Revista Internacional de Sociología
RIS
vol. 76 (3), e100, julio-septiembre, 2018, ISSN-L:0034-9712
https://doi.org/10.3989/ris.2018.76.3.16.174
LA RED CORPORATIVA
ESPAÑOLA EN EL LARGO PLAZO
Evidencia de una economía de
mercado inluenciada por el Estado
THE SPANISH CORPORATE
NETWORK IN THE LONG RUN
Evidence of a state-inluenced
market economy
Juan A. Rubio Mondéjar
Universidad de Granada
jarubio@ugr.es
ORCID iD: https://orcid.org/0000-0003-3843-5029
Josean Garrués Irurzun
Universidad de Granada
jgarrues@ugr.es
ORCID iD: https://orcid.org/0000-0002-9261-5138
Cómo citar este artículo / Citation: Rubio Mondéjar, J. A. y
J. Garrués Irurzun. 2018. “La red corporativa española en el
largo plazo. Evidencia de una economía de mercado inluenciada por el Estado”. Revista Internacional de Sociología
76(3): e100. https://doi.org/10.3989/ris.2018.76.3.16.174
Copyright: © 2018 CSIC. Este es un artículo de acceso
abierto distribuido bajo los términos de la licencia de
uso y distribución Creative Commons Reconocimiento
4.0 Internacional (CC BY 4.0).
Recibido: 12/12/2016. Aceptado: 10/01/2017
Resumen
Abstract
Palabras Clave
Keywords
En las últimas décadas se ha popularizado la literatura
sobre variedades de capitalismo, que estudia comparativamente las distintas formas en las que cada país organiza su economía. Los especialistas han distinguido
inicialmente dos modelos puros y antagónicos: las economías liberales de mercado (LME), y las economías
coordinadas de mercado (CME). Posteriormente, se han
añadido nuevas categorías, como las economías de mercado inluenciadas por el Estado (SME). En este artículo
se deiende que la red corporativa es una dimensión más
que puede considerarse para clasiicar una economía en
una variedad determinada de capitalismo. El análisis de
la red española desde 1917 hasta la actualidad señala la
importancia de las empresas públicas en su coniguración, compartiendo protagonismo con la banca privada.
Esta constatación y la comparación de los indicadores de
la red española con las de otros países de su entorno,
conirman la inclusión de España entre las SME.
Análisis de redes; consejeros comunes; élites; historia
económica.
The topic of varieties of capitalism comparatively studies the diferent ways in which each country organizes its economy. Literature has initially distinguished
two antagonistic models: liberal market economies
(LMEs), and coordinated market economies (CMEs).
Subsequently, new categories have been added, such
as State-inluenced market economies (SMEs). In this
article it is argued that the corporate network is one
more dimension that can be considered to classify an
economy in a determined variety of capitalism. The
analysis of the Spanish network from 1917 to the present day shows the importance of the public companies
in their coniguration. This inding, and the comparison
of the Spanish network with the networks of other countries, conirms the inclusion of Spain among SMEs.
Social Network Analysis; Interlocking Directorates;
Elites; Economic History.
2 . JuAN A. RuBIO MONDéJAR Y JOSEAN GARRuéS IRuRzuN
Variedades de capitalismo y
consejeros comunes
Desde la desaparición del bloque comunista a inales del siglo pasado, el capitalismo se ha consolidado como sistema socioeconómico dominante en
el mundo. Sin embargo, el capitalismo no es homogéneo y presenta rasgos especíicos en función de
la historia y de las características de cada país. Por
ello, en los últimos años economistas y sociólogos
han discutido sobre la existencia de distintas variedades de capitalismo, las diferentes formas en que
se coniguran las relaciones económicas de mercado
en cada Estado. La literatura sobre el tema es muy
abundante (Jackson y Deeg 2008; Amable 2005;
2003; Schmidt 2002; Hall y Soskice 2001) y establece una serie de factores que determinan las variedades del capitalismo, como pueden ser la intervención
estatal en la economía, las relaciones laborales, el
nivel de protección social y el estado del bienestar,
las características de los mercados inanciero y de
bienes y servicios, el sistema de educación y formación profesional… Desde la perspectiva neoinstitucional, que constituye el enfoque más aceptado en la
literatura sobre el tema, las empresas son los actores
centrales, porque de su comportamiento agregado
depende el desempeño económico del país (Hall y
Gingerich 2009). Esto tiene como consecuencia que
las variedades del capitalismo se deinen en función
de cómo se relacionan las empresas con su entorno
institucional o, en otras palabras, de cómo se coordinan con los restantes actores que conforman dicho
entorno institucional.
Inicialmente, la literatura ha distinguido dos grandes categorías o variedades de capitalismo (Hall y
Gingerich 2009; Hall y Soskice 2001). Por un lado,
las denominadas “economías de mercado liberales”
(liberal market economies, LME), en las que las empresas organizan –coordinan– sus actividades por
la vía del mercado, se inancian a través del mercado de capitales y en las cuales el Estado interviene
proporcionando una regulación que garantice la libre
competencia. Serían ejemplos de LME los principales países anglosajones, como Estados unidos,
Reino unido o Australia. Por otro lado, el segundo
modelo comprendería las “economías coordinadas
de mercado” (coordinated market economies, CME),
en las que las compañías interactúan mediante estrategias que no necesariamente implican competencia en el mercado, sino cooperación y relaciones de
conianza; la inanciación empresarial procede de los
bancos, y en las cuales el Estado fomenta la cooperación entre empresas con el pretexto de obtener
beneicios para el conjunto de la sociedad. Alemania
o los Países Bajos se encontrarían entre las CME.1
Posteriormente, algunos autores han planteado
la necesidad de ampliar la casuística, dado que hay
países que no encajan bien en ninguna de las dos
categorías extremas (Amable 2005; Crouch 2005;
RIS
Hay 2005). Sería el caso de los “milagros asiáticos”,
como Japón y Corea del Sur o, más recientemente,
China, con modelos diferenciados; de los países de
América Latina, que difícilmente se pueden encuadrar en LME o CME, pero tampoco en una única variedad común,2 y, en Europa Occidental, de países
como España, Francia, Italia o Portugal, que han
sido etiquetados como “economías mixtas”, sin constituir una categoría especíica (Hall y Soskice 2001),
o englobadas en los modelos de “capitalismo latino”
(Moerland 1995), o “capitalismo de estado” (Schmidt
2002). Esta última denominación (state-inluenced
market economies, SME) parece más apropiada y
se adapta tanto a la coniguración de las relaciones
capitalistas en los países mencionados, como a las
de otras naciones en las que el Estado ha intervenido de forma activa en la planiicación de la economía, orientando la acción de las compañías privadas
y participando directamente en el mercado a través
de empresas públicas.
