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  z   p  g  f  pz     Los procesos de integración como factor de paz / Eduardo Pastrana Buelvas, Bernardo Vela, Paula Wojcikiewicz Almeida [y otros] ; editor Eric Tremolada Álvarez. -- Bogotá : Universidad Externado de Colombia, 214. 391 p. : gráficas ; 24 cm. Incluye bibliografía al final de cada capítulo. ISBN: 9789587721973 1. Paz -- Aspectos económicos -- Colombia 2. Derecho internacional público 3. Tratados de paz -- Aspectos económicos -- Colombia 4. Negociación -- Colombia 5. Negociaciones internacionales -- Europa 6. Negociaciones internacionales -- América Central 7. América Central -- Integración económica 8. América Latina – Integración económica I. Tremolada Álvarez, Eric editor II. Pastrana Buelvas, Eduardo III. Vela, Bernardo IV. Wojcikiewicz Almeida, Paula V. Universidad Externado de Colombia 327.1 SCDD 21 Catalogación en la fuente -- Universidad Externado de Colombia. Biblioteca Octubre de 214 ISBN 978-958-772-197-3 © 214,   z (.) © 214,     Calle 12 n.º 1-17 Este, Bogotá Teléfono (57-1) 342 2 88 publicaciones@uexternado.edu.co www.uexternado.edu.co Primera edición: octubre de 214 Diseño de cubierta: Departamento de Publicaciones Composición: David Alba Salazar Impresión y encuadernación: Xpress Estudio Gráfico y Digital S.A. Tiraje: de 1 a 1. ejemplares Impreso en Colombia Printed in Colombia Prohibida la reproducción o cita impresa o electrónica total o parcial de esta obra, sin autorización expresa y por escrito del Departamento de Publicaciones de la Universidad Externado de Colombia. Las opiniones expresadas en esta obra son responsabilidad de los autores. EDUARDO PASTRANA BUELVAS BERNARDO VELA PAULA WOJCIKIEWICZ ALMEIDA RUBÉN MARTÍNEZ ERIC TREMOLADA ÁLVAREZ JEANNETTE VALVERDE CHAVES IGNACIO BARTESAGHI JULIE SCHMIED ANTONIO MANRIQUE DE LUNA BARRIOS MARÍA AMPARO ALCOCEBA GALLEGO JULIO CÉSAR PELUFFO ANDRÉS BODENSIEK MARIO ANDRÉS ARROYAVE QUINTERO  9 PRESENTACIÓN PRIMERA PARTE LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA INTEGRACIÓN 13 Débil estatalidad y transferencia de soberanía: su impacto en los procesos de integración latinoamericanos Eduardo Pastrana Buelvas 15 La integración: mucho más que un mercado… Una aproximación desde la perspectiva del institucionalismo Bernardo Vela 47 Desafios e fragilidades do sistema de solução de controvérsias do Mercosul: a paz pelo direito? Paula Wojcikiewicz Almeida 85 Integración latinoamericana: democracia y cláusulas de apertura en el nuevo constitucionalismo Rubén Martínez Eric Tremolada 119 SEGUNDA PARTE LA INTEGRACIÓN COMO FACTOR DE PAZ REGIONAL E INTERREGIONAL 149 Contribución de la integración económica en el proceso de paz en Centroamérica Jeannette Valverde Chaves 151 De la soberanía compartida para la consolidación de la paz regional en Europa al constitucionalismo multinivel; una configuración no aplicada en los procesos de integración suramericanos Mario Andrés Arroyave Quintero 193 7 8 Los procesos de integración como factor de paz La Asociación de Naciones del Sudeste Asiático: algunas similitudes con la Unión Europea Ignacio Bartesaghi 227 A aplicação das alianças estratégicas da União Europeia como um instrumento de política externa: Os diálogos das relações inter-regional da União Europeia e o Brasil Julie Schmied 253 TERCERA PARTE LA INTEGRACIÓN COMO FACTOR DE CONSOLIDACIÓN DE LOS PROCESOS DE PAZ 281 Las operaciones de mantenimiento de la paz de la Unión Europea Antonio Manrique de Luna Barrios 283 Algunas cuestiones sobre la co-mediación de la Unión Europea y sus limitaciones para contribuir al proceso de paz en Colombia María Amparo Alcoceba Gallego 323 ¿Cuál es la fórmula del desarrollo en el posconflicto? El debate sobre el desarrollo económico, la integración y la paz Julio César Peluffo Andrés Bodensiek 353 LOS AUTORES 387       p            Débil estatalidad y transferencia de soberanía: su impacto en los procesos de integración latinoamericanos Pontificia Universidad Javeriana [epastrana@javeriana.edu.co]  El artículo da cuenta, desde una perspectiva interdisciplinaria, de la incidencia que tiene sobre los estados latinoamericanos la falta de estatalidad y el proceso inacabado de su construcción para su renuencia a trasferir soberanía a las organizaciones de integración regional. Para ello se contrastan, primero, las ideas clásica y contemporánea de soberanía para comprender el desarrollo de este principio, tanto en América Latina como en Europa. Segundo, se interpreta la forma en que se ha concebido el concepto de soberanía a lo largo del proceso de formación de los estados latinoamericanos. Tercero, se comprende el concepto de soberanía en el pensamiento sobre la integración en sus tres grandes olas: la desarrollista, la neoliberal y la poshegemónica. Cuarto, se aborda críticamente el carácter que ha tenido la soberanía en América Latina y su impacto en la integración. Quinto, se intentarán bosquejar las perspectivas que tiene el regionalismo en los momentos actuales. Sexto, se expone la relación que hoy tiene en Suramérica el concepto de soberanía y regionalización. Finalmente, se sustenta, a lo largo del artículo, el peso que tiene la precariedad de la estatalidad en los estados latinoamericanos para transferir soberanía a las instituciones de integración regional. p            Soberanía, integración, estatalidad, regionalismo.  This article shows, from an interdisciplinary perspective, the incidence of lack of statehood and its undergoing construction process on Latin American States as well as its reluctance to transfer sovereignty to regional integration organizations. First, classic and contemporary ideas of sovereignty are contrasted to understand this principle development in Latin American and Europe. Second, it is interpreted the way the sovereignty concept has been conceived through Latin American States formation process. Third, the sovereignty process is tackled within the integration thought along three big waves: the developmental, neoliberal and post-hegemonic. Forth, the concept of sovereignty in Latin America and its impact on the region are tackled critically. Fifth, regionalism perspectives nowadays will be sketched. Sixth, the current relationship between sovereignty and regionalization in South America is exposed. Finally, along this paper it is stated both the lack of statehood of Latin American States to transfer sovereignty to regional integration institutions. ky w Sovereignty, integration, stateness, regionalism. 17  El avance y retroceso de los procesos de integración en América Latina ha sido una problemática de interés y de debate constante, tanto en el ámbito académico como en los escenarios políticos de nuestro continente y Europa. La consolidación de las organizaciones de los procesos de integración en la región ha planteado permanentemente el interrogante sobre la renuencia de los estados latinoamericanos a transferir soberanía a los órganos de tales instituciones. Incluso, instituciones como la CAN (Comunidad Andina de Naciones), que en el papel contaban sus órganos con atribuciones supranacionales, emulando de esta manera al desarrollo institucional de la Unión Europea, que nunca pudo llevar a la práctica la supranacionalidad con que fue dotada. De allí que haya sido objeto de muchas interpretaciones la razón por la cual en América Latina no haya sido posible la construcción de espacios de integración, en donde tenga cabida el principio de soberanía compartida. Son muchas las causas que se argumentan. Sin embargo, abordaremos, desde una perspectiva comprensiva e interpretativa, en este trabajo únicamente uno de los posibles factores que inciden en el poco interés, por parte de los países latinoamericanos, de construir espacios de soberanía compartida. En este sentido, consideramos que la no consolidación de una soberanía, en términos de su concepción clásica, así como los bajos niveles de estatalidad con que se acarrea desde los inicios de las repúblicas latinoamericanas, son factores que han limitado la construcción de los lazos regionales necesarios para el avance de un regionalismo profundo que supere los estadios aperturistas de tipo comercial y financiero. Este fenómeno es también fortalecido por el proceso inacabado de construcción del Estado en la mayor parte de las sociedades latinoamericanas, lo cual evidencia que el ejercicio pleno de la soberanía interna sigue siendo deficitario. Por tanto, de allí surge la pregunta ¿Cómo incide en los estados latinoamericanos la falta de estatalidad y el proceso inacabado de su construcción para que sean renuentes a transferir soberanía a las organizaciones de integración regional? Con el propósito de dar respuesta a esta pregunta, comenzaremos, contrastando las ideas clásica y contemporánea de soberanía para tener algunos elementos conceptuales que nos permitan comprender el desarrollo de este 19 2 Débil estatalidad y transferencia de soberanía: su impacto en los procesos de integración… principio tanto en América Latina como en Europa. En segundo lugar, reflexionaremos brevemente sobre la forma en que se ha concebido el concepto de soberanía a lo largo de los procesos de formación de los estados latinoamericanos, tomando como punto de partida el período colonial y señalando los factores de debilidad estructural en términos de institucionalidad y estatalidad en la época republicana. Tercero, interpretaremos el concepto de soberanía en el pensamiento sobre la integración en sus tres grandes olas: la cepalina (viejo regionalismo), la neoliberal (nuevo reginalismo) y la poshegemónica. A lo largo de este apartado se llevará a cabo una reflexión comparativa en el significado que la idea de soberanía ha tenido tanto en el proceso de formación de la Unión Europea como en los procesos de integración de América Latina. Así mismo, la influencia que ha tenido el debate teórico a ambos lados del Atlántico para comprender los dos procesos. Cuarto, se abordará el carácter que ha tenido la soberanía en América Latina y su impacto en la integración. Quinto, se intentarán bosquejar las perspectivas que tiene el regionalismo en los momentos actuales; y, sexto, se expondrá la relación que hoy tiene en Suramérica el concepto de soberanía y regionalización.             