Ambigüedades del empoderamiento
ciudadano en el contexto tecnopolítico
Ambiguities of citizen empowerment in the techno-political context
Alberto Hermida
(Universidad de Sevilla)
[ahermida@us.es]
Víctor Hernández-Santaolalla
(Universidad de Sevilla)
E-ISSN: 2173-1071
[vhsantaolalla@us.es]
IC – Revista Científica de Información y Comunicación
2016, 13, pp. 263 - 280
Resumen
En un contexto en el que el activismo sociopolítico dispone de numerosas herramientas
y canales para su desarrollo, diversos trabajos ponen en cuestión la eficacia de las
acciones online. Al respecto, en el presente artículo se plantea un debate teórico en torno
a dos cuestiones: las ventajas e inconvenientes del denominado activismo de salón, y
las controversias respecto al empoderamiento ciudadano en relación a los conceptos de
visibilidad, videoactivismo y contravigilancia.
Abstract
In a context where socio-political activism is developed through many tools and channels,
several studies question the effectiveness of online actions. In this regard, this article proposes
a theoretical approach concerning two different issues: the advantages and inconveniences
of the so-called slacktivism, and the controversies of the citizen empowerment related to the
concepts of visibility, video activism and sousveillance.
Recibido: 15/06/2016
Aceptado: 08/09/2016
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Palabras clave
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Tecnopolítica, activismo de salón, videoactivismo, contravigilancia, visibilidad, TICs.
Keywords
1. Introducción
En un entorno dominado por los movimientos sociales y las acciones
E-ISSN: 2173-1071
Techno-politics, slacktivism, video activism, sousveillance, visibility, ICTs.
colectivas, la implicación y la protesta política ciudadanas encuentran en el
uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) nuevas
Sumario
herramientas para el activismo; para el cuestionamiento de determinadas
1. Introducción
2. Activismo de salón, ¿finalidad o medio?
3. Límites entre la visibilidad, el videoactivismo y la contravigilancia
4. Contra el sistema… desde el sistema
5. Bibliografía
formas de autoridad. En este modelo de sociedad, la tecnología se erige, por
tanto, en instrumento de liberación (Diamond, 2010), posibilitando con ello la
Summary
complemento de las acciones presenciales e incluso pudiendo alcanzar
1. Introduction
2. Slacktivism, purpose or medium?
3. The limits between visibility, video activism and countersurveillance
4. Against the system… from the system
5. References
carácter viral en su proceso expansivo (Valadés García, 2011).
Ya en 2002, Howard Reinghold planteaba el concepto de “multitudes
autoorganización política masiva y el empoderamiento ciudadano en los que se
sustenta la tecnopolítica (Toret, 2013). Se consigue así una mayor inmediatez
y visibilidad en las iniciativas emprendidas, llegando estas a funcionar como
inteligentes” para hacer alusión a aquellos grupos que, sin conocerse, son
capaces de organizarse y actuar de forma conjunta mediados por sistemas
informáticos y de telecomunicaciones. En esta línea, queda de manifiesto la
disolución entre las fronteras territoriales, idea que enlaza con el concepto de
“territorios inmateriales” de Rousselin (2014). Se apuesta así firmemente por
unas interconexiones independientes de las distancias geográficas, subrayándose
con ello el carácter de globalización en términos de comunicación y difusión de
la información, hasta el punto de contrarrestar la visión hegemónica instaurada
por el poder y difundida por los medios de comunicación tradicionales (Candón
Mena, 2012; Neumayer & Valtysson, 2013).
Desde esta perspectiva, manifestaciones características del
ciberactivismo, el hacktivismo, el videoactivismo o la desobediencia civil electrónica
se ven amplificadas en impacto y repercusión gracias a su combinación con los
recursos propios de internet y las redes sociales. No obstante, frente a esta visión
que subraya la utilidad de la participación ciudadana online, autores como Marmura
(2008) o Choi y Park (2014) consideran que este activismo en la red no tiene
realmente una influencia en las decisiones de los dirigentes políticos ni en el resto
de ciudadanos, pues lo máximo que promovería serían lazos de unión débiles
entre los individuos que, en última instancia, no conducirían a una acción colectiva
presencial.
