Ler História
75 | 2019
Projetos constitucionais fracassados
Políticas florestais e desflorestação em Portugal,
1580-1640 : realidade ou mito ?
Políticas forestales y deforestación en Portugal, 1580-1640 : realidad o mito ?
Forestry policies and deforestation in Portugal, 1580-1640 : reality or myth ?
Politiques forestieres et deforestation au Portugal, 1580-1640 : realite ou mythe ?
Koldo Trápaga Monchet y Félix Labrador Arroyo
Edición electrónica
URL: http://journals.openedition.org/lerhistoria/5726
DOI: 10.4000/lerhistoria.5726
ISSN: 2183-7791
Editor
ISCTE-Instituto Universitário de Lisboa
Edición impresa
Fecha de publicación: 31 diciembre 2019
Paginación: 133-156
ISSN: 0870-6182
Referencia electrónica
Koldo Trápaga Monchet y Félix Labrador Arroyo, « Políticas florestais e desflorestação em Portugal,
1580-1640 : realidade ou mito ? », Ler História [En línea], 75 | 2019, Puesto en línea el 06 enero 2020,
consultado el 07 enero 2020. URL : http://journals.openedition.org/lerhistoria/5726 ; DOI : 10.4000/
lerhistoria.5726
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Internacional.
Ler História | 75 | 2019 | pp. 133-156
POLÍTICAS FORESTALES Y DEFORESTACIÓN EN PORTUGAL, 1580-1640:
REALIDAD O MITO?
Koldo Trápaga Monchet
Universidad Rey Juan Carlos, España
koldo.trapaga@urjc.es
Félix Labrador Arroyo
Universidad Rey Juan Carlos, España
felix.labrador@urjc.es
Este artículo aborda los bosques reales en Portugal durante la Unión de Coronas en el
campo de la historia ambiental política. En primer lugar, se analizan los bosques reales a
partir de la legislación emitida entre los siglos XV y XVII para después, contribuir al debate
de la degradación ambiental por las necesidades bélicas de la corona en tiempos de Felipe
II y Felipe III, de Portugal, cuando la deforestación fue empleada como un argumento para la
justificación y descrédito de las drásticas políticas forestales de reducción, racionalización
y protección del patrimonio forestal. Se emplea el término de “deforestación administrativa”
porque las medidas adoptadas respondían a una crisis político-administrativa de la corona
de Portugal más que a un retroceso crítico de las masas forestales.
Palabras clave: historia ambiental, bosques reales, corona de Portugal, monarquía hispánica, construcción naval, madera.
Resumo (PT) no final do artigo. Abstract (EN) at the end of the article. Résumé (FR) en fin d’article.
En las últimas décadas la historia ambiental ha disfrutado de un gran
auge. Esta disciplina pretende analizar las interrelaciones entre el ser humano
(sistemas socio-culturales) y el medioambiente (ecosistemas), y como estas
les afectan (McNeill 2003, 6; McNeill y Mauldin 2012, xvi). Se trata de
un campo de estudio de naturaleza multidisciplinar, con tres principales
enfoques: el material, el cultural/intelectual y el político, destacando, en este
trabajo, la visión de la historia ambiental política desde una perspectiva del
poder y de las necesidades marítimas derivadas por la construcción naval.
El contexto más general muestra la preocupación de las monarquías
europeas por disponer de masas forestales, tanto para el ejercicio de la caza
como para la construcción naval, militar u otras, lo que fue una constante
durante la edad moderna. Sus crecientes necesidades militares supusieron
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un incremento de los recursos forestales (Pomeranz 2009, 3-32) así como
un elemento de cambio y articulación del paisaje y territorio (Marks 2012,
62-65; Tucker y Russell 2004). Las flotas o armadas reales fueron ganando en
complejidad y cantidad (Glete 2000). A su vez, también aumentó el comercio
fluvial y marítimo durante esta época. Por todo ello, las potencias marítimas
europeas fueron ingentes consumidores de madera, con los consiguientes
cambios ambientales, por lo que desarrollaron legislaciones y prácticas forestales para garantizar el control sobre los recursos forestales. Se puede señalar,
a modo de ejemplo, el caso de la república de Venecia, que desde la segunda
mitad del siglo XV fue aumentando el control sobre el territorio para asegurar
el abastecimiento de los arsenales (Appuhn 2000; Lane 1975, 219-230) o
de la monarquía hispana que desarrolló una estructura administrativa en la
segunda mitad del siglo XVI (Martínez González 2015; Wing 2015).1
En el caso portugués, la historiografía que ha analizado las áreas forestales
lo ha hecho desde la perspectiva, en mayor o menor grado, que la construcción
naval fue un elemento de “degradación ecológica”,2 concepto que en este trabajo
es equiparado a “deforestación”; es decir, el retroceso de la masa forestal. La
corona portuguesa también desarrolló una intensa legislación forestal, que en
ocasiones ha sido interpretado como una evidencia de deforestación. En las
clásicas obras de Duffy (1955, 50) o Boxer (1969, 56) se hace referencia a la
falta de madera de buena calidad para la construcción naval desde el siglo XVI,
pero sin especificar el origen de la información. En estudios más vinculados
a las masas forestales, Devy-Vareta (1985, 66-67; 1986, 7-15) retrotraía los
problemas de escasez de madera al siglo XV y Leonor Freire Costa (1996,
310-311; 1997, 328-332) lo situó en el siglo XVI. Otros investigadores han
incidido en la construcción naval como la principal causa de la deforestación
durante la edad moderna, proceso que habría alcanzado su cima durante el
siglo XVIII (Reboredo y Pais 2012, 37; 2014, 11-12).
En este estudio trataremos de reinterpretar la política forestal portuguesa
en el periodo de la Unión de Coronas en su relación, real o imaginada, con
el problema de la deforestación en Portugal y de sus posibles causas. Por
1 No son, ni mucho menos, los únicos especialistas que han contribuido al conocimiento de la historia
medioambiental de los bosques de la monarquía hispana y otros poderes europeos. Nos remitimos a
estos casos de estudio, ya que siguen una línea argumentativa similar a la expuesta en este trabajo. La
casuística portuguesa guarda más similitudes con los casos hispano (Castilla) y veneciano, que con el
inglés o francés. Además de los ejemplos expuestos, véase Falkowski (2017) y Warde (2006a y 2006b).
2 Para este concepto nos referimos a Chew (2001, 3). La degradación medioambiental tiene lugar cuando
no hay tiempo suficiente para un proceso de regeneración natural. Se debe tener en cuenta, además, que
hubo procesos de reforestación de carácter antrópico, por lo que no se trata únicamente de un proceso
natural.
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ello, en primer lugar, se va a realizar una revisión de la normativa forestal
expedida durante los siglos XV-XVII para los bosques reales, enclaves que
fueron evolucionando de acuerdo con los intereses materiales y estratégicos de la corona.3 En segundo lugar, a partir de la utilización de nuevas
fuentes documentales se pretende contribuir al debate de deforestación por
construcción naval, yendo más allá del binomio legislación-deforestación
(Guimarães y Amorim 2016, 48-56). Para ello disponemos de excelentes
trabajos sobre el personal administrativo de los bosques reales, construidos principalmente a partir de fondos del Archivo General de Simancas,
Arquivo Nacional da Torre do Tombo, Biblioteca da Ajuda y Biblioteca
Nacional de Portugal (Neves 1965; Labrador Arroyo 2009), y de las áreas
forestales en relación con el comercio y la actividad naval (Boyajian 1993;
Costa 1997). También los trabajos de Cristina Joanaz de Melo (2000, 2015,
2017) están ampliando el conocimiento de los bosques reales, que fueron
espacios innovadores en donde durante los siglos XVIII y XIX se pusieron
en marcha relevantes políticas forestales para la conservación de las masas
boscosas. La autora emplea las fuentes de los distintos fondos de la Biblioteca e Arquivo Histórico do Ministério das Obras Públicas (BAHMOP),
que han sido consultados para los años aquí estudiados. Asimismo, en este
artículo incorporamos los fondos del Conselho Ultramarino (sección Reino) del Arquivo Histórico Ultramarino (AHU). Las investigaciones, entre
otras, de Patrícia Carvalho (2008, 2009) y Leonor Freire Costa (2002) de
estos fondos del AHU (más numerosos a partir de Felipe II, 1598-1621)
han permitido conocer mejor las dinámicas de la construcción naval en la
India durante la Unión de Coronas y de la Companhia Geral do Comércio.