y       p                 La soberanía clásica tiene como objeto fundamental el territorio y la población que este contiene y, además, se constituye como un poder cuyo sujeto exclusivo es el Estado. Para autores como Bodino (1973) y Hobbes (23), entre otros, estas dos condiciones de la soberanía, su objeto y su sujeción deben estar articulados por una serie de leyes que refieren a la autoridad del soberano como legítima e incuestionable en todos los casos, más allá de que se presenten intervalos o espacios en los que el soberano, ya sea el príncipe o una figura similar, deleguen funciones específicas en algún súbdito con características especiales1. Así, la soberanía clásica necesita de un sujeto con 1 Al respecto, Bodino deja claro que la soberanía no se divide, puesto que lo que se otorga es una condición jurídica especial para quienes pueden cumplir funciones del soberano, temporalmente. Es decir, en todo momento, el soberano que ha dado cierta autoridad a otro sujeto no pierde su soberanía, pues está en capacidad de anular esta condición especial Eduardo Pastrana Buelvas la potencia necesaria, ya sea con justificaciones de tipo jurídico o de fuerza, para desplegar su autoridad sin la respuesta de algún otro poder. Ahora bien, para poder instaurarse como tal, el Estado requiere del monopolio absoluto de la generación de leyes, ya que solo así se puede pensar en que el ejercicio del poder por parte del Estado refiera al Estado mismo. Esto significa que la soberanía clásica no se debe entender solo en términos de la capacidad del Estado de ejercer poder sin la impugnación de otros poderes, por lo menos de carácter interno, sino que la soberanía tiene, además de un objeto claro, el territorio, un objetivo definido, el crecimiento del poder del Estado mismo. Esto se manifiesta fundamentalmente en su capacidad de aseguramiento del monopolio del poder en su territorio y la integridad del mismo. Cuando Foucault (29, p. 116) escribe sobre el objetivo del arte de gobernar, “el arte de ser príncipe”, plantea que este apunta a mantener la ligazón entre el territorio y el príncipe, de tal manera que este pueda proteger su propiedad, su heredad o su conquista. El príncipe o el poder soberano, independientemente de la forma que adquiera -ya sea como individuo o élite- deberá, para poder ser realmente soberano, asegurar la integridad de lo que le es suyo, para lo cual, sin duda, deberá estar en capacidad de contar con la presencia institucional, lo que significa en términos de la soberanía clásica una aplicación de tipo gendarme sobre lo que le es suyo. Así las cosas, al pensar la soberanía clásica, no basta con la enunciación hecha desde el poder estatal de que este es el único sujeto legítimo que la pude detentar, sino que se incluye dentro de sus condiciones necesarias, la capacidad de ejercer control, autoridad y dominio. De esta manera, la soberanía requerirá, para establecerse como un atributo que se pueda materializar, de un sustento institucional que puede ser entendido de ese otro sujeto y retomar para sí las funciones que haya otorgado a otro que, en todos los casos, no será considerado como un igual, sino como un súbdito: “Digo que este poder es perpetuo, puesto que puede ocurrir que se conceda poder absoluto a uno o a varios por tiempo determinado, los cuales, una vez transcurrido este, no son más que súbditos. Por tanto, no puede llamárseles príncipes soberanos cuando ostentan tal poder, ya que solo son sus custodios o depositarios, hasta que place al pueblo o al príncipe revocarlos” (Bodino, 1973, Capítulo VIII). 21 22 Débil estatalidad y transferencia de soberanía: su impacto en los procesos de integración… como estatalidad2, es decir, como la capacidad de alcanzar los objetivos que se traza y de desarrollar las funciones que esto supone. A parte de la soberanía clásica como atributo, es necesario tener en cuenta que la soberanía no limita su accionar a la dimensión interna de los estados, sino que esta opera también en una dimensión externa (Held, 22, p. 13). En este caso a partir de los postulados clásicos, la soberanía denota la autonomía y la independencia de los estados frente a cualquier tipo de autoridad externa a ellos. En palabras de Held, “la soberanía externa es una cualidad que poseen las sociedades políticas en la relación entre una y otra; está asociada a la aspiración de una comunidad a determinar su propia dirección y política sin interferencia excesiva de otros estados” (Hinsley, 1986; citado por Held, 22, p. 14). En efecto, partiendo de la soberanía como una condición absoluta de los estados, se configuró en la Europa del siglo XVII una sociedad internacional en la que las relaciones se daban entre “estados soberanos” y absolutos, más allá del tipo de gobierno que los dirigiera. Esta “sociedad internacional” sin duda va a encontrar en la Paz de Westfalia de 1648 su apuntalamiento normativo, partiendo del respeto al objeto fundamental de la soberanía: el territorio. Esta forma de la soberanía clásica se da en Europa en el contexto de unas segmentaciones geográficas nacionales más o menos definidas, y de una formación más consolidada de gobiernos orientados a la potenciación de la capacidad productiva y no meramente extractiva de sus poblaciones, principalmente por los aportes de los mercantilistas y los fisiócratas, entre los siglos XVII y XVIII (Foucault, 27, pp. 132-134). En contraste, en el caso de las colonias 2 Aunque la categoría de “estatalidad” no puede ser inscrita dentro de los términos utilizados por los clásicos para definir la soberanía, resulta útil para explicar las condiciones necesarias para que la soberanía sea real y no solo formal. Partiendo de la definición del PNUD, la estatalidad puede ser entendida como “la capacidad del Estado para cumplir con sus funciones y objetivos independientemente del tamaño y la forma de organización de sus burocracias”. Además, para dar cuenta de esta, se puede acudir a la observación de cuatro “capacidades estatales”: a) técnicas, relativas al control macroeconómico; b) administrativas, vinculadas a la prestación de servicios; c) institucionales, relacionadas con la formación de reglas de juego, y d) políticas, relativas a la capacidad de resolución de conflictos” (Sojo, 211, p. 39). Es decir, estas capacidades se pueden entender como condiciones para un real ejercicio de la soberanía. Eduardo Pastrana Buelvas europeas en América Latina se podía notar cómo la generación de riqueza era fundamentalmente de tipo extractivo y enfocado a la obtención de “materiales preciosos”. Esto implica, al menos, una dificultad para el análisis de la soberanía y la estatalidad en el subcontinente, pues sus territorios operaban en tiempos coloniales como extensiones ultramarinas de imperios europeos. Ahora bien, esta demarcación westfaliana estuvo acompañada de una transformación de los estados absolutos, los cuales, ahora entendiéndose como sujetos dentro de un Sistema Internacional competitivo –fundamentalmente europeo entre los siglos XVII y XIX– veían la importancia de contar con un mayor “prestigio” que el de sus vecinos (Weber, 22, p. 669), lo que implica el desarrollo de estructuras administrativas especializadas en el manejo de los “asuntos externos”, pero al mismo tiempo fundamentales para garantizar la integridad del territorio y de la soberanía interna. Es decir, al definirse formalmente, como lo hizo el Tratado de Westafalia, una serie de principios orientadores de las relaciones entre los estados, al mismo tiempo se hizo más relevante tener presentes las “maniobras” de otros estados y tener una postura frente a ellas, con el fin de no parecer vulnerables. Se puede decir, siguiendo a Weber, que se entendía que los estados tenían la tendencia natural a expandirse, siendo más proclives a ello los que contaran con mayores niveles de “prestigio”. Para Weber (22, p. 668), “las formas políticas son formas de poder dirigidas hacia fuera en distinta proporción”, es decir, los estados nunca son estáticos, sino que, principalmente para los estados modernos, la expansión o el deseo de expandirse ocupan un lugar fundamental en sus fuerzas motoras internas. Sin embargo, anota dicho autor, solo un tipo particular de Estado se encuentra en capacidad de poner en marcha, de manera sostenida, esta condición de la naturaleza estatal y son las grandes potencias. Estas no deben ser entendidas solo como las capaces de expandirse territorialmente, pues esto sería caer en un reduccionismo peligroso y anacrónico, sino que las grandes potencias deben ser entendidas, desde esta perspectiva, como aquellas que se interesan e interactúan con los “procesos políticos y económicos de un gran círculo” (Weber, 22, p. 67), de tal manera que se amplíe el ámbito abarcado por su comunidad política