Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Breves apuntes sobre el papel del telégrafo, el correo, y los hermanos Marcial y Domingo Cuello Gigena en la revolución tucumana de 1887

Este comentario de investigación proviene de una discusión previa sobre el carácter moral del juarismo, especialmente en referencia a la revolución tucumana de 1887, que derrocó al gobernador Juan Posse y puso en su lugar a Lídoro Quinteros. Los cabecillas señalados como responsables de este exitoso golpe estaban muy vinculados a las comunicaciones y el transporte, manejados por gente afín al presidente Juárez Celman. Estaban enemistados con el gobernador de la provincia.

Breves apuntes sobre el papel del telégrafo, el correo, y los hermanos Marcial y Domingo Cuello Gigena en la Revolución tucumana de 1887 Por Carlos Escudé, Ph.D. (Yale ’81)* [Este comentario de investigación proviene de una discusión previa sobre el carácter moral del juarismo, especialmente en referencia a la revolución tucumana de 1887, que derrocó al gobernador Juan Posse y puso en su lugar a Lídoro Quinteros.] De regreso a mi hogar luego de una corta ausencia, mis interrogantes acerca de la Revolución de 1887 siguen a flor de piel. Encontré en mi biblioteca el Nº 85 de Todo es historia, con el artículo de Carlos Páez de la Torre titulado “Tucumán 1887: cólera y revolución,” que me fuera acertadamente recomendado por José María Posse Posse y que amplió algunas de mis dudas. Según Páez de la Torre no todos los Posse eran anti-juaristas. Ya sabíamos, por la denuncia al Congreso de la Nación efectuada el 12 de junio de 1887 por el gobernador Juan Posse, que Simón Posse (hermano del conocido periodista “Pepe” Posse) había contribuido a su derrocamiento, participando con Lídoro Quinteros, Eudoro Vásquez y mi bisabuelo Marcial Cuello de la toma del Cabildo. A pesar de que Páez omite a este Simón en su artículo “Los Posse de Tucumán”,1 en esto no hay novedad. Pero Páez describe al diputado Emidio Posse como “el único juarista de la familia Posse”,2 así que con esto sabemos que hubo por lo menos dos juaristas (ya que no hay fuente más fidedigna que la carta al Congreso del Posse derrocado). Además, contradiciéndose, el merecidamente reputado historiador habla de “un tucumano que pisaba fuerte en Buenos Aires, el periodista Benjamín Posse, íntimo amigo de Juárez Celman y luego su apologista en el Fígaro”, con lo cual los Posse juaristas ya sumarían tres. Beca Guggenheim 1984; Comendador de la Orden de Bernardo O’Higgins, 1986; Premio Konex 1996; Miembro Consejero del CARI; Investigador Principal CONICET (J). 1 Todo es historia Nº 62. 2 Todo es historia Nº 85, p. 71. Posteriormente, José María Posse Posse me aclaró que Emidio Posse “no era juarista sino roquista, al punto de que tuvo que malvender su ingenio azucarero ‘La Reducción’ por las presiones de la banca juarista.” * 1 Más allá de que pueda incurrir en contradicciones menores, admiro a Carlos Páez de la Torre y tomo muy en serio sus dichos e investigaciones. Éste cita una carta de 1886 de José Padilla que dice: “Juan Posse, trasformado hace algunos años en federal neto, es en la actualidad la carne de la carne de la mazorca, y cuanto él hiciera sería, como es natural, en favor de sus amigos políticos; por manera que nuestra situación vendría a ser peor, si cabe algo peor, que lo que es bajo el dominio de Gallo…”. El “mazorquero” Juan Posse no era, pues, respetado por todos. Punto seguido, Páez afirma: “Por su parte, Silvano Bores aseguraba a Juárez que tenían fuerzas para imponerse: ‘No somos, pues, ni tan pocos ni tan insignificantes, aunque no tengamos ingenios de azúcar para darnos corte de vecinos importantes (…)’”.3 Para más datos, Silvano Bores, director del diario “El Orden” y casi un prócer de la cultura tucumana