Queda, en cambio, por realizar la historia de los bosques portugueses a
partir de estas nuevas evidencias documentales durante la Unión de Coronas
en relación con las dinámicas políticas propias del reino desde la perspectiva
de la historia ambiental política. Aunque este trabajo aborde el periodo
filipino, se centra especialmente en las décadas de 1610-1630 porque la
documentación histórica conservada en el AHU y BAHMOP comienza a
ser pródiga a partir de la década de 1610. Durante este periodo desde las
cortes de Lisboa y Madrid hubo un proceso intenso de institucionalización
de los cotos y montes reales, muy posiblemente debido a las necesidades
navales, que convirtieron estos en espacios autónomos e independientes
dentro del reino portugués. Se pretendió desvincularlos de la gestión de
la montaria-mor que, desde, al menos, el siglo XV se había encargado de
3 En línea similar con Labrador Arroyo y Trápaga Monchet (2018), que aborda la gestión y evolución del
Real Sitio del Soto de Roma en relación con las necesidades militares de la monarquía hispana.
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la conservación y producción de los bosques reales. Este proceso era, en
buena parte, propio de la evolución política de la monarquía hispana, al
producirse durante la segunda parte del reinado de Felipe III y el valimiento
del conde-duque de Olivares un vacío de las competencias de los Consejos
administrativos, y su traslado a otras entidades como las famosas Juntas.
Desde esta perspectiva, las reiteradas exclamaciones del monteiro-mor y otros
ministros reales de la falta de maderas eran, en buena medida, una cuestión
político-administrativa más que la evidencia de una crisis de deforestación
por construcción naval. Se creó así una “armadilha” legislativo-documental
que dio lugar a una “deforestación administrativa”, y que ha calado en la
historiografía; argumento que trataremos de desarrollar en el presente artículo.
1. Los bosques reales de Portugal (siglos XV-XVII)
Los bosques reales en Portugal eran conocidos como coutadas y matas, que
son tanto un espacio cinegético como un centro de actividad agrícola-forestal,
cada uno con un régimen de utilización, explotación y protección diferentes.
En un primer momento, el monarca creó estos espacios en zonas despobladas
y próximas a sus palacios para la práctica de la actividad cinegética; si bien,
desde comienzos del siglo XIV, debido a las necesidades navales por el inicio
de la expansión, primero al Norte de África y, más tarde, a las islas Atlánticas,
la protección de los bosques para extraer madera tuvo un destacado papel en
sus competencias y en el desarrollo de estos enclaves geográficos. Esta nueva
situación se manifestó con nitidez en las Ordenaciones Afonsinas de 1446,
cuando la denominada coutada velha alcanzó su máxima expansión (Devy-Vareta 1985, 59-67). Ahora bien, las primeras disposiciones sobre los bosques
reales son anteriores a estas Ordenaciones. Cabe destacar la investigación que
don Dinis mandó hacia 1282 para demarcar el coto de Botão, al norte de
Coimbra, así como las primeras instrucciones conocidas a un montero mayor
de montería, en 1381, con don Fernando; en donde se recogía que este oficial
debía de guardar las matas a su cargo, impidiendo que nadie robase madera
(Labrador Arroyo 2009, 142). En 1435, se realizó la primera disposición normativa de las coutadas reales, que en realidad eran unas notas realizadas por
el monteiro-mor de Santarém, Vicente Estevez, a petición del rey don Duarte
(1433-1438) en la que se concretaba de forma genérica los límites geográficos
de los bosques reales, que coincidían con los espacios donde andaba la corte
itinerante por las regiones de Lisboa, Santarém y Coimbra.4
4 Ver Ordenaçoens do Senhor Rey D. Affonso V, lib. 1, tít. lxvii (“Do Monteiro Moor e cousas que a seu
officio perteencem”), pp. 398-405 de la edición de 1792.
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Durante los años posteriores la corona continuó emitiendo normativas
para regular aspectos concretos de los bosques reales, pero no fue hasta el
reinado de don Manuel I (1495-1521) cuando se produjo la verdadera
normativización de estos espacios. En primer lugar, en 1495, comenzaron
a plantearse políticas concretas y sistemáticas de reforestación, que fueron
escasamente aplicadas, y se aprobó un código por el cual todos los alcornoques en 5 leguas a ambos lados del río Tajo, desde Lisboa hasta Abrantes, no
podían ser cortados sin el permiso de la corona, que lo gestionó por medio
del monteiro-mor.5 Pero ¿por qué los alcornoques? El alcornoque (sobreiro)
era, junto al pinheiro-manso y pinheiro-bravo, la principal especie empleada
en la construcción de las naos de la Carreira da Índia y las embarcaciones
de las armadas reales (Costa 1997, 140-145, 305-332; Devy-Vareta 1986,
28). La tratadística de construcción naval portuguesa de finales del siglo
XVI y comienzos del XVII destacó la utilización de estas especies arbóreas
(Domingues 2004, 152-155) que el análisis de los restos materiales de la
arqueología subacuática ha corroborado (Castro 2005, 105-118).
Asimismo, con don Manuel I se produjo un proceso de descoutamento,
por el cual los bosques reales se redujeron de forma drástica, aunque los
límites de estas áreas quedaron fijados de forma imprecisa (Devy-Vareta 1986,
21-22). Desde finales del Cuatrocientos y a partir de la primera mitad del
siglo XVI aumentaron los barcos y el tonelaje de la Carreira da Índia, por lo
que la corona acentuó su interés sobre estos enclaves (Duncan 1986, 3-25;
Costa 1997, 27-28). La conjunción de estos factores, junto con la propia
evolución interna de la monarquía portuguesa (Labrador Arroyo 2011,
25-30), provocó nuevos reglamentos para los cotos existentes: Santarém, en
1515, y Óbidos, en 1520, que incluía términos como Óbidos, Alcobaça o
Caldas da Rainha, en donde se establecieron los límites de los bosques, las
infracciones con sus correspondientes sanciones y los oficiales encargados
de la gestión.6 Desde ahora, los bosques reales se extenderían a lo largo de
toda la franja litoral desde Lisboa a Pombal, así como hacia los cursos de
los ríos Tajo y Sado, en el margen norte entre Abrantes y Santarém y en el
sur desde Almeirim hasta Samora Correia (Labrador Arroyo 2009, 227).
Asimismo, los códigos reales también abarcaron a otros espacios como
Oporto (Barros 2016, 319).
