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Cuentos de ultratumba

2019, Cuentos

Este es uno de mis trabajos como pueden ver no esta completo es sólo una parte de él si les agrada subiré mas cosas.

Cuentos de ultratumba Relatos de fantasmas en México y más Cuentos No reses La Dama de blanco El Jinete Infernal Con la Muerte detrás El galopar del Diablo Desfile de Muertos La Invocación Nota personal Las historias que van a ver no representan más que una de tantas cosas que en mi lugar de nacimiento se han dejado ver desde que tengo memoria. La razón por la que no pongo nombres completos es porque prefiero dar a conocer más los hechos que los personajes, pues creo yo, son los que deberían importar. Y es por medio de estos relatos con los que muchas veces nuestros padres y abuelos solían aterrarnos, mas no con el afán de causar aquel temor perturbador, sino con la intención de lograr frenar nuestra incapacidad y sobre todo la falta de interés de dormir a aquellas horas más convenientes para nosotros mismos. Debo decir que aunque en lo largo del transcurso de mi vida he podido presenciar muchas cosas que la gran mayoría dirían raras, pero que para mi persona no eran más que aquellos fenómenos tan normales y a la vez tan bellos, pues pude presenciar con mis propios ojos lo que la gran mayoría no podría. Por medio de estas historias es que espero dar a conocer el lugar en donde vivo, México, especialmente mi lugar de residencia, este bello país plagado de aquel misticismo que ha rondado la historia de los hombres desde hace mucho tiempo, pues antes de que yo supiera lo que van a leer ya se contaban estas y otras historias. Con respecto a mi trabajo, solo diré que respeto mucho el interés y la opinión de los demás, empero, no quiero más que dar énfasis en que la escritura de cuentos fantásticos representan una gran oportunidad para poder llegar a aquel gusto del que muchos gozan, aquellos horrores que siembran en nuestra mente aquel interés por lo sobrenatural y que aunque no seamos capaces de ver, esta siempre ahí, pero insisto en que lo más importante es el reflejar aquellos acontecimientos y fenómenos terroríficos y extraordinarios de la mejor manera, y que son estos escenarios más que aquellos personajes los que deberían interesar al escritor, quien debería tratar de plasmar en sus escritos de cualquier manera posible para su persona, aquellas emociones que se dejan ver en aquellos momentos tan inolvidables en sus historias. Creo que los cuentos de terror o fantásticos son una gran fuente de escenarios magistrales dignos de aquel interés por penetrar en lo desconocido, aquellas historias que aunque no sepamos si son ciertas o no tengamos la certidumbre de que tal investigación haya sido llevada a cabo, esta misma que nos pueda llevar a descartar tales dudas incomprensibles en gran medida por nuestra propia incredulidad, aquella que nos ha despojado de aquellas creencias que en muchas partes se han perdido con el tiempo, y que es, precisamente por eso que deberíamos centrarnos más en aquellas historias, porque son estas las historias que no vemos en los libros y en donde figuran aquellos sucesos tan extraordinarios que muchas veces no somos capaces de apreciar donde esta lo verdaderamente interesante. No reses Esto sucedió entre los años de 1800 y 1900, en alguna parte de México, según tengo entendido, unos años en los que las historias de cosas sobrenaturales y desconocidas estaban muy presentes en la historia de las personas. Durante aquellos días, o más bien años, se contaba la historia de un extraño suceso que se había suscitado en cierto lugar. Y es que la aparición de algo que aterraba a los pobladores del lugar se podía escuchar frecuentemente, así como también la de otras cosas. Si bien es cierto que en aquellos días las cosas estaban demasiado tensas y que las muertes estaban casi a la orden del día, aquellas historias aun siguen estando presentes en nuestros días. Despojándonos además de la razón lógica que nos brinda el gran avance científico del que gozamos hoy en día, y de la incredulidad de algunas personas que niegan tales hechos. Esto sucede así, y aunque no recuerdo muy bien la fecha exacta, ni el lugar en que sucedieron las cosas; o más bien, es que temo que al hacerlo pudiera caer en contradicciones con alguna persona, pues aunque tratare de contar esta historia lo más coherente posible, tratando de revelar de manera fehaciente lo que aun recuerdo, temo mas sin embargo, que tal vez y quizás debido al pasar de los años la historia haya cambiado a como yo la sé. En fin. Proseguiré con la historia esperando no molestar a nadie. El pueblo de San Felipe es en donde se suscitaron tan trágicos hechos. Un pueblo alejado de la capital principal del estado de Oaxaca. Una noche, en la que una pareja de enamorados salían de una reunión que habían tenido con los familiares de ambos. Pablo y su novia Lucia regresaban de verse con sus padres, había sido una reunión en la que platicaron sobre los planes que tenían para el futuro, sobre la relación tan buena que estaban llevando y cosas parecidas. Desde hacia tiempo ya que habían estado planeando llevar aquella relación a un segundo plano, dándoles así, la noticia del compromiso que habían decidido hacer, estaban seguros de que ya era el momento de formar la familia que sus padres les habían enseñado, y que debido a la educación brindada por estos, esperaban que la decisión les hiciera muy feliz. Cosa que con gran seguridad aceptaban sus padres. La reunión se había postergado ya durante algunos meses, y tras algunos contratiempos, debidos a la tan problemática situación que se vivía en aquel lugar, pues debido a todos los problemas por los que estaban pasando en el país, las autoridades hacían caso omiso sobre lo que sucedía. Por lo que el pensar en contraer nupcias era algo no muy común en los jóvenes de familias no muy bien acomodadas que no contaban con grandes recursos económicos. Como iba diciendo, aquella noche Pablo y su prometida Lucia regresaban de aquella reunión, una fiesta que había sido más que nada presidida por los padres de este, quienes estaban realmente felices por su hijo. Y después de toda la celebración, los dos se regresaban a sus aposentos para descansar, la noche se había tornado muy densa, y la luz de las viejas lámparas era escasa, candiles de aceite que apenas y podían alumbrar la noche, dejando vislumbrar así el ominoso camino rodeado de grandes huecos y de piedras que parecían interferir con el andar. La fiesta había sido muy agotadora, y el llegar hasta la casa resultaba ahora muy dificultoso, teniendo que recorrer aquel agotador trayecto. Desde hacía algunos años atrás Pablo se había mudado en una casa que sus padres le habían dejado para vivir, esto para poder comenzar aquella vida junto a su en esos momentos novia. El extraño y desolado paraje resultaba inquietante además de todo, y las historias de extraños y aterradores acontecimientos se hacían presentes en aquella noche especialmente, historias que se dejaban escuchar provocando con ellas el temor de los habitantes, miedo que se dejaba sentir tras tantas muertes. En aquella época era muy frecuente además de todo, el tener que dormir en lo que resultaba sobre todo muy cansado y molesto, pero que al no tener más remedio debía ser usado para ese fin, un objeto conformado por un par de palos que estaban fuertemente arraigados a una tela que serbia para recostarse en ella. La situación era verdaderamente difícil en aquellos días, además de tener que soportar todo eso, estaba siempre presente la guerra interminable que parecía no tener fin. En fin. El caminar de Pablo y Lucia por aquel escabroso y desolado camino se hacía cada vez dificultoso con cada paso dado, y los aterradores y ensordecedores sonidos provenientes de lo profundo de los terrenos aledaños, tierras que estaban cubiertas de grandes malezas y febriles matorrales que hacían más dificultoso el camino. La leve y tenue luz que brindaba aquella vieja lámpara acrecentaba la tan inquietante y tenebrosa atmosfera, brindando además extrañas y terroríficas sombras, figuras de cosas o seres que dejaban helados a cualquier persona, sin importar lo valiente que resultaran ser. Era muy cierto que el recorrer aquellos parajes de fóbicas procedencias causaba siempre cierto temor a la gran mayoría. Y aunque se habían acostumbrado a tener que adentrase en aquellos lugares con gran frecuencia, para la gran mayoría de los pobladores del lugar aquello no dejaba de ser un terrorífico camino, mientras que Pablo intentaba conservar la calma ante la tan desconcertante noche, pues siendo el hombre no podía demostrar la más mínima muestra de temor, aquello dejaría ver a su prometida que la persona con la que se acababa de comprometer no era precisamente el más valiente de todos, y eso no lo permitiría. Y haciendo gala de presencia y valor, se encamino con rumbo hacia su tan anhelada y atesorada casa, que para esos momentos parecía muy lejana todavía, por lo que aun tendrían que afrontar aquella pavorosa y escalofriante noche. Luego de recorrer aquel camino por casi treinta minutos, el paisaje parecía hacerse cada vez más espeso y terrorífico, pero aquellos extraños sonidos parecían haber quedado atrás. Pablo intentaba que Lucia no sintiera miedo de aquello que hasta ahora parecía ser la noche más aterradora por la que habían pasado. Con suaves arrumacos trataba de que ella estuviera más tranquila, y con los que le demostraba además, que él siempre la protegería de cualquier cosa. O por lo menos así creía… Faltaba muy poco para que lograran salir de aquel espantoso camino, y este seguía guiando a su prometida por aquel ominoso recorrido, las piedras chocaban con el tan desgastado calzado que llevaban puestos, que al tacto con estas causaba un pequeño malestar en sus ya cansados pies. Entonces algo estaba a punto de pasar, algo que muchas personas habían comentado antes, y es que se decía que si andabas por aquel viejo y desolado camino a ciertas horas de la noche, y mucho más si estabas solo, era muy probable que te toparas con aquello que solo se dejaba ver durante cierto tiempo, algo que casi nadie quería vislumbrar. Pablo alumbraba el camino lo más que podía, pero la tan escasa luz que provenía de aquella vieja lámpara, además de la luz que levemente irradiaba la luna, le hacía muy difícil lograr su objetivo. —Ya falta poco. —Dijo Pablo a Lucia, quien le sujetaba con fuerza del brazo, enterrándole las uñas en la piel, el miedo que sentía era tal que ahora parecía no abrir sus ojos para nada. Repentinamente una siniestra figura se hacía presente muy cerca de ahí, en realidad esta estaba delante de donde ellos iban, pero parecía no moverse, quieta ante aquella noche, y al lado de uno matorrales muy grandes que apenas y le dejaban a Pablo el poderlo ver. Era lo que parecía ser, debido a la tan oscura noche, la figura de un hombre que yacía estático en aquel sitio, lo que resultaba bastante preocupante. Pablo apenas y había podido distinguir aquella figura de entre todas esas inconmensurables plantas, además de que la noche hacia muy difícil avistar con claridad lo que estaba a unos cuantos metros de distancia de la luz de aquella lámpara. Pero por lo que podía ver se trataba de una persona, y gracias a la luz se daba cuenta de que se trataba de algún clérigo o monje, tal vez un misionero que pasaba por el lugar, lo que le daba cierta tranquilidad. Pablo intento hablarle, pero este no parecía escucharle, quizás es que no le había oído, pensó él, Lucia al ver aquello insistió a su novio para que apresuraran el paso y así pudieran llegar lo más pronto posible, dejando atrás a aquel misterioso individuo, y este aceptaba su sugerencia. Ambos comenzaron a caminar con más prisa para así llegar a su casa, era como si sintieran miedo de algo, y unos momentos después ya habían dejado atrás a aquella inquietante persona, la tranquilidad parecía volver a sus asustadas almas. De pronto, nuevamente se volvieron a topar con aquel al que creyeron haber dejado atrás, pero de nueva cuenta la siniestra figura volvía a hacer acto de presencia, solo que esta vez ya no había más dudas, aquella extraña presencia les helaba hasta los huesos provocando en ellos el más profundo temor. Y al estar mucho más cerca se pudieron percatar de que se trataba efectivamente de algún monje, sus ropas se veían gastadas, y aquella capucha ocultaba aquel rostro que hasta ahora ni Pablo ni Lucia habían visto. Repentinamente aquella siniestra y escalofriante figura comienza a acercarse a ambos de manera sosiega, con demasiada calma, lo que resultaba aun más pavoroso para los dos. La tétrica noche, además de aquella figura hacia que sus piernas se movieran cual gelatinas, onduladas por una extraña fuerza que les conminaba presas del terror a salir corriendo, pero que debido al miedo sentido, hacia inútiles tales esperanzas de fuga. Y en un vano intento de sobrellevar la iniquidad de la presencia frente a ellos, pensaron en implorar por la ayuda al creador, suplicando por su intercesión divida ante aquel infernal problema. Los rezos entablados solo terminarían por empeorar su ya de por si crítica situación. Y en un arranque sorpresivo aquella macabra presencia parecía enfurecer ante aquellas palabras, echándoseles encima cual si fuera un animal rabioso y lanzando un gran y espantoso alarido que hasta las bestias más feroces no podrían soportar. —¡¡Ahhhgggggg!!… Inesperadamente para aquella pobre pareja, el misterioso y terrorífico ser, este que ahora parecía sumamente molesto con ambos, debido más que nada a aquellas palabras emitidas, aquellos rezos que lo único que lograban eran enfurecerlo de manera brutal, logrando que este se quitara aquella capucha que anteriormente ocultaba aquel rostro que tras esos momentos ahora dejaba ver a los dos la más terrible, tenebrosa, y escalofriante de las verdades. Y es que al despojarse aquella presencia de lo que le cubría la cabeza, es cuando Pablo entendería del porque no era buena idea el recorrer aquel camino a esas horas de la noche. Después de que aquel espantoso grito se dejara escuchar, y de que aquello dejara ver tal verdad, y es que en donde se suponía debía estar su cabeza, no había nada, estaba vacío, y en su lugar espantosas y terroríficas llamas que parecían salidas del mismísimo infierno poblaban aquel sitio, lanzando más espantosos gritos al aire. —¡¡Ahggggggg!! Aun no sé cómo es que les fue posible escapar de tan espectral ser, pues al parecer habían logrado darse a la fuga corriendo con todas sus fuerzas, y a pesar de que la noche aun seguía demasiada oscura para caminar, el susto había provocado en ellos la inconmensurable idea de sobrevivir. Corriendo tan apresuradamente dejando atrás aquella horrible entidad, que ahora parecía haber desaparecido dejando en ellos la más terrible y aterradora reminiscencia. Y sería algo que jamás podrían olvidar en lo que les quedara de vida. Para cuando por fin lograron llegar hasta el pueblo, las miradas de los lugareños al divisar en los rostros de ambos figuraban el más profundo de los temores, se podía observar a simple vista con tan solo verlos a los ojos el gran miedo que habían pasado, pues sus ojos se veían desorbitados, sus manos temblaban frenéticamente y su respiración era demasiado acelerada, tenían un color blanquecino en la piel, y aquella palidez en sus rostros mostraba cual terrorífico había sido aquella experiencia. La que terminaría por hacerles perder la razón… A partir de aquel día se podía escuchar entre aquellas personas las pláticas de sucesos aun más extraños, situaciones que ahora se dejaban ver cada vez con más frecuencia. Y se decía que una siniestra luz, lo que ellos mismo describieron como una bola de fuego, se podía vislumbrar en aquel camino, el mismo que habían recorrido Pablo y Lucia. Los años pasaron con gran rapidez, llevándose con ellos aquellas historias de espectrales seres, y de aterradores entidades que hacían presencia en aquel lugar, y la leyenda o historia de aquella bola de fuego se esparcía rápidamente provocando el miedo en las personas. Algunos años después la muerte de unas personas aterraba nuevamente a los pobladores, dos hombres habían aparecido sin vida muy cerca del pueblo, exactamente en el mismo camino en el que se decía aparecía aquella siniestra figura, de la que ahora solo veían lo que vendría siendo su cabeza. O aquella bola de fuego que durante aquellos años aterrorizo a las personas. Ahora de nueva cuenta un extraño acontecimiento les ponía en alerta ante la posible responsabilidad de aquella espectral y siniestra presencia. Y es en esos precisos momentos cuando una persona les revelaría la verdad que se escondía tras aquella pavorosa aparición, y fue Raúl, un joven de escasos veintitrés años quien contaría aquella terrible historia. Según detallo él, esto pasó en una noche en la que Fermín y su compadre Sebastián salían de una cantina, después de haber estado tomando durante varias horas celebrando lo que según ellos era un acontecimiento muy grato, aunque a mi parecer tan solo lo hacían como pretexto para beber. Esa noche después de varias horas de haber estado bebiendo junto a algunas mujeres, lo que solían hacer muy a menudo, esa noche habían dejado aquella cantina y a tan solo unos minutos después de haber estado caminando se adentraban en aquel camino al que las personas solían evitar, esto por la gran dificultad con la que tenían que caminar, y era debido a lo rustico y casi olvidado de aquel camino el cual estaba lleno de piedras y agujeros que les dificultaban el trayecto. Esa noche y debido a los tragos que llevaban encima no se percataron de lo que estaban a punto de hacer, provocando así lo que más tarde seria aquel problema. Fermín y Sebastián caminaban de manera irregular, tambaleándose de un lado a otro como si estuvieran caminando en el hielo mas resbaladizo, y por algunos momentos parecía que se desmoronaban ante la falta de fuerzas y la poca conciencia que presentaban. El trayecto era ya de por sí muy difícil de sobrellevar como para encima de todo tener que hacerlo que tan grave estado, los tragos les hacían aun más complicado el andar y por algunos instantes arrastraban sus pies chocando con las piedras que poblaban el camino. Pero debido a lo tomados que iban que no eran capaces de razonar sobre lo incomodo y doloroso del lugar, que para esos momentos apenas y se podía ver, y eso con gran dificultad. — ¡Vamos compadre! —dijo Fermín —. No se quede atrás. — ¡Ja, ja, jaaa! —contestaba este a sabiendas de que su compañero de parranda estaba prácticamente igual que el —No diga eso compadre. El camino que daba al pueblo era solamente una escalada rumbo a las casas de ambos, y a pesar de los tragos encima y de lo tarde que era los dos parecían no tomar nada en serio, seguramente por lo tomados que estaban. Entonces para sorpresa y asombro de los dos se topaban con una persona, era un hombre un poco bajo de estatura, tal vez de un metro sesenta, y eso escasamente, por el caminar que llevaba y la vestimenta se podía decir a simple vista que se trataba de una de aquellas personas que siempre se solían ver arribar al pueblo. Era uno de aquellas personas que se dedicaban a predicar lo que según decían ellos, la palabra del señor, lo que se podría decir más sobre esa persona es que era un clérigo o quizás algún monje de algún lugar cercano, por el sayal que llevaba puesto, ropa típica de aquel tipo de personas. Y además de todo, esta parecía ser muy vieja, se denotaba lo gastada que estaba, y eso significaba que aquella persona debía de haber estado caminando por un buen tiempo, lo que hacía ese tipo de personas. Según se comentaba. La sorpresa al ver aquel individuo paso a ser molestia cuando Fermín y su compadre intentaron hablarle, ya que aquella persona parecía no tomarles en serio, era como si no les hubiera visto, o como si fingiera no hacerlo, lo que disgustaba a los dos borrachos. Ambos al ver la arrogancia con la que esta persona respondía a sus palabras comenzaron a molestarlo, y aquellas palabras se comenzaron a hacer mucho más altisonantes hacia el monje, pero a pesar de aquello este seguía sin tomarles en cuenta, ignorando lo que estos hablaban en su contra. De pronto las palabras se tornaron más agresivas, y después fueron empujones por parte de aquellos borrachos hacia el clérigo, y la violencia aumentaba mas al ver Fermín y Sebastián la incapacidad de sacarle miedo a aquella persona, y en un arranque de ira y enojo, y aun cuando aquella persona ni siquiera les miraba, Fermín agarro una piedra que estaba en el camino, el tamaño de esta era bastante considerable, aunque no tan grande pues le habría costado el levantarla con el tan deplorable estado en que estaba, sujetando y levantando aquella piedra con gran dificultad este golpeo a aquel individuo tan molesto en la cabeza, y entonces aquel pobre monje caía de frente al recibir aquel certero impacto detrás de su cabeza, el golpe fue tan brutal que había sangre escurriéndose de aquel material de gran dureza. Uno pensaría que con aquello que acababa de suceder Fermín y su compadre saldrían corriendo, pero no fue así. En lugar de escapar presas del miedo de ser descubiertos por otra persona, o de correr al sentir la culpa de haber golpeado a un religioso, lo que con gran seguridad cualquier persona, pero no, como ya he dicho antes la falta de conciencia y la incapacidad de apreciar la realidad les haría cometer el peor de los pecados posibles, y gracias a la locura que les brindaba el alcohol hicieron lo impensable. Aunque vieron como aquella persona caía victima de tan desagradable golpe, ninguno de ellos fue lo suficiente atento como para siquiera acercarse a verificar si aquella persona seguía con vida, y en su lugar Fermín volvió a golpear despiadadamente la cabeza de aquel pobre hombre, pero este ya no reaccionaba, ya no era capaz de sentir nada, la vida le había sido arrebatada por unos tipos sin escrúpulos quienes miraban la sangre fluir por aquel camino. Luego de que Fermín terminara de ensañarse con aquel cuerpo sin vida, del que no salía un solo sonido, Sebastián interfirió a este, aunque no para intentar detenerlo, más bien era porque en su alocada conciencia, la que no tenía ninguno de los dos, una idea descabellada les haría hacer algo impensable. Fue así como sin recapacitar sobre sus acciones o consecuencias sobre lo sucedido, Fermín incitado por las palabras de parte de su amigo y compadre cortaba la cabeza de aquel cuerpo sin vida, desprendiéndola de aquel cuerpo inerte de la manera más brutal, y aquello que terminaría por liberar en los demás una de las maldiciones más terribles jamás vistas por persona alguna, quienes habrían de tener que sufrir tan aterradores momentos. Y lo que empeoraba más la situación para todos era que aquellos hombres no conformes con lo que habían hecho y creyendo que aquello era una simple broma agarraban aquella cabeza y la ocultaban dejándola lejos de donde aquel cuerpo sin vida estaba. Alejándose así de aquel lugar sin el menor remordimiento. Varios meses después de aquello unas extrañas y desconcertantes historias se dejaban escuchar entre los pobladores del lugar, relatos que hablaban acerca de un extraño e inquietante suceso, pues se decía que la presencia de algo que no era normal se veía pasar muy cerca del lugar. Y los aldeanos aterrados por aquellas terribles historias recurrían a la iglesia creyendo que así estarían a salvo, lo que solo empeoraría el problema, ya que con eso aquella presencia se dejaba ver cada vez con más frecuencia. Y fue casi diez años después que las muertes de Fermín y su compadre a manos de aquel ser se escuchaban, lo que solamente causaba mas terror, pues habían muerto los únicos quienes sabían la ubicación de la cabeza de aquella aparición. Un tiempo después de aquello, un hombre de apariencia seria y de mirada penetrante se dejaba ver en el pueblo, para todas las personas del lugar aquella persona era un completo extraño, alguien que nunca antes había sido visto y que representaba para ellos un inquietante suceso. Pero lo que esta persona contara a alguien más, sería algo increíble y difícil de creer. Su nombre era Ángel, y por lo que se veía a simple vista era un fuereño, quizás de algún lugar más alejado de aquel pueblo. Parecía ser alguien que se estaba refugiando de algo, tal vez de aquella guerra interminable que ya había durado demasiado tiempo, o tal vez la razón era otra, realmente no sé, pues esa era esa la impresión que daba aquella persona al verla. Sus ropas parecían haber sido rasgadas por la maleza que rodeaba aquel pueblo, lo que quería decir que seguramente este había pasado por el viejo camino que a causa de aquel aterrador incidente había dejado de usarse, por lo que el pensar que este había pasado por ese camino resultaba increíble, y también muy sospechoso. Y lo que daba más inquietud era el hecho de que aquella persona además de verse muy extraño, dejaba ver que era alguien de mucho cuidado, sus manos eran grandes y muy callosas, seguramente debía de haber trabajado durante mucho tiempo en las labores mas desgastantes, sus botas escasamente