CELEBRACIONES FÚNEBRES Y PROYECCIÓN SOCIORELIGIOSA DEL CABILDO DE CURAS Y BENEFICIADOS DE
TOLEDO (1436-1488)
Jesús Olivet García-Dorado
Universidad de Castilla-La Mancha
Resumen: El presente artículo tiene por objeto principal el estudio de los ritos funerarios solicitados por las élites toledanas al Cabido de Curas y Beneficiados, entre 1436 y 1488. En
concreto, este trabajo se centra en el papel que jugaron las mandas fúnebres en la construcción
de la memoria y escenificación del poder de las oligarquías urbanas, durante la Baja Edad Media. Mediante el estudio de siete obituarios, pretendemos mostrar cómo las honras fúnebres
sirvieron como reflejo de su estatus social. A su vez, prestaremos una especial atención al impacto que tales encargos supusieron en la evolución económica e institucional del Cabildo de
Curas y Beneficiados de Toledo.
Palabras clave: Cabildo de Curas y Beneficiados, siglo XV, Toledo, ritos funerarios, élites,
corporaciones clericales.
FUNERAL RITES AND SOCIO-RELIGIOUS PROJECTION OF THE CHAPTER OF
PRIESTS AND INCUMBENTS OF TOLEDO (1436-1488)
Abstract: The main of this paper is the study of funeral rites requested by the elites of Toledo to
the Chapter of Priests and Incumbents between 1436 and 1488. It focuses specifically on how
these rituals helped to build the memory and represent the power of urban oligarchies during the
Late Middle Ages. Seven obituaries are studied in order to prove that funeral rites were a reflection of the social status of the elites. In addition, special attention is paid to the impact those
requests had on the economic and institutional progress of the Chapter of Priests and Incumbents of Toledo.
Key words: Chapter of Priests and Incumbents, 15th century, Toledo, funeral rites, élites, clerics’ brotherhoods.
*
Entregado: 15/05/2018. Aceptación definitiva: 19/11/2018
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INTRODUCCIÓN
Dos de las realidades socioculturales más representativas de la Baja Edad Media
fueron la consolidación de entidades corporativas y la proliferación de las mandas funerarias1. Ambos fenómenos propiciaron el surgimiento de las hermandades de clérigos
seculares, como el Cabildo de Curas y Beneficiados de Toledo2. Sus objetivos eran la
ayuda mutua entre sus miembros y la celebración de las honras fúnebres, propias o de
terceros.
El incremento de las mandas funerarias se debió a varios motivos. Sin duda, el
factor religioso fue el más importante, dada la influencia del cristianismo en todos los
aspectos sociales. Pero a su vez, los ritos funerarios tuvieron un importante componente
profano: aquéllos plasmaban el deseo de las élites por manifestar la naturaleza inalterable de su estatus social más allá de la muerte. A cambio de estas celebraciones, las
oligarquías donaron diversos recursos económicos al clero. Este proceso traería consigo
considerables cambios en el desarrollo de las corporaciones eclesiásticas implicadas.
Precisamente, aquí residen los dos ejes de este estudio: por un lado, el artículo abordará
el papel de las exequias en la construcción social de la memoria de los poderosos; por
otro, se analizará las consecuencias que dichos encargos supusieron en el patrimonio y
composición del Cabildo de Curas y Beneficiados.
La historiografía medieval española ha tratado de forma desigual los temas de este
trabajo. Sobre las mandas funerarias de las élites, la mayor parte de los estudios se han
acercado a la cuestión desde una perspectiva general y en clave territorial: Susana Royer
Cardinal y Fernando Martínez Gil para Castilla3, María del Carmen Herrero y María
Luisa Falcón para Aragón4, Julia Baldo Alcoz y Julia Pavón para Navarra5, por citar
algunos. Todos ellos se interesaron por las actitudes mentales del individuo ante la
muerte, la diversidad de los rituales religiosos o su periodicidad, entre otras cuestiones.
1
Como se irá viendo en el texto, el término alude a las celebraciones religiosas encargadas por un particular al cabildo, para que se oficien tras su muerte a fin de obtener la salvación eterna.
2
El término cabildo posee varias acepciones. Una se refiere al conjunto de clérigos que servía en una
colegiata o una catedral. El segundo significado alude a una corporación socio-profesional constituida
para la defensa de sus intereses. Esta última denominación se utilizó para designar algunas cofradías de
clérigos, como el propio Cabildo de Curas y Beneficiados de Toledo. OLIVET GARCÍA-DORADO, J., «El
Cabildo de Curas y Beneficiados de Toledo. Composición y aspectos institucionales (1455-1488)», Espacio, tiempo y forma. Serie III. Historia Medieval, 31 (2018), p.522.
3
ROYER, S., Morir en España. Castilla. Baja Edad Media, Universidad Católica Argentina, Buenos Aires, 1989. MARTÍNEZ GIL, F., La muerte vivida. Muerte y sociedad en Castilla durante la Baja Edad
Media, Diputación Provincial de Toledo, Toledo, 1996.
4
GARCÍA HERRERO, M.C., y FALCÓN PÉREZ, M.I., «En torno a la muerte a finales de la Edad Media aragonesa», En la España Medieval, 29 (2006), pp.153-186.
5
BALDO ALCOZ, J., «La tradición cristiana del culto a los difuntos: sufragios, misas e indulgencias», De
la tierra al cielo. Ubi sunt qui ante nos in hoc mundo fuere? XXIV Semana de Estudios Medievales, Nájera, del 29 de julio al 2 de agosto de 2013, LÓPEZ OJEDA, E. (ed.), Instituto de Estudios Riojanos,
Logroño, 2014, pp.141-188. PAVÓN BENITO, J., y GARCÍA DE LA BORBOLLA, Á., Morir en la Edad Media.
La muerte en la Navarra medieval, Universitat de València, Valencia, 2007.
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Celebraciones fúnebres y proyección socio-religiosa del cabildo de curas y beneficiados de Toledo
Algunos trabajos se han centrado específicamente en la cuestión. Cabe citar las
investigaciones de Isabel Beceiro Pita6 sobre las capellanías nobiliarias. Para esta autora, el rasgo más relevante de estas fundaciones reside en su función simbólica: la
concienciación del ilustre pasado familiar entre los miembros del linaje. Otras aportaciones interesantes son las de José Antonio Jara Fuente, que analizó las honras fúnebres
de la alta nobleza como herramientas al servicio del orden establecido7, aduciendo varias razones. Entre las más destacadas, Jara enfatizó la naturaleza social de las
celebraciones funerarias, ya que, en ellas, participaban individuos procedentes de todos
los estamentos sociales. Asimismo, este investigador presentó a estas ceremonias como
la escenificación de la alianza de los estamentos privilegiados. Si el clero se beneficiaba
de las aportaciones de la nobleza, la aristocracia mostraba su posición social preeminente a través de los servicios religiosos. Por último, las generosas dádivas, repartidas entre
los asistentes más necesitados, servían nuevamente para la preservación de la sociedad
estamental. Por su parte, las observaciones de Miguel Ángel Recio y María Jesús Izquierdo constataron el peso de las mandas funerarias en el proceso de aristocratización
del patriciado urbano8. En concreto, dichos autores plasmaron cómo las élites burguesas
palentinas materializaron sus aspiraciones de ascenso social a través de diversas estrategias, tales como la adquisición de propiedades rústicas, el control de la vida política
municipal y, por último, la erección de capellanías, equiparándose así a la nobleza.
Ya en el contexto toledano, Jean Pierre Molènat vinculó las instituciones del mayorazgo y la capellanía al afán de la aristocracia por consolidar la noción de linaje,
mediante la conservación de su patrimonio y el recuerdo de sus antepasados9. También,
Juan Ramón Palencia se interesó la relación existente entre las exequias y la memoria
familiar, como reflejó en su estudio sobre los López de Ayala10. Otro trabajo relevante
fue el ensayo sobre las cláusulas testamentarias de los canónigos toledanos11, compuesto por José Luis Soto. Su aspecto más destacado es la similitud existente entre las
actitudes ante la muerte y las prácticas funerarias de los canónigos y las de la aristocracia laica. Además, el libro alude a la presencia del Cabildo de Curas y Beneficiados en
las honras de algunos capitulares. Por último, se hace obligado mencionar el artículo de
6
BECEIRO PITA, I., «La conciencia de los antepasados y gloria del linaje en la Castilla bajomedieval»,
Relaciones de poder, de producción y parentesco en la Edad Media y Moderna. PASTOR DE TORNERI,
R. (comp.), Centro Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1990, pp.329-351.
7
JARA FUENTE, J.A., «Muerte, ceremonial y ritual funerario: procesos de cohesión intraestamental y de
control social en la alta aristocracia del Antiguo Régimen (Corona de Castilla, siglos XV-XVIII)», Hispania: Revista española de Historia, 194 (1996), pp.861-883.
8
ESTEBAN RECIO, M.Á., e IZQUIERDO GARCÍA, M.J., «Familias burguesas representantes de la élite palentina a fines de la Edad Media», Studia histórica. Historia medieval, 10 (1992), pp.101-147.
9
MOLENAT, J.P., «La volonté de durer: majorats et chapellenies dans la pratique tolédane des XIIIe-XVe
siècle», En la España Medieval, 5 (1986), pp.683-696.
10
PALENCIA HERREJÓN, J.R., «Elementos simbólicos de poder de la nobleza urbana en Castilla: los Ayala
de Toledo al final del Medievo», En la España Medieval, 11 (1995), pp.163-180.
11
BARRIOS SOTO, J.L., Vida, Iglesia y Cultura en la Edad Media. Testamentos en torno al cabildo toledano del siglo XIV, Universidad de Alcalá, Alcalá de Henares, 2011.
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Ricardo Izquierdo Benito sobre el universo funerario toledano12, en el que se detalla el
ordenamiento municipal de los entierros.
Las referencias bibliográficas sobre las corporaciones de clérigos seculares y parroquiales son más limitadas. Las claves del fenómeno y su implantación en Castilla
fueron analizadas por José Luis Martín13, que comparó el corporativismo del clero secular con la irrupción de diversos colectivos socio profesionales, como los gremios.