Con don João III (1521-1557) continuaron las disposiciones para
normativizar el uso y guarda de los bosques. Así, en 1524, se otorgó el
5 Biblioteca da Ajuda (BA), Manuscrito (Ms.), 44-XIII-61, ff. 54v-55r, 87r.
6 BA, Ms. 44-XIII-61, ff. 123r-141v, 237r-239v.
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reglamento del guarda-mor del pinar de Leiria, supuestamente motivado
por el mal estado de los pinares de Ribatejo, Leiria y Pederneira, además
de por las necesidades madereras del reino (Devy-Vareta 1986, 28). Por
ello, se impulsaron diferentes programas de reforestación y, en 1546, el
monarca determinó nuevamente proteger una amplia franja de 10 leguas
de terreno boscoso que se extendía desde Abrantes hasta la desembocadura del Tajo para garantizar el suministro de madera para sus atarazanas
(Labrador Arroyo 2009, 228). El siguiente periodo de gran intensidad
normativa forestal tuvo lugar con don Sebastião I (1557-1578). En 1562
fue dictaminada la prohibición de fundar fábricas de vidrio en un área de
7 leguas alrededor de Lisboa y, en 1564, se reelaboró la anterior regulación
de 1546, consecuencia del retroceso forestal (Devy-Vareta 1986, 29-30). Sin
embargo, debemos destacar la Lei das Árvores de 1565, en cuyo preámbulo
se dictaminaban las motivaciones oficiales que habían llevado al monarca
a su aprobación y que respondían a la petición de las Cortes de Lisboa de
1562 ante el estado de las masas forestales y la necesidad de impulsar la
reforestación del país, cuya implementación a nivel local ha sido analizado
por Oliveira (1965, 5-21, 24-25).
Son menos conocidas las medidas adoptadas por los soberanos para
la gestión de su propio patrimonio forestal, a pesar de su transcendencia
para conocer los intereses estratégicos de la corona. Así, fueron expedidos
el regimiento viejo y nuevo de Muge de 1560; el de la coutada de Sintra en
1562; el de la villa de Almeirim de 1565; el de las coutadas de Salvaterra
de 1567, reelaborado en 1577; el de la coutada nueva y vieja de Lisboa
en 1568; el de Almeirim y Coruche en 1572 y, en 1577, el de la nueva
coutada de Óbidos (Labrador Arroyo 2009, 229). Asimismo, destaca por
su transcendencia el reglamento del oficio del juez de los bosques reales
(juiz das coutadas), al dotarse a los bosques reales de unicidad jurisdiccional
(Trápaga Monchet 2017, 13-16). La importancia de la caza como factor de
conservación decae, siendo sustituido por la madera, lo que queda reflejado
a nivel normativo, por lo que es muy probable que la misma ya hubiera
sido una realidad práctica desde años (puede que incluso décadas).
La llegada al trono portugués de la dinastía de los Habsburgo en 1580
supuso una modernización administrativa (Hespanha 1989, 50-73), y el
impulso de la construcción naval por encargos de la corona. Amândio
Barros (2016, 179-223) ha evidenciado un claro auge constructor en el
área de Oporto durante la Unión de Coronas, especialmente de galeones.
La actividad naval no se circunscribió al reinado de don Felipe I. En los
últimos años de la década de 1610 e inicios de la siguiente hubo una intensa
actividad constructora en territorios de la monarquía hispánica (Goodman
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1997, 17; Thompson 1976, 198-200), dinámica que incluyó a Portugal
(Boyajian 1993, 186-187; Dadson 1991, 29-60; Gaillard 1982, 255-298).
Circunstancia lógica si se tiene en cuenta la política de “reputación” iniciada por la monarquía hispana con la Guerra de los Treinta Años, y que
fue mantenida por el conde-duque de Olivares (Elliott 2004, 114-161).
La conjunción de estos factores afectó a los bosques reales desde comienzos
del reinado. Así, en enero de 1582, el doctor Gaspar Pessoa fue a Almeirim
para tratar sobre la situación de las coutadas, lo que se hizo más tarde en
Salvaterra y Muge.7 En 1586, se realizó el tombo dos pinhais y continuó el
proceso de averiguación del estado de los cotos reales (Devy-Vareta 1986,
5-17). Asimismo, por provisión de julio de 1594 se produjo un nuevo
proceso de descoutamento de las áreas forestales. Se procuró reordenar el
sistema de cotos reales mediante la conservación de los bosques para construcción naval y reduciendo los de caza (estos quedaron circunscritos a los
términos municipales de Lisboa, Sintra, Colares, Almeirim y Salvaterra).8
Este proceso fue reforzado con el albalá de 1601 en donde se indicaba que
solo hubiese coutadas en estos términos.9
Sin embargo, las disposiciones normativas más importantes del periodo
filipino fueron, por un lado, el Regimiento de las coutadas, realizado por el
licenciado Heitor Homem Botelho, juez de las coutadas, en diciembre de
1584,10 y, por otro, la regulación de los pinares de Leiria de 1597 y 1598,
con la decisión del rey de conservar e incorporar las matas de particulares
a la gestión real por la escasez de maderas para las armadas (Pinto 1938, I,
159-162, 212-213). Todas estas medidas convergieron en el reglamento del
monteiro-mor de 1605 (Silva 1854-1859, I, 109-124; Devy-Vareta 1986,
37; Labrador Arroyo 2009, 238-241).11 Este reglamento confirmó que las
coutadas fuesen espacios autónomos e independientes dentro del reino portugués bajo la supervisión del monteiro-mor, además de la incorporación a
la administración real de bosques de particulares.
En cuanto al contenido, la primera parte del reglamento regulaba el
oficio del monteiro-mor y la segunda se centraba en las áreas forestales. Se
describen los bosques reales y los de particulares que el soberano había
decidido administrar como si fueran suyos. Hay decenas de casos, especi-
7 Biblioteca Pública de Évora (BPE), CXI / 1-11, núm. 29.
8 BPE, CXIX / 1-13, f. 75r-v, Biblioteca e Arquivo Histórico do Ministério das Obras Públicas (BAHMOP),
Montaria-mor do reino (MMR), núcleo 8, ff. 4-6.
9 Arquivo Nacional da Torre do Tombo (ANTT), Leis, livro 2, f. 52v.
10 BA, Ms. 44-XIII-61.
11 Archivo General de Simancas (AGS), Secretarías Provinciales (SSP), lib. 1487, f. 97v; lib. 1492, f. 50v.
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ficándose la ubicación, el dueño, los límites geográficos y, en ocasiones, la
utilidad para la armada, las calidades de las maderas y la extensión territorial.
Además, en el regimiento se ordenaba extinguir algunas, como la de Palmela,
la de Montemor-o-Novo, la de Montemor-o-Velho y la de Aveiro y tierra
de Santa María, ya que, según la información recibida, no servían.12 Todo
este proceso fue culminado en marzo de 1605, cuando se reconoció al juez
de las coutadas la potestad de despachar los negocios de los bosques reales.
Para ello, se le otorgó un espacio separado dentro del palacio real, en donde
se podría reunir con el monteiro-mor y dos desembargadores extravagantes
de la Casa da Suplicação para resolver todas la apelaciones y agravios que
se le enviaban, cada uno con un voto, sin poder tratar de perdones ni de
la conmutación de las penas, ni de albalás de fianza.13
Hasta el final de la Unión de Coronas los soberanos y ministros prestaron gran atención a los recursos forestales, lo que se tradujo en una gran
cantidad de medidas, proyectos y gestación documental. En muchos casos
este esmero no era motivado por el valor medioambiental de las masas
forestales, sino por su utilidad práctica o, mejor dicho, por la necesidad
real de las armadas para el ejercicio de la guerra (Wing 2015, 123-156). El
marqués de Castel-Rodrigo lo especificaba claramente en 1605: hombres,
recursos financieros y barcos eran los pilares sobre los cuales se sustentaba la
guerra (Borges 2015, 33).14 En 1619, aprovechando la visita real, se mandó
al monarca un memorial en donde se recomendaba la liberación de los cotos
reales de caza y la entrega de la gestión a los municipios. La real hacienda
obtendría un doble beneficio, al reducirse el gasto del personal encargado
de las áreas forestales y un incremento de los ingresos por arrendarse las
tierras. Esta medida, aunque interesante desde el punto de vista económico,
no fue aceptada por el monarca, porque estos espacios eran vitales para el
nervio de la guerra.15 Por ello, a partir de los años finales del reinado de don
Felipe II hubo una eclosión de medidas forestales, como las de plantación
de árboles en montes y baldíos de 1618 (repetida en 1633), y del término
de Lisboa en 1619 (Devy-Vareta y Alves 2007, 66).
