ApuntesHispánicos
ApuntesHispánicos•XIII
Invierno 2016
Vol.
XIII
El
lenguaje
de la
1
revolución
ApuntesHispánicos
VOLUMEN XIII • INVIERNO 2016
EL
LENGUAJE
DE LA
REVOLUCIÓN
ApuntesHispánicos•XIII
Héroes de la pantalla, íconos populares
Las imágenes de
Villa y Emiliano Zapata
en la conmemoración del Centenario de la
Revolución Mexicana
Minerva Rojas Ruiz
Erika W. Sánchez Cabello
Universidad Nacional Autónoma de México
Introducción
ESTE TRABAJO muestra cómo llegan a nosotros dos personajes
icónicos de la Revolución Mexicana: Emiliano Zapata y Francisco
Villa, el primero, jefe del Ejército Libertador del Sur; el segundo,
de la División del Norte. La presencia de ambos ha sido constante
tanto en la construcción de la historia oficial mexicana, como en la
memoria colectiva, que los ha convertido en auténticos ídolos
populares. Sus imágenes han sido reproducidas a lo largo del siglo
XX y lo que va del XXI en diversos soportes: del cine y la pintura
a una abundante mercadería, que abarca desde camisetas y carteles
hasta veladoras. Además, diversos movimientos sociales y
agrupaciones políticas han retomado sus figuras como estandarte
para múltiples causas.
Frente al Centenario del inicio de la Revolución (1910), surgió
la necesidad de conmemorar dicho proceso y a sus protagonistas,
de repensar la vigencia de sus postulados y replantear la versión
oficial sobre la misma. Esto implicó un problema importante:
¿Cómo representarían gobiernos de alternancia (panista el federal;
perredistas, los locales donde se presentaron las muestras analizadas)
a los héroes de una historia que ha sido predominantemente priista?
En este texto se da respuesta a esta interrogante, a partir de dos
exposiciones presentadas en el Centenario: Cine y Revolución y Villa
y Zapata. Una iconografía revolucionaria.
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Cine y Revolución muestra cómo los pioneros del cine
comenzaron a seguir a los caudillos de aquel proceso histórico,
originando un concepto cinematográfico que participó en la
conformación de la llamada Historia de Bronce (De la Vega 49-72),
mientras que Villa y Zapata presentó un enfoque comparativo de
las trayectorias de ambos héroes populares, enfatizando un imaginario que neutralizaba el potencial contestatario de sus figuras,
sustituyendo la generación de un discurso histórico-político por la
presentación de un recuento iconográfico centrado en la producción
proveniente del mercado y la espectacularización de sus imágenes.
La Historia contada desde el cine
La exposición Cine y Revolución se presentó en el Antiguo Colegio
de San Ildefonso (Ciudad de México). Su premisa principal fue que
“la historia que conocemos de la Revolución Mexicana es en buena
medida la que nos ha contado el cine” (Sáizar 7).
La construcción del imaginario de la Revolución no fue
exclusiva del Gobierno, sino creada y difundida por diversos agentes
culturales. Tal como se demuestra en Viaje triunfal, primer núcleo
de la exposición, uno de esos grupos de agentes fueron los
empresarios cinematográficos que adaptaron su quehacer para
registrar el surgimiento de nuevos caudillos y desplazarse a los
campos de batalla para filmar elementos que nunca habían estado
presentes en el registro cinematográfico del Porfiriato, e inspiraron
un tipo de cine que hacía eco a la llamada “Historia patria”.
La segunda sala temática, La sombra del caudillo, aborda a los
personajes centrales de la Revolución, como Emiliano Zapata y
Pancho Villa, que cobraron vida en el cine de ficción y fueron
posteriormente consagrados en el celuloide. El recorrido museístico
mostró la figura de Villa como la mejor adaptada a la cinematografía
nacional y extranjera, donde el Centauro del Norte fue protagonista,
comparsa o referente histórico de documentales y de cerca de 80
cintas de ficción.
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ApuntesHispánicos•XIII
De caudillos
revolucionarios a figuras
Esta exposición, que aborda las figuras de Zapata y Villa, se
presentó en el Museo de Arte Popular (MAP), ubicado en la Ciudad
de México.
La muestra tuvo como tesis principal que las trayectorias vitales
y político-militares de los dos revolucionarios seguían caminos
paralelos; fue presentada desde un enfoque comparativo, con un
nivel de emisión accesible para un público amplio, no especializado.