Asimismo, estudió varias hermandades clericales radicadas en el entorno rural castellano, mostrando un especial interés en las cuestiones relativas a su composición y a sus
cometidos.
La mayoría de las investigaciones han abordado sólo algunas entidades locales14.
Las monografías sobre su cometido funerario son aún pocas. Salvador Cortés, Rafael de
Lucas, Carlos Sáez Sánchez y Jorge García Caparrós estudiaron el patrimonio que
amansó el Cabildo de Clérigos de Guadalajara15 por su actividad funeraria. Otro ejemplo fue el estudio de Mauricio Herrero sobre el Cabildo de Clérigos de Cuéllar16,
orientado a los servicios religiosos funerarios celebrados por los eclesiásticos. Más escasas han sido las obras referidas al Cabildo de Curas y Beneficiados de Toledo. Éstas
han tratado diversas cuestiones como sus fondos documentales, con las catalogaciones
realizadas por Antonio Sierra17 y por Mario Arellano18. No obstante, se aprecian grandes diferencias entre ambos autores. Si el trabajo de Sierra Corella obedece a una
descripción genérica del archivo de la institución, Arellano clasifica los materiales desde sus orígenes al siglo XIX, atendiendo a su temática: documentos relativos a la labor
religiosa (libros de entierros, obituarios), documentos de índole económica (préstamos,
tributos, libros de posesiones) o los escritos referidos a los aspectos institucionales (libros de actas), por citar algunos.
12
IZQUIERDO BENITO, R., «Normas sobre lutos y entierros en Toledo en los siglos bajomedievales», Os
reinos ibéricos na Idade Média. Livro de homenagem ao professor doutor Humberto Carlos Baquero
Moreno, FONSECA, L. A., y AMARAL, L.C. (coords.), Livraria Civilizaçào Editora, Lisboa, 2003, vol.2,
pp.1272-1282.
13
MARTÍN, J.L., «Hermandades y ligas de clérigos en los reinos hispánicos», Cofradías, gremios, solidaridades en la Edad Media. XIX Semana de Estudios Medievales, SESMA MUÑOZ, J.Á., et al. (eds.),
Gobierno Foral de Navarra, Pamplona, 1996, pp.127-148. MARTÍN, J.L., «El clero rural en la Corona de
Castilla», La Iglesia en el mundo medieval y moderno, MARTÍNEZ SAMPEDRO, M.D., y SEGURA DEL
RÍO, M.D. (coords.), Instituto de Estudios Almerienses, Almería, 2004, pp.52-82.
14
Para conocer un estado general de la cuestión, véase OLIVET GARCÍA-DORADO, J., «El Cabildo de Curas y Beneficiados de Toledo…», pp.521-523.
15
CORTÉS CAMPOAMOR, S., DE LUCAS VEGAS, R., SAÉZ SÁNCHEZ, C., y GARCÍA CAPARRÓS, J., «Patrimonio y obituario del cabildo eclesiástico de Guadalajara (1450 c.)», Wad-al-Hayara: Revista de estudios
de Guadalajara, 11 (1984), pp.59-96.
16
HERRERO JIMÉNEZ, M., «El cuidado del alma y otros cuidados en las cartas de aniversario del Cabildo
de Clérigos de Cuéllar en el siglo XIV», Espacio, tiempo y forma. Serie IV. Historia Moderna, 29 (2016),
pp.377-399.
17
SIERRA CORELLA, A., «El Cabildo de Párrocos de Toledo. Fuentes históricas de su archivo», Revista de
Archivos, 19 (1928), pp.97-114.
18
ARELLANO GARCÍA, M., Catálogo del archivo del Cabildo de Curas y Beneficiados de Toledo, Caja de
Ahorros de Toledo, Toledo, 1984.
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Celebraciones fúnebres y proyección socio-religiosa del cabildo de curas y beneficiados de Toledo
Los orígenes de la corporación fueron esbozados en la historia de la archidiócesis
de Toledo escrita por Juan Francisco Rivera Recio19. El canónigo recalcó el protagonismo que tuvo el Cabildo de Curas y Beneficiados en los enfrentamientos entre el clero
parroquial toledano y el arzobispo durante el siglo XII. Más recientemente, algunos trabajos han estudiado los aspectos de la vida comunitaria. Cabe citar la publicación de
Francisco José Aranda Pérez20, que describe los mecanismos de regulación interna del
cabildo en el siglo XVII. Para el período medieval, destaca el artículo de Jesús Olivet
García-Dorado21. Éste trata diversos aspectos institucionales durante el siglo XV, tales
como los cargos capitulares, las ordenanzas o las sanciones. No obstante, no existe ningún estudio que haya abordado la dimensión funeraria del cabildo, ni su vinculación con
la alta sociedad toledana. De hecho, un aspecto significativo de esta investigación es
que responde a dicho vacío historiográfico. Además, el presente artículo cuenta con más
puntos de interés. Uno de ellos reside en el enorme valor simbólico de las mandas. Otro
es el protagonismo de Toledo en la Corona de Castilla. El último responde al impacto
socioeconómico de las citadas mandas sobre el Cabildo de Curas y Beneficiados, en
concreto cómo los encargos procedentes de las oligarquías contribuyeron a su elitización.
Para la realización de este trabajo se han empleado siete fuentes, procedentes de
los fondos seriados de la corporación, custodiados en el Archivo Diocesano de Toledo.
Tales fuentes corresponden a los libros de presencias de 1436, 1446-1447, 1450-1451,
1455, 1464, 1472 y 1488. Los libros de presencias son obituarios anuales, donde el cabildo registraba las misas pro defunctis. Junto al encargo, la institución anotaba el
número de celebrantes y su ración económica, práctica que explica la denominación
libros de presencias. La selección de los materiales documentales responde a los objetivos propuestos en este artículo. Pese al carácter escueto —y a veces incompleto— de
las informaciones, las fuentes permiten conocer las mandas funerarias de las élites, por
medio de diversas informaciones: el nombre de los donantes, sus encargos o sus aportaciones. Asimismo, el desarrollo institucional de la corporación se concreta en la relación
de ingresos y gastos, el progresivo incremento de las raciones y la evolución de la composición del cabildo. A partir de estos datos, se articula el presente estudio. El primer
epígrafe presentará brevemente la institución. Aquí se abordarán las cuestiones referidas
al marco crono-espacial en el que apareció el cabildo, así como sus cometidos y sus
aspectos institucionales más importantes. El segundo apartado ahondará en el contexto
sociocultural, en el que se inscribe su actividad funeraria. El tercer punto versará sobre
la procedencia social de los donantes; mientras el cuarto describirá los diversos tipos de
las mandas funerarias. El artículo se cerrará con un apartado dedicado al impacto que
19
RIVERA RECIO, J.F., La Iglesia de Toledo en el siglo XII, Diputación Provincial de Toledo, Toledo,
1976, vol.2.
20
ARANDA PÉREZ, F.J., «El clero también se acabilda: el Cabildo de los Curas y Beneficiados de Toledo»,
Sociedad y élites eclesiásticas en la España Moderna, ARANDA PÉREZ, F.J. (coord.), Universidad de
Castilla-La Mancha, Cuenca, 2000, pp.237-288.
21
OLIVET GARCÍA-DORADO, J., «El Cabildo de Curas y Beneficiados de Toledo...», pp.522–546.
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las donaciones de los poderosos supusieron sobre el cabildo. Finalmente, las conclusiones enfatizarán los puntos de interés de este estudio.
1. EL CABILDO DE CURAS Y BENEFICIADOS DE TOLEDO
Durante el siglo XV, Toledo era una de las principales ciudades de la Corona de
Castilla. La urbe contaba con una elevada población y una bonanza económica, gracias
al dinamismo de su artesanía diversificada y de su sector mercantil22. Asimismo, su situación estratégica propició la presencia frecuente de la corte, hecho que la hizo muy
atractiva para algunas casas de la alta nobleza. Sin embargo, su rasgo más notorio fue su
papel como ciudad eclesial. Toledo era la sede de una de las archidiócesis más extensas
y ricas de la Península Ibérica, una importancia reforzada por su primacía honorífica
sobre las diócesis hispánicas23.
La influencia de la Iglesia en Toledo se manifestaba en todo el marco urbano. A
fines de la Edad Media, la ciudad poseía más de veinte fundaciones conventuales y monásticas, varios eremitorios, iglesias y hospitales24. La ciudad se dividía en 26
collaciones: en las zonas comerciales se emplazaban Santa María Magdalena, San Pedro, Santas Justa y Rufina, San Ginés y Todos los Santos. La mayoría se ubicaba en los
barrios residenciales, como las parroquias de San Miguel, San Salvador, Santo Tomé,
San Cristóbal, San Andrés, Santa Eulalia, Santa Leocadia, San Lorenzo, San Soles, San
Cebrián y Santiago. Por último, las cuatro restantes se localizaban en el extrarradio: San
Sebastián, San Lucas, San Marcos y San Torcuato25. Un rasgo propio del mapa parroquial toledano era su dualidad litúrgica: 6 de los templos parroquiales aún conservaban
el rito mozárabe, heredero de la tradición hispano-goda. Pero, la diferencia más acusada
era el desigual reparto de los recursos económicos y pastorales. Las collaciones del centro y de algunas zonas residenciales estaban bien dotadas; por el contrario, los medios
de las parroquias del extrarradio eran deficitarios26.
La actividad del Cabildo de Curas y Beneficiados trascurrió en medio de este ambiente eclesial. Sus orígenes se remontan al siglo XII, fecha en la que el corporativismo
clerical recorrió Europa Occidental. La corporación respondió a los objetivos propios de
las hermandades de clérigos parroquiales: la ayuda mutua entre sus miembros —
22
Según las estimaciones de Julio Martín- Porres Cleto, Toledo tendría unos 30.000 habitantes a comienzos del siglo XVI. MARTÍN PORRES CLETO, J., «La ciudad de Toledo a mediados del siglo XV», Anales
toledanos, 28 (1998), p.33.
