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Revista Movimiento – N° 13 – Junio 2019
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Movimiento pretende intervenir en debates en torno a ideas políticas, a la
democracia y la política, a los actores políticos y sociales no estatales, y a
las políticas públicas, incluyendo normas, programas y provisión de bienes
y servicios por parte del Estado.
Los artículos y comentarios firmados reflejan exclusivamente la opinión de
sus autores. Su publicación en este medio no implica que quienes lo dirigen
o producen compartan los conceptos allí vertidos.
La reproducción total o parcial de los contenidos publicados en esta revista
está autorizada a condición de mencionar expresamente el origen y el
nombre de sus autores.
SUMARIO
OPINIÓN
LA PROGRESÍA, EL CINISMO Y LOS JUEGOS DE PODER
JUAN PEDRO DENADAY ................................................................................ 5
DESAFÍOS POST 2019: RECONSTRUIR LA ESTRUCTURA
SOCIOLABORAL PARA ENTRAR SIN MÁS ATRASOS
A LA SOCIEDAD DEL FUTURO
GUILLERMO ZUCCOTTI ................................................................................. 8
LA HERENCIA DEL NEOLIBERALISMO AUTÓCTONO
ELÍAS QUINTEROS ....................................................................................... 10
LO QUE ESTÁ EN JUEGO ES DEFINIR
LO QUE SE PONE EN JUEGO EN ESTAS ELECCIONES
MARIANO TILLI........................................................................................... 13
AMAR A DOS MUJERES
ROBERTO DOBERTI ..................................................................................... 23
POLÍTICAS
CIENCIA, TECNOLOGÍA Y MODELOS
DE DESARROLLO EN ARGENTINA
FERNANDA DI MEGLIO ............................................................................... 24
CUARTA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
Y ESTADO NACIONAL-POPULAR
MAXIMILIANO REY ..................................................................................... 27
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NUEVO ACUERDO SOCIAL Y RENTA BÁSICA UNIVERSAL
EDUARDO RICHTER ..................................................................................... 37
CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL PACTO
HOMERO R. SALTALAMACCHIA .................................................................. 40
Y, PARA COLMO, EL ASBESTO
JORGE AFARIAN .......................................................................................... 59
ARGENTINA: UNA POLÍTICA EXTERIOR
JUSTICIALISTA PARA EL SIGLO XXI
PABLO A. VÁZQUEZ .................................................................................... 61
HISTORIA
EL PLAN PIBES DE LA GOBERNACIÓN
DE EDUARDO DUHALDE
ARITZ RECALDE .......................................................................................... 64
16 DE JUNIO: 1955 Y 2019.
UN PUEBLO QUE RECUERDA, RESISTE Y SUEÑA
SEBASTIÁN GIMÉNEZ .................................................................................. 67
NOTAS SOBRE LA PRENSA DE LA(S) RESISTENCIA(S):
POLÍTICA Y POLÍTICOS
DARÍO PULFER Y JULIO MELON PIRRO ....................................................... 68
DANIEL SANTORO: “AL ATRAVESAR EL RIACHUELO
PARA PEDIR LA LIBERACIÓN DE PERÓN, EN EL 45,
LOS OBREROS CRUZARON EL LÍMITE”
ENTREVISTA DE LORENA SUÁREZ............................................................. 102
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REVISTA MOVIMIENTO
Director: Mariano Fontela
Consejo de Redacción: Enrique Del Percio, Pablo Belardinelli,
Florencia Benson, Kevin Axel Costa, Lucas N. Diez, Julio Fernández
Baraibar, Juan Godoy, Aritz Recalde, Tomás Rosner, Pablo Adrián
Vázquez y María Alejandra Wagner
Entrevistas: Beto Emaldi
Editor: Fernando Proto Gutiérrez
Correo Electrónico: editor@revistamovimiento.com
ISSN: 2618-2416
Arkho Ediciones. RL-2017-23569986-APN-DNDA#MJ.
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LA PROGRESÍA, EL CINISMO Y LOS JUEGOS DE PODER
Juan Pedro Denaday
“Cuando lo vi a Perón el otro día, nada me impresionó realmente acerca de lo que
decía. Sus ideas políticas no me deslumbraban, pero su fácil trato con la realidad
era sorprendente. Tenía con la realidad una amabilidad de caballero y no era de
extrañar que la realidad, dama casquivana, lo haya tenido entre sus favoritos. Los
favoritos de la realidad caen en desgracia pero siempre conservan su condición de
favoritos. Perón no parecía dramatizar en lo absoluto los reveses de la fortuna
política. Cierta fuerza o cierta isla bajo sus pies lo retenía en superficie y no se
hundía en la angustia del yo destinado y desbarrancado. En este sentido, y sólo en
este sentido, era un hombre del pueblo. Vale decir, familiarizado con la realidad. La
realidad comía en la mesa de Perón como come en cualquier mesa de vecino”
(Gustavo Ferreyra, La familia).
“Sólo se puede confiar en una estadística si la ha falsificado uno mismo” (Winston
Churchill).
Para el interesado en los temas públicos, la Argentina transita una situación
paradójica. La realidad es insoportable en sus aspectos económico-sociales y es
interesante en su dinámica política. Afirmar lo primero supone para el escéptico un
acto de romanticismo, y afirmar lo segundo resuena en el oído del moralista a
perversidad. En esa porosa frontera está compelido a moverse quien se proponga
analizar los acontecimientos políticos combinando el compromiso y la distancia.
Hay una conocida frase que había acuñado Romain Rolland y Antonio Gramsci
gustaba repetir: se trata de hacer convivir al optimismo de la voluntad con el
pesimismo de la inteligencia. Sólo así puede ejercitarse lo que Michael Walzer
(1993 [1988]) define como la distancia crítica, que él recomienda que sea nacional y
que sea popular, o sea, que hable el lenguaje situado de la historia local y que se
interese por el destino de sus clases subalternas.
Tanto más necesario es acompañar ese compromiso con la distancia crítica,
en tiempos en que las nuevas tecnologías tienden a generalizar la función que antes
cumplían las monolíticas prensas partidarias: escuchar sólo al que piensa igual con
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el objetivo de reafirmar nuestras convicciones. Ya ni siquiera necesitamos
ingeniárnoslas para ensimismarnos en nuestro pequeño submundo, porque los
algoritmos hacen el trabajo por nosotros. Como lo plantea Christian Ferrer (2011),
Internet facilita la posibilidad de una “narcotización hogareña” que nos permite
experimentar una mayor sensación de confort. En esa desesperada búsqueda por huir
del sufrimiento no trepidamos en anular al diferente mediante un simple click.
Culminada su tarea discriminatoria, el sujeto virtual puede exhibirse siempre feliz,
certero e identificado, desprovisto de contradicciones, o sea, de humanidad. Por eso
el síntoma contemporáneo, razona Byung-Chul Han (2017 [2013]), ya no es tanto la
destrucción negativa como la violencia por “exceso de positividad”. El colapso por
exceso de lo mismo que anula lo diferente mediante la lógica de lo igual.
El Perón real, contradictorio, fue un cínico y un comprometido. Sobre el
cinismo de Perón no quedan mayores dudas y ni siquiera el más ferviente de sus
partidarios estaría dispuesto a negarlo del todo, porque, como tal, más bien gozaría
al reírse junto a él. Tampoco el caudillo justicialista parecía interesado en ocultarlo.
Sus gestos pícaros, con la constante guiñada de un ojo que solía acompañar a su
generosa sonrisa, se interesaban en sintonizar con una picaresca orillera que intuía
difundida entre los sectores populares. Como lo explica el filósofo alemán Peter
Sloterdijk (2014 [1983]), existe una larga tradición de cinismo plebeyo que hunde
sus raíces en la antigüedad. La risa cínica ha operado como un desafío a los
poderosos, a veces como burla redentora y otras, más seriamente, como una
descalificación de las leyes diseñadas a su medida. Pero Perón era también un
comprometido y allí está el testimonio de una serie de reformas sociales que le
ganaron el odio estratégico de las clases dominantes. El cinismo de Perón sirvió
apenas para escandalizar a las clases medias bienpensantes, a las que les gusta
imaginarse impolutas.
No tiene mayor sentido explicar por qué la realidad social actual es penosa:
nadie que tenga dos ojos puede soslayarla. En cambio, decíamos que la política se ha
puesto más interesante. Mi impresión es que, desde la lucha política entre Perón y
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Alejandro Agustín Lanusse que sucedió entre 1971 y 1973, no se desarrollaba un
juego de poder tan complejo y ajedrecístico. Esto acontece porque tanto Mauricio
Macri como Cristina Fernández entienden que deben correrse al centro para
cosechar votos en una gran franja intermedia que deambula entre los polos de la
escena política. Cristina hizo su movimiento cínico al bajarse a vicepresidente para
colocar a un moderado en la cabeza de la fórmula y cerrar con Sergio Massa. La
radicalización de un sector de la base kirchnerista es un escollo para el despliegue de
los juegos de poder de Cristina. Se trata de un progresismo radicalizado. Muchos de
ellos son jóvenes de reciente politización que están ideologizados pero entienden
poco de política. En otras circunstancias más graves, un fenómeno semejante
advirtió Perón al regresar de su largo exilio, cuando señaló que el país estaba
politizado, pero carecía de cultura política. Hoy no se tiran tiros, pero algunas
formas de razonamiento son igual de precarias.
Ese progresismo –políticamente hablando semiculto– encuentra el quid de los
asuntos públicos en una población presuntamente manipulada por los medios de
comunicación. En realidad, ninguna teoría de la comunicación medianamente seria
sostiene tal cosa. Todas suponen una compleja relación entre emisores y receptores
de mensajes, que también desempeñan un papel activo. Un medio que repitiera
hechos que la mayoría de la población no quisiera escuchar estaría destinado a
perecer. Esto no significa que los medios de comunicación no manipulen: es
evidente que, al igual que los políticos, lo hacen. Pero estancarse en un revival, por
cierto tardío y devaluado, de la teoría marxista de la alienación –cuestionada aun
dentro de esa misma tradición– y creer que todo el asunto radica en que los votantes
se equivocan, no sólo es conceptualmente simplista, sino que es políticamente
inconducente. Tal creencia puede servir para justificar derrotas, cuando de lo que se
trata en política es de construir victorias. Y como –parafraseando a un dirigente
peronista– suele decir el turco Asís: el problema no es perder, sino la cara de boludo
que te queda…
Macri está bien asesorado y en el oficialismo hay cabezas políticas sagaces.
Su movida cínica de colocar a Miguel Ángel Pichetto de candidato a vicepresidente
fue una buena respuesta a la jugada de Cristina. Por los graves problemas
macroeconómicos y sociales que generó durante su gestión, Macri podría estar
frente a la posibilidad de ser el primer presidente que fracasara en un intento
reeleccionista. Pero subestimarlo sería un grave error: esta última movida ha
consolidado su posición competitiva. Macri tiene más margen de maniobra que
Cristina porque su base radicalizada de antiperonistas podrá rasgarse las vestiduras
por la ubicuidad peronista, pero una vez dentro del cuarto oscuro no dudará. El
peronismo opositor necesita ir pensando y repensando dúctilmente sus tácticas frente
a un adversario políticamente perspicaz. Lo peor que podría hacer de acá a octubre
es limitarse a repetir slogans tranquilizadores y cocinarse en su propia salsa.
Bibliografía
Ferrer C (2011): El entramado. El apuntalamiento técnico del mundo. Buenos Aires,
Godot.
Han BC (2013): Topología de la violencia. Buenos Aires, Herder, 2017.
Sloterdijk P (1983): Crítica de la razón cínica. Madrid, Siruela, 2014.
Walzer M (1988): La compañía de los críticos. Intelectuales y compromiso político
en el siglo XX. Buenos Aires, Nueva Visión, 1993.
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DESAFÍOS POST 2019: RECONSTRUIR LA ESTRUCTURA
SOCIOLABORAL PARA ENTRAR SIN MÁS ATRASOS
A LA SOCIEDAD DEL FUTURO
Guillermo Zuccotti
Los esfuerzos por plasmar la unidad de las distintas expresiones del
peronismo abren un nuevo panorama de cara a las próximas elecciones. El
estrepitoso e irremontable fracaso del gobierno de Macri solo tiene una opción para
mantener viva una débil esperanza de renovar alquiler en Balcarce 50: la diáspora
del peronismo y, con ello, posponer la urgente reaparición del movimiento nacional
como solución a los acuciantes problemas.
En efecto, el gobierno de Cambiemos “cambió” la estructura socio laboral sin
necesidad de haber logrado la reforma laboral tantas veces anunciada. No hizo falta:
las políticas económicas unidireccionales hacia los mercados financieros hicieron
posible tamaño deterioro en cualquier indicador de la economía real. La caída del
13,3% del nivel de actividad económica interanual como último dato oficial remonta
a ejemplos de una libanización económica. El mercado de trabajo presenta mes a
mes signos de contracción. En el año 2018, el empleo formal cayó en más de
268.000 puestos de trabajo, llegando a niveles en el sector privado solo asemejables
al año 2014. El único indicador usado durante los primeros años del gobierno
macrista para mostrar el crecimiento o –mejor dicho– el cambio de empleos
protegidos por formas atípicas de empleo institucionalizadas en el monotributo,
quebró esa tendencia experimentando una caída de 125.000 “cuentapropistas”
registrados ante la AFIP.
La ocupación en la industria retrocede invariablemente desde el inicio del
mandato y no discrimina sector-actividad, y la política de tarifas como única política
de ingreso –negativo– erosionó el salario real medio de convenio en un promedio del
15% en términos generales. Las forzadas reaperturas de paritarias sirven solo a
modo de recomposición, no llegando a revertir el deterioro en términos de la
distribución del ingreso. Y como si esto fuera poco, el desembarco de las
denominadas economías de plataformas institucionaliza la precarización del trabajo,
engrosando en miles de trabajadores a la indomable economía informal.
Este proceso de destrucción de la estructura socio laboral es el terreno con el
que deberá lidiar el nuevo gobierno. Una vez más, no por obstinación, sino por
necesidad, la complejidad social requiere de un gobierno de unidad nacional en el
que el Movimiento exprese las múltiples demandas sociales. No se trata de una
alquimia electoral. La fragmentación social, el retroceso en términos de derechos de
todos los estratos sociales y el complicado frente externo en un contexto de
economía globalizada necesitan gobernabilidad. Históricamente, el Justicialismo no
concibe la gobernabilidad como tregua política: siempre la alcanza con gobernanza.
Para reconstruir el escenario un buen gobierno necesitará de la voluntad
política de todos los actores. La historia muestra que esta tarea no pudo hacerla
nunca otra fuerza política. Es el peronismo como movimiento político, económico y
social quien, además de conducirla, será capaz de la construcción de una agenda
amplia.
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Esa agenda debe contemplar un modelo de producción, con la dinámica del
mercado interno que permita salir de esta coyuntura, pero entendiendo que el
desarrollo sostenible solo se alcanza teniendo una estrategia que piense en una
frontera de producción más extensa.
Este esquema, a mi juicio, lleva implícito la reconfiguración del trabajo en la
Argentina. No como una rémora del pasado, sino como la forma de entrar sin más
demoras a la sociedad del futuro. En un mundo que debate con preocupación el
futuro del trabajo, la solución no puede ser la desprotección o la pérdida identitaria.
Los trabajadores, como sujetos de derecho humano, y los sindicatos, con una
institucionalidad empoderada, deben ser efectivos protagonistas del diseño,
implementación y monitoreo de un plan de gobierno que, desde uno de los ejes del
movimiento nacional, traccione las demandas de sectores que engrosaron las filas de
la vulnerabilidad social, producto de las actuales políticas económicas.
En definitiva, la reconfiguración del sindicalismo, con una base ampliada en
los movimientos sociales y la inclusión de sectores de clase media empobrecida,
devuelve el rol distintivo y el aporte del peronismo a la justicia social.
Pero también requiere de un movimiento que no se agote en la reivindicación
de la clase y que sea ícono de la movilidad social ascendente para un proyecto
nacional que incluya a todos y todas.
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LA HERENCIA DEL NEOLIBERALISMO AUTÓCTONO
Elías Quinteros
Cristina Fernández demostró su agudeza política y su grandeza moral, dos
cualidades que no abundan en la dirigencia argentina, al diseñar una fórmula que
tiene a Alberto Fernández como candidato a presidente de la Nación y a ella misma
como candidata a vicepresidenta. Esto no sólo dejó en claro que la ex mandataria
frustró los planes del gobierno y de las expresiones de la oposición que favorecen al
oficialismo con la mezquindad de su conducta, a semejanza de una jugadora de
ajedrez que anticipa las movidas de sus rivales o una jugadora de póker que no
trasluce sus cartas mediante sus gestos. También renovó las fuerzas de los sectores
de la sociedad que resisten la agresión cotidiana del macrismo y, por ende, de la
manifestación autóctona del neoliberalismo, con la desesperación y, a la vez, el
heroísmo de los que se encuentran a merced de un poder que los empuja hacia el
abismo de la aniquilación. Pero nadie debe celebrar de antemano. El final de la
noche macrista no está a unos metros de distancia. Y, por otra parte, no acontecerá
naturalmente. Todos o, por lo menos, todos los que deseamos tal final, deberemos
producir dicho milagro.
Sin duda, Mauricio Macri, el empresario y dirigente deportivo que llegó a la
Casa Rosada por el voto de la ciudadanía, va a dejar a la Argentina en un estado
lamentable. Tan lamentable que el gobierno que asuma en diciembre va a tener que
realizar una actividad titánica para resolver el problema de la deuda externa, atraer la
inversión privada, reactivar la producción, atacar la desocupación, mover el mercado
interno, reducir la inflación, controlar la cotización del dólar estadounidense y el
nivel de las tasas de interés, financiar la educación y la salud públicas, garantizar la
seguridad, transparentar la justicia, incrementar la ayuda social y, en especial,
eliminar el hambre que afecta de una manera impiadosa a muchos hogares
argentinos.
A todas luces, ningún equipo gubernamental puede atender tantos asuntos por
sí solo. Por ello, quienes triunfen en el proceso electoral de este año deberán obtener
la mayor cantidad de votos. Y, además, deberán acordar con la mayor cantidad de
organizaciones políticas, económicas y sociales los pasos a seguir en el tratamiento
de los asuntos que requieran el apoyo del grueso de la sociedad. Al fin y al cabo, no
debemos olvidar que no modificarán su forma de pensar los exponentes de la
política, la economía, la justicia, la prensa y la cultura que legitimaron la
transformación de la Argentina en un montón de ruinas y cenizas humeantes, aunque
la realidad y el resultado de las elecciones exterioricen las nefastas consecuencias de
la instrumentación de su pensamiento conservador.
A raíz de esto, cualquier acuerdo, pacto o contrato que procure alcanzar la
unidad del campo nacional y popular no puede pasar por alto que la concreción de
un proyecto que no responda a los postulados del neoliberalismo no es posible sin un
Estado que tenga como pilares a los derechos humanos, la democracia, el desarrollo
económico, la inclusión social y la integración regional. Suponer lo opuesto
equivale, lisa y llanamente, a pecar de ingenuidad. Y, en verdad, la situación de la
Argentina ya no admite la existencia de dirigentes que incurran en esa clase de
equivocación.
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A pesar de los que tratan de convencernos de lo contrario, la idea de un
gobierno no puede coincidir con la de una comunidad de negocios que beneficia al
presidente de la Nación y a los parientes, los amigos y los socios de éste. O, en otros
términos, no puede coincidir con la de una asociación que favorece a los miembros
de una oligarquía decadente que practica un saqueo descontrolado, quizás porque
intuye que su dominio sobre la sociedad es superficial y efímero. Un gobierno –en
contraposición con el caso expuesto– debe ser un instrumento que, por una decisión
política, cree las condiciones adecuadas para que cada individuo lleve a cabo su
proyecto de vida sin impedir o dificultar el de los demás. Por ese motivo, quienes
pretenden administrar los asuntos públicos deben comprender que la realización de
millones y millones de proyectos personales dependerá en gran medida de una
gestión adecuada, es decir, de una gestión responsable, honesta, transparente y eficaz
que no desperdicie su tiempo con ensayos que estén condenados al fracaso desde un
principio.
Cualquier acuerdo, pacto o contrato que procure
alcanzar la unidad del campo nacional y popular no
puede pasar por alto que la concreción de un
proyecto que no responda a los postulados del
neoliberalismo no es posible sin un Estado que
tenga como pilares a los derechos humanos, la
democracia, el desarrollo económico,
la inclusión social y la integración regional
Las consecuencias de la actividad desarrollada por la alianza gobernante se
encuentran a la vista: hombres y mujeres sin empleo, sin alimentos, sin
medicamentos, sin vivienda o sin esperanza, que tratan de conservar un mínimo de
dignidad y decencia en medio de un panorama que está modelado por la injusticia, la
miseria y la muerte. Por ende, quienes se niegan a contemplar la realidad en la
totalidad de su crudeza son los únicos que pueden negar la existencia de esos males
o su gravedad. Ciertamente, estos son tiempos de oscuridad y desaliento. Por eso la
Argentina necesita que el peronismo la gobierne. Y, a su vez, el movimiento social y
político creado por Juan Domingo Perón necesita que las fuerzas que compatibilizan
con su ideología y su práctica lo acompañen en dicha empresa. La satisfacción de
esas necesidades no configura una quimera. Al contrario, constituye una meta
alcanzable. Pero, para que eso pueda adquirir el carácter de una realización, los que
nos identificamos con lo popular, lo nacional y lo latinoamericano deberemos trazar
un rumbo que sintetice las expectativas del conjunto. Deberemos seguir el rumbo
trazado, aunque eso no resulte sencillo en algunas ocasiones. Y deberemos
demostrar a cada instante que la unidad no es algo que se plasma con palabras, sino
con hechos.
Ahora bien, ¿el triunfo del peronismo en el proceso electoral del año en curso
es factible? Sí, lo es. Por lo tanto, la unión de las líneas internas y de las
manifestaciones sociales y políticas que son afines en un frente común debe
constituir el soporte de un proyecto de gobierno que seduzca a la sociedad y obtenga
el apoyo mayoritario de la ciudadanía. Para ello, se debe tener en cuenta que el país
padece una crisis de fe que provoca un descreimiento generalizado y desmoralizante.
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Unos no creen en la política. Otros no creen en la economía. Otros no creen en la
justicia. Otros no creen en el futuro. Y otros, que no son pocos, no creen en nada. En
verdad, tienen motivos de sobra para ver la vida con tal escepticismo. Pero su origen
no está en la voluntad de Dios, ni en el destino, ni en la sociedad, ni en el Estado, ni
en la genética de los argentinos. Está en la obra de una administración que horadó
las esperanzas de millones de personas con una indiferencia que asombra,
desconcierta y paraliza.
Se debe tener en cuenta que el país padece una
crisis de fe que provoca un descreimiento
generalizado y desmoralizante. Unos no creen en la
política. Otros no creen en la economía. Otros no
creen en la justicia. Otros no creen en el futuro. Y
otros, que no son pocos, no creen en nada.
Desde las postrimerías del año 2015 padecemos los efectos de una gestión
que acabó con los sueños de quienes supusieron que la Década Ganada iba a
prolongarse indefinidamente y con las ilusiones de quienes imaginaron que el
neoliberalismo iba a favorecerlos. Con toda franqueza, Mauricio Macri no dejó a
ningún individuo sin decepcionar. No respetó ni a los miembros de su clase.
Únicamente satisfizo las expectativas de sus parientes, sus amigos y sus socios: algo
que excluye a la mayoría de la sociedad. Por esta razón, quien suceda al empresario
que ejerce la presidencia de la Nación –y todo indica que Alberto Fernández tiene
todas las chances para asumir dicha responsabilidad– va a tener que reavivar la fe de
las personas y, a la par, va a tener que lidiar con el poder económico más
concentrado, los medios comunicacionales más importantes, una parte de la
magistratura, los partidos políticos de la oposición, el sector social que se beneficia
con las resoluciones de una administración neoliberal y el sector social que, aunque
no se beneficie, no comulga con los gobiernos peronistas como consecuencia de su
elevado grado de “gorilismo”.
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LO QUE ESTÁ EN JUEGO ES DEFINIR
LO QUE SE PONE EN JUEGO EN ESTAS ELECCIONES
Mariano Tilli
Nosotros y ellos
En cada proceso electoral los espacios políticos, a través de sus políticas
comunicacionales, discursos y narrativas, intentan construir un “nosotros”
identitario. Esta autodefinición de “nosotros somos esto” es constitutivo de todo
discurso político. Y como la construcción de un “nosotros” es relacional, implica de
manera directa construir un “ellos”, los que no son como son nosotros, nuestros
adversarios.
Durante la mayor parte del siglo XX los partidos políticos clásicos definían
su “nosotros” –y por consiguiente el “ellos”– de manera dogmática e ideológica.
Simplificando, los liberales se definían como los garantes de la “libertad”, los
marxistas como los garantes de la revolución del proletariado, los conservadores
como los garantes de las tradiciones histórico-culturales, etcétera. Y definían a sus
opositores como la contracara de ello. Este “nosotros” no se modificaba fácilmente,
ya que estaba construido generalmente por una ideología que canonizaba autores,
pensadores y políticos de antaño. Ante cada contienda electoral se ponía en juego
ese “nosotros” mediante una serie de propuestas políticas construidas en base a la
coyuntura histórica. Porque cada vez que se definía quiénes eran ese “nosotros”,
tomaban forma las cuestiones que se ponían en debate ante el electorado. Un
“nosotros” clásico liberal debatía sobre las libertades, y así cada espacio político
establecía los ejes del debate que intentaba hegemonizar en la arena política. Es
decir que, mientras se constituía un “nosotros” y un “ellos” se construían los ejes
sobre los que cada espacio pondría su foco.
Ahora bien, cada “nosotros” interpela a la sociedad desde distintas
propuestas. Son limitados los casos en que en los debates electorales las fuerzas
políticas eligen una misma cuestión para debatir. En algunos procesos electorales
hay un tema excluyente: como en 1983, donde el debate se centró en la construcción
de una sociedad democrática, o en 1989, en que el eje de las campañas fue la crisis
económica y la salida de la hiperinflación. En otros procesos electorales la
fragmentación política permitió una multiplicidad de ejes sobre los que las fuerzas
políticas deseaban debatir, como fue el caso de las elecciones de 2003.
Con la consolidación del kirchnerismo –luego del amplio triunfo de 2011
ante una oposición fragmentada– se fueron consolidando dos polos identitarios que
ponían en el centro del debate distintas cuestiones. Por lo tanto, lo que estaba en
juego era sobre qué se iba a debatir. Esas dos identidades construyeron sus propios
campos valorativos, definieron sus “nosotros” y sus “ellos”, y le dieron forma al
campo discursivo en el que se constituyó el debate político durante la última década.
No era la primera vez en la historia argentina que eso pasaba. Tampoco era la
primera vez que cada una construía un relato en el que un “nosotros” era
incompatible con “ellos”.
Recurramos a un ejemplo: en febrero de 1946, luego de tres años de gobierno
de facto, se realizaban elecciones para reestablecer el sistema democrático. El campo
político estaba dividido entre el peronismo que había irrumpido tras el 17 de octubre
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y toda la oposición que unificada se presentaba bajo el lema de “Unión
Democrática”. Para estos últimos, explica Félix Luna, influenciados por el triunfo de
los aliados en la Segunda Guerra Mundial, lo que estaba en juego era si el país
continuaba bajo un régimen autoritario o si entraba en una nueva etapa democrática.
Ellos se consideraban la garantía de la democracia y consideraban que Perón era la
continuidad del régimen autoritario.1 Pero el peronismo no discutió sobre el eje
propuesto por sus opositores, sino que construyó otro campo discursivo para el
debate electoral: para Perón y los peronistas, lo que estaba en juego era mantener los
derechos económicos, laborales y sociales adquiridos durante su gestión en el
gobierno de facto, frente a quienes querían limitarlos o eliminarlos. La defensa de
estos derechos era la defensa de una democracia muy distinta a la postulada por sus
opositores.
Como queda claro, cada fuerza política ponía en juego distintos “nosotros” y
distintos “ellos”. El peronismo para sí mismo era el garante de los derechos de los
trabajadores y para sus opositores era el autoritarismo, mientras que la Unión
Democrática era para sí misma la garante de la democracia y para sus opositores era
quien quería recortar o eliminar los derechos adquiridos por los trabajadores. En
ambos casos se apeló al miedo: votar al peronismo era para unos votar contra la
democracia, y votar a la Unión Democrática era para otros apoyar a quienes venían a
eliminar las conquistas sociales.
El debate político no se dio en un mismo campo discursivo. Quienes lograran
convencer a la mayor cantidad de votantes que lo que estaba en juego era lo que
ellos sostenían y no lo que sus opositores proponían, ganarían la elección. La
hegemonía discursiva era fundamental para lograr la hegemonía política. Félix Luna
sostiene que ni el partido político más popular hasta ese momento –la Unión Cívica
Radical– supo ver que para el electorado lo que estaba en juego era un gobierno que
mantuviera sus derechos ante el temor, creíble en ese contexto, de que fueran
eliminados. Los resultados electorales mostraron el éxito del planteo del peronismo:
logró ser identificado como el abanderado de la inclusión de los trabajadores y logró
desestimar las denuncias de ser una fuerza no democrática. Lo que se puso en juego
fueron los derechos sociales y no el debate entre autoritarismo y democracia. Ganó
en el campo discursivo, convenciendo sobre lo que se debía debatir y lo que estaba
en juego. Por eso ganó el peronismo.
La impronta de Cambiemos
En este siglo muchas cosas han cambiado. Sin embargo, las contiendas
electorales siguen debatiéndose en el terreno identitario de un “nosotros” y un
“ellos”. Aunque los partidos –o las grandes agrupaciones de fuerzas políticas– hayan
dejado de lado las identidades políticas dogmáticas fuertemente ideológicas –con
excepción de la izquierda tradicional y algunas fuerzas políticas neoconservadoras–,
los espacios políticos intentan construir identidades amplias buscando la mayor
inclusión posible, con límites dinámicos y flexibles, pero sin olvidar de dejar bien en
claro el límite con los “otros”.
Para las elecciones de 2015, Cambiemos construyó un “nosotros”
conformado por valores como la transparencia, la honestidad, la eficiencia, el
republicanismo, la modernidad y la inserción internacional, frente a lo que
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Tan consolidada estaba esta idea que, luego de la derrota en las urnas, durante la jura de Perón
el 4 de junio de 1946 en el Congreso, los legisladores radicales se retiraron del recinto.
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consideraban corrupción, populismo, atraso, ideologismo, ineficiencia y cerrazón del
kirchnerismo. Para estos últimos, Cambiemos no era más que neoliberalismo,
individualismo, ajuste, quita de derechos y beneficios sociales, y gobierno de ricos
para ricos. Fue Cambiemos quien logró convencer al electorado de que lo que estaba
en juego era, en síntesis, continuar con el populismo –como negatividad– o
reconstruir una república moderna. El triunfo sobre lo que se debate, en este caso
entre populismo o república, fue central para garantizar un resultado electoral
favorable. Presentándose como lo nuevo y lo moderno contra el pasado arcaico, ese
“nosotros” cambiemita interpeló de manera creíble y fue internalizado eficazmente
por la mayoría de los ciudadanos, no solo como fruto de estrategias electorales
exitosas, sino por ser expresadas en un contexto político que facilitó dicho éxito.
Votantes identificados con las tradiciones políticas más tradicionales se vieron
seducidos por la irrupción comunicacional de la “revolución de la alegría”, lo que,
sumado al desgaste del oficialismo, los errores políticos, las deficiencias de su
candidato, las denuncias de corrupción y un arrollador aparato comunicacional
opositor le restaron eficacia a la propuesta oficial, que quiso identificar a su propio
candidato como la garantía de la continuidad y la ampliación democrática.
Dos años después, para las elecciones de 2017, la contienda parecía tener la
misma lógica: Cambiemos había consolidado con éxito su “nosotros” basado en la
transparencia, la honestidad, el desarrollo y la modernización frente al atraso, la
corrupción, el clientelismo y la “vía venezolana” con la que identificaban al
kirchnerismo, afectado además por los bolsos de López y la catarata de denuncias de
corrupción en tribunales federales, amplificadas hasta el hartazgo por los medios
hegemónicos. El éxito de la fórmula narrativa oficial no sólo les había permitido
conseguir aliados legislativos y políticos –algunos ocasionales, como fue el caso de
Sergio Massa durante el primer año de gestión, y otros menos coyunturales–, sino
que había logrado mantener deshilachado al peronismo, sin un liderazgo fuerte y
consolidado. Para esas elecciones la oposición no tuvo y no pudo imponer un eje
discursivo alternativo: el kirchnerismo recurrió a los mismos ejes discursivos que en
el 2015, quizás como estrategia defensiva ante la imposibilidad de construir un
proyecto en común con los peronismos provinciales. Los gobernadores no se
sumaron a ese relato, en parte porque para ellos lo principal era mantener una
relación fluida con el gobierno –que se mostraba ganador, y ante el temor de que se
incendien sus provincias– y en parte por la mala relación que habían tenido con
Cristina durante su presidencia.
Ante esta debilidad estructural, el kirchnerismo –reconvertido en Unidad
Ciudadana en la Provincia de Buenos Aires y en muchos casos presentándose como
opositor a los propios gobernadores peronistas– no tuvo la potencia suficiente como
para cambiar el eje del discurso. Pese a que había claras señales de la crisis
económica que se empezaba a gestar, el kirchnerismo no pudo modificar el eje
discursivo planteado por Cambiemos, centrado nuevamente en que se estaba
eligiendo entre el futuro y el pasado. Fue vano el intento de identificar a Cambiemos
como una rémora oligárquica de los 90 que nos había desordenado la vida. Apelando
al pasado, no logró captar que para el electorado las expectativas de futuro aún eran
altas y que el relato de la “herencia recibida” aún se mostraba fuerte y creíble –
recurso que ya habían utilizado De la Rúa en 1999 y el kirchnerismo durante todo su
mandato. En síntesis, en 2017 el debate electoral se hizo en el campo discursivo
planteado por Cambiemos y en los términos discursivos impuestos por Cambiemos.
El fracaso de la oposición estaba garantizado.
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Pero a veces, pequeños errores se convierten en el inicio de una escalada
difícil de contener: la campaña presidencial para 2019 se inició tempranamente. Dos
meses después del triunfo de 2017, el gobierno intentó atacar los frentes políticos
que siempre había querido abrir. En diciembre de ese año propuso una serie de
reformas laborales, previsionales e impositivas que originaron una reacción popular
que, acompañada por movilizaciones multitudinarias, comenzó a resquebrajar el
hechizo del aparato comunicacional de Cambiemos. Este cambio no se debió solo a
las masivas movilizaciones, sino que fue consecuencia de la ruptura del contrato
electoral, de ese “nosotros” identitario cambiemita que venía a hacer más digna la
vida de los argentinos. La reforma previsional aprobada afectaba los ingresos de los
jubilados, es decir, a la vida de todas las familias, y por ello se convirtió en un límite
y significó para muchos de sus votantes un acto de traición. Como pequeña
digresión podría afirmarse que las elecciones no se ganan solo con los convencidos,
sino que el centro está puesto en los “independientes”, cuyo apoyo siempre es crítico
y que no dudan en cuestionar con firmeza a quienes votaron cuando cometen
errores. Ese electorado “independiente” es el que marca la credibilidad de un
gobierno. Años atrás, luego del triunfo por el famoso 54 por ciento y ante el temor al
“vamos por todo” –muletilla de los opositores a Cristina que buscaba mostrar un
supuesto poco apego institucional de su gobierno–, sumada a la poca flexibilidad
política y la radicalización discursiva que exhibió el gobierno ante la crisis del
campo, ese electorado muy rápidamente le quitó su apoyo al gobierno y le propinó la
primera derrota en 2009. De manera similar, luego del triunfo de 2017, la reforma
previsional le quitó a Macri el apoyo de ese electorado independiente que siempre es
muy difícil de recuperar. La crisis cambiaria posterior al verano de 2018 terminó de
romper definitivamente el idilio.
De cara al 2019, el “nosotros” de Cambiemos expulsaba ciudadanos a ese
limbo que se denominó “tercera vía”. El kirchnerismo, montado en la grieta, podría
seguir movilizando y representando a los excluidos y a las víctimas de las políticas
económicas del gobierno, pero no podía sumar a su “nosotros” a los decepcionados
con el oficialismo. Para éstos, que el gobierno los haya defraudado no significaba
que el kirchnerismo dejara de ser la corrupción, la falta de transparencia, el
populismo y la demagogia con que Cambiemos lo había definido. Eran apátridas: no
había un “nosotros” que los contuviera y el kirchnerismo se mostraba incapaz de
sumarlos. La poca flexibilidad, la ausencia de dinamismo y especialmente la
incapacidad de leer políticamente lo que pasaba en la sociedad –habilidad que el
peronismo demostró tener durante muchos períodos de su historia–, sumado a cierto
apego a preconceptos ideológicos, pusieron a prueba los propios límites que se había
impuesto el kirchnerismo. El peronismo nunca había sido un partido apegado a las
ideologías: fue fuertemente pragmático y había sabido reconstruir su “nosotros”
frente a cada contexto histórico, lo que le había permitido sobrevivir a López Rega,
Herminio Iglesias y el menemismo, y a resignificarse continuamente. Esta situación
ya la habían vivido en 1985 durante la primavera democrática alfonsinista, y en
1997 frente al soplo de aire fresco que significó la irrupción de la Alianza. El
peronismo nunca muere en la suya: se readapta a las nuevas circunstancias. Luego
de 1985, de la mano de la renovación cafierista, y en 1997, de la mano del discurso
productivista del duhaldismo. Pese a que ambos no lograron llevar al peronismo al
éxito inmediato, se generaron rupturas discursivas que abrieron un campo político
que pudo ser aprovechado por Menem en 1989 y por Kirchner en 2003,
respectivamente. Por eso sobrevivió más de 70 años como actor político central de la
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política argentina. La capacidad de leer el contexto político y de adaptarse a él es
una de las características fundacionales del peronismo. El kirchnerismo modelo
2019 enfrentaba ese desafío.