El enfoque neoinstitucionalista de las variedades
del capitalismo ha recibido críticas, aparte de la de
considerar inicialmente solo dos modelos. La principal objeción se centra en el hecho de que, si bien
reconoce que existen distintos caminos para lograr
el desarrollo, en última instancia asocia el éxito a un
marco institucional que garantice el correcto desempeño del libre mercado.3 No obstante, también
aporta elementos para comprender cómo los países
reaccionan de manera distinta ante un mismo choque de naturaleza exógena. Si en sus orígenes, en
la transición del siglo XX al XXI, la literatura sobre
el tema se centró en el impacto de la globalización
sobre las economías nacionales, en la actualidad se
está enfocando a las consecuencias de la gran recesión iniciada en 2008 (Farkas 2016; Hall 2014).
El caso español ha aparecido en la bibliografía
general sobre variedades de capitalismo, aunque
pocos trabajos se han ocupado especíicamente de
España. Royo (2008; 2007) ha analizado la cuestión, pero se ha centrado en la coordinación del
mercado de trabajo y las relaciones laborales. En
este ámbito, España no estaría convergiendo hacia
el modelo de LME, sino que el marco institucional
habría tendido a reforzar la coordinación. Las conclusiones diieren ligeramente en Molina y Rhodes
(2007). Estos autores añaden a las características
de la negociación colectiva otras variables (propiedad estatal de las empresas cotizadas, inversores
privados, capitalización de mercado, protección del
empleo, gasto social público) para argumentar que
el sistema español habría dado pasos en la dirección de las LME, aunque aún estaría muy lejos de
asimilarse a ese modelo puro.4
Este artículo analiza el caso español en relación
con las variedades del capitalismo desde una perspectiva poco utilizada, la estructura de la red corporativa, e introduce una visión de largo plazo del últi-
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LA RED CORPORATIVA ESPAÑOLA EN EL LARGO PLAzO . 3
mo siglo. En cuanto a la primera cuestión, Cárdenas
(2014; 2012a; 2012b), Rinaldi y Vasta (2012) y Veen
y Kratzer (2011) han defendido las posibilidades de
las redes de consejeros cruzados para arrojar luz al
debate sobre este tópico.5 Si las variedades del capitalismo se centran en cómo se coordinan las empresas con los otros actores de su marco institucional,
las relaciones entre las propias compañías —o entre
las de mayores dimensiones, las que componen la
élite empresarial— deben ser un factor a tener en
cuenta. No se pretende que la red corporativa sea el
único elemento que deina la modalidad de capitalismo en la que incluir a un país, ni siquiera que sea el
factor más importante. Pero, dado que las diferencias en el marco institucional pueden explicar las diferencias en la coniguración de las redes empresariales entre países (Scott 1991), su análisis es válido
para añadir una nueva dimensión a la comprensión
de las variedades del capitalismo.
La segunda cuestión, la introducción de la variable dinámica de larga duración, apenas cuenta con
precedentes para el caso español, salvo RubioMondéjar y Garrués-Irurzun (2016; 2012), que han
estudiado la evolución de la red corporativa a la luz
de las distintas teorías que explican el origen de los
consejeros cruzados.
El texto se organiza como sigue: en el siguiente
apartado, se explican las características de la técnica de consejeros cruzados y se comenta la literatura
especíica sobre España; a continuación, se expone
la metodología de análisis de redes sociales y los
datos que respaldan la investigación; en el cuarto
apartado se presenta la evolución de la red corporativa; en el apartado quinto se desarrolla la discusión
sobre la variedad de capitalismo en el que se incluye
el caso español. El artículo termina con unas breves
conclusiones.
La técnica de los consejeros
comunes en la literatura española
El hecho de que una misma persona ocupe al mismo tiempo asientos en los consejos de administración de más de una compañía la convierte en “consejero común” o “consejero cruzado”. Si se identiican
todas las relaciones que unen por medio de consejeros comunes a las grandes sociedades mercantiles
que actúan en un país se obtiene una imagen precisa
de su “red corporativa”. La bibliografía sobre las causas que explican por qué y para qué existen estos
vínculos entre empresas a través de sus órganos
directivos es muy amplia. Durante mucho tiempo, el
estado de la cuestión más completo sobre el tema fue
el de Mizruchi (1996), que recogía tres explicaciones
para el fenómeno de los consejeros comunes. una
explicación, desde el punto de vista de las empresas,
sugiere que comparten consejeros para restringir
la competencia en un sector, para captar o contro-
RIS
lar los recursos y la información necesarios para su
supervivencia en un entorno incierto, o para proporcionar prestigio o reputación a las compañías. Otra
explicación recae en la óptica de los consejeros, en
lugar de las organizaciones, y plantea que aquellos
intentarían ocupar el mayor número de asientos para
obtener méritos en su carrera profesional. La tercera explicación, la que más ha interesado tradicionalmente a la sociología, entiende que los consejeros
cruzados son un instrumento que facilita la cohesión
social entre el grupo económico dominante. Las
tres explicaciones no son excluyentes, sino que de
hecho suelen complementarse; por eso, son interesantes las visiones integradoras que contemplan los
intereses de empresas, individuos y grupos sociales
para entender el fenómeno (Mizruchi 1992; useem
1984). Recientemente, ante el incremento de los estudios basados en consejeros cruzados, se ha actualizado el estado de la cuestión de Mizruchi (1996),
siendo particularmente interesantes las revisiones de
Cárdenas (2014) y, por la consideración de la variable
temporal, David y Westerhuis (2014).
Para el caso español, la literatura que se apoya en
la técnica de consejeros comunes es amplia. Aunque
existen trabajos previos, su uso se popularizó a mediados del siglo XX, bajo la inluencia de la teoría
del capitalismo inanciero de Hilferding (1910). Las
investigaciones de Muñoz Linares (1955; 1952), De
la Sierra (1953), Tamames (1977; 1961), Velarde
(1967) o Muñoz (1970) concluían que la economía
española estaba controlada por un sector bancario
fuertemente concentrado, con capacidad para inluir
sobre las decisiones políticas que afectaban a sus
intereses. Estos autores pretendían conocer la realidad del momento histórico en el que escribían. Sin
embargo, Roldán, García Delgado y Muñoz (1973)
mostraron, mediante el análisis de consejeros cruzados, que a principios de los años veinte el capitalismo español ya estaba marcado por una estrecha
relación entre la banca y las compañías industriales.
A inales del siglo pasado, con el desarrollo de la
teoría de grafos y las herramientas estadísticas del
análisis de redes sociales (Borgatti y Halgin 2011),
aparecieron nuevos trabajos aplicados al estudio
de la red corporativa española. Estas investigaciones (tabla I) han tenido objetivos diferentes, como
también han sido distintos el tamaño y el criterio de
elección de las muestras, así como el número de
años seleccionados.6
La revitalización del estudio de consejeros cruzados en España comenzó con Aguilera (1998), quien
conirmaba que la banca mantenía su importancia
en la red corporativa española, aún a principios de
la década de 1990. También reconocía la importancia del Estado en la coniguración de la red, cuestión que ampliaría en un trabajo posterior, en el que
comparaba los casos español e italiano (Aguilera
2008). Sin negar la validez de sus conclusiones, la
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muestra estaba algo sesgada, debido a la inclusión
subjetiva de un elevado número de empresas del
sector inanciero. Poco después, Rodríguez (2000)
veriicaba las principales airmaciones de Aguilera y,
posteriormente, constataba las transformaciones experimentadas por la estructura de la red entre 1991 y
2000, vinculadas a la renovación de la élite empresarial y al proceso de globalización (Rodríguez 2003).