23
OLIVET GARCÍA-DORADO, J., «El Cabildo de Curas y…», p.525.
24
LOP OTÍN, M.J., «Parroquias y práctica sacramental en la diócesis de Toledo a fines de la Edad Media»,
Mundos medievales: espacios, sociedades y poder: homenaje al profesor José Ángel García de Cortázar
y Ruiz de Aguirre, ARÍZAGA BOLUMBURU, B., et. al. (eds.), Universidad de Cantabria, Santander, 2012,
vol. 2, pp.1528-1529.
25
BARRIOS SOTO, J.L., Santo Domingo el Real y Toledo a fines de la Edad Media (1364-1507), Diputación Provincial de Toledo, Toledo, 1997, p.319.
26
Para profundizar más al respecto, véase LOP OTÍN, M.J., «Iglesia y vida urbana. Las ciudades del arzobispado de Toledo a fines del Medievo», Edad Media. Revista de Historia, 15 (2014), pp.135-154.
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Celebraciones fúnebres y proyección socio-religiosa del cabildo de curas y beneficiados de Toledo
concretada en el reparto de las ganancias de la institución—, la defensa de sus intereses
frente a la curia arzobispal y el culto funerario. Éste último era el más importante. Como
entidad religiosa, su labor era celebrar aquellos sufragios necesarios para la salvación de
los miembros difuntos. Asimismo, los capitulares oficiaban las mandas funerarias de los
particulares que lo solicitasen27. Precisamente, el patrimonio capitular procedía de las
donaciones que aquéllos hacían a la institución, realizadas en concepto de limosna. Las
donaciones podían realizarse mediante la aportación de una cuantía monetaria o través
de la cesión de casas o de explotaciones agrarias. Los ingresos procedentes de los donativos se empleaban para financiar las diversas partidas de la corporación, entre ellas el
pago a los celebrantes:
«Lunes veinte e seis de disiembre del año del nascimiento de nuestro señor de Mil e
quatroçientos e treinta e seis: el aniversario de Gonçalo Fernandes escudero y de su
mujer, María Gonçales, el qual dexó una viña de sesenta mrs […] Fueron raçionados
treze, partense cincuenta maravedíes, viene la raçión a quatro maravedíes»28.
El grueso de la corporación lo constituían párrocos y beneficiados servideros,
aunque es difícil discernir las atribuciones cultuales de los últimos, dada la parquedad
de las fuentes. Otros colectivos menormente representados eran los capellanes y los
miembros de los cabildos29 colegiales y catedralicios: Pedro Ildefonso (†1451), abad de
San Vicente; Rodrigo Alfonso (†1488), chantre de Santa Leocadia; Juan de Morales
(†1478), deán de Sevilla y Alfonso García, canónigo de la catedral de Toledo (†1488).
La composición se completaba con algunos laicos denominados hermanos legos, cuyo
número se fue reduciendo progresivamente.
La vida comunitaria del cabildo se regía por tres elementos: la regla, los oficios y
la asamblea capitular. La regla regulaba el sistema de elección de los oficios30, los criterios de ingreso y las sanciones contra los infractores de la normativa capitular. Los
oficios designaban a los cargos de responsabilidad. Éstos eran cuatro: dos regidores, el
mayordomo y el receptor. Los regidores eran un cargo colegiado, cuyas principales
obligaciones eran garantizar el cumplimiento de la regla y mediar en las disputas internas. El mayordomo se responsabilizaba de la provisión del culto y de las finanzas31 y el
receptor recaudaba el pago de las honras fúnebres. Todos estos cargos eran electos
anualmente y sus beneficiados percibían una gratificación adicional por sus servicios.
Aunque los oficios se encargaran de las labores más importantes de la corporación, la
27
ARELLANO GARCÍA, M., Catálogo del archivo del Cabildo…, p.14.
1436, diciembre, 26, Archivo Diocesano de Toledo [ADT], Cabildo de Párrocos, Libro de presencias
de 1436, ff.89 r-90r.
29
Conviene recordar el carácter polisémico del término cabildo. En este caso, se refiere a la institución
que agrupaba a los clérigos que atendía litúrgicamente una catedral (o una colegiata). Sus integrantes
rezaban colectivamente las horas canónicas y que eran beneficiarios de las rentas de la mesa capitular, el
patrimonio de la catedral o colegiata a la que pertenecían.
30
La regla primitiva estuvo en vigor hasta 1569. Aunque no se ha conservado, los libros de presencias y
las actas capitulares del siglo XVI permiten reconstruir los aspectos arriba mencionados.
31
Una de sus obligaciones era la redacción de la defensa anual, donde anotaba el régimen de ingresos y
gastos. La primera defensa incorporada en las fuentes corresponde a la realizada en 1450.
28
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asamblea capitular detentaba la máxima autoridad del cabildo. La asamblea estaba compuesta por el conjunto de clérigos y se reunía cada primer sábado de diciembre, para la
elección de cargos; o bien, cuando la situación lo requiera. Durante el transcurso de sus
sesiones, los participantes tomaban las decisiones que afectaban a la institución: la gestión de su patrimonio, la admisión de nuevos miembros o la penalización de quienes
incumplieran algún aspecto de la regla, incluyendo a los regidores y mayordomos.
La evolución institucional puede dividirse en dos fases. La primera abarcó los siglos XII al XIII. Este período se caracterizó por las tensas relaciones entre el
arzobispado y el cabildo, a consecuencia de los gravámenes impuestos sobre las parroquias toledanas. Aquí predominó su faceta corporativa. La segunda etapa se extendió
durante las dos centurias siguientes. Su perfil eclesial se reforzó con la mejora de las
relaciones con el prelado. Pero, sobre todo, ese giro se materializó en una mayor proyección socio-religiosa, a través de los encargos funerarios. El aumento de los sufragios
será una constante a lo largo del siglo XV, como se verá en los próximos apartados.
2. CONTEXTO SOCIOCULTURAL DE LAS MANDAS FUNERARIAS
La actividad funeraria del cabildo se explica por la popularización de los sufragios
pro-ánima, durante la Baja Edad Media. En su conjunto, la sociedad promovió estas
ceremonias a través de las últimas voluntades. El testamento se convirtió en una suerte
de pasaporte al Más Allá, donde el individuo solicitaba la celebración de diversos oficios religiosos a uno o más colectivos eclesiales. A cambio de los mismos, el testador
distribuía parte de su patrimonio al clero oficiante. De igual modo, el otorgante podía
financiar diversas obras de caridad. Los motivos que explican este fenómeno son dos: la
concepción religiosa de la vida y el protagonismo del individuo en su medio social.
La primera razón responde a la visión cristiana de la existencia. La vida se entendía como un peregrinaje hacia el Más Allá. Por su parte, el otro mundo se concebía en
un esquema tripartito dividido en el Cielo, para los salvados, el Infierno para los condenados y el Purgatorio. La consolidación de la creencia en el Purgatorio se dio hacia
finales del siglo XI, en un contexto donde la responsabilidad individual y la primacía
del espíritu sobre el cuerpo reforzaban la idea del juicio particular inmediato a la muerte. Así, el alma del fallecido comparecía ante Dios, para entrar en el estado ultraterreno
que mereciera por su compromiso religioso. No obstante, la popularización del tercer
lugar se debió realmente a otros factores. El Purgatorio rebajaba las duras exigencias
para salvarse32, debido a que, tras un período de penitencia temporal, el fiel podría gozar
de la visión beatífica de Dios. Esa espera podría reducirse considerablemente por medio
de dos vías. La primera era la celebración de numerosas misas y rezos, con los que los
fieles suplicaban la salvación del fallecido. La segunda era la acumulación de buenas
obras. La caridad se podría practicar incluso después de la muerte, gracias a los donati32
MARTÍNEZ GIL, F., La muerte vivida. Muerte y…, p.57.
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Celebraciones fúnebres y proyección socio-religiosa del cabildo de curas y beneficiados de Toledo
vos destinados a los más necesitados y/o a varias instituciones benéficas. El resultado
fue la proliferación de las mandas funerarias, contribuyendo decisivamente al monopolio eclesiástico sobre el discurso de la muerte y un considerable aumento del patrimonio
e ingresos de los institutos religiosos, que las realizaron.
La segunda razón fue la emergencia del individuo, como protagonista de las relaciones sociales33. Esta corriente de pensamiento se consolidó entre los siglos XIV y XV.
La religiosidad reflejó este proceso enfatizando la responsabilidad de cada persona en su
salvación. Pero, los estamentos privilegiados y acomodados acudieron a las mandas pías
para sus propios fines, puesto que buscaban contrarrestar el carácter igualitario de la
muerte por medio de tres estrategias: el boato ceremonial, las ceremonias religiosas y
las limosnas.
Las fuentes se hacen eco de la predilección por parte de la aristocracia y el alto
clero hacia las celebraciones litúrgicas suntuosas, provistas de un lenguaje sensorial
concretado en la combinación de varios elementos paralitúrgicos. Algunos eran el tañido de las campanas, el uso del incienso, la presencia de un elevado número de cetros y
el uso de vestimentas litúrgicas, ricamente elaboradas en materiales nobles. La intención
era consolidar la fama pública del finado, acreditando su estatus social ante su comunidad35. La desmedida atención de los poderosos hacia los elementos paralitúrgicos
conllevó la aprobación de ordenanzas municipales, para frenar los excesos. Por ejemplo,
el consistorio toledano limitó el número de cirios utilizados durante el sepelio, en
149336; aunque se desconoce la efectividad real de tales medidas.