de esos tiempos, es señalado por Páez como “uno de los más ardientes partidarios de Juárez Celman” (p. 68, Nº 85). Parece, pues, que también hubo hombres probos, dignos de admiración y respeto, en el juarismo tucumano que derrocó a Juan Posse. Por ejemplo, el citado José Padilla (que sí era propietario de un ingenio, el Mercedes) es catalogado por Páez de la Torre como “una figura saliente del juarismo en Tucumán” (p. 78, Nº 85). Don Carlos también menciona al periodista español Salvador Alfonso, que se puso al frente de la Cruz Roja, y cuyo periódico “La Razón” era opositor al gobierno de Juan Posse (p. 75, Nº 85). Esta mención es sumamente significativa, porque la Cruz Roja era una encomiable institución creada muy recientemente, hacia 1880, en la que arriesgaban su vida valientes y abnegados voluntarios. Por cierto, en una sección de su artículo titulada “La solidaridad”, y en consonancia con lo que se recuerda en el obituario de Marcial Cuello, Páez dice: “Como en todas las situaciones límites, ésta del cólera tucumano, días en que la gente caía muerta por la calle, entre calambres y vómitos, fue oportunidad propicia para que se mostrara la calidad 3 Todo es historia Nº 85, p. 72. 2 del espíritu colectivo. Los diarios registraban, por esos días, no pocos casos de heroísmo. Cuatro miembros de la Cruz Roja –Ponssa, Carreras, Pizarro y Cuello—desafiando el contagio, recorrían la ciudad en un carro buscando camas para instalar a los coléricos.” 4 Resulta entonces que Cuello, un cómplice del futuro gobernador juarista Lídoro Quinteros, un presunto revoltoso que junto con Simón Posse había 4 Todo es historia, Nº 85, p. 78. 3 tomado el Cabildo para derrocar a Juan Posse, ¡se jugaba la vida en pos de la salud de sus conciudadanos! Tan malo no debía ser. No obstante, y como lo atestiguó José Hernández, Cuello sufrió el ensañamiento de un “lawfare” que padece la ciudadanía argentina desde que ésta cobró identidad de tal. El triste hecho se vislumbra en la interesante investigación de María José Navajas, “La prensa tucumana durante el juarismo: disputas políticas y querellas judiciales”. Allí se documenta que, entre finales de 1887 y principios de 1890, el administrador del diario tucumano El Orden debió responder diez demandas por calumnias e injurias y afrontar varios días en prisión por distintos sueltos publicados: “El contenido de los artículos publicados en El Orden y la retórica empleada eran propios de la prensa política de esos años en los que se cuestionaba con bastante desenfado a las autoridades y a los empleados públicos, ridiculizándolos en muchos casos. (…). Durante la presidencia de Juárez Celman los periódicos oficialistas habían exacerbado la virulencia de la palabra escrita. (…)” 5 ¿Quiénes fueron los protagonistas de las querellas judiciales contra El Orden? Entre las demandas presentadas, tres fueron entabladas por jueces provinciales, otras tres por el Intendente Municipal, una por el Intendente de Policía, otra por un legislador provincial y aún otra por el jefe de la oficina de correos… ¡nuestro Marcial Cuello! ¿Y de qué se acusó al modesto jefe de correos y telégrafos de Tucumán, que había arriesgado su vida combatiendo al cólera, y luego contribuido a la deposición de un gobernador al que algunos hombres de pro consideraban un mazorquero digno de ser derrocado? Pues ocurrió lo de siempre: se lo acusó de corrupción. El texto periodístico que dio lugar a la querella de Cuello, rescatado del Archivo Histórico de Tucumán por Navajas, dice: “En el mes pasado la libranza recibida por el jefe de las oficinas de correos y telégrafos ascendía más o menos a 6,200 pesos para el pago de los sueldos de todos los empleados de la provincia. Ahora, hay que saber si todos los empleados que figuran en el Publicado en Anuario del Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti”, Córdoba, Argentina, año 13, n° 13, 2013, pp. 111-127). 