En plena crisis, el éxito de Cambiemos no era precisamente el poder de
sumar nuevos apoyos propios –algo que se mostraba difícil–, sino el de mantener
incólume la definición de quiénes eran “ellos”, sus significaciones y la identificación
del kirchnerismo como el pasado, la corrupción y “Venezuela”. Esto no fue solo el
logro de una campaña comunicacional: los bolsos de López, Moreno o la crisis de
Venezuela eran hechos que le daban verosimilitud a esta identificación negativa de
ese “ellos”. Este logro mantuvo con vida y con esperanzas al oficialismo. La crisis
podía desilusionar a sus votantes, pero no convertía en virtuoso al kirchnerismo. Esa
batalla estaba ganada. En un ballotage entre Macri y Cristina, los cambiemitas
estaban convencidos de que su “nosotros” republicano podría ser reconstituido en
base a las expectativas que generarían cierta estabilidad económica, algunas obras
públicas y los tribunales abiertos para que desfilen la ex presidenta y sus ex
funcionarios. Ese era el plan oficialista para 2019.
Pero algo salió mal. Cuando el kirchnerismo se convenció de que, aún con
una nueva corrida cambiaria como la de principios de marzo, no lograba constituirse
en una alternativa ganadora, pero que asimismo ello no consolidaba un “tercer
espacio” con identidad propia, la opción política fue ir en camino de una
construcción más amplia, más flexible, que constituyera un “nosotros” que pudiera
seducir a los desencantados del peronismo no kirchnerista.
El giro neokirchnerista
La fórmula Fernández-Fernández significó para el gobierno un golpe a la
estrategia ganadora de la grieta. Era cuestionar lo que se debatía. Implicaba abrir el
debate político por fuera de los términos discursivos exitosos impuestos por el
gobierno. Ya no podía endilgársele al nuevo candidato a presidente el “cristinismo
tardío” de 2015. No tenía denuncias de corrupción, había criticado el cepo y no
había mostrado posiciones pro-Maduro. El “ellos” construido por Cambiemos perdía
verosimilitud. La candidatura de Alberto Fernández modificó para siempre el
“nosotros” identitario de Cambiemos y su narrativa político electoral. Tal fue el
golpe, que luego de tres semanas difíciles para el gobierno, la única salida para
contrarrestar esta debilidad fue ofrecerle la candidatura a vicepresidente al senador
peronista Pichetto. ¿Qué significa la opción Pichetto? Desde el punto de vista táctico
es indudablemente una ampliación simbólica de Cambiemos, que le sirve de excusa
para enterrar su nombre, ya gastado y sin credibilidad. Pero llevar en la fórmula al
jefe de los senadores oficialistas hasta 2015 significa tener que enterrar el modelo
discursivo de 2015, la falaz teoría de los 70 años de decadencia y el antiperonismo
furibundo de muchos de sus dirigentes. Se ve forzado, por primera vez en su
existencia, a dejar de lado el discurso desideologizado de la “revolución de la
alegría”. Ese es el gran triunfo del giro neokirchnerista: hacer que Cambiemos tenga
que debatir en terrenos en los que nunca debatió, al desbaratar el campo discursivo
en que había desarrollado su narrativa con éxito.
Este giro también generó un terremoto político en la oposición peronista no
kirchnerista. Como dijimos, a la luz de las últimas experiencias electorales, la falta
de pragmatismo y de dinamismo ideológico –es decir, seguir mirando la realidad con
los ojos de 2015 como si nada se hubiera modificado en estos años– hizo del
kirchnerismo una fuerza que miraba más al pasado con melancolía que al futuro
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como desafío. La candidatura de Alberto Fernández no solo lo movió hacia el
centro, sino que en cuestión de horas terminó con el poder simbólico de Alternativa
Federal, ante el apoyo de la gran mayoría de los gobernadores. Con un video en las
redes sociales nació el neokirchnerismo y le puso fecha de vencimiento al peronismo
federal, que se autodestruyó en un par de semanas, sin pena ni gloria.
El “renunciamiento” de Cristina abrió la puerta a
una nueva narración sobre el kirchnerismo y una
apertura hacia la construcción de
un nuevo “nosotros” de cara a las elecciones
Ahora bien, este giro pragmático del kirchnerismo que construye un
“nosotros” más inclusivo, que recurre al pasado pero para mirar el futuro de manera
distinta, que suma voluntades que nunca habían estado cerca y que acercó a quienes
estaban lejos desde hace años, modificó el campo del debate político.
La arena del debate discursivo
El “renunciamiento” de Cristina abrió la puerta a una nueva narración sobre
el kirchnerismo y una apertura hacia la construcción de un nuevo “nosotros” de cara
a las elecciones. Fue el propio Alberto Fernández el encargado de explicitarlo en su
discurso inaugural de campaña. El nuevo eje se centró en mirar al futuro con la
experiencia del pasado, enfocado en la experiencia de 2003. Propuso afrontar la
crisis económica de un gobierno neoliberal, similar a la de 2001, con los actores que
nos sacaron del pozo. Él mismo era el socio de Néstor Kirchner, su ladero en el
laberinto en el que la Alianza había dejado a la Argentina y del que supieron salir
airosos. Sostiene María Esperanza Casullo en su libro sobre el populismo
recientemente editado que, narrativamente, la figura del ayudante del héroe es una
figura providencial. Apelar al 2003 significó reconstruir la noción de una “unidad
amplia” salvadora de la crisis y darle una nueva significación al kirchnerismo,
revalorizando dicho período por sobre las etapas de la radicalización, como la
herramienta necesaria en este contexto para reconstruir cierto orden político que
evite una crisis como la de 2001. Alberto Fernández, como el ayudante del héroe,
tiene los pergaminos simbólicos para sostener este discurso. Para ello es necesario
emparentar la crisis actual a la crisis previa al 2001, una relación que hoy es
verosímil y creíble –aunque no necesariamente cierta en lo que respecta a las
causas–, apelando a la experiencia emocional y a lo que significa hoy en el
imaginario social el recuerdo de 2001: disgregación social, violencia, desgobierno y
hambre. Casi veinte años después, muchos cartoneros rondan por las noches por
Buenos Aires: nuestra memoria recuerda a aquellas dantestas imágenes de finales de
2001. La sedimentación de nuestras experiencias, el dolor de lo que fue y la salida
incruenta y virtuosa que logró el kirchnerismo es una apelación convincente para el
electorado: hay que olvidar el cristinismo tardío de 2015 y explicar que estamos ante
una crisis que puede generar consecuencias similares para toda la sociedad.
Esta narrativa que inaugura Alberto Fernández corre definitivamente el
campo del debate político: “ellos” son la entrada en el 2001 y “nosotros” somos la
salida virtuosa de 2003 y la garantía de los derechos adquiridos. Del éxito de este
discurso, que busca enterrar el kirchnerismo del “vamos por todo” de 2015 y
recuperar al que nos sacó del abismo en 2003, dependen las reales chances
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electorales de este neokirchnerismo. El “nosotros” planteado de esta manera es
inclusivo y amplio, autocrítico, y acepta hasta a quienes hicieron todo lo posible por
terminarlo. Una jugada arriesgada, pero la única posible si se quería tener chances de
triunfo.
El nuevo (viejo) discurso de ex Cambiemos
Obviamente a Cambiemos no le conviene entrar en esta arena del debate.
Ante el peligro de una derrota, el gobierno recurrió a Pichetto. El discurso que ex
Cambiemos construyó ante este nuevo escenario fue apelar al dilema electoral de
2015 –república versus populismo– pero radicalizándolo, apelando a los viejos
conceptos que había utilizado la Unión Democrática en 1946. Así lo planteó en sus
primeros discursos el flamante candidato a vicepresidente: para él lo que se debate
en 2019 es si continuamos por la senda democrática o si volvemos a caer en el
autoritarismo. Lo que en 2015 era institucionalidad versus populismo trasmuta ahora
a la radicalización: es democracia versus autoritarismo. El giro al centro del
neokirchnerismo obligó a Cambiemos a radicalizarse: en su nuevo discurso, “ellos”
no solo son corrupción y pasado, sino que ahora se convirtieron en un peligro para la
democracia, porque además tienen entre sus candidatos a militantes comunistas. Lo
dice quien fue jefe de la bancada del Senado de quienes ahora caracteriza como
autoritarios.
De este modo Pichetto, en primer lugar, pone en cuestión el lugar de
enunciación discursiva que Marcos Peña tiene dentro de Cambiemos. Es él mismo
quien comienza a construir la nueva narrativa oficial. Pero, en segundo lugar, en
manos de Pichetto esta narrativa abandona definitivamente la languidez del discurso
desideologizado y pasteurizado de una década, y apela a cuestiones fuertemente
impregnadas de ideología, como el nacionalismo conservador, el discurso
antiinmigratorio o el desprecio a lo que denomina progresismo, y hasta reaviva el
macartismo setentista de señalar a quién se considera comunista, como si el
anticomunismo fuese una categoría de análisis bien entrado el siglo XXI. Esta
apelación, si se quiere “bolsonarista” –con las distancias que hay con el
bolsonarismo–, no se le “escapan” a Pichetto sino que forman parte de una
ideologización planeada por Cambiemos en su búsqueda de mayor apoyo político.
Así como el giro neokirchnerista lo volvió centrista, el giro pichettista de
Cambiemos lo volvió conservador, con apelaciones a la derecha más clásica. El
debate electoral, hasta ahora, se plantea entonces en base a dos miedos: ex
Cambiemos reconstruye el miedo al autoritarismo kirchnerista de 2015,
radicalizándolo, y el neokirchnerismo construye el miedo a la crisis de 2001. ¿Qué
miedo es más verosímil para el votante? ¿El miedo al 2015 del cepo, los patios
militantes, las cadenas nacionales, las arengas contra los medios, 678? ¿O el miedo a
la desintegración social que genera la falta de trabajo, la inflación, la recesión y el
imaginario de la deuda?
Hay un terreno fértil para que los dos miedos se desarrollen. Cada uno de los
espacios políticos intenta minimizar el poder de estos fantasmas con sus aperturas
políticas. El kirchnerismo intenta desbaratar el miedo al 2015 corriendo
precisamente a Cristina Kirchner de la candidatura presidencial. Si Cristina no va a
ser presidenta, ¿cuánto éxito puede tener apelar al miedo a sus supuestas conductas
autoritarias, antirrepublicanas, corruptas? ¿Es realmente verosímil la creencia –que
difunden periodistas-operadores oficialistas como Majul, Leuco o Lanata– de que lo
que está en juego es la democracia?
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En cambio, ¿cuánto éxito puede tener apelar al miedo al 2001 con sus
consecuencias grabadas en las memorias de millones, en medio de una crisis
económica que lleva más de un año y que hunde en el hambre y la pobreza a
millones de argentinos? ¿Cuánto éxito puede tener asociar los desmanes de las
políticas de seguridad de Bullrich a los asesinatos de Kosteki y Santillán? ¿Cuánto
éxito puede tener la apelación a una figura presidencial moderada que invita a
reconstruir una alianza política amplia, con el apoyo de casi todos los peronismos
provinciales e incluso de su más grande opositor interno ante la gravedad de la
situación? ¿Cuánto poder puede tener asociar a Alberto Fernández a Néstor
Kirchner, aunque en realidad su rol deba ser más parecido al de Duhalde? ¿Podrá
más el miedo al cepo y a Cristina retando por cadena nacional a un jubilado por
comprar dólares, o el miedo al default cuyas consecuencias la vivieron millones de
argentinos con sus ahorros?
El éxito o el fracaso de los discursos políticos tienen que ver con la
posibilidad de ser creíbles, verosímiles, de convencer al interlocutor. De construir
una hegemonía discursiva. A priori, el discurso neokirchnerista de apelar al 2003
rompe la grieta de 2015. Porque la grieta de 2003 era entre orden y caos, y este
último está más asociado a Cambiemos, no solo porque la UCR es uno de sus
socios, sino porque algunos de los funcionarios actuales fueron protagonistas del
gobierno que llevó a aquella crisis (Patricia Bullrich, Hernán Lombardi y Federico
Sturzenegger, entre otros). Nadie quiere volver al 2001. Pero para que el planteo
opositor sea creíble, es necesario demostrar que la crisis actual es tan grave como
aquella. Si el gobierno reconstruye expectativas sobre la salida de la crisis en el
corto plazo, el discurso opositor y su apelación al 2003 pierde eficacia.
El éxito o el fracaso de los discursos políticos tienen
que ver con la posibilidad de ser creíbles,
verosímiles, de convencer al interlocutor. De
construir una hegemonía discursiva.
Desde el lado de ex Cambiemos, apelar a que estamos ante un peligro para la
democracia, incluso sin que la candidata sea Cristina, pierde credibilidad
rápidamente al mostrar que el neokirchnerismo no es solo ella, sino que agrupa a
gobernadores e incluso a opositores al kirchnerismo de dilatada trayectoria
democrática. La radicalización macartista en boca de Pichetto es una muestra de que
la oposición está teniendo éxito en la construcción de un campo discursivo distinto
al que el gobierno deseaba, en el que se sentían cómodos y que les había sido exitoso
desde 2015.
Si las condiciones del debate electoral van a estar dadas por la dicotomía
propuesta por el neokirchnerismo –sintéticamente, entre 2001 y 2003–, al gobierno
solo le queda intentar desbaratar esta idea buscando reconstruir las expectativas
económicas de que es posible una salida sin caos. Para ello intenta, para mantener
cierta paz cambiaria, construir un relato que postula que la inflación es alta pero que
va bajando y que el poder adquisitivo del salario comenzará a recuperarse luego de
las paritarias, junto a una serie de acciones que hace años tildaban de “populistaskirchneristas”, como los controles de precios, los subsidios a los créditos y a la
compra de automóviles, acompañados de una gestualidad que les permita mostrarse
como pilotos de la crisis, con poder para contrarrestar sus efectos nocivos y con la
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capacidad de gestión que representa inaugurar obras públicas. En ello ponen todos
los recursos disponibles: los propios y los prestados por el FMI. Si ex Cambiemos
construye un relato creíble que logre convencer de que no estamos ante las puertas
de un 2001, no le servirá de nada a la oposición tener un candidato que se muestra
como garante de una salida como la de 2003. Pero tanto los números de la economía
como la situación social, y principalmente la falta de fortaleza política para hacer
creíble un relato de este tipo, hacen que este objetivo sea muy difícil de lograr.
Las dificultades para reconstruir el debate electoral en torno al eje
democracia-populismo autoritario y las dificultades para salir del eje propuesto por
el neokirchnerismo debido a los magros resultados de la economía, llevan a ex
Cambiemos a recurrir a estrategias discursivas de las que renegó desde su
constitución. La irrupción de Pichetto, como ya dijimos, implicó tirar por la borda la
“revolución de la alegría” de Durán Barba y el optimismo entre cínico e ingenuo “a
la Marcos Peña”, para apelar a lo que siempre combatió: el discurso ideológico.
Ante la crisis, intentado evitar que el gobierno sea identificado con el caos de
2001 y con la dificultad planteada para convencer de que su rival intenta poner en
peligro la democracia, ex Cambiemos recurrió a la ideología de moda. De la mano
del discurso populista conservador de Pichetto se modifica fuertemente la identidad
del “nosotros” cambiemita. Fruto de estrategias de marketing, este discurso suma
voluntades por derecha, pero también pierde a aquellos votantes apegados al
liberalismo, a la ortodoxia económica y aquellos que militan el antiperonismo
emocional. Así como el neokirchnerismo se corrió de la izquierda al centro, el
neocambiemismo se corre del centro a la derecha como estrategia de supervivencia.
Así como la inclusión de Alberto Fernández dejó sin sentido la candidatura de
Massa por afuera del peronismo unificado, la inclusión de Pichetto en la fórmula
intenta desarmar las candidaturas que por derecha quieren construir Espert o Gómez
Centurión.
Cuando las dos fuerzas políticas que se disputan el poder amplían su campo
discursivo en la arena política y ocupan la mayor parte del arco ideológico, dejan
poco espacio para terceras opciones y aumentan las posibilidades de polarización.
Con el agravante de que el candidato mejor posicionado en este sector –el
exministro de Economía que hasta 2005– fue socio del kirchnerismo en la
recuperación económica. Ya dijimos que el socio del héroe hereda ciertos laureles y
más cuando éste ya ha fallecido. Su candidatura podría haber sido más competitiva
si, ante una crisis que podía identificarse con la de 2001, el kirchnerismo encabezaba
su fórmula con Cristina. Lavagna tenía allí toda la legitimidad de auto-presentarse
como el héroe de la salida de 2003 y adueñarse de los argumentos que hoy exhibe el
neokirchnerismo. Había un espacio allí entre la ineficacia macrista y el golpeado
kirchnerismo de 2015. Pero la nominación de Alberto Fernández ocupó el lugar
simbólico que Lavagna quiso ocupar. Y lo desplazó de ese lugar. Hoy el discurso de
Lavagna se reduce a captar los votos de los desencantados de Cambiemos que nunca
votarían al peronismo, pero perdió el encanto de ser el héroe de 2003 que nos podría
sacar del abismo similar al de 2001.
Si lo que se pone en debate es cómo evitar el 2001 con los actores del 2003,
la opción de Fernández, jefe de gabinete de aquel gobierno, acompañado por
Cristina, todo el peronismo y la simbología nestorista, es mucho más atractiva que la
del ex ministro de Economía de aquellos años. La candidatura de Fernández obliteró
una narrativa que podría haberle dado muchos frutos a Lavagna en tiempos de crisis
económica como la que vivimos.
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Algunas conclusiones
En síntesis, estamos ante un panorama político que desarmó lo que
Cambiemos había planeado para esta campaña electoral. La crisis económica y el
corrimiento al centro del kirchnerismo los obligó a realizar un giro hacia la derecha
conservadora popular que debilitó muy fuertemente el poder de la grieta como
performativa del campo discursivo en el que se configuraban las identidades
políticas y en el que se desarrollaban los debates electorales. Campo en el que
Cambiemos había demostrado mucha destreza y de la que había salido con dos
importantes triunfos.
La entrada de ex Cambiemos al debate ideológico que siempre denostó y el
intento del neokirchnerismo de despegarse del “nosotros” expulsivo de 2015,
buscando reconstruir aquel ethos de ser fuerza política salvadora de la disgregación
nacional y de la ampliación de derechos, modificaron el campo electoral de una
manera que no preveían ni los más eximios analistas políticos y que hoy parece
irreversible.
Lo que está en juego es qué es lo que se va a poner
en juego en estas elecciones. Si es la república frente
al autoritarismo, o si es la salida de una crisis que
recorta derechos frente a quienes quieren
radicalizar el rumbo del ajuste. Quien construya
una narrativa política hegemónica
tendrá mayores chances de éxito.
En este panorama volvemos a encontrar, reconstruido, el dilema de 1946. Así
como la Unión Democrática apelaba a la dicotomía democracia-fascismo, ex
Cambiemos quiere llevar el debate hoy a un enfrentamiento entre democracia y
autoritarismo. Del otro lado, así como el peronismo había planteado en 1946 que el
eje del debate electoral fuera garantizar los derechos sociales conquistados luego de
décadas de gobiernos antipopulares frente a quienes querían eliminarlos, el
neokirchnerismo apela hoy a la memoria histórica del primer kirchnerismo para
garantizar los derechos conquistados, luego de una década de gobiernos
antipopulares que habían dejado el país en su mayor crisis económica.
En otro contexto socio histórico, la apelación a las dicotomías de 1946
resurgen nuevamente con nuevos formatos. Habrá que ver quién tendrá mayor éxito
en convencer al electorado sobre lo que está en juego. Porque lo que está en juego
es, precisamente, qué es lo que se va a poner en juego en estas elecciones. Si es la
república frente al autoritarismo, o si es la salida de una crisis que recorta derechos
frente a quienes quieren radicalizar el rumbo del ajuste. Quien construya una
narrativa política hegemónica tendrá mayores chances de éxito.
Esto es lo que se pondrá en juego en los próximos meses. Su resultado
definirá los próximos años de nuestro país.
Mariano Tilli es politólogo (USAL) y maestrando en Sociología de la Cultura
(IDAES-UNSAM).
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AMAR A DOS MUJERES
Roberto Doberti
En la escena política argentina hubo varias figuras descollantes, con distintos
perfiles, propuestas y méritos. Algunas fueran decisivas para la creación de posturas
y hasta de sujetos políticos, tal el caso de Yrigoyen y Perón. Algunos fueron
respetados y lograron alineamientos perdurables. Pero hubo dos personas que
además alcanzaron el amor de multitudes. Y aquí las dos palabras deben ser
pensadas y pesadas en su extraordinario valor, sobre todo si van juntas. Evita y
Cristina son las amadas. El hecho mismo que a ellas se las reconoce mejor con sus
nombres sin aditamentos es señal de una relación de cariño, de afecto profundo, de
amor apasionado.
Sus obras y sus actitudes son perdurables, su visión de la realidad social, su
conciencia de la injusticia, y también de la voracidad de los poderosos, son de una
certeza sin fisuras. Pero en ellas el pueblo ve algo más que estadistas que crearon,
restauraron o ampliaron derechos. En ellas ve, y ve bien, una pasión y una entrega
que las hace “las amadas”.
Pasados los años, el amor directo a Evita no es posible, pero ocurre que ese
amor se comprende y se comparte.
Amamos a dos mujeres, sin engaños ni subterfugios.
También es cierto que son las figuras políticas más odiadas de la historia –
dejando en claro que los dictadores no son figuras políticas, apenas usurpadores y a
veces genocidas. Desde aquel aciago “viva el cáncer” hasta el perverso “morite
yegua”, hay un reguero de manifestaciones del odio más cerril.
La similitud de las acusaciones que se ponen en juego, o los más acendrados
prejuicios de clase –muchas veces de la clase a la que no se pertenece, sino a la que
se quisiera pertenecer, o de la que se quiere alejar– posibilitan un análisis político y
social que no pretendo desarrollar. Sin embargo, la historia –digamos, la historia
reciente– nos permite ver que mientras la figura de Evita, aún en algunos casos con
distorsiones, se agiganta y aquel amor se entiende y se contagia, del otro lado aquel
odio hoy revela sin tapujos su mezquindad, su vileza inexcusable, su envidia
venenosa.
Creo que el destino futuro de Cristina y de sus enemigos no será muy
distinto. El 9 de diciembre de 2015 fue un multitudinario acto de amor, lleno de
emociones y llantos, de risas y cantos. Hace pocos días, un renunciamiento –solo a
los honores– las vuelve a asociar. Tal vez solo las mujeres son capaces de tanta
entrega.
Hoy el pueblo argentino tiene el privilegio de amar a dos mujeres.
Roberto Doberti es profesor emérito de la UBA.
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CIENCIA, TECNOLOGÍA Y MODELOS
DE DESARROLLO EN ARGENTINA
Fernanda Di Meglio
Es indudable que el fomento a la ciencia y la tecnología se presenta como un
elemento primordial para el desarrollo de los países, de ahí que las políticas públicas
aplicadas en ese ámbito sean tan urgentes. En América Latina, el arraigo de un
ideario –tanto en el seno del debate académico como en el referido a la
determinación de las agendas de política estatal– que enfatiza los vínculos existentes
entre las capacidades científicas y tecnológicas y el objetivo primordial del
desarrollo económico-social se remonta a la década de 1950, al calor de los debates
sobre las trayectorias de industrialización de los países de la región.
A diferencia de los países con alto desarrollo industrial, los que componen la
región latinoamericana presentan mayores debilidades en su entramado productivo y
en la relación entre éste y los centros de producción de conocimiento científicotecnológico. Debido a ello, en países como Argentina asume una mayor
trascendencia el papel del Estado como promotor de las actividades científicas y
tecnológicas y de las vinculaciones entre los diferentes componentes del sistema
orientados hacia la innovación. Sin embargo, la historia reciente muestra avances y
retrocesos en este aspecto. Por ejemplo, en la década neoliberal las políticas
científicas y tecnológicas se mantuvieron en un plano secundario de las prioridades
del Estado y de la elite económica, y sus resultados exhibieron una tendencia hacia
el laissez-faire en materia tecnológica basada en las tradiciones neoclásicas, tanto en
lo que hace al rol de las políticas públicas como en el tratamiento de la cuestión
tecnológica (Chudnovsky y López, 1996). Bajo este paradigma se sostenía que el
arribo masivo de capitales y tecnología importada cerraría la brecha de
productividad con las economías centrales, cuestión que no ocurrió. La apertura de
la economía y la adquisición de capital y tecnología como ejes estratégicos de la
modernización tecnológica no permitieron el avance hacia un mayor desarrollo de
capacidades científico-tecnológicas locales.
No obstante, a partir de la ruptura de la convertibilidad se da un reimpulso de
la política estatal tendiente a la reconstrucción de las capacidades científicas y
tecnológicas locales desarrolladas durante las presidencias de Néstor Kirchner
(2003-2007) y Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015), como objetivo
estratégico de las políticas de desarrollo implementadas y como pilares de una
trayectoria deseable que auspiciaba la necesidad del crecimiento económicoproductivo compatible con la expansión del empleo formal y la expansión de la
demanda dinamizada por el consumo interno. En este marco, los esfuerzos del
Estado se concentraron en recomponer las capacidades científicas tecnológicas
fuertemente agredidas en la década previa, y para ello se focalizaron en políticas
tendientes a la formación de recursos humanos, el incremento de la inversión pública
en ciencia y tecnología y la jerarquización de las instituciones con incumbencia en
ese campo. En materia de gastos en investigación y desarrollo se impulsó un
sostenido crecimiento, pasando de representar el 0,41% del PBI en el año 2003 al
0,65% en 2015. Pero sin lugar a dudas, lo que permitió el despliegue de las
potencialidades de una activa política estatal en la promoción de la investigación
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científica orientada al desarrollo productivo fueron las transformaciones apreciables
en el modelo de desarrollo de esa década (Avendaño y Di Meglio, 2015).
Como si fuera una película repetida, en los últimos tres años asistimos
nuevamente a un proceso de desmantelamiento del complejo científico-tecnológico
que se expresa en la disminución del financiamiento orientado a la promoción de la
ciencia y la tecnología en sus diferentes planos y la desjerarquización de las
instituciones con incumbencia en este campo que marcan el deterioro de este sector
a la luz del ajuste estructural. Si bien la permanencia del ministro Barañao frente al
MINCyT hacía pensar en una cierta continuidad respecto a las políticas desplegadas
en el periodo anterior, lo cierto es que no hubo nada de eso. La drástica reducción
del 60 por ciento del ingreso a la carrera del CONICET, la disminución de los
subsidios y el congelamiento o desaparición de muchos proyectos tecnológicos
marcaron el desinterés del gobierno de continuar desarrollando el sistema científicotecnológico consolidado en el período anterior.
Sin embargo, es importante señalar que dicho deterioro no está
exclusivamente asociado a las políticas de ajuste, sino principalmente a la escasa
relevancia que adquiere la ciencia y la tecnología para el modelo de desarrollo y el
patrón de inserción que se promueve desde el gobierno nacional. En rasgos
generales, el gobierno actual no ve la necesidad de seguir invirtiendo recursos en la
generación de conocimientos científico-tecnológicos, ya que apuesta a retornar al
modelo agroexportador y adquirir en el exterior la tecnología y los conocimientos
necesarios que requiera el país. Esta mirada exógena respecto a la ciencia y
tecnología no hace otra cosa que dilapidar una vez más la única ventana de
oportunidad que la Argentina tenía para consolidarse y retomar un sendero de
desarrollo deseable.
El soporte ordenador de toda política estatal de
ciencia y tecnología es un determinado
posicionamiento sobre el “desarrollo deseable de un
país”. Por lo tanto, si el “desarrollo deseable” está
relacionado con la apertura externa y un patrón de
especialización basado en materias primas con
escaso valor agregado, queda poco margen para el
despliegue de la ciencia y la tecnología
y sus potencialidades.
Mientras el mundo debate la importancia del conocimiento como motor de
desarrollo y las posibilidades que la ciencia y la tecnología generan en la realización
de nuevos productos y procesos, Argentina vuelve a oscilar entre su incapacidad de
sostener una política de largo plazo y los problemas urgentes a resolver. Sin
embargo, resulta imperativo revertir el argumento y repensar el rol de la ciencia y
tecnología como política de desarrollo y las posibilidades que este camino puede
aportar para resolver los problemas estructurales de la economía argentina. Hoy
encontramos países como Corea del Sur e Israel que, a partir de una sostenida
inversión en ciencia y tecnología, lograron consolidarse en la economía mundial
como importantes exportadores de tecnología de punta y con mejoras sustanciales en
25
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su sendero de desarrollo. En la actualidad, estos países invierten el 4% del PBI en
este campo, un porcentaje mayor que países como Alemania, Estados Unidos o
Japón.
En definitiva, como señalan Cimoli (2007) y Porta y Bianco (2004), el
soporte ordenador de toda política estatal de ciencia y tecnología es un determinado
posicionamiento sobre el “desarrollo deseable de un país”. Por lo tanto, si el
“desarrollo deseable” está relacionado con la apertura externa y un patrón de
especialización basado en materias primas con escaso valor agregado, queda poco
margen para el despliegue de la ciencia y la tecnología y sus potencialidades. De
esta forma, el debate principal en el futuro deberá orientarse a la discusión de ese
posicionamiento y a revisar los marcos conceptuales o paradigmas económicos que
están guiando las decisiones. Sin un cambio de modelo económico no hay ciencia
endógena posible.
Bibliografía
Avendaño R y F Di Meglio F (2015): “El capitalismo argentino en la posconvertibilidad: un análisis de los alcances del desempeño productivo y de su
relación con las políticas científicas y tecnológicas”. Revista de Gestión Pública, IV2, Julio-Diciembre.
Chudnovsky D y A López (1996): “Política Tecnológica en la Argentina: ¿Hay Algo
Más Que Laissez Faire?”. Redes, 6.
Cimoli M, C Ferraz y A Primi (2007): Políticas de ciencia y tecnología en
economías abiertas: la situación de América Latina y el Caribe. Santiago, CEPAL.
Porta F y C Bianco (2004): Las visiones sobre el desarrollo argentino. Consensos y
disensos. Buenos Aires, Centro de Estudios sobre Ciencia, Desarrollo y Educación
Superior.
Fernanda Di Meglio es doctora en Ciencia Política (UNSAM), magister en
Internacionalización del Desarrollo Local (UNIBO), licenciada en Relaciones
Internacionales (UNICEN) e investigadora en el Centro de Estudios
Interdisciplinarios en Problemáticas Internacionales y Locales (CEIPIL), Facultad
de Ciencias Humanas, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos
Aires.
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CUARTA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y ESTADO
NACIONAL-POPULAR: PROPUESTAS PARA NO REGALAR
LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS AL NEOLIBERALISMO
Maximiliano Rey
¿Algún cardiólogo preferiría diagnosticar sin usar electrocardiogramas?
¿Quién iría a una dirección desconocida sin apelar al GPS? ¿Alguien viajaría a otro
continente en barco, como hacían nuestros abuelos? Parece una verdad de Perogrullo
que, desde que el mundo es mundo, los avances tecnológicos facilitan la vida y
aumentan el bienestar… pero bajo ciertas circunstancias, ¿no se podría afirmar todo
lo contrario? La tecnología puede ser muy bien utilizada en beneficio del pueblo,
pero también comporta grandes peligros para el buen vivir si es instrumentalizada
desde una posición neoliberal. La uberización de la economía, proceso que comporta
la conculcación de los derechos laborales, empujando al mundo hacia el trabajo
precario, es el ejemplo más usual pero no el único. Formas de moldear opiniones y
conductas también están a la orden del día en el capitalismo globalizado.
En definitiva, hoy es difícilmente rebatible que el uso de las tecnologías
digitales y la innovación se están convirtiendo en un artículo de primera necesidad
para pensar el futuro cercano. Sin embargo, el consenso sobre la importancia de la
temática, compartido por diferentes posturas sociales y políticas, no debe oscurecer
que el contenido que le asigna el neoliberalismo no es el mismo que el que le
debemos otorgar desde el proyecto nacional y popular. Nuestra perspectiva sobre la
materia discrepa en varias cuestiones de la mirada neoliberal, siendo de primera
importancia las siguientes: la relación entre técnica y política; el actor social
incumbido; el ámbito de la construcción de las políticas; y como basamento de todos
estos, el rol del Estado. Son estas directrices las que deben guiarnos en la
elaboración de las herramientas concretas.
El Estado es el ámbito de politicidad por excelencia de toda sociedad. En
nuestra concepción, el Estado –sobre todo en América Latina– debe crear nación,
identidad y ciudadanía, y constituirse en la locomotora del desarrollo. Si, por el
contrario, se pretende al Estado sin un gran rol, o a lo sumo como mero proveedor de
servicios o regulador de la empresa privada, la digitalización tal cual la utiliza la
mirada hegemónica neoliberal es funcional puesto que tiende a favorecer esa interfaz.
Tanto las propuestas que no contemplan la relación Estado-economía –dejando ver ahí
su posición pro mercado–, las que emasculen al Estado, como las que generan
subjetividades tendientes al aislamiento, quedan fuera de nuestra posición.
Surge entonces la pregunta: ¿de qué manera un Estado nacional-popular
puede obtener ventaja de instrumentos tecnológicos que, de otro modo, puedan
llevar a que la globalización neoliberal termine de imponer sus términos contra la
soberanía popular? La respuesta general es simple y directa: politizar estos
instrumentos en favor del pueblo. En nuestro pensamiento situado, desde el Sur,
desde la América que busque su segunda independencia, el problema sigue siendo el
desarrollo y el empoderamiento democrático-popular. Debemos politizar la
tecnología y las relaciones sociales que permea, haciendo explícitos los roles a jugar
por el Estado y por los colectivos populares, para un proyecto de desarrollo con
justicia social. Sólo de esta forma se alcanzará la soberanía tecnológica que cada vez
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más se convertirá en un aspecto clave de la soberanía nacional. En consecuencia, en
nuestro proyecto la conducción de la política debe quedar establecida sin lugar a
dudas, lo cual marca una tajante separación con la preeminencia de la
automatización sin diseño ni control político. Por lo mismo, sin negar la existencia
del espacio virtual, es imprescindible no endiosarlo como el único posible, puesto
que “el barrio”, “la fábrica” y tantos otros espacios siguen siendo las expresiones
más firmes de los sectores populares. En consecuencia, el desafío es buscar la
posibilidad de articulación o complementación entre ellos. De allí se sigue la
necesidad de un Estado que vaya a diferentes ritmos en lo digital, que sepa convivir
con sus sociedades con temporalidades diferentes: siglos XXI, XX y aún XIX.
Incluso fuera de nuestra región existen varios tiempos, como muestra la victoria
electoral de Trump en una de las sociedades más digitalizadas del mundo.
De lo anterior también queda claro que el “ciudadano digital” es un
reduccionismo del que debemos escapar, reconstruyendo la capacidad de la política
de interpelar a los distintos sectores del pueblo. En este sentido, los problemas de la
representación de los diferentes –y algunos novedosos– colectivos y de su
participación política están a la orden del día, por lo cual nuestro reto es –otra vez–
poner las nuevas herramientas al servicio de la victoria popular. Aquí queda el
desafío de generar una cultura digital que no se aísle de lo nacional y lo popular: “El
movimiento digital-popular”.2
En definitiva, un proyecto nacional y popular no puede quedarse fuera de
estas herramientas-dispositivos-enfoques, pero tiene que redefinir sus términos para
que no mellen su objetivo principal. Por ello, se trata de apostar a un Estado
constructor del desarrollo que, sin caer en los cantos de sirenas de la digitalización
individualizante y vaciada de política, rediseñe y se apropie de la innovación para
logar una Patria Libre, Justa y Soberana. Teniendo en cuenta que bastante poco se ha
escrito sobre los desarrollos o herramientas de gestión pública desde las corrientes
críticas o nacional-populares, este artículo pretende aportar algunas ideas generales
para atender este vacío conceptual y práctico que es imprescindible llenar.
Ciertamente hay abundante pensamiento crítico sobre el proceso societal más
general, el pasaje de las sociedades fordistas o de la vigilancia y sus Estados de
bienestar hacia el capitalismo cognitivo –o de plataforma–, sus sociedades líquidas –
o del control– y sus Estados neoliberales. En esta dirección, es necesario tener
presente la forma en que el neoliberalismo utiliza las herramientas digitales
provechosamente en sus intentos de desarticular las luchas y proyectos populares.
Sólo de tal forma le podremos seguir dando batalla y desarmando sus estrategias. O
aún mejor, “darlas vuelta” y aprovecharlas en nuestro beneficio.
Capitalismo cognitivo y sociedad de control
Las primeras dos décadas del siglo XXI han presenciado una gran aceleración
del cambio societal iniciado en la segunda mitad del siglo previo, por la cual una
parte importante de la actividad humana está cruzada por alguna tecnología
informática. Es tan cierto que es fácil comprobarlo, por ejemplo, pensando en la
importancia que ha adquirido el celular en la vida cotidiana de muchas personas. Sin
embargo, así como es difícil desconocer tal situación, no menos real es la llamada
“brecha tecnológica”, por la cual gran parte de los sectores populares tienen menor
acceso –en cantidad o calidad– que otra parte de la sociedad, sobre todo en los
2
Estamos en deuda con Arturo Laguado por esta ingeniosa definición.