nacional. Así las cosas, y teniendo presente que el deseo de expandirse siempre está presente en los estados, se debe tener presente que la soberanía interna, rápidamente, 23 24 Débil estatalidad y transferencia de soberanía: su impacto en los procesos de integración… empezó a estar estrechamente vinculada con la soberanía externa. Entendida ésta como la capacidad de evitar la ampliación de una comunidad política externa dentro del interior mismo del propio Estado. Siendo fundamental para ello, el contrarrestar el prestigio de otros estados, a partir del crecimiento del prestigio propio. Si lo pensamos, el tema de la soberanía a partir de estos elementos de análisis, se podría decir que entre mayor estatalidad tiene un Estado –por el momento entendida como presencia y fortaleza institucional–, estará en mejores condiciones de proyectar prestigio hacia el exterior y esto, dentro de esta lógica, resulta fundamental para disminuir el empuje expansivo de otros estados y el influjo que pueda generarse para sí, desde ellos. Sin duda, tener presente esta relación puede servir para entender la interacción entre la soberanía interna y la externa, y la importancia fundamental de desarrollar y consolidar instituciones internas y externas coherentes, es decir, para nuestra época esto significaría que la sinergia entre la política exterior y la interna es fundamental para construir la soberanía del Estado. Si se parte de estas categorías weberianas, un Estado que no entienda esta doble vía de la soberanía, y la gestione de manera estratégica, estará en condiciones de desventaja frente a los que sí lo hacen. En sintonía con lo anterior, el carácter dinámico de las relaciones internacionales presupone la soberanía de los estados como elemento principal de las mismas. Carré de Malberg (1948) la define como la “independencia en el exterior y superioridad en el interior”. Por tal motivo, “soberanía se refiere al derecho del Estado de gobernar sobre un territorio delimitado y la autonomía denota el poder real con que cuenta un Estado-nación para articular y llevar a cabo sus metas políticas de forma independiente” (Held, 1997, p. 13). Hoy en día, sin embargo, los estados están obligados a recurrir a un mayor multilateralismo para la solución de los problemas globales, porque, por su carácter transfronterizo, el instrumento más idóneo para abordarlos lo constituye la cooperación internacional. Lo anterior hace necesaria la transferencia de competencias de regulación a instituciones supranacionales o a través de la construcción de una red de regímenes internacionales, que impongan deberes específicos en los respectivos ámbitos a los estados. Con lo cual la cooperación internacional no acaba con la soberanía sino que la amplía y la fundamenta Eduardo Pastrana Buelvas de nuevo (Beck, 24, p. 279). En consecuencia, el concepto de soberanía absoluta puede ser considerado actualmente anacrónico como consecuencia de la densidad de las interacciones internacionales y las interdependencias. De modo que ha sido definida como una facultad dividida entre múltiples agencias –nacionales e internacionales– y limitada por la naturaleza misma de esta pluralidad (Held, 1997, p. 169).          ,         y p  p                   Se debe tener en cuenta que la condición de colonia de estos territorios negaba la posibilidad de contar con la presencia de los poderes centrales de las monarquías europeas, por lo que la mayor parte de las veces se gobernaba a distancia y sin la posibilidad, por parte de los poderes centrales, de ejercer la coacción suficiente para garantizar la aplicación taxativa, en los territorios colonizados, de los mandatos reales. Esto generaba una relación marginal, aunque no por eso poco importante, entre los estados europeos en construcción y sus territorios de ultramar. Ello implicaba que la soberanía absoluta que se propugnaba en los imperios continentales no alcanzaba para abarcar dentro de ella, de manera efectiva, a los territorios colonizados. De acá se deriva otro condicionante o elemento de análisis y es que la estatalidad que avanzaba en Europa tenía un ritmo y un devenir teleológico diferentes a los que se gestaban en las colonias. Esta diferencia desembocaba en que mientras Europa avanzaba en la consolidación de unas instituciones estatales capaces de dar cuenta de las complejidades que suponía el advenimiento de la modernidad, en las colonias no se pudo desvincular el poder religioso y de las élites tradicionales de las instituciones políticas y económicas, incluso ya en periodos avanzados de la modernidad a finales del siglo XVIII e inicios del XIX. En este sentido y como anota Castro-Gómez, refiriéndose al proceso de construcción de la institucionalidad estatal en el subcontinente suramericano, “todo el siglo XIX será testigo de la lucha entre la estatalización de los poderes patrimoniales y la patrimonialización del poder estatal” (Castro-Gómez, 25, p. 349). Estos elementos dan pie para identificar una cierta debilidad inicial que se ha manifestado en los dos siglos de historia republicana en Suramérica, en tanto que el subcontinente, al dar el paso del colonialismo a los gobiernos 25 26 Débil estatalidad y transferencia de soberanía: su impacto en los procesos de integración… republicanos, desarrolló gobiernos cuyos propósitos más importantes eran la consolidación de los nuevos estados surgidos de las guerras de independencia. Con frecuencia, la consolidación de la soberanía externa respecto a la amenaza de los poderes extra-regionales fue desde el comienzo de la historia republicana una preocupación mayúscula. La soberanía interna no llegó a afianzarse, pues la estatalidad, es decir, las condiciones para el ejercicio real de la soberanía, fue una construcción incompleta y sujeta a las urgencias de los problemas internos de las nuevas repúblicas. En el subcontinente, la débil industrialización y las limitaciones económicas y políticas, internas y externas, para invertir en el sector de la defensa, han reducido la posibilidad de que alguno de los estados sea visto como amenaza por sus vecinos, a la par que la mayoría de países han atravesado situaciones de conflictividad interna que presionan fuertemente las arcas de las repúblicas y limitan su capacidad de gestión y, por ende, de despliegue de la estatalidad tanto en términos extensivos como intensivos, teniendo como una de las principales consecuencias la incapacidad de ejercer soberanía en toda la extensión territorial. Mientras Europa logró una estatalidad y una soberanía interna más efectiva y las amenazas a la misma fueron externas a los estados, pero próximas –ubicadas en el espacio europeo-; en América Latina las amenazas estuvieron tradicionalmente ubicadas fuera del espacio subcontinental, tanto como al interior de los mismos territorios de los estados, y la soberanía interna de los estados no se consolidó y sigue estando en pugna. Así las cosas, lo que se puede observar, durante buena parte de los dos siglos subsiguientes a las independencias latinoamericanas es una debilidad estructural en términos de institucionalidad y estatalidad que ha trascendido, entre otras, a la fuerte influencia de la figura ejecutiva de los gobiernos, como respuesta a esta debilidad. Durante la colonia se había fomentado la relación personal con el monarca, el cual como persona representaba la autoridad. Las nuevas repúblicas exigían lealtad al Estado como entidad abstracta. En adelante, fue difícil que se tomase al Estado, la nación o al pueblo como merecedores de la lealtad personal y portadores de la soberanía. En su lugar, los caudillos que emergieron de las guerras civiles fueron objeto y fuente de autoridad para las nuevas sociedades (König, 1998, p. 25). Sin embargo, estos caudillos fueron la mayor amenaza que enfrentaron las nuevas repúblicas para mantener Eduardo Pastrana Buelvas su precaria integración. Cuando al fin uno de ellos3 pudo imponerse a los demás fue posible consolidar la unificación de los nuevos Estados (Odone, 1986, p. 219). Estas llamadas autocracias unificadoras, que se consolidaron en la mitad del siglo XIX en la mayoría de los estados latinoamericanos, sirvieron de dique a las fuerzas centrífugas que sucedieron a las guerras de independencia (Germani, 1962, p. 25). Desde entonces, los estados latinoamericanos han venido tratando de avanzar en su proceso de construcción. Sin embargo, siguen teniendo todavía más territorio que Estado. Al no contar con la capacidad real por parte de las instituciones estatales para operar de manera efectiva en toda la población y territorio que les corresponde formalmente, el ejecutivo ha fungido como referente cohesionador de la sociedad, lo cual ha desembocado en un fuerte populismo en buena parte de estos países. O sea, el modelo populista clásico se enfocó en prácticas y referentes nacionales, en una realidad introspectiva y parroquialista de gobierno, que intentó marginarse de los flujos del sistema internacional y responder a los desafíos externos e internos, construyendo sistemas políticos asfixiantes y sistemas económicos volcados hacia adentro, con procesos centrados en el agente ejecutivo y que en su momento, subsumieron al Estado, al mercado y a la sociedad, casi anulando sus dinámicas políticas, económicas y culturales autónomas (Pastrana & Vera, 211, p. 62). Una de las características de la dinámica populista, es que con frecuencia ha privilegiado los asuntos internos sobre los externos, siendo esta una de las causas que refuerza el distanciamiento por parte de los países latinoamericanos y el poco interés en construir dinámicas comunes y especialmente espacios de soberanía compartida. En la medida en que dicho distanciamiento ha limitado la construcción de los lazos regionales necesarios para el avance de un regionalismo profundo que supere los estadios aperturistas de tipo comercial y financiero, se puede pensar que la no consolidación de una soberanía, en términos cercanos a la soberanía clásica, los bajos niveles de estatalidad con que se acarrea desde los inicios de las repúblicas latinoamericanas y la subsunción del Estado, la 3 Por ejemplo, Juan Manuel Rosas en Argentina (1834-1851) y José Antonio Páez (183-1863) en Venezuela. 