“Élite empresarial y capital social en España: elementos de
continuidad y de cambio en el último siglo”
Juan A. Rubio, JóseanGarrués y Luis Chirosa
Departamento de Teoría e Historia Económica, Universidad de Granada
Direcciones de contacto: jarubio@ugr.es, jgarrues@ugr.es, lchc@correo.ugr.es
XII Congreso de la Asociación Española de Historia Económica
Universidad de Salamanca, septiembre de 2017
**No citar sin permiso de los autores**
“Élite empresarial y capital social en España: elementos de continuidad y de cambio en el
último siglo”
Resumen:
Tras el estallido de la Gran Recesión, diferentes estudios han señalado cómo durante las últimas
décadas ha aumentado la desigualdad en la mayoría de los países desarrollados. La riqueza se ha
concentrado en un porcentaje mínimo de la población, que incluye a los directivos de las
mayores empresas, quienes forman la denominada élite corporativa. ¿Qué se conoce de la élite
corporativa española? La mayoría de los estudios sobre este grupo social tienen carácter
periodístico, o bien una intencionalidad política o propagandística. Este trabajo tiene por objeto
identificar a la élite corporativa española en el largo plazo, y responder a la pregunta de si han
predominado en ella elementos de continuidad o de cambio. Para ello se ha construido una base
de datos de presidentes y consejeros delegados de las mayores empresas españolas desde 1917
hasta 2010, que incluye indicadores de distintas categorías de capital social. La evolución de los
rasgos de los directivos durante este periodo se ha evaluado mediante las teorías del
entrenchment y de la revolución gerencial chandleriana. La principal conclusión obtenida es
que, a pesar de transformaciones en los aspectos formales, la élite corporativa ha sido resiliente
en la mayor parte del último siglo. Tan solo en el periodo democrático después de la dictadura
franquista, se han introducido elementos rupturistas que, sin embargo, han adoptado las
estrategias de entrenchment propias de la élite corporativa tradicional.
Palabras clave: élite corporativa, capital social, historia económica, capitalismo, España
"Business elite and social capital in Spain: elements of continuity and change in the last
century"
Abstract:
Following the outbreak of the Great Recession, different studies have shown how in recent
decades inequality has increased in most developed countries. Wealth has been concentrated in
a minimum percentage of the population, which includes the managers of the largest companies,
the corporate elite. What is known about the Spanish corporate elite? Most of the studies on this
social group have journalistic character, or a political or propagandistic intentionality. This
paper aims to identify the Spanish corporate elite in the long term, and answer the question of
whether elements of continuity or change predominated in it. For this purpose, a database of
CEOs of the largest Spanish companies from 1917 to 2010 has been constructed, which includes
indicators of different categories of social capital. The evolution of managerial traits during this
period has been evaluated through entrenchment theories and the chandlerian managerial
revolution. The main conclusion is that, despite transformations in the formal aspects, the
corporate elite has been resilient for most of the last century. Only in the democratic period after
the Franco dictatorship have been introduced disruptive elements that, nevertheless, have
adopted the strategies of entrenchment own of the traditional corporate elite.
Key words: business elite, social capital, economic history, capitalism, Spain
1
1. INTRODUCCION.
La crisis económica global iniciada en 2008 ha situado en el centro del debate
público cuestiones como la concentración de la riqueza en manos de una minoría, o la
relación entre política y economía. En este redescubrimiento de temas de interés
esencial para la sociedad han sido fundamentales las opiniones de investigadores
procedentes del ámbito académico. Quizá el mayor impacto lo ha provocado la obra de
Piketty (2013), El capital en el siglo XXI, que ha señalado cómo en las últimas décadas
la aplicación de políticas neoliberales ha provocado un incremento de la desigualdad en
los países más desarrollados. Otros autores, como Sachs (2011) o Stiglitz (2012) han
denunciado que en Estados Unidos, la primera potencia del mundo desarrollado, el
poder de las grandes compañías y de sus directivos –la corporatocracia en expresión de
Sachs– está influyendo decisivamente en la política económica del país, en perjuicio de
los intereses del 99% de su población.
Ambas cuestiones han supuesto un estímulo para el estudio de la élite
corporativa. En un contexto mundial en el que la desigualdad aumenta, las elevadas
retribuciones de los altos cargos de las corporaciones y de la banca, sumadas a su
responsabilidad en la crisis económica, han impulsado la necesidad de conocer quiénes
son y cómo actúan los individuos que conforman el núcleo del poder empresarial.
La presente investigación se enmarca en un proyecto más amplio, que pretende
arrojar luz sobre la evolución de las élites corporativas de un buen número de países en
el largo plazo. El caso español presenta el interés añadido de haber transitado, en el
último siglo, desde un estadio de subdesarrollo inicial al de desarrollo; y de haber
consolidado un Estado democrático de derecho después de dejar atrás una de las
dictaduras más longevas de las experimentadas por un país occidental en la época
contemporánea. Con estos antecedentes, el objetivo principal del texto es determinar si
ha existido continuidad o cambio en la composición y características de la élite
corporativa española en los últimos cien años. Si la respuesta es afirmativa o negativa,
cabe preguntar si las continuidades o transformaciones pueden explicarse a partir de las
teorías del entrenchment y/ del capitalismo gerencial de Chandler.
Para responder a estas preguntas se utiliza una metodología que combina análisis
cuantitativo y cualitativo, a partir de los rasgos y del capital social de los presidentes y
consejeros delegados de las mayores sociedades anónimas del país, a los que de manera
instrumental se asocia con la élite corporativa. Con tal finalidad, se ha construido una
base de datos en la que se han recopilado indicadores de siete categorías diferentes de
capital social: heredado, educativo, político, simbólico, relacional, económico y
cosmopolita.
El texto se divide en cuatro secciones que siguen a esta introducción. En la
segunda, se explica el marco teórico que respalda la investigación: cómo los conceptos
de entrenchment, capitalismo gerencial y capital social se relacionan en tres niveles de
análisis. La tercera sección desarrolla la metodología y las fuentes. En la cuarta, la más
amplia, se exponen los resultados obtenidos, dividiendo el último siglo en tres periodos
con características específicas. El texto termina con unas breves conclusiones.
2
2. MARCO TEÓRICO.
En el libro The Power of Corporate Networks, David y Westerhuis (2014) han
presentado un entramado analítico tomado de la economía evolutiva compuesto por tres
niveles –macro, meso y micro– que interactúan entre sí para explicar la evolución de las
redes corporativas a lo largo del tiempo. El nivel macro se corresponde con el entorno
económico y político del país; el nivel meso con la propia estructura de la red
corporativa; y el nivel micro con las partes interesadas (stakeholders) en el interior de
las empresas. En este último nivel se encuadra la élite corporativa, en continua
interacción con los elementos que componen los otros niveles de análisis.1
En un sentido amplio, la élite corporativa está formada por todas aquellas
personas que tienen capacidad de decidir sobre las empresas más influyentes de un país.
Por lo tanto, debe incluir a grandes accionistas, directivos y consejeros de las
corporaciones, así como a los propietarios y gerentes de las mayores empresas, con
independencia de su forma jurídica. Sin embargo, instrumentalmente, en este trabajo se
considera élite corporativa a los presidentes y consejeros delegados de las 125 mayores
sociedades anónimas del país. Si el poder económico reside en las grandes compañías
(Cárdenas 2014), la élite corporativa es la última responsable de sus decisiones.
El análisis del poder corporativo cuenta con una amplia literatura basada en las
relaciones entre consejeros comunes. La forma en que se articulan las redes corporativas
ha sido incorporada al debate sobre variedades de capitalismo, aportando argumentos a
favor y en contra de la convergencia hacia un único modelo común. Los diferentes
modelos de redes corporativas sugieren distintas formas de organizar la actividad
empresarial, pero también de estructurar la relación entre la economía y la sociedad.2
Los investigadores que han analizado la relación entre crecimiento económico y
gobierno corporativo han desarrollado la teoría del entrenchment: en determinadas
circunstancias, la élite corporativa posee la capacidad para influir sobre la esfera
política, de manera que el Estado actúe persistentemente en defensa de sus intereses,
anteponiéndolos a los del resto de la población (Rajan and Cingales 2003; Morck,
Wolfenzon y Yeung 2003).3 De este modo, un grupo de familias o individuos, a partir
del control de las mayores compañías, tiene una incidencia decisiva sobre el Gobierno
y, por lo tanto, sobre el desarrollo económico de un país. El entrenchment da lugar a lo
que se conoce como crony capitalism, capitalismo clientelar o de amiguetes, un sistema
en el que aparentemente rigen las reglas del libre mercado, pero que se encuentra
distorsionado por el trato de favor que beneficia a la élite económica.
El entrenchment también puede aplicarse –entrenchment gerencial– a las
relaciones entre accionistas y directivos de las empresas, como una versión extrema del
problema de agencia: los directivos toman decisiones encaminadas a dificultar su
sustitución por otros gestores, actuando en contra de los intereses de los propietarios.
1
Sobre los tres niveles de análisis, véase Dopfer, Foster y Potts (2004)
Una revisión de la literatura sobre redes corporativas, en Cárdenas (2014).
3
Acemoglu y Robinson (2012) han hablado de élites extractivas, aquellas que diseñan instituciones que
anteponen sus beneficios a los del conjunto de la sociedad, un concepto que se asemeja al de las élites
atrincheradas.