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países en desarrollo.3 Esta situación dispara una primera conclusión para pensar el
Estado y sus políticas: la perentoria necesidad de atender la desigualdad digital.
Ahora bien, pensando que somos un país de desarrollo medio que apunta a
continuar creciendo y beneficiando a nuestro pueblo, tan necesario como atender
hoy mismo aquella brecha es imaginar la situación a que arribaremos cuando la
amplia mayoría de nuestro pueblo esté incluida digitalmente y pensar en los peligros
sobre la parte de la sociedad que ya es parte del mundo digital. Estos riesgos son
varios. Aquí abundaremos sobre una amenaza vinculada al sujeto que construye la
tecnología digital cuando es utilizada en clave neoliberal: “el ciudadano digital”.
Bajo una supuesta democratización del acceso a la información, la
“gobernanza neoliberal algorítmica” (Lojo, 2018: 8) –también llamada
“gubernamentalidad4 algorítmica” (Costa, 2017; Gómez Barrera, 2017)– encubre la
normatividad inmanente con la cual los algoritmos permiten dotar de sentido aquel
acceso y cuyas derivas incluyen la posibilidad de pérdida de la privacidad y de la
manipulación de la opinión pública, incluidas las preferencias electorales. La
operación maliciosa sobre el conjunto de las preferencias ciudadanas se vincula con
las fake news, el law fare y los golpes blandos, y prefiguran la idea de un
totalitarismo 2.0, o feudalismo 2.0. Vale la pena detenerse brevemente en esto: la
actual “sociedad del control” se basa en una serie de herramientas y dispositivos
asociados a la comunicación y la informatización –entre ellos, algoritmos y big
data– “que, lejos de remitir a la vieja idea de lo automático como repetición, genera
incesantemente diferencia, establece rangos de acción, permite niveles cada vez
mayores de interacción y, por ello mismo, suscita nuevas formas, sutiles y
sofisticadas, de control social” (Costa y Rodríguez, 2018).
Adoptando las preocupaciones y nociones de Michel Foucault pero
adaptándolas a la actualidad digital, la filosofía política crítica apunta que ya no se
trata de regular sólo los procesos biológicos (el nacimiento, la muerte, la producción,
la enfermedad) y sus consecuencias socio-políticas (trabajo, consumo, etcétera), que
el mencionado filósofo francés denominaba “biopolítica”, sino también el sistema
social necesita una regulación de la construcción simbólica, asociada a los
imaginarios sociales e individuales y, por tanto, a las corrientes de opinión, a las
vivencias afectivas y al deseo social en general. Esta necesidad surge de la
existencia de un colectivo distinto a la “población” con la que trataba Foucault.
Según Mónaco (2018: 6), “población y público son dos formas diferentes de
construir conjuntos gobernables a partir de las multiplicidades. En la actualidad, la
multiplicidad ya no sólo exhibe su potencia productiva en los procesos biológicos de
un gran cuerpo social (población) sino también en los procesos de producción
deslocalizada y desmaterializada de un gran cerebro colectivo (público)”.
La ya masiva utilización de los dispositivos a que dan lugar las nuevas
tecnologías permite la comunicación remota y por tanto la “cooperación entre
3
Aunque con tendencia a la baja, hay dos variables que diferencian el acceso a cierta
tecnología: edad y nivel socioeconómico. En el conjunto de adultos mayores de sectores
populares hay menos teléfonos móviles inteligentes que entre los jóvenes de clases acomodadas.
Según algunos estudios, en Argentina sólo un 68% de la población adulta posee smartphones.
Ver
https://www.perfil.com/noticias/sociedad/argentina-17-por-ciento-adultos-no-tienecelular.phtml.
4
La noción de gubernamentalidad excede a la de gobierno estatal, extendiéndose a toda práctica
y dispositivo que conduce las conductas, y por ende comprende aquellas que se dan en el sector
privado.
29
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cerebros” –cuyo ejemplo más mencionado es el formato Wiki, pero que se extiende
a una amplia variedad de formatos colaborativos– y ciertos “procesos de
subjetivación” mediados por la formación de determinados colectivos
“descentralizados”, como por ejemplo “un grupo de fanáticos de un libro que
confluyen en una red social, los millones de espectadores de un evento deportivo
alrededor de todo el mundo, un foro de opiniones políticas” (Mónaco, 2018: 7). Muy
relevante para la política, esto significa que, así como en la modernidad los Estados
establecieron los mecanismos para medir y predecir los comportamientos de la
“población” –de allí el crecimiento de las técnicas de producción de conocimientos
como la demografía, las encuestas, la estadística gubernamental, etcétera–, hoy la
emergencia del “público” hace necesario el gobierno de una gran diversidad de
individuos, localizados en lugares distantes pero vinculados de una manera más
estrecha que nunca por diversos flujos de información y medios de colaboración.
En esta gobernación de los “públicos”, el algoritmo y la big data son dos
instrumentos vitales. Un algoritmo es un “conjunto de instrucciones programadas
para ejecutar las funciones necesarias para el desarrollo deseado del sistema
informático. Los algoritmos son codificaciones preestablecidas que estructuran la
usabilidad de las plataformas y en la actualidad sus diseños privilegian los
contenidos que refuerzan la identidad de los usuarios, porque así ‘garantizan mayor
interacción’” (Lojo, 2018: 6). La big data –cuya traducción puede ser “datos
masivos” o “macrodatos”– es la recopilación y almacenamiento de información a
escala mayúscula para tomar decisiones. Se trata de “conjuntos de datos tan grandes
y complejos como para que hagan falta aplicaciones informáticas no tradicionales de
procesamiento de datos para tratarlos adecuadamente. Por ende, los procedimientos
usados para encontrar patrones repetitivos dentro de esos datos son más sofisticados
y requieren software especializado”.5
Se ha escrito mucho sobre el modo en que el neoliberalismo libra su puja por
ponerse al frente de esta nueva gobernanza de la “sociedad de la información”. Sin
embargo, para nuestro cometido, es necesario remarcar sólo algunos pocos rasgos
centrales:
a) Comercialización no sólo del conocimiento, sino incluso de la información de y
sobre las personas, que alimentan a esta nueva economía.
b) Construcción de una subjetividad individualizada, en la línea del
emprendedorismo: cada quien debe ser capaz de diseñar su propio futuro, bajo un
lógica empresarial y competitiva.
c) Procesos de influencia sobre identidades, opiniones y conductas: la cantidad de
datos accesibles y procesables hacen posible el perfilado de ciudadanos y calculables
sus comportamientos y, a partir de allí, operar sobre los mismos es factible.
d) Creación y fortalecimiento de “burbujas autoafirmativas” de usuarios que
segmentan el conjunto social. La utilización de algoritmos que posean un sesgo
específico lleva a la conformación de comunidades cerradas, conformadas por cierto
tipo de personas con características semejantes en algunas variables especialmente
elegidas, a la cual se la aísla de otras comunidades igualmente conformadas según
alguna otra variable. La existencia de múltiples “burbujas” inconexas complica el
propósito común de la sociedad.
e) Automatización de las políticas: la acumulación de datos permite que la
utilización de algoritmos haga innecesario el análisis humano, puesto que la
5
Recuperado de https://es.wikipedia.org/wiki/Macrodatos.
30
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determinación de los procesos y las decisiones sobre determinada acción estatal
surge de la propia aplicación de procesos maquinales de análisis de esos datos.
Frente a funcionarios falibles –en el mejor de los casos, o corruptos en el peor–, los
dispositivos digitales aparentan ser neutrales, transparentes, auditables y obviamente
mucho más ágiles y por ende eficaces. Hay que subrayar que esto no es mero
futurismo: “el gobernador salteño, Juan Manuel Urtubey, contó que la provincia
utiliza un mecanismo basado en Machine Learning para predecir y prevenir el
embarazo adolescente. Dijo que el sistema –un plan piloto en el que trabajan Unicef,
Microsoft y las fundaciones Conin y Techo para mi país– permite anticipar si una
niña tiene un 86 por ciento de probabilidades de quedar embarazada cuando llegue a
la adolescencia”.6
Sin una vigilancia crítica sobre el proceso de diseño e implementación, los
sistemas informáticos desarrollados redundan en procesos de exclusión y vigilancia.
Es conocido el caso de Estados Unidos, “cuyo sistema judicial recurre a un
programa para predecir la probabilidad de reincidencia al momento de emitir una
sentencia. [...] El algoritmo perjudicaba a los afroamericanos y les daba mayor
probabilidad de volver a cometer un crimen, incluso cuando tenían los mismos
antecedentes que una persona blanca”.7
Las falacias neoliberales sobre los instrumentos de gestión pública digital
Sin problematizar la transformación social presentada en la sección previa,
las propuestas neoliberales se vanaglorian con la supuesta utilidad de la tecnología
para la participación de la ciudadanía. Las ideas de “colaboración” e “innovación”
pueden ser manipuladas desde una gobernanza digital neoliberal.
El paradigma de la “Gobernanza” afirma que el Estado ya no posee el
monopolio de la agenda ni de la solución de los problemas sociales. Y ello no se
debe a que algunos actores sociales o internacionales se lo hayan expropiado o
condicionado, sino porque los problemas actuales son complejos y porque la
sociedad, amén de querer ser protagonista de su resolución, tiene recursos y
conocimientos que facilitan su abordaje –y que incluso exceden los del Estado.
Hasta aquí la composición es plausible, tanto en términos de descripción
como de proposición. El problema es que por detrás hay una visión de
desvanecimiento del rol del Estado, puesto que esta sociedad –avanzada en sus
potencialidades– es contrapuesta por esta literatura a una institucionalidad estatal
que se ha quedado en el pasado.8
Frente a esta situación surge la idea de co-creación, según la cual la
colaboración de diversos actores en la construcción de las políticas públicas genera
un escenario en el que todos ganan. La idea central es que en cualquier cuestión los
expertos y funcionarios públicos no son los únicos que pueden construir la solución,
6
Recuperado el 10-2-19 de https://www.infotechnology.com/labs/Sirven-los-algoritmos-paratomar-decisiones-sobre-politicas-publicas-20180608-0008.html. Ver la comunicación oficial del
acuerdo con Microsoft en http://www.salta.gov.ar/prensa/noticias/el-gobierno-de-salta-ymicrosoft-aplicaran-inteligencia-artificial-en-la-prevencion-de-situaciones-sociales/52860.
7
Recuperado el 10-2-19 de https://www.infotechnology.com/labs/Sirven-los-algoritmos-paratomar-decisiones-sobre-politicas-publicas-20180608-0008.html.
8
Esta situación, al mismo tiempo que justifica la modificación, exculpa de su lentitud. En
alguna medida, los promotores de estas ideas son conscientes de que sus avances son trabajosos
–en “casi ningún gobierno del mundo”–, puesto que las instituciones y organizaciones de la
democracia representativa “no están enfocadas en estas ideas” (Santalab, s/f).
31
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sino que los aportes a la misma exceden a los actores estatales. De allí que formar
una comunidad sobre el tema sea un eje esencial. Por tal se entiende un conjunto de
actores de diferentes ámbitos que posean intereses semejantes, un “idioma” común,
una cultura de la generación de valor compartido. Así se forma el trabajo en redes
distribuidas, que permite aprovechar todos los recursos disponibles y asoma el
“Estado red”, un ente que es un actor más en el juego de las políticas públicas, no el
actor principal del desarrollo.
Fruto de estas ideas también surge una gran cantidad de instrumentos o
institutos concretos, plasmados en una serie de términos en inglés que utilizan los
partícipes de la literatura sobre innovación, como Crowdsourcing innovation (apelar
a un grupo indeterminado de personas de fuera de la organización que lanza la
convocatoria para darle forma a una tarea compleja); Data collaborative
(intercambio de datos para crear valor público); y Gamification (utilizar la lógica de
los juegos para mejorar el funcionamiento organizacional). Otros tienen mayor
presencia empírica y en los trabajos sobre la temática, como “laboratorios de
innovación” (de los formatos más expandidos por todo el mundo, son caracterizados
como espacios especialmente diseñados para dar lugar a la co-creación); o Design
thinking (pensamiento de diseño: se dice que permite solucionar problemas a través
de un proceso interdisciplinario y colaborativo por el cual se “conoce” al cliente y se
prototipan soluciones en un proceso de experimentación dinámico).
Si se indaga más profundamente que los promotores de estas novedades de
gestión, ¿qué decir desde una perspectiva popular de estas últimas? Aunque la
innovación o colaboración pueden ser pensadas en clave analógica y territorial, la
mayoría de las propuestas que conforman esta nueva perspectiva lo asocian a la
tecnología digital y la potencialidad que esta conlleva. De allí que, si bien en
muchos casos no lo explicitan, el actor social paradigmático sea el “ciudadano
digital”. Esta noción es problemática porque, como adelantamos, en nuestro país
existe una brecha digital, porque en la política argentina los actores socio-políticos a
movilizar no se inscriben en dicho soporte y por los motivos que siguen abajo.
a) No problematiza el proceso socio-tecnológico que conforma a los sujetos que
luego participan como “ciudadanos digitales”, puesto que la construcción de su
subjetividad –individualizada– dista de ser libre y neutral.
b) El “ciudadano digital”, construido previamente por la gubernamentalidad
algorítmica, sufre en el proceso de participación en las políticas públicas las
consecuencias de su propia naturaleza individual o dentro de “burbujas
disgregadas”. Para decirlo con más detalle: en primer lugar, no sólo hay una
construcción heterónoma, sino que el modo de participación digital ofrecido lo
consolida como participante solitario, según sus intereses particulares o en el marco
de una participación hipersegmentalizada9 y, por ende, de ambas formas lo termina
de alejar de cualquier tipo de construcción colectiva.
9
En una interesante nota de coyuntura, Martín Rodriguez caracterizaba la estrategia electoral y
de gobierno de la siguiente manera: “Cambiemos aspira a ‘ganar’, y no quiere una nueva
mayoría, quiere ganar y replegarse. Quiere a esta sociedad atomizada, así como es, así como la
vemos, este enfrentamiento entre clases medias, entre ‘planeros’ y ‘aristocracia obrera’, entre
garantistas y punitivistas, entre pañuelos de colores. ¿Cómo gobierna? No es uniendo a los
argentinos, sino con la etapa superior de la grieta: se propone avivar todas las grietas que sean
posibles. Gobernar apoyando en cada desigualdad a la sociedad desigual. No se trata solo de
dividir la sociedad ‘en dos modelos’, sino de acompañar la división de la sociedad en mil
pedazos, atomizarla. Parece invertir la famosa oración que dice ‘la política es una herramienta
32
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c) Aún si la utilización de la tecnología algorítmica no tuviera los problemas que
presentamos hasta aquí, el funcionamiento de los algoritmos puede tener fallas y no
alcanzar los resultados que, en sus propios términos, se plantea.
d) Según la perspectiva neoliberal hegemónica, la recuperación de la confianza
social y por ende de la legitimidad estatal deriva de la mejora en la eficiencia y
eficacia en la prestación de servicios públicos. Sin menospreciar su importancia,
debe notarse que esta perspectiva deja sin cubrir el rol estatal de potestad pública o
imperium, vital para ordenar la sociedad. Esta principalísima tarea requiere el apego
a normas que garanticen la imparcialidad y la previsibilidad, y por tanto el Estado de
Derecho.
En definitiva, en estas cuestiones se puede observar el contrapunto central
entre la visión neoliberal y la nuestra, que encuentra su origen en el rol que se le
asigna a la estatalidad y es tan claro que se puede escribir muy sencillamente: el
Estado como una plataforma que brinda soporte a la interacción entre individuos
heterónomos o el Estado como motor del desarrollo.
La construcción de una perspectiva nacional-popular
Ahora bien, ¿las críticas a la edulcorada perspectiva neoliberal sobre la
digitalización y la “sociedad de la información” invalidan absolutamente la
utilización de dispositivos digitales y de la innovación en general?
Algo básico para cualquier proyecto democrático es la necesidad de regular el
funcionamiento de esta “gubernamentalidad algorítmica” en el sector privado, dado
que su capacidad de modelar y anticipar los comportamientos es realmente
peligrosa, lo cual abre todo un campo de debate en el cual no nos ocuparemos aquí.
En términos más generales, la tarea indispensable –y dificultosa– es imponer la
autoridad estatal sobre el mundo digital. De lo contrario, estaremos cada día más
cerca del tiempo en que Internet mate a la democracia, tal como titula su conocido
libro Jaime Bartlett. La pregunta entonces radica en cómo lograr esa supremacía de
la política sobre la tecnología. Una cuestión central es la apropiación de estos
instrumentos por parte del propio Estado.
Adoptando una perspectiva que desdeña el carácter técnico y neutral de los
algoritmos, se puede aducir que el sesgo que tengan es intencional, dependiendo de
cómo se construya su funcionamiento, especialmente la preselección de los datos
que se consideran útiles para el procesamiento. Por ello Juan Gómez Barrera (2018:
11) explica que “hay una fuerte influencia en la asignación de valores y normas en la
preselección de los datos que son analizados por los algoritmos; es decir, estos
nunca reciben un dato enteramente puro o neutral y por lo tanto se puede indicar que
trabajan ya con un material que está atravesado por una mirada específica”.
Abundando en la cuestión, el mismo autor sostiene que este núcleo del perfilado
“debe ser tenido en cuenta como un punto sustancial en el proceso de configuración
de individuación de subjetividades que ellos formulan” (Gómez Barrera, 2018: 3).
Según Lojo (2018: 8), habitualmente se encuentra la siguiente situación:
“algoritmos diseñados por especialistas, en la mayoría de los casos ajenos a la
administración pública y a los campos disciplinares sobre las cuales intervienen
(derecho, trabajo social, economía, salud, etcétera). Trabajan sobre bases de datos
para transformar la sociedad’ a ‘la política es una herramienta para mantener a la sociedad
intacta’”. Recuperado el 13-2-2019 de https://www.lapoliticaonline.com/nota/martin-rodriguezel-ano-de-la-marmota-electoral.
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inaccesibles para la población en general y cuando el software no es abierto es difícil
saber qué elementos están siendo considerados para la toma de decisiones. Además,
no siempre se tiene control sobre qué información es almacenada en las bases de
datos. Por último, la eliminación de una instancia de revisión y análisis convierte a
los resultados del sondeo en una política efectiva inmediatamente”. Este párrafo se
vincula con una serie de investigadores que, frente a la ostensible ambivalencia de la
automatización, proponen privilegiar el trabajo humano. Investigando sobre la
interfaz entre humanos y tecnología digital, entienden que por más que avance esta
última, siempre aparecen nuevas tareas que sólo las personas pueden realizar, lo que
Mary Gray y Siddarth Sury (2017) llaman el trabajo humano detrás de la cortina de
la inteligencia artificial.
En definitiva, el punto central está en evitar que la automatización de las
políticas signifique sacrificar la naturaleza decisoria de la política. Para ello, las
características que posea la administración pública y las herramientas utilizadas para
el despliegue de las políticas públicas también juegan un rol importante, como
propondremos a continuación.
Algunas ideas tentativas para la gestión pública
Del enfoque presentado en las notas previas se pueden derivar algunas
propuestas, más a modo de ejemplo que como un programa exhaustivo de acciones a
implementar, y con el grado de generalidad propio de un artículo más inclinado al
debate sobre la cuestión política de la tecnología y la innovación que a sus
herramientas operativas.
a) Revisitando a Foucault, Claudia Bernazza (2018) recuerda que el poder no
persiste en base a ejércitos y políticas represivas, sino debido a que “produce sujetos.
Produce creencias y cultura” y, frente a ello, “nuestro desafío, desde siempre, es
fortalecer, ampliar o despertar la conciencia de sí mismos de los trabajadores”. Estas
líneas responden la pregunta clave que elude la perspectiva neoliberal: ¿para qué
sirven estas novedades? ¿Cuál es el objetivo político al que ayudarán a concretar?
Esa tarea central para un proyecto democrático y popular tiene en el Estado un actor
clave. Más aun teniendo en cuenta que en nuestro país, como en varios otros de la
región e incluso Europa, el neoliberalismo de fines de siglo pasado produjo la
liberalización de la producción de conocimiento sobre los asuntos públicos,
favoreciendo la emergencia de un conjunto de think tanks de diverso tipo –entre los
que sobresalen los financiados por empresas privadas nacionales y foráneas– cuya
misión fue –es– influenciar tanto en la agenda pública como en las políticas
estatales.10 Por ello, la reconstrucción de un aparato estatal de producción y
divulgación de conocimiento público es de central importancia. La construcción de
capacidad de lectura de la realidad a través del manejo de repositorios, de equipos
que generen y traten con grandes datos, etcétera, es central. Proposición: en cada
uno de los ministerios,11 contar con un área de creación y análisis de big data,
tecnológicamente equipada, humanamente capacitada y políticamente fortalecida.
10
El diario La Nación afirma que, según un informe elaborado por la Universidad de
Pensilvania que contabiliza los think tanks por país, “Argentina es el segundo país con más
instituciones de ese tipo en todo el continente americano –después de los Estados Unidos– y el
quinto a nivel mundial”. Recuperado el 31-1-2019 de https://www.lanacion.com.ar/2215963-laargentina-es-segundo-pais-america-mas.
11
O grandes divisiones administrativas, según sea el caso, como bien nos marca Horacio Cao en
una comunicación personal.
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b) La aplicación de herramientas digitales a las políticas públicas no tiene una
inmanencia neoliberal. Bajo ciertas condiciones, la digitalización puede ser útil a un
proyecto emancipador, aún con las precauciones del caso. Desde cuestiones sencillas
como la robotización de respuestas simples hasta la construcción de datos complejos
y la consecuente automatización de decisiones, pasando por la simplificación de
procesos. Mención especial en este sentido amerita la construcción del poder estatal
tanto para establecer el Estado de Derecho como para para traccionar el desarrollo
industrial, que se compone, entre otros elementos, de la capacidad de análisis de las
conductas empresarias. Por todo lo anterior es imperioso realizar análisis y
experimentaciones, tanto para precaver sus efectos negativos como para fortalecer y
extender sus consecuencias positivas en el seno de la Administración Pública,
siempre teniendo en cuanta que al interior de ésta hay gran diversidad
organizacional y por ende el enfoque para la digitalización no puede ser uniforme.
Proposición: siguiendo el sendero de la propuesta anterior, diseñar unidades
específicas de estudio de las posibilidades de automatización, lo cual incluye un
fuerte énfasis en que hay tareas que deben ser dejadas en manos humanas, por más
que los algoritmos las hagan más eficientemente.
c) Siempre teniendo presente las advertencias realizadas a lo largo de estas notas, la
tecnología digital no sólo permite construir patrones que ayudan a comprender a los
destinatarios del trabajo estatal y a su contexto, sino que facilita la llegada a lugares
y sectores que de otra manera sería más difícil. Una de las virtudes de los procesos
populares de la primera década de este siglo es que acercan al Estado a los sectores
populares históricamente olvidados. Sucedió en esos años la movilización del
aparato estatal, e incluso de la militancia en el territorio, explicando hogar por hogar
los derechos sociales a que podían acceder las personas visitadas. Estas iniciativas
pueden ser ampliamente mejoradas con mecanismos digitales. Proposición: además
de los canales digitales que facilitan la comunicación, estudiar las estrategias de
acercamiento que permiten las nuevas tecnologías… lo cual, además se inscribe en
la senda de cerrar la brecha digital.
d) Si bien la innovación digital o tecnológica es importante, tan o más relevante lo es
la social. Esta se construye con los actores sociales de las políticas. No es deseable
para todas las ocupaciones del Estado, sino que es más dúctil para aquellas que
implican servicios y en que haya una coincidencia programática entre los
participantes. Proposición: analizar la utilidad de poseer una oficina de innovación
social-estatal en las organizaciones estatales que brinden servicios. Este análisis
debe incluir una rigurosa evaluación de las posibles vinculaciones del servicio con
áreas en que la preminencia del Rule of law desaconseje lógicas flexibles de gestión.
El diseño de estas oficinas es complejo. El sujeto social a empoderar por parte de un
proyecto popular tiene que ser el más agregado posible, bien distinto de la
hipersegmentación que propone la innovación neoliberal. Esto es muy diferente a la
idea de “Gobernanza colaborativa”, en la cual los procesos y estructuras de toma de
decisiones y gestión de políticas públicas comprometen personas, superando las
fronteras de las agencias públicas, niveles de gobierno, lo público, lo privado y lo
cívico. En el proyecto nacional y popular, el Estado no es uno más en un sistema
horizontal, sino el eje de las propuestas de involucramiento social.
e) En lo tocante al vínculo con la sociedad, si estas propuestas van direccionadas
principalmente –aunque no únicamente, sino como parte de una construcción
hegemónica global– a los sectores populares, deben incluir su empoderamiento, para
que sean actores de innovación. Por ende, se debe fomentar una cultura pública en
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torno del conocimiento generado en la articulación entre Estado y actores populares.
Para ello es vital abrir datos relevantes y establecer una arquitectura de participación
popular que exceda lo digital. Proposición: fuerte iniciativa estatal de ampliación de
las capacidades de participación popular, que conste de acciones que fomenten el
conocimiento para la innovación en la cosa pública y que, de nuevo, apunten a cerrar
la brecha digital.
f) Respecto de las potencialidades para el propio aparato del Estado, la innovación y
las herramientas digitales pueden colaborar con el tema de la coordinación
organizacional y política, de gran relevancia para la eficacia organizacional, pero
para la capacidad estatal. Respecto de este último, Ana Castellani y Flavia Llampart
(2012: 167) dan en el clavo cuando nos recuerdan la advertencia de Chibber sobre
“que un Estado fragmentado por disputas entre agencias estatales también ofrece una
situación apta para socavar la autonomía estatal, ya que puede incentivar el
establecimiento de vinculaciones de tipo predatorias entre funcionarios y
empresarios”. Si bien en muchos sectores de la administración pública la
apropiación sobre los datos de las actividades que se producen es considerada, con
razón, un capital invaluable, no es menos cierto que la disponibilidad de mayor
cantidad de datos –surgidos de otras partes de la organización– puede producir un
escenario de creación de acción conjunta en el que todos ganan (“win-win”).
Ciertamente esto marida bien con las estructuras planas, cuestión que tiene sus
beneficios pero también sus contras, y que por ende deben resolverse en cada caso
puntual. Proposición: necesidad de un responsable –de generarlos y compartirlos–
de datos abiertos en cada organización y de herramientas que reúnan información
transversal.
Bibliografía
Bernazza C (2016): “Bienvenidos al pasado”. Perspectivas de Políticas Públicas,
11.
Castellani A y F Llanpart (2012): “Debates en torno a la calidad de la intervención
económica estatal”. Papeles de Trabajo del IDAES-UNSAM, 9.
Costa F (2017): “Omnes et singulatim en el nuevo orden informacional.
Gubernamentalidad algorítmica y vigilancia genética”. Poliética. Revista de Ética e
Filosofia Política, 5-1.
Costa F y P Rodríguez (2018): “Algoritmos, big data y automatización social”.
Avatares de la Comunicación y la Cultura, 15.
Gómez Barrera J (2018): “Segmentación, sesgo y normas sociales en la
programación. Aportes a la teoría de la gubernamentalidad algorítmica”. Avatares de
la Comunicación y la Cultura, 15.
Gray M y S Suri (2017): “The humans working behind the AI curtain”. Harvard
Business Review, 9.
Lojo J (2018): “Big data, small democracy. Lo político bajo el imperio del
algoritmo”. Avatares de la Comunicación y la Cultura, 15.
Mónaco J (2018): “De las poblaciones a los públicos. Nuevos problemas de
gobierno”. Avatares de la Comunicación y la Cultura, 15.
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Revista Movimiento – N° 13 – Junio 2019
NUEVO ACUERDO SOCIAL Y RENTA BÁSICA UNIVERSAL
Eduardo Richter
Escribo las líneas que siguen movilizado por el artículo que el ingeniero
Mario Cafiero ha presentado en el número 12 de la revista Movimiento y teniendo en
cuenta unas ideas, ajenas, que he expuesto en la edición número 6 de la misma
publicación. Entre estas últimas, básicamente sostuve que las reducciones en la
jornada de trabajo o en la edad para acceder al beneficio jubilatorio –entre otras
medidas posibles– no iban a ser suficientes en el futuro para que todas las personas
que necesiten trabajar puedan hacerlo a cambio de una remuneración. Omití
entonces aclarar que mi intervención era efectuada desde la óptica del actual
Derecho del Trabajo, desde las inquietudes que nos vienen generando las
vertiginosas transformaciones de los procesos productivos –tan precisamente
descriptas por Mario Cafiero– y sus consecuencias en términos de organización y
contención social. Se trata no sólo de la preocupación por la existencia de nuestra
querida disciplina. Lo que está y estará en juego, fundamentalmente, es la
subsistencia digna de millones de personas en nuestro país y en el mundo.
Agrego aquí que parto de una postura “tecnopesimista”, aclarando que no
concibo un futuro sin trabajo, pero sí un futuro en el que cada vez menos personas
podrán trabajar a cambio de un salario. En realidad ese futuro ya es hoy, y nada
indica que la tendencia, que se viene consolidando en estos últimos cuarenta años,
vaya a revertirse en los próximos. Coincido con Mario Cafiero en que ese futuro
impone la reconstrucción del pacto social, de un “nuevo acuerdo social donde los
avances científicos y los procesos de innovación tecnológica apalanquen el
desarrollo humano y social, y no solo los beneficios de los accionistas del capital”.
También comparto que una medida posible, aunque no exenta de cuestionamientos,
es la instauración de una Renta Básica Universal (RBU en adelante) para todos los
habitantes. Sin embargo, disiento muy respetuosamente con el motivo que Mario
Cafiero esgrime para calificarla de polémica, esto es, la supuesta desaparición del
“actor del trabajo”. En las líneas siguientes espero poder sustentar ese disenso y
aportar al debate algunas otras ideas que se encaminan a demostrar que la RBU,
independiente e incondicional de cualquier prestación laboral, constituye una
herramienta valiosa de cara a nuestro futuro como sociedad.
Por qué una renta básica universal: algunos motivos económicos y políticos
En perspectiva estrictamente económica, existe consenso respecto al carácter
redistributivo de la RBU. Esa condición es la que, fundamentalmente, motiva las
adhesiones desde la izquierda política más o menos radicalizada. Al mismo tiempo,
la derecha no omite reconocer las bondades de la iniciativa, ponderando en este caso
su potencialidad para estimular el consumo, contribuyendo de ese modo a la
reafirmación del sistema de producción imperante en el mundo. Esas variopintas
adhesiones conducen a muchos, por derecha y por izquierda también, a desconfiar
en definitiva de la viabilidad y conveniencia de la RBU. Sin embargo, me parece
que esa desconfianza –también en ambos casos– se nutre más del temor de estar de
acuerdo con una posición ideológicamente contraria, que de motivos intrínsecos a la
implementación de la RBU.
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Por mi parte, resalto los beneficios económicos que desde ambas tribunas
ideológicas se pregonan –redistribución de la renta y estimulación del consumo
interno– y consulto al lector si esas no constituyen, justamente, dos de las
principales consignas económicas del peronismo. Quizá para abordar y responder la
cuestión, en términos históricos y también en perspectiva actual y futura, pueda
resultarle de utilidad la lectura de los artículos que en la edición número 12 de
Movimiento se dedican a la “Unidad” y de las metas y desafíos que, en forma
concordante, se exponen respecto del próximo gobierno.
Sin embargo, existen también argumentos políticos de peso en favor de la
RBU, que se relacionan con la genuina preocupación de los trabajadores como
actores sociales. Me refiero, en primer lugar, a la incidencia de la RBU en la
asimetría de poder que actualmente existe entre la mano de obra y el capital. Así,
como es sabido, la mano de obra requiere vender su fuerza de trabajo para obtener lo
necesario para sobrevivir. En estos días son muchas las personas que no pueden
trabajar remuneradamente pese a pretenderlo y necesitarlo; menos son las que tienen
permitido escoger qué trabajo desempeñar; muchísimas menos las que pueden elegir
directamente no trabajar. La RBU modifica estas condiciones, otorgando a los
trabajadores actuales –ocupados y desocupados voluntaria e involuntariamente–
medios de subsistencia que no dependen de la demanda de mano de obra,
permitiéndoles de ese modo elegir entre trabajar –en forma remunerada– o no. En
definitiva, la RBU libera de los aspectos coercitivos al trabajo remunerado,
desemercantiliza parcialmente la fuerza productiva y transforma la relación política
entre mano de obra y capital, empoderando a los actuales sujetos trabajadores.12
Si bien una Renta Básica Universal puede parecer
reformista en términos económicos –dada su
directa incidencia en la redistribución de la renta y
en la estimulación del consumo interno–, sus
implicaciones políticas serían en el mediano
y largo plazo muy significativas
El segundo aspecto relacionado con la implementación de la RBU es que
transforma la precariedad y el desempleo, claramente constitutivos de situaciones de
inseguridad existencial para los trabajadores, en un estado de flexibilidad voluntaria
–en este caso promovida por los propios obreros– que les permite compatibilizar
labores productivas y creativas con proyectos personales, familiares y comunitarios.
Estas circunstancias acarrean incluso valiosas consecuencias en términos de salud –
12
Michal Kalecki reconoció esto hace muchísimos años, cuando a mediados del siglo pasado
explicaba las resistencias de los capitalistas a las políticas de pleno empleo: si todo trabajador
estuviera empleado, la amenaza de ser despedido perdería su carácter disciplinario porque
habría otros empleos esperando a ese trabajador. Los trabajadores tendrían la ventaja y el capital
perdería su poder político. La misma dinámica puede sostenerse hoy para la RBU: al eliminar la
dependencia respecto del trabajo remunerado, los trabajadores asumen el control sobre la
cantidad de mano de obra que suministran, lo cual les da un poder significativo en el
denominado “mercado laboral”.
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costos sanitarios– y “productividad”, tal como lo han demostrado experiencias
pilotos de RBU en distintos países.13
Otra cuestión relevante de la RBU se vincula con el necesario
replanteamiento de los valores que se atribuyen al trabajo –al hecho de trabajar– en
general, y a los distintos tipos de trabajo en particular. Lo primero ostenta aristas
éticas y religiosas que deberían ser abordadas y debatidas para ampliar los consensos
respecto a la viabilidad y conveniencia de la RBU. Sin embargo, ese tratamiento
excede la pretensión de estas líneas. Por el contrario, la distinta valoración según los
tipos de trabajo merece aquí algunas consideraciones adicionales, pues en definitiva
se trata de reafirmar la presencia de los trabajadores como actores sociales, en
conjunción con el inevitable desarrollo tecnológico.
En la actualidad, quienes pueden trabajar muchas veces se ven forzados a
aceptar cualquier empleo, sea éste muy mal pagado, denigrante o poco digno. Los
empleos mal remunerados suelen hacerse en condiciones extremas y sin derecho
alguno. Con un programa de RBU es poco probable que muchos trabajadores estén
dispuestos a desempeñarse en ese tipo de empleos, lo que ocasionaría la suba de los
salarios ofrecidos para ellos. La medida de valor del trabajo pasaría entonces a ser la
de su naturaleza y no la de su rentabilidad, circunstancia que también incidiría en la
valorización y visibilización de las tareas domésticas y de cuidado personal. El
resultado de esa revalorización implicaría además que, conforme aumentaran los
salarios para los peores trabajos, habría nuevos incentivos al capital para
automatizarlos. De ese modo la RBU constituiría un ciclo de retroalimentación
positiva junto con la demanda de automatización plena.
Finalmente, la cuestión de género no estaría ausente en la RBU, y de allí que
se afirme que se trata de una propuesta fundamentalmente feminista. El hecho que
desestime la división de género en el trabajo le permite superar algunos de los
sesgos del Estado de Bienestar tradicional, que se predicaban sobre la figura del
varón proveedor. La independencia económica que vendría de la mano de una RBU
sería crucial para desarrollar la libertad sintética de las actuales mujeres
trabajadores, circunstancia de notable incidencia en la actual problemática de la
violencia de género.
En suma, si bien una RBU puede parecer reformista en términos económicos
–dada su directa incidencia en la redistribución de la renta y en la estimulación del
consumo interno–, sus implicaciones políticas serían en el mediano y largo plazo
muy significativas, dando respuestas satisfactorias a varias de las cuestiones que hoy
ya nos interpelan como sociedad.
¿Utopía? Sí, hoy sin dudas. Pero también alguna vez fueron utopías la
jornada laboral de ocho horas, el derecho de los trabajadores a la huelga y el voto
femenino.
13
Entre tales experiencias, puede citarse el proyecto quinquenal materializado con fondos
federales en la localidad canadiense de Dauphin (entre 1974 y 1978), que se convirtió en un
éxito imprevisto en todos los aspectos. Cuando se garantizó un ingreso por encima de la línea de
pobreza (alrededor de 19.000 dólares anuales para una familia de cuatro personas), se observó
una permanencia más prolongada en la escuela y más tiempo en familia, a la vez que se
redujeron los casos de hospitalización, violencia doméstica y consultas por problemas de salud
mental.