34
El encargo del mayor número de misas y rezos posibles se debía al considerable
patrimonio de los clérigos y los nobles, quienes podían sufragar estos encargos y promover su repetición cíclica, décadas después de su fallecimiento. Aparte de la
motivación religiosa, las celebraciones solicitadas por la nobleza representaban simbólicamente la continuidad del linaje, haciendo memoria de los antepasados37. Otra
connotación propia de la repetición de las conmemoraciones era su clara vocación sociopolítica. El constante recuerdo de aquellos aristócratas o jerarcas eclesiásticos
corroboraba la vigencia de las relaciones sociales38. Este factor conectaba con la tercera
de las estrategias, las limosnas, práctica donde las convicciones religiosas convergían
con otras cuestiones más mundanas. La búsqueda de la salvación no era incompatible
33
DUBY, G., «La emergencia del individuo», Historia de la vida privada. De la Europa feudal al Renacimiento, ARIÉS, P., y DUBY, G. (dirs.), Taurus, Altea, 1991, vol.2, p.551.
34
GUIJARRO GONZÁLEZ, S., El buen façer, el buen morir y la remembranza en la sociedad medieval burgalesa (siglos XIII-XV), Universidad de Cantabria, Santander, 2016, pp.40-41.
35
SOLÓRZANO TELECHEA, J., «La dimensión sociopolítica de la enfermedad y la muerte en las villas portuarias de Cantabria en la Baja Edad Media», La muerte en el nordeste de la Corona de Castilla a finales
de la Edad Media. Estudios y documentos, GONZÁLEZ MÍNGUEZ, C., y BAZÁN DÍAZ, I. (eds.), Universidad del País Vasco, Bilbao, 2014, p.67.
36
IZQUIERDO BENITO, R., «Normas sobre los lutos y entierros…», p.1278.
37
SÁNCHEZ SESA, R., «Modelos de muerte y mentalidad religiosa en la Península Ibérica. Los testamentos
entre las élites castellanas de la segunda mitad del siglo XIV a la segunda del XIV», Ilu. Revista de Ciencias de las Religiones, 5 (2000), p.171.
38
JARA FUENTE, J.A., «Muerte, ceremonial y ritual funerario...», pp.865-866.
Estudios Medievales Hispánicos, 6 (2018), pp. 81-104
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con el afán por generar un buen recuerdo en el imaginario social. El reparto de dádivas
bien dotadas entre los últimos de la sociedad aseguraba el prestigio personal de los
otorgantes y por extensión, la aceptación del orden estamental.
Las élites del estamento llano imitaron tales estrategias con el objeto de equipararse a la aristocracia. Como ya se mencionará líneas atrás, el lenguaje sensorial de los
ritos funerarios, la continua celebración de las conmemoraciones y las limosnas evidenciaban públicamente una posición social privilegiada. Si los pecheros acomodados
pretendían ingresar en el cuerpo social de la nobleza, las mandas funerarias era un elemento indispensable para la consecución de tal objetivo39.
3. LOS DONANTES DEL CABILDO
Entre 1436 y 1488, los libros de presencias recogen los encargos de más de 186
individuos. El grueso de los otorgantes pertenecía al bajo clero y al estamento llano,
mientras los individuos procedentes de los sectores mejor situados representaban el
33,33% del total:
Procedencia social de los otorgantes potentados40
Estamento
Prelados
Canónigos
Alta Aristocracia
Caballeros
e hidalgos
II.MM41.
Profesionales
liberales
Mercaderes
Porcentaje
11,29%
37,09%
6,45%
20,96%
8,06%
11,29%
4,83%
N. de individuos
7
23
4
13
5
7
3
Total
62
Muchos de éstos fueron protagonistas de la vida sociopolítica castellana. Entre los
jerarcas eclesiásticos, se hallan los prelados Gil Carrillo de Albornoz (1338-1350)42,
uno de los más estrechos colaboradores de Clemente VI; Gómez Manrique (13621375), personaje muy influyente bajo el reinado de Enrique II; Juan de Cerezuela (14341442), hermano de Álvaro de Luna y Guiterre Álvarez de Toledo (1442-1445), uno de
los protagonistas del convulso reinado de Juan II43. Todos ellos procedían de las familias más poderosas del reino. Esta situación era una tendencia habitual entre los
39
ESTEBAN RECIO, M.Á., e IZQUIERDO GARCÍA, M.J., «Familias burguesas representantes de la élite…»,
p.128.
40
Todas las tablas han sido elaboradas por el autor del artículo, a partir de los datos obtenidos en la investigación.
41
Miembros de las instituciones municipales.
42
Las fechas entre paréntesis se refieren a su pontificado toledano.
43
RIVERA RECIO, J.F., Los arzobispos de Toledo en la Baja Edad Media (s. XII-XV), Diputación Provincial de Toledo, Toledo, 1969, pp.117-118.
90
Estudios Medievales Hispánicos, 6 (2018), pp. 81-104
Celebraciones fúnebres y proyección socio-religiosa del cabildo de curas y beneficiados de Toledo
segundones de la aristocracia, ya que las mitras reportaban un considerable patrimonio.
Además, los arzobispos gozaban de un marcado prestigio, fruto de la propia dignidad
eclesial, como de las tareas políticas que llevaban consigo44.
Otros bienhechores pertenecían al poderoso cabildo catedralicio, órgano colegiado
encargado del culto en el templo diocesano. La corporación constituía un auténtico grupo de poder en el Toledo bajomedieval, puesto que sus integrantes contaban con
recursos económicos considerables, procedentes de su actividad cultual, del desempeño
de algunas labores institucionales y de su fortuna personal45. El cabildo catedralicio
presentaba una rígida jerarquía encabezada por las dignidades y cerrada por los racioneros. Las dignidades eran los cargos más importantes de la corporación, tales como el
deán, presidente del cabildo catedral; el capellán mayor, encargado de las conmemoraciones funerarias en el templo diocesano46; el chantre, responsable de la gestión
económica y la coordinación del canto y de la liturgia47; el maestreescuela, supervisor
de la formación de los clérigos; los abades de San Vicente y de Santa Leocadia, máximas autoridades de dichas colegiatas48 y por último, los arcedianos, cuyas atribuciones
eran el control del clero, la recaudación de impuestos y la administración del patrimonio
en las diversas demarcaciones del arzobispado49. Las fuentes citan varios individuos,
procedentes de las dignidades: el capellán mayor Diego de Villaescusa (†1488), los
chantres Alfonso de Guerça (†1472) y Gonzalo Sánchez de Sevilla (†1472); el abad de
San Vicente, Pedro Ildefonso (†1450) y los arcedianos Martín Fernández (†1446), Tello
de Buendía (†1488), Luis Gómez (†1472), Luis Torres (†1488) y Gonzalo de Prado
(†1488).
Los canónigos constituían el siguiente escalafón del cabildo catedralicio. Se dividían en dos tipos: los mansionados y los extravagantes. Los primeros se distinguían por
su esmerada formación cultural y por su gran fortuna, acrecentada con su acceso a las
mejores prebendas50. Muchos de los mansionados procedían de las casas nobles de Toledo51 como Fernán Pérez de Ayala (†1472) y Diego Gutiérrez de Villacan (†1472),
44
DÍAZ IBÁÑEZ, J., «La incorporación al alto clero en el reino de Castilla durante la Baja Edad Media»,
Anuario de Estudios Medievales, vol. 35, 2 (2005), p.558.
45
LOP OTÍN, M.J., «Un grupo de poder a fines de la Edad Media: los canónigos de la catedral de Toledo»,
Anuario de Estudios Medievales, vol. 35, 2 (2005), p.642.
46
LOP OTÍN, M.J., La catedral de Toledo en la Edad Media, Instituto Teológico de San Ildefonso, Toledo,
2008, p.61.
47
LOP OTÍN, M.J., La catedral de Toledo…, p.55.
48
Templo que contaba con un cabildo de canónigos sin ejercer como sede catedralicia. La presencia de un
colegio canónico en su seno se debía a varias razones: la propia tradición del templo, el interés por darle
una mayor relevancia o el deseo de un grupo de clérigos seculares por llevar una vida en común, si bien
en la Baja Edad Media, tal deseo se redujo al rezo comunitario de horas. Las colegiatas de Santa Leocadia
y San Vicente se ubicaban cerca de la ciudad: Santa Leocadia en los extramuros de Toledo y San Vicente
en la localidad cercana de Hinojosa. La presencia de los abades de Santa Leocadia y San Vicente en el
cabildo catedral se remonta al siglo XIV. LOP OTÍN, M.J., La catedral de Toledo…, p.59.
49
No obstante, los arcedianos habían perdido muchas de estas atribuciones hacia el siglo XV. LOP OTÍN,
M.J., La catedral de Toledo…, p.58.
50
LOP OTÍN, M.J., «Iglesia y vida urbana. Las ciudades…», p.140.
51
LOP OTÍN, M.J., «Un grupo de poder a fines…», p. 638.
Estudios Medievales Hispánicos, 6 (2018), pp. 81-104
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Jesús Olivet García-Dorado
miembros de los linajes Ayala y Silva respectivamente, Por el contrario, las rentas e
influencia social de los canónigos extravagantes eran mucho más reducidas. No obstante, salvo las excepciones anteriores, las fuentes no distinguen entre una y otra categoría
de canónigos. Aparte del alto clero toledano, los libros de presencias mencionan algunos integrantes de otros cabildos catedralicios, como el citado Juan de Morales (†1478),
deán de Sevilla y arcediano de Sigüenza. Este clérigo fue uno de los mayores benefactores del Cabildo de Curas, puesto que había sido integrante del mismo.
La alta aristocracia está representada por Guiomar Suárez de Meneses, hija del alcalde de las alzadas de Toledo (†1454); Gutierre de Toledo, aposentador del rey (†
1464); Juan de Silva Meneses (†1464), hijo de la anterior y I conde de Cifuentes y Pedro López de Ayala, II conde de Fuensalida (†1483), alcalde de las fortalezas de
Toledo52. Precisamente, los Silva y los López de Ayala se disputaron el control de la
ciudad durante la segunda mitad del siglo XV53. Por su parte, la baja nobleza plantea
mayores incógnitas. Los caballeros e hidalgos suman 13 individuos, cuyo tratamiento—
don, señor, honrado— permite identificarlos como tal. Pero más allá de sus nombres,
no se detallan sus ocupaciones; excepto en el caso de los regidores Juan Gudiel (†1436)
y Guillermo Vázquez (†1488), puesto que el oficio de regidor era un cargo vitalicio
reservado a la nobleza local, al que se accedía por designación real54. Posiblemente, el
resto se integró en el consistorio, pues los linajes locales habían monopolizado el control del ayuntamiento desde mediados del siglo XV.