2
3
El problema de agencia obliga a distinguir entre accionistas y directivos de las
empresas. De acuerdo con Chandler, a medida que los avances tecnológicos permitían
aumentar el tamaño de las compañías, iba apareciendo una nueva clase de directivos
que, en la empresa norteamericana, irían desplazando a los fundadores y propietarios en
la toma de decisiones (Chandler 1977). En la economía de Estados Unidos,
caracterizada por corporaciones de gran tamaño y con una estructura dispersa de la
propiedad, la interpretación de Chandler es válida. Para otros contextos económicos,
dominados por empresas familiares, compañías de menor tamaño o con la propiedad
concentrada, la aplicación del esquema chandleriano presenta serias dificultades. En
cualquier caso, la aparición y consolidación de individuos especializados en la toma de
decisiones empresariales remite al proceso de racionalización de las sociedades,
caracterizado mucho tiempo atrás por Max Weber.
Aunque existen diferentes definiciones del concepto de capital social, la más
utilizada por los economistas es la de Robert Putnam (1993), que lo asocia a “las
características de la organización social, tales como la confianza, las normas y las redes,
que pueden mejorar la eficiencia de la sociedad facilitando las acciones coordinadas.”
Se trata de una visión un tanto idílica. El capital social puede mejorar la eficiencia de la
sociedad, o de un conjunto de los individuos que forman la sociedad. Así, el de los
directivos de las empresas puede beneficiar sus intereses personales, de su clase, o de
las compañías a las que representan.
El capital social de la élite corporativa puede utilizarse para reforzar la situación
de entrenchment de una economía o para detener o acelerar el proceso de
racionalización de los directivos. La evaluación de distintas variables del capital social
de la élite corporativa determina si esta cambia o se transforma a lo largo del tiempo. En
última instancia, los cambios y continuidades en la élite –nivel micro– se explican a
partir de su relación con el entorno político y económico –nivel macro– y con la red
corporativa y las estrategias empresariales –nivel meso–.
3. METODOLOGÍA Y FUENTES.
De manera instrumental se ha identificado la élite corporativa española con los
presidentes y los consejeros delegados de las principales corporaciones del país, en los
siguientes cortes temporales: 1918, 1934, 1950, 1960, 1970, 1980, 1990, 2000 y 2010.
Para cada uno de estos años se han seleccionado las 125 mayores sociedades anónimas
por activos, incluyendo las 100 mayores no financieras y las 25 mayores financieras, y
excluyendo las empresas extranjeras, tanto filiales de multinacionales como aquellas
que aún desempeñando su actividad exclusivamente en España tenían su sede principal
fuera del país (la distribución sectorial de las empresas de cada año puede verse en el
cuadro A.1. del anexo).
El número de presidentes y consejeros delegados es variable para cada año, por
dos razones: la primera, porque algunos presidentes lo fueron al mismo tiempo de más
de una empresa; la segunda, porque en España, hasta fechas recientes, ha sido frecuente
4
la coincidencia en una misma persona de los cargos de presidente y consejero
delegado.4
A partir de los nombres de los presidentes y de los consejeros delegados se ha
construido una base de datos que recoge información sobre su capital social, desglosado
en siete categorías: capital social heredado, capital educativo, capital político, capital
simbólico, capital relacional, capital económico y capital cosmopolita.
1) El capital económico y social heredado es uno de los aspectos más
importantes a la hora de plantear la continuidad o renovación de la élite y de constatar si
se ha producido un proceso de democratización en el reclutamiento de la misma o no. El
capital heredado se ha estudiado a partir de cuatro ítems: región y año de nacimiento,
género, religión y origen social.
2) La educación de los directivos puede relacionarse con la movilidad social, si
se acepta la hipótesis de que una mejor formación posibilita el ascenso en la carrera
empresarial. Pero también plantea la duda de si son los hijos de la élite quienes tienen
acceso a la formación y a los centros educativos en los que se recluta a la nueva élite y
si, de este modo, se limitan las posibilidades de promoción de quienes no tienen acceso
a estos recursos (Khan 2012). Además, los centros educativos son lugares propicios
para que los individuos tejan una red de relaciones sociales que les acompañarán a lo
largo de su vida profesional. El capital educativo –o formativo, en expresión de
Bourdieu– se ha analizado mediante el nivel de formación y la disciplina de estudios de
los directivos, la universidad y el centro de posgrado en el caso de que hayan recibido
educación superior.
3) El capital político se ha entendido como la capacidad de una persona de
intervenir en la actividad política de una sociedad, tomando parte de las decisiones de
los gobiernos o presionando para que estas decisiones la beneficien o reduzcan sus
implicaciones si le son adversas. Por lo tanto, puede emplearse para garantizar los
privilegios de un determinado grupo de individuos o familias, de manera que el Estado
actúe en defensa de sus intereses, anteponiéndolos a los intereses generales de la mayor
parte de la población. Esto remite a los tópicos de entrenchment y crony capitalism.
Para analizar el capital político de los directivos se han elaborado tres indicadores:
cargos políticos a nivel nacional, miembros de juntas directivas de grupos de interés o
asociaciones económicas, también a escala nacional, y cargos en la Administración
Pública.
4) El concepto de capital simbólico es más complicado. Aquí se ha considerado
que es aquel que legitima la diferenciación social, y como tal, se han estudiado dos
ámbitos para valorar el que poseen los directivos. El primero es la pertenencia a la
nobleza titulada, validada por nacimiento o por la realización de méritos que conducen
al nombramiento por el Jefe del Estado. Estos méritos pueden traducirse, en un rango
inferior, en la concesión de ciertos títulos honorarios que constituyen el segundo de los
4
La coincidencia de las dos funciones en una única persona afectaba en 1995 al 63% de las grandes
empresas españolas, al 85% de las estadounidenses y sólo al 10% de las británicas Pic (1997). En 2016,
según recoge el UK Board Index, el presidente y el consejero delegado es el mismo en el 66% de las
mayores firmas españolas, por el 52% de las estadounidenses y el 0,7% de las británicas. Francia, que
tradicionalmente ha mostrado valores por encima de los españoles, en la actualidad ha reducido la
coincidencia de los dos cargos a un 55% de las mayores empresas.
5
campos del capital simbólico, y que dotan al titulado de respeto o prestigio social o
profesional.
5) El capital social relacional mide la capacidad de relacionarse con otros
directivos. Puede ser mediante la coincidencia en consejos de administración de otras
grandes corporaciones o en otro tipo de instituciones, como el ejército, las reales
academias o las fundaciones privadas. A la pertenencia a estos tipos de instituciones se
ha sumado la posición en la red corporativa, medida a partir de indicadores propios del
análisis de redes como el grado de centralidad y el de intermediación.5
6) Cuatro características de la carrera de los directivos conforman su capital
económico: el número de sectores y de compañías en los que ha estado activo, si estas
empresas tenían carácter familiar, y la importancia de las corporaciones en el mercado
nacional, en función de sus activos.
7) En último lugar, se ha analizado una forma específica de capital social,
definido como capital cosmopolita (Bühlmann, David y Mach 2012), que representa las
experiencias y los contactos internacionales que poseen los directivos. Los indicadores
para medir el capital cosmopolita son la nacionalidad, los países en los que han
realizado su formación y aquellos en los que han tenido experiencia profesional.
A este conjunto de indicadores (un resumen gráfico de los mismos se encuentra
en el anexo al final del texto) se ha aplicado el método de análisis prosopográfico para
evaluar las transformaciones del perfil de los presidentes y consejeros delegados en el
último siglo.6
Los listados de mayores empresas para cada uno de los años se han elaborado
siguiendo el trabajo de Carreras y Tafunell (1993), con datos procedentes de los
Anuarios Financieros de Bilbao, los listados de Dun & Bradstreet y de los directorios
de empresas Dicodi y Axesor para los últimos años de la muestra. De estas
publicaciones, completadas con otros anuarios, se han extraído también los consejos de
administración de las compañías, en los que se ha identificado a los presidentes y
consejeros delegados.7
La información que ha permitido construir la base de datos sobre el capital social
de los directivos tiene origen muy diverso. Procede de publicaciones en el Boletín
Oficial del Estado, de los expedientes de congresistas y senadores, de prensa de la
época, de fuentes secundarias como son biografías empresariales y, para los últimos
años, de diversas publicaciones institucionales.
5
Una revisión de la metodología y los indicadores de redes sociales, en Wasserman y Faust (2013)
Sobre el método prosopográfico en el estudio de la élite corporativa, Fellman (2014). La historiografía
económica española lo ha aplicado para investigar determinadas cuestiones relacionadas con la
empresarialidad, véase Tortella, Quiroga y Moral-Arce (2011) o Díaz Morlán (2013).
7
Anuario Financiero y de Sociedades Anónimas de España, editado por la Revista Financiera; Anuario de
Sociedades Anónimas de García Ceballos; Anuario Técnico e Industrial de España, de Gálvez-Cañero y
Gorostiza. También se ha recurrido a diferentes Memorias de Empresas y a los Anuarios Estadísticos de
la Banca en España.
6
6
4. RESULTADOS.
El principal objetivo del texto es determinar si ha habido continuidad o cambio
en la configuración de la élite corporativa española entre los años 1917 y 2010. En un
marco cronológico tan amplio, es evidente que unos individuos serán sustituidos por
otros, simplemente por razones biológicas. Pero el ritmo de sustitución es importante.