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CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL PACTO
(PROPUESTA DE REFLEXIÓN SOBRE LA CONSTITUCIÓN
DE NUESTRAS FUERZAS NACIONALES)
Homero R. Saltalamacchia
Los hermanos sean unidos
Estamos ante elecciones fundamentales. No solo porque se cambia un
gobierno que en cuatro años destruyó las bases de nuestro desarrollo como país
autónomo, demoliendo al tejido productivo y social, y dejando al Estado Argentino
en condiciones cercanas a un Estado fallido por las dificultades para pagar las
deudas. Dichas elecciones también serán cruciales por la necesidad de volver a tejer
una red de relaciones que nos fortalezca como pueblo. Es decir, una red que haga
posible toda resistencia a los intentos de cobrar esas deudas mediante una mayor
apropiación de recursos naturales y la destrucción social. Resistencia a la entrega
que, contra lo que nos impuso el PRO como destino, podría resituarnos entre
aquellas naciones que superarán, con cierta autonomía, las incalculables
transformaciones que ocurrirán en el curso del siglo. Para ese resultado tendremos
que aunar los esfuerzos de todos quienes asociamos lo nacional con lo popular,
clases medias incluidas.
Ahora bien, triunfar ante un gobierno rapaz como el de Cambiemos, ¿es equivalente
a lograr una población que sea conciente de los sacrificios que deberá hacer, por
mucho tiempo, para salir de la opresión de un sistema económico aplastado por las
deudas y un poder financiero que utilizará esas deudas para condicionar todas y cada
una de las políticas gubernamentales? ¿Repetiremos el justificativo de la pesada
herencia o haremos que los ciudadanos participando se den cuenta directamente del
modo en que dejaron vacías las arcas del Estado? ¿Alcanza con hacer un acuerdo
entre dirigentes? ¿Podremos mantener el frente unido si éste solamente se constituye
como una red de dirigentes? ¿O en cambio se inundará el ágora de discursos y cada
facción utilizará las inevitables insatisfacciones para fortalecerse electoralmente?
¿Creemos realmente que al gobierno oculto pero eficaz de los personajes influyentes
del mundo mediático, empresarial y militar lo podremos gobernar si los ciudadanos
no se van acostumbrando a ser actores?14 ¿Temeremos más a los posibles desbordes
Un excelente trabajo sobre el “gobierno oculto”, utilizando el método del estudio de redes
complex, puede encontrarse en Villena-Oliver & Aldeguer-Cerdá (2017). Demasiado complejo
para comentarlo aquí, en el estudio se verá lo multiforme y abigarrado de las redes que
organizan el poder en el aparentemente unificado Poder Ejecutivo.
14
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de “las masas” que a las presiones de guante blanco y a los sabotajes de manos
negras? ¿Es que los peronistas no sabemos ya gobernar en una comunidad que se va
tejiendo desde las unidades básicas, los clubes de barrio, los sindicatos, discutiendo
y confluyendo en organizaciones intermedias hasta conectarlas con los técnicos de
las burocracias, especializados en las cuestiones que ellos conocen como técnicos y
profesionales? ¿Creemos en verdad que la fórmula Fernández-Fernández no tiene el
carisma suficiente para mantenernos a todos afectivamente unidos por el amor a la
patria y a nuestros líderes? Si a la mayor parte de las anteriores preguntas
contestamos que no, podemos pensar en una sociedad que no vea a nuestro aparato
burocrático como unos edificios lejanos y semi hostiles, con lenguajes diferentes,
sino, como ocurre con los miembros del poder real –del gobierno oculto o
criptocracia– que resuelven con una llamada de teléfono. ¿Podremos crear las
condiciones para que las organizaciones ciudadanas también establezcan un tipo de
relación directa, aunque más institucionalizada, con esas burocracias,
intercambiando informaciones y saberes?
El complejo organigrama que presentó Cristina Fernández en esa farsa del
juicio sobre la Obra Pública muestra una parte de esa trama inmensa y multiforme
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de organizaciones burocráticas. Si vemos bien, y sabemos cómo actúan los
miembros del gobierno oculto, podremos comprender que cada uno de los
rectángulos del organigrama es un punto sobre el que ellos actúan cuando lo
necesitan, creando una densa red de relaciones e influencias “fácticas”. Ahora bien,
si tomamos ese ejemplo y lo institucionalizamos, sacándolo de las sombras, de esas
redes podríamos participar también nosotros. Y ese podría ser un aspecto importante
del nuevo contrato social constitucional. Propósito para el que juegan a nuestro favor
los aciertos y errores de la Comunidad Organizada peronista: una tradición que fue
capaz de construir un movimiento que supo trascender la mítica y mentirosa división
entre el Estado y la sociedad civil, creando las condiciones para que el Pacto Social
fuese un hábito.
Es bueno pensar en estos temas para asegurar el triunfo electoral y la
posterior epopeya de reconstrucción, pues debemos llegar a las elecciones sabiendo
cómo crear las condiciones institucionales que hagan posible un Pacto Social
generalizado, reforzado por múltiples pactos parciales con las organizaciones
intermedias. Lo que abriría huellas que contribuyan a superar los conflictos de
perspectivas y de intereses que aparezcan entre nosotros.
Camino indispensable para relanzar las actividades laborales, acordar sobre el
modo y el tiempo en que se irán recobrando nuestros salarios reales y controlar que
los empresarios hagan un balance razonable entre ganancias, ahorro argentino e
inversión, de tal modo que podamos contrarrestar con acuerdos institucionales las
pujas inflacionarias; pero también relanzar las juntas vecinales, los clubes de barrio
y toda la trama de organizaciones que estrechan los lazos sociales, impidiendo la
anomia; y así generar una fuerza que permita mantener a raya a la oligarquía de
trasnacionales y de sus colaboradores internos, reconstruir la patria grande y
conectarnos con esos movimientos de Europa y Estados Unidos que están en la
misma batalla. Logros que constituirían una hazaña. Pues siempre quedarán restos
de ese gorilaje tradicional argentino, organizado en el PRO –u otro partido–, que
será apoyado por agencias, fundaciones y universidades o centros de estudio que,
financiados por poderosas trasnacionales, producirán intelectuales que seguirán con
este plan de convertirnos en una humilde granja de harapientos mundiales.
Es ante ese desafío que me arriesgo a avanzar algunas ideas –no
necesariamente originales– que seguramente deben ser perfeccionadas, pero que
pretenden abrir una discusión entre los lectores de esta revista en torno a las
condiciones institucionales necesarias para que el Pacto Social abarque a todos,
según sus posibilidades y necesidades, renovándose sin cesar. Trabajo que
introduciré criticando los basamentos del régimen liberal democrático
representativo, para luego presentar ideas que, coherentes con esa crítica, tiendan a
suturar las falsas separaciones introducidas por dicho régimen, activando a todas las
instituciones en un doble juego de construcciones particularistas y de orden general.
El Estado: relaciones de fuerzas institucionalizadas
¿Dentro de qué marco de ideologías, costumbres e instituciones hegemónicas
debemos producir aquellas trasformaciones en esta nueva Argentina? Seguramente,
no insistiendo en la envejecida tradición liberal, de la cual quiero hacer una breve
reseña para que nos entendamos. La historia del Estado que sería el liberal
representativo comenzó hacia el siglo XIV, cuando en la Europa meridional se
produjeron acontecimientos de largo alcance que dieron por finalizada la
denominada Edad Media. Antes del Renacimiento. Para que ello ocurriese, primero
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confluyeron una serie de procesos que facilitaron la concentración del poder en
monarcas con soberanía sobre territorios y poblaciones que eran considerados
fragmentos de sus cuerpos reales. Luego, coincidiendo con la lucha de nuevos
sectores de la población –artesanos, financistas, comerciantes y juristas–, los
iusnaturalistas denominaron “sociedad civil” a esas poblaciones excluidas del
ejercicio de la soberanía (Cuéllar & Cameselle, 2009). Siglos más tarde, esas
disputas por derechos culminaron con las propuestas de John Locke, cuya virtud fue
fundamentar el constitucionalismo moderno, legitimando el derecho de los
propietarios y una serie de controles al poder de las monarquías soberanas. Así,
mientras que para Hobbes (1980: 44) la primera ley natural obligaba a cada
individuo a usar su poder para “la conservación de su vida” y el contrato social
obligaba al Leviatán a resguardarla –a cambio de monopolizar el uso de la violencia
legítima–, en Locke esa primera ley era “no dar a otro en su vida, salud, libertad o
posesiones” (Locke, 1980). Razón por la cual el gobernante debía limitarse a dirimir
conflictos de interpretación sobre la ley natural, sin violar las propiedades
individuales. Limitación a la soberanía de los monarcas que reclamaba un cuerpo de
leyes que le recortaban el ejercicio de su poder: de ese modo culminó la primera
fundamentación del Estado de Derecho, pero no de la democracia.15 Confusión entre
formas de Estado promovida por el encantamiento literario de los intelectuales
liberales, que dejaron de definir a la democracia según la pregunta: ¿quién es el
soberano? Y la entendieron como un régimen de gobierno racional legal que desde
siempre favoreció el gobierno de las minorías dominantes, aunque los gobiernos,
debido a la lógica del regateo, siempre fueron presentados por los liberales como el
locus del Poder.16 Idea que hasta hoy es acompañada por la insistente distinción
entre política y economía: mientras que atribuyen a la última ser el reino de las
inviolables leyes del mercado, ocultando el poder político que se juega en esas
mismas leyes (Bourdieu, 2001; Saltalamacchia, 2015), lo que nos conduce a una
perogrullada ignorada con frecuencia: que la dominación capitalista es asegurada
por aquello que niega, la intervención jurídica17 y política del Estado y el escamoteo
ideológico de las relaciones de poder (Burawoy, 2003) que se hacen efectivas en los
lobbies, el cohecho (Caputo, 2011; George, 2014a y 2015) y otras formas de
influencia propias del poder simbólico (Bourdieu, 2005). Recursos a los que se suma
la posibilidad de condicionar a los gobiernos,18 produciendo caídas en las bolsas,
desinversión y fuga de capitales, etcétera. Perogrullada que es preciso descubrir para
disminuir sus efectos. Sobre todo hoy, cuando –no solamente para Estados Unidos–
Punto en el que se confunden muchos liberales, que tienden a confundir “Estado de Derecho”
–o constitucionalismo– con democracia.
16
Pues desde Benjamin Constant (1985) se entendió que la soberanía popular, comprendida
como ejercicio del poder por las mayorías electorales –que no podía menos que ser la de los
desposeídos– podía aplastar el poder de las minorías, conduciendo, según él, al despotismo de
las mayorías.
17
Misión asignada al Poder Judicial que, desde El Federalista, y en particular desde Madison
(Hamilton, Madison, & Jay, 2014), cobró la explícita misión de resguardar el derecho de los
propietarios.
18
Todo ello facilitado por la capacidad de esas corporaciones trasnacionales para actuar desde
dentro del Estado-nación y desde fuera de él, incluso con el apoyo de los países militarmente
más poderosos (George, 2014b). Razón por la que, a contrario sensu, las corporaciones
deberían estar sujetas al derecho público: al menos en aquellas acciones que afecten los
derechos fundamentales de la población (Ferrajoli, 1995).
15
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se aplica lo que denuncia Noam Chomsky (2005): “En el sistema angloamericano,
los tribunales de justicia, los legisladores, otorgaron a las entidades corporativas
derechos extraordinarios. Les otorgaron los derechos que tienen las personas; con
esto quiero decir que tienen derecho a la libertad de expresión, pueden hacer
propaganda libremente, publicitar, pueden llevar a cabo elecciones, y así
sucesivamente, y tienen protección respecto a eventuales inspecciones a cargo de
autoridades estatales, lo que implica que así como la policía, técnicamente, no puede
entrar a su departamento y leer sus papeles, el público no puede averiguar qué es lo
que pasa dentro de esas entidades totalitarias. Ellas son en gran parte inaccesibles al
público. Por supuesto, no son personas reales, son inmortales, son entidades legales
colectivas”. Con esas super-personas, gobernadas por gerentes cuya única misión es
hacer que sus corporaciones ganen, sin que, en sus responsabilidades, pesen
restricciones provenientes de cualquier consideración: ni sobre el interés general, ni
sobre la necesidad de impedir que el odio o la desesperación conduzcan a guerras, ni
sobre la necesidad de cuidar la vida sobre el planeta.
Presos de sus propias quimeras, incluso los liberales progresistas reproducen
esos juegos de ilusión que les permiten “desconocer” que las mayorías electorales no
implican la suma del poder –incluso por la capacidad de las citadas minorías de
producir intelectuales y opinión pública desde sus periódicos, universidades,
fundaciones y el uso de la Big Data para conocer perfiles de votantes e
influenciarlos, utilizando sus miedos y esperanzas (Dening & Salas, 2018; Feenstra
& Pallarés-Domínguez, 2017; García-Marzá, 2013; Pedraza, 2013). Porque, incluso
cuando reconocen todas las presiones e influencias antes citadas, les atribuyen un
carácter excepcional, denominándolas “poderes fácticos”: noción intelectualmente
residual –fáctico es lo que existe pese a la ley y la comprensión racional–, que no
puede afectar sus principales supuestos liberales. Razón por la cual, inclusive los
más progresistas y honestos, cuando ocupan posiciones de gobierno son incapaces
de asegurar la vigencia efectiva de los derechos de segunda y tercera generación.
Porque esos derechos son caros y se los debe financiar con impuestos que los
empresarios son sabios en rechazar o evadir, y porque ellos están inermes ante la
acusación de despotismo, pues están teóricamente obligados a aceptar que es
“populista” o incorrecta cualquier acción represiva que obligue a pagar impuestos y
a cumplir las obligaciones emergentes de aquellos derechos sociales que impliquen
costos al erario público o privado (Holmes & Sunstein, 2001).
Por ello, es equivocado representar a la sociedad como una pirámide, en cuya
cima está el Poder Ejecutivo y los otros dos poderes y, por debajo, la “sociedad
civil”. Por el contrario, el Estado-Nación19 debe ser representado como un complejo
campo de fuerzas que se despliega en todas sus instituciones, incluso en las menos
aparentemente políticas –como los clubes de barrio y los hospitales, por ejemplo.
Institución diferenciable en organizaciones estatales gubernamentales y
organizaciones estatales no gubernamentales, por el solo hecho de respetar la
organización constitucional. Pero en las que, si se quiere una ciudadanía activa, la
agencia política cotidiana no puede adjudicarse, principal ni exclusivamente, a las
organizaciones gubernamentales. Esta propuesta no implica suponer que todos
sabemos hacer las mismas cosas sino, justamente, pensar que la articulación, la
superación de conflictos y la acción coordinada son las formas privilegiadas de la
política, tanto en su aspecto de concepción de los objetivos, como en el de
19
Con mayúscula, por ser efecto de la soberanía del demos.
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administración de procesos y resultados. En los que, como veremos, deben participar
la pluralidad de las instituciones de la nación.
Esta reunión de instituciones siempre en proceso nos obliga a pensar que el
soberano –instituyente o instituido– es un emergente de relaciones de fuerzas –
complejas y estructuralmente enraizadas en una infinidad de instituciones– que
definen el carácter y la intensidad de la democracia existente. Afirmación que
conduce a postular que, cuando el dominio se fortalece en tal grado que los
dominados pierden toda capacidad de influencia, estaremos obligados a pensar que
el estado-nación puede cambiar de signo, despegándose de toda democratización,
convirtiendo sus instituciones −como en las viejas monarquías soberanas− en
plutocracias. Tendencia de los actuales gobiernos neoliberales, basados en una
conjunción entre un Poder Ejecutivo colonizado por las corporaciones y apoyados
por: a) su cuasi-monopolio mediático; b) por un Poder Judicial que convalida las
políticas del Ejecutivo, utilizando su poder de policía para reprimir; y c) partidos
políticos dependientes del financiamiento empresarial. Esta organización
institucional es propia de un nuevo tipo de Estado, parcialmente diferente a los
burocrático-autoritarios, teorizados por Guillermo O’Donnell (1982). El tipo
podríamos denominarlo Empresarial-Judicial, pues el Ejecutivo está en manos de los
empresarios y la represión es monopolizada por la burocracia judicial, interpretando
leyes y utilizando su policía. Forma de dominio oligárquico ante la que la oposición
ya no se organizará políticamente como sociedad civil, sino como “el pueblo”:
formación política en la que se irán constituyendo las necesarias oposiciones al
poder oligárquico, usurpador de la soberanía, cuyo monopolio ejercen (Balibar,
2014; Laclau, 2005; Mouffe, 2007).
Estas afirmaciones implican sostener que lo que diferencia los “tipos de
Estado” es la forma en que se consolida la soberanía –tema que, sin duda, merece
una investigación teórica mucho más acabada. Teorización obligada por la tradición
monista del racionalismo occidental, y monismo que conduce a considerar que la
soberanía es única, que en los estados nacionales la soberanía estatal no es el fruto
de una serie de sesiones y acuerdos siempre contingentes, objeto de luchas, relativas
a lo que debe ser el Estado nación (Arriola, 2012).20 Estas luchas siempre parten de
estructuras institucionales que fueron resultado de conflictos y procesos instituyentes
del pasado que, en cada coyuntura, son conducidas por instituciones que logran
unificar parte de lo social y que por ello gozan de una soberanía limitada, que
tienden al conflicto con sus adversarios –que disputan los modos en que se
institucionalizan los diversos valores y necesidades dentro de la unidad del Estado
nación– y enemigos –aquellos opuestos a la integridad del Estado-nación. Estos
conflictos no son catastróficos en tanto las partes acepten aquellos valores, lazos
afectivos, sentidos de pertenencia y acuerdos constitucionales que hacen a la
soberanía estatal nacional.
20
Para comprender las aporías afrontadas por Bodin al fundamentar la unicidad de la soberanía,
incorporando al mismo tiempo en su República el poder económico y legal de los cuerpos
intermedios, ver Bernardo Ares (1984), quien termina diciendo: “Para comprender la República
hay que prestar atención al poder soberano, desde luego, pero sin olvidar los fundamentales
poderes legal y ejecutivo de los cuerpos políticos intermedios, tanto más importantes cuanto que
son los que están más cerca de los gobernados”. Ver también Fernández-Albertos (2005).
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Del pluralismo a la organización social de los particulares
Según la teoría jurídico-política edificada por la tradición liberal, el poder se
concentra en el gobierno –al que denominan Estado, siguiendo la tradición de lucha
antimonárquica antes evocada. El resto de las instituciones aparecen como parte,
teóricamente poco diferenciada, de la sociedad civil. Desde la perspectiva del
régimen político, esa sociedad civil está constituida por un agregado de individuos
que, de tiempo en tiempo, eligen a sus gobernantes.21
Además de ocultar las relaciones de dominación, presentando a la economía
como el lugar de leyes naturales y reduciendo el juego político a los procesos de
gobierno y de elección de los gobernantes, la forma de Estado antes reseñada –
mediante la separación entre Estado y sociedad civil–22 relega a todas las
instituciones ajenas a aquella dinámica al campo de lo civil no político,
estableciendo una división que efectiviza la desconexión de los gobernantes con los
diferentes grupos que nuclean y satisfacen necesidades y demandas. Esta
desconexión facilita las oscuras maniobras de los lobbies y otras modalidades de
corrupción de funcionarios a los que suelen solamente acceder quienes tienen dinero
y prestigio, a menos que esforzadas movilizaciones ciudadanas logren conmoverlos,
haciendo peligrar sus posiciones.
Por otra parte, esa separación entre dirigentes y civiles incrementa la
ineficacia e ineficiencia de las “políticas públicas”, dado que ellas se producen en el
seno de burocracias que, incluso cuando son seriamente conformadas por expertos,
nunca llegan a poseer el conocimiento que tienen de sus problemas aquellos que, por
sufrirlos, los han conocido, pensado y buscado soluciones y satisfactores eventuales,
del mismo modo que pueden conocer los problemas que pueden presentar esas
soluciones.23
Ante el hecho difícilmente ocultable de que existen asociaciones intermedias
que organizan la vida cotidiana en toda la riqueza de sus posibilidades y
necesidades, muchas de esas instituciones son, de un modo u otro, reconocidas y
reguladas mediante leyes ad hoc. Pero están ausentes de la conformación
constitucional, salvo como resultado de la libertad de asociación.
Tal como puede leerse en la Constitución Argentina, la Primera parte se
divide en dos capítulos. El primero de “Declaraciones, derechos y garantías”
(artículos 1 al 35). Allí se establece la forma de gobierno, la religión sostenida por el
gobierno, la residencia de las autoridades nacionales, la conformación del erario, las
autonomías provinciales, las facultades del gobierno federal sobre las provincias, los
derechos civiles y sociales, los derechos de los extranjeros, el estado de sitio, la
reforma y la supremacía constitucional. Una extraña razón hace aparecer una
organización no gubernamental (la religión) entre los subcapítulos, pero fuera de
ella, entre el gobierno y los individuos –y sus derechos– no aparecen otras formas de
asociación.
21
Gobernantes a quienes denominan representantes siguiendo esa misma tradición, con sesgos
roussonianos o burkeanos.
22
Critiqué esta división más detalladamente en dos artículos anteriores (Saltalamacchia, 2017 y
2005).
23
Tal como ocurre con el maltrato a las “economías del interior del país”, con las cuestiones de
género –que no enumero porque son conocidas, como es conocida la profunda discusión que
ellas alientan–, con las condiciones de empleo o los regímenes remunerativos, y un largo
etcétera.
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El segundo capítulo, denominado “Nuevos derechos y garantías” (artículos
36 al 43) tiene por objetivo la garantía del orden constitucional y democrático, el
ejercicio de los derechos electorales y políticos activos, el derecho de iniciativa y
consulta popular, el derecho a un ambiente sano, los derechos del consumidor y la
regulación de la acción de amparo, habeas corpus y habeas data. Se refiere al
régimen de gobierno y a nuevos derechos ciudadanos individuales. Luego, en la
Segunda Parte, el objeto es el de las autoridades de la Nación, y se divide en dos
títulos: Gobierno Federal y Gobiernos de Provincia. En definitiva, siguiendo una
tradición conocida, los actores de la constitución son, por un lado, los individuos y,
por otro, las autoridades políticas –dos electivas y la otra no– y las formas de su
selección. Sin embargo, una buena parte de nuestras vidas están regidas por una
compleja, abigarrada y extensísima red de instituciones que nadie elige pero que
están al tanto de casi todos sus aspectos, de una manera tal que ni siquiera llegamos
a darnos cuenta en forma completa. De lo que resulta que esa parte solo está
constitucionalmente organizada de forma indirecta y parcial. Pues en la Constitución
ni siquiera hay referencias específicas al papel jugado por las organizaciones
burocráticas en el ejercicio del gobierno.
Es cierto, hay un derecho administrativo. Pero eso parece insuficiente si
comprobamos el inmenso vacío jurisdiccional con el que se enfrentan las relaciones
existentes entre esas organizaciones burocráticas y las organizaciones no
gubernamentales. Difícil encontrar otras razones de esa independencia de controles
ciudadanos que no provengan de sus orígenes. En efecto, esas burocracias se
originaron en las cortes de los monarcas soberanos y son la forma más auténtica por
la que muchos entienden que hay continuidades entre el Estado monárquico y las
denominadas repúblicas representativas (Dreyfus, 2012). Esas estructuras
burocráticas hacen de los ciudadanos meras entidades administradas, en un proceso
que no deja de crecer. Al punto que, ya a principios del siglo pasado, Max Weber
(1979) auguró un porvenir custodiado por lo que denominó una jaula o estuche de
hierro (Fidanza, 2004). Metáfora con la que se mostró coincidiendo con el
horripilante fresco de la burocracia que hiciese Franz Kafka (2003).
¿Cómo es que a los celosos guardianes de nuestras libertades individuales se
les pasó por alto la emergencia ladina de esas oficinas que parecen emerger de
sucesivas y vertiginosas divisiones cariocinéticas? ¿Cómo no vieron que, entre los
individuos libres y aislados –compitiendo y consumiendo o luchando por
sobrevivir– se iban colando las pegajosas ramificaciones de una hidra casi infinita en
sus tentáculos que nos envuelven? Extraen de cada uno de nosotros –en forma
crecientemente perfeccionada– toda información capaz de gobernarnos, de un modo
en que Foucault, aunque utilizando otras metáforas, describió −alarmando a algunos
y desesperanzando a casi todos− respecto a un futuro que, sin embargo, seguimos
reflejando con el mito del gorro frigio o la estatua de la libertad.
Despojadas de toda legitimidad democrática, su crecimiento se debió a la
unidad de sus mandos y a la supuesta despolitización y profesionalización de sus
cuadros, que la tradición ilustrada consideró como rasgos de su racionalidad. Gracias
a esa valoración, el gobierno de los funcionarios cubre desde funciones fiscales,
judiciales y militares hasta la salud pública, el ordenamiento territorial y todas las
otras atribuciones que se le conocen. Instituciones que, por basar su legitimidad en
ese tipo de saber que se entiende diferente al saber de sentido común, se relaciona
con el sentido común de los usuarios desde el pedestal de lo secreto e indiscutible,
lejos de toda subordinación al control electoral al que las autoridades políticas
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tienden a someterse. Por lo cual, al decir de Félix Montiel (1965: 1): “El Estado
moderno parece señalar al hombre dos esferas de acción más o menos distintas y, en
cierto modo, dos ‘personalidades’ jurídicas y políticas de categoría diferente. En un
caso tendremos el ciudadano; en otro, el administrado”. Cada uno de ellos actúa en
esferas tan diferenciadas que parecen no poder coincidir en el mismo agente. En
efecto, por una parte, en el sistema político, el ciudadano elige a sus representantes y
al menos puede controlar sus desempeños reeligiéndolos o, por el contrario, votando
por otros. En el sistema burocrático, por el contrario, en tanto “administrado”, el
sujeto mantiene múltiples relaciones cotidianas como deudor o beneficiario, pero sin
poder de control sobre el modo en que se calculan sus deudas o se le suministran sus
beneficios. Impotente ante el rostro severo de agentes no elegidos, supuestamente
idóneos: sin formas efectivas de control hacia quienes son, al mismo tiempo,
ejecutores e informantes de sus ejecuciones.
Encenagados en una institucionalidad política cuyo único medio de control
radica en normas electorales y derechos individuales, los científicos y legisladores,
presos en la alternativa poco soluble de dejar margen a la gobernabilidad y controlar
a los gobernantes, apenas si logran proponer formas de control. Reducido a otras
agencias: “que tienen autoridad legal y están fácticamente dispuestas y capacitadas
(empowered) para emprender acciones que van desde el control rutinario hasta
sanciones penales o incluso impeachment, en relación con actos u omisiones de otros
agentes o instituciones del Estado que pueden, en principio o presuntamente, ser
calificados como ilícitos” (O’Donnell, 2001: 11). Controles que tienen un límite
claro. Pues son efectuados por otras agencias burocráticas. Haciendo posible no solo
la influencia de “poderes fácticos” incluidos en las acciones dolosas importantes,
sino incluso el contubernio de círculos de amistad.
Reconocimiento de organizaciones intermedias
En los albores racionalistas del capitalismo moderno, la ruptura con la
organización estamental llevó a negarle legitimidad política a las organizaciones
intermedias y solo fueron incorporadas en el pensamiento conservador tal como el
que G.W.F. Hegel encarnó en forma paradigmática. Como se recordará, lo que
Hegel denominaba vulgus es semejante a lo que Hobbes denominara “estado de
naturaleza”, sobre el que –como Hegel– pensaba sólo suprimible mediante el Estado.
Pero con una diferencia: alejado del contractualismo, Hegel no presenta al Estado
como un punto de llegada, sino como un punto de partida, aunque lo hiciera en clave
metafísica. De allí que la sociedad civil, más que una condición preexistente al
Estado era un momento más de la vida, en tanto etapa de la razón y su despliegue.
Las organizaciones intermedias eran momentos de organización que superan la
sociedad de las necesidades y preparan la perfección racional alcanzada por el
Estado, tal como lo sostiene en su Filosofía del Derecho. Esa inclusión ha permitido
que el pensamiento más conservador haya tenido la virtud de registrar y llevar a la
teoría las diversas formas de asociación gregarias que hoy es necesario tener
nuevamente en cuenta, integradas a la teoría, pues permiten ir articulando formas de
expresión ciudadana que fortalezcan la organización popular en contra del poder
tanático de las corporaciones trasnacionales.
Sin ir a esos linderos, una excepción más moderna a ese desprecio de las
organizaciones intermedias ocurrió hacia la mitad del siglo pasado, en Europa y
Estados Unidos. En efecto, por esa época se produjeron las luchas sociales de finales
del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX, junto al miedo detonado por las
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grandes crisis económicas y el desafío revolucionario de Rusia y México (Bach,
1946). Esos acontecimientos marcaron una crisis del pensamiento liberal que
contribuyó a incorporar a las asociaciones empresariales y gremiales al pacto
gubernamental, como parte de las políticas keynesianas.24 Pero, por el contrario,
pocas son las otras organizaciones populares (sindicatos, juntas vecinales, clubes
barriales, iglesias, etcétera) que lograron ese mismo reconocimiento. Y de todos
modos, al menos desde los años setenta, incluso los sindicatos y asociaciones
empresariales volvieron a relegar sus participaciones al uso efectivo de sus recursos:
dinero, huelgas, manifestaciones, relaciones personales con miembros de las
burocracias gubernamentales: convenios secretos que a cambio de políticas
favorables serían ocupados en puestos empresariales bien rentados al terminar sus
funciones –puerta giratoria–, financiamiento empresarial de los partidos políticos,
etcétera.
Ciertamente, la estirpe conservadora de ese reconocimiento no fue ajena a
que fuesen expresiones organicistas del corporativismo estatal las que heredaran más
completamente el ideal hegeliano de un orden sin conflictos y la unificación
expresada en un órgano superior, capaz de dirigir y controlar a toda la población
mediante las relaciones orgánicas con las organizaciones intermedias. Una de esas
expresiones organicistas fue la social-cristiana; la otra, el corporativismo estatal. El
concepto “corporativismo” carga con las rémoras de esa tradición. Pero, en el otro
extremo, el reconocimiento de las organizaciones “intermedias” se expresa en
diversas versiones del corporativismo social y el pluralismo. Esos formatos
proporcionan sugestiones interesantes para pensar un pacto social que no implique
ignorar las contradicciones que el pacto supera y una constitución que supere la
autonomización de origen liberal a la que me refiriese anteriormente. En tal
articulación, organizaciones de diferente propósito, cada vez más diferenciadas y
abundantes, son reconocidas como actores políticos coordinados con las
organizaciones burocráticas correspondientes, cogestionando la satisfacción de las
necesidades.
Por lo que, si se quiere, a las organizaciones intermedias podrá vérselas desde
dos facetas: a) como organizaciones que conforman a la organización política del
Estado-nación –entendido como unidad en permanente construcción–; y b) como
organizaciones que gestionan aspectos de la vida cotidiana, en su rol actual, en
permanente proceso de reconstitución, negociación y conflicto.25 Instituciones que
no conforman una ciudadanía primaria ni secundaria, como querría Philippe
Schmitter (2005), sino parte de la compleja organización del Estado-nación que
reconoce formas diferentes de conexión, articulación y negociación de finalidades y
proyectos comunes, que deben ser defendidos por todos en cuanto tienden a
conformar una unidad soberana frente a otros colectivos.
No es necesario nombrar a Michael Polanyi (1966)26 ni recordar el uso del
saber tácito de los empleados que utilizó Taylor para sus propuestas. Con ellos, y
antes que ellos, muchos saben o sabemos que el día a día produce conocimientos que
24
Ese reconocimiento subordinado también se produjo en países como Alemania e Italia, tipo de
régimen en el que las organizaciones corporativas comprendidas dentro de una ideología
organicista terminaron controladas por un gobierno central que reprimía todo conflicto sectorial.
25
Trances que, en palabras de Chantal Mouffe (1996), serían agónicos y no necesariamente
antagónicos.
26
Intelectual rescatado del olvido por Ikujirō Nonaka y Takeuchi (2007; 1999).
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son indispensables para llevar a buen puerto obras de impacto comunitario. Sin
embargo, los miembros de esas instituciones apenas si llegan a esas oficinas en las
que, demasiado usualmente, los tratan manteniendo distancias gracias a las cuales
sus miembros se resguardan: a) de las ansiedades producidas por la urgencia de los
problemas; y b) del control sobre su trabajo que podrían ejercer emisarios avispados
de las instituciones demandantes.27 Temores infundados, pues la experiencia indica
que, si esas relaciones están institucionalizadas, muy difícilmente se produzcan
desbordes, sobre todo si todos nos acostumbramos a esa cotidiana negociación entre
posibilidades y necesidades, nuestras y de otros.
Ese beneficio, que además hace efectiva la transparencia, es lo que obliga a
un cambio institucional que haga de los diversos acuerdos un modo de gobierno de
lo cotidiano en lo cotidiano. Pactos y contratos sociales rehechos según las
necesidades de las circunstancias y de los actores involucrados, en unos campos
institucionales en que los funcionarios electos puedan aportar a esas discusiones no
solo su saber especializado, sino el punto de vista más general. Ya que ese interés
general siempre puede ser puesto en riesgo ante las demandas de los diferentes
particulares. Situaciones que obligan a producir arbitrajes. Pero que permitirán que
todos los interesados conozcan el modo en que se llegaron a producir o proyectar las
soluciones y el modo en que se concretó el arbitraje.
Estos controles en el institucionalismo liberal no pueden solucionar las
tecnologías del famoso “gobierno abierto”, a menos que ellas se combinaran con esa
conjunción de actores implicados en lo cotidiano y representantes del común,
equilibrando costos y beneficios, dentro de los límites garantizados por cierto nivel
de ingreso y productos nacionales que siempre serán escasos ante la multiplicidad de
demandas. La complejidad de ese equilibrio requiere modular, de maneras
diferentes, las responsabilidades y posibilidades con los derechos y deberes de los
ciudadanos y de sus representantes electos. Lo que no implica la creación de nuevas
instituciones, ya que muchas han nacido pese a las ficciones liberales, como los
organismos de planeación coordinada entre técnicos e involucrados (Helming &
Göbel, 1998).
En cambio, hará falta una nueva cultura de lo posible y una nueva forma de
articulación entre esas mismas instituciones con las organizaciones burocráticas o
electivas de los gobiernos. Lo que, posiblemente, produzca la necesidad de
institucionalizar, legal y constitucionalmente, ese doble proceso de construcción de
lo social: el del trabajo sobre diversos temas de interés de colectivos de menor
extensión y los organismos electivos, representantes del interés general. De modo tal
que la política, como forma de articulación y superación de conflictos, sea un
aspecto siempre presente en el accionar de todas las instituciones (clubes de barrio
incluidos). Esa politización legítima permitirá que la articulación o el contrato social
se renueven en cada rincón y momento de la vida social.
Nuevo modo de reconocer a las asociaciones particulares que en la Argentina
pululan gracias a su rica tradición organizativa y que –junto otras instituciones que
pueden ser más nuevas– conforman el entramado que todos habitamos. Moradas de
los cotidianos, instituidos por organizadores y dirigentes que, por sensibilidad,
experiencia y estudio conocen las problemáticas que han dado origen a esas
27
Pocos son los planes sociales participativos financiados por el BID, GTZ o el Banco Mundial
que hicieron algo más que un simulacro de operaciones, aunque engordaron burocracias y
consultorías, entre las cuales en algún momento me encontré como evaluador, y así aprendí.
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instituciones y que pueden colaborar con los funcionarios del ramo, en el día a día
de los proyectos, en la tarea de encontrar soluciones; al mismo tiempo que, desde
sus posiciones y prestigios en sus áreas correspondientes, pueden colaborar en la
proyección y articulación de iniciativas, en las negociaciones tendientes a unificar
posiciones e incluso ayudar a resolver los conflictos que pudiesen producirse en el
proceso.28 Formaciones tan diversas, reitero, como las integradas por agricultores de
una cierta región, estudiantes universitarios de otra, dueños de campos con
problemas de inundaciones o sequías, pobladores que protestan por las secuelas de
las fumigaciones, obreros o empleados que negocian paritarias, y un largo y
conocido etcétera. Institucionalizaciones que se deben articular –conviene también
reiterarlo, pues esto las diferencias de los corporativismos-organicistas– con los
ámbitos electivos del Parlamento, del Poder Ejecutivo y, eventualmente, del Poder
Judicial reformado. Esta articulación permite resolver problemas particulares y
generales, dando lugar a un Estado nación soberano e internamente fortalecido,
capaz de enfrentar con fuerza propia las necesidades y urgencias producidas en la
arena internacional.
Comentando formatos institucionales semejantes a los que acabo de referir,
Fernández Riquelme (2009: 39) decía: “Esta técnica corporativa superaba o
completaba el principio cuantitativo del Individuo (sufragio universal) como criterio
de participación; era el reflejo del principio de estabilidad que conllevaban los
grupos sociales de naturaleza específicamente profesional, o de más amplia
vinculación orgánica (‘cuerpos intermedios y naturales’ entre ‘Estado e
Individuo’)”. Mientras que, refiriéndose al mismo tema, J. Reis (1995: 52) agregaba:
“Nesse contexto, instituições corporativas de intermediação de interesses podem vir
a cumprir a dupla função de incorporar ao processo decisório setores sociais
anteriormente excluídos, ao mesmo tempo que canalizam institucionalmente essa
incorporação. Naturalmente, isto significará o estabelecimento de controles e limites
à atuação das organizações, como ressalta Offe, mas na medida em que se trata de
buscar precisamente a edificação de mecanismos de articulação de interesses entre o
estado e a sociedade, é inevitável que essa articulação –ao envolver compromissos e
concessões de parte a parte– produza, simultaneamente à maior sensibilidade do
estado em face dos grupos de interesses, algum constrangimento à liberdade de ação
destes últimos”.
