2019
51
Jaime Elipe Soriano
Iglesia, familia y poder en la época
de Fernando el Católico: el
arzobispo don Alonso de Aragón
Departamento
Historia Moderna y Contemporánea
Director/es
SERRANO MARTÍN, ELISEO
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© Universidad de Zaragoza
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ISSN 2254-7606
Tesis Doctoral
IGLESIA, FAMILIA Y PODER EN LA ÉPOCA DE
FERNANDO EL CATÓLICO: EL ARZOBISPO DON
ALONSO DE ARAGÓN
Autor
Jaime Elipe Soriano
Director/es
SERRANO MARTÍN, ELISEO
UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA
Historia Moderna y Contemporánea
2019
Repositorio de la Universidad de Zaragoza – Zaguan http://zaguan.unizar.es
Tesis Doctoral
Iglesia, familia y poder en la época de Fernando el
Católico: el arzobispo don Alonso de Aragón
D. Jaime ELIPE SORIANO
Director
Dr. D. Eliseo Serrano Martín
Facultad de Filosofía y Letras 2018
2
1. ÍNDICE
1.
Índice
3
2.
Resumen/Abstract
5
3.
Agradecimientos
7
4.
Introducción y fuentes
9
5.
a.
Fuentes
20
b.
Aclaraciones
28
Familia
29
I.
Doña Aldonza Iborra
29
II.
Doña Ana de Gurrea
43
III. Los hijos de don Alonso de Aragón
50
a.
Don Juan II de Aragón, arzobispo de Zaragoza
51
b.
Doña Juana de Aragón, duquesa de Gandía
62
c.
Don Hernando de Aragón, arzobispo de Zaragoza
68
d.
Doña Ana de Aragón, duquesa de Medina Sidonia
73
e.
Don Alonso de Aragón, abad de Montearagón
82
IV. La otra familia: descendientes ilegítimos de don Alonso de Aragón,
maestre de Calatrava y I duque de Villahermosa
a.
Don Alonso de Aragón, obispo de Tortosa
87
b.
Don Juan de Aragón, conde de Ribagorza y I duque de Luna
90
c.
Don Alonso de Aragón, conde de Ribagorza
98
V.
La casa de don Alonso de Aragón, arzobispo de Zaragoza
Don Juan de Alagón, camarero de don Alonso
106
b.
Gaspar de Barrachina
115
c.
Otros criados
120
140
a.
La familia real
140
b.
Otros hijos bastardos de Fernando II
145
c.
La descendencia de don Carlos de Aragón, príncipe de Viana
149
d.
Otros
155
Biografía de don Alonso de Aragón
I.
104
a.
VI. Fernando II y su familia
6.
86
Los primeros pasos
161
163
3
II.
Qui enim habet, dabitur ei et abundabit. La acumulación beneficial
a.
Rentas
III. El entorno cultural de don Alonso de Aragón
173
200
207
a.
La educación de don Alonso de Aragón
208
b.
Labor impresora de don Alonso de Aragón
217
c.
El ambiente cultural cesaraugustano ¿Un «círculo zaragozano»?
222
IV. Una vida dorada
225
V. Don Alonso de Aragón: el hombre
232
a.
¿Un hombre temeroso de Dios?
243
b.
Otras inquietudes intelectuales
247
VI. Un final precipitado
7.
Política
I.
El hombre más poderoso de Aragón
250
253
259
a.
Los nombramientos
259
b.
Personam nostram repressentantem
264
c.
La justicia del rey, justicia del virrey
271
d.
Los límites del mero y mixto imperio
275
e.
El cumplimiento del deber
279
f.
¿Un rey nómada, un virrey sedentario?
283
II.
Compartiendo el poder
288
III. Capitán general
294
IV. La actuación parlamentaria
301
V.
307
El pastor de almas
a.
También señor de vasallos
308
b.
Ad maiorem Dei gloriam
310
c.
El gobierno de la catedral
312
d.
La dirección de la diócesis
315
e.
La reforma del clero
320
f.
Otras responsabilidades
327
VI. Los confusos límites de las Dos Ciudades
330
8.
Conclusiones/Conclussions
333
9.
Bibliografía
351
I.
II.
10.
Bibliografía (siglos XV–XVIII)
Bibliografía
Anexos
351
355
377
4
2. RESUMEN/ABSTRACT
Ante el vacío historiográfico que presenta buena parte de la historia de Fernando
el Católico, la presente tesis pretende solventarlo en varios aspectos. Para ello se ha
planteado conocer la relación de Fernando II con sus estados peninsulares así como el
gobierno de los mismos; de esta manera se puede analizar los comienzos de la
lugartenencia antes de la consolidación del virreinato en época moderna. Por otro lado,
profundizar en la dinámica política que sostuvo con la Iglesia, así como entender el
funcionamiento de las redes de poder en sí mismas –nobiliarias y patriciado urbano– y
su imbricación con la corte. La manera de alcanzar estos objetivos ha sido a través del
estudio de la figura clave en el momento, el arzobispo de Zaragoza don Alonso de
Aragón, en una triple vertiente: familiar, personal y política. Estos tres ítems van
estrechísimamente conectados, ya que la actividad política desarrollada por el prelado
se apoyó en sus dignidades, que procedían precisamente del apoyo de toda su familia,
tanto de origen legítimo como ilegítimo. El estudio de este personaje prácticamente
desconocido pero fundamental en la historia de la conformación de la Monarquía
hispánica durante casi 40 años demuestra una vez más la importancia fundamental de la
familia para mantener el poder y la necesidad de auparla a posiciones de máxima
responsabilidad en la medida de sus capacidades. Respecto al gobierno de sus estados,
pese a existir la figura de los lugartenientes generales, el Rey Católico siempre tuvo un
control casi completo y sobre todo, omnisciente de cuanto acontecía en ellos; el
dominio sí fue total en la Iglesia aragonesa, a pesar de carecer de cualquier tipo de
patronato sobre la misma. Por último, es destacable que los objetivos monárquicos eran
apoyados condicionalmente por su familia más estrecha siempre y cuando no
colisionasen con los suyos personales o los de su parentela.
5
Given the lack of historiographical data throughout a significant part of the
history of Ferdinand the Catholic, in this thesis we expect to solve that in different
aspects. In order to do so, one has set out to learn about the relationship of Ferdinand II
with his peninsular states as well as their governance. In this way we can analyse the
beginnings of the lugartenencia general before the consolidation of the viceroyalty in
the Modern Age. Furthermore, we are going to delve into the political dynamics
maintained with the Church, and we will try to understand the functioning of the
networks of power –noble and urban patricians– and their imbrication in the court.
These objectives will be achieved through the study of the key character at that time –
the Archbishop of Zaragoza, Don Alonso de Aragón– in three different areas: family,
personal and political life. Those three items are closely connected, such that the
political activity of the prelate was supported by his ecclesiastical ranks, which came
from the support of both his legitimate and illegitimate family. The study of this
practically unknown although essential character in the history of the structure of the
Spanish Monarchy during almost forty years shows once again the key importance of
the family in order to maintain power, and the need to elevate it to the levels of maximal
responsibility within their realm of possibilities. Regarding the governance of his states,
and in spite of the existence of the lugartenientes generales, the Catholic King nearly
always had complete control and, what is more, an omniscient control over everything
that may happened within the states. The dominance of the Aragonese Church was
complete, despite lacking any kind of patronage over it. Finally, it is remarkable that the
monarchic objectives were conditionally supported by his closest relatives, provided
that they did not interfere with their own ones or with those of their family members.
6
3. AGRADECIMIENTOS
Decía Baden Powell que cuando uno marcha de un lugar hay que dejar dos
cosas, nada y gracias. Después de vaciar completamente el que fuera mi puesto de
trabajo durante cuatro años, es ahora obligado cumplimiento dedicar un breve espacio a
agradecer a aquellos que han hecho posible durante estos cuatro años la realización de
la presente tesis doctoral.
En primer lugar, al Gobierno de Aragón y al Ministerio de Educación, Cultura y
Deporte por los respectivos contratos predoctorales de los que he sido beneficiario,
gracias a cuyo respaldo económico he podido desarrollar mis distintas actividades.
También Proyecto HAR2014–52434–C5–2 “Elites políticas y religiosas, sacralidad
territorial y hagiografía en la Iglesia hispánica de la Edad Moderna” del Ministerio de
Economía y Competitividad y del Grupo de Investigación Consolidado “Blancas” del
Gobierno de Aragón, así como a la Fundación CAI.
En segundo lugar, a mi director de tesis, el Dr. D. Eliseo Serrano, quien se ha
mostrado paciente y cercano a lo largo de esta andadura –y bastante antes, por cierto–, a
pesar de sus muchas obligaciones. Por supuesto a los profesores del departamento de
Historia Moderna y Contemporánea, quienes siempre me han dudado en ayudarme en la
medida de lo posible; particularmente por la amistad recibida a lo largo de estos cuatro
años de los Dres. D. Enrique Solano, D. Jesús Gascón, D.ª Ana Morte y D. Ignacio
Peiró. Felizmente he de incluir ahora este grupo también a D.ª Laura Malo, compañera
inseparable durante estos años, así como a D. Juan Postigo. Quisiera recordar también al
ya difunto Dr. D. Guillermo Redondo, siempre generoso desde antes que empezase la
investigación. También he de agradecer la ayuda prestada por el coordinador del
doctorado, el Dr. D. Carlos Laliena, siempre tan atento y comprensivo con mis despistes
administrativos. Especial mención he de hacer también a la Dra. Maria Antonietta
Visceglia y el Dr. D. Félix Labrador, quienes me acogieron en Roma y Madrid,
respectivamente, para mis distintas estancias de investigación.
También a mis compañeros contratados predoctorales durante estos cuatro años
con los que he compartido sala –y en el último mes, salón–, frío, calor, desesperación y
risas, especialmente a Daniel, Sergio, Cristina, Alfonso y Álex. Por supuesto a los
7
dottores de mi estancia romana, Chusa y Abel, sin quienes la investigación entre los
jeroglíficos vaticanos hubiera sido muy distinta.
Por supuesto a todos aquellos con los que he compartido «algún momento de
archivo», que en ocasiones se hicieron eternos. Especial mención quiero hacer a D.ª
Beatriz Canellas, archivera en el Archivo de la Corona de Aragón, sin quien jamás
podría haberme guiado por la selva cancilleresca. Por supuesto a la inmensa
generosidad de D. Manuel Gómez de Valenzuela, siempre atento a facilitarme cualquier
documento en el que apareciese don Alonso o lo que hiciera falta y sobre todo, a
mostrarme el universo que encierran los protocolos. También a D.ª Zulema, nuestra
atentísima y querida archivera.
A mi familia, siempre interesada por el avance de la tesis aunque en ocasiones
no sea la mejor pregunta que se pueda formular, con un recuerdo especial para mis dos
abuelas (q. s. g. h.), mis tíos, primos y a los últimos en incorporarse, Martín, Lucía y
Diego.
A mis grandes amigos del Goya que están en la (grande, también) distancia,
siempre prestos para quejarnos y descubrir curiosidades. A mis compañeros de carrera
con quienes he tenido el privilegio de seguir manteniendo la amistad no sólo cinco años,
sino diez. A los antiguos colegiales del Fray Luis de León, fuente interminable de
satisfacciones. También a todos mis compañeros de los Scouts con quienes tantos
momentos he compartido, tanto de mi grupo como de la escuela.
En último lugar dejo quizás a los más importantes, no materialmente pero sí
espiritualmente. Quiero agradecer de todo corazón a tres personas sin cuyo apoyo
quizás esta tesis no hubiera visto la luz: mis padres, Asunción y Antonio y el Dr. D.
Gregorio Colás. Muchas gracias.
8
4. INTRODUCCIÓN Y FUENTES
Hablando de finales del siglo XV, el cronista Francisco Diego de Sayas decía
que «en aquellos tiempos las atenciones de los Reyes, con estos Principes de su Casa,
los tenian llenos de Baculos y Prelacias».1 Sin duda alguna, se trata de una afirmación
tan rotunda como certera. Así fue, puesto que durante más de una centuria gobernaron
la archidiócesis de Zaragoza lo que se conoció posteriormente como los Arzobispos de
la Casa Real de Aragón. Estos fueron hijos o nietos de reyes que ocuparon la mitra
cesaraugustana prácticamente sin solución de continuidad. Comenzó esta peculiar
dinastía en 1458 con don Juan I de Aragón, hijo del rey Juan II; finalizó en 1577 a la
muerte del último, don Hernando. Únicamente se vio interrumpida esta costumbre en
dos ocasiones, mediante la elección de Ausías Despuig y la de Fadrique de Portugal.
A diferencia de cómo había sido en siglos anteriores y sería poco después con la
Contrarreforma, estos prelados eran de origen ilegítimo. Como felizmente lo etiquetó
hace más de un siglo el austríaco Konstantin von Höfler, el siglo XV fue sin lugar a
dudas la era de los bastardos.2 Aunque apenas existe bibliografía para el caso hispano,
sin duda tanto o más prolijo como otros espacios europeos en este fenómeno, este
período podría situarse entre la Peste Negra y la Reforma luterana. A lo largo de este
tiempo, personas de nacimiento espurio ocuparon posiciones de gran importancia en la
corte o en la Iglesia, aupados por sus poderosos padres. En el caso de la Corona de
Aragón no fueron los arzobispos los únicos que se vieron beneficiados. La familia
ilegítima de los monarcas era extensa y recibió importantes señoríos y beneficios
eclesiásticos menores; gracias a estos consiguieron conjuntamente con los arzobispos de
Zaragoza mantener una situación de preponderancia.
Este predominio de los Aragón tuvo lugar principalmente durante el reinado de
Fernando el Católico, si bien podría alargarse hasta 1530. Lo cierto es que este apogeo
del poder de la familia real –por vía ilegítima– tuvo lugar en vida del arzobispo don
Alonso de Aragón, personaje en el que se centra el presente estudio. Encaminado hacia
1
Francisco Diego de Sayas, Anales de Aragón: desde el año de MDXX del nacimiento de Nuestro
Redemptor hasta el de MDXXV, Zaragoza, 1666, p. 690.
2
Constantin von Höfler, “Die Ära der Bastarden am Schlusse des Mittelalters”, Abhandlungen der
königlische böhmische Gesselschaft der Wissenchaften, VII Folge, 4. Band, (1891). Aunque se centra en
los grandes linajes ilegítimos del XV –Trastámara, Avís y Borja–, también dedicó un breve espacio a
hablar de los normandos en Inglaterra.
9
la Iglesia desde su más tierna infancia, administrador perpetuo de la archidiócesis de
Zaragoza antes de los diez años de edad, lugarteniente general del reino antes de los
quince años y múltiples veces diputado y capitán general, fue sin ningún género de
dudas la persona más importante en la Corona de Aragón después de su padre, Fernando
II.
Su protagonismo en la vida pública está fuera de toda discusión, sin importar si
lo hizo como actor o como espectador en según qué momentos. De hecho, se trató del
arzobispo que más tiempo disfrutó el cargo, ya que lo fue prácticamente toda su vida –
casi 42 años–. Por ello mismo, los distintos autores que escribieron sobre él en
episcopologios siempre le dedicaron una cantidad sensiblemente mayor de páginas que
a otros prelados cesaraugustanos. La calidad de las mismas es en líneas generales,
aceptable. Ahora bien, todos los autores de distintos episcopologios bebieron de la
misma fuente, la obra del maestro Diego de Espés. 3 Alargando algún aspecto,
sintetizando muchos otros o quizás añadiendo algún pequeño detalle –de origen
incierto–, casi todos los autores de los siglos XVII y XVIII escribieron textos muy
similares sobre el arzobispo de Zaragoza. Sin embargo, es llamativo constatar que a
pesar de ser una persona de gran relevancia y clave para entender buena parte del
devenir político del gobierno de los estados del Rey Católico, no se ha hecho hasta el
momento ningún estudio profundo de su figura. Es más, a excepción de don Hernando
de Aragón, ninguno de los mencionados Arzobispos de la Casa Real de Aragón ha
recibido la atención merecida por parte de los historiadores a lo largo del tiempo.4
3
Nos referimos a Diego de Espés, Historia eclesiástica de la ciudad de Zaragoza, ca. 1598. Se trata de
un manuscrito –de próxima publicación– custodiado en el Archivo Capitular de La Seo de Zaragoza, sig.
20–48. El espacio dedicado a don Alonso es el mayor de todos con cien folios de extensión (ff. 654r–
753v). La única excepción que no toma a Espés como fuente es la de don Hernando de Aragón, hijo de
don Alonso. Su obra es breve y algo desordenada temáticamente, pero ofrece algún dato que el maestro
omitió en su voluminoso libro. Vid. Hernando de Aragón, De las dignidades eclesiasticas de Aragon, s. a.
Obra manuscrita sita en Real Academia de la Historia, G–38, ff. 89r–93r. El resto carecen de originalidad,
vid. Martín Carrillo, Catalogus antistitum caesaraugustanum, Zaragoza, 1611, pp. 25–26; Martín
Carrillo, Historia del glorioso San Valero obispo de la ciudad de Çaragoça. Con los Martyrios de san
Vicente, santa Engracia, san Lamberto, y los Innumberables Martyres, naturales, patrones y protectores
de la Ciudad de Caragoça. Con catalogo de todos los prelados Arçobispos y abades del Reyno de
Aragon, Zaragoza, 1615, pp. 273–277; Diego Murillo, Fundación milagrosa de la Capilla Angélica y
Apostólica de la Madre de Dios y excellencias de la Imperial Ciudad de Caragoça, Barcelona, 1616, pp.
244–245; Lamberto de Zaragoza, Teatro histórico de las iglesias del reino de Aragón, Pamplona, 1785,
pp. 53–65.
4
Don Hernando de Aragón cuenta con varios trabajos principales, Gregorio Colás Latorre, Isidoro
Miguel García, Jesús Fermín Criado Mainar, Don Hernando de Aragón: arzobispo de Zaragoza y virrey
de Aragón, Caja de Ahorros de la Inmaculada de Aragón, Zaragoza, 1998. Por su parte, centrado en el
aspecto religioso del mismo, Isidoro Miguel García, Don Hernando de Aragón, Arzobispo de Zaragoza
(1539–1575): índole pastoral y talante reformador del último arzobispo de la casa real de Aragón,
10
Por lo tanto, hasta la fecha actual, el conocimiento de don Alonso de Aragón ha
pasado inevitablemente por consultar el manuscrito de la Historia eclesiástica de Espés.
Si bien bastante extenso, es de reseñar que muchos aspectos de los tratados a lo largo de
sus páginas no tienen una especial vinculación con el arzobispo y se trata más bien de
aspectos eclesiásticos o de otro tipo –discursos insertos, por ejemplo–; al fin y al cabo
era la óptica religiosa lo que interesaba al erudito canónigo que la redactó. Por lo tanto,
la principal fuente para acercarse al personaje se descubre un tanto limitada para los
aspectos más mundanos, a pesar de ser en líneas generales una obra de referencia y de
gran solvencia.
No solamente los escritores de la época moderna comprendieron la gran
relevancia que tuvo este príncipe de la Iglesia. También los historiadores recientes
dedicados al otoño de la Edad Media han coincidido siempre en reconocerle una gran
importancia para comprender la dinámica política aragonesa; pero lo cierto es que don
Alonso de Aragón ha sido un desconocido hasta la fecha actual. En el momento de
comenzar la presente tesis, no existía ninguna investigación sobre su figura a excepción
de lo relacionado con las obras en la Seo de Zaragoza. Una serie de noticias inconexas,
muchas veces datos erróneos y algún extracto de la obra de Espés servían para trazar
unas líneas generales y difusas sobre el arzobispo de Zaragoza.
Si el conocimiento de don Alonso de Aragón para comprender la política del
Rey Católico en sus estados patrimoniales es fundamental, cabría preguntarse a qué se
ha debido semejante vacío historiográfico. La respuesta posiblemente se encuentre en su
padre. Con esto queremos decir que en épocas posteriores fue eclipsado por completo
por Fernando II, a quien solamente sobrevivió cuatro años; muy probablemente también
por Cisneros quien siempre apareció como arquetipo de eclesiástico–político perfecto,
además de ser castellano. En momentos cercanos a nuestros días, la solución a la
pregunta quizás haya que buscarla también en el Católico pero más bien en el
desconocimiento general que se tiene de este. Es cierto que en los últimos tiempos ha
habido un nuevo interés en su figura, pero no deja de ser menos cierto que no existe
actualmente ninguna biografía completa y profunda sobre el monarca. 5 Además,
Zaragoza, 1994; Isidoro Miguel García, La diócesis de Zaragoza en el siglo XVI. El pontificado de don
Hernando de Aragón (1539–1575), Fundación Teresa de Jesús y Excmo. Cabildo Metropolitano de
Zaragoza, Zaragoza, 2015.
5
Por supuesto, Fernando II despertó el interés de pensadores –y del público– ya desde su reinado. Sin
embargo, pese a existir obras como las de Giménez Soler o Ricardo del Arco de comienzos del siglo XX,
la primera gran obra crítica fue Jaime Vicens Vives, Historia crítica de la vida y reinado de Fernando II
11
muchos de los trabajos que han tratado sobre su figura –o así lo han pretendido– por
desgracia se han quedado por lo general en los asuntos políticos externos que tuvieron
lugar en su momento, obviando por completo a la persona. En buena medida siguieron
el discurso de Jerónimo Zurita y se conformaron con este, sin desviarse del camino
establecido por el cronista siglos atrás. De tal manera, es muy poco lo que conocemos
del rey de carne y hueso, así como de muchas de sus actuaciones políticas a pesar de
que pueda aparentar justo lo contrario.
Si como decimos no existe un estudio completo y profundo de Fernando II, el
punto de partida para la investigación del que fuera su hijo primogénito –pero
ilegítimo– se torna complicado. No se trata únicamente de carencias a nivel de personas
concretas como son padre e hijo, sino que para la historia del reino de Aragón existen
importantes lagunas. Posiblemente estas vengan relacionadas con el conocimiento
parcial del período de los Reyes Católicos; también consideramos que tiene bastante
que ver el hecho de que es una época de transición entre dos mundos. Por ello mismo,
parece que pertenece a dos áreas de conocimiento distintas –medievalismo y
modernismo– para acabar no siendo reclamada por ninguna de las dos. De hecho, no
existen a día de hoy síntesis actualizadas sobre la historia de Aragón para finales del
siglo XV y comienzos del XVI.6
Como puede observarse, yendo de lo general a lo particular, hay tres carencias
historiográficas importantes. La primera de ellas, el desconocimiento en buena medida
de la época de los Reyes Católicos para el caso de Aragón y el funcionamiento de las
dinámicas políticas y sociales. Esto está estrechamente vinculado con la segunda, que es
la falta de estudios actualizados precisamente sobre el Rey Católico y su entorno: ya ha
quedado dicho que el discurso por lo general discurre por las líneas que trazó Zurita sin
de Aragón, (ed. de Miguel A. Marín Gelabert), Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2007. No ha
de perderse de vista que cuenta con más de medio siglo de antigüedad, aparte de que concluye en 1481.
Lo mismo sucede con el trabajo de José Ángel Sesma, quien se detenía en el annus mirabilis de 1492,
vid. José Ángel Sesma Muñoz, Fernando de Aragón. Hispaniarum Rex, Gobierno de Aragón, Zaragoza,
1992. El último gran trabajo sobre Fernando II ha tratado precisamente señalar estos vacíos de los últimos
años del reinado, nos referimos a Miguel Ángel Ladero Quesada, Los últimos años de Fernando el
Católico, Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno y Dykinson S.L., Madrid, 2016. Es cierto que
existen trabajos más o menos recientes que abarcan todo su período cronológico, sin embargo, estos son
de carácter muy generalista y de discutible interés científico; particularmente aquellos surgidos en torno
al V centenario de la muerte del Rey Católico en 2016.
6
De hecho, el ya clásico Aragón bajo los Austrias, arranca precisamente con la llegada de la nueva
dinastía, vid. Gregorio Colás Latorre y José Antonio Salas Auséns, Aragón bajo los Austrias, Librería
General, Zaragoza, 1977. El más completo a día de hoy es Eloy Fernández Clemente (dir.), Historia de
Aragón, La Esfera de los Libros, Madrid, 2008.
12
desviarse un ápice. La tercera carencia es lo que podría denominarse como olvido de la
figura de don Alonso de Aragón, personaje clave en todo este período.
Lo que pretendemos es conocer y entender en la medida de lo posible estos tres
vacíos que consideramos de gran importancia, ya que al fin y al cabo son piezas en el
proceso que liquidó la época de los Trastámara y dio comienzo a la Monarquía
Hispánica. El camino escogido es justamente el inverso. En una especie de anábasis,
partiendo de lo particular como es el estudio de la figura del arzobispo don Alonso de
Aragón, se intenta ascender a otros niveles. La biografía del prelado sirve en buena
medida de ventana y pretexto para, además de conocer aspectos de su persona–
educación, personalidad, espiritualidad, rentas, etc.–, observar distintas actuaciones de
la monarquía. Las relaciones del Rey Católico con los regnícolas o con sus estados
hereditarios, el empleo de la Iglesia como una extensión más de su patrimonio regio, la
fijación por dar una recta justicia en todo momento o los medios para poderse hacer
omnipresente en sus territorios son algunas de las facetas a estudiar. Para ello es
necesario también conocer e identificar a las distintas personas que componían la
compleja nebulosa de relaciones humanas en las que don Alonso estaba inserto;
prestando así especial atención a la familia –en distintos grados– y a sus principales
servidores. De esta manera, se pretende ahondar en los limitados conocimientos que se
tienen sobre las postrimerías de la Edad Media y comienzos de la Edad Moderna en la
Corona de Aragón.
El hecho de investigar sobre una persona en concreto como es el caso del
arzobispo de Zaragoza don Alonso de Aragón conduce irremediablemente a emplear el
género biográfico. Empleada desde la Antigüedad de muy diversas formas y objetivos,
la puesta en valor de esta corriente tuvo lugar a comienzos de los ochenta del siglo
pasado en países anglosajones, especialmente con la llamada «historia psicológica». En
el caso español, pese a contar con alguna obra de enjundia como la realizada sobre el
Conde–Duque de Olivares por Gregorio Marañón –en los años treinta–, por lo general
fue vista como un fósil. Esto fue debido a que «la biografía política era vista como un
género reservado para la historia más popular y como un género metodológicamente
más conservador».7
7
Antonio Feros, “Las varias vidas del Duque de Lerma”, Erebea. Revista de Humanidades, n.º 3 (2013),
pp. 169–193; pp. 174–175.
13
El regreso de la biografía es uno de los diversos «retornos» que ha tenido la
historiografía actual, motivado principalmente por la recuperación del protagonismo del
individuo frente a la deshumanización de enfoques previos cargados de cuantitativismo,
fuertemente ligada a la nueva manera de entender la historia política.8 Evidentemente,
esta nueva biografía escapa de la clásica positivista, ya que se busca un conocimiento
total del individuo dentro de los diversos círculos que forman personas, grupo social y
sociedad en general. Hasta tal punto que se la ha llegado a calificar como «escritura
necesaria», precisamente por poder fijarse en individuos que a su vez esclarecen una
sociedad en su conjunto.9 En palabras de Víctor M. Núñez:
«Por tanto, la biografía, rescatada de su proscripción, no sólo ha recuperado su
consideración científica y su respeto académico, sino que, incluso, se plantea en algunos foros
como una vía alternativa y expedita para resolver y conciliar viejas diatribas analíticas propias
del oficio de historiador/a: en especial, la tensión entre el individuo y la sociedad, entre lo
particular y lo general, entre lo local y lo universal; en definitiva, entre lo privado y lo
público».
10
En el caso presente se ha intentado bascular siempre entre lo particular y lo
general, el individuo y el grupo; en ocasiones la documentación ha impuesto que la
balanza se inclinara del lado colectivo. Cuando esto ha sucedido, se ha producido más
por la ausencia de documentos personales que por la abundancia de los del entorno del
arzobispo. Precisamente por esto, el trabajo que se desarrolla en las páginas siguientes
no se trata de una biografía como podríamos entender «al uso»; se realiza un análisis
temático y no se sigue una línea cronológica. Antes de comenzar, advertimos que suele
ser bastante habitual a la hora de escribir género biográfico evitar hablar del personaje
en detrimento de su entorno o únicamente de las acciones que llevó a cabo. Es decir,
perfilar con mayor o menor precisión el paisaje en el que se encontraba el objeto de
estudio dejándolo prácticamente a este en blanco. Nada más lejos de lo que
8
Elena Hernández Sandoica, Tendencias historiográficas actuales. Escribir historia hoy, Akal, Madrid,
2004, p. 434: «Dos décadas después, la mayoría de las investigaciones son sensibles a las sociologías
cualitativas y la politología, y aunque tímidamente, tienden a inclinarse poco a poco al plano
antropológico. No se discute ya si ha de ser concedido un interés prioritario a la historia política, aunque
tácitamente muchos la consideran la forma más segura para dar unidad a una historiografía de nuevo
fragmentada y dispersa. La biografía individual y el género biográfico, como signo del retorno del sujeto,
convocan desde finales de los años ochenta cierto entusiasmo, acompañado a veces de la sospecha de que
acaso haya sido erróneo considerar a la historia una ciencia».
9
Anna Caballé, “La biografía en España: primeras propuestas para la construcción de un canon”, en
Isabel Burdiel y Roy Foster, La historia biográfica en Europa. Nuevas perspectivas, Institución Fernando
el Católico, Zaragoza, 2015, pp. 89–117, p. 116.
10
Víctor M. Núñez García, “La biografía como género historiográfico desde la Historia Contemporánea
Española”, Erebea. Revista de Humanidades, n.º 3 (2013), pp. 203–226, p. 209.
14
pretendíamos evitar, si bien en ocasiones la dictadura documental ha terminado por
imponerse; aún así, hemos preferido omitir vaguedades generales si carecíamos de datos
concretos sobre don Alonso.
A este respecto, la ausencia de un corpus escrito personal ha lastrado en muchas
ocasiones la investigación, sin embargo esto ha podido tener como consecuencia que el
universo en el que se movió haya podido ser mejor descrito y entendido en el curso de
la investigación, así esperamos que haya quedado reflejado. Por lo tanto, teniendo en
cuenta las limitaciones con las que contábamos así como los objetivos que nos
planteamos al inicio de la investigación, hemos dividido la tesis en tres grandes
capítulos; tres grandes temas que entendemos que son los pilares de la vida de don
Alonso.
El primero de ellos es referido a la familia. Hablamos de familia cuando quizás
lo acertado sería hablar de familias, en plural. Por un lado, la amplia parentela de su
padre el Rey Católico, especialmente aquella que tenía un origen ilegítimo a quienes
hemos denominado como el «clan» de los Aragón: una pléyade de nobles y eclesiásticos
descendientes del rey Juan II de Aragón. Por otro lado, la de su madre. En un principio
nobles de muy escasa relevancia pero que se amplió al casarse esta con el vizconde de
Évol; se entraba así en un mundo de posibilidades, lazos y compromisos nuevos que
ataba a esta saga con los Aragón. Hay que sumarle también la familia que el propio don
Alonso formó con doña Ana de Gurrea y los distintos hijos que tuvo –con ella y con
otras–. Estos tuvieron una trascendencia importante, si bien, por su edad, tras la muerte
del padre principalmente. Hemos visto necesario incluir en este gran conglomerado de
personas, unidas entre sí por distintos motivos pero convergentes en el arzobispo de
Zaragoza a la familia artificial del prelado, lo que se entiende como su casa. Conforme
ha quedado expuesto en el referido apartado, se ve claramente que las relaciones de los
servidores entre sí, con su amo y su familia no fueron únicamente profesionales sino
muchas veces biológicas. En definitiva, se ha intentado identificar, conocer y describir
la colmena de personas que existió alrededor de don Alonso y sin la cual no se pueden
comprender el resto de sus actuaciones. Prácticamente todas ellas eran poco o nada
conocidas hasta el momento actual; personajes de la alta nobleza hispana o miembros
destacados de las oligarquías zaragozanas.
El segundo de los grandes temas trata sobre el don Alonso de carne y hueso.
Podría decirse que es una biografía pero no lo es exactamente, se trata más bien de
15
distintas cuestiones sobre su modus vivendi. Lo conocido hasta nuestra época del
arzobispo está prolijamente descrito por el maestro Diego de Espés en su obra y
resumido por otros, no pretendíamos hacer lo mismo que otros pensadores hicieron
quizás con más acierto. Hemos pretendido arrojar luz sobre aquellos aspectos que
habían permanecido completamente desconocidos –algunos, muy a nuestro pesar,
seguirán así–, agrupados de manera temática. Por lo tanto no hay un desarrollo lineal
cronológico de su vida. Aunque todos los asuntos son relativos al arzobispo, en muchas
ocasiones este se torna una excusa que permite comprender mejor la situación de
determinadas praxis políticas desarrolladas por la Corona con la Iglesia. También
hemos querido mostrar en la medida de lo posible algún aspecto que ha sobrevivido de
la psicología de don Alonso o sus intereses intelectuales.11 Con un corpus muy escaso
de epístolas por él remitidas se ha sido tarea complicada aunque de esta forma
esperamos habernos acercado más a la persona; algo que en muchas ocasiones se deja
de lado si no se trata de un gran pensador.
El tercer y último capítulo se asienta sobre los otros dos, de allí su posición. Si la
vida de don Alonso de Aragón descansaba sobre su familia, la política que desarrolló –o
le dejaron desarrollar–, necesariamente se apoya en los dos capítulos previos. El
desempeño político vino por su posición privilegiada como arzobispo de Zaragoza –lo
que a su vez provenía de ser hijo de Fernando II– y sin lugar a dudas, por su valía para
manejar los hilos del reino de Aragón. En este apartado aparecen los distintos cargos
preponderantes de los que disfrutó, hemos preferido centrarnos únicamente en los de
carácter secular aunque hemos dedicado un breve espacio a describir su papel como
eclesiástico. El principal cargo que ostentó fue el de lugarteniente general –tanto en
Aragón como en Cataluña o Valencia eventualmente–, por ello ha sido al que más
espacio se le ha dedicado. La lugartenencia general o virreinato consistía en ser el alter
nos del rey. A pesar de es una línea de investigación muy fecunda y muy implementada
en los últimos tiempos, hemos de reseñar que por desgracia la época estudiada está
bastante desconectada de los grandes virreyes italianos o de las Indias. Es más, es
prácticamente desconocido qué hacían o cómo funcionaban las lugartenencias en el
período de los Reyes Católicos, auténtica prehistoria del virreinato. Por ello mismo, más
11
Hemos de remarcar que no puede tratarse una biografía intelectual por no haber creado don Alonso
ninguna línea de pensamiento –o al menos, nadie la recogió jamás–, así como tampoco surgió por
iniciativa suya; François Dosse, La apuesta biográfica. Escribir una vida, Publicacions de la Universitat
de València, Valencia, 2007, pp. 363 y ss.
16
que intentar ver acciones concretas o sucesos de distinta índole hemos intentado ver
cuál era el funcionamiento diario, cuáles eran las relaciones que mantenía con el rey por
su cargo y de qué márgenes de decisión disfrutaba el arzobispo. En definitiva, para este
período prácticamente se parte de cero por estar en las antípodas de lo que decenios más
tarde acabarían por conformar los soberbios virreinatos extrapeninsulares.
Es momento también de justificar aquí a qué ha sido debida la omisión de la
situación política posterior a la muerte de Fernando II. Se hace alguna referencia a lo
largo del trabajo, pero consideramos que en buena medida escapa a lo que es la tónica
general del mismo. El período desde los últimos momentos del rey hasta cuatro años
más tarde con la del propio arzobispo, es a todas luces una época de revolución. Los
sectores refractarios al Católico vieron el momento perfecto para saldar viejas cuentas o
incluso, ocupar los espacios de poder de los que se habían visto privados. También
fueron unos años marcados por las cortes de Zaragoza de 1518, así como la coronación
de Carlos momentos antes de los que se tiene una minuciosa –en apariencia–
descripción de Bartolomé Leonardo de Argensola, prácticamente la única fuente. De
hecho, requeriría en sí más que una tesis para poder arrojar algo de luz en estos cuatro
años convulsos. Aunque a lo largo de estas páginas se hace referencia a las referidas
cortes, no se les presta atención monográfica. Esto es debido principalmente a que no
hemos encontrado tan apenas documentación sobre el asunto; escribir al respecto
conllevaría ponernos completamente en manos de Argensola.12
Don Alonso de Aragón perteneció al estado eclesiástico prácticamente toda su
vida. Es cierto que los asuntos eclesiásticos han sido los menos estudiados en el
presente trabajo, aún así ello tiene una presencia casi constante la historia de la Iglesia.
Tradicionalmente en España, tal y como señala el profesor Federico Palomo, la historia
religiosa ha sido un campo poco tratado por los historiadores ya que parecía estar
reservado a grupos que podrían denominarse como «confesionales»; tendencia que ha
cambiado en los últimos años.13 En el último decenio ha habido espacio para reflexionar
12
La falta de documentación o de registros de cortes es muy curiosa. De hecho, también llama
notablemente la atención el relato del cronista Bartolomé Leonardo de Argensola, quien tras ir
pormenorizando los acontencimientos, «disuelve» la conclusión del negocio de una forma un tanto
sospechosa.
13
Federico Palomo, “Hispania Catholica. Balance y perspectivas para el estudio de la Historia religiosa
de España y Portugal en la época confesional”, en Eliseo Serrano, Antonio Luis Cortés y José Luis Betrán
(coords.), Discurso religioso y Contrarreforma, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2005, pp.
221–271; p. 221: «El estudio de la historia religiosa de la península Ibérica entre los siglos XVI a XVIII
ha sido durante mucho tiempo un campo parcialmente explorado y considerado a menudo como territorio
17
los derroteros de este campo histórico tan fecundo pero quizás, dejado un poco aparte
tradicionalmente.14 Desde los años noventa, se ha venido produciendo la eclosión de un
creciente número de estudios de historia social del clero,15 si bien, y esto nos afecta
especialmente, faltan trabajos sobre religiosos concretos y su labor principal como
oratores ya que muchos estudios se han centrado en cuestiones económicas y de cuantía
de rentas. Es así una de las parcelas de la historiografía todavía (casi) por descubrir;
tanto en la biografía del arzobispo en sí como en las personas que conformaban su casa.
Señala el historiador Arturo Morgado precisamente que el clero secular, en
contraposición al regular, ha sufrido de forma habitual una suerte de «orfandad
institucional», debido a la diferencia en el volumen de trabajos entre unos religiosos y
otros.16
Haciendo un sondeo en la bibliografía más o menos reciente, se puede apreciar
cierta carencia de obras sobre eclesiásticos centradas en la Corona de Aragón durante el
reinado de los Reyes Católicos. Aunque sí que existe algún trabajo global, suele ser de
aspectos generales; síntesis apretadas de muchos siglos de historia.17 La gran obra de
referencia, todavía no superada es la de la reforma del episcopado español en la época
de Fernando II y Carlos I, escrita por Tarsicio de Azcona.18
en el que apenas se movían grupos confesionalmente empeñados y, por consiguiente, sin la suficiente
distancia crítica que exigiría el rigor del quehacer historiográfico».
14
Antonio Luis Cortés Peña y Miguel Luis López–Guadalupe Muñoz (eds.), La Iglesia española en la
Edad Moderna. Balances historiográficos y perspectivas, Abada Editores, Madrid, 2007.
15
Arturo Morgado García, “El clero secular en la España Moderna: un balance historiográfico”, en
Antonio Luis Cortés Peña y Miguel Luis López–Guadalupe Muñoz (eds.), La Iglesia española en la Edad
Moderna. Balances historiográficos y perspectivas, Abada Editores, Madrid, 2007, pp. 39–73.
16
Ibidem, p. 39.
17
El más completo de todos y más actualizado es sin duda la obra dirigida por José Antonio Escudero
López (dir.), La Iglesia en la historia de España, Fundación Rafael del Pino y Marcial Pons, Madrid,
2014. Sin embargo, no deja de ser una historia general aunque tratada por especialistas de gran solvencia.
Eliseo Sáinz Ripa, “Los obispos de Calahorra en la Edad Media (siglos VIII–XV)”, en José Ignacio de la
Iglesia Duarte (coord.), I Semana de Estudios Medievales de Nájera, 2001, pp. 37–66; Carmelo Solís
Rodríguez, “Obispos mecenas de la Catedral de Badajoz (ss. XV–XVIII)”, Memoria ecclesiae, n.º 17
(2000), pp. 423–450; Juan Torres Fontes, “Cuatro obispos in partibus murciae civitate en los siglos XIV y
XV”, en Pedro Luis Ladrón de Guevara Mellado, Giuseppina Mascali y Antonio Pablo Zamora (coords.),
Homenaje al profesor Trigueros Cano, Vol. 2, 1999, pp. 671–680; por último un estudio dedicado en
exclusiva a Córdoba que puede inducir a confusión por su título, Iluminado Sanz Sancho, “Los obispos
del siglo XV”, Hispania Sacra, n.º 54 (2002), pp. 21–65.
18
Tarsicio de Azcona, La elección y reforma del episcopado español en tiempos de los Reyes Católicos,
CSIC, Madrid, 1960. De ahí han salido otras publicaciones similares, Tarsicio de Azcona, “Reforma del
episcopado y del clero de España en tiempos de los Reyes Católicos y de Carlos V (1475–1558)”, en
Ricardo García–Villoslada (dir.), Historia de la Iglesia en España, Vol. III La Iglesia en la España de los
siglos XV y XVI, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1980, pp. 115–210. Muy similar es su otra
obra “El episcopado español en el siglo XVI. Pórtico a fray Diego de Yepes, obispo de Tarazona”, en
Rebeca Carretero Calvo (coord.), La Contrarreforma en la Diócesis de Tarazona. Estudios en torno al
obispo fray Diego de Yepes, Centro de Estudios Turiasonenses, Tarazona, 2013, pp. 27–69.
18
La época de estudio a caballo entre los siglos XV y XVI adolece de
investigaciones de personajes concretos como norma general;19 sí han sido más prolijos
los estudios sobre las relaciones entre la Iglesia y la monarquía, pero no para el período
de transición.20 Son destacables las obras del profesor Maximiliano Barrio, dedicadas al
análisis del clero, pero también se orientan principalmente hacia la época de Felipe II en
adelante, así como el especial interés que ha dedicado al estudio de las rentas
eclesiásticas.21
Por supuesto, como ha quedado previamente expuesto y se trata en extenso
dentro de su capítulo correspondiente, la política es un elemento fundamental dentro de
esta tesis. Dentro de la renovación historiográfica tras la caída del Muro de Berlín se
encuentra la reaparición de la historia política, o como algunos han querido etiquetar, la
19
Algunos ejemplos son Francisco José Villalba Ruiz de Toledo, El cardenal Mendoza (1428–1495),
Rialp, Madrid, 1988; María Socorro Paradas Pena, “El Obispo de Barcelona en el tránsito del siglo XV al
XVI: Pere García (1490–1505)”, Pedralbes: Revista d’historia moderna, n.º 13 (1993), pp. 123–132;
Antonio Durán Gudiol, “Juan de Aragón y de Navarra, obispo de Huesca”, Cuadernos de Historia
Jerónimo Zurita, n.º 49–50 (1984), pp. 31–86; Álvaro Fernández de Córdova Miralles, “Vida y empresas
del cardenal Lluís Joan del Milà: promoción eclesiástica y mecenazgo entre Italia y la Corona de
Aragón”, Aragón en la Edad Media, n.º 24 (2013), pp. 191–223. De cualquier manera, queda clara como
dice Arturo Morgado la inexistencia de obras concretas para religiosos seculares. Prueba de ello es que el
religioso más estudiado del período es el Cardenal Cisneros, quien cuenta desde su muerte con un gran
interés; citaremos como referencia el último trabajo –sintético– sobre su figura, Joseph Pérez, Cisneros, el
cardenal de España, Taurus, Madrid, 2014.
20
Consideramos relevantes los siguientes títulos para ilustrar la idea de que, efectivamente, se evita la
unión temporal entre Medievo y Modernidad –comprensible por los problemas que surgen con la
Reforma– y las carencias en el ámbito geográfico de la Corona de Aragón. Miguel Ángel Ladero Quesada
y José María Nieto Soria, “Iglesia y sociedad en los siglos XIII al XV (ámbito castellano–leonés)”, La
España medieval, n.º 11 (1988), pp. 125–151; Iluminado Sanz Sancho, “Para el estudio de la Iglesia
medieval castellana”, Estudios eclesiásticos. Revista teológica de investigación e información, n.º 73
(1998), pp. 61–77; Johannes Vincke, “Estado e Iglesia en la historia de la Corona de Aragón de los siglos
XII, XIII y XIV”, en VII Congreso de Historia de la Corona de Aragón, Vol. I, Barcelona, 1962, pp. 267–
285; Manuel Riu Riu, “El poder real y la Iglesia catalana en la Corona de Aragón (siglos XIV al XVI)”,
en XV Congreso de Historia de la Corona de Aragón, Vol. I El poder real en la Corona de Aragón
(siglos XIV–XVI), Zaragoza, 1996, pp. 389–407. En esta obra, aparte de exponer generalidades, el título
no se ajusta al contenido, ya que se tratan prácticamente los siglos XIII y XIV. Ignacio Sánchez Bella,
“Iglesia y Estado en la Edad Moderna (siglos XVI y XVII)”, en Manuel J. Peláez (coord.), El estado
español en su dimensión histórica, Barcelona, 1984, pp. 129–160.
21
Maximiliano Barrio Gozalo, “Los obispos de Cataluña durante el Antiguo Régimen”, Anthologica
annua, n.º 53–54 (2006–2007), pp. 377–528; “Las rentas de los obispos de Extremadura en el Antiguo
Régimen (1556–1837)”, Revista de estudios extremeños, n.º 70 (2014), pp. 637–668; “Los obispos del
reino de Valencia en los Siglos Modernos (1556–1834). Aspectos sociológicos”, Revista de historia
moderna: Anales de la Universidad de Alicante, n.º 21 (2003), pp. 77–100; “La jerarquía eclesiástica en
la España moderna: Sociología de una élite de poder (1556–1834)”, Cuadernos de historia moderna, n.º
25 (2000), pp. 17–60; “Perfil socio–económico de una élite de poder de la Corona de Aragón. I: los
obispos del reino de Aragón (1536–1834)”, Anthologica annua, n.º 43 (1996), pp. 107–212; “El
episcopado hispano en la época del patriarca Ribera. El Rey y el Papa en pugna por su control”, en Emilio
Callado Estela, Miguel Navarro Sorní (coords.), El patriarca Ribera y su tiempo: religión, cultura y
política en la Edad, Institución Alfonso el Magnánimo, Valencia, 2012, pp. 37–62; “El episcopado
español en la época de san Francisco de Borja”, en Enrique García Hernán, María del Pilar Ryan
(coords.), Francisco de Borja y su tiempo: Política, religión y cultura en la Edad Moderna, Albatros,
Madrid, 2011, pp. 1–24.
19
vuelta del acontecimiento. Es necesario señalar que en España tal recuperación no fue
necesaria, ya que otras tendencias –como la historia social– no la habían conseguido
arrinconar del todo como pudiera haberse dado en el caso de Francia entre 1960 y 1980.
Historia política es actualmente un contenedor de múltiples vertientes, tanto el relato
histórico clásico mezclado con historia de las ideas, como una sociología del poder
desde arriba o desde abajo; así como un «recorrido cultural de referente político».22 A
nadie se le escapa que es a día de hoy meridianamente claro que «historia política
moderna ya no concierne tan sólo a las instituciones, sino también a los valores y
ámbitos característicos de aquella época: gracia, amistad, gestión doméstica, contrato,
don, liberalidad, corte», en palabras del profesor Xavier Gil Pujol.23
En definitiva, en el caso del hasta ahora casi desconocido don Alonso de Aragón
confluyen varias corrientes historiográficas –biografía, historia política y de la Iglesia–.
Estas se encuentran en un momento de gran relevancia por los distintos nuevos
enfoques; nuestra investigación por lo tanto pretende aprovecharse de estas ventajas
para solventar un vacío bastante importante dentro de la historia del período de los
Reyes Católicos y del funcionamiento, en definitiva, de la monarquía.
a. Fuentes
Hemos reseñado brevemente la obra del maestro Diego de Espés, trabajo
fundamental sobre el que se han basado todos los posteriores que quisieron decir algo
fundamentado del arzobispo de Zaragoza. Junto con el cronista Jerónimo Zurita, autor
de los Anales de Aragón y de la Historia del rey don Fernando el Católico. De las
empresas, y ligas en Italia, conforman lo que podría llamarse como núcleo principal
sobre el que trazar la historia de don Alonso. Por supuesto, son incompletos y callaron
muchos aspectos, pero es el único comienzo posible.24 Porque estos dos sean los pilares
22
Elena Hernández Sandoica, Tendencias historiográficas, op. cit., pp. 422 y ss.
Xavier Gil Pujol, Tiempo de política. Perspectivas historiográficas sobre la Europa moderna,
Universidad de Barcelona, Barcelona, 2006, p. 268.
24
Aunque el maestro Diego de Espés no ha sido estudiado hasta en fechas muy recientes con la próxima
edición de su obra, Jerónimo Zurita sí ha recibido bastante atención por parte de los historiadores,
particularmente con motivo del V centenario de su nacimiento. Vid. Guillermo Redondo Veintemillas,
“Jerónimo Zurita, primer cronista oficial de Aragón (1512–1580)”, Revista de Historia Jerónimo Zurita,
n.º 88 (2013), pp. 11–46; Esteban Sarasa Sánchez, “Los anales de la Corona de Aragón de Jerónimo
Zurita”, Revista de Historia Jerónimo Zurita, n.º 88 (2013), pp. 61–80; Esteban Sarasa Sánchez,
“Fernando el Católico en la obra del cronista Jerónimo Zurita”, en Aurora Egido y José Enrique Laplana
(eds.), La imagen de Fernando el Católico en la Historia, la Literatura y el Arte, Institución Fernando el
Católico, Zaragoza, 2014, pp. 105–117; Cipriano Muñoz y Manzano, conde de la Viñaza, Los Cronistas
de Aragón, (ed. de María del Carmen Orcástegui Gros y Guillermo Redondo Veintemillas), Zaragoza,
1986, pp. 17–20.
23
20
sobre los que ha de construirse el discurso histórico no significa que sean los únicos.
Aparte de otros historiadores religiosos y cronistas que aparecen a lo largo de las
páginas siguientes, sí merece mención especial el cronista Bartolomé Leonardo de
Argensola. Sus anales se concibieron como la continuación de los de Jerónimo Zurita, y
de hecho, así fue. Ahora bien, su minuciosidad fue tal en sus indagaciones y posterior
escritura que únicamente pudo ocuparse del período comprendido entre 1516 y 1520 –
con alguna noticia bien fundamentada de algún momento previo–.
Para poder reconstruir las distintas actividades de don Alonso y sus desempeños
en la política, es imprescindible acudir a distintos archivos. Aunque podría parecer que
en Archivo Diocesano de Zaragoza se encontraría el corpus documental principal –pues
fue arzobispo desde su niñez–, lo cierto es que no se conserva ninguna referencia
personal suya sino únicamente de la diócesis. Esto provoca que haya que buscar la
documentación en otras partes; ahora bien, ya con la premisa de que será difícil hallar
algo de tipo particular del prelado. El Archivo de la Corona de Aragón a priori sería el
principal sitio donde poder encontrar información sobre las relaciones que mantuvieron
el Rey Católico y su hijo en la conducción de la política hispana. Durante el siglo XV,
la documentación referente al reino de Aragón se trasladó a petición de los regnícolas a
Zaragoza –igual que habían hecho los valencianos poco antes–. Por esto mismo, en
dicho archivo únicamente se conservan los registros de cancillería que Fernando II
emitió.25 Aun así, supone un nicho documental de gran importancia, a pesar de que la
ausencia de índices modernos dificulte la búsqueda enormemente y sea necesario leer
página por página. Por el distinto carácter de los asuntos expedidos –y el cuantioso
volumen que suponen– se decidió consultar principalmente los que son del sello secreto
(sigillum secreti), si bien también se leyeron otros como los Diversorum o Itinerum. No
hay que perder de vista que en total, el lapso cronológico del arzobispo incluye tres
reinados –Juan II, Fernando II, Juana I y Carlos I–, por lo que la cantidad de legajos es
considerable.
Conocer que la documentación del reino se trasladó a Zaragoza conduce
directamente al Archivo Histórico de la Diputación de Zaragoza. Esta institución recoge
lo que antaño se denominaba como el Archivo del Reino, que es donde, entre otras
cosas, fue a parar la documentación que salió en el siglo XV de Barcelona a la que
25
Carlos López Rodríguez, ¿Qué es el Archivo de la Corona de Aragón?, Mira Editores, Zaragoza, 2007,
p. 50.
21
hemos hecho referencia. El problema reside en que las casas de la Diputación ardieron
durante la Guerra de la Independencia, de tal manera que una gran parte de la
documentación allí custodiada, se perdió para siempre.26 Sí que se conservan bastantes
registros de actos comunes de los diputados, algunas actas de cortes y nombramientos
de lugartenientes generales. También es destacable lo que se denomina «Alacena de
Zurita», una recopilación de todo aquello que recogió en su vida el cronista aragonés.
Sin embargo, nada relacionado con el papel que jugaron los lugartenientes a lo largo del
tiempo.
Por suerte, existe más documentación. En buena medida hay que agradecer a la
gran labor recopilatoria –depredadora, más bien– que llevó a cabo don Luis de Salazar y
Castro. Su colección sita en la Real Academia de la Historia es realmente asombrosa y
allí se custodian papeles de muy diversa índole. Además de noticias genealógicas, hay
importantes cartas de carácter ambiguo entre lo oficial y lo familiar del entorno áulico,
que incluye tanto a reyes como a don Alonso de Aragón. Gracias a esto se puede ir
completando un panorama que hasta ahora no se presentaba especialmente alentador.
En una línea similar se encuentran las cartas y memoriales custodiados en la Biblioteca
Nacional de España, escasos en número para nuestro objeto de estudio pero de gran
interés. De carácter mixto entre lo oficial y lo oficioso se encuentran algunas cartas
entre don Alonso y distintos personajes preeminentes de la corte, como Cisneros o
Xebres; pueden ser consultadas en el Archivo General de Simancas.
Merece especial atención también el Archivio Segreto Vaticano, auténtico
guardián de la historia europea –y mundial–. La información aquí custodiada es
principalmente de trámites oficiales, decisiones pontificias y pagos a la Cámara
Apostólica por el disfrute de distintos beneficios. Pese a estar –de haber suerte– en una
caligrafía de muy dudosa lectura y peor latín como norma general, resulta fundamental
para conocer el flujo de rentas y prebendas eclesiásticas que se recibieron en la
península ibérica.
De gran importancia para la investigación ha sido el Archivo Histórico de
Protocolos Notariales de Zaragoza. Fuente inagotable, ha permitido reconstruir buena
parte de los principales individuos que rodearon a don Alonso de Aragón. Toda persona
26
Al respecto para el interesado en el asunto, vid. Carlos Bitrián Varea, Lo que no (solo) destruyeron los
franceses. El ocaso del palacio de la Diputación de Aragón, Institución Fernando el Católico, Zaragoza,
2014.
22
de importancia de finales del XV y comienzos del XVI aparece en distintas operaciones
de su vida privada; así hemos podido reelaborar las relaciones humanas que
mantuvieron el prelado y sus servidores, muchas veces más allá de lo meramente
profesional. Como decimos, la riqueza de este archivo permitiría estar bastantes años
sin dejar de leer documentos, por lo que nos limitamos a los que entendemos fueron los
principales notarios y una serie de años representativos, en el apogeo de su madurez
política y patrimonial. Para esto mismo se ha consultado principalmente al notario
Jimeno Gil, cuya producción es francamente muy amplia y la serie del notario Gaspar
de Barrachina completa.
Finalmente, se han visitado otros archivos en los que la información obtenida ha
sido notablemente menor aunque también de importancia para poder perfilar algún
aspecto. En el Archivo Histórico Nacional se custodia la correspondencia entre
Fernando II y su embajador en Roma Jerónimo Vich; si bien es en su Sección de la
Nobleza de Toledo donde se han localizado las copias del testamento de don Alonso y
el de su compañera doña Ana de Gurrea, de fundamental importancia. Precisamente
sobre doña Ana y su familia ha sido interesante también la consulta del Archivo
Histórico Provincial de Zaragoza. También es destacable la información extraída del
Archivo Real y General de Navarra, gracias al cual se han podido ilustrar distintos
aspectos vinculados con el reino vecino, tanto de tipo político como familiar e incluso
personal del arzobispo. Además de estos archivos, se han consultado documentos de
otros lugares a los que se hace referencia en el momento oportuno. Presentamos a
continuación un elenco pormenorizado:
ARCHIVO DE LA CORONA DE ARAGÓN
Registros de Cancillería de Juan II
•
Diversorum Sigilli Secreti: registros 3393, 3394, 3394bis
•
Diversorum: 3361, 3362, 3363, 3364, 3365, 3366, 3367, 3368, 3369,
3370, 3371, 3372, 3373, 3374, 3375, 3376, 3377, 3378, 3379, 3380,
3381, 3382, 3383, 3384, 3385, 3386, 3387, 3388, 3389, 3390, 3391,
3392.
•
Itinerum Sigilli Secreti: registro 3467.
23
•
Itinerum: registros 3444, 3445, 3446, 3447, 3448, 3449, 3450, 3451,
3452, 3453, 3454, 3455, 3456, 3457, 3458, 3459, 3460, 3461, 3462,
3463, 3464, 3465, 3466.
•
Lugartenencia del príncipe Fernando: registros 3511, 3512, 3513, 3514,
3515, 3516, 3517, 3518, 3519, 3520.
Registros de la Cancillería de Fernando II
•
Comune Sigilli Secreti: registro 3537.
•
Comunia: registro 3536.
•
Diversorum Sigilli Secreti: 3561, 3562, 3563, 3564, 3565, 3566, 3567,
3568, 3569, 3570, 3571, 3572, 3573, 3574, 3575, 3576, 3577, 3578,
3579, 3580, 3581, 3582, 3583, 3584, 3585.
•
Diversorum: registros 3535, 3536, 3537, 3538, 3539, 3549, 3541, 3542,
3543, 3544, 3545, 3546, 3547, 3548, 3549, 3550, 3551, 3552, 3553,
3554, 3555, 3556, 3557, 3558, 3559, 3560.
•
Itinerum Sigilli Secreti: registros 3663, 3664, 3665, 3666, 3667, 3668,
3669, 3670, 3671, 3672, 3673, 3674, 3675, 3676, 3677, 3678.
•
Pecunie Sigilli Secreti: registros 3616, 3617.
Registros de Cancillería de Juana I y Carlos I
•
Curiae: registros 3896, 3897.
•
Diversorum: registros 3880, 3881, 3882, 3883, 3884, 3885.
•
Itinerum: registros 3908, 3909, 3910.
•
Privilegiorum: registro 3929.
•
Sententiarum: registro 3907.
REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
Colección Salazar y Castro
9/1004, 9/662, A–1, A–7, A–8, A–9, A–10, A–11, A–12, A–13, A–14, A–16,
A–17, A–18, A–19, A–36, A–37, A–38, A–41, A–45, A–48, A–49, A–50, C–52, D–18,
D–49, G–23, G–38, K–33, K–47, legajo C, M–1, M–8, M–9, M–20, M–44, M–84, M–
85, M–88, P–3.
24
ARCHIVO HISTÓRICO DE PROTOCOLOS NOTARIALES DE ZARAGOZA
Antón Salabert: año 1520.
Domingo Español: año 1532.
Gaspar de Barrachina: años 1485, 1486.
Juan de Aguas: año 1521.
Juan de Barrachina: año 1480.
Juan de Moles: año 1520.
Juan Villanova: año 1513.
Luis Sora: años 1506, 1517.
Martín de la Zaida: año 1484.
Miguel de Longares: año 1512.
Miguel de Villarreal: años 1509, 1513.
Pedro Lalueza: año 1491.
Sancho Castillo: año 1506.
Ximeno Gil: años 1512, 1513, 1514, 1515, 1516, 1517, 1519, 1520, 1521, 1522.
ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS
Estado
Legajos 1, 2, 3, 5, 6, 12, 17 y 18, 19, 20, 24, 33, 35, 38, 46, 51, 59, 73, 76, 79,
97, 267, 268, 344, 496, 636.
Cámara de Castilla
Libros de cédulas 7, 315.
ARCHIVO HISTÓRICO DE LA DIPUTACIÓN DE ZARAGOZA
Alacena de Zurita
164.
25
Archivo del reino
67, 68, 69, 71, 74, 76, 77, 78, 80, 82, 84, 85, 86, 88, 90, 92, 94, 96, 99, 101, 109,
112, 113, 312, 673, 747.
ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL
Clero secular regular: 798.
Diversos: carpeta 120.
Estado
8714, 8715.
Sección de nobleza de Toledo
Carpeta 600; Osuna 13, 538.
Universidades: 748.
ARCHIVO REAL Y GENERAL DE NAVARRA
CO_PS.1ªS, leg. 25.
Guerra: 1.
Tribunales reales: 143050.
BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA
Manuscritos
9374, 18631, 20209, 20211
ARCHIVIO SEGRETO VATICANO
Archivo consistorial
•
Acta camerarii: 1.
•
Acta miscellanea: 18.
Armarios
26
I–XVII; XXIX, vol. 20; XXXIX, vol. 21; XXXIX, vol. 22; XXXIX, vol. 25;
XXXIX, vol. 28; XXXIX, vol. 29; XXXIX, vol. 13; XL, vol. 1; XL, vol. 2; XL, vol. 4;
XL, vol. 23.
Cámara apostólica
•
Diversorum camerarii: 46, 64, 66.
•
Introitus et exitus: año 1492, legajos 492, 514, 516, 539, 548, 550.
•
Obligationes et solutiones: 82, 83, 88.
•
Obligationes pro communibus servitiis: 10, 11, 12.
Miscelánea: Armario II, 104;
Registros lateranos
800, 853, 878, 933, 940, 973, 990, 1091, 1129A, 1159, 1170, 1234, 1258, 1287,
1310, 1321, 1347, 1371.
Registros vaticanos
1201, 1208, 1438.
ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE ZARAGOZA
Casa de Híjar: Sala 1 leg. 31/1.
Colección de la Comisión Provincial de Monumentos de Zaragoza
45, 57.
Legajos fondo antiguo
P/326/1, P/3–9–7, P 376/7, P 120/1.
ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE TERUEL
15/1129.
ARCHIVO MUNICIPAL DE ZARAGOZA
Privados: ES. 50297. AM.
27
ARCHIVO DE PROTOCOLOS DE DAROCA
Juan Ximeno: año 1503.
b. Aclaraciones
A lo largo del texto se mencionan en muchas ocasiones distintas cifras
económicas. Para ello hemos decidido citarlas en la moneda que se empleó en la
documentación; para facilitar la lectura se han cambiado siempre a ducados. El resto, se
ha pasado al sistema métrico decimal.
Por otra parte, los nombres también pueden lugar a equívocos. Los monarcas
aparecen siempre con el título que tenían en el momento cronológico exacto. Aunque
esto puede complicar la lectura mantiene el rigor temporal. Por otra parte, en los
personajes homónimos, todos aquellos que no formaron parte de la familia directa de
don Alonso de Aragón, se especifica el cargo o beneficio que disfrutaron.
Respecto a la transcripción de documentos hemos optado por reproducir
literalmente lo que aparece en las distintas piezas para conservar plenamente el espíritu
del texto. De esta manera pueden aparecer mayúsculas de forma aleatoria o formas de
complicada comprensión. En alguna situación hemos añadido puntuaciones para
facilitar la lectura; señalaremos también que las abreviaturas han sido desarrolladas. Por
último, respecto a los nombres propios se ha preferido su versión castellana en todo
momento.
Para facilitar la lectura se presentan un total de 19 árboles genealógicos en el
apartado de los anexos. Remitimos a ellos especialmente en el capítulo dedicado a la
familia con la intención de que faciliten la lectura.
28
5. FAMILIA
De no haber nacido en la denominada era de los bastardos, muy probablemente
estas páginas no habrían sido jamás escritas: don Alonso no hubiera sido mas que un
pequeño noble y con suerte, una nota al pie. Sin embargo, su abuelo y su padre
decidieron facilitarle una brillante carrera eclesiástica, algo que a todas luces
consiguieron. Lo mismo que hicieran con él Juan II y el entonces príncipe Fernando, el
arzobispo de Zaragoza porfió durante toda su vida para conseguir más y mejores
posiciones para sus hijos.
Que el poder proviene de la familia no es algo que aquí tengamos que defender
porque ha sido machaconamente repetido por la historiografía, al fin y al cabo «la
acción de una persona aislada no se entiende sino en un contexto familiar».27 En el caso
que nos ocupa ocurrió exactamente lo mismo, por eso es necesario comprender primero
el entorno de don Alonso de Aragón para poder más adelante entender su persona y las
actividades políticas que desarrolló. Como ha quedado suso mencionado, hay que hablar
de las tres familias que tuvo: las dos biológicas –origen y descendencia– y la de los
servidores de su casa. La influencia y conexión entre estas tres esferas fue algo
constante a lo largo de los años; el prelado tuvo que jugar con todas para satisfacer sus
respectivos objetivos particulares así como los suyos personales. Igual que hacía la
monarquía en el nivel superior.
I.
Doña Aldonza Iborra
Doña Aldonza Iborra fue la madre de don Alonso de Aragón; de ella se tienen
pocos datos y muchos de ellos contradictorios. Lo primero de todo, se carece de una
biografía o de al menos un esbozo sobre el que poder transitar sobre seguro. Lo
segundo, muchas de las aseveraciones que se han hecho sobre ella son de carácter
superficial y basados en noticias de origen incierto. De hecho, sobre su propio nombre
tampoco hay un consenso general entre los distintos historiadores –algo por otra parte,
más frecuente de lo deseable–. Jerónimo Zurita la nombró como Aldonza Roch de
27
Jean–Pierre Dedieu y Christian Windler–Dirisio, “La familia: ¿una clave para entender la historia
política?: El ejemplo de la España moderna”, Studia historica. Historia moderna, n.º 18 (1998), pp. 201–
236, p. 215. Un buen barrido general sobre estos estudios puede verse en Juan Hernández Franco y
Raimundo A. Rodríguez Pérez, “Estrategias, prácticas y actores: avance en los estudios sobre linajes
castellanos, a partir de la sociohistoria”, Magallánica, Revista de Historia Moderna, n.º 2 (2015), pp. 7–
29.
29
Iborra, quien habría sido madre de don Alonso en 1470 en la villa de Cervera, si bien
esto aparecía «en algunas memorias».28 Por su parte, el cronista Jerónimo Blancas la
denominó como Aldonza de Iborra y Alemán cuando pormenorizaba con no mucho
acierto la descendencia ilegítima del rey Fernando II. 29 Juan Francisco Andrés de
Uztárroz por su parte mantenía esta segunda variante, si bien precisaba que existían
«instrumentos acreditados llaman Alayman, y de Ivoria».30 Tiempo después, el ilustre
genealogista Luis de Salazar y Castro apuntaba en sus papeles, cuya fuente nos es
desconocida, que «La Vizcondesa Doña Aldonza Roch de ilbor Alemany. Sus padres:
Don Pedro Roch de Ybor señor de muchos castillos en Aragon; su madre Doña Aldonza
Alemany».31
Con estos tres ejemplos se puede ver que la antroponimia de doña Aldonza no
fue muy clara para los distintos estudiosos relativamente cercanos a su época. De hecho,
la cancillería real la denominaba Aldonza Roig, lo cual aún complica más su búsqueda.
Por ello mismo, consideramos que lo más sensato es nombrarla tal y como aparecía en
los distintos documento notariales que efectuó a lo largo de su vida: Aldonza Iborra.
Su importancia no sólo radicó en su momento por ser la madre de don Alonso de
Aragón, si no sobre todo por su matrimonio posterior con el vizconde de Évol, lo que la
hizo ascender de categoría social. Los vizcondes eran miembros de la importante casa
de Castro, uno de los pocos linajes aragoneses que entraban dentro de la ricahombría,
descendientes nada menos que del rey Jaime I por vía ilegítima.
Doña Aldonza pertenecía a la familia de los Iborra, de la nobleza media
ilerdense, los cuales eran señores del lugar homónimo en las cercanías de Cervera. Es
de suponer que esta baronía era el solar originario del linaje, al que posteriormente
fueron añadiendo otras poblaciones. Así, su hermano mosén Luis de Iborra había
poseído antes de su muerte Corbins –cerca de Lérida– y otra que no ha sido posible
identificar, denominada Racla o Raela.32
28
Jerónimo Zurita, Anales de Aragón (ed. Ángel Canellas López, 1967–1975), edición electrónica de José
Javier Iso (coord.), 2003 (1ª ed. 1562), lib. XX, cap. XXIII.
29
Jerónimo Blancas, Aragonensium rerum comentarii, Cortes de Aragón, Zaragoza, 1995, (1ª ed. 1588),
pp. 252–253.
30
Juan Francisco Andrés de Uztarroz, Segunda parte de los Anales de la Corona, y Reyno de Aragon,
siendo sus reyes doña Ivana y don Carlos, que prosigue los del doctor Bartholome Leonardo de
Argensola…, Zaragoza, 1663, p. 28.
31
RAH, Colección Salazar y Castro, D–18, f. 51r.
32
Archivo Histórico de Protocolos Notariales de Zaragoza, Ximeno Gil, sig. 841, ff. 131r–v. 9 de mayo
de 1513.
30
Después de tener a su hijo con el príncipe Fernando, en torno a 1474 se la puede
situar con bastante seguridad ya radicada en Zaragoza. Para facilitar su instalación en
Aragón, quien fuese su efímero amante le había hecho merced de una casa en la ciudad
comprándosela a Juan de Aguerri.33 De cualquier manera, parece claro que esta primera
residencia no fue utilizada por mucho tiempo, si acaso lo fue, ya que permaneció con su
hijo y su madre con el ricohombre Pedro Núñez Cabeza de Vaca, importante cortesano
a quien se le encargó la tutela y crianza de don Alonso.
Que doña Aldonza Iborra viviera en Zaragoza con su hijo y con su madre puede
ser indicador de un nivel de vida bastante miserable. Por una parte, al trasladarse a la
capital, sus gastos necesariamente se habrían visto incrementados. Por otra,
desconocemos la renta de la que disfrutaban las dos, pero no sería suficiente como para
cubrir las necesidades básicas propias de su rango: doña Aldonza Iborra era soltera y
Aldonza Alemany viuda. Prueba de ello es el tener que vivir bajo el techo de Pedro
Núñez y que este les pagase los médicos cuando tuvieron alguna dolencia.34 De hecho,
su situación de pobreza acabó llegando a oídos del entonces ya rey de Castilla, quien no
dudó en aliviar su precaria situación económica. Para ello, mientras se esperaba que don
Alonso recibiera el abadiado de Veruela, se tomó la resolución de desgajar una parte del
mismo y ofrecer en tenencia los castillos y lugares de Ainzón y Puzuelo a Aldonza
Iborra. El mismo Fernando expresaba que la causa de esta decisión no era otra sino que:
«nos informados que la noble e amada nuestra dona aldonça roia, madre del dicho
Illustre fijo nuestro e beatruo (sic) roia, su madre, no tienen assi con que sustentarse como seria
menester, e queriendo dar orden en su sustentamiento como a nuestro seruicio cumple e a la
honra suya pertenesce».
35
Como se puede ver, en estos primeros años de vida de don Alonso, el príncipe
Fernando se mostró siempre atento con las necesidades básicas de la madre de su único
hijo varón. Es precisamente en este interés donde habría que situar el matrimonio que se
le ofreció a doña Aldonza. Posiblemente sea un caso excepcional, ya que no hemos
encontrado paralelismos dentro de la casa real de Aragón en el que a una madre de hijos
33
Archivo de la Corona de Aragón, Real Cancillería, reg. 3514, ff. 139r–v. El príncipe Fernando a Juan
de Aguerri, el 15 de diciembre de 1474 desde Zaragoza.
34
ACA, Real Cancillería, reg. 3519, ff. 77r–v. El príncipe Fernando a Pedro Núñez Cabeza de Vaca, el 4
de julio de 1476 desde Logroño: «E otro si hauedes pagado algunas quantidades a fisicos e specieros que
han visitado e dado medicinas en las dolencias del dicho nuestro fijo e de las dichas su madre e aguela en
los tiempos que han stado dolientes».
35
ACA, Real Cancillería, reg. 3519, ff. 117r–v. El príncipe Fernando a Pedro Núñez Cabeza de Vaca, el
10 de septiembre de 1476 desde Vitoria.
31
ilegítimos de reyes se la encumbrase de tal manera –cierto es que hay un gran vacío
historiográfico– o siquiera se tuviera tantos cuidados con ella. Tampoco hay que caer en
la superchería romántica, de origen completamente desconocido, con la que algún autor
ha pintado literariamente la relación entre el príncipe y la noble catalana. Según se
puede leer en algún estudio, el amor entre ambos habría llegado a tal punto que la
ilerdense vestiría de hombre para poder seguir a su príncipe en campaña; no resulta para
nada creíble, sobre todo por no tener documentación que lo sustente.36 Está claro que la
preocupación por doña Aldonza Iborra estaba en el magnífico destino que la monarquía
quería para su hijo y el afecto que conllevaba que esta hubiera sido uno de los
primerizos amores del joven Fernando. Sin embargo, queda sin explicación el por qué
se la casó con el VII vizconde de Évol, don Francisco Galcerán de Castro de So y Pinós.
Se ha publicado también que antes de este beneficioso matrimonio estuvo casada
con Juan de Olsinelles, de lo cual no se ha podido encontrar el menor indicio de este
enlace, por lo que es poco probable que se materializase.37 Al casar a doña Aldonza
Iborra con el vizconde, se eliminaba en apariencia la preocupación de mantener en un
estado acorde a su posición a la madre del arzobispo de Zaragoza, sobre todo cuando la
disponibilidad de numerario de la monarquía era muy escasa. Aunque es un motivo de
cierta solidez, don Francisco Galcerán conseguía vincularse estrechamente con la
monarquía. Consta que Fernando II tuvo que acudir en alguna ocasión más al rescate
económico de su antigua amiga. A pesar de sólo tener un par de casos documentados, es
verosímil pensar que pudiera haberse dado en alguna otra ocasión. Así, a comienzos de
1482, el rey de Aragón y Castilla ordenaba el pago de 150 libras barcelonesas –125
ducados– a doña Aldonza cuando ya estaba casada.38 Llama la atención que en fechas
tan lejanas como 1493, casi 25 años después de conocerse por primera vez, Fernando II
decidiera concederle un censal de cantidad desconocida.39
36
Miguel Ángel Ochoa Brun, “Semblanza de Fernando el Católico”, Cuadernos de Historia Jerónimo
Zurita, n.º 1 (1951), pp. 121–135. Esta obra no contiene notas al pie, por lo que no se puede conocer de
ninguna manera el origen de las afirmaciones que el autor expuso.
37
Esta noticia puede consultarse en Enrique García Hernán (ed.), Monumenta Borgia VI (1478–1551).
Sanctus Franciscus Borgia Quartus Gandiae Dux et Societatis Iesu Praepositus Generalis Tertius.
Monumenta Historica Societatis Iesu, Vol. 156; Instituto Histórico de la Compañía de Jesús–Generalitat
Valenciana, Valencia–Roma, 2003, p. 21.
38
ACA, Real Cancillería, reg. 3639, f. 74v. Fernando II a Aldonza Iborra, el 17 de enero de 1482 desde
Almazán.
39
Con la palabra censal, equivalente al juro castellano, se denomina a una forma de préstamo muy
habitual a finales de la Edad Media. En la época lo que se realizaba era la compra de un capital (dinero
prestado) que generaba una renta (intereses), en principio, de manera perpetua si bien podían ser
cancelados una vez se devolviera el capital inicial. AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 841, ff. 226r–227r. ¿24? de
32
Respecto a la fecha de la boda hay incógnitas, pero esta tuvo que realizarse a
finales de la década de 1470 y como fecha máxima ante quem, en agosto de 1479,
momento en el que está constatado que don Francisco y doña Aldonza compraron
censales en Cervera.40 Existe una referencia en un estudio sobre los vizcondes de Évol
que afirma que el matrimonio tuvo lugar en 1467, algo completamente imposible por
todo lo que hemos referido con anterioridad, así como otras fechas incorrectas,
posiblemente extraídas de documentos mal transcritos o mal copiados en su momento.41
Años después de casar con el VII vizconde, don Francisco dictó sus últimas
voluntades en 1489, fecha que habitualmente se ha identificado con su defunción.42 Para
este período no disponemos de documentación, pero no cabe duda alguna de que doña
Aldonza Iborra permaneció en Zaragoza, entregada muy posiblemente a la crianza de
sus hijos. Sobre estos se tratará más adelante, pero baste decir que todo lo referido a la
casa de los vizcondes de Évol es enrevesado, equívoco y contradictorio las más de las
veces, por lo que nos movemos siempre en fechas imposibles de precisar con certeza.
De cualquier manera, fruto de su primer matrimonio fueron el futuro VIII vizconde, don
Francisco II Galcerán, Juan Jordán y Lucrecia.
Tras enviudar probablemente en 1489, se casó con mosén Antón Ferriol años
después. Desconocemos si el rey en esta segunda ocasión no orquestó también el enlace,
pero cuesta creer que no fuera así por la cercanía del futuro esposo con el monarca. En
Barcelona, el 7 de diciembre de 1492, un enajenado llamado Juan Cañamas acuchillaba
en el cuello a Fernando II. El primero en interponerse entre el monarca y el agresor fue
mosén Antón Ferriol, un caballero que ejercía de trinchante en la corte.43 Curiosamente,
se conserva una descripción física, moral y de sus oficios bastante exhaustiva del
julio de 1513. Se trata de un registro de los censales que pasaron por las manos de doña Aldonza Iborra; f.
226r: «Item hun priuilegio otorgado por el Señor Rey don ferrando a dona aldonça de so y de castro de
ciertos censales en el contenidos, fue otorgado en barcelona el cincuo de março del anyo mil
quatrozientos nouenta y tres, spedido por miguel perez de almaçan, secretario del señor Rey».
40
Esta noticia se encuentra exactamente en ibidem, f. 226v, junto en términos parecidos del mismo día.
41
Sergio Castillo Espinosa, “La documentación señorial que atestigua la transmisión y vinculación del
patrimonio familiar. La Casa de Castro Pinós y el Señorío de Fréscano”, en Guillermo Redondo
Veintemillas, Alberto Montaner Frutos, María Cruz García López, (coords.), Actas del I Congreso
Internacional de Emblemática General, Vol. 1, 2004, pp. 405–422, p. 418. En este trabajo se citan
documentos que existen pero en ningún momento se especifica dónde, por lo que posiblemente sólo se
conserven las regestas de los mismos y no los originales.
42
Biblioteca Nacional de España, mss. 3054, Papeles relativos a la Casa de Pinós y a Gaspar Galcerán
de Gurrea y Aragón, imagen 10: «25. Don FRANCISCO I Galceran de PINOS y CASTRO, Vizconde de
EVOL, caso con doña Aldonça de ROCH, fue teniente de Capitan General de Aragon, ay empresa, hizo
testamento año 1489. está enterrado en la Capilla mayor de Santo Domingo de çaragoça».
43
Jerónimo Zurita, Historia del rey don Fernando el Católico. De las empresas, y ligas en Italia, (ed.
electrónica José Javier Iso [coord.]), 2005 (1ª ed. 1580), lib. I, cap. XII.
33
personaje ya que Gonzalo Fernández de Oviedo le dedicó unas páginas en sus Batallas
y quinquagenas. El Alcaide se lo describía en los siguientes términos al Sereno, quien
también decía conocerlo:
«antiguo criado de su Casa Real, flaco en el rostro e de pequeña estatura, e no tan rico
de bienes temporales, como dotado de virtudes, natural de Aragón e de noble generación, muy
polido en el vestir e honesto caballero. Sereno: Yo le ví e conoscí muy bien, y era hombre muy
bien hablado e gentil cortesano, e muchos años le ví servir del oficio que decís a la mesa del rey,
e de linda habilidad […]. E al dicho Mosén Ferriol, que era caballero e antiguo criado de la
Casa Real, dióle el rey la tenencia de la alcaidía de los alcázares e palacio Real de Zaragoza,
que llaman el Aljafería, ques la principial e más honrada tenencia del reyno de Aragón; e hizole
otras mercedes».
44
Como se ha mencionado, no hay mención alguna a la fecha de la boda, si bien es
seguro que esta tuvo lugar antes de mediados de 1495, momento en el que su hijo el
arzobispo don Alonso de Aragón le vendía deuda por valor 20.057 sueldos de capital
principal –912 ducados–, en virtud de los capítulos matrimoniales.45 Teniendo en cuenta
que los pagos de estos asuntos se demoraban bastante tiempo y, como se explica en su
apartado correspondiente, el prelado no disponía siempre de la liquidez necesaria, no
sería descabellado pensar que el enlace pudiera haber tenido lugar algunos años antes.
Precisamente, nuestra hipótesis se remonta a comienzos de 1493. Tras el tiempo de
convalecencia, sería lógico pensar que Fernando II quiso recompensar a su fiel
trinchante, primero en defenderlo del enloquecido Camañas. Así podría explicarse el
censal que el monarca le concedió por medio de Miguel Pérez de Almazán el 5 de
marzo de 1493 a Aldonza Iborra y por otro lado, el por qué acabó en segundas nupcias
con mosén Antón Ferriol y no con otro personaje de la nobleza.
Tal y como parece que fue común entre los caballeros zaragozanos con
posibilidades de hacerlo, los recién casados incrementaron su patrimonio mediante la
compra de censales. A diferencia de otros inventarios post mortem, no se conocen con
exactitud las cifras de los mismos, pero se pueden trazar algunas características. Dos de
44
Gonzalo Fernández de Oviedo, Batallas y quinquagenas, tomo II, Real Academia de la Historia,
Madrid, 2000, Bat. I, Quin. II, Diál. XXXVI, pp. 113 y 116.
45
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 841, ff. 226r–227r. ¿24? de julio de 1513 en Zaragoza, f. 226r: «Item. Vna
vendicion fecha por el Illustre Señor don alonso de aragon arcobispo de Caragoca a dona aldonça yuorra
donçella de ciertos censales contenidos en sus capitulos matrimoniales fue fecha por precio de vinte mil
cinquenta y siete sueldos, los quales atorgo hauer recibido en consta por vendicion fecha en el luegar de
Carinnyena a quatorze dias del mes de mayo del anyo mil quatrozientos nouenta y cinquo, testificado por
gil spanyol secretario del señor Rey daragon».
34
ellos, de misma fecha, estaban radicados en Cervera, lugar de origen de Aldonza Iborra.
Cosa lógica pensar que mantenía vínculos con el solar familiar, ya que estos eran de
1479. También es reseñable que dos de ellos eran préstamos hacia su hijo, don
Francisco II Galcerán en los momentos posteriores a su matrimonio. Años más tarde,
aprovechando la gran venta de deuda que realizó la Diputación del Reino para pagar la
guerra de Navarra, compraron 10.000 sueldos de censal que rentaban, como era
habitual, 500 sueldos anuales de pensión –casi 23 ducados–. 46 Aparte de esta
transacción poco más se puede conocer de sus actividades maritales.
Si al poco de dar a luz a don Alonso tuvo ciertas estrecheces económicas al
trasladarse a Zaragoza que requirieron la ayuda del príncipe Fernando –prolongadas
durante, al menos, unos 20 años–, al final de sus días había conseguido mejorar
notablemente su posición. Poco antes de morir, en 1513, puso sus asuntos en orden.
Aunque no es un indicador exacto, podemos conjeturar el nivel de riqueza que había
alcanzado durante los años posteriores a su matrimonio con don Francisco I Galcerán.
En términos cuantitativos, y siempre hablando de sus bienes propios, dejó 6.000
sueldos únicamente para misas y 3.000 para labrarse un sepulcro de piedra. A su nieta
doña Lucrecia de Castro, dejaba para ayudarla a casarse 4.000 sueldos –181,8 ducados–,
aunque si quisiera «entrar en Religion», disminuía a 3.000.47 A su nieto el vizconde
Guillén de So y de Castro, 100 ducados. El resto de las mandas no pasaban de los 500
sueldos, que, sumándolas todas harían un montante de 17.700 sueldos, ya que Lucrecia
acabó por optar por el matrimonio. Además, hay que añadir 25 sueldos por criado de su
casa, por lo que podría alcanzar, como mínimo, tranquilamente los 18.000 sueldos en
caso de que la anterior se casase –unos 820 ducados el total–. A todo esto hay que
sumarle que a su nieta doña Francisca le dejaba un censal por valor de 500 sueldos de
renta sobre 10.000 de propiedad, a quien también legaba cuando muriese su marido
todos los censales suyos que este tendría en usufructo. Todo esto es el dinero contante
que dejó; han de tenerse en cuenta los objetos de uso cotidiano y de prestigio que habría
acumulado,48 así como el capital invertido en una capilla que ella y su marido habían
46
Cristina Monterde Albiac (ed.), Acta curiarum regni aragonum. Tomo XVI Vol. 2º. Cortes generales de
Monzón 1512, Zaragoza, 2011, p. 427. La venta se produjo el 1 de octubre de 1512.
47
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 841, ff. 83r–89v. 28 de marzo de 1513. Testamento de Aldonza Iborra, f.
88v.
48
De esto existe un «Inuentario de todos los bienes mobles que se fallaron en las casas de mossen anthon
ferriol, cauallero domiciliado en la ciudat de Çaragoça». El problema es que no es posible saber qué
bienes pertenecían a Aldonza en exclusiva. Se encuentra en AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 841, ff. 102r–
115v.
35
mandado hacer en el Hospital de Gracia, bajo las advocaciones de San Antonio y San
Martín. 49 Sus ejecutores serían su marido y su hijo don Alonso, muy posiblemente el
único supérstite en esos momentos.
Es paradójico que los momentos próximos al final de la vida sean los que más
nos acercan a esta y permitan reconstruir, o al menos esbozar, las relaciones que
mantuvo doña Aldonza Iborra durante su recorrido vital. En primer lugar, el heredero
universal no sería ninguno de sus hijos: ni don Alonso ni los de su primer matrimonio,
sino su sobrino Luis de Iborra, quien era lo era también de los pequeños señoríos o
carlanías de la familia. A este lo nombraba heredero universal de sus bienes una vez su
marido mosén Antón Ferriol se hubiera reunido con ella en la vida eterna.
Llama particularmente la atención que no dejase nada a sus hijos Juan Jordán de
Castro y Brianda de Castro.50 Es posible que ambos hubieran fallecido o que, fruto de
los distintos y confusos árboles y noticias genealógicas, ni siquiera fueran hijos de su
primer matrimonio sino de relaciones previas de su marido; aún así es extraño que no
les dejase nada en caso de que vivieran. También es reseñable que a su nieto don
Alonso de Castro, futuro litigante por el obispado de Huesca y abadía de Montearagón,
tampoco le dejase algo. Sin embargo, tuvo en gran consideración a sus nietas doña
Lucrecia y doña Francisca de Castro y Pinós, futura duquesa de Gandía.51 A la primera
le dejaba una suma variable según decidiera salirse del siglo o casarse; para la segunda
dispuso una discreta renta y cuando Antón Ferriol muriera, pasaría a disfrutar de todos
los censales que doña Aldonza Iborra había acumulado: no podemos precisar su cuantía,
pero es de esperar que la renta anual fuera cercana a los 4.000 sueldos –181,8 ducados–
.52 Posiblemente considerase que sus discretas rentas y sumas poco podían alterar el
mayorazgo de los vizcondes de Évol pero que serían de cierta ayuda a sus nietas,
49
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 841, ff. 83r–89v. 28 de marzo de 1513. Testamento de Aldonza Iborra,
passim.
50
Sobre Juan Jordán de Castro se ha afirmado que fue obispo de Agrigento, castellano de Santángel,
cardenal de Santa Prisca, enterrado en Santa María del Pópolo. Sin embargo, se confunde con otro
homónimo que vivió entre 1433–1506, hijo de Pedro Galcerán de Castro–Pinós y Tramacet y de Blanca
de So. Es decir, este Juan Jordán, al invalidarse la afirmación de Fernández de Béthencourt, es un
completo desconocido. La referencia, errónea, a la que nos referimos, que ha sido reproducida es de
Francisco Fernández de Béthencourt, Historia genealógica y heráldica de la monarquía española. Casa
real y grandes de España, Vol. IV, Madrid, 1902, p. 89.
51
Llamamos la atención sobre que Francisca casó con Juan III de Borja, a la muerte de Juana de Aragón,
hija de don Alonso. Por lo tanto, fueron duquesas de Gandía dos nietas consecutivas de doña Aldonza
Iborra.
52
Aunque en algún sitio se asevere que Lucrecia era nieta de Aldonza Iborra (vid. Sergio Castillo
Espinosa, “La documentación señorial”, op. cit., p. 418), esto es falso, tal y como queda evidenciado en
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 843, f. 90v. 25 de septiembre de 1517.
36
siempre a expensas de su hermano el IX vizconde, Guillermo Ramón. No hay que
perder de vista que hasta que ella pudo casarse en torno a 1480, prácticamente estuvo
viviendo de las mercedes reales, por lo que es comprensible su decisión en este sentido.
Por último, es destacable que en el reducido elenco de nombres propios que aparecen,
casi todo mujeres del ámbito doméstico, hay dos íntimamente relacionadas con su hijo
el arzobispo de Zaragoza. Una es su sobrina, Jerónima Ferriol, hija de mosén Juan
Ferriol, cazador de don Alonso. A esta dejaba 300 sueldos –14 ducados– para «vna
preta de plata». A Máxima Clavero, hija de mosén Juan Clavero, maestresala del
prelado, le reservaba 500 sueldos –23 ducados– con el mismo propósito que para la
anterior.53
La fecha de la muerte de Aldonza Iborra había sido desconocida hasta el
momento presente o se había situado equivocadamente en 1496.54 Este error puede
deberse a una transmisión incorrecta del momento cercano en el que hizo un testamento,
en 1493.55 Sea como fuere, sus últimas voluntades de finales de marzo de 1513 las hizo
«estando doliente», enfermedad de la cual ya no se recuperó. Así, a la semana siguiente
el notario Jimeno Gil daba testimonio de que efectivamente estaba muerta y se seguían
sus deseos de permanecer en su capilla San Antonio y San Martín:
«Dentro en la yglesia del ospital de santa maria de gracia de la ciudat de çaragoça, e
dentro la capilla del Señor Sant anthon y sant martin, estaua vna cisterna cubierta e junto a hella
hun escanyo encima del qual staua vna ataut de fusta, dentro del qual estaua hun Cadauer si
quiere cuerpo muerto sinse anima e instante el honorable anthon de menquis y ¿digeiso?
habitante en la ciudat de çaragoça asi como por guy se dixo ser de los exsecutores del vltimo
testamento de la magnifica aldonca yuorra, muger que fue de mossen anthon ferriol por mi
notario etc infrascriptos fue visto et Reconocido e vimos e conocimos seyer el cuerpo de la
dicha dona aldonça yuorra, a la qual, quando vinia conociamos muy bien e asi presentes, yo
dicho notario e testtigos infrascriptos e otras muchas personas, fue seppellido en la dicha
cisterna que alli estaua cubierta».
56
Este pequeño esbozo biográfico permite conocer cuál fue el recorrido vital de
doña Aldonza Iborra. Sin lugar a dudas, su ascenso social se debió a la relación que
53
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 841, ff. 83r–89v. 28 de marzo de 1513, ff. 84v y 85v para cada una de ellas.
Sergio Castillo Espinosa, “La documentación señorial”, op. cit., p. 418.
55
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 841, ff. 226r–227r, ¿24? de julio de 1513: «Item el testamento de la
magnifica senyora dona aldonça vizcondesa de euol quoadam fue fecha en caragoca a vintiocho de
setiembre de mil quatrozientos nouenta y tres, testificado».
56
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 841, ff. 89v–91v. 4 de abril de 1513. Testimonio de la muerte de Aldonza
Iborra. Desconocemos si murió ese día o quizás la víspera.
54
37
mantuvo con el entonces príncipe Fernando y al fruto de la misma durante la revuelta
catalana. Pese a todo ello, no se conserva o no se ha conseguido localizar ningún escrito
que ponga de manifiesto la relación que la madre mantuvo con don Alonso durante su
vida, a pesar de que prácticamente estuvieron juntos desde su nacimiento. Si bien fue
puesto desde 1474 bajo la tutela del anciano Pedro Núñez Cabeza de Vaca, la noble
catalana ya residió de forma constante en Zaragoza, igual que su hijo el arzobispo. Lo
único que hemos expuesto hasta ahora es que don Alonso fue ejecutor de su testamento,
por lo que se sobreentiende que había cercanía y confianza con él.
Sin embargo, sí es valorable el trato mantenido entre ambos viendo sus
relaciones familiares. Como ha quedado de manifiesto, doña Aldonza Iborra tuvo
bastante apego a sus dos familias políticas, tanto la de los vizcondes de Évol,
especialmente a sus nietas doña Lucrecia y doña Francisca, como a la de los Ferriol,
para el caso de su sobrina Jerónima. De su matrimonio con el que salvara del regicidio a
Fernando II no hay pruebas de que llegaran a tener ningún hijo que sobreviviera, por lo
que es el linaje de los Castro Pinós donde se han de buscar indicios. Conociendo las
relaciones entre don Alonso y sus hermanos uterinos es posible inferir las que pudieron
existir con su madre.
Lo primero de todo ha de plantearse la pregunta de si don Alonso de Aragón
tuvo relación alguna con sus hermanastros y si hubo, en qué términos fue esta. Se puede
afirmar con total rotundidad que el VIII vizconde de Évol, don Francisco de So y de
Castro siempre recibió un trato preferencial por parte del arzobispo. Pese a que el noble
no es, hasta la fecha, más que un nombre prácticamente vacío de contenido, se puede
trazar un esbozo que ilustre esta aseveración. El único testimonio firme que existe de tal
relación es el de Gonzalo Fernández de Oviedo, quien por su carácter cortesano conoció
personalmente a muchos de los retratados en sus Batallas. En el caso concreto de don
Francisco II falló al denominarlo «Juan, vizconde de Ébol» es evidente que se trata del
mismo sujeto. En el diálogo entre el Sereno y el Alcaide, el primero le comentaba
distraídamente que creía recordar que era hermano del arzobispo de Zaragoza. Esto le
dio pie al sabihondo Alcaide de demostrar todo lo que conocía del vizconde, así como
de su genealogía:
«Alcayde: Es verdad, que yo le ví al vizconde, que el señor arçobispo le tenía en su casa
y a su mesa, y le tratava como a hermano, y de todos los criados del arçobispo y comúnmente
en Aragón fueron tenidos por hermanos, y públicamente eran havidos por hixos de una madre.
38
Pero el Arçobispo era ya hombre y el vizconde muchacho; y cuando yo le conoçí fue año de
1492, y dende adelante».57
El testimonio del Alcaide puede ser tomado por preciso y correcto. Ha de tenerse
en cuenta que don Alonso fue siempre el mayor de esta «familia», por lo que cuando
naciera su hermanastro, el jovencísimo arzobispo estaría cercano a la adolescencia. Esta
diferencia de edad no supuso un lastre, sino un beneficio para los vizcondes de Évol, ya
que con la muerte en 1489 del primer esposo de doña Aldonza, don Francisco I
Galcerán, quedaron automáticamente bajo el amparo del prelado y por lo tanto, de la
monarquía. Por esto mismo, Francisco II siempre se mantuvo en la órbita más cercana a
don Alonso y sus principales servicios a su hermano estuvieron, como correspondía a
un milites, en el campo de las armas.
Por ejemplo, en las cortes de Tarazona de 1495 se votó un servicio al Rey
Católico para la guerra contra Francia por la que se levantarían 200 hombres de armas y
300 jinetes.58 Estas cifras se dividían en capitanías entre los principales del reino, al
arzobispo de Zaragoza, por ser el de mayor dignidad, le correspondía llevar 40 hombres
de armas y 60 jinetes, una quinta parte del total. A diferencia de otros nobles, don
Alonso no estuvo presente al frente de sus tropas, por lo que recayó el mando en don
Francisco. No aparece el prelado en las listas primeramente elaboradas el 29 de enero de
1496 y de hecho,59 un mes más tarde era el propio vizconde quien tenía que hacer el
juramento pertinente al rey por las tropas que llevaba, pese a ser de la capitanía del
arzobispo y no suya personal.60 En otra ocasión, ya siendo más mayor –puesto en el
caso previo el vizconde estaría en sus últimos años de adolescencia– en 1503 también se
hizo cargo de las tropas a caballo de don Alonso.61
Servir al rey al mando de la compañía más grande del reino de Aragón era un
honor, aparte del sueldo que llevaba aparejado. Esto desconocemos con exactitud a qué
se debió, porque don Alonso no rehuyó de las armas cuando fue necesario. Estas
ocasiones son quizás las que tuvieron mayor continuidad por tener que sustituir a su
hermano uterino en los distintos escenarios bélicos. Sin embargo, la prodigalidad del
57
Gonzalo Fernández de Oviedo, Batallas y quinquagenas, op. cit., Bat. I, Quin. II, Diál. XXXI, p. 105.
Para un esbozo de las mismas, vid. José Antonio Armillas Vicente, “Las cortes de Tarazona (1495) y la
defensa del Rosellón”, Pedralbes: Revista d'historia moderna, nº 13, 1 (1993), pp. 229–244.
59
Archivo Histórico de la Diputación de Zaragoza, Archivo del Reino, mss. 84, f. 636r (imagen 0636), el
19 de enero de 1496 en Zaragoza.
60
Ibidem, ff. 672r–673r (imágenes 0672 y 0673), el 25 de febrero de 1496 en Zaragoza.
61
Jerónimo Zurita, Historia del rey, op. cit., lib. V, cap. XXIII. Afirmaba Zurita que: «en su lugar don
Francés de So, y de Castro, vizconde de Ébol».
58
39
prelado con su familia puede ser constatada en otros ámbitos. Recién muerto el
vizconde don Francisco I, el arzobispo no tardó en consultar a su padre el rey si
consideraba correcto que su hermanastro utilizara tal título, a lo cual respondió que le
complacía.62 Más aún, consiguió para don Francisco II Galcerán algún estipendio de
Fernando II, como la castellanía de La Roca, de donde fue nombrado alcaide algún
tiempo después.63
Aunque son unas escasas muestras documentales, consideramos que es lícito
pensar que hubo una relación muy estrecha entre los dos hermanos uterinos y que don
Alonso delegó asuntos de cierta importancia en él, así como lo ayudó a conseguir ciertas
mercedes reales. Muy posiblemente, don Francisco II podría haber obtenido algún
señorío de enjundia o desempeñado algún cargo importante aupado por don Alonso,
pero murió en 1504, cuando contaba con menos de 25 años. El año anterior, su mujer
Leonor de Castro había fallecido, de manera que sus –al menos– cuatro hijos quedaron
huérfanos. Fue su tío el arzobispo el encargado de su tutela y de defender sus derechos,
los cuales fueron discutidos aprovechando la minoría de edad de los niños. El IX
vizconde, apenas un muchacho, era don Guillermo Ramón Galcerán, quien además de
Évol también ostentaba como había hecho su abuelo y su padre, los vizcondados de Illa
y de Canet. Además, estaban sus hermanos Alonso, Lucrecia y Francisca.
Don Alonso de Aragón hizo de tutor y curador de sus sobrinos y estuvo bastante
atento de mantener o aumentar sus derechos sobre distintos señoríos y rentas. El más
importante de ellos fue la herencia dejada por don Felipe de Castro, señor de Estadilla.
Este había casado con Guiomar Manrique de Lara, hija del duque de Nájera. De este
matrimonio no hubo ninguna descendencia, por lo que la única heredera de los estados
de don Felipe era una sobrina suya, doña Leonor de Castro. Precisamente esta fue la
mujer del VIII vizconde de Évol, don Francisco II Galcerán. Sin embargo, el asunto era
62
ACA, Real Cancillería, reg. 3665, f. 194v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 5 de septiembre de
1489 desde el real contra Baza: «Vimos vuestra carta con la qual nos consultays sobre si don francisco de
so y de castro fijo de don frances vizconde deuol que poco ha fallecio a nieto del vizconde deuol que tan
bien no ha mucho que fallecio se deue intitular vizconde deuol a lo qual vos respondemos que por los
mesmos respectos contenidos en vuestra carta nos plaze que se intitule vizconde deuol y lo tenemos por
bien».
63
ACA, Real Cancillería, reg. 3571, f. 165r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 19 de agosto de
1494 desde Segovia: «El obispo de ¿allorcco? y almaçan nos supplicaron que de vuestra parte
mandassemos encomendar el castillo de la Roca al viconde de euol porque lo tengo por el e por los otros
sus parientes de la manera que lo tenia su tio don Galceran de Castro, quondam y por vuestro respecto nos
plaze. Con tal que los dichos sus parientes sean contentos dello. Por ende, screuidnos de que manera tenia
la dicha fortaleza el dicho don Galceran y sus parientes si seran contentos que la tenga assi el dicho
vizconde».
40
más complicado de lo que podría suponerse, ya que don Felipe había tenido un hijo
bastardo, don Pedro de Castro. Al ser su único hijo varón, pensó en la posibilidad de
que heredase sus posesiones, algo que tampoco era infrecuente en la época, y como
decía el Alcaide, «procurólo quanto pudo; pero aprovecha poco la diligencia de los
hombres sin la voluntad de Dios».64
Don Pedro de Castro, militar de cierta importancia, decidió tomar lo que
consideraba legítimamente suyo, al no existir más descendencia masculina. Esto lo llevó
a un enfrentamiento directo y violento con doña Guiomar Manrique, quien disfrutaba
según el derecho foral aragonés, del usufructo de los bienes de su difunto marido.
Evidentemente, si don Pedro conseguía arrebatar por la fuerza los estados del señor de
Estadilla, los sobrinos de don Alonso de Aragón quedarían sin esta parte de su herencia
que les correspondía por ser hijos de doña Leonor de Castro.
Únicamente Bartolomé Leonardo de Argensola recogió en sus Anales los fuertes
enfrentamientos entre doña Guiomar y su hijastro, pero parece que desde poco después
de la muerte de don Felipe de Castro comenzaron los litigios. Don Alonso de Aragón
era más que consciente de si estos resultaban desfavorables a la viuda, sus sobrinos se
verían privados de su legítima herencia. Aprovechando su posición de poder en el reino
de Aragón y con muchos resortes de control entre sus manos, decidió que no se podía
dejar el asunto en manos del fallo de los jueces de la Real Audiencia. La intromisión en
la aplicación de justicia no gustó al Rey Católico, aunque fuera por parte de su hijo, y le
cursó órdenes para que fuera el Justicia de Aragón, árbitro entre los nobles, quien
despachara el asunto, si bien no tuvo una solución fácil ni pacífica.65
Don Alonso de Aragón tuvo que sortear otro tipo de problemas derivados de la
minoría de edad de sus sobrinos, si bien de algunos de ellos no quedan sino noticias
fragmentadas. Aprovechando la aparente indefensión de los herederos de la casa de
64
Gonzalo Fernández de Oviedo, Batallas y quinquagenas, op. cit., Bat. I, Quin. II, Diál. XXXI, p. 106.
ACA, Real Cancillería, reg. 3581, ff. 16r–v. Fernando II a don Alonso de Aragón, 14 de noviembre de
1509 desde Valladolid. En ibidem, f. 16v se encuentra una misiva en los mismos términos al regente de la
Audiencia de Aragón: «hauemos prouehido y mandado que por el dicho nuestro fijo como lugarteniente
general en esse nuestro reyno ni por vos como rigiente ni por essa real audiencia no sea prouehido
proueydo (sic) ni enantado en casa alguna que toque o haga e sia vista tocar o hazer entre la noble dona
guiomar de castro muger relicta del noble señor don phelipe de castro y sus herederos de vna parte y los
fijos del señor vizconde deuol sobrinos del dicho arcobispo de la otra y porque es nuestra determinada
voluntad que asi se faga y cumpla por vos como por nos ha sido pruehido y mandado. Por ende vos
dezimos y mandamos muy estrechamente que ninguna manera alguna no hos entremetays ni prouiays
cosa alguna en causas ni cosas que toquen entre las dichas partes antes aquellas remitireys al justicia de
Aragon como a su juez ordinario y no fiziessedes otra cosa».
65
41
Évol, Berenguer Arnau de Cervellón, barón de La Laguna quiso disputar sus derechos
sobre varios de sus estados, en particular Llusá, Pinós, Castro e Illa entre los
principales. Al parecer, pretendía obtener la dirección de la casa de Castro. Aunque tuvo
escaso éxito en sus movimientos, a mediados del siglo XVI el pleito seguía todavía sin
concluirse de manera definitiva.66
Otro enfrentamiento que sostuvo don Alonso de Aragón por hacer prevalecer los
intereses de sus sobrinos fue poco después de la muerte de Fernando el Católico. El
todopoderoso secretario real Hugo de Urriés había conseguido desde la corte de Flandes
que se concediera la coadjutoría del obispado de Huesca a Pedro Jordán de Urriés. Esto
era debido a que el obispo don Juan Alonso de Aragón y Navarra siempre había tenido
una inteligencia limitada pero desde 1517 parece ser que sufría una precoz demencia
senil, por lo que su fin se auguraba cercano.67 Por su parte, los miembros de lo que
podría llamarse el clan de los Aragón pretendían situar en ese puesto a don Alonso de
So y Castro, hermano del vizconde de Évol, ya que la coadjutoría brindaba ese derecho.
En este forcejeo, los Urriés llegaron a alegar en los tribunales romanos que el
desdichado prelado era «loco, y que carece de seso común», lo cual siempre negó
rotundamente su primo, el arzobispo de Zaragoza don Alonso.68 El asunto no dejaba de
ser irónico, porque don Alonso de Aragón, en una de sus múltiples y quejosas epístolas,
señalaba que «tres causas solas hay en derecho porque se puede dar coadjutor: o por
decrépita senectud, o por grave dolencia, o por ser el prelado de todo perdido, que no
sepa gobernar su iglesia y persona». Pese a que desmentía que su primo el obispo
pudiera tener alguna de estas condiciones, insistía en solicitar la coadjutoría para su
sobrino.69
Un último apunte sobre la indudable predilección del arzobispo por sus sobrinos
se encuentra precisamente en sus últimas voluntades. En ellas hizo un reparto de
66
Sin ánimo de detenernos más de lo necesario en este desconocido litigio, basten algunas noticias
fragmentarias: Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, leg. 78/20. Fernando II a Pedro Folch de
Cardona obispo de Urgel, el 20 de junio de 1511 desde Sevilla; RAH, Colección Salazar y Castro, K–47,
ff. 89r–90v. Los diputados del reino de Aragón a Felipe II, el 11 de octubre de 1546 desde Zaragoza.
67
Para una visión más pormenorizada de los problemas del prelado oscense, vid. Jaime Elipe, “Sangre
real e imbecillitas: la marginación política del obispo de Huesca Juan Alonso de Aragón y Navarra
(1459–1526)”, Revista de Historia Jerónimo Zurita, n.º 92 (2017), pp. 75–93.
68
De él decían, en palabras de don Alonso de Aragón, su primo, lo siguiente: «Ellos comienzan
infamando en consistorio romano que el obispo, mi primo, es loco, y que carece de seso común, sin
esperanza de le cobrar». Vid. Bartolomé Leonardo Argensola, Anales de Aragón (prosiguen los Anales de
J. Zurita desde 1516 a 1520), Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2013, pp. 419–426, epístola
don Alonso de Aragón a Antón Moreno de Onaya, 27 de mayo de 1517 desde Zaragoza.
69
Ibidem, pp. 375–383, carta a Antón Moreno de Onaya, el 7 de marzo de 1517.
42
cantidades bastante abultadas de dinero –todas ellas contadas en libras, a diferencia de
lo habitual en sueldos–. Para ilustrar esto, no hay más que observar las cantidades que
dejó a sus hijos. Al mayor, don Juan, le mandaba dar 5.000 libras jaquesas –el máximo
de todo el testamento, que suponían 4.545 ducados– y a don Hernando, 1.000 libras. Sin
embargo, al vizconde de Évol le dejaba 4.000, a su hermano don Alonso de Castro
2.000 y otro tanto para doña Francisca. Además, a don Guillermo Ramón también le
dejaba sus armas.70
En definitiva, no hay pruebas documentales de la relación que don Alonso de
Aragón mantuvo con su madre. Sí existen indicios de esta, principalmente el excelente
trato dispensado a todo el linaje de los vizcondes de Évol –hermanastro y sobrinos–, lo
que demuestra claramente que fue muy estrecha.
Su madre, a pesar del escaso interés de su propio linaje, fue pieza importante en
la creación de la red familiar de don Alonso. Mediante esta, aparte de los valores
emocionales que le aportaría, su poder se veía aumentado. Por una parte, por disponer
del apoyo incondicional de una casa de bastante solera, ya que se trataba de unas pocas
que disfrutaba de la ricahombría en Aragón. Por otra parte, la facultad, y esto
consideramos que es bastante relevante, de ampliar el abanico de sus posibles
actuaciones. Es decir, el apoyo de los vizcondes de Évol implicaba garantizarles
protección: en consecuencia, su capacidad de decisión y actuación veía aumentada por
los ámbitos en los que ellos se vieran insertos, al tener que brindarles en toda ocasión
ayuda. Al fin y al cabo, tal era su deber como pater familias que era.
II.
Doña Ana de Gurrea
Arzobispo desde su tierna infancia, don Alonso de Aragón tuvo un
comportamiento habitual dentro de la tónica de cualquier príncipe del Renacimiento.
Siempre fue denominado arzobispo de Zaragoza, pero lo realmente correcto sería
emplear el término de «administrador perpetuo», ya que hasta que no tomase órdenes
sagradas no podía desarrollar el ejercicio de las funciones episcopales. Por ello mismo,
hasta su ordenación como presbítero el 7 de noviembre de 1501 y al día siguiente como
obispo, no debería considerársele a efectos prácticos como tal. Evidentemente, a la hora
de hablar de su persona lo hacemos indistintamente, pero estas precisiones son de
70
Archivo Histórico Nacional, Sección Nobleza, Osuna, 538, doc. 19, f. 5v. Copia simple del último
testamento de don Alonso de Aragón, 12 de febrero de 1520.
43
importancia. Esto, jurídicamente le hacía exento de los votos eclesiásticos, si bien no es
algo por lo que tuviera gran respeto.
Hacemos estas advertencias tuvo cuatro hijos naturales y uno bastardo que
llegaron a la vida adulta. Los cuatro primeros los tuvo con una mujer de la nobleza
media aragonesa, doña Ana de Gurrea, hija de los señores de Argavieso. Como sucede
por desgracia con muchos personajes de este período, especialmente las mujeres, tan
apenas hay noticias suyas.71 Más allá de su matrimonio –efímero– con don Lope de
Gurrea y su posterior amancebamiento con el arzobispo, no se tiene noticia de nada
más. Realmente, es únicamente conocida por ser madre de los hijos de don Alonso. Esto
ha sido algo bastante habitual en el panorama historiográfico global, de hecho hasta la
década de 1990 no fue puesto de manifiesto en un estudio para el caso italiano.72 Sin
embargo, no ha habido epígonos para esta investigación de las madres de los grandes
bastardos en esta línea.73
Doña Ana era hija de don Juan de Gurrea, señor de Argavieso y de doña
Catalina de Gurrea. Sin poderlo precisar con exactitud, en torno a 1490 casó con don
Lope de Gurrea, hijo de Lope de Gurrea señor de Gurrea. Hasta aquí las certezas. Según
unos apuntes que elaboró el genealogista Salazar y Castro, el dicho don Lope el Viejo,
era su abuelo al ser madre de Catalina de Gurrea.74 Por lo tanto, al casarse con Lope el
Joven, lo hacía con su tío, que en el momento de firmarse las capitulaciones, en torno a
1490, era aún menor de días.75 Hasta aquí nada fuera de lo común. El problema reside
en que don Lope el Viejo tuvo seis hijos más aparte de Catalina y Lope, tres de ellos de
otros matrimonios posteriores pero hay tres hijas que no se han podido ubicar.
Queremos con ello decir que se presenta una diferencia de edad entre Catalina de
Gurrea y Lope el Joven muy acusada, además de la velocidad reproductiva que hubo
que tener Lope el Viejo inmediatamente después de enviudar de su primera esposa,
también llamada Catalina de Gurrea. Ha de tenerse en cuenta que se depende de una
71
Un barrido historiográfico actualizado y completo se encuentra en Laura Malo Barranco, Educación,
matrimonio y devoción. Las mujeres de la alta nobleza en la Edad Moderna, Zaragoza, 2017, pp. 9–25.
Tesis doctoral inédita.
72
Helen S. Ettlinger, “Visibilis et Invisibilis: The Mistress in Italian Renaissance Court Society”,
Renaissance Quarterly, n.º 47 (1994), pp. 770–792.
73
Quizás la única madre con nombre propio de verdad haya sido por su gran relevancia histórica Leonor
de Guzmán, amante de Alfonso XI con quien tuvo diez hijos. Principalmente, además de tratarse como
sujeto literario, hay estudios sobre su patrimonio e hijos.
74
RAH, Colección Salazar y Castro, D–18, f. 51r.
75
Los sobrenombres de «el Viejo» o «el Joven» no son en absoluto historiográficos, pero sirvan para
poderlos diferenciar a ambos.
44
escasísima documentación para reconstruir esta compleja familia, lo cual siempre trae
problemas aparejados, de los que somos plenamente conscientes.
Sea como fuere, el matrimonio fue concertado en torno a 1490. Los señores de
Gurrea le daban a su hijo todas sus villas, lugares y castillos; a cambio, doña Ana de
Gurrea aportaba 125.000 sueldos –5.681 ducados–, cifra considerable para el momento.
Desglosados, 30.000 eran de su difunto padre y 95.000 de su madre; del total 80.000
eran en bienes muebles. Si por casualidad don Lope el Joven moría antes que su mujer,
esta podría tener en usufructo los lugares de Alcalá y Tormos, con sus castillos.76
Don Lope, apenas un adolescente, firmaba su último testamento el 2 de
septiembre de 1493.77 Para desgracia del joven contrayente, su mujer puso en ejecución
dicha cláusula de las capitulaciones matrimoniales el 19 de septiembre de 1493 al
menos en Tormos.78 Por lo tanto, Lope el Joven falleció a comienzos del referido mes.
Como hemos dicho, hay más incógnitas que respuestas. Un mes más tarde de esta toma
de posesión, Miguel Jiménez se paseaba por Tormos cortando ramas, poniendo y
quitando piedras aquí y allá. De esta forma, tomaba posesión por don Miguel de Gurrea,
hermano del difunto don Lope, en todos sus estados de Gurrea.79 Este acto, repetido
infinidad de veces durante generaciones a lo largo de la península ibérica indica, que su
familia no dudó en romper lo convenido en las capitulaciones matrimoniales signadas
años antes al apoderarse de lo que legítimamente tenía que poseer en usufructo doña
Ana de Gurrea. Una vez más, desconocemos los motivos del incumplimiento de este
acuerdo, quizás pueda deberse al adulterio con de doña Ana con el arzobispo don
Alonso.
Del breve matrimonio con don Lope de Gurrea nada se conoce salvo que no
hubo ninguna descendencia del mismo. Treinta años más tarde, no se mencionaba a este
ni a su antigua familia política en el testamento de la noble aragonesa.80
Nada se conoce de la relación entre doña Ana de Gurrea y don Alonso de
Aragón, ya que no se conserva documentación de tipo privado. Por desgracia, las
76
La capitulación se encuentra en una copia de finales del siglo XVIII en un conjunto de pleitos y asuntos
variados, AHPZ, Pleitos Antiguos, P/326/1, ff. 22r–26r. La fecha, indeterminada.
77
Ibidem, ff. 136r–148v.
78
Ibidem, ff. 28r–36v.
79
Ibidem, ff. 120r y ss. Sobre la toma de posesión de Tormos, f. 126r. Todo ello ca. 11 de octubre de
1493.
80
AHN, Sección Nobleza, Osuna, 538, doc. 10. Testamento de doña Ana de Gurrea, 5 de junio de 1523
en Zaragoza.
45
referencias entre otros corresponsales sobre el asunto son inexistentes. ¿Cómo y cuándo
empezó dicho amancebamiento? ¿Hasta cuándo se prolongó? ¿Cómo se desarrolló? Son
preguntas a las que es difícil contestar y únicamente se puede exponer algún tipo de
conjetura. Como expuso Helen S. Ettlinger en su estudio sobre cortesanas y amantes en
Italia, son muchas las dudas por resolver:
«Such invisibility reinforces the difficulty of drawing a clear picture of the lives of these
women. Where were they housed? How were they treated? Who raised the children? There is no
simple answer to any of these questions. The prima favorita had no clearly defined place of
abode. She could have an apartment in the palace or live nearby, but she could also be kept in
another town.»
81
Respecto a los interrogantes planteados, estamos en posición de hacer alguna
propuesta. La relación entre el joven prelado con la noble habría que situarla en torno a
su matrimonio con don Lope de Gurrea, esto es, entre 1490 y 1493. Si tenemos en
cuenta que el primer hijo supérstite de la pareja fue don Juan de Aragón, nacido en
1492, la fecha sería entre 1490–1491. En estos momentos, tomando como buena la
referencia que Uztárroz dio de su edad, contaría con unos 16 años y el arzobispo
rondaría los 22 años.82 Se podría proponer que pudo comenzar antes dicha relación, algo
que aparte de parecer prematuro por la edad de doña Ana, quedaría en parte invalidado
por su matrimonio con don Lope. Pudiera haber sido que los señores de Gurrea
decidieron llevar adelante el matrimonio a sabiendas de que don Alonso tenía
entendimientos amorosos con ella. Esto, sin embargo, es harto improbable porque no
obtuvieron ningún rédito por ello. La única rama que tuvo relevancia política a la
sombra del hijo del Católico fue precisamente la de los señores de Argavieso.
Conocer que don Lope falleció en septiembre de 1493 deja claro la incógnita de
si hubo adulterio o doña Ana era viuda cuando comenzó la relación. Sí que lo hubo y
jamás existió dudas de la paternidad de don Juan de Aragón, atribuida siempre a don
Alonso. ¿No hubo trato carnal en el matrimonio? Podría ser esto posible, y de ser así
explicaría también por qué los señores de Gurrea, herederos de don Lope el Joven
pudieron tomar posesión de Tormos, lugar que le correspondía a la viuda por derecho.
Si no hubo relaciones sexuales entre los cónyuges, el matrimonio podría haber quedado
81
Helen S. Ettlinger, “Visibilis et Invisibilis”, op. cit., p. 777.
Juan Francisco Andrés de Uztarroz, Segunda parte de los Anales, op. cit., libro V, p. 29: «El de mil
quinientos veinte y ocho, a veinte y ocho de Enero murió en Zaragoza su Madre Doña Ana de Gurrea de
cinquenta y tres años». Con esta referencia, la fecha de su nacimiento tuvo que estar en torno a 1475.
82
46
invalidado. ¿Era conocedor el marido burlado de que su mujer –y a la par sobrina– tenía
un idilio con el arzobispo de Zaragoza? Muy posiblemente sí, y esta además fuera
pública en cierta medida. De cualquier manera, no ha de perderse de vista que en el
momento del matrimonio entre los dos Gurrea, don Lope entraba en la adolescencia y
doña Ana prácticamente la abandonaba; don Alonso era ya un hombre. Y no uno
cualquiera.
La relación entre el arzobispo de Zaragoza y la hija de los señores de Argavieso
fue conocida en su momento sin ningún género de dudas. No sólo están los testimonios
de los historiadores posteriores, sino que tampoco era algo especialmente escandaloso
aunque no de buen ejemplo. Por desgracia, conocer la vida cotidiana de la pareja –
denominarlos amantes en tantos años sería algo extraño– es prácticamente imposible.
Aunque somos conscientes de que es arriesgado, consideramos que puede apuntarse una
convivencia normal y habitual sostenida durante tiempo, quizás hasta su muerte. En
1506, mientras la peste azotaba Zaragoza, el secretario Lope de Conchillos había
marchado con su familia a Tarazona huyendo de la misma. Sin embargo, tuvo que
resolver unos negocios en la capital, por lo que retornó. Lo que allí vio, lo dejó
escandalizado ya que la ciudad se encontraba en plena efervescencia con los disturbios
causados por los franciscanos claustrales. Así se lo comunicaba a su tío el todopoderoso
Miguel Pérez de Almazán:
«que estoy spantado de lo que he visto en esta ciudad en esto de estos frayles que alla
haura scrito que todo el pueolo (sic) y los mas de los otros sino los muy seruido de su (ilegible)
loanlos como si fuera en mejor fecho del mundo y cierto el arcobispo lo ha fecho ¿hauido? bien
y por dicha yo fuy a besas la[s] manos a su señora y me hablo en ello aguisele todo lo que
pude».83
Ahora no es momento de preocuparse de la situación de guerra que se vivía en el
interior de la urbe sino precisamente la referencia al arzobispo y seguidamente la frase
de «yo fui a besar las manos a su señora», con quien habló precisamente de lo que había
hecho don Alonso y de la situación general. Es el único testimonio del que se dispone
para poder mantener la hipótesis previa, pero no parece descabellado pensar en una
convivencia continuada durante años entre el prelado y la noble.
83
RAH, Colección Salazar y Castro, A–12, ff. 76r–v. Lope de Conchillos a Miguel Pérez de Almazán, el
22 de septiembre de 1506 desde Zaragoza.
47
Si damos por buena esta situación, ¿cuánto tiempo se mantuvo la relación entre
ambos? Por una parte, es conocido que don Alonso tuvo un hijo homónimo, pero con
otra mujer, en torno a 1515.84 Por otra, doña Ana de Gurrea no aparece en el testamento
del arzobispo. A pesar de que existe la referencia de que ella, poco antes de fallecer en
1528, iba a casarse don Juan de Torrellas,85 esta es fruto de una equivocación con otra
Ana de Gurrea, hija de los condes de Ribagorza. No puede concluirse de forma objetiva
que el amancebamiento entre ambos durase o no hasta el deceso del prelado. Sí puede
afirmarse, si tomamos la interpretación previa de la carta de Conchillos como correcta,
que al menos hasta 1506 seguían conviviendo.
Uno de sus hijos, el arzobispo don Hernando de Aragón, fue persona de gran
cultura en su momento y bastante aficionado a escribir obras de carácter histórico. Una
de ellas la dedicó a los distintos prelados del reino de Aragón. Recogiendo las obras
arquitectónicas que había realizado su padre, el también arzobispo de Zaragoza don
Alonso de Aragón, afirmaba lo siguiente: «Hizo un suelo de azulejos y labro dos
entresuelos, tuuo dos hijos y dos hijas en doña ana de gurrea, sin otros que se le
murieron chicos della».86 Aunque sea curioso que incluyera el detalle de los hijos que
tuvo el prelado con las distintas construcciones y remodelaciones, la información es de
gran valor. Además, el escrupuloso religioso precisaba que esta progenie fue previa a su
ordenación sacerdotal, lo cual quitaba cierta problemática a su propio nacimiento y al de
sus hermanos.
Fruto de los, al menos, quince años que don Alonso y doña Ana tuvieron
relación fueron estos cuatro hijos; si bien como dejó escrito don Hernando, tuvieron
alguno más que no debió alcanzar la niñez siquiera. Nacieron en el siguiente orden,
siendo el primero don Juan –sucesor de su padre en el arzobispado–, doña Juana –
duquesa de Gandía–, don Hernando y doña Ana –duquesa de Medina Sidonia–. De
estos, el mejor conocido de ellos es el religioso don Hernando de Aragón, especialmente
84
Jaime Elipe Soriano, “Ilegitimidad y poder real: el empleo de los hijos de Alonso de Aragón, arzobispo
de Zaragoza”, en Máximo García Fernández (ed.), III Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia
Moderna. Familia, cultura material y formas de poder en la España moderna, Valladolid, 2016, pp.
1039–1046, p. 1045.
85
La referencia proviene de Atanasio Sinués Ruiz, Pedrola. Notas históricas en torno a la parroquia,
Pedrola, Cooperativa del Campo Comarcal “San Roque”, 1968, p. 52. Más allá o no de la veracidad de
esta aseveración, el autor pensó que se trataba de su homónima, hija de don Alonso Felipe de Aragón y
Gurrea, conde de Ribagorza con Isabel Folch Cardona. Posteriormente se ha repetido esta noticia sin
tener en cuenta la confusión de Atanasio Sinués, lo cual pudo inducir a error en Isidoro Miguel García, La
diócesis de Zaragoza, op. cit., p. 106.
86
Hernando de Aragón, De las dignidades eclesiasticas, op. cit., f. 90v.
48
su relevancia pastoral en la implementación del Concilio de Trento en su archidiócesis.
Es cierto que tuvo un quinto hijo, homónimo, de quien no se tiene prácticamente
ninguna referencia hasta el momento; fue bastante posterior y en otra mujer.
Por último, trazada la relación que sostuvo doña Ana de Gurrea con don Alonso,
que se prolongó bastante en el tiempo, cabe cuestionarse cuál fue la influencia que
ejerció la madre en los hijos y si estos convivieron juntos. Lo primero que ha de tenerse
en cuenta es que la casuística es muy variada y entre el mayor de los hijos –don Juan– y
la benjamín –doña Ana– transcurrieron unos ocho años. Así, los dos varones se criaron
a todas luces en la corte con su abuelo y las dos hembras lo hicieron en Zaragoza con el
arzobispo y su madre, hasta que fueron enviadas con sus respectivas familias políticas.
Por lo tanto, se puede entender que todos pasaron la infancia en el palacio arzobispal
con sus progenitores y que únicamente las mujeres llegarían a la pubertad con estos,
estando los otros posiblemente algo antes ya en el entorno áulico sirviendo al rey.
Como ha quedado dicho, sarcásticamente es la muerte lo que más información
ofrece de la vida de las personas y en el caso de las relaciones afectivas esto no es una
excepción. El testamento de doña Ana, conservado íntegro, ayuda a conocer los lazos
que mantuvo con su progenie.87 Cuatro personas importaban en especial para ella en
1523, momento de su redacción: sus tres hijos supérstites –doña Juana había muerto
recientemente– y su nieta doña Luisa de Borja. A esta última le dejaba todos sus bienes
muebles y dinero contante, lo cual, a falta un inventario, no podemos valorar
cuantitativamente. Es interesante porque fue la hija de doña Juana de Aragón quien
vivió en Zaragoza una pequeña temporada y al parecer estuvo criándose con su abuela
doña Ana de Gurrea. Posiblemente, haya que ver en ese período de tiempo la decisión
de darle toda su ropa, joyas y dinero. Ningún otro nieto aparece en las mandas
testamentarias.
Respecto a sus hijos, es bastante interesante ver que dejó en sus manos la
decisión de ver dónde era sepultada. Esto dependía de dónde se encontrase en el
momento de fallecer. Si lo hacía en Castilla, la duquesa de Medina Sidonia doña Ana de
Aragón sería la encargada de decidir dónde hacerlo. Si por el contrario, muriese en
Aragón, tendría que ser en el Monasterio de Piedra, donde profesaba en aquellos
momentos don Hernando de Aragón. Si este ya no viviera en la referida casa, disponía
87
AHN, Sección Nobleza, Osuna, 538, doc. 10. Testamento de doña Ana de Gurrea, 5 de junio de 1523
en Zaragoza.
49
su «sepultura dentro en la capilla de nuestra señora de piedat de monasterio de sant
agustin de caragossa si al Illustre y reuerendissimo señor arcobispo pareciere». Por lo
tanto, el abanico de posibilidades era amplio. Finalmente fue enterrada en Piedra y
posteriormente en la Seo de Zaragoza con don Hernando. En último lugar, dejaba como
ejecutores a sus hijos don Juan y a doña Ana, así como a su hermano don Martín de
Gurrea, señor de Argavieso.
Por lo tanto, se decantan varios asuntos. El primero, que viajase alguna vez a
Sanlúcar a visitar a su hija doña Ana, de ahí su posible estancia castellana. Esta idea se
refuerza porque contaba con un criado de su hija en Zaragoza, que quizás la
acompañase en el viaje de regreso a la capital de Aragón.88 El segundo, el especial
cariño que cogió a su nieta el tiempo que residió esta en Zaragoza. El tercero, que pese a
disponer de una capilla –¿quizás de los señores de Argavieso?– donde enterrarse,
prefería hacerlo al lado de su piadoso hijo don Hernando. De esto se desprende, que si
no reposaba eternamente junto a su lugar de oraciones, entonces ya podría enterrarse en
la capilla de la Piedad. El cuarto y último, que sus relaciones se centraron
principalmente en la familia que ella creó, ya que más allá de su hermano, no hay
referencias a ninguna otra figura de los Gurrea.
Cuando don Hernando amplió la Seo de Zaragoza, labró la magnífica capilla de
San Bernardo, donde, rodeado de las efigies de sus reales ancestros, se mandó enterrar
junto con su madre.89 Este punto, junto con el interés de doña Ana de reposar allí donde
su hijo rezaba día y noche, nos puede indicar que fuera el favorito de ésta y por lo tanto,
existiera un vínculo especial entre ambos. Su primer lugar de enterramiento fue en un
sepulcro en el monasterio de Piedra, también con una escultura de bulto, ya que cuando
se contrató el proyecto de la capilla de San Bernardo, el sepulcro de doña Ana tenía que
tener el mismo rostro que el del primero.90
III.
Los hijos de don Alonso de Aragón
Nuestra intención ahora es hacer un pequeño recorrido por las personalidades de
sus hijos para poder trazar las relaciones que mantuvieron con sus padres. Por eso sus
escuetas biografías –todavía por hacer a día de hoy varias de ellas– se detendrán poco
88
Idem.
Carmen Morte García, “Los arzobispos de la Casa Real, don Alonso, don Juan y don Hernando de
Aragón (1478–1575)”, en La Seo de Zaragoza, Gobierno de Aragón, Zaragoza, 1998, pp. 177–247,
especialmente interesan las pp. 230–236, referidas a la capilla de San Bernardo.
90
Ibidem, p. 234.
89
50
después de la muerte de don Alonso de Aragón. Los cuatro hijos habidos con doña Ana
de Gurrea fueron piezas de gran importancia para los movimientos políticos de don
Alonso. Por desgracia, una temprana muerte impidió ver la implementación de la
estrategia «dinástica».
a. Don Juan II de Aragón, arzobispo de Zaragoza
El mayor de los hermanos supérstites fue don Juan de Aragón, también conocido
como Juan II de Aragón por su intitulación como arzobispo, para diferenciarlo del
primero que fue hijo bastardo del rey Juan II. Sobre su vida hay varias referencias de
carácter general en episcopologios que más o menos reproducen lo que don Hernando
de Aragón o Diego de Espés dejaron escrito. 91 Además, algún cronista le dedicó
espacio, especialmente por sus problemas con familias de importancia dentro del reino.
Aparte de esto, no hay ninguna investigación reciente que haya estudiado su persona o
su episcopado en profundidad. En síntesis, pasó a la posteridad como cortesano, persona
espléndida, constructor y propenso a pendencias con otros nobles; sin duda el arzobispo
de la Casa Real de Aragón más profano de todos.
Don Juan nació en 1492 sin que se pueda dar una fecha más precisa. Fue
posiblemente el primero de los hijos que tuvo la pareja a lo largo de su relación si
tenemos en cuenta que su madre contaba con unos 17 años.
Sobre su infancia desconocemos más aún que sobre el resto de su vida, si bien se
puede afirmar que su educación fue tan esmerada como la de su padre o la de sus
hermanos. Permaneció alguna temporada en la corte a cargo de los maestros áulicos que
la reina Isabel había dispuesto para la crianza del príncipe y las infantas así como para
otros nobles.92 Allí recibió lecciones del famoso humanista lombardo Pedro Mártir de
Anglería,93 que completaría la educación recibida en Zaragoza en casa de su padre.
91
Hernando de Aragón, De las dignidades eclesiasticas, op. cit., ff. 93v–95r. Diego de Espés, Historia
eclesiástica, op. cit. Lamberto de Zaragoza, Teatro histórico, op. cit., pp. 66–71; un par de simples
noticias en latín en Martín Carrillo, Catalogus antistitum caesaraugustanum, 1611, p. 26; del mismo
autor Martín Carrillo, Historia del glorioso San Valero, op. cit., pp. 227–229.
92
Elio Antonio de Nebrija, La educación de los hijos, (ed. de León Esteban y Laureano Robles)
Universidad de Valencia, Valencia, 1981, p. 33: «Pedro Mártir perteneció al Consejo de Indias,
desempeñando varias embajadas. Como profesor de la Escuela contó con discípulos de la nobleza como
Diego de Acevedo, conde de Monterrey, Juan de Aragón, arzobispo de Zaragoza».
93
Pedro Mártir de Anglería, Epistolario. Documentos inéditos para la historia de España, tomo IX, (trad.
José López de Toro), Madrid, 1953, ep. 113. Pedro Mártir de Anglería al cardenal Ascanio Visconti, 30
de julio de 1492: «Por mandato de la Reina –que es una amante de las buenas artes– he abierto una
academia para los nobles españoles, como Sócrates para los atenienses y Platón para otros muchos. Es
cierto que hay mucha diferencia entre los maestros, pero también existe entre los discípulos. Aquellos
51
Nada más se conoce de su juventud, hasta que su abuelo el rey lo llamó a su servicio.
Posiblemente vivió bastante tiempo en la corte, como hiciera su hermano menor, y esto
le permitiese ganar la confianza de Fernando II.
Su primera y única misión conocida fue servir en la casa del joven príncipe
Carlos en Flandes. Estando la reina Juana recluida en Tordesillas por su incapacidad
mental para poder regir sus estados, el interés prioritario de Fernando el Católico fue
que Carlos pudiera residir en España para poder ser educado en las maneras y
costumbres de los reinos peninsulares. Esto no fue posible por distintos motivos, por lo
que el gobernador de Castilla tuvo que aprovechar sus limitados recursos humanos de
confianza para poder influir o al menos, tener información de primera mano de lo que
sucedía en la corte del príncipe. No se podía confiar en los flamencos después de la
experiencia tenida con Felipe I y su cortesanos, pero tampoco en el buen número de
nobles felipistas que se marcharon al norte en cuanto Fernando II volvió de Nápoles.