En este sentido, el periodo comprendido entre 1950 y 1970 es el de mayor continuidad,
con valores especialmente elevados para los años 1960 y 1970 con respecto a 1950
(cuadro 1).
Cuadro 1. Directivos que se mantienen (%) con respecto a los cortes temporales
anteriores
Año
1918
1935
1950
1960
1970
1980
1990
2000
2010
I
-
17,2
12,9
49,1
24,8
12,2
13,2
7,6
15,4
3,4
6,0
14,0
5,8
2,5
6,4
2,8
II
Fuente: elaboración propia. I: % de directivos que se mantienen con respecto al corte inmediatamente
anterior. II: % de directivos que se mantienen con respecto a dos cortes anteriores.
Una primera aproximación a la continuidad de la élite corporativa española
puede hacerse escogiendo únicamente un número reducido de los indicadores de capital
social que se han descrito en el apartado anterior (cuadro 2). Uno de ellos sería el origen
social de los presidentes y consejeros delegados, simplificado en el hecho de si sus
padres eran miembros de la clase alta o no. Este indicador apunta a un elevado grado de
cooptación de la élite corporativa entre la clase alta, que solo se sitúa en torno al 50% a
partir de 1980.
El nivel de formación académica refuerza la idea de continuidad. De aquellos
directivos de los que se tiene información, casi el 90% en los primeros años, y cifras
cercanas a la totalidad en los últimos, han contado con una titulación universitaria.
Cuadro 2. Continuidad/discontinuidad de la élite corporativa española en seis
indicadores
Año
Origen
clase alta
Título
universitario
1917
1935
1950
1960
1970
1980
1990
2000
2010
65,1
59,3
76,1
69,7
60,2
54,9
47,4
50,2
45,8
87,7
87,7
97,3
96,4
94,4
97,4
94,8
99,2
98,5
Político
antes o
después
35,9
46,2
33,6
48,3
33,9
15,4
5,0
6,0
3,6
¿Continuidad?
Sí
Sí
No
Fuente: elaboración propia.
7
Banca
Empresa
familiar
14,6
24,7
30,2
30,2
22,3
19,9
19,5
24,5
17,9
25,2
24,7
23,3
24,1
26,4
19,9
17,0
13,9
15,7
Experiencia
en el
extranjero
23,3
11,0
11,2
17,2
21,5
26,9
42,1
44,7
51,4
No
No
No
La participación en la política de ámbito nacional –ser miembro del Gobierno, o
representante en las Cámaras– supone una ruptura con la idea de continuidad de la élite.
Si se consideran a aquellos directivos que han sido políticos antes y después de
dedicarse a la actividad corporativa, se aprecian dos etapas diferenciadas, marcadas por
la Transición: hasta 1980, la relación entre política y economía es muy fuerte; después,
se va diluyendo.
Dos rasgos destacados de la economía española en el largo plazo han sido el
papel central de la banca y la persistencia de la empresa familiar, que se relacionan con
dos indicadores de capital económico de los directivos. La identificación de los mismos
con el sector bancario dibuja tres etapas: antes de los años veinte, entre 1935 y 1970, y
desde los años ochenta hasta la actualidad. En esos periodos la relación entre los CEOs
y la banca presenta la forma de U invertida, solo alterada por un aumento de peso en el
año 2000, con el auge de las Cajas de Ahorros que precedió a la crisis financiera.
El carácter familiar del presidente o consejero delegado –entendido por familiar
cuando se cumplen dos condiciones: una, el desempeño de cargos directivos en una
empresa familiar, y dos, el vínculo de parentesco con la familia que la controla– marca
una nueva discontinuidad en la élite, a partir de una caída de los porcentajes visible
desde 1980.
Por último, el indicador de capital cosmopolita, agregando estudios, experiencia
profesional y otras actividades en el extranjero, también muestra una clara
discontinuidad, distinguiendo esencialmente una etapa de aislamiento, que coincide con
el periodo 1935-1950, y una de mayor apertura, a partir de 1980, en el que los CEOs
españoles incorporan a sus carreras experiencias fuera del país.
De la observación de los seis indicadores seleccionados no se obtiene una
respuesta clara a la pregunta de si ha existido continuidad en la élite corporativa
española. La complejidad de la cuestión hace necesario un análisis basado en un mayor
número de indicadores de capital social, combinado con los enfoques macro y meso, es
decir, con el conocimiento cualitativo de la evolución del entorno socio-económico,
político y empresarial de la realidad española. Con esta finalidad, se han dividido os
últimos cien años en tres etapas: el primer tercio del siglo XX, hasta la Guerra Civil; el
franquismo; y el periodo democrático iniciado a finales de la década de 1970.
4.1. El primer tercio del siglo XX: origen de la aristocracia financiera.
El análisis de nivel macro permite apreciar las grandes transformaciones de
carácter político y económico experimentadas por España durante el primer tercio del
siglo XX. La Restauración (1874-1931) había consolidado una aparente democracia
parlamentaria, corrompida por prácticas como el turnismo y el caciquismo, y había
terminado apoyándose en dos dictaduras militares, las de los generales Primo de Rivera
(1923-1930) y Berenguer (1930-31). Tras ellas se intentó implantar un régimen
democrático moderno, la Segunda República (1931-1936), que fue incapaz de superar
los problemas sociales y económicos que afrontaba, antes de ser finiquitado por el
sublevamiento de una parte del Ejército, que dio inicio a la Guerra Civil (1936-1939).
8
Sin embargo, entre los dos primeros años analizados –1918 y 1934– la economía
española experimentó una etapa de auge, que se conoce como “edad de plata”, en la que
el país se modernizó aprovechando la neutralidad en la Primera Guerra Mundial.
Acabado el conflicto bélico, el crecimiento fue impulsado por la industrialización, la
electrificación y un programa de inversión pública potenciado por la dictadura de Primo
de Rivera, hasta que se hicieron notar los efectos de la gran depresión y la inestabilidad
de la etapa republicana.
La “edad de plata” fue un momento clave para las grandes corporaciones
españolas, que habían obtenido considerables beneficios durante la guerra. El primer
estudio de la economía española que incluía análisis de las relaciones entre consejos de
administración afirmaba que, después de la Primera Guerra Mundial, se consolidaba el
capitalismo moderno en el país, apoyado en estrechos vínculos entre la banca y las
empresas industriales, en ausencia de un mercado de capitales desarrollado (Roldán,
García Delgado y Muñoz 1973). El nivel de análisis meso confirma que la red de
consejeros, reflejo de la organización del poder corporativo, aumentó en estos años sus
indicadores de centralidad y cohesión, en un proceso similar al de otros países europeos,
como Alemania e Italia (Rubio yGarrués2016a).
¿Cómo afectaron los cambios en los niveles macro y meso a los directivos de las
grandes empresas?
En 1921, al anunciar la aprobación de la Ley de Ordenación Bancaria (LOB) que
iba a regular el funcionamiento del sector financiero, el Ministro de Hacienda Francesc
Cambó –presidente de CHADE, una de las grandes empresas unos años después– afirmó
que con ella se iba a “crear la aristocracia bancaria española.” Esto se debía a que la
LOB hacía que, con la intervención del Estado en el sector, la regulación de la banca
privada recayera sobre un nuevo organismo, el Consejo Superior Bancario, que
articulaba los intereses de los mayores bancos del país (Martín Aceña, Pons y Betrán
2014). Además, la LOB renovaba el privilegio de emisión de moneda al Banco de
España, que no perdía su condición de banco privado.
Para algunos autores, la LOB de 1921 supone la culminación del proceso de
formación de la élite económica de la Restauración, al fusionar los intereses de los
grandes empresarios y financieros con los de la nobleza rentista, con importante
representación entre los accionistas y los consejeros del Banco de España (Moya
Valgañón 1975, Muñoz 1970). Las necesidades económicas de la Hacienda Española,
sin un banco central público y con un sistema fiscal precario, debían cubrirse con
aportaciones de capitalistas individuales, que adquirían un considerable poder político.
La proximidad a la Corona y al Gobierno de turno ofrecía, a su vez, oportunidades para
los negocios privados. En este contexto, empresarios y financieros fueron admitidos en
el círculo de la élite social y política, la aristocracia tradicional. La tendencia solo se
intentó invertir en los años de la Segunda República, cuando se planteó la necesidad de
reducir el poder económico de esta élite.