Las necesarias relaciones público-privado
Tal como indica Joselyne Bourgon (2009: 38): “En el gobierno, ninguna
unidad, dependencia o departamento organizacional trabaja solo; ninguna actividad,
servicio o programa es autosuficiente. (…) La consecución de resultados de elevado
valor público en el gobierno es a menudo un esfuerzo colectivo que trasciende los
límites de programas o dependencias. Más aún, los gobiernos logran resultados al
trabajar a través de vastas redes de actores y organizaciones, que incluyen
ciudadanos y grupos de la sociedad civil, que tienen interés en lograr efectos de
política comunes”. A lo que agrega: “Los resultados de dependencias y programas
específicos son importantes porque vinculan los insumos, como el dinero de los
contribuyentes, a los productos y satisfacción del usuario. Sin embargo, los
resultados que son más pertinentes para los ciudadanos y los funcionarios electos
28
Construcción social mal denominada de representación social, siguiendo lo que enunció la
tradición contractualista de estirpe roussoniana.
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por lo general rebasan el campo de acción de programas únicos, servicios distintos y
organizaciones individuales. La verdadera medida del éxito de un programa de
gobierno es la aportación que hace a los resultados de todo el sistema y de la
sociedad”. De ese modo, mientras que en el párrafo anterior indica la necesaria
colaboración con otras instituciones ciudadanas, en éste agrega la necesidad de
coordinaciones que optimicen el uso del financiamiento público. Afirmación que la
misma Bourgon completa del modo siguiente: “Un enfoque social y de todo el
sistema es más prometedor que el énfasis que se puso en la medición y gestión del
micro desempeño desde principios de los años noventa. (…) El hecho de que los
resultados de la política pública y cívicos converjan en forma muy significativa a
nivel de resultados sociales tiene particular importancia. Estos son resultados
colectivos obtenidos por todos los agentes, ya sean de la esfera pública o privada o
de la sociedad civil. Reflejan el estado de la sociedad a los ciudadanos y agentes de
decisión, ayudándoles a conformar los intereses colectivos que, a su vez, informan
de las acciones del gobierno y de los ciudadanos por igual. Cada vez más, las
personas quieren tener voz y voto en la conformación y definición de los intereses
colectivos; no se sienten satisfechos con poder ir a las urnas a votar cada cuatro o
cinco años” (Bourgon, 2009: 40).
Relación que por no estar estatuida no siempre es transparente ni es fácil de
implementar, incluso porque, además de faltar entornos legales que lo faciliten,
faltan costumbres que acerquen las organizaciones privadas a las públicas,
usualmente protegidas por el secreto burocrático y otros rituales con que las
burocracias frenan los “avances” de los privados sobre sus entornos. Del mismo
modo y por las mismas razones, esta estructura ficcional que separa Estado de
sociedad civil produce otras consecuencias que afectan las iniciativas progresistas
que se expresan en las propuestas de Gobierno Abierto. “Es importante hacer notar
que la vasta selección de iniciativas que apoyan un ‘gobierno más abierto e
incluyente’ ha generado algunas inquietudes y confusión. Éstas incluyen la
preocupación de que la consulta y participación ciudadana puede resultar costosa,
demorar las decisiones e impedir la acción oportuna; la participación se convierte en
un dogma de tal manera que una mayor participación ciudadana siempre se
considera mejor y es la manera óptima de hacer las cosas en el gobierno; y que
grupos con un solo interés pueden apropiarse de los procesos de consulta. Además,
existe confusión entre los servidores públicos sobre lo que políticos y ciudadanos
esperan de ellos” (Bourgon, 2009: 43).
Reformar nuestras constituciones y mentalidades, abandonando la distinción
liberal entre Estado y sociedad civil, puede crear costumbres que hagan menos
esforzados los proyectos de transparencia, eficacia, eficiencia y participación
ciudadana permanente en las áreas en las que se sienten interesadas. Del mismo
modo que utilizan el sistema electoral representativo para nominar a aquellos que se
ocuparán de armonizar los intereses particulares, impulsar la construcción de los
generales y representarlos frente a otras unidades –sean Estados nación, empresas
trasnacionales u organizaciones internacionales.
Cuestiones de soberanía
Antes fundamenté que el Estado-Nación debe ser representado como un
complejo campo de fuerzas que se despliega en todas sus instituciones, incluso en
las menos aparentemente políticas –como los clubes de barrio y los hospitales, como
mencioné. Institución magna diferenciable en organizaciones estatales
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gubernamentales y organizaciones estatales no gubernamentales, por el solo hecho
de respetar la organización constitucional. Pero en las que, si se quiere una
ciudadanía activa, la agencia política cotidiana no puede adjudicarse, principal ni
exclusivamente, a las organizaciones gubernamentales. Esta propuesta no implica
suponer que todos sabemos hacer las mismas cosas sino, justamente, pensar que la
articulación, la superación de conflictos y la acción coordinada son las formas
privilegiadas de la política, tanto en su aspecto de concepción de los objetivos, como
en su aspecto de administración de los procesos y resultados. Para lograrlos, como
vimos, debe participar la pluralidad de las instituciones de la nación. Reunión de
instituciones siempre en proceso que nos obliga a pensar que el soberano es un
emergente de relaciones de fuerzas –complejas y estructuralmente enraizadas en una
infinidad de instituciones– que definen el carácter e intensidad de la democracia
existente. La comprensión del tema de la soberanía es posible si, nuevamente,
dejamos de lado el monismo racionalista que condujo a divinizar el ideal de
soberanía indivisible propuesto por Jean Bodin y aceptado por tantos otros.
Admitiendo la diversidad de orígenes y el hecho de que esas diferencias se articulan
de modos también diversos, la cuestión de la soberanía es también un constructo.
Pues, como diría Octavio Bueno Magano (1983: 56): “O pluralismo significa a livre
atuação dos indivíduos e dos grupos componentes da sociedade civil, na persecução
dos interesses que lhes são próprias. Numa síntese mais apertada, poderíamos dizer
que o pluralismo corresponde à existência, no seio da sociedade civil, de centros
autônomos de produção jurídica, entendendo-se que as normas deles oriundas
possuem a mesma natureza das emanadas pelo Estado, com a diferença de que as do
último são dotadas de mais intensa positividade. O aspecto de maior relevância do
pluralismo é pois a negação da exclusividade normativa do Estado”. Siendo así, para
construir la unidad del Estado-nación a partir de la diversidad de negociaciones y
pactos particulares es preciso que cada una de las asociaciones delegue parte de su
propia soberanía particular –expresada en su capacidad de auto-regularse dentro de
los límites que las leyes generales de la nación prescriben o, a veces, yendo más allá
de ellas o llenando sus vacíos.
Únicamente acordando en lo que cada parte delega pueden concretarse los
pactos. Pero, al mismo tiempo, esos pactos son posibles dentro de un orden
institucional que reconozca a las fracciones y las incorpore a la negociación o acepte
el campo de negociaciones que los contratantes, eventualmente, produjeron por sí
mismos. Procesos que tenderán hacia la conformación de redes de articulación y
colaboración –no ajenas a alguna forma de agonismo29 producido por diversas
visiones y posiciones– con las agencias burocráticas especializadas en aquellos
aspectos con los que las específicas misiones institucionales que les dan su razón de
ser.30 Mientras que −vale la pena decirlo desde ahora− la permanencia y la
regulación de las formas y alcances de esas relaciones con los organismos
gubernamentales hacen posible el ideal de accountability que muchos liberales
progresistas buscaron sin encontrar, para su realización, más que expresiones de
29
Conflicto entre partes no antagónicas y, por ende, de difícil capacidad de un acuerdo
negociado sin que exista un previo conflicto en el que una de ellas termine derrotada o muy
debilitada.
30
Las formas específicas de financiamiento de esas organizaciones no podrán ser objeto de este
primer razonamiento, aunque son indispensables en la construcción general de la propuesta,
pues no todas las instituciones de este tipo logran construirse solamente con el aporte de sus
miembros, aunque ello fuese deseable desde la perspectiva de sus respectivas autarquías.
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buenos deseos, fincados en la vigencia de una “cultura democrática”. La principal
razón es que, si bien es cierto que ningún ciudadano es capaz de conocer todas las
cuestiones relativas a la existencia del Estado nación y sus vinculaciones múltiples
con los fenómenos ambientales y las instituciones trasnacionales o internacionales –
para lo que se debe construir unos ámbitos de creación y pensamiento colectivos–,
también es cierto que, al menos en forma parcial –pero que puede ser completada
con el de otros ciudadanos con los que forman asociación–, conocen las necesidades
que postulan como propias y su fundamentación, constituyéndose en actores e
investigadores de esa problemática y sus formas posibles de solución. Incluso
formando parte de negociaciones con otras instituciones que representan colectivos
que se sienten afectados por las posibles soluciones propuestas por la institución en
cuestión. Red de instituciones que, junto a ellas, deben reconocer y compaginar sus
actuaciones con la vigencia e importancia del sistema político electoral en el que se
representan a todos los ciudadanos y que permiten un sistema en el que se discuta y
decida sobre las necesidades generales, que podrían ser afectadas por el triunfo de
intereses particularistas, como sería el de que ciertas regiones o sectores sociales de
un Estado se opongan a la redistribución del ingreso que imponen políticas de
protección y vigencia de derechos de sectores con menores recursos de poder, o que
diriman conflictos irresolubles entre particulares en pro de la unidad del Estado
nación. Si bien ello ocurre en otro nivel y tipo de organización, la historia del
movimiento peronista, tanto en sus momentos de gobierno como de oposición,
muestran una fragua en la que la asociación entre ramas, unidades básicas y varios
tipos de otras asociaciones junto al –o a los partidos políticos del– movimiento,
muestran ensayos interesantes para continuar con dicha tradición de formas de
articulación múltiples, muchas veces agonísticamente relacionadas, pero que
usualmente son capaces de reconstituir la unidad en función del gobierno nacional y
popular que los peronistas tenemos como objetivo fundante.
Ante ese panorama, no creo que exista una propuesta institucional perfecta,
que resuelva todos los problemas que el ordenamiento propuesto contempla. Es
ilusión inútil de los teóricos invadir lo que es materia de quienes aprendieron a
generar consensos y voluntades colectivas. Para ello hay que trascender la tendencia
que ve en todas las instituciones el fruto de un acuerdo racional en el que las
pasiones, las identificaciones o las convicciones cargadas afectivamente están
ausentes, reduciendo los acuerdos a los frutos de un ideal cenáculo de intelectuales,
conversando, a la manera de Rorty.
¡Vamos a volver y ser mejores! No es una consigna que conmueva nuestra
racionalidad en forma inmediata. Por el contrario, es una consigna que, como otros
muchos símbolos, como lo son la bandera y el himno argentinos o como, para
nosotros, lo son Perón, Evita, Néstor y Cristina. Ellos no son entidades en toda la
extensión de sus seres, sino también símbolos, a los que posiblemente atribuyamos
significados parcialmente distintos, pero que nos conectan afectivamente con los
colectivos a los que pertenecemos. Ellos son formas y expresión de nuestra
gregariedad, como para otros los pueden incluir, además de los nacionales, otros
símbolos, como la señal de la cruz, el Kipá o los colores de su club de preferencia.
Normalmente, el ejercicio racional comienza a partir de esas emociones básicas, que
solo para algunos son objeto de estudio racional, desapegado emocionalmente. De
ese modo, lo que denominan razón se opone insosteniblemente a las emociones y
pasiones, tal como criticara Damasio (1995) desde la neurobiología.
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Nada de lo dicho debería sorprendernos y no parece sorprender a los
ciudadanos de otros países. Esa fuerza de los símbolos en la articulación nacional es
la que muestran películas o fotografías en que los estadounidenses o los franceses
despliegan los colores de sus símbolos patrios hasta el hartazgo, mientras que
nuestros liberales han hecho gala de su cosmopolitismo, menospreciando el uso de
nuestros símbolos a los que aprecian, despreciativamente, como muestra de un
irracionalismo nacionalista. Esto es fundamental, pues sin ese espíritu patriótico,
serán imposibles los pactos o contratos sociales indispensables para ir superando el
eterno empate hegemónico. Porque lograrlos supondrá para todos los integrantes del
pacto arduas negociaciones que implicarán resignación de autonomía,
reconocimiento de relaciones de fuerzas y la aceptación de las posibles
postergaciones de algunas reivindicaciones, válidas pero imposibles
coyunturalmente. Y ello implica amor a la patria y a nuestros símbolos de unidad.
Refiriéndose a la posible salida de ese tipo de puja en lo que hace
particularmente a las reivindicaciones salariales, Reis (1995: 23) dice: “a fragilidade
político-institucional parece ser, praticamente, condição necessária à emergência de
um processo inflacionário crônico e relativamente acelerado –digamos, uma inflação
de taxas mensais persistentemente acima dos 10% ao mês. Nesses casos, a
estabilização monetária torna-se uma tarefa particularmente difícil, pois trata-se de
convencer os agentes a abrir mão de ganhos imediatos em favor de ganhos (talvez
até maiores) no futuro –só que, por definição, se há instabilidade política ou
fragilidade institucional não há horizonte seguro no médio e longo prazos, e todos os
agentes optam por estratégias que privilegiem ao máximo os ganhos imediatos. Por
isso é necessário tratar com extremo cuidado as expectativas dos agentes
econômicos cruciais, que em contextos como esses se comportam de maneira
excepcionalmente ‘nervosa’”.
No se trata solamente de un cierto tipo de reconocimiento de la diversidad de
orígenes y misiones de las instituciones, ni exclusivamente de su reconocimiento.
Para que el pacto sea posible debe haber un compromiso racional producido en un
entorno en que cierta unidad de valores y de referencias simbólicas hagan posible un
acuerdo en el que todos flexibilicen sus posiciones en vistas al logro de la
estabilidad y el progreso nacional.
Cuando la cuestión en discusión refiere a las luchas por mejorar la posición
relativa de los ingresos o condiciones de trabajo de cada sector, se trata de que las
partes compartan valores y símbolos comunes, indispensables para la construcción
de un tipo de institucionalidad y de acuerdos entre las partes que beneficien al
colectivo en el concierto de las otras naciones con las que se debe enfrentar y
negociar, o confluir y aliarse. Sin ese acuerdo de afectos, valores y símbolos –
incluso cuando cada sector atribuya contenidos diferentes a cada símbolo– no hay
pacto posible. Pero tampoco lo hay si no existe el ámbito institucional en que las
partes sean reconocidas.
Del mismo modo, todas las otras posibilidades y necesidades de acuerdos
entre partes deben reconocer la misma dinámica general. Ese podría ser, para citar
solamente algunos de los tantos ejemplos, el campo de negociaciones que puede
abrirse, en forma permanente, entre las instituciones que agrupan científicos y
técnicos de una o de diversas esferas de conocimiento, y empresas o asociaciones
empresariales que contribuyan a financiar investigaciones que contribuyan al
progreso económico particular y nacional. O grupos de profesionales y trabajadores
dedicados a la salud pública debatiendo –en ámbitos dedicados al tema–,
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conciliando visiones y concertando intereses mediante acuerdos sobre las formas en
las que conducir la atención sanitaria en ciertas localidades y en la nación. O grupos
en los que empresarios y ambientalistas discutan sobre formas de inversión que, sin
destruir sus ganancias, sean menos dañinas para el medio ambiente. Ejemplos que
pueden ser multiplicados en forma exponencial y que permitirían que los ciudadanos
participen en forma permanente –desde sus respectivas, posiciones, saberes y
posibilidades– en y sobre aspectos que hacen al futuro de un Estado-nación, y unas
relaciones inter y trasnacionales en las que todos nos sintamos comprometidos
afectivamente.
Conclusiones provisorias
En su último libro, Democracia, agencia y Estado, Guillermo O‘Donnell
(2010: 50) indica que, en la democratización, el factor determinante es el o la
ciudadano o ciudadana:31 “dotado de razón práctica y discernimiento moral, que
hace uso de su capacidad intelectual y motivacional para tomar decisiones que son
en principio razonables en función de su situación y metas, de las cuales, salvo
prueba concluyente en contrario, se considera que es el/la mejor juez/a”. Coincido
sobre la importancia del ciudadano y su agencia e incluso en que dicho agente es el
mejor juez respecto a las razones que lo conducen a pensar y actuar de cierto modo
dentro de los límites de las leyes que regulan socialmente sus relaciones con los
entornos institucionales en los que actúa. En cambio, no coincido con la perspectiva
interaccionista en la que se apoya, con la concepción subyacente respecto a la
unicidad y homogeneidad de dicho agente y de sus relaciones con sus entornos,
tampoco con la implícita creencia en el predominio de elecciones racionales y de
acuerdos fundados principalmente en argumentos; como tampoco con la idea de que
el reconocimiento de la igualdad ante la ley baste para suponer una real semejanza
de capacidades y posibilidades relativas de agencia en todos los ciudadanos por
igual. De hecho, una parte importante de las estructuras de roles personales y
sociales participan de la constitución del campo político y deberían ser contempladas
en los procesos de organización social. Ya que, aunque las instituciones del régimen
político no las contemplen, luego se hacen presentes bajo la forma de grupos de
presión u otras formas de actuación que conforman la vida del municipio, la
provincia o el país. Lo que me impulsará a encarar, en otro artículo, el tema de la
agencia desde una perspectiva más compleja desde la que aquí puedo asumir. Pero
que en definitiva se asocia a lo antes dicho. Pues también el rechazo del
individualismo liberal es lo que me condujo a proponer modos de construcción
social que incluyan formas de organización y de agencia social cuya entidad política
no es reconocida en nuestra legislación, aunque hubo épocas en las que el
movimiento peronista contribuyó a hacerlas posibles, prácticamente. Incluso las
incorporó teóricamente en la idea de Comunidad Organizada presentada por Juan
Domingo Perón en el Primer Congreso Nacional de Filosofía de 1949 (Perón, 2006).
Idea poderosa pero que, por influencias de época, mantenía el ideal de armonización
de las partes, sin tener presente la dupla conflicto-articulación, que es una invariante
en la historia de la humanidad. Por eso es que el corporativismo social o el
pluralismo son vías para pensar nuevas formas de organización que superen a este
neoliberalismo que, del anterior, solo conserva una idea: el reino de esta tierra es de
los grandes propietarios y accionistas.
31
En adelante, agréguese “o/a” cuando corresponda, lo evito pues hace cortada la lectura.
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Y, PARA COLMO, EL ASBESTO
Jorge Afarian
El 10 de junio de 2019, unos días después de la inauguración de numerosas
estaciones de la línea E del subte, y gracias a la constante intervención de los
Metrodelegados, se retiraron de circulación numerosos trenes de la marca CAF
5000, que circulaban principalmente en la línea B, debido a una peligrosa presencia
de amianto en vagones y piezas que, si bien no afecta a los usuarios, puede tener
implicancias fatales para trabajadores y trabajadoras del subterráneo.
El último año, el servicio del subte fue una de las actividades más golpeadas
por el despotismo empresario y gubernamental. Primero, la quita de la personería
gremial en marzo de 2018 por parte de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
En segundo lugar, la represión y posterior detención de trabajadores y trabajadoras
en el mes de mayo, y que incluyó el encarcelamiento de Néstor Segovia, Secretario
General Adjunto de la AGTSyP. En tercer lugar, el intento de desfinanciamiento
sindical por parte de la Secretaría de Gobierno del Trabajo, a través de una orden a
los bancos del gremio que implicaba no recaudar las cuotas a afiliados y afiliadas del
sindicato.
El conflicto gremial fue la herramienta esencial de los trabajadores para
frenar los embates del poder empresarial y estatal. A través del conflicto y la acción
colectiva del subterráneo se logró la liberación y el sobreseimiento de los
trabajadores suspendidos por ejercer su legítimo y constitucional derecho de huelga,
además de arribar a un convenio colectivo superador al concertado por la UTA.
Ahora, para colmo, está el asbesto. Este producto de la desidia patronal y los
negociados estatales que buscan la reducción de costos y el aumento de privilegios a
los amigos del poder afecta en forma directa la salud de los trabajadores. El enemigo
es invisible, se mete en los cuerpos y los daña. El asbesto es aliado de la patronal y
de las fuerzas de seguridad del Estado. Al invadir los cuerpos, el asbesto condiciona
la lucha, pero definitivamente no la elimina. El miedo a las enfermedades graves y la
espera por una respuesta de la empresa y del gobierno generan temor e
incertidumbre. Es allí donde es mucho más necesaria la unidad colectiva, y eso es lo
que ha demostrado el accionar de la AGTSyP, quien viene reclamando hace más de
un año una respuesta, intentando saber cuáles son los peligros, en dónde se
encuentran, quiénes pueden ser los compañeros afectados por esta sustancia
cancerígena. Está en tela de juicio la salud de 160 trabajadores, principalmente de
los talleres Rancagua y Villa Urquiza.
Ahora no se trata –solamente– de condiciones de trabajo, de represión, de
convenios colectivos de trabajo al servicio de las grandes empresas. Se trata de un
tema de salud pública, porque si bien, como expresáramos, las formaciones y piezas
que contienen amianto no están en contacto con los millones de usuarios que
circulan por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, hay trabajadores afectados. A los
peligros a la salud que implica el trabajo subterráneo, que no es considerado un
trabajo insalubre en sí mismo por parte de la Justicia del Trabajo, ahora debemos
sumar el asbesto.
Los Metrodelegados reclaman investigaciones sobre esta sustancia desde
marzo de 2018. En aquella oportunidad ya habían adoptado medidas de fuerza a raíz
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de la venta y adquisición directa por parte del Gobierno de la Ciudad de Buenos
Aires y Metrovías –transacción que consideraron como “absolutamente
escandalosa”– de 36 formaciones de trenes CAF 5000 que habían sido eliminados de
circulación por parte del Metro de Madrid. A través de ellos se realizaban pruebas de
explosivos por parte del gobierno español, lo que justifica aún más la presencia de
amianto. Hubo reclamos y huelgas realizadas por los trabajadores del Metro de
Madrid por la enfermedad y muerte de trabajadores. SBASE y Metrovías habían
adquirido las mismas formaciones que la empresa madrileña, y el temor invadió a
los trabajadores de la línea B. En medio de conflictos, paros, huelgas y represión
estatal, el amianto volaba, invisible, sobre las narices de los trabajadores, afectando
su salud en vilo por la violencia institucional.
También el pasado año, los Metrodelegados habían denunciado la
contaminación de los coches Fiat (de la línea A, B y principalmente la E), los
General Electric (también de la E) y los Nagoya (que circulan por la línea C). Sin
perjuicio de ello, comenzó una campaña de negacionismo sistemático por parte del
gobierno, aseverando que no había peligro, o directamente ignorando los pedidos de
información y análisis médicos por parte del sindicato. Finalmente, en diciembre de
2018 la empresa estatal SBASE reconoció la presencia de piezas con amianto en las
formaciones españolas.
Mucho antes de esta cínica admisión por parte de la empresa, la AGTSyP
solicitó el análisis de las piezas de los CAF 5000 a la Universidad Nacional del Sur
(UNS), de Bahía Blanca, que no sólo confirmó la presencia de asbesto en los trenes
de la línea B, sino que el material sigue apareciendo en piezas de otras flotas, como
los coches Mitsubishi que se encuentran en circulación desde hace más de 60 años.
Sumado a todo ello, la UNS determinó que también hay contaminación en las
formaciones Nagoya 300 de la línea C, y también en la línea E, por lo que la
situación es aún más complicada. Al respecto, Leticia Lescano, docente e
investigadora a cargo de los estudios en la UNS explicó: “Este año analizamos más
de 100 muestras enviadas por la AGTSyP, todas pertenecientes a coches Mitsubishi,
y en unas 20 piezas encontramos amianto. Está presente en apaga-chispas, en la
cabina del conductor de las formaciones, en paneles eléctricos y partes eléctricas”.
La salud de los compañeros es importante, crucial. Ellos sostienen el
conflicto y las condiciones de trabajo, incluso poniendo en peligro su vida. Por lo
pronto, los trabajadores de los talleres principalmente afectados están ejerciendo su
derecho de retención de actividades hasta que haya una respuesta certera sobre su
cuerpo.
No basta el autoritarismo, no basta la negligencia patronal, no basta la
violencia institucional disfrazada de legalismo. Ahora tenemos el amianto. Resistan
por su salud.
Jorge Afarian es abogado, docente de la Facultad de Derecho (UBA) y becario
doctoral UBACyT.
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ARGENTINA: UNA POLÍTICA EXTERIOR
JUSTICIALISTA PARA EL SIGLO XXI
Pablo A. Vázquez
A un posible cambio de gobierno le sobrevendrá una necesaria reorientación
de objetivos políticos para recuperar nuestra dignidad perdida por la imposición del
recetario neoliberal que ha enfermado nuestras raíces del ser nacional.
Toda política es política exterior. Siguiendo las intuiciones estratégicas de
Juan Domingo Perón, debemos definir el espacio, campo de maniobras y relaciones
que nos tocará vivir entre Estados, de cara a la tercera década del Siglo XXI.
El mundo del siglo XXI se aparece como multipolar, o pluripolar, como
definió Perón en el Modelo Argentino de 1974. La potencia hegemónica, Estados
Unidos, lo es en términos militares, económicos y de hegemonía cultural. Será
China, y en menor medida la Federación Rusa y la Unión Europea, quienes intentan
disputar su primacía. Se asiste a la conformación de nuevos espacios regionales
(Alianza del Pacífico) y otros en retroceso (UNASUR y ALBA), junto a otros
grupos asentados décadas atrás (MERCOSUR), así como a países con un nuevo
peso específico mundial propio: China, India, Rusia, Brasil y Sudáfrica. Y
organismos como el Consejo de Seguridad, que cada vez le cuesta imponer una paz
duradera a regiones en conflicto por los intereses contrapuestos de las potencias
integrantes del grupo; o el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial,
quienes cada vez son menos representativos, máxime por los resultados de sus
políticas monetarias impuestas a países donde el deterioro económico y social se
agudizó, como en la actual Argentina.
Ninguna nación tiene posibilidades de desarrollo si no dispone de un
conocimiento adecuado de las relaciones actuales de poder en el mundo y el lugar
que le corresponde o que le puede convenir a sus intereses en ese campo de
relaciones de fuerza. La Argentina debe dejar de pensar su política exterior y de
inserción internacional en los viejos parámetros de alineamiento automático con
Estados Unidos y con Europa Occidental. No puede tener sólo una construcción de
inserción en el Atlántico. Debe comenzar en serio a definirse como una Nación
Bicontinental –americana y antártica–, una nación marítima y del hemisferio sur
que debe buscar, primero, la vinculación con los estados suramericanos y luego con
el resto. La Cuenca del Plata como espacio geoestratégico es fundamental pero
insuficiente: debemos pensar en Suramérica como unidad, tratando de extender
nuestros intereses y negociaciones con Centroamérica y las naciones del Caribe.
La óptica Norte-Sur debe ser superada con una nueva inserción internacional
más realista e inteligente, que supere la relación desigual y dependiente del mundo
organizado. La Argentina debe profundizar aún más su participación en los grupos
internacionales surgidos en la lógica de los países no alineados –como el grupo de
los 77 más China– y también del BRICS, que nuclea a las nuevas potencias
económicas China, Brasil, Rusia, India y Sudáfrica. Los países del BRICS suman
casi el 25% del Producto Bruto mundial, tienen alrededor del 43% de la población
del planeta y el 20% de toda la inversión mundial. Esto los hace atractivos como
ámbito de negociación regional, pues son mercados que demandan insumos
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estratégicos, alimentos y bienes industriales. Otro aspecto importante del BRICS es
la búsqueda de inversiones en otros países o espacios económicos emergentes.
La integración latinoamericana debe abandonar utópicas declamaciones para
lograr ser una “realidad efectiva” –y necesidad imperiosa–, principalmente con
Brasil. Nuestro principal socio comercial debe contar con nuestra amplia
colaboración, hasta el punto de imponerla inteligentemente por más que haya
sectores en Brasilia que no vean la necesidad de sumarnos ya que su propia impronta
podría hacerles ver que podríamos sobrar. Lo mismo desde Buenos Aires: que
sientan que las políticas de Itamaraty nos superan y nos repleguemos a acciones de
corto alcance y poco rendimiento efectivo como, sin desmerecer, vender limones a
los Estados Unidos. Hoy Brasil, con su actual cambio político, puede ofrecer
grandes ventajas a nuestro país, ya que negociando en bloque puede contribuir a ser
una “cara amable y racional” para países como Rusia, China y el mundo árabe,
frente a la posición brasileña de alineamiento –Bolsonaro mediante– a Estados
Unidos, Israel e Italia, mientras que profundiza su crítica al régimen chino y a países
comunistas o musulmanes por cuestiones ideológicas.
La integración latinoamericana debe abandonar
utópicas declamaciones para lograr ser una
“realidad efectiva” –y necesidad imperiosa–,
principalmente con Brasil
También será importante replantearnos la relación con los países que
conforman la Alianza del Pacífico, en especial Chile y Perú, por nuestra cercanía
geográfica y lo vital de sus puertos para que nuestros productos crucen hacia
Oceanía y el Oriente. El Medio Oriente y los países de la ex Unión Soviética, así
como las naciones africanas, son mercados potenciales que deben ser trabajados en
conjunto con Brasil y el Mercosur.
Estados Unidos, en tanto potencia continental, a pesar de su política
aislacionista en temas económicos y comerciales debe encontrarnos fortalecidos en
bloque, ya que su elección natural es Brasil y Chile como socios. De todas formas,
no es el ataque ni la diatriba lo que los acercará, ni el deponer nuestras banderas
soberanas, sino el brindar oportunidades de relaciones fructíferas sin resignar nuestra
dignidad nacional. Igualmente se aplica este análisis con el Reino Unido, más
teniendo a nuestro favor su crisis política con relación a su permanencia o no en el
espacio “europeo”. Negociando con empresas británicas a costa de nuestra soberanía
no traerá dividendos ni soluciones.
Insistir con el MERCOSUR es la mejor opción, pues es nuestro espacio de
integración más cercano: conformado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay –
con la perspectiva de inclusión de Ecuador y Bolivia, y la separación forzada de
Venezuela– es un espacio de integración de más de 250 millones de habitantes y
quizás el quinto Producto Bruto Interno entre espacios económicos regionales del
mundo. Tiene ventajas que no sabe o no puede aprovechar por desigualdades
estructurales en cada nación, ya que si bien tiene la potencialidad de autoabastecerse
de alimentos y energía, y aun exportar ambos rubros. Además posee, en apariencia,
nulas hipótesis de conflicto entre sus miembros, salvo por la presencia colonialista
de Gran Bretaña en las Islas Malvinas y el futuro debate de nuestra soberanía
antártica con Chile y el Reino Unido.
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Una política activa desde el MERCOSUR será la creación de empresas
binacionales, plurinacionales o multilatinas (Techint, Arcor, Bimbo, Camargo
Correa, etcétera) en extracción de minerales como el litio, fundamental en materia
de celulares y comunicaciones, antes de que sean las multinacionales de siempre las
que extraigan toda la riqueza de nuestros suelos y profundidades.
Nuestros objetivos nacionales, según mi perspectiva, se podrían resumir en:
a) Repensarnos como Nación ante un mundo multipolar, desde una perspectiva
justicialista de “respeto de la soberanía de los Estados, autodeterminación de los
pueblos y el pluralismo ideológico”, siguiendo a Juan Domingo Perón.
b) Tercera Posición y Patria Grande son conceptos irrenunciables, así como la
integridad territorial, en base a la reivindicación de nuestra soberanía en
Malvinas y la Antártida.
c) Defender nuestros recursos naturales: abastecimiento de agua potable y energía:
petróleo, biomasa, hidroelectricidad, energía eólica, energía atómica, y nuevas
formas de energía no contaminantes.
d) Afincar un perfil industrialista, sin desdeñar el rol tradicional de productores
agropecuarios, amén de lograr el desarrollo de la minería y el cultivo de soja sin
contaminantes.
e) Definir MERCOSUR como prioridad, afianzar la articulación con los países del
BRICS y fomentar la relación con la Alianza del Pacífico.
f) Definir segmentos estratégicos del comercio de exportación y núcleos de
mercado con Estados Unidos y la Unión Europea.
g) Consignar un papel activo del sector científico tecnológico, acompañando
nuestro desarrollo económico y social “puertas adentro” y “fronteras afuera”.
h) Replantear la educación, la cultura y la identidad propia, en base a nuevas
demandas sociales, de cara a las próximas generaciones.
i) Priorizar el rol de las fuerzas armadas y de las fuerzas de seguridad como
agentes en comunión con su pueblo, en un contexto de paz y concordia, sin
desdeñar su capacitación, financiamiento y aprovisionamiento.
j) Cimentar, como señaló Perón, una “conducción de una política exterior
auténticamente fundada en las grandes coincidencias nacionales, al servicio de
nuestro pueblo, único protagonista y destinatario de la misma”.
Pablo A. Vázquez es licenciado en Ciencia Política, docente de la UCES, miembro
del Instituto Nacional Eva Perón y secretario del Instituto Nacional Juan Manuel de
Rosas.
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EL PLAN PIBES DE LA GOBERNACIÓN
DE EDUARDO DUHALDE
Aritz Recalde
En el año 1993 la Dirección General de Escuelas (luego Dirección General de
Cultura y Educación) lanzó el Programa Infantil Bonaerense Educativo Solidario
(PIBES). A partir de 1996 la iniciativa tuvo algunas modificaciones y pasó a
denominarse Programa Pibes Bonaerenses. La iniciativa fue financiada por el Ente
del Conurbano Bonaerense y la Coordinación estuvo a cargo de Ángel Oviedo.
El propósito del PIBES era brindar una experiencia educativa y recreativa a
estudiantes bonaerenses, con el objetivo de “conocer e investigar otros ámbitos de la
Provincia, desde sus aspectos geográficos, históricos y socioculturales, con
orientación ecológica”. Con esta finalidad eran llevados a la Costa Atlántica los
alumnos de séptimo grado (primer año del tercer ciclo del EGB) de escuelas
públicas y especiales de poblaciones de bajos recursos. Previo al viaje (Etapa
Escolar) los responsables educativos de las áreas de Ciencias Naturales, Ciencias
Sociales, Formación Ética y Ciudadana y de Educación Física abordaban en clase
diversos temas: problemas de discriminación, prevención de adicciones,
convivencia, identidad, cuidado del ambiente y derechos humanos y del niño. Estos
contenidos eran retomados para trabajar con los estudiantes durante la estadía en la
Costa Atlántica (Lección Paseo). La permanencia en las ciudades balnearias era de
seis días y cinco noches. Se visitaban las localidades costeras de Mar del Plata,
Miramar, San Bernardo, Villa Gesell y Necochea (PIBES, 1995; 1996). La iniciativa
incluyó juegos motores, excursiones al aire libre, vida en la naturaleza y actividades
deportivas (PIBES, 1996).
Entre los años 1993 y 1997 participaron 250.000 estudiantes:
1993
1994
1995
1996
1997
69.133
90.702 103.337 135.000 147.000
Elaborado en base a datos de Pibes Bonaerenses, 1998.
La función social del PIBES
Muchos de los niños que participaron de la experiencia no conocían la Costa
Atlántica, no habían estado en un hotel o directamente no habían salido de viaje y de
vacaciones. El PIBES buscó la igualdad de posibilidades y la equidad social para los
hijos de las familias humildes. La maestra Adriana Pérez Garmendia intervino con
sus alumnos en el Programa y escribió una emotiva reflexión. Mencionó que los
adultos estaban más entusiasmados que los hijos, ya que “en su mayoría no han ido
de vacaciones en toda su vida”. Destacó que todos los niños tenían que tener las
“mismas oportunidades” y para eso debían poder “conocer” otra realidad, ya que
“compartir una habitación bien arreglada, un baño confortable, una mesa bien
servida puede ser un gran incentivo para no resignarse con lo que heredaron. Porque
estoy convencida de que estos casi jóvenes podrán gozar de estas circunstancias
como sus padres no pudieron hacer, y no por no merecerlas. Porque los únicos
privilegiados son los niños, no como un dicho, sino como un derecho adquirido, por
el mero hecho de ser niño. Y porque deseo que, dentro de un corto tiempo, poder
hablar de la palabra mar no esté más vacío de contenido en poesía o geografía, sino
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una vivencia feliz, tangible y real que marcará seguramente un antes y después del
Programa Pibes Bonaerenses” (Pibes Bonaerenses, 1998).
Los reportes pedagógicos elaborados por los profesores del Programa dieron
cuenta de que los niños reforzaron vínculos de convivencia, de tolerancia y de
cooperación, y que muchos menores problemáticos mejoraron el comportamiento
con sus compañeros y con los docentes.
Pibes Bonaerenses
En 1996 la Dirección General de Cultura y Educación realizó reformas al
programa inicial. A partir del formato “Pibes Bonaerense” participarían quinto,
sexto y séptimo grados. El universo de estudiantes no sería meramente el de las
escuelas del conurbano de zonas de bajos recursos, sino que se abrió a todos los
establecimientos de la provincia. En quinto grado se incluyó una primera etapa
recreativa, cultural y deportiva en las escuelas y el viaje se integró a una segunda
parte del programa. De esta forma, el Pibes Bonaerenses cubría un ciclo de tres años,
en los cuales las instituciones realizaban tareas en las áreas intelectual, artística y
deportivo-recreativa. Las actividades eran ejecutadas en conjunto con las
municipalidades, los centros de Educación Física, las escuelas y la Dirección
General de Cultura y Educación (Pibes Bonaerenses, 1998).
El Programa ejecutó acciones tendientes a edificar la “identidad personal y
bonaerense” de los estudiantes. Se trabajó con la comunidad educativa y con las
familias los conceptos de participación social y de solidaridad.
La cultura bonaerense
“Escuela y comunidad, estamos aquí reunidos formando la identidad de este suelo
argentino” (Canción de Identidad escrita por alumnos de cuarto, quinto y sexto
grados de Escuelas Bonaerenses).
