................54 - 68
Tastes and food practices of women employees of public offices and women beneficiaries of food
programs in Argentina
Aldana Boragnio, María Victoria Sordini.................................................................................................69 - 86
Assessment of a public policy by its beneficiaries
Mónica Olaza............................................................................................................................................87 - 103
Neorurality and spiritual communities. The ecovillage experience in the sierras of Córdoba,
Argentina
Luciana Trimano, Marianne von Lücken.............................................................................................104 - 118
Terrorism since 2001 to date (2018): Chronicles of a globalized world
Maximiliano E. Korstanje......................................................................................................................119 – 136
Color the world rationally: notions of believe involve in cognitive behavioral therapies in Buenos
Aires, Argentina
Romina del Monaco...............................................................................................................................137 - 150
aposta
revista de ciencias sociales
ISSN 1696-7348
Nº 81, Abril, Mayo y Junio 2019
La extrema derecha como desafío para la educación política
en Alemania
The Far-right as a challenge for political education in Germany
Gustavo Robles
Universidad Nacional de La Plata
CONICET, Argentina
gmrobles@fahce.unlp.edu.ar
Recibido: 13/06/2018
Aceptado: 19/09/2018
Formato de citación:
Robles, G. (2019). “La extrema derecha como desafío para la educación política en Alemania”.
Aposta. Revista de Ciencias Sociales, 81, 8-21,
http://apostadigital.com/revistav3/hemeroteca/grobles.pdf
Resumen
El objetivo del presente artículo es analizar algunas discusiones en el ámbito de la
educación política en Alemania a la luz de un resurgimiento de la extrema derecha. De
ese modo intentaré mostrar cómo el marco normativo sobre el que se desarrolló la
educación política alemana, el llamado Consenso de Beutelsbach, fue repensado con el
fin de poder abordar situaciones escolares donde se manifiesten la xenofobia y el
racismo. En relación con esto, discutiré diferentes estrategias de abordaje pedagógicas
de esta problemática con el fin de mostrar las múltiples dimensiones que debe tener en
cuenta una educación para la democracia.
Palabras clave
Educación política, extrema derecha, xenofobia, democracia.
Abstract
The aim of this article is to analyze the discussions in the field of the political education
in Germany in light of the appearance of far-right on the political and cultural scene.
This way, I will show how the normative framework of the political education in
Germany, the so-called Beutelsbach Consensus, has been reconsidered in order to deal
with situations of xenophobia and racism in the school. In relation to this, I will discuss
some pedagogical approaches to this problem based on different factors to show the
multiple dimensions that an education for democracy should take into account.
Aposta. Revista de Ciencias Sociales · ISSN 1696-7348 · Nº 81, Abril, Mayo y Junio 2019
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Keywords
Political education, far-right, xenophobia, democracy.
1. Introducción
En este artículo1 deseo analizar algunas discusiones en el ámbito de la educación
política en Alemania a la luz de un resurgimiento de la extrema derecha en ese país en
los últimos años. Intantaré dar cuenta de la especial sensibilidad que la educación
política posee para esta problemática debido en gran medida al pasado de ese país, así
buscaré discutir algunas líneas pedagógicas de abordaje y dar cuentas de las dificultades
teóricas, éticas y prácticas que estas conllevan. El artículo que aquí presento aborda un
tema controvertido en un contexto muy distinto al latinoamericano, que arraiga en
tradiciones políticas y en debates ideológicos que pueden parecernos un tanto lejanos, y
cuyos consensos son menos explícitos de lo que muchas veces parece. Ante esto no
quisiera en las líneas que siguen disimular estas dificultades y esta suerte de extrañeza
del tema en cuestión, sino presentarlo en su carácter abierto y controvertido. Para llevar
a cabo mi propósito comenzaré ofreciendo una presentación del resurgimiento de la
extrema derecha en la vida política y cultural alemana, luego abordaré algunas
discusiones normativas y prácticas al interior del ámbito de la educación política ante el
problema de los prejuicios y, finalmente, discutiré tres estrategias de abordaje de esta
problemática para resaltar distintas dimensiones que atraviesan la educación para la
democracia.
2. El retorno de la extrema derecha
En una célebre conferencia radial llamada “La Educación después de Auschwitz”
Theodor Adorno planteaba en 1966 la urgencia de una educación política antiautoritaria
para hacer frente a un pasado nacionalsocialista que parecía retornar debido al ingreso a
los parlamentos de Hessen y de Baviera de representantes del partido de extrema
derecha NPD (Partido Nacionaldemócrata de Alemania) en medio de una recesión
económica incipiente. Allí Adorno iba más allá de la coyuntura al afirmar que la
principal tarea de la educación consistía en pensar los modos de subjetivación y las
construcciones de identidad que hicieron que personas normales pudieran naturalizar la
barbarie e incluso actuar como cómplices; la educación política después de Auschwitz
debía efectuar un “giro al sujeto” (Wendung aufs Subjekt) con el fin de “reconocer los
mecanismos que hacen a los hombres capaces de tales atrocidades” (Adorno, 1998: 80).
Tales condiciones tenían que ver con lo que Adorno denominaba un “síntoma
ampliamente difundido de frialdad universal” (ibíd.: 91) mediante el cual fue posible
asesinar sin sentir odio y que millones de vidas fueron exterminadas sin consideración
moral alguna. La educación sería entonces un modo de autorreflexión crítica sobre esas
formas generalizadas de insensibilidad que Adorno veía todavía presentes en la
Alemania de posguerra. Esas manifestaciones de ira y violencia contra los más débiles,
de sumisión y obediencia hacia los más fuertes, de encantamiento con el poder, de
incapacidad de distanciamiento con las posiciones propias, de disolución de la
individualidad en la masa, de virilidad forjada en la dureza ante la humillación, de
1
El presente trabajo es el resultado de una estancia de investigación realizada entre enero y marzo del año
2018 en la cátedra de Didáctica de la Política (Didaktik der Politk) de la Universidad Friedrich-Schiller de
Jena (Alemania) bajo la muy atenta y amable supervisión del Profesor Michael May gracias a una beca
otorgada por el Grupo Coimbra.
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masoquismo que se convierte en sadismo, de carácter manipulador y falta de emoción,
de realismo exagerado y culto a la eficiencia, de espíritu de pandilla, todos ellos
síntomas de esa “frialdad” que Adorno intentó plantear como ethos cultural de
Auschwitz y que la educación debía hacer su imperativo categórico.
La influencia enorme de Adorno y de la Escuela de Frankfurt en la Alemania de
posguerra se debe en gran medida a su intento de elaborar críticamente el pasado
nacionalsocialista a partir de una preocupación por los resabios de autoritarismo y de
odio racial en el presente. Eso generó una tradición en el marco de la educación política
alemana que actualmente, a partir de ciertos sucesos que voy a comentar, vuelve a estar
presente en la agenda pública. Si bien la presencia de la extrema derecha y sus
reivindicaciones autoritarias fue una constante en la historia de la República Federal
Alemana, un nuevo y más intenso clima de violencia xenófoba y de tendencias
autoritarias ha comenzado a estar en el centro de la vida política y cultural en los años
recientes. Inmediatamente después de la Reunificación alemana de 1991 se hizo claro
no sólo la persistencia de estas formas de odio racial, sino también su radicalidad y su
amplia difusión en la sociedad, tal y como pusieron en evidencia los ataques a refugios
de inmigrantes de Hoyerswerda en 1991 y de Rostock-Lichtenhagen en 1992. Esos
sucesos, que parecían haber quedado marginados a las muchas veces discriminadas
poblaciones del este alemán con su supuestamente antidemocrática socialización bajo la
antigua Alemania comunista, o bien limitados a pequeños grupos juveniles asociados
con la delincuencia común, parecen hoy romper con la imagen de una Alemania
ordenada, democrática y pujante. En los últimos años esta situación de imaginada
marginalidad y relativamente fácil contención de estas tendencias xenófobas y
antidemocráticas demostró no ser más que, en el más benévolo de los casos, una forma
de autoindulgencia civil o un error de apreciación. En la actualidad el trato con estas
corrientes, manifestaciones y opiniones pertenece al centro mismo de la vida política e
institucional alemana ya que los actores que le dan voz tienen amplio poder de decisión,
muy cerca de convertirse en parte del establishment político y cultural alemán. La
representatividad de tales opiniones está lejos de estar limitada a la acción de pandillas o
de supuestas poblaciones rurales sin cultura citadina, sino que su aceptación activa
recorre todas las capas sociales y todas las regiones con similar intensidad.
Para dar cuenta de esto vale considerar al menos tres acontecimientos que desde el
año 2012 golpearon a la opinión pública alemana y tuvieron consecuencias relevantes
en su vida institucional. En primer lugar, el descubrimiento de los crímenes del grupo
autodenominado Nazionalsozialistischer Untergrund (Clandestinidad Nacionalsocialista
o NSU en sus siglas en alemán), quienes durante una década habían llevado a cabo
asesinatos seriales de inmigrantes y de ciudadanos con “trasfondo migratorio”, y cuyo
desenlace causó una gran conmoción, no sólo por las atrocidades cometidas, sino
también porque pudieron ser perpetrados gracias a una extensa red de complicidades
entre las fuerzas públicas de seguridad. Por otro lado, hay que mencionar la aparición en
el verano del 2015 en la ciudad de Dresden del, según su propia autodenominación,
“movimiento identitario” Pegida (siglas en alemán del pretencioso nombre “Patriotas
Europeos contra la Islamización de Occidente” –Patriotische Europäer gegen die
Islamisierung des Abendlandes). Se trataba de un movimiento heterogéneo compuesto
tanto por reconocidas figuras de la escena nacionalsocialista como por ciudadanos sin
participación política previa, todos aglutinados tras la llamada “crisis de la inmigración”
que se vivió entre los años 2014 y 2015 debido a la abrupta llegada de refugiados sirios,
afganos y bosnios. Este movimiento articulado a partir de reuniones públicas en plazas
cadas lunes se extendió rápidamente por toda Alemania para luego, casi con la misma
velocidad, perder intensidad y relevancia; sin embargo, logró plantear una posición
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antiinmigratoria en la agenda pública y condicionar a las fuerzas políticas existentes de
un modo que todavía tiene consecuencias.
Pero tal vez digno de mayor atención, aunque más no sea porque su presencia
promete ser bastante más perdurable que la de los otros casos, es el fenomenal éxito
electoral del partido de extremaderecha “Alternativa por Alemania” (Alternative für
Deutschland o AfD en sus siglas en alemán) fundado apenas en el año 2012. El AfD
logró constituirse en las últimas elecciones parlamentarias a nivel nacional como la
tercera fuerza política y actualmente, debido a la Gran Coalición de gobierno formada
entre la socialdemocracia y la democraciacristiana a comienzos del 2018, pasó a ser
nada más y nada menos que la principal fuerza política opositora alemana, con todo lo
que eso implica en términos de presencia en los medios, recursos y capacidad de acción
institucional. El AfD logró por primera vez desde la caída del Tercer Reich ingresar
diputados de explícita afiliación de extremaderecha en el Bundestag (el parlamento
nacional) y contar con una presencia considerable en casi todos los parlamentos
regionales. Para agregar aún más sorpresa y estupefacción, luego de su éxito electoral
se produjo al interior del partido una lógica de sucesión que ha llevado a la dirección del
partido a sus líneas más derechistas y xenófobas en el último año. Ha conseguido
también disputarle votantes a partidos tan disímiles como la conservadora
Democraciacristiana (CDU) o al izquierdista Die Linke a partir de la combinación de un
discurso inconformista antiestablishment, euroescéptico y xenófobo. El AfD rompió con
una supuesta inmunidad alemana ante la ola de partidos de extramaderecha que desde
hace más de una década viene ganando cada vez más terreno en Europa y que ha
conseguido trastocar un sistema político que parecía estable a partir de la hegemonía de
lo que Tariq Ali llamó “el extremo centro”, un suerte de consenso inercial tecnocrático
mercado-friendly entre los conservadores y sus acompañantes de honor, los
socialdemócratas (Ali, 2015).
Si bien el extremismo de derecha parece tratarse a primera vista de un problema antes
que nada político y social, un problema macro podríamos decir, sus consecuencias en la
vida cotidiana son enormes: la extrema derecha no es sólo un problema de la política
institucional, sino que demostró capacidad de extender más allá de sus límites
identidades rígidas y violentas, incapaces de entablar relaciones sociales pluralistas o de
pensar sin términos dicotómicos la vida social. En este marco, el problema de la
extrema derecha comenzó a ganar relevancia en la opinión pública alemana como un
problema que afectaba también a la educación, no sólo por una cuestión de actualidad
en la agenda social, sino porque muchos de los rasgos de la visión del mundo de estas
tendencias autoritarias –la ideología de la desigualdad, el revisionismo del pasado
nacionalsocialista, la aceptación de la violencia física como resolutoria de conflictos, el
denominado “etnoculturalismo”, la fetichización de la identidad, el desprecio por las
formas democráticas de convivencia, etc. (Weiß, 2017)– golpean contra el sentido
democrático que la educación política se había adjudicado en la reconstitución de la
democracia de posguerra. Se trata entonces de un problema que afecta a la
representación de la educación política alemana, que también irrumpe continuamente en
las aulas a partir de situaciones de violencia racista y que, por ende, concentra la
atención de la mayoría de los pedagogos alemanes en los últimos años. En estas líneas
me gustaría ahondar en algunos de estos debates.
3. Un desafío para la educación política
Como dije, me voy a detener a continuación en algunos de estos debates,
fundamentalmente en el ámbito de lo que en Alemania se conoce como “educación
política”, un ámbito de la educación con una larga historia de profesionalización que en
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alemán se conoce con distintos nombres como poltische Bildung o politische Erziehung
en los ámbitos académicos o Sozialkunde o Gemeinschaftskunde en la educación media.
Este campo toma su impulso de lo que en la inmediata posguerra se conoció como Reeducation, una iniciativa de desnazificación de la sociedad alemana llevada a cabo por
las fuerzas ocupantes, especialmente en las zonas de ocupación norteamericana, bajo la
idea de fomentar la aceptación de la democracia de una población socializada
intensamente durante el nazismo. Pero más allá de los esfuerzos, esta Re-education
encontró numerosas resistencias por parte de diversos actores ligados al sistema
educativo para ser finalmente abolida con la fundación de la República Federal
Alemana en 1949. Sin embargo, la idea pervivió en la creación y la inclusión en las
currículas escolares de una materia propia de educación política dedicada enteramente a
la formación para la democracia. Durante la década del 50 los debates acerca de lo que
debía entenderse por educación política estuvieron divididos entre aquellos que
consideraban su objetivo ligado al Estado y al aprendizaje de su funcionamiento, o bien
aquellos que consideraban una “educación en sociedad” como educación integral para
formas de convivencias democráticas (Sanders, 2010: 89).
Sería esta última tendencia la que triunfaría y se establecería en los años 60
acompañado además por la aparición de las primeras cátedras sobre educación política y
las primeras teorías dedicadas enteramente al tema con propuestas profesionalizadas de
selección de objetivos, temas y métodos de enseñanza. La influencia de teóricos como
Kurt Gerhard Fischer, Hermann Giesecke, Wolfgang Hilligen, Rolf Schmiederer o
Bernhard Sutor y la creación en 1965 de la Asociación Alemana de Educación Política
(Deutsche Vereinigung für politische Bildung, DVPB) dan cuenta de esta
profesionalización y del establecimiento de la educación política como un campo
autónomo dentro de la pedagogía. Sin embargo, tan pronto como se fundó esta nueva
ciencia, entró en graves conflictos políticos tal y como quedó de manifiesto con las
revueltas de finales de la década del 60. La creciente polarización política y la ruptura
del orden conservador de la llamada Era Adanauer tuvo también su expresión en una
creciente politización del sistema educativo y en una confrontación ideológica entre
diferentes visiones sobre la educación política. El fin mismo de la educación se vio
puesto constantemente en disputa: ¿la educación política debía apuntar a la ciudadanía
democrática, a la autonomía subjetiva, a la transformación social, a la crítica al
capitalismo o a la integración y asunción de los roles sociales? Especialmente a
principios de la década del 70 se sucedieron numerosos conflictos facciosos en algunos
estados federales sobre los libros de textos y los planes de estudios dispuestos para el
trabajo en las escuelas, que tenía que ver más profundamente con una disputa políticopartidaria en ese momento entre la Socialdemocracia (SPD), por un lado, y la
Democracia-cristiana (CDU-CSU), por el otro (ibíd.: 125-50).
Ante esta situación, en el año 1976 se convocó en la pequeña localidad de
Beutelsbach en la región de Baden-Wüttenberg a todos los pedagogos y docentes
dedicados a la educación política a discutir la situación de la enseñanza política en la
República Federal. Si bien no estaba en las intenciones originarias de la reunión
formalizar un consenso, luego de la publicación del informe sobre las jornadas
redactado por Hans-Georg Wehling los principales puntos de acuerdo allí tratados
pasaron a conocerse con el nombre de “Consenso de Beutelsbach” (Beutelsbacher
Konsens) y fueron aceptados inmediatamente como una especie de marco normativo
para la práctica de la educación política. Son tres los puntos centrales de este Consenso
de Beutelsbach: 1) prohibición de adoctrinación (Überwaltigungsverbot): no se permite
la inculcación de opiniones o tomas de posturas personales a los alumnos por parte del
docente, ya que esto atenta contra la autonomía del aprendiente en la elaboración de sus
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juicios políticos; 2) el precepto de controversia (Kontroversitätsgebot): “lo que es
controvertido en la ciencia y en la política debe ser mostrado en clase también como
controvertido” (Wehling, 2016, p. 24) afirmaba el informe de Wehling como indicación
para la puesta en práctica de la prohibición de adoctrinamiento; y 3) la orientación a los
intereses del aprendiente (Schülerorientierung): “el alumno tiene que estar en
condiciones de poder analizar una situación política concreta y sus intereses más
fundamentales”, por lo que se debe partir de sus intereses y experiencias en los criterios
de selección de los temas y materiales a trabajar en clases (op. cit.).
Ahora bien, a pesar de su enorme aceptación, el Consenso de Beutelsbach no estuvo
exento de críticas desde un comienzo, pero no me voy a detener en todas estas críticas
ahora, sino puntualmente en los debates sobre la actualidad y la idoneidad de la
educación política pos- Beutelsbach para enfrentar manifestaciones de xenofobia y
discriminación, es decir, en la pregunta por la capacidad de ese espacio normativo sobre
el que se constituyó la educación política alemana para articular una práctica educativa,
tal y como se suele denominar, “gegen rechts” (anti extrema derecha). Para algunos
críticos Beutelsbach implicó una despolitización y una normalización conformista de la
educación política, por ejemplo, porque no permitía indagar sobre la desigualdad social
como condición de la violencia autoritaria, “una temática, que en el gremio de la
didáctica de la política de las universidades con el Consenso de Beutelsbach y su
influencia histórica ha sido dejado de lado”, tal y como afirma el influyente pedagogo
Klaus Ahlheim (2003: 87). Sin embargo, esta opinión no es ni fue compartida por la
mayoría de los pedagogos quienes asumen las premisas normativas de Beutelsbach
(rechazo de adoctrinamiento, precepto de controversia y orientación al alumna/o) como
parámetros mínimos para enfrentar situaciones aúlicas donde estas opiniones
autoritarias son expresadas, o bien para afianzar valores igualitarios y democráticos
entre los adolescentes en la formación de sus juicios político. Pero más allá de este
acuerdo general, existe también un acuerdo en la necesidad de pensar el contexto
normativo de Beutelsbach específicamente en relación a los recientes brotes xenófobos
y al creciente autoritarismo social del país.
Si bien hay acuerdo en que la educación política debe ofrecer un espacio en el que
alumno pueda formar su juicio en una pluralidad de opiniones, son notorias las
diferencias sobre cómo actuar y qué postura tener frente aquellas opiniones cuyas
consecuencias apunten a impugnar la construcción de ese mismo espacio plural de
opiniones que se intenta construir. Pedagogos de renombre como por ejemplo Siegfried
Schiele, quien fuera en su momento como Ministro de Educación de Baden-Wutenberg
uno de los principales impulsores de las jornadas de Beutelsbach, sostiene que aquellas
opiniones que se aparten de la Constitución y que pongan en cuestión los derechos
fundamentales sobre las personas allí enunciados “no pueden ser incluidas en el círculo
de las posiciones controvertidas que están para ser debatidas en clases” (Schiele, 2017:
46). Pero para otros esa reacción de rechazo abierto a determinadas opiniones no sólo
implica violentar el tercer acuerdo normativo del Consenso (la orientación al
aprendiente), sino que también puede acarrear consecuencias pedagógicas indeseadas,
como por ejemplo el riesgo de suspender el diálogo y profundizar la distancia con el
docente, o incluso provocar una adhesión más intensa a los prejuicios como reacción
defensiva ante la autoridad docente sancionadora; eso sin considerar que tales
reacciones contribuyen a solidificar las jerarquías y las relaciones de autoridad que
obstruyen el proceso de puesta en cuestión de esas opiniones autoritarias. Pero, por otro
lado, los pedagogos son conscientes de que el intento de trabajar abiertamente con estas
opiniones en el aula bordea siempre el limite de volverlas legítimas como una opinión
entre otras, de hacerlas más atractivas a partir de su abierta exposición (Heinrich, 2016:
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182). Esta es la paradoja que se presenta ahora a la educación política ante el
autoritarismo: discutir abiertamente las expresiones discriminatorias y antidemocraticas
sin intentar adoctrinar al riesgo de normalizarlas o bien ponerles frenos y limitarlas al
riesgo de activar mecanismos de defensa y de que se vuelvan a construir en el aula las
relaciones autoritarias que se intentan criticar.
Ante esta situación, Michael May, pedagogo de la Universidad de Jena, afirma que
“por más antidemocráticas que sean tales posiciones deben poder ser expresadas ya que
así es la única manera de que se constituyan como material de elaboración en clase.
Limitaciones, prohibiciones y reprimendas no contribuyen, sino que obstruyen el
esfuerzo educativo”, de modo que lo que convendría hacer es idear mecanismos para
lidiar con ellas y con las situaciones aúlicas en las que aquellas se expresen (May, 2016:
239). Esto situación fue lo que lo llevó a May, junto con otros pedagogos de la
Universidad de Jena, a crear el programa denominado “Tacto contra la extremaderecha”
(Takt gegen rechts) en algunas universidades de la región de Thüringen en el año 2016
y que se ofrece como seminario para los aspirantes a la docencia en todas las disciplinas
(y no sólo para aquellos que hagan sus prácticas en Sozialkunde o educación política).
El programa tiene como objetivo entrenar lo que May denomina “tacto pedagógico” con
el fin de que los docentes sean capaces de lidiar con situaciones aúlicas relacionadas con
posiciones y expresiones discriminadoras o racistas. El trabajo consiste en la discusión
de casos seleccionados sobre la base de un protocolo basado en técnicas reconstructivas
e interpretativas de análisis consistente en tres pasos: análisis reconstructivo del caso,
diagnóstico y evaluación de las opciones tomadas por el docente y, finalmente, la
propuestas de alternativas de intervención. Estos tres momentos del análisis guardan
relación con los tres componentes estructurales del “tacto pedagógico” según May: la
comprensión de la situación, el reconocimiento de la acción adecuada y la realización de
esa acción (May, 2018: 120).
La propuesta está basada en el reconocimiento de que si bien las posibilidades de
éxito en esas situaciones son limitadas y de que no existen reglas universales de
abordaje para tales conflictos que exigen una intervención rápida por parte del docente,
sin embargo, sí es posible reconocer y extraer conocimiento de casos reales y ejercitar la
capacidad de reacción y las herramientas de intervención a partir del análisis de
experiencias. El trabajo con este tipo de situaciones tiene entonces dos objetivos
principales: “en primer lugar, el ejercicio de un hábito interpretativo y reflexivo” que le
permita al docente tomar cierta distancia teórica de las situaciones y, en segundo lugar,
“la generación de tipos de acción desarrollados para poder reaccionar de manera rápida
y efectiva en esos casos” (ibíd.: 122). Si bien los incidentes siempre son situacionales
confía May en que se pueden ejercitar competencias analizando y discutiendo casos
puntuales, pero para eso es necesario aprender cómo las y los estudiantes ven el mundo
y forman sus puntos de vistas, aprender a moderar las críticas y los propios prejuicios en
el trato, aceptar al aprendiente pero sin dejar de cuestionar su opinión. Ni entrar en
franca confrontación ni renunciar a poner los parámetros de la discusión, de lo que se
trata es de “balancear la posición de rival político con la de cooperador pedagógico” a
partir del entrenamiento del “tacto pedagógico” (May, 2017: 239). La propuesta de May
es interesante porque se trata de una estrategia general de abordaje tanto de situaciones
complejas en las que hay que actuar rápido, como suponen también una comprensión de
las tareas y de los marcos normativos de la educación política ante el desafío de la
extrema derecha en el marco del Consenso de Beutelsbach. No es por supuesto la única
propuesta en este sentido puesto que en el marco de la educación política se han
desarrollado diversas líneas de abordajes con focos y estrategias diferenciadas como
discutiré a continuación.
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4. Tres estrategias pedagógicas gegen rechts
La pedagogía política desarrolló una variedad de estrategias para abordar este tipo de
situaciones de confrontación con opiniones o acciones xenófobas dentro del aula
enfocando factores y capacidades distintas aunque no necesariamente excluyentes. A
continuación voy a discutir tres propuestas de amplio reconocimiento de capacitación
docente que se han desarrollado en los últimos años en Alemania desde la educación
política2
En primer lugar, podemos hablar de una “estrategia confrontativa” que pone el
énfasis en el convencimiento y en el recurso a la argumentación a partir de información
y estrategias retóricas. Un representante de esta postura es el reconocido pedagogo
Klaus Peter Hufer, quien desde 2012 en el marco de una red de instituciones educativas
bávaras, desarrolla un método denominado “entrenamiento de argumentación”
(Argumentationstraining) para confrontar con los llamados “eslóganes de bar”
(Stammtischparole), como él define a esas charlas livianas y ocasionales sobre política
donde los prejuicios, mitos sociales, opiniones infundadas y chivos expiatorios recorren
el espacio social sin demasiado control reflexivo. Los “entrenamiento de
argumentación” son cursos intensivos en el marco de programas de formación docente
donde se busca entrenar un conjunto de técnicas con el objetivo de ayudar “a la
autoconfianza de los participantes en la confrontación con eslóganes agresivos” (Hufer,
2016a: 15). El contenido de los cursos consiste en contenidos de psicología política,
estrategias retóricas, intercambio de experiencias e información política básica en
seminarios en los que diferentes escenas y roles son escenificados. El proyecto de Hufer
aspira también a ser un ejercicio de implicación política para incentivar a docentes y
aprendientes a interesarse por los debates públicos bajo el lema “atreverse a la política”
como forma de confrontar con la apatía y el escepticismo que está, muchas veces, en la
base de los movimientos xenófobos e integristas (Hufer, 2016b).
Una estrategia diferente es lo que se podría denominar “estrategia reflexiva” dirigida,
no ya a la confrontación y a la querella argumentativa, sino a la ilustración ideológicocrítica sobre los prejuicios y representada por el pedagogo Klaus Ahlheim, pedagogo
ligado a la tradición de la teoría crítica frankfurtiana. La propuesta de Ahlheim acentúa
no tanto el entrenamiento de la capacidad de juicio político, sino que busca desmontar la
estructura ideológica del prejuicio, su perspectiva se basa en una crítica genealógica e
histórica de las opiniones xenófobas y en una deconstrucción epistemológica de las
creencias y opiniones más que en una confrontación retórica o basada en el intercambio
argumentativo de información. Ahlheim le dedica especial atención por ejemplo a los
estudios empíricos sobre la construcción de los prejuicios como los de Gordon Allport,
Solomon Asch o los célebres estudios sobre “la personalidad autoritaria” llevados a
cabo por la Escuela de Frankfurt en los años 50, ya que su interés está en indagar en la
raíz y en la lógica de formación de los prejuicios para desactivar su contundencia
irreflexiva. Esta “estrategia reflexiva” busca poner en relación los prejuicios con un
conjunto de ideologías que se remontan al antisemitismo o al pasado colonial alemán,
que ahondan en las estructuras mentales en las que se elaboran dichas opiniones, en la
influencia de los medios de comunicación y la cobertura tendenciosa de ciertas noticias,
en la construcción de la autopercepción chovinista de un supuesto ser nacional, en la
aparición de chivos expiatorios imaginarios en la opinión pública o en la utilización de
la indignación moral o del escándalo, etc. Los materiales y talleres de Ahlhand son
2
En esta sistematización de las estrategias sigo la sugerencia del profesor Michael May en diversas
charlas personales.
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ejercicios para ayudar a deconstruir los prejuicios mostrando lo precario de su estatus
epistemológico y no tanto una estrategia para desmetirlos en su falsedad como era el
caso de los “entrenamiento de argumentación” de Hufer (Ahlhand, 1999)
Pero más allá de diferencias entre estas dos estrategias, una centrada en el
entrenamiento del ejercicio argumentativo y la otra centrada en una crítica de la
estructura del prejuicio, ambas propuestas tienen en común que se enfocan en
disposiciones intelectuales: tanto del interlocutor que debe buscar contra-argumentar a
partir de un mejor argumento como del crítico que debe intentar deconstruir el prejuicio
a partir de una ilustración sobre la estructura epistemológica y genealógica del mismo.
En ambos casos se focalizan capacidades intelectuales (argumentativas en el primer
caso, autorreflexivas en el segundo) para confrontar con las opiniones xenófobas. En
cambio, en la tercera estrategia que me gustaría considerar ahora intervienen ya otras
dimensiones más ligadas a lo emocional. Se trata de lo que se podría denominar una
“estrategia del contacto” y que estaría representada por pedagogos o psicólogos sociales
como Ulrich Wagner, Rolf van Dick o Georg Auernheimer. Aquí se busca desmontar el
prejuicio a partir de la familiarización y el contacto con las costumbres y las formas de
vida de otras culturas, trabajando tanto las similitudes como la diferencias a partir no
sólo de información, sino de programas específicos como clases de cocina o de idioma,
visitas extraescolares, intercambios, etc.. Me voy a detener un poco más en esta última
estrategia ya que ofrece algunos puntos novedosos en el tratamiento de los prejuicios
que quisiera resaltar.
Esta perspectiva que el pedagogo Ulrich Wagner (2018) denomina “intervención de
contacto” está basada en dos premisas: 1) que el desmontaje de prejuicios es mucho más
efectivo cuando el contacto se lleva a cabo, no a partir de un intercambio individual
sino, a partir de un contacto entre grupos, y 2) que incluso las personas que no tienen un
contacto directo intergrupal cara a cara pueden beneficiarse de vivir en entornos mixtos
donde los miembros del endogrupo participan de tal contacto. Por lo tanto, el contacto
reduce el prejuicio a nivel macro ya que las personas del endogrupo están influenciadas
por el comportamiento más abierto y tolerante de sus pares del mismo endogrupo
(Christa & Wagner, 2014). Esta propuesta contradice cierta idea según la cual el
prejuicio responde a una estructura fija de la subjetividad que no puede ser modificada
por el contacto intersubjetivo ya que su problema está justamente en la forma
automatizada de funcionamiento como era el caso para el ya mencionado Theodor
Adorno. Wagner, por el contrario, realiza una propuesta de una pedagogía basada en
“intervenciones de contacto” que, sin negar lo controvertido de su eficacia, confía en
que el contacto es productivo ya que 1) reduce el miedo al exogrupo y a la amenaza
contra las propias normas y valores aceptados, 2) ayuda a conseguir empatía con el otro
del exogrupo a partir de una mayor comprensión de su cultura, y 3) contribuye a
desprovincializar la relación con la cultura y los valores propios (Wagner, 2018: 130131). En el ámbito escolar el contacto debe ser trabajado y elaborado por el docente a
partir de actividades y tareas grupales que respondan a determinadas pautas –por
ejemplo, trabajo grupal, igualdad de responsabilidades, necesidad de cooperación para
resolución de tareas, información sobre las diferencias culturales, etc.– ya que del
contacto por sí mismo no resultan automáticamente los fines deseados, e incluso bien
puede agudizar los prejuicios existentes.
Como señalé, lo interesante de esta perspectiva es que considera fundamental el
trabajo con las emociones y los afectos en la educación para la diversidad (ibíd.: 125126). Esta cuestión ha recibido en el marco de la educación política cada vez mayor
atención a partir de lo que en los últimos 40 años se ha conocido como el “giro
emocional” o el “giro afectivo” en las ciencia sociales como una respuesta al énfasis
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abrumador en lo discursivo del llamado “giro lingüístico” (Weber, 2016: 174.176).
Siempre existió cierta sospecha de las emociones en la teoría política y en la teoría de la
democracia ya que se las consideraba como un resto que debía ser abolido, una amenaza
de autoritarismo o ligadas a la esfera privada y que, por ende, debían ser superados en
instancias más racionales del juicio político. Ejemplo de esta visión relegada de las
emociones en la educación política es la de, por ejemplo, Peter Massing, actual
representante de la teoría del juicio político, quien afirma que el objetivo de la
educación política es la consolidación de un juicio racional capaz de evaluar
argumentativamente cuestiones de legitimidad y de eficiencia. Por esto Massing
reconoce que el juicio político racional contiene siempre elementos emocionales que
“permanecen irracionales y deben ser aceptados” y que una de las tareas de las clases de
educación política es, ante todo, aprender a “lidiar racionalmente” con ellos (Massing,
1997: 125). Pero, más allá de posiciones como esta, a partir del “giro emotivo” esa
dicotomía jerárquica entre emoción y racionalidad comenzó a ser revisada para dar
lugar a una nueva consideración del papel de las emociones entendidas ahora como un
proceso social y cognitivo esencial en la adquisición de valores democráticos y, por
ende, como un elemento central a trabajar en la educación política a partir de
narraciones, experiencias o elementos retóricos. Las emociones se convirtieron así en
centrales para la educación política como “campo de expresión de un convencimiento
todavía no estructurado discursivamente y como lugares reales de identificación y de
formación de un sentido comunitario” (Weber, 2016: 180).
En este sentido y desde hace algunos años se vienen realizando en Alemania algunos
estudios empíricos llevados a cabo para mostrar esta relación entre afectividad y
propensión autoritaria en la educación. Por ejemplo, las investigaciones etnográficas
basadas en la teoría del reconocimiento de Axel Honneth llevadas a cabo por el equipo
de pedagogos de la Universidad de Halle-Wittenberg a cargo de Werner Helsper y
Heinz-Hermann Krüge quienes evaluaron la importancia de diferentes formas de
reconocimiento escolar en la predisposición de los estudiantes hacia posiciones de
extremaderecha y xenófobas. Ellos evaluaron la propensión de receptividad a las
opiniones autoritarias según la carencia o no de cuatro modos generales de
reconocimiento en el contexto educativo: reconocimiento emocional, moral, individual
y un reconocimiento institucional (Helsper & Krüge, 2006). En esta linea se encuentra
también el trabajo del ya mencionado Klaus Ahlhand y su grupo, que entre 1990 y 1992
llevaron a cabo una famosa investigación sobre la influencia del modo de educación
familiar en el desarrollo de posiciones no racistas. El estudio estuvo basado en una
encuesta a estudiantes de Alemania del este y del oeste de entre 14 y 19 años en torno
de cuatro factores en la educación que podrían influir en la propensión a los prejuicios y
al racismo: la afectuosidad, la atención recibida, un contexto democrático de
convivencia y la no-violencia en el trato. El estudio mostró una marcada propensión
racista en aquellos estudiantes cuya educación no había recibido alguno o todos estos
factores señalados (Ahlheim, 2013: 53-55). El mismo grupo realizó un estudio similar
en el año 2000 con estudiantes pero con respecto a sus posiciones sobre el pasado
nacionalsocialista y el antisemitismo. En la conclusión de tal estudio afirmaron algo que
vale como observación general de ambos estudios: “la propensión a los prejuicios
xenófobos y antisemitas están ´instalados´ (“angelegt”, comillas en el original) son
especialmente favorecidos mediante una educación de estilo autoritaria”; advertía sin
embargo Ahlheim, que “no se debe caer en el error de pensar que tal o cual estilo de
educación lleva necesariamente, de forma determinista, al resultado deseado”, pero sí
que las disposiciones emocionales, democráticas, no violentas y de atención en la
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relación educativa juegan sin dudas un rol central en la disposición autoritaria (ibíd.:
49).
Pero para evitar caer en una fetichización de las emociones y en la reducción de la
educación política a una suerte de educación sentimental valen algunas observaciones
del pedagogo Michael Hayl que me gustaría ahora comentar. Hayl es el director del
museo de la memoria del antiguo campo de concentración nazi de Ravensbrück y se ha
dedicado especialmente a la pedagogía de la memoria apartir de la organización de
seminarios, talleres y visitas guiadas. Las observaciones de Hayl resultan interesantes ya
que ponen el acento en uno de las emociones que se suelen considerar centrales en todo
proceso de educación para la diversidad: la empatía con la víctima. Si bien esta empatía
puede ser en muchos casos el elemento desarticulador del prejuicio, advierte Hayl que la
aproximación empática no debe transformarse en apropiación sustitutoria ya que
generaría una confusión entorpecedora del proceso de reflexión. Para evitar esto
propone cierto “respeto forense” en ese “giro emocional” de la pedagogía que considere
la diferencia entre el yo del visitante y la objetividad de las huellas históricas que el
lugar conserva, entre el sujeto y el objeto de la identificación (Hayl, 2010: 98). De este
modo, la educación política debería considerar a la empatía no como fin sino como un
medio para un proceso de reflexión más amplio; en palabras de Hayl es la empatía “un
elemento necesariamente activo y participativo de un proceso educativo, pero en su
fuerza expresiva permanece con la constante amenaza de la propia subjetividad”, por lo
tanto, debería buscarse una “solidaridad anamnética que sea producto de un proceso
educativo dirigido a la doble valencia del sujeto, al sujeto educativo y al sujeto histórico
de la víctima”(ibíd.: 109).
Estas reflexiones de Hayl son relevantes por varios motivos, por un lado porque la
pedagogía del Holocausto fue la matriz con la cual se pensó en Alemania la pedagogía
de la diversidad, incluso ocluyendo otras memorias históricas como la de las víctimas de
la DDR o las del pasado colonial alemán o, también, a costa de provocar cierta sobreexigencia emocional en los educandos que terminó generando mecanismos de rechazo,
o lo que Hayl llama una “coreografía de las emociones” ritualizada que provoca una
banalización y una pérdida de la especificidad del tema (ibíd.: 124). Pero también son
valiosos estos comentarios ya que apuntan a la idea de “identificación con la víctima”
como modo de romper la “frialdad burguesa” que Adorno había posicionado como
principal tarea de una “educación para la emancipación” y que, trasladados a la
pedagogía no ya de la memoria, sino a una pedagogía que se propone la educación de
subjetividades para una vida democrática pluralista, plantea la pregunta sobre si las
emociones deben ser consideradas medios o fines en la educación política, si la
intención de la educación de la diversidad es desmontar el prejuicio para arribar a
juicios reflexivos o bien para arribar a sensibilidades más amplias, o en todo caso, cuál
debería ser la relación entre ambas dimensiones, entre el juicio político y la educación
sentimental. Hayd y muchos pedagogos que se ha preocupado por estos cuestiones
parecen no tener una visión definitiva sobre la cuestión. Si los prejuicios se asientan
sobre estructuras emotivas y desde allí se elevan como formas de violencia
exteriorizadas es natural que la pedagogía deba tematizar e intervenir también en la
esferas de las emociones pero, y a esto apuntan las observaciones de Hayl, una
estrategia que considere estas dimensiones debe proceder siempre reponiendo el juicio
racional para no perder la posibilidad de formas reflexivas de subjetivación.
En resumen, considero que la evaluación de estas tres líneas de abordajes no sólo
tiene un sentido ilustrativo sobre la situación de los debates en el ámbito de la educación
política en Alemania, sino también dan cuenta de la multiplicidad de factores que
intervienen en el abordaje pedagógico del fenómeno de la extrema derecha y de los
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prejuicios. En el primer caso, la reflexión pedagógica se ve en la situación de
posicionarse en el plano del intercambio argumentativo en el que las opiniones
xenófobas son refutadas mediante una disputa retórica, que implica mostrar las
debilidades argumentativas que sustentan esos puntos de vista. En el segundo caso, la
pedagogía se ve en la necesidad de convertirse en una “crítica de las ideologías”, es
decir, en plantearse como desmontaje crítico de la estructura del prejuicio
deconstruyendo sus pretensiones de veracidad y sus fundamentos epistémicos para
mostrar tales opiniones como un discurso derivado y carente de autorreflexión. Y, en
tercer lugar, la pedagogía política se ve llevada al difícil y poco definido territorio de las
emociones, donde las dificultades de diluir el juicio racional se presenta tan
intensamente como la necesidad de provocar procesos de subjetivación más tolerantes.
5. Consideraciones finales
En este trabajo intenté dar cuenta de la relevancia del resurgimiento de la extrema
derecha para la práctica de la educación política. Comencé planteando la situación
actual en Alemania a partir de los resultados electorales de Alternativa por Alemania
(AfD) y del surgimiento de una serie de movimientos autodenominados “identitarios”
que consiguieron imponer en la opinión pública consignas xenófobas y antiigualitarias
que transformaron el panorama político y cultural alemán. Con esto, intenté mostrar el
modo en que estas tendencias se constituyen en un desafío para la educación política, un
área de la pedagogía de amplia tradición en Alemania desde la posguerra; para esto, me
detuve puntualmente en las discusiones existentes acerca de los límites normativos
sobre lo que se constituyó la educación política tal y como fueron explicitados en el
Consenso de Beutelsbach. Como ejemplo de esto analicé la recuperación de la idea de
“tacto pedagógico” por parte de Michael May para lidiar con situaciones en las que
exista la necesidad de confrontar con estos prejuicios y opiniones xenófobas
cumpliendo al mismo tiempo los principios de Beutelsbach (prohibición de
indoctrinación, mandato de controversialidad y orientación al educando). Finalmente, en
el último apartado discutí tres estrategias de abordaje de los prejuicios en el marco de
propuestas de capacitación formadores buscando resaltar la singularidad del enfoque de
cada una. Así discutí la propuesta de “entrenamiento de argumentación” donde el
énfasis estaba puesto en el ejercicio de la capacidad argumentativa, una estrategia
reflexiva basada en una puesta en cuestión crítico-ideológica y genealógica del prejuicio
y, finalmente, una estrategia del contacto multicultural, donde se reconoce la
importancia del intercambio de experiencias con diferentes culturas así como la
relevancia de las emociones para una educación democrática.
Con este recorrido en el presente artículo no quise solamente ofrecer un panorama del
estado de la educación política en Alemania, sino también mostrar que el desafío de la
extrema derecha, y de los prejuicios que ella vehiculiza en el espacio público, involucra
diferentes capacidades y estrategias de abordaje debido a la complejidad de su
manifestación, que su desafío se juega en una multiplicidad de niveles que van desde el
plano de la acción comunicativa y el convencimiento, del ejercicio crítico reflexivo y
epistemológico hasta el trabajo con la sinuosa dimensión de las emociones y los
sentimientos, y que en cada uno de esos planos se ponen en juego los contornos
normativos que definen la práctica pedagógica. La intención de este trabajo fue
entonces ofrecer un pequeño mapa de discusiones para pensar la práctica de una
educación democrática ante la amenaza de una regresión autoritaria.
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***
Gustavo Robles es Doctor en Filosofía y Magister en Historia y Memoria por la Universidad
Nacional de La Plata (UNLP). Es profesor adjunto en la cátedra de “Epistemología de las
Ciencias Sociales“ en el Departamento de Ciencias de la Educación de la UNLP e investigador
posdoctoral en el Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (IdIHCSUNLP-CONICET). Sus temas de investigación son la teoría crítica, la educación política y la
epistemología de las ciencias sociales.
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Discusiones en torno a los cuidados sociales: ¿hacia una triple
jornada? Reflexiones desde poblaciones destinatarias de
políticas sociales*
Discussions about social care: towards a triple burden? Reflections from
receivers of social policies
Rebeca Cena
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas-Universidad Nacional de
Villa María / Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina
rebecena@gmail.com
Recibido: 14/09/2018
Aceptado: 08/11/2018
Formato de citación:
Cena, R. (2019). “Discusiones en torno a los cuidados sociales: ¿hacia una triple jornada?
Reflexiones desde poblaciones destinatarias de políticas sociales”. Aposta. Revista de Ciencias
Sociales, 81, 22-37, http://apostadigital.com/revistav3/hemeroteca/rebecena.pdf
Resumen
Este artículo se propone discutir la posibilidad de conceptualizar una tercera jornada
vinculada a la gestión de las políticas sociales que realizan las mujeres madres de
hogares con transferencias condicionadas de ingresos. Reflexionar sobre una tercera
jornada significa: la realización de actividades para la producción y reproducción de la
vida de otro, se ubican dentro de los trabajos no directamente remunerados y significan
una vuelta al espacio de lo público que reditúa al interior de la unidad doméstica. Para
tal propósito se trabaja con una serie de entrevistas en profundidad realizadas en tres
centros urbanos de la provincia de Córdoba, Argentina.
Palabras clave
Tercera jornada, cuidados sociales, gestión de los Programas de Transferencias
Condicionadas de Ingresos.
Abstract
In this article I propose to discuss the possibility of conceptualizing a triple burden
linked to the management of social policies carried out by women who are mothers of
*
Una versión preliminar y no publicada de este escrito fue presentado en el VI Encuentro Internacional
sobre Vida Cotidiana, Conflicto y Estructura Social del Centro de Investigaciones y Estudios
Sociológicos, realizado en diciembre de 2017 en Montevideo, Uruguay.
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households with conditional cash transfers. Reflect on a triple burden means: the
realization of activities for the production and reproduction of the life of another, are
located within the work not directly remunerated and mean a return to the public space
that returns to the interior of the domestic unit. For this purpose we work with a series
of in-depth interviews conducted in three urban centers of the province of Córdoba,
Argentina.
Keywords
Triple burden, social care, managment of Conditional Cash Transfer Programs.
1. Introducción1
La gestión territorial de las políticas sociales por parte de las poblaciones
destinatarias, constituye una práctica extendida vinculada a la producción y
reproducción de la vida en los núcleos familiares en condiciones de pobreza. Pues las
prácticas vinculadas al acceso y permanencia en el marco de una política social
implican un número significativo de interacciones con diferentes jurisdicciones estatales
(barriales, municipales, provinciales o nacionales), institucionales (dispensarios, salas
de atención primaria de la salud, escuelas, centros de integración, iglesias,
organizaciones no gubernamentales, cooperativas, etc.) e interaccionales (centro
vecinal, dirección del centro de salud, dirección de la escuela, relaciones entre pares,
etc.). En este sentido, la gestión de la política social dirigida a la pobreza implica una
participación insustituible de la población destinataria que entra en diálogo con otros
modos de intervención a nivel territorial que resignifican la política social bajo análisis.
Es decir, la política social no “baja” de modo lineal a las poblaciones destinatarias, sino
que se inscribe en trayectorias donde confluyen los tránsitos por otras políticas sociales
(Cena, 2018), por el mercado de trabajo, con instituciones de educación, organizaciones
no gubernamentales, es decir, condiciones de producción y reproducción de la vida
donde se resignifican.
En dicho contexto, se propone discutir la posibilidad de conceptualizar una tercera
jornada laboral vinculada a la gestión de las políticas sociales que realizan las mujeres
destinatarias. La particularidad de la noción es que se vincula a lo que se denomina
cuidados sociales (Daly y Lewis, 2000) relacionados a la producción y reproducción de
la vida familiar en la intersección entre el espacio público/privado. La población con la
que se ha trabajado –en el marco de una investigación más amplia– está conformada por
las destinatarias de los conocidos Programas de Transferencias Condicionadas de
Ingresos (PTCI) que en particulares condiciones de producción y reproducción de la
vida forman parte de los tránsitos por las políticas sociales (Cena, 2018).
Desde mediados del siglo XX, las políticas sociales no contributivas se han extendido
como los modos de abordajes de una de las problemáticas derivadas de la cuestión
social: la pobreza y el empleo informal. Este tipo de políticas sociales no contributivas,
han adquirido diferentes perfiles de los cuales el Grupo de Estudios sobre Políticas
Sociales y Emociones (GEPSE) del Centro de Investigaciones y Estudios Sociológicos
(CIES) del que formo parte ha explorado algunos: como las transferencias monetarias
condicionadas (De Sena, 2015; Cena, 2015), los denominados ingresos ciudadanos o
rentas básicas (De Sena, 2016), los programas vinculados al consumo de alimentos
(Sordini, 2018), los subsidios al consumo (Cena y Chahbenderian, 2012; Cena,
1
Este escrito es resultado de los avances de investigación realizados en el marco de una beca postdoctoral
del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas-Universidad Nacional de Villa María.
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Chahbenderian, D’hers y De Sena, 2014; Chahbenderian, 2015; Chahbenderian y
Mattei, 2013; Dettano, 2015) la cooperativización de movimientos sociales vía subsidio
estatal (Pellón, 2016) y, al parecer, por el número masivo de poblaciones destinatarias,
los montos de financiamiento y su perdurabilidad en el tiempo, este tipo de
intervenciones sobre las poblaciones parece ser que han llegado para quedarse
(Scribano, 2015). El posicionamiento desde la perspectiva crítica, el paradigma de la
complejidad y la problematización de los cuerpos/emociones ha sido una preocupación
de los trabajos nucleados en el GEPSE (De Sena, 2014, 2015, 2016, 2017 y 2018; Cena,
Chahbenderian y Dettano, 2014; Dettano, Chahbenderian y Cena, 2016), para dar
cuenta de los perfiles que han asumido las políticas sociales no contributivas, al menos,
en las primeras décadas del siglo XXI con los denominados Programas de
Transferencias Condicionadas de Ingresos (en adelante PTCI).
Los conocidos, y extendidos en la región latinoamericana, PTCI se han posicionado
como un tipo de políticas sociales de atención a la pobreza y al desempleo que casi se
ha impuesto como objeto de estudio para la sociología. Ello no solamente por el número
de población bajo su cobertura que ronda en los 127 millones en la región; los
presupuestos destinados que albergan el 0.4% del Producto Bruto Interno regional; su
extensión territorial que implica se encuentren presentes en más de 18 países a nivel
continental –y que aunque aquí no es objeto de discusión a nivel de todo el sur global
(De Sena, 2016)–; sino también porque las políticas sociales se han instalado como un
nodo central de análisis. Pues se imponen como objeto de estudio sociológico en las
sociedades contemporáneas, devolviendo la pregunta por las posibilidades y límites de
la existencia de las sociedades como resultado de relaciones de interdependencia, que
transitan el intrincado sendero entre la cohesión y el conflicto social (Offe, 1990).
En términos resumidos, los PTCI constituyen transferencias de dinero en efectivo a
las familias en condiciones de pobreza y con hijos, hijas y/o adolescentes a cargo, bajo
la exigencia –comúnmente denominada condicionalidad– de cumplir con determinados
certificados regulares de asistencia escolar y exámenes de salud. Los PTCI inscriben sus
lógicas de funcionamiento en la feminización de los cuidados, pues las mujeres se han
posicionado como las “protagonistas” a nivel regional y para el caso argentino, al menos
desde mediados de 2002. Pues desde el diseño y puesta en marcha de los PTCI han
ocupado un lugar preponderante. El primer programa de su tipo en Argentina, fue el
Programa de Atención a Grupos Vulnerables-Ingreso para el Desarrollo Humano (en
adelante PAGV-IDH) de 2002. Si bien los datos son variables, hay un relativo consenso
en sostener que asistió a 204.965 hogares, estimando una demanda potencial de 972.544
(Pardo, 2005). Eso se tradujo en 1.340.000 niños, niñas y adolescentes (Llobet, 2008).