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Metodológicamente, la presente investigación se plantea como una
Específicamente, dentro de este activismo de salón se englobarían
revisión teórica centrada en los ámbitos de la tecnopolítica y el empoderamiento
ciudadano en el contexto de los nuevos movimientos sociales, prestando
acciones como dar “me gusta”, compartir cierta información entre los seguidores
o firmar alguna petición en la red, que si bien no tendrían consecuencias
especial atención a cómo ciertas formas de activismo han pasado a integrarse
aquellos ejercicios desarrollados mediante plataformas sociales online que, si
bien no conllevan un cambio social o político per se, sí pueden ser entendidos
en la esfera pública, harían sentir a los sujetos que sus acciones son útiles
para la sociedad, quedando vetadas otras que sí significarían una influencia
real (Christensen, 2011, 2012; Jones, 2015; Morozov, 2009). Esta crítica es
semejante a la denuncia realizada con respecto a determinadas formas del
denominado marketing social, que llevarían a los consumidores a sentir “que ya
han cumplido con sus obligaciones filantrópicas al comprar productos, en lugar
en la vida cotidiana de cualquier ciudadano con mayor o menor trascendencia
e impacto, atendiendo a dos cuestiones fundamentales. Por un lado, el texto
analiza las posibilidades del denominado “activismo de salón”, es decir, de
por el ciudadano como un mecanismo influyente de participación activa. Por
de hacer donativos directos a sus causas preferidas” (Kotler, 2002, p. 14).
otro lado, se abordan las ambigüedades del empoderamiento ciudadano en
materia de videoactivismo, vigilancia y contravigilancia, haciendo especial
Por lo tanto, el problema no reside en llevar a cabo estas actividades
en la red, sino en que no haya una continuación de las mismas; es decir, por
hincapié en las ventajas e inconvenientes de su evolución tecnológica y de su
poner un ejemplo, que el unirse a un grupo de Facebook que promueva una
asimilación en la vida cotidiana.
causa social determinada se convierta en un fin en lugar de en un medio. De
hecho, autores como Christensen (2011, 2012), Gerbaudo (2012) o Shirky
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(2012) señalan que la actividad en internet no tiene por qué ser excluyente de
2. Activismo de salón, ¿finalidad o medio?
la participación activa en la calle, y que incluso puede repercutir favorablemente
en la misma. En palabras del primero:
En su conocido artículo publicado en The New Yorker, Malcolm
Gladwell (2010) plantea que de haber revolución, esta no sería tuiteada. Con
tal afirmación, el autor defiende que las acciones desarrolladas a través de
las redes sociales, al no requerir una verdadera implicación, solo conducen
a lo que se conoce como slacktivism. Formulado a partir del adjetivo slacker
(gandul) y del sustantivo activism (activismo), y próximo al concepto de
clickactivismo, este término es traducible como “activismo de salón”. Esta
expresión hace referencia a aquellas acciones poco costosas y carentes de
riesgo que se desarrollan normalmente a través de internet con el objetivo
Although there are undoubtedly people who are only active
on the Internet, the most persistent interpretation seems to
be that people who are active in traditional offline activities
are more likely to be active online as well, but they do not
substitute their conventional involvement with the digital
version […] and there is nothing to suggest that Internet
activists do not know their way around the political universe
(Christensen, 2012, p. 17).
de apoyar una causa determinada, pero que precisamente por no implicar
un esfuerzo real, no tienen ningún impacto político o social (Kristofferson,
White & Peloza, 2014; Lee & Hsieh, 2013; Morozov, 2009; Rotman et al.,
2011; Štӗtka, & Mazák, 2014; Vie, 2014). En este sentido, quedarían fuera
de dicha denominación las acciones hacker, que sí requieren de un sacrificio,
así como aquellas otras que solo persiguen el entretenimiento como finalidad
(Christensen, 2011).
