Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                
Un acercamiento a diferentes interpretaciones de “Casa tomada” de Julio Cortázar Alumna: Mónica Agrest Profesora: Dra. Malva E. Filer Fall’06 The Graduate Center En “Casa tomada” “Casa Tomada” de Julio Cortázar aparece por primera vez en 1946 en los Anales de Buenos Aires, revista literaria publicada por Jorge Luis Borges. Más tarde, este cuento junto con otros siete pasa a integrar Bestiario, la primera colección de cuentos de Cortázar publicada en 1951., como en muchos otros cuentos de Julio Cortázar, un elemento fantástico es introducido por el autor mediante la incursión de un hecho insólito e inexplicable dentro de circunstancias aparentemente normales. En el caso de “Casa tomada”, de un día para el otro la tranquilidad de un domicilio se ve alterada por sucesos inexplicables y aterradores. Al asombro inicial le sucede el miedo y, de a poco, los miembros de esa familia (Irene y el hermano) asumen esta cruda realidad: la casa en la que viven está tomada por un “otro” (desconocido por todos, incluso para el lector) y es esta condición la que hace la situación intrínsecamente temible. La historia es—aparentemente—simple: dos hermanos viven solos en una casona que ha estado en la familia por generaciones de antepasados. Alguien o algo (presentado como un sonido) toma la casa sin encontrar resistencia alguna por parte sus dueños que en últimas no hacen más que cerrar las puertas y abandonar el mundo de sus antepasados. En la historia se pueden definir dos partes y cuatro eslabones narrativos. En la primera parte se describe la casa y la vida de los hermanos; en la segunda, la toma sucesiva de la casa y la forma en que la vida de los hermanos cambia. Los cuatro eslabones narrativos son: la casa como escenario o espacio donde transcurre el relato, la vida de los hermanos en ella, la aparición de un conflicto personificado por los ruidos, y finalmente, la expulsión de los hermanos de la casa. El título “Casa tomada” nos informa que la casa no sufre una invasión, sino un verdadero acto de posesión y desalojo. La toma de la casa representa el fin del orden cerrado provocado por la presencia de invasores misteriosos, de los cuales el lector sólo sabe que son diferentes – por eso son temidos – que no funcionan en el mismo ámbito de los hermanos, y que su mera presencia en la casa asegura su posesión. Los hermanos, seres hechos para no molestar a nadie, quedan excluidos de ese orden nuevo que transforma su casa, castigados por su pasividad y falta de iniciativa. Este ataque al orden establecido y cómodo de los hermanos podría interpretarse como un ataque al status quo; una crítica a una sociedad oligarca y anquilosada e indolente. Podría verse como un coup d’etat simbólico contra una minoría parásita que no produce, no aporta nada a nivel social puesto que “todos los meses llegaba la plata de los campos y el dinero aumentaba”. Julio Cortázar, Cuentos completos., Alfaguara, Madrid, 1994, Pág.108. En “Casa tomada”, se ve el orden pacientemente defendido del tiempo y la circunstancia, representado por la casa silenciosa e inútil donde viven los dos hermanos matando el tiempo. En esa morada de gruesas puertas de caoba, de cuartos periódica e inútilmente desempolvados, entra el invasor presentado como un “sonido [que] venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación” pero no sabemos qué o quién es (109). La reacción de los pasivos hermanos es acaso previsible: la retirada hacia los aposentos interiores de la casa, el abandono de viejas y queridas tareas, y de objetos como los libros de literatura francesa, un par de pantuflas, la pipa de enebro y una botella de Hesperidina. Los hermanos se retraen en sí mismos como el caracol. Si se observa el texto, la vida de los hermanos sigue adelante plácidamente en una negación un tanto naife. Hacen ruido para ignorar la presencia del invasor, y restringen su existencia a deambular solamente en la cocina, el dormitorio y el baño, y a actividades minimamente indispensables para prolongar la vida, y los pasatiempos: el tejido hecho y rehecho de una Penélope y el eterno revisar de la colección filatélica. El hermano, y narrador solitario, continúa dedicándose a no hacer nada salvo ayudar con las tareas de limpieza de la casona. Sus salidas al mundo se justifican con la compra de lana para la hermana que tejerá y destejerá prendas que nadie usará, y con sus preguntas inútiles sobre libros que nunca llegarán puesto que, como él ya lo