Facultad de Artes Liberales
CO
ONCIENCIA ANIMAL
Gabriela Rojo Silva
Magister en Artes Liberales
Profesores:
Sr. Alvaro Fischer
Sr. Marco Lardies
Fecha: 23 de junio de 2017
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CONCIENCIA ANIMAL
Introducción
En los últimos años la humanidad ha ido tomando lentamente conciencia respecto de
los animales como seres sintientes, ya que su capacidad de sentir y expresarse los hace más
cercanos a nosotros. Se habla de derechos animales, muchos han formado grupos de
protección y rescate a animales, y mucha gente además ha cambiado su forma de pensar y
vivir no sólo por los nuevos descubrimientos al respecto, sino por la nueva perspectiva de
vida que les ha dado la experiencia de convivir con ellos.
Es de Charles Darwin el mérito de llamar nuestra atención respecto a nuestro origen
común con los animales, específicamente los primates, haciéndonos conscientes de nuestro
parentesco. Esto despertó curiosidad, en algunos casos rechazo, pero muy improbablemente
indiferencia. Y así como vimos la semejanza física con chimpancés, gorilas y orangutanes,
empezamos a preguntarnos si nuestras mentes funcionaban también de una manera parecida.
Luego nos preguntamos qué sucedía con los otros animales.
El siglo XX vio el nacimiento de estudios respecto a la conciencia animal, su existencia
y profundidad. Estos estudios han arrojado resultados tales que nos estamos replanteando
como humanidad el lugar que deben tener los animales a nuestro lado.
En este trabajo analizaremos brevemente la postura de Darwin al respecto y la
compararemos con los descubrimientos y las opiniones de los científicos modernos.
El aporte inicial de Darwin
A mediados del siglo XIX el naturalista británico Charles Darwin publicó “El Origen
de las Especies”, libro que donde postulaba, a partir de años de detallada observación y
deducción, que el reino animal tal como lo conocemos (incluyendo al hombre) procede de
una serie de seres vivos muy antiguos y diferentes, los cuales se fueron modificando
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CONCIENCIA ANIMAL
morfológica y conductualmente con el tiempo hasta lo que podemos observar hoy. Darwin
planteó así la llamada Teoría de la Evolución por Selección Natural, según la cual las
diferenciaciones se fueron produciendo por cambios azarosos en los códigos genéticos de los
animales, transmitiéndose éstos de una generación a otra a través de los ejemplares que
resultaban más aptos o capacitados para la sobrevivencia y reproducción generando así
nuevos miembros de dicha especie. Podemos decir que estos ejemplares fueron
“seleccionados” para su perpetuación, ya que aquellos menos aptos no sobrevivieron y/o no
fueron capaces de reproducirse exitosamente, extinguiéndose así su línea genealógica con
todas las características genéticas que poseía.
Respecto de lo que se refiere directamente al hombre, la teoría de Darwin nos indica
que “los grandes simios (chimpancés, bonobos, gorilas y orangutanes) guardan una estrecha
relación de parentesco con nosotros” (Alonso 2013a: 92). Este parentesco, de origen
genético, muestra similitudes morfológicas y conductuales (por ejemplo en cuanto a la
sociabilidad).
Estas semejanzas nos hacen preguntarnos qué tanto compartimos con ellos a nivel de
conciencia. ¿Piensan, sienten, deducen los grandes simios cono lo hacemos nosotros? E
incluso podemos ampliar esta cuestión a todos los animales en general: ¿Tienen conciencia
los animales? ¿Cómo varía ésta entre las distintas especies?