El análisis de nivel micro, a partir de los indicadores de capital social, apunta en
la misma dirección. Durante el primer tercio del siglo XX, un elevado porcentaje de
directivos eran hijos de aristócratas, grandes empresarios o financieros. La mitad de los
presidentes y consejeros delegados procedían de los tres territorios más desarrollados: el
9
actual País Vasco, donde la siderurgia y la minería habían permitido una considerable
acumulación de capital desde finales del siglo anterior; Cataluña, que había creado un
capitalismo familiar basado en la industria textil y el comercio; y Madrid, capital del
país, donde se habían instalado las sedes sociales de grandes compañías nacionales y
extranjeras que querían estar cerca del poder político, y la nobleza rentista originaria de
otras provincias españolas.8
Los indicadores de capital político y simbólico refuerzan la idea del carácter
aristocrático de la élite corporativa de la Restauración. Más de un tercio de los
directivos de las grandes compañías españolas ostentaba un título nobiliario en 1918 y,
aunque la proporción se redujo considerablemente en 1935, aún sería más alta que en
los siguientes setenta y cinco años. El prestigio social, unido al poder económico y
político de la aristocracia terrateniente, hizo que los empresarios enriquecidos desde la
segunda mitad del siglo XIX ansiaran promocionar a la nobleza. Durante el reinado de
Alfonso XIII (1902-1931), numerosos títulos nobiliarios recayeron sobre la élite
empresarial, siendo los más beneficiados los empresarios y financieros catalanes, si bien
fueron numerosos también los vascos.9
La estrecha conexión entre poder económico y poder político en la Restauración
se refleja en el hecho de que casi el 40% de los CEOs de las grandes compañías
españolas eran políticos en activo –congresistas o senadores– y una cuarta parte lo había
sido antes de ocupar los altos cargos directivos. Durante el régimen fue habitual que el
monarca premiara el compromiso de determinados representantes del mundo
empresarial con un puesto vitalicio en el Senado; del mismo modo, fue frecuente que
propietarios y directivos de las mayores empresas se situaran en la cúspide de las redes
regionales del sistema caciquil, y accedieran al Congreso para defender sus intereses
económicos y de clase. La mayor parte de ellos estaban encuadrados en los partidos
conservador y liberal, protagonistas del turnismo, la alternancia pactada en el poder.
En todos los años analizados ha sido muy elevada la proporción de CEOs con
titulación universitaria. Esto remarca aún más su carácter elitista, considerando que en
1925 la mitad de la población española no tenía ningún tipo de estudios, y que menos
del 2% se había graduado en la universidad (Núñez 2005). En los años 1917 y 1935,
una tercera parte de los directivos eran licenciados en Derecho, siendo la titulación más
frecuente entre los mismos, muy por encima de las ingenierías.10 Por lo tanto, primaba
la formación en leyes sobre la formación técnica a la hora de dirigir una gran compañía.
En lo que respecta al capital relacional, los grados de centralidad e
intermediación de los CEOs, con los valores más altos de la serie, describen el proceso
de formación de la élite corporativa española, muy dependiente de los principales
actores en estos años de consolidación del capitalismo nacional. Este fenómeno,
vinculado a la importancia creciente del sector financiero, también se aprecia en el
8
Artola Blanco (2015) ha caracterizado a la élite socioeconómica de este periodo, la aristocracia instalada
en Madrid, describiendo la pérdida de su posición hegemónica después de la Guerra Civil.
9
Los nuevos nobles vascos formaron la denominada “nobleza de hierro”, llamada así por el origen
minero de sus fortunas.
10
En los mismos años, los ingenieros fueron el 13 y el 18% de los CEOs, respectivamente.
10
ascenso entre 1917 y 1935 de los directivos que pueden asociarse inequívocamente a la
banca.
Frente a los años inmediatamente posteriores, el capital cosmopolita en 1917
refleja la mayor presencia de directivos extranjeros, así como unos niveles de formación
y experiencia profesional fuera del país que tardarían años en ser superadas.11
Los rasgos del capital social de los directivos del primer tercio del siglo XX
señalan inequívocamente a una situación de entrenchment: marcado carácter
aristocrático, fuerte vinculación con el poder político, consolidación del sector
financiero, predominio de CEOs formados en leyes... La sociedad de la Restauración era
el medio idóneo para los empresarios buscadores de rentas, y el perfil de los máximos
responsables de las grandes compañías ayudaría a consolidar dichas rentas.
4.2. Nuevos actores en la dictadura franquista: gestores paramilitares y tecnócratas.
La Guerra Civil se resolvió a favor del bando sublevado contra el orden
constitucional, y supuso el inicio de la dictadura del general Franco, un régimen que se
prolongaría hasta 1977. La victoria del ejército franquista fue la “victoria de los
terratenientes y empresarios” (Carreras y Tafunell 2004).
Los especialistas han dividido la evolución de la economía durante el
franquismo en tres periodos. El primero estuvo marcado por el aislamiento tras la
derrota de las potencias fascistas –que habían prestado su apoyo a Franco en el conflicto
español– en la Segunda Guerra Mundial, sumado a las aspiraciones autárquicas de la
dictadura. El resultado fue que la renta per cápita española, en términos constantes, no
alcanzó el nivel de 1935 hasta 1952 (Prados de la Escosura 2003).12 El segundo periodo
comprende la década de 1950, cuando se intentó una industrialización sustitutiva de
importaciones. En esta etapa se sentaron las bases para el crecimiento económico
posterior, iniciando la apertura al exterior mediante los Pactos de Madrid con Estados
Unidos (1953), que significaban bases militares en territorio español a cambio de
créditos. En 1959, el Plan de Estabilización abrió el tercer periodo, a partir de una
reorientación de la política económica, que implicó la renuncia del régimen a la
autarquía, y la aceptación de los principios del capitalismo liberal. Las reformas, en un
contexto internacional favorable –los países de Europa Occidental demandaban mano de
obra inmigrante, productos agrícolas de clima mediterráneo y destinos turísticos de sol y
playa– dieron paso al “desarrollismo” o “edad de oro” de la economía española, que
finalizó con las crisis energéticas de la década de 1970.
Pese al discurso hostil hacia la iniciativa privada durante los primeros años de la
dictadura –los de mayor influencia fascista–, esta no se propuso en ningún momento
desmantelar el poder de los bancos privados y de sus grupos empresariales. Al
contrario, la banca, que había prestado su apoyo financiero a los rebeldes durante la
11
En parte, la formación y experiencia profesional en el extranjero se explican por el hecho de que es
mayor la proporción de CEOs foráneos; pero también como muestra del carácter cosmopolita de la
aristocracia económica del momento.
12
La recuperación española de la Guerra Civil fue más lenta que la de los países europeos que habían
participado en la Segunda Guerra Mundial, un conflicto más largo y destructivo que el español (Catalán
1995).
11
Guerra Civil, vio como el nuevo régimen favorecía el mantenimiento de lo que se llamó
“statu quo” bancario, e incluso reforzó su papel en la economía española (Tortella y
García Ruiz 2003).13 En la inmediata posguerra, la legislación fue intervencionista, pero
la Ley de Ordenación Bancaria de 1946 aún mantuvo la naturaleza privada del Banco de
España, e introdujo barreras de entrada en el sector bancario. Estas barreras, inalteradas
hasta 1962, libraron de competencia extranjera o nacional a los grandes bancos
españoles (Martín Aceña y Pons 1994).14 Una situación similar, de reforzamiento de las
grandes empresas existentes y autorregulación por organismos dependientes de las
mismas, ocurrió en otros sectores importantes de la economía. El mejor ejemplo lo
constituye el sector eléctrico, que articuló la defensa de los intereses colectivos de las
mayores compañías –estrechamente vinculadas a los bancos– a través de UNESA, una
sociedad anónima que, en la práctica, era equivalente al Consejo Superior Bancario en
el sector financiero.15
Pero el régimen franquista intervino directamente en la economía, especialmente
en los primeros años, creando empresas públicas, o comprando sociedades ya
existentes. La mayoría de ellas se integraron en el Instituto Nacional de Industria (INI),
sobre el que se ha discutido si surgió para reemplazar a la iniciativa privada o para
complementarla en el impulso a la industrialización.16 La relevancia de las empresas del
grupo estatal sobre la economía española fue manifiesta, tanto por el elevado volumen
de inversión que representaban como por su tamaño, muy superior a la media de las
compañías del país. 17 En un primer momento se establecieron en sectores que se
consideraban estratégicos para satisfacer las aspiraciones autárquicas del régimen –
energía, transporte, telecomunicaciones, siderurgia– y prestaron poca atención a la
eficiencia técnica. A finales de los años cincuenta, el cambio de política económica en
pos de la estabilización hizo que el INI fuera perdiendo protagonismo, a medida que se
abandonaba el proyecto de industrialización autárquica.18
13
Estos autores plantean que habría sido fácil para Franco ejercer un fuerte control sobre la banca al
acabar la Guerra Civil aunque, en realidad, salió del primer franquismo reforzada. La segunda parte de la
afirmación parece evidente. La primera, en cambio, no es muy convincente: incluso una dictadura no es
omnipotente, y el franquismo no podía desmantelar un sector al que debía tanto sin pagar un elevado
coste.
14
La LOB de 1946 reafirmaba la Orden Ministerial de octubre de 1939 y confirmaba la situación
existente desde la anterior LOB de 1921. La principal barrera de entrada consistía en el permiso
gubernamental para abrir una nueva entidad o sucursal bancaria, previo informe del Consejo Superior
Bancario, organismo que, como se ha dicho, representaba a los grandes bancos privados.
15
La coordinación del sector eléctrico y su actuación como interlocutor del Estado en una cuestión tan
importante como los inicios de la energía nuclear en España, en Garrués y Rubio (2017). Pires (2005) y
Buesa y Pires (2005) analizan la intervención del Estado franquista en el sector industrial, confirmando
que en los sectores oligopolistas las empresas lograron capturar al regulador.
16
La primera opinión ha sido defendida por San Román (1999) y Gómez Mendoza (2000). En cambio,
Martín Aceña y Comín (1991) apoyan la segunda opción.