sabía, “desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina” (107), por la guerra que se trata de ignorar. Esta acción de ignorar la guerra funciona de manera paralela o similar a la acción del cuento, es la misma táctica que utilizan los hermanos para continuar una vida “normal” dentro de una situación de temor. Un tema importante en el cuento es el silencio. La casona era “profunda y silenciosa”, las actividades de los protagonistas eran silenciosas: Irene tejía y su hermano leía, la miraba o estudiaba estampillas, era el de ellos “un simple y silencioso matrimonio de hermanos” (107). El silencio es roto – y sugerentemente es cuando hay dialogo—por la invasión de ruidos que funciona como un elemento narrativo que aporta la tensión en el relato. Los hermanos no compran otra cosa que lana quizás para seguir tejiendo la mórbida trama que los protege de la conciencia y del mundo. En realidad no tienen en su casa nada cuya pérdida desquicie sus vidas porque en última instancia lo que realmente cuenta para ellos es su genealogía. En ella están sus raíces y quizás su razón de ser; en ella habitan y no han hecho nada por perpetuarla, ni piensan hacerlo. Sienten la superioridad que está fundada en la sangre heráldica de sus antepasados, por eso no se han “mezclado”. La casona genealogía no los dejó casarse y les reclama endogamia: una clase de autoerotismo que sólo se complace consigo misma. Es por eso que “entramos en los cuarenta con la inexpresada idea que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos era necesaria clausura de la genealogía asentada por los bisabuelos de nuestra casa” (107). Las posesiones más queridas de los hermanos son realmente el orden, la rutina y su pasividad; toda una realidad que se ven forzados a redefinir. Tienen que re-crear el orden a fuerza de privaciones de tipo vital, de reemplazar la acción de una vida normal por la rutina de la limpieza inútil, y de las comidas calientes por platos fríos. Sitiados por los productores de esos ruidos extraños que los amenazan, los hermanos son desalojados por esa presencia audible. En el momento final, cuando los dos abandonan la casona, es un inevitable acto de arrojo. Son forzados a abandonar una vida protegida, también dejan dinero y el protector tejido de Irene. Frente a la situación de invasión por un “otro”, los hermanos optan por la huída sin siquiera tratar de proteger o defender su orden. Lo hacen ante la amenaza de lo desconocido, quizás porque intuyen que puede resultar insoportablemente conocido. Ya no habrá tejido que valga frente a esos ruidos que quizás sean en realidad pulsiones desbordadas del deseo, la frustración o la culpa (probablemente todo junto) sobre las que se ha perdido el control. Será inútil tratar de limpiarlas, de seguir disfrutando esa engañosa sensación de poder que les da el pensar cómo les bastaba “para mantenerla limpia” (107). Es precisamente por eso que en la huida Irene descubre que “los ovillos habían quedado del otro lado” y entonces “soltó el tejido sin mirarlo” (111). Ya no hay pulóver negador con que cubrirse, ni voluntad de tejerlo y sólo cabe salir a la intemperie/realidad de lo recién asumido, sea esto lo que sea. A nivel de crítica, “Casa tomada” es un clásico en la literatura de ficción y ha sido analizado por numerosos críticos y estudiosos quienes han dado una variedad de interpretaciones. A nivel socio-político por ejemplo, diversos estudiosos han interpretado el cuento como “una alegoría al peronismo” y relacionan la trama de la historia con el ascenso de las masas populares a través del primer peronismo (1945-1955) y ven en la pareja de hermanos el resabio de una clase adinerada, anquilosada y decadente. Sosnowski, pág. 23 Los ruidos amenazadores se ven como esa fuerza extraña que invadía a la oligarquía de Buenos Aires en su moral y tranquilidad. Saúl Sosnowski, J.C., una búsqueda mítica, Buenos Aires, Noe, 1973, pág. 102-104 Malva E. Filer, por su parte, es de la opinión que los personajes de Cortázar se enfrentan ante lo insólito sin estar preparados para la destrucción del mundo que les es familiar. Los protagonistas de “Casa Tomada” “se niegan a reconocer la presencia de un elemento inexplicable y tratan, contra toda lógica, de asimilarlo a lo normal” Malva E. Filer, Los mundos de Julio Cortázar., Nueva York, Las Américas, 1970, Pág. 39. Es así como establecen un patrón de resistencia pasiva, adaptando sus rutinas en la medida que les permita seguir adelante con su vida. Se “achican” y se conforman con esta