mostraban signos de pintura, la cual apenas y se podía distinguir y las puntas de estas ya estaban demasiado acabadas. Su pantalón aunque visiblemente dañado por las ramas de aquellos viejos árboles caídos en aquel camino mostraba un gran parecido con los que solían usar aquellos que estaban involucrados en aquella guerra, la camisa de manga larga de color negro denotaba encima de ella las manchas que daban la impresión de tratarse de lo que parecía ser sangre. Y un gran sombrero que le cubría mucho aquel rostro terminaba por desconcertar mas a aquellas pobres y atemorizadas personas quienes miraban sorprendidas la presencia de aquel individuo. Según conto al entrar en la cantina se acababa de topar con un extraño suceso, algo que le había dejado un poco inquieto, si bien aquello no le había asustado, si le había causado cierta impresión. — ¿Qué te sirvo, amigo? Preguntaba el cantinero a aquella extraña persona, quien momentos antes se había sentado en una pequeña mesa de aquella cantina. Las miradas de los demás no se hicieron esperar, todos estaban muy sorprendidos ante la presencia de aquel hombre, pero debido a su apariencia las preguntas no figuraban en ninguno. —Tráeme un botella de tequila —contestaba este de manera seria —, y un vaso. Ante las miradas atónitas de los demás el individuo tomo aquella botella y se acomodo en aquella vieja silla, y sujetando fuertemente aquella botella se sirvió un poco de aquella bebida. No parecía preocupado porque las demás personas le estuvieran observando, quizás no le importaba, o tal vez era que sus pensamientos estaban llenos de más preocupaciones que aquello que estaba pasando. Luego de un tiempo de haber estado bebiendo aquella botella de tequila, los tragos encima parecían haberle cobrado cuota, y su mirada se transformaba mostrando algo que los demás no habían visto. Inesperadamente para cualquier persona presente en el lugar aquel individuo se quito el sombrero que ocultaba su rostro dejando ver a los demás del porque ocultaba su cara. Una gran y vieja cicatriz cubría parte de su frente y ojo, lo que le había dejado con una visión de solo el sesenta por ciento, además de aquella marca que llevaría siempre. Fue entonces que las miradas de las demás personas se volteaban hacia un lado disimulando aquella sorpresa tan desagradable. No solo era su apariencia, por lo visto había sufrido mucho. ¿Pero porque?... La verdad es que nunca se supo del porque es que aquella persona había quedado de esa manera, nadie quiso preguntarle, o más bien nadie se atrevió a hacerlo, lo único que se pudo averiguar era del porque es que había ido a parar a aquella cantina. Al parecer se había perdido y había ido a dar en aquel viejo camino, y aunque había estado caminando por varias horas por aquel lugar, se había comenzado a preguntar del porque la inquietante y desolada atmosfera parecía estar en aquel camino, y no era que aquello le molestara, no, en realidad prefería estar lejos de las personas, ya que sabía que su apariencia era muy desagradable para los demás, por lo que evitaba encontrarse con aquella personas lo más que podía. Es por eso que había vivido siempre en las montañas, dependiendo solamente de lo que podía obtener para vivir, pero debido a la guerra que se vivía en la gran mayor parte de la región esto le había hecho tener que salir de aquel lugar. Las batallas vividas hacían presencia en él, y por lo visto había participado en la guerra. Debo decir que aquella situación no era para nada grata en aquellos días, ya que la vida en ese lugar era realmente dura, incluso para las personas que contaban con el apoyo de sus seres queridos, esto no resultaba nada fácil. En fin… Fue el cantinero el que relatara después de que Ángel se marchara de aquel lugar aquella historia, una que jamás pensaron que fuera posible, ni mucho menos viniendo de alguien como aquella persona. De acuerdo a lo que aquel sujeto dijo, al parecer había estado caminando por largas y extenuantes horas y días, pasando por parajes casi inhabitados al oscurecer , lugares a los que ni los animales suelen entrar, todo esto con el fin de evitar la molesta presencia de las demás personas, en especial de aquellos quienes le buscaban, ya que al parecer había tenido que defenderse de varios tipos que al verlo se burlaron de su apariencia, cosa que le disgustaba mucho, y fue por esa razón que tuvo que matar a aquellas personas. Debido a eso es que ahora se encontraba vagando sin rumbo fijo, y tras haber estado caminando mucho tomo aquel camino que desconocía por completo. Debido a que no conocía ese pueblo había tomado aquel camino que le llevaba a adentrase mas y mas en aquel desolado y desconcertante lugar, lleno de la más inquietante maleza, rodeada de ramas caídas desde hacía mucho tiempo, ramas en las que se ocultaban los más desagradables animales, ratas y pequeños insectos, además de reptiles pequeños que se escondían al escuchar los pasos de Ángel. Y lo que empeoraba mas aquella situación era una muy extraña bruma que parecía cubrir el camino dificultando con eso el andar. El cansancio del desgaste le había hecho tener que detenerse por unos momentos sentándose en una pequeña piedra que se encontraba muy cerca de ahí, es en esos momentos cuando extraños sonidos se dejaban escuchar, sonidos que parecían provenir de algún lugar cercano, animales que parecían estar de cacería o que estaban huyendo de algo mas se hacían presentes en sus pensamientos. Pero nada de eso le sorprendía o molestaba, desde hacía mucho tiempo que había dejado de sentir miedo por aquellas cosas, ni siquiera los mas aterradores sonidos hacían mella en su frio temperamento. Y después de haber descansado un tiempo, y llegado el momento, sintió que ya era la hora de seguir con su andar, no sabía que tan lejos quedaba el pueblo más cercano así que debía apresurarse o por lo menos seguir caminando. Repentinamente a tan solo unos cuantos pasos de donde estaba sentado algo parecía estar detrás de él. No volteo para nada, pensaba que si aquella persona no le hablaba el no tenia porque hablarle, y seguiría su camino como si nada pasara, pero pudo percatarse de que se trataba de la presencia de una persona al mirarle de reojo, ropas desgastadas se dejaban ver y lo que llego a pensar se trata del habito de algún religioso, dudas llegaban a su mente al preguntarse cómo es que aquella persona estaba en ese lugar a esas horas, pero al ver que aquella figura tan solo se quedaba parada en el mismo sitio decidió seguir su andar. Es en esos momentos que algo sucedía, y viento tenebroso y sonidos aterradores hacían acto de presencia, no había más de aquellos animales que hasta hace poco había visto, ni aquellos insectos que con anterioridad se habían ocultado entre las ramas caídas de aquellos arboles, era como si todos ellos supieran lo que estaba a punto de suceder. Al adentrarse en aquel camino pudo darse cuenta del porque es que no se había topado con persona alguna, y de la razón por la que aquel camino estaba tan desolado. Fue cuando aquella presencia se mostraba tal cual era, y para Ángel sería esta la prueba más grande por la tendría que pasar, mostrando así que tan valiente era realmente. — ¡¡Ahhhg!!... De nueva cuenta aquel aterrador y espantoso grito se dejaba oír, ese que las personas escuchaban seguido, y la razón por la que no salían de noche, pero para el aquello resultaba una sorpresa, más que miedo, estaba desconcertado ante lo que estaba pasando frente a sus ojos y a su espalda. Y aunque jamás pensó que aquello fuera posible, o incluso razonable, sabía muy bien que muchas cosas inexplicables pasaban por todas partes, así que seguramente esta era una de ellas, y ahora le tacaba el afrontarlas y sobre todo tener que superarlas. Esa fue la primera vez desde hacía mucho que el temor se le presentaba, era casi increíble pero muy real, y durante unos instantes quiso salir corriendo, solo que las fuerzas en sus piernas no parecían estar en su lugar, era como si una extraña fuerza se hubiera apoderado de su cuerpo obligándole a estar parado en ese sitio. Esa fue la única vez que realmente sintió que debía correr, quizás porque muy dentro sabía que el peligro estaba junto a él. — ¡¡¡Ahgggg!!!... Aquel sonido le hacía estremecerse y sintió algo que jamás pudo explicarse, la razón le decía que debía alejarse lo más rápido que pudiera y que estaba en un grave peligro, uno del que le sería muy difícil escapar. El escalofrió en su espalda le indicaba y le mostraba el terror más profundo que jamás experimento, sus piernas parecían inmóviles, y en lugar de temblar como le sucedería a la gran mayoría estaban estáticas en la tierra de aquel camino, como clavadas en la misma tierra, no había temblor que demostrara en sí mismo el miedo expresado en sus pensamientos, posiblemente su mente se había separado de su cuerpo, debido a tan fuerte impresión. Y los gritos aterradores de aquel ser solo se incrementaban mas y mas, deteriorando con eso su valentía, una que había tenido siempre, ayudándole en todo lo posible y que ahora ya no estaba más. Fue entonces que algo muy dentro explotaba provocando en él la más increíble e inigualable ira jamás antes sentida, quizás por el temor sentido o la locura que este le había causado, no lo sé, fue así que se giro dándose la vuelta mirando así aquello que estaba a su espalda, y pudo observar por fin la angustiante escena, miro sorprendido la aterradora y pavorosa presencia, se trataba de algún monje por lo que podía ver debido a sus ropas, las que por cierto parecían desgarradas, quizás eso le había sucedido antes de morir llego a pensar Ángel, pero lo que más le sorprendió fue darse cuenta de que aquella cosa no tenia cabeza, la capucha de aquel habito religioso ocultaba aquel hecho, y en su lugar las mas espantosas llamas salían de aquel lugar, así como aquellos espantoso alaridos. Por un momento la idea de rezar le vino a la mente, quizás pedir ayuda a Dios ante aquella dificultad que estaba enfrentando, pero inesperadamente las palabras no salían de su boca. Tal vez era que el destino le mostraba que aquello no le serviría de nada, o tan solo era una simple coincidencia, solo que ahora que estaba en aquella situación debía hacer algo en esos momentos, no había tiempo de pensar siquiera. Aun no sé porque es que hiso eso, y tal vez nunca lo llegue a saber, pues seguramente ni el mismo lo supo nunca. El miedo que sentía en ese momento le había impedido siquiera el correr o pedir ayuda, aunque más bien era más por la sorpresa que por el temor, pues aunque sentía miedo era más el asombro que otra cosa. Y fue el mismo asombro que ahora le había hecho decir aquellas palabras. — ¡Largateee! —gritaba desesperado Ángel al ver frente a él aquel siniestro ser del que podía distinguir aterradores sonidos y espantosas visiones, visiones que asemejaban al mismísimo Infierno —. ¡¡Dije que te vayas de aquiii!!... — ¡Fuera, fuera!... — ¡Regresa de donde viniste! —le gritaba ya sin miedo en sus palabras e insultando a aquella tenebrosa presencia — ¡¡Vete al Infiernooo!! Esas y más palabras fueron las que salieron de su boca, insultos más fuertes que despreciaban a toda costa la presencia de Dios. Esto mientras que miraba acercarse aquella tenebrosa presencia más y más. No sé porque es que aquello se le ocurrió o porque es que aquellas palabras salían de su boca, pues los insultos antes dichos de su parte parecían haber hecho que aquella cosa frenara su arrebato. Y sorpresivamente para Ángel quien nunca pensó que aquellas palabras fueran a servir de algo, palabras que aun hoy en día nadie sabe por qué las dijo, quizás era solo suerte o coincidencia que esas palabras salieran de su boca, pues cuando este dijera eso, y más en tono sonante e insultativo pudo ver como aquella aparición desaparecía poco a poco alejándose de donde se encontraba y llevándose consigo la tenebrosa noche. Es así como al pasar por aquel lugar y tras haber llegado al pueblo pudo entrar en aquella cantina y tomarse unos tragos en la misma, en esa misma noche en la que los del pueblo le habían visto llegar. Y fue gracias a lo que este contara que aquellos pobladores supieron que hacer ante la presencia de aquel ser que al pasar del tiempo parecía haber desaparecido, dejando con ello solo historias de personas que se habían topado con eso o de personas que habían visto una bola de fuego por aquel viejo camino, solo que al saber lo que tenían que hacer ya no hubo más muertes a causa de aquella siniestra y fantasmagórica presencia. Debo decir que nadie más pudo saber acerca Ángel, quien parece haber desaparecido luego de eso. Quizás la guerra finalmente lo alcanzo o sus perseguidores, según decían algunas personas al parecer se había ido a vivir a la sima de un gran cerro, y que murió después de algunos años, pero la verdad no lo sé. Es así como termina esta historia en donde vimos como es que el rezar no siempre te ayuda, ni mucho menos esperar la ayuda de alguien más, pues algunas veces eso es precisamente lo que te lleva al fracaso, y que algunas veces es mejor no demostrar miedo o temor hacia aquellas cosas, siempre es preferible el enfrentar tus temores a ser presa de estos, pues es precisamente el miedo lo que hace que aquellas apariciones tomen la forma que nuestra mente les da, provocando así la locura y la muerte de algunas personas. La dama de blanco Ha habido muchas historias acerca de extraños acontecimientos relacionados con personas que han visto cosas sobrenaturales, fantasmas y apariciones demoniacas que se han hecho presentes en algún momento de nuestra historia. Y esta historia trata sobre los errores que se cometen al no estar en buen estado de salud, o más bien en una falta conciencia optima. Esto paso en una noche de sábado en la Ramiro salía de una cantina en un pueblo llamado San Antonio, en alguna parte del estado México, hace aproximadamente cuarenta o cincuenta años, él había estado bebiendo toda la tarde celebrando un gran negocio que acababa de realizar, uno que sabia le sería muy provechoso. Después de haber estado planeando dicho trato con aquella persona y luego de haber recibido una cuantiosa suma de dinero por la venta de unos terrenos que tenia, terrenos heredados por sus padres antes de morir, estaba seguro que con eso podría estar mucho más tranquilo, jamás tuvo la intención de trabajar aquellas tierras así que para que iba a conservarlas pensaba fríamente. Por ahora proseguiré con lo relacionado con esta historia. Fue después de recibir aquel dinero que este se fuera a aquella cantina con la intención de aprovechar aquello y de divertirse hasta que la noche se acabara, pues tenía el dinero suficiente para hacerlo, y ya que no se preocupaba más que por el mismo, la tranquilidad y la diversión eran lo único que le importaba. Esa tarde se la paso bebiendo e invitando a las mujeres que estaban en aquella cantina, mujeres que trabajaban en ese lugar atendiendo a los que llegaban e incitándoles a beber, pues de eso vivían, para ese momento Ramiro ya tenía unos cuentos tragos encima y sentía el cansancio que se sobrevendría luego de beber tanto, la mirada se transformaba y su voz se hacía cada vez más escasa, además que los tragos le habían hecho ponerse un poco agresivo con algunas personas, solo que como él había invitado a beber a los demás eran estos quienes impedían que aquellos hombres se le fueran encima. Era gracias a eso que ahora se salvaba de la ira de aquellos hombres molestos con su actitud tan arrogante e irracional, solamente que debido a los tragos y a el dinero que este tenía ahora se había vuelto un buen amigo de aquellas personas, y. pasadas varias horas se llegaba el momento de regresar de nueva cuenta a su casa, no se había percatado que debido a sus palabras y que gracias a la borrachera que llevaba encima era la presa perfecta para aquellos que veían en él, dinero fácil, dinero que obtendrían aunque lo tuvieran que matar. Ramiro jamás se percato de la presencia de aquellas personas tras de sí mismo, tanto alcohol evitaba que usara su razón y que pensara sobre lo que estaba a punto de suceder en esos momentos, y sin tomar en cuenta nada salió de aquella cantina. Eran casi las dos de la madrugada para cuando agarro camino, sus pasos eran torpes y era víctima de los influjos del alcohol. No era que esta fuera la primera vez que este bebía, realmente era algo que solía hacer muy a menudo, de hecho la razón por la que había vendido aquellas tierras fue porque se había endeudado con algunas personas a quienes les había pedido prestado dinero para poder beber, dinero que ahora le cobraban, por eso es que se veía en la necesidad de venderlo todo. Como ya he dicho antes, sus pasos eran torpes y parecía que arrastraba los pies al caminar, su mirada apenas y era capaz de ver lo que estaba frente a sus ojos y eso con gran dificultad. Entonces repentinamente de su boca salía aquello que había estado ingiriendo durante aquellas horas o por lo menos gran parte de eso, y vomitaba casi sus pies, la escena era nauseabunda y un líquido de color parecido a la crema y de apariencia grotesca se postraba en sus zapatos. — ¡Maldición!... Lo que ahora estaba encima de sus pies era el resultado de las bebidas y los tragos que había estado tomando e ingiriendo esa noche, uno que ahora le mostraba lo que seguramente antes ya había visto. Sin importarle aquello siguió caminando como si nada hubiera pasado, aun llevaba encima de sus zapatos aquel deshecho y ese desagradable olor, también el poco dinero que le había quedado, en realidad solamente era una parte de lo que le habían pagado, ya que lo demás aun lo conservaba, estaba consciente de que si ese dinero se le terminaba ya no tendría más de donde agarrar, y le preocupaba el pensar con que pagaría lo que debía, además de aquellos tragos y a las mujeres de aquella cantina, así que previniéndose que algo malo le pasara había guardado una parte del dinero en un lugar seguro de su casa. Proseguiré con la historia tal como la recuerdo… Camino por varios minutos por aquel camino que para esos momentos ya se notaba muy sospechoso, casi aterrador, y aquellos hombres aun seguían detrás suyo, asechándolo con cada paso que daba, siguiendo a Ramiro lo más cerca que podían y planeando su movimiento lo más posible. Se habían enterado por parte de él mismo, gracias a la incapacidad que este tenía en aquella cantina de que acababa de vender sus tierras y de que había recibido una buena cantidad de dinero por estas y sabían muy bien que si le seguían podrían encontrar aquel dinero. Cosa que no pensaban desaprovechar por ningún motivo. Le seguían cual si fueran cazadores en busaca de su presa, como si se tratara de algún animal en busca de su alimento, saboreándose de antemano los frutos de su esfuerzo. Tal vez era cosa de suerte por la Ramiro, quien nunca se percato de la presencia de aquellos hombres se desviaba del camino que le llevaba hasta su casa agarrando otro que le alejaba y que le conducía en la dirección contraria a esta. Aquellos hombres se miraban muy molestos por la gran tardanza con la que este tardaba en llegar a su casa, lo que les impedía e interrumpía con sus planes, planes que parecía que no serian capaces de llevar a cabo. Sorpresivamente para aquellos hombres Ramiro parecía desaparecer casi en el aire, era como si se lo hubiera tragado la tierra, y aunque estos iban muy cerca de este jamás se percataron de lo que acababa de suceder, a pesar de que le buscaron por todas partes intentando encontrarlo no les fue posible. — ¡Diablos!... —decía uno de aquellos hombres — ¿Cómo demonios es que se nos perdió? ¡No puedo creerlo!... — ¿¡Que rayos estás haciendo!? —reclamaba el otro muy disgustado sin poder entender lo que acababa de pasar — ¡Hay que buscarlo! — ¡Tu busca por ese lado y yo por el otro!... No puede haberse esfumado así como así. ¡Debamos encontrarlo! —¡¡Sí!!... No es que Ramiro hubiera desaparecido realmente, no, la realidad era mucho menos que eso y mucho más extraña en verdad. Lo que realmente había pasado es que este había caído por un barraco que estaba cerca de ahí, uno que este no fue capaz de ver y que le había hecho caer varios metros hacia abajo librándose así de sus perseguidores, pero adentrándolo en lo más profundo de aquel inexplorable paraje. — ¡Ahhh!... Ramiro acaba de despertar después de haber caído por aquel barrando, visiblemente lastimado aunque de nada grave ahora se percataba de que se encontraba en un lugar diferente al que había pensado. Seguía estando bajo los influjos del alcohol solo que este ya era mucho más leve, y ahora podía darse cuenta de lo que con anterioridad jamás vio, miro hacia arriba y escucho a aquellos hombres hablar entre sí, discutiendo y peleando por haberlo perdido de vista, supo entonces el grave peligro en el que estaba si es que aquellos hombres le llegaban a encontrar. Pero en realidad aquel problema era algo sin importancia, no representaba mas una dificultad pasajera en comparación con lo que habría de enfrentar más tarde, lo que también le sobrevendría por su propia inconsciencia. Pasaron varios minutos después de que este cayera a aquel barranco y Ramiro continuaba observando a aquellas personas, se dio cuenta por las mismas voces de aquellos hombres que se trataba de los mismo tipos que se encontraban bebiendo en aquella cantina y supo así que seguramente aquellos le habían estado escuchando cuando mas borracho estaba, probablemente había hablado de mas en aquel lugar y ahora estaba metido en aquel problema por culpa propia. Se quedo sentado, escondido entre los matorrales que se encontraban muy cerca de donde había caído, silencioso y expectante ante las miradas perseguidoras de sus cazadores. Y durante ese tiempo nada le causaba más temor que ser encontrado por estos, sabia por oídos propios que aquellos hombres le matarían para robarle su dinero y que no se detendrían hasta conseguirlo. Gracias a la suerte ahora aquellos hombres que le estaban siguiendo y buscando frenéticamente parecían cansarse e irse decepcionados al no encontrarlo por ningún lado, esta era la oportunidad esperada para escapar, pero debía ser cauteloso, antes que nada estaba el hecho de que aquel paraje le resultaba extraño y diferente al camino que siempre solía tomar para llegar a su casa. Decidido a regresar a su casa lo más rápido posible y sabiendo que aquellos hombres ya no estaban más a la vista tomo un pequeño trozo de un árbol, una rama un poco gruesa y la uso de bordón para poder apoyarse en su andar, la oscuridad era bastante extensa y esto le dificultaba el ver con claridad el camino, que dicho de paso apenas y se podía distinguir de entre la conmensurada maleza. Cada paso que daba sentía que le acercaba más y más a sus atesorados aposentos. En ruido de animales ocultos en la inmensa oscuridad y entre los matorrales le escalofriaban provocando en su ser un gran temor, uno que le conminaba a acrecentar el paso. Entonces a lo lejos diviso una extraña visión, y eso le causaba una gran sorpresa y miedo juntos, pensaba que se trataba de aquellos hombres que pensaba había dejado atrás, así que como es que era posible que fueran ellos, se preguntaba asustado. Pero al acercarse irremediablemente, supo que no era así, pues a pesar de todo debía seguir sin importar nada. La sorpresa fue mayor para Ramiro al darse cuenta cuando se encontraba como a unos cincuenta o cien metros de que la figura que antes había pensado que era la de aquellos sujetos en realidad se trataba de una mujer, por lo que podía distinguir a lo lejos. La borrachera le seguía y ni siquiera la presencia de aquella mujer a tales horas de la noche le pareció extraño, era como si hubiera quedado hipnotizado por la figura tan majestuosa de aquella hermosa mujer. Cuando estuvo más cerca, ya que a pesar de las lesiones que tenia, el vislumbrar la presencia de aquella mujer era como si el dolor se hubiera ido de su cuerpo dejando solo la necesidad de seguir a aquella mujer. — ¡¡Hey, primor!! —gritaba Ramiro a aquella hermosa mujer — ¿A dónde vas? Pero aquella mujer parecía no escucharle, ni siquiera se había girado o detenido ante las palabras de Ramiro. Tal vez es que esta no le había oído. Pensaba el sin dejar de perseguirla. — ¡¡Espérame cariño!!... Pero era lo mismo, no importaba que tan alto o que tan fuerte este levantara su voz, al parecer esta no le escuchaba o pretendía no hacerlo. Lo que disgustaba de sobremanera a Ramiro quien no dejaba de acercársele cada vez mas. Fue cuando se encontraba ya muy cerca de aquella mujer que pudo percatarse de la gran belleza de esta, una figura tan esplendorosa que parecía brillar con la luz de la luna, y que daba la impresión de revelar entre sombras al ser más hermoso que él jamás antes vio. Era casi como un ángel, pensaba Ramiro. Una mujer realmente muy hermosa, casi increíble de creer, con una belleza que parecía haberlo hipnotizado al verla, pues Ramiro no dejaba de observarla, y eso que estaba de espaldas, ni siquiera le había visto el rostro y sabía muy bien que se trataba de la mujer más bella que sus ojos jamás antes habían presenciado. Enfundada en un vestido blando que parecía ser de aquellos que solían usar las damas de