Dentro de los requisitos de acceso al programa se encontraba el ser mujer y tener niños,
niñas y/o adolescentes a cargo. Este proceso que se inicia en 2002, continúa
profundizándose a lo largo de las primeras dos décadas del siglo XXI. Pues, aunque en
el programa correlativo en el tiempo no fue dirigido exclusivamente a las mujeres, éstas
tomaron un protagonismo y peso que se iría acentuando paulatinamente.
Tal es la situación del Programa Jefes y Jefas de Hogar Desocupados (en adelante
PJyJHD) implementado también en 2002, que más allá de que fue dirigido
indistintamente a hombres y mujeres jefes de hogar, las mujeres se impusieron
proporcionalmente, pues el 70% (Cruces, Epele y Guardia, 2008) de destinatarias fueron
mujeres y, dentro del grupo de mujeres, el 60% de ellas no tenía cónyuge y se
encontraban a cargo de su hogar (Rosas, 2007).
Con el Plan Nacional Familias por la Inclusión Social (en adelante PNFIS)
implementado en 2004, las mujeres vuelven a surgir como las protagonistas directas de
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un PTCI en Argentina –al tiempo que son clasificadas y calificadas como
inempleables2–, lo que empieza a delinear un aspecto fundamental: las mujeres son la
contraparte insustituible de los programas de transferencia de dinero y condición de
posibilidad de su éxito, en términos de ejecución en territorio, a lo largo del tiempo.
De este modo, para el año 2007 se registraron 539.386 familias destinatarias (Cruces,
Epele y Guardia 2008), de las cuales el 91.6% fueron mujeres (Rosas 2007). La
posición de las mujeres continúa acentuándose en las transferencias monetarias
estatales, dado que con la Asignación Universal por Hijo (en adelante AUH)
implementada en 2009 junto a la masificación de los niños, niñas y adolescentes
incluidos, se masifica la cantidad de mujeres bajo su órbita. Pues, para diciembre de
2011 tuvo 3.527.527 destinatarios/as y 1.9 millones de titulares, de las cuales el 91.2%
fueron mujeres y el 8.8% varones (Observatorio de la Seguridad Social 2011: 19).
En este escrito se trabaja con un concepto de las políticas sociales desde un enfoque
que recupera su complejidad, pues la ejecución de los programas sociales, en el caso
aquí trabajado los PTCI, se inscriben en determinadas trayectorias de vida, territoriales
y relacionales que caracterizan a cada espacio, población destinataria y momento
específico. Las intervenciones estatales materializadas en las políticas sociales no
afectan cuerpos inertes o inanimados. Implican la puesta en diálogo de
cuerpos/emociones (Scribano, 2012) con trayectorias, enclasados, partes de
determinados tiempos/espacios que no hacen más que resignificar y complejizar lo que
las políticas sociales “son” en términos de lo que el abordaje de la complejidad de lo
social requiere. De este modo, los PTCI no implican la incorporación lineal de, en este
caso, bienes monetarios hacia las familias, sino que implica el diálogo entre
percepciones, prácticas, sensibilidades, aprendizajes y relaciones de las poblaciones
destinatarias; al tiempo que la convivencia con otro tipo de intervenciones estatales que
resignifican lo que es “estar y ser destinataria de un tipo de intervención estatal”.
En este marco es que se propone problematizar el rol de las mujeres titulares de los
PTCI, un tipo particular de política social de abordaje de la pobreza, a partir de las
nociones vinculadas a los cuidados sociales y la domesticación del trabajo, evaluando la
posibilidad de conceptualizar la gestión de los PTCI como una tercera jornada. La
estrategia metodológica ha implicado el trabajo con una serie de entrevistas realizadas a
titulares de los PTCI en tres centros urbanos de la provincia de Córdoba3, Argentina y
con las Estadísticas derivadas de la Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del
Tiempo (INDEC, 2013).
2. Políticas sociales y cuidados
Las políticas sociales, como intervención del estado sobre las sociedades, constituyen
los modos a partir de los cuales se disputan unos particulares sentidos relacionados a las
condiciones de producción y reproducción de la vida individual/social (Danani, 2009).
Esto es, implican las maneras en que cada sociedad resuelve la provisión y circulación
de satisfactores por fuera de la distribución primaria del ingreso. Esto significa que las
políticas sociales afectan los modos en que se determina el acceso y distribución a
determinados bienes y servicios (materiales y simbólicos) a partir de una distribución
2
Según el decreto 1506/04, las personas destinatarias del PJyJHD fueron clasificadas en función de un
criterio de empleablidad. Por un lado aquellas personas empleables y aquellas clasificadas como
inempleables (de acuerdo a criterios vinculados al género, la carga familias y la terminalidad educativa).
3
En términos de cantidad de población destinataria de los PTCI, la provincia de Córdoba para el año
2017 se ha ubicado en la segunda provincia (luego de Buenos Aires) en concentrar mayor porcentaje de
cobertura (ANSES, 2017; Pedido de informe IF-2018-27180552-APN-DNBE#ME).
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que no se relaciona directamente al mercado de trabajo formal, en términos de bienes
derivados de él (Danani, 2009).
Complementariamente con ello, las políticas sociales son centrales a los regímenes de
acumulación capitalistas, pues éstos no pueden existir sin ellas, ni las políticas sociales
ser pensadas fuera del capitalismo. Puesto que su nacimiento se da de la mano de la
configuración de los estados modernos capitalistas que, sosteniendo la contradicción
constitutiva entre igualdad formal y desigualdad estructural (Quijano, 2005), habilitan
históricamente la manifestación de la cuestión social (Grassi, 2003). Ésta, en tanto
contradicción constitutiva, pone en jaque la capacidad de las sociedades de existir en
tanto tales, a partir de relaciones de interdependencia. Las políticas sociales emergen así
como un elemento constitutivo de las sociedades capitalistas modernas con la capacidad
de abordar las problemáticas expresión de la cuestión social.
Que las políticas sociales aborden las problemáticas, implica que participan de la
disputa por su definición. Esto es, las políticas sociales forman parte de la definición de
las problemáticas, los agentes responsables, las causas y los instrumentos necesarios
para responder a ellas. De allí que el análisis de las políticas sociales habilite a tensionar
qué tipo de definición de la problemática abordada se está realizando (Cena, 2014,
2017; Scribano, Cena y De Sena, 2015).
Desde una perspectiva que recupera el aporte que Bourdieu (2013) le hiciera al
campo del Estado, es menester problematizar a las políticas sociales en, al menos, dos
sentidos claves que mencionare bajo el concepto del carácter performativo de las
mismas: por un lado son intervenciones del estado que en tanto banco de crédito
simbólico, contribuye a la definición y disputa alrededor de la situación problema; por
otro lado, significa que sus intervenciones no solamente transfieren bienes y servicios,
sino también modelos de sociedad deseables y, junto con ello, una serie de esquemas de
división y clasificación del mundo que terminan por establecer: quiénes son las
poblaciones destinatarias –y quiénes no– y en función de cuáles atributos se encuentran
adjetivadas, cuál será la problemática y cuáles los elementos de su problematización, y
qué elementos y medios serán los propicios para responder a ellas (Cena, 2014, 2017;
Scribano, Cena y De Sena, 2015).
En este marco, las políticas sociales no constituyen intervenciones estatales que
realizan un bienestar abstracto (Faleiros, 2000) sino que con sus definiciones delimitan
unos particulares esquemas de visión y división del mundo que entran en tensión y
afectan los modos en que las poblaciones producen y reproducen sus condiciones de
vida. Es así como las políticas sociales pueden disminuir, reproducir o reforzar las
desigualdades de las sociedades sobre las que intervienen (Titmus, 1974). Con estos
puntos de partida es que interesa aquí problematizar a los PTCI desde sus tensiones con
la población destinataria recuperando la dimensión de los cuidados y el género.
Desde la implementación de los conocidos y extendidos PTCI de la mano de las
corrientes learnfaristas, las políticas sociales dirigidas a las familias en condiciones de
pobreza han tomado como titulares de los mismos a las mujeres en su condición de
madres con hijos a cargo. Este proceso de feminización “comienza” para el caso
argentino en el año 2002, con el PAGV-IDH, se acentúa a partir del año 2004 con el
PNFIS y se “perpetúa” con la AUH en 2009 donde la titularidad del PTCI será ejercida
preferentemente por las mujeres-madres (De Sena, Cena y Chahbenderian, 2016; Cena,
2017).
Ello ha implicado no solamente que sean titulares de los PTCI que tienen como
población destinataria los niños, niñas y adolescentes, sino que se las ha posicionado: a)
como las administradoras por definición de los ingresos transferidos a los niños, niñas
y/o adolescentes por poseer “naturalmente” un criterio de utilización del dinero anclado
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en el bienestar familiar (Barrientos y DeJong, 2009); b) como las principales encargadas
de cumplir con las condicionalidades de los PTCI vinculados a los cuidados sociales en
salud y educación (Barrientos y DeJong, 2009).
El concepto de cuidados sociales fue propuesto (Daly y Lewis, 2000) para reemplazar
el concepto de “cuidado”. Permite problematizar en la intersección entre lo público y lo
privado, lo formal y lo informal, los cuidados pagos e impagos y la provisión de
ingresos a partir de la prestación de servicios. Mediante la ampliación del concepto se
pretende incluir las diferentes dimensiones que, vinculadas a la vida de las mujeres,
rescatan los arreglos personales realizados por las familias en tensión con el Estado. En
ese sentido es que, como mínimo, hablar de cuidado social significa: a) que es un
trabajo, por lo que se vuelve interesante problematizar las condiciones bajo las cuales es
llevado adelante; b) las relaciones a las que da lugar se insertan en marcos de
responsabilidades y obligaciones entre los actores involucrados; y c) el cuidado, en
tanto trabajo, implica costos financieros y emocionales.
Estas tres dimensiones del concepto permiten comprender el cuidado social en
relación a los requerimientos psíquicos y emocionales, las dependencias de los adultos y
los niños, las redes normativas, económicas y sociales. Los usos históricos que se han
dado del concepto lo han presentado de manera fragmentada y a partir de la
construcción de dicotomías que han limitado su comprensión en el marco del Estado:
cuidado formal e informal, cuidado de niños y dependencia de los adultos, cuidados
pagos y no pagos. La potencialidad del concepto propuesto es que habilita a repensar
tanto a nivel macro como micro sociológico.
Los cuidados sociales se posicionan como elementos nodales de los regímenes de
acumulación capitalista. Pues las sociedades latinoamericanas actuales se encuentran
conformadas por un número significativo de personas que carecen de una participación
directa en el mercado laboral (Franzoni, 2005), implicando ello imposibilidades de
inserción económica independiente (tal es el caso, por ejemplo, de los niños, niñas,
adultos/as mayores, personas en situación de discapacidad, etc.). Conjuntamente con
ello, aquellas personas plenamente incluidas dentro del mercado laboral con
independencia económica y que requieren prácticas de cuidado, pueden direccionar sus
propias demandas hacia otras esferas para obtenerlos. Este punto de partida invita a
dimensionar que aquellos individuos presentados como “independientes” debido a su
inserción dentro del mercado laboral son “cuidado-dependientes”, es decir, por
definición interdependientes en tanto corporizan prácticas que comprometen recursos de
diferentes instituciones de provisión y distribución de bienestar (Franzoni, 2005).
Martín Palomo (2008) proponiendo la noción de domesticación, intenta rescatar el
lugar del trabajo doméstico vinculado a las nociones de valor y utilidad social de las que
ha sido excluido por la economía política. Se trata, para la autora, de rescatar y
resignificar el concepto de trabajo recuperando las actividades vinculadas al cuidado
(aunque no exclusivamente) que han realizado y realizan las mujeres. No obstante su
esfuerzo intenta no reducir el análisis a las divisiones sexuales ni a la existencia de
remuneración, aunque ambos constituyen un aspecto ineludible.
Su propuesta intenta recuperar el concepto de cuidado que en tanto trabajo implica:
reconfigurar la definición de trabajo heredera del siglo XVIII que contiene una
definición sexual del mismo valorando diferencialmente la actividad en función de
quién la desarrolle; adaptar el concepto a las modificaciones acaecidas dentro y fuera de
los hogares; dar cuenta del ineludible valor del cuidado en vinculación al tiempo, dinero
y ética. Juntamente con ello el cuidado en tanto trabajo implica la incorporación de
aspectos afectivos y morales que trastocan la lógica laboral por relaciones de
reciprocidad y solidaridad dentro de lo doméstico-familiar.
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Abordar el cuidado en tanto domesticación del trabajo significa poder dar cuenta de
una gran carga de trabajo que siendo contingente puede ser o no realizado por los
agentes de la familia y se encuentra directamente vinculado a las posibilidades de
producción y reproducción de la vida de otro. Aquí los cuidados se posicionan como un
trabajo que amplía el escenario de problematización: pueden involucrar amor, dinero,
intercambios de bienes materiales o simbólicos. En coincidencia con aquellas autoras
que “a lo largo de dos décadas, han propugnado en favor de que el cuidado de los
dependientes se conceptualice en términos de trabajo” (Silva, 2003: 76)
En relación a lo propuesto por la autora, Vergara (2014) ha trabajado el concepto de
colonización de lo doméstico vinculado al estudio de las mujeres recolectoras de
residuos. El concepto utilizado para la problematización de la tercera jornada laboral,
permite dar cuenta de la irrupción de la lógica mercantil en los hogares de familias
destinatarias a partir de un proceso de instrumentalización de las interacciones y la
naturalización de la convivencia con la gestión de los PTCI a partir de un estar/hacer-se
a la medida de las cosas (en términos de relación sujeto-objeto).
Luego del recorrido expuesto por estos conceptos es que interesa aquí problematizar
la situación de los cuidados sociales en el marco de los PTCI y las personas
destinatarias. Pues como anteriormente se ha aludido, las políticas sociales transfieren
una serie de bienes materiales y simbólicos que implican unos particulares modelos de
sociedad que erigen: destinatarios y titulares, atributos, responsabilizaciones y
obligaciones. Conjuntamente con ello, las políticas sociales se inscriben en trayectorias
de vida que resignifican lo que “son” en términos de las vivencias de las poblaciones
destinatarias, de su inscripción en los regímenes de acumulación y en los cuidados
sociales.
3. Doble jornada: cuidados sociales y PTCI
En referencia a las condicionalidades que requieren los PTCI, vinculadas a los
cuidados de los niños, niñas y adolescentes, las entrevistadas han manifestado que las
actividades de cuidados de sus hijos son una obligación. Dentro de la encuesta sobre
trabajo no remunerado y uso del tiempo (INDEC, 2013), se comprende al cuidado como
“aquellas actividades que tienen como objetivo atender las necesidades de los miembros
dependientes de la unidad doméstica: los niños y niñas, adultos mayores, enfermos o
personas con discapacidad. Son importantes tanto el servicio brindado como los
vínculos que se generan en la realización de la tarea lo que los diferencia con otras
actividades como la limpieza, la preparación de alimentos o el aseo del hogar que
pueden ser sustituidos por trabajos contratados” (Calero, Dellavalle y Zanino, 2015: 8).
De este modo, para el caso argentino, la tasa de participación en el trabajo doméstico
no remunerado es de 88,9% para las mujeres y el 57,9% para los varones, lo que va de
la mano con aquellos supuestos vinculados a una posible división sexual del trabajo
doméstico. Observando el modo en que se conforman dichos datos se observa que
mientras la diferencia en las tasas de participación es de 1,54 MV en términos generales,
cuando se observan cada una de las actividades involucradas (quehaceres domésticos,
apoyo escolar y cuidado de personas) las brechas asumen 1.73 para el primero, 2.80
para el segundo y 1.85 para el tercero coincidiendo con las condicionalidades exigidas
por los PTCI previamente aludidas (Calero, Dellavalle y Zanino, 2015: 17).
Cuando se observan las tasas de participación en el cuidado de personas por
condición de actividad, se observa que los hombres muestran una tasa del 19,4% para el
caso de los ocupados, frente al 32% de mujeres ocupadas, 17% desocupados frente al
40,1% de las mujeres y el 7,7% para los inactivos hombres frente al 29,4% de inactivas
mujeres. Las mayores brechas entre uno y otro se encuentran en el caso de los
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desocupados donde las mujeres asumen una tasa de participación de 23.1 puntos
porcentuales mayor a la de los hombres. No obstante las diferencias, la tasa de
participación femenina continúa muy por encima de la masculina (Calero, Dellavalle y
Zanino, 2015: 20), de hecho al interior de los grupos la tasa de participación en cuidado
de personas para las mujeres no desciende del 29% independientemente de la condición
laboral y para el caso de los hombres se mantiene por debajo del 20%. La tasa de
participación asignada al cuidado de personas, en el caso de las mujeres con secundaria
incompleta es de 41,1% y el de universitario completo es de 28,6%. Para el caso de los
varones 19,5% y 19,9 respectivamente.
Ahora bien, lo que ha sido conceptualizado como doble jornada ha aludido a una
diferencia entre trabajo remunerado y trabajo no remunerado, uno realizado en el
contexto de la esfera pública mercantil y el otro en la esfera doméstica (Silva, 2003,
Herrero de Dios y Montaña, 2009). Desde los años 50 del siglo XX se viene discutiendo
que la mayor incorporación de las mujeres al mercado de trabajo no ha significado una
resignificación de los roles en términos de una división sexual del trabajo (Peredo,
2009). Ello ha significado que: no se han resignificado los roles al interior de las
unidades domésticas ni en el mercado de trabajo, pues muchos de los trabajos
históricamente asignados a las mujeres continúan siendo objeto de tal adjetivación. La
doble jornada desde esta perspectiva significa la realización de dos trabajos en un solo
día: uno en el mercado público y otro en el espacio de la vida doméstica familiar.
En el apartado siguiente se intentará introducir el concepto de tercera jornada laboral
vinculada a la gestión de las políticas sociales que realizan las mujeres, particularmente
de los PTCI. Ello significa al menos tres aspectos nodales: implican la realización de
actividades para la producción y reproducción de la vida de otro, se ubican dentro de los
trabajos no directamente remunerados y significan una vuelta al espacio de lo público
que reditúa al interior de la unidad doméstica.
4. Tercera jornada: la gestión de las políticas sociales
En los apartados previos se ha problematizado el rol que las mujeres han ocupado en
los PTCI, al menos desde 2002. En esta sección se intentará observar qué sucede con los
PTCI que, abordándolos desde un enfoque relacional, se han instalado en vínculos y
lógicas de organización familiar. Continuando con la problematización del rol femenino
en los PTCI, se intentará observar cuáles prácticas se dan en las destinatarias que no
sólo deben cumplir con las condicionalidades vinculadas a un supuesto rol que vincula
mujer-matenidad-cuidados, sino también gestionar en territorio el acceso y permanencia
de los recursos vinculados a los PTCI.
Estas características que han asumido los PTCI en cuanto a la presencia femenina,
más que una iniciativa “espontánea” de las mujeres o familias, se atribuye a que se ha
considerado a las mujeres como el principal soporte frente a las políticas de ajuste y en
tanto intermediarias y gestoras de las políticas sociales (Grassi 1998; Cravino, Fournier,
Neufeld y Soldano, 2002). Estas cifras que indican un mayor protagonismo de las
mujeres en la intermediación y gestión de los PTCI, en tanto se posicionan como las
“socias pobres” de los programas, implican por parte de las destinatarias unas
sensibilidades ajustadas a los requerimientos del “mercado” de circulación de
transferencias estatales. De esta manera, si por un lado, los modos en que las
destinatarias son percibidas desde la imagen del mundo de los PTCI las coloca en tanto
gestoras irremplazables dentro de los hogares –de allí los índices que se han expuesto–
(Cena, 2014); por otro lado, en las narraciones de las destinatarias son susceptibles de
rastrear determinadas prácticas vinculadas al saber hacer dentro del campo (sensu
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Bourdieu) de los programas recibidos. Dicho saber-hacer emerge desde las propias
narraciones como producto de una “experiencia del recibir”.
En esta línea, se ha vinculado el acceso a los PTCI con determinados saberes y
destrezas de las que no todos disponen. En primer lugar, este saber hacer se vincula a
una actitud de estar presente, de hacerse “ver” por quienes en el barrio son los
mediadores con la municipalidad (en tanto nivel local de descentralización estatal). En
la ciudad de Villa María, Córdoba, son conocidos como “Muni-Cerca” aquellas
dependencias creadas para descentralizar las funciones del municipio en los barrios. En
el siguiente relato4 se rescatan una serie de prácticas vinculadas al “estar detrás” de
quienes gestionan a nivel barrial los diferentes programas, como una estrategia de éxito
en la consecución de mayores bienes y servicios para la familia.
Entrevistada: Aparte para tenerlo, siempre tenés que estar atrás de ellos,
continuamente atrás de ellos, viendo qué es lo que cambia.
Entrevistadora: ¿De quiénes?
Entrevistada: Viendo qué es lo que cambio, viendo qué es lo que entra, lo
que no entra […] Porque si vos no te moviste te quedaste y olvídate […] Sí,
si a mí me dijeran salió la tarjeta nueva, ponele yo […] Estoy esperando que
me avisen, de que me llamen, de que, cuando la fui a buscar ya no está más
la tarjeta, o sea, que es ahí no más en el momento en que ellas dijeron mira
la presidente dijo en, no sé, en un noticiero, eeeh, salió no sé qué cosa, al
otro día ya tenes que ir a preguntar, porque cuando te dormiste fundiste,
porque no hay más (DVM/15).
El acceder a los diferentes programas sociales no es una actividad lineal que se agota
en acudir a una determinada ventanilla estatal, sino que está relacionado a diferentes
esferas de poder y de circulación del poder en territorio que implican una especie de
“seguimiento”, “estar encima” de quienes los administran y quienes manejan la
información y la burocracia de acceso al programa. Dentro del relato estar atentos,
manejar información y contactos se encuentra íntimamente vinculado a la posibilidad de
acceso a bienes y servicios para el hogar. Pues el “dormirse”, el estar pasivos, el
quedarse en la espera significa perder la oportunidad de direccionar esas transferencias
hacia el propio hogar. Este saber-hacer, derivado de la experiencia del ser sujeto de un
PTCI, que las entrevistadas poseen, implica hacer “mérito” para conseguir diferentes
bienes, estar y encontrarse en el lugar exacto para “recibir”.
En el relato se expresa cómo se percibe que los recursos estatales son limitados, de
allí la premura por la inmediatez, la actualización en la información y el estar en el
momento justo, porque luego ya no hay más. Identifica también el estar ahí con la
dependencia barrial de la municipalidad, el “Muni-Cerca” que es la presencia estatal en
el barrio, donde se concentran algunos de los bienes y servicios que circulan a nivel
territorial5. Este saber hacer, relacionado a estar presente, se vincula a otro tipo de
actividades que exceden a lo meramente barrial/territorial:
Entrevistada: Bueno y este año el año que más me, porque nunca me
ayudaron en nada (se ríe) pero porque tenés que estar continuamente
pidiéndole, rogándole, entonces como que es muy complicado para una
persona por ahí que trabaja pero que realmente necesitas que te ayuden,
4
Los nombres de las personas entrevistadas han sido modificados con la finalidad de resguardar el
anonimato de las mismas.
5
Pues a nivel territorial interfieren también diferentes organizaciones como Cáritas, la Iglesia Evangélica,
Centro Comunitarios de Arte, Escuelas, etc.
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también es muy complicado andar atrás de ellos todo el tiempo y también
pasaba de que le ayudan teóricamente a los que ellos quieren… eeeh…
entonces… era muy complicado pero… este año es como que me he puesto
más así de, de seguirlos, bueno conseguí el número de la mujer que es la
que maneja todo ahí, entonces siempre se necesita mercadería como ahora
no anda más esta [hace referencia a la tarjeta alimentaria] por ahí nosotros
nos quedábamos tan, tan mal, eeeh, le mando un mensajito, qué se yo,
entonces ella ve si me consigue un, un vale que se llama, que es una hojita
así que dice un supermercado y te da cierta cantidad de, depende de los
hijos que vos tengas, es la cierta cantidad de mercadería que te da […] Sí,
tenés que ir y, coso, y estar digamos, cuando ellos te dicen aaah, porque hay
una reunión de fulanito y de menganito […] Te avisan, qué se yo, y si te
pueden llevar, te llevan ellos (DVM/15).
Por un lado, el “estar” implica manejar ciertos saberes y recursos que significan
directamente el acceso a determinados alimentos o bienes materiales (Merklen, 2005)
para la familia. Esos saberes o recursos se traducen en asistir a reuniones, estarles
encima o perseguir a los representantes estatales en el barrio o manejar el teléfono de
quien administra estos bienes y servicios. Para Delia, saber qué hacer y cuáles recursos
valen, representan directamente mejoras para su familia. Complementariamente con
ello, gestionar un PTCI no implica solamente estar al frente de esa política social, sino
que dialoga, interacciona y se inscriben en el marco de un entramado de políticas
sociales a nivel territorial y de diferentes modos de “ser destinatario” del mismo.
Por otro lado, implica comenzar a formar parte de relaciones de intercambios, es
decir, vinculado a la colonización de lo doméstico. El estar presente, el cumplir
asistiendo a diferentes reuniones, convocatorias, manifestaciones públicas implica un
código de “compromiso” por el que, quienes detentan los recursos estatales, deben
cumplir, transfiriendo luego bienes o servicios. Esto es, constituirse en otro visible, ser y
sentirse visto, ser, posicionarse como otro real y verdadero a partir de este tipo de
vínculos con los agentes del Estado. Este existir significa también, la capacidad de
producirse y reproducirse desde lo más básico, la propia vida, desde la alimentación
propia y de sus hijos, existir como seres humanos. Este saber hacer que narra, es un
saber desenvolverse que no todos disponen. Implica reconocer unas determinadas reglas
del juego, de las que aparentemente solo ella dispone dentro de tu hogar.
Bueno yo ahora, bueno estoy trabajando y bueno, como pudimos me compre
la motito, entonces para mi es mucho más, por ahí con la patrona que yo
tengo es más flexible entonces, ponele, si yo tengo que venir a hablar con
ella, qué se yo, le pido permiso, saco el nene de mi trabajo, lo tengo
conmigo, le digo que me voy ahí o a la municipalidad, ¡qué sé yo!, porque si
no es muy complicado, porque todos atienden todos a la mañana, a la tarde
la mayoría no atiende, entonces por ahí tenés que hacer, tener que ir a la
mañana, entonces tengo que sacar el nene de mi trabajo para llevarlo
conmigo, por ahí es medio riesgoso, pero tengo que hacerlo sí o sí, por ahí
madarlo a él [hace referencia a su pareja] tampoco es cosa de que él pueda
hacer […] Digamos, por ahí qué se yo, lo puede hacer pero… es cosa, de,
de, uno está más acostumbrada a trabajar con ellos, hablar con ellos, estar
con ellos (DVM/15).
El relato expone, ante la pregunta vinculada al cómo hace para acceder al PTCI, que
ello implica una serie de actividades y arreglos familiares y laborales que debe
consensuar. Pues el estar presente, asistir, insistir, consultar y gestionar los PTCI
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implica una inversión de horas y saberes que muchas veces entran en incompatibilidad
con sus horas de trabajo. De allí que recurra a la estrategia de “movilizar” parte de sus
responsabilidades laborales y mientras trabaja, a partir de los cuidados sociales de un
niño, trabaja para “los otros” cuidados sociales de los cuales es responsable en su hogar.
En este sentido es que a la doble jornada analizada en el apartado anterior se suma una
más vinculada a la gestión de los PTCI a nivel territorial.
Por otra parte, este saber hacer no es algo del que puedan apropiarse cualquier sujeto,
sino que se ha constituido como un saber hacer de las mujeres, que no manejan otros
familiares. “Manejarse”, formar parte de los circuitos dentro del Estado implica una
determinada experiencia del que no todos los sujetos son conocedores. Incluirse en esos
circuitos es formar parte de las redes de relaciones al interior del barrio. Ello implica no
solo acceder a un número de teléfono que elimina intermediarios para acceder a un
bolsón de comida cuando los ingresos no alcanzaron a mediado de la quincena, sino
también que los referentes barriales vengan a avisar, a informar la existencia de una
nueva transferencia e intervención del Estado en el barrio. Complementando esta
mirada, el no acceder a los recursos del Estado, parecería estar vinculado a una
incapacidad, falta de destrezas y/o conocimiento de las poblaciones. Vanina relata que
su madre nunca accedió a ninguna transferencia estatal y se lo atribuye a que ella “no
sabía desenvolverse” –es decir, no contaba con las destrezas necesarias producto de una
socialización y experiencia en la gestión de los PTCI–. Para las entrevistadas estos
saberes implican directamente la posibilidad de ser, de no caer invisibilizadas
Nunca recibió nada, así que bueno ahora yo le hice una pensión porque ella
es diabética y le hice hacer una pensión… el año pasado, espero que este
año le llegue pobre, porque nunca cobro nada, le digo, bueno ya… tiene
cincuenta y cinco años pero ya la diabetes, viste que la diabetes es una
enfermedad que… te termina… así que ya ella ya no ve nada, así que ella no
puede trabajar, nada, así que bueno le hicimos esa, esa pensión así que
espero que le pueda llegar, que a ella realmente le hace falta en este
momento […] No sé si ella realmente no iniciaba los trámites o no se sabía
desenvolver, vaya a saber cómo habrá sido porque nunca había cobrado
nada (VVM/15).
De este modo la familia, y dentro de ella las mujeres en edad o con posibilidades
corporales de estar activas y trabajando, se posicionan como las principales hacedoras
de los cuidados sociales vinculados a las personas “dependientes” dentro del hogar, eso
excede la presencia de niños, niñas y/o adolescentes en la casa, incluye también
ancianos, personas con problemas de salud, personas con algún tipo de discapacidad,
etc. Las mujeres se posicionan así como las principales administradoras, cuidadoras y
sostenes de los hogares, aunque no sean las únicas proveedoras. Dichos cuidados van
desde la limpieza, atención y alimentación de los menores, hasta la gestión de los
programas sociales vueltos un bien susceptible de valorizar dentro del hogar.
La familia, y dentro de ella las mujeres, no han perdido sus funciones. Éstas se han
complejizado y ampliado. Allí se articula un saber construido alrededor de los modos en
que puede darse la resolución de la problemática diaria de acceso a algunos recursos
indispensables para la vida. Dentro de las familias, como hemos adelantado, en términos
de división del trabajo intrafamiliar ha hecho que sean las mujeres las que asumen los
saberes y responsabilidades a ellos vinculadas. De esta manera la relación entre los que
son producidos en calidad de “beneficiarios” así como los que en esta misma operación
se definen como “mediadores”, involucra experiencias que van más allá de la política en
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cuestión e implican los modos en los que las familias generan prácticas que buscan
responder al problema de las carencias cotidianas de alimentos, ingresos y trabajo.
5. Reflexiones finales
En este escrito se propuso problematizar el rol de las mujeres titulares de los
Programas de Transferencias Condicionadas de Ingresos (PTCI), un tipo particular de
política social de abordaje de la pobreza, a partir de las nociones vinculadas a los
cuidados sociales y la domesticación del trabajo, evaluando la posibilidad de
conceptualizar la gestión de los PTCI como una tercera jornada laboral. Para ello se han
recuperado una serie de entrevistas realizadas a titulares de los PTCI en tres centros
urbanos de la provincia de Córdoba, Argentina y las Estadísticas derivadas de la
Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo (INDEC, 2013).
Este tipo de análisis de las políticas sociales desde la perspectiva de la jornada laboral
tensionada por el género pretende: en primer lugar, dar cuenta del rol de las políticas
sociales como intrínsecas a los regímenes de acumulación capitalista donde el cuidado
social asentado en las mujeres se posiciona como un elemento nodal de garantización de
la producción y reproducción de la vida; en segundo lugar, colaborar en la formulación
de políticas que incorporen y favorezcan a la responsabilidad compartida entre los
diferentes actores sociales, superando los estereotipos de género anclados en una
división sexual del trabajo. Ello implica reconocer la importancia que poseen los
cuidados sociales para la reproducción del bienestar.
Para el particular caso de abordaje de este artículo, el concepto de cuidado social o el
modelo de social care implican tensionar el concepto de imagen del mundo contenido
en los PTCI (Cena, 2014) con las prácticas de las destinatarias, accediendo así a un
mapeo que permite recrear los circuitos que den cuenta cómo se reparten los cuidados
entre las familias, el estado, el mercado, la sociedad civil, las clases, los géneros y las
generaciones.
En este sentido, si los PTCI se sustentan en una imagen del mundo que sostiene una
serie de atributos, capacidades y roles naturales y naturalizados alrededor de las
mujeres-madres-cuidadoras; por otro lado, se inscriben y dialogan con una serie de
sensibilidades y prácticas que: a) experimentan las tareas de cuidados dentro del hogar
como si no implicaran un trabajo, fueran una obligación y vinieran a colación de su
género y maternidad; b) se asocian un número de perspectivas éticas, emocionales y
morales alrededor de los cuidados sociales dentro del hogar vistos como una
responsabilidad que deben enfrentar ellas en tanto mujeres-madres-cuidadoras; c) se
posicionan como un saber-hacer del que solo ellas disponen, teniendo que
compatibilizar los cuidados sociales en el mercado –como inserción laboral– y en el
hogar con las políticas sociales; d) ello se observa parcialmente en las encuestas sobre
uso del tiempo que –aunque no relevan la totalidad de situaciones que implican los
cuidados sociales de las mujeres– aducen tasas de participación en cuidados sociales de
las mujeres muy por encima de las tasas asumidas por sus pares hombres.
Los cuidados sociales en toda su variación deben ser analizados como: a) un trabajo,
por lo que se vuelve interesante problematizar las condiciones bajo las cuales es llevado
adelante, en términos de no retribución económica ni regulación de los tiempos a ello
dedicado; b) las relaciones a las que da lugar se insertan en marcos de responsabilidades
y obligaciones entre los actores involucrados donde dichas cargas son distribuidas
diferencialmente en función del género de quien las realice; y c) el cuidado, en tanto
trabajo, implica costos financieros y emocionales que deben, al menos, problematizarse.
En este contexto es que bajo el gran paraguas del concepto de cuidados sociales es
que creo pertinente diferenciar entre doble y tercera jornada. Pues con el primer
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concepto se alude a una serie de actividades que han sido conceptualizadas como
trabajo remunerado (que puede implicar cuidados sociales debido a la división sexual
del mercado de trabajo) y trabajo no remunerado (cuidados al interior del hogar), uno
realizado en el contexto de la esfera pública mercantil y el otro en la esfera doméstica.
Ello ha significado que: no se han resignificado los roles al interior de las unidades
domésticas ni en el mercado de trabajo, pues muchos de los trabajos históricamente
asignados a las mujeres continúan siendo objeto de tal adjetivación. La doble jornada
desde esta perspectiva significa la realización de dos trabajos en una sola jornada: uno
en el mercado público y otro en el espacio de la vida doméstica.
La gestión de los PTCI en particular, y de las políticas sociales en tanto posibilidad de
incorporar recursos que permitan la producción y reproducción de la unidad doméstica
podrían conceptualizarse como una tercera jornada que devuelve y tensiona el rol de los
cuidados sociales hacia la esfera pública no mercantil: implican la realización de
actividades para la producción y reproducción de la vida de otro –por lo que son
incorporadas dentro del concepto de cuidados sociales–, se ubican dentro de los trabajos
no directamente remunerados, puesto que si bien se incorporan bienes y servicios se dan
a partir de la esfera pública estatal no contributiva, y significan una vuelta al espacio de
lo público que reditúa al interior de la unidad doméstica. En este sentido, proponer una
conceptualización de una tercera jornada laboral para las mujeres en condiciones de
pobreza destinatarias de las políticas sociales, permite al menos problematizar una serie
de actividades y roles asumidos por las mujeres derivado de una división sexual de las
cargas, que advierte al menos: su rol nodal en la gestión de las políticas sociales a nivel
territorial; al ser recursos vinculados a la producción y reproducción de la unidad
doméstica implica un trabajo que corporizan ellas y que debe ser contabilizado como
tiempo trabajado; implica aceptar el rol performativo de las políticas sociales que
tensionan, sujetan o instituyen modos de ser y estar con otros/as.
Por último, advertir la posibilidad de continuar discutiendo la superposición de
trabajos y responsabilidades que las mujeres simultáneamente corporizan, globalmente
circunscriptos en el concepto de cuidados sociales que no obstante implican la
realización de actividades para la producción y reproducción de la vida otro,
transformando recursos materiales y simbólicos que implican la disposición de
emociones, tiempos y energías.
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***
Rebeca Cena es Doctora en Ciencias Sociales (Universidad de Buenos Aires), Magister en
Derechos Humanos y Democratización para América Latina y el Caribe (Universidad Nacional
de San Martín), Licenciada en Sociología (Universidad Nacional de Villa María). Actualmente
becaria posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Docente
regular de la licenciatura en Trabajo Social (Universidad Nacional de Río Cuarto). Docente de
grado y posgrado respecto a las políticas sociales, sociología de los cuerpos y las emociones y
metodología de la investigación social. Es investigadora del Centro de Investigaciones y
Estudios Sociológicos y editora de la Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos,
Emociones y Sociedad.
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Política pública y procesos de empoderamiento femenino. Un
estudio del Proyecto Estratégico de Seguridad Alimentaria en
Santa Lucía Miahuatlán, Oaxaca
Public policy and processes of female empowerment. A study of Strategic
Food Security Project in Santa Lucía Miahuatlán
Arturo César López García
Universidad de la Sierra Sur, México
arturocezar@gmail.com
Oscar David Valencia López
Universidad de la Sierra Sur, México
institutointernacionaldeinvest@gmail.com
Helí Hassán Díaz González
Universidad de la Sierra Sur, México
hhdiazg@gmail.com
Recibido: 10/08/2018
Aceptado: 06/11/2018
Formato de citación:
López García, A.C.; Valencia López, O.D.; Díaz González, H.H. (2019). “Política pública y
procesos de empoderamiento femenino. Un estudio del Proyecto Estratégico de Seguridad
Alimentaria en Santa Lucía Miahuatlán, Oaxaca”. Aposta. Revista de Ciencias Sociales, 81, 38-53,
http://apostadigital.com/revistav3/hemeroteca/aclopez.pdf
Resumen
Este trabajo pretende documentar la participación de las mujeres indígenas de Santa
Lucía Miahuatlán (Oaxaca, México), en el Programa PESA, tomando en consideración
el modelo tridimensional de empoderamiento de Rowlands. La investigación, de corte
cualitativa, incluye trabajo de campo instrumentando una guía de entrevista
semiestructurada dirigida a mujeres inscritas en este programa. La discusión de los
resultados se realizó triangulando los aportes teóricos con los argumentos recuperados
de los informantes. Los resultados ponen en evidencia que se trata de una política sin
perspectiva de género y de una comunidad machista, sin embargo algunas mujeres han
transitado en los diversos niveles de empoderamiento, siendo el principal argumento la
búsqueda de un beneficio familiar.
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Palabras clave
Empoderamiento, mujeres indígenas, perspectiva de género, programa PESA, Santa
Lucía Miahuatlán.
Abstract
This paper aims to document the participation of the indigenous women of Santa Lucia
Miahuatlan, Mexico, in the PESA Program, taking into account Rowlands' threedimensional model of empowerment. The qualitative research includes field work
implementing a semi-structured interview guide aimed at women enrolled in this
program. The discussion of the results was carried out by triangulating the theoretical
contributions with the arguments recovered from the informants. The results show that
it is a policy without gender perspective and a macho community, however some
women have gone through the different levels of empowerment, the main argument
being the search for a family benefit.
Keywords
Empowerment, indigenous women, gender perspective, PESA program, Santa Lucia
Miahuatlan.
1. Introducción
El panorama indígena mexicano en las últimas décadas se ha reconfigurado a través
de una nueva estructura de acción que se refleja en las dinámicas socioculturales de los
diversos grupos étnicos, quienes han mostrado un significativo grado de transformación
en diferentes escenarios. Un factor importante que ha contribuido a la reestructuración
de este sector poblacional es la búsqueda del bienestar comunitario, que es encausado a
través de la implementación de diversas políticas públicas provenientes no solamente
del ámbito nacional sino también de organismos internacionales (López, 2014).
En relación con las políticas públicas, un aspecto relevante a destacar en años
recientes, es la inclusión de la perspectiva de género en los programas sociales,
programas que están dirigidos principalmente a grupos de población vulnerable, sobre
todo en los espacios rurales y con población indígena, teniendo que superar los estigmas
de ser pobres e indígenas y en diversas comunidades además, el prejuicio de ser mujeres
(López, 2014), bajo el argumento de que dicho sector de la población debe estar bajo la
protección y cuidado de una figura masculina.
De acuerdo con Barbieri y Oliveira (1989), la mayor presencia de las mujeres en
ámbitos públicos urbanos y rurales, ha sido motivada por la crisis y otros factores
estructurales, entre las que destacan las políticas de empleo. Si bien es cierto que la
incorporación de las mujeres rurales de Santa Lucía Miahuatlán, México, a una política
pública no es un hecho reciente ni aislado, el Proyecto Estratégico de Seguridad
Alimentaria (PESA) permitió que estas mujeres comenzaran a desplazarse a otros
escenarios no cotidianos para ellas, lo que ha incidido notablemente en la construcción
de cuadros de empoderamiento femenino, sobre todo en escenarios que anteriormente
no se tenía, como las relaciones interpersonales, entre otros aspectos que se abordarán
más adelante.
El presente trabajo de corte cualitativo tiene como propósito documentar la
participación de la mujer campesina en el programa PESA, a través de un estudio de
caso en Santa Lucía Miahuatlán, Oaxaca. Se estudian los efectos que ha tenido esta
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participación en el empoderamiento de las mujeres, recuperando para ello el modelo
tridimensional de empoderamiento de Rowlands.
2. Materiales y métodos
El trabajo de campo se efectuó en dos momentos, el primero corresponde al mes de
julio del año 2013 y la segunda etapa al mes de febrero del año 2014. Para la
recuperación de la información, se diseñaron dos instrumentos que, a su vez, fueron
aplicados en periodos diferentes. El primer instrumento corresponde a una encuesta
dirigida a 26 mujeres, que representa el universo de hogares participantes en el
programa PESA en Santa Lucía Miahuatlán. El objetivo de la encuesta, además de
conocer el perfil socioeconómico de las mujeres y sus familias, se utilizó como un
mecanismo de filtración para elegir a un conjunto de 10 mujeres, a quienes se les aplicó
el segundo instrumento, que correspondió a una guía de entrevista semiestructurada. La
selección de este pequeño grupo de mujeres se realizó de manera intencionada,
considerando el primer instrumento y evaluando diversos aspectos como su edad,
número de hijos, tiempo de participación en el programa y un filtro determinante fue si
las mujeres hablaban español, este dato también resulta relevante, ya que cabe
mencionar que en la comunidad de Santa Lucía Miahuatlán predomina la lengua
zapoteca, misma que de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y
Geografía (INEGI, 2010), el 100% de la comunidad es hablante de la lengua indígena.
En relación con la población femenina el 66% del total de este sector poblacional no
habla español, por lo tanto, para realizar un adecuado trabajo en campo, se tuvo la
necesidad de apoyarse de una persona que fungiera como traductor.
Para intentar determinar el nivel de empoderamiento de las mujeres indígenas
participantes del PESA en Santa Lucía Miahuatlán, se acudió al modelo tridimensional
de empoderamiento de Rowlands, modelo que advierte que este proceso involucra las
dimensiones: individual, de relaciones cercanas, y colectiva.
3. Marco teórico
3.1. Política pública y perspectiva de género
Las políticas públicas, de acuerdo con Lahera (2004), son las formas de intervención
de una autoridad investida de poder político y de legitimidad gubernamental a la que
corresponde dar las soluciones específicas para atender diferentes asuntos públicos. Por
su parte, Aguilar (s.f.) define a las políticas públicas como acciones que se sustentan en
el razonamiento técnico causal a fin de realizar los objetivos deseados y hacer que las
intenciones de los gobernantes se vuelvan hechos sociales. Es decir una política es un
comportamiento propositivo, intencional, planeado, no simplemente reactivo y casual.
Se pone en movimiento con la decisión de alcanzar ciertos objetivos a través de ciertos
medios: es una acción con sentido (Aguilar, 1996).
La transversalización de la perspectiva de género en las políticas públicas, desde una
postura de los estudios de la mujer, reconoce en principio la especificidad de las
mujeres y las diferencias que existen entre ellas, los distintos papeles de hombres y
mujeres, su desigual acceso a los recursos y a su control, sus intereses prácticos y
estratégicos, buscando con esto garantizar la igualdad de los géneros, sin que haya una
jerarquía de un sexo sobre otro (Rossilli, 2001).
Para Guzmán (2002a), la institucionalización de esta perspectiva se refiere a
expresiones empíricas y materiales de relaciones políticas, prácticas sociales y visiones
del mundo que se legitiman, cristalizan e institucionalizan como cosas públicas y/u
oficiales mediante procesos históricos que involucran luchas políticas. Se consideran
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institucionalidades las leyes, las normas, los organismos estatales, los mecanismos
institucionales de mediación política, los programas de políticas públicas, los servicios,
las organizaciones sociales, las áreas de conocimiento legitimadas, etcétera. La
institucionalidad, por tanto, busca incluir la consideración de equidad de género y
promover un tratamiento intersectorial e integral de los problemas en todas las políticas
(Guzmán, 2002b: 15).
Ochoa (2007: 132) advierte que existen maneras de poner a prueba la efectividad y
eficacia de los resultados en que se ha concretado un proceso de implementación de la
perspectiva de género en las políticas públicas, en un momento y lugar dados, la autora
señala siete elementos de evaluación:
•
•
•
•
•
•
•
El nivel de influencia y grado de acceso a las políticas gubernamentales.
La profesionalización del personal.
El grado de legitimidad alcanzada tanto dentro como fuera del gobierno.
La relación con el movimiento de mujeres.
La influencia sobre la sociedad.
El nivel de influencia hacia dentro del Estado.
La rendición de cuentas.
Las primeras acciones encaminadas a promover la institucionalización de la
perspectiva de género en las políticas públicas, se inspiran en los acuerdos alcanzados
en la Conferencia Mundial para el Examen y la Evaluación de los Logros del Decenio
de las Naciones Unidas para la Mujer: Igualdad, Desarrollo y Paz, celebrada en Nairobi
en 1985, y en la Plataforma de Acción aprobada por la IV Cumbre Mundial para la
Mujer llevada a cabo en Beijín en 1995.
De este modo, partir de la década de 1990, Guzmán (2012: 15) encuentra que en casi
todos los países en América Latina, a nivel ejecutivo, se formaron mecanismos
responsables para el adelanto de las mujeres cuyo objeto era promover políticas
orientadas hacia la igualdad de género y respeto de los derechos humanos,
posicionándose en los diversos niveles jerárquicos de gobierno. La mayoría de las
instancias cuentan con Planes de Igualdad de Oportunidades, verdaderas cartas de
navegación para la incorporación del género en las políticas públicas y el
establecimiento de vínculos con los distintos poderes del Estado (Guzmán, 2002;
Guzmán y Bonan 2003; Fernós, 2010). México no es la excepción.
Estos breves antecedentes muestran que el camino transitado para lograr una
perspectiva de género en las políticas gubernamentales, representa un proceso lento y
complejo, y no sólo por la idea de transfigurar las directrices de las políticas, sino para
transformar imaginarios, que se han ido superponiendo y reforzando con el paso de los
años en la sociedad, lo que representa una faceta de la cultura actual.
3.2. Empoderamiento
El empoderamiento es un proceso complejo que ha trastocado diferentes escenarios
tanto de la vida cotidiana como de los diversos fenómenos globalizadores, económicos
y políticos. En este sentido, el Estado a través de sus políticas de intervención ha
intentado promover este proceso a partir de las denominadas políticas de equidad, o
políticas con perspectiva de género, las cuales han atravesado un largo proceso para
incluir este elemento dentro de sus estructuras de acción.
En un primer escenario, el concepto de empoderamiento se desencadena de la palabra
anglosajona empowement y su traducción al español es precisamente empoderamiento,
aunque existen autores como Venier (1996) que señala que la traducción literal
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adecuada hubiera sido apoderamiento. De este modo, se advierte que el concepto alude
a un proceso de capacitación con miras a la emancipación. Acuñado en la IV
Conferencia Mundial celebrada en Beijin, China, el término fue utilizado para referirse
al incremento de la participación de las mujeres en los procesos de toma de decisiones y
acceso al poder.
Para Valencia (2010: 29), cualquier tipo de poder es necesario “separarlo en dos
posiciones: el poder para el beneficio individual y el poder para el beneficio común”. El
empoderamiento resulta del proceso de adquirir poder sensible en ambas posiciones,
pues contribuye al desarrollo individual y social de determinado agente que ejerce el
poder.
De acuerdo con Schuler (1986), el empoderamiento consiste en un “proceso por
medio del cual las mujeres incrementan su capacidad de configurar sus propias vidas y
su entorno, una evolución en la concientización de las mujeres sobre sí mismas, en su
estatus y en su eficacia en las interacciones sociales”. Para Batliwala (1997), el
empoderamiento se manifiesta ante una redistribución desigual del poder, ya sea entre
naciones, clases, razas o géneros. Respecto a las mujeres, señala que constituye una
estrategia para desafiar la ideología patriarcal, transformar estructuras e instituciones
que refuerzan la discriminación de género y capacitar a las mujeres pobres para que
accedan a información y recursos clave para su desarrollo personal.
Ambos conceptos afirman que se trata de un proceso que requiere de una
capacitación o construcción de capacidades desde una dimensión individual. Sin
embargo, para Schuler (1986), se trata de una evolución que inicia con un proceso de
concientización personal, para alcanzar una adecuada interacción social, para Batliwala
este proceso es netamente individualizado, y desde esta misma dimensión, el
empoderamiento se traduce en el puente para acceder a recursos claves para lograr un
desarrollo personal. Los postulados de Schuler (1986) refuerzan los argumentos de
León (1997), quien advierte que este proceso incluye tanto el cambio individual como la
acción colectiva para transformar los procesos y estructuras que reproducen la
subordinación de las mujeres. Por otro lado, de acuerdo con Murguialday (2006) citado
en Aguilar et al. (2017), el empoderamiento está vinculado a la noción de poder de
manera tan profunda como a la ausencia de éste al desempoderamiento por lo que se
relaciona con grupos vulnerables y marginados, en especial con las mujeres.
Estudios han puesto de manifiesto cómo se llevan a cabo los procesos de
empoderamiento femenino en los diferentes escenarios rurales de México, considerando
especialmente la participación femenina en programas sociales. Un primer estudio es el
realizado por Meza et al (2002), quien analiza el proceso de empoderamiento de un
grupo de mujeres indígenas en Vistahermosa, Chiapas, quienes participan en el
Programa de Educación, Salud y Educación (Progresa), este estudio realza como un
aporte interesante, que la política social en cuestión, desde su diseño no favorece el
empoderamiento. Mendieta et al. (2009) citado en Aguilar et al. (2017), estudian el caso
del proyecto de desarrollo humano Mujeres floreciendo, financiado por la Agencia de
Cooperación Internacional de Japón (JICA), donde el componente de capacitación
resulta central en el proceso de empoderamiento. Otro estudio es el realizado por
Vázquez et al. (2012), quienes examinan el papel del programa Oportunidades en la
construcción de cuadros de empoderamiento de un grupo de mujeres pertenecientes al
ejido Las Lagunas, en el municipio de Acayucan, Veracruz.
3.3. El modelo tridimensional de empoderamiento de Rowlands
De acuerdo con Rowlands (1997: 224), el empoderamiento es “un conjunto de
procesos psicológicos que, cuando se desarrollan, posibilitan al individuo o al grupo
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para actuar o interactuar con su entorno, de tal forma que incrementa su acceso al poder
y su uso en varias formas”. De acuerdo con la autora, el empoderamiento puede
observarse a partir de tres dimensiones.
