Estudios sobre el Mensaje Periodístico
2002, nº 8: 107-124
ISSN: 1134-1629
El 11 de septiembre, ¿una catarsis para todos?1
Dra. MONTSE MERA FERNÁNDEZ
Colaboradora honorífica del Departamento de Periodismo I. UCM.
Profesora de Periodismo – Centro Universitario Villanueva (adscrito a la UCM)
RESUMEN
Después del 11 de septiembre, superada la impresión de haber asistido –prácticamente
en directo- a unos atentados que se nos presentaban casi como un espectáculo de ficción,
muchos creyeron que aquella fecha iba a marcar un antes y un después en la historia
contemporánea. Se pensó en el cambio que experimentarían la economía y la política, y
en la influencia que podrían tener en la cultura, la religión y el periodismo. En las
redacciones de todo el mundo, periodistas, articulistas y especialistas en comunicación
social hacían examen de conciencia y se preguntaban qué podía significar para su profesión
aquel acontecimiento. Tras varios años en los que la labor informativa parecía haberse
trivializado, muchos creyeron que, con las torres gemelas, se había derrumbado también
esa manera de abordar la información.
PALABRAS CLAVE: 11 de septiembre, responsabilidad de la prensa, noticias duras,
noticias blandas, tipos de acontecimientos.
ABSTRACT
After September 11 th, once we’re overcome the shock of being present at the terrorist
attacks which seemed to be a science-fiction show, many people thought that such date
would determine a before and after stage of the contemporary history. Many thought about
the drastic change that economy and politic would experience as well as the influence on
1
El 8 de noviembre de 2001, el director de Libération, Serge July, manifestaba en una conferencia celebrada
en Madrid que el 11 de septiembre había sido una catarsis que necesitábamos todos. Esta información fue
publicada por El Mundo del siglo XXI el 9-11-2001, p. 9.
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culture, religion and journalism. At newspaper offices all around the world both journalists
and social communication specialists reflected on the happenings and asked themselves
what such events would involve for their profession. After several years of an informative
labour which seemed to get trivial, many people thought that together with the twin towers,
this way of tackling the information had collapsed too.
KEY WORDS: September 11th , press responsibility, hard news, soft news, event
types.
Los atentados del 11 de septiembre, en un primer momento, fueron una especie
de llamada de atención. ¿Estaba cumpliendo el periodismo con el papel social
que le correspondía? ¿Era lícito seguir informando de acontecimientos banales
mientras tantas personas sufrían situaciones dignas de ser conocidas por el público?
¿Qué dificultades podía entrañar para los profesionales del periodismo “despertar”
a sus audiencias y ofrecerles una nueva visión del mundo? ¿Cuál sería la reacción
del público ante un cambio tan brusco en la información?
Las expectativas que se abrían ante este nuevo panorama eran esperanzadoras.
Sin embargo, no duraron más que unas pocas semanas: el tiempo que tardaron los
ciudadanos en cansarse del tema. Y la llamada de atención se esfumó con tanta
rapidez que, en un abrir y cerrar de ojos, las crónicas de guerra fueron sustituidas
por las noticias intrascendentes a las que nos tenían acostumbrados.
Con la misma celeridad se cerró el debate sobre la responsabilidad social del
periodismo y no supimos ver que, gracias a esa discusión inicial, se habían
desvelado otras cuestiones que afectaban a la profesión periodística. De este modo,
nadie se preguntó por qué razón los espectadores se habían cansado tan pronto de
la guerra. ¿Era un problema de los receptores o de los emisores, que no habían
sido capaces de hacer atractiva esa información? Sabemos que toda noticia que se
extiende en el tiempo tiende a “aburrir” al público. Pero este no era el caso o,
para ser más precisos, esta no era la única razón por la que el público se aburrió
de la guerra de Afganistán. Detrás de este hastío había algo más. ¿Alguien se
preguntó por qué, un año antes, la cadena de televisión privada Tele 5 había
experimentado un notable descenso en la audiencia de sus informativos por
presentar, dentro de su campaña “Doce meses, doce causas”, reportajes que
reflejaban, entre otras cosas, las terribles ablaciones a las que eran sometidas las
niñas en algunos países africanos o la penosa situación que vivían las mujeres en
Afganistán?
Partiendo de aquellos hechos y de esas preguntas, este artículo no pretende
más que tratar de establecer una relación entre el comportamiento de las audiencias
y la actuación de los propios medios de comunicación. Dado que la prensa -como
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profesión vicaria que es y en el cumplimiento de su deber social- es la encargada
de crear la realidad para millones de ciudadanos en todo el mundo, tal vez sea
necesario revisar su labor de elección y selección de información, o lo que es lo
mismo, el tipo de acontecimiento que decide convertir en noticia.
¿SE ESTÁ TRIVIALIZANDO LA INFORMACIÓN?
Para comenzar, parece lógico preguntarse si es cierto que, desde hace algunos
años, estamos asistiendo a una progresiva trivialización de la información
periodística. Según afirma Furio Colombo (1997:190): Las noticias interesan
menos porque el mundo, después de la caída del muro de Berlín, está más lejos,
cada país es indiferente a los demás, cada familia sólo está ansiosa por lo que
ocurre en el barrio donde vive. El reportero polaco Ryszard Kapu[ciDski (2001:
323) coincide con él, y asegura:
Vivimos en un mundo paradójico, porque, por un lado, se dice que el desarrollo
de las comunicaciones ha conectado a todos los puntos del planeta entre sí, lo ha
convertido en una aldea global, mientras que, por otro, la temática internacional
ocupa cada vez menos espacio en los medios, desplazada por la información local,
por las noticias sensacionalistas, por los chismes y por todas las novedades
utilizables.