circunstancia buscando, cobardemente si se quiere, razones para sentirse hasta aliviados, “…también tuvimos ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose tardísimo, a las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos cruzados…Irene estaba contenta porque le quedaba más tiempo para tejer. Nos divertíamos mucho, cada uno en sus cosas…” (110). Lamentablemente pronto se darán cuenta de que es inútil luchar – aunque sea pasivamente – contra esos ataques del exterior. Filer sugiere que quizás Cortázar ha querido mostrar en los personajes “la imposibilidad de una libertad interior, ya sea en su versión estoica o en la del existencialismo sartreano” (39). Por su parte, Jean L. Andreu sugiere que “la vida de claustro que los hermanos han elegido voluntariamente evoca la vida conventual; las ocupaciones domésticas componen un rito puntual”. Jaime Alazraki, En busca del unicornio: Los cuentos de Julio Cortázar, Madrid, Editorial Gredos, pág. 133. Esto se comprueba por la falta de interés de los hermanos por la vida “de afuera” y por las rutinarias ocupaciones como tejer y hacer la limpieza, procurarse un plato de comida y retraerse a sus habitaciones. El celibato que se han impuesto y el silencio reinante también ayudan a ese clima de vida conventual. Según Andreu, el texto además admitiría otra interpretación, “la vida apacible de los dos hermanos en la casa-madre evoca irresistiblemente la vida fetal…los signos anunciadores, la expulsión convulsiva de los hermanos, que no comprenden lo que pasa, que lo aceptan como una fatalidad y que se reencuentran en la calle desamparados: la angustia de un parto doloroso. E Irene, en su último gesto, cortará el cordón umbilical”. Ibid, ibid. Según esta interpretación, los personajes habitan dentro del vientre materno de la casa viviendo, mejor dicho flotando en un estado de limbo. En el momento que son expulsados – en el parto – es cuando se enfrentan con la realidad. Andreu acepta además, la tesis de otros autores que ven en este cuento una relación incestuosa Néstor García Canclini, Cortázar, una antropología poética Buenos Aires, Nova, 1968, Pág. 22. , haciendo la salvedad de que no hay en el texto ninguna prueba de que se trate de incesto, aunque todo en el mismo lo insinúe. Un elemento sugerente, quizás perturbador en el texto – y que da pie a este tipo de lectura crítica – es la tímida oposición de los hermanos a la inminente e inevitable toma de la casa. El lector espera de los protagonistas una mayor oposición, una lucha para preservar lo que ha sido de la familia por generaciones y el lugar donde encuentran protección. Sin embargo, ellos no reaccionan como era de esperarse o según lo ordenaría el sentido común, abriendo así, la puerta de la sospecha. El hecho de que ellos no actúen como el lector lo habría hecho, insinuaría que hay “algo más”. Ellos huyen de lo que al lector se le escapa, y es por eso que “Casa tomada” tiene tantas interpretaciones. Otro elemento que favorece las numerosas interpretaciones sobre el cuento es que el lector no puede identificar al misterioso invasor. ¿Quién es ese otro? Intuimos que es una fuerza maléfica y desconocida. ¿Qué misteriosa fuerza puede adueñarse de ese espacio real que es la casona? Como se estableció previamente, los hermanos no ofrecen sino una débil resistencia al seguro usurpador, aceptan su presencia y no buscan descubrir su naturaleza. La ambigüedad del cuento es tal que el lector puede interpretar libremente que el invasor es algún proletario justiciero o quizás necesitado, algún antepasado en busca de venganza, una inhibición liberada o el castigo por algún pecado cometido (y ese pecado podría ser desde la sugerente e “incestuosa” relación de los hermanos hasta el castigo por tanta apatía, etc.) Jaime Alazraki en su libro En busca del unicornio: Los cuentos de Julio Cortázar nos presenta una diferente interpretación, señalando que la plácida vida de los hermanos en la casona (sin problemas, haciendo casi nada y sin necesidades), nos recuerda a la vida de Adán y Eva en el Jardín del Edén. En el texto el hermano declara que: No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses nos llegaba la plata de los campo y el dinero aumentaba. Pero a Irene solo la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa, y a mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, las agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso (143). Según esta interpretación, la toma de la casa-Edén es comparable al mandato de expulsión del