Cuadro número 1. Las dimensiones de empoderamiento de Rowlands
Dimensión
Individual
Relaciones cercanas
Colectiva
Elementos
Se relaciona con los cambios de la mujer como
persona y se expresa en el desarrollo de la confianza y
el sentido del ser;
Se representa en los vínculos con la familia y la
pareja, generalmente, constituye el área de cambio
más difícil por ser un espacio que puede ser tanto de
apoyo y cuidado como lugar de pugnas y
desempoderamiento
Abarca los vínculos que se establecen con el grupo,
comunidad o contexto para el trabajo en conjunto y
lograr un mayor impacto del que se alcanzaría de
forma individua
Fuente: Elaboración propia con base en Aguilar, et al. (2017)
Dado lo anterior, Rowlands (1997) advierte que el proceso de empoderamiento es
«un proceso personal y diferente pues cada quien tiene su experiencia propia y única de
la vida», de este modo se trata de un procedimiento complejo que involucra elementos
contextuales como el espacio geográfico, y estructurales (cultura, niveles educativos,
costumbres, tradiciones) que en cierto modo moldean de manera indeterminada
elementos que impulsan o inhiben el proceso de empoderamiento femenino. El poder, es
un elemento primordial para Rowlands. De este modo, la autora distingue cuatro tipos.
Cuadro número 2. Los cuatro tipos de poder de Rowlands
Tipo
Poder sobre
Poder para
Poder con
Poder desde dentro
Característica
Representa un poder controlador que implica la habilidad
de hacer que otra persona o grupo realicen algo en contra
de su voluntad.
Es persuasivo y más productivo en tanto que fomenta
procesos de liderazgo para que una persona o grupo
alcance sus metas.
Representa ese poder colaborativo que, basado en
relaciones entre iguales, despierta la sensación de que la
suma de voluntades individuales tiene un gran efecto en
la solución de los problemas.
Está basado en la aceptación y respeto a sí mismo y que
proporciona la confianza para alcanzar metas y establecer
relaciones horizontales con otros y otras.
Fuente: Elaboración propia con base en Aguilar, et al. (2017).
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Dado lo anterior se entiende por empoderamiento, como un proceso de
transformación que comienza desde una dimensión individual, la persona afectada
refleja una serie de actitudes positivas en términos de autoconfianza, incremento en la
capacidad de decisión, mayor seguridad personal y mayor capacidad para transformar
relaciones desiguales. La primera dimensión transformada es la de carácter personal o
individual, pasando por el plano de las relaciones cercanas para culminar con una
transformación de las relaciones en el plano colectivo. En éste último, se enaltece la
reconfiguración de las relaciones de subordinación, donde el principal eje de cambio es
el desarrollo de cuadros de liderazgo, cooperación y trabajo.
3.4. Acerca del programa PESA
El Proyecto Estratégico de Seguridad Alimentaria es un programa de la Organización
de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) que ha sido
implementado en México a partir del año 2002 como un programa piloto, de acuerdo a
su éxito obtuvo cabida en las jurisdicciones nacionales.
En el año 2010, en México el PESA, que era conocido como Programa Especial de
Seguridad Alimentaria, cambia su nombre a Proyecto Estratégico de Seguridad
Alimentaria, este cambio trajo consigo otros más como la forma de operar, dando como
resultado una alianza donde la FAO interviene aportando su metodología y el gobierno
mexicano de hacer las aportaciones económicas.
El PESA-México es una política social de combate a la pobreza que se ha
implementado desde la agenda del gobierno federal a través de la Secretaría de
Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa). El Manual
Operativo de Agencias de Desarrollo Rural del PESA define a este programa como:
“Una estrategia diferenciada para promover y contribuir al desarrollo rural
de zonas marginadas de México, impulsada por la Sagarpa en coordinación
con las Secretarías de Desarrollo Agropecuario de los gobiernos de los
Estados participantes y cuenta con la asistencia técnica de la Organización
de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, quien se
encarga del diseño de la estrategia del proyecto y la metodología a emplear,
así como de la capacitación de los actores que participan en su operación”
(UTN, 2012: 6).
Dado lo anterior se rescatan algunos elementos de este programa. De entrada se trata
de una política dirigida exclusivamente al sector rural, donde convergen, además de la
población mestiza, una serie de etnias indígenas. Una de las características principales
de la población rural indígena es el nivel de marginación en que se encuentran,
situándose entre alta y muy alta de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la
Política de Desarrollo Social (Coneval) y el Consejo Nacional de Población (Conapo).
Para el caso mexicano, el PESA está incorporado a la estructura de la administración
pública federal de la Sagarpa, esta política está destinada a mejorar las condiciones de
pobreza, buscando alternativas que combatan la inseguridad alimentaria en las zonas de
mayor marginación del país. Según la FAO, se busca que genere un empoderamiento de
los beneficiarios del programa y que permita replicar las buenas prácticas y experiencias
en otras localidades. En este sentido, el PESA considera el impulso al desarrollo rural
bajo un enfoque integral, lo que supone la activación y potenciación de capitales
económico, físico, humano y social, a fin de que el tema alimentario derive en opciones
de desarrollo.
El PESA contempla cinco principios (UTN, 2011: 10-1), que se refieren al actuar del
programa dentro del esquema local donde tiene injerencia.
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Cuadro número 3. Principios del PESA-México
Principio
Equidad e inclusión
Identidad y cultura
local
Corresponsabilidad y
Subsidiaridad
Sustentabilidad
Desarrollo de
capacidades
Descripción
El PESA promueve la igualdad de oportunidades y busca que
los integrantes de la comunidad puedan participar en los
diferentes procesos de desarrollo y se beneficien de manera
equitativa de los mismos, independientemente de su religión,
sexo, edad, grupo étnico, preferencias político-partidistas y
capacidades diferentes.
Las acciones del proyecto parten de la valoración de los
conocimientos y saberes de los pobladores y sus estructuras
sociales, así como del reconocimiento de sus aportes para
entender y solucionar problemas.
Responsabilidad compartida entre las familias, comunidades y
las ADR en todas sus iniciativas emprendidas. Hacer por los
demás, dejando que ellos hagan lo que pueden hacer por sí
mismos.
El objetivo de las acciones es la satisfacción permanente de las
necesidades de la comunidad, aprovechando el potencial
humano y los recursos naturales sin comprometer el desarrollo
de las futuras generaciones en términos ambientales,
económicos y socioculturales.
Es el eje rector del PESA y está orientado al mejoramiento de
las capacidades humanas como motor del desarrollo individual
y colectivo.
Fuente: Elaboración propia con base en UTN (2011: 10-1).
Los principios fueron diseñados de manera general, de tal forma que no brindan
información a detalle. Se rescata el principio alusivo a la equidad, sin embargo, en
ningún momento se retoma la perspectiva de género, más bien alude que ambos sexos
tienen las mismas oportunidades para participar como beneficiarios del programa. Un
estudio realizado por López (2015: 43) concluye que:
“El programa PESA, aunque se trata de una política de carácter global
apenas y considera los acuerdos internacionales emanadas de diversas
cumbres de trabajo, en donde se ha recalcado la importancia de mejorar las
condiciones de inequidad en el mundo, que lejos de ser superadas, amplia
más la brecha de desigualdad entre los géneros”.
Se advierte además que la ausencia de la perspectiva de género en la política inhibe la
participación de las mujeres, lo que incide de forma negativa en la creación de cuadros
de autonomía femenina y su empoderamiento (López, 2015). Así, los posibles procesos
de empoderamiento de las mujeres que participan en programas sociales sin perspectiva
de género como el PESA, se deben en mayor proporción a las dinámicas de las propias
mujeres, más no a estructuras definidas en el diseño de las políticas.
4. Resultados
En esta sección se analizan, en primer lugar, los aspectos sociodemográficos y
dinámicas de participación de las mujeres inscritas; y, en segundo lugar el
empoderamiento de las mujeres desde distintas dimensiones.
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4.1. Llegada del PESA a la comunidad
El PESA, comienza sus operaciones en Santa Lucía Miahuatlán en el mes de
noviembre del año 2011. El encargado de realizar las primeras gestiones con las
autoridades municipales e introducir el programa en el municipio es la Agencia de
Desarrollo Rural Por un futuro con historia. Conforme a los argumentos de los
responsables del programa, se inician actividades hasta ese año debido a que no había
existido disposición por parte de la autoridad municipal para implementar el programa
en la comunidad (López, 2014).
Un elemento que llama la atención, es que en este municipio el 100% de las
beneficiarias son mujeres, a diferencia de otras comunidades indígenas de la región y el
país, donde la población inscrita en este programa es masculina entre un 70 y 80%
(López, 2014). Es un dato curioso porque este programa no tiene como directriz
favorecer a las mujeres.
El hecho de que en Santa Lucía Miahuatlán todas las beneficiarias sean mujeres se
debió a una casualidad más que a una estrategia de diseño por parte de los operadores.
Una vez que los ejecutores del programa tuvieron la aprobación de las autoridades
locales para implementar la política, se procedió a levantar una encuesta a los
interesados en participar en el PESA, de este modo la información solicitada estaba
vinculada al gasto, dieta y salud familiar, así como educación de los hijos. Los
operadores del programa se dirigieron en primer lugar a los jefes de familia, debido a la
experiencia que habían tenido en otras comunidades de la región, donde regularmente
90% de los beneficiarios son hombres, pero dado que en Santa Lucía Miahuatlán los
esposos no se encontraban en sus hogares, se decidió que serían las esposas quienes
responderían las encuestas. De este modo, los registros quedaron a nombre de las
mujeres. Para finales del año 2011, un grupo de treinta mujeres entre esposas de los
jefes de familia y viudas quedaron como beneficiarias del programa PESA.
“[…] realmente es muy curioso el caso de Santa Lucía porque en un
principio hicimos la invitación a las autoridades y posteriormente
empezamos a realizar unas encuestas, las encuestas no iban dirigidas hacia
las señoras pues, pero eran siempre las señoras a las que encontrábamos en
las casas cuando íbamos y ellas pues de alguna manera ya te reconocían y
ya también la persona que nos llevó pues les explicaba que de dónde
veníamos y a qué veníamos, cómo estaba la situación y empezaron a
acercarse y pues nos sorprendió que cuando llegaron, llegaron puras
mujeres, […] llegaron como unas 60 o 65 creo, […] y hasta la fecha, ha
habido mujeres, no sólo en ese momento que fue promocional” (Operador
del programa PESA).
De acuerdo con el operador programa, cuando éstos acudían a las viviendas a
encuestar al jefe de familia, éste no se encontraba, lo que permite dar cuenta, que la
inclusión de las mujeres en este programa se debió prácticamente porque se encontraban
desempeñando su rol tradicional de ama de casa, en el espacio privado, mientras que los
hombres se hallaban fuera del hogar, desarrollando desde la esfera pública su rol de
proveedor.
En relación con el grupo de mujeres participantes del programa PESA, y conforme a
los resultados obtenidos por la encuesta que se aplicó a los 26 hogares en un primer
momento, se determinó que las edades fluctúan entre treinta y 64 años, de este modo se
determinó que el promedio de edad corresponde a 43 años. Respecto al estado civil,
73% de las mujeres dijeron estar casadas, mientras que un 15% vive en unión libre y el
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12% de ellas son viudas. Este dato refleja que el programa es inclusivo en relación con
la situación civil de sus beneficiarios. En relación con la lengua, es preciso señalar que
en Santa Lucía Miahuatlán, el idioma predominante es el zapoteco del sur. Cabe
mencionar que el 100% de las entrevistadas hablan esta lengua. De este 100% de
hablantes de zapoteco el 58% de las mujeres no hablan español y 42% de ellas son
bilingües. Este dato es importante, porque la lengua deja entrever que se trata de una
comunidad totalmente indígena, donde las costumbres se encuentran arraigadas y
algunas de éstas son inequitativas como la desigualdad de los derechos femeninos
relación con los hombres. En materia educativa, el 64% del grupo de mujeres
participantes no cuenta con estudios, mientras que el 28% tiene estudios de primaria y
sólo un 8% tuvo acceso a estudios de secundaria.
Los datos anteriores revelan, entre otros aspectos, que en Santa Lucía Miahuatlán, el
acceso a la educación está restringida a la población femenina, de acuerdo con las
costumbres comunitarias, las mujeres deben limitarse a aprender los quehaceres
domésticos, ya que los proyectos de vida, de acuerdo con la educación familiar, para las
mujeres está sujeta al matrimonio, es decir, formar un hogar tener hijos, y atender al
esposo.
Una vez que el PESA llegó a Santa Lucía Miahuatlán, las mujeres comenzaron a
cambiar sus actividades cotidianas, entre ellas, a tener una mayor participación en los
diferentes talleres que contempla la metodología FAO.
Un primer aspecto referente a las capacitaciones, está vinculado a la lengua, de este
modo, el 58% de las mujeres no hablan español, aunado a esto, se tiene que el 62% de
las mujeres cuentan sin estudio alguno, es decir, la mayor parte del grupo no sabe leer ni
escribir. Este panorama en términos de aprendizaje, resultó ser una limitación al
momento de llevar a cabo los diferentes talleres, sobre todo porque gran parte de la
información corresponde a aspectos técnicos. Una de las estrategias implementadas por
los operadores del programa fue involucrar a una intérprete para hacer llegar la
información a las mujeres.
“[…] pues la lengua se nos ha dificultado bastante, porque en un primer
momento pues mencionarles las necesidades que carecen cotidianamente en
el hogar, pues fue un poco más sencillo de abordar, pero ahora que ya
estamos hablando de aspectos más técnicos, es donde cuesta (trabajo)
explicarles, por ejemplo, darles una plática sobre vacunación de las aves o
de control de plagas, de alguna enfermedad del maíz, o del aguacate a veces
como que tienes que dar un seguimiento a todo, más constante para ver si lo
lograron entender, porque tienes la duda si el traductor está apoyando, si
está diciendo bien las cosas, hay que ver primero si lo entendió” (Operador
del programa PESA).
La lengua, por tanto, es el elemento que se podría denotar como el principal problema
en la comunidad, en términos de implementación de una política pública. Como se
aprecia en el argumento del entrevistado, no sólo se limita la transmisión de ideas de
carácter técnico en las capacitaciones, sino además repercute en todos los procesos de
operación del programa, como las evaluaciones del aprendizaje, la forma de
organización, toma de decisiones, etcétera. En este sentido, una de las limitaciones del
programa PESA, es precisamente que su diseño no considera aspectos como las lenguas
nativas de los diversos contextos latinoamericanos y en general en el mundo.
Otro escenario que merece ser recuperado, está relacionado con las relaciones
interpersonales entre las mujeres, a partir de la socialización con otras mujeres en un
programa social que resultaba ser ajeno a los tradicionales ya existentes, que
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regularmente están dirigidos a las jefas de familia (Prospera y Cruzada Contra el
Hambre). De este modo, por primera vez estaban siendo incluidas y capacitadas para
ejercer una serie de actividades encaminadas a la generación de alimentos, cambiando
sus dinámicas reproductivas hacia un rol de tipo productivo, mismo que
tradicionalmente, en Santa Lucía Miahuatlán, había estado supeditado al género
masculino.
Este tipo de capacitaciones permitieron no sólo que las mujeres accedieran a
información que antes resultaba desconocida, sino que además las llevó a interactuar
con otras mujeres, esto sobre todo, porque en la mayoría de los casos no alcanzaban a
comprender las indicaciones del operador del programa, entonces la estrategia empleada
por ellas, consistía en preguntar a aquellas que estaban seguras, entendían mejor la
información proporcionada, esto fortaleció algunos lazos de amistad y compañerismo
dentro del grupo de participantes.
“[…] Sí, algunas veces ¿para qué? Bueno por ejemplo luego me reunía con
mis compañeras de aquí cerca para ver cómo realizar eso, es que luego yo
no me acordaba y le preguntaba que me explicaran, a las que aprenden más
rápido les pedimos que nos expliquen a las que no entendemos bien” (Ana,
30 años).
“[…] para ponernos de acuerdo pues este digamos es fácil porque nos
entendemos, sabemos hablar en nuestro idioma y las personas que no lo
hablan pues ya lo platicamos con ellas, y ya les decimos qué es lo que el
técnico del PESA nos comenta, y pues todos tenemos la misma necesidad y
así nos ponemos de acuerdo de manera fácil” (Alicia, 32 años).
Los argumentos presentados, señalan que la comunicación en su lengua nativa es
muy eficiente dentro del grupo para hacer llegar la información. De este modo, las
mujeres que no participan activamente en el grupo, ya sea por timidez o por no
comprender el español, buscan un espacio privado para preguntar a sus compañeras
sobre la información brindada por el operador del programa. Un elemento también
importante de rescatar es la disponibilidad de las mujeres que aprenden rápido para
enseñar a las que no lo hacen.
4.2. Indicios de empoderamiento de las mujeres a partir del PESA
4.2.1. Dimensión individual
El hecho de que las mujeres realicen actividades fuera del hogar contribuye a
fortalecer el empoderamiento en el plano individual. En concreto, las mujeres de Santa
Lucía Miahuatlán, al participar en los talleres del programa PESA, encontraron un
espacio en el que rompieron esquemas de aislamiento y comenzaron a relacionarse con
otras mujeres para llevar a cabo actividades que antes no hacían. Estas dinámicas
permitieron que algunas mujeres desarrollaran nuevos esquemas de conocimiento, a ser
más participativas, y a expresar sus ideas no sólo dentro del grupo, “formar parte de un
grupo y participar en actividades relacionadas con el mismo, son elementos que han
ayudado a impulsar rasgos de empoderamiento en ellas” (Meza et al, 2002; Aguilar et
al. 2017).
En Santa Lucía Miahuatlán sólo algunas mujeres han transitado hacia un proceso de
empoderamiento desde la perspectiva individual, sobre todo porque este pequeño grupo,
a decir de las demás participantes, son quienes realizan gran parte de las gestiones
relacionadas con el programa.
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“[…] mis compañeras luego se van a Miahuatlán o a Oaxaca a dejar papeles
o por los papeles donde nos dicen que nos llegó el proyecto, pero siempre
van las mismas, ellas son las que se mueven, las demás no vamos porque no
le entendemos mucho a eso” (Ana, 30 años).
“[…] yo a veces voy a Miahuatlán a dejar papeles de mis compañeras, que
algún documento, voy un ratito, también he ido a capacitación o a platicar
con los técnicos en Miahuatlán, también fui con los técnicos a Oaxaca (risa),
luego la gente aquí se me quedan mirando porque me voy con los técnicos
en su camioneta, pero como yo se que no estoy haciendo nada malo”
(Mónica, 36 años).
Estas exposiciones evidencian, por una parte, que no todas las mujeres participan de
la misma forma dentro de las actividades del grupo, ya que mientras Ana advierte que
algunas compañeras llevan a cabo gestiones en instancias gubernamentales en la ciudad
de Oaxaca, el resto no lo hace. Algunos factores que inhiben la participación se
presume, se debe a que no hablan español, y por ende resulta complejo entablar una
conversación o en su defecto realizar trámites ante instancias donde sólo se habla
español. Por otra parte, en relación con Mónica, la situación es diferente, pues ella
advierte que posee más confianza en si misma, y esto ha originado que se sienta con la
libertad de expresar ideas, opiniones, sugerencias en las sesiones de trabajo, aunado a
que ella es una de las mujeres que recurrentemente asiste a la ciudad de Oaxaca o
Miahuatlán a entregar documentación del PESA. El argumento de Mónica permite
reafirmar los aportes de Rowlands (1997), quien señala que el proceso de
empoderamiento involucra el desarrollo de la confianza y seguridad en la persona.
4.2.2. Dimensión de las relaciones familiares
Respecto a las relaciones cercanas, las mujeres participantes del PESA en Santa
Lucía Miahuatlán mostraron una transformación, en especial en las relaciones de pareja.
Como se ha mencionado, ninguna de las mujeres había tenido experiencia en programas
sociales diferentes a los tradicionales, donde se abordan temas relacionados con la
familia, razón por la cual la mayoría de éstos son operados por personal del sexo
femenino. Para el caso del PESA, los talleres fueron desarrollados por personal
masculino, aunado a que los temas abordados, se relacionaban con proyectos
productivos.
“[…] pues mi esposo estuvo de acuerdo con que yo entrara al PESA, aunque
ahora discutimos a cada rato (risa), ahora más que nada porque salgo, que
por qué salgo, que por qué llego tarde, pero se pasa pues, no comprende que
es mi trabajo ahora y no puedo dejarlo […] yo me enojo más la mayoría de
las veces, pero es cuando él me hace enojar, cuando él se molesta, y no
entiende a veces porque salgo, tengo que hacer muchas salidas, vamos hacer
gestiones con los del municipio con el presidente, con el secretario, bueno
hacer salidas con hombres pues, y es ahí donde más se enoja (risa) y eso me
hace enojar a mi, y por eso hemos discutido últimamente” (Alicia, 32 años).
“[…] mi marido estuvo de acuerdo con que yo entrara al PESA, porque dice
que el proyecto es bueno para la familia y además a él le gusta mucho
sembrar. […] a veces hemos tenido problemas porque salgo, cuando él está
tengo que pedirle permiso, y salgo, me llevo a mi hija, siempre de día.
Cuando él no está me voy sola pero tengo que llegar antes de que él llegue
para que coma […] siempre le voy a avisar a mi marido que voy a ir a la
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junta, también mi suegra le avisa, entonces mi marido me dice que vaya con
ella, porque si no le aviso, me regaña y me dice que a dónde fui, que no me
puedo ir así nomás. Por eso si es a una junta y sé que me voy a tardar dejo
preparada la comida para que cuando él llegue coma y no me diga nada”
(Eva, 39 años).
Ambos testimonios revelan que las parejas en un principio estuvieron de acuerdo con
la participación de las esposas en el programa PESA, sin embargo, en el primer caso, la
idea de que Alicia se relacione con personal masculino preocupa a su pareja y genera
discusiones. Esta situación revela que al ser una comunidad pequeña y envuelta en un
ambiente donde las costumbres aún prevalecen de manera arraigada, no es común que
las mujeres lleven a cabo gestiones de este tipo, y más aún, no es adecuado, conforme a
las expresiones culturales comunitarias, que la mujer se relacione con otros varones que
no sea el esposo. Por su parte, el caso de Eva, refleja una serie de manifestaciones de
machismo por parte del esposo, quien a pesar de que estuvo de acuerdo con su
participación en el PESA, Eva tiene que realizar los quehaceres domésticos antes de
salir a las reuniones y pedir permiso a su pareja para salir, no obstante, debe llevarse a
su hija y a su suegra con ella.
4.2.3. Dimensión colectiva
A partir de su participación en el PESA, y recuperando algunos elementos como la
autoconfianza, capacidad de toma de decisiones, libertad de tránsito, y apoyo de sus
parejas, algunas mujeres lograron transitar a esta dimensión de poder, participando
ahora no sólo con el PESA, sino en otros escenarios públicos dentro de la comunidad.
“[…] pues primero entré al PESA y ahora soy la presidenta del comité del
DIF (risa). Ahora si que ahí si es mucho trabajo, porque apenas llevo como
un mes y medio, porque es mucha responsabilidad también porque tengo
que viajar a Oaxaca y Miahuatlán, cada ocho días, cada tres o cuatro días, a
solicitar despensa para las cocinas comunitarias de aquí, para firmar
documentos, por ejemplo, ahora se acerca el 30 de abril tenemos que meter
solicitudes en varias partes para ver que lleguen regalitos para los niños de
la comunidad, para el 10 de mayo, todo eso, es mucha responsabilidad, para
ver también lo de las personas discapacitadas, que necesitan apoyo, sus
sillas de rueda, sus bastones, entonces creo que aquí si hay mucho trabajo”
(Mónica, 36 años).
El argumento de Mónica evidencia de acuerdo con Rowlands (1997) una
transformación en el plano de las relaciones en el ámbito colectivo. Se refuerza así la
idea de la autora al afirmar que este nivel de empoderamiento es difícil de alcanzar,
debido a que se tienen que romper barreras de índole familiar y cultural, tal como
sucede con Mónica, quien tiene que afrontar no sólo conflictos con su pareja, sino
además, no ser bien vista en la comunidad por salir a realizar sus gestiones en compañía
de autoridades de género masculino. Sin embargo, ella está consciente y comprometida
con el cargo que ocupa actualmente, sabe que es demandante, pero la situación de
pobreza extrema en que vive la mayoría de las personas de Santa Lucía Miahuatlán es
su principal aliciente, de este modo ayudar a otras personas le resulta gratificante.
Con excepción de Mónica, el resto de mujeres participantes del PESA en Santa Lucía
Miahuatlán, no mostraron rasgos de empoderamiento a este nivel, ya que ellas al
encontrar conflictos con sus respectivas parejas para salir de casa, decidieron no
involucrarse en actividades ajenas al programa. Un elemento crucial en esta comunidad
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es que los rasgos de machismo se encuentran arraigados, tales como condicionar el
acceso a la educación a la mayoría de las niñas, educar a las mujeres para servir a los
hombres, no permitir el libre tránsito a las mujeres dentro en la propia comunidad si no
es con permiso de la pareja, entre otros. Si bien existe escasa evidencia de mujeres que
han intentado una transformación en esta comunidad indígena, es evidente que aún falta
un camino largo por recorrer.
5. Conclusiones
El caso de Santa Lucía Miahuatlán resulta interesante para analizar cómo un grupo de
mujeres indígenas participa por vez primera en una política de corte internacional, sin
perspectiva de género, y encaminado a la capacitación para la producción de alimentos a
través de proyectos productivos. Este dato es importante, porque se trata entonces de un
programa que no considera empoderar a las mujeres a partir de su diseño, sin embargo
como se ha evidenciado, este proceso es existente en algunas mujeres, sobre todo al
transitar del plano individual al colectivo.
El primer proceso transcurre cuando las mujeres rompen la barrera del hogar para
salir a capacitarse y participar en diversos talleres, donde además de aprender cosas
nuevas, comienzan a socializar con otras mujeres y a reforzar lazos de amistad y
compañerismo. Aunque no manejan recursos económicos, el hecho de saber que con su
participación lograrán obtener un beneficio para sus familiares las hace sentir
satisfechas y motivadas para continuar trabajando, hallazgos que están en línea con los
de López, (1988), Madera (2000), Meza, et al (2002), Aguilar, et al. (2017), entre otros.
Conforme a los argumentos citados, se ha comprobado que en el plano de las
relaciones cercanas las mujeres encontraron problemas con sus parejas, sobre todo
porque tenían que salir constantemente a los talleres. El principal reclamo es que cuando
los esposos llegaban a sus casas no encontraban el alimento preparado, por lo tanto, las
mujeres tenían que maniobrar para terminar los quehaceres del hogar antes de salir. En
otros casos, se halló que las mujeres tenían que pedir permiso a sus respectivos esposos
para poder asistir a las reuniones, a las cuales no podían ir solas, sino debían ir
acompañadas ya sea por alguno de sus hijos o incluso por la suegra. Lo anterior pone de
manifiesto diversas expresiones machistas en Santa Lucía Miahuatlán, donde las
mujeres no tienen acceso a los espacios públicos sin previo consentimiento de la figura
masculina (esposo, padre de familia o hermano mayor), aunado a ello, las mujeres no
pueden salir de casa sin antes terminar los quehaceres domésticos, situación que
refuerza postulados de diversos autores (Dalton, 1990; Vázquez y Muñoz, 2013)
quienes señalan que las mujeres rurales, participantes en esquemas productivos y fuera
del hogar, asumen desde una doble hasta una triple jornada de trabajo, siendo la mayor
parte de éstas, de carácter no remunerado.
Por su parte, en el ámbito colectivo, sólo una mujer de este grupo ha logrado transitar
hacia el plano de la transformación de las relaciones en colectividad, tomando como
referencia que es una mujer que gusta de participar en programas sociales, ya que ve en
ellos la oportunidad de mejorar sus condiciones de vida. Además, señala que se siente
motivada porque con su trabajo puede ayudar a otras personas, lo cual le satisface pese a
encontrar obstáculos para llevar a cabo sus gestiones, como discusiones con su pareja, y
críticas por parte de la población por asistir acompañada de otras personas de género
masculino a la ciudad de Oaxaca principalmente, como parte de sus labores.
En definitiva, este trabajo revela parte de lo que se desconoce de una comunidad
zapoteca de Oaxaca, donde las costumbres y prácticas cotidianas han diseñado un
patrón de conducta de sumisión en las mujeres. Algunas de estas mujeres han logrado
romper barreras familiares y comunitarias ancestrales.
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Mayo- Junio.
***
Arturo César López García es Profesor-Investigador de tiempo completo en la División de
Estudios de Posgrado en la Universidad de la Sierra Sur, Oaxaca. Doctor en Estudios del
Desarrollo Global por la Universidad Autónoma de Baja California. Maestro en Desarrollo
Regional por El Colegio de la Frontera Norte, sede Tijuana, Baja California. Especialidad en
Competencias Docentes por la Universidad Pedagógica Nacional en la Ciudad de México y
Licenciado en Administración Municipal por la Universidad de la Sierra Sur en Oaxaca.
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores nivel Candidato.
Oscar David Valencia López es Profesor-Investigador de tiempo completo en la División de
Estudios de Posgrado en la Universidad de la Sierra Sur, Oaxaca. Doctor en Economía Política
del Desarrollo por el Centro de Estudios del Desarrollo Económico y Social de la Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla. Maestro en Ciencias Políticas por la Benemérita Universidad
Autónoma de Puebla y Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad de las
Américas Puebla, México.
Helí Hassán Díaz González es Profesor-Investigador de tiempo completo adscrito al Instituto
de Estudios Municipales de la Universidad Sierra Sur en Oaxaca. Es Doctor en Ciencias
Sociales con Especialidad en Estudios Regionales y Maestro en Desarrollo Regional ambos por
El Colegio de la Frontera Norte, Centro Público de Investigación del Conacyt con sede en
Tijuana, Baja California. Ingeniero en Desarrollo Territorial por la Facultad de Ciencias
Agrotécnologicas y Licenciado en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras, ambas de la
Universidad Autónoma de Chihuahua, México.
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ISSN 1696-7348
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La informalidad en la industria cultural de la música y la
promoción de la economía creativa en la ciudad de Natal/RN
(Brasil)
Informality in the cultural industry of music and the promotion of the
creative economy in the city of Natal/RN (Brazil)
Fernando Manuel Rocha da Cruz
Universidad Federal de Rio Grande do Norte, Brasil
fmrcruz@gmail.com
Recibido: 03/09/2018
Aceptado: 29/10/2018
Formato de citación:
Cruz, F.M.R. (2019). “La informalidad en la industria cultural de la música y la promoción de la
economía creativa en la ciudad de Natal/RN (Brasil)”. Aposta. Revista de Ciencias Sociales, 81, 5468, http://apostadigital.com/revistav3/hemeroteca/fmrcruz.pdf
Resumen
La economía creativa se asume como una política cultural que busca promover la
profesionalización, la generación de ingresos y el desarrollo culturales, a través del
incentivo a la iniciativa emprendedora, utilización de las nuevas tecnologías de
información y comunicación y una fuerte atención a todo el ciclo económico de las
industrias culturales y creativas. Se trata también de una herramienta conceptual que nos
permite criticar la realidad actual del sector de la música y la actuación de los poderes
públicos, sea a nivel estatal, sea a nivel federal. Por lo tanto, buscamos en el presente
artículo entender críticamente la acomodación de los músicos en el sector informal, a
través de una investigación cualitativa de carácter exploratorio, en la ciudad de Natal,
capital del estado brasileño de Rio Grande do Norte (RN).
Palabras clave
Economía Creativa, Informalidad, Música, Natal/RN (Brasil).
Abstract
The creative economy is a cultural policy that aims to promote professionalism, income
generation and cultural development by encouraging entrepreneurship, use of new
information and communication technologies and a strong attention to the entire
economic cycle of the cultural and creative industries. It is also a conceptual tool that
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allows us to criticize the current reality of the music industry and the performance of
public authorities, whether at the state level or at the federal level. Thus, we seek in this
article to critically understand the accommodation of musicians in the informal sector,
through qualitative and exploratory research, in the city of Natal, in the state of Rio
Grande do Norte (RN), Brazil.
Keywords
Creative Economy, informality, music, Natal/RN (Brazil).
1. Introducción
Natal es la capital del estado de Rio Grande do Norte (RN), en el nordeste brasileño.
Esta ciudad tiene una población estimada en 877.640 habitantes (Ibge, 2018) siendo
reconocidamente una ciudad de destino turístico debido a sus “bellezas” naturales,
donde sobresale el segmento de sol y mar. En esta ciudad, la música se constituye como
un importante sector que contribuye a su dinamización cultural. Sin embargo, ni todos
los grupos musicales, músicos y cantantes cumplen los requisitos formales para el
ejercicio profesional. Las actuaciones ni siempre son pagadas y se a menudo dependen
de las gratificaciones dadas por los clientes de los establecimientos donde actúan, lo que
lleva a la obtención de rendimientos bajos y a esquemas de subcontratación en la ciudad
de Natal y en el estado de Rio Grande do Norte. La música se constituye, según la
Firjan (2013), como la industria cultural y creativa más descentralizada del estado de
Rio Grande do Norte en comparación con otras industrias culturales y creativas.
La ciudad recibe 2 millones de visitantes al año, donde se destacan el mayor cajueiro
del mundo y cerca de veinte playas de dunas y de mar límpido y tranquilo. Es, por eso,
uno de los destinos turísticos más buscados en la región Nordeste de Brasil (Setur,
2018). Tiene una variedad de equipos de hospedaje y alimentación de distintas
categorías, incluyendo las redes con calidad nacional e internacional, así como un
aeropuerto internacional –Aeropuerto Internacional Gobernador Aluízio Alves–
inaugurado en junio de 2014, el cual cuenta con una terminal de pasajeros preparado
para recibir más vuelos (Brasil, 2015).
En el sector cultural, las inversiones más altas están destinadas a los festejos de
Carnaval (febrero o marzo), San Juan (junio) y Navidad (diciembre). Estos eventos
consolidan la ciudad como destino turístico, al presentar diversidad de la oferta de ocio,
entretenimiento y cultura (Galvão, 2016).
Nuestro objetivo es comprender las condiciones de actuación informal en el campo de
la música, concretamente en Natal –capital del estado de Rio Grande do Norte–,
buscando presentar eventuales propuestas, a partir de las políticas de promoción de la
economía creativa y en particular del Plan de la Secretaría de Economía Creativa,
aprobado en 2012 por el Ministerio de Cultura de Brasil.
Para ello, promovemos la adopción de la metodología cualitativa con el fin de
profundizar el estudio de las condiciones de informalidad en esta industria cultural y
creativa. La investigación cualitativa privilegia los registros narrativos de los fenómenos
a través de técnicas como la observación participante y las entrevistas no estructuradas.
Así, procura asociar las variables en contextos estructurales y situacionales para
“identificar la naturaleza profunda de las realidades, su sistema de relaciones, su
estructura dinámica” (Fernández y Díaz, 2002: 76).
Por eso, recurrimos a la aplicación de entrevistas semiestructuradas, en el sentido de
comprender este fenómeno social, económico y cultural en la ciudad de Natal. Para
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Sampieri, Collado y Lucio (2013: 403), las entrevistas semiestructuradas “se basan en
una guía de asuntos o preguntas y el entrevistador tiene la libertad de introducir
preguntas adicionales para precisar conceptos u obtener mayor información”. La
aplicación de una guía de asuntos o preguntas a todos los entrevistados tiene como
ventaja la comparación de sus respuestas –al contrario de las entrevistas abiertas–
permitiendo la identificación de lo que es común y de lo que es diferente.
Realizamos seis entrevistas a músicos elegidos de forma aleatoria que actúan o
actuaron informalmente en algún momento de su carrera en la música. Las entrevistas se
llevaron a cabo entre los meses de octubre y noviembre de 2014, se grabaron en audio y
se transcribieron para facilitar la comparación de las respuestas y el análisis de
contenido. A efectos de proseguimiento, entendemos así la informalidad:
“Son informales los trabajadores de las unidades de producción no
típicamente capitalistas en el interior del capitalismo, siendo que el conjunto
de estas unidades de producción compone el sector informal. En ellas hay
reducida o ninguna separación entre trabajo y propiedad de los medios de
producción (el propietario trabaja directamente en la producción con la
ayuda frecuente de familiares y, en algunos casos, con pocos asalariados) y
el trabajo asalariado no constituye la base de su funcionamiento. Las
unidades productivas informales no son plenamente capitalistas también
porque la tasa de ganancia no es la variable clave de su funcionamiento,
sino el rendimiento total de su dueño. La prioridad es el mantenimiento de
la familia, para sólo después venir el mantenimiento del negocio o la
preocupación con 'rendimientos de las inversiones'” (Pamplona, 2013: 228).
El artículo se divide en dos partes. En la primera, hacemos una breve
contextualización de la economía creativa, en términos nacionales e internacionales. En
la segunda parte, presentamos los resultados de las entrevistas aplicadas a músicos que
actúan o actuaron informalmente en Natal y/o en el estado de Rio Grande do Norte.
2. La economía creativa brasileña
En el año 2012, con la creación de la Secretaría de Economía Creativa (SEC), bajo la
alzada del Ministerio de Cultura, también se aprobó su Plan definiendo las políticas,
directrices y acciones para el cuadrienio 2011-2014 que en la práctica se efectuó entre
2012-2015. Durante el mandato del Ministro de Cultura Juca Ferreira y finalizado el
cuadrienio, la SEC se extinguió1.
Sin embargo, la economía creativa brasileña nació tras dos debates importantes que
podemos encontrar en momentos históricos distintos. El primero se refiere al concepto
de “industria cultural”, con origen en autores como Adorno y Horkheimer (1985),
filósofos de la Escuela de Frankfurt, que en 1960 vieron este concepto sustituido por el
de “industrias culturales”, en el plural, una vez que la sociología francesa defendía la
complejidad de la relación entre cultura, tecnologías de información y comunicación y
capital (Hesmontdhalgh, 2002).
Más recientemente, en la década de 1990, Australia y Reino Unido propusieron en
sus respectivos países, el concepto de “industrias creativas”. Los primeros informes de
seguimiento (1998 y 2001) del “Grupo de trabajo para las industrias creativas”, creado
por el Departamento de Cultura, Medios y Deporte (DCMS, en inglés), revelaron la
1
A mediados de 2018, la Secretaría de Economía creativa entró nuevamente en funcionamiento, hasta
finales del Gobierno del Presidente Temer.
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importancia económica de las industrias creativas (Bop Consulting, 2010). En estas, hay
que señalar que:
“Entre sus conclusiones sobresalía el hecho de que generaban casi un millón
de empleos y el 4% del producto nacional bruto de Gran Bretaña, y que
facturaban 7.5 mil millones de libras en exportaciones. El estudio concluyó
también que estaban divididas entre un grupo de pequeñas empresas y
comerciantes, y un puñado de empresas gigantes y muchas veces
multinacionales” (Bop Consulting, 2010: 13).
En consecuencia, Howkins (2012) fue el primer autor en utilizar el concepto de
“economía creativa” en su libro Economía Creativa: Cómo ganar dinero con ideas
creativas, lo que sucedió en 2001. Sin embargo, podemos afirmar que si el concepto de
economía de la cultura surge en la academia, el de economía creativa tiene origen fuera
de ella, especialmente en los foros políticos, nacionales e internacionales, para al final,
ser considerado teóricamente por las universidades como concepto.
Para Bendassolli et al. (2009), hay un concurso retórico entre los defensores de las
industrias creativas y los defensores de las industrias culturales. No obstante, considera
este mismo autor que existió una renovación conceptual con el objetivo de neutralizar la
visión peyorativa o crítica del segundo concepto que es también el más antiguo.
En términos internacionales, cabe destacar el papel de la Conferencia de las Naciones
Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD). En su “Informe de la economía
creativa”, la economía de la cultura o la economía cultural se define como:
“(...) la aplicación de análisis económico a todas las artes creativas y
escénicas, a las industrias patrimoniales y culturales, sean de capital abierto
o cerrado. Se preocupa por la organización económica del sector cultural y
con el comportamiento de los productores, consumidores y gobiernos en ese
sector” (Unctad, 2010: 5).
La economía creativa en el mismo documento se define como:
“(...) un concepto en evolución basado en activos creativos que
potencialmente generan crecimiento y desarrollo económico.
- Puede estimular la generación de ingresos, la creación de empleo y la
exportación de ganancias, al tiempo que promueve la inclusión social, la
diversidad cultural y el desarrollo humano.
- Abarca aspectos económicos, culturales y sociales que interactúan con
objetivos de tecnología, propiedad intelectual y turismo.
- Es un conjunto de actividades económicas basadas en conocimiento, con
una dimensión de desarrollo e interconexiones cruzadas en macro y micro
niveles para la economía en general.
- Es una opción de desarrollo viable que demanda respuestas de políticas
innovadoras y multidisciplinares, además de acción interministerial.
- En el centro de la economía creativa, se localizan las industrias creativas”
(Unctad, 2010: 10).
Las industrias creativas (o sectores creativos, en la terminología del Ministerio de
Cultura brasileño), según la UNCTAD presentan diferentes modelos, de acuerdo con el
cuadro 1.
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Cuadro 1. Modelos de industrias creativas según la UNCTAD
1. Modelo del
DCMS del RU
2. Modelos de textos
simbólicos
3. Modelo de círculos
concéntricos
4. Modelo de derechos
de autor de la OMPI
Publicidad
Arte y Antigüedades
Artesanía
Diseño
Moda
Películas y vídeo
Música
Artes escénicas
Editores
Software
Televisión y Radio
Videojuegos y juegos
de ordenador
Industrias culturales
centrales
Publicidad
Cine
Internet
Música
Editores
Televisión y radio
Videojuegos y juegos
de ordenador
Artes creativas
centrales
Literatura
Música
Artes escénicas
Artes visuales
Industrias centrales de
derechos de autor
Publicidad
Sociedades de gestión
colectiva
Películas y vídeos
Música
Artes escénicas
Editores
Software
Televisión y radio
Artes gráficas y visuales
Industrias culturales
periféricas
Artes escénicas
Industrias culturales
sin distinción fija
Electrónica para el
consumidor
Moda
Software
Deporte
Otras industrias
culturales centrales
Cine
Museos y bibliotecas
Industrias culturales
más amplias
Servicios de
patrimonio
Editores
Grabación de sonidos
Televisión y radio
Videojuegos y juegos
de ordenador
Industrias
relacionadas
Publicidad
Arquitectura
Diseño
Moda
Industrias de derechos
de autor
interdependientes
Material de grabación en
blanco
Electrónica para el
consumidor
Instrumentos musicales
Papel
Fotocopiadoras
Equipamiento
fotográfico
Industrias de derechos
de autor parciales
Arquitectura
Ropa, calzado
Diseño
Moda
Utensilios domésticos
Juguetes
Fuente: UNCTAD (2010)
Entre 2012 y 2015, la economía creativa brasileña reunió sobre su ámbito las
industrias culturales y las funcionales proponiendo el fomento del espíritu emprendedor
y de las nuevas tecnologías de comunicación e información en todo el ciclo económico
(vid. Cuadro 2). Por tanto, cultura, economía y gestión contribuyen a una nueva visión
de la cultura, la cual propone una alternativa a la financiación pública. Otro objetivo de
esta política pública fue contribuir a la generación de ingresos de los profesionales y
poblaciones, así como a la formalización de los actores culturales (Cruz, 2016).
Aunque en la noción de economía creativa se elige la creatividad como elemento
central en autores como Miguez (2007), Caiado (2011) y Faustino (2014), entendemos
que debe ser definida por su objeto cultural, artístico o patrimonial. Así, toda la
actividad económica (creación, producción, distribución o mercado) que tenga por
objeto la cultura, el arte o el patrimonio se refiere a la economía creativa. Se incluyen
también las actividades económicas que usan elementos culturales, artísticos o
patrimoniales para crear o incrementar sus ingresos, aunque no siempre sea posible
medir financieramente el valor de la participación de aquellos en la actividad económica
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(Cruz, 2014). Es decir, por industrias creativas entendemos los emprendimientos que
tienen por objeto la cultura, el arte o el patrimonio, en cualquier etapa del ciclo
económico, así como los emprendimientos tradicionales que integran elementos de
cultura, arte o patrimonio, para aumentar la renta o el beneficio de su negocio.
Cuadro 2. Comparación de las industrias creativas entre la SEC y UNCTAD
Secretaría de Economía Creativa (Brasil)
Categoría
Cultural
Patrimonio
Industrias creativas
Patrimonio Material
Archivos
Museos
UNCTAD
Categoría
Cultural
Patrimonio
Patrimonio Inmaterial
Artesanía
Culturas Populares
Culturas Indígenas
Culturas Afrobrasileñas
Expresiones
culturales
Artes de
espectáculo
Audiovisual
/ del libro,
de la lectura
y de la
literatura
Artes Visuales
Arte Digital
Artes
Danza
Música
Circo
Teatro
Cine y vídeo
Publicaciones y
medios impresos
Medios de
comunicación
Moda
Diseño
Arquitectura
Creaciones
Culturales y
Funcionales
Creaciones
Funcionales
Industrias creativas
Lugares culturales:
- Sitios arqueológicos
- Museos
- Bibliotecas,
- Exposiciones
Expresiones culturales
tradicionales:
- Artesanía
- Festivales
- Celebraciones
Artes visuales
- Pinturas
- Esculturas
- Fotografía
- Antigüedades
Artes escénicas
- Musica en vivo
- Teatro
- Danza
- Ópera
- Circo
- Teatro de títeres
Editoriales y medios impresos
- Libros
- Prensa y otras publicaciones
Audiovisual
- Película
- Televisión
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creativo
Fuente: Elaboración propia.
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Uno de los objetivos de la economía creativa brasileña –según la SEC– era el mapeo
de la “economía creativa informal a través de investigaciones primarias en los
municipios brasileños (distinguiendo las de grande y mediana dimensión de las de
pequeña dimensión) en asociación con las alcaldías municipales” (Brasil, 2012: 49). El
Informe de la UNCTAD plantea, por su parte, el énfasis económico y político en el
sector informal, una vez que:
“Las industrias creativas no sólo proporcionan la posibilidad de generar
ingresos, pero también ofrecen oportunidades de empleo más fáciles de
reconciliar con las obligaciones familiares y comunitarias. Una unidad de
negocios menor es también más intensamente asociada a la economía
informal y al potencial de inversión del sector privado, encontrados en los
segmentos más pobres de la economía. Proporcionará, por lo tanto, un
vehículo más eficiente para las iniciativas dirigidas de desarrollo económico
cuyo objetivo sea la erradicación de la pobreza” (Unctad, 2010: 34).
Como se menciona en este último documento, en los países pobres la mayoría de la
producción cultural ocurre en la economía informal, pudiendo incluso constituirse como
la única forma de generación de ingresos para comunidades enteras. Así, las políticas
públicas de promoción de la economía creativa pueden facilitar la absorción de jóvenes
marginados por encontrarse, muchos de ellos, involucrados con actividades culturales y
creativas (Unctad, 2010).
Por consiguiente, entendemos que si la economía creativa versa sobre cualquier etapa
del ciclo económico de las industrias creativas agregando industrias culturales e
industrias creativas funcionales, donde el espíritu emprendedor y las nuevas tecnologías
tienen un interés creciente en la dinamización de los servicios y productos culturales y
artísticos, aunque con una gran preponderancia en América Latina (incluido Brasil), del
trabajo informal, como forma de creación de renta.
3. El trabajo informal en la industria cultural y creativa de la música en Natal/RN
En esta sección vamos a presentar los resultados de las entrevistas semiestructuradas
realizadas durante nuestra investigación empírica, en la que buscamos conocer las
respuestas para las siguientes variables: itinerarios profesionales en la industria de la
música; géneros musicales compuestos/interpretados; ambiente de la organización;
remuneración o rendimiento; y propuestas de políticas públicas.
Las entrevistas, como ya se ha apuntado, se llevaron a cabo entre octubre y
noviembre de 2014. Los músicos entrevistados en la ciudad de Natal fueron Igor Bb,
Abson Carvalho, Luanda Gabriella Damasceno, Luiz Rogério Souza, Placílio Diniz y
Tarcisio Teodoro de Medeiros Segundo.
3.1. Rutas profesionales en la industria musical
Igor Bb inició su actividad como músico en la iglesia. Un tiempo después pasó a
tocar en bailes y bandas por la noche. Fue profesor durante ocho años y se movía en un
ambiente familiar propicio a la música. Como ha señalado: “En casa todo el mundo
toca, mi padre era músico, mamá cantaba bien. Mis hermanos tocan, todos están en
medio de la música también. Soy el más loco de la familia mismo, soy lo que realmente
sobrevive de la música”.
Abson Carvalho inició su actividad como músico en la iglesia. Empezó en una banda
en el Colegio Auxiliadora, en Natal, habiendo pasado posteriormente al grupo Perfume
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de Gardenia. Pasados dos años, se convirtió en vocalista en el mismo grupo. Hace ya
algunos años que se encuentra en la Banda DuBê después de haber pasado por el grupo
Arroxé y otras pequeñas bandas.
Luanda Gabriella Damasceno comenzó a cantar en la iglesia con 10 años. A los 17
años de edad cantaba en una banda de forró de barrio, donde pasó cerca de seis meses.
En 2009, con 19 años, pasó a una banda de baile llamada Marizé, donde estuvo entre
uno a dos años. Durante ese período, hizo muchos contactos en medio de la música y
cantó en muchos bares y discotecas de Natal. Cantó en la banda Lengo Tengo, una
banda de forró, muy conocida en la ciudad y en el estado de Rio Grande do Norte,
donde pasó cerca de 6 meses. Después de ese recorrido, siguió carrera a solas, cantando
axé, swingueira y forró en sus shows. Después de la maternidad, pasó a cantar samba.
Luiz Rogério Souza se inició en la música en la escuela, en 2007. Después de 3 meses
de ensayos, el grupo empezó a tocar en “barcitos cerca de la escuela, barbacoa de
amigos, fiestas de pre-examen de vestibular”. En 2008, pasó a actuar en otra banda,
también de amigos, cerca de seis veces por semana. A partir de ahí, formó otra banda
que pasó a actuar también en discotecas. A continuación, organizó un proyecto que pasó
a actuar de forma más “empresarial” y organizada que duró cerca de 2 años. Después de
esa banda, pasó a actuar en otra, donde sólo tenía que tocar y recibir sus pagos por
show. Hoy actúa en una banda con cinco miembros.
Placílio Diniz refiere que cuenta con unos quince años de experiencia en el sector
musical y que siempre desarrolló sus propios proyectos y tuvo sus propias bandas,
aunque en algunos momentos integradas en sociedades comerciales. Siempre ha
buscado rescatar el forró auténtico dejado por ejemplo por Luiz Gonzaga, Jorge de
Altinho y Alcimar Monteiro.
Tarcísio Teodoro aprendió concertina en 2003. Con poco tiempo pasó a integrar
bandas pequeñas y más tarde, bandas más grandes. Se inició en un proyecto de forró
“pie de sierra”, al mismo tiempo que actuaba en esas bandas. Ahora se dedica sólo a la
banda constituida a partir de su proyecto.
El recorrido de los entrevistados revela la importancia del lugar de la iniciación y
aprendizaje musicales desde la infancia/adolescencia, sea en la iglesia, en la escuela o
en el entorno familiar. En realidad, Elías (1995) y Schroeder (2005) demuestran que el
músico mientras estaba dotado de talento especial fue socialmente construido y que esta
concepción no fue cuestionada hasta la actualidad (Rocha, 2013). En el mismo sentido,
Barbosa (2013) argumenta que el talento musical es el resultado del aprendizaje y de la
inmersión en el medio musical, alejando, por eso, la idea de la música como calidad
exclusiva e innata en el individuo.