De esta forma, frente a la perspectiva generalizada de crítica al
slacktivism, algunos estudios plantean una defensa del concepto, entendiéndolo
como una antesala de la acción presencial. Por ejemplo, Vie (2014) señala cómo
los memes de internet pueden poner el foco de atención sobre ciertos temas
que de otra forma pasarían desapercibidos. Por otra parte, Jones (2015) halla
que el hecho de compartir un vídeo relacionado con una determinada causa,
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como puede ser el caso KONY 20121, conduciría a descubrir y profundizar más
que dan su apoyo simbólico a una causa de forma privada, suelen donar más
con respecto a la misma. Estas acciones servirían de prerrequisito para la
participación activa del usuario, al tiempo que la difusión de los contenidos
dinero para la misma que aquellas otras que se comprometen con esta de
manera pública. Esto reforzaría la idea de que lo importante es la coherencia
compartidos contribuiría a la expansión geográfica del mensaje (Glenn,
interna de los individuos, al tiempo que permitiría interpretar que la manifestación
2015). Del mismo modo, Štӗtka y Mazák (2014) encontraron que existía
una correlación positiva entre las participaciones online y offline durante las
pública del apoyo sería suficiente para que los ciudadanos viesen satisfechas sus
necesidades o deseos de acción por un mundo mejor.
elecciones al parlamento checo de 2013, que se tradujeron en una mayor
En definitiva, según lo anterior, la participación en la red, por sutil que
búsqueda de información, un crecimiento del interés político y un aumento de
la participación en las urnas.
sea en primera instancia, puede llegar a suponer un paso inicial para acciones
posteriores que requieran más implicación por parte del individuo. En este
sentido, si bien no toda actividad desempeñada en internet queda enmarcada
dentro de esta modalidad de activismo, sí es cierto que se trata de una práctica
común entre los ciudadanos, cada vez más integrada en su “agenda” online.
Todo lo anterior deja de manifiesto cómo en determinadas
circunstancias el activismo de salón no solo no impide el activismo “real”,
sino que puede incrementar las probabilidades de que este ocurra, sobre
todo si la segunda actuación, más exigente, es congruente con la primera.
Como señalan Lee y Hsieh (2013), en este caso entraría en juego la teoría de
la disonancia cognitiva (Festinger, 1975), según la cual el sujeto sufrirá una
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experiencia psicológica incómoda como consecuencia de una incoherencia a
nivel cognitivo entre sus actitudes y su conducta; inconsistencia que solventará
bien añadiendo nuevos elementos consonantes, o modificando/relativizando el
valor de los factores que entran en conflicto.
Así pues, retomando el punto de partida del presente artículo, el activismo
de salón surgiría como resultado del desarrollo de las TICs en beneficio del
empoderamiento ciudadano, facilitando el acceso a distintas vías de actuación
política y social. Ya sea a golpe de click o mediante ejercicios más elaborados de
videoactivismo, las diferentes alternativas de actuación ganan en accesibilidad
e inmediatez, algo a lo que contribuye la posibilidad de llevarlas a cabo a partir
de un mismo dispositivo móvil.