Paraíso. Siguiendo este razonamiento, los hermanos, como Adán y Eva, aceptan la situación con resignación, “entonces… tendremos que vivir en este lado”. Más tarde viene la expulsión definitiva cuando son arrojados a la fría realidad de la vida del afuera, del común de las gentes. Es así como la casa tomada se transforma en una metáfora del paraíso perdido. Alazraki traza un paralelismo entre el relato bíblico y “Casa tomada” y de ahí se desprende que las secuencias en ambos casos son semejantes excepto que en “Casa tomada” hay un eslabón ausente, el de la culpa: Paraíso Adán y Evadesobediencia (fruto prohibido, serpiente)condena (expulsión del Paraíso) Casa Irene y el hermano X (no hay desobediencia)condena (expulsión de la casa) (145) La diferencia entre los dos textos es que en “Casa tomada” aparentemente no hay culpa o por lo menos el texto no la insinúa pero tampoco la niega. Inocentes o culpables de un delito que no dilucidaremos en el texto, los hermanos aceptan su destino. Respecto a la interpretación que ve a los hermanos como una pareja incestuosa, es necesario analizar primero las circunstancias que favorecen esta interpretación y las expresiones del narrador que nos hacen llegar a esa posible conclusión. Los personajes sienten claramente la influencia ejercida por la casa y la larga genealogía familiar que la ha habitado. Es el narrador quien dice – como ya fue mencionado anteriormente—que la casa no los ha dejado casarse, lo que expone el estado de aislamiento que les impide salir al exterior, a la sociedad y así se podría inferir que los hermanos están atrapados en la casona. Debemos reconocer que la clase alta porteña ha tendido a aislarse sobre todo en momentos en que gobernaban sectores populares, como es el caso del momento que el autor describe en este relato. Por ello no es descabellada la creación de estos personajes ni sus actitudes. Ellos pertenecen a una clase social con antiguos dineros que se ha anquilosado, que resiste negando la posibilidad de una sociedad proletaria. Resisten a través del miedo, la negación y el “de eso no se habla”. Todavía ahora muchas casonas de los barrios adinerados de Buenos Aires (Palermo Chico, Barrio Norte) son habitadas por parejas de hermanos que viven y envejecen como matrimonios, como núcleos cerrados que no permiten la “contaminación” con el “otro” al que seguramente consideran inferior. La pareja de hermanos de “Casa tomada”vive aislada. Cada movimiento de uno de sus miembros es monitoreado por el otro, y hasta se podría decir que cada hermano ve el mundo a través de los ojos del otro. El afecto que se prodigan es lo que lo hace un “simple silencioso matrimonio de hermanos”, y es este afecto el que sugiere una latente relación incestuosa. Todas las expresiones del narrador en los dos primeros párrafos son en plural: “Nos gustaba la casa… nos habituamos Irene y yo… hacíamos la limpieza… almorzábamos a mediodía…nos resultaba grato… llegamos a creer… nos moriríamos…” (107) Luego pasa a hablar de Irene y de la casa, porque según él “yo no tengo importancia” (109). Cuando el narrador habla de Irene (utiliza casi dos párrafos completos al principio de la historia) lo hace con palabras tiernas, “Irene era una chica nacida para no molestar a nadie…” (107), justifica su tejer y retejer al decir, “me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido…” (108), y ni siquiera critica el descubrimiento de “una cómoda de alcanfor llena de pañoletas blancas, verdes, lila” (108) Luego admira – como un enamorado lo haría – la habilidad de su hermana, “… mostraba una destreza maravillosa y a mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados…era hermoso” (108). Más adelante, comenta la forma de dormir y soňar de su hermana. Es en este comentario, donde nuevamente comienza a hablar en plural y en forma íntima: (Cuando Irene soňaba en alta voz yo me desvelaba enseguida. Nunca pude habituarme a esa voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños no de la garganta. Irene decía que mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el cobertor. Nuestros dormitorios tenían el living de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa. Nos oíamos respirar, toser, presentíamos el ademán, que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes insomnios) (110). No es casual entonces, el momento en que ocurre la “toma” de la casa. No es casual que ésta ocurra de noche, porque es precisamente de noche cuando el ruido – y porque no el silencio—cobra mayor importancia, pues como