Otro aspecto relevante es la experiencia adquirida por los entrevistados con el paso
por varias bandas y grupos de música, varios estilos musicales e incluso por la
experimentación de varios instrumentos incluyendo la voz. Es por eso interesante
analizar el ambiente creativo, el cual ofrece un conjunto de estímulos sociales,
culturales y económicos, y es responsable por la promoción de la creatividad
tecnológica, innovaciones y recursos (Landry, 2011). El proceso creativo es social que
requiere por lo tanto formas de organización (Cruz, 2016). De ese modo, se comprende
la importancia para la economía creativa de un ambiente creativo en el sector de la
música que se apoye en diferentes experiencias en las bandas y grupos.
En este punto, verificamos que la informalidad es una característica de las bandas y
grupos de música que empiezan a actuar en fiestas de cumpleaños, de escuela, de la
iglesia y hasta en bares y que a veces perduran en el tiempo. Como dice Corazza:
“la mayoría de las negociaciones músico / empleador en Brasil es muy
informal. Ellas no garantizan al profesional ninguna seguridad ni respetan
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las leyes laborales. Incluso prestando un servicio de pocas horas en apenas
un día, el músico no deja de tener su contrato caracterizado como temporal”
(Corazza, 2016).
Por último, el emprendedorismo presente en la propuesta y ejecución de proyectos y
en la creación de grupos de música es también uno de los principios definidores de la
economía creativa, según el Plan de la Secretaría de la Economía Creativa, una vez que
la innovación exige conocimiento, identificación y reconocimiento de oportunidades,
capacidad para emprender y asumir riesgos (Brasil, 2012).
3.2. Géneros musicales compuestos/interpretados
Igor Bb considera que interpreta todo debido a su formación, desde música de iglesia
a la de banda de baile o piano clásico. Como músico acabó por especializarse, no
dejando, sin embargo, de acoger esas influencias de su formación.
Abson Carvalho prefiere el axé music especialmente las canciones de Bahía, de Ivete
Sangalo, Saulo, Jammil y bandas de swingueira como Harmonia del Samba, Pagodart,
Pirigueto y otras.
Luanda Damasceno prefiere samba, bossa nova y la música popular brasileña (MPB),
mientras que Luiz Rogério Souza no le importa el marco del género musical a la hora de
componer. Afirma el músico: “Cuando voy a componer, voy a componer una canción,
independiente de cómo va a quedarse. Yo voy a componer una canción, en un golpe
universal y ahí veo adónde ella va a encajar y veo también la necesidad con que voy a
tener para usar”.
Placílio Diniz prefiere sobre todo el forró. Sin embargo, aprecia también MPB y
samba. Finalmente, Teodoro Segundo compone y canta el forró auténtico, así como
interpreta algunas canciones de MPB.
En este punto, es importante destacar la centralidad de la cultura en la economía
creativa. De ese modo, reconocer la cultura como recurso es una ventaja económica de
las ciudades ya que estas tienen historias o potencialidades que pueden ser utilizadas. Es
el caso del forró en Natal como ciudad del nordeste brasileño, así como el MPB como
ciudad brasileña, o axé music como ciudad cercana al estado de Bahía, o samba como
ciudad que comparte la cultura carioca (Río de Janeiro). Como señala Landry (2008),
los recursos culturales están presentes en las habilidades y el talento de las personas.
Si los estilos de música se pueden ver por el lado de la oferta, es importante
comprobar el “gusto” por el lado de la demanda. De ahí el interés en la variedad de
estilos musicales, desde estilos locales como el forró auténtico, a estilos nacionales
como MPB o internacionales como la música clásica.
Bourdieu (2008) entiende que la aprehensión y la apreciación de la obra de arte no
dependen sólo de la intención del artista, sino también de la intención del espectador y
de las normas convencionales que regulan esa relación, en determinado período
histórico y espacio social. Además, la aptitud del espectador se ajusta a esas normas.
Por tanto, el mercado de la música no depende sólo de la calidad de la obra musical y
de la actuación de los músicos, sino también del sentido estético del público, del período
histórico y del espacio social en que se encuentra ese público. De ahí el interés en una
oferta variada en términos musicales, tanto entre bandas de música, pero también en el
repertorio de los propios músicos.
3.3. El ambiente de la organización
Igor Bb toca en el grupo Pedro y Erick, el cual está constituido por cinco músicos
(batería, teclado, concertina, guitarra y viola), dos cantantes y tres elementos en la
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producción. La productora Viva Producciones es contratada e independiente de la
banda.
La Banda DuBê de Abson Carvalho es, según él, una banda pequeña. Se compone de
cinco músicos (percusionista, baterista, guitarrista, contrabajo y viola), un cantante
(Abson Carvalho), un elemento en la producción (responsable de la organización del
show), dos “hold” (arreglan y desarraman el escenario y el equipo) y un empleado de
oficina para la parte financiera.
La banda de Luanda Damasceno está compuesta por cinco personas: vocalista
(Luanda), guitarra, teclado, batería y contrabajo. En el equipo tiene aún dos “hold” y un
empresario que acumula la función de productor.
La banda Sam Vibe de Luiz Rogério Souza está constituida por cinco músicos y la
“empresa”, siendo los dividendos repartidos en dos partes (musicos y empresa). En los
shows son cuatro músicos en la línea de frente y seis músicos contratados (freelancers)
en la segunda línea. En esta banda trabajan también un productor-empresario y dos
elementos en la producción y montaje de escenarios.
Placílio Diniz en su banda Forró Bom de Verdade tiene tres empleados –oficina,
productor comercial y productor artístico– para tratar las cuestiones contractuales sea
con los clientes, sea sobre los aspectos relacionados con el escenario. En total, la banda
está compuesta por doce músicos.
La banda Segundo Sanfoneiro de Tarcisio Teodoro Segundo está compuesta por
cinco músicos (baterista, bajista, guitarrista, trompetista y jugador de concertina), un
productor, un “hold” y un técnico de sonido. Tarcísio toca la concertina y es el
vocalista.
La composición de los grupos y las funciones asignadas a cada elemento permiten
caracterizar el ambiente creativo de la organización. Este es el responsable del
desarrollo de la creatividad para el mantenimiento o el aumento de la competitividad de
los mercados, a través del estímulo a la aparición de nuevas ideas, de la imaginación y
de la participación (Cruz, 2016).
Las nuevas formas de cultura organizacional implican la aparición de nuevas
condiciones de pensamiento, planificación y acción que se ponen en práctica en la
resolución de los problemas y desafíos organizacionales. Como muestra, Florida:
“Desde la proliferación de las startups y la instauración del programa formal
de capital de riesgo hasta la relajación de los principios culturales
tradicionales relativos al trabajo y a la vida, todo es intento de escapar de las
amarras de la conformación organizacional” (Florida, 2011: 23).
El patrón revelado por los grupos de música –objeto de la investigación– presenta
complejidad técnica en el área musical, pero normalmente presentan también a alguien
–productor, empresa o empresario– que es responsable del área comercial y de
producción. Hay aquí una disociación entre el poder decisional y el grupo de músicos
que tiende a aumentar cuanto más grande es el número de músicos contratados por el
grupo. Esto tiene implicaciones en el proceso creativo, ya que puede tender no tanto
sobre lo que el grupo quiere ofrecer en términos musicales, sino lo que el público –o por
quien son contratados– quiere oír o quiere que sea presentado.
3.4. La remuneración o el rendimiento
En cuanto al tema de la remuneración obtenida, Abson Carvalho, Luanda Gabriella
Damasceno y Tarcisio Teodoro ganan por show. Igor Bb refiere que el salario de
profesor de música es muy bajo, por lo que tocar en bandas permite ganar un valor fijo
mensual en algunos casos. Sin embargo, lo normal es ganar por show.
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Por su parte, Luiz Rogério Souza refiere que el dinero ganado es sólo para pagar
gastos con la banda y las inversiones. La banda tiene menos de un año de edad y tuvo
que comprar instrumentos para sus músicos. Por último, Placílio Diniz refiere que su
remuneración es la de empresario y no sólo la de músico. Y, explica:
“[...] yo comparo mucho la carrera de músico, porque existe el músico y el
empresario músico, yo no soy sólo un músico, porque el músico es aquel
que apenas ejecuta la música. Soy un empresario músico, yo además de
cantante, soy productor, soy compositor y vendo mi producto. Entonces, mi
remuneración, lógico, hay meses que uno puede facturar un poco más, los
meses de ascenso [como] San Juan y el mes de mayo y de julio son meses
bien propicios a tener una remuneración mejor. Nuestro salario es muy
incierto” (Placílio Diniz).
La economía creativa, como dijimos, se refiere a las actividades económicas de los
sectores culturales y sectores funcionales que tienen por objetivo la creación de renta o
ganancia (Miguez, 2007; Caiado, 2011; Faustino, 2014; Cruz, 2016). Todos los músicos
entrevistados, empresarios o no –en la informalidad o no– tienen ese objetivo de
creación de renta o ganancia.
Sin embargo, observamos una disparidad de situaciones entre los entrevistados desde
el músico-empresario que recibe los beneficios de la actividad del grupo, pasando por
los músicos que sólo reciben para pagar las inversiones realizadas con la banda, a los
músicos que reciben por show, valor este que es variable y que tiene en cuenta la
dimensión del espacio en que actúan. Al mismo tiempo, hay quien hace de la música su
única actividad profesional y quien concilia con otra, como es el caso de la enseñanza
de la música.
Se trata, de cualquier modo, de una actividad profesional (y cultural) que no garantiza
valores mensuales regulares, variando en función del número de shows realizados. En
las bandas existen, sin embargo, funcionarios (no músicos) que reciben un valor fijo
mensual que, por consiguiente, no corren el riesgo de ver una variación de sus salarios.
3.5. Propuestas de políticas públicas
En opinión de Igor Bb, la educación es la respuesta a la cultura y específicamente a la
música. De ese modo, la política debería apostar a la cultura empezando por pensar en
la educación, ya que actualmente un profesor de música no necesita ser formado en
música, por ejemplo.
Abson Carvalho, por su parte, cree que deberían existir más proyectos en la ciudad de
Natal, con música en vivo, como por ejemplo, en hospitales.
Para Luanda Damasceno debería existir una mayor unión entre las bandas, por lo que
debería existir un sindicato fuerte en el área musical o políticas como el ‘Patrimonio
Vivo’2 que abarque las bandas de música, aunque eso involucra alguna burocracia.
Luiz Rogério Souza comparte la misma idea, en particular la existencia de una
organización de los músicos. Él cree que es un incentivo del gobierno la organización
de eventos abiertos al público con atracciones de fuera, pero incluyendo siempre artistas
locales.
Para Placílio Diniz, hay que conocer la realidad de cada grupo para poder apoyar,
mientras Tarcisio Teodoro Segundo recuerda que en el pasado el Ayuntamiento de
2
Ley estatal nº 9.032/2007 sobre el registro del Patrimonio Vivo. En 2010, pagó becas vitalicias y
mensuales de R$750 a siete personas consideradas patrimonios de la cultura popular (personas físicas), y
R$1.500 a tres grupos folclóricos (personas jurídicas) para la preservación de aspectos de la cultura
tradicional o de la cultura tradicional popular.
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Natal apoyaba la realización de muchos eventos. En la actualidad, faltan incentivos
financieros para los artistas locales, ya que se pagan remuneraciones elevadas a artistas
de fuera del estado en los principales eventos de la ciudad.
Bertacchini (2011) defiende la adecuación de las políticas públicas para las
cuestiones culturales en relación a las fuentes y activos locales. La eficacia de éstas
depende de una visión a largo plazo por parte de los agentes implicados, así como de las
coordinaciones y administraciones locales que se suceden en el tiempo e
independientemente de la orientación política.
Los entrevistados piden una mayor atención al músico local ya sea a través de la
creación de políticas públicas (sindicato de músicos, exigencia de formación en música
para ser profesor de música), así como la promoción de eventos públicos y de los
artistas/músicos locales.
Por consiguiente, dado que la música es un sector cultural y la economía creativa
aboga por el espíritu emprendedor y la atención del mercado, son necesarias políticas
públicas que regulen ese mismo mercado.
4. Conclusiones
La iniciación en la música revela, según los entrevistados, la influencia de la familia,
de la escuela y de la iglesia. Se trata de una actividad cultural desarrollada a través de
proyectos, formales e informales, en ciclos temporales variables, a título individual y no
empresarial. La informalidad resulta, por tanto, en la inexistencia de declaración del
grupo como persona colectiva, no poseyendo consecuentemente registro en el Catastro
Nacional de la Persona Jurídica (CNPJ).
Cuanto mayor es el grupo, mayor es su complejidad funcional. Además, se trata de
una actividad profesional que puede implicar inversiones elevadas en equipamientos y
en los escenarios y que dependiendo de la dimensión del grupo, implica la contratación
de personal de apoyo, además, de un gestor para las funciones burocráticas de la banda.
Cuánto a los géneros musicales compuestos o interpretados, la tendencia es para la
especialización con la reducción de éstos al forró y a la música popular brasileña (MPB)
o samba.
La remuneración resulta principalmente de los valores contratados en cada show.
Algunos grupos dividen el dinero ganado por los socios, después de la deducción de los
gastos, mientras que otros optan por ganar un salario fijo.
Concluimos también, de acuerdo con lo observado, que se generan expectativas en
relación a la financiación pública y al papel de los poderes públicos en la regulación del
sector tanto en cuanto a la formación, tanto en cuanto al ejercicio profesional.
Además, hay la falta de apoyo para estos actores de hacer de la música su profesión y
poder proyectar sus carreras en el mercado de la música local, regional y nacional. Por
último, se refiere un estatuto de “minoridad” frente a los músicos con proyección
nacional e internacional que actúan en la ciudad, especialmente en las principales
festividades de la ciudad como la Navidad, el Carnaval y las fiestas de San Juan.
En relación a esta realidad, verificamos que el espacio urbano construye sus
particularidades históricas, siendo productor y reproductor de desigualdades sociales
tanto entre los músicos locales y regionales/nacionales, como entre los músicos –que
pueden competir a las licitaciones públicas– y los músicos que actúan de forma informal
en el sector de la música.
La política de promoción de la economía creativa parte del principio del espíritu
empresarial para la afirmación del profesional de las industrias culturales y creativas,
proponiendo a estos profesionales la conquista de nuevos mercados, en particular con la
utilización intensiva de las nuevas tecnologías de información y comunicación. Se trata
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de una alternativa a las políticas culturales basadas en la financiación pública que no son
suficientes para promover la cultura, el arte y el patrimonio en las diferentes
dimensiones espaciales –local, estatal, nacional e internacional.
En este contexto, no se consolidan políticas que supongan un verdadero apoyo para
que ese profesional de las industrias culturales y creativas musicales se profesionalice
con formación adecuada imponiendo requisitos formales al ejercicio de la profesión
como, por ejemplo, su inscripción como persona jurídica ante las entidades tributarias y
de la seguridad social. Sólo se exige el cumplimiento de estos requisitos si ese
“profesional” quiere concurrir a licitaciones públicas para ganar recursos para sus
proyectos culturales, a través de la renuncia fiscal3.
En este ámbito, tienen la ventaja los músicos –en sentido amplio– con mayor
notoriedad pública junto a las empresas que apoyan –a través de la renuncia fiscal– las
industrias culturales y creativas de la música. Músicos menos reconocidos por el
público y con menor experiencia tienen grandes dificultades en competir por el referido
apoyo financiero, a lo que se añade el proceso burocrático que implica algunas
dificultades en su cumplimiento.
La música es, sin duda, una industria cultural y creativa dinámica y las oportunidades
de espectáculos locales y regionales se suceden, creando renta y ganancia, tanto para
músicos como para los establecimientos y espacios donde se presentan. Sin embargo, no
siempre la renta es suficiente para que el músico o la banda se afirme dada la elevada
competición y complejidad en el sector, agravada por el fenómeno de la informalidad.
Por todo ello, es fundamental que el Estado adopte medidas y políticas públicas para
las industrias culturales y creativas de la música. Como señala uno de los entrevistados,
la educación para la cultura tiene que ser promovida desde la infancia, pero las
instituciones públicas tienen que hacer su papel de protección de las profesiones y
oficios relativos al arte, la cultura y el patrimonio.
La utilización de nuevas tecnologías en este sector se justifica por la posibilidad de
explorar nuevos mercados, sean ellos regionales, nacionales o internacionales con la
presentación de repertorios musicales y contactos. Sin embargo, los músicos
entrevistados parecen limitar su actividad al mercado local y regional, por ausencia de
apoyos.
Por último, es importante que los músicos adquieran conocimientos –o mejor,
capacitación– en economía y gestión para que, por un lado, existan más músicos
organizados como empresas y, por otro, no estén obligados a contratar gerentes que no
conozcan las particularidades de la industria de la música.
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Fernando Manuel Rocha da Cruz es doctorado europeo en Sociología por la Universidad de
Oporto (Portugal) y Profesor Adjunto en la Universidad Federal de Rio Grande do Norte
(Brasil).
Aposta. Revista de Ciencias Sociales · ISSN 1696-7348 · Nº 81, Abril, Mayo y Junio 2019
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revista de ciencias sociales
ISSN 1696-7348
Nº 81, Abril, Mayo y Junio 2019
Gustos y prácticas alimentarias de mujeres empleadas de
oficinas públicas y mujeres destinatarias de programas
alimentarios en Argentina
Tastes and food practices of women employees of public offices and women
beneficiaries of food programs in Argentina
Aldana Boragnio
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Instituto de Investigaciones Gino Germani-Universidad de Buenos Aires, Argentina
boragnio@gmail.com
María Victoria Sordini
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina
mvsordini@hotmail.com.ar
Recibido: 12/07/2018
Aceptado: 25/09/2018
Formato de citación:
Boragnio, A., Sordini, M.V. (2019). “Gustos y prácticas alimentarias de mujeres empleadas de
oficinas públicas y mujeres destinatarias de programas alimentarios en Argentina”. Aposta. Revista
de Ciencias Sociales, 81, 69-86, http://apostadigital.com/revistav3/hemeroteca/boragnio.pdf
Resumen
El objetivo de este trabajo es identificar prácticas alimentarias y gustos que se
configuran en torno a la alimentación de mujeres destinatarias de políticas alimentarias
y mujeres empleadas de una oficina de la administración pública en Argentina en 2017.
El estudio es descriptivo-exploratorio con un enfoque cualitativo. Se trabajó con los
resultados de entrevistas en profundidad en el marco de dos investigaciones vinculadas
a la sociología alimentaria, que denotan importantes conexiones y coincidencias en
relación a las prácticas alimentarias y a la construcción del gusto. Se reflexionará en
torno a las consecuencias que las prácticas alimentarias, el gusto y los consumos
cotidianos tiene sobre las energías corporales disponibles.
Palabras clave
Prácticas alimentarias, construcción del gusto, programas alimentarios, mujeres.
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Abstract
The objective of this paper is to identify alimentary practices and tastes that are
configured around the feeding of women who are beneficiary of food programme and
women employees of a public office in Argentina in 2017. The study is descriptiveexploratory with a qualitative approach. We worked with the results of in-depth
interviews in the framework of two investigations related to socio-anthropology of food,
which denote important connections and coincidences in relation to alimentary practices
and taste construction. It will reflect on the consequences that the alimentary practices,
the taste and the daily consumptions have on the body energies available.
Keywords
Alimentary practices, taste construction, food program, women.
1. Introducción
El objetivo de este trabajo es identificar prácticas alimentarias y gustos que se
configuran en torno a la alimentación en mujeres destinatarias de políticas alimentarias
(en adelante DPA) y mujeres empleadas de oficinas públicas (en adelante EOP). Para
ello se pondrán en diálogo algunos de los resultados de entrevistas realizadas en el
marco de dos investigaciones vinculadas a la sociología alimentaria. Se trabajó a partir
de datos construidos en la elaboración de la tesis de maestría titulada “Comida de
oficina: un acercamiento a las Prácticas del Comer de mujeres trabajadoras en el
ámbito de la administración pública nacional de la Ciudad de Buenos Aires”, realizada
por Aldana Boragnio; y la tesis de doctorado titulada “Programas alimentarios y
políticas sociales. Trayectorias de vida de personas que han sido receptoras de
programas alimentarios entre 1983 y 2015 en Mar del Plata”, en proceso de
elaboración, por María Victoria Sordini.
El diseño del estudio es cualitativo de tipo exploratorio descriptivo. La técnica de
indagación utilizada fue la entrevista en profundidad, ya que permite tomar contacto con
el punto de vista de las mujeres, a través de sus propias narrativas (Taylor y Bogdan,
1996). Así, desde la voz de las entrevistadas sobre su biografía y su experiencia
cotidiana se accedió a un registro del “decir sobre el hacer” (Piovani, 2007) que
permitió una aproximación a las vivencialidades de las mismas. Se realizaron, en total,
30 entrevistas a mujeres entre 18 y 55 años. Las muestras de ambas investigaciones se
construyeron mediante la técnica bola de nieve y muestreo teórico.
Si bien se trata de dos poblaciones que, a priori, presentan marcadas diferencias, se
trata de mujeres que principalmente poseen un ingreso monetario por parte del Estado.
Para este trabajo se utilizaron aquellas entrevistas que detentan puntos en común en
relación a tres dimensiones: por un lado, sus edades están entre los 22 y 36 años; tienen
hijos en edad escolar con los que conviven; y, tal como ampliaremos en este trabajo,
tienen importantes coincidencias en relación a las prácticas alimentarias y a la
construcción del gusto.
La puesta en común de las respuestas de ambos grupos de entrevistadas busca
observar las prácticas alimentarias domésticas y extra domésticas subrayando su
carácter cotidiano y su importancia en la conformación de las energías corporales1. A la
vez, se tensionan las conexiones entre las prácticas alimentarias y el gusto de la
1
“La energía corporal es el resultado del intercambio de los sistemas fisiológicos y procesos biológicos
asociados a la perdurabilidad del cuerpo individuo. La ausencia o disminución de la misma pone en riesgo
sus condiciones de existencia (…) La energía social se basa en la energía corporal y refiere a los procesos
de distribución de la misma, sustrato de las condiciones de movimiento y acción” (Scribano, 2010: 111).
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necesidad, haciendo hincapié en las fases de preparación y consumo. De este modo, se
pondrá como eje central el qué comen, las características de lo que se come, cómo se
come, quién prepara la comida y cómo se gestiona el hambre.
La estrategia argumentativa es la siguiente: a) se presentan los lineamientos teóricos
principales que permiten pensar los cuerpos y la alimentación desde la sociología de los
cuerpos y las emociones; b) se desarrollan las primeras aproximaciones al análisis e
interpretación de los datos en relación a las prácticas alimentarias enfocando la atención
en la preparación de la comida, las características de la comida y qué se come; c) se
profundiza la observación en aquellas prácticas cotidianas que configuran el gusto por
lo necesario, la elección de las comidas en el contexto cotidiano de las entrevistadas y la
configuración de las sensibilidades; y, d) se esbozan las consideraciones finales en
relación a los bordes de contacto entre las categorías desarrolladas.
2. Cuerpos y alimentación: una lectura sociológica
Las prácticas del sentir, en general, y las prácticas del gusto, en particular, se reflejan
en la configuración de los cuerpos, en el tamaño, en la postura, en los gestos, en la
percepción del propio cuerpo y del cuerpo de los otros y, en las interacciones que desde
allí se construyen. En tanto el cuerpo es el instrumento para percibir el mundo y
apropiarlo, interioriza las estructuras sociales de producción y refleja las huellas de las
condiciones materiales de existencia (Scribano, 2012).
La alimentación cristaliza el entramado de relaciones sociales que atraviesan al
comensal. Desde las papilas gustativas se perciben los sabores del mundo histórico y
social en el que se está inmerso, por ello, sentir sabores implica estructurar las
percepciones que construyen las mediaciones sociales de lo rico y lo feo, de lo que da
saciedad y de lo que es ligero. Es decir, se habilitan y des-habilitan sabores definiendo
los gustos del buen y del mal comer. Las prácticas de la buena comida, de la comida
chatarra, de la rendidora o la sofisticada “se cruzan con las lógicas de los sentimientos
que constituyen una forma de sensibilidad social particular donde se anidan las visiones,
di-visiones y no-visiones del mundo naturalizadas, y por ende, aceptadas y aceptables”
(Scribano, 2010: 106). De esta manera se configuran sensibilidades en torno a los
sabores y las prácticas del comer que moldean las formas de interacción a partir de la
percepción del propio cuerpo y del cuerpo de los otros.
Siguiendo los estudios de Aguirre (2004), se identifican tendencias en las
representaciones sociales del cuerpo en relación con la alimentación y la comensalidad
según las diferentes posiciones sociales. Los sectores de bajos ingresos sostienen una
representación del cuerpo fuerte a partir del consumo de alimentos rendidores en
comunidad; los sectores medios se representan cuerpos lindos vinculados al consumo de
alimentos ricos en el ámbito familiar; finalmente, los sectores de altos ingresos se
refieren a los cuerpos sanos a partir del consumo de alimentos “light” y de una
comensalidad individual (Aguirre, 2004).
Estos estudios fueron profundizados por la autora al identificar un patrón alimentario
y sus alimentos trazadores (alimentos principalmente característicos de un sector
social), según cada estrato social, a lo largo el tiempo2. Al comparar la Encuesta de
Alimentación de 1965, realizada por el Consejo Nacional de Desarrollo, con la Encuesta
Nacional de Gastos de los Hogares (ENGHo) de 2006, realizada por Instituto Nacional
de Estadística y Censos, se observa que las canastas de alimentos de los sectores de
bajos ingresos disminuyó en cantidad y en diversidad de alimentos. Acompañando el
2
El estudio observó las Encuestas de Gastos (CONADE, 1965; INDEC, 1970, 1987, 1988, 1998)
realizadas para el Área Metropolitana de Buenos Aires (Aguirre, 2005) y se complementa con la Encuesta
Nacional de Gastos de los Hogares (ENGHo) de 2006 (Aguirre, Córdova y Polischer, 2015).
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proceso de pauperización de los sectores de menos recursos3, sus consumos han
sustituido alimentos caros por alimentos baratos hasta que sus canastas resultaron
suficientes en volumen pero pobres en calidad de nutrientes. En cambio en las canastas
de ingresos más altos (sectores medios y altos), existe una tendencia a diversificar los
consumos y consumir cada vez más proteínas animales (Aguirre, 2005; Aguirre,
Córdova y Polischer, 2015).
Al comparar los porcentajes destinados a los distintos rubros de consumo alimentario
(cereales y tubérculos, carnes, lácteos y huevos; frutas y verduras) en 1965 se distinguen
dos tipos de canastas, por un lado, la de los sectores de ingresos más bajos, y por otro
las de los sectores medios y altos que presentan amplias similitudes. En cambio, en
2006 los consumos de los sectores medios se asemejan a los de los sectores bajos,
distanciados ampliamente de las prácticas de consumo de los sectores altos.
“Como a través de las canastas leemos las relaciones sociales, este
desplazamiento de la diferencia nos permite inferir una sociedad más
polarizada, donde los pobres y los sectores de ingresos medios consumen de
manera similar (lo que indica por un lado una mejora sustantiva en los
consumos de los primeros), mientras que los que se diferencian son los
sectores de ingresos altos que mantienen alta preferencia por los productos
animales, a expensas de los demás rubros” (Cordova, 2015:102).
Si bien, estos datos encubren las diferencias cualitativas de los consumos -ya que los
cereales de los sectores medios y altos no son los mismos que los de los sectores pobres
(Cordova, 2015)- aquí se consolida uno nodo central para los análisis que se esboza en
los siguientes apartados. Mientras los sectores sociales con mejores ingresos modifican
su transición nutricional4 hacia el aumento de proteínas de origen animal (OMS/FAO,
2003; Aguirre, 2015), los sectores sociales de menores ingresos moldean sus dietas en
torno a las posibilidades de acceso. En este escenario el mercado produce alimentos
baratos para la distribución masiva pero con exceso en grasas saturadas, azúcar y sodio
(Aguirre, 2011) profundizando así el consumo de alimentos ricos en carbohidratos y en
grasas, carentes en fibras y proteínas (Aguirre, 2005). En los sectores sociales medios y
bajos aparecen las condiciones para una ingesta excesiva de grasas, tanto por un
consumo excesivo de proteínas de origen animal y grasas, o por un consumo excesivo
de alimentos baratos que brindan más saciedad y menos nutrición.
Este contexto predispone a la prevalencia de sobrepeso, obesidad y hambre oculta.
Las carencias alimentarias suelen ser invisibles y silenciosas cuando la alimentación se
vuelve deficiente en determinadas proteínas, grasas, sales minerales y vitaminas
esenciales en medio de la abundancia de otros micronutrientes. Algunos determinantes
del hambre oculta se relacionan con la monotonía alimenticia y el uso general de los
3
Sobre este tema distintos autores destacan datos relevantes: para 1974 la pobreza por ingreso estaba en
lo que hasta hoy es su mínimo histórico, el 4,6% de los hogares (Arakaki, 2011). Hacia 1980, la pobreza
por insuficiencia de ingresos alcanzaba al 3,2% de la población (Minujin, 1992). En la década de 1990
estos números crecieron fuertemente, en el total urbano la pobreza creció de “28,7% en 1995 a 57,7%
hacia el 2002, mientras que la indigencia creció de 7,6% a 27,7%” (Diloretto, 2009:115). Para fines de la
década, “el 26,7% de las personas –reunido en el 18,9% de los hogares– no percibía ingresos suficientes
para acceder a la canasta básica de bienes y servicios (Indec, 2003)” (Kessler y Di Virgilio, 2008: 38).
4
La transición nutricional se caracteriza por cambios cualitativos y cuantitativos de la dieta. Los cambios
alimentarios adversos incluyen una dieta con mayor densidad energética, es decir, más grasa y más azúcar
añadido en los alimentos, una mayor ingesta de grasas saturadas (principalmente de origen animal) unida
a una disminución de la ingesta de carbohidratos complejos y de fibra, y una reducción del consumo de
frutas y verduras. Estos cambios alimentarios se combinan con cambios del modo de vida que reflejan
una reducción de la actividad física en el trabajo y durante el tiempo de ocio (OMS/FAO, 2003: 24).
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alimentos concentrados, purificados o refinados, ya que estos contienen altas dosis de
principios energéticos (hidratos de carbono o grasas) (De Castro, 1955)
En la obesidad5 intervienen factores diversos como el genético adaptativos, “genotipo
de ahorro”, la alimentación, la aculturación a distancia, el entorno socio-cultural y el
género. Las causas de sobrepeso y obesidad en la región se relacionan a la ingesta de
productos ultra-procesados (con altos contenidos de azúcar, grasa y sal), la disminución
de las preparaciones culinarias tradicionales con alimentos frescos, el estilo de vida
sedentario, los procesos de urbanización sin un planeamiento para una movilidad más
activa de las personas, a la jornada laboral extensa, la desregulación del mercado y la
publicidad de productos alimenticios no saludables (FAO y OPS, 2017).
El consumo de alimentos con baja calidad nutritiva ha aumentado rápidamente en los
países de ingresos medios bajos desde la década de 1980, al observar la obesidad en
relación a la situación económica, en las poblaciones adultas se desplaza a los sectores
sociales con menores ingresos y con mayor prevalencia en las mujeres (Monteiro,
Moura, Conde y Popkin, 2004; OMS, 2011). Siguiendo los datos de FAO, FIDA, OMS,
PMA y UNICEF (2017), en América Latina y el Caribe 24 países presentan una
proporción de personas obesas en valores cercanos o superiores al 20% de la población,
en Argentina cerca del 29% de la población es obesa. Siguiendo los estudios de Global
HealthObservatory (GHO-OMS) el crecimiento en las tasas de obesidad en Argentina
entre 1980 y 2014 para hombres y mujeres se incrementó. Mientras en 1980 la tasa de
obesidad en varones es de 12,5% y en mujeres es de 15,1%, en 2014 se desplaza hacia
un 26,7% en varones y un 30,1% en mujeres, representando las cifras más altas de
América del Sur (FAO et al., 2017).
Los cuerpos malnutridos se cristalizan en sus formas, posturas, en la percepción del
propio cuerpo y de los otros, y a partir de allí se configura el alcance de sus
interacciones. Concebir el hambre como un problema social requiere pensar la carencia
de nutrientes en relación al contexto sociopolítico e histórico que permite la producción
y reproducción de las condiciones materiales de vida. Scribano y Eynard (2011)
complejizan el concepto de hambre al plantear la carencia de nutrientes como un tipo de
vínculo de la persona con el medio ambiente con el concepto de hambre individual.
Desde la falta se configura la autopercepción de la propia imagen del cuerpo y de las
formas de sentir el mundo, haciendo referencia al hambre subjetiva. Finalmente, la
presentación social de la persona constituye el tipo de hambre social. Desde el plano
individual al social el hambre atraviesa las posibilidades de ser y sentir el mundo
determinando los alcances de la acción de los agentes.
Sostener en el tiempo el hambre oculta implica la persistencia de cuerpos débiles que
constituirán interrelaciones sociales débiles, configurando un cuerpo social que desde
carencias “ocultas” reproduce la fuerza de trabajo de amplios sectores sociales. Así,
reflexionar sobre los cuerpos y sus energías –biológicas y sociales– para la reproducción
de la fuerza de trabajo constituye otro nodo central de los análisis que se expondrán a
continuación. Profundizar sobre las prácticas alimentarias y la constitución del gusto
permitirá pensar las estrategias que los sujetos ponen en práctica cotidianamente para
darle respuesta a la necesidad de comer. A la vez que nos permite observar las
estrategias que la sociedad acepta y sostiene para dar respuesta a la disponibilidad social
de las personas mediante una política de los cuerpos (Scribano, 2010) que regula los
5
La obesidad interviene como factor de riesgo de enfermedades crónicas no transmisibles asociadas a la
nutrición (ECNT), algunas de las cuales son causas importantes de muerte en la región, por ejemplo, la
enfermedad isquémica del corazón, la diabetes mellitus no insulina-dependiente o de tipo II (DMNID), la
hipertensión arterial, algunos tipos de cáncer, la osteoartritis y la osteoporosis, entre otras (Peña y
Bacallao, 2000: 6).
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modos en que las personas experimentan y sienten el propio cuerpo, el cuerpo de los
otros y el mundo. Tanto el gusto, como los demás sentidos, estructuran las percepciones
que organizan a las prácticas del sentir en relación al entorno social. Así como para cada
contexto social algunos sabores componen a los ingredientes del buen gusto,
determinados aromas son los adecuados según las circunstancias.
A continuación se profundiza la reflexión en relación a las prácticas alimentarias, su
vinculación con la construcción del gusto y las sensibilidades que se configuran tanto en
el espacio doméstico como en el laboral.
3. Prácticas alimentarias: preparación y consumo
Las prácticas alimentarias engloban elementos de índole cultural, económicos,
sociales e individuales, que se cruzan con las acciones necesarias para llegar al acto de
ingesta. Marschoff las define como “el conjunto de acciones y de relaciones sociales
que se estructuran en torno al acto central de ingesta de sustancias alimentarias que
puede o no estar relacionado a la perpetuación del organismo vivo” (2011: 75).
Profundizando en el concepto, encontramos los aportes de Gracia Arnaiz que detalla
las acciones y actividades específicas que se encuentran vinculadas a la ingesta de
alimentos. La autora propone un listado de 19 ocupaciones domésticas específicamente
vinculadas con la alimentación cotidiana:
“1) producción; 2) aprovisionamiento; 3) conservación; 4) almacenaje; 5)
preparación; 6) cocinado; 7) reciclar sobras; 8) atención del servicio (puesta
y recogida); 9) limpieza y recogida de utensilios; 10) mantenimiento y
limpieza del equipamiento y espacio culinario; 11) sacar la basura; 12) dar
las comida de niños y ancianos incapacitados; 13) cronometración del
tiempo; 14) control de calidad; 15) organización del menú; 16) planificación
del aprovisionamiento; 17) supervisión de las existencias; 18) atención y
cuidado de la salud familiar; 19) transmisión del saber alimentario
cotidiano” (1996: 43).
Como podemos observar, las prácticas concretas ligadas a los modos de alimentarse
son variadas, múltiples y complejas. En este sentido, definimos a las prácticas
alimentarias como las acciones de obtención, acumulación, preparación, conservación
de los alimentos, junto a los saberes al respecto, que detenta un grupo determinado en
un contexto histórico concreto. Pero es importante no perder de vista que éstas prácticas
poseen un carácter dinámico, por lo cual son factibles de reajustarse en función del
sistema sociocultural que le da sentido (Carrasco i Pons, 1992).
En el presente trabajo nos centraremos en las prácticas alimentarias de preparación y
consumo que llevan adelante las entrevistadas; para, a partir de allí, hacer énfasis en
cuatro ejes6 desde los cuales es posible ponerlas en relación: a) preparación de la
comida; b) característica de la comida; c) el qué del comer, y, d) el cómo del almuerzo.
3.1. Preparación de la comida
Las mujeres fueron y son las responsables de la alimentación cotidiana (Charles y
Kerr, 1995; Gracia Arnaiz, 1996; Aguirre et al., 2015). Los trabajos al respecto refieren
a la organización, decisión, compra, almacenamiento, preparación, cocción, servicio y
limpieza. Pero en base a lo que nuestras entrevistadas nos dijeron como actividad
propia, nos centraremos en la preparación de la misma.
6
Estos ejes los presentamos separados a fines de que la lectura y el trabajo analítico sea comprensible,
pero se encuentran entrelazados e implicados mutuamente.
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Principalmente, todas las mujeres entrevistadas7 son quienes cocinan de forma
cotidiana en el hogar, a la vez que son las responsables de la compra y la organización
del menú.
“Sí, siempre cocino yo. O son milanesas con puré o son guisos, a veces son
guisos o fideos con salsa o pizza cuando hago, sino, si sobró, a veces hago
pescado, si sobran las tipo milanesas, se los caliento y comen” (DPA, 31
años).
Aunque las mujeres son quienes se ocupan de la cotidianeidad de la comida, varias de
ellas indicaron tener ayuda para llevar adelante la misma. En el discurso de ambos
grupos de entrevistadas se destaca la presencia de “ayuda” en la cocina por parte de la
pareja/concubino/marido.
“Lo que tiene mi marido es que a él le gusta hacer el pollo al disco pero yo
le tengo que picar la cebolla, el morrón, la papa, el pollo trozarlo. A veces
con el pollo no puedo trozarlo él lo troza, pero bueno el tema es que yo le
tengo que dejar todo preparado. (...) O sino ahora cuando veo allá cuando ya
tengo tiempo le dejo todo preparado y ellos ya le van llevando a papá (risas)
al padre para que le lleven siempre” (DPA, 31 años).
“No me gusta llegar y tener que ponerme a cocinar porque termino re
tarde… pero no, a él le gusta, le encanta la cocina. Pero él ayuda. O sea, no
sabe cocinar. Por ahí prende el horno y si hay pollo mete un pollo con papas
y es todo lo que cocina, acá… nada más. Pero bueno, va a tener que
aprender, no sé” (EOP, 22 años).
Además, la mayoría de las entrevistadas comentaron tener contribuciones –varias de
ellas imprescindibles– en la organización cotidiana del comer, y éstas son llevadas
adelante por redes familiares femeninas.
“A veces me queda comida del otro día, la guardo, le digo a la tía de mi
marido que me la guarde porque yo heladera no tengo. (…) entonces yo
antes de ir a buscar a los chicos la saco y ya más o menos preparo lo
caliento, ya cuando ellos vienen, eso si los va a buscar mi marido y cuando
ellos vienen ya tengo la comida calientita. Si yo los voy a ir a buscar, de
pasada busco la comida, mientras ellos se sacan el guardapolvo yo les
caliento la comida. Y sino cuando ellos van a la escuela me pongo a cocinar.
Nunca termino yo” (DPA, 30 años).
Quienes disponen de presupuesto, le suman a la red familiar el empleo doméstico. En
estos casos, las mujeres descansan, principalmente, las tareas de preparación de la
comida a otras mujeres, sean estas la suegra, la madre o la empleada doméstica.
“Todos los miércoles, bah, martes y miércoles se les hace unas tartitas de
atún y me hacen más a mí, La señora que cuida a mis hijas, y yo me llevo
dos tartitas de atún (…) A veces mi mamá me manda comida que hizo ella y
sabe que me gusta, me la manda en un tupper y la como. Supongo que sí,
será lo que comió la noche anterior o si tiene, a veces me dice: 'Tengo unas
berenjenas que hice de más, te las mando mañana' y me manda” (EOP, 36
años).
Como se observa, en primer lugar, aparece la ayuda de la pareja/concubino/marido.
En la mayoría de las entrevistadas esto no es algo cotidiano o que les quita
7
DPA: Destinataria de Programa Alimentario, EOP: Empleada de Oficinas Públicas.
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responsabilidad. La ayuda de los maridos aparece, primero como una ayuda, y como tal
se encuentra ligada a actividades rápidas o menores dentro de la preparación de la
comida cotidiana. Los hombres aparecen como cocineros temporarios, en situaciones
extraordinarias, que llevan adelante la práctica como una ayuda a la mujer o por placer,
porque “le gusta”. Por tanto, es claro que el accionar del hombre no libra de actividad a
la mujer, ya que ella tiene que encargarse de la compra de los alimentos para cocinar o
estar allí presente para ayudar con tareas de la cocina, para dejar “todo preparado” como
los asistentes de los grandes cocineros en los antiguos programas televisivos.
Como explica Gracia Arnaiz (1996: 65), “el incremento de la participación masculina
en determinadas tareas alimentarias no ha significado asumir la responsabilidad, sino
una parte de los contenidos de los trabajos”, principalmente la que no implique
conocimiento específico y sea la más fácil de ejecutar. La ayuda de las parejas puede
alivianar el trabajo cotidiano o ser una mera ayuda extraordinaria, pero la realidad es
que ésta no sólo no le quita la responsabilidad a la mujer ni le brinda tiempo por fuera
de la práctica, sino que las mujeres aparecen organizando y controlando la misma; ya
sea como asistente de cocina del marido, como decisora del menú o como responsable
de las compras y del cumplimiento del horario de comer. De este modo, observamos
que el trabajo de cuidado y el tiempo potencial que éste implica, deja a la mujer en una
disposición permanente (Carrasco, 2006) al servicio de la alimentación del hogar.
A la vez, las mujeres resuelven parte de sus prácticas alimentarias cotidianas a través
de la contribución desde una red familiar o extra familiar. Observamos que la inserción
estable de las mujeres en una red de parentesco y vecindad (abuelas, madres, hijas,
suegras, sobrinas, vecinas, etc.) sostiene la tarea necesaria para la estabilidad de la
unidad doméstica (Ramos, 1981; Lomitz, 1975 citados en Jelin, 1984).
3.2. Característica de la comida
Las prácticas alimentarias tienen como relato final la comida que se va a ingerir; por
ello se vuelve importante hacer hincapié en las características de la misma. En relación
al tipo de comida que eligen las entrevistadas, encontramos claras diferencias como
llamativas similitudes. La característica principal que buscan en la comida las DPA es
que sea “rendidora”. No sólo hay que hacer que rinda la comida para todos, sino que
será importante el hacerla rendir en el tiempo.
“Siempre les dije, si tienen hambre coman lo que hay y sino, lo guardamos
para mañana, van a volver a comerlo (risas), hay que comerlo les digo, hay
que hacer rendirles” (DPA, 30 años).
En cambio, las entrevistadas que trabajan en oficinas públicas buscan como
característica principal que la comida del almuerzo sea “liviana”. La liviandad de la
comida se explica por la búsqueda de evitar el cansancio que les genera el almuerzo, y
que les impide continuar con las tareas laborales.
“Prefiero almorzar liviano para sentirme bien mientras estoy haciendo las
cosas, ¿no? trabajando y después viajando para ir a mi casa” (EOP-35 años).
Como se puede observar, ambos grupos de mujeres buscan cosas distintas. Por un
lado lo rendidor y por el otro la liviandad. Pero a la vez, en el correr de las entrevistas,
se observa que ambos grupos de mujeres buscan que la comida “llene”.
“En vez, no sé, la ensalada por veinticinco pesos era mediana y te re llenaba
y capaz ya si comías una de las milanesas, eh… te salía cuarenta y era
bastante. Para un almuerzo” (EOP, 27 años).
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En última instancia “llenarse” es la principal función que las entrevistadas buscan en
la comida. Como remarca Aguirre en sus trabajos, los sujetos de ingresos más bajos
buscan que la comida sea barata, que ‘llene’ y que guste (Aguirre, 2004). Pero, en las
entrevistas observamos que las EOP, también buscan que la comida llene, sea barata y
guste. En este sentido, los datos presentados se encuentran en consonancia con la
modificación de los patrones de consumo en donde el corte diferencial es observable a
partir de los ingresos medios altos a los ingresos altos (Córdova, 2015).
Ante estos calificativos que las mujeres buscan en la comida, es interesante
preguntarse qué consumen nuestras entrevistadas. Preguntarnos por el qué del comer
nos ubica en un espacio concreto de la comida, los nutrientes y las energías; para luego
concentrarnos en el gusto como el concepto explicativo de la elección de los alimentos.
3.3. El qué del comer
Mientras que en las entrevistas a las EOP se hizo mayor hincapié en el almuerzo, a lo
largo de ellas se encuentra información sobre la alimentación de todo el día, lo que
permite marcar algunos puntos en relación a la alimentación cotidiana de ambos grupos
de mujeres. Centrándonos en lo que comen cotidianamente las mujeres entrevistadas
otra vez encontramos algunas diferencias y llamativas similitudes.
Contabilizando los alimentos que las entrevistadas dijeron consumir y teniendo en
cuenta el orden de repetición en sus respuestas, vemos que las EOP organizan su
alimentación cotidiana en base a ensalada, mate, arroz, pizza, milanesa y papa,
siguiéndole el tomate y los fideos; mientras que el mate8 es el acompañamiento a toda la
jornada diaria. En cambio, las entrevistas a DPA centralizan sus consumos en fideos,
leche, yogurt, mate, galletitas, arroz, papa siguiéndole milanesa y salsa de tomate.
A continuación presentamos un cuadro comparativo con los diez alimentos más
repetidos por los dos grupos, coloreando los alimentos comunes en ambos.
Tabla 1. Qué comen las mujeres trabajadoras y las mujeres destinatarias
Fuente: Elaboración propia
8
El término “mate” proviene del quechua mati 'calabacita' en alusión al recipiente donde se toma la
infusión de yerba-mate, hecho de una calabaza pequeña o de otra materia, en los países de Argentina,
Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay.
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Entre los 4 alimentos más consumidos de las DPA encontramos fideos, lácteos y
mate –una bebida. En cambio, entre los 4 alimentos más consumidos por las EOP
encontramos ensalada, pizza, arroz y mate. En este sentido, como diferencia principal,
encontramos que las EOP consumen “ensalada”9 como comida más repetida, a la vez
que papa, tomate y zanahoria como verduras cotidianas. En cambio, vemos que la única
verdura que nombran las DPA es la papa.
Si bien las mujeres dijeron que en su alimentación cotidiana y hogareña se consumen
yogurt y leche, sucede algo característico con este comestible. Las DPA lo compran
pero es un alimento para los hijos −al igual que la leche−, por lo tanto, es consumido
por ellos y no por las mujeres entrevistadas. A la vez, las EOP dan cuenta de comprar en
sus hogares yogurt para sus hijos; pero fuera del hogar ellas también lo consumen
siempre que éste sea descremado y suele ser parte única del almuerzo o de una
merienda.
3.3.1. Las frutas
Si bien entre ambos grupos de entrevistadas observamos algunas diferencias en el
consumo de frutas como alimento cotidiano, como similitud se encuentra que en ambos
la fruta es un alimento que se come poco.
Las DPA al hablar de las frutas lo hacen en referencia a sus hijos; al igual que con el
yogurt, ellos son quienes comen frutas y limitan su ingesta a la triada
banana/manzana/mandarina.
“Les gusta mucho las frutas así que les compro banana, manzana y así. Pero
tengo que comprar bananas, 2 kilos de bananas, 2 kilos de manzanas.
Porque quieren comer 2, 3 cada uno entonces les dejas (risas)” (DPA, 25
años).
En cambio, la mayoría de las EOP hacen fuerte hincapié en que consumen frutas, que
compran frutas, que les gustan las frutas. Pero, al mismo tiempo remarcan que en su
cotidianeidad consumen pocas, principalmente por la falta de comodidad y de utensilios
en la oficina, y luego por el costo que tiene la fruta en los negocios de la zona.
“A mí me gusta más la manzana o la mandarina, todas esas, pero uno cae a
veces en la banana que haces así [hace gesto de pelar una banana] y ya está
¿viste? Entonces, porque para la oficina misma es más difícil, yo me las
traigo, por ejemplo, peladas a las mandarinas porque si no es todo un olor
que o sea provoca ciertas cosas que pueden incomodar al resto, entonces
bueno ¿viste? Y no es lo mismo, a mí la manzana me gusta sin cáscara y es
complejo ponerte a pelar la manzana y que se yo, entonces eso me limita.
Me encuentro que ciertas cosas me limitan, a la noche no porque estamos en
casa y es más fácil, pero para todo el día me es más complejo” (EOP-36
años).
Tomando todas las respuestas y centrándonos en la jornada diurna, observamos que
las EOP centran su consumo en la misma triada de frutas, aunque con otro orden:
manzana/banana/mandarina.
9
La ensalada que las entrevistadas comen cotidianamente refieren a una ensalada fría en la cual
predominan los siguientes ingredientes: lechuga, tomate, zanahoria, cubitos de jamón, huevo, lentejas y
arroz (Boragnio, 2017).
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3.3.2. El mate
La aparición del mate en los discursos de las mujeres fue recurrente. El mate (víd.
nota 8) es una infusión que consumen la mayoría de las entrevistadas de forma
cotidiana, más o menos veces en el día.
Una primera diferencia que encontramos es que las DPA toman mate solas y las EOP,
mayormente, toman mate en compañía. Rápidamente podemos decir que las EOP se
encuentran acompañadas al momento de tomar mate, mientras que las DPA, con los
hijos en la escuela, se encuentran en soledad. Pero es llamativo que casi todas las
entrevistadas dijeron que el mate acompaña durante el transcurso del día. En este
acompañamiento, el mate funciona como reemplazo del almuerzo.
“Yo estoy con el mate todo el día. Y al no… por ahí si no almuerzo, no
tengo un corte. Entonces si no tengo un corte para el almuerzo, menos lo
voy a tener para la merienda. Entonces me como galletitas cuando me agarra
mucha hambre y después sigo con el mate, y así digamos sigo con el círculo
hasta que llego a mi casa y ahí sí, como algo” (EOP, 27 años).
“Yo tomo mate, ya al mediodía ni como, porque tanto de andar y venir ni
hambre ya se pasa la hora” (DPA, 25 años).
El mate acompaña la jornada diaria, en general, y el almuerzo, en particular,
constituyendo un hábito cultural, una costumbre y una identidad. Se puede tomar en
soledad o junto a los otros, adquiriendo la connotación de “compartir” y de
“acompañar”. El gusto por el mate es una construcción social que contiene en su
estética los significados mencionados anteriormente.
Como se puede observar, el mate es el modo más cotidiano de “pasar el almuerzo”,
sea porque no hay tiempo ni espacio para llevarlo adelante o porque no hay dinero para
pagarlo. De este modo, pasando el horario del almuerzo se pasa el hambre; el hambre
“agarra” y “se pasa”, se pasa porque transcurrió el tiempo o porque unas galletitas van a
ser lo sólido que acalle un poco la panza para que el mate cumpla su función hasta que
la comida se presente disponible para estas mujeres.