La exposición constaba de dos bloques temáticos. El primero,
un bloque “histórico”, presentaba las biografías de Villa y Zapata y
detalles inéditos de sus vidas. El segundo bloque abordaba la
construcción de arquetipos sobre ambos. El guion de esta parte
estuvo dividido en tres apartados: la construcción de sus imágenes
en los medios de comunicación, en el arte y en el mercado. Mientras
que en el primer bloque se mostraron contenidos de carácter
histórico, en el segundo se exhibió una recopilación de objetos que
representan a dichos personajes. Una característica relevante de la
exposición es la omisión del carácter político de las representaciones
contemporáneas de Villa y Zapata, y el énfasis en la presentación
de sus figuras como objetos de consumo pop.
La Historia hecha imágenes
Si algo tienen en común ambas exposiciones, además de ocuparse
de Villa y Zapata, es que comparten un discurso donde la historia
se muestra a partir de imágenes, especialmente las provenientes del
cine, y de objetos de la vida cotidiana. Buscando desmitificar a los
héroes nacionales, y permitir una amplia comprensión discursiva,
se recurrió a la espectacularidad, al lenguaje de la cultura de masas
y a un nivel de emisión que apelaba al discurso social común.
Igualmente, en el manejo del tiempo se presentó la historia con una
narrativa lineal, que destacaba “momentos clave” en las trayectorias
de los caudillos, incluyendo sus vidas cotidianas, su “carácter” y
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conductas, para crear una representación que subrayaba su
extracción popular.
En Cine y Revolución se realizó un itinerario por las películas, los
actores, creadores, temas y ambientes que dieron origen a una
amplia iconografía cinematográfica sobre la Revolución Mexicana.
La museografía, el mobiliario y la gráfica buscaron crear un
ambiente que evocara las escenografías del cine de la Revolución.
La estructura estuvo compuesta por nueve salas, distribuidas
así: Una sala introductoria con una línea del tiempo que mostraba
la filmografía y carteles de películas emblemáticas década por
década; seis salas temáticas, que llevaban por título el nombre de
una película representativa de la época. Una sala de proyecciones,
y otra dedicada al Centro de Documentación, donde se accedió a
recursos virtuales y digitales.
La exposición mostró que el cine de la Revolución pocas veces
fue crítico; su importancia radica en que permitió observar
cómo la cinematografía ha sido constructora de símbolos que
moldearon la identidad mexicana.
Las películas, que influyeron en la conformación de la identidad
de los mexicanos durante el siglo XX ‒y aún hoy se programan en
televisión abierta y de paga‒, aparecían ahora investidas como
custodios de la verdad simbólica de las representaciones patrias, y
reafirmaban el papel del celuloide en la construcción de una imagen
de nación.
Por su parte, en Villa y Zapata, una iconografía revolucionaria, en el
primer bloque se siguió un orden cronológico, también reforzada
con una línea del tiempo para ubicar al público; los objetos
expuestos eran tanto fotografías de archivos históricos como
objetos empleados por miembros de sus respectivas tropas. El
público transitó por las salas en “rutas paralelas” (Amigos del MAP
párr. 3), con lo que se afianzaba la idea de que los propios caudillos
también tuvieron “vidas paralelas”. A través de una pantalla táctil
podía seguirse el recorrido de las tropas de ambos caudillos por la
Ciudad de México.
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Aparecen por fin juntos en la fotografía de su encuentro en
Xochimilco en diciembre de 1914; después, dos pasillos conducían
a la Sala de la muerte, donde se mostraba en una doble pantalla una
presentación fotográfica con imágenes de documentos y representaciones de ambos revolucionarios, creadas a raíz de su fallecimiento: unidos de nuevo en la muerte. Así, las cédulas y piezas
expuestas, y la propia museografía, mostraban una simetría en sus
trayectorias (vitales y militares).
: Primacía de la imagen y omisiones
De la pantalla al
discursivas
Como era de esperarse, el peso de los recursos audiovisuales es aún
más notorio en Cine y Revolución. En esta muestra, las salas incluían
piezas de video como un instrumento para consolidar el sentido de
cada uno de los núcleos temáticos. En la sala La sombra del caudillo,
por ejemplo, se proyectó el video Rostros de Pancho Villa, una
selección de escenas clave que representan su participación en un
gran número de películas. En la sala de proyecciones un ciclo de
cine exhibió las películas más representativas sobre Villa y Zapata;
también formaba parte del recorrido la video-instalación Caudillos,
una alegoría de la Revolución mexicana explicitada mediante un
diálogo entre proyecciones: secuencias que se repiten en varios filmes: la
ejecución de Zapata y escenas inspiradas en fotos de importancia
histórica, como la que retrata a Villa y Zapata en la silla presidencial.