Estos nobles eran refractarios a la persona del rey de Aragón y habían servido con
ahínco al Hermoso, de manera que pusieron tierra y mar de por medio en 1507,
refugiándose con Carlos. Al fin y al cabo, el poder y el acceso al mismo siempre se
encuentra donde está la persona de quien emana.
A finales de la primavera de 1512, tras ver cómo sus posiciones se debilitaban
frente a la Santa Liga, Luis XII comenzó una campaña propagandística para intentar
separar a los aliados enemigos. Para ello, hizo circular la noticia de que el Rey Católico
tenía previsto dejarle a su nieto don Juan de Aragón el reino de Nápoles, así como otra
serie de arreglos matrimoniales. Esta supuesta decisión, de la que no hay más noticia
que por Zurita, de haber tenido el efecto esperado hubiera quitado un importante estado
a la herencia del príncipe Carlos. Por ello mismo, su abuelo Maximiliano no podía
tolerarlo. Afirmaba el cronista que:
«esto fue tan creído, que tuvo necesidad el rey, para asegurar al emperador desta
sospecha, de enviar a don Juan a Flandes, para que estuviese en la corte del príncipe algún
tiempo: y se salvasen todos aquellos temores: por ser gente la alemana que nunca olvida, y
94
jamás pierde querella».
eran, en efecto, amantes de las letras, cultivadores y respetuosos con ellas. Estos, en cambio, les profesan
horror».
94
Jerónimo Zurita, Historia del rey, op. cit., lib. X, cap. III.
52
Según este testimonio, la decisión de enviar a don Juan a Flandes tenía como
objetivo calmar al Rey de Romanos. No parece muy creíble que Fernando II enviase de
misión a su nieto durante cuatro años sólo para tener contento a su consuegro, persona
de una notable inferior habilidad política. Evidentemente, interesaba de sobremanera
tener a alguien de entera confianza dentro de la corte del príncipe Carlos que pudiera
informar de lo que allí se estaba haciendo en cada momento. En esos momentos era un
joven de 20 años que se había criado en los principales círculos de poder.
Meses después, don Juan marchaba hacia San Sebastián para partir hacia los
Países Bajos. Sin embargo, la situación internacional había empeorado la seguridad de
las fronteras peninsulares. A la rápida conquista del reino de Navarra se sucedieron con
una serie de tentativas de sus antiguos propietarios por recuperarlo, apoyados por el rey
de Francia. Mientras se sentía inminente el combate por Pamplona, el señor de Lautrec
penetraba en Guipúzcoa con 1.500 alemanes y 6 piezas de artillería. Tras pasar bajo los
muros de Fuenterrabía, siempre bien protegida, arrasó Irún, Iranzo, Rentería y Hernani.
Se dirigían a San Sebastián, sabiendo que estaba prácticamente desguarnecida por estar
sus hombres sirviendo en otros escenarios y por intentar divertir la ayuda castellana a
Pamplona.95
El 17 de noviembre se plantaron delante de la ciudad y según el relato de Zurita,
fue la llegada de don Juan de Aragón junto con el comendador Juan de Lanuza lo que
salvó la situación al no haber nadie de relevancia al mando. Los dos nobles aragoneses
organizaron la defensa y tras un intercambio de cañonazos durante medio día, el señor
de Lautrec decidió retirarse hacia Bayona. Después de estos contratiempos en el viaje,
todo indica que no pudieron hacerse finalmente a la mar, o si lo consiguieron, tuvieron
que regresar, ya que hasta meses después no hay constancia de la llegada de don Juan a
tierras flamencas. Muy probablemente para marzo de 1513 los dos nietos de Fernando II
se habían conocido, después de pasado el invierno en San Sebastián y encontrar alguna
nave que levara anclas rumbo al norte. Estos cálculos los tomamos teniendo en cuenta
las distancias de los correos y una carta de don Alonso de Aragón al secretario Miguel
Pérez de Almazán. En ella, entre otros muchos negocios, le refería la buena llegada del
joven noble y cómo, estaba convencido de ello, lograría predisponer la voluntad del
príncipe hacia los asuntos hispanos y sobre todo, alejarlo de la influencia francesa y
95
Ibidem, lib. X, cap. XXXVII.
53
acercarlo a la del Rey Católico. En los siguientes términos le escribía, manu propria, al
todopoderoso Almazán:
«Las letras de don Juan de aragon receby con las quales houe plazer pero en saber que
bendyto dyos lego bueno y el pryncipe se huelga con el y le ministra amor porque spero ha de
ser grande seruycio del Rey nuestro señor y es muy necesaryo segun lo que me scriue don juan
que su magestat tenga personas que zelen su seruicio en aquellas tyerras porque todos los que
cabe aquellos señores estan sygen la voluntad de sus enemygos que son los franceses mas yo
creo que con la presencia de don Juan se remedyara todo como conuyene al seruycio de su
magestad porque con su maña sabra ganar la del pryncipe y la demadamos con todos los otros
que gouyernan assy plega a dyos que sea y para esto le suplyco que lo guarde. Sy veys que ay
algo que enmendar en lo que el negocio que no serya marauylla pydos me lo hagays saber
porque yo se lo epua (¿escriba?) con mys cartas en special que su hedais me faze syempre temer
syno que las yntenciones de santas de su magestad fazen enmendar todo defecto y endreçan a
todos los descamynados pues pongan la manera en negocios de su alteza de manera que con
esto bybo muy confyado por las spyryencias de lo passado y con que me parece que a los años
de don Juan no dyera yo el recaudo en los negocios qual el lo puede dar agora pero sobrado de
la affycion del seruicio de su alteza syempre rezelo de algun synyestro».96
Por lo tanto, la idea de que don Juan fue enviado, no para acallar los rumores
sembrados por Luis XII ni para paliar la desconfianza de Maximiliano, queda
confirmada. Su misión era estar allí para informarse y sobre todo, ganarse la confianza
del príncipe. Posiblemente el objetivo final que Fernando II buscaría sería que Carlos de
Gante decidiera o le fuera recomendado que embarcase rumbo a la península ibérica; si
bien nadie se haría ilusiones al respecto de lo que una única persona –joven, eso es
cierto– podía lograr contra toda la camarilla flamenco–castellana.
La estancia en los Países Bajos se extendió por varios años, hasta finales del
verano de 1516, momento en el que su primo el príncipe le dio licencia para volverse a
Aragón.97 El balance de su estancia ha de sentirse como provechoso. Quizás no para los
intereses del Rey Católico, algo que es difícil de mensurar, pero sí para él
personalmente. Desde el primer momento disfrutó de una posición privilegiada y
realmente envidiada por otros cortesanos que, por antigüedad y rancio abolengo no
96
RAH, A–14, ff. 137r–140r, ff. 138v–139r. Don Alonso de Aragón a Miguel Pérez de Almazán, el 13 de
abril de 1513 desde Zaragoza.
97
Archivo General de Simancas, Estado, Corona de Castilla, leg. 3, 284. El príncipe Carlos al Cardenal
Cisneros, el 9 de septiembre de 1516 desde Bruselas.
54
entendían que un joven de origen ilegítimo los precediera.98 No cabe duda de que Carlos
guardó grata impresión de él y muy posiblemente tuvieron buena amistad, ya que no
dudó en mantenerle el salario de contino como si permaneciera en la corte para los
momentos posteriores a su partida.99 El que sería en pocos años César, lo mandó de
vuelta a España para que se recuperase de una grave dolencia que había tenido.
Desconocemos la enfermedad, pero al parecer se encontraba todavía en noviembre
recuperándose de una afección que había comenzado casi hacía un año. El clima
flamenco no había debido de ayudar especialmente en su recuperación total, por lo que
se entendía que estaría mejor «aqui en su naturaleza para acabar de conualecer».100
Sea como fuere, de estos años hasta el deceso de don Alonso de Aragón no se
tienen noticias de él ni prácticamente hay rastro en la documentación. Únicamente fue
repetida machaconamente la petición que se le pagasen las rentas atrasadas, igual que
disfrutaba cuando vivía el rey su abuelo: todo ello a pesar de que el príncipe estaba de
acuerdo con que se le hiciesen los pagos pertinentes. El impago a los servidores no
dejaba de ser un mal endémico y secular de la monarquía.
Es conocido y ya se ha mencionado anteriormente que don Juan de Aragón fue
el sucesor de su padre en la mitra cesaraugustana a la muerte de este. Sin embargo, la
trayectoria descrita por el joven en nada parecía encaminarse a la carrera de la Iglesia;
más bien todo lo contrario. Criado en la corte de su abuelo y sirviendo de contino del
príncipe, el entorno áulico parecía ser su auténtico y genuino hábitat. De esta manera,
surge automáticamente la pregunta de en qué momento decidió salir del siglo y meterse
en religión, y sobre todo, qué es lo que impulsó esta decisión.
A pesar de que la respuestas a estos interrogantes se encuentran en el ámbito
privado, contamos con la suficiente documentación como para no movernos únicamente
en conjeturas. La vocación religiosa apareció en su vida cuando contaba con unos 23
años, en torno a 1515, o al menos, en estos momentos fue cuando se lo comunicó a su
padre el arzobispo, quien no perdió un solo momento para despachar unas líneas
98
Jerónimo Zurita, Historia del rey, op. cit., lib. X, cap. LV: «Cuando don Juan de Aragón llegó a
Flandes, el emperador, porque fue enviado a su recuesta, le mandó hacer gran recogimiento: y tal
tratamiento, como si fuera hijo natural del rey: y como algunos señores estaban en Flandes, especialmente
el duque de Sajonia, y el señor de Rabastán, se desdeñasen, que les precediese». Esto lo afirmaba el
cronista en la creencia que mantenía el Rey de Romanos de que don Juan sería rey de Nápoles en
detrimento de su nieto Carlos.
99
AGS, Estado, Corona de Castilla, leg. 3, 284. El príncipe Carlos al Cardenal Cisneros, el 9 de
septiembre de 1516 desde Bruselas.
100
AGS, Estado, Corona de Aragón, leg. 267, 26. Don Alonso de Aragón al Cardenal Cisneros, el 19 de
noviembre de 1516 desde Zaragoza.
55
comentándoselo al rey. Esta decisión disgustó profundamente al abuelo, ya que esta
aparente conversión se fundamentaba «mas en interese y en flaca» que en auténtica
voluntad. De hecho, Fernando II consideraba, que aparte de que no creía que tuviera
ninguna inclinación sincera hacia el estado religioso, era un desperdicio de sus virtudes
y de su sangre real el querer buscar el camino fácil pudiendo medrar sin problemas en la
carrera cortesana.101 Cierto es que, pese a ser contino en la corte, jamás disfrutó de un
señorío, aunque puede ser que se gestionase para él el de Castellbó –sin resultados
satisfactorios para don Juan–.102
No deja de llamar la atención precisamente el punto de que fue el primer y
quizás único hijo ilegítimo de la familia real de Aragón a quien no se encaminó desde
un primer momento a la carrera eclesiástica sino que se lo mantuvo en la corte.103 El por
qué de esta decisión es una incógnita, cuando no había habido ningún problema en
hacer tantos eclesiásticos de otros bastardos como fuera menester; el caso palmario, el
propio don Alonso. Quizás estemos ante algo más complejo, como un cambio de
mentalidad en el Rey Católico producido por ciertas provisiones eclesiásticas de las que
se sentía culpable por haberlas realizado o haberlas consentido en momentos recientes.
La primera, de 1505 de don Alonso Enríquez, y la segunda, la vergonzosa sucesión e
intercambio de mitras en la familia Fonseca, más propia de trileros que de hombres de
Iglesia.104 Sea como fuere, los motivos permanecen ocultos y lo único que podemos
101
RAH, Colección Salazar y Castro, K–33, ff. 124r–v. Fernando II a don Juan de Aragón, en torno a
1515. «El Rey. Illustre mi mui caro nieto por vuestra instrucion de vuestra mano que inbiasteis al Illustre
y muy reberendo Arzobispo mi fijo vi las causas que vos mobian a querer ser de la Yglesia, y por ser
fundadas mas en interese y en flaca, esperando que en religion no solamente no me parescio bien mas
ciertamente me desplego conocerderos tal flaqueza de animo que los que no vienen de la sangre donde
vos veneres con solo el valor de sus personas sin ayuda de nadie tienen grandes esperanzas y muchas
veces aciendo lo que deben a Virtud. Dios que las cumple quanto mas la aveis de tener vos siendo quien
sois siribiendo a quien serbis y aviendo os dado Dios el seso y dispusicion que teneis para poder trajaar
que si de todo ello hos dais con la vitud que de vos se espera el interese que vos mobia contra conciencia
a dejar el mundo o ser a maior y mas cierto por esta otra via sin ningun cargo de conciencia, porque
faciendo lo que debeis no solamente terne yo cuidado de vos facer merced mas el Illustrisimo Principe mi
muy caro y mi amado fijo para lo mismo y la que para esto sabeis de facer solamente es serbir muy bien y
mui fielmente al dicho Illustrisimo Principe mi fijo y trabajar que se bea y como sea la avilidad y valor de
vuestra persona, porque quanto mas virtud obraredes, tanto sera mas cierto vuestro acrecentamiento y
entonces torneis en mas la honrra que por ello se vos segura que todos los vienes y porque sobre ello fable
mas largo con el dicho Arzobispo mi fijo lo demas a su carta me remito». Este texto es parte de una
epístola más larga sobre otros asuntos. Se encuentra también en AGS, Estado, Corona de Aragón, leg.
267, 31 si bien carece del fragmento que aquí se reproduce.
102
RAH, Colección Salazar y Castro, A–14, ff. 137r–140r. Don Alonso de Aragón a Miguel Pérez de
Almazán, el 13 de abril de 1513 desde Zaragoza. Vid. f. 139v.
103
Jaime Elipe, “Aproximación a la bastardía de los Trastámara aragoneses en la época de los Reyes
Católicos”. En prensa.
104
Lorenzo Galíndez de Carvajal, Memorial o registro breve de los Reyes Católicos, (facsímil),
Academia de Artillería, Segovia, 1992. Sin paginar. Año de 1507: «Ouo quien oyo decir al Rey
56
hacer es reseñar las diferencias de este período con las del anterior en las que no hubo
duda alguna de marcar la Iglesia como camino prioritario, al menos en el comienzo de
sus vidas, para estos hijos ilegítimos.
Fernando II delegó en su hijo don Alonso la misión de cambiar la idea sobre la
Iglesia que tenía don Juan. A pesar de que el rey lo había censurado, el joven cortesano
estaba disuadido de que su futuro pasaba por vestir ropa talar. Por desgracia, no hay
información ninguna que permita saber cuál era la opinión personal del arzobispo de
Zaragoza; no se puede intuir si estaba de acuerdo con el Católico o no. De lo que no
cabe duda es que el prelado jamás pudo conseguir regresar al siglo, por lo que si se daba
el caso de tener que ordenarse, a don Juan se le podía complicar el abandono –en caso
de quererlo así– de la vida eclesiástica. Sea como fuere, don Juan perseveró en su idea y
a su regreso de Flandes se mantenía en su fijación.
No hay ninguna referencia de haber obtenido ningún beneficio eclesiástico antes
de acabar siendo elegido como arzobispo de Zaragoza. Sí que consta el compromiso que
Carlos realizó de cara a la resolución de las Cortes de Zaragoza de 1518. Una de las
mercedes que pretendía otorgar a don Alonso de Aragón era, si todo llegaba a buen
puerto, darle la primera iglesia que vacase en sus reinos –menos Sevilla, ya apalabrada–
.105 Para evitar que el prelado cesaraugustano pudiera llegar a acumular tres diócesis en
sus manos, le ofrecía la posibilidad de que su hijo se quedase con la que le diera o
pudiera darle alguna de las que ya disfrutaba –las archidiócesis de Zaragoza y Valencia–
. Por lo tanto, este debe considerarse como el punto de arranque inicial de la carrera
eclesiástica de don Juan de Aragón, si bien no se llegaron a materializar dichas
mercedes.106 En el momento en que recibiera una mitra, la quitación que recibía –en
esos momentos, virtualmente– por su condición de cortesano, cesaría automáticamente.
Catholico, que de dos cosas se acusaua gravemente su conciencia. Lo uno consentir esta resignacion de
Padre a Hijo en Dignidad tan principal, siendo el hijo, en quien se renunciaua mancebo de poca edad, sin
letras ni experiencia. La otra hauer nombrado Obispo de Osma a Don Alonso Henriquez, Hijo bastardo de
Don Alonso Henriquez, Almirante de Castilla, y de una esclava porque era hombre muy profano y sin
ninguna doctrina, tanto que decia fray Antonio de la Peña, gran Predicador del Rey Catholico, que no
tenía este Perlado mas Spiritualidad que un jarro».
105
En estos momentos la disfrutaba fray Diego de Deza, a su muerte en 1523 fue nombrado arzobispo de
Sevilla Alonso Manrique. Se le concedió la silla hispalense por su permanencia en la corte flamenca con
Carlos, ya que era contrario a la gobernación del Rey Católico.
106
AGS, Patronato Real, leg. 59, doc. 118. Carlos I a don Alonso de Aragón, el 13 de septiembre de 1518
desde Zaragoza: «que hare merced al dicho arçobispo de la primera yglesia o dignidad que vacare en
españa eçrb (sic) la de seuilla por que defa yo tengo hecha cierta promesa a que no puedo falar. y que
quede a determinación del arçobispo sy quisiere que se de la dicha yglesia a don Juan de aragon su hijo o
otra de las que el dicho arçobispo tiene y retener la que asy vacare para sy. sy la primera yglesia que
57
El verdadero comienzo de la vida eclesiástica de don Juan de Aragón tuvo lugar
a la muerte de su padre, cuando Carlos I decidió presentarlo para la silla de Zaragoza.
Las bulas de la decisión papal llegaron el 2 de junio de 1520 y en su lugar tomó
posesión su hermano pequeño don Hernando.107 Sin embargo, la decisión en la sucesión
de la mitra estaba tomada desde bastante antes, de hecho, podría decirse que desde el
deceso de don Alonso, el 24 de febrero del mismo año. Esto se puede conocer porque en
menos de un mes, el consistorio romano despachaba las provisiones para don Juan y
Erardo de la Marca como nuevos arzobispos de Zaragoza y Valencia, previo pago de las
tasas debidas a la Santa Sede –5.000 y 100 florines, respectivamente–.108
No mostró en su vida gran interés por los asuntos eclesiásticos, si bien tomó las
órdenes de diácono. Se desconoce si fue antes o después de ser elegido como
administrador perpetuo de Zaragoza, ya que al no estar ordenado no podía ejercer de
arzobispo ni intitularse así. A lo largo de sus diez años de pontificado, que van
prácticamente de la muerte de su padre a la suya propia, destacó más por su carácter
pendenciero y beligerante que por las cualidades que se le supondrían a un pastor de la
Iglesia.
El primer problema serio que se le planteó fue la elección del nuevo
lugarteniente general del reino de Aragón. Carlos I quería situar al comendador Juan de
Lanuza en tal posición. Este, antiguo servidor de don Alonso y acompañante en el viaje
a Flandes de don Juan, había demostrado en los últimos momentos maniobrar con la
suficiente habilidad como para poder ser propuesto para semejante cargo. Esto
implicaba ser el alter nos del monarca en Aragón. Tras decenios siendo gobernados por
personas de sangre real, aparecía un personaje no muy relevante como sustituto del
poderoso arzobispo de Zaragoza.
Esto puso en contra a buena parte de la nobleza, especialmente a aquellos que
compartían vínculos familiares con el rey, creyéndose con más derechos. Sin importarle
esto, Carlos I despachó oficialmente el nombramiento a principios de agosto de 1520, a
vacare no quisiere açebtar el dicho arçobispo que este en su eleçión y voluntad tomar qualquiera otra de
las que vacaren no syendola de seuilla con tanto que cuando la dicha merced aya efecto çese la paga de la
pensión que yo mando dar en cada vn año al dicho don Juan de aragon para que dende en adelante no se
le pagare».
107
Diego Murillo, Fundación milagrosa, op. cit., p. 245. Sin embargo, en otra obra se afirma que fue el
día 20, vid. Lamberto de Zaragoza, Teatro histórico, op. cit., p. 66.
108
Archivio Segreto Vaticano, Arch. Concist., Acta Misc. 18, f. 62r. León X, el 19 de marzo de 1520
desde Roma.
58
pesar de tener la oposición de buena parte de las clases dirigentes del reino.109 Si la mala
relación con el comendador no venía ya arrastrándose con los problemas que tuvo con
su padre, a partir de ahora serían don Juan de Aragón y Juan de Lanuza enemigos
irreconciliables. Los cuatro brazos –ricoshombres, caballeros, Iglesia y universidades–
se reunieron en julio al poco de tenerse noticia de lo que iba a suceder y muchos de sus
componentes se hallaban escandalizados porque no se eligiera a alguien de sangre real.
El propio don Juan, parte tan interesada como otros miembros de su familia, dijo que:
«en su voto formal que por cuanto de mucho tiempo acá siempre se había visto e usado
en este reino, que los lugartenientes generales habían sido personas reales o descendientes de
sangre real, y que este reino estaba muy más pacífico que otros y se hallaba muy bien con el
gobierno del gobernador; que se debía consultar y suplicar a su Cesárea Majestad tuviese por
bien que no se innovase otra cosa, y que proviese lo que mejor fuese al bien de este reino,
110
etc.».
Poco después hubo altercados callejeros entre la facción que lo quería como
lugarteniente y la que lo rechazaba: durante agosto hubo bastantes movimientos de
gente armada por la ciudad. Sin embargo, tras los ruegos y presiones reales, el pleito
terminó por diluirse por completo y el comendador Lanuza acabó siendo jurado sin
mayor estorbo.111 Aunque Argensola expuso la situación siempre desde la óptica de la
lealtad aragonesa, fruto de los tiempos posteriores a 1591 en los que vivió, no fue rápida
su resolución. A finales de 1520, momentos antes de su elección imperial, el asunto
todavía estaba sin concluir. Este contaba con la oposición directa de los principales
miembros de la familia de los Aragón y muchos otros nobles, tanto deudos de éstos
como no. 112 Por desgracia, es bastante habitual encontrar serios problemas en las
fuentes, o así se mostraron, que llegados al clímax terminaban diluyéndose sin que
podamos conocer con exactitud la resolución de los mismos.
Como se ha dicho, si sus relaciones quizás no eran buenas previamente con don
Juan de Lanuza –no confundir con su homónimo el Justicia de esos momentos–,
después de su oposición inicial a la jura fueron ya enemigos irreconciliables. El
siguiente ejemplo es de marzo de 1524, momento en el que comenzó una serie de
109
AHDZ, Alacena de Zurita, leg. 164, ff. 1519r–1530v. Carlos I nombra como lugarteniente general en
Aragón a Juan de Lanuza, el 3 de agosto de 1520 desde «Oppido nostro gandani».
110
Bartolomé Leonardo Argensola, Anales de Aragón, op. cit., p. 1133.
111
Ibidem, cap. 117 entero.
112
RAH, Colección Salazar y Castro, A–18, f. 234r. Carlos I a don Juan de Aragón, 5 de octubre de 1520
desde Lovaina.
59
ataques al prestigio del arzobispo de Zaragoza. La ocasión se dio cuando Clemente VII
expidió una bula en favor del Hospital Real, pero al parecer, «se levantó una hablilla,
diciendo, no venia despachada en forma comun, ni estilo de la Curia». Siendo así las
cosas, don Juan de Aragón no consintió que se saliese a recibirla, por ser –
supuestamente– carente de toda validez. Sin embargo, el lugarteniente general decidió
salir a rendirle los honores al Puente de Piedra, junto con el obispo Jaime Conchillos y
representantes municipales. Era un motivo más por el que «sintiólo mucho el
Arzobispo, y crecian entre uno, y otro las quejas, dando por causa al Virrey, de esta
accion, hecha sin su voluntad, ni Decreto. Quedaron con esto muy desabridos, y cada
dia eran mayores los encuentros».113
Casi a continuación, en abril del mismo año, se extrajeron como era costumbre,
los nuevos diputados electos para el ejercicio de 1524–1525. Entre los que fueron
extraídos por azar de las bolsas se encontraba don Juan de Aragón, no como arzobispo
sino como abad de Rueda. Este abadiado estaba unido a la mensa episcopal, pero aún
así el comendador instó a los diputados «que como Comendador Mayor les requeria, y
de parte de su Magestad les mandava, no le diessen la jura, sin examinar el verdadero
titulo, con que la pretendia». Según Sayas, el asunto quedó examinándose por los
diputados, pero a partir de septiembre, se incorporó el arzobispo con normalidad a sus
actividades dentro de la Diputación.114 ¿Cómo se resolvió? Sin duda hubieron de fallar a
su favor los siete restantes magistrados, pero es un claro ejemplo de cómo intentó don
Juan de Lanuza torcer la legalidad para boicotear los espacios de poder de su adversario.
El último asunto que tuvieron los dos principales del reino fue mucho más turbio
que un desplante ante los delegados del Sumo pontífice o trabas para ejercer un oficio.
A comienzos de abril de 1526, apareció en Zaragoza el cuerpo de don Francisco de la
Cavallería, quien había sido asesinado por la noche. De los criminales no hubo ni rastro,
de tal manera que favoreció «cada qual hablase segun su antojo»; es decir, comenzaron
a propalarse rumores en todas direcciones. Principalmente en dos, y antagónicas: unos
acusaban al arzobispo y otros al lugarteniente general. Don Juan de Aragón huyó a
Sevilla, donde estaba la corte, para defender su causa ante su primo el Emperador.
Mientras tanto, en la capital se sucedieron una serie de arrestos y destierros contra parte
113
114
Juan Francisco Andrés de Uztarroz, Segunda parte de los Anales, op. cit., lib. III, p. 70.
Francisco Diego de Sayas, Anales de Aragón, op. cit., pp. 690–691.
60
de los servidores del prelado,115 que fueron contestados por este lanzando entredichos y
censuras. 116 Al fin y al cabo, el comendador estaba ignorando los tribunales
eclesiásticos, que se suponía, entendían en las causas de los servidores de don Juan.
¿Quién mandó asesinar a don Francisco de la Cavallería, y qué importancia tenía
este? Lo desconocemos por completo y realmente, poco interesa. Lo cierto es que el
César acabó por poner paz tapando el asunto; mandó que cada cual cesase sus acciones
legales contra el otro y a su primo lo obligó a seguir a la corte, se desplazase a donde
fuera. Lo realmente interesante del caso es cómo llegó a tal punto la tirantez entre los
dos dignatarios que cualquier asunto podía ser utilizado en contra del otro, dando lugar
a escaladas de tensión incalculables, como fue este caso. De una manera o de otra,
acabó con la victoria del oficial real, quien veía alejado a su principal enemigo de
Zaragoza; reconocimiento en parte implícito de que don Juan había sido el artífice del
asesinato.
Estos casos sirven para ilustrar la turbulenta vida política que desarrolló el
arzobispo, quien acabó sus días en la corte, poniéndose así solución a la enemistad con
el lugarteniente general. De hecho, el 25 de noviembre de 1530 falleció en la corte, que
en esos momentos se encontraba en la villa de Madrid.117
Don Juan de Aragón, muy posiblemente animado o tomando como modelo a su
padre el arzobispo, no dudó en su juventud el tomar los hábitos para hacer carrera
eclesiástica. Abandonó los oficios cortesanos pero no su afición por el entorno áulico y
su modo de vida, manteniendo una corte de doscientas personas, una importante capilla
de música e interesándose bastante poco por ordenarse como presbítero y obispo.
Destacó sus intereses puramente seculares y por sus agitadoras intervenciones en la
política del reino. Muy posiblemente estuvo empujado por la frustración de no disponer
de los resortes de poder que había disfrutado su padre, siendo arzobispo y lugarteniente
general –además de un sinfín de prebendas eclesiásticas, que él no poseyó–, así como de
cierta impulsividad. Sin duda, pensó que podía comportarse de una manera que los
115
RAH, Colección Salazar y Castro, A–38, ff. 259r–v. Don Juan de Aragón a don Juan de Aragón duque
de Luna, el 20 de junio de 1526 desde Granada. En esta epístola, el arzobispo de Zaragoza rogaba a su tío
que cuidara de sus oficiales y servidores en su ausencia, ya que era consciente de la mala predisposición
del lugarteniente general don Juan de Lanuza hacia él y en extensión, hacia los miembros de su casa.
116
Juan Francisco Andrés de Uztarroz, Segunda parte de los Anales, op. cit., lib. IV, p. 8.
117
Martín Carrillo, Historia del glorioso, op. cit., pp. 278–279: «Murio el Arçobispo Don Iuan en Madrid
(que por mandado del Emperador auia ydo a la Corte) a veynte y cinco del mes de Nouiembre, año de mil
y quinientos y treynta. Fue traydo por sus criados a santa Engracia: y de alli con grande pompa y
acompañamiento de toda la nobleza, Clero y Religiones, lo lleuaron a enterrar a la S. Iglesia de la Seo, y
le sepultaron ante el Altar mayor».
61
tiempos ya no aceptaban, debido a que la época del Rey Católico había tocado a su fin y
los bandos y posibilidades políticas en la corte se habían multiplicado. En definitiva, los
miembros de la familia real de Aragón ya no dominaban la vida política ni actuaban
como un clan unido, algo que no supo comprender. De ahí su derrota estrepitosa ante el
comendador Lanuza y su «destierro» en la corte.
b. Doña Juana de Aragón, duquesa de Gandía
La mayor de las hijas de don Alonso y doña Ana fue doña Juana de Aragón. Es,
sin lugar a dudas, la más desconocida de los cuatro hijos que tuvieron. Posiblemente en
ello influyan dos motivos. El primero, que murió relativamente joven –quizás en torno a
los 25 años– y el segundo que fue la madre del santo Francisco de Borja. Aunque pueda
parecer una contradicción, al ser madre de un personaje de tal envergadura, lo escrito
sobre ella ha solido tener la intencionalidad de adornar la vida del primer marqués de
Lombay. Aunque no de la misma importancia y no fue canonizada, también fue madre
de doña Luisa de Borja quien pasó a la posteridad como la Santa Duquesa, al vivir y
morir en olor de santidad. Por ello mismo, aparece en todas las obras referidas a ambos
como madre ejemplar y profundamente devota: algo perfectamente verosímil pero que
ha de tomarse con cautela.118
Todo lo que se conoce de ella es su descendencia y su testamento, ya que ni
siquiera se tiene constancia exacta de cuándo murió. Es de suponer que fuese criada en
la casa del arzobispo con sus hermanos, no hay nada que pueda indicar una estancia en
la corte al servicio de alguna de las reinas, por ejemplo.
Su destino, como era habitual en todas las hijas ilegítimas de la casa de Aragón,
fue el matrimonio con algún noble de importancia. Su abuelo el Rey Católico intentó
casarla en un primer momento con Beltrán de la Cueva, futuro III duque de
118
A modo de ejemplo, baste una obra de cada uno de sus hijos S. N., Sanctus Franciscus Borgia quartus
Gandiae dux et Societatis Iesu Praepositus Generalis Tertius, Vol. I, Madrid, 1894, p. 276: «Fué la
duquesa Doña Juana singularmente devota de las llagas de Cristo Nuestro Señor y muy compasiva de las
almas del purgatorio, las cuales, agradecidas, dice el P. MUNIESA en la Vida de Doña Luisa de Borja, se le
aparecieron, pasando por su oratorio y la hicieron reverencia, en agradecimiento de una limosna de 200
ducados que un año gastó en bulas de difuntos para su sufragio»; Jaime Nonell, La santa duquesa. Vida y
virtudes de la venerable y excelentísima señora doña Luisa de Borja y Aragón, condesa de Ribagorza y
duquesa de Villahermosa, Imprenta y Fundición de Manuel Tello, Madrid, 1892, p. 17: «Fue además
singularmente devota de Cristo crucificado, y muy en especial de sus llagas sacratísimas. Era enemiga de
la ociosidad, que suele ser madre de todos los vicios. Para que el ocio no hallase entrada en su palacio,
ejercitábase ella, y hacía que se ejercitasen las mujeres de la familia, en labores de manos, ya para
adornos de los templos de Gandía, ya para socorro de pobres honrados».
62
Alburquerque en 1507. No se sabe a qué se debió la cancelación de dichos planes, pero
finalmente acabó casándose con el joven Juan de Borja, III duque de Gandía.119
Como tantos otros planes matrimoniales que recogieron los cronistas, el único
importante es el que finalmente llegó a materializarse, ya que muchas veces no dejaban
de ser ideas peregrinas o rumores recogidos como asuntos sólidos. El interés por la casa
de Borja hay que verlo, en la búsqueda de apoyos del Rey Católico en los momentos en
los que su poder no era absoluto en la península. De esta manera se reforzaba la
familiaridad con la casa de Gandía, ya que la duquesa viuda era María Enríquez,
familiar de Fernando II. Hay que tener en cuenta que también podría ser una
compensación por las deudas que mantenía la corona con esta familia por la compra del
ducado de Sessa, que ascendía nada menos que a 30.000 ducados.120 Fernando II ofreció
7 cuentos de maravedíes –18.666 ducados– como dote por su nieta, los cuales se
comprometía a pagar también su hijo el arzobispo de Zaragoza; esto tenía lugar en
Valladolid el 31 de enero de 1509. El 2 de febrero se realizaba la boda por poderes:
«Dos dies després d’haver signades les capitulacions matrimonials, el 2 de febrer de
1509, se celebrà el matrimoni entre Joan de Borja i Joana d’Aragó al palau reial de Valladolid.
Hi foren presents el rei Ferran el Catòlic i la seua segona esposa Germana de Foix. Juan
d’Alagón, cavaller, procurador i cambrer de l’arquebisbe de Saragossa Alonso d’Aragó, i Jeroni
Cabanyelles, cavaller i procurador del duc de Gandia, verbo dixerunt que cum presentibus die
ac hora dictus, el duc de Gandia, d’una part, i dona Joana d’Aragó, de l’altra part, davant la
presencia del rei abans ressenyada, fuit exponsanti per verba de presenti apta et ydonea ad
verum matrimonium contrahendum, per mans del reverend bisbe Alfonso Enríquez».
121
De esta fuerte suma de dinero, el futuro suegro tuvo que adelantar buena parte o
prácticamente todo, ya que la monarquía no disponía –como de costumbre– de liquidez
suficiente como para afrontarla. Así, meses antes del enlace Fernando II mandaba pagar
119
Jerónimo Zurita, Historia del rey, op. cit., lib. VIII, cap. IX. También se recoge esto en Diego de
Espés, Historia eclesiástica, op. cit., ff. 739v–740r: «En este año despues que el Rey de Napoles
parassegurar mas al duque de Albur queque en su seruicio que era muy deudo y confederado con el
condestable trato el rey que casasse don Beltran de la Cueva su hijo mayor con Doña Juana de Aragon
hija del Arçobispo de Çaragoça y esto no tuuo effecto y doña Juana casso con don Juan de Borja duque
de Gandia».
120
A la muerte de Fernando II, los 30.000 ducados o buena parte de ellos se seguían adeudando a la casa
de Borja. AGS, Cámara de Castilla, libro de cédulas 315. Carlos I a Alonso de Aragón arzobispo de
Zaragoza, el 8 de julio de 1516 desde Bruselas.
121
Francisco Pons Fuster, La germania a Gandia i el duc Joan de Borja, CEIC Alfons el Vell, Gandía,
2008, pp. 38–39.
63
a don Alonso un tercio de la dote que se le adeudaba.122 Curiosamente, aunque el
arzobispo tuvo que poner parte de la dote de doña Juana –desconocemos el monto total,
pero una parte sustancial–, este no intervino lo más mínimo en las capitulaciones: fue el
Rey Católico quien en todo momento llevó las riendas de la situación.123 Es interesante
este detalle porque pone de relieve la mentalidad del monarca respecto a sus nietos.
Podría decirse que Fernando II se apropiaba de ellos con total libertad, al quitárselos a
don Alonso y arrogarse el derecho de elegir su futuro por ellos. Es cierto que la
situación del padre estaba fuertemente limitada por su condición de eclesiástico. Toda
una vida cumpliendo los dictados de Fernando II habría convertido en algo normal que
también pudiese disponer de sus hijos como propios, aparte de ser el único que podía
encumbrarlos hasta donde fuera posible. Esto mismo pone de manifiesto un punto
interesante, pero irresoluble: ¿qué límites tuvo para decidir dentro de su propia familia
el arzobispo de Zaragoza? A priori, estrechos, si bien él mismo estaba interesado en que
su descendencia fuera colocada en sitios acordes con su linaje.
El primer hijo del matrimonio fue don Francisco de Borja, futuro miembro de la
Compañía de Jesús. A este siguieron cuatro más en un período de seis o siete años, pero,
a pesar de la numerosa prole, el matrimonio no fue bien avenido en ningún momento.
La causa –o consecuencia– de esto se encontraba en la relación extramatrimonial que
mantuvo el joven III duque de Gandía con Catalina Díaz de Castellví. Esto le costó al
noble que el lugarteniente general Luis Cabanellas lo expulsase del reino de Valencia y
secuestrase sus estados a comienzos de 1515, alegando adulterio y embarazo de la
susodicha. Sin embargo, el Rey Católico lo perdonó poco antes de morir.124
A pesar de que la vida marital no era buena en absoluto, don Alonso tuvo una
relación amistosa con el duque, quien poco después volvió a tener problemas con la
monarquía. En esta ocasión, a comienzos de 1517, suplicaba al príncipe Carlos que se
proveyera algo en favor de su yerno, ya que había sido desterrado de nuevo. En esta
122
ACA, Real Cancillería, reg. 3672, ff. 65v–66r. Fernando II a Vicencio de Leofantes consejero y
tesorero de Sicilia, el 9 de octubre de 1508 desde Córdoba.
123
Esto puede verse fácilmente en un pacto y concordia de las capitulaciones matrimoniales que tuvieron
lugar poco antes de la muerte de Fernando II. AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 843, pliego de siete hojas sin
numerar entre los ff. 8r–8(bis)r. 2 de enero de 1516, Zaragoza: «Nos don Johan de borja dux de gandia
mayor de venyte anyos. Attendientes e considerantes que entre el muy alto e muy poderoso catolico Rey
don fferrando Rey de aragon et de sicilia etc et dona Johana de aragon su nyeta de vna parte e nos dicho
don Johan de borja dux de gandia e Jheronimo de cabanella cauallero de la orden de santiago de la spada
et andres de santa cruz cauallero asi como procuradores de la Illustrisima señora dona maria enriquez e de
borja duquesa de gandia relicta del Illustre don Johan de borja duque de gandia padre e madre nuestros en
nombre suyo propio».
124
Francisco Pons Fuster, La germania a Gandia, op. cit., pp. 41–42.
64
ocasión era por impedir la requisa de bienes para la guerra al gobernador de Valencia.
Consciente de que don Juan de Borja había obrado mal, lo que le molestaba al arzobispo
de Zaragoza era la celeridad que había habido con el castigo, en contraposición a otros
asuntos suyos y la nula consideración hacia la sangre real de su hija doña Juana.125
Curiosamente, el duque fue uno de los ejecutores testamentarios de don Alonso, por lo
que únicamente se puede señalar un vacío de información bastante grande que su
adulterio eclipsó.126
Aunque carecemos de documentación privada de la duquesa de Gandía, su
testamento arroja bastante luz en aspectos familiares y sentimentales. Su relación con el
duque no fue buena en absoluto; su refugio fueron sus hermanos y su padre. Esto se
puede inferir de la lectura sus últimas voluntades, momentos antes de dar a luz. Para
ello, nombraba como «executores al Excelente Don Alonso de Aragon Arzobispo de
Çaragoça y de Valencia, al Illustre Duque de Gandia, mis Señores, Don Juan de Aragon
e Don Hernando de Aragon mis hermanos, y a los Reverendos Hernan Gomez Dean de
la Iglesia de Gandia y Maestre Gaspar Bellver Prior de Valldigna».127 Este elenco de
personas no tiene en sí nada de sorprendente aunque aparezcan seis, tres de su propia
familia y tres del ámbito gandiense. Lo realmente interesante son precisamente las
últimas disposiciones. Al vislumbrar las posibilidades del futuro de sus hijos si no salía
con vida del trance del parto, la duquesa no tenía ninguna duda:
«E doy e assigno en tudor e curador de los dichos hijos e hijas mias a Excellente Señor
el Señor Arzobispo de Zaragoza mi Señor, suplicando muy caramente a su Excellente Señoria,
aquellos mis hijos quiera levar en su casa e corte, y los mande instruir y criar, como de aquel
confio, y las hijas mande e los bienes de aquellos e aquellas mande regir, procurar, guardar y
defender, como qualquier buen tudor es obligado y de su Excellente Señoria se espera e yo
confio, dandole y otorgandole poder plenisimo y bastante para que no obstante qualquier
vinculo e condicion sin conocimiento de causa ni otra solemnidad de derecho pueda vender y
125
Apud Bartolomé Leonardo Argensola, Anales de Aragón, op. cit., pp. 375–383. Instrucciones para
transmitir al príncipe Carlos. Don Alonso de Aragón a Antón Moreno de Onaya, el 7 de marzo de 1517,
desde ¿Zaragoza?: «No digo yo que la escritura que dio el dicho duque fuese buena, bien que le dieron
mucha ocasión, mas digo que, por ser nieta de Su Católica Majestad la mujer del dicho duque, no se le
había de facer aquel disfavor, que aún no había malhecho cometido. En fin, en cosas que yo he suplicado
siempre ha hobido mucha remisión y dilación, por justas que sean, remitiéndolas para la venida de Su
Alteza a España, y ha hobido mucha celeridad para proveer contra el Duque de Gandía y su mujer,
seyéndome personas tan conjuntas».
126
AHN, Sección Nobleza, Osuna, 538, doc. 19, f. 11r. Copia simple del último testamento de don
Alonso de Aragón, 12 de febrero de 1520.
127
El testamento, del 19 de diciembre de 1518 en Gandía, está extraído de S. A., Sanctus Franciscus
Borgia, op. cit., pp. 381–390, p. 382.
65
enajenar de los dichos bienes los que quisere como de suyos propios y los precios tomar e
convertirlos en lo que bien le pareciere, y si acaso fuere que por alguna subtilidad o rigor de
derecho fuere obligado de dar cuenta de la dicha su administracion a qualquier persona, por
gran poder que tenga, quiero que sea creido de su simple palabra e que mis hijos e hijas ni
alguno de aquellos ni otro algun juez le pueda apremiar, salvo que sea creido de su simple
palabra, e qualquier cosa que contra el se alcanzare, aquello le dexo y le hago legado para hazer
128
dello a su propia voluntad».
Es muy sugestivo que no pensase para nada en que sus cuatro hijos –más el que
estaba en camino– pudieran criarse con su padre don Juan de Borja; tenían que hacerlo
con su abuelo el arzobispo. Posiblemente influyera en la decisión de mandarlos a
Zaragoza que en 1517 su marido había legitimado a Juan Cristóbal, habido con la ya
referida Catalina Díaz.129 Sea como fuere, doña Juana sentía en esos momentos que era
fundamental que sus hijos, en su ausencia, fueran educados por don Alonso de Aragón y
no en Gandía.
Aunque la duquesa sobrevivió al parto, los distintos embarazos en tan poco
tiempo y las más que posibles complicaciones al dar a luz –al menos así fue con el
primero de ellos–, terminaron con su vida. Como hemos dicho, se desconoce el
momento exacto de su muerte. Se han ofrecido distintos momentos, si bien nunca con
un aval documental.130 La curiosidad de todo el asunto, como señala Francisco Pons
Fuster, reside no sólo en cuándo murió, sino que su testamento se abrió y leyó mucho
después, el 3 de febrero de 1522 –posiblemente por la guerra de los agermanados–.131
De cualquier manera, sí se puede aproximar la fecha ante quem estaba muerta: 25 de
julio de 1521. Esto es debido a que ese día fue el elegido por el ejército real para salir a
combatir a los agermanados. A la cabeza del mismo, iba un estandarte negro con una
cruz verde, al parecer en símbolo de luto por la reciente muerte de la duquesa. El asta se
partió al chocar con la puerta y esto fue tomado como mal augurio: efectivamente, las
tropas reales fueron derrotadas estrepitosamente y como consecuencia, Gandía fue
128
Ibidem, p. 388.
Francisco Pons Fuster, La germania a Gandia, op. cit., p. 54.
130
El padre Batllori afirmaba con rotundidad que el 23 de agosto de 1520, vid. Miguel Batllori, La familia
de los Borjas, Real Academia de la Historia, Madrid, 1999, p. 60. Otro estudio ofrecía la fecha del 13 de
marzo de 1521, vid. Manuel Gracia Rivas, “Los esponsales de Juan II de Borja en Fréscano (Zaragoza)”,
en Enrique García Hernán y María del Pilar Ryan (eds.), Francisco de Borja y su tiempo. Política,
religión y cultura en la Edad Moderna, Valencia–Roma, 2012, pp. 133–143, p. 138. Ambos carecen de
justificación para tales afirmaciones.
131
Francisco Pons Fuster, “Dos modelos culturales y religiosos. Juan de Borja y su hijo Francisco de
Borja”, en Enrique García Hernán y María del Pilar Ryan (eds.), Francisco de Borja y su tiempo. Política,
religión y cultura en la Edad Moderna, Valencia–Roma, 2012, pp. 167–187, p. 168, nota 7.
129
66
saqueada. No deja de ser sospechoso todo el asunto de la bandera negra; posible fruto
de una lectura romántica muy posterior.132
Paradójicamente, fue una vez muerta la duquesa de Gandía cuando afloraron las
relaciones que esta tenía con sus hermanos. No fueron puestos bajo la tutela de don
Alonso los hijos del matrimonio –quien murió antes que su hija–, pero sí algunos
marcharon fuera tras la derrota de Gandía mencionada a finales de julio de 1521. En
esos momentos, los Borja se embarcaron de Denia a Peñíscola. El duque decidió enviar
a don Francisco y doña Luisa con su cuñado el arzobispo de Zaragoza don Juan de
Aragón.133 Don Francisco continuó con su esmerada educación en la corte de su tío el
prelado, teniendo como preceptor a Gaspar Lax, importante erudito del momento.134 Por
su parte, su hermana pequeña, pasó un breve lapso de tiempo –supuestamente, al
cuidado de su abuela doña Ana de Gurrea–, ya que también estuvo una temporada en
Baza. Tras esta itinerancia, llegó en la primera mitad de 1523 a Sanlúcar de Barrameda
con su tía doña Ana de Aragón, duquesa de Medina Sidonia. Allí permaneció,
prácticamente como una hija más, hasta que se casó en 1541.135
De todo esto no tenemos constancia documental pero tampoco hay motivos para
dudar de su veracidad. Sí que llama la atención que el III duque de Gandía tomara la
decisión de dividir a sus hijos y que doña Luisa permaneciera prácticamente una
veintena de años con sus tíos. En conclusión, puede verse que a pesar de que su
matrimonio no le dio muchas alegrías más allá de su prole, había mantenido con su
familia unos estrechos vínculos en los que no dudó en confiar a sus hijos, para
retirárselos a su padre de ser preciso. Lo interesante del caso es que, a pesar de los
escándalos del duque, siendo desterrado dos veces de Valencia por su comportamiento y
por mantener una relación extramatrimonial sin ningún pudor, este también se apoyó en
su familia política. Primero, consiguiendo la intercesión de don Alonso ante la corte de
Flandes para solucionar sus problemas con la administración. Segundo, en los
momentos de máximo peligro durante la Germanía, enviando a sus hijos a Zaragoza con
132
S. A., Sanctus Franciscus Borgia, op. cit., p. 141.
Como dice Francisco Pons Fuster, del período entre 1523 y 1526 tan apenas se sabe nada y falta
mucha documentación para completarlo con un mínimo de certeza. Vid. Francisco Pons Fuster, “Dos
modelos culturales”, op. cit., p. 177.
134
Pedro de Rivadeneyra, Vita del P. Francesco Borgia, che fu Duca di Gandia…, Florencia, 1600, p. 6:
«Et accioche non perdesse quanto quiui in Saragoza, & in Gandia haueua studiato, & imparato; & con la
oziosità (che è madre di tutti vizij, & corruzione della giouentù) non si guastasse il suo Nipote, si risoluè
l’Arciuescouo di farlo studiare Logica, & Filosofia, & die degli per Maestro di essa Gaspar Lax, che in
quel tempo era quiui; & era tenuto per eccellente Filosofo».
135
Jaime Nonell, La santa duquesa, op. cit., pp. 34 y 62.
133
67
su cuñado el arzobispo don Juan y después, con la duquesa doña Ana de Aragón. En
definitiva, ante la escasa documentación, lo único que se puede hacer es apuntar que
existieron relaciones complejas y fluidas, más allá de una mala relación conyugal.
c. Don Hernando de Aragón, arzobispo de Zaragoza
El segundo y último varón que don Alonso de Aragón y doña Ana de Gurrea
tuvieron fue don Hernando. A diferencia del resto de sus hermanos, es el personaje de
esta familia poco convencional más y mejor estudiado. Además de aparecer en los
episcopologios como uno de los arzobispos más brillantes de la diócesis –sólo superado
en extensión de páginas por lo general por su padre–, redactó interesantes obras de
historia y durante su pontificado fue puesta en marcha la Contrarreforma en la diócesis
cesaraugustana.136 En época más reciente se ha publicado una biografía suya bastante
completa aunque de carácter general, así como un estudio sobre su labor pastoral al
frente de la diócesis cesaraugustana.137
De los hijos de don Alonso, este parece ser el único del que se dispone de una
fecha exacta para su nacimiento, el 25 de julio de 1498, siendo «bautizado en la
parroquia de San Miguel de los Navarros de la capital aragonesa en ese mismo año,
ocho dias despues de Santa Ana».138 También se conoce con mayor exactitud cuál fue
su devenir desde sus primeros momentos. No se puede precisar cuánto tiempo pasó en
Zaragoza con su familia, pero todo indica a que no fue mucho, ya que siempre residió
en la corte al lado de su abuelo. No hay documentación que lo avale aparte de lo escrito
por Diego de Espés, quien sostenía que «criosse estando en el siglo en la corte del Rey
su aguelo. Fue de los mejores jinetes de su tiempo y muy distinguido por su persona
entre todos los de su edad».139 De hecho, acompañaba a este en el momento de su
muerte.140
El tiempo transcurrido junto a Fernando II en la corte le trajo pingües beneficios
y todo apuntaba a un brillante devenir en el mundo de las órdenes militares. El monarca
136
El primer escrito es suyo propio, un pequeño resumen de su obra De las dignidades eclesiasticas de
Aragon anteriormente citado. Nos referimos a Hernando de Aragón, Catalogo de los Obispos, y
Arçobispos de Çaragoça desde el año de 255 hasta el de 1575 que murio el Illustrissimo Don Hernando
de Aragon Arçobispo, 1577, ff. 49r–61r (se encuentra en la BNE, mss. 1235). Martín Carrillo, Historia
del glorioso, op. cit., pp. 280 [erróneamente numerada en la edición como 270]–283; similares
argumentos a estos autores se encuentran en Lamberto de Zaragoza, Teatro histórico, op. cit., pp. 74–86.
137
Gregorio Colás, Jesús Criado e Isidoro Miguel, Don Hernando de Aragón, op. cit.
138
Javier Ibáñez Fernández, Splendor Verolae. El monasterio de Veruela entre 1535 y 1560, Centro de
Estudios Turiasonenes e Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2002, p. 23.
139
Gregorio Colás, Jesús Criado e Isidoro Miguel, Don Hernando de Aragón, op. cit., p. 26.
140
Jerónimo Zurita, Historia del rey, op. cit., lib. X, cap. XCIX.
68
intentó que se le concedieran importantes encomiendas y situarlo en los primeros
puestos de alguna orden, con la intención de que pudiera llegar a disfrutar de un
maestrazgo. Esto no era algo novedoso, ya que tiempo antes otro bastardo real había
sido maestre de Montesa, don Felipe de Aragón y Navarra. Con apenas ocho años era
caballero de Calatrava y tenía las dispensas papales necesarias para poder recibir
cualquier cargo dentro de la dicha religión. Sin embargo, Fernando II apuntaba más alto
para su nieto: pretendía el maestrazgo de Montesa. Esta era la orden más modesta de las
cuatro hispanas, ya que en torno a 1506 su máxima dignidad se tasaba tan sólo en una
renta de 3.500 ducados.141 Aún así, no dejaba de ser un comienzo muy importante.
Llegados a este punto, da la sensación de que el ascenso social de los hijos de
don Alonso siempre estuvo en manos del Rey Católico. La realidad fue más compleja,
apenas vislumbrada en algún momento concreto: el arzobispo de Zaragoza colaboró en
el referido ascenso. Un ejemplo previo se podía ver en la falta de interés que tuvo para
convencer a don Juan de Aragón de que abandonase sus proyectos de comenzar una
carrera eclesiástica. Sin embargo, en el caso de don Hernando es mucho más claro. En
el año de 1506 Jaime Rich aparecía como uno de los principales gestores del asunto del
maestrazgo para don Hernando. Este personaje estuvo 22 años en Roma como
embajador; sus vínculos con don Alonso son muy claros, ya que aparte de ser su
procurador en la curia, recibió de este el abadiado de Ripoll –si bien reservándose sus
141
RAH, Colección Salazar y Castro, A–12, ff. 90r–v. Instrucciones a los embajadores en Roma, 1506.
Dice así el texto: «que por quanto el dicho don fernando de aragon nieto de su alteza es cauallero del
horden y militia de Calatraua e tiene ya dispensation de la sede apostolica para poder obtener
qualesquiere preceptorias, clauerias, priorados y dignidades del dicho orden de calatraua y ahun el
maestrado de montesa que es de la dicha religion si fuere prouehido del o elegido can[onicamente] no
obstante el deffecto de la illegitima[tion] (incomprensible por el papel doblado: de la ¿acada?) porque es
constituido in minoribus ca es de hedad de nueue años poco mas o menos upliquen a su santidat de parte
del Rey nuestro señor le plega conceder coadiutoria y ex ¿nunç? de al dicho don ferrando de aragon en
coadiutor al maestre de montesa que agora es en aquella meior e mas apta forma que fazer se podiere. Y
que dende agora el dicho don ferrando sea prouehido por su beatitut del dicho maestrado de montesa, los
frutos y rentas del qual valen fasta suma de tres mil y quinientos ducados poco mas o menos para toda
hora y quando aquel conteciere vacar por muerte o resignation del maestre que agora lo possee con todas
las derogationes y dispensationes que menester seran y otras clausulas necessarias para validatio o
fortificatio de la dicha coadiutoria se ha de pedir y obtener porque es meior y mas segura prouision que
no reseruation special del dicho maestrado o regresso o accesso a el y porque la dicha coadiutoria sin
empacho alguno surta su effecto en caso de vacation o renuntiation, suplicaran los dichos embaxadores a
su Santidat que por vn breue ¿suhiba? a los capitol y frayles de montesa como se fizo al tiempo que fue
deseruado el dicho maestrado para don felippe de aragon a suplication del Serenissimo Rey don Joan de
gloriosa memoria su aguelo que vacando el dicho maestrado por muerte o renuntiation del dicho maestre
o en qualquiere otra manera, no fagan election de maestre ni eligan persona alguna de maestre cum
decreto ¿urrutantis? si el contrario fazian antes bien dende agora su Santidat se reserue la prouision y
election del dicho maestrado pro hac vite dumtayat y todo lo sobredicho se fara a conseio de personas
letradas y practicas de corte de Roma en semeiante materia y con interuencion del abad fray Jayme rich
procurador del señor arcobispo de Caragoca en corte de Roma que informara extensamente sobre la
materia y sobre otras cosas tocantes a su señoria reuerendisima a los dichos embaxadores».
69
frutos para sí–.142 Por lo tanto, se puede afirmar que el rey no era el único que movía
hilos para mejorar la posición de sus nietos, si bien sí el más visible por las crónicas y
documentación supérstite.
El objetivo de convertirlo en maestre no pudo lograrse pero sí se obtuvo la
coadjutoría de la clavería de la dicha orden a finales de 1511. Esto daba el derecho a
suceder al clavero, primera dignidad en importancia después del maestre, cuando este
falleciera. Sin embargo, don Alonso no debió de estar conforme con esta decisión –por
tener mayores expectativas, muy probablemente– y decidió reclamar al papa, cuestión
que su padre el rey le recriminó.143
Sea como fuere, el rey en sus últimos movimientos casi frenéticos hacia
Guadalupe a comienzos de 1516 pretendía celebrar capítulo de la orden de Calatrava.
Su intención era lograr una encomienda mayor para su nieto, quien al parecer disfrutaba
ya de la coadjutoría del maestrazgo de Montesa. Sin embargo, debido a que estaba el
anciano monarca a las puertas de la muerte, los freires dilataron el asunto ya que la
opinión de estos estaba dividida entre cumplir la voluntad real o investir al clavero don
Pedro Núñez.144
Su carrera fulgurante parece que se estancó a la muerte de su abuelo, ya que no
debió materializarse la coadjutoría de Montesa de manera definitiva. Poco después, el
arzobispo de Zaragoza seguía intentando mejorar por su cuenta la situación de don
Hernando, para obtenerle la clavería de Calatrava y si fuera posible, la encomienda de
Caracuel.145 Si el asunto de Montesa no llegó a buen puerto, posiblemente tampoco sus
quitaciones de cortesano a pesar de las promesas de su primo el rey Carlos.146 Aún así, a
142
Jordi Mascarella i Rovira, “L’abaciologi glossat del monestir de Ripoll”, Annals del Centre d'Estudis
Comarcals del Ripollès, n.º 89–90 (1990), pp. 1–58, pp. 40–41.
143
ACA, Real Cancillería, reg. 3582, ff. 54r–54v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 5 de
noviembre de 1511 desde Burgos: «El Rey. Illustre y muy Reuerendo arçobispo nuestro muy caro y muy
amado fijo y lugarteniente general ya sabeys quan caras tenemos las cosas de la religion de montesa y lo
que ahora vos diximos en madrit sobre la prouision que en roma se fizo dando por coadiutor a don
fernando de Aragon al clauero de la dicha religion de montesa ya defuncto agora nos ha sieido fecha
relacion por parte del maestre de montesa con grande quexa que el y el clauero de montesa y fray luys
corberan comendador de Cilla y monrroy a instancia del dicho don fernando han seydo citados por a corte
de Roma sobre la dicha coadiutoria supplicandonos mandassemos prueher en ello de manera que tan
grande vexacion (tachado: y agrauio) ni agrauio se les fiziesse».
144
Jerónimo Zurita, Historia del rey, op. cit., lib. X, cap. XCIX.
145
RAH, Colección Salazar y Castro, A–16, ff. 127r–129v. Don Alonso de Aragón a Antón Moreno de
Onaya, el 27 de julio de 1516 desde Zaragoza; vid. f. 129r.
146
AGS, Patronato Real, leg. 59, doc. 118. Carlos I a don Alonso de Aragón, el 13 de septiembre de 1518
desde Zaragoza: «asy mismo para lo de la coadjutoria que don hernando de aragon tiene al maestradgo de
montesa mandare despachar los execudoría les y otras cartas que sean menester en su favor para el efecto
dello ¿segun?s y como se acostumbra hazer en semejantes casos. Asy mismo hare merced al dicho don
70
sus 20 años don Hernando disfrutaba de la encomienda mayor de Alcañiz y el Corral de
Caracuel,147 pertenecientes a Calatrava y de una posición incierta en la de Montesa.
Sin embargo, los azares de la voluntad humana se imponen en ocasiones al
determinismo que la familia parece haber establecido. Así sucedió con don Hernando,
quien en 1521 renunció a los bienes del siglo y decidió consagrar su vida al servicio de
Dios, de forma completamente distinta a como lo habían hecho sus allegados. El 25 de
octubre de 1523, recibió el hábito cisterciense; un año más tarde recibía las sagradas
órdenes. En este estado permaneció, como un simple monje más, hasta 1535. A
comienzos de este año, el César decidió otorgarle el abadiado de Veruela.148 ¿Por qué se
esperó tanto tiempo en otorgarle un puesto mínimamente suficiente para una persona de
sangre real? La respuesta no puede fundamentarse en que don Hernando se mantuvo
apartado del siglo y sobre todo, cayó en el olvido de la familia imperial.
Don Hernando se había mantenido, quizás no en primera línea del juego político
pero siempre había sido sostenido por distintas facciones regnícolas y cortesanas. El
primer ejemplo se puede ver en los momentos previos de su conversión. Don Juan II de
Aragón, su hermano, nunca debió de gozar de una salud excelente. A comienzos de
1521, pese a no tener siquiera 30 años, los médicos lo dieron por desahuciado. La
tesitura que se planteaba era compleja, ya que todo indicaba que se necesitaría un nuevo
arzobispo para la capital del reino en muy poco tiempo. Los diputados decidieron
rogarle al Emperador que pensase en don Hernando, por ser la persona perfecta para tal
puesto. Su idoneidad no tenía que ver con la crisis religiosa que estaba teniendo sino
con la calidad de su sangre y la tradición –asumida ya y tenida por buena– de que la
archidiócesis de Zaragoza estaba bien gobernada por los miembros de la familia real. En
este sentido, los diputados le escribieron a mediados de abril de 1521 una misiva en el
siguiente tenor:
«Sacra, Cesarea, Catolica Magestad. El arzobispo de Zaragoza esta muy doliente de tal
dolencia, que los Medicos le dan por muerto, sin ninguna esperanza. Suplicamos a Vuestra
Magestad, que si caso fuese, que Dios nuestro Señor ordenase de la persona del dicho
hernando de aragon de le mandar asentar y darla quitaçion que tenia del dicho catolico rey que aya
gloria».
147
Esta al parecer la poseía desde, al menos, 1507, año se había arrendado por 10.700 sueldos –486
ducados–, tal y como aparece en AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 843, f. 104v. 10 de noviembre de 1517.
Miguel de Almazán, mercader, reconoce haber recibido dicha cantidad de Juan de Samaniego, arrendador
de la encomienda de Alcañiz, pertenecientes al ejercicio del año 1507. Juan Francisco Andrés de
Uztarroz, Segunda parte de los Anales, op. cit., p. 29.
148
Gregorio Colás, Jesús Criado e Isidoro Miguel, Don Hernando de Aragón, op. cit., pp. 26–27.
71
Arzobispo, para llevarle a su sancta gloria, que su Alteza provea del dicho Arzobispado en Don
Fernando de Aragon, Hermano suyo, Nieto del Rey Catolico, Aguelo de Vuestra Magestad. Por
quanto para la consolacion, sosiego, y tranquilidad deste su Reyno, la dicha Provision en
persona del dicho Don Fernando, sera muy util, y necesaria, atendido, que siempre que ha avido
persona de la Casa, y sangre Real, en quien el dicho Arzobispado se ha podido proveer, nunca
otra persona el dicho Arzobispado ha tuvido; acordando a Vuestra Magestad del Arzobispo Don
Ioan, Hijo del Rey Don Ioan de immortal memoria, y de Don Alonso de Aragon, ultimo
poseedor, e del moderno Arzobispo, que de presente posee».
149
Don Juan de Aragón sobrevivió y el asunto no tuvo más trascendencia. No fue la
última vez que el nombre de don Hernando de Aragón apareció en las misivas al César,
a pesar de estar ya en una fría celda del Monasterio de Piedra. La siguiente ocasión de la
que se tiene constancia fue precisamente cuando el arzobispo de Zaragoza acabó
falleciendo en 1530. Desconocemos si en ese momento la Diputación se movilizó
también para pedir la mitra para el último miembro de los Aragón–Gurrea o ya se
habían resignado a otra elección. Lo que sí es cierto es que en los días posteriores al
deceso de don Juan –25 de noviembre de 1530–, su hermana pensó que tenía que recaer
la sede cesaraugustana en don Hernando. De tal manera, la duquesa de Medina Sidonia,
doña Ana de Aragón, escribió unas líneas a la emperatriz Isabel pidiéndole la merced de
hacer a su hermano arzobispo de Zaragoza, persona de reconocida habilidad y
prestigio.150 Para desgracia de la duquesa, el elegido fue don Fadrique de Portugal.
Todo parecía indicar, con el nombramiento del nuevo arzobispo, que don
Hernando quedaría felizmente relegado ad eternum en su retiro monástico. Sin
embargo, a comienzos de 1535 volvió a la palestra de la vida pública. Posiblemente,
para su desdicha, ya que jamás volvería a gozar de su tranquilo retiro espiritual. Su
primo el emperador lo propuso para ser abad de Veruela; ese mismo año salió elegido
como diputado por la bolsa de prelados. Cuatro años más tarde, el 21 de marzo de 1539
fue proveído como arzobispo de Zaragoza.151 La cima de la responsabilidad le llegaría
en julio de 1566, cuando su sobrino Felipe II decidió nombrarlo lugarteniente general
del reino de Aragón.
149
Juan Francisco Andrés de Uztarroz, Segunda parte de los Anales, op. cit., pp. 27–28 (libro II). Carta
de los diputados del reino de Aragón a Carlos V, el 19 de abril de 1521 desde Zaragoza.
150
AGS, Estado, Corona de Castilla, leg. 19, 256. La emperatriz Isabel a Carlos V, el 9 de diciembre de
1530 desde Ocaña.
151
Gregorio Colás, Jesús Criado e Isidoro Miguel, Don Hernando de Aragón, op. cit., p. 27.
72
En definitiva, la carrera de don Hernando muestra un viraje curioso en su vida
pero para nada excepcional. Con un futuro más que prometedor en las órdenes militares
y como cortesano bien situado por su familiaridad con la familia real, a los 23 años cayó
del caballo como Saulo. Este giro copernicano es realmente interesante ya que fue el
único de los arzobispos de la Casa Real de Aragón que realmente tuvo una profunda
espiritualidad acorde con el papel que tenía que desempeñar. Más interesante es todavía
el ver que su carrera no fue meteórica y que casi se podría decir, llegó por casualidad a
ocupar la mitra cesaraugustana y a una edad madura para lo que podría esperarse de una
personalidad de sangre real. El ejemplo palmario lo tenemos en sus antecesores. La
elección como abad de Veruela llama la atención por ser relativamente tardía.
Consideramos que ha de entenderse este suceso en la línea de otros monasterios de
patronato real que contaron con problemas y se buscó a personas responsables para su
buen gobierno. El paralelismo más cercano, quizás sea el de dos hijas bastardas de
Fernando el Católico, quienes rigieron Madrigal, Pedralbes y Las Huelgas, estos dos
últimos en estado casi de anarquía a su llegada.152 Veruela, al parecer, se encontraba en
una situación cercana al desgobierno también.153 Posiblemente, contribuyó bastante en
llegar a ser arzobispo de Zaragoza la influencia que su hermana, tenía en la corte
imperial, especialmente con su prima la emperatriz Isabel.
d. Doña Ana de Aragón, duquesa de Medina Sidonia
La siguiente y última hija habida entre don Alonso de Aragón y doña Ana de
Gurrea fue doña Ana de Aragón, duquesa de Medina Sidonia. No existe mas que un
breve esbozo monográfico sobre su figura así como noticias dispersas.154 Estas permiten
un conocimiento general de su figura, gracias a que ocupó un papel destacado en los
turbulentos años de comienzos del siglo XVI en la familia de Guzmán el Bueno.
152
Jaime Elipe, “Doña María Esperanza de Aragón y la reforma de Las Huelgas en la primera mitad del
siglo XVI”. En prensa.
153
AGS, Estado, Corona de Aragón, leg. 268, 3. Fray Juan Ochoa de Salinas a Carlos V, el 8 de octubre
de 1532 desde Veruela: «Muy alto et poderoso y muy catolico principe inuictisimo emperador y señor
nuestro. Por un sentimiento que emos ubido de como nuestro padre abbad quiere renunçiar el abbadiado a
un criado suyo aunque no podemos saberlo cierto dello por fazerlo tan secreto como crehemos que lo faze
le damos este aviso que no tiene suficiençia de çiençia ni sapiencia ni meritos debido y poque no nos
ayamos de ver hen otro tanto como los de poblet le damos este aviso para que no de su asenso sino para
trienales como es poblet y piedra y santa fe porque de otra manera esta santa casa es perdida a remate
como podra su çesarea majestad mandar tomar relacion dello».
154
Jaime Elipe, “Aproximación a la figura de doña Ana de Aragón, duquesa de Medina Sidonia (ca.
1500–1556)”, en Henar Gallego Franco y M.ª del Carmen García Herrero (eds.), Autoridad, poder e
influencia. Mujeres que hacen historia, Icaria, Barcelona, 2017, pp. 67–82.
73
La fecha de su nacimiento se sitúa en 1500 y la ausencia de datos previos a su
matrimonio, hacen sospechar que se crió en Zaragoza y no en la corte, a diferencia de
sus hermanos varones. Únicamente hay una referencia en fechas cercanas a su enlace,
en el que don Alonso daba a entender que estaba con ella en Zaragoza y no tendría
inconveniente en mandarla a Sanlúcar para que se criase con su futura suegra, doña
Leonor de Zúñiga.155 Su destino, al igual que su hermana mayor, era el matrimonio con
una importante casa nobiliaria, en este caso los duques de Medina Sidonia.156 Un
resumen de este enlace lo ofrecía hizo Andrés Bernáldez, cura de Los Palacios
«Y esto asnsí fecho [en enero de 1513], el rey don Fernando quiso tomar debdo con la
noble casa de Niebla e Medina. e dió por muger al dicho duque don Alonso a doña Ana. nieta
suya, hija de su fijo el arçobispo de Zaragoça. El qual matrimonio se celebró en la cibdad de
Sevilla, en el mes de abril, por concierto de cartas e anillos, porque los desposados eran de
menor edad de XIV años. Del qual matrimonio cresció mucha onrra y ensalçamiento del dicho
duque e casa de Niebla e Medina».
157
El enlace, despachado en unas pocas líneas, no tuvo nada de sencillo. De hecho,
su camino fue francamente tortuoso y amenazado por las injerencias de las casas
nobiliarias vecinas, especialmente los poderosos señores de Osuna. Si el recorrido al
altar fue complicado, después también lo fue por motivos similares, que sintetizaremos
a continuación.
Lo primero de todo ha de señalarse el interés secular, dinástico y obsesivo de los
Guzmán por el señorío de Gibraltar. En 1436 había muerto el conde de Niebla don
Enrique intentando tomarlo, y después de muchas vicisitudes, acabó en manos de la
Corona de forma definitiva. Viendo el vacío de poder existente a la muerte de Felipe I,
en 1506 el duque Juan Alonso Pérez de Guzmán, III duque de Medina Sidonia, intentó
manu militari hacerse con la plaza.158 Esto supondría el arranque de los disturbios en el
reino de Sevilla, que no fue sino la ocasión perfecta para que distintas familias
solucionasen sus problemas por cauces violentos.
155
RAH, Colección Salazar y Castro, A–14, ff. 129r–v. Don Alonso de Aragón a Miguel Pérez de
Almazán, el 15 de marzo de 1513 desde Zaragoza. Esto se induce de su intención de mandarla al sur y de
que no tenemos ninguna referencia de su posible crianza en la corte: «Verdad es que holgare por lo que a
mi y a doña ana conuyene que en la tratacion del matrimonio se tuuyesse forma como dende agora se
pudiesse a su suegra para que la cryasse a su voluntad».
156
Una obra sobre esta familia, es la magnífica síntesis de Miguel Ángel Ladero Quesada, Guzmán. La
casa ducal de Medina Sidonia en Sevilla y su reino. 1282–1521, Dykinson, Madrid, 2015.
157
Andrés Bernáldez, Memorias del reinado de los Reyes Católicos (ed. de Manuel Gómez–Moreno y
Juan de M. Carriazo), Madrid, 1962, p. 649.
158
Jerónimo Zurita, Historia del rey, op. cit., lib. VII, cap. XXIV.
74
En el caso de los Medina Sidonia, fue Pedro Girón, hijo del conde de Ureña
quien ocupó un protagonismo singular. Estaba casado con la hermana del IV duque de
Medina Sidonia, Enrique Pérez de Guzmán. Debido a la juventud de su cuñado, Pedro
Girón tenía la tutela sobre él. Para aumentar los lazos sobre la casa de Niebla, quiso
casar a su hermana con su cuñado y pupilo, don Enrique. Mediante la contundente frase
de «que no se entremetiese en el gobierno de aquella casa; diciendo que tenía al duque
opreso», el Rey Católico se opuso a tal boda.159
Fernando II quería introducir en su órbita a la riquísima casa de Niebla
aprovechando los pocos años del duque don Enrique. A la vez que solucionaba los
desórdenes del sur emparentando con el duque, casaba a su nieta doña Ana de Aragón
para garantizarle un futuro principesco. Evidentemente, este plan era contrario a los
intereses de Pedro Girón. Así la situación, éste secuestró al duque y lo llevó a Portugal.
La suerte no acompañó al noble andaluz, ya que su joven cuñado fallecía a comienzos
de 1513, poco después de regresar de Portugal, donde vivió 3 años huido de la justicia
real. Al parecer, jamás se habría recuperado del estrés de la primera fuga y «se
quebrantó de tal manera, que nunca tornó á su ser».160 De tal manera, el joven IV duque
murió el 20 de enero de 1513. No por ello el interés de casar a su nieta disminuía: el III
duque había dejado hijos varones suficientes. Era, en opinión del viejo rey la única
manera de calmar la situación en el reino de Sevilla.161
El Católico consiguió que doña Ana se casara con don Alonso de Guzmán por
poderes en Sevilla. Al ser ambos menores de catorce años, este no se pudo materializar
hasta noviembre de 1515 en Palencia, estando presente el rey, según la versión de
Jerónimo Zurita. 162 Según Alonso de Santa Cruz, esto tuvo lugar en Plasencia a
159
Ibidem, lib. VII, cap. XXV.
Pedro de Medina, Crónica de los muy excelentes señores duques de Medina Sidonia, condes de
Niebla, marqueses de Cazaza en África, señores de la noble villa de Sanlucar de Barrameda, etc. donde
se contienen los hechos notables que en sus tiempos se hicieron, 1561 (CODOIN, XXXIX, 1861), p. 337.
161
Jerónimo Zurita, Historia del rey, op. cit., lib. X, cap. LIV: «la voluntad del rey era, que muriendo el
duque don Enrique, la duquesa y don Alonso Pérez de Guzmán su hijo fuesen puestos en la posesión del
estado: y trató luego de casar a don Alonso con doña Ana de Aragón su nieta, hija del arzobispo de
Zaragoza, por sacar de allí a don Pedro Girón, que le tenía por demasiadamente atrevido, y deservidor: y
porque con aquella casa aseguraba lo de la Andalucía».
162
El propio Fernando el Católico así se lo expresaba a su nieto don Juan de Aragón, residente en la corte
de Flandes: «Nos hauemos casado a doña ana de aragon vuestra hermana con el duque de medina sidonia,
con el qual casamiento el dicho Illustrisimo principe nuestro fijo terna mas cierta aquella casa de lo que
ya la tenia y la dicha duquessa de medina sidonia vuestra hermana viene aqui por nuestro mandado para
deße aqui yr a su casa». Vid. AGS, Estado, Corona de Aragón, leg. 267, 31. Fernando II a don Juan de
Aragón, algún momento de 1515 desde un sitio indeterminado. Jerónimo Zurita, Historia del rey, op. cit.,,
lib. X, cap. XCVIII: «Allí se celebraron las bodas de doña Ana de Aragón su nieta, con don Alonso de
160
75
principios de diciembre.163 Esta segunda versión tiene mucho más sentido, ya que el 11
de noviembre Fernando II se encontraba en Cazalegas, situado a mitad de camino entre
Madrid y Plasencia.164 Por lo tanto, el historiador aragonés erró en sus datos, ya que el
matrimonio tuvo lugar sin dudas en Plasencia a comienzos de diciembre.
El joven marido de doña Ana de Aragón, X conde de Niebla y V duque de
Medina Sidonia, no era lo que podría decirse un esposo prometedor. Don Alonso de
Guzmán era sin dudas oligofrénico, siendo ya «mentecauto de su nacimiento é inhábil
para regir señorío, no sabiendo hacer letra, ni firma ni otra habilidad alguna, ni tener
juicio para lo saber, y que hacia y decia cosas de hombre sin entendimiento», tal y como
afirmaba el estudioso de la casa de Niebla, Pedro de Medina.165 De hecho, cuando lo
trató el embajador veneciano Andrés Navajero a comienzos de 1526, no sólo comentó
sus importantes rentas, sino que «el Duque de Medina es ahora hombre que vale poco y
no sirve para nada, siendo necesario enseñarle lo que ha de decir cuando habla con
álguien, por lo cual ocurrió que visitándole un obispo, preguntó á este por su mujer y
sus hijos».166
La imbecilidad del joven duque era algo a todas luces notorio pero que al menos
durante su infancia fue más o menos ocultado con éxito por su madre.167 El matrimonio
con la nieta del Rey Católico era la única herramienta a su alcance para que se le
restaurasen íntegramente los estados familiares y para conseguir cierta protección contra
las maquinaciones de Pedro Girón. Fernando II retenía algunas fortalezas después de
Guzmán duque de Medina Sidonia, no embargante que ya se tenía alguna noticia de la inhabilidad, y
demencia del duque».
163
Alonso de Santa Cruz, Crónica de los Reyes Católicos, (ed. Juan de Mata Carriazo), Sevilla, 1951.
Vol. II, p. 320: «Desde Madrid se partió Su Alteza a la ciudad de Plasençia, para de allí venirse a Sevilla;
porque los médicos le decían que por ser tierra caliente le sería buena para su mal. E llegado a Plasencia,
víspera de San Andrés, se le hiço muy solemne recebimiento; porque después que aquella ciudad se avía
reducido a la corona real, nunca más avía entrado en ella. Donde Su Alteça hiço el casamiento de don
Alonso de Gusmán, duque de Medina Sidonia, con doña Ana de Aragón su nieta, hija de su hijo el
arçobispo de Çaragoza. En las quales bodas se hicieron muchas fiestas y regocijos, y Su Alteza con todo
su mal mostró en ellas mucho placer y alegría».
164
Un par de ejemplos documentales son: ACA, Real Cancillería, reg. 3678, f. 1v (2ª numeración).
Fernando II a don Alonso de Aragón, el 11 de noviembre de 1515 desde Cazalegas. También, en Haus,
Hof und Staats Archiv de Viena, H. H. St. A. V. Fam. Korr. A. Karton 1. Fernando II al infante don
Fernando, 12 de noviembre de 1515 desde Cazalegas, apud Manuel Fernández Álvarez, Corpus
documental de Carlos V, Vol. I, Salamanca, 1973, p. 48.
165
Pedro de Medina, Crónica de los muy excelentes, op. cit., pp. 340–341.
166
Andrés Navajero, “Viaje por España del magnífico Micer Andrés Navagero, Embajador de Venecia al
Emperador Carlos V”, en Antonio María Fabié (trad.), Viajes por España de Jorge de Einghen, del barón
León de Rosmithal de Blatna, de Francisco Guicciardini y de Andrés Navajero, Librería de los
bibliófilos, Madrid, 1879, pp. 231–352, p. 277.
167
Diego Ortiz de Zúñiga, Anales eclesiásticos y seculares de la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla,
metrópoli de la Andalucia que contiene sus mas principales memorias desde el año 1246…, ilustrados y
corregidos por D. Antonio Maria Espinosa y Carzel, Vol. III, Imprenta Real, Madrid, 1796, p. 288.
76
que el tutor de don Enrique se negase a entregárselas, lo que acabó con hechos
dramáticos como el saqueo de Niebla. Por otro lado, el propio Pedro Girón, aunque
ahora regresado a la obediencia, seguía siendo una amenaza latente. De hecho, estos
temores se vieron completamente justificados a la muerte del Católico.
El matrimonio no consiguió ser una solución definitiva al problema del sur
andaluz. El III duque de Medina Sidonia se había casado en segundas nupcias con
Leonor de Zúñiga, prima suya. Para el dicho enlace no existió o no llegó a tiempo la
necesaria dispensa papal. Por ello mismo, Pedro Girón afirmaba que este fue nulo y por
lo tanto, los hijos habidos del mismo, eran ilegítimos (don Alonso, don Juan Alonso y
don Pedro). Según esta línea argumental, sólo quedaba una persona habida de forma
legítima, que era doña Mencía de Guzmán –hermana del IV duque don Enrique–. No
era fruto de la casualidad que doña Mencía estuviera casada con Pedro Girón: así, este
reclamaba los ricos estados de la casa de Niebla para su esposa. Al parecer, la dispensa
debió de llegar antes del nacimiento del segundo hijo de la pareja.168
La muerte de Fernando el Católico fue la ocasión esperada para poder hacer
valer sus derechos sucesorios. Pedro Girón reunió tropas en abundancia y decidió tomar
por la fuerza los estados que debían pertenecer a su mujer. En marzo de 1516
comenzaron los movimientos violentos del hijo del conde de Ureña. Los problemas se
alargaron algún tiempo, si bien los Guzmán consiguieron prevalecer y mantener más o
menos intacto su patrimonio. El papel de doña Ana de Aragón en esta contienda
sucesoria no es conocido más que por esta breve referencia, en la que aparece
claramente junto con su cuñado –y futuro marido– don Juan Alonso:
«Con la muerte del rey pareció a don Pedro ocasión oportuna para renovar su
pretensión, no fiándola al juicio legal sino al de las armas, y así partió con diez mil infantes y
dos mil caballos a poner sitio a Sanlúcar de Barrameda, lugar muy principal de este Estado; mas
se pertrechó de suerte, dando sus joyas y recámara doña Ana de Aragón para socorro de la gente
auxiliar, que dentro de tres días hubo de levantar el sitio, suspendiendo con esto su jornada para
el mismo socorro Antonio de Fonseca, señor de Coca, a quien enviaba el cardenal don fray
Francisco Ximénez de Cisneros, gobernador de España; y si bien se deshizo la gente, se
continuaron algunos desasosiegos entre el Duque de Arcos, valedor de don Pedro, y los que
168
BNE, mss. 3299, Pedro Barrantes Maldonado, Ilustraciones de la casa de Niebla de Pedro Barrantes
Maldonado en que se trata del principio y origen de los Guzmanes Duques de Medina Sidonia
Marqueses de Cazasa, 1540, f. 207v.
77
seguían la parte del duque de Medina Sidonia don Juan Alonso, que sucedió a don Alonso, su
169
hermano, con quien tuvo principio la pretensión de don Pedro».
Más allá de la venta de sus joyas para poder levantar hombres durante la defensa
de Sanlúcar, se desconoce qué más actuaciones llevó a cabo doña Ana de Aragón. Lo
que resulta cierto es que, fruto de la convivencia y los avatares que tuvieron que pasar a
la muerte del Católico, doña Ana y su cuñado, don Juan Alonso, comenzaron una
relación que concluiría con su matrimonio en algún momento indeterminado. Este había
nacido en 1502, dos años más tarde que el malhadado duque titular del momento.170
Para prevenir futuros disturbios era necesaria estabilidad y cierta habilidad para poder
dirigir la casa de Guzmán el Bueno. Por ello mismo, Carlos I acabó concediéndole el
ducado a don Juan Alonso en 1518 y doña Ana se casó con él, según Pedro de
Medina.171 Este afirmaba que el cambio de titularidad se produjo cuando el nuevo
duque contaba con 22 años de edad. Esto situaría el momento no en 1518 como
afirmaba Medina, sino en 1524, si se toma como válida la fecha de su nacimiento en
1502. Todo este asunto es un tanto ambiguo por haber afirmaciones contradictorias,
pero parece ser que 1518 fue la fecha de comienzo del VI duque, por lo que el error se
encuentra en la edad de don Juan Alonso, quien tenía 16 años. Así pues, como escribió
muy certeramente Ortiz de Zúñiga, el hermano había heredado «en vida la muger y el
estado» del incapaz don Alonso.172 El matrimonio tuvo cinco hijos: el heredero Juan
Claros de Guzmán, dos niños que murieron en edades tempranas –Fernando de Aragón
y Enrique de Guzmán– y dos hijas, Leonor de Guzmán y Ana de Aragón.173
Expuestos hasta este punto los sucesos que condujeron a sus matrimonios con el
V y VI duque de Medina Sidonia, de nuevo se observa la voluntad de Fernando II como
vector principal en todo el proceso. Sin embargo, la sombra de don Alonso de Aragón
volvía a planear sobre el negocio, si bien desde un discretísimo plano, del que se
conserva alguna instantánea. Con el caso de doña Juana parece no haber discusión en
que el monarca fue quien se encargó de todo –si bien el arzobispo de Zaragoza tuvo que
169
Bartolomé Leonardo Argensola, Anales de Aragón, op. cit., pp. CCCXIX–CCCXX.
Pedro Barrantes Maldonado, Ilustraciones de la casa, op. cit., f. 207v: «Nacio este excelente principe
don Juan Alonso de Guzman en la su villa de Sanlucar de Barrameda, en los sus palacios, juebes de la
semana santa dia de la encarnacion del hijo de Dios, a beinte y cinco de março del año de mill y
quinientos y dos. Por cuyo nacimiento se hicieron en todo el estado grandes fiestas, dende a doce meses
estando el duque y la duquesa de Medina en seuilla nacio en ella don Pedro de Guzman, su hijo, que ay es
conde de olivares, señor de Eliche y Castilleja».
171
Pedro de Medina, Crónica de los muy excelentes, op. cit., pp. 342–343.
172
Diego Ortiz de Zúñiga, Anales eclesiásticos y seculares, op. cit., p. 317.
173
Pedro de Medina, Crónica de los muy excelentes, op. cit., pp. 343–344.
170
78
pagar gran parte de la dote–. Los dos hermanos varones, don Juan y don Hernando,
también le debieron su ascenso al Rey Católico, aunque se ha percibido un
intervencionismo velado por parte de don Alonso –dejando al primero que fuera
eclesiástico si así lo deseaba y reclamando asuntos en Roma relativos a las órdenes
militares para el segundo– que iba en contra de los designios reales. En el matrimonio
de doña Ana con los duques de Medina Sidonia, ya que en principio también se la
hubiera querido comprometer con el IV duque don Enrique, no podemos precisar cuánta
implicación tuvo su padre. Sí se puede afirmar que estuvo al tanto de todos los
entresijos para su gestión. Para ello se valió del secretario real Miguel Pérez de
Almazán, quien debió de interceder para convencer al Rey Católico de que la paz en el
reino de Sevilla pasaba por tener en calma a la casa de Medina Sidonia y para ello, lo
mejor era casar a un miembro de la familia con ellos.174
La figura de doña Ana de Aragón es el caso en el que con mayor claridad se
pueden observar los estrechos vínculos que la unieron con su familia. En primer lugar,
se ha expuesto cómo su padre influyó o al menos, estuvo al corriente en todo momento,
de su matrimonio con los duques de Medina Sidonia. Los procelosos años del decenio
de 1510, en los que la sucesión en los estados de la casa de Niebla estaba en entredicho
por las injerencias de Pedro Girón fueron completamente críticos. El matrimonio y
disfrute de las propiedades del ducado estuvieron pendientes de un hilo debido a los
tiempos de cambio que amenazaban con eliminar toda obra de los Reyes Católicos, al
menos en el reino de Sevilla y una reordenación de los poderes nobiliarios en el mismo.
Por ello mismo, don Alonso de Aragón insistió constantemente en que se hiciera justicia
y se favoreciera la causa de los jóvenes duques. Se quejó ante el cardenal Cisneros
como gobernador de Castilla y ante la corte flamenca, siempre exigiendo mayor rigor en
el caso.175
174
RAH, Colección Salazar y Castro, A–14, ff. 129r–v. Don Alonso de Aragón a Miguel Pérez de
Almazán, el 15 de marzo de 1513 desde Zaragoza. Un extracto del comienzo, dice: «Secretario muy
special amygo. Poco agradeçy, myento (ilegible) serya el que con palabras os podrya aquy hazer segun la
buena obra y merced que del rey my señor recibo por vuestra interçession. Plazera a nuestro señor se
ofrezceran cosas en que yo pueda pagaros que sy hasta entonces syempre tenre en la memoria esta con las
otras que de vos tengo recebidas, beso las manos del rey my señor de my parte y fazeme saber sy yo
mismo de no de yr o embyar persona de my casa que lo haga que por guardar el secreto como lo
encomendeys no me determynare a ello hasta saber vuestro parecer».
175
Sin ánimo de ser exhaustivos, ni de enumerar epístolas de contenidos bastante similares, basten
algunas repartidas a lo largo de 1516 y 1517. AGS, Estado, Corona de Castilla, leg. 3, 27. Don Alonso de
Aragón al cardenal Cisneros, en algún momento de febrero de 1516 desde Zaragoza; RAH, Colección
Salazar y Castro, G–23, ff. 98v–102v. Don Alonso de Aragón al cardenal Cisneros, el 25 de marzo de
1516 desde Zaragoza; ibidem, A–16, f. 127r–129v. Don Alonso de Aragón a Antón Moreno de Onaya, el
79
Respecto a la relación con su madre, quien la debió de visitar en algún momento
en Sanlúcar, se ha hablado en el apartado referido a doña Ana de Gurrea. Los vínculos
que la unieron a sus hermanos fueron bastante estrechos y ello se puso de manifiesto en
los distintos momentos críticos que vivieron. Ha de tenerse en cuenta que prácticamente
se criaron por separado, los dos varones en la corte y las mujeres en Zaragoza y sus
respectivas casas de destino matrimonial. Como anteriormente se ha dejado referido, a
la muerte de la duquesa de Gandía, en fecha incierta, sus tíos cuidaron de alguno de sus
hijos. La que quedó con los duques de Medina Sidonia fue doña Luisa de Borja. Esto
fue a partir de 1522, cuando su abuela la mandó llevar a Baza para después pasar
definitivamente con su tía doña Ana, llegando a Sanlúcar a comienzos de 1523.176
Desconocemos el origen verdadero de la intensa devoción que tenía doña Luisa, si
provenía de su casa de origen –donde su abuela y tía eran monjas– o la estancia con sus
tíos colaboró con su vida espiritual. Al parecer, según el padre Nonell, fueron los
duques quienes tenían que refrenarla con sus rigores ascéticos y también los que con
ayuda de don Hernando de Aragón, le quitaron el interés por el claustro para que se
casase con el futuro conde de Ribagorza, don Martín.177 Sea como fuere, la criaron
como a una más de sus hijas, la dotaron y casaron en Sanlúcar.
La relación con don Hernando tuvo que ser bastante cercana, siendo como era su
hermano más cercano en edad –el resto eran mayores– y además, el único que como
ella, alcanzó la senectud. Un par de ejemplos por lo cotidiano que son pueden ilustrar
esta aseveración. Durante su vida monacal, visitó a su hermana en una ocasión a
petición de ella; llegando a residir cinco meses en Sanlúcar de Barrameda con los
duques de Medina Sidonia. También doña Ana contribuyó modestamente con el
monasterio de su hermano entregando un paño de oro y cien atunes anualmente.178
27 de julio de 1516 desde Zaragoza; AGS, Estado, Corona de Aragón, leg. 267, 26. Don Alonso de
Aragón al cardenal Cisneros, el 19 de noviembre de 1516 desde Zaragoza; instrucciones de don Alonso
de Aragón a Antón Moreno de Onaya, el 27 de mayo de 1517 desde ¿Zaragoza?, apud Bartolomé
Leonardo Argensola, Anales de Aragón, op. cit., pp. 419–426; otras fechadas el 27 de julio de 1517, en
ibidem, pp. 476–483.
176
Jaime Nonell, La santa duquesa, op. cit., p. 46.
177
Ibidem, pp. 72–73: «En efecto: esta fue precisamente la ocasion en que la Duquesa de Medinasidonia,
por encargo de su hermano, el Arzobispo D. Fernando, tuvo que sondear el corazon de Luisa para ver de
inducirla á elegir definitivamente el estado de vida en que pensaba servir á Dios: lo cual era tanto como
inducirla á abrazar el estado del matrimonio, pues no habían cesado las causas por las cuales personas de
tanta autoridad, prudencia y religio hasta ahora habían entendido que su vocacion al claustro no era cosa
de Dios».
178
Isidoro Miguel García, La diócesis de Zaragoza, op. cit., p. 114: «Su hermana doña Ana de Aragón,
duquesa de Medina–Sidonia, regaló un ornamento de tela en oro y cien atunes todos los años que vivió
allí don Hernando: “vendíalos por no traerlos en cinquenta ducados o sesenta cada año” […]. El 8 de
80
El amor fraternal de doña Ana de Aragón hacia su hermano mayor no solamente
se materializó en estos agasajos. Trató por distintos medios mejorar la situación de don
Hernando y quizás con un pensamiento dinástico, mantener como patrimonio familiar la
archidiócesis de Zaragoza. Por ello mismo, a la muerte del mayor de los Aragón–Gurrea
en 1530, rogó a su prima la emperatriz Isabel que concediera la mitra cesaraugustana al
último de su estirpe: don Hernando. De tal manera, dirigió unas líneas a la esposa del
César, con quien suponemos que mantenía ella y su hermano cierta amistad. Su
intención era suplicarle que se reparase en el piadoso fray Hernando de Aragón a la hora
de presentar candidatos en Roma para la sede vacante. Isabel de Portugal reaccionó
recomendando el negocio a Carlos V en los siguientes términos:
«Sacra, Catolica, Cesarea Magestad. La duquesa de medina sidonia luego como supo el
fallecimiento del arcobispo de çaragoça me enbio a suplicar escriuieße a vuestra magestad
suplicandole hiziese merced del dicho arçobispado a su hermano fran hernando de aragon ques
la persona que vuestra magestad conoçe y en quien concurren todas buenas calidades y porque
asi por esto como por lo quel mereçe deseo mucho quel sucediese en esta iglesia. Suplico a
vuestra magestat que aviendo consideracion a los rrespectos dichos ya que en esto la duquesa y
todos recibiran tan grand merced y a las caußas que ay para que fray hernando la reciba vuestra
magestad sea seruido dele hazer merçed y prouer del dicho arçobispado porque demas questara
bien empleado en su persona por los meritos della y por las causas queestan dichas yo recibire
en ello mucha merced de vuestra magestat cuya imperial persona y estado nuestro señor guarde
y acreciente como yo deseo. De ocaña a nueve de diziembre DXXX [di]as (de su propia mano:)
179
beso las manos de vuestra magestat. la reyna».
Por desgracia la provisión terminó por hacerse en la persona de don Fadrique de
Portugal, así que hasta nueve años más tarde no pudo cumplirse el deseo de la duquesa.
En definitiva, los primeros años de vida de doña Ana de Aragón indican que fue una
pieza más dentro del tablero político de su abuelo. Sin embargo, no han de perderse de
vista los intereses de don Alonso, calladamente coincidentes con los del Rey Católico.
A pesar de que los inicios de su matrimonio fueron muy azarosos, en peligro constante
por las injerencias de la casa de Osuna –así como otros nobles, como los Ponce de
León– y la debilidad mental de su primer marido, se consiguió consolidar el poder de la
septiembre de 1529 marchó don Hernando, acompañado de fray Lope Marco, a Andalucía para visitar a
su hermana la duquesa de Medina–Sidonia, quien le había rogado que fuese a visitarla. Estuvo en San
Lúcar de Barrameda desde el 2 de octubre hasta el 2 de febrero de 1530».
179
AGS, Estado, Castilla, leg. 19, 256. La emperatriz Isabel a Carlos V, el 9 de diciembre de 1530 desde
Ocaña.
81
estirpe de Guzmán el Bueno. Todo indica que ella tuvo un papel principal en esto.
Reseñable también son las estrechas relaciones afectivas que mantuvo con tres personas
de su familia, o al menos, de las que tenemos testimonio: su madre, su hermano don
Hernando y su sobrina doña Luisa. La primera posiblemente estuvo alguna temporada
con ella; de ahí su decisión de enterrarse donde quisiera doña Ana de fallecer en
Castilla. El especial vínculo con su hermano no se redujo a un viaje de recreo y
donaciones piadosas, intentó mejorar siempre que pudo su situación dentro de la Iglesia
aunque esto no fuera lo que más desease el fraile. Finalmente, el gran cariño que tomó a
su sobrina, quizás vivo reflejo de su difunta hermana doña Juana. Sin embargo, al ser
esta la más desconocida, nada podemos aventurar.
e. Don Alonso de Aragón, abad de Montearagón
El último de los hijos del arzobispo de Zaragoza y Valencia don Alonso que
llegó a la vida adulta fue su homónimo, don Alonso junior. Aunque se pueden trazar los
rasgos básicos de sus personas y carreras del resto de su descendencia, son en gran
medida desconocidos. Este es el caso palmario, del que apenas hay alguna referencia
suelta de un par de líneas como mucho. Con toda seguridad esto sea debido a que fue
hijo de otra madre y por lo tanto hermanastro del resto de los Aragón–Gurrea. Su
nacimiento fue en fechas tardías, en torno a 1515. Ser hijo de otra madre y el hacerlo
cuando el resto de la progenie de don Alonso ya estaban en edad adulta o cercanos a
ella, lo hizo estar casi desconectado al núcleo familiar, al menos en sus comienzos.
Sumando estos factores, no hizo una gran carrera a diferencia de los arzobispos o las
duquesas.
Don Hernando de Aragón, en el apartado dedicado a su padre dentro de la obra
De las dignidades eclesiasticas de Aragon, trataba sucintamente sobre su descendencia.
De su hermanastro don Alonso ofreció unas líneas, que es la mayor recopilación sobre
sus orígenes –y prácticamente sobre él– existente:
«Tuuo otro que dixeron en barzelona de una catalana que caso despues con un tesorero
de la cruzada la cual ni era de linage ni se preçio de mucha birtud. Llamose el hijo don alonso
de aragon, fue arzidiano de çaragoza que se lo huuo su ermano, y despues el enperador le dio
mas de dos mil ducados de pensiones, de rrenta y le dio el Avadiado de montaragon».
180
180
Hernando de Aragón, De las dignidades eclesiasticas, op. cit., f. 90v.
82
Como se puede observar, ni fue extenso ni cariñoso en particular con su
hermanastro, ya que se centró con ahínco en despreciar su ascendencia. Otros autores de
época moderna o repitieron lo mismo o únicamente aportaron la fecha de su deceso.181
Su fecha exacta de nacimiento se puede situar con bastante certeza en 1515. El
testimonio proviene de su prima la emperatriz Isabel; sumándose con lo que refirió don
Hernando de que nació en Barcelona, es de entender que esto tuvo lugar cuando don
Alonso desempeñó la lugartenencia del principado de Cataluña y tuvo que pacificar a
los distintos bandoleros. Posiblemente fue enviado a Zaragoza por su madre a la muerte
del arzobispo don Alonso. Aunque carecemos de documentación que lo avale, don
Alonso junior no aparece en el testamento de su padre, por lo que es sospechoso que
supiera de él y no le dejara ninguna suma o renta. Al parecer fue su hermanastro don
Juan quien lo tuvo bajo su protección y decidió enviarlo a estudiar a Alcalá de Henares,
donde debió esforzarse bastante en el estudio. En esos años en Zaragoza, en la década
de 1520, coincidió con don Francisco de Borja y su hermana doña Luisa. Esto se deduce
de que en 1530, a la muerte del arzobispo don Juan de Aragón, la emperatriz Isabel
rogaba al César que le concediera al joven don Alonso el arcedianato de Daroca, ya que
se quedaba sin valedor. Precisamente quienes habían hecho notar este suceso a Isabel de
Portugal fueron los marqueses de Llombay, es decir, don Francisco de Borja y doña
Leonor de Castro. El dicho arcedianato rentaba 1.500 ducados anuales y al morir el
arzobispo, su poseedor, quedaba vacante.182
Los marqueses de Llombay decidieron sumar fuerzas con la emperatriz y
enviarle a Carlos V una misiva también en términos similares para que tuviera a bien
hacerle merced con alguna renta eclesiástica. Además, intentaron preparar el camino
para su protegido en el futuro dentro del entorno áulico. Doña Leonor le decía a su tío
181
Martín Carrillo, Historia del glorioso, op. cit., p. 277. Curiosamente, aunque el padre Aínsa tomó del
primero las referencias, es quien ofrece datos concretos, vid. Francisco Diego de Aynsa, Fundación,
excelencias, grandezas y cosas memorables de la antiquissima ciudad de Huesca, Huesca, 1619, p. 469.
182
AGS, Estado, Corona de Castilla, leg. 20, 288. La emperatriz Isabel a Carlos V, el 27 de noviembre de
1530 desde ¿Ocaña?: «Hame fecho piedad ver que el arçobispo dexase tan syn remedio a don alonso por
lo qual suplico a vuestra magestat sea seruido de mandar escreuir luego al papa pediendole para el dicho
arcedianazgo de daroca y de acordarse del en la prouision de las iglesias que estan vacas para hazerle
merced de alguna cosa con que pueda seguirse su estudio y el camino de virtud que me dizen que a
començado y sostenerse que demas de ser justo que asi se haga yo rresabire en ello mucha merced de
vuestra magestat».
83
que don Alonso «quisyera yr luego a besar las manos a vuestra magestad y a servirle,
pero paresçiónos que por ser de tan tierna hedad se devía diferir por agora».183
Posiblemente don Alonso no recibió el arcedianato de Daroca a una edad tan
temprana, pero su sobrina la marquesa siguió intentando con el tiempo obtener alguna
forma de que se sustentase o al menos, un oficio en la corte; en 1536 esperaba que al
menos se le concediera una capellanía.184 Si lo consiguió o no, no podemos asegurarlo.
Sí es cierto que supo mantenerse en la cercanía de la familia imperial, ya que estaba
presente cuando la emperatriz Isabel falleció y comentaba con un interlocutor los
detalles del ánimo del César por aquellos días. 185 Existen dudas razonables de si
realmente llegó a obtener algún puesto en el entorno áulico. En julio de 1541, el
todopoderoso Francisco de los Cobos le escribía a su señor Carlos V que «don alonso
de aragon que hasta agora no se ha ofrecido cosa en que reciba merced».186 ¿Se refería
al hijo del arzobispo de Zaragoza o a un personaje homónimo? De ser la primera
opción, ¿quién era? Como vemos se plantean más interrogantes que respuestas. Por una
parte, la multiplicidad de personas de relevancia llamados igual nos hace pensar que se
refieren al benjamín de don Alonso. Aún así, cuesta creer que con unos 26 años aún no
hubiera obtenido ninguna prebenda de su primo el emperador, teniendo además el
respaldo de los marqueses de Llombay.
El servicio a la monarquía lo desempeñó actuando como embajador durante un
período de tiempo incierto, al parecer primero ante la República Serenísima de Venecia
y posteriormente bajo las órdenes del Rey de Romanos Fernando –hermano de Carlos
V– en Polonia.187 La única actividad de la que se tienen detalles de cuál fue su misión es
de la embajada a Polonia. Esta se limitó a poner orden entre Bona Sforza –mujer del rey
183
AGS, Estado, Corona de Castilla, E. 20, 98. Doña Leonor de Castro marquesa de Llombay a Carlos V,
el 27 de noviembre de 1530 desde Ocaña, apud Enrique García Hernán (ed.), Monumenta Borgia VI, op.
cit., doc. 117.
184
AGS, Estado, Corona de Castilla, leg. 38, 187 y 189. 1536, lugar indeterminado. Se titula: «Consulta
d[e] las cosas que pide la emperatriz nuestra señora por particulares». En el f. 187v de esta
documentación, liosa por el desorden que presenta, aparece en medio de peticiones de mercedes: «La
marquesa de lonbay supplica por vn asunto de capellan para don alonso de aragon».
185
BNE, mss. 20209, 21, 2. Don Alonso de Aragón junior a un desconocido, el 4 de mayo de 1539 desde
Toledo.
186
AGS, Estado, Corona de Castilla, leg. 51, 127 y 128. Francisco de los Cobos a Carlos V, 6 de julio de
1541, desde Madrid, vid. f. 3r.
187
Diego José Dormer, Progressos de la historia en el reyno de Aragon, y elogios de Geronimo Zurita;
su primer cronista. Contiene varios sucessos desde el año 1512 hasta el de 1580, Zaragoza, 1678, p. 55.
84
Segismundo I– y su nuera, hija del Rey de Romanos.188 Durante la década de 1540
parece que comenzó su acrecentamiento, si bien modesto. En 1546 consiguió una
merced de 1.000 ducados de renta189 y en octubre de ese año, si no lo era ya antes, tenía
el arcedianato de Zaragoza. Además, en esas mismas fechas, los diputados de Aragón
querían que el César lo eligiera como vicecanciller del reino, básicamente «por su
persona y por ser hijo de quien es, toca de mirar pa[ra] este puesto y que sus Fueros y
liuertades le sean guardadas».190 Es bastante interesante observar cómo, aunque pudiera
parecer desconectado por completo del solar familiar, siguió teniendo vínculos de algún
tipo con Aragón y sus elites. Es más, a finales de 1547, tomó posesión de la abadía de
Montearagón, vinculada a los Aragón desde hacía varias generaciones. Por desgracia,
no pudo disfrutar mucho tiempo de sus recién adquiridos beneficios ya que falleció el
19 de agosto de 1552,191 cuando contaba con unos 37 años.
No se conoce nada más de él mas que fue benefactor de Gonzalo de Illescas,
autor de una gran obra histórica –la Historia Pontifical y Catolica–, quien lo calificó
como «dignissimo patron mio».192 A diferencia de sus hermanastros, al no tener un
valedor directo como su padre o su abuelo, le costó ascender en la corte. Sí que es cierto
que en sus primeros años contó con la protección de don Juan de Aragón, arzobispo de
Zaragoza y fue sustituida a su muerte por la de los marqueses de Llombay. A pesar de
sus viajes al servicio de sus primos y de alguna manera, seguir a la corte, mantuvo
vínculos en Zaragoza: es la única manera de entender que quisieran los diputados
nombrarlo vicanciller del reino. Consideramos que es un ejemplo clarísimo de cómo sin
un sustento familiar importante, era muy complicado hacer carrera cortesana, que sin
embargo, comenzaba a despegar en sus últimos años de vida. Aún así, el
188
Gonzalo de Illescas, Segunda parte de la Historia Pontifical y Catolica, Madrid, 1652 (5ª impresión),
p. 575. Pertenece al Libro VI, capítulo 27, epígrafe 12. El doctor Illescas confundió el nombre del hijo de
Segismundo I y Bona Sforza llamándolo Ladislao, pero se refería al futuro Segismundo II Augusto.
189
AGS, Estado, Corona de Castilla, leg. 73, 162. Consulta sobre distintas iglesias, 26 de julio de 1546
desde Ratisbona, vid. f. 1r: «El arçobispado de Seuilla al obispo de Ciguença presidente del consejo real
assentandole de nueuo demas de lo que antes tenia otros seys mill ducados los quales se repartieron en
esta manera. Al Cardenal de mantua […]. A don alonso de Aragon mill ducados».
190
RAH, Colección Salazar y Castro, K–47, f. 90v. Los diputados del reino de Aragón a don Alonso de
Aragón junior, el 11 de octubre de 1546 desde Zaragoza.
191
Francisco Diego de Aynsa, Fundación, excelencias, grandezas, op. cit., p. 469: «Don Alonso de
Aragon, hijo de don Alonso de Aragon, fue Arcediano de Çaragoça, y embaxador de Venecia, como lo
dize el Abad Carrillo en su memoria de los Arçobispos de Çaragoça. Era hombre de gran gouierno y
partes. Tomò la possession en 19 de Deziembre del año de 1547 y murio a 19 de Agosto del año de 1552
en las cortes de Monçon que celebrò el Principe don Felipe II. Truxeronle a Montaragon, y està enterrado
en el capitulo en el sepulcro de los Abades».
192
Gonzalo de Illescas, Segunda parte de la Historia, op. cit., p. 575.
85
desconocimiento de prácticamente toda su vida y actividad no permite trazar mayores
conclusiones.
IV.
La otra familia: descendientes ilegítimos de don Alonso de Aragón,
maestre de Calatrava y I duque de Villahermosa
La familia de los Aragón conoció su máxima expansión y cotas de poder a
finales del siglo XV. Todos tenían la característica –con la excepción del Infante
Fortuna y su parentela– de ser hijos o nietos del rey Juan II de Aragón. Su prolongada
existencia y activa sexualidad propiciaron que tuviera un número considerable de hijos,
legítimos o ilegítimos. De los segundos, hubo uno que siguió los pasos de su padre en
muchos aspectos también en el plano reproductivo. Este fue don Alonso de Aragón
(1417–1485), denominado como el Maestre de Calatrava, si bien apenas disfrutó esta
posición mas que un brevísimo lapso de tiempo.193 Su importancia radicó en ser el padre
de las casas nobiliarias más importantes del reino de Aragón: los duques de
Villahermosa por un lado y los duques de Luna y condes de Ribagorza por otro.
Su activa vida sexual dejó un resultado de nueve hijos conocidos, de los cuales
seis fueron ilegítimos. Es precisamente en estos en los que se centra nuestro interés, ya
que tuvieron una incidencia importantísima tanto en la vida del arzobispo de Zaragoza
don Alonso de Aragón como en la política del reino. Curiosamente, el II duque de
Villahermosa tan apenas tuvo relevancia –o no parecen sugerirlo las fuentes manejadas–
en la vida pública aragonesa pese a ser el heredero; además su título pasó a comienzos
del siglo XVI a la rama italiana de la familia, los Sanseverino.
Estos seis hijos ilegítimos los tuvo, al parecer, con tres mujeres distintas. De
María Junquers, tuvo a don Juan y doña Leonor; de María Sánchez Cornejo, a don
Alonso, don Hernando y doña Catalina; de una de nombre incierto, a don Enrique. De
estos, por la relación que se constata en la documentación y en las crónicas, los que
tuvieron una actividad política notoria y vinculada con el arzobispo don Alonso fueron
dos: don Juan de Aragón, conde de Ribagorza y posteriormente duque de Luna y don
Alonso de Aragón, obispo de Tortosa y arzobispo de Tarragona en sus últimos días. A
193
A diferencia de otros bastardos reales, existen un par de estudios, si bien ya clásicos, sobre su figura.
Vid. José Navarro Latorre, “Don Alonso de Aragón, la «espada» o «lanza» de Juan II. Esquema
biográfico de uno de los mejores guerreros españoles del siglo XV”, Cuadernos de Historia Jerónimo
Zurita, n.º 41–42 (1982), pp. 159–204; Sophia Menache, “Una personificación del ideal caballeresco en
el Medioevo tardío: Don Alonso de Aragón”, Anales de la Universidad de Alicante. Historia medieval,
n.º 6 (1987), pp. 9–30.
86
estos dos hay que sumarle uno más, don Alonso que fue hijo del duque de Luna. En
particular, padre e hijo tuvieron una implicación crucial en las políticas de la familia, en
apoyo al rey Fernando y posteriormente, de sostén a las iniciativas del arzobispo de
Zaragoza y sus familiares. El obispo de Tortosa tuvo un perfil bastante más disimulado
durante su vida y posiblemente más apartado de los asuntos públicos.
a. Don Alonso de Aragón, obispo de Tortosa
Don Alonso de Aragón presenta tres problemas fundamentales: ser más o menos
coetáneo del arzobispo de Zaragoza, ser eclesiástico y llamarse exactamente igual. Esto
en bastantes ocasiones puede dar lugar a confusiones a la hora de consultar la
documentación y también, quizás a estudiosos de la materia en los que se fundamentan
algunos trabajos. Su nacimiento fue en torno a 1455 de los amores entre el futuro duque
de Villahermosa y María Sánchez Cornejo.194 Según el autor del polémico Libro verde
de Aragón, esta era de origen judío, llamada Estenga Conejo; María tras su
conversión.195
Como casi todos los miembros de su familia, de origen ilegítimo, fue
encaminado desde joven al servicio de Dios. Únicamente existe un estudio sobre su
figura, si bien enfocado al palacio que mantuvo en Valencia; así como una breve noticia
en el episcopologio de la diócesis de Tortosa. Este tiene el interés de ofrecer las fechas
en las cuales fue elegido y poder por lo tanto situarlo cronológicamente con cierta
exactitud.196 De tal manera, es a día de hoy poco más que un nombre y una casa
suntuosa.
Con unos 13 años, su abuelo el rey Juan II obtuvo una bula que eximía a su nieto
del «defectu natalium» y le permitía tener beneficios eclesiásticos;197 de esta manera
arrancaba su carrera, por otra parte, poco brillante. Poco tiempo después, entendemos
194
José Navarro Latorre, “Don Alonso de Aragón”, op. cit., p. 203.
S. A., Libro verde de Aragón (ed. Isidro de las Cagigas), Compañía Ibero–Americana de
Publicaciones, Madrid, 1929, pp. 14–15: «Amiatar conejo judio de çaragoça, ropavegero que vivia en
losc allejones de santa catalina entre otros muchos hijos tuvo dos hijas, la una llamda Estenga y la otra
Lia. Estenga que fue la mayor fue muy hermosa de la qual siendo donzella se enamoro don Alonso de
Aragon hijo bastardo del Rey don Juan que le llamaron el maestre de calatrava y a esta causa a esta
Estenga siendo su amiga le llamaron muchos años la maestresa y después doña Maria; desta susodicha
Estenga conejo despues de hecha cristiana huvo le maestre don Alonso de Aragon tres hijos y una hija:
los hijos llamados don Juan don Alonso y don Fernando y la hija doña Leonor». Las cursivas son propias
del texto original.
196
Ramón O’Callaghan, Episcopológio de la Santa Iglesia de Tortosa, Imprenta Católica de G. Llasat,
Tortosa, 1893, pp. 137–138.
197
AHN, Clero Secular Regular, carp. 798, n. 12. Pablo II, el 7 de septiembre de 1468 desde San Marcos
en Roma.
195
87
que tras haber obtenido alguna canonjía o pequeño emolumento, el anciano rey de
Aragón se dispuso a hacer saltar a la palestra episcopal a don Alonso. En octubre de
1471 escribía a su taimado aliado en la curia el cardenal vicecanciller Rodrigo de Borja
para que se gestionase el obispado de Tortosa para su nieto.198 Es curioso porque la sede
todavía no estaba vacante, ya que Otón de Moncada fallecería a comienzos de 1473, si
bien era de edad muy avanzada; era obispo desde 1415.199
El monarca quería que la sede fuera para su nieto don Alonso, al menos desde
1471. Sin embargo, cuando finalmente murió el anciano prelado tortosino, aparecieron
los problemas en el seno de la familia real. El arzobispo de Zaragoza, don Juan I,
ansiaba tener también la dicha mitra para añadir sus rentas a su patrimonio.200 Este era
hijo ilegítimo del rey Juan II y ocupaba la diócesis cesaraugustana desde 1460; sus
intereses nunca estuvieron enfocados hacia el servicio de Dios y demostró ser un hábil
capitán a las órdenes de su padre en la guerra civil catalana.201 El dilema que planteaba
su ambición era el enfrentamiento con su hermano don Alonso, olim maestre de
Calatrava, ya que le quitaba Tortosa al joven don Alonso. El asunto finalmente se
resolvió de manera salomónica: se concedería el obispado al candidato inicial pero don
Juan I recibiría una pensión de las rentas episcopales y al parecer, la concordia volvió
entre los hermanos.202
Retomando la línea que nos interesa, aparte de alguna noticia suelta hallada en el
Archivo de la Corona de Aragón de distintos asuntos, la relación entre los dos primos,
ambos Alonso, no se puede constatar de manera clara hasta 1511. Esta ausencia de
noticias posiblemente guarde relación con la reducida vida pública que tuvo el obispo
de Tortosa durante su vida; muy posiblemente vivió ajeno a los asuntos políticos o
198
ACA, Real Cancillería, reg. 3451, f. 129r. Juan II al vicecanciller Rodrigo de Borja, 18 de octubre de
1471 desde San Cugat del Vallés: «Reuerendissimo pare en christi e senyor, amich nostre molt car. Nos
hauem sabut que lo spertit lo qual nos plahie del bisbat d tortosa a vos e al arquebisbe de montreal no ha
plagut es nostra voluntat e exi proemptorrament vos intiman aquella que lo dit bisbat sia paral jureu don
alfonso daragon nostre molt car e molt amat net. E per co pregaun e encarregam vostre Reuerenda
paternidat que vemutcas de resignacio o vacacio do neu oido sia lo dit bisbat del dit don alfonso car nos
james entenen a donar loch a contraria disposicio faren hi perro la diligencia que de vostra Reuerenda
siam».
199
Ramón O’Callaghan, Episcopológio de la Santa Iglesia, op. cit., pp. 133–136.
200
Se lo denomina Juan I para diferenciarlo de su homónimo don Juan de Aragón, quien fuera arzobispo
entre 1520 y 1530. También bastardo real, en este caso de Juan II.
201
Martín Carrillo, Historia del glorioso, op. cit., pp. 271–273.
202
ACA, Real Cancillería, reg. 3393, f. 64r. Juan II a Sixto IV, el 24 de octubre de 1474 desde Barcelona:
«Nunc iustis suati causis que rebus nostris et dictorum Illustres filiorum Alfonsi et Joannis conducunt:
quos vnanimes efferimque et differencias omnis que inter eos erant super dicte ecclesie prouisione».
88
familiares al residir, desde 1485 en Valencia.203 El estar en un centro periférico de poder
y su reducido interés por el mismo, posiblemente fue lo que lo condenó a cierto
ostracismo o estancamiento en su carrera eclesiástica. Esto mismo conllevó un escaso
contacto con su primo el arzobispo de Zaragoza, o al menos no hay testimonio del
mismo hasta la fecha arriba indicada.
Dos días antes de la Navidad de 1511, don Alonso de Aragón, el arzobispo de
Zaragoza, escribía una misiva al secretario Miguel Pérez de Almazán. En ella le daba
parte de que su primo estaba muy agradecido por su reciente nombramiento como
arzobispo de Tarragona. Por desgracia, cuando iba en camino a besar las «Reales manos
y pies» en agradecimiento, enfermó y no le dejaron marchar de la capital de Aragón, por
miedo a que empeorase su estado.204 Aunque era un privilegio pasar a presidir la sede
primada de la Hispania romana, esta tenía unas rentas paupérrimas en contraposición
con su brillante pasado. La diferencia entre ambas sedes era notable, y así se lo
comunicaba el propio obispo de Tortosa a Miguel Pérez de Almazán. Tarragona estaba
cargada de pensiones a pagar a terceros, de manera que tras pagar a don Alonso, al
obispo de Nicópolis y al hijo de Juan Fernández de Heredia, además de los gastos
ordinarios, quedaban 49.000 sueldos de moneda barcelonesa –1.740 ducados–. Sin
embargo, Tortosa, aunque con unos emolumentos menores, no tenía tan apenas gastos,
por lo que la renta era notablemente mayor: 75.000 sueldos –2.663 ducados–.205 De esta
manera, el «ascenso» a la archidiócesis le costaba perder un tercio de sus ingresos.
La idea del obispo de Tortosa para no ser promovido era hablar personalmente
con Fernando el Católico, pero por su enfermedad esta maniobra tuvo que posponerse;
al parecer un emisario suyo también terminó enfermo a mitad de camino y tuvo que
regresar. En este sentido, su primo don Alonso lo disculpaba ante el rey, rogándole que
no se tomase ninguna decisión en uno u otro sentido hasta que no pudieran entrevistarse
el sobrino y su tío.206
203
Mercedes Gómez–Ferrer y Joan Corbalán, “La casa del obispo de Tortosa, Alfonso de Aragón. Un
palacio valenciano en la encrucijada entre dos siglos (XV–XVI)”, Ars Longa, n.º 13 (2004), pp. 11–31,
pp. 17–18.
204
RAH, Colección Salazar y Castro, A–13, f. 198r. Don Alonso de Aragón a Miguel Pérez de Almazán,
el 23 de diciembre de 1511 desde Zaragoza.
205
RAH, Colección Salazar y Castro, A–13, ff. 199r–v. Don Alonso de Aragón obispo de Tortosa a
Miguel Pérez de Almazán, el 23 de diciembre de 1511 desde Zaragoza.
206
BNE, mss. 9374, f. 12r. Don Alonso de Aragón a Fernando II, el 23 de diciembre de 1511 desde
Zaragoza: «Muy alto catholico y muy poderoso Señor. Yendo el obispo de Tortosa a besar las muy Reales
manos y pies de vuestra alteza por la merced que a el y a mi fizo de la yglesia de Tarragona, llego aqui
con tan mala disposicion de saludo que si prosiguiera su camino y con el fuerte tiempo sin duda creo que
89
Estas conversaciones, si finalmente tuvieron lugar, está claro que tuvieron un
resultado negativo para el obispo de Tortosa, quien terminó ocupando la sede
tarraconense. Es posible que consiguiera retener alguna fracción de los emolumentos de
su diócesis anterior para no perder ingresos, aunque no es mas que una conjetura. Lo
que es cierto es que don Alonso de Aragón, arzobispo de Zaragoza, pulsó los distintos
resortes a su alcance para favorecer a su primo en este asunto; hablando con el
todopoderoso secretario real y con su padre directamente. ¿Fue un hecho puntual? No
estamos en posición de responder con certeza a esta incógnita, ya que este es el único
ejemplo que se ha encontrado de colaboración entre estos primos. Posiblemente esta fue
la primera gestión importante en la que pudieron estar involucrados, ya que como queda
claro, el obispo dertosense tan apenas tuvo interés en mejorar su posición eclesiástica a
lo largo de su vida –ni la monarquía–, ni tampoco en seguir una carrera cortesana,
permaneciendo durante casi cincuenta años en la misma posición.
b. Don Juan de Aragón, conde de Ribagorza y I duque de
Luna
Como ha quedado mencionado, el maestre de Calatrava tuvo seis hijos
ilegítimos con distintas mujeres. Con María de Junquers tuvo a don Juan y doña Leonor.
Esta casó con Jaime de Milá, primer conde de Albaida; perteneciente a una saga de
religiosos estrechamente vinculados con los Borja. Por su parte, don Juan nació en 1457
y fue un personaje de importancia fundamental en la política del Rey Católico y sin
lugar a dudas, el más relevante de los hijos de don Alonso I duque de Villahermosa.
Pese a carecer de estudios modernos que hayan investigado su figura con rigor ya fue
recogido por Fernández de Oviedo en sus Batallas y quinquagenas.
Las biografías escritas por el castellano lo fueron con desigual fortuna, en
ocasiones revelaban pocos datos de interés y en otras trataban personas tan apenas
conocidas pero que para el autor fueron lo suficientemente relevantes como para
peligrara. Y pues el quedo por tan justa necessidad ahunque se le houe harto de rogar, embio en lugar
suyo y para fazer su officion con vuestra alteza al Pebostre mossen ¿Garret? el qual leuaua ciertas letras y
scrituras para vuestra Magestat, y tambien ha querido la suerte que de la meatad del camino se es buelto y
esta doliente aqui. El obispo va enforçando y luego se partira para vuestra alteza como dixe por besarle
manos y pies por el recuerdo que ha tenido de quererle beneficar que entiendo se faze en ello el seruicio
de vuestra Magestat que esto es lo principal que me mouio a suplicar por ser la persona que es, cabe muy
bien en el otra cosa mayor. Muy humilmente suplico a vuestra alteza que pues necessidad de salud del
obispo y de su mensaiero ha empachado que vuestra Magestat no haya sabido la resolucion del obispo
tenga por bien no disponer cosa alguna fasta que el vaya, que entiendo sera luego porque vuestra Real
Magestatd por su muy grand prudencia oydo a el podra disponer como mas fuere seruido y con aquello el
obispo e yo recibiremos senyalada merced de vuestra alteza».
90
dedicarles alguna página. Entre las cosas reseñables que escribió del I duque de Luna,
Fernández de Oviedo mencionaba una cacería, que a todas luces era reflejo de su
personalidad. Durante la montería, uno de sus criados le acertó en el muslo de un
ballestazo. Al parecer, era habitual el empleo de toxinas en los virotes para cazar, por lo
que don Juan se cortó un pedazo de carne con su cuchillo para evitar morir envenenado;
lo que evidentemente, lo dejó muy malherido. Este pasaje es realmente ilustrativo de lo
que fue su vida, ya que tal y como refería «en las cosas de la guerra fue muy varón y tan
determinado, que le tachavan porque en lo que asentava lo quería poner todo a riesgo y
voluntad de la fortuna, por que muchos le tenían por hombre sin temor».207
Al ser de una edad cercana al príncipe Fernando, se cree que debieron de criarse
juntos; algo probable ya que siempre disfrutó del favor de los reyes. Primeramente en
1477 cuando se le cedió el condado de Ribagorza, que lo disfrutaba su padre el maestre
de Calatrava, pero después tuvo un engrandecimiento constante fomentado por su tío
Fernando II. Aun teniendo sus estados en la zona pirenaica, su residencia habitual
estuvo entre Pedrola y Zaragoza. Fruto de esta situación y de los vínculos familiares,
tuvo una estrecha relación con don Alonso, que era su primo pequeño.
Una muestra del favor real puede observarse en 1495 a la muerte de don
Hernando de Aragón, gran prior de Cataluña de la orden del Hospital.208 En esos
momentos, el rey de Aragón pensó en su sobrino don Juan para darle tan importante
cargo: a las sazón rentaba 40.000 florines anuales. Esto equivale a 28.266 ducados, una
cifra realmente astronómica –si bien habría que deducirle el coste de mantenimiento de
empleados, inmuebles, …–. Sin embargo, existía un punto importante en la dicha
provisión, que se había rogado al papa y al gran maestre; era precisamente si el conde
de Ribagorza tenía «deuocion y determina de ser de la dicha orden o no». El encargado
de hacer las averiguaciones correspondientes no era otro que el arzobispo don Alonso:
fruto de sus pesquisas se le concedería o no.
Sin embargo, tan importante beneficio no lo acabó recibiendo a la muerte de su
hermanastro sino que hubo de esperar algún tiempo más, casi veinte años más tarde. En
1513 el asunto seguía pendiente y don Alonso volvió a consultar a su primo sobre el
207
Gonzalo Fernández de Oviedo, Batallas y quinquagenas, tomo I, Real Academia de la Historia,
Madrid, 1983, Bat. I, Quin. I, Diál. XIX, pp. 181–185, pp. 182–183.
208
ACA, Real Cancillería, reg. 3666, f. 81r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 28 de mayo de 1495
desde Arévalo. Esta afirmación se desprende del disgusto del rey por la muerte del anterior prior, a lo que
añadía que «por lo que en ello pierde el Conde de ribagorça nuestro sobrino»; ya que si nuestra hipótesis
fuera cierta, sería su hermanastro don Hernando.
91
asunto. Al parecer, desde la muerte de su esposa, María López de Gurrea –quien le
había dejado un importante patrimonio al fallecer en 1492–209 había acariciado la idea
de profesar en alguna religión. Por ello mismo, el arzobispo ya había hablado el asunto
con el conde e instaba a su padre el rey para que se le diera el priorato de Cataluña. En
esos momentos, don Juan de Aragón debía de pasar por serias estrecheces económicas y
al fin y al cabo, una persona así tenía que «bebyr segun hijo de quyen es y el
merece».210
En 1512 obtuvo el ducado de Luna a cambio de ceder a su hijo don Alonso de
Aragón el condado de Ribagorza. Aparte de los honores que su tío el rey Fernando le
concedió –ayudado por su primo el arzobispo– también confió en él para ser su alter
nos como lugarteniente general en distintos territorios. Posiblemente el más importante
de estos fue la lugartenencia que ejerció en Nápoles. En 1507, preocupado por el
inmenso poder que el Gran Capitán tenía en el reino partenopeo, Fernando II decidió
relevarlo de su puesto. Para sustituirlo se pensó en don Juan de Lanuza, quien según
Zurita:
«mucha confianza que tenía de su persona, y por su grande autoridad, y prudencia, y por
la experiencia que se tenía de su gobierno, en los cargos que tuvo de lugarteniente general de los
reinos de Valencia, y Sicilia, y del principado de Cataluña, le proveyó de su lugarteniente del
reino, en lugar del Gran Capitán: pero antes que el rey se embarcase, fallecieron él, y Juan de
209
Francisco Fernández de Béthencourt, Historia genealógica y heráldica de la monarquía española.
Casa real y grandes de España, Vol. III, Madrid, 1901, en pp. 450–451 se da cuenta de sus numerosas
propiedades: «Había casado Don JUAN DE ARAGÓN, cuarto Conde de Ribagorza y primer Duque de
Luna, el día de San Juan Bautista 24 de Junio de 1479, teniendo solos 22 años, con Doña MARÍA LÓPEZ DE
GURREA, llamada por sus grandes Estados la Rica–Hembra, heredera de la ilustre y antiquísima Casa de
su apellido en Aragón, y por tanto Señora de la Villa y Honor de Luna y su tierra, de las Villas de Erla,
Torrellas, Grañén y sus Pardinas, de los lugares de Alcalá de Ebro, Tramaced, Los Fayos, Santa Cruz,
Quarte y de la Villa y Baronía de Pedrola y de la Fortaleza y Montes de Sora».
210
RAH, Colección Salazar y Castro, A–14, ff. 153r–154v. Don Alonso de Aragón a Fernando II, el 11
de junio de 1513 desde Ejea de los Caballeros. En ff. 154r–v: «receby la carta de vuestra alteza sobre lo
del pryorado de cataluña la mostre al conde my prymo y me aprete mucho con el por saber sy su voluntad
era de tomar el abyto de san juan y aceptar el dycho priorado y encomyenda y el me respondyo que
despues aqua que la condesa fallecyo syempre hauya tenydo deuocyon dentrar en qualquyere relygyon de
cauallerya ¿tench?das sus secycyones que nuestro señor le hauya dado en personas y en byenes y que su
voluntad era y recybyrya en merced muy señalada de vuestra alteza que le quysyesse mandar tomar el
dycho habyto y hazer la pro[¿uision?] del dycho pryorado y encomyenda ahunque con mucho no valen
tanto como a vuestra alteza han dycho, suplyco a vuestra alteza con la mayor humyldad que puedo pues
vee la yntencyon del dycho conde y sabe su necesydad quan grand es buelba sus oios de clemencya en el
y se dygne de mandar dar forma que el pueda bebyr segun hijo de quyen es y el merece de manera que
cada ¿tal? dya no haya de ymportunar a vuestra alteza sobre ello ny el recebyr verguencas manleuando y
en penandose que (borrado) firese sea suyo por lo que vale yo lo recybyre en tan señalada merced».
92
Lanuza su hijo, que era justicia de Aragón, y estaba proveído por visorey de Sicilia, en muy
211
breves días».
Por lo tanto, se vio en el conde de Ribagorza la persona idónea para sustituir al
difunto don Juan de Lanuza, tanto padre como hijo. A pesar de que tuvo la enemistad de
los Ursinos, por ser más favorable en sus actuaciones a la familia Colonna, por el
testimonio del cronista aragonés se desprende que su gobierno fue en líneas generales,
acertado.212 Sin embargo, a pesar de sus mejores o peores actuaciones políticas y
militares, parece ser que se enriqueció de manera ilícita en el tiempo que duró su
lugartenencia, hasta finales de 1509. Así lo afirmó Gonzalo Fernández de Oviedo en el
pequeño semblante que le dedicó, diciendo que «en el cual oficio se hizo muy rico de
dinero y joyas, y por algunas quejas de los napolitanos y desde algunos años que tuvo el
cargo, le mandó el Rey que se volviese a Aragón».213 Zurita se limitó a glosar con
bastante discreción que el cese «dio aquello ocasión, como suele acaecer, a diversos
juicios de las gentes».214
De cualquier manera, si aprovechó la coyuntura para mejorar su posición
patrimonial esto no empañó en absoluto la gran confianza que el Rey Católico tenía en
él. En 1512 le hizo merced del ducado de Luna a cambio de que don Juan cediera
Ribagorza a su hijo don Alonso para que el joven tuviera un estado de importancia. No
sólo eso, también en fecha cercana volvió a desempeñar el papel de alter nos de
Fernando II, esta vez en el Principado. Su administración debió ser bastante
contundente con las cuadrillas de malhechores en una región siempre azotada por
violentas banderías; así lo hacía notar el Infante Fortuna a su sobrino el rey Fernando.215
211
Jerónimo Zurita, Historia del rey, op. cit., lib. VIII, cap. III.
Ibidem, lib. VIII, cap. XXXII: «Fue cosa en aquellos tiempos muy pública, que llegó al rey uno, o
principal ministro, o muy acepto, y privado suyo, que pareció ser inducido por los de la opinión, y bando
de los Ursinos, que como dicho es, procuraban que el rey sacase del cargo de visorey de Nápoles al conde
de Ribagorza, que le dijo así: “Por lo que debo al servicio de V. A. le fago saber, que todos dicen, que el
conde de Ribagorza, a quien V. A. da cargo de aquella empresa, no es para tal cargo: y que V. A. se
arrepentirá de habérselo encomendado: porque dicen, que no tiene él conocimiento, e inteligencia de las
cosas, que para tan gran negocio sería menester: de manera, que una hormiga le parecerá elefante: y lo
fácil le parecerá muy difícil: y lo trabajoso le parecerá imposible: y los que tienen esta condición, de las
pequeñas necesidades facen grandes: y nunca acaban ningún fecho: y han de creer a otros que saben
poco: y así todos los negocios se les pierden. Suplico a V. A. que me crea: porque yo fablo de cierta
sciencia: y envíe allá luego persona, que sea para tal empresa: y para tal concurrencia de tiempo: que
demás de lo que se vee presente, adelante han de suceder grandes cosas: que han menester persona de
gran corazón: y de gran seso, y experiencia”».
213
Gonzalo Fernández de Oviedo, Batallas y quinquagenas, tomo I, op. cit., Bat. I, Quin. I, Diál. XIX, p.
182.
214
Jerónimo Zurita, Historia del rey, op. cit., lib. VIII, cap. XLVII.
215
RAH, Colección Salazar y Castro, A–14, ff. 172r–v. Don Enrique de Aragón a Fernando II, el 1 de
agosto de 1513 desde Barcelona: «El duque de luna se parte, oy queda este principado lleno de bandos y
212
93
Por lo tanto, se hizo acreedor de cierto mérito a la hora de administrar los distintos
territorios que la monarquía puso en sus manos.
