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LOS 40 AÑOS DE LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA Y ADOLFO SUÁREZ, EL PRESIDENTE INESPERADO. Adolfo Suárez pegado a Fernando Belaunde Terry durante la toma de mando del 28 de julio de 1980. Me permito hacer una pequeña semblanza de la impronta política y jurídica de alguien quien falleció hace más de cuatro años, pero que dejó huella y estela democráticas entre sus colegas y naciones hispanoamericanas. Me refiero Adolfo Suárez, quien fuera el timonel de la Transición Española y verdadero paladín de la democracia y los valores republicanos en una España cuya viabilidad como monarquía constitucional y como país después de la muerte de Franco estaba en entredicho y constante alejamiento ideológico. Fue el primer presidente de la democracia en España y murió en Madrid a los 81 años de edad, después de haber vivido sus últimos años, algunos incluso hablan de autoexilio político, alejado de la vida pública debido a una demencia senil y una especie de amnesia selectiva de aquellos grupos y partidos que lo encumbraron en el poder y que no fueron del todo gratos con su persona. Obligado a dimitir como presidente del Gobierno acosado por las críticas y el desencanto de sus partidarios cuando vieron que no iba a transar las libertades civiles y políticas por las económicas, tuvo el penoso deber de bajarse de un carro en el cual él le había echado la gasolina para que comience a andar. Hombre de derecho formado en Salamanca con intereses en la labor periodística y el fomento de instituciones culturales, aún en cargos desempeñados en el régimen dictatorial, siempre lo hizo con la convicción de dar conocimientos y alegría a un pueblo sediento de tranquilidad, libertades y felicidad. El Rey Juan Carlos I de Borbón visitando a Suárez ya enfermo de Alzheimer. Su nombramiento como presidente, el 3 de julio de 1976, cuando era prácticamente un desconocido para la mayoría de los españoles, generó dudas y muchas críticas. Para los sectores conservadores, el elegido era demasiado joven e inexperto; para la oposición, demasiado vinculado al anterior régimen, cuando en realidad colaboró para hacer más humano la inhumanidad de una dictadura, con la cual siempre manifestó distancias, y que, a pesar de ello, lo mantuvieron en su cargo. Sin embargo, Adolfo Suárez, con las armas del diálogo y el consenso, supo reunir a un grupo de políticos de su generación, desde antiguos falangistas hasta socialdemócratas, y desmantelar el régimen franquista. Sus primeros 11 meses de gobierno estuvieron marcados por la Ley para la Reforma Política, que, al ser aprobada en noviembre de 1976, supuso el 'suicidio político' de las Cortes franquistas. La respuesta posterior de los españoles en referéndum popular fue contundente: el 94,1% dijo sí. Su decisión de nombrar al teniente Gutiérrez Mellado vicepresidente del Gobierno fue también clave para controlar a las altas esferas militares y disipar el peligro golpista del Ejército. No obstante, el proceso de reformas también se veía amenazado por la violencia de los grupos terroristas nacionalistas como ETA o de extrema izquierda como el GRAPO. El año clave fue 1977, el 9 de abril de 1977, Sábado Santo, se produjo uno de los hitos de su vida personal y carrera política: legalizó el Partido Comunista de España, con Santiago Carrillo al frente. Una decisión que le granjeó las críticas del Ejército y de los sectores más conservadores. Cuando fue elegido el 15 de junio por los ciudadanos como presidente del Gobierno en las primeras elecciones generales que celebraba España desde 1936, al frente de la Unión de Centro Democrático (UCD), que aglutinaba a los aperturistas del franquismo con algunos elementos democráticos de la antigua oposición democrática, fue el artífice de una verdadera reconciliación, pero sin perdón u olvido de los crímenes del Franquismo. Eso nunca se lo perdonaron. Se opuso a las amnistías y todo intento de inmunidades para militares y para delincuentes políticos de la oposición. Muchos veían como sacarlo de escena, pues no iba a acordar con todos los que lo eligieron. La democracia representativa puede darse el lujo o licencia de presentar esa excepción. LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOÑA DE 1978 Adolfo Suárez Ideó junto con José Pedro Pérez Llorca aquellos capítulos de la Carta Magna que por su delicadeza deberían ser lo suficientemente amplios para su acatamiento general, sin generar resquemores o resentimientos, por ejemplo, la libertad de cultos, religiosa, la de reunión y asociación y los consagrados para las Comunidades autonómicas y las libertades sexuales y las funciones del Tribunal Constitucional. Terminó por granjearse enemigos en el Clero, la banca, los militares y los asesores del Rey, que aunque era su amigo, dejó de ser poco a poco su aliado. Su manija y su astucia hicieron que consagraran en la Constitución de 1978 que la soberanía es atributo y garantía del pueblo español, por encima de la Monarquía y del Poder Legislativo. Adolfo Suárez bajando de su escaño para increpar la irrupción de los golpistas liderados por Tejero. Tras las elecciones, los dos grandes desafíos de Suárez se situaban entonces en