La relación del primero con el cine es más nutrida que la del
segundo: el Centauro del Norte participó en el cine de varias
maneras, desde los primeros documentales (que datan de 1911),
pasando por 1914, cuando firmó un contrato con la Mutual
Film para que se filmaran sus batallas. A su muerte (1923) surgieron
las primeras películas que ayudarían a construir el imaginario en
torno a su figura, alimentado por un sinnúmero de cintas nacionales
y extranjeras durante todo el siglo XX y hasta los primeros años del
nuevo siglo.
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Una foto fija en tamaño mural tomada de la película Emiliano
Zapata (Cazals, 1970) revela el peso jerárquico que se le dio
a Zapata, a través del uso y sentido del espacio en el montaje de la
exposición; su filmografía es escasa, pero los curadores reconocen
con esta fotografía su importancia como ícono emblemático de la
Revolución.
Tanto la exposición como el catálogo que la acompañó (Ortiz,
234) que le acompañó presentaron una visión lineal y cronológica,
y en ambos casos se enfatizó la imagen más que el discurso
histórico. Lo mismo ocurre con la otra muestra y su catálogo (MAP,
Villa y Zapata 173).
En dicha exposición, Villa y Zapata, una iconografía revolucionaria,
la distribución cuantitativa de las representaciones de los dos jefes
revolucionarios es más equilibrada, en parte ‒como señaló en
entrevista Armando Ruiz (2015), miembro del equipo de
investigación de la muestra‒, porque había una intención explícita
de que sus figuras se vieran resaltadas en la misma medida; pero
también porque, a diferencia del cine, en otros soportes que los
retoman (pintura, revistas, objetos de uso cotidiano) no existe
primacía de alguno por encima del otro.
En ese sentido, en el segundo bloque de esta exposición se
abordó inicialmente cómo se les ha visto no sólo en el cine, sino en
la prensa y la literatura, “los grandes creadores de opinión” (MAP,
“Exposición” párr. 17). También se incluyó un apartado de arte, en
el que se exhibieron piezas de Frida Khalo, Alberto Gironella,
Arnold Belkin, Edmundo Front, entre otros artistas plásticos. La
parte más copiosa de este bloque fue el tercer eje temático,
denominado El mercado, donde se mostraron objetos de uso
cotidiano y souvenirs con representaciones de ambos caudillos: cómics,
llaveros, tatuajes, cervezas y playeras, entre otros.
Pese a la abundancia de artefactos expuestos, en la muestra hay
una omisión importante: no hubo un apartado o referencias
específicas abordando el uso político de sus figuras en el México
actual. Sólo en una pequeña pared, al inicio del apartado El Cine, se
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mostraron 25 fotografías de movimientos sociales, cuya
identificación espacial ‒y la de los grupos que se manifiestan‒ se
complica porque una única cédula indica: “Actos políticos con la
imagen de Villa y Zapata”.
Del mismo modo, no contiene fechas, ni referencias que
permitieran al asistente hacer una lectura de historia política, de la
actualidad de la figura de los caudillos como símbolos que todavía
tienen peso en los imaginarios de los movimientos sociales.
Asimismo, algunas piezas de propaganda política se pierden en un
vasto conjunto de objetos que son reducidos a una colección de
memorabilia. Así, en la construcción del imaginario de esta muestra,
se les despolitiza; en la cédula El mercado se presentan como cosa del
pasado, figuras míticas objeto de “una religiosidad casi impenetrable”, “mercancías de fácil acceso”.
La falta de cédulas específicas sobre estos objetos
(particularmente los del eje El mercado, los más abundantes), lleva a
que la imagen se anteponga al discurso histórico, lo anule, y
prácticamente lo postule innecesario. Al descontextualizar los
objetos presentados, se elimina su valor documental y se rescata
únicamente su carácter icónico.
El contenido histórico-social está presente sólo en el muy
cuidado primer bloque, centrado en sus trayectorias vitales, mientras
que el acento en el segundo bloque de la exposición está en la
muestra iconográfica, y no hay una vinculación entre el proceso
histórico de principios del siglo XX con la manera en que se
construyeron los discursos populares sobre ambos caudillos durante
el resto del siglo.