27 28 Débil estatalidad y transferencia de soberanía: su impacto en los procesos de integración… sociedad y el mercado dentro de los regímenes populistas, entre otros factores, juegan un papel que le resta potencia y alcance a los procesos integracionistas en la región. Además, el proceso inacabado de construcción del Estado en la mayor parte de las sociedades latinoamericanas, con la subsecuente ausencia de estatalidad en muchas partes del territorio, evidencia que el ejercicio pleno de la soberanía sigue siendo deficitario. De allí surge la pregunta ¿Hasta dónde la renuencia de los estados latinoamericanos a transferir soberanía en los procesos de integración tenga también origen en el hecho de no poder ejercerla plenamente en la totalidad de sus territorios? Es decir, no se puede compartir lo que no se posee a plenitud.  p     p           g     Los siglos XVII y XVIII en Europa dieron lugar a ese significativo proceso histórico llamado la Ilustración. Uno de los elementos más significativos de ella es que el criterio para validar aquello que se puede considerar lo verdadero y objetivo, se fijó en lo que era producto de la experimentación técnicocientífica. Así, todo conocimiento que no se derivara de este patrón pasó a ser considerado como mito, leyenda o, en todo caso, una de las falsas creencias de la premodernidad. En tanto que esta idea sobre la modernidad, así como la producción de conocimiento, basada en la experimentación técnico-científica, tuvieron su epicentro en Europa, se definió que este continente era el centro de producción de la verdad, mientras que las demás regiones del mundo quedaron relegadas a productoras de mitos. Así, la pregunta de Kant sobre qué es la Ilustración, que identificaba la existencia de una mayoría de edad vivida por aquellos que habían asumido la modernidad como guía, superando la minoría de edad de aquellos que no habían dado este salto, asume que existe una forma de vida superior y otra inferior. Una, guiada por la verdad del conocimiento científico, y otra por la oscuridad del mito. Como plantea Castro-Gómez (25, p. 33), la idea de que existe una sociedad que avanzó y otras que no lo hicieron, termina ubicando a todo el mundo en una sola línea de tiempo, en la que Europa es el presente evolucionado, y los demás pueblos son el pasado, que aún no ha evolucionado. Eduardo Pastrana Buelvas Así, se produce la que el autor llama la negación de la simultaneidad. Se niega que existan procesos históricos simultáneos, y se asume que toda la población planetaria hace parte de un solo proceso, en el que algunos pueblos avanzaron y otros no. Los que no lo han hecho, eventualmente avanzarán, lo cual significa tener los procesos que Europa tiene en el presente. Esto significa que Europa se convierte en el parámetro de medición de cualquier sociedad. Como en cualquier otra ciencia social, los estudios sobre la integración, con frecuencia realizados en Europa, niegan la existencia de una historia latinoamericana o suramericana que coexiste simultáneamente con la europea. Cualquier elemento particular que haga que los procesos de integración en nuestro continente funcionen diferente, se niega a favor de la idea de que la forma correcta de integración es la europea. Por ello, si los procesos de integración no han sido exitosos –desde la idea de integración exitosa de Europa-, no es porque seamos particulares, sino porque no hemos seguido con suficiencia el ejemplo europeo. Esto lleva a producir un análisis muy limitado sobre la integración, porque se limita a la idea de una Europa, habitante del presente, que cedió soberanía, y una Suramérica, habitante del pasado, que aún no lo ha hecho. Para superar ese inconveniente, este artículo evita caer en la historia lineal, e intenta rescatar la simultaneidad de historias, y para ello observa las especificidades de la experiencia histórica de Suramérica y de Europa. En el caso de América Latina el pensamiento sobre la integración se ha desarrollado en tres grandes olas: la primera, sostenida en el análisis económico y estructuralista de la CEPAL que comienza a finales de los años cuarenta y que tiene su auge en las décadas de 196 y 197; la segunda, de inspiración neoliberal, particularmente fuerte en los años noventa; y la tercera, llamada posthegemónica (Riggirozzi y Tussie, 21, p. 12) , que se viene desarrollando desde comienzos del siglo XXI (Serbin, 211, p. 5). Pero a pesar de los 6 años que ya cumple el pensamiento integracionista, o incluso mucho más si se consideran referentes como el del bolivarismo, no se ha consolidado en el subcontinente un proceso sólido de integración. Esta reflexión va muy ligada al hecho de que la integración, analizada tanto en su dimensión conceptual como histórica, suele tener como referente y parámetro de medida al proceso que desembocó en la Unión Europea. Es por esto que autores como Haas (1967), entre otros, evalúan la integración 29 3 Débil estatalidad y transferencia de soberanía: su impacto en los procesos de integración… latinoamericana como débil en tanto que existe una fuerte, que es la europea. Tanto la realidad política contemporánea de una Europa integrada, como el hecho de que buena parte de los desarrollos conceptuales sobre integración provengan de este continente, hace que muchas veces sea inevitable la comparación, pero la misma es válida siempre y cuando se acepte el carácter lineal de la integración, asumiendo a América Latina como la orilla débil de la integración y a Europa como el lado fuerte de un mismo proceso, en otras palabras, que América Latina está recorriendo –de forma poco efectiva–, un proceso que eventualmente la pondrá en la misma senda de integración del modelo europeo. A continuación, más que comparar dos puntos dentro del continuum de la integración, se resalta que hay dos experiencias históricamente producidas que desembocan en dos formas diferentes de concebir tanto la integración como la soberanía. Es difícil entender la conceptualización sobre la integración y la soberanía en Europa, desligándola de su proceso histórico. A parte de los referentes clásicos que aparecen en obras como las de Kant (1795), el pensamiento sobre la integración, que da forma a los ejes analíticos del federalismo-neofederalismo por un lado, y funcionalismo-neofuncionalismo por el otro, se ha desarrollado en respuesta a la experiencia de las guerras mundiales de la primera mitad del siglo XX. Los desarrollos contemporáneos del federalismo surgen en el período de guerras de la mano de autores como Rossi y Spinelli (1941), quienes más desde la política que desde la academia, plantean en su Manifiesto de Ventone4 que para Europa es un peligro la subsistencia de la soberanía absoluta de los Estados-nación puesto que el afán de su defensa resultaba detonante de guerras, y proponen la supranacionalidad como una alternativa de solución. Esta idea está presente cuando se empieza a planificar el orden de la Europa de la posguerra en reuniones como las del Congreso Europeo de La Haya de 1948 en las que se habla de una unión económica y política como respuesta a los conflictos europeos. 4 “El Manifiesto de Ventone por una Europa Libre y Unida”, redactado por dos militantes antifascistas, es considerado hoy por la Unión Europea como uno de sus referentes fundacionales. Véase: Comisión Europea, “Los padres fundadores de la UE”. [http:// europa.eu/about-eu/eu-history/founding-fathers/pdf/altiero_spinelli_es.pdf]. Eduardo Pastrana Buelvas Los autores clásicos del federalismo como Guy Hérauld (1968) y Carl Friederich (1968) conservan esta preocupación histórica por el problema de la guerra intra-europea y sostienen que el continente puede avanzar hacia una federación que supere el tradicional recelo por la soberanía nacional a favor de la supranacionalidad de una autoridad europea. Pese a los deseos de esta primera generación de federalistas y a pesar de los esfuerzos iniciales del Plan Schuman y el Método Jean Monnet con la CECA, en 1952, para introducir y desarrollar la supranacionalidad, en la práctica el intergubernamentalismo ha predominado. Sin embargo, con el Acta Única Europea de 1986 y el Tratado sobre la Unión Europea de 1992, se retoma el tema de la supranacionalidad. Ello incita a que autores neofederalistas como Sidjanski (1992) sostengan que es el resultado de la vocación europea de federalización. En lo mismo ahonda José Martín (1997). No es distinta la preocupación que impulsa el desarrollo de la visión funcionalista sobre la integración. David Mitriany (1933), uno de sus fundadores, también tiene en mente la devastación de la primera guerra mundial cuando sostiene que los estados-nación son poco efectivos para enfrentar los retos que ofrece el mundo de la posguerra, pero de nuevo su preocupación es que esa poca efectividad puede desembocar en guerra. Sostiene que el Estado es poco eficiente en la realización de algunas funciones técnicas, y que esta falencia puede ser asumida en un nivel internacional. Afirma que la solución no es un Estado internacional (idea más cercana al federalismo) sino la construcción de organismos internacionales que asuman algunas funciones del Estado nación (Mitrany, 1943, p. 143). Su argumento era que esto aumentaba la interdependencia reduciendo así el riesgo de guerra. Este enfoque tiene sus desarrollos en la década de 195, y se retroalimenta con los primeros pasos de la integración económica dados en la Comunidad del Carbón y el Acero (CECA). En una nueva etapa de la teorización funcionalista, ahora en manos de autores neofuncionalistas como Ernst Haas (1958), se analiza la integración en términos de la transferencia de lealtades desde unas instituciones nacionales hacia otras internacionales, asumiendo esta jurisdicción sobre los asuntos nacionales. Para el autor, cuando las lealtades no migran hacia autoridades internacionales sino que permanecen en las nacionales, no se produce integración sino acaso entendimientos políticos. 