J. G. Martínez: Sociedades prehispánicas de la Puna argentina
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Sociedades prehispánicas de la Puna
argentina: desde el poblamiento temprano
hasta los inicios de la producción pastoril
y agrícola
Martínez, Jorge Gabriel
Instituto Superior de Estudios Sociales – CONICET, Instituto de Arqueología y Museo, UNT. Saavedra
429, (4000) S. M. de Tucumán, Argentina. Email: jormar tin1969@yahoo.com.ar
ä Resumen — El noroeste de Argentina ha sido históricamente una de las áreas más
intensamente investigadas desde el punto de vista de la arqueología prehispánica de nuestro
país, contando con trabajos científicos en este campo desde fines del siglo XIX. Actualmente
existe un gran corpus de información en base a numerosas investigaciones desarrolladas especialmente en las últimas décadas, las cuales permiten afirmar que las primeras ocupaciones
humanas se remontan a casi 11.000 años atrás. Si bien la Puna representa sólo un tercio de
la superficie total del noroeste de Argentina (incluyendo los sectores altoandinos), hasta ahora
es la ecorregión que concentra casi todas las evidencias prehispánicas correspondientes al
rango 11.000-3.000 años atrás. Se presenta en este capítulo una síntesis de los aspectos
más relevantes acerca de la larga secuencia de ocupaciones humanas ocurridas en la Puna
argentina, la cual se inicia a fines del Pleistoceno por parte de grupos que basaron su subsistencia en la caza de animales silvestres y en la recolección de diversos tipos de vegetales.
Se considera aquí el desarrollo cultural desde el poblamiento inicial hasta el momento en el
cual las sociedades cazadoras-recolectoras empiezan a experimentar e incorporar prácticas
tendientes a la producción pastoril y agrícola hace unos 4.000 años atrás.
Palabras clave: arqueología, proyectiles, cazadores-recolectores, transición Pleistoceno/
Holoceno, camélidos, fauna extinta.
ä Abstract — “Prehispanic societies of the Argentine Puna: from the early settlement to
the beginnings of pastoralist and agricultural production”. The northwest of Argentina has
historically been one of the most intensely researched areas from the point of view of prehispanic archaeology, with scientific work in this topic since the late 19 th century. We currently
have a large corpus of information based on numerous studies developed especially in the last
decades, which allow us to affirm that the first human occupations go back almost 11,000
years. Although the Puna represents only a third of the total area of northwest Argentina,
until now it has been the ecoregion that concentrates almost all the prehispanic evidence
for the period 11,000-3,000 years ago. In this chapter we present an updated summary of
the most relevant aspects about the long sequence of human occupations occurring in the
Argentine Puna, which began in the late Pleistocene with groups that based their subsistence
on wild animal hunting and gathering of various types of plants. This cultural process will
be considered here until the time when hunter-gatherer societies began to experiment and
incorporate pastoralist and agricultural production practices ca. 4,000 years ago.
Keywords: Archaeology, projectile, hunter-gatherers, Pleistocene-Holocene transition, camelids, extinct fauna.
PA N O R A M A G E N E R A L D E L A S
INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS
EN LA PUNA ARGENTINA
Desde las primeras incursiones arqueológicas a fines del siglo XIX mucho es lo que se
ha avanzado en el conocimiento del pasado
prehispánico de la Puna y del noroeste de
Argentina (NOA) en general. Diversos equipos de investigación trabajan activamente en
casi toda su extensión, brindando un panorama cada vez más completo de las múltiples
dimensiones del modo de vida de cientos de
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Serie Conservación de la Naturaleza 24: La Puna argentina: naturaleza y cultura (2018)
generaciones que habitaron este particular
espacio geográfico de altura.
Se presenta en este capítulo una síntesis
actualizada e integrada de los principales
tópicos que configuraron esta larga secuencia de ocupaciones humanas desde fines del
Pleistoceno. Restos zooarqueológicos, arqueobotánicos, artefactos líticos y enterratorios
entre otras líneas de evidencia, confirman
que los primeros grupos cazadores-recolectores empezaron a habitar esta área hace
casi 11.000 años (Aschero y Podestá, 1986;
Fernández Distel, 1986; Kulemeyer et al.,
1999; Hernández Llosas, 2000; Martínez et
al., 2010; Muscio y López, 2011; Angiorama
y Del Bel, 2013; Martínez, 2014a).
A partir de la década del 80 las investigaciones arqueológicas en la Puna argentina
se intensificaron notablemente, abordando
además el estudio del entorno paleoambiental, de los distintos modos de subsistencia y
tecnologías asociadas, y sobre todo de los
procesos de cambio desde un esquema de
caza y recolección, hacia el establecimiento
pleno de economías de producción pastoril y
agrícola. La caza y recolección dominaron las
estrategias de subsistencia durante la mayor
parte de la historia humana en la Puna, hasta
que el pastoreo y la agricultura, como modos
de producción de alimentos, comenzaran a
adquirir gradualmente mayor importancia
hace unos 4.000 años atrás. No obstante,
el pastoreo de llamas y la agricultura como
prácticas productivas centrales en el NOA,
cristalizaron en las primeras aldeas sedentarias recién hace unos 2.500 años atrás. Debe
aclararse que la caza y la recolección como
prácticas de subsistencia se mantuvieron con
plena vigencia aún en el seno de las sociedades agropastoriles establecidas plenamente
hacia los inicios de la Era Cristiana.
VA R I A B I L I D A D A M B I E N TA L A C T U A L
Y SUBDIVISIONES EN LA PUNA
ARGENTINA
Desde el punto de vista geológico, la Puna
argentina comprende un extenso territorio
conformado por planicies, mesetas, volcanes
y valles sedimentarios separados por nume-
rosas cadenas montañosas, con cotas altitudinales superiores a los 3.000 msnm (Hongh
et al., en este volumen). Un aspecto clave y
muy limitante para las ocupaciones humanas
actuales y pasadas es la gran escasez general
de recursos hídricos. Lagunas, ríos y vegas son
poco frecuentes, generando un ambiente muy
fragmentado y espacialmente heterogéneo en
cuanto a flora y fauna (Izquierdo et al., en
este volumen). Si bien la productividad primaria es baja en toda la Puna, no se trata de
un ambiente homogéneo y desde el punto de
vista ecológico-ambiental, la Puna argentina
posee de norte a sur un marcado gradiente
decreciente de humedad, lo cual determina
tres grandes zonas dentro su extensión. La
Puna norte o Puna seca, la Puna intermedia y
la Puna sur o Puna salada (Santoro y Núñez,
1987). Cada una de estas subdivisiones de
algún modo se correlaciona con particularidades en cuanto a la modalidad de las ocupaciones prehispánicas, y también con las
trayectorias de investigaciones arqueológicas
desarrolladas en cada área. La distribución
aleatoria de los recursos en el ámbito puneño, por su propia naturaleza genera sectores
acotados dentro del territorio, los cuales son
definidos como zonas de concentración de nutrientes (ZCN; sensu Yacobaccio, 1991, 1994).
Este concepto refiere a aquellos sectores del
espacio en donde existe una mayor oferta
de recursos para la explotación por parte de
grupos cazadores-recolectores. Esto se materializa en la circunscripción de una mayor
diversidad y densidad de recursos básicos de
subsistencia como agua, fauna, leña y por un
alto grado de protección contra los factores
atmosféricos (i.e., cuevas y aleros rocosos).