Esta tendencia que describen Colombo y Kapu[ciDski ha sido confirmada
por otros muchos autores en diferentes países, lo cual indica que es un fenómeno
que no conoce fronteras. Tampoco se presenta con la misma intensidad en todos
los medios, sino que parece acusarse más en televisión 2. Así lo analiza Pierre
Bourdieu (1997:74):
(... ) las cadenas de televisión recurren cada vez más a los viejos trucos de los
periódicos sensacionalistas y dedican el espacio más importante, incluso todo el
espacio disponible a veces, a la crónica de sucesos y a las noticias deportivas:
ocurre cada vez con más frecuencia que, al margen de o que haya podido suceder
en el mundo, la portada de un telediario esté consagrada a los resultados de la
liga de fútbol (...) o el aspecto más anecdótico y ritualizado de la vida política (...)
en pocas palabras, todo lo que puede suscitar un interés de mera curiosidad y no
requiere ninguna competencia específica previa, en particular política.
Si tenemos en cuenta que la mayor parte de los ciudadanos, sobre todo en
España, sólo se mantienen informados a través de este canal, no es difícil deducir
que las consecuencias de esta actuación son importantes.
2
Sorprendentemente, según un estudio reciente publicado en Estados Unidos, las grandes cadenas de televisión
de ámbito nacional incluyen en sus informativos cada vez más noticias locales y de escasa trascendencia,
mientras que la información internacional se está viendo relegada a pequeñas emisoras locales.
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En esta situación nos encontrábamos cuando, de repente, los atentados
terroristas del 11 de septiembre despertaron la conciencia de los analistas
dedicados a estudiar la comunicación social. Surgieron, entonces –como ya hemos
adelantado anteriormente-, una serie de reflexiones que resultan interesantes por
dos motivos: porque venían a confirmar ese proceso de banalización de la
información periodística en la que estábamos asentados y porque esa autocrítica
auguraba un cambio en el modo de abordar los acontecimientos que podían
convertirse en noticia. Desde Estados Unidos, y en un artículo publicado por El
Mundo el 8 de noviembre de 2001, Robert Samuelson observaba:
(...) antes del 11 de septiembre, la prensa se hallaba inmersa en un prolongado
proceso de autotrivialización. En Estados Unidos, los medios de comunicación
parecíamos vivir en una época dominada por lo personal, lo pequeño, lo excitante.
(...) Los grandes temas nacionales de grave significación moral, política o social
estaban desapareciendo, relegados a las últimas páginas (...) completamente
desinformados en asuntos de sustancia.
En este artículo, el 11 de septiembre era considerado, además, como un punto
de inflexión para los profesionales del periodismo. El trágico suceso había
impactado de tal modo en el autor que, según él, no podía más que marcar un
antes y un después en la concepción de la labor informativa de los medios: Ahora
nuestra tarea se ha modificado dramáticamente. He aquí noticias que realmente
importan. Son sobre el bien y el mal, la vida y la muerte, la guerra y la paz, la
religión, la tecnología, el choque de culturas, nuestro futuro como sociedad.
Algo semejante advirtió el director del diario francés Libération, Serge July,
quien, en una conferencia pronunciada en Madrid el 5 de octubre de 2001,
reconocía que los atentados del 11 de septiembre le habían animado a seguir siendo
periodista. July, además, afirmaba: Es una catarsis que necesitábamos todos3. ¿A
quién se refería July con ese “todos”? ¿A todos los habitantes del mundo? ¿A los
ciudadanos del llamado mundo occidental o desarrollado? ¿A sus colegas
periodistas? Para tratar de averiguarlo, creemos oportuno precisar el significado
exacto de una palabra clave en su declaración: “catarsis”. De las cinco definiciones
que recoge el Diccionario de la Real Academia Española, hay dos que podrían
aclararnos la frase del director francés. Son las siguientes: para los antiguos
griegos, purificación ritual de personas o cosas afectadas de alguna impureza /
/ Efecto que causa la tragedia en el espectador al suscitar y purificar la
comprensión, el temor u horror y otras emociones.
Para descubrir quiénes son esos “todos” que, según July, estaban necesitando
semejante purga, pueden servirnos ambas acepciones. Aunque no está en nuestro
ánimo tratar de dar a su afirmación un significado que él no pretendiera, ¿no es
3
Información publicada en el diario El Mundo del siglo XXI, Madrid, 9-11-2001, p. 9.
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cierto que la primera puede ser aplicada a los profesionales de la información,
mientras que la segunda se adecua perfectamente a su audiencia? Veamos:
a. La primera de las acepciones habla de una purificación ritual de personas o
cosas afectadas de alguna impureza. Si July se refiriera a este primer
significado de “catarsis”, es lógico pensar que con su “todos” está aludiendo a
los profesionales del periodismo. El 11 de septiembre (en un primer momento,
claro está) fue exactamente esto para los periodistas: un suceso que les hizo
ver las impurezas que afectaban a su quehacer y que les llevó a plantearse la
necesidad de purificarlo.
b. La segunda acepción hace referencia al efecto que causa la tragedia en el
espectador al suscitar y purificar la comprensión, el temor u horror y otras
emociones. Este efecto fue el causado por los atentados en la audiencia de
todo el mundo, tras presenciar la transmisión en directo de una tragedia
semejante.
Pero, ¿cuánto tiempo duró esta catarsis colectiva que afectó tanto a
profesionales de la información como al público en general? Como ya hemos
dicho anteriormente, muy poco, tan sólo unas pocas semanas. Y lo más curioso es
que, mientras las informaciones volvían por sus fútiles cauces, todos fuimos
conscientes de que el tiempo dedicado a la reflexión había sido demasiado escaso.
Así lo advirtió Raúl del Pozo en una de sus columnas de El Mundo ( 9 de noviembre
de 2001), titulada “Dinio o Laden”: Ese afán de trascendencia en España duró
cinco días. Otra vez Dinio ha vencido por los puntos de share a Bin Laden.