Sicilia y Sallan (2007) repitieron el ejercicio para el
año 2005, mostrando que los bancos abandonaban
las posiciones de mayor centralidad de la red, en las
que eran reemplazados por empresas privatizadas.
También destacaban que era mayor la interconexión
entre compañías de diferentes sectores que la interconexión intrasectorial.
Más recientemente, Andrés, Blanco y López
(2014) han introducido la perspectiva dinámica, analizando anualmente el periodo 1999-2008. Como
parte de la literatura internacional, este artículo constata la convergencia entre los distintos modelos de
gobierno corporativo, con la pérdida de densidad de
la red corporativa, e insiste en el abandono de la centralidad de los bancos, que explica por el proceso de
globalización y por la internacionalización de la banca española. Santos Castroviejo (2008) ha estudiado
la red del año 2006 para concluir que, si se pretende
conocer la estructura del poder económico, es necesario complementar la información proporcionada
por los consejeros comunes con otro tipo de redes.
Con este propósito, ha estudiado posteriormente los
años 2009 y 2013, incorporando redes de accionistas
(Santos Castroviejo et al. 2016; Santos Castroviejo
2013). Otros trabajos habían señalado la pertinencia de relacionar las empresas a través de su estructura de propiedad (Windolf 2002). Comparando
las redes española y francesa a principios del siglo
XXI, Pizarro y Rabazo (2014) han identiicado redes
de consejeros y redes de accionistas, mostrando que
las primeras son menos densas que las segundas,
cuestión que explican en parte porque en la actualidad existen formas más efectivas de controlar las
sociedades participadas que a través de consejeros
comunes. Este hecho está relacionado, a su vez,
con la pérdida de densidad que las redes de consejeros han experimentado en las últimas décadas.
Los bajos niveles que muestran los indicadores de
centralidad y cohesión, comparados con los de otras
épocas, han hecho que se plantee si las economías
desarrolladas están convergiendo hacia un mismo
modelo de red corporativa. Sin embargo, Cárdenas
(2014; 2012a; 2012b) ha comparado redes de consejeros comunes de distintos países, evidenciando
Tabla I.
Estudios recientes sobre estructura corporativa española basados en consejeros comunes y análisis de
redes sociales.
Trabajo
Número de empresas
Criterio de selección de empresas
Año estudiado
Rubio-Mondéjar y GarruésIrurzun (2016)
200
Mayores empresas por activos netos y
ventas
1917, 1930, 1948, 1960, 1970,
1991, 2009
Santos Castroviejo et al.
(2016)
227
Empresas con ingresos superiores a 1.000
M.€ ó a 500 M.€ si cuentan con más de 3.400
trabajadores
2013
Andrés, Blanco, López (2014)
33-68
Empresas españolas cotizadas en la base
BoardEx
1999-2008 (anual)
Pizarro y Rabazo (2014)
128
Empresas cotizadas en bolsa de Madrid, por
capitalización
2009
Santos Castroviejo (2008;
2013)
133
Mercado continuo de valores
2006, 2009
Rubio-Mondéjar y GarruésIrurzun (2012)
210
200 mayores por activos netos + 10
aseguradoras
1917, 1930, 1948, 1970
Cárdenas (2012a; 2012b;
2014)
50
Ingresos
2005
Sicilia y Sallan (2007)
35
Empresas IBEX-35
2005
Aguilera (2008)
180
100 no inancieras (ventas) + 50 bancos +
30 aseguradoras
1993, 1977
Rodríguez (2003)
100
100 valor en bolsa
1991, 2000
Rodríguez (2000)
100
100 valor en bolsa
1991
Aguilera (1998)
180
100 no inancieras (ventas) + 50 bancos +
30 aseguradoras
1993
Fuente: elaboración propia.
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LA RED CORPORATIVA ESPAÑOLA EN EL LARGO PLAzO . 5
la coexistencia de dos modelos: una red corporativa
menos cohesionada y fragmentada, que ha denominado “pluralista”, propia de países donde la actividad
económica está vinculada al mercado de capitales y
apenas existe intervención estatal (los países anglosajones y Suiza); y un modelo de red más densa y
concentrada, “elitista”, característica de países con
una estructura inanciera dominada por la banca y
en los que el Estado ha intervenido tradicionalmente
en la economía (Francia, Italia, España o Alemania).7
La revisión de la bibliografía española sobre consejeros cruzados con análisis de redes sirve para relexionar sobre algunas cuestiones. Como Santos
Castroviejo (2013) ha señalado, salvo excepciones, la
falta de homogeneidad en la selección y tamaño de las
muestras no permite comparar la evolución de la red
a lo largo del tiempo, ni siquiera entre principios de los
años noventa y la actualidad. No se trata de una cuestión menor, cuando la mayoría de los estudios que se
han interrogado por la naturaleza y los rasgos propios
de la red corporativa española han recurrido a factores explicativos de largo plazo. Por ejemplo, Aguilera
(1998) justiicaba la importancia de la banca y el Estado
en la coniguración de la red en la década de 1990 por
su papel histórico, pero solo aportaba argumentos empíricos basados en el análisis de redes a partir de la
revisión de la literatura y, posteriormente, por la comparación con la red de inales de los años setenta.
Frente a la mayoría de las investigaciones citadas,
centradas en un momento concreto, algunos trabajos han introducido una perspectiva de largo plazo.
Pueyo (2006) realizó un análisis de la red de consejeros comunes de la banca entre 1915 y 1985, tratando de negar las conclusiones de las investigaciones
de los años cincuenta y sesenta, que apuntaban a un
elevado grado de coordinación en el sector inanciero. Para este autor habría que descartar un “hipotético monopolio” bancario sostenido durante décadas
en España. Los años 1925 y 1966, aquellos analizados por los estudios “clásicos”, eran precisamente
en los que las redes eran más fuertes, lo que podría
haber ofrecido una imagen errónea del papel de la
banca. Sin embargo, el texto de Pueyo solo consideraba los vínculos mediante consejeros comunes de
los bancos, sin tener en cuenta que, de hecho, las
entidades inancieras también se relacionaban mediante los consejos de administración de compañías
de otros sectores. La capacidad de coordinación y
control de los consejeros comunes y el papel de la
banca se aprecian más nítidamente cuando no se
secciona sectorialmente la red corporativa. En este
sentido, Rubio-Mondéjar y Garrués-Irurzun (2016;
2012) han analizado en cortes temporales homogéneos las relaciones entre las mayores empresas españolas desde 1917. Así, han ratiicado la importancia del sector inanciero en la red corporativa, destacando también la alta conectividad intrasectorial de
las compañías eléctricas; y han identiicado a una éli-
RIS
te de consejeros que ha mostrado gran continuidad
a lo largo del tiempo. Conirmado el protagonismo
de la banca, apenas han esbozado el papel del otro
gran actor, el Estado, vital para comprender la evolución de la red corporativa española durante el último siglo y que es un elemento que aina la inclusión
de España en una variedad concreta de capitalismo.