El mismo Charles Darwin exploró este tema en su libro La Expresión de las Emociones
(en el Hombre y en los Animales) del año 1872. Darwin dedica dos capítulos completos a las
expresiones emotivas en algunos animales indicando así la existencia de un grado suficiente
de conciencia que les permite sentir y mostrar los efectos de esos sentimientos:
Todo acto, cualquier que sea su naturaleza, que acompaña constantemente un estado
determinado del espíritu, se hace expresivo en seguida. Es, por ejemplo, la agitación de
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CONCIENCIA ANIMAL
la cola en el perro… Hasta los insectos expresan la cólera, el terror, los celos,
valiéndose de su zumbido. (Darwin: 398)
Respecto de estos actos, Darwin señala, refiriéndose tanto al hombre como a los
animales, que estos actos han sido transmitidos por herencia a lo largo de muchas
generaciones (Darwin: 399). Darwin relata ejemplos de expresiones de erizamiento del pelo
en caso de amenaza, expresiones vocales de furia, dolor, terror, alegría y placer, aumento o
disminución del tamaño corporal en caso de encontrarse con un enemigo, entre otros. Son
muchos y muy diversos los ejemplos que podemos encontrar respecto de los animales, pero
lo que sí nos deja claro Darwin es que la mayoría de los animales expresan lo que están
experimentando y que ese mecanismo de expresión es de origen hereditario y evolutivo. Al
respecto indica Darwin al mencionar los mecanismos de expresión en la lucha entre dos
machos animales:
No se olvide tampoco el papel que ha debido desempeñar la variación y la selección
natural: los machos que han conseguido darse la apariencia más imponente ante sus
rivales o enemigos, han dejado por término medio mayor número de descendientes,
herederos de sus cualidades características, antiguas o recientemente adquiridas.
(Darwin: 131).
La visión actual sobre la conciencia en los animales
Comencemos por buscar una definición de conciencia o inteligencia en los animales no
humanos. Se puede definir la inteligencia - en base a tres variables - como “una capacidad de
los animales para adaptarse a su nicho ecológico, o también como una habilidad para
aprender. No obstante, la característica más notable de la inteligencia es, ante todo, la
capacidad de procesar información” (Campos 2004: 102). Si tenemos en mente a Darwin,
podemos entender como “adaptación al nicho ecológico” la capacidad de sobrevivir y
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CONCIENCIA ANIMAL
reproducirse exitosamente en éste. Evidentemente cada especie desarrollará distintas
capacidades y habilidades según los desafíos que le presente su particular nicho ecológico,
con lo que podemos deducir sin gran error que las variables que definen la inteligencia
animal son muchas y muy distintas pero siempre de origen evolutivo.
En el caso de los animales que viven en sociedad se presentan desafíos adicionales
como por ejemplo, rituales de apareamiento, comportamiento, actitudes altruistas o señales de
tipo jerárquico, situaciones de competencia o de cooperación, etc., lo que no sólo exige
adaptación al nicho “natural” sino también a su mundo social. Esto, de acuerdo a la
definición indicada anteriormente, implica un mayor desarrollo de la conciencia en estos
animales ya que deben procesar una mayor cantidad de información que es también de
superior complejidad.
Además de la adaptabilidad (al nicho ecológico) como elemento de la inteligencia
animal, tenemos otras dos componentes mencionadas: la capacidad de aprendizaje y el
procesamiento de la información (Campos 2004: 105-109). La capacidad de aprendizaje se
puede entender como “la velocidad con la que formamos nuevos comportamientos” que
además “provocará cambios en la conducta como resultado del organismo con su medio”
(Campos 2004: 106). También está relacionada con la “memoria para recordar lo aprendido,
[y la] capacidad de razonamiento para resolver problemas” (Campos, 2004: 107). Sin
embargo, el animal trae también en sus genes información propia de su especie (de origen
evolutivo) que le permitirá complementar los datos obtenidos in situ antes de tomar una
decisión ante un estímulo (Campos 2004: 108).
Respecto del procesamiento de la información, todos los seres vivos están rodeados de
datos todo el tiempo (luz, temperatura, presencia o ausencia de comida y/o depredadores,
etc.). Lo que hace a un animal inteligente es su capacidad de procesar estos datos y
transformarlos en información que le sea relevante para tomar una acción en ese momento y
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en ese lugar. Este procesamiento de datos pasa por cuatro etapas para las que el animal debe
estar preparado (Campos 2004: 108-109): recepción sensorial (tener sus órganos habilitados
para captar correctamente los datos), atención selectiva (elegir los datos relevantes, lo que
puede ser en forma consciente o automática), almacenamiento de la información (donde se
registra los datos relevantes en forma independiente o bien se relaciona con otra información
previa relacionada) y recuperación de la información (donde se rescata lo que es útil al
animal en ese momento). Los animales poseen además instintos y reflejos innatos, los cuales
se unen al aprendizaje y el procesamiento de la información (Campos, 2004: 109).