31 32 Débil estatalidad y transferencia de soberanía: su impacto en los procesos de integración… Dentro de un marco cognitivo específico, Europa empieza a concebirse como un espacio histórico, político y cultural común: la región, con el que busca la forma de escapar de los legados de la rivalidad entre potencias y de la realpolitik, urgida además de una reconstrucción económica que no podía depender indefinidamente de la financiación estadounidense (Plan Marshall) y se hallaba desafiada por el rápido avance del comunismo soviético en el Este (Voyenne, 1965). Propuestas como las de Hérauld (1968, p. 77) sostienen que el epicentro de organización política debe pasar de la nación a la región, lo que implica superar el criterio étnico que daba forma al Estado moderno y reconocer que los referentes culturales y los propósitos comunes también pueden ser constituyentes de unidades políticas, en este caso, europeas. Así las cosas, el primer o “viejo” regionalismo puso, desde los años cincuenta, en debate al federalismo (estados europeos unidos por una constitución e instituciones federales, articulación legislativa entre lo nacional y lo europeo e identidad colectiva basada en un universalismo de valores liberal-democráticos) y al funcionalismo (organizaciones internacionales/europeas con competencias muy delimitadas y operando solo en áreas críticas como comercio, transporte, productividad y política social, y arreglos institucionales supranacionales con criterios económico-tecnocráticos en lugar de políticos) (Voyenne, 1965, Hettne y Söderbaum, 28, p. 63). El “factor catalizador” y detonante común para poner entre paréntesis la soberanía y pensar a Europa como región y a su futuro como un bien colectivo, sea como federación o como comunidad de estados con integración sectorizada, tácita o explícitamente, fue entonces la interpretación negativa que se le dio a una de las causas de las dos conflagraciones mundiales: la defensa unilateral de la soberanía. No obstante, mientras en la postura federalista la territorialidad sigue siendo un atributo central de referenciación y gobernanza (nacional y federal), para Mitrany (1965) y los funcionalistas, la lógica espacial westfaliana debía ceder totalmente en los campos en donde las funciones de gobernanza fueran más eficientes en cabeza de organismos especializados que en las jurisdicciones territoriales. Pero apelando a los tipos de soberanía distinguidos por Krasner (2), lo que estaba en juego en la visión funcionalista no era tanto la soberanía westfaliana que implica la exclusión de fuerzas externas de autoridad, la legal internacional, que fundamenta el estatus político-jurídico de los estados, Eduardo Pastrana Buelvas en tanto sujetos de deberes y derechos internacionales, o la soberanía de interdependencia, que se expresa en la capacidad real para controlar los flujos internos y externos que permean las fronteras, más bien lo que importaba era sustituir la soberanía interna o estatalidad, definida en términos de eficiencia institucional, bien fuera nacional o local, para regular fenómenos y comportamientos, dondequiera que los estados fueran diagnosticados como ineficientes o inoperantes, por formas nuevas de organización de lo público, aunque no se compaginara con una transferencia de legitimidad o lealtad ciudadana hacia esas instancias de decisión. Para Hettne y Söderbaum (28, pp. 63-64), esa despolitización forzada condujo a la emergencia de la ya mencionada perspectiva neofuncionalista de Haas (1961), que retoma el papel de la política (el papel pro-integración de los líderes y la aparición de lealtades transferidas hacia redes de política) y la introducción políticamente guiada de vectores o nichos generadores de altos grados de interdependencia positiva (“spill-overs”) ubicados primordialmente en el campo económico, logrando explicar, por un tiempo, la relación entre la puesta en común de los recursos y tecnologías de la industria del carbón y el acero (en la CECA) y la meta política del logro del Mercado Común europeo. Sin embargo, la intensificación de la competencia bipolar de la época, que repercutía directamente sobre la dimensión (nacional) de la seguridad, y la reaparición de líderes nacionalistas como De Gaulle en los sesenta trajeron de vuelta el interés nacional, el estato-centrismo y la negociación entre líderes en perspectivas intergubernamentales tanto realistas como liberales (Hettne & Söderbaum, 28, p. 64). Como se ve, tanto el federalismo como el funcionalismo comienzan sus análisis a partir del hecho histórico de la guerra y de las consecuencias de la conservación de las soberanías nacionales europeas. Ambas propuestas sobre la integración daban respuesta a un problema específicamente europeo, por lo que no es de extrañar que en otras latitudes, en este caso en América Latina, no se hayan desarrollado propuestas significativas dentro de estas corrientes. Asimismo, el neofederalismo y el neofuncionalismo no proponían análisis universales sobre la integración, sino que explicaban la evolución del proceso específicamente europeo. Mientras tanto, en América Latina la experiencia 33 34 Débil estatalidad y transferencia de soberanía: su impacto en los procesos de integración… histórica no derivó en el debate sobre los peligros de la soberanía, y adicionalmente no hubo una experiencia “federalista” que explicar. En el caso del subcontinente, el detonante histórico que impulsó la reflexión sobre la integración no fue la amenaza de la guerra internacional, sino la preocupación sobre el subdesarrollo, lo que redundó en que no se pensara en los mismos términos el tema de la soberanía. En contraste con el federalismo y el funcionalismo, fue el estructuralismo el que sirvió de matriz de análisis sobre la integración. Desde finales de los años cuarenta, Raúl Prebisch, entre otros, propusieron desde la CEPAL una mirada más cercana a la historia latinoamericana. Su centro de análisis no era el cómo evitar la guerra o cómo construir un orden de posguerra estable, sino cómo mejorar las condiciones de intercambio comercial entre el hemisferio norte y sur o, como se plantea desde su enfoque, entre centro y periferia. Su punto de partida era que mientras el centro contaba con un aparato productivo moderno, tecnificado y diversificado, las zonas periféricas tenían un carácter extractivo monoexportador no tecnificado. Esta perspectiva, se inspiraba en el análisis de autores como André Gunder Frank (1965), Arghiri Emmanuel (1964) y Samir Amin (1974), pertenecientes a la tradición marxista. También había exponentes latinoamericanos como el mismo Prebisch (1949), Celso Furtado (1956), Theotonio Dos Santos (1966), Fernando Henrique Cardoso (1969) y Enzo Faletto (1977), quienes coincidían en que las diferencias en los términos de intercambio tendían a profundizarse y, por lo tanto, a deteriorar las condiciones de la periferia, por lo que la reflexión giraba en torno a cómo superar esta dificultad, y el camino que proponían apuntaba hacia el fortalecimiento del Estado de la mano del desarrollismo y el regionalismo cerrado. Así, mientras en Europa la integración se entendió como una alternativa al riesgo producido por las soberanías fuertes, al punto que Haas (1958) sostuviera que la integración implicaba cesión de soberanía, en América Latina la soberanía no era una preocupación o un riesgo por superar y, en consecuencia, la idea de integración no se planteaba este derrotero sino el del subdesarrollo estructural. Por el contrario, al concebir la debilidad de los aparatos productivos como causa de la condición periférica, y al proteccionismo estatocéntrico como solución, el propósito de la integración latinoamericana era reforzar la estatalidad. Eduardo Pastrana Buelvas Tras esta primera ola del pensamiento integracionista latinoamericano, surge en los años noventa una segunda corriente más cercana al regionalismo abierto, congruente con la visión neoliberal que toma fuerza en esos años en que la integración se remplaza por la apertura y la armonización de los mercados como base para la inserción internacional, fundamentada en el aumento de la competitividad. Aunque el propósito ya no va a ser el fortalecimiento de la estatalidad, no se va a apuntar hacia la cesión de soberanía porque los objetivos son principalmente comerciales y la integración política no es un tema relevante.                                      