Diversos profesionales de distintos ámbitos llegaron a esa conclusión, de
forma rotunda, apenas tres meses después del 11 de septiembre en la conferencia
“Guerra y paz en el siglo XXI. Una perspectiva europea”, organizada por la
Fundación CIDOB y celebrada en Barcelona el 12 de enero de 2002. En la reunión,
un grupo de intelectuales resolvió que se había aprendido muy poco después de
los ataques terroristas.
¿ESTÁ CUMPLIENDO LA PRENSA EL PAPEL SOCIAL QUE LE
CORRESPONDE?
La ocasión desperdiciada tras esa decepcionante -y brevísima- catarsis a la
que nos condujo el 11-S hace que nos replanteemos el papel social de la prensa
en el mundo actual. Como se sabe, las funciones que tradicionalmente se le han
atribuido al periodismo son las de informar, formar y entretener. Teniendo en
cuenta los argumentos esgrimidos por los diferentes especialistas que hemos
citado, tal vez podríamos deducir que, en la actualidad, la prensa está descuidando
sus cometidos de informar y de formar.
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Reflexionar ahora sobre este asunto parece adecuado, ya que, tal como expone
Lorenzo Gomis (1991:14), los medios de comunicación de masas ayudan a conocer
el mundo, a estar al tanto de lo que sucede:
Gracias a los medios percibimos la realidad no con la fugacidad de un instante
aquí mismo, sino como un período consistente y objetivado, como algo que es
posible percibir y comentar, como una referencia general. Son los medios los que
mantienen la permanencia de una constelación de hechos que no se desvanecen al
difundirlos, sino que impresionan a la audiencia, dan qué pensar, suscitan
comentarios y siguen presentes en la conversación.
Como profesión vicaria que es, el periodismo debe facilitar al público toda
la información que necesita y a la que no puede acceder por sí solo. Esta es su
obligación, es la base del “contrato” que firma todo periodista con la sociedad el
mismo día que comienza a ejercer su carrera, ya que el conocimiento de la realidad
que le rodea es lo que permite al ciudadano tomar sus propias decisiones. Unas
decisiones que pueden afectar a la vida personal o a la vida de toda una comunidad,
como advirtió Bourdieu (1997:28): (…) la simple información, el hecho de
informar, to record, de manera periodística, implica siempre una elaboración
social de la realidad capaz de provocar la movilización (o la desmovilización)
social.
¿Qué otra cosa, sino la información facilitada por los medios de comunicación
occidentales, ha logrado salvar la vida de Safiya Husaini, condenada a morir
lapidada en Nigeria por un tribunal islámico? Es cierto que, en un primer momento,
la noticia de esta sentencia fue dada a conocer a través de Internet por Amnistía
Internacional, como también lo es que la prensa tardó algunas semanas en hacerse
eco de ella. Sin embargo, la presión ejercida por los medios de comunicación de
todo el mundo jugó un papel casi decisivo en el desarrollo de este caso. Nos
encontramos, pues, ante un ejemplo claro de cómo la información ayuda a la
sociedad a tomar conciencia de la realidad en la que vive permitiéndole, además,
intervenir en ella. Podemos decir, por tanto, que en esta ocasión los medios
cumplieron con la misión que les correspondía.
Pero el mismo día (27 de marzo de 2002) que se informaba de la puesta en
libertad de Safiya Hussaini, se anunciaba que otra mujer, Amina Lawal, había
sido condenada a la misma pena en el norte de Nigeria. ¿Qué aportaba a la sociedad
esta nueva información? Entre otras cosas, hacía que la noticia de Safiya Hussaini
pasara de ser un fogonazo, una historia particular que empieza y termina en sí
misma, a convertirse en una muestra representativa de la realidad de un país. De
esta forma, todos pudimos conocer cuál es la verdadera situación de miles de
personas en el mundo y tomar conciencia de que lo que les suceda a ellos no nos
resulta tan ajeno. A muchos lectores de periódicos, oyentes de radio y espectadores
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de televisión, estas noticias les dio la oportunidad de comprobar que pertenecían,
más que nunca, a esa aldea global de la que hablaba McLuhan. De repente,
descubrieron que las distancias geográficas, culturales y políticas se habían
acortado de tal modo que les resultaba posible no sólo recibir información de lo
que sucedía en cualquier parte del mundo sino, lo que era más sorprendente,
participar en los acontecimientos que les eran narrados. Llegados a este punto
debemos preguntarnos, ¿cuándo volveremos a saber de Amina Lawal?
Sin duda, esto es responsabilidad de los profesionales del periodismo, pues
ellos son los encargados de configurar la realidad social, tal como afirma Lorenzo
Gomis (1991:16):
Los medios actúan de mediadores entre la realidad global y el público o
audiencia que se sirve de cada uno de ellos. Pero esa mediación es algo más que
simple comunicación. Los medios no sólo transmiten, sino que preparan, elaboran
y presentan una realidad que no tienen más remedio que modificar cuando no
formar. El medio no es un espejo, porque el espejo no toma decisiones (…)
Lo mismo opina María Pilar Diezhandino (1994:27) quien, además, asegura
que esta labor social de la prensa es cada vez más importante para el desarrollo de
los pueblos:
El periodista –o el periodismo- no es un mero intermediario entre los agentes
socio-políticos-económicos y el público (...) No transmite simplemente lo que otros
le dicen (…) mero mensajero a sueldo, descomprometido, desentendido; es parte
integrante del mensaje que entrega. (…) Es un observador y clasificador de la
realidad. Y su intérprete. De su capacidad para detectar los hechos con interés
informativo, ordenarlos, seleccionarlos, comprenderlos, extraer las claves
significativas, elaborar adecuadamente la información… depende, hoy más que
nunca, el desenvolvimiento social.