clase alta que relucía con aquella luz que se reflejaba en la tela de aquel vestido. Su caminar era delicado, muy elegante y sofisticado, efectivamente se trataba de una mujer de clase alta, o por lo menos esa impresión es la que daba. — ¡Ahh! ¡Ahh!... Le había costado mucho el poder alcanzarla, pero después de esforzarse tanto por fin estaba junto a ella. Ahora podría hablarle y quizás llegar a entenderse mejor, aunque la intensión de este no era precisamente la de ser amigos, ya que debido a la borrachera que cargaba, una idea maliciosa le había llegado a la mente, pensó en aprovechar aquella oportunidad de que se encontraban solos en la oscuridad y hacerla suya. Después de todo se trataba de una mujer, y más de una tan delicada como ella debido a su vestimenta y hermosa figura sabia que se trataba de alguna mujer aristócrata que quizás se había perdido entre la oscuridad. Pero pronto se daría cuenta, de que no era así. — ¡Te dije que me esperaras! —reclamaba este sujetando del brazo a aquella hermosa mujer, la que por cierto ni siquiera se inmutaba —. Ahora sí, ¡creo que vamos a llevarnos muy bien los dos! Pero aquella mujer seguía sin hablar, inmóvil, quieta como un árbol. — ¿Qué estás haciendo aquí a estas horas, cariño? —Inquirió este con descaro. De pronto el ruido de algunos animales que pasaban por aquel lugar en esos momentos inquietaba a Ramiro quien se sorprendía al ver la serenidad con la que aquella mujer reaccionaba. Era como si algo hubiera asustado a aquellos animales y huyeran al sentir el peligro cerca. El aun seguía sujetando la mano de aquella mujer a la que le había costado tanto acercarse, repentinamente la voz de esta que levemente hablaba asombraba a Ramiro. —Mis hijos. —Decía con voz tenue. — ¿Dijiste algo? —Preguntaba al escuchar escasamente su voz, aquella que se había oído tan triste a pensar de este. Entonces la oscuridad se hacía más densa, y por un momento Ramiro apenas y podía vislumbra lo que estaba frente a sus ojos, buscaba incesantemente alguna luz que le ayudara a penetrar en aquella inquietante y ensordecedora oscuridad de la que ahora era presa. Repentinamente la mano de aquella mujer parecía sujetarle con fuerza recordándole que estaba junto a aquel bello ser. — ¿Qué pasa cariño, tienes miedo? —interrogaba este al sentir la mano sujetándosele con fuerza —No tengas miedo, yo estoy contigo. — ¡Mis hijos!... Volvió a escuchar Ramiro, solo que ahora si le había oído con más claridad que antes, ahora si había sido capaz de darse cuenta de lo que estaba sucediendo, aunque seguramente ya era muy tarde. — ¡¿Qué-e te pasa?! —Un miedo terrible se hacía presente en el, un escalofrió le recorría la espalda al sentir la mano de aquella mujer sujetarle con firmeza. Y cuando escucho aquel espantoso y aterrador grito salido de ultratumba le helaba hasta los huesos provocando el peor de espantos posibles. — ¡¡Hay mis hijosss!!... Aquello casi le da un infarto, sabía muy bien de lo que se trataba y estaba seguro por pláticas de varias personas que se trataba de aquella espectral presencia de la que tanto se hablaba, aquella mujer que recorría los caminos en busca de sus primogénitos, que según decían había matado ella misma. Y cuando esta se diera la vuelta y mostrara a Ramiro su verdadera apariencia es que aquello le provocaría un susto tan grande que le sería imposible de olvidar nunca. De sus manos sobresalían aquellos huesos con protuberancias en la piel y marcas que daban la impresión de haberle estado sujetando como con cadenas, su rostro era pálido y sombrío, con dientes a los que podía ver parecían de la misma muerte, y en sus ojos la oscuridad que era iluminada por espantosas y aterradoras flamas, ojos que parecían encendidos por el fuego del mismo infierno, un rostro tan espantoso y grotesco como jamás nadie imaginaria ni en sus peores pesadillas, con deformidades que asemejaban a las de un animal cuadrúpedo. Ramiro salió despavorido corriendo cuando por fin pudo soltarse de la mano de aquella mujer, gritando por todas partes por la desesperación de sentirse muerto. — ¡¡Auxilioooo!!... —gritaba con la voz muy alterada — ¡Noooo! Corrió con todas sus fuerzas sin importarle nada, el miedo que sentía era tal que aquellas heridas que antes le habían impedido el moverse con normalidad ahora ya no le molestaban y sacando fuerzas de donde sea corría desesperado. Sin darse cuenta de nada salía de entre un gran matorral topándose con aquellos hombres que antes le habían estado siguiendo, pero ahora ni siquiera les había visto. Estos al darse cuenta de esto y al escucharle se quedaron sorprendidos, y al oír el mismo espeluznante grito sabrían del porque es que Ramiro corría. — ¡¡Hay mis hijosss!!... —Se escuchaba dentro de la espesa y oscura maleza que se encontraba cerca de ahí, y una pavorosa y escalofriante niebla parecía recorrer el camino acompañada de aquella presencia fantasmal. Ambos sintieron el miedo de saber de lo que se traba, ya antes les habían dicho que por aquellos lugares solía verse y escucharse aquello, pero nunca antes le habían visto, pensaban que solo se trataba de aquellas historias sin sentido, relatos que decía la gente solo para causar miedo. Pero no era así, y ahora estaban en presencia de aquello a lo que las personas tanto temían. A la mañana siguiente se encontró el cuerpo sin vida de Ramiro y en su rostro se podía ver el gran terror que había experimentado aquella terrible noche. Esa fue una de las tantas veces en las que las personas supieran y pudieran escuchar acerca de aquella espantosa presencia, la que esa misma noche recorrería aquel pueblo en busca de sus hijos, y de aquellos hombres lanzando espantosos y escalofriantes gritos que estremecerían hasta al más valiente. Gritos que se dejaban escuchar hasta en los huesos, sacudiéndoles y mostrándoles el terror más profundo y el horror que seguiría recorriendo aquel y otros lugares para siempre. Era a la que las personas solían llamar: La llorona, una espectral presencia que nunca encontraría el descanso eterno pues estaría siempre en busca de aquello que jamás podría encontrar, según tengo entendido, pues como la gran mayoría sabe fue ella misma quien les habría quitado la vida a sus hijos. Aunque la realidad es que no se si sea verdad, pues de La llorona hay muchas historias que se le relacionan. El Jinete Infernal Hay muchas historias en todo México y el mundo entero que hablan acerca de apariciones, seres espectrales que se dejan ver en muchos lugares, algunos más aterradores que otros. Ahora les contare la historia de algo que le paso a una persona, un hombre que solía salir en las noches junto a un amigo y que en una de esa noches se topo con un hallazgo que le cambio la vida, un acontecimiento que le dejaría marcado siempre y que le haría apreciar mucho mas lo que realmente tenía, sin buscar en otros lugares aquello que ya poseía. Los nombres que aparecen en este cuento los he cambiado para no causar molestia en ninguna persona, así como también le he puesto nombre al lugar en donde se desarrolla la historia. La historia se centra en Julián, un hombre de unos treinta a treinta y cinco años, aproximadamente quien vivía en un pueblo llamado Rancho Escondido, en el estado de Veracruz. De temperamento tranquilo, aunque algunas veces solía perder la calma y esto le hacía hacer las cosas sin pensar en las consecuencias, un hombre que solía salir con mucha frecuencia, principalmente en las noches llevándole algunas veces a adentrarse en la espesura de la noche. Junto a este estaba casi siempre su amigo Esteban, era con quien acostumbraba salir a divertirse en las noches. De temperamento serio era casi siempre este quien solía decirle a su amigo sobre las malas decisiones que solía tomar. Ambos eran muy cercanos y a pesar de que ninguno tenía pareja, pues no se habían casado, lo que solían hacer era ir a divertirse en las cantinas que había en aquel poblado, de hecho solo trabajaban con ese propósito. Julián y Esteban tenían la costumbre de salir en las noches a pescar a un rio que se encontraba muy cerca de donde vivían, era un rio pequeño, aunque no tanto. El agua ahí solía verse muy clara, casi cristalina, lo que facilitaba las labores de pesca, pero que debido a la escases de trabajo en el pueblo era continuamente sobreexplotado por las mismas personas quienes se dedicaban a atrapar los peces y crustáceos que se encontraban dentro del rio. Una noche antes de que aquello se suscitara Julián había salido de pesca, solo que esta vez sin la compañía de su amigo y casi hermano, es así que esa vez la pesca parecía haberle salido muy bien, muchos peces eran los que había logrado atrapar; mojarras, los llamados guapotes (así les llamaban a ciertos tipos de peces de color oscuro y con maracas rayadas en sus costados), y otros más eran los peces que ahora caían en las redes de aquella atarraya (como le llamaban a el utensilio o articulo con el solían salir de pesca aquellos que se dedicaban a estas labores, era un artículo que estaba tejido con tela de maya y que estaba repleto de orificios en los que quedaban atrapados los peces), la suerte le sonreía de tal manera que hasta pequeños crustáceos que lograba ver entre las piedras de aquel rio eran atrapados por Julián, quien parecía haberse sacado la lotería. Esa noche estuvo en presencia de la luna desde que oscureciera y casi hasta el amanecer, ayudado por la luz de una lámpara que se colocaba en la frente, dicha lámpara emitía una gran vista que dejaba vislumbrar con bastante claridad lo que estaba al frente, que gracias a una batería como las que solían usar las motocicletas lograba alumbrar aquella oscuridad. Debo decir que la luz solo le brindaba la oportunidad de ver en la noche, mas no evitaba el que se tropezara con las diferentes piedras que poblaban el rio, golpeándose con ellas en sus piernas, aunque de nada grave por suerte. En fin, al día siguiente de eso Esteban se encontraba en la casa de su amigo y se sorprendía mucho al ver que este había salido la noche anterior de pesca, y más por el hecho de no haberle invitado. Después de poder apreciar la gran suerte que había tenido al atrapar a todos aquellos peces y de discutir con Julián sobre del porque es que no le había dicho que iba a salir de pesca aquella noche y de reclamarle al ver aquellos peces es que Julián le ofrecía una disculpa ante su mala decisión, llegando a un acuerdo que les beneficiaria a los dos. — ¿Qué te parece si mañana vamos a pescar? La insinuación de parte de Julián era para que su amigo no se sintiera excluido y para que este tuviera la misma oportunidad que el. Además de que de esa manera podría volver a atrapar muchos más peces, pues con su ayuda seguramente lograría con suerte tener una mejor captura, sabía muy bien que si planeaban bien las cosas estas les beneficiarían de tal manera que lograrían ganar más dinero, y llegando a un acuerdo sobre aquella decisión decidieron salir a la siguiente noche. —Saldremos como a las diez de la noche —manifestaba Julián —, creo que es buena hora, ¿no te parece amigo? — ¡Eso me parece excelente! —Respondía este con la mira en la captura de aquellos peces tan deseados, aunque más bien era por el dinero que ganarían con la venta de los mismos que otra cosa. Y más al pensar en aquellas mujeres que estaban en aquella cantina a la solían asistir con gran frecuencia. Luego de aquella platica Julián y Esteban se fueron a hacer sus respectivas labores, tanto uno como el otro tenían sus respectivos trabajos, aunque no eran tan bien pagados como ellos querían pues el salario que ganaban era apenas lo suficiente como para poder comer, era por eso que además de aquellos trabajos ambos se dedicaban a pescar en algunas noches logrando con ello costear los gastos de sus pasatiempos tan desmesurados en aquella cantina a la solían ir casi cada tres o cuatro noches gastando todo cuanto llevaban encima. Dinero que aunque les costaba mucho el poder ganarlo, al parecer no les importaba nada el malgastarlo de esa manera, despilfarrando a manos llenas todo cuanto podían. Julián trabajaba en el campo en la siembra de las plantas de caña así como en el mantenimiento de las mismas, chapeando (como se le suele decir a la labor de cortar la maleza que crece en aquello lugares) los lugares más sobresalientes que se veían con gran cuidado, ya que el dañar aquellas siembras implicaba el tener que pagar por estas o ganar menos. Debo decir que dicho trabajo era además de duro y agotador muy chocante o difícil de tolerar, la monotonía de aquel paisaje causaba mucho estrés a la gran mayoría, y Julián no estaba exento de eso. Esteban trabaja en la siembra de frijol así como en el cuidado del mismo, además de la venta que solía hacer por las calles, cosa que le resultaba muy molesta ya que tenía que soportar las burlas de las demás personas. Continuamente debía escuchar lo que las demás personas hablaban de él a sus espaldas y sentía las burlas de las mismas, lo único que le hacía soportar aquello eran aquellas noches que pasaba con su amigo en aquella cantina. Y después de que las horas se fueran paulatinamente llegaba la noche. Habiendo preparado todas las cosas que requerían para salir de pesca, las atarrayas y demás enseres llegaba el momento de arribar hacia el horizonte, o más bien hacia aquel sitio en donde se llevaría acabo la pesca. Julián y Esteban ya habían acordado ciertos términos con respecto al trabajo o más bien luego de discutir sobre las posibilidades de que esta vez no les fuera bien, debido a que el primero ya había pescado la noche anterior así que posiblemente les sería algo difícil atrapar peces en la misma parte en la que Julián ya había estado, así que acordaron tomar cada quien cierto rumbo con tal de atrapar peces, y de verse al terminar la noche o cuando la pesca fuera tan buena que ya no fuera necesario seguir pescando. Esteban había decidido irse por el lado derecho mientras que su amigo recorrería el izquierdo encontrándose en cierto sitio a cierta hora. Por alguna extraña razón aquella noche parecía mucho más oscura y penetrante, oscureciendo todo a su paso, y la muy escasa luz que brindaba la el reflejo de la luna al chocar con el agua de aquel rio parecía no ser suficiente, afortunadamente para los dos la luz que les brindaba la energía eléctrica de las baterías que cargaban y que era redirigida hacia las lámparas en sus frentes les ayudaba a sobreponerse a aquella terrible oscuridad. Esteban se había dirigido con rumbo hacia la parte más baja de aquel rio, una parte que escasamente y era capaz de lograr cubrir sus rodillas, esta parte estaba llena de grandes obstáculos que hacían muy difícil en cierto momento el andar. Con gran problema Esteban caminaba por entre aquellas piedras y ramas de viejos arboles que habían sido arrastrados por la creciente anterior, una que había causado grandes destrozos a la población. Mientras tanto Julián se encaminaba con dirección contraria a la de su amigo, en aquella parte en especial, el agua era mucho más profunda y turbia acrecentando con ello la gran y ya de por si dificultad con la que se podía caminar ahí, las piedras de varias dimensiones, algunas grandes y otras pequeñas estaban por todas partes y el chocar con ellas era algo inevitable y doloroso. Era gracias a la luz de su lámpara que este era capaz de caminar por entre aquellas piedras, algunas veces eludiéndolas y otras más pasándoles por encima, a las más pequeñas claro está, porque al llevar a cuestas aquella atarraya que además todo era bastante pesada dificultaba el que tuviera que pasar cada piedra por encima de estas obligándole a tener sentarse de vez en cuando debido al cansancio que esta labor le provocaba. Los minutos se habían ido y Julián por fin lograba llegar hasta el punto designado, el esfuerzo había sido muy duro pues el recorrido le había cansado bastante, tomando las cosas con calma y habiendo preparado todo lo necesario se dispuso a hacer su trabajo y sujetando fuertemente el morral o saco tejido con tela de maya a su cintura, luego reviso si la luz de la lámpara estaba bien para que nada le saliera mal y habiendo llegado a la conclusión de que todo estaba en su sitio se encamino hacia el rio llevando consigo la esperanza de que le fuera como la noche anterior. Esteban por su parte había llegado hasta el lugar en donde emprendería la pesca, la luz de su lámpara era muy buena y la suerte parecía estar de su lado esta vez. ¿Pero esta vez había algo más que ni él ni Julián sabían? Después de varias horas de estar pescando en el agua de aquel rio Esteban lograba atrapar tantos peces que sentía que se acercaba el momento de regresar, después de todo el propósito que se había propuesto ya estaba prácticamente cumplido gracias a la buena fortuna que había tenido. Sin importarle nada, sobre todo aquellos extraños ruidos que se habían estado escuchando toda la noche, cosa que no le importaba mucho ya que jamás había sentido miedo, estaba acostumbrado a estar a solas a esas horas de la noche y nunca había visto nada raro, eran los mismos sonidos a los que estaba acostumbrado por esa razón el miedo no figuraba en su persona, y mirando la buena pesca obtenida se daba por bien servido esa noche. Julián por su parte había estado pescando toda la noche, pero extrañamente ahora no había sido capaz de atrapar tantos peces como la noche anterior y solamente unos pequeños peces eran los que hasta el momento caían en las redes de su atarraya, aunque la esperanza aun seguía en su persona había llegado a pensar que esta vez se iría con solo aquellos peces que tenia, observo con desilusión la hora que era percatándose que se acercaba el momento de regresar a su casa y de reencontrarse con Esteban. La noche seguía tan oscura como cuando salió de su casa horas antes y la luz de la luna parecía ocultarse con las nubes que se vislumbraban en el firmamento indicándole así las posibilidades de ser atrapado por la lluvia, no es que le importara mucho en realidad pues estaba bastante mojado como para preocuparse por esos pequeños detalles, lo que si le importaba era llegar antes de que el camino le dificultar el andar pues debido a la poca visibilidad y a lo maltrecho del camino el cual estaba repleto de huecos, estos siempre se llenaban de agua impidiendo o en ciertas circunstancias obligándoles a tener que buscar otras alternativas para poder llegar a sus casas. Los ruidos emitidos en esa noche en especial eran mucho más inquietantes y lograban preocupar a Julián quien al escuchar semejantes cosas alumbraba hacia aquella dirección sin lograr ver lo que emitía aquellos sonidos. El miedo se hacía presente en Julián al oír de viva voz aquellos aterradores sonidos, no había sentido miedo desde hacía mucho tiempo, ya se había acostumbrado a salir de noche y a escuchar todos aquellos ruidos, pero no estaba preparado para lo que estaba a punto de ver esa noche… Eran como las dos o tres de la madrugada cuando Julián decidía regresar a su casa, pero el camino hacia la misma era bastante complicado, seguía estando bastante preocupado por los ruidos que había oído minutos antes y pensaba que tal vez se trataba de algún animal. Sabía muy bien que en el agua de aquel rio y mas a esas horas de la noche era muy probable que se dejaran ver las nutrias, animales que salían de casería en busca de su alimento, lo que vendría siendo los mismos peces que este iba buscando, pero el encontrarse con ellos no era nada bueno para ninguna persona que no estuviera preparada para hacerles frente. Y Julián no estaba preparado para eso. Lo ominoso del recorrido era por demás espantoso, y de no ser por la luz de su lámpara esto no le hubiera sido posible, pero aun estaba demasiado lejos del punto de reunión con su amigo. El peso de la atarraya resultaba ser ahora mucho más molesto y debido al cansancio y a la frustración que sentía parecía que nunca lograría llegar a reunirse con Esteban, además estaba la constante presencia de aterradores sonidos que poblaban el rio. Repentinamente un poco de agua parecía estropear la batería que abastecía la lámpara provocando leves apagones en la luz de la misma, dificultando el poder ver el camino, y eso que aun se encontraba dentro del agua, por lo que el llegar le estaba resultando muy complicado. Y fue por cuestión de la mala suerte que había tenido o por algún acontecimiento que este nunca se esperaba que aquellos sonidos que antes habían logrado escuchar se dejaran oír más fuertemente, y pudo ver a algunos animales pasar cerca de él. Era como si estos huyeran de algo. ¿Pero porque es que aquellos animales corrían de aquel lugar? Se preguntaba Julián asustado también. Y la respuesta a aquella pregunta le seria respondida momentos después… Luego de que la luz de la lámpara de Julián fallara obligándole a permanecer solo en las penumbras de la noche y a los desgarradores sonidos que se le presentaban. Julio aun no se recuperaba de la sorpresa de haberse quedado sin el auxilio de la luz ante aquella noche oscura, ni del asombro de ver pasar aterrados a aquellos animales que parecían escapar de algo mas, cuando los sonidos de lo que parecían ser las pisadas de algún caballo se le presentaban, lo que era realmente increíble. Eran los sonidos de lo que parecían ser las herraduras de aquel caballo al chocar contra las piedras, ruidos tan aterradores que le erizaban la piel. Al escuchar semejantes cosas la idea de esconderse le vino a la mente, algo muy dentro de él le decía que debía ocultarse de aquello que parecía ir en dirección a donde se encontraba, y a pesar de la tremenda oscuridad que estaba en esos momentos lograba vislumbrar a cierta distancia las raíces de un gran árbol que estaba junto al rio, y dichas raíces le permitirían el poder tratar de ocultarse de aquello. Poco a poco el sonido de las pisadas de aquel caballo se dejaban escuchar mas y mas cerca, Julio sentía la incesante necesidad de huir de ese sitio, solo que sin la ayuda de la luz esto le seria virtualmente imposible de lograr. Adentrándose lo mas que podía entre las raíces de aquel viejo árbol esperaba que este le sirviera para pasar desapercibido ante lo que estaba a punto de pasar, el miedo aumentaba considerablemente con cada segundo que pasaba y daba lugar al más profundo e inexplicable horror. Entonces el relinchido de aquel caballo junto a sus inequívocas pisadas le indicaban la presencia casi junto a él de aquello que ahora se le presentaba. Observo con terror esperando lograr ver aquello que estaba ahora frente a él, solo que debido a la tan oscura noche le era muy difícil el apreciar mucho más claramente la figura de aquello que antes había oído. A pesar del miedo que sentía en esos momentos algo muy dentro le incitaba a observar lo que estaba al frente. Los ruidos del relincho de aquel caballo resultaban aterradores y lo único que había podido ser capaz de ver era lo que parecían ser chispas que salían del agua del rio. Es entonces cuando la luz de la luna iluminara la noche, fue cosa de unos instantes solamente para que la noche diera paso a la claridad que irradiaba la luna que al chocar sus rayos de luz en contra del agua de aquel rio le dejaban ver lo que con tanto interés quería. Era la figura de un caballo, lo que resultaba estar al frente, una figura tan aterradora que hacía que sus ojos se cerraran por instantes. La figura de dicho caballo que al levantarse incitado por el propio jinete hacia que las herraduras de su caballo chocaran en contra del agua de la que inexplicablemente salían chispas. La apariencia del caballo resultaba ser mucho más diferente que cualquier otro que él hubiera visto. Con piernas robustas y un color tan negro como la misma noche, de ojos tan rojos como las flamas de una hoguera que daban la impresión de estar viendo a la misma muerte. Pero la apariencia de aquel jinete que montaba aquel caballo no era menos terrorífica que el mismo caballo. Vestido como aquellos hombres de la época de la revolución, especialmente a los llamados caciques que mandaban a los más pobres, de pantalón visiblemente adornado con lo que parecía ser botones de oro por el resplandor que irradiaba de aquellos, botas oscuras que brillaban con la luz de la luna y una chaqueta con tantos lujos que parecía ser irreal, además de un gran sombrero que adornaba su cabeza, de la que apenas y se podía ver entre sombras lo oscuro del rostro de aquel individuo, y una cara en la que figuraba solamente la oscuridad misma de la que sobresalía la inexplicable y aterradora luz de sus ojos, unos que parecían ser iluminados por la luz del fuego mismo. Julián no podía creer lo que sus ojos estaban viendo. ¿Cómo es que eso era posible, y porque a él? ¿Y mas sobre todo, que era lo que podía hacer para salir de aquel lugar sin ser visto por aquel personaje? De repente el caballo se volvía a levantar obedeciendo a las órdenes de su jinete, aquel jinete que parecía haber salido del mismo infierno. Ahora es que podía ver con mucho más detalle lo que sucedía, miraba con asombro y terror como es que el sonido de las herraduras de aquel caballo sonaban con gran estruendo, además de aquellas chipas a las que antes había visto salían ahora del agua y que ahora además parecían