Consecuentemente estos espacios brindaron
ciertas ventajas a los grupos cazadores y ocurren con frecuencia en el entorno de vegas o
humedales, ya que concentran agua y pasturas requeridas por las tropillas de camélidos,
configurándose así como verdaderos «cotos
de caza». Por lo tanto, los sitios arqueológicos
siempre estuvieron ubicados en las proximidades de estas ZCN, aunque algunas ya no
existan en el presente (e.g., paleovegas; Martínez, 2005).
J. G. Martínez: Sociedades prehispánicas de la Puna argentina
E S C E N A R I O PA L E O A M B I E N TA L D E S D E
EL PLEISTOCENO FINAL-HOLOCENO
TA R D Í O ( C a . 1 0 . 0 0 0 - 3 . 5 0 0 A P )
El Holoceno se inicia —por una convención internacional— hace 10.000 años antes
del presente (AP), medidos en años radiocarbónicos (Farrand, 1990). Este límite cronológico sin embargo, se corresponde con una
alta variabilidad en términos ambientales
y se enmarca en lo que se conoce como la
«transición Pleistoceno/Holoceno», lapso en
el cual se inicia la dispersión humana en el
noroeste de Argentina y el norte de Chile. La
Puna argentina en su conjunto contaba con
características ecoambientales marcadamente
distintas a las actuales, principalmente por tener una mayor humedad efectiva (Markgraf,
1985; Fernández et al., 1991; Grosjean, 1998;
Yacobaccio y Morales, 2014).
En comparación con otras ecorregiones,
la Puna en general es un ambiente que estuvo y sigue estando regido por condiciones climáticas de gran aridez, las cuales
tuvieron un rol importante en la dinámica
de ocupación por parte de las poblaciones
humanas del pasado y también en la muy
buena preservación de diversos tipos de restos arqueológicos de origen orgánico, principalmente en aleros rocosos. No obstante,
las condiciones paleoambientales de la Puna
estuvieron lejos de ser estables durante el
todo el Holoceno.
Diversos estudios realizados en los Andes Centro-Sur, los cuales incluyen a la Puna
argentina, permitieron delinear un esquema
paleoambiental general para el Holoceno
que, si bien cuenta con algunas discusiones
abiertas y digresiones cronológicas según las
áreas de investigación, está conformado por
una secuencia de tres momentos claramente
diferenciados. El primero se inicia con condiciones climáticas frías y muy húmedas correspondientes al Pleistoceno tardío y Holoceno temprano, las cuales habrían empezado
a cambiar hacia un clima de mucha menor
humedad hacia 8.200-8.000 AP, marcando el
inicio del Holoceno medio. Estas condiciones áridas habrían dominado regionalmente
hasta los 4.000-3.500 AP, iniciándose pos-
275
teriormente el Holoceno tardío, en el cual
aumenta el grado de humedad efectiva,
aunque es sustancialmente menor al de la
transición Pleistoceno/Holoceno (Markgraf,
1985; Fernández et al., 1991; Núñez y Grosjean, 1994; Núñez et al., 1999; Valero-Garcés et al., 2000; Núñez et al., 2002; Olivera
et al., 2006; Tchilinguirian y Morales, 2013;
Yacobaccio, 2013, entre otros). Se aclara que
todas las dataciones mencionadas en este capítulo se presentan en años radiocarbónicos
sin calibrar.
E S TA D O A C T U A L D E L A S
INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS
El aporte de estos trabajos multidisciplinarios desarrollados sobre proxies tanto de
la Puna argentina como del norte de Chile,
abrieron nuevas perspectivas en la investigación arqueológica, debido a que conforman un marco paleoambiental de base para
poder chequear las implicancias culturales
que habrían tenido las variaciones climáticoambientales en los Andes Centro-Sur. Consideramos que estas habrían jugado un papel importante en cuanto a las ocupaciones
humanas finipleistocénicas y holocénicas, lo
cual implica que los cambios en la disponibilidad de los recursos naturales impactaron
directamente sobre los patrones de subsistencia (Núñez y Grosjean, 1994). El avance
en el ajuste y precisión de la duración e intensidad de estos cambios climáticos, como
parte de una estrategia que considere las
variaciones locales, dentro de un marco regional, llevó hacia una mejor explicación de
los interrogantes sobre la variabilidad en el
comportamiento de las sociedades puneñas
del pasado.
El entorno paleoambiental y la disponibilidad de recursos naturales en sentido
amplio —hídricos, faunísticos, vegetales,
minerales— fueron críticos para las sociedades cazadoras-recolectoras que exploraron
y habitaron efectivamente la Puna argentina.
La ubicación de los sitios arqueológicos está
fuertemente asociada a la distribución espacial de los recursos naturales y las formas
de obtención que se implementen. En este
276
Serie Conservación de la Naturaleza 24: La Puna argentina: naturaleza y cultura (2018)
sentido, la localización de los asentamientos/sitios arqueológicos en dicho espacio depende de la distribución de los recursos en
el espacio regional, lo cual está relacionado
a su vez con el sistema de subsistencia (Yacobaccio, 1991). En líneas generales, esto es
aplicable a toda la Puna, dada su heterogeneidad en cuanto a la distribución irregular
o agrupada de los recursos de subsistencia
en las mencionadas zonas de concentración
de nutrientes. Por lo tanto, hay sectores con
registros de actividad humana intensa, mientras que en otros la actividad registrada es
escasa o nula.
GRUPOS CAZADORES-RECOLECTORES
D U R A N T E E L P L E I S T O C E N O TA R D Í O Y
HOLOCENO TEMPRANO (Ca.11.0008.000 AP). LOS PRIMEROS HUMANOS
EN LA PUNA ARGENTINA
Si bien hoy contamos con una mayor solidez científica en relación a los sitios arqueológicos más antiguos del continente americano,
el debate sobre cuándo y cómo se inició el
poblamiento humano permanece abierto y
ciertamente excitante. Para sitios como Arroyo del Vizcaíno (Uruguay) o Vale da Pedra
Furada (Brasil) se proponen antigüedades
superiores a 30 mil años para la presencia humana en Sudamérica, aunque con contextos
ambiguos y muy discutidos (Borrero, 2016).
Más aún, muy recientemente se dieron a conocer resultados del sitio Cerutti Mastodon
en California (EEUU) con cronologías de 130
mil años, donde fueron registrados artefactos líticos (percutores y yunques) asociados
con restos óseos de un mastodonte (Mammut
americanum) con evidencias de fracturas intencionales para la extracción de médula ósea
(Holen et al., 2017).
A pesar de este complejo y cambiante
panorama, existe un mayoritario consenso
en que las primeras ocupaciones humanas
en el continente americano ocurrieron hace
unos 15.000 años atrás (Borrero, 2015;
Goebel, 2004; Goebel et al., 2008). Esto incluye a Sudamérica, con casos como el del
sitio Monte Verde (Chile central) con ocupaciones humanas de ca.12.600 años AP
(Dillehay, 2008) y de Arroyo Seco 2 en la
región pampeana de Argentina que cuenta
con cronologías de poco más de 14.000 años
de antigüedad (Politis et al., 2016).
Como fuera mencionado, las primeras
señales arqueológicas en la Puna argentina
se remontan a casi 11.000 años, i.e. en la
parte final del período Pleistoceno. Estas
evidencias arqueológicas representan no
sólo las ocupaciones humanas más antiguas
de la Puna sino también de todo el NOA,
manteniéndose por ahora un esquema de
«restricción puneña», en el sentido que los
sitios arqueológicos más antiguos fueron detectados exclusivamente en esta ecorregión.