Los otorgantes acomodados procedían de las instituciones municipales, de la burguesía comercial, del campo de la medicina o del ámbito de las leyes55. Algunos
donantes ejercían oficios públicos como el alguacil Toribio de Ávila (†1458) y Alfonso
Ruiz, integrante del Cabildo de Jurados, entidad encargada del control de los precios y
de los padrones fiscales y militares56. El sector mercantil queda representado por Juan
González (†1450), el cambista Juan de Torrejón (†1488) y el esposo de Jacoba Palo
(†1488). Posiblemente, también éste último tuviera parte en el negocio de la seda dada
su procedencia, puesto que Toledo contaba con una colonia genovesa, dedicada a este
sector57. Por último, los profesionales liberales constituyen el colectivo más numeroso,
presente en las fuentes con el maestre cirujano Pedro (†1488) y los escribanos Fernán
Pérez (†1464), Pedro Sánchez de Guadalupe (†1464), Alfonso Fernández de Oseguera
52
SÁNCHEZ BENITO, J.M., «Nobleza territorial y política ciudadana en el siglo XV (los concejos del área
del Tajo)», Espacio, tiempo y forma. Serie III. Historia Medieval, 27 (2014), p.465.
53
BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid,
1962, p.113.
54
CANABAL RODRÍGUEZ, L., «Grupos y niveles de poder en Toledo», Espacios de poder: cortes, ciudades
y villas (ss. XVI-XVIII), BRAVO, J. (ed.), Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, 2002, vol.2, p.435.
55
LÓPEZ GÓMEZ, Ó., «Élites urbanas y conflictividad social. Una reflexión a partir del caso de Toledo en
el siglo XV», Vínculos de Historia, 4 (2015), p. 243.
56
Esta institución servía como contrapeso al poder de la nobleza, ya que mientras ésta controlaba el ayuntamiento, la élite del común hacía lo propio con el Cabildo de Jurados. ARANDA PÉREZ, F.J., Poder
municipal y Cabildo de Jurados en Toledo en la Edad Moderna, Gráficas Toledo, Toledo, 1991, p.18.
57
IGUAL LUIS, D., y NAVARRO ESPINACH, G., «Los genoveses en España en el tránsito del siglo XV al
XVI», Historia. Instituciones. Documentos, 24 (1997), p.270.
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Celebraciones fúnebres y proyección socio-religiosa del cabildo de curas y beneficiados de Toledo
el Viejo (†1488) y Francisco Fernández de Oseguera (†1488). Éstos últimos contarían
con unos ingresos estables y una buena reputación social, ya que la cultura de lo escrito
se fue imponiendo en los más variados asuntos cotidianos58. Como se observa, el perfil
social del donante es heterogéneo. Una diversidad que a su vez se aprecia en la tipología
de las mandas funerarias, como se describirán a continuación.
4. LAS MANDAS FUNERARIAS DE LOS OTORGANTES
Tanto los estamentos privilegiados como la burguesía emplearon importantes recursos económicos en la dotación de sus mandas. Este hecho explica cómo el 40,16%
de las más de las 605 honras, celebradas entre 1436 y 1488, fueran solicitadas por las
oligarquías toledanas. Las diversas ceremonias se clasifican en dos tipos. Las primeras
eran las celebraciones posmortem. Incluían desde el entierro a la misa de novenario. En
cambio, las conmemoraciones obedecían a una periodicidad más prolongada: desde el
año del fallecimiento hasta varias décadas, incluso siglos después.
Las celebraciones posmortem comenzaban tras el óbito. Tras la preparación del
cadáver, los familiares y amigos del fallecido velaban su cadáver, al tiempo que recitaban los primeros rezos por el difunto. Al día siguiente, tenía lugar el sepelio. Éste se
dividía en tres partes: el cortejo ceremonial, la propia inhumación y la misa de réquiem.
La procesión funeraria es citada como acompañamiento o acompañamiento del ataúd.
Su recorrido comenzaba desde la casa del finado hasta el templo, donde los restos mortales del fallecido serían enterrados. El cortejo fúnebre estaba presidido por la cruz,
símbolo de la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte. Detrás de la cruz, se situaban los clérigos convocados, siendo frecuente la presencia de varios institutos religiosos
—si el testador podía permitírselo— distribuidos en un estricto orden jerárquico. La
presencia de los eclesiásticos reforzaba la imagen simbólica de aquel traslado como el
tránsito hacia la verdadera vida59; pero a su vez, su participación expresaba la influencia
social del individuo: cuantos más clérigos asistían al acompañamiento, mejor quedaba
acreditada la piedad del difunto, su fortuna y su prestigio. Un ejemplo es el entierro de
Vasco Ramírez de Rivera, obispo de Coria, que dispuso ser enterrado en el convento de
Santo Domingo el Real (1488):
«Viernes a seys días de diciembre, este día a la tarde a las ocho de la noche fue el
Cabildo de los Curas e Beneficiados a reçebir el cuerpo del honrado señor don Vasco
obispo a la puente de Alcántara, porque le acompañaron fasta Santo Domingo el
Real»60.
Otros participantes en la comitiva procedían de los colectivos más necesitados de
la sociedad: viudas, mendigos, huérfanos o cautivos cristianos, rescatados en el norte de
58
EXTREMERA, M.Á., «Los escribanos de Castilla en la Edad Moderna. Nuevas líneas de investigación»,
Chronica Nova, 28 (2001), p.159.
59
ROYER, S., Morir en España. Castilla. …, p.165.
60
1488, diciembre, 6, ADT, Cabildo de Párrocos, Libro de presencias de 1488, f.127 r.
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África gracias a los donativos del testador. Su participación consolidaba la imagen del
fallecido como benefactor de los más débiles61, ya que éste repartía algunas monedas,
alimentos o vestidos62 entre los más menesterosos. Así lo hizo el chantre Alfonso de
Guerça, con los cautivos rescatados, que lo acompañaron desde su domicilio al convento del Carmen (1472)63. Más adelante, cuando el cortejo entraba en la iglesia, se
procedía a dar cristiana sepultura al difunto. Los oficiantes administraban la aspersión
de la sal y el agua bendita sobre la tumba para ahuyentar a los demonios64, mientras
pronunciaban diversas oraciones. Algunos de estos rezos se describen en las mandas,
por ejemplo, Ruiz Fernández, capellán de los Reyes Nuevos, solicitó el canto del invitatorio65 y la letanía, oración que imploraba la intercesión de los santos:
«Veynte e nueve del mes de mayo fallesçió Rui Fernandes, clérigo capellán de los Reyes mandó al cabildo que le fisiesen sus honras. E mandolos doszientos mrs […] Son
racionados dies e siete para la vigilia e invitatorio e letanía»66.
El sepelio concluía con una misa de réquiem, una práctica habitual en el ámbito
castellano67. Las mandas del primer ciclo se extendían hasta los nueve días. Durante
este período, algunos otorgantes solicitaban otras dos misas de réquiem para simbolizar
el tercer día, en que el Salvador había resucitado entre los muertos. La misa era el más
eficaz de los sufragios, porque en ella se re-presentaba el sacrificio de Cristo durante la
consagración del pan y del vino68. Por esta razón, la repetición del misterio de la redención aceleraba el ingreso del fallecido en el Paraíso; sin embargo, la solicitud de misas
también pudo deberse a otras cuestiones, como facilitar la participación de sus deudos.
Con todo, los encargos de las misas posmortem son muy pocos: el abad de San Vicente
en 1451 y el escribano Pedro Sánchez de Guadalajara en 1464. No existen más ejemplos
de este tipo en el ámbito de las élites.
La celebración de la misa de los nueve días69 se consideraba el final de las honras70, como reflejan los libros de presencias. Los obituarios desconocen si trascurrían
otros ritos entre el sepelio y la eucaristía de novenario, aparte de las citadas misas. Sea
como fuere, la celebración de los nueve días no arraigó entre las élites. Apenas se cuentan con cuatro encargos: Pedro Ildefonso en 1451, el matrimonio Sánchez de
61
MARTÍN CEA, J.C., «El modelo testamentario y su reflejo en los diferentes grupos sociales», Edad Media. Revista de Historia, 6 (2003-2004)», p.118.
62
PALACIOS ÁLVAREZ, J., «Veyendo que natural cosa es que todo omen que en este mundo nasce que a de
finar. Morir en la villa de Miranda de Ebro y su entorno en la transición entre la Edad Media y la Edad
Moderna», La muerte en el noroeste de Castila a finales de la Edad Media, GONZÁLEZ MÍNGUEZ, C., y
BAZÁN DÍAZ, I. (coords.), Universidad del País Vasco, Bilbao, 2014, p.30.
63
1472, enero, 15, ADT, Cabildo de Párrocos, Libro de presencias de 1472, f.71 v
64
MARTÍN CEA, J.C., «El modelo testamentario…», p.121.
65
Canto introductorio de la hora litúrgica de vísperas, rezo eclesial que se oficiaba al atardecer.
66
1451, mayo, 29, ADT, Cabildo de Párrocos, Libro de presencias de 1451, f.74 r.
67
MARTÍN CEA, J.C., «El modelo testamentario…», p.121.
68
BALDO ALCOZ, J, «La tradición cristiana del culto…», p.159.
69
Su celebración simbolizaba el descanso del finado, tras la purgación de sus pecados. BALDO ALCOZ, J.,
«La tradición cristiana del culto…», p.164.
70
1488, abril, 29, ADT, Cabildo de Párrocos, Libro de presencias de 1488, f.145 v.
94
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Celebraciones fúnebres y proyección socio-religiosa del cabildo de curas y beneficiados de Toledo
Guadalajara en 1464 y Alfonso Fernández de Oseguera el mismo año. Entre los miembros de la nobleza, no se registra ninguna solicitud semejante.