Los periodistas crean pues, la realidad, pero también la clasifican. Como
todos sabemos, no solamente seleccionan qué acontecimientos se convertirán en
noticia sino que, una vez hecho esto, deciden qué noticia será más importante que
otra. Así, el público recibe la información del siguiente modo: “esto es lo más
importante que ha pasado en el mundo en las últimas horas. Esto es lo que le
interesa saber. Y, además, también ha sucedido esto, y esto otro, ...” ¿No es así
como se confeccionan las primeras páginas de los periódicos o los sumarios de
los informativos en televisión?
Carl N. Warren (1975:37) muestra a los profesionales el modo en que deben
realizar esta selección y presentación:
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Una de las obligaciones del periodista en la selección, evaluación y redacción
de noticias radica en determinar aquello que tiene trascendencia real y publicarlo,
aun sacrificando elementos más entretenidos o divertidos, pero menos importantes.
¿Está cumpliendo la prensa con este deber al que se refiere Warren? ¿Qué
acontecimientos son seleccionados para presentarse como noticias? ¿Son la mayor
parte de las informaciones que se publican realmente trascendentes o, por el
contrario, abundan las menos importantes pero más entretenidas? Para tratar de
desvelar estos interrogantes debemos comenzar viendo los diferentes tipos de
acontecimientos y, lo que es fundamental para nuestro estudio, qué posibilidad
tiene cada uno de ellos de convertirse en noticia.
TIPOS DE ACONTECIMIENTOS SEGÚN SU POSIBILIDAD DE
CONVERTIRSE EN NOTICIA
Después de revisar los tipos de acontecimientos propuestos por distintos
teóricos, creemos necesario realizar una nueva clasificación de los hechos según
su posibilidad de convertirse en noticia. Así, será más sencillo valorar en qué
medida influye el objeto, es decir, el acontecimiento, en la selección que llevan a
cabo los periodistas para elaborar el panorama actual. Hemos establecido 4 tipos
de acontecimientos:
1. Acontecimientos que siempre deben convertirse en noticia:
1.1. Siguiendo la tipificación de Auclair4, los que afectan a la esfera pública
(los que conciernen a toda la sociedad, pasan a la historia y es importante saber
cuándo ocurren). Por ejemplo, la reunión celebrada durante los meses de noviembre
y diciembre de 2001 en Bonn, en la que se decidió la composición del primer
gobierno de Afganistán tras la caída del régimen talibán.
1.2. Aquellos que Bechelloni5 llama hechos excepcionales (los que rompen
la normalidad, la continuidad. Son los hechos-ruptura los que se convierten en
noticia). Por ejemplo, cualquier atentado terrorista, accidente o catástrofe natural.
2. Acontecimientos que seguramente se convertirán en noticia:
Aquellos hechos que han sido realizados precisamente para ser noticia. Son
los que Bechelloni denomina “hechos-noticia” y que Furio Colombo define más
coloquialmente como “noticias-promoción”.
4 Ref. en ALSINA, Miguel Rodrigo, La construcción de la noticia, Barcelona, Ed, Paidós, 1989 (utilizamos la
edición de 1996), pp. 89-90. Auclair diferencia dos clases de acontecimientos: los relativos a la res pública
(que suponen un cambio del cuerpo social y que se inscriben en una continuidad histórica) y los relativos a la
esfera privada (que afectan a personas privadas, son hechos contingentes que podrían haberse producido
tanto ayer como hoy y no pasan a formar parte de la historia).
5 Ibíd., p. 123. Para Bechelloni, los acontecimientos pueden ser de dos clases: 1. los hechos hechos
excepcionales, es decir, los que rompen la normalidad. Son los hechos-ruptura o noticia-ruptura. 2. los hechosnoticia. Se trata de los hechos que han sido realizados precisamente para ser noticia. Bechelloni asegura que
estos dos tipos de hechos se imponen al periodista, es decir, están destinados por su propia naturaleza a
convertirse en noticia.
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Un ejemplo de pseudoevento podría ser cualquiera de las fiestas organizadas
por las grandes productoras, preferentemente de Hollywood, para presentar sus
películas. Esas cada vez mejor organizadas giras de presentación del producto
por varios países, en las que la mera presencia de las estrellas americanas sirve
de gancho para que los medios cubran ese acontecimiento. Al convertir el estreno
de la película en un acontecimiento, se consigue que el filme pase a ser noticia. Así
se explica que, cada vez con más frecuencia, los informativos de televisión se hagan
eco de hechos que, en la mayor parte de los casos, no tendrían cabida en un espacio
de información general.
3. Acontecimientos que nunca serán noticia:
Los que Fishman (1983:89) denomina “no-sucedidos” (no-events). Son
acontecimientos que podrían ser noticia pero que, por falta de atención necesaria,
no llegan a ser ni siquiera considerados. Según este autor, un “no-sucedido” es
algo que puede percibirse con cierto esquema de interpretación pero no con otro.
(Ibíd.)
Es necesario dejar claro que los “no-sucedidos” son acontecimientos que no
son percibidos por los periodistas, es decir, se trata de hechos que nunca llegarán
a convertirse en noticias porque, sencillamente, nadie repara en ellos. Por esta
razón, al referirse a este tipo de sucesos, Fishman no habla de hechos que no son
noticiables, sino de hechos a los que, por no prestarse la debida atención, pasan
inadvertidos a unos periodistas que están demasiado preocupados por reconocer
las noticias basándose en unos criterios demasiado rígidos y asimilados de un
modo tan “práctico” por los profesionales que no les permiten ir más allá de la
evidencia. Sería algo así como que los no-sucedidos existen porque, en muchas
ocasiones, la presencia de los árboles no deja que el reportero vea el bosque.