Las mujeres entrevistadas se encuentran con restringidas posibilidades materiales
para comer, ya sea por bajos recursos económicos o por la falta de espacio físico y de
tiempo programado en la jornada laboral para la alimentación. En este contexto, el mate
se estructura como un mecanismo de soportabilidad social que evita el conflicto ante las
condiciones cotidianas en las que se encuentran. La permanente presencia de la infusión
“...opera ‘casi-desapercibidamente’ en la porosidad de la costumbre, en los entramados
del común sentido, en las construcciones de las sensaciones que parecen lo más 'íntimo'
y 'único' que todo individuo posee en tanto agente social” (Scribano, 2012b: 103). La
presencia de mate en el horario de almuerzo ocluye la ausencia de este último y, la
elección individual e íntima de tomar mate no es más que la consecuencia de un
contexto social, histórico y económico en el que la práctica alimentaria se encuentra
posicionada.
Como se observa, en relación a la comida de todos los días, ambos grupos de mujeres
presentan similitudes en los alimentos que compran y que consumen. En este sentido,
observar cómo se configura el gusto por los alimentos y las elecciones en destinatarias
de programas alimentarios y en empleadas de oficinas públicas nos mostrará nuevas
continuidades y rupturas entre ambos sectores sociales. En el siguiente apartado se
profundizará la observación en aquellas prácticas cotidianas que configuran el gusto por
lo necesario y la elección de comidas que sean prácticas y/o funcionales al contexto.
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4. El gusto de la necesidad
Las dimensiones de la conformación corporal, como por ejemplo la talla y el peso,
cristalizan una manifestación social de la persona. El carácter ontológicamente social de
los cuerpos se transmite mediante una “impresión” cargada de sentidos y significados
que ofrecen pistas sobre su posición de clase, en relación a la cual se asocian gustos y
prácticas. Siguiendo a Bourdieu, se trata de una construcción cultural que tiene por
objeto la distinción de los distintos grupos sociales, ya que “las propiedades corporales,
en tanto productos sociales, son aprehendidas a través de categorías de percepción y de
sistemas sociales de clasificación que no son independientes de la distribución de las
diferentes propiedades entre las clases sociales” (1986: 185). La perspectiva del autor
contribuye a pensar cómo la distribución desigual de las propiedades corporales se
refleja en las condiciones de trabajo y en los hábitos de consumo.
Al profundizar el análisis en la fase de preparación y consumo de las prácticas
alimentarias se han observado los alimentos que predominan en las comidas cotidianas
y sus características. En este apartado se pondrá en tensión la construcción del gusto por
los alimentos problematizando las diferencias y similitudes entre dos grupos sociales
distinguidos por las estrategias implementadas para la reproducción de la vida. En
particular se hará hincapié en las condiciones materiales para la elección de los
alimentos y cómo el gusto se configura de manera pragmática a dichas condiciones.
El grupo de EOP ha asociado sus comidas favoritas con la experiencia de comer fuera
de casa, como circunstancia excepcional que ameritan la elección de un plato favorito.
Aquí la alimentación presenta una huella de distinción vinculada con una práctica
cultural y de consumo en la que según el lugar y el tipo de alimento se define un modo
de vivenciar una determinada posición social. En este caso, los límites materiales
contextualizan el plato favorito en la experiencia de comer fuera de casa donde la
comida es servida lista para el consumo. Entre las comidas favoritas destacan las carnes
rojas, el pescado y las pastas rellenas, estas últimas llevan el énfasis en la salsa.
“Pero si, cuando salgo me gusta comer algún pollo especial, si es pollo al
verdeo, me gusta comer carne a la parrilla si voy a parrillas… (Piensa), me
gusta un buen plato de salsa (se corrige) de pastas pero con salsas ricas, para
comer pastas tienen que tener salsas que valgan la pena porque a mí no me
gusta los fideítos con aceite (se ríe) no. Si voy, si salgo a cenar a mí me
gusta la comida con sabor pero bueno, porque en la semana también tengo
esto de comer bastante básico…” (EOP, 36 años).
En cambio, en el grupo de DPA priman las estrategias domésticas de consumo 10, en
las que intervienen la elaboración de alimentos, el modo de abastecimiento y la
composición familiar delimitando a partir de allí los alimentos accesibles y deseables.
Los sectores sociales de menores ingresos definen el consumo de alimentos a partir de
lo posible y no por lo que quieren o saben que deberían comer (Aguirre, 2005).
“A mí me gusta todo. Si me das a elegir, no sé todo me da lo mismo.
Mientras que coma... [Se ríe]” (DPA, 30 años).
Al indagar sobre las comidas favoritas apareció de modo reiterado la milanesa11,
pastas rellenas y “todo lo que se pueda comer”. Según Bourdieu (2012: 441), “la
necesidad impone un gusto de necesidad que implica una forma de adaptación a la
10
“Prácticas y representaciones acerca de la comida, realizadas por los agregados familiares, reiteradas a
lo largo de su ciclo de vida, tendientes a obtener, respecto de la alimentación, una gama de satisfactores
para cumplir con sus fines productivos y reproductivos” (Aguirre, 2005: 32).
11
Filete de carne empanado.
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necesidad y, con ello, de aceptación de lo necesario, de resignación a lo inevitable”. La
necesidad tendrá diferentes restricciones según las condiciones materiales, mientras que
para algunos un plato de salmón ahumado en un restaurante resulta una escena deseable
que contextualiza una comida favorita, en los sectores de menos recursos el plato
favorito serán “todos los mismos, mientras que coma”. La sumisión a la necesidad
inclina a estos sectores a una estética pragmática y funcionalista. El restaurante y su
servicio en mesa de la carne ahumada contiene una estética que es prescindible en otros
sectores sociales. Los grados de distancia a la necesidad están determinados por “las
“morales” y las “estéticas” inseparables “del grado de trivialidad o de distinción, y todas
las 'elecciones' que las mismas producen y se encuentran así automáticamente asociadas
a una posición distinta, luego afectadas de un valor distintivo” (Bourdieu, 2012: 290).
En esta clave, el plato de comida cristaliza significados vinculados a cargas morales y
estéticas sobre el sector social que les da origen.
En los sectores de bajos recursos lo pragmático al gusto de la necesidad implica
elaborar comidas rendidoras, que gusten, sacien y sean baratas (Aguirre, 2005). En estas
preparaciones prima lo necesario: llenar la panza, en detrimento de la densidad
nutricional de los alimentos (Aguirre, 2005; Boito y Huergo, 2011). El aspecto estético
de estas comidas se vincula intrínsecamente con las dimensiones morales de las mismas.
Las comidas rendidoras permiten más porciones aumentando la cantidad de algún
ingrediente, “estirar” el rendimiento permite recibir e invitar a comensales que por
alguna contingencia están en el hogar en el horario de la cena o el almuerzo. Compartir
la comida, que no falten los alimentos y no desperdiciarlos se vuelven imperativos
morales que se cristalizan en la elaboración y consumo de comidas rendidoras.
“Allá en casa por ejemplo somos muchos y lo que más se cocina son guisos
o tallarines es lo que más los llena [a los niños] o arroz con pollo esas cosas
o a veces cuando hay les hago” (DPA, 30 años).
Comer lo posible implica la imposibilidad de consumir otros alimentos y/o gastar de
otra manera, ello va configurando las acciones y elecciones cotidianas que moldean el
gusto por lo necesario.
Tabla 2. Alimentos “infaltables” en la alacena del hogar
Fuente: Elaboración propia.
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En cada sector social las necesidades cambian, mientras para un grupo de
entrevistadas priman alimentos frescos, light y que permitan preparaciones rápidas y
fáciles, para el otro grupo priman los alimentos que constituyen comidas de “olla” en
los que se puede extender fácilmente su rendimiento agregando agua o alguno de sus
elementos. Esta distinción se observa en la tabla 2 con los alimentos que ambos grupos
de entrevistadas menciona tener de manera infaltable en sus alacenas.
Al recordar lo “infaltable” en las alacenas las coincidencias entre ambos grupos son
menores. Mientras las DPA enumeran los ingredientes principales para las comidas
rendidoras, como por ejemplo “guiso de lentejas”, “polenta con salsa de tomate”,
“fideos con salsa de tomate”; las EOP mencionan principalmente alimentos que
constituyen el desayuno, la merienda y/o colación. Solo mencionan carne y verdura de
manera genérica como ingredientes para las comidas de almuerzo/cena.
En este punto es interesante reflexionar sobre las prácticas vinculadas al almuerzo y
la cena de ambos grupos. Al reconstruir desde sus discursos las prácticas alimentarias se
observa que mientras las DPA “pican”12 durante el almuerzo, o no comen, las EOP
dicen comer “liviano”, picar o no comer. Al mismo tiempo, al centrarnos en los
alimentos que “no pueden faltar en el hogar”, observamos que se destaca una baja
densidad nutricional para las comidas de almuerzo y cena. Mientras que un grupo
apenas menciona alimentos para el almuerzo o cena, el otro grupo menciona todos los
elementos de comidas rendidoras, que llenan la panza pero nutren menos. Por lo tanto,
se entiende que las mujeres entrevistadas resuelven sus comidas principales entre un
almuerzo de “picar y/o acompañar con mate” y una cena nutricionalmente escasa.
Siguiendo a Bourdieu (2012: 449), “el ajuste de las posibilidades objetivas que está
inscrito en las disposiciones constitutivas del habitus, se encuentra en la base de todas
las elecciones realistas, que fundadas en la renuncia a unos beneficios simbólicos de
cualquier manera inaccesibles, reducen las prácticas o los objetos a su función técnica”.
La elección de los alimentos se vertebra en una decisión pragmática en relación a las
necesidades, llenar la panza o resolver la elaboración de la comida de modo práctico y
fácil; y en una decisión objetiva vinculada a las condiciones materiales de existencia,
alimentos variados y costosos o alimentos monótonos, multifuncionales y baratos. De
esta manera, mientras el gusto por lo rendidor aparece con fuerza en un grupo de
entrevistadas, el gusto por la preparación rápida, prima en el otro:
“Me parece que no me puede faltar nunca. Nunca. Nunca porque es algo
rápido, es algo fácil, es algo que me gusta muchísimo, por mí yo podría
comer atún todos los días de mi vida, no tendría problema. Em… sí, sí, sí,
sí. Es algo que me gusta, de hecho hasta en la oficina a veces me traigo una
latita y un huevo, hervido digamos en una bolsita, y chau, y como eso”
(EOP, 27 años).
Para este grupo de mujeres el gusto por lo necesario se configura en función de sus
prácticas cotidianas y el ritmo que su estilo de vida demanda del uso del tiempo. A su
vez, el almuerzo está condicionado de manera objetiva por la infraestructura del
ambiente laboral. No contar con un espacio equipado para almorzar exige que las
trabajadoras se adapten a la necesidad de comer en el mismo puesto de trabajo, sobre los
escritorios, sin “llenarse” para garantizar una digestión ligera que permita continuar con
la jornada, sin platos calientes para evitar el olor a comida, con los utensilios mínimos e
indispensables. Se trata de almuerzos rápidos, fáciles y ligeros, para no mencionar,
almuerzos invisibles.
12
“Picar” refiere a comer cosas distintas y en pequeñas cantidades.
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“Adecuándome a mi trabajo, a mi oficina..., no comería nada que sea en
plato. Nada que me llene, digamos, no sé, por ahí algo que tenga que cortar
o algo que tenga que tener un cuidado como más… no sé, porque las pastas
me parece que tendría que tener un cuidado mucho más especial porque se
me llega a caer un ravioli arriba del expediente, me matan [risas], entonces
como que algo que no lleve, digamos… por eso, se me cae una lechuga no
pasa nada, digamos lo junto, (…) cosas que no te hagan, digamos, ponerte
más nervioso de lo que ya estás naturalmente por la jornada de trabajo…
Una milanesa de pescado, qué sé yo. Pero por el mismo aroma que deja en
el ambiente laboral, es hasta desagradable para el resto, digamos. O sí, esas
cosas, viste esas cosas que tienen como mucho, mucho aroma, me parece
que esas cosas podríamos obviarlas” (EOP, 27 años).
Comer alimentos sin “olor a comida”, con utensilios descartables, comer con
discreción, con disimulo, sin dejar rastro y que “nadie se entere” describen las
entrevistadas. En tanto el acto de comer sin estas precauciones genera más nervios de
los que implica naturalmente la jornada laboral configura particulares sensibilidades
desde las condiciones de trabajo en relación a la alimentación. A partir de los sentidos
se establece un vínculo con el mundo, se interactúa con los otros, y se percibe el
entorno. Los modos adecuados de oler, mirar, tocar, gustar y oír son estructurados por
las percepciones que construyen mediaciones sociales sobre el buen gustar o el buen
oler en diferentes contextos sociales. De esta manera, se configura un gusto en torno a
las comidas aptas para el mundo del trabajo, el gusto por las tartas, ensaladas, comidas
rápidas y livianas se vuelven agradables en contraposición a las comidas elaboradas,
platos calientes y de digestión lenta. Se ilustra un escenario en el cual la tranquilidad, en
oposición a una situación de stress laboral, es más deseable que una alimentación
nutritiva, configurando así una visión y di-visión del mundo del trabajo aceptada y
naturalizada en el que la comensalidad aparece de modo individual, rápida y sin olor.
En algunos aspectos, el gusto por lo necesario trasciende la coherencia entre ingresos
y consumo, primando la funcionalidad pragmática de la elección. En las EOP el gusto
por lo necesario está condicionado y modelado por las condiciones de infraestructura
del lugar de trabajo, de relaciones laborales y por la dinámica de producción en la que
subyace la subestimación a la reproducción de las energías para la fuerza de trabajo.
5. Consideraciones finales
Los datos presentados en estas páginas fueron contextualizados en la transición
alimentaria actual, a partir de un enfoque crítico sobre las tareas de cuidado y
alimentación que predominan en la figura femenina y con un enfoque sociológico en
relación a las prácticas y a la configuración del gusto desde la alimentación. Así, al
identificar algunas similitudes y diferencias entre ambos grupos de entrevistadas se
trabajó en torno a los siguientes ejes: las prácticas alimentarias centradas en la
preparación y el consumo de los alimentos, el qué del comer, las características de lo
que se come, cómo se come, cómo se gestiona el hambre y, por último, la conformación
del gusto de la necesidad.
Las prácticas alimentarias ligadas a la preparación de la comida son similares en
ambos grupos y el rol de la mujer como cuidadora se ve reforzado no solo en la práctica
cotidiana de cocinar sino en la responsabilidad de las decisiones que la tarea conlleva. A
la vez, en todas las entrevistadas aparece la “ayuda” de la pareja como una actividad
menor y específica de colaboración o como tarea extra cotidiana, que no aliviana
obligaciones ni responsabilidades en la mujer. Por otro lado, también se observa la
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importancia de las “contribuciones” de otras mujeres, claves en la organización de las
tareas de alimentación, que refuerzan una vez más la predisposición permanente
femenina y su responsabilidad.
El consumo de los alimentos de las entrevistadas presenta coincidencias tanto en la
presencia como en la ausencia de algunos alimentos. Mientras las destinatarias de
programas alimentarios consumen principalmente fideos, mate, galletitas y arroz; las
empleadas de oficinas públicas consumen ensalada, mate, arroz y pizza. Y si bien se
muestra claramente que las empleadas de oficinas públicas consumen más verduras,
tanto los carbohidratos –fideos, arroz y masas– como la falta de proteínas y frutas en la
dieta cotidiana de ambas aparecen como un rasgo imposible de pasar por alto.
Todas las mujeres buscan que la comida sea rendidora o liviana en función de sus
condiciones materiales pero, principalmente, buscan que la comida “llene” como una
estrategia para hacer rendir el dinero y para gestionar el hambre cotidiano. En este
contexto, el mate es la infusión estrella para evitar sentir hambre, “seguir” o “pasar” el
horario del almuerzo hasta el momento en que las condiciones de disponibilidad de los
alimentos, preparación y comensalidad sean adecuadas.
En este artículo se comprueba que las entrevistadas eligen sus alimentos menos por la
densidad nutricional y más por las limitaciones materiales. Sus elecciones, decisiones y
prácticas alimentarias constituyen el gusto por lo posible, aunque lo posible implique no
comer; condicionadas por la falta de recursos para comprar alimentos variados o,
condicionadas por el espacio y tiempo disponible en la oficina para la alimentación. En
el mundo de las comidas “frescas, rápidas, livianas y sin olor” o en el mundo de las
comidas “rendidoras y que llenen”, se deja de lado la importancia del carácter
nutricional de los alimentos, primando así, los cuerpos con sobrepeso u obesidad.
A partir de esta puesta en común observamos que no solo hay similitudes en las
dietas cotidianas de ambos grupos de mujeres sino que estas similitudes se replican
también en las ausencias alimenticias. Las modalidades para amortiguar el conflicto del
hambre, tales como: “tomar mate”, “comer sin olor a comida” o “picar algo” contienen
consecuencias no buscadas de la acción, que al reiterarse constituyen condiciones
inadvertidas (sensu Giddens). Superar la sensación de hambre y “pasar a mate” el
horario del almuerzo se vuelve costumbre y comienza a constituir una estrategia
doméstica de consumo (sensu Aguirre), para algunas, y una práctica que normaliza y
normatiza el trabajo en la oficina, para otras. Así, “pasar” el almuerzo comienza a
convertirse en una condición estructural de todos los mediodías.
El hambre es un problema social que requiere pensar la carencia de nutrientes en
relación al contexto sociopolítico e histórico que permite la producción y reproducción
de las condiciones materiales de vida. Una sociedad que vivencia la alimentación de
manera efímera y con el pragmatismo de llenar la panza, o “paliar” la sensación de
hambre, sedimenta en el tiempo la malnutrición de sus cuerpos. En este aspecto, los
cuerpos débiles construyen acciones sociales, interacciones y trayectorias de vida
acordes a sus energías disponibles.
La complejidad de las relaciones sociales que hacen posible cada plato de comida
advierten sobre prácticas alimentarias que llenen el vacío del hambre configurando
cuerpos llenos, con formas rellenas, vacíos de nutrientes. La prevalencia de epidemias
que implican riesgo de enfermedades terminales pintan el escenario en los cuerpos que
toleran las estructuras de producción y re-producción del siglo XXI en las que
alimentarse se confunde cada vez más con aguantar el hambre y, a partir del “picar”,
comer aparece en el orden de lo paliativo, constantemente, durante todo el día,
disimulando la necesidad de vivir.
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de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad, Vol. 4, N° 10. 93-113.
Sordini, M.V. (s/f). Programas alimentarios y políticas sociales. Trayectorias de vida
de personas que han sido receptoras de programas alimentarios entre 1983 y 2015
en Mar del Plata. Tesis de doctorado en proceso de elaboración, Universidad de
Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales, Argentina.
Taylor, S.J. Y Bogdan, R. (1996). Introducción a los métodos cualitativos de
investigación. Barcelona: Paidós.
***
María Victoria Sordini es doctoranda en Ciencias Sociales Universidad de Buenos Aires.
Licenciada en Sociología Universidad Nacional de Mar del Plata. Miembro del Grupo de
Estudios Sobre Políticas Sociales y Emociones (IIGG/UBA). Becaria interna doctoral de
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas desde 2016. Ayudante Graduada ad
honorem en la asignatura Metodología Cualitativa I y II en la carrera de Sociología
(Universidad Nacional de Mar del Plata). Investigadora en el campo de las políticas sociales, en
particular las políticas alimentarias desde 1983 a la actualidad en Argentina, desde el enfoque de
la sociología del cuerpo/emociones.
Aldana Boragnio es licenciada en Sociología (UBA). Magister en Investigación en Ciencias
Sociales (FSOC-UBA). Desde 2015 es becaria interna doctoral del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Integrante del Grupo de Estudios sobre
Sociología de las Emociones y los Cuerpos (IIGG/UBA), dirigido por el Dr. Adrián Scribano.
Es ayudante de primera de la materia Psicología Social de la carrera de Sociología (FSOCUBA). Colabora en la Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y
Sociedad (RELACES).
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aposta
revista de ciencias sociales
ISSN 1696-7348
Nº 81, Abril, Mayo y Junio 2019
Evaluación de una política pública por sus beneficiarios
Assessment of a public policy by its beneficiaries
Mónica Olaza
Universidad de la República, Uruguay
monicaolaza@hotmail.com
Recibido: 15/03/2018
Aceptado: 23/08/2018
Formato de citación:
Olaza, M. (2019). “Evaluación de una política pública por sus beneficiarios”. Aposta. Revista de
Ciencias Sociales, 81, 87-103, http://apostadigital.com/revistav3/hemeroteca/molaza.pdf
Resumen
El Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente y la Intendencia
de Montevideo (Uruguay), con el objetivo de establecer acciones que recuperen el
patrimonio cultural y arquitectónico del barrio Ansina, establecen dos convenios para el
cuidado social, urbanístico y patrimonial de esa zona y la creación de un complejo
habitacional, buscando reparar los daños causados por los desalojos de 1978 y 1979.
Ese espacio era uno de los lugares donde habitaba la comunidad afrouruguaya. El
desalojo significó un desarraigo más para esta población, para la cultura afrouruguaya y
para el patrimonio cultural del país. Este texto presenta resultados de entrevistas a
beneficiarios que evalúan esta política de reconocimiento y redistribución.
Palabras clave
Afrodescendencia, política pública, vivienda, acción afirmativa, Uruguay.
Abstract
With the aim of taking action in order to recover the cultural and architectural heritage
in the Ansina neighbourhood, The Ministry of Housing, Territorial Planning and
Environment, and the City of Montevideo Council (Uruguay), have established two
agreements for the social, urban and property care of the area, and the creation of a
housing development that seeks to remedy the damage caused by the evictions of 1978
and 1979. That area was one of places where the Afro-Uruguayan community was
settled. Their eviction from this area meant a new level of uprooting for this group of
the population, for the Afro-Uruguayan culture, and for the cultural heritage of
Uruguay. This work presents the results of interviews to beneficiaries who evaluate this
policy of recognition and redistribution.
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Keywords
Afro-descendant, public policy, housing, affirmative action, Uruguay.
1. Introducción
Los resultados de investigación que se presentan en este trabajo surgen de indagar la
evaluación de beneficiarios afrouruguayos acerca de una política pública de vivienda.
Estos resultados formaron parte de una investigación más amplia que se propuso los
siguientes objetivos: Contribuir a analizar las repercusiones de las medidas tomadas por
el Estado uruguayo, tendientes a cumplir con la normativa internacional y nacional para
el ejercicio de los derechos ciudadanos por parte de la población afrodescendiente;
evaluar los posibles impactos de las políticas de apoyo a la población afrodescendiente
implementadas por el Estado en su vida diaria, especialmente en las interacciones
desarrolladas en diferentes marcos institucionales; indagar el conocimiento y
representaciones que la población afrodescendiente posee acerca del ejercicio de sus
derechos especiales de grupo, según la normativa internacional y nacional al respecto;
identificar posibles repercusiones de las políticas públicas en relación con la identidad
afrodescendiente; describir y comprender cómo evalúa y refiere las medidas en relación
a las repercusiones en su vida cotidiana y la de sus pares. En el presente texto esto se
analiza en relación con una de las políticas seleccionadas: la reconstrucción del Barrio
Reus Sur (Ansina).
La organización del trabajo es la que sigue: Convenios previos a la construcción de
las viviendas, situación habitacional de los afrouruguayos según datos del Censo 2011 1,
historia de barrio Reus Sur (Ansina), metodología, marco teórico, discusión,
conclusiones.
2. Convenios previos a la construcción de viviendas
En el año 2009 se firmó un Convenio Marco2 entre el Ministerio de Vivienda,
Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente y la Intendencia de Montevideo con el
objetivo de establecer acciones que recuperen el patrimonio cultural y arquitectónico del
barrio Ansina. A tales efectos se elaboró un proyecto de actuación en los espacios
públicos de esa zona, para recuperar los valores patrimoniales en aspectos sociales,
urbanísticos y culturales y diseñar un proyecto habitacional donde están ubicadas las
construcciones de valor patrimonial, en la calle San Salvador entre Ansina y Lorenzo
Carnelli. Uno de los motivos descritos por el Convenio para llevar a cabo este acuerdo
fue la constatación de que no hay proyectos que contemplen los desalojos efectuados
por la Intendencia Municipal de Montevideo de familias del barrio Ansina en 1978 y
1979 por decretar la finca en estado ruinoso. Este espacio era uno de los lugares donde
habitaba la comunidad afrouruguaya y el desalojo significó un desarraigo más para esta
población, para la cultura afrouruguaya y para el patrimonio cultural del país. Otro
motivo fue la exhortación del Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial
(CERD/C/304 add.78) al Estado uruguayo para brindar una compensación a las
personas y grupos afectados.
El Convenio fija que los criterios para la selección de los destinatarios sean
propuestos por la Dirección Nacional de Vivienda (DINAVI), el Ministerio de
Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (MVOTMA) y la Intendencia
1
2
Es el último censo realizado en el país.
Documento proporcionado por informante calificado.
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Municipal de Montevideo (IMM). Seis unidades serán para la familias que
permanecieron luego de la demolición parcial del barrio Reus Sur (Ansina) y realojadas
transitoriamente en viviendas facilitadas por el MVOTMA desde 2008. El resto se
adjudicará según el reglamento anexo al Convenio. Los criterios para la selección son:
elegir únicamente a quienes reúnan las condiciones establecidas, titulares que en 1978
fueran habitantes de las construcciones Barrio Reus Sur (Ansina) con cedulón a su
nombre, notificaciones de desalojo o lanzamiento, no ser titulares de otra propiedad en
Montevideo y declaración jurada. La pre-adjudicación no genera derechos sucesorios.
Se prevé un primer llamado entre los titulares que exhiban la documentación solicitada,
vivan al presente y muestren la documentación en el plazo estipulado. Si la cantidad de
personas que se presentan supera la cantidad de soluciones habitacionales disponibles,
se realizará sorteo público en el MVOTMA y se elaborará una lista de titulares y
suplentes. De no cubrirse el cupo, se hará un nuevo sorteo considerando hijos e hijas de
los titulares nacidos antes de la fecha del lanzamiento y hasta un año posterior a este. El
documento prevé diferentes posibilidades en caso de no llegar al cupo ofrecido o por
sobrepasarlo. Asimismo, en el articulado se estipula los medios de divulgación de la
información y el plazo de presentación. El estudio de cada caso lo realizará una
Comisión designada por la DINAVI.
En 2011 se firma el Convenio por el cual se comienza con el proyecto de
construcción de las viviendas. Siete de esas viviendas, que se inauguraron inicialmente,
surgen de la rehabilitación del edificio construido por Reus. Luego se contruyeron las
otras diez en terreno lindero al recuperado. Las viviendas fueron destinadas a familias
desalojadas entre 1978 y 1979, así como a otras que permanecieron luego de la
demolición parcial del edificio y fueron realojadas transitoriamente en viviendas
suministradas por el ministerio en el año 2008. Una parte se destinó como centro
cultural para actividades y eventos que rescataran la cultura e historia del barrio Reus al
Sur-Ansina.
En este programa participan la Unidad Temática por los Derechos de los
Afrodescendientes de la Intendencia, la Organización Mundo Afro y el Municipio B. A
partir de la nueva etapa que se inicia luego de la inauguración se integrarán dos
organizaciones: Africanía y la Asociación Cultural y Social Uruguay Negro (Acsun)
(Intendencia de Montevideo).
3. Afrouruguayos y vivienda
Para comprender mejor la relevancia de la política pública aquí seleccionada nos
parece pertinente abordar algunas características de la situación de los afrouruguayos
con respecto a la vivienda.
A partir de datos del Censo 2011 varios investigadores identifican seis dimensiones
dentro del método de las necesidades básicas insatisfechas (NBI), y una de ellas es el
acceso a la vivienda decorosa (Cabella et al., 2013). El mismo trabajo señala que los
afrodescendientes están en “clara desventaja con respecto al resto de la población”
(ibíd.: 60) y en cuanto a las (NBI) de vivienda los afrodescendientes tienen una
desventaja de 12 puntos con respecto a la población no afro. Este estudio mide el
hacinamiento considerando tres indicadores: hacinamiento, material de techo, piso o
pared y cocina. El hacinamiento es el que tiene mayor peso dentro de la NBI vivienda
(10,6%); en segundo lugar, la falta de cocina adecuada (6,2%) y la carencia en el
material de techo, piso o pared (menor al 1%) (Calvo, 2013, cit. en Cabella et al., 2013).
El porcentaje de afrodescendientes con carencias en cualquiera de los tres indicadores
de vivienda duplica al de los no afrodescendientes.
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A nivel del territorio nacional se indica que una de cada cuatro personas
afrodescendientes presenta al menos una carencia crítica en materia habitacional. Los
departamentos situados desde el río Negro hacia el norte muestran los porcentajes más
altos de población que vive en condiciones deficitarias. Salto (36,9%), Paysandú
(35,8%) y Tacuarembó (32,3%) ocupan los tres primeros lugares en materia de
población afro o negra con NBI en vivienda. En el otro extremo, Montevideo (21,1%),
Rocha (22,5%) y Lavalleja (24,5%) presentan los niveles más bajos de
afrodescendientes en esta condición. En la capital, Montevideo, la población con al
menos una NBI se concentra fuertemente en los barrios de la periferia, donde la
proporción de personas afrodescendientes supera a la media departamental. Las
necesidades básicas con mayor nivel de insatisfacción en la población afro son las
relativas al confort (37,1%), la vivienda (25,8%) y la educación (14,5%), seguidas por
el saneamiento (9,1%) y el acceso al agua potable (6,5%) (Cabella et al., 2013).
4. Barrio Reus Sur (Ansina)
Barrio Reus al Sur (dos manzanas divididas en dos por la calle Ansina, ubicada entre
las calles Minas, San Salvador, Isla de Flores y Lorenzo Carnelli), reconocido primero
como calle Particular y luego como calle Ansina, se ubica dentro del Barrio Palermo,
cercano al Barrio Sur, ambos considerados espacios emblemáticos de la cultura
afrouruguaya, que generó el candombe montevideano junto a Cordón. En setiembre de
2009, los toques y su entorno comunitario fueron incluidos por la UNESCO en la lista
del Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad (Asociación Civil Africanía, Casa
de la Cultura Afrouruguaya).
En origen fue un conjunto de viviendas proyectado por Juan Tosi, y un
emprendimiento de la Compañía de Crédito y Obras Públicas de Emilio Reus, a fines
del siglo XIX. Destinado a familias de bajos recursos, se alquilaba por piezas y alojó
principalmente a población emigrante. Con el tiempo se convirtió en lugar de residencia
de la comunidad afrouruguaya y espacio de expresión de su variada cultura. Las
familias que allí residían fueron desalojadas en los años 1978 y 1979, lo que significó
un nuevo desarraigo para esta población y afectó el patrimonio cultural y arquitectónico
de todos los montevideanos (Intendencia de Montevideo, “Montevideo Antiguo”).
Los vecinos fueron llevados a barrios de la periferia de Montevideo. La Intendencia
Municipal argumentó razones de deterioro y estado ruinoso de algunas viviendas, que
ponían en peligro a la población por riesgo de derrumbe. Otras visiones de
investigadores y vecinos entrevistados refieren a presiones de inversión inmobiliaria y a
un acto de racismo, dirigido a desplazar a la población afrouruguaya de la zona costera.
En el año 1997, como consecuencia de un convenio entre la Intendencia Municipal de
Montevideo y la Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua,
se comenzó con la obra que buscó imitar el paisaje original de las antiguas casas de
inquilinato, manteniendo también un bloque esquina de las viviendas preexistentes que,
aunque presentando un alto grado de deterioro, pudo habilitar un exitoso proceso de
restauración. Las primeras unidades de viviendas cooperativas fueron habilitadas en el
año 2011 y las unidades del bloque restaurado fueron entregadas a sus usuarios en mayo
de 2015 (“Montevideo Antiguo”).
Las viviendas se describen como de arquitectura afrancesada. Tenían dos pisos y
buhardillas, que se podían utilizar como un tercero. Algunas familias comenzaron a
alquilar piezas de sus viviendas, y la población creció. En el entorno del 900, la
población afrodescendiente era mayoritaria (“Montevideo Antiguo”). Junto con el barrio
Reus al Norte, fueron las primeras viviendas económicas planificadas.
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5. Metodología
Se aplicó la perspectiva metodológica cualitativa buscando describir y comprender el
impacto de esta política en la vida cotidiana de los beneficiarios afrouruguayos,
entender cómo se valora y sus posibles relaciones con su pertenencia étnico/racial. En el
marco de esa perspectiva, se analiza desde el enfoque epistemológico de la sociología
clínica centrada en un individuo producido, productor y actor de una identidad cuya
historia es singular y única. Historia biográfica, familiar y de clase que lo posiciona
como ser socio-histórico y psico-simbólico. El destino de cada individuo se haya inserto
y se mueve entre las interferencias de la lógica de la distribución antroponímica que,
tiende a colocar a los individuos en la estructura social según la lógica de un orden
social estable y la lógica de la historicidad que, abre la posibilidad a la separación entre
los actores sociales y el orden estructurado de los lugares (De Gaulejac, 2013).
La historia individual, está inserta en una historia familiar y ésta dentro de una
historia social. Cada uno se inscribe en esta red que sitúa su lugar y su identidad. En ese
sentido el hombre es historia. Es producido por la historia, es actor de la historia y es
productor de historias. Por su memoria, palabra, escritura, actividad fantasmática el
hombre opera una re-construcción del pasado, y parece que quisiera controlar su curso
(De Gaulejac, 2003).
La sociología clínica integra en el objeto la subjetividad como elemento de
conocimiento, y elemento a conocer. Aún con sus contradicciones y ambigüedades (De
Gaulejac, 2003). Se toma en cuenta lo racional, pero también lo sentido, lo vivido,
permitiendo así la reflexividad, es decir la capacidad del pensamiento de retornar sobre
sí mismo.
Los criterios para seleccionar las políticas públicas antes mencionadas fueron la
cantidad de años de aplicación, su continuidad y la posible repercusión en la calidad de
vida de las personas afrodescendientes, tomando como referencia los datos del último
Censo del año 2011 que incorporó el relevamiento de la raza/etnia, no registrado desde
1852. Previo a la identificación de las políticas se contactó con los mecanismos
encargados de cuestiones relativas a la población afrodescendiente en Uruguay, los
Mecanismos de Equidad Racial creados por el Estado uruguayo a partir de 2003. Se
solicitó documentación y se entrevistó a sus coordinadores para posteriormente
identificar las políticas a considerar. Se efectuaron entrevistas semi-estructuradas a seis
de las siete familias afrodescendientes que habitaban el complejo en 2016-2017, cuatro
a informantes calificados y tres a habitantes de Covireus al Sur 3. Las entrevistas se
efectuaron en los hogares. La localización de los entrevistados no fue sencilla. Para ello
consultamos a personas vinculadas a este proceso en la IM, en el MVOTMA y en
Organizaciones Mundo Afro, quienes nos atendieron amablemente pero ninguno nos
conectó directamente con estos actores. El contacto posterior fue proporcionado por un
importante referente barrial afrodescendiente. Las preguntas de la entrevista indagaron:
medio de acceso a la información para postular a la adjudicación, proceso de
inscripción, ventajas y desventajas de este beneficio, significado de vivir en ese lugar y
otros comentarios que quisieran realizar.
6. Marco teórico
Con el desdibujamiento del modelo de posiciones aparecen en la conciencia
desigualdades que no son nuevas, encarnadas por grupos que, minoritarios o no, se
fueron constituyendo en los márgenes de la igualdad de posiciones (Dubet 2011).
3
Cooperativa de Vivienda Reus Sur es parte de la Federación de Cooperativas de Vivienda por Ayuda
Mutua (FUCVAM).
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Siguiendo a Dubet (2011), estas diferencias culturales o nacionales proyectadas sobre
los problemas del trabajo y del régimen salarial ahora se vuelven en reclamos por
discriminaciones e igualdad de oportunidades por parte de las ‘minorías’ ahora visibles
que reclaman y requieren medidas de política pública específica. Si bien Uruguay se
caracteriza en el contexto latinoamericano como una sociedad con niveles de equidad e
integración social relativamente altos, diversos elementos y tendencias recientes
identifican nuevos ‘clivajes sociales’ que refuerzan la creciente fragmentación
económica, social y cultural que exhibe esta sociedad en los últimos años (Veiga, 2004).
El tema de la segregación residencial adquiere relevancia en la medida en que las
estrategias de localización de las diferentes clases sociales, el decaimiento de los
espacios públicos y la expansión de la marginalidad urbana influyen negativamente
sobre la integración social en la ciudad. Es interesante señalar, en relación a la
composición social de los barrios montevideanos, que los habitantes se interrelacionan
cada vez más entre iguales y se segregan de quienes son diferentes (Veiga, 2004).
El mismo autor sugiere que en países como Argentina y Uruguay deben
implementarse políticas no solamente dirigidas a los “pobres” y a las clases bajas, sino a
otros estratos de población, considerando la magnitud de las clases medias y los
procesos de empobrecimiento y fragmentación socioeconómica en las ciudades. De
acuerdo con los datos anteriormente presentados, se puede observar que los
afrouruguyos integran los estratos de población que poseen los problemas antes
señalados.
Dubet (2011), evaluando el caso francés, señala que sin duda estas políticas puntuales
perturban la vida social develando realidades antes no contempladas y advierte acerca
de la distancia entre las medidas, que no logran siempre cumplir sus objetivos, y la
realidad en la que se van generando nuevas dificultades para estas minorías que van
acumulando desigualdades minúsculas. A su vez, indica que el reclamo de
reconocimiento debe ser acompañado por la redistribución, separando así los derechos
sociales de los culturales, como plantea Fraser (2001).
Las transformaciones sistémicas aludidas por Dubet tienen particularidades en las
sociedades latinoamericanas y caribeñas a las que se suma el imperialismo primero y la
colonialidad del poder después (Quijano, 2000), con una fuerte base racial muchas
veces escasamente percibida como es el caso de Uruguay, que forjó un mito de
integración en el que todas las culturas se igualaron en una, la eurocéntrica, sustentada
en una tolerancia laica que dejó la expresión de las diferencias al ámbito privado.
El origen de la formación del Estado en Latinoamérica estuvo marcado por su
inserción en la economía mundo en el que la Península Ibérica transplantó relaciones
sociales patriarcales y coloniales, aniquiló el cuerpo social nativo por exterminio y
mestizaje e instauró la trata esclavista (Negri y Coco, 2006). Estos autores califican la
lucha social en este continente como biopolítica y multicolor, atravesada por el
mestizaje y el racismo al que podríamos sumar lo híbrido, en tanto constituyente de
América Latina, proveniente de una historia de mestizajes y sincretismos tal como lo
plantea García Canclini (1989), entre otros autores. En ese contexto, se formaron
sociedades en algunas de las cuales, como la uruguaya, hacer referencia a la raza ha sido
históricamente inusual. Para rememorar su pasado colonial, ocurrieron al menos cuatro
hechos sustanciales en el marco de la globalización, las transformaciones de la
modernidad (Bauman, 2002; Garretón et al., 2004; Touraine, 1997) y el ascenso de la
hipermodernidad (Lipovetsky, 2006; Araújo, 2013): la reorganización del movimiento
afrouruguayo en reclamo de reconocimiento y redistribución4 en el período de la
restauración democrática; un contexto internacional nuevo, con discurso y legislación a
4
Se puede ampliar la información en Ferreira (2003) y Olaza (2008).
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favor del ejercicio sustantivo de los derechos ciudadanos (entre los que se destaca el
valor positivo de lo diverso); la emergencia de las poblaciones indígenas y afro en
América Latina en la década de los noventa y las iniciativas desde el Estado uruguayo
que permitieron comenzar a visibilizar la existencia de la raza, principalmente con los
gobiernos frenteamplistas, a partir de 2003 en el ámbito municipal y de 2005 en lo
nacional (Olaza, 2017a, 2017b y 2017c). Es en este escenario que se ubican los
resultados de esta investigación.
7. Discusión
Como se mencionó en la introducción, el objetivo de este trabajo es presentar los
resultados de la evaluación de una política pública de vivienda por parte de sus
beneficiarios, en este caso afrodescendientes uruguayos. Las preguntas de la entrevista
indagaron, así pues, en: medio de acceso a la información para postular a la
adjudicación, proceso de inscripción, ventajas y desventajas de este beneficio,
significado de vivir en ese lugar y otros comentarios que los entrevistados quisieran
realizar.
Esta no es la primera política pública relativa a la vivienda que tiene como
beneficiarios a afrouruguayos, no obstante, tiene la particularidad de sumar a la solución
habitacional, una reparación económica por el desalojo sufrido y otra reparación
simbólica por el significado que el colectivo afro le otorga al lugar donde se construyen
estas nuevas viviendas y al barrio en el que se encuentran.
En ese sentido la política pública aquí analizada busca reparar el daño causado a las
personas que vivieron los desalojos del edificio de inquilinato Ansina, en su mayoría
afrouruguayos, y reconocer su importancia patrimonial dentro de una zona de alto
significado para los afrouruguayos, quienes al describir sus espacios territoriales de
cultura e identidad nombran los barrios Sur y Palermo (Olaza, 2008, 2016). Dentro de
este último se encuentra barrios Reus Sur o Ansina. Este es un hecho que requiere ser
estudiado por las ciencias sociales uruguayas porque, si bien el desalojo en sí implica
sufrimiento para quienes viven en el lugar, hay que analizar la posibilidad de que esto
forme parte de una política de estado racista y contraria a lo que es patrimonio cultural
afro y de toda la sociedad en tanto lo afro integra la cultura uruguaya. Conjuntamente es
posible plantearlo como parte de la política represiva de la dictadura cívico-militar que
tuvo el Uruguay entre 1973 y 1985 con un claro componente de rechazo étnico/racial.
Esa hipótesis es planteada por activistas afrodescendientes a partir de los desalojos,
fundamentándose en el valor inmobiliario de los terrenos situados en zonas claves de
Montevideo y por el deseo de destruir la cultura y política negra como forma de
resistencia a la dictadura. Hasta el momento no hay evidencia de esto incluso el desalojo
de Medio Mundo, Ansina y otros edificios se produjo en una situación de particular
crisis que vivió Montevideo donde, por ese entonces, proliferaron las fincas ruinosas, y
se originaron varios derrumbes edilicios (Andrews, 2010). Según este investigador, no
habría razones para pensar que los desalojos fueron episodios raciales. Si bien no existe
evidencia ratificamos que habría que estudiar esa posibilidad, principalmente tomando
en cuenta la invisibilización de los afrodescendientes en la sociedad uruguaya, la no
referencia a la raza y la permanencia histórica del afrodescendiente en situación de
pobreza. El tiempo transcurrido desde entonces a la actualidad y los cambios que se han
producido, nos permiten visualizar con mayor claridad la situación de desventaja de la
población afro en la sociedad uruguaya. La solución habitacional llega, cuando el
contexto internacional, supranacional de globalización y crisis de la modernidad
occidental que el Estado uruguayo integra exhiben transformaciones en una
Latinoamérica en la que sus minorías (en relación al acceso al poder) étnicas se
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reorganizan y cobran visibilidad (Arocena, 2004). En ese contexto se celebran reuniones
y conferencias, entre la que se destaca Durban 2001, a las que Uruguay asiste y
posteriormente debe responder con sus acciones. Desde 2003 y 2005 en lo
departamental y nacional el Estado asume un rol más activo al considerar la etnia/raza
para delinear acciones de política pública y reconoce problemas de reconocimiento y
redistribución que enfrenta la población afrodescendiente. Esto queda expresado en
varias leyes que apuntan a prevenir y penar la discriminación. Entre la legislación
existente se destaca la Ley N° 19.122, votada de forma unánime por el Parlamento
Nacional en el año 2013 que, establece acciones afirmativas para la población
afrodescendiente en las áreas de educación y trabajo.
Volviendo a la política que aquí nos ocupa, recordamos que en el año 1997, a raíz de
un convenio entre la Intendencia Municipal de Montevideo y la Federación Uruguaya
de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua, se inició la construcción de viviendas
en el predio de las antiguas casas de inquilinato, manteniendo un bloque esquina de las
viviendas preexistentes. Las primeras unidades de viviendas cooperativas fueron
habilitadas en el año 2011 y las unidades del bloque restaurado fueron entregadas a sus
usuarios en mayo de 2015 (“Montevideo Antiguo”).
En el año 2009 el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio
Ambiente y la Intendencia de Montevideo firmaron un Convenio Marco 5 para establecer
acciones con el fin de recuperar el patrimonio cultural y arquitectónico del barrio
Ansina. Se elaboró un proyecto de actuación en los espacios públicos de esa zona
barrial, para recuperar los valores patrimoniales en aspectos sociales, urbanísticos y
culturales y diseñar un proyecto habitacional donde están ubicadas las construcciones de
valor patrimonial, en la calle San Salvador entre Ansina y Lorenzo Carnelli. Entre los
motivos definidos por el Convenio para llevar adelante este acuerdo se contempla la
constatación de que no han habido proyectos en respuesta a los desalojos efectuados por
la Intendencia Municipal de Montevideo de familias del barrio Ansina en 1978 y 1979
por decretar la finca en estado ruinoso. A su vez, el Comité para la Eliminación de la
Discriminación Racial (CERD/C/304 add.78) exhortó al Estado uruguayo a brindar una
compensación a las personas y grupos afectados.
Aproximadamente treinta años antes, el primero de diciembre de 1978 llegó la orden
de desalojo a Medio Mundo, conventillo6 construido en 1885 y declarado Monumento
Histórico Nacional en 1975. A los cuatro días camiones de la Intendencia Municipal de
Montevideo se llevan a sus 170 habitantes a la fábrica Martínez Reina. El 3 de
diciembre los moradores organizaron una despedida a la que concurrió también gente
del barrio y mas de treinta tambores se juntaron para homenajear un espacio que había
sido lugar de candombe. Meses después comenzó el desalojo de pobladores de Ansina
(Andrews, 2010).
En este punto es de interés comentar que, a diferencia de otras realidades
latinoamericanas en las que existen regiones o zonas territoriales con comunidades
afrodescendientes allí asentadas y reclaman la tenencia de esas tierras, en Uruguay esto
es prácticamente inexistente. No obstante, en Montevideo hay barrios que constituyen
espacios de referencia porque fueron zonas de asentamiento afrodescendiente y atesoran
una fuerte referencia simbólica. Palermo y Sur son referencias casi obligadas, se los cita
permanentemente, señalando su pasaje por los mismos. Porque se vivió o porque se los
visitaba, parecería imposible ser negro uruguayo en Montevideo sin haber pasado en
5
Documento proporcionado por informante calificado.
Denominación despectiva que recibieron las casas de inquilinato habitadas por población inmigrante y
con importante población afrodescendiente. Las familias que allí vivían alquilaban piezas y compartían el
baño y el patio.
6
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algún momento por estos territorios geográficos y muy simbólicos. A su vez, desde
fuera del colectivo afro, esas zonas también son identificadas como territorios con fuerte
identidad afrodescendiente y como zonas de residencia espacial y simbólica de personas
pertenecientes a esa cultura. Para los afrodescendientes que vivieron parte de su vida o
viven allí, el barrio forma parte de ellos y quienes no vivieron allí, consideran haber
ingresado efectivamente a la cultura negra al tomar contacto con estos barrios que,
durante mucho tiempo fueron casi exclusivamente afrodescendientes (Olaza, 2016).
Como se puede observar el desalojo y el regreso al barrio fue un proceso
extremadamente largo y doloroso para todos los habitantes desalojados. Particularmente
para los afrodescendientes las consecuencias del desalojo han sido múltiples. A los
padecimientos y pérdidas afectivas de sus vecinos, amigos, hogares, se suman los
problemas de desigualdad profunda en las condiciones de vida de los afros en relación
con quienes no lo son. Presentan desventajas a nivel nacional en todos los indicadores y
la vivienda se encuentra en segundo lugar dentro de las necesidades básicas con mayor
nivel de insatisfacción para esta población (Cabella et al., 2013).
Los testimonios dan cuenta de que, en el transcurso de más de treinta años entre el
desalojo y la construcción de las viviendas, varios vecinos –algunos viven y otros ya
no– llevaron a cabo reuniones para lograr alguna solución habitacional. De la
documentación y de los testimonios surge la presencia de varios actores institucionales
estatales y de la sociedad civil respectivamente: Intendencia Municipal de Montevideo
(luego Intendencia de Montevideo), Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y
Medio Ambiente, Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua,
organizaciones afrouruguayas y gestiones ante el Banco Hipotecario del Uruguay. Esto
indica la complejidad del proceso que culmina con los convenios entre la Intendencia
Municipal de Montevideo y la Federación de Cooperativas de Vivienda por Ayuda
Mutua en 1997 y el Ministerio de Vivienda Ordenamiento Territorial y Medio
Ambiente y la Intendencia de Montevideo en 2009. En medio de todo el proceso los
habitantes de la cooperativa COVIREUS SUR y los del complejo de viviendas de la
equina refaccionada se van generando situaciones conflictivas marcados por ejemplo,
porque unos pagan una cuota y otros no. Y hay que mencionar también, las dificultades
que se plantearon con vecinos del barrio ante la perspectiva de la restauración edilicia
de Ansina por la vuelta de afrodescendientes desalojados. El siguiente testimonio da
cuenta de las dificultades a las que aludíamos:
“Tuvo muchas evoluciones e involuciones en todo, gente que, por ejemplo,
la gente de la cooperativa de acá no quería que se uniera, querían tomar
todas las…, hubo muchas discusiones a nivel institucionales y vecinales,
entonces, y bueno, entre muchos y con la Intendencia, que sí, que no, la
gente se paró firme y dijo no, esa parte es construcción para las personas
que fueron desalojadas del barrio. Y vino fuerza del exterior también,
mucha fuerza del exterior que obligaron, prácticamente, al gobierno a tomar
cartas en el asunto” (entrevista 3, estudiante universitaria, afro).
Si bien éste no fue un aspecto en el que indagamos directamente, reviste importancia
porque refiere a las relaciones cotidianas de los habitantes del barrio y porque los
entrevistados hacen alusión a ellos. Por eso, es un aspecto que requiere ser trabajado
para fomentar una mejor convivencia, porque en Uruguay hay prejuicios raciales
naturalizados y porque la pobreza tiene color aunque esto forme parte de lo no dicho.
Esto no implica desconocer la historia de visibilidad que transcurre desde el registro de
la raza/etnia en encuestas de hogares y censo, cierto proceso de institucionalización
estatal del enfoque étnico/racial, líneas de política con este enfoque y el aumento de las
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investigaciones sobre el tópico, siempre teniendo como precedente la iniciativa de las
demandas y propuestas del movimiento afrouruguyo.
Los incidentes provocados por el desalojo fueron variados y cada familia debió
resolverlo con el capital económico y social de que disponía. Algunos fueron a vivir con
familiares, otros alquilaron, pocos permanecieron en el lugar y muchas familias, fueron
alojadas en la antigua fábrica La Aurora junto a desalojados de otro espacio de creación
de cultura afro como fue Medio Mundo, ubicado en Barrio Sur. Esto significó
adicionalmente el traslado del centro de la ciudad hacia zonas alejadas de este, donde ya
no se llega caminando a varios lugares y se cuenta con mucho menos servicios, entre
ellos la locomoción. El desarraigo del lugar pero también de las peculiaridades
culturales y naturales de la zona causaron profundo dolor en estas personas afro. Sin
dejar de reconocer el estado de deterioro del barrio Ansina y de cierta idealización de
éste, al traer estos recuerdos a la memoria, la violencia física y simbólica del desalojo,
fue un desprendimiento de las relaciones vecinales y de compartir aspectos de vida con
vecinos para una salida no al progreso sino para el empeoramiento de su situación de
pobreza y violencia racial. A su vez, el desalojo entraña desterritorialización en la
medida en que estos afrouruguayos son expulsados de un barrio montevideano y
trasladados a otros. Proceso que estuvo acompañado por la presencia de desigualdad,
fragmentación socioeconómica y cultural y segregación residencial, señaladas por Veiga
(2004). El siguiente testimonio resume lo hasta aquí expuesto:
“Uh, esto fue duro, no lo fue para todas las personas que viven acá, pero yo
soy una de la que las pasó. Nací en esa calle, en el 78 viví todo, cómo nos
sacaban los muebles y los tiraban para arriba de los camiones. Y vi gente
que se caía desmayada. Y bueno, después de tantos años, cuando nos
enteramos de este proyecto, mucha gente que quedó en el camino, porque
pasaron 39 años. Mi hijo tenía dos años, mi hija iba a cumplir cinco, hoy mi
hija tiene 45 y mi hijo tiene 40. Nos llevaron para donde era la fábrica La
Aurora, era Martínez Reina, que supuestamente hasta que saliera la
vivienda, nosotros y el conventillo Mediomundo. Eso fue al principio,
porque después empezaron a traer desalojados de otros lados, de Ciudad
Vieja, de la Aduana” (entrevista 1, mujer empleada de servicio, jefa de
familia, entre 58 y 65 años).