y     p            g       Del análisis sobre qué relación hay entre integración y soberanía en América Latina, la primera conclusión es que ni en la primera ni en la segunda ola de la integración latinoamericana se buscó la cesión de soberanía, e incluso se intentó su fortalecimiento. A diferencia de Europa donde la principal amenaza a la soberanía westfaliana provenía de los mismos estados europeos y la solución consecuente era la relativización de la misma, en América Latina el principio de no intervención ha sido tradicionalmente respetado y la injerencia externa ha provenido de actores extra-regionales. Por ello, la relación que se pretende modificar no es la que se produce entre los vecinos -como en el caso europeosino entre estos y las potencias externas. Esto redundó en que lo que se buscara no fuera la fórmula para lograr que un grupo de estados vecinos dejara de ser una amenaza muta, sino la forma de aumentar la independencia frente al poder externo, y de dar viabilidad a la proyección propia. En otras palabras, fortalecer la soberanía westfaliana reafirmando constantemente las doctrinas Calvo y Drago como oposición a la injerencia externa (Serbin, 211, p. 59). Como se ha planteado, en contraste con Europa, América Latina ha tenido una soberanía interna débil, manifiesta en una institucionalidad poco capaz de regular el comportamiento interno, lo que se ha compensado con fenómenos endémicos como el caudillismo y el populismo o, cuanto menos, con un presidencialismo fuerte. La recurrencia de estas formas de gobierno en las que el líder extiende su autoridad sobre los otros poderes, debilitando la 35 36 Débil estatalidad y transferencia de soberanía: su impacto en los procesos de integración… institucionalidad, han fortalecido el personalismo y el paternalismo (Pastrana & Vera, 212, p. 316). Esto es relevante dado que como argumenta Koenig-Archibugi (24), la predisposición a ceder soberanía a favor de la integración puede ser explicada como el comportamiento del ejecutivo en procura de aumentar su margen de maniobra frente a las restricciones que ciertos factores internos imponen a su comportamiento. Cuando las instituciones nacionales cuentan con capacidades para influir o para restringir al ejecutivo, este opta por cooperar con otros ejecutivos para crear instancias de supranacionalidad que generen obligaciones al Estado de modo tal que se restrinja la capacidad de dichas instituciones nacionales de incidir en la toma de decisiones. Por el contrario, cuando el ejecutivo es más autónomo frente a las instituciones internas, tiende a favorecer menos la cesión de soberanía dado que ella no aumenta el margen de maniobra del ejecutivo. En cambio, prevalecen los enfoques intergubernamentales, y los personalismos y las múltiples aspiraciones de liderazgo regional o subregional se vuelven comunes.    p    p            g          La tercera ola del pensamiento latinoamericano sobre integración, aquí llamada poshegemónica, se ha venido construyendo muy de la mano de conceptos como región y regionalismo. Este tipo de regionalización ha sido denominado post-hegemónico, en tanto que no se guía exclusivamente por la integración comercial, sino que implica la re-politización de la región, formulando una resistencia a la hegemonía estadounidense. Además, se erige sobre elementos identitarios propios del colectivismo –en oposición al individualismo neoliberal-, que reclama mejoras en el bienestar social. Si se abordan como regionalismo en conjunto, se configura un modelo híbrido, preocupado por el crecimiento, por la estabilidad económica, pero también por la justicia social, más o menos promotor de mercados abiertos y, sin embargo, reticente frente a la hegemonía estadounidense. Sobre todo el ALBA (Alianza Bolivariana de los Pueblos) y UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) se proponen contestar al regionalismo abierto y a la hegemonía de la superpotencia, la primera de forma más confrontacional, la segunda con mayor pragmatismo, con el Eduardo Pastrana Buelvas desarrollo de ventajas cooperativas en los campos de la educación, la salud, la seguridad social y la seguridad regional (Riggirozzi, 21, p. 8). No obstante, el regionalismo posthegemónico pone de manifiesto caminos para la consolidación de la regionalidad distintos a los resultantes del proceso europeo guiado por el funcionalismo y el federalismo; así como el nuevo regionalismo que ata el proceso de regionalización al mercado. Procesos como el del ALBA y UNASUR innovan en las formas de entender la cohesión social, la identidad regional, y en las especificidades de construcción de gobernanza regional, aunque estas formas de regionalización coexisten con otras que ubicadas en el mismo espacio, responden más a la lógica del nuevo regionalismo (Alianza del Pacífico, conformada por Colombia, Perú, Chile y México- es un ejemplo). Las primeras retoman elementos del latinoamericanismo, con elementos identitarios provenientes del bolivarismo, que se basan en la existencia de una historia y una cultura comunes para proyectar un futuro compartido y autónomo, sobre todo frente a Estados Unidos. Las segundas, mantienen la idea de la Doctrina Monroe, de un espacio continental único –panamericanismo– liderado por Estados Unidos y libre de la influencia extra-hemisférica (Riggirozzi, 21, p. 4). De nuevo, y tal como ocurre con la integración, la conceptualización también tiene una fuerte matriz europea y surge en el contexto posterior a la Segunda Guerra Mundial. En medio de los debates políticos, académicos y sociales sobre el futuro deseable para una Europa devastada, las perspectivas federalista y funcionalista, en medio de sus diferencias prescriptivas, le apostaban a una interpretación común: la pugna por la defensa de la soberanía del Estado-Nación, era la directa responsable de haber conducido a Europa (con epicentro en la rivalidad franco-alemana) hacia una guerra general (Hettne & Söderbaum, 28, p. 63). Esa idea de fondo desafiaba frontalmente lo que para los observadores, afines al realismo político, había sido una virtud y “motor” del desarrollo europeo: la competencia múltiple, armada e industrial, sumada a la disuasión mutua entre estados y reforzada por alianzas y contra-alianzas temporales (además, de otros factores geopolíticos como la geografía accidentada), las cuales habían garantizado, desde el colapso del imperio de los Habsburgo, un equilibrio entre potencias que facilitó tanto la expansión del libre mercado 37 38 Débil estatalidad y transferencia de soberanía: su impacto en los procesos de integración… y las ideas innovadoras como el pluralismo político (Kennedy, 1997) en una suerte de “mano invisible” que redundaba en beneficio indirecto para todos. En Henry Kissinger (1995) puede rastrearse la noción de que la búsqueda individual de los estados europeos del “interés nacional”, en oposición a la observancia de un sistema moral universal o de metas colectivas “armónicas” con pretensiones integristas, se condensó en la continua frustración de proyectos imperialistas mediante los cálculos de poder y la recurrencia de la defensa de la seguridad territorial. Empero, también se reconoce que la alta complejidad y “secretismo” diplomático del equilibrio de poder inducido por alianzas (de corte bismarckiano), con el tiempo degeneraron en un “juego de suma cero”, o escenario en el que ninguno deseaba ceder y los protagonistas clave buscaban la “victoria total”, de modo que soberanía, poder, militarización e ideología de masas operaron conjuntamente para dar lugar, en la primera mitad del siglo XX, a la “era de las matanzas” (Hobsbawm, 1998). :  y gz Mientras en Europa la idea de región se propuso como alternativa al criterio de nación que le daba forma al Estado moderno, esperando que esto permitiera superar las confrontaciones europeas (Hérauld, 1968, p. 77), en América Latina el planteamiento de un espacio delimitado, compuesto por elementos comunes que diferenciaba entre un adentro y un afuera, traía de nuevo la idea de una amenaza extra-regional a la soberanía. De hecho, la idea del espacio que aparece en el pensamiento cepalino desarrollista, a mediados del siglo XX, retomaba los planteamientos del bolivarismo y del latinoamericanismo del siglo XIX que hablan de la unidad de América Latina como estrategia de defensa de una nación multiétnica y pluricultural frente a las amenazas anglófonas y francófonas (Ardao, 26, p. 16). Pero, además de la diversidad de naciones y de culturas, el proyecto cepalino contempla también la pluralidad de estados. Es por esto que mientras la concepción de región europea incluyó desde el comienzo de la posguerra la inquietud por una integración proyectada hacia la cesión de soberanía, la idea de región latinoamericana no cuestionó la lógica estatocéntrica como principio ordenador de la región. Y posteriormente, durante los años noventa, cuando el propósito es más la inserción internacio- Eduardo Pastrana Buelvas nal por la vía comercial que la definición de un espacio, no solo es mínima la reflexión sobre la formación de una región, sino que dada la ausencia de objetivos de integración política de este período, el tema de la soberanía no se pone en discusión. En este punto es válida una reflexión proveniente del neofuncionalismo de Haas (1967, pp. 323-325) quien al comparar la integración europea y la latinoamericana, sostiene que esta última es débil porque se ha basado en propósitos económicos difíciles de sostener a largo plazo. Su