El duque de Luna colaboró normalmente en todo lo que Fernando II o el
arzobispo de Zaragoza requirieron. Una prueba crítica de su lealtad familiar, a quienes
en definitiva, debía el haber sido nombrado conde de Ribagorza en detrimento de su
padre, gran prior de Cataluña, duque de Luna y castellán de Amposta, tuvo lugar poco
antes de la muerte de su tío el rey.
Don Alonso de Aragón siempre tuvo una gran confianza y relación con el duque
de Luna, con quien compartía la dirección –si así puede llamarse– de los descendientes
de la familia real en Aragón. Fruto de esta estrecha amistad ha de entenderse que el
duque fuera el principal de sus ejecutores testamentarios.216 Sin embargo, no ejerció con
mucho celo su cometido, ya que don Alonso no tuvo un entierro acorde con su posición
ni posiblemente acabaron por llevarse a buen puerto sus últimas voluntades. Ese
testimonio amargo fue el que dejó por escrito años después don Hernando en sus obras
sobre los prelados aragoneses.217 El por qué de esto quizás haya que buscarlo en la falta
de fondos en las arcas archiepiscopales o directamente, falta de interés por llevarlo a
cabo.
Lo que es cierto es que una vez su primo el arzobispo pasó a mejor vida, ostentó
la primacía indiscutida de los miembros de sangre real en el reino. La casa de
Villahermosa se encontraba radicada en Italia y los duques de Segorbe en el ámbito
valenciano; quedaba por lo tanto el duque de Luna como miembro de mayor edad de
todos los Trastámara aragoneses. Como tal, a falta de investigaciones que profundicen
estos aspectos, tuvo que intentar mantener un delicado equilibrio entre el servicio al rey
y los intereses de su parentela. Esta parentela no incluía únicamente a los hijos y nietos
de reyes sino que también se encontraban algunos como la familia uterina de don
Alonso: los Évol se alineaban como miembros indiscutibles de los Aragón.
de malos hombres, hasta aqui estauan por las montanyas retrahidos pues aquel sera absente, no segira sino
muertes en yglesias, cremamientos de casas como se hazia antes que el dicho duque viniesse».
216
AHN, Sección Nobleza, Osuna, 538, doc. 19, f. 11r. Copia simple del último testamento de don
Alonso de Aragón, 12 de febrero de 1520.
217
Hernando de Aragón, De las dignidades eclesiasticas, op. cit., ff. 91r–v: «Fue enterrado en la seo en
medio del presbiterio, delante del altar mayor llano que piedra ni de bronze. Por mas que eran deudos en
especial el duque de luna y conde de Ribagorza que toda la esecucion quedo en ellos, nunca hizieron cosa
sino un anibersario que mosen miguel de marta de biero y canonigo de la seo de çaragoza que fue su
criado le fundo que le dizen el dia que murio. Es exenplo para que miren a no dexar tales cosas a quien si
lo aga».
94
La primera vez que tuvo que ejercer de forma clara esta jefatura fue aún en vida
del arzobispo de Zaragoza. En 1519, el vizconde de Évol marchaba hacia el norte tras
haber reunido numerosa gente de guerra para defender los derechos de doña Guiomar
Manrique, viuda de don Felipe de Castro, contra don Pedro de Castro. No consta que
Carlos I solicitase ayuda al arzobispo, quien seguía siendo lugarteniente general, quizás
por imaginar que no actuaría en contra de sus sobrinos. Por ello mismo, la maniobra del
joven Rey Católico fue encargarle la misión al duque de poner fin a los alborotos. Su
hijo don Alonso de Aragón, conde de Ribagorza, se encontraba apoyando al vizconde.
Las amenazas del monarca surtieron un efecto nulo, por lo que don Juan de Aragón era
el único capaz de frenar a los jóvenes nobles; esta tarea la dilató todo lo que le fue
posible.218 El conflicto, según da la sensación en la documentación consultada, se
desvaneció momentos antes de iniciarse las hostilidades entre los dos bandos.
Posiblemente, ambos demostraron estar dispuestos a presentar batalla y la intervención
real, nunca armada sino con el único recurso de la auctoritas, fue lo que deshizo las
tropas de las dos facciones.
Un breve testimonio de ser el depositario y garante de los intereses de los
Aragón en el reino se puede encontrar unos años más tarde de la muerte del arzobispo
don Alonso. Con motivo de la tensión generada entre el arzobispo don Juan II y el
comendador Lanuza, el primero tuvo que retirarse de Zaragoza y marchar a la corte para
dar las explicaciones pertinentes. Precisamente en este clima enquistado fue cuando el
segundo comenzó a perseguir a buena parte de los criados del prelado. El único
consuelo, a millas de distancia, que le quedaba mientras estaba con la familia imperial
era confiar en el duque de Luna. A este le solicitaba que protegiera a la gente de su casa,
todos ellos desvalidos en su ausencia.219 Desconocemos si cumplió con más interés esta
rogativa que las mandas testamentarias del padre.
Hasta ahora hemos esbozado una imagen del castellán de Amposta como
persona fiel a la monarquía y dispuesta siempre a colaborar estrechamente, al menos
con Fernando II. Esta fotografía no es para nada monolítica, más bien todo lo contrario.
218
RAH, Colección Salazar y Castro, A–18, f. 50v. Carlos I a don Juan de Aragón duque de Luna, el 15
de abril de 1519 desde Barcelona: «Illustre duque de luna, nuestro muy caro tio […]. Estamos
marauillado de la poca mencion que vos y el conde vuestro fijo y el vizconde de euol fazeys de nuestras
letras y mandamientos, syendo las personas [en blanco] que nos teneys y ahun por las mercedes que
haueys recebido, deuiades mas que nadie procurar nuestra obidiencia y seruicio […] y mas no passar tales
cosas con disymulacion».
219
RAH, Colección Salazar y Castro, A–38, ff. 259r–v. Don Juan de Aragón a don Juan de Aragón duque
de Luna, el 20 de junio de 1526 desde Granada.
95
Pone de relieve un hecho común al período investigado y a excepción de alguna
salvedad, norma común en las relaciones nobleza–monarquía. El duque de Luna se
mostró presto a defender los intereses del rey, siempre y cuando esto no estorbase los
suyos personales, que es decir lo mismo que los de su amplia parentela. Un ejemplo de
esto se ha podido atisbar en el caso de los vizcondes de Évol, a quienes su hijo don
Alonso, conde de Ribagorza, prestó todo su apoyo con gente de guerra. Unos años
antes, a comienzos de 1512, tuvo lugar un enfrentamiento armado entre el conde de
Aranda y el de Ribagorza.220 Aunque el casus belli fue una tala de unos pinos que el
segundo tenía en Pedrola, es muy razonable pensar que la enemistad entre las dos casas
viniera de antes, por muy distintos motivos, que por lo general solían ser
jurisdiccionales. En este caso, poco antes ya habían tenido algún conflicto las
poblaciones de Trasmoz y de Aiñón, la primera era don Pedro de Urrea, hermano del
conde de Aranda y la segunda del conde de Ribagorza, pero que parecía haberse
calmado.
La tensión por el asunto de los pinos se mantuvo posiblemente intermitente,
mediando –si bien no tenemos documentación que lo avale– alguna tregua. En julio se
retomaron las hostilidades, y padre e hijo marcharon contra el conde de Aranda con un
ejército, a todas luces impresionante, de vasallos y deudos:
«El dicho dia Domingo partio de Pedrola el dicho Señor Don Alonso antes de poner el
sol amanecio delante de Epila donde estaua el conde de Aranda que ya lo esperaua con ciento y
cinquenta de a caballo. El Señor Don Alonso y el Señor conde su Padre llebauan consigo
seiscientos de a caballo y quatro mil peones a otra parte, fue Juan Dor su capitan, el qual se
junto con la gente de Don Francisco de Luna que eran otros docientos de a caballo y dos mil
peones. El Señor Don Alonso combatio a vista del conde a lumpiac y dentro el mismo en
persona, lueuo artas muertes de los de Urrea, que no murio de los de aca sino un Torrellano.
Juan Dor combatio a lucena y le puso fuego, y ansi vengaron los Pinos. Boluio el Señor Don
Alonso a Pedrola dexando a lumpiac con harta sangre en el lugar y cremada a lucena en
venganza de los pinos, lunes a cinco de julio del dicho año 1512».
221
220
BNE, mss. 18631, 8, f. 1r. Don Alonso de Aragón a Fernando II, el 19 de febrero de 1512 desde
Zaragoza: «Y porque este negocio es de muy mala qualidad y de que se speran seguir otros mayores
inconuenientes y scandalos entre estas gentes porque de muchos dias aqua tienen las voluntades muy
dañadas y este caso y nouedad las ha enpeorado e indignado mucho mas acorde auisar dello a vuestra
alteza porque sea informada de la verdad y pueda mandar proueer sobre ello lo que fuere su seruicio e yo
dios quiriendo entiendo de partir para alla de buena manyana y fazer y proueer sobreste caso todo lo que
pudiere y deuiere y de lo que succedera dare de hora en hora auiso a vuestra alteza».
221
RAH, Colección Salazar y Castro, A–14, ff. 15r–20v; se trata de una relación de dos conflictos que
sostuvieron los condes de Ribagorza en el siglo XVI. Vid. f. 15r, 5 de julio de 1512.
96
Las banderías nobiliarias eran algo frecuente en el Aragón de comienzos de la
modernidad, si bien siempre se corría el riesgo de que se enquistasen y por lo tanto,
eternizasen. Por ello mismo, pocos días después del referido combate en el que se arrasó
Lucena y atacó Lumpiaque, el arzobispo de Zaragoza acudió a Pedrola a visitar a sus
familiares para intentar poner fin a la escalada de violencia que amenazaba con no tener
fin, intentando lo mismo en Épila con el conde de Aranda. Además del mantenimiento –
precario– del orden público, lo que realmente interesaba a mediados de julio de 1512 a
don Alonso de Aragón era otra cosa. Fernando II tenía todo dispuesto para comenzar la
invasión de Navarra y aunque las tropas castellanas de duque de Alba eran suficientes
en número para doblegar la escasa resistencia prevista, se necesitaba fortificar las
montañas de Aragón y atacar las zonas periféricas, como Tudela o el Roncal. El
problema residía en la falta de preparativos aragoneses, así como la escasez de fondos
para levantar hombres correctamente pertrechados. Era por lo tanto indispensable que
los nobles aportasen sus hombres como se acostumbraba.
Ha quedado claro por el extracto previo que tanto los Urrea como los Aragón
eran capaces de levantar unos ejércitos feudales de cierta consideración. De ahí el
interés de don Alonso por establecer la paz entre ellos. En el texto no queda
especialmente claro si ambos clanes se mostraron favorables, pero al menos el duque de
Luna y su hijo afirmaron que acudirían a los operativos de Navarra sin ningún
problema.222 Únicamente tenían que tener asegurados sus rencillas contra el conde de
Aranda. Es decir, primaban sus problemas internos, que afectaban como se ha visto,
directamente a su patrimonio, sobre los asuntos de la monarquía, aunque fueran tan
urgentes como la correcta coordinación de la Guerra de Navarra.
En un sentido similar, al año siguiente se vivía un episodio parecido. En esta
ocasión el duque ejercía la referida lugartenencia general en Cataluña, enfrascado en
poner orden en una sociedad convulsa. Sin embargo, su hijo el conde seguía inmerso en
sus violencias con el de Aranda y no parecía haber forma de que depusieran las armas
motu proprio. Aprovechando la excusa de que tenía que alargar el viaje hasta Lérida
para impartir justicia con su tribunal, le parecía apropiada la ocasión para desplazarse
hasta su hijo don Alonso para socorrerlo si fuera necesario –así como censurar su
actuación irreflexiva en todo el asunto– y volver rápidamente a sus obligaciones como
222
BNE, mss. 9374, ff. 5r–6r. Don Alonso de Aragón a Fernando II, el 20 de julio de 1512 desde
Zaragoza. Vid. f. 5r: «me dixeron que si assiento alguno se fazia con sus personas y casas yrian conmigo
de buena gana a seruir en esta empresa a vuestra alteza».
97
lugarteniente.223 Son hechos puntuales que ponen de relieve una misma situación, los
intereses familiares más cercanos primaban siempre sobre los lejanos aunque
pertenecieran a una esfera jerárquica superior. Por lo tanto, si no existía otro conflicto
abierto de especial relevancia, la obligación de la sangre imponía alinearse con la
familia –como el caso de 1515 en contra de buena parte de la nobleza– por lejana que
esta fuera –la herencia de los vizcondes de Évol–. Sin embargo, los propios asuntos
familiares podían producir que las órdenes del rey se pospusieran –invasión de
Navarra– por dirimirlos antes –rencillas con los Aranda–, se abandonase temporalmente
la magistratura de origen real que se ejercía –lugartenencia de Cataluña– o
directamente, se ignorasen las órdenes reales como si estas jamás hubieran sido
recibidas para favorecer la causa familiar. Es decir, la ayuda a los miembros superiores
de la pirámide del linaje era indiscutida siempre y cuando no se solapase con los
intereses propios, que en tal momento, quedaban relegados o simplemente, omitidos.
Por lo tanto, las lealtades familiares y jerárquicas estaban completamente condicionadas
por los problemas coyunturales que pudieran surgir.
c. Don Alonso de Aragón, conde de Ribagorza
Sobre don Alonso de Aragón (1487–1550) se ha hecho referencia casi constante
a la par que se trataba de su padre, don Juan, duque de Luna. El mayor y más completo
esbozo biográfico suyo es obra del genealogista Fernández de Béthencourt, quien
señalaba que a partir de 1533 el belicoso conde se retiró del mundo en su palacio de
Bonavia (Pedrola).224
Según aseguraba este estudioso, estuvo primero bajo la tutela de su abuela
materna doña Aldonza de Gurrea y después acompañó a su padre en todas las acciones
223
RAH, Colección Salazar y Castro, A–14, f. 173r. Don Juan de Aragón duque de Luna a Fernando II, el
2 de octubre de 1513 desde Barcelona: «Muy alto y muy poderos Catholico Principe, Rey y Señor. Ayer y
ante de ayer con vn correu y con costabella screui a vuestra alteza la deliberacion mia de llegarme a lerida
y sperar alli el termino de los diez dias porque su real consejo despachasse las cosas de justicia y sperar
yo alli todo el termino que sufryr se pueda porque no es de creer que vuestra alteza no remedie lo
voluntario deste conde de aranda que tiene de renyr con el conde mi fijo e con mi. He pensado de quedar
aqui dos dias mas por despachar algunas cosas de su seruicio e e por entender en la treuga de entre los
agullanos y ¿anthich? carriera lo qual tengo en razonables terminos e estos dichos dos dias he pensado si
seria bien lleuar comigo la rota porque pues aqui no hay mucha necessidat y en lerida hay muchas cosas
de remediar e por lo semejante en balaguer senyaladamente por la muerte de micer Castells estoy en
pensamiento de leuar la dicha rota. E de lerida pensar como yo no faga falta en caso que vuestra alteza no
lo remediasse esto del dicho conde con nosotros que pudiesse yr y venir sin que falte en su seruicio. E por
templar los yerros que los mancebos comunmente fazen quando vienen en el mundo, con desseo de horra
e todas cosas pensadas tengo por bien la yda por los sobredichos respectos e otros muchos que por la
breuiedat del correu dexo de screuir».
224
Francisco Fernández de Béthencourt, Historia genealógica y heráldica, op. cit., Vol. III, pp. 457–469.
98
bélicas en las que este estuvo involucrado; ya quedó patente con las palabras de
Fernández de Oviedo que el duque fue hombre de acción.
Aparte de sus actuaciones violentas contra el conde de Aranda, el interés por su
persona se encuentra, como en todos los casos tratados, en su cercanía a su tío el
arzobispo don Alonso. Al residir toda su vida entre Pedrola y Zaragoza, la estrechez de
relaciones con este fue notablemente fluida, en la línea que sostuvo su padre. De hecho,
llegó también a ser uno de los ejecutores testamentarios del prelado, no cumplieron
estos con especial celo las últimas voluntades.
Gran relevancia tuvo el episodio acaecido a comienzos de 1516, cuando fue
nombrado embajador para ir a visitar a Flandes Carlos de Gante. Los estados
peninsulares de la Corona de Aragón se encontraban en esos momentos carcomidos por
los desórdenes de las facciones nobiliarias y bandidos en general, por lo que se sentía
urgente la venida del príncipe, no sólo para gobernar sino para habituarse a hombres,
leyes y costumbres peninsulares. Por ello mismo, el arzobispo don Alonso de Aragón,
ejerciendo como diputado por el brazo eclesiástico, determinó juntar a sus compañeros
de magistratura y tratar el asunto de la embajada a don Carlos. De esta forma:
«Juntos, pues, los diputados, sin convocar para la elección a los señores y ricoshombres,
ni a los caballeros del reino que habían acudido y se hallaban en Zaragoza, eligieron al dotor
Luis López, prior de la iglesia colegial de Nuestra Señora del Pilar (aunque entonces no era
diputado) y a don Íñigo de Bolea, que lo era. Negociaron también que con los dos diputados se
encargase de la embajada don Alonso de Aragón, conde de Ribagorza, hijo de don Juan de
Aragón, ya duque de Luna, y primo segundo del Rey Príncipe, para que no todos los
embajadores fuesen diputados. El conde lo aceptó y, para dar cumplimiento a la embajada,
ordenaron que les acompañase también, con título de embajador, micer Gaspar Manente, dotor
en Derechos, persona de reputación en ellos y en el uso de la lengua latina».
225
Las instrucciones de la embajada eran claras y se resumían en tres puntos: pedir
la venida a España, mantener los privilegios de Zaragoza y, tal y como el Rey Católico
rogaba en su testamento, conservar a los oficiales leales en sus puestos. El doctor
Manente sería el encargado de redactar un discurso con estas ideas en la lengua de
Virgilio y de manera suficientemente elegante. Sin embargo, embajada tan notable fue
boicoteada poco antes de marchar hacia los Países Bajos por otros miembros de la
nobleza, envidiosos en buena medida de que marchase el conde de Ribagorza y sobre
225
Bartolomé Leonardo Argensola, Anales de Aragón, op. cit., p. 142.
99
todo, por las rencillas que mantenían entre sí. No es por lo tanto, sorprendente que uno
de los instigadores fuera el conde de Aranda. El arzobispo de Zaragoza se quejaba de
que el motivo que esgrimían no era otro que don Pedro de Castro –de quien se ha
hablado ya, en su disputa con doña Guiomar Manrique–, diputado, no se había hallado
presente y que si no hubiera sido mejor nombrarlo a él. No deja de ser curioso que en un
principio, don Alonso hubiera pensado en don Miguel Jiménez de Urrea, conde de
Aranda, para encabezar la misión diplomática. Le escribía a su homólogo en Castilla, el
cardenal Cisneros:
«Fablelo al conde de aranda se queria yr el embaxador, echomelo muy lexos, entonces
los diputados nombraron al conde de Ribagorça y a don ynigo de bolea ques vno de los
diputados y al dotor lopez prior ques de santa maria del Pilar. Si don Pedro de Castro a la sazon
se fallara aqui ques vno de los diputados e y no vuiera cometido aquel delicto de scalar la
muralla destadilla y de poner este Reyno en bullizio de armas en desseruicio de sus altezas,
fuera el vno de los nombrados y si agora los diputados Pudiessen o deviesen en lugar del Conde
de Ribagorça enbiar a Dom Pedro de Castro, certifico a Vuestra Señoria que el Conde de aranda
y esos de su voluntad tendran por buena la embaxada y no protestarian que anssi lo Procuran y
vea Vuestra Señoria la diferencia: el vno es hombre de titulo y de cassa tam Principal como la
aya otra en este Reyno, Prodente y Vertuosso y gran seruidor de sus altezas. Don pedro de
castro avn no se sabe que tenga cassa cierta en este Reyno; seria grande enpacho ymbiar por
embaxador al principe mi señor, hombre que aya cometido tal ecesso, mas como digo a Vuestra
Señoria estos querian usar por la autoridad y officio dellos y quando losson Dios saben bien que
ficieron al Rey No como se a visto».
226
Sin lugar a dudas no le faltaba razón al arzobispo en su epístola al cardenal de
España, sobre todo en lo poco presentable que era don Pedro teniendo en cuenta su
situación del momento. Tampoco el conde de Ribagorza, estaba exento de pleitos y
cuestiones, pero era de sangre real y ostentaba un título antiquísimo y respetable.227 Sin
226
RAH, Colección Salazar y Castro, G–23, ff. 98v–102v. Don Alonso de Aragón al cardenal Cisneros, el
25 de marzo de 1516 desde Zaragoza. Vid. f. 101r.
227
Bartolomé Leonardo Argensola, Anales de Aragón, op. cit., p. 257: «Trató luego de hacer el viaje,
pero, juntándose los ricoshombres, los barones y las otras personas principales que para ocurrir a la
defensa de Navarra fueron llamadas a Zaragoza, acordaron estorbar aquella embajada, y en particular,
don Luis, señor de Híjar y conde de Belchite. No se llamaba (como pudiera) Duque de Híjar, pues el año
1483 concedió el Rey Católico este título a don Juan, su padre. Hicieron la misma contradicción don Juan
Fernández de Heredia, conde de Fuentes, don Jaime de Luna y don Francisco de Luna (cuyos sucesores
en sus Estados son agora los unos condes de Morata, marqueses de Vilueña, y los otros, los marqueses de
Camarasa y condes de Ricla), don Miguel Ximénez de Urrea, conde de Aranda y vizconde de Biota, los
cuales, formando una larga protestación, la mandaron presentar a los diputados, en Consistorio pleno, a
19 de marzo, la suma de la cual era que aunque no les habían llamado ni dado parte en aquel hecho, le
tenían entendido, y sabían la determinación de la embajada para el Rey Príncipe, el dinero aplicado al
100
embargo, tampoco les faltaban motivos a los nobles descontentos, porque no se había
juntado a los brazos como solía ser costumbre y también se excedía el gasto habitual
para estas situaciones, 1.000 libras jaquesas –909 ducados–. Por otra parte, tampoco se
había seguido el procedimiento habitual que obligaba a elegir a los emisarios de mayor
a menor dignidad de entre los diputados y sólo si no podían ir, elegir por unanimidad a
otras personas. El resultado final de este pleito fue que la embajada terminó por llevarse
a cabo por tierra hacia Flandes, sin conocerse cómo se terminaron por componer las
partes.228
Sea como fuere, los emisarios terminaron llegando felizmente a los Países Bajos
y allí fueron recibidos por el príncipe Carlos; el conde de Ribagorza residió allí una
temporada hasta el viaje de toda la corte a España en 1517. Más allá de colaborar en
algún hecho de armas y tener presencia cotidiana, se desconoce cómo se desarrolló la
estancia de don Alonso en Flandes. Conviene recordar que también en esos momentos
estaba don Juan, el hijo del arzobispo de Zaragoza en el entorno áulico; no hay
documentación alguna ni noticias que indiquen la relación que mantuvieron entre sí.
Aunque no pasó a la posteridad por cortarse un trozo de carne con sus propias
manos, el conde de Ribagorza también heredó el espíritu violento de su padre. Aparte
de las reyertas ya expuestas con el conde de Aranda y su parcialidad, hubo algún caso
más. El más notorio, por el desacato abierto a la autoridad real, fue en el pleito por la
herencia de don Felipe de Castro, que también ha sido comentado con anterioridad. Si
esto tuvo lugar en 1519, el año anterior había apoyado a sus vasallos de Torrellas en
contra de la ciudad de Tarazona, provocándoles diversos daños.229 Esta violencia se
prolongó un año al menos, que fue cuando el rey decidió enviar al lugarteniente del
baile general de Aragón para que se impusieran unas treguas entre el conde y sus
vasallos y los turiasonenses. 230 En definitiva, en un lapso de dos años, tuvo dos
viaje y la instrucción de los embajadores; que para nada desto se guardaron las solemnidades necesarias,
sino que solamente para determinarlo concurrieron los votos de los diputados, y no conformes, ni de
todos, porque faltó el de don Pedro de Castro, diputado primero de los nobles; que esto había sido contra
los usos loables, actos de Corte y previlegios del reino, en grave daño y lesión de la república».
228
Ibidem, pp. 258–259.
229
AGS, Estado, Corona de Aragón, leg. 267, 40. La ciudad de Tarazona a Guillermo de Croy señor de
Xevres, el 7 de junio de 1518 desde Tarazona: «Muy Illustre y muy Magniffico señor. Joan nauarro
jurado y sindico micer ferrando ruyz francisco malo et miguel françes ciudadanos desta ciudat informara
a vuestra illustre señoria sobre los agrauios y daños que el Conde de Ribagorça y los de Torrellas han
fecho a esta ciudat muy caramente le suplicamos les mande dar entera ffe y creencia de parte desta ciudat
y por ser vaßallos de su alteza nos mande hauer por encomendados».
230
RAH, Colección Salazar y Castro, A–17, ff. 9r–v. Carlos I a Francisco Agustín lugarteniente del baile
general de Aragón, el ¿27? de mayo de 1519 desde Barcelona.
101
conflictos armados abiertos que la monarquía tuvo que detener como buenamente pudo;
en este caso fue reclamando al conde que se presentase ante el rey en Barcelona. Pese a
haber mantenido más fidelidad a las causas propias, de sus parientes y vasallos, que a
las de su soberano, se mantuvo en una línea muy parecida años más tarde.
Es muy interesante cómo su alineamiento con la familia de los vizcondes de
Évol fue constante, con quienes el único vínculo que lo unía era su tío el arzobispo de
Zaragoza. En este caso, los rivales fueron el linaje de los Urriés, encabezados por el
poderoso secretario real don Hugo de Urriés, señor de Ayerbe. El conflicto en sí
arrancaba con la supuesta senilidad prematura del obispo de Huesca don Juan Alonso de
Aragón y Navarra, a quien se le quería poner un coadjutor para ayudarlo y que tomase
el control de la diócesis a su muerte. Los Urriés proponían a Felipe de Urriés, obispo de
Filadelfia; el arzobispo don Alonso por su parte proponía a su sobrino don Alonso de
Castro, hermano del vizconde de Évol. Este litigio había comenzado en 1517, esperando
el pronto fallecimiento del obispo oscense, que no tuvo lugar hasta 1526. Esta pugna
por la sede de Huesca fue el punto de arranque de los conflictos entre los señores de
Ayerbe y los Aragón–Évol. El siguiente momento fue a la muerte del arzobispo de
Zaragoza, quien había resignado Montearagón y san Victorián en su sobrino don
Alonso, en vistas de que quizás no obtendría la citada diócesis. Sin embargo, el César
decidió disponer libremente de ellas, dándole la primera a don Pedro Jordán de
Urriés.231
Tras esta apretada síntesis en el que se observa una acumulación de desaires a la
familia del arzobispo don Alonso a favor de los Urriés, el detonante final fue la muerte
de don Juan Alonso en 1526. Dio comienzo una carrera de pleitos en la corte y en la
curia por obtener sentencias favorables. Los distintos bandos comenzaron a juntar gente
armada en el interior de Huesca y en el monasterio–castillo de Montearagón. El clímax
se produjo cuando Carlos V finalmente otorgó a 8 de agosto de 1527 la sede a don
Felipe de Urriés. Sin embargo, no todo estaba dicho aún ya que don Alonso de Castro
tenía tres sentencias favorables de la Santa Sede, por lo que hizo tomar posesión por un
procurador.
231
Diego José Dormer, Anales de Aragón desde 1525 hasta 1540, Zaragoza, 1697, p. 111. Argensola por
su parte recoge varias epístolas de don Alonso de Aragón al respecto, vid. Bartolomé Leonardo
Argensola, Anales de Aragón, op. cit., pp. 375–383 y 419–426. La primera al príncipe Carlos el 7 de
marzo de 1517 y la siguiente el 27 de mayo de 1517 a Antón Moreno de Onaya.
102
El papel que desempeñó en todo este laberinto de mercedes, influencias,
violencia y sobre todo, colisión de jurisdicciones entre el rey y el papa, el conde de
Ribagorza don Alonso de Aragón fue de brazo militar de sus familiares lejanos. En el
momento del intento de toma de posesión por el hermano del vizconde de Évol, la
ciudad de Huesca estaba en plena ebullición, con gente armada y barricadas en las
calles. Fuera, aguardaba el conde con sus tropas, esperando que llegasen 1.000 vasallos
de sus estados ribagorzanos. Así lo relataba Uztarroz:
«la faccion contraria, mucha parte de los Ciudadanos, y pueblo, y la parcialidad de la
Casa de Vrrea estava puesta en armas, para impedir la entrada del Conde, defendiendola con
muchas barreras, carros atravesados en las calles, cadenas, y numero de arcabuceros […]. Fue
muy señaldo el convate, y a su lado mantaron los cavallos del Gobernador de Aragon, y de Don
232
Iuan de Torrellas Señor de la Baronia de Antillon, yerno del Conde».
A este ataque se siguió un pillaje de las casas del bando contrario y se pudo
finalmente, tomar posesión por don Alonso el 17 de noviembre. Por casualidades del
destino, el mismo día que sus procuradores cumplían con los procedimientos para
elevarlo a obispo de Huesca, don Alonso de Castro moría en Sora (Nápoles) de peste
mientras viajaba a Roma a por una cuarta sentencia favorable. Al menos tuvo el
consuelo póstumo de que su rival jamás obtuvo Huesca, ya que el César finalmente la
concedió a Diego Cabrero.233
En las pulsiones vitales del conde de Ribagorza, muy similares a las de su padre
el duque de Luna, se observan varios aspectos dignos de reseñar. El primero de todos es
que la cercanía al rey en todo momento le fue favorable, así como el poder llegar a ser
considerado como el noble más relevante del reino de Aragón, anteponiéndose a otras
casas mayores en antigüedad, como los Urrea o los Híjar, por ejemplo.234 De hecho, el
ser designado por su tío el arzobispo de Zaragoza para la embajada a Flandes no es sino
reflejo de su posición privilegiada. El segundo de todos es el apoyo mutuo a su familia,
y esto es lo más interesante, que no fue únicamente la suya propia sino a la de su tío el
arzobispo. Estos no formaban, estrictamente hablando con los parámetros actuales, parte
de su linaje, pero entraban por ser sobrinos del arzobispo don Alonso dentro del mismo
232
Juan Francisco Andrés de Uztarroz, Segunda parte de los Anales, op. cit., libro IV, p. 56.
Diego José Dormer, Anales de Aragón, op. cit., pp. 324–325.
234
Nos referimos a una preeminencia únicamente de facto en las relaciones con la monarquía, no un
privilegio o derecho como tal. De hecho, a partir de la obra de Fernández de Bethencourt se le había
supuesto la primacía a la casa de Ribagorza en la nobleza aragonesa, algo ya desmentido en Leonardo
Blanco Lalinde, “Las ‘ocho casas’ de Aragón y el inexistente fuero de las Cortes de Monzón de 1528”,
Emblemata, n.º 6 (2000), pp. 101–111.
233
103
grupo, a los que había que defender –y recibir su apoyo en reciprocidad–. La pérdida de
poder de estos parientes suponía una pérdida para el conjunto, por lo que era importante
conservar o ampliar sus señoríos –casos de la herencia del difunto don Felipe de Castro
o el obispado de Huesca–. Para mantener el poder o simplemente demostrarlo, lo
habitual fue recurrir a la violencia –tala de los pinos de Bonavia y su respuesta– aunque
en algunas ocasiones no pudo llegarse a esos extremos por la intervención real.
La monarquía parece en estos casos un mero espectador ante los auténticos
protagonistas, los nobles. Es una imagen que puede desprenderse del enfoque por el que
hemos optado, el punto de vista de personas particulares de sangre real. No hay que
olvidar que el rey suponía un actor más y en ocasiones sus motivaciones –e intervención
posterior– es tan poco conocida por el investigador que esta podría parecer únicamente
como un deus ex machina. Por ejemplo, en el caso de Huesca y las abadías que resignó
poco antes de morir don Alonso. La decisión de la coadjutoría así como de darlas a otras
personas distintas a la que el arzobispo propuso, fue tomada desde Flandes para apoyar
a los servidores de los que allí se rodeaba el príncipe Carlos. Finalmente, después de
todos los pleitos, viajes a Roma –con sentencias ignoradas tres veces– incluidos y
sangre derramada de por medio, el asunto se resolvió simplemente eligiendo a otra
persona para poseer la diócesis. El pleito por la herencia de don Felipe de Castro estuvo
pendiente porque la monarquía decidió no intervenir, únicamente lo hizo para evitar
disturbios mayores. En los últimos años de Fernando II se intentó concluir el asunto
entre los Aranda y los Aragón tiempo más tarde: realmente poner paz era un ejercicio
que debía realizar la Diputación del reino. Similar fue el pleito entre Torrellas y
Tarazona, donde el aparato regio, pese a tener noticias, no decidió inmiscuirse hasta
mucho más adelante.
V.
La casa de don Alonso de Aragón, arzobispo de Zaragoza
En 1509, el joven humanista Alfonso de Segura escribía un discurso en latín
cantando las virtudes del arzobispo de Zaragoza don Alonso de Aragón. Entre otros
asuntos, afirmaba que tenía «una servidumbre numerosa y tan bien formada en las
buenas costumbres», también era «copiosa y brillante».235 Por su parte, bastante tiempo
235
Teresa Jiménez Calvente, “La Oratio ad Alfonsum Aragoneum de laudibus et pontificatus et regni
diligentissime eius gubernationis de Alfonso de Segura, discípulo aventajado y escritor en ciernes.
Edición, traducción y estudio”, eHumanista, n.º 5 (2005), pp. 48–95, p. 95. Aunque la traducción la
hemos tomado de esta obra, existe una traducción previa de M.ª Dolores Cabré Montserrat, “El
104
después, una de las cosas que reseñó el arzobispo don Hernando de su padre, don
Alonso de Aragón, era precisamente que «tuuo mui grande casa de criados y
cavalleros».236
¿Qué se entendía por muy grande? A lo largo de casi 45 años de episcopado,
ante el espectador desfila una multitud de nombres, diseminados a lo largo del tiempo,
que por desgracia no permiten hacer una estimación más o menos fiable. Podemos
acercarnos, sin miedo a desviarnos mucho, que podría rondar en torno a 150 o 200 el
número de servidores que tuvo a su cargo. Esta cifra se puede ofrecer con algo de
seguridad gracias a que un año después de su muerte, cuando su hijo don Juan
agonizaba, los diputados escribieron al César temerosos de la posibilidad de que
siguiera a don Alonso a la sepultura. Recomendaban para la futura sede vacante a don
Hernando, entre otros muchos motivos para que no fuera necesario «remediar docientos
criados, que quedarian perdidos, si en el dicho Don Fernando no recayese dicho
Arzobispado».237 Como posiblemente se pudo engordar algo la cifra y quizás don Juan
decidió tener más criados por sus mundanos gustos, no es descabellado situar en una
horquilla de 150–200 el número de personas que rodearon a don Alonso.
En esas cifras habría personas de muy distinta importancia y cualidad.
Retomando las palabras del adulador humanista, este afirmaba en su Oratio ad
Alfonsum Aragoneum lo siguiente del personal de su casa:
«Y aunque en tu copiosa y brillante servidumbre tienes muchos hombres leales (voy a
hablar libremente y con el permiso de los demás), destacan sobre todo Juan de Alagón y Gaspar
Barrachina, en verdad las dos columnas de tu real casa, altas e intachables se mire por donde se
mire; de ellos, uno es tu mayordomo; el otro es el cómplice de tus secretos. No hay nadie más
fiel, nadie más diligente, nadie más dispuesto a obedecer y cumplir tus encargos que ellos dos.
Por eso los elegiste con razón como idóneos para ti, para poder confiarles tus secretos y
encomendarles tus grandes asuntos».
238
humanismo aragonés en tiempo del Rey Católico”, Cuadernos de Historia Jerónimo Zurita, n.º 12–13
(1961), pp. 41–97, pp. 80–97.
236
Hernando de Aragón, De las dignidades eclesiasticas, op. cit., f. 89r.
237
Juan Francisco Andrés de Uztarroz, Segunda parte de los Anales, op. cit., libro II, pp. 27–28. Los
diputados del reino de Aragón a Carlos V, el 19 de abril de 1521 desde Zaragoza.
238
Teresa Jiménez Calvente, “La Oratio ad Alfonsum”, op. cit., p. 95. El original en latín dice así, p. 80:
«Et cum in una splendenti familia et copiosa plures habeas egregie fideles, hoc libere dixero cum aliorum
pace, hi praecipue sunt Ioannes Alagoneus et Gaspar Barrachinus, duae profecto tuae regiae domus
columnae et alte et undique integrae, quorum alter cubicularius est, est et comes secretorum alter. Quibus
nihil est fidelius, nihil diligentius, nihil ad obeunda et conficienda negocia vigilantius. Ideoque merito eos
idoneos tibi delegisti, quibus tua archana committeres et magna negocia commendares».
105
Dejando de lado las apetencias de Alfonso de Segura por poder medrar gracias a
estos dos individuos, los destacó de entre todas las personas al servicio del arzobispo. El
por qué es sencillo, eran los más cercanos a la persona del prelado y por ello mismo, los
más poderosos. Aunque la documentación sobre ambos es desigual, intentaremos trazar
su recorrido a la sombra de su señor, así como otras personas reseñables que para su
desgracia, carecían de los atractivos suficientes para que el humanista los retratase
brevemente en su Oratio. Sin embargo, no por ello tuvieron un papel menos importante
dentro de la casa de don Alonso de Aragón.
a. Don Juan de Alagón, camarero de don Alonso
Sobre don Juan de Alagón, al igual que muchos otros personajes que podrían
considerarse menores, no hay nada escrito. Sin embargo, fue un caballero de bastante
importancia en su momento, ocupando destacados cargos políticos en Aragón más allá
de su cercanía al arzobispo de Zaragoza. ¿Procedía su relevancia de su servicio al
prelado o sucedía al revés, por su poder social pudo acceder a sus círculos más
estrechos? Posiblemente, la mezcla de ambas posibilidades sea lo más acertado: su
posición destacada dentro de la sociedad zaragozana le permitió ocupar el cargo –y su
buen desempeño, sin duda– que ostentó hasta su fallecimiento y este le mejoró las
posibilidades de aumentar sus circuitos de poder.
Sobre su ascendencia podría pensarse en buena lógica que debido a su apellido
estuviera emparentado con los condes de Sástago, pero no parece del todo claro si se
atiende a lo que dejó escrito don Luis de Salazar y Castro; que siempre ha de tomarse
con cierta cautela.239 Al parecer tuvo tres hermanos y una hermana; uno fue canónigo de
la Seo y otro arcipreste de Zaragoza. Su padre fue don Luis de Alagón, cuyos orígenes
son un tanto peculiares. El ilustre genealogista no recogió quién fue su abuelo paterno,
pero su abuela fue una mora. Por el lado de su madre, de nombre desconocido –«M.» es
todo–, también el linaje se oscurece. Esta fue hija del converso don Felipe de la
Cavallería y de una esclava. Llama la atención que él y sus hermanos, con dichos
antecedentes, llegaran a ocupar puestos bastante importantes, especialmente don Juan
de Alagón. No deja de ser curioso que es exactamente la misma información que ofrece
el Libro verde, si bien este dice que don Felipe era hijo de un converso.240 Ante la
239
RAH, Colección Salazar y Castro, D–49, f. 321r. Árbol genealógico de la familia La Cavallería.
S. A., Libro verde, op. cit., p. 37: «Mossen felipe susodicho hijo de felipe de la cavalleria que fue judio
huvo una hija en una esclava suya y casola con luys de Alagon bastardo hijo de una mora de pina [quizás
240
106
diferencia de criterios, parece que el infamante texto podría ser más certero por estar
más cerca de las fechas que se tratan, pero el lugar de donde extrajo don Luis de Salazar
–o sus escribanos– tiene puntos de mayor precisión. Por ejemplo, de su hermano don
Lucas dice el libro que no fue «clerigo ni casado» y sin embargo, hemos podido
constatar que en la documentación notarial aparece como arcipreste de Zaragoza y
rector de ¿Lidoca? y Castellazo, lo que concuerda en parte con el genealogista.241 De
cualquier manera, ante la homonimia imperante en la época, nada se puede asegurar con
absoluta rotundidad.
Uno de los principales problemas con su persona, aparte de la ausencia de
estudios sobre don Juan de Alagón, es de nuevo la homonimia. Existieron al menos tres
personas de relevancia con el mismo nombre, por lo que es complicado saber si se
referían al camarero del arzobispo o no. La primera ocasión en la que aparecería en la
vida pública de la que tengamos referencia, podría ser en el juramento del príncipe don
Juan, en las cortes de Calatayud de 1481.242 Sin embargo, al no llevar el añadido
especificativo de «camarero», no se puede confirmar.
Don Juan de Alagón fue un caballero de gran importancia en su momento y
pertenecía a la Orden de Santiago, de la que no disfrutaba únicamente de un hábito si no
de un par de encomiendas en el reino de Valencia, las de Fadrell y La Torre de Viles.243
Esta posición social le permitió estar en la bolsa de oficios de la diputación y ser
hijo de don Alonso de Alagón, señor de Pina] y los dichos conjuges huvieron quatro hijos y una hija los
hijos se llamaron don Joan, don Carlos, don lucas y don luys de Alagon y una hija llamada doña violante
que murió sin hijos; don Juan de Alagon susodicho casó con Maria Cariñinia hija de jayme carniyeva que
despues se llamó doña Maria y huvieron dos hijos el uno murió mochacho y el otro suzedió en la
hazienda de su madre llamandose don Joan de Alagon como el padre; don Carlos su hermano del
susodicho don Joan fue canonigo de la Seo de çaragoça, don lucas hermano de los susodichos ni fue
clerigo ni casado; don luys murio mancebo».
241
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 843, f. 211v. 7 de mayo de 1516 en Zaragoza.
242
El día de la jura fue el 20 de mayo de 1481. Jerónimo Zurita, Anales, op. cit., lib. XX, cap. XLI:
«solamente se hallaron aquel día al juramento por el estado de la iglesia don Antonio de Espés obispo de
Huesca, don Juan de Rebolledo abad de Montaragón, don Enrique Enríquez tío del rey comendador
mayor de Montalbán y otros abades y algunas dignidades; y por el estado de los barones asistieron don
Juan de Aragón conde de Ribagorza, don Blasco de Alagón, don Phelipe de Castro vizconde de Illa y
Canete, don Lope Ximénez de Urrea, don Jaime de Ijar, don Pedro de Luna, don Pero Núñez Cabeza de
Vaca, don Guillén de Palafox, don Guerao y don Ramón de Espés y don Juan de Alagón».
243
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 843, ff. 5v–6r. 30 de diciembre de 1516. Hemos de señalar que en la
documentación de los actos comunes de la Diputación, se ha encontrado que se le remitía una carta que
decía así: «Al muy noble y magnifico señor don Johan dalagon cauallero de La orden de santiago
comendador de la fradilla y ducles, Dipputado del Reyno de Aragon». Vid. AHDZ, Archivo del reino,
mss. 312, 29r (imagen 0029). Los diputados del reino de Aragón a Jaime de Cariñena, el 18 de septiembre
de 1508. Consideramos de mayor valor la información notarial porque al fin y al cabo, se trataba de sus
rentas y lo otro fue escrito por el escribano de la Diputación quien tampoco tendría especial interés en la
precisión de sus títulos. Fradilla podría ser equivalente a Fadrell, pero la segunda encomienda hace
referencia a Uclés, caput ordinis, lo que no tendría ningún sentido.
107
extraído al menos un año como diputado por el brazo de los milites, tal y como tuvo
lugar en el ejercicio de 1508–1509. En otras ocasiones fue nombrado algún homónimo
suyo pero es la única ocasión en la que podemos asegurar con certeza que se trataba de
él y no una persona distinta.244
Su actuación al servicio de la institución más importante del reino es difícil de
conocer por la limitación que ofrecen los actos comunes que registraron los diputados.
Durante el ejercicio que le tocó desempeñar la magistratura tuvo que realizar alguna
misión fuera de Zaragoza como representante de la Diputación. Se le encomendó que
consiguiera acelerar la expedición de unos papeles que el arzobispo había elaborado
sobre el asunto de los censalistas catalanes, para que otro diputado pudiera marchar a
Barcelona a poner punto final al negocio que se alargaba durante años.245 También
estuvo inmiscuido en las gestiones de la denominada Guerra de Sangüesa. 246 Por
último, junto con el conde de Belchite, don Luis de Híjar, el camarero de don Alonso
fue enviado a ver al Rey Católico para hablar de los problemas fronterizos con los
navarros. Estos estaban juntando en Sangüesa un buen número de gentes de guerra para
atacar la frontera, debido a la escalada de tensión que había existido por el término de El
Real en los últimos tiempos.247
Como puede observarse, sus desempeños en el cargo fueron muy limitados tal y
como nos ofrece la documentación manejada, por lo que desgraciadamente no se puede
afinar más. Sin embargo, su relación con la institución fue bastante más allá. Tras el
escándalo de malversación de fondos de la Diputación de Aragón durante largos
períodos de tiempo, en el ejercicio de 1509–1510 se puso coto a las actividades ilícitas
244
AHDZ, Archivo del reino, mss. 312, f. 6r (imagen 0006). Aunque en este folio no se indica con
exactitud quién es, más adelante se puede conocer que es él por precisar que es el camarero. En ibidem,
mss. 86, f. 7r (imagen 0007) aparece como posible diputado en 1497–1498, pero no hay indicios positivos
para afirmarlo. Por otro lado, para el ejercicio siguiente de 1498–1499 aparece don Juan de Alagón
Menor, quien a todas luces es otro (en contraposición a otro desconocido que aparece como «Mayor»),
vid. ibidem mss. 88 f. 5v (imagen 0006).
245
AHDZ, Archivo del reino, mss. 312, ff. 28v–29r (imagen 0029). Los diputados del reino de Aragón a
don Juan de Alagón, el 13 de septiembre de 1508.
246
Por ejemplo, el 5 de diciembre de 1508 recibía 2.200 sueldos de Jaime Cariñena por un asunto
desconocido. Jaime Cariñena ejercía de arrendador del general en esos momentos. Vid. Archivo
Municipal de Zaragoza, Privados, ES. 50297. AM.
247
AHDZ, Archivo del reino, mss. 312, f. 81v (imagen 0089). Los diputados del reino de Aragón a
Fernando II, el 6 de marzo de 1509 desde Zaragoza: «Muy Alto y muy poderoso Principe, Rey y Señor.
Por la nouedat que han fecho los de la villa de sanguesa del Regno de nauarra y por los aparejos de gente
de cauallo que se dize se haze contra este su Regno de Aragon sobre los terminos del Real, hauemos
s[c]rito al Conde de velchit y a don Johan dalagon, nuestros condipputados para que lo intimen a vuestra
Real Magestat».
108
que habían desempeñado desde los diputados hasta los porteros.248 En esos momentos,
no se sabe con certeza si fruto de los robos que habían tenido lugar, a modo de castigo,
o porque se decidió poner orden en todos los asuntos de una vez, se llevó a cabo un
reajuste en las listas de insaculados. Para ello se procedió a eliminar gente de las bolsas,
que o estaban muertos o no debían estar por otro motivo. Para este cometido, los
diputados decidieron «llamar huna persona de cada braço que depresante en esta ciudad
podiamos fallar: y con el thesorero monterde don joan dalagon Miguel torrero mayor y
Jayme Carinyena». 249 Curiosamente, estas personas que eligieron de los distintos
brazos, que al parecer eran casi las únicas con las que pudieron contar, fueron estos
cuatro, todos vinculados a don Alonso estrechamente. ¿Pedro? Monterde era el
canónigo tesorero de la Seo,250 don Juan de Alagón el camarero de don Alonso, Miguel
Torrero riquísimo ciudadano y arrendador de distintas rentas de importancia en Aragón;
por último, Jaime Cariñena se había lucrado con similares negocios, además de ser el
suegro de don Juan de Alagón. Es decir, esta elección nada tenía de casual.
En ocasiones, sus desempeños domésticos fueron coincidentes –más aún,
difícilmente separables– con sus labores de diputado. Baste un ejemplo. Al acabar la
brevísima Guerra de Sangüesa el arzobispo don Alonso comenzó los estudios de
mojonación de los términos fronterizos. Para ello, requirió a los diputados del reino que
le remitiesen toda la documentación generada a lo largo de los años –que tenía que ser
abundante– sobre el conflicto territorial para poder tener toda la información necesaria
del asunto. Estos papeles solicitaba que «los envieys luego con este mensajer a don
Johan de alagon nuestro camarero vuestro condiputado porque para en esta sazon se
pueda aprouechar dellos las personas e comisarios que yran a fazer el dicho
mojonamiento y por nuestro amor que en esto no haya falta».251 Es decir, solicitaba el
regreso a su lado de su camarero. ¿Era imprescindible para arreglar el asunto el buen
248
Jaime Elipe, “Virreyes y diputados bajo sospecha: corrupción institucional en la Corona de Aragón
durante el reinado de Fernando el Católico”, en Francisco Andújar Castillo y Pilar Ponce Leiva (coords.),
Debates sobre la corrupción en el mundo ibérico, siglos XVI–XVIII, Biblioteca Virtual Miguel de
Cervantes, Alicante, 2018, pp. 363–373, especialmente pp. 366–368.
249
ADHZ, Archivo del reino, mss. 99, ff. 61v–62r (imagen 0062). Los diputados del reino de Aragón a
don Alonso de Aragón, el 21 de febrero de 1510 desde Zaragoza.
250
Ponemos interrogante porque existieron varios Monterde de importancia en vida de don Alonso y
desconocemos a cuál se refieren exactamente. Pedro Monterde aparece en la documentación como
canónigo tesorero y también como tesorero del arzobispo, si bien para fechas cercanas a 1510 aparece
como un notario (vid. ACA, Real Cancillería, reg. 3585, f. 114v, Fernando II a los jurados de Zaragoza, el
13 de julio de 1515 desde Burgos). Como de costumbre, la homonimia de estos personajes conduce a la
incertidumbre.
251
ADHZ, Archivo del reino, mss. 312, ff. 112v–113r (imagen 0113). Don Alonso de Aragón a los
diputados del reino de Aragón, el 10 de mayo de 1509 desde Ejea de los Caballeros.
109
criterio del caballero de Santiago? No lo podemos afirmar, pero queda de manifiesto
que don Alonso lo prefería en su entorno para estudiar el caso de la mojonación con
claridad, ya que había sido el casus belli durante decenios entre las gentes de Sangüesa
y de Sos y sus aledaños. Por lo tanto, aunque el requerimiento del arzobispo de
Zaragoza era en el sentido de su uso habitual doméstico, realmente era para desarrollar
una actividad de servicio a la Diputación y en consecuencia, al reino.
En el anterior caso descrito, don Juan de Alagón estaba inmiscuido en asuntos de
bastante gravedad. ¿Siempre era así? Es posible que fuera uno de sus más estimados
consejeros, al fin y al cabo, es lógico pensar que como camarero suyo pasara
prácticamente todo el día junto a su señor realizando acciones más cotidianas. Por
ejemplo, hacer algún pago menor debido a ciertas personas como el que se le hizo a
Elena Vicente en 1514 –no se conoce el motivo– de 219 sueldos, el equivalente a
prácticamente un ducado.252 Otro trabajo, que no podemos afirmar que se derivase de su
oficio doméstico, era el de receptor «de las pecunyas de las pias causas en su señorio
[del arzobispo]». Si era algo asociado al camarero de la casa del arzobispo o un oficio
aparte que había obtenido en algún momento, lo desconocemos. Las cifras que se
manejaban en este cargo eran mayores, como los 4.600 sueldos –209 ducados– que
recibió de Juan Martón, obispo de Bricia.253
Como familiar del arzobispo y depositario de su confianza, en bastantes
ocasiones fue elegido por este como emisario para despachar asuntos de importancia,
como el ser interlocutor directo con Fernando II. En 1511 el Católico le escribía a su
hijo así:
«El Rey. Illustre y muy Reuerendo arcobispo nuestro muy caro y muy amado fijo y
lugarteniente general, vimos lo que nos screuistes con don Juan dalagon, leuador desta y oymos
lo que de vuestra parte nos fablo y suplico y porque en todo ello hauemos fecho y le hauemos
respondido lo que el vos dira a su relacion nos remitimos».
254
Continuaba el rey comentándole que los negocios castellanos lo tenían absorbido
y le era imposible acudir al principado, ya que a causa de la ausencia real «los malos
toman mayor atreuimiento para delinquir […] de lo qual no solamente los naturales mas
252
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 842, ff. 250r–v. 15 de julio de 1514 en Zaragoza. Sin embargo, el pago se
había acordado el 12 de septiembre del año anterior.
253
AHPNZ, Miguel de Villarreal, sig. 1664, f. 59r. 9 de agosto de 1509 en Zaragoza. Mi agradecimiento
a D. Manuel Gómez de Valenzuela por facilitarme esta referencia.
254
ACA, Real Cancillería, reg. 3672, ff. 202r–v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 2 de diciembre
de 1511 desde Burgos.
110
los estrangeros que por alli passan nos dan de continuo grandes quexas de las muertes y
robos y daños». Por ello mismo, don Juan de Alagón le daría más detalles de los que se
contenían en la epístola. Aprovechando la estancia del camarero arzobispal en Burgos
con la corte, la reina Germana decidió que era buena ocasión también emplearlo como
emisario. Por ello mismo, le solicitaba a su hijastro que le reservase la primera canonjía
que vacase en Valencia.255 El lapso de tiempo entre una data y otra nos indica que muy
posiblemente, su estancia en el entorno real se prolongó durante casi un mes, por lo que
tendría, aparte de los referidos, otros asuntos que despachar con el Rey Católico. La
última referencia que se tiene de don Juan ejerciendo de emisario es de muy poco
después, si bien para alguien de bastante menor categoría social, del que sólo
conocemos su apellido, «de Mallén». Al parecer trabajaba estrechamente para el
arzobispo, y este, además de agradecérselo por escrito, le pedía que marchase a
Zaragoza para hablar con él en persona.256
Ser una de las personas de mayor confianza de don Alonso traía aparejado verse
inserto en un circuito de poder muy interesante, que le hacía compartir en cierta medida
las amistades de su señor. En ocasiones interesa más la relación con el intermediario
que con la fuente directa de poder. Está atestiguado, aunque muy pobremente, que el
fiel camarero se movía en el entorno cortesano tan bien como el arzobispo y que
compartía intimidades con personas muy importantes de la corte, lo que no excluía ni al
propio monarca. Por desgracia, únicamente hemos localizado un par de documentos,
pero son suficientes para ilustrar de sus movimientos en los círculos políticos de todo
nivel, no sólo local–regnícola, sino dentro de la monarquía.
En cierta ocasión, el Rey Católico le pidió a su hijo don Alonso que en cuanto
vacase el priorato de Funes, lo reservase para Juan de Mauleón. El hecho en sí no
revierte ningún tipo de interés para el caso, pero se le remitía una similar a don Juan de
Alagón. ¿Por qué otra carta al camarero sobre el mismo tenor? Es lícito pensar que esto
fuera debido principalmente a que Fernando II no tenía muchas esperanzas en que su
hijo moviera el asunto en favor de Mauleón y lo reservase para otra persona; quizás
simplemente decidiera desentenderse del asunto. Lo que está claro es que la misiva
255
ACA, Real Cancillería, reg. 3676, ff. 133r–v. Germana de Foix a don Alonso de Aragón, el 22 de
diciembre de 1511 desde Burgos.
256
RAH, Colección Salazar y Castro, A–14, f. 6r. Don Alonso de Aragón a X de Mallén, el 7 de febrero
de 1512 desde Zaragoza. El índice de la Real Academia de la Historia dice que es Martín de Maller, pero
lo único claro es que pone en el papel «nuestro special ami | ras de Mallen». Por lo tanto tal nombre no
parece en absoluto factible.
111
enderezada para don Juan estaba en la línea de que este se lo recordase o le hiciera ver
al arzobispo el interés que tenía dar Funes a tal persona.257
Esta forma de influencia podía ser también bidireccional, es decir, don Alonso
utilizaba el canal de don Juan para poder influir en terceros. Por ejemplo, el
todopoderoso Miguel Pérez de Almazán, secretario real. Consta documentalmente que
el arzobispo de Zaragoza y Valencia tenía bastante relación con él, pero en este caso no
se dirigió personalmente a este sino que lo hizo por medio de su camarero. Don Juan le
explicaba a comienzo de 1513 la buena elección que había hecho el rey con micer Ram
para regente de la cancillería. El problema venía en el salario que se recibía por el
oficio, que era tan miserable, que si no fuera por el prelado que solía dar parte de sus
rentas, nada cobraría y ninguna justicia se haría por su mano. Por ello mismo le
solicitaba que intercediera ante el rey para pedirle que se le pusiera un sueldo digno de,
al menos, 10.000 sueldos –455 ducados–.258 ¿Por qué el arzobispo no lo solicitaba él
mismo? Quizás fuera iniciativa propia del camarero el comentarle este asunto, pero es
bastante posible que don Alonso prefiriese dar este rodeo para tratar con mayor
suavidad ciertos temas.
No cabe ninguna duda de la amistad que los años de servicio y confianza
generaron entre el camarero y el arzobispo. Además de los asuntos referidos hasta aquí,
todos de cierta relevancia pero al más alto nivel político, don Juan de Alagón también
estuvo presente en asuntos familiares de don Alonso. Quizás la gestión más importante
fue el nuevo pacto y concordia que se hicieron con el duque de Gandía y su hija, doña
Juana de Aragón, donde actuó como testigo de la operación, si bien no podemos
garantizar que tuviera protagonismo en las negociaciones. 259 Lo que sí podemos
asegurar es que su señor se preocupó por el devenir de su camarero y, sobre todo, el de
sus hijos.
El 23 de marzo de 1519, el notario Jimeno Gil entraba en la capilla de san
Miguel, en la iglesia homónima. Apartando una muchedumbre de frailes, religiosos y
nobles, pudo ver un cadáver amortajado encima de un escaño, reconociendo que este
257
ACA, Real Cancillería, reg. 3672, f. 164r. Fernando II a don Juan de Alagón, el 6 de junio de 1511
desde Sevilla.
258
RAH, Colección Salazar y Castro, A–14, f. 133r. Don Juan de Alagón a Miguel Pérez de Almazán, el
3 de abril de 1513 desde Zaragoza.
259
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 843, pliego de siete hojas inserto entre los f. 8r y 8r(bis). 2 de enero de 1516
en Zaragoza.
112
había sido en vida don Juan de Alagón.260 Antes de dejar la vida terrena no dejaba en
mala posición a su viuda ni a sus hijas, quienes podrían disfrutar de unas rentas
cuantiosas así como una significativa cantidad de bienes inmuebles. Desconocemos las
causas de su fallecimiento –posiblemente de peste–, pero lo cierto es que en su
testamento –que no hemos podido localizar– don Juan de Alagón confió en su señor
para que fuera el tutor y curador de sus hijos. Evidentemente, no podían estar mejor
protegidos que bajo el amparo del arzobispo, con quien, quizás con el tiempo, pudieran
alcanzar un oficio importante dentro del reino o en la corte mediando las buenas mañas
de don Alonso de Aragón.261
Un punto fundamental en la vida de don Juan de Alagón, de quien únicamente se
conoce la fecha de defunción pero no de nacimiento y ni siquiera el momento en el que
entró al servicio del arzobispo de Zaragoza, fue su matrimonio. Es más, este es muy
representativo de lo que se ha podido observar al analizar los distintos servidores que
tuvo don Alonso de Aragón: muchos de ellos tenían lazos de parentesco o estaban
casados entre sí. El problema radica en el desconocimiento de muchas fechas, por lo
que no se puede saber si estos enlaces vinieron dados por desempeñar oficios en la casa
del arzobispo o justo lo opuesto, esto es que gracias a las bodas pudieron colocarse al
servicio del prelado.
Sea como fuere, don Juan de Alagón casó con María Cariñena, hija de Jaime
Cariñena y María Pérez de la Raúl. El matrimonio tuvo dos hijas, María y Ana. El
suegro del camarero era una persona dedicada al mundo financiero que, aparte de tener
una vinculación estrechísima con el arzobispado por llevar en muchas ocasiones sus
rentas, también había arrendado en varias ocasiones el general del reino. Más allá de las
cantidades de dinero que llegó a mover Jaime Cariñena, así como su extensa familia, se
desconoce casi todo de él.
Por el testamento de Jaime Cariñena se puede conocer, además de sus vínculos
familiares, las personas con las que tuvo más relación. Sobre todo, ayuda para hacerse
idea del opulento suegro que tuvo don Juan de Alagón. Realizando un sumatorio de las
cantidades que aparecen a lo largo del testamento, las cifras son realmente importantes.
260
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 844, ff. 89v–90v. 23 de marzo de 1519 en Zaragoza.
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 844, ff. 124r–v. 31 de enero de 1519 en Zaragoza: «Eadem die nos don
alonso de aragon arcobispo de caragoca y de valencia domiciliado en la dicha ciudat de caragoca asi
como tutor y curador testamentario que somos juntament con otros de las personas y bienes de don alonso
de alagon e don johan de alagon pupillos fijos de los nobles don johan de alagon quien nuestro camarero
e de dona maria carinyena».
261
113
Es significativo señalar que desconocemos los bienes muebles que tenía en el momento
de su defunción, si bien es de esperar que fueran notables en cuanto a riqueza.
Únicamente en metálico dejó más de 221.860 sueldos jaqueses –10.084 ducados– a
distintas personas de la familia, así como para obras pías. De esta cantidad, 200.000
correspondían a la dote de su hija Ana Cariñena, quien aún tenía 14 años. A sus
allegados más cercanos, es decir, su hija y heredera universal María y su yerno –así
como algún importante colega de la alta sociedad zaragozana– les dejó la práctica
totalidad de sus censales; al resto pagó en metálico. Las únicas excepciones,
evidentemente, eran las causas pías que dejó, las cuales era necesario cubrir
periódicamente hasta la consumación de los tiempos, por lo que necesitaban una renta
perpetua. Las cifras en absoluto fueron exageradas o difícilmente alcanzables por sus
herederos para hacer pago a las mismas. Cuando la joven Ana Cariñena se casó con el
infanzón Gaspar de Reg años más tarde, se le pagaron escrupulosamente los dineros
acordados en el testamento de Jaime Cariñena. 140.000 sueldos en moneda y el resto en
tres censales, de forma que quedó saldada la deuda. Los juros, además, no eran parte de
la herencia por lo que el matrimonio de don Juan de Alagón y doña María Cariñena lo
habrían invertido recientemente.262
La cantidad de censales que Jaime Cariñena dejó a su heredera fueron
importantes, unas tres cuartas partes del total. A María Cariñena, aparte de una finca de
recreo en Peñaflor y una casa en la calle de las Armas, así como sus bienes muebles, le
dejaba un total de 13.450 sueldos de renta anual –611 ducados–. Esto provenía de un
capital total de 260.000 sueldos –11.818 ducados– que había ido invirtiendo desde
comienzos de la nueva centuria en comprar censales del reino de Aragón, siempre
necesitado de liquidez. En definitiva, las cantidades manejadas por Jaime Cariñena
fueron bastante importantes, sobre todo porque en ningún momento se tasaron sus
bienes muebles ni se ha localizado inventario alguno.263
262
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 844, ff. 166v–168r. 13 de noviembre de 1520 en Zaragoza: «Eadem die yo
Gaspar de Reg, infancon habitant en la ciudad de caragoca marido que soy de dona anna carinyena, mujer
mia […] otorgo hauer recebido de vos la noble senyora dona maria de alagon y carinyena viuda son a
ssaber dozientos mil sueldos jaqueses los cient quarenta mil sueldos jaqueses en comantos et los sixama
mil sueldos jaqueses en tres censales los dos sobre la tierra del conde de aranda et el vno sobre la ciudat
de caragoca que son la suma de los dichos dozientos mil sueldos los quales son la dote de la dicha dona
anna carinyena mi mujer e aquellos otorgo hauer reecebido». Las capitulaciones matrimoniales entre el
infanzó y la pequeña de los Cariñena se habían realizado entre el 8 y 9 de junio del mismo año.
263
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 842, ff. 146r–170v. Testamento «del magnifico señor don Jayme
Carinyena, mercader domiciliado en la ciudat de çaragoça». 6 de abril de 1514 en Zaragoza. Un año más
114
b. Gaspar de Barrachina
Siguiendo con la Oratio del joven Alfonso de Segura, el siguiente personaje en
importancia dentro de la casa de don Alonso fue su secretario, Gaspar de Barrachina.
Este ejerció de notario real y apostólico y de él se desconoce prácticamente todo.264 Para
comenzar, no se sabe la fecha de su muerte –posterior al menos a 1525–, tampoco la de
su nacimiento. En la época estudiada existió un notario en la ciudad de Zaragoza
homónimo, quizás su padre. Otros familiares suyos conocidos, posiblemente sus tíos,
fueron el mercader Baltasar de Barrachina y Juan de Barrachina, notario también en
torno a 1485. Da la impresión de que en esa época la familia Barrachina estaba muy
vinculada con el arzobispo de Zaragoza o al menos, sus servidores.265 De hecho, poco
después entraría el notario Gaspar de Barrachina a su servicio, hasta que su señor
falleciera en 1520. Aunque no conocemos la fecha exacta en la que comenzó a ejercer
de secretario personal, sí que se puede saber que al menos desde 1488 disfrutaba dicho
oficio, si no desde algo antes.266 Como de costumbre, es difícil saber las causas de su
integración en el entorno cortesano de don Alonso, si fue por su vinculación con la corte
real, por sus amistades zaragozanas conectadas con el prelado o por ser una persona
predominante en la vida pública cesaraugustana.
El secretario de don Alonso se hizo relativamente conocido, aparte de por las
elogiosas líneas que Alfonso de Segura le dedicó, por haber sido corresponsal del
humanista Lucio Marineo Sículo. Este, algo habitual en la época, decidió mandar
publicar una selección de sus epístolas en latín con distintos interlocutores; uno de ellos
era Gaspar de Barrachina. Entre los múltiples asuntos de los que hablaban, muchos
meros ejercicios retóricos o laudatorios, uno de ellos destacaba. En 1508, Barrachina se
tarde redactaba un codicilo cambiando algunas pequeñas cosas o actualizándolas, vid. ibidem, ff. 90r–94v.
4 de marzo de 1515 en Zaragoza.
264
ASV, Cam. Ap., Div. Cam. 46, fols. 156r–159v. Alonso de Aragón, el 15 de julio de 1486 desde
Zaragoza. Finaliza en pp. 159r–v: «Sig[signo]num mei Gaspareis de varrachina Illustrisimi ac
Reuerendisimi domini archiepiscoupm cesaraugustanum notariique publici cesaraugusta auctoritabus ut
apostolica et regia».
265
AHPNZ, Gaspar de Barrachina, sig. 191, ff. 140r–141r. 25 de abril de 1485 en Zaragoza. En dicho
documento aparece Baltasar de Barrachina, mercader, como testigo de una procuración hecha por
Domingo de Ariño, familiar de don Alonso de Aragón. El otro testigo es Pedro Monterde, porcionero de
la Seo, lo cual indica que estaban vinculados al entorno del joven arzobispo de Zaragoza. En ibidem, f.
206v, 15 de septiembre de 1485 en Zaragoza, se daba un albarán en el que aparecía Juan de Barrachina
como notario público de la ciudad.
266
El ejercicio de la secretaría está atestiguado por una citación dada por don Alonso. Vid. Archivo
Histórico Provincial de Teruel, Juez de Teruel, Procesos de Corte, 15/1129. Don Alonso de Aragón a
Miguel de Sadornil juez de Rubielos, el 7 de agosto de 1488. Es la primera vez que hemos registrado que
Barrachina redactó como secretario: eso no significa que antes no lo hiciera, era habitual que no siempre
una persona despachara las epístolas.
115
quejaba amargamente de los padecimientos que había sufrido en su vida por su amor a
las letras, cosa que quería evitarles a sus hijos estudiando derecho, con la que podrían
hacer una carrera fructífera.267
Esta afirmación, aunque algún autor ha querido verla como verídica,268 tiene
bastantes posibilidades de no ser más que otro artificio de estilo a los que los
humanistas del renacimiento se entregaban con fruición. Los vínculos suso citados
indican que estaba situado entre la clase dominante zaragozana sin ninguna duda.
Fernando el Católico le prestó su ayuda en varias ocasiones, muy posiblemente por sus
servicios a la corona y al arzobispo de Zaragoza. Se conservan varios ejemplos, como el
modesto oficio palatino de escribano de mandamiento, con el que contaba, al menos,
desde 1496.269 Otro cargo que disfrutaba, estrechamente vinculado a la monarquía por
pertenecer el abadiado a su señor don Alonso, era el de la escribanía del monasterio de
Montearagón (Huesca).270 Años más tarde, en 1500, recibía el puesto de justicia en
Alagón, población cercana a la capital del reino de Aragón.271 En definitiva, aunque no
rentaban grandes beneficios, tenía una pléyade de oficios administrativos que
probablemente no desempeñara personalmente. Sin ánimo de ser exhaustivos, consta
que había realizado pequeños préstamos y comprado censales a particulares. 272
267
Teresa Jiménez Calvente, Un siciliano en la España de los Reyes Católicos. Los Epistolarum
familiarum libri XVII de Lucio Marineo Sículo, Alcalá de Henares, 2001, lib. III, eps. 7 y 8. Gaspar de
Barrachina a Lucio Marineo Sículo y a sus hijos, respectivamente.
268
Puede observarse esta lectura en José María Maestre Maestre, El humanismo alcañizano del siglo XVI:
textos y estudios de latín renacentista, Cádiz, 1990, p. 409, afirmando que era de noble linaje pero con
apuros económicos.
269
ACA, Real Cancillería, reg. 3537, f. 13v (3ª numeración). Fernando II a Gabriel Sánchez tesorero
general, el 15 de diciembre de 1496 desde Burgos. Por dicho oficio, recibía 4 sueldos diarios, que el rey
ordenaba se le pagasen. Esto montaba un total de 1.460 sueldos anuales –66 ducados–. Consta que a la
muerte de Fernando II lo mantuvo como miembro de la casa de Aragón de Juana I y Carlos V, vid. José
Martínez Millán (dir.), La corte de Carlos V. Tercera parte. Los servidores de las Casas Reales, Vol. V,
Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, Madrid, 2000, p. 72.
270
ACA, Real Cancillería, reg. 3650, f. 26v. Fernando II a los canónigos de Montearagón, el 29 de
septiembre de 1492 desde Zaragoza: «mas contra toda justicia de fecho ha primado al dicho varrachina de
la dicha su possession con mucho danyo y perjuyzio suyo y porque nos ha suplicado fuesse nuestra
merced proueerle sobre la dicha expoliacion de portuno remedio de justicia. Por ende, si assi es, vos
rogamos y encargamos tan affectuosamente y strecha como podemos, luego sin dilacion o consulta
alguna, restituyreys al dicho varrachina».
271
ACA, Real Cancillería, reg. 3655, ff. 40v–41r. Fernando II a servidores desconocidos, el 12 de marzo
de 1500 desde Lanjarón: «Confidentes ab experto de fide sufficiencia et probitate va dilecti et fidelis
scribe nostri Gasparis de barragina ciuis Ciuitatis Cesaraugste tenor presentis de que nostra certa sciencia
et expresse officium iusticiatus ville nostre alagonis vobis dicto Gaspari de barragina». La toma de
posesión tuvo lugar el 1 de mayo.
272
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 842, f. 266v. 8 de agosto de 1514 en Zaragoza. Gaspar Barrachina reconoce
haber recibido de Lázaro Monterde, receptor de la ciudad y aldeas de Daroca, 750 sueldos –34 ducados–
de pensión que le pagaba cada año. En ibidem, f. 358r, 16 de septiembre de 1514 en Zaragoza, reconocía
haber recibido 436 sueldos y 6 dineros –20 ducados– de Juan de Lanaja señor de Pradilla, por unas
deudas que tenía contraídas.
116
Evidentemente, para ello no se requería ser rico pero sí disponer de capital suficiente
como para poderlo llevar a cabo. En conclusión, todo apunta a que disfrutaba de una
buena posición económica, no únicamente social.
Como se ha visto, Gaspar de Barrachina disfrutaba de múltiples oficios, algunos
de los cuales no podría ejercer correctamente por encontrarse ausente, como el de
escribano de mandamiento, por ejemplo, que sería más una merced en forma de renta
que un oficio en sí mismo. Consta que prácticamente siempre se encontró en Zaragoza.
Por ello mismo, no siempre fue el fiel secretario quien acompañó fuera de la capital a
don Alonso, si no que se valía de otro miembro de la familia. Así sucedió durante la
conquista de Navarra y los posteriores intentos de los Albret por recuperarla. En esa
ocasión fue Juan de Barrachina el elegido.273 La identidad del dicho Juan nos es
desconocida, podría ser un hermano de Gaspar o su hijo, quien era prior de Monzón. De
cualquier manera, nos movemos en el mundo de las conjeturas; de lo que no hay duda
es que el secretario habitual, Gaspar de Barrachina, fue sustituido en esos momentos por
un familiar cercano suyo.
Además de llevar todos los asuntos de don Alonso, a veces también hizo de
emisario suyo. Es de suponer que esto era algo puntual y quizás tuviera lugar
únicamente cuando don Juan de Alagón se encontrase fuera o no pudiera realizar estas
tareas.274 En este punto es necesario tener en cuenta que Gaspar de Barrachina era lo
que podría considerarse como un secretario universal, trataba todos los asuntos del
arzobispo. Esto es, tanto en su faceta temporal –lugartenencia, administración de
justicia, …– como en la espiritual, gestionando todo tipo de asuntos de distinta
índole.275 Al fin y al cabo, en el propio prelado tampoco se podían separar de forma
273
Archivo Real y General de Navarra, Reino, Documentos, Legajos correspondientes al inventario de
Yanguas, Guerra, leg. 1, n.º 54. Don Alonso de Aragón a Tudela, el 30 de octubre de 1512 desde Ejea de
los Caballeros. Dos meses más tarde, seguía Juan de Barrachina a su lado, vid. ibidem, leg. 1, nº 55. Don
Alonso de Aragón a Tudela, 7 de diciembre de 1512 desde Sádaba.
274
AHDZ, Archivo del reino, mss. 312, f. 116r (imagen 0116). Los diputados del reino de Aragón a don
Alonso de Aragón, el 24 de mayo de 1509 desde Zaragoza: «Cumpliendo solo que vuestra señoria nos ha
mandado y desseando siempre las cosas de su seruicio hauemos procurado la expediction y despacho del
señor conde de velchit nuestro condiputado con las [¿cuatro mil libras?] que vuestra señoria nos embio a
pedir para que aquellas siruan a conduzir y ajuntar gente de armas para lo que complia al seruicio de
vuestra señoria y bien honrra deste Reyno el qual dicho nuestro condiputado le comunicara la instruction
que de nossotros lleba que es conforme a lo que el secretario barrachina de parte de vuestra Illustrisima
señoria ha splicado».
275
RAH, Colección Salazar y Castro, A–11, f. 116r. El prior y los canónigos de la Seo de Zaragoza a
Miguel Pérez de Almazán, el 25 de noviembre de 1496 desde Zaragoza: «Magnifico y muy virtuoso
señor. A Gaspar de varrachina secretario del señor Arcobispo hauemos encomendado ciertas cosas que de
parte nuestra vos diga a[cerc]a la traslacion de de los canonigos de montaragon a este capitulo e yglesia.
117
clara sus facetas, por lo que lo mismo pasaba con sus servidores. Era simplemente el
secretario de don Alonso de Aragón, con todo lo que ello conllevaba.
Por sus buenos servicios, don Alonso de Aragón le dejó en sus mandas
testamentarias 400 libras –364 ducados–, cifra que se encontraba entre las más fuertes
que dio el arzobispo después de sus familiares carnales.276 La muerte de su señor no
supuso para nada el fin de su vida pública, ya que siguió en cierta medida vinculado a la
familia de su antiguo señor. En su caso, tuvo especial conexión con los vizcondes de
Évol, quienes eran sobrinos del difunto arzobispo de Zaragoza. A la muerte de doña
Juana de Aragón, el duque Juan III de Borja decidió casarse con una hermana del citado
vizconde, doña Francisca de Castro.277 Gaspar de Barrachina fue el notario empleado
para recoger sus capitulaciones matrimoniales. Por desgracia, no se conserva ningún
protocolo de él más allá de un par de años en la década de 1480, por lo que no se puede
saber con quién más trabajó. El ser notario de la familia no implica necesariamente
mucha familiaridad, pero es significativo por quiénes eran; no parece ser fruto de la
casualidad. Más adelante, el antiguo secretario tuvo ocasión de mostrar su lealtad a la
familia –política– del arzobispo.
A la altura de 1525, cinco años después de la defunción de don Alonso, la
situación en general había cambiado mucho. El sobrino de este, Guillermo Ramón de
Castro, IX vizconde de Évol, se afanaba en colaborar con todo aquello que su cuñado, el
duque de Gandía, le requería. En esta ocasión trataba de darle unan salida honrosa y
bien posicionada al hijo que había tenido con su amante Catalina Díaz de Castellví.
Este, Juan Cristóbal de Borja, era tan apenas un niño de unos diez años de edad. Juan de
Borja había pensado en que se le concediera un hábito de San Juan, si bien al final lo
obtuvo de Santiago. Para acelerar trámites y llevar a buen puerto la misión, confió en su
fiel cuñado el vizconde, quien desempeñó su cometido a la perfección. Así de ufano se
lo comunicaba a Juan III de Borja:
«Para tener la [a]samblea abastauan tres comendadores; yo hize que stuuiessen siete o
ocho. Los testigos que desposamos fuymos mossén Cirera, don Manuel de Armón, el secretario
Barrachina, micer Luis Sangel y yo. Y assí, con la solemnidad necessaria juraron los
Pedimos vos señor por merced muy señalada le deys fe como a nosotros mismos y es todas fuerças
procureys la expedicion del negocio».
276
AHN, Sección Nobleza, Osuna, 538, doc. 19, f. 5v. Copia simple del último testamento de don Alonso
de Aragón, 12 de febrero de 1520.
277
Archivo del Reino de Valencia, Manaments y empares, N. 1624, lib. 3º. 13 de marzo de 1523 en
Fréscano; apud S. A., Sanctus Franciscus Borgia, op. cit., pp. 676–687.
118
stablimientos. Francisco Barachina, como procurador del señor don Joan [el bastardo], que
abastaua, assí dixo lo que se acostumbra».
278
Como puede verse, el «secretario Barrachina» era el protagonista del presente
apartado, Gaspar, quien hizo de testigo. Pero no fue el único miembro de la familia que
estuvo presente, sino que también estuvo Francisco, hijo del anterior, quien hacía de
procurador del joven aspirante a freire. Por lo tanto, la muerte de don Alonso quizás no
les permitió mantener la cercanía con el poder que anteriormente habían disfrutado –
prácticamente contacto directo con el monarca– pero habían elaborado unas estrategias
paralelas con dos de los nobles más importantes de la Corona de Aragón. Además, su
posición social seguía siendo fuerte dentro de la capital: el antiguo secretario había
ocupado algún puesto municipal a comienzos de la centuria279 y el año anterior había
sido elegido como diputado por el brazo de la ciudad de Zaragoza, llegando de tal
manera al clímax de su carrera política.280
Francisco de Barrachina fue posiblemente el hijo mayor del matrimonio de
Gaspar de Barrachina y Violante de Aldobera. Aparte de este, tuvieron dos más: Juan y
Gaspar. A mediados de 1520 decidieron casarlo con Ana Guillén de Romanos, hija del
infanzón Domingo de Arriaga y su mujer Leonor Guillén de Romanos –en algunas
ocasiones denominada como Aussona–. Las aportaciones del hijo del «empobrecido»
secretario, después de que se dedicara a las letras, no fueron precisamente modestas. A
pesar de que hay un roto importante en el documento de las capitulaciones, Francisco
aportó al matrimonio algunas viviendas, unos censales y la mitad del oro y la plata de
sus padres, de los que heredaría la totalidad a su muerte. Además, sus hermanos habían
de pasarle una pensión de 1.000 sueldos –45 ducados– anuales durante 20 años. Si esto
pudiera parecer escaso, se añadían «el officio de coadjutor de maestre Ra[ciona]l deste
reyno», así como la «scriuania de mandamiento» que tenía por merced regia, se supone
que heredada de su padre.281 La futura novia, que contaba con 11 años aún y hasta 1524
no se casaría, aportaba un patrimonio bastante interesante. Sus tías Antonia Guillén de
Romanos e Isabel del Vayo contribuían también con sus sobrina, aparte de los
278
Biblioteca de Francisco de Zabálburu y Basabe (BFZB), M. 23, 868. Guillermo Ramón de Castro IX
vizconde de Évol a Juan III de Borja duque de Gandía, el 15 de octubre de 1525 desde Zaragoza. Apud
Enrique García Hernán (ed.), Monumenta Borgia VI, op. cit., doc. 41.
279
María Isabel Falcón Pérez, “El Patriciado Urbano de Zaragoza y la actuación reformista de Fernando
II en el Gobierno Municipal”, Aragón en la Edad Media, n.º 2 (1979), pp. 245–298, p. 292.
280
Juan Francisco Andrés de Uztarroz, Segunda parte de los Anales, op. cit., lib. III, p. 75.
281
La coadjutoría la obtuvo don Alonso de Aragón para su criado en 1517, fruto de unas negociaciones
que mantuvo Antón Moreno de Onaya con Xevres; vid. Bartolomé Leonardo Argensola, Anales de
Aragón, op. cit., p. 384.
119
elementos que pusieron sus padres. En resumen, la niña aportaría en el momento del
matrimonio 31.900 sueldos –1.450 ducados– de propiedad en distintos censales que
rentaban 1.830 sueldos anuales –83 ducados–; en bienes inmuebles, tres casas, un
olivar, una viña, unos cuantos treudos sobre propiedades de cantidades irrisorias y unas
rentas sobre un campo de la Seo de Zaragoza. Únicamente tendría que satisfacer una
pensión vitalicia a sus padres de 1.000 sueldos anuales, un 55% de sus ingresos seguros.
Por no insistir más en el tema, concluiremos destacando que las rentas que las Guillén
de Romanos y Domingo de Arriaga aportaron eran todas sobre lugares, particulares o
treudos de inmuebles, no había ni un único juro que estuviera a cargo de las
instituciones públicas –como podía ser el caso de Jaime Cariñena, por ejemplo– o de la
monarquía.282
c. Otros criados
El anterior matrimonio da pie a sacar un hilo de la madeja y comenzar a tirar de
él. Hasta ahora se ha visto que los principales criados de don Alonso fueron su camarero
y su secretario, ambos miembros de la elite zaragozana y con un importante patrimonio.
Don Juan de Alagón se casó con la hija de Jaime Cariñena, importante financiero que
trabajó con las mayores rentas del reino de Aragón: el general de la Diputación y el
arzobispado. El caso de micer Francisco de Barrachina se muestra, aunque quizás
menos lucrativo por la dote de su futura esposa, sí mucho más significativo. Pese a
conocer a los miembros de la familia de la madre de Ana Guillén, Leonor (o Aussona)
Guillén de Romanos, poco más se conoce de estos. Sin embargo, el que es objeto de
interés es el futuro suegro, Domingo de Arriaga. Desconocemos quiénes fueron sus
padres; únicamente se puede decir que pertenecía a la pequeña nobleza y posiblemente
tenía algún vínculo familiar –¿su tío, quizás?– con el difunto Lope de Arriaga, quien
fuera mayordomo del virrey de Sicilia. Esto lo conocemos únicamente porque fue
testigo en un asunto entre sus herederos en 1513.283
Domingo de Arriaga fue criado de don Alonso de Aragón, ya que nunca tuvo un
cargo con nombre propio –trinchante, secretario, caballerizo, etc.–; lo que no fue óbice
para disfrutar de una posición destacada entre los servidores del arzobispo, quien le dejó
282
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 844, ff. 97r–106v. 22 de junio de 1520 en Zaragoza. Capitulaciones
matrimoniales entre Francisco de Barrachina y Ana Guillén de Romanos.
283
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 841, ff. 198r–199v. 8 de julio de 1513 en Zaragoza.
120
300 libras –273 ducados– en el momento de su muerte.284 Esto lo situaba con una de las
cifras más altas de su testamento, si bien es cierto que una cantidad elevada de metálico
podría indicar no únicamente aprecio, si no deudas atrasadas. La dote de su hija Ana
Guillén de Romanos no fue nada excepcional, sobre todo teniendo en cuenta que sus
tías hicieron generosas aportaciones a la misma. A pesar de ello, el matrimonio
Arriaga–Guillén de Romanos disfrutaba de una encomiable posición económica que le
permitía disponer de un buen número de bienes raíces e inmuebles. A diferencia de
otros, prefirieron la inversión en el mercado de viviendas y tierras a la compra de
censales. Así, en el período de 1514 a 1520 se tienen localizadas la obtención de, al
menos, dos casas –una por ejecución de comiso y otra por herencia– y una viña de un
cahíz de extensión.285 Entre julio y octubre de 1517 vendieron dos inmuebles, quizás
por necesidad de liquidez. En definitiva, disponían de dinero suficiente como para
dedicarse a la compra, venta y arriendo de propiedades.
Sin ánimo de ser exhaustivos, sus ingresos por el desempeño de su oficio nada
sabemos más que un pago atrasado de 100 ducados, 286 por lo que es imposible
cuantificar su sueldo por ser contino de don Alonso. El matrimonio tenía algunas
pensiones sobre particulares, como una con un interés especialmente lucrativo al 10%
de interés con don Baltasar de Bolea y Galloz, quien satisfacía 550 sueldos –25
ducados– anuales.287 Otra parte de beneficios los obtenían con la venta ya referida de
inmuebles o el cobro de sus arriendos y treudos. En ocasiones también recurrieron al
préstamo. Un préstamo especialmente importante fue el que hicieron al caballero mosén
Ramón Cerdán, al infanzón Juan de Vera y al mercader Juan Mallol y su mujer Beatriz
de Díez, a quienes se les dio en comanda 20.000 sueldos a mediados de 1514.288 Estos
lo devolvieron escrupulosamente a finales del año siguiente; es de suponer que tras
haber pagado unos altos intereses.
Pese a la generosidad de su señor con Domingo de Arriaga, no disponemos de
ninguna actuación a su servicio. Sin embargo, contamos con interactuaciones con otras
284
AHN, Sección Nobleza, Osuna, 538, doc. 19, f. 6r. Copia simple del último testamento de don Alonso
de Aragón, 12 de febrero de 1520.
285
En el orden citado nos referimos a los siguientes documentos pertenecientes a AHPNZ, Ximeno Gil,
sig. 844, ff. 141r–v. 9 de octubre de 1520 en Zaragoza; sig. 843, ff. 399v–401r. 12 de octubre de 1516 en
Zaragoza; sig. 844, ff. 175v–176r. 30 de noviembre de 1520 en Zaragoza.
286
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 841, f. 201r. 11 de julio de 1513 en Zaragoza. Domingo de Arriaga
reconoce haber recibido 100 ducados de manos del procurador del abad de San Juan de la Peña que se le
debían, según le asignó Gil Español.
287
AHPNZ, sig. 843, ff. 58v–59v. 25 de julio de 1517 en Zaragoza.
288
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 842, ff. 185r–186r. 8 de mayo de 1514 en Zaragoza.
121
personas del entorno cortesano del arzobispo –además del influyente y culto
Barrachina– y con, curiosamente, la nobleza castellana. Al menos desde 1507, Arriaga
desempeñaba funciones de procurador para don Fadrique Enríquez de Ribera, I marqués
de Tarifa, descendiente de los Almirantes de Castilla –de donde provenía también Juana
Enríquez, madre de Fernando II–.289 De hecho, en los protocolos notariales, buena parte
de la documentación conservada es relativa a sus desempeños al servicio de don
Fadrique, al menos hasta 1517. Su cometido era exclusivamente recibir las distintas
rentas que el marqués recibía en Aragón, casi siempre de particulares y no de gran
cuantía.290
A comienzos de mayo de 1521, Domingo de Arriaga se encontraba desahuciado
y dictó sus últimas voluntades. 291 El criado de don Alonso tenía ya dispuesta su
sepultura en la iglesia de Santiago, o mejor dicho, la «cisterna de la señora aussona
guillen de romanos viuda la qual esta delant el altar mayor». Como da la sensación
repasando su vida y asuntos particulares como la dote de su hija o incluso su entierro,
Arriaga no debía disponer de muchos medios antes de casarse con Leonor –o Aussona–,
pero al ser infanzón podría haber llegado a obtener un buen matrimonio hipergámico.
De hecho, su legado fue bastante pobre: la mayor suma fue para su hija y montaba tan
solo 3.000 sueldos –136 ducados–. Esto explicaría bien el número de veces que aparece
la familia de su mujer en la documentación y ninguna la suya o que su hija Ana Guillén
de Romanos adoptara el apellido materno y no el paterno, algo que vendría estipulado
muy probablemente en las capitulaciones matrimoniales. Quizás fue su falta de medios
económicos más allá de su estatus sociojurídico –y no grandes capacidades para medrar
en el entorno de don Alonso–lo que lo condenó a no ser considerado mas que contino o
criado del arzobispo, sin llegar a desempeñar grandes funciones para su señor, a
diferencia de los casos anteriormente expuestos. Ser un personaje mediano –quizás
289
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 842, f. 236v. 21 de junio de 1514 en Zaragoza. En este documento se cita
que Domingo de Arriaga fue nombrado procurador en Molares el 29 de mayo de 1507.
290
Las cantidades fueron bastante variadas, desde los 5.645 sueldos –257 ducados– que tenía de Juan de
Funes y Villalpando señor de Quinto (vid. AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 841, f. 48r. 18 de febrero de 1513 en
Zaragoza), a cantidades mucho más modestas, como los 111 sueldos –5 ducados– que le pagaba Juan de
Monpachón, señor de Campiedes, de forma anual por un censal (vid. en AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 841, f.
124v. 6 de mayo de 1513; ibidem, sig. 842, f. 236v. 21 de junio de 1514 en Zaragoza; ibidem, sig. 843, f.
129r. 4 de marzo de 1516 en Zaragoza; ibidem, sig. 843, f. 57v. 24 de julio de 1517 en Zaragoza). Al
referido señor de Quinto se le terminó comprando un nuevo censal de un interés elevado, 500 sueldos de
pensión sobre 5.500 de propiedad, quizás para liquidar otras deudas pero contrayendo nuevas con el
marqués de Tarifa, vid. ibidem, sig. 841, ff. 149v–150v. 27 de mayo de 1513 en Zaragoza. Sin ánimo de
abrumar, también cobraba alguna otra cantidad, al menos hasta finales 1514 de Isabel de Nogueras, quien
satisfacía 666 sueldos 8 dineros –30 ducados–.
291
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 844, ff. 106r–110r. 10 de mayo de 1521 en Zaragoza.
122
también mediocre– no suponía en absoluto encontrarse marginado dentro de la casa de
don Alonso de Aragón. De hecho, todo lo contrario.
Domingo de Arriaga tenía especial amistad con Juan de Aguerri, senior y junior.
El primero era un caballero al servicio del arzobispo de Zaragoza, en calidad de
trinchante; el segundo era su hijo. A tal grado llegaba la relación con ambos, que el
joven Aguerri no dudó a comienzos de 1514 nombrar a su padre y a Arriaga como
procuradores para que llegaran a una solución sobre su matrimonio y acordasen
libremente lo que mejor les pareciera. 292 Con el mayor también se encontraba en
similares términos, ya que fue el único del personal de don Alonso que apareció como
ejecutor en su testamento, años más tarde.293
Juan de Aguerri senior parece que ejerció como trinchante del arzobispo desde el
principio. A finales de 1474, el entonces aún príncipe Fernando, le reconocía a Juan de
Aguerri una deuda con él de 3.500 sueldos –159 ducados– por una casa situada en
Zaragoza. Esta vivienda se la había comprado con la intención de que fuera para doña
Aldonza Iborra, madre de don Alonso de Aragón. Una hipótesis podría ser que Aguerri
senior hubiera entrado en aquellos momentos al servicio del hijo del príncipe, si bien no
es más que una posibilidad. De lo que no cabe ninguna duda es que el padre consiguió
colocar a un familiar homónimo –muy probablemente su hijo– dentro de la casa del
arzobispo. La prueba de esta afirmación es de 1513 cuando don Alonso ordenó a Juan
de Aguerri que tomase posesión de una serie de bienes muebles e inmuebles de un tal
Juan de Aguerri menor.294 Este homónimo, con el calificativo de menor, parece ser que
es fruto de la casualidad porque no aparece con el rango de caballero ni nada similar. De
hecho, aunque consiguió recuperar su finca rústica con el molino de papel al menos ya
292
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 842, ff. 89v–90r. 25 de enero de 1514 en Zaragoza
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 844, ff. 3r–5v. 28 de diciembre de 1520 en Zaragoza. Testamento de Juan
de Aguerri, caballero trinchante del arzobispo de Zaragoza. La única presencia de alguien del entorno
episcopal es un personaje indefinido que nombra también como último ejecutor en la lista, «al official qui
oy es o por tiempo sera del señor arcobispo de Caragoca».
294
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 841, ff. 257r–v. 25 de agosto de 1513 en Zaragoza. Estas propiedades eran
un molino que estaba habilitado para la fabricación de papel, si bien podía moler también. Esto se conoce
por otro protocolo; pero sin el de Ximeno Gil se podría pensar que eran del criado del arzobispo también.
Vid. AHPNZ, Pedro Martínez de Insausti, ff. 198v–202r. 23 de junio de 1512 en Zaragoza, apud José
Manuel Pedraza Gracia, Documentos para el estudio de la historia del libro en Zaragoza entre 1501 y
1521, Zaragoza, 1993, doc. 851. Con Juan de Aguerri menor existe bastante confusión, porque no
siempre lo mencionan así y únicamente se puede saber por otras referencias.
293
123
en 1519,295 en el bautizo de su hijo Lorenzo fue un papelero quien hizo de padrino, algo
de bastante poco rango para un supuesto familiar del caballero Juan de Aguerri.296
Las fuentes notariales consultadas arrojan muy poca información sobre el
caballero trinchante, tanto de sus asuntos familiares –de los que únicamente conocemos
a su hijo con precisión– como de los profesionales al servicio de don Alonso de Aragón.
Sí es cierto que se cuenta con algunas noticias sueltas sobre su situación económica, que
indica, al igual que los otros miembros del servicio del arzobispo, que se encontraba en
una posición solvente. Aunque en 1513 pasó por algún aprieto económico que lo llevó a
vender un censal del reino de 10.000 sueldos de propiedad –455 ducados– al rico Jaime
Cariñena, poco después de morir este lo pudo recuperar de sus herederos, Domingo de
Arriaga y su mujer Leonor Guillén de Romanos, en 1517.297 Curiosamente, a finales de
1513 compró a su señor un censal que perteneció al referido Juan de Aguerri menor; era
el mismo año en el que tuvo que venderle a Cariñena uno de 10.000 sueldos de valor.
Meses después, le compró a don Alonso uno de igual precio.298 Desconocemos el
motivo, pero probablemente haya que buscarlo más en las necesidades económicas del
arzobispo, algo habitual teniendo en cuenta la cantidad de compromisos y el tren de
vida que iba aparejado a su dignidad y posición: estas serían casi constantes. ¿Se
endeudó Aguerri para comprarle deuda a don Alonso? Sería posible, porque el censal
que vendió ese año no lo recuperó hasta tres años más tarde; si lo vendió sería por la
necesidad de liquidez. Por último, respecto a sus bienes inmuebles se conoce que tenía
algunas fincas rústicas, como unas tierras en Figueruelas, población cercana a Zaragoza,
con viñas y cereal, las cuales puso en arriendo a finales de 1517.299
Anteriormente se ha hablado de mosén Antón Ferriol, caballero de Fernando el
Católico que terminó casándose con la madre de don Alonso. Este tenía un hermano
295
AHPNZ, Pedro Martínez de Insausti, ff. 348r–350r. 30 de noviembre de 1519 en Zaragoza, apud
Manuel Pedraza Gracia, Documentos para el estudio, op. cit., doc. 1356.
296
AHDZ, Quinque libri de la Parroquia de San Salvador, t. 1, 1516–1538, p. 17. 16 de agosto de 1517 en
Zaragoza, apud Manuel Pedraza Gracia, Documentos para el estudio, op. cit., doc. 1206.
297
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 841, ff. 155r–156r. 8 de junio de 1513 en Zaragoza. Para la compra del
censal vendido, vid. ibidem, sig. 843, f. 98v. 20 de octubre de 1517 en Zaragoza.
298
AHPNZ, Ximeno GIl, sig. 841, ff. 358r–359r. 23 de noviembre de 1513 en Zaragoza: «Eadem die nos
don alonso de aragon, arcobispo de caragoca, en minombre proprio, attendient e considerant los sindicos
e procuradores de la cort general del Regno de aragon e quatro bracos de aquel han vendido a Johan de
aguerri menor, criado mio quinientos sueldos dineros jaqueses censales etc pagaderos el dezeno dia del
mes de septiembre con propiedat de diez mil sueldos sueldos (sic) dineros jaqueses […] por tanto yo
dicho don alonso de aragon arçobispo de Çaragoca en mi nombre propio certificado de mi drecho etc.
vendo a vos Johan de aguerri mayor de dias, Cauallero criado e trinchante mio domiciliado en la dicha
Ciudad de Caragoca et a los vuestros etc los dichos quinientos sueldos dineros jaqueses censales».
299
AHPNZ, Ximeno GIl, sig. 843, f. 112r. 16 de diciembre de 1517 en Zaragoza.
124
llamado Juan, quien se encontraba al servicio del arzobispo. Aunque no haya sido un
personaje famoso que haya pasado a la posteridad, tuvo cierta relevancia en su época ya
que así lo recogió Fernández de Oviedo en su obra. En la larga conversación entre el
Sereno y el Alcaide, estuvieron hablando de mosén Antón Ferriol. El Sereno, siempre
menos involucrado en la corte que su interlocutor, quiso añadir sus propios
conocimientos a la conversación, diciendo que «yo conoscí un hermano suyo jentil
caballero e que rezaba menos quél». Por supuesto, a este también lo había conocido el
Alcaide, quien no se resistió a añadir alguna información que acreditase contacto con
aquel, ya que «aún yo le conoscí muy bien e era Mosén Ferriol, cazador mayor del
ilustrísimo e excelente señor arçobispo de Zaragoza, don Alonso de Aragón, hijo del
Rey Catholico».300
Su interés radica en que fue uno de los pocos miembros de la casa de don
Alonso de los que se conoce el cargo exacto que desempeñaba, el de cazador mayor. Su
cometido principal era el de encargarse de todo lo relacionado con la caza,
especialmente de las aves de presa; para los asuntos de caza mayor se entiende que
contaría con un montero mayor, responsable de los perros y gente armada para la caza
de bestias de gran tamaño.301 Precisamente, por su conocida afición a la caza y la
cetrería, es lógico pensar que mosén Juan Ferriol contaba con una gran familiaridad con
el prelado, más allá de que su hermano fuese padre putativo de don Alonso. Como
miembro del orden ecuestre, tenía derecho a acudir a las cortes y así lo hizo en las de
1498 y 1502 de Zaragoza. Estas fueron momentos cruciales ya que se juraron por
legítimos herederos del reino al príncipe Miguel de la Paz y a la princesa Juana
respectivamente.
De su familia se conoce que estuvo casado con María Agustín, quizás hija o
familiar del poderoso vicecanciller de Aragón Antonio Agustín. Con ella tuvo al menos
una hija, Jerónima Ferriol. A esta, su tía doña Aldonza Iborra le dejó 300 sueldos en
herencia para que se comprase con ella una «preta de plata».302 Aunque este obsequio
post mortem montaba tan apenas 14 ducados, el matrimonio disponía como en los casos
anteriormente referidos de cierta solvencia económica. Así, recibían una pensión de 550
300
Gonzalo Fernández de Oviedo, Batallas y quinquagenas, op. cit., Bat. I, Quin. II, Diál. XXXVI, p.
116.
301
Francisco Martínez Pérez, La casa del Príncipe de Asturias (D. Juan, heredero de los Reyes
Católicos), Dykinson S. L., Madrid, 2007, pp. 243–244; José Ignacio Ortega Cervigón, “La funcionalidad
política de la nobleza castellana: el oficio de Montero Mayor durante el siglo XV”, Historia.
Instituciones. Documentos, n.º 30 (2003), pp. 399–428, pp. 404 y ss.
302
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 841, f. 85v. 28 de marzo de 1513. Testamento de Aldonza Iborra.
125
sueldos anuales –25 ducados– del conde de Sástago don Blasco de Alagón303 y a pesar
de que se le debía dinero por parte de la monarquía por algún servicio en favor de don
Alonso de Aragón,304 podían permitirse la adquisición de inmuebles. Por ejemplo, una
extensión de 6 cahíces –2,28 ha– por 6.000 sueldos –272 ducados– en 1519.305 Esto,
aunque escaso, indica que gozaban de una buena posición.
Otro miembro de la casa de don Alonso con un oficio conocido dentro de la
misma fue Juan Clavero, maestresala. Sus labores lo responsabilizaban de que la mesa
del arzobispo estuviera correctamente presentada y probar los distintos platos y bebidas
que se le sirvieran. Posiblemente fue uno de los miembros más destacados por su larga
trayectoria al servicio del prelado: fue el primero de sus criados en aparecer en el
testamento y se le dejaron 400 libras –unos 364 ducados– en gracia.306 Parece ser que en
algún momento compartió este puesto con Juan Pérez; ambos, como el resto de
miembros de los servidores del prelado, pertenecían al brazo de los caballeros. Aparte
de ser testigo en alguna ocasión de asuntos relacionados con su señor o de sus
sirvientes, lo que más llama la atención de este personaje es la vinculación que tuvo con
doña Aldonza Iborra.
Al igual que se hizo con su sobrina Jerónima Ferriol, doña Aldonza dejó a
Máxima Clavero, hija de Juan Clavero, una cantidad de dinero para un objeto de plata.
En este caso, la suma era mayor que para la hija del cazador de don Alonso, se le
dejaron 500 sueldos –casi 23 ducados–.307 Esta diferencia de dinero es interesante por sí
misma pero no permite conocer la causa de los vínculos que la unían a la joven
Máxima. Es interesante otro caso en el que tres servidores del arzobispo de Zaragoza
estuvieron implicados. Los citados maestresalas, Juan Clavero y Juan Pérez, así como el
infanzón Juan de Samaniego arrendaron la carlanía de Albesa por 400 sueldos de renta
303
Este préstamo sólo se tiene registrado dos años consecutivos, si bien es probable que se extendiera
bastante en el tiempo teniendo en cuenta el estado de las cuentas de don Blasco de Alagón. AHPNZ,
Ximeno Gil, sig. 843, ff. 327r–v. 21 de julio de 1516 en Zaragoza: «Eadem die yo Johan ferriol cacador
mayor del Señor arcobispo de caragoca marido de maria agustin de mi cierta sciencia otorgo hauer
recibido de vos señor don blasco de alagon conde de sastago». Un año más tarde, si bien con cierto
retraso se pagaba la misma cantidad, vid. ibidem, f. 73v. 5 de septiembre de 1517 en Zaragoza.
304
RAH, Colección Salazar y Castro, A–16, ff. 127r–129v. Don Alonso de Aragón a Antón Moreno de
Onaya, el 27 de julio de 1516 desde Zaragoza. Vid. f. 129v: «Al despensero mayor SIMON RUIZ dareis mi
carta de creencia, derlie eis por ya della que pocos dias ha que me escribio pagaria mi Caçador Mayor
Ferriol cierta deuda que se le deue».
305
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 844, ff. 163v–164r. 20 de abril de 1519 en Zaragoza. Venta de Juan de Sada
a Juan Ferriol de 6 cahíces de tierra en Fuentes por 6.000 sueldos.
306
AHN, Sección Nobleza, Osuna, 538, doc. 19, f. 5v. Copia simple del último testamento de don Alonso
de Aragón, 12 de febrero de 1520.
307
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 841, f. 84v. 28 de marzo de 1513. Testamento de Aldonza Iborra.
126
anual. Esto lo efectuaron como tutores de las hijas de Francisco Cifueras.308 Aunque
este acto no revestía ninguna excepcionalidad, llama la atención por un motivo. Albesa
había pertenecido a Pedro Núñez Cabeza de Vaca, quien fuera el ayo de don Alonso de
Aragón desde que este contaba con unos cuatro años.309 Aunque esto no da la impresión
de tener gran relación, ya que falleció en 1487, también es interesante ver que los
elegidos como tutores de las jóvenes Francisca e Isabel Cifueras fuesen tres miembros
de la casa de don Alonso, por lo que es posible vincular al tal Francisco Cifueras con el
arzobispo. Sin embargo, los vínculos con los Cabeza de Vaca tienen mayor solidez. En
1516, Juan Clavero y Juan de Aguerri –junto con el vicario de la Magdalena– repartían
los bienes de Juana Núñez Cabeza de Vaca entre sus hijos, nietos del citado Pedro.
Estos dos caballeros, aparte de ser servidores de don Alonso, aparecen en la
documentación también como criados de la difunta Juana Núñez Cabeza de Vaca. ¿Nos
encontramos ante una nueva casualidad? Lo más factible, a nuestro entender, es que
ambos se encontraron en la casa de don Alonso de Aragón desde casi el inicio de su
carrera eclesiástica, siendo colocados por el anciano ayo del arzobispo, Pedro Núñez;
así se explicaría también los vínculos con la carlanía de Albesa y con la hija del que
fuera su benefactor.310
Siguiendo en el territorio ilerdense, aparece otro personaje que estuvo al servicio
del hijo de Fernando II. Se trata en esta ocasión del caballero Bernardino de Copones,
criado y caballerizo mayor del arzobispo. De nuevo, estamos ante un criado del que se
conoce con exactitud su oficio. Su familia provenía de Lérida, donde su padre Juan era
señor del castillo y lugar de Copons. Dicha población se encuentra muy cercana a
Cervera. La relación con la familia de doña Aldonza es indudable aunque poco precisa.
No se puede albergar por ello ninguna duda de que los Copones entraron al servicio de
don Alonso de Aragón gracias a su estrecha vinculación con los Iborra. Esta idea cobra
algo más de consistencia ya que Luis de Iborra –tío del arzobispo– estaba casado con
Leonor Copones, a quien no somos capaces de situar en el árbol genealógico familiar.
También consta que mosén Bernardino de Copones hizo en una ocasión al menos
308
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 843, ff. 152v–154v. 28 de marzo de 1516 en Zaragoza.
ACA, Real Cancillería, reg. 3387, ff. 102r–v. Juan II al cardenal Juan Margarit y otros, el 2 de junio de
1474 desde Barcelona. Tal y como decía el rey, el beneficio había sido obtenido «in fauorem incliti
alfonsi nepotis nostri filii Illustrissimi Regis Sicilie principis Castelle primogeniti nostri carissimi
supplicamus».
310
AHPNZ, Juan de Moles, 1515/1516, cuaderno suelto. 19 de agosto de 1516 en Zaragoza. AHPNZ,
Pedro Martínez de Insausti, ff. 198v–202r. 23 de junio de 1512 en Zaragoza, apud José Manuel Pedraza
Gracia, Documentos para el estudio, op. cit., doc. 1131.
309
127
procurador para dos familiares suyos. Estos eran Berenguer Copones y Leonor Iborra,
cuyo apellido original era también Copones. 311 En algunos casos era habitual que
tomase la mujer el apellido del marido. En definitiva, la procedencia de solares cercanos
y que una miembro de su familia casase con un Iborra acrecienta las posibilidades de
que las relaciones entre ambas familias provinieran de antes de entrar Bernardino al
servicio de don Alonso de Aragón.
Posiblemente se trate del mismo mosén Copones, criado de don Alonso en 1496,
quien debía pertenecer al estado eclesiástico o, al menos, cobrar rentas de ese origen.312
Sea como fuere, Bernardino de Copones tuvo dos hijos bastardos, Juan y Jerónima. El
primero, caballero también era su heredero y había sido legitimado; la hija era monja en
Sijena. 313 Si hubiera vestido el hábito de alguna orden militar, constaría en la
documentación; es posible que ni tan siquiera tomase órdenes menores y de ahí el
tratamiento como doncel, infanzón o caballero que aparece en ciertos momentos. La
vinculación con la Iglesia podría ser, quizás, una respuesta posible a que toda su
descendencia fue ilegítima.
Aunque el título de sus desempeños parece que lo destinaba precisamente al
mundo equino, se constata que estuvo presente a la hora de despachar asuntos
económicos de primera magnitud para la archidiócesis. Nos referimos al arrendamiento
de las rentas del arzobispado. Estas, bajo autorización pontificia, se subastaban cada tres
años al mejor postor y el prelado solía recibir 750.000 sueldos –34.091 ducados– por el
trienio. No consideramos que sea fruto del azar que precisamente, en al menos dos
trienios consecutivos, Bernardino de Copones fuera testigo del arrendamiento o
gestiones relacionadas con el mismo, siendo que para cualquier asunto, también podía
testificar cualquier persona. Por lo tanto, es de suponer que su experiencia contable sería
311
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 841, ff. 190v–191r. 2 de julio de 1513 en Zaragoza.
ACA, Real Cancillería, reg. 3571, ff. 204v–205r. Fernando II a don Alonso de Aragón, 19 de febrero
de 1496 desde Tortosa. En f. 205r: «y es muy gran razon que al monasterio de sant geronimo de la val
debron sea dada la compensa que sta concertada contiene a saber la prepositura de sant pere dels angeles
que tiene mossen copons vuestro familiar al qual ha de ser dado en compensa el priorado de santa maria
del pilar segun que en Taracona fue ordenada porque vos rogamos con toda voluntat que por amor y
seruicio nuestro fagays que sea conferido el dicho priorado al sobredicho mossen copons».
313
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 843, ff. 475r–480v. Entre el 6 y el 9 de diciembre de 1516 en Zaragoza.
Testamento Bernardino de Copones, criado y caballerizo mayor de don Alonso de Aragón, f. 475r: «yo
Bernardino de Copons, donzel fijo del quodam magnifico señor mossen Joan de copons señor del castillo
y lugar de Copons, en el principado de Cataluña, domiciliado qui soy en la ciudad de caragoca, criado y
cauallerizo mayor del muy Illustre y muy excelente señor el señor don Alonso de aragon arcobispo de
Caragoca y de Valencia».
312
128
de cierta importancia como para que diera fe de que se procedía rectamente en los
arrendamientos o subarriendos.314
A pesar de que su testamento no da señales de una gran opulencia, los datos que
se conservan de él indican también una posición adecuada a su estatus social, pudiendo
dejar pequeñas cantidades. Si a mediados de 1514 recibía una modesta cantidad –19
ducados y un sueldo jaqués– por unas deudas que tenían dos mercaderes valencianos,315
un poco antes había realizado un importante préstamo. En este caso, se realizó
juntamente con otros criados a su propio señor:
«Eadem die, yo dicho gil spanyol, secretario e tesorero sobredicho en mi nombre
proprio e como tesorero sobricho. Attendient e considerant que el muy noble y magnificos
señores don Johan de alagon, camarero de su señoria, mossen bernardino copones e Johan
manuel de arinyo, scriuano de Racion del dicho Señor e criados de su señoria, hayan prestado al
dicho Señor arçobispo cinquenta dos mil sueldos, a saber: el dicho don Johan de alagon en hun
censal veynte mil sueldos de propiedat; uno que bernardino copones en otro censal veynte mil
sueldos et el dicho Johan manuel de arinyo en hun pedaço de censal, dotze mil sueldos que
fazen la suma de cinquenta dos mil sueldos. E por quanto la mente y deliberada voluntat de su
señoria ha seydo que yo como tesorero suyo pagase las dichas cinquenta dos mil sueldos».
316
Aparte de que reviste bastante interés que el arzobispo tuviera que pedir prestado
a sus criados –tal y como hacía cualquier otro señor, grande o pequeño, cuando estaba
endeudado–, el préstamo se había podido devolver por la cobranza de parte del
arrendamiento del año siguiente, de 1515. Esto, a todas luces, provocaría un futuro
endeudamiento de don Alonso.
Parecido a lo que se ha venido observando con otros personajes, sus principales
relaciones personales fueron con miembros de la casa de don Alonso; en este caso, con
los más influyentes. En su testamento eligió como ejecutores del mismo a don Juan de
Alagón, Gaspar de Barrachina, mosén Juan Carrera señor de Moncortes y por último, a
sus dos hijos. No quedaba allí la confianza en los servidores del arzobispo; con el
omnipresente secretario iba a más. Dejó en sus últimas voluntades 2.200 sueldos que
tenían que repartirse entre cuatro personas de forma desigual, las cuales son
314
Así sucedía en 1514 y 1519. Vid. AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 842, ff. 45r–51v. 22 de enero de 1514 en
Zaragoza; en este caso se concedía a Gil Español; ibidem sig. 844, ff. 140r–145r. 10 de abril de 1519 en
Zaragoza; aquí se trataba de la capitulación de rearrendamiento entre Miguel de Almazán y dos
mercaderes.
315
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 842, ff. 192r–v. 22 de mayo de 1514 en Zaragoza.
316
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 842, ff. 68r–69r, ff. 68r–v. 22 de enero de 1514 en Zaragoza. En ff. 69v–70r
se da fe de que los tres recibieron las referidas sumas.
129
desconocidas. En todas ellas remitía a Gaspar de Barrachina quien conocía el secreto de
quiénes eran estas personas; únicamente su hijo conocía también a la que recibía la
mayor cantidad, 1.000 sueldos.
Su hijo legitimado y heredero, Juan de Copones, también dedicó su tiempo al
servicio del arzobispo de Zaragoza y se encontraba bien asentado dentro de los circuitos
de poder dentro de su casa. Contaba con el aprecio de Jaime Cariñena –suegro de don
Juan de Alagón–, quien en su generoso testamento le dejó 500 sueldos aunque advertía
el rico mercader que era posible que el joven Copones le debiese todavía alguna
cantidad.317 La amistad que su padre tuvo con los principales criados de don Alonso
también la heredó, quizás reforzada por el citado Cariñena. Lo cierto es que don Juan de
Alagón accedió a mediar en algún pleito que los Copones sostuvieron contra los pelaires
de Zaragoza, haciendo de árbitro entre ambas partes.318 Hasta tal punto llegó a estar
vinculado con el matrimonio de los Alagón–Cariñena que estuvo también presente en el
fallecimiento de uno de sus familiares, Juan Pérez de la Raúl, durante el verano de 1519
en una torre que la pareja tenía en Peñaflor.319 Si bien no tenemos constancia de las
acciones que llevó a cabo al servicio de don Alonso, estas tuvieron que ser importantes,
o al menos, sí las que llevó a cabo su padre. El arzobispo, momentos antes de dejar el
mundo de los vivos, decidió concederle 500 libras –455 ducados–, una de las cifras más
elevadas que concedió a sus servidores.320
En aras de facilitar la explicación encadenada de los distintos personajes del
entorno del arzobispo hemos dejado de lado uno de notable importancia. Se trata de Gil
Español. Este desempeñó los cargos de secretario y tesorero de don Alonso de Aragón
durante bastante tiempo y era notario público de Zaragoza. Al ocupar estos dos puestos,
su cuota de poder tuvo que ser bastante considerable, si bien la secretaría la compartía
con Gaspar de Barrachina o la ejercía sólo en algunas ocasiones. Estuvo a su servicio, al
menos desde 1493 hasta el momento de su deceso, a finales de 1515. En mayo de 1493
apareció ostentando ambos cargos en un acto de procuración realizado por el arzobispo
de Zaragoza para jurar ante los reyes de Navarra por el abadiado de Montearagón,
317
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 842, f. 152v. Testamento «del magnifico señor don Jayme Carinyena,
mercader domiciliado en la ciudat de çaragoça». 6 de abril de 1514 en Zaragoza.
318
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 843, f. 99r. 20 de enero de 1517 en Zaragoza. También a finales de este
año, vid. ibidem ff. 3r–v. 31 de diciembre de 1517 en Zaragoza.
319
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 844, f. 192r. 30 de julio de 1519 en Zaragoza.
320
AHN, Sección Nobleza, Osuna, 538, doc. 19, f. 6r. Copia simple del último testamento de don Alonso
de Aragón, 12 de febrero de 1520.
130
ceremonia que era habitual. 321 También consta en algún registro que ejercía de
secretario real, aunque esto no ha podido ser constatado. Sí que es cierto que tenía
relación directa con el monarca, quizás a través de don Alonso.322
Como poseedor de dos de los oficios más importantes –no de forma absoluta por
estar también Gaspar de Barrachina en la secretaría–, colaboró estrechamente con su
señor en temas no únicamente relacionados con el mantenimiento de su casa. Un
ejemplo claro es en los asuntos que don Alonso tuvo que despachar como diputado. Las
habilidades financieras de Gil Español fueron muy valiosas para manejar negocios tan
prolongados en el tiempo como el de los censalistas catalanes, a quienes se debían
pensiones desde la guerra civil catalana en tiempos de Juan II.323 Al recaer el peso de las
operaciones militares durante la denominada Guerra de Sangüesa –brevísimo conflicto
fronterizo en 1509– en don Alonso de Aragón, Gil Español fue el encargado de recibir
dinero de la Diputación y gestionarlo para asumir el mantenimiento de las tropas, que
por otra parte fueron intachables a diferencia de algunos diputados que aprovecharon la
ocasión para hacer «contabilidad creativa». 324 Por lo tanto, sus actuaciones no se
limitaban en absoluto al ámbito doméstico sino que se ampliaban a todos los ámbitos
necesarios de su señor.
Además de esto, Gil Español tuvo que administrar las rentas del arzobispado, lo
cual eran unas sumas muy importantes: la sede cesaraugustana era la más rica de toda la
Corona de Aragón. A comienzos de 1514, don Alonso de Aragón, esgrimiendo una bula
de Su Santidad León X que le daba «licencia, prouision et plena facultat por buenos et
justos respectos de arrendar los dichos nuestros arçobispados et dos abadiados,
priorados, dignidades, beneficios et otras qualesquiere rendas que nos tenemos et
321
ARGN, CO_PS.1ªS, leg. 25, n.º 9. Don Alonso de Aragón, 26 de mayo de 1493 en Zaragoza.
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 841, ff. 226r–227r. 24 de julio de 1513 en Zaragoza: «vendicion fecha en el
luegar de Carinnyena a quatorze dias del mes de mayo del anyo mil quatrozientos nouenta y cinquo,
testificado por gil spanyol secretario del señor Rey daragon».
323
AHDZ, Archivo del reino, mss. 88, f. 73r (imagen 0073). 27 de mayo de 1499 en Zaragoza.
324
AHDZ, Archivo del reino, mss. 99, f. 30r (imagen 0030). 28 de septiembre de 1509 en Zaragoza:
«Actendientes e considerantes que los diputados passados predecessores nuestros daron e libararon en
poder de vos el magnifico Gil Spañol thesorero e secretario de nos dicho don alonso de aragon para pagar
a los que lleuaron la artelleria a la guerra de sanguessa e para otros gastos de la dicha guerra seys mil
sueldos jaqueses de los quales vos dicho Giil Spañol nos haueys dado buena leal e verdadera menta e por
aquella claramente con sta haueys gastado de los dichos seys mil sueldos en los cargos e cosas
sobredichas cuatro mil quinientos moneta y las dichas [borroso] dineros jaqueses de manera que
restariades deudor al dicho reyno de quinientos y siete sueldos y cinco dineros Los quales de continent
haueys dado e librado en nuestro poder e de vos aquellos acorgamos hauer recebido e con esto
absoluemos quitamos e diffimimos a vos dicho Gil Spañol de la administracion de los dichos seys mil
sueldos jaqueses e por absuelto justo ediffundo vos damos e a vuestros bienes assi mobles como sedentes
hauidos e por hauer de quales quiere arcones».
322
131
tendremos por tiempo de tres anyos» a quien él desease. El elegido fue Gil Español.
Éste adelantó 750.000 sueldos –34.091 ducados– por el trienio.325 El mismo día que su
señor le concedía el arrendamiento y Español adelantaba la suma para los tres años, el
secretario–tesorero cedía todas las rentas del arzobispado y otros emolumentos anexos a
Felipe Ortal. Este le tenía que pagar 251.466 sueldos y 8 dineros anuales, de tal manera
que había un pequeño margen de ganancia: 4.399 sueldos y 4 dineros –200 ducados– en
el trienio.
Aparte del sueldo que tuviera por su(s) oficio(s) en la casa del arzobispo y los no
muchos ingresos que generaba adelantar las rentas episcopales, Gil Español contaba con
intereses económicos francamente interesantes, sobre todo porque a diferencia de sus
adláteres al servicio de don Alonso, los tenía muy diversificados. Por supuesto, tenía
varios inmuebles en la ciudad de Zaragoza, que María Martínez de la Cambra, su viuda,
siguió ampliando al poco de morir este.326 Sin embargo, de lo que más testimonio ha
quedado es de sus intereses financieros, relacionados con las actividades de corso en el
Mediterráneo. En el reino de Cerdeña contaba con algunas pertenecientes a su esposa
que alguien le quería tomar; el propio Rey Católico tuvo que intervenir en su ayuda en
1495.327 Sus inversiones en la piratería no quedaban reducido al ámbito sardo. Un par
de años más tarde, los problemas no eran con particulares sino con la propia
administración real. Esta buscaba quedarse con todas las ganancias de una captura que
habían hecho en aguas mallorquinas de una nave francesa que transportaba grano para
los moros. De nuevo, siempre bien relacionado, solicitó justicia al rey en el caso:
«El Rey. Lugarteniente general. A nos ha sido recorrido por parte de Gil Spañol
secretario del Illustre Arçobispo de Caragoça nuestro fijo diziendo que en el mes de febrero mas
325
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 842, ff. 45r–51v. 22 de enero de 1514 en Zaragoza, vid. f. 49r. La bula de
León X se encuentra en los folios anteriores, en latín. El mismo día el arzobispo dio fe de haberlos
recibido en dinero contante, vid. f. 52r.
326
Una casa en la parroquia Santa María de Altabás por 1.000 sueldos, en AHPNZ, Pedro Serrano, f. 2v.
30 de diciembre de 1517 en Zaragoza, apud Manuel Pedraza Gracia, Documentos para el estudio, op. cit.,
doc. 1235. Tres años más tarde, una casa pegada a la suya que daba a la plaza de la Seo por 3.500
sueldos, vid. AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 844, ff. 121v–123r. 20 de julio de 1520 en Zaragoza.
327
ACA, Real Cancillería, reg. 3668, ff. 28r–v (2ª numeración). Fernando II al virrey de Cerdeña, el 23 de
diciembre de 1495 desde San Mateo: «Lugarteniente general. por parte de Gil spañol secretario del
Illustre Arçobispo de Çaragoça nuestro muy caro fijo ha sido recorrido a nos diziendo que el tiene de su
muger ciertos saltos en esse Reyno y que enuio alla vn procurador suyo llamado pedro moreno por
administrar e procurar los dichos saltos. E diz que mossen angel catulla e otros le ponen algun
impedimento en ellos y el dicho mossen catulla le ocupa cierta parte e amenaza al dicho pedro moreno
porque pide su justicia a fin que por los diturbios menazas y vexaciones que le faze antes a el que a otro
haya de vender los dichos saltos E porque a tales cosas no es razon dar lugar specialmente porque el
dicho secretario nos ha seruido e sirue». Tomamos la definición del DRAE de acción y efecto de asaltar o
pillaje.
132
cerca passado dio a ¿naues/traues? en cierta parte de los saltos quel tiene en esse Reyno vna
carauela de francesses que iua a tierra de moros cargada de trigo e que su procurador que alla
sta tomo a su poder la dicha carauella y personas que en ella yuan como cosa al perteneciente
por hauer dado ¿naues/traues? en cermino e inrediction suya e que solamente el quinto
pertenece a nuestra Corte y no obstante quel dicho su procurador lo quiera luego pagar diz que
el procurador real nuestro en esse dicho Reyno pretendiendo que todo pertenece a nos y a
nuestra Corte de fecho gelo ha tomado e quitado sin ver la justicia e razon quel dicho Spañol
pretiende y porque nuestra voluntat es que preteneciendo le de justicia no le sea quitado ni fecho
sobrello agrauio alguno. Por ende mandamos vos que sin dilacion alguna veays el dicho negocio
e que hoydo sobrello el dicho nuestro procurador real y la parte del dicho spañol breuemente y
328
sin dilacion de pleito y despesas fagays y proueays».
Resulta bastante interesante comprobar que el tesorero del arzobispo, a
diferencia de las referencias que se han consultado, no únicamente se dedicó a la
compraventa de inmuebles y censales –asunto al que también se dedicó–,329 sino que
sus intereses en el mar, especialmente en la piratería, lo diferenciaba del resto de la casa
episcopal.
Gil Español falleció los primeros días de diciembre de 1515, dejando a su
hermano Bartolomé y su cuñada Juana como tutores y curadores de su único hijo Juan
Español. No se ha localizado su testamento, que permitiría trazar más matices sobre su
vida, pero no cabe ninguna duda de que el patrimonio que dejó en herencia tuvo que ser
bastante sustancioso.330
Hemos visto que aunque había oficios en la casa de don Alonso de Aragón que
ocupaba una única persona, como la camarería por don Juan de Alagón, había otros
como la secretaría que podían ser desempeñados por varios. El principal de los
secretarios parece que fue siempre Gaspar de Barrachina, aunque quizás fuera esto
debido a que, por una parte, se ha conservado mayor documentación y, por otra parte,
no deja de ser una persona relacionada con el incipiente humanismo y por ello mismo,
recordada y celebrada. Sin embargo, hubo algún secretario más, como veremos a
continuación.
328
ACA, Real Cancillería, reg. 3576, f. 50v. Fernando II al virrey de Mallorca o Valencia, el 3 de junio
de 1497 desde Medina del Campo.
329
AHDZ, Archivo del reino, mss. 99, f. 92r (imagen 0092). 22 de octubre de 1509 en Zaragoza, compra
de Gil Español de un censal de la Diputación por valor de 20.000 sueldos de propiedad y 1.000 de
pensión.
330
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 843, ff. 179r–180r. 10 de abril de 1516 en Zaragoza. El último testamento
de Gil Español fue dado el 1 de diciembre de 1515 en Zaragoza, publicándose a su muerte dos días
después.
133
Uno situado en su entorno casi desde el comienzo de la vida pública de don
Alonso de Aragón fue el de Juan de Laporta, quien a la luz de la documentación no
debió ejercer muchos años el cargo. Este, hijo del doctor en derecho Tristán de Laporta,
era puesto en el oficio de secretario por la ausencia del anterior, Juan Navarro.331
Probablemente su ausencia se debiera a que tuvo problemas con la recién establecida
Inquisición: en 1486 el rey se apiadaba de sus familiares y mientras durase su proceso
les permitía gestionar sus bienes para que tuvieran «forma para bivir e se sostener».332
Desconocemos su desenlace pero jamás retornó al servicio del arzobispo.
Pedro Perales fue una persona de las que podría pasar completamente
desapercibida para el historiador ya que su aparición fue siempre muy puntual y sobre
todo, marginal. De hecho, únicamente conservamos una epístola signada por él para un
asunto de poca importancia –abrir una ventana para poder oír misa desde un domicilio–
333
y un pago fraccionado que se le debía por parte de la Diputación.334 Más allá de sus
desempeños, el interés por este casi invisible personaje es grande por un motivo.
Procedía del entorno real y se encontró, igual que otros miembros de su casa, desde
prácticamente el inicio de su carrera –cuando no era más que un niño– hasta momentos
posteriores al cambio de siglo.
Así, el servicio a don Alonso por parte de Pedro Perales puede datarse, a más
tardar desde fechas tan tempranas como 1476. Pese a no ser todavía arzobispo de
Zaragoza, su padre y su abuelo habían comenzado a repartir futuras rentas y oficios sin
ningún tipo de sonrojo, confiando en que en algún momento Roma terminaría por darles
la razón. El entonces aún príncipe de Aragón se dirigía a dos personas de su entorno en
las siguientes palabras:
331
ACA, Real Cancillería, reg. 3562, ff. 157r–v. Fernando II a Juan de Laporta, el 14 de octubre de 1484
desde Sevilla: «vos fidelis noster Johannes de la porta, filius dilicti nostri Tristandi de la porta, legum
doctoris ciuitatis Cesaraguste de cuius siquidem moribus et virtute ac etiam abilitate pro officio
infrascripto regendo et exercendo nobis bene relatum et carco de vostris fide et legalitate plene
confidentes nec non maliqualaem recompensam seruicorum perenndem patrem vostrum […]. Tenore
presentis et de nostri certa scientia deliberate et consulto vos eunem Johannem de la porta in secretarium
dicti Illustri et Reuerendissimi Archiepiscopi».
332
ACA, Real Cancillería, reg. 3684, ff. 90v–100r. Fernando II a los inquisidores de Zaragoza y Teruel,
el 11 de julio de 1486 desde Córdoba, apud José Ángel Sesma Muñoz, El establecimiento de la
Inquisición en Aragón (1484–1486). Documentos para su estudio, Institución Fernando el Católico,
Zaragoza, 1987, doc. 190.
333
AHPZ, Colección de la Comisión Provincial de Monumentos de Zaragoza, C_CPM/Carpeta 45/0109.
Don Alonso de Aragón a Miguel Homedes, 22 de septiembre de 1486.
334
AHDZ, Archivo del reino, mss. 90, f. 89r (imagen 0089). 4 de julio de 1500 en Zaragoza: «Eadem die
pedro perales Secretario del Señor arcobispo de Caragoca de su cierta sciencia atorgo hauer recebido del
magnifico miguel torrero administrador de las generalidades del Reyno de aragon iiim ccc lxi sueldos x
dineros jaqueses de aquellos vim dc viii sueldos jaqueses».
134
«A los amados secretario nuestro Johan ortiz prothonotario del Reyno de Nauarra e
pedro perales, scriuano e familiar nuestro. Salut e dileccion. Acordando a los seruicios
agradables y multiplicados que ahueys fecho a la magestat del Rey mi senyor y padre y a nos,
vos los dichos Johan ortiz secretario nuestro y pedro perales, scriuano y al dicho Illustre fijo
nuestro vos el dicho pedro perales haureys fecho y fareys de cada dia y haun considerada la
Abilidadt y sufiçiençia de cada uno de vos, por tenor de las presentes a entramos en semble y a
cada uno de vos por si, damos, conferimos y graciossamente otorgamos y proueymos de la
scriuanya o notaria de la visita de los testamentos e pias causas del dicho Arcobispado de
Caragoca con todos los salarios, emolumentos, derechos, prouechos, perrogatiuas e honores de
aquella».
335
Por lo tanto, Pedro Perales estuvo situado al lado del arzobispo desde su niñez,
gracias a ser persona de confianza del príncipe Fernando. Conocer la trayectoria previa
del secretario Perales sería representativo para ver el cursus honorum que había
desarrollado a lo largo de su vida. Se presenta así un tipo de oficial bastante interesante:
del rey y del arzobispo. Una persona que tuvo oficios por dos señores distintos y que,
entendemos, servía a ambos indistintamente. Lo más interesante del asunto es que esta
dualidad no fue algo transitorio de los primeros años hasta que se configuró y asentó la
situación de don Alonso y luego ya permaneció con este: todo lo contrario. En 1508,
Fernando II seguía considerándolo tanto oficial suyo como de su hijo el arzobispo. Así,
en noviembre de ese año, el rey le comentaba a don Alonso que había recibido quejas
«por parte de pedro de perales nuestro escriuano de mandamiento y secretario vuestro»
por unos problemas que había tenido Perales con una torre suya en Zaragoza.336 Es
decir, más de 30 años después seguía desempeñando ambos cargos sin ningún tipo de
contradicción ni problema.
Queda patente que al menos el oficio de secretario no fue desempeñado por una
única persona al mismo tiempo sino por varias y esto fue algo completamente normal.
Podría parecer que la anormalidad se diera en poseer oficios al servicio del rey y
también de su hijo el arzobispo, nada más lejos de la realidad. El caso de Pedro Perales
es más bien paradigmático de cómo funcionaba el entramado; si bien el más llamativo
es el de Felipe Clemente. Este fue posiblemente el primer o de los primeros secretarios
que el joven don Alonso tuvo en nómina, momentos antes de ser definitivamente
335
ACA, Real Cancillería, reg. 3519, ff. 145v–146r. El príncipe Fernando a Juan Ortiz y Pedro Perales, el
20 de octubre de 1476 desde Burgos.
336
ACA, Real Cancillería, reg. 3580, ff. 122v–123r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 30 de
noviembre de 1508 desde Sevilla.
135
nombrado como administrador perpetuo de Zaragoza. Clemente era el protonotario del
reino de Aragón, por lo que los límites entre el rey, el reino y su hijo desaparecían
definitivamente, al menos en cuanto a la tenencia de oficios se refiere.337
Pudiera parecer un caso aislado pero no lo fue, por lo menos en las andaduras
iniciales de la casa arzobispal. El príncipe Fernando incluso llegó a poner personas al
servicio de su hijo y de él mismo a costa de las rentas de la mensa episcopal, como fue
el caso del caballero Esteban Gago. A este se le recompensaba por una larga trayectoria
al servicio de los Aragón «en todas las guerras y tiempos passados ha fecho al Rey mi
señor y a nos no sin grandes trebajos y peligros et derramamientos de la sangre de su
persona, e agora de presente faze e fazer no cessa».338 Se le daba una asignación
prácticamente segura en gratificación. El trasvase de personal de la casa del rey de
Castilla a la de su hijo don Alonso –o en muchos casos, pluriempleo en ambas– no se
limitaba al servicio doméstico, si no que también fue –consideramos– una forma de
colocar personas de confianza en puestos clave y una manera de recompensar servicios
pasados sin erosionar las arcas reales. El caso anterior quizás sea un buen ejemplo, pero
similar se hizo con micer Pedro Monfort, quien desde 1480 ejercía de vicario general
del arzobispo de Zaragoza. Este, casualmente, era capellán real. Por sus desempeños
espirituales en la sede cesaraugustana recibía 5.000 sueldos anuales –227 ducados–.339
No debe olvidarse que el rey era el tutor y curador de su hijo, por lo que al igual que
hemos visto en el caso de don Alonso, conforme se ampliaban sus intereses, y con ello
trabajos y necesidades, asimismo lo hacían las de sus servidores, tomando bajo su cargo
los nuevos asuntos. Eso le sucedía a Gabriel Sánchez, quien era tesorero general del rey
pero también «receptor general de las rentas e emolumentos pertenecientes al dicho
Illustre don Alfonso nuestro fijo en el dicho arcobispado e mensa archiepiscopal de
aquel».340
337
ACA, Real Cancillería, reg. 3518, f. 145r. Fernando el Católico a Pedro Núñez Cabeza de Vaca, Luis
Sánchez y Juan de Pero Sánchez, el 2 de junio de 1478 desde Sevilla: «como nos ya en dias passados
hayamos fecho, constituydo e ordenado Assi como con la presente fazemos, constituymos e creamos
secretario del dicho nuestro fijo el amado fiel consellero e prothonotrio nuestro phelippe climent, e con el
dicho officio le hayamos dado e assignado, damos e assignamos dos mil sueldos jaqueses de quitacion
ordinaria cada un anyo, los quales es nuestra intencion y voluntat de los fruytos y rendas del dicho
Arcobispado le sean dados y pagados».