Por ello, la evaluación del sector empresarial público
en la red corporativa en el largo plazo constituye una
aportación empírica del presente artículo.
Metodología y datos
Para analizar la red empresarial española se han
considerado las relaciones entre consejos de administración de las doscientas mayores empresas del
país, en los siguientes años: 1917, 1930, 1948, 1960,
1970, 1991 y 2009. Como ya se ha señalado, los especialistas no coinciden en cuál debe ser el tamaño
óptimo de la muestra, por lo que se ha optado por la
referencia de David y Westerhuis (2014), que consideran apropiado un número entre 125 y 250 compañías, dependiendo del tamaño de la economía.
Recopilar datos de los consejos de administración
de las mayores empresas en un horizonte temporal
tan amplio es una tarea complicada, pero no insalvable; algo que sí ocurre, en cambio, con la información
relacionada con la estructura de propiedad de las sociedades. Por eso el análisis se centra en las redes
de consejeros cruzados, descartando las redes de
accionistas o propietarios.
Para los cinco primeros años, las doscientas mayores irmas españolas se han determinado a partir
de los Anuarios Financieros de Bilbao, en función
de sus activos, siguiendo el trabajo de Carreras y
Tafunell (1993). En los dos últimos años, en cambio,
se ha utilizado el criterio de la facturación de las compañías, según los listados de Dun&Bradstreet. Los
consejos proceden de los Anuarios Financieros,8 y
para los cortes más recientes, de las bases de datos
Dicodi y Axesor.
Con esta información se han construido matrices
en las que los actores son las empresas, unidas por
la presencia de consejeros comunes. Estas matrices
permiten conocer la evolución de la red corporativa,
que puede compararse con la de otros países. una
vez obtenidas las matrices, el análisis de redes se
ha realizado utilizando el software Ucinet 6, como es
habitual en este tipo de trabajos.9
La red corporativa española en
perspectiva histórica
La evolución de la red corporativa española entre
1917 y 2009 puede analizarse a partir de una serie
de indicadores descriptivos que permiten diferenciar
dos grandes etapas (tabla II):
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6 . JuAN A. RuBIO MONDéJAR Y JOSEAN GARRuéS IRuRzuN
Tabla II.
Indicadores de la red de empresas
Variable/Año
1917
1930
1948
1960
1970
1991
2009
A. Número de empresas
200
200
200
200
200
200
200
B. Empresas con consejeros comunes
155
169
172
183
176
135
127
C. B/A (%)
77,5
84,5
86,0
91,5
88,0
67,5
63,5
9
1
1
2
3
8
15
E. Tamaño del componente principal
138
169
172
181
172
118
90
F. E/B (%)
D. Número de componentes
89,0
100,0
100,0
98,9
97,7
87,4
70,9
G. Tamaño del segundo componente
3
-
-
2
2
4
4
H. Compañías aisladas
45
31
28
17
24
65
73
I. H/A (%)
22,5
15,5
14
8,5
12
32,5
36,5
J. Densidad de red (dicotomizada x 100)
5,6
13,5
9,3
9,3
5,2
3,0
2,8
K. Centralidad de grado medio (dicotomizada)
8,6
22,6
15,9
16,9
9,0
4,0
3,5
L. Índice de centralización
1,6
3,1
3,9
3,5
2,7
1,4
1,8
Fuente: elaboración propia.
1) Entre 1917 y 1960, los indicadores de centralidad aumentaron en cada uno de los años seleccionados, dando forma a una red integrada, en la que la
mayor parte de las grandes empresas se conectaban
en un único componente (en los años 1930 y 1948
el mayor componente contenía a todas las empresas
que participan en la red). La densidad, la centralidad
de grado medio y el índice de centralización se mantuvieron elevados.
2) Entre 1970 y 2009, se produjo un descenso de los
indicadores de centralidad. En 1970 los niveles de cohesión aún fueron elevados, pero aumentaron el número
de componentes y el de compañías aisladas (aquellas
que no se relacionaron con el resto) y disminuyeron tanto el tamaño del componente principal, como el número
de empresas con consejeros comunes y los niveles de
densidad, centralidad y centralización. Se percibe, por
lo tanto, el inicio de un proceso de descomposición de
la red, que se prolonga hasta el año 2009, cuando los
indicadores alcanzaron los valores más bajos.
Si bien en la coniguración de las redes corporativas inluyen factores como los intereses de los
stakeholders (por ejemplo, consejeros y directivos)
o las estrategias de las empresas, en el largo plazo
es más determinante el entorno institucional (David
y Westerhuis 2014). El caso español no es una excepción, y la evolución de su red corporativa debe
explicarse a partir de los cambios y continuidades
en su contexto político, económico y social. En este
sentido, hay que considerar las particularidades de
España frente a otros países de Europa Occidental.
En primer lugar, desde el punto de vista político, durante la mitad del periodo estudiado ha sufrido dictaduras (1923-1931; 1939-1977). En segundo lugar,
desde el punto de vista económico, España debe
considerarse una economía en vías de desarrollo
hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX.
RIS
Los dos primeros años de la muestra –1917 y
1930– se inscriben en la fase inal de la Restauración
(1874-1931). La democracia parlamentaria marcada
por prácticas como el caciquismo y el turnismo dio
paso a las dictaduras de Primo de Rivera (1923-1930)
y Berenguer (1930-1931). Desde 1891, con la aprobación del arancel que protegía fuertemente determinados intereses económicos, imperó un discurso político
de “nacionalismo económico”, muy reforzado en los
años de la dictadura de Primo de Rivera, y que continuó
durante la breve existencia de la Segunda República
(1931-1936). En las primeras décadas del siglo, pero
sobre todo durante la Primera Guerra Mundial (19141918), se aianzó el moderno capitalismo español,
aprovechando la neutralidad en el conlicto bélico
(Carreras y Tafunell 2003; Roldán, García Delgado,
Muñoz 1973). Antes de la crisis de los años treinta, ya
se había conformado un conjunto de grandes bancos
nacionales, de irmas industriales y de servicios públicos, como las compañías eléctricas. En este ascenso
de las empresas españolas fue importante la retirada
de la competencia extranjera del mercado interior en
los años de la guerra, que también permitió la expansión momentánea de las irmas nacionales hacia los
mercados exteriores, dando como resultado una importante acumulación de capital y un periodo de auge
que se conoce como “edad de plata” de la economía
española. En ausencia de un mercado de capitales
desarrollado, las compañías industriales y de servicios
reforzaron sus conexiones con la banca, que se situó
en el centro del poder corporativo. Además, la Ley de
Ordenación Bancaria aprobada en 1921 otorgó al sector inanciero la capacidad de autorregularse, a través
del Consejo Superior Bancario, que articulaba los intereses de los mayores bancos del país (Martín Aceña,
Pons y Betrán 2014). Estos elementos explican el aumento de los indicadores de cohesión y centralidad de
la red corporativa y el papel central de los bancos.