Tanto la legislación como algunos autores de la época expusieron el
pobre estado de los bosques portugueses, aspecto en el que parece haber un
mayor consenso. En 1622, Duarte Gomes Solis ensalzaba la importancia
del comercio para el imperio portugués. La vocación marítima del mismo
12
13
14
15
ANTT, Leis, livro 2, ff. 93r-112r.
ANTT, Ms. da Livraria, 1634, f. 125r-v.
AGS, Estado, leg. 435.
ANTT, Ms. da Livraria, 1634, ff. 123v-124v.
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hacía imprescindible una intensa política de construcción naval e indicaba
que las bajas cualidades de las maderas de Portugal eran uno de los motivos
de su declinar (Solis 1622, 153 y 200). Estos argumentos fueron repetidos
en 1628 con el establecimiento de la Compañía de Comercio de Indias
(Solis 1628, ff. 5v-6r; Boyajian 1993, 192-199; Disney 1978, 84-102).
En 1627, don Tomás de Ibio Calderón indicaba que la actividad naval en
Lisboa estaba mermada por la falta de replantaciones (Goodman 1997,
83). Manuel Gomes Galego, constructor naval en Lisboa, apuntaba en
1628 que los alcornoques empleados para la construcción naval no eran lo
suficientemente largos, es decir, no habían alcanzado la madurez necesaria,
lo que obligaba a enlazarlos para componer ciertas piezas navales, lo que
disparaba los gastos (Castro 2005, 155).
Estos pareceres y las fuentes primarias consultadas y expuestas en este
trabajado evidencian que desde el punto de vista de la maquinaria administrativa de la corona, las masas forestales carecían de valor intrínseco. Su
importancia radicaba en el valor instrumentalista (utilitario) de ser espacios
productivos de donde se extraía la materia prima que permitía defender
y mantener unido el disperso patrimonio dinástico (Barry 2007, 37). Su
conservación era para la producción de maderas y componentes navales. Este
hecho determinó el tipo de documentación generado por la administración,
al estar estrechamente relacionado con esta preocupación, por lo que no son
de extrañar las alarmas de deforestación. Los oficiales procuraron asegurar
la existencia futura de reservas madereras junto a afluentes fluviales que
permitiesen un transporte fácil y económico de las maderas hasta espacios
constructores como Lisboa.
2. La deforestación por construcción naval
En 1589, don Francisco Coloma llegó a Lisboa para el cuidado de las
armadas reales. Este propuso al soberano construir dos galeras en Lisboa,
porque en los alrededores tenía “Vuestra Magestad mucha cantidad de
madera en bosques suyos”.16 Las áreas forestales estaban junto a cauces fluviales, por lo que la conducción de maderamen era económica y, en total,
los gastos de producción eran inferiores a los de Barcelona. Esta aparente
abundancia contradice la legislación, en la que constantemente se arguía
la escasez de maderas como en la Lei das Árvores de 1565: “Eu el Rey faço
a saber que eu sou informado que em muytos lugares de meus reynos ha
16 AGS, Guerra y Marina (GYM), leg. 250, doc. 167.
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K. Trápaga, F. Labrador | Políticas forestales
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grande falta de madeira & lenha & que por serem estraidos & arrancados
matos & cortados em muytas partes” (Oliveira 1965, 24). Posteriormente,
se utilizaba la perentoria necesidad de madera para las armadas reales como
argumento para la expedición de la ley.
En enero de 1616 el soberano enviaba al virrey la carta que el monteiro-mor le había emitido el año anterior.17 Este indicaba que durante los años
pasados los bosques reales habían sido sobreexplotados por la construcción
naval. A ello habría que añadir los excesos en la corta, extracción de corteza
y quema de los árboles. El monteiro-mor alarmaba que en caso de continuarse
con esta progresión “de aqui a poucos anos poderão faltar madeiras para as
naus e armadas de Vossa Majestade se com tempo se não acudir coitando
mais terra pera que de ela possa tirar a madeira necessaria e entretanto creção
as matas”. Asimismo, se recomendaba al monarca centrar su atención en
el área geográfica litoral comprendida entre Santiago do Cacém y el reino
de Algarve, porque allí había largas extensiones de alcornoques con buena
madera. Las operaciones de transporte no supondrían un gran dispendio
económico, ya que se trasladarían por el río Mira o por mar hasta los centros constructores.18
A pesar de este tipo de informes, durante las décadas de 1620 y
1630 los bosques portugueses (incluyendo los reales) fueron espacios de
constante producción maderera para los astilleros de Lisboa y Oporto. El
aprovisionamiento desde los bosques locales era complementado por la
importación de maderas y componentes del resto del reino y otros circuitos comerciales (Barros 2016, 326-361). No eran elementos antagónicos,
sino complementarios. Entonces, si durante los años siguientes continuó
la explotación forestal para la construcción naval ¿a qué se deben los informes alarmistas del monteiro-mor? Quizás la respuesta se encuentre en las
dinámicas político-administrativas del reinado de don Felipe II de Portugal.
Jean-Frédéric Schaub (1998) llamó la atención del desconocimiento de las
dinámicas políticas de este reinado, aspecto que se ha ido sustanciando con
varios estudios en las estructuras políticas y gubernativas (Labrador Arroyo
2009), pero no para las áreas forestales.
En 1613, se discutió en las cortes de Madrid y Lisboa el proyecto de
emprender mediante el sistema de contrato un programa de construcción
naval para la armada portuguesa con la fabricación simultanea de navíos en
17 Arquivo Histórico Ultramarino (AHU), Conselho Ultramarino (CU), Reino, Caixa 2, pasta 1 (2/1).
18 AHU, CU, Reino, 1a/50. El análisis del monteiro-mor concuerda con la investigación de Magalhães
(1970, 190-192) sobre la economía del Algarve.