argumento es que la integración no es producto del altruismo sino de la conveniencia, pues los actores involucrados solo se comprometen con ella si satisfacen su propio beneficio. Por eso lo usual es que lo primero que surja sea la integración económica, pues es allí donde los beneficios son más palpables a corto plazo. Lo interesante es que al analizar el caso latinoamericano, atribuye su debilidad al hecho de que si bien la integración comienza por lo económico, esto a largo plazo es efímero, porque a partir de ahí la integración solo puede avanzar si está guiada por un compromiso filosófico o ideológico más profundo. Si no es así, tarde o temprano la integración económica se agota. Aunque los proyectos como la CECA, la Comunidad Económica y EURATOM eran sostenidos por criterios esencialmente económicos, desde el principio obedecieron a un cálculo político para la pacificación y regionalización de Europa. En contraste, tanto la integración cepalina –que era la que analizaba Haas– como la neoliberal de los noventa no se alimentaron con proyectos políticos de largo plazo. Esto solo empieza a cambiar a finales del siglo XX cuando aparece el esquema posthegemónico de integración. El fin de la guerra fría supuso el comienzo de un periodo de transición entre la bipolaridad y la multipolaridad, en la que nuevos países empiezan a perfilarse como actores globales significativos, y para proyectarse a tal escala, se apoyan en sus entornos regionales. Uno de esos países, Brasil, empieza a reconceptualizar el tema de región en América Latina y a liderar una nueva delimitación, ahora en Suramérica. Siguiendo la tradición latinoamericanista, Suramérica es un espacio que excluye a Estados Unidos y a Canadá, pero es novedoso en tanto excluye también a México y a Centroamérica. En los primeros pasos de la redefinición del espacio, la integración se empieza a promover desde lo económico a través de Mercosur. Pero posteriormente, y de 39 4 Débil estatalidad y transferencia de soberanía: su impacto en los procesos de integración… la mano de la construcción de Unasur, se empiezan a esbozar esos propósitos políticos y filosóficos que Haas extrañaba en el período cepalino. Este momento posthegemónico de la regionalización suramericana, es relevante, entre otras razones, porque toma conciencia de una historia propia. Pese a que en tiempos de la integración cepalina el sentimiento latinoamericanista era bastante fuerte, tenía, entre muchos otros, un defecto: intentó construir un bloque basado en la cesión de soberanía hacia organismos regionales. Si bien esto quedó consignado nominalmente en diferentes documentos, en la práctica esto no se llevó a cabo. Como se ha planteado, la forma como Europa construyó soberanía compartida no fue la verdadera forma de la integración. Fue una experiencia específicamente europea que condujo a una forma particular de regionalización. Ceder soberanía en la década de 196 en América Latina del modo en que Europa lo empezaba a hacer, era algo que tenía pocas razones históricas para funcionar. Ni en esa época ni ahora, los países latinoamericanos –o suramericanos– tienen una estatalidad consolidada que haga posible –o necesario, como en Europa– la cesión de soberanía. Sin embargo, el punto fuerte de los procesos posthegemónicos es que contemplan formas diversas de regionalización. Por ejemplo, pese a que el esquema central de integración es el proyecto suramericano de Brasil, este no es incompatible con la Alianza del Pacífico, o con el ALBA, que operan en espacios similares. La imposibilidad de que de momento surja en Suramérica un proceso de cesión de soberanía centralizado en un único cuerpo institucional, se ve superada por un modelo multicéntrico, con una potencia regional que lidera el esquema principal y más abarcativo, y con potencias secundarias que, aun participando en el sistema suramericano, impulsan proyectos alternativos. Estas alternativas, sin embargo, no son mutuamente excluyentes, sino que en la competencia que puede haber entre ellas, se impulsan mutuamente para que cada una se fortalezca. Probablemente el escenario en el que esto resulta ser más claro, es en el de la relación que hay entre el proyecto de Suramérica y la Alianza del Pacífico. Aunque entre estos dos proyectos hay importantes diferencias, el atractivo de cada una se vuelve un incentivo para que la otra intente ser aún más atractiva. En la medida en que la Alianza avanza en su desarrollo, se hace más importante para Brasil dotar a Suramérica de una oferta especial, que Eduardo Pastrana Buelvas hoy ya incluye escenarios como la IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana) o el Consejo de Defensa Suramericano. Pero incluso el ALBA, que hoy pareciera debilitarse, ha aportado a este proceso, pues ha competido con Suramérica por definir cuál es el esquema más efectivo para garantizar la autonomía frente a la superpotencia que un sistema posthegemónico requiere.  La soberanía no se puede entender como un atributo del gobierno que se sustenta, únicamente, en un marco normativo. Sin duda, un elemento fundamental para que la soberanía se despliegue de manera efectiva es que el Estado cuente con las instituciones, tanto a nivel organizacional como legal, para poder efectuar sobre el territorio y la población un gobierno legítimo. Al observar la experiencia suramericana de construcción de la soberanía, aparece como rasgo bastante determinante un bajo nivel de estatalidad que ha limitado la solidez de la soberanía en varios de los países de la región, lo que ha jugado como factor restrictivo a la hora de la consolidación de los espacios de integración regionales. En Europa los desarrollos teóricos y prácticos de la integración se dieron como respuesta a las dos guerras mundiales, que pusieron en cuestión el sistema de estados-nación soberanos dada su propensión a desembocar en enfrentamientos entre países vecinos. En contraste, en Suramérica la soberanía nacional nunca supuso la amenaza de desembocar en guerras internacionales a gran escala, y por ello, la integración no se pensó como proceso de cesión de soberanía que disminuyera la conflictividad sino como alianza entre países sociopolíticamente similares, que a partir de la creación de lazos económicos, podían enfrentar el subdesarrollo. El concepto de región surge en Europa en medio de la búsqueda de un criterio de organización política que pudiera remplazar la lógica nacionalestatal. Mientras tanto, en Latinoamérica, “región” se entendió siempre como la forma de concebir el espacio que permitía excluir a Estados Unidos y a Europa, quienes eran la principal amenaza a la soberanía. Así, “región” ha sido en Latinoamérica un proyecto para fortalecer la soberanía, que desde 41 42 Débil estatalidad y transferencia de soberanía: su impacto en los procesos de integración… finales del siglo XX se subdivide en una nueva región llamada Suramérica, conservando mucho de este propósito. Suramérica, como esquema de integración posthegemónico, supera la tradición latinoamericana de construir integración solo a partir de criterios económicos, siendo esta una característica que, en parte se explica por el liderazgo que ejerce Brasil en esta región y por su interés para proyectarse como actor global. Sin embargo, dada la negativa de este Estado a ceder soberanía, tema que considera innegociable, escenarios nacientes como Unasur o Mercosur por ahora permanecen en la disyuntiva de ser dinamizadores de un modelo de integración que no promueve la soberanía compartida, sino la reafirmación de la lógica nacional-estatal. Tanto Mercosur, que nace en la década de los noventa, como Unasur que se conforma en la primera década del nuevo siglo, le empiezan a dar forma a una nueva región de matriz brasileña. Ambos organismos, el primero con un carácter más comercial y el segundo más político, son la cara institucional del proceso de regionalización, y aunque es posible reconocerlos como la punta de lanza de la tercera ola de integración –la posthegemónica-, en realidad la supranacionalidad y la soberanía compartida no se encuentran entre sus objetivos. De nuevo, la razón está fuertemente ligada a que su creación no ha supuesto la discusión sobre las soberanías nacionales, al poco nivel de consolidación de la estatalidad en los países que lo conforman, y desde luego, del valor que Brasil da a la región como medio de proyección de su política exterior. f AMIN, S. (1974). Capitalismo periférico y comercio internacional. Buenos Aires: Ediciones Periferia. ARDAO, A. 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Doctora cum laude en derecho por la Universidad Carlos III de Madrid, completó su formación pre y pos doctoral en el European University Institute y en el Colegio de Europa donde realizó varias estancias de investigación. Ha sido Visiting Fellows en el European University Institute, profesora visitante en el Centre pour la Recherche en Droit International (CERDIN) (Université Paris I-Sorbonne) y en el Institut des Hautes Études Internacionales (Universidad París II), además de profesora invitada en las universidades de Pisa y Amiens. Autora de diversos libros, capítulos de libros y artículos. Sus principales líneas de investigación versan sobre la teoría de la integración y el núcleo duro de la integración en Europa y América y, más recientemente, sobre las relaciones entre libre comercio y derechos humanos. MARIO ARROYAVE. Master of Laws - LL.M. - (Uni – Leipzig). Docente de derecho internacional público de la Universidad Santiago de Cali (USC). Investigador del derecho internacional (en contexto y con método interdisciplinario). Becario del DAAD, programa ALECOL. Candidato a doctor iuris del Instituto de Asuntos Internacionales de la Universidad de Hamburgo (Alemania) y doctorando asociado del German Institute of Global and Area Studies (GIGA). Integrante del grupo de investigación GICPODERI (USC). IGNACIO MARTÍN BARTESAGHI. Doctorando en relaciones internacionales, magíster en integración y comercio internacional, licenciado en relaciones internacionales, posgraduado en negocios internacionales e integración y en comercio exterior. Es investigador sénior del Departamento de Negocios Internacionales e Integración de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Católica del Uruguay. Integra el Sistema Nacional de Investigadores de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII). 