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LA RED CORPORATIVA ESPAÑOLA EN EL LARGO PLAzO . 7
La modernización económica del país se frenó
con la crisis global de los años treinta y con la inestabilidad del periodo republicano y la Guerra Civil. La
aportación del sector primario al PIB nacional, que
había disminuido en el primer tercio del siglo hasta
equipararse antes de la guerra con la del sector secundario, invirtió la tendencia. El cambio estructural
se ralentizó, y solo en 1952 la industria volvió a superar a la agricultura (Prados de la Escosura 2003).
La política económica franquista pasó por varias etapas. En la primera, durante la década de 1940, la dictadura optó por la autarquía (en parte también condicionada por el aislamiento internacional al que fue
sometido un país que se había alineado con las potencias del Eje durante la Segunda Guerra Mundial).
Ante el fracaso de la autarquía, en el decenio siguiente se intentó una política de industrialización
sustitutiva de importaciones, y se inició la apertura al
exterior. Desde 1959, el Plan de Estabilización supuso una reorientación de la economía, así como la renuncia deinitiva a la autarquía y una progresiva liberalización del mercado nacional. Las reformas, en un
contexto internacional favorable, iniciaron la “edad
de oro” de la economía española, también conocida
como “desarrollismo”.Hasta los años cincuenta, el
régimen mantuvo un discurso hostil hacia la iniciativa privada. En 1941, en plena política autárquica, se
constituyó el Instituto Nacional de Industria (INI) que
creó numerosas empresas públicas para que actuaran en distintos sectores industriales. Las conexiones entre compañías de las esferas pública y privada
reforzaron, como se verá más adelante, la red corporativa española. El mismo año que se creaba el
INI se constituyó la Red Nacional de los Ferrocarriles
Españoles (RENFE), empresa pública que agrupaba
a la mayor parte de las irmas privadas del sector,
muy importantes en la coniguración de la red corporativa de los años anteriores. Sin embargo, el Estado
no actuó del mismo modo en todos los sectores económicos. La nueva Ley de Ordenación Bancaria de
1946 reforzó el poder de la banca, introduciendo barreras de entrada al mercado inanciero. Estas barreras, inalteradas hasta 1962, libraron de competencia
extranjera o nacional a los grandes bancos españoles (Martín Aceña y Pons 1994). La regulación de la
banca seguiría recayendo en el Consejo Superior
Bancario, que al mismo tiempo era el representante
de las mayores entidades inancieras privadas. Algo
parecido ocurrió en el sector eléctrico, que ante una
posible estatalización articuló la defensa de sus intereses colectivos a través de uNESA. En los sectores
oligopolistas, las compañías lograron capturar al regulador (Pires 2005; Buesa y Pires 2005).
La red corporativa continuó incrementando sus
indicadores de densidad y cohesión hasta 1960. El
reforzamiento de la red en la primera etapa del franquismo se explica porque la banca mantuvo su papel central, pero, además, por la intervención directa
del Estado. La aparición de las empresas públicas
RIS
no signiicó la descomposición de la red, sino que,
al contrario, la reforzó. Además, las conexiones por
medio de consejeros entre las compañías estatales
no se limitaron a vincularlas entre sí, sino que también se dirigieron hacia las irmas privadas. En 1970,
en cambio, ya se aprecia un estancamiento de los
indicadores, explicable por los efectos de la liberalización y de la apertura económica iniciados en la
década anterior.
Los años 1980, 1991 y 2009 se inscriben en un
contexto diferente. La dictadura dio paso a un régimen democrático moderno basado en el estado de
derecho. La década de 1960 había proporcionado un
fuerte crecimiento económico, pero las crisis energéticas de 1973 y 1978 mostraron las debilidades del
modelo desarrollista. Los problemas estructurales
requerían tomar decisiones que, en la Transición,
fueron relegadas ante las prioridades de carácter político. La convergencia con Europa Occidental se ralentizó hasta 1985, lo que supuso casi una “década
perdida” (Carreras y Tafunell 2003). Al año siguiente,
España iba a integrarse en la Comunidad Económica
Europea y debió afrontar un programa de reformas liberalizadoras que supusieron un fuerte aumento de
la competencia para las compañías españolas. El
mismo año se inició un programa de privatización de
las grandes empresas públicas, que se aceleró entre
1996 y 1998.10 El crecimiento económico iniciado en
estos años, basado en la desregulación y en el protagonismo del sector de la construcción, acabó bruscamente en 2008, cuando la crisis inanciera reveló las
contradicciones del modo en que se había adoptado
la liberalización y la integración en la economía global.
Después de 1970, los indicadores de centralidad
y cohesión de la red corporativa se desplomaron.
La suma de liberalización y de globalización ha supuesto un mayor peso de las compañías extranjeras. Las iliales de multinacionales no han recurrido
a las redes de consejeros para relacionarse con las
grandes compañías nacionales. La globalización ha
ido acompañada de un proceso de “inanciarización”
(responsable, en última instancia, de la gran recesión mundial) que ha incidido negativamente en la
cohesión de las redes corporativas nacionales.
También se han generalizado legislaciones que limitan el número de consejeros. Además, como señalaban Pizarro y Rabazo (2014), en la actualidad
existen modos más eicientes para controlar la actividad de las compañías que utilizar un “ejército de
consejeros”, como los relacionados con las nuevas
tecnologías de la comunicación y la información.
Pero los factores exógenos no son suicientes
para explicar la pérdida de densidad y cohesión de
la red corporativa española. Esta se ha visto afectada negativamente por la descomposición del sector
público, así como por los cambios del sector inanciero. Por un lado, la banca española se concentró
para poder hacer frente a la competencia en los mer-
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8 . JuAN A. RuBIO MONDéJAR Y JOSEAN GARRuéS IRuRzuN
cados nacional e internacional; por otro, se ha ido
desligando de sus inversiones en los sectores industriales. Esto ha hecho que, en los dos últimos años
considerados, la centralidad de la banca se reduzca
notablemente, si bien ha seguido siendo importante
por la presencia de las Cajas de Ahorros.
Una “economía de mercado
influenciada por el estado”
El debate sobre las variedades de capitalismo
evidencia que existen distintas vías para alcanzar el
desarrollo económico. Sin embargo, la tipología inicial era restringida y muchos países no podían clasiicarse ni como LME ni como CME. Posteriormente,
se han incorporado nuevas categorías y España ha
sido caracterizada como “capitalismo de mercado
inluenciado por el Estado” (SME). El rasgo deinitorio de este modelo sería la intervención estatal en la
coordinación de la economía; otro rasgo característico sería la organización de la actividad corporativa
en grupos empresariales.
Históricamente, el capitalismo español ha estado
marcado por el protagonismo de los bancos, que
ante el escaso desarrollo del mercado de valores
ocuparon una posición central en la economía, y
propiciaron la aparición y consolidación de grupos
empresariales. El predominio de la banca en la inanciación de las compañías industriales es un rasgo que las SME comparten con las CME frente a las
LME, en las que prevalece el mercado de capitales.
En España, la intervención del Estado en el mercado
de bienes y servicios es bien conocida. Los estudios
sobre las relaciones laborales no se retrotraen demasiado, pero muestran un modelo de coordinación
especíico, en el que el Estado ha creado el marco
de acción. La trayectoria de la red corporativa en el
largo plazo va a añadir un elemento más para reforzar la inclusión de España entre las SME.