Todas las dataciones radiocarbónicas entre
ca.10.800-8.000 AP provienen de componentes estratificados detectados exclusivamente
en cuevas y aleros rocosos del ámbito puneño. Para la Puna norte (Jujuy): Inca Cueva
4 (ca.3.900 msnm; Aguerre et al., 1973; Aschero, 1984), Huachichocana III (ca.3.200
msnm; Fernández Distel, 1986), Cueva Yavi
(ca.3.460 msnm; Kulemeyer et al., 1999),
Pintoscayoc 1 (ca.3.500 msnm; Hernández
Llosas, 2000), Hornillos 2 (ca.4.020 msnm;
Yacobaccio et al., 2008), Río Herrana 14
(ca.3.900 msnm; Angiorama y Del Bel,
2013). En la Puna intermedia (Salta) se
ubica Alero Cuevas (ca.4.400 msnm; López,
2008; López y Restifo, 2012); y en la Puna
sur (Catamarca): Peñas de las Trampas 1.1
(ca.3.582 msnm; Martínez, 2012, 2014a),
Quebrada Seca 3 (ca.4.100 msnm; Ascheroet al., 1991; Aschero et al., 1993-94; Elkin, 1996a; Pintar, 1990, 1996; Rodríguez,
1998; Martínez, 2003), Cueva Salamanca 1
(ca.3.650 msnm; Pintar, 1996; 2014), Punta
de la Peña 4 (ca.3.650 msnm; Urquiza y Aschero, 2014) y Peñas de la Cruz 1 (ca.3.665
msnm; Martínez, 2005, 2014b) (Figura 1).
Al tratarse de secuencias de ocupación bajo
reparo, las condiciones fueron óptimas para
la preservación de restos de origen orgánico como huesos, maderas, cordeles, cueros,
semillas, insectos, entre otros. Esta situación
permitió mejorar nuestro conocimiento e interpretación sobre el uso de los diferentes
recursos naturales utilizados en el pasado y
de las pautas culturales asociadas.
J. G. Martínez: Sociedades prehispánicas de la Puna argentina
277
Figura 1. Sitios arqueológicos de la Puna argentina y chilena mencionados en el texto.
Como fuera mencionado, las primeras
poblaciones humanas del ámbito puneño
tuvieron un modo de vida donde la subsistencia se basó principalmente en la caza de
animales silvestres (guanaco, vicuña, taruca
y roedores grandes) y en la recolección de
diversos vegetales comestibles (chañar, algarrobo, soldaque, amaranto). Fueron grupos
familiares no muy numerosos (20 a 30 personas), caracterizados por realizar frecuentes
traslados de sus campamentos, en un esquema de gran movilidad territorial asociada a
exploración, cambios estacionales y/o búsqueda de recursos.
A diferencia de lo que ocurre en otras
regiones de Argentina (como Patagonia y
Pampa), en la Puna no existen evidencias
concretas para el Pleistoceno final de la
caza/consumo de megafauna extinta. No
obstante, está demostrado que sí hubo coexistencia entre los primeros grupos humanos de la Puna y especies de megamamíferos
hoy extintos, como Hippidion sp. (caballo
nativo americano) detectado en Barro Negro (3.820 msnm; Puna norte, Jujuy), con
dataciones entre ca.12.550 y 9.120 AP (Fernández, 1984-1985; Fernández et al., 1991),
aunque sin asociación directa o indirecta con
actividad humana (e.g., huellas de corte,
quemado, artefactos). Nuevas edades-taxón
sobre restos de Hippidion sp. fueron obtenidas posteriormente para este mismo sitio
de ca.12.540 y 11.860 AP, siendo las más
antiguas para fauna extinta para la Puna
norte (Yacobaccio y Morales, 2004). En un
contexto regional más amplio, los registros
faunísticos que efectivamente indican interacción con humanos provienen del norte
de Chile (sitio Tuina-5) donde se detectó la
presencia de un hueso diagnóstico de Equidae, en clara asociación con artefactos líticos
diversos, puntas de proyectil triangulares y
otros elementos datados en ca.10.060 años
AP (Núñez et al., 2002).
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Serie Conservación de la Naturaleza 24: La Puna argentina: naturaleza y cultura (2018)
Excrementos, huesos y dientes de Megatheriinae, Mylodontinae e Hippidion sp.
también fueron identificados en sitios de
la Puna sur argentina, tales como Peñas de
las Trampas 1.1 y Cacao 1A, con dataciones
entre ca.19.600 y 12.500 AP (Martínez et
al., 2004, 2007, 2010; Martínez, 2014a).
Estas evidencias posteriores al Último Máximo Glacial se correlacionan paleoecológicamente con el período más húmedo de los
últimos 20.000 años en toda la Puna, brindando un escenario natural óptimo para los
primeros grupos cazadores-recolectores que
exploraron esta región. Esta situación ambiental favorable de más de 10 milenios del
Pleistoceno en la Puna, habilita sin restricciones a la probabilidad de contar a futuro
con hallazgos culturales aún más antiguos,
en un escenario natural completamente diferente al actual. La presencia de caballos
extintos y de perezosos terrestres gigantes
(cercanos a los tres metros de altura erguidos y que superaban una tonelada de peso)
como megaterios y milodontes, replantean el
potencial de estudio del área para el Pleistoceno final, como fuente de información paleoecológica de estas especies impensadas
en esta ecorregión, aún bajo condiciones de
mayor humedad ambiental como las planteadas para el Pleistoceno tardío y el Holoceno
temprano (sensu Núñez et al., 2002; Olivera et al., 2006). Esto muestra la necesidad
de repensar el contraste de ese paleopaisaje
de la transición Pleistoceno/Holoceno y el
panorama actual de la Puna, a nivel de recursos hídricos y de cobertura vegetal, con
biomasa suficiente como para sustentar megamamíferos.
Aún no puede explicarse con precisión
qué factores paleoclimáticos llevaron a la extinción de la megafauna en la Puna argentina. Si bien Hippidion sp. perduró incluso
hasta el inicio del Holoceno temprano en la
Puna norte, la megafauna en la Puna sur se
extingue hacia ca.12.500 AP. Su desaparición
en sí es un claro indicador de la presencia
de fuertes cambios paleoecológicos que deben investigarse con mayor profundidad. Lo
que sí es claro, es que la desaparición de
la megafauna en este momento reconfiguró
paleoecológicamente el escenario natural
—sensu lato— que posteriormente empezaría a ser habitado por los primeros grupos
humanos. Desde ya, los herbívoros de mayor
porte que a partir de la transición Pleistoceno/Holoceno dominan el paisaje puneño son
los camélidos silvestres, especies que se convertirán en la principal presa de caza de los
tempranos cazadores nativos. Por lo tanto,
desde los inicios de las ocupaciones la interacción humanos-fauna en la Puna argentina
está definida principalmente por un patrón
de caza sistemática de camélidos silvestres
(Vicugna vicugna y Lama guanicoe; mayores
a 40 kg) y/o roedores grandes (Lagidium
sp.y Chinchilla sp.; menores a 3 kg). En la
Puna sur, a partir del análisis arqueofaunístico del alero rocoso Quebrada Seca 3 puede
afirmarse que desde el inicio del Holoceno,
la interacción hombre-fauna en este sector
quedó definida por la caza sistemática de
camélidos silvestres, principalmente vicuñas
(Elkin, 1996a). La misma tendencia se observa en el sitio Alero Cuevas (en la Puna
intermedia) donde Camelidae domina casi
completamente el registro arqueofaunístico
(López, 2008; López y Restifo, 2012). En
este sentido, debe destacarse un interesante
contraste con la Puna norte, ya que tanto
en Inca Cueva 4 como en Pintoscayoc 1, el
registro arqueofaunístico denota una dominancia en el consumo de Chinchillidae (Lagidium sp. y Chinchilla sp.) sobre Camelidae
(Yacobaccio, 1991; Elkin, 1996b, respectivamente).