338
ACA, Real Cancillería, reg. 3518, ff. 155v–156r. Fernando II a Pedro Núñez Cabeza de Vaca y a
otros, el 22 de marzo de 1478 desde Madrid.
339
ACA, Real Cancillería, reg. 3562, ff. 116v–117r. Fernando II a Luis González, el 3 de septiembre de
1482 desde Córdoba.
340
ACA, Real Cancillería, reg. 3616, ff. 7r–7v. Fernando II a Gabriel Sánchez, el 22 de mayo de 1484
desde Tarazona.
136
Como se ha expuesto hasta ahora, para entrar al servicio de don Alonso existían
varias posibilidades. Una de ellas era la designación regia, principalmente durante su
infancia y juventud. También la vinculación con personas influyentes, como doña
Aldonza Iborra o el ayo Pedro Núñez Cabeza de Vaca; otra posibilidad a tener en cuenta
eran los lazos familiares, ya por matrimonio, ya por ser hijo de alguien relevante en la
casa. Había ocasiones en los que estas dos posibilidades podían combinarse, como en el
caso de la familia de los Ariño. El que parece haber sido criado, sin tener un puesto con
nombre propio, desde los comienzos de su pontificado fue el sacerdote mosén Domingo
de Ariño. Este lo era al menos desde 1486, 341 quien contaba con algún pequeño
beneficio eclesiástico en Albalate, localidad que pertenecía al señorío del arzobispo.342
Muy posiblemente, mosén Domingo había llegado a ocupar tal puesto gracias a la rama
de los Ariño que estaba directamente ocupando la secretaría real. Fueron dos, Gaspar y
Juan de Ariño. Además de ser quienes signaron buena parte de la correspondencia de la
real cancillería desde la década de 1470, en varias ocasiones el rey intercedió por el
segundo ante don Alonso para que le beneficiase en distintos asuntos.343
El 12 de febrero de 1520, días antes de morir, don Alonso hizo entrega de su
testamento «testamento cerrado y sellado en presencia del noble Don Manuel de Ariño
escribano de ración y del venerable mossen Juan de Ariño Rector de Alloza criados de
su excellencia».344 ¿Era el secretario real el rector de Alloza? De nuevo la homonimia
imperante en el momento despista al investigador y es difícil de aseverar; posiblemente
no, ya que el secretario de Fernando II no recibió –que se tenga constancia– del
tratamiento de «mosén». El citado Manuel posiblemente era Juan Francés Manuel de
Ariño, escribano de ración de don Alonso,345 quien como se mencionaba anteriormente,
hizo un préstamo al arzobispo de Zaragoza en 1514 conjuntamente con don Juan de
Alagón y Bernardino de Copones.
341
AHPNZ, Gaspar de Barrachina, sig. 191, f. 9v. 9 de enero de 1486 en Zaragoza: «Eadem die yo Joan
benedit notario real vezino de la villa de montalban otorgo tener en comanda de vos el honorable mossen
domingo de arinyo clerigo in sacris e familiar del Señor Arçobispo de Çaragoça son a saber dozientos
nouanta y quatro sueldos dineros jaqueses de vos otorgo hauer hauido».
342
AHPNZ, Gaspar de Barrachina, sig. 191, ff. 140r–141r. 25 de abril de 1485 en Zaragoza. Domingo de
Ariño, familiar de don Alonso de Aragón, nombra como procurador a Pedro de Ariño, para que tome
posesión de la capilla y altar de San Bartolomé del castillo de Albalate, por muerte del anterior
beneficiado, Alfonso de Santángel.
343
ACA, Real Cancillería, reg. 3667, ff. 337r–v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 12 de mayo de
1492 desde Granada.
344
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., ff. 751r–v.
345
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 841, f. 293r. 24 de septiembre de 1513 en Zaragoza.
137
Un miembro de esta familia especialmente rico fue Juan Francés de Ariño, quien
no fue la misma persona que Juan Francés Manuel ya que el primero murió a comienzos
de la década de 1460. Este era señor de Figueruelas, Cabañas de Ebro y Azuara, así
como del término –quizás sólo parte– del término municipal de Cariñena.346 A simple
vista no tiene mayor relevancia ya que murió antes siquiera del nacimiento de don
Alonso. Sin embargo, Juan Francés hizo testamento en Pedrola el 8 de abril de 1463 a
favor de su hermano Galcerán de Ariño. Este personaje reviste especial interés porque
casó con María Núñez Cabeza de Vaca, hija del ayo de don Alonso.347 Evidentemente,
este enlace, los dos secretarios reales y los servidores de la familia Ariño en la casa de
don Alonso poco tuvieron de casualidad. Por si esta acumulación de personas del clan
de los Ariño pudiera parecer poco en torno a don Alonso, hubo algún otro de sus
miembros que, aunque no directamente, sí consiguió hacer negocios lucrativos a costa
del prelado y del poder que tenían sobre éste sus allegados. Así, a finales de 1516 el
mercader Miguel de Almazán, como arrendador de las rentas del arzobipado de
Zaragoza, rearrendaba al señor de Osera el lote completo. El dicho señor era Gaspar de
Ariño; la rearrendación incluía el arzobispado, los arciprestazgos de Zaragoza, Belchite,
Teruel y Daroca junto con el abadiado de Montearagón y la cámara de la Seo. A
cambio, Gaspar de Ariño se comprometía a dar cada año 280.366 sueldos a Miguel de
Almazán.348
En espacio de menos de dos páginas han desfilado ante el lector ocho miembros
distintos de la familia Ariño. De todos ellos, posiblemente el que más vinculación tuvo
a don Alonso fue Juan de Ariño, rector de Alloza, quien estuvo presente a la hora de
hacer entrega del testamento del prelado. Este, además, fue el único de los Ariño que
recibió algo en herencia del arzobispo de Zaragoza –o al menos así lo dejó por escrito–
quien tendría que recibir a su deceso 200 libras –182 ducados–.349
En síntesis. Los secretarios reales Gaspar y su hijo Juan de Ariño se encontraban
en el entorno real desde momentos muy tempranos. Su presencia implicaría que
distintos familiares suyos se fueran introduciendo al servicio del arzobispo de manera
346
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 842, ff. 441r442r. 13 de diciembre de 1514 en Zaragoza. Disposiciones
testamentarias de Juan Francés de Ariño, escudero.
347
José Pellicer de Tovar, Genealogía de la noble y antigua casa de Cabeza de Vaca, Madrid, 1652, p.
30v.
348
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 843, ff. 435v–437v. 10 de noviembre de 1516 en Zaragoza. Para los
pormenores de la dicha rearrendación, vid. ibidem ff. 439r–449r.
349
AHN, Sección Nobleza, Osuna, 538, doc. 19, f. 6r. Copia simple del último testamento de don Alonso
de Aragón, 12 de febrero de 1520.
138
paulatina. A esto ayudaría también el matrimonio de María Núñez Cabeza de Vaca con
Galcerán de Ariño, ya que por influencia del ayo entrarían por esta segunda vía otros.
Los que no estuvieron al servicio directo de don Alonso, estuvieron en su entorno o
manteniendo importantes negocios, como es el caso de Gaspar de Ariño, señor de
Osera, y la rearrendación de los frutos diocesanos: actividad financiera de primer orden
para la que se requería un capital y circuitos económicos muy importantes.
Como se ha podido observar, da la impresión de que distintas familias entraban
al servicio de don Alonso por su vinculación previa con familiares de este o al revés, la
cercanía al arzobispo podía facilitar la entrada en las casas más importantes de Zaragoza
o incluso de la corte. Un caso bastante interesante es el de los Samaniego, quienes
estuvieron en la casa del prelado y también en la del vizconde de Évol.
Hubo dos de relevancia, Juan y Gonzalo, posiblemente padre e hijo o hermanos.
El primero de ellos, Juan de Samaniego, quien no era genéricamente un «criado» sino
que era el repostero de la corte episcopal.350 Como otros caballeros del entorno del
arzobispo, también mantenía distintos negocios. Uno de ellos era precisamente a costa
de su puesto como persona de confianza de don Alonso: tenía asignada la arrendación
de la encomienda mayor de Alcañiz, que como se ha mencionado, pertenecía al joven
don Hernando de Aragón a comienzos del siglo XVI.351 El segundo, Gonzalo, era criado
de vizconde de Évol, en este caso del IX vizconde Guillermo Ramón, sobrino de don
Alonso de Aragón. No hay que descartar que fueran introducidos en el servicio del
arzobispo y su familia por doña Aldonza Iborra. Esto se puede conjeturar porque
Gonzalo de Samaniego ejerció de testigo a la hora de reconocer el cuerpo de la dama
catalana a la hora de su fallecimiento en 1513.352
La nómina que hasta aquí hemos desarrollado de la casa de don Alonso no ha
pretendido ser completa, pero sí es bastante representativa de la variada casuística de
personajes que sirvieron en el entorno del arzobispo.
350
AMZ, Privados, ES. 50297. AM. Juan de Alagón reconoce haber recibido 2.200 sueldos de Jaime
Cariñena, el 5 de diciembre de 1508 en Zaragoza. Juan de Samaniego aparece como repostero del señor
arzobispo en el apartado de los testigos.
351
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 843, f. 39v. 4 de mayo de 1517 en Zaragoza. Miguel de Almazán, mercader
y ciudadano, ha recibido como procurador de don Hernando de Aragón, 5.650 sueldos de Juan de
Samaniego, arrendador de la encomienda mayor de Alcañiz. Al menos desde 1507 gestionaba el
arrendamiento de las rentas, tal y como aparece en ibidem, f. 104v. 10 de noviembre de 1517 en
Zaragoza.
352
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 841, ff. 89v–91v. 4 de abril de 1513. Testimonio de la muerte de Aldonza
Iborra: «Testes, gonsalbo samaniego criado del señor vizconde et alonso bacahona, habitante
cesaraguste».
139
VI.
Fernando II y su familia
Don Alonso de Aragón fue el hijo primogénito de Fernando, quien en el
momento de su alumbramiento únicamente era rey de Sicilia. Toda su carrera se la
debió a su padre, quien siempre buscó su acrecentamiento en cuanto a beneficios
eclesiásticos se refiere, principalmente en los primeros años de su niñez y juventud.
Quizás incluso pudo llegar el rey, si se le hubiera dado en herencia alguno de sus
estados ante el gran problema que suponía la transmisión de todo el patrimonio a una
hija transtornada y un nieto que nada sabía de las costumbres españolas. Lo que en este
apartado se plantea es conocer cuál fue la relación que el arzobispo de Zaragoza tuvo, o
al menos intentar esbozarlo, con la parentela del Rey Católico.
a. La familia real
Lo primero que ha de tenerse en cuenta es que, en nuestra opinión, la presencia
física en esta época no era fundamental para mantener los vínculos afectivos familiares;
esto independientemente del tiempo que don Alonso pasase en la corte. Los testimonios
no son numerosos, al no haberse podido localizar correspondencia directa entre el
arzobispo y el príncipe y las infantas, es por ello necesario obtener información de otras
fuentes. Es reseñable que el arzobispo de Zaragoza era el mayor de todos los
hermanastros y salvo con la mayor, Isabel, la diferencia de edad con el resto era notable.
Esto es debido a que Isabel nació de la boda entre sus padres –al año siguiente, en
1470– pero hubo un ínterim importante sin descendencia, hasta la llegada del ansiado
varón en 1478. Las siguientes fueron escalonadas en el tiempo, comenzando por Juana
en 1479, María tres años más tarde y por último, la infanta Catalina en 1485. Esta
notable diferencia, tuvo necesariamente que marcar alguna particularidad en las
relaciones que tuvo el arzobispo de Zaragoza con su familia paterna. Dentro de la
parquedad de las fuentes, trataremos de esbozar unas líneas al respecto.
Un asunto importante al respecto es precisamente que los escritos de los
cronistas reflejaron la vinculación entre don Alonso y los hijos del matrimonio regio
únicamente al compás de los acontecimientos políticos que entendieron dignos de
reseñar. De esta manera, la imagen que se tiene es a todas luces sesgada ya que da la
impresión que solamente tuvo relación afectiva con el príncipe Juan y posteriormente, la
reina Juana. Precisamente, fueron las personas más destacadas de los hijos de los Reyes
140
Católicos, quizás porque las otras Isabel, María y Catalina vieran sus destinos ligados a
cortes extranjeras y perdiesen en parte su relevancia en los reinos hispánicos.
Sea como fuere, el prelado debió de tener bastante afecto por el príncipe Juan,
con quien le separaban unos diez años. Más allá de sus obligaciones de carácter político,
estando presente en las cortes que lo juraron como heredero –Zaragoza, 1493– o en las
que el heredero juró los fueros –Tarazona, 1495– don Alonso ejerció de alguna manera
de hermano mayor. Gracias a Gonzalo Fernández de Oviedo, quien comenzó su carrera
sirviendo en la casa del príncipe Juan, se conoce que el joven heredero era «natural
mente inclinado a la múxica, e entendiala muy bien, avn que su voz no era tal». No
tener una voz sobresaliente no influyó en el gusto que tenía por el canto y la música en
general, ya que solía pasar las tardes veraniegas cantando con los de su cámara. Sí tenía
mayor destreza con los instrumentos, de los que poseía una buena colección «e en todos
esos instrumentos sabia poner las manos». Esta afición por la disciplina de Apolo fue
compartida por su hermanastro mayor, quien hizo lo posible por fomentarla. Así, en una
de las versiones de la obra de Fernández de Oviedo se puede leer que:
«Avia en su camara vn claviorgano, que fue el primero que en España se vido, el qual
dio a su alteza su hermano, reverenidisimo don Alonso de Aragon, arçobispo de Zaragoza, hijo
del Rey Catolico; e hizolo un gran maestro mozo (sic) de aquella ciudad, llamado Moferrez, que
yo conoci».
353
El citado maestro no era mozo sino moro. Se trataba de Mahoma Moferriz,
posiblemente uno de los artesanos de instrumentos más afamado de su época; al parecer
hasta el rey de Portugal Manuel el Afortunado le compró alguno de sus ingenios.354 El
interés de los reyes por el claviórgano lo convirtió en un objeto de prestigio, buena parte
de la alta nobleza intentó hacerse con uno de los manufacturados por el maestro
moro,355 a quien le hacían encargos los monarcas desde al menos, comienzos de la
353
Gonzalo Fernández de Oviedo, Libro de La Cámara Real del Príncipe Don Juan, e offiçios de su casa
e serviçio ordinario, ed. de la Sociedad de Bibliófilos Españoles, Madrid, 1870, pp. 182–183.
354
Pedro Calahorra Martínez, Historia de la música en Aragón (siglos I–XVII), Librería General,
Zaragoza, 1977, pp. 129–131.
355
Miguel Ángel Pallarés, “Aportación documental para la historia de la música en Aragón en el último
tercio del siglo XV: VI” Nassarre: revista aragonesa de musicología, n.º 15 (1999), pp. 419–513, pp.
421–422: «Dicho instrumento, en este aspecto, iba a ser un elemento de postín en las estancias de nobles
y de ricoshombres de la época, tanto láicos como eclesiásticos, sobre todo desde que los reyes se
interesaron por los construidos por los Moférriz en Zaragoza; si sabíamos que la casa real hispana era
cliente de estos organeros, y que a finales del siglo XV también lo habían sido el obispo de Tarazona y el
conde de Ureña, aquí documentamos otros compradores de instrumentos de su taller: el caballero
aragonés Juan de Coloma, el marqués de Aguilar de Campoo, el almirante de Castilla, el clavero de
Calatrava y Gutierre de Toledo, obispo de Plasencia».
141
década de 1480.356 Estos artefactos, además de complejos técnicamente también debían
de ser pequeñas obras de arte en sí mismas y por todo esto, tenían un gran valor
económico, lo que le añadía interés al regalo que don Alonso le hizo a su hermanastro.
Por suerte, se conserva algún documento del citado maestro moro de manera que se
puede tener idea de las obras de artesanía que fabricaba Moferriz y el aprecio que se
tenía de las mismas. Unos años antes, en 1484, don Alonso había mandado
manufacturar varios instrumentos para la reina Isabel –¿regalo o encargo?–, un «organo
et cimbalo sinse las clavillas» y un «organo de fusta de oro». Por estos dos instrumentos
se pagaron 2.800 sueldos jaqueses –127 ducados–.357
El 19 de octubre de 1497, el humanista lombardo Pedro Mártir de Anglería
escribía al cardenal Bernardino López de Carvajal sobre los acontecimientos más
recientes –y terribles– que habían tenido lugar en Salamanca:
«¡Ay, ay! Pero, ¿para qué? Al tercer día fué presa de una repentina fiebre. Oh, cruel
madrastra, ¿a qué te ensañas con los que elegiste como hijos? […] Vuelan alcanzándose los
correos que enteren a los padres del curso de la fiebre. Va de mal en peor cada día. Acude el
Rey a marchas forzadas y encuentra al hijo, aunque en las últimas, en plena lucidez de sus
facultades. […] Estaba también presente yo, que para dar compañía al Príncipe había dejado a
los soberanos. Me es imposible referir esto sin dominar las lágrimas. ¿A qué más, pilar de
nuestra religión? A los trece días nos fué arrebatado. Aquel infausto día 6 de octubre llenó de
profundo luto a España entera, privándola del único ojo que tenía».358
Estas tremendas líneas, llenas de patetismo, son muy representativas de la
tragedia que supuso para la monarquía la muerte del único heredero varón, sobre quien
tantas esperanzas había depositadas. El fallecimiento del príncipe tiene especial interés
para el discurso hasta aquí trazado precisamente por lo que atañe al arzobispo de
Zaragoza. La mala noticia llegó a la capital de Aragón el día 10. La reacción de su
356
Miguel Ángel Pallarés, “Aportación documental para la historia de la música en Aragón en el último
tercio del siglo XV: II” Nassarre: revista aragonesa de musicología, n.º 7 (2) (1991), pp. 171–209, doc.
24.
357
AHPNZ, Martín de la Zaida, sig. 3049, ff. 68v–69r. 17 de mayo de 1484 en Zaragoza: «Eadem die yo
Mahoma Moferriz, moro mayor de dias, maestro de organos, habitant en la ciudat de Çaragoça, de grado,
etc. atrogo haver havido et contantes en poder mio recebido de vos el muy venerable e magniffico mossen
Pedro Çapata, arcipestre de Daroqua a saber es a una part mil e seyscientos sueldos dineros jaqueses por
hun organo et cimbalo sinse las clavillas, et a la otra part mil e trezientos sueldos, por un organo de fusta
de oro lo qual todo lo fizo por el Illustrisimo et Reuerendissimo Señor don Alphonso de Aragon,
administrador perpetuo del arçobispado de Çaragoça para la Reyna nuestra Senyora. E porque assi es
verdat, etc.». Mi agradecimiento a D. Manuel Gómez de Valenzuela por facilitarme esta referencia.
358
Pedro Mártir de Anglería, Epistolario. Documentos inéditos para la historia de España, tomo IX,
(trad. José López de Toro), Madrid, 1953, ep. 182, pp. 344–347. Todo parece indicar que la precisión de
que murió el día 6 es incorrecta, ya que como es conocido, fue dos días antes, el 4 de octubre.
142
hermanastro fue, una vez ordenado que se hiciesen unas exequias dignas de su persona,
retirarse «de manera que no dio audiencia aquel dia ni al cauildo ni a la Ciudad que
yban a darle el pesame y consolarle en aquel comun trabajo necesitados tambien ellos
mismos de consuelo».359 Esta es la única muestra significativa que se conserva del
afecto por algún familiar suyo. ¿Respondía a una relación intensa entre ambos? No
necesariamente, ya que esta forma de reaccionar se encuentra muy en la tónica general
del siglo XV, exagerada para los estándares actuales del siglo XXI. Huizinga lo
describió magistralmente en El otoño de la Edad Media:
«Cuando el mundo era medio milenio más joven, tenían todos los sucesos formas
externas mucho más pronunciadas que ahora. Entre el dolor y la alegría, entre la desgracia y la
dicha, parecía la distancia mayor de lo que nos parece a nosotros. Todas las experiencias de la
vida conservaban ese grado de espontaneidad y ese carácter absoluto que la alegría y el dolor
tienen aún hoy en el espíritu del niño».
360
Teniendo esto en cuenta y que en la forma de conducirse en sociedad, tal y como
la describió el neerlandés, era muy común la profusión de lágrimas en personas de todos
los estamentos, no ha de sorprender la reacción de don Alonso. Retirarse un día entero
de cualquier visita no era especialmente llamativo para las maneras de sentir y vivir a
finales del siglo XV; sin embargo, sí es llamativo que únicamente tuviera este
comportamiento con su hermanastro. Nada dejó reflejado Espés sobre el fallecimiento
de otros familiares suyos, ni tan siquiera de la princesa Isabel, quien dejó este mundo
precisamente tras los muros del palacio episcopal de Zaragoza en 1498.
La otra persona, como ha quedado referido, con la que don Alonso de Aragón
tuvo una especial relación dentro de la familia real fue su hermanastra Juana. En su
viaje a la península con su esposo Felipe, pasaron una temporada breve en Zaragoza con
el propósito de ser jurados como herederos del reino. Del periplo se tiene una
descripción bastante minuciosa gracias a que uno de los servidores del duque de
Borgoña, el señor de Montigny Antonio de Lalaing, lo dejó por escrito. Este relato
adolece de no ofrecer una relación completa de los movimientos de la pareja sino
únicamente del duque de Borgoña por lo que no siempre se dispone de toda la
359
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., f. 719r
Johan Huizinga, El otoño de la Edad Media, Alianza Editorial, Madrid, 2001 (1ª ed. 1919), p. 13. Para
los asuntos referidos al llanto y la expresión de emociones intensas, vid. pp. 16–22. Este prolífico campo
ha sido objeto de interés en los últimos tiempos; vid. María Tausiet y James S. Amelang (eds.),
Accidentes del alma. Las emociones en la Historia Moderna, Abada Editores, Madrid, 2009; Mónica
Bolufer, Carolina Blutrach y Juan Gomis (eds.), Educar los sentimientos y las costumbres. Una mirada
desde la historia, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2014.
360
143
información de la que sería menester. El primer contacto que aparece en el cuaderno de
bitácora es del 22 de octubre de 1502, cuando don Alonso junto con 300 caballeros, se
adelantó a la población de La Almunia de Doña Godina para recibir a su comitiva. Para
la entrada en la capital, cuatro días más tarde, Fernando el Católico había enviado por su
parte quinientos caballos. El día 27 fueron jurados como princesa heredera y príncipe de
Aragón; el 5 de noviembre Felipe se marchaba del reino para regresar a comienzos de
año.361 Durante estos meses se entiende que Juana permaneció en Zaragoza junto con su
hermanastro. La estancia de un par de meses junto al arzobispo, por sí sola no implica
ningún tipo de relación fraterna.
El amor que pudieron tenerse los dos hermastros queda por lo tanto oculto, salvo
las declaraciones que el propio prelado hizo en su momento, si bien con un interés
claramente visible. Tras la muerte del Rey Católico, don Alonso de Aragón no perdió
ninguna oportunidad para reseñar la estrechísima amistad que lo había unido a la reina
de Castilla y su marido. Como ha quedado referido, a la altura de 1516 su hijo don Juan
de Aragón estaba en Flandes en la corte del príncipe Carlos. Allí tuvo que transmitir
distintos recados de su padre al futuro emperador, uno de ellos era recordarle «las
muchas y grandes mercedes que el rey don Felipe su padre, mi señor, que en gloria sea,
me fizo, y por el grand amor que me tenía y me demostraua».362 Esto mismo se repetía
casi palabra por palabra poco después, cuando el arzobispo le dio a su sobrino el conde
de Ribagorza las instrucciones necesarias para su embajada en Flandes.363 El interés por
la reina Juana se puso sobre la mesa a la llegada del príncipe Carlos a Castilla. Después
de encontrarse con su sobrino y entrar con él en Valladolid, don Alonso quiso visitar a
su hermana, quien llevaba más de un decenio recluida en Tordesillas. Sin embargo, se le
prohibió la visita. ¿Buscaba intrigar con la desquiciada reina o simplemente quería
hacer una visita de cortesía? Ambas respuestas son posibles, si bien parece ser que en su
momento, la monarquía sospechó de la primera opción.364
361
Antoine de Lalaing, “Voyage de Philippe le Beau en Espagne”, en M. Gachard (ed.), Voyages des
souverains des Pays–Bas. Vol. I, Bruselas, 1876, pp. 121–385, pp. 239–249.
362
RAH, Colección Salazar y Castro, A–16. ff. 15v–20v. Don Alonso de Aragón a don Juan de Aragón,
el 7 de marzo de 1516 desde Zaragoza.
363
Diego José Dormer, Anales de Aragón, op. cit., p. 60. Resumen de Dormer de las instrucciones que se
le remitieron de don Alonso de Aragón al conde de Ribagorza el 25 de abril desde Zaragoza: «el Rey Don
Felipe, y la Reina Doña Juana le mostraron particular aficion, y hizieron grandes mercedes,
ofreciendoselas mayores, y a sus cosas».
364
Manuel Fernández Álvarez, Carlos V, el César y el hombre, Espasa Calpe, Madrid, 2006 (1ª ed. 1999),
p. 100: «Sin que faltase el temor de que don Alonso quisiera intrigar en Tordesillas, para conseguir el
favor de la Reina para esas aspiraciones que se le atribuían de convertirse en rey de Aragón».
144
Visto todo esto, cabría preguntarse si realmente existió algo del cariño de Juana
y Felipe del que alardeó el primogénito del Católico en sus horas más bajas o esto no
era más que una construcción para intentar mantener una posición predominante. No
cabe duda de que don Alonso de Aragón trató de hacer valer sentimientos pasados para
sacar réditos importantes –básicamente, una cátedra episcopal como la de Toledo o
Sevilla–, pero eso no invalida su discurso. Es más, hay indicios de que efectivamente,
los archiduques, intentaron que el papa Julio II le concediera a su hermanastro distintas
prebendas, ya desde momentos previos a la muerte de la reina Isabel. En septiembre de
1504 el papa De la Róvere comentaba con Felipe que le parecía bien reservar unos
beneficios para el arzobispo de Zaragoza, persona en la que confluían numerosas
virtudes.365 Un poco después, en un momento indeterminado que debería situarse entre
los dos y tres años posteriores a la llegada de Julio II al obispado de Roma, pero previo
a la Concordia de Salamanca (24 de noviembre de 1505), acuerdo que concedía de facto
el gobierno de Castilla a Felipe, el sumo pontífice se mostraba de acuerdo en reservar
para don Alonso la siguiente diócesis que quedase vacante en los reinos hispánicos.366
b. Otros hijos bastardos de Fernando II
Trazar las relaciones que mantuvieron ciertos personajes, por muy relevantes
que fueran en el momento, en los albores de la modernidad es francamente complicado
si no se dispone de su correspondencia privada. De los cinco hijos de los Reyes
Católicos únicamente se tiene la certeza de que hubiera buena sintonía con dos de ellos,
los otros tres (Isabel, María y Catalina) se mantienen en un plano de incertidumbre. Sin
embargo, Fernando II no tuvo únicamente a don Alonso como fruto de sus relaciones
extramatrimoniales: al menos hubo tres hijas más.
La mayor de ellas fue doña Juana de Aragón, quien nació muy poco después que
su hermanastro don Alonso, posiblemente en 1470. En ocasiones se ha podido pensar
que fueron hermanos uterinos –algo factible por la poca diferencia de edad entre ambos
y su origen catalán– cosa completamente errónea.367 Aunque existe un estudio sobre la
madre, este acaba ofreciendo más información de doña Juana, por lo que no es en
365
ASV, Arm. XXXIX, 22, f. 186r. Julio II al archiduque Felipe, el 2 de septiembre de 1504 desde Roma.
ASV, Arm. XXXIX, 29, f. 233v. Julio II a don Alonso de Aragón, en un momento indeterminado. Aún
así no puede afirmarse con rotundidad ya que la lectura de este documento es complicada.
367
Si bien algún autor del siglo XVI como Jerónimo Blancas afirmaba que tanto Alonso como Juana eran
hermanos uterinos, esto es completamente falso por el primer testamento de Fernando el Católico. Para
tal afirmación, vid. Jerónimo Blancas, Aragonensium rerum comentarii, Cortes de Aragón, Zaragoza,
1995, (1ª ed. 1588), pp. 252–253.
366
145
absoluto un personaje desconocido; si bien hay más sombras que luces en su
biografía.368 Algunos observadores extranjeros que la llegaron a conocer, como el citado
Antonio de Lalaing, señor de Montigny, afirmó que en su juventud había sido la mujer
más hermosa de España («celle fu, en sa jonesse, extimée la plus belle demoiselle
d’Espaigne»). 369 También consta que mantuvo una presencia activa en la corte,
especialmente con su hermanastra la infanta Juana.
A pesar de que hubo un amplio elenco de planes matrimoniales para ella desde
su más tierna infancia, terminó casándose a una edad bastante tardía con el condestable
de Castilla, don Bernardino Fernández de Velasco, a finales de mayo de 1502.370 En el
enlace, el propio Felipe el Hermoso la llevó al altar. Tras tener una hija con el
condestable, murió en 1511. Una vez vista de forma grosera en qué consistió su vida,
interesa en particular si tuvo algún tipo de relación con su hermanastro y en caso
afirmativo, en qué términos fue. Aunque sus primeros días los debió de pasar en
Cataluña –¿Tárrega?–, su padre decidió que se criase en Zaragoza. A tal efecto le
ordenaba a su tesorero Luis Sánchez en fechas tan tempranas como 1472 que hiciera
unos pagos al respecto:
«al bien amado e fiel nuestro mossen fraim ferrer, capellan de la villa de Tarrega,
Cinquenta florines doro en oro los quales le mandamos dar e pagar en pagua prorrata de mayor
quantidat que nos le somos tenidos por causa del criamiento de dona Joana daragon nuestra fija
muy cara e de hauernos trahido aquella en la present ciudat e en el pagamiento que al dicho
mossen fraim ferrer fareys de los dichos cinquenta florines doro en oro».
371
Radicada en la capital del reino desde sus primeros gateos, la vinculación con su
hermano se hace factible. Efectivamente, aunque posiblemente habitasen en espacios
separados, su crianza debió correr en paralelo. Así, ambos contaron con las enseñanzas
del afamado humanista Antonio Geraldini, quien les llegaría a dedicar a ambos unos
opúsculos estampados en Roma durante la embajada del Gran Tendilla entre 1486 y
1487.372 En la obra dedicada a doña Juana, el maestro se vanagloriaba de las esperanzas
368
Virginia Costafreda Puigpinós, “Joana Nicolau, amor primerenc del rei Ferran el Catòlic i mare de
Joana d’Aragó”, Estudis històrics i documents dels arxius de protocols, n.º 31 (2013), pp. 147–200.
369
Antoine de Lalaing, “Voyage de Philippe”, op. cit., p. 183.
370
Para los distintos planes matrimoniales de los que se tiene constancia, vid. Jaime Elipe “¿Claustro o
matrimonio? El destino de las bastardas de la familia real aragonesa en el tránsito de la Edad Media a la
Edad Moderna (1468–1515)”. En prensa.
371
ACA, Real Cancillería, reg. 3515, f. 12v (4ª numeración). El príncipe Fernando a Luis Sánchez, el 26
de junio de 1472 desde Zaragoza.
372
Nos referimos a Carmen bucolicum, dedicado a don Alonso de Aragón y los Carmina ad Iohannam
Aragonum eminentissimi regis Hispaniarum filiam laus morum et litteraturae a doña Juana. También
146
que tenía en sus pupilos, y sobre todo en la joven, quien no sólo dominaba el latín sino
que se manejaba con soltura en muchas otras materias.373
Así pues, no cabe ninguna duda de que los dos hermanastros compartieron
residencia y maestro durante su infancia y pubertad. Posteriormente el lugar habitual de
domicilio de doña Juana dejó de ser Zaragoza para ir cambiando con cierta frecuencia.
En 1490 el rey encargaba a don Alonso que le remitiera una huérfana que tenía como
pupila la condesa de Aranda, para que se hiciera cargo de su crianza. A tal punto llegaba
su movilidad que tenían que mandarla «adondequiere que stuuiere».374 El Rey Católico
siempre estuvo bastante pendiente de su hija, presto a pagarle distintas sumas que
pudiese requerir: su matrimonio con el duque de Frías la situaba entre lo más granado
de la nobleza castellana. Sin embargo, más allá de la referida orden de 1490 sobre la
pupila, no hay ningún indicio más de las relaciones que pudieron tener los dos
hermanastros. Como de costumbre, el testamento podría ser una fuente muy interesante
de información.
Actualmente se conserva una copia simple del testamento de doña Juana de
Aragón. Aparte de que no da la impresión de que la duquesa de Frías tuviera un gran
patrimonio propio, por las modestas cifras que dejó, lo realmente interesante es que
únicamente se acordó en sus últimas voluntades de la familia de su marido, salvo dos
excepciones: su madre y doña Ángela de Aragón. Quería que se le dieran
«a Doña Angela de Aragon, mi sobrina un quentto de mrs y sea ymbrada a su madre
para ayuda de cassamientto y mas que esttemo que note ¿al? mienttras que assta que el
cassamiento estte conzerttado porque no se lo gastten en tantto. Suplico al condestable mi señor
que la ttenga por encomendada y la asientte con la reyna de aragon mi senora, porque ciertto yo
quiero a la dicha Doña Angela como si fuese mi hixa».
375
publicó dos obras más dedicadas a los reyes. Para la embajada del conde de Tendilla, vid. Juan Manuel
Martín García, “Fundator Italiae Pacis et Honoris: la aventura italiana del Conde de Tendilla”, Wad–al–
Hayara: Revista de estudios de Guadalajara, n.º 27 (2000), pp. 55–84.
373
Martin Früh, Antonio Geraldini (†1488). Leben, Dichtung und soziales Beziehungnetz eines
italianischen Humanisten am aragonesischen Königshof. Mit einer Edition seiner “Carmina ad
Iohannam Aragonum”, Münster, 2005, p. 79: «Ähnlich paränetischen Charakter hat carm. ad Ioh. 2, 13:
Ad inclytam Iohannam Aragonum eminentissimi regis Hispaniarum filiam laus morum et litteraturae.
Das Gedicht, in der 4. asklepiadeischen Strophe verfaßt, zeigt, daß Geraldini große Hoffnungen in seinen
Zögling setzte und daß er der Königstochter, die damals offenbar nicht nur über Kenntnisse des
Lateinischem, sondern auch über verschiedene andere Fähigkeiten verfügte, für die Zukunft eine ähnliche
Stellung zumaß, wie sie damals ihr Halbbruder Alfons in Zaragoza innehatte».
374
ACA, Real Cancillería, reg. 3567, f. 42v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 20 de octubre de
1490 desde Córdoba.
375
AHN, Sección Nobleza, C. 600, doc. 12 (olim leg. 180, doc. 36), f. 2v. Copia simple del testamento de
doña Juana de Aragón, 5 de marzo de 1509 desde Haro.
147
Desconocemos a qué rama de los Aragón pertenecía la dicha sobrina, ya que
para llevar tal apellido había de ser de la familia paterna y no hay constancia de la
existencia de ninguna mujer llamada así. Dejando este hecho a un lado, lo interesante es
que no menciona a ninguno de sus hermanastros por parte del rey, ni siquiera para algún
detalle. Es cierto que por su parte, don Alonso no se preocupó en su testamento mas que
por una persona fuera de sus familiares de primer grado; es difícil determinar si más allá
de sus años de crianza bajo la vara de Geraldini los dos hermanastros llegaron a
compartir algo más.
Finalmente, Fernando el Católico tuvo en su época de juventud dos hijas más,
cuyo caso es realmente interesante. Se trata de doña María y doña María Esperanza de
Aragón, ambas monjas agustinas en Madrigal. Con casi total seguridad se puede afirmar
que su padre el rey jamás tuvo noticia de su nacimiento –de madres distintas– y que fue
la reina Isabel quien decidió mantenerlas apartadas del siglo tras los muros de la casa
matricalense para evitar que las conociera. De hecho, hasta varios años después de la
muerte de Isabel, no hay ningún tipo de noticia sobre ellas ni correspondencia real hacia
sus personas. Como aparece reflejado en alguna publicación, el conocimiento de las dos
hijas, ya adultas, tuvo que tener lugar en torno a 1508 o los primeros momentos de
1509.376
Ambas tuvieron un papel destacado en la reforma de costumbres en distintos
lugares de la península. La mayor, doña María de Aragón, quien era la priora de
Madrigal, marchó en torno a 1511 o 1512 por orden de su padre el rey al monasterio de
Pedralbes, de la orden franciscana.377 Hacia 1521 se habían dado por concluidas las
tareas de vuelta a la normalidad en la casa barcelonesa, lo que supuso el regreso a su
vida previa. Durante este período indeterminado de unos ocho años doña María cumplió
su cometido pero no siempre in situ. Esto es conocido porque residió alguna temporada
con don Alonso, al menos así está registrado a mediados de 1513 –¿quizás fue un alto
en el camino hacia Pedralbes?–. Estas vacaciones estaban teniendo lugar en Ejea de los
Caballeros, lugar a donde «vyne con doña maria my hermana a causa que caragoça
estaua harto dañada de pestylensya», tal y como le explicaba a su padre el rey.378
376
Jaime Elipe, “Doña María Esperanza”, op. cit.
Jesús Miguel Benítez, “Agustinas de Madrigal de las Altas Torres del siglo XIV al XVII”, en
Francisco Javier Campos y Fernández de Sevilla (coord.), La clausura femenina en España, Vol. 1, 2004,
pp. 363–398, p. 380.
378
RAH, Colección Salazar y Castro, A–14, ff. 153r–154v, f. 153r. Don Alonso de Aragón a Fernando II,
11 de junio de 1513 desde Ejea de los Caballeros.
377
148
Aunque tampoco aparecen reflejadas en el testamento de don Alonso, esta convivencia
en edad adulta es bastante sugerente. Además, doña María de Aragón, muy
posiblemente debido a sus viajes a Pedralbes –a diferencia de doña María Esperanza,
quien no se debió de mover de la meseta– había congeniado bastante bien con el resto
de la familia de los Aragón. Cuando regresó de sus labores reformadoras, se detuvo en
Pedrola, sede de los estados del duque de Luna, con el ánimo de visitarlo. Al
encontrarse este fuera fue imposible el encuentro, le escribió una misiva en los
siguientes términos:
«Ilustre señor. Quando me vine de Pedraluas mucho qusiera estubiera Vuestra merced
en Pedrola para poder gozar de su vista. Pessome mucho por ello despues nunca he sauido nada
de la salud de su ilustre persona. Estoi con deseo de lo saber. En esta tierra hace mucho frio,
suplico a Vuestra merced me haga merced de vn enforro que traia yo que en oraciones lo
seruire, pues en lo demas argentum et aurum est michi. Y quedo suplicando a nuestro Señor
guarde y prospere su ilustre persona muchos años. Amen. A lo que Vuestra merced mandare.
Doña Maria de Aragon Priora».
379
Evidentemente las relaciones familiares del duque de Luna no son objeto de este
trabajo pero consideramos que son bastante ilustrativas de hasta qué punto en su edad
adulta habían trabado amistad estos distintos miembros de la familia. Por lo tanto, si
estuvo una temporada residiendo con don Alonso, podríamos inferir que también habría
unas muestras de cariño similares. Para finalizar este epígrafe, baste decir que de la
última hija ilegítima del Rey Católico no se conservan vestigios de que tratase
directamente con el arzobispo de Zaragoza aunque no habría que descartarlo, al menos
por la vía epistolar.
c. La descendencia de don Carlos de Aragón, príncipe de
Viana
Para concluir con los miembros de la familia por parte de padre, se encuentra la
descendencia que tuvo su tío, el difunto don Carlos quien fuera príncipe de Viana
(1421–1461). Como es conocido, de su matrimonio con Inés de Cléveris no obtuvo
ninguna descendencia, pero a la muerte de su esposa la obtuvo en distintas mujeres.
Fueron tres, una mujer y dos hombres. Sus fechas de nacimiento, como era habitual en
la época, se conocen de manera aproximada. De cualquier forma, en orden de
379
RAH, Colección Salazar y Castro, C–52, f. 393r. Doña María de Aragón a don Juan de Aragón duque
de Luna, el 23 de noviembre de 1521 desde el convento de Nuestra Señora de Gracia en Madrigal.
149
nacimiento fueron: doña Ana de Aragón y Navarra (ca. 1443–1477), don Felipe (ca.
1455–1488) y don Juan Alonso (ca. 1459–1526).
Como puede observarse por los momentos en los que cada uno falleció,
realmente el que más tiempo vital coincidió con don Alonso de Aragón fue su primo
don Juan Alonso, ya que el resto murieron o cuando ese era un niño o un adolescente.
De doña Ana se conoce que contaba con una proverbial belleza y fue prometida al
conde de Medinaceli, don Luis de la Cerda. Al menos desde mediados de 1470
comenzaron a tratar los términos de la boda,380 que tendría finalmente lugar al año
siguiente. Además de que es un personaje del que nada se conoce más allá de estos
datos, al haber muerto cuando don Alonso no era aún ni siquiera arzobispo de Zaragoza,
su figura nada puede aportarnos a las relaciones familiares que pudieron haber
mantenido.
El siguiente primo del prelado fue don Felipe de Aragón y Navarra, personaje de
gran relevancia en su época. Tras haber vivido en la Barcelona rebelde a Juan II durante
su infancia, pasó al servicio del rey, quien le labró una prometedora carrera eclesiástica.
De hecho, llegó a ser arzobispo de Palermo y poco después, Fernando II le concedió el
maestrazgo de Montesa en 1484. Aunque su cursus honorum fue al servicio de Dios, su
vida estuvo volcada siempre en las armas, muriendo de un disparon nazarí en los
alrededores de Baza en 1488. No se tienen evidencias de ningún tipo de que tuviera
alguna relación con su primo don Alonso, más allá de que coincidirían en la corte o
actos públicos.
Sin embargo, con el benjamín del príncipe de Viana sí existió relación y muy
estrecha.381 Don Juan Alonso de Aragón y Navarra, al igual que su hermanastro, estuvo
380
RAH, Colección Salazar y Castro, M–20, ff. 195r–196r. Compromiso del príncipe Fernando con don
Luis de la Cerda conde de Medinaceli, el 13 de julio de 1470 desde Dueñas: «Sea a quantos esta carta
vieren como yo Don Fernando por la gracia de Dios Principe de Castilla y de Leon, Rey de Sicilia,
primogenito de Aragon, otorgo y conosco que debo y he a dar y pagar a vos Don Luis de la Cerda Conde
de Medinaceli mi primo 10.714 florines de oro en oro y del cuño de Aragon y de buen oro y justo peso,
los quales dichos 10.714 florines de oro en oro vos he de dar y pagar y vos lo prometo para complimiento
de los 30.000 florines de oro en oro que vos han de ser dados en dote y en casamiento con Doña Ana de
Aragon mi sobrina, por razon que vos tenedes prometido y asentado de casarvos con ella por palabras de
presente».
381
Los principales trabajos existentes sobre este personaje son los siguientes: Ramón de Huesca, Teatro
histórico de las iglesias del reyno de Aragón. Tomo VI. Estado moderno de la Santa Iglesia de Huesca,
Pamplona, 1796, p. 309; Francisco Diego de Aynsa, Fundación, excelencias, op. cit., p. 425. Respecto a
los trabajos más recientes, se encuentra el ya clásico de Ricardo del Arco y Garay “El obispo don Juan de
Aragón y Navarra, hijo del Príncipe de Viana”, Príncipe de Viana, n.º 42–43 (1951), pp. 39–82; más
acertado y completo es el de Antonio Durán Gudiol, “Juan de Aragón y de Navarra”, op. cit.; el último,
150
encaminado a la Iglesia desde su juventud.382 Recibió la abadía de San Juan de la Peña
en 1476, a la que renunció en 1482, para recibir la diócesis de Patti y este, finalmente,
fue intercambiado en 1484 por el obispado de Huesca. Este beneficio fue el último que
le concedió la Corona y en él se mantuvo hasta su muerte, estancándose de esta manera
su carrera eclesiástica. Esta brusca detención de su trayectoria beneficial llama
poderosamente la atención, sobre todo en comparación con otros miembros de la familia
real, siempre en continuo acrecentamiento. Lo más probable es que esto fuera debido a
sus muy escasas capacidades intelectuales, tal y como se ha afirmado recientemente.383
Lo cierto es que los dos primos mantuvieron una estrecha relación, muy
posiblemente de tipo paternal por parte de don Alonso de Aragón hacia el obispo de
Huesca, a pesar de ser este diez años mayor. Durante los lamentables episodios que
protagonizó don Juan Alonso desde finales de 1491 hasta 1495 es cuando más se puso
de manifiesto esta actitud. En este lapso de tiempo, el rey pugnó agriamente para que su
sobrino expulsase a una cuadrilla de parásitos que lo arrastraban a situaciones
indecorosas, algo que costó bastante tiempo y esfuerzos.384 A pesar de que se los
consiguió expulsar, estas personas hacían su voluntad con la persona de don Juan
Alonso y su patrimonio, llegando incluso a contravenir las órdenes reales y vejar al
vicario general de la diócesis, entre otros altercados de mal ejemplo. Por su parte, el
obispo también protagonizó algún episodio lamentable, como huir de su ciudad para
marchar junto a don Alonso de Aragón a Zaragoza.
La misión del arzobispo era, como lugarteniente general, hacer cumplir la
voluntad regia, si bien fue bastante condescendiente con su limitado primo. En varias
ocasiones vivió en la capital del reino sin que, en apariencia, se hiciera mucho por
evitarlo.385 De hecho, a tal punto llegó el asunto que, pese a la orden de Fernando II de
residir en Huesca, en julio de 1493 se animó el obispo a acompañar a don Alonso en su
un esbozo biográfico en Carlos de Ayala Martínez, Diccionario biográfico español, Tomo IV, Madrid,
2009, p. 683. Voz: Aragón y Navarra, Felipe de.
382
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., f. 655v: «En este año [en 1478] don Juan de Aragon y
Navarra nieto de la Magestad del Serenisimo Rey de Aragon don Juan de buena memoria y hijo del
Principe don Carlos era Abbad de San Juan de la Peña de la orden de San Benito en la diocesis de Jacca y
Prior de la Iglessia collegial de nuestra Señora del Pilar de Çaragoça».
383
Jaime Elipe, “Sangre real e imbecillitas”, op. cit., passim.
384
Ibidem, pp. 86–91.
385
ACA, Real Cancillería, reg. 3665bis, f. 140v. Fernando II a Miguel Asensio vicario general, el 2 de
mayo de 1492 desde Santa Fe: «Vicario general. […] tambien diz que fastagora no es ydo el dicho obispo
a huesca; antes se sta en çaragoça lo que nos desplaze mucho. E porque en toda manera queremos que se
entienda con diligencia en la refformacion de su casa, le tornamos a screuir que luego se vaya a residir en
su diocesi y que no parta en cosa del gouierno vuestro».
151
viaje a la corte, que estaba en esos momentos en Barcelona. El comentario que le
dedicaba su tío no dejaba lugar a dudas: «acordasseos deue como en dias passados vos
mandamos que fuessedes a residir en vuestra yglesia y diocesis y que estouiessedes en
ella como buen prelado deue star».386 A pesar de que don Juan Alonso no llegó a poner
sus pies en el entorno áulico, es destacable que, como es patente, el arzobispo de
Zaragoza tuvo poco interés en que su primo residiese o no en su sede episcopal. En
marzo de 1494, se volvió a dar un caso similar, huyendo a la cabecera del reino de
nuevo, quizás tras una discusión con las personas que lo gobernaban:
«agora hauemos sabido que el dicho obispo es venido a essa ciudad e dize que quiere
star ahi y porque el no puedestar en ninguna parte tambien como en su obispado para que las
cosas susodichas se fagan segund nuestra intencion y como cumplea al descargo de nuestra
conciencia le scriuimos e mandamos que luego se vuelua a huesca y ste a ordinacion del dicho
su vicario general en todas las cosas segund por nos fue proueydo ca es persona que creemos
mirara bien lo que cumple al seruicio de dios y al descargo de nuestra real consciencia y al bien
del dicho obispo por ende vos encargamos que vos mandeys al dicho obispo que ponga luego
por obra lo que le screuimos y mandamos e no consintays que ste vn dia mas en essa
ciudad».
387
Los motivos que llevaron a don Alonso a tolerar la compañía reiterativa de su
primo en contra de las órdenes reales es una incógnita, sobre todo porque el asunto
llevaba alargándose varios años. Al no conservarse documentación inversa, del
arzobispo a Fernando II no podemos conocer con exactitud las razones que pudo
esgrimir ese. Posiblemente valorase que su desdichado primo podría estar mejor en su
entorno que en Huesca donde, por una parte lo empujaban a una vida indecorosa –y
arruinada económicamente– y por otra lo tenían en estado de policía, quizás demasiado
estricto para lo que podía tolerar el débil hijo del príncipe de Viana.
Dejando estos penosos e ilustrativos sucesos a un lado, más o menos de forma
paralela discurrió otro asunto en el que los dos primos contravinieron los designios
reales. Se trataba, a comienzos de 1492, de unos problemas sobre unas rentas y tierras
del abadiado de San Juan de la Peña, con cuyo abad se encontraban enfrentados los dos
prelados, al punto de secuestrarle algunas propiedades. El titular de la casa pinatense era
fray Francisco Casisi, religioso que en 1478 había embaucado a don Juan Alonso de
386
ACA, Real Cancillería, reg. 3571, f. 88v. Fernando II a don Juan Alonso de Aragón y Navarra, el 5 de
julio de 1493 desde Barcelona.
387
ACA, Real Cancillería, reg. 3611, f. 43r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 16 de marzo de 1494
desde Medina del Campo.
152
Aragón para que se la resignase, aprovechándose de su escasa inteligencia. El rey les
exigía que dejasen el asunto en manos de unas personas designadas por él y mandasen
procuradores con plenos poderes para poder solucionar el asunto de manera pacífica.388
Este negocio estaba estrechamente relacionado con lo anteriormente descrito, ya que, al
parecer, todo venía producido por el alto nivel de endeudamiento que había desarrollado
don Juan Alonso. Su antiguo maestro, Casisi, habría aprovechado la coyuntura –¿en
connivencia con sus corruptos administradores diocesanos?– para prestarle alguna
suma; al no poderla pagar habría ejecutado sus deudas. Así el caso, la monarquía pagó
varias de sus deudas:
«y por dar fin y conclusion a aquellas hauemos [las diferencias entre Cassissi y los dos
primos] menester saber que es lo que vosotros haueys pagado por las deudas del dicho obispo
de huesca de las rentas de su abbadiado e a quien dezimos vos por ende y mandamos que luego
nos embieys la menta por extenso de todo lo que haueys pagado de las dichas rentas por las
dichas deudas del dicho obispo de huesca expecificando en aquellas assi las quantidades que a
389
vosotros mismos haueys pagado como las que a otras qualesquiere personas haueys dado».
En esta ocasión, todo indica que el citado fray Francisco Casisi, aunque persona
de dudosa moral y que había obtenido su abadiado con malas artes, tenía la razón en el
pleito.390 Prueba de ello es que Fernando II mandó restituir los bienes inmuebles que los
primos le ocuparon391 y también ordenó que se le pagasen unos dineros que don Alonso
de Aragón había mandado secuestrar, 6.000 sueldos –272 ducados–.392 Tanto que el rey
le diera la razón al abad de San Juan de la Peña como que a fines de 1495 el asunto de la
irresidencia –así como los escándalos domésticos– de don Juan Alonso finalizaran con
388
ACA, Real Cancillería, reg. 3667, f. 180v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 27 de enero de
1492 desde Granada.
389
ACA, Real Cancillería, reg. 3667, f. 181r. Fernando II a los hermanos Pedro y Miguel Torrero, el 27
de enero de 1492 desde Granada.
390
Francisco Casisi no sólo pasó a la historia por haber engañado a su débil discípulo, sino que no gozó
de ninguna reputación –buena– dentro del monasterio. Vid. Juan Briz Martínez, Historia de la fvndación y
antigvedades de San Ivan de la Peña y de los Reyes de Sobrarve, Aragon y Nauarra que dieron principio
a su real casa, Juan de Lanaja, Zaragoza, 1620, p. 862: «Don Francisco Casis, por renunciacion de don
Iuan de Aragon su discipulo, dió ocasion de artos pleytos, a esta Real casa, fue Frayle Francisco
Claustral, y nacido en Cicilia, en cuyo largo gouierno, resultaron graues daños, para este monasterio, que
aun se lloran: lleuole Dios, en 26 de Nouiembre, del año, de 1522. no me consta su sepultura».
391
ACA, Real Cancillería, reg. 3667, f. 181v. Fernando II a Sancho Pérez de Pomar, el 27 de enero de
1492 desde Granada: «luego en recibiendo la presente restituyades e integredes aquella con todas sus
heredades y tierras al dicho abbat».
392
ACA, Real Cancillería, reg. 3667, ff. 181r–v. Fernando II a los hermanos Pedro y Miguel Torrero, el
27 de enero de 1492 desde Granada: «de los fruytos y rendas que recibido haueys del dicho abadiado y en
vuestro poder stan por virtut del sequestro prouehido por Johan capata assi como comissario que se dixo
del dicho Arçobispo de caragoça». Uno de los motivos que el rey esgrimía era que Casisi se encontraba
«en necessidat y lo seria en mayor antes que las dichas differencias sean por nos terminadas si no le
mandassemos socorrer e subenir de alguna cosa».
153
éxito cambió en alguna manera la actuación del arzobispo respecto a su primo. Quizás
también influyera una mayor experiencia vital, pero en 1497 el obispo de Huesca volvía
a sufrir agravios de Casisi y el hijo del rey se mantuvo a la espera de las órdenes reales.
Las otras veces lo había cobijado en Zaragoza en contra del mandato regio o había
procedido a secuestrar bienes y rentas del abad sin ningún reparo, esta vez no fue así en
absoluto. De hecho, tuvo que ser el monarca quien le indicase qué hacer:
«El Rey. Illustre y Reuerendo Arçobispo nuestro muy caro e muy amado fijo e
logarteniente general. Entendido hauemos que al tiempo que se fizo el concierto e buena
pacifficacion dentrel obispo de huesca vuestro primo y el abbat de sant joan de la peña quedo
concertado que el dicho abat se passasse a todas las deudas y de su propria renda paguasse
satiffiziesse a los deudores agora dize se que alonso de mur que hauia de cobros cierta quantia
visto quel abbat no cumple con el cornarse al dicho obispo e le da mucha vexacion por ello e
como quiere quel obispo ha embiado persona propria sobrello al dicho abbat diz que no
solamente no lo ha fecho mas ahun se scondio e no permittio que se le fablasse en lo qual el
dicho obispo pretiende ser mucho agrauiado. E porque nuestra voluntat es que sobresto se faga
deuida prouision. por ende encargamos vos que luego hayays vuestra informacion sobresto y si
assi es que las dichas deudas quedaran a cargo del dicho abat de las pagar luego le apremiareys
por los terminos deudos de justicia que cumpla el dicho concierto».
393
¿Se produjo algún cambio en la relación entre los dos primos? De lo que no cabe
duda es que, como mínimo, el modus operandi de don Alonso al respecto había dado un
giro copernicano. Posiblemente, se debiera a una edad más experimentada –en torno a
los 28 años–. Don Juan Alonso acompañó a su primo en algunos de los momentos más
importantes del cambio de siglo. El principal de estos fue el día de su consagración, el 7
de noviembre de 1501, momento a partir del cual no hubo marcha atrás en su carrera
eclesiástica.394 También se encontró presente junto a su poderoso familiar poco después
con motivo de la llegada de los archiduques Juana y Felipe a Zaragoza.395 El siguiente
393
ACA, Real Cancillería, reg. 3576, f. 60v. Fernando II a don Alonso de Aragón, 29 de agosto de 1497
desde Medina del Campo.
394
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., f. 732v: «se ordeno de missa con particular
dispensacion y breue del Sumo Pontifice en el monasterio de Sancta fee que esta fundado en la Ribera de
la orba a legua y media de esta Ciudad. A 7 de Noviembre año de 1501. Los obispos que se hallaron
presentes a este acto fueron Don Juan de Aragon y Nauarra hijo del Principe Don Carlos de nauarra
Obispo de Huesca don Juan Ortega obispo de Calahorra, Don Guillen Ramon de Moncada Obispo de
Taraçona Juan Crespo obispo ussellense y Juan Serra obispo de Bona nunca dixo missa sino la
consagraçion de Presbitero». Curiosamente no estuvo presente, o no consta entre los asistentes, en la
consagración episcopal que tuvo lugar el día siguiente.
395
Lorenzo de Padilla, Crónica de Felipe I, CODOIN VIII, Madrid, 1846, pp. 88–89: «Y el dia que
entraron en Zaragoza les fué hecho grand rescibimiento por Don Alonso de Aragon y Monreal hijo
bastardo del Rey, y D. Cárlos obispo de Huesca, sobrino del Rey, hijo bastardo del Príncipe D. Carlos su
154
momento crítico –y último– en el que se tiene constancia de la actuación de los dos
prelados conjuntamente, siempre bajo la batuta de don Alonso, es para el caso de la
coadjutoría del obispado de Huesca. De este litigio se ha hablado anteriormente y en él,
en nuestra opinión, poco puede verse de fraternidad entre los primos sino el interés de
colocar a don Alonso de Castro, sobrino del arzobispo en la mitra oscense.
d. Otros
Un familiar de especial relevancia en la vida de don Alonso de Aragón fue el III
conde de Lerín, don Luis de Beamont. Este era hijo del II conde y de doña Leonor de
Aragón, hija ilegítima del rey Juan II de Aragón. De la condesa, comprometida a
comienzos de 1468 con el belicoso noble navarro, no se conoce prácticamente nada mas
que tenía una relación estrecha con la familia real, especialmente con su hermanastro el
Rey Católico.396 Este se mostró en numerosas ocasiones muy atento con su salud, que
debido a su avanzada edad, se encontraba delicada en torno a las fechas de la conquista
de Navarra; es más, don Alonso fue encargado de acomodarla en la villa de Fréscano,
propiedad de los vizcondes de Évol: todo quedaba perfectamente delimitado por la
familia.397
Aparte de estas notas anecdóticas, la vinculación entre el arzobispo y el III
conde de Lerín fue especialmente estrecha, especialmente durante sus primeros años.
De este se desconoce cuándo nació, pero teniendo en cuenta el momento del
matrimonio de sus padres, es de esperar que su edad fuera cercana a la de don Alonso.
Desde jovencito se encontró en la corte arzobispal, sirviéndolo como paje desde abril de
1481.398 Aparte de esperar un acrecentamiento para su hijo, uno de los motivos para
hermano; y salieron el Duque de Luna y Conde de Aranda, y el Conde de Belchite, y D. Blasco de
Aragon, y D. Felipe de Castro, y D. Jayme de Luna, y Joan Fernandez de Heredia gobernador de Aragon,
y otros muchos caballeros gentiles hombres». Aunque Padilla erró con el nombre, está claro por la
descripción que era él.
396
Jaime Elipe “¿Claustro o matrimonio?”, op. cit.
397
AGS, Cámara de Castilla, Ced 7, 241, 1. Fernando II a don Alonso de Aragón, 25 de marzo de 1508
desde Burgos: «Illustre y Reuerendo arçobispo muy caro y muy amado hijo y lugarteniente general
porque la condesa nuestra hermana no se halla bien de salud donde esta rogamos vos deys horden como
ella luego se pase a frescano a casa de un sobrino que alli estara muy bien asi para su salud como para
estar cerca de su marido. En burgos a xxv de marco de quinientos viii. Yo el Rey. Cunchillos».
398
ACA, Real Cancillería, reg. 3616, ff. 7r–7v. Fernando II a Gabriel Sánchez tesorero general, 22 de
mayo de 1484 desde Tarazona: «paguedes al noble magnifico e amado consejero e camarlengo mayor
nuestro don pedro nuñez cabeca de vaca tutor e curador de la persona e bienes del Illustre don Alfonso
nuestro fijo Dizisiete mil setecientos setenta sueldos jaqueses los quales le son deuidos por quanto
aquellos de nuestro expresso verbal mandamiento ¿cassa? como tutor e curador sobre dicho ha bistraydo
dado e paguado a las personas e por las causas e razones infrasiguientes. Primeramente que dio pago al
egregio don luys de beamunt nuestro sobrino patge del dicho Illustre arcobispo por su acostamiento e
quitacion que el dicho nuestro fijo tiene a razon de quatro mil sueldos a cada hun anyo ocho mil sueldos
155
mandarlo a Zaragoza debió de ser la turbulencia política de la Navarra finisecular, en la
que el condestable de Navarra era siempre uno de sus principales protagonistas.
Gonzalo Fernández de Oviedo, como a casi todo el mundo prominente de su
época, lo trató en persona. El Alcaide, siempre petulante con el Sereno, le hacía una
descripción de su persona:
«podés creer que fue mejor dispuesto que su padre, aunque su estatura era más cercana
de pequeña que no de alto. Fue gentil cavallero e tubo buenas partes de señor, e no le faltaron
pendencias e trabajo como al condestable biejo su padre, pero de todas ha salido bien, e no a
seydo tan largo de conciencia como su antecesor, antes fue muy devoto e muy bien
acondicionado e de conversación loable e muy bien hablado».
399
Parece ser que no únicamente fueron de carácter las diferencias que guardaba
con su progenitor, personaje colérico y sanguinario donde los hubo. El Sereno reseñaba
en sus largas explicaciones que las relaciones paterno–filiales no fueron especialmente
fluidas, lo que trajo aparejado que «el condestable viejo no le tractaba ni ayudaba a don
Luis su hijo, como fuera menester, ni aún creo que podía, porque tuvo poco».400 Esta
afirmación categórica tenía un fondo de verdad, ya que el II conde, siempre moviéndose
en la cuerda floja en sus relaciones con los reyes de Navarra, pudo disfrutar de pocas
rentas. De hecho, la manutención de su hijo corrió siempre, durante su juventud, a costa
del arzobispado de Zaragoza. El propio ayo de don Alonso, el caballero Pedro Núñez
Cabeza de Vaca, había tenido que pagar de su bolsillo un caballo para don Luis, por el
que desembolsó 100 florines –unos 73 ducados–.401 Dinero que el anciano Pedro Núñez
jamás vio en vida.402
La amistad entre los dos primos debió de ser duradera. A diferencia de otros
casos, se cuenta con un testimonio directo del tiempo que residió en la corte arzobispal.
los quales son de dos anyadas mas cerca passadas A ssaber es del primer dia del mes de abril anyo mil
cccclxxxi que comenco a seruir al dicho Illustre nuestro fijo fasta el vltimo dia del mes de março anyo mil
cccc l xxxiii».
399
Gonzalo Fernández de Oviedo, Batallas y quinquagenas, op. cit., Bat. I, Quin. III, Diál. XXXI, p. 333.
400
Ibidem, p. 334.
401
ACA, Real Cancillería, reg. 3642, ff. 111r–v. Fernando II a Gabriel Sánchez tesorero general, el 29 de
agosto de 1486 desde Ponferrada. Apud Antonio de la Torre, Documentos sobre las relaciones
internacionales de los Reyes Católicos, Vol. II, Barcelona, 1950, doc. 55: «nobili, magnifico et dilecto
consiliario et camarlengo nostro Petro Nunes Cabeça de Vaca, aut procuratori suo, centum florenos auri
et in auro et recti ponderis, aut eorum iustum valorem; et sunt in compensam et precium cuiusdam equi
sui, quem ab eo sumpsimus, quemque dedius Ludouico de Biamunt, filio comitis de Lerin».
402
ACA, Real Cancillería, reg. 3616, ff. 195r–v. Fernando II al maestre racional, el 30 de marzo de 1493
desde Barcelona. Apud Antonio de la Torre, Documentos sobre las relaciones internacionales de los
Reyes Católicos, Vol. IV, Barcelona, 1962, doc. 74.
156
Don Alonso afirmaba que el «condestable de Navarra, porque es mi primo hermano y lo
tuve fasta ser mancebo diez o doce años continuos en mi casa».403 Por lo tanto, don Luis
de Beamont debió de permenaecer desde 1481 hasta algún momento cercano al fin de la
Guerra de Granada (1492). Cuando el II conde se encontraba, por enésima vez,
intentando recuperar sus bienes patrimoniales en Navarra, su primogénito estaba en la
ciudad de Huesca, donde también pasaba unos días el arzobispo –¿fruto de la casualidad
o sin despegarse del que podía ser su principal valedor?–. Mientras jugaba al ajedrez
con Gonzalo Fernández de Oviedo, llegó un agitado paje de don Alonso para
comunicarle la buena nueva: su padre y los suyos habían conseguido acabar con César
Borja (12 de marzo de 1507). Rápidamente fueron a la casa donde residía el prelado
para que les diera los pormenores de la ocasión. Como «no estaban bien avenidos» el
condestable con su hijo, don Alonso decidió que lo mejor era que el futuro III conde
marchase con gente de guerra a ayudar al viejo don Luis de Beamont, suceso que
restauró la armonía familiar.404 En este año, cuando los reyes de Navarra despojaron al
conde de Lerín de su patrimonio, «el Arçobispo mando juntar en Taraçona hasta
trecientas lanças entendiendo el Rey quedaria seruido que se diesse todo fauor al
conde». Sin embargo, tuvo que licenciar a sus tropas –dispuestas a intervenir– al
entender que su padre el rey «respondia tiuiamente» en el asunto; algo muy habitual en
su enigmática forma de gestionar la política navarra.405
Poco tiempo después, a la muerte de Fernando el Católico, el temor a una
invasión de Navarra desde el otro lado de los Pirineos era un hecho palmario. Para la
primavera de 1516 se tenía como cosa segura que el ejército de los Albret entraría por
algún punto para intentar recuperar sus antiguos estados peninsulares. El principal
problema que don Alonso percibía desde su sede episcopal era la disensión existente
entre el virrey don Fadrique de Acuña y el condestable su primo; al parecer el primero
quería apresar al segundo por alguna rencilla familiar. Por ello mismo, el arzobispo no
veía sensato que se mantuviera esa situación por varios motivos, puramente prácticos.
El primero de ellos era que estando ad portas de un ataque, no se podía prescindir de un
403
BNE, mss. 20209, 21, 3, 1r–4r. Instrucciones de don Alonso de Aragón a Luis Carroz de lo que tenía
que hablar con Margarita de Austria, el 2 de abril de 1516 desde Zaragoza. Apud Bartolomé Leonardo
Argensola, Anales de Aragón, op. cit., pp. CCCLX. También se encuentra íntegro en Diego José Dormer,
Anales de Aragón, op. cit., pp. 46–57.
404
Gonzalo Fernández de Oviedo, Batallas y quinquagenas, op. cit., Bat. I, Quin. III, Diál. XXXI, p. 335:
«En fin, el señor arzobispo despachó esa mesma noche a don Luis en socorro e favor de su padre, e
proveyó de gente de a pie e de a caballo de la frontera, que fuesen con él. Desta manera volvió en gracia
del condestable su padre; e llegó a buen tiempo. E después eredó».
405
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., f. 738v y 739r.
157
señor tan importante. El segundo era también obvio, don Luis era el líder de la facción
beamontesa y principal valedor de la monarquía hispánica en Navarra, sobre todo
teniendo en cuenta que el mariscal, cabecilla de los agramonteses, seguía siendo
enemigo del príncipe Carlos. La propuesta de don Alonso para solucionar el tema era
sencilla, cambiar al virrey de Navarra «el cual es buen caballero por cierto y deudo mío,
mas es mancebo y no tiene experiencia de gobernar».406
La protección de don Alonso a la casa del conde de Lerín fue un asunto presente
durante todo el tiempo en el que el príncipe Carlos permaneció en los Países Bajos.
Como se ha visto, intercedió por él en la corte flamenca especialmente ante Margarita
de Austria; también lo hizo en España ante el cardenal Cisneros, quien gobernaba la
Corona de Castilla. Aparte de ponerlo en buenos términos con el anciano franciscano,
también intercedió para que no se le derribasen –al menos por el momento– ninguna de
sus fortalezas; el fraile había mandado arrasar prácticamente todas las torres y castillos
de Navarra para facilitar la concentración de la defensa. Es más, sus criados tenían que
esperar a que don Luis llegase a la residencia de aquel para que mediaran en la
entrevista y consiguieran un desenlace armonioso entre ambos.407 Quizás por las buenas
artes de su primo, quizás porque únicamente los problemas los tuvo con la facción del
virrey de Navarra, lo cierto es que poco después Francisco Jiménez de Cisneros
ordenaba a su secretario que se le diera todo el favor posible al condestable:
406
BNE, mss. 20209, 21, 3, 1r–4r. Instrucciones de don Alonso de Aragón a Luis Carroz de lo que tenía
que hablar con Margarita de Austria, el 2 de abril de 1516 desde Zaragoza. Apud Bartolomé Leonardo
Argensola, Anales de Aragón, op. cit., pp. CCCLX. También se encuentra íntegro en Diego José Dormer,
Anales de Aragón, op. cit., pp. 46–57. «Después, por algunos enojos que diz que pasaron entre el visorrey
y el condestable, díjose aquí que el visorrey lo quiso prender al tiempo que el rey don Juan con el
mariscal estaban para entrar en aquel reino; y porque yo no podía presumir del condestable cosa que no
fuese buena para el servicio de Su Alteza, envié un hombre muy fiado de mi casa por saber dél lo que
había sido y en qué estaba, y diz que con todas las salvas que como caballero y buen cristiano podía facer,
salvo que no podía juzgar por qué el visorrey le quisiese facer aquella afrenta y mala obra, sino que
nasciese de ciertas pasiones e intereses que había entre el condestable y Duque de Alba, tío del dicho
visorrey, mas que él pondría en poder de quien yo quisiese su mujer y fijos y fortalezas para que se viese
su limpieza y fuena fe, e que proveyese el que el visorrey no le podiese facer aquellos malos tratamientos.
Diréis la mutación del visorrey y la ida del condestable a Madrid. […] he escripto al cardenal y
embajador de Su Alteza faciéndoles saber todo lo susodicho, y que era mi parecer, como en muchas veces
les he escripto, que pongan en aquel reino otro visorrey de mayor experiencia que don Fadrique […]. No
sé si lo proveerán, mas certificaréis a Su Alteza que cumple a su servicio que se faga, y que se les debe
mandar escrebir que, como estoy aquí vecino de aquel reino, sé que es cierto lo que digo».
407
AGS, Estado, Corona de Castilla, leg. 3, 119. Instrucciones de don Alonso de Aragón a Antón Moreno
de Onaya de lo que tenía que hablar con el cardenal Cisneros, el 27 de julio de 1516 desde ¿Zaragoza?
Aunque el documento viene sin fechar, Dormer ofrece un resumen de unas instrucciones en el mismo
tenor; vid. Diego José Dormer, Anales de Aragón, op. cit., pp. 64–66. También en la misma fecha se
encuentran las mismas instrucciones pero ampliadas, como si la carta se hubiera decidido retocar y
mejorar momentos antes de ser enviada, vid. RAH, Colección Salazar y Castro, A–16, ff. 127r–129v, f.
127v: «Quando el condestable fuere llegado a Madrid y a de tener fablado al Señor Cardenal y ajuntaseis
con el condestable para acompañarle y entender juntos en el casa (sic) expedicion».
158
«Venerable diego lopez de ayala: ya sabeys lo mucho que ha servido el señor
condestable de navarra y la persona qu’es y lo que meresce: enbia agora a su alteza sobre ciertos
negocios que a él le convienen mucho: os encargamos que en todo lo que allá se ofreciere que le
toque hagays todo lo que pudieredes, y hableys sobre sus cosas a las personas que fuere
menester, para que ayan buen despacho, ynformando de quien es y lo que ha servido, que en
408
ello me hareys mucho placer y seruicio».
El último momento en la que los primos estuvieron juntos tuvo que ser con
ocasión de la visita real a Zaragoza en 1518 y la celebración de cortes en la misma. Allí
se recibió una embajada del jeque de Argel, quien envió para tal evento a su propio hijo.
Este decidió convertirse al cristianismo tomando el nombre de Carlos de Aragón –en
honor al príncipe, evidentemente–. El interés de este evento radica en que sus padrinos
de boda fueron el marqués (margrave) de Brandeburgo y don Luis de Beamont; siendo
esta la última estancia conjunta de los dos primos de la que se tiene constatación
documental.409
408
Cardenal Cisneros a su secretario Diego López de Ayala, 12 de noviembre de 1516 desde Madrid,
apud Pascual Gayangos, Cartas del cardenal Don Fray Francisco Jiménez de Cisneros, dirigidas a Don
Diego López de Ayala, Imprenta del Colegio de Sordo–Mudos y de Ciegos, Madrid, 1867, carta
LXXXVI, p. 180.
409
RAH, Colección Salazar y Castro, A–17, f. 129r. 25 de octubre de 1518 en Zaragoza: «Domingo
Felices, beneficiado de la iglesia Metropolitana de Çaragoça, rigiente del curato [tachado] a 25 de
Octubre año 1518, en la misma sede bautizo al Noble Don CARLOS DE ARAGON, hijo del xeque de
ARGEL que auia sido sarraceno. Sus Padrinos fueron el Marques de Brandemburg y don Luys de
Veamont, condestable de Nauarra, las Madrinas Madama Francisca de Mombala y su hija Madama
Catalina, los testigos deste bautizo el Reuerendo don Juan diez, sacristan Mayor del Rey don Carlos y
Juan Gonzalez de villasimpliz, cauallero. En testimonio de verdad afirmo auer pasado esto assi el
Reuerendo Juan Marton, Obispo de Bricia, canonigo de la misma sede, y vicario general del Arçobispado
de Çaragoça para Arcçobispo don Juan de Aragon (sic)». Este último dato puede deberse a un error en la
copia, ya que don Juan no lo fue hasta 1520.
159
160
6. BIOGRAFÍA DE DON ALONSO DE ARAGÓN
El día 12 de febrero de 1520 don Alonso de Aragón le hizo entrega a su fiel
secretario Gaspar de Barrachina de un cuadernito sellado donde se encontraban sus
últimas voluntades. Doce días más tarde, tras una agonía de varias semanas, fallecía con
las primeras luces del día la persona que había querido dirigir, y en buena manera lo
habría conseguido, la vida terrenal y espiritual de los vasallos del Rey Católico. Casi
cuarenta años entendiendo en asuntos de gobierno, prácticamente toda la vida siendo
arzobispo de Zaragoza, un elenco dilatado de cargos eclesiásticos y sin embargo,
desapercibido y desconocido para historiadores.
Al igual que buena parte de la historia del período de los Reyes Católicos, hay
muchas lagunas en el conocimiento: una de ellas ha sido los hijos ilegítimos de
Fernando II. Pese al papel fundamental que desempeñó en el gobierno y que estuvo al
cargo de la Corona de Aragón mientras llegaba el príncipe Carlos, su persona no ha
recibido para nada las mismas atenciones y admiración que, desde poco después de su
muerte, recibió el cardenal Cisneros.
Que no tuviera estudios monográficos tras su deceso o hubiese sido puesto como
ejemplo del buen gobierno, no significa que haya sido desconocido totalmente. Desde el
siglo XVI han existido obras que han tratado su figura, bien como un personaje más
dentro de una narrativa histórica o como un individuo sobresaliente dentro del
episcopologio cesaraugustano. Más allá de esto, distintos historiadores de época
presente han señalado la necesidad de profundizar sobre su persona pero la tónica
habitual ha sido en indicar un problema conocido, no en ofrecer soluciones. De tal
manera, la información más completa sobre don Alonso de Aragón han sido las obras de
época moderna, especialmente las de la segunda mitad del quinientos.
El estudio más celebrado ha sido, posiblemente, el escrito por su hijo el
arzobispo don Hernando de Aragón, quien ha pasado a la historia por su considerable
sapiencia y fama de estudioso. No implica esto que su obra sea perfecta o muy precisa,
ya que adolece de algún defecto. Siempre fue tenida como referencia ya desde su época;
si bien jamás llego a estamparse en la imprenta ninguno de los libros que dejó escritos.
El principal de ellos es el que lleva por título De las dignidades eclesiasticas de Aragon.
En este, custodiado en la Real Academia de la Historia, don Hernando hacía una
161
recopilación de las distintas personas que ocuparon los principales puestos de
responsabilidad religiosa en el reino de Aragón o que tuvieran alguna vinculación con el
territorio –por ejemplo, el maestrazgo de Montesa, sito en el reino de Valencia–. A
pesar de que esta fue la lectura de cabecera de muchos historiadores, la extensión que el
prelado dedicó a su padre no fue especialmente extensa –4 folios manuscritos–.410 A lo
largo de sus líneas trataba de forma poco sistemática los distintos aspectos de la vida de
don Alonso: obras que emprendió, cargos desempeñados, hijos y algún hábito
conductual que le pudiera parecer reseñable, así como algún consejo respecto a quién
dejar como albacea, para no seguir el ejemplo de su padre.
De las dignidades tuvo importancia por ser escrita por una autoridad reconocida
como don Hernando; su escaso contenido en cuanto a don Alonso de Aragón no la
convierte, por lo tanto, en un escrito fundamental. El libro que sí ofreció el estudio más
extenso sobre el hijo primogénito del Rey Católico fue el del religioso Diego de Espés,
Historia Ecclesiastica de la Ciudad de Zaragoza desde la venida de J. C. Señor y
Redentor nuestro, hasta el año de 1575, compuesta y recopilada, por el Reverendo
Racionero, Maestro Diego de Espés, Archivero de la Santa Iglesia Metropolitana de la
Seo de dicha Ciudad, redactado en torno a 1598. Se trata de un estudio monumental de
los prelados cesaraugustanos, custodiado en el Archivo Capitular de la Seo de Zaragoza
que en el momento actual se encuentra en prensa. En él, su autor dedicó la mayor
extensión a don Alonso, quien cuenta con la nada despreciable cantidad de 100 folios
manuscritos. Es comprensible este volumen debido a que al fin y al cabo, su pontificado
fue el más largo de la historia de la diócesis –cerca de 42 años–.411 Diego de Espés fue
discípulo del cronista Jerónimo Blancas, de quien heredó su biblioteca particular. Ocupó
distintos cargos eclesiásticos, incluyendo la gestión del archivo diocesano, lo que le
permitió tener información de primer orden para sus investigaciones. Félix Latassa
definió su Historia diciendo que «esta Obra es de gran trabajo, y diligencia, y de
muchas, y exquisitas noticias. escrito digno de los ojos de los estudiosos, y alabada por
los naturales, y estrangeros, por su merito particular».412
Debido a su extensión, a diferencia de los escritos de don Hernando, Espés
empleó un orden cronológico para exponer los distintos acontecimientos que tuvieron
410
Hernando de Aragón, De las dignidades eclesiasticas, op. cit., ff. 89r–93v.
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., ff. 654r–753v.
412
Félix Latassa y Ortín, Biblioteca nueva de los escritores aragoneses que florecieron desde el año de
1600 hasta 1640, tomo II, Pamplona, 1799, p. 26.
411
162
lugar durante el pontificado de don Alonso. Sin duda, al que más espacio le dedicó fue
al asesinato del inquisidor Pedro de Arbués, los sucesos que siguieron así como el
sermón que le dedicó en latín el inquisidor abad de Aguilar, que se extiende este a lo
largo 10 folios. También prestó especial interés a las distintas procesiones rogativas o
penitenciales y eventos religiosos de todo tipo, dando cuenta en ocasiones de cómo
discurrían las reuniones del cabildo, algo de gran interés. Llama especialmente la
atención, que aunque no omitió los avatares políticos de la época hay un auténtico vacío
en el período posterior a las cortes de 1515, hasta la muerte del arzobispo.
Otras obras que trataron la figura del prelado fueron posteriores y aunque fueron
llevadas a la imprenta, no superaron a Diego de Espés. Más aún, lo toman como fuente
principal. Ofrecen unas síntesis de calidad al estar fundamentadas en una historia seria y
solvente como es la del referido archivero, pero reproducen exactamente los mismos
temas que le interesaron a este, por lo que el contenido temático –salvo en extensión– es
prácticamente el mismo.413 Es cierto que el padre Lamberto de Zaragoza ofreció alguna
noticia del período entre 1516–1520 que por su parte, Diego de Espés decidió callar.
Lo que se pretende en las páginas siguientes es ofrecer un elenco de aspectos
biográficos de don Alonso que ayuden a tener una imagen lo más completa de su
persona. No se trata pues de una biografía al uso si no de una serie de temas que
entendemos como relevantes para comprender su figura como un complejo sumatorio
de distintos asapectos. Por ello hemos intentado seguir las pautas que estudiosos como
Núñez García ofrecen.414
I. Los primeros pasos
Como se ha indicado, hay muchos aspectos de la vida de don Alonso de Aragón
que permanecieron incógnitos y no todos han podido dilucidarse con éxito en el
transcurso de la presente investigación. El primero de ellos es algo tan sencillo para las
personas del siglo XXI como el dónde y cuándo vino al mundo, mucho más complejo
para una sociedad preestadística.
413
Diego Murillo, Fundación milagrosa, op. cit., pp. 244–245; Martín Carrillo, Catalogus antistitum
caesaraugustanum, op. cit., pp. 25–26; Martín Carrillo, Historia del glorioso, op. cit., pp. 273–277;
Lamberto de Zaragoza, Teatro histórico, op. cit., pp. 53–65.
414
Estas son cinco: la primera es la búsqueda en el personaje características inexistentes en la
documentación; segunda son la propias fuentes disponibles; tercera es definir la actuación individual y el
contexto; cuarta, la dificultad de penetrar en la psique del biografiado; quinta, arrogarle valores que
tornen el trabajo científico en un mero elogio. Vid. Víctor M. Núñez García, “La biografía como”, pp.
211–212.
163
Lo habitual ha sido dar como lugar la villa de Cervera, en la actual provincia de
Lérida y la fecha, el año 1470, siguiendo el criterio de Diego de Espés. Realmente el
religioso no lo había extraído de ningún documento, sino que era lo se podía leer,
«segun parece por algunas memorias de aquel tiempo».415 ¿Algún papel que dejara
escrito don Hernando? La respuesta es negativa, lo tomó directamente de los Anales de
Zurita, quien decía –casualmente– que «parece en algunas memorias que don Alonso de
Aragón había nacido en aquella villa de Cervera en el año 1470». 416 La idéntica
expresión lo delata. Cervera aparece como el lugar más lógico de nacimiento ya que su
madre, doña Aldonza, se supone que residía allí. Don Hernando afirmaba que su padre
era «hijo del rrei catolico don fernando y de doña aldonza yBorra y de aleman y de
ceruera».417 Jerónimo Zurita por su parte tenía muy claro su origen. Así lo afirmaba
cuando, describiendo los sucesos de 1482, Fernando II quiso nombrar a su familiar el
conde de Cardona como lugarteniente general en Aragón. La negativa fue rotunda por
parte de sus vasallos y «en lo de la lugartenencia del conde de Cardona, el rey no puso
mucha fuerza, porque deliberó en proveer en ella a don Alonso de Aragón arzobispo de
Zaragoza, su hijo, como lo hizo, el cual por su nacimiento (que fue en la villa de
Cervera) y por parte de la madre (que era catalana) fue tan extranjero como el conde de
Cardona».418
Teniendo más o menos esclarecido su solar de origen, queda el asunto de la
fecha, algo bastante más complicado. Aunque hemos expuesto que parecen coincidir en
dar la fecha de 1470 –que es la que se ha transmitido–, ya Jaime Vicens Vives detectó
que esto era un error, puesto que tenía constancia documental de que al menos, en 1469
el pequeño don Alonso existía.419 Pues bien, paradójicamente podemos afirmar que
tanto los historiadores de época moderna como el medievalista tenían razón y a la par,
estaban equivocados.
415
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., ff. 655v–656r.
Jerónimo Zurita, Anales, op. cit., lib. XX, cap. XXIII.
417
Hernando de Aragón, De las dignidades eclesiasticas, op. cit., f. 89r.
418
Jerónimo Zurita, Anales, op. cit., lib. XX, cap. XLIV.
419
Jaime Vicens Vives, Historia crítica de la vida y reinado de Fernando II de Aragón, (ed. de Miguel A.
Marín Gelabert), Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2007, pp. 207–208. En medio de la campaña
contra los franceses, «lo cierto es que antes del 10 de marzo de 1469 era padre de un hijo, que fue
bautizado con el nombre de Alfonso –el futuro e ilustre arzobispo de Zaragoza–. Podemos precisar esta
fecha porque tal día poseemos un grupo de cartas, expedidas por Juan II, al objeto de que su enviado en la
corte pontificia, el obispo de Mallorca, gestionara en Roma la concesión de sus nietos don Juan y don
Alfonso del archidiaconato de Játiva y el archidiaconato de Daroca y el priorado de Roda,
respectivamente».
416
164
La fecha de 1470 es a todas luces errónea y los propios sabios del siglo XVI
tenían la respuesta en sus propios escritos. Yendo por orden, Zurita afirmaba que en
1475, a la muerte del arzobispo de Zaragoza don Juan I de Aragón, padre e hijo
«enviaron a suplicar al papa que tuviese por bien de proveer aquella iglesia en la
persona de don Alonso de Aragón hijo natural del rey de Castilla, que era de seis
años».420 Espés afirmaba algo similar respecto a este asunto, diciendo que don Alonso
era «hijo natural del Rey don Hernando el catholico que era de seys años y le huo de
diez y seys años». Es decir, daba la edad del príncipe cuando lo engendró o nació.421
Don Hernando también remachó la edad del joven Fernando, ya que era especialmente
importante para su discurso, escribiendo que «fue vastardo aunque podia ser ligitimo
porque el rrei i ella eran sueltos y de edad de diez y seis anños».422 Por lo tanto, está
claro que las cuentas no salían de ninguna manera, pero ninguno de los tres autores se
detuvo en este asunto sin importancia –para sus respectivas obras, no para el caso
presente–. Si el rey de Sicilia había nacido en marzo de 1452, había de ser en torno a
1468 cuando nació su hijo primogénito. En un sentido distinto, si el arzobispo don Juan
I falleció en noviembre de 1475, podría asegurarse que don Alonso vino al mundo en
1469 o en los últimos momentos de 1468. Algo que va en una línea similar es el
testimonio que se conserva del nombramiento por la curia de don Alonso como
arzobispo. Al tener en ese momento únicamente 9 años, no podría ejercer como tal hasta
los 25. Si esto tuvo lugar en agosto de 1478, queda claro también que la fecha de su
nacimiento se mueve en una horquilla situada entre finales de 1468 y 1469.423
Retomando el discurso de Vicens Vives, su aseveración se fundamentaba en un
documento de Juan II enderezado a Paulo II pidiéndole algún beneficio vacante,
especialmente «archidiaconatum de xativa valentis diocesis Illustri Joanni et
archidiachonatum derote (sic) in ecclesia Cesarauguste vnacum prioram roten
Illerdensis diocesis Illustre Alfonso nepotibus nostris». 424 Teniendo en cuenta que
presidiendo del documento aparece escrito «R. Alfonso daragonia», todo apunta a que
420
Ibidem, lib. XX, cap. XXIII.
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., f. 655v.
422
Hernando de Aragón, De las dignidades eclesiasticas, op. cit., f. 89r.
423
ASV, Cam. Ap., Obl. et Sol., 82, f. 112r. Documento expedido por la Cámara Apostólica el 14 de
agosto de 1478 desde el castillo de Bracciano: «Die ventus xiiii Augusti in Opido Brachianum suo
Consistorio secreto Motu proprio constituit in ¿Gualez? administrator ecclesia Cesaraugustani R. p.
dominum Alfonsus de Aragonia ecclesie Cesaraugustanus filium naturalem Regis Castille
constitut[símbolo] in Nono sue etat[símbolo] anno ut relatum fuit Et cum ad xxv sue etatis annum
denenecit didit et dictam ecclesiam in tituli et ¿creauit? eum Archiepiscopum».
424
ACA, Real Cancillería, reg. 3413, ff. 18v–19r. Juan II a Paulo II, el 10 de marzo de 1469 desde
Zaragoza.
421
165
no hay dudas sobre, al menos, la fecha en la que se puede datar ante quem su
nacimiento. Sin embargo, el profesor gerundense no tuvo en cuenta algunos aspectos
que hacen descartar la posibilidad de que este don Alonso sea el mismo. El primero de
ellos, es de tipo puramente biológico. En una sociedad de altos índices de mortalidad
infantil, planificar de tal manera el futuro de un bebé puede parecer un tanto improbable
–y en cierta medida, consideramos que inédito–, así como el llevar a cabo los trámites
en la curia. El segundo, y esto es sin duda el detalle que a Vicens Vives se le escapó,
don Alonso de Aragón no fue siempre don Alonso de Aragón. Durante sus primeros
años al menos a partir de 1474, que es desde cuando lo hemos localizado en la
documentación, don Alonso tenía apellidos distintos, denominándose don Alonso de
Castilla y Aragón.425 Por lo tanto, de tratarse de la misma persona pese a no ser mas que
un recién nacido, jamás hubiera llevado el apellido «Aragón». Un problema añadido de
estos períodos es que la cancillería de Juan II por lo general usaba los nombres de pila
sin añadir apellidos, lo que complica aún más la identificación de los personajes en esta
peculiar familia. Lo más factible es que estas dos personas mencionadas fueran hijos
bastardos del duque de Villahermosa.
De hecho, existe un documento parecido que también puede llevar a confusión,
custodiado en el Archivo Histórico Nacional en la que Paulo II eximía de «defectu
natalium» a «Alfonso de Aragonia eclesiastico Cesaraugustani diocesis». Esto sucedía
en septiembre de 1468.426 Nos encontramos ante el mismo caso, lo más seguro es que se
tratase del primo de don Alonso, homónimo, quien años después sería obispo de
Tortosa y arzobispo de Tarragona.
Continuando con el tema de la onomástica, cabe plantearse las causas que
indujeron a nombrar al recién nacido como Alonso y no otro distinto. La antroponimia
es un aspecto de bastante importancia que puede explicar parte de los orígenes del que
sería arzobispo de Zaragoza y Valencia.427 La elección de Alonso no fue en absoluto
casual: indica claramente que el príncipe Fernando conocía del embarazo de doña
425
El primer documento con el que contamos de don Alonso de Aragón, sin ningún género de dudas, es
de finales de 1474, en el que se lo denomina «don alfonso de Castilla e de aragon». Vid. ACA, Real
Cancillería, reg. 3513, ff. 139r–v. El príncipe Fernando a Juan de Aguerri, el 15 de diciembre de 1474
desde Zaragoza.
426
AHN, Clero Secular Regular, Carp. 798, n. 12. Paulo II a don Alonso de Aragón (¿futuro obispo de
Tortosa?), el 7 de septiembre de 1468 desde San Marcos en Roma.
427
Una breve introducción de las posibilidades que ofrece la antroponimia puede verse en Juan Antonio
Frago Gracia, “Notas de antroponimia medieval navarro–aragonesa”, Cuadernos de investigación
filológica, n.º 2 (1976), pp. 73–84, especialmente vid. pp. 73–76.
166
Aldonza y, consideramos, que es bastante obvio que fue este quien decidió ponerle
Alonso una vez vino al mundo. Este era sin lugar a dudas lo que podría denominarse un
nombre dinástico: los Trastámara usaron un elenco limitadísimo en los que Juan,
Hernando y Alonso fueron los más repetidos. Tal y como apuntaba en un estudio Isabel
Falcón, Alfonso se encontraba en el siglo XV en octava posición dentro de los nombres
más empleados entre los aragoneses (con un 3,16% de los casos estudiados).428 Los
Trastámara, como cualquier otra familia, se encontraron mediatizados por la
denominada «economía onomástica» que se produjo a finales de la Edad Media –y se
prolongó en el tiempo– por la cual se concentró en unos pocos nombres la
antroponimia.429 Resulta curioso comprobar cómo a principios del siglo XV la moda, al
menos para el caso navarro que es el mejor documentado, era dar a los bastardos
nombres por lo general de tipo literario pero no de los que llevaba su familia de
origen.430 Por lo tanto, el joven rey de Sicilia pensaba continuar con la tradición paterna
de integrar plenamente a su descendencia ilegítima dentro de su familia y dotarlo de un
patrimonio acorde a la calidad de su sangre. Esta forma de actuar con la nomenclatura
de los distintos ilegítimos fue la norma para finales del XV en los Trastámara
aragoneses sin excepciones salvo dos hijas que fueron ocultadas al Católico en su
juventud.431 Sin embargo, según Demetrio Castro, era habitual dar los nombres de
manera patrilineal para el primogénito. Así lo hizo Fernando con el príncipe Juan,
dándole el nombre de su padre. No así con Alonso, un nombre que puede considerarse
dinástico en los Trastámara pero no vinculado a la herencia del poder.432
Después de estos hechos, puede concluirse que don Alonso nació en la villa de
Cervera en un momento indefinido que iría desde finales de 1468 hasta mediados de
428
Isabel Falcón Pérez, “Antroponimia aragonesa del siglo XV”, Aragón en la Edad Media, n.º 13
(1997), pp. 217–259.
429
Demetrio Castro, Antroponimia y sociedad. Una aproximación sociohistórica al nombre de persona
como fenómeno cultural, Universidad Pública de Navarra, Pamplona, 2014, p. 23.
430
Casos como Lionel, Lancelot o Godofredo, por ejemplo. Vid. María Narbona Cárceles, “Les bâtards
royaux et la nouvelle noblesse de sang en Navarre (fin XIVe siècle–début XVe siècle)”, en Éric Bousmar,
Alain Marchandisse, y Bertrand Schnerb, (eds.): La bâtardise et l’exercice du pouvoir en Europe du 13e
au début du 16e siècle, Revue du Nord, Villeneuve d’Ascq, 2015, pp. 419–437.
431
Esta idea, que debería desarrollarse en el futuro, se recoge en Jaime Elipe “¿Claustro o matrimonio?”,
op. cit., passim.
432
Demetrio Castro, Antroponimia y sociedad, op. cit., pp. 26–27: «Así, conforme a un esquema ideal
pero perceptible en los análisis empíricos de onomástica familiar (como el recién aludido de
Schenectady), el primogénito recibe el nombre de su padre o el de su abuelo paterno (caso de no
coincidir), mientras el varón segundogénito recibe el de su abuelo materno. Cabe también un régimen de
transmisión alternante: el primogénito recibe el nombre de su abuelo paterno y dará a su primogénito el
de su propio padre. Allí donde la transmisión de la propiedad y la explotación de recursos es
domocéntrica, de forma que la casa se transmita por línea de varonía y el hogar es trigeneracional con
marcada autoridad del varón más viejo, estas normas tácitas pueden ser más estrictas».
167
1469.433 El tiempo que permaneció en la casa de la familia materna fue muy breve, ya
que como mínimo desde 1474 residía en Zaragoza bajo la tutela de Pedro Núñez Cabeza
de Vaca. Hasta ese año es de suponer que vivió con doña Aldonza, si bien nada más se
sabe que pueda indicar cómo transcurrió su crianza esos primeros años o si tuvo ama de
cría –y quién fue–.434 No obstante, tampoco se puede perder de vista que a finales de la
Edad Media era habitual en Europa mandar a los bebés a criarse al campo fuera de las
ciudades, así que podría haber pasado de tal manera en el caso de don Alonso, yendo a
algún lugar de señorío de los Iborra.435
El referido Pedro Núñez Cabeza de Vaca, de ser un caballero del servicio
doméstico del rey Juan II, cuando únicamente era rey de Navarra, había desarrollado
una vida de servicio a la monarquía que lo había hecho ascender socialmente. Hasta tal
punto, que en 1460 obtuvo el reconocimiento real de la ricahombría, distinción hecha
entre unos pocos linajes aragoneses del más rancio abolengo.436 Sus trabajos para el rey
se destacan más aún teniendo en cuenta su origen castellano e ilegítimo y la recompensa
que obtuvo por ellos. Aunque no es este lugar de hacer una biografía del personaje,
huelga decir que tenía la más absoluta confianza del rey y del príncipe Fernando, con
433
Sobre su llegada al mundo nada sabemos, si bien sería mediante la ayuda de alguna comadrona de
cierto prestigio por la zona, a no ser que el príncipe Fernando o Juan II decidieran enviar alguno de sus
físicos para ayudar en el parto. Sobre el parto en la época, vid. María del Carmen García Herrero, Del
nacer y el vivir. Fragmentos para una historia de la vida en la baja Edad Media, Institución Fernando el
Católico, Zaragoza, 2005, p. 19 y ss.; también Patricia Suárez Álvarez, “El arte de partear: parteras y
parturientas a lo largo de la Edad Moderna”, en Sonia García Galán, Silvia Medina Quintana y Carmen
Suárez Suárez (eds.), Nacimientos bajo control. El parto en las edades Moderna y Contemporánea,
Ediciones Trea, Gijón, 2014, pp. 38–49.
434
Al respecto, a finales de la Edad Media había dos corrientes habituales, la lactancia por medio de amas
de cría, ya que «lactancia y linaje es fundamental ya que así como a través de la leche de un ama
apropiada se asegura una buena crianza en las cualidades físicas y morales del niño, la “mala leche”
descasta, envilece y degrada al niño porque rompe con su pasado superior. La importancia que se le
asignaba a la función de la nodriza en la formación del carácter del infante, se puede comprobar en la
dureza con que eran castigadas cuando incumplían sus deberes y en la largueza con que eran
recompensadas al finalizar su tarea»; la otra era precisamente opuesta ya que «había quienes consideraban
la lactancia materna como esencial para la transmisión de las cualidades del linaje y sobre todo para la
conservación de la salud, acercándose así al pensamiento médico actual sobre la relación entre ésta y
aquélla». Vid. Silvia Nora Arroñada, “Algunas notas sobre la infancia noble en la Baja Edad Media
castellana”, Historia. Instituciones. Documentos, n.º 34 (2007), pp. 9–27, pp. 17 y 18. Al respecto, es
también de gran interés, si bien referido para épocas posteriores a la infancia de don Alonso (siglos XVI–
XVIII) el trabajo de Laura Malo Barranco, “Infancia y nobleza. Testimonios del mundo infantil en las
familias Híjar y Aranda durante la Edad Moderna”, en Máximo García Fernández (ed.), Familia, cultura
material y formas de poder en la España Moderna, Fundación Española de Historia Moderna, Madrid,
2016, pp. 197–208.
435
María del Carmen García Herrero, “Elementos para una historia de la infancia y juventud a finales de
la Edad Media”, en La vida cotidiana en la Edad Media. VIII Semana de Estudios Medievales, Gobierno
de La Rioja e Instituto de Estudios Riojanos, Logroño, 1998, pp. 223–252, pp. 236–238.
436
ACA, Real Cancillería, reg. 3374, ff. 29v–30v. Juan II a Pedro Núñez Cabeza de Vaca, el 23 de agosto
de 1460 desde Fraga. Existe una copia también en la RAH, Colección Salazar y Castro, M–88, ff. 121r–
124v; ambas en latín.
168
quien había viajado de incógnito a Castilla a casarse con Isabel en 1469. Como
decíamos, al menos desde la primera mitad de 1474 don Alonso vivía con el
ricohombre, quien en palabras de Juan II era «nobilis consiliarius et camerlegus noster
petrus vaca vt tutor et curator dicti incliti alfonsi».437
Normalmente abreviado su nombre como Pedro Vaca, su cometido como tutor y
curador del pequeño don Alonso, en palabras del príncipe Fernando, era «que vos lo
criassedes instruyessedes y ensenyassedes de vuestras buenas e virtuossas doctrinas».438
Teniendo en cuenta que su educación vital iba a correr a cargo de uno de los más fieles
servidores de su padre y abuelo, cabe preguntarse qué lugar ocupó su madre en sus
primeros años de vida. A finales de 1474, el rey de Sicilia había gestionado una
vivienda para doña Aldonza, inmueble que ocupó por un breve espacio de tiempo –si
esto llegó a tener lugar– ya que poco después aparecía junto con su madre, Aldonza
Alemany, bajo el techo del camarlengo real, junto con su hijo. Así pues, don Alonso
vivió con su madre durante buena parte de su infancia salvando algún pequeño lapso
como el traslado de Cervera a la capital, ya que su madre lo hizo un poco más tarde.
¿Hasta cuándo duró la convivencia con doña Aldonza –y muy probablemente, su
abuela–? Lo más lógico es pensar que esta peculiar vida familiar, siempre bajo la atenta
mirada de Pedro Vaca, se prolongó hasta el matrimonio de la cerverina con el vizconde
de Évol, momento en el que marcharía a hacer vida conyugal con don Francisco de
Castro.
Además de instruirlo en sus buenas doctrinas, como decía el príncipe Fernando,
Pedro Vaca tenía que ejercer el rol de padre en todos los aspectos. No únicamente
consistía su trabajo en el ámbito educativo –comportamiento, monta, armas– o material
–médicos, ropas–,439 si no que también tenía que mostrar preocupación por gestionar el
creciente patrimonio de su pupilo. De esta manera, el quizás primer escalón de don
Alonso en la vida eclesiástica, corrió a cuenta del buen hacer de su tutor: en el verano
437
ACA, Real Cancillería, reg. 3387, ff. 102r–v. Juan II a Juan Margarit obispo de Gerona y otros, el 2 de
junio de 1474 desde Barcelona.
438
ACA, Real Cancillería, reg. 3519, ff. 77r–v. El príncipe Fernando a Pedro Núñez Cabeza de Vaca, el 4
de julio de 1476 desde Logroño.
439
Idem: «E vos por seruicio nuestro lo hauedes tenido e tenedes de presente de continuo en vuestra Casa
e no solamente hauedes tenido a el mas a su madre ahuela e vna ama suya e a los officiales e seruidores
suyos continuos que lo han seruido siruen E demas de la expensa ordinaria que les hauedes fecho de
vuestros propios bienes e substancia sin que de nos hauedes seydo muy poco subuenido hauedes
comprado sedas e panyos para vestir el dicho nuestro fijo Et hauedes assi bien dado de vestir e calcar a
los otros et supplido a muchas necessidades de sus personas. E otro si hauedes pagado algunas
quantidades a fisicos e specieros que han visitado e dado medicinas en las dolencias del dicho nuestro fijo
e de las dichas su madre e aguela en los tiempos que han stado dolientes».
169
de 1474 tomaba posesión de una canonjía en Barcelona para el hijo del rey.440 También
tuvo que hacer frente al gasto por la expedición de bulas en Roma y al pago de ciertas
anatas por nuevos beneficios adquiridos por su joven pupilo. Estas gestiones, en el
verano de 1476 montaban una cantidad de 33.000 sueldos –1.500 ducados–.441 Se
suponía que todos estos gastos que hizo el anciano camarlengo se le resarcirían en el
futuro de los beneficios de su pupilo.
Precisamente, fue a partir de septiembre de 1476 cuando se tiene constancia de
un incremento en la actividad de Pedro Vaca. Es algo lógico, ya que comenzó una
administración completa del arzobispado de Zaragoza, como se verá más adelante. En
buena medida sus funciones siguieron siendo las mismas pero acrecentadas debido al
creciente patrimonio que don Alonso iba acumulando, casi siempre siguiendo las
indicaciones del monarca castellano, quien era su tutor y curador oficial. El rey
Fernando siempre ostentó dicho cargo como padre del niño, si bien quien lo ejercía era
el fiel Pedro Núñez Cabeza de Vaca. Eso no significaba en absoluto que el príncipe no
tomase decisiones; las más de las veces eran indicaciones al ricohombre para que
siguiera sus dictámenes. Así sucedió con distintas personas a las que se les benefició
económicamente: el alcaide de Alcañiz Juan de Alarcón,442 el caballero Esteban Gago443
o el nuevo secretario de don Alonso Felipe Clemente son algunos ejemplos.444 En otras
ocasiones, se ordenaban pagos a personas ajenas a don Alonso para satisfacer deudas
contraídas por el rey de Castilla.445
Fue en estos primeros años cuando se conformó su casa de servidores, que se
ampliaría con el tiempo. Tres personas sin dudas, influyeron en su configuración: su
padre, Pedro Vaca y doña Aldonza Iborra. Además de las evidencias expuestas, es
lógico que el camarlengo del rey decidiera incluir personas vinculadas a él, porque tenía
440
ACA, Real Cancillería, reg. 3387, ff. 102r–v. Juan II a Juan Margarit obispo de Gerona y otros, el 2 de
junio de 1474 desde Barcelona.
441
ACA, Real Cancillería, reg. 3519, ff. 77r–v. El príncipe Fernando a Pedro Núñez Cabeza de Vaca, el 4
de julio de 1476 desde Logroño.
442
ACA, Real Cancillería, reg. 3519, ff. 143r–v. El príncipe Fernando a los jurados del concejo y
comunidad de Alcañiz, el 21 de septiembre de 1476 desde Logroño.
443
ACA, Real Cancillería, reg. 3518, ff. 155v–156r. El príncipe Fernando a varios, el 22 de marzo de
1478 desde Madrid.
444
ACA, Real Cancillería, reg. 3518, f. 145r. El príncipe Fernando a varios, el 2 de junio de 1478 desde
Sevilla.
445
Por ejemplo, la merced de 2.000 sueldos –90 ducados– al hijo de su sobreacemilero por su reciente
matrimonio, en ACA, Real Cancillería, reg. 3518, f. 26v; las rentas que tenía su protofísico sobre los
molinos harineros de Alcañiz (encomienda que disfrutaba don Alonso de Aragón), en ACA, Real
Cancillería, reg. 3518, f. 117r.
170
que trabajar con ellas diariamente; es más, él mismo las pagaba de su propio bolsillo.446
Y no eran precisamente escasas, se valoraba en aquellos momentos que para el
mantenimiento de todo el personal y despensa de don Alonso hacían falta 60.000
sueldos –2.727 ducados– anuales. De hecho, años más tarde, seguía sin haber
recuperado parte del dinero que había tenido que ir pagando a lo largo de los años; en
1484 Fernando II reconoció y mandó pagar a su tesorero Gabriel Sánchez 17.400
sueldos –790 ducados–.447
De cualquier manera, si bien Pedro Núñez Cabeza de Vaca tuvo cierta libertad
de movimientos, por lo general fue el rey de Castilla quien hizo y deshizo a su voluntad
con los distintos beneficios y rentas que disfrutó su hijo. Cabría preguntarse, por lo
tanto, hasta cuándo ejerció su padre «assi como tutor, curador e administrador de la
persona e bienes del illustre don Alonso de Castilla y daragon nuestro caro e muy
amado fijo».448 Esta cuestión es compleja de resolver, porque esta tutela no se mantuvo
únicamente hasta que el arzobispo de Zaragoza cumplió la mayoría de edad, que sería,
siguiendo lo suso comentado, a partir de finales de 1482 o comienzos de 1483.449
446
ACA, Real Cancillería, reg. 3518, f. 129v. El príncipe Fernando a Luis Sánchez, el 5 de agosto de
1478 desde Sevilla. Dice así el inicio de la carta: «Don fferrando etc. E assi como padre e legitimo tutor y
curador de la persona y bienes del Illustre don Alonso de Castilla y Daragon, futuro arcobispo de
Caragoca nuestro muy caro e amado fijo. Al amado e fiel consellero e thesorero general nuestro Luys
sanchez, receptor general de las rentas del Arcobispado de Caragoca, salut y dilection. Como nos de
presente hayamos ordenado la casa del dicho nuestro fijo, assi de la despensa ordinaria de su plato e otras
expensas del seruicio de su persona, como de los officiales continuos e otros de la dicha su casa, [al
margen: de la qual] hauemos dado cargo al noble, magnifico, amado consellero e camarlengo mayor
nuestro don pero nunyez cabeca de vaca, tutor y curador de la persona y bienes del dicho nuestro fijo. E
para pagar las dichas expensas e casa sea necessarios sesenta mil sueldos dineros jaqueses a cada hun
anyo, dezimos y mandamos vos por tanto de nuestra cierta sciencia y expressament que de las rentas del
Arcobispado a manos vuestras peruenidas e daqui adelant peruenideras [al margen: contando del primero
dia de abril mas cerca passado en el qual tiempo nos mandamos tener casa y stado al dicho nuestro fijo
dende en adelante] primero e ante todas cosas de des e paguedes al dicho don pero nunyez cabeca de vaca
sesenta mil sueldos jaqueses cada un anyo pora pagar e destubuyr aquellos en las dichas despensas juxta
forma della dicha nuestra ordinacion».
447
ACA, Real Cancillería, reg. 3616, ff. 7r–v. Fernando II a Gabriel Sánchez, el 22 de mayo de 1484
desde Tarazona.
448
ACA, Real Cancillería, reg. 3518, ff. 146r–v. El príncipe Fernando hace merced de unos molinos, el
25 de julio de 1478 desde Sevilla.
449
Aunque se pueden observar dudas en ciertos autores sobre la mayoría de edad en Aragón, no cabe
duda de que esta estaba situada en la línea de los catorce años, al menos para el período que estudiamos.
Si bien hay ciertas dubitaciones y ambigüedades al respecto en Luis Martín–Ballestero y Costea, “La
mayoría de edad en Aragón”, en Primera Semana de Derecho aragonés, Publicaciones de la Universidad
de Zaragoza, Zaragoza, 1942, pp. 115–125; es algo que queda meridianamente claro en Julio Ortega San
Íñigo, “Ut minor XX annorum”, en Segunda Semana de Derecho aragonés, Librería Central, Zaragoza,
1943, pp. 133–139. Especialmente interesan las páginas 134 y 135, explicándose en la primera el asunto
de los catorce años y en la siguiente cómo fue limitado a partir 1564, dando lugar a los problemas
posteriores. En p. 134: «Los indicados preceptos legales, conducen, sin vacilación alguna, al
convencimiento pleno de que en Aragón solamente eran menores de edad los que no habían cumplido los
catorce años; y así, por costumbre –como dicen las Observancias– actuaron los mayores de catorce años
como mayores de edad en todas sus jurídicas relaciones. Esta mayoría de edad que nació en Aragón, que
171
Precisamente algunos de los ejemplos expuestos anteriormente demuestran claramente
que a mediados de 1484, cuando don Alonso contaría con unos 15 años, Fernando II
comenzaba una carta a su tesorero general Gabriel Sánchez de la siguiente forma: «Don
ferrando etc tutor y curador de la persona e bienes del Illustre e Reuerendisimo don
Alfonso de Castilla e de Aragon electo e administrador perpetuo del arcobispado de
Caragoca nuestro caro e amado fijo».450 Esto, para el período estudiado, no significa
que don Alonso fuera considerado como menor de edad sino que su padre seguía
llevando personalmente sus negocios. Años más tarde, cuando ya se le podrían achacar
ciertas responsabilidades al arzobispo por contar con cerca de 18 años, el rey le
explicaba al Gran Tendilla que este aún no tenía edad suficiente para actuar con total
independencia. De hecho, el taimado amigo de la monarquía, el vicecanciller Rodrigo
de Borja había intentado estafar al arzobispo en un asunto de unas rentas, el rey
indignado le comentaba a Íñigo López de Mendoza que eso había pasado porque «como
el dicho arçobispo es moço, y faze sus negocios por ministros, os quales no miran las
mas vezes lo que deuen».451 Por todo esto, se puede deducir que la tutela del padre
estuvo siempre encima de don Alonso y fue él quien gestionó todos sus asuntos, si bien
indicando a Pedro Vaca acciones concretas. Esta duró algo más en el tiempo que su
minoría de edad, hasta algún momento entre 1484 y 1486.
se desenvolvió en Aragón, sin otro origen, aunque con ella pudo coincidir la de algún otro pueblo de la
antigüedad, tiene, pues, sustantividad propia, contenida en los referidos textos del Fuero y de las
Observancias. Ahora bien; esa misma costumbre, fuente principal de nuestro Derecho, no podía quedar
indiferente ante la gravedad de algunos actos que pudiera realizar el mayor de catorce años, más expuesto
al fracaso por su juventud o por extrañas influencias; pero fué necesario que transcurrieran nada menos
que cien años, hasta que se publicó en 1348, previniendo la citada contingencia, el fuero único de “Ut
minor XX Annorum”, en el cual se estableció: “que el menor de veinte años no pueda hacer albarán
(ápoca), cesión, disminución o remisión o donación a su tutor, curador, administrador o procurador, ni a
ninguna otra persona, hasta que los dichos veinte años han transcurrido y pasado. Ni tampoco puede
vender, empeñar, permutar, ni enajenar de otra manera de sus bienes sitios hasta que llegara a la
sobredicha edad de veinte años, si no conviniera hacerlo por su propia necesidad, la cual debe
primeramente probarse –no dice que la justifiquen los padres– ser justa ante el Juez competente, con cuya
autoridad –sola, porque no dice y la de los padres– puede hacerse dicha enajenación y solamente hasta lo
preciso para cubrir su necesidad” Se empieza a mentar en este Fuero la edad de los veinte años; pero
nótese que mantiene intacta la mayoría de los catorce, pues el que los había cumplido, por sí, sin
intervención de otra persona, es el que había de justificar la necesidad de la enajenación y el que había de
realizar ésta con la sola Autoridad del Juez. Así vino regulándose en Aragón la capacidad de los mayores
de catorce años, sin otra cortapisa».
450
ACA, Real Cancillería, reg. 3616, ff. 7r–7v. Fernando II a Gabriel Sánchez tesorero general, el 22 de
mayo de 1484 desde Tarazona.
451
ACA, Real Cancillería, reg. 3663, ff. 219v–220v. Fernando II a Íñigo López de Mendoza II conde de
Tendilla, el 4 de octubre de 1486 desde Santiago de Compostela, apud, Antonio de la Torre, Documentos
sobre las relaciones, op. cit., doc. 64.
172
II.
Qui enim habet, dabitur ei et abundabit. La acumulación beneficial
«Porque al que tiene, le será dado y se le dará más» es la máxima que rige el
denominado Efecto Mateo, fenómeno sociológico que describe cómo, cuanto más se
tiene, más fácil es acumular –poder, riquezas, parejas sexuales…– y justamente a la
inversa.452 En el caso que nos ocupa, el cursus honorum que realizó don Alonso de
Aragón dentro de la Iglesia, se observa algo muy parecido. Sin embargo, aquí la
capacidad de obtención de nuevos beneficios estuvo, como norma general, al compás de
los deseos de la monarquía más que de las propias habilidades de don Alonso para
granjearse favores de eclesiásticos curiales que pudieran serle favorables. El arzobispo
de Zaragoza fue un ejemplo de acaparamiento de cargos durante toda su vida, algo que
fue la tónica general en los religiosos de finales de la Edad Media, en ocasiones con
mayores emolumentos o con obtenciones mucho más dignas de trileros de bajos fondos
que de vicarios de Cristo.
¿Qué cargos disfrutó don Alonso en el seno de la Iglesia? No es una pregunta
sencilla de contestar debido a que no se conserva un listado de todos los distintos
beneficios que tuvo el prelado. Además, disfrutar de un cargo no implicaba
necesariamente recibir sus rentas de manera íntegra, por lo que el asunto en general es
complicado. Remitiéndonos a las palabras del erudito don Hernando, este decía que su
padre:
«el rrey don joan su aguelo del dicho don alonso de aragon le dio el arçovispado que
aun no tenia siete Annos tuuo el arçovispado quarenta i tres Annos. […] Fue mui gran señor.
Huuo el abadiado de montaragon, casi el anno 1491 y fue avad tanBien de rrueda y de sant
viturian, de valdigna, de sant cugat y prior de santa anna en Barçelona y archimandrita de
sicilia, la camareria de la seo, un cuento de rrenta en las ieruas del maestrazo de alcantara y
otras muchas piezas. Y con el arçovispado de çaragoza tuuo el arçovispado de monrreal y fue
453
despues de valencia el anno 1512, dexo a monrreal y fue de valencia».
Realmente este testimonio es de los más completos –a la par que sintético– que
existen. No hay ninguna duda de que don Alonso de Aragón fue encaminado al servicio
de Dios desde prácticamente el momento de su nacimiento. La muerte de Juan I de
Aragón, arzobispo de Zaragoza, en 1475 no hizo sino acelerar un proceso que en
absoluto era improvisado. Podemos afirmar esto mismo con seguridad porque, al menos
452
La cita proviene del Evangelio de San Mateo, 13, 12. Mis agradecimientos a D. Alberto Olite por
compartir estos conocimientos.
453
Hernando de Aragón, De las dignidades eclesiasticas, op. cit., ff. 89r–89v.
173
desde mediados de 1474, el primogénito del príncipe Fernando ya disfrutaba de un
modesto beneficio, una canonjía en la catedral de Gerona.454 Al año siguiente, contando
con unos seis años de edad, su abuelo le conseguía el arcedianato de Daroca –en la
actual provincia de Zaragoza–;455 poco después, para la primavera, Juan II le volvía a
conceder otros beneficios vacantes por la muerte de su anterior propietario. En esta
ocasión se trataba de una canonjía en Barcelona, la rectoría de Santa Justa y una
capellanía.456 Diez días después, según el archivero de la Seo Diego de Espés, don
Alonso también tomaba posesión del arcedianato de Zaragoza.457 Es posible que para el
otoño del mismo año, disfrutase también de algún pequeño beneficio en Italia por valor
de 300 florines.458
Este ascenso por los primeros escalones, que pueden parecer de poca
importancia pero que sumándoles los dos arcedianatos daban unas rentas nada
desdeñables –insuficientes para un nieto de rey–, se vio acelerado de forma vertiginosa
a finales de 1475. El 19 de noviembre moría en Albalate de Cinca (en la actual
provincia de Huesca) el arzobispo don Juan I de Aragón, hijo ilegítimo de Juan II. En
cuanto se enteró de la noticia, su hermanastro el rey de Castilla le escribió unas líneas
de gran importancia a su padre:
454
ACA, Real Cancillería, reg. 3387, ff. 102r–v. Juan II al cardenal Juan Margarit obispo de Gerona y
otros, el 2 de junio de 1474 desde Barcelona. Un extracto de la misiva dice así: «Joannes etc. Venerabili
In christo patri, Cancellario magnificis consiliariis dilectis et fidelibus nostris, episcopo gerunde,
judicibus ordinariis et aliis offici alibus et personis dicte ciuitatis tam ecclesiasticis que secularibus ad
quos et quas pectet et culibet corum. Salutem et dilectionem. Obitu petri bonet dudum vita funati factauit
In sede dicte ciuitatis quidam canonicatus quod vbi cognominus statui per proprium cabellarum
Sanctissimus dominus noster pape […] in fauorem incliti alfonsi nepotis nostri filii Illustrissimi Regis
Sicilie principis Castelle primogeniti nostri carissimi supplicamus […] quem nobilis consiliarius et
camerlegus noster petrus vaca vt tutor et curator dicti incliti alfonsi actorem et propter sen in possessione
dicti canonicatus reseruati vel non reseruati».
455
ACA, Real Cancillería, reg. 3389, ff. 22v–23r. Juan II al capítulo de Daroca, el 4 de enero de 1475
desde Gerona: «Beatitudo domini nostri pape concessit reseruationem in dicta diocesis cum variis
prerogatiuis et clausulis fauorabilibus Illustre Alfonso de Castilla e de Aragonia, nepoti nostro carissimo
in quam resignatione vt cognomimus venit et comprehenditur Archidaconatus maior dicte sedis».
456
ACA, Real Cancillería, reg. 3389, ff. 56v–57r. Juan II al capítulo de Daroca, el 10 de abril de 1475
desde Gerona: «Cum per morente joannis gaseces vaccant in ecclesia Barchinonem canonicatus et
prebenda ac Rectoria sancti justi et capella vulgo dicta deu Mareiy in ciuitatem Barchinona constiecte
quequendem omniam acceptata fuese per proances Illustri Alfonsi de Castella et de Aragonia nepotis
meim et filii Serenissimus Regis Castelle et legionis».
457
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., f. 654v: «A 14 dias de Abril año 1476 don Alonso de
Aragon y Castilla, nuestro Arçobispo tomo posession del Arcidianado de Çaragoça y refiere esta memoria
que era niño».
458
ASV, Cam. Ap., Intr. et Ex., 492, f. 46r. La Cámara Apostólica, el 31 de octubre de ¿1475?: «Dicta die
habuit similiter a domino Alfonso administratore ecclesie Cesaraugustani floroni auri cetumquadraginta
pro complemento animate certarum pensioni sibi assignatorum supri panormitanus et osten ccc fructitbus
ac aliorum beneficiorum que ¿prusimus? jani fuerant assignato domino Alfonso electo (ilegible) ad
epitum domino petro eposicopo tirasonensi». Este registro quizás esté mal fechado y debiera situarse en
1478, pero el escrito no daba lugar a dudas. De cualquier manera, don Alonso no podía ser administrador
de Zaragoza en fechas tan tempranas, en primer lugar porque su tío no había fallecido todavía.
174
«Señor muy excelente. Vna letra de Vuestra Alteza recibi por la qual me façe sauer la
muerte del illustre [y reueren]do Arçobispo de caragoca mi hermano e la merced que ha fecho a
don Alonso mi fijo del Arçobispado de Çaragoca e de todas las otras dignidades e benef[icios]
aquel tenia a lo contenido en la qual breuemente respondere porque el dolor que de la muerte
del dicho Arçobispo no me da lugar para que pueda mandar tan largo como quisiera cerca
Vuestra Magestad y la muerte del dicho Arçobispo ha sido grande alteracion en mi e me ha
causado tan grande tristeza como el gran deudo que le auia me obligaua pero en estas cosas y en
todas las otras se ha complido [la volun]tad de dios y nosotros nos auemos de conformar con
aquella y darle gracias por las (ilegible) e el mejor remedio que se pueda fallara para estos es
facer tales obras por su (ilegible) si en algo su conciencia va cargada sea descargada para ante
dios y assi que la muerte del dicho Arçobispo aunque le aya sido buen fijo e a mi buen hermano
y a Vuestra Alteza y a mi faga tan grande mengua quiera tomar con pr[incipal] a merced tengo a
Vuestra Magestad la merced que fizo al dicho don Alonso mi fijo [del arco]bispado de çaragoca
e de todos los otros beneficios que el dicho Arçobispo [tenia] que sobre ello ha mandado
escribir a corte romana sabiendola disp[uta] el dicho Arçobispo estaua y la merced que Vuestra
Alteza me auia fecho con (ilegible) de Espes mi camarero mayor yo cambie cartas para corte
Romana del dicho mi fijo e agora a torno a escribir sobre ello e no dexare (ilegible) fasta que
sepa quel dicho mi fijo sea proueido de todo ello e (ilegible) mande facerlo semeiante porque
459
assi cumple al seruicio de Vuestra señoria bien e como para de paz de sus reynos».
Es decir, sin esperar un momento tras la muerte de su hijo, Juan II ya había
reclamado para su nieto la mitra cesaraugustana, a lo que se sumaba el príncipe
Fernando enviando a don Gaspar de Espés, conde de Esclafana, a Roma. Como puede
verse por las fechas, la maquinaria real se puso a pleno rendimiento con toda celeridad,
pero no fue suficiente. Apenas un par de semanas más tarde, el consistorio romano
decidió en secreto que la sede vacante no fuera para un niño de 6 años sino para un
cardenal con experiencia como era Ausías Despuig, arzobispo de Monreal y
representante del rey de Aragón en la curia.460
Por casualidades del destino, las letras del rey de Castilla habían llegado el día
siguiente a que el consistorio hubiera decidido la concesión en el cardenal de Monreal.
459
RAH, Colección Salazar y Castro, A–7, ff. 162v–163r. El príncipe Fernando a Juan II, el 24 de
noviembre de 1475 desde Burgos.
460
ASV, Cam. Ap., Obl. et Sol., 83, f. 66v. La Cámara Apostólica expide la concesión, el 15 de
diciembre de 1475 desde Roma, con el siguiente tenor: «Die xv decembris Idem Sanctissimus dominus
noster in consitorio secreto prouidit de ecclesia ceseraugustani Reuerendisimo d ansie Cardenali Montis
regalis ¿mmmpat? vacan[¿te?] per obitum domini johani di aragonia administratoris emfiem ecclesie cum
retentione ecclesie Montisregalis domet et quonsque assiqutus fmt poseronem ren ecclesie
ceseraugustani».
175
La intención de mantener el arzobispado de Zaragoza dentro del patrimonio familiar de
la casa real, en sus inicios, había concluido en un desastroso fracaso. Sin embargo, ni el
rey ni su hijo iban a darse por vencidos por este contratiempo inicial. El objetivo
principal no se había cumplido, pero otras gestiones que estaban en curso se habían
alcanzado con éxito, de tal manera que don Alonso podía sumar la encomienda de
Alcañiz, la de mayor importancia en Aragón de la Orden de Calatrava y el arciprestazgo
de la Valdonsella, perteneciente al obispado de Pamplona.461
El anciano Juan II se mostró furioso de cómo había podido obtener tan rápido el
arzobispado su vasallo Ausías Despuig, lo cual consideró una ofensa gravísima, sobre
todo a una persona tan quisquillosa con las prerrogativas reales como era el monarca.
Sus propias palabras al cardenal Pedro Ferriz son expresivas de cómo se encontraba:
«hauem presa tanta molestia com de cosa alguna en tots los dies de nostra vida per voler
vsar vassalls nostres per nos beneffitats de tanta presumpcio, temeritat e ingratitut que
de certa sciencia se sien per ells acceptats beneficis contra expressa voluntat nostra».462
Juan II, personaje calculador y taimado donde los hubiera en su época, estaba
completamente fuera de sí. Otro encargo que le había ordenado al citado cardenal de
Tarazona era la adquisición de la abadía de Veruela para su nieto –entre otros asuntos–.
Al parecer, la situación o estaba estancada o no prosperaba en el sentido esperado, por
lo que, presa de la impotencia, lo amenazaba con que si «mateny procehiment farem
contra vos essen prouehit de dita abadia altra persona que fariem si vos contra nostra
461
RAH, Colección Salazar y Castro, A–7, f. 176r. Pedro Ferriz cardenal de Tarazona a Juan II, el 19 de
diciembre de 1475 desde Roma: «Sacra Real Magestat. Despues de homil e deuota ¿comen? sabado a xvi
de deciembre recebi ciertas cartas del Illustrissimo Señor Rey de Castilla por las quales screuia e
mandaua supplicasse el sancto padre sobre el Arcobispado de Caragoca e e Abbadias e hotros beneficios
como uestra Magestat hauia ya mandado se conferissen al Illustre don Alfonso de Castilla, de continente
lo referi e supplique a la prefata Sanctidat. Mas porque ya hera dado el dicho Arcobispado al
Reuerendisimo Cardenal de monreal, no se pudo en ello hotro fazer, como mas largamente por dos letras
e scrito a vuestra Magestat. Pero quanto a los hotros beneficios non desesti con summa diligentia pulicar
su sanctidat quanto me fue possible. E hahun despues el Reuerendisimo Cardenal Vicicanciller con todos
los procuratores de uestra Magestat concedio finalmente dos beneficios al dicho Illustre don Alfonso. La
encomienda de alcaniç he el Arciprestado de vall donzella. He diç hahun el Abbadiado de sant feliu al
venerable fray Bernat benet de Roca crespa han estos ha complazido a uestra Magestat como mandaua.
Dios sabe quanto (ilegible) se dolido e mes stado molesto no hauerse podido complazer en todos a uestra
Magestat. Del Arcobispado de Monreal la prefata Sanctidat se lo tiene por fazer ne a disposition de uestra
Magestat hauida possesssion del arcobispado de Caragoca he ha hun dize pondria vna pension honesta
sobre al dicho Arcobispado de Caragoca. De todo esto no dudo scriuan mas copioso a nuestra Magestat
los prefatos Reuerendos Cardenales e procuradores de aquella».
462
ACA, Real Cancillería, reg. 3393, ff. 157r–v. Juan II a Pedro Ferriz cardenal de Tarazona, el 13 de
enero de 1476 desde Zaragoza. Sus quejas las extendió a los que se podían considerar como valedores
suyos en Roma, como el vicacanciller Rodrigo de Borja. Vid. ibidem, ff. 157v–158r.
176
voluntat la retenieu. E certament nos tenem e temni sufficients causes de procehir contra
vos».463
La infidelidad de sus vasallos en Roma, por desgracia para el rey, no era nada
nuevo, ya que en algunas elecciones anteriores habían logrado obtener para sí o sus
clientes distintos beneficios –diócesis, incluso– en contra del candidato propuesto por
Juan II.464 Quizás porque en esta ocasión la situación se veía como más importante o
buscando poner punto y final a esta dinámica, el monarca decidió prescindir por
completo de cualquier tipo de comprensión con sus purpurados. Para ello, instó al
cardenal de Monreal a renunciar. Si se negaba a ello, se procedería a secuestrar todas
sus rentas (arzobispado de Monreal y priorato de Santa Cristina) así como hacer lo
propio con las de su tío, el maestre de Montesa don Luis Despuig, quien siempre se
había destacado como fidelísimo vasallo de Juan II.465 El discurso de Zurita sobre el
asunto fue bastante favorable al cardenal, ya que, siguiendo su versión, Sixto IV y el
colegio cardenalicio habían decidido que al ser tan joven don Alonso podía sentar un
precedente importante. Por ello mismo, en un ambiente muy considerado y amigable
según su descripción, que dista bastante de lo que era la curia a finales del XV,
decidieron complacer a Juan II con el siguiente arreglo que reseñó Zurita:
«Por esto el papa tuvo por bien de proveerla en el cardenal, creyendo que sería cosa
muy grata y bien recibida del rey de Aragón no pudiéndose dar a don Alonso su nieto,
mayormente dejando el arzobispado de Monreal a presentación y libre dispusición del rey; y
considerando el cardenal esto y cuánto habían servido el maestro de Montesa su tío y él a la
463
ACA, Real Cancillería, reg. 3393, ff. 157r–v. Juan II a Pedro Ferriz cardenal de Tarazona, el 13 de
enero de 1476 desde Zaragoza.
464
José Mª. Cruselles Gómez, “El cardenal Rodrigo de Borja, los curiales romanos y la política
eclesiástica de Fernando II de Aragón”, en Ernest Belenguer Cebriá, De la Unión de Coronas al Imperio
de Carlos V, Vol. I, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V,
Madrid, 2001, pp. 253–279, p. 261: «Juan II, que actuaba en Roma a través del cardenal Ausiàs Despuig,
vio como el papa Sixto disponía de las sedes de Tortosa y Catania en contra de su voluntad, y llegó a
amenazar con hacer salir a sus vasallos de la corte pontificia. En realidad, eran estos mismos vasallos
quienes ponían mayores obstáculos a la política eclesiástica de la Corona. A fines de 1473 el valenciano
Bartomeu Martí, un hombre del cardenal Borja, se hizo con el obispado de Segorbe en contra del
candidato propuesto por el rey, quien obstaculizó la posesión efectiva hasta 1478. El patronato regio
obtuvo mejores resultados en la provisión de Pamplona o Vic pero de nuevo en 1474 hubo de disputar el
obispado de Mesina a Jaume Serra, otro curial afecto a Rodrigo de Borja».
465
Jerónimo Zurita, Anales, op. cit., lib. XX, cap. XXIV: «no debía el cardenal aceptar la provisión
aunque así fuera, sin presentación suya, que proveyó luego que se secretasen las rentas del arzobispado de
Monreal y del priorato de Santa Cristina; y mandó el cardenal que renunciase; y no lo queriendo hacer se
dio orden que si dentro de ciertos días no renunciase libremente en manos del papa para que se proveyse
aquella iglesia a don Alonso, se ocupasen las fortalezas y rentas del maestrazgo de Montesa al maestre su
tío para entregarlo a don Alonso».
177
corona real, aceptó la provisión confiando que no sería molesto al rey, pues entendería que no
era posible se hiciese la provisión en la persona de su nieto».
466
De hecho, cuando el rey de Aragón obligó al cardenal que resignase el
arzobispado, este se negó porque no existía la seguridad de que fuera don Alonso quien
lo fuera a recibir. Desde nuestro punto de vista parece poco verosímil. Finalmente, el
rey Ferrante de Nápoles medió en el asunto y consiguió que Ausías Despuig renunciase
a la sede cesaraugustana.
El interés de este asunto radica en que hasta el verano de 1478 no se reconoció a
don Alonso como arzobispo, por lo que existió un lapso de casi dos años de tensiones
entre los reyes de Castilla y Aragón de una parte, el cardenal, Sixto IV y también el
maestre de Montesa; este último principal afectado por el asunto. Ha de tenerse en
cuenta, que en este período de tiempo, el destino del pequeño don Alonso pudo haber
sido el matrimonio, proyecto que finalmente se malogró y se retomó la vía
eclesiástica.467
¿Qué sucedió en este ínterin en el que canónicamente el arzobispo de Monreal lo
era también de Zaragoza? La respuesta es sencilla, absolutamente nada. La monarquía
decidió tomar desde el primer momento el control de la mitra y administrarla sin ningún
empacho, a la espera de que el otorgamiento a don Alonso terminase llegando tarde o
temprano. Por ello mismo, lo primero que hizo el príncipe Fernando fue tranquilizar a
las personas que hubieran tenido tratos con el difunto don Juan, confirmándoles la
vigencia de todos los acuerdos previos. Un ejemplo eran los arrendadores del
arzobispado y el contrato que tenían con su difunto hermanastro468 o alguna renta que el
arzobispo había concedido,
469
así como distintos oficios.