llamas que provocaban que vapor saliera escapando del agua. Los dientes y las manos le temblaban terriblemente, además del aquel sudor frio que se le escapaba de las manos y que le recorría la espalda. Julián intentaba no hacer el menor ruido, aquella presencia tan terrorífica que nunca pensó ver en la vida seguía en el mismo sitio sin moverse, parecía que buscaba a su víctima, y él no quería ser esa. Fueron momentos tan aterradores y desesperantes que pensó que nunca se irían, seguía observando la misma presencia y rezando para no ser encontrado, miraba con terror a aquel caballo del que se escapaba el aliento más sofocante por el hocico, uno que le provocaba mucho más miedo. Con los ojos desorbitados por el terror que sentía y los nervios de punta no podía hacer más que esperar no ser visto ni oído por aquella infernal presencia. Y pudo descansar con tranquilidad al observar cómo es que aquello se alejaba de ese lugar llevándose consigo la luz de la luna y regresando aquella oscuridad, esa que ahora ya no le parecía tan terrorífica como antes. Aquel suceso le había provocado el más aterrador e inolvidable de los recuerdos, jamás sería capaz de olvidar lo que le había sucedido en aquella noche, y después de experimentar semejante cosa ni de aquellos peces que había atrapado se acordó y habiendo recobrado un poco de fuerzas salía corriendo de ahí. Ni siquiera aquella oscura noche era suficiente para impedirle correr a toda prisa, continuaba escuchando los relinchos y las pisadas de las herraduras de aquel caballo detrás suyo, y sabia que debía correr lo más rápido que pudiera sin importar la ominosa oscuridad. Los golpes con las piedras y las diferentes heridas le hacían sentir mucho dolor pero el miedo le estimulaba a seguir a delante ignorando el dolor mismo. Aun no sé cómo es que Julián pudo llegar hasta aquel lugar en donde se suponía se encontraría con Esteban, la inequívoca experiencia antes vivida le había hecho llegar con gran desesperación mientras que su amigo le observaba sorprendido por la cara que tenia, y es que al verle daba la impresión de ver a un fantasma, con facciones entremetidas en el rostro que dejaban ver el terror por qué había pasado momentos antes, y además estaban aquellos temblores que provocaban el movimiento inoportuno del cuerpo y la inconfundible mirada en sus ojos, mirada de terror que se había metido muy dentro de su alma. No importaba que le dijera Esteban a su amigo o las incesantes preguntas antes hechas, no había respuesta a lo que había pasado y nada que hacer al respecto. El terror se había apoderado de Julián de tal manera que ahora ni siquiera podía hablar y solo pequeños y casi imperceptibles sonidos salían de su boca, sonidos que le decían a Esteban que algo le había sucedido a su amigo. En los años siguientes Julián jamás volvió a salir de noche y seguía sintiendo la presencia de aquel ser infernal muy de cerca, se convirtió a partir de aquel día en una persona cerrada y que jamás salía solo de noche, en su lugar se encerraba en su casa sin importar lo que los demás hablaran de él. Y luego de varios años es que Esteban contara lo que su amigo vivió aquella noche, pues este mismo le conto lo sucedido al día siguiente y a pesar de la constante ayuda de su parte, Julián jamás se pudo recuperar de aquella terrible experiencia. Es así como se contaba aquella historia y se decía que si salías de noche a pescar debías estar preparado para todo, ya que seguramente te encontrarías con aquella presencia que Julián había visto aquella noche, y que si tenias suerte lograrías quizás ser capaz de escapar con vida, escondiéndote en donde pudieras y rogando no ser visto. Se corría el rumor que aquel mismo jinete recorría aquellos mismos lugares en busca de su siguiente víctima y que si te lo llegabas a topar seguramente serias tú aquella victima llevándote al lugar del que no podrías escapar. Con la Muerte detrás El día anterior a la noche en la que aquello sucediera Juan había pasado un día ordinario, el trabajo había estado bastante molesto y mucho mas al sentir la incesante presencia de quien siempre le había estado causando muchos problemas, una persona que desde hacía mucho tiempo le incomodaba mucho. Siempre tenía que soportar los constantes regaños por situaciones ajenas a su persona. Y estaba siempre presente la necesidad de sobresalir en aquel ambiente hostil y bruto demostrando que era capaz de ser mejor de lo que aquella persona pensaba. Jamás antes se preocupo por lo que las demás personas pensaban o decían de él, nunca le paso por la mente siquiera la idea de que aquellos comentarios fueran ciertos. Y muy pronto descubriría la verdad tras los mismos. Eran las diez de la mañana, el sol estaba en su apogeo iluminando con su luz todo a su paso, sofocando en su camino todo lo que se encontraba en esos momentos. El calor que provocaba dichos rayos de luz resultaban casi insoportables, era como si el sol intentara calentar la tierra extinguiendo todo rastro de vida a su paso. Juan por su parte intentaba sobrellevar aquello ocultándose entre las ramas de un gran árbol, una higuera tan grande como una gran casa que permitía soportar las inclemencias de aquel calor infernal. Pero no había mucho tiempo para descansar, aun ni acababa el trabajo y el capataz de aquellas labores estaba al acecho de que se hiciera dicho trabajo y más que nada para que no se descansara durante el mismo, y exceptuando por la hora de descanso para comer, estaba prohibido que las personas dejaran de trabajar, y era él, el encargado de hacer obedecer dicha orden. Con tan solo un sombrero es que estas personas se tapaban la cabeza de los abrazadores y sofocantes rayos que salían del sol, nada mas eso les permitía seguir en pie, aunque con el gran cansancio encima, no era para nada fácil seguir trabajando. Las rudimentarias herramientas con las que contaban y la desgastante labor solo era sobrepasada por la escases en el salario, una paga tan mala que apenas y les daba la oportunidad de pagar por sus alimentos, alimentos que desgraciadamente escaseaban cada vez mas. Además de que tenían que verse obligados por aquella persona cual si fueran esclavos, siendo maltratados de tal manera que era difícil decir si se encontraban en los tiempos modernos o se encontraban viviendo en la época de la esclavitud. Aquella época que muchos querían olvidar. Luego de haber tenido que trabajar por casi más de ocho horas en las tan extenuantes labores de limpieza de la tierra y a merced del implacable sol, Juan y los demás casi se desmallan al terminar sus labores. Con las manos visiblemente lastimadas por las rudimentarias herramientas, además de haber tenido que arrancar algunas hiervas con sus propias manos, lo que le había lastimado de sobremanera. El desgaste había sido tanto que al terminar caía de espaldas en la fría tierra y a la sombra de aquella gran higuera que les brindaba a todos el sosiego del trabajo. Por fin había llegado el momento en que podrían tomar sus sagrados alimentos, ahora por fin podrían alimentarse y recobrar sus fuerzas mientras que descansaban a la espera de poder salir de aquel lugar, olvidando por el momento aquella fatiga. Juan miraba con gran asombro el grave daño que se había provocado en sus manos y se preguntaba una y mil veces la razón que le había llevado hasta esos momentos, no podía creer que se encontrara haciendo dicho trabajo. Tantos y tantos años de estudio le habían hecho terminar una gran carrera, fue gracias a la ayuda de sus padres que había podido terminar de estudiar, la escuela media y superior, así como de diplomarse en la carrera que su padre quería, una que a decir de Juan no era nada buena, pero que al querer hacer feliz a su padre termino por cumplir dicho sueño. Se había convertido en arquitecto tras varios años de arduo esfuerzo, pero que tras la muerte inesperada de sus padres no le había servido de nada, y tuvo que hacerse cargo de las tierras que estos le habían dejado. Dejando aquellos estudios para dedicarse a trabajar la tierra, la misma que más tarde perdería por su mala suerte. Durante varios años se dedico a trabajar en lo que sus padres le habían enseñado, no quería alejarse de aquel lugar en donde sus padres habían vivido durante toda su vida y en donde había pasado tantos años. Los recuerdos de aquellos días le seguían siempre, años en los que recordaba las enseñanzas de su padre y las palabras de su madre quien siempre le había dicho que se cuidara de no salir de noche, y que jamás, si es que de casualidad llegaba a encontrarse a alguna mujer o persona extraña en la noche este la siguiera, lo que es mas era preferible que este saliera lo más rápido de ahí. No es que aquellas y otras historias que sus padres le habían contado tanto le causaran impresión alguna, era solo que ahora que se encontraba solo y en tan desagradable situación es que llegaban a su mente todo cuanto vivió junto a sus padres. La compañía de algunas personas apenas y le hacía soportable la vida, amigos que con gran dificultad había logrado hacer, pues era como si las demás personas se sintieran ofendidas o molestas con su presencia. No había sido capaz de encontrar un mejor trabajo, uno para el que se había preparado tanto y ahora se veía en la necesidad de tener que aceptar cualquier tipo de trabajo disponible, algunos años atrás había perdido las tierras de sus padres, pues debido a la necesidad económica vivida tuvo que deshacerse de dichas tierras. Paulina era la única mujer que siempre había estado con él, incluso le había acompañado en aquellos tragos tan amargos, aquellos días en los que habían muerto sus padres, y fue gracias a la ayuda de Paulina que se sobreponía al dolor. Ella siempre había sentido un gran aprecio por Juan y se lo demostraba cada vez que podía, le brindaba su apoyo sin importar la situación que este enfrentara, incluso había algunas veces en las que debido al dolor que este mostraba que ella sentía el mismo dolor recorrer su cuerpo. De apariencia agradable y temperamento afable, era muy apreciada por los hombres y por todos en general. Actitud que le había llevado a ser considerada una gran mujer y una gran amiga para los que la conocían más de cerca, aquellos con los que acostumbraba salir muy a menudo, personas que veían en ella a la mejor de las amigas y a una esplendida mujer que siempre era capaz de hacer hasta lo imposible por lograr sus metas. Por su parte para Juan ella siempre había sido la mejor amiga, había llegado a considerarle una extensión mas de su familia, de hecho, a decir de este solo Paulina merecía la pena llamar familia, pues aunque aun contaba con mas familiares, estos le habían abandonado cuando sus padres murieron. Aquellos quienes debían ser los que vieran por el después de la muerte de sus padres resultaban ser quienes le dejaban a su suerte, los mismos padres de sus padres, sus abuelos quienes se suponía por sugerencia de sus hijos, o sea los padres de Juan, quienes antes de morir pidieron a sus progenitores Don Agustín y Doña Petra cuidaran en todo lo posible de Juan, cosa que ignoraron después de sus muertes. Al parecer no estaban dispuestos a aceptar el cuidar de aquella persona, y no les importaba que este fuera su nieto, jamás permitirían que este entrara a su casa ni mucho que se hiciera cargo de sus cosas. Eran personas muy anticuadas que solo pensaban en ellos mismos. Es así que para él solo estaba Paulina y nada más. Debo decir que tal acontecimiento sucedió un día en el cual las extrañas e incomprensibles advertencias que se dejaban ver en el ambiente le debieron de haber dicho lo que estaba a punto de pasar, y aunque nada mas hubiera sido mera casualidad, la realidad era muy cierta y segura. Ese día Juan había salido muy temprano al trabajo, Paulina había quedado de verse con este al terminar, debían hablar sobre un asunto muy importante para los dos, ella sentía la necesidad de llevar su relación más lejos, y esperaba que Juan por fin se diera cuenta de sus verdaderos sentimientos. La cita había sido pospuesta por largo tiempo, mucho más del que ella hubiera querido, más que nada debido a los constantes problemas que este había tenido, pero ahora parecía que finalmente seria la ocasión perfecta para eso. Las horas transcurrían con tanta lentitud para ambos que por momentos la desesperación por estar juntos les hacía perder la concentración en sus respectivos trabajos. Mucho más para Paulina quien sentía la necesidad de saber de una vez por todas si sus sentimientos eran recíprocos. Lo que ciertamente era real, pues aunque Juan en algunas ocasiones había sido algo lento, con respecto a lo que ella sentía por él, ahora además de darse cuenta de ello había tomado la decisión de hacerle saber lo que sentía por ella. Después de haber terminado de sus labores y cuando logro reunir el dinero que le hacía falta es que se dirigía hacia una tienda, aun falta tiempo para que se reuniera con Paulina y debía prepararse debidamente para la ocasión. Ciertamente no contaba con alguna ropa decente que le sirviera para tan grata y esperada ocasión, sus ropas estaban todas gastadas y viejas, además de rotas, y encima de eso estaba la falta de zapatos adecuados para eso. De cualquier manera y aunque gastara todo el dinero que acababa de obtener estaba seguro de que era lo mejor. De repente una extraña mujer se le presentaba en la tienda, una mujer a la que no conocía y la que le sorprendía de sobremanera. Se trataba de aquella mujer que siempre acostumbraba acosar a las demás personas, una a la que llamaban Doña Gloria, una señora que según decían los demás había perdido la razón, aunque nadie pudo averiguar del porque, lo que era seguro es que aquella presencia aseguraba a quienes le hablaban una gran desgracia para su persona. Y Juan estaba a punto de saber eso… Eran como la una de la tarde del día sábado cuando paso por aquel viejo callejón, uno que había dejado de recorrerse hacia mucho tiempo debido a historias increíbles y exageradas que se decían, y no es que aquello le asustara, aquellas historias solo le parecían algo exageradas y nada más, pues la idea de que aquello fuera cierto le resultaba ridícula. A esa hora el regresaba del trabajo, visiblemente cansado y escurriendo sudor por todos los poros de su cuerpo y solo el recuerdo de aquellas personas le aminoraba su sufrimiento, solo el pensar en sus padres y en Paulina le hacían soportar aquellos días. Aun conservaba dentro de si las inolvidables situaciones que le habían llevado a ser la persona que hoy en día odiaba ser, se sentía tan fracasado que en algunas ocasiones ni siquiera quería ser visto por persona alguna encerrándose en la casa sin que siquiera la luz del sol le iluminara y solamente las sombras de la oscuridad le acompañaban siempre. Luego de haber comprado lo que le hacía falta decidió volver a su casa e intentar calmarse antes de la reunión, las horas se pasaban tan lento que sentía que jamás llegaría el momento oportuno para estar junto la chica que siempre había estado junto a él. Extrañamente regresaban a su mente aquellas palabras que antes había escuchado decir a aquella mujer tan excéntrica, no sabía porque es que aquellas palabras le seguían recordando a su madre, tal vez solo era porque jamás había olvidado a esta, o más bien a sus palabras, palabras de amor y aprecio, y también de advertencias. Y es que prácticamente eran las misma que le dijera su madre cuando fuera un niño, a la edad de unos siete años su madre ya le había contado ciertas historias que ahora podía recordar con claridad y estas mismas resultaban tan parecidas a las de aquella excéntrica mujer. — ¡Esta aquí!... ¡¡Esta aquiii!! Juan la había visto y oído decir aquellas palabras y sentía como si le estuviera hablando de manera casi increíble, era como si se dirigiera personalmente a su persona, lo que le resultaba extraño y desconcertante. Miraba con asombro a esta persona, sus ojos desorbitados y el continuo temblor en sus manos, aquella voz tan desequilibrada con la que hablaba y la extraña forma de vestir, sabia por platicas ajenas que aquella mujer había quedado sola hacía mucho tiempo y que gracias a la ayuda de algunas personas que cuidaban de ella es que lograba subsistir. Ya todos sabían sobre las extrañas alucinaciones que la mujer acostumbraba decir, incomprensibles figuraciones que hablaban de la presencia de algo que solía recorrer las calles de aquel poblado en ciertos días y que ella le había visto, pero que debido a su desequilibrado estado emocional era difícil de creer. Pero aunque aquello fuera verdad y la mujer estuviera fuera de sí misma, para Juan sus palabras resultaban un verdadero enigma. Se fue a su casa esperando olvidar tan extraña situación, queriendo sacar de su mente aquel encuentro con aquella mujer e intentando que sus palabras no le siguieran atormentando. Paso por un camino un poco solitario, había piedras y restos de arboles muy viejos que se dejaban vislumbrar por todas partes, no era el camino habitual que solía recorrer pero se acercaba la hora de verse con Paulina y debía llegar antes para prepararse debidamente. Un extraño e insoportable olor de repente se dejaba sentir, un olor que le hacía taparse la nariz tratando de soportar semejante aroma, miro hacia todos lados esperando encontrar el lugar de donde provenía este y solo miraba maleza en exceso. La excesiva y descontrolada maleza que estaba alrededor de aquel viejo camino hacia muy difícil lograr ver con claridad lo que estaba metido entre las hierbas que estaban en ese lugar, y solamente debido a aquel espantoso mal olor que se esparcía por doquier que impregnaba el lugar, es que lo hacía. Escucho con asombro algo que parecía estar dentro de aquellas hierbas, solo que la maleza evitaba que Juan pudiera ver de lo que se trataba, la curiosidad del momento le hacía acercarse mas y mas hasta donde lograba escuchar aquellos sonidos, la sola idea de saber qué era eso le causaba un sentimiento que no había sentido desde hacía mucho tiempo era superior a su persona. Miraba con atención el continuo movimiento que se dejaba ver dentro de la espesa maleza, entre una mezcla de curiosidad y morbo le incitaban a adentrarse mucho mas en ese sitio y observar lo que yacía escondido en el mismo. La sorpresa y el asombro se dejaban ver cuando este lograra observar con más detalle lo estaba en ese lugar, el resultado de tal sorpresa era tan evidente al tratarse de un extravagante descubrimiento, un cuerpo de lo que parecía ser algún animal, específicamente lo que parecía de algún perro que había muerto y tal vez su cuerpo había sido dejado en aquel sitio por alguna persona, quizás se trataba de la mascota de algún individuo cercano, alguna persona debía de haberlo dejado botado intentando ocultarlo a sabiendas de que aquel viejo camino había dejado de recorrerse. Además de algunas ratas que estaban junto a aquel cuerpo en grave estado de descomposición, las cuales se estaban alimentando de los restos de aquel animal. Con el hocico abierto y sacando la lengua, la piel visiblemente destrozada por las mordidas de las ratas y el vientre con una inflamación evidente que a decir de Juan debía de haber estado en ese sitio hacia algunas semanas o quizás más tiempo. Que crueldad —pensó al mover con una rama aquel cuerpo en descomposición. Como es que eso era posible, que tipo de persona era capaz de dejar tirado en ese lugar a un perro muerto, acaso es que no tenían sentimientos, se preguntaba una y otra vez al mirar con horror tan desagradable escena. Las moscas rondaban el cuerpo y aquellas ratas al verlo se ocultaban con miedo, solo aquellas moscas y otros insectos seguían revoloteando alrededor del cuerpo, inertes ante la presencia de Juan quien sentía una extraña sensación recorrer su espalda, un frio que de pronto se dejaba sentir haciéndole estremecer. Pero no podía hacer nada más que seguir su camino. Sin poder creer lo que acaba de suceder y sin siquiera entender que tipo de persona era capaz de dejar un animal muerto tirado como si fuera nada regreso a su casa, la inquietud que sentía por aquella extraña sensación aun seguía estando en su cuerpo y le decía que algo no estaba bien y que pronto algo mas pasaría. Eran las tres de la tarde cuando este se arreglaba apresuradamente para verse con Paulina. La cita había sido programada para las siete de la tarde, esa era la hora en la que había quedado de pasar por ella a su casa y ciertamente la hora estaba cada vez más cerca. Se acomodo el reloj que tenia para ver claramente la hora, también se aseguro de que su ropa estuviera bien así como sus zapatos, unos que había comprado hace poco. Por su parte Paulina estaba más que preparada para la ocasión, la ropa debidamente preparada y escogida especialmente para tratar de llamar la atención de Juan, también las zapatillas tan hermosas que había comprado con las que sabia luciría mejor y las medias que dejaban ver sus hermosos par de piernas que ya muchos hombres habían visto, claro está que desde lejos, pues ella solo estaba interesada en Juan desde hace mucho tiempo. Y después de largos y angustiantes minutos por fin llegaba la hora tan esperada y ahora su adorado estaba a la entrada en espera de que ella saliera a recibirle. — ¡Hola Paulina! —decía Juan parado frente a la puerta de la casa de Paulina —, ¿como estas? Disculpa si es que he llegado antes. — ¡Nooo, no te preocupes por eso! —respondía visiblemente feliz por la presencia de Juan frente a ella —, la verdad es que te estaba esperando. — ¡Ja, ja, ja!... El nerviosismo era más que evidente en los dos, ambos habían estado esperando este momento desde hacía mucho tiempo, tal vez debido a que los dos sentían lo mismo uno por el otro, ya que aunque Juan nunca antes se lo hubiera dicho en persona el sentimiento tan profundo que este sentía por ella se dejaba ver y mucho mas al vislumbrar frente a él tan majestuosa figura. Con ropa tan maravillosa. Paulina vestía un hermoso vestido de una pieza de color rojo esmeralda que dejaba ver con claridad su gran belleza además de las medias que dejaban boquiabierto a Juan al ver esas hermosas piernas, y sobre todo estaba aquel hermoso e hipnotizante rostro con unos ojos color verde claro. Después de pasar por aquella torpe presentación por ambos llegaba el momento tan esperado, y en verdad que fue lo que los dos deseaban y aquella noche se volvió la mejor de todas, los recuerdos de aquella noche serian siempre recordados por Paulina y Juan quienes gozaban de sobremanera el final de aquella hermosa amistad para dar inicio a la mejor relación amorosa. Y varias horas después Juan llevaba de regreso a Paulina a su casa, le velada tan inolvidable había terminado, una velada llena de momentos tan increíble para los dos, por fin ella había podido escuchar aquello que tanto tiempo deseo y sus suplicas eran escuchadas al oír de viva voz el interés de Juan por que fueran novios, cosa que aceptaba con gran euforia. —Fue un noche maravillosa —decía Paulina con gran alegría —. ¡Me divertí mucho! — ¡Yo también me la pase increíble! —aludía Juan al saber que aquella noche en verdad era la mejor que había tenido desde hace mucho tiempo — ¡Gracias por esto! — ¡No!... ¡Gracias a ti…Juan! Había llegado la hora de despedirse aunque ninguno quisiera hacerlo, la noche había terminado y aunque tanto él como Paulina tenían que trabajar hasta el día Lunes era mejor despedirse sin importar lo que había sucedido en esa noche, el trabajo era muy importante para los dos. — ¡O-Oye! —dijo Paulina con cierto nerviosismo en su voz —. ¿No quieres pasar? — ¿N-No creo que sea buena idea? —replicaba Juan mirando alrededor y observando a las personas mirarles — Ya sabes cómo son todas las personas. Seguramente si entro van a estar hablando y no quiero causarte problemas. —No te preocupes por eso. —profirió ella con seguridad, no le importaba lo que los demás pudieran decir a su espalda, lo único que le importaba era estar junto a quien de verdad amaba — ¡Que digan lo que quieran, no me importa! —Aun así creo que mejor me voy. Eran como las once de noche cuando Juan salió de casa de Paulina, después de varios minutos de haber estado hablando en la entrada de la casa de ella Juan decidió regresar su propia casa, miraba por las calles de aquel poblado a las personas dentro de sus casas y se preguntaba porque es que estas estaban a esa hora, veía con sorpresa la actitud de la gran mayoría. La noche se notaba tranquila y solamente el ruido de algunos animales se dejaban escuchar a lo lejos, coyotes y lobos con gran seguridad, tal vez también algunos perros solitarios. Nada de eso le asustaba a Juan quien oía con mucha calma aquellos ruidos, y sabía que provenían de lo espeso del campo. Camino con seguridad por las calles de aquel poblado hasta que estas dejaron de verse y se dio cuenta de que ahora solo estaba frente a él aquel viejo camino, y ahora tendría que tomarlo para regresar a su casa. Sin nada que le pudiera iluminar el lugar, Juan caminaba con mucho cuidado intentando no tropezarse con la gran cantidad de piedras que se interponían en su andar, un andar que cada vez se dificultaba mas. Sus pasos eran lentos, y con gran dificultad es que