17
El INI se creó en 1941. En 1950, las 36 empresas del grupo representaban el 7% del capital
desembolsado de todas las sociedades españolas, y el capital desembolsado medio de sus empresas
multiplicaba por 16 el de la sociedad media española. En 1963, las 80 empresas del INI alcanzaban el
20% del capital desembolsado de todas las sociedades del país, y el capital desembolsado medio de sus
compañías multiplicaba por 50 el de las empresas medias españolas (Comín y Martín Aceña 2003).
18
En 1962 tomó posesión como Ministro de Industria López Bravo, contrario al programa autárquico;
esto supuso, finalmente, la dimisión de Suanzes, máximo dirigente del INI, que había permanecido en el
cargo prácticamente desde la creación del Instituto.
12
Por tanto, la “tercera oleada” de formación de la gran empresa española, en la
década de 1940 (Carreras 2003), introdujo un nuevo elemento –el sector público– que
tendría una incidencia muy importante en el nivel de análisis meso. El peso de la
empresa pública en la articulación de la red corporativa fue visible en los años 1950 y
1960, y responsable –junto con la articulación de los intereses de la banca y de las
empresas eléctricas– de que los indicadores de centralidad de la red española superaran
a los de la mayoría de las redes corporativas de los países de Europa Occidental (Rubio
y Garrués 2016a, 2016b).
Los trabajos pioneros de consejeros cruzados en España se realizaron durante el
franquismo, con la intención de identificar el círculo de poder empresarial de la época.
De la Sierra (1953), Tamames (1961, 1977), Velarde (1967) y Muñoz (1970) se
apoyaron en esta metodología para concluir que la economía española de las décadas de
1950 y 1960 estaba manejada por un grupo de consejeros de las mayores sociedades
anónimas, en una estructura corporativa dominada por los intereses de los grandes
bancos. 19 Análisis posteriores, con la misma metodología pero aplicada de forma
homogénea a un periodo temporal más amplio, destacan la importancia de la banca en el
corazón de la red corporativa del país, aunque señalan también el papel decisivo de la
empresa pública (Rubio y Garrués 2012, 2016a).
En el nivel de análisis micro, los rasgos de los directivos experimentaron
transformaciones importantes vinculadas a los cambios en el entorno político,
económico y empresarial. Linz y de Miguel analizaron el perfil de los directores de
compañías industriales en la década de 1960, en una serie de estudios de referencia. En
ellos afirmaban que no existía en España un poder económico concentrado en un grupo
de gerentes o grandes empresarios, al tiempo que describían una realidad en la que
progresivamente iban ganando peso los directivos profesionales (Linz y De Miguel
1963, 1965). No obstante, el análisis de estos autores –basado en encuestas a los propios
directores– se centraba en el sector industrial, no incluía a la banca ni a la empresa
pública, y no discriminaba por tamaño de las compañías, por lo que deben cuestionarse
algunas de sus conclusiones, como la ausencia de un círculo de poder corporativo.20 Sin
embargo, no se puede negar que se produjeron avances hacia la profesionalización de
los directivos.
¿Cómo afectó esta transformación a la élite corporativa? ¿Se mantuvo en su
posición central la aristocracia financiera? ¿Fue sustituida por nuevos directivos al estilo
de los que protagonizaron la revolución gerencial en Estados Unidos?
El origen social de los presidentes y consejeros delegados en 1950 señala un
reforzamiento de la clase alta; sin embargo, en los cortes siguientes –1960 y 1970– se
va debilitando el protagonismo de la élite tradicional, que comienza a perder terreno
19
Se ha acusado a estos autores de que sus análisis están motivados por una intencionalidad política. Es
cierto. Por lado, De la Sierra y Velarde escribían desde posiciones críticas dentro del régimen franquista,
apoyando, especialmente el segundo, una opción anticapitalista vinculada al falangismo. Por otro lado,
Tamames y Muñoz se encontraban en el extremo opuesto, defendiendo una alternativa democrática al
régimen dictatorial, y abogando por la nacionalización de la banca privada. Pero el posicionamiento
ideológico no resta valor a muchas de sus observaciones.
20
Véase la crítica de Moya Valgañón (1975). La exclusión de los bancos y de las corporaciones públicas
descompondría la red corporativa y ofrecería una imagen errónea del círculo de poder empresarial.
13
frente a las clases medias. Los datos parecen corroborar la hipótesis de la aparición de
un nuevo tipo de directivo, al tiempo que perdía influencia la élite aristocrática
rentista.21
La misma conclusión se deduce de la progresiva disminución de CEOs con
títulos nobiliarios. En cambio, los títulos honoríficos aumentaron hasta alcanzar un
máximo en 1970, de modo que más de la mitad de los presidentes y consejeros
delegados ostentaban condecoraciones otorgadas por el Estado. La mayoría eran
distinciones al mérito civil –órdenes del Toisón de Oro, Carlos III, Isabel la Católica…–
aunque también abundaban las de carácter militar, por méritos relacionados con la
Guerra Civil.22
Durante el franquismo, la representación política se ejerció en las Cortes
Españolas, inspiradas en el modelo corporativo del fascismo italiano. Su función era la
elaboración de las leyes, si bien el poder legislativo recaía en la figura del dictador.23
Aunque la conexión entre directivos y políticos fue más baja que en la Restauración, se
mantuvo en niveles considerables. 24 Esto se debió, en parte, a la importancia de las
empresas estatales, cuyos directivos estaban vinculados al Ministerio de Industria, y lo
mismo ocurría con la banca oficial, presidida por altos cargos del Ministerio de
Hacienda. Por otro lado, para las compañías privadas era un activo que sus directivos
estuvieran integrados o tuvieran influencia en las altas esferas políticas del régimen
(Torres 2003). En última instancia, no era extraña la presencia de CEOs
ideológicamente afines al franquismo. 25 La relación entre el ámbito económico y
político también se deduce de la participación en política como paso previo o posterior a
la dirección de empresas, muy común en la época.26
La conexión con el sector público se aprecia al analizar los vínculos de los
directivos con la Administración del Estado. Durante el franquismo, más de la mitad de
aquellos ocupaban o habían ocupado puestos en la Administración, como técnicos del
Estado, altos cargos de los ministerios, de la banca oficial o de las empresas nacionales.
21
Véase Artola Blanco (2015).
Si la Restauración supuso una inflación de títulos nobiliarios, el franquismo generó una burbuja de
condecoraciones y creó nuevas órdenes, como las de Alfonso X el Sabio, San Raimundo de Peñafort,
Cisneros, o la Imperial del Yugo y las Flechas. Las tres últimas surgieron para premiar servicios en el
ámbito de la política y la justicia, es decir, el compromiso con la dictadura. Entre 1950 y 1970,
22directivos fueron condecorados con la orden de Cisneros, y cuatro con la Imperial del Yugo y las
Flechas –otorgada también a Hitler o Mussolini–.
23
Solamente un tercio de los representantes en las Cortes eran elegidos por sufragio –restringido–
mientras que los demás procuradores lo eran, o bien con carácter nato por ser representantes de
determinadas instituciones corporativas, o bien por designación directa del Jefe de Estado.
24
Más del 10% de los CEOs eran procuradores en 1950 y 1970, cifra que se elevó casi al 20% en 1960.
25
Un ejemplo conocido es el de José María de Oriol Urquijo, presidente de Hidroeléctrica Española, uno
de los procuradores que votó en contra de la Ley para la Reforma Política en 1976, ley que permitiría la
apertura democrática tras la muerte del dictador. Torres (2003) señala que la mayor o menor afinidad
ideológica con las autoridades franquistas, sumada a la presencia en puestos destacados del régimen,
representaba un “factor destacado de discriminación” de los empresarios a la hora de obtener ventajas de
la intervención del Estado en la economía.
26
Un indicador de capital relacional de los que se han elaborado sitúa a un porcentaje próximo al 4,5% de
los CEOs de 1950 y 1960 en el Consejo Privado de Don Juan, aspirante a la Corona de España y padre de
Juan Carlos I, en otra vinculación entre economía y política.
22
14
Uno de los ítems de capital relacional, la carrera en el Ejército, muestra el importante
papel de directivos militares o con pasado militar.
La influencia de los gestores paramilitares en las empresas del INI se mantuvo
hasta principios de los años sesenta. Después, los tecnócratas en el Gobierno habrían
fomentado la circulación de la nueva generación de técnicos, desde las empresas
públicas a las privadas, y viceversa. Uno de los indicadores de capital económico, que
clasifica a los directivos en relación con su desempeño en consejos de administración de
empresas públicas, ratifica la estrecha conexión entre empresa pública y empresa
privada.27
El proceso de modernización y profesionalización de la élite corporativa debería
reflejarse en la formación de los directivos. Durante el franquismo aumentó la
proporción de CEOs con estudios universitarios, pero la principal diferencia con
respecto a la etapa anterior fue de tipo cualitativo. En 1950, los ingenieros superaron a
los graduados en leyes, y desde 1960 fueron significativos los titulados en Economía o
Ciencias Empresariales. 28 En 1970, el 15% de los directivos tenía un posgrado o un
doctorado.
Los presidentes y consejeros de la etapa franquista habían obtenido sus
licenciaturas en universidades públicas, preferentemente en Madrid y, en menor medida,
en Barcelona. En los años cincuenta se crearon en España las primeras escuelas de
negocios, inspiradas en el modelo norteamericano. Puig y Fernández (2003) han
mostrado cómo estas instituciones fueron instrumentos de modernización de la gestión
empresarial, además de mecanismos de reproducción de las élites. Sus egresados
ocuparon los cuadros intermedios de las empresas públicas y privadas en los años
sesenta y setenta, pero en esas fechas apenas aparecen representados entre los puestos
directivos de las mayores corporaciones. Las excepciones fueron varios presidentes, con
diplomas en el Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE) o en la Escuela de
Organización Industrial (EOI).