5 4 presupuesto han estado en servicio, y en caso que no hayan estado, saber si el exceso de las libranzas ha vuelto a la caja del gobierno.” 6 El expediente abierto por la denuncia de Marcial Cuello, un funcionario de clase media que carecía de los recursos necesarios para litigar durante toda una vida para defender su honor, se cerró luego de cinco años por el abandono de la querella. No obstante, de todas las querellas por calumnias e injurias abiertas en ese entonces contra el administrador de El Orden, la de Cuello fue la que estuvo activa durante más tiempo.7 Aparentemente, el vulnerable funcionario de clase media tenía confianza en que su honor podría sobrevivir a una investigación. Obviamente, esto no significa que el gobierno de Juárez Celman y la gobernación de Lídoro Quinteros no hayan estado plagados de hechos de corrupción y nepotismo. Sin ir más lejos, desde mucho antes que el vilipendiado Juárez fuera presidente de la Nación, el hermano de Marcial, Domingo Cuello, también ocupaba un cargo de dirección en la oficina de correos y telégrafos. Ambos aparecen en el “Almanaque Guía de Tucumán” de 1884, que puede descargarse de: http://colecciones.anh.org.ar/Detail/objects/68 DOMINGO ELEUTERIO CUELLO GIGENA, (hermano de Marcial) Y los nombramientos de ambos (o mejor dicho, su renovación) están incluidos en decretos firmados por el presidente Juárez Celman que se 6 AHT, Sección Judicial Criminal, fragmento tomado de El Orden, s/f, Exp. 13, Caja 97. Destacado del autor. 7 Navajas, ob. cit., p. 122, nota 27. 5 incluyen en el “Registro Nacional” de 1888 y pueden descargarse de http://cdi.mecon.gob.ar/greenstone/collect/registr1/index/assoc/HASH01 49.dir/doc.pdf (decretos del 3 de enero y del 12 de abril de 1888). También hubo otro Cuello (un tal Juan) beneficiado por un contrato de la Dirección General de Correos y Telégrafos, formalizado en un decreto firmado por Juárez Celman el 20 de junio de 1888. Aunque no hay un parentesco conocido entre Juan y los hermanos Marcial y Domingo, podemos presumir que los nombramientos documentados, sumados a la participación de Marcial en la Revolución juarista de 1887, forman parte de una cadena de nepotismo nimio que ilustra una matriz de corruptelas presente incluso en este nivel de dirigentes de poca monta. ¿Y quienes eran nuestros hermanos Cuello? Aunque trasplantados a Tucumán, ambos eran cordobeses… de la tierra de Juárez Celman. Sus nombres completos eran Manuel Marcial (1855-1931, conocido en vida como Marcial) y Domingo Eleuterio Cuello Gigena (1852-1925). Tenían una hermana, Vicenta (1852-1940), que permaneció en Córdoba y casó con Dionisio Alday, un dirigente radical local.8 Domingo Eleuterio casó con Eloísa de Elías, hija del Cnel. Juan Estanislao de Elías, un oficial de Lavalle a quien tocó el triste destino de ser el jefe del pelotón que fusiló a Manuel Dorrego.9 A su vez, Marcial casó con la tucumana Rosa Avellaneda, una criolla hija natural de Isabel Avellaneda Heredia, cuyos antepasados he podido rastrear hasta Martín Avellaneda (cuyos hijos, asentados en el 8 Dionisio Alday fue dirigente de la Unión Cívica Radical de la provincia de Córdoba, de cuyo Comité Central fue Vicepresidente 2do. entre 1910 y 1911 (véase Oscar E. Frávega, Historia de la Unión Cívica Radical de Córdoba, 1890-2000, Ed. Brujas, 2006, p. 69 y 88). Entre sus hijos con Vicenta Cuello hemos podido identificar a María Telma Dorotea Alday Cuello, b. 27 de marzo de 1874, y a Florencio Dionisio Alday Cuello, b. 27 de octubre de 1878. 