Las excursiones del PIBES y del Pibes Bonaerenses se orientaron a
profundizar los conocimientos sobre ecología, historia, geografía y aquellos
centrados en la cultura provincial. En el año 1995 las escuelas participaron del
concurso “Buscando la Bandera Bonaerense”. El PIBES tomó dicha política
educativa como parte de sus actividades. Resultado del concurso, más de 2.000
niños propusieron 500 modelos de banderas para la provincia (PIBES, 1995).
Desde 1996 se incluyó el eje vertebrador “identidad bonaerense”. En palabras
de Ángel Oviedo obtenidas en una entrevista personalizada en el año 2019, “el
segundo ciclo de 3.019 escuelas de la EGB ahondó en esta mágica búsqueda de la
identidad, nunca acabada y siempre enriquecedora, y entre compañeros, docentes,
familiares y comunidad elaboraron actividades para desempolvar el recuerdo,
mostrar raíces, celebrar la memoria” (PIBES Bonaerenses, 1998).
Como parte del programa, en diversas escuelas se organizaron actividades
tendientes a reflexionar sobre la identidad bonaerense. Los estudiantes realizaron
entrevistas a sus padres y abuelos sobre la práctica de deportes y acerca de los
juegos de “ayer y de hoy”; y ejecutaron consultas sobre la nacionalidad de origen de
sus familias y acerca de cuáles eran sus actividades laborales. Una institución de
Olavarría investigó sobre la familia de los pueblos originarios de los Catriel.
Alumnos de una escuela de la localidad de Rojas mencionaron, con orgullo, que
“nuestra identidad es bien argentina y sobre todo bonaerense”. Estudiantes y
docentes de Lengua y Edición Artística hicieron dibujos y escribieron una emotiva
poesía:
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Desde hace meses que estamos trabajando muy contentos,
para aprender con los chicos, sobre cosas que yo entiendo.
Lo sé porque vivo aquí, en esta bella provincia,
donde se puede hacer todo, porque ella todo lo brinda.
Nos da la Pampa ondulada, el trigo, el mar, las riberas,
y el sueño eterno del hombre de hacer verdad sus quimeras.
Es el lugar que, yo pienso, fue elegido para hacer de él
un sitio distinto, de hombres con mucha fe.
La fe que les da la tierra, tan fértil como ninguna,
un sol y un cielo brillantes, que no lo asustan las brumas.
Si hasta en el lugar que vivo, junto al Río Paraná,
los ceibos cantan al viento, que son la Flor Nacional.
Y los gauchos que estuvieron, en esta tierra bendita,
nos legaron la guitarra, la huella y la sortija.
Por eso espero que nunca ningún bonaerense olvide,
que pertenece a esta tierra, que si la quiere, la cuide,
que sólo el trabajo nuestro sin odios y sin rencores,
hará que estemos al frente, ¡y seamos los mejores!
La logística del Plan
Dada la envergadura del programa se conformó una importante estructura
logística que incluyó la capacitación del personal y la formulación de manuales de
procedimiento. Se trabajó con mucho detalle la organización de la amplia comitiva
del viaje y la planificación de la estadía de niños y docentes, y para eso se
contrataron supervisores de servicios y de acompañamiento docente y pedagógico
(un profesor cada diez alumnos). Se planificó con antelación la seguridad de los
participantes y la cobertura sanitaria durante las 24 horas, entre otros temas.
Luego de la primera experiencia de 1993, se tomó la determinación de
utilizar los hoteles de los sindicatos que eran de mayor envergadura que los
privados, tenían comedores más amplios y su personal estaba preparado para recibir
turismo social. Estas características hoteleras facilitaban la organización y evitaban
desdoblar los cursos o tener que movilizar a los jóvenes a la hora de comer. El menú
fue evaluado nutricionalmente y los proveedores se obligaban a cumplir un servicio
de calidad de almuerzo, cena y desayuno. La merienda que era preparada en viandas
para facilitar las excursiones.
A más de dos décadas de implementado el PIBES y en pleno siglo XXI, la
deuda social con los niños de la provincia sigue siendo inmensa: la mitad de ellos es
pobre. Para empezar a saldar este terrible problema es necesario forjar una identidad
bonaerense que nos marque un rumbo, que nos dé una renovada ética de convivencia
humana y que nos otorgue una nueva fe para encarar la necesaria e impostergable
refundación de nuestra tierra.
Bibliografía
PIBES (1995): Informe General. La Plata, Dirección General de Cultura y
Educación, Provincia de Buenos Aires.
PIBES (1996): Programa Infantil Bonaerense Educativo solidario. La Plata,
Dirección General de Cultura y Educación, Provincia de Buenos Aires.
Pibes bonaerenses (1998): Años 1997-1998. La Plata, Dirección General de Cultura
y Educación, Provincia de Buenos Aires.
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16 DE JUNIO: 1955 Y 2019.
UN PUEBLO QUE RECUERDA, RESISTE Y SUEÑA
Sebastián Giménez
El cielo gris no guarda contrastes con lo que en ese día sucede. La lluvia que
se insinúa es preanuncio de otras lágrimas. 16 de junio de 1955. Se anuncia el
desagravio de la bandera nacional por la quema de la enseña patria durante la
procesión del Corpus Christi. Pero los aviones vienen a agraviar aún más esa
bandera. El desagravio deviene conspiración. Matar a Perón, la obsesión. Las
víctimas, un pueblo inocente. Gente que transitaba la Plaza como tantos otros días.
Rumbo al trabajo. Trámites, punto de encuentro, estación final del subterráneo en la
Plaza de Mayo, terminal de innumerables líneas de colectivo.
Transitada como un hormiguero la Plaza. De laburantes. De gente del común.
Que son quienes no saben lo que va a pasar. Totalmente vulnerables a lo que sólo el
odio y el rencor volvió posible. La escena dantesca de una fuerza armada matando a
su propio pueblo indefenso. No es una guerra civil, es un fusilamiento de civiles. De
gente del común. De trabajadores. De los de abajo, de los inocentes que esperaban
un desagravio pero fueron víctimas de una nueva afrenta. De una nueva carnicería.
La Plaza se riega de sangre inocente, injustamente vertida. Como un espacio de
tragedia y también de lucha. De resistencia a la adversidad. De obstinado querer ser.
El pueblo vencido y resurgiendo una vez más. Porque algunos huyen y otros
temerarios se quedan mirando el cielo, poniéndole el pecho a las balas. Porque la
solidaridad, esa otra forma de resistencia, aparece y se despliega enseguida, incluso
bajo la balacera. La asistencia a las víctimas no se demora, mientras los aviones
culpables de la masacre huyen a Uruguay.
El recuerdo carece de sentido si no se funde con otros recuerdos, con otras
historias y el presente de nuestro querido país. Jornadas memorables de lucha y
también de errores históricos, de sinsentidos. La Plaza como el espejo de la
Argentina. Vacía, a medio llenar, rebosante de pueblo. En torno a la Plaza sigue la
historia argentina como sujeto colectivo, sinónimo de pueblo organizado. Los ricos
no llenan ninguna plaza, los de abajo sí. Los de arriba y los de abajo, una y otra vez.
Los aviones que bombardean de múltiples maneras y los resistentes. Historia que va
y vuelve en torno a la Plaza. Refugio de las mayorías argentinas, de un pueblo que
recuerda, resiste y sueña.
Sebastián Giménez es trabajador social y escritor. Publicó varios artículos de su
disciplina y otros temas sociales y políticos en la revista Margen y en otras
publicaciones virtuales y de papel. Colabora en revista El Sur. Es autor de los
libros El último tren: un recorrido por la vida militante de José Luis Nell (19401974) y Veinte Relatos Cuervos. Alegrías y tristezas de vivir una pasión.
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NOTAS SOBRE LA PRENSA DE LA(S) RESISTENCIA(S):
POLÍTICA Y POLÍTICOS
Darío Pulfer y Julio Melon Pirro
Como hemos visto, tras el golpe de Estado del 16 de septiembre, continúan
circulando El Líder y De Frente. Cuando el primero es intervenido junto con la
CGT, salen a la palestra El 45, orientado por Jauretche, y Federalista, dirigido por
José A. Güemes, desprendimientos de El Líder, cuando este medio es intervenido
junto con la CGT. Norte aparece hasta que es clausurado y detenido su director,
mientras Palabra Argentina hace su primer intento por salir y permanecer en los
puestos de venta. Asimismo, aparece Lucha Obrera, dirigido por Esteban Rey,
sosteniendo las posiciones de la “izquierda nacional”. Junto con estas expresiones
del periodismo de la primera “resistencia” existen manifestaciones más artesanales y
espontáneas. Aparecen El Grasita, hoja orientada por Enrique Oliva, que expresa la
voz de los Comandos Coronel Perón. Otra publicación de época es El Descamisado,
de accidentada vida y que, por imperio de la detención de su animador, la censura y
las circunstancias políticas, fue rebautizado con el título de El Proletario para
continuar con su prédica (Pulfer y Melon Pirro, 2018a, 2018b, 2018c, 2018d, 2018e,
2019a, 2019b, 2019c, 2019d).
En estos emprendimientos rudimentarios, de corta vida, que buscan dar voz a
sectores militantes o agrupamientos sindicales, aparecen figuras de segundo o
tercera línea con actuación previa.32 Nos referimos a un saber que los habilita para la
organización de una hoja, un semanario o simplemente panfletos para agitar el
ambiente próximo. El trabajo en el ámbito periodístico o académico, la dirección de
revistas, la militancia en organizaciones políticas que hacen culto del medio escrito
se constituyen, entonces, en marcas o experiencias que se activan en las
circunstancias complejas que deben afrontar ante la creciente animadversión que
toman hacia sus espacios y representaciones los elencos que se suceden en el mando
de la denominada “Revolución Libertadora” (Melon Pirro, 2018).
La importancia de esta prensa puede ponderarse y entenderse si tenemos en
cuenta que la gráfica era, además, el único espacio en que, con las dificultades del
caso, podían aparecer informaciones e interpelaciones alternativas. Ni la radio,
cuyos espacios pertenecían al Estado que las concesionaba, ni mucho menos aun la
incipiente televisión, eran en este sentido permeables, y no existía tradición, además,
de programas de discusión política (Carman, 2014).
En este marco interesa recuperar una publicación que irrumpe en tiempos de
la “Revolución Libertadora” desde posiciones nacionalistas y tras el naufragio
lonardista se constituye en opositora al régimen militar, asimilada por otros espacios
de la prensa resistente del peronismo como parte de sí. Se trata del semanario
Política y políticos, animado por José Luis Torres. De efímera existencia –ocho
números–, esta publicación será un antecedente de otras de esa orientación político
ideológica, como Azul y Blanco y Revolución Nacional. Esto es: así como el
peronismo había conseguido apoyo y simpatías de los compañeros de ruta de la
32
Varios autores se han interesado en esta prensa. Uno de los esfuerzos más atentos a la
trayectoria de estos directores-gestores fue objeto de la tesis de Laura Ehrlich (2010).
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“izquierda nacional”, ahora concitaba cierto apoyo, no exento de cálculos, de
sectores que lo habían combatido duramente en las postrimerías de su gobierno por
dos problemáticas conflictivas para esa sensibilidad: la cuestión de la Iglesia y las
negociaciones por los contratos petroleros.
Para comprender mejor la naturaleza del medio bajo análisis, en lo que sigue
haremos un recorrido por la trayectoria y el perfil del animador exclusivo de la
publicación, José Luis Torres, mostrando su vínculo con el mundo previo, tanto de
la política como del periodismo.
Trayectoria de Torres
Reconstruir su trayectoria vital, sus campañas, su pensamiento y el
tratamiento que ha tenido en la historiografía ha sido un desafío intelectual
interesante, dado que partíamos de elementos fragmentarios. Las referencias en la
bibliografía a sus intervenciones son episódicas. De manera general se vinculan a los
momentos más importantes de lo que se considera su actuación pública –
esencialmente el gobierno de Ortiz-Castillo–, quedando opacadas las que
corresponden al tiempo del gobierno militar de 1943 y que se prolongan hasta agosto
de 1946, cuando se discuten en el Congreso las Actas de Chapultepec y la Carta de
las Naciones Unidas. Tibias son las referencias al entusiasmo de Torres con el
peronismo en torno a los años 1949 y 1950 y su defensa hacia fines de 1953 (Pulfer,
2016). Se lo ha reducido, progresivamente, a la cita común y obligada referida a la
denominación del período que se abre con el Golpe Militar de Uriburu en los años
treinta, asociándoselo machaconamente con la categoría que se le atribuye y que será
título de uno de sus más sonados libros: La década infame.33
Este recorrido nos fue llevando a otra constatación: su notoria actuación
pública en determinados momentos de la historia argentina (fundamentalmente en
los años 1940-1942) ha bloqueado otros procesos en los que Torres intervino en
primera persona y que, aún, no han sido debidamente trabajados, profundizados y
analizados. Nos referimos, sobre todo, al lugar de Torres en la conformación
ideológica y la práctica del grupo militar que toma el gobierno en el golpe militar del
año 1943. No es que no existan referencias a su relación con miembros del GOU o al
uso de su material en la logia. Lo que afirmamos es que no ha sido reconstruido en
33
Aunque parece que la denominación se debe al poeta Lisardo Zía.
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el detalle que se merece en el proceso previo y el abierto con el movimiento militar
del 4 de junio.
Otro aspecto a trabajar con mayor detenimiento es el que se refiere a la
influencia de los motivos de Torres en la configuración ideológica del propio Perón.
Con raras excepciones (Chávez, 1986; Buela, 2010), en los trabajos existentes34
Torres aparece como “fuente” de ese pensamiento. La caracterización de Torres
como un “francotirador” de escasa figuración e incidencia prima en las referencias.
Menos trabajadas aún resultan sus intervenciones en el proceso electoral del año
1946, su campaña en relación a la aprobación parlamentaria del Acta de
Chapultepec, su participación en la Unión Revolucionaria, las relaciones con otros
intelectuales a finales de los años cuarenta y el significado del “Centro
Antiperduélico Argentino” en los años posteriores.
Si bien podemos fechar el final de su carrera, no se conocen los motivos
precisos por los cuales abandona el ejercicio periodístico cuando tenía 55 años. El
aislamiento voluntario de los últimos diez años de su vida resulta, en cierto modo,
enigmáticos.
Somos conscientes de los vacíos y cuestiones que aún quedan por abordar en
el trabajo, y en tal sentido señalamos la provisoriedad de las notas que estamos
presentando. En ese marco y sentido constituye un trabajo abierto, que debemos
seguir completando y para el cual esperamos recibir aportes testimoniales y
documentales que ayuden a reconstruir momentos de su trayectoria que aún
permanecen sin cubrir.
Para el inicio de este trabajo contamos con una breve biografía (Buela, 2010),
dos trabajos sobre su pensamiento inicial (Bravo de Salim y Campi,1986; Rubinelli,
2005) y un sintético trabajo de contextualización de su producción (Jara, sf). Cabe
señalar que entre las recuperaciones recientes ha sido considerado uno de los
“malditos” de la historia nacional en la categoría de “Defensores del patrimonio
nacional” (Galasso, 2005).
Podemos conjeturar que sus obras han tenido mejor suerte que su
recuperación biográfica o los trabajos sobre su pensamiento. Son citadas
profusamente en la reconstrucción de la restauración conservadora en autores como
Ramos (1957), Puiggrós (1956), Ciria (1964) y Halperin Donghi (2004, 2003),
constituyéndose en material histórico, como el mismo Torres señaló en alguna
oportunidad. Por otra parte, sus obras han tenido reedición en dos oleadas que no
podemos dejar de ligar a los contextos socio políticos de origen: a) en los primeros
setenta, al calor del retorno del peronismo en las que se reimprimieron los títulos
centrales de denuncia: Algunas maneras de vender la patria, Los perduellis, La
Década Infame y La oligarquía maléfica en una serie que llevaba la leyenda:
Apuntes históricos para el estudio del presente político (Torres, 1973a, 1973b,
34
El último de ellos, por cierto bien completo, es el de Piñeiro Iñíguez. Ubica a Torres en el
“nacionalismo popular antes del nacionalismo popular” junto con FORJA (Piñeiro Iñíguez,
2013: 330) y luego refiere a la influencia ideológica de Torres en el GOU y al contacto personal
con Perón, pero afirma que no tiene “mayores significaciones inmediatas” (Piñeiro Iñíguez,
2013: 343). En la bibliografía utilizada solo aparecen citados La patria y su destino, Nos
acechan desde Bolivia y La oligarquía maléfica. Cabe decir que las referencias principalísimas
para identificar esta influencia se encuentran en los textos previos de Torres (Algunas maneras
de vender la Patria del año 1940, Los Perduellis del año 1943 y La Década Infame del año
1945, unidos a las cartas abiertas realizadas con periodicidad por el autor antes del golpe de
1943).
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1973c, 1973d); y b) en tiempos del Bicentenario patrio, en el marco de una amplia y
generosa iniciativa de recuperación de autores argentinos como Alberdi, Avellaneda,
Sierra, Hernández Arregui, etcétera, se publican las Obras Selectas de José Luis
Torres: La oligarquía maléfica, Los perduellis, La década infame, La patria y su
destino, Nos acechan desde Bolivia. Esta reedición lleva un nuevo prólogo de quien
se reclama seguidor y discípulo suyo.
Sin embargo, es de hacer notar que algunas obras (por ejemplo Seis años
después, en la que define su posicionamiento en relación al peronismo gobernante)
no tuvieron reedición.
José L. Torres no cuenta, a diferencia de otras figuras que tuvieron
aproximaciones diversas al peronismo clásico,35 con una biografía orgánica,36 sin
que se trate de una excepción.37 Entre los motivos que podemos inferir para explicar
esta ausencia encontramos: su método de trabajo individual y su personalidad, que lo
llevan, por momentos, al aislamiento; el privilegio de las relaciones de tipo
horizontal con hombres de su generación, más que la transmisión a nuevas camadas
organizando un discipulado; su distancia de espacios institucionales académicos o
35
A modo de ejemplo: Vida de Scalabrini Ortiz (Galasso, 1970); Jauretche y su época (19011955) (Galasso, 1984, 2004); Ramón Doll: del socialismo al fascismo (Galasso, 1984); José
María Rosa, el historiador del pueblo (Manson, 2010); Fermín Chávez y su tiempo (Manson,
2011); Luis Soler Cañas. El asno del pensamiento nacional (Hernández, 1996).
36
Citamos los materiales que refieren a la trayectoria y pensamiento de José Luis Torres: Buela
(2010, sf, 1983), Bravo de Salim y Campi (1986), Rubinelli (2005), Galasso (2005).
37
Vicente Domingo Sierra, Pedro de Paoli, Atilio García Mellid, Juan Pablo Oliver, Adolfo
Silenzi de Stagni, Alejandro Olmos, J.L. Muñoz Azpiri, por nombrar ciertas figuras que no han
tenido un exhaustivo tratamiento en la historiografía.
71
gremiales que preservaran su memoria; la ausencia de una editorial o un periódico al
que estuviese ligado orgánicamente; las fracturas propias del campo político e
intelectual argentino; y la ausencia de un repositorio documental personal-familiar.
La afirmación acerca de la continuidad de su legado puede matizarse en el ámbito
periodístico si tomamos los modelos de “denuncia” que se continúan en Alejandro
Olmos,38 Rodolfo Walsh39 y García Lupo (Furman, 2014: 13).
Pasemos a reconstruir su trayectoria personal, los rasgos centrales de sus
intervenciones públicas y las líneas nodales de su pensamiento.
Primeros años en el Noroeste
Torres nació en la ciudad de Tucumán el 21 de enero de 1901. Su mamá era
tucumana, Elvira Barrosa, de 14 años. De condición humilde, trabajaba de cocinera.
Su padre era Domingo Torres, ingeniero recibido en Alemania. Al ser hijo natural
fue anotado como José Luis Barrosa y recién reconocido formalmente por su padre
en 1932 (Buela, 2010). Estudia hasta el cuarto grado de la primaria. Deja la escuela
por un conflicto con su padre (Bravo de Salim y Campi, 1986). Participa en una
huelga azucarera y va a la cárcel a los 17 años. La primera influencia ideológica le
viene del anarquismo. Toma contacto con una sociedad desigual, desgarrada por
violentos conflictos. Aprende en la acción y no habiendo realizado estudios
sistemáticos. Su autodidactismo se completa con una dura experiencia de vida.
Comienza a trabajar para el periódico tucumano El Orden. A los 18 años realiza su
primera campaña periodística contra los propietarios azucareros. Se vincula al
incipiente campo intelectual tucumano, ligándose al poeta Luis Eulogio Castro,
quien se suicida en 1923. Publica Almas enfermas, en el Número 6 de La novela del
Norte, en 1921, dedicado a Castro. La huelga azucarera de 1923, dirigida por la
FORA local, lo encuentra militando activamente en esas filas. A fines de ese año se
desplaza a Jujuy y trabaja en el periodismo. En 1924 recopila y prologa la obra
póstuma de Luis Eulogio Castro, Angustias. Contrae enlace con una mujer del lugar,
Margarita Herrera, con quien tiene dos hijos. El primero será Domingo, quien lleva
el nombre de su padre. Recorre el noroeste argentino. Escribe en El Heraldo, entre
1925 y 1926, denunciando a los dueños de los ingenios azucareros y criticando al
gobierno de la provincia. En octubre de 1925, Torres pronuncia una conferencia en
la Asamblea del Partido Socialista celebrada en el Teatro Mitre. En el año 1927,
estando la familia afincada nuevamente en Tucumán, nace su segunda hija, María
Inés. Enviuda pronto.
Junto con el reconocimiento y rechazo de la explotación y la injusticia,
aparece otro elemento en el análisis de Torres: la presencia del capital extranjero y
su influencia política en la zona. Se consolida como periodista y su figura comienza
a adquirir dimensión propia, y así lo vemos en el año 1928 en una gira por Jujuy y
Salta junto con Juan B. Justo. Constata que nada ha cambiado desde sus visitas
realizadas años antes. También comparte recorridas con Alfredo Palacios, con quien
traba amistad duradera. Del mismo modo integra la comitiva que viaja con el
general Enrique Mosconi al campamento petrolero Vespucio, sobre el que escribe un
informe (Torres, 1928) donde denuncia la penetración extranjera y remarca la
potencial función industrial del Ejército. En esa visita comprueba el enorme poder
de la Standard Oil y la cercanía con Mosconi lo acerca al nacionalismo económico
Director de Palabra Argentina en tiempos de la “Revolución Libertadora”. Luego trabajará la
temática del endeudamiento (Olmos, 1995).
39
Walsh (1996). Refiere a Torres en página 15. Para una reconstrucción global: Jozami (2008).
38
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vinculado al pensamiento militar de entonces.40 Otra fuente para el conocimiento de
la realidad local es la que le brinda su entorno familiar, ya que su padre, que había
estudiado en el Politécnico de Berlín, estuvo vinculado siempre a la industria.41
En Tucumán a inicios de la restauración conservadora
La “dictadura de las chimeneas” de los grupos propietarios consigue leyes
nacionales de protección para el comercio del azúcar, solventadas por un impuesto
indirecto, pretextando la finalidad social del empleo (Torres, 1953: 47). Ramón S.
Castillo fue el interventor de la provincia de Tucumán tras el golpe del 6 de
septiembre. Integra la intervención Enrique Loncán.42 En 1932 realiza su única
experiencia en funciones oficiales. El gobernador Juan Luis Nougués, con quien
traba relación como periodista de El Orden, llega al poder aprovechando el
abstencionismo radical (Torres, 1943: 66) y lo lleva como ministro de Gobierno. En
la foto del gabinete provincial Torres está a la derecha de Nougués (de blanco en el
centro).
Se enfrenta con el sector propietario por la generación de impuestos. Desde
su cargo enfrenta a la Compañía Hidroeléctrica de Tucumán, de capitales ingleses y
concesionaria de los servicios eléctricos. Otro punto que se agrega en esa situación y
que queda en su recuerdo es el de la quiebra del ingenio “Santa Ana” (Torres, 1945:
108). Se produce la intervención federal de Justo.43 Esta experiencia le abre una
lectura de otra escala sobre las problemáticas sociales, el comportamiento de los
grupos elitistas y la vida política.
40
En El Ministerio de Agricultura ante la revolución (7 de abril de 1944) recupera la memoria
de Mosconi.
41
Bravo de Salim y Campi (1986: 6) citan el testimonio de su hermana, Dora Torres.
42
De quien Torres (1941) guarda un sentido recuerdo.
43
Para una reconstrucción de la gestión de Nougués puede consultarse a Páez De la Torre
(1975).
73
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El ejercicio periodístico en la década del treinta
Llega a la capital como periodista, con su fallido paso por el gobierno,
antecedentes en el anarquismo, vinculaciones con referentes del Partido Socialista y
una posición tomada a favor del nacionalismo económico. Se relaciona con algunas
figuras del mundo de la política y el campo intelectual que tendrán significativa
importancia para su trayectoria. Consolida su amistad con el senador por Jujuy,
Benjamín Villafañe, a quien ya conocía de su primera estadía en el norte del país y a
quien había combatido duramente. Frecuenta a Alfredo Palacios. Traba amistad
estrecha con el radical yrigoyenista Diego Luis Molinari. Conoce al nacionalista
popular Raúl Scalabrini Ortiz y trata al nacionalista republicano Ernesto Palacio. Se
relaciona de manera estrecha con el general Juan Bautista Molina.
En 1936 trabaja en la revista Ahora, permaneciendo en ese espacio hasta
1943. Realiza notas y en ocasiones elabora la línea editorial. Sigue su campaña
contra la oligarquía azucarera durante 1938 (Torres, Ahora, 22-11-1938, citado por
Bravo de Salim y Campi, 1986: 12) y a fines de ese año realiza otra campaña con
Molinari criticando los intentos de instalar una base norteamericana en el Río de la
Plata (Torres, Ahora, 10, 12 y 17 de diciembre de 1938, citado por Bravo de Salim y
Campi, 1986: 13).
Por ese tiempo se perfila en las notas y sus actitudes como pensador
nacionalista, dirigista, estatista. Se diferencia del nacionalismo doctrinario de
reminiscencias uriburistas, antiestatista y defensor del “productor pecuario agobiado
con gravámenes”.44 Se acerca a ciertos planteos forjistas (Jauretche, 1961) a través
de los Cuadernos (FORJA, 2015). Tiene convergencias con posiciones
industrialistas y dirigistas del pensamiento militar (Yelpo, 1987). Para el año 1939,
ya desatada la guerra, podemos ver una serie de notas en las que fija posición
sosteniendo el neutralismo que lo distingue de los nacionalistas simpatizantes del
Eje y lo acerca a la posición sostenida por Scalabrini Ortiz en el diario Reconquista.
Por ese tiempo le acercan las denuncias por la conversión de la deuda pública.
Intenta hacerlas avanzar en el Congreso. No lo logra. Alfredo Palacios se excusa: si
toma estos asuntos tendría que dejar la Presidencia de la Universidad Nacional de La
Plata. “Más tarde se me ofrecieron ventajas económicas considerables para guardar
silencio sobre los mismos asuntos” (Torres, 1945: 38-55).
En cuanto a su vida privada, el hecho más significativo por esa época es su
enlace en el año 1940 con María Brígida Sal, de quien tendrá una hija, Julia, que
nacerá en 1942. Las condiciones de la vida política y el agobio moral, con sus notas
de corrupción, lo indignan y activan su perspectiva denuncialista. En 1940 denuncia
el negociado de las Tierras del Palomar, a través del senador Villafañe. Hay autores
que atribuyen la jugada a Manuel J. Fresco, por venganza con Ortiz.45
Para el 24 de mayo hay alerta por un golpe de corte nacionalista que no se
concreta y se transforma en una manifestación en la que el principal referente es el
general retirado Juan Bautista Molina. Ortiz envía al Congreso un proyecto para
autorizar gastos militares con la intención de ganar apoyo militar. El 3 de julio Ortiz
delega el mando en Castillo. Su salud se agrava. En la cena del 9 de julio con las
Fuerzas Armadas, Castillo se define neutralista. En el mes de agosto de 1940,
inmediatamente después de conocidas las conclusiones de las investigaciones sobre
44
Manifiesto del nacionalismo argentino, 31-10-1935, firmado por Raymundo Meabe y Roberto
de Laferrere, aunque redactado por Carlos Ibarguren (Ibarguren, 1969: 327-333).
45
Fraga (1993: 450). Cabe consignar que Torres conocía a Fresco.
74
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el caso de “El Palomar” y apenas resuelta la crisis total del gabinete provocada por
las mismas, publica, recurriendo a su propio patrimonio y a la ayuda de algunos
amigos, Algunas maneras de vender la Patria, con el subtítulo: Datos para la
autopsia de una política de liquidación.
La primera edición se agota en tres días y la segunda y tercera se publican por
editorial Yunque. En ese libro denuncia a los Bemberg como poderoso consorcio, y
en especial a la defraudación al fisco en las sucesiones de Otto Bemberg y Josefina
Elortondo de Bemberg. Otra de las “maneras de vender a la patria” resulta del
negociado de la empresa CADE, en 1936, cuando se le renuevan las concesiones
eléctricas. Retoma la cuestión de las tierras de “El Palomar”. Caracteriza al régimen
como fraudulento. La denuncia genera un gran impacto. Se difunde en los medios
nacionalistas, aunque trasciende a sectores más amplios.
“La policía del régimen oligárquico secuestró mi libro Algunas maneras de
vender la Patria, me llevaron preso, y dos ministros del régimen me procesaron en
consecuencia” (Torres, 1953: 25). Por el contenido del libro es acusado de desacato
por el ministro de Justicia Guillermo Rothe y por el de Hacienda, Federico Pinedo.
Ante esta situación se presenta ante el Congreso de la Nación, contraatacando y
pidiendo Juicio Político a Pinedo. Entre la segunda y la tercera edición del libro, y
para darle mayor difusión e impacto a la denuncia realizada ante la Cámara, José
Luis Torres acuerda con un amigo, Rodolfo Lestrade,46 la publicación del texto de la
carta con un breve prólogo en forma de folleto. Con ello inaugura una modalidad de
intervención en la escena pública que se hará reiterada y de la que era plenamente
consciente (Lestrade, 1940: 3). De manera simultánea, en la revista popular Ahora,
Lestrade y Torres publicaban notas que rozaban estas cuestiones.
En el año 1941 Torres se inclina por una solución de tipo militar y ve en Juan
Bautista Molina (Torres, 1943), quien había complotado en sucesivas
“levantamientos” que no se produjeron (Capizzano, 2013) y se había constituido en
referente de distintas agrupaciones del nacionalismo argentino. En el mes de febrero
de ese año fracasa el pronunciamiento más larga y cuidadosamente preparado
(Potash, 1982). En ese marco Torres redacta el texto A las Fuerzas Armadas de la
República que se publica el 17 de marzo, en un folleto de 5.000 ejemplares. El
46
Rodolfo Lestrade era un abogado porteño nacionalista que participaba del Instituto de
Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas. Tiene una serie de trabajos referidos a
demografía y economía en el período rosista, publicados en la Revista del Instituto.
75
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doctor Diego Luis Molinari paga la factura del impresor. Poco después: “El 1 de
mayo, la Alianza de la Juventud Nacionalista realizó su manifestación tradicional en
la Plaza San Martín, previo desfile por la avenida Santa Fe. Desde la escalinata de la
iglesia de San Nicolás de Bari, el general Juan Bautista Molina saludó a los
manifestantes, que gritaban vivas a su nombre y al nacionalismo” (Chávez, 1975:
164). El 23 de mayo el general Menéndez presidió en el hotel Castelar una comida
de camaradería. Dos días después, para el 25 de mayo, en el marco de la
intensificación de las relaciones con las agrupaciones nacionalistas y en particular
con la Alianza Nacionalista de Queraltó, se hace pública la Carta del General Juan
Bautista Molina a la Alianza de la Juventud Nacionalista, que fue redactada por
Torres (Chávez, 1975: 165). La carta enunciaba los motivos frecuentes de las
posiciones nacionalistas –neutralidad, liberación y unidad nacional, justicia social– y
recibe el apoyo de Queraltó. El 20 de junio, al inaugurar el local central de la
Alianza en la calle Piedras al 126, Molina asiste.
El 9 de julio de 1941 Torres dirige una carta abierta al presidente de la
República, con el título de La Nación debe ser salvada (Mensaje de un argentino
asustado y con angustias al ciudadano que preside la República). Del texto se
pueden inferir muchos de los planteos centrales de su ideología: republicanismo,
democratismo –denuncia el fraude–, antiimperialismo –critica a la dominación
británica y al intento de Pinedo de comenzar a realizar el traspaso de bienes y
dominación a Estados Unidos–, sensibilidad social –crítica a las condiciones sociales
de los hombres del campo y la ciudad–, industrialismo –denuncia el primitivismo
agrario de la elite– y una crítica moral por la venalidad y la corrupción en los
negociados por él denunciados.
Tiene una entrevista con el presidente de la Nación. Eso lleva a una
consideración favorable del neutralismo de Castillo, su austeridad y su bonhomía,
que demora la condena pública de Torres.
El 23 de junio es creada en el Parlamento la Comisión Investigadora de
Actividades Antiargentinas. En agosto de 1941 Molina es denunciado como
partícipe de un movimiento sedicioso ante la Comisión y es vigilado por la policía,
que da cuenta de sus encuentros con Torres y otras figuras como Molinari, Palacios,
Villafañe y Fresco (Capizzano, 2013: 114).
En su departamento de la calle Perú, José Luis Torres tiene su escritorio, en
el que desarrolla sus análisis. Vive con su esposa y su hija recién nacida. Su
76
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actividad se vincula al periodismo y al aliento a grupos de corte nacionalista. Por
escepticismo no vota (Torres, 1953: 23).
La logia militar de oficiales, conocida como GOU (Grupo Obra Unificación o
Grupo Oficiales Unidos) comienza a organizarse a fines del año 1942. El
nacionalismo organiza para los días 20 y 21 de diciembre un “Congreso de la
Recuperación Nacional”, con el objetivo de fijar posición en relación a la próxima
renovación presidencial, decidiendo participar en las elecciones. Las jornadas
reunieron cerca de 500 figuras del movimiento, entre las que se contaba Torres. Por
ese tiempo ingresa en la redacción de Cabildo, que funcionaba en Mitre y Maipú
(Torres, 1945: 237). A inicios del año 1943 fallece súbitamente Agustín P. Justo y el
conservadorismo pierde su referente para la renovación electoral. El 17 de febrero
trasciende la candidatura de Patrón Costas, favorecida por Castillo. El GOU contaba
con cuadros en lugares estratégicos del Estado. Una de las figuras del ámbito civil
más frecuentada por los jefes del GOU era José Luis Torres. Su domicilio en Perú
971 reunió más de una vez a Perón, Enrique P. González (Gonzalito) y Emilio
Ramírez con el dueño de casa.47 Otra figura mencionada es Diego Luis Molinari,
historiador de origen radical yrigoyenista que para ese momento sostenía la
neutralidad y animaba una corriente interna del radicalismo (Radicales del Gorro
Frigio) y era amigo de Torres. Se menciona a Jordán Bruno Genta, filósofo
nacionalista católico48. Más extrañas en las referencias de los autores resultan las
declaraciones que realiza el padre Hernán Benítez, señalando que hay material del
grupo militar que redactó él mismo en su carácter de borrador (Galasso, 1996).
El 1 de mayo la Alianza de la Juventud Nacionalista realiza el acto del Día
del Trabajo en la plaza San Martín, con unas 50 mil personas, que incide en las filas
del Ejército (Chávez, 1975: 202). Torres, por la misma época, presenta una denuncia
contra la familia Bemberg por defraudación del impuesto a la herencia (Torres,
1973c: 74). Torres desde Cabildo se enfrenta con el ministro del Interior, Miguel
Culaciati, quien había tomado el compromiso con la Corporación de Transportes
Urbanos de conceder un aumento de tarifas. El gobierno de Castillo notifica
oficialmente a la dirección de Cabildo la clausura del diario por el término de diez
días. “Planteadas así las cosas, y siendo yo el autor de los artículos que provocaron
la ira del ministro del Interior en contra de Cabildo, entendí que no correspondía a
mi honradez profesional una actitud parecida a la de Poncio Pilatos… Y escribí esa
noche una carta al ministro del Interior, en una mesa del bar Edelweys, de la calle
Libertad. Se la di a mi mujer y le dije: ‘En cuanto esta carta se publique, me mandan
a los territorios del sur, aprovechando el estado de sitio. Pero no puedo dejar de
publicarla. A este ministrillo se le está haciendo el campo orégano, y hay que
sujetarlo agarrándolo de las astas’” (Torres, 1973b: 246). El 15 de mayo, entonces,
José Luis Torres dirige al ministro del Interior su carta abierta. Las acusaciones
impactan en el seno del Ejército y sirven de apoyo a los hombres del GOU, quienes
la citaban como lectura obligatoria para sus miembros. Torres especula: “O Culaciati
se va o el presidente Castillo se saca la careta”. Castillo declara que todas las
medidas tienen su aval y el 23 de mayo Torres es encarcelado (Torres, 1973b: 251).
Tres días antes había entregado los ejemplares de Los Perduellis a la imprenta. A
instancias y bajo la protección del senador socialista Palacios, Torres se presenta a la
47
Referencias de B. Sal de Torres a Fermín Chávez. Confirmado por Bravo de Salim y Campi
(1986).
48
Díaz Araujo (1971), quien sigue fuertemente a Lezica (1968).
77
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sección “Orden Social”. Se le notifica que queda detenido a disposición del ministro
del Interior. Lo envían a Devoto. A instancias de Palacios y por mediación de
González Iramain ante Culaciati se lo deriva a la Justicia. Está seis días preso en
Devoto y sale por la limpieza de sus antecedentes policiales el 28 de mayo.