Los desalojos, como señalan los testimonios que siguen, tuvieron efectos no deseados
por quienes realizaron la expulsión, si consideramos como una de sus posibles causas
invisibilizar la cultura afrodescendiente a partir del envío de sus portadores a zonas
alejadas del centro de la ciudad. Quienes tuvieron que buscar otro lugar donde vivir
llevaron su manifestación musical, su baile, su modo de reunirse y recorrer el espacio
público con la realización de llamadas. Pocos años después de la expulsión esto mostró
su coincidencia con un momento de globalización característico por la incorporación de
aspectos culturales no propios, rescate de manifestaciones tradicionales, búsqueda de
reconocimiento y sentidos de pertenencia y con una cultura hegemónica también en
transformación. Se comenzó a practicar candombe en algunas esquinas montevideanas
(y) extendiéndose luego a zonas sin predominio afro (Olaza, 2008).
“Por querer echar a la gente, a los pobres negros que quedaban feos en el
centro, al final, lejos de lograr el objetivo, o sea, se logró sacarlos de acá,
pero en definitiva, se multiplicó el candombe, porque se replicó por todos
los barrios y se cambió. Eso es algo que…, yo tengo un grupo, integro un
grupo que es de candombe para niños y le dedicamos del disco que hicimos
ahora, un par de canciones a eso mismo, porque nos pareció re importante.
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Si bien es medio bajón, pero bueno, es parte de la realidad y es muy
importante eso, que se sepa todo eso que pasó, y entonces, de ahí la
importancia de este lugar también, como fueron cunas, templos culturales”
(entrevistada 1, COVIREUS, jefa de familia afro, entre 25 y 30 años).
El acceso a la información de la posible adjudicación para estos entrevistados
generalmente fue a través de alguien que se lo comentó y para su inscripción quedaron
fuera quienes por alguna razón no lograron recuperar en su casa o en la Intendencia el
cedulón requerido. Este es un punto a destacar como ventaja y desventaja, porque el
cedulón fue el comprobante pero permanece confuso en algunos relatos el acceso al
mismo por parte de algunos vecinos, a excepción de quienes no habitaron Ansina pero
pudieron ser desalojados de otro lugar similar. Cabe recordar que los convenios
establecen claramente las condiciones de acceso al beneficio. En este punto surgen
preguntas: ¿se cumplió cabalmente con las condiciones estipuladas en el convenio? ¿los
vecinos cuentan con información adecuada para realizar sus afirmaciones?
En torno a las ventajas del beneficio se destaca el acceso a la vivienda propia, sin
costo, en un punto muy importante de la ciudad por su ubicación geográfica, la
reducción de gastos en locomoción que esto permite y el entorno. Actualmente Palermo
es una de las zonas de mayor costo inmobiliario de Montevideo. Se señala el valor
patrimonial del lugar y la comodidad con la que se cuenta como espacio digno donde
habitar. La observación de las viviendas me permitió constatar un espacio muy bien
ventilado, que combina características modernas con la solidez de la construcción y la
preservación de la fachada del edificio con un salón cultural que aún no estaba en uso.
El aspecto de la conservación nos lleva a una de las desventajas aludidas y es que no se
conservó todo el predio, sino únicamente esta esquina. En lo demás se construyó la
cooperativa de vivienda por ayuda mutua Reus Sur (COVIREUS). En este lugar no se
conservó la construcción de época. Otra cuestión que preocupa es que cuando falte el
titular, si no hay un familiar viviendo allí, este bien no es heredable. Los siguientes
testimonios enseñan lo que mencionamos antes, ventajas y desventajas del beneficio:
“No pagamos alquiler, pagamos un impuesto a la puerta cada dos meses, los
gastos comunes, que es el agua y la luz de los palier, ahora que hace dos
meses que empezamos a pagar el saneamiento” (entrevista 1, mujer afro,
empleada de servicio, jefa de familia, entre 58 y 65 años).
“Para mí es todo bueno, porque tú fijate en el punto que estamos, es un
punto privilegiado, estamos con la rambla a dos cuadras, la playa a cinco
cuadras, 18 de julio a ocho cuadras. O sea, tenemos todo a mano, por lo
menos, al que le gusta caminar. No tenemos que pagar cuotas mensuales,
esos gastos comunes que hay, que se reparten en la familia, porque mis hijos
trabajan, eso es un descanso, una gratificación de la vida que uno no
esperaba, porque en realidad, nunca esperábamos que nos llamaran para acá,
nunca se nos dio por pensar. Y gracias que habíamos guardado el papel de
desalojo. Otra cosa también que tenemos que agradecer de venir acá, allá en
aquel barrio era horrible, estaba en zona roja. Es otra vida. También en el
contacto con la familia, aquí estamos todos juntos, entonces, tenemos una
comunicación” (entrevista 3, estudiante universitaria, 25-30 años, afro).
“No puedo pedir más. Primero, me dieron la casa propia, por el momento es
nuestra, estás en el Centro, a unas cuadras de la rambla, tenés ómnibus por
todos lados, o sea, no se puede quejar nadie, yo no le veo desventajas”
(entrevista 5, mujer afro, 40-45 años, ama de casa).
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“A mí me parece precioso cómo quedó, hubiera estado lindo que todo el
barrio hubiera quedado con la…, porque no era muy difícil copiar esta
fachada hacerlas todas iguales, pero bueno…” (entrevista 5, mujer afro, 4045 años, ama de casa).
“Que esto no es herencia. No voy a terminar de agradecer porque esto para
mí me cayó del cielo porque te lo vuelvo a repetir, a mí nunca me pareció
que me iban a dar algo así. Yo no cambiaría nada. O sí, quizás, lo que
cambiaría que fueran más cuidadosos en el tema del cedulón, por ejemplo,
del papeleo, de si realmente vivieron o no vivieron para recibir esa herencia
que digamos, que fue una vivienda. Porque hay gente que de repente es una
indemnización lo que nos dieron, una devolución lo que nos dieron, como
hay gente que no, por ejemplo, y yo lo digo con fe porque soy nacida y
criada en el barrio y hay gente que no vivía” (entrevista 1, mujer afro,
empleada de servicio, entre 58 y 65 años).
“Para vivir es tuyo, hasta que se vaya el último titular es tuyo, pero después
esto no sigue en la familia” (entrevista 5, mujer afro, 40-45 años, ama de
casa).
El mayor de los significados de regresar a vivir en este espacio es el adjudicado al
acceso a la vivienda de por vida y en un lugar especial por su ubicación, por ser una
linda vivienda y porque al fin se accede a reparar, en cierta medida, las consecuencias
de los desalojos y de las movidas organizadas por varios de los vecinos. Sabemos lo que
encarna el acceso a la vivienda para cualquier persona y los datos presentados en la
introducción acentúan esta problemática para los afrouruguayos. Se manifiesta la alegría
por la vuelta al barrio y a las relaciones allí posibles con el entorno cultural, natural,
afectivo, pero no se hace hincapié en el derecho de reconocimiento y redistribución.
Está presente incluso más que en las entrevistas realizadas a becarios afro de enseñanza
media en la misma investigación, pero no desde la fuerza del reconocimiento a la
cultura afro. Nos parece que este es un aspecto a trabajar, junto a otros de convivencia.
Esto hace pensar que poco o nada se conoce la normativa nacional e internacional en
relación con los derechos de los afrodescendientes y es importante visualizarla. En torno
a lo último, en el primer acercamiento al trabajo de campo, nuestro contacto nos conectó
con habitantes de COVIREUS y allí hicimos tres entrevistas, dos de las cuales fueron
posibles porque se pusieron en contacto con nosotros por su interés en la
afrodescendencia considerando este aspecto relevante en su vida, identificación personal
y familiar en un caso y por su hijo y vínculos con esta cultura en el otro. En dos de estas
entrevistas se conocen y valorizan muchos aspectos de la cultura afro y sus derechos.
“Tiene el valor emocional de ser un barrio que no conocía mucho, que
empecé a venir cuando tenía, no sé, 16 años y cruzaba Montevideo, no tenía
un peso y venía caminando de allá de Jardín de Maroñas, todo 8 de octubre
y todo 18 para venir a los tambores. Y esas cosas demenciales que hacés
cuando sos adolescente y que vos decís: ay, sí. Obviamente que nos
gustaban un montón de muchachos y demás, que salían en los tambores y
que veníamos más por ellos que por el candombe. Pero íbamos. Si bien uno
lo hacía así, como por ese lado, en realidad, fue calando en alguna parte
todo lo otro, que ahora que tengo 30 y que tengo otras motivaciones, surge
que uno generó como una relación afectiva con el barrio que no lo conseguí
con otros barrios de Montevideo y que es producto de ese intercambio como
social y de costumbres, no son los mismos los negros de mi barrio que los
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negros de este barrio, que viven para el tambor y rodeados, no sé, se crían
alrededor de la comparsa y allá capaz que no, que se sientan en la esquina a
no hacer nada. Y acá, como que siempre estaba el tambor entre las piernas y
eso de bueno, del sonido y de la comunicación y demás que genera, las
casas como emblema del barrio y de todo lo que significa para la cultura, lo
que fueron las casas de inquilinato de Ansina” (entrevistada 2 de
COVIREUS, jefa de familia afro, 30 años).
En parte esto demuestra que a pesar de que pueda existir cierta distancia entre las
personas afro de unas viviendas (COVIREUS) y los afrodescendientes de las otras
(espacio de Ansina conservado), entre quienes accedieron a la cooperativa hay
afrouruguayos conscientes de sus aportes culturales, del significado del espacio en el
que habitan, que practican esta cultura, educan a sus hijos con ella y tienen sentimiento
de etnicidad. Las características mencionadas señalan puntos que podrían unir a los
afrouruguayos de unas y otras viviendas.
Cabe agregar, de acuerdo con las transformaciones urbanas y las características
montevideanas indicadas por Veiga (2004), que la vuelta al barrio Ansina para estas
personas afrouruguayas puede interpretarse como la reinserción de la periferia al centro
en momentos en los que estos hechos desde los años 80 y 90 se dan de manera inversa,
lo que agrega valor a su visión de retorno, sumado a la situación que indican los datos
censales, en la que los afrouruguayos exhiben mayores desventajas que el resto de la
población y que en el nivel de NBI de vivienda los afrodescendientes tienen una
desventaja de 12 puntos con respecto a la población no afro (Cabella et al., 2013).
En estudios previos (Olaza, 2017b), se constató que los afrouruguayos enfrentan
problemas de redistribución, reconocimiento y representación. En razón de esto nos
preguntamos si la política de vivienda analizada en este trabajo incluye estos aspectos.
La redistribución se verifica en la solicitud y reconocimiento del cedulón que atestigua
que, quien lo presenta es un antiguo morador de Ansina, y principalmente en el no pago
de la vivienda y el derecho a permanecer allí el resto de la vida. El reconocimiento está
presente en la concepción del proyecto y en la conservación de al menos un espacio de
la antigua edificación. Al haber participado al menos una organización de la sociedad
civil afro y el mecanismo de equidad racial de la Intendencia de Montevideo también se
contempla la representación. Habría que ahondar en el estudio de este aspecto para
saber cómo se elige a la organización de la sociedad civil, cómo fue su participación
durante el proceso y si sintieron que su voz fue escuchada.
8. Conclusiones
A través de entrevistas a los primeros beneficiarios del Convenio para la construcción
de viviendas en barrio Reus Sur (Ansina) se recabaron opiniones en cuanto al proceso
de adjudicación de estas, ventajas y desventajas de este beneficio, significado de vivir
en este lugar, procurando indagar, además, en qué medida se percibe como un derecho
relacionado con la violencia racial de la expulsión y a la desventaja histórica que ha
sufrido la población afro, hoy exhibida en Uruguay por los datos registrados en
encuestas de hogares y censo. Aquí se buscó poner en palabras la evaluación de los
propios beneficiarios.
Actualmente estos temas étnico/raciales son abordados en distintas instancias de
encuentros internacionales y organizaciones supranacionales los toman en su agenda,
financian proyectos e instan a los Estados que participan a tomar medidas. En esta
dirección se podría pensar que las repercusiones de la globalización, las innovaciones
tecnológicas y las comunicacionales provocaron trascendentes transformaciones en
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torno a la representación que unos imaginan de los otros. Sin embargo, estas
transformaciones continúan reproduciendo las representaciones culturales y políticas
acerca del otro. En este sentido es pertinente el trabajo en torno a las identidades y el
reconocimiento. Esto no significa que las repercusiones de la globalización económica y
las innovaciones tecnológicas no estén influyendo en la reelaboración de identidades,
formas de pensar lo propio y los vínculos con los otros, lo que no impide la repetición
de la construcción estereotipada de algunos otros como los pueblos originarios y las
personas y colectivos afrodescendientes. En el caso aquí abordado se considera
importante un trabajo de este tipo porque tendría que ser parte constitutiva de este tipo
de proyectos enfocado a cada momento específico de este.
Los años transcurridos desde el desalojo hasta los inicios del proyecto de
construcción fueron alrededor treinta. Fue un proyecto en el que participaron varios
actores sociales: Estado nacional y subnacional, organizaciones de la sociedad civil
afrouruguaya, Federación de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua y vecinos de
la zona. Luego de variados procesos de negociación se dedicó parte del predio a la
cooperativa por ayuda mutua, reservando una esquina para reparar a los antiguos
habitantes que presentaran la documentación solicitada.
Previo a comenzar el proceso de postulación para la obtención del beneficio la
información acerca de su existencia y requisitos generalmente les fue proporcionada por
alguna persona cercana o, conocida de la época en la que vivían en Ansina. El paso
siguiente fue la búsqueda particular o solicitud municipal del cedulón que acreditara que
la persona vivió allí antes del desalojo. Siguió el proceso de reparación edilicia,
preparación y mudanza de las primeras siete familias de un total de diecisiete.
De las entrevistas se desprende la demanda de instancias de entendimiento entre los
vecinos. Esto puede ser crucial cuando se recibe un beneficio aunque sea un derecho,
que genera problemas con quienes no pudieron acceder y, como vimos, con las
viviendas linderas cuyos habitantes están en un espacio patrimonial no conservado
arquitectónicamente como tal, pagan una cuota y aportaron trabajo para construir la
vivienda. Algunos también ingresaron por cedulón otros valoran simbólicamente la
zona y, ¿los demás habitantes qué conocen de la historia de Ansina?
Sería importante realizar un trabajo de integración que incluya a los vecinos del
edificio patrimonial y posteriormente a los vecinos de la cooperativa y sumar algunas
actividades que los vinculen con el resto de los habitantes del barrio. Al interior de la
cooperativa conservada se identifican otros aspectos como problemas pendientes: hay
problemas de convivencia para aceptar el pago de gastos comunes y otros gastos de
mantenimiento, hay que confeccionar un reglamento y para eso integrar una comisión
que lo redacte. A tales efectos se reclama la ausencia de acompañamiento desde las
instituciones participantes del Estado en el período posterior a la ocupación de las
viviendas como apoyo al conocimiento y organización de los nuevos vecinos. Además
de abrir la posibilidad de mejora de la convivencia se podría apuntalar un trabajo sobre
el reconocimiento desde los propios afrodescendientes principalmente, pero también
desde los no afros, tomando en cuenta que el racismo se construye desde la mirada del
otro que incide en la mirada propia.
Entre los entrevistados se conoce poco o nada la normativa nacional e internacional
en relación a los nuevos derechos por discriminación étnico/racial. Incluso al hacer
referencia a los desalojos y al reintegro el énfasis está puesto en la pérdida de la
vivienda. Obviamente este es un aspecto sustancial en la vida de las personas y con
mayor desventaja para los afrodescendientes. Es justamente por las desventajas y por
todas las formas en las que la desigualdad se expresa en las personas afrodescendientes
que se torna indispensable reforzar la reparación económica con el reconocimiento de
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los derechos, la valorización cultural junto a una reparación subjetiva por el sufrimiento
que conllevó el desprendimiento cultural de uno de los espacios emblemáticos de
producción de cultura negra de Montevideo y de Uruguay.
Asimismo tomando en cuenta que Ansina estaba habitado por personas no afro, en
ese momento estos eran mayoría, cabe preguntarnos, dejando de lado los recuerdos
lindos que las personas rememoran: ¿por qué no cambiaron de vivienda? ¿todos
querrían vivir en este lugar en el estado edilicio en que estaba? ¿por qué lograron
mudarse familias no afrodescendientes? Las respuestas seguramente serán variadas pero
probablemente esto se relacione con la falta de oportunidades y la desigualdad en la que
vive gran parte de esta población, ¿pero relacionarían sus barreras de promoción social
con su situación étnico/racial? Aquí la conectan más con la pobreza que con la
raza/etnia. En ese sentido reiteramos que el reconocimiento es un aspecto a trabajar con
los habitantes del barrio Palermo, pero principalmente con los beneficiarios de la
política pública analizada en este artículo, con el fin de conocer sus derechos
relacionados con su pertenencia étnico/racial, el usufructo particular de este beneficio,
sus obligaciones y su propia cultura.
Por otra parte, visualizar estas cuestiones de clase y etnia/raza, sus imbricaciones, la
racialización de las relaciones de clase es un problema en Uruguay, aun para sus
parlamentarios al discutir la aprobación de la ley de cuotas en trabajo y educación
(Olaza, 2018). Para un abordaje integral y participativo es menester la presencia de la
sociedad civil afrodescendiente, sus profesionales junto a la universidad y las
instituciones estatales involucradas.
Para finalizar, la historia de este proceso de negociación en el que participó sociedad
civil y Estado es un interesante objeto de estudio para la sociología de la cultura, como
un espacio de negociación por redistribución y reconocimiento. Otro tema que queda
pendiente para un estudio interdisciplinario es el desalojo, su historia, las consecuencias
objetivas y subjetivas para quienes los vivieron y la opinión de los vecinos. Estos
estudios urge hacerlos con las personas de aquel período que aún puedan encontrarse y
accedan a rememorar y contarnos sus recuerdos.
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Mónica Olaza es doctora, magíster y licenciada en Sociología por la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad de la República (Udelar), Uruguay, y profesora de Historia egresada
del Instituto de Profesores Artigas. Docente e investigadora en régimen de dedicación total en la
Facultad de Psicología (Udelar) y coordinadora del Diploma Afrodescendencia y Políticas
Públicas en la Facultad de Ciencias Sociales (Udelar). Integrante del Sistema Nacional de
Investigadores. Su trabajo se ha desarrollado principalmente en el área de la Sociología de la
Cultura y la Sociología Clínica, en temas vinculados al enfoque étnico - racial en las políticas
públicas, la perspectiva de ampliación de derechos, el racismo y la afrodescendencia.
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Neorruralidad y comunidades espirituales. Una experiencia
de ecoaldea en las sierras de Córdoba, Argentina
Neorurality and spiritual communities. The ecovillage experience in the
sierras of Córdoba, Argentina
Luciana Trimano
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina
lucianatrimano@gmail.com
Marianne von Lücken
Instituto de Investigaciones Gino Germani
Facultad de Ciencias Sociales
Universidad de Buenos Aires, Argentina
mariannevon@gmail.com
Recibido: 10/07/2018
Aceptado: 10/10/2018
Formato de citación:
Trimano, L., Von Lücken, M. (2019). “Neorruralidad y comunidades espirituales. Una experiencia
de ecoaldea en las sierras de Córdoba, Argentina”. Aposta. Revista de Ciencias Sociales, 81, 104118, http://apostadigital.com/revistav3/hemeroteca/trimano.pdf
Resumen
Este trabajo se propone reflexionar acerca de las trayectorias y experiencias de personas
que cambian su lugar de residencia, la ciudad, para generar un proyecto de vida
comunitario en el medio rural. A través de un caso de base etnográfica en el valle de
Traslasierra, Córdoba, Argentina, abordamos la “neorruralidad” desde una perspectiva
que destaca el aspecto espiritual del proceso. Para ello, indagamos el modo en que estas
elecciones residenciales se justifican a partir de un marco de creencias y prácticas que
tienen en su base la vuelta a la naturaleza como fundamento de la auténtica existencia.
El propósito es reconstruir algunas iniciativas y experiencias migratorias de actores que
se organizan en “ecoaldeas” y dar cuenta de las características generales de esta vida
comunal.
Palabras clave
Neorruralidad, vida comunal, ecoaldeas, espiritualidad, hippie.
Aposta. Revista de Ciencias Sociales · ISSN 1696-7348 · Nº 81, Abril, Mayo y Junio 2019
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Abstract
In this job it is proposed to think over about the paths and experiences of people that
changes their regular residential places, the city, to generate a community live project in
a rural environment. Through an ethnographic case based in the Traslassierra valley,
Córdoba, Argentina. We board the “neorurality” issue from a perspective that looks to
stand out the spiritual aspect of the process. That’s for we enquire the way in this
residential elections are justified from a framework that has its base in the return to
nature as the basis of the authentic existence. The purpose is to reconstruct the
initiatives and migration experiences of people who organize themselves in
“ecovillages” and account the general characteristics of this communal lifestyle.
Keywords
Neo-rurality, communal life, ecovillage, spirituality, hippie.
1. Introducción
Desde hace alrededor de quince años, las localidades serranas, particularmente en el
valle de Traslasierra (Córdoba, Argentina), son escenario de la conformación de un
movimiento que brega por la vida en comunidades o “ecoaldeas” (Gilman, 1995). Se
trata de un abanico de proyectos relacionados con la vuelta al entorno rural como
espacio de residencia y la recuperación de un estilo de vida no tan agresivo con el
hábitat. Es una tendencia migratoria que puede ser definida dentro del heterogéneo
concepto de neorruralismo, que aquí trataremos de circunscribir.
A modo de análisis de caso, presentamos una iniciativa comunal unifamiliar que
comenzó a conformarse hace diez años en la comarca de Las Calles1 y hoy se constituye
en varios núcleos familiares con una organización propia del tiempo, el espacio y de la
sociabilidad. Los sujetos neorrurales, devenidos en “hippies”2, son atraídos por un ideal
de naturaleza en un retorno a los valores pastorales arcádicos y abandonan la ciudad por
discrepar con su esencia; con lo que “ella simboliza como exceso o como falta”
(Rodríguez Eguizabal y Trabada Crende, 1991: 74).
El proceso de reencuentro con la comunidad, inaugurado por Ferdinand Tönnies
(1979) y de retorno a la naturaleza, cuyo exponente es Henry Thoreau (1854), trae
consigo nuevas valoraciones culturales centradas en la emancipación, la autoexpresión y
la libertad del individuo.
La intención es explorar el aspecto espiritual del proceso neorrural y el modo en que
las elecciones residenciales3 son justificadas por sus protagonistas en un marco de
creencias sincrético. Para ello, reconstruimos las trayectorias y experiencias migratorias,
al mismo tiempo que indagamos en las características de la vida comunal y las
representaciones y prácticas que la sustentan. Trabajamos con los relatos identitarios de
los actores, centrándonos en las maneras en que conciben su movimiento e instalación.
1
Tiene 700 habitantes (Censo Nacional de Población, Hogares y Vivienda 2010) y está ubicada en el
Departamento San Alberto de la provincia de Córdoba, Argentina.
2
Categorías nativas para tipificar a personas foráneas usadas como clave de lectura de proyectos
residenciales (Trimano, 2014).
3
Desde un punto de vista sociológico, las elecciones residenciales no son libres, sino que dependen de
factores que se imponen al individuo: los recursos y constreñimientos objetivos del campo de
posibilidades y los mecanismos sociales, del ámbito de las expectativas, juicios, actitudes, hábitos. Es
decir, las elecciones residenciales son objetiva y subjetivamente condicionadas (Grafmeyer, 2010: 35;
Bonvalet y Lévy, 2010: 8). En este trabajo no se desconocen los aspectos objetivos de tales elecciones
residenciales, sin embargo se hará foco en su aspecto subjetivo.
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Estos relatos, nos hablan de una pertenencia, de una historia, de una elección de vida, de
motivaciones, trayectorias, situaciones, representaciones, perfiles, expectativas,
experiencias y valoraciones que concurren en una comunidad y sus fronteras.
En primer lugar, exponemos los conceptos centrales para dar soporte teórico al
trabajo empírico. Luego explicitamos la estrategia analítica que enmarca la
investigación. En un segundo momento, utilizamos como clave de lectura la expresión
“espirituales”, que surge de los inmigrantes para separarse de la etiqueta “hippie”
impuesta por la sociedad receptora, e intentamos develar su especificidad. Desde aquí,
describimos la vida en comunidad y las representaciones y prácticas que la avalan. Por
último, registramos dimensiones del trayecto etnográfico y ponderamos ejes de debate.
2. Algunas nociones para interpretar la vida en ecoaldeas
En el mundo contemporáneo, tanto en las representaciones como en las experiencias
personales, la metrópoli viene instituyéndose como sinónimo de un modo de vida en el
que se plasman los problemas de la sociedad moderna: la inseguridad, el estrés, la
competencia, coerciones burocráticas, la atomización, la soledad (Morin, 1995).
El debate acerca de la transición del enfoque cultural de la modernidad al de la
posmodernidad (Harvey, 1998; Lash, 2002) permite pensar la transformación del
espacio y el tiempo y su impacto en las formas de experimentar la vida comunal. En la
modernidad, lo urbano como expresión, era el faro donde miraban aquellos interesados
en progresar; sus atributos fueron la industrialización y la racionalidad productiva.
Mientras la ciudad se instituía en espacio de la civilización, lo rural era lo atrasado y sus
habitantes formaban parte de una sociedad subdesarrollada; un otro perezoso, indolente
y sin iniciativas (Camarero, 1999). En la posmodernidad, al colapso de las ciudades y
las grandes catástrofes naturales, se contrapone el medio rural como estrategia de
supervivencia. Desde una mirada romántica-identitaria, el ser humano inmerso en un
vacío existencial, propio de esta época, se interroga por el sentido y la verdad. He aquí
que las intenciones de los sujetos neorrurales sean encontrar nuevas maneras de habitar
este mundo. En el espacio rural observan, no el atraso a superar, sino la esencia que esta
sociedad posindustrial abrumada por lo tecnológico inasible va extirpando. Lo local, las
tradiciones, las relaciones de confianza y la naturaleza se retoman como vía para el
reencuentro con lo esencial, con la contemplación, con el hacer y con el arraigo. La
representación de lo rural se vincula con una experiencia comunitaria sanadora.
Una de las referencias fundamentales del concepto de comunidad es Tönnies (1979),
quien abre la discusión proyectando una sociedad organizada, nacida en la era moderna,
industrial y materialista, en contraposición a otra comunidad tradicional. No es la
intención aquí repasar la extensa lista de antecedentes que atañen a dicha problemática,
que bien sabemos fue seguida por otros grandes teóricos como Max Weber (1985) y
Émile Durkheim (1985). No obstante, retomamos estas discusiones para pensar la
configuración de lo comunitario en el fenómeno neorrural-comunal a partir de las
propuestas de dos teóricos contemporáneos: Michel Maffesoli (2004) y su noción de
“tribu” y la “celebración del gueto” de Richard Sennett (2011).
Maffesoli (2004) postula que en la posmodernidad lo lúdico (o estético) predomina
sobre lo moral (o ético) y los pequeños grupos emocionales, gregarios y comunitarios
prevalecen sobre el individuo que adopta una identidad polisémica a partir de la
participación en distintas “comunidades afectivas”. El autor utiliza la metáfora de la
“tribu” (2004) para mostrar una forma de la socialidad donde priman los sentimientos
compartidos y la recreación de afectos arcaicos y dionisiacos como potencia
transformadora; más que un proyecto en común, aglutina la pulsión del estar juntos.
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La comunidad de Maffesoli carece de una base territorial común, por ello
complementa el análisis la idea de “comunidad territorial” de Sennett (2011). Esta
última nace de la búsqueda de relaciones “cara a cara” que los lazos impersonales
urbanos no promueven. Es decir, las personas sienten nostalgia por la antigua
comunidad perdida y buscan volver íntima y local su experiencia constituyéndose en
comunidades pequeñas. Pero esta situación confluye en la “celebración del gueto”
(Sennett, 2011) donde el territorio local se convierte en algo sagrado y el extraño en un
ser amenazador. En el trabajo empírico esto se observa cuando la sociedad receptora
etiqueta como “hippies” a los inmigrantes y éstos, dentro del juego identitario, adoptan
una forma propia al autodenominarse “espirituales” (Trimano, 2014).
Un breve recorrido por las estrategias residenciales en el medio rural nos acerca al
estudio de una categoría de neorrurales permanente (Moss, 1994, 2004; Glorioso y
Moss, 2007). El fenómeno “neorrural” (Leger y Hervieu, 1977; Chevalier, 1981;
Mormont, 1990; Camarero Rioja, 1993; Rivera Escribano, 2007; Domínguez de
Nakayama y Marioni, 2007), según las aproximaciones teóricas, también puede ser
denominado como “migración de amenidad” (Moss, 2006); “migración por estilo de
vida” (Benson y O’Reilly, 2009); “migración residencial” (Gurran, 2011);
“naturbanizacion” (Prados, 2011) o de “retorno a la naturaleza” (Nates Cruz y
Raymond, 2007). La diversidad conceptual expone la naturaleza prematura del objeto,
como así también su carácter multidimensional-situado.
En este trabajo la neorruralidad es considerada una “tendencia de movilidad espírituterritorial” motivada por “dimensiones introspectivas” (Trimano, 2016), organizadas a
partir de la oposición semántica naturaleza-sociedad y sus vinculaciones campo-ciudad;
salud-enfermedad y libertad-servidumbre. Una vez instalados en las áreas rurales, los
citadinos comienzan a formar parte de la cotidianeidad de las comunidades,
generándose relaciones conflictivas con los “lugareños” o “nacidos y criados”4 que se
sienten auténticos poseedores de un territorio que, según entienden, forjaron con sus
manos. De este choque de trayectorias biográficas y experiencias se sucederán
transformaciones relacionales e identitarias. El flujo migratorio es protagonizado por
personas de entre 30 y 60 años de edad, de clase media y media alta, de perfil
profesional, que rechazan a la sociedad urbana y de consumo y van conformando su
proceso de construcción simbólica del lugar y sentido del arraigo a partir del cuidado de
sí, la libertad de movimiento y la creación y el resguardo de una comunidad imaginada.
El neorruralismo presenta íntimas conexiones con el movimiento de ecoaldeas 5,
también designado “comunidades de convivienda” (Durrett, 1986); “comunidades
intencionales” (Thomas Sluiter, 2007); y “comunidades utópicas” (León, 2012). La
Global Ecovillage Network (1995)6, define a la ecoaldea como una comunidad
intencional o tradicional que usa procesos participativos locales para integrar
holísticamente las dimensiones ecológicas, económicas, sociales y culturales de la
sostenibilidad e impulsar la regeneración de ambientes sociales y naturales. Puede
describirse como un asentamiento, concebido a escala humana, que incluye aspectos
importantes para la vida, integrándolos respetuosamente en el entorno natural (Gilman,
1991). Para otros autores, se trata de una respuesta a los problemas de la sociedad
contemporánea, cuyo reto es la creación de asentamientos humanos sostenibles para la
sobrevivencia del planeta tierra (Mayur, 1996; Jackson, 2003; Norberg-Hodge, 2008).
4
Clasificación nativa para autodenominarse auténtico habitante de Las Calles.
Así se designa a este fenómeno en un amplio cuerpo de bibliografía académica.
6
La GEN es una red mundial de comunidades sostenibles que surge en 1995. Esta entidad, acreditada por
Naciones Unidas, confirma la existencia de más de un millón de personas viviendo en quince mil
ecoaldeas por todo el mundo (https://ecovillage.org/).
5
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En líneas generales, las ecoaldeas cristalizan un esfuerzo libre, consciente,
intencionado, deliberado y organizado con el fin de crear una cultura comunitaria en una
convivencia más satisfactoria (León, 2012). Estos tipos de organización, en muchos
casos, se erigen como una crítica a los modelos de convivencia vigentes en las ciudades
y desarrollan formas de colectividad que van desde apuestas más politizadas fundadas
en ideales ecologistas y sustentables hasta aquellas que nacen con un marcado propósito
religioso-espiritual basado en los preceptos de la espiritualidad del movimiento Nueva
Era (Danforth, 1989; Lucas, 1992; Hess, 1993; Carozzi, 1995, 1997).
El caso de estudio no es estrictamente una iniciativa política o espiritual, sino una
amalgama sincrética que afecta a todos los ámbitos de la vida en comunidad
(Escorihuela, 2008). Aunque es posible ubicar la experiencia entre los contextos donde
se difunden prácticas y creencias de la Nueva Era ya que los participantes “comparten
técnicas, actividades productivas, ejercicios o rituales que se espera que contribuyan a
su evolución y, en algunos casos, al mantenimiento de los recursos naturales” (Carozzi,
1997). La Nueva Era aparece como “una amplia gama de sistemas de creencias, causas
sociales y prácticas de sanación” (Carozzi, l995) del que el grupo investigado resulta
sintomático. Dichas prácticas alternativas, que poseen una raíz común en la
contracultura norteamericana de la década de 1960, vienen expandiéndose
fundamentalmente entre sectores medios urbanos de occidente con una propuesta
monista que articula una fuerte crítica a las jerarquías entre sagrado/secular y
alma/cuerpo, un énfasis en la relación inmanente con lo sagrado, la cura, el confort, así
como una ética de la igualdad y la flexibilidad (Viotti, 2011).
3. Metodología utilizada
Para el desarrollo de la investigación –aunque aquí demos cuenta de una parte–
recurrimos a la perspectiva etnográfica de los estudios de casos, caracterizados por una
mirada reflexiva de la ciencia, el desarrollo teórico-narrativo y un predominio de
categorías nativas (Neiman y Quaranta, 2007).
A partir de las técnicas antropológicas de campo, arribamos al mundo social de los
actores en sus propios términos (Guber, 2005). Asimismo, combinamos el punto de
vista analítico de la comunicación, basado en la dimensión simbólica de la sociedad
(producción de signos, símbolos, sentidos, prácticas) y el análisis sociológico de los
testimonios de inmigrantes y nativos.
El análisis cualitativo de las representaciones y las prácticas de actores, permitió
reconstruir las experiencias migratorias, al mismo tiempo que analizar su impacto en la
sociedad receptora. Experiencias y trayectorias que, según hemos constatado en la etapa
exploratoria se nutren de imaginarios disímiles, sobre todo, en cuanto a la percepción de
quien es el otro, en un contexto en donde la diversidad de procedencias, pertenencias y
tradiciones ponen en juego la configuración de la identidad local.
Para conformar una muestra intencional de residentes en la localidad serrana,
utilizamos la técnica “bola de nieve” (Valles, 1999). Las entrevistas se concretaron in
situ y el número a realizar se determinó a través del “muestreo teórico” (Glaser y
Strauss, 1967). Los informantes fueron caracterizados bajo las tipificaciones de
“lugareños”, “hippies” y “espirituales”7, extraídas del terreno.
4. Los hippies espirituales
En un pueblo del valle de Traslasierra, los “espirituales”, reunidos en lo alto de la
montaña construyen una identidad diferenciada sobre la base de la voluntad comunal y
7
Categoría utilizada por los inmigrantes para evitar la de “hippie” impuesta por la sociedad receptora.
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de una unión sincrética e hibrida entre lo espiritual y lo sustentable. Se trata de jóvenes
y adultos de trayectorias
urbanas radicados en una ecoaldea desde hace
estimativamente diez años. Sus motivaciones están vinculadas al mundo de la
naturaleza, así como a la búsqueda de una forma de vida más autosuficiente y autónoma
que la que podían desarrollar en sus lugares de origen. No son nómadas, llegan para “ser
de ahí”, para permanecer en ese espacio.
Bajo el lema “Desarrollo de la conciencia y el espíritu en la madre tierra”, a 1500
metros de altura y rodeados de 500 hectáreas de monte autóctono, construyen su
comunidad8. Así lo relatan:
“Somos catorce casas y cuarenta personas viviendo en la montaña y a raíz
de muchas situaciones fuimos convirtiéndonos en una comunidad. Llegamos
de diferentes partes del mundo con un foco de trabajo interno, de estar más
conectados con nuestra verdad” (inmigrante, 35 años).
En las representaciones de los inmigrantes, el pueblo receptor es una comunidad
idílica, en tanto “entorno ideal por su ubicación geofísica y su microclima”. La relación
entre los individuos –en el seno de una personalidad colectiva– y los territorios brota
inmanente. Esto es así por el énfasis atribuido a la idea de que para estar bien uno
mismo debe asegurarse un ambiente adecuado en el cual el yo está incluido (Bosca,
1993). El habitar las montañas les devuelve la sensación de control sobre su trayectoria
y devenir. Por ello, un entrevistado asegura:
“Cuando me instalé solté toda mi vida de empresario y empecé a vivir una
libertad externa e interna”;
Y agrega:
“La vida en las sierras es el emblema de la energía interior que inspira a
elevar la mente y el espíritu” (inmigrante, 38 años).
El sistema económico de la comunidad tiene como pilar la solidaridad, el apoyo
mutuo y la economía del intercambio. Para regular la satisfacción de las necesidades
alimentarias realizan producciones orgánicas de consumo personal (agricultura
sustentable o biodinámica) y artesanías que comercializan en ferias. También levantan
sus casas con insumos biodegradables y aprovechan la energía solar como combustible.
En salud, trabajan el alivio de los malestares a través de la medicina natural, a la vez
que difunden actividades que propician el bienestar general y la prevención de
enfermedades. En relación a la indumentaria, buscan extender los conocimientos de la
confección, la artesanía de los tejidos y soluciones a los problemas de costos de
insumos.
Las manifestaciones de la vida cotidiana, sumadas a diversas expresiones simbólicas
en las que los actores asientan su ser y estar –los tatuajes, el género musical reggae o
new age, la perforación del cuerpo, la danza experimental, la música sincopada– los
convierte en portadores de un estilo y una estética determinada y por ello son
identificados por la sociedad receptora como “hippies”. Algo así como “un islote de
significados desviacionistas en el mar de su propia sociedad” (Hall, 1970: 11). Para los
nativos, esta expresión inquieta y plástica, en su acepción más reconocida, involucra un
epíteto despectivo para referirse a jóvenes inmigrantes o “venidos de afuera con
distintos hábitos de vida” a los propios. El hippie es un outsider (Becker, 2012), un
marginal y “la desviación es el producto de una transacción que se produce entre
8
En Argentina aparecen otras experiencias en Buenos Aires; El Bolsón, Patagonia; Calamuchita,
Córdoba; y San Martín de los Andes.
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determinado grupo social y alguien que es percibido como un rompe-normas” (Becker,
2012: 29).
Las expresiones que surgen en terreno no son vagas, operan como tipificaciones
homogeneizantes y constituyen representaciones de alteridad. “Hippie” es un término
acuñado por los lugareños y lleva una carga valorativa que imprime a la “gente de
afuera”, a quienes no son nacidos y criados en la comarca, el título de extranjeros
“invasores”. Esta clasificación manifiesta heterogeneidades articuladas de modos
específicos.
5. El círculo sacro
La ecoaldea serrana surge de la inquietud de sus protagonistas por construir un
“mundo nuevo donde cada uno pueda manifestar lo que realmente vino a hacer y se
encuentre con su verdad” (inmigrante, 42 años). Las representaciones y prácticas de los
integrantes de este enclave arcádico, “¡ensalvajamiento de la vida!”, dirá Maffesoli
(2004), se reflejan en una forma de vida cimentada en “cosas muy simples y esenciales:
querernos, amarnos y cuidarnos” (inmigrante, 36 años).
La colectividad de estudio plantea un discurso que va desde la prédica de la paz y el
amor (convivencia fraterna entre los seres humanos), el trascendentalismo (búsqueda de
la interioridad), el misticismo, el regreso a la naturaleza, el hedonismo, el ocultismo
(antroposofía-Rudolf Steiner y la influencia de lo psíquico sobre lo físico y la
consideración del ser humano como una unidad), el indigenismo (conexión con lo
natural y lo primitivo a través de técnicas chamánicas psicoterapéuticas; así como
formas de vida comunitarias, solidaridad y simpleza), el orientalismo, el budismo zen
(meditación silenciosa y poder de la concentración; y una economía de subsistencia), el
ecologismo (sacralidad de la naturaleza, animismo), hasta formas del gnosticismo
(enseñanzas que procuran una salvación a través del conocimiento de uno mismo y la
expansión de la conciencia), el psicologismo (psicoterapias fundadas en la fusión de la
psicología y la religión; y el hombre como la suma de cuerpo, mente, emociones y
conciencia) y el cristianismo (creencia en Dios).
La conexión con el indigenismo representa un emblema de lo simple en
contraposición a la opulencia y la complejidad tecnológica. En tanto, la atracción por el
orientalismo, básicamente el hinduismo, explica el interés por filosofías más místicas.
Estas inclinaciones representan una vuelta a la contemplación y la experiencia mística
(Hall, 1970).
La elaboración del marco interpretativo sincrético9 es la base en la que inscriben su
repertorio de prácticas comunales; y aquello que los convierte en portadores de una
sensibilidad de estilo propio. Esta mixtura de componentes mítico-religiosos es definida
como “la espiritualidad del encuentro con Dios pero dentro de cada uno” (inmigrante,
27 años). En otras palabras, el precursor de la ecoaldea agrega que “la función de la
comunidad es acompañar y ayudar a los seres humanos a que se encuentren consigo
mismo” (inmigrante, 38 años). Este anhelo, siempre presente en el discurso, se completa
con otro testimonio de las mismas características: “El sueño es iluminar a la humanidad,
ser felices y simples” (inmigrante, 45 años).
Como “bárbaros” (Maffesoli, 2004) que rompen la monotonía y el encierro de los
valores establecidos y desgastados de la sociedad contemporánea, adoptan un estilo de
vida que proclama la satisfacción interior a través de la aplicación de diversas técnicas y
terapias, donde todas privilegian una maximización del bienestar del cuerpo y el alma:
9
Solo repasamos el marco de creencias, ya que su análisis amerita otro trabajo.
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“Trabajamos con el estudio y la aplicación práctica de disciplinas
provenientes de diversas culturas y abarcamos todas las dimensiones del ser
humano. Tenemos una propuesta amplia que va desde limpiezas energéticas,
meditación con rosas, constelación familiar, reiki, curación con cristales,
reflexología, cromoterapia, hasta la enseñanza de la permacultura y un
laboratorio para la producción de cosméticos orgánicos. Estamos en un
momento del mundo en el que muchas personas eligen otros caminos de
trascendencia; otros caminos distintos a los establecidos” (inmigrante, 43
años).
Desde una “ecoposada y refugio de montaña”10, se ofrecen talleres y encuentros a los
que puede concurrir todo interesado en eclécticas terapias alternativas o de “sanación
ritual” (Mc Guire, l988 en Carozzi, 1997). Las “herramientas de vida”11 se ofrecen
como prácticas holísticas que remiten a una lógica sensorial. Así, despliegan una
búsqueda de la verdad a través de una sobrevaloración de la afectividad donde prima lo
sensible por sobre la razón. El sentimiento y la percepción se convierten en guías para
facilitar nuevos estados de conciencia en tanto realidad y verdad. Estos parecen ser los
signos de un tiempo de fantasías que se aparta de la racionalidad tanto como desecha el
cuerpo y con él, toda materialidad que condicione la existencia (Papalini, 2006). Los
espirituales sueñan con “iluminar a la humanidad” y apartándose de toda forma de
pensamiento racional, (se) ofrecen una “coartada evasiva” (Papalini, 2006).
En la misma línea, aseguran que para “desprogramarse y reconectarse con su propia
esencia” deben volver su mirada hacia los niños como fuente de sabiduría:
“Los niños son el corazón de la comunidad. Abrimos un espacio de escucha
hacia ellos y eso nos fue dando las pautas para crear este sueño que estamos
viviendo; el sueño de crear un nuevo mundo para que puedan habitarlo.
Ellos traen la información y van guiando esta creación” (inmigrante, 45
años).
El regreso a la infancia y el conocimiento profundo del ser, es aquello que determina
la vitalidad del “‘niño eterno’, un poco lúdico, un tanto anómico” (Maffesoli, 2004: 30).
Además, en el pujante redescubrir las virtudes de una naturaleza-madre, también hay
reversibilidad, un volver a un estado anterior junto a la rúbrica del declive de cierto tipo
de sociedad.
En el espacio de los niños o en los talleres que llevan adelante con adultos, el maestro
deviene en guía o facilitador. Todo signo de influencia, poder y autoridad es excluido.
Esta decisión afirma “la sacralización de una absoluta autonomía individual” (Carozzi,
1999: 29). Lo explica un entrevistado:
“Las acciones del facilitador o el guía tienen como propósito no direccionar
las actividades porque el ser cuando necesita algo para su evolución lo atrae.
La actividad del guía es acompañar las manifestaciones de las personas y
observar en silencio. Con los niños, el ideal es que logren su autonomía y no
dependan de los padres” (inmigrante, 28 años).
10
Construida con adobe y piedras del lugar; cubierta con un techo vivo de tierra y pasto. En la parte
exterior reposa una pileta con agua proveniente de vertientes de la sierra. La electricidad es a base de
paneles de energía solar y un molino eólico; el agua llega de una acequia preveniente del arroyo y se
calienta mediante calefones a leña.
11
Expresión utilizada por los “espirituales” para referirse a los conocimientos y prácticas impartidas al
exterior. Aquí el aspecto económico sigue siendo el eje de sus transacciones pero a modo de eufemismo
se utiliza la noción de “intercambio”. Esta es una de las contradicciones más salientes que encontramos en
el discurso de los actores de estudio.
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El sujeto autónomo no se concibe separado sino unido a un todo abstracto, asocial,
que lo comprende como parte (Carozzi, 1999: 31). Una especie de unión enérgica con la
naturaleza como territorio y como cosmos. De este modo, experimentan un sentido de
pertenencia con el paisaje serrano –y no con el pueblo y su gente– que remite a la
“celebración del gueto” (Sennett, 2011). Ellos dicen “poco a poco el paraje se está
llamando Sol12 y el lugar va tomando fuerza” (inmigrante, 42 años). Es así que guiados
por un “ethos del habitar respetuoso” (Noguera, 2004: 31) la madre tierra trabajan para
vivir sincronizados con lo natural. Como dice un ecoaldeano:
“La comunión plena con la naturaleza nos permite manifestarnos en libertad
y aprovechar todos los potenciales con los que vinimos a este mundo sin
restricción, sin juicio ni interferencia” (inmigrante, 49 años).
6. Relaciones entre “espirituales” y “lugareños”
Las Calles es un espacio de encuentro y conflicto donde las identidades de
establecidos y outsiders se construyen en relatos que establecen los límites entre un
“nos/otros” (Grimson, Merenson y Noel, 2011). Esta es una situación de
interculturalidad en la que dos grupos que producen identificaciones diferentes se
relacionan y comunican produciéndose conflictos, negociaciones, acuerdos e
innumerables malos entendidos (Grimson, 2011). Es la manifestación a través de la cual
el espacio se reconfigura como un nuevo ámbito de confrontación entre nuevos y viejos
habitantes. Aparecen experiencias urbano-espirituales que establecen relaciones en un
espacio del “entre nos” (Svampa, 2008), reforzado por la alta tasa de homogeneidad
emocional; y otras “lugareñas” que se definen a sí mismas por influencias externas y
cobran forma defensivamente (como su autodenominación lo indica) frente a nuevas
presencias en “su” territorio.
Como hemos mencionado, el pueblo adquiere un fuerte significado como espacio
para el despliegue del espíritu comunitario, pero los significados y la solidaridad se dan
entre quienes comparten las mismas inquietudes. La identidad y la alteridad se articulan
en la construcción del lugar propio, donde tiene un papel destacado no sólo el sentido
del lugar, sino también el derecho sobre el mismo.
La construcción de la imagen de un “nosotros” requiere, por necesidad, la de un
“otro” con cierto grado de proximidad. De esto ya habló George Simmel (1986) al
sostener que para conducirse, el hombre se capta a él mismo y a los otros, en función de
“tipos”. La mirada del otro completa y nos convierte en algo que no somos, en ciertos
tipos sociales. Las fronteras simbólicas, materializadas en “cajas de herramientas
identitarias” (Grimson, 2010), producen una manera de relación y una construcción.
Hacer cuerpo al “otro” mediante una tipificación es ingresar en una dinámica de
exclusión/inclusión pero específicamente de incorporación del “otro” a nuestras vidas.
Es desde una comunicación centrada en lo kinésico y en el plano de lo visual que los
“hippies” son prejuzgados frente al despliegue de un lenguaje corporal, un argot, un
modo de vida particular que los distingue del resto de habitantes. Ilustramos como los
lugareños conciben a los “hippies”:
“Ellos creen y buscan esa energía positiva, esa buena onda que a lo mejor la
encontraron aquí, por eso se vinieron. Una vez hablé con uno y le pregunté
porque vivía en este pueblo ¿y sabés lo que me dijo? ‘Porque acá las piedras
son poderosas’ [su voz imita al supuesto hippie]; casi me caigo de espalda.
Son de creer en las piedras y hacen todo con barro. ¡Imaginate que algunas
12
Nombre ficticio de la comunidad.
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mujeres no van al médico para tener un bebé! No toman un remedio; eso es
normal en ellos. Para mí quieren imitar a los aborígenes que éramos antes”
(lugareña, 31 años).
“No sé a los hippies como los identifico, porque vagos hubo siempre, nada
más que ahora tienen distinta denominación. No sé cómo puede vivir tanta
gente que viene de afuera sin trabajar. Muchos vienen para quedarse a vivir,
yo no los veo más que ir alguna feria, otra motivación no tienen y es gente
joven la mayoría” (lugareño, 61 años).
Las prácticas de los nuevos residentes resultan extravagantes y anómicas a la moral
establecida del lugareño. Los “hippies” “llegan hasta la expresividad y la intensidad del
ahora existencial acentuando los aspectos placer/juego de la vida diaria” (Hall, 1970:
37); tratan de desafiliarse de la forma de vida rutinaria, de los límites establecidos en el
código moral de lo que una sociedad toma por natural.
Como portadores de un don, dicen sentirse “unos bichos raros en el pueblo” y esta
impresión los ubica al margen del resto de las personas (Becker, 2012). Para
confirmarlo, añaden: “somos diferentes del resto del mundo” (inmigrante, 46 años) y así
cierran filas en el “círculo sacro” (Maffesoli, 2009). El marginal no podrá adquirir esta
gracia divina, no podrá hacer cuerpo lo “divino social” (Maffesoli, 2009). Como lo
indica el siguiente comentario en donde el informante (38 años) a través de lo idéntico
se diferencia: “Soy una persona normal, estoy tomando un helado, pero también
estamos generando una forma nueva de vida en comunidad”.