9 Eloísa de Elías fue hija legítima del Cnel. Juan Estanislao de Elías y de Sabina Benavides; y nieta del Dr. José Eugenio de Elías, porteño (secretario del soberano Congreso general Constituyente cuando éste se instaló en Buenos Aires, después de haber proclamado la Independencia nacional), y de María Isabel de Larreátegui, altoperuana. Véase Juan Isidro Quesada, Paseo genealógico por la Argentina y Bolivia, Buenos Aires: Dunken 2006, pp. 24-26, 262 y 306. 6 “libro de decentes” de la Iglesia Matriz de Salta, nacieron en 1772 y 1775, cuando aún éramos parte del Virreinato del Perú).10 Yo desciendo de Marcial, mientras que la familia tucumana de los Cuello Elías desciende de su hermano Domingo. La composición de la familia Cuello Gigena puede reconstruirse a través de las actas parroquiales, los censos, y el diario de Domingo Eleuterio, que nos ha llegado digitalmente por gentileza de Francisco Martelli Quesada (encontrándose el original en manos de su tío, el conocido genealogista Juan Isidro Quesada Elías, quien lo recibió a su vez de sus tíos segundos Cuello Elías). Como se observa con claridad, todo se entrelaza en la Argentina criolla, aunque los Quesada fueran de “clase alta” y los Cuello de “clase media”. También se entrelazaron cordobeses y tucumanos. Marcial parece haber estado al servicio de intereses cordobeses, y supo usar su posición a cargo del correo y el telégrafo para contribuir a deponer a un gobernador tucumano contrario al cordobés Juárez Celman. No se necesita mucha imaginación para comprender que, en aquellos entonces, telégrafo y correo eran como Internet en nuestro tiempo, con la diferencia de que estaban centralizados y se prestaban más fácilmente a la manipulación política. En las vísperas del golpe de Estado provincial de 1887, los hermanos Cuello ocupaban posiciones estratégicas que aparentemente supieron aprovechar. De lo contrario, el gobernador Juan Posse no hubiera mencionado a Marcial con nombre y apellido en su desesperada misiva al Congreso. También participó en la gesta el administrador de correos, Cnel. Eudoro Vázquez. Como se aprecia, en esta revolución el papel de las comunicaciones fue fundamental. Incluso Lídoro Quinteros, cabecilla del golpe y futuro gobernador juarista, era gerente del ferrocarril Central Norte, pieza central para el transporte de hombres y de correspondencia. Estos conspirados poseían todas las herramientas necesarias para perpetrar un golpe de Estado provincial. Véase C. Escudé, “Los Avellaneda ignotos y sus parientes Ruiz Huidobro: apuntes sobre la portación del ‘Don’, los parentescos espirituales, y las estrategias sociales de humildes y poderosos en el Tucumán de los s. XVIII y XIX”, en Genealogía familiar Nº 11, revista Genealogía familiar, septiembre 2016. 10 7 Por cierto, el periódico porteño El Diario, en una editorial titulada “El Telégrafo” cuyo copete decía “Lo de Tucumán”, advertía: “Los sucesos de Tucumán han venido a demostrarnos que el Gobierno Nacional no es refractario al sistema del secuestro del telégrafo (…); pero no satisfecho con la sustracción momentánea, ni con las fiscalizaciones de oportunidad, llega a la supresión absoluta de todos los medios que el pueblo puede utilizar para saber con exactitud lo que ha pasado y lo que pasa en la capital tucumana. No sólo el telégrafo, sino la correspondencia epistolar, las cartas de familia, doblemente inviolables, han estado y aún están sujetas a la inspección y al secuestro inicuo ordenado por el Gobierno”.11 En Tucumán había dos cordobeses juaristas dispuestos a hacer lo que sus jefes políticos mandaran para el avance de su cordobesa causa. Ganaron en 1887 pero perdieron en 1890. Así son las cosas humanas. Recordemos que Marcial también arriesgó su vida por la salud de los tucumanos. Juzgarlo no es fácil, ni nos corresponde. 11 Reproducido en Argentina Congreso, Intervención a la Provincia de Tucumán: discursos en el Congreso, Forgotten Books 2018, pp. 165-166. 8