podía vislumbrar algo entre aquel paisaje tan lóbrego y escalofriante. Con cada paso que daba se adentraba más y más en las penumbras de la noche, una que le hacía muy difícil caminar. Los sonidos de animales se dejaban oír con más frecuencia, aullidos aterradores que le decía que aquellos animales estaban muy cerca de él, y aquello no era nada bueno. Sin nada con lo que poder defenderse y aun muy lejos de su casa sentía preocupación mas no el temor de verse en tan grave situación. Repentinamente aquellos aterradores sonidos se dejaban de escuchar, el silencio daba cabida a los mas terroríficos pensamientos, ahora ya no había más de aquellos animales que estuvieran tras de él, pero aquel extraño silencio parecía fuera de sí, era como si aquellos animales se hubieran alejado de aquel sitio en tan solo unos instantes. Y estaba en el aire la pregunta. ¿Qué era lo que había sucedido para que aquellos animales corrieran de ahí? Sin más que sus pensamientos Juan se disponía a entablar su caminar, de nueva cuenta se disponía a seguir con su camino y llegar por fin a su casa, aquella a la que ahora deseaba llegar más que nunca De repente algo que parecía ser viento comenzó a dejarse sentir, era muy leve casi imperceptible pero que a la vez daba cierta inquietud, Juan miraba preocupado por todas partes, pero la noche estaba muy oscura como para que pudiera ver algo con claridad. Sorpresivamente algo parecía recorrer su espalda y un frio intenso e inesperado le helaba la piel, sintió un escalofrío que nunca antes había sentido y por primera vez el miedo se hacía presente. Aun con miedo en su cuerpo comenzó a caminar más aprisa intentando llegar a su casa, fue en esos momentos que lograba sentir la presencia de algo o alguien más ahí, solo que esta vez ya no quiso ver de quien se trataba, el corazón le decía que no era nada bueno y que era mejor darse prisa. Sin siquiera voltear para atrás Juan procedió. El sonido de algo que parecía estar tras él le acomedía a caminar más rápido. Al sentir la presencia de alguien más atrás, Juan miro girando su cabeza levemente y fue así que pudo percatarse de que efectivamente se trataba de lo que parecía ser una persona, de vestimenta negra por lo que podía ver y con algo que parecía ir arrastrando. El miedo se acrecentaba al observar cómo es que aquella siniestra figura parecía estar tras él. Escuchaba con temor el sonido que provocaba aquel objeto que se arrastraba en el suelo, era un sonido que le erizaba la piel, al sentir aquel miedo Juan comenzaba a caminar con más prisa pero veía como es que aquella figura parecía seguir sus pasos. Pensando que se trataba de alguna clase de broma este se detenía inesperadamente, y al detenerse Juan también lo hacia aquel extraño individuo. De pronto la noche era iluminada por los destellos de la luz que irradiaba la luna permitiendo que Juan lograra ver lo que había estado tras el tanto tiempo, aunque aquello solo empeoraría mucho más el miedo que ahora le recorría el cuerpo. Ahora que lograba darse cuenta de aquello y de que finalmente podía vislumbrar con más claridad aquella figura es que se daría cuenta de aquello que jamás creyó posible. Frente a él estaba una figura que parecía ser la de una persona o eso parecía ser, con ropa tan negra como la misma noche y algo que parecía ser un bastón a primera vista, pero que al observar con más detenimiento pudo darse cuenta de que se trataba de algo parecido a un hacha, pero por el brillo que emanaba de esta sabía que era otra cosa. Es entonces que el corazón le decía que corriera. Y en un pequeño intento de guardar la poca calma y la escasa cordura que le quedaba Juan le hablaba a aquella persona. — ¿¡Q-Quien eres!?... Pero parecía no haber respuesta a esa pregunta elaborada de su parte, ningún sonido se podía escuchar salir de aquel extraño individuo. Y mientras que el silencio hacía eco en todas partes del lugar, el terror se formaba frente a sus ojos, y en tan solo unos instantes Juan pudo observar con sus propios ojos el desgarrador suceso. Aquella siniestra y aterradora figura poco a poco comenzaba a acercársele de manera increíble, ante sus ojos miraba como aquella cosa parecía desplazarse como suspendida en el aire, no le podía ver caminar ni hacer movimiento alguno en sus pies, lo que por cierto hasta ahora no había podido ver. Juan insistió en hablar con aquella cosa pensando que tan solo se trataba de alguien disfrazado, cosa que no era si para el lamentablemente. — ¿Qué quieres? —Interrogaba armándose de valor, el poco que aún le quedaba. Entonces aquel espantoso sonido se dejaba escuchar, era algo muy parecido a un grito solo que mucho más penetrante y aterrador, y al salir este a los aires parecía que los pocos animales que aun quedaban en aquel lugar o cerca de este salían corriendo despavoridos, lo que Juan observaba con gran asombro. Y el miedo estallaría dentro de sí al ver con más detalle la espantosa y aterradora figura que antes le había estado siguiendo. Una que al verla le causaba el temblor en sus piernas y le provocaría en su cuerpo un aceleramiento en su corazón que casi le causa un infarto. Podía observar a aquella cosa cada vez más cerca y era ahora que sus ojos por fin eran capaces de vislumbrar con claridad la espantosa presencia de la que era testigo. Y lo que antes había pensado eran ropas negras ahora se daba cuenta de que no era si, solo se trataba de su imaginación tan desbordada que aunque muy vivida estaba lejos de la realidad pues aquello era mucho peor de lo que pensaba. Esta vez miraba con aquellos ojos que antes nunca habían mostrado temor la siniestra presencia que se hacía presente esa noche, una sombra que parecía estar acercándosele de la que parecía brotar liquido espeso y grotesco muy parecido al fango, aunque al mirarle con más detenimiento se daba cuenta de que en realidad se trataba de algo mucho peor, era sangre lo que brotaba de aquella cosa y el desagradable olor era inconfundible, un olor a podredumbre muy parecido a la de cadáveres en descomposición, uno que hacía poco había experimentado, observaba con horror lo que antes había pensado era un hacha y que ahora es que miraba y se figuraba a aquella arma que en cuentos y leyendas decían las personas que portaba aquel mensajero de dios que era mandado por las almas de los difuntos, aquella guadaña que usaba para cortar los lasos entre los vivos. Era la misma muerte de la que antes su madre le había contado, aquella figura que decía salía de vez en cuando a recorrer las calles de todo el mundo en busca de almas a las cuales llevarse al otro mundo. Juan no podía hablar al darse cuenta de que estaba en el peor predicamento posible, intento rezar pero sus palabras no salían de su boca. ¿Qué podía hacer ahora? ¿Cómo podría salir de aquel problema se preguntaba una y otra vez? Entonces mientras que aquella cosa se acercaba poco a poco a él fue capaz de ver por un leve momento una luz atrás iluminar su espalda y sintió un calor reconfortante recorrer la misma. Era una sensación tan placentera que le daba paz a pesar de la terrorífica situación en la estaba, sentía como si alguien más estuviera ahí junto a él, cuidándolo y observándolo y repentinamente las fuerzas regresaban a su cuerpo y con el también lo hacían aquellos recuerdos, aquellas palabras que su madre antes le había dicho y que ahora entendía del porque. —Si ves alguien sospechoso en la noche, una mujer o cualquier cosa. ¡Corre hijo!...Corre con todas tus fuerzas y aléjate lo mas que puedas sin mirar atrás. Había podido recordar aquellas palabras que antes le dijera su madre, además de otras cosas que más tarde le serian muy útiles. Pero sobre todo sabia que hacer en esa situación. Y aunque seguía mirando aquella cosa cada vez más cerca, y sabia de lo que se trataba, ahora parecía que ya no sentía miedo, ya no había más dudas ni remordimientos en su corazón, su mente estaba clara y con ella el miedo se había ido dejando paso a los recuerdos de sus padres y de Paulina, y aunque se tratara de la muerte Juan no pensaba dejar que esta se lo llevara, aun tenía muchas cosas por hacer y no pensaba dejar que nada se lo impidiera, ni siquiera la muerte. Y tomando las fuerzas que le quedaban salía corriendo a toda prisa sin mirar atrás, la noche parecía no ser impedimento esta vez, era como si alguien le fuera iluminando el camino y le indicara por dónde ir. Aun seguía sintiendo aquella presencia tan horripilante tras él, pero esta vez no pensaba detenerse a verla, sabía que si lo hacía ya no le sería posible regresar de nuevo. Corrió y corrió sin parar hasta que varios minutos después por fin lograba llegar a la entrada de su casa, ya no se detuvo a ver si aquello seguía tras él, el cansancio que sentía por correr de esa manera era excesivo, parecía que había estado corriendo toda la noche, sus piernas estaban adoloridas y muy pesadas, le faltaba el aliento además de temblor que le hacía mover todo el cuerpo. Pero por fin había logrado regresar a su casa. Al entrar lo primero que hiso fue encender una velas que tenía en la mesa y después encendía un cigarro el cual comenzaba a fumar. Varios instantes después lograba escuchar muy cerca de su casa el caminar o el ruido de algo que parecía recorrer los lados de su casa, escuchaba con atención aquel arrastrar tan aterrador que antes había podido percibir, aquel sonido tan inconfundible que le decía que aquella cosa de la que había podido escapar se encontraba ahí. Sentía la misma presencia y con ella el mismo temor que le invadía el cuerpo, se trataba de la muerte que le seguía, y que quería llevárselo al mas allá. Pero al recordar las palabras de su madre es que se tranquilizaba y podía tomar las cosas con más calma. Su madre le había dicho que no debía temerle a la muerte porque ella solo se lleva a los que ya les ha llegado la hora de partir, a aquellos que merecían descansar y nada más, que nunca mostrara miedo de ella solamente respeto. Fue así como comenzaba a despejar su mente dejando de sentir aquel miedo y pudo soslayarse. Cuentan que a partir de aquella noche Juan cambio y que se volvió una persona diferente, según se dice había encontrado algo en su casa, algo muy valioso que le permitió seguir viviendo con mas solvencia y tranquilidad, también que después de eso él y Paulina se casaron. Y algunas personas cuentan que en una noche el les conto lo sucedido en aquel lugar en aquella noche, y de que como es que su madre había llegado a ayudarle y a protegerle, además de todo, a partir de ahí su suerte fue mucho mejor. Ya jamás sintió miedo a la muerte o a cosas espantosas, pues lo que vivió aquella noche le marco de por vida y le enseño a vivir sin remordimientos. El galopar del Diablo Esto sucedió hace ya algunos años, en aquellos días se contaba la historia de algo que solía recorrer las calles de todo México, en especial las calles en donde yo vivo, en aquellas se decía que se podía escuchar lo que parecía ser un caballo que recorría las calles, pero que a decir de las personas no era tal cosa. En aquellos años las constantes historias que involucraban a mas y mas sucesos sin aparente explicación se dejaban oír mucho más que hoy en día, aquellos cuentos o historias que nuestros padres nos solían contar para dormir intentando causarnos miedo para que así durmiéramos mucho más temprano y que con toda seguridad se trataba solamente de cuentos que ellos decían para poder descansar del arrebato de la juventud y del cansancio de estar cuidando de nosotros. Pero no siempre es así… Como ya dije antes esta es una historia que sucedió hace ya algún tiempo, entre treinta y cincuenta años aproximadamente, aunque las historias de aquellos hechos se contaban desde hacía mucho tiempo. Tal vez solo se trataban de aquellos cuentos que nuestros padres y abuelos habían contado y que con el pasar del tiempo fueron cambiando más y más. Se decía que en ciertos lugares y a ciertas horas de la noche se podía oír el ruido de algún caballo que recorría las calles más desoladas de los viejos poblados, y aunque por aquellos años se podía ver el andar de muchas personas montadas en aquellos animales, el escuchar aquel sonido a esas horas no era algo normal, y se aseguraba que ningún jinete andaba por las calles a esas horas, lo que es más, la historia decía que si le escuchabas era mejor que no salieras y que te encerraras donde pudieras y no le abrieras a nadie. Muchos afirmaban que se trataba de una entidad fantasmal que salía en las calles en busca de aquellos que se encontraban vagando a esas horas. Y según contaban los que le habían podido escuchar se trataba del sonido de un caballo que pasaba siempre a las mismas horas de la noche, siempre entre las doce y las dos de la madrugada, y siempre recorriendo las calles más desoladas y viejas de los poblados. Por palabras de algunas personas se podía escuchar que según ellos se trataba de aquel espíritu que había sido desterrado a los confines de lo más profundo, aquel que decían había tentado a el primer hombre y que siempre estaba cerca de la humanidad, esperando a que este cayera en la desesperación y que pidiera su ayuda para poder llevárselo al lugar del que nadie podía regresar. Se cuenta que una noche, entre las doce y las dos de la madrugada del día martes un hombre regresaba muy tarde de algún lugar, por historias de otras personas según se esté venia de una cantina, una de tantas que se podían encontrar por todas partes de aquel poblado, había estado tomando hasta tarde, este venia junto a su caballo pues no había sido capaz de subirse o montarse en este debido a la borrachera que llevaba encima, así que sin poder hacer nada caminaba despacio junto a su caballo. Este había estado tomando casi toda la noche junto a algunas personas, amigos y conocidos con los que había pasado la velada y después de haberse gastado casi todo el dinero que tenia es que volvía a su casa. Para esas horas las calles del pueblo lucían pavorosamente solitarias, una neblina extraña parecía cubrir todo el pueblo, un pueblo muy pequeño y casi separado del avance tecnológico que se podía vislumbrar en algunas otras regiones aledañas a esta, y era quizás por esa razón por la que sucesos tan extraordinarios y fantásticos se dejaban escuchar con más frecuencia que en los demás lugares en aquel poblado del que no pondré nombre por cuestiones éticas a mi persona, acontecimientos que aumentaban con cada año que pasaba. Como iba diciendo, aquel hombre llamado Miguel regresaba a su casa en un estado no muy conveniente para sí mismo, entre caída y caída debido a la gran cantidad de alcohol que había ingerido. Para esas horas la gran mayoría de las casas permanecían cerradas y no había signos de luces que provinieran de estas, escasamente se podía vislumbrar a lo lejos algunas luces que iluminaban el camino, y esto más que nada por la luz de la luna. La noche lucia más lúgubre que otras, casi se podía sentir en el aire la inquietante atmosfera y el sórdido pero inigualable paisaje que extrañamente atiborraba los rincones de aquel poblado, un paisaje que se dejaba ver cada vez más seguido. Por aquellos tiempos se podían escuchar muchas historias entre los pobladores de aquel lugar, y algunas de ellas resultaban mucho más increíbles que otras por lo que incluso el creer en ellas era casi risible, decía la gran mayoría. Apenas y se podía divisar con gran dificultad las calles de aquel poblado, por lo que resultaba por demás un gran problema el caminar inclusive en caballo por las calles y callejones del lugar, sin las luces que pudieran brindarle cierto apoyo y con la dificultad de tener que jalar de su caballo Miguel prácticamente se arrastraba por las calles. Sus botas enmarcaban en el suelo la dificultad con la que caminaba y las pisadas de su caballo, además del gran bullicio que entablaba este al andar, su locura se hacía cada vez más intensa llegando hasta el grado de lanzar gritos en el aire, gritos que seguramente alertaban y asustaban a aquellos que a esas horas se encontraban dormidos en sus camas, y que gracias a la falta de conciencia de su parte despertaban irremediablemente. El tropiezo casi formaba parte de si mismo obligándole a chocar con cada piedra que se encontraba en el camino. El relinchar del caballo derivado más que nada a los jalones que su amo de daba era evidente además de molesto para Miguel quien le callaba estoicamente. Aun con una botella de tequila en las manos este caminaba entre trago y trago, los graves estragos de la desvelada parecían hacer que este mirara con la vista hundida en las calles del pueblo, con dificultad alzaba la mirada observando el inconmensurable firmamento, estrellas que ahora parecían ocultas, escondidas entre la gran cantidad de nubes que figuraban en el cielo. Nadie más que Miguel parecía recorrer las calles del lugar, quizás debido a la gran cantidad de historias que se contaban entre los aldeanos, ya que había relatos tan terroríficos e increíbles que hablaban acerca de una siniestra presencia que les aterraba de sobremanera obligándoles a permanecer encerrados en sus casa apenas se ocultaba el sol. Era por ese motivo que las calles lucían tan desoladas a ciertas horas de la noche, especialmente a tardes horas, mucho más al pasar las doce de la noche, en donde se decía que si salías te podrías encontrar con el terror más profundo, el miedo mismo que recorría las calles ciertas noches, noches en las que la gran mayoría se quedaban resguardadas en sus casas a la espera de que aquello, aquel ruido tan aterrador que sabían se trataba de aquella amenaza, aquella entidad terrorífica que les haría enfrentar su propio destino. Y era precisamente en una de aquellas noches en las que se podía ver y escuchar aquello que se asomaba entre las personas, además de espectrales y pavorosas entidades que continuamente se podían ver, también estaba en las historias la inigualable y lúgubre presencia de algo que era muy difícil de explicar para cualquier persona, inclusive para aquellos más avezados en las índoles de lo paranormal. Los ruidos que asemejaban a los de su caballo se confundían entre los de los demás animales que se podían ver en casi todas la casas del pueblo, debo decir que entre muchas personas era una costumbre el criar animales para el consumo, además de los que formaban parte de la misma familia, se podían encontrar animales como gallinas, borregos y otros mas, además de aquellos que siempre acompañaban a los hombres al campo o al trabajo, mascotas que eran tan apreciadas por unos y odiadas por otros, perros de diversas razas, animales grandes y pequeños con los que los niños solían pasar el día. Así también lo eran los caballos para algunas personas, y aunque no todos podían disfrutar de la compañía de estos, los que los tenían en su mayoría acostumbraban ser llamados jinetes o charros. Personas que solían recorrer las calles en compañía de estos animales cuadrúpedos dejándose ver y escuchar con gran frecuencia, pues aunque ya en algunos otros poblados se podían vislumbrar ya la llegada de vehículos motorizados, a este lugar apenas y habían llegado las carretas que eran jaladas por caballos o asnos. El avance del que gozaban algunas personas o más bien la capacidad financiera que muy pocas personas tenían les hacía difícil salir de la esclavitud y la ignorancia tan añejada en aquella mentalidad tan retrograda que tenían. Los pleitos y la violencia formaban parte de su manera de ser, de hecho, era de esa manera en la que solían solucionar sus problemas llegando a derramar sangre en las calles. Miguel era de hecho una de aquellas personas que acostumbraban resolver aquellos problemas con la ayuda de la violencia, era una persona de arrebatado temperamento que con frecuencia solía responder en voz alta a todo aquel que osara intentar acometer en su contra. Todo esto era debido a la educación que había recibido por parte de sus padres quienes le inculcaron el ser un hombre, especialmente el resolver sus problemas sin titubear, a golpes de hecho. Empero, no obstante a su temperamento en el fondo era una persona cobarde que intentaba ocultar su miedo como la gran mayoría lo hacían, fanfarroneando y pavoneándose de lo que no eran. Los gritos que este daba al caminar eran exageradamente irregulares además de ofensivos, insultos que daba al aire en busca de alguien que aceptara el reto, cosa que jamás iba a encontrar pues las demás personas preferían ignorarle tratándole de loco y cosas mucho peores. Eran casi las dos de la madrugada cuando este pasaba por aquel sitio arrastrándose y arrastrando con él a su caballo. La neblina que cubría las calles de aquel poblado y el frio que extrañamente se dejaba sentir en esos momentos hacía estragos en Miguel quien irremediablemente temblaba al sentir un frio helado recorrer su espalda obligándole a cerrar sus brazos con fuerza, soltando una inconfundible respiración de aire frio por la boca. Algo que nunca creyó posible pasaba, y pensando que tan solo se trataba del ruido de algo que de antemano sabia se trataba del acompañante que llevaba consigo, al que no le tomaba en cuenta, y además estaba el ruido que escuchaba de los demás animales quienes gritaban exaltadamente por algo que Miguel nunca comprendió. Entonces de nueva cuenta el mismo sonido se dejaba escuchar, un sonido que le disgustaba de sobremanera, y pensando se trataba de su caballo este lo jalaba de las riendas para acallarlo. Pero no era así, eso no era lo que estaba sucediendo. Y el relincho de aquel caballo que antes pensaba se trataba del de su caballo se dejaba escuchar otra vez, Miguel tenía a su caballo sujeto del hocico por lo que al oír aquello se sorprendía bastante. Con cierto temor es que giraba su cabeza hacia atrás observando aquello que había lanzado tal ruido. Se trataba de un caballo que podía vislumbrar a lo lejos, estaba como a unos cincuenta o cien metros de distancia, quizás más de donde este se encontraba. Miguel miraba con asombro tal cosa, pero lo único que podía distinguir a esa distancia era la sombra de aquel animal que sabia se trataba de un caballo pues les conocía muy bien, después de todo era dueño también de uno y sabía distinguirlos a la perfección. Sin pensar en nada mas se disponía a proseguir con su agónico y fatigoso andar, la noche estaba mucho más fría que antes, y este no estaba preparado para afrontar tal situación. Tampoco le preocupaba la nueva presencia que se dejaba ver a lo lejos o aquellos ruidos, en realidad ni siquiera se preocupaba por el mismo. Se dio la vuelta sin pensar en aquella silueta que estaba detrás de él y comenzó a caminar con dirección contraria a aquel encaminándose hacia su casa. En su mente no estaba más que la inigualable noche que había tenido horas atrás junto a aquellas personas a las que consideraba sus amigos. Repentinamente de nuevo se dejaba escuchar el relinchar de aquel caballo que hasta hace poco sabia estaba en aquel lugar. Era un ruido mucho más grande que el alguna vez hubiera lanzado su propio caballo, un relincho que además de todo parecía asustar a los demás animales que al escucharle gritaban exaltadamente como sintiendo miedo de este. Entonces Miguel miro como es que aquel caballo comenzaba a caminar poco a poco moviendo sus patas con gran lentitud. Fue en esos momentos que este lograba vislumbrar con gran dificultad lo que parecía ser alguien montado en aquel caballo, aunque no era lo bastante claro como hubiera querido, apenas y podía distinguir la sombra de aquel individuo y este estaba estático en aquel lugar. Cosa que disgustaba a Miguel quien le gritaba furioso. — ¡Que quieres conmigo, idiota! Pero aquello no parecía molestar a aquella persona quien ni siquiera se movía de su sitio. Solamente su caballo parecía moverse al escuchar las palabras de Miguel. Este pensó que aquel le había tenido miedo y por eso es que no respondía, pero ciertamente aquello le causaba mucha más molestia que alivio así que saco su pistola para intentar amedrentarlo con esta. En tono sonante se dirigió hacia este con el arma en sus manos. — ¿¡Qué rayos quieres!? —gritaba este molesto sin siquiera saber porque. Tal vez solo se trataba de la falta de juicio por la borrachera que este tenía — ¡Ben aquí, cobarde!... De manera improvista para Miguel aquel jinete parecía haberse molestado al escuchar lo que con anterioridad había resuelto y parecía encaminarse hacia el muy lentamente. Los pasos de su caballo parecían hacer eco en el empedrado de la calle que al chocar con las herraduras de aquel cuadrúpedo parecían lanzar un terrible estruendo por los aires, un ruido tan grande que habría sorprendido hasta aquellos que se encontraban dentro de sus casas. El miedo comenzaba a dar forma a la más terrible de las imágenes jamás antes vista por persona alguna, ni siquiera Miguel estaba preparado para lo que se le sobrevendría. Tan solo podía mirar con sus ojos entre cerrados por el temor como es que aquel caballo y su jinete caminaban paulatinamente hacia su persona de manera casi increíble. El temblor que le provocaba el miedo era inevitable, y aunque este trataba de aparentar que no sentía tal sensación, parecía imposible el que pudiera siquiera dejar de ver a aquella figura que se dirigía al parecer en su contra, y al pensar que tan solo se trataba de alguna persona que quería asustarle este permanecía estático en el mismo sitio en espera de que aquella frenara su caminar. Fueron tan solo unos segundos los que Miguel observo en espera de que aquella persona dejara de querer causarle miedo, pero al ver que aquello no sucedía y con cierto temor recorriendo su piel, es que, intentando mostrar valor tomaba de nueva cuenta su pistola para volver a amenazarle, pero esta vez de muerte si es que no frenaba en esos momentos. — ¡No te muevas!...