470
No todo fueron
466
Idem.
Esta posibilidad fue ya magistralmente descrita por Tarsicio de Azcona, La elección y reforma, op.
cit., pp. 99–100. La idea era, en síntesis, casarlo con la condesa de Módica –señora de un riquísimo estado
en Sicilia–. Aunque Juan II la reclamó para casarse con ella, el paripé se vino abajo ya que el intento de
matrimonio escapó al control real. La primera noticia del asunto se conserva en BNE, mss. 20211, 108.
Juan II al príncipe Fernando, el 24 de noviembre de 1477 desde Barcelona. Otra, ya avanzando el
negocio, se encuentra en un formato copiado por el archivero del Archivo de la Corona de Aragón, vid.
RAH, Colección Salazar y Castro, Leg. C, carp. 12, n.º 11. Juan II a Antonio Geraldini, el 13 de abril de
1478 desde Barcelona.
468
ACA, Real Cancillería, reg. 3519, ff. 46r–v. El príncipe Fernando a Pedro de Almazán y Juan
Sánchez, 14 de enero de 1476 desde Zamora.
469
ACA, Real Cancillería, reg. 3518, ff. 11r–v. El príncipe Fernando a Velasco de Cervera, el 10 de
agosto de 1476 desde Bilbao.
470
ACA, Real Cancillería, reg. 3519, ff. 149r–v. El príncipe Fernando a Pedro Zapata arcipreste de
Daroca, el 22 de septiembre de 1476: «vos el Amado nuestro mossen pedro capata, Arciprestre de
Daroca, familiar y Camarero que fuestes del Arcobispo de Caragoca, nuestro hermano que dios perdone.
467
178
confirmaciones, destinadas a dar estabilidad a la gestión cotidiana de uno de los
patrimonios más importantes de toda la Corona de Aragón; también hubo promesas de
futuro, destinadas a recompensar o resarcir deudas contraídas. Por ejemplo, a Juan de
Pozoantiguo, servidor y antiguo tutor del arzobispo don Juan, el rey le había hecho
merced de la alcaidía de Albalate –actual Albalate del Arzobispo– días después de la
muerte del prelado, sin importarle absolutamente nada la sede vacante. Por ello mismo,
el rey de Castilla, «como padre e legitimo tutor e curador que somos del Illustre don
alfonso de Castilla y de aragon, nuestro muy caro e muy amado fijo, futuro arçobispo
de Caragoça» le confirmaba la dicha merced para cuando su hijo ocupase el cargo.471
Por otro lado, también se le prometía a Pedro Núñez Cabeza de Vaca que en cuanto se
recibieran las primeras remesas de las rentas episcopales, podría cobrarse de ahí el
dinero que había gastado en el mantenimiento de don Alonso y su madre y abuela.472
En otras ocasiones se llegaron a conceder oficios sin ningún tipo de pudor, como
fue el caso de Juan Ortiz y Pedro Perales, a quienes se concedió una notaría de pías
causas para que tuviera efecto en el momento, sin importar si don Alonso pudiera
recibir o no la sede.473 Estas acciones aquí descritas, que es de suponer que no fueron
las únicas en ese sentido, dan una sensación de total confianza por parte de la
monarquía en acabar recibiendo la mitra cesaraugustana. Realmente esta confianza no
era ni mucho menos total, al menos por parte de Juan II, a pesar de que se dieron oficios
y repartieron rentas con absoluta tranquilidad. Un ejemplo a esta aseveración se
encuentra dos años después de comenzar el litigio por la archidiócesis. El príncipe
Fernando quería haberle dado a su tío Francisco Enríquez –hermanastro de su madre, la
Al tiempo que el dicho nuestro hermano fenecio obtuuistes del Rey mi Señor graçia e confirmacion del
officio de visitador de las causas pias del dicho Arcobispado».
471
ACA, Real Cancillería, reg. 3518, ff. 11v–12r. El príncipe Fernando a Juan de Pozoantiguo, el 25 de
septiembre de 1476 desde Logroño: «E vos prometemos en nuestra buena fe e palabra Reyal que toda
hora e quando el dicho nuestro fijo sera canonicamente prouehido del dicho arçobispado, assi como
speramos de dia en dia lo sera, le mandaremos e faremos que vos prouea del dicho alcaydiado en la forma
e manera que necessaria sera». Las cursivas son propias.
472
ACA, Real Cancillería, reg. 3519, ff. 77r–v. El príncipe Fernando a Pedro Núñez Cabeza de Vaca, el 4
de julio de 1476 desde Logroño: «E porque mas facilment los podades hauer e se cobrar vos los
assignamos e consignamos en et sobre qualesquiere fruytos derechos rentas e emolumentes assi del
Arcebispado de Caragoca que el dicho nuestro fijo spera obtener como del dicho Arcidianado de
Caragoca e de otras qualesquiere dignidades e beneficios ecclesiasticos que el dicho nuestro fijo agora
obtiene e obtendra daqui adelante. E damos poder licencia e facultat a vos dicho don pero nuñez tutor e
curador susodicho que de las primeras peccunyas que de los fruytos e rentas del dicho Arcobispado e de
las dichas dignidades e beneficios ecclesiasticos prouendran primero e ante qualesquiere otras
asignaciones por nos ante de aquesta fechas e fazederas daqui adelante vos paguedes e retengades en vos
los dichos trenta tres mil sueldos jaqueses por nos a vos deuidos como dicho es».
473
ACA, Real Cancillería, reg. 3519, ff. 145v–146r. El príncipe Fernando a Juan Ortiz y Pedro Perales, el
20 de octubre de 1476 desde Burgos.
179
reina Juana Enríquez– como merced las rentas de la encomienda mayor de Alcañiz. Sin
embargo, Juan II desconfiaba del asunto y «el Rey mi senyor por agora fasta tanto quel
dicho mi fijo pascificamente haya obtenido el Arcobispado de Caragoça no quiere dar a
ello lugar». De tal manera, tenía que conformarse el noble castellano con recibir la
mitad de los ingresos del señorío calatravo.474
Tras las presiones recibidas por todos los frentes, comenzando por la monarquía
y acabando por el maestre su tío, el cardenal Ausías Despuig estuvo dispuesto a
claudicar en febrero 1478. Juan II recibió la noticia con auténtico entusiasmo y
demostrando un comportamiento habitual en la época, se avino a reconciliarse e incluso
favorecer en el futuro al arzobispo de Monreal como si nada hubiera tenido lugar, más
bien al contrario. La misiva que le enderezó es muy ilustrativa:
«Considerat que vos Reuerendisimo pare en christ e senyor don ausias Cardenal e
arcabissbe de monreal per respecte nostre e del Serenisimo Rey de Castella nostre carissimo
primogenit son content segons nos es dit de renunciar purament e simple en mans de nostre sant
pare al arcabisbat de çaragoça del qual per la dita Santidat eren stat prouehit perço que daquell
sia dispost a voluntat nostra e del dit serenissimo Rey nostre fill y es en persona del Illustre don
alonso de castella y darago nostre molt car net per aquesta causa nos ab tenor del present cartell
e de nostra certa sciencia vos prometen en nostra bona fe e peraula real que feta per vos la dita
renunciacio si la feta no es del dit arcobisbat simplament puxase sens condicio alguna com es
dit reuocarem bi nostra oportuna prouisio lo sequestre e occupacio per nos fet de les rendes e
temporalitat del dit arcabisbat de mon real en sicilia e del priorat de sancta cristina en lo regne
darago e leuarem e farem leuar de aquells tots e qual senol empaigs quey sien e mes que tots los
Renyts e sendes dels dits arcabisbat e priorat que per nos comanament nostre per qualsenol
persones sien stats per los del dia».
475
Aunque el negocio parecía que iba a concluir felizmente, tardó medio año en
acabar de tener una respuesta favorable a las aspiraciones de la Casa de Aragón.
Posiblemente esté la causa en los motivos que alegó Zurita, quien escribió que
«habiendo el cardenal renunciado esta iglesia el papa quiso sobreseer algunos días en la
provisión della».476 Es más, los «algunos días» realmente fueron algunos meses, porque
hasta junio el rey de Aragón no tuvo ninguna noticia de cómo marchaban las gestiones,
474
ACA, Real Cancillería, reg. 3519, ff. 161v–162r. El príncipe Fernando a don Francisco Enríquez, el 28
de diciembre de 1477 desde Medina del Campo.
475
ACA, Real Cancillería, reg. 3394, f. 83v. Juan II al cardenal de Monreal Ausías Despuig, el 22 de
febrero de 1478 desde Barcelona.
476
Jerónimo Zurita, Anales, op. cit., lib. XX, cap. XXIV.
180
momento en el que al parecer se aceleró la negociación.477 Todavía hubo que esperar un
poco más, ya que hasta el 14 de agosto de 1478 no tuvo lugar el nombramiento oficial,
por renunciación de Ausías Despuig. Sin embargo, por tener 9 años en aquel momento,
don Alonso no podría intitularse arzobispo hasta no haber cumplido los 25 años.478 Sin
perder un solo instante, el vicecanciller Borja escribió al secretario real Juan de Coloma
para hacerle partícipe de la gran «Letiçia e consolaçio hauem haguda de la noticia
conclusio e total de aquest negoçi», cuestión que «tant temps ha atribulam». También
aprovechaba la ocasión para dejar claro los riesgos que había tenido moviéndose en una
zona infestada por la peste y por último, hizo una pequeña relación de las personas que
conformaron el consistorio en aquel momento, estos «forem presents en lo dit consistori
los Reuerendisimos Señores Cardenales de Rohan, de Tarçona, de Recanato, de Sanct
uidal e nos».479
Una vez recorrido el tortuoso camino que condujo desde la muerte del arzobispo
don Juan I de Aragón hasta la concesión del arzobispado de manera definitiva a don
Alonso, su acumulación beneficial no se detuvo. Antes de continuar, consideramos
destacable la actuación de la Corona con los otros puestos eclesiásticos. Se ha visto
como, sin ningún tipo de reparo, se repartió y administró la mitra cesaraugustana pese a
no estar en propiedad legal de la misma. Es posible que esto no se tratase de un caso
aislado, porque en el caso del monasterio de Veruela ocurrió similar. En septiembre de
1476, el rey de Castilla decidía que como doña Aldonza Iborra y su madre «no tienen
assi con que sustentarse como seria menester», había que proporcionarles unas rentas
dignas a su condición. Por ello mismo, les concedía, en calidad de tutor y curador de
don Alonso, el castillo y villas de Ainzón y Puzuelo (en la actual provincia de
Zaragoza). Estos lugares pertenecían al abadiado de Veruela, el cual «nos speramos que
477
RAH, Colección Salazar y Castro, A–7, f. 243r. Pedro Ferriz cardenal de Tarazona a Juan II, el 24 de
junio de 1478 desde Roma: «Sacra Regia Maiestas. post humil ¿comen? Accepi letteras quas vostra
Maiestas ad me scripsit super negotio ecclesie cesaraugustani, in qua re sicut et in ceteris omnibus
maximo semper desiderio teneor posse aliquid operari quod gratum sit vostre Maiestati. Res ista
nunduum expedita est tacram spero quod cito scisfaciet Sanctissimus Dominus Noster desiderio vostre
Maiestatis cum semper cognomerum Sancti suanor esse optimi animi et vn dispositam. Is cursor ex
improuiso huc transit itaque non possum plenius scribere sed me remitto ad letteras domini oratoris
Maiestatis vostre cui notrum est quantum laboratorum semper et faciam pro iis que vostre maiestati grata
esse intelligo scribam autim postea lortius vostre Maiestati cum nostre commmendo».
478
Existen un par de registros de la noticia en el Archivio Segreto Vaticano. Vid. ASV, Cam. Ap., Obl. et
Sol., 83, 82v; Cam. Ap., Obl. et Sol., 82, fol. 112r, ambas datadas el 14 de agosto de 1478 desde el
castillo de Bracciano. La curia se encontraba allí porque la peste azotaba la Ciudad Eterna en aquellos
momentos.
479
RAH, Colección Salazar y Castro, A–7, f. 245r. Rodrigo de Borja a Juan de Coloma, el 14 de agosto
de 1478 desde el castillo de Bracciano.
181
de la dicha abadia por nuestro muy sancto padre sera prouehido el dicho Illustre don
alonso, nuestro fijo».480 Huelga decir que se está ante un caso similar –quizás sin una
pugna tan agresiva como la de Zaragoza–, en el que se hacía la voluntad real con los
bienes eclesiásticos sin esperar siquiera a su posesión, aprovechando la vacación de los
mismos.
Es francamente interesante descubrir cómo el hecho de haber recibido el
arzobispado más rico de los estados peninsulares del rey no fue suficiente para su
familia. Ha de partirse del punto de que todos los beneficios, como norma general,
tenían comprometidas rentas a terceras personas, que en ocasiones podían dejar los
ingresos ordinarios que producía en algo testimonial. De ahí la necesidad compulsiva de
ir añadiendo rentas de todo tipo, por pequeñas que fuesen. Un ejemplo de esta
afirmación se encuentra precisamente unos meses después del famoso nombramiento en
Bracciano. El príncipe Fernando informaba a su primo don Enrique de Aragón,
conocido como el Infante Fortuna, de que Miguel Moner había resignado el arcedianato
de Vich en don Alonso a mediados de septiembre, para que tomase las medidas
pertinentes al respecto.481 Unos años más tarde se asistía a un caso similar. Inocencio
VIII decidía otorgar la camarería de la Seo de Zaragoza al arzobispo, ya que su anterior
propietario, Luis de la Cavallería, la había dejado libre. Aunque los motivos no se
refieren en el registro pontificio, posiblemente fuera por resignación de este en su
favor.482 Evidentemente, lograr estos éxitos conllevaba una negociación que muchas
veces ha quedado invisible a ojos del investigador pero de la que en ocasiones quedan
rastros. En este caso, el autor de esa gestión había sido el vicacanciller Rodrigo de
Borja. El astuto setabense se mostraba en ocasiones favorable a los intereses de
Fernando II y cómo otras, cuando no obtenía una recompensa estimable como tal, se
desentendía del asunto. Aún así, el rey se mostraba agradecido con él ante un
interlocutor –desconocido– que había estado involucrado en los trámites entre
bambalinas en la curia.483 Muy poco tiempo después, fue presentado para uno de los
abadiados más ricos en los estados del rey de Aragón, el monasterio siciliano de San
480
ACA, Real Cancillería, reg. 3519, ff. 117r–v. El príncipe Fernando a Pedro Núñez Cabeza de Vaca,
Blas de Coloma arcediano de Calatayud, jurados de Ainzón y Puzuelo, el 10 de septiembre de 1476 desde
Vitoria.
481
ACA, Real Cancillería, reg. 3635, ff. 48r–v. El príncipe Fernando a don Enrique de Aragón, el 24 de
diciembre de 1478 desde Toledo.
482
ASV, Reg. Lat. 853, ff. 160v–162r. Inocencio VIII a don Alonso de Aragón, en octubre de 1486 desde
Roma.
483
ACA, Real Cancillería, reg. 3609, ff. 171r–v. Fernando II a un desconocido, el 18 de enero de 1487
desde Salamanca, apud, Antonio de la Torre, Documentos sobre las relaciones, op. cit., doc. 14.
182
Juan de los Eremitas. Esto se pudo realizar gracias a la renunciación de su titular; lo
curioso es que este había sido otro miembro –ilegítimo– de la familia real: don Felipe de
Aragón y Navarra. Don Felipe disfrutó de una carrera fulgurante y después de haber
sido arzobispo de Palermo, dirigía la Orden de Montesa como maestre.484 De todas
maneras, se desconoce si finalmente don Alonso acabó recibiendo el monasterio.
La medida de acumular de forma frenética todo beneficio eclesiástico por
pequeño que pudiera parecer era importante. No solamente por las fracciones que se
comprometían a otras personas, y también las deudas contraídas, sino porque era una
manera de tener bajo control rentas que se podían utilizar más adelante para
recompensar o directamente atraer a los intereses reales. Así pues, siendo el padre de
don Alonso ya rey de Aragón, decidió que era necesario agasajar al nuncio apostólico y
a su secretario. Para ello, posiblemente entre otros presentes, se les concedieron un par
de rectorías del reino de Mallorca. Estas tenían en común que pertenecían al joven
arzobispo de Zaragoza. Por ello mismo, Fernando II había mandado al fiel Pedro Núñez
Cabeza de Vaca que procediese con la resignación en estas dos importantes piezas del
tablero político.485 Un caso distinto fue la encomienda mayor de Alcañiz, de la Orden de
Calatrava. Momentos antes de ser definitivamente designado como arzobispo de
Zaragoza, don Alonso era el comendador mayor. Años más tarde, había dejado de serlo;
muy posiblemente esto tuviera lugar en el momento en el que recibió la mitra
cesaraugustana.486
En el apartado dedicado a don Juan Alonso de Aragón y Navarra, el eslabón
débil de la familia, se ha mencionado su más que probable imbecilidad. Una de las
484
ACA, Real Cancillería, reg. 3644, f. 73v. Fernando II a Inocencio VIII, el 14 de febrero de 1488 desde
Zaragoza, apud, Antonio de la Torre, Documentos sobre las relaciones, op. cit., doc. 50.
485
ACA, Real Cancillería, reg. 3632, ff. 122r–v. Fernando II, el 3 de julio de 1479 desde Zaragoza: «Nos
ferrando, etc. E axi como tudor y curador de la persona y bens del Illustre don Alonso nostre care e molt
amat fill, administrador perpetuo del arquebisbat de Çaragoça, segons que de la dita Tutela e cura consta
por ante fet en la Ciutat de Seuilla a sis dies del mes de juliol del any de la natiuidat de nostre senyor Mil
CCCCLxxviii per lo reuerent don Nicolau franco electo pare nostro nuncio del nostre sant pare en lo
regnes despanya ab potestat legati a latere, receut ec[lesiastic]os pare francisco carpeyano secretari del dit
legat e notari apostolich en lo dit nom tutorio et curatorio Atenent que per nos en los dies passats es stada
donada licencia e libera facultat al noble e amat conseller e camarlench maior nostre, don pero nunyez
cabeça de vaca, axi betudor y curador del dit fill nostre de poder otorgar e fermar qualsend presentes? e
poders para resignar e renunciar en quasenol persones les rectories de Sineu e benisalem (sic) que lo dit
fill nostre de present proceheixo en lo dit nostre Regne de mallorques e Siam informats que lo dit noble
mossen pero uaca e o lo dit Illustre don Alfonso fill nostre ab actoritat e decret de micer Joan de ceruera,
official de Çaragoça, e ab licencia e facultat del dit don pero nunyez cabeca de vaca, tutor y curador
damuit ab acte publich fet en Çaragoça a xxvii dies de Març, proppassat del any present e dauall steit haia
feta procura e otorgat poder de poder renunciar les dites rectories e resignar aquelles».
486
ACA, Real Cancillería, reg. 3564bis, ff. 86r–v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 6 de mayo de
1486 desde Córdoba.
183
primeras ocasiones en las que dio lugar a demostrar sus escasas cualidades fue cuando
renunció la abadía de San Juan de la Peña en el oscuro Francisco Casisi. La había
recibido en 1476 y seis años más tarde la resignó en el referido fraile.487 No por eso
Fernando II había decidido dejarla fuera del patrimonio que podría llamarse familiar, ya
que un par de años más tarde esperaba recobrarla. Sin embargo, no para su anterior
propietario sino para su hijo. A finales del verano de 1484 solicitaba de su siempre
atento amigo el vicecanciller Borja que se pudiera llevar a buen puerto dicho trámite; se
mostraba en esta ocasión especialmente optimista diciéndole que «E no oluidando, antes
poniendo por obra por semejante, lo que por otras le screuimos acerca la abbadia de
Sant Johan de la Penya, para que sea confferida al illustre e reuerendisimo arçobispo de
Zaragoza, nuestro muy caro fijo. En lo qual crea vuestra paternidat reuerendissima nos
fara senyalada complacencia».488 El asunto del monasterio pinatense no transcurriría tan
bien como el rey se esperaba, pero Fernando II seguía trabajando incansablemente para
aumentar el número de beneficios de su hijo: prácticamente estancados desde su
nombramiento como arzobispo. Un año más tarde, teniendo a una persona de firme
confianza como era el Gran Tendilla y otros embajadores en Roma, las negociaciones
podían llevarse con algo más de facilidad. Estos tenían encomendada, entre otras
muchas misiones, la de lograr San Juan de la Peña y el monasterio de Rueda para don
Alonso; para ello tenía que decir
«de mi parte rogareys muy affectuosamente al reuerendissimo cardenal vicecanceller
quiera renunciar qualquier drecho, que tenga o pretienda tener, en el abbadiado de Sant Joan de
la Penya, al illustre arçobispo de Çaragoça, nuestro fijo, significando a su reuerendissima
paternidat se lo stimaremos en el mismo grado, en que es la mucha affeccion y desseo tenemos
al acrecentamiento del dicho nuestro fijo. L. Gonçales, Secretarius. Item, rogareys de mi parte,
con mucha affeccion, al cardenal de Sancta Maria “in Porticu” quiera renunciar al abbadiado de
Rueda, al dicho arçobispo nuestro fijo, con alguna pension, deduzidos los cargos de aquel,
significando a su reuerendissima paternidat ge lo stimaremos, en tanto quanto requiere el desseo
489
que tenemos del acrecentamiento del dicho arçobispo».
487
Juan Briz Martínez, Historia de la fvndación, op. cit., p. 862: «62. Don Iuan de Aragon, hijo del
Principe don Carlos de Aragon y Nauarra, fue electo por el Conuento, a peticion del Rey don Iuan el II su
abuelo; gozó el Abadia, hasta el año, de 82 en el qual, la renunció en fauor de su maestro, y el fue electo
en Obispo de Huesca»; vid. Antonio Durán Gudiol, «Juan de Aragón», op. cit., p. 33.
488
ACA, Real Cancillería, reg. 3613, ff. 24v–25r. Fernando II a Rodrigo de Borja, el 25 de agosto de
1484 desde Córdoba, apud Antonio de la Torre, Documentos sobre las relaciones, op. cit., doc. 93.
489
ACA, Real Cancillería, reg. 3609, ff. 63r–66v. Fernando II a Íñigo López de Mendoza II conde de
Tendilla, Juan Arias y Antonio Geraldini, el 20 de diciembre de 1485 desde Alcalá de Henares, apud
Antonio de la Torre, Documentos sobre las relaciones, op. cit., doc. 94.
184
El abadiado de San Juan de la Peña siguió estando en manos de Francisco Casisi
hasta su muerte, principalmente por el desencuentro entre el vicecanciller y Fernando II.
El cardenal Borja pedía como honorarios por el favor, 300 libras –273 ducados–
anuales, que al parecer eran dos tercios de los ingresos de la casa, por lo que era abusivo
en opinión del rey.490 Aunque durante al menos lo que duró la embajada del II conde de
Tendilla se mantuvo el objetivo de conseguir la casa pinatense, la falta de colaboración
del vicacanciller, terminó por malograr el asunto y dejar a Casisi con el monasterio.491
En esta ocasión también se fracasó estrepitosamente en adquirir Rueda. Algún
año más tarde, este monasterio sí acabaría en manos de don Alonso: esto tuvo lugar a
comienzos de 1493, previa resignación del cardenal de Santa María in Porticu, Juan
Bautista Zeno. Fue logrado gracias a las buenas gestiones del arzobispo de Tarragona,
quien debió sortear la indisposición existente entre los curiales contra don Alonso.492 A
cambio, el nuevo abad debía asignarle una pensión sobre las rentas de la casa rotense de
350 florines al cardenal –255 ducados–.493 En apariencia, Diego de Espés confundió la
adquisición de Rueda por parte de don Alonso a la unión que realizó Julio II del
monasterio con la mensa arzobispal, realizada a finales de 1507, de tal manera que
490
Aunque un año más tarde se seguía insistiendo, todo era en balde. Vid. ACA, Real Cancillería, reg.
3663, ff. 219v–220v. Fernando II a Íñigo López de Mendoza II conde de Tendilla, el 4 de octubre de
1486 desde Santiago de Compostela, apud, Antonio de la Torre, Documentos sobre las relaciones, op.
cit., doc. 64.
491
ACA, Real Cancillería, reg. 3609, ff. 158r–159v. Fernando II a Íñigo López de Mendoza II conde de
Tendilla, el 4 de marzo de 1487 desde Córdoba, apud, Antonio de la Torre, Documentos sobre las
relaciones, op. cit., doc. 34: «En lo de Sanct Joan de la Penya, mi voluntad no es condecender en que el
frayle en poco ni mucho, entre en possession, antes quiero que en todo caso, del dicho mi fijo, por la via
del apuntamiento fecho con el vicecanciller si por ahi se puede hauer, como creo. Pero desplazeme que
agora diga el cardenal vicecanceller no tener justicia, porque no haya effecto lo que con el sta apuntado;
si tal cosa es, y el frayle algun drecho, renuncie a el, que en tal manera mirar por el en fazer le alguna
recompensa».
492
ACA, Real Cancillería, reg. 3685, f. 12r. Fernando II a Gonzalo Fernández de Heredia arzobispo de
Tarragona, el 2 de marzo de 1493 desde Barcelona, apud Antonio de la Torre, Documentos sobre las
relaciones, op. cit., doc. 52: «Sabido hauemos con quanta diligencia haueys trabajado en egualar lo del
abbadiado de Rueda con el muy reuerendo cardenal de Santa Maria in Portico. Tenemos vos lo en
seruicio, porque de mas de hauer satisfecho al bien y reformacion de aquel monasterio, nos ha mucho
plazido, porque el arcobispo nuestro fijo, salga de pendencias con cardenales; que cierto nos era molesto
que en essa Corte fuessen miradas sus cosas de otra manera que la razon quiere, por ser quien es, y por su
merecimiento. Al dicho muy reuerendo cardenal gelo agradecereys de mi parte, que le ruego mucho que
las cosas que hauieren respecto al dicho arcobispo, las fauorezca y tenga por proprias, que en su caso sera
bien agradecido».
493
ASV, Arch. Concist., Acta Camerarii, 1, f. 52r. 2 de enero de 1493 desde Roma: «De Rueda
Cesaraugustanus. Die Mercurii ii Januarii sanctissimus dominus noster in suo Consistorio at moris est
admisit resignationes Monasterii de Rueda cister ordinis Cesaraugustane diocesis in manibus fue Sanctis
fructum pro Reuerendisimus domino Cardinalim Sancta Marie in porticu et illud Reuerendo patri domino
Alfonoso Archiepiscopo Cesaraugustani commendauit ¿ireperurt? tamum pension cccl florines eidem
Reuerendisimo domino Cardinali super fructibus dicti monasterii».
185
arzobispo de Zaragoza sería también abad de Rueda de forma perpetua.494 En este tira y
afloja por obtener Rueda, el investigador a veces se encuentra con más sombras que
luces. Si en principio, según se ha visto, el arzobispo de Zaragoza pudo adquirir el
monasterio, para el mismo año de 1493 hay informaciones contradictorias. Así,
Fernando II se dirigía al cardenal de Lérida, Luis Juan del Milá y de Borja –sobrino de
Calixto III–495 para rogarle que renunciase a la casa rotense. Los motivos que esgrimía,
eran puramente religiosos, ya que
«siempre touimos deuocion a aquella casa y en la manera que sta haurya menester
refformacion y la querriamos reduzca obseruancia para que en ella se fiziesse el culto duino con
mucha sanctimonia e decoro e para esto seria menester el prior presente Sta aqui el deuoto padre
Inquisidor de la heretica prauedat persona de mucho bien e virtud que sabria bien refformar
aquella casa a seruicio de nuestro señor y reudzirla en el stado que querriamos y desseamos».
496
Por lo tanto no queda precisamente claro si realmente don Alonso de Aragón
llegó a poseer en 1493 el monasterio de Rueda o quién lo hizo. Las fuentes en este caso,
tal y como puede observarse, son contradictorias. De hecho, para la primavera de 1495
volvía a existir un registro de la Cámara Apostólica en el que se expedía el pago de 40
florines –29 ducados– por la posesión recién adquirida de Rueda por parte de don
Alonso.497
Consideramos necesario llamar la atención sobre el hecho de que, previamente,
el arzobispo don Juan I de Aragón había sido también abad de Rueda, por lo que se
494
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., f. 740r: «En 22 de Deçiembre de este año el Papa Julio
II unio y annexo a la mensa Archiepiscopal de Çaragoça el monasterio de Rueda de la orden de San
Bernardo como parece por su bulla despachada en Roma dicho dia y año de 1507 de la natiuidad de
nuestro Señor y 1508 de la encarnacion y VI de su Pontificado. En la misma Jornada despacho otra bulla
dirigida al conuento y monjes del monasterio de Rueda mandoles que reciuan al Arçobispo de Çaragoça
Don Alonso de Aragon y a los que le succedieren como a su Perlado Padre y Pastor».
495
Sobre su persona existe una monografía bastante reciente, vid. Álvaro Fernández de Córdova Miralles,
“Vida y empresas del cardenal”, op. cit.
496
ACA, Real Cancillería, reg. 3569, ff. 251v–252r. Fernando II a Luis Juan del Milá y Borja cardenal de
Lérida, el 8 de noviembre de 1493 desde Zaragoza.
497
ASV, Cam. Ap., Oblig. Comm., 11, f. 107r. La Cámara Apostólica el 9 de abril de 1495 desde
¿Roma?: «Die viiii Aprilis mcccclxxxxv domini Michael Charascosa clerico ¿contlom? diocesis ut
principalis et priuata persona ac vite et nomine Reuerendo principis domini Alfonsi electo
Cesaraugustano obtulit camara apostolica et sacro collegio Reuerendorum dominorum Sanctae Romanae
Ecclesiae conuentum pro tor prouitio monasterii beate marie de Rueda cistercium cesaragustani diocesis
comuniter tamende de illo sibi auctoritatem apostolica facte sub datum quarto non? januarii anno seximo
florines auri de camara quadrigentos ad quos denariorum monasterii taxatum repecit a quinqua minuta
prointra consucta eorum dice autem eorum et minutorum prointiorum medietatem infra sex menses et
turonenses (denarii) inmediatem jaquentro alia non mediatem infra alios sex menses et turonenses
inmediate jaquintas solum promisit submisite saque in forma tome solemniter obligant et Reuerendo por
dominos smolfus mensarino tulit ¿fontiarum? in seriptio prinbus ste de norma s. ja. d bonaperte testibo
ut».
186
podría entender el interés de unir la dicha casa a la dignidad archiepiscopal. Sin
embargo, es aún más llamativo comprobar que este prelado poseyó prácticamente las
mismas dignidades que años más tarde disfrutaría también don Alonso, incluyendo la
encomienda mayor de Alcañiz. 498 Esto podría significar que los reyes de Aragón
conformaron una especie de elenco de beneficios que consideraron como pertenecientes
a su patrimonio para repartir dentro de la familia, tradición que se perdería con el
cambio de dinastía.
A pesar de que durante la embajada del Gran Tendilla no se logró adquirir
Rueda ni San Juan de la Peña, Fernando II consiguió cierta consolación del pontífice.
Inocencio VIII había emitido una bula por la que reservaba dos abadías y dos prioratos a
don Alonso dentro de la Corona de Aragón. Por lo tanto, aunque no se conseguían los
que el rey entendía como «patrimoniales» de la Corona, sí le podía permitir a don
Alonso disfrutar quizás de emolumentos de mayor importancia en el futuro.499
Siguiendo con lo que podríamos considerar como parte del patrimonio de los
arzobispos de la Casa Real, al menos tomando como ejemplo a don Juan I de Aragón,
don Alonso consiguió también obtener algún abadiado más que su tío poseyó en vida.
En 1491, la Cámara Apostólica expedía un cobro para el hijo del rey por valor de 400
florines –291 ducados–. Esta suma se tenía que satisfacer por haber recibido del
pontífice la abadía de San Victorián.500 Muy poco tiempo después podía añadir a la lista
498
Fernando Solano Costa, Notas para una biografía del arzobispo Don Juan de Aragón, administrador
de la archidiócesis de Zaragoza (1439?–1475?), Discurso de ingreso en la Real Academia de Nobles y
Bellas Artes de San Luis el día 19 de marzo de 1970, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1970, p.
10: «incrementada, a título personal, con la encomienda mayor de Alcañiz de la Orden de Calatrava, el
priorato del Santo Sepulcro en Aragón y la “encomienda” de las abadías de Veruela, Rueda, Valldigna y
Montearagón».
499
ACA, Real Cancillería, reg. 3645, ff. 223r–v. Fernando II a distintas autoridades, el 30 de septiembre
de 1488 desde Valladolid, apud Antonio de la Torre, Documentos sobre las relaciones, op. cit., doc. 163:
«Sanctissimus dominus noster Innocencius, papa octauus, suis opportunis apostolicis bullis et
prouisionibus, concessit et indulsit reseruacionem quandam illustri et reuerendo Alfonso de Aragonia,
administratori perpetuo archiepiscopatus Cesaraugustanensis, filio nostro carissimo, ac locumtenenti
generali nostro in prefato regno Aragonum, de duabus abbaciis et aliis duobus prioratibus, in predictis
nostris regnis Aragonum, Valencie, Maioricarum, principatu Cathalonie».
500
ASV, Cam. Ap., Oblig. Comm., 10, f. 95r. La Cámara Apostólica, el 13 de agosto de 1491 desde
¿Roma?: «Reuerendi in christo ¿meis? domino Alfonsi de aragonia archiepiscopi cesaragustani
comendatarii monasterii sacnti victoriani ordenis sacnti benedicti flareni diocesis obtulit camera
apostolica et sacro collegio Reuerendisimorum dominorum ¿conclusio? pro communi prointro dicti
monasterii rationi commenda vigor caproamus sed domino archiepiscopus at conacossa per bullas domini
Innocentii sub sanct in regras secretaue corum doseupta ubi bulla dei coseruationis sunt in gratia it quaser
minuta seruitia consuota corendi autom ¿coins? ut nunutorum modutatis in sea sipunsis aliam non
mediatos infra alios sit nunsas aptums proxima scenturos soltione promisca submisit sencat rorum et
Reuerendus principi d. domini do viterbu tulit simas in scritptum Roma in camera apostolica A de
compania ut phida pontuoncas testis ut mo. d. d. ¿att? notum rogatum. Florines quadrigintos ad quos dem
monasterii taxatum receppit».
187
de abadiados en posesión el monasterio de Montearagón, sitio muy importante en la
época de la Reconquista pero que en aquellos momentos languidecía. El castillo–
monasterio se le concedió a comienzos del annus mirabilis de 1492; el problema
subyace en que el registro laterano viene fechado en enero de 1492 por Alejandro VI, lo
cual es incorrecto porque aún no había sido elevado a la cátedra de San Pedro.501 Tanto
San Victorián como Montearagón fueron resignados antes de su muerte en su sobrino
don Alonso de Castro.
Las influencias de la curia pontificia en el reparto de los beneficios eclesiásticos
era bastante grande a cualquier nivel. En ocasiones podían los curiales atajar el camino
para su obtención gracias a su cercanía al papa. En otras, como se viene observando,
resignar, intercambiar o incluso ceder temporalmente algunas rentas de importancia de
su propio patrimonio. Estas acciones tenían interferencias con la política real de dotar,
en nuestro caso a don Alonso, a ciertas personas concretas. Cuando el arzobispo de
Zaragoza rondaba los 20 años de edad, salió a la luz una disputa por el priorato del
Sepulcro de Calatayud y la encomienda de Nuévalos –incluida en el priorato–. El papa
se la había concedido a don Alonso, quien la disfrutaba a la altura de abril de 1489. Sin
embargo, previamente la había tenido el cardenal de Nápoles Oliverio Caraffa. Este se
la había dejado a Egidio Sadornil y según decía, tenía derecho de recuperarla. Por lo
tanto, el purpurado había reclamado al rey sobre el asunto, que Fernando II no veía nada
claro, por lo que le prometió hablarlo con su hijo y ver qué se hacía al respecto.502 El
devenir de este beneficio fue realmente tortuoso y en buena medida, difícil de entender
con la documentación consultada. Al parecer, el rey había aceptado en cedérselo al
cardenal napolitano e hizo que «que el arçobispo de Çaragoça mi fijo desistiesse al
drecho que en el pretendia tener». Agradecido Caraffa por la generosidad de Fernando
II, «offrecio por sus cartas que dispornia del dicho priorado en persona alguna sin mi
consentimiento, y que siempre que a mi pluguiesse, lo resignaria en el dicho arçobispo
mi fijo, dandole razonable compensa». Por el motivo que fuera, el rey de Aragón
501
ASV, Reg. Lat. 933, f. 197r. Alejandro VI (sic: Inocencio VIII) a don Alonso de Aragón, el 7 de enero
de 1492 desde Roma. La fecha es sin lugar a dudas correcta porque unos pocos días después, el rey
amonestaba por las medias anatas que tenía que pagar todavía don Alonso por San Victorián y
Montearagón, vid. ACA, Real Cancillería, reg. 3571, f. 5r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 22 de
enero de 1492 desde Santa Fe. Un año más tarde, el rey agradecía al cardenal Lorenzo Cybo que hubiera
resignado Montearagón en don Alonso. Vid. ACA, Real Cancillería, reg. 3685, f. 9v. Fernando II a
Lorenzo Cybo cardenal de Benevento, el 28 de febrero de 1493 desde Barcelona, apud Antonio de la
Torre, Documentos sobre las relaciones, op. cit., doc. 40.
502
ACA, Real Cancillería, reg. 3566, ff. 165r–v. Fernando II a Oliverio Caraffa cardenal de Nápoles, el 1
de abril de 1489 desde Colmenar de Montemayor, apud Antonio de la Torre, Documentos sobre las
relaciones, op. cit., doc. 65.
188
decidió en 1493 que tenía que retornar el monasterio a don Alonso de Aragón.503 Este
litigio ilustra bastante bien la complejidad de las relaciones que los cardenales podían
tener con los eclesiásticos del resto de la cristiandad.
Los purpurados ocupaban, debido al intenso tráfico de influencias que había en
la corte pontificia y la cercanía al poder, un sinfín de puestos en la cristiandad. En varias
ocasiones, Fernando II, siempre perseverante en su actitud de acrecentamiento de su
hijo, tuvo que negociar con los cardenales para intentar que renunciasen a sus beneficios
en favor de don Alonso. El caso extremo de esta situación fue el arzobispado de
Zaragoza, que realmente no puede considerarse paradigmático de esta afirmación. Un
caso más habitual fue la negociación que llevó el obispo de Badajoz en Roma para
intentar obtener una encomienda de los caballeros teutónicos en Palermo. Esta
pertenecía al cardenal Federico de Sanseverino y Juan Ruiz de Medina tenía que lograr
su renunciación en don Alonso, trabajando con el influyente cardenal Carvajal.504 Las
negociaciones evidentemente eran intercambios de favores pero los prelados eran
siempre duros negociantes. En compensación, el cardenal de Sanseverino pedía la cifra
de 1.000 ducados, algo que escandalizaba al Católico, no sólo por la cantidad sino
porque ni siquiera el purpurado había tomado posesión de la denominada como
«mayson de Palermo».505
El quid de la cuestión residía en que la dicha encomienda era de patronato real, o
así lo señalaba el monarca, por lo que le parecían absurdas las exigencias de Federico de
Sanseverino. Este no se avino a los términos propuestos por el monarca sino que a
finales del año reclamaba 800 ducados de pensión, aparte de 2.000 más en los que
tasaba las pérdidas que había tenido durante diez meses por la confiscación de las rentas
que había decretado Fernando II. Al rey toda la situación le parecía una ofensa, primero
por tener el patronato y segundo por las cifras astronómicas que pedía el interesado. La
solución que le ofrecía al cardenal Carvajal para que consiguiera llevar a buen puerto el
negocio no era la más creativa, pero posiblemente no se podía hacer mucho más, por lo
que el obispo de Cartagena tenía encomendado «certificadle que en esto nos fara
503
ACA, Real Cancillería, reg. 3685, ff. 6v–7r. Fernando II a los obispos de Badajoz y Astorga, el 13 de
enero de 1493 desde Barcelona, apud Antonio de la Torre, Documentos sobre las relaciones, op. cit., doc.
9.
504
ACA, Real Cancillería, reg. 3685, f. 76r. Fernando II a Juan Ruiz de Medina obispo de Badajoz, el 30
de abril de 1494 desde Medina del Campo, apud Antonio de la Torre, Documentos sobre las relaciones,
op. cit., doc. 80.
505
ACA, Real Cancillería, reg. 3685, f. 80r–v. Fernando II a Garcilaso de la Vega, el 8 de julio de 1494
desde Segovia, apud Antonio de la Torre, Documentos sobre las relaciones, op. cit., doc. 145.
189
senyalado plazer y tal que en su caso y lugar, hauremos memoria del. Y donde otro
acordasse, desenganyadle, por las meiores y mas corteses palabras que pudieredes».506
Muy posiblemente las lisonjas del astuto Bernardino López de Carvajal no dieron por sí
solas el fruto deseado, pero acompañadas de alguna compensación y vislumbrar las
posibles consecuencias de su contumacia acabaron por ver que la mejor opción era
resignar la mayson de los caballeros teutónicos en don Alonso. En septiembre de 1495,
el arzobispo de Zaragoza ya tenía a su disposición –legalmente, no de facto– las villas
sicilianas que conformaban la encomienda.507
A comienzos de este apartado hemos mencionado que según don Hernando de
Aragón, su padre había sido archimandrita de Sicilia. Este cargo, propio de las iglesias
de rito griego consistía en supervisar una serie de monasterios o ser abad de uno de
importancia. En este caso, el archimandriato que recibió fue el de Mesina. Era de una
importancia capital dentro de Sicilia, ya que tenía la jurisdicción sobre unos 60
monasterios de monjes basilios del reino ultra Pharum y también de Calabria, así como
35 parroquias. En 1493, Fernando II le enviaba al cardenal de Cartagena, Bernardino
López de Carvajal una misiva en los siguientes términos:
«Fazemos vos saber que agora nos ha sido dicho, que vno de los cardenales que reside
en essa Corte se ha fecho reseruar el archimandritado de Mecina, que es de nuestro patronadgo
real. De lo qual me he mucho marauillado; ca, biuiendo el archimandrita y no hauiendo para
ello nuestro consentimiento, no deuia Su Santidat otorgar tal reseruacion, en tanta derogacion
del dicho nuestro patronadgo. Y porque nos no daremos logar que otra persona haya el dicho
archimandritado, sino el illustre y reuerendo arçobispo, nuestro muy caro e muy amado fijo, al
qual muchos dias ha lo tenemos prometido para en caso de vaccacion, por ende rogamos a
vuestra reuerenda paternidat que luego steys con nuestro muy Santo Padre sobrello; y en virtud
de la carta de creencia, que con la presente vos embiamos para Su Santidat, en persona vuestra y
506
ACA, Real Cancillería, reg. 3685, ff. 96v–97r. Fernando II a Bernardino López de Carvajal cardenal
de Cartagena, el 10 de noviembre de 1494 desde Madrid, apud, Antonio de la Torre, Documentos sobre
las relaciones, op. cit., doc. 271
507
ACA, Real Cancillería, reg. 3666, f. 97v. Fernando II a los consejeros de la corte de Sicilia, el 10 de
septiembre de 1495 desde Tarazona: «El Rey. Magnificos e amados consejeros nuestros. En dias passados
fueron por nos otorgados al Illustre e reuerendo arçobispo de Caragoça nuestro muy caro e muy amado
fijo essecutoriales de las villas obtenidas en fauor suyo de la encomienda de la mayson de palermo y de la
concordia fecha entre el muy Reuerendo Cardenal de sant Seuerino y del dicho arçobispo. Segun que en
las dichas letras essecutoriales nuestras largamente se contiene a las quales nos referimos y como quiere
creemos las haureys fecho complir y essecutar iuxta supro? e tenor porque nos ha sido fecha relacion que
algunas personas se esfuerçan de empachar la essecucion de las dichas essecutoriales otorgadas en virtud
de las dichas bullas e pensiones aplicadas».
190
del reuerendo obispo de Badaioz, le supliqueys por nuestra parte le plega reuocar la dicha
reseruacion y otra qualquier que houiesse otorgado».
508
Pese a que no se sabe con exactitud cuándo comenzó a disfrutarlo, ya que da la
impresión de que la curia no estuvo conforme en otorgárselo en 1493, sí se puede
afirmar con seguridad que en 1505 era archimandrita de Mesina, posiblemente desde
hacía poco.509 Esta hipótesis se desprende de la carta enviada por Fernando II al virrey
de Sicilia, quejándose por un problema de pagos a su hijo de las rentas del
archimandriato, ya que «nos ha seydo fecha relacion quel thesorero dese Reyno recibio
de los acendadores del archimandritado de mecina siendo los frutos y rentas del dicho
arcobispo y despues de tomada la possession del dicho archimandritado por su
procurador Lxii onzas vii tarines las quales se pagaron a xvi de nouiembre». Por lo
tanto, puede inducirse que su posesión fue en torno a 1504.510 Un par de años más tarde,
la Cámara Apostólica, siempre celosa de sus privilegios, exigía a don Alonso el pago de
237 ducados por recibir el monasterio de San Salvador de Extramuros, en Mesina; esta
una prebenda anexa al cargo de archimandrita.511
Siguiendo con las palabras del arzobispo don Hernando, don Alonso fue
arzobispo de Zaragoza pero también de Monreal y de Valencia. Sobre el primero no hay
ninguna duda respecto al procedimiento de adquisición y el proceso fue conocido y
registrado desde muy poco tiempo después de tener lugar. Sin embargo, sobre los otros
dos, lo único que se ha conocido con certeza es que «en este año de 1512 renuncio el
Arçobispado de Monrreal por el de la nobilissima Ciudad de Valencia».512 ¿Desde
cuándo había sido arzobispo de Monreal? ¿Lo fue realmente? Algún autor de época
reciente asumía que lo fue desde el momento del conflicto con Ausías Despuig,513
entendiendo que ya el secuestro de sus rentas conllevó la adquisición automática de
Monreal hasta el trueque por Valencia. También en la crónica de Padilla se lo
508
ACA, Real Cancillería, reg. 3685, ff. 60v–61r. Fernando II a Bernardino López de Carvajal cardenal
de Cartagena, el 26 de octubre de 1493 desde Barcelona, apud, Antonio de la Torre, Documentos sobre
las relaciones, op. cit., doc. 345.
509
RAH, Colección Salazar y Castro, A–1, f. 40r. Julio II a Fernando II, el 24 de junio de 1505 desde
Roma.
510
ACA, Real Cancillería, reg. 3671, ff. 33v–34r (2ª numeración). Fernando II a Juan de Lanuza virrey de
Sicilia, el 21 de agosto de 1505 desde Barcelona.
511
ASV, Cam. Ap., Intr. et Ex. 539, f. 76r. La Cámara Apostólica a don Alonso de Aragón, el 31 de mayo
de 1506 desde ¿Roma?
512
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., f. 744r
513
Antonio Durán Gudiol, “Juan de Aragón”, op. cit., p. 32: «Alfonso de Aragón, nacido ilegítimamente
del rey Católico en 1468, acumulador de prebendas eclesiásticas: obispo de Monreale de Sicilia (1477–
1512), arzobispo de Zaragoza (1478–1520) y arzobispo de Valencia (1512–1520)».
191
denominaba «Don Alonso de Aragon y Monreal», lo que podría reforzar la idea de que
había sido prelado de ambos lugares prácticamente toda su vida.514 Don Alonso jamás
fue arzobispo de Monreal, únicamente su administrador y esto fue en fechas tan tardías
como 1505.515 Un último apunte sobre las dignidades episcopales, es que desde fechas
tan tempranas como 1484, sus consejeros pretendían que recibiera alguna diócesis más,
como fue el caso de Cefalú (en Sicilia), pero no debió de ser la propuesta del interés
real.516
Durante casi toda su vida, Fernando II intentó acrecentar el patrimonio de su hijo
con todo tipo de beneficios de mayor o menor envergadura, pero siempre de manera
constante. La necesidad de nuevas fuentes de ingreso, por lo mermadas que solían estar
por abundantes que pudieran ser sobre el papel, se impuso como tónica general. Sin
embargo, es llamativo encontrar que no siempre fue esta la causa oficial esgrimida. Esto
mismo puede indicar que aparte del enriquecimiento hubo también otro tipo de
motivaciones a la hora de presentar a don Alonso de Aragón para distintos puestos
vacantes de la Iglesia en los estados del Rey Católico. El caso principal que ilustra este
discurso se encuentra en la abadía de San Cugat. Según le narraba el monarca a
Alejandro VI, el abad deseaba que el arzobispo de Zaragoza fuera designado como
coadjutor ya que, al recibir el monasterio a su muerte, le sería mucho más sencillo
reformarlo: al parecer no se seguía la regla de San Benito como se hubiera debido.517
Como de costumbre, a la hora de tratar con Rodrigo de Borja –en esos momentos ya
sucesor de San Pedro como Alejandro VI–, el asunto se dilató bastante en el tiempo. En
514
Lorenzo de Padilla, Crónica, op. cit., pp. 88–89.
ASV, Arm. XXXIX, 29, f. 42v. Julio II a Fernando II, el 23 de enero de 1505 desde Roma. También
en Konrad Eubel, Hierarchia Catholica Medii Aevi sive Summorum Pontificum, S. R. E. Cardinaliu,
Ecclesiarum Antistitum series, Múnich, 1913, en el volumen III, p. 250. Si bien Eubel afirma que el
nombramiento fue al día siguiente, lo cual tendría sentido, ya que lo otro es una epístola adelantándole la
noticia al rey Fernando. Aunque fechada a finales de junio de ese año, hay otra carta de Julio II al rey en
el que después de alabar sus virtudes, menciona este asunto. Vid. RAH, Colección Salazar y Casatro, A–
1, f. 40r. Julio II a Fernando II, el 24 de junio de 1505 desde Roma: «Hodie in Consistorio nostro
Venerabilem fratrem nostrum Alfonsum Archiepiscoum Cesaraugustanem Ecclesie Montisregalis per
obitum Bone memorie Iohannes (Juan de Castellar y Borja) cardinale Sancte Marie in Transtiberim
presbiteri Cardinalis extra Roman Curia defuncti pastoris solatio destitute. Administratorem perpetuum.
Etiam vnatum Ecclesia cesaraugustani et Archimandritata omnibusque alys Monasterys Dignitatibus et
beneficys que obtinet et imposterum obtinebit De venerabilium fratrum nostrorum Sancte Roman ecclesia
Cardinalium consilio fecimus constituimus et deputatuimos».
516
ACA, Real Cancillería, reg. 3668, f. 15r (2ª numeración). Fernando II a don Alonso de Aragón, el 15
de febrero de 1484 desde Valladolid.
517
ACA, Real Cancillería, reg. 3685, f. 65v. Fernando II a Alejandro VI, el 4 de noviembre de 1493
desde Barcelona, apud Antonio de la Torre, Documentos sobre las relaciones, op. cit., doc. 366.
515
192
verano de 1494 Garcilaso de la Vega seguía insistiendo sobre el tema en Roma.518 No
estamos en posición de conocer si realmente se lo nombró coadjutor como quería el
abad, pero sí se consiguió obtener el abadiado para don Alonso. Un par de meses
después de las instrucciones a los embajadores en la Ciudad Eterna, el colegio
cardenalicio decidía conceder San Cugat por la muerte de su propietario a don
Alonso.519 Un último apunte sobre el monasterio catalán es que, al menos desde 1484,
don Alonso de Aragón y su entorno más cercano en Zaragoza estuvieron interesados en
la adquisición de este importante cenobio –aunque solo fuera para administrar sus
rentas–, si bien no se llevó a buen término.520
El aspecto reformista como leit motiv a la hora de adquirir nuevos beneficios no
fue algo extraordinario del ejemplo anterior sino que ocurrió alguna vez más. Unos años
más tarde, la necesidad de cambio de hábitos y de unificar a claustrales y observantes de
la orden de San Benito hizo necesaria la figura de don Alonso. La abadía de Ripoll
pertenecía a don Fadrique de Portugal, pero esta se encontraba vacante porque su titular
había recibido el rico obispado de Coria. De tal manera, mientras se procedía con la
unión de las dos ramas de la orden, se requería que momentáneamente el arzobispo
tuviera al cargo la situación. Como el papa había accedido a las peticiones de la
monarquía para hacer a todos los monjes observantes, era necesario que don Alonso
renunciase a la abadía; por lo tanto, la posesión de la misma se entendía como algo
completamente momentáneo. Es más, el Católico ni siquiera había buscado
deliberadamente que se le asignase Ripoll a su hijo, sino únicamente «que se pussiesse
en cabeça de alguna persona fiable la dicha abadia» mientras se obtenían las bulas. Fue
518
ACA, Real Cancillería, reg. 3685, ff. 80r–v. Fernando II a Garcilaso de la Vega y Juan Oliver, el 8 de
julio de 1494 desde Segovia, apud Antonio de la Torre, Documentos sobre las relaciones, op. cit., doc.
145.
519
ASV, Cam. Ap., Oblig. Comm., 11, f. 88r. La Cámara Apostólica, el 25 de septiembre de 1494 desde
Roma: «Die xxv euisdem mensi septembris venerabilio vir duus Michael de Carascosa Canonicus
Cuntatirii vt procurator vt procuratorum nostri Reuerendi principis domini Alfonsi Electi (ilegible)
Ceseraugustani sponte obtulit Camara apostolica vt sacro Collegio Reuerendorum dominorum
Cardinalum pro Comunii scrintro monasterii sancti Cucufatis vallcum ordinis sancti bernardi
Barchinonicii diocesis». Por el nombramiento, don Alonso debía pagar 40 florines de tasa –29 ducados–.
Meses después, el rey quería que el pontífice perdonase parte de la anata que le querían cobrar a don
Alonso, ya que la consideraban desproporcionada –desconocemos esa cuantía–. Para ello, vid. ACA, Real
Cancillería, reg. 3685, f. 95v. Fernando II a Alejandro VI, el 10 de diciembre de 1494 desde Madrid,
apud Antonio de la Torre, Documentos sobre las relaciones, op. cit., doc. 267.
520
ACA, Real Cancillería, reg. 3668, f. 15r (2ª numeración). Fernando II a don Alonso de Aragón, el 15
de febrero de 1484 desde Valladolid: «El Rey. Illustre y Reuerendo nuestro muy caro y muy amado fijo y
lugarteniente general. Vimos vuestras cartas y oymos lo que almaçan nos fablo y suplico de vuestra parte
assi sobre la prouision del obispado de cefalu como sobre la administracion de la abadia de sant cugat y
porque con el hauemos respondido sobre todo ello de nuestra voluntat porque os lo scriuo sea le dada
entera fe y creencia».
193
la Santa Sede quien lo decidió hacer así, por ser «persona mas fiada a nos que otra
ninguna». Aunque se trataba de una casa de gran renombre, Fernando II en ningún
momento estaba preocupado porque la tuviera el arzobispo, sino por llevar a cabo la
dicha reforma, así que este le tenía que mandar poderes suficientes a su procurador para
renunciarla «en manos de Su Santidad la dicha abadia porque fecha la dicha
renunciacion se pueda fazer la dicha vnion».521
Si aumentar el patrimonio de su hijo estaba lejos de las intenciones del Católico
en el caso de Santa María de Ripoll –anteponiendo la reforma del mismo–, estos rectos
propósitos no impidieron que poco después, don Alonso acabase siendo abad del
referido monasterio. Aunque se desconoce si pudo llevarse a cabo la unión de los
observantes con los claustrales, sí parece claro que el arzobispo de Zaragoza renunció
en manos del papa, para años más tarde ser investido por Julio II como abad de Ripoll,
previo pago de 600 florines –436 ducados–.522 El último testimonio de interés sobre este
asunto es que, en 1517, don Alonso de Aragón terminó resignándolo en Jaime Rich, un
criado suyo que solía despachar asuntos suyos en la Santa Sede, si bien se debió de
quedar con una parte sustancial de las rentas a cambio.523
El camino seguido hasta el momento ha sido un recorrido más o menos lineal en
los inicios y una panorámica, lo más completa que nos permiten nuestras fuentes, de las
principales dignidades que don Alonso disfrutó en su vida. Sin embargo, la lista de
beneficios del arzobispo no se limitó a los grandes títulos sino que hubo una gran
variedad en tamaño, cualidad y cantidad: todo servía para incrementar unas rentas que
muchas veces apenas generaban ingresos de lo lastradas que se encontraban. Aparte de
los principales monasterios comentados, hubo otros de menor importancia o
directamente de nombre desconocido –o incompleto–. Intentando ser exhaustivos pero
sin extendernos en exceso, hubo varias casas que recibió en su vida, si bien no siempre
se puede determinar si las conservó hasta su defunción o posteriormente las intercambió
o cedió. El reino de Sicilia fue una de las fuentes patrimoniales principales de donde
521
ACA, Real Cancillería, reg. 3669, ff. 157v–158r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 3 de junio de
1503 desde Barcelona.
522
ASV, Cam. Ap., Obl. et Sol., 88, f. 90v. La Cámara Apostólica a don Alonso de Aragón, el 25 de
noviembre de 1506 desde Roma.
523
Jordi Mascarella i Rovira, “L’abaciologi glossat”, op. cit., p. 50: «Seddictus Federicus viso quod
abbatia non transivit in favorem abbatis Montis Serratis renuntiavit jus suum in favorem Alphonsi de
Aragonia, archiepiscopus Caesaraugustensis, et non post multos annos dictus Alphonsus ob favorem
patris sui regis citavit dictum cardinalem, qui quidem cardinalis fecit compositionem cum dicto
Alphonso, nam dedit accessum in illa Jacobo Desrich reservando sibi fructus pro pensione, et sic regnavit
usque ad annuin 1517».
194
don Alonso obtuvo alguna dignidad; quizás pocas en cuanto a número pero importante
económicamente. En 1502 recibió el monasterio de Santa María de Arcos en la diócesis
de Siracusa; sus ingresos no debían de ser elevados ya que únicamente tuvo que
satisfacer 66 florines –48 ducados– a la Cámara Apostólica.524 Poco después, si bien no
a título personal sino asociado al arzobispado, se concedía la administración perpetua
del monasterio benedictino de Santa María de ¿Rimpullo?, en la diócesis de Vich; esto
se pudo llevar a cabo gracias a la promoción de su anterior titular, Enrique de
Portugal.525 Tres años más tarde, sin que se tenga más noticia que unas breves líneas,
Julio II le concedió «abbatiatus monesterii sancti Joannis de abbatissis», situado en la
diócesis de Vich.526 Algo más rentable en cuanto a ingresos debió de ser el monasterio
agustino de San Julián, por el que tuvo que pagar a la Cámara Apostólica 79 ducados en
1510.527 Finalmente, en un momento incierto recibió el monasterio de Santa María de la
Valldigna, en la huerta valenciana. De esto se tiene constancia, aparte del testimonio de
don Hernando de Aragón, de fechas tan tardías como 1512. El rey en una epístola le
comentaba a su hijo que dejase a los monjes elegir a su prior libremente, tal y como
hacían cuando gobernaba la casa el arzobispo de Zaragoza don Juan I. Esta medida,
encaminada a que el prelado obtuviera «merito grande y dareis buen enxemplo a otros
comendatarios» tenía cierta trampa bajo sus tintes que podríamos calificar de
democráticos. Fernando II le recomendaba «que si la dicha election que assi fizieren a
vos no fuere grata que ayan de tornar otra y otra vez a elegir fasta que vos aproueys la
tal election».528 Respecto a los monasterios de los que no se conoce exactamente cuáles
fueron, hay al menos un par, obtenidos en épocas muy cercanas. El primero se trataba
de uno en la diócesis de Zaragoza, del que sólo se sabe que era en honor a la Virgen,
denominado «monasterii beata maria de latehrin» y que costó 33 ducados, pagados en
octubre de 1492.529 Justo un día después, el recién elegido como Alejandro VI concedía
524
ASV, Cam. Ap., Oblig. Comm., 12, f. 163v. La Cámara Apostólica a don Alonso de Aragón, el 29 de
abril de 1502 desde Roma.
525
ACA, Real Cancillería, reg. 3579, ff. 216v–217r. Fernando II a la diócesis de Vich, el 4 de agosto de
1507 desde Valencia.
526
ACA, Real Cancillería, reg. 3580, ff. 253r–254r. Fernando II a los oficiales de Cataluña, el 22 de
febrero de 1510 desde Villamayor.
527
ASV, Cam. Ap., Intr. et Ex., 548, f. 15v. La Cámara Apostólica, el 12 de enero de 1510 desde Roma.
528
ACA, Real Cancillería, reg. 3676, ff. 175r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 5 de marzo de
1512 desde Burgos.
529
ASV, Cam. Ap., Intr. et Ex., f. 9r. La Cámara Apostólica, el 2 de octubre de 1492 desde ¿Roma?
195
otra casa conventual de la que no se especificó el nombre, por el que se tenían que
satisfacer 66 florines –48 ducados–.530
Habiendo completado –nunca de forma total– la nómina de los distintos
monasterios que don Alonso recibió a lo largo de su vida, es necesario pasar a otro tipo
de beneficios menores en importancia. Hay constancia de que recibió varios prioratos;
siendo el primero en aparecer en la documentación a finales del annus mirabilis de
1492. En noviembre, Alejandro VI lo designó como prior en el priorato de los
jerónimos de Taserres.531 También hay noticias de un par en Gerona, recibidos en torno
a 1493 en la diócesis de Gerona, «prioratusque de casseris in ¿vicen? et […] ac etiam
peioratus de ridauia in Gerundem».532 El siguiente y último, fue el de Santa Ana de
Barcelona, que pertenecía al Santo Sepulcro. De este, precisamente, se hacía eco don
Hernando como hemos podido ver al principio de este epígrafe. Julio II se lo concedió
en administración perpetua.533
Hasta ahora el discurso que hemos ido elaborando indica que en cuanto se
podían sortear los problemas en la Santa Sede mediante tráfico de influencias y
prebendas, la voluntad real no tenía cortapisas. En buena medida la imagen es correcta,
pero existieron algunas excepciones notables dentro de las instituciones con las que se
comerciaba. Hubo casos en los que el nombramiento no era directo por el papa o el rey
–por no disponer patronato– y se esperaba que el capítulo de religiosos tomase la
decisión correcta a la hora de elegir. El problema es que por distintas causas, su elección
podía no ser del agrado regio. Así ocurrió por ejemplo con el convento de Villabertrán,
cuyos frailes no habían querido elegir a don Alonso.534 La respuesta ante la negativa de
los frailes fue contundente: el secuestro de las rentas por orden real. A pesar de
semejante pena, los monjes consiguieron mantenerse firmes en su resolución de no
aceptar a don Alonso bajo ningún concepto y siguieron apoyando a su propio candidato
incluso años más tarde; curiosamente el arzobispo tenía la posesión –o se suponía tal–
530
ASV, Cam. Ap., Oblig. Comm., 11, f. 6v. La Cámara Apostólica, el 3 de octubre de 1492 desde
¿Roma?
531
ACA, Real Cancillería, reg. 3569, ff. 164v–165r. Fernando II, el 20 de noviembre de 1492 desde
Barcelona.
532
ACA, Real Cancillería, reg. 3551, ff. 140v–141r. Fernando II a los oficiales de Cataluña, el 24 de
mayo de 1493 desde Barcelona.
533
ACA, Real Cancillería, reg. 3580, ff. 253r–254r. Fernando II a los oficiales de Cataluña, el 22 de
febrero de 1510 desde Villamayor.
534
ACA, Real Cancillería, reg. 3566, ff. 127v–128r. Fernando II a Berenguer de Pau obispo de Gerona, el
23 de noviembre de 1488: «la voluntat que signifca als procuradors del Illustre e Reuerendo Arcebisbpe
de Caragoça nostre fill que dauaun orde volente ho ells que seria postulat por los monges de vilabertran e
termin admiracio por ¿quina? raho aquellos recusarem tal offerta».
196
desde 1493.535 El Rey Católico entendió que, aunque siempre propenso a favorecer en
todo a su hijo, la situación había llegado a unos límites que por conciencia no podía ya
tolerar y que había que dejar solucionado el asunto. Por ello mismo, instó al prelado a
presentar algún documento pontificio que lo autorizase a poseer la abadía y en caso
negativo, que los dejase ya en paz.536
Por último, un aspecto que consideramos bastante importante. Ha quedado
puesto de manifiesto que en los primeros años de don Alonso se dio orden de hacer
resignar al caballero Pedro Vaca algunos beneficios a favor del nuncio apostólico. Esto
que pudiera parecer un hecho completamente coyuntural fue precisamente, lo contrario:
también puede observarse en personajes del entorno familiar del rey como don Felipe de
Aragón y Navarra. Las propiedades del arzobispo de Zaragoza eran una extensión del
patrimonio real con las que, a merced de los distintos panoramas políticos, Fernando II
recurría para agasajar a aquellos que lo creía conveniente. Para justificar esto mismo,
tomaremos dos ejemplos completamente antagónicos por la calidad de los beneficios y
de las personas que los terminaron recibiendo. El primero de ellos lo encontramos a
finales de 1493. En esos momentos, don Alonso de Aragón había resignado en fray
Girart de Grana el priorato de Ridaura.537 Este personaje de poca relevancia era sobrino
del obispo de Albi (en Occitania) Luis de Amboise quien fuera en su día embajador en
España. En contraposición, se encuentra un caso realmente interesante previo a los
momentos de la muerte del Rey Católico. Se trata de la única referencia que hemos
encontrado de la posesión del Patriarcado de Jerusalén –por lo demás, título vacío de
contenido–. A finales de 1515, don Alonso daba permiso a su factótum en Roma, Jaime
Rich para que renunciase en su nombre al patriarcado de Jerusalén, a favor de don
Antonio de Rojas:
535
ACA, Real Cancillería, reg. 3551, ff. 140v–141r. Fernando II a los oficiales de Cataluña, el 24 de
mayo de 1493 desde Barcelona.
536
RAH, Colección Salazar y Castro, A–11, f. 76r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 13 de abril de
1494 desde Medina del Campo: «El Rey. Illustre y Reuerendo arçobispo nuestro muy caro e muy amado
fijo e lugarteniente general. No ignorays quanto tiempo ha que por nuestro mandamiento stan
sequestradas las rentas de la abadia de villabeltran por vuestro interesse. E por quanto el dicho sequestro
es cargoso a nuestra consciencia vos dezimos que si vos teneys rescripto apostolico alguno con el qual
podays tomar justamente la possession de la dicha abadia que luego lo pongays por essecucion donde no
que pongays de fazer alguna concordia o assiento con aquel que pretiende tener drecho a ella pero fazedlo
luego porque nos por el descargo de nuestra consciencia no podriamos detener mucho tiempo la
reuocacion del dicho sequestro».
537
ACA, Real Cancillería, reg. 3573, f. 225r. Fernando II a Juan Sarriera baile general de Cataluña, el 26
de diciembre de 1493 desde Zaragoza, apud, Antonio de la Torre, Documentos sobre las relaciones, op.
cit., doc. 413.
197
«Abad. Por mandado del Rey mi Sennor vos hauemos constituydo procurador nuestro
para resignar el Patriarchado de Hierusalem en fauor del muy Reuerendo Sennor don Anthonio
de roias Arçobispo de granada y presidente del Consejo Real de Castilla: y porque nuestra
intencion es: que la intencion de su Alteza sea cumplida en special por el merecimiento del
dicho Sennor Arçobispo: y por el grand amor y deudo que entre nosotros es. Por ende con todo
assimismo vos rogamos que luego en recibiendo la presente assi secretamente o en la forma que
por parte del dicho Arçobispo vos sera scrito y demandado vseys del dicho poder fasta traher el
negocio a effecto cumplido: que en ello nos complazeremos mucho De Lerida a viiii de
deziembre del anno mil quinientos y quinze. En: la resignacion hauemos de reseruar regresso
para nos y no en otra manera. porque por buenos respectos nos cumple. A lo que os plazera. don
538
alonso de aragon. Varrachina secret[arius]».
Este es el único testimonio que se tiene sobre el patriarcado, que por esta
epístola no cabe duda que tenía don Alonso de Aragón, si bien muy posiblemente, desde
hacía bastante poco. Quizás por eso no aparece reflejado en ningún escrito u otro
documento, por su carácter puramente transaccional.
Un asunto también a tener en cuenta son las posibilidades que pudo tener don
Alonso a la hora de haber mejorado su posición siendo promocionado para la sede de
Toledo, primada de España. Él mismo esgrimió en distintos momentos que los reyes
Juana y Felipe habían querido favorecerlo dándole una silla de mayor importancia. Al
parecer, si bien es el único testimonio que se conserva al respecto, Fernando el Católico
quiso darle Toledo a la muerte de don Pedro González de Mendoza, el Gran Mendoza.
Como es conocido, no fue el arzobispo de Zaragoza quien lo recibió sino Cisneros.
Según el religioso Martín Carillo este proyecto contó con la oposición de Isabel: «en la
vacante desta Iglesia, queria el Rey Catholico, fuesse nombrado don Alonso su hijo
natural, Arçobispo de Çaragoça: la Reyna no vino».539 Años más tarde, la oportunidad
se repitió al morir en 1517 el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros. Al parecer, don
Alonso se desplazó tan pronto conoció la noticia a Tordesillas para intentar que su
hermanastra le concediera la primacía de España. Para su desgracia, llegó tarde: ya
había sido asignado al joven Guillermo de Croy, sobrino del todopoderoso Xevres.540
Antes de poner fin a este epígrafe, hay un aspecto sobre el que queremos llamar
la atención, ya que a nuestros ojos sigue sin tener solución. El arzobispo de Zaragoza
538
AGS, Estado, Corona de Castilla, leg. 1, 2, 2, 248. Don Alonso de Aragón a Jaime Rich abad de
Ripoll, el 9 de diciembre de 1515 desde Lérida.
539
Martín Carrillo, Anales cronologicos del mundo, Huesca, 1634, p. 444.
540
Joseph Pérez, Cisneros, el cardenal, op. cit., p. 259.
198
obtuvo desde su más tierna niñez y sin solución de continuidad casi hasta su muerte un
sinfín de beneficios de todo tipo de calidades. Ahora bien, fue arzobispo desde que
contaba con unos 9 años de edad y adquirió en su edad adulta ya la administración y
luego la posesión de otro arzobispado. También obtuvo un buen elenco de las
principales abadías –sin contar el archimandriato de Mesina o el patriarcado latino de
Jerusalén– de los estados del rey de Aragón. Teniendo esto en cuenta, la pregunta –en
nuestra opinión, lógica– es: ¿por qué no alcanzó un capelo cardenalicio? Era la última
prebenda eclesiástica que le quedaba por adquirir y hubiera consolidado fuertemente su
prestigio dentro de la península. ¿No lo pidió el Rey Católico o no lo quiso hacerlo?
¿Lo pidió y no se concedió? No tenemos argumentos ni negativos ni positivos sobre
estas cuestiones. Únicamente puede verse que Fernando II hizo varias solicitudes a
comienzos del siglo XVI, la más importante de ellas fue sin lugar a dudas la del
cardenal Cisneros. Pero también hizo otras, de carácter que podría considerarse como
menor y también familiar. Este fue el caso de Enrique de Cardona, hijo del I duque de
Cardona y obispo de Barcelona; a la sazón primo del monarca. En 1510, el Católico se
dirigía en estos términos a Jerónimo Vich, su fiel embajador en Roma:
«Si Su Santidad fiziere cardenales como dezis procurareys que entrellos sea el obispo
de barçelona como vos tengo escrito, y si no fiziere otros cardenales quando vieredes buena
coyuntura y dispusicion para que faga al dicho obispo porneys en ello la diligencia que vieredes
que conuenga».
541
¿Por qué el rey solicitaba un capelo de quince borlas para su primo, de unos 25
años de edad y no para su propio hijo? Sin dudas, el asunto ofrece más interrogantes que
posibles soluciones, de las que apuntamos un par. La primera, la animadversión que
quizás sufría don Alonso en la curia, tema al que en su juventud aludía Fernando II. La
segunda, que no quisiera el rey vincular a su hijo con Roma y así conservar su
implicación en los asuntos hispanos. Esta posibilidad, factible, no tiene un gran peso ya
que precisamente a Cisneros se le pidió el título cardenalicio para aumentar su autoridad
y no por ello sufrió menoscabo alguno sus funciones políticas por sus recién adquiridas
vinculaciones con Roma.
541
AHN, Estado, leg. 8174, n.º 35. Fernando II a Jerónimo Vich, el 22 de enero de 1510 desde
Valladolid.
199
a. Rentas
La archidiócesis de Zaragoza era sin lugar a dudas la más importante y rica de la
Corona de Aragón; desde su elevación a sede metropolitana en 1318 se extendía por
cuatro reinos (Navarra, Castilla, Aragón y Valencia) con siete mitras. A finales del siglo
XV estas eran Santo Domingo de la Calzada, Calahorra, Pamplona, Huesca, Tarazona,
Albarracín y Segorbe, además de Zaragoza.542 ¿Tenía la Iglesia unos ingresos a la altura
de su importancia? Lucio Marineo Sículo, humanista siciliano que tuvo una importante
vinculación con don Alonso y el entorno humanista aragonés –entre otros–, afirmaba
que los ingresos de la sede sumaban 20.000 ducados, a bastante distancia de la
siguiente, que era Valencia con 13.000. Modesta, sin embargo, comparada con Toledo
con 80.000 ducados. 543 El siempre bien informado Marino Sanudo, diplomático
veneciano afirmaba que la sede valía 50.000, 45.000 y 40.000 ducados en 1520, cifras a
todos los efectos, exageradas.544
El punto de partida que ha de tenerse en consideración es que es francamente
complejo conocer con precisión el valor del arzobispado –o cualquier renta eclesiástica–
porque, aún conociendo la cuantía del arrendamiento –que no la renta generada total– se
desconocen las sustracciones que tenían que ir a particulares, curiales o simplemente a
pagar deudas. ¿Tenían razón los anteriores autores en sus afirmaciones? Podemos
calificarlas de exageradas, a pesar de que tuvieran confidentes de solvencia. Aunque
existe bibliografía sobre este tema, ninguna aborda las dimensiones que aquí vamos a
tratar, por lo que el punto de partida se hace algo incómodo.545 Por suerte, se cuenta con
542
Demetrio Mansilla, “Panorama histórico–geográfico de la Iglesia española en los siglos XV y XVI”,
en Ricardo García–Villoslada (dir.), Historia de la Iglesia de España, Vol. III, Biblioteca de Autores
Cristianos, Madrid, 1980, pp. 3–24, p. 11.
543
Lucio Marineo Sículo, Obra de las cosas, op. cit., f. 24v.
544
Marino Sanudo, I diari di Marino Sanuto, Tomo XXVIII, Venecia, 1890, pp. 260, 275 y 340. Estas
cifras que ofrecía eran en el transcurso de un par de meses, por lo que hay que considerarlas erróneas sin
ningún género de dudas.
545
Existen numerosas obras que tratan las rentas de eclesiásticos, algunas como la serie de artículos del
profesor Maximiliano Barrio dedicados a los obispos de la Corona de Aragón –si bien para una
cronología posterior a la que nos ocupa, vid. Maximiliano Barrio Gozalo, “Perfil socioeconómico”, op.
cit.; Maximiliano Barrio Gozalo, “Perfil socioeconómico de los Obispos del Reino de Valencia durante el
antiguo régimen (1556–1834)”, Anthologica Annua, n.º 50 (2003), pp. 311–371; Maximiliano Barrio
Gozalo, “Los obispos de Cataluña”, op. cit. Referido en exclusiva al arzobispado de Zaragoza, pero sólo a
sus señoríos, José Manuel Latorre Ciria, “Los señoríos del arzobispado de Zaragoza en la Edad Moderna:
Población y estructura de rentas”, en Gregorio Colás Latorre (coord.), Estudios sobre el Aragón foral,
Mira Editores, Zaragoza, 2009, pp. 57–93. Aunque no sea monográfico, también se estudia el
arrendamiento de rentas episcopales en Zaragoza en José Ignacio Gómez Zorraquino, “Los
arrendamientos de las rentas feudales en Aragón (siglos XVI–XVII)”, en Esteban Sarasa Sánchez y
Eliseo Serrano Martín (eds.), Señorío y feudalismo en la Península ibérica, Vol. II, Institución Fernando
el Católico, Zaragoza, 1994, pp. 75–104. De interés son también Ofelia Rey Castelao, “Los fundamentos
200
testimonios en distintos momentos del arco cronológico trabajado, para poder ver
distintas variaciones.
En 1476, apenas un mes tras la muerte de su hermanastro, el príncipe Fernando
confirmaba con Pedro de Almazán y Juan Sánchez el contrato que habían realizado con
el difunto arzobispo para arrendar las rentas de la mitra durante un trienio. Esta
transacción se había efectuado el 9 de julio de 1475 y los dos mercaderes habían
adelantado el montante de los tres años: 532.500 sueldos –24.204 ducados–.546 Es decir,
ni remotamente era tan productivo el arzobispado como se pensaban los dos italianos;
apenas eran poco más de 8.000 ducados anuales brutos.
Años más tarde la arrendación del arzobispado, con otras rentas anexas, había
mejorado notablemente. Para poder realizar la operación de venta de los derechos por
trienios, era necesario obtener una licencia especial del papa. Al parecer, fue habitual su
obtención, solicitada por el Fernando II.547 Por ejemplo, en 1514 don Alonso declaraba
que había recibido de León X «licencia, prouision et plena facultat por buenos et justos
respectos de arrendar los dichos nuestros arçobispados et dos abadiados, priorados,
dignidades, beneficios et otras qualesquiere rendas que nos tenemos et tendremos por
tiempo de tres anyos».548 Aunque para el período 1514–1517, don Alonso acordó en
1513 que cada anualidad el mercader Felipe Ortal le pagaría 251.476 sueldos –11.430
ducados–,549 el trato debió de cambiar de alguna manera, porque acabó siendo su
familiar Gil Español el que acabó recibiendo la arrendación. De hecho, el trato anterior
parecía haberse esfumado, ya que «arrendamos et por via de arrendacion, vendemos,
económicos de la Iglesia en la España del período moderno: quiebras y conflictos de mantenimiento”, en
Enrique Martínez Ruiz y Vicente Suárez Grimón (eds.), Iglesia y sociedad en el Antiguo Régimen,
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 1994, pp. 391–408; José
Manuel Latorre Ciria, Economía y religión. Catedral de Huesca, rentas y distribución social (siglos XVI–
XVII), Institución Fernando el Católico, Zaragoza–Huesca, 1992; José Manuel Latorre Ciria, “Los
señoríos del cabildo de la catedral de Huesca (siglos XVI–XVII)”, Revista de Historia Jerónimo Zurita,
n.º 58 (1988), pp. 51–60.
546
ACA, Real Cancillería, reg. 3519, ff. 46r–v. Fernando II a Pedro de Almazán y Juan Sánchez, el 14 de
enero de 1476 desde Zamora.
547
ACA, Real Cancillería, reg. 3685, ff. 44r–v. Fernando II a los obispos de Badajoz y Astorga, el 8 de
agosto de 1493 desde Barcelona, apud, Antonio de la Torre, Documentos sobre las relaciones, op. cit.,
doc. 224. En esta ocasión, el rey les pedía que consiguieran una bula a don Alonso para arrendar los
frutos y rentas del arzobispado por tres años, en vez de por los dos que el papa estaba dispuesto a aceptar.
548
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 842, ff. 45r–51v. Don Alonso de Aragón, el 22 de enero de 1514 en
Zaragoza. Para la bula en particular, en ff. 45v–48v. Para el siguiente período, consiguió una bula por dos
años y medio únicamente, vid. AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 843, ff. 431r–435v. 9 de noviembre de 1516 en
Zaragoza. Un poco después, para momentos posteriores a 1518, vid. AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 844, ff.
203r–205r. León X a don Alonso de Aragón, el 3 de agosto de 1518 desde Roma.
549
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 841, ff. 140r. 17 de mayo de 1513 en Zaragoza. Para las capitulaciones
enteras, vid. ff. 139r–144v.
201
cedimos et sean sportamos a vos, el magnifico gil spanyol, infancon domiciliado en la
ciudat de Caragoça, secretario e tesorero nuestro». El pago acordado era ligeramente
menor, 250.000 sueldos cada año –11.363 ducados–. Por lo tanto, el trienio se pagaba a
750.000 sueldos –34.090 ducados–. Este aparente cambio de decisión tiene una
explicación sencilla: las rentas, igual que se arrendaban, se volvían a arrendar, habiendo
una pequeña ganancia en el proceso, que era la diferencia entre la cantidad acordada
entre Felipe Ortal y don Alonso y la que el arzobispo acordó con su tesorero (es decir,
1.476 sueldos de diferencia anual, que sumaban un total de 200 ducados por el trienio).
Realmente esto tenemos que entenderlo como un adelanto del propio tesorero al
arzobispo, posiblemente por falta de liquidez, y no como un rearriendo en toda regla, ya
que la ganancia obtenida era muy pequeña. Una rearrendación auténtica sí generaba
mucho más dinero. Por ejemplo, en 1516 el mercader Miguel de Almazán, al cederle el
negocio a Gaspar de Ariño, señor de Osera, obtenía nada menos que 100.915 sueldos –
4.587 ducados– respecto a lo que él había acordado con don Alonso.550
Llegados a este punto, se puede observar que en 40 años hubo un aumento
considerable de los beneficios que se podían obtener de la diócesis: de los 532.500
sueldos por trienio en época de don Juan I a los 754.428 sueldos a comienzos del siglo
XVI. Esto era un incremento casi del 42%. Aunque esto supuso un acrecentamiento,
hubo epocas de ligero descenso, como el quinquenio de 1484–1490, en el que sólo se
pagaban 160.000 sueldos anuales. 551 Ahora bien, convendría saber si lo que se
arrendaba en la década de los 70 era lo mismo de años más tarde, porque el
«arzobispado» que don Alonso arrendaba era un paquete variopinto con sus distintas
rentas. Exactamente, el prelado ofrecía al mercader que quisiera hacerse cargo del
negocio:
550
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 843, ff. 435v–437v. Miguel de Almazán a Gaspar de Ariño, el 10 de
noviembre de 1516 en Zaragoza.
551
ACA, Real Cancillería, reg. 3537, ff. 62r–v (3ª numeración). Fernando II a Gabriel Sánchez tesorero
mayor y distintos maestros racionales, el 7 de abril de 1498 desde Alcalá de Henares. Hemos de señalar
que en el período anterior, que se arrendó por el quinquenio 1479–1484, según un registro de la
cancillería se fijó el precio en 70.000 sueldos anuales. Esto, entendemos, fue un error del amanuense
porque no se entiende un descenso tan brusco y una recuperación únicamente para un período. Para ello,
vid. ACA, Real Cancillería, reg. 3537, ff. 63r–v (3ª numeración). Fernando II a Gabriel Sánchez tesorero
general y distintos maestres racionales, el 7 de abril de 1498 desde Alcalá de Henares: «En el anyo de
nuestro señor mil cccc lxxviiii por nos assi como tutor y curador, padre e legitimo administrador de la
persona y bienes del Illustre don alonso de aragon, electo e administrador perpetuo de la yglesia de
Caragoca nuestro fijo, arrendamos a tiempo de cinco años comencaderos a correr primero dia de abril del
dicho año por precio cada un año de lxxm sueldos jaqueses a pedro y alfonso y jayme de la Caualleria,
Ciudadanos de Caragoca con ciertos capitulos prontacto a los quales nos referimos todos los frutos,
rentas, emolumentos pertenecientes al dicho administrador nuestro fijo en el arcobispado de Caragoca y
mensa archiepiscopal del».
202
«todas las decimas, promicias, quartos, requartos, vicessmios, censos, trehudos,
molnios, molinos, fornos, herbajes, montes, campos, vinyas, tierras et otros qualesquiere dichos
que se acostumbran de arrendar por el dicho senyor arçobispo pertenescientes et pertenescer
podientes en qualquiere manera a la dignidat e mensa archepiscopal e a los arçiprestados de
Çaragoça, velchit, daroca, teruel, Casa de Çaragoça, Camara de la Seu e prepositura de aquella e
al abadiado de montaragon, aquello que esta e pertenesce al dicho abadiado dentro del Regno de
aragon, a saber, es todo aquello que fasta aqui se ha costumbrado de arrendar por el dicho
senyor arçobispo e por sus thesoreros e procuradores e predecessores del dicho señor
arçobispo».
552
Hemos señalado que en 1514 don Alonso necesitó un adelanto de todo el trienio,
muy posiblemente por falta de liquidez para acometer distintos gastos –entre otros, los
derivados de la Guerra de Navarra, todavía en marcha–. ¿Bastaban las rentas del
arzobispado para su sustento? Podemos buscar una primera aproximación en sus
primeros años, cuando contaba con poco más que la mitra cesaraugustana. Tomando el
arrendamiento hecho por don Juan I, en torno a 1475–1480 podemos afirmar que se
generaban 177.500 sueldos anuales –8.068 ducados–. Ahora bien, conocemos que en el
momento de ser elegido como administrador perpetuo los pagos de su casa ascendían,
según había calculado su padre, a 60.000 sueldos –una tercera parte del total–. Es decir,
suponiendo que no ascendiese a más, quedaban 117.500 sueldos para los costes
ordinarios del arzobispado –alcaides, oficiales, reparaciones, etc.– de los cuales habría
que deducir, con toda seguridad, una parte destinada al pago de rentas colocadas sobre
el arzobispado, bien en forma de mercedes reales, pensiones de curiales u otro tipo de
exacción. Esto, a todas luces era insuficiente: lo podemos conocer por varias fuentes. La
primera por las órdenes de pagos de atrasos; la segunda, el propio testimonio de los
protagonistas. Por ejemplo, en 1484, mientras el rey tenía cortes en Tarazona, reconocía
que se le debían a Pedro Núñez Cabeza de Vaca 17.770 sueldos –808 ducados– por los
servicios prestados a don Alonso.553 Si las rentas hubieran sido suficientes, es lógico
552
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 842, ff. 52v–67v. Subarriendo de Gil Español a Felipe Ortal, el 22 de enero
de 1514 en Zaragoza. Exactamente la cita se encuentra en f. 56v. Con mayor precisión describe el proceso
José Ignacio Gómez Zorraquino, “Los arrendamientos”, op. cit., p. 87: «Los sucesivos arzobispos de
Zaragoza arrendaron las décimas, primicias, cuartos, recuartos, censos, treudos, molinos, montes, campos,
viñas y tierras. Se reservaron las escribanías, derechos de procesos, sellos, subsidios, visitas, sisas,
servicios de vasallos, maravedís, calonías, imposiciones, composiciones, comisos, luismos y fadigas.
Tampoco contrataron los hornos, herbajes y rentas pertenecientes a los alcaldes y oficiales de sus castillos
y villas. También quedaron excluidas la viña y huerta de la mensa arzobispal, llamada “Tapiado”, en el
término zaragozano de Valimaña y las rentas de la “casa–fábrica” de diversos lugares».
553
ACA, Real Cancillería, reg. 3616, ff. 7r–v. Fernando II a Gabriel Sánchez tesorero general, el 22 de
mayo de 1484 desde Tarazona.
203
pensar que su tutor se hubiera cobrado las deudas contraídas con él. Si Fernando II
buscaba acumular más y más prebendas en manos de su hijo no era únicamente por
amor paternofilial sino por cuestiones puramente prácticas, tal y como le decía al doctor
Medina en 1487:
«Otro si vos encargo que visto que el dicho arçobispo mi fijo, assi como crece de todos
dias en edad y en reputacion, crece assi mesmo en gastos y aquel su arçobispado es mucho
menos en renda de lo que es en fama, que, porque mejor su estado pueda sustentar, suppliqueys
de mi parte a nuestro muy Sancto Padre le plega de le atorgar algun fauorable indulto sobre
dignidades e benefficios, los primero vaccadores en mis reynos de Aragon, fasta en vna buena
554
suma».
Es bastante factible que esta falta constante de dinero metálico fuera la que
produjera ciertos impagos, aparte de los referidos a Pedro Vaca. Que no se pagasen las
pensiones debidas a la Generalidad de Cataluña desde la camarería de la Seo tampoco
puede ser tomado como indicador;555 que no se hiciesen pagos a los servidores que
gestionaban en Roma negocios de importancia, sí es sospechoso. El caso palmario es el
de mosén Martín Zapata, quien fue a la Ciudad Eterna para hacer el pago de la media
anata de San Victorián y Montearagón y el arzobispo no le libraba la cantidad necesaria
para poderlos adquirir. El primer caso podría pasar por tacañería o descuido, pero no
pagar las anatas invalidaba cualquier intento de adquirir estas dos importantes
abadías.556
El propio don Alonso se quejaba de su situación económica calamitosa en las
antesalas de la invasión de Navarra. Comentándole a su padre la falta de preparativos
que adolecía el reino de Aragón para la guerra, uno de los múltiples problemas era la
554
ACA, Real Cancillería, reg. 3665, ff. 49r–v. Fernando II al doctor Medina, el 5 de marzo de 1487
desde Córdoba, apud, Antonio de la Torre, Documentos sobre las relaciones, op. cit., doc. 37.
555
ACA, Real Cancillería, reg. 3571, ff. 4v–5r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 21 de enero de
1492 desde Santa Fe. De hecho, las 100 libras iniciales que debían pagarse anualmente se redujeron a 70,
pero desde que don Alonso era camarero no se habían satisfecho nunca. Por ello mismo, el rey pasaba a
secuestrar sus frutos.
556
ACA, Real Cancillería, reg. 3571, f. 5r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 22 de enero de 1492
desde Santa Fe: «Illustre y Reuerendo arcobispo nuestro muy caro y muy amado fijo y logarteniente
general. Entendido hauemos que stando en Corte de Roma mossen martin çapata thesorero de la yglesia
de toledo con el cargo de vuestros negocios salio por fiador al cambio que se tomo en vuestro nombre
para pagar la media annata de los abadiados de montaragon e sant victorian e agora por vos no cumplen el
cambio diz que quieren apremiar a pagar al dicho mossen capata. E porque no es razon que el haya de
pagar lo que en beneficio vuestro resulta y el fizo con buen desseo, vos mucho encargamos que luego
pongays diligencia en fazer cumplir e pagar el dicho cambio por manera que el dicho mossen capata sea
descargado de la obligacion en que esta puesto que sera fazerlo seruicio y a nos cosa grata».
204
falta de dinero para pertrechos y hombres, pero él no podía hacer nada por el momento
ya que:
«certifico a vuestra Magestat que si ya me hallara en disposicion de poder remediar
aqua esta necessidad con un fazienda no sperara a que vuestra alteza lo prouiera de alla, pero
hallome tan cargado a causa de los gastos que he fecho en esto de las annatas y bullas de
valencia y valdigna, y en otras necessidades que se me han ofrecido, y agora en esta razon se me
ofrecen para apercibir mi persona y casa, y socorrer a mis seruidores y criados que no ha sido
557
possible cumplir mi desseo».
Realmente al arzobispo no le faltaba ninguna razón en sus quejas. Pese a no
haber localizado la cuantía de las anatas, sí es cierto que por unos beneficios en
Valencia había desembolsado 1.420 ducados a la Cámara Apostólica el año anterior.558
Es más, unos pocos años antes había puesto la suma de, como mínimo, 6.666 ducados
por la dote de su hija doña Juana de Aragón, quien se casó con el III duque de
Gandía.559 Esto en el mejor de los casos, si no fue la práctica totalidad de la dote, que
ascendía a la cantidad de 18.000 ducados. Es decir, siendo conservadores, don Alonso
pagó más de la mitad de sus rentas episcopales anuales para la boda de su hija: teniendo
en cuenta el nivel de gasto y limitados ingresos, tuvo por fuerza esto que suponer un
endeudamiento serio. Aunque disponemos de pocos datos, estos en nuestra opinión, son
elocuentes. En 1514, el arzobispo daba orden a Gil Español para que librase 52.000
sueldos que debía a tres de sus familiares –don Juan de Alagón, Bernardino Copones y
Juan Manuel de Ariño–.560 Lo interesante del pago es que se podía llevar a cabo
únicamente porque se habían recibido parte de las rentas de 1515. Es decir, se estaban
pagando deudas con dinero que debería emplearse en el ejercicio –salvando
anacronismos– siguiente: se saldaban deudas pasadas contrayendo nuevas deudas, a fin
de cuentas.
A todo este panorama hay que añadirle lo que anteriormente se ha ido
adelantando. Existían escasas rentas que no tuvieran cargas; aunque sea ciertamente
difícil, por no decir imposible, poder cuantificarlo correctamente, sí se puede ver algún
ejemplo para poder ilustrar el grado de pagos a los que se estaba obligado. Un primer
557
BNE, mss. 9374, ff. 5r–6r. Don Alonso de Aragón a Fernando II, el 20 de julio de 1512 desde
Zaragoza.
558
ASV, Cam. Ap., Intr. et Ex., 550, f. 19v. La Cámara Apostólica, el 8 de marzo de 1511 desde Roma.
559
ACA, Real Cancillería, reg. 3672, ff. 65v–66r. Fernando II a Vicencio de Leofantes, consejero y
tesorero de Sicilia, el 9 de octubre de 1508 desde Córdoba.
560
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 842, ff. 68r–69r, ff. 68r–v. 22 de enero de 1514 en Zaragoza. En ff. 69v–70r
se da fe de que, efectivamente, los tres recibieron sus respectivas sumas.
205
ejemplo, aunque jamás disfrutó de ella, es San Juan de la Peña. Cuando el rey quería
que fuera para don Alonso, el vicecanciller Borja exigía dos terceras partes de los
ingresos, 300 libras –272 ducados–. Fernando II, harto de la rapacidad del cardenal,
encontraba tolerable pagar 100 o hasta 150 libras, es decir, entre un tercio y la mitad.561
Si no tenía ninguna otra obligación el abadiado, puede ser ilustrativo de hasta qué punto
se podía llegar a hipotecar cualquier beneficio con tal de acumular dignidades y –
menguadas– rentas. Un caso cierto, fue el monasterio de Santa María de Rueda. A pesar
de que no conocemos la cantidad de ducados que generaba, modesta de cualquier
manera, el arzobispo de Zaragoza la adquirió a cambio de una pensión de 350 florines –
256 ducados– para el cardenal de Santa María in Porticu.562 También es cierto que estas
transferencias de dinero no se daban únicamente en un sentido, sino que eran
bidireccionales: don Alonso también podía recibir fracciones de algunas prebendas
eclesiásticas. Así ocurría con la archidiócesis de Tarragona, que cada año le satisfacía
20.000 sueldos –909 ducados–, si bien en torno a 1495 se negoció el eliminar tan
gravosa carga por los buenos servicios de su titular, Gonzalo Fernández de Heredia.563
Si se quitó o no, se desconoce, pero es cierto que en 1511 se mantenía la pensión al
arzobispo de Zaragoza –¿quizás reinstaurada, tiempo después?–. De hecho, esta mitra
en el citado año se quedaba después de todos los gastos y cargas, en la mitad de sus
ingresos brutos.564 Teniendo en cuenta la oferta anterior de Fernando el Católico sobre
San Juan de la Peña, podría inducirse, de un modo muy grosero, que podría ser normal
tener comprometido un tercio o algo más de las rentas anuales en distintos pagos.
Es cierto que se han dejado de lado los frutos percibidos por Valencia, o
Monreal el tiempo que disfrutó su administración, así como un listado de ingresos de
561
ACA, Real Cancillería, reg. 3663, ff. 219v–220v. Fernando II a Íñigo López de Mendoza II conde de
Tendilla, el 4 de octubre de 1486 desde Santiago de Compostela, apud, Antonio de la Torre, Documentos
sobre las relaciones, op. cit., doc. 64.
562
ASV, Arch. Concist., Acta Camerarii, 1, f. 52r. 2 de enero de 1493 desde Roma.
563
ACA, Real Cancillería, reg. 3574, ff. 26r–v. Fernando II al cardenal de Nápoles, el 1 de abril de 1495
desde Madrid: «Reuerendisimo in Christo padre cardenal amigo nuestro muy caro. Nos considerada la
poca renda quel Reuerendo arcobispo de Tarragona tiene segund su merecer y sus seruicios requieren e
actendiendo la pension de xxm sueldos quel Illustre y Reuerendo arcobispo de Caragoca nuestro amado
fijo sobre su arcobispado recibe por lo qual el dicho arcobispo no tiene forma de mantener su estado
como es de razon e ahunque porque sobrello nos ha embiado persona propia reduziendonos las
sobredichas e otras cosas». El monarca también tenía correspondencia con su hermana, la reina Juana de
Nápoles al respecto, ya que esta quería evitar que acabasen tomando algo de su reino, por lo que le pedía
quitar la tarifa al de Tarragona y a cambio le ayudaba ante el papa para lograr alguna nueva provisión.
Vid. RAH, Colección Salazar y Castro, A–11, ff. 89r–v. Juana de Aragón reina de Nápoles a Fernando II,
el 28 de mayo de 1495 desde Mesina.
564
RAH, Colección Salazar y Castro, A–13, ff. 199r–v. Don Alonso de Aragón obispo de Tortosa a
Miguel Pérez de Almazán, el 23 de diciembre de 1511 desde Zaragoza.
206
cuantía desconocida. También percibió cantidades por puestos ajenos a su actividad
eclesiástica, como por el desempeño de la lugartenencia general del reino. Únicamente
hemos encontrado un testimonio del pago por sus servicios en la lugartenencia, en este
caso fue por ejercerla en los tres estados peninsulares. El texto, decía así: «[en blanco]
mil sueldos moneda barchinonesa». 565 Aunque este testimonio es francamente una
decepción como tal, sí son conocidas con exactitud algunas otras rentas. La más
importante y mejor conocida de ellas es la que le concedieron los Reyes Católicos,
quienes le «ficieron merced de por vida de un cuento de maravedís sobre las yerbas del
maestrado de Alcántara». Un cuento es un millón, que al cambio montaban 2.666
ducados.566 A pesar de que el arzobispo temía por este jugoso ingreso, lo cierto es que el
príncipe Carlos se la había confirmado ya en 1516, si bien, como de costumbre, los
pagos se atrasaban hasta lo indecible.567
III.
El entorno cultural de don Alonso de Aragón
Como miembro de la elite política, el arzobispo había recibido una educación
acorde con el estatus social que le estaba reservado. Precisamente por esto, una parte
fundamental de la figura de don Alonso es su vertiente intelectual. Como cabría esperar,
esta ha permanecido prácticamente desconocida salvo por algunas excepciones, si bien
por lo general reducidas al plano artístico. Persona de su tiempo y poseedor de una fina
cultura, el eclesiástico quizás no destacó por estudios o grandes escritos legados a la
posteridad, pero sí fue tenido como persona de una formación sobresaliente, así como
inquieta en según qué campos. Por desgracia, las escasas obras que han hecho referencia
a estos aspectos del prelado han reiterado ideas de poca solidez, así como clichés
esperables de una persona de su magnitud política. Especialmente nos referimos a la
existencia del «círculo zaragozano», que al parecer dirigía o se estructuraba en torno al
prelado.568 Este punto se retomará más adelante, para poderlo ponderar con rigor. De
565
ACA, Real Cancillería, reg. 3672, ff. 217r–v. Fernando II a Luis Sánchez tesorero general, el 24 de
diciembre de 1511 desde Burgos.
566
Instrucciones de don Alonso de Aragón a Antón Moreno de Onaya, el 7 de marzo de 1517 desde
¿Zaragoza? apud Bartolomé Leonardo Argensola, Anales de Aragón, op. cit., pp. 375–383.
567
ACA, Real Cancillería, Reg. 3880, fols. 111r–112r. Juana I y Carlos I a Luis Sánchez tesorero general,
el 20 de diciembre de 1517 desde Valladolid: «Doña Juana y don Carlos etc. Al magnifico amado
consejero y thesorero general nuestro mossen Luys Sanchez Salud y dliection: Por quanto por vna
prouision nuestra vos houimos mandado que pagasedes al Illustrisimo y muy Reuerendo don alonso de
aragon arçobispo de Çaragoça y de valencia muy caro y amado tio vn cuento de marauedis que tiene de
situado sobre las yeruas del yvierno de ciertas dehesas de la serena que se le deuia dar e pagar el año
cerca passado de mil quinientos y deziseis por merced e gratia que dello le fezimos».
568
Este término se ha tomado cogido de Caro Lynn, A college professor of the Renaissance. Lucio
Marineo Siculo among the Spanish Humanists, Chicago, 1937, pp. 174–194, especialmente interesa la p.
207
cualquier manera, todo esfuerzo de valorar el ambiente cultural circundante al hijo de
Fernando II ha de pasar, necesariamente, por la formación que este recibió cuando niño.
a. La educación de don Alonso de Aragón
Aunque la educación de los Reyes Católicos no fue precisamente brillante en su
niñez, estos sí tuvieron mucho cuidado en darles a sus hijos los mejores preceptores a su
alcance. 569 Para ello, decidieron contar con humanistas venidos de Italia; los más
conocidos fueron Antonio Geraldini, Pedro Mártir de Anglería y Lucio Marineo Sículo.
La educación de don Alonso de Aragón podría tenerse en buena medida como muy
esmerada, similar a la del príncipe y las infantas.570
Desde al menos mediados de 1474 tuvo al criado palatino Pedro Núñez Cabeza
de Vaca como tutor,571 quien en palabras del príncipe Fernando, lo tenía para «que vos
lo criassedes instruyessedes y ensenyassedes de vuestras buenas e virtuossas
doctrinas».572 Aunque lo habitual era que a partir de los siete años los niños fueran
182: «The center of the congenial circle he enjoyed there, adn its patron, was Alfonso of Aragon». Así
pues, Teresa Jiménez Calvente, Un siciliano en la España, op. cit., p. 53. José María Maestre Maestre, El
humanismo alcañizano del siglo XVI: textos y estudios de latín renacentista, Cádiz, 1990, pp. LXXXII–
LXXXIII.
569
María Isabel del Val Valdivieso, “La educación del príncipe y de las infantas en la corte castellana al
final del siglo XV”, ActaLauris, n.º 1 (2013), pp. 7–21, p. 14: «Estamos en una época en la que la
educación intelectual y moral es considerada como un gran bien para las personas que pueden acceder a
ella, ya que es percibida con una fuerte carga de carácter espiritual. Como ya apuntaba Sánchez de
Arévalo, permite sacar a la luz las potencialidades de la persona, y por tanto, de alguna forma, supone una
contribución a la obra divina. De ahí que se insista en la obligación que tienen los padres en este terreno,
y también en la recomendación de acudir a especialistas, es decir a maestros bien formados. En la tarea de
estos últimos, es relevante advertir a qué medios de conocimiento se da importancia. Lo más novedoso es
el sentido civil y social, político en definitiva, que se da a esa educación en la que los clásicos y el latín
ocupan un lugar destacado. Se considera preciso volver a los autores antiguos buscando su significado
original, y como fuente en la que poder adquirir una conciencia crítica e histórica; y también se cree
necesario conocer el latín para captar el verdadero valor de las palabras y expresar los pensamientos con
más exactitud. Pero no hay que olvidar que al mismo tiempo, se revaloriza la lengua romance como
vehículo cultural y formativo».
570
Al parecer, quien más debió ocuparse de la educación de los hijos de los reyes fue Isabel; sin embargo,
el arzobispo dispuso de grandes pedagogos salidos del entorno áulico. María Isabel del Val Valdivieso,
“Isabel la Católica y la educación”, Aragón en la Edad Media, n. º 19 (2006), pp. 555–562, p. 558:
«Consecuentes con su concepción del papel del saber, los reyes adoptan diversas medidas favorables en
general a transmisión de conocimientos, como el apoyo a la imprenta y al comercio de libros. Además,
Isabel va a poner los medios necesarios para proporcionar la mejor educación posible a quienes la rodean;
ella misma dará ejemplo, interesándose por el progreso de sus hijos, dotándose de una bien nutrida
biblioteca, manteniendo en la corte algunos oficiales especializados (encuadernador, iluminador,
escribano de libros), tomando personalmente lecciones de latín, y favoreciendo el conocimiento de la
Historia».
571
Esta es la primera referencia que tenemos, vid. ACA, Real Cancillería, reg. 3387, ff. 102r–v. Juan II a
Juan Margarit obispo de Gerona y otros, el 2 de junio de 1474 desde Barcelona: «in fauorem incliti
alfonsi nepotis nostri filii Illustrissimi Regis Sicilie principis Castelle primogeniti nostri carissimi
supplicamus».
572
ACA, Real Cancillería, reg. 3519, ff. 77r–v. El príncipe Fernando a Pedro Núñez Cabeza de Vaca, el 4
de julio de 1476 desde Logroño.
208
criados –en las clases dominantes– en la aristocracia por otras personas distintas a su
madre,573 como hemos dicho anteriormente, parece ser que madre e hijo vivieron bajo el
techo del camarlengo real. Es de suponer que el tiempo que Pedro Vaca pasase con su
pupilo, le enseñaría los rudimentos de la vida cortesana, de monta y armas; en este
aspecto no pudo tener mejor maestro. Tal y como decía el arzobispo don Hernando, su
padre tuvo «gran caza y monteria, [fue] gran cauallero de la Brida con gran
yportunacion de su padre y de la rreina dona ysavel». 574 Estos hábitos han de
encontrarse en su infancia y comienzos de la pubertad, como sucedía con cualquier
personaje de la aristocracia. Don Juan Manuel ya recomendaba sentar al niño en el
caballo desde el momento que pudiera mantenerse erguido en la silla; en los momentos
previos a adolescencia tenían que comenzar a familiarizarse con las armas, para poder
soportar su peso y calor. Más adelante, en torno a los 15 años comenzarían con los
«juegos» caballerescos: justar, cañas, bohordar…575 Tanto de la monta como de las
actividades cinegéticas conservamos testimonios para el caso del prelado. Don Alonso,
inclinado por su propia naturaleza al oficio de Marte, conservó una colección de armas
de cierta importancia, tanto propias como adquiridas por otras vías –herencia, regalos–.
Estas piezas las dejó a su sobrino el vizconde de Évol, quien era el único de su familia
en aquella época que no estaba en la carrera eclesiástica.576 Los testimonios de la caza
son también escasos, pero suficientes para dar solidez a las palabras de su hijo. Con
Felipe I compartió el gusto por esta actividad y fruto de ello fue un interesante
intercambio de aves de presa. No ha de perderse de vista que, aunque los testimonios
principales son con el Hermoso, su propio padre fue un cazador obsesivo. Poco después
de la muerte de la reina Isabel, este envió a Fernando II y a don Alonso unos
gerifaltes.577 Estas aves eran cotizadísimas por ser el halcón más grande de todos y por
573
Ruth Martínez Alcorlo, La literatura en torno a la primogénita de los Reyes Católicos: Isabel de
Castilla y Aragón, princesa y reina de Portugal (1470–1498), Madrid, 2017. Tesis doctoral inédita, p.
152: «En general, aunque hay pocos datos tanto en documentos como en las relaciones cronísticas durante
el siglo XV, la instrucción reglada se puede dividir en dos etapas. La primera se circunscribe al entorno
materno hasta los siete años, si bien la función de la madre como impulsora de la educación de sus hijos
continúa hasta edad avanzada, como se aprecia bien en Isabel y sus hijos. La segunda etapa se deja en
manos de maestros y preceptores –humanistas o religiosos–, que inician una verdadera fase discente hasta
los doce o los catorce años».
574
Hernando de Aragón, De las dignidades eclesiasticas, op. cit., f. 89v.
575
Isabel Beceiro Pita, “La educación: un derecho y un deber del cortesano”, en La enseñanza en la Edad
Media. X Semana de Estudios Medievales, Nájera, 1999, Instituto de Estudios Riojanos, Logroño, 2000,
pp. 175–206, pp. 187–189.
576
AHN, Sección Nobleza, Osuna, 538, doc. 19, f. 8r. Copia simple del último testamento de don Alonso
de Aragón, 12 de febrero de 1520.
577
RAH, Colección Salazar y Castro, A–11, ff. 420r–v. E. Samper a Fernando II, el 3 de diciembre de
1504 desde Amberes. Remitía de parte de Felipe I una docena para el rey y media para don Alonso.
209
la rareza de su disponibilidad; prácticamente sólo se encontraban en latitudes cercanas a
la de Islandia. Las rapaces fueron correspondidas meses después con un regalo similar
por parte del arzobispo:
«Muy Reverendo in Christo padre arzobispo de Zaragoza nuestro amado hermano: los
dos bahares que nos enviastes con este Juan de Cifuentes nuestro halconero son muy buenos, y
vos lo agradescerémos y ternémos en servicio; é cuando placiendo á Dios nos veais allá, que
esperamos que sea prestamente, vos darémos de nuestros halcones y tomarémos de los vuestros;
578
y con tanto vos encomendamos á nuestro Señor».
Además de recorrer los montes en busca de piezas, también hay constancia de
que disfrutó de otro tipo de actividades físicas, que posiblemente haya que buscar como
complemento deportivo en su infancia. Así, el juego más famoso –y único conocido–
fue contra su cuñado el archiduque Felipe cuando Juana y él visitaron Zaragoza en
1503. Como decía el señor de Lalaing, «joua Monsigneur à la palme [paume] contre
l’archevesque»,579 es decir, al juego de la pelota o frontón. Esto era práctica muy
habitual y se podía jugar con una pala o con la mano.580 De hecho, en el imaginario
popular, el Hermoso falleció después de una partida a este deporte.
Una parte fundamental de su formación como persona es la de la faceta de
cortesano, posiblemente la más difícil de poder documentar. Sosiego, voz, mesura,
gestos graciosos o afabilidad son imposibles de rastrear en las fuentes manejadas como
valores que iría adquiriendo en el aprendizaje de la vida cortesana.581 Sin lugar a dudas,
la tutela de Pedro Núñez Cabeza de Vaca fue acertadísima: pocas personas podían
moverse con tanta soltura en las cortes peninsulares e italianas como el camarlengo,
gracias a una vida dedicada al entorno áulico. Cabe destacar que encarnaba
perfectamente los valores que cualquier caballero necesitaba para medrar; por ello
mismo había sido respetado por casi todos los reyes y nobles de su tiempo,
independientemente de la relación que mantuvieran con los reyes de Aragón. Con este
578
Felipe I a don Alonso de Aragón, el 18 de mayo de 1505 desde Breda, apud Lorenzo de Padilla,
Crónica, op. cit., p. 299.
579
Antoine de Lalaing, “Voyage de Philippe”, op. cit., p. 248. Lo que está entre corchetes aparece así en
el texto original, que hemos decidido mantener.
580
Juan Carlos Martín Cea, “Fiestas, juegos y diversiones en la sociedad rural castellana a fines de la
Edad Media”, Edad Media: revista de historia, n.º 1 (1998), pp. 111–142; p. 138: «Y, por fin, estaba
también la pelota, que se jugaba fundamentalmente a mano o con una pala contra una pared o muro, como
un precedente del actual frontón, aunque no debemos excluir que se conocieran otras modalidades de
juego, similares al Palio que se practicaba en Italia».
581
Isabel Beceiro Pita, “La educación”, op. cit., pp. 191–193.
210
personaje se facilitaba el aprendizaje cortesano aún estando fuera del entorno áulico
durante buena parte de su infancia.582
Pero por supuesto, no sólo de pan vive el hombre: don Alonso necesitaba una
persona que lo instruyese en las letras. La primera de que se tiene constancia es un
personaje prácticamente vacío de todo contenido, «mossen Johan, maestro del Illustre
don alonso daragon». Por sus buenas artes pedagógicas, o quizás por cualquier otro
servicio prestado al prelado, se le hacía merced de 50 sueldos –2,3 ducados– en 1476.583
Esto situaría, teniendo en cuenta que es la primera referencia, el comienzo de la
alfabetización del futuro arzobispo en una edad corriente para la época, entre los seis y
los siete años. El príncipe Juan, comenzó precisamente a los siete años.584
Sin menosprecio del desconocido mosén Juan, el siguiente maestro que tuvo la
misión de formar al pequeño don Alonso fue uno de reconocido prestigio: Antonio
Geraldini. El italiano había llegado en 1469 a la península ibérica enviado por el rey
Ferrante de Nápoles y entró al servicio como secretario y diplomático de Juan II.585
Curiosamente, una de las misiones que llevó a cabo fue el un intento de la monarquía de
casar a don Alonso, momentos antes de recibir la mitra, con la condesa de Módica, con
el resultado conocido.586 Famoso por sus dotes humanísticas, a comienzos de la década
de 1480 comenzó a instruir al arzobispo de Zaragoza en las bellas letras. Aunque no se
pueden concretar las fechas, se conoce que lo acompañaba en todo momento. Por estos
desplazamientos, Geraldini recibió en primavera de 1484 la suma de 1.000 sueldos –
45,5 ducados–.587 Puede inducirse por estos pagos que sus honorarios como educador
582
En palabras de Nebrija, Elio Antonio de Nebrija, La educación, op. cit., pp. 155–156: «Hablando de
las costumbres y de la educación hay que decir lo mismo: no puede aprender urbanidad quien vive en el
campo, ni podrá conseguir en casa, entre los criados y siervos, la cortesía, la gracia y porte palaciegos».
583
ACA, Real Cancillería, reg. 3519, ff. 86r–v. El príncipe Fernando a Luis Sánchez tesorero general y
otros, el 16 de julio de 1476 desde Vitoria.
584
Antonio de la Torre, “Maestros de los hijos de los Reyes Católicos”, Hispania, n.º 63 (1953), pp. 256–
266, p. 264. La infanta Juana parece que fue la más precoz en comenzar sus estudios, con cinco o seis.
585
La primera referencia se tiene de una recomendación del rey Juan II a su hijo Fernando, vid. ACA,
Real Cancillerías, reg. 3450, ff. 34r–v. Juan II al príncipe Fernando, el 1 de octubre de 1469 desde
Guisona. Para estos primeros años al servicio de la monarquía aragonesa, vid. Martin Früh, Antonio
Geraldini (†1488), op. cit., p. 20 y ss.
586
Esta afirmación parte de un traslado impreso que realizó Francisco de Magarola, archivero del Archivo
de la Corona de Aragón; puede consultarse en RAH, Colección Salazar y Castro, Leg. C, carp. 12, n.º 11.
Juan II a Antonio Geraldini, el 13 de abril de 1478 desde Barcelona. De un mes más tarde existen otras
instrucciones, vid. ACA, Real Cancillería, reg. 3394, ff. 106r–v. Juan II a Antonio Geraldini, el 4 de mayo
de 1478 desde Barcelona.
587
ACA, Real Cancillería, reg. 3616, f. 17r. Fernando II a Gabriel Sánchez tesorero general y maestres
racionales, el 5 de mayo de 1484 desde Tarazona: «Como el dicho nuestro general thesorero de
mandamiento verbal por nos a el fecho haya dado y pagado a micer Anthonio geraldino, porthonotario
apostolico, maestro del Illustre e Reuerendo Arcobispo de Caragoca nuestro muy caro e muy amado fijo,
211
del prelado serían sustanciosos. El tiempo que el humanista umbro pasó con don Alonso
fue relativamente breve, ya que en 1485 marchaba con el Gran Tendilla a Roma. ¿A qué
fue debida la elección de Geraldini? Sin dudas se trataba de uno de los miembros más
cultivados del entorno regio, ya que había estudiado en importantes centros culturales
italianos;588 no ha de perderse de vista que su hermano Alejandro era preceptor de las
infantas. El siempre adulador Pedro Mártir de Anglería le dedicó a Antonio Geraldini en
el momento de su muerte las siguientes palabras:
«En cuanto a él, ¿por qué has de dolerte de que haya volado desde este oscuro valle y
miserable cueva a las espléndidas y luminosas mansiones celestiales, rebosantes de felicidad y
goces supremos? Esto sería en ti envidia y no amor. No hay razón para dudar siquiera de que él
ha subido a los cielos. ¿Había creado Dios aquella alma de héroe, henchida de la más variada
doctrina, de celestial armonía, finamente pulida por la poética y la oratoria, para consentir luego
que se perdiera? ¡Qué buen lírico, qué buen prosista era! Además, ¿quién más cuidadoso del
589
culto divino que él? ¿Quién más amante de su Creador?».
Salvando el estilo hiperbólico de las epístolas renacentistas, no cabe duda de que
el rey Fernando eligió a una persona muy solvente para dirigir los estudios de su hijo
primogénito. Ahora bien, ¿cómo se desarrolló el estudio bajo la tutela de Geraldini? En
primer lugar hemos de plantear que don Alonso muy posiblemente recibió sus lecciones
con su hermana doña Juana de Aragón, futura mujer del condestable de Castilla. El
humanista tuvo una vínculo bastante estrecho con los dos bastardos reales que a día de
hoy pueden resultar curiosos. Geraldini acompañó al Gran Tendilla en su embajada a
Roma para prestar obediencia a Inocencio VIII. Durante la estancia en la Ciudad Eterna
(1485–1487) estampó cuatro libros dedicados a los reyes, a don Alonso y doña Juana,
respectivamente, como medidas propagandísticas.590 No deja de llamar la atención que
mil sueldos jaqueses de los quales nos le hauemos fecho merced para ayuda de los gastos que siguiendo al
dicho Illustre arcobispo le conuiene fazer. E sea justa e razonable cosa aquellos le sean admetidos en
conto».
588
Desde su Amelia natal, había recorrido Perugia, Florencia y Milán, vid. Martin Früh, Antonio
Geraldini (†1488), op. cit., pp. 10–14.
589
Pedro Mártir de Anglería, Epistolario, op. cit., ep. 76. Pedro Mártir de Anglería a Alejandro Geraldini,
el 23 de septiembre de 1489.
590
Álvaro Fernández de Córdova Miralles, “La emergencia de Fernando el Católico en la curia papal:
identidad y propaganda de un príncipe aragonés en el espacio italiano (1469–1492)”, en Aurora Egido y
José Enrique Laplana (eds.), La imagen de Fernando el Católico en la Historia, la Literatura y el Arte,
Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2014, pp. 29–81, p. 56: «Durante la legación (1485–1487)
publicó en la Urbe cuatro obras poéticas que constituían una campaña publicitaria de la familia real en la
ciudad pontificia: el Carmen bucolicum dedicado al arzobispo de Zaragoza, Alfonso de Aragón; los
Carmina ad Iohannam Aragonum dedicados a Juana de Aragón, hija natural de Fernando; el Epodon
liber enderezado a la reina Isabel, y los Fastorum libri Ferdinandi Catholici Hispaniarum regis, que no
se han conservado».
212
la mitad los dedicase a los hijos ilegítimos del monarca y no de los legítimos. De la obra
dedicada a doña Juana de Aragón, los Carmina existe una edición y estudio de Martin
Früh, principal estudioso del italiano. De las 37 églogas que lo componen, 10 están
dedicadas a Juan II, Fernando II, don Alonso o doña Juana.591 Respecto a la obra
enderezada al joven arzobispo de Zaragoza se conserva una edición de 1507. Los
Carmen
bucolicum
fueron
12
églogas
que
trataban
distintos
aspectos
novotestamentarios, comenzando por la Navidad para acabar en el Juicio Final en la
undécima. La última es simplemente una exaltación de la vida pastoril.592 Según Früh,
esta obra tuvo una gran impronta en su momento y en las zonas de habla germana fue
copiado este estilo con profusión.593 La primera de las églogas, tocante a la venida al
mundo de Jesucristo, tiene especial interés ya que el diálogo recogido es entre Mopsus y
Lycidas, identificados con don Alonso y Geraldini, respectivamente.594
Los testimonios de la cultura de don Alonso de Aragón son variados y han de
extraerse de los testimonios de humanistas de su entorno o evidencias de tipo
secundario. Historiográficamente podría decirse que desde comienzos del siglo XX,
varios autores se mostraron muy positivos respecto a los conocimientos humanísticos
del arzobispo de Zaragoza;595 otros, hacia finales de la centuria llegaron más lejos
591
Uno se dedica exclusivamente a don Alonso, vid. Martin Früh, Antonio Geraldini (†1488), op. cit., pp.
219–222. El comienzo, en p. 219: «Ad illustrem Alphonsum Aragonium Hispaniarum regis filium
archiepiscopumque Caesaraugustanum gratulatio, quod bonarum artium studia sectetur et quod uera
nobilitas in uirtute posita sit».
592
Antonio Geraldini, Bucolica Antonii Geraldini poete laureati & prothonotarii postolici, Tomás
Anselmo, 1507. Aunque viene sin foliar, lo que correspondería con el f. 1v: «Antonii Geraldini poetae
laureati Prothonotarii que apostolici in bucolica sua ad illustrem dominum Alfonsum regis hyspanorum
filium presulem que cesaraugustanum Proemium». El título de las églogas son los siguientes: De
Salvatoris nostri natituitate, De regum adoratione ad infantem Iesum, Ioseph et Maria sub Iosephi ac
marice questus de filio amisso eorumque ac Iesus filii tandem reperti collocutio, De baptismate et
tentacione saluatoris, De Christi miraculis, De institvtion e sacramenti eucharistie, De passione
Salvatoris, De Resvrrectione saluatoris, De Ascensione saluatoris, De emissione Sancti Spiritus, De
Vltimo Ivdicio, De vita beata.
593
Martin Früh, Antonio Geraldini (†1488), op. cit., p. 53: «Die größte Wirkung in der Nachwelt erzielte
Antonio Geraldini jedoch mich seinem geistlichen „Carmen bucolicum”: In 12 Eklogen stellte der
Dichter Szenen aus dem Neuen Testament dar (De Salvatoris nostri nativitate, De regum adoratione,
[…]). Das Werk, das Erzbischof Alfons von Zaragoza gewidmet ist, wurde an dessen Hofe in der Zeit
vom 1. Januar bis 15. Februar 1484 –was einem Durchschnitt von täglich 25 Hexametern bedeutet –
verfaßt und am 6. Juni 1485 cura auctoris in Rom gedruckt».
594
Antonio Geraldini, Bucolica Antonii, op. cit., ff. 2r–4r. Téngase en cuenta que no están numerados los
folios, como quedó susodicho.
595
Pietro Verrua, Cultori della poesia latina in Ispagna durante il regno di Ferdinando il Cattolico,
Tipografia Vidale, Adria, 1906. Basándose en las epístolas de Lucio Marineo Sículo básicamente y en
alguna otra obra suya, hace una visión general del panorama latino del momento, dedicándole en las pp.
8–9 a don Alonso las siguientes palabras: «E, in fatto di poesia, Alfonso aveva ottimo gusto ed era
giudizioso intenditore. Con Alfonso d’Aragona lasciarono sperar bene ai cultori della poesia latina
Francesco Ximenes, arcivescovo di Toledo […] e Giovanni Fonseca, vescovo aplentino e Conte di
213
todavía en sus afirmaciones.596 El problema reside principalmente en que sus fuentes
principales fueron epístolas de su ambiente cultural o directamente, oratios hechas en su
honor.
Los conocimientos de latín podrían calificarse como bastante aceptables o
incluso superiores a la media de su ambiente. El humanista Lucio Marineo Sículo
alababa en varios momentos su habilidad con la lengua de Cicerón. Este, en algunas de
sus epístolas familiares ensalzó sus capacidades con las bellas letras y la buena
educación recibida. Por otra parte fue algo que también hizo Alfonso de Segura en su
oratio dedicada a su persona.597 Sin embargo, Lucio Marineo fue más allá pidiéndole,
incluso, que valorase unas obritas suyas y que las corrigiera, lo que estaría indicando un
nivel de latín bastante erudito.598 Teniendo en cuenta que Lucio Marineo impartió clases
en Salamanca de lenguas clásicas, quizás quisiera más su opinión que una corrección,
pero no tenemos forma de precisar cuánto había de cierto en estos comentarios,
teniendo en cuenta el habitual carácter exagerado de la correspondencia epistolar.
De todas formas, ilustra bastante bien que el arzobispo de Zaragoza había
recibido una esmerada educación latina, en la que era capaz de escribir con demostrada
soltura e ingenio.599 Prueba de ello es que no sólo este humanista, auténtico cliente de la
monarquía y en particular de don Alonso, reconocía abiertamente su admiración por él.
Una forma quizás más indirecta la encontramos en una petición de Juan Íñigo, vicario
de los franciscanos al secretario Barrachina. El primero le solicitaba un par de epístolas
de su señor que debían ser notables por su estilo; el secretario se lamentaba que
Pernia». Caro Lynn, A college professor, op. cit., pp. 182–183: «This prince [don Alonso de Aragón] had
grown from an appealing student into a generous, appreciative and discriminating patron of letters».
596
La obra de José Navarro no ofrece gran validez por carecer de aparato crítico, de manera que son
desconocidas las fuentes que manejó el estudioso. Vid. José Navarro Latorre, “La política cultural de
Aragón en la época de Fernando II”, Cuadernos de Historia Jerónimo Zurita, n.º 39–40 (1981), pp. 135–
150.
597
Teresa Jiménez Calvente, Un siciliano en la España, op. cit., lib. I, ep. 14, Lucio Marineo Sículo a don
Alonso de Aragón, el 8 de noviembre de 1498, p. 170: «Te magnis et veris dignum laudibus existimant,
quia moribus elegantissimis educatum, Latinis litteris excultum et humanitate singulari». M.ª Dolores
Cabré Montserrat, “El humanismo aragonés”, op. cit., p. 88: «cuando tú, criado de manera integérrima,
abandonaste la enseñanza infantil, y recién llegado a la niñez, como te entregases enseguida a los estudios
altamente distinguidos, en los cuales suelen los príncipes ser educados».
598
Teresa Jiménez Calvente, Un siciliano en la España, op. cit., lib. I, ep. 4, pp. 156–157: «Te igitur
obsecro, princeps humanissime, ut eos iam tuo illustrissimo nomini dicatos recognoscas, quo excellenti
tuo ingenio magnoque iudicio diligenter emendati tutios in lucem quandoque proferri queant». Esto fue
en el año 1508, sobre las obras De parciis y De verbo fero. En el mismo año también compuso un epitafio
en honor a Alfonso de la Cavallería a petición de don Alonso, el cual también le remitió para que lo
valorase y corrigiera de ser necesario, vid. ibidem, lib. I, eps. 12 y 13.
599
Ibidem, lib. I, ep. 2. Don Alonso de Aragón a Lucio Marineo Sículo en 1508, pp. 153–154. Nos
referimos a un juego de palabras que hizo con los términos parcus y Parcae ya que el arzobispo estaba
leyendo en esos momentos De Parcis.
214
únicamente tenía autorización para remitirle una de ellas.600 De hecho, recuérdese, su
hermanastra doña Juana, futura duquesa de Frías, destacaba notablemente a ojos de
Geraldini en el manejo de dicha lengua, entre otras materias.601
Unos últimos aspectos a los que hay que hacer referencia, es sobre su formación
musical, que debió de ser bastante sólida –como así debió de ser en el resto de materias
dignas de instrucción en la época–. Se mencionó previamente el regalo del claviórgano
al príncipe Juan, que al parecer era el primero visto en España. El heredero de los Reyes
Católicos había recibido una educación en el arte de Apolo bastante importante, igual
que el resto de sus hermanas.602 De hecho, a la muerte de Felipe el Hermoso se decía
que la reina Juana «sólo se deleitava algunas veces en cosas de música, en que desde
niña avía sido muy inclinada». 603 Que precisamente sus hermanastros tuvieran
habilidades musicales y que hiciera bastantes encargos al moro Mahoma Moferriz –
algunos completamente novedosos–, sitúan a don Alonso como una persona muy
instruida en estos asuntos. Los encargos al maestro no se detuvieron allí y se conoce que
en 1511 el prelado hizo encargo de otro claviórgano; su criado Domingo de Arriaga
había hecho lo propio tres años antes.604
Cabe añadir que a diferencia de sus arneses y armas, no se dejó referencia
alguna en el testamento a libros o posibles lecturas del gusto de don Alonso, por lo que
este hecho limita bastante el horizonte visible al investigador. Es de suponer que tendría
una colección propia –¿quizás en forma ya de biblioteca?–605 de una persona de su
600
Ibidem, lib. XII, ep. 11. Gaspar de Barrachina a Juan Íñigo vicario de los franciscanos, el 4 de junio de
1512 desde Monzón, p. 611–612: «Petit a me R. P. Tua ut mitterem tibi binas litteras illustrissimi
archipraesulis et domini nostri, unas ad proregem, alteras ad officialem Valentiae».
601
Martin Früh, Antonio Geraldini (†1488), op. cit., p. 79.
602
Al respecto, vid. José M.ª Llorens Cisteró, “La música en la casa del príncipe don Juan y en la de las
infantas de Aragón y de Castilla”, Nassarre: revista aragonesa de musicología, n.º 9 (2) (1993), pp. 155–
174.
603
Alonso de Santa Cruz, Crónica, op. cit., p. 64.
604
Pedro Calahorra Martínez, “Claviórganos de Mahoma Mofferriz en la corte de los Reyes Católicos”,
Nassarre: revista aragonesa de musicología, n.º 9, 2 (1993), pp. 115–118, p. 117.
605
Laura Fernández Fernández, “Los espacios del conocimiento en palacio: de las arcas de libros a las
bibliotecas del reino de Castilla”, Anales de Historia del Arte, n.º 23, especial II (2013), pp. 107–125, p.
110: «El libro, por lo tanto, se instaló en la corte como un atributo de poder y autoridad regia, parte
esencial de la compleja maquinaria de la simbólica cortesana, contribuyendo a la suntuosidad del
escenario palatino. No obstante, junto a este rol simbólico, el libro se manifestó como una herramienta
imprescindible para el cumplimiento de otras funciones evidentes y necesarias en la dinámica palatina:
instrumento para la labor pedagógica y docente, pieza clave para el desarrollo de la faceta piadosa y
devocional, herramienta propagandística y legisladora, así como mecanismo de evasión y divertimento.
Cada uno de estos roles tendría su particular escenografía, motivando la dispersión del fondo librario por
diferentes ámbitos de la corte sin que podamos detectar un lugar específico concebido como biblioteca en
términos actuales hasta una cronología tardía, de la misma manera que ocurre en el ámbito religioso. El
espacio del libro en palacio es un espacio no unitario, sino caleidoscópico, que se adapta a las necesidades
215
cultura, con manuscritos y libros estampados; libros de carácter religioso y profano.
Ahora bien, conocer el contenido de su colección es tarea imposible sin un inventario o
referencias de cierta solidez, 606 más aún hacer supuestos sobre las implicaciones
intelectuales que la presencia y ausencia de ciertos volúmenes en sus cofres y
anaqueles.607
Un aspecto fundamental que hasta ahora hemos dejado de lado fue la educación
religiosa del futuro arzobispo de Zaragoza y Valencia. No hay constancia de ningún
nombre relacionado con su persona que pudiera ser el encargado de guiarlo por sus
primeros pasos dentro de la doctrina cristiana. Tal y como señala la Dra. Laura Malo, la
alfabetización y los primeros rudimentos religiosos iban unidos de la mano, con las
imágenes ocupando una posición central dentro de este aprendizaje. Aunque su estudio
está centrado en las mujeres nobles, sirven perfectamente sus palabras para ilustrar el
caso:
«No debe olvidarse, que aquellas pequeñas mentes a las que se deseaba instruir eran
curiosas e impresionables. Para su comprensión, tenían mayor valor unos rasgos a los que
pudieran dar forma y color en su imaginación, que los largos sermones en latín que apenas
comprendían incluso ya al dejar de ser tan niñas. Dichas valiosas imágenes, además de descritas
mediante palabras, llegaban a materializarse también en las residencias nobiliarias. Dentro de
las casas y palacios de la nobleza, las familias privilegiadas introdujeron gran cantidad de
elementos decorativos de marcado carácter religioso. Las imágenes relacionadas con los pasajes
más descatados de las enseñanzas de la fe eran protagonistas de los programas decorativos en
gran parte de las estancias de la casa noble».
608
En síntesis, contamos con un escaso número de testimonios directos de cómo
transcurrió la educación de don Alonso; no obstante, suficientes como para poder trazar
unas líneas generales al respecto. Como afirmaba en su día Beceiro Pita, es un asunto
cortesanas y evoluciona al igual que lo hace la relación entre el lector y el libro en el desarrollo de la baja
Edad Media. Por otra parte, los libros no permanecían inmóviles en un determinado lugar, sino que
viajaban con sus posesores, se trasladaban junto con las pertenencias de la corte, y eran utilizados como
piezas de pago y agasajo en múltiples contextos».
606
Puede ser orientativo conocer otras bibliotecas de personajes del siglo XV. Un buen ejemplo se
encuentra en Antonio Antelo Iglesias, “Las bibliotecas del otoño medieval: con especial referencia a las
de Castilla en el siglo XV”, Espacio, tiempo y forma. Serie III, Historia medieval, n.º 4 (1991), pp. 285–
352, vid. pp. 304 y ss. Para el caso zaragozano, se ofrece un condensado resumen en Diego Navarro
Bonilla, “Breve aproximación al libro manuscrito del siglo XV en Zaragoza: la biblioteca del mercader
Jaime Pérez de Villarreal”, Revista de Historia Jerónimo Zurita, n.º 72 (1997), pp. 153–187, pp. 159–
161.
607
Isabel Beceiro Pita, “La Biblioteca del conde de Benavente a mediados del siglo XV y su relación con
las mentalidades y usos nobiliarios de la época”, En la España medieval, n.º 2 (1982), pp. 135–146.
608
Laura Malo Barranco, Educación, matrimonio, op. cit., p. 147.