Inicialmente se pensó que la capacidad cognitiva en todos los seres vivos animales era
proporcional al tamaño del cerebro hasta que se descubrió que los neandertales (antepasados
del ser humano actual) habían tenido un cerebro más grande que el humano de hoy sin haber
dejado señales de una mayor inteligencia (Alonso 2013a: 92). De la misma manera se ha
descubierto que animales de cerebro pequeño como las hienas y algunos murciélagos viven
en sociedades altamente complejas (Alonso 2013b: 95), lo que requiere para ellos más
inteligencia (adaptación, aprendizaje, procesamiento de información).
Desde el punto de vista fisiológico, Constantin von Economo descubrió en 1929 las
neuronas que llevan su nombre, las cuales cumplirían un rol en la “cognición social
(confianza, empatía, sentimientos de culpa y sentimientos de vergüenza)” (Alonso 2013a:
92). Este tipo de neuronas se encuentran – con las esperadas diferencias - en el hombre, en
los grandes simios, en ballenas, delfines y elefantes, ente otros animales.
Existen numerosos estudios sobre la inteligencia en los animales, de los cuales muchos
han sido hechos en primates. Se ha reportado, por ejemplo, que algunos de ellos son capaces
de superar pruebas de razonamiento analógico (Campos 2004: 113), e incluso otros son
capaces de auto-reconocerse al espejo y sentir empatía por otros ejemplares de su especie
percibiendo su estado mental (Campos 2004: 114).
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Los estudios que se han venido haciendo desde la segunda mitad del siglo pasado nos
han enseñado mucho de los animales demostrando, por ejemplo, que “los primates han
alcanzado unas relaciones sociales insólitamente complejas, así como unas habilidades
cognitivas refinadas cuyos mecanismos vamos conociendo estudio tras estudio (Alonso
2013b: 94). Asimismo se ha podido poner “de manifiesto que ciertas especies piensan y
reaccionan de manera mucho más parecida a los humanos de los que se venía admitiendo”
(Alonso 2013b: 94).
Muchos estudios científicos han apuntado a descubrir desde un punto de vista
fisiológico el origen o la zona de residencia de la conciencia en el cerebro. Se ha indicado la
importancia de la zona neocortical así como también el sistema talamocortical. Se acepta que
algunas zonas son más importantes que otras para este efecto. (Mashour y Alkire 2013:
10357). Investigaciones relacionadas permiten concluir que incluso mamíferos tempranos y
aves que poseen una estructura de conexión neocortical experimentan fenómenos de
conciencia (Mashour y Alkire 2013:10363)
En el año 2012 fue publicada la Declaración de Cambridge como principal resultado de
la Conferencia Francis Crick Memorial sobre la Conciencia, celebrado en dicha ciudad del
Reino Unido. Fue firmada por grandes y reconocidos científicos en presencia del Stephen
Hawking quien dio su apoyo a las conclusiones allí vertidas.
Los principales puntos que podemos destacar de esta Declaración son los siguientes:
(1) El desarrollo científico ha permitido la creación de pruebas que permiten examinar –
con algunas restricciones – evidencias de la existencia de conciencia en los animales no
humanos.
(2) La estimulación en ciertas regiones del cerebro que provocan respuestas emocionales y
ciertas en el ser humano provocan resultados correspondientes en los animales no
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humanos. Incluso se ha rastreado esa característica hasta invertebrados como los
insectos y los moluscos cefalópodos.
(3) Se ha descubierto asimismo similitudes en patrones cerebrales entre aves y mamíferos.
(4) Por efectos de la evolución, humanos y no humanos comparten sentimientos
emocionales que residen en la misma zona cerebral, algunos de carácter primario.
La Declaración finaliza con un párrafo que resume todos estos hallazgos:
La ausencia de un neocórtex no parece impedir que un organismo experimente estados
afectivos. Evidencia convergente indica que los animales no humanos poseen los
substratos neuroanatómicos, neuroquímicos y neurofisiológicos de estados conscientes,
así como la capacidad de exhibir comportamientos deliberados. Por consiguiente, el
peso de la evidencia indica que los seres humanos no son los únicos que poseen los
sustratos neurológicos necesarios para generar conciencia. Animales no humanos,
incluyendo todos los mamíferos y pájaros, y muchas otras criaturas, incluyendo los
pulpos, también poseen estos sustratos neurológicos. (Declaración de Cambridge 2012)
Conclusiones
¿Pudo tener la conciencia o la inteligencia en los animales un papel clave en la
evolución? Por cierto que sí, ya que la capacidad cognitiva puede ayudar a un animal a
sobrevivir permitiéndole, por ejemplo, percibir señales positivas (la presencia y/o cercanía de
alimento) o bien negativas (la presencia y/o cercanía de un depredador). Asimismo le puede
dar señales respecto a la disposición de un ejemplar de su especie para el apareamiento,
incrementando así su tasa reproductiva. Un animal sin estas ventajas tiene claramente menos
probabilidad de sobrevivir y/o de reproducirse, con lo que por selección natural
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permanecerán los descendientes del animal más apto y se extinguirá la genealogía del menos
capacitado.