La caza es un proceso activo en el cual se
ponen en movimiento los grupos humanos,
sus técnicas, su organización social y sus
relaciones ecológicas, involucrando objetivos y motivaciones, y para lo cual han sido
desarrollados complejos sistemas (Laughlin,
1968). Los primeros grupos humanos que
llegaron a América contaron con una base
de conocimientos técnicos que les permitió
satisfacer sus necesidades biológicas, en el
marco de las condiciones ambientales imperantes en este continente ecológicamente tan
diverso. Las armas empleadas para la caza
se definieron a partir del estudio de numerosos restos de astiles de madera y del análi-
J. G. Martínez: Sociedades prehispánicas de la Puna argentina
sis de puntas de proyectil líticas recuperadas
en diversos sitios puneños como Quebrada
Seca 3, Peñas de la Cruz 1 e Inca Cueva 4
(Aschero y Martínez, 2001; Martínez, 2003,
2007, 2014b). Estos tempranos cazadores
confeccionaron y usaron un dispositivo llamado propulsor de gancho o estólica, el cual
sirve para impulsar los proyectiles durante
las actividades de caza de camélidos (Figura
2). Es un arma que tiene un mayor alcance
en relación a la lanza de mano, suficiente
como para poder mantener una distancia
significativa entre el cazador y la presa (30
a 40 m).
El propulsor como sistema de arma fue
usado en exclusividad para la caza durante el Holoceno temprano. Las evidencias
arqueológicas y etnográficas indican que
el propulsor fue usado en el pasado en las
regiones circumpolares, en el oeste de Europa y en la mayor parte de América, Australia, Melanesia y Micronesia (Hutchings y
279
Brüchert, 1997). Pero la más temprana evidencia arqueológica de un propulsor consiste en el hallazgo de uno confeccionado con
asta en Combe Saunière (Francia), datado
en ca.17.470 AP (Knecht, 1997). Su registro en el continente americano ocurre un
tiempo después, ya que aparece en América
del Norte recién hacia ca.10.000- 9.000 AP
(Hutchings y Brüchert, 1997), aunque hay
amplio consenso de que los grupos humanos del Pleistoceno final ya contaban con
el propulsor para las actividades de caza.
Por lo tanto fue el primer sistema de arma
usado a escala continental y también en la
Puna. Este sistema se asocia indefectiblemente con puntas triangulares pequeñas del
patrón Tuina-Inca Cueva, constituyendo un
tipo morfológico temprano presente en toda
la Puna argentina y también en el norte de
Chile (Aschero, 1980; Núñez et al., 2002;
Hocsman et al., 2012, entre otros) (Figura
3). Cada sistema de arma se asocia a una
Figura 2. Arriba: propulsor de gancho y modo de uso (modificado de Hocsman et al., 2013).
Abajo: réplicas experimentales de propulsor (realizadas por C. Aschero y J. Funes Coronel).
280
Serie Conservación de la Naturaleza 24: La Puna argentina: naturaleza y cultura (2018)
Figura 3. Puntas de proyectil triangulares del patrón Tuina-Inca Cueva. Izquierda: dibujo y foto
de pieza de obsidiana del sitio Quebrada Seca 3 (Puna sur); derecha: pieza de cuarzo del sitio
Inca Cueva 4 (Puna norte). Dibujos tomados de Hocsman et al., 2012.
determinada técnica de caza, donde entran
en juego otras variables como la topografía
y la vegetación del entorno ambiental, la
etología de las presas y la organización de
los cazadores. Sobre este modelo, las técnicas de caza admiten múltiples variantes,
incluyendo la construcción de estructuras de
ocultamiento o parapetos aunque para momentos posteriores, en el inicio del Holoceno
medio (Aschero y Martínez, 2001; Martínez,
2003). Cabe hacer referencia al hallazgo de
dos puntas del morfotipo «Fell» o «cola de
pescado» dentro del ámbito puneño, agregándose una tercera aunque en el área de
valles del NOA. Este tipo de puntas de proyectil tiene una correlación directa con la
dispersión humana de fines del Pleistoceno,
cubriendo prácticamente todos los ambientes de Sudamérica (Bird, 1969; Politis, 1991;
Flegenheimer et al., 2013). Como ocurre en
la mayoría de los casos a escala continental,
para la Puna también se trata de hallazgos
de superficie, habiéndose detectado uno en
la Puna sur (en Antofalla, Catamarca; Grosjean et al., 2005) y otro en la Puna norte (en
Cobres, Salta; Patané Aráoz, 2013) (Figura
4). En el Salar Punta Negra 1 en Atacama
(norte de Chile; Grosjean et al., 2005) también fue hallado un espécimen, teniendo en
todos los casos un correlato con tempranos
grupos vinculados a la fase de exploración
(sensu Borrero, 1989-1990).
A pesar de la gran importancia de la caza
como actividad crucial de subsistencia, merece atención mencionar que la Puna carece
(y careció) totalmente de especies vegetales
aptas para la confección de astiles para los
proyectiles, aun considerando las variaciones paleoclimáticas antes tratadas. Todos
los fragmentos de astiles e intermediarios
registrados en la Puna fueron confeccionados con especies alóctonas de cañas y maderas rectas como Chusquea lorentziana y
Salix humboldtiana, las cuales comenzaron
Figura 4. Punta cola de pescado hallada en
Cobres, Salta (Puna norte). Imagen tomada
de Patané Aráoz y Nami (2014).
J. G. Martínez: Sociedades prehispánicas de la Puna argentina
a ser usados desde ca.9.800 años AP (Rodríguez y Martínez, 2001). Esto denota una
muy temprana «dependencia» de los cazadores puneños en cuanto a recursos críticos
de origen alóctono para poder llevar a cabo
una actividad de subsistencia clave como la
caza de camélidos. Las áreas naturales de
origen de estos recursos vegetales están a
gran distancia hacia territorios bajos al este
de la Puna. En el caso de los sitios de la
Puna sur, estas distancias alcanzan ca. 110
km (lineales) hasta los valles y ca. 180 km
(lineales) hasta las Yungas. Esta distancia es
sustancialmente menor para los sitios de la
Puna norte donde también se registra el uso
de especies bióticas no locales procedentes
de tierras bajas orientales (Aschero, 1984).
Dada la accidentada fisiografía involucrada
en estos rangos de movilidad, debe tenerse
en mente que estas distancias lineales no
representan en absoluto la gran inversión
de tiempo y esfuerzo real que hicieron estos
grupos altamente móviles.
Si bien se mencionaron las puntas de
proyectil líticas, en sentido amplio las rocas
como recursos naturales fueron utilizadas
como materia prima para la confección de
un gran espectro de clases artefactuales, con
diferentes funciones primarias como corte,
raspado, perforado, etc. El estudio de estos
aspectos son abordados por la tecnología lítica, contando con la gran ventaja que debido
a su propia naturaleza, los artefactos líticos
—sean tallados o pulidos— tienen un alto
grado de perdurabilidad y por lo tanto son
los más frecuentes en sitios arqueológicos a
escala global.