Una vez se cumplía un año del fallecimiento del otorgante, comenzaban las celebraciones de largo plazo, cuya prolongación dependía de varios factores: el poder
adquisitivo de los donantes, la voluntad de los herederos y el compromiso de los clérigos. Las celebraciones de largo plazo son las más numerosas y las mejor detalladas en
los obituarios, puesto que se suele indicar el templo donde se oficiaron, la ubicación de
la tumba del donante y la aportación que aquél realizó al cabildo:
«Aniversario por el ánima del alguaçil Toribio de Ávila e por Beatris Gonçales su esposa e sus defuntos. Fasese en la dicha yglesia de Santiago el tercer día de Pascua de
Cincuentena [Pentecostés], la vigilia e otro día la misa. Dexó la dicha Beatris Gonzçales unas casas que son ala granja en el dicho arraval que tienen Juan del Poso e
su mujer por doscientos sesenta e cinco mrs»71.
Las conmemoraciones englobaban diversos tipos: el cabo de año, las memorias;
las festividades y los responsos. El cabo de año era la primera de las conmemoraciones.
Su celebración consistía en dos partes: la vigilia y la misa. La vigilia tenía lugar la tarde
antes y obedecía a un oficio de lecturas donde se proclamaba el Evangelio72. La eucaristía solía celebrarse el día siguiente, coincidiendo con el aniversario del fallecimiento;
aunque en otras ocasiones, el testador escogía una fecha cercana a la fiesta de alguna
advocación mariana o santo de su devoción. La ceremonia podía transcurrir en la capilla
funeraria del otorgante o en el espacio más próximo a su sepultura. Dicha práctica enfatizaba nuevamente la procedencia social del finado:
«Aniversario en la claustra dela iglesia de Toledo del bachiller Alfonso García, canónigo e de su padre e de su madre e de sus hermanos, que ay son sepultados en la
puerta de San Pedro a la puerta de la dicha claustra […] Fasese el XXIX de março,
con invitatorio e vigilia e otro día la misa. A de tener licencia el mayordomo para poner altar ençima de las sepulturas»73.
Los otorgantes disponían la presencia de diversos símbolos para acreditar su estatus: las capas pluviales de seda, los cetros y la presencia de diáconos y subdiáconos. La
nobleza y el alto clero gustaron de tales signos. Sirvan como ejemplo las mandas del
conde de Fuensalida:
«Aniversario por don Pedro López de Ayala, conde de Fuensalida e por la señora doña María su mujer, que Dyos aya. Han de hacerse en el ochavario de santa María de
septiembre en la tarde, con capas de seda e cetros. E otro día, misa con diacono e con
subdiácono para el glorioso aniversario e para el otro que se fase después de la fiesta
de los Reyes»74.
71
1464, s.m., s.d., ADT, Cabildo de Párrocos, Libro de presencias de 1464, f.27 r.
LÓPEZ MARTÍN, J., Historia de la liturgia, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1996, p.310.
73
1472, marzo, 29, ADT, Cabildo de Párrocos, Libro de presencias de 1472, f.15 r.
74
1488, septiembre, s.d, ADT, Cabildo de Párrocos, Libro de presencias de 1488, f.73 r.
72
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El cuarto elemento eran los clamores. Los libros de presencias sólo hacen eco de
un caso. El deán Juan de Morales dispuso que todos sus encargos fueran precedidos por
varios toques de campana, procedentes de las 26 parroquias de Toledo:
«E otrosy hordenó el dicho nuestro cabildo con el señor deán, que alos dichos seis
aniversarios, que ansy an de faser en cada fiesta. […] sino que fagan taner a cada sacristán de cada perrochya desta cibdad nueve clamores: tres clamores enla tarde de
la señal de nona syla oviere, sino ala una. Otros tres clamores ala noche quando tañer el avemaría en la perrochia del señor San Myguel»75.
¿Qué significado poseían todos estos símbolos? La solicitud de las capas pluviales
buscaba revestir de solemnidad a la misa. Las capas pluviales no eran una prenda litúrgica; sino más bien, su uso era puramente ornamental. Las peticiones de aquéllas
pudieron verse influenciadas por el empleo de las mismas en las grandes celebraciones
de la catedral76. La presencia de numerosos cetros sobre el altar evocaba la imagen de
Cristo como luz del mundo y en la esperanza de la resurrección. Pero también, su utilización — como la presencia del diácono y del subdiácono—equiparaba las exequias
con el esplendor propio de las principales fiestas cristianas. El tañido de las campanas
poseía varios significados. Uno de ellos era el temor a la soledad. La comunicación del
fallecimiento buscaba atraer la solidaridad de la comunidad, mediante su participación
en las honras fúnebres y con sus oraciones. Otra función poseía un carácter más supersticioso: la de alejar a los demonios, que perseguían la perdición del fiel. La última
connotación insistía en la notoriedad del fallecido, puesto que se trataba de una costumbre menos asentada en las ciudades, que en el ámbito rural77.
Las memorias correspondían a los aniversarios u otras misas, celebradas muchos
años posteriores al fallecimiento. La inclinación del clero y de la élite del común hacia
las memorias responde a dos motivos. El primero era que el alma del difunto podría
padecer los sufrimientos del Purgatorio durante siglos, el segundo residía en que la memoria era el método más eficiente en la conservación de su recuerdo. La celebración de
una memoria podía hacerse por dos vías. Una era la repetición de un aniversario (o varios) durante la fecha solicitada por el fiel. Algunos exponentes son las mandas del
arzobispo Gómez Manrique:
«Aniversario en el coro de la Iglesia Mayor por el ánima del noble arzobispo don
Gomes. Fásese en fin del mes de abril [de 1450] con responso a la tarde e a la mañana e otro a Pantaleón, canónigo de la dicha iglesia. Está enterrado en […] enfrente
de la pila nueva»78.
75
1488, s.m. s.d, ADT, Cabildo de Párrocos, Libro de presencias de 1488, f.7 r
BARRIO SOTO, J.L., Vida, Iglesia y Cultura en…, p.322.
77
RODRIGO ESTEVAN, M.L., «Muerte y sociabilidad en Aragón (ss. XIV-XV)», Convivir en la Edad Media, MARTÍN CEA, J.L. (coord.), Dosoles, Burgos, 2010, p.299.
78
1436, agosto, 23, ADT, Cabildo de Párrocos, Libro de presencias de 1436, f.51r.
76
96
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Celebraciones fúnebres y proyección socio-religiosa del cabildo de curas y beneficiados de Toledo
«Aniversario por el ánima del arçobispo de Toledo don Gomis e por Pantaleón canónigo. Fásese en la iglesia mayor, en el coro, a fin de diziembre [1488] con la
conmemoración e responsos, e vigilia e misa. Dexó las casas de nuestro cabildo»79.
La segunda vía era la capellanía. Los otorgantes asignaban varias rentas fijas al
cabildo a cambio de una serie de misas, distribuidas en una periodicidad diaria, semanal
o mensual. Los libros de presencias recogen sólo un caso: la capellanía de Juan de Morales. El clérigo legó varias heredades situadas en localidades próximas y algunas casas
diseminadas por la ciudad. A cambio, el cabildo debía celebrar una misa diaria para
siempre jamás en el convento toledano de Santa Clara:
«An de desyr he celebrar una capellanía perpetua en cada un dya deste mundo, domingos, fiestas e pascuas, sin dexar dela desir ningund día se diga ala misa resada
enl dicho monesterio de Santa Clara, enl altar de la dicha capilla del dicho señor don
Juan de Morales , deán de Sevilla, la qual dicha misa continya e capellanya se faga
por el dicho señor deán, por el ánima de su padre, e de su madre e de sus defuntos»80.
Los responsos eran oraciones que encomendaban al difunto a Dios. Si los otorgantes los solicitaban junto a otras conmemoraciones, los clérigos los rezaban tras la
finalización del oficio de la tarde81 y de la misa. De igual modo, una práctica común era
integrar el responso en otras celebraciones, si su solicitante solo hubiera encargado dicho rezo. Por lo general, los eclesiásticos fueron quienes más los solicitaban, debido a
su mayor formación litúrgica; pero más allá de su carácter religioso, el responso se convertía en un elemento más al servicio del esplendor ceremonial, sobre todo si era
cantado. Tal y como lo solicitó el chantre Gonzalo Sánchez de Sevilla en 1472:
«Aniversario por Gonzalo Sánchez de Sevilla, capiscol y canónigo de la Iglesia de Toledo e por todos sus difuntos, día de santas Justa y Rufina: vigilia e al otro día misa
[…] con sus sendos responsos: uno a la vigilia e otro día la misa, cantados a capella»82.
Las festividades fueron quizá el encargo más eclesial; la nobleza las solicitó en
menor medida y entre las élites del común no se cuenta con ningún ejemplo. Las fiestas
conmemoraban determinadas advocaciones marianas o algunos santos, según las devociones de sus otorgantes. La ausencia de las fiestas cristológicas (apenas 2) contrasta
con las dedicadas a María, a los apóstoles (san Andrés, santo Tomé), a los mártires (san
Lorenzo, santa Catalina) y a san Miguel, protector del fiel frente al Diablo. Esta tendencia era propia de la piedad del momento, más proclive a recurrir a los intermediarios que
a la divinidad, a la que aún se veía un tanto lejana. Como los aniversarios, la celebración
de las festividades incluía dos partes. La primera transcurría la tarde anterior, con el
rezo de vísperas; la misa se celebraba al día siguiente. A su vez, las fiestas se erigían
como memorias. Un ejemplo es la fiesta de San Lorenzo, encargada por el abad de San
79
1488, diciembre, 31, ADT, Cabildo de Párrocos, Libro de presencias de 1488, f.117 r.
1488, s.m, s.d, ADT, Cabildo de Párrocos, Libro de presencias de 1488, f.5 r.
81
Es decir, la vigilia en caso de que el otorgante solicitara un aniversario y la víspera, si éste pedía la
celebración de una festividad como sufragio.
82
1488, julio, 7, ADT, Cabildo de Párrocos, Libro de presencias de 1488, f.52 r.