La evolución de los indicadores de centralidad y
cohesión de las redes corporativas muestran una
aparente convergencia hacia un único modelo. Sin
embargo, la perspectiva histórica permite apreciar
similitudes y diferencias entre naciones. El grado de
centralidad o la densidad de la red española presentan, en comparación con los de los países de su entorno, valores muy elevados. Estas medidas dibujan
una tendencia muy similar a la de Alemania, el mejor
ejemplo de CME, y muy diferente de Reino unido, referente de las LME (igura 1).11 Según la clasiicación
de Cárdenas (2014), tanto España como Alemania
se encuadrarían en el “capitalismo basado en redes”. La ausencia de datos para Alemania durante
los años centrales del siglo impide cotejar si la similitud con la red española ha sido aún mayor de lo que
sugieren los indicadores. Para Windolf (2009; 2002),
la cohesión de la red germana se explicaría por elementos institucionales: una cultura y una legislación
que primaban la coordinación entre las empresas
nacionales para defender su mercado, dando lugar
a cárteles, sumada a la estrecha relación entre las
compañías industriales y los bancos. En el extremo
opuesto, la poca cohesión de las redes anglosajonas se debía a una legislación que trataba de evitar
cualquier tipo de acuerdo entre empresas que signiicara restricciones al libre mercado. En los años
treinta, la red alemana perdería cohesión debido a la
legislación nazi que perseguía a los judíos (importantes consejeros cruzados hasta el momento) y, tras la
Segunda Guerra Mundial, como consecuencia de la
ocupación norteamericana, que impuso una política
contraria a los acuerdos entre irmas (Windolf 2011).
Figura 1.
Grado de centralidad (matrices dicotomizadas) de las redes corporativas de Reino Unido (LME),
Alemania (CME) y España.
Fuente: datos de España elaborados por los autores; para Reino unido, Schnyder y Wilson (2014); para Alemania, Windolf (2014).
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LA RED CORPORATIVA ESPAÑOLA EN EL LARGO PLAzO . 9
Más interesante resulta la comparación del grado de centralidad (igura 2) y de la densidad (igura
3) entre las redes de España y de Francia, Italia y
Portugal. En primer lugar, se constata que la red
corporativa portuguesa aparentemente se parece
más a las de los países anglosajones que a las de
sus vecinos del sur de Europa. Pero su baja cohesión debe explicarse como resultado del estadio
de desarrollo del capitalismo portugués (un “capitalismo débil”), y no por la existencia de una legislación que defendiera la libre competencia, ni por
la fortaleza del mercado bursátil (Ferreira y Neves
2014). En segundo lugar, se aprecian trayectorias
similares de las redes española, francesa e italiana,
ejemplos de “capitalismo basado en redes”, aunque
con coyunturas diferenciadas. La red francesa sufrió una pérdida de cohesión como consecuencia
de la Segunda Guerra Mundial y de la ocupación
alemana, pero posteriormente se reconstruyó, con
la participación fundamental de las empresas públicas. La nacionalización de sectores como el energético, las comunicaciones y otros servicios, disminuyeron inicialmente la cohesión de la red, pero las
grandes compañías públicas se relacionaron entre
sí y con otras grandes empresas privadas a través
de consejeros comunes. Hasta los años noventa,
con las privatizaciones y la regulación del sector
inanciero, la red francesa no mostró convergencia con la tendencia global.12 François y Lemercier
(2014) han cuestionado, no obstante, que la red
corporativa de Francia esté determinada por la actuación del Estado, considerando, en cambio, que
detrás de sus luctuaciones se encuentra la lógica
del status: las empresas de alto status (deinido por
el capital, por la reputación de la compañía y de sus
consejeros, por la sede en París, y por la misma
posición en la red) se relacionan entre sí, pero lo
hacen pocas veces con las irmas de menor status.
Para François y Lemercier, esta lógica sería independiente de la condición pública o privada de la
empresa.
La trayectoria que más se asemeja a la de la
red española es la de la italiana. Su evolución, a
diferencia de la de las redes portuguesa y francesa, ha sido bien estudiada (Rinaldi y Vasta 2014;
2012; 2005; Vasta y Baccini 1997). En Italia, a finales del siglo XIX se desarrolló la banca universal, que se convirtió pronto en una pieza clave en
la financiación de la industrialización; posteriormente, el régimen de Mussolini creó en 1933 el
Istituto per la Ricostruzione Industriale (IRI). Tras
la derrota del fascismo en la Segunda Guerra
Mundial, el IRI no fue liquidado, sino que se convirtió en un eje de la economía italiana (Toninelli
y Vasta 2010). Las empresas públicas vinculadas
al Instituto fueron un elemento cohesionador de
la red, ya que propiciaron el intercambio de consejeros comunes entre ellas y con las grandes
empresas privadas, al menos hasta 1962. La desintegración de la red se aceleró a principios de
los años ochenta, pero no se debió a cambios en
el sector bancario, como sucedió en otras economías, sino a las transformaciones en la empresa
pública y a su desconexión de la empresa privada
(Rinaldi y Vasta 2014).
Figura 2.
Grado de centralidad (matrices dicotomizadas) de las redes corporativas de Reino Unido (LME), Alemania
(CME) y España.
Fuente: datos de España elaborados por los autores; para Francia, François y Lemercier (2014); Italia, Rinaldi y Vasta (2014); y
Portugal, Ferreira y Neves (2014).
RIS
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10 . JuAN A. RuBIO MONDéJAR Y JOSEAN GARRuéS IRuRzuN
Figura 3.
Densidad (matrices dicotomizadas) de las redes corporativas de Francia, Italia, Portugal y España.
Fuente: datos de España elaborados por los autores; para Francia, François y Lemercier (2014); Italia, Rinaldi y Vasta (2014); y
Portugal, Ferreira y Neves (2014).
Las semejanzas del caso español con el italiano
son mayores que con ningún otro país, como evidencian los indicadores. El proceso de formación y consolidación de la banca universal fue similar; la implicación de los bancos en la industrialización, sumada
en ambos países a las conexiones intrasectoriales
en el sector eléctrico, explicaría la elevada cohesión
de las redes corporativas a inales de los años veinte y principios de los años treinta. El INI surgió en
España con una clara inspiración en el IRI italiano y
tuvo, de cara a la estructura de la red, consecuencias
parecidas, si bien después del conlicto bélico europeo el instituto italiano perseguía objetivos diferentes
del franquista. Mientras que el IRI había sustituido
casi por completo a la banca como impulsor de la
industria en Italia (Rinaldi y Vasta 2014), en España
el INI no suplantó a la banca privada, que mantuvo
sus posiciones en los sectores industriales.13 Pero
las empresas públicas españolas, como las italianas
y las francesas, sí mantuvieron estrechas relaciones
mediante el intercambio de consejeros, entre sí y con
las grandes empresas privadas.
La presencia del Estado en la estructura corporativa española mediante las empresas públicas se
hizo visible, durante el periodo analizado, en 1948.