216
paradójico para finales del siglo XV ya que existen «escasísimas referencias concretas
que se contraponen a la gran abundancia de tratados doctrinales sobre el tema».609
b. Labor impresora de don Alonso de Aragón610
Partiendo de las escasas referencias recientes realizadas sobre don Alonso, hay
tres que han destacado especialmente vinculadas con la imprenta: autor, editor e
impulsor de la misma. Según el bibliófilo Félix Latassa, se le atribuían nada menos que
doce publicaciones de muy distinta índole; principalmente obras de carácter religioso.611
Desde entonces, las palabras del erudito cesaraugustano han sido constantemente
repetidas aunque reduciendo en ocasiones el elenco de obras atribuidas.612 Ya en el
siglo XX, Caro Lynn le concedió también la autoría personal de las Constitutiones
synodales de 1498 –opinión que se ha seguido manteniendo tiempo después–.613 Como
veremos a continuación, este discurso, aunque reiterado hasta la saciedad, se desmonta
con unas pocas pruebas empíricas. Es evidente que en el caso de las Constitutiones,
dicha publicación no puede atribuírsele personalmente, sino únicamente como fruto de
su actividad pastoral, que por lo general fue delegada. Es más, consultando el prólogo
de las Constitutiones synodales, estampadas dos años más tarde, el autor hablaba de los
desvelos que había sufrido en «noches de insomnio» para darles fin y forma. No
estamos en disposición de poder valorar el trabajo que personalmente realizó don
Alonso en la elaboración de las mismas, pero sí se puede afirmar que el conjunto entero
fue encargado en Gonzalo García de Santa María, quien aparece en el colofón como
corrector de la obra,614 título que recibió en otros libros que elaboró íntegramente.615 Por
609
Isabel Beceiro Pita, “La educación”, op. cit., p. 175.
Parte de este apartado y algo del siguiente han sido elaborados siguiendo en cierta medida Jaime Elipe,
“Consideraciones sobre el patrocinio y mecenazgo literario del arzobispo de Zaragoza don Alonso de
Aragón (1478–1520)”, en Gregorio Colás Latorre (coord.), Sobre la cultura en Aragón en la Edad
Moderna, Mira Editores, Zaragoza, 2018, pp. 147–161, en particular pp. 155–160 y pp. 149–151,
respectivamente.
611
Félix Latassa y Ortín, Biblioteca Antigua de los escritores aragoneses, 1500–1599, Vol. I, Zaragoza,
2004, pp. 442–443. En resumen, es lo siguiente: cinco sínodos provinciales (1479, 1488, 1495, 1500 y
1515), un misal en 1485, las ordenaciones de la Diputación en 1495, un breviario en Venecia en 1496, un
breviario para Valencia publicado en 1533 y unas constituciones estampadas en la época de don
Hernando de Aragón. Finalmente, una carta al Cardenal Cisneros y algunas sueltas a Lucio Marineo,
impresas por éste en su Epistolario.
612
En ocasiones, se lo menciona como «autor de notables escritos», lo que demuestra en buena medida
cómo se han repetido las mismas ideas sin valorar la fuente primaria que las puso de relieve, en este caso,
Latassa. Vid. Voz: Aragón, Alonso de, Luis Suárez Fernández, Diccionario biográfico español, tomo IV,
Real Academia de la Historia, Madrid, 2009, p. 622.
613
Caro Lynn, A college professor, op. cit., pp. 182–183: «Himself author only of ecclesiastical papers of
various dates, Constitutiones sinodales Caesaraugustanae».
614
¿Gonzalo García de Santa María?, Constitutiones Synodales Archiepiscopatus Cesaraugustani, Jorge
Coci et alii, Zaragoza, 1500. Para la cita, primera página (sin numerar) del prólogo, para el colofón, p. 88.
610
217
lo tanto, al igual que su actividad pastoral, es lícito pensar que esta publicación fue
encargada enteramente en una persona de la talla de Gonzalo García de Santa María.
Esta misma lógica para la cuestión de las referidas Constitutiones puede
aplicarse al resto de publicaciones de carácter religioso. Especial interés revisten las
otras dos obras que no son sínodos provinciales en las que participó: fueron unos
breviarios impresos en 1496 en Venecia y unos procesionarios en 1502. Estos trabajos
estaban destinados a ser empleadas en la diócesis para una correcta y homogénea
liturgia, para lo cual se ordenó que fueran compradas en todo el territorio de la mitra
cesaraugustana.616 Los encargos eclesiásticos de don Alonso a la imprenta de la ciudad
se han considerado como una protección a la misma, aunque consideramos que se
trataba más bien de una necesidad.617 De hecho, los breviarios se estamparon en la
Serenísima República por la urgencia que se tenía de los mismos; no se esperó
deliberadamente a que los alemanes de la ciudad tuvieran tiempo a producirlos.618 En
definitiva, en estos tres tipos de publicaciones religiosas que hemos recogido –
constituciones, breviarios y procesionarios–, aunque fueran ordenadas por el arzobispo,
puede afirmarse que don Alonso tan apenas tuvo autoría intelectual en las mismos.
Respecto al resto de las obras que el padre Latassa mencionó en su obra magna,
dos de ellas son epístolas sueltas que no pueden tenerse en cuenta por su reducida
extensión. Sobre las Ordinaciones de la Diputacion del Reyno de Aragon no hay
pruebas fehacientes de que fuese él quien lo mandase publicar.
En síntesis, revisando la bibliografía existente se ponen de manifiesto dos cosas.
La primera, que las palabras de Latassa se han repetido de manera continuada sin hacer
una valoración crítica de sus afirmaciones; a pesar de que la Biblioteca es admirable en
615
Nos referimos a los Fori Aragonum tam antiqui quam nouissimi, Pablo Hurus, Zaragoza, 1496, f. 56v:
«qui fuere correcti per egregium doctorem dominum Gondissalum gasiam de sancta maria […] ab eodem
Gondissaluo edito». En la Biblioteca Nacional recibe el nombre de Fori regni Aragonum, INC/1155.
Aunque pudiera relacionarse a Gonzalo García de Santa María con el arzobispo, porque editó las citadas
constituciones sinodales e hizo este otro encargo de los fueros, que podría caer en las competencias de los
diputados, no hay en toda la obra referencia a la Diputación, por lo que el arzobispo no estuvo –o al
menos no hay forma de demostrarlo positivamente– detrás de la publicación de esta obra.
616
José Manuel Pedraza Gracia, La producción y distribución del libro en Zaragoza (1501–1521),
Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1997, pp. 151–154.
617
Más que promoción o protección, consideramos que lo que existió fue un empleo práctico de la misma
por parte de eclesiásticos para volcar las normas esenciales de funcionamiento diario, igual que hizo la
justicia. Sobre esta idea de protección, vid. Ainara Herrán Martínez de San Vicente, “El mecenazgo de los
jerarcas eclesiásticos en la época de los Reyes Católicos”, en Nicasio Salvador Miguel y Cristina Moya
García (eds.), La literatura en la época de los Reyes Católicos, Iberoamericana, Madrid, 2008, pp. 79–
101, p. 88.
618
Frederick J. Norton considera que fue por la complejidad del proceso, vid. La imprenta en España
1501–1520, edición de Julián Martín Abad, Ollero & Ramos, Madrid, 1997 (orig. 1966), pp. 120–121.
218
todos los aspectos, se cometieron algunos deslices. La segunda, se han atribuido al
arzobispo de Zaragoza la publicación de buena parte de los impresos ejecutados en su
época y sobre todo, aquellos que podían guardar relación con sus diversos cargos –
arzobispo y diputado–. No habiendo pruebas, como ha quedado demostrado, es
desacertado querer asignarle estas funciones; por ser el posiblemente personaje de
mayor relevancia del Aragón de comienzos de la modernidad no ha de atribuírsele toda
edición del momento. Tuvo una gran cultura pero en ningún momento parece que
desarrollase un interés de escritor literario o de carácter erudito.
En vez de asociar a él obras por autoría habría que mencionar las que vieron los
tipos de Gútemberg gracias a su impulso, un aspecto prácticamente desconocido.619 El
apoyo que brindó, en algunas ocasiones no fue más allá de una recomendación en la
corte, en otras corrió con los gastos de impresión o animó al autor a que se decidiera por
estampar la obra. No únicamente promovió la publicación de libros desde su posición
como arzobispo de Zaragoza por motivos pastorales, también favoreció la edición desde
su oficio de diputado del Reino de Aragón, magistratura que en varias ocasiones. En
este caso se trató de una de las primeras historias de Aragón, que se encomendó a
Gauberto Fabricio Vagad, monje cisterciense. Tradicionalmente se le ha otorgado el
encargo de la empresa, que sin ponerlo en tela de juicio, posiblemente esté íntimamente
relacionado con que era –y siempre fue así– el miembro de mayor rango de la
Diputación. Sin embargo, no ha de perderse de vista que el cargo de diputado lo
compartía con otros siete miembros de las elites aragonesas, los cuales tendrían una
educación acorde a su estatus y época.620 Para la mejor realización de esta obra de
historia, que ha pasado a la posteridad como la Corónica de Aragón publicada en 1499,
619
Sí que existen estudios sobre el mecenazgo literario, pero centrados en los grandes prelados
castellanos: los Fonseca, Diego de Deza, Hernando de Talavera o Cisneros. Es de interés, si bien sintético
y para el ámbito castellano, la obra de Ainara Herrán Martínez de San Vicente, “El mecenazgo literario”,
op. cit., passim.
620
Gauberto Fabricio de Vagad, Corónica de Aragón, (facsímil de 1499) Cortes de Aragón, Zaragoza,
1996. Encontramos las palabras de agradecimiento, en las que cita a distintos diputados en el prólogo
segundo, novena página «Nos por ende don Alfonso de Aragon: fijo tan illustre y magnanimo del muy
alto y poderoso principe rey y señor el señor don Fernando y arçobispo de çaragoça: micer Ferrer raz
reuerendo archidiano de Huesca: los muy nobles y espectables caualleros don Luys de yxar: conde de
belchid: y don Phelipe de castro: vizcondes de illa». Aunque Vagad le dedicó más espacio a don Alonso,
esto fue meramente descriptivo. Es destacable que no aparecen los ocho diputados, sino solamente seis.
Sobre la obra del monje, in extenso, vid. Carmelo Lisón Tolosana, “Vagad o la identidad aragonesa en el
siglo XV (Antropología social e Historia)”, Reis: Revista española de investigaciones sociológicas, n.º 25
(1984), pp. 95–136.
219
los diputados expidieron a Vagad una licencia para consultar cualquier archivo que
fuera necesario y peticiones para que le estuvieran abiertos.621
La Diputación de Aragón continuó su labor impresora con otras obras de
carácter histórico sobre el reino, en esta ocasión en lengua latina y directamente bajo la
tutela del arzobispo don Alonso. Se trata del libro conocido como Crónica d’Aragón,
que realmente se llamó De genealogia Regum Aragonum ya que precisamente versa
sobre los distintos reyes que tuvo el reino, tanto los históricos como los legendarios.622
Esta obra la escribió Antíoco (o Antich) de Bages durante el reinado de Alfonso V, pero
jamás fue editada. Los originales inéditos se le facilitaron a Lucio Marineo Sículo,
quien reelaboró y puso en orden los manuscritos.623 Concluyó sus trabajos ya en enero
de 1509 y fue estampado con primorosas xilografías de los reyes y sus árboles
genealógicos. El libro trata desde el mítico rey García Jimeno hasta el Rey Católico,
dedicando un breve espacio a sus hijos ilegítimos. Un aspecto que consideramos
llamativo es que el siciliano brindó a Fernando II un folio entero; pues bien, de este, un
cuarto la empleó íntegramente en un poema laudatorio para don Alonso. Más aún,
también colocó a su hermanastra doña Juana de Aragón –la duquesa de Frías– en el
árbol genealógico del rey.624 Por último, para concluir el libro, le dirigía al arzobispo de
Zaragoza dos epigramas laudatorios; decían que gracias a sus virtudes físicas y
espirituales, alcanzaría la fama eterna.625
621
Así lo recogía Dormer, quien también otorgaba el peso principal del encargo a don Alonso de Aragón
–en esta ocasión, advirtamos, muy posiblemente en paralelismo con su hijo don Hernando, arzobispo
también y que sí tuvo una gran afición a la Historia–. Vid. Diego José Dormer, Progressos de la historia,
op. cit., pp. 54–55.
622
Lucio Marineo Sículo, De genealogia Regum Aragonum, Pablo Hurus, Zaragoza, 1509. Existe
traducción al castellano, que fue con su nombre con la que se conoce hoy día, Lucio Marineo Sículo,
Cronica d’Aragon (ed. del bachiller Juan de Molina, Valencia 1524), El Albir, Barcelona, 1974.
623
AHDZ, Archivo del reino, mss. 312, f. 124v (imagen 0125). 26 de julio de 1508 en Zaragoza: «Eadem
die ante la persona de los reuerendos […] comparescio el venerable mossen johan giluert clerigo
habitante de la ciudat de calatayut el qual dize que cumpliendo el mandato por los dichos señores
diputados a el fecho libro en poder dellos el arbo e decendencias si quiere genologia de los Reyes de
aragon que ffizo antich de vages y en pargamino scripto e vna copia en paper scripta de aquel». El
primero en hacerse eco de la dicha autoría fue José Manuel Pedraza, en su estudio sobre el libro en
Zaragoza. Vid. José Manuel Pedraza Gracia, La producción y distribución, op. cit., p. 131. Si bien, hay
que señalar que según la documentación de la Diputación del Reino, jamás debió ver las prensas.
624
Lucio Marineo Sículo, De genealogia, op. cit., f. 47v.
625
Tomando la traducción de Juan de Molina, Lucio Marineo Sículo, Cronica d’Aragon, op. cit., f. 67v:
«los versos que yo del escreui en un epygramma cuya sentencia est esta. Qual siquier que busca un
principe en quien sean todas las virtudes verdaderamente este busca a Donn alonso de Aragon. El qual
possee todos los dotes assi dell alma como del cuerpo y quanto ningun principe bienaventurado puede
posseer. Y otro epigramma en que dezia: Si el linage y virtudes biven despues de la muerte de algun gran
principe: si las buenas obras quedan en la vida. La fama excelente y glorioso nombre de Donn alonso de
Aragon bivira muy mas que los años del rey Nestor».
220
Estos epigramas consideramos que fueron una muestra de amistad bastante
auténtica por parte de Lucio Marineo a don Alonso de Aragón debido a que el siciliano
los repitió en una obra posterior a la hora de hablar de los Reyes Católicos. De hecho,
pueden verse en De rebus Hispaniae memorabilibus, publicado en 1530 en Alcalá de
Henares, cuando el arzobispo don Alonso llevaba diez años muerto.626 Este libro es la
reelaboración –y ampliación– del que Lucio Marineo publicó cuando ocupaba cátedra
en Salamanca, en torno a 1496, llamado De Hispaniae laudibus. Es de notar que a lo
largo de sus páginas habla de los principales personajes literarios, políticos y religiosos
de su momento, así como de reyes y emperadores pretéritos. Curiosamente, don Alonso
no aparece mencionado en toda la obra, lo cual, quizás, indique que su amistad no se
había fraguado todavía. Es más, aparecen casi exclusivamente castellanos, lo que puede
sugerir que pese a que tenían relación epistolar, no se había introducido del todo en el
ambiente próximo del arzobispo de Zaragoza.627 De cualquier manera, vio conveniente
añadir sus versos, ya publicados mucho antes, para rendir homenaje al hijo del Rey
Católico.
Este agradecimiento puede deberse perfectamente a la promoción y propuesta
entre los diputados para que se sufragase la Crónica. También es prueba significativa de
la amistad que unía a estos dos amantes de las bellas letras y de la, si no protección, al
menos atención que el prelado brindaba a Lucio Marineo. La Crónica d’Aragón fue un
encargo dirigido sin duda alguna por don Alonso. Una vez convencidos los diputados de
la utilidad de realizar un libro así, encomendaron a uno de sus colegas, Mateo de
Castellón, prior del Sepulcro de Calatayud, que hiciera «ordenar la geneaolosia siquiere
abbol de los reys de Aragon». Este se encomendó «a vn poeta llamado [Lucio Marineo]
siculo para ponerlo en buen estillo y forma». Por sus servicios, fue bastante bien
remunerado, recibiendo la suma de 50 libras –45,5 ducados– por el encargo.628 Los
diputados concluyeron que era la persona idónea para llevar a cabo el trabajo, ya que lo
626
Existe una traducción al castellano realizada por el mismo impresor, vid. Lucio Marineo Sículo, Obra
de las cosas memorables de España, Miguel de Eguía, Alcalá de Henares, 1530, f. 188v. Se pueden leer
estos epigramas en otras ediciones de Lucio Marineo, que surgieron tras tomar extractos de este trabajo,
como el Svmario de la clarissima vida, y heroycos hechos de los Catolicos Reyes don Fernando, y doña
ysabel, de immortal memoria, Viuda de Alonso Gómez, Madrid, 1587.
627
Lucio Marineo Sículo, De Hispaniae laudibus, Federico Biel de Basilea, Burgos, ca. 1497; lo dedicado
a los Reyes Católicos y al príncipe Juan se encuentra en ff. 38r–39v.
628
AHDZ, Archivo del reino, mss. 312, f. 70v (imagen 0071). Se trata de la orden de pago de los
diputados al arrendador y administrador de las generalidades Jaime Cariñena, para que se le dieran al
prior 50 libras, que se entiende, adelantaría en su momento a Lucio Marineo. Está fechado un lunes
(desconocido) de enero de 1509 en Zaragoza.
221
consideraban «grant poeta».629 En absoluto fue una ocurrencia pasajera, ya que la
decisión fue debida a que «el Illustrissimo Señor arcobispo nos mando el dicho siculo
que ouiese de fazer a la dicha obra y le pagasemos» para mejora y publicación de las
genealogías de sus ilustres antepasados.630
c. El ambiente cultural cesaraugustano ¿Un «círculo
zaragozano»?
Quizás una de las ideas más repetidas en los trabajos sobre el humanismo
aragonés en los albores del siglo XVI es la existencia de un «círculo zaragozano», a
cuya cabeza se encontraba el arzobispo don Alonso.631 El otro foco humanista de gran
importancia fue el de Alcañiz, ciudad que pese a su reducido tamaño produjo una
cantidad notable de gramáticos y poetas. Aunque brevemente, intentaremos ver la
problemática que puede suscitar el referido círculo. Este presenta principalmente dos
cuestiones. La primera de ellas es la limitada bibliografía sobre Aragón a comienzos de
la Modernidad. La segunda, es la carencia de fuentes primarias de los propios
protagonistas, por lo que el terreno en el que se mueve el investigador es bastante
inseguro. La complicada descripción del ambiente cultural zaragozano a finales de la
Edad Media se ha intentado elaborar yuxtaponiendo a toda persona de cierto peso
cultural con el prelado. Igual que se ha querido ver con las obras impresas, que muchas
se le atribuían erróneamente, se ha responsabilizado a la influencia don Alonso en
distintas figuras culturales cesaraugustanas. Por ello mismo es necesario definir el radio
de acción del hijo de Fernando el Católico durante su pontificado y valorando de forma
crítica su influencia en el desarrollo humanístico de la ciudad.
La documentación que se puede aportar al respecto es muy reducida y, por lo
general, se ha tendido a repetir la idea del denominado «círculo zaragozano» sin hacer
629
Ibidem, ff. 63v–64r (imagen 0064). 23 de diciembre de 1508 en Zaragoza. En f. 64r: «E porque liebe
buen estillo hauemos dado cargo al Reuerendo prior del sepulcro condipputado nuestro para que las faga
ver y reconoscer y poner lo necessario al siculo grant poeta que es venido a esta ciudat el qual a
comencado a entender en ello».
630
Ibidem, f. 98v (imagen 0099). El comienzo de la obra se decidió pagar a 2.500 sueldos –114 ducados–.
631
La idea del denominado «círculo zaragozano» aparece reiteradamente en varios autores, a partir de la
obra ya clásica de Caro Lynn, A college professor, op. cit., pp. 174–194, especialmente interesa la p. 182:
«The center of the congenial circle he enjoyed there, adn its patron, was Alfonso of Aragon». Así pues,
Teresa Jiménez Calvente, Un siciliano en la España, op. cit., p. 53: «En torno a este prelado se
aglutinaban individuos de varia condición que tenían el común denominador de su pasión por las letras;
para todos ellos, maestros de gramática, poetas o simples aficionados al estudio, el Arzobispo hacía las
veces de un verdadero mecenas». José María Maestre Maestre, El humanismo alcañizano, op. cit., pp.
LXXXII–LXXXIII: «La relación pues, entre el círculo humanístico zaragozano y alcañicense es mucho
más fuerte en la generación de Sobrarias: […] arzobispo de la ciudad, D. Alonso de Aragón que hizo de
mecenas del foco cultural que se conformó por entonces en Zaragoza».
222
aportaciones importantes. Este concepto fue acuñado por el estadounidense Caro Lynn
en 1937, ya que uno de sus capítulos dedicados al humanista Lucio Marineo Sículo se
denominaba The circle at Saragossa. En este epígrafe, el autor estadounidense
desarrollaba las relaciones postales del siciliano con Sobrarias y Barrachina,
principalmente. Sus fuentes, una vez más, eran el Epistolario de Lucio Marineo y la
magna obra de Latassa. Es decir, a partir de un nombre de un capítulo, en el que no se
describía ningún círculo en particular si no unas relaciones epistolares entre varios
humanistas o interesados en las letras, se generó un término para los investigadores
posteriores. E incluso, se dotó de cierto contenido, un cajón de sastre en el se han
introducido a todos los eruditos, humanistas y poetas del momento –en los más de
cuarenta años de pontificado–. El problema por lo tanto, ha de situarse, de nuevo, en
unas fuentes muy escasas –un único testimonio, prácticamente– y la reiteración del
estudio de Lynn.
Por lo tanto, hablar de un círculo zaragozano que orbitaba en torno a don Alonso
es algo que no tiene la suficiente base empírica como para ser sostenido. Ahora bien, sí
que existieron humanistas en la ciudad con los que, sin ningún género de dudas, el
arzobispo tuvo contacto e incluso amistad. Al fin y al cabo, como sucedería en cualquier
otra ciudad de envergadura del occidente europeo para finales del siglo XV.
Un punto importante, que quizás ha dado pie a hacer interpretaciones poco
acertadas, es la relevancia del secretario Gaspar de Barrachina. Como ya se ha puesto de
relieve en el apartado a él dedicado, fue junto con don Juan de Alagón, la persona más
importante de la casa del arzobispo. Así se deja sentir por la documentación, pero sobre
todo, así lo refirieron ciertos testimonios de la época. Es cierto que el caballero de
Santiago y camarero de don Alonso fue persona de cierta cultura o al menos,
inquietudes, pero él mismo reconocía que no sabía escribir latín: únicamente lo podía
leer.632 Por ello mismo, dedicaremos nuestra atención al secretario Barrachina.
Para comenzar, se puede afirmar con rotundidad que Barrachina era un
humanista bastante completo. Aunque las fuentes son escasas, el epistolario de Lucio
Marineo Sículo es bastante iluminador a este respecto para trazar unas líneas generales
de su sapiencia y sus principales intereses intelectuales. En primer lugar, ha de ponerse
de manifiesto que, aunque quizás conocía don Alonso de oídas al siciliano, fue su
632
Teresa Jiménez Calvente, Un siciliano en la España, op. cit., lib. IX, ep. 2. Lucio Marineo Sículo a
don Juan de Alagón, p. 468.
223
secretario quien lo recomendó y le debió de mostrar algún escrito suyo en circulación:
fueron de su total agrado.633 De hecho, no sólo el hijo del Católico le pidió que le
enviase sus últimas obras –De Parcis y De verbo fero–, sino que como vimos, también
le encomendó la edición del libro de sus antepasados cuando fue diputado.634 Aparte de
su relación con Lucio Marineo también la mantuvo con otros destacados humanistas,
como el alcañizano Juan Sobrarias, profesor del Estudio General de Zaragoza;635 el
secretario Antonio Ronzoni con quien solía intercambiar de libros o con el joven poeta
Alfonso Segura, discípulo de Lucio Marineo.636
Pese a desconocer exactamente de qué se nutría la biblioteca de don Alonso, es
posible esbozar una idea teniendo en cuenta qué títulos gustaban a su secretario, de
quien sí se cuenta con unos pocos testimonios. Al parecer, fue habitual que le prestase
libros a Antonio Ronzoni, secretario del cardenal de Santa Sabina. Una Historia de
Alejandro, de Quinto Curcio Rufo se la había dejado para el verano de 1508 y poco
después le pedía un libro –desconocido cuál– de Tito Livio que Gaspar de Barrachina
ya tenía cedido a otro amigo suyo.637 En algún momento posterior, el secretario del
arzobispo le preguntó a Lucio Marineo Sículo sobre unos términos con los que tenía
alguna duda; estos le habían aparecido leyendo las cartas a Ático de Cicerón.638 En
definitiva, era reputado como bibliófilo; de hecho el sobrino de don Alonso, el IX
viconde de Évol le hablaba en estos términos a su cuñado el III duque de Gandía, don
Juan de Borja:
«Por lo que vuestra señoría huelga en leer libros, yo he hablado con el secretario
Barrachina, que es tan amigo dellos como vuestra señoría, y en esta ciudad sino de emprenta y
633
Ibidem, lib. I, ep. 1. Lucio Marineo Sículo a don Alonso de Aragón, ca. 1514, p. 152: «Contendunt a
me nonnulli, magne princeps, ut opera De Parcis et fero verbo, quae ut per Gasparem Barrachinum tibi
commodarem».
634
Ibidem, lib. I, ep. 3. Don Alonso de Aragón a Lucio Marineo Sículo, el 13 de febrero de 1508, pp.
154–155.
635
José María Maestre Maestre, El humanismo alcañizano, op. cit., p. 409: «Este humanista [Gaspar de
Barrachina], que ocupó el cargo de secretario del arzobispo de Zaragoza, don Alonso de Aragón, es una
de las figuras más llamativas del grupo alcañizano: su amistad con Sobrarias está documentada por los
epigramas que éste le dedica».
636
Con Ronzoni, vid. Teresa Jiménez Calvente, Un siciliano en la España, op. cit., lib. IV, eps. 13–14;
respecto a Segura, lib. IX, eps. 13–14 y lib. XII, ep. 15.
637
Ibidem, lib. III, eps. 10, 12 y 13.
638
Ibidem, lib. XII, ep. 23: «Legi nuper apud Ciceronem tuum in quadam ad Atticum epistola
proverbium, cuius me sententia latet frustaque fatigat».
224
muy vulgares no se hallan, que ahun ha sido marauilla hallar las Obras de Erasmo, que
Anthonio [Miravet] lleua y también lleuará a Plinio».
639
No parece que los libros de Erasmo o de Plinio fueran necesariamente de
Barrachina, pero sí parece que asesoró a don Guillermo Ramón de Castro para que le
remitiese unos cuantos al duque de Gandía.
Finalmente, puede afirmarse que sus conocimientos de la lengua latina eran
considerables y gustaba de cruzarse cartas con el erudito siciliano sobre distintos
aspectos, como por ejemplo, la figura del ruiseñor en los clásicos.640 De hecho, su estilo
debía de ser especialmente bueno porque don Alonso, consumado latinista, le encargó
que redactase una epístola para Julio II que le remitió en su propio nombre.641
IV.
Una vida dorada
El 27 de enero de 1503 los habitantes de Zaragoza escucharon con especial
interés el pregón que los jurados habían mandado realizar. El motivo bien lo merecía, ya
que se trataba de identificar a unos ladrones, pero no unos cualquiera: habían robado
nada menos que de la capilla del arzobispo. Así decía la crida que se pudo oír por las
calles:
«Crida del furto del Señor arcobispo. Oyt que vos fazen a saber de parte de los señores
jurados de la cuidat de Caragoça que attendido y considerado que esta noche mas cerqua
passada algunas malinolas personas espritu diabolico sucitados posposado el temor de dios y del
rey nuestro señor y de su [tachado: justicia] officiales han furtado y con si leuado de la capilla y
casa del Illustrissimo y reuerendissimo señor arçobispo vnas cruzes portapan (sic) caliçes y
otras cosas de plata de la dicha capilla e casa et de su seruicio valientes mil y quinientos
ducados. Por tanto dizen justicia e mandan a todas e qualesquiere personas de qualesquiere ley
estado o condicion sian que algo en el dicho furto supieren o seyan donde los mal fechores de lo
suso dicho se encunbren o esta que aquello encontinent sean tenidos notifficarlo al calmedina o
jurados de la dicha ciudat donde no lo hizieren les certiffican sera ¿proteado? contra ellos por
todos los remedios de justicia como contra encubridores de ladrones e furtos e ya vltra esto
offieren los dichos señores jurados qualequiere persona que algo del dicho furto supiere e lo
639
BFZB, M. 23, 865. Guillermo Ramón de Castro IX vizconde de Évol a Juan III de Borja duque de
Gandía, 9 de junio de 1525 desde Zaragoza. Apud Enrique García Hernán (ed.), Monumenta Borgia VI,
op. cit., doc. 38.
640
Teresa Jiménez Calvente, Un siciliano en la España, op. cit., lib. I, ep. 28. Lucio Marineo Sículo a
Gaspar de Barrachina a finales de 1503. También sobre asuntos similares son las siguientes epístolas 29–
32.
641
La carta es en términos adulatorios al pontífice, mostrando su total adhesión y explicando que toda la
diócesis rezaba por su mejoría de salud. Puede consultarse íntegra en ibidem, pp. 758–759.
225
reuelara e notifficara al calmedina o jurados de la dicha cuidat de luego et sin dilacion alguna de
642
darle cinquenta florines doro pues por su hauis el dicho furto sea escubierto e por tal ser est».
Debió de tratarse de una banda de ladrones que merodeó por la capital en esa
semana, ya que poco después hurtaron 500 florines –364 ducados– en la iglesia de San
Nicolás.643 Lo que interesa es lo que robaron y dónde lo hicieron. Es importante hacer
notar que se sustrajeron tanto objetos de culto, extraídos de la capilla, como otros de uso
cotidiano «de su seruicio». Los primeros fueron identificados en la crida, al menos
entendemos que los más importantes y valiosos; el resto eran objetos litúrgicos menores
de plata –posiblemente vinajera, acetre…– así como lo que podemos entender como
platos, cucharas y otros utensilios para servir la mesa o algún objeto para iluminar. Por
lo tanto, los cálices, cruces y portapaz muy probablemente fueran de oro. La cifra de
1.500 ducados es considerable, cerca de un 15% anual de los ingresos de la diócesis.
Las piezas más ricas, que eran las destinadas a la liturgia, posiblemente fueron
encargadas por lo general en el exterior o traídas por comerciantes, si bien don Alonso
contaba con, al menos, un platero en nómina para los encargos que entendemos de uso
cotidiano, como el servicio de mesa o pequeñas reparaciones. 644 Por ejemplo, hay
constancia de que poco antes de su muerte, el arzobispo había encargado a un maestro
bordador de Valencia «dos fresses y hun faldar de oro y de seda que han fecho para la
capilla», que costaban nada menos que 206 ducados.645 Respecto a los objetos de culto,
contaba con un elenco de cierta importancia, que decidió dejar para la capilla que se
debía fundar a su muerte –que jamás se llegó a labrar–.646 Respecto a los objetos de uso
cotidiano, su servicio de plata era abundante. De esta forma, momentos antes acabar sus
642
AMZ, PRE. 4, ff. 111r–v. Los jurados de Zaragoza, el 27 de enero de 1503 en Zaragoza. Mis
agradecimientos tanto a D. Manuel Gómez de Valenzuela como a D. Raúl Villagrasa Elías por facilitarme
la localización del texto.
643
AMZ, PRE. 4, ff. 112r. Los jurados de Zaragoza, el 5 de febrero de 1503 en Zaragoza. También se
ofrecía una recompensa de 50 florines para aquel que pudiera informar algo.
644
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 842, f. 424v. Bartolomé Juncos, el 15 de noviembre de 1514 en Zaragoza:
«Eadem die yo bertholome junquos, platero del señor arcobispo de caragoca, otorgo hauer Recebido de
vos, gil spañol, tesorero e secretario del Señor arcobispo de caragoca».
645
AHPNZ, Juan de Moles, sig. 1173bis, ff. 399r–v. El cabildo de la Seo de Zaragoza, el 21 de
noviembre de 1520 en Zaragoza. Mi agradecimiento a D. Manuel Gómez de Valenzuela, quien me ha
facilitado el documento. Como puede constatarse en la nota siguiente, esta tela rica se había encargado a
Valencia momentos antes de su defunción.
646
AHN, Sección Nobleza, Osuna, 538, doc. 19, f. 10r–v. Copia simple del último testamento de don
Alonso de Aragón, 12 de febrero de 1520: «Item, dexo de gracia especial, por seruicio de nuestro señor
dios todo el adereço de la Capilla que de presente yo tengo, aßi de plata, vestimentos e adereços de
brocado, seda e otros adereços qualesquiere, lo qual haya de seruir para la dicha mi capilla fazedera. Item,
dexo por seruicio de dios, para la dicha mi capilla, cierto brocado que tengo para fazer casulla, dalmaticas
y debante altar y gremial con canefas que se fazen para mi en valencia. Y si el dicho brocado no bastara,
se compre y cumpla de los otros bienes mios si los habia».
226
días, ordenaba que «en honor y reuerençia de nuestro señor dios, quiero e mando que de
mi plata sean tomados dozientos marcos, con los quales y con la plata que hay en la
custodia de la dicha mi yglesia de Caragoça, sea fecha vna otra custodia buena y
sumptuosa conforme a la dicha mi yglesia».647 Es decir, se puede concluir que su
servicio contaba con más plata pero sólo quería tomar de esta los referidos 200 marcos –
46 kg–. Ha de tenerse en cuenta que las distintas telas y objetos destinados a la
celebración de la eucaristía se fueron acumulando, de forma atestiguada, al menos desde
1480 si bien es de esperar que don Alonso tuviera capilla propia ya cuando fue
nombrado arzobispo (1478) o incluso antes.648
Un elemento que causó auténtico furor entre las capas privilegiadas durante la
Edad Media y en adelante fueron los tapices. Ricas telas empleadas para vestir y aislar
las paredes proliferaron gracias a su fácil transporte y la gran ostentación que
mostraban. El rey Juan II poseyó una colección notable. Atesoró paños de cierta
importancia, tanto suyos como heredados del príncipe don Carlos o de su segunda mujer
la reina Juana Enríquez. 649 A estos también añadió los del condestable Pedro de
Portugal, rival suyo como conde de Barcelona durante la guerra civil en Cataluña. De
esta manera, consiguió tener al final de su vida «un total de veintinueve paños, además
de diversas alfombras, cielos, antepuertas y otros textiles, sumando casi cien piezas».650
Algunos pasaron al arzobispo de Zaragoza por el testamento de su padre, quien le dejó
siete piezas. Otras, de carácter religioso, las adquiriría durante su vida. Algunos
ejemplos son los siguientes «vno de nuestra señora y otro de sant martin, ricos, con oro,
y tres de la historia de sant joan baptista y dos otoros de nuestra señora». 651
Posiblemente el primero citado de la Virgen María sea el que se encuentra en el Museo
Arqueológico Nacional. Este representa a la Virgen con el Niño Jesús intentando
alcanzar una fruta mientras un ángel muestra abierto un libro de horas.652 Llama la
647
Ibidem, f. 10r. De estos dos asuntos se hizo eco Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., f. 752v.
ACA, Real Cancillería, reg. 3616, ff. 7r. Fernando II a Gabriel Sánchez tesorero general, el 22 de
mayo de 1484 desde Tarazona.
649
Jesús F. Pascual Molina, “Juan II de Aragón y las artes suntuarias”, Ars Longa, n.º 24 (2015), pp. 71–
83, p. 75.
650
Miguel Ángel Zalama y Jesús F. Pascual Molina, “Tapices de Juan II de Aragón y Fernando el
Católico en La Seo de Zaragoza”, Boletín del Museo e Instituto Camón Aznar de Ibercaja, n.º 109 (2012),
pp. 285–320, p. 290.
651
AHN, Sección Nobleza, Osuna, 538, doc. 19, f. 11r. Copia simple del último testamento de don
Alonso de Aragón, 12 de febrero de 1520.
652
María Jesús Sánchez Beltrán, “Los tapices del Museo Arqueológico Nacional”, Boletín del Museo
Arqueológico Nacional, n.º 1 (1983), pp. 47–82, pp. 51–52.
648
227
atención que no contase con uno de san Juan Evangelista, santo por el que debía de
tener particular devoción, igual que por el Bautista.
Pese a contar con este testimonio, no disponemos de un inventario de bienes post
mortem, por lo que es difícil hacer una valoración aproximada de los lujos de los que sin
ninguna duda, vivió rodeado durante su vida: sedas, pedrería, metales preciosos,
animales varios y posiblemente alguna porcelana o curiosidad de las recién descubiertas
Indias.653 Aún así, hay referencias a distintas propiedades que pueden servir para dar
unas pinceladas al respecto. Desde su infancia fue tratado, como ha quedado constancia,
como quien era, el hijo del rey, de forma que su vestimenta tenía que ir acorde a tal
estatus. Así, tal y como el príncipe Fernando le decía a su camarlengo y tutor de don
Alonso, Pedro Vaca, este había «comprado sedas e panyos para vestir el dicho nuestro
fijo».654 Evidentemente, una persona de su sangre no podía llevar algo si no de mucha
calidad. Sobre la ropa que vestía cotidianamente nada conocemos. Por ello mismo,
tampoco estamos en posición de conjeturar sobre sus atuendos de diario: ¿eclesiásticos
o seculares? No podemos afirmar ni una cosa ni la otra: es seguro que para ir a cazar
vestiría ropas seglares; lo mismo sobre su peinado ya que el único retrato existente no es
una vera imago y aparece con mitra. Tampoco hemos encontrado indicios sobre los que
poder trazar algún paralelismo.655 Para hacer arreglos o ropas de carácter más cotidiano
consta que tenía a personas dentro de su casa o al menos, asalariados de forma más o
menos ordinaria, como Sancho de Alzaca, quien ejerció durante una temporada como
«sastre del señor arcobispo de caragoca».656
Respecto a su vivienda habitual poco conocemos, más allá de la noticia
conservada sobre las reparaciones que mandó hacer Pedro Núñez Cabeza de Vaca en la
653
Si bien es cierto que no hay testimonio alguno de porcelanas, no sería descabellado ya que al menos
desde el siglo XIV hay testimonios en Europa, si bien se extenderían con el establecimiento europeo en
las Indias. Vid. Amaya Morera Villuendas, “Orientando la mirada. Influencia de Oriente en la vida
cotidiana de la España moderna”, en Inmaculada Arias de Saavedra Alías y Miguel Luis López–Guadalue
Muñoz (eds.), Vida cotidiana en la Monarquía Hispánica. Tiempos y espacios, Universidad de Granada,
Granada, 2015, pp. 117–136.
654
ACA, Real Cancillería, reg. 3519, ff. 77r–v. El príncipe Fernando a Pedro Núñez Cabeza de Vaca, el 4
de julio de 1476 desde Logroño.
655
Las obras de referencia para la moda en el período de estudio son por desgracia muy descriptivas, de
manera que no se profundiza en distintas capas sociales o en asuntos más relacionados con la vida
cotidiana. Vid. Carmen Bernis, Trajes y modas en la España de los Reyes Católicos. II. Los hombres,
CSIC, Madrid, 1979; Carmen Bernis, Indumentaria española en tiempos de Carlos V, CSIC, Madrid,
1962.
656
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 842, ff. 417v–418r. Sancho de Alzaca, el 10 de noviembre de 1514 en
Zaragoza.
228
casa que compartían cuando era niño.657 Faltan descripciones o estudios del palacio
arzobispal, conocido únicamente en sus etapas más recientes;658 tampoco hemos sido
capaces de conocer otras residencias o fincas de recreo que posiblemente tuvo.
Tristemente, este es un panorama bastante habitual, ya que «su estudio no es fácil al
tener que afrontar dos obstáculos: la inexpresividad de la documentación, por un lado, y
el riesgo de caer en anacronismos o en concepciones ahistóricas, por otro».659
En el apartado relacionado con la educación que recibió el arzobispo se ha
mencionado la gran afición que tenía por la caza así como los intercambios de animales
de cetrería con su cuñado Felipe I. Además de los carísimos gerifaltes, también
dispondría de unas caballerizas adecuadas a su rango y gustos cinegéticos, contando
además con caballos de batalla para los momentos en los que marchase a la guerra –
como el Rosellón o Navarra– o compitiese en justas y otros espectáculos nobiliarios, si
bien de esto no se tiene ninguna referencia. Sí hay constancia de que, acorde a su
afición a recorrer los montes en busca de presas, disponía de perros –algo
completamente obligado para alguien de su posición–. Aunque tenía en su casa a mosén
Juan Ferriol ocupando el cargo de cazador mayor, don Alonso parece que –al menos en
ocasiones– se interesaba personalmente por el suministro de sus perreras. Así, poco
antes de la muerte de la reina Isabel, el prelado le pedía a Jaime Díez de Armendáriz,
señor de Cadreita (Navarra) que le enviase alguien para cobrar el sueldo de sus hijos,
que estaban en el ejército del reino sirviendo. Aprovechaba la ocasión para decirle que
con la persona que mandase «nos envieis los canes si los hovieredes cobrado».660
657
ACA, Real Cancillería, reg. 3616, ff. 7v. Fernando II a Gabriel Sánchez tesorero general, el 22 de
mayo de 1484 desde Tarazona: «Item que dio vistrayo e pago el dicho don pero nuñez en la obra que de
nuestro verbal mandamiento e ordinacion ha fecho en la casa principal del dicho arcobispo a la entrada de
la puerta a ¿mano? drecha que esta sobrel forno e sobre la despensa donde agora mossen pero vaca sta
aposentado tres mil quinientos sueldos jaqueses E mas que dio vistrayo e pago por diuisos reparos assi de
recalçar paretes como desetejar la dicha casa del dicho arcobispo en las dichas quatro anyadas sea fecho
quatrozientos setenta sueldos».
658
Domingo J. Buesa Conde, “El Palacio Arzobispal de Zaragoza según un plano de 1777”, Aragonia
sacra: revista de investigación, n.º 21 (2011), pp. 57–94; Domingo J. Buesa Conde, “El Palacio
Arzobispal de Zaragoza en 1816”, Aragonia sacra: revista de investigación, n.º 22 (2013), pp. 31–68.
659
Iñaki García Camino, “La vivienda medieval: perspectivas de investigación desde la arqueología”, en
VIII Semana de Estudios Medievales. La vida cotidiana en la Edad Media, Instituto de Estudios Riojanos,
Logroño, 1998, pp. 77–110, p. 77. Para un panorama general sobre la vivienda medieval, son interesantes
las reflexiones de Manuel Fernando Ladero Quesada, “La vivienda: el espacio público y espacio privado
en el paisaje urbano medieval”, en VIII Semana de Estudios Medievales. La vida cotidiana en la Edad
Media, Instituto de Estudios Riojanos, Logroño, 1998, pp. 111–128.
660
ARGN, Guerra, leg. 1, n.º 39. Don Alonso de Aragón a Jaime Díez de Armendáriz señor de Cadreita,
el 27 de septiembre de 1504 desde Zaragoza.
229
Aunque ya San Pablo desde su prisión le rogaba a su amigo Filemón que
recibiera con amor a su esclavo fugitivo Onésimo, para que no viviera más en esa
condición, la cristiandad medieval no siguió por lo general las palabras del santo patrón
de Roma. A finales de la Edad Media la esclavitud no guardaba ninguna relación con
servidumbres penosas o reminiscencias del pasado: era un fenómeno urbano, doméstico
y de prestigio como norma general.661 Aunque en Aragón existieron, fue en un número
menor que otras zonas cercanas, donde se enclavaban mercados más o menos
significativos como Barcelona, Valencia o Sevilla. Su origen era variopinto:
inicialmente provenían del mar Negro –abjasos, tártaros, ucranianos– redistribuidos por
las factorías genovesas. Tras la caída de Constantinopla (1453), fueron más frecuentes
los moros capturados en la guerra.662 Tanto nobles como eclesiásticos de cierto nivel,
canónigos incluidos, solían contar con algún esclavo entre sus posesiones, a quien era
habitual manumitir a lo largo de su vida o, sobre todo, en el testamento, dejándoles
algún dinero para su matrimonio o futura instalación. Por ejemplo, doña Ana de Gurrea
contaba con un par de esclavas en el momento de morir, Catalina de Tupol y Susanica, a
quienes dejaba para su futuro matrimonio –una vez libres– 800 y 500 sueldos
respectivamente.663 De don Alonso de Aragón únicamente se tiene atestiguado aun
esclavo negro que llevó un recado al cabildo en 1512.664 Es de suponer que tendría
alguno más como correspondía a una persona de su posición; sin embargo, ninguno de
661
Isabel Falcón Pérez, “Los esclavos domésticos en Zaragoza en el siglo XV”, María Teresa Ferrer i
Mallol y Josefina Mutgé i Vives, (eds.), De l’esclavitud a la llibertat, esclaus i lliberts a l’edat mitjana.
Actas del coloquio internacional celebrado en Barcelona del 27 al 29 de mayo de 1999, CSIC,
Barcelona, 2000, pp. 367–400, p. 368.
662
Al respecto existe bastante literatura, si bien centrada en aspectos muy variopintos. Una buena síntesis
para el caso aragonés se encuentra en la recopilación de documentos de Manuel Gómez de Valenzuela,
Esclavos en Aragón (siglos XV a XVII), Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2014, pp. 6 y ss.
Sobre el empleo doméstico–familiar, si bien atendiendo al fenómeno en general en Europa y América,
vid. Sally McKee, “The familiarity of slaves in Medieval and Early Modern households”, en Stefan Hanß
y Juliane Schiel (eds.), Mediterranean slavery revisited (500–1800)/Neue Perspektiven auf mediterrane
Sklaverei (500–1800), Chronos, Zúrich, 2014, pp. 501–514.
663
AHN, Sección Nobleza, Osuna, 538, doc. 10. Testamento de doña Ana de Gurrea, 5 de junio de 1523
en Zaragoza: «Item dexo a cathalina de tupol (humedad: ¿sclaua mia e?) y libera de toda seruitud y aga de
si lo que persona libera hazer puede y deue. E mas quiero y mando y le dexo para ayuda de su matrimonio
ochientos sueldos. E si fallesciere ate de contraher matrimonio que pueda ordenar en (humedad) su alma
y de lo restante no sia dado cosa alguna y esto dexo (roto) mia no fuere cassadda y no en otra manera.
Item susanica de (en blanco) sclaua mia que la dexo libera y francha de toda seruitud y haga de si lo que
persona libera hazer puede y deue espero y mando qui si se casare en esta tierra y no en otra manera
(roto)dos quinientos sueldos para ayuda de su matrimonio. Et si se quisiere yr a sebilla ante de casar que
le hayan de dar mis exequtores lo que les pareciere para ayuda del camino. Et si fallescere en esta tierra
ante de casar que pueda ordenar (roto)ma en cient sueldos y de lo restante no sia dado cosa alguna y esto
le dexo si ya en vida mia no fuere cassada».
664
ACSZ, Libro Común, 1512, f. 30v. «Pague al negro del senyor arzobispo porque traxo la nueva de
como los de Pamplona desbarataron a los franceses, XVI sueldos». Mi agradecimiento a D. Manuel
Gómez de Valenzuela, quien me facilitó la transcripción de la noticia.
230
ellos aparece en el testamento de 1520, en contra de lo que hemos explicado y sería de
suponer.
Hemos mencionado en el apartado dedicado a su formación que es bastante
plausible pensar que recibió una esmerada educación musical, a diferencia de la que
jamás debió contar su padre. Su hijo don Hernando, decenios más tarde afirmaba que
«tuuo gran capilla de muchos cantores», 665 «principalissima capilla de muchos y
excelentes» en palabras de Diego de Espés.666 Que fuera algo destacado por su hijo y
sucesor en el cargo es algo bastante reseñable, ya que don Juan la mantuvo en plena
actividad o incluso la llegó a ampliar: por desgracia, esta se disolvió a la muerte del
arzobispo en 1530.667 Gracias a una nómina abultada de personal dedicado al arte de
Apolo, don Alonso pudo ceder a su hermanastro el príncipe Juan algún tañedor, así
como deleitar a Felipe y Juana cuando visitaron la capital de Aragón.668 El interés que
demostró por la música también lo dejó plasmado en su diócesis. En su testamento dejó
instituido que se creasen un total de diez raciones para el culto divino en general y que
lo ejerciesen en su capilla personal en particular –que jamás se llevó a cabo–. Así lo
dejó escrito:
«e porque en la dicha capilla sea dios seruido mejor, como en dias passados con licencia
y autoridad de nuestro muy sancto padre houe instituydo seys raçiones, que las tres dellas esten
sobre los fructos y rendas archiepiscopales de los lugares de villamayor y de la perdiguera y las
otras tres sobre los fructos y rendas de la camareria de la dicha mi yglesia, segun parece por las
fundaciones de aquellas, quiero ordeno y mando que las dichas seys raciones siruan en la dicha
capilla y que sean instituydas otras quatro, que cada vna dellas sea de summa y valor animo de
otra tanta quantia y renta, como es casa vna de las dichas seys raciones para lo qual fazer y
cumplir».
669
Las cuatro de nueva creación tenían que salir de lo que sus ejecutores
testamentarios tomasen de sus bienes, por ello no necesitaba licencia del pontífice. Sin
embargo, aparte de hacer sufragios por su alma en su capilla, estas cuatro nuevas
665
Hernando de Aragón, De las dignidades eclesiasticas, op. cit., f. 90r.
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., ff. 753r–v.
667
Pedro Calahorra Martínez, Historia de la música, op. cit., p. 69.
668
Tess Knighton, Música y Músicos en la Corte de Fernando el Católico (1474–1516), Institución
Fernando el Católico, Zaragoza, 2001, p. 154: «En 1495, el príncipe Juan recompensó a los
instrumentistas del Arzobispo de Zaragoza, Juan Ximon y sus hijos […]. Durante la estancia de Felipe y
Juana en Zaragoza en 1502, el Arzobispo de Zaragoza “hizo venir a tres rabelistas muy buenos a tocar
ante el Archiduque”».
669
AHN, Sección Nobleza, Osuna, 538, doc. 19, f. 8v. Copia simple del último testamento de don Alonso
de Aragón, 12 de febrero de 1520.
666
231
raciones tenían todas nombre y apellidos: se trataba de cuatro familiares suyos,
posiblemente los favoritos o más veteranos a su servicio a quienes quería favorecer una
vez dejara de poder protegerlos.670 También es destacable que en la Navidad de 1487
agasajó a los reyes a su llegada a Zaragoza con un belén en vivo con música.671 El
espectáculo debió de ser soberbio: un coro de profetas, coros angélicos, estrellas,
ángeles volando; todo ello sin faltar un detalle. Es más, los que hacían de Sagrada
Familia eran realmente matrimonio, para dotarlo de mayor devoción.672 Años más tarde,
en 1498, con motivo de las cortes de Zaragoza, el arzobispo junto con el cabildo,
decidió ofrecer una paraliturgia si cabe aún más sorprendente y elaborada.
Aprovechando Pentecostés se escenificó la venida del Espíritu Santo:
«la figura central era la paloma. Una paloma de bulto, bellamente pintada, sujeta “al
artificio del Espíritu Santo” por cuerdas musicales de vihuela, dado que las de cáñamo eran muy
gruesas para ello. En dicho artificio o artilugio, una diadema sobre la paloma daba piea una
estela con cuentas, de estaño y plomo, todo convenientemente dorado. Unas carruchas de cobre
facilitaban el descenso de la paloma que llevaba la marvilla de “media onza de pebetes
encendidos en las alas”. El artilugio celeste comprendía además otras ruedas que, bien
engrasadas con sebo, permitían a los ángeles acompañar a la paloma en su descenso, al mismo
tiempo que se abrían los cielos y caían profusamente sobre los fieles presentes trocitos de papel
dorado y pétalos de rosas. Abajo, en un cadalso delimitado por un lienzo pintado, se hallaba el
cenáculo de los apóstoles sobre el que descendía la paloma del Espíritu Santo con sus fuegos
alados, acompañado por el coro de los ángeles, entre una lluvia de estrellas doradas y olorosos
673
pétalos».
V.
Don Alonso de Aragón: el hombre
En su obra sobre los Reyes Católicos, Lucio Marineo Sículo remataba las
últimas páginas del libro con epigrama dedicado al difunto arzobispo de Zaragoza y
Valencia. Tanto aprecio le tuvo a estas líneas, que las mandó estampar nada menos que
en tres de sus obras. Decía así:
«Cualquier que busca un Príncipe que
tenga todas las virtudes, éste busca, sin
670
Ibidem, f. 9v: «Item, luego de presente nombro, para obtener las dichas quatro raçiones a saber es a
cada vna racion las personas infrascriptas: mossen miguel de lates, que haya la vna; moßen giluert de
pozantigo la otra; moßen salbador arbues la otra; e la otra moßen martin de cascante, familiares mios».
671
Pedro Calahorra Martínez, Historia de la música, op. cit., pp. 43–45.
672
Pedro Calahorra Martínez, “Entremeses y paraliturgias en La Seo zaragozana ante la presencia de los
Reyes Católicos”, Nassarre: revista aragonesa de musicología, n.º 9, 2 (1993) pp. 119–125, p. 120.
673
Ibidem, p. 121.
232
duda, a D. Alonso de Aragón.
Fue el cual están los bienes del ánima,
y del cuerpo, y cualquier cosa que prín–
cipe bienaventurado puede tener.
Y en otro metro dije de esta manera:
Si el linaje y la virtud viven, después
de la muerte del que fué gran señor,
y sus buenas obras después permane–
cen, la fama de D. Alonso de Ara–
gón durará que la del Rey Néstor».
674
Adentrarse en la psicología de un personaje histórico, aunque sea reciente, es
tarea francamente complicada, por no decir imposible. Quizás por eso, muchas de las
biografías que se han publicado en los últimos años han decidido omitir esta faceta –
importante, pero intangible–. Para conseguir esbozar mínimamente las características de
la personalidad de una figura del pasado, se presentan dos posibilidades: el empleo de
cualquier tipo de indicio –tomando el concepto de Ginzburg– o aprovechar la literatura
epistolar que dejó.
En nuestro caso, emplearemos ambas ya que como en otros aspectos de su vida,
cualquier atisbo de información, no es suficiente. Aunque evidentemente, no
planteamos un estudio psicológico o psicoanalítico, sí queremos intentar trazar los
principales rasgos de la naturaleza de don Alonso. Lo primero de todo, ha de plantearse
que a no ser que se tratase de un eminente pensador, estos aspectos suelen quedar
apartados. Para alcanzar una obra –maestra– de la categoría de Martín Lutero: un
destino de Lucien Febvre, hace falta contar con un corpus muy importante de escritos
del propio personaje, algo que no sucede en nuestro caso. De hecho, no contamos ni tan
siquiera con 80 epístolas suyas en total, de muy variada extensión.
Parte de los testimonios de la conducta del que sería posiblemente el hombre
más poderoso de la Corona de Aragón los tenemos gracias a su padre. El primero de
674
Lucio Marineo Sículo, Vida y hechos de los Reyes Católicos, Editorial Atlas, Madrid, 1943, pp. 185–
186. Se puede ver también exactamente igual en Lucio Marineo Sículo, Obra de las cosas memorables,
op. cit., f. CLXXXVIIIv; prácticamente igual en Lucio Marineo Sículo, Cronica d’Aragon, op. cit., f.
67v.
233
ellos es de un cariz francamente tierno. A finales de 1475, el rey de Castilla le escribía a
su camarlengo en un tono cariñoso sobre un viaje que iba a realizar Pedro Vaca a la
corte. Además de preocuparse por su periplo y su correcto descanso, Fernando insistía
al final de la epístola que «mirad quando vinieredes por la guarda de vuestra persona
que no querria aca ficiesedes penytencia de vuestros pecados que me por males cytam
grand congoxa que por vos grande pena daria en rehenes mi fijo don alfonso».675 Algo
completamente normal, ya que el anciano caballero era tutor de don Alonso: por fuerza
tenía que representar también las figuras de padre y abuelo para el niño.
Dejando apartados sentimientos característicos de la infancia, la visión que trazó
su padre el rey de su hijo es bastante interesante. No hay que perder de vista que estas
las escribió dirigidas a los curiales de Roma, por lo que siempre han de tomarse con
cierta reserva. En sus pugnas constantes para conseguir un beneficio más, por modesto
que fuera, Fernando II describía la situación de don Alonso en los siguientes términos
«assi como crece de todos dias en edad y en reputacion, crece assi mesmo en gastos».676
Es decir, no era un hábil administrador –posiblemente, algo que a nadie de su posición
le importó jamás– pero sí una persona paulatinamente más respetable: ya estaba
abandonando la pubertad. Esto tampoco es especialmente preciso ni indicativo de nada,
pero poco después se encuentra algún detalle de cierta calidad. En uno de sus
interminables intercambios de cartas con el proceloso vicecanciller Borja, el rey le
exclamaba que «alabado sea dios el es tal y tan buenas inclinaciones y costumbres que
no nos cumple tener mucho cuydado de su criança para que sea morigerado catholico e
buen ecclesiastico: antes viendo que en muchas cosas con la cordura vence la edad».677
Es decir, si hacemos caso a Fernando II, el arzobispo contaba con una madurez bastante
adelantada para su edad –en torno a los 18 o 19 años– y dirigía su vida con notable
piedad. De lo primero no hay por qué ponerlo en tela de juicio; lo segundo es posible
aunque esta vida morigerada a la que hacía referencia el monarca pronto la apartaría por
las tentaciones de la carne que tuvo en su prolongado amancebamiento con doña Ana de
Gurrea.
675
BNE, mss. 20211, 90. El príncipe Fernando a Pedro Núñez Cabeza de Vaca, el 22 de diciembre de
1475 desde Zamora.
676
ACA, Real Cancillería, reg. 3665, ff. 49r–v. Fernando II al doctor Medina, el 5 de marzo de 1487
desde Córdoba, apud, Antonio de la Torre, Documentos sobre las relaciones, op. cit., doc. 37.
677
ACA, Real Cancillería, reg. 3665, ff. 86r–v. Fernando II a Rodrigo de Borja, el 27 de julio de 1487
desde Málaga.
234
Al parecer esta reacción venía provocada porque en la corte papal se habían
propalado ciertas infamias sobre el arzobispo de Zaragoza a comienzos de 1487.678 Esta
defensa de la progenie se repitió años más tarde con motivo de buscar nuevas fuentes de
ingresos y prestigio para su hijo. En 1493, don Alonso había residido una temporada
breve en Barcelona con la corte. Con motivo de su estancia, Fernando II había podido
observar de cerca las actitudes y capacidades de su hijo mayor, de las cuales se
mostraba plenamente satisfecho. Le decía a Diego López de Haro, su embajador en
Roma que «despues quel dicho arçobispo reside en mi corte, con la experiencia he visto
mas su discrecion, virtudes y merecimiento, y tengo del tan grande contentamiento, que,
demas de ser mi fijo por sus virtudes lo amo y desseo de lo ver collocado y acrecentado
en la Yglesia de Dios, como quien es».679
Aparte de un buen número de virtudes, entre las que la capacidad de gobierno y
erudición se encontraban en primera fila, la documentación nos arroja una imagen de un
temperamento muy fuerte y en ocasiones, colérico. Al fin y al cabo, era hijo de rey y
depositario de sus poderes durante toda su vida política: obedecía pero siempre se hacía
obedecer. Un ejemplo especialmente notable se encuentra durante la Guerra de Navarra.
Como es sabido, el arzobispo dirigió la parte aragonesa de la invasión, que se dedicó a
rendir Tudela y otras regiones fronterizas mientras el duque de Alba llevaba a cabo una
auténtica blitzkrieg contra los navarros. Cuando la ofensiva franconavarra contra
Pamplona tuvo lugar, el prelado envió desde Sádaba unos 200 hombres en socorro –600
según otros testimonios–, pero una partida de roncaleses los sorprendió en un
desfiladero, los derrotaron y capturaron.680 Ante semejante humillación, porque sin
importar el número de los aragoneses eran notablemente muchos más que los del
Roncal, «obo tanto enojo el arcobispo que ¿quanto mudando? otra cosa y si fuera de su
678
ACA, Real Cancillería, reg. 3665, ff. 59r–60r. Fernando II al doctor de Medina, el 20 de marzo de
1487 desde Córdoba: «De los fechos del illustre e reuerendo arzobispo de Çaragoça, mi muy amado fijo,
en aquestas postreras cartas non me haueys auisado ni fecho mencion alguna; y porque el conde me
scriuio por una suya, que nuestro muy Santo Padre ha seido sinistramente informado mucho stoy
marauillado de quien ha tuuido tanta temeridad, de poner lengua en moço, que sin duda tiene buenos
desseos y criança tal, que del con verdad no se puede dar mala información ni es de creer sino que con
sobrada malicia se haya fecho. Mucho vos encargo sepays de que cosas es stado la dicha informacion y
quien es el que aquella ha dado y me lo scriuays porque se sepa la verdad dello, que no es de passar so
dissimulacion».
679
ACA, Real Cancillería, reg. 3685, ff. 31r–32v. Fernando II a Diego López de Haro embajador en
Roma, el 17 de junio de 1493 desde Barcelona, Antonio de la Torre, Documentos sobre las relaciones,
op. cit., doc. 148.
680
ARGN, Tribunales reales, proceso 143.050, ff. 79r–v. El proceso trata sobre un asunto de pastos, en
los que se introducen distintos testimonios de lo más variopinto.
235
mano los mandara ahorcar a todos».681 Esto no dejó de ser un arrebato, pero lo que es
cierto es que tuvo cierta propensión a la violencia, tanto a generarla como a calmarla.
Tal y como dejó escrito Sobrarias en la Oratio ad Alfonsum Aragonum Ferdinandi regis
filium:
«en la batalla encarnizada que se trabó junto a la villa que comúnmente llamamos
Salses, contra los galos. ¡Oh príncipe valerosísimo! Pues como los insolentes galos se infiltraron
en tu bien cuidado dominio (pues tienen todos los galos de su natural una especie de soberbia
congénita y audaz), preparado ya el ejército y armado también tú, con tu corpulencia
hermosísima y eximia, centelleante tu armadura, de tal manera te lanzas como un rayo
valientemente contra los espesísimos galos, que a todos los desbandas y pones en fuga
conquistando gloria altísima, y ciertamente si entonces no hubieses sido frenado por tu
benignísimo padre, no te habrías detenido antes de destrozar y aniquilar, al impulso de tu
glorioso Marte, la Galia entera».
682
Efectivamente, no tuvo reparos en el empleo. Por ejemplo, en 1503 los navarros
atacaron Undués de Lerda, población cercana a la frontera y allí derribaron algunos
edificios. Ante la apatía de Juan III de Albret, «partio el Arçobispo de Çaragoça a la
frontera con muy luçida gente de a pie y a cauallo con animo de tomar la satisfaccion y
castigo que por aquel insulto se deuia hacer».683 Esto, lo hizo de forma completamente
espontánea, si bien el Católico lo mandó detenerse.684 Sin duda, fue hombre de acción
en ciertos asuntos, especialmente aquellos tocantes al pequeño reino vecino. Unos pocos
años más tarde, antes de la invasión, don Alonso se jactaba con el secretario Miguel
Pérez de Almazán de que «este reyno tengo tan alterado y somovydo no quedara
hombre que no vaya a esto y sy la cosa hovyere de yr como dygo bien se rebolberya
cosa por donde paguesse el reyno quynyentas lanças». El asunto de fondo, era sin lugar
a dudas, la repugnancia que sentía el arzobispo por los Albret, especialmente al rey, a
quien consideraba un «ruyn vezyno».685
No todos sus arranques violentos tuvieron como objeto a los navarros; también
tuvo agrios encontronazos con el cabildo metropolitano. A comienzos de 1499 el
arzobispo quería dar una canonjía a un sacristán. En esos momentos faltaban los
681
ARGN, Historia y Literatura, Códices y Cartularios, E7, f. 196v. Aquí es donde se dice que fueron 600
los aragoneses, emboscados y capturados únicamente por 90 roncaleses.
682
M.ª Dolores Cabré Montserrat, “El humanismo aragonés”, op. cit., p. 92.
683
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., f. 735r.
684
Jerónimo Zurita, Historia del rey, op. cit., lib. V, cap. XLV.
685
RAH, Colección Salazar y Castro, A–13, ff. 15r–v. Don Alonso de Aragón a Miguel Pérez de
Almazán, el 31 de marzo de 1509 desde Zaragoza.
236
arcedianos, que se encontraban fuera de la ciudad haciendo unas gestiones para distintas
obras de la fábrica de la Seo y los canónigos alegaron que no podían deliberarlo sin
ellos. Al parecer, ese motivo le pareció un mero pretexto para oponerse a sus designios,
así que cambió de estrategia: «viendo que ni en fuerça de priuilegios ni estatutos ni
costumbre podia hacer eleccion sin todo el cauildo intento de hacerlo por amenaças y
extorsiones».686 Tampoco su forma de actuar encubierta se reducía al reino de Navarra.
Como animal político que era estaba habituado a emplear distintos medios que en
muchas ocasiones distaban de ser honrados. Si al Católico llegaron a calificarlo como
«la vulpeja aragonesa», su hijo había aprendido por su parte a emplear distintos medios
para hacer su voluntad. No es de extrañar, por lo tanto, que hubiera en ocasiones quejas
de los vasallos del rey por su modus operandi. En 1494, la aljama de moros de Zaragoza
se quejaba a Fernando II porque el arzobispo había colocado –no por primera vez– en
las listas de insaculación para sus oficios particulares a moros extranjeros: no había sido
precisamente un descuido. Por ello mismo, le reprendía a su hijo para que mantuviese
los privilegios que tenían.687 Desconocemos los motivos de fondo que impulsaron el
hacer esto, pero se puede apuntar claramente a que don Alonso pretendía tener un
mayor control sobre la aljama y para ello tenía que recurrir a personas de su confianza o
clientes suyos.
Dejando a un lado el pecado capital de la ira, la frustración y enojo de don
Alonso se pudo percibir de forma continuada en el tiempo a la muerte del Católico.
Enviando cartas sin parar desde Aragón a Flandes para intentar remediar los distintos
asuntos que amenazaban la paz social, pidiendo un mínimo gobierno y la defensa de las
fronteras tanto del reino como del de Navarra, el prelado únicamente conseguía
silencios o provisiones contrarias a su parecer. Por ello mismo, su contrariedad fue in
crescendo desde comienzos de 1516 en adelante. Un buen ejemplo lo encontramos en
unas instrucciones enviadas a Antón Moreno de Onaya, donde se le informaba de cómo
686
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., f. 728v.
ACA, Real Cancillería, reg. 3567, f. 98r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 20 de abril de 1494
desde Medina del Campo: «El Rey. Illustre y Reuerendo arçobispo nuestro muy caro e muy amado fijo e
lugarteniente general. Por parte de la aljama de moros de la Ciudat de Çaragoça nos ha sydo dada clamor
diziendo como muchas vezes ha contescido y acahesce que por vos y otros officiales por complacencia y
place vos se mandan poner en las bolsas e insaculaciones de sus officios diuersos moros estrangeros y no
¿natiuos? de la dicha moreria la qual cosa como pretendan ser tenga en gran prejuhizio dellos de sus
pruilegios nos han humildemente supplicado de remedio condecent por ende vos rogamos y encargamos y
daqui adelante no permitays que en las dichas bolsas sean puestos o insaculados algunos moros que no
sean ¿natiuos? de la dicha moreria los quales por priuilegios sean repugnados o exclusos de entrar en la
dicha insaculacion obseruando a la dicha moreria los dichos sus priuilegios juxta su serie e tenor e no
fagays el contrario ca tal es nuestra voluntat».
687
237
marchaban los asuntos en la península y qué tenía que transmitir al príncipe.
Comenzaba así:
«Ya sabemos que no solo os remitió Su Alteza para lo que llevastes por instrucciones,
más aún sobre la coadjutoría tan desvergonzada e inica, obtenida en tanto perjuicio del señor
obispo de Huesca, y vimos la continua solicitud que tenéis en casa del canceller y la buena
crianza suya. Bendito sea Dios que, con tan grand diluvio, las personas de menos importancia
vayan sobre el agua y las otras estén al fondo. Es tan violento esto y cuanto se hace que no
puede ser duradero. Y dejada esta especulación, pues Dios, Nuestro Señor, permite que las
justas querellas de los de estos reinos no solo no sean remediadas, mas aun ni oídas».
688
Hasta aquí la semblanza del arzobispo de Zaragoza y Valencia no es
especialmente positiva ni da la impresión que pueda guardar relación con la imagen que
algunos aduladores humanistas dejaron escrita de él. Sin embargo, quedan aún otros
aspectos de su personalidad por desgranar. Una de sus facetas más destacables es la de
pacificador en todos los sentidos, algo por lo que ya destacó siendo prácticamente un
niño. El 15 de septiembre de 1485, un par de rufianes contratados por un grupo
variopinto de personas ligadas al judaísmo, acuchillaron al inquisidor Pedro de Arbués
en medio de la Seo. Nada más conocerse la noticia, las gentes se armaron y salieron a
las calles gritando «¡a fuego a los conuersos que han muerto al Inquisidor!». La
situación fue francamente dramática, tal y como describió Diego de Espés:
«la jente estaua tan comouida que huieran dado saco y puesto fuego en las cassas de lo
mas principales conuersos y a ellos pasado a cuchillo si el Ilustrisimo don Alonso de Aragon
nuestro Arçobispo con salir en cauallo por la ciudad no lo remediara. El qual sintiendo el gran
estruendo que en la ciudad hauia como vigilantissimo Pastor y valerosissimo presidente salio
del palacio con un cauallo acompañado de muchos officiales Reales y caualleros mandando so
graues penas que todos se recogiessen a sus cassas y dexado aquel estruendo de las armas se
aquietassen y aunque fue muy dificultoso y de gran trabajo por ser el casso mas atroz que en
esta ciudad se hauia cometido despues de la expulsion de los moros pero era tanta la autoridad
de este Principe y tan respetado de los de la ciudad que viendo andaua por las calles luego se
apaciguaron y recogieron a sus posadas».
689
688
Don Alonso de Aragón a Antón Moreno de Onaya, el 27 de mayo de 1517 desde ¿Zaragoza? apud
Bartolomé Leonardo Argensola, Anales de Aragón, op. cit., p. 419.
689
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., ff. 679v–680r. La cita previa proviene de la misma
fuente. Zurita ofrece exactamente el mismo relato, vid. Jerónimo Zurita, Anales, op. cit., lib. XX, cap.
LXV.
238
En aquellos momentos el arzobispo contaba con unos 16 años, así que
posiblemente fuera a recomendación de su consejo por lo que se aventuró por las calles
de la ciudad para atajar los disturbios que se podían haber seguido. Años más tarde, la
escena debió de repetirse, si bien albergamos ciertas dudas al respecto. Con motivo de
la reforma de los franciscanos claustrales y observantes en Aragón, Fernando II quería
que los segundos asimilasen a los primeros. Esto, evidentemente, iba en contra de los
privilegios de aquellos que habían preferido en su momento ingresar en un convento
fuera de los rigores de sus hermanos de religión. En torno a 1506 comenzó a vivirse un
ambiente enrarecido en la ciudad, dividiendo al pueblo a favor de unos y en contra de
otros. Se asaltaron conventos e iglesias, se persiguió a los observantes y un largo
número de despropósitos se dieron por el reino de Aragón: hasta tal punto llegó el
asunto que el Católico quería expulsar a todos los claustrales de sus estados y mandarlos
al papa.690 Pues bien, en algún momento, la violencia llegó a su ápice en Zaragoza y, en
palabras de Sobrarias, el arzobispo salió a lomos de una mula para poner orden en la
muchedumbre. Una escena que guarda muchas similitudes con el asesinato de Arbués,
ya que don Alonso, «montado en una mula, llevando la vara en tu robusta mano, al
estilo de Publio, al irrumpir con gran valentía en medio del ardor de los ánimos
inflamados, sin amedrentarte por el peligro de las armas, aplacados todos, cosa
increíble, depusieron las armas doblando las rodillas».691 Precisamente por ello, al no
haber otro testimonio que este, es posible que fuera una transposición de un evento
conocido a otro que quizás no tuviera lugar o fuera distinto.
Años más tarde, con motivo de la llegada del príncipe Carlos a Aragón tuvo
lugar un episodio similar en el que el temple de don Alonso evitó una escena que quizás
podría haber traído consecuencias graves e inesperadas al nacimiento de la Monarquía
Universal. En junio de 1518 se debatía cómo Carlos, ya rey de Castilla, podía ser jurado
690
ACA, Real Cancillería, reg. 3671, ff. 14v–15r (3ª numeración). Fernando II a don Alonso de Aragón,
el 13 de noviembre de 1506 desde Nápoles: «Despues de hauer recebido vuestra letra sobre lo de los
frayles de sant francisco hauemos entendido mas particularmente el grande atreuimiento que los
claustrales y sus secaces cometieron no solamente en hauer entrado como entraron en esse Monasterio de
san francisco mas ahun en hauer tomado y ocupado el Monasterio de sant francisco de Calatayut y
maltratado por los campos y ahun en los lugares poblados a los religiosos obseruantes assi de obra […] en
este caso se puede y deue conceder contra ellos como desobedientes a los apostolicos mandamientos y
nuestros dizese que la prouision verdadera hia que luego se prendiessen todos los frayles que entraron a
ocupar los dichos monasterios y presos y bien guardados se embiassen por mar a roma lo qual por la via
de valencia se podria fazer». Todo el recorrido lo describe con detalle Tarsicio de Azcona, Reforma de la
Provincia Franciscana de Aragón en tiempo de los Reyes Católicos, Estudios Franciscanos, Barcelona,
1970, p. 302 y ss.
691
M.ª Dolores Cabré Montserrat, “El humanismo aragonés”, op. cit., p. 92.
239
en los territorios de la Corona de Aragón como tal aún en vida de su madre, que era la
reina propietaria. Ante lo que según recoge la historiografía, fue un auténtico desaire
para los nobles castellanos, el conde de Benavente se encolerizó y le dijo al futuro César
«que si su Alteza tomasse su consejo, que el los traeria a la melena. Y que hazia pleyto
omenaje de seruirle en esto con su persona, y con toda su hazienda: que era bien hazer vn
exercito, y sugetar aquel Reyno por fuerça de armas. Y assi les daria las leyes que quisiesse, y
692
no las que los Aragoneses querian».
Ante estas bravatas, el conde de Aranda decidió que lo mejor era dejar los
modales cortesanos para otra ocasión más propicia y responder «tan asperamente que
todo el Palacio, y los Grandes de la Corte se alborotaron». De esta manera, aunque el
príncipe intentó poner paz, ambos condes se citaron por la noche con sus deudos
armados para batirse. Aunque no murió ninguno, la reyerta callejera dejó un saldo de 27
heridos según fray Prudencio de Sandoval y pudo ser peor si don Alonso, que se
encontraba cenando con algunos nobles principales, no hubiera salido a poner paz entre
las partes.693
Sea como fuere, el arzobispo de Zaragoza y Valencia tuvo una especial
habilidad para reducir diferencias entre sus paisanos; en los casos anteriores se trató de
situaciones puntuales en las que mediante su autoridad tuvo que imponer la calma. Pese
a su espectacularidad, fueron excepciones dentro de una miríada de distintos litigios de
distinta magnitud en los que las buenas artes de don Alonso se pusieron a prueba.
Durante toda su vida, ejerció para distintos particulares del reino como árbitro fuera de
los cauces oficiales para solucionar diferencias. Desde el siglo XIII, los tribunales
arbitrales cobraron gran popularidad. Era una manera de poner un pleito en manos de
alguien de reconocido prestigio o sabiduría sin tener que hacer grandes dispendios de
dinero o de tiempo en arreglarlo. Pues bien, el prelado aparece en gran cantidad de estos
asuntos: era elegido tanto por gente del común como por la alta nobleza. 694
Precisamente llama la atención que incluso alguna casa notoriamente enemistada con él
692
Prudencio de Sandoval, Historia de la vida y hechos del Emperador Carlos V: Max·, fortissimo, Rey
Catholico de España y de las Indias, Islas y tierra firme del Mar Oceano, Tomo I, Pamplona, 1634, p.
133.
693
Idem.
694
Al respecto, es de obligada referencia Manuel Gómez de Valenzuela, “Los tribunales arbitrales en
Aragón en el siglo XV”, Aragón en la Edad Media, n.º 23 (2012), pp. 143–171, p. 148: «Como es lógico,
se designaba como árbitros a personas que gozaban de la confianza de las partes o que por su autoridad
moral, social o jurídica parecían garantizar la solución de los litigios. Por ello encontramos a reyes,
nobles señores, savios en dreyto, notarios, sacerdotes y miembros del patriciado urbano, pero también a
quienes podríamos llamar “los viejos sabios del lugar”».
240
lo terminase eligiendo también para que diera una solución rápida y equitativa a sus
problemas de tipo familiar. El caso palmario, fue la familia de los condes de Aranda,
quienes sostenían un pleito por Almonacid de la Sierra, Jarque y Nigüella entre la
condesa doña Catalina de Híjar y Urrea y su hijo el conde Miguel Jiménez de Urrea.695
Fernando el Católico los exhortó a dejar el asunto en manos del arzobispo, quienes así
lo debieron de hacer.
Retomando el discurso que Juan Sobrarias elaboró en la ya varias veces
mencionada Oratio, este alababa ardientemente la liberalidad del prelado con los más
desfavorecidos en los siguientes términos:
«Omito las limosnas inmensas que cada día repartes a todos con ánimo gozoso y
benéfico. ¿Por qué he de mencionar el sustento que particular y discretamente distribuyes a los
que padecen hambre, enfermedad y escasez? ¿Pues qué, las dotes cuantiosas entregadas a las
doncellas agobiadas por la pobreza? ¿Pues qué, el socorro a los privados de padres a quienes
llamamos huérfanos? ¿He de mencionar los consuelos prodigados de continuo a los zarandeados
696
y abatidos por los caprichos de la fortuna?».
¿Cuánto había de cierto? Huelga decir que desconocemos sus gastos cotidanos
en concepto de limosnas, si bien sí son conocidas las mandas testamentarias que dejó
para los más desfavorecidos. 500 sueldos de renta –23 ducados– se destinaron al
Hospital de Gracia y otro tanto a la redención de cautivos: si por casualidad sobrase
algo, se pedía que se comprase nueva deuda y se doblaran ambas cantidades. 697
Podemos constatar que no se trata de rentas especialmente altas –de tipo medio podrían
calificarse– pero buscaban serlo a perpetuidad. Esto, sin embargo, no justifica su
supuesta liberalidad. Posibles ejemplos, por lo tanto, han de buscarse en otros
momentos. En 1512, Miguel Pérez fue condenado por la Inquisición por nigromante y
695
La sentencia arbitral dada por don Alonso se encuentra en AHPZ, P 376/7 (antiguamente P–1–232–7–
142), en dos documentos. Aunque no tiene fecha, es posible que se trate de la resolución del caso
planteado en ACA, Real Cancillería, reg. 3574, f. 20v–21r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 26 de
marzo de 1495 desde Madrid. En ibidem, f. 21r a la condesa sobre el mismo tenor.
696
M.ª Dolores Cabré Montserrat, “El humanismo aragonés”, op. cit., p. 94.
697
AHN, Sección Nobleza, Osuna, 538, doc. 19, ff. 10v–11r. Copia simple del último testamento de don
Alonso de Aragón, 12 de febrero de 1520: «Item, por seruicio de dios y remission de mis culpas, quiero y
mando, que sean dados de mis bienes a los pobres del espital de santa maria de gracia de çaragoça,
quinientos sueldos censales y diez mil de propiedad, que sean comprados sobre lugar seguro e los dexo al
hospital susodicho, para que en ninguna manera puedan ser conuertidos en otra cosa. Assimesmo, dexo y
quiero que sean dados de mis bienes, para redemption de captiuos, los quales quiero que sean dados a la
casa de santa maria de la merced de Caragoça, a los de sant Lazaro, otros quinientos sueldos censales, y
diez mil de propiedad, que no puedan ser conuertidos en otras cosas. E si complidas las cosas susodichas,
sobraran bienes mios, quiero que al dicho hospital sean dados otros quinientos sueldos de renta, e otros
diez mil de propiedad, e otros tantos a la dicha casa de santa maria de la merced de çaragoça».
241
todos sus bienes confiscados por el tesoro real. Al parecer, fue quemado en efigie por
encontrarse huido. Por las necesidades que pasaba su familia, don Alonso escribió los
siguiente a su padre el Rey Católico:
«su muier y algunos fijos que segund me ha sido fecha relacion padecen mucha hanbre
y neçessidad; que si no fuesse por algunas personas que mouidas con zelo de caridad les
socorren diz que perecerian. Y porque me ha sido rogado que yo houiesse de scriuir sobre ello a
vuestra alteza y suplicarle que pues la parte que pertenece a vuestra magestat de los bienes del
dicho miguel sanchez es muy poca cosa, le pluguiesse hazer merçed de aquella a la mujer del
dicho miguel sanchez para ayuda de collocar una fija pareciendome que de acto de tanta caridad
y misericordia como este dios nuestro senyor sera muy seruido. Acorde hazer la presente a
vuestra alteza por la qual con la mayor affection que puedo suplico a aquella que por seruico de
dios nuestro señor vsando de su real y acostumbrada clemencia le plega y tenga por bien de
fazer merced a la mujer del dicho miguel sanchez de los dichos bienes e hazienda que fueron
adiudicados a la camara e fisco de aquella, mandado screiuir a su reçeptor que no passe a
698
vendicion de aquellos».
Otro testimonio, de los escasos que hemos conseguido localizar, es justo de un
año después. En esta ocasión, se trataba de un caso más corriente de caridad, dentro de
su recién adquirida diócesis de Valencia. Fernando II escribió a los canónigos
valencianos porque don Alonso había decidido «donar a ma hieronima vallastera,
donzella molt pobre, dos senyals de las almoynas den conessa y altres».699 No se
esgrimía ninguna razón más, posiblemente únicamente haya que verlo como un acto de
liberalidad con los pobres.
Un último asunto personal sobre don Alonso es su aspecto físico. A diferencia
de otros personajes de su época, no se le conoce ningún retrato en pintura, escultura o
medallones. Tampoco se cuenta con una descripción suya exhaustiva: de nuevo el único
semblante es el que dejó Sobrarias. El latinista dijo que «en ti también es digno de
alabanza esto: el que siendo digno de veneración por la dignidad de tu rostro y porque
son tus facciones correctas y hermosas, por la estatura de tu cuerpo, por el vigor de tus
miembros, por tu eximia prudencia divina».700 Teniendo en cuenta el tono general de la
Oratio y el objetivo que perseguía, estas afirmaciones han de tomarse con precaución.
698
RAH, Colección Salazar y Casatro, A–14, f. 5r. Don Alonso de Aragón a Fernando II, el 31 de enero
de 1512 desde Zaragoza.
699
ACA, Real Cancillería, reg. 3583, ff. 58r–v. Fernando II a los canónigos de Valencia, el 21 de enero
de 1513 desde Valladolid.
700
M.ª Dolores Cabré Montserrat, “El humanismo aragonés”, op. cit., pp. 96–97.
242
Se desconoce si en vida se recogió su rostro en algún soporte, sin embargo, sí han
llegado hasta nuestros días los de su padre el rey y de su hijo el arzobispo don Hernando
de Aragón. Ambos guardan, salvando la tonsura del segundo, una similitud casi exacta.
Por otra parte, el Rey Católico –sin entra en los cánones estéticos actuales–
siempre fue tenido por una persona actractiva según sus coetáneos, Hernando del
Pulgar, Lucio Marineo Sículo o Colmenares.701 Su descendencia con Isabel también lo
fue, así como su hija bastarda doña Juana de Aragón, tenida como una de las mujeres
más hermosas de toda España, cuando ya estaba en la madurez.702 Teniendo en cuenta
estas premisas, es de suponer que efectivamente, don Alonso fue una persona bien
proporcionada físicamente y de rasgos seductores para la época.
a. ¿Un hombre temeroso de Dios?
Hasta ahora hemos tratado de manera muy superficial la educación religiosa del
arzobispo de Zaragoza. Por su condición eclesiástica es de suponer que tendría algún
conocimiento superior al de los cortesanos; sin embargo, no parece haber estado
interesado nunca en asuntos teológicos. La única misa que celebró en su vida fue la del
día de su consagración como presbítero.703 El padre Lamberto de Zaragoza adornó casi
tres siglos después esta conducta alegando que «quedó su corazon tan penetrado de
terror sagrado, que le infundió este incruento Sacrificio, que no celebró otra Misa en
toda su vida, juzgandose indigno de ser Ministro de un Ministerio tan Soberano».704 Si
esta fue la causa principal, es imposible conocerlo pero es bastante probable que tuviera
razón el ilustrado en cuanto a que don Alonso no se sentía digno de realizar el culto
divino con sus propias manos, aparte de la falta de interés al respecto.
La conducta de nuestro protagonista poco tuvo de excepcional en su época: no
significa esto que estuviera bien visto, pero era algo relativamente habitual. Desde 1478
hasta 1501 no fue más que «administrador perpetuo del arzobispado de Zaragoza». Esto
significa que recibía todas las rentas y emolumentos pero únicamente tenía el usufructo
de este, ya que al no ser eclesiástico no podía ejercer la jurisdicción eclesiástica por sí
701
Carmen Morte García, “La imagen de Fernando el Católico en el arte: el tiempo vivido y el tiempo
recreado (1452–1700)”, en en Aurora Egido y José Enrique Laplana (eds.), La imagen de Fernando el
Católico en la Historia, la Literatura y el Arte, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2014, pp.
279–374, pp. 284–285; Miguel Ángel Ochoa Brun, “Semblanza de Fernando”, op. cit., p. 125.
702
Antoine de Lalaing, “Voyage de Philippe”, op. cit., p. 183.
703
Hernando de Aragón, De las dignidades eclesiasticas, op. cit., f. 90r: «Nunca dixo misa sino aquella
de la consagracion», que tuvo lugar el 7 de noviembre de 1501 en el monasterio de Santa Fe –en las
cercanías de Zaragoza–.
704
Lamberto de Zaragoza, Teatro histórico, op. cit., p. 61.
243
mismo. De tal manera, hasta su ordenamiento en 1501, fue un laico sin compromisos, si
bien se le denomina arzobispo de forma coloquial y normal, no lo fue hasta que no
recibió el orden episcopal. Por ello mismo, que tuviera a sus cuatro hijos supérstites con
doña Ana en la década de 1490, cuando él era soltero y ella viuda, nada tenía de
extraño. Otro asunto distinto es el caso de don Alonso de Aragón junior, a quien tuvo
cuando ya había hecho sus votos. De cualquier manera, el arzobispo mantuvo un tren de
vida acorde a su posición y sobre todo, a una persona que no había elegido
personalmente su ingreso en la religión, sino que fue algo siempre dirigido: ora por su
abuelo y padre, ora por su madrastra. Huelga decir que hubo notables excepciones a su
comportamiento, el caso quizás más paradigmático se encuentra en el cardenal
Cisneros: persona piadosísima, teólogo y un asceta fuera de toda duda. Don Alonso se
encontraba en las antípodas de esta situación precisamente por no haber mostrado nunca
ningún tipo de interés por lo religioso, lo que no implica que no fuera un devoto
creyente aunque pueda parecer a ojos del espectador presente algo contradictorio. Este
comportamiento se pueden ilustrar estupendamente con el siguiente pasaje:
«Dexáos desso, que Dios es misericordioso. Yo rezo mis Oras y me confiesso a Dios
quando me acuesto y quando me levanto; no tomo a nadi lo suyo, no doy a logro, no salteo
camino, no mato a ninguno, ayuno todos los días que me manda la Iglesia, no se me passa día
que no oigo missa. ¿No os parece que basta esto para ser cristiano? Essotro de las mujeres…, a
la fin nosotros somos hombres, y Dios es misericordioso».
705
Con estas palabras se intentaba zafar el Arcediano de las presiones continuas a
las que lo sometía Lactancio el Diálogo de las cosas ocurridas en Roma. Por supuesto,
esta conversación recrea un momento (1527) algo posterior a la época de don Alonso
pero perfectamente pone de manifiesto una ética cristiana teñida de cierto fariseísmo
que podemos tomar como norma conductual para las personas de la talla del arzobispo
de Zaragoza. El caso opuesto a él es precisamente su hijo don Hernando, quien sí tuvo
una sincera conversión y abandonó la vida cortesana por el yermo.
¿Cómo concretó su religiosidad en su vida? La referencia fundamental con la
que se cuenta es su testamento. Ante la inminente marcha de este mundo, don Alonso
encomendaba la intercesión por sus pecados a la Virgen María, san Juan Bautista y san
Juan Evangelista. De hecho, aunque pedía ser enterrado delante del altar, pretendía que
705
Alonso de Valdés, Diálogo de las cosas ocurridas en Roma, (ed. José F. Montesinos), Espasa–Calpe,
Madrid, 1969, p. 72.
244
se labrase una capilla a estas tres advocaciones, asunto que entendía que tendrían que
despachar sus ejecutores testamentarios –cosa que jamás hicieron–.706 Es más, del primo
de Jesucristo tenía una historia en tres ricos tapices, que acabó legando a la Seo.707 Para
intentar profundizar un poco más, intentaremos ver posibles paralelismos con
personalidades cercanas a su persona y posición.
San Juan Evangelista es bien conocido que fue el protector por excelencia de la
reina Isabel; esta empleó el águila del benjamín de los apóstoles como soporte para sus
armas personales ya antes de subir al trono.708 Esto no sería explicación suficiente pese
a ser la devoción visualmente más representativa: la reina incluyó en su testamento a 11
santos aparte de la Virgen como benefactores suyos: Miguel, Gabriel, Pedro, Juan
Evangelista, Santiago, Juan Bautista, Pablo, Franscisco, Jerónimo, Domingo (¿de
Guzmán) y María Magdalena.709 Sin embargo, el Rey Católico redujo notablemente la
706
AHN, Sección Nobleza, Osuna, 538, doc. 19, ff. 8r–v. Copia simple del último testamento de don
Alonso de Aragón, 12 de febrero de 1520: «Item, porque mi intencion es fazer en la dicha mi yglesia de
Çaragoça vna capilla, de la inuocacion de nuestra señora y de los señores san joan euangelista y dotar
aquella e dandome dios salud, entiendo poner luego por obra mas si antes de fazerlo, a nuestro señor dios
plazera leuarme a su gloria digo que tomo y diputo la capilla de nuestra señora de la dicha mi yglesia y
ruego a los venerables prior y capitulo que presten a ello su conseso, la qual capilla sea fabricada y ornada
segun a mis executores infrascriptos pareçera». Entendemos, por la invocación al comienzo que hay una
errata en la copia o en la redacción al escribir en plural «de los señores» y no nombrar a san Juan
Bautista.
707
Ibidem, f. 11r.
708
Vid. RAH, Colección Salazar y Castro, K–37, f. 112v, apud Carmen Manso Porto y Luis Suárez
Fernández (dirs.), Isabel la Católica en la Real Academia de la Historia, Real Academia de la Historia,
Madrid, 2004, p. 72.
709
Antonio de la Torre y del Cerro, Testamentaría de Isabel la Católica, Instituto Isabel la Católica de
Eclesiástica, Valladolid, 1968, pp. 446–447: «En el nombre de Dios todo poderoso, Padre e Fijo e Spiritu
Sancto, tres personas e una essençia divinal, Criador e Governador universal del Çielo e de la Tierra e de
todas las cosas visibles e ynvisibles, e de la gloriosa Virgen Maria, su madre, Reyna de los Çielos e
Señora de los Angeles, nuestra Señora e abogada, e de aquel muy exçelente Prinçipe de la Iglesia e
Cavalleria angelical sanct Miguel, e del glorioso mensagero çelestial el arcangel sanct Gabriel, e a honrra
de todos los sanctos e sanctas de la corte del Çielo speçialmente de aquel muy sancto precursor e
pregonero de nuestro Redentor Jhesuchristo sanct Juan Baptista, e de los muy bienaventurados Prinçipes
de los Apostolos sanct Pedro e sanct Pablo con todos los otros apostolos señaladamente del muy
bienaventurado sanct Juan Evangelista, amado diçipulo de nuestro Señor Jhesuchristo e aguila caudal e
exmerada, a quien sus muy altos misterios e secretos muy altamanete reveló e por su hijo special a su
muy gloriosa Madre dio al tiempo de su sancta Passion encomendado muy conveniblemente la Virgen al
Virgen, al qual sancto Apostol e Evangelista yo tengo por mi abogado speçial en esta presente vida e asi
lo espero tener en la hora de mi muerte e en aquel muy terrible juizio e estrecha examinaçion e más
terrible contra los poderosos quando mi ánima será presentada ante la silla e trono real del Juez Soberano,
muy justo e muy igual, que segund nuestros mereçimientos a todos nos ha de juzgar, en uno con el
bienaventurado e digno hermano suyo el apostol Santiago, singular e exçelente padre e patron d’estos mis
regños e muy maravillosa e misericordiosamente dado a ellos por nuestro Señor por speçial guardador e
protector, e con el seraphico confessor, patriarcha de los pobres e alferez maravilloso de nuestro Señor
Jhesucristo, padre otrosi mio muy amado e speçial abogado sanct Francisco, con los gloriosos confessores
e grandes amigos de nuestro Señor sanct Geronimo, doctor glorioso, e sancto Domingo, que como luzeros
de la tarde resplandeçieron en las partes oçidentales de aquestos mis regños, a la vispera e fin del mundo
en los quales e en cada uno d’ellos yo tengo espeçial devoción, e con la bienaventurada sancta Maria
Madalena a quien asymismo yo tengo por mi abogada; porque asi como es çierto que avemos de morir,
245
nómina en comparación con su difunta primera esposa, lo cual puede ofrecer algunas
claves. Fernando II dictó dos testamentos en su último año de vida, uno fechado a 26 de
abril de 1515 en Aranda de Duero y el definitivo, instantes antes de morir, el 22 de
enero de 1516 en Madrigalejo. En ambos decía:
«con la firmeza de memoria, y sin ningún turbamiento del seso, entendimiento y voz
clara que nuestro señor nos ha dado, tomando assí como tomamos por nuestra Señora y
advogada a la siempre Virgen Sancta María, madre suya, señora nuestra y al glorioso archángel
Sant Miguel y a los gloriosos Sanct Joan Baptista y Sant Joan Evangelista y al bienaventurado
Santyago, luz, speio y patrón de las Spanyas y al glorioso mártir Sant Jorge, patrones y
guiadores de los Reyes de Castilla y de Aragón, suplicándoles quando nuestro señor tuviere por
710
bien que nuestra ánima sea separada del cuerpo, asistan en la hora y término de nuestro fin».
Es decir, del abultado elenco de la reina Isabel, su marido lo redujo a 5 santos –
añadiendo al protector de sus estados patrimoniales– y don Alonso únicamente dejó al
primo y al discípulo predilecto de Cristo. Cabría preguntarse a qué es debido esta
reducción drástica de la reina al arzobispo, pero realmente parece que en los albores de
la Edad Moderna, lo raro era pedir la protección de varios santos. Los testamentos que
hemos podido consultar de personas de cierta importancia en el ámbito cesaraugustano
por lo general no hacen mayor invocación más allá de Jesucristo y la Virgen; cosa
lógica ya que el primero murió en la cruz por los pecados de la humanidad y eso es
suficiente mérito para la salvación de las ánimas. En conclusión, no cabe ninguna duda
de que don Alonso de Aragón tuvo especialísima devoción por los dos Juanes. Los
motivos pueden ser variados, pero posiblemente nos encontremos ante una especie de
tradición familiar al encontrarse repetidos en los testamentos de su madrastra y del Rey
Católico.711 Lo que queda claro es que las devociones de doña Aldonza, su madre, no se
vieron reflejadas en absoluto en su vida privada –san Antonio y san Martín–.
asi nos es ynçierto quando ni donde moriremos, por manera que devemos bivir e asi estar aparejados
como si en cada hora oviesemos de morir».
710
José Manuel Calderón Ortega y Francisco Javier Díaz González, El proceso de redacción del último
testamento de Fernando el Católico, el 22 de enero de 1516, Institución Fernando el Católico, Zaragoza,
2015, pp. 43–44. Indistintamente, en este extracto, son iguales ambos testamentos.
711
Se puede comparar las tablas y tapices devocionales de la reina Isabel con lo anteriormente
mencionado de sus devociones principales. Aunque había un predominio claro de Cristo y la Virgen,
todos estaban representados; curiosamente Isabel la Católica tenía varias piezas de san Gregorio –más que
de otros– y sin embargo, no aparece mencionado. Vid. Antonio de la Torre y del Cerro, Testamentaría de
Isabel, op. cit., pp. 156–157; 332–336; 376–377.
246
b. Otras inquietudes intelectuales
En el apartado referido a la educación recibida por el joven arzobispo de
Zaragoza se han desgranado algunos aspectos conocidos y otros intuibles sobre sus
inquietudes. Está claro que la lengua de Cicerón y la música eran las dos más
destacadas, pero convendría no detenerse únicamente en ellas e intentar escudriñar
alguna más. Durante el Renacimiento, momento clave en el que se sitúa el hijo de
Fernando II, se produjo una efervescencia de intercambio cultural en forma de textos e
ideas, rescatados de la Antigüedad, en muchos casos por la vía de Bizancio. Otros,
simplemente cobraron particular relevancia pero no vivieron un renacimiento:
simplemente habían estado allí desde la Edad Media y habían sido estudiados con
profusión.
Una de estas corrientes es el denominado lulismo, que hace referencia al
caballero y religioso mallorquín Raimundo Lulio. La mejor descripción, por su
capacidad de síntesis de una de las figuras más complejas de la Edad Media, la ofrece el
especialista Anthony Bonner:
«Ramon Llull is in many ways a perplexing figure. Durign his long life (1232–1316) he
amassed a confusing number of claims to our attention: as a Christian philosopher in the
Neoplatonic tradition; as the first of the great mystics of the Iberian Peninsula; as the first
European to write prose novels on contemporary themes; as the first writer to use a Romance
vernacular to discuss theology, philosophy, and science, and as one of the creators of literary
Catalan; as a missionary, Christian apologist, and founder of a school of oriental languages for
the purpose of training missionaries; and finally as the inventor of the “Art”, a complex system,
using semimechanical techniques combined with symbolic notation and combinatory diagrams,
which was to be the basis of his apologetics in addition to being applicable to all fields of
712
knowledge».
El denominado Ars generalis ultima de Lulio fue su gran aportación al
conocimiento, ya que intentaba aunar absolutamente todas las ciencias en una única
máquina que fuera capaz de ofrecer certezas absolutas; era así una fusión de teología y
filosofía. Sin embargo, como los hermanos Carreras Artau apuntaron, había que
diferenciar entre el «lulismo de Lull y un lulismo de los lulianos». Es decir, mientras el
Doctor Illuminatus tenía una visión global y total, sus seguidores se centraron en tres
712
Anthony Bonner, Doctor illuminatus: a Ramon Llull reader, Princeton, 1993, p. 1.
247
tipos
de
parcelas
del
enciclopedista y mística.
conocimiento
luliano:
polémico–racionalista,
lógico–
713
Las obras de Lulio tuvieron un extraordinario resurgimiento en los albores de la
Edad Moderna. A finales del siglo XV y comienzos del XVI proliferaron las
publicaciones del sabio medieval, tanto las escritas por él como atribuciones
completamente espurias.714 Por otra parte, durante todo el medievo, la doctrina luliana
había gozado de la protección de distintos reyes; contrariamente a la máxima de que
«nadie es profeta en su tierra», todo indica a que la Casa de Aragón tuvo especial interés
en patrocinar la difusión de sus ideas. Al parecer la adoptaron como una especie de
«filosofía nacional», si bien no consintieron la docencia de –en detrimento de este
pensamiento total, como hemos dicho– su teología y mística en las escuelas que se
crearon.715 Los Trastámara recogieron esta corriente de pensamiento de sus antecesores
en el trono y la hicieron propia también, dotándola de distintos privilegios.716 De hecho,
algunos autores han visto una estrechísima relación entre el lulismo y las universidades
de la Corona de Aragón en cuanto a la difusión del humanismo por el dicho territorio.717
De cualquier manera, el lulismo fue una influencia importante en el renacimiento
aragonés pero no exclusiva ni tampoco fundamental, pero sí a tener en cuenta,718 tal y
como sucedió en Castilla con personas de la talla del cardenal Cisneros.719
Partiendo de esta base, no sorprendería por lo tanto que don Alonso de Aragón
tuviera interés en algún aspecto de la doctrina de Lulio –ya que nadie volvió a retomar
713
Tomás y Joaquín Carreras Artau, Historia de la Filosofía Española cristiana de los siglos XIII al XV,
Vol. II, Asociación Española para el progreso de las Ciencias, Madrid, 1939–1943, p. 11.
714
Alejandro Coroleu, “Ramon Llull i la impremta (1480–1520)”, en Anna Alberini, Lola Badia, Lluís
Cifuentes y Alexander Fidora (eds.), El saber i les llengües vernacles a l’època de Llull i Eiximenis.
Estudis icrea sobre vernacularització, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, Barcelona, 2012, pp. 71–
79, passim.
715
Tomás y Joaquín Carreras Artau, Historia de la Filosofía, op. cit., p. 60: «Los reyes abren cauce legal
a estas fundaciones mediante una serie de privilegios con los que la dinastía aragonesa, primero, la
castellana y la austríaca más tarde, despliegan una política de protección al lulismo, considerado como
una filosofía nacional. Por la oposición eclesiástica, los aspectos más vitales de la doctrina de Lull, a
saber, la teología y la mística, resultan vedados a la docencia pública, y las cátedras lulianas se ciñen a la
exposición del Arte en una forzosa limitación de horizontes, de la que se resiente hondamente el lulismo
hispano medieval».
716
Ibidem, p. 62.
717
Elio Antonio de Nebrija, La educación, op. cit., p. 14.
718
Marià Carbonell i Buades, “L’humanisme català a l’època del bisbe Conchillos”, en Ximo Company
(coord.), El bisbe Jaume Conchillos, l’humanisme a Catalunya, Amics de la Seu Vella, Lérida, 1992, pp.
105–140, p. 123.
719
Alejandro Coroleu, “Ramon Llull”, op. cit., p. 77: «Ja feia anys que Cisneros s’interessava per les
obres i la doctrina lul·liana. Possiblement hi tenien molt a veure Nicolau de Pacs i Charles Bovelles
(1479–1567), deixeble de Lefèvre d’Étaples, que va visitar Cisneros el 1510 i a qui el Cardenal va confiar
alguns textos de Llull publicats posteriorment a París».
248
el carácter global de su obra–. Aunque desconocemos qué pudo interesarle en particular,
el arzobispo se mostró preocupado por el pulso de esta corriente en otros lugares,
especialmente en París. Al parecer, no se conocía bien si se había prohibido en algún
momento su docencia en la Universidad de la ciudad y por ello mismo quiso informarse
convenientemente del asunto.720 Esta proscripción debió de durar bastante poco, porque
en 1516 parecía que el lulismo gozaba de buena salud en la capital francesa y se seguía
impartiendo, así lo recogió en un acta el médico Juan de Vera, alias Fuentes, quien
viajaba a Flandes y tenía el encargo de enterarse a su paso por la ciudad.721 De hecho, el
propio Lefèvre de Étaples decidió tomar la pluma para contarle por sí mismo el éxito
editorial y de público que tenía el beato mallorquín en Francia, Alemania, Roma y
Venecia.722 Es interesante reseñar que el humanista galo le dedicó una edición de la
720
Estas confusiones se explican en Jaime Custurer, Disertaciones historicas del beato Raymvndo Lvllio
dotor ilvminado y martir con un apendiz de su vida, Imprenta de Miguel Capò, Mallorca, 1700, pp. 453–
455.
721
Johann Georg Häffner (ed.), Beati Raymundi Lulli Doctoris Illuminati et martyris operum. Tomo I,
Tipográfica Mayerana, Maguncia, 1721. Al comienzo de la obra, dentro de las licencias y sin numerar las
páginas, se encuentra el acta. Esta fue una copia de un libro de Antonio Belver que se llamaba Apologia
Lullianae docrinae, adversus Nicolai Eymerici Calumnias; esto se copió por Juan Mainotz, notario
público, 22 de octubre de 1660. Dice así: «Examinatio. Lullianae Doctrinae per publicas ejus in diversis
Academiis Lectiones. Legitur Lulliana Doctrina Parisiis, & auditur libentissimè, quà de re habetur
latissimum Jacobi Fabri Stapulensis Testimonium, perlectam fuisse Parisiis, anno 1515. per Bernardum
Lavinetam publico & favorabili Auditorio; extat eadem de re Authenticum apud nos (Majoricenses)
Instrumentum hujus tenoris. Universis praesentes literas inspecturis Officialis Parisiensis salutem in
Domino, Notum facimus, quòd die Datae praesentium coram dilectis & fidelibus nostris Magistiris
Joanne Aubertugue, & Gabriële Uscaf Clerecis, Curiae nostrae Notariis Juratis, quibus in iis, & aliis
majoribus fidem adhibemus indubiam, Vices nostras in parte hac gerentibus, personaliter comparuerunt
Venerabiles & scientifici Viri, Magistri Joannes Majoris, Commorans in famosissimo Collegio Montis–
Acuti, Natoinis Scotiae, Ludovicus Coronnell, Antonius Coronnell, Socii Sorbonici Sacratissimae
Theologiae Professores, actu Parisiis degentes, Diocesis Legoviensis, & Joannes Quitana in dicta
Theologiâ Baccalarius ac Prior, & Socius dicti Collegii Sorbonici, Presbyteri,qui dixerunt, & pro veritate
attestati sunt, quòd anno praesenti legebatur publicè Parisiis apud Maturinos Ars & Doctrina Raymundi
per quendam Albertum, & cùm legeretur, nulla prorsus fiebat prhibitio dicto Doctori, nec ejus
Auditoribus, eratque auditorium frequens, & hoc sciunt, & iidem attestantur, quòd in Bibliothecâ dicti
Collegii Sorbonae, & apud Carthusienses juxta Parisios habentur quamplures libri dicti Magistri
Raymundi in eodem honore, sicut caeteri, qui permittuntur legi ab omnibus volentibus, quorum nonnulli
sunt dati impressioni: de quibus praemissis Venerabilis & egregius Vir Magister Joannes de Vera, aliàs
Fuentes, Medicus Regis Hispaniae, & Archi–Episcopi Caesar–Augustae, petiit à dictis Notariis, tanquam
devotus & Disciupulus dicti Raymundi, ût dicebant, praesentes sibi fieri. In cujus rei testimonium
sigillum Curiae nostrae duximus apponendum. Datum Parisiis, anno Domini 1516. die secundâ mensis
Octobris. Aubertugue».
722
Dentro de las distintos libritos que componen este volumen, vid. ibidem, uno se titula (I) Testimonia
virorum illustrium, dignitate, pietate, doctrina & eruditione conspicuorum…ingenuis fua salutis ac vera
Scientae Amatoribus commendant, pp. 4–5: «Idem Jacobus Faber Stapulensis in Praefatione ad Volumen
Librorum Philophiae Amoris & Proverbiorum, quos dicat Alphonso Caesaraugusta Arcchi–Episcopo. A
Fuentes Artes Medicâ R. D. tuae commendatissimus per Academiam nostram Parisiensem iter in Belgas
faciens &c. me super Libris pii Eremitae Raymundi Lulli consuluit, & plerosque sacrae Theologiae
egregios nostri studii Professores, qui omnes, ût par erat, piae mentis, & â DEO (ût putatur) ilustrate
Opera probaverunt; verùm ille, nondum factum fatis, praesentaneo sermone ducens rogabat insuper, ut
eadem de re ad R. D. Tuam darem literas &c. Quid & ipsi senserint & ego cum eis, ne videar vel in hoc
Dignitati tuae amplissimae gatificari nolle, paucis accipe. Sentiunt profectò, quae Romani, quae Veneti,
249
Filosofía de amor de Lulio al prelado, si bien, al desconocer el año de impresión no
puede precisarse si su amistad ya venía de antes o se creó a partir del envío de la carta
referida.723 Como nota final, bastante curiosa, es que en Zaragoza se estampó la primera
obra en castellano de Juan Gersón, canciller de la universidad parisina y furibundo
antiluliano, el Contemptus mundi en 1490.724
VI.
Un final precipitado
El 11 de febrero de 1520, Marino Sanudo el Joven recibía en Venecia la
correspondencia, como era habitual, de sus distintos informantes. En esta ocasión la
noticia que le llegaba tenía ya una semana desde que había llegado desde España hasta
Roma. Su corresponsal escribía que «de qui è nova come l’arzivescovo di Saragoza, fo
fiol bastardo di re Ferando di Spagna, qual ha zercha ducati 50 milia de intrada, stava
malissimo».725
quae Germani, quae denique Vestri, qui omnes Opera illius excudunt, legunt, admirantur, eos autem, qui
illa profitentur publicè, libenter audiunt, probantque audita: ita in nostro ubivis gentium probè famigerato
Parisiensi Gymnasio eadem formis mandant diligenter, & ad alienas transmittunt oras: profitentur cùm
adventant, qui istas norunt Artes, tum publicè tum privatim; quod etiam superiore Anno, qui fuit Christi
omnium Servatoris & Salvatoris quinquentesimus ac decimus quintus supra millesimum, sacrae Pagina
Doctor egregius Bernardus Lavinheta favorabili Auditorio factitavit. Caeterùm Bibliotheca nostrae Libris
ejuscemodi Doctrinae sunt adornatae, praesertim illa insignis Domus Sorbonica, quae nobilissimum est in
toto terrarum orbe, tam nominatissimorum Theologorum, quàm publicorum theoligicorum Certaminum
Domicilium, & ea, quae ad aedem divi Victoris est: Chartusia insuper, quae haud procul ab Urbe Parisia
sita est, capsulis arcisque id genus Librorum refertis abundat, quos sancti illi Viri frequenter versant
manibus, fructum pietatis inde suscipientes, quos & petentibus suscepto Chirographo liberaliter
communicant. At quoties audivimus, inclytam illam Romam Authoritate Pontificiam adversùs malevolos
calumniatores haec Opera defendisse, probasse, roborasse? quomodoigitur possent nostri non approbare,
quae sciunt a Capite Fidei fuisse approbata? at aliquando non approbaverunt: si hoc verum est, id eo
tempore praesertim evenisse putandum est, quo sequaces Abenruth priùs sectae Arabicae, mox
Christianae, sed demum impii Apostatae studium pro maxima parte obtinebant: contra quem &Sequaces
Raymundus cùm Verbis tum Scriptis viriliter animosèque decertabat: quo tempore odium veritas peperit:
verùm nunc prostratus est impius Arabs, Raymundus autem pius Victor (ût par est) suscectus, nec abs re
quidem; militabat enim ille omni lege rejectâ diabolo, hic verò Lege Vitae aeternae admisâ Christo, ex
cujus luce, cùm alioqui idiota esset, sapientes hujus mundi convincebat; pro cujus amore Martyrium
etiam minimè detrectavit. Quam igitur fronte hujus pientissimi Viri, quam mente Christi Martyris Scripta,
quae sola ad divina mentes legentium trahunt, rejicere possemus? nequaquam id putare velis facerrime
Praesul, haec sanè sunt, quaeAmplitudini tuae scripturus eram &c. Tu igitur optime Praesul ita vivens hos
cum Epistola Libellos suscipe, benignó que favore & remissis nonnuquam gravioribus curis hos Libros
relegens animum divinis cogitationibus pasce; neque deterreat legentem sancti Eremitae sermonis
simplicitas, quem viventem Vita simplex, vilis habitus & neglectus mundus Christo factebant
charissimum: in quo semper felix vale. Ex inclyta Parisiorum Academia sub Natalem Domini cum Anno
ab eodem 1516».
723
La única referencia a esto se encuentra en la siguiente obra, si bien no hemos sido capaces de localizar
la edición a la que puedan referirse. Vid. Elíes Rogen y Estanislau Durán, Bibliografía de les impressions
lul·lianes, Institut d’Estudis Catalans, Barcelona, 1927, p. 59: «El título del libro dice así, p. 59:
«Prouerbia Raemundi//Philosophia amoris//eiusdem//Iodocii Badii […]// R. in Christo patri & domino
domino Alphonso ab//Aragonia, Caesaragustae & Vale(n)tiae archiepiscopo, // Jacobus Faber. S. D.».
724
Un bibliófilo aragonés (Juan Manuel Sánchez), Bibliografía zaragozana del siglo XV, Madrid, 1908,
p. 50.
725
Marino Sanudo, I diari, op. cit., p. 260.
250
Hasta tal punto estaba «malissimo» don Alonso de Aragón que dictaba
testamento el día después de que el veneciano tuviera noticia de su enfermedad. Se
encontraba en Lécera, lugar que pertenecía a la familia de los duques de Híjar.726 Lo que
lo había conducido hasta allí, según el padre Lamberto de Zaragoza era una visita de la
diócesis. Esto parece a todas luces incorrecto y parece más probable que simplemente
estuviera de paso huyendo de la peste, ya que en palabras del mismo religioso «en 1519,
se encendió una terrible peste en Zaragoza» y como era habitual, todo aquel con
posibilidad de hacerlo, así como las instituciones, se instalaban fuera de la ciudad.727 De
cualquier manera, podríamos afirmar que el arzobispo de Zaragoza llevaba algo más de
un mes agonizando, hasta su deceso a las seis de la mañana del 24 de febrero de 1520.
La causa, quizás la misma peste de la que huía. Lo que tuvo lugar justo después de su
defunción lo describió prolijamente el maestro Diego de Espés, con el siguiente relato:
«[el cabildo reunido] entiendan sepultar su Perlado con Magestad y Pompa en esta
Santa Iglessia todos unanimes y conformes en nombre del cauildo dieron facultad y licençia a
Don Juan Marton Obispo de Bricia para haçer y exerçir los actos Pontificales en esta Ciudad y
diocessi durante la sede uacante traxeron el cuerpo sus familiares y criados con muchos
religiosos y lumbres al monasterio de Santa Engracia de esta Ciudad y lo tuuieron aquella noche
en un sumptuoso tumulo que tenian adreçado sumptuossamente y el dia siguiente a 25 del
mismo mes y año fueron por el cuerpo en procesion la Metropolitana y collegiata Parrochias y
Religiossos de esta Ciudad con sus Cruces y acompañado de todos los magistrados y de muchos
nobles caualleros y Ciudadanos lo traxeron con una solemnissima procession a su Iglessia y
trayan el cuerpo sobre los hombros algunos canonigos de la Metropolitana y collegiata y puesto
en un capelardent que le tenian muy bien fabricado y con infinidad de antorchas y cirios pasaron
ha hacer el officio con grande Magestad y aparato hizo el officio el Obispo de Briçia mando se
publicasse en su Iglesia de Çaragoça delante del altar mayor debaxo de las tres gradas que estan
Juntas al altar y lhoy dia hay una plancha de bronceo con su efigie sobre su sepultura con este
epitaphio».
728
El traslado del cuerpo se hizo bastante rápido desde Lécera a Zaragoza ya que al
día siguiente de morir tuvieron lugar todos los actos susodichos y el notario Antón
Salabert daba fe de que el que fuera la principal figura del reino se encontraba difunto
en la Seo. Aunque no sabemos a ciencia cierta de qué murió, lo cierto es que fue
enterrado con muchas prisas y de una forma, posiblemente, menos suntuosa de lo
726
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., ff. 751r–v.
Lamberto de Zaragoza, Teatro histórico, op. cit., p. 65.
728
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., ff. 751v–752r.
727
251
descrito o de lo que su condición merecería. Así lo expuso en su momento el Dr.
Lorenzo Lizalde: entre otras cosas, aparecieron restos óseos, quizás de un obispo
anterior, en el mismo sitio de su enterramiento. También consta que cuando se llevaron
a cabo las obras de restauración de la Seo en la década de 1990, se encontraron
coprolitos en el sepulcro de don Alonso: a todas luces hubo interés por enterrarlo
rápido.729 Su ajuar se reducía a un pectoral, discos esmaltados y báculo, conjunto muy
abigarrado ya que el primero se ha datado en el siglo XI y los otros dos en el XIV.730 El
conjunto de detalles, sobre todo la antigüedad de las piezas y que no se encontrase
ninguna otra joya –un anillo, quizás– indican a nuestro parecer bastante dejadez por
parte de los encargados de enterrar al que fuera su prelado durante más de cuatro
decenios. Si tomamos el testimonio de la peste iniciada en fechas cercanas al verano de
1519 así como la agonía de más de un mes de don Alonso, es lícito pensar que si no de
peste, el prelado falleció de alguna enfermedad infecciosa. Esto podría explicar la
celeridad de todo el proceso.
Un retrato muy escueto de la situación que se vivió dentro de la Seo lo
proporciona el citado notario, quien dejó –lacónicamente– escrito que:
«primera grada de las dos que suben al dicho altar en donde haura vna fuesa abierta y
alli haura hun cuerpo muerto que lo tenyan a enterrar los Reuerenendos Canonigos de la dicha
Seo el qual estaba vestido de misa como obispo con vna mitra de seda blanca y hun Baculo de
731
cobre el qual dicho cuerpo yo dicho notario y testimonyos que ojo vimos y lo enterraron».
729
Esta escatológica evidencia la conozco gracias a una conversación telefónica con el Dr. D. José
Ignacio Lorenzo Lizalde, a quien quiero agradecer su gentil colaboración.
730
Carolina Naya Franco, Archivo español de arte, “El ajuar funerario del arzobispo de Zaragoza y
Valencia, don Alonso de Aragón (1470–1520)”, Archivo Español de Arte, n.º 360, pp. 335–346, p. 336:
«En las próximas páginas nos centraremos en el estudio del ajuar funerario que se encontró en el interior
del enterramiento del arzobispo en 1994, durante las obras de restauración de la zaragozana catedral del
Salvador. A partir del análisis de las alhajas que debieron conformar su ajuar, podemos reflexionar no
solo sobre cómo el prelado fue enterrado en el presbiterio de la catedral delante del altar y del retablo
mayor rodeado de las armas que legitimaban su estirpe real, sino que además podemos constatar la
internacionalidad de las relaciones del arzobispo, así como materializar sus principales inquietudes e
intereses». Esta aseveración parte de una carencia documental y de fuentes, ya que no parece factible esto
mismo teniendo en cuenta la celeridad chapucera con la que fue enterrado.
731
AHPNZ, Antón Salabert, sig. 3884, ff. 64v–65r. El 25 de febrero de 1520 en Zaragoza. Mi
agradecimiento a D. Manuel Gómez de Valenzuela, quien me ha facilitado el documento.
252
7. POLÍTICA
Durante la Edad Media uno de los principales problemas a los que se
enfrentaron los monarcas fue el estar presentes siempre ante sus vasallos. Conforme las
tierras conquistadas a los musulmanes crecían exponencialmente, este hábito se tornaba
más y más complicado por las largas distancias a recorrer. En la Corona de Aragón,
mantener la ficción de que el soberano estaba en sus estados fue todavía más
complicado al estar divididos internamente en distintas entidades políticas, además de la
insularidad de algún territorio. Para salvar este problema fundamental, ya que la persona
del rey era fuente de todo poder y sus súbditos tenían que disfrutar de su presencia por
igual –al menos, teóricamente– se llegaron a distintas soluciones.
Aunque el estudio del poder real y sus representaciones en territorios
«periféricos» no tuvo ningún tipo de interés por considerarse intrínsecamente
relacionado con el colonialismo, a mediados del siglo XX cobró especial atención para
los historiadores. El erudito mexicanoJosé Ignacio Rubio Mañé apuntó que esto no
había sido un fenómeno americano, sino que éste provenía de Europa;732 si bien la
primera aportación –breve– vino de la mano de Jaime Vicens Vives. En su artículo,
encontraba los precedentes del virreinato colombino en la lugartenencia general de la
Corona de Aragón. Sintéticamente desglosó la génesis del cargo así como un esquema
de cuáles eran las funciones y prerrogativas de los virreyes. Tuvo además la fortuna de
separarlos según los distintos estados, ya que los poderes variaban según el territorio.733
Debido a unas apreciaciones sobre la cancillería castellana, a la que le achacaba
confusión por mencionar virreyes en Castilla, obtuvo una fuerte respuesta de García
Gallo poco después. Además de la disputa sobre ese punto, este último ofreció
aportaciones como la equiparación entre lugartenencia general y virrey pero la mayor
dignidad del segundo. Subrayó también la separación existente entre la gobernación y la
lugartenencia, así como la delegación de la primera.734
732
José Ignacio Rubio Mañé, El virreinato, Fondo de Cultura Económica, México D. F., 1955.
Jaime Vicens Vives, “Precedentes mediterráneos del virreinato colombino”, Anuario de estudios
americanos, n.º 44 (1948), pp. 571–614; sobre los comentarios de la cancillería castellana vid. pp. 585–
596.
734
Alfonso García Gallo, “Los virreinatos americanos bajo los Reyes Católicos. Planteamiento para su
estudio”, V Congreso de Historia de la Corona de Aragón, Vol. I Pensamiento político, política
internacional y religiosa, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1954, pp. 137–156.
733
253
Estos dos insignes académicos fueron los primeros en introducirse en la gran
selva jurídica que suponía el virreinato. La obra más completa existente es la de Jesús
Lalinde Abadía, quien desgranó pormenorizadamente desde sus orígenes toda la
problemática de la procuración, gobernación y lugartenencia general en Aragón, hasta la
época de Fernando II. Sus estudios principales estaban fuertemente argumentados
mediante documentación y se introducía minuciosamente en prácticamente todos los
resquicios posibles. Supuso así la piedra angular con la que establecer un marco teórico
previo y comprender cuál fue el devenir de los dichos cargos hasta finales del XV.735
Estos primeros trabajos siguieron fuertemente la tradición de la Historia del
Derecho, pero progresivamente se fueron alejandro de estos planteamientos teóricos,
dando lugar en la década de 1990 una nueva fase de estudios. Estos se centraron en
aspectos concretos de los virreyes, como el mecenazgo, sus biografías o su perfil
institucional. Este posicionamiento ha sido claramente provocado por los estudios de la
corte:
«En este sentido, la metodología de corte ofrece uno de los campos más atractivos para
el estudio y la comprensión del virreinato, una propuesta que a día de hoy parece la más
adecuada, para avanzar en el conocimiento de esta figura y de la realidad de la Monarquía
Hispánica».
736
También son reseñables los estudios que se centran en las relaciones personales
entre los distintos puestos administrativos. Tal y como afirma Xavier Gil Pujol, la
«historia política moderna ya no concierne tan sólo a las instituciones, sino también a
los valores y ámbitos característicos de aquella época: gracia, amistad, gestión
doméstica, contrato, don, liberalidad, corte».737 Más recientemente, tras un coloquio
internacional en 2005 sobre las cortes virreinales en Italia y América, se detectó la
necesidad de abordar el tema mediante estudios interdisciplinares. Asimismo, la
735
Obra de obligada consulta y de mayor interés por conocer todos los pasos previos al virreinato, además
de carácter general para toda la Corona es el voluminoso libro de Jesús Lalinde Abadía, La gobernación
general en la Corona de Aragón, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1963; publicó un estudio
previo en forma de artículo en “Virreyes y lugartenientes medievales en la Corona de Aragón”,
Cuadernos de Historia de España, n.º 31 (1960), pp. 98–172. Para el caso concreto de Cataluña, si bien
con alguna referencia a la Corona en general, vid. La institución virreinal en Cataluña (1471–1716),
Barcelona, 1964. Para el caso catalán hay otro estudio algo anterior, con una cronología a partir del siglo
XVI, Joan Reglà, Els virreis de Catalunya, Vicens Vives, Barcelona, 1970 (1ª ed. 1956); para el caso
valenciano se cuenta con Emilia Salvador Esteban, “Poder central y poder territorial. El virrey y las cortes
en el reino de Valencia”, Estudis, n.º 12 (1986), pp. 9–28.
736
Manuel Rivero Rodríguez, La edad de oro de los virreyes. El virreinato en la Monarquía Hispánica
durante los siglos XVI y XVII, Akal, Madrid, 2011, p. 23.
737
Xavier Gil Pujol, Tiempo de política. Perspectivas historiográficas sobre la Europa moderna,
Universidad de Barcelona, Barcelona, 2006, p. 278.
254
madurez en la investigación de diversos asuntos ha producido ya consensos en cuanto a
técnicas, como en el caso del ceremonial y las representaciones, si bien queda aún
camino por recorrer en cuanto al funcionamiento de casas y cortes vicerregias. Y no
solo este tipo de cortes, sino sobre todo las episcopales y nobiliarias. Por lo tanto,
estamos ante un doble problema.738
La dificultad actual en el estudio de los virreyes es precisamente que solo parece
haber afectado a aquellos que podría etiquetarse como «grandes personalidades», es
decir, quienes reunieron altos grados de cultura, política y linaje y sobre todo,
gobernaron un territorio en el que quedasen vestigios de su grandeza tiempo después.739
De hecho, da la impresión de que no ha habido un gran interés por la actividad política
peninsular, por su aparente menor importancia que en buena medida, consideramos, se
desprende de la imagen de escasa opulencia que desprendieron. ¿Acaso no fueron
grandes problemas para la Monarquía los movimientos sediciosos en Aragón, Cataluña
o Portugal? De cualquier manera, han sido los virreyes de renombre los que ocupan
buena parte de la producción actual con la complicación añadida a nuestro trabajo que
son de una cronología cercana a mediados del siglo XVI en adelante y para territorios
italianos por lo general.740 Por lo tanto, atendiendo a esta descripción un tanto grosera
738
Ibidem, pp. 27–28. Félix Labrador, “Nueva Historia Política: discurso y práctica del poder”, en Eliseo
Serrano (coord.), De la tierra al cielo. Líneas recientes de investigación en Historia Moderna. I
Encuentro de Investigadores en Historia Moderna. Ponencias, Institución Fernando el Católico,
Zaragoza, 2013, pp. 11–51; p. 51: «A pesar de su importancia, la historia política hasta las últimas
décadas le ha prestado muy poca atención, salvo por el mecenazgo cultural o por la imagen del príncipe
desarrollada en estos lugares por estudiosos de la literatura, de la música o de las artes. Esta misma laguna
historiográfica la han conocido las cortes aristocráticas y episcopales o las pequeñas cortes señoriales.
Entre los trabajos recientes más significativos podemos destacar, entre otros, los de Barrios, Rivero
Rodríguez, Juan Vidal, Cañeque, Enciso López–Muñumer, Hernando o Latas».
739
Manuel Rivero Rodríguez, La edad de oro, op. cit., p. 21.
740
Nos referimos a obras como: Antonio Álvarez–Ossorio Alvariño, Milán y el legado de Felipe II:
gobernadores y corte provincial en la Lombardía de los Austrias, Sociedad Estatal para la
Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, Madrid, 2001; Joan–Lluís Palos, La mirada
italiana: un relato visual del imperio español en la corte de sus virreyes en Nápoles (1600–1700),
Universidad de Valencia, Valencia, 2010; Carmen Morte García, “La representación del rey en la Corona
de Aragón”, en La Corona de Aragón. El poder y la imagen de la Edad Media a la Edad Moderna,
SEACEX, Madrid, 2006, pp. 54–93 estudio limitado a lo puramente artístico o relacionado con la historia
del arte; Carlos José Hernando Sánchez, “«Estar en nuestro lugar, representando nuestra propia persona».
El gobierno virreinal en Italia y la Corona de Aragón bajo Felipe II”, en Felipe II y el Mediterráneo, Vol.
III, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, Madrid, 1998,
pp. 215–338; muy general por su parte el libro de Rogelio Pérez–Bustamante, El gobierno del imperio
español. Los Austrias (1517–1700), Comunidad de Madrid, Madrid, 2000; Manuel Rivero, Felipe II y el
gobierno de Italia, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V,
Madrid, 1998; Jordi Buyreu Juan, La Corona de Aragón de Carlos V a Felipe II. Las instrucciones a los
virreyes bajo la regencia de la princesa Juana (1554–1559), Sociedad Estatal para la Conmemoración de
los Centenarios de Felipe II y Carlos V, Madrid, 2000; de menor interés pese a sus títulos por lo generales
que son los trabajos de Adolfo Castillo Genzor, Los virreyes, que desde 1482 a 1601 ocupan en nuestro
reino la cima más alta del poder político, La Cadiera, Zaragoza, 1963 y Josep Juan Vidal, Els virreis de
255
del panorama historiográfico, puede observarse que hay un pequeño vacío temporal
entre el devenir de la lugartenencia explicado desde posiciones de la Historia del
Derecho, que concluiría en torno a finales del siglo XV y los trabajos recientes que
arrancan a partir del primer tercio del XVI, centrados sobre todo en ámbitos
extrapeninsulares. Esto es bastante importante porque deja sin explicación los territorios
de la Corona de Aragón en un momento clave en su configuración durante el reinado de
Fernando el Católico.
La génesis de la lugartenencia general –virreinato– puede parecer un tanto
confusa por sus términos o sutilidad en según qué aspectos. Por ello mismo
intentaremos trazar un paisaje general. Conforme la expansión territorial de los reyes
cristianos aumentó la diversidad de compromisos que tenían que atender hizo necesaria
la creación de procuradores, quienes gestionaron distintos negocios de manera ordinaria
y defendieron sus intereses, llegando a litigios de ser necesario. Sin embargo, un
procurador no tenía jurisdicción propia, era un mero representante de un superior –podía
ser de un rey, un conde, un abad o cualquier particular, por ejemplo–. Paulatinamente,
estos procuradores fueron adquiriendo jurisdicción para casos concretos. Por el
contrario, a fines del siglo XII o principios del XIII, cuando las fronteras de la Corona
comenzaron a ampliarse, se vio necesario poder hacer gestiones de manera excepcional
y puntual, principalmente en zonas periféricas –Montpellier, Valencia o Mallorca–. Por
ello recibía delegada del rey su misma jurisdicción; en épocas más avanzadas y cuando
estaba referido a territorios más amplios, era una forma de evitar la ruptura del tándem
Rey–Reino. Así se creó la figura del lugarteniente, una persona que tenía el lugar del
rey, lo representaba plenamente, un alter ego; a diferencia de un procurador que lo hacía
por el rey.741 En ocasiones, la situación especial de lugarteniente podía ofrecerse a un
oficio ordinario. La siguiente explicación es bastante aclaratoria:
«la persona en quien recaiga la delegación “tendrá su lugar”, es decir, se constituirá en
su “lugarteniente”. Claro está que “lugarteniente” no es propiamente un oficio o cargo, sino una
Mallorca (ss. XVI–XVII), El Tall, Mallorca, 2002. En congresos recientes ha habido también algunas
comunicaciones sobre el tema, unos ejemplos son: Carlos González Reyes, “Entre Cataluña y Sicilia. Las
cortes virreinales en el Mediterráneo en el tránsito de Felipe II a Felipe III”, en Eliseo Serrano (coord.),
De la tierra al cielo. Líneas recientes de investigación en Historia Moderna. I Encuentro de
Investigadores en Historia Moderna. Ponencias, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2013, pp.
383–397; Diego Sola, “Jusepe Renao y el ceremonial de la corte de los virreyes de Nápoles”, en Eliseo
Serrano (coord.), De la tierra al cielo. Líneas recientes de investigación en Historia Moderna. I
Encuentro de Investigadores en Historia Moderna. Ponencias, Institución Fernando el Católico,
Zaragoza, 2013, pp. 443–454.
741
Jesús Lalinde Abadía, “Virreyes y lugartenientes”, op. cit., pp. 99–101.
256
“situación” y ya de por sí tiene una etimología tópica (de “locum”, lugar). Propiamente no se
“es” lugarteniente, sino que se “está” de lugarteniente […]. El “lugarteniente”, por el contrario
es perfectamente “superponible” a otros, y entre ellos al mismo procurador, en caso su función
propia de cuidar de los intereses del Rey añadirá la “situación” de ejercer la función
742
jurisdiccional de aquél».
La gobernación general por su parte apareció en el siglo XIV y fue únicamente
la evolución de la procuración. Esto era debido a que, pese a ser un ejercicio
jurisdiccional, por procurador se seguían entendiendo los clásicos representantes para
cualquier tipo de negocios concretos. De esta manera, en 1335 se crearon tres
gobernaciones generales que agrupaban las distintas sobrejunterías. Por encima de estas
tres gobernaciones generales –respecto a todo tipo de negocios– existía una más
general, esta sí, referida ya a la totalidad del territorio.743 Llegados a este punto, las
diferencias básicas que se mantuvieron entre gobernación y lugartenencia general
fueron:
«El Gobernador general está dotado de jurisdicción propia y ésta tiene carácter
ordinario. El Lugarteniente general está dotado de jurisdicción delegada. El Gobernador general
es el mayor oficio jurisdiccional después del Monarca, pero el Lugarteniente general ocupa el
lugar del propio Monarca. El Lugarteniente general será omnipotente mientras el Rey se halle
ausente, pero el Gobernador general desempeñará su oficio aun cuando aquel esté presente».
744
Por otra parte, el adjetivo de «general» en absoluto estaba relacionado con la
cantidad de territorio que pretendía abarcar, sino a la cantidad y calidad de los asuntos
que podía tratar.745 Por ello mismo, Pedro III fue el primero en aunar en el príncipe
Alfonso, su primogénito, todas las procuraciones, algo que se convirtió en tradición
desde entonces para el heredero. Es destacable que desempeñaba así a fines del XIII una
función judicial ayudando al rey, no sustituyéndolo, pero con una jurisdicción propia.
Para ello tenía una curia que lo asesoraba a la hora de impartir justicia. Es reseñable que
el lugarteniente carecía de curia propia, ya que como alter nos del rey, tenía la misma
742
Jesús Lalinde Abadía, La gobernación general, op. cit., p. 23.
Ibidem, pp. 129–136.
744
Ibidem, p. 167.
745
Ibidem, p. 21: «Existe la idea equivocada de que el calificativo “general” ha de indicar siempre la
extensión de la procuración de todos o gran parte de los territorios de la Corona. […] “general” es un
término opuesto a “cierto y especial”, con lo que se quiere expresar que el apoderamiento no se limita a
un asunto o género determinado de asuntos, sino que se extiende a todos los negocios en que el Rey
puede estar interesado, y que no necesiten un poder especial».
743
257
que éste. 746 Por su parte, el gobernador general tenía sus propios delegados o
representantes en los distintos territorios, los denominados «gerentes vices
procuratoris».747
La implementación de este sistema vino de la mano de Fernando el Católico,
quien decidió finalmente, tras una serie de avances y retrocesos en varias direcciones,
colocar una lugartenencia en cada uno de los distintos estados de la Corona. Así
surgieron los denominados virreyes o «alter nos», una vez que se redujeron a un
territorio fijo. Esta estructuración definitiva corrió paralela, en el último cuarto del siglo
XV a la instalación de distintas audiencias, presididas por el dicho lugarteniente general
–también denominado «locumtenens generalis», «llochtinent general» o «prorex»– o
simplemente virrey. Así parecían los gobernadores ser anulados por los virreyes y las
audiencias, ya que éstos podían entender absolutamente todos los casos; quedaba así el
gobernador general subordinado al virrey y podía ser destinado a su requerimiento
dentro del territorio en cuestión. Mientras el lugarteniente residía en la capital, el
gobernador se movía solventando distintos problemas, de orden público por lo común.