80
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Vicente, cuya celebración se realizó interrumpidamente desde 1446. Otra característica
propia de las solemnidades es la mayor presencia de los elementos paralitúrgicos, respecto a otras celebraciones:
«La fiesta de la Conçepción de Nuestra Señora, en la dicha iglesia [San Nicolás] hordenola el cabildo a suplicación de Guillermo Vasquez regidor e de su mujer la qual
dicha fiesta se ha de facer el segundo día de Pascua, día de san Esteban en las tardes
vísperas solepmnes con capas y cetros. E otro día de san Juan misa con diácono e con
subdiácono e con sermón para la qual dicha fiesta»83.
Las fuentes mencionan algunas limosnas ligadas a dos memoriales. Comúnmente,
los encargados de su reparto eran los herederos del difunto. Las citadas por las fuentes
son las establecidas por los miembros del Cabildo de Curas, mejor posicionados: el canónigo Alfonso García y Juan de Morales. Ambos clérigos habían pertenecido a la
corporación, de ahí que solicitaran a los compañeros el reparto de algunas dádivas. El
primero pidió que compensaran con un maravedí a los 15 pobres, que asistieran a sus
aniversarios84. En cambio, las aportaciones de Juan de Morales estuvieron mejor dotadas. El deán ordenó a sus antiguos compañeros la distribución de alimentos y la
celebración de la función del Corpus en las prisiones de Toledo, durante la octava de la
fiesta:
«El nuestro mayordomo que fuere en cada un año que sea avisado de yr a las carçeles
de rey e de arçobispo e el miércoles vigilia de Corpus Xristi, por la mañana. E enmbíe
ala carçel de rey dos cargas de leña, quatro cargas de agua e en la del arçobispo una
carga de leña, dos cargas de agua. E cuenten los presos que en cada una de las dichas carçeles estovieren e compre e faga llevar este mismo día presente pan cosido e
vino e vara e carne e guindas […] Ytem, en este mismo día de Corpus Christi faga el
dicho mayordomo desir en cada carçel una misa ressada»85.
Más allá de estos ejemplos no se citan más donativos caritativos pues, como se
apuntaba anteriormente, tal cometido era obligación de los herederos y no de los clérigos celebrantes. Una vez analizados la tipología de las mandas, solo resta conocer las
preferencias de los diferentes estamentos y qué razones operaron en la solicitud de unos
ritos frente a otros. En este sentido, un primer aspecto destacado es el desigual reparto
de las mandas entre los diferentes estamentos:
Distribución de las mandas entre los estamentos
Tipo de encargo
Sepelio; misas de
réquiem y otros
Alto clero
14 encargos
Nobleza
11 encargos
Élites del común
13 encargos
83
1488, diciembre, 26, ADT, Cabildo de Párrocos, Libro de presencias de 1488, f.118 r.
1472, marzo, 29, ADT, Cabildo de Párrocos, Libro de presencias de 1472, f.15 r
85
1488, s/m., s/d., ADT, Cabildo de Párrocos, Libro de presencias de 1488, f.43 r.
84
98
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Celebraciones fúnebres y proyección socio-religiosa del cabildo de curas y beneficiados de Toledo
rezos
Novenario:
Aniversario
Memoria
Fiesta
Responsos, invitatorios y letanías
Capellanía
Total, mandas de
primer ciclo
Total, conmemoraciones
Total, conjunto
de mandas
1 encargos
1 encargos
4 encargos
22 encargos
63 encargos
19 encargos
71 encargos
5 encargos
2 encargos
1 encargos
5 encargos
10 encargos
-
1 encargos
15 encargos
12 encargos
17 encargos
176 encargos
8 encargos
15 encargos
76,60%
191 encargos
8,23%
20 encargos
13,16%
32 encargos
Las acusadas diferencias de los encargos aportan dos interesantes lecturas. Una es
la relación de los donantes con la corporación. El clero catedralicio prefirió acudir al
Cabildo de Curas, por las estrechas relaciones existentes entre ambos colectivos. Esa
vinculación se debía a la participación del clero parroquial en las grandes ceremonias de
la catedral86, como al hecho que algunos canónigos integraran las filas del clero parroquial e incluso del propio cabildo. Al contrario, las oligarquías laicas se inclinaron más
por las órdenes mendicantes87. Por una parte, dicha preferencia respondía a la fama de
rigor y santidad de los religiosos, frente al clero secular; un rigor de vida que hacían
más efectivos sus rezos. Por otra, el encargo de las mandas funerarias a varias entidades
religiosas facilitaba dotarse del mayor número de sufragios, con los que atraer la misericordia divina y perpetuar la memoria del fiel.
La segunda lectura expone las preferencias de los otorgantes. Las oligarquías laicas se decantaron por los ritos del primer ciclo. Los nobles y burgueses procuraban
asegurarse cuanto antes su redención, así como garantizar el cumplimiento de sus disposiciones. En cambio, el clero se inclinó por las conmemoraciones. Posiblemente, el
temor al incumplimiento de sus mandas estuviera menos extendido entre los eclesiásticos, que entre los laicos88. Otros posibles factores fueron las diversas estrategias
utilizadas por clérigos y seglares, para mostrar su poder y construir su memoria. Si los
clérigos apostaron más por el esplendor litúrgico de las conmemoraciones, las élites
laicas mostraron mayor predilección por las exequias. Aún así su objetivo era el mismo:
86
RIVERA RECIO, J.F., La Iglesia de Toledo…, pág.142.
Hacia el siglo XV, las principales órdenes mendicantes estaban asentadas en Toledo, tales como los
trinitarios, agustinos, carmelitas, franciscanos y dominicos. Muchas de ellas se vieron beneficiadas por las
mandas funerarias. SERRANO RODRÍGUEZ, E., Toledo y los dominicos en la época medieval. Instituciones,
economía y sociedad, Universidad de Castilla- La Mancha, Cuenca, 2014.
88
GARCÍA HERERRO, M.C., y FALCÓN PÉREZ, M.I., «En torno a la muerte a finales de la Edad Media…»,
p.176.
87
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manifestar la naturaleza inalterable de su estatus privilegiado. Tanto como el orden social al que representaban.
5. IMPACTO DE LAS MANDAS EN EL DESARROLLO DEL CABILDO DE CURAS Y BENEFICIADOS DE TOLEDO
Conforme han sido analizadas las cuestiones relativas a la institución y a su universo funerario, se plantean dos últimos interrogantes: ¿Qué impacto económico
tuvieron las donaciones de las élites? ¿Cómo influyó este proceso en el Cabildo de Curas y Beneficiados? Para responder ambas cuestiones, es necesario atender a tres
informaciones: la evolución de las finanzas capitulares, la cuantía de la ración percibida
por los miembros de la corporación y la composición del cabildo.
A partir de 1450, los libros de presencias incluyeron la gestión económica de la
corporación. Los ingresos del cabildo procedían de la explotación económica de los
inmuebles y bienes raíces donados, y de las aportaciones en metálico. En términos generales, la situación económica del cabildo evolucionó positivamente89. Las causas fueron
la progresiva incorporación de nuevos otorgantes y por consiguiente el aumento de las
donaciones. La mayor parte de éstas se realizaban en forma de viviendas; mientras las
cesiones de explotaciones agrarias ocuparon un papel secundario90. Por el contrario, las
dotaciones monetarias se incrementaron lentamente, hasta desplazar a las casas, como la
principal fuente de ingresos. En todo este proceso, las élites jugaron un papel destacado,
aunque sus aportaciones variaban en función de diversas circunstancias, tales como la
propia bolsa del donante, el grado de proximidad de aquél con el cabildo o el tipo de
encargo requerido: las conmemoraciones solían estar mejor gratificadas respecto a las
exequias.
Evolución de los ingresos (1450-1488)91
Año
Ingresos
Clero
Nobleza
1450
5.520 mrs
-
1451
9.017,5mrs
84,84%
1.120 mrs
89,01%
-
Elite del común
15,15%
200 mrs
10,98%
Total
23,91%
1.320 mrs
20,18%
89
Salvo en dos años no consecutivos. El primero fue 1455 en el que el descenso de los encargos con respecto a 1451, produce una reducción de los ingresos. El segundo corresponde a 1472, donde las
aportaciones en metálico y otros ingresos adicionales disminuyen, como se advertirá en el texto más adelante.
90
El cabildo podía explotar las tierras mediante dos fórmulas: el censo enfitéutico o el alquiler, como
sucedía con las viviendas.
91
Ante la confusión que puede suscitar los datos relativos a los ingresos contenidos en el artículo «El
Cabildo de Curas y Beneficiados de Toledo. Composición y aspectos institucionales (1455-1488)» y los
de esta publicación, cabe aclarar que los recogidos aquí son las cifras definitivas.
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Celebraciones fúnebres y proyección socio-religiosa del cabildo de curas y beneficiados de Toledo
1455
8.160 mrs
1464
17.219 mrs
1472
13.614 mrs
1488
90.067 mrs
1.620 mrs
65,15%
1.870 mrs
43,45%
2.325 mrs
90,48%
4.090 mrs
84,72%
43.775 mrs
27,87%
800 mrs
22,42%
1.200 mrs
9,09%
4.915 mrs
200 mrs
6,96%
200 mrs
34,11%
1.825 mrs
9,51%
430 mrs
9,88%
5.120 mrs
1.820 mrs
35,17%
2.870 mrs
31,07%
5.350 mrs
33,20%
4.520 mrs
59,98%
54.030 mrs
La evolución económica del cabildo se divide en tres fases. La primera etapa
transcurrió entre 1450 y 1460. Durante este período, la mayor parte de las donaciones
procedía del clero. Otro hecho significativo fue que la preeminencia de las viviendas
sobre el resto de las donaciones. En muchas ocasiones, el propio otorgante cedía su casa
a través de un censo enfitéutico. El dominio de la propiedad se dividía en dos: el dominio real, quedaba en manos del cabildo y el eminente en las del otorgante o sus
herederos, quienes podían disfrutar del inmueble. Pero, los enfiteutas debían cumplir
una serie de obligaciones, contraídas con el cabildo. Entre éstas se incluía el pago del
censo o tributo, el mantenimiento del inmueble y el deber de informar a la corporación,
en el caso de venta. Si el cabildo rehusaba comprarla, los enfiteutas procedían a la
transacción, si bien el cabildo conservaba el dominio real. En otros casos, los propietarios legaban su residencia directamente, siendo puesta en régimen de alquiler por la
corporación. Aunque las rentas procedentes de las viviendas siguieron siendo importantes, conforme la década avanza, las aportaciones en metálico se incrementaron. En lo
referido al aumento de los ingresos, la acumulación de nuevos bienes fue clave, mientras el incremento de algunos cánones fue más reducido.