Para concluir el análisis de las exposiciones, es importante
mencionar que en México el Gobierno federal y los estatales son
gobernados por distintos partidos políticos, por lo que resulta
interesante el hecho de que desde programas ideológicos que –al
menos discursivamente– se presentan como diferentes e incluso
opuestos, se presentaran exposiciones cuya temática es la
Revolución o sus personajes emblemáticos. Por una parte, Villa y
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Zapata. Una iconografía revolucionaria se exhibió en un museo que
recibe financiamiento tanto del Gobierno de la Ciudad de México,
gobernado por el Partido de la Revolución Democrática (PRD)
(identificado con el centro izquierda), como del federal, en ese
momento gobernado por el Partido Acción Nacional (PAN) (de
derecha). Sin embargo, los discursos convergieron en la reticencia
a presentar una revisión de la historia oficial, así como en una
celebración de la imagen, e incluso del consumo de ésta como parte
de una moda (MAP, Villa y Zapata 9).
Cine y Revolución, por otro lado, se exhibió en distintas entidades
de la república, gobernadas, respectivamente, tanto por PRD como
por el PAN. Además de la Ciudad de México, fue instalada en el
Centro Cultural Clavijero en Michoacán, y en el Parque Guanajuato
Bicentenario, ubicado en Guanajuato.
El hecho de que los gobiernos de las sedes a las que viajó la
exposición tengan, por lo menos declarativamente, visiones distintas
de la historia, y de las tareas del Estado y la cultura, no impidió que
Cine y Revolución fuera presentada en dichas entidades. En el primero,
bastión del panismo, se aludía a su carácter de cuna de la Independencia, y en el segundo, de corte perredista, al rescate de la
Revolución como tema de análisis, evidenciando en ambos casos
una apropiación diferenciada del discurso revolucionario, pero
convergente en la reducción a la imagen como punto de encuentro.
Conclusiones
Es importante tener presente que, Cine y Revolución, aun presentándose durante un sexenio panista ‒partido que se considera
apartado “de los que trabajaron para ‘institucionalizar a la Revolución’” (Martínez 88)‒, dio cuenta de cómo en el cine de la
Revolución, las estrellas de la pantalla grande dieron vida a una serie
de personajes-tipo, que van desde los héroes nacionales, como Villa
y Zapata, y los caudillos locales, hasta los campesinos ‒personajessigno del cine de la revolución, que dieron rostro y carácter a nuestra
cultura nacional‒. Por su parte, Villa y Zapata. Una iconografía
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revolucionaria mostró cómo el arte, la prensa y la adoración popular,
reforzada por la producción llevada al mercado, mantienen con
fuerza en el imaginario popular a ambos caudillos.
Cine y Revolución hizo un intento significativo por reflexionar
sobre el papel de la producción cultural en la construcción simbólica
de la Revolución y sus personajes emblemáticos. Aunque obtuvo
el premio anual Miguel Covarrubias 2011, otorgado por el Instituto
Nacional de Antropología e Historia (INAH) al mejor trabajo de
diseño e instalación de exposición, en general los críticos desaprobaron la falta de sustancia analítica en el montaje museográfico.
La espectacularización de la historia, que en Cine y Revolución se
dio a partir de la presentación de los líderes aludidos como estrellas
cinematográficas, en Villa y Zapata…, se hizo desde el énfasis en la
producción de objetos de consumo. En esta última exposición, más
que proponerse un análisis que revisara la versión oficial sobre la
revolución y sus actores centrales ‒ya fuera para adherirse a ella o
cuestionarla‒, la posposición deliberada de una interpretación sobre
la trascendencia actual de ambos caudillos y de los movimientos
que recogen sus imágenes, la celebración del mercado, y la transferencia a la propia sociedad de la responsabilidad en la valoración
de sus héroes, fueron los recursos a los que se acudió para eludir una
toma de postura frente al problema de la construcción de la historia
nacional a comienzos del siglo XXI.
Vistas en conjunto ambas exposiciones, queda claro que, frente
a las dificultades que implicaba replantear la mirada histórica y
sistematizar una versión convincente de ella, la respuesta que se dio
fue subordinar el discurso histórico al lenguaje del mercado:
primacía de la imagen sobre el análisis, el consumo de “estrellas” y
objetos, uso de narrativas lineales y un nivel de emisión accesible
al gran público.
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Bibliografía
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revolucionaria». Asociación de Amigos del Museo de Arte Popular, Amigos
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