La experiencia científica acumulada hasta el momento ha demostrado que Darwin
estaba en lo correcto al plantear que los animales sienten y pueden expresar (con distintas
variaciones) sus sentimientos. Asimismo, las pruebas científicas confirman la teoría de la
evolución por selección natural como mecanismo de desarrollo de la conciencia en animales.
Desde el punto de vista de la experiencia, toda persona que ha convivido lo suficiente
con algún animal no debe extrañarse ante las conclusiones que tan bien resume la
Declaración de Cambridge. Tal como Darwin dice en su libro sobre las emociones, es
reconocible el afecto que siente un perro por quien es su amo, llegando incluso a percibir la
pena, preocupación o el mal estado de salud de éste. Dueños de gatos han indicado
exactamente lo mismo. Incluso se ha reportando roedores domésticos como cuyes y hamsters
que demuestran conciencia al indicar que quieren comida, que están contentos porque les han
limpiado su jaula o que les gusta alguna gente pero otras personas no.
Las implicancias del reconocimiento de la conciencia en los animales no humanos son
principalmente de índole ético dado el uso (y abuso) que hacemos de ellos. Esto genera
además un gran debate entre quienes consideran que los animales deben ocupar un lugar al
lado del ser humano en cuanto seres sintientes versus quienes consideran que la posición
antropocéntrica es la correcta dada la gran distancia racional entre animales y humanos.
Respecto de esto último debemos preguntarnos cómo podemos saber qué piensan los
animales si todas las pruebas que utilizamos son de origen antropocéntrico, diseñados para
que los humanos sean quienes puedan deducir los resultados. Creemos que los animales no
piensan porque no hablan como nosotros… ¿y si existiese otro tipo de comunicación no
hablada? Podrían ser señales auditivas que nosotros no captamos (como los murciélagos, por
ejemplo) u olores que nuestro olfato no percibe o cualquier otro mecanismo que no
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corresponde a los parámetros comunes que manejamos los humanos. No es posible saber
cómo piensa un gato si no nos volvemos gatos. Quizás los perros o los caballos o las
lagartijas se comunican entre sí por un medio inimaginable que no tenemos por el momento
cómo descubrir. Al respecto hay muchas teorías que no podemos demostrar que sean ciertas,
como tampoco su falsedad.
Como humanidad estamos recién entrando en nuevos paradigmas respecto a quienes
nos acompañan en este mundo. ¿Hasta dónde nos sirven nuestros conceptos, arquetipos,
definiciones o parámetros antropocéntricos para conocer en verdadera profundidad lo que no
es anthropos? Queda tanto por descubrir.
Bibliografía
Alonso, Luis (2013a) Cognición animal. La cultura de los chimpancés. Mente y Cerebro 60.
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comparada. Mente y Cerebro 60.
Campos, J.J. (2004) La evolución de la inteligencia. En Miscelánea en homenaje a Emiliano
Aguirre. Vol. III Paleoantropología. Eds. E: Baquedano, S. Rubio Jara pp. 102-119.
Darwin, C (s.f.) La expresión de las emociones (en el hombre y los animales). Buenos Aires:
Editorial Intermuni. Recuperado de http://fondosdigitales.us.es/fondos/libros/3247/17/laexpresion-de-las-emociones-en-el-hombre-y-en-los-animales/
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http://www.mvd.sld.cu/noticias/noticias%20cient%EDficas-scccv/Declaraci%F3n%20de%20CAMBRIDGE%20sobre%20la%20conciencia%20animal.pdf
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Mashour, G. Alkire, M. (2013) Evolution of consciousness: Phylogeny, ontogeny, and
emergence from general anesthesia. En PNAS, June 18, 2013, Vol. 110, Suppl. 2 pp. 1035710364. www.pnas.org/cgi/doi/10.1073/pnas.1301188110