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Oporto, Aveiro y Pederneira, por la cercanía y facilidad de transporte de las
maderas.19 Aunque por motivos de espacio no se analiza el devenir de los
contratos, sí que cabe reseñar la real orden de enero de 1614 de trasladar la
fábrica de las naos de Lisboa a la India, por el ahorro significativo para la
real hacienda; y para lo cual se había remitido años atrás al maestro constructor de la ribeira de Lisboa.20 En diciembre, en cambio, el soberano se
retractó y determinó continuar con la construcción en Lisboa. Eso sí, las
nuevas naos, galeones y embarcaciones de socorro se fabricarían por vía de
contrato, es decir, no por administración directa.21
En relación a los bosques reales (espacios de producción de maderas
para la construcción naval, como venimos indicando), en 1612 se habían
entregado a Fernão Cabral unas notas sobre el pinar de Leiria y la forma en
que se deberían ejecutar los cortes de madera hasta que el soberano ejecutase la reformación del Conselho da Fazenda. Ello tenía gran importancia
porque este era uno de los tribunales encargados de los bosques reales y
denota que las masas forestales eran parte de la real hacienda. Estas ideas
reformadoras no pretendían únicamente aclarar la gestión administrativa de
la construcción naval, sino que incidían en la estructura gubernativa de las
coutadas. En junio de 1612, el obispo-virrey Pedro de Castillo era partidario
de remodelar el regimiento del monteiro-mor, para lo cual se remitía a Fernão
Matos, a quien había escrito una carta sobre este particular.22
La corona continuó con el descoutamento de los bosques reales en, al
menos, Almeirim y Salvaterra; espacios que habían sido gestionados por
oficiales reales durante decenios. Por orden de mayo de 1614, se encomendó
al virrey que se viese en el Desembargo do Paço la reforma del reglamento
del monteiro-mor por el excesivo número de guardas (Silva 1854-1859, II,
99-100). Poco después, se esgrimía que el espacio geográfico descoutado
era tan amplio y que los montes y bosques todavía gestionados por vía de
coutada podrían ser transformados en zonas de cultivo. Así, se reduciría la
importación de trigo con el consiguiente beneficio de la real hacienda y de
los vasallos. Por ello, don Melchor de Teves y otro oficial real delimitarían
los términos de ambas coutadas, y todas las que quedasen fuera serían vendidas o entregadas a los labradores. Eso sí, se deberían respetar los derechos
reales sobre la caza y todas las maderas útiles para la construcción naval
(se mencionan los robles y alcornoques) que estuviesen tanto en tierras
19
20
21
22
BA, Ms. 51-VIII-9, ff. 92r-99r.
BA, Ms. 51-VIII-5, f. 204r.
AGS, SSP, lib. 1510, f. 127r-v.
BA, Ms. 51-VIII-15, ff. 184r-185r, 198r-199.
143
K. Trápaga, F. Labrador | Políticas forestales
reales como de particulares quedarían reservadas para el soberano. Estas
áreas serían salvaguardadas por el menor número posible de oficiales de la
montaria-mor.23
144
Sobre 1617 la corona remitió al desembargador Luís Vieira, por medio
del Conselho da Fazenda, a áreas de Ribatejo y Óbidos para tratar sobre las
matas, sesmarias y coutadas.24 Se trata, hasta el momento, de una serie documental inexplorada, que además es el único caso de que tenemos constancia
de la implementación a nivel local y regional de la desmembración de los
bosques reales por un ministro real. Pocos meses después, el monteiro-mor
denunciaba las maderas cortadas en territorios de particulares en el área de
Ribatejo, porque eran espacios donde se combinaba la producción agrícola
con manchas forestales. Estas maderas eran de menor calidad de las que
se habían cortado en los años anteriores en los bosques reales, espacios
forestales sin cultivos. En realidad, el monteiro-mor criticaba el desmantelamiento de los bosques reales y su entrega a particulares en sesmarias, que
eran espacios mixtos de cultivo/masa forestal, contrapuestos a la gestión
territorial de los bosques reales que estaban compuestos únicamente por
manchas arbóreas. Además, el monteiro-mor argumentaba que las órdenes
reales de siembras de alcornoques y pinos en las tierras baldías y labradías
no habían surtido efecto, por lo que únicamente en las tierras coutadas
(casualmente, las gestionadas por la montaria-mor) se habían creado nuevos
alcornocales y pinares, proceso que había sido reforzado con la política
forestal de incorporación de bosques de particulares al patrimonio y gestión
real. Así, mientras en las tierras de labradías y baldíos “não ha memoria
de homens que se lembrem de fazer este beneficio, nem ouvido que se
fizesse em todo o Reino”, en los bosques reales coutados “ha macheiros
pera cem naos se os deixarem crecer”.25
Quizás por ello, no resultaba extraño que don Felipe II, en septiembre
de 1618, anulase la extinción que había mandado de la reforma de las coutadas del tribunal del monteiro-mor (Silva 1854-1859, II, 336). Tampoco
aceptó la propuesta de descoutar los bosques reales para cultivos, que ha
sido anteriormente expuesta. En 1622, ya con don Felipe III, el monteiro-mor realizó unas advertencias para la conservación de los bosques reales,
porque las maderas de alcornoque y pino iban menguando drásticamente.
Este criticaba que las talas se realizaban sin la asistencia de una persona con
conocimiento de los árboles, por lo que se incumplía reiteradamente las
23 AGS, SSP, lib. 1510, f. 124v.
24 BAHMOP, MMR, núcleo 34.
25 AHU, CU, Reino, 2/70.
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solicitudes del provedor dos Armazéns.26 En 1626 volvía a denunciar la falta
de sensibilidad de otros tribunales (en este caso el Desembargo do Paço) por
las masas forestales y su importancia estratégica para el devenir del reino.27
En lugar de interpretar estas críticas como una visión apocalíptica de
deforestación, quizás sean los intentos del jefe de la montaria-mor de desprestigiar a aquellos tribunales a los que la corona estaba encomendando parcelas
de la gestión del patrimonio forestal del soberano que anteriormente habían
sido realizadas por la montaria-mor. Los informes del monteiro-mor como
una evidencia de una lucha administrativa subyacente cobran más sentido,
si se enmarca en el contexto de las décadas de 1620 y 1630, cuando desde
las cortes de Madrid y Lisboa hubo varias intentonas de desmantelamiento
y venta del patrimonio forestal del rey en Portugal. Cabe destacar la tarea
de varios desembargadores, especialmente de don Jerónimo de Souto y de
la Junta de Lezírias e Pauis, que funcionó entre, al menos, 1623 y 1632.
En noviembre de 1626,28 la Junta de Lezírias recordaba al rey la consulta
que habían realizado en agosto de 1623 sobre la reducción de las coutadas
reales para el fomento de la agricultura. Para ello, al parecer, se habían presentado unas propuestas para la reducción de las coutadas reales; que, a su
vez, era similar a la consulta que habían remitido el virrey de Portugal, el
arzobispo fray Aleixo de Meneses y don Belchor de Teves en julio de 1615.
En marzo de 1624, la Junta das Lezírias elevó otra consulta de los
medios “que se offereçiao para hauer agricultura uniuersal das terras em
todo este Reino”. El tema tratado era tan transcendente que fue objeto de
discusión por los gobernadores del reino en el Conselho da Fazenda, Mesa
da Consciência e Ordens, Desembargo do Paço y la Câmara Municipal de
Lisboa, con el propósito de hallar las personas apropiadas para resolver los
inconvenientes y problemas que surgiesen en el desmantelamiento y reducción
de los bosques reales. A continuación, los gobernadores la discutieron en el
Conselho de Estado y se remitió a don Felipe III sin que este respondiese.
Por motivos cronológicos, es factible considerar que la consulta de noviembre
de 1626 reactivó el procedimiento administrativo de descoutar los bosques
reales, con el protagonismo de don Jerónimo de Souto.
En enero de 1627, don Felipe III encargó a los gobernadores del reino
que le informasen de cuales de las tierras descoutadas se podrían traspasar
para financiar el hospital real de Lisboa. Ese mismo mes, el desembarga26 AHU, CU, Reino, 3/91.
27 AHU, CU, Reino, 5a/20.
28 Las siguientes líneas se fundamentan en esta consulta: ANTT, Corpo Cronologico, parte I, maço 117,
nº 122.