el narrador nos lo dirá más adelante, “de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa” (110). Si unimos las ideas de los sentimientos reprimidos, los sueños sacudones y los “mutuos” insomnios, y nos remitimos a la teoría de los sueños de Sigmund Freud, veremos que la auto-censura es más débil durante el sueño – que generalmente tiene lugar de noche – permitiendo la comunicación entre el conciente reprimido y el inconsciente que busca la liberación. De esta manera podríamos decir que los ruidos son expresiones del inconsciente reprimido a punto de estallar. Sin embargo, tras la primera “toma”, el relato nos describe cómo era la vida de los hermanos y al margen de haber perdido algunas cosas, la situación no parece preocuparles demasiado ni alterar su forma de vida e incluso saben buscarle ventajas. Los hermanos parecen seguir viviendo en un estado de inconsciencia. Como lo dice el hermano al final de esa parte del relato, “estábamos bien, y poco a poco empezábamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar” (110) La pregunta que el lector se podría hacer, sin embargo, es ¿dejar de pensar en qué? ¿Por qué no asumir, entonces, que quizás los ruidos están presentes solamente en el inconsciente de los hermanos; que es de eso de lo cual no se quiere pensar, y que son estos ruidos los que empujan a los personajes fuera de la casa liberándolos así de tanta represión interna. Dicho de otra manera, lo reprimido sale a la superficie, a la conciencia representada por la calle. Esta aceptación—o toma de conciencia – justificaría el que Irene se permita soltar su querido tejido de Penélope que había quedado del otro lado de la puerta cancel, y que al dejarlo no lo mire siquiera. Otro punto que apoyaría la idea de una toma de conciencia por parte de los personajes es la escena final en la que el hermano rodea la cintura de Irene con su brazo, tocando por primera vez a su hermana en el relato. Hilando un poco más fino, podríamos decir que la puerta cancel es el límite entre lo imposible y lo posible, entre la represión y la liberación de los sentimientos. Néstor García Canclini sugiere que “es la riqueza del cuento la que desborda la simple fascinación y sugiere tantas interpretaciones” Néstor García Canclini, Cortázar, una antropología poética, Buenos Aires, Nova, 1968, pág. 22 Por ello, y de acuerdo a como se mire, la invasión de los ruidos puede simbolizar la presencia obsesiva de los antepasados, la declinación de una clase social y la falta de coraje para enfrentar a una nueva realidad social, el inconsciente reprimido que busca su liberación, y otro sinnúmero de interpretaciones. Lo cierto es que la maestría de Julio Cortázar brinda a sus lectores una historia que a cada paso presenta pistas diferentes que conducen a conclusiones diferentes, y que los obliga a comprometerse con la historia, es decir, a no ser pasivos lectores. En el mundo cortaziano, y en el caso particular, de “Casa tomada”, la realidad cotidiana comienza a resquebrajarse sin sentirlo y a ceder a presiones ocultas que la empujan a lo extraordinario. Pero esta realidad no se sumerge de lleno en esas aguas; se mantiene en una suerte de intermedio, tenso y desconcertante, en un territorio en el que lo real y lo fantasioso se tocan pero no se mezclan. Es por eso que muchos de los cuentos de Julio Cortázar pueden ser considerados tanto realistas como maravillosos. Y si Cortázar es único, como lo indica Mario Vargas Llosa en su prólogo a los Cuentos Completos de Cortázar, “Lo que diferencia a Cortázar de un James, de un Poe, de un Borges o de un Kafka, no es la ambigüedad ni el intelectualismo, que en aquél son propensiones tan frecuentes como en éstos, sino que en las ficciones de Cortázar las más elaboradas y cultas historias nunca se desencarnan y trasladan a lo abstracto, siguen plantadas en lo cotidiano y lo concreto y tienen la vitalidad de un partido de fútbol o una parrillada” (19) BIBLIOGRAFIA Alazraki, Jaime, En busca del unicornio: Los cuentos de Julio Cortázar. Madrid, Editorial Gredos, 1983. Cortázar, Julio. Cuentos Completos/1 (1945-1966). Madrid, Santillana, 1994. García Canclini, Nestor. Cortázar, una antropología poética, Buenos Aires, Nova, 1968. Filer, Malva E. Los mundos de Julio Cortázar. Nueva York, Las Américas, 1970. Morillo-Frosch, Marta. “La tiranía del orden en los cuentos de Julio Cortázar”. El cuento Hispanoamericano ante la crítica. Madrid, Castalia, 1973. Sosnowski, Saúl. Julio Cortázar, una búsqueda mítica, Buenos Aires, Noe, 1973. 11