La creación de las escuelas de negocios está estrechamente conectada al proceso
de modernización –racionalización en el sentido weberiano– de la sociedad española.
Las primeras de estas instituciones tuvieron carácter esencialmente privado –salvo EOI–
y estaban gestionadas por organizaciones religiosas. Desde sus orígenes, IESE ha estado
vinculada al Opus Dei, la misma organización a la que pertenecían los ministros y altos
cargos que entraron en el Gobierno en 1957 con el propósito de liberalizar la economía
española, y que fueron conocidos como tecnócratas. El poder que alcanzó esta
organización en la España del desarrollismo fue importante, aunque es difícil de medir.
Dado que no existen registros públicos sobre sus miembros, también es complicado
afirmar con certeza qué porcentaje de directivos pertenecían al Opus Dei. Cruzando la
información procedente de diarios y publicaciones de la época con la base de datos de
27
En 1960 y 1970, los presidentes y consejeros delegados que ocupaban o habían ocupado cargos
similares en empresas públicas representaron el 24 y el 28% del total, respectivamente.
28
El papel de los ingenieros durante el franquismo, en Camprubí (2014).
15
presidentes y consejeros delegados, se ha realizado estimación a la baja, que sitúa en la
órbita de la Obra al 10% de los CEOs del año 1970.29
El análisis económico de los directivos durante el franquismo destaca tres rasgos
más, además de la vinculación entre los sectores público y privado. Por una parte, el
ascenso de los gestores de banca, en los años 1950 y 1960, antes de iniciar una paulatina
caída. Sería una señal del reforzamiento de la élite financiera (ver cuadro 3, en el
próximo apartado). Conectado al mismo proceso, el inicio de la especialización en un
único sector de actividad, después de que la norma hubiera sido la experiencia
profesional en más de tres sectores. Por último, la continuidad del franquismo con los
años anteriores en cuanto a la relación de los CEOs con la empresa familiar, próxima a
una cuarta parte del total.
Resumiendo, en el periodo complejo que supone la dictadura franquista,
dividido a su vez en distintas etapas, surgen indicios de discontinuidad en la élite
corporativa. Si la Restauración se adapta bien a la teoría del entrenchment, es pertinente
mantener la denominación de capitalismo clientelar al modelo de relaciones entre el
poder económico y el poder político durante la dictadura. En sus inicios, la gran
empresa pública estuvo vinculada a gestores militares o paramilitares. Sin embargo, fue
la aparición de los tecnócratas la que supuso la entrada de un nuevo grupo diferenciado
de la aristocracia financiera, aunque no puede afirmarse que esta se disolviera.
Escándalos de corrupción, como el de MATESA,30 sugieren que las prácticas de los
tecnócratas no se diferenciaban demasiado de las redes clientelares que utilizaba la élite
corporativa tradicional. Aunque sí hay diferencias en lo que respecta a la
especialización y cualificación de los CEOs, que deben verse a la luz de los cambios en
el entorno socioeconómico y que subrayan la idea de avances en el proceso de
racionalización de la gestión de las grandes sociedades.
4.3. España en Europa y en la economía global: ¿una nueva élite corporativa?
Las crisis energéticas de los años setenta pusieron en evidencia los fallos del
modelo de crecimiento desarrollista, como la dependencia del país con respecto al
petróleo, que había que importar en su práctica totalidad. A los problemas estructurales
de la economía se sumó un contexto político complicado –el dictador falleció en 1975, y
en 1978 se aprobó una constitución democrática– en el que el plano económico quedó
relegado a un lugar secundario. Entre 1979 y 1985, al tiempo que se consolidaba la
democracia, el PIB per cápita retrocedió, lo que supuso casi una “década perdida” en el
proceso de reducción de distancias con respecto a Europa Occidental (Carreras y
Tafunell 2004).
29
Pike (1974) y Moya Valgañón (1975) señalaron la influencia del Opus Dei en la modernización de la
sociedad española. Para Pike, reconocido historiador norteamericano, el caso español supone un
enfrentamiento entre una élite económica que abraza los valores capitalistas, frente a una mayoría de
población con valores precapitalistas. Desde finales del siglo XIX, la élite habría mantenido a la masa
alejada del capitalismo para conservar su poder político y económico; sin embargo, los años cincuenta
supondrían un punto de inflexión, cuando la élite abandona la ideología corporativista e impulsa la
modernización económica, apoyada en la ética capitalista del Opus Dei.
30
Sobre MATESA, véase Jiménez (2000).
16
En plena crisis económica, el país se preparó para la integración en la
Comunidad Económica Europea (1986) y en la moneda única, cumpliendo con los
criterios de convergencia. Las reformas liberalizadoras supusieron un fuerte aumento de
la competencia para las grandes compañías españolas, y el mismo año de la entrada en
la CEE, España inició un proceso de privatización de grandes empresas públicas. Este
proceso se aceleró entre 1996 y 1998, coincidiendo con la aplicación de un programa de
política económica neoliberal.31
La euforia de un crecimiento económico basado en la desregulación y en el
sector de la construcción acabó a finales de la primera década del siglo XXI, cuando la
crisis financiera reveló las contradicciones del modo en que se ha llevado a cabo la
liberalización y la integración económica.
La red corporativa española continuó perdiendo densidad y cohesión, para
estabilizarse a partir de 1990. Los indicadores de centralidad se situaron en los niveles
más bajos desde la década de 1930, en un proceso de aparente convergencia con los de
la mayoría de las economías capitalistas (Rubio y Garrués 2016a). Sin embargo, hay
autores que cuestionan la uniformidad de las redes corporativas actuales, y distinguen
diferentes modelos –reflejo de diferentes variedades de capitalismo– incluso con
indicadores de centralidad muy bajos. Es el caso de Cárdenas (2012, 2014), que
considera que la red española, como la alemana o la italiana, presenta rasgos específicos
de “redes elitistas”, propias de países con estructura financiera dominada por la banca y
donde el Estado tradicionalmente ha intervenido en los mercados. En el extremo
opuesto, las redes pocos cohesionadas y menos densas de Estados Unidos, Reino Unido
o Suiza, son “redes pluralistas”, resultado del predominio del mercado de capitales y de
la escasa intervención estatal sobre la economía.
Aguilera (2006) comparó las redes corporativas española e italiana de los años
1977 y 1994, encontrando justificaciones de carácter histórico –sin aportar evidencias
empíricas, es cierto– para explicar sus diferencias y similitudes. Como había avanzado
anteriormente, la red española se había articulado en torno al papel de la banca y a la
intervención estatal (Aguilera 1998).
Para los años 1972, 1980 y 1989, Baena del Alcázar (2002) estudió las
relaciones entre consejeros de grandes compañías, militares, políticos y altos
funcionarios de la Administración Pública. Su propósito era contrastar la teoría
paretiana de la circulación de la élite durante la transición política, y concluyó que la
élite española solo comenzó a ser más abierta –a democratizarse– en el periodo
posterior a la dictadura.
La conclusión de Baena ha sido matizada por Rodríguez (2000), aplicando el
análisis de redes sociales a los consejeros cruzados para destacar cómo en 1991 las
viejas oligarquías financieras aún mantenían posiciones centrales en la red corporativa
nacional. Asimismo, señalaba la estrecha conexión entre el poder empresarial y el
político. Posteriormente repitió el análisis para el año 2000, afirmando que en la última
década del siglo XXI habría aparecido una nueva élite corporativa, al tiempo que
31
Las distintas fases del proceso privatizador, en Bel y Costas (2001).
17
desaparecía la tradicional clase alta española, vinculada a las viejas oligarquías, a los
títulos nobiliarios y a las altas instancias del poder político (Rodríguez 2003).32
Si se ha mantenido el poder de la banca hasta los años noventa del siglo XX,
¿qué ha sido de la vieja aristocracia financiera? ¿Ha desaparecido? ¿Se ha
democratizado la élite corporativa? De nuevo, el nivel de análisis micro permite arrojar
luz sobre estas cuestiones.
Continuando el proceso iniciado después de 1950, entre 1980 y 2010 se ha
reducido la proporción de CEOs con origen social en las clases altas, cayendo por
debajo del 50%. Del mismo modo, el origen geográfico sugiere una apertura a nuevas
regiones, en detrimento de las tres suministradoras históricas de directivos, Madrid,
Cataluña y País Vasco. Sin embargo, hay que matizar que la disminución de la
importancia conjunta de las tres primeras regiones se debe al descenso de la aportación
de Cataluña y País Vasco, puesto que Madrid no ha dejado de aumentar su importancia.
Otra señal del debilitamiento de la vieja élite tradicional es la reducción del
número de nobles entre los presidentes y los consejeros delegados, que se situó por
debajo del 5% en 2000; no obstante, la tendencia a la baja de la nobleza se ha invertido
por primera vez en 2010. 33 Los títulos honoríficos también han caído notablemente
desde 1980, tras la burbuja que supuso el franquismo.