Al respecto, Lee y Hsieh (2013) plantean que las personas que han
llevado a cabo acciones propias del slacktivism podrían estar más predispuestas
a desarrollar acciones cada vez más comprometidas, aunque estas requieran un
mayor coste y esfuerzo –lo cual relacionan a su vez con la estrategia del “pie en
la puerta”–, pues ello les permitiría mantener la consistencia entre sus creencias,
sus actitudes y sus acciones (2013, p. 813). A esta conclusión también llegaron
Kristofferson, White y Peloza (2013), quienes localizaron otra variable moderadora
entre el activismo virtual y presencial: la demostración pública o privada de la
primera acción. Así, por ejemplo, los autores encontraron que aquellas personas
1
Dirigido por Jason Russell en 2012 y producido por la organización sin ánimo de lucro Invisible Children,
KONY 2012 se ha convertido en uno de los vídeos más virales de internet, alcanzando una rápida difusión
en la red. En este sentido, si bien el documental ha sido aplaudido por conseguir que el público tome
conciencia de la existencia del criminal de guerra ugandés Joseph Kony, demandando así su detención,
también ha sido criticado por emitir un mensaje demasiado simplista, manipulado con respecto a la realidad
y condescendiente con el país africano, al tiempo que la organización ha sido acusada de perseguir fines
lucrativos (Basu, 2012; Hickman, 2012).
3. Límites entre la visibilidad, el videoactivismo y la
contravigilancia
Desde la perspectiva de la vigilancia, el individuo ha sido provisto en
la última década de herramientas fundamentales para el proceso de alteración
de los vectores tradicionales de poder (Krona, 2015, p. 217; McGrath, 2004,
p. 198), transformando su rol de objeto vigilado en sujeto vigilante. De este
modo, el término sousveillance (Mann, Nolan & Wellman, 2003) se impone
en la conceptualización de dicho giro con respecto a las dinámicas de
vigilancia, entendiendo la contravigilancia como reflejo de una realidad en la
que el ciudadano –la mayoría– se erige en observador del poder –la minoría–,
invirtiéndose así la dirección de la mirada.
En este modelo de “gran hermano invertido”, el vídeo se establece
“como forma de empoderamiento” (Askanius, 2015, p. 59); como arma elemental
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en la concreción de dicho sousveillance. De la multiplicación de cámaras en la
experimentados en primera persona a pie de calle, se erigen por tanto como
cima de los edificios se ha pasado a su proliferación en los bolsillos de los
material de primera mano; grabaciones de testigos presenciales –witness
ciudadanos; representación gráfica directa del mencionado cambio de dirección
en la mecánica de la observación. Frente al panopticon, diseño de estructura
videos– (Askanius, 2013, p. 6) de gran valor para el activismo político.
Especialmente en el marco de las reivindicaciones sociales, estos vídeos
carcelaria ideado por Jeremy Bentham a finales del siglo XVIII, que permitía al
proliferan en manifestaciones y protestas, ya no solo como vehículo para
vigilante observar cualquier punto de la prisión sin ser visto, se asienta la nueva
arquitectura del denominado catopticon (Ganascia, 2010). El punto de vista
luchar contra la manipulación y el sensacionalismo mediáticos, sino como
mecanismos para denunciar la violencia y el abuso policial. Sirva, por ejemplo,
único y omnipresente es reemplazado por la perspectiva múltiple de todos y
para ilustrar estas prácticas, la retransmisión ciudadana de la violencia
cada uno de los individuos en colaboración, como suma de fuerzas que articula
policial señalada por Manuel Castells (2015) en relación al caso de Occupy
Wall Street:
una mayor cobertura, a modo de “panopticon participativo” (Cascio, 2005;
Newell, 2014).
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En esta línea, dispositivos como los teléfonos móviles, las tablets o las
cámaras de fotografía-vídeo portátiles suponen las herramientas necesarias para
Un elemento decisivo para proteger el movimiento de la
el videoactivismo, manifestación que se nutre, además, de las posibilidades de la
de personas que blandían sus teléfonos móviles en cada
expansión global y la viralidad que permite la distribución online, conjuntamente
con el auge de la filosofía de lo compartido en las redes sociales. De hecho,
manifestación. Los medios generalistas sólo informaban de
surgen a partir de esto ciertas cuestiones propicias para el debate y que deben
de todo, colgando en Internet todas las acciones que se
ser recogidas en estas páginas. Por un lado, dicha transformación tecnológica
desarrollaron en cada confrontación. En algunos casos, la
y comunicativa favorece de manera notable el desarrollo de un modelo de
visión de la brutalidad policial dio nuevas energías a los
periodismo ciudadano -citizen journalism- (Penney & Dadas, 2013) y alternativo
manifestantes y despertó la simpatía popular contrarrestando
-alternative journalism- (Poell & Borra, 2011, pp. 697-699; Poell & van Dijk,
2015, p. 528), como propuestas de registro y documentación de la realidad
los prejuicios contra el movimiento, que era retratado en
violencia es la práctica masiva de los videorreportajes
lo que querían sus directores, pero el movimiento informaba
algunos medios como violento (p. 194).