En 1941 se había creado RENFE, que absorbió la
mayor parte de las compañías ferroviarias privadas, alterando la coniguración de la red. Pero aún
más signiicativa fue la aparición de las “empresas
nacionales”, vinculadas al INI. El Instituto se fundó
también en 1941 y dio origen a la “tercera oleada”
de la formación de la gran empresa española, al fomentar la constitución de grandes sociedades estatales (Carreras 2003). En 1950, las 36 empresas del
RIS
grupo representaban el 7% del capital desembolsado de todas las sociedades mercantiles españolas,
y el capital desembolsado medio de sus empresas
multiplicaba por 16 el de la empresa media española.
En 1963, las 80 irmas del INI suponían el 20% del
capital desembolsado por todas las sociedades del
país, y el capital medio de sus compañías multiplicaba por 50 el de la empresa media (Comín y Martín
Aceña 2003). Estos datos indican la importancia de
las entidades públicas entre las grandes compañías
del país y, por tanto, en la red corporativa.
El número de empresas públicas en la red de las
200 mayores sociedades alcanzó la cifra máxima en
1960, con 35 irmas (igura 4). En los otros dos años
centrales, 1948 y 1970, también tuvieron un peso
considerable, siendo la centralidad media (el número
de relaciones de una empresa con otras compañías)
del sector público prácticamente la misma que la de
la red. Esto es consecuente con Carreras y Tafunell
(1993), que apuntan que el impacto de la empresa
estatal en la cúpula corporativa nacional alcanzó su
máximo desarrollo en 1960, y que en 1974 ya estaba en descenso. Después de 1970, el número de
sociedades estatales con consejeros comunes se redujo notablemente en 1991 (trece empresas) y más
aún en 2009 (solo cinco). Las privatizaciones —para
cumplir con los objetivos de déicit que exigía la entrada en la unión Europea o para impulsar la libre
competencia— estaban detrás de este descenso.
El grado de intermediación (la capacidad de una
empresa para conectar a otras dos) del sector público fue más elevado en los años de mayor desconcentración de la red. La explicación reside en el papel
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Figura 4.
Las empresas públicas en la red corporativa de 1960
Fuente: elaboración propia.
de las Cajas de Ahorros en 1991 y 2009, cumpliendo
la función de conectores que en los años centrales
del estudio ejercieron los bancos. Tan sólo el desproporcionado protagonismo de las Cajas ha hecho
que, en las últimas dos décadas, el sector público
no haya desaparecido en la estructura de relaciones
de la gran empresa española, aunque esté lejos de
la época de esplendor del INI y el desarrollismo industrial (igura 5) y, desde luego, no desempeñe el
papel de cohesionador de la red que, junto con la
banca, ejerció en aquel momento. Antes de la dictadura franquista apenas existió gran empresa pública;
después, el modelo español se ha ido aproximando
al de los países de su entorno, con menor peso del
sector estatal, si bien ha presentado la particularidad
de las Cajas de Ahorros (en la élite corporativa, fundamentalmente Caja Madrid y la Caixa).
Si, como se deiende en estas páginas, el análisis de la red corporativa es un elemento que permite
caracterizar a una economía entre las distintas variedades de capitalismo, el papel de las empresas
públicas en la red española apunta inequívocamente
a la modalidad de SME. En España, las compañías
estatales no solo han estado presentes en la red,
sino que han desempeñado un papel relevante como
cohesionadoras de la misma. Las similitudes de densidad y centralidad de otras SME, especialmente
Figura 5.
Las empresas públicas en la red corporativa de 2009
Fuente: Elaboración propia.
RIS
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12 . JuAN A. RuBIO MONDéJAR Y JOSEAN GARRuéS IRuRzuN
Italia y, en menor medida, Francia, son notables. La
intervención del Estado ha moldeado la red corporativa española como lo ha hecho en estos países,
mediante empresas públicas conectadas con las mayores sociedades —públicas o privadas— y a través
de la creación de monopolios estatales en determinados sectores (en España, Telefónica o RENFE; en
Francia e Italia, los sectores de las comunicaciones y
los transportes, la energía eléctrica, etc.).
Conclusiones
La inclusión de una economía en una variedad
de capitalismo es una tarea compleja, que requiere
analizar las distintas dimensiones que componen su
marco institucional. La literatura ha señalado, entre
estas dimensiones, la competencia en el mercado de
productos, las relaciones en el mercado laboral, el
sistema educativo, la protección social o la estructura de propiedad de las compañías. Además, algunos autores han apuntado que la forma en que las
grandes empresas se relacionan entre sí también es
una dimensión que debe considerarse. Las redes de
consejeros comunes entre las mayores sociedades
ofrecen una ventaja añadida, ya que permiten obtener una visión de largo plazo.
En este artículo se ha estudiado la red corporativa española desde 1917 hasta la actualidad. Los
indicadores de cohesión y centralidad, muy altos en
comparación con los países de su entorno (David y
Westerhuis 2014), caracterizan una red corporativa
de tipo elitista y una variedad de “capitalismo basado en redes” (Cárdenas 2014; 2012a; 2012b). En su
coniguración han sido determinantes dos actores.
Por un lado, la banca, tal y como habían defendido los
estudios clásicos de consejeros comunes (Roldán,
García Delgado y Muñoz 1973; Tamames 1977;
1961; Muñoz 1970; Velarde 1967). Por otro lado,
el Estado (Aguilera 2008; 1998). Rubio-Mondéjar y
Garrués-Irurzun (2016; 2012) han corroborado, con
el análisis de muestras homogéneas, la centralidad
de las entidades inancieras.
En las páginas precedentes se ha estudiado el
sector público en el interior de la red, evidenciando
su protagonismo. Antes de la Guerra Civil, la red corporativa aumentó su densidad y centralidad media, a
medida que se consolidaba el capitalismo nacional;
en este periodo, la banca ocupó las posiciones centrales de la red y, en torno a ella, se fueron formando los grupos empresariales. Hasta el franquismo
el sector público apenas estuvo representado en la
red. A partir de los años cuarenta se construyó un
importante grupo empresarial estatal, en torno al INI,
que compartió protagonismo con la banca en la articulación de la red corporativa. El Estado intervenía
en la economía no solo a través del marco regulatorio o la asignación de divisas, sino directamente a
través de grandes empresas públicas. Que la regulación de los sectores oligopolistas quedara en manos de las mayores empresas privadas (como en el
caso de la banca o la electricidad) y que la iniciativa
pública complementara, más que compitiera, con la
privada, no anula el papel coordinador del Estado.
Posteriormente, con la liberalización económica y el
proceso de integración en la economía global y en
Europa, sumados al proceso de privatización de las
empresas públicas y a la concentración del sector
inanciero en un número reducido de bancos, la red
corporativa ha perdido densidad y cohesión. A pesar
de esto, en la coniguración de la red aún se ha mantenido la inercia de la intervención estatal y, aunque
desde los años ochenta las empresas del INI han ido
perdiendo peso, otras compañías de carácter público, como las Cajas de Ahorros, han sido actores
Tabla III.