Es importante no confundir estos “no sucedidos” con otro tipo de hecho que
apunta Mar Fontcuberta: el no-acontecimiento. Según Fontcuberta (1994:26-27),
los no-acontecimientos son las noticias que aparecen en los medios de
comunicación que no están basadas en acontecimientos sino en noacontecimientos. (…) Son las que basan su información en hechos no acaecidos.
(…) El no-acontecimiento periodístico implica convertir en noticia un hecho que
no se ha producido, ni está previsto cuándo debe producirse.
Los no-acontecimientos que esta autora describe serían, ante todo, y por propia
definición, una clase de noticias pues, a diferencia de los no-sucedidos de Fishman,
los no-acontecimientos de Fontcuberta existen solamente porque se convierten
en noticia. Los acontecimientos que no reúnen las condiciones necesarias para
convertirse en noticia. Es decir, aquellos hechos que el periodista, ejerciendo su
labor social de informar a su audiencia, estima que no van a interesarle. Formarían
parte de este tipo de acontecimientos todos los que no se desvían de la rutina
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cotidiana de una comunidad. Por poner un ejemplo quizá demasiado fácil, podrían
compararse a esa respuesta que todos solemos dar cuando llegamos de trabajar y
alguien nos pregunta: “¿qué tal, qué ha pasado hoy?” Y nosotros contestamos:
“Nada”. En realidad han pasado muchas cosas (hemos tardado un cuarto de hora
en aparcar, hemos trabajado, resulto problemas, quizás hayamos tenido tiempo
para tomar un café, seguramente habremos hablado con nuestros compañeros,
alguien nos habrá llamado por teléfono, algún asunto de última hora nos ha
retenido más tiempo del previsto en la oficina, …), pero ninguna de ellas se ha
salido de nuestra rutina diaria y, por tanto, no hay nada que resaltar. A nuestro
interlocutor no le interesa la “normalidad”, lo que ya conoce por experiencia
propia, de modo que tampoco le interesaría que los periodistas le informen de
hechos o de situaciones a los que él puede asistir a diario.
4. Acontecimientos que pueden convertirse en noticia:
4.1. Siguiendo a Auclair, los que afectan a la esfera privada de las personas
(afectan a individuos particulares, no a la masa social, no pasarán a la historia y
son intemporales). Estos acontecimientos pueden llegar a ser noticia por dos
motivos: a) por la popularidad de la persona a la que afecta el hecho. En este
caso, no es tan importante el hecho como la persona que lo vive. Por ejemplo,
algo tan común como una enfermedad, se convierte en noticia si quien lo sufre es
un presidente del gobierno, un líder político, o una actriz de moda; b) y por el
interés del hecho en sí mismo. Aquí, lo más destacable es el hecho y no el nombre
de la persona que lo protagoniza. Aunque quizá demasiado exagerado, creemos
que puede servir como ejemplo muy claro la ya célebre frase que asegura que la
noticia es que un niño muerda a un perro, no que un perro muerda a un niño. De
tal modo que para que cualquiera de nosotros, ciudadanos “anónimos”, veamos
nuestro nombre en los periódicos y en los informativos de radio y televisión, no
sólo tenemos que haber estado envueltos en sucesos extraordinarios, es decir,
fuera de lo común, sino que, además, es requisito indispensable que tales sucesos
nos haya afectado sólo a nosotros y, por tanto, no tengan una incidencia directa o
práctica en la vida de los demás.
4.2. Nos atrevemos a establecer una nueva categoría, similar a los nosucedidos definidos por Fishman, y que podríamos llamar acontecimientos “no
atendidos”. Podrían incluirse dentro de este nuevo tipo de acontecimientos todos
aquellos hechos noticiables a los que los medios tampoco prestan atención porque
no se encuentran en el lugar adecuado para poder comprobarlos. Se trataría, por
tanto, de sucedidos que deberían incluirse dentro de la categoría de
“acontecimientos que siempre deben convertirse en noticia”, pero cuyo
conocimiento tardío hace que salten a los medios tiempo después de haberse
producido. Este retraso suele influir de dos modos en el tratamiento de tales hechos
por parte de la prensa: o no se les otorga la importancia que habrían tenido de
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haber sido contados a tiempo, o son engullidos por la gran cantidad de información
que procesan diariamente los periodistas, quedando diluidos por la urgente
transmisión de otros acontecimientos que están sucediendo en ese mismo
momento. Un ejemplo claro de estos “no atendidos” lo encontramos en el artículo
de Ryszard Kapu[ciDski titulado “El mundo reflejado en los medios” (2001: 319):
Nutridos grupos de enviados corren por el mundo. Forman una gran manada
en la que todos vigilan a todos para impedir que la competencia tenga algo mejor.
De ahí que, en los momentos en los que el mundo tienen lugar a la vez varios
acontecimientos, los medios cubran solamente uno, el que atrajo a la manada.
(…) en Rusia en 1991 durante el golpe. Los acontecimientos auténticamente
importantes, las huelgas y manifestaciones, tenían lugar en San Petersburgo, pero
el mundo no lo sabía, porque los enviados de todos los medios no se movieron de
la capital, esperando que algo ocurriese en Moscú, donde la calma era casi
absoluta.
Hemos visto ya cuáles son los tipos de acontecimientos que podemos
encontrarnos y las probabilidades de cada uno de ellos de llegar a convertirse en
noticia. La relación entre ambas realidades (acontecimiento y noticia) es, por tanto,
evidente a estas alturas. Sin embargo, también es necesario recordar que, como
dice Miguel Rodrigo Alsina (1996), la noticia se diferencia del acontecimiento
en que el acontecimiento es un mensaje recibido, mientras que la noticia es un
mensaje emitido. (1996:90). Por esta razón, al tratar de establecer las distintas
probabilidades que tienen los mensajes recibidos por los periodistas de
transformarse en mensajes emitidos para el público, no sólo hay que tener en
cuenta las características del objeto (acontecimiento) sino las decisiones tomadas
por del sujeto (el periodista).