Independientemente de las características
y de las estrategias tecnológicas implementadas a lo largo del Holoceno en la Puna,
las fuentes de aprovisionamiento de rocas
se caracterizan por su ubicuidad espacial, lo
cual conformó un conjunto de opciones para
la selección y utilización de recursos líticos
por los grupos humanos del pasado. La información disponible para los distintos sectores
de la Puna, en general permite establecer
por una parte, que para la talla de artefactos
líticos se hizo uso de rocas locales dominantemente (radio de 15 km promedio) y próxi-
281
mas a los espacios de manufactura (sitios).
Por otra parte, los grupos cazadores hicieron
uso de rocas no-locales, cuyas canteras de
origen se ubican a mayores distancias (>50
km), las cuales pudieron haber sido obtenidas por acceso directo o por algún tipo de
intercambio. El estudio de la organización
tecnológica y de los sistemas de producción
lítica debe contar previamente con el conocimiento de la disponibilidad y ubicación de
las materias primas en el paisaje (Ericson,
1984; Aschero et al., 2002-2004). Para los
grupos cazadores, y dada la importancia de
este recurso para la confección de diversos
tipos de herramientas, conocer las fuentes de rocas en un área era crucial. Puede
plantearse entonces que, desde las primeras
ocupaciones conocidas a través del registro
arqueológico el conocimiento, la prueba y la
selección de las variedades de rocas disponibles en espacios próximos al asentamiento
era una práctica rutinaria. Este uso sugiere
una movilidad restringida entre espacios
de recursos líticos conocidos y otro tipo de
movilidad logística para la obtención de
rocas alóctonas, en particular la obsidiana.
Se trata de un vidrio volcánico natural muy
abundante y exclusivo de complejos volcánicos de la Puna. Esta roca cuenta con la
particularidad de que cada área-fuente tiene
una firma geoquímica definida y única en relación a otras canteras. Mediante análisis de
fluorescencia de RX puede definirse entonces
la procedencia precisa de cualquier artefacto
hecho con obsidiana. Esta técnica ha sido
y sigue siendo ampliamente usada por los
arqueólogos y ha permitido establecer tendencias del uso del territorio en el pasado
prehispánico puneño a lo largo del tiempo
(Escola, 2000; Yacobaccio et al., 2002, 2004;
Escola y Hocsman, 2007).
En la Puna sur (Antofagasta de la Sierra)
y sobre la base del análisis de artefactos y
desechos de talla de tres sitios (Quebrada
Seca 3, Cueva Salamanca 1 y Peñas de la
Cruz 1), se pudo establecer una notable diferencia entre el Holoceno temprano y el
medio inicial (ca.9.000-6.000 AP). Para el
Holoceno temprano (ca.10.000-8.200 AP) se
definió el uso de dos fuentes (Cavi y Ona),
282
Serie Conservación de la Naturaleza 24: La Puna argentina: naturaleza y cultura (2018)
mientras que para el Holoceno medio inicial
(ca.8.200-6.200 AP) aumentó a cinco (Cavi,
Ona, Salar del Hombre Muerto, Archibarca y
Cueros de Purulla/Chascón). Este incremento en el número de fuentes podría correlacionarse con la fragmentación ambiental -que
será tratada más adelante- correspondiente
al Holoceno medio. No obstante, es clara la
tendencia desde el inicio de las ocupaciones
hacia una temprana circunscripción territorial en los rangos de movilidad para los
grupos de este sector de la Puna (Pintar et
al., 2016).
Las prácticas funerarias en grupos cazadores-recolectores tempranos es un aspecto
que ha sido muy poco tratado en general,
debido principalmente a la escasez de hallazgos. En este sentido se destaca como ejemplo, el hallazgo de dos estructuras funerarias
detectadas en el sitio Peñas de las Trampas
1.1 (en Antofagasta de la Sierra; Puna sur).
Se trata de enterratorios secundarios múltiples hallados en el interior de dos estructuras de cavado revestidas con gramíneas y
cuya confección se asocia a dos dataciones
de ca.8.400 y 8.200 AP, respectivamente
(Martínez, 2012, 2014a). Estas estructuras
están separadas dentro del alero, pero son
cuasi sincrónicas, registrándose como acompañamiento un gran número de elementos
culturales junto a restos óseos humanos pertenecientes a seis individuos (tres en cada
estructura, aunque no están representadas
todas las partes esqueletarias). Las cronologías obtenidas por radiocarbono para todos
los individuos se acotan al rango ca.8.2308.000 AP, a partir de las cuales se plantea
una práctica funeraria singular que consistía
en depositar y remover en forma secuenciada distintas partes óseas de los individuos
—en su mayoría neonatos y niños— en ambas estructuras (Martínez y Aschero, 2005;
Martínez et al., 2007; Martínez, 2012). Para
el caso particular de este sitio queda pendiente definir qué factores ocasionaron la
muerte de estos individuos de baja edad
dentro de este breve lapso, donde es probable una correlación con cambios paleoclimáticos registrados para este momento cercano
al inicio del Holoceno medio, en un marco
de creciente aridización para toda la Puna
(Tchilinguirian, 2009). Estos hallazgos permitieron empezar a explorar la dimensión
social y simbólica que subyace en este tipo
de prácticas mortuorias antiguas llevadas a
cabo por las sociedades cazadoras. Este tipo
de culto puede ser visto como un probable
indicador de una temprana circunscripción
espacial o territorialidad, donde los muertos,
como ancestros, garantizan derechos sobre el
acceso a recursos para ciertos grupos, líneas
de parentesco o linajes (Aschero, 2007).
Las tecnofacturas del acompañamiento
reflejan una gran complejidad artesanal, tales como cordeles y mallas de color rojizo
hechos con Acrocomia chunta (también proveniente de los bosques de Yungas) (Rodríguez y Aschero, 2005), cueros gamuzados y
pintados, cuentas de collar de semillas (no
local) y adornos plumarios cuyas materias
primas son en la mayoría de los casos de
origen extrapuneño. Es notoria la presencia
de materias primas alóctonas procedentes
del área valliserrana, de Yungas, del Bosque
Chaqueño e incluso de la costa del océano
Pacífico (valvas de moluscos marinos usadas
como cuentas de collar) (Figura 5). Esto alude a la existencia de tempranos mecanismos
de interacción a una escala suprarregional
dentro de los Andes Centro-Sur.
Destacamos que recientemente se hicieron análisis paleogenéticos de ADN mitocondrial sobre los restos humanos de las
mencionadas estructuras funerarias de Peñas
de las Trampas 1.1 (PT1.1), con el fin de
abordar el problema de la procedencia en
términos biogeográficos de estas tempranas
poblaciones de la Puna meridional argentina.