— decía este apuntando al arma hacia aquella persona que sin titubear parecía caminar en compañía de su caballo sin detenerse — ¡Q-Que!… ¡Quédate ahí mismo! —Si no te detienes te disparare. ¡¡Me oyes!! Pero aquel individuo parecía no escucharle, a pesar de sus advertencias y de que este le estaba apuntando con su pistola aquella persona no dejaba de caminar junto a su caballo. Es así que sin más remedio este tuvo que disparar su pistola intentando que este por fin se detuviera. Lo que no sucedía. Las demás personas al escuchar las palabras de Miguel les llegaba a la mente aquellas palabras, aquellos cuentos que desde hacía mucho tiempo sus abuelos les habían contado, así que sabiendo de lo que se trataba se dirigían a sus camas para intentar ocultarse de aquello que estaba enfrentando sin saber aquel que tanto les desagradaba. Este que al verse envuelto en tal situación tuvo que recurrir a disparar en contra de aquel individuo. ¡Bang!... ¡Bangg! El sonido de su pistola hacía eco en la calle al momento en el que las balas salían de aquella arma, pero nada cambiaba lo que pasaba, aunque este le había disparado aquel jinete aun seguía caminando frente a las balas de aquella pistola. Era como si las balas no le asustaran, debo decir que Miguel había fallado intencionalmente al tratar de asustarle para que desistiera, pero al ver que no surtía tal efecto no le quedaba más remedio que disparar con la intención de matar a aquella persona. Fue cuando este miraba estupefacto lo que sus ojos no eran capaces de poder creer. Las balas en efecto eran disparadas en contra de aquella persona y también estas mismas parecían dar en el blanco, solo que parecían traspasar el cuerpo de aquel individuo sin que este sintiera daño alguno. Miguel aun estaba un poco lejos de aquel jinete, entre veinte y treinta metros, pero era capaz de vislumbrar con asombro lo que debía ser imposible. De pronto la neblina que antes le cubría los pies parecía hacerse mucho más intensa y densa, entre mas se acercaba aquel jinete a Miguel mas neblina parecía llegar y mucho más espesa, lo que dificultaba mucho mas ver, y en tan solo unos instantes aquella se acumulaba frente a sus ojos. Un extraño sentimiento broto muy dentro de él, y sintiendo que estaba en peligro intento inútilmente montar su caballo, estaba tan desequilibrado y briago que no se percato que en aquellos momentos en que disparara su pistola su acompañante había salido corriendo, el ruido que provocaba el arma asusto al caballo obligándole a huir de aquel sitio sin que Miguel se diera cuenta. Para esos instantes el estado de embriaguez en su cuerpo parecía dejarlo solo ante aquello, y escuchaba con temor el acercamiento tan macabro y siniestro de aquel jinete y su caballo. Sin saber que hacer volvió a disparar su pistola con la que intentaba arrebatarle la vida a aquel individuo, pero nada cambiaba, las balas se incrustaban en el cuerpo de este y salían casi instantáneamente del mismo, solo que esta vez Miguel estaba lo bastante cerca como para darse cuenta de todo lo que antes no había podido y al ver tal escena sus piernas caminaban hacia atrás inconscientemente en busca de consuelo, o quizás es que a pesar de su valentía, muy dentro de él estaba aquella necesidad tan arraigada en las personas por huir del peligro, y aunque no supiera de lo que se trataba, sabía que estaba en grave peligro. De manera inconsciente sus piernas comenzaban a caminar hacia atrás muy lentamente, y al vislumbrar al frente aquella siniestra figura ahora intentaba buscar refugio en algún lugar, sabía que a pesar de disparar no le serviría de nada, y que lo único que podía hacer era esconderse. ¿Pero dónde?... Sin siquiera pensar corrió hasta la puerta cercana de una casa que se encontraba a un lado y comenzó a golpearla, la premura que sentía le obligaba a pedir ayuda a las demás personas, cosa que jamás pensó hacer nunca, pero que al verse en tal situación, y al saber, o más bien al sentir que aquello frente a sus ojos no era nada bueno, no le había quedado más que rogar por refugio en aquella noche. Pero parecía que nadie le escuchaba pues aunque golpeaba aquella puerta con gran fuerza nadie habría, esto lo molesto bastante al sentir que le debían de haber oído, y sabía que no le querían abrir, y esto era como un insulto para su persona. Y efectivamente, aquellas personas le habían escuchado, pues quien no lo haría después de golpear la puerta de su casa de esa manera, seguramente nadie. Pero todos ellos sabían muy bien lo que estaba sucediendo ahora, y no pensaban abrirle sin importar lo que este les dijera. — ¡¡Ábranme, ábranme!! —gritaba desesperado Miguel al sentir cada vez más cerca aquel individuo — ¡Maldita sea!... Por favor, se los suplico, ayúdenme. Esta vez Miguel estaba pidiendo que le ayudaran, rogaba por que se apiadaran y le permitieran entrar, pero ni siquiera aquellas palabras, que aunque salían desde el fondo de su corazón no hacían cambiar la decisión que aquellos habían tomado, y seguían con las puertas bien cerradas. Miguel gritaba y gritaba sintiendo aquel miedo que le erizaba la piel y le provocaba saltos en su corazón, el temor era tan fuerte que su corazón prácticamente estaba al borde de la muerte con tan solo escuchar los pasos de aquel caballo. Miraba con premura hacia todos lados en busca de ayuda, pero no había nada más que soledad en el aire. Repentinamente, y para aumentar su ya de por si angustiante momento, se dejo escuchar un golpe como si se tratarse del estruendo que provocaba los truenos en una noche de tormenta, mismo que se dejaba sentir hasta en el suelo de aquella calle empedrada, haciéndole temblar al poder vislumbrar la carrera o el galope que daba aquel caballo que ahora corría a toda prisa en su búsqueda. Fue así que sus ojos pudieron observar la majestuosa y descomunal presencia, tan terrorífica y aterradora que les provocaría el peor de los temores si es que lograran alguna vez el poder apreciar aquella imagen con sus propios ojos. Un caballo de apariencia tan aterradora y escalofriante presencia, la imagen de aquel animal que parecía lanzar un aliento tan fuerte y caliente que parecía ser de fuego, además de todo eso estaba la apariencia que dejaba ver a simple vista el grave peligro de un caballo de color tan negro que parecía la sombra en la noche misma, de músculos fuertemente formados en ambas piernas, y con aquellos ojos tan escalofriantes que provocaban terror con solo verlos. Lo único que diré con respecto a Miguel, es que después de aquella noche jamás se le volvió a ver. Y cuentan que aquel pobre hombre fue llevado al infierno por aquel individuo que resulto ser el mismísimo emperador de las tinieblas, aquel al que las personas le suelen llamar Lucifer, pero que al referirse con mas singularidad las personas temerosas le suelen llamar el Diablo. Ahora bien, probablemente esta historia quizás no resulte ser lo bastante acertada o descriptiva como me gustaría que fuera, pues con el pasar del tiempo he olvidado algunas cosas. Pero me permitiré contarles a continuación algo que les aseguro es cien por ciento real. Pues me sucedió a mí. Esto paso hace aproximadamente unos veinte años, más o menos, aunque la verdad es que no recuerdo bien la fecha exacta. Lo que puedo recordar de esos días es que fue, creo yo, en los últimos días del mes de diciembre, esto porque por aquellos días me había encontrado con un amigo, era un chico con el que siempre solía juntarme a platicar de muchas cosas, este había salido en busca de trabajo y se había ido hacia el estado de México, debo decir que yo no vivo ahí, pues escasamente y he visitado ese lugar en alguna que otra ocasión, principalmente por negocios. Como iba diciendo, mi amigo se había ido a trabajar muy lejos de aquí pero ocasionalmente solía regresar a este pueblo a visitar a sus padres quienes se habían quedado a vivir aquí, esto casi siempre en las vacaciones, pero puedo recordar que este llego de visita aquel día de diciembre y al preguntarle al encontrarlo me dijo que había vuelto para celebrar las fechas festivas de navidad junto a sus padres. No les hare saber la fútil historia de mis días junto a mi amigo, pues lo principal es lo que sucedió a raíz de su llegada. Durante algún tiempo, días específicamente, el y yo nos veíamos para charlar amenamente recordando las añoranzas de aquellos días de juventud, momentos tan agradables que parecía estar platicando junto a mi hermano. Pero en las noches nos quedábamos casi siempre hasta tarde recordando y pensando sobre lo que había sido nuestra vida hasta esos momentos, pensando sobre cómo habían cambiado nuestras vidas y sobre el trabajo que ambos teníamos respetivamente. No podía faltar aquella invitación de su parte a que me uniera a trabajar junto a él halla en México, pero eso era algo que yo nunca contemple, pues aunque algunas veces me degradaba la manera en la mi vida giraba, nunca quise alejarme de mi familia. Fue una de aquellas noches en las que la plática amena cambiaba gradualmente hasta volverse una en la que las historias de fantasmas y espantos se agrupaban, y mientras que hablábamos comenzamos a contarnos algunas historias que decíamos nos habían sucedido personalmente a nosotros mismos. Es así que al platicar de aquellas cosas pude comprender el miedo que algunas personas sentían hacia aquellos relatos, ya que aunque muchas personas afirmaban haber vivido algo parecido alguna vez, era casi siempre demasiado difícil de creer. Fue en esa noche en la que por primera vez pude hablar de la historia que hace poco les conté, o por lo menos así lo recuerdo, además de otras más que ahora he podido recordar después de tantos años. Luego de haber entablado una larga charla y al darnos cuenta de que se nos había hecho tarde, pues para esos momentos ya pasaban de las once de la noche, en realidad ya casi daban las doce, faltaban solo unos cuantos minutos para eso, quizás quince o veinte, es así que me despedí de mi amigo al escuchar la voz de mi padre quien me indicaba que ya era muy tarde y que debía entrar a dentro de la casa, que ya era hora de dormir. Nuestra familia era humilde y vivíamos en una casa muy pequeña, apenas lo bastante amplia como para poder acomodar una cama en un cuarto, yo dormía junto a la ventana del otro cuarto en una cama de doblar que apenas y me dejaba dormir por ratos, además estaba al lado del callejón en donde las personas solían transitar con gran frecuencia. Cuando me acosté esa noche aun seguía recordando en mi mente aquellas historias que momentos antes había escuchado. Fue quizás por ese motivo que aquello sucedió, o más bien pienso que esas historias, además de aquella facultad de percibir sucesos extraordinarios que siempre ha estado conmigo y que me ha llevado a ser presa de las más increíbles visiones de espectrales y figuras de lúgubres presencias. Esa noche la oscuridad cubría con su escabrosa presencia el cuarto, y fui testigo de algo que aun hoy en día siento muy dentro de mí, algo que puedo recordar muy vívidamente. En mi mente rondaban aquellas historias de fantasmagóricas entidades, recuerdos de momentos que jamás pude olvidar, de imágenes tan aterradoras, que aunque en aquellos días no los sentí así, ahora sé, que se trataban del reflejo del terror mismo. Aun no sé porque es que aquella noche vino a mi mente aquella platica que había tenido con mi amigo, quizás solo se trataba de aquel miedo que aquellos relatos habían provocado en mi persona y que en esos momentos no creía posible. Fue así como recordé aquella historia de aquel jinete y de aquel caballo que solía recorrer las calles de nuestro pueblo y que al escucharle causaba temor en las personas, incluido mi amigo claro está. Sabia por lo que los demás contaban que se trataba de algo que se presentaba en las noches, y a decir de mi padre debíamos permanecer encerrados en la casa, preferentemente dormir rápido para no escuchar nada. Lo que no hice obviamente. En fin, les diré que aquella noche no sé porque, no podía conciliar el sueño. Era como si algo me impidiera cerrar los ojos por más de un minuto y me obligaba a permanecer despierto observando la oscura noche. Podía apreciar con detalle y a pesar de la oscuridad presente vislumbraba los objetos que poblaban el cuarto como si la luz estuviera presente dentro. La siniestra noche que en esos momentos no fui capaz de sentir, y pienso que ahora que puedo entender mejor las cosas se que trataba de aquel mensaje del destino para que cerrara mis ojos, pues lo que estaba a punto de presenciar era algo que me sigue atormentando hoy en día. Pasaron varios minutos desde me acosté en aquella rustica y poco reconfortante cama intentando dormir, no sé qué horas serian para esos momentos, tal vez entre las doce y la una de la madrugada, según mis cálculos, aunque no estoy muy seguro de eso. Sin poder dormir permanecía despierto moviéndome de vez en cuando en mi cama, las visiones al cerrar los ojos cambiaban dándole forma a mis pesadillas, es así, que sin entender porque imágenes que perecían ser las de alguna persona se presentaban frente a mis ya cansados ojos, a esa edad me era muy difícil el permanecer despierto, no como en estos momentos, pude ver a una persona parada frente a la puerta principal, estático cual si estuviera observándome. De pronto pude escuchar algo que provenía de la calle que daba al lado, junto al callejón de la ventana en la que dormía. Era un sonido que al principio no fui capaz de percibir adecuadamente, pero igual me causaba cierto estado de intranquilidad, pues en esos momentos tenía la sensación de que algo iba a suceder. Al prestar más atención a aquel sonido pude darme cuenta de que se trataba de lo que parecían ser las pisadas de algún animal cuadrúpedo, y por todo cuanto sabia pensé se trataba de algún caballo; debo decir que en aquellos días la calle principal no estaba recubierta de la carpeta asfáltica que hoy en día tiene, y en su lugar solo estaba un camino recubierto de tierra suelta y piedras que circundaban por doquier. Al escuchar aquello trate de ignorar aquel sonido intentando cerrar mis ojos con fuerza, pero me sería imposible hacer eso, miraba hacia la puerta de la casa, la cual me permitía observar el exterior gracias a que esta tenía un cristal transparente en la parte superior de la misma, pues era de dos partes. De esa manera es que trate de ver lo que se encontraba allá afuera, aun no sé porque es que en esos momentos la respiración tan tranquila que había tenido se acrecentaba y me causaba cierta aceleración cardiaca. Con alguna sensación extraña dentro de mí, me levante en busca de la ayuda de mis padres quienes permanecían dormidos en sus camas y parecían no haber escuchado nada de lo que hacía poco yo había podido apreciar, al ver la falta de apoyo por parte de mis progenitores me volví hacia mi propia cama, solo que esta vez ya ni siquiera intente cerrar mis ojos y me senté en la misma con la intención de escuchar aquello que sabia se encontraba afuera. Esto mientras que aquellas pisadas se oían más cerca. Para esos momentos sentía la presencia de aquel animal mucho más cerca que antes, y aunque la calle principal estaba un poco alejada podía escuchar al animal como si estuviera al lado de la venta de mi cuarto, lo que en esos momentos me causaba cierto temor. Me sentía tan solo a pesar de estar junto a mis padres que en algún momento pensé en levantar la voz para que estos me oyeran, pero desiste de mi intento sin saber porque, tan solo permanecía sentado en la cama a la espera de que algo mas sucediera, y aunque sentía miedo no era tan grave como para causarme gritar como lo harían otras personas, ya he dicho que siempre fui alguien capaz de apreciar lo que otros no pueden y quizás por eso es que aunque aquello me sorprendía no me asustaba tanto pues estaba acostumbrado a todo eso. Al recordar las historias antes escuchadas pensé que se trataba solo de mi imaginación, cuan equivocado estaba. El extraño sonido del bufar de algún animal me sacaba de mis pensamientos y empecé a musitar cosas que no puedo recordar con claridad, tal vez le hablaba al infinito pidiendo su intercesión, no lo sé. El miedo hacía saltar mi corazón con la sensación de sentirme en peligro, escuchaba aquel sonido tan cerca de mí que pensaba en las veces en las que había experimentado cosas parecidas y que ahora sabia me habían llevado a hasta ese preciso momento. El cuerpo comenzaba a temblarme cual si estuviera sintiendo un frio muy intenso y en mis delirios, aunado a aquellos momentos comencé a preguntarme una y otra vez sobre la razón por la que las personas habían llegado a este mundo, sentía la boca reseca con la sensación de estar en el más caluroso desierto y mis ojos buscaban con incesante desesperación algo que aminorara la extraña atmosfera que rodeaba mi sentir. Aun no se qué extraña fuerza es la que me incitaba a seguir escuchando aquellos extraordinarios y aterradores sonidos o que curiosidad me hacia seguir expectante junto a la ventana de mi cuarto, pero lo que sucedió después de eso es algo que me atormento de tal manera que durante años seguí recordando eso. Intentare con simples palabras el describir la fóbica imagen que durante muchos años me ha torturado, empero, no espero que alguna persona pueda llegar a entender la realidad tan cruda de lo que sucedió aquella infausta noche. Durante algunos instantes permanecí sin mover un solo musculo, mi respiración aunque acelerada por el temor que se había apoderado de mi persona, me daba un poco de tranquilidad. Y en el peor momento de todos algo me hacia levantarme al escuchar el bufar de aquel caballo alejarse de la ventana que solo yo había podido percibir y que ahora veía entre sombras postrado muy cerca de mi cuarto, parecía estar buscando algo pues por lo que podía ver se asomaba de vez en cuando como buscando a alguien, lo que me daba la impresión de ser yo esa persona. Con el corazón dándome saltos estrepitosos y el temblar de mis manos me erguí lo bastante como para poder verificar si aquello seguía estando en ese sitio. La sorpresa de vislumbrar con mis propios ojos algo que no pensaba posible me dejaba helado, y en aquel momento esto se convertía en el peor de los terrores nunca vistos. Ahí estaba, parado frente a la ventana algo que jamás he podido olvidar, la imagen de un rostro tan aterrador, tan escalofriante como pocos han de haber visto antes, uno que me resulta muy difícil de poder describir. Pude observar con detalle aquel espantoso e infernal semblante de sonrisa tan macabra, uno ojos tan lúgubres, tan rojos que parecían irradiar aquel calor tan característico e increíble, una cara que parecía derretida por el fuego de la podía distinguir la carne quemada que se asomaba entre las sombras, una boca en la parecía reflejar en su interior el infierno mismo que al mirar aquella siniestra y diabólica sonrisa me daba la impresión de querer llevarme consigo, el olor tan parecido al azufre, y el terror y miedo en aquella tétrica noche aumentarían al observar cómo es que aquella espantosa y diabólica entidad parecía voltear como mirándome a los ojos. Sin siquiera poder moverme me quede estático parado frente a la ventana mirando aquel rostro infernal y perdiéndome en aquellos lúgubres ojos que me habían hipnotizado, es entonces cuando me pareció poder ver a aquella entidad hablarme directamente, solo que aun ahora no he podido siquiera el recordar lo que este me quiso decir en ese momento, no conservo por completo el recuerdo de lo sucedido aquella noche después de eso, pues cuando me desperté me encontraba recostado en mi cama al otro día, temblando. Quizás es mi propia memoria la que ha querido que aquellos recuerdos fueran borrados de mi mente para no causarme más terror, tampoco sé si aquello se trato de las locuras de un adolecente al imaginar algo que no era posible. He intentado recordar aquellas palabras con el fin de saber que era lo que aquella entidad infernal quería decirme, pero hasta ahora me ha sido imposible. No sé si ustedes sean capaces de creer todo lo que les he contado, o si alguien más a parte de mi ha podido experimentar algo parecido, dejo en su propia razón y juicio el juzgar lo que han leído. Mas han de saber que aquello no es sino una de las tantas experiencias que durante mis años mozos he logrado presenciar. Desfile de Muertos Hay muchas costumbres y tradiciones en mi país de origen, México, tradiciones que se nos has heredado desde mucho tiempo anterior a nosotros mismos y que aun hoy en día es difícil decir cuando iniciaron, pero que siguen estando con nosotros. Y si bien es cierto que algunas de ellas resultan ser para algunas personas muy extrañas, también gozan de cierto misticismo a la hora de realizarlas, pues aunque hay muy pocas personas que sean capaces de poder apreciar la gracia con la que nuestra gente dedica su tiempo a preservar aquellas costumbres y tradiciones, no por eso dejan de ser hermosas. Hay algunas costumbres que nos dictan la manera en la que debemos conducirnos con los demás, también sobre las reglas que hay que seguir hacia estos. Y hay también tradiciones que nos han sido pasadas de generación en generación, y una precisamente de esas es la que a continuación les contare, o más bien, sobre aquello que sucede al ignorar aquellas tradiciones y costumbres tan antiguas. Esta es una historia que me conto mi padre hace ya mucho tiempo, y aunque ahora ya no se encuentra conmigo me permito contárselas, una historia que le fue contada a su vez por su abuelo, una persona que por lo que me han contado de él, pues la verdad es que no lo recuerdo, pero que a decir de la gran mayoría era alguien muy bueno. Debo decir que esta historia es de algo que le sucedió a una persona, un hombre quien no respeto una de las tradiciones más importantes con la contamos, quien se mofaba de ella y quien experimento en una noche un suceso tan extraordinario como pocos mortales han de haber presenciado en su vida. En el pueblo en donde yo vivo Zempoala hay una tradición que es muy apreciada por todos, una vieja costumbre en la que participan muchas personas, principalmente aquellos de religión católica, pues es en esta religión en la que se acostumbra desde hace ya mucho tiempo el celebrar aquellos días. En los días del primero y segundo del mes de noviembre, como ya mucho han de haber escuchado se acostumbra celebrar lo que es llamado como el día de muertos en México. Aunque en algunas partes de toda la república esto suele ser diferente, lo cierto es que en aquellos días se acostumbra el festejar a aquellos que ya no están con nosotros, personas que de alguna u otra forma se han ido al otro mundo. Es en esos días en los que por medio de ciertos rituales y misas en las iglesias más cercanas, misas que son ofrecidas para los difuntos que se nos han adelantado y que por medio de estas se tiene la creencia de que así es como nos hacemos escuchar hacia ellos. Pero como ya he dicho antes, la celebración de aquellos días suele ser diferente en algunos lugares, y mientras que para algunas personas estos días representan la llegada de aquellos seres queridos muertos antes que nosotros, para otros mas no es así. Lo principal de aquellos días es la elaboración de altares en los que se suele acompañar de varios arreglos que en su gran mayoría están confeccionados por papel adornado de diferentes maneras, altares en los que además se pueden ver los diferentes alimentos que se acostumbran realizar para aquellos días, tamales de diversos ingredientes (estos son envoltorios principalmente elaborados con hojas de diferentes plantas, plantas como las matas plátanos y otras más en los que llevan dentro de sí mismas la comida que se prepara con gran esmero), además de aquellos alimentos que a los difuntos les gustaban en vida. En algunas partes de la república mexicana dichos altares suelen lucir majestuosamente y son además adorados y admirados por la gran mayoría. En fin, como ya he dicho antes la celebración de aquellos días es una de las más importantes y representativas para los mexicanos y esta historia se relaciona principalmente con aquellos días de festejo. La historia cuenta que en los años de 1900 o quizás antes, sucedió algo que muy pocos hombres han de haber podido presenciar. Por aquellos años algo muy extraño le sucedió a Pedro, quien pudo apreciar con sus propios ojos algo que la gran mayoría solo soñaríamos ver. La historia cuenta que aquel hombre era alguien con muy pocos escrúpulos, una persona que no era capaz de creer en nada más que lo que sus ojos veían y por ese motivo despreciaba todo lo que los demás adoraban, y