145
K. Trápaga, F. Labrador | Políticas forestales
146
dor Agostinho da Cunha estaba destinado en la región de Santarém para
encargarse de las “lizirias, paues e reguengos”, procediéndose durante los
meses siguientes a la venta, entre otros, del “Reguengo de Beja” por 37.000
cruzados.29 Al año siguiente se otorgó plena potestad al marqués de Castel-Rodrigo para vender el patrimonio real para sufragar la armada que debía
partir a Brasil. Entre al menos 1628 y 1632 don Jerónimo de Souto trabajó
intensamente en este proceso, donándose tierras en Santarém, en forma de
sesmarias con la condición expresa (y tradicional) de que no sólo se conservarían las maderas existentes, sino que se establecerían las condiciones
para nuevas plantaciones.30
Los gobernadores del reino de Portugal no actuaron con la rapidez
deseada en la corte de Madrid, por lo que entre septiembre de 1631 y julio
de 1632 fueron enviadas cuatro órdenes a Lisboa.31 En 1632, don Jerónimo
de Souto continuaba empleado en el traspaso de los antiguos bosques reales
a las cámaras municipales. Esta transformación fue realizada por medio
de la Junta das Lezírias (en la cual intervenía don Jerónimo de Souto),
sin intervención (o participación menor) del monteiro-mor, a quien, sin
embargo, se le solicitó información por las dudas que habían surgido si los
planicies o llanos (chãos) de Almeirim habían permanecido en el patrimonio
real o, bien, habían sido descoutados. Durante este proceso, el cuidado de
los bosques reales continuó en manos de los tribunales reales tradicionales
presididos por el monteiro-mor y el juiz das coutadas.32 Es posible que en este
contexto tuviese algo que ver la mala visión que, desde la corte, cortesanos
próximos al conde-duque tenían sobre el montero mayor, don Manuel de
Melo, al que se le consideraba “muy de la parcialidad, todavía esperaba la
llegada de Sebastián” (Machado 1921, 29).
Pocos meses después, se procuró reducir el número de guardas de la
montaria-mor y se ordenaba al monteiro-mor que él y los oficiales a su mando
circunscribiesen su actuación a los nuevos límites establecidos por Jerónimo
de Souto. Sin embargo, los problemas no tardaron en surgir, como fue el
suscitado entre el monteiro-mor y la câmara municipal de Santarém sobre
el procedimiento para la tala de árboles. La Junta de Lezírias e Pauis era la
instancia administrativa encargada de resolver estos conflictos.33 Además,
los gobernadores del reino en ocasiones mostraron su preocupación ante
29 AGS, SSP, lib. 1553, ff. 1r, 20r, 42r-44r. En 1627, el desembargador Francisco Lopes de Barros solicitó
una sesmaria a don Jerónimo de Souto (ANTT, Corpo Cronológico, II, maço 348, nº 86).
30 AGS, SSP, lib. 1521, ff. 6v-7r, 11v-12r; BA, Ms. 51-X-3, ff. 27r-29r.
31 BA, Ms. 51-X-3, ff. 27r-30v.
32 AGS, SSP, lib. 1529, ff. 70v, 148v; BA, Ms. 51-X-3, ff. 25r-26r.
33 AGS, SSP, lib. 1529, ff. 150v-151r, 169r.
Ler História | 75 | 2019
la forma en que don Jerónimo de Souto entregaba las tierras descoutadas
a las cámaras municipales. En octubre de 1632, el gobernador informaba
que de acuerdo a la información remitida por don Jerónimo, la entrega de
las maderas y árboles se realizaba “sem conta, nem ração”, por lo que la
gestión y destino de las masas forestales quedaban a merced de la voluntad
de las cámaras municipales.34
Esta política consciente y constante impulsada desde las cortes de
Lisboa y Madrid de desvincular la gestión del patrimonio forestal regio de
los tribunales tradicionales explicaba la caída del número de guardas de la
montaria-mor nombrados entre 1633 y 1640.35 A finales de 1640, la corona
estaba cerca de aprobar los planes de don Jerónimo de que los bosques reales
pasasen al control de los municipios cercanos para mejorar su custodia y
aumentar la producción, continuando, así, con el proyecto que se había
iniciado durante la jornada de don Felipe II de Portugal, entre 1619 y
1621. Sin embargo, el éxito de la Restauración frenó los planes y don João
IV, por decreto de 11 de diciembre de 1640, ordenó que volviese todo a la
situación anterior a 1619 (Labrador Arroyo 2012, 115). Poco después, el
20 de marzo de 1641, se restituyó al juez de las coutadas, el desembargador
Fernão de Matos de Carvalhosa, en sus funciones (Silva 1854-1859, II, 76).
Con todo, y de acuerdo con autores como Gomes Solis o maestros
constructores como Manuel Gomes Galego anteriormente expuestos, en
una línea similar, en diciembre de 1634, don Tomás de Ibio Calderón había
defendido en el Conselho da Fazenda la suspensión de la construcción de
barcos en Lisboa, arguyendo que los calafates y carpinteros del puerto trabajaban poco y que las calidades de las maderas de la India eran mejores.
Los barcos durarían más tiempo y el gasto económico sería la mitad que
en Lisboa. Don Tomás también propuso emplear maderas de roble gallego,
porque estas eran más largas y gruesas que el pino portugués.36 Como hemos
visto, no era la primera vez que se procuraba eliminar la construcción naval
en Lisboa. Este proceso fue intentado en 1614, empleándose el argumento
de la baja calidad de las maderas, también en un contexto de remodelaciones
político-administrativas.
En enero de 1639, el Conselho da Fazenda volvió a debatir sobre la
conveniencia de emplear maderas gallegas para las naos. La real hacienda
saldría perjudicada por la utilización de maderas de pino portuguesas para la
34 BA, Ms. 51-X-3, ff. 33v-34r.
35 BAHMOP, MMR, núcleo 1, ff. 57v-59r.
36 AHU, CU, Reino, 6/51, 7/4 y 38/42.
147
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148
construcción en Lisboa de embarcaciones tan grandes. Al parecer, llevaban
varios años sin construirse este tipo de embarcación (naus) en Lisboa. Por
ello, el Conselho da Fazenda abordó la posibilidad de comisionar a Manuel
Fernandes, maestro carpintero de Lisboa, a Galicia para realizar allí el tablado
de roble para los barcos a construir. Dos fueron los argumentos empleados
para impulsar esta novedad. Por un lado, los barcos tendrían una duración
mayor, por lo que se ahorraría una cuantía significativa a la real hacienda.
Por otro lado, trabajar e importar las maderas de roble de Galicia iba a
posibilitar reconducir la recuperación de las masas forestales de Portugal.37
Quizás este fue uno de los motivos que había impulsado a la plantación
de “especies foráneas” en Portugal. En 1624, arrieros de Madrid transportaron
22 sacas de pinas y “quatro caixoes de pinhoes de granados”. En total se iban
a plantar en el reino de Portugal hasta treinta y seis “costaes” de piñas. El
tesorero de los Armazéns iba a ser el encargado de entregar las piñas y los
piñones a las personas responsables. Apenas dos semanas después, en el área
de Salvaterra, se plantaron diez sacas de pinos en las tierras de António Dias
Montalvo, que habían señalado el monteiro-mor, los monteiros y hombres
adultos del área. Los monteros en su calidad de gestores del patrimonio
forestal regio, mientras que los adultos por su conocimiento práctico del
territorio. De esta forma, las plantaciones se hicieron junto a la cerca del
monasterio de Jericó. Por su parte, las operaciones en los pinares de Virtudes y Azambuja fueron dirigidas por el desembargador Agostino da Cunha
Vilasboas, conjuntamente con el guarda-mor y los oficiales forestales. Estos
plantaron tanto piñas como piñones.38 En Almeirim fue don Jerónimo de
Souto el comisionado para plantar piñas y piñones en los lugares que le
parecieron más oportunos. También en el tradicional pinar de Leiria y en
partes adyacentes se realizaron plantaciones por el corregidor de la comarca,
Sebastião Pinto de Carvalho, y del licenciado Manoel de Brito e Meneses,
juiz de fora de Leiria. En la sierra de Sintra, espacio que había sido tradicionalmente reservado para el ejercicio de la caza, fueron el licenciado Gaspar