Los espirituales se proclaman portadores de un don especial que los diferencia de
quienes no están conectados con “la dimensión mítico poética de la existencia”
(Noguera, 2004: 15). Este sentimiento los libera de quienes los desvalorizan mediante
“silencios y miradas truculentas” (Maffesoli, 2004). Al aducir “somos unos bichos raros
para el lugareño que es un poco tradicional y estructurado” (inmigrante, 43 años),
generan una frontera y ubican a los “otros” por fuera de la comprensión de ese ethos
estético. “Nadie sabe lo que hacemos acá arriba a pesar de que estamos vinculados con
el pueblo; por ese motivo nos encasillan en la línea de los hippies”, argumenta un
inmigrante (48 años).
La vida de los espirituales transcurre en lo alto de la montaña. La “buena relación”
con los lugareños se comprime en una invitación a subir, a “ir para arriba” por
cuestiones laborales: “los chicos de acá trabajaron mucho construyendo y armando
alambrados”. Esta barrera física es acompañada de manifestaciones simbólicas,
particularmente el uso de un sub-lenguaje complejo obtenido del estudio de distintas
disciplinas: autorrealización, descubrimiento de sí, expansión de la conciencia, caminos
de trascendencia, desprogramación personal, resonar en la conciencia, limpieza
energética, etc. Si bien es cierto que para algunas situaciones el lenguaje corriente no
tiene terminología adecuada (Becker, 2012), no es menos real que dichos ejemplos son
una dramatización de la brecha entre su propio mundo y el mundo de los otros (Hall,
1970).
Los espirituales se refugian en una identidad marginal; son percibidos y se
manifiestan como “un grupo de marginales que se consideran a sí mismos y son
considerados por los demás como ‘diferentes’” (Becker, 2012).
7. Reflexiones finales
El presente trabajo arrimo la variable espiritual en la comprensión del fenómeno de
neorruralidad a partir del análisis de las experiencias de citadinos que eligieron como
base residencial el medio rural y como forma de organización una vida en ecoaldeas.
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Describimos un proyecto comunitario, ubicado en el valle de Traslasierra,
concentrándonos en las creencias y prácticas que sus miembros desarrollan para
propiciar una identidad potente. Constatamos que se trata de una red de personas cuyo
horizonte vital es la vuelta a la naturaleza y a cierta originalidad comunal como el
principio de la auténtica existencia. Es decir, la característica que mejor los distingue
son los motivos y las circunstancias de su instalación. Nos referimos, en particular, a la
actitud filosófica y política orientada, en convivencia con otros, a la búsqueda de nuevas
verdades y a la necesidad de exaltación de la naturaleza para sostener y experimentar la
práctica de vivir.
Las personas se juntan para realizar una transformación material, subjetiva e
intersubjetiva de sus formas de vida. Por ello, destacamos este caso de estudio como
síntoma de la formación de una nueva, creciente y multiforme contratendencia: la
tendencia al recurso neonaturista y neoarcaico (Morin, 1995). El término “recurso” es
importante porque marca la forma en la que se piensa y se experimenta el cambio de
residencia, cuyo fin es la urgencia de satisfacer una necesidad vital. ¿Qué necesidad? La
de retroceder hacia la pregunta esencial del habitar que se planteaba Martin Heidegger
(1951); la de llevar adelante una práctica que vaya más allá del hecho de vivir en un
lugar, si no de sentirlo, de apropiárselo, de reinventarlo. Esto implica, entre otras cosas,
proteger, conservar, cuidar, velar por el crecimiento de ese lugar donde se vive y del
mundo. Esta concepción del habitar aparece con fuerza cuando se refieren, por ejemplo,
al cuidado del ecosistema natural y con ello al rechazo de los alimentos transgénicos, a
una educación basada en la agricultura biodinámica y la agroecología y la producción
de artesanías; al mismo tiempo que se pulsa por un modelo de convivencia asentado en
la solidaridad y el apoyo mutuo.
Además, la experiencia descrita autoriza vivencias personales que encuentran
legitimidad en un conjunto de creencias acerca de eclécticas disciplinas terapéuticas que
denominan “herramientas de vida”. Las prácticas holísticas, utilizadas para el
autoconocimiento y la expansión de la conciencia y el cuerpo físico, remiten a una
lógica sensorial y afectiva por sobre la racional.
Hemos dado cuenta de que en el pueblo se produce la confluencia de experiencias
urbanas y rurales que al enlazarse configuran la emergencia de un nuevo espacio
(percibido, imaginado y practicado). Lo emergente deviene no solo en encuentros sino
en tensiones entre nativos e inmigrantes, entre nuevos y viejos habitantes, entre
“lugareños” y “espirituales”13.
De esta manera, la identidad de la localidad serrana se va delimitando a partir de los
límites que establece la articulación de un “nos/otros”. Es decir, deviene del
entrecruzamiento de una diversidad de grupos con características socioculturales
diferentes (“hippies”, “gringos”, “lugareños”) que organizados en círculos despliegan
una socialidad del “entre nos”. Esta situación queda habilitada por un proceso
comunicativo que va configurando no solo la identidad local, sino una memoria
colectiva fundada en la diversidad de procedencias, pertenencias, tradiciones y valores.
Para indagaciones futuras, consideramos que la neorruralidad implica una dimensión
espacial, en el sentido de un traslado por parte de un grupo urbano hacia el campo, y
una relación conflictiva entre la población foránea y la residente, que es necesario tener
en cuenta en términos territoriales. En tal sentido, se nos abren nuevos interrogantes
acerca de cómo es transformado el espacio a partir de la irrupción de los nuevos
habitantes, más allá de la autosegregación que imprime fronteras físicas y simbólicas
entre unos y otros.
13
Un análisis extendido de las relaciones y tensiones entre “lugareños” e inmigrantes urbanos puede
encontrarse en Trimano (2016).
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La problemática presentada nos anima a explorar nuevas sugerencias y búsquedas
sobre el estudio del habitar y de las formas de ver, practicar y sentir las aglomeraciones
de menor escala por actores situados social, temporal y espacialmente. Son actores que
promueven una ética para vivir y hacer mundo de una manera diferente a la estipulada
en el régimen semiótico del capitalismo.
La reconfiguración de poblaciones rurales, atravesadas por lo urbano, corporiza la
emergencia de “otras” configuraciones heterogéneas y conflictivas; aquellas que surgen
de la “unión en el intersticio” (Trimano, 2014) de trayectorias disímiles. Este acontecer
marca el ritmo del cambio, ya que hemos constatado, de manera empírica, que algunos
conceptos se desvanecen, pierden sus componentes o adquieren otros en ambientes
diferentes. Por tanto, las nociones de neorruralidad y de ecoaldea, han sido utilizadas
como categorías de la experiencia para pensar espacios de lo posible desde un proceso
reflexivo-activo elaborado por los protagonistas. El reto es comenzar a crear nuevas
nociones para pensar los mundos que habitamos.
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Luciana Trimano es Doctora en Comunicación Social. Investigadora Asistente del Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Centro de Investigaciones
y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS), Universidad Nacional de Córdoba (UNC),
Argentina.
Marianne von Lücken es Magíster en Investigación en Ciencias Sociales. Facultad de Ciencias
Sociales. Universidad de Buenos Aires/Instituto de Investigaciones Gino Germani-Fsoc-UBA.
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aposta
revista de ciencias sociales
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El terrorismo entre 2001 y 2018: crónicas de un mundo
globalizado
Terrorism since 2001 to date (2018): Chronicles of a globalized world
Maximiliano E. Korstanje
Universidad de Palermo, Buenos Aires (Argentina)
mkorst@palermo.edu
Recibido: 18/08/2018
Aceptado: 23/10/2018
Formato de citación:
Korstanje, M.E. (2019). “El terrorismo entre 2001 y 2018: crónicas de un mundo globalizado”.
Aposta. Revista de Ciencias Sociales, 81, 119-136,
http://apostadigital.com/revistav3/hemeroteca/maxi6.pdf
Resumen
En el presente ensayo discutimos críticamente el fin de la sociedad del riesgo como
modelo analítico para sentar las bases que nos permitan comprender los cambios
recientes en materia de cultura, política y economía. La sociedad del riesgo tal y como
fue imaginada por Beck, Giddens y los sociólogos postmodernos ha desaparecido,
dando lugar a una nueva y más refinada versión, el capitalismo mortuorio. A diferencia
del riesgo que ponía a los ciudadanos en igualdad de condiciones, en el capitalismo
mortuorio el valor cultural fundante es el sufrimiento de otros como condición para
maximizar el placer. El terrorismo, en este contexto, provee la materia prima esencial al
sistema y crea una situación paradojal ya que las audiencias globales se consternan con
las imágenes que invaden sus hogares sobre guerras civiles, ataques terroristas y miseria
en todo el mundo, pero adictivamente no pueden resistirse a seguir consumiéndolas.
Palabras clave
Miedo, Terror, Terrorismo, Capitalismo Mortuorio, Consumo.
Abstract
Moved by the goal of paving the ways of a new theory which would be helpful to
expand the current borders of modernity, we discuss critically the end of the risk
society. As it was formulated by Beck, Giddens and other senior sociologists, the theory
of risk has gone forever, resulting a more refined version of global capitalism, we have
dubbed as Thana Capitalism. Unlike what Beck noted, that risk equaled the levels and
status of citizens, in Thana Capitalism the suffering of others (death) is commoditized as
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the mainstream cultural value. This not only seems to be the key factor towards pleasure
maximization, but terrorism in this context provide with the necessary commodity in
order for productive system to be strengthened. However, it creates a paradoxical
situation simply because while global audiences are terrorized by the media coverage or
the rise of radical groups, they do not let stopping of consuming death-related news.
Keywords
Fear, Terror, Terrorism, Thana Capitalism, Consumption.
1. Introducción
En el presente trabajo exploramos las raíces políticas del terrorismo y confrontamos
con aquello que Freddy Timmermann llama “la cultura del terror”, un espejismo
ideológico disciplinario tendiente a paralizar la participación ciudadana y partidaria
(Timmermann, 2014). Particularmente, existen interesantes correlaciones que puede
inferirse de la forma en que el aparato productivo y el terrorismo se encuentran ligados.
En este sentido, se puede observar que el estado nacional apela al terrorismo para
fomentar políticas que de otra forma serían ampliamente rechazadas (Korstanje, 2015;
2016). El terrorismo, siguiendo a Glucksman (2005), abre las puertas para una dialéctica
del odio entre un grupo insurgente que se camufla entre la población para planificar su
próximo ataque y un estado, el cual incapacitado para establecer el orden apela a la
tortura como única forma de recolección de información. Claro que, como enfatiza Scott
Parker (2010) en su análisis de la tortura en la serie televisiva Lost, los límites éticos de
la misma radican en su propia inefectividad para conseguir información legalmente
certera. En parte eso sucede porque quienes son acusados de ser sospechosos
rápidamente liberan información falsa con el fin de que su martirio cese mientras que en
otras ocasiones incluso pueden desconocer realmente los pasos de la célula a la cual
representan. No menos cierto es que en ocasiones se emplea a favor la situación de
inestabilidad social para desalentar la presión sindical o introducir políticas económicas
que precarizan a la masa laboral (Skoll, 2016).
Por ese motivo, en la primera sección del presente trabajo exploramos la importancia
del comprender el terrorismo, el cual erosiona no solo los pilares democráticos de una
sociedad sino que además sienta las bases para la legalización de la tortura como
método disciplinario. En este sentido, el temor es el factor clave que permite que la
división republicana ceda frente a la necesidad de mayor seguridad. En la segunda
sección, indagamos en las diferentes posiciones de autores de diversos continentes
respecto a que es y cómo opera el terrorismo, mientras que en la tercer sección se
establece como eje temático la conexión simbólica entre los grupos terroristas y los
medios de comunicación masivos. Los grupos de información mediáticos necesitan del
terrorismo para aumentar sus ganancias, a la vez que estos últimos apelan a un mundo
globalizado para dar a conocer sus actos. En el presente trabajo nos adentramos en el
fascinante pero misteriosa cultura del temor mediatizado. Por último, pero no por eso
menos importante, es necesario introducir ciertos elementos que nos ayuden a
comprender nuestra fascinación por la crueldad que despierta el terrorismo. Según
nuestra postura, la sociedad del riesgo se caracterizaba por la necesidad constante de
protección. Los ataques se perpetraban sobre personas importantes como ser jefes de
policía, políticos e incluso presidentes (como en el caso de W. McKinley presidente
estadounidense asesinado por un anarquista). No obstante, en la actualidad y luego del
9/11 asistimos a una nueva forma de hacer terrorismo, más descentralizada, global y que
toma como víctima a personas indefensas, la mayoría de ellos turistas que se disponen a
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pasar sus vacaciones en alguna costa africana o europea. Como advierte Baudrillard, en
una sociedad que se encuentra enmarcada por el simulacro, el terrorismo lejos de
transformarse en una amenaza real para el capitalismo, provee del oxígeno necesario
para subvertir la conciencia critica dentro de un espectáculo del desastre, diseñado y
establecido desde un futuro que nunca llega. Desde esta perspectiva, intentamos
producir un modelo teórico que vincule en forma integradora la experiencia de los
países latinoamericanos en la década del 70, los cuales tienen mucho para decir sobre el
tema, con el terrorismo internacional de hoy día. En sus diferencias pero también en sus
coincidencias, la violencia ha tomado nuevas formas desde donde se introduce al temor
como eje fundante de una sociedad que tiende hacia la no-política (Timmermann, 2014).
Por último, discutimos la postura minimalista del derecho cuyo máximo exponente es
Cass Sunstein, profesor de la Universidad de Harvard, con el fin de comprender la
compleja relación entre el terrorismo, la tortura, y el estado de derecho en las sociedades
capitalistas1.
2. La importancia de discutir el terrorismo
El terror puede ser generado de muchas formas, pero existe una de ellas anclada en la
necesidad política de confrontación, el terrorismo. Si bien sus objetivos pueden
catalogarse como estratégicos, su principal propósito apunta a crear situaciones de
inestabilidad política, debido a que dentro del territorio o en sus bordes, existen ciertos
grupos que consideran que el estado central los ha tratado de forma injusta. En este
sentido, lo que para uno puede ser un terrorista, para otro puede ser un “luchador de la
libertad”. Las acciones de los grupos mal llamados “terroristas” están fundadas en
problematizar en forma abstracta sobre ciertas realidades intentando quitarle al Estado
el uso monopólico de la fuerza. Como bien han estudiado McCauley y Moskalenko
(2008), existe una creencia errada de que los terroristas son personas sádicas, nacidas
para hacer lo que hacen, destinadas por el grado de su maldad a asesinar a otros a sangre
fría. Los especialistas sugieren que nada dista más de la realidad que dicha afirmación.
Las personas se radicalizan en forma gradual y casi la mayoría de ellos apela a
cuestiones emocionales para reclutarse en un grupo. Ya sea recomendados por un
amigo, o una novia, los postulantes buscan no solo el afecto sino la estima de sus pares.
La mayoría de las personalidades que forman parte de las células terroristas han
desarrollado una imagen negativa y peyorativa del mundo que les rodea. Por lo general,
tienden a justificar sus propios actos con situaciones que son emocionalmente
construidas pero que carecen de una realidad sustancialmente histórica, luchan contra
objetivos abstractos como el fin de Occidente, o la destrucción del capitalismo. Empero,
como sugieren McCauley y Moskalenko (2008), muchas personas que adhieren a estos
fines jamás desarrollaran la virulencia necesaria para asesinar a otros. Para que dicha
radicalización se consolide es necesario que el candidato sea extirpado de su grupo
primario, resocializado en grupos geográficamente aislados de no más de tres personas,
con el fin de regularle su consciencia critica. Ello se debe a que de mayor cantidad de
miembros mayores son las discrepancias.
Por otro lado, es necesario destacar que la violencia ayuda a estos grupos
radicalizados a visibilizar la idea que el Estado es incapaz de proteger a sus ciudadanos.
Ello no solo genera un alto grado de angustia en la población sino también puede
1
Sunstein desarrolla un modelo para la comprensión del riesgo que versa en la necesidad de rescatar la
racionalidad occidental como el instrumento posible frente al populismo. Para Sunstein, el populismo es
la demanda constante por parte de la ciudadanía respecto a temas que se encuentran bajo la órbita de los
expertos. Sunstein parte de la base que nuestra mente se encuentra sujeta a sesgos mentales y emocionales
que pueden llevarnos a reclamar políticas que son nocivas para nosotros mismos.
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destruir el orden social vigente2. Al respecto, adscribe Corey Robin (2009), el
terrorismo facilita la opción del Estado de ejercer “temor” en la población con el
objetivo de sujetarlos políticamente, pero el terrorismo no se acaba en esa definición
sino que la trasciende los bordes del mismo estado-nacional. Todo sentimiento de
miedo, como lo imaginamos, conduce voluntariamente al sujeto a la apacible
tranquilidad de la vida pero lo obliga a renunciar a ciertas actitudes de resistencia
(pasividad). Los eventos traumáticos nos aíslan de la vida social y reducen nuestro yo a
la dependencia de mayor seguridad. El miedo se construye, de esta forma, como una
base o trampolín hacia la dominación de las controversias subyacentes antes del
momento crucial que ha despertado a la sociedad. Ese momento mítico es reinterpretado
siguiendo una lógica bipolar de amigo/enemigo y genera la movilización de recursos
humanos o materiales con fines específicos. En el arquetipo del enemigo, por regla
general, se deposita una serie de estereotipos con el fin de socavar su autoestima y
masculinidad. Demonizados no tanto por lo que han hecho sino por sus conductas
sexuales, atribuimos a ellos grandes desordenes psicológicos. La incorregibilidad de
estas anomalías conlleva a la idea de confrontación y posterior exterminio. El miedo
como sentimiento primario sub-político debe ser comprendido en tanto resultado de las
creencias se encuentra vinculado a la ansiedad. En este contexto, Robin sugiere que el
miedo político no debe entenderse como un mecanismo “salvador del yo” sino un
instrumento de “elite” para gobernar las resistencias dadas del campo social. Éste, a su
vez, posee dos subtipos: interno y externo. El miedo externo se construye con el fin de
mantener a la comunidad unida frente a un “mal” o “peligro” que se presenta ajeno a la
misma. En otros términos, esta amenaza atenta contra el bienestar de la población en
general. Por el contrario, el segundo tipo surge de las incongruencias nacidas en el seno
de las jerarquías sociales. Cada grupo humano posee diferenciales de poder producto de
las relaciones que los distinguen y le dan identidad. Aun cuando este sentimiento
también es manipulado por grupos exclusivos, su función es la “intimidación” interna 3.
Para Revel (1989), los hechos asociados al terrorismo parecen más vinculados al “fervor
religioso” que a cuestiones de índole políticas. Los efectos traumáticos que implica el
asesinato de inocentes adquieren un carácter justificativo por el cual el líder religioso
proclama una gesta heroica frente a un Estado corrupto y maligno. Esta forma de
generar entusiasmo en la población toma la supuesta “vulnerabilidad del Estado como
signo de maldad e injusticia” a la vez que coloca sus demandas como dignas y divinas.
Los grupos fundamentalistas proclaman que Dios está siempre de su lado.
En forma contraria, Chomsky (2010) define al fenómeno como un mecanismo creado
por la elite opera desde lo ideológico cuyo objetivo central es hacer desaparecer ciertas
realidades incómodas o que amenazan forma de vida preexistente. El principio
epistemológico del terror es evitar el cambio social. Mientras Chomsky sostiene que en
efecto el terrorismo apela al uso indiscriminado de la violencia, los aparatos de
propaganda simplemente transforman “el terror” según sus propios intereses de grupo.
La narrativa y su contenido no solo dicen a qué temer sino imponen interpretaciones a
ese sentimiento4. En forma análoga, Bernstein explica que el “terrorismo” puede ser
2
El término blowback deviene del inglés, y significa contragolpe. Se lo emplea para significar una
reacción imprevista frente a una intervención militar. La intervención militar directa de los Estados
Unidos a Medio Oriente ha generado efectos negativos para la región en lo económico y lo político
(Johnson, 2004).
3
El temor tiene una raigambre que escapa al orden moral pues se impone por el ejercicio de la fuerza.
Para Robin por ese motivo, el temor y el poder se encuentran inextricablemente unidos (Robin, 2009).
4
Chomsky hace una lectura del terrorismo como instrumento inseparable de la lógica neoliberal, la cual
instrumentaliza al otro para cumplir los propios objetivos.
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definido como un sentimiento político en donde convergen no solo una idea inacabada
del mal, sino también una intención de “trivializar toda existencia humana”. Bernstein
discute la manera en que la corrupción, aún dentro de los sistemas democráticos, puede
ser manipulada y transformada en una construcción de expansión ideológica. El voto
universal, no es prerrequisito suficiente para afirmar que un país sea considerado
democrático o no; lo que constituye el eje central de la misma es la capacidad de
dialogar e intercambiar posiciones. Una de la características de las mentalidades
dogmáticas que intentan imponer su forma de pensar versa en la idea que Dios apoya su
causa y a través de esta incuestionable legitimidad construyen un eje discursivo sobre el
otro dependiendo de sus intereses. Así, nacen en nuestro mundo moderno la idea del
mal caracterizado por la religión islámica en contraposición a un supuesto occidente que
se reivindica como el brazo armado del bien y que se cree en el deber moral de
enfrentar-se con ese otro diferente. Paradójicamente, la administración Bush a medida
que intenta expandir su democracia fundamenta las bases para la imposición de una
oligarquía autoritaria e irracional. De ello se desprende la idea que mientras Estados
Unidos promueve el régimen democrático y el respeto por la ley desde su monopolio de
bancos e instituciones de créditos, con la excusa de intervenir militarmente aquellas
naciones que no respeten la legalidad occidental, oculta sus prisioneros de guerra,
violando un claro tratado, en Guantánamo, Cuba. El miedo que despierta toda guerra
apela a una nueva forma de hacer las cosas en donde el fin justifica los medios, y se
caen en un claro abuso ético de lo que el mal representa (Bernstein, 2005).
2.1. Terrorismo, violencia política y democracia
José Saramago afirma que si la Grecia clásica del siglo V promovía la democracia
como una forma de pluralismo deliberativo, fue luego del advenimiento del Imperio
Romano que el poder económico se apoderaría de ciertos elementos autoritarios para
imponer un adoctrinamiento extendido en donde el latifundio y la conquista territorial
jugaron un rol esencial. Mismas observaciones puede aplicarse hoy, dos mil quinientos
años después al papel americano y su construcción alrededor de la democracia
partidista. La democracia deja de ser el “gobierno del pueblo” cuando se subsume a las
presiones de los partidos políticos, las corporaciones económicas y los parlamentos
todas ellas, instituciones propicias a la corrupción institucional (Saramago, 2011). Para
algunos autores como Michael Ignatieff, el terrorismo puede moverse dentro de la
democracia con total libertad pues la ley liberal es su principal aliado5. No obstante, la
democracia –que para Ignatieff es la mejor forma de organización conocida– corre
riesgo de muerte si la política cede al mensaje terrorista. Para ello, se deben establecer
los resortes legales dentro de la sociedad para legitimar practicas –si se quiere de
tortura– con el fin de proteger a los más débiles, en este caso la población (Ignatieff,
2013).
Si hasta ahora se ha visto en los abordajes que el principal elemento del terrorismo es
su capacidad de generar temor en la opinión pública, aún no queda del todo claro cómo
opera. Partiendo de la idea que el hombre se dirime entre dos tendencias antagónicas,
ser controlado o partir hacia la libertad, Soyinka escribe sobre la necesidad de mitigar
las formas de miedo que engendra la violencia del terrorismo, el cual sólo es posible por
medio de la acción de los cuasi-estados. Estos últimos pueden ser definidos como
5
El estado no sabe cuándo ni donde será el próximo ataque, por ese motivo se puede reservar el uso de la
fuerza de manera legal. La tortura cuando es legalizada por la democracia puede ser usada como forma de
indagación. En forma polémica, Ignatieff asume que la tortura, frente al avance del terrorismo, es el
menor de todos los males.
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grupos humanos corporativos (pseudo-estados) cuyo accionar se inserta por fuera de la
ley atemorizando a todas las naciones del planeta (Soyinka, 2007).
En resumen, tenemos aquí el segundo elemento que constituye al terrorismo, el
ejercicio de la violencia. Ianni (2003) explica que además de ser un acto de violencia
política, el terrorismo no es un fin en sí sino un método para lograr ciertos objetivos. En
parte, el fundamentalismo anglosajón y su tesis de la ejemplaridad ética ha llevado a los
Estados Unidos han mantenerse a mantenerse en una posición cómoda pero aislada
respecto al problema. Por lo menos, hasta haber sufrido el ataque en el propio territorio.
Por medio de la manipulación de la interpretación de la historia, los gobernantes
señalaron al mundo musulmán como la cuna del fundamentalismo, cuando en realidad,
los colonos americanos sentaron las bases para el fundamentalismo protestante algunos
siglos antes. ¿Por qué Estados Unidos que era una potencia financiera y militar fue
blanco de unos de los peores ataques en la historia?.
Para responder a esta cuestión es necesario detenerse en el trabajo del polémico
filósofo francés Jean Baudrillard (2011), quien considera que el 11 de Septiembre ha
sido un acontecimiento que interpela a lo simbólico. Las torres gemelas, además de ser
un símbolo del poder comercial de los Estados Unidos, eran idénticas. En el mundo de
la clonación, como forma de hacer entes idénticos, el terrorismo despierta en mensaje de
singularidad. Lejos han quedado las estructuras arquitectónicas jerárquicas ya que hoy
día la competencia se ha ensanchado de tal manera que se presenta como homogénea. El
mensaje oculto del terrorismo, según Baudrillard, puede ser comparable al cuento de
Nasreddin, un pastor que diariamente pasaba sus ovejas con sacos por la frontera hasta
que un buen día, un guardia pregunta a Nasreddin: “¿Usted está pasando cosas de
contrabando?”, y el pastor responde “yo sólo estoy pasando ovejas”. El intercambio
simétrico que plantea el mundo moderno es no solo desafiado sino alterado por “el
intercambio imposible de la muerte”. Dicho intercambio queda imposibilitado por el
suicidio “del terrorista”, el cual produce un acontecimiento en un sistema plagado de
sentido. En consecuencia, el terrorismo siempre trata de desafiar al sistema por medio
de una táctica imposible de responder si no es por la propia destrucción. El poder no
puede hacer absolutamente nada contra la voluntad de suicidio, el cual es suficiente para
restablecer la singularidad alterando el intercambio binario generalizado propio del
mundo occidental6.
Aun cuando, hasta principios de siglo XXI los ataques no se habían adjudicado
grandes daños o víctimas, la realidad es que en las últimas décadas grupos radicalizados
en Medio Oriente han operado con una mayor crueldad y virulencia (Moten, 2010). De
esta forma, Piazza explica que surgen dos formas contrastantes de practicar la violencia
terrorista. Una forma primaria de terrorismo más vinculada a demandas específicas que
obedece a que se hable de una política frente a determinado problema. Entran en esta
tipología estratégica, el Ejército Revolucionario Irlandés, JAMAS, y ETA entre otras.
Pero a este grupo se le contrapone uno más radical cuyas demandas no quedan del todo
claras pero cosechan adeptos en todos los continentes del planeta. Estos grupos añoran
la destrucción total de una forma de vida o cultura y no necesariamente apelan a la
separación de un territorio. A la vez que la globalización acrecienta las distancias entre
países centrales y periféricos, el sentimiento de rechazo hacia occidente se recrudece y
con ella, se multiplican las células terroristas (en la tipología abstracta) (Piazza, 2009).
¿Explica lo que hemos discutido porque el terrorismo despierta un rechazo
generalizado?
6
En Baudrillard (2011), el terror no posee un objeto acabado, sino que simplemente nace de la
interpretación del signo. Es por ello que la violencia terrorista es más real y cruel que cualquiera, pues no
admite limites ideológicos.
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Para Schmid, la tradición legal romana se ampara en dos formas de vincular el
desvío: aquello que está mal y prohibido (mala prohibida) y el mal propiamente dicho
(mala per se). El primer concepto se refiere a cualquier acto de crimen premeditado que
trasciende a la ley humana y que por lo tanto debe ser reprimido por la sociedad. El
segundo, más complicado, adquiere la categoría de “mal extremo” el cual atenta contra
la sociedad misma y debe ser erradicado en consecuencia. La forma en que el terrorismo
utiliza y explota a los más vulnerables, para conseguir sus fines, lo ubica según Schmid
en la categoría de un mal extremo. El terrorismo, además de ser un crimen, tiene
particularidades que lo definen como un proceso de fragmentación. Mientras cualquier
asesinato local tiene la función de unir a la sociedad en repudio y aferrar al hombre a
sus leyes, el crimen terrorista es caótico y lleva a la separación. Por lo tanto, el
terrorismo se hace fuerte no solo siendo una nueva política por otros medios, sino por la
presencia de los siguientes elementos: a) crimen, b) comunicación, c) fundamentalismo,
d) estado de guerra, e) política (Schmid, 2004).
En perspectiva, Virilio afirma que las grandes urbes se han reciclado en una
“aglomeración memorial” de un pasado objetivado. La era del conformismo visual y
mediático transforma a las guerras, residuos de los avances técnicos, en meros
espectáculos o dramas pasionales. Lo importante en este proceso no es el mensaje, sino
la velocidad con la que cada episodio reemplaza al otro en forma sucesiva. En este
sentido, la compleja tesis de Virilio se esmera por probar que la imposición de la
imagen informativa genera una psicosis colectiva. El miedo es un ingrediente básico de
la fantasía, pero su teatralización persigue fines de hegemonía política. Esta figura de
dominio se construye tanto por lo transmitido como por lo excluyente, como las
diversas bombas arrojadas por el ejército estadounidense en poblaciones civiles; y cuya
constatación se encuentra ausente en cualquier museo7. Por ese motivo, Virilio
denomina Ciudades-Pánico a las aglomeraciones cuya catástrofe más evidente es su
propio existir. El caos y el desorden transmitidos por los medios informativos llevan a la
reclusión de los hombres en grandes ciudades, con la esperanza de encontrar seguridad
por medio de mecanismos sustitutivos como el consumo generalizado (Virilio, 2007).
3. El terrorismo en América Latina y en el mundo hoy
Las contribuciones de Corey Robin (2009) a nuestro trabajo son múltiples, pero
preferimos quedarnos con una de ellas, la cual sugiere que cada cultura desarrolla sus
propios miedos con el fin de establecer sus propios mecanismos salvadores
(disciplinarios). En este sentido, podemos observar la diferencias a la hora de tratar al
terrorismo que han empleado los países latinoamericanos en la década del 70, y Estados
Unidos en la actualidad. Mientras los primeros tendieron a erradicar a un llamado
“enemigo interno”, el cual era considerado una amenaza, en la actualidad ese otro se
corresponde con la alteridad. En otras palabras, como sugiere Timmermann (2014 y
2016)8, desde sus inicios el principal objetivo del estado nacional fue consolidar su
legitimidad persiguiendo, controlando y erradicando al enemigo interno que desafiaba el
orden estamental hispano-lusitano. Si bien los diversos grupos étnicos en América
Latina fueron experimentaron una gran misceginación, no menos cierto es que en la
7
El pensamiento de Virilio se inscribe dentro de una camada de pragmatistas apocalípticos, los cuales
sostienen que la velocidad erosiona no sólo la relación sujeto espacio, sino también las bases del ethos
social.
8
Si bien Timmermann toma prestado la definición de Corey, su posición es diametralmente diferente.
Timmermann sostiene que el temor es parte del sistema político y puede llevar al pánico cuando se ejerce
una violencia extrema. Ese sentimiento de pánico ha permitido en América Latina la introducción del
neoliberalismo como política de estado.
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pirámide étnica los europeos han tomado un rol protagónico (Korstanje, 2006). Durante
siglos, las elites europeas consideraron al aborigen como el enemigo interno a vencer, y
establecieron canales de disciplinamiento con el objetivo de doblegar su resistencia
(Guidotti Hernandez, 2011). Como sugiere Miguel Ángel Centeno (2002), los estados
latinoamericanos se vieron ajenos a las dos grandes guerras mundiales que diezmaron
Europa, y en por ello, han fracasado con la disciplina necesaria para poder regular su
déficit fiscal. Endeudados en el extranjero y preocupados por ese enemigo interno
siempre solapado, las elites latinoamericanas se han debatido su historia entre la sangre,
la cual subyace en la violencia interna y la deuda. Por el contrario, los anglosajones
establecieron un sistema donde ese otro diferente quedaba totalmente excluido de la
vida civil. Su temor al extranjero no solo sentaba las bases para un orden social
controlado por los blancos Anglos, sino históricamente se han visto imposibilitados de
establecer un puente con otras naciones fuera de su lógica intervencionista. Dentro del
seno de los Estados Unidos de América, el miedo al diferente genera un sistema de
cohesión en donde ciertas barreras jurídicas son derribada y se le confiere al poder
ejecutivo mayor preponderancia sobre los otros poderes (Simon, 2010).
Esta realidad cultural explica porque mientras los estadounidenses y los europeos
depositan en el musulmán sus temores movilizándose en la esfera pública, los
latinoamericanos en la década del 70 tomaron el camino inverso, se recluyeron en sus
hogares y cedieron la esfera pública a los grupos en pugna.
4. ¿Qué es el terrorismo?
En un trabajo por demás interesante, Martha Crenshaw establece que el terrorismo no
sólo escapa a explicaciones simplistas que llevan a suponer que el resentimiento que
demuestran muchos de estos grupos subyace en la pobreza o en la falta de instituciones
democráticas, de la misma forma que cuestiona a la religión o la diferencia cultural
como factor clave para la violencia política. No obstante a ello, su funcionalidad se
encuentra limitada por tres axiomas principales, a) provocación, b) polarización, c)
movilización y d) imposición (Crenshaw, 2007).
Particularmente, la mayoría de los grupos terroristas buscan imponer su demanda por
medio de un crimen que produce una provocación directa al gobierno y a la sociedad.
La idea a grandes rasgos apunta a forzar por parte del gobierno un error táctico en
materia política. En segundo lugar, el terrorismo se ve limitado de florecer si no existe
un contexto previo de división o crispación que permite instalar discursos radicalizados;
y es, entonces, por la imposición de estos discursos que los lideres pueden movilizar
recursos, capitales y personas en post de un objetivo definido. Por último, pero no por
eso menos importante, la imposición de una agenda política como ser el retiro de
fuerzas de ocupación de una nación, o forzar un proceso independentista son algunos de
los lemas desde donde operan los grupos terroristas.
Por su parte, Saint-Pierre (2003) sugiere la necesidad de conceptualizar al terrorismo
como una forma de violencia nacida de la conflagración de dos o más actores en
desigualdad de fuerzas, hecho último que evita que uno de los dos inicie un ataque
abierto. Este puede asumir tres niveles de operación diferente: táctico, estratégico y
político. En la fase táctica, el grupo intenta ganar mayor atención del estado
contribuyendo a crear un estado de shock sostenido en donde el sobreviviente que puede
narrar lo sucedido tiene más valor que el muerto. La vulnerabilidad de algunos actores
es la pieza clave para comprender porque se accede a este tipo de métodos de batalla.
Segundo, el ataque genera un estadio generalizado de miedo el cual es utilizado por el
grupo disidente como un arma de presión (nivel estratégico). Por último, el estadio
político apela a crear un mensaje, por medio de la expoliación de los más vulnerables,
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en donde el Estado deba reconsiderar la demanda. Personas que se encuentran en
tránsito, como turistas, en ocasiones son utilizados como blancos humanos de las
demandas insatisfechas debido a que su bienestar depende del Estado anfitrión y su
responsabilidad se encuentra en juego frente a otros Estados.
El terrorismo se hace fuerte por medio de la retórica del odio, adhiere André
Glucksmann, como una forma no asumida de relación conmigo mismo. La crítica a la
posición americana en materia global que promueven los Estados occidentales, para
Glucksmann, no es otra cosa que el antiguo antisemitismo no asumido en la propia
Europa. El miedo al terrorismo es, no solo el espejo de la propia europeidad sino que
representa la excusa que permite evitar a ese otro indeseable a raíz de su supuesta
peligrosidad. En un mundo sin identidad, el pueblo judío se transforma en un obstáculo
que debe ser eliminado. En un mundo subsumido por la fragmentación, la
desterritorialización y la despersonalización, el ideal judío como pueblo elegido cuya
identidad continúa presente en Europa, aunque sin un territorio fijo en ese continente,
representa la negación misma de la modernidad. El odio hacia ese “ser judío” alimenta
un discurso corrosivo mientras el miedo agrava su segregación (Glucksmann, 2005).
Entendemos el terrorismo como una dialéctica del odio que une no solo a un estado
incapaz de preservar el orden, sino a un grupo de insurgentes quienes en calidad de un
objetivo abstracto usan la violencia como forma coactiva y coercitiva. En este sentido,
el factor constituyente del fenómeno no es el temor como sugiere la literatura
especializada, sino el poder de instrumentalización en pos de los objetivos propios; y en
este punto claro está, la racionalización juega un rol importante. Por tanto, el terrorismo
es una construcción nacida del seno de la cultural capitalista que apunta a
instrumentalizar al otro con el objetivo de transformarlo en un medio para un fin
superior (Korstanje, 2015; 2017). En forma reciente, se ha visto que existe una
simbiosis por demás particular entre la televisión y el terrorismo. De este tema nos
ocuparemos en las secciones próximas.
5. El terrorismo y los medios masivos de comunicación
En los últimos años una batería de nuevos estudios críticos han focalizado en la
extraña relación que existen entre los medios masivos y el terrorismo. Como argumenta
Teresa Sabada (2008), mientras la cobertura mediática de Atocha ha generado un alto
costo al gobierno español, el 11 de Septiembre fue inaugurado como un evento
ejemplar, el cual no solo ha permitido la movilización de recursos a nivel interno sino la
invasión a dos países soberanos como Afganistán e Iraq (Howie, 2012). En forma
evidente, algunas voces han sugerido que los terroristas no buscan aniquilar a una
civilización por completo sino simplemente administrar la mayor cantidad de temor
posible. En su reciente libro El Gran Terror (2014), el profesor Timmermann sugiere
que el ejercicio de la violencia extrema que se ejerce en contextos de terrorismo
obedece a la conformación de un discurso paralizante, el cual tanto disciplinario como
observador, apela al terror como eje fundante del ethos-político y social. Este
sentimiento impuesto de terror es parte de un dispositivo disciplinario más amplio
orientado a introducir demandas que de otra forma serían rechazadas por la ciudadanía
en general. En parte, adhiere Timmermann, existe un componente semiótico del terror
que se transforma en discurso con el fin de controlar al enemigo interno. En este
sentido, cabe reflexionar sobre las diferentes formas de cubrir los atentados terroristas
en la década de los 70 y en la actualidad. Por su parte, una de las voces autorizadas en el
estudio del terrorismo norirlandés, A. Feldman (1991), observa que “la lucha armada”
en Irlanda del Norte ha arrojado interesantes resultados respecto al rol del cuerpo como
construcción dispuesta dentro de los límites del capitalismo. Aun cuando, el Ejército
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Republicano Irlandés no inauguró un clima de violencia, sino que capitalizó la
atmosfera preexistente en donde el irlandés anónimo era visto como un peleador
callejero –figura situada en contraposición al caballero inglés–, ponía su cuerpo a la
violencia británica. Por el contrario, el terrorista no solo actúa en el anonimato sino que
digitaliza la violencia por medio de dispositivos en donde su cuerpo no se encuentra en
litigio. El ataque se planifica racionalmente y se organiza desde afuera al teatro de
operaciones con el objetivo de producir un daño sobre personas de las cuales poco se
sabe o simplemente no se conocen previamente. Una vez apresado el terrorista, el
estado ejerce una violencia real y simbólica, que retorna su subjetividad perdida. Lejos
de justificar la violación de los derechos civiles, impuestos por la tortura, Feldman
infiere que el terrorismo de por sí implica una dialéctica de la violencia que llama a
prácticas asociadas a la tortura. No obstante, los actos de ETA o en este caso IRA
estaban legalmente tipificadas dentro de una categoría instrumental de la violencia. Los
insurgentes no solo no eran considerados terroristas, sino personas civiles que habiendo
tomado las armas confrontaba con el estado, sino que además no existía sobre el
fenómeno esa connotación ético-moral introducida por el neoliberalismo en la década
de los noventa, condición que legitima el 09/11.
Este aspecto es brillantemente explicado por Lisa Stampnitzky (2013), docente de la
Universidad de Sheffield en Reino Unido, quien sugiere que el terrorismo como
disciplina ha sido establecido por una elite intelectual, la cual reacia al poder político
intentó –en sus comienzos– a tematizar sobre la violencia política. Si bien en sus
orígenes, la disciplina mantenía una posición difusa, donde la violencia civil era
consideraba instrumentalmente como un fin para lograr un objetivo, en la actualidad el
discurso apunta al terrorista como un enemigo manifiesto de la democracia, y que en
razón de tal pierde ciertos derechos que le son inexpugnables. Demonizar al terrorista
implica no solo tener una creencia sesgada acerca de sus motivos, sino clausurar el
entendimiento a lo que es manifiestamente maligno. Con el discurso neoliberal, la
década de los 90 enfrentó serios dilemas éticos respecto sobre qué es y cómo opera un
grupo terrorista. Dicho concepto de instrumentalización ha dado lugar a formas
intelectuales más radicalizadas donde el terrorista llegó a ser enmarcado dentro del
rango moral. Esta posición le ha permitido a ciertos estados no solo deprivar a todos los
sospechosos de sus derechos básicos –por ejemplo a un juicio justo– sino además sentar
las bases para un espectáculo que retroalimenta la idea –siempre presente– que el
terrorismo es un mal universal, que todas las democracias deben enfrentar y vencer;
claro que esta posición moralista ha llevado a que los especialistas obtengan resultados
difusos y poco claros de sus propias investigaciones que pueden ser distorsionados por
la opinión pública. La eficacia discursiva del estado descansa sobre la clausura a la voz
del otro que implica el terrorismo. Si se parte de la base conceptual que todo hecho de
violencia –la cual no puede ser legalmente fundamentada o aceptada por el estado– se
hace por ajusta a sí misma como una forma terrorista de violencia, a lo cual se le agrega
que el fenómeno es moralmente condenable, entonces, la etiqueta moral sobre ese otro
terrorista silencia su posibilidad de interpelar al estado. Ello sugiere un peligro por
demás particular pues cualquier agente que se presente como un obstáculo al estado
nacional, como ha estudiado Pilar Calveiro (2012), queda sujeto de ser castigado como
un terrorista. En la actualidad, los motivos sobre los cuales el objeto de derecho impone
la prueba parecen hacerse más difusos mientras que las penas se hacen cada vez más
duras. Calveiro (2012) enfatiza en que las definiciones modernas sobre lo que es el
terrorismo o el crimen se han tornado construcciones abstractas que no definen el objeto
sobre el cual recae el derecho, ampliando las posibilidades al ejecutivo de disponer
dispositivos discursivos de violencia acorde a sus intereses. Otros estudios validan la
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misma hipótesis al afirmar que ciertos grupos económicos globales imponen
unilateralmente formas estereotipadas de poder que llevan a criminalizar la protesta del
diferente, o a destruir las bases cívicas del sujeto político por la imposición del temor
(Murillo, 2008), o por la represión ilegal (Entel, 2007). No obstante, todo poder
disciplinario como ha desarrollado Foucault nos recuerda que la amenaza externa –en
este caso el terrorismo– reviste una característica siempre endógena que da sustento al
sistema disciplinario. Foucault sugiere que el virus es a la amenaza, lo que el riesgo es
la vacuna, una forma inoculada cuya peligrosidad queda controlada por el estado, el
cual centraliza su poder no solo por la monopolización del saber, sino por la
organización territorial y la organización de una economía del riesgo (Foucault, 2003).
La amenaza externa es individualizada, despojada de todos sus efectos dañinos para el
sistema e incorporada a la sociedad. De esta observación nace una de las
interrogaciones que nos han guiado en el presente ensayo: ¿Por qué a pesar de causarnos
consternación no podemos dejar de consumir noticias vinculadas al terrorismo? O
expresado de otra manera: ¿el terrorismo en las sociedades globales se ha transformado
en una forma de entretenimiento?
6. ¿Por qué nos causa fascinación el terrorismo?
En abordajes pasados, hemos presentado un argumento por demás polémico y
particular. El terrorismo, lejos de ser una amenaza externa, se sitúa como un elemento
fundante de la cultura capitalista, con los mismos elementos que hacen a la organización
laboral y sindical. El autor elabora una comparación entre una huelga sindical y un
ataque terrorista, en cuanto a que ambos tienen objetivos similares, apelando a la
sorpresa como principal mecanismo de negociación e interponiendo a un tercero como
forma instrumental de coacción. El caso sugiere que el poder disciplinario del estado,
durante el siglo XIX, ha dispuesto de las bases ideológicas del anarquismo (terrorismo)
con el fin de optimizar la matriz productiva, confiriendo a los trabajadores derechos que
les eran negados, y al hacerlo produjo una forma de terrorismo mitigado, y sublimado al
capitalismo global (Korstanje, 2015). En este sentido, no es extraño que en lugar de
invisibilizar los efectos del terrorismo, los medios de comunicación –en tiempos del
capitalismo mortuorio– exacerben en detalle el morbo de la audiencia, anteponiendo con
exactitud el momento en que estalla la bomba, la imagen de los cuerpos mutilados, y
toda aquella imagen que de forma compulsiva interpele la sensibilidad de cualquier
espectador. El terrorismo no es ajeno, sino que es la piedra angular de la sociedad
capitalista moderna.
Por otro lado, el investigador australiano Luke Howie (2012) observa que la lógica
terrorista no parece ser muy diferente a la de una estrella de Hollywood, ya que ellos
buscan la misma atención por medio de la violencia. El elemento central del terrorismo
moderno es la necesidad de imponer imágenes, las cuales buscan intimidar a los
estados-nacionales. Con esa definición, Howie anticipa en forma coherente que el 11 de
Septiembre ha sido un evento bisagra en la configuración de un nuevo mundo donde
prima la necesidad de simulacro y espectáculo. Centrado en un estudio empírico de 105
entrevistas en profundidad, Howie sugiere que la vulnerabilidad otros queda expuesta en
una suerte de teatralización a la vez que ese proceso no podría llevarse a cabo sin una
sociedad que demande o por lo menos esté receptiva a esas imágenes. Para poder
comprender el fenómeno, se hace necesario construir las bases epistemológicas de una
fenomenología del terrorismo la cual no expresa los hechos reales, sino una
reproducción organizada y diseñada por los medios masivos de comunicación. Esta
distinción es importante ya que Howie asume que el terrorismo adquiere capacidad real
de acción en la comunicación. En perspectiva, dicho poder de amplificación se explica
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por la siguiente ecuación. Un australiano geográficamente ajeno al 11-S, situado en un
contexto ajeno al terrorismo siente un pánico indescriptible en comparación con un
estadounidense o un británico, los cuales están en el centro de operaciones del
terrorismo islámico. De alguna manera, el 11-S ha fagocitado una cultura de
espectadores –culture of witnessing– la cual es permeable y dependiente del terrorismo.
Sin lugar a dudas, la serie Friends ejemplifica o mejor dicho ayuda a comprender la tesis
central de Howie. Friends es una de las series televisivas más importantes de Estados
Unidos, o lo era al momento que los dos aviones fueron dirigidos contra las Torres
Gemelas de Nueva York. En las diferentes escenas esta serie, la cual congregaba a un
grupo de amigos, mostraba como telón de fondo una ventana que daba a los famosos
rascacielos. Empero, después del atentado que las derribó, los guionistas decidieron
ignorar lo sucedido y las torres seguían ahí, alimentando un temor insondablemente
asociado a la negación. Todo ello teniendo en cuenta, además, que esta serie de
televisión se filmaba en Los Ángeles, California. Esta dislocación geográfica de la
imagen con el paisaje real es una de las características, dice Howie, de una nueva forma
de capitalismo donde existe un sentimiento de voyerismo como nunca antes (Howie,
2012). La imagen es construida e impuesta por sobre la mente prescindiendo de
cualquier espacio físico real, y por eso puede ser políticamente manipulada.
7. El nacimiento del capitalismo mortuorio y el terror9
Como se ha observado en diferentes abordajes (Korstanje 2016), el capitalismo del
riesgo tal y como lo imaginaban los sociólogos postmodernos ha cedido frente a una
nueva fase de producción, llamada Capitalismo Mortuorio (Thana-Capitalism) el cual
se caracteriza por una propensión a consumir la muerte de otros como principal criterio
de unidad socio-territorial y de entretenimiento. En el Capitalismo Mortuorio, el
terrorismo provee la materia prima necesaria para que las instituciones sociales
funcionen, ejemplifica la necesidad de combatirlo pero a la vez, por medio de los
medios de comunicación se transforma en la principal forma de distención para las
audiencia modernas. Sin los medios de comunicación, el mensaje terrorista jamás
llegaría a su destino y por ende perdería su eficacia. El investigador canadiense
Mahmoud Eid (2014) plantea que la gran fascinación –adictiva– por parte de los medios
hacia el terrorismo radica en la reacción subjetiva que –como en el caso del turismo
oscuro– despierta la muerte de otros. Si los terroristas buscan a los medios televisivos
para que sus demandas sean escuchadas, no menos cierto es que esos medios canalizan
y reproducen esas imágenes con el fin de ganar una mayor audiencia, y con ello
aumentar significativamente sus ganancias. El autor introduce el termino Terroredia, en
inglés, compuesto de “terror + media”. Este espectáculo no solo reproduce las bases
sociales de la violencia que sugiere el terrorismo sino que reconduce el miedo con fines
recreativos, y como sugiere Korstanje (2016), se da una extraña paradoja, pues las
audiencias consideran el material periodístico como repugnante y perturbador, pero
sienten una extraña fascinación por todo aquello que el terrorismo despierta. Si en los
ochenta apenas podíamos obtener imágenes parceladas de los ataques de IRA y ETA, la
mayoría de ellos perpetrados sobre blancos militares o políticos, en la actualidad el
9
El concepto de capitalismo mortuorio ha sido acuñado por Korstanje (2016) en su libro The Rise of
Thana Capitalism and Tourism. En este trabajo el autor se interroga sobre la obsesión por consumir la
muerte de otros como principal criterio de entretenimiento. El autor sugiere que la sociedad del riesgo ha
mutado a una nueva forma de producción donde el sufrimiento del otro es comoditizado e
instrumentalizado para hacer sentir especial al consumidor. De esa forma se fortalece una cultura centrada
en el miedo y el narcisismo como ejes fundantes. El terrorismo se alimenta de dicha lógica proveyendo la
materia prima.
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terrorismo ha enfatizado en viajeros globales como periodistas, turistas y hombres de
negocios, los cuales son decapitados en vivo y en directo o simplemente ofrecidos como
mercancías a un público que los consume 24 horas al día. Por ejemplo, estos parecen ser
los casos del ataque al Aeropuerto de Bruselas el cual es filmado en vivo y directo por
un pasajero, o los crueles atentados de Niza, donde el público filmaba atónito todo lo
sucedido con sus celulares en lugar de intentar detener al conductor. Todos estos signos
nos sugieren que el terrorismo confiere al espectador un placer por demás sublime, el
cual merece ser discutido en futuros abordajes. Nuestra tesis central, defendida en este
ensayo, puede derivarse en dos axiomas fundamentales,
El terrorismo como movimiento político se ha transversalizado, atentando hoy contra
personas que no tienen per se una notoriedad pública. Este proceso de re-flexibilidad es
congruente con la imposición de un simulacro, donde como adhiere Baudrillard, el
futuro –que no es– reemplaza el presente –que es–. En este contexto, los turistas y
viajeros globales parecen ser los principales blancos de atención. Ello sucede porque los
resorts turísticos se sitúan como centros ejemplares del consumo capitalista, atentar
contra ellos implica una desestabilización política respecto al estado. En segundo lugar,
los esfuerzos del estado no están puestos en cercenar las imágenes producidas por los
ataques terroristas, sino en ampliarlas –junto a los medios de comunicación– con el fin
de proveer a sus ciudadanos una nueva forma cultural de entretenimiento. En tiempos
del capitalismo mortuorio donde la muerte de otros se intercambia como el principal
commodity, el terror –que tautológicamente es producido por el terrorismo– cumple un
rol protagónico mediando entre los ciudadanos y sus instituciones. Todo ello provoca
preguntas de tipo ético: ¿por qué sentimos fascinación por el terrorismo? ¿por qué si nos
resulta condenable no podemos dejar de ver sus terribles imágenes?