aunque antes este había pertenecido a la religión cristiana, debido a ciertas circunstancias se había alejado de aquel camino para dar paso al peor de los desprecios hacia la misma. Según tengo entendido Pedro se burlaba de todas aquellas tradiciones y costumbres que los demás solían realizar y adorar con gran fe, cosa que molestaba a los demás. La razón de que este se comportaba de esa manera era una que le había causado mucho sufrimiento hacía mucho tiempo, y es que según se decía algunos años atrás este había sufrido un grave percance, no sé si fue por alguna enfermedad u otra cosa, pero este había sufrido la pérdida de su esposa y su hijo, y es por ese motivo que desde aquel momento jamás celebraba nada, aquellas festividades tan importantes para algunos ahora ya no representaban nada para él, y siempre se dedicaba a vagar por las calles de aquel lugar como lamentándose por su suerte. Jamás celebraba aquellos días de navidad, ni tampoco alguna de aquellas fechas tan importantes para los demás, ni siquiera aquellos días tan importantes para los mexicanos, el día de muertos. Algunas personas decían que Pedro se había vuelto una persona demasiada avara y codiciosa al quedarse solo, alguien tan cerrado en si mismo que jamás se le veía en compañía siquiera de aquellos animales que solían estar junto a estos, los perros. A raíz de aquello que le había sucedido este se comenzó a cerrar cada vez más hacia las personas, intentando lo menos posible el hablar con alguien, se decía que nunca celebraba nada. Quizás para no gastar aquel dinero que este tenía. Y cuenta la historia que cuando llego aquella fecha tan importante para la gran mayoría, la fecha del día de muertos que muchos esperaban para acercarse a sus difuntos, ese en el que la gran mayoría acostumbraban festejar por medio de aquellas ofrendas dejadas en sus altares a aquellos que habían representado lo más importante para su persona, seres queridos que habían muerto y que por medio de aquellas ofrendas es que se les dejaba saber a aquellos difuntos que no habían sido olvidados, y que seguían siendo recordados a pesar de los años, Pedro cometió un grave pecado. Según se dice esto pasó en el último día de aquellos en los que se festejaban a los difuntos, o según tengo entendido eso, el día en el que se decía que los muertos regresaban a su descanso eterno. Ese día Pedro se encontró con alguien a quien antes de perder a su familia había sido un gran amigo, y que después de eso se alejo irremediablemente al ver el comportamiento del mismo hacia los demás, por lo que sintiendo que era mucho mejor dejarle solo le abandonaba. Ese día, el día 2 de noviembre era el último en el según por historias de los demás los difuntos regresaban al medio día, pero que al llegar la media noche del mismo se sabía era cuando terminaba aquellas festividades regresando estos a sus respectivos lugares de descanso. En el pueblo en donde yo vivo se dice que la festividad inicia el anterior al inicio del mes de noviembre, en el día 31 octubre. Ese día se dice que las almas de aquellos que habían muerto de manera no natural volvían a lo que antes habían sido sus hogares respectivamente, aquellos que habían muerto en accidentes o que habían sido asesinados sin saber siquiera porque. Y que según a decir de algunos regresaban al medio día de ese día para ver a aquellos que antes de morir habían sido parte de su familia, es por eso que en algunos lugares se acostumbraba el arreglar los altares en ese día. Y debo decir que a decir de algunas personas aquellos que se quitaban la vida de propia mano, no podían alcanzar el descanso eterno y eran condenados a vagar en este mundo o permanecían en aquel lugar sin aparente espacio, el limbo. El día primero de noviembre se dice que llegan las almas de aquellos pequeños que habían muerto sin llegar a la mayoría de edad, y es por eso es que este día era conocido con el día de los santos inocentes, pues llegan aquellos niños que son recordados por sus padres y familiares quienes le ofrecían la bienvenida con regalos y dulces típicos de la región. Además de dejarles las cosas que a ellos les gustaban, cosas como juguetes y otras cosas que forman parte de aquellos. Como iba diciendo, ese día Pedro se topo con aquel que antes había sido su mejor amigo y al que hacía mucho tiempo no veía, ese día Marcos (así se llamaba el antiguo amigo de Pedro), le miraba casi sin poder creer que se tratase de la misma persona, aun así le pregunto sobre si no pensaba poner algún altar o dejarles alguna ofrenda a su hijo y esposa antes muertos. Pero este al escuchar aquello solo se reía, la burla era muy molesta para Marcos quien siempre había respetado todas aquellas tradiciones y creencias que formaban parte de su pueblo, lo que no representaba nada para Pedro quien se mofaba de eso. Varios minutos después de que Marcos se fuera de aquel lugar dejando a quien pensaba era su amigo, este haría algo impensable. Al escuchar de parte de aquella persona aquellas palabras, palabras que solo le habían causado gracia, es que este sin la menor conciencia o respeto hacia todo lo que representaba para algunos aquellos días se acercaba hasta donde unos caballos habían pasado, y agachándose hasta el suelo, y al mirar frente a sus ojos lo que aquellos animales habían dejado regado por todo el lugar tomaba eso, era una gran y asquerosa parte dejada por parte de aquellos caballos, el excremento que se había quedado al pasar, el olor era demasiado fuerte y la apariencia muy grotesca. Se llevo aquello hasta su casa y al meditar sobre una maliciosa idea es que se apresuraba a elaborar un pequeño altar en el que pondría aquello que había traído. Eran como las diez de la mañana del mismo día, Pedro salió de su casa en busca de algo que aliviara su malestar, la gran mayoría de los lugares en los que se vendían aquellas cosas estaban abiertos, pues sabían que muchos de aquellos hombres solían beber, y ese día era de ventas muy buenas para ellos. Lo que resultaba muy bueno… El día se fue tan rápido y mientras que este se dedicaba a embriagarse hasta más no poder, algunas personas al llegar el medio día se encaminaban hasta el campo santo a dejar los arreglos fúnebres a sus queridos difuntos. Por todas partes se podía ver la llegada de muchas personas a este lugar, personas que llevaban consigo además de aquellas cosas los recuerdos de aquellos a quienes amaron tanto. Se veía pasar y llegar a aquel cementerio a todo tipo de personas a ese lugar en el que descansaban sus seres queridos, personas que se habían ido hacia mucho tiempo. Era el segundo y el ultimo día de aquellos y el final también de aquel recorrido que habían realizado los difuntos, quienes según se creía regresaban en la misma noche de ese día, esto precisamente al dar las doce campanadas que enmarcan el final de ese viaje. Y mientras que para esa hora casi todas las personas se encontraban dentro de sus casas descansando, no así lo hacía Pedro, quien seguía deambulando por las calles. Lo que sucedió paso precisamente en aquella noche… Según tengo entendido el regresaba a su casa, para esos momentos ya eran casi las doce de la noche, entre tropiezo y tropiezo aquel camino se hacía cada vez más corto, con cada paso que daba se acercaba mucho más a su casa, solo para adentrarse mucho mas en aquel mundo repleto de vicios en el que había caído. Al entrar a su casa ya muy cansado por haber estado bebiendo durante casi dos días seguidos se sentó en una de las sillas que componían su comedor, uno que había comprado antes de que su familia muriera, y que ahora solo ocupaba para poner aquellas botellas con las que se consolaba de aquel sufrimiento, el gran dolor de sentirse solo en el mundo. Se acomodo en aquella silla y sujetando una de aquellas botellas que tenia se disponía a seguir con su parranda, tenía la intención de beber hasta que el sol apareciera en el horizonte, o hasta que cayera rendido al acabarse el alcohol que tenia, lo que sucediera primero. En fin, para esos momentos ya estaban dando las doce de la noche, faltaban escasamente uno minutos para esto, y Pedro aun seguía tomando sin importarle nada mas, con la mirada entre cerrada volteaba hacia un lado en busca de aquello que acaba de escuchar, parecía ser el sonido de algún animal que rondaba dentro de su casa, la cual estaba llena de alimañas de todo tipo, ya que con gran dificultad o más bien de vez en cuando limpiaba la casa, muy de vez en cuando. Continuo bebiendo hasta que minutos después caía rendido en las garras del alcohol, y sus influjos le habían hecho sentir un sueño tan intenso que irremediablemente cerraba sus ojos. Por momentos cabeceaba como queriendo despertar de aquel sueño que le hacía escuchar entre sollozos a su hijo y su esposa, escuchando sus voces de alegría, aquellos recuerdos de momentos tan gratos y de la felicidad desmesurada al tener una familia. Con el sueño muy dentro de sí, Pedro se movía en aquella mesa de manera casi inconsciente, fue en ese momento que sin darse cuenta chocaba con aquella botella que aun seguía estando en aquella mesa, la cual caía estrepitosamente provocándole un gran susto. Despertó de aquel sueño solo para darse cuenta de que aquella botella se había caído derramándose aquel liquido tan preciado para él, miraba con horror tal esparcimiento sintiendo desperdiciarse aquello tan importante. — ¡No, Nooo! —decía este sujetando con sus manos aquellos trozos de aquella botella y sintiendo aquel líquido entre sus dedos —. ¿Por qué, por qué? Fue en ese momento en el que escuchaba el sonido de algo, era algo que parecía provenir de la calle al frente de su casa, o más bien de aquel pequeño callejón que circundaba la misma. Eran, por lo que oía algunas personas. Miraba con gran asombro las sombras de aquellas personas pasar junto a su casa, sombras que figuraban la apariencia de hombres y mujeres, además de pequeños que caminaban junto a estos tomados de las manos. Fue ahí, en ese instante que se pasaba las manos por sus ojos intentando despertar pensando que seguía dormido, pero al darse cuenta de que aquello no cambiaba se sorprendía. Comenzó a caminar hacia la puerta de su casa para asomarse por esta y así lograr ver lo que estaba sucediendo allá afuera. Sus pasos eran lentos, y aunque estaba a solo unos cuantos pasos parecía que no podía llegar, pero aunque había tardado mucho más de lo que pensaba, quizás debido más que nada a el alcohol ingerido. Y al estar prácticamente junto a la puerta de su casa el sonido agudo de las manecillas del reloj le causaba un gran susto, era un reloj de pared que tenia, este lo había heredado de sus padres al morir y lo conservaba a pesar de que desde hacía mucho tiempo había dejado de funcionar, por lo que el escuchar aquel agudo sonido le causaba el peor de los temores al sentir que algo no andaba bien. Desesperado busco por todas partes esperando que aquello no hubiera sido más que su imaginación, una que ahora sentía demasiada vivida. Tomo una linterna la cual encendía gracias más que nada al petróleo que le permitía dicho influjo, la misma que tenia junto a la mesa, ilumino con su luz el lugar de donde se había escuchado tal cosa sin encontrar respuesta a su incesante duda. Habían dado ya las doce de la noche, y aquellas campanadas se lo indicaban, pero al alumbrar hacia ese sitio es que pudo percatarse de que dicho sonido no parecía haber provenido de aquel reloj, o por lo menos así lo pensó Pedro. Con la luz de la linterna y sin saber porque es que comenzó a buscar dentro de su propia casa algo que le contestara aquellas respuestas. Extrañamente la noche, que a pesar de todo parecía demasiada oscura, y mucho más dentro de su casa, la cual era iluminada por alguna clase de luz que parecía provenir de afuera de aquel callejón, pues así lo veía por la ventana de su casa, es entonces que camino con cierta prisa intentando verificar de que se trataba aquello. De repente el cuerpo le comenzó a temblar, primero sus manos las que se movían frenéticamente con un movimiento involuntario, después sus piernas las que parecían querer correr, sus ojos, que aunque miraban al frente de aquel callejón parecían querer mirar hacia otro lado. Con las manos aun sosteniendo aquella linterna y alumbrando dentro de su propia casa, y con un impulso repentino movía aquel objeto hacia aquel callejón desde dentro de la misma para tratar de ver a aquellas personas que pasaban en ese momento. Cuál fue su sorpresa al percatarse de que en aquel lugar lo único que se podía distinguir de entre todas aquellas personas era la más espesa y oscura de las neblinas jamás vistas, o por lo menos por él. Podía ver con claridad a aquellas personas pasar muy cerca de su casa como agrupados en fila, era como si todos ellos marcharan perfectamente alineados cual desfile o precesión. Con el corazón saltando por un estado emocional que le decía que aquello no era normal, Pedro salió poco a poco de su casa para poder apreciar mucho mejor lo que estaba pasando, no sabía porque, pero seguía sosteniendo aquella linterna, y no solo eso, ahora también sostenía con su otra mano la pistola que siempre portaba consigo, era quizás por aquella extraña sensación, la misma que le incitaba a salir de sus aposentos a tales horas de la noche para poder mirar a aquellas personas pasar la que le decía sujetar aquella arma. Repentinamente otra vez se dejaba escuchar aquello que hace poco le había causado gran asombro y miedo, era el mismo sonido que le indicaba la hora que era, otra de aquellas campanadas de las que no sabía de donde es que salían, pues por más que busco no había podido encontrar nada. Y casi al mismo tiempo que aquellos sonidos se dejaran escuchar, también se dejaba sentir en su espalda una leve sensación de frio que le recorría la espalda, era una sensación no muy grata y que al sentirla le provocaba mucho miedo. Y este mismo incrementaría al sentir el más fuerte viento brotar del mismo sitio de donde parecía que aquellas personas venían, un viento que le había quitado aquella linterna de la mano la cual caía al suelo junto a él rompiéndose en pedazos. Dicha linterna o lámpara estaba elaborada principalmente de cristal o vidrio, por lo que al caer esta se cuarteaba o fracturaba rompiéndose sin remedio haciendo que algunos pedazos de lo que fuera aquel objeto se esparcieran por todos lados. El temor acrecentaba al sentirse solo ante la espesa noche sin el abrigo de aquella linterna y sin la ayuda y la protección de su pistola. Miraba con desesperación y miedo a aquellas personas que parecían no haberse sorprendido ante la caída de aquel objeto, observo cómo es que estos seguían con su caminar sin inmutarse ante su presencia, y escucho lo que parecía ser el cantico de aquellos al pasar casi junto a él. La neblina que antes había podido percibir era tan densa que apenas y le permitía el poder ver a unas cuantas personas, y eso principalmente a los más grandes pues aunque también caminaban niños este no les veía debido a que aquella neblina les cubría casi por completo. Con el corazón acelerado por la impresión y el susto, se incorporo de la mejor manera que podía, y al divisar a aquellos individuos es que intentaba hablarles. — ¡Hey, oye amigo! —pero parecía que a aquel al que le había hablado no le había escuchado pues ni siquiera volteaba a verle — ¿Qué es lo que sucede? De repente observo a uno niños que pasaban entre aquella gente, niños que llevaban entre sus manos dulces y chocolates, además de otras cosas que podía distinguir a esa distancia. También juguetes con los que parecían entretenerse. Mujeres y hombres que llevaban en sus manos lo que parecía ser comida, y por lo que podía ver eran tamales y otras cosas además de papelas que parecían ir leyendo. La sorpresa y el horror se mezclaban al observar pasar por ese lugar y entre los mismos a una persona que se le había hecho muy familiar o conocida, se trataba de alguien que vivía muy cerca de su casa algunos años atrás, también de una mujer a quien que no podía creer estar viendo. Era doña Josefina, una mujer como de unos setenta u ochenta años que pasaba por ese sitio junto a los demás. ¿Pero por qué? ¿Qué era lo que estaba sucediendo? Se preguntaba desconcertado Pedro. ¿Cómo es que era posible que aquella señora pasara por ese sitio a esa hora? Si hacia algunos meses atrás había muerto. Sabía que se trataba de ella y que no era posible lo mismo, si el mismo había asistido a su velorio y entierro respectivamente. ¡Esto no era posible! ¡No puede ser!...Decía Pedro golpeándose la cabeza intentando despertar de aquella pesadilla absurda. Casi al borde de la locura miraba con asombro las fóbicas imágenes que se le presentaban en aquella terrible y espantosa noche. Rostros tan pálidos y blanquecinos que parecían intercalar la vida y la muerte misma. Se echo hacia atrás irremediablemente al sentir aquel miedo tan indescriptible en su cuerpo, no podía creer que aquello fuera posible, ni mucho menos que le estuviera pasando a él. Sin poder hablar se quedo parado con la puerta de su casa a su espalda y pudo observar algo, fue un acontecimiento mucho mas traumatizante de lo que hasta ahora había podido ver, algo que con gran seguridad ningún mortal jamás antes que él había visto en vida. Estupefacto ante lo que se presentaba ante sus ojos se quedo de pie mirando con detenimiento y horror tal suceso. El miedo ante aquello era casi involuntario y me atrevo a decir que no creo que haya persona alguna que pueda permanecer valeroso o airoso después de ver aquello. Por algunos instantes intento correr pero no podía, una fuerza que parecía provenir desde dentro de sí mismo le obligaba a estar observando lo que sus ojos ya no querían ver, y parecía que aquel licor que hace poco estaba dentro de su cuerpo ahora se había alejado del mismo permitiéndole avizorar lo que más tarde le causaría el peor de los sustos, y el peor de los remordimientos jamás sentidos. Continuaba mirando el pasar de aquellos que hasta hace poco pensaba se trataba de personas desfilando, pero que al ver lo que paso momentos antes se dio cuenta de que se trataba de lo que describiría más tarde como el desfile o la procesión de los muertos. Así es como Pedro se refirió a ese suceso de aquella noche. Pero la historia no acaba ahí, para el aun le faltaba experimentar lo que jamás podría olvidar, y lo que se llevaría a su propia tumba al llegarle la hora de partir de este mundo. Como iba diciendo, Pedro continuaba mirando el pasar de aquellas personas ya muertas, lo que resultaba ser una fuerte impresión casi para cualquier persona provocándoles la muerte, pero que por alguna extraña razón no le sucedía a él. Aun no salía de aquel asombro cuando sus ojos vieron el peor de los espectáculos posibles. Con la mirada fija al frente observaba el pasar de aquellos y pudo vislumbrar sin poder creerlo posible el pasar de alguien muy familiar, muy conocido y querido por él, alguien que le había dejado hacia ya algunos años atrás, una persona que además iba acompañada de alguien más. — ¡¡Rosa!!... —gritaba desesperado al verle pasar — ¡¡Rosaaa!! Pero de igual manera que antes, esta no le escuchaba, apenas y le había podido distinguir de entre todas aquellas personas y sabia que se trataba de ella. Pero de igual manera que antes, esta no le oía, o por lo menos esa impresión es la que le daba a Pedro, cosa que le disgustaba bastante. La miro pasar casi a unos metros de donde él estaba de pie, y en tan solo un instante esta se estaba alejando de aquel lugar junto a los demás. Al darse cuenta de que ella se estaba alejando este comenzó a caminar al lado de aquellas personas sin que estas le miraran siquiera, y continuaban con su andar con rumbo hacia su lugar de descanso. Al acercarse más Pedro pudo darse cuenta de que efectivamente se trataba de aquella mujer a la que había amado y la que le había dejado hacia años atrás, aquella que había muerto, era su difunta esposa con el rostro demacrado y sombrío. La niebla era tan espesa que no había sido capaz de darse cuenta de que aquellas personas no estaban caminando, en realidad parecían ir como flotando en aquella neblina, pues jamás pudo verle los pies. Luego de varios minutos de estar siguiéndoles es que lograba acercarse a su antigua mujer solo para horrorizarse al ver algo que no era capaz de creer. Su difunta mujer iba caminando junto a los demás, y mientras que estos llevaban consigo las ofrendas puestas por sus seres queridos, aquellos que no les habían olvidado y quienes les seguían amando, mientras que estos llevaban eso su esposa llevaba en la boca aquello que en el día Pedro había puesto en aquel altar improvisado, aquello que este había recogido para burlarse en su momento de borrachera. En la boca de su esposa y su hijo muertos se figuraba aquel excremento de aquel animal, aquello que Pedro había puesto como si fuera una torta en ese sitio como la ofrenda a ellos, y por ese motivo es que los dos llevaban en la boca aquel desperdicio como si este fuera comida. La escena era tan grotesca, pues veía como de la boca de ambos parecía escurrir o brotar aquello, el mismo excremento que hasta parecía desprender tan terrible y espantoso olor. — ¡¡No, Noooo!! —gritaba este atónito — ¡Lo siento, lo siento! Sintiendo aquella culpa Pedro miraba y gritaba desesperado a los dos intentando disculparse con ambos, pero igual sucedía, igual que antes no le escuchaban. Con un gran dolor en el pecho y con los ojos escurriendo lágrimas de arrepentimiento este se llevaba las manos a la cabeza intentando sobrellevar aquella fuerte impresión. El dolor era tan fuerte que a pesar de estar envuelto en aquella espesa noche, una tan tétrica y fantasmal, y que aunque sentía que la misma solo estaba en su propia mente, aquello que acababa de ver era difícil de creer. Inesperadamente sintió las manos de una persona sujetarle con firmeza, unas manos que le obligaban a quitar las mismas de su cabeza forzándole a ver lo que estaba frente a sus propios ojos. Con la mirada al frente, pudo observar aquella imagen desgarradora y grotesca que aun antes de su muerte seguía viendo, ahí estaba, era el rostro de su mujer el que estaba al frente, eran sus manos las que le sujetaban con aquella fuerza espectral obligándole a ver las consecuencias de sus actos. De la cara podía ver ahora que estaba tan de cerca, aquel rostro fantasmal y sombrío, aquellas facciones lúgubres de las que podía distinguir sus ojos y boca de la que se salía aquel excremento. La impresión fue tan fuerte para Pedro que al sentir y ver aquello abría sus ojos dándose cuenta de la realidad. Para cuando despertó se encontraba recostado en el suelo y en un lugar que se le hacía muy conocido. De alguna manera había llegado al cementerio, entre su gran borrachera y sin saber porque había ido a parar en ese sitio y ahora se encontraba con la mente nublada sobre lo que había sucedido la noche anterior. Puedo decirles que según las personas Pedro cambio mucho a partir de aquella noche, y que a decir de ellos en los siguientes años celebraba la fiesta del día de muertos de manera tan increíble elaborando altares tan maravillosos que dejaban ver cuánto había cambiado. A decir de los demás este solo esperaba a que finalmente la muerte fuera a reclamar por su vida y llevarle así junto a su adorada y extrañada familia. No sé si las personas puedan creer esta historia, o si la misma sea real, pues es una historia que me contaron hace ya algún tiempo… Con respecto a la misma les diré que lo mismo le sucedió a alguien de mi familia del que no diré su nombre. O por lo menos algo muy similar. A un familiar, no recuerdo bien pero creo que se trataba del abuelo o bisabuelo de mi madre, a quien le paso algo muy parecido. Era una persona que al igual que Pedro jamás respetaba aquellas tradiciones pues era muy cerrado y tacaño, así que nunca había querido festejar aquellos días más que nada por no malgastar el dinero. La historia dice que en una noche, esto en el día primero de noviembre, el había llegado en la tarde cansado del trabajo, era velador y antes de salir de su casa lo único que quería hacer era descansar, esa tarde se encontraba con su hermana, ella llevaba una bolsa con algunas cosas. Era el día de muertos y pensaba arreglar un pequeño altar para poner las ofrendas a sus seres queridos que ya no estaban con ellos. La pregunta a su hermano sobre si no pensaba darle dinero para comprar algunas cosas era inevitable, aunque de ante mano ya sabía la respuesta. La negación de parte de este no se hacía esperar y ante la sugerencia contestaba que no pensaba gastar dinero en algo tan absurdo, y sobre todo que no era cierto. Sin la intención de seguir alegando con este ella se marchaba hacia dentro de la casa para preparar todo lo necesario para la noche. Y al llegar la noche el altar estaba listo y así también las cosas restantes. Para no alargar mucho mas la historia, solo les diré que en esa noche el experimento lo que describió como el pasar de muchas personas, todas llevaban velas en las manos con las que alumbraban el camino, y al hablarle a su hermana que en esos momentos se encontraba dormida este se refirió como una procesión o conjunto de personas que