NOTICIAS DURAS Y NOTICIAS BLANDAS
Cuando se trata de establecer los criterios que deciden qué hechos van a
transformarse en noticia y qué otros se quedarán sin cobertura, la mayor parte de
los estudiosos coincide en señalar al llamado “interés periodístico” como
determinante. (…) Un suceso o aspecto concreto de la realidad determinada –
dice Pilar Diezhandino (1994:40)- no se cubre si no cumple los requerimientos
necesarios para pasar a ser noticia de interés periodístico. Pero, ¿qué se entiende
por interés periodístico? Para Gomis (1991:103), el interés periodístico engloba
dos aspectos diferentes: el interés del hecho y su importancia en un criterio
conjunto de selección de noticias que tuviera en cuenta, de una manera
equilibrada, lo que el hecho dará que hablar y lo que el hecho dará que hacer.
Coincide con él Juan Ramón Muñoz Torres (1989:79), afirmando que el interés
periodístico no es sólo una cuestión de gustos o de criterios subjetivos. Para este
autor, también es necesario considerar las características propias de los mensajes
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informativos. Y así lo expone al describir qué entiende por interés informativo
(Ibíd.:62):
De una manera breve, podría describirse el interés informativo como aquella
cualidad de ciertas narraciones periodísticas por la que el público las considera
dignas de ser conocidas. A esta propiedad cabría denominarla también con nombres
como “relevancia”, “importancia” o “trascendencia” de un texto periodístico.
Recapitulando, nos encontramos, de nuevo, con el objeto y con el sujeto de
la información, con el periodista y el acontecimiento como elementos a tener en
cuenta en este proceso de conversión de acontecimiento a noticia. Por una parte,
existen hechos que son informativamente interesantes en sí mismos y, por otra
parte, los periodistas valoran qué acontecimientos son los que interesan a su
audiencia y se encargan de clasificarlos según resulten más o menos interesantes
para su público. Surge aquí una figura que hasta ahora no habíamos considerado:
el público. ¿En qué medida influye éste en la selección de los profesionales?
¿Coinciden uno y otros al valorar el interés de los acontecimientos? Puesto que
ambos (periodistas y públicos) son humanos, deberían hacerlo, ya que, como indica
Warren no existe una neta línea divisoria entre el interés informativo y el interés
humano, como no la existe entre los colores de un arco iris. Ambos elementos se
entremezclan según distintas proporciones en la pluma de cada periodista.
(Warren, 1975:273)
¿Podemos deducir de esta afirmación que también es labor del periodista
hacer interesantes para el público ciertos acontecimientos? Sabemos que las
noticias pueden dividirse en dos grandes grupos, según el interés que despierten
en la sociedad6:
1. Noticias de interés público.- son aquellas que, resulten atractivas o no, afectan
a la sociedad. Suelen ser noticias de carácter político y económico. Estas
noticias son denominadas por Warren (1975:60) como noticias duras
(importantes para los seres humanos).
2. Noticias de interés del público.- son aquellas que, por su contenido humano,
logran captar la atención de la audiencia. Coinciden con las que Warren (Ibíd.)
identifica como noticias blandas (interesantes porque tratan de la vida de
seres humanos)
También somos conscientes de que ninguna información, por muy de interés
público que sea, soporta verse reflejada por mucho tiempo en los medios. Basta
con preguntarse qué ha pasado con esa “guerra al terrorismo internacional” que
6
Cfr. NÚÑEZ LADEVEZE, Luis, Manual para periodismo, Barcelona, Ed. Ariel, 1991, pp. 40-41. Núñez
Ladevéze distingue entre interés público, que procede de la objetivación de las relaciones políticas y de la
interacción social, e interés del público por acontecimientos que genéricamente conmueven a la mayoría de
las personas por motivos principalmente psicológicos. (...) sienten curiosidad e interés por (...) motivos no
públicos sino más bien humanos.
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se anunció tras el 11-S y que tuvo su punto de partida en Afganistán o qué supimos
del desarrollo del conflicto árabe-israelí desde las promesas hechas por los líderes
internacionales tras esos atentados hasta el pasado mes de marzo. Que las
audiencias se cansan de ver siempre los mismos temas es un hecho. Pero también
es cierto que existen ciertos asuntos de interés público que a esas audiencias les
conviene conocer. Por otra parte, es tarea de los medios de comunicación
mantenerles informados de lo que sucede en el mundo ya que, como hemos
señalado anteriormente, esto les permitirá tomar sus propias decisiones. Nos
encontramos, por tanto, en un círculo vicioso. Sin embargo, y por poner un ejemplo
práctico, un reportero curtido en múltiples conflictos bélicos, Gervasio Sánchez
(2001:379), afirma:
Sin imágenes y palabras, el interés decae, las organizaciones humanitarias
tardan en reaccionar y la comunidad internacional no se siente presionada para
tomar decisiones.
En esta declaración, Sánchez se refiere a la cobertura informativa de las
guerras, ¿existe noticia de mayor interés público que una guerra? Cuando un
profesional hace una reflexión como esta, debemos preguntarnos cuántas luchas
armadas podrían acelerar su final con un tratamiento periodístico adecuado, o
cuántas vidas como la de Safiya podrían salvarse convirtiéndolas en noticia. No
tratamos de mudar la profesión periodística en una ONG, ni siquiera de adjudicarle
unas funciones humanitarias impropias de ella, solamente intentamos recuperar
su cometido principal: mantener informada a la sociedad para que ésta pueda
desenvolverse adecuadamente. Y las noticias duras o de interés público son
fundamentales para conseguirlo.