El GOU venía reuniéndose, organizándose, dándose las bases de su
funcionamiento. Perón para ese entonces iba organizando su pensamiento y las
lecturas de Torres estaban en un lugar significativo junto con Gálvez, Ibarguren,
Scalabrini Ortiz, los Cuadernos de FORJA, las encíclicas papales, las intervenciones
de monseñor De Andrea, Maritain (Chávez, 1986; Piñeiro Iñíguez, 2012), además de
la literatura militar y los libros de historia que integraban su biblioteca (Swiderski,
1999).
Torres y la revolución del 4 de junio de 1943
En el ambiente estaba la rebelión militar. Había diferentes revoluciones en
marcha. Torres vive estos años en una vorágine político-ideológica extraordinaria,
su vocación por influir sobre los acontecimientos políticos diarios está en su
plenitud. En el momento en que se produce el golpe militar, Torres tenía en
impresión el nuevo libro: Los Perduellis. El libro sale el 20 de julio. Se ve en la
necesidad de anteponerle una breve Dedicatoria y una Noticia Preliminar en la que
expone las razones de su apoyo al golpe militar del 4 de junio. En esos párrafos filia
el golpe de junio con las intentonas de julio de 1936 y febrero de 1941. Se ubica
entre los protagonistas.
Con los elementos que tenemos a disposición –cercanía personal,
involucramiento en ciertas acciones, apoyo al movimiento militar, referencias
textuales– podemos conjeturar que Torres resulta una de las influencias ideológicas
inmediatas de la revolución del 4 de junio de 1943 y en proyección en una de las
fuentes nacionales del pensamiento en construcción de Juan Perón. Muchos de los
temas y categorías usadas por Torres aparecen en la proclama militar del golpe del 4
de junio: venalidad, corrupción, peculado, fraude; la promesa de recuperar bienes
mal habidos y hallar culpables; el tono moralizante muy común en sus escritos; y los
temas referidos al orden político. Es de hacer notar la cercanía con quien se
declarará más tarde autor49 material de la proclama: Perón lo visitaba junto a otros
oficiales en su casa.50 En las actas secretas del GOU se aconseja la lectura de las
cartas abiertas y de un libro de Torres (Potash, 1984). Son estos militares los que
dan el golpe del 4 de junio de 1943, que despierta en Torres enormes expectativas y
se pone al servicio de sus hombres, menudeando “las entrevistas, los memoriales, las
cartas” (Torres, 1945: 121). El diario Cabildo, en el que colaboraba Torres, declara
su satisfacción por lo sucedido el 4 de junio y lo considera “un poco obra de su
prédica” (Cabildo, 5-6-1943). Se trata de un golpe de características y composición
fuertemente militar. La intervención civil en su gestación resulta insignificante.
49
Montes y Perón se reúnen en el departamento del último. Montes lleva un borrador trabajado
con sus amigos radicales. Perón redacta uno alternativo: “Esta proclama fue escrita en un plazo
no mayor de quince minutos, a las 10 de la noche del día 3 de junio. Y digo esto, porque si
hubiera sido el producto de una maduradísima reflexión, probablemente no habría reflejado la
aspiración que sentíamos, porque las proclamas no han de pensarse, sino que han de sentirse”.
50
“El domicilio de José Luis Torres, sito en Perú 971, reunió más de una vez a Perón, Gonzalito
y Emilio Ramírez con el dueño de casa” (Chávez, 1975: 201). Dirá Brígida Sal de Torres a los
autores Bravo de Salim y Campi (1986): “Perón vino a almorzar tres veces a casa. Le gustaba el
pollo con crema de leche”.
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Apenas se mencionan los nombres de algunas personas, entre las cuales se encuentra
Torres. Los conspiradores civiles del nacionalismo ignoran las bases del movimiento
militar y no conocen a las figuras centrales del mismo (Sánchez Sorondo, 2001).
Torres analiza cuidadosamente los primeros pasos dados por el gobierno
militar. Entiende que hay designaciones inconvenientes, que hay hombres del
“régimen” que continúan en funciones y que de esa manera no se cumplen los
objetivos revolucionarios (Torres, 1973c: 211). Le preocupa la designación del
contralmirante Ismael Galíndez en la cartera de Obras Públicas –que el 8 de junio
había renunciado al cargo de director de la ANSEC, empresa eléctrica dependiente
de la Electric Bond and Share Co– y la del ministro de Hacienda Jorge Santamarina.
Fiel a su estilo y modalidades, lanza sus críticas. “En los primeros días subsiguientes
al pronunciamiento salvador, el gobierno cometió gravísimos errores, que luego
fueron rectificados; pero esos errores entorpecieron y retardaron la acción
revolucionaria” (Torres, 1973c: 75). El 29 de junio se publica en la revista Ahora, en
la que Torres colaboraba desde hacía años, una nota encomiástica hacia la figura de
Perón.51
Se dispone la detención de Federico Pinedo y pide por su libertad. Torres
envía una carta al jefe de la Oficina de Prensa del gobierno, teniente coronel Héctor
Julio Ladvocat, el día 14 de julio. De manera inmediata se presenta ante la Justicia
del Crimen, haciendo denuncia formal de las transgresiones cometidas en Impuesto
a los Réditos por la familia Bemberg. El 22 de julio se le entrega en mano un
documento en el cual se había recogido una serie de acusaciones contra él, que
Gasio (2014: 305). Ruiz (2014) señala: “uno de los periodistas claves de la época, José Luis
Torres, director de Ahora, fue el que más hizo por su fama. Torres había sido nada menos que
quién rotuló para siempre como ‘década infame’ los años treinta. Tenía una estrecha relación
con Perón y el GOU, tanto que los libros de Torres se usaban para la formación de los hombres
de la logia, en especial Una de las tantas maneras de vender a la Patria y Folleto a las Fuerzas
Armadas. Torres le hizo una extraña entrevista pocos días después del golpe de 1943 para su
periódico Ahora y lo presentó como el poder detrás del trono. El título fue ‘Ahora visita al jefe
del Estado Mayor de la revolución del 4 de junio’. Fue extraña porque no era usual que se
produjera en una dictadura semejante destaque mediático de quien no era su máxima autoridad”.
51
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termina en Tribunales con una absolución y pedido de disculpas por parte de
González, secretario de presidencia.
Poco tiempo después escala en la estructura de gobierno y envía una carta al
mismo presidente Ramírez con fecha 3 de agosto de 1943, insistiendo en un
argumento: si el gobierno militar no castiga a los culpables y rectifica el rumbo, se
convierte en un simple gobierno de fuerza usurpador (Torres, 1973c: 186). Por esos
días, “uno de mis mejores amigos, el coronel D. Emilio Ramírez, que era entonces
Jefe de Policía, me llamó a su despacho, y me aconsejó que me tomara unas
vacaciones y me ausentara de la Capital Federal, invocando al hacerlo el profundo
disgusto que el presidente de la Nación, general Ramírez, tenía conmigo. Ya me
había advertido antes el mismo funcionario que en las altas esferas estaba calificado
como un ‘exaltado y un apasionado’” (Torres, 1973c: 112). El 15 de septiembre,
antes de ausentarse, envía una carta al coronel Juan Perón en la que muestra una
cercanía y una confianza significativas. En ella muestra la aceptación del retiro, pero
no sin antes señalar los “equívocos” de la situación del gobierno: la existencia de un
canciller “rupturista” cuando se había prometido sostener la neutralidad; la entrega
del manejo de la economía a un “representante” del conservadorismo como
Santamarina; Galíndez como ministro de Obras Públicas cuando trabajaba para un
monopolio eléctrico. Pide rectificaciones, argumentando que “aún se está a
tiempo… para recuperar todo lo perdido por la vía del equívoco”.
Ante la presión de un núcleo de generales en marzo de 1944 pidiendo el
retorno al régimen electoral, Torres vuelve a la práctica de las cartas abiertas y
señala que la revolución no puede desembocar en un acto electoral que devuelva el
poder a los representantes de los partidos políticos actuantes en la década del treinta.
Llama a profundizar la revolución, afirmar las reformas sociales y aplicar medidas
de escarmiento a los responsables de los “bienes mal habidos” del régimen anterior.
En abril de 1944 desde Cabildo desarrolla una campaña contra los monopolios
cerealistas. Critica al ministro Mason con el folleto El Ministerio de Agricultura
ante la Revolución que es secuestrado por la policía (Torres, 1973d: 26). El ministro
del ramo lo procesa y cae preso por poco tiempo (Torres, 1973c: 126). A partir de
ello es cerrado el diario Cabildo. Recibe una carta de Scalabrini que está retirado en
la actividad particular y decepcionado del proceso político en curso. El 17 de agosto
de 1944 lanza un folleto bajo el título La Economía y la Justicia bajo el signo de la
Revolución. Se adentra en el análisis de las configuraciones del mundo económico y
de la Justicia. Señala que si no se avanza en esos campos los riesgos de restauración
son inminentes.
Publica en folleto, el 20 de noviembre de 1944, un material titulado
Consejeros de la antipatria. Manifiesta allí que antes del 4 de junio “reinaba la
antipatria” y que tuvo esperanzas, a partir de ese día, pero que “ahora el gobierno
acepta en la Comisión de Posguerra como asesor a Mauro Herlitzka del trust Electric
Bond & Share, y al vicealmirante Galíndez como ministro de Obras Públicas, que es
hombre de la CADE… y también está en funciones de gobierno García Victorica,
hombre de Bemberg”. El 17 de diciembre escribe al general Farrell, presidente de la
Nación, una carta pidiéndole que no firme un decreto por el cual se disponía la
clausura definitiva del diario Cabildo.52
52
Dirigido por Lautaro Durañona y Vedia, era de orientación nacionalista, así como el posterior
Tribuna. En el contexto de la guerra era neutralista pero crítico de los movimientos de la
embajada alemana en Buenos Aires y condescendiente con el gobierno militar en muchos temas.
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Torres, en mayo de 1945, publica La década infame: “Jamás se me hizo caso,
y casi siempre se procedió al revés de mis sugestiones” (Torres, 1945: 122). En ese
texto recoge varias de sus intervenciones y cartas, y se posiciona críticamente, como
decíamos, en relación al gobierno militar de entonces. Habla de la “revolución
fracasada”. Compartirá este sentir con otros “nacionalistas” de la época (Sánchez
Sorondo, 1945). Le dedica el último capítulo. Acuña una frase que hará historia: “El
primer deber de un gobierno revolucionario es sin duda el de hacer la Revolución”, y
sigue: “si ese deber queda incumplido, el pronunciamiento queda convertido en una
farsa ante el juicio de la Historia”. Y remata: “En este caso, después del
pronunciamiento, se ha hecho todo, hasta lo menos presumible, pero no la
Revolución anhelada por el pueblo y ejecutada por el ejército”. Considera que el
país está en peores condiciones: “la esperanza malograda y la fe languideciente, ante
el triunfo de los mercaderes a quienes importa poco la angustia de los gobernantes y
la desesperanza del pueblo” (Torres, 1973c: 217-218). El libro sale publicado con el
sello de Editorial de Formación Patria. Es el mismo que por entonces publica Las
canciones de Militis, textos de Leonardo Castellani en Cabildo con el seudónimo
Jerónimo Del Rey (1945).
En el momento en que es apresado Perón, entre el 9 y el 16 de octubre de
1945, Torres siente amenazada su vida. Se rumorea que será encarcelado y fusilado
por lo que generan sus denuncias. La irrupción de Braden lo empuja a apoyar a
Perón. Había sido incluido en la denuncia realizada por el Departamento de Estado:
El libro azul sobre Argentina.53 Así lo atestigua: “Recién entré, junto con Braden, es
decir, al mismo tiempo que él, a las ‘arenas del comicio’, y para mí del todo
desconocidas, para votar, como era lógico y obligatorio hacerlo, contra los
candidatos que el mismo Braden sustentaba, como lo hicieron conmigo todos los
argentinos que mantuvieron la cordura suficiente para no olvidar sus deberes
esenciales” (Torres, 1973d: 25). Los grupos que frecuenta Torres se inclinan a favor
No era financiado por los alemanes, como frecuentemente se consigna. Varios autores afirman
que era provisto por Fresco. Recibía la cuota papel del gobierno militar. Lautaro Durañona
financia la salida de Los Perduellis, en el año 1943, según consta en la noticia preliminar.
53
“Jose Luis Torres served as editor of Cabildo and Ahora, associate of La Epoca, writer on the
staff of Tribuna, and as a contributor to El Federal and El Pampero” (United States
Government, 1946: 26).
81
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del naciente peronismo, pero desde posiciones singulares. Llevan candidatos propios
entre los cuales se cuenta su amigo el P. Castellani. Torres está cerca de la postura
de la Alianza Libertadora Nacionalista y publica en sus medios. Otro amigo suyo,
Ernesto Palacio, va como candidato a diputado nacional en la lista de la Junta
Renovadora y el Laborismo. Cada cual tiene sus medios gráficos específicos. Por un
lado la publicación semanal, inspirada por Ernesto Palacio, de nombre Política, que
tenía un “estilo más ambicioso y propio de un semanario de ideas” (Zuleta Álvarez,
1975, II: 524). Palacio era por entonces un autor conocido, participaba del IIHJMR y
tenía trato directo con Perón, a quien acercaba apoyos del mundo intelectual.54
Encabeza la lista de diputados nacionales por la Capital Federal por la alianza que
apoyaba a Perón (UCR-JR -Laborismo), obteniendo más votos que todos sus
compañeros de nómina. Por otro lado estaba el diario Tribuna55 donde colaboraban
José María Fernández Unsáin, Juan Oscar Ponferrada, Luis Soler Cañas, Fermín
Chávez, Julio Ellena de la Sota, Lisardo Zía y en el que tenían lugar especial
Leonardo Castellani y José Luis Torres.
Este rodeo es fundamental para entender el posicionamiento del pequeño
grupo de amigos de Torres y de él mismo. Vemos, aquí, nuevamente al grupo de los
almuerzos: Castellani escribía en Tribuna y se presenta en las listas de apoyo a
Perón por la Alianza Libertadora Nacionalista; Palacio animaba Política y es
candidato a diputado por la coalición que apoyaba la fórmula Perón-Quijano;
Scalabrini Ortiz tenía relaciones con Perón desde junio de 1944 y después del 17 de
octubre adhiere y colabora con el naciente peronismo (Scalabrini Ortiz, 1947); se
acerca también Arturo Sampay que colaborara en la provincia de Buenos Aires
instrumentando muchas medidas contra Bemberg y la CADE; Torres también
escribía en Tribuna y ya citamos sus expresiones relacionadas con la coyuntura
electoral. No es el caso de otros grupos que hablan de un “desencanto”, de un
“distanciamiento”, o directamente de una “traición” desde el nacionalismo en
relación a Perón. Estas posturas campean en la literatura de época (Sánchez
Sorondo, 1945; Meinvielle, 1956; Irazusta, 1956), así como en reconstrucciones
posteriores (Díaz Araujo, 1971; Zuleta Álvarez, 1975; Piñero, 1997). Luego, según
rememora tiempo después, se separa voluntariamente del proceso político (Torres,
1949: 25).
Surgimiento del peronismo: reconocimientos y distancias
Gana el peronismo el 24 de febrero de 1946. En el mes de abril, Torres
pronuncia una conferencia en el Salón Augusteo de la Ciudad de Buenos Aries,
auspiciado por la Alianza Libertadora Nacionalista. Viaja a Mendoza. Después de la
asunción de Perón vuelve al ruedo: la agitación del nacionalismo fue muy
importante para la segunda quincena de agosto. Se trata de la consideración de las
54
Palacio le presenta a Manuel Ugarte y a Pedro Juan Vignale, que se desempeñarán como
embajadores en México y Colombia-Venezuela, respectivamente, en el primer gobierno.
55
Luna (1968: 498). Se relanzó en octubre de 1945, aunque ya había funcionado con
anterioridad, y tuvo una importante actuación tanto para las elecciones de febrero como más
tarde en los debates relativos a la aprobación del Acta de Chapultepec y la Carta de las Naciones
Unidas. “Tribuna continuaba a Cabildo, pero lo superaba en calidad periodística y alcance
popular: su suplemento literario, por ejemplo, era excelente, y brindó a los nacionalistas la
posibilidad de explayarse en los temas culturales –que eran sus favoritos– y competir en ese
plano con los de otros grandes diarios, de los cuales estaban excluidos” (Zuleta Álvarez, 1975,
II: 524).
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Actas de Chapultepec por parte del Congreso. Torres, el 19 de agosto de 1946,
publica en el diario Tribuna un artículo crítico del propósito del Senado argentino de
ratificar, sin discusión, las Actas de Chapultepec. Parafrasea a San Martín: “Una tal
felonía, ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”. Envía una carta a un viejo amigo
con el objetivo de disuadirlo, pidiéndole que lea un escrito de Carlos Ibarguren (h)56
publicado en el diario Tribuna y que por nada del mundo vote a favor de la
aprobación de las Actas. Le toca a Diego Luis Molinari defender la posición del
bloque oficial en la Cámara (Senado de la Nación, 1946). El 20 de agosto, tras la
aprobación parlamentaria del Acta, escribe Torres en Tribuna fustigando a Molinari.
Publica Una batalla por la soberanía en el que integra los textos e intervenciones
que venía desarrollando con las denuncias contrarias a las Actas de Chapultepec.
Hasta ese momento parece decepcionado por la política que lleva el
peronismo, pero en La Patria y su destino, publicado en 1947, su posición es más
comprensiva y recupera cierto optimismo. Se trata del libro más doctrinario de
Torres. En el año 1947 presenta ante el ministro de Justicia e Instrucción Pública un
nuevo alegato contra Bemberg.57 En 1948 el gobierno presidido por Perón retira la
personería a 42 sociedades del grupo Bemberg. Entre 1949 y 1950, el grupo
Bemberg es golpeado duramente en sus intereses: la Justicia le aplica una multa de
97.257.254 pesos moneda nacional y el gobierno de la provincia de Buenos Aires le
expropia el campo “Los Manantiales” de Chascomús y la fábrica de quesos,
propiedad de la subsidiaria, Santa Rosa Estancias, por un total de casi 8.000
hectáreas.
En su departamento de Talcahuano 638, 7 “E”, en lugar del nombre de la
familia hay un cartel que dice: “Centro Antiperduélico Argentino”. En su sala de
trabajo, junto al escritorio, paredes completas de bibliotecas albergan libros clásicos
de filosofía, política e historia. Entre ellos aparece una influencia importante de
autores españoles, en particular Pío Baroja. En su escritorio se contaba la colección
Espasa-Calpe completa, consulta frecuente y obligada de Torres. Además aparecen
materiales sobre música que constituían un gusto para el escritor.
Desde fines del año 1948 se aceleran los trabajos referidos a la reforma
constitucional. Su amigo Arturo Enrique Sampay tiene un rol destacado en el
proceso. Vive una situación de tensión y enfrentamiento con el secretario técnico
José Figuerola, que había realizado el trabajo previo de antecedentes. Desde hacía
tiempo –los años del golpe militar de 1943– Torres acusaba a Figuerola de ser
personero de la CADE. En la elaboración del artículo 40 se menciona la
colaboración de Torres y Scalabrini Ortiz, lo que es verosímil dada la proximidad,
cercanía y afinidad entre los hombres que se frecuentaban en la casa de Torres. Al
aprobarse la Constitución el día 11 de marzo hay una cena con empanadas
tucumanas en el departamento de Talcahuano. Participan el dueño de casa, Sampay
y Scalabrini Ortiz. Se celebra el contenido de la Constitución, fundamentalmente la
inclusión del artículo 40, y la cláusula proscriptiva para el ejercicio de cargos
superiores por parte de extranjeros –eliminación de hecho de José Figuerola como
secretario con rango de ministro del gabinete.
56
Más tarde reunido en el libro de Ibarguren (1946).
Torres (1947). A este folleto hace referencia Perón en tiempos de la “Revolución Libertadora”
al hablar del “caso Bemberg” sin nombrar a Torres.
57
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Entusiasmo y apoyos
Torres evoluciona, entonces, hacia un apoyo significativo al peronismo, en
1949. Lo expresa en su libro Seis años después, que se publica en junio.
No afiliado, apoya, ejerciendo la tarea de escritura y buscando “persistir en
publicar lo que se me ocurre necesario en beneficio de todos los argentinos, del país
organizado, y del gobierno revolucionario por cuyo éxito algunos que no son
afiliados al partido situacionista estarían dispuestos a dar hasta la vida, mientras
muchos afiliados tratan solamente de vivir de ese gobierno. (…) Ningún gobierno ha
concentrado en forma más intensa que el actual la esperanza del pueblo, porque
ningún gobierno hasta ahora ha abordado la tarea que el gobierno de estos días ha
afrontado con coraje civil innegable, y porque cualquier trastorno político de fondo
nos arrojaría de bruces en la más triste de las humillaciones y en la peor de las
infamias” (Torres, 1949: 10-11). La evaluación que realiza para 1949 reconoce al
gobierno de Perón varios elementos favorables, englobándolos en la definición de
“milagro extraordinario de la vida argentina de hoy” (Torres, 1949: 27). Otras
consideraciones: “Viajando hacia el interior, he visto ocupar los trenes llamados de
lujo y los aviones, reservados antes para uso de los grandes oligarcas y sus
paniaguados, a los hijos del pueblo, con una inmensa alegría; he visto llenar los
comedores de los restaurants del centro de Buenos Aires a trabajadores argentinos,
allí donde ni por casualidad, podía verse un ‘cabecita negra’; he visto a largas
caravanas de niños del interior realizar el sueño de hadas de un paseo por Buenos
Aires, seguro de que esos niños han de querer ahora mejor a su país pues solamente
se ama bien lo que se conoce. He asistido pues al abatimiento del privilegio y a la
redención de los humildes… ¡Dios sea loado! Por todas las cosas enunciadas –y allí
están mis escritos, mis folletos y mis libros– he luchado desde la juventud” (Torres,
1949: 28). No deja de criticar: “Verdad es también, y no he de ser yo quien lo oculte,
que en lo episódico, en lo intrascendente, en lo que no tiene dimensión de historia ni
mucho menos de eternidad, en lo que dentro de algunos años caerá en el olvido, se
advierten fallas tremendas, que ponen tristeza en el alma y que hacen cerrar los
puños con rabia. Y es porque esta revolución triunfante ha embarcado a su bordo
muchos pasajeros clandestinos, entre los cuales se encuentra más de un traidor cerca
del puente de comando. Verdad es que se roba en la función administrativa, y que la
codicia, desenfrenada dentro de la jerarquía burocrática, continúa siendo uno de los
peores males del país. Y verdad es también que por la acción de los codiciosos y de
los traidores se advierten algunas nubes en el cielo sereno de la República” (Torres,
1949: 30). Embiste sin matiz con los desplazados del “régimen”. Remata: “No hay
término de comparación. Aquello era la noche. Ahora, estamos viviendo la aurora.
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Es cosa de restregarse los ojos y pensar si no estamos viviendo el sueño de nuestras
mejores esperanzas convertidas en realidades” (Torres, 1949: 47-48).
En febrero del año 1951 va a publicar El Proceso Bemberg. Acción
desarrollada por el denunciante, texto en el que realiza la reconstrucción de los
trabajos realizados desde la década del 40 contra el grupo. A fines de 1951 escribe
Nos acechan desde Bolivia, denunciando la acción de los grupos privilegiados
unidos al interés norteamericano, para impedir que el MNR tome el poder. Este texto
lo publica con los fondos obtenidos por los juicios contra Bemberg. Torres tenía una
relación de amistad con Carlos Montenegro, intelectual nacionalista boliviano. Por
esa vía tenía trato con Paz Estenssoro, a quien aloja. Torres financia el regreso de
Paz a Bolivia por esos años. El Movimiento Nacionalista Revolucionario Boliviano
llega al gobierno en el año 1952. Las relaciones con Torres se enfrían por entonces y
el libro saldrá de circulación en territorio boliviano.
En el año 1953, ante la aparición de un documento titulado El Partido
Demócrata hace el análisis crítico de algunos aspectos del mensaje presidencial al
Congreso de la Nación y del estado general de la República (Partido Demócrata
Nacional, 1953), Torres dedica casi cuatrocientas páginas a refutarlo, ya que
considera que fue redactado por Federico Pinedo. El libro, que se titula La
oligarquía maléfica, es una diatriba contra esa clase58. De todos modos, desliza
críticas hacia el gobierno59. Describe su posición bajo el peronismo en “la curiosa
situación de un proscripto en su propia tierra” (Torres, 1953: 25).
“Que se vayan a la puta que los parió. Frente a la insolencia y a la inconsciencia de pretender
seguir impartiendo lecciones de buen y eficaz gobierno, de que se creen el ejemplo más bello y
de su intento de saturar con moralina cívica fabricada con orines de zorrino la conciencia del
pueblo, viene bien esa elocuente y conocida expresión criolla que no lleva ninguna intención de
agravio para sus madres, porque va dirigida tan sólo a quienes les viene bien en virtud de su
propio esfuerzo” (Torres, 1953: 27).
59
“Me parece advertir que en ciertas fisuras del régimen actual de gobierno, tan grato a mis
sentimientos en muchos aspectos de su obra, se mueven cucarachas y están tejiendo la misma
tela de siempre, con silenciosa urdimbre, las viejas arañas peludas del régimen caído” (Torres,
1953: 26).
58
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Entrega el texto el 29 de junio a la imprenta (Torres, 1953: 347), pero como
le ha ocurrido otras veces, tiene que agregar un apéndice porque Pinedo ha vuelto al
ruedo, ahora sí de manera pública y manifiesta: el 2 de julio envía una nota al
ministro del Interior, Ángel Borlenghi, desde la cárcel (Sanguinetti, 1981: 403-412).
La carta es reproducida en los grandes diarios del país. Ante esta salida pública
Torres le dedica el apéndice que agrega al libro: Ante un nuevo manifiesto de
Pinedo. Se trata de un análisis detallado de sus afirmaciones en relación a la
coyuntura política del país que busca advertir acerca de su pasado, sus proposiciones
y abortar toda negociación con el conservadurismo por parte del gobierno. “Yo,
como Martín Fierro ‘dentro en todos los barullos, pero en las listas, no dentro’. Con
el agravante de que yo ‘dentro’ en las listas de presos o de ‘prevenidos’ por la
vigilancia policial, de cuando en cuando. Pero nada de esto importa nada. No habré
de cambiar de guardia por cualquier cosa, porque en estos momentos se juega algo
más alto que mi propio destino, y aún que el destino de muchos hombres eminentes
y no insignificantes, como yo. Ni habrá nada que me saque de la huella, ni poder
humano que logre hacerme defeccionar del servicio de una causa sagrada, por la
cual, si estuve y estoy dispuesto a dar hasta la vida, bien puedo sacrificar un poco de
la comodidad un tanto exagerada que Dios ha querido brindarme, tal vez porque yo
siempre he tratado de ser amigo de Dios para merecer su protección altísima en una
vida peligrosa” (Torres, 1953: 25).
En 1954 adhiere a la expropiación de la Cervecería Quilmes de los Bemberg.
En la segunda mitad de ese año, Torres reanuda sus críticas por las tratativas con las
compañías petroleras norteamericanas. Entre sus contertulios se encuentra Adolfo
Silenzi de Stagni, crítico de los contratos petroleros desde su cátedra de la Facultad
de Derecho de la UBA (Silenzi de Stagni, 1955). Sumado a esto se agrega el
conflicto con la Iglesia Católica. Su amigo Scalabrini defiende la posición del
gobierno.
Torres se enrola en la oposición. Sánchez Sorondo lo visita en su casa,
buscando sumarlo a la conspiración en curso. Participa de la marcha del día de
Corpus Christi. Su esposa integra el grupo que resguarda la Catedral metropolitana.
No eran practicantes, aunque tenían sensibilidad y pertenencia cristiana por
tradición. Su departamento forma parte de la red de espacios de encuentros de los
opositores en los agitados días de junio a septiembre.
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Política y políticos en las diferentes etapas de la “Revolución Libertadora”
Producido el golpe militar de septiembre de 1955, otorga su apoyo a Lonardi.
Publica el periódico Política y políticos. Se trata de un semanario de cuatro páginas,
tamaño tabloide, que redacta enteramente solo, utilizando diferentes estilos. Todos
los números están encabezados con la frase de José E. Terza60 que dice: “El político
nace con su verdad y muere con su mentira”.
El primer número sale el 25 de octubre. En tapa lleva una especie de editorial
con la enunciación de “un programa y un compromiso”, en sintonía con la tónica de
la prédica lonardista de evitar el revanchismo y convocar a todos los sectores. Allí
dice: “‘La historia no la hacen los hombres: los hombres soportan la historia como
soportan la geografía’, afirma Guareschi con sobrada razón. Esa historia que
soportamos los hombres es consecuencia de la política y de los políticos. No todos
los políticos hacen Política histórica. Algunos políticos creen que hablar sobre
política es hacer historia. Craso error. La política no se habla; se hace. Otros
políticos entienden que ocupar un cargo público, dando órdenes y fabricando
decretos, es hacer historia. Error mayor aún. La política no es un conjunto de
órdenes ni un rosario de decretos. Los verdaderos políticos saben que la política es
una ciencia de conceptos y un arte de realizaciones. Es teórica y práctica; intelectual
e instintiva; racional y emocional; anécdota e historia; panorama y detalle. Quienes
se producen como teóricos e intelectuales; quienes sólo razonan sobre la anécdota y
el detalle, son políticos que no hacen Política. Los que a puro instinto y emoción
pretenden captar la visión panorámica de los problemas nacionales, tampoco hacen
Política, aunque se les considere políticos porque hablan o escriben sobe esos temas.
Los males de nuestra Política producen los males de nuestra historia, cuando la
Nación es conducida por políticos que no saben hacer Política. La evolución Política
argentina se caracteriza por las dificultades que siempre se oponen a que los
verdaderos políticos puedan hacer Política, es decir, historia. Talentosos políticos sin
60
Profesor de Derecho Penal de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad
de Buenos Aires, a quien entrevistan en el primer número.
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masa electoral; grandes masas sin políticos verdaderos y políticos de verdad
empeñados en dividir una y otra vez la masa electoral. Es como un eterno ensayo
fragmentado de la gran sinfonía Política que espera ansioso el pueblo argentino.
¿Habrá llegado el momento? ¿Concluirá este dramático suspenso? Las actuales
circunstancias son excepcionales. Vale la pena analizarlas. Hasta 1890 los políticos
consideraban que la política era faena exclusiva de la aristocracia de sangre y
patrimonio; excepcionalmente eran admitidos auténticos políticos criollos. Desde
1890 a 1945 actuaron los políticos que nacían de la clase media; hijos y nietos del
torrente inmigratorio que consolidaba sus posiciones económicas. A partir de 1945
se suman a los anteriores los políticos prácticos, instintivos y emotivos, fecundados
por los primeros talleres industriales y gestados en las modernas fábricas del
progreso maquinista. Se inició entonces una nueva vida Política que,
necesariamente, debía producir una nueva historia. No se trata de fuerzas de derecha,
centro o izquierda; conceptos geométricos que tanto daño han hecho. Se trata de una
lucha entre teoría y práctica; intelecto e instinto; razón contra emoción; anécdota
versus historia; y panorama frente a detalle. Por eso tanta incomprensión e
intolerancia. He ahí la causa del aparente odio o resentimiento. El instinto quiso
imponerse a la inteligencia; la emoción pugnó por sujetar al raciocinio y la
insistencia en la anécdota o el detalle impedían y sofocaban la visión del panorama.
No hubo mala fe. Hubo exagerada pasión emotiva. No hubo resentimiento. Hubo
excesivo apego al instinto político y desprecio a la ciencia y al arte políticos. Y hubo
incomprensión, excesiva incomprensión. Nadie quiso perder el tiempo tratando de
entender al adversario. Todos se miraban y nadie se conocía porque ninguno
advertía que se piensa como se siente y se siente según la herencia y el mundo
circundante. Nuestra Argentina ha tenido herencias étnicas varias y mundos
circundantes de castas y clases sociales diferentes. Es humano, entonces, que se
piense y se sienta en forma heterogénea. Todo lo que no se hizo antes debemos
hacerlo ahora, si queremos que nuestra Política mejore para que mejore nuestra
historia, que nació con tanta gloria y no debe empañarse más con sangre fratricida.
Los argentinos tenemos un Dios que siempre nos ha asistido e iluminado. Si Él ha
dicho ‘no juzguéis si no queréis ser juzgados’, nos está enseñando el camino del
perdón y del amor. No supongamos en el adversario político a un enemigo de la
sociedad. Necesitamos muchos políticos en este momento de la Política nacional.
Todos deben actuar: los teóricos y los prácticos; los intelectuales y los instintivos;
los que razonan y también los que se emocionan. Pero cada uno en su puesto y sin
pretensiones de exclusividad, que la Patria es de todos y para todos. En fe de esos
propósitos nace esta nueva tribuna abierta a todos los que se sientan políticos con
vocación para la verdadera Política. Nuestro título no es un juego de palabras.
Encierra un programa y un compromiso. El programa es con los hombres políticos.
El compromiso es con la Patria” (“Política y políticos (Un programa y un
propósito)”, Política y Políticos, 1, 25-10-1955: 1).
Aunque comparte el tono impuesto al gobierno militar por Eduardo Lonardi
con el lema “ni vencedores ni vencidos”, no deja de objetar la presencia de Raúl
Prebisch en la política económica. Recuerda sus antecedentes en la “década infame”
con la creación del Banco Central bajo directivas británicas.61 Le otorga la
posibilidad de opinar como ciudadano, pero le quita el derecho a decir quiénes
61
Esta impugnación es simultánea y paralela a la que hace Scalabrini Ortiz desde El Líder o la
que realiza el grupo de Lucha Obrera.
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deben manejar la economía del país, tal como Prebisch se había ofrecido a hacer
(“El Dr. Raúl Prebisch”, Política y Políticos, 1, 25-10-1955: 1). En otra nota
continúa con el rechazo a la “restauración del Banco Central Mixto”: “Afirmamos
dos cosas: que ningún argentino puede invocar con orgullo sus servicios a los planes
ingleses de predominio económico en el Banco Mixto, como lo han hecho altísimos
funcionarios del actual gobierno; y que la restauración del Banco Central que no era
de la República, significa el retorno del detalle más oprobioso que caracteriza el
régimen político del ‘fraude patriótico’. El Banco Central Mixto fue la lápida de
Pinedo y de Justo. Y significará lo mismo para todos los que pretenden restaurar su
dominio, pues para ello será cosa previa, de carácter indispensable, sacrificar la
soberanía de la Nación y subordinarla a los intereses de la internacional dorada”
(“Ante la restauración del Banco Central Mixto”, Política y Políticos, 1, 25-101955: 2). Tiempo antes que Prebisch y Lonardi hicieran públicos los contenidos del
“plan”, Torres escribe en contratapa “Conjeturas sobre el Plan Prebisch”. Señala que
éste no es funcionario público, pero “es aquí, en los momentos actuales, el hombre
más poderoso, y ya ha colocado en situaciones estratégicas un equipo de adictos,
seleccionados por él mismo para secundar sus planes en el campo de la economía,
planes que nadie conoce en la Argentina, pero que ya han recibido la consagración
de la prensa especializada en las grandes metrópolis imperialistas”. Ante ello dice:
“No conocemos la obra que se planea, pero conocemos al autor que la está
planeando”. Y augura: “supresión del trabajo de parte de la masa que actualmente se
gana la vida en el campo de la industria”; “las exportaciones deberán ser
aumentadas, para conseguir lo cual, si es preciso, serán reducidos los precios de
venta, aunque para ello sea necesario elevar el costo de los elementos indispensables
a la vida del pueblo”; “propiciará la contratación de empréstitos”. Concluye: “‘Por
sus frutos los conoceréis’, dicen los Santos Evangelios. No conocemos el plan. Pero
conocemos ampliamente al Señor Prebisch, sabemos su modo de pensar, y lo hemos
visto ejecutar su pensamiento, en el que jamás se advirtió otra cosa que no fuera el
cumplimiento cabal de los planes financieros urdidos en lejanas metrópolis
imperialistas”. Con esos resultados –paralización parcial de nuestro desarrollo
industrial; creación de una masa de desocupados; aumento del costo de vida; y
concertación de empréstitos– su autor “quedaría consagrado como el primer
saboteador de la revolución que ha venido a reparar los agravios inferidos al país por
la tiranía recientemente depuesta”. En una nota breve plantea “Una reivindicación
imposible”, refiriéndose al propósito de “reconstruir los intereses de los
impresionantes monopolios que señoreaban en el país como en campos de viuda
desamparada”, refiriéndose al propósito de reivindicar la ANSEC.
En otra nota en página 2, Torres descalifica a Morixe, recordando su pasado
en la década del 30. Lo mismo realiza con Erro, a quien el gobierno militar coloca a
cargo de la Cadena ALEA, grupo empresario vinculado al peronismo gobernante
orientado por Aloé. En la misma nota confronta con el rector de la UBA: “No
tenemos prevención en contra de las palabras, como ha manifestado tenerla el señor
interventor de la Universidad, doctor José Luis Romero, quien en el discurso que
pronunciara al asumir sus funciones manifestara su rencor en contra de ‘triviales
deformaciones nacionalistas’, afirmando que ‘no es tiempo de exaltaciones verbales
de patriotismo’. Creemos, por el contrario, que la exaltación verbal siempre es
buena, y hasta puede revelar excelencia de espíritu. Sobre todo, cuando el verbo
exaltado ha de referirse a la Nación y a la Patria. Desde luego, si no hay idea previa,
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al menos en política, no hay hecho. En el principio fue el verbo, diga lo que quiera el
señor interventor de la Universidad”.