diferenciadas de la de los medios de comunicación convencionales.
De un modo aún más específico y vinculado a la liberación tecnológica,
el denominado smartphone journalism (Newell, 2014) redunda en esta
En este sentido, la contravigilancia y el videoactivismo enlazan con
términos como secondary visibility (Goldsmith, 2010) y second-hand circulation
capacidad de cualquier individuo de la sociedad como emisor y distribuidor de
(Penney & Dadas, 2013). La policía queda retratada en sus excesos, expuesta
información a través del teléfono móvil. Con ello, se enfrenta a los mainstream
ante las grabaciones y la distribución de las mismas en plataformas de vídeo, y
media y sus intereses una vía diferente para informar, generalmente anónima,
sin posibles presiones políticas o económicas ni filtros impuestos, aunque
enlazadas con posterioridad en las redes sociales, amplificándose así el impacto
de las imágenes. No en vano, el miedo a perder el control por parte de las
con la evidente subjetividad que estas manifestaciones conllevan. Dentro de
fuerzas del Estado es el que hace posible, entre otras razones, el surgimiento
este contexto, de manera más concreta, “el vídeo ofrece la posibilidad de
producir material informativo independiente, informado y contrahegemónico”,
de leyes que coartan la libre filmación y circulación de este tipo de contenidos
que pueden llegar a generar tanta tinta y revuelo.
originando noticias alternativas de libre circulación (Askanius, 2015, p. 57).
Por otro lado, continuando con el debate abierto y en relación íntima
con lo anterior, las filmaciones ciudadanas, esos registros de acontecimientos
Asimismo, todo lo anterior se ha visto sensiblemente incrementado
con la reciente incorporación de aplicaciones de streaming en directo, como
Periscope, no por casualidad vinculadas estrechamente a los movimientos
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sociales2 –aunque en la actualidad su uso se haya extendido a los eventos
deportivos y a los organizados por partidos políticos–, y que se vuelven
especialmente útiles para la retransmisión en vivo de los acontecimientos
filmados. En un paso más allá de este proceso de empoderamiento ciudadano, la
el autor, la collateral visibility tiene lugar a partir de las filmaciones llevadas a cabo
inmediatez en la distribución de los contenidos abre nuevas posibilidades en el
desempeño de este particular periodismo alternativo, así como nuevos enfoques
en el cuestionamiento de la privacidad, la vigilancia, el derecho a la grabación
o el compromiso cívico, entre otros aspectos de relevancia social (Dougherty,
2011; Thorburn, 2014; Stewart y Littau, 2016). Es por ello por lo que, llegados
a este punto, parece necesario invertir en cierto sentido los planteamientos
esbozados para reinterpretarlos desde la perspectiva contraria. Cabría, por
tanto, reflexionar sobre la otra cara del citado empoderamiento, haciendo una
vigilancia propios del poder y el desarrollo masivo del modelo de sousveillance
bien puede acabar dotando a este de una red inagotable de cámaras que,
lectura que subraye alguna de sus implicaciones menos ventajosas.