La relación entre el poder político y la élite corporativa es un tema muy
discutido en la actualidad, a raíz de los casos de corrupción que se han destapado
durante la crisis económica.34 Sin embargo, desde el punto de vista de los directivos, se
ha producido una “desconexión”, al menos formal, de la esfera política. Al tiempo que
la actividad política se ha profesionalizado, el establecimiento de incompatibilidades
legales ha hecho que los cargos políticos de ámbito nacional hayan desaparecido de la
dirección de las empresas desde 1980.35 El fenómeno de las puertas giratorias, es decir,
el paso de un alto cargo del Gobierno o de la Administración a la empresa privada, o
viceversa, es más frecuente entre los miembros ordinarios de los consejos de
administración que entre los presidentes y los consejeros delegados. Aún así, el análisis
de estos últimos muestra cómo, desde 1980, el número de directivos que han pasado
desde la empresa a ocupar cargos en política nacional ha desaparecido en los años 2000
y 2010. En 1980 y 1990 aún se mantenían, porque eran directivos de empresas públicas,
designados por el Gobierno, que luego se incorporaban a la política activa.
A finales de los años setenta, el INI adquirió, mediante operaciones de rescate, la
totalidad o porcentajes importantes de empresas privadas. El Instituto, reconvertido en
1995 en la Sociedad Española de Participaciones Estatales (SEPI) ha mantenido un peso
significativo en la economía española, aunque fuertemente disminuido por las políticas
32
Para Rodríguez, la democratización de la élite empresarial sería resultado de la transformación de la
función del círculo de poder corporativo, que dejaría de ser un instrumento de defensa de los intereses de
clase para convertirse en una vía de comunicación entre empresas.
33
Entre los ocho CEOs titulados de este año, la mayoría procedían de la nobleza creada un siglo atrás,
más un noble consorte (Botín) y un directivo ennoblecido por el monarca (Villar Mir, en 2011).
34
Una notable referencia es el libro de Velázquez Gaztelu (2015), ya mencionado.
35
En el año 2000, tres diputados dejaron el escaño para convertirse en presidentes de grandes compañías.
18
de privatización. 36 La reducción de las empresas estatales entre las mayores
corporaciones españolas también ha afectado a la baja la relación entre empresa y
política, si bien en el año 2010 han aumentado los directivos que, en algún momento de
su carrera, estuvieron vinculados a la gestión de compañías públicas. Los CEOs que
habían pasado por la Administración, en cambio, se mantuvieron en valores similares a
los del franquismo hasta 1990, para reducirse posteriormente.
Un tercer componente del capital político, la participación en asociaciones o
grupos de presión a nivel nacional, poco significativo en la etapa anterior, ha sido
importante desde 1980. Asociaciones como el Círculo de Economía (1958), creada para
defender la liberalización y la apertura económica, o el Círculo de Empresarios (1977)
para promover la ideología del libre mercado, han sido las más representadas entre los
directivos, junto con la Confederación Española de Organizaciones Empresariales
(CEOE). Esta última, fundada en 1977, es la mayor organización patronal del país, y
desempeñó un papel fundamental como interlocutora de los sindicatos y del Gobierno
durante la transición (Costas 1996).37
La profesionalización de los directivos, si se mide en función de su formación,
ha avanzado en los años posteriores a la dictadura. Casi la totalidad de los CEOs han
contado con un título universitario. Las ingenierías han sido las titulaciones más
habituales, y desde 1990 los estudios en Economía o Empresa han superado a los de
Derecho. En este periodo, los directivos españoles se han graduado en universidades
públicas españolas, mayoritariamente en Madrid.
A partir de 1990 ha aumentado el número de presidentes y consejeros delegados
con una especialización o posgrado en gestión de empresas, y en 2010 más de una
tercera parte de ellos contaba con un diploma de este tipo. Entre las escuelas de
negocios ha destacado IESE, en constante progresión desde 1970, donde habían
completado sus estudios el 13% de los CEOs del año 2010. La misma tendencia, un
aumento constante desde 1980, han experimentado los posgrados en centros del
extranjero, fundamentalmente en Estados Unidos o Europa Occidental.
El capital cosmopolita, refleja en el mismo periodo una mayor apertura de la
élite corporativa al exterior: más directivos foráneos que en ningún periodo, salvo 1917;
y una experiencia creciente en la actividad empresarial y formativa en el extranjero, en
lo que parece una convergencia de las carreras profesionales de los CEOs españoles con
las de los directivos de otros países desarrollados.
En el sector bancario, la desregulación provocó un proceso de fusiones y
absorciones que redujo el número de grandes bancos españoles, que eran siete durante el
franquismo, a solo dos, BBVA y BSCH.38Además, después de una época de aparente
36
En sus últimos años el INI, y posteriormente la SEPI, se especializaron en el rescate de empresas, para
reflotarlas y privatizarlas posteriormente. Véase Comín (2008).
37
El descrédito de la patronal en los últimos años ha coincidido con las condenas por corrupción de uno
de sus últimos presidentes –Díaz Ferrán– y esto ha hecho que las funciones de lobby que desarrollaba
hayan sido asumidas por el Consejo Empresarial para la Competitividad, un think tank creado en 2011 por
el Instituto de Empresa Familiar y diecisiete grandes empresas, disuelto formalmente en 2017.
38
Los Bancos de Bilbao y Vizcaya se fusionaron y absorbieron a Argentaria, que había integrado a la
práctica totalidad de la banca pública española; el Banco Central y el Hispano Americano se fusionaron
antes de ser absorbidos por el Banco Santander, que también adquirió Banesto.
19
auge, con la crisis iniciada en 2008 desaparecieron casi la totalidad de las Cajas de
Ahorros.39 La concentración del sector es uno de los factores que explica la reducción
del número de directivos que se pueden considerar bancarios, que caen por debajo del
20% de los CEOs. En 2000 se produjo un alza coyuntural de este porcentaje, vinculado
al protagonismo de las Cajas.
Cuadro 3. Especialización sectorial de los CEOs (sectores más importantes de cada
año)
Año
Sector 1
%
Sector 2
%
Sector 3
%
Sector 4
%
1918
Varios
31,1
Banca
18,4
Transp.
14,6
Electr.
7,8
1935
Varios
29,0
Banca
28,0
Electr.
11,8
Transp.
10,8
1950
Banca
32,8
Varios
18,1
Electr.
13,8
M&M.
6,9
1960
Banca
34,5
Varios
25,0
Electr.
12,9
Mat. Transp.
7,8
1970
Banca
24,8
Varios
21,5
12,4
M&M.
1980
Varios
35,9
Banca
23,1
9,6
1990
Banca
25,8
Varios
17,0
Electr.
M&M./
Química
Constr.
2000
Banca
27,2
Constr.
18,5
Varios
Sector 5
Mat. Transp.
/ M&M.
Agroalim.
%
5,8
7,5
5,2
8,3
Química
M&M.
/Química
Química
Electr.
8,3
Transp.
5,1
9,4
Comercio
7,5
Química
7,5
15,2
Telecom.
10,6
Electr.
5,3
4,3
8,3
Banca
20,7 Varios 17,9
Telecom.
10,0
Comercio
5,0
2009 Constr. 22,1
Fuente: elaboración propia. Varios: CEOs que no pueden clasificarse exclusivamente en un sector. M&M:
minería y transformación de metales.
La especialización sectorial de los presidentes y consejeros delegados,
considerando su trayectoria como directivos de grandes empresas, constituye un
elemento de ruptura en la continuidad de la élite, a partir de 1990. Hasta ese año, los
CEOs más representados habían sido, o bien aquellos inclasificables en un único sector
–por la variedad de actividades y la dificultad para escoger una única como dominante–;
los que habían realizado su carrera empresarial a partir de su vinculación con la banca;
y, en menor medida, los eléctricos. Sin embargo, en 1990 aparecen en tercer lugar los
directivos vinculados a la construcción –incluyendo construcción residencial e
infraestructuras–, que han continuado su progresión hasta situarse en primera posición
en 2010. Se trata de presidentes como Villar Mir o Florentino Pérez, con formación
técnica, que iniciaron sus carreras en el sector público antes de convertirse en
empresarios privados, pero también de apellidos como Entrecanales, Del Pino o
Koplowitz, que heredaron la participación en el negocio familiar, levantado durante el
desarrollismo franquista.40 Desde la década de 1990, las grandes empresas constructoras
españolas se colocaron entre las mayores compañías del sector a nivel mundial, y
aceleraron un proceso de internacionalización que se centró, inicialmente, en países en
vías de desarrollo, en los que pudieron aplicar las capacidades técnicas, financieras y de
39
De entre ellas ha surgido Caixabank, la tercera entidad financiera española de la actualidad, convertida
en banco.
40
Sobre los empresarios de este sector, véase el capítulo 9 de Velázquez Gaztelu (2015).
20
gestión adquiridas en el mercado nacional (Torres 2009), así como unas “capacidades
no convencionales” derivadas de su experiencia en la relación con la Administración
Pública durante la dictadura y en el contexto posterior, que les aportan una ventaja
comparativa a la hora de negociar en entornos institucionales poco transparentes o de
alto riesgo.41
Los otros indicadores de capital económico muestran una especialización de los
directivos en un único sector, que desde 1990 se ha mantenido por encima del 50%; y
una reducción del vínculo de carácter familiar con la empresa. La empresa familiar ha
tenido históricamente un peso muy importante en la economía española (Fernández
Pérez 2013). Los CEOs vinculados familiarmente a las grandes empresas se han
situado, hasta 1980, en torno al 25%. Sin embargo, entre ese año y 2010 han perdido
diez puntos porcentuales, en lo que supone una muestra más de las transformaciones
que ha experimentado el perfil de los directivos en las últimas décadas.