EL DIFÍCIL EQUILIBRIO
Sin embargo, estas noticias resultan, con frecuencia, aburridas. Como
reconoce Bourdieu (1997:127):
En un mundo dominado por el temor a ser aburrido y el afán de divertir a
cualquier precio, la política está condenada a aparecer como un tema ingrato que
se excluye en la medida de lo posible de las horas de gran audiencia, un espectáculo
poco estimulante (...) que hay que convertir en interesante.
El autor francés no sólo advierte esa tendencia actual, anteriormente señalada,
de incluir cada vez menos noticias duras en los medios de comunicación de masas,
sino que critica el modo en el que los medios han intentado solucionar el problema
(Ibíd.:132-133):
La búsqueda de la diversión tiende (...) a desviar la atención hacia un
espectáculo (o escándalo) cada vez que la vida política hace que surja una cuestión
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El 11 de septiembre, ¿una catarsis para todos?
importante, pero de apariencia fastidiosa, o más sutilmente, a reducir lo que se
suele llamar la “actualidad” a una rapsodia de acontecimientos divertidos, a
menudo situados (...) a medio camino entre el suceso y el show.
Hoy, más que nunca, la información se concibe como un espectáculo. Gervasio
Sánchez (2001:372) reconocía, poco antes del 11-S, que los trabajos periodísticos
de los reporteros de guerra no interesaban a los medios:
Hace 20 años, los semanarios y los dominicales se hubieran peleado por
reportajes similares. Hace 10 años (...) algunos se hubieran apiadado de mis
víctimas y hubieran permitido que sus tragedias fueran conocidas. Hoy, tengo serias
dificultades para publicar mis trabajos.
¿Qué cambió, entonces, para que a los periódicos, televisiones, radios y
agencias de prensa de todo el mundo les interesara cubrir informativamente la
guerra en Afganistán? Probablemente, su carácter de espectáculo. La retransmisión
en directo de los atentados del 11-S. Esta reacción nos advierte sobre los peligros
que rondan a la profesión periodística en la actualidad. Uno de ellos, como
acabamos de ver, es el facilitar un mayor número de noticias blandas. Quizá sea
oportuno recordar cómo el mismo día que cinco soldados europeos morían en
Kabul al desactivar un misil, que Israel atacaba la residencia de Arafat o que en
España se investigaba la muerte de varios jóvenes por consumo de “éxtasis”, una
de las noticias más destacadas por la prensa y la televisión era el resultado de un
partido de fútbol.
Otro de los riesgos a los que se enfrenta la profesión periodística, y quizá
más preocupante que el anterior, es el incurrir en el error de presentar como blandas
noticias que en realidad son duras, y viceversa. Si, normalmente, los
acontecimientos blandos deben convertirse en noticias blandas, mientras que los
acontecimientos duros se transforman en noticias duras, entonces, el tipo de noticia
que surja de cada hecho, depende del tratamiento que se dispense a éste último.
Para ser más claros: depende del periodista.
Cuando el público recibe noticias blandas bajo la apariencia de noticias duras
o noticias duras camufladas con el aspecto de noticias blandas, el periodismo
está traicionando sus principios e incumpliendo la labor social que se le
encomienda.
Un ejemplo de cómo se pueden presentar noticias blandas como si fueran
duras lo encontramos en los días posteriores al 11-S, cuando el afán por suministrar
novedades centró la atención de los medios en el ántrax. Lo proporcionó Robert
Samuelson en su citado artículo publicado en el diario El Mundo el 8 de noviembre
de 2001:
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Nuestra nueva obsesión con el terrorismo nos haga cómplices sin saberlo.
(...) Un ejemplo: el susto del ántrax. Hasta ahora, el ántrax ha sido una amenaza
trivial para la salud pública y la seguridad: cuatro personas han muerto de las 17
que se sabe fueron infectadas. (...) En cambio, hubo 42.000 muertes provocadas
por accidentes automovilísticos y 17.000 por homicidios, en 1998. Sin embargo,
los medios periodísticos han tratado el ántrax como un flagelo al acecho, que
podría atacar a todos velozmente. (...) la cobertura ha sido desproporcionada con
respecto a la amenaza real.
En su análisis, Samuelson no sólo advierte de la desmedida importancia que
se le dio a esta noticia sino que, además, señala que actuaciones como estas pueden
acarrear serios perjuicios para la sociedad. El mismo caso llamó la atención de
otros periodistas, como Víctor de la Serna, quien en un artículo titulado “Guerra
de palabras” (El Mundo, 11 de octubre de 2001) atribuía esta manipulación de la
información a la escasez de noticias duras:
Una vez más, las noticias duras escasean, y se pide más. Hasta caer en la
precipitación y quizá el error. Un ejemplo: Newsweek dice que el ántrax de Florida
pudo llegar en una carta “extraña” relacionada con Jennifer López, y que un ex
becario “de aspecto oriental” se despidió con amenazas. El martes, el FBI lo
desmiente: son meras suposiciones, no hay nada firme. Pero eso no impidió que,
ayer, muchos medios (...) daban aún por buena la versión de Newsweek.
Aunque no estamos de acuerdo con él cuando afirma que hay una carencia de
noticias duras (que no aparezcan en los medios no quiere decir, como estamos
comprobando, que no pudiera haberlas, pues existen multitud de acontecimientos
duros o, dicho de otro modo, acontecimientos que deberían convertirse en noticias),
su comentario nos sirve para ratificar la maniobra efectuada por los medios, al
dotar de una trascendencia irreal a ese hecho. Tampoco faltan muestras de cómo
el tratamiento que los profesionales dan a los hechos noticiosos es capaz de
transformar noticias que deberían ser duras en noticias blandas. Este trueque se
produce, sobre todo, cuando se abordan asuntos que podríamos llamar “perennes”
y entre los que se encuentran no sólo los conflictos armados que asolan desde
hace años determinadas zonas del planeta sino también el hambre en el mundo y
la falta de agua o de recursos de muchas comunidades. En palabras de Kapu[ciDski
(2001:322), la miseria, en general.