Cardoso, en su calidad de corregidor, y Domingos Freire Gameiro, juiz de
fora de la villa, los supervisores de las operaciones.39
Cabe destacar tres aspectos. En primer lugar, una coordinación entre
los oficiales que acometieron la tarea, ya que las operaciones se realizaron en
un periodo breve de pocas semanas. En segundo lugar, la existencia de una
preocupación consciente de las autoridades de los ministros de la corona de
37 AHU, CU, Reino, 10/1.
38 BA, Ms. 51-VI-28, ff. 61v-62r.
39 Ibidem.
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unas supuestas mejores características de los pinos de la sierra de Cuenca,
que conllevó a experimentar con su importación y plantación para asegurar
la futura provisión de madera para la actividad naval. Por último, estos
ensayos fueron realizados en bosques que pertenecían al rey por ministros
reales del Desembargo do Paço, pero que no lo eran de la montaria-mor, lo
que evidencia las transformaciones administrativas que se estaban realizando
en el reino de Portugal y que pudieron motivar al monteiro-mor a agitar de
forma constante el miedo a la deforestación.
Otro de los elementos utilizados para reforzar la tesis de la deforestación son las investigaciones realizadas del yacimiento de la nao Nossa
Senhora dos Mártires, que evidencian que los alcornoques utilizados para
la construcción de la quilla no eran lo suficiente rectos ni largos y algunas
de las cuadernas fueron construidas con maderas de calidad insuficiente
(Castro 2005, 105-118, 141). Las fuentes primarias conservadas en archivos denotan, en cambio, que en los círculos gubernativos encargados de la
construcción naval procuraron que los reyes aceptasen la construcción de
dos carabelas para la conducción de las maderas de pino desde Peniche y
Pederneira hasta Lisboa, porque su inexistencia obligaba a cortar las maderas
en menores dimensiones para transportarlas en navíos más pequeños. En
1617 se encomendó al guarda-mor del pinar de Leiria y a sus hombres,
mecanismos que fueron nuevamente empleados en mayo de 1624, para el
transporte de las maderas hasta Lisboa “por falta de aver que a faça con
rigor, carrear, e embarcar no Porto da vila de Pederneira”.40 Es decir, se
trataba de un problema logístico. Por ello, en mayo de 1625, don Felipe
III remitió la carta por la que aprobaba la construcción de dos carabelas
para el transporte de las maderas (Mauro 1983, 50). De acuerdo al decreto,
las carabelas disponibles en Pederneira para la conducción del maderamen
eran inferiores a las maderas, lo que obligaba a cortarlas en elementos de
menores dimensiones con el consiguiente perjuicio de las naos. Por ello,
los constructores navales se veían obligados a ensamblar las piezas para la
construcción de las naos de India.41
En marzo de 1626, Manuel Gomes informaba de haber llegado a un
acuerdo con algunos mestres de Pederneira para la construcción de dos
carabelas con las que servirían cuatro años en el transporte de las maderas.
A cambio, percibirían 800.000 reis para la compra de diverso material,
750.000 reis del dinero que se les adeudaba y la licencia para efectuar el
40 AHU, CU, Reino, 4a/27.
41 Esta orden se encuentra en AHU, CU, Reino, 5/31.
149
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150
corte de maderas en los bosques más cercanos a la villa de Pederneira.42 Estas
fueron utilizadas de forma continuada durante los años siguientes para la
conducción de maderas. En 1637, el provedor dos Armazéns solicitó el pago
de cuarenta mil reis para pagar a los mestres de las carabelas para que fueran
a Pederneira a transportar las maderas hasta Telha, donde estaba teniendo
lugar la construcción de galeones.43 Más aún, contamos con referencias de
que las maderas de pino y alcornoque debían ser transportadas por tierra
(empleando carros y bueyes) antes de ser emplazadas en afluentes fluviales.44
Resulta probable que con visos a facilitar la movilización de las maderas, los
pesados y largos troncos de alcornoques y pinos se seccionasen en unidades
de menor tamaño, lo que puede explicar los resultados arqueológicos de la
nao Nossa Senhora dos Mártires.
3. Conclusión
Se ha tendido a equiparar la aparición y desarrollo de una legislación
proteccionista por parte de la monarquía como respuesta a un proceso de
deforestación. Esta legislación comenzó a ser emitida en los primeros decenios del siglo XV, siendo consolidada durante los reinados de don Manuel
I y don Sebastião. En ese tiempo no sólo empezó a ser más abundante la
legislación, sino que el temor a la falta de maderas para la construcción
naval fue un argumento que comenzó a ser empleado más habitualmente, lo
que ha sido interpretado como un agravamiento de la deforestación. Así, la
eclosión de leyes y medidas forestales, tanto para los bosques reales como para
el conjunto del reino de Portugal, durante la Unión de Coronas, procuraba
revertir la delicada situación (Reboredo y Pais 2012, 37 y 2014, 11-15).
Como demostró Amândio Barros (2016, 321-327), durante la Unión
de Coronas existían en torno a Oporto suficientes masas forestales capaces
de satisfacer la construcción naval. Algunas de las fuentes documentales
empleadas en este trabajo (legislación regia, informes varios de ministros
reales e incluso de los oficiales de la montaria-mor) parecen expresar un
proceso de degradación ecológica, y que las investigaciones arqueológicas
parecen haber corroborado. En cambio, en este trabajo se ha visto como
durante varios decenios las autoridades portuguesas debieron fraccionar los
pinos procedentes de Leiria y zonas cercanas a Pederneira y Peniche por la
42 AHU, CU, Reino, 5a/10. No era la primera vez que llegaban a un acuerdo con ellos, ya que en 1613
habían firmado un contrato similar, del cual la corona todavía les adeudaba 1.234.000 reis.
43 AHU, CU, Reino, 9/4.
44 Por ejemplo, AHU, CU, Reino, 5/69, 5a/11, 17, 7a/44, 9/4, 38/43.
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inexistencia de carabelas de dimensiones suficientes para su acarreo hasta
Lisboa. Si esto fue también cierto para la nao Nossa Senhora dos Mártires,
el reducido tamaño de los alcornoques no se debería a que se emplearon
árboles jóvenes (o maderas verdes), sino a la incapacidad logística de transportar árboles y/o componentes navales de grandes dimensiones. Por ello,
consideramos necesario continuar profundizando en el estudio de las masas
forestales desde varias perspectivas. En este punto, sería recomendable no
sólo extender la investigación hasta comienzos del XVIII para obtener
una perspectiva de larga duración de cuáles fueron las áreas que suplieron
madera para construcción naval, sino de conocer la superficie forestal y la
capacidad productiva del espacio. No se debe olvidar, aspecto que parece
haber sido obviado, que las especies forestales empleadas en Lisboa (quercus
suber, pinus pinea y pinus pinaster) eran recursos renovables.