redactar la Constitución y enfrentarse al terrorismo de ETA y al peligro golpista. Las Cortes resultado de las elecciones del 77 aprobaron la Carta Magna, que el pueblo español refrendó el 6 de diciembre de 1978.El 3 de marzo de 1979, Adolfo Suárez ganaba por segunda vez unas elecciones generales y comenzaba así su tercer y último mandato como presidente del Gobierno, que estaría marcado por las críticas y por el ascenso de la izquierda, que se hizo con los principales ayuntamientos del país tras los primeros comicios municipales, en el mes de abril de ese año. Finalmente, el 29 de enero de 1981 Adolfo Suárez presentó su dimisión, casi cinco años después de ser nombrado presidente del Gobierno por el Rey, con el que, decían, había perdido sintonía. Ese mismo año, el monarca le concedió el título de Duque de Suárez por su papel en la Transición. Pero 24 días después se dio un fallido intento de golpe de Estado del 23 de febrero, también conocido como 23F, perpetrado fundamentalmente por algunos mandos militares, cuyo episodio más conocido fue el asalto al Congreso de los Diputados por un numeroso grupo de guardias civiles a cuyo mando se encontraba el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero, durante la sesión de votación para la investidura del candidato a la Presidencia del Gobierno, Leopoldo Calvo-Sotelo, de la UCD del mismo Suárez. Contaría después el relator del Congreso, que estando apresado Suárez en uno de las oficinas contiguas al estrado del pleno, Tejero le increpó que se arrodillara y se callara la boca y que desde ese momento dejaba de ser Presidente de los Españoles por orden del General Milán que estaba incontenible ya con tanques en la calle y éste le increpaba su sumisión al Rey Juan Carlos. Suárez le increpó que bajara su arma, se largara de allí y que éste (Tejero) no tenía ni el apoyo o legitimidad de los españoles que ahora detentan la soberanía, y que como Presidente le obligaba a deponer las armas. Sin duda alguna, una valentía a prueba de balas. En la memoria histórica de la España contemporánea corren como un rollo de película las imágenes de esa irrupción del teniente coronel Antonio Tejero, mientras el Congreso se disponía a votar el nombramiento de Leopoldo Calvo Sotelo como presidente del Gobierno. Suárez fue el único quien, junto al entonces secretario general del Partido Comunista de España Santiago Carrillo, permaneció en su escaño sin esconderse e inmutarse. Su imagen, primero enfrentándose cara a cara a los golpistas armados y después sentado impertérrito mientras el resto de diputados se echaban al suelo, será una de las que acompañen para siempre la memoria del ex presidente. Además de la valentía del General Gutiérrez Mellado quien como Suárez se resistieron, peligrando sus vidas, a bajar la cabeza ante la prepotencia de un militar derrotado por los nuevos aires de España. En 1996, recibió el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, por su importante contribución a la Transición española. Su trayectoria política le ha valido otras condecoraciones como la Gran Cruz del Mérito Civil, la Gran Cruz de Isabel La Católica, la Gran Cruz de la Orden de la Libertad de Portugal o el collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro. Adolfo Suárez recibiendo de los Reyes el Premio Príncipe de Asturias 15 años después de dejar el cargo. En 2012 fue hospitalizado por una baja tensión, mientras que en diciembre del mismo año fue ingresado por una infección respiratoria y para realizarle un chequeo. El último ingreso fue 17 de marzo del 2014 del cual nunca salió, sólo hasta cuando su cuerpo inerte, pocos días después, recibiera los honores de Jefe de Gobierno y el aplauso con agradecimiento no sólo de los españoles sino de todos aquellos que admirábamos su decencia como político, jurista y académico, y su unicidad moral como un hombre de Estado que nunca bajó la cabeza ante la prepotencia de golpistas ni a los intereses particulares de pseudodemócratas que le recomendaron acordar con aquellos personajes contra los cuales él había luchado hacía varios años atrás, ya sea, aquellos vestidos de saco y corbata, quepí o pasamontañas. Para él, conversar no era pactar. Al final de sus días se quedó sin amigos, partidarios leales o seguidores porque cumplió y ejecutó la única consigna partidaria: LA DECENCIA Y HONOR PERSONAL. Por eso duró lamentablemente tan poco en el gobierno y al lado de un rey que juró respetar la Constitución solo luego de guardarle lealtad a la “figura de Franco”. No obstante, perdurará su legado y valía como alguien que incluso tuvo que poner en paréntesis sus amistades reales e intereses personales para dar lo mejor al pueblo que lo eligió. España y muchos de nosotros le debemos mucho a él. Como decía Facundo Cabral citando al español Manuel Machado: "Hasta que el pueblo las canta, las coplas, coplas no son, y cuando las canta el pueblo, ya nadie sabe el autor. Procura tú que tus coplas vayan al pueblo a parar, aunque dejen de ser tuyas para ser de los demás. Que, al volcar el corazón en el alma popular, lo que se pierde de fama se gana de eternidad." Hasta siempre don Adolfo, ilustre español visitante del Perú. Francis Figueroa Lozano Lima, 21 de Noviembre de 2018