Sin embargo, cada uno era designado por el rey, sin existir una total subordinación entre
ellos.748 Ha de tenerse en cuenta que el título de gobernador general seguía estando
reservado para el primogénito de la Corona de Aragón. Aunque existieron siempre
gobernadores generales en cada uno de los estados de la Corona, se trata una
denominación vulgar –que se daba ya de forma habitual y coloquial en la época de
estudio–, siendo su auténtica denominación «regentes de la gobernación general», ya
que únicamente el heredero podía ostentar tal cargo.
En conclusión, la gobernación general provenía de la procuración a la que poco
a poco, la lugartenencia le fue ganando terreno, pese a ser esa inicialmente la
magistratura más importante de la Corona. Además, era privativa del heredero, si bien
delegable en otras gobernaciones, generales también, pero de carácter menor. Por su
parte el virrey –para cada entidad política– surgió en el momento en el que hacía falta
una acción muy concreta por parte del monarca que su representante, el lugarteniente –
para áreas concretas– no podía efectuar. Sólo en ese momento aparecía el virrey, si bien
746
Jesús Lalinde Abadía, “Virreyes y lugartenientes”, op. cit., p. 121.
Jesús Lalinde Abadía, La gobernación general, op. cit., pp. 41–81.
748
Ibidem, pp. 184–197.
747
258
a la larga «fueron términos que, como los de lugarteniente y virrey, podían estar
absolutamente identificados en la Edad Moderna, pero no antes».749
I. El hombre más poderoso de Aragón
«Yo ha treinta y tres años que comenze a tener govierno deste Reyno».750 Así de
tajante se mostraba don Alonso con Antón Moreno de Onaya en unas instrucciones que
le remitió para que hablase con la archiduquesa Margarita, viuda del príncipe Juan. Por
estas palabras quería indicar que había ocupado la lugartenencia general en Aragón
prácticamente desde su infancia; según afirmaba habría comenzado en 1483. No era del
todo exacto el arzobispo en sus consideraciones, si bien esto poco importaba para el
objetivo que tenía la epístola que mandaba a los Países Bajos, con la esperanza de que
alguien acabase por leerla si llegaba. Es en este desempeño del poder representando –
siendo, más bien– a su padre en lo que centraremos nuestra atención en las siguientes
páginas.
a. Los nombramientos
Para el estudio de la lugartenencia, lo primero que ha de considerarse es el
momento inicial en el que esta arrancaba. Es decir, con el nombramiento real de la
persona para el cargo. Aunque se han conservado algunos para el reinado de Fernando
II, no hemos podido localizar todos los que deberían ser; posiblemente ardieron durante
la Guerra de la Independencia. En ocasiones es necesario utilizar a cronistas para poder
poner claridad. Así, Diego de Espés, siguiendo palabra por palabra a Jerónimo Zurita,
afirmaba que en 1482 «el Rey don Hernando el catholico delibero de proveher en la
lugartenencia general de estos Reynos a Don Alonso de Aragon Arçobispo de Çaragoça
su hijo como lo hizo y se aparto de la provision que hauia hecho de esta lugartenencia
en la persona de don Juan Ramon folch conde de Cardona».751 La negativa de la
concesión de tan importante magistratura a su tío residía en que los aragoneses se
negaron a aceptar a un extranjero para el cargo, a pesar de que Fernando II les puso
como ejemplos antecedentes previos.752 Siguiendo este relato, don Alonso pasaría a ser
lugarteniente general con unos 13 años y siendo tan catalán de nacimiento –y
749
Jesús Lalinde Abadía, “Virreyes y lugartenientes”, op cit., p. 108.
BNE, mss. 20209, 21, 3, ff. 1r–4v. Don Alonso de Aragón a mosén Antón Moreno de Onaya, el 2 de
abril de 1516 desde Zaragoza. El texto está extraído de Diego José Dormer, Anales de Aragón, op. cit.,
pp. 50–51. La carta está íntegra en las pp. 46–57.
751
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., ff. 659v–660r.
752
Jerónimo Zurita, Anales, op. cit., lib. XX, cap. XLIV.
750
259
extranjero, por tanto– como el conde de Cardona. Sin embargo, ser de sangre real
borraría ese escrúpulo sin mayores problemas.
Ahora bien, la documentación consultada parece enfrentarse en cierta medida a
las palabras del, aparentemente, omnisciente cronista aragonés. El primer testimonio del
nombramiento de don Alonso como lugarteniente general que se ha conservado es de
finales de 1485, cuando se concluían las cortes de Tarazona; la decisión se había
tomado a comienzos del año.753 Se conserva en un manuscrito del que faltan casi los
200 folios primeros; quizás de haberse guardado el testimonio en este volumen pudiera
hallarse en esas páginas. Un problema añadido son los registros de la Cancillería, que
no ayudan precisamente a poder dilucidar este asunto. Únicamente se tiene una fecha
previa al primer nombramiento oficial al que nos hemos referido, de comienzos de 1484
–año de comienzo de las cortes de Tarazona–. En el período comprendido entre 1482 y
1485, los escribas reales no denominaron nunca –en la documentación manejada– al
arzobispo con el término lugarteniente general, más que en dos ocasiones en febrero de
1484.754 Por lo tanto, las fuentes documentales por ahora no parecen avalar de forma
inequívoca las tesis de Zurita. ¿Pudo ser nombrado en 1482? Efectivamente, así pudo
ser, pero tenemos reservas al respecto de que no fuera algo más tarde, ya que no era ni
siquiera mayor de edad. Aunque también tenemos reservas en el dato, el maestro Diego
de Espés decía haber leído en unos papeles que juró el 5 de abril de 1486 como
lugarteniente, quizás por un nuevo período distinto.755
El siguiente caso de designación regia con el que se cuenta es de varios años
más tarde, a comienzos de 1494. En esos momentos se desarrollaban las cortes de
Zaragoza comenzadas el año anterior, en las cuales se juró al príncipe Juan como
gobernador general de Aragón: como heredero de los estados de su padre y siendo ya
mayor de edad, podía tomar posesión efectiva del cargo que le correspondía como
753
AHDZ, Alacena de Zurita, mss. 164, ff. 173r–180r (imágenes 0004–0011). Fernando II el 4 de
noviembre de 1485 desde Alcalá de Henares: «Attendentes nos dudum feeisse constituisse et exeasse
locumtenent[em] nostrum generalem mi Regno nostro Aragonum Vos Illustrissimem Alphonsum de
Aragonia Administratorem Archiepiscopatus Caesaraugustanae filium nostrum predictum […] datum et
actum fui mi ciuitate Turiasonae dia decimo tercio mensis Mai anni Millessimi quadrigentessimi
octauagessimi quinti».
754
ACA, Real Cancillería, reg. 3668, f. 15r (2ª numeración), Fernando II a don Alonso de Aragón, el 15
de febrero de 1484 desde Valladolid: «El Rey. Illustre y Reuerendo nuestro muy caro y muy amado fijo y
lugarteniente general». Otra del mismo día, ACA, Real Cancillería, reg. 3668, ff. 12v–13r (2ª
numeración), Fernando II a don Alonso de Aragón, el 15 de febrero de 1484 desde Valladolid: «Illustre y
reuerendo Arçobispo nuestro muy caro y muy amado fijo e logarteniente general».
755
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., f. 688v: «A 5 de Abril año 1486 juro el Arçobispo por
Visorey de Aragon en de micer Juan de Algar lugarteniente del Justicia como parece en un libro de
memorias de aquellos tiempos que esta en el Archivo del Pilar».
260
primogénito. Pues bien, en este contexto, Fernando II dispuso que don Alonso volviera
a ejercer la lugartenencia general, diciendo que «ordinamus itaque vos dictus alfonso de
Aragonia dicto durante triennio in dicto nostro Aragonum Regno sitis locumtenens
generalis».756 Aunque tenía un período de tres años para ejercer el lugar del rey, su
padre le renovó tal situación tan apenas dos años más tarde, en abril de 1496; los
motivos esgrimidos formalmente eran las habilidades demostradas por el arzobispo,
«cuius prudentiam virtutem et omni integritatem in regiminie et exercicio locumtenens
generalis».757 Curiosamente, unos meses más tarde tuvo lugar una repetición de la
misma orden de nombramiento, por lo que no podemos precisar cuándo comenzó a
tener vigencia, si en abril o en octubre de 1496.758
El siguiente nombramiento de don Alonso como lugarteniente fue un par de años
más tarde, en los primeros días de 1499; se seguía una fórmula similar a las anteriores
ocasiones.759 Esto sucedió en alguna otra ocasión más, en la que hay constancia del
nombramiento pero su puesta en ejecución mediante el correspondiente juramento tuvo
lugar mucho más adelante. Si en diciembre de 1503 don Alonso juró el cargo ante los
diputados –desconocemos cuándo fue nombrado–,760 un trienio más tarde repetía el
procedimiento. Ahora bien, llama la atención que volviera a jurar a finales de 1507,
cuando únicamente había pasado un año. Los motivos, permanecen ocultos.761 Con este
documento se agotan las evidencias que hemos sido capaces de encontrar sobre los años
en los que el arzobispo de Zaragoza fue designado por su padre como su alter ego en el
reino de Aragón. Sin embargo, se cuenta con otros elementos de su designación no
únicamente como lugarteniente de este territorio sino de todos los estados peninsulares
de la Corona de Aragón.
El 3 de enero de 1511, el Católico dirigía unas líneas de gran importancia a su
hijo desde el frío invierno burgalés:
«El Rey. Illustre y Reuerendo arcobispo nuestro muy caro y muy amado fijo y
lugarteniente general. Con la presente vos embiamos el preuilegio de que por otra vos tenemos
756
AHDZ, Archivo del reino, mss. 78, f. 174r (imagen 0174). Fernando II, el 5 de enero de 1494 desde
Almazán.
757
AHDZ, Alacena de Zurita, mss. 164, ff. 207r–216r (imágenes 0038 a 0047). Fernando II, el 23 de abril
de 1496 desde Almazán.
758
ACA, Real Cancillería, reg. 3654, ff. 19r–21r. Fernando II, el 14 de octubre de 1496 desde Alfaro.
759
AHDZ, Alacena de Zurita, mss. 164, ff. 216v–225v (imágenes 0048 a 0057). Fernando II, 4 de enero
de 1499 desde Ocaña.
760
José Ángel Sesma Muñoz y Carlos Laliena Corbera (eds.), Acta curiarum regni Aragonum. Tomo XV,
Vol. 1º, Justicia de Aragón, Zaragoza, 2017, p. 442–448.
761
Ibidem, pp. 646 y ss.
261
scrito para que seys nuestro lugarteniente general en essos tres Reynos y principado con
facultades que en semeiante preuilegio nunca fueron concedidas a otro no solamente por la
honra de vuestra persona y por la singular confiança que de vos tenemos mas porque queremos
que para todo tengays tan complido poder y facultad que en todo y por todo podays mejor fazer
las cosas que cumplen a nuestro pecunio y al buen seguimiento de los dichos nuestros Reynos y
762
principado».
Esta asunción de nuevas responsabilidades no tenía –aparentemente–
precedentes ya que don Alonso iba a ejercer los poderes del rey, así como su
representación física, en tres estados distintos. Evidentemente, no podría residir en los
tres a la vez por lo que, aunque se podría intuir una especie de itinerancia como hacían
los reyes para salvar este escollo, únicamente está comprobado que residiera en Aragón
y Cataluña. Dejando a un lado este asunto, se descubre cierta «amnesia» tanto en la
cancillería real como en el propio monarca: a finales de año Fernando II le comunicaba
que «hauemos acordado de vos fazer nuestro lugarteniente general de todos ellos
[Aragón, Valencia y Cataluña] como vereys por el priuilegio que dello vos
embiamos».763 Principalmente esta decisión tuvo lugar debido a los graves disturbios
que asolaban Cataluña, donde era necesaria la administración de una recta justicia. A
todas luces es un contrasentido que después del nombramiento de enero lo volviese a
repetir en diciembre del mismo año. Quizás se pudiera haber debido a un error en la
datación del documento, pero el día 18 de diciembre de 1511, es decir, 6 días después,
se expedía la orden oficial y definitiva por la que se lo nombraba «alterum nos
personam que nostram nostram repressentantem in die dietis Aragonum et Valentiae
Regnis Principatu cathaloniae ex commitatibus rossilionis et ceritaniae». 764 Así,
constaba, por ejemplo en un litigio entre los jerónimos del Valle de Ebrón y Barcelona
sobre unos pastos, el destinatario decía «al muy Illustre y muy Reuerendo don alonso de
aragon, arçobispo de caragoca y valencia nuestro muy caro y muy amado hijo,
lugarteniente y capitan general en los nuestros reynos de aragon, valencia y principado
de cathalunya».765 Por lo tanto, existe un problema real y serio a la hora de conocer los
762
ACA, Real Cancillería, reg. 3672, ff. 227r–v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 3 de enero de
1511 desde Burgos.
763
ACA, Real Cancillería, reg. 3672, ff. 202r–v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 12 de diciembre
de 1511 desde Burgos.
764
AHDZ, Alacena de Zurita, leg. 164, ff. 180r–192r (imágenes 0011 a 0023). Fernando II, el 18 de
diciembre de 1511 desde Burgos.
765
ACA, Real Cancillería, reg. 3678, ff. 46r–v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 20 de marzo de
1515 desde Medina del Campo. Podría pensarse que la referencia a los tres territorios era únicamente por
262
períodos que ocupamos. Hay que tener en cuenta que en ocasiones esto no ha sido
reflejado en la bibliografía, quizás porque tampoco ha habido interés en realizar listas
verdaderas de las personas que ocuparon distintos cargos políticos. Así pues, el único
trabajo conocido tiene cerca de cincuenta años y nada refleja de la actividad que hemos
mostrado. El primer año en el que don Alonso aparece como lugarteniente en otro
territorio distinto a Aragón es para fechas tan tardías como 1514 en Cataluña.766
Aunque un tanto lioso el panorama hasta aquí descrito, se pueden extraer varias
ideas. La primera de ellas es la duración de la lugartenencia: como ha podido
observarse, aunque se trataba de un trienio, la renovación podía –y solía– ser bastante
antes. Si podía darse el caso opuesto, es decir, vencer el plazo y seguir ejerciendo tales
poderes, lo desconocemos aunque no parece que este caso pudieran darse o se pudiera
tolerar. La segunda es si fue continua esta lugartenencia en el tiempo o no; a pesar de no
contar con todos los nombramientos, la documentación suele ofrecer de manera
continua el título de lugarteniente general. Por lo tanto, podría afirmarse que aunque
desde momentos inciertos, don Alonso la ejerció hasta su muerte. La tercera de ellas, es
el ejercicio del poder real –muy matizado– en los tres territorios peninsulares de la
Corona de Aragón. ¿Cómo pudo olvidarse el rey, siempre meticuloso, de que le había
dado tales poderes un decenio antes a su hijo? Nos encontramos ante un aspecto
espinoso, pero todo indica a que el arzobispo ejerció más veces de las que pudiera
parecer en los dos reinos y en el principado. Es destacable que si fue virrey en estos
estados, siempre lo fue en los tres de forma conjunta; no se dio el caso de hacerlo sólo
en uno de ellos a excepción de Aragón.
En último lugar, la ceremonia de posesión del cargo se realizaba con toda la
solemnidad requerida para un acto en el que, de alguna manera, la presencia real entraba
en el cuerpo del futuro lugarteniente. Por ello mismo se juraba en la Seo de Zaragoza en
presencia del justicia de Aragón; también tenían que estar presentes la mitad de los
diputados –uno por brazo– así como varios jurados de Zaragoza. Por supuesto, el rito
era público y podía asistir todo aquel que quisiese, de manera que solía haber
su cargo de capitán general, pero el tema tratado a todas luces indica que también se refería a su
lugartenencia general.
766
Josefina Mateu Ibars, “Nóminas y cronología de los virreyes de los Estados de la Corona de Aragón en
el siglo XVI”, en VIII Congreso de Historia de la Corona de Aragón. III/2: La Corona de Aragón en el
siglo XVI, Valencia, 1973, pp. 235–253.
263
«multitudine copiosa». Una vez leída la orden del monarca, el lugarteniente entrante
leía a su vez el juramento, con esto se daba por realizado.767
b. Personam nostram repressentantem
Que el lugarteniente tenía el lugar del rey es algo que ha quedado demostrado en
la introducción a los epígrafes más relacionados con la política; sin embargo, conviene
hacer alguna matización. Fernando el Católico, como los monarcas medievales –y como
haría su nieto el César– fue un rey nómada por completo. En nuestra opinión esto tenía
una consecuencia muy interesante y es que el alter ego del monarca era algo
completamente «temporal» ya que tarde o temprano el soberano en carne y hueso
aparecería por el territorio en cuestión. Algo que cuando se asentó una capital fija
cambió ya que este se encastillaría en Castilla y los lugartenientes o virreyes se
entendieron como una solución a ya perpetuidad –como en las Indias–. Retrocediendo a
nuestra época, es lícito pensar que el lugarteniente estuvo siempre en estos momentos –
al menos los peninsulares– bajo el condicionante de la cercanía física del monarca, por
lo que ni su poder podía ser el que se le debería suponer ni los súbditos podían
considerarlo tampoco como tal. Es más, este factor ha hecho que algunos autores sólo
consideren «virreinatos puros» aquellos que no tenían al rey en su área de visión.768 De
hecho, como veremos en el caso de don Alonso, en absoluto fue así.
¿Qué significaba por lo tanto ser el «locum tenentem generalem meum alterum a
latere nostro sceptum personamque nostram repressentantem durante trienio»? 769
Legalmente esto le confería poderes poderes para «executari et exerceri facere merum et
mixtum Imperium cum omnimoda gladii potestate Jurisdictionem quod ciuilem et
criminalem altam et vaxam».770 Evidentemente, un asunto era la formulación legal en
latín y otra la praxis de este poder.
Antes de comenzar hemos de tener en cuenta el aspecto documental, clave de
bóveda en el discurso que pretendemos construir. Los papeles tocantes a la
lugartenencia general de Aragón se encontraban alojados en Zaragoza junto con los del
reino que habían sido llevados desde el Archivo Real de Barcelona durante el siglo XV.
767
José Ángel Sesma Muñoz y Carlos Laliena Corbera (eds.), Acta curiarum, op. cit., pp. 187–193.
Manuel Rivero Rodríguez, La edad de oro, op. cit., p. 54.
769
AHDZ, Alacena de Zurita, mss. 164, f. 194r (imagen 0025). Se encuentra dentro del nombramiento y
juramento de Alonso de Aragón como lugarteniente general en Aragón por un trienio, dado el 5 de enero
de 1495 en Almazán.
770
Ibidem, f. 195r (imagen 0026).
768
264
Por azares del destino, el edificio que los custodiaba se incendió durante la Guerra de la
Independencia, de manera que nada de esto ha llegado a nuestros días. Por el contrario,
se conservan parte de los registros de la cancillería en el Archivo de la Corona de
Aragón. Por lo tanto, no se tienen tan apenas referencias directas de lo que don Alonso
y otros lugartenientes llevaron a cabo pero sí la comunicación que mantuvo con ellos la
monarquía. Esto, por supuesto, da una visión parcial e incompleta, que puede ser
salvada consultando la documentación de archivos municipales y privados: una tarea
quizás necesaria pero hercúlea. Hemos de ser conscientes de estas limitaciones.
Es necesario a la hora de acercarse a estos primeros virreyes tener en cuenta que
nada tienen que ver con los todopoderosos reyezuelos trienales que tuvo la Monarquía
Católica en Nápoles o la Nueva España. Estos sí encarnaban al rey y aunque siempre
contaban con instrucciones emanadas desde Madrid, la distancia y poder eran enormes.
Supone una época mucho posterior que puede condicionar la visión con la que acercarse
al problema pero con la que no guarda muchas similitudes. Para el arco cronológico en
el que se mueve la investigación, la transición entre la Edad Media con la modernidad,
más que ser el rey en sí mismos eran una extensión de su cuerpo. No había, a diferencia
de épocas posteriores, una suerte de distintos monarcas sino que todos eran miembros
del mismo cuerpo a través de los cuales Fernando II actuaba: informaba y se informaba,
impartía justicia, se entrevistaba con personas y a veces –no muchas– delegaba la toma
de decisiones en sus lugartenientes generales. Así funcionaba con don Alonso de
Aragón y muy posiblemente es de entender que así fuera con el resto de lugartenientes
si no más restrictivo todavía. Se trataba de una forma efectiva de encontrarse el rey
omnipresente en sus estados al estar perfectamente informado de lo que tenía lugar en
los distintos territorios de su monarquía, al menos de los peninsulares. Al fin y al cabo,
no hemos de olvidar que tal y como el profesor Manuel Rivero apuntaba, más que una
institución global y más o menos homogénea para la Corona, lo que existieron fueron
«soluciones» de carácter concreto.771
Para comenzar, trataremos de esbozar unas líneas generales de cómo se ejerció
esa representación del rey ocupando su lugar. Lo primero de todo que se ha de tener en
cuenta es la relativa apariencia omnisciente de Fernando el Católico en las distintas
cuestiones que acontecían en Aragón. Las más de las veces la documentación manejada
771
Manuel Rivero Rodríguez, La edad de oro, op. cit., p. 51.
265
da la sensación de que el rey conocía mejor los asuntos por distintas vías antes que el
propio don Alonso. ¿Sucedía realmente esto? Es complicado saberlo.
Aunque Fernando II no se encontraba en sus estados patrimoniales como norma
habitual, solía estar informado de distintos asuntos que allí acaecían. En no pocas
ocasiones incluso sin haber recibido aviso por parte de los secretarios del arzobispo.
Aunque las más de las veces eran los propios interesados u oficiales los que se pusieron
en contacto directo con el monarca, sin que mediase en ningún momento el que se
suponía que era su encarnación en la capital de Aragón; en ocasiones se hacía referencia
a avisos o memoriales remitidos por don Alonso. Por ejemplo, a comienzos de 1484 el
rey contestaba sus decisiones a una carta recibida en enero sobre los problemas que
tenían los de la baronía de Pertusa y Berenguer de Bardají así como le adjuntaba cartas
para unos caballeros maltratados tras leerse el memorial redactado por el joven
arzobispo.772 En ocasiones –escasísimas– era la propia mano de don Alonso la que
señalaba una petición de dictamen sobre algún asunto, como cuando despachó al
secretario Coloma con «los negocios del comun de huesca y Baronia de Segura».773
Esto solía desencadenar en que el monarca solucionase por sí mismo el asunto, sin
preocuparse –aparentemente– en que fuera su alter nos el encargado de ello, como
cabría esperar en una cadena de mando de nuestro tiempo. Por ejemplo, en 1515, con
las fronteras en constante amenaza por los Albret, los de Jaca habían contratado a una
serie de personas para guarnecer el castillo de Astún, en la frontera pirenaica. Sucedía
que estos soldados no eran más que «personas de mala vida que roban la tierra y los
comunales y fazen muchos daños en deseruicio de dios y nuestro y perturbacion del
comercio», tal y como le había escrito su hijo; por ello mismo ordenaba al alcaide que
despachase a esos malandrines que en vez de defender, expoliaban los alrededores.774
Fernando el Católico solía recibir información por múltiples vías de las que por
desgracia, más allá de los particulares que pedían justicia o favor al rey, no ha quedado
registro. Sin embargo, era bastante habitual que una vez recibida la primicia, hubiera
que recabar datos y testimonios para poder tener una visión lo más precisa posible de la
situación. En esos momentos era cuando la maquinaria de la lugartenencia comenzaba a
772
ACA, Real Cancillería, reg. 3668, ff. 12v–13r (2ª numeración). Fernando II a don Alonso de Aragón,
el 15 de febrero de 1484 desde Valladolid.
773
RAH, Colección Salazar y Castro, A–11, f. 22r. Don Alonso de Aragón a Fernando II, el 12 de
septiembre de 1488 desde Zaragoza.
774
ACA, Real Cancillería, reg. 3585, ff. 69v–70r. Fernando II al alcaide de Astún, el 4 de febrero de 1515
desde Valladolid.
266
funcionar para facilitar unos dictámenes lo más ecuánimes posibles de un rey ausente a
cientos de leguas de distancia. Estas solicitudes eran sobre cualquier asunto, desde una
deuda que no se saldaba en favor del judío Salomón Azay en 1487,775 al estudio de la
petición de Tudela al rey de 30 caballos para su defensa por las posibles contradicciones
forales que pudiera haber,776 o por qué se le había retirado la baronía de Monclús a
Rodrigo de Palafox.777 Lo que don Alonso remitiese era de vital trascendencia para
poder emitir sentencias u órdenes en uno u otro sentido. El arzobispo aparece en los
registros de cancillería como una fuente informativa de máxima fiabilidad. Así lo llegó
a expresar el rey en 1489 sobre el espinoso asunto de la baronía de Ariza –siempre
levantisca contra los Palafox, sus señores–. Mientras el ejército real asediaba Baza,
esperaba impaciente las letras de su hijo en Zaragoza «porque hasta hauer vuestra
respuesta no se puede otra cosa prouer sobrello».778
A pesar de haber apuntado al comienzo que los poderes de don Alonso –y otros
lugartenientes en la península ibérica– a comienzos de la Edad Moderna no fueron tan
amplios como los que posteriormente desarrollarían los virreyes extrapeninsulares, la
misión del arzobispo no se reducía a la de simple corresponsal. Evidentemente, hacía
ejercicio de los poderes conferidos por el rey, esa capacidad de «ejercer y ejecutar el
mero y mixto imperio» que se le otorgaba en el momento del nombramiento con
lugarteniente general. Sobre el ejercicio de este poder, hasta el momento, no se ha
escrito nada concreto ya que se ha sobreentendido que podía hacer en buena medida su
voluntad: al fin y al cabo, ocupaba el lugar del monarca. Nada más lejos de la realidad.
La documentación manejada, entre la que destaca principalmente para estos
asuntos la de la cancillería, ofrece grosso modo dos distinciones principales. Por un
lado, lo que podríamos considerar órdenes claras de Fernando II a su hijo para que
fueran ejecutadas sin variaciones. Por otro, la capacidad de decidir sobre asuntos, que se
podría calificar como una delegación en la toma de decisiones. No ha de perderse de
vista que en bastantes ocasiones es difícil separar quién fue el artífice principal de la
decisión; ofrecer unos porcentajes estadísticos tampoco aportaría gran cosa al
775
ACA, Real Cancillería, reg. 3665, ff. 49v–50r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 5 de marzo de
1487 desde Córdoba.
776
ACA, Real Cancillería, reg. 3576, f. 45r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 3 de febrero de 1497
desde Burgos.
777
ACA, Real Cancillería, reg. 3575, f. 285r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 9 de abril de 1509
desde Valladolid.
778
ACA, Real Cancillería, reg. 3665, ff. 142r–v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 5 de septiembre
de 1489 desde el real contra Baza.
267
conocimiento del ejercicio del poder. Baste decir que, de manera aproximada y siempre
teniendo en cuenta la documentación empleada, el primer grupo de esta división era el
caso más abundante. Sin ninguna exageración, las órdenes concretas del rey podrían
suponer más del doble de los casos en los que al arzobispo se le permitía decidir un
arreglo por sí solo a la situación. ¿Significa eso que el virrey era una extensión del
cuerpo del rey, una suerte de autómata? Tampoco se puede caer en este extremo, ya que
se ha de tener en cuenta que no todos los problemas, pleitos y cuestiones llegarían al
monarca: la lógica dice que muchos pequeños litigios serían despachados de forma
ordinaria. Ahora bien, no tenemos testimonio documental de ello.
Teniendo esto mismo en cuenta, que la toma o no de decisiones vino
condicionada porque los casos llegaron a conocimiento del Católico, pasemos a ver
someramente cómo fueron. Por desgracia, de los que tuviera que despachar
regularmente don Alonso, tan apenas hay ejemplos representativos.
Los asuntos en los que daba órdenes precisas fueron tan variados como en los
que dejaba al arbitrio de su hijo la solución de estos. La justicia solía ser uno de los
puntos más importantes en la correspondencia real. De tal manera se le exhortaba a que
con el consejo de varios letrados, apoyasen la apelación del procurador fiscal Juan
Navarro contra una sentencia del Justicia, lo cual iba a favor de las preeminencias
reales.779 A comienzos de 1487 el rey recordaba a su hijo que «en dias passados
hauemos proueido y mandado que en la zeca dessa ciudad no batiesse mas moneda».
Sin embargo, se había visto que era necesario acuñar algo de oro y plata para que al
menos «baste a pagar el alquilel de la casa de la dicha seca y algunas obras». En cuanto
hubiera algo de liquidez para cubrir estos gastos, «prouereys que del todo cesse el batir
moneda alguna en la dicha seca que por buenos respectos es nuestra voluntad assi se
faga».780 Otro tipo de tareas podían ser tan concretas como obtener algún documento de
importancia,781 o incluso lo que podría entenderse como un simple recado que nos
podría parecer absurdo para ser tenidos en cuenta en la política del rey y su
779
ACA, Real Cancillería, reg. 3665bis, f. 62v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 24 de diciembre
de 1490 desde Sevilla.
780
ACA, Real Cancillería, reg. 3665, f. 32r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 10 de enero de 1487
desde Salamanca.
781
ACA, Real Cancillería, reg. 3675, ff. 52v–53r.Fernando II a don Alonso de Aragón, el 6 de enero de
1511 desde Madrid: «Rogamos vos afectuosamente que luego que stancan carta [fol 53r] recibierdes
hableys al dicho señor de ossera de nuestra parte y tengays con el manera que se de la dicha scriptura al
procurador del dicho don Remon que la presente vos dara en forma conctentura».
268
lugarteniente.782 También podía darse el caso de que por el motivo que fuese –falta de
tiempo, cercanía…– las instrucciones fueran con una persona en concreto y únicamente
se dijera que le indicarían qué hacer. Así sucedía mientras el rey estaba en 1494 en
Zaragoza: despachó al secretario Coloma con la intención de que le explicase qué hacer
con el señor de Argavieso y mosén Juan Jiménez Cerdán, ya que estos mantenían ciertas
diferencias.
783
De asuntos administrativos o de justicia se podían dar casos
notablemente más importantes por la profusión de sangre de los mismos: también el rey
dejaba clara su posición y la que había que seguirse. Por ejemplo, tal y como fue
frecuente a finales del XV y comienzos del XVI en la frontera navarra, hubo unos
altercados de mayor gravedad que la norma habitual. Así, el vizconde de Biota y su
gente entraron en las tierras de Sangüesa alanceando a toda persona que encontraron y
robando todo tipo de bestias. Por ello mismo, «informado y sabida la verdad de los que
fueron en fazer el dicho insulto los castigueys como a aquellos que vienen contra las
pazes e seguridades dadas por su Rey e Señor segund por justicia fallaredes que se deua
fazer de manera que sea castigo a ellos y enxemplo a otros».784
Años más tarde, mientras tenía lugar la guerra contra los Albret, una vez
terminada la conquista del reino navarro, el Rey Católico daba las siguientes
instrucciones a su hijo:
«El Rey. Illustre y muy Reuerendo arcobispo nuestro muy caro y muy amado fijo y
lugarteniente general vimos vuestra letra de xv del presente y el memorial que dentro della
embiastes sobre la tregua que se trata entre algunos gascones y otros de la frontera desse Reyno
para que puedan comercier y apacentar sus ganados de ambas partes y quanto a lo primero por
algunos respectos de mucha importancia no conuiene que la dicha tregua se firme por nos ni por
vos en nuestro nombre quanto a lo segundo nos hauemos hauemos querido informarnos de
ramon de mur que esta aqui y sabe que aquella tierra si los de la montaña desse Reyno tienen
necessidad de la dicha tregua para passar a apacentar sus ganados a tierra de bearne y dize que
solos los de val de broto tienen esta necessidad porque tienen mucho ganado y poca tierra donde
782
Nos referimos a unos arneses que don Ramón de Cardona tendría que haber recibido desde Flandes vía
La Coruña que jamás llegaron a su destino. Don Alonso quedó encargado de enterarse cuál fue su destino;
como podemos ver, esto ilustra bastante bien la multiplicidad de encargos reales que tenía, algunos que
consideraríamos irrisorios para atender a los cauces oficiales y otros de una notable enjundia. Sin duda,
ambos eran igual de importantes por las personas a las que atañían, aunque sus asuntos puedan parecer
menores. Para el caso de los arneses, vid. ACA, Real Cancillería, reg. 3580, f. 155r. Fernando II a don
Alonso de Aragón, el 3 de mayo de 1509 desde Valladolid.
783
ACA, Real Cancillería, reg. 3571, f. 136v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 30 de diciembre de
1494 desde Zaragoza.
784
ACA, Real Cancillería, reg. 3669, f. 102v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 21 de mayo de de
1497 desde Medina del Campo.
269
hierbajar y estos no estan nombrados en el dicho memorial que embiastes de manera que serian
excluidos de la tregua farian mucho mas daño con la dicha tregua que sin ella y que si tregua se
ha de fazer en aquella frontera en ella que deue ser general y que pues mossen de santa coloma
entiende en ella que deuen tambien poner en ella al escuder de Ras que es su contrario porque
estando estos en ella cree que seria mas segura y que si antes que el alla vaya no se assentare la
dicha tregua el podra dar orden que los de la otra parte la assienten general lo que an[borrón]
parece es que si se ha de assentar sea general y que se assiente por los de las mismas fronteras
tomando todas las seguridades que se puedan tomar para que nuestros subditos no reciban
engaño y que el tiempo sea fasta el primero de abril del año xiiii y que no sea firmada por nos ni
por vos».785
Como puede observarse, estaba perfectamente pormenorizado qué es lo que
tenía que hacer y los plazos de lo mismo, así como las distintas informaciones que había
recibido el rey de sus servidores. Sin embargo, no siempre fue así aunque predomine
este tipo de documentación. En bastantes ocasiones Fernando II dejó a la discreción y
buenas habilidades de su lugarteniente general de Aragón el poder despachar los
asuntos como a él le pareciese mejor. Estos tampoco tenían porqué ser menores,
encontramos de nuevo bastante diversidad. Si el monarca podía mostrarse preciso con
una tregua o unos arneses desaparecidos, observaremos una variación parecida con las
decisiones delegadas a don Alonso de Aragón.
A mediados de 1490 los jurados de la población de Alagón, cercana a Zaragoza,
se quejaron al rey porque recibían malos tratos de los hidalgos vecinos; además se
negaban al pago de impuestos y pretendían apropiarse de los bienes comunales.
Fernando II recomendaba escucharlos para tener las dos versiones y así poder proveer lo
que fuera necesario en el caso, dejándolo a criterio de don Alonso.786 Avanzando mucho
más en el tiempo, en 1515 se seguía en estado de alerta en las fronteras pirenaicas por
miedo a una invasión franconavarra. Por ello mismo, el capitán Juan Castañón había
obligado a los vecinos de Canfranc a pagar la reparación de una torre: incapaces de
asumir los costes hablaron con el Católico. En consecuencia, el arzobispo «luego vos
informeys de la costa e gasto que para el reparo de la dicha torre se requiere e fies cosa
que la dicha villa y vezinos della pueden buenamente suplir a ello y son obligados a lo
785
ACA, Real Cancillería, reg. 3677, f. 57v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 29 de mayo de 153
desde Valladolid.
786
ACA, Real Cancillería, reg. 3666, f. 5v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 12 de junio de 1490
desde Córdoba: «no solamente se scusan los dichos fidalgos de fazer la dicha contribucion mas ahun se
quieren apropiar las preheminencias prioridat e proprios de la dicha villa e les fazen acerca del regimiento
della algunos males tractamientos».
270
fazer proueays que se ponga assi por obra». Sin embargo, podía darse el caso de que
«otra cosa vos pareciere», por lo que dejaba el asunto para que «vos lo prouehas como
viedes que mas cumpla».787 Un caso bastante menos violento fue un pleito complejo por
unos herbajes entre las monjas del Real Monasterio de Sigena y la ciudad de Zaragoza.
Al pertenecer por lo tanto el primer litigante al patronato regio, había que escuchar a
ambas partes y decidir lo que fuera menester, intentando evitar que las religiosas
pudieran quejarse más adelante.788 Volviendo a avanzar en el tiempo, en 1511 los
vecinos de Añón mantenían un conflicto contra don Pedro de Urrea, señor de Trasmoz,
apoyado por su hermano el conde de Aranda. Con la finalidad de acabar con estos
asuntos, Fernando II le remitía unas cartas para los dichos nobles y que parlamentase
con ellos para poner fin a las talas y peleas. Previamente, recomendaba que «se reciba
informacion de lo que para cada una de las partes se fijo (sic)» y de esta manera,
«segund lo que por aquella vos costare prouehereis todo lo que de justicia vierdes que se
pueda y deua proueher ni alguna tollerançia o excepcion de personas». Para lograr esto,
debía valerse «por todas las formas que podierdes vsando en todo de vuestra
prominencia y discrecion».789
c. La justicia del rey, justicia del virrey
Como se ha visto en el epígrafe previo, muchos de los asuntos que Fernando II
remitía a su hijo solían venir con la solución al mismo adjunta que él tenía que llevar a
cabo. En menor número de ocasiones se dejaba abierta la respuesta al asunto con tal de
que se hiciese justicia o se pudiese concluir de manera definitiva. Para poder llevar a
cabo los designios reales o realmente aplicar los parámetros que pudieran considerarse
como rectos judicialmente, don Alonso tenía que tener bastante claros cuáles eran las
directrices por las que se movía su padre y sus líneas de actuación principales.
En junio de 1491 mientras los reyes ultimaban la conquista de los despojos
nazaríes, un tal Pedro Gilbert planeaba adueñarse de unos términos de la comunidad de
Daroca y añadirlos a su señorío. Las pautas dadas al lugarteniente general eran sencillas,
enviar al abogado fiscal y al procurador a que viesen el asunto. Sin embargo, «si la
caussa viniere determinar delante de vos fagays y ministreys complimiento de justicia
787
ACA, Real Cancillería, reg. 3585, ff. 133v–134r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 13 de
septiembre de 1515 desde Segovia.
788
ACA, Real Cancillería, reg. 3576, ff. 70v–71r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 27 de enero de
1498 desde Alcalá de Henares.
789
ACA, Real Cancillería, reg. 3676, ff. 38r–v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 6 de mayo de
1511 desde Sevilla.
271
en ella mandando mucho mirar por la justicia». ¿Qué justicia era esta? Sin duda alguna,
uno de los aspectos más destacados de lo que podríamos denominar como «mitología»
de los Reyes Católicos fue la administración de justicia a todos sus súbditos de manera
incansable. Así fue recogido y valorado en su época por los principales historiadores de
historia coetáneos.790 La documentación en buena medida ofrece una visión cercana.
Como ha podido verse en algún ejemplo de los citados, siempre que la decisión final
sobre algún negocio recaía en don Alonso de Aragón, los requisitos que condicionaban
esta según el rey era escuchar a ambas partes y dar un veredicto lo más ecuánime
posible. De hecho era habitual encontrar alguna declaración por parte del monarca al
respecto, como cuando existió un pleito que tuvieron los de la cofradía de cirujanos y
barberos de Zaragoza. Fernando II, notablemente molesto con el caso y deseando que su
hijo lo atajase lo antes posible, le decía que:
«nuestra voluntat es que la justicia entre nuestros subditos ygualmente se administre sin
excepcion de personas. Por ende dezimos encargamos y mandamos vos que proueyays en ello
lo que fuere justo de suerte que por defecto de justicia no se haya causa de mas recorrer a nos
791
certificando vos que en ello nos seruireys mucho».
La fijación real por tener sus estados en quietud y sosiego, así como que todos
tuvieran a una justicia lo mejor posible, si bien se cuenta con testimonios de lo
contrario. Cuando los claustrales levantaban recios alborotos en Zaragoza, el secretario
Conchillos estaba maravillado al respecto y así se lo comunicaba al secretario Miguel
Pérez de Almazán, porque «sin duda en este reyno hay mucha falta de justicia».792 Más
aún, existe un testimonio realmente interesante del propio don Alonso recriminándole al
rey la falta de justicia en Aragón años más tarde. En 1512, el noble Felipe de Castro
había secuestrado a un notario por un pleito que sostenía y «le fizo rasgar los actos».
Sus deudos consiguieron transmitir una imagen distorsionada de la realidad a la reina
Germana, quien no le dio más importancia y al pobre notario «han menazado muy
reziamente […] que no se ose quexar». Ante esta situación, en la que la ciudad de
Zaragoza veía vulnerados sus derechos, don Alonso le decía a su padre que la situación
790
Sobre estos particulares, vid. José Cepeda Adán, En torno al concepto de Estado en los Reyes
Católicos, CSIC–FEHM, Madrid, 2010 (1ª ed. 1956), pp. 68–74.
791
ACA, Real Cancillería, reg. 3572, ff. 127r–v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 25 de julio de
1497 desde Medina del Campo.
792
RAH, Colección Salazar y Castro, A–12, ff. 76r–v. Lope de Conchillos a Miguel Pérez de Almazán, el
22 de septiembre de 1506 desde Zaragoza.
272
no podía seguir así de ninguna manera. El arzobispo y lugarteniente general veía
bastante claro todo el asunto:
«Passase esto assi sin prouision alguna por estar la justicia en este Reyno de la forma
que vuestra alteza sabe aquella lo mandara remediar algun dia quando a vuestra alteza lo tendra
por bien porque semeiantes delictos passando en costumbre no rezian y se fagan mayores.
Nuestro Señor la vida y muy Real stado de vuestra alteza luengamente prospere y enxalce
793
segund aquella dessea».
Aparte de estos dos documentos únicos, lo cierto es que la documentación
oficial sí ofrece un interés bastante constante por impartir justicia a los súbditos en todo
momento. De hecho, la rectificación de decisiones judiciales poco afortunadas fue algo
habitual; podían ser estas de oficiales, villas o incluso del propio círculo del monarca.
Por ejemplo, en 1489 varios judíos habían acudido al rey para quejarse «sobre diuersos
censales suyos y cartas de comanda dessaforadamente» que los consejeros del regente
de la cancillería habían realizado. Por causa de «nuestro propio interess e conseruacion
de los dichos judios», el rey ordenaba a su lugarteniente en Aragón que se le remitiese
todo escrito al respecto y se enviase al vicecanciller a dar las explicaciones debidas a la
corte.794 Por su parte, mosén Carlos de Pomar, señor de Sigüés, disfrutaba de la tenencia
de Ruesta hasta que, por supuestamente haber asesinado a su mujer, se le retiró y se
concedió a un tercero. Sin embargo, tras el juicio quedó exculpado del asunto. Ya que
no se podía de nuevo devolver la tenencia, el rey solicitaba a su hijo que se le diera una
recompensa económica.795 Podía darse incluso el caso de que fuera el propio don
Alonso de Aragón quien hubiera cometido alguna infracción y le tocase al rey
solucionarla. El arzobispo había introducido en las bolsas de extracción de oficios de la
aljama de moros de Zaragoza a gentes extrañas a la misma, por lo que los musulmanes
cesaraugustanos se habían quejado ante el rey. La orden era clara, deshacer el mal
producido.796 Aunque la justicia se hubiera administrado de forma correcta, también fue
793
BNE, mss. 18631, f. 4r. Don Alonso de Aragón a Fernando II, el 26 de junio de 1512 desde Monzón.
ACA, Real Cancillería, reg. 3665, ff. 182r–183r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 7 de julio de
1489 desde Baza.
795
ACA, Real Cancillería, reg. 3580, ff. 26v–27r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 18 de enero de
1508 desde Burgos.
796
ACA, Real Cancillería, reg. 3567, f. 98r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 20 de abril de 1494
desde Medina del Campo: «El Rey. Illustre y Reuerendo arçobispo nuestro muy caro e muy amado fijo e
lugarteniente general. Por parte de la aljama de moros de la Ciudat de Çaragoça nos ha sydo dada clamor
diziendo como muchas vezes ha contescido y acahesce que por vos y otros officiales por complacencia y
place vos se mandan poner en las bolsas e insaculaciones de sus officios diuersos moros estrangeros y no
¿nacidos? de la dicha moreria la qual cosa como pretendan ser tenga en gran prejuhizio dellos de sus
pruilegios nos han humildemente supplicado de remedio condecent por ende vos rogamos y encargamos y
794
273
a veces corriente que el Católico no estuviera conforme con algún veredicto y por ello
mismo decidiera modificarlo. En unas bandosidades ya calmadas por el gobernador, el
rey decidió que don Alonso tenía que intervenir para rebajar las penas: las sentencias de
muerte dadas por aquel únicamente se ejecutarían si incumplían el destierro que él
imponía. Estando la situación sosegada, no veía necesario aplicar más rigor que ese.797
Escuchar a todas las partes para ejercer una justicia recta, revisar sentencias,
evitar injusticias deliberadas o no, parece que fueron algunas de las principales
directrices que el Rey Católico y su hijo como lugarteniente general siguieron a lo largo
de su vida. Así fue, pero también hubo ligeras excepciones con determinados
particulares. Es decir, quizás sin sabotear los cauces legales ni dar veredictos contrarios
a la ley, pero sí intentando mirar por los intereses de según qué personas en algunos
casos. Esto ha de entenderse como una manera de beneficiar en definitiva a la
monarquía, al intentar ayudar a personas con estrechos vínculos a esta. Aunque no hay
un número elevado de casos, sí hubo cierta regularidad a lo largo de todo el reinado de
Fernando II. Es necesario reiterar que no consistía en dar sentencias torcidas, pero sí
agilizar según qué trámites o poner mayor empeño y tiempo. Así se expresaba el
monarca con un pleito familiar que tenían los señores de Argavieso con los de Gurrea:
«os rogamos y encargamos muy affectuosamente que sus causas e negocios tengays en
special recomendacion feuoresciendo le en ellos por todas las vias que podriades deuidamente y
honesta ca somos informados de su buena justicia en la qual es razon por los respectos
susodichos le yudemos y fauorezcamos y scriuamosa vos que assi mesmo lo fagays e lo
pongays por obra».
798
Por lo general, se movían siempre intereses de tipo clientelar, como con el
secretario Juan de Ariño,799 el criado real Pedro de Cabra800 o terceros por los que
daqui adelante no permitays que en las dichas bolsas sean puestos o insaculados algunos moros que no
sean natiuos? de la dicha moreria los quales por priuilegios sean repugnados o exclusos de entrar en la
dicha insaculacion obseruando a la dicha moreria los dichos sus priuilegios juxta su serie e tenor e no
fagays el contrario ca tal es nuestra voluntat».
797
ACA, Real Cancillería, reg. 3584, ff. 274r–v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 18 de agosto de
1514 desde Valladolid.
798
ACA, Real Cancillería, reg. 3567, ff. 12r–v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 19 de diciembre
de 1487 desde Valladolid.
799
ACA, Real Cancillería, reg. 3677, ff. 337r–v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 12 de mayo de
1492 desde Granada.
800
En este caso, Pedro de Cabra marchaba a Nápoles por unos asuntos que le había encomendado el Rey
Católico, por ello mismo exhortaba a don Alonso para que consiguiera que los jurados de Zaragoza le
comprasen un molino; entendemos que esto era para dotarle de liquidez. Vid. ACA, Real Cancillería, reg.
3581, f. 140r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 10 de octubre de 1511 desde Burgos.
274
intercedían personajes de gran importancia, como el cardenal de España Pedro
González de Mendoza.801
d. Los límites del mero y mixto imperio
Como ha quedado claro en el aparato teórico, don Alonso de Aragón, como
lugarteniente general, ocupaba el lugar del rey con prácticamente todas sus atribuciones.
Sin embargo, la realidad muestra que dependía para una buena parte de las decisiones
de los dictámenes emanados por su padre, lo que lo convertía en no pocas ocasiones en
un mero transmisor de las órdenes reales, tomando por lo tanto un número
sensiblemente menor de decisiones de las que podría pensarse a priori. Ahora bien,
teniendo en cuenta a quién representaba, quién era –en la ficción teórica, era el mismo
Fernando II– todo podría indicar que sus poderes efectivos, tanto si los desempeñaba él
como si era su padre en la distancia, tendrían que ser casi omnímodos. Nada más lejos
de la realidad.
Don Alonso de Aragón, igual que su padre en multiplicidad de ocasiones, estuvo
fuertemente constreñido por las distintas fuerzas políticas de su momento. Ha de tenerse
en cuenta que, desde nuestro punto de vista, el nivel coercitivo de la monarquía en esos
momentos era bastante mediocre y que era la auctoritas lo que mantenía en buena
medida el poder real a todos los niveles sociales. Si una persona individualmente
decidía rebelarse contra este orden, era bastante sencillo que terminase reconciliada con
el monarca sin grandes problemas. Esto afectó, sin ningún género de dudas, al ejercicio
de la praxis política de don Alonso en su día a día. A comienzos del XVI se produjeron
varios ciclos de carestías seguidos de epidemias, por lo que fue necesario realizar
movimientos de grano para poder subsanar el problema. A comienzos de 1505 se
decidió transportar cereal desde Calahorra a Logroño, pero el deán y otros clérigos de la
villa se negaron a ello. Sin importar el fondo del asunto, el arzobispo de Zaragoza se
quejaba amargamente a su padre al respecto de los oficiales reales de Calahorra que:
«las prouisiones de justicia deste mi dicho consistorio emanan son muy mal obedecidas
en aquel obispado a culpa de los officiales reales que ahi estan por vuestra alteza que no las
fauorecen como son obligados y deurian. Suplicole por ende con mucha humildad les mande
801
El Gran Mendoza había rogado por un prisionero en el castillo de Játiva por quien finalmente se
aceptó una fianza de 2.000 florines que el obispo de Vich pagaría; vid. ACA, Real Cancillería, reg. 3567,
f. 17r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 25 de febrero de 1489 desde Medina del Campo.
275
seruir que daqui adelante quando fueren e alla de su dicho mi consistorio a executar prouisiones
802
de justicia les den el fauor deuido».
Quizás esto se tratase de un caso concreto y esporádico. Además, hemos de
llamar la atención de que se también era fuera de los límites del reino de Aragón, donde
no tenía poder alguno. Sí tenía plenos poderes en Aragón o eso se ha supuesto de
manera tradicional. Hemos localizado una serie de documentos –media docena– que
podrían contradecir esto mismo y demostrar que una cosa era el elenco en latín que se
desarrollaba en la fórmula del nombramiento y otra muy distinta la de la realidad. El
primer ejemplo de esta situación que hemos conseguido encontrar es de 1497 en un
litigio de los muchos que sostuvo la Casa de Ganaderos, en este caso contra la
comunidad de Albarracín. Los primeros, por problemas de pastos, coaccionaban a los
segundos impidiéndoles acercarse a la ciudad de Zaragoza. La solución del monarca
ante las quejas de los afectados fue la siguiente:
«vos dezimos y encargamos que fagays venir ante vos los jurados de la dicha ciudat e
oyays aquellos: y tambien oyreys las de la dicha ciudat y communidat no en figura de juyzio
sino como en lugar nuestro para los concertar y concordar demandar que por vos sean entrellos
las dichas differencias remediadas y esten en paz y reposo».
803
Fernando II parecía indicar que el hecho de estar «en lugar nuestro» no era lo
habitual ni tampoco la manera corriente de despachar los asuntos por parte del
lugarteniente general, pese a que, legalmente, se le atribuía tal situación. Similar
fórmula fue utilizada por el rey tan solo un par de años más tarde. Los vizcaínos,
guipuzcoanos, alaveses y navarros residentes en Calatayud pretendían hacer una
cofradía por las almas del purgatorio: ya contaban con una capilla pero solicitaban
licencia al rey. Este estaba conforme con la petición de sus vasallos, así que decidió que
el arzobispo su hijo despachase el negocio. Para ello «ca nos vos damos para ello
nuestras vezes y poder complido en quanto sea menester».804 A finales de 1497, la villa
de Aranda de Moncayo tenía ciertas diferencias con Malanquilla, que como era habitual
en la época, tendían a solucionarse reuniendo peones y gente de a caballo para hacerse
pequeñas guerras vecinales. La primera población pertenecía al conde de Aranda y la
802
RAH, Colección Salazar y Castro, A–12, ff. 9r–v. Don Alonso de Aragón a Fernando el Católico, el
20 de marzo de 1505 desde Zaragoza.
803
ACA, Real Cancillería, reg. 3576, f. 45r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 30 de marzo de 1497
desde Burgos.
804
ACA, Real Cancillería, reg. 3572, f. 244v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 3 de junio de 1499
desde Toledo.
276
segunda a la comunidad de Calatayud. Siendo asunto relativamente grave –y muy
frecuente–, el Católico instaba al conde a que se detuviese toda acción, ya que tenía
meridianamente claro que «vos que haueys seido principiador» del conflicto. Para
zanjar el tema y evitar la destrucción de bienes y vasallos, el monarca proponía que:
«e si vos querreys que aqui delante nos o en nuestra corte se conozca de las dichas
differencias nos faremos e ministraremos entre vosotros la justicia segun a la dicha comunidad
screuimos E si esto a vos ni a ellos no satiffaze de presente cometemos con nuestra opportuna
patente prouision al Illustre arçobispo nuestro hijo dirigida todas las dichas differencias e el ante
el qual comparecereys e allegareys de vuestro derecho que alli vos sera fecha e administrada
805
justicia Ca assimismo lo screuimos a los de la dicha comunidad».
Este caso también parece apuntar a que don Alonso no disfrutaba una plenitud
de poderes reales sino que estos tenían que ser concedidos de forma excepcional por el
monarca cuando la situación, a su entender, así lo requiriese. En este en concreto por no
poder desplazarse el conde hasta la presencia real. Tiempo después, la situación se
repetía de similar manera a las anteriores. Los distintos bandos alborotaban la ciudad de
Tarazona en 1510. El rey, en Castilla, se dirigía hacia Monzón para tener cortes
generales de sus estados de la Corona de Aragón, pero no iba a llegar con suficiente
tiempo como para poder solucionarlo por sí mismo. Por ello mismo, «ca nos en et sobre
las dichas cosas con los juridentes dependientes y emergentes dellas vos damos y
conferemos nuestras vezes y bastante poder».806 De esta manera, don Alonso podría
atajar los disturbios urbanos que de otra manera, al parecer, estaría legalmente
incapacitado.
A pesar de que tenía «gladii potestate», su condición de eclesiástico no le debía
permitir ejercer la justicia criminal de forma habitual, para lo que necesitaba licencia
pontificia. Únicamente se conserva un caso de la solicitud del rey al papa, por medio del
embajador en Roma Jerónimo Vich; por portuna también conservamos la respuesta dada
por Julio II. ¿Se pidió más veces? Es algo que ignoramos.807 Sería lógico que se
intentase renovar cada cierto período de tiempo, pero viendo cómo en otros casos los
poderes de don Alonso fueron más limitados de lo que podría parecer en un principio,
805
ACA, Real Cancillería, reg. 3669, ff. 116v–117r. Fernando II al conde de Aranda, el 16 de diciembre
de 1497 desde Alcalá de Henares.
806
ACA, Real Cancillería, reg. 3572, ff. 99v–100r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 27 de febrero
de 1510 desde Madrid.
807
La única referencia esplícita a una pena de muerte cursada por don Alonso es precisamente de años
posteriores, por lo que nada puede afirmarse en un sentido o en otro. Vid. ACA, Real Cancillería, reg.
3584, ff. 274r–v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 18 de agosto de 1514 desde Valladolid.
277
hay una razonable duda de que quizás estemos ante la única petición. De nuevo, hay
más incertidumbre que certeza. Las instrucciones de Fernando II a Vich decían así:
«En el reyno de aragon hay mucha necessidat de lugatteniente que represiente nuestra
real persona y no puede ser otro por agora sino el Illustre arçobispo de caragoça nuestro fijo. Es
necessario que haya de entrevenir en muchos actos de justicia que por ser criminales no
teniendo facultad de su santidadt para ello, incurrirria en irregularidat y porque como dezimos
no puede estar aquel reyno sin su presidencia por estar nos ocupado en las cosas destos reynos
de castilla que de nuestra presencia tenian tanta necessidat, suplicareys de nuestra parte a su
santidat le plega conçeder al dicho arçobispo nuestro fijo que por entreuenir en actos de justicia
criminales como lugar teniente general nuestro y representante de nuestra real persona no
incurra en inrregularidat alguna, tanto como terna el dicho officio y abastara de la voluntad de
su santidat expedir acerca esto vn breve dirigido al dicho arçobispo. No crehemos que ponga en
esto su santidat difficultad pues no se pide sino por la mucha necessidat que de presente
tenemos de la persona del dicho arçobispo para el dicho offiçio y con el primer correo nos
embiar el dicho breue mucho nos seruireys».
808
El día de la Adoración de los Reyes, Julio II tenía a bien expedir la referida
licencia para don Alonso, de manera que pudiera entender en los casos de profusión de
sangre sin mayores complicaciones.809 De tal manera parece que se completaban de
facto los poderes que se le suponían por el nombramiento. A nuestro entender, esta
limitación en general de sus poderes encaja bastante bien con el panorama
anteriormente dibujado. Don Alonso requería en muchas ocasiones la decisión real para
poder solucionar un asunto o mejor dicho, el rey solía resolverlos usando al
lugarteniente como una extensión de sí mismo ya que no contaba, a la luz de los hechos
expuestos, de una gran autonomía. Por ello mismo, ha de entenderse como algo normal
y lógico que el lugarteniente general no contase con unos poderes plenos y absolutos a
pesar de ocupar el lugar del rey. Ahora bien, habría que plantearse entonces a qué se
debía la formulación del nombramiento. ¿Tradición? ¿mero aparato? ¿disuasión?
Consideramos que hemos demostrado que la realidad era bastante distinta al
planteamiento jurídico de partida.
808
AHN, Estado, leg. 8714, n.º 6. Fernando II a Jerónimo Vich, el 11 de noviembre de 1507 desde
Madrid.
809
ASV, Arm. XXXIX, 28, ff. 612r–v. Julio II a don Alonso de Aragón, el 6 de ¿enero? de 1508 desde
¿Roma?: «Venerabili filio Alfonso archiepiscopo Casaraugustanii. Venerabilis filii salutet etc. Cum in
Regno Aragonia vnto Carissimi in christo filii nostro Ferdinandi Regis Catholici genitoris seu
sesturussios subito sique ne pro officio presidis promisto domus inbasendo farmorosos homines pena
sanguiniis».
278
e. El cumplimiento del deber
Habiendo visto el modus operandi que padre e hijo tenían en el gobierno del
reino de Aragón, es interesante preguntarse si el arzobispo de Zaragoza fue siempre un
instrumento eficaz en manos del monarca. Teniendo en cuenta que la documentación no
es todo lo abundante que nos gustaría para esta época, se pueden encontrar algunos
casos ilustrativos. Si don Alonso no destacó por ser un ejemplo de continencia, en
ciertas ocasiones tampoco lo fue de la diligencia. Actitudes un tanto perezosas, que
posiblemente ocultasen intereses personales que nos son desconocidos, existieron a lo
largo de su vida. Un criado del rey, Juan Pérez de Calvillo, había tenido problemas con
unos censales que tenía situados en la localidad de Fréscano: el negocio había finalizado
para el servidor real de la peor manera, perdiendo los derechos sobre la deuda. Al
parecer, fue la despreocupación –posiblemente interesada– de don Alonso en el asunto
lo que provocó semejante conclusión. Así lo expresaba el Católico:
«Marauillanos nos como no haueys puesto en obra lo contenido en la dicha nuestra carta
pues sabeys que no ignoramos las formas que se tuuieron para que el dicho Juan perez houiesse
de perder los dichos sus censales y si fueron desonestas y cargosas a la conciencia tanbien como
quienquier lo podeys vos saber. E porque no es razon que hayamos de dar lugar a tal cosa ni vos
lo deueys querer. Antes porque no se diga que vos soys participante en tales actos y por lo que
sabeys que nos haueys de seruir en ellos deueys sin sperar otra prouision nuestra fazer luego la
restitucion».
810
Otras personas con estrechísima relación con Fernando el Católico fueron los
Espés, quienes sufrían un pleito familiar que se alargaba en el tiempo. A la altura de
mediados de 1508 parecía que se prolongaba más de la cuenta, esto era en buena
medida debido al lugarteniente general. «La dicha sentencia sin poner en ello otra
escusa ni dilacion», se quejaba el Rey Católico a su hijo, esperando que se pusiera
manos a la obra y no hubiera «ninguna mas dilacion».811 Precisamente dos días más
tarde, el escribano del monarca volvía a enviar quejas de su señor padre contra el
prelado, esta vez con motivos más serios. En esta ocasión era el pleito sobre la baronía y
castillo de Monclús, asunto que llevaba muchos años abierto y no acababa de finalizarse
la disputa por el mismo entre dos nobles. Ahora Fernando II entendía que su hijo tenía
810
ACA, Real Cancillería, reg. 3571, ff. 184r–v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 10 de agosto de
1495 desde Burgos. No ha de perderse de vista que precisamente Fréscano era una localidad perteneciente
a sus parientes cercanos –los vizcondes de Évol–, por lo que quizás dejó el asunto posponerse sine die.
811
ACA, Real Cancillería, reg. 3580, ff. 82r–v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 2 de junio de
1508 desde Burgos.
279
intereses en el asunto –desconocemos exactamente cuáles– y que si no se le había dado
a don Rodrigo de Rebolledo, era únicamente por la culpa del alter nos. El rey lo veía
clarísimo y de la misma forma se lo exponía a don Alonso, ya que «nunca haueys
querido proueer y mandar que se le diesse la real actual y corporal possession del dicho
castillo en muy grande daño exppensas y prejuhicio del dicho don Rodrigo».812 Es más,
el arzobispo siguió en su porfía y a finales de año no se había resuelto nada a favor de
don Rodrigo: el rey ya no sabía cómo decírselo.813
En definitiva, no cabe duda de que los motivos personales desviaron bastantes
veces el buen hacer del arzobispo, lo cual iba en contra de los intereses de la monarquía.
En lo tocante a sus hijos parece que don Alonso dejó de lado sus deberes para
favorecerlos. Hablando de su hijo el futuro arzobispo don Juan de Aragón, se tocó el
asunto algo espinoso de que Fernando II se negaba a que entrase en la Iglesia, parecía
que al todopoderoso lugarteniente le importó bastante poco los pareceres de su padre a
la hora de aconsejar una u otra cosa a don Juan. Un poco antes de este episodio, tuvo
lugar uno similar pero con el entonces benjamín de la familia de los Aragón–Gurrea.
Don Hernando de Aragón había recibido la resignación de la clavería de Montesa, algo
a lo que el Católico no estaba muy por la labor, posiblemente porque la reservase para
alguna otra persona. La cuestión es que don Alonso intentó por todos los medios
escabullirse para intentar lograr que su hijo la retuviese «diz que lo hauriades dilatado
en fazerlo en lo qual podria reciecer (sic) alguno daño a los susodichos a lo quel no
entendemos de dar lugar».814
Estas faltas de tesón en el cumplimiento del deber no únicamente se dejaron ver
en asuntos tocantes a particulares si no que pudieron llegar a afectar otros niveles –ya
no meramente clientelares de la monarquía– más elevados. El vizconde de Biota fue un
noble un tanto belicoso con sus vecinos navarros. Siguiendo la dinámica de finales del
siglo XV y comienzos del XVI, las agresiones a uno y otro lado de la raya entre Navarra
812
ACA, Real Cancillería, reg. 3580, ff. 85r–v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 4 de junio de
1508 desde Burgos.
813
ACA, Real Cancillería, reg. 3674, f. 14r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 9 de diciembre de
1508 desde Sevilla: «Ya otras vezes vos hauemos scrito sobre lo que ocorria en el pleyto que se tratta
entre vos y don Rodrigo de Rebolledo y de don lope su tio. E porque todavia nos parece que deueys poner
fin en el y nos por muchas respectos hauriamos plazer dello. Por ende vos rogamos affectuosamente que
por nuestro amor vos plega conçertaros con el dicho don rodrigo vsando con el detalles medios que el
pleyto cesse en todo caso que que cierto fareys cosa conforme a la qualidat e condition de vuestra
persona».
814
ACA, Real Cancillería, reg. 3582, ff. 66r–v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 13 de febrero de
1512 desde Burgos.
280
y Aragón fueron aprovechadas para robar ganado, realizar talas, pillajes, etc. El
vizconde fue persona muy participativa en estas actuaciones, lo cual en ciertos
momentos no convenía a los Reyes Católicos y su delicada política con sus sobrinos los
reyes de Navarra. En la primavera de 1497 se dio otro incidente más de este tipo en el
que tuvo un especial protagonismo el mencionado noble, sin que al parecer, don Alonso
de Aragón hiciera grandes desempeños por evitar el derramamiento de sangre o que
pudiera degenerar a mayor violencia la situación. De forma completamente excepcional,
fue la reina Isabel, a través de la cancillería aragonesa, quien decidió dar un toque de
atención a su hijastro:
«La Reyna. Illustre y Reuerendo arcobispo. Por lo que el Rey mi Señor os scriue veres
lo que el Rey de nauarra nos ha fecho saber que el vizconde de viota y otros desse Reyno diz
que han fecho entrando a correr a Sanguessa y mucho nos marauillamos como vos no tenes gran
cuydado que las pazes que assentamos se guarden por los desse Reyno como es razon pues
vedes quan mal parece y quanto viene contra nuestro seruicio quyen contra ellos viene por ende
vos encargamos que en lo de agora fagays lo que el Rey mi Señor os scriue y daqui adelante
myreys mucho que los desse Reyno guarden las dichas pazes muy enteramente e no consintays
ni deys lugar que vengan contra ellos en manera alguna en lo qual nos seruyreys mucho».
815
Aunque hayamos vislumbrado desde una rendija distintas formas de don Alonso
de dar prioridad a sus intereses más particulares no por ello significa que su actuación
habitual fuera esta; más bien todo lo contrario. Ha de tenerse en cuenta que en estos
momentos en los que tan poca separación existía entre lo público y lo privado, dar
prioridad a los asuntos personales por encima de los del común era algo que hemos de
entender como habitual e intrínseco del sistema. Sin ánimo de hacer una defensa del
arzobispo en relación a sus hijos, este no podía comportarse en todo momento como
Guzmán el Bueno en Tarifa. La consideración general que tenía Fernando el Católico de
su hijo era bastante buena si no sobresaliente. Esta tendencia posiblemente se vio
acrecentada conforme pasaron los años y el monarca quedaba paulatinamente más solo
en su círculo familiar –biológico y de servicio–. Un buen ejemplo de esto mismo se
encuentra en la decisión de nombrarlo lugarteniente general de la Corona de Aragón,
con el cometido especial de poner orden en el principado de Cataluña. El texto no
dejaba lugar a dudas. El anciano rey, todavía en el clímax de sus facultades físicas y
mentales, se deshacía en elogios con su hijo:
815
ACA, Real Cancillería, reg. 3669, f. 103r. Isabel I a don Alonso de Aragón, el 21 de mayo de 1497
desde Medina del Campo.
281
«Demas desto sabed que nos considerando que por los muy arduos y grandes negocios
en que al presente estamos ocupado no podemos como querriamos visitar essos nuestros Reynos
de Aragon y valencia y principado de cathaluña ni entender personalmente en la gouernacion
dellos y somos informado que a causa de nuestra absencia los malos toman mayor atreuimiento
para delinquir en especial en el dicho nuestro principado de cathaluña, de lo qual no solomanete
(sic) los naturales mas los estrangeros que por alli passan nos dan de continuo grandes quexas
de las muertes y robos y daños que en el dicho principado fazen […] confiando de vuestra
grande abilidad y viendo que no hay persona que tanbien como vos pueda suplir la falta de
nuestra absencia en essos reynos y teniendo por cierto que assi como fasta aqui haueys sido y
soys muy zeloso de la buena administracion de la justicia lo sereys de aqui adelante y que con
vuestra buena industria y obra y diligencia extirpareys todos los dichos delados y
816
delinquentes».
Recordemos que en un principio también se pensó en él como solución cuando
la administración del Gran Capitán en Nápoles no fue bien vista por el Católico.817 Más
aún, Fernando II llegó a querer confiarle la gobernación de Castilla cuando ya
comenzaban a hacerle bastante mella sus achaques en enero de 1514. Que fuera en
aquel entonces su único hijo varón –y también el único familiar capacitado y
disponible– para darle tales responsabilidades podría servir como argumento quizás
para sus estados patrimoniales, pero no en Castilla.818 En síntesis, la confianza del rey
en su hijo fue en ascenso durante toda su vida lo que no quita para que este no tomase
decisiones contrarias a la voluntad de su padre. Estas estuvieron condicionadas, al
menos en los ejemplos expuestos, por el interés personal como norma general. Sí que es
cierto, y ha de tenerse en cuenta, que el arzobispo a fin de cuentas residía de forma más
o menos continuada en Zaragoza y el rey no, por lo que quizás según qué asuntos
podían entrar claramente en contradicción entre la política local y la general.
816
ACA, Real Cancillería, reg. 3672, ff. 202r–v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 2 de diciembre
de 1511 desde Burgos.
817
Jerónimo Zurita, Historia del rey, op. cit., lib. VII, cap. VI: «Otro día que fue a veintidós de junio [de
1506], en el mismo lugar de Santa Marta, se determinó el rey, que luego partiese a Nápoles el arzobispo
de Zaragoza su hijo: y que fuese con él su primo don Alonso de Aragón duque de Villahermosa: y que
llevase gran casa, y el acompañamiento, y estado que se requería a un hijo de rey».
818
Jerónimo Zurita, Anales, op. cit., lib. XX, cap. LXXXII: «Publicóse por este tiempo, que el rey
mandaba ir a Castilla al arzobispo de Zaragoza su hijo, para descargarse con él en la gobernación de
aquellos reinos: y tomar alguna manera de descanso: viéndose fatigado de grave dolencia: y comenzaban
los pueblos a publicar, que lo tendrían por agravio: diciendo, que pues el reino contradijo, que no fuesen
gobernadores de a Castilla del príncipe, no era bien, que no queriendo gobernar el rey por sí, los pusiese
en su mano». Diego de Espés recogía exactamente la misma noticia y casi palabra por palabra, por lo que
no cabe duda que la tomó de Zurita. Vid. Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., ff. 747r–v.
282
f. ¿Un rey nómada, un virrey sedentario?
La pregunta con la que titulamos este epígrafe tiene una respuesta, a priori,
sencilla. Si el monarca intentó por todos los medios dar la impresión de encontrarse en
sus distintas posesiones mediante la itinerancia, es lógico pensar que sus lugartenientes
generales residieron de forma fija en cada uno de sus estados.
Todo parece indicar que don Alonso permaneció en Zaragoza de forma habitual
ya desde una edad temprana, si bien también estuvo en algún momento en la corte de su
abuelo. Esto puede sostenerse gracias al testimonio que se tiene del momento de la
muerte de Juan II, ya que el arzobispo y su primo don Juan Alonso de Aragón se
encontraban en Barcelona en esos momentos.819 Al parecer, durante su infancia fue
relativamente habitual que siguiese a su ayo Pedro Núñez Cabeza de Vaca:
«El Rey. Mossen Capata. Vuestra carta Recebimos e quanto a lo que nos dezis del
Illustre don Alonso fijo nos scriuimos a mossen pero vaca que vea si cumple su stancia en
Barchinona o no. A nos paresce que mejor seria lo leuassedes a donde el dicho mossen pero
vaca stouiere pero si vehiades vos y el que cumple mas su stancia ahi en Barchinona, fazer
aquello quel dira y vos paresciere e a nuestro seruicio cumpliere siempre mirando por la persona
suya como de vos confiamos».
820
La información sobre su residencia o irresidencia en la capital de Aragón se hace
más interesante a partir del momento –incierto– en el que fue nombrado lugarteniente
general de Aragón. Las cartas expedidas por don Alonso pueden ayudar a conocer
mejor el asunto. Así, de las que hemos localizado, 61 fueron escritas y mandadas desde
Zaragoza de un total de 79. El resto son lugares dentro del propio reino salvo
poblaciones cercanas a Tudela (de cuando la conquista en 1512),821 a excepción de
Lérida, Barcelona y «El Palau», desde donde se escribió una única epístola
respectivamente. Por lo tanto, un análisis de la propia correspondencia tan apenas ofrece
datos interesantes mas que el 77% de las cartas conservadas fueron enviadas desde
Zaragoza: teniendo en cuenta la carencia documental a la que se ha hecho referencia en
varias ocasiones, sólo se puede afirmar que, en apariencia, residió buena parte del
819
ACA, Real Cancillería, reg. 3520, ff. 46bis v–47r. Fernando II a Pedro Núñez Cabeza de Vaca, el 30
de enero de 1479 desde ¿Tendilla?
820
ACA, Real Cancillería, reg. 3520, f. 47r (1ª numeración). Fernando II a Pedro Zapata, el 30 de enero
de 1479 desde ¿Tendilla?
821
No se incluyen las que aparecen en el apéndice documental de José Ramón Castro, “Lealtad de Tudela
a los últimos reyes de Navarra”, en Revista Zurita, Zaragoza, 1933, pp. 1–67.
283
tiempo en la sede de su arzobispado. Por lo tanto, se hace necesario buscar otras
posibles referencias.
La primera referencia siendo lugarteniente general proviene de sus compañeros
diputados en noviembre de 1484. Iban a reunirse y llamaron a los ausentes, entre ellos a
don Alonso ya que «por fechos que occorren en la Dipputacion concernientes a la
utilidat e beneficio de aqueste Regno e conservacion de los Fueros, Privilegios e
Libertades de aquel, de los quales por nuestro officio somos protectores, es necessaria la
presencia de Vuestra Senyoria en aquesta ciudat».822
Dónde se encontraba en esos momentos es imposible de precisar. Lo que sí
podemos conocer es la reducida casuística que existió en los distintos movimientos que
realizó el arzobispo en su vida. Salvo un par de ocasiones –de las que tenemos noticia–
en las que estaba fuera de la ciudad por motivos de salud, por lo general se encontraba
llevando a cabo misiones de sus desempeños como lugarteniente o capitán general.
Curiosamente, no se conoce ningún caso en el que ejerciera personalmente alguna tarea
de carácter pastoral, como una visita, por ejemplo. Por otra parte, también existe un
número limitado de situaciones en las que se desconoce o dónde estaba o qué es lo que
hacía.
En primer lugar es interesante constatar la tensión existente entre seguir la pauta
de comportamiento de los monarcas moviéndose ininterrumpidamente por todo el
territorio o mantenerse en un punto fijo. El propio Fernando II era quien, al parecer,
solía dictar la necesidad o no de que don Alonso saliese de su residencia. La justicia,
asunto fundamental para los reyes, era el motivo principal de estos viajes. El monarca
encargó en alguna ocasión a su hijo moverse por el reino de Aragón acompañado de
oficiales para poder impartirla, ya que había gente que por lejanía o pobreza no podía
acudir a los tribunales.823
822
AHDZ, mss. 68, f. 46r (imagen 0055). Los diputados de Aragón a don Alonso de Aragón, el 5 de
noviembre de 1484 desde Zaragoza.
823
ACA, Real Cancillería, reg. 3665bis, f. 111v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 13 de
noviembre de 1491 desde el real de la Vega de Granada: «El Rey. Illustre y Reuerendo arcobispo nuestro
muy caro y muy amado fijo y lugarteniente general de algunas ciudades villas e logares desse Reyno y
ahun de otras particulares personas scriuen quexas de mal gouierno e regimiento e de poca justicia que en
ellas se faze y quierese daqui que esto lo causa vos esto mucho de assiento en essa ciudat y no desto
¿tres? por el Reyno car vnos por pobreza otros diz que por temor dexar dese yr a quexar en manera que la
justicia es mal exerada. E porque el remedio desto es vos andar e passear alguna vez quando conuiene por
el Reyno vos rogamos y encargamos vos dispongays de facerlo esse dicho Reyno ste siempre que
¿conograp? que cumple al seruicio nuestro y al descargo vuestro y al bien de aquel leuando con vos el
284
Algo estrechamente relacionado con esto mismo son las estancias del arzobispo
de Zaragoza en la corte. Siendo niño parece que sí se encontró en el entorno áulico de
su abuelo Juan II y de adulto también pasó alguna temporada. Al parecer, fue más o
menos frecuente que don Alonso residiera de vez en cuando con la familia de su padre
allí donde se encontrase: esto no siempre contaba con el beneplácito paterno. En
septiembre de 1490 el rey indicaba a su hijo que «vos encargamos y mandamos que en
ningun caso vengays a nuestro si prolido fuessedes vno boluays de donde quiere que la
presente se vos diere», ya que su labor era encontrarse en Aragón y mantenerlo
informado puntualmente de lo que acaeciese. Tiempo después, quizás mientras
convalecía de sus heridas tras el atentado de finales de 1492 en Barcelona, el prelado
debió de aprovechar la ocasión para estar junto a sus hermanastros y los reyes; así se lo
comentaba Fernando II a su embajador en Roma.824 Muy poco después, en el mismo
verano, tenía planificado un nuevo viaje a la Ciudad Condal; gracias a las tormentosas
relaciones con su sobrino el obispo de Huesca, es conocido que este quería viajar con el
arzobispo su primo.825 Lo habitual, como en los casos descritos, es tener la noticia de
forma indirecta. También conocemos que en 1514 estuvo con los reyes, pero
únicamente eso: ni cuánto tiempo ni el motivo de la visita.826
Don Alonso expresaba el interés de ir a visitar al Católico a la corte al poco
tiempo de que este comenzase con sus achaques, ya perpetuos hasta el fin de sus días.
No obstante, no obtuvo la licencia paterna al respecto. En una epístola escrita de su
propio puño, el arzobispo se quejaba de este tema con el secretario Miguel Pérez de
Almazán:
«Secretario my muy special amygo. Yo os agradezco la buena nueua que me disteys de
la salud y contynuacion de la mejora de la magestat del rey my señor, plega a nuestro señor
dyos y a su bien auenturada madre que muchos y muchos años lo guarden y den syempre plazer
y alegrya, pues con su vyda bybe todo el mundo y mas nosotros sus subdytos y vassallos. En
gradissima manera me haueys obligado con la solycitud y contynuos auysos de la dysposicionde
rigiente nuestra cancelleria e los otros officiales que para el exercicio de la justicia fueren menester que
en ello nos fareys plazer e seruicio muy grato».
824
ACA, Real Cancillería, reg. 3685, ff. 31r–32v. Fernando II a Diego López de Haro embajador en
Roma, el 17 de junio de 1493 desde Barcelona, apud Antonio de la Torre, Documentos sobre las
relaciones, op. cit., doc. 148.
825
ACA, Real Cancillería, reg. 3571, f. 88v. Fernando II a don Juan Alonso de Aragón y Navarra, el 8 de
julio de 1493 desde Barcelona: «Illustre y reuerendo Arçobispo nuestro muy caro y muy amado fijo dicho
nos han quel obispo de huesca quiere venir con vos a esta nuestra corte».
826
ACA, Real Cancillería, reg. 3582, f. 189v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 28 de enero de
1515 desde Valladolid: «Relacion nos ha sido fecha que el año passado estando vos en esta nuestra corte
a suplicacion de Joan garcia nuestro scriuano de mandamiento».
285
la yndisposicion de su real magestat y assy os pydo sy haueys de hazer por my sea en segyrlo
como hastaque lo haueys fecho. Yo dessearia y desseo yr a besar los pyes de su alteza como por
dos myas os screuy que de my parte lo suplyassedes a su magestat, y pues no lo ha tenydo por
byen por las causas que uos me haueys scryto de parte de su alteza, (inicio de subrayado) embyo
al dotor lopez prior de nuestra señora del pylar para que por my bese las manos de su magestad
(fin del subrayado) y la vysyte y ofrezca la vyda con quanto tengo que ya esta ofreçido al
seruycio de su alteza. Cyertamente no veo cosas tan ynportantes para que no se me pudyera
otorgar la lycençia dycha pues nuestro señor nos haze merced de hauer tomado tan buena
determynacion la enfermedat de su alteza, que sy se alargara pudyera ser ynconuynyente en tal
caso my ausencia por estos vezynos señores de foyx pudyeran hazer alguna cosiyla de poca
sustancia, pero como obedyentissimo no ay mas syno sufryr aunque en stremo syento no gozar
del byen y alegria que sentys los que estays cabe su magestat. Ruegos que vos acordeys a su
alteza quando sera seruido que yo vaya a reçebyr la consolacion que mas desseo en special
hauria agora buena sazon para ello pues (inicio de subrayado) la tregua con Francia esta
assentada (fin del subrayado) que sy va conseruan y syn cautela aqua no puede hauer necesydat
que monteys yendo el como spero en dyos lo que fara por el byen vnyuers[al] de la christiandad,
827
byen puede el rey my señor cons[en]tyrme esta lyçençia que con tanta razon la suplico».
En definitiva, a pesar de tener pocos testimonios, queda claro que don Alonso
visitó la corte en distintas ocasiones. Ahora bien, parece que estos desplazamientos
solían realizarse cuando esta se encontraba relativamente cercana y no había grandes
responsabilidades a las que prestar atención. Aunque en la carta al secretario real se le
quitaba importancia al asunto, lo cierto es que a la altura de 1513 la situación fronteriza
con los Albret seguía siendo delicadísima.
De hecho, durante la Guerra de Navarra fue bastante habitual que el arzobispo
tuviera como centro de operaciones la zona de las Cinco Villas –dentro de Aragón– por
su posición fronteriza con el recién conquistado reino vecino. Aunque pasó cerca de un
mes en los alrededores de Tudela para lograr su conquista en el verano de 1512,828 con
posterioridad se desplazó también a poblaciones como Sádaba para controlar algunos de
los focos de resistencia, como el valle del Roncal.829 También estuvo en otras acciones
militares como en 1503 con su padre en el Rosellón, como veremos más adelante. Por
827
RAH, Colección Salazar y Castro, A–14, ff. 137r–140r. Don Alonso de Aragón a Miguel Pérez de
Almazán, el 13 de abril de 1513 desde Zaragoza.
828
Jaime Elipe, “La rendición de Tudela: la intervención de don Alonso de Aragón en la invasión de
Navarra en 1512”. En prensa.
829
RAH, Colección Salazar y Castro, A–14, f. 60r. Don Alonso de Aragón a Fernando II, el 7 de
diciembre de 1512 desde Sádaba.
286
último, otra de las estancias continuadas fuera del reino fue mientras ocupó la
lugartenencia de Cataluña, entre 1514 y 1515; si bien no podemos precisar el tiempo
exacto que pasó allí.
Algo extraño en sus escasos movimientos fue lo que condujo a don Alonso de
Aragón que falleciese en Lécera el 24 de febrero de 1520.830 ¿Qué hacía en Lécera? Si
atendemos a las palabras de Lamberto de Zaragoza, «se partió a visitar el Arzobispado»;
esto es a todas luces falso como hemos apuntado en el epígrafe de su defunción.831
Ahora bien, este tipo de vacaciones de carácter profiláctico fueron relativamente
habituales porque, además, entendían que había lugares más salubres donde descansar
que otros. En una época en la que, por lo que hemos podido observar, la gente gozaba
de una salud bastante quebrantada por norma general, el arzobispo se retiraba a algunos
sitios especiales a descansar. Ya vimos cómo preferían para su tía la condesa de Lerín
Fréscano como sitio de reposo; don Alonso hacía lo propio en otros lugares. Uno de
ellos fue Peñaflor, sitio cercano a Zaragoza. Allí despacharon el nuevo contrato de
arrendamiento de las rentas episcopales en la primavera de 1519, con bastante seguridad
tuvo lugar en la finca de recreo que tenía su camarero don Juan de Alagón. 832
Posiblemente fue el reposo lo que lo llevó un mes más tarde al monasterio de Rueda,
situado en una zona especialmente fértil de la ribera del Ebro con abundantes bosques,
donde quizás aprovechase para cazar.833
En conclusión, puede observarse que aunque don Alonso de Aragón residió de
manera habitual en Zaragoza, tuvo cierto movimiento. Este fue debido principalmente a
ejercer su cometido político por el territorio aragonés –en rara ocasión salía de este– o
para acudir a la corte durante períodos indefinidos de tiempo en los que tampoco se
conoce muy bien cuáles fueron sus desempeños en la misma.
830
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., ff. 751r–v: «Por este tiempo el Arçobispo que estaba en
Lezara lugar de su Arçobispado y del señorio de los condes de Belchit adolesçio de graue enfermedad y
preueniendosse como catholico principe para morir en el Señor reciuidos con grandissima reuerençia y
deuoçion los sacramentos santos de la confession y comunion entrego a Gaspar de Barrachina a 12 de
hebrero su testamento cerrado y sellado en presencia del noble Don Manuel de Ariño escribano de ración
y del venerable mossen Juan de Ariño Rector de Alloza criados de su excellencia y hecho esto
agrauandose de la enfermedad se le administro el santo sacramento de la extrema unction y murio à 24 de
hebrero cassi a las seys horas de la mañana».
831
Lamberto de Zaragoza, Teatro histórico, op. cit., p. 65.
832
AHPNZ, Ximeno Gil, sig. 844, ff. 130r–136r. El 10 de abril de 1519 en Peñaflor. En este lugar se
solían retirar también los jurados de la ciudad de Zaragoza. Mi agradecimiento al Dr. D. Eliseo Serrano
por esta apreciación.
833
AGS, Estado, Corona de Castilla, leg. 5, 151. Don Alonso de Aragón a Guillermo de Croy señor de
Xevres, el 28 de mayo de 1519 desde el monasterio de Santa María de Rueda.
287
II.
Compartiendo el poder
El organismo de carácter ejecutivo más importante con el que contaba de manera
permanente el reino de Aragón era la Diputación. Fue instituida durante el siglo XIV
para poder gestionar correctamente el denominado general, impuesto arancelario,
destinado a sufragar las crecientes penurias económicas de la monarquía. Con el paso de
los años, la Diputación fue adquiriendo nuevas prerrogativas que iban más allá de la
mera recaudación fiscal: se convirtió en un elemento mucho más complejo. A finales
del siglo XV representaba de manera continua a los estamentos sin necesidad de que se
juntasen las cortes; podían intervenir en asuntos internos y externos de muy diversa
índole –orden público, administración, relaciones comerciales, etc.–. Tampoco había
perdido su carácter inicial; además tenía la responsabilidad de vigilar el correcto
cumplimiento y respeto a los fueros y libertades regnícolas.834
Los diputados ejercían su magistratura de forma anual, comenzando el año
político en mayo. Se elegían de manera mixta por selección e insaculación y eran ocho,
a razón de dos por cada uno de los brazos –Iglesia, ricoshombres, caballeros y
universidades–. Una comisión de las cortes se encargaba de confeccionar unas listas de
personas elegibles que posteriormente eran empleadas para la insaculación; el elenco
iba disminuyendo conforme morían las personas «diputables». Por ello mismo, tras las
Cortes de Tarazona de 1495 se dio facultad a los diputados electos para poder eliminar a
los difuntos y añadir otros de características similares.835
Los eclesiásticos contaban con dos listas distintas de las que se extraían uno de
cada. La primera era la de los prelados donde se incluían hasta 20 dignidades: el
arzobispo de Zaragoza, obispos, abades, priores, comendadores y el castellán de
Amposta. La segunda era de los capitulares, en representación de cabildos, colegiatas y
capítulos. La diferencia más notable es que la bolsa de los prelados era la única que no
se veía afectada por los azares biológicos ya que sus inscritos no lo estaban a título
nominal, sino por la dignidad. Otro aspecto importante a tener en cuenta es que una
persona que poseyera más de una dignidad de esta bolsa, aumentaba las posibilidades de
salir elegido. Precisamente este era el caso de don Alonso de Aragón, quien como ha
quedado referido, acumulaba en sus manos varios cargos. De tal manera, el arzobispo
834
El principal estudio sobre la institución sigue siendo José Ángel Sesma Muñoz, La Diputación del
Reino de Aragón en la época de Fernando II (1479–1516), Institución Fernando el Católico, Zaragoza,
1977. Unas primeras pinceladas de carácter general e introductorio se pueden ver en las pp. 29–44.
835
Vid. ibidem, p. 49 y ss.
288
de Zaragoza logró salir elegido hasta once veces en su vida, si bien ejerció la
magistratura una vez más ya que entró en el ejercicio de 1509–1510 en sustitución de su
primo don Enrique de Aragón, abad de la O.836 Varias las hizo en calidad de prelado
pero otras como abad de Rueda, Montearagón o San Victorián.
Muy posiblemente su elección como diputado en detrimento de su primo don
Enrique estuvo condicionada por la necesidad de intervenir la institución desde su
interior para poder investigar a fondo el saqueo al que había sido sometida en los
últimos años. El abad de la O falleció en ese mismo año de 1509 –sin poder precisar la
fecha– pero no podemos saber si fue por esto por lo que entró don Alonso como
diputado o tuvo lugar a posteriori. Sea como fuere, los representantes del reino
afirmaban con rotundidad agasajadora al Católico que todo había sido «por el beneficio
publico deste Reyno ha plazido a dios hacernos merced que ha sallido diputado».837
La evolución de la Diputación durante el reinado de Fernando el Católico está
muy bien descrita por el estudio que realizó José Ángel Sesma. Este la dividió en tres
períodos atendiendo al grado de autonomía de la misma: hasta 1496 de cierta
autonomía, seguido de un período de tensión y conflicto dentro de la institución que
concluye en 1509 cuando el «partido real» acaba haciéndose con todos los resortes del
poder. Por supuesto, el principal interesado en aumentar el control de la monarquía era
el propio rey. Para llevarlo a cabo se valió del arzobispo de Zaragoza como actor
principal. En 1496 se rompió el monopolio del que habían gozado unas pocas personas,
si bien ha de tenerse en cuenta que don Alonso ya había salido elegido varias veces
como diputado en ejercicios anteriores. Curiosamente, también lo había sido el obispo
de Huesca, don Juan Alonso de Aragón, pero su utilidad a los planes de Fernando II es
bastante discutible. De cualquier manera, fue en 1509 cuando el dominio fue ya
absoluto y cualquier decisión por nimia que pudiera ser, pasaba por las manos del
prelado. Consideramos que fueron los elevados niveles de corrupción en el seno de la
Diputación lo que terminó por convencer a la monarquía de que era necesario
constituirla en una especie de órgano dependiente, como así fue hasta el deceso del
Católico. Si esto entraba dentro de unos planes previos, lo desconocemos.838
836
Los ejercicios fueron los siguientes: 1480–1481, 1484–1485, 1493–1494, 1494–1495, 1495–1496,
1496–1497, 1498–1499, 1500–1501, 1502–1503, 1509–1510, 1510–1511 y 1511–1512.
837
AHDZ, Archivo del reino, mss. 99, ff. 16v–17r (imagen 0017). Los diputados a Fernando II, el 9 de
julio de 1509 desde Zaragoza.
838
Jaime Elipe, “Virreyes y diputados”, op. cit. p. 368.
289
Respecto a las tareas que desempeñó el arzobispo como diputado, la información
conservada no es particularmente elocuente en los registros de actos comunes. Aún así,
intentaremos mostrar unas pinceladas. En los momentos en los que la Diputación
entraba en un nuevo ciclo, don Alonso de Aragón recibía el encargo –o mejor dicho, lo
asumía– de ir a Cataluña a pagar a las tropas. Había salido electo para el ejercicio de
1496–1497 por ser abad de Rueda; los diputados avisaban al conde de Ribagorza que el
arzobispo marchaba hacia donde tenía acantonadas las tropas para hacer efectivos sus
salarios trimestrales.839 Estos desempeños lo tuvieron ocupado al menos 40 días fuera
de la capital junto con Bartolomé Español –hermano de su secretario Gil Español–: por
ello recibió el arzobispo unas dietas de 6 florines diarios –4,3 ducados–, el segundo
únicamente 2.840 Un año más tarde se encargaba un asunto mucho más espinoso cuyo
fin parecía al cabo de mucho tiempo, vislumbrarse: los censalistas catalanes y la deuda
con ellos contraída. Los diputados le daban una larga explicación al arrendador Miguel
Torrero al respecto:
«seamos muy ciertos que persona mas grata a los dichos crehedores ni al beneficio et
vtil del dicho regno y general se pueda cometer y encomendar que a su Illustrisima senyoria y
sea cosa justa y razonable pues ha de yr su Illustrisima Señoria a Barchinona no haya de vactor
(sic) a propias expensas de su senyoria pues se offrecen gastos como quiere segunt el trebajo y
tiempo que en ello su señoria ha vacado y espera a vaccar».
841
En esta ocasión, no sabemos si por la ausencia total o por el júbilo que suponía
dar carpetazo a un asunto latente desde la revuelta catalana treinta años antes, don
Alonso recibió 500 florines –unos 364 ducados–. Para el viaje y atender el negocio
debidamente marchó con Antón Monterde. De hecho, el 14 de abril todo parecía estar
ya liquidado con un rotundo éxito, los diputados al recibir la información aseveraban
que «somos mucho alegrados y cierto otro no teniamos creydo sino que con la presenta
de vuestra senyoria hauia de tomar este negocio conclusion».842 De esta forma, las
relaciones comerciales entre Aragón y Cataluña parecían volver a un estado de
normalidad, que hasta el momento no había sido sino intermitente durante lustros.
839
AHDZ, Archivo del reino, mss. 85, f. 13v (imagen 0014). Los diputados del reino de Aragón a don
Juan de Aragón, conde de Ribagorza, el 2 de agosto de 1496 desde Zaragoza.
840
AHDZ, Archivo del reino, mss. 85, ff. 33r–v (imágenes 0033 y 0034). Cautela del 18 de enero de
1497.
841
AHDZ, Archivo del reino, mss. 88, ff. 47v–48r (imagen 0048). Los diputados del reino de Aragón a
Miguel Torrero, el 16 de marzo de 1499 desde Zaragoza.
842
AHDZ, Archivo del reino, mss. 88, ff. 59v–60r (imagen 0060). Los diputados del reino de Aragón a
don Alonso de Aragón, el 20 de abril de 1499 desde Zaragoza.
290
Un ejercicio más tarde, en 1500, el arzobispo aparecía nuevamente como
persona de especial relevancia entre sus colegas. En esta ocasión los diputados se
dirigían a su compañero de mayor rango diciéndole que por segunda vez «hauemos
scripto a vuestra Illustrissima Senyoria suplicando aquella mandasse traher las llaues de
las arquas de los officios de la dipputacion que tiene» ya que se necesitaba hacer una
extracción para elegir a un inquisidor del brazo de nobles, quien sustituiría a don Gaspar
de Espés.843
Un hecho bastante repetitivo que se puede observar en los registros de los actos
comunes es que don Alonso solía ser depositario de la confianza del resto de diputados.
Por ello mismo, era habitual que fuese nombrado como procurador suyo cuando estos se
iban a ausentar.844 Es curioso porque lo era sin que hubiese excepciones que podríamos
entender como normales. Esto es, aquellos a los que podría considerarse como
«enemigos» suyos o personas que normalmente estuvieron enfrentadas a él durante
períodos prolongados de tiempo. Así sucedía por ejemplo, con el conde de Aranda. Este
lo nombraba su procurador «que en seyendo absente el dicho señor conde de la ciudat
de caragoca sea procurador suyo el dicho señor arçobispo»; si el prelado estuviera fuera
pasaría a otro la procuración.845
A pesar de que el medievalista Sesma Muñoz apreciaba en su excelente trabajo
una segunda época de conflicto por el poder en el seno de la Diputación esto ha de
entenderse con bastantes matices. Es cierto que los magistrados tenían poder para
prohibir sacas de cereal del reino en caso de considerarlo oportuno, pero tanto el rey
como el arzobispo lo incumplían atendiendo a la globalidad de la política real y no a sus
particularidades. Es por ello mismo que don Alonso podía otorgar licencias pero
siempre desde su lugartenencia, no como diputado. 846 Es decir, era don Alonso–
lugarteniente (en última instancia, ocupaba el lugar del monarca) y no don Alonso–
843
AHDZ, Archivo del reino, mss. 90, f. 18r (imagen 0018). Los diputados del reino de Aragón a don
Alonso de Aragón, el 4 de septiembre de 1500 desde Zaragoza.
844
AHDZ, Archivo del reino, mss. 90, ff. 26v–27r (imagen 0027): «Nos Don Alfonso de Aragon por la
miseracion diuinia administrador […] en nombre nuestro como procurador del venerable micer lorenço
Ramon e del noble don ximen durrea vizconde de viota diputado del dicho Reyno ensemble con el noble
don fferrando diez mossen juan de granada y don yban de coscon en nombre suyo e como procurador de
don juan ferrer dipputados que somos en el año presente en el dicho Reyno». El 27 de noviembre de
1500.
845
AHDZ, Archivo del reino, mss. 88, f. 81v (imagen 0082). Procura del conde de Aranda, el 4 de agosto
de 1498 en Zaragoza.
846
AHDZ, Archivo del reino, mss. 92, ff. 17v–18r (imagen 0018). Se trata del recordatorio de sacar
cuatro cargas por familia para un castillo fronterizo, que había sido concedido por don Alonso el 13 de
diciembre de 1496. De cualquier manera, el mss. 92, perteneciente al ejercicio 1502–1503 está lleno de
excepciones concedidas por la Diputación a la prohibición de mover grano fuera del reino.
291
diputado quien contravenía las indicaciones de la institución regnícola. De hecho, el
Rey Católico planeaba en 1502 la expulsión de todos los mudéjares que habitaban en
Aragón, algo en lo que intervino el arzobispo de Zaragoza para, juntamente con el reino,
hacerle cambiar de opinión:
«Por quanto el Illustrissimo y Reuerendissimo Señor arcobispo de caragoca, fallandose
en Regno de valencia e supiendo que los dipputados del dicho regno querian fazer embaxada al
Rey nuestro acerqua la comocion de los moros que dezian que su alteza deliberaua se fuessen
del Regno, que [no] tornasen christianos, su Illustrissima señoria houo por bien fazer saber a su
alteza de lo que por los dipputados se deliberaua por ver si en algo se podia repreder en lo de la
dicha expulsion que se dezia de los dichos moros. Y porque la dicha enbaxada no fuese sin
persona y por euitar gastos al Regno, fue embiado hun correu por parte e con cartas de su
847
Illustrissima senyoria a su alteza».
La intención de las cartas no era otra que intentar que Fernando II dejase a los
moros de Aragón en el estado que habían vivido durante siglos en el reino; no
disponemos de más referencias al respecto ni tampoco hemos conocido ninguna
publicación sobre el tema por lo que quizás habría que suponer que estos planes
tuvieron un recorrido efímero. De cualquier manera, el ascendente del arzobispo de
Zaragoza sobre el resto de sus compañeros fue en aumento con el paso del tiempo,
especialmente a partir de la tercera etapa, a partir de 1509.
La revisión de las listas después de los escandalosos robos y repartos que habían
hecho muchos miembros de la Diputación en el pasado –de cualquier escalafón del
organigrama– fue posiblemente el punto de inflexión. Por ejemplo, en 1515 se
reunieron los diputados en las casas de la institución para poner en marcha el proceso de
arrendamiento. Esto se hizo «en presencia del muy excelente y Reuerendisimo Senyor
el senyor don Alonso de Aragon arçobispo de Çaragoca», quien no ocupaba la
magistratura en este ejercicio.848 Realmente, podemos intuir que ni tan siquiera le hacía
falta formar parte para poder controlar el día a día de la institución. Es cierto que la
depuración de responsabilidades en el seno de la institución tuvo que tener un peso
bastante importante. Sin embargo tampoco conviene descuidar el contexto en el que se
veía inmerso el reino. Al fin y al cabo, Fernando II se había sumado a la Santa Liga en
1511, reunida contra el rey de Francia entorno a la proclama de «fuori i barbari!». De tal
847
AHDZ, Archivo del reino, mss. 92, f. 5v (imagen 0006). Cautela del 1 de junio de 1502 en Zaragoza.
AHDZ, Archivo del reino, mss. 109, f. 127r (imagen 0127). Cautela del 19 de mayo de 1515 en
Zaragoza.
848
292
manera, las fronteras estaban fuertemente prevenidas contra cualquier agresión exterior,
lo que podría haber conducido a un aumento de la supervisión por parte del
lugarteniente general a la institución. En cualquier caso, la Diputación era prácticamente
la primera y última responsable de la defensa del territorio con sus limitados recursos.
En síntesis, el aumento del control por parte de don Alonso está meridianamente claro.
¿Fue una política mantenida tras su defunción? Sería interesante confirmarlo o
desmentirlo. Lo que es cierto es que estas dos variables principales, la depuración y la
guerra confluyeron. Por ello mismo, quedaron registrados casos como el de finales de
1514, cuando menudeaban los problemas fronterizos y el temor a una invasión desde los
territorios de Ultrapuertos de los Albret era casi constante. En consecuencia, los
diputados antes de tomar una decisión decían que «hauemos acordado hacerlo saber a
vuestra señoria para que nos aconseje y mande lo que a acerca dello deuemos hacer y
primer que todo se haia como vuestra señoria lo mandare».849
El control al que estuvo sometida la Diputación, en ocasiones, es más fácilmente
observable en la retórica que en los hechos. Así de devotos se manifestaron sus
camaradas de magistratura en el período 1509–1510:
«Ha nos parecido suplicar a Vuestra Illustrisima Señoria si le pareciere nos mande
proueer de algunas cartas del Rey nuestro señor y de Vuestra Señoria para el iusticia de aragon
y sus lugartenientes: que en el dicho negocio no sean perjudicados las dichas libertades porque
si en esto somos por sta via empachados tambien lo podriamos ser en las execuciones de los
condenados que en este presente mes se han de hazer en las quales entendemos passar adelante
sino nos fuere mandado el contrario por Vuestra Illustrisima Señoria».
850
Si esto pudiera parecer algo puntual y excepcional, menudeaban los ejemplos.
Siguiendo las pautas inspiradas de esta epístola, el escribano de la Diputación redactaba
poco después frases como «no osariamos tomar otra determinacion sino la que Vuestra
Illustrisima Señoria manda». 851 Unos días antes de esta declaración, los diputados
llegaban a escribir que:
«Muy Illustre y Reuerendisimo Señor. Con la presente screuimos a su alteza suplicando
a aquella sea su seruicio que Vuestre Illustrisima Señoria se venga a este Reyno como ya por
849
AHDZ, Archivo del reino, mss. 109, f. 31r (imagen 0031). Los diputados del reino de Aragón a don
Alonso de Aragón, el 27 de diciembre de 1514 desde Zaragoza
850
AHDZ, Archivo del reino, mss. 99, f. 56r (imagen 0056). Los diputados del reino de Aragón a don
Alonso de Aragón, el 10 de enero de 1510 desde Zaragoza.
851
AHDZ, Archivo del reino, mss. 99, ff. 60r–v (imágenes 0060 y 0061). Los diputados del reino de
Aragón a don Alonso de Aragón, el 12 de febrero de 1510 desde Zaragoza.
293
otra carta a que nos referimos se lo houimos suplicado y ahunque mas necessidad no houiesse
de sola la gana que tenemos de ver y besar las manos de vuestra señoria es razon que su alteza
nos tenga por scusados de la culpa de importunos pero como sabe Vuestra Illustrisima Señoria
852
siamos fechos ganado sin su pastor».
Esta última ya era rayana en las misivas que se podían enviar cuando los reyes
se ausentaban demasiado tiempo de sus estados patrimoniales. De cualquier manera, no
deja de ser indicativo de la preeminencia absoluta que el arzobispo alcanzó en un breve
lapso de tiempo: probablemente el temor a ser expulsados de las bolsas o que se
descubrieran más asuntos turbios pudiera ser una de las causas.
III.
Capitán general
En varias ocasiones a lo largo de este trabajo han quedado reflejados los gustos
militares del arzobispo. Esto era fruto de su educación y del ambiente cortesano, en el
que aunque no era norma común, no resultaba difícil que los religiosos vistieran armas
en según qué ocasiones. Don Alonso no rehusó del empleo de la fuerza en ciertos
momentos a lo largo de su vida si bien es cierto que tampoco pasó a la posteridad –y
con motivos– por una belicosidad marcada.
Sus principales intervenciones en el oficio de Marte fueron por lo general
actuando como capitán general de las tropas del reino. Esto fue tanto en defensa de las
fronteras como en acciones de invasión: lo más habitual era que delegase el ejercicio de
su poder en otras personas. Únicamente existieron dos momentos en los que se puso
efectivamente a la cabeza de las tropas y dirigió las operaciones militares. Estos eventos
fueron la defensa de la fortaleza de Salsas (actualmente Salses–le–Château) juntamente
con el Rey Católico en 1503 así como la invasión de Navarra en 1512.
La figura del capitán general antes de su traslación a las Indias no ha sido tan
apenas investigada. Era la persona de mayor autoridad militar cuando se levantaba un
ejército si bien era más bien una suerte de primus inter pares entre el resto de capitanes
de la tropa. Un ejemplo temprano de esto lo tenemos en la primera nominación
conservada de don Alonso como capitán general en 1497:
«Muy alto e muy poderoso principe Rey y Señor. Por micer anton agostin hoymos la
creenca y vimos las instructiones de vuestra alteza en respuesta de la creença e instructiones que
852
AHDZ, Archivo del reino, mss. 99, ff. 57r–v (imágenes 0057 y 0058). Los diputados del reino de
Aragón a don Alonso de Aragón, el 22 de enero de 1510 desde Zaragoza.
294
a vuestra alteza por parte de este Reyno explico y suplico y luego posimos orden en llamar los
capitanes cerqua el escoxer capitan general y todos con concordes han fecho nominacion y
electos de persona del Illustres Señor arcobispo de Caragoca fijo de vuestra alteza que sin duda
fazer lo contrario no fuera sino entre los capitanes e las gentes de sus capitanias inconuynyente
mylitar».
853
Así pues, parece que a finales del siglo XV eran los propios capitanes los que
elegían al que sería su comandante. Estos a su vez eran escogidos por los diputados para
levantar cada uno un número determinado de hombres de armas y jinetes. Por lo general
eran siempre una nómina muy reducida entre los principales nobles y caballeros de
Aragón: el arzobispo, los condes de Aranda, Belchite, etc. En este ejemplo queda claro
el por qué se escogía al prelado, al ser la persona de mayor rango e hijo del rey no
habría recelos entre los capitanes ya que era el líder que podría considerarse como
«natural». Para hacernos una idea, solían repetir este esquema que se planteaba en las
cortes de Tarazona de 1495; «a saber al Illustre don Alonso de Aragon arcobispo de
Caragoca de ciento dacauallo, quarenta hombres de armas e sesenta ginetes», quien
aportaba el mayor número de hombres. Después ya el resto tenían que levantar idénticas
cifras que el conde de Ribagorza, «sesenta y siete de cauallo vint y siete hombres de
armas y quarenta ginetes». En esta ocasión fueron don Luis de Híjar, conde de Belchite
y señor de Híjar, don Felipe Galcerán de Castro, don Jaime de Luna, don Blasco de
Alagón y micer Juan Fernández de Heredia.854
Su actuación como capitán general parece ser que se circunscribió normalmente
a la dirección de los operativos desde su cuartel general o desde la propia Zaragoza. Al
frente de su capitanía, la más numerosa, estaba a su cabeza como norma habitual su
hermano uterino don Francisco, vizconde de Évol. Así ocurría en enero de 1496, cuando
se presentaba la lista de personas que servían en los hombres del arzobispo. Lo habitual
era que cada responsable de la misma figurase en primer lugar; en este caso lo era el
vizconde.855 Esto mismo sucedía años más tarde en 1503, cuando a pesar de ser capitán
853
AHDZ, Archivo del reino, mss. 85, ff. 35r–v (imágenes 0035 y 0036). Los diputados a Fernando II, el
23 de enero de 1497 desde Zaragoza.
854
AHDZ, Archivo del reino, mss. 82, f. 82r (imagen 0080). El 13 de octubre de 1495 en Tarazona.
855
AHDZ, Archivo del reino, mss. 84, f. 636r (imagen 0636). El 19 de enero de 1496 en Zaragoza. A
partir de este folio pueden consultarse todos los miembros de las distintas capitanías con nombre y
apellidos.
295
y como de costumbre, máximo aportador de soldados, marchaba «en su lugar don
Francés de So, y de Castro, vizconde de Ébol», únicamente por citar dos ejemplos.856
De cualquier manera, tuvo dos momentos cumbre en su no muy dilatada carrera
militar. La primera de ellas fue la liberación del cerco de Salsas. Esta población era la
llave del Rosellón, por lo que al recuperarse el condado, Fernando II había comenzado
la construcción de un nuevo castillo de traza moderna para proteger la principal puerta
de sus estados. La ruptura del cerco reunió a una gran cantidad de tropas y la jornada
fue alabada por poetas como Sobrarias, tal y como se recoge páginas atrás al tratar sobre
su bizarro comportamiento en el cerco.
Con unos 20.000 hombres, los franceses intentaron tomarla en 1503. Fernando II
se encontraba en Barcelona, recibió tropas de refuerzo que le envió Isabel así como
algún contingente de los aragoneses entre los que habría que incluir a don Alonso, si
este no se encontraba ya antes en la corte con su padre. La guarnición de Salsas resistió
admirablemente, con la llegada de las tropas reales se rompió el cerco y se persiguió a
los franceses.857 La resistencia de Salsas fue algo de renombre en su momento y hay
testimonios, como el de Marino Sanudo que así lo atestiguan. La presencia del
arzobispo le pareció de hecho una de las cosas más reseñables de la jornada y así lo
trasladó a sus escritos. Decía así:
«a dì 21 [de agosto] poi, la matina avanti giorno, il re, armato in biancho, con el
reverendo archiepiscopo de Saragoza suo fiol etiam armato, con tutti li grandi di questi regni,
858
acompagnato da un grandissimo squadron de gente».
En su versión, la persecución se había detenido porque las tropas llevaban ya
casi día y medio combatiendo y en movimiento, era necesario darles descanso. No
solamente el humanista aragonés decidió que había que incluir esta jornada en su oratio;
856
Jerónimo Zurita, Historia del rey, op. cit., lib. V, cap. XLV.
José Manuel Nieto Soria, De Enrique IV al emperador Carlos. Crónica anónima castellana de 1454 a
1536, Sílex, Madrid, 2015, pp. 136–137: «Después de aver muerto en çiertas vatallas que uvo más de
veynte mill franceses y otros muchos que en Françia despojados volvieron doliéndose dello, tornó a
ymbiar otro exérçito de guerra no menor que el primero para çercar a [Salsas], fortaleza muy singular que
está situada en las postreras partes y términos de España. Y estos franceses pusieron su real y la çercaron
peleando fuertemente por ganarla. Mas los que estavan en la fortaleza se defendieron muy fuertemente,
matando muchos de los françeses que en el real estavan. Entonçes el rey don Fernando, que en Barçelona
se halló con gran gente que la serenísima reyna doña Ysabel su mujer de Segovia le ynbió, fue contra los
franceses, los quales oyendo cómo el rey con gente contra ellos yba, alçaron el çerco y real que sobre
Salsas tenían puesto y dieron a fuyr, siguiéndolos el rey con su gente de guerra. Fueron en el alcançe fasta
dentro de Françia, quemando y destruyendo todos los logares que en el camino estavan, salvando las
vidas de los hombres que por misericordia su alteza movido mandó que ningún françés sus gentes
matasen».
858
Marino Sanudo, I diari di Marino Sanuto, Tomo V, Venecia, 1881, p. 426.
857
296
hay testimonios de que esta generó bastante fama a don Alonso. El propio Conchillos
comentaba con el secretario Miguel Pérez de Almazán varios movimientos por Salsas y
Perpiñán de tropas, entre otros asuntos. Veía claro que bajo el mando del arzobispo, «sy
algun buen echo emos de azer, que segun esta su fama el puede azer milagros».859
La siguiente intervención de importancia que tuvo don Alonso, también dentro
de sus funciones como capitán general, fue unos pocos años más tarde en la denominada
Guerra de Sangüesa.860 Esta «guerra» no fue sino el clímax de un conflicto continuado
en el tiempo entre los vecinos de El Real, así como los Alvarado, sus señores y los de la
villa de Sangüesa. A pesar de que siempre había habido robos y alguna muerte
esporádica a uno y otro lado de la frontera, estas se fueron recrudeciendo a comienzos
del XVI. Don Alonso de Aragón ya había intentado hacer una operación de castigo en
1503, detenida in extremis por el rey.861 Fue en la primavera de 1509 cuando las
disputas vecinales fueron más lejos que nunca, ya que los sangüesinos entraron en
Undués de Lerda –perteneciente a El Real– alanceando a toda persona que encontraron,
dejando 7 muertos, el doble de heridos y uno más al borde de la muerte. Los diputados
escribieron con amargura al monarca, pidiéndole que «le suplicamos aquella le plega
mandar proueher de manera que los de la dicha villa sean bien castigados segunt sus
atreuimientos y desordenes merecen, De manera que el castigo y execucion que vuestra
Alteza mandara fazer en ellos sea memoria perpetua y en exemplo».862
El rey estuvo conforme con el clamor de los diputados y se cursaron órdenes
para que se obedeciera en todo al arzobispo. Este consiguió reunir en poco tiempo
tropas suficientes para atacar Sangüesa y marchar más allá si fuese necesario. Aunque el
número de efectivos se desconoce, se sabe que la Diputación destinó nada menos que
4.000 libras –3.636 ducados– para el pago de los soldados.863 A finales de abril, el
ejército levantado se encontraba ya talando la vega de la villa navarra, pero estos
destrozos no duraron mas que nueve días: Fernando el Católico quería regresar al estado
859
RAH, Colección Salazar y Castro, A–12, f. 191r. Juan de Conchillos a Miguel Pérez de Almazán, el
28 de diciembre de ¿1507? desde Tarazona. El año es un tanto incierto porque el propio Conchillos no lo
menciona al escribirlo. Se encuentra dentro de un legajo de papeles de 1507 si bien tiene apuntado que es
de 1506. Teniendo en cuenta que en esos momentos Fernando II disfrutaba de paz con Francia, parece
que habría que retrotraerlo precisamente al año del cerco de Salsas, esto es, 1503.
860
Sobre este particular en profundidad, vid. Jaime Elipe, “El precio de la paz: conflictos fronterizos entre
Aragón y Navarra en tiempos de Fernando el Católico (1490–1512)”. En prensa.
861
Jerónimo Zurita, Historia del rey, op. cit., lib. V, cap. XLV.
862
ADPZ, Archivo del reino, mss. 312, ff. 88v–88r (imagen 0095). Los diputados de Aragón a Fernando
II, entre el 16 y el 18 de marzo de 1509, desde Zaragoza.
863
ADPZ, Archivo del reino, mss. 312, ff. 115r–v (imágenes 0115 y 0116). Libranza de pago para Jaime
de Cariñena a 20 de mayo de 1509.
297
de frágil paz que existía previamente.864 Casualmente, la gestión de este dinero fue lo
que posteriormente provocaría la investigación en el seno de la Diputación y
modificaciones en las listas.
Como puede observarse, aunque la actuación de don Alonso en esta ocasión fue
también rápida –como en 1503–, fue igualmente efímera. Sería en una guerra de verdad,
la de Navarra, cuando pudiera mostrar su valía como general. Como es sabido, la
muerte de Gastón de Foix, duque de Nemours y cuñado de Fernando II en la batalla de
Rávena de 1512 fue lo que finalmente rompió el proceloso equilibrio del reino de
Navarra. Con su fallecimiento, los Albret caían directamente en la órbita de Francia
para protegerse de la posibilidad de que Germana de Foix, mujer del Católico, pudiera
reclamar sobre su trono. Estando en ese momento en guerra contra Luis XII, el rey
aragonés decidió que era necesaria la invasión para asegurar sus fronteras.
El peso global de la campaña recayó sobre el ejército castellano, comandado por
el II duque de Alba. Si el 21 de julio de 1512 comenzaban las hostilidades, cuatro días
más tarde Pamplona se rendía tras un rapidísimo avance. Los aragoneses por su parte
contribuirían sometiendo la parte de la Ribera cercana a Tudela y otras áreas adyacentes
con el reino. Para conseguir la rendición de la villa, segunda en importancia, don
Alonso se desplazó con 3.000 peones y 400 caballos a Tarazona.865
El 9 de agosto de 1512 únicamente permanecían leales a Juan III y Catalina I
Estella y Tudela. Las posibilidades de los leales a los Albret eran inexistentes, menores
aún cuando las tropas del arzobispo tomaron Cascante a finales de agosto y pudieron
disponer de una base de operaciones mucho más cercana a los tudelanos. El 14 de
agosto se envió a micer Leandro Coscón a intimarlos a «venir a obediencia del Rey de
Aragon mi Señor y prestar los omenages y seguredat, qual conbiene, reconociendole por
señor y guardarle fidelidat y lealtad, como subditos son tenidos y obligados a su señor
natural».866 Si se mantenían en su contumacia, daría comienzo las operaciones de tala de
la vega. Aunque en un principio quisieron mantenerse firmes, la realidad se imponía
claramente: jamás podrían recibir ayuda aunque la reina Catalina se la hubiera
prometido. Tras una serie de negociaciones y mientras los aragoneses saqueaban los
864
Jerónimo Zurita, Historia del rey, op. cit., lib. VIII, cap. XLIII.
Prosper Boissonnade, Historia de la incorporación de Navarra a Castilla, Ensayo sobre las relaciones
de los príncipes Foix–Albret con Francia y con España (1479–1521), Gobierno de Navarra, Pamplona,
2005 (1ª ed. 1893), p. 470.
866
Archivo Municipal de Tudela, leg. XL, n.º 62, apud José Ramón Castro, “Lealtad de Tudela a los
últimos reyes de Navarra”, Revista Zurita, Zaragoza, 1933, pp. 1–67, pp. 54–55.
865
298
aledaños, la villa consintió en capitular si se mantenían sus derechos y privilegios el 9
de septiembre. Don Juan de Alagón, camarero del arzobispo, permaneció como
responsable de la villa.867
Como capitán general, don Alonso tuvo que solucionar de forma acelerada todos
preparativos para la guerra. Las cortes de Monzón, que seguían abiertas, habían sido
convocadas para «la sancta y catholica empresa que ha hecho y haze en la defension de
la Yglesia romana, y defension de los reynos y terras de la Corona de Aragon».868 A la
altura del verano de 1512 seguían sin haber concluido nada a favor de levantar un
ejército del reino. Es más, hasta el día 30 de septiembre no se nombraron los capitanes
encargados de reclutar y dirigir a las tropas, las cuales serían pagadas mediante la venta
de censales. En buena lógica, el servicio en hombres aprobado en las cortes no pudo
servir en la invasión sino en los estadios posteriores de la guerra. Por ello mismo, la
movilización inicial de soldados recayó en el auxilium puramente feudal: cada cual
serviría al rey de la mejor forma que pudiera. El problema principal lo achacaba el
arzobispo a la precipitación de acontecimientos, que no habían dejado ningún margen
de maniobra y así se lo expresaba en una larga epístola a su padre:
«Despues he recebido vna letra de vuestra alteza de XVII del presente con las cincuenta
y seys cartas en blanco que mando embiar para los caualleros y personas medianas en hazienda
deste reyno, las quales se sobrescriuiran para los que me pareciere y luego seran dadas y se
procurara de hauer capitanes para la gente de pie que se hallaran hartos y sera vuestra alteza
auisada del numero de la gente de cauallo que se podra ayuntar aqua para la execucion deste
negocio y trauaiare que haya algunos hombres darmas, ahunque estos seran muy pocos porque
no hay nadie aqua que a drechas este apercebido para ello por ser el tiempo que vuestra alteza
ha dado para esto tan corto. Que como sabe, quando se faze la gente con el sueldo del reyno se
les da tiempo de tres o quatro meses para apercebirse de armas y cauallos, y yo con mi persona
y toda mi casa me pongo en orden para seruir a vuestra alteza como es mucha razon, ahunque
no lo podre hazer tambien como querria por no hauer tenido tiempo para ello».
869
Además de la falta de tiempo don Alonso de Aragón también veía otros
inconvenientes. El primero de ellos la falta de armas que había en el reino, ya que «no
hay cosseletes ni picas algunas aqua»; le pedía por ello que le enviase un cargamento
aunque de paso solicitaba un tren de artillería. El segundo, la liquidez para poder pagar
867
Jerónimo Zurita, Historia del rey, op. cit., lib. X, cap. XIX.
Cristina Monterde Albiac (ed.), Acta curiarum, op. cit., p. 331.
869
BNE, mss. 9374, fols. 5r–6r. Don Alonso de Aragón a Fernando II, el 20 de julio de 1512 desde
Zaragoza.
868
299
ya que ni él tenía suficiente por los últimos desembolsos hechos en la curia pontificia ni
el reino; teniendo en cuenta que la cosecha se acercaba, sería difícil reclutar peones sin
una buena oferta de sueldo. El tercero, ya expuesto, era la falta de tiempo. De cualquier
manera, ha de ponerse sobre la mesa que en pocas semanas, el prelado consiguió reunir
un número suficiente como para ir tomando distintas poblaciones de la Ribera así como
cercar Tudela, para lograr finalmente su rendición. Esta sería la última acción destacada
en la guerra.
La última vez que ostentó el cargo de capitán general, si es que realmente lo
tuvo durante la Guerra de Navarra, fue durante el período que fue lugarteniente general
de Cataluña. La fecha de inicio de su lugartenencia se ha situado en el 30 de agosto de
1514.870 No obstante, ha de tenerse en cuenta que en 1511 su padre lo habían nombrado
lugarteniente general en todos los territorios peninsulares: su misión principal era poner
paz en un principado muy alterado por las banderías y todo tipo de rufianes.871 Aún así,
al menos desde julio de 1513 ya se lo denominaba como «nuestro muy caro y muy
amado fijo lugarteniente y capitan general».872 Indistintamente de cuándo tuviera lugar
el nombramiento, lo cierto es que se le concedió la capitanía para poder mandar tropas
con las que poner en la horca a los distintos malhechores que azotaban la región. Sus
acciones se vieron reconocidas por el monarca, quien lo felicitaba en 1515 por su
persecución contra los blasfemos, aparte de «las otras buenas prouisiones que en esse
principado haueys fecho por castigar los males passados y presentes».873
Con el devenir del tiempo, don Alonso utilizaría la buena gestión en el
principado como un punto importante en su hoja de servicios a la monarquía. Cuando
intentaba insistentemente ser oído en Flandes, uno de los puntos que tenía que tocar
Luis Carroz con Margarita de Austria era el siguiente:
«Habéis de decir asimesmo que el Principado de Cataluña estaba muy perdido en la
justicia criminal y civil y de bandosidades, y que se mataban los hombres con ballestas y
espingardas, dentro en los lugares y dentro de las iglesias, y salteaban por los caminos, que no
870
Josefina Mateu Ibars, “Nóminas y cronología de los virreyes”, op. cit., p. 237.
ACA, Real Cancillería, reg. 3672, ff. 202r–v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 2 de diciembre
de 1511 desde Burgos: «a causa de nuestra absencia los malos toman mayor atreuimiento para delinquir
en especial en el dicho nuestro principado de cathaluña, de lo qual no solomanete los naturales mas los
estrangeros que por alli passan nos dan de continuo grandes quexas de las muertes y robos y daños que en
el dicho principado fazen».
872
ACA, Real Cancillería, reg. 3677, ff. 62r–v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 12 de julio de
1513 desde Valladolid.
873
ACA, Real Cancillería, reg. 3678, ff. 40v–41r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 30 de marzo de
1515 desde Medina del Campo.
871
300
había hombre que osase trastejar. Su Católica Majestad agora un año me mandó ir allí, y en
cinco o seis meses lo allané y apacigüé mejor que en memoria de gentes nunca estuvo ni nadie
lo pudiera creer, de que doy infinitas gracias a Dios, que yo no abastaba para ello sino con la
ayuda divina y con la autoridad que el rey, mi señor, me dio a causa de tener entero
conocimiento de mi integridad absolutamente cometiéndose sus veces».
874
También esto fue alabado por los extranjeros. Retomando a los corresponsales
del veneciano Marino Sanudo, el 13 de febrero de 1515 le escribían desde Barcelona
una epístola. En ella, su interlocutor –Franciscus frater Chieregatus– alababa las
virtudes del arzobispo de Zaragoza y Valencia así como su rigurosa administración de
justicia, aparte de haberlo considerado por sus acciones bélicas pasadas una especie de
Furio Camilo contra los galos.875
IV.
La actuación parlamentaria
Desde el siglo XII existían en Aragón las cortes, momento de reunión del rey
con el reino para tratar aspectos importantes para la vida política y social de ambos.876
Lo habitual era, después de la convocatoria y ciertos retrasos para comenzar, que se
inaugurasen con la proposición real. En la lectura de este discurso se explicaban cuáles
eran los motivos del monarca para la asamblea y lo que pedía a sus súbditos. Estos,
reunidos por brazos –clero, nobleza, caballeros y universidades– deliberaban sobre el
asunto aparte de exponerle sus peticiones y greuges o agravios de carácter foral. A lo
largo del reinado de Fernando II se celebraron diez cortes, algunas de carácter particular
cuando sólo atañían al reino de Aragón o generales, cuando se veían involucrados los
874
BNE, mss. 20209, 21, 3, 1r–4v. Don Alonso de Aragón a Luis Carroz, el 2 de abril de 1516 desde
Zaragoza, apud Bartolomé Leonardo Argensola, Anales de Aragón, op. cit., pp. CCCLIV–CCCLXI.
875
Marino Sanudo, I diari di Marino Sanuto, Tomo XX, Venecia, 1887, p. 161: «Ex ipsis multi hactenus
laqueo suspensi, nonnulli demembrati caeteri durioribus carceribus detinentur daturi et ipsis paenas
facinorum suorum; qui ex ipsis reliqui fuere, fuga sibi vitam Galliam versus peperere».
876
Sigue siendo de necesaria consulta la siguiente síntesis: Esteban Sarasa Sánchez, Las Cortes de
Aragón en la Edad Media, Guara Editorial, Zaragoza, 1479, pp. 10–11: «Las Cortes de Aragón en la
Edad Media constituyeron, efectivamente, asambleas representativas de los estamentos del reino […];
pero no fueron los aragoneses quienes controlaron siempre el poder de la monarquía, sino que, a su vez,
también los reyes se sirvieron de las Cortes para pulsar la opinión de sus súbditos más poderosos y vigilar
las iniciativas de los aragoneses. Para ello se reservaron el derecho de convocatoria respecto a las
personas que tenían el “deber” de asistir y la periodicidad en la celebración de dichas asambleas. Por otro
lado, el equilibrio de fuerzas conseguido se debió más a una especie de tácito acuerdo […] que a
verdaderos sentimientos de democratizar las leyes (que seguían amparando al poderoso) y de potenciar la
participación activa de todos en el que hacer común (participación reservada a unos pocos bien
elegidos)». Esta obra se detiene justo en Fernando el Católico, por lo que apenas ofrece información para
el período que estudiamos. Sin embargo, la que cronológicamente es su continuadora, también evita este
lapso y se centra sobre todo a partir del segundo tercio del siglo XVI; vid. Leonardo Blanco Lalinde, La
actuación parlamentaria de Aragón en el siglo XVI. Estructura y funcionamiento de las cortes
aragonesas, Cortes de Aragón, Zaragoza, 1996.
301
tres estados peninsulares; ahora bien, las deliberaciones y las respuestas eran siempre
por separado, jamás en conjunto. Hasta 1520, momento de la muerte de don Alonso de
Aragón se dieron la decena citada más unas bajo el reinado de Juana I y Carlos I, en
Zaragoza durante 1518 y 1519.877
Las fuentes son el punto clave de partida para poderlas estudiar de forma
rigurosa. No se conservan todas las actas del período ni tampoco las existentes se han
guardado de manera íntegra: por ejemplo, las de 1515 adolecen la falta de enormes
porciones de papel en sus páginas, además de no hallarse el volumen completo.878 La
información registrada dentro de estos volúmenes suele ser bastante aséptica. Incluyen
las cartas de convocatoria, las prórrogas, listas de asistentes a distintas sesiones y la
alocución real, así como su respuesta por el prelado de mayor importancia; también
aparecen quejas particulares. Sin embargo no se guardaron –o no existieron– las
deliberaciones de los distintos brazos que sería precisamente lo más interesante para
poder pulsar la postura de distintos personajes y linajes ante según qué problemas.
Por ello mismo, ciñéndonos a los registros de las cortes, la actuación de don
Alonso se reduce a poco más que conocer si asistió –a priori siempre a partir de las de
1493– y si permaneció en todas las sesiones o se ausentó en algún momento. El
momento más importante de las mismas era cuando, tras el discurso del rey, el
arzobispo tomaba la palabra en representación de los distintos brazos. En síntesis, lo que
decía no variaba mucho de un evento para otro, y podría resumirse en que las cortes lo
deliberarían para que tanto Dios como el monarca fuesen servidos. Para ilustrar esta
aseveración, baste poner lo que dijo don Alonso de Aragón en las cortes de 1495, tras la
lectura de las peticiones de Fernando II por el protonotario Felipe Clemente:
«Muy alto e muy poderoso sennor la corte los quatro bracos de aquella que aqui son
presentes han oydo la vuestra notable et real proposicion e sobre aquella comunicaran entre si e
deliberaran e hauida su deliberacion faran a vuestra alteza repuesta que si plazera a nuestro
sennor Dios sera seruicio de vuestra real magestad e bien de la cosa publica de aqueste
reyno».
879
877
Real Academia de la Historia, Colección de cortes de los antiguos reinos de España, Madrid, 1855,
pp. 120–122. Las cortes fueron: 1481 en Calatayud para la jura del príncipe Juan; 1484 en Tarazona
cortes generales; 1488 en Zaragoza; 1493–1494 en Zaragoza; 1495–1497 en Tarazona; 1498–1499 en
Zaragoza para el juramento de la princesa Isabel y del príncipe Miguel; 1502–1503 en Zaragoza para el
juramento de la princesa Juana; 1510 y 1512 en Monzón cortes generales; 1515 Zaragoza y Calatayud.
878
Se encuentran en RAH, Colección Salazar y Castro, P–3, f. 98r y ss.
879
AHDZ, Archivo del reino, mss. 82, f. 20r (imagen 0018). El 28 de agosto de 1495 en Tarazona.
302
La respuesta que daba pie a la deliberación de los cuatro brazos era siempre con
un tenor parecido, incluso cuando el que la efectuaba era una persona distinta. Así
ocurría por ejemplo en las cortes de Tarazona de 1484; en ausencia del arzobispo de
Zaragoza –¿demasiado joven, quizás?– fue el obispo anfitrión, Andrés Martínez, quien
la dio.880 En las cortes de 1498 fue el encargado de transmitir al monarca que los cuatro
brazos aceptaban gustosos al príncipe Miguel como heredero, siempre y cuando
Fernando II no tuviera más hijos varones de legítimo matrimonio.881
Como hemos podido ver, la actuación don Alonso de Aragón cuando estuvo
presente en las cortes no fue especialmente significativa. Esto no deja de ser la imagen
que transmiten los registros de lo que transcurrió en las distintas sesiones. Se puede
observar que la dinámica de funcionamiento de cara a la galería era completamente
aséptica y formalista. Por lo tanto, la gestión de los distintos acuerdos queda en una
esfera aparte a la que no se puede acceder por la vía de carácter oficial. Existen algunas
referencias a los entresijos que se llevaron a cabo para poder inclinar convenientemente
las decisiones de los asistentes a los intereses de la monarquía, sobre todo en momentos
que fueron especialmente tensos.
Dejando de lado las cortes de Zaragoza de 1518 que describió Bartolomé
Leonardo de Argensola y merecen por sí mismas una investigación en profundidad por
lo contradictorio y ambiguo de su relato, consideramos que las cortes donde el
arzobispo mayor peso tuvo fue en las de Calatayud de 1515. En esos momentos la
monarquía se encontraba en un momento crítico. Por una parte, el príncipe heredero de
toda la monarquía se encontraba en Flandes rodeado por naturales de dicho país y
cortesanos sediciosos refractarios a Fernando II. Por otra parte, el Católico se
encontraba desde hacía varios años en una decadencia física alarmante y posiblemente
ya no tuviera el tino político que lo había caracterizado durante toda su vida.
Las cortes de 1515 quedaron bajo la presidencia de la reina Germana: como
solía ser habitual, el objetivo de las mismas era obtener recursos del reino. Sin embargo,
la situación acabó enquistándose de manera grave. Parte de los nobles esgrimieron que
880
AHDZ, Archivo del reino, mss. 67, f. 65r–v (imágenes 0065 y 0066). El 12 de febrero de 1484 en
Tarazona: «La cort general aqui por mandamiento de vuestra alteza ajuntada besan las reales manos de
aquella por la merced que les ha fecho en querer tomar tanta fatiga e trabajo de venir a celebrar las
questas? cortes y por la causa y buena intencion que tiene el Rey y reposo de la cosa publica destos sus
reynos e senyorios e oyda y entendida la muy insigne voluntad de vuestra Magestad hauran su collo queja
(sic) en uer ellos e acordaran por tal guisa que nuestro senyor dios sera seruido e vuestra alteza por lo
semejante e las duhas stos reynos aumentados e prosperados».
881
José Ángel Sesma Muñoz y Carlos Laliena Corbera (eds.), Acta curiarum, op. cit., p. 46.
303
primero el monarca debía eliminar las denominadas prehorrescencias, intentaban así
erigirse en señores absolutos de los vasallos sin que estos pudieran recurrir a la justicia
real. La descripción del asunto quedó retratada por Jerónimo Zurita:
«Las cortes de los aragoneses se comenzaron a proseguir con más dilación de lo que se
dio al principio a entender al rey: y como no se encaminaban las cosas, como él lo quisiera, y lo
daban hecho los que procuraban, que sin tratar de satisfacer los agravios, se otorgase el servicio,
comenzó el rey a tener mucho sentimiento dello. Fuese tratando en las cortes hasta trece del mes
de junio, sobre lo que tocaba a la reformación del consejo del justicia de Aragón: y entre ello se
intentó por los barones, y caballeros que tenían vasallos, que se revocasen los recursos de sus
vasallos al rey, que llamaban perhorrescencias, en respeto suyo, y de sus tierras: de tal suerte,
que por las personas de los lugares de la Corona real, ni de otros, no se pudiese haber justicia de
los malhechores, ni de los que se recogiesen a sus lugares: siendo aquéllos, como decían,
882
perhorrescentes a los actores, que pidían se les administrase justicia».