contravigilancia, que elaboran a partir de la información recabada en una serie
Deshaciendo los pasos dados, no pueden obviarse ciertas cuestiones
fundamentales, como la hipervigilancia y las consecuencias derivadas de su
normalización e integración en la vida cotidiana. ¿En qué medida esta libertad
de poder vigilar desde abajo no acaba convirtiendo al individuo en observador
de sí mismo, habituando al ciudadano al control del otro? En esta dirección,
ya Mark Andrejevic dejaba de manifiesto los riesgos de la lateral surveillance,
de entrevistas realizadas a videoactivistas. Concretamente, entre algunos de
haciendo alusión con ella a las dinámicas de vigilancia entre parejas, amigos
o parientes (2005, p. 481). Estos mecanismos, además de trasladar prácticas
como el emplazamiento de cámaras al entorno doméstico e íntimo con fines
por los dispositivos de grabación incorporados a la indumentaria policial y que, en
último término, reduce la intimidad del ciudadano en el espacio público.
Desde una perspectiva amplia, la combinación entre los recursos de
si ciertamente lo deja más expuesto, también puede permitirle acceso a un
número muy superior de registros de la realidad. El ciudadano se sumerge en las
dinámicas de la vigilancia y el control, y sus acciones, deliberadas o no, acaban
por contribuir en el tejido de un sistema de vigilancia casi de 360 grados.
Un ejemplo representativo de esto es recogido por Wilson y Serisier
(2010) en su artículo sobre el videoactivismo y las ambigüedades de la
los efectos contraproducentes para aquellos que ejercen el videoactivismo
como práctica de sousveillance se encuentra la exposición a la cámara a la
que se ven sometidos otros activistas (2010, p. 172). De este modo, debido
a la multiplicidad de dispositivos y puntos de vista se vuelve inevitable difundir
grabaciones que “desenmascaran” a otros individuos o compañeros que hayan
podido de algún modo infringir la ley, facilitando así los procesos de identificación
por parte de la policía y suministrando pruebas útiles para un juicio.
En esta línea, otros testimonios recopilados por Wilson y Serisier
alejados de la seguridad, se extrapolan igualmente a los dominios de las redes
sociales y los perfiles de usuario. Ello conecta con lo que Alice E. Marwick
(2012) denomina social surveillance, que se inscribe en el día a día hasta
subrayan el problema de la progresiva insensibilización del espectador, debido
niveles preocupantes de vulneración de la vida “privada”.
un último ejemplo entre los efectos contraproducentes señalados en el artículo,
A su vez, retomando el hilo sobre las nuevas formas de visibilidad
(Goldsmith, 2010; Thompson, 2005), del mismo modo que los agentes de los
cabe destacar la controversia que suscita la descontextualización que puedan
cuerpos de seguridad del Estado quedan expuestos a grabaciones que recogen el
convencionales, perdiéndose o desvirtuándose en ocasiones el sentido original
ejercicio de la violencia y la brutalidad en sus intervenciones, Newell (2016) se hace
eco del enfoque opuesto. En este caso, recurriendo a la terminología acuñada por
de las imágenes y de los acontecimientos registrados. Como recogen los autores:
a la superabundancia de material que circula por las redes y que llega a
amortiguar el impacto de las imágenes (2010, p. 176). Además, por mencionar
llegar a sufrir los vídeos originales a manos de los medios de comunicación
The demands of newsworthiness can decontextualize footage
2
En concreto, los orígenes de la aplicación se remontan a las protestas que tuvieron lugar en la plaza Taksim
de Estambul en 2013, donde se encontraba Kayvon Beykpour, uno de sus fundadores, que si bien podía
consultar Twitter para leer sobre los acontecimientos, no disponía de ninguna herramienta para ver lo que
estaba sucediendo en directo.
or lead to it being freighted with meanings that distort the original
intentions of those filming. Videographer Andrew Lowenthal
suggested footage of police violence could accumulate diverse
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meanings, dependent upon media framing and audience
ante el control y la vigilancia, viéndose la libertad de movimiento drásticamente
positions (2010, p. 174).
reducida y a merced del miedo a repercusiones legales.