Responder a estas preguntas es retornar a la explicación sobre los “death-seekers”, la
cual puede resumirse de la siguiente manera. Las audiencias maximizan su placer al
sentirse parte de un grupo especial, privilegiado, que a pesar de todo no ha sido tocado
por las fuerzas siniestras del terrorismo. El sufrimiento de otros reconfirma a las
audiencias su status de privilegiadas porque a pesar de todo continúan en carrera. La
sociedad, en este sentido, tiene serios problemas para comprender la muerte. Dicha
comparación entre nosotros vivos y ellos muertos no solo permite que la persona pueda
abrazar los símbolos de su estado nacional con más fuerza sino que reafirme su
convicción ideológica. Es importante no perder de vista que este proceso estimula una
cultura narcisista donde la persona créese en el derecho de interactuar en aquellos que
son como él, despreciando a otros que no requieren tal condición; empero, se legitima
ideológicamente las diversas frustraciones que sufre la masa laboral en un sistema
productivo cada vez más descentralizado. El ciudadano comienza a cuestionarse sus
propias habilidades de supervivencia mientras que la institución endurece las
condiciones de explotación del sistema capitalista. En este sentido, el libro del profesor
Richard Sennett, The Corrosion of Caracther, se ha tornado profético. El sujeto
internaliza el riesgo como forma distintiva en comparación con otros que como él
luchan en igualdad de condiciones por un puesto laboral. Al momento que la persona
normaliza dicha situación, el estado le provee diversas categorías discursivas con el fin
de disfrazar –o al menos mitigar– la dura realidad. El concepto de “destrucción
creativa” es congruente con la necesidad del trabajador de romper todos los lazos de
solidaridad con sus pares, con sus sindicatos, entregándose a la idea de cambio como
último valor (Sennett, 2012). Sin embargo, este cambio lo hace más dependiente y
vulnerable que sus antecesores.
Desde otra perspectiva, nuestra teoría sobre el capitalismo mortuorio evidencia la
misma tendencia descrita por Bauman y Sennett aun cuando diferente es el diagnostico.
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Desde nuestra perspectiva, es el darwinismo social asociado a una idea patológica sobre
la muerte, y no el temor ni el riesgo, lo que lleva a la descomposición social. La
competencia extrema entre las personas erosiona las bases de la reciprocidad,
produciendo en los ciudadanos una noción distorsionada sobre sus posibilidades de
triunfo. En otras palabras, a medida que más hostil contra su grupo de pertenencia el
mundo se torne, mayores serán sus convicciones respecto a que forma parte de un grupo
selecto (Korstanje y George, 2012). Como argumenta Stampnitzky, la creencia en que
los terroristas musulmanes atacan a occidente por su falta o incomprensión sobre los
valores positivos que encarna la democracia, la movilidad y el capitalismo, no solo dista
de ser real y una construcción del neoliberalismo, sino el motivo central por medio del
cual, el ciudadano moderno afianza sus vínculos con el estado.
8. El terrorismo y el fin de las libertades constitucionales
Una de las voces pioneras en el estudio de los totalitarismos ha sido H. Arendt
(2006). En sus tres compendios sobre el tema Los Orígenes del Totalitarismo
(Antisemitismo, Imperialismo y Totalitarismo), Arendt estipula que existe un mal
radical el cual destruye cualquier concepción de la crítica y que dadas ciertas
condiciones puede llevar a la anulación del otro como objeto de derecho. La concepción
imperialista europea ha hecho del racismo y la burocracia del terror sus dos pilares
básicos para la instalación de un estado totalitario. Como ha enfatizado Robin (2009:
29-32), el miedo juega un papel central en el adoctrinamiento interno que todo régimen
totalitario requiere, empero no es el único elemento vital. La invención de amenazas
externas o internas es una táctica funcional al silenciamiento de ciertos elementos
críticos al orden establecido.
Sunstein (1996) elabora un modelo por demás particular que nos ayuda a comprender
la interrelación entre el miedo, el populismo y la política. Centrado desde un eje
cognitivo-pragmatista, Sunstein explica aquel nudo teórico que filósofos, pensadores y
cientistas sociales se han esforzado por comprender: el rol del miedo en la sociedad
contemporánea. Aun cuando el poder del derecho no debe ser ignorado bajo ninguna
circunstancia, existen factores que presionan para que los magistrados hagan su propia
lectura de la jurisprudencia vigente. Esta posición minimalista del derecho lleva a
Sunstein a reconocer que toda jurisprudencia tiene como función primaria reducir el
riesgo producido por el sistema como así también la ambigüedad de las normas. Por
ejemplo, se prohíbe a los conductores ir a más de 70 kilómetros por hora, empero se
habilita más velocidad a una ambulancia cuando se encuentra bajo una emergencia. Ello
sugiere que la imposición de un riesgo –real o imaginado– produce un estado de
excepción para ciertos actores que nos lleva a una suerte de razonamiento
instrumentalista del derecho. A la vez que la emergencia –por ejemplo ante una
amenaza terrorista– pospone el derecho dándole a los magistrados mayor poder en la
forma de interpretar la ley, no menos cierto es que los estados totalitarios o aquellos que
han violado los derechos humanos básicos han apelado a la producción de amenazas
para destruir cualquier posición crítica. Cada fallo que cercena ciertas libertades se
invoca frente a un bien mayor donde debe primar la seguridad de todos los habitantes.
Así, la necesidad de seguridad puede ser ideológicamente o discursivamente
manipulada hasta el punto que en su nombre se cercenan ciertas libertades
constitucionales. En su libro, Las Leyes del Miedo, Sunstein (2005) explica que los
sistemas democráticos, a pesar de sus fallas, son el mejor gobierno posible debido a que
manejan una versatilidad de información que escapa a la manipulación del gobernante.
Empero, en ocasiones, el riesgo lejos de ser una categoría objetiva se encuentra asociada
a mutilaciones, transformaciones que surgen de nuestra propia naturaleza emocional.
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Las personas tienden a magnificar ciertos riesgos de baja probabilidad simplemente por
sus consecuencias, a la vez que otros de mayor peligrosidad son simplemente ignorados
(Risk-Neglect). Asimismo, apelamos a una heurística donde ciertos hechos son
relacionados en forma causal aun cuando de manera errónea. Los estados no deben
hacerse eco de las demandas populistas que buscan “una mayor seguridad” pero cuyos
programas no han sido racionalmente evaluados por la cadena de expertos. En Riesgo y
Razón (2006) el profesor de Harvard afirma que se da un descuido de la probabilidad, el
cual se activa cuando la población o parte de ella se encuentra particularmente sensible
a un tema. Estas emociones que afloran descuidan una lectura racional del problema que
conlleva a medidas o soluciones incorrectas, incluso bajo ciertas circunstancias
amenazando el orden legal y constitucional de una nación. Ante el problema del
terrorismo, Sunstein nos ayuda a comprender no solo la forma en la cual el temor se
canaliza para confrontar con el orden constitucional y democrático sino como emerge la
tortura como práctica común. El terrorismo apela a un discurso del odio, donde las
libertades constitucionales son temporalmente abolidas en pos de un sentimiento de
seguridad que se cree vulnerado por un enemigo interno.
En los últimos años, se ha instalado la idea de hacer del terrorismo una nueva forma
de entretenimiento que combina el típico etnocentrismo europeo con un sentimiento de
temor extendido. Estas nuevas formas ideológicas y cosificadoras de escape pueden
afectar seriamente el funcionamiento republicano de las democracias modernas. Como
advierte J. Simon (2007: 117), el temor ha demostrado no sólo que funciona como un
mecanismo de adoctrinamiento y disciplina sino que además permite saltear barreras
constitucionales con el fin de un objetivo común. El principio precautorio se centra en la
inferencia de amenazas, muchas de ellas irreales o ficticias que son fabricadas para
establecer políticas de corto plazo que de otra forma serían rechazadas ampliamente por
la ciudadanía (Korstanje, 2017: 125-145).
9. Conclusiones
Sin lugar a dudas, el terrorismo se ha situado como una de las grandes amenazas en
occidente luego del 11 de septiembre de 2001. Las posteriores intervenciones bélicas de
los Estados Unidos y la alianza anglosajona, lejos de solucionar el problema lo han
agravado. La idea de implantar la democracia como institución tendiente a pacificar
Medio Oriente no sólo ha fracasado sino que ha generado el efecto contrario. Lo que
subyace es que el proceso de normalización que se sucede por la exposición constante a
noticias sobre terrorismo ha llevado a los grupos yihadistas a innovar en formas más
brutales y radicalizadas de violencia. Segundo, existe un binomio medios-terror que
amerita ser discutido. Metodológicamente, el estudio de campo sugiere que por su carga
ética poco podemos comprender del terrorismo más que por las especulaciones que se
transmiten por “pseudo-expertos” en los programas de televisión. Los estudios de
campo que han descrito la vida de los terroristas o sus biografías han sido rápidamente
captados por los servicios de seguridad impidiendo que éstos vean la luz. Por ese
motivo, como cientistas sociales nuestra labor es comprender el terrorismo por medio de
sus efectos en nuestras sociedades de consumo, y es en esa dirección que el presente
ensayo se inscribe. Por otro lado, es importante discutir la relación entre terror y
políticas neoliberales que suceden luego del atentado. New York, Paris, Bruselas y
Londres se encuentran emparentadas por haber sido blanco del terrorismo, pero también
por sufrir políticas posteriores que significaron recortes de libertades.
Coincidiendo con las amenazas terroristas, antes, durante y, especialmente, después
del 11-S, se han implementado políticas de desregulación laboral, precarización y
concentración de riquezas para grandes monopolios financieros (Bauman, 1999, 2000,
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2005). En este sentido, la demonización del terrorismo como aspecto que hace a la
malignidad pura, ha sentado las bases para una falta de compresión del fenómeno. Los
analistas mediáticos se encuentran más interesados en condenar al terrorismo que en
acercarse al diagnóstico más certero respecto a su naturaleza. En el presente artículo,
hemos discutido diferentes aspectos del terrorismo que oscilan entre el uso ilegal de la
fuerza, la tortura, y la introducción del temor como mecanismo de disciplinamiento que
no es monopolio de las células insurgentes sino de los estados nacionales. En este
contexto global, es importante resaltar que existe una intersección mediática entre el
terrorismo y los medios comunicativos que no están siendo analizados adecuadamente.
El capitalismo del riesgo ha pasado a una nueva fase, donde la muerte y el consumo del
sufrimiento ajeno se han transformado en sus dos pilares. La tesis central de este
trabajo, así pues, señala que el terrorismo provee al capitalismo el oxígeno necesario
para su funcionamiento.
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Maximiliano E. Korstanje es Investigador Principal del Departamento de Ciencias
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the Study of Racism. Universidad de Leeds, Reino Unido. Editor Emérito de International
Journal of Cyber Warfare and Terrorism, Pennsylvania EEUU. Docente e Investigador Principal
del Departamento de Ciencias Económicas, Universidad de Palermo, Argentina.
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Colorear racionalmente el mundo: nociones de creencia
implicadas en las terapias cognitivas conductuales en Buenos
Aires, Argentina
Color the world rationally: notions of believe involve in cognitive
behavioral therapies in Buenos Aires, Argentina
Romina Del Monaco
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Instituto de Investigaciones Gino Germani
Universidad de Buenos Aires, Argentina
rominadelmonaco@gmail.com
Recibido: 18/09/2018
Aceptado: 08/11/2018
Formato de citación:
Del Monaco, R. (2019). “Colorear racionalmente el mundo: nociones de creencia implicadas en las
terapias cognitivas conductuales en Buenos Aires, Argentina”. Aposta. Revista de Ciencias Sociales,
81, 137-150, http://apostadigital.com/revistav3/hemeroteca/rdmonaco.pdf
Resumen
A partir de una investigación sobre terapias cognitivas conductuales que estoy
realizando en el Área Metropolitana de Buenos Aires, el objetivo de este artículo es
explorar y analizar las nociones de creencia implicadas en los relatos de los
profesionales psi entrevistados que trabajan desde un abordaje cognitivo conductual. En
el transcurso de la investigación, fue posible registrar una serie de categorías recurrentes
que dan forma a esta perspectiva como la noción de creencia. Hay formas de “leer” o
“colorear” el mundo que se pueden traducir en malestares y alterar la realización de
tareas y distintos aspectos de la cotidianeidad. Esta situación tiene que ver, desde lo
cognitivo conductual, con una carencia o falta de información en determinadas
interpretaciones sobre las cosas que dificultan la relación de las personas con el entorno.
Entonces, parte de la terapia tiene que ver con proveer conocimientos (en general
basados en el campo científico como las probabilidades y ciencias naturales) que logren
desarmar esas creencias por otras “funcionales” a las exigencias y modos de vida
actuales. En este proceso terapéutico es posible visualizar que los entrevistados
distinguen creencias de conocimientos perteneciendo las primeras a los saberes legos
(pacientes) que “colorean mejor o peor la realidad” y los conocimientos a los saberes
expertos que funcionan como parámetros “racionales” ante las distintas interpretaciones
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sobre las cosas. La aproximación metodológica es cualitativa, se realizaron entrevistas a
psicólogos/as que trabajan desde el abordaje cognitivo conductual en Buenos Aires,
Argentina.
Palabras clave
Terapias cognitivas conductuales, creencias, conocimientos, malestares, funcionalidad.
Abstract
Based on a research that I am doing on cognitive behavioral therapies in the
Metropolitan Area of Buenos Aires, the objective of this work is to problematize the
notion of belief from the narratives of psychologists during diagnoses and treatment.
According to this perspective there are ways of “reading” or “painting” the world that
can be translated into discomforts and affect the relation with the environment. This
situation has to do, from the cognitive behavioral point of view, with a lack of
information regarding certain things that cause pain or difficulties to act “normally” in
everyday life. So, part of the therapy has to do with providing a series of knowledge
(generally based on the scientific field such as probabilities, biomedicine and natural
sciences) in order to modify those beliefs by others that are more “functional” to the
demands and lifestyles of today. In this therapeutic process it is possible to visualize
that psychologists distinguish beliefs from knowledge. Beliefs as ways of “colour better
or worse reality” belong to patients while scientific and rational knowledge function as
a parameter to evaluate those beliefs belong to professionals. The methodological
approach is qualitative; interviews were conducted with professionals working from the
cognitive behavioral approach in Buenos Aires, Argentina.
Keywords
Cognitive-behavioral therapy, beliefs, knowledge, malaise, functionality.
1. Introducción
El desarrollo de las terapias cognitivas conductuales en Argentina es relativamente
reciente. A diferencia de otros países latinoamericanos donde tienen una fuerte
presencia, en el contexto argentino son bastante “nuevas”. Se trata de psicoterapias que
comienzan a ser pensadas específicamente en Buenos Aires a fines de la década de los
70, a partir de 1980 comienza su proceso de institucionalización con la creación de
institutos privados, grupos de discusión, congresos y recién en los 90 y principios de los
2000 se observa una mayor difusión de este abordaje (Korman et al., 2010). Surge,
entonces, una posible pregunta que tiene que ver con ¿por qué estudiar un tipo de
psicoterapia cuyo desarrollo en el contexto argentino es bastante joven en relación a
otras terapéuticas que tienen una larga tradición y presencia en ámbitos tanto de salud
(hospitales e instituciones públicas/privadas) como académicos? Más aún, ¿cuál es la
influencia a nivel poblacional de psicoterapias orientadas a sectores socio-económicos
medios y medios altos localizadas en instituciones y consultorios privados ubicados, en
su mayoría, en grandes centros urbanos como la Ciudad Autónoma de Buenos Aires?
Intentar responder a estas preguntas requiere tener en cuenta que el desarrollo de
estas terapias debe ser pensado en un contexto más amplio que permita articular su
crecimiento con una serie de modificaciones sociales y económicas en los modos de
vida de las poblaciones que intervienen en distintos ámbitos de la vida cotidiana. Es
decir, se trata de modos de abordar la subjetividad y la resolución de problemas que
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progresivamente son empleados en distintas esferas de las sociedades actuales como
ámbitos empresariales, instituciones de salud, educación, entre otras.
En los últimos tiempos, el énfasis puesto en la velocidad, los ritmos de trabajo y la
multiplicidad de tareas forma parte de un contexto de época que no sólo modifica los
modos de producción sino también de vincularnos, relacionarnos con otros y cumplir
con exigencias laborales. Harvey (2007) señala que ya a fines de 1970 las resistencias a
los nuevos modos de trabajo habían sucumbido a las presiones del desempleo y la
imposición de nuevos ritmos. Estas modificaciones, asociadas a procesos de
precarización y flexibilización laboral, intervienen en las personas y tienen
consecuencias no sólo en las formas de sufrir y enfermar (Fassin, 2005), sino también
en los modos de actuar desde los sistemas de salud y de resolver dichos malestares.
Es en este sentido que las terapias cognitivas conductuales se convierten, en especial
en grandes ciudades como Buenos Aires, en una oferta terapéutica “atractiva” para
determinados sectores que buscan resolver –lo antes posible– malestares que intervienen
en sus actividades diarias.
En Argentina, desde el campo psi hay distintos estudios sobre estas terapias que
historizan su desarrollo en este país y describen los modos de diagnosticar y tratar
(Keegan, 2007, 2012; Korman, 2010, 2011; Fernández Álvarez, 2008). En cambio,
desde las ciencias sociales, en especial antropología y sociología de la salud, no se han
encontrado estudios que aborden estas psicoterapias, sin embargo, fue posible registrar
otras investigaciones que exploran diversas tecnologías terapéuticas (Vezzetti, 1996;
Galende, 1990, 1997; Visakovsky, 2002; Plotkin, 2003; Epele, 2016). A modo de
ejemplo, se han encontrado estudios de relevancia que historizan y problematizan el
lugar de la psicología, el psicoanálisis (Visakovsky, 2008; Dagfal, 2009; Plotkin, 2013;
Mantilla, 2015), el estudio y la relación entre psicoanálisis y pobreza (Epele, 2015,
2016) y el lugar que progresivamente adquieren las neurociencias y el cerebro en la vida
cotidiana (Mantilla, 2017). Estas investigaciones permiten generar un marco conceptual
de las tradiciones psi en Argentina para problematizar el contexto en el que se insertan
estas psicoterapias y sus interlocutores dentro del campo psi cuando resaltan, entre otras
cosas, que en este caso se “hace investigación basada en evidencia empírica”.
A lo largo de este estudio fue posible identificar distintas nociones recurrentes en los
relatos de los profesionales entrevistados que dan forma a esta perspectiva e intentan,
dentro de este modelo teórico, explicar los modos de producción y resolución de
malestares.
En primer lugar, las creencias e interpretaciones de eventos, situaciones y
experiencias con otros se convierten en un aspecto a tener en cuenta durante el proceso
terapéutico. Hay formas de creer que se adecuan menos al entorno que otras y pueden
producir malestar. En estos casos, el abordaje terapéutico incluye distintas estrategias
dentro de las cuales se encuentra la revisión de esas creencias y la búsqueda de
modificarlas por otras que “lean mejor”.
Esta lógica visibiliza una distinción entre creencias y conocimientos que parte, entre
otros, de dos supuestos. En primer lugar, considerar que en nuestra vida cotidiana nos
vinculamos de manera racional y que los malestares surgen cuando se carece de
información que nos permita actuar de ese modo. En segundo lugar, que las creencias
son “herramientas” que permiten relacionarnos con el entorno de manera práctica y que,
cuando eso no sucede, se pueden modificar por otras en determinada cantidad de
sesiones de terapia. Retomando la analogía que algunos profesionales utilizan de las
creencias como “colores” o “lecturas” sobre la realidad que pueden “ayudar más o
menos”, en este trabajo interesa analizar los sentidos implicados en esta noción que
intervienen en modos de pensar la subjetividad y la resolución de malestares.
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2. Metodología
La perspectiva teórico-metodológica del trabajo se inscribe en los estudios socioantropológicos de la salud articulados con trabajos provenientes de los estudios sociales
de las ciencias. Se trata de una investigación cualitativa en la cual se realizaron
entrevistas a profesionales –psicólogos/as– que trabajan desde la perspectiva cognitiva
conductual con el fin de explorar y de indagar en algunas nociones centrales de esta
disciplina. En el trabajo de campo se tuvieron en cuenta algunos de los siguientes
aspectos para el posterior análisis: genealogías, fundamentos teóricos, epistemológicos
y modos de producción de diagnósticos, particularidades de los tratamientos
(temporalidad y duración), los modelos de eficacia, concepción de sujeto que padece de
acuerdo a los profesionales psi, entre otras cosas.
Se realizaron 20 entrevistas a través de la técnica de bola de nieve a profesionales
(mujeres y varones, el rango etario fue de 33-75 años) con diferentes trayectorias,
experiencias y antigüedad en el campo cognitivo conductual que estuvieran ejerciendo
desde este abordaje en el Área Metropolitana de Buenos Aires durante el periodo
octubre de 2016-abril de 2017. La decisión de acotar la población de estudio al AMBA,
se debe a que en dicha área geográfica se encuentra la mayor cantidad de instituciones
sobre terapias denominadas “cognitivas conductuales”. Las entrevistas se realizaron en
consultorios e instituciones privadas (salvo en un caso que se entrevistó a una residente
de psicología en un hospital público).
Resguardos éticos: Esta investigación sigue los criterios de confidencialidad que se
aplican en los estudios sobre salud, con el fin de asegurar los derechos de los/as
participantes, así como también de resguardar su identidad. Las personas entrevistadas
son mayores de 18 años. Para realizar el trabajo de campo, se llevó a cabo el proceso de
evaluación requerido a través del comité de ética de una institución.
3. Terapias cognitivas conductuales y su inserción en el contexto argentino
En Argentina, el psicoanálisis ocupa un lugar hegemónico tanto desde lo académico
como desde la clínica a diferencia de otros abordajes psi. Existen distintos estudios que
analizan su hegemonía a lo largo del siglo XX documentando la flexibilidad que ha
demostrado en modelar –y ser modelado- por diversos modos de sentir y dar sentido a
experiencias subjetivas y sociales en las clases y élites medias y urbanas (Epele,
2016:3). Por ejemplo, en carreras universitarias de psicología el psicoanálisis se enseña
como la perspectiva predominantes, también prevalece en instituciones hospitalarias
tanto públicas como privadas (Plotkin y Visacovsky, 2007).
¿Por qué comenzar este apartado hablando de la fuerte presencia del psicoanálisis en
Argentina si el objetivo es analizar cómo los profesionales cognitivos conductuales
abordan la noción de creencia? Por dos motivos. En primer lugar, porque el desarrollo
de estas terapias surge por el interés de profesionales del campo psi que realizan
estancias y viajes al exterior explorando otros modos de tratar buscando alternativas a la
perspectiva psicoanalítica. En sus relatos, los profesionales resaltan la poca recepción
que las terapias cognitivas conductuales tuvieron durante muchos años ocupando un
lugar marginal tanto en la educación y formación universitaria como en las clínicas y
hospitales –en especial públicos–. De a poco, se comienzan a cuestionar saberes y
perspectivas con fuerte tradición en este país, se fundan instituciones, grupos de estudio,
jornadas de discusión en centros urbanos como Buenos Aires con expertos cognitivos
conductuales provenientes, en general, de Estados Unidos e Inglaterra.
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Si bien en Argentina son “psicoterapias relativamente nuevas”, se trata de un
abordaje que comenzó a desarrollarse en Estados Unidos a mediados de la década del
60. Hay distintas explicaciones sobre su surgimiento, algunas de ellas se asocian con la
búsqueda de dar respuestas y soluciones a malestares que intervenían en el desarrollo de
la cotidianeidad y estaban en aumento como la depresión aunque al poco tiempo
comenzaron a extenderse y abordar otros malestares categorizados como trastornos de
ansiedad, depresivos, fobias, trastornos obsesivos compulsivos, etc. Otras versiones
señalan, también, la influencia que tuvo en su desarrollo la revolución cognitiva1
durante la década de 1960 (Keegan, 2007; Korman, 2010).
En segundo lugar, teniendo en cuenta la fuerte presencia psicoanalítica interesa
señalar que, específicamente en Buenos Aires, el despegue y mayor difusión de estas
terapias a fines de los 90 y principios de los 2000 se enmarca en un contexto de
profundos cambios sociales y económicos que derivaron en crisis a comienzo del año
2001. Esta situación se vio acompañada, entre otras cosas, de altos niveles de desempleo
y pobreza, protesta social seguida de represión estatal y descredito de los representantes
políticos (Visakovsky, 2012). Dicha situación repercutió en los distintos sectores
sociales, en algunos casos intervino en el (no) acceso a determinados bienes y consumos
mientras que en otros a esa situación se le sumaron empleos temporales o, directamente,
desocupación.
Este ambiente facilita el surgimiento de malestares que se vinculan con las
dificultades de articular los nuevos ritmos y expectativas de vida con las posibilidades
efectivas de cumplir/alcanzar dichas exigencias sociales. A su vez, son problemas que
se piensan desde una lógica centrada en el sujeto como individuo autónomo y racional
en el cual la enfermedad irrumpe por carecer de determinados conocimientos o
información para prevenirla. Es decir, se trata de contextos neoliberales que intensifican
determinados procesos de subjetivación centrados en la construcción de un yo
individual (Murillo, 2013) y atraviesan diferentes esferas de la vida cotidiana
permeándolas de nociones que provienen de la lógica económica. Como señala Sahlins,
se presupone que en occidente hay una lógica racional y científica de las cosas que
atraviesa tiempos, espacios y sujetos (Sahlins, 1976).
Esta permeabilidad de la economía en diversos espacios de la vida unido a la
aceleración de los tiempos para realizar y cumplir con distintas tareas, crean las
condiciones sociales e históricas específicas que favorecen la demanda de terapias
cuyos modos de resolución se plantean como “breves y concretos”. De hecho, en los
últimos tiempos, hay investigaciones que señalan el aumento de otros saberes y
tecnologías psi como estas que están modificando las preferencias terapéuticas en estas
mismas clases urbanas no sólo en Argentina sino también en Latinoamérica (Epele,
2016; Ortega, 2008; Lakoff, 2005).
Las terapias cognitivas conductuales no están exentas de esta lógica económica al
momento de pensar su abordaje terapéutico. De hecho, los profesionales señalan que
“este es un paradigma donde… uno busca mucho cambiar en términos individuales,
donde estás apostando mucho a que vos sos el constructor de tu propia realidad…,
sabiendo que yo tengo un límite, pero esa es la idea…”. Esta idea de individuo como
“empresa de sí” (Rose, 2012) supone un sujeto que desde una óptica individual es
1
En sus inicios, las ciencias cognitivas planteaban un tipo de sujeto universal donde el objetivo era
decodificar las características de sus conductas a partir de conocer los esquemas de pensamiento que
intervenían en ellas. Dentro de sus premisas se plantea un análisis separado del biológico o neurológico,
por un lado, y del sociológico o cultural, por el otro. Y, resta importancia a ciertos factores como la
contribución de los elementos históricos y culturales, el papel del contexto económico y político y de los
antecedentes en los que se desenvuelven determinadas acciones o pensamientos (Gardner, 2011).
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“gestor” y responsable de su malestar cuyo diagnóstico se centra en explorar
pensamientos, comportamientos, emociones que están dificultando ser responsables de
si y actuar racionalmente.
3.1. “Creencias que ayudan” (o no): buscar funcionalidad y adaptación
En la RAE, algunas de las definiciones de la palabra “creer” dicen: “tener algo por
cierto sin conocerlo de manera directa o sin que esté comprobado o demostrado”,
“pensar u opinar algo”, “tener algo por verosímil o probable”, “tener creencias
religiosas”, entre otras. Más allá de las diferentes acepciones, en cada una de ellas se
hace referencia a concepciones sobre cosas/personas/situaciones en las cuales existe la
probabilidad de que sea de un modo, o de otro.
Distintos estudios desde la antropología señalan que la conformación de las creencias
como parte de sistemas que surgen en el ámbito colectivo y que se alimentan y
retroalimentan de él tienen que ver con cuestiones que van más allá de lo individual.
Cada sistema de creencias y modos de pensamiento dan cuenta de mundos que refieren
a contextos, lenguajes diferentes (ciencia, religión, arte, etc.) y adquieren sentido en y
para esos contextos (Salazar, 2014). En algunos casos estos sistemas pueden articularse
y convivir entre sí, por ejemplo, tener determinada creencia religiosa y desarrollarse
laboralmente en el campo científico. Sin embargo, cada uno de estos sistemas está
atravesado por lógicas de saber-verdad-poder que les otorgan diferentes legitimidades y
jerarquías cuyas diferenciaciones pueden operar como herramientas terapéuticas
(Foucault, 2014). Por ejemplo, en los encuentros entre profesionales de la salud y
pacientes se establece de manera implícita una jerarquía de saberes (que distinguen
creencias de conocimientos) que operan tanto al momento de formular un diagnóstico
como de prescribir un tratamiento (Good, 1994).
Dentro del abordaje cognitivo conductual los entrevistados señalan que entre el
psicólogo y el paciente “hay un vínculo entre iguales porque ambos compartimos los
mismos principios que gobiernan la conducta humana”. Sin embargo, es el estudio de la
noción de creencia involucrada en los relatos de estos mismos profesionales lo que
permite no sólo discutir con dicha afirmación sino también explorar los sentidos
implicados en esta categoría. Hay modos de pensar e interpretar distintos eventos que
producen malestar y lo que interesa explorar son los sentidos que intervienen en las
definiciones de esas creencias como algo “disfuncional”.
En primer lugar, hay modos de abordar la subjetividad desde estas psicoterapias que
suponen a los sujetos como individuos autónomos comprometidos con los procesos
terapéuticos que deciden y eligen en pos de alcanzar determinado bienestar. De hecho,
el malestar se plantea en términos de objetivos a resolver de la manera más específica y
concreta posible. En este proceso, se le otorga un lugar importante a las creencias como
una instancia previa a los modos de comportarnos y actuar. Dice un profesional: “en los
taxis de aeropuertos y en las estaciones de trenes tienden a estafarte… entonces si vos
detectas esta regla… que es una regla que se ampara en los datos, tu comportamiento va
a ser más adaptativo y vas a leer mejor el entorno”. Es decir, hay creencias que permiten
detectar frecuencias y regularidades mientras que otras no. Por eso, ante la supuesta
igualdad que señalan los profesionales durante el vínculo terapéutico, hacer referencia a
“detectar reglas” y “leer mejor el entorno”visualiza modos de establecer jerarquías en
esos “colores” o “lecturas”.
“Yo soy más así, soy más asá… soy súper honesto, soy malo, soy lindo… es
una elaboración… un tipo de creencias. Creencias sobre cómo funciona el
mundo; creencias de cómo son los demás que organizan tu mundo y forman
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parte… Eso en terapia cognitiva… le llamamos paradigma personal del
paciente. Es su mundo… de cómo lo construyó. A ver, ¿es bueno o es malo?
Es como lo construyó… ¿Es real o irreal? Es su realidad. Decir no sirvo
para nada, soy una inútil… son creencias y una parte del trabajo de las
terapias cognitivas conductuales es ver cómo hacemos para que esas
creencias no limiten al paciente” (psicólogo, 48 años).
“La terapia cognitiva lo que apunta es a ver las creencias que nosotros
fuimos desarrollando y cómo esas creencias nos afectan hoy. ¿Está bien? Y
cómo nos afecta en la forma de pensar, en la forma de sentir y… a partir de
eso… la forma en que actuamos o nos relacionamos. A ver… si yo tengo un
paciente, ¿no? y lo ayudo a pensar… y tratamos de reestructurar
cognitivamente sus creencias, sus forma de pensar, su forma de sentir, etc.
Cuando somos chicos… frente a determinada situación, desarrollamos
alguna creencia. Por ejemplo, si meto un gol en el primer partido que hago,
¿no?, desarrollo esta creencia de soy bueno para el fútbol, por ejemplo… O
si… eh… quiero hacer amigos y me rechazan… no soy bueno socialmente.
Y uno va desarrollando creencias… desde que somos chiquitos, ¿no? ¿Las
creencias quiénes nos las dan?, nuestros papás, nuestras propias
experiencias, los maestros, etc., etc. Bien, por qué desarrollamos esas
creencias, porque en la vida adulta con la vertiginosidad, con la velocidad
que van, no podemos parar frente a cada situación nueva… a ver qué
creencia desarrollamos para ver cómo nos comportamos en eso. Es
adaptativo, no tenemos el tiempo, tiene que ser rápido, ¿no? Entonces
desarrollamos esas creencias. Okay, hay algunas que están bien y otras que
no… Adaptativas y desadaptativas. Las desadaptativas me llevan a pensar
estas cosas como: 'Che, si me acerco la gente me van a rechazar… mejor no
me acerco', por una experiencia… (psicólogo, 36 años).
Explorar en los modos de abordar las creencias desde los profesionales psi permite
visualizar un esquema binario que distingue entre creencias funcionales/disfuncionales,
racionales/irracionales, adaptativas/no adaptativas, etc. En estos casos, las nociones de
funcionalidad y adaptación son empleadas de manera recurrente por los entrevistados
para hacer referencia a: “las posibilidades de ejecutar libremente una función para la
cual estás preparado. Entonces por ejemplo, si yo puedo caminar, entonces… y
digamos, yo puedo caminar y tengo agorafobia, entonces ya no me amino a caminar
hasta ciertos lugares o en ciertos lugares. Entonces yo estoy inhibiendo una función para
la que estoy preparado”. Por eso, la evaluación y distinción entre creencias funcionales
y otras que no lo son es lo que inicia, de algún modo, el proceso terapéutico.
Siguiendo con este esquema binario, los entrevistados apelan de manera recurrente a
la distinción entre aquellas creencias “que te ayudan de las que no”. Las creencias “que
ayudan” son las que contienen determinada información que permite “adaptarse a la
realidad”, manejarse en la cotidianeidad, cumplir con determinadas obligaciones. Para
los profesionales, hablar de “realidad” es hacer referencia a: “la sociedad”, “lo que
consensua el contexto”, “las normas” y, por eso, hay creencias que se pueden “ajustar”
más o menos a esas definiciones. En algunos casos hay lecturas de la realidad que se
“aproximan” a esta última y que permiten prever, anticipar, conocer modos de
funcionamiento de distintos eventos y actuar en relación a eso mientras que hay otras
que no.
Según una entrevistada: “trastorno es cuando empiezas a perder funcionalidad, o sea,
si a vos te gusta peinarte 8 veces a la mañana siempre del mismo modo pero no tenes
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problema en el trabajo, tenés una vida afectiva normal, etc… yo no te puedo decir que
dejes de peinarte de esa manera” . Es decir, la funcionalidad se comienza a medir
cuando hay lecturas/colores sobre el entorno que traban conductas y pueden producir
malestar.
“Qué sé yo… la idea… en el modelo básico de Beck, creencia es lo concreto
de la realidad, buscando la disonancia cognitiva en el paciente. Vos decís:
'Soy un desastre' 'Soy la peor investigadora del mundo'. Y yo te digo:
Bueno… no, y te cuento de otros casos, de otros investigadores que no
cumplen y te marco la disonancia, ¿sí? Porque las creencias, ¿qué son las
creencias?, una categoría genérica. Los modelos cognitivos no te dicen que
sus creencias están erradas lo que buscan es la funcionalidad. No te
preocupa tanto corroborar la existencia… sino la funcionalidad” (psicólogo,
45 años).
Esta individualización del creer se enmarca en un tipo de concepción de sujeto como
individuo que busca maximizar beneficios a partir de la información que dispone. De
algún modo, como interesa analizar en el próximo apartado, hay determinados saberes
que se convierten en parámetros y referencias para leer/colorear el entorno y
“adaptarse” a él. Es decir, se trabaja a nivel del sujeto y de sus creencias revisando los
contenidos, información que dispone y se supone que cambiando dicha información se
resuelve el problema. Entonces, al binarismo que las distingue entre las “que ayudan y
otras que no” se le suma el hecho de concebirlas como una especie de herramientas
predictivas y útiles que permiten actuar en contextos de cambios profundos, ritmos
acelerados y multiplicidad de tareas a realizar.
4. Colorear –científicamente– el entorno: creencias para predecir y sobrevivir
Los profesionales utilizan diversos ejemplos para dar cuenta de la relación entre
temores, posible irracionalidad o disfuncionalidad de los mismos y la necesidad de
exponerse a esas situaciones para comprobar que son “realidades” que construyen los
sujetos y que no le son funcionales a su cotidianeidad. Algunos de ellos tienen que ver
con miedos a realizar determinadas acciones/prácticas tales como: dar un examen oral,
viajar en subte, ser mordido por un perro o, un caso paradigmático y frecuente que dan,
en especial por las cifras que lo acompañan, tiene que ver con el temor a viajar en avión.
Este miedo se convierte en un ejemplo clave. Partiendo de numerosos estudios que
señalan que las probabilidades de que suceda algo en el aire son mínimas en relación
con otros medios de transporte (autos, trenes, etc.), se busca mostrar que esos miedos
son irracionales, no le son funcionales al sujeto ni se corresponden con lo que las
probabilidades y saberes expertos señalan.
“Todos pensamos negativamente de cuando en cuando… el tema es que…
vos podés ver eso, te voy a dar un ejemplo simple… yo vuelo mucho por el
trabajo y cada vez que subo a un avión, pienso que el avión se puede caer.
Pero eso no me genera la más mínima ansiedad, porque lo veo como una
respuesta de mi mente… al contexto en el que estoy entrando. Y siempre me
río porque cuando bajo del avión, jamás se me ocurre la idea. Entonces vos
te das cuenta que las ideas se gatillan en función de la amenaza personal. Yo
lo veo simplemente como un pensamiento y entiendo… que el avión no
vuela o deja de volar… por lo que yo pienso, a mí no me genera ansiedad.
Pero un paciente que tiene ansiedad, o fobia a volar, entonces desarrolla una
ansiedad elevadísima… porque se cree ese pensamiento, ¿entendés?
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Entonces esos pacientes por ejemplo, tienen una serie de creencias bastante
equivocadas de cómo vuelan los aviones, de lo que dicen las estadísticas.
Entonces, claro, si vos tenés ideas raras acerca de cómo vuelan los aviones,
entonces vas a tener consecuencias respecto de eso” (psicólogo, 54 años).
Entonces, según esta perspectiva, las personas modelamos nuestra relación con el
entorno a partir de modos de pensar/creer que repercuten en comportamientos más o
menos adaptativos. Siguiendo con el ejemplo del avión, hace un tiempo, una nota
periodística decía que un piloto de una aerolínea había sometido a votación de sus
pasajeros si elegían volar o no existiendo un 50% de probabilidades de que fallara uno
de los motores. Más allá de las discusiones en torno a la veracidad o no de esta noticia,
se enfatizaba la consecuente desesperación que el piloto había causado en los pasajeros
al hacer esa pregunta. En este caso, no era una persona con un temor irracional a volar
sino un profesional quien planteaba la posibilidad de mal funcionamiento de la nave.
Por eso, las consecuencias y el análisis realizado al respecto fueron completamente
diferentes. Se juzgó al profesional por someter a votación de los pasajeros, al mismo
tiempo que se justificó el accionar de las personas a bordo ya que el temor era “real”. Es
decir, el planteo de mal funcionamiento provenía de un saber experto que proporcionaba
los niveles de riesgo y las posibilidades de error ante el despegue de la nave.
A diferencia del ejemplo anterior, el objetivo de incorporar esta situación reside en
que en ella se pone de manifiesto que lo que cambia entre ambos casos son los motivos
que justifican el temor a volar. En un caso se plantea como algo irracional y desmedido
ya que proviene de los saberes legos (pasajeros), mientras que, en este último, se
justifica y se considera “normal” que las personas se descompongan y sufran diferentes
ataques emocionales ante la pregunta y posterior explicación del piloto sobre el mal
funcionamiento del avión.
Siguiendo con este ejemplo, las terapias cognitivas conductuales se convierten en un
modo de abordar malestares desde una lógica basada en saberes expertos e
investigaciones científicas como modos de justificar, entre otras cosas, modos de pensar
y actuar. La búsqueda de cifras y de datos que corroboren esta disciplina se enmarca
dentro de un contexto en el cual los números y las probabilidades se convierten en una
fuente de legitimidad y credibilidad. Siguiendo a Hacking (2011), las probabilidades y
las estadísticas permean diferentes ámbitos de la cotidianeidad y detrás de este
fenómeno se encuentran las nuevas técnicas de clasificar, enumerar y categorizar.
“El otro día hablaba con una paciente que tenía miedo de atragantarse y
morir asfixiada y yo le preguntaba cómo lo iba a hacer…y tuve que
explicarle que la tráquea y el esófago son dos tubos distintos, y además uno
es de musculatura lisa y el otro no. Entonces la pregunta que yo le hacía era
otra… vos suponete que te queres atragantar, ¿cómo lo lográs?, porque no es
tan fácil. No, claro, te tiene que andar mal algo, digamos, o tenés que tener
mucha mala suerte… Si te funciona el reflejo deglutorio es medio difícil que
te atragantes, sino nos hubieras extinguido hace rato. Entonces, esto es un
ejemplo de una creencia… En general las creencias… es un tema
infinitamente más complejo, yo te estoy dando una respuesta como simple”.
(psicólogo, 54 años).
“Las creencias llevan a que por ejemplo, hagas predicciones, si tu creencia
está bien basada en un ambiente bien leído… eso es increíblemente útil. Si
te ayuda o no te ayuda…la funcionalidad de esa creencia. Entonces la
creencia lo que te permite es cierta predicción, predecir y controlar y eso, si
vos haces una buena lectura del ambiente está bien ¿Por qué? Porque si
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entendés cómo funciona el mundo, tu chance de sobrevivir es mucho mayor
y tu comportamiento va a ser más adaptativo, vas a leer mejor el entorno”
(psicóloga, 49 años)..
Como se mencionó en el apartado anterior, las creencias se convierten para los
entrevistados cognitivos conductuales en herramientas que les permiten a las personas
“leer” o “colorear” situaciones de distintas maneras. Algunos modos de interpretar
ofrecen mayor adaptación al medio que otros y, en estos últimos casos, intervienen estas
psicoterapias para indagar esas “disonancias” con la realidad. Los modos de evaluación
están fuertemente atravesados por estudios y abordajes que provienen de las ciencias
naturales, biomedicina, estudios basados en la probabilidad, entre otros. Son constantes
en los relatos de los entrevistados las referencias a que “esto es científico”, “acá se hace
investigación”, “hay x cantidad de papers escritos al respecto, es decir, se investiga”.
“Qué es una creencia, mirá… la cognición se desarrolla para aumentar la
probabilidad de supervivencia, (la cognición) como todo, no se desarrolla
decorativamente… Entonces… vos cuando sos chiquito tenés que
desarrollar la inteligencia para detectar la regularidad del mundo. ¿Por qué?
Porque si entendés cómo funciona el mundo, tu chance de sobrevivir es
mucho mayor” (psicólogo, 48 años).
“Detectar regularidades”, “conocer probabilidades”, “saber cómo funciona”, “leer
mejor el ambiente”, entre otras, son algunas de las expresiones que surgen al momento
de intentar definir desde el saber experto psi qué son las creencias. En estas definiciones
hay implícita una aproximación utilitaria y racional que convierte a las creencias en
envases, cajas o software que contienen información que, de ser necesario, se puede
modificar por otra. Estas formas de concebir los modos de creer como herramientas que
permiten “sobrevivir o predecir” se distancian de otras perspectivas en las que las
creencias son analizadas como sentidos que forman parte de colectivos que adquieren
significados de acuerdo con los contextos, clases sociales, géneros, etc. Más aún, se
dejan de lado aquellos mecanismos que operan “casi desapercibidamente” en las
costumbres, en los entramados del sentido común, en la construcción de las sensaciones
(Scribano, 2010) como formas de modelar sentidos, experiencias e interpretaciones. En
cambio, desde estas psicoterapias las interpretaciones sobre el mundo se constituyen y
se pueden modificar individualmente en plazos cortos de tiempo que permitan
continuar, lo antes posible, con las exigencias laborales, vinculares, etc.
Pensar a las creencias como herramientas predictivas, envases que contienen
información, colores que pueden colorear mejor o peor la realidad incluye una idea de
sujeto como individuo racional que busca maximizar beneficios y que las fallas en ese
camino se deben a falta (o falla) de –determinada– información.
Siguiendo con el planteo de Lock, desde el Iluminismo la naturaleza se vuelve
“conocible” y las descripciones de sus leyes ofrecen modos de entender eventos que
pueden ser objetivados y categorizados. Es a partir de estos procesos que la subjetividad
genera desconfianza y la objetividad aparece como un valor en sí (Lock, 2010). Este
esquema se traslada a otros espacios como la salud y los procesos de enfermedadatención pasan a ser pensados y evaluados en los mismos términos. Orden, racionalidad,
funcionalidad, normalidad son nociones que se pueden encontrar en distintas sociedades
con términos diferentes pero haciendo referencia a lo mismo: modos de organización
social de las prácticas pero, también, de los modos más o menos funcionales de pensar y
creer.
Contrastar la funcionalidad con el entorno implica tener en cuenta cuales son los
parámetros a través de los cuales se miden esos pensamientos. Siguiendo el ejemplo del
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avión, es racional no tener miedo a viajar en avión porque así lo indican las
probabilidades y estadísticas. Entonces, el pensamiento –irracional– ante el temor a
volar está fundado en creencias/saberes que no se corresponden con los modos en que
funcionan los aviones. Es decir, se parte del supuesto de que si se conoce el correcto
funcionamiento dicho temor puede modificarse lo que redundaría en viajar en dicho
medio de transporte. Hay un supuesto, entonces, de que las personas nos manejamos
racionalmente en la toma de decisiones, en los modos de actuar, de vincularnos, de
trabajar, entre otras cosas.
El análisis que surge de los sentidos implicados en las nociones de creencia dadas por
los profesionales es que hay una lógica en estas psicoterapias que vincula el proceso
terapéutico con lo racional, objetivo, empírico. Sin embargo, esta lógica no es con la
que funcionamos –siempre– las personas en nuestros vínculos cotidianos, relaciones
laborales y afectivas.
En este proceso terapéutico, entonces, se distinguen y evalúan las creencias que
tienen los pacientes en base a una serie de conocimientos con los que los profesionales
intervienen y buscan “desarmar” determinados modos de pensar. Este análisis lo que
permite visibilizar son dos lógicas. Una, racional, desde la cual funcionan las terapias
cognitivo-conductuales donde se explican las creencias como herramientas que
contienen información que nos permite “funcionar” en la vida cotidiana. Otra lógica que
reúne distintos modos de “funcionamiento” en torno a la cotidianeidad, a las
experiencias de vida en la que intervienen clases sociales, géneros, incertidumbres,
procesos de precarización y flexibilización laboral, moralidades, emociones, entre otras
cosas.
Cada una de las cuestiones señaladas interviene y complejiza los modos de entender
las creencias como meros envases o software que contienen información procesada
racionalmente.
En este sentido, la lógica racional puede explicar cómo funcionan los aviones, el
sistema digestivo, los subtes pero se vuelve más difícil explicar procesos subjetivos que
se encuentran atravesados por trayectorias personales que son relacionales donde las
creencias son modeladas por múltiples procesos que atraviesan a los sujetos. De algún
modo, siguiendo con la analogía cognitiva conductual de las creencias como “colores”
que leen mejor o peor la realidad, desde estas psicoterapias es posible observar una
búsqueda de cientifizar esas creencias y convertirlas en modos de colorear asociados
con un tipo de conocimiento racional y científico que nos permita “funcionar y
adaptarnos”.
5. Algunas reflexiones finales
En Argentina, específicamente en grandes ciudades como Buenos Aires, las terapias
cognitivas conductuales adquieren cada vez mayor presencia. Se trata de un abordaje psi
que se desarrolla –especialmente– en ámbitos privados de salud con el objetivo de
abordar cuestiones concretas que intervienen e imposibilitan realizar distintas tareas y
cumplir con obligaciones de la vida cotidiana. Es decir, a través de los ejemplos
provistos por los profesionales, es posible dar cuenta de que se trata, en general, de
fobias, malestares, trastornos que impiden “adaptarse al medio”.
Dice una profesional entrevistada respecto de los objetivos de las terapias: “la idea es
modificar, modificar las creencias, las conductas, las emociones, si? Tener una mirada
nueva del mundo. O sea, vos no podes evitar, por ejemplo, que la gente se muera pero sí
vos podes ayudar a una persona a hacer más corto su duelo. Esa es la visión de la
terapia, no es una visión tan exitista… por eso te digo que tiene algo como más
realista”. Los criterios para medir lo realista de una situación, modificar, cambiar, tener
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“miradas nuevas” incluyen un tipo de saber –científico– que interviene sobre esas
miradas. Las constantes referencia a explicaciones científicas, probabilísticas sobre la
posibilidad de que ocurran o no determinados eventos supone un tipo de razonamiento
que está atravesado por una lógica racional, es decir, supone que las personas nos
manejamos en la cotidianeidad contando con información que nos permite predecir y
sobrevivir en el entorno en el que vivimos.
En este sentido, el análisis de los modos que tienen los profesionales de entender la
noción de creencia permitió dar cuenta de un tipo de subjetividad centrada en el
individuo como sujeto autónomo y racional. Esta idea de las creencias como
herramientas predictivas se acerca bastante a los modos de definir la ciencia empírica
como instancia que permite predecir y organizar el mundo. Siguiendo con el ejemplo
del avión, se supone que conocer (entre otras cosas), las bajas probabilidades de
accidentes aéreos implica modificar los temores a volar ya que la información provista
está respaldada por un tipo de saber que dice basarse en la evidencia.
El problema es cuando ese conocimiento (que es un tipo de conocimiento) se
convierte en el hegemónico y en el modo de regular y evaluar prácticas, creencias,
comportamientos. Entonces la pregunta que interesa formular tiene que ver con las
posibilidades de que determinados modos de creer que se conforman a lo largo del
tiempo y que están atravesados por distintos procesos, relaciones, modos de vida se
puedan modificar en determinada cantidad de sesiones apelando a un tipo de saber
cuyas referencias a la “objetividad”, “racionalidad” y “empiria” lo convierte en legítimo
y hegemónico.
Este tipo de aproximación a las creencias la aleja de su desarrollo en grupos
contextualizados en clases, géneros, países y, en cambio, las transforma en
herramientas, colores, softwares o envases que contienen información que pueden
producir mayor o menor bienestar en relación a un entorno.
De algún modo, los conocimientos basados en probabilidades y en lo empírico
pueden dar explicaciones aproximadas de cómo funcionan, por ejemplo, los aviones y el
sistema digestivo pero, resulta más complejo explicar el funcionamiento de las personas
desde una óptica meramente racional. En cambio, interesa rescatar y tener en cuenta en
dichos procesos de construcción de las creencias las cuestiones afectivas, emocionales,
vinculares y, también, racionales que atraviesan los modos de vincularnos en la vida
cotidiana con otros y en distintos espacios (laborales, educativos, personales).
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Romina Del Monaco es socióloga, magíster en Antropología Social y Política (Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales) y doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de
Buenos Aires. Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y técnicas
(CONICET) con sede de trabajo en el Instituto de Investigaciones Gino Germani. Docente de
grado en la carrera de sociología de la facultad de ciencias sociales (UBA).
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