Ahora bien, los recursos que pedía el monarca, ¿para qué eran? La intención,
atendiendo a las palabras que Pedro Mártir de Anglería le dirigía al marqués de
Mondéjar era «que los aragoneses administren justicia de modo diferente que hasta
ahora».883 Este modo novedoso era levantar una tropa de 500 hombres bajo las órdenes
de un capitán para perseguir a todos los rufianes que merodeaban por el reino, allá
donde estos se ocultasen. Esto perjudicaba, en opinión del italiano, directamente a los
nobles ya que eran quienes solían darles cobijo en sus señoríos. Aparte de este asunto
también se encontraba la negativa de querer votar un servicio de caballería como venía
siendo habitual si no que en esta ocasión, los nobles refractarios solicitaban que se les
pagase las caballerías.884 Los principales opositores al Católico eran Miguel Jiménez de
Urrea, conde de Aranda y Jaime Martínez de Luna, señor de Illueca. Los favorables,
don Alonso de Aragón, el duque de Luna, el conde de Ribagorza y don Francisco de
Luna. El arzobispo, viendo cómo se estancaba deliberadamente la negociación decidió
solucionar el problema con una propuesta original: que eclesiásticos y universidades
pagasen el servicio y dejasen excluidos a los nobles.885 A pesar de que Fernando II les
882
Jerónimo Zurita, Historia del rey, op. cit., lib. X, cap. XCIII. Estas afirmaciones son un tanto oscuras,
el asunto de las caballerías no queda realmente claro.
883
Pedro Mártir de Anglería, Epistolario, op. cit., ep. 552. Pedro Mártir de Anglería al marqués de
Mondéjar el 14 de septiembre de 1515.
884
Jerónimo Zurita, Historia del rey, op. cit., lib. X, cap. XCIII.
885
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., f. 747v.
304
agradeció su buena disposición en agosto de 1515,886 «en un repentino arranque» los
cortesanos se desplazaron «desde Aranda a Segovia, y en otro más repentino, todavía a
largas jornadas, paramos en Calatayud».887
Finalmente, en Calatayud, Fernando II consiguió de malas maneras lo que se
proponía. La artimaña de don Alonso había conseguido arrastrar a las universidades, si
bien con ciertas reticencias por su dudosa legalidad. La nobleza se oponía al
mantenimiento de este ejército regular, ya que se veían excluidos del monopolio
guerrero. Ha de tenerse en cuenta que de haberse implementado estas cortes, los
cimientos de la sociedad aragonesa se hubieran movido de una manera que es imposible
adivinar, pero muy significativa. La próxima muerte del rey y el período de
semianarquía que vivió Aragón frustraron los «acuerdos» alcanzados en 1515. De
cualquier manera, el Rey Católico regresó a Castilla en octubre, tremendamente
disgustado por la conclusión del asunto y de la fuerte oposición que le habían mostrado
sus vasallos.888 De cualquier manera, los dos brazos que apoyaron al monarca en sus
pretensiones, siguieron adelante con su plan –si bien con escaso recorrido posterior–. A
a finales de octubre de 1515 comunicaban que estaban dispuestos a imponer unas sisas
886
RAH, Colección Salazar y Castro, P–3, f. 100v. Fernando II a las cortes de Aragón (¿o únicamente
brazo eclesiástico y universidades?), el 10 de agosto de 1515 desde Aranda de Duero: «El Rey. Illustre,
Reuerendos, venerables, magnificos, amados y fieles nuestros. Sabido hauemos la buena introduction que
haueys dado en la negociation del seruicio que por vosotros se nos ha de fazer para la defension de buen
stamento desse Reyno, lo que os oagradescemos que de vosotros no se hauia de sperar ni creher. Otro
specialmente no hauiendolo querido nos tomar en Cortes por el bien de la justicia y respecto vuestro a
quien principalmente tocaua lo de la perorrecencia que se pidia y algunas otras cosas. Es verdat que
tenemos sentimiento que algunos sindicos de vniuersidades no hayan venido con los poderes tan
cumplidos como fuera razon para negociation de tal qualidat y en que fuera mucha razon se demostraran
en todo con la buena voluntad con que veniades a ste seruicio, pues si bien lo mirays, es lo que a vosotros
mismos cumple faziendos principales y dandos forma para que sin necessidat de interuencion de otros el
Reyno sea defendido y vuestras casas y haziendas guardadas sin peligro de los enemigos. Y quien en sto
ponga delacion, cierto no procehe del zelo que ha acostumbrado en lo de nuestro seruicio. Mas somos
informado haueys puesto alguna pratica para que los nobles sean acogidos en sto por cortes, en verdat es
cosa que no puede traher sino mucha dilation, sabiendo nuestra intencion, por lo que os hauemos scrito y
de parte de la serenissima Reyna nuestra muy cara y muy amada mujer, vos ha sido dicho que bien
podeys creher no hauemos mandado spirar las Cortes para conuocar otras y perder mas tiempo. Y crehet
que si vemos que no se da conclusion en ello con la presteza y de la manera que conuiene yremos en
persona a essa Ciudat para la breuedat dello que hauemos de tener en tanto como el seruicio. Por seruicio
nuestro porque sto no suffre mas dilacion con toda diligencia lo concluyays de la manera que por parte de
la dicha Serenissima Reyna os sera dicho, porque no ha de lleuar otro camino lo que os tenemos […] no
querays entender en platicas para storuar lo que sta apuntado».
887
Pedro Mártir de Anglería, Epistolario, op. cit., ep. 552. Pedro Mártir de Anglería al marqués de
Mondéjar el 14 de septiembre de 1515.
888
Jerónimo Zurita, Historia del rey, op. cit., lib. X, cap. XCIV.
305
dobles durante tres años, tal y como se había solicitado, para poder afrontar los distintos
gastos.889
La repercusión de estas cortes a corto plazo fue bastante importante. Al morir el
rey unos meses más tarde, se produjo en el reino un ínterin un tanto tumultuoso en el
que se dio una pugna por el poder bastante intensa entre el arzobispo y sus partidarios y
los contrarios a este: todos decían posicionarse por el príncipe Carlos aunque realmente,
atendían a sus intereses personales. Aunque ya hemos mencionado la nula
implementación del acuerdo de aplicar las sisas dobles que hubo después de las cortes,
hay que reseñar que el acuerdo entre la Iglesia y las universidades tuvo una especial
trascendencia. Fue algo completamente excepcional y efímero que no se volvió a repetir
en el tiempo y de un gran poder revulsivo para la nobleza: estos quedarían
completamente marginados de la vida política si seguían por esos derroteros las
siguientes cortes. Quedar excluidos implicaría en cierta medida, el cuestionamiento en
profundidad de la sociedad feudal aragonesa. Estos fueron conscientes de la gravedad
del acuerdo entre religiosos y el tercer estado; al parecer fue algo que jamás llegaron a
889
RAH, Colección Salazar y Castro, P–3, ff. 119r–v. Los brazos de la Iglesia y universidades a Fernando
II, a finales de octubre de 1515 desde ¿Zaragoza?: «Muy alto y muy katolico poderos, principe, Rey y
Señor. Los estados de la yglesia y vniversidades del Reyno de aragon, visto que por letras de la reyna
nuestra senyora lugarteniente general de vuestra real Magestat fueron mandados conuocar y ajustar en la
Ciudad de Caragoca para el vintihun dias del mes de julio, cerqua passado del presente anyo y
Cumpliendo con el dicho mandamiento el dicho dia y otros siguientes fueron ajustadas en la dicha ciudat
en el Capitulo de la seo de aquella y estuuiendo assi ajustados por el excellente e Illustrissimo arcobispo
de Caragoca, fijo de vuestra real Magestat, fue dada proposicion y demandado de parte de vuestra alteza
que para defension deste dicho reyno de aragon se sirbiese mas de se sisa doble por tiempo de tres anyos
por las causas contenidas en la dicha proposicion. E apres por algunas justas causas vuestra real Magestat
acordo venir para dar conclusion en lo susodicho personalmente a esta Ciudat de Calathayut y assi Lo
mando a los dichos estados por su Letra real y de parte de vuestra Magestat por el dicho excellente
arcobispo de Caragoça fue asignado tiempo a los dichos estados para venir a la presente ciudat para el
vinti seiseno dias del mes de setiembre cerqua passado. Y cumpliendo con lo contenido en la dicha carta
y tiempo asignado, han seido plegadas y ajustados en la presente Ciudat de Calathayut. E visto y hoydo lo
contenido en la dicha proposicion y por otros respectos, siguiendo nuestra propia naturaleza y fidelidat e
Imitando a nuestros predecessores de seruir a sus reyes, principes y señores como fidelissimos y leales
subditos y vasallos, hauemos deliberado ofrecer a vuestra real Magestat Las dichas sisas por el dicho
tiempo de tres anyos asi et segunt esta ordenado en setze capitulos de vna capitulacion ordenada para el
dicho seruicio y otras cosas en beneficio y vtilidat de los dichos estados. La qual esta en poder de Miguel
françes, scriuano de los dichos estados. E assi por dar cumplimiento al dicho seruicio y cosas contenidas
en la dicha capitulacion todas concordes y ninguno discrepant, otorgamos y firmamos el dicho seruicio y
Capitulacion y todo lo en ella contenido. E por mayor firmeza y seguredat de aquello prometemos y nos
obligamos en los nombres que aqui asistimos, de tener, [ob]seruar y cumplir el dicho seruicio y todo lo
contenido en la dicha capitulacion, con todas aquellas obligaciones, renunciaciones, submissiones y e
clausulas necesarias y oportunas para obseruacion del dicho seruicio y capitulacion so obligacion de los
bienes y rendas de nuestras principales nuestros. Con protestacion expressa que passadas y fenecidas que
sean los dichos tres anyos, el dicho seruicio y capitulacion y todo lo en ella contenido sea estitnto y
fenecido y el vso y exercicio del capitan de guerra que tiene (ilegible) la dicha capitulacion sea estinto y
fenecido como si otorgado no fuese de lo qual requirieron todos los susodichos por mi, Miguel francçes,
notario publico y scriuano de los dichos estados serue fecho acto publico, etc.».
306
perdonar a don Alonso. Él mismo veía a comienzos de 1516 que la animadversión y
oposición que sufría de parte de las élites nobiliarias hundía sus raíces precisamente en
haber orquestado esta «traición» al parlamentarismo tradicional aragonés. De hecho,
una de las principales personas de quien se quejaba el arzobispo era el justicia Juan de
Lanuza –el tercero en el cargo con ese nombre–. De este decía que él «y sus secaces con
la mala voluntad que tienen a las preheminencias y a mi, porque siempre las he
leuantado». Pero sobre todo, era porque «en special porque con mi industria poco ha se
fizo en Calatayudo (sic) el seruicio particular que es el mayor que nunca en este reyno
se fizo y que más importa al seruicio de Su Alteza en el que ellos no consintieron».890
En definitiva, estas cortes acabaron en vía muerta pero supusieron un importante giro de
lo que había sido la tradición parlamentaria. Para concluir el espacio dedicado a los
sucesos bilbilitanos, hemos de recordar que hubo nobles que aceptaron de buen grado el
requerimiento de la monarquía y que apoyaron la propuesta de don Alonso. Conocemos
que aunque debió de ser a título particular, consintieron en participar en el pago.891
V.
El pastor de almas
En la parte dedicada a su persona se ha esbozado la religiosidad de don Alonso,
de quien como ha quedado dicho, no fue especialmente cumplidor con algunos de los
deberes que venían parejos al disfrute de la dignidad y sus rentas. También se ha visto el
tortuoso camino que supuso la acumulación de beneficios, por pequeños que estos
pudieran ser, durante su vida.
El primer paso auténtico hacia el servicio de Dios lo dio siendo un niño, cuando
en 1476 recibió la tonsura de manos del obispo de Huesca don Antonio de Espés.892
Hasta que no tuvo más de 30 años no recibió las órdenes mayores, y únicamente por
presión de los reyes; posiblemente más por parte de Isabel. ¿Consideraba la reina como
algo indigno su posición ambigua al frente de una de las diócesis más importantes?
¿Existían miedos por la sucesión al trono, que cada día se veía más frágil? Sea como
fuere, el día 8 de noviembre de 1501, don Alonso de Aragón salía del monasterio de
890
RAH, Colección Salazar y Castro, A–16, ff. 15r–20v. Don Alonso de Aragón a don Juan de Aragón, el
7 de marzo de 1516 desde Zaragoza.
891
AGS, Cámara de Castilla, Libro de cédulas 315. Registro. Orden de pago de Carlos I a don Alonso, el
8 de julio de 1516 desde Bruselas: «seruicio particular que por los stamientos de la Yglesia y
vniuersidades y parte de los stamientos de los nobles».
892
Francisco Diego de Aynsa, Fundación, excelencias, grandezas, op. cit., p. 423: «Dio carta de corona
nuestro Prelado a don Alonso de Aragon Arçobispo que despues fue de Çaragoça el año de 1476».
307
Santa Fe siendo un prelado de pleno derecho, no un mero administrador perpetuo.893
Curiosamente, refuerza más todavía la idea de que fue su ordenación bajo coacción el
hecho de que no le pudieron dar el palio el día que recibió el orden episcopal porque
«no lo hauian traydo por la priessa», objeto que obtendría más adelante.894
a. También señor de vasallos
Ser arzobispo de Zaragoza traía aparejadas muchas responsabilidades, entre ellas
un señorío bastante extenso pero diseminado por todo el reino de Aragón: nada menos
que un total de 26 localidades que se conozcan hasta la fecha, que podrían ser más.895
En sí es un tema bastante poco conocido.
Don Alonso, como señor de estas localidades, ejercía el poder civil y criminal
sobre sus vasallos por lo que tenía un doble ingreso de rentas de estos: las devenidas de
sus derechos y multas, así como las que le correspondían por ser eclesiástico. Ha de
tenerse en cuenta que su poder estaba limitado por el ordenamiento foral del reino, «no
pudiendo ejercer la jurisdicción directamente, aunque sí eran ellos los facultados para
nombrar a las personas de administrar justicia».896 A pesar de esto, la rentabilidad
económica de estos lugares debía de dejar bastante que desear ya que, a diferencia del
señorío laico, la gestión no tenía una continuidad a largo plazo por el habitual cambio
de los prelados.
Si el Archivo Diocesano de Zaragoza tan apenas ofrece información para
conocer algo del señorío de los arzobispos –tal y como señala el profesor Latorre Ciria–,
similar sucede con la información que hemos manejado. Hemos podido ampliar la
nómina de lugares que pertenecían al prelado a 27; el último sería sería Escó, en la
frontera con Navarra. Los vecinos de esta población, siguiendo las dinámicas habituales
con sus vecinos navarros, capturaron la abultada cifra de 3.000 cabezas de ganado a los
893
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., f. 732v: «El Rey su Padre y la Reyna Doña Isabel
hicieron gran instançia con el Arçobispo se hiciesse saçerdote y assi para importunacion de los Reyes se
ordeno de missa con particular dispensacion y breue del Sumo Pontifice en el monasterio de Sancta fee
que esta fundado en la Ribera de la orba a legua y media de esta Ciudad».
894
Ibidem, f. 733r.
895
El estudio más completo hasta el momento sobre los señoríos del arzobispado es José Manuel Latorre
Ciria, “Los señoríos del arzobispado”, op. cit., pp. 58–60. En este trabajo se pone de manifiesto que no es
conocida la nómina entera de poblaciones sometidas a su señorío. Las 26 conocidas fueron de norte a sur:
Isuerre, Longás, Lobera de Onsella, Biel, Luesia, Orés, Asín, El Frago, Farasdués, Juslibol, Rodén,
Almochuel, Albalate del Arzobispo, Mazaleón, Ariño, Andorra, Torre del Compte, Cutanda,
Valderrobres, Beceite, Fuentespalda, Miravete de la Sierra, Jorca, Linares de Mora, Castelvispal y
Puertomingalvo.
896
Ibidem, p. 68.
308
de Olite en 1484. El rey, interesado como de costumbre por mantener la apariencia de
preocupación por estos sucesos, ordenaba a Antón de Mur que resolviese el asunto a
favor de los damnificados.897 Casualmente, un decenio más tarde se dio un caso muy
similar, con la misma cifra y también con los de Olite.898 Salvando estos casos de mayor
vistosidad, es muy poco más lo que conocemos que tocó a don Alonso actuar como
señor de vasallos.
En 1503 huyeron de la cárcel de Daroca un ladrón corriente y un negro fugitivo,
que fueron detenidos en Cutanda. Esta localidad era propiedad del arzobispo, de tal
manera que cuando los antiguos carceleros fueron a solicitar la devolución de los reos,
los de Cutanda tuvieron que consultar con su señor. Unos pocos días más tarde, el
prelado respondía que el ladrón se llevase a Daroca; el esclavo huido fue devuelto a su
dueño sin mayor problema.899
Sí que parece que intercedió por ellos en algún momento puntual –cosa que era
corriente– cuando no podían hacer frente a la fiscalidad regnícola. Así sucedió en
febrero de 1501, cuando don Alonso consiguió que se les prorrogase de plazo para
pagar las sisas hasta abril. Ahora bien, ¿logró esto por su posición preeminente en el
reino o por ser diputado en ese ejercicio?900 Ha de tenerse en cuenta que como norma
general la Diputación solía ser comprensiva con el aplazamiento de pagos mientras se
diesen muestras de realizarlo.
897
ACA, Real Cancillería, reg. 3562, f. 148r. Fernando II a Antón de Mur, el 22 de abril de 1484 desde
Tarazona: «El Rey. Anthon de mur. Sabido hauemos que por fazer alguna reintegra de lo que nauarros
han fecho en el lugar desco, que es del Illustre e Reuerendo arçobispo de Çaragoça nuestro muy caro e
muy amado fijo, han tomado de pedro de ayanz e anthon de eturiain, vezinos de olit, tres mil cabeças de
ganado menior. E porque se dize los de la dicha villa no han copido en cosa ninguna de aquellos e sea
nuestra voluntad aquella ni los vezinos della no reciban danyo».
898
ACA, Real Cancillería, reg. 3571, ff. 151r–v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 23 de mayo de
1494 desde Tordesillas.
899
Archivo de Protocolos Notariales de Daroca, Juan Ximeno, el 4 y 17 de febrero de 1503 en Cutanda.
Mi agradecimiento a D. Manuel Gómez de Valenzuela, quien me ha facilitado la transcripción de ambos
documentos. El segundo día el notario recogía lo siguiente: «acerqua de unos presos que bos dexistes que
havian crebantado la carzel de Daroqua el uno clamado Cristobal, negro esclavo de uno de Çaragoça et el
otro clamado Francisco de Biesquas, que yo de ellos haviesse de dar iuxta el fuero et observantia del
reyno, los quales fueron detenidos aqui por vuestra requesta e infuga et yo vos huve dicho que lo
consultaria con el senyorarcebispe, nuestro senyor et aquello que nos mandaria, yo faria. Agora tengo mi
senyor ya me ha mandado que vos los restituyese, por quanto el negro ya lo havia dado a su senyor.
Quanto al Francisquo, que aquel yo lo restituya para que lo havieseys de levar a Daroqua. El qual preso
clamado Francisquo el dicho Pedro d’Uerta lugarteniente de justicia aquel en su poder atorguo haver
recebido».
900
AHDZ, Archivo del reino, mss. 90, f. 42v (imagen 0043). Los diputados del reino de Aragón a Gil
Dompuerto, el 6 de febrero de 1501 desde Zaragoza: «Honorable y Caro amigo aqui han recorrido al
Señor arcobispo de parte de los dessa villa de albalat vasallos de su Senoria sobre la execucion que se les
faze por vosotros de las sisas que deuen a su Señoria e nosotros hauemos deliberado se sobresea en la
execucion de la dicha villa porque se les ha dado nos finis por el todo el mes de abril».
309
b. Ad maiorem Dei gloriam
Uno de los principales cometidos de un eclesiástico era mantener y ampliar en la
medida de lo posible el patrimonio recibido por sus antecesores. Asimismo, había que
velar por que se practicase un culto correcto y con unas facilidades materiales dignas.
Decía el maestro Diego de Espés que «labro muy poco en su tiempo se arruynaron
algunas cassas de la mitra».901 Es decir, su labor edilicia fue bastante reducida y lo que
es peor, dejó que se cayesen edificios de la Iglesia que tenía que conservar:
posiblemente vetustas fortalezas y alguna capilla menor. Hemos referido con
anterioridad también el escaso valor que le dio su hijo don Hernando a las tareas de
engrandecimiento de los edificios diocesanos.
Sin embargo, esta visión no está completa del todo. Tampoco se pretende hacer
una apología en el sentido contrario, pero sí desarrolló algunas obras en sus más de
cuarenta años como eclesiástico. La principal de ellas, la ampliación de la catedral
cesaraugustana.902 Las obras comenzaron a principios de 1490, momento en el que «se
acometió un ambicioso proyecto que trataba de convertir la iglesia medieval en un vasto
salón de cinco naves; lo cual, implicó, el derribo del claustro y de las dependencias
anejas a él».903 La idea era dejar la nave principal y añadir dos nuevas a cada lado; el
proyecto era sencillo y la previsión optimista: en unos seis años se esperaba poder tener
una flamante catedral nueva. Sin embargo, las estructuras medievales dieron muestras
de debilidad y por ello mismo se retrasaron algo.904 Estos problemas en el antiguo
edificio acabaron pasando factura, de tal manera que tal y como registró el maestro
Espés, el «Miércoles a 7 días del mes de hebrero entre cinco y seys horas de la tarde se
cayo el crucero y pilar de la arcada de medio que esta entre el cimborio y el pilar de las
campanillas del choro».905 Por suerte, este derrumbe no se cobró ninguna víctima pero
sí dejó la catedral en un estado tan lamentable como peligroso. Por ello mismo, la
901
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., ff. 753r–v.
Posiblemente la perspectiva más completa se encuentre en Carmen Morte García, “Los arzobispos de
la Casa Real”, op. cit., pp. 184–203.
903
José Luis Pano Gracia, “Las ampliaciones constructivas de don Alonso y don Hernando de Aragón en
la Seo de Zaragoza”, en Actas del V Coloquio de arte aragonés, Zaragoza, 1987, pp. 379–402, pp. 383–
384. Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., f. 705r: «el Arçobispo deseando engrandecer y
augmentarla procuro si leuantassen dos nauadas a cada lado de la de medio quitando las dos baxas que de
antiguo tenia y començasse esta obra a 25 de hebrero año 1490 hacia la parte de la capilla de San
Agustin».
904
Javier Ibáñez Fernández y Jesús Criado Mainar, “Alonso de Aragón, Isabel la Católica, Enrique Egas y
la primera ampliación de la catedral de Zaragoza (1490–1522)”, en Luis Ribot, Julio Valdeón, Elena
Maza (coords.), Isabel la Católica y su época. Actas del Congreso Internacional 2004, Vol. II,
Valladolid, 2007, Instituto Universitario de Historia de Simancas, pp. 1421–1444, p. 1422.
905
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., ff. 723r–v.
902
310
ciudad decidió emitir 32.000 sueldos –1.454 ducados– de deuda para colaborar; los
reyes por su parte ofrecieron entre los dos 1.000 libras –909 ducados–.906 Quizás en uno
de los extraños casos que ofrece la Historia, Fernando II efectuó puntualmente el pago
de su parte correspondiente, el 2 de marzo del mismo año se daba orden a Gabriel
Sánchez para que se pagase al prior y cabildo las 500 libras comprometidas.907
En 1500 se contrataron los servicios de expertos de toda España para poder
analizar qué había que hacer con la fábrica de la Seo. Estos fueron el toledano Enrique
Egas, el maestro Conde de Valencia, el maestro Joan Font de Barcelona, mosén Carlos
de Montearagón y otro desde Huesca.908 Se realizaron colectas en la diócesis y también
se consiguieron unas bulas para poder recaudar más numerario.909 Para hacernos una
idea del gasto, a la altura de 1503 –5 años después del incidente– se habían conseguido
unas bulas e indulgencias para poder continuar las obras. El rey se dirigía así a las
autoridades de Aragón:
«Los muchos e intollerables gastos e despensa que se han offreçido e de cada dia se
offrecen en la fabrica de la seu de aquesta nuestra ciudat de Çaragoça han dado e dan occasion a
que no solamente nos e otras personas hayamos de subuenir e ayudar a aquellos mas ahun que
clarita humanamente se haya de tener forma como sea subiendo a ello. So por esto los canonges
e capitol de la dicha seu deseando el reparo a polmas de aquellas han procurado e procuran por
quantas vins pueden entender en la dicha fabrica y en buscar peccunias para aquella. E assi han
obtenido algunas bullas e indulgencias con muchas gracias e prerogatiuas segund por aquellas
se demuestra para la publicacion».
910
Caprichos del destino, el cimborrio no se vería finalmente concluido hasta 1520,
año en el que el arzobispo fallecía.911 Poco más se conoce de la actuación de don
Alonso de Aragón en cuanto a la política edilicia desarrollada. Por supuesto que
existieron obras de enjundia a finales del XV y comienzos del XVI, si bien dependieron
906
Ibidem, ff. 723v–724r.
ACA, Real Cancillería, reg. 3537, f. 53v (3ª numeración). Fernando II a Gabriel Sánchez tesorero
general, el 2 de marzo de 1498 desde Alcalá de Henares: «quales les hauemos fecho y fazemos con las
presenes gracia y merced para ayuda de la fabrica de la dicha Seu».
908
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., f. 731v.
909
Javier Ibáñez Fernández, Jesús Criado Mainar, “Alonso de Aragón, Isabel la Católica”, op. cit., p.
1427: «Aunque el arcediano de Daroca consigue que el concejo de Zaragoza se cargue un abultado censal
a beneficio de la obra, la necesidad de más numerario obliga al arzobispo a permitir la colecta de
limosnas para la obra de La Seo por toda la archidiócesis el 24 de julio de 1501, y se procura de recoger
lo recaudado el 4 de septiembre de 1502».
910
ACA, Real Cancillería, reg. 3655, ff. 173v–174r. Fernando II a las autoridades de Aragón, el 30 de
marzo de 1503 desde Zaragoza.
911
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., f. 751r.
907
311
individualmente de las parroquias o, como el caso del convento jerónimo de Santa
Engracia, directamente del rey. Sí podemos afirmar que el arzobispo contribuyó a
realizar el retablo mayor de la iglesia de San Miguel con 1.000 florines –727 ducados–
procedentes del dinero destinado a la Seo. La cifra es bastante fuerte pero su ejecución
corría a cargo de Damián Forment, uno de los escultores más reputados del momento.912
Aunque quizás no desarrolló una serie de obras de embellecimiento tan
ambiciosas como pudo haberse dado en otros sitios de la cristiandad, lo cierto es que
supo rodearse de artesanos de enjundia. El primero de esta nómina de personajes
importantes fue Gil Morlanes el Viejo, quien pasó en 1484 a ser maestro escultor de la
sede. Había aprendido de Hans de Suabia –muerto seis años antes– y al parecer, pronto
consiguió superar al maestro. Otras figuras destacables que estuvieron a su servicio
fueron Gabriel Gombau –quien terminó las obras en la catedral oscense–, Pedro de
Monesma y Juan Lucas «Botero».913
c. El gobierno de la catedral
Un punto importante en las tareas de don Alonso como arzobispo fue
precisamente la relación que mantuvo con los canónigos de la Seo, en quienes tenía que
apoyarse para gobernar con acierto la diócesis. Esta conoció distintos momentos a lo
largo de los más de cuarenta años de pontificado, pero no parece que fuera
especialmente conflictiva más que en algunos momentos concretos. Sí parece que hubo
cierta sintonía entre ambos y que, por lo general, prelado y cabildo eran escuchados y
los consejos del segundo comúnmente aceptados; esto no quita para que los inicios no
fueran especialmente fáciles.
El joven arzobispo estuvo gobernado en sus inicios como pastor de almas por el
prior de la Seo, tal y como dejó dispuesto Sixto IV en junio de 1479.914 Sin embargo, a
912
Téngase en cuenta que los Reyes Católicos ofrecieron bastante menos cada uno de ellos para la
reparación de la Seo. Vid. Carmen Morte García, “La llegada del Renacimiento a la escultura aragonesa:
de Fernando el Católico a Carlos V (1500–1530)”, en Ernest Belenguer Cebriá, De la Unión de Coronas
al Imperio de Carlos V, Vol. III, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II
y Carlos V, Madrid, 2001, pp. 53–119, p. 93.
913
Carmen Morte García, “Los arzobispos de la Casa Real”, op. cit., pp. 183–186.
914
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., f. 657r: «El Pappa Sixto IIII concedio la alternativa al
Arçobispo Don Alonso a 5 de Junio año 1479 y de su Pontificado año VIII y como el Arçobispo era de
tan poca edad el cauildo nombre en vicario general al Prior de la misma Iglessia y official a mosen
Cervera para la administracion y gouieron de esta diocessi en las cossas espirituales y gouernauan don
Alonso Arçobispo y el cauildo juntamente y succedio que martes a 22 dias dell mes de Junio de este
proprio año presentaron al cauildo un breue Apostolico por el qual la sanctidad de Sixto sumo Pontifice
excluya al cauildo del Gouierno y regimiento del Arçobispado y lo cometia al Prior como cabeza del
312
pesar de su corta edad tuvo poder de decidir, si bien siempre bien aconsejado por
personas entendidas. Uno de los primeros asuntos a los que tuvo que hacer frente de los
que tenemos registro fue un conflicto entre los racioneros y los canónigos; los primeros
veían pisoteados sus derechos habitualmente por los segundos.915 Por ello mismo pedían
al rey y su hijo que les confirmasen sus derechos.
El asesinato de Pedro de Arbués fue un pequeño punto de fricción entre el
administrador perpetuo del arzobispado, quien a la sazón tenía unos 16 años y el
cabildo. Si bien no hubo ningún conflicto registrado, sí fue el inicio de la impaciencia
que don Alonso mostraría de vez en cuando con las tediosas reuniones de los canónigos
y el desacuerdo que podía tener con sus deliberaciones. En aquellos momentos, el tema
de discusión era qué hacer con el difunto inquisidor: enterrarlo en secreto como buscaba
don Alonso para evitar disturbios mayores o hacer un acto público por el mártir de la fe.
Por ello mismo, «se aiunto el cabildo y pareciendole al Arçobispo que se detenian
mucho vino el mismo en persona a donde tenian el cabildo y les dixo que el quiere estar
juntamente con ellos en cauildo y que en su presencia voten sobre lo que se deue de
hacer acerca del entierro y que el dira tambien su parecer».916 Aunque le dejaron
expresar cómo sería mejor servido, no le dejaron estar ni en las deliberaciones ni en las
votaciones: al final se hizo una solemne procesión por la muerte del Maestre Épila.
cauildo para que juntamente con el nueuo Arobispo gouernasse las cossas espirituales de la Iglesia y
Arçobispado de Çaragoça».
915
ACA, Real Cancillería, reg. 3564bis, f. 48r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 2 de mayo de
1484 desde Tarazona: «El Rey. Illustre Reuerendo nuestro muy caro e muy amado fijo. Por parte del
capitulo dessa vuestra muy sancta yglesia son venidos a nuestra maiestat ciertos canonigos que pensando
fallar vos aqui para notificar a nos e a vos algunos agrauios que a la dicha yglesia ¿asicman? que fasta
aqui han seydo fechos e cada dia se les fazen especialmente no seyendoles guardados sus estatutos
supplicandonos no les confirmassemos todos los estatutos e buenas ordenancas que la dicha yglesia tiene
y especialmente el statuto de las dignidades que por nos les fue otorgado y otras que afirman ser muy
necessario e complidero al beneficio de la dicha yglesia que de nueuo se fagan e estatuezcan e por ser vos
ya partido de aqui e las grandes occupaciones que por nuestra cercana partida tenemos hauemos
deliberado remitir este negocio alla e por ser cosa de tan grande importancia nuestra voluntat que micer
martin de la raga e don remon de mur que son personas de tanta sciencia e recta conciencia como vos
sabeys juntamente con el deuoto padre e maestro fray figuerola lo vean todo e bien visto lo arreglen e
consejen lo que en dios e sus conciencias les pareciere que se deue fazer en todo los sobredicho e que
aquello que por ellos ha consejado e les parecera que en las sobredichas cosas se deue fazer aquello vos
estatuezcays fagays e mandeys complir e guardar e poner por obra con efecto e no deys logar a que en
ninguna manera lo contrario se faga porque assi lo embiamos e mandamos al dicho capitulo porque es
cierto que en esta manera ha dios nuestro senyor seruido e essa dicha sancta yglesia honrrada e bien
regida. Por ende no deys logar en ninguna manera otra cosa se faga porque daqui adelante ni por vuestra
parte ni por la suya nos vengan mas quexas». En los folios siguientes hay cartas a otras personas sobre el
mismo tema con la misma data. También en ACA, Real Cancillería, reg. 3564, f. 48r y siguientes sobre el
mismo tenor.
916
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., f. 681r.
313
Con el tiempo, don Alonso dio lugar a alguna situación virulenta en la que
pretendió imponer su voluntad, siempre con la oposición del cabildo. A finales de enero
de 1499 quiso dar una canonjía al sacristán. Sin embargo, los arcedianos estaban fuera
de Zaragoza para la reparación de la fábrica, por lo que el cabildo solicitó que se los
esperase para poder deliberar el asunto correctamente. En un giro radical de la situación,
el prelado decidió acelerar los cauces tradicionales y «viendo que ni en fuerça de
priuilegios ni estatutos ni costumbre podia hacer eleccion sin todo el cauildo intento de
hacerlo por amenaças y extorsiones». El principal problema que veían los canónigos era
que el sacristán «era muy moço, que estudiasse cuatro o cinco años» y que entonces ya
se vería qué hacer. La respuesta en esta ocasión no gustó lo más mínimo al prelado,
produciéndose «grande contencion y alboroto y ultimamente a 19 de março viendo quan
fuertemente lo tomaua el Arçobispo y la inquietud que se siguia en la Iglesia» se decidió
que lo mejor era plegarse a las exigencias episcopales.917 Estos arranques furibundos no
eran precisamente la norma, sino la excepción. Al fin y al cabo, en los asuntos
religiosos y de gobierno de la diócesis tenía que apoyarse en el cabildo para su correcta
administración. Por ello mismo, fueron habituales elecciones de nuevos miembros «en
conformidad», como en agosto de 1503. 918 La disparidad de opiniones entre el
arzobispo y su cabildo no necesariamente tenía que traducirse en tensiones. Fruto del
asesinato del inquisidor, se lanzó un entredicho que don Alonso quería levantar: el
cabildo se opuso hasta que no llegase el arcediano de Teruel. El joven prelado se mostró
conforme con la decisión del cabildo sin mayores complicaciones.919 Al igual que
sucedía en determinados momentos con sus labores como lugarteniente general, que se
podían ver alteradas por asuntos de carácter personal, hay que intuir aquí algo similar.
Únicamente habría falta de sintonía cuando se tuviera que prestar atención a los
intereses de esferas distintas, como pudiera ser el rey, cardenales aliados de la
monarquía o quizás, asuntos de carácter familiar.
De hecho, se logró una concordia para «corrigerentur et emendarentur quod si
presens non enet aut forte eorum excessus corrigerem». Esta iba destinada a cambiar
ciertos hábitos adquiridos que eran nocivos contra la religión, relacionados con la
vestimenta, la residencia, elección o la forma de transcurrir las comidas comunitarias.
Aunque no podemos precisar el grado de implicación de don Alonso en conseguir la
917
Ibidem, f. 728r–v.
Ibidem, f. 734r.
919
Ibidem, f. 687r.
918
314
expedición de la misma por Roma, es de esperar que hubiera cierto acuerdo previo entre
el cabildo y su pastor. 920 Así, durante el pontificado de don Alonso menudearon
distintas pequeñas reformas en los oficios, que por lo general consistieron en un mejor
reparto de cargas monetarias o en unión de distintos oficios para su mejor ejecución.921
Más aún, llegaron a un acuerdo en 1513 bastante notable. Don Alonso y el cabildo
decidieron que la mitad de las rentas de los oficios de la catedral y de aquellos
beneficios vacantes se destinarían a las obras de la Seo: esto, evidentemente, suponía un
serio varapalo a la economía de los canónigos, quienes aceptaron tal decisión en aras de
dar conclusión a las reparaciones de la fábrica.922
d. La dirección de la diócesis
Al recibir don Alonso el arzobispado a una edad tan temprana, el gobierno del
mismo recayó en el prior una vez Sixto IV apartó al cabildo de la toma de decisiones
colegiada. Al finalizar los plazos estipulados por el pontífice, la gestión ordinaria de los
asuntos de la diócesis las llevaría un vicario general. Esto no significa que estuvieran
capacitados para llevar todo tipo de acciones si ellos tampoco se habían consagrado
como obispos. Don Alonso, al haber recibido únicamente las órdenes menores en 1476
pero no tener ni la edad en algunos momentos ni la consagración episcopal, no podía
ejercer la jurisdicción eclesiástica. Para este problema existía una solución de uso
bastante frecuente, era el empleo de la figura de obispos auxiliares.
Estos eran clérigos ordenados como obispos pero sin poder efectivo en ninguna
diócesis, que por lo general eran las consideradas in partibus infidelium, es decir, bajo la
dominación musulmana. Consistían lo que podríamos calificar de una suerte de
proletariado eclesiástico, ya que podían ejercer todas las labores de los prelados pero sin
percibir las magras rentas habituales.923 Poder llevar a cabo las funciones episcopales no
920
ASV, Reg. Lat. 878, ff. 30r–31v. Inocencio VIII al capítulo de la Iglesia de Zaragoza, el 23 de junio de
1489 desde Roma.
921
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., ff. 741v, 743r.
922
Ángel Canellas López, Monumenta diplomatica aragonensia. Los cartularios de San Salvador de
Zaragoza, Tomo IV, Zaragoza, 1990, doc. 1714.
923
Francisco Fernández Serrano, Obispos auxiliares de Zaragoza en tiempos de los Arzobispos de la
Casa Real de Aragón (1460–1575), Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1969, p. 54: «El mismo
derecho parece querer desentenderse de los obispos auxiliares, vistas las escasísimas referencias jurídicas.
Todo se reduce a recordar que el auxiliar y su oficio expiran con el cargo de la persona a quien fue dado,
si no prescriben otra cosa las letras apostólicas de su nombramiento. En pura teoría son considerados
como los demás obispos, pero sus facultades se desarrollan sólo en el campo sacramental. En la vida
externa carecen casi por entero de facultades, y de funciones, como si fueran obispos de segundo grado».
Existe una obra previa que trató sucintamente a estos obispos, vid. Moreno y Sánchez, Noticias
biográficas y heráldicas de los obispos auxiliares de Zaragoza, Zaragoza, 1895.
315
implicaba para nada estar al corriente en la toma de decisiones: para ello estaban los
vicarios generales. Aunque los obispos auxiliares han llamado marginalmente la
atención a algunos eruditos y gracias a ellos se conserva una nómina de estos, de los
vicarios, auténticos gobernantes de la diócesis, no conocemos prácticamente nada.
Hemos visto en algún ejemplo que don Alonso intervenía en el gobierno diocesano,
pero el día a día estaba delegado en estas personas, exactamente igual que en sus
primeros días como administrador perpetuo de la diócesis ejerció el prior del cabildo.
La situación óptima se daba cuando el vicario general reunía también la dignidad
episcopal en su persona, de forma que el ejercicio de sus poderes no tenía que delegarse
de nuevo en una tercera persona. Gracias a que algunos obispos auxiliares en la época
de don Alonso fueron también vicarios, podemos conocer la cronología de su
regimiento. Estos fueron Bernardo Jover (1483–1490), Juan Crespo (1490–1493),
Miguel de Figuerola (1500–1517) y Juan Martón (1507–1534).924 A excepción del
último, quien era obispo de Bricia (Brysis, en territorio ocupado por los turcos) el resto
disfrutaban de una diócesis física: curiosamente la de los dos primeros fue la de Castro,
en Cerdeña –suprimida en 1503–. No parece que sea fruto de la casualidad pero
tampoco puede precisarse exactamente el por qué.925 Miguel de Figuerola por su parte
fue obispo de Patti, en Sicilia. Las fechas en ocasiones también se superponen, ya que
aunque fuera uno de ellos únicamente el vicario, podían ejercer ambos de obispo
auxiliar. Son escasos los testimonios que hemos hallado de estos personajes,
tangenciales en nuestra investigación y de los que se guardarán referencia en el Archivo
Diocesano; no por ello dejan de ser una tarea pendiente:
«Nos faltan, sin embargo, biografías individuales de prelados que permitan acercarnos
al modo en que ejercitaron su poder en sus obispados respectivos y cuáles fueron sus relaciones
con el conjunto de la sociedad diocesana. Y hay una laguna fundamental: no sabemos nada
acerca del personal burocrático adscrito a la curia episcopal, tales como vicarios, visitadores,
provisores, notarios, escribanos ni acerca de la provisión de estos oficios».
926
Sobre el obispo auxiliar Bernardo Jover se conserva un curioso episodio de
conflicto con el cabildo y especialmente relacionado con su deceso, fruto de la
venganza de San Valero en protección de sus fieles. Al parecer Jover se enfrentó al
924
Francisco Fernández Serrano, Obispos auxiliares, p. 44–46 y 57.
Se hace eco de este asunto, si bien por sus posibles implicaciones artísticas Marco Antonio Scanu, Il
retablo di Tuili. Depingi Solempniter. Uomini, viaggi e vicende attorno al Maestro di Castelsardo, Iskra,
Ghilarza, 2017. Sin duda alguna, una línea futura de investigación muy sugestiva.
926
Arturo Morgado García, “El clero secular”, op. cit., p. 56.
925
316
subprior Antonio Barberán por una cuestión que arrastraba don Alonso con el cabildo
sobre los fabriqueros. A tal punto llegó la discusión que el subprior amenazó con la
defensa que le ofrecía el santo patrón de la ciudad, a lo cual Jover respondió que «vos
tos temps anau ab San Valer» –ya que era catalán o valenciano–. Las amenazas de
Barberán se materializaron al instante; tal cual salía el obispo de Castro de la fábrica,
cayó fulminado, muriendo a los cinco días.927
El primero de los vicarios generales de los que se conserva testimonio fuese
Gonzalo Ruiz, quien era «vtrisque iuris bacallario officium assessore oficileque
Archipresbiterus turoli». Fue nombrado por Fernando II –en virtud de la tutela que
ejercía sobre su hijo– en 1479, posiblemente en sustitución al prior de la Seo
cesaraugustana quien habría pasado cerca de un año dirigiendo la diócesis.928 Como se
puede observar, sus estudios no eran especialmente extensos ya que únicamente era
bachiller en ambos derechos: llama la atención tan poca cualificación en apariencia para
un desempeño de estas características. De cualquier manera, Ruiz disfrutó bastante poco
de su cargo ya que a finales de 1480 ocupó su puesto un nuevo vicario. Este era micer
Pedro Monfort, quien había obtenido el cargo gracias a sus desempeños en la corte,
donde era capellán real. Por su nuevo empleo obtenía 5.000 sueldos anuales –227
ducados–, cargados sobre las rentas del arzobispado.929
Que el rey diese el vicariato a personas de su confianza o las cambiase es algo
que cabía esperar mientras durase la tutela y curaduría del joven arzobispo de Zaragoza.
927
Vincencio Blasco de Lanuza, Historias ecclesiasticas y seculares de Aragon en que se continuan los
Annales de Çurita, y tiempos de Carlos V. con Historias Ecclesiasticas antiguas, y modernas, que hasta
aora no han visto luz, ni estampa, Juan de Lanaja y Quartenet, Zaragoza, 1622, p. 134.
928
ACA, Real Cancillería, reg. 3562, ff. 12v–13r. Fernando II a Gonzalo Ruiz arcipreste de Teruel, el 13
de julio de 1479 desde Zaragoza. En los folios siguientes se hallan otros registros al respecto.
929
ACA, Real Cancillería, reg. 3562, ff. 116v–117r. Fernando II a Pedro Monfort vicario general, el 3 de
septiembre de 1482 desde Córdoba: «Accatando a los muchos e agradables e buenos seruicios que vos, el
venerable e bien amado capellan nuestro e vicario general del dicho Illustre fijo nuestro, micer pedro
monfort haueys a nos e al dicho Illustre fijo nuestro fecho, e de cada dia fazer non cessades e haun los
grandes trebajos que en el regimiento y execucion del dicho vuestro officio de vicario general de continuo
teneys, mayormente atendido la edat del dicho Illustre nuestro fijo que de grande retribucion son dignos
en alguna remunacion de los quales es nuestra voluntat para soportar aquellos e por vuestro salario hayas
en cada un anyo mientras el dicho officio terneys y executeys e mientres a nos e al dicho Illustre don
Alfonso nuestro fijo plazera cinquo mil sueldos jaqueses, los quales en los nonbres de tutor e curador
suso dichos vos assignados e consignados en e sobre de lo proceydo e proceydero e cada un anyo de las
rentas, fruytos, emolumentos del dicho Arcobispado e mensa Archiepiscopal, […] paguen e libren e
calment en cada un anyo mientras el dicho offcio tendreys y exorcireys durante el dicho beneplacito
nuestro y del dicho nuestro fijo los dichos cinquo mil sueldos en las tandas e terminos infrasiguientes. A
saber es, comencando a contar del primero dia del mes de Dezienbre, Anyo Mil cccclxxx en el qual dia
comencastes a seruir, regir e executar el dicho officio fasta el vltimo dia del mes de Março mas cerqua
passado del presente e infrascripto anyo, lo que a la dicha razon de los dichos cinquo mil sueldos vos
vendra y pertenecera e de alli adelnate en cada un anyo en dos terminos o tandas, assaber es la primera el
primer dia de Abril del dicho».
317
Sin embargo, todo indica que Fernando II siguió manejando con total libertad los
asuntos de gobierno de la diócesis más rica de sus estados patrimoniales peninsulares.
En abril de 1491 se dirigía en estos términos a don Alonso:
«al dotor de Oropesa vuestro vicario general vos embiamos para que tenga el mismo
cargo que el tiempo assi de vicario general vuestro como de lector al doctor sancho de acebes
arcediano de palencia, persona docta y de mucho merecimiento. Por ende vos rogamos y
encargamos expressamente que sin dilacion alguna le recibays luego y oyays del en las cosas
que su facultad esta e le fagays buen recoimiento e lo trateys como es de razon e le assenteys y
fagays assentar y pagar el mismo salario que tenia y se pagaua al dicho dotor de oropesa con el
dicho officio al qual luego dareys licencia para que se venga segund que lo scruimos y en esto
no fagays el ¿brio? ni lo dilateys por quanto haueys caro nuestro paternal amor».
930
Por lo tanto, podemos añadir dos nuevos vicarios generales al elenco: el saliente
doctor Oropesa y su sustituto el arcediano de Palencia, el doctor Sancho de Acebes.
Casualmente estos ejercieron su puesto durante el tiempo que supuestamente estuvo el
obispo auxiliar y vicario general Juan Crespo (1490–1493). Por supuesto consideramos
más creíble el registro de cancillería. Aunque da la sensación de que hubo una
renovación en el cargo más o menos constante, el doctor Oropesa había ejercido su
oficio al menos desde 1486. El maestro Diego de Espés lo menciona en una visita
realizada en la Seo «en 19 dias del mes de Agosto para intervenir en la visita que el
Arçobispo determinaua hacer en esta Sancta Seo por Don Bernad Jover Obispo de
Castro y el vicario general mossen Pedro de Orpessa, el cauildo nombro a maestre
Barbera y a maestre Torcat canonigos».931 El mismo autor decía que meses después, el
14 de noviembre, don Alonso de Aragón nombró «por Vicario general y Juez ordinario
de la Sancta Inquisicion y su Arçobispado al canonigo maestre Martin Garcia».932 Se
constata algo que podía intuirse: podía haber más de un vicario general trabajando para
el arzobispo a la vez. Tiempo más tarde, fue una nueva visita a las iglesias de la diócesis
lo que dio a conocer quién ejercía el vicariato en esos momentos. En mayo de 1500, el
arzobispo «embio al Obispo maestre Crespo y al doctor Juan Ferrer Uicario general a
intimar al cauildo mandaua hacer uisita general en las Iglesias de Çaragoça y su
Arçobispado».933
930
ACA, Real Cancillería, reg. 3665bis, f. 92r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 6 de abril de 1491
desde Sevilla.
931
Diego de Espés, Historia eclesiástica, op. cit., f. 698v.
932
Ibidem, f. 700r.
933
Ibidem, f. 730r.
318
Para momentos posteriores a 1500 no hemos localizado más noticias en las
fuentes consultadas sobre los vicarios generales. Hasta finales del siglo XV puede
constatarse la actuación en algunos momentos de varios vicarios simultáneamente y la
injerencia total del rey en el nombramiento de los mismos, muy probablemente
cortesanos.
Para el correcto gobierno de la diócesis era necesaria la realización de concilios
de carácter provincial para tratar los distintos problemas o marcar la dirección que se
quería llevar diversos asuntos morales o de culto. Don Alonso de Aragón ocupó la mitra
durante más de cuarenta años, fruto de los cuales hubo un total de cinco sínodos
provinciales. Estos tuvieron lugar en los años 1479, 1487, 1495, 1500 y 1515.934
Aunque no destaca por ser un número excesivo ni tampoco mínimo en comparación con
otros prelados anteriores y posteriores, fueron considerados como muy poco creativos y
reiterativos. En palabras de Aznar Gil, estudioso del tema y sistematizador de los
concilios cesaraugustanos en cuatro etapas:
«Etapa cuarta, comprendida entre los años 1462 y 1563. Se celebraron diez sínodos. Es
la época menos creativa del derecho particular zaragozano: se acentúa su carácter jurídico y se
pierde en originalidad, concisión y simplicidad de estilo. El esquema y los temas tratados son
generalmente los mismos en todos ellos: diversas disposiciones relativas a los clérigos. Se tiene
además la impresión que los textos redactados son un acuerdo del obispo correspondiente con
su clero, ya que continuamente se habla de concesiones, dispensas, etc. En líneas generales, por
lo tanto, los numerosos concilios provinciales y sínodos de Zaragoza participan de las
características comunes de la época en que se celebran. Destaca el hecho, coincidente con otras
situaciones, de que a partir de la mitad del siglo XV ya han perdido casi toda su capacidad
legislativa creadora e innovadora y se inician trabajos de síntesis y recopilación de anteriores
concilios provinciales y sínodos, dando lugar a la aparición de diversas compilaciones
935
canónicas».
Efectivamente, las ediciones de sínodos fueron recopilaciones de anteriores
decisiones con pocas aportaciones propias. Sí que es reseñable que aunque parece ser
que el último sínodo provincial tuvo lugar en 1515 como ha quedado supraescripto, en
1517 tuvo lugar otro más. Este se desarrolló con relativa urgencia y de forma paralela
en el resto de España, intentando mantener los derechos que tenían los eclesiásticos ante
934
Federico Rafael Aznar Gil, Concilios provinciales y sínodos de Zaragoza de 1215 a 1563, CAI,
Zaragoza, 1952. Un elenco de los sínodos realizados por los arzobispos desde Lope Fernández de Luna
hasta don Fadrique de Portugal se encuentra en las pp. 46–49.
935
Ibidem, pp. 143–144.
319
la inminente llegada de una nueva ola exactora de sus rentas. En síntesis, se pretendía
cobrar la décima al clero, prohibirle testar y aumentar las injerencias curiales en la
península (reservaciones in pectore), algo que atacaba a las tradiciones observadas y
mantenidas por el clero hispano. De hecho, tal y como le decía don Alonso al cardenal
Cisneros, había que intentar que todos «los mensaieros de todas las prouincias vayan
juntos: y assi parece tendran mayores fuerças».936 El por qué no se ha tenido este
concilio en cuenta a la hora de elaborar el elenco de reuniones provinciales lo
desconocemos, sobre todo teniendo en cuenta que debió de ser bastante exitoso y
congregando a toda la metrópoli –Santo Domingo de la Calzada, Calahorra, Pamplona,
Huesca, Tarazona, Albarracín y Segorbe, aparte de la propia Zaragoza–.937
e. La reforma del clero
Son más que conocidos los esfuerzos para cambiar costumbres y prácticas del
clero hispano que llevaron a cabo los Reyes Católicos en su reinado, desde que el padre
Tarsicio de Azcona pormenorizase cómo tuvo lugar la elección y reforma de los
dirigentes de la Iglesia española.938 Es cierto que Marcel Bataillon ya había desarrollado
en su monumental obra la «prerreforma» cisneriana,939 pero la estela anterior la recogió
José García Oro descendiendo algunos escalones de la élite eclesiástica.940
La colaboración de don Alonso de Aragón en esta dinámica reformista,
impulsada desde la corte, tuvo su inicio en fechas tan tempranas como 1481, aunque se
implementó sobre todo a partir en la década de 1490 –cuando ya era adulto–. En aquel
momento el rey informaba al arzobispo y todos sus oficiales eclesiásticos de que el papa
había concedido una bula aprobando la visita del convento de San Agustín, ya que no se
936
AHN, Universidades, 748, n.º 202, ff. 255r–v. Don Alonso de Aragón al cardenal Cisneros, el 4 de
junio de 1517 desde Zaragoza.
937
Así se lo decía el arzobispo de Zaragoza a Antón Moreno de Onaya: «Pero sabed que dijo en Madrid
el cardenal a micer Leandro Coscón que alababa mucho nuestra deliberación de haber congresado los
sufragáneos prelados y todo el clero desta nuestra metrópoli para entender en el remedio de la decima
decimae que quiere echar Su Santidad, y de las reservaciones in pectore que de cada día vienen en
perjuicio de los ordinarios e breves, unos encontrados con otros, en mucha desautorización de la sede
apostólica y depauperación de pecunias destos reinos de España, e que el cardenal quería ser junto en esta
negociación, pues le parecía que no entendemos sino en cosas loables y de buen ejemplo y del pro
común». Don Alonso de Aragón a Antón Moreno de Onaya, el 26 de mayo de 1517 desde ¿Zaragoza?,
apud Bartolomé Leonardo Argensola, Anales de Aragón, p. 434.
938
Tarsicio de Azcona, La elección y reforma, op. cit.
939
Marcel Bataillon, Erasmo y España, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 2013 (1ªed 1937),
pp. 1–72.
940
José García Oro, Cisneros y la reforma del clero español en tiempo de los Reyes Católicos, CSIC,
Madrid, 1971.
320
debía de seguir la regla de forma conveniente.941 Diez años más tarde de este primer
acercamiento a la corrección de las conductas, tenía lugar el primero de una serie de
casos en los que los religiosos se comportaron de manera abiertamente rebelde contra
todo tipo de autoridad. Fernando II le describía así la situación de la abadesa de Santa
Catalina en Zaragoza:
«ha seydo recorrido a nos diziendo que ella mouida por el zelo del seruicio de dios y
por el descargo de su consciencia, vistos los grandes desordenes que las monias del dicho su
monesterio fazen e la poca obediencia e menos acatamiento que le tienen, staria de proposito de
renunciar el dicho abadiado en la religiosa de su orden destos nuestros Reynos de aqua que por
nos fuesse nombrada y alla embiada para que mediant la correction de aquella el dicho
942
monasterio fuesse refformado y puesto en su verdadera regla y obseruancia».
El asunto era realmente grave, porque la superiora se veía incapaz de poder
hacer nada con las monjas díscolas. El rey proponía uno de sus remedios habituales,
llamarla a su presencia, informarse bien y actuar en consecuencia. Lo más sencillo era
que el arzobispo se enterase de «quales de las dichas religiosas de su monasterio son las
dissolutas desordenadas probedientes y que profanan aquel» para ponerles un castigo
adecuado. Como no se conocía bien hasta dónde podía llegar la insolencia de las
religiosas, don Alonso podría incluso «fasta ponerlas en carcel si menester fuere».943
Años más tarde, en 1494, el Católico recibió autorización de Alejandro VI para poder
visitar los conventos de monjas en Aragón. Por ello mismo, pedía todo tipo de
colaboración a su hijo el arzobispo; no parece que tuviera una especial implicación en
estas inspecciones.944
La visita de claustros femeninos debió de prolongarse al menos un par de años o
renovarse, ya que a finales de 1496 seguían activas. Para el caso del reino de Aragón
parece ser que fue peor el remedio que la enfermedad por las quejas que los diputados
trasladaron al monarca al respecto:
«explicara y suplicara a su alteza como a los dichos dipputados se a recorrido por
muchos deste Reyno que tienen grandes clamores de los agrauios y vexaciones que reciben y se
les dan por los vesitadores de las monjas excediendo y passando sus comisiones y no dando
941
ACA, Real Cancillería, reg. 3562, ff. 99r–v. Fernando II a don Alonso de Aragón y otros, el 25 de
septiembre de 1481 desde Barcelona.
942
ACA, Real Cancillería, reg. 3665bis, f. 79v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 8 de febrero de
1491 desde Sevilla.
943
Idem.
944
ACA, Real Cancillería, reg. 3571, f. 155v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 10 de junio de
1494 desde Medina del Campo.
321
razon a los juezes ordinarios ni mostrando sus poderes ante vsando de juridiction absoluta y de
rigor de lo qual no es duda que si por su alteza no se da orden, sean alguna manera remediados.
Se espera grandissimo escandalo en grande deseruicio de dios y de su alteza; suplicandole a su
alteza sea de su mercet por su alteza sean separados, mandando dar para el dicho officio
945
personas regnicolas, pues las ay para ello».
Cabría preguntarse si los problemas los causaban los visitadores por sus
acciones o eran ellos en sí mismos: la carta de los diputados parece indicar que en el
reino no gustaba que fueran extranjeros –aun siendo súbditos del rey– los que realizasen
la puesta en orden de los conventos. Es factible pensar que los magistrados y personas
de su entorno recibirían presiones de familiares y allegados que sufrieran los rigores de
una nueva vuelta a la observancia.
Estos casos expuestos no parecen haber sido de difícil solución, posiblemente
por ser aislados: no hay una continuidad visible en la documentación. Sin embargo, sí
tuvo que enfrentarse don Alonso –junto con su padre el rey– a un reto mucho mayor
como fue la reforma de los franciscanos durante el cambio de centuria. Los hechos
fueron descritos hace casi cincuenta años de forma magistral por el padre Tarsicio de
Azcona,946 que ilustraremos con algún aspecto inédito. Lo primero de todo es necesario
comprender la separación a todos los niveles que existían en el seno de la orden. En la
provincia de Aragón –que incluía a Navarra, Aragón, Cataluña, Mallorca y Valencia–
había dos organigramas distintos: los claustrales y los observantes. La diferencia entre
ambos era que el responsable de la provincia, denominado ministro general para los
primeros y vicario general para los segundos, era que el vicario observante era
ultramontano, así como su capítulo general.947
Haciendo un resumen grosero, los observantes tenían un deseo de retornar al
espíritu de pobreza que había animado los primeros pasos del santo de Asís, mientras
que los claustrales preferían la comodidad de sus casas. No por ello ha de entenderse la
945
AHDZ, Archivo del reino, mss. 85, f. 27v (imagen 0028). Los diputados a Fernando II, el 22 de
noviembre de 1495 desde Zaragoza.
946
Tarsicio de Azcona, Reforma de la Provincia Franciscana de Aragón en tiempo de los Reyes
Católicos, Estudios Franciscanos, Barcelona, 1970.
947
Respecto a la custodia de los observantes de Aragón –que incluía Navarra–, eran los siguientes: Santa
María de Jesús en Zaragoza; San Francisco en Pamplona, Calatayud, Tarazona, Barbastro, Borja y
Daroca; Santa Catalina en Cariñena; San Francisco en Sangüesa; Santa María de la Misericordia en
Tafalla; San Cristóbal en Alpartir y Nuestra Señora de Monlora. Vid. Luca Waddingo, Annales Minorum
seu Trium ordinum a San Francisco institutorum, edición segunda de José María Fonseca de Évora,
Tomo XV, Roma, 1736, p. 345.
322
situación desde un punto maniqueísta: en ambos casos existían personas ejemplares y
doctas y otras que eran espejo de todo lo contrario. En palabras de Azcona:
«En todas las principales ciudades de la corona de Aragón se duplicaron las residencias
franciscanas. Frente al convento de san Francisco, generalmente amplio y monumental, surgía
en las afueras el cenobio observante, que trataba de resucitar la forma de vida de la primera
generación franciscana. Las relaciones entre ambas familias no eran cordiales, sino cargadas de
948
tirantez y enojos».
La monarquía pretendía acabar con esta división y asimilarlas a los observantes,
en quienes veían una línea más acorde con su religiosidad e intereses. Por ello mismo,
se intentó por todos los medios un trasvase de personas hacia la observancia,
impidiendo que hubiera gente que tornase a ser claustral. Asimismo, los intentos
unificadores no dieron los resultados esperados: en la década de 1490 hubo distintos
conflictos únicamente por las visitas encargadas por los reyes que tomaron pronto un
cariz político al estar inmiscuida la Diputación del reino. De hecho, en la primavera de
1499 llegó a intervenir la Inquisición a favor de los visitadores reales, tal y como se
quejaban los diputados a don Alonso, pensando que se limitarían así las libertades del
reino.949
Lo cierto es que la unión no se llevó a cabo de manera satisfactoria para nadie,
cosa comprensible, por lo que en 1506 se decidió una vuelta a la situación anterior. Se
devolvieron las casas a los claustrales y estos se separaron de los observantes. El retorno
a los momentos previos a esta efímera unión tuvo graves complicaciones ya que
redefinir los límites de estas dos familias tan poco amistosas la una con la otra fue un
proceso espinoso. En la capital esto tuvo consecuencias tremendas, ya que comenzaron
a darse desmanes violentos hacia los observantes. En septiembre, Lope de Conchillos
reconocía a Miguel Pérez de Almazán que se encontraba «spantado de lo que he visto
en esta ciudad en esto de estos frayles».950 ¿Qué había puesto al secretario real en
semejante situación, de la que afirmaba que «este reyno hay mucha falta de justicia»?
948
Tarsicio de Azcona, Reforma de la Provincia Franciscana, op. cit., p. 273.
AHDZ, Archivo del reino, mss. 88, f. 51r (imagen 0051). Los diputados del reino de Aragón a don
Alonso de Aragón, el 3 de abril de 1499 desde Zaragoza: «como los Inquisidores y officiales del dicho
officio tienen prouisiones y mandamientos de su alteza que ¿prerocian? por la Inquisicion contra los que
perturbaran la reformacion de los frayres y los fauorescera y daran conseio y porque este negocio es
grande et en si importa mucho mas de lo que muestra y se teme de scandalo si passan a obras de fecho
como crehemos passara».
950
RAH, Colección Salazar y Castro, A–12, ff. 76r–v. Lope de Conchillos a Miguel Pérez de Almazán, el
22 de septiembre de 1506 desde Zaragoza.
949
323
Según Tarsicio de Azcona, aunque don Alonso había intentado aplacar los disturbios
prendiendo a una treintena de frailes, esto no había hecho sino avivar bandos en la
ciudad.951 La ayuda de los legos, en los que hemos de incluir familiares y simpatizantes
de todo tipo –así como seguramente, rufianes a sueldo– fue realmente escandalosa y no
se redujo a Zaragoza. En Calatayud se repitió la revancha de los claustrales contra los
que habían sido durante un efímero tiempo, compañeros suyos. Fernando el Católico se
encontraba fuera de sus casillas, algo que ocurría en raras ocasiones:
«hauemos entendido mas particularmente el grande atreuimiento que los claustrales y
sus secaces cometieron no solamente en hauer entrado como entraron en esse Monasterio de san
francisco mas ahun en hauer tomado y ocupado el Monasterio de sant francisco de Calatayut y
maltratado por los campos y ahun en los lugares poblados a los religiosos obseruantes assi de
obra como de palabra cosa intolerable es y no nos podemos persuadir que vos no lo sintays tan
buenamente como es razon assi por lo que ha respeto al seruicio de dios como a nuestro real
952
acatamiento y reputacion».
Encontrarse fuera de España aún frustraba más al monarca por no poder tomar
cartas personalmente en el asunto: la contumacia de los frailes debía tocar a su fin. Para
ello mismo, como habían desobedecido no sólo al rey sino a los mandatos pontificios, la
solución propuesta por el Católico era tajante a la par que sencilla. Se los arrestaría a
todos y se los enviaría a Julio II para que este hiciera lo que creyera conveniente.953
Mientras la correspondencia desde el reino citra Pharum llegaba, don Alonso se veía
obligado a emitir un pregón en Barbastro contra los frailes claustrales para que nadie los
acogiese o diese favor. Durante la misa en San Francisco de la dicha villa, estos habían
irrumpido con gente armada –«y ahun de infieles»– en la iglesia y habían robado cálices
y todo tipo de objetos de culto, manteniéndola ocupada unos días.954 Ante semejante
951
Tarsicio de Azcona, Reforma de la Provincia Franciscana, op. cit., p. 304: «La ciudad de Zaragoza
vería escándalos singulares en sus calles, e incluso actos más violentos. […] Alfonso de Aragón, el hijo
bastardo de Fernando el Católico, desde su sede de Zaragoza comenzó a poner por obra las decisiones de
su padre. En varias redadas consiguió aprisionar unos treinta religiosos conventuales, los encarceló y
detuvo sigilosamente por los desmanes antedichos. El procedimiento pareció desorbitado no sólo a los
religiosos interesados, sino a muchos ciudadanos, que intercedieron en su favor».
952
ACA, Real Cancillería, reg. 3671, ff. 14v–15r (3ª numeración). Fernando II a don Alonso de Aragón,
el 13 de noviembre de 1506 desde Nápoles.
953
Idem: «se prendiessen todos los frayles que entraron a ocupar los dichos monasterios y presos y bien
guardados se embiassen por mar a roma lo qual por la via de valencia se podria fazer».
954
Archivo Histórico de Protocolos Notariales de Huesca, Sancho Castillo, folio mayor entre los ff. 278 y
279. El 9 de diciembre de 1506 en Barbastro: «Oyd que vos fazen a saber de por mandamiento del muy
Illustre y Reverendissimo Señor Arçobispo, juez y comisario dado et assignado por nuestro muy Santo
Padre Julio segundo, etc. Que por quanto los frayles conventuales si quiere claustrales de la orden de Sant
Francisco, posposado el temor de Dios y contra los mandamientos de Su Santidad apostolicos y
salvaguardas y provisiones mano armada y acompañados de muchas laycas personas, y ahun de infieles
324
atropello, el arzobispo decidió que se los desterrase, desarmase y que se devolviese lo
asaltado: parecía que en vez de calmarse la situación, esta se extendía por el reino.
Finalmente, Fernando el Católico decidió que lo mejor sería llevar a cabo la
expulsión y los mandó desalojar del reino de Aragón el 22 de agosto de 1507. Los
resultados fueron bastante trágicos: algunos intentaron secularizarse, otros convertirse
en canónigos regulares de San Agustín o directamente, deambulaban de manera
miserable.955 A partir de entonces comenzaron las negociaciones con las altas instancias
de la orden y dos años más tarde el rey afirmaba que «houimos por bien alçar el
destierro publicado en nuestro Reyno de Aragon contra los dichos conuentuales y
mandarles restituyr sus conuentos pues hayan de reformarse y biuir en deuida clausura y
honestidad».956 Con esto parecería que el problema tocaba a su fin al regresar los
claustrales a sus antiguos conventos y volver al status quo anterior. Sin embargo, nada
más lejos de la realidad.
En 1511 el rey tenía apalabrado con el ministro general de la orden –de la
observancia– que en caso de vacante en la provincia de Aragón, él podría elegir al
ministro provincial. Al fallecer fray Nicolás de Amato, el Católico proponía que se
eligiese al maestre Oriz, con quien tenía especial relación. Para que no hubiera grandes
complicaciones con la elección, las instrucciones a don Alonso, quien tenía que
encargarse de que se hiciera capítulo en Zaragoza, eran que «por nos nombreys quatro o
enemigos de nuestra santa fe, celebrandose solemne missa entraron en el monesterio de Sant Francisco de
la ciudat de Barbastro, resistiendo al justicia e otros officiales reales que alli presentes en el officio stavan
y con muy grant albolote y scandalo tomaron y han tenido muchos dias el dicho monesterio ocupado, y
consigo levado los calices e otras jocalias, ropas e otras cosas del monesterio, crimenes et delictos de
resistencia de fuerça publica, rapina y sacrilegio cometiendo, por lo qual incidieron et incurrieron en
graves injurias e otras penas en semejantes delitos appuestas. Por tanto, Su Illustrissima ha mandado
desterrar, expellir y fuera gitar segund que por la presente destierra y fuera echa desta ciudat y sus
terminos a todos e qualesquiere frayles claustrales de la dicha orden y manda que persona alguna de
qualquiere ley, stado, grado o condicion que sea no sea osado ni ose de acoxer, receptar, consejar,
favorecer ni ayudar so pena de excomunion, la qual havemos proferido en scritos, e so pena de mil
florines de oro, aplicaderos en un tercio a la Camara Apostolica, el otro al officio de la Santa Inquisicion
de nuestra sancta fe catholica y el otro tercio a los cofres reales. Assimismo so pena de la dicha
excomunion, manda Su Señoria a todas dichas personas que dentro tiempo de tres dias el qual termino
asigna por tres moniciones y termino peremptorio que resitituezcan en poder de mossen Jayme Algas juez
y comissario de la Santa Inquisicion, qualesquiere bienes et otras csoas que tengan e que se hayan tomado
dentro de dicho monesterio los que tovieren los dichos bienes et otras cosas que tengan e que se hayan
tomado dentro de dicho monesterio los que tovieren los dichos bienes y los que no los tovieren y supieren
algo dellos lo hayan de divulgar al dicho mossen Algas. Otrossi, manda su Muy Illustre Senyoria que
ninguno de qualquiere stado o condicion que sea no osse lievar ni lieve armas algunas offensivas ni
defensivas por la dicha ciudat, so pena de perder aquellas. Y porque de lo susodicho ignorancia alguna no
se pueda allegar, manda su muy Illustre Senyoria ser fecho publico pregon por los lugares acostumbrados
de la dicha ciudat (acta de precononización)». Mi agradecimiento a D. Manuel Gómez de Valenzuela,
quien me ha facilitado el documento y su transcripción.
955
Tarsicio de Azcona, Reforma de la Provincia Franciscana, op. cit., p. 306.
956
AHN, Estado, leg. 8714, n.º 16. Fernando II a Jerónimo Vich, el 5 de mayo de 1509 desde Valladolid.
325
cinco religiosos de la dicha su orden los que conocieredes que tengan mas meritos y
habilidad para el dicho cargo de ministro deßa prouincia y que ellos fagan la eleccion de
vno de aquellos».957 Inopinadamente, el maestre Talarn, encargado de reunir el capítulo
en Zaragoza, fue posponiendo su cometido sin importarle mucho que el arzobispo le
hubiera mostrado la «comission del ministro general de la horden de sant francisco que
de aqua vos embiamos para que celebrasse su capitulo y fiziese eligir a maestre oriz
para ministro provincial de los frayles claustrales dessa prouincia».958
Talarn no debió cumplir con sus obligaciones y don Alonso decidió en
consecuencia arrestarlo junto con fray Juan de Arguiñano. Para intentar calmar la
situación, varios frailes habían ido a visitar al monarca. Le solicitaron que pudieran
«fazer la dicha election en libertad de la prouincia segund forma de la comission que
para ello les ha sido embiada por su ministro general offreciendonos que miraran en
elegir persona de que nos seamos bien contento y seruido». Aunque no era lo
establecido en la concordia con el ministro general, a Fernando II le parecieron
adecuadas las vías democráticas propuestas. De tal manera, ordenaba a su hijo que
liberase a los dos encarcelados en aras de que convocase cuanto antes el capítulo.
Cuando este tuviese lugar, habría dos candidatos, que serían:
«vos les nombrareis los dichos dos religiosos, vno delos quales sea el dicho maestre oriz
y el otro aquel que en dios y vuestra consciençia vos pareciera que mas conuenga para el dicho
officio e para bien regir e gouernar la pruincia a todo seruiçio de dios y nuestro y bien de su
religion mirando sobre todo que sea persona que tenga respecto a stare en buena paz y
959
hermandat con los frayles obseruantes y guardar con ellos la concordia que sta fecha».
Un asunto tan enquistado como era este no podía resolverse de manera rápida,
sobre todo teniendo en cuenta la reiterada resistencia de los frailes claustrales en su
conjunto durante estos años. Hay que entender que se les habían cambiado por completo
las normas del juego desde que cada uno de ellos profesó, por lo que es comprensible
que empleasen todos los medios a su alcance. A finales de noviembre del mismo año,
ahora gozando ya de cierta libertad de movimientos, maestre Talarn envió al monarca
una misiva en la que se excusaba por no convocar el capítulo. El motivo, en el cual al
957
ACA, Real Cancillería, reg. 3672, ff. 174r–175r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 10 de julio
de 1511 desde Torralba.
958
ACA, Real Cancillería, reg. 3676, ff. 70v–71v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 9 de agosto de
1511 desde Burgos.
959
ACA, Real Cancillería, reg. 3676, ff. 89v–90v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 19 de
septiembre de 1511 desde Burgos. En los ff. 90v–91r hay otra en el mismo día sobre el mismo tenor.
326
parecer había conseguido incluso el apoyo del cardenal de España, era que Oriz era
«persona ynsuficiente para tal cargo y que tiene algunos defectos notables».960 Aún así,
el rey insistía en seguir con el plan establecido y que los frailes eligiesen a Oriz o al otro
candidato; a finales de año el negocio seguía exactamente igual de estancado o incluso
en peor situación. Arguiñano se movía para ir dilatando el momento de la elección; por
su parte Talarn hacía todo lo posible para lograr que la futura votación saliese en contra
de los intereses reales. El modus operandi para resolver el negocio fue utilizar todo tipo
de tretas para convencer a los frailes, las más de las veces mediante la coacción. Así se
quejaban bastantes de los propios claustrales de que «los custodios y frayles que
aderecen que maestre oriz sea electo son maltratados por el vicario maestre talarn y
entre otros diz que desto causa desterro del conuento de Lerida dos religiosos».961
A finales de enero de 1512 tendría finalmente lugar la elección esperada de Oriz,
si bien el camino hasta la misma había sido tremendamente tortuoso;962 hasta el mismo
día de reunirse el capítulo Arguiñano había estado conspirando. A tal punto llegó que
incluso manipuló la correspondencia real.963 De cualquier manera, la actuación de don
Alonso a lo largo de todo este largo proceso fue bastante importante si bien, como
norma general, ejecutando las órdenes dictadas por su padre desde Nápoles o la
península.
f. Otras responsabilidades
Ser arzobispo de Zaragoza fue la principal responsabilidad religiosa que tuvo
don Alonso durante casi toda su vida. Como se desgranó todo lo detalladamente
960
ACA, Real Cancillería, reg. 3676, ff. 115r–v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 21 de
noviembre de 1511 desde Burgos.
961
ACA, Real Cancillería, reg. 3676, ff. 127r–v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 13 de diciembre
de 1511 desde Burgos.
962
ACA, Real Cancillería, reg. 3676, ff. 167v–168r. Fernando II a Jerónimo Vich, el 28 de febrero de
1512 desde Burgos: «El Rey. Hieronimo de vich del mi consejo e mi embaxador en corte de roma el
Illustre arçobispo de aragon mi fijo y los fraylas caustrales de sant francisco de la prouincia de aragon me
han scrito faziendome saber como el sabado postrero dia del mes de enero conuocado e ayuntado su
capitulo prouincial en el conuento de sant francisco de aragon todos conformes y sin discrepancia de
alguno dellos eligieron en su ministro prouincial a maestre martin de oriz que fue vno de los religiossos
que por mi parte les fueron nombrados por personas a mi gratas y acceptas».
963
ACA, Real Cancillería, reg. 3676, f. 142v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 23 de enero de
1512 desde Burgos: «E porque nos dizen que fray Joan de Arguiniano no logra de reduzir y exhortar a
otros que no elijan al dicho micer oriz y haun se affirma que abrio nuestra carta que con el vos fezimos e
vos la embio con otro si assi es no deue quedar sin deuido castigo por ser cosa de mal enxemplo y mucho
atreuimiento y haun si vos pareziere que para la pacificacion y conformidat del capitulo por el ser persona
scandalosa no deua entreuenir en ello lo fareys prender y tener en la carçel fasta ser fecha la eleccion o lo
apartareis del capitulo por la via e forma que mejor vos parezca pues todo se remita a vuestra prudencia y
discrecion y de lo que se fiziere nos dareys hauiso por carta vuestra».
327
posible, obtuvo bastantes más beneficios con el paso de los años. Uno de ellos fue la
abadía de Montearagón. Castillo–monasterio erigido para la conquista de Huesca a los
musulmanes, a finales del siglo XV comenzaba su decadencia a pesar de la notable
riqueza con la que los distintos reyes lo fueron dotando.
A comienzos de 1492 se consiguió en Roma que el prelado recibiera la abadía de
Montearagón –juntamente con San Victorián–;964 gracias a la resignación que llevó a
cabo el cardenal Lorenzo Cybo, quien a cambio recibió el monasterio de Sancti Spiritus
en Palermo.965 Muy poco después se hizo efectiva su posesión ya que en abril se podían
poner en arriendo las rentas de la casa,966 si bien el proceso no culminó al menos hasta
algo más de un año después: había que seguir la costumbre de jurar ante los reyes
navarros por las posesiones del monasterio en el reino vecino.967
Sus actuaciones como abad quizás sean las más conocidas de entre las distintas
casas monásticas que poseyó, lo que no significa que haya mucha información
disponible. Dos asuntos aparecen en un primer plano. El primero de ellos fue el traslado
de los religiosos a la ciudad de Huesca, ya que estos se ausentaban de la fortaleza con
asiduidad. Así lo explicaba el Católico al cardenal Bernardino López de Carvajal, quien
tenía que hacer las gestiones oportunas en Roma:
«Fazemos vos saber que a causa de star el monesterio de Montaragon en lugar desierto,
donde los benefficiados en el no pueden hauer las cosas necessarias para passar la vida, assi
como seria menester, muchos dellos no fazen en aquel residencia, y a esta causa el seruicio
diuino recibe alli grande detrimento, y ahun el dicho monesterio se pierde de cadaldia. Y assi
por lo que toca al seruicio de Dios, como por lo que es razon de mirar la conseruacion y
acrecentamiento del dicho monesterio que fue fundado por los reyes, nuestros antecessores, de
buena memoria y porque es caso que residiendo en ella todos los benefficiados, es assaz copioso
collegio, del qual puesto en buen lugar y orden, nuestro Senyor podra ser mucho seruido, a
suplicacion del abat y capitulo del dicho monesterio, hauemos fecho ver en que parte de nuestro
reyno de Aragon, donde el dicho monesterio sta edificado, podria ser trasnferido porque
964
ACA, Real Cancillería, reg. 3571, f. 5r. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 22 de enero de 1492
desde Santa Fe.
965
ACA, Real Cancillería, reg. 3685, ff. 1r–v. Fernando II a los obispos de Astorga y Badajoz, el 20 de
noviembre de 1492 desde Barcelona, apud, Antonio de la Torre, Documentos sobre las relaciones, op.
cit., doc. 115.
966
ACA, Real Cancillería, reg. 3571, f. 17v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 25 de abril de 1492
desde Santa Fe
967
ARGN, CO_PS.1ªS, leg. 25, n.º 9. Procura de don Alonso de Aragón a Antonio Pastor, ciudadano de
Zaragoza, el 26 de mayo de 1493 desde Zaragoza. El juramento tuvo lugar el 3 de junio de 1493 en Olite
ante el lugarteniente general de Navarra don Gabriel, señor de Abenas.
328
Nuestro Senyor fuesse dello mas seruido y el dicho monesterio mas acrecentado, en lo spiritual
y en lo temporal, y ha se fallado que el lugar mas dispuesto, donde la dicha traslacion se podra
fazer, es la ciudad de Huesca, y assi con el parecer y voluntad del dicho abat y cabildo hauemos
acordado que ali se faga la dicha traslacion. Por ende nos vos rogamos tomeys con vos el obispo
de Badaioz y amos juntamente, por virtud de la creencia que aqui va para nuestro muy Sancto
Padre, le supliqueys de nuestra parte, le plega otorgar licencia para que la dicha traslacion se
faga a la dicha ciudad de Huesca, segund la informacion extensa, que sobrello os embiara con
esta el arçobispo de Çaragoça, nuestro fijo, que es abad del dicho monesterio. Y porque en la
dicha traslacion se ofrecen muchos gastos, plegaos suplicar a Su Sanctidat, de nuestra parte,
quiera otorgar alguna buena indulgencia para que todos los que dieren limosna para los gastos
de la dicha traslacion. Ca lo uno y lo otro recebiremos en mucha gracia de Su Sanctidat y vos
nos fareys singular complacencia en lo procurar».
968
Quizás se había esperado a que don Alonso ocupase la dignidad para poder
hacer el traslado con mayor orden, pero realmente se intentaba hacer oficial algo que ya
eran hechos consumados. Entendiendo que la situación era irreversible, Fernando II se
encontraba conforme «sobre la traslacion del monasterio de montaragon a la ciudad de
huesca». Es más, había «mandado screuir a roma lo necessario para que nuestro muy
sancto padre otorgue licencia». Teniendo en cuenta que no debió de tocarse el tema de
nuevo hasta mucho tiempo después, todo indica a que las gestiones en la Santa Sede no
llegaron a buen puerto.969
La segunda y última actuación reseñable de don Alonso de Aragón como abad
de Montearagón tuvo muy poco tiempo después de que se solicitase al papa que los
religiosos tuvieran licencia para hacer vida en Huesca, aunque ya lo hicieran a título
personal y sin ninguna autorización. Esta fue el encargo de un retablo mayor para el
monasterio, todo ello hecho de alabastro, de manufactura bastante notable.970 Trataba
sobre el Juicio Final y fue encargado a Gil Morlanes el Viejo, escultor del rey;971
968
ACA, Real Cancillería, reg. 3668, ff. 14r–v (2ª numeración). Fernando II al cardenal Bernardino
López de Carvajal, obispo de Cartagena, el 15 de febrero de 1494 desde Valladolid, apud, Antonio de la
Torre, Documentos sobre las relaciones, op. cit., doc. 15.
969
ACA, Real Cancillería, reg. 3668, ff. 14v–15r (2ª numeración). Fernando II a don Alonso de Aragón,
el 15 de febrero de 1494 desde Valladolid.
970
Francisco Diego de Aynsa, Fundación, excelencias, grandezas, op. cit., p. 349: «La Iglesia es muy
deuota con su buena sacristia. Tiene el altar mayor vn muy curioso y rico retablo de finissimo alabastro,
obra de gran primor y costosa. Este hizo hazer el Infante don Alonso de Aragon hijo del Rey don
Fernando el Catholico año de 1495 siendo Abad de Montearagon, y Arçobispo de Çaragoça, que es de las
cosas mas curiosas que hay en estos Reynos, de la inuocacion de Iesus Nazareno».
971
Carmen Morte García, “Los arzobispos de la Casa Real”, op. cit., pp. 181–182.
329
empero, la relación del arzobispo con este importantísimo artista ya venía desde 1484
cuando lo nombró como escultor de la archidiócesis.972
VI.
Los confusos límites de las Dos Ciudades
Para dar conclusión a este capítulo, es imprescindible dedicar unas líneas
espacio a la reflexión sobre las fronteras del poder de don Alonso de Aragón. Arzobispo
–o mejor dicho, administrador perpetuo– durante más de cuarenta años y lugarteniente
general casi sin solución de continuidad fueron sus cargos más relevantes que
desempeñó y que se superpusieron. De hecho, cualquier oficio se añadía al arzobispado,
beneficio del que disfrutó durante prácticamente toda su vida. Por lo tanto, igual que
surgen dudas en ocasiones de en calidad de qué realizaba ciertas acciones, como cuando
actuaba en la Diputación –siendo o no diputado–, pasa exactamente lo mismo con la
actuación religiosa y secular.
No es ninguna sorpresa afirmar que a finales de la Edad Media las esferas de lo
religioso y lo civil tenían unos límites muy difusos entre sí, en ocasiones inexistentes.
Sucedía exactamente lo mismo con los cargos del arzobispo de Zaragoza. No por actuar
en asuntos eclesiásticos tenía que actuar necesariamente como arzobispo, si no que
podía hacerlo siguiendo los dictámenes del rey. Sí que es cierto que la tendencia
observada es de un mayor «intrusismo» –si acaso puede emplearse tal término– desde la
esfera terrenal a la espiritual que a la inversa. La sumisión de la Iglesia aragonesa a la
monarquía parece estar bastante acentuada durante este período, si bien no
consideramos que sea debido en exclusiva al pontificado de don Alonso sino a una
tendencia secular previa.
De cualquier manera, esta difusa separación de poderes, jurisdicciones y cargos
podría pensarse que es extraña para los ojos del investigador contemporáneo, pero no
para las personas que lo vivieron. En este caso, no es precisamente así. En el apartado
de la reforma de las costumbres del clero, se aludió al caso del convento de Santa
Catalina, donde Fernando II quería que don Alonso pusiera orden. El hecho es que el
Católico no tenía claro en calidad de qué se tenía que hacer, únicamente que esto se
debía llevar a cabo «sin dilacion alguna o como arcobispo o como logarteniente general
nuestro en la forma que meior se pudiere y deuiere fazer».973 En fechas previas a este
972
Carmen Morte García, “La llegada del Renacimiento”, op. cit., p. 76.
ACA, Real Cancillería, reg. 3665bis, f. 79v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 8 de febrero de
1491 desde Sevilla.
973
330
asunto, el monarca quería recompensar a un capellán suyo con un beneficio de la iglesia
de Santa Engracia, en Zaragoza. Para poderlo llevar a cabo, llegó a indicarle a su hijo
que se informara correctamente en virtud de qué tenía que actuar para poderlo ejecutar:
como arzobispo o como lugarteniente general.974 Sin duda, llama poderosamente la
atención. Desde luego hubo muchos casos en los que el espectador del siglo XXI no
puede conocer con un mínimo de claridad en función de qué se tomaban unas u otras
decisiones, pero consideramos ilustrativos estos ejemplos –de los que sin duda hubo
más– en los que los propios protagonistas tampoco lo supieron. Sin embargo, lo que
importaba era poder llevar a cabo las acciones deseadas.
974
ACA, Real Cancillería, reg. 3665, f. 174v. Fernando II a don Alonso de Aragón, el 26 de noviembre
de 1489 desde Valladolid.
331
332
8. CONCLUSIONES/CONCLUSSIONS
Consideramos que a lo largo de estas páginas hemos conseguido demostrar que
don Alonso de Aragón es una ventana por la que asomarse a contemplar el reinado de
los últimos Trastámara aragoneses y Carlos I. Si su nacimiento determinó el papel que
le tocó representar en la Iglesia desde su más tierna infancia; sus capacidades hicieron
lo propio en la política de Fernando II.
A Felipe II se le atribuye que en cierta ocasión dijo de su bisabuelo «a este se lo
debemos todo». Superlativo o no, tal y como referimos al comienzo de este trabajo, el
rey eclipsó a muchas personas de su alrededor, comenzando por su propio padre. Juan II
ha sido un personaje clave apenas estudiado desde que lo hiciera Vicens Vives, pero sin
lugar a dudas, el fundador de muchas dinámicas políticas de la dinastía que luego
incluso heredarían los Habsburgo. La primera de ellas fue nombrar a un bastardo real
como arzobispo de Zaragoza y decidir continuar esta tradición con su nieto, el pequeño
don Alonso.
Las mujeres no ocupan un lugar predominante a lo largo del discurso que hemos
ido construyendo en las páginas anteriores, pero no cabe duda que hubo dos de capital
importancia en la vida de don Alonso: doña Aldonza Iborra y doña Ana de Gurrea.
Doña Aldonza no se limitó a traerlo al mundo como ha podido pasar con otras madres
de ilustres bastardos, sino que, aunque disimulado por las fuentes, tuvo una presencia
constante durante todo el recorrido vital del arzobispo. La sombra de Fernando II planeó
sobre la que fuera su amor de la juventud casi constantemente, ya que gracias a él, no
solamente obtuvo mercedes esporádicas; también sus dos matrimonios. El primero de
ellos es sin dudas el más importante para el investigador por la incidencia que tuvo para
vida política aragonesa. Casándose con el VII vizconde de Évol, don Francisco I, abrió
un mundo de posibilidades al ampliar las redes de don Alonso y de todo el clan de los
Aragón. Así, los vizcondes pasaron –al menos durante este período– a incluirse entre la
poderosa parentela –¿o clientela?– de los hijos y nietos por vía bastarda de los
Trastámara. El arzobispo de Zaragoza tuvo una gran cercanía con ellos, el amor que
profesó a su hermano uterino don Francisco II se hizo patente en todo momento: fue su
capitán toda su vida y a su prematura muerte, el prelado tuteló a sus hijos, luchó por los
333
derechos de don Alonso de Castro en el obispado de Huesca y les dejó un legado nada
despreciable en su testamento.
En el segundo matrimonio de doña Aldonza también hemos de ver, si bien
muchos años después, la mano del Rey Católico. En absoluto fue fruto de la casualidad
que mosén Antón Ferriol hubiera salvado la vida al monarca, ahora bien, ¿estaba don
Alonso involucrado en el enlace de su madre, por ser Ferriol hermano de un servidor
suyo? No hemos tenido manera de conocerlo. Esto es algo que sucede con muchas de
las personas del entorno del arzobispo, el motivo por el que entraron a su servicio es
complejo de determinar
La otra mujer fundamental en la vida del prelado sin ningún género de dudas fue
doña Ana de Gurrea. Aunque fue la madre de sus cuatro hijos, los cuales todos tuvieron
un peso muy significativo, resulta en buena medida la antítesis de doña Aldonza.
Perteneciente a una familia aragonesa de rancio abolengo, su origen familiar en absoluto
parece que ayudase o afectase al entramado político de su compañero vital: únicamente
se valió en alguna ocasión del señor de Argavieso, pero es algo muy distinto a los
vínculos que ataron el destino de los Aragón con los Évol. Más allá de su linaje, su
papel a modo particular parece ser que estuvo centrado exclusivamente en su familia,
con quienes ejerció de madre amantísima, moviéndose por los distintos territorios en los
que se encontraron sus hijos. Es reseñable el especial cariño que se tuvieron ella y el
benjamín, don Hernando. Muy probablemente, doña Aldonza y doña Ana fueron
mujeres de personalidades bastante distintas y quizás eso provocó que sus actuaciones –
y lo que se ha conservado de ellas– fuesen por caminos bastante distintos. La primera,
noble depauperada y extranjera siempre parece que tuvo una alta actividad y que supo
sacar rédito de la breve relación con Fernando II; la segunda, jovencísima viuda de
importante linaje que no aparenta que se dedicase a nada más allá del mantenimiento de
su peculiar familia.
Aunque don Alonso y doña Ana tuvieron más de cuatro hijos, únicamente estos
llegaron a la vida adulta. Al igual que en tantos otros aspectos, también la
omnipresencia del abuelo, el Rey Católico, aparece como una constante a tener en
cuenta. Dispuso de sus nietos a su antojo, atendiendo a situarlos en la mejor posición
posible, siempre y cuando esto ayudase a sus intereses. Evidentemente, cuanto más se
engrandecía a alguien, mejor podría servirse de esta persona en un futuro. Mejorar la
posición de los hijos del arzobispo era la única manera de ampliar el poder real,
334
cuestión que se encontraba en una posición complicada a la muerte de Felipe I. No ha
de perderse de vista que al fin y al cabo, don Alonso era la única descendencia que
Fernando II tenía en la cual podía confiar plenamente.
Sin embargo, como hemos podido observar, hay pequeños resquicios que
señalan claramente que aunque el monarca fuera el pater familias, don Alonso también
tenía algo que decir en el futuro de sus hijos, así como en el empleo de estos al servicio
de la dinastía –y por ende, de la monarquía–. Ligeros indicios, pero claros al fin y al
cabo. ¿Acaso no es significativo descubrir cómo el padre no intentó reconducir a don
Juan de Aragón a la vida cortesana? ¿No llama la atención la estupenda relación que el
arzobispo tenía con el adúltero Juan III de Borja? ¿No es destacable la porfía del padre
para mantener rentas y beneficios en manos de don Hernando en contra de las órdenes
reales? ¿Cuánto influyó don Alonso en el rey a través del secretario Almazán para que
doña Ana de Aragón se casara con el oligofrénico duque de Medina Sidonia? No son
grandes líneas argumentales porque la documentación que tenemos es mínima, pero está
claro que las decisiones del Rey Católico no siempre fueron cumplidas en cuestiones
familiares y que existieron distintos canales de influencia entre el padre y el hijo por los
que poder actuar dentro de la propia parentela. Don Alonso de Aragón junior por su
parte, además de no ser hijo de la pareja, no ocupó ningún papel por su juventud en vida
de su padre, además que quizás ni este supiera de su existencia. Ahora bien, es el claro
ejemplo de cómo los hermanos se mantuvieron bastante unidos y se apoyaron
mutuamente a la muerte del arzobispo de Zaragoza; posiblemente haya que ver aquí
también la callada actuación de doña Ana de Gurrea.
Si el propio don Alonso de Aragón podía contravenir los designios de su padre,
por dar prioridad a sus propios intereses –o los de su familia–, algo similar hemos
observado en lo que bien podría denominarse clan de los Aragón. Dejando de lado al
homónimo que fuera obispo de Tortosa, quien aparte de cierta relación de amistad que
lo unía con su primo poco más se conoce de él, los más destacados son sin dudas el
duque de Luna y su hijo el conde de Ribagorza. Ambos, padre e hijo, transmitieron una
imagen bastante parecida. Fieles vasallos y belicosos, no dudaron en dejar de lado las
obligaciones vasalláticas con la monarquía cuando así lo obligaron las relaciones
familiares. Un ejemplo realmente interesante es cómo se volcaron, especialmente el
conde, con los vizcondes de Évol: recordemos que el único nexo de unión entre estos y
los Aragón era doña Aldonza Iborra. La defensa de sus intereses en el obispado de
335
Huesca o en los derechos de doña Guiomar Manrique los llevaron a enfrentarse a
importantes clientes de Carlos I, incluso hasta llegar prácticamente a declararse en
rebeldía. La lealtad al rey, por lo tanto, era lo primero siempre y cuando no
contraviniese los intereses familiares.
Otros personajes importantes para la historia de España fueron los hijos que tuvo
Fernando II, que como se ha podido ver, apenas tuvieron –o no hemos podido
demostrarlo– un lugar preferente en el recorrido vital de don Alonso. El amor por el
príncipe Juan, o los reyes Juana y Felipe quedan algo desdibujados por la falta de
referencias –muy escasas– y sobre todo por los intereses que había de por medio: es
muy difícil valorar la relación que pudieron mantener con el arzobispo. Ahora bien,
puede parecer contradictorio que don Alonso fuera especial amigo de Felipe I cuando
por todos es conocido la inquina que tuvo con su suegro, el Rey Católico. ¿Cuánta
sinceridad había en estas relaciones? Hay que estar atentos a que las sensibilidades de
estas personas, su capacidad para perdonar, odiar, olvidar o entablar amistad son algo
distintas a las que podamos pensar hoy en día, o al menos esa sensación transmiten las
fuentes en bastantes ocasiones. Ser hijo de alguien no necesariamente encasillaba para
siempre su posición y sus amistades.
Por último, cerrando el plano de los familiares, es necesario hacer una breve
reseña de otras personas de origen bastardo que tuvieron importancia en la vida de don
Alonso. Estos son el desgraciado don Juan Alonso de Aragón y Navarra, obispo de
Huesca y el III conde de Lerín –hijo de doña Leonor de Aragón–. El primero mantuvo
una curiosa relación con su primo, quien parece ser que lo intentó proteger del furor real
y posiblemente de sí mismo. Desconocemos qué hizo más allá de consentirle viajes de
recreo, pero probablemente llevó o intentó llevar sus asuntos de alguna manera. El
segundo fue paje del arzobispo y se crió con él en su infancia. Aunque desconocemos
prácticamente esta faceta, sus vínculos debieron de ser bastante fuertes.
A pesar de que el poder emanaba supuestamente de la persona real, fueron las
personas medianas quienes realmente hicieron factible el ejercicio del poder, así como
influyeron en muy distintas situaciones. Por ello mismo, el estudio parcial de la pléyade
de servidores de don Alonso es muy importante. Somos conscientes que, aunque
consideramos que hemos tratado a los principales miembros de la casa del arzobispo,
esto no es sino algo arbitrario: sería necesaria una investigación –de bastantes años– en
los protocolos notariales para conocer más y mejor a estas personas. Las dos principales
336
personalidades, don Juan de Alagón y Gaspar de Barrachina ilustran bastante bien lo
que fueron los demás miembros del servicio. Personas por lo general pertenecientes al
estamento de los bellatores, muy bien posicionadas económicamente y lo fundamental:
con lazos entre sí. Un aspecto que sigue quedando oscuro al concluir estas páginas es
precisamente cuál fue el motivo que les dio acceso a la casa episcopal. ¿Entraron por
estar bien relacionados con miembros de dentro o una vez dentro decidieron conservar
su poder casándose entre ellos? Probablemente se dieron ambos casos, si bien por ahora
se mantiene la incógnita. Dejando de lado a las dos grandes figuras, personajes sin lugar
a dudas que ayudaron a gobernar a su señor y quién sabe si no lo gobernaron a él mismo
–y lo fueron por otros a su vez de menor entidad–, los servidores de don Alonso de
Aragón se muestran poliédricos. A pesar de pertenecer a los privilegiados o estar muy
cerca de esta situación, tuvieron muy distintos negocios; algunos eran personas
francamente opulentas y otros más modestos. Llama especialmente la atención la
duplicidad de algunos de los cargos más importantes, como la secretaría o la tesorería
en estadios temporales concretos. Estrecharon lazos entre sí y algunos se tuvieron una
gran amistad, como Juan de Copones y el secretario Barrachina, depositario este último
de los secretos del primero. También hubo personas que influyeron en la composición
de la casa, siendo ajenas a esta. En primer lugar, el propio Fernando II, quien compuso
inicialmente su conformación y le «prestó» servidores. Más interesante es constatar la
contribución de doña Aldonza: los Copones, Clavero –¿y Ferriol?– son familias que no
desempeñaron sus cargos por azar, sino gracias a esta mujer.
Algo esperable en una biografía es precisamente que se hable de la persona en
cuestión. En nuestro caso, como hemos repetido en varias ocasiones, las fuentes sobre
don Alonso se muestran incompletas a pesar del gran trabajo que hizo el maestro Diego
de Espés. Es más, nadie en épocas cercanas a él supo decir con precisión cuándo nació;
nosotros únicamente hemos podido retrotraer la fecha entre finales de 1468 y 1469. Un
aspecto a tener en cuenta también dentro de la oscuridad aparente en sus primeros años,
algo bastante habitual para cualquier personaje histórico, es precisamente el nombre por
el que fue conocido. Cambió la forma de llamarlo: este asunto es algo que complica más
aún la investigación. El nombre que recibió no es asunto baladí; sin duda se inscribe
dentro de lo que podríamos denominar nombres dinásticos de los Trastámara.
Consideramos que esto ofrece una perspectiva interesante de cara a futuras líneas de
337
investigación que se quieran desarrollar sobre la bastardía, tema dejado algo de lado en
la historiografía española.
En otro orden de cosas, la lista de los principales beneficios eclesiásticos de los
que don Alonso disfrutó ha sido conocida tradicionalmente, pero esta se muestra a todas
luces incompleta. Más aún, esconde un proceso sumamente complejo y prolongado en
el tiempo. Detrás de esta acumulación se encuentran varios asuntos de gran interés,
como la relación entre la Iglesia y la monarquía o el uso de esta última de los bienes
eclesiásticos. Siguiendo el recorrido al servicio de Dios de don Alonso de Aragón, son
destacables dos aspectos. El primero de ellos, la adquisición del arzobispado de
Zaragoza. El conflicto por el mismo ya era bien conocido, pero no los detalles del
mismo que son francamente interesantes. Durante el tiempo que duró la pugna entre la
curia y el rey de Aragón, la monarquía dispuso con total libertad de los bienes
episcopales. Se repartieron cargos, rentas, se confirmaron otros y en general, tanto Juan
II como el príncipe Fernando tuvieron plena confianza en el buen término de la
empresa. Ante esta política de hechos consumados, poco podía hacer Roma para
evitarlo. El segundo aspecto es la acumulación compulsiva de todo tipo de beneficios
vacantes, fuesen de la calidad que fuesen. Esto tenía varias causas, entre las que
tenemos que ver, necesariamente, la insuficiencia de las rentas percibidas y una especie
de «reserva de beneficios» para poder ser otorgados como mercedes y premios más
adelante. Un elemento también curioso sobre el que queremos llamar la atención es el
aparente sentimiento de patrimonialidad de algunas rentas (encomienda mayor de
Alcañiz, San Juan de la Peña, …) para la monarquía, igual que se había hecho con el
arzobispado de Zaragoza.
Aunque no era un interés primordial conocer el estado de las arcas de don
Alonso, la información que hemos ido presentando ayuda a aclarar algún punto. La
necesidad de cobrar anualidades con antelación o incluso el tener que pedir prestado a
sus propios servidores, indican claramente el endeudamiento constante en el que vivió
el arzobispo. Esto refuerza aún más la necesidad de tener que acumular todo tipo de
beneficios, independientemente de la cuantía que pudieran ofrecer.
Respecto al entorno cultural de don Alonso, hay que destacar que se ha hecho
una importante labor de destrucción del edificio historiográfico que se había venido
construyendo y en la medida de nuestras posibilidades, reconstruido. La formación que
recibió durante su infancia y juventud fue digna de una persona de su estatus, con los
338
mejores pedagogos disponibles. Su destreza con el latín e inclinación por la música hay
que buscarlos en este período, ahora bien, siguen quedando más aspectos ocultos.
Aunque la labor impresora del arzobispo así como el «círculo zaragozano» son ideas
desmontadas, llama la atención que su secretario personal, Gaspar de Barrachina,
vuelva a ser persona clave, esta vez respecto a sus lecturas. ¿Hasta qué punto son fiables
los aduladores humanistas? Es francamente complicado delimitar la veracidad de estos
discursos, muchas veces únicas fuentes disponibles.
Sobre la faceta más material del arzobispo, es decir, de qué objetos se rodeaba y
qué tren de vida disfrutaba es quizás lo más difícil de esbozar sin un inventario. Sin
embargo, pese a su dificultad, sí se ha conseguido dibujar unas líneas básicas de su
personalidad, sin duda incompletas pero ilustrativas. De carácter belicoso, autoritario y
colérico en ocasiones, las más de ellas se mostraba pacificador, un buen mediador y
reconocido por sus coetáneos como tal. Más allá de su tardío interés por las doctrinas de
Raimundo Lulio, desconocemos todo de su espiritualidad: nada sabemos de su relación
con Dios, a quien dedicó toda su vida.
Aunque consagrado al servicio del Señor, sus actividades principales se volcaron
siempre en asuntos completamente mundanos, como la política del Rey Católico.
Conocerla mínimamente es asunto que se ha demostrado más complejo de lo aparente,
ya que más allá de saber que fue su lugarteniente general, no se conocía nada concreto.
Hemos hilado varios nombramientos durante su vida, pero no podemos sostener la
aseveración de que siempre ocupase este puesto. No cabe duda alguna de que Aragón,
así como otros estados peninsulares en los que desarrolló la lugartenencia, no era para
nada un «virreinato puro». La presencia del monarca era constante aunque no fuera de
forma física: solía estar puntualmente informado de lo que acontecía a sus vasallos. En
ocasiones quedan más dudas que aspectos aclarados, ya que la información que nos ha
llegado es parcial. Más aún, es la referida a aquello que el arzobispo no había resuelto
todavía, por lo que hemos entender que no nos ha llegado nada prácticamente de los
negocios que don Alonso despachaba por su cuenta sin que Fernando II fuera
importunado por ellos.
La gran disparidad de problemas con los que el lugarteniente tuvo que pugnar
imposibilita saber si trataba todos los asuntos o no. ¿Qué fundamentaba que se delegase
tal asunto y se diesen órdenes precisas a seguir sobre tal otro? No parece haber una
norma común, más bien todo lo contrario. Sí aparece claramente algo que fue
339
machaconamente repetido por toda la gente de su tiempo: la impartición de justicia. Es
interesante confirmar como, en efecto, dar a cada uno lo suyo975 fue una fijación
clarísima para el Rey Católico, aunque esto supusiese en ocasiones rectificar lo que su
hijo había proveído en su nombre. No por seguir estrictamente esta tendencia se dejaban
de lado las pretensiones de distintos clientes y servidores; en apariencia no había
contradicción entre una cosa y otra. En el caso del arzobispo, él también podía hacer
esto mismo con sus allegados o incluso contradecir las órdenes reales. Hemos visto
algunos casos, pero esto no era óbice para que siguiera siendo la persona de mayor
confianza del rey –descontando a sus fieles secretarios–.
Un último aspecto del papel desempeñado por don Alonso como lugarteniente
general es la aparente restricción de poderes que tuvo. Distaba bastante de ser un
auténtico alter nos del rey. Es cierto que su condición de eclesiástico lo limitaba para
aplicar penas corporales, por ejemplo, pero hubo muchos asuntos en los que Fernando II
tenía que delegar expresamente poderes para que pudiera ejecutar las órdenes debidas.
Y no eran necesariamente asuntos de una importancia capital, o al menos a los ojos del
espectador del siglo XXI. En definitiva, todo parece que estuvo sujeto a la voluntad del
Rey Católico, o al menos es lo que se puede colegir de la documentación consultada;
incluidos los movimientos físicos que el prelado pudo realizar en su vida.
Su actuación como lugarteniente, casi ininterrumpidamente durante decenios,
pudo eventualmente colisionar con otros desempeños suyos. Queremos reseñar
especialmente su papel como diputado del reino, donde mayores contradicciones debió
de sufrir entre el servicio al rey y al reino, no siempre coincidentes en sus intereses
particulares. Estas contradicciones se dejaron aparte en la última de las tres etapas
delimitadas por Sesma, posiblemente por miedo a que se iniciase una nueva pesquisa
sobre la institución. Aunque no era corrupta en sí misma, no dejaban de ser humanos los
que en ella servían desinteresadamente al reino.
Fruto de su posición eclesiástica, venía dado su papel preponderante en las
cortes. El conocimiento de su actuación en estas es meramente superficial; sin duda es
una vía abierta de cara al futuro. No deja de ser muy notable el giro copernicano que se
produjo en las de Calatayud de 1515 si finalmente se hubiera llevado a cabo la
975
«Iuris praecepta sunt haec: honeste vivere, alterum non laedere, suum cuique tribuere». Digesto,
1.1.10. Mi más sincero agradecimiento a D. Esteban González Guitart por poner en mi conocimiento los
rudimentos del Derecho.
340
propuesta de don Alonso de marginar a la aristocracia –sus dos brazos, de ricoshombres
y caballeros– y únicamente funcionar con la Iglesia y las universidades.
El breve espacio destinado a su actuación como eclesiástico queda plenamente
justificado por no ser uno de los principales centros de atención. Ahora bien, es
necesario subrayar la extracción social de los vicarios, todos provenientes del entorno
cortesano, puestos a voluntad por Fernando II. Esto, junto con lo explicado en otros
apartados, nos está indicando que la monarquía a finales del siglo XV tenía un poder
impresionante sobre la Iglesia aragonesa. Es también digno de mención que aunque don
Alonso no pasó a la posteridad como un gran reformador, sí emprendió acciones en este
campo, aunque fuera siguiendo las directrices de su padre el rey.
341
We consider that throughout these pages it has been demonstrated that Don
Alonso de Aragón is a window to the reign of the last Aragonese Trastamaras and
Charles V. His birth determined the role he had to take in the Church since his early
childhood, yet it was his abilities that did the same within the politics of Ferdinand II.
Philip II is credited with once having said about his great–grandfather “we owe
him everything”. Whether this has been exaggerated or not, as stated at the beginning of
this work, the King eclipsed many people around him, starting with his own father. John
II has been a key character that has been barely studied since Vicens Vives. Without
any doubt, he was the founder of many political methodologies of the dynasty that were
later even inherited by the Hapsburg. The first one was naming a royal bastard the
Archbishop of Saragossa and deciding to continue that tradition with his grandson, the
young Alonso.
Women do not take a prominent place throughout the discourse of the preceding
pages, but there are certainly two women of paramount importance in the life of Don
Alonso: Doña Aldonza Iborra and Doña Ana de Gurrea. Doña Aldonza not only brought
him into the world, as might have happened with the mothers of other distinguished
bastards, but she had a constant presence during the whole life journey of the
Archbishop, even though it has been covered up by various sources. The shadow of
Ferdinand II hung almost constantly over the love of her youth. Thanks to him, she
obtained not only occasional favours, but also her two marriages. The first one is
without any doubt the most important for the researcher, due to its effect in the
Aragonese political scene. The marriage with the VII viscount of Evol –Francis I–
opened a world of possibilities by widening the networks of Alonso and the whole
Aragón clan. Thus, the viscounts became part –at least during that period– of the
powerful relatives –or clientele?– of the bastard children and grandchildren of the
Trastámara. The Archbishop of Saragossa was very close to them. The great love he
professed for his uterine brother, Francis II, was always obvious: he was his leader
during his whole life, and after his premature death, the prelate acted as a guardian to
his children. He fought for the rights of Don Alonso de Castro in the bishopric of
Huesca and left them a significant legacy in his will.
In the second marriage of Doña Aldonza it can also be seen, although many
years after, the touch of the Catholic King. It was absolutely not a matter of chance that
Antón Ferriol had saved the life of the monarch. However, was Don Alonso involved in
342
the marriage of his mother given that Ferriol was the brother of one of his servants?
There is no way of knowing. This is something that has happened to many of the people
surrounding the Archbishop: it is hard to determine the reason why they entered his
service.
The other essential woman in the life of the prelate was, without doubt, Doña
Ana de Gurrea. Even though she was the mother of his four children, all of significant
importance, she was to a large extent the antithesis of Doña Aldonza. Coming from an
Aragonese family of noble descent, her family background does not seem in any way to
have helped or affected the political web of her vital partner: Don Alonso only
occasionally made use of the Lord of Argavieso, but that is something very different
from the bonds that tied the destiny of the Aragon clan with the Evol family. Beyond
her lineage, her personal role seems to have been centred exclusively on her family,
acting as a loving mother, moving around the different territories where her children
were. It is worth noting the special affection between her and the youngest child, don
Hernando. Very probably, Doña Aldonza and Doña Ana were women with very
different personalities and perhaps this led to their actions –and what has been recorded
of them– taking rather different paths. The first one, a foreign and impoverished noble
woman, always seems to have been very active and she knew how to obtain revenue
from her brief relationship with Ferdinand II. The second woman was a very young
widow of an important lineage who appears to have only taken care of her own family.
Although Don Alonso and doña Anne had more than four children, only four
reached adulthood. As in many other aspects, the omnipresence of the grandfather, the
Catholic King, appears to have been a constant presence that should be taken into
account. He mAnneged his grandchildren as he pleased, trying to place them in the best
possible position, as long as that helped his own interests. Evidently, the more highly
ranked someone was, the better service they could be in the future. Improving the
position of the children of the Archbishop was the only way of widening his royal
power, which was in a difficult place after the death of Philip I. It must be taken into
account that, after all, Don Alonso was the only descendant of Ferdinand II who was
completely trustworthy.
Nevertheless, as we have been able to observe, there is a small hint that clearly
shows, that although the monarch was the pater familias, Don Alonso also had
something to say regarding the future of his children, such as in their service to the
343
dynasty –and hence, to the monarchy–. Those are subtle but clear signs. Is it not a
significant discovery that the father did not try to redirect Don Juan de Aragón to the
court life? Does the wonderful relationship between the Archbishop and the adulterous
John III of Borja not stand out? Is not the desire of the father to keep the rent and profits
in the hands of don Hernando, against the royal orders, remarkable? How much did Don
Alonso influence the King through the secretary Almazán in order to get Doña Ana de
Aragón married to the oligophrenic Duke of Medina Sidonia? These are not great lines
of argument due to the minimal available documentation. However, it is clear that,
regarding family issues, the decisions of the Catholic King were not always fulfilled;
and that there were different channels of influence between the father and the son so
that they could act in the place of their relatives. Don Alonso de Aragón junior, as well
as not being a son of the couple, did not have any role during the life of his father due to
his young age. Moreover, his father might not have even known about the existence of
his son. That said this is a clear example of the connection between the siblings, who
supported each other when the Archbishop of Saragossa died. Possibly one also has to
take into account here the quiet behaviour of Doña Ana de Gurrea.
Don Alonso de Aragón was able to contravene the plans of his father in order to
prioritize his own interests –or the interests of his family–, and something similar has
been observed within what might be named clan of Aragón. Leaving aside his
namesake, who was Bishop of Tortosa –whom apart from certain friendship with his
cousin, we do not know a lot about–, the most renowned are, certainly, the Duke of
Luna and his son, the Count of Ribagorza. Both father and son displayed a rather
similar image. Faithful and belligerent vassals, they did not hesitate to leave the
obligations of the vassals to the monarchy when family relationships obliged them to do
so. A really interesting example is how they, especially the count, leaned on the
Vicecounts of Evol; remember that the only union between them and those of Aragón
was Doña Aldonza Iborra. The defence of their interests in the bishopric of Huesca or in
the rights of Doña Guiomar Manrique led them to confront important clients of Charles
V to the point that they almost declared themselves rebellious. Thus, loyalty to the King
always came first, as long as it did not contravene the interests of the family.
Other important characters in the History of Spain were the children of
Ferdinand II, who, as mentioned previously, barely had a preferential position during
the life of Don Alonso –or at least it has not been proved–. The love for Prince John, or
344
the Queen Joanna and King Philip are rather blurred due to the lack of references –very
limited–, and especially because of the interests between them: it is very difficult to
assess the relationship they might had with the Archbishop. However, it can seem
contradictory that Don Alonso had a special friendship with Philip I, due to the well–
known aversion between him and his father–in–law, the Catholic King. How sincere
were those relationships? It must be taken into account that the sensibilities of those
people, their ability to forgive, to hate, to forget or to befriend somebody are rather
different to those nowadays, or at least that is the impression often obtained from the
sources. Being the child of someone did not necessarily dictate their positions and
friendships forever.
Finally, to conclude this section about the family spectrum, it is necessary to
briefly describe other bastards who were relevant in the life of don Alonso. Those
people are the disgraced Don Juan Alonso de Aragón y Navarra, bishop of Huesca and
the III Count of Lerin –the son of Doña Leonor de Aragón–. The first one had an odd
relationship with his cousin, who seems to have tried to protect him from the royal
furore and probably from himself, too. We do not know what he did other than allowing
him to go on leisure travels, but he probably tried somehow to manage his issues. The
second one was a page of the Archbishop and grew up with him. Although we know
practically nothing about this facet of life, their bonds must have been pretty strong.
Even though the power came presumably from the royal person, it was the
common people who truly made the exercise of the power feasible. Moreover, they had
influence in many different situations. For this reason the partial research of the pleiad
of servants of Don Alonso is very significant. We are aware that, even though we
consider we have dealt with the main members of the house of the Archbishop, it is
only arbitrary: it would be necessary to carry out research –over many years– of the
notarial protocols in order to get to know those people more deeply. The two main
personalities –Don Juan de Alagón and Gaspar de Barrachina– illustrate relatively well
the rest of the service members. These were people who belonged to the estate of
bellatores, who were economically well positioned and who, most importantly, had ties
to each other. An aspect that is still not clear is the reason why they entered the house of
the Archbishop. Were they well related to members inside the house or did they decide,
once they were inside, to marry each other so as to preserve their power? It could
probably be both options, although it is at least for now unknown. Leaving aside both
345
great names, who helped their lord in his government, and who knows if they did not
govern him too –and were governed as well by others of lower rank –, the servants of
Don Alonso de Aragón were multifaced. In spite of belonging to the privileged class –
or close to it–, they had very different kind of businesses: some of them were truly
opulent people and some were more humble. The duplicity of some of the most
important positions is particularly notable, such as the secretary or the treasury at
certain moments in time. They strengthened bonds between themselves and some of
them had a great friendship, like Juan de Copones and the secretary Barrachina, his
keeper of secrets. There were also people who had an influence on the household make–
up, despite not belonging to it. Firstly, Ferdinand II himself, who initially composed the
structure of the household and “lent” him servants. It is more interesting to verify the
contribution of Doña Aldonza: the Copones, Clavero –and Ferriol? – were families who
did not perform their positions randomly, but thanks to that woman.
One expects from a biography to be about the person in question. In this case, as
stated several times, the sources about Don Alonso are incomplete, despite the great
work of the master Diego de Espés. What is more, nobody who lived around the same
time could determine exactly when he was born. We have only been able to fix the date
between the end of 1468 and 1469. An aspect that must be kept in mind in the apparent
darkness of his first years –something fairly normal in any historical character– is
precisely the name he was known as. The name he was given changed: this makes the
research even more complicated. This name is not trivial: it can be categorized, without
a doubt, as one of the dynastic names of the Trastamaras. We consider that this offers an
interesting perspective for the future lines of research regarding bastards, which is a
subject that has been rather neglected in Spanish historiography.
On another issue, the list of the main ecclesiastical benefits enjoyed by Don
Alonso has been known for a long time, but it is clearly incomplete. Moreover, it hides
a highly complex and lengthy process. Behind all of this there are some topics of great
interest, such as the relationship between the Church and the monarchy, or the use of the
ecclesiastical assets by the latter. If we look further at Don Alonso’s service to God,
there are two remarkable aspects. The first one is the acquisition of the archbishopric of
Saragossa. The conflict around it was well known, but not the details, which are truly
interesting. During the time the struggle between the curia and the King of Aragon
lasted, the monarchy had complete control of episcopal assets. Rents and positions were
346
distributed, others were confirmed and, in general, both John II and the prince
Ferdinand trusted fully that the venture would turn out for the best. Facing this politics
of faits accomplis, there was little that Rome could do to avoid it. The second aspect is
the compulsive accumulation of every kind of available benefits, no matter their quality.
This was due to different reasons, one of them being, necessarily, the deficiency of the
rents received and a sort of “benefits reserve” to be given as favours and prices in the
future. An interesting element we want to draw attention to is the apparent sense of
heritage of some of the rents (royal encomienda of Alcañiz, San Juan de la Peña...) for
the monarchy, the same way it had been done with the archbishopric of Saragossa.
Even though getting to know the state of the vaults of don Alonso was not of
primary interest, the information presented helps to clarify some points. The need to
collect annuities in advance or even borrow from his own servants clearly shows the
constant debt of the Archbishop. This reinforces even more the need to accumulate all
kind of benefits, no matter the amount they could offer.
With regard to the cultural environment of don Alonso, it must be taken into
account that the historiographic framework has been destroyed and, insofar as we were
able, rebuilt. The training he had during his childhood and youth was worthy of his
status, with the best available educators. His good skills in Latin, and his inclination for
music can be observed during this period. However, there are aspects that are still a
mystery. Although the printing task of the Archbishop as well as the “Saragossa circle”
are discarded ideas, it is remarkable that his personal secretary, Gaspar de Barrachina, is
again a key person, this time regarding his readings. To what extent are humanistic
flatterers reliable? It is truly difficult to decide to what extent these discourses are true.
However, in many occasions, these are the only available sources.
Regarding the more material side of Don Alonso –that is to say, the objects he
was surrounded with and the life style he enjoyed– this is perhaps the most complicated
part to depict without the help of an inventory. However, in spite of its difficulty, some
basic points regarding his personality have been outlined. They are without doubt
incomplete, but exemplary. Sometimes he showed a belligerent, authoritarian and angry
personality. However, most of the time he was a pacifier and a good mediator, and
recognized by his contemporaries as such. Apart from his late interest in the doctrines of
Raimundo Lulio, we do not know anything about his spirituality: his relationship with
God –to whom he dedicated his entire life– is completely unknown.
347
Although he was devoted to serving God, his main activities were always totally
mundane; in the politics of the Catholic King. It has been demonstrated that finding out
even a small amount about these politics is a complex issue. More than knowing that he
was his lugarteniente general, there are no other concrete data. We have pieced together
some appointments during his life, but we are not able to maintain that he always held
that position. There is no doubt that the Kingdom of Aragón, as well as other peninsular
states where he acted as a lugarteniente, was not a “pure viceroyalty”. The presence of
the monarch was constant, although not physically: he was usually punctually informed
about what happened to his vassals. In some cases there remain more doubts than
clarified issues, since the information we have got is partial. Moreover, it refers to what
the Archbishop had not yet resolved. Thus, it must be understood that we have not
gotten almost any information from the businesses that Don Alonso took on of his own
accord without Ferdinand II being bothered about them.
The wide range of different problems the lugarteniente general had to struggle
with makes it impossible to know whether he dealt with all the issues. What was the
reason why he delegated and gave precise orders to follow on certain issues but not
others? It does not seem to have been a common rule, rather the contrary. Yet if one
thing is clear and was frequently repeated by all the people that lived in this period of
time it’s the provision of justice. It is interesting to confirm, in fact, that giving
everyone their dues 976 was a clear obsession of the Catholic King, even though
sometimes this meant rectifying what his son had provided in his name. Even though
they followed this particular trend they did not put the ambitions of the clients and
servants aside; it seems there was not a contradiction between both issues. In the case of
the Archbishop, he could do the same with people close to him or even contravene royal
orders. We have seen some cases, but that was not an obstacle to continue being the
most trustworthy person of the King –not including his faithful secretaries–.
The last aspect of the role performed by Don Alonso as a lugarteniente general is
the apparent restriction of power he had. He was far from being a true alter nos of the
King. It is true that his ecclesiastic condition restricted him to applying bodily
punishments, for instance. However, there were many issues in which Ferdinand II had
976
“Iuris praecepta sunt haec: honeste vivere, alterum non laedere, suum cuique tribuere”.
Digesto, 1.1.10. I want to express my deepest thanks to don Esteban González Guitart for enlightening
me with the rudiments of law.
348
to delegate powers in order to execute the proper orders. And those were not necessarily
issues of vital importance, or at least not in the eyes of a XXI century spectator. In
short, everything seems to have been subject to the will of the Catholic King, or at least
that is what can be concluded from the consulted documentation, including the physical
movements the prelate might have done in his life.
His role as lugarteniente, almost continuous over several decades, could have
been at odds with his other responsibilities. We would like to highlight his performance
as a kingdom deputy, where he might have felt a contradiction between his service to
the King and to the kingdom, which did not always coincide with his personal interests.
These contradictions were put aside in the last of the three stages delimited by Professor
Sesma, probably due to the fear that a new investigation into the institution would come
about. Although it was not corrupted itself, it was human beings who served the
kingdom disinterestedly after all.
His principal role in court was a fruit of his ecclesiastic position. The knowledge
about his performance is merely superficial. It is without any doubt an avenue for future
research. It is remarkable the radical change that took place in the ones in Calatayud in
1515 with the proposal of Don Alonso to marginalise the aristocracy –his two branches,
of ricoshombres and knights–, and only work with the Church and the universidades
The brief amount of time dedicated as a clergyman is completely justified since
it is not the main focus of attention. However, it is necessary to highlight the social
extraction of the vicars, who all came from the court environment, appointed by the will
of Ferdinand II. This, together with what has been explained in other sections, indicates
that the monarchy in the late XV century had an impressive power over the Aragonese
Church. It is also remarkable that, even though Don Alonso’s place in history is not as a
great reformist, he took actions in that field, even if that was following the directives of
his father, the King.
349
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Camón Aznar de Ibercaja, n.º 109 (2012), pp. 285–320.
376
10. ANEXOS
A continuación se muestran una serie de árboles genealógicos para facilitar la
comprensión del texto. Aunque algunos son conocidos, otros han tenido que ser
elaborados desde cero mediante fuentes de archivo. Incluimos familias al uso y las
«familias ilegítimas». El matrimonio viene indicado con dos circulitos; la descendencia
legítima mediante una línea recta y la ilegitimidad con línea discontinua.
Juan II
Rey de Navarra y de Aragón
(1398–1479)
Juana Enríquez
Blanca I de Navarra
(1425–1468)
(1385–1441)
Carlos
Príncipe de Viana
(1421–1461)
Juana
(1423–1425)
Blanca
Leonor
Juana
(1424–1464)
(1448–¿?)
(1454–1517)
Leonor
Reina de Navarra
(1425–1479)
Ferrante I
de Nápoles
Fernando
Rey de Aragón, Nápoles y Navarra
(1452–1516)
1. Familia del rey Juan II de Aragón
377
Brianda de Vega
Felipe
Arzobispo de Palermo,
Maestre de Montesa
(ca. 1455–1488)
María de Armendáriz
Carlos de Aragón
y Navarra
Príncipe de Viana
(1421–1461)
Señora de Berbinzana
Ana
Luis de la Cerda
(ca. 1443–1477)
I Duque de Medinaceli
Brianda de Cappa
Juan Alonso
Obispo de Huesca
(ca. 1459–1526)
2. Descendencia ilegítima de don Carlos de Aragón, príncipe de Viana
Leonor de Escobar
Alonso de Aragón
Maestre de Calatrava, I Duque de Villahermosa
(1417–1485)
[Nombre desconocido] Avellaneda
Juan II
(1398–1479)
Juan I de Aragón
Arzobispo de Zaragoza
(1439/40–1475)
Catalina Álvarez
Leonor
(ca. 1440–ca. 1510)
Luis de Beaumont
II Conde de Lerín
Desconocida
María
(1455–¿?)
3. Descendencia ilegítima del rey Juan II de Aragón
378
Alonso de Aragón
María de Junquers
Maestre de Calatrava, I Duque de
Villahermosa
(1415–1485)
(†1506)
Juan de Aragón
María López
de Gurrea
(†1522)
Leonor de
Aragón
IV Conde de Ribagorza, I Duque de
Luna, Castellán de Amposta
(1457–1528)
Alonso de Aragón
II Duque de Villahermosa
(1479–1513)
Alonso Felipe de Aragón
V Conde de Ribagorza
(1487–1550)
Leonor de Sotomayor
Juan de Aragón
Castellán de Amposta
(†1539)
Fernando de Aragón
Juana de
Aragón
Roberto de Sanseverino
Marina de Aragón
III Príncipe de Salerno
Fernando de Sanseverino y
Aragón
Alonso de Aragón
III Duque de Villahermosa
Catalina de Aragón
Obispo de Tortosa, Arzobispo de
Tarragona
(ca. 1455–1514)
Abadesa de San Clemente
el Real de Toledo
(†1507)
Hernando de Aragón
Enrique de Aragón
Gran Prior de Cataluña de San
Juan de Jerusalén
Abad de la O
(†1509)
4. Familia de don Alonso de Aragón, maestre de Calatrava
Fernando II
Isabel I
Rey de Aragón, Nápoles y
Navarra
(1452–1516)
Reina de Castilla
(1451–1504)
Juana
Isabel
(1479–1555)
(1470–1498)
Alfonso de
Portugal
Felipe
Catalina
(1485–1536)
Manuel I de Portugal
Enrique VIII de
Inglaterra
Arturo de Gales
Juan
Margarita de
Austria
Príncipe de Asturias y
de Gerona
(1478–1497)
María
(1482–1517)
Manuel I de
Portugal
5. Familia del rey Fernando II de Aragón
379
Aldonza Iborra
Alonso
Arzobispo de Zaragoza
y de Valencia
(ca. 1469–1520)
Joana Nicolava
Juana
Bernardino Fernández de Velasco
(ca. 1470–1511)
Condestable de Castilla
Fernando II
¿Toda?
María
Priora de Madrigal
y abadesa de Pedralbes
(ca. 1475–1536)
¿Pereira?
María Esperanza
Priora de Madrigal y abadesa de Las Huelgas
(ca. 1475–1548)
6. Descendencia ilegítima del rey Fernando II
Pedro Roig
de Iborra
Aldonza de
Alamán
Aldonza Iborra
Luis de Iborra
(† 1513)
Señor de Raimat, Corbins
e Iborra († a. q. 1513)
Leonor
Copones
Luis de Iborra
7. Familia de doña Aldonza Iborra
380
Aldonza Iborra
Francisco Galcerán de Castro de
So y Pinós
VII Vizconde de Évol
(†1489)
Francisco de Castro de So
y de Pinós
Leonor de Castro
(+1503)
Francisca de
Castro y de Pinós
Brianda de Castro
Juan Jordán de Castro
VIII Vizconde de Évol
(†1504)
Alonso de Castro
Obispo de Huesca,
abad de Montearagón
Guillermo Ramón
Galcerán de Castro y de
Pinós
Aldonza de
Aragón
Lucrecia
Francisco
de Medina
IX Vizconde de Évol
8. Descendencia de doña Aldonza Iborra y familia de los vizcondes de Évol
María Agustín
Mosén Juan
Ferriol
Antón Ferriol
Aldonza Iborra
Trinchante real
Cazador mayor
de don Alonso
de Aragón
Jerónima
Ferriol
9. Familia Ferriol
381
Alonso de Aragón
Arzobispo de Zaragoza
y de Valencia
(ca. 1468–1520)
Desconocida
Ana de Gurrea
Juan II
Hernando
Arzobispo de Zaragoza
(1492–1530)
Arzobispo de Zaragoza
(1498–1575)
Ana
1. Alonso Pérez
de Guzmán
(ca. 1500–1556)
V Duque de Medina
Sidonia
Alonso
Abad de Montearagón
(ca. 1515–1552)
2. Juan Alonso Pérez
de Guzmán
VI Duque de Medina
Sidonia
Juana
Juan de Borja
(ca.1495–ca. 1520)
III Duque de Gandía
10. Familia de don Alonso de Aragón, arzobispo de Zaragoza y Valencia
Miguel Velázquez Clemente
Secretario real, protonotario
Miguel
Juan Clemente
Violante
Margarita
María
2. Margarita Cerdán
Lope de Gurrea
3. Juana de Espés
Señor de Gurrea
1. Catalina de Gurrea
Martín de Gurrea
Señor de Argavieso
Martín
Catalina de Gurrea
Lope López de Gurrea
Ana de Gurrea
Juan de Gurrea
Señor de Argavieso
Leonor
(†1493)
Señor de Gurrea
María de Gurrea
y de la Cavallería
Martín de Gurrea
Violante
Señor de Argavieso
Martín de Gurrea
Abad de Santa María de la O
382
11. Familia de doña Ana de Gurrea
Rodrigo de Borja
Pontífice Alejandro VI
Pedro Luis de Borja
Vanozza Catanei
I Duque de Gandía
(1458–1491)
Lucrecia
Jerónima
Jofré
Isabella
Juan de Borja y Cattanei
María Enríquez de Luna
II Duque de Gandía
(1474–1497)
(1474–1539)
César
Juan
Rodrigo
I Duque de Valentinois
(1475–1507)
Juan de Borja y
Enríquez
Juana de Aragón y Gurrea
III Duque de Gandía
(1494–)
Abad de
Ciciano di
Nola
Francisca de Castro
de So y de Pinós
12. Descendencia de Rodrigo de Borja y familia de los duques de Gandía
Juan Alonso Pérez de Guzmán
(1410–1468)
I Duque de Medina Sidonia
Pedro de Zúñiga
I Conde de Ayamonte
Teresa de Guzmán
Juan Alonso Pérez de Guzmán y
Afán de Ribera
Isabel de Zúñiga
(1464–1507)
III Duque de Medina Sidonia
2. Leonor de
Zúñiga
1. Isabel Fernández
de Velasco
Juan Téllez–Girón
II Conde de Ureña
Mencía de
Guzmán
Pedro Girón
III Conde de Ureña
María Téllez–Girón
Enrique Pérez de
Guzmán
(1494–1513)
IV Duque de Medina Sidonia
Alonso Pérez de
Guzmán
(1500–1548)
V Duque de Medina Sidonia
Ana de Aragón
(ca. 1500–1556)
Juan Alonso Pérez de
Guzmán
Pedro de Guzmán
I Conde de Olivares
(1502–1558)
VI Duque de Medina Sidonia
13. Familia de los duques de Medina Sidonia
383
Felipe de la Cavallería
Converso
Felipe de la Cavallería
4 hijos
Esclava
«M.» de la Cavallería
Violante de Alagón
Mora
Luis de Alagón
Juan de Alagón
Lucas de Alagón
Luis de Alagón
María de Cariñena
(†1519)
Arcipreste de Zaragoza
Carlos de Alagón
Canónigo de la Seo
Alonso
Juan
14. Familia de don Juan de Alagón
María de
Cariñena
Gracia de
Cariñena
Salomé de
Cariñena
Jaime
Cariñena
María Pérez
de la Raúl
(†1515)
Juan de Alagón
María
Ana
(†1519)
15. Familia de Jaime Cariñena
384
Violante de
Aldobera
Gaspar de
Barrachina
Francisco
de Barrachina
Gaspar de Barrachina
Ana Guillén
de Romanos
(1509–¿?)
Juan de Barrachina
Prior de Monzón
16. Familia de Gaspar de Barrachina
Leonor Guillén de
Romanos
Domingo de
Arriaga
(† 1521)
¿Miguel?
Antonia
Francisco
de Barrachina
Juan del
Río
(†ca. 1520)
Antón
Isabel
del Vayo
Ana Guillén
de Romanos
(1509–¿?)
17. Familia de Domingo de Arriaga
385
Juan de Copons
Señor de Copons
Bernardino de Copons
(†1516)
Doncel, caballerizo de don
Alonso
(Legitimado)
Jerónima
Juan
Monja de Sigena
Jaime
18. Familia de Bernardino de Copons
Gonzalo de Talavera
Bartolomé
Español
Gil Español
(† 1515)
María Martínez de la
Cambra
Juan Español
Juana Martínez
Juan Martínez
(† a.q. 1515)
María de Añón
19. Familia de Gil Español
386