Un truco aplicado por quienes manipulan el tema de la miseria es su
presentación en los programas de carácter geográfico, etnográfico y turístico, que
muestran rincones exóticos del mundo. De esa manera la miseria se identifica con
el exotismo y se transmite el mensaje de que su lugar idóneo son los lugares exóticos.
La miseria, así mostrada, tiene el valor de algo curioso (...) Gran truco de los
manipuladores es la presentación de la miseria como un fenómeno estadístico, es
decir, como un elemento normal del mundo real. La miseria vista así es algo
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imposible de erradicar y, por consiguiente, el hombre no puede entenderla como
un reo para su civilización, ya que es algo con lo que hay que aprender a convivir.
He aquí una posible explicación al cansancio que muestra la audiencia cuando
se le facilita este tipo de noticias duras: si nada se puede hacer por solucionar los
problemas que reflejan, ¿para qué insistir sobre ellas?
En las manos de los profesionales de la información se encuentra la búsqueda
de alternativas que logren cambiar este panorama. No resulta insensato suponer
que, del mismo modo que las televisiones se gastan miles de euros en contratar
cantantes famosos para actuar en un determinado programa, o a actores de
Hollywood con el fin de dar una sorpresa a alguien, seguramente por menos precio
se podría llevar a los platós a mujeres afganas que dieran testimonio de su situación,
a cooperantes que cuenten qué labor desarrollan con los más desfavorecidos, a
una familia kosovar que denuncie la situación de su tierra, etc.
¿Cómo es posible que se invierta más en espectáculos que en concienciar al
espectador de los verdaderos problemas del mundo? Si se pudo remover la
conciencia, no sólo de los estadounidenses, sino de casi todo el mundo después
del 11 de septiembre, ¿por qué no se va a poder hacer lo mismo con otros asuntos
tan importantes y, en ocasiones, incluso más trascendentales? Si se ha conseguido
que todos aceptemos el día del padre, el día de los enamorados, y no podamos
hacer otra cosa más que cumplir con la tradición en esas fechas, ¿por qué no va a
ser posible que la información nos sensibilice en otros temas más notables? Si
hay ideas para que consumamos, ¿por qué no puede haberlas de vez en cuando
para concienciarnos de la realidad que nos rodea? Somos conscientes de que estas
preguntas pueden parecer una utopía, pero creemos que hay que planteárselas de
vez en cuando.
En un mundo tan complejo como el actual, más “aldea global” que nunca,
¿qué papel deben desempeñar los profesionales del periodismo? Tal vez fuera
conveniente hacer algunas reflexiones: el 11-S, al igual que los últimos
acontecimientos políticos y sociales, están desvelando que el mundo es cada vez
más “pequeño”, más cercano y abarcable. Es decir, cada vez resulta más difícil
abstraerse de los problemas que viven otros países, por muy lejanos a nosotros
que se encuentren. La consolidación de la Unión Europea traerá más consecuencias,
y de más envergadura, que la simple adaptación a una nueva moneda. Además,
con todos los países que han solicitado su ingreso en la UE y con los que
probablemente lo harán en el futuro, se impone una nueva visión del mundo, de
“nuestro” mundo, que sigue “empequeñeciéndose”.
Los movimientos migratorios de los países eufemísticamente llamados “en
vías de desarrollo” hacia los que integran el también indebidamente denominado
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primer mundo son un problema que no afecta solamente a los receptores de
inmigrantes sino, fundamentalmente, a esos países desfavorecidos. Una vez más,
hay que ir más allá y ejercitar una visión a largo plazo para poder descubrirlo y
solucionar ahora situaciones que pueden tornarse muy graves en un futuro.
Es necesario deshacerse de la visión a corto plazo que domina actualmente,
ya que con ella sólo percibimos lo que nos afecta a nosotros, a nuestra comunidad
más inmediata, mientras que la mirada a largo plazo nos informa de lo que atañe
a los demás. En la ya llamada era de la globalización hay que analizar no sólo los
aspectos positivos y negativos de la misma, sino que es necesario profundizar
más en todos los ámbitos a los que afecta. Recibimos información sobre esta
tendencia, pero casi toda se refiere a su vertiente económica. Pero la globalización
afecta también al mundo de la información.
Dejando a un lado la desventaja que supone actualmente no tener acceso a
las nuevas tecnologías de la comunicación, lo cual marcará el ritmo y la posibilidad
de desarrollo de los pueblos en un futuro no muy lejano, y prescindiendo también
de las nefastas consecuencias que conlleva el que la información fluya solamente
desde los países ricos hacia los países pobres, no es menos cierto que esta
globalización parece influir solamente sobre éstos últimos. ¿Por qué razón? Porque
nosotros, ajenos a ella, nos acomodamos cada vez más en nuestro pequeño mundo.
Las noticias que nos presentan los medios tratan sólo de aquello que tenemos
más cerca y, además, de asuntos tan triviales que nos hacen recrearnos en nuestro
círculo más cercano. Parece que haya que transmitir solamente informaciones
que nos permitan sentirnos a gusto en nuestro mundo, encerrarnos en él, protegidos
por esa burbuja de cristal en la que lo estamos convirtiendo.
Y, mientras tanto, ¿qué hacen los medios de comunicación?
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(Artículo recibido el 5 de abril de 2002. Aceptado el 10 de mayo de 2002)
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