Los resultados fueron exitosos, y si bien los
estudios siguen en curso, pudo confirmarse
la presencia del haplogrupo D4h3a en cuatro
de las seis muestras analizadas (Bolnick et
al., 2014). Lo más significativo es que este
haplogrupo es sumamente raro, ya que está
presente en sólo el 1,3% de los grupos nativos americanos actuales, pero se encuentra
en el 31% de los «primeros americanos» (con
cronologías pre-8.000 años AP) con datos de
secuencia de ADN mitocondrial. PT1.1 sería
por el momento el único sitio arqueológi-
J. G. Martínez: Sociedades prehispánicas de la Puna argentina
283
Figura 5. A, B. cordeles rojizos de acrocomia chunta (no local). C. fragmento de malla de red
roja. D-E. Fragmentos de cueros gamuzados y pintados. F. Cuenta de collar de valva (océano
Pacífico). G-H. Cuentas de collar de semillas (no locales). I-J. Adornos plumarios (vincha?,
faldellines?) (Tomado de Martínez, 2014a).
co en Sudamérica donde fue identificado el
haplogrupo D4h3a, y uno de los tres sitios
detectados a escala continental para estas
cronologías. Los otros dos sitios se ubican en
América del Norte: On Your Knees Cave, en
el sudeste de Alaska (ca.9.800 AP; Kemp et
al., 2007); y Anzick, en Montana en el noroeste de EE.UU. (ca.11.000 AP; Rasmussen
et al., 2014). El haplogrupo D4h3a es considerado como un marcador genético ligado
a un modelo de migración costera temprana
en las Américas, a lo largo de la costa del
Pacífico. La presencia de D4h3a en la Puna
sur argentina sugiere que esta población
tuvo previamente algún tipo de conexión
social-migratoria con estos prístinos linajes de la costa del Pacífico. Estos resultados
apoyan el modelo de poblamiento temprano
de Sudamérica a través de una migración
principal por la costa del Pacífico, con gente
que eventualmente ingresa en el ambiente
continental alto-andino para explorar y habitar nuevos espacios hacia el este, superando
incluso barreras geográficas como la cordillera de los Andes.
Dentro del mismo rango cronológico, en
la Puna norte también se registraron enterratorios similares tales como: Cueva Huachichocana III, ca.10.200-8.600 AP, inhumación
de partes esqueletarias aisladas (Fernández
Distel, 1986); Cueva Yavi, ca.8.400 AP, inhumación secundaria múltiple en estructura
acondicionada con vegetales (Kulemeyer et
al., 1999), y Pintoscayoc 1, ca.8.000 AP, inhumación de partes esqueletarias aisladas,
sin estructura (Hernández Llosas, 2000).
No obstante, esta información aún no fue
integrada debidamente bajo una problemática común a escala regional. Para momentos posteriores dentro del Holoceno medio,
284
Serie Conservación de la Naturaleza 24: La Puna argentina: naturaleza y cultura (2018)
se registran entre otros sitios, Inca Cueva
4 (Puna norte argentina), con ca.5.100 AP
(Aschero y Podestá, 1986) y en el norte de
Chile el sitio Patapatane-1 de ca.5.900 AP
(Standen y Santoro, 1994).
En cuanto al arte rupestre, desde inicios
del Holoceno también hubo una diferenciación entre los sectores norte y sur de la
Puna argentina. En el área de Susques (Jujuy, Puna norte), en el sitio Hornillos 2 fue
detectado un panel con pinturas rupestres
caracterizadas por la representación dominante de camélidos en actitudes dinámicas
y figuras humanas, representando cacerías
o una particular relación entre las actitudes
y comportamiento de los camélidos en su
relación con lo humano (Figura 6). Estas
pinturas se ubicarían entre ca.9.600-8.200
AP y constituyen las primeras evidencias documentadas de representaciones figurativas
asociadas con grupos de cazadores-recolectores en el NOA (Yacobaccio et al., 2008,
2013).
En la Puna sur (Antofagasta de la Sierra)
para este mismo momento, la modalidad del
arte rupestre más temprana viene dada por
representaciones geométricas simples no
figurativas, semejantes a las de las modalidades Punta de la Peña y Quebrada Seca
1-2 (Aschero, 1999) y también al grupo estilístico A definido para Inca Cueva (Puna
norte; Podestá, 1991) (Figura 7). Refieren a
motivos compuestos como alineaciones, configuraciones de puntos, signos peiniformes y
rectangulares (Aschero, 2006). Destacamos
que en el sitio Punta de la Peña 4 hay evidencias de desprendimientos de la pared con
pinturas que vinculan esa modalidad a las
ocupaciones del primer componente datado
entre ca.8.900-8.300 AP.
Aschero (2007) propone que a pesar de
la variabilidad entre estas modalidades, todas estas representaciones habrían cumplido
la función de «markas» —en el sentido andino del término— denotando espacios en
uso por determinado grupo familiar o linaje,
cuyos recursos próximos favorecieron las actividades de caza y recolección. En tal sentido, como «markas» e independientemente
de su significado, este arte rupestre denota
o califica estos lugares y opera como elemento fundante del paisaje de las sociedades
cazadoras-recolectoras puneñas (Podestá y
Aschero, 2012).
HOLOCENO MEDIO: ESTRÉS
A M B I E N TA L Y S U I M PA C T O E N L A S
POBLACIONES HUMANAS
(Ca.8.200-4.000 AP)
El Holoceno medio fue ambiental y culturalmente muy diferente a los milenios
anteriores, cuando ocurrió el poblamiento
inicial y la ocupación efectiva de diversos
sectores de la Puna argentina. Este período
se caracterizó por condiciones ambientales
de aridez que empezaron a insinuarse hacia ca.8.400 AP, dando lugar a un cambio
climático relativamente rápido a escala regional (Grosjean et al., 2003; Núñez et al.,
2002). Esto dio paso a un nuevo escenario
Figura 6. Pinturas rupestres figurativas del Holoceno temprano del sitio Hornillos 2 (Puna
norte). Tomado de Yacobaccio et al. (2013).
J. G. Martínez: Sociedades prehispánicas de la Puna argentina
285
Figura 7. Pinturas geométricas simples del Holoceno temprano. A. Grupo estilístico A de
Inca Cueva 4 (Puna norte). B. Quebrada Seca 1-2. C. Punta de la Peña 4 (estos últimos de
Antofagasta de la Sierra, Puna sur). Fotos gentileza de C. Aschero.
natural dominado por procesos de aridización crecientes y estrés en todas las fuentes
hídricas (lagos, lagunas, ríos y vegas) con
consecuencias paleocológicas notables que
impactaron en la distribución y organización
de las poblaciones humanas. No obstante, a
partir del análisis de numerosas líneas de
evidencia (polen, diatomeas, geomorfología,
paleosuelos, paleomadrigueras de roedores,
sistemas lacustres, entre otros) existen ciertas controversias —no del todo resueltas—
sobre el Holoceno medio, como por ejemplo
la prevalencia de condiciones generales de
humedad vs aridez en algunos sectores del
ámbito puneño (Betancourt et al., 2000;
Grosjean, 2001; Latorre et al., 2006). En muchos sentidos este período presenta bastante
más complejidad y variabilidad durante su
desarrollo en cuanto a la intensidad con que
actuaron algunos factores, y en consecuencia sobre cuáles fueron las implicancias o
respuestas culturales que tuvieron (Tchilinguirian, 2009; Tchilinguirian et al., 2012).
Existe sí un claro consenso en que en este
período hubo una mayor fragmentación del
paisaje puneño, y una reducción notable de
las áreas óptimas para la vida en general (o
ZCN antes mencionadas) donde la presencia
de agua fue gravitante.
Estas condiciones adversas en un ambiente de por sí frágil, se acentuaron con un
pico de aridez regional hacia ca.6.000 AP
(Tchilinguirian y Morales, 2013; Yacobaccio
et al., 2017), lo cual restringió aún más la
cantidad y la extensión de las ZCN necesa-
rias para los asentamientos humanos. A partir de este momento y hasta ca.4.000-3.500
AP, múltiples registros ambientales indican
dominantes condiciones de extrema aridez,
como una segunda fase del Holoceno medio.