En una nota de fondo en página 3 plantea: “¡Reparación, sí; regresión, no!”.
Realiza una analogía entre el golpe de 1955 encabezado por Lonardi –“militar de
limpios y honrosos antecedentes, y nadie puede poner en duda ni su patriotismo, ni
su intachable honestidad, ni su arrojo para asumir una responsabilidad tremenda en
una hora histórica”– y el de Uriburu que habilitó el ascenso de Justo y sus
colaboradores. Advierte: “Y están volviendo a la función pública los mismos
hombres que llevaron al general Uriburu por los caminos del error, y los mismos que
colaboraron con el general Justo en la primera etapa, por demás decisiva, de la
paulatina crapulización de la república”. Propone la “reparación” de los
“revolucionarios que han dado su sangre y han entregado sus vidas” para ello y no
para una “regresión”.
En el desarrollo de las notas se va desprendiendo un cierto balance de la
experiencia peronista: legado industrial, país sin deuda, consumo y empleo
sostenido. De allí se desprende un “perdón” a los seguidores y una condena al
“tirano” y la necesidad de la “reparación”, no de la “regresión”. Ese es el marco de
la nota de contratapa titulada “Perón y los peronistas”. Acusa a Perón, “semidiós
recién sacado del horno”, “solipsista”, “fácil a la adulación e impenetrable al buen
consejo cerró los ojos y le cubrió la noche. Estaba loco”. Antes de ello “pudo
meterse en el corazón del pueblo, supo personalizar en su figura una grande
esperanza pública, sirvió un ideario patriótico que formó conciencia sobre los
problemas argentinos antes de que el pueblo advirtiera su presencia”. Conclusión:
“Entonces, le rodeó de buena fe todo el mundo”. Perón “levantó a los humildes hasta
sitios a los que nunca soñaron en llegar, y abatió a los poderosos, humillando su
soberbia. Fue el primer presidente que sonrió a su pueblo… Y le reconoció al pueblo
cosas que nadie podrá quitarle nunca”. Tuvo colaboradores eficaces, reemplazados
luego por bandidos. “Por eso proceden mal, con injusticia, quienes quieren poner al
peronismo fuera de la ley. (…) No puede envolverse en un manto de condenación a
todos los hombres de buena fe que creyeron en Perón, que le aplaudieron y
estimularon, que le acompañaron en la realización de la obra que soportará el juicio
de la historia”. Y cierra la nota diciendo: “hay quienes parecen estar convencidos de
que ha llegado la hora de la revancha, que les autorizaría a proceder, al comenzar la
tarea, como procedió Perón cuando estaba poniendo a la suya un final calamitoso,
poseído por un odio satánico en contra de todo lo que intentaba escapar de su
contralor. Y no. No puede ser, si es que el país ha de ser dichoso algún día”.
Como norma del medio, habilita al derecho de rectificación y respuesta.
En la segunda entrega, del 2 de noviembre, encabeza la tapa el pedido de
“Restablecer la justicia”. Pide juicio y castigo para los “ladrones públicos” y la
recuperación de los bienes “mal habidos”, y sugiere extender el período de análisis a
la situación previa al 4 de junio de 1943, señalando que están pendientes de estudio
los resultados de la investigación de la CADE.62 En el artículo de tapa titulado
“Maniobras en la Universidad”, Torres se despacha contra la politiquería de
“izquierda y derecha” que busca desplazar a los profesores que actuaron bajo el
peronismo, intentando volver el estado de cosas al 3 de junio de 1943. Destaca la
labor del ministro de Trabajo, Luis Cerruti Costa, que se concentra en “registrar” la
62
Este era un lugar común de la prensa y los reclamos nacionalistas por entonces, como los de
Juan P. Oliver o Silenzi de Stagni en medios como Esto Es, y más tarde en Azul y Blanco.
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libertad sindical y no la “vende” ni la “compra” (“Verdadera libertad sindical”,
Política y Políticos, 2, 2-11-1955: 2). Vuelve a criticar a Morixe, ofreciendo las
columnas de la publicación “para que diga en ellas cuándo hizo él algo por la
prosperidad de Yacimientos Petrolíferos Fiscales” (“Cómo los expertos trabajaban
estérilmente por la prosperidad de YPF”, Política y Políticos, 2, 2-11-1955: 2).
En la nota “La reorganización de la justicia y el ‘callo profesional’”, luego de
relatar una anécdota de Alfredo Palacios que trae esa figura, señala que la comisión
asesora designada para la renovación de la Justicia tiene desarrollado su oficio “en el
ejercicio de su profesión de asesores y abogados de empresas del más crudo tipo
capitalista, y aún de organizaciones estatales que estuvieron al servicio de intereses
que no eran precisamente los del pueblo”. Luego reseña los antecedentes al servicio
del capital extranjero y de la elite económica local de Alberto Padilla, Mariano
Drago, Adolfo Bioy y Héctor Lafaille, y consigna que “‘el callo profesional’ les
impedirá tomarle el pulso a la hora en que vivimos, y el afán puesto de manifiesto
por la revolución del 16 de septiembre, de consolidar las conquistas sociales
obtenidas a partir de 1943 y aumentarlas”, siendo que quedaría en sus manos la
designación de los jueces en orden de los “objetivos de justicia social que ha
expresado el gobierno provisional”.
“¡Bemberg!”, es el título de una larga nota en la que denuncia que “ya tiene
pues Bemberg su representante en el elenco gubernativo de la restauración. Y esa
presencia de un conspicuo abogado de Bemberg en las altas esferas del gobierno es
el anuncio de que Bemberg intentará también lograr que en su beneficio, los ríos
remonten la corriente, pues es de los que consideran que la revolución se ha hecho,
con sacrificio de millares de vidas y derroche de heroísmo, para destruir todo lo
realizado desde 1943 hasta hoy en beneficio del pueblo, y para restablecer en
cambio todo lo malo que entonces quedó abatido”. Promete volver sobre el tema y
divulgar “revelaciones de carácter sensacional sobre la tremenda lucha que hubo de
desarrollarse durante más de una década para librar al país de la dictadura
económica de los herederos de Bemberg”, siendo que él mismo fue uno de los
protagonistas de ese proceso.
En la nota titulada “El Jordán del exilio” realiza una crítica a los “salvadores
de la nación, que para salvarla con tranquilidad saltaron a tiempo por sobre las aguas
leonadas del gran estuario, para voracear desde lejos sus grandes verdades, y
también –¿por qué no decirlo?– sus estupendas mentiras. No tienen derechos claros
para asumir, después del triunfo, posiciones de apóstol martirizado y para pasar la
cuenta por el servicio prestado en los gravísimos riesgos del exilio voluntario, bien
lejos de la tiranía”.
En dos notas de contratapa vuelve a atacar a Prebisch (“sabio de tan alto
coturno”) por las gestiones que realiza ante la ONU para poder actuar en el país y
por la indicación de personas que poco tardaron en asumir funciones públicas
relevantes por decreto (“Ante la permanente conjetura del desastre” y “Perón y la
ONU”, Política y Políticos, 2, 2-11-1955: 1). Dice: “Estamos en presencia de una
nueva técnica, y vemos surgir un nuevo tipo de profesional. Es el profesional de la
técnica al servicio de fuerzas internacionales, y la técnica internacionalizada,
aplicada al servicio de los países insuficientes o necesitados de auxilio externo para
la solución de sus problemas económicos internos”.
En un recuadro aparece una entrevista a Sara F. de Barnetche, bajo el título
“Habla una mujer argentina”: plantea que “toda mujer puede y debe ‘hacer’ política
aún sin actuar públicamente en ella; desde la cátedra, proclamando libertad y
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justicia, en su hogar y en múltiples obras sociales para mujeres y niños”, y finaliza
pronunciándose a favor de la creación de un nuevo partido político que “una a los
argentinos en un mismo ideal de paz, de libertad y de amor a los hermanos”.
En el número 3 titula “La persistencia en el error es augurio de catástrofes”
(Política y políticos, 3, 8-11-1955: 1). Señala que el golpe del 30 entronizó una clase
“que no puede respirar otra atmósfera que no sea la del servicio de la internacional
dorada”. Ante ello “la verdad se abrió paso, y se produjo lo que debía de producirse
el 4 de junio de 1943”. Luego la “revolución fue traicionada después por un
hombre”, pero “todo lo hecho por el hombre enloquecido que nos gobernaba hasta
hace poco no son sino simples hechos policiales, insignificantes en relación con lo
que cometieron los políticos cuerdos del régimen oprobioso en perjuicio de la
República, hasta provocar la exasperación del pueblo, y la indignación de las fuerzas
armadas”. Y “ahora quieren volver algunos a los orígenes de las más grandes
calamidades, restaurando lo mismo que provocó la indignación del pueblo y el
pronunciamiento del ejército con idénticas formas, características y maneras. Eso
pudo instaurarse en el país, cuando en el país no existía conciencia de eso. Ahora
será mucho más difícil lograrlo. Y ha de provocar, si se mantiene el propósito de
hacer esta inaudita restauración, peligrosas reacciones de múltiple carácter”.
Contrasta: “el pueblo alcanzó ocupación plena, salarios suficientes y
reconocimientos oficiales de la dignidad de su trabajo por la prosperidad común”, y
hoy aparecen “masas de desocupados, la congelación de los salarios y el aumento
del costo de vida” propiciadas por insensatos –“bombas de dinamita cuando se los
coloca en el poder”. Advierte: “No puede destruirse en ocho días lo que se ha
logrado cimentar en diez años de actividad intensa y sostenida”. Llama a los
“héroes” que “se han jugado la vida” a proteger su prestigio impidiendo tales
políticas.
En nota breve expone con citas del autor “Por qué el doctor Rafael Bielsa no
es ministro de la Corte Suprema”: no considera a los gobiernos de facto para ser
tratados en el ámbito del derecho constitucional. En otro suelto titulado “El
‘sabotaje’ más temible”, Torres cuenta que Scalabrini Ortiz había caracterizado en
una humorada a Braden como instrumento de la política británica para indisponer a
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Argentina con los Estados Unidos, y aplica el juicio a los funcionarios de Lonardi
que buscan indisponerlo con el pueblo: “Algunos ministros parecieran ser
saboteadores de las simpatías populares en contra del gobierno de Lonardi, pagados
por Perón, que ha de aspirar a decir: ‘Otro vendrá, que bueno me hará’”.63
En sendas notas recuerda las maniobras de la CADE (“Calote permanente y
monstruoso de la CADE”, Política y políticos, 3, 8-11-1955: 3), critica la
restauración de Bunge y Born en el monopolio de la exportación de cereales
(“Piedra libre para Bunge y Born”, Política y políticos, 3, 8-11-1955: 1) y denuncia
que “los equipos de la vieja oligarquía maléfica se han movilizado con violencia
inusitada en una carga fulminante, ocupando los lugares estratégicos en los
ministerios públicos, en las funciones directivas de una prensa monopolizada, en las
subsecretarías de estado, en las funciones docentes de más preeminencia” (“De
nuevo la vieja oligarquía”, Política y políticos, 3, 8-11-1955: 4). Torres vuelve a su
vieja práctica de la “carta abierta” (“Carta Abierta al general Lonardi”, Política y
políticos, 3, 8-11-1955: 3). Después del discurso del 26 de octubre sobre el plan
económico dice que el informe es parcial, que no apunta al bienestar general, que la
devaluación atenta contra los intereses populares y solicita convoque a un “Congreso
Temporario de Economía Nacional” con representaciones sectoriales y profesionales
para privilegiar medidas circunstanciales y permanentes centradas en el interés
nacional. Ilustra la nota una caricatura de Prebisch, a quien bautiza como “profeta
del hambre”. En recuadro de contratapa va la “carta angustiada” de un lector, “un
espectador y actor del movimiento” decepcionado por las palabras de Lonardi al
anunciar el plan con “citas de Avellaneda y juramentos pronunciados ante
organismos internacionales”. En un recuadro de tapa agradece los saludos y apoyos,
y aclara que “no leemos anónimos”, sino que basan las denuncias en pruebas
documentadas.
El número 4, correspondiente al 15 de noviembre, queda desfasado al entrar
en imprenta antes del desplazamiento de Lonardi. En tapa postula la firma de un
tratado con el objetivo de dejar “establecida la paz interna” (“En solemne tratado
debe quedar establecida la paz interna”), siguiendo la línea conciliadora del primer
presidente provisional de la “Revolución Libertadora”. En tapa descalifica
abiertamente a Dell’Oro Maini por su ansia de “figuración y predominio” al servicio
de cualquier gobierno. Al interior sigue con cuestiones esbozadas en números
anteriores: CADE (“Interconexión”), “Reconstrucción de la universidad… al 3 de
63
Frase que Perón repetirá hasta el cansancio en años siguientes.
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junio de 1943”, “actuaciones de Prebisch y la Cepal”, “Petróleo” y “‘Ascua’ en
ascuas” (Política y Políticos, 4, 15-11-1955).64
Aplaude la medida del juez Botet haciendo valer “El imperio del derecho”
con un fallo a favor de los recursos de habeas corpus que la Comisión Nacional de
Investigaciones, por “un exceso de celo y patriótico empeño”, estaba invalidando.
En el número 5 del 22 de noviembre de 1955 (“Los imperativos de Mayo y
de Caseros”) enfrenta el hecho del desplazamiento de Lonardi y ve “una ofensiva de
locos furiosos en contra de los que no piensan como ellos, calificando a todos los
disidentes como nazis, totalitarios y traidores”. Y plantea de manera frontal: “Entre
los que piensan al revés, frente a estos paladines esforzados del asalto a las
posiciones políticas, a las canonjías del presupuesto, a las togas oficiales, a las
poltronas de los ministerios públicos y a las secretarías rentadas de los hombres
poderosos, todo ello logrado gracias al heroísmo de otros, que también son tachados
de nazis, de reaccionarios, de totalitarios, hasta de creyentes en Dios, me encuentro
yo, hombre humilde y sin partido que me ampare”. Dice que asumirá su propia
defensa haciendo uso de la palabra para defender sus verdades. Llama a la
prudencia, y ante el “imperativo de Mayo” dice que puede seguirse el camino de
Rivadavia o el de San Martín. Luego señala que de Caseros puede hablarse haciendo
referencia a la participación de ejércitos extranjeros o con el legado de la
Constitución alberdiana, a la que de todos modos critica. Luego habla del
“imperativo” de la Década Infame, aludiendo a los intentos restauracionistas. Cierra
la larga nota diciendo: “quiera Dios que los dueños del poder no se enojen por la
lectura de este artículo, inspirado en el servicio de la verdad y de la Nación, que no
puede ser servida por nadie con mentiras. De todas maneras, heme aquí. Yo no sé
hablar de otra suerte. ¡Que Dios me ampare!”. Esta argumentación ocupa tres
cuartas partes de la entrega y en la contratapa vuelve con el tema Prebisch y Morixe,
y un comentario sobre el funcionamiento de la Justicia. En un recuadro pequeño
pide clemencia a los lectores, porque “escribimos en carrera con el tiempo, pródigo
en acontecimientos que se imponen al análisis y al comentario. Dificultades técnicas
nos ponen en la obligación de adelantar el material de redacción con una semana de
antelación”, para justificar comentarios que quedan desactualizados.
En el número 6, del 29 de noviembre, se entretiene en la primera página con
la polémica suscitada entre Pinedo y Prebisch por los contenidos del informe
elaborado por este último. Vuelve sobre sus antecedentes en la década del treinta y a
ello le suma la intervención de Prebisch negando que su aporte fuera un “plan”.
Cierra el artículo diciendo que el propósito del “profeta del hambre” es la firma de
un empréstito (“A propósito de un plan negado por su propio autor”, Política y
Políticos, 6, 29-11-1955: 1-3). En el cuerpo del semanario hurga sobre los motivos
del desplazamiento de Lonardi, atribuyéndolo a conspiraciones de Rojas; habla de
quienes son restituidos en los cargos universitarios (“Cuatro ejemplos”); se mofa del
trato que los abogados prestan a los acusados “peronistas” (“Diálogos en los
Tribunales”) y plantea la intención de Prebisch (“‘mago de Oz’, o de la ONU”, lo
llama) de “cazar mistos” para crear una corriente de opinión a favor de la
constitución de empresas mixtas (“Empresas mixtas, trampas para mistos”). En otro
artículo de índole doctrinaria aboga por la democracia de base municipal.
Señala la visita a Lonardi, subrayando su nula acción en la gesta de la “Revolución Nacional
Libertadora” y llamándolos “vivos” que ahora “quieren participar en el presupuesto y en el
gobierno”.
64
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En la séptima entrega del 6 de diciembre encabeza el envío con el siguiente
título: “Denunciamos y documentamos la realización de un plan monstruoso y
perverso contra la independencia argentina”. Anota: “Quienes anduvieron por los
soleados caminos de la Patria con los ojos abiertos en las últimas dos décadas, la
‘infame’ y la ‘peronista’, han podido ver mucho, pero lo más asombroso es lo que
están viendo ahora mismo. El acontecer actual es insólito. Es como si el agua de los
ríos retrocediera por el cauce, cuesta arriba, en un afán de retornar a sus fuentes
lejanas. Hay muchos, sobre todo entre quienes ‘ayudan’ a gobernar sin tener la
responsabilidad ejecutiva de ningún acto de gobierno y sí la ansiedad de sacar
provechos políticos con los actos de quienes desempeñan tareas ejecutivas, un
propósito bien manifiesto de dar por no producidos los hechos históricos que han
venido ocurriendo mientras ellos estuvieron proscriptos de las funciones oficiales”.
Y endereza hacia Prebisch: “El único que va aquí a lo suyo, es el Profeta del
Hambre. Su responsabilidad es gravísima… como el frío realizador de un plan que
tendrá tristísimas consecuencias para la Argentina”.
En ese número aborda los orígenes del artículo 40 de la Constitución de 1949
y la suerte de Arturo Enrique Sampay. Todavía la Constitución no había sido
derogada –lo será el 26 de abril de 1956, por un decreto de Aramburu. Torres la
reivindica como obstáculo a los planes del liberalismo restaurado. A la vez que echa
sombra sobre Perón, tanto en el momento de las tratativas de la Convención como en
el trato hacia Sampay y en las negociaciones con la California, tan duramente
censuradas por Torres: “el artículo 40 de la Constitución Nacional, que estorba los
planes del colonialismo en la Argentina, fue sancionado por la Convención
Constituyente a pesar de los deseos y de las intenciones de Perón. Acaso en el
nódulo de la persecución iniciada por Perón en contra de los miembros más
destacados de la Convención Constituyente que sancionó ese artículo 40, se
encuentre precisamente haber redactado ese artículo y el haber propiciado su
sanción. El doctor Arturo Enrique Sampay, difamado, procesado y perseguido por el
gobernador Aloé y por el presidente Perón, redactó el artículo 40 sin intervención de
nadie, en la convicción de interpretar los objetivos concretos de la revolución, que
no eran otros que el de substraer a la codicia de la alta delincuencia financiera
internacional los bienes básicos de la República Argentina”.65
En la nota “La infamia en marcha inalterable” denuncia las arbitrariedades de
la “Revolución Libertadora” en materia de detenciones. Trae los casos de Ernesto
Palacio –detenido por traición a la patria y rápidamente liberado– y de Juan Carlos
Goyeneche, a quien acusan de malversación en su paso por el gobierno de Lonardi.
En nota firmada por Theonas parece descubrirse a Leonardo Castellani66. En esa
nota se coloca la problemática argentina en una serie de antinomias que Torres no
usaba: catolicismo-anticatolicismo; socialismo-antisocialismo.
En contratapa incluye un artículo de debate doctrinario en torno a las
categorías de democracia y república, y profetiza un desencuentro entre Palacios –a
“La verdadera historia del artículo 40 de la Constitución del año 1949” (Política y políticos, 7,
6-12-1955: 4). Contra la opinión de Torres, puede verse que Sampay viaja a Europa en misión
encomendada por el mismo Perón para conocer lo que estaba pasando en el Viejo Continente, y
el intercambio epistolar entre ambos con relación a los trabajos de Sampay en relación a la
Constitución.
66
En “Cartas boca arriba” (Política y políticos, 7, 6-12-1955: 4) aluden a “nuestro colaborador y
amigo R.P. Leonardo Castellani”.
65
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quien conoce desde la década del treinta y rescata como “nacionalista”– y la
“Revolución Libertadora”.
En el número 8, del 13 de diciembre de 1955, insiste en tapa: “La paz interna
debe quedar afirmada en un tratado”. En el margen derecho plantea que la
pacificación propugnada por Lonardi en sendos discursos se aleja de las costas
argentinas (“Pacificación”). En el interior del semanario reproduce in extenso “Una
pieza forense”: la defensa de John William Cooke realizada por los doctores
Federico Cooke y José E. Terza. En contratapa, temas conocidos: “¿Volvemos a la
Universidad de la entrega?” y “El plan restaurador y los ferrocarriles”. Agrega un
artículo a favor del cooperativismo. En un recuadro anuncia la salida quincenal por
suscripción anticipada, denunciando problemas en la provisión de papel y
distribución del material.
Es probable que haya jugado una prohibición en la interrupción de la
publicación, como estaba ocurriendo con otras del mismo género por entonces. La
crítica a la política económica del gobierno encarnada en el “plan Prebisch”; la
crítica al sector intelectual afín a la “Revolución Libertadora” a cargo de la
“cadena”; la denuncia de limitaciones en la justicia; y la publicación, en el último
número, de la defensa de Cooke –para entonces encarcelado por ser el interventor
del Partido Peronista en Capital Federal– parecen razones suficientes para ese
desenlace.
Según Soler Cañas (1969: 46), Política y Políticos fue “su última expresión
de lucha”. Cuenta éste un encuentro casual con Torres ese momento: “Más tarde,
consumada la revolución de 1955, nos encontramos en la esquina de Corrientes y
Talcahuano, al paso no recuerdo ya de qué manifestación libertadora. Torres, que
vivía a pocos pasos de allí, había salido a contemplar el espectáculo. Ese día me dio
la impresión de un hombre en cierto modo abatido y desengañado, sabe Dios por la
certeza de qué irremediable infortunio para la patria. Sólo recuerdo que ante unas
palabras mías, me dijo: ‘El pueblo nos ha fallado’, frase que todavía hoy constituye
para mí un enigma”.
Como ocurre con otros sectores del nacionalismo que habían combatido a
Perón, ahora desplazados pasaban a ser perseguidos por los hombres de Aramburu y
Rojas. Comenzaban entrelazamientos diversos en las publicaciones que constituían
la oposición a la “libertadura”. Esos cruces, en el llano, se prestaban a juegos de
alianzas con los peronistas en desgracia y abrían las puertas de sus publicaciones a
hombres de los que hasta ayer habían sido enemigos. La inversa resulta cierta
también: la revista Política y políticos es citada como referencia por publicaciones
de neto corte peronista, como es el periódico Argentina que dirigió Nora Lagos
(Moyano Laissue, 2000).
Final del recorrido de Torres
Por las condiciones políticas de la Argentina, Torres viaja. Sufre una gran
desilusión. Está decaído. Molesto. Se va solo. Su familia queda en Buenos Aires. Va
a España con el propósito de no regresar más al país. Es alojado por Generoso Gil.
Según su esposa: “admiraba todo lo español”. Un resultado de su viaje es un
encuentro con Pío Baroja. Sin embargo, a los dos meses regresa desanimado y sin
fuerzas. Está deprimido. Decepcionado. Dice: “Como Carlos Guido Spano, me corto
la coleta67 y me meto en la cama a leer. No escribo más” (Buela, 2010). Esta actitud
67
Refiere a dejar la actividad.
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de corte, de retiro, de separación de la actividad política, parece común a otros
escritores del nacionalismo, como Doll. Está encerrado en su casa. Recibe algunas
visitas. Entre ellos sigue frecuentándolo el P. Amancio González Paz.
Luego de casi una década de silencio fallece en Buenos Aires, en Arenales
1461, el día 4 de noviembre 1965 a las 21 horas, tras una operación de dos tumores
benignos que tenía en su frente. El certificado de defunción, realizado en el Registro
Civil el día 5 de noviembre, consigna su condición de hijo de Domingo Torres y
Elvira Barroso, su estado de jubilado y su matrimonio con María Brígida Sal.
Muere en la austeridad y la pobreza. Con su familia había tenido que dejar el
departamento de Talcahuano para achicar gastos, mudándose a la calle Las Heras
3773. Sus amigos de entonces, entre ellos Pepe Taladriz, realizan una colecta para
comprar el cajón. Sus restos son enterrados en el osario público del cementerio de la
Chacarita.
“Sólo un periódico hízose eco de ella. En la hora dolorosa del tránsito, el gran
patriota, el periodista integérrimo no acongojó al país” (Soler Cañas, 1969: 47). Se
refiere al artículo que escribió Jauretche en Prensa Argentina al día siguiente.68 El P.
Castellani escribe a la viuda el 25 de noviembre, diciéndole que supo que estaba
enfermo por Taladriz, y de la muerte de Torres por haberse topado por casualidad
con el P. Amancio González Paz. “Ahora que sabemos qué enfermedad tuvo, vemos
qué generoso, bondadoso y cortés fue José Luis toda su vida”. “Hay una deuda que
pagar con José Luis Torres. Quienes lo conocieron, quienes fueron amigos o
compañeros suyos, quienes lucharon por la misma bandera que él, no deben dejar
desvanecerse su figura ni sus escritos, porque ambas fueron –son– una lección
perdurable de patriotismo” (Soler Cañas, 1969: 47).
Cabe consignar que en tiempos del rectorado de Rodolfo Puiggrós en la
Universidad Nacional Popular de Buenos Aires, entre las medidas que se llevaron a
cabo se nombra, por su aporte a la “liberación nacional”, como profesores eméritos
post-mortem a Eva Perón, Ramón Carrillo, Raúl Scalabrini Ortiz, John William
Cooke, Luis Dellepiane, Santiago del Castillo, Leopoldo Marechal, José Luis
Torres, Juan José Valle, Diego Luis Molinari, Homero Manzi, Enrique Santos
Discépolo y Carlos Astrada (Resolución del Consejo Superior 91/73), junto a la
designación como profesores eméritos, debido a su labor científica, política o
profesional a Hernández Arregui, José María Rosa y a los presbíteros Hernán
Benítez y Leonardo Castellani, entre otros (Resolución del Consejo Superior 92/73).
Veinte años después de su muerte, sus restos fueron trasladados a Tucumán y
descubrieron una placa el ministro de Gobierno de la provincia, José Cuneo Vergés,
y la viuda de Torres, María Brígida Sal. Hicieron uso de la palabra la directora del
Archivo Histórico Provincial, Ana María de Salim, y por la comisión de Homenaje,
Daniel Campi (La Gaceta de Tucumán, 10-11-1985).
Arturo Jauretche, Prensa Argentina, noviembre de 1965: “No hay ningún periodista argentino
que no haya querido escribir su necrológica. Pero no hay ningún periódico argentino que haya
querido recogerla. Este silencio que ha habido para la muerte de José Luis Torrres prueba
simplemente que murió en su ley. Esto es lo que se llama aquí ‘libertad de prensa’. Libertad de
los intereses antinacionales y antipopulares para impedir que tenga medios de expresión lo
nacional y popular”.
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DANIEL SANTORO: “AL ATRAVESAR EL RIACHUELO PARA
PEDIR LA LIBERACIÓN DE PERÓN, EN EL 45, LOS
OBREROS CRUZARON EL LÍMITE”
Entrevista de Lorena Suárez
Conversaciones en torno al Matanza Riachuelo, jueves 6 de junio de 2019
Daniel Santoro es artista plástico, pensador y militante peronista. Su obra se
caracteriza por una fuerte iconografía política. Sus posiciones son fuertes e
interpelantes. Cuando da su opinión, no duda. Charlé con él en su taller del barrio de
Congreso sobre las huellas del peronismo en el Riachuelo, el significado del Coloso
de Avellaneda o “Descamisado” (escultura de hierro emplazada junto al Puente
Pueyrredón Viejo, que contó con su participación en la etapa de diseño) y la
importancia histórica de ese movimiento político que nombra y da sentido a
diferentes aspectos del transcurrir del río y sus habitantes. ¡Antiperonistas,
abstenerse!
–Quería charlar con vos específicamente en relación a tu experiencia y tu
saber sobre el peronismo. Me parece que el Riachuelo es un lugar muy interesante
para leer el peronismo desde el territorio.
–Justo estoy trabajando en un libro que está por salir, que se llama
Peronismo, entre la severidad y la misericordia. Tiene de todo: es como un ensayo
iconográfico. Y en un capítulo hablo del Riachuelo y de la relación del peronismo
con el agua. Es un diálogo con Julián Fava, que es filósofo. Si querés te leo un
poco...
–Sí, dale, genial.
–“Si pensamos en el río, las fuentes, las piletas, los balnearios, vemos que el
agua es un elemento esencial en la ontología del peronismo. El río como límite es el
emblema fundacional. Al cruzar un cauce de agua, se produce una irrupción en la
historia. El agua es un vehículo doble, de vida y de muerte, según sus condiciones.
Las aguas contaminadas como perímetro protector contrastan con las aguas puras
que se encuentran en el centro de la Ciudad, siempre junto al palacio. Pensemos en
ese pueblo esclavo que cuando cruza el curso de agua llega a la Tierra Prometida y
se libera. Todos los ríos simbólicos constituyen un corte que define la vida del que
realiza el cruce. Por ejemplo, Jesucristo se revela como lo conocemos después de su
bautismo en el Río Jordán. Son los últimos tres años de su vida. Los treinta
anteriores los desconocemos, porque quedaron del otro lado del río”.
–Muy claro el paralelismo con el cruce de los obreros de la provincia en el
año 45, cuando se movilizan para pedir la liberación de Perón y cruzan a nado o
caminando el Riachuelo porque les habían levantado los puentes para que no
ingresaran a la Ciudad.
–Y sí, porque ese cruce simbólico de las aguas contaminadas que hace el
peronismo, accediendo a la Ciudad Blanca, lo convierte en un actor político
ineludible que transforma la ciudad que fue penetrada con ese cruce. Pero lo
fundamental está en la manera en la que lo hace. Cuando va a cruzar están los
puentes levantados para impedirlo. La memoria custodia esa imagen del puente
levantado, tratando de impedir que la turba ingrese a la ciudad. Se pretendió que no
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cruzaran el río pero de todas maneras lo hicieron, incluso contaminándose con esas
aguas... Como hecho simbólico fue un: “estamos acá y ya no nos podrán ignorar”.
–Muy interesante. Bueno, ya está, me respondiste todo lo que te quería
preguntar... (risas)
–Y acá hay un apartado especial del Riachuelo. “Hay una cierta ilusión
conservadora en la vocación por regresar a un pasado incontaminado, y por otro lado
el mandato de no seguir contaminando. Negar los restos materiales de una cultura,
aunque esos restos sean lo oscuro que no se quiere ver, supone negar la memoria,
implica negar las formas innumerables de habitar el suelo. Y por otro lado me
pregunto si este gesto no expresa quizás un miedo constitutivo frente a lo que puede
venir. Siempre estuve cruzando de un lado al otro el Riachuelo. Usé muchas
camperas de cuero en la vida. Eran como un emblema generacional. Entonces
pienso, ¿cuánto hay de esas camperas en el fondo del Riachuelo, cuánto de cromo,
de metales pesados que han quedado ahí para siempre incrustados en el lodo? Restos
de mis zapatillas, los zapatos y las pelotas de cuero, o sea gran parte de mi vida en
sus sedimentos. Sí, están ahí abajo, en el fondo del Riachuelo. Yo también construí
ese río y ahora el río está malogrado, está con problemas. Por eso tengo una relación
con él, pero lo que no termino de entender es por qué ese río no es natural”.
–Percibo una confrontación con las posturas ecologistas.
–Los ecologistas dicen que hay que recuperar la naturaleza, volver la flora y
la fauna a su estado primitivo. Ese sería su ideal, ¿pero por qué deberían volver? Si
ese río está construido también por nosotros, por nuestra historia, por nuestras cosas,
nuestros desechos... Los ecologistas ven en la tarea humana algo artificial que podría
contaminar y destruir la naturaleza. Yo no lo vería exactamente así. El hombre
puede construir otras formas de río con su intervención. Admito que esta tarea puede
ser vandálica o abusiva. El problema siempre es de armonía. Hay una frontera que,
si la pasamos, el río colapsa y se destruye. Eso puede pasar, pero manteniendo esa
relación yo no tengo por qué ver a ese río contaminado como ajeno a mí. Me es
exterior e íntimo a la vez. De última, el objetivo del ecologismo es hacer que las
cosas duren más. Cabe la sospecha de que detrás de la ecología puede haber una
ambición avara, como diciendo: “cuidemos esto porque todavía no obtuve lo
suficiente”. La contaminación, en cambio, nos obliga a parar. Cosa que el sistema no
tolera. Dejar el Riachuelo con huellas prudentes de contaminación es apelar a una
memoria de la cual otras generaciones sacaron enseñanzas y asumirán con los
hechos que es mejor detenerse un poco porque todo se termina. También se mueren
los ríos, se muere la gente, se destruyen las camperas de cuero. Todo llega a su fin.
La ecología tiene la ilusión de la eternidad y esa ilusión es el paraíso del codicioso,
el que nunca va a parar. El cuidado de la casa común incluye la historia y las marcas
de los desatinos que sus ocupantes nos legaron. En definitiva, nunca es la misma
naturaleza la que se da en herencia.
–Vos planteás la imposibilidad de un momento original, puro, incontaminado.
–Ellos creen que el hombre no es parte de la naturaleza. Yo no estoy de
acuerdo con volver a un momento originario, ¿porque cuál es ese momento? El
problema es de qué manera se tramita con la naturaleza que viene dada, el saqueo.
La ecología tiene que estar ahí como un garante. Si no, me parece una desgracia. Es
distorsionador. Impone una lógica porque se cree que tiene una relación de saber por
sobre la naturaleza que es superior al tipo que vive en la naturaleza. ¡Es un pelotudo!
–¿Lo tuyo es una especie de defensa de la presencia obrera, trabajadora,
peronista, en el Riachuelo, aunque un poco contamine?
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–(Se ríe) Es una defensa al río contaminado. En el 55, cuando se hace el
golpe, tiran al Riachuelo las esculturas y los restos de peronismo que no querían que
fuera reconocido. Es el límite: “bueno, hasta acá llegaron”. Como si haber
decapitado a las estatuas fuera una consecuencia de haber cruzado el Riachuelo.
–¿Y el Coloso recupera esa Historia, no?
–El Coloso era una vieja idea mía, que con Arte en las Fábricas lo hizo
Alejandro Marmo. La estética no me gustó tanto, pero bueno, recupera esa cosa
monumental, esa amenaza permanente: “siempre estamos cruzando”. Es al pedo
restablecer un límite que ya fue cruzado. Yo incluso lo quería hacer con un pie en el
agua, pero bueno, no se pudo, por esta cosa de que contamina...
–Es curiosa la figura de Evita en el Coloso, porque es como una
interpretación artística de la historia, porque los descamisados cruzando no son
contemporáneos a la figura de Eva: ella vino después...
–Claro, no era una figura todavía relevante. Está historizado. Lo que vuelve
es el retrato de Eva, recordando todo lo que vuelve. Volvemos con una memoria,
pero hay también una maniobra conceptual. La vuelta del malón, el temor al
descontrol en el territorio. El miedo al otro que está ahí y que nunca sabés... que
siempre vuelven. Lo que angustia para el hombre blanco es que se lleven a la chica y
se practique el mestizaje, es meter las patas en la fuente, es contaminarse, perder la
blancura. Perder la identidad.
–En ese esquema, el Riachuelo contaminado cumple su rol de barrera que no
se puede pasar.
–Y sí, porque actúa como barrera. Justifica que de un lado no es lo mismo
que del otro, y todavía opera en cierta forma. Hay un tema con el ritual del cruce de
un río.
–Y para terminar: ¿cómo creés que debería expresarse el peronismo en el
Riachuelo hoy?
–Yo no soy muy adepto de producir transformaciones por fuera de la
tendencia que eso tiene. El Riachuelo es un lugar fabriquero. A mí me gusta verlo
así. Creo que los pequeños talleres tienen todavía un rol y que lo van a tener mucho
más en el futuro, cuando toda esta ola hipertecnológica llegue a un punto culminante
que es inevitable: va a volver una cuestión más artesanal, un reflujo que empieza a
verse, sobre todo entre los más pudientes. Todo va a ir hacia eso, porque hay un
gusto en la producción de las cosas. Y ese lugar va a ser de talleres, repoblado, con
una conciencia en relación al ambiente. No soy adepto a forzar los paseos, porque no
resultan. Me parece que el tema de los paseos es forzado, cosa de urbanistas… que
de todo depósito se haga un museo de arte contemporáneo. Qué sé yo. Me parece
que habría que direccionar menos las cosas, que las cosas se produzcan. No sé si hay
que hacerle parques a la gente, quizá más puentes, clubes de barrio, pero no sé por
qué hay que hacer paseos. Mantener el misterio es algo que me gusta. No se puede
civilizar todo, que todo esté contabilizado. Hay cosas que no se sabe qué son. Me
gustan los lugares intermedios, los callejones que no van a ningún lado. A mí me
atrae mucho más. Le das lugar a que decida la gente. Hay que tener tranquilidad, y
las cosas prosperan. Uno no puede ir a decir: “hagamos un paseo al lado del
Riachuelo”. Yo qué sé si hay que hacer un paseo. Dejá que la gente vea lo que tiene
que hacer: una canchita... Hay una tiniebla que ya se verá. La gente arma una trama
urbana. Me gusta más la incógnita. Y bueno, por ahí vas y te asesinan, y bueno, mala
suerte...
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