Si el decenio de 1450 se caracterizó por las oscilaciones, en lo que a ingresos se
refiere, la incorporación de nuevos donantes durante el segundo período (1460 y 1470)
trajo consigo un resultado ambivalente. Hacia el año 1464, las oligarquías contribuyeron
cerca el 31,25% de las ganancias, porcentaje del que un 47,66% suponían nuevos ingresos. Igualmente, la nómina de donantes se diversificó. Diez años más tarde, la mayor
parte de las aportaciones seguían realizándose en forma de viviendas. Pero, las donaciones monetarias cobraron más protagonismo. Además, los donativos de los poderosos
ascendieron hasta el 32,20%, en 1472. De hecho, el 42% de las legaciones de los potentados habían sido abonadas en ese año, aunque conviene recalcar que las arcas
capitulares vieron disminuidos sus ingresos, por la menor cuantía de las aportaciones
con respecto a 146492. Por último, la tercera fase comenzó en 1488. Este año fue el de
mayor recaudación, con un 59,98%. El número de donantes y sus aportaciones aumentaron considerablemente, al punto que algunas de las partidas mejor dotadas se abonaron
en dicho año. Al tiempo que los ingresos se incrementaban, la remuneración de los oficiantes evolucionó al alza. La ración pasó de 3,03 maravedíes en 1450 a 8,25 en 1464.
92
También se debe a la ausencia de otros ingresos adicionales, como traspasos de propiedades entre otros.
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Jesús Olivet García-Dorado
Mientras que, en 1488, un clérigo podía percibir 11,36 maravedíes de media. Las raciones no incluían otras gratificaciones extra, como la presencia de los integrantes en la
toma de posesión de las nuevas propiedades o el ejercicio de algunas tareas concretas
dentro del cabildo. De ahí, el posible atractivo que pudo suponer para el clero parroquial, el hecho de integrarse en la corporación.
Ante estos cambios, ¿Cómo evolucionó la composición clerical del cabildo?93 Se
observan tres etapas. La primera fase se extendió entre 1430 y 1450. Aquí se apreció un
paulatino aumento de los integrantes (33 en 1436 y 40 en 1455). Durante la segunda
fase (h.1460-1470), el cabildo acogió al mayor número de clérigos: 55 en 1464 y 65 en
1472.Tras la recuperación económica del cabildo, la última etapa se inició después de
1472. El número de integrantes se redujo drásticamente a 34 miembros, coincidiendo
con el período de mayor actividad funeraria y el de mayor percepción de donaciones.
Asimismo, esta etapa se singularizó por el incremento considerable de las mandas procedentes de los estamentos privilegiados y acomodados de la ciudad.
La consolidación de un nutrido patrimonio y la mejor dotación de las raciones favorecieron nuevas afiliaciones hasta llegar a 1488, el mejor año de los abordados para el
cabildo. Para este año, la cuota de ingreso al cabildo había pasado de los 150 a los 400
maravedíes. Además, la reducción drástica de los integrantes coincidió con una mayor
captación de recursos y una mayor presencia del clero catedralicio, de los linajes locales
y de la élite del común entre los benefactores del cabildo. Por lo tanto —con la interacción de los elementos arriba analizados— parece constatable un proceso de elitización
de la institución. Si las élites toledanas acudieron a la corporación para sus propios fines, el Cabildo de Curas y Beneficiados de Toledo halló por medio de sus mandas un
importante activo económico y de prestigio social. El resultado fue el endurecimiento de
los mecanismos de ingreso ¿Las causas? Son dos. La primera sería conservar la buena
salud de las arcas capitulares, porque el principal gasto del cabildo era el pago de las
raciones. La segunda obedecería a razones de prestigio: si la institución mantenía una
buena relación con los poderosos de la ciudad, las restricciones hacia futuras incorporaciones reforzarían ese carácter privilegiado, del que el cabildo querría dotarse para
distinguirse de otras entidades clericales. Más aún en un contexto tan clericalizado como Toledo a fines de la Edad Media.
6. CONCLUSIONES
Entre los siglos XIV y XV, el protagonismo del individuo en su medio social cristalizó en la proliferación de oficios religiosos, ofrecidos por la salvación de los difuntos.
Este fenómeno alentó la consolidación de diversas corporaciones de clérigos seculares,
como el Cabildo de Curas y Beneficiados de Toledo. Precisamente, su cometido principal fue la celebración de sufragios pro-ánima por los finados de la institución y por sus
93
Los datos relativos al número de clérigos seculares que integraban el cabildo entre 1436 y 1488 son los
definitivos.
102
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Celebraciones fúnebres y proyección socio-religiosa del cabildo de curas y beneficiados de Toledo
donantes fallecidos. En el ámbito de las élites, las razones que explican el gran volumen
de encargos no sólo responden a la piedad de los poderosos. Las celebraciones litúrgicas
expresaban el estatus socioeconómico del fallecido mediante el despliegue del mayor
boato ceremonial posible. También, las diversas honras fúnebres consolidaban la memoria social del difunto. En el caso de la aristocracia, se buscaba crear conciencia del
linaje entre las generaciones siguientes. Otro objetivo era la conservación del orden social vigente, meta compartida tanto por el alto clero como por la propia aristocracia. Tal
deseo explica que los estamentos privilegiados prologasen sus celebraciones funerarias
el máximo tiempo posible, más allá del aniversario de su fallecimiento. Por otra parte,
los burgueses utilizaron las mandas funerarias en su aspiración de engrosar las filas de
la nobleza.
El comportamiento de las élites toledanas responde a la situación desarrollada líneas atrás, como se aprecia en el gran número de rituales funerarios solicitados por las
oligarquías. Tales ritos transcurren desde el óbito hasta varias décadas después. Asimismo, la solicitud de diversos elementos paralitúrgicos es una constante en los
encargos del alto clero y de la nobleza, puesto que el uso de incienso, de las capas pluviales o el número de cetros contribuían a dar una mayor solemnidad a las honras
fúnebres. No obstante, se aprecian notables diferencias entre las mandas de los estamentos acomodados. Si el clero prefirió las conmemoraciones, la nobleza y la burguesía
optaron por aquellas ceremonias que trascurrían entre el sepelio y los nueve días, preferentemente los entierros. La principal razón de estas diferencias se debía al reparto de
las mandas, que el otorgante hacía entre diversas corporaciones eclesiales. Los otorgantes querían dotarse el mayor número de rezos y misas de ahí que acudieran tanto al
cabildo como a las órdenes mendicantes, si bien los laicos mostraban una mayor predilección por los religiosos. Al mismo tiempo, su prestigio social y las posibilidades de su
salvación espiritual aumentaban, gracias a las limosnas repartidas entre el nutrido clero
oficiante. Estos factores explican por qué el número de encargos y el de los donantes
procedentes de la nobleza y de la élite del común son menores comparados con los del
alto clero, que solicitó un mayor número de mandas al Cabildo de Curas y Beneficiados,
dadas las buenas relaciones que los canónigos mantenían con sus integrantes.
El impacto de las mandas en el cabildo se concretó en la construcción de un considerable patrimonio. La progresiva incorporación de nuevos donantes trajo consigo la
adquisición de numerosas casas y tierras y de las aportaciones en metálico, que desplazarían a las viviendas como la principal fuente de recursos del cabildo. Por lo general —
y excluyendo coyunturas puntuales— los ingresos del cabildo se incrementaron año tras
año. Aunque la explotación de los inmuebles legados fue importante, las ganancias procedieron de la acumulación de nuevas aportaciones. Con diferencia, el alto clero fue el
mayor benefactor del cabildo, seguido de lejos por el patriciado urbano y la nobleza. Tal
diferencia no sólo se debía al mayor número de encargos que los eclesiásticos hicieron a
la corporación, sino también a la tipología de sus mandas. Los prelados y los canónigos
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Jesús Olivet García-Dorado
se inclinaron más por las conmemoraciones, cuyas donaciones anejas estaban mucho
mejor dotadas económicamente que las celebraciones posmortem.
El progresivo enriquecimiento de la institución atrajo a numerosos clérigos, que
deseaban mejorar sus recursos en un contexto de sobrepoblación eclesial, como era
Toledo durante la segunda mitad del siglo XV. Las raciones aumentaron conforme lo
hacían los caudales y los encargos de las oligarquías. Así, tras un período inicial
(h.1430-1450), presidido por un crecimiento moderado, las afiliaciones aumentaron
considerablemente entre 1460 y 1470, pero se frenó en 1488. Los motivos que operaron
en este proceso fueron el notable incremento de las rentas de este año, como de los encargos de las élites. Aunque conviene recordar que el Cabildo de Curas y Beneficiados
no fue el único instituto eclesiástico que ofició las mandas de las élites toledanas, ni el
preferido por los poderosos, lo cierto es que el progresivo incremento de las mandas
procedentes de canónigos, nobles u otros personajes acomodados dio lugar al cierre de
la institución de cara a nuevas incorporaciones. En clave de síntesis, si las oligarquías
civiles y religiosas de la ciudad se sirvieron de las honras fúnebres para plasmar su estatus y consolidar su memoria; el Cabildo de Curas y Beneficiados de Toledo obtuvo
importantes recursos económicos y una proyección social relativamente importante,
gracias a las mandas funerarias de las élites, en un período en el que el cristianismo y
sus expresiones sociales lo impregnaban todo: desde el ámbito cotidiano a los resortes
del poder.
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