Esto llevó en algunos casos a situaciones de
abandono de ciertas áreas, como lo registrado en Atacama en el norte de Chile. La escasez de evidencias arqueológicas para este
período llevó a proponer inicialmente para
este sector la idea de un «silencio arqueológico» (Santoro y Núñez, 1987; Núñez y Santoro, 1988). Sin embargo, posteriormente se
constató que no hubo un abandono total de
esta área sino reubicaciones de los grupos
humanos en sectores donde la oferta de recursos de subsistencia se mantuvo estable,
a los cuales se denominaron ecorrefugios
(Núñez et al., 1999), tales como la quebrada de Puripica (Puna chilena; Núñez et al.,
2013) o la quebrada de Lapao (en Puna norte; Yacobaccio y Morales, 2005). Este caso
ejemplifica muy bien la interacción entre las
sociedades del pasado y su medio ambiente, aunque las respuestas culturales fueron
variables dentro de este período sumamente árido. En la Puna argentina la densidad
de sitios para el Holoceno medio en general presenta cierta disminución, aunque las
ocupaciones no tuvieron interrupciones muy
marcadas. En este sentido, Hornillos 2 en la
Puna norte (Jujuy; Yacobaccio et al., 2000),
Alero Cuevas en la Puna intermedia (Salta;
López, 2008), y Cueva Salamanca 1 (Pintar, 2014) y Quebrada Seca 3 (Catamarca;
286
Serie Conservación de la Naturaleza 24: La Puna argentina: naturaleza y cultura (2018)
Aschero et al., 1991; Elkin, 1996a; Pintar,
1996; Aschero y Martínez, 2001) en la Puna
sur, son sitios que presentan continuidad en
sus ocupaciones desde el Holoceno temprano al medio.
Durante este período, los grupos cazadores habrían intensificado el uso de recursos
locales por medio de la caza de camélidos (Elkin, 1996a; Martínez, 2006) con un mayor
aprovechamiento integral de la carne, grasa,
cuero, vellón, huesos, venas y tendones.
A diferencia de la estabilidad en las
técnicas de caza y baja diversidad en los
morfotipos de puntas de proyectil del Holoceno temprano, un cambio o ajuste muy
importante ocurrió en la Puna sur entre
hacia ca.7.700 AP, muy probablemente por
la creciente fragmentación del paisaje. La
aparición de nuevos tipos morfológicos de
puntas de proyectil lanceoladas (tipo PCzA)
como las recuperadas en el sitio Peñas de
la Cruz 1, y de otro diseño de gran tamaño
denominado QSC hallado en el sitio Quebrada Seca 3 (Figura 8). Estas últimas fueron
usadas como puntas de lanzas arrojadizas,
por lo cual -sin que deje de usarse el sistema propulsor- aparece en el área un nuevo
tipo de arma y también nuevas técnicas de
caza colectiva, ya que la lanza requiere de
una corta distancia entre cazadores y presas.
Estas técnicas necesitaron de un mayor número de gente para direccionar y «encerrar»
las tropillas usando para esto los farallones
rocosos cercanos a las vegas. Esto permitió
Figura 8. Tipos morfológicos de puntas de proyectil definidos para la Puna sur para el Holoceno temprano y medio inicial. Los tipos QSA, QSB y PCzA corresponden a puntas de dardos
de propulsor, mientras que el tipo QSC se asigna a lanzas arrojadizas para la caza de camélidos. Modificado de Martínez (2003).
J. G. Martínez: Sociedades prehispánicas de la Puna argentina
a los cazadores obtener un mayor número
de presas, y esta mayor demanda se debió
quizás al agrupamiento temporal de grupos
familiares, en relación al cambio climático
de aridez creciente del Holoceno medio (Aschero y Martínez, 2001; Martínez, 2003).
Es posible que los episodios de caza colectiva en un momento posterior a ca.7.700
AP probablemente reflejen un proceso de
intensificación en la adquisición de recursos
faunísticos para dar respuesta a una mayor
demanda, o a una misma demanda ante una
menor disponibilidad de camélidos. Esta sólo
se explica ante una situación de crecimiento
en el tamaño de las unidades sociales entre
las que esos productos se reparten. Si esto es
o no resultado de un crecimiento demográfico o de una fusión de grupos, no lo sabemos
aún, y no lo vemos reflejado en sitios que
respondan a posibles situaciones de agregación (Aschero y Martínez, 2001).
La lanza arrojadiza, en comparación con
el sistema propulsor, sería un arma de caza
especializada, en el sentido que requiere de
ciertos ajustes y de un mayor conocimiento
del comportamiento de las presas dentro de
un determinado microambiente. El factor
oportunístico asociado al propulsor, no sería
un rasgo propio del sistema lanza, y menos
probable aún como parte de caza solitaria.
En la situación planteada, la lanza aparece como un arma con fuerte componente o
sentido «social» ya que se vuelve crucial el
trabajo coordinado de un grupo de personas
para el éxito de este tipo de técnica (Martínez, 2003, 2006).
En términos generales, la fragmentación
del espacio puneño durante el Holoceno
medio introdujo profundos cambios en la
organización de las poblaciones humanas
en el paisaje y en la movilidad. Esto llevó a
que el grado de conectividad entre parches o
ZCN sea menor y que se amplíen los rangos
de movilidad. Sin embargo, debe destacarse que el grado de conectividad depende no
sólo de la escala de movilidad, sino también
de la configuración del paisaje (Yacobaccio,
2013) y del eventual intercambio de bienes/
recursos con grupos que habitan áreas ecológicamente diferentes.
287
Hasta ca.4.000 AP condiciones áridas dominaron el ambiente puneño a escala regional, iniciándose posteriormente el Holoceno
tardío, en el cual se dio un aumento en el
grado de humedad efectiva en relación al
Holoceno medio, aunque sustancialmente
menor al del Holoceno temprano (ValeroGarcés et al., 2000; Tchilinguirian, 2009).
TIEMPOS DE CAMBIO EN LA
SUBSISTENCIA: PROCESOS DE
D O M E S T I C A C I Ó N A N I M A L Y V E G E TA L
Toda la variabilidad registrada en los
múltiples procesos culturales y naturales
ocurridos en simultáneo a lo largo de milenios, sucedió en el marco de un mismo modelo paleo-económico dominante de caza
y recolección. En la Puna y en el NOA en
general, cambios socio-económicos aún más
gravitantes ocurrirían hacia la parte final del
Holoceno medio (ca.4.500-3.500 AP). Nos
referimos a la aparición incipiente y gradual
de prácticas de subsistencia ya no extractivas, sino de producción de alimentos como
el pastoreo de camélidos y la agricultura,
actividades que derivan de procesos previos
de domesticación. Es sabido que la llama
(Lama glama) como especie, es el resultado
de un manejo zootécnico de domesticación
ocurrido en el área andina a partir de un
ancestro silvestre, el guanaco. No obstante
debe quedar claro que este proceso se inicia
en el seno de grupos cazadores durante el
Holoceno medio. Yacobaccio et al. (2017)
proponen que hacia ca.6.200 AP la intervención humana en poblaciones de guanacos
llevó a una situación de inicial de protección
promoviendo una relación más estrecha facilitando el acceso a las zonas de pasturas y
evitando a los predadores naturales.