parecían desfilar con rumbo desconocido. Y al igual que Pedro él a partir de aquel día comenzó a ser una persona diferente y se decía que eso les sucedía a las personas codiciosas que negaban aquellas creencias y costumbres. La Invocación Desde que puedo recordar mi vida siempre ha estado plagada de situaciones un tanto extrañas, de aspectos en mi vida que nunca he podido explicar o comprender y que en mis momentos más desagradables y traumáticos pareciera que me persiguen cosas de las que no soy capaz de describir. Desde mis años mozos, cuando tan solo tenía 9 años pude experimentar cosas que los demás siquiera soñarían en sus más descabelladas pesadillas, visiones de personajes tan aterradores para cualquiera que irremediablemente perderían la razón al observar con sus ojos tales imágenes. Fueron tal vez todas aquellas cosas las que más tarde influenciarían en mi persona tales oficios y gustos tan extravagantes, y que me harían entrar en aquel mundo tan ajeno para mi, uno en donde conocería la verdad de las cosas, según mi propia conciencia. Cuando llegue a la edad suficiente y a pesar de los esfuerzos de mis progenitores por tratar de que me diera cuenta del mal camino que estaba eligiendo; pues ellos sabían bien que aquello no terminaría nada bien, cosa que me parecía absurda. Sin la educación apropiada para lograr llegar a ser un hombre de bien, como decía mi padre, me vi en la penosa necesidad de tener que trabajar en lugares no muy gratos para mi, algunas veces era mi propia manera de ser la que me hacia presa de mis propios errores llevándome a ser despedido de aquellos trabajos al criticar la forma en la que se hacía dicha labor. Siempre he sido una persona muy meticulosa a la que le gusta realizar las cosas según mi propia lógica, mirando con cautela todos los posibles por menores de lo que los demás no eran capaces de apreciar. La curiosidad me llevo a observar muchas cosas que los demás no podían, aun no sé como poder explicar dicha influencia, pues la constante búsqueda de aquel conocimiento perdido por la falta de apoyo por parte de mi padre me hiso acercarme a lugares tan desconocidos y escritos tan raros de personajes llamados extravagantes o locos por los demás, historias plagadas de situaciones casi increíbles que durante mucho tiempo no creí posibles. Y fue el incesante interés de saber todo cuanto podía el que más tarde me llevaría a leer aquellas escrituras tan perturbadoras, libros a los que la gente suele llamar prohibidos o malditos, por tratarse de temas no tan sanos para todos. En algunos años la lectura de aquellos libros ya formaba parte de mi plan de vida, y durante muchas horas al día me la pasaba leyendo dichos libros con la intención de conocer todo lo que en ellos estaba escrito. Mi afición tan descontrolada por aquella lectura me llevo a entablar ciertas dificultades con las demás personas, personas quienes solían referirse a mí como vago u holgazán, debido a que siempre me la pasaba encerrado en mi cuarto sin alguna compañía, solo aquellos objetos tan preciados para mi persona y aquellas personas importantes para mí entraban en mis aposentos, pero siempre, y desde que puedo recordar me causaban grandes problemas pues nunca estuvieron de acuerdo con aquel pasatiempo. Fue en mis años de infancia, y desde que tengo la suficiente memoria, que fui testigo de aquellas visiones y apariciones que siempre pude apreciar, imágenes de personas que ya no estaban en este plano astral y que solo podían ver algunas personas, aquellos a los que la gran mayoría suelen llamar “fantasmas” y que les causan tanto miedo. Pude experimentar de viva imagen la llegada de aquellos personajes y sentirles tan cerca que casi podía tocarles. Jamás sentí miedo de aquello que era capaz de hacer o ver, y al enterarme de la verdad del porque era capaz de hacer eso, es que las puertas de aquel conocimiento se abrieron para mi, llevándome a saber aquello que durante tantos años figuraba en mis preguntas. La desgracia me sobrevendría más tarde, y en algunos años posteriores la perdida de mi padre a manos de personas malvadas y crueles me harían presa de mi mismo, eso me haría cometer el peor de los errores posibles. Fue al llegar a la mayoría de edad que tras haber leído tanto, y releerlos aun vez mas pude comprender el secreto que en aquella escritura estaba, lo que debo decir me terminaría hundiendo en aquel abismo del que ahora soy presa. Tal vez era que había llegado a un punto en el que al creerme mucho más listo de lo que en verdad era no media las consecuencias de mis actos, que aquella tentación y aquellas voces me harían cometer el peor de los pecados posibles por cualquier persona. Tiempo después de haber perdido a mi padre las constantes dudas sobre su desafortunada y trágica desaparición me llevarían a entablar grandes discusiones con mi querida madre, además de causarle aquellos problemas también me había vuelto tan insolente, quizás porque sabía dentro de mí que aquello no era más que una absurda y falsa realidad. Pasaron los años y con ellos se fueron mis esperanzas de llegar a ser alguien diferente, recordaba aquellas palabras que mi padre me dacia sobre ser un hombre de bien y sobre trabajar y lograr ser alguien con el sudor de mi frente, cosa que me disgustaba siempre, pues en mi persona no figuraba aquella vida que ellos habían tenido y por eso buscaba aquello que me llevara a encontrar aquellas respuestas tan anheladas. Como ya he dicho antes, la lectura de libros y escritos de dudosa procedencia figuraban en mi pasatiempo, libros en donde se hablaba de personajes no tan queridos por los religiosos o cultos, pero que indudablemente eran parte de nuestra propia historia. Entre ellos estaba un libro en particular que me llamo mucho la atención llevándome a leerlo por completo y a tratar de entender lo que decía. El título del libro era “La Invocación” y trataba más que nada sobre un personaje en particular que había realizado cierta ceremonia en la que tras varios días había podido entablar un trato con aquel al que las personas tanto temen. Durante algunos meses posteriores a ese incidente me dedique a buscar todo cuanto podía sobre aquel escrito, intentaba averiguar el nombre real de aquel personaje y sobre si aquella historia era real o si solo se trataba de simple ficción. Fue un trabajo muy duro, ya que tenía que trabajar para pagar los gastos que se ocupaban en la casa, además de tener que estar al tanto de mi madre quien tras la desaparición de mi padre se aisló perdida en su dolor, lo que me dificultaba mucho mas mis labores. Pero después de un tiempo de buscar y preguntar sobre aquel personaje descrito en aquel pequeño libro es que logre mi objetivo, solo que aquello me traería más preguntas que respuestas, y me haría dejar a mi madre al cuidado de unos familiares mientras que yo salía en busca de aquello que sabia me ayudaría a mejorar la manera en la que mi vida giraba. Recorrí grandes parajes en busca de más conocimiento adentrándome en lugares casi inexplorados por cualquier persona, incluso aquellos viajeros que solían adentrarse en los lugares que decían causaban miedo y que al oír de tales lugares preferían guardar cierta distancia. En un día de Diciembre, exactamente el 24 llegue hasta un pequeño poblado de rusticas y casi decadentes construcciones, mi caminar me había dirigido hacia un lugar llamado “Valle oculto”, en traducción literal, un lugar en donde apenas y figuraban algunas casas mal elaboradas. Dicho lugar estaba muy alejado de aquel poblado pues la ciudad más cercana quedaba a muchas millas de distancia. Para cuando me adentre en aquel poblado llevaba conmigo escasamente el suficiente dinero que me permitiría regresar a la cuidad más cercana, había tenido que trabajar durante casi un mes en aquella ciudad para poder reunir el dinero y los enseres necesarios para mi expedición. Fue ahí en donde escuche una historia que me llamo mucho la atención, pues a decir de algunas personas en aquel pequeño poblado pasaban cosas muy extrañas en las que a decir de algunas mujeres se realizaban ciertos rituales que causaban mucho miedo. Y pude averiguar más tarde que en realidad se trataba de aquel lugar en donde había vivido aquel personaje del libro, esto por una persona que me informo de dicho acontecimiento. Al llegar a aquella pequeña comarca pude entrevistarme con quien sabia se trataba del que a decir de los demás mandaba en aquel lugar, era una persona muy extraña a la que podía distinguir cierta educación, lo que me sorprendía bastante, veía lo culto y avezado en cosas que nunca imagine, también aquella apariencia que asomaba gran confianza en sí mismo. Su nombre era Don Bernardo de apellido extranjero; y aquello me causaba mucho mas asombro al ver que alguien así vivía en aquel pueblo tan alejado. Al llegar a su casa y compenetrar en su gran conocimiento es que pude darme cuenta de que se trataba de alguien que sabía mucho más de lo que decía, pues aunque su casa era un poco más elegante y mejor que la de las demás personas, denotaba a simple vista del porque es que este mandaba sobre los demás. Sabiendo que se trataba de aquel poblado en donde la historia de aquel personaje en aquel libro había sucedido, me asombro la manera tan amable en la que este se dirigía a mí, con gran educación y respeto entablamos aquella conversación y después de haberle preguntado por aquel libro llamado “La Invocación” y en donde el nombre de aquel personaje figuraba, supe aquello. Fue después de platicar amenamente con aquel individuo que lograba despejar mis dudas, aquel buen hombre me dijo que efectivamente aquella persona había vivido en ese lugar y que una persona que le conoció y al que este le conto su vida había escrito aquellas páginas. Me regrese a la ciudad después de eso con la firme convicción de penetrar en aquellos conocimientos tan queridos, tratando de saber aquello que durante muchos años quise aprender. Y un mes después de haber vuelto a aquella ciudad llamada Constitución es que pude finalmente volver a encontrarme con Don Bernardo, le plantee mis intenciones de aprender todo cuando pudiera, también sobre las dudas que me embargaban y sobre aquellas extrañas apariciones que se me habían presentado. Fue gracias a su ayuda y conocimiento que pude enterarme de aquella verdad que durante tanto tiempo permanecía oculta y es que con tan solo tocar mi mano él había podido averiguar más que de lo que yo mismo sabia sobre mi persona, me entere de algo que ni en mis mas alocados sueños sería posible, según a decir de él yo había nacido con muy pocas esperanzas de vida y es por eso que era capaz de ver aquello que las demás personas no podían. Aquella noticia me desconcertó bastante, pero no había manera de dudar de sus palabras al mirar la seriedad con la que me miraba, no entendía cómo era posible que el hubiera podido saber esas cosas con tan solo tocar mi mano, pero sabía bien que era exactamente eso lo que yo quería. Mis manos aun temblaban al sentir la extraña sensación que me embargaba, también era muy difícil olvidar aquel sentimiento de dudas que ahora regresaban a mi mente. Pase varios meses en aquel poblado en casa aquella persona y gracias a su compañía pude entender algunas cosas que antes no podía, logre después de algún tiempo ser considerado como un aprendiz y con ello me acercaba mucho mas a lograr mi objetivo, ese que más tarde rogaría no haber logrado. Me adentre tanto como pude en aquel conocimiento inexplorado, y debo decir que gracias a la ayuda de aquella persona y a la gran cantidad de libros que componían una gran colección es que supe lo que con esmero busque tanto, libros en los que podía ver aquella escritura que muchas veces no fui capaz de distinguir, con letras tan extrañas que por momentos dudaba fueran escritos por la mano del hombre. Uno de los que pude ver estaba hecho de lo que parecía ser piel humana, y al verlo sentí el horror en la piel, pero extrañamente la tranquilidad me envolvía al tocarlo. Fueron casi cinco años los que pase en aquel poblado leyendo todos aquellos libros, también en los que bajo la rigurosa y estricta educación que ahora estaba recibiendo fui capaz de lograr mi objetivo. Al terminar mis estudios me despedí de Don Bernardo para regresar a aquella casa junto a mi querida madre, para esos momentos ya era algo tarde para mi, era el día 5 de octubre cuando finalmente arribe a mi ciudad natal en busca de la persona que me había dado la vida solo para enterarme de que hacía dos años había muerto esperando a que llegara, y yo no lo sabía. Con gran dolor recibí aquella noticia al llegar a la casa donde había vivido sintiendo la sensación de haber perdido todo lo que tenía, y de haber desperdiciado mi vida. Luego de haber vuelto a mi ciudad natal y de que las demás personas comenzaran a hablar cosas sobre mi persona es que comencé a trabajar en algunas cosas que durante mis viajes fui capaz de asimilar, y que en aquel lugar apenas y se veían, lo que por cierto les llevo a considerarme una persona extraña, más que conocedora. Pasaron varios meses de que regresaba a mi hogar pero sentía que ya no tenía nada más por lo que estar ahí. Intente en vano vivir como los demás lo hacían, y el día 28 de Febrero del siguiente año logre gracias a muchos esfuerzos poner un pequeño negocio en el que intentaba enseñar lo que tras aquellos años de viaje había podido aprender. Mas sin embargo no sabía que aquello sería el primero de muchos errores que cometería, pues las demás personas no veían con buenos ojos mis diferentes enseñanzas. Fracase en mi intento tan solo unos meses después viendo la indiferencia de aquellos a aprender cosas nuevas y a su tan desmesurada irracionalidad. Y días después de aquello me había quedado prácticamente sin dinero, viéndome en la penosa necesidad de tener que pedir ayuda a los familiares a los que desde mi llegada había vuelto a ver. Sintiéndome tan fracasado una idea vino a mi mente, quise volver a aquel sitio en donde había aprendido tantas cosas, sabía que aquella persona me recibiría y que con gran certidumbre me apoyaría en aquellos momentos, pero lamentablemente ya no contaba con los recursos necesarios para hacer eso. En mis momentos de gran dolor y soledad pude recordar todo cuanto había aprendido, todo lo que en aquellos años fui capaz de ver y saber y sobre aquella persona que me había enseñado aquellas cosas. Al recordar todo eso me vino a la mente una sola idea, sabia cosas que los demás ni siquiera soñarían y ahora era el mejor momento para experimentar todo lo aprendido, ya no había nada que me impidiera hacerlo, estaba solo en la vida y sabia como solucionar aquel dolor que ahora me embargaba. Me costó mucho el reunir aquellas cosas que debía pues ante todo y como me lo había indicado Don Bernardo, debía preparar todo de ante mano y no dejar nada a la suerte, ya que esos errores me harían fracasar en mi intento. Había logrado comprar todo lo que necesitaba y tras haber escogido el lugar adecuado para aquel experimento me dispuse a esperar a que llegara la hora precisa. Era el 19 de Julio, a las diez de la noche me encamine hacia aquel lugar en donde realizaría mis experimentos. La noche estaba calurosa en esos momentos, estaba pasando por uno de los meses más calurosos en mi ciudad natal y me costaba mucho conciliar el sueño. En esa noche tuve que tener mucho cuidado de no ser visto por alguien, pues así me lo había indicado mi maestro y mentor, decía que si era observado seguramente de nada servirían mis esfuerzos y que por ese motivo era imprescindible estar bajo el amparo de la noche. Durante algunos minutos permanecí en completo silencio, estaba postrado ante un gran pino que había visto junto al camino principal, esperaba que aquellos sonidos que hasta hace poco había oído no fueran más el producto de mi descabellada imaginación. Esa noche realice el ritual de la manera en la que mi mentor me había indicado, había preparado todos los enseres necesarios así como también me había armado de valor para llamar al todo poderoso emperador de las tinieblas, el llamado estaba listo y las palabras que diría eran las apropiadas para tales fines. Coloque las cosas según creí convenientes mientras que se dejaba escuchar un extraño sonido desde el lado posterior a mi ejecución, no dude ni un segundo que se tratara de la presencia que iba buscando, pero esperaba que personas ajenas a mi trabajo no interrumpieran la ceremonia. Al llegar la hora oportuna encendí las velas que llevaba, esto a tan solo unos instantes de que dieran las doce de la noche, me dispuse a entablar aquellas palabras descritas en aquellos libros y que gracias a mi buena memoria había podido aprender, y con gran fe y confianza comencé a hablar de manera segura a aquella entidad malévola y perversa. — ¡Lucifer!, emperador de las tinieblas —decía con seguridad y sosteniendo en mi mano aquel objeto tan importante para mí — ¡Hazte presente!... Estas y otras palabras son las que en aquella noche decía en forma de oración a aquel que durante mucho tiempo había estado siempre al asecho de las personas y al que decían había que temer, pero que para mi representaba mi única oportunidad de salir de aquella mediocridad en la que estaba ahora. Pasaron varios minutos luego de eso, la noche estaba oscurecida al grado de apenas poder ver a unos cuantos metros de distancia desde donde yo estaba, más que nada gracias a la luz que me brindaban aquellas velas es que era capaz de divisar a lo lejos lo que pensé se trataba de alguien. Me quede callado a la espera de poder observar mucho mejor aquello, pero aquella sombra parecía no moverse, fue cuando entendí que tan solo se trataba de la figura reflejada en un viejo árbol a lo lejos y que ahora me imaginaba otra cosa. Continúe diciendo las mismas palabras una y otra vez con la esperanza de ser escuchado, pero parecía no haber respuesta a mis suplicas, nada pasaba y la desesperación comenzaba a hacer mella en mi persona. Me fui de aquel sitio varias horas después, eran casi las cuatro de la madrugada del día sábado cuando derrotado regresaba a mi casa, había guardado todo lo que había llevado conmigo en una pequeña mochila que con anterioridad había llevado a mis viajes y en la que guarde todas aquellas cosas con la irrefrenable desilusión que sentía. Durante varias noches mas continúe con aquellas labores, siempre cada sábado o martes, porque así me lo había indicado mi mentor, pero nada pasaba, por mas esfuerzo y esperanza que pusiera en aquellas palabras era inútil, sentía que todo lo que con tanto esmero y tiempo había logrado aprender había sido en vano. Y eso me exasperaba aun más… Con el pasar del tiempo mi fe en aquellas palabras y aprendizajes se alejaban, y comencé, a pesar de los consejos de aquel hombre a entablar aquellas palabras en tono cada vez más agresivas y ofensivas, y llegue al punto en el que le gritaba a aquel ser infernal con desesperación y arrojo. Una noche en la que como con las noches anteriores le hablaba a aquel ser con la esperanza de que este me escuchara, le pedía ser diferente y terminar con aquel sufrimiento que desde hacía mucho había estado junto a mí. Ya había pasado de las once de la noche cuando me recosté en la cama junto a la ventana de mi cuarto, yo aun vivía en aquella casa que mis padres me habían dejado y gracias a mis esfuerzos lograba subsistir. Esa noche, y por lo que puedo recordar me acosté ya casi dando las doce de la noche, era el día Lunes del mes de Mayo, el primero de aquel mes, me sentía extrañamente desesperado, era como si alguien más estuviera conmigo, pero no me importaba pues siempre había podido presenciar la llegada de aquellos espectros que se dejaban ver en ciertas noches. Tome un poco de agua y me dispuse a descansar de las arduas labores que había tenido que realizar, había estado trabajando en el campo desde que salía el sol hasta que se ocultaba y el cansancio me había provocado la pesadez que ahora sentía, con el cuerpo bastante adolorido intente conciliar el tan preciado sueño que me hacía falta. Cuando llego el momento, esto al dar las doce de noche, comencé a entablar aquellas palabras que durante tantas otras noches había proferido, mi voz era segura y en tono fuerte pero en voz baja, pues aunque me encontraba solo en la casa sabía que las demás personas me estaban espiando. Siempre había sido así. Comencé a sentirme cada vez más pesado tan solo unos instantes después de decir aquellas palabras, no había cerrado mis ojos pues tenía la costumbre de quedarme despierto hasta tarde mirando lo que se ocultaba en la oscuridad. Aquellas sombras a las que las demás personas tanto temen y que para mi eran parte de mi vida cotidiana, también es que tras haber aprendido lo que estaba escrito en aquellos libros mi capacidad de estar despierto era mucho mayor. Empecé a musitar algunas cosas mientras que mis ojos comenzaban a cerrarse, y después las palabras que durante tanto tiempo habían formado parte de mi afición salían irremediablemente. —Emperador de las tinieblas —dije en voz baja y con los ojos entre cerrados por el cansancio —, ruego por tu presencia. Descanse un poco y volví a proferir las mismas palabras que no dejaba de decir cada noche y que siempre estaban en mi mente. Pero nada pasaba, continuaba teniendo los mismos resultados que durante tanto tiempo me habían hecho ser mucho más amargado y duro con los demás. Y en mis delirios de locura dije aquellas palabras que ahora me arrepiento de haber dicho. —Te entrego mi alma —decía yo sintiendo el latir de mi corazón acelerado, y con la inconfundible sensación de miedo que rondaba mi ser — ¡Te entrego mi alma a cambio de grandes riquezas!... Fue en ese momento y después de que dijera aquellas palabras que aquello paso… No sé si fue real o si estaba dormido en ese momento, pues en ese instante se aparecido frente a mis ojos aquella imagen que aun hoy en día continuo viendo vívidamente. Una figura majestuosa y a la misma vez macabra que me causo el peor de los temores jamás sentido. Lo que puedo recordar de aquello es haber visto una sombra parada frente a la cama, una sombra que observaba tan oscura que apenas y podía distinguir cierta figura humanoide pero que a le vez parecía tan irreal. El corazón me latía descontroladamente al vislumbrar aquello, intente moverme pero extrañamente el cuerpo no me respondía, era presa de la más horrible de las pesadillas o de la peor de las fantasmales presencias vistas por el hombre. En ese momento parecía no poder ver nada más que aquella siniestra sombra, y aunque miraba esperando ver algo más no era posible y la oscuridad lucia mucho más tenebrosa que antes. Sentía el escalofrió recorrer mi espalda y miraba asustado lo que mis ojos tanto habían querido ver, aquello que durante tanto tiempo había estado tratando de lograr y que ahora era capaz de hacer, aunque en esos momentos ya no sabía para que lo hacía. Y en un instante sentí como aquella escalofriante sombra, de la que veía tan solo sus ojos, ojos tan rojos que sentí mucho calor en mi cuerpo, y que ahora se acercaban a mí con la intención que de antemano sabía muy bien. Sin poder creer lo que estaba sucediendo sentí una mano sujetarme con fuerza, era una fuerza tan increíble y descomunal que al sentirla creí que me jalaba con sus brazos aquella sombra queriendo desprender aquella parte de mi cuerpo, y yo permanecía en la cama estático sin decir una sola palabra. La frialdad con la que aquella cosa me estaba sujetando era casi increíble, y ahora sentía que aquella cosa había venido a llevarme consigo a aquel lugar del que sabia seria mi última morada. Con las fuerzas abandonando mi cuerpo me resigne a que aquello sucediera, solo esperando que terminara aquel final que sabia seria mi última morada. Al sentir que aquello me llevaba con él a aquel sitio, y sintiendo que nada me salvaría de aquello que yo mismo me había buscado me dispuse a dejar que mi vida terminara irremediablemente en esa noche. No sé porque es que dije aquellas palabras… —Llévame contigo —dije yo al sentir las frías manos en mi muñeca sujetarme con firmeza —. Llévame… solo, hazla feliz… Seguramente era porque cada noche veía a aquella buena mujer a la que había querido tanto, ella por la que había decidido aprender aquellas cosas con la firme intención de darle una mejor vida, y que ahora vagaba entre los vivos y los muertos, y ya que siempre pude ver aquellas cosas podía verla cada noche postrarse al lado de mi cama mirándome fijamente. Es por eso que pedí que le concediera aquel descanso eterno que se merecía. Y al pronunciar aquellas palabras me vi solo ante la oscuridad y sentí caer en la cama como si cayera de una distancia considerable. Después de eso es que muchas cosas más pasaron, la mala suerte y las apariciones solo incrementaron con el pasar de los años, y ahora siento la presencia de aquella siniestra sombra cada vez que la oscuridad se me presenta. Es así que no conseguí nada con aquel conocimiento y en su lugar la desgracia se hiso presente casi cada día de mi vida llevándome a aislarme de los demás hasta el punto de tener que dedicarme a realizar lo que más tarde me llevaría casi al borde de la desesperación.