Por ello, nos aventuramos a asegurar que muy probablemente la deforestación portuguesa por construcción naval no fue intensa durante, al menos,
la Unión de Coronas. Las continuas y reiteradas quejas del monteiro-mor
entre 1614 y 1640 pudieron ser consecuencia de los intentos constantes
(percibidos como intromisiones o ataques) de las cortes de Lisboa y Madrid
de: (1) descoutar o reducir los bosques reales; (2) traspasar la gestión de los
bosques reales a particulares y las cámaras municipales. En ambos casos,
se advierte el riesgo potencial de pérdida de importancia de la montaria-mor y la reducción del número de oficiales. Resulta sino muy complicado
de comprender cómo únicamente en el área de Ribatejo –como arguyó el
monteiro-mor en 1618– existían jóvenes alcornocales que en pocos años
iban a proveer maderas para al menos cien naos.45
En cualquier caso, la corona justificó en todo momento la reducción de
las coutadas reales por necesidades de la real hacienda, en una disputa entre
estructura y coyuntura. En el discurso justificativo de la desaparición del
patrimonio real, la corona empleó el argumento que con este mecanismo
se esperaba, además, conservar las masas forestales para la construcción de
las naos y galeones de las armadas reales. Se ha comprobado que la mayoría
de las tierras fueron entregadas en sesmarias con la obligación de los nuevos
dueños de no sólo proteger las masas existentes, sino de procurar establecer
los medios para la creación y conservación de nuevas reservas forestales. Sin
embargo, los ministros reales especificaron que la entrega fue realizada sin
instrumentos de control administrativo de la corona, por lo que el futuro
de las masas forestales dependía de las cámaras municipales.
45 AHU, CU, Reino, 2/70. Se pueden mencionar otras fuentes de los años de 1600-1640 en defensa de
este argumento.
151
K. Trápaga, F. Labrador | Políticas forestales
152
En diciembre de 1640 don João IV, pocos días después de su proclamación
como soberano, determinó restablecer los límites de las coutadas de 1619
(Silva 1854-1859, VI, 9-10). Esta “restauración administrativa” implicaba
que los oficiales de la montaría-mor serían los encargados de gestionar los
bosques reales, para lo cual el monteiro-mor nombraría los oficiales reales
“que costumava haver”. Para ello, se debería proceder a coutar las matas y
territorios que habían sido traspasados durante los dos últimos decenios a las
cámaras municipales y particulares. Si hemos de creer a los oficiales reales,
la “verdadera tragedia” de los bosques reales tuvo lugar cuando su producción, gestión y conservación fue extraída de los oficiales reales y confiada
a particulares y las cámaras municipales, como indicó en 1639 Manoel de
Nóbrega para Ribatejo.46 La real orden de diciembre de 1640 explica que
durante los años siguientes tuviese lugar un espectacular incremento del
número de guardas nombrados y registrados en la montaria-mor.47
El 27 de septiembre de 1650, don João IV dio un paso más al conceder
un nuevo Reglamento de las Matas, coutadas, montarias y defesas del reino.
En este documento aparecía, tal como se hizo en 1560, la figura del juez
de las coutadas, desempeñado por un desembargador do Paço (Neves 1965,
38). Quizás en Portugal sucedió un proceso similar al acaecido en Castilla
y Venecia: la cobertura forestal se redujo de forma drástica cuando las autoridades regias y ducales perdieron el interés de conservar las masas forestales
para construcción naval. Hasta entonces hubo un sistema administrativo
y políticas forestales que funcionaron con razonable éxito (Appuhn 2000,
883-889; Labrador Arroyo y Trápaga Monchet 2018).
Agradecimientos
Este trabajo forma parte de los proyectos “La Herencia de los Sitios Reales. Madrid de corte a capital
(Historia, Patrimonio, Cultura)”, referencia H2015/HUM-3415, financiado por la Comunidad Autónoma de
Madrid, dentro de los “Programas de I+D en Ciencias Sociales y Humanidades 2015” del Fondo Social
Europeo; y el proyecto “Del Patrimonio Dinástico al Patrimonio Nacional: los Sitios Reales” (HAR201568946-C3-3-P) financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad-FEDER-UE.
Referencias
Appuhn, Karl (2000). “Forests, Forestry, and State Power in Renaissance Venice”. The Journal of
Modern History, 72 (4), pp. 861-89.
46 AHU, CU, Reino, 10/40 y 41.
47 BAHMOP, MMR, núcleo 1, ff. 59v-71r.
Ler História | 75 | 2019
Barros, Amândio (2016). Porto. A construção de um espaço marítimo no início dos tempos modernos.
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POLÍTICAS FLORESTAIS E DESFLORESTAÇÃO EM PORTUGAL, 1580-1640: REALIDADE OU MITO?
Este artigo apresenta uma investigação sobre os bosques reais (coutadas y matas) em
Portugal durante a União de Coroas no campo da história política ambiental. Em primeiro
lugar, analisa-se a situação dos bosques reais de acordo com a legislação florestal promulgada entre os séculos XV e XVII. Depois, pretende-se contribuir para o debate sobre
a degradação ambiental durante os reinados de Filipe II e Filipe III de Portugal, quando a
“desflorestação” foi utilizada como argumento para justificar e desacreditar as drásticas
políticas florestais de redução, racionalização e protecção do património florestal. O termo
“desflorestação administrativa” é referido porque as medidas adoptadas responderam a
uma crise político-administrativa da coroa de Portugal e não tanto a um recuo crítico das
massas florestais pela actividade de construção naval.
Palavras-chave: história ambiental, bosques reais, coroa de Portugal, monarquia hispânica, construção naval, madeira.
FORESTRY POLICIES AND DEFORESTATION IN PORTUGAL, 1580-1640: REALITY OR MYTH?
This article addresses the royal forests in Portugal during the Union of Crowns within
the field of environmental political history. Firstly, it sheds light upon the royal forests by
looking at the forestry legislation issued from 15th to 17th centuries. Secondly, it aims to
contribute to the deforestation debate during the kingships of Philip II and III of Portugal
that resulted from imperial demands. During these kingships the deforestation was deployed
as a founding concept both to justify and to discredit the drastic forestry policies taken by
the crown, which pursued to reduce, rationalize and protect the woodlands. In this article
it is used the term “administrative deforestation” as the measures adopted by the Spanish
Monarchy were more likely due to a political-administrative crisis of the Portuguese crown
rather to a critical shrinking of the royal forests because of shipbuilding.
Keywords: environmental history, royal forests, Portuguese crown, Spanish monarchy, shipbuilding, wood.
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K. Trápaga, F. Labrador | Políticas forestales
POLITIQUES FORESTIÈRES ET DÉFORESTATION AU PORTUGAL, 1580-1640: RÉALITÉ OU MYTHE?
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Politiques forestières et déforestation au Portugal, 1580-1640: réalité ou mythe? Cet article
présente une enquête sur les forêts royales au Portugal durant l’Union des Couronnes,
en se situant dans le domaine de l'histoire politique de l’environnement. Dans un premier
temps, il analyse la situation des contrats conformément à la législation forestière adoptée
entre les XVe et XVIIe siècles. Il entend ensuite contribuer au débat sur la dégradation de
l’environnement au cours des règnes de D. Filipe II et D. Filipe III du Portugal, alors que la
“déforestation” fut utilisée comme un argument pour justifier et discréditer des politiques
forestières drastiques de réduction, de rationalisation et protection du patrimoine forestier. Dans cet article, le terme “déforestation administrative” est utilisé car les mesures
adoptées par la monarchie espagnole étaient plus probablement dues à une crise politico-administrative de la couronne portugaise plutôt qu’à un rétrécissement critique des forêts
royales pour la construction navale.
Mots-clés: histoire environnementale, forêts royales, couronne du Portugal, monarchie espagnole,
construction navale, bois.