Debe destacarse que procesos de cambio
desde una economía de caza y recolección al
pastoreo se dio en pocos lugares del mundo,
siendo los Andes Centrales con la alpaca (Vicugna pacos) y los Andes Centro-Sur con la
llama uno de ellos. En estas áreas tuvieron
lugar las únicas adaptaciones pastoriles del
continente americano. En definitiva, la ganadería de camélidos constituyó la base de
288
Serie Conservación de la Naturaleza 24: La Puna argentina: naturaleza y cultura (2018)
un sistema económico desarrollado a partir
de las sociedades de cazadores-recolectores,
que desde fines del Pleistoceno poblaron el
área (Yacobaccio, 1991). Es decir que el
desarrollo de prácticas pastoriles, modificó
gradualmente la base esencialmente cazadora que las sociedades prehispánicas habían
implementado desde hace más de 10.000
años atrás.
Si bien los análisis osteométricos no son
concluyentes para conjuntos de camélidos
del Holoceno medio, la vía analítica que sí
sugiere control cultural de camélidos desde
momentos tempranos, es el análisis de muestras de fibra. Reigadas (1994), observó la
presencia de fibras análogas a la variedad de
llama —denominada llama «intermedia»—
utilizada esencialmente como productora de
carne y lana. Este tipo de fibra se registra
para varias de las ocupaciones de Quebrada
Seca 3 (Puna sur) desde fechas tan tempranas como 8.500 años AP.
Algo similar ocurrió en cuanto a la domesticación de especies vegetales, asumiéndose cada vez más esta capacidad para
grupos del Holoceno medio (Santoro et al.,
2011). Al respecto destacamos la gradual
incorporación y procesamiento de plantas
útiles locales y foráneas en la Puna sur para
el rango 7.000-3.200 AP, en base a la presencia de microfósiles contenidos en residuos
de uso de tubérculos, maíz y quínoa recuperados de artefactos de molienda de los
sitios Quebrada Seca 3 y Cueva Salamanca
1 (Babot, 2005, 2011). Asimismo en el alero
Peñas de la Cruz 1.1 (rango 7.900-7.200 AP)
fueron recuperadas numerosas semillas de
Amaranthus hybridus o «ataco», un recurso
alimenticio no local procedente de espacios
pre-puneños (<2400 msnm) (Arreguez et
al., 2013). Estos recursos vegetales habrían
sido un buen complemento para una dieta
dominantemente proteica (carnes).
MIRANDO AL FUTURO DESDE EL
PA S A D O . N U E VA S P E R S P E C T I VA S
En síntesis, desde que los primeros grupos humanos comenzaron a explorar y habitar la Puna y el NOA en su conjunto, el
desarrollo ocupacional y tecnológico fue un
proceso continuo, aunque con ciertas particularidades para los diversos ambientes de
esta región. La temprana presencia humana registrada desde fines del Pleistoceno en
la Puna argentina, marca el inicio de una
larga historia ocupacional, la cual produjo
numerosas y diversas clases de evidencias
materiales que permiten rastrear y echar luz
sobre el comportamiento de grupos que por
generaciones habitaron este singular espacio
geográfico.
Al respecto, es muy pertinente destacar
aquí los resultados de recientes investigaciones en el sitio Cacao 1A dentro de la Puna
sur, en Antofagasta de la Sierra. Se trata de
una cueva que fue objeto de distintas campañas y publicaciones habiéndose informado la
presencia de fecas, restos óseos y piezas dentarias de megafauna extinta ubicadas entre
ca.13.350-12.500 AP, aunque sin asociación
alguna a restos culturales (Martínez et al.,
2004, 2007, 2010). Sin embargo, en 2013
fue detectada en la Capa V una asociación
espacio-temporal de dos costillas de un perezoso terrestre (Mylodontidae) con cuatro
artefactos líticos formatizados (Aschero et
al., 2013). Posteriores campañas sumaron
nuevas evidencias culturales dentro de esta
Capa V, dando como resultado cinco dataciones entre 37.000 y 40.000 años AP (Aschero
et al., 2017). Si bien esta investigación está
en curso, evidencias de tal antigüedad para
la presencia humana en la Puna abrirían muchísimos y nuevos interrogantes de enorme
relevancia para poblamiento temprano a escala continental.
Por otra parte, debemos enfocarnos sobre un viejo problema de la arqueología del
NOA, en relación a la casi total ausencia de
evidencias de grupos cazadores-recolectores
tempranos en el área de valles y quebradas,
fuera del ámbito de la Puna. Este gran vacío de información, creemos responde más
a la escases de investigaciones dirigidas específicamente a este problema, y no tanto a
cuestiones de preservación y/o una dinámica particular del poblamiento temprano. En
este sentido, cabe mencionar que recientemente fue detectado en el área de la Que-
289
J. G. Martínez: Sociedades prehispánicas de la Puna argentina
brada de Los Corrales (El Infiernillo – Tafí
del Valle, Tucumán), el sitio Taller Puesto
Viejo 1 (TPV1) que cuenta con evidencias
de grupos cazadores-recolectores datadas
en el rango ca.7.820-7.420 años AP (Martínez et al., 2013, 2016). La detección de
nuevos sitios fuera de la Puna asignables al
Holoceno temprano y medio, será un valioso
aporte que ayudará a mejorar nuestro entendimiento integral sobre los primeros grupos de cazadores-recolectores en términos
de interacción social y movilidad regional.
Como fuera mencionado antes, diversos recursos registrados en sitios puneños desde
el Holoceno temprano, tales como cañas y
maderas para astiles de caza, provienen de
los valles mesotermales o de los bosques de
Yungas. Geográficamente la Quebrada de
Los Corrales está en un área de «paso» natural para moverse y /o acceder a las Yungas
desde la Puna sur. Las nuevas evidencias de
TPV1 situadas en el Holoceno medio inicial
tienen una alta relevancia arqueológica, ya
que permitirán una comprensión más profunda de los vínculos probables entre grupos
o redes sociales tempranas de interacción de
ecorregiones distantes y diferenciadas. Debe
mencionarse además que en las capas más
tempranas de TPV1 (ca.7.820-7.420 AP) se
detectó la presencia de obsidiana procedente
de las fuentes de la Puna sur como Ona y
Cavi, lo cual confirma por primera vez algún
tipo de interacción entre Puna y valles para
el Holoceno medio, pero con evidencias registradas en los valles. La identificación de
estas materias primas de origen puneño en
este sitio del extremo norte de las Sierras
del Aconquija, abre un interesante espectro
social y tecnológico a explorar a futuro en
cuanto a definición de un modelo de movilidad e interacción entre estas sociedades
cazadoras-recolectores altamente móviles del
NOA prehispánico.
Para finalizar diremos que la arqueología
de la Puna argentina, a pesar de contar con
un sustancial y riguroso corpus de información y registros excelentemente preservados, exige una visión aún más integradora
en cuanto a la comprensión cabal de la dinámica social, de los procesos de cambio,
de la movilidad y uso del espacio, con la
consiguiente circulación de información y
bienes-recursos por parte de las sociedades
cazadoras y recolectoras. Análisis multivariados y una mayor intensificación en la interconexión de estudios intrapuneños también
redundará en beneficios, en pos de conocer y
explicar las complejas dimensiones sociales,
tecnológicas y ambientales que configuraron
esa imagen del pasado que a medida que
avanzan las investigaciones va delineándose
con mayor solidez.
L I T E R AT U R A C I TA D A
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