La paulatina descomposición de la red corporativa se reflejó en los valores más
bajos de los indicadores de centralidad e intermediación de los presidentes y consejeros
delegados. El capital relacional se sitúo en un tipo de asociación hasta entonces
prácticamente inexistente, como las fundaciones, con un peso en la sociedad española
muy inferior al de otros países desarrollados.42
En la etapa democrática, una vez dejada atrás la dictadura franquista, se ha
producido una renovación de la élite corporativa española. No ha sido, sin embargo, una
ruptura brusca. La aristocracia financiera que alcanzó su momento de mayor esplendor
en los años centrales del siglo XX se fue diluyendo, al tiempo que se concentraba la
banca. Los títulos aristocráticos prácticamente desaparecieron de las presidencias de
grandes empresas, y lo mismo puede decirse de la conexión formal con el poder político
en la figura de los directivos. Con todo, siguen siendo muy elevados los CEOs que
proceden de la clase alta, y si bien se rompe en cierta medida la continuidad de la élite
corporativa durante la transición política, en las dos últimas décadas no puede
descartarse el crony capitalism como rasgo del modelo español. La ruptura relativa con
respecto a periodos anteriores y la entrada en la élite empresarial de un grupo de
directivos asociados a la construcción y, a su vez, a las relaciones preferenciales con la
Administración Pública, indican que se ha reconstituido un núcleo de poder económico
que ha devuelto a primera línea la práctica del entrenchment.
Esto no es contradictorio con avances en el proceso de profesionalización de los
directivos. Aspectos formales, como un aumento de la formación especializada en
empresa, de grado o posgrado, y la experiencia formativa y profesional en el extranjero
avalan el ascenso de los gerentes, que debe ponerse en relación con transformaciones en
la estructura socioeconómica del país y con los efectos de la globalización.
La expresión “capacidades no convencionales” se ha tomado de Nuria Puig, que la aplica a compañías
de otros sectores, con un sentido similar.
42
La prensa y la opinión popular apuntan a los clubes deportivos profesionales, y a sus directivas, como
un nuevo espacio de sociabilidad de la élite corporativa.
41
21
5. CONCLUSIONES: CONTINUIDADES, DISCONTINUIDADES Y ¿UNA NUEVA
“TRINCHERA”?
El estudio de la élite corporativa española en el último siglo a partir de los
indicadores de capital social es una tarea compleja. El enfoque combinado de los niveles
de análisis macro, meso y micro es clave para entender las transformaciones en el perfil
de los directivos. Desde el punto de vista macro, España ha sido un país en vías de
desarrollo hasta la década de 1960, y la mitad de los años del periodo considerado han
estado bajo dictaduras. Un mercado de valores poco desarrollado y un Estado débil
hicieron que, en el primer tercio del siglo XX, la banca desempeñara un papel
protagonista en la promoción de la actividad empresarial. La fusión entre la élite
económica tradicional –la aristocracia rentista– y los banqueros y empresarios
enriquecidos en las primeras fases de la industrialización, determinó un tipo de élite
corporativa que se adapta al concepto de “aristocracia financiera”. La dictadura que
sucedió a la Guerra Civil reforzó inicialmente el poder de esta élite, en una etapa de
aislamiento autárquico. Si bien desde finales de los años cincuenta el franquismo
comenzó la liberalización económica, el sector financiero se mantuvo protegido de la
competencia hasta avanzado el desarrollismo. Sin embargo, en la élite corporativa
aparecieron nuevos directivos, en un proceso de modernización de la actividad gerencial
que ganó terreno en las grandes empresas públicas y privadas. La formación empresarial
fue aumentando, al tiempo que los títulos nobiliarios disminuían en las presidencias de
las grandes sociedades anónimas. En la etapa democrática, desde 1977 hasta la
actualidad, las transformaciones tanto en los aspectos de fondo –aumento de la
proporción de directivos procedentes de la clase media– como en los formales –
especialización técnica y formación en gestión de empresas, estudios y experiencia
laboral en el extranjero– apuntan a la renovación progresiva de la élite corporativa y a
un proceso de convergencia con el tipo de directivo profesional propio de los países
capitalistas avanzados. Pese a esto, la estructura de propiedad concentrada de las
empresas; una legislación poco garantista para con los pequeños accionistas; o la
especialización sectorial de las mayores corporaciones en actividades como la
construcción de obra pública o los servicios públicos, o la propia banca, que implican
una fuerte relación con la Administración, sugieren que, con distintos actores, se ha
podido recomponer una élite que construye un nuevo entrenchment, con los rasgos
propios del capitalismo clientelar o de amiguetes.
La evolución de la red corporativa española en el largo plazo apunta a una caída
de los niveles de densidad y cohesión similar, en cuanto a la tendencia, a la mayoría de
las economías de Europa Occidental. Las diferencias están relacionadas con el papel del
Estado desde los años cincuenta hasta la actualidad, que requieren un análisis de mayor
profundidad en relación con las características de los directivos. La renovación de la
élite corporativa española tiene mucho que ver con el paso al sector privado de
directivos formados en el sector público.
Sería interesante valorar en qué medida cambiarían los resultados de este análisis
si, en lugar de considerar únicamente el capital social de los directivos, se considerara el
de los consejeros comunes o el de los big linkers, aquellos con más conexiones en el
22
interior de la red. ¿Se aceleraría el proceso de renovación de la élite? ¿Habría una mayor
continuidad y resistencia al cambio?
Para terminar, señalar que, en España, algunas características del capital social
de los CEOs no son significativas, como la religión, dado que el país ha sido
históricamente uniforme desde ese punto de vista. Sí ha sido significativa la práctica
ausencia de mujeres en los puestos directivos de las mayores empresas hasta 1980, que
tiene que ver con una sociedad tradicionalmente machista. Aún en 2000 y 2010 solo
había cuatro mujeres en la muestra –menos del 3%–. Que menos del 20% de los
consejeros de las compañías del Ibex 35 en 2016 sean mujeres –tres presidentes y una
consejera delegada– significa que el país está muy lejos de la igualdad de género en el
ámbito de la gran empresa.43
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43
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mujeres en 2020. España (19,8%) está por debajo de la media europea (23,3%), según el estudio de IESE
y Atrevia: Cuarto Informe de las mujeres en los Consejos del IBEX-35.
23
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27
ANEXO
CUADRO A.1. Distribución sectorial de las 125 mayores empresas españolas
(número de empresas sobre el total, en %)
SECTORES
1917
1934
1950
1960
1970
1980
1990
2000
2010
Banca
20,0
20,0
20,0
20,0
20,0
20,0
20,0
20,0
20,0
Electricidad
12,0
20,8
22,4
21,6
19,2
16,8
8,8
7,2
5,6
Transporte
Minería y
metalurgia
Química y
petróleo
Construcción
Comercio y otros
servicios
Agroalimentario
Material de
transporte
Telecom.
30,4
19,2
8,0
4,8
6,4
10,4
3,2
6,4
7,2
13,6
8,8
8,8
11,2
10,4
8,8
1,6
4,8
4,0
3,2
6,4
11,2
12,0
14,4
11,2
6,4
4,0
2,4
0,8
0,8
9,6
3,2
3,2
4,8
8,8
16,8
20,8
0,0
0,0
0,0
0,0
0,8
1,6
20,8
14,4
12,8
6,4
7,2
4,0
6,4
3,2
4,8
4,8
2,4
0,8
2,4
3,2
6,4
11,2
5,6
4,8
2,4
0,8
1,6
0,8
0,8
1,6
1,6
0,8
0,8
1,6
14,4
8,0
Otros sectores
10,4
12,8
8,0
8,0
16,0
16,0
21,6
8,8
16,8
TOTAL
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
Fuente: elaboración propia.
Gráfico 1. Origen social y geográfico de los CEOs
Fuentes: Elaboración propia, véase texto.
28
Gráfico 2. Estudios de grado de los CEOs
Fuentes: Elaboración propia, véase texto.
Gráfico 3. Estudios de posgrado de los CEOs
Fuentes: Elaboración propia, véase texto.
29
Gráfico 4. Actividad política de los CEOs
Fuentes: Elaboración propia, véase texto.
Gráfico 5. Participación en grupos de interés y en la Administración Pública de los
CEOs
Fuentes: Elaboración propia, véase texto.
30
Gráfico 7. Capital simbólico de los CEOs
Fuentes: Elaboración propia, véase texto.
Gráfico 8. Grados de centralidad y de intermediación de los CEOs
Fuentes: Elaboración propia, véase texto.
31
Gráfico 9. Los CEOs en Reales Academias y en juntas directivas de Fundaciones
Fuentes: Elaboración propia, véase texto
Gráfico 10. Los CEOs en el Ejército y el Opus Dei
Fuentes: Elaboración propia, véase texto.
32
Gráfico 11. Especialización sectorial de los CEOs
Fuentes: Elaboración propia, véase texto.
Gráfico 12. Los CEOs en el sector público y en la empresa familiar
Fuentes: Elaboración propia, véase texto.
33
Gráfico 13. Estudios y experiencia profesional en el extranjero de los CEOs
Fuentes: Elaboración propia, véase texto.
34