387 388 Los procesos de integración como factor de paz ANDRÉS BODENSIEK. Investigador del Centro de Pensamiento Jean Monnet: Negocios, Comercio e Integración –CEDIC–, en el Departamento de Derecho de los Negocios de la Universidad Externado de Colombia. Profesional en gobierno y relaciones internacionales de la misma Universidad. Profesor asistente del seminario de política agraria de la Facultad de Finanzas Gobierno y Relaciones Internacionales. Miembro fundador de la red de Egresados de Gobierno e integrante del Comité Editorial. ANTONIO MANRIQUE DE LUNA BARRIOS. Licenciado en derecho y ciencias políticas, máster en estudios internacionales, máster en comercio internacional y doctor en derecho. Actualmente es profesor de derecho internacional público y organizaciones internacionales en la Universidad de Deusto (Bilbao-España). También ha sido profesor visitante en diversas universidades europeas y latinoamericanas. Del 28 al 213 fue docente universitario en Alemania. En el ámbito de la investigación su trabajo se centra en los temas relacionados con la paz y la seguridad, el derecho de la Unión Europea, los derechos humanos, el comercio internacional, los estudios latinoamericanos, las relaciones entre la Unión Europea y América Latina, entre otros aspectos. También es miembro de diversas instituciones académicas y comités editoriales de América Latina y Europa. RUBÉN MARTÍNEZ DALMAU. Profesor titular de derecho constitucional de la Universitat de València, España. Doctor en derecho y licenciado en derecho por la Universitat de València. Diploma de estudios avanzados y licenciado en ciencias políticas por la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Diplomado en ordenamiento jurídico comunitario por la Universitat de València. Fue investigador del Polo Europeo Jean Monnet, e imparte docencia en derecho constitucional, derecho de la Unión Europea e instituciones europeas en varias universidades del viejo continente y latinoamericanas. EDUARDO PASTRANA BUELVAS. Doctor en derecho de la Universidad de LeipzigAlemania. Abogado de la Universidad Santiago de Cali-Colombia (USC). Fue rector y director de investigaciones de la USC. Es actualmente profesor titular de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá (PUJB), en donde es director Los autores 389 del Departamento de Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales y director del Grupo de Investigación en Relaciones Internacionales, América Latina e Integración (GRIALI). Es editor de la revista Papel Político. Es consultor de la Konrad-Adenauer-Stiftung de Colombia, miembro de la International Studies Association (ISA) y de la Latin American Studies Association (LASA). Es profesor invitado del Instituto de Ciencia Política de la Universidad de Leipzig-Alemania. Ha sido profesor en las universidades de Castilla la Mancha-España y USC. Ha publicado numerosos libros y artículos sobre temas de derecho internacional y relaciones internacionales. JULIO CÉSAR PELUFFO. Investigador del Centro de Pensamiento Jean Monnet: Negocios, Comercio e Integración –CEDIC–, en el Departamento de Derecho de los Negocios de la Universidad Externado de Colombia. Profesional en gobierno y relaciones internacionales de la misma Universidad. Con trabajos de investigación en la política comercial colombiana y los acuerdos de libre comercio (TLC) y su relación con el desempeño productivo del sector agrícola e industrial. Miembro ad- honorem de la red de académicos del Centro de Estudios del Trabajo, CEDETRABAJO. JULIE SCHMIED. Posdoctora en la Universidad de Cambridge, doctora en derecho en relaciones internacionales y ciencia política, Universidad Complutense de Madrid. Maestría en derecho y ciencia política por el Centro de Estudios Constitucionales, Maestría en estudios internacionales, Escuela Diplomática de España. Maestría en Estudios Europeos, Escuela Diplomática de España. Licenciada en derecho, relaciones internacionales y en ciencia política, Universidad Complutense de Madrid. Profesora visitante en Miami University (UM) Instituto de Relaciones Internacionales y en el Centro de Estudios Europeos, en la Universidad de British Columbia (UBC), Vancouver, Canadá en el Instituto de Estudios Europeos y colaboradora de la Universidad de Málaga-España. Es catedrática titular Jean Monnet de la Integración Regional de la Unión Europea y es vice-directora del Centro de Estudios Avanzados y Multidisciplinares (CEAM) de la Universidad de Brasilia (UnB) y Coordinadora del Núcleo de Estudios Europeos. Profesora de derecho internacional europeo 39 Los procesos de integración como factor de paz en la Universidad de Brasilia en la maestría y doctorado del Instituto de Relaciones Internacionales; profesora de la maestría y el doctorado en cooperación internacional de la Unión Europea en el Centro de Estudios Avanzados y Multidisciplinares (CEAM) de la Universidad de Brasilia (UnB). Profesora de diplomacia e integración regional europea en el Ministério de Relaciones Exteriores de Brasil (MRE). Columnista –Folha Online– Folha de São Paulo. ERIC TREMOLADA ÁLVAREZ. Abogado dedicado a la docencia e investigación del derecho internacional público y al derecho de la integración, titular en Colombia de la Cátedra Jean Monnet de Derecho de la Integración Comparado: Unión Europea - América Latina que se imparte en la Universidad Externado de Colombia con el aval de la Comisión Europea. Doctor en derecho de la Universitat de València, España, tras haber obtenido un DEA en derecho internacional y relaciones internacionales por la Universidad Complutense de Madrid e Instituto Universitario Ortega y Gasset; tiene un máster en análisis y gestión de ciencia y tecnología en la Universidad Carlos III; una especialización en derecho constitucional y ciencia política del Centro de Estudios Constitucionales de Madrid, y un diploma en altos estudios internacionales de la Sociedad de Estudios Internacionales de España. Autor y editor de diversos libros, artículos y ensayos, y colaborador de medios escritos. JEANNETTE VALVERDE CHAVES. Grado académico: doctora en estudios latinoamericanos con énfasis en pensamiento latinoamericano, máster en relaciones internacionales con énfasis en negocios internacionales ambos por la Universidad Nacional de Costa Rica y especialidad en responsabilidad social empresarial por la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Desde 1999 labora como docente e investigadora en la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Costa Rica. BERNARDO VELA. Abogado de la Universidad Externado de Colombia, especializado en gerencia de asuntos públicos de la misma casa de estudios en convenio con Columbia University (Nueva York). Títulos de la Universidad de Salamanca (España) en estudios avanzados en derecho, economía y sociedad Los autores 391 en la Unión Europea y formación doctoral en derecho internacional. Profesor titular e investigador de las facultades de Derecho y de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia en las asignaturas de ciencia política, derecho internacional, epistemología y metodología de la investigación. En la actualidad es el coordinador de investigaciones en el doctorado en derecho. Entre sus publicaciones se destacan Guerra, progreso y mito político, El declive de los fundamentos económicos de la paz y Contribución al debate sobre la formación del Estado colombiano en el siglo XIX. PAULA WOJCIKIEWICZ ALMEIDA. Profesora en régimen de dedicación exclusiva de derecho internacional en la Escuela de Derecho de Río de Janeiro Fundação Getulio Vargas (FGV Direito Rio). Coordinadora del Módulo Europeo del Programa Jean Monnet, financiado por la Comisión Europea en FGV Direito Rio. Miembro del Centro de Justiça e Sociedade de FGV Direito Rio. Investigadora asociada del Institut de droit international et européen de la Sorbonne (IREDIES). Doctora summa cum laude en derecho internacional y europeo por la École de droit de la Sorbonne (Université Paris 1 - Panthéon-Sorbonne). Investigadora Centre for Studies and Research in International Law and International Relations da Hague Academy of International Law (21). Investigadora visitante becada del Max Planck Institute for Comparative Public Law and International Law (214). Autora, entre otros, del libro La difficile incorporation et mise en oeuvre des normes du Mercosur: aspects généraux et exemple du Brésil (LGDJ, 213). Editado por el Departamento de Publicaciones de la Universidad Externado de Colombia en octubre de 214 Se compuso en caracteres Ehrhardt Regular de 12 puntos y se imprimió sobre Propalbond de 7 gramos Bogotá (Colombia) Post tenebras spero lucem