Así pues, las plataformas online que se establecen como altavoz y
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En cualquier caso, en esta revisión de las consecuencias de la
amplifican el mensaje ciudadano, ya sea Twitter, Facebook, YouTube o Periscope,
hipervigilancia en la sociedad contemporánea, en parte extraída de esa otra cara
del empoderamiento ciudadano, debe añadirse un último punto de reflexión. Al
entre tantas otras, están a merced del propio sistema que pretende cuestionarse,
fin y al cabo, lo anterior se materializa en gran medida debido a la expansión
ante el poder. La libertad y el anonimato se entregan en el mismo instante en
generalizada del uso del teléfono móvil como herramienta multitarea. No en vano,
son su cámara y su conexión a internet las que posibilitan estas nuevas alternativas
que cualquier usuario se descarga una aplicación que, para ser instalada, pide
de (vídeo)activismo y contravigilancia. Sin embargo, además de lo mencionado, no
que pueden ser utilizados incluso como moneda de cambio por parte de los
debe olvidarse que estos dispositivos acaban almacenando y difundiendo -según
el uso que se haga de ellos- una información personal que nos retrata. A través
proveedores de dichas herramientas. El ciudadano cede su intimidad a cambio
de fotografías y vídeos, de perfiles, de GPS y usos de geolocalización, de permisos
siquiera se detiene a leer las condiciones de uso de las mismas. Sirva como
concedidos a las aplicaciones instaladas y un largo etcétera, el ciudadano acaba
participando en un sistema que cartografía la sociedad, desvelando su posición y sus
ejemplo el caso de Periscope –casualmente adquirida en marzo de 2015 por
movimientos, y donde las impresiones de libertad y el innegable empoderamiento
solicita acceso no solo a la cámara y al micrófono, sino también a la identidad,
también se traducen en una sofisticada forma de control.
la ubicación y al contenido multimedia. Esta información es semejante a la
perpetuando unos modelos de actuación que, en último término, obedecen
por ejemplo permiso de acceso obligatorio a documentos y archivos privados,
de ciertas prestaciones, a veces de una forma tan automatizada que ni tan
Twitter (Koh y Rusli, 2015)–, que para ser instalada en un dispositivo móvil
solicitada por Facebook o Twitter, que además demandan acceso a leer el estado
del terminal, entre otras cuestiones y, la red de microblogging, en concreto, a
4. Contra el sistema… desde el sistema
usar cuentas del dispositivo, como también requiere YouTube. Todo ello, sin
olvidar que estos requisitos pueden verse incrementados y endurecidos con el
A modo de cierre, todavía podría hacerse una última lectura con
respecto a la cara menos amable del empoderamiento ciudadano, o mejor
dicho, en relación a la deuda que debe pagarse por él. No puede perderse de
vista que para poder llevar a la práctica gran parte de las formas de activismo
mencionadas y conseguir cierto impacto y repercusión con ellas, el individuo
debe acceder a una serie de herramientas que, a fin de cuentas, pertenecen a
grandes corporaciones internacionales sometidas a las exigencias y dinámicas
del mercado, con lo que ello puede conllevar. Este sería, por ejemplo, el caso
de Twitter, cuyo volumen de facturación alcanzó los 595 millones de dólares
en el primer cuatrimestre de 2016 (King, 2016). Precisamente a este red de
microblogging se refieren Penney y Dadas (2013, p. 14), manifestando que esta
puede ser instada a facilitar los tweets difundidos por un usuario si su contenido
está implicado en cuestiones legales. La vulnerabilidad queda patente, por tanto,
paso del tiempo, teniendo que conceder nuevos permisos el usuario si desea
utilizar la versión actualizada de la aplicación.
En definitiva, el ciudadano ha ganado en mecanismos para enfrentarse
al sistema, condenar sus injusticias sociales o denunciar el abuso policial. Sin
duda, el activismo incrementa sus formatos y los recursos para materializarlo,
pero muy presente debe tenerse siempre la huella digital y todo aquello que se
cede por intentar que el mensaje llegue lo más lejos posible.
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