Las empresas públicas en la red corporativa
Indicador
1930
1948
1960
1970
1991
2009
A. Número de empresas
200
200
200
200
200
200
B. Empresas con consejeros comunes
169
172
183
176
135
127
C. N.º de empresas Públicas con consejeros
comunes
1
19
35
20
13
5
D. % sobre total de empresas con consejeros
comunes
0,6
11,0
19,9
11,4
9,6
3,9
E. Centralidad media de las empresas públicas
2,6
1,1
1,2
0,7
0,5
1,2
F. Centralidad media de las empresas
0,9
1,4
1,2
0,7
0,5
0,5
G. Empresas públicas entre las 20 más centrales
1
1
4
2
2
3
H. Intermediación media de las empresas públicas
6,2
1,2
1,0
1,8
2,5
2,8
I. Intermediación media de las empresas
0,7
0,8
0,7
1,1
1,6
1,6
J. Empresas públicas entre las 20 con más intermediación
1
2
7
3
2
2
Fuente: elaboración propia.
RIS
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centrales hasta el estallido de la gran recesión. La
importancia de las compañías estatales o públicas
en la evolución de la red, desde el in de la Guerra
Civil hasta la actualidad, releja la intervención estatal en el ámbito empresarial y evidencia la inclusión
de España entre las economías de mercado orientadas por el Estado (CME).
Las limitaciones de espacio no han permitido
abordar todas las posibilidades que ofrece el análisis de la red corporativa española en el largo plazo.
Por ejemplo, los indicadores de cohesión y centralidad apuntan –ya se ha dicho– a que la red española
es elitista, de acuerdo con la tipología de Cárdenas
(2014; 2012a; 2012b). Como este autor reconoce,
los Estados intervencionistas generan redes elitistas.
Otra característica interesante del caso español es
su relación con lo que se ha denominado “capitalismo
clientelar” o crony capitalism. La red corporativa, en
un país como España, con una estructura de la propiedad empresarial concentrada, es un buen relejo
de la red de accionistas. Si, a través de la propiedad,
un grupo reducido de personas o familias controla el
poder corporativo de un país y puede inluenciar sobre las decisiones de política económica en su propio beneicio, su organización económica se aseme-
ja a este “capitalismo clientelar”. Los dos rasgos, red
corporativa elitista y capitalismo clientelar, parecen
completar la imagen del sistema económico español
en el último siglo. Pero deberán ser examinados en
futuros trabajos.
Agradecimientos
Los autores quieren agradecer los comentarios que han recibido sobre versiones anteriores
de este texto a Paul Windolf, Michelangelo Vasta,
Alberto Rinaldi, Iago Santos, Xabier Arrizabalo y Luis
Chirosa. Del mismo modo, el texto ha sido enormemente enriquecido por las sugerencias de los evaluadores y editores de la Revista Internacional de
Sociología.
El trabajo ha contado con el apoyo de los proyectos del Ministerio de Economía y Competitividad
“El Sustento de la Humanidad y la Sostenibilidad
de su entorno: Cambios y Permanencias en los
Procesos Productivos (1930-2010)” (HAR201340760-R) y “El despliegue de la Energía Nuclear
en España en perspectiva internacional: economía, empresa y finanzas ca.1950-1985”
(HAR2014-53825-R).
Notas
Chandler (1990) realizó una división similar para explicar
la revolución organizativa que supuso el ascenso de los
directivos desde inales del siglo XIX: distinguía entre “capitalismo gerencial competitivo” (competitive managerial
capitalism), con los mismos rasgos que se identiican en
las LME, y del que el máximo exponente sería Estados
unidos; y “capitalismo gerencial cooperativo”, equivalente a las CMEs, representado por Alemania.
6.
Deben mencionarse también los trabajos de Baena
(1998; 2002), que identiicaban el círculo de poder español a través de las conexiones entre consejos de las mayores empresas y otras instancias de la administración
civil y militar.
7.
2.
En Bizberg (2014) se proponen alternativas para las variedades de capitalismo en América Latina, frente a un
modelo común, basado en la desigualad de riqueza que
le atribuyen Schneider y Soskice (2009).
Rodríguez, Cárdenas y Oltra (2006) realizaron un ejercicio similar, basado en redes de accionistas, para el año
2003.
8.
3.
La crítica no está exenta de razón. Sin embargo, el
neoinstitucionalismo tiene origen en la teoría económica
neoclásica, y las instituciones, deinidas por North (1990),
promueven u obstaculizan el crecimiento económico en
la medida que son capaces de reforzar o limitar el buen
funcionamiento del mercado.
Se han completado con otros anuarios, como el Anuario
Financiero y de Sociedades Anónimas de España, el
Anuario de Sociedades Anónimas de García Ceballos y
el Anuario Técnico e Industrial de España.
9.
Borgatti, Everett y Freeman (2002).
1.
4.
5.
Molina y Rhodes (2007) comparan España con Italia,
dos economías mixtas de mercado. Según los autores,
España estaría convergiendo a un ritmo mayor que Italia
hacia el modelo LME, pero algunos elementos, como el
sistema de negociación colectiva, la rígida regulación del
mercado laboral o el subdesarrollo del mercado de valores diicultan dicha convergencia.
Cárdenas (2014) ha propuesto una clasiicación que distingue una categoría especíica, “capitalismo basado en
las redes”, en la que incluye a España, Alemania, Italia
y Francia. Para este autor, se caracterizaría por una estructura inanciera basada en la banca, Estado intervencionista, nivel medio de internacionalización económica y
red corporativa elitista. Las otras variedades serían: capitalismo de mercado, intermedio, y nipón.
RIS
10. Las distintas fases del proceso de privatizaciones y sus
distintos objetivos pueden verse en Bel y Costas (2001).
11. La red española se ha construido con doscientas empresas, mientras que las de los otros países con los que
se compara incluyen un número variable. Dado que se
utilizan los indicadores normalizados, salvo la densidad
(afectada por el tamaño), las comparaciones son válidas,
y el interés de la comparación reside en la tendencia,
más signiicativa que los valores absolutos.
12. Windolf (2002) ha descrito una red formada por un centro
articulado en torno a las empresas públicas, los bancos y
algunas grandes empresas privadas; y por una periferia
en la que se encuentran compañías privadas aisladas.
13. Martín Aceña y Comín (1991) mantienen que la intervención del Estado franquista en la economía era inevitable,
dada la incapacidad de la iniciativa privada. San Román
(1999) y Gómez Mendoza (2000), en cambio, consideran
que el INI respondió a una decisión política más que a
una necesidad real.
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JUAN A. RUBIO MONDÉJAR es Doctor en Ciencias Económicas, licenciado en Historia y graduado en Ciencias Empresariales.
Actualmente es profesor en el Departamento de Teoría e Historia Económica de la universidad de Granada. Su investigación se ha centrado en la evolución de las economías regionales, la formación de sistemas empresariales y el análisis
de redes corporativas.
JOSEAN GARRUÉS IRURZUN es Doctor y licenciado en Historia. Actualmente es catedrático en el Departamento de Teoría
e Historia Económica de la universidad de Granada. Ha desarrollado investigaciones sobre regulación de la economía,
gran empresa española, evolución del sector eléctrico nacional, implantación de la energía nuclear y su relación con las
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