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Los orígenes del teatro LGTBIQ+ peruano* Por Julio Lossio Quichiz En los últimos años de la década del 40 hay un resurgimiento del teatro puesto en escena en Lima. La tercera visita de la compañía española de Margarita Xirgú al Perú (1945-1946) encontró terreno fértil: coincidió con el interés progresista del breve gobierno de Bustamante y Rivero (presidente del Perú entre 1945 y 1948). En diciembre de 1945 se promulga la Ley 10307 con el objetivo de fomentar el “teatro nacional y escolar y demás espectáculos de arte”. Respaldadas por esta Ley se crean el Consejo Nacional de Teatro, la Escuela Nacional de Arte Escénico y la Compañía Nacional de Comedias (iniciadas con miembros de la Compañía de la Xirgú). Al poco tiempo, entre 1946 y 1947, se crearían el Teatro de la Universidad de San Marcos (en ese momento en Lima solo había dos universidades: la San Marcos y la Universidad Católica), el Sindicato de Actores del Perú, el Círculo Peruano de Actores y la Asociación de Críticos. En 1948 “Maquillage” de Jorge Eduardo Eielson, gana el premio otorgado por el Consejo Nacional de Teatro en su tercera edición. Parte del Premio consistía en la puesta en escena de la obra, pero esto no se llegó a realizar sino hasta 1950 por iniciativa de la Asociación Civil Espacio. De la obra de dos actos solo se conoce actualmente el segundo acto y parte del primero. En la contratapa del libro “Maquillage” publicado por Ricardo Silva Santisteban y Editorial San Marcos se lee una breve reseña de Jesús Cabel: “El 25 de mayo de 1950, en el teatro de la Asociación de Artistas Aficionados (AAA), bajo la dirección de Joaquín Roca Rey, el apoyo de Fernando Tovar y del propio Eielson, se estrenó Maquillage, que mereció el III Premio Nacional de Teatro. Lo cierto es que esta obra fue censurada y prohibida; nunca se editó. El día de su representación, la admisión era “estrictamente para adultos”. Jorge Eduardo Eielson ha escrito: “La pieza transcurre desde el alba hasta el anochecer, cuando se desencadena la escena final, prácticamente en la oscuridad, cuando todos se insultan salvajemente, mientras el único que se salva, el único honesto y sincero, el hijo afeminado, logra salvar a la familia””. El momento revelador (aunque no el mejor de la obra) es el que sigue: Tecmesa (Esperando): ¡Luciano, pero entonces!... ¿me has amado alguna vez? Luciano: ¡Sí, Tecmesa, sí, hace mucho tiempo... fue algo pasajero, no debiste reparar en ello! Tecmesa: Pero, ¿qué te ha ocurrido amor mío? ¿Por qué no puedes decirlo ahora? Luciano: Es inútil, Tecmesa, no te lo diré nunca. Tecmesa (Rápida): ¿Es que quieres a alguien Luciano? Luciano (Rápido): ¡No,no! Tecmesa (Rápida): ¿Es a mí todavía, de algún modo oscuro, vergonzoso quizás? Luciano (Rápido): ¡No, no Tecmesa! Tecmesa (Rápida): Pero, entonces, ¿qué puedes ocultarme? ¡Anda, dime! Luciano (Rápido): ¡No sé, no sé! Tecmesa (Rápida): ¡Es que quieres a otra; sí, sí, confiésalo! Luciano (Rápido): ¡No, no, Tecmesa! Tecmesa (Rápida): ¡Luciano, me desesperas! ¿Qué cosa puede ser eso que no me puedes decir a mí? (Persuasiva.) Recuerda que somos amigos desde la infancia... antes que conocieras a Juan, yo te amaba ya... nunca hemos tenido secretos entre los dos... Luciano (Rápido): ¡Es inútil Tecmesa, es inútil! ¡Es superior a mis fuerzas! Tecmesa (Rápida): ¡No te irás sin decirlo, no te irás...! Esta noche debemos saberlo todo. No en vano te he confesado yo lo que no debí decirte nunca... Luciano (Rápido): ¡Tecmesa, me iré, me iré ahora mismo...! ¡No te diré eso! (Hace el ademán de marcharse.) Tecmesa (Deteniéndolo y forzándolo con excitación): ¡Debes hacerlo, Luciano, debes hacerlo! Luciano (Ahogando un grito de dolor): ¡Ten piedad, Tecmesa, ten piedad, te lo diré de una vez, te lo diré...! (Toma aliento, la garganta se le anuda) ¡Es Christian, Tecmesa, es Christian! Aunque lo intuímos, no sabemos exactamente cuáles habrían sido los motivos de esta censura, pero sí se conoce algo de la censura que también experimentó “Amor gran laberinto” de Salazar Bondy un año antes. Según una carta de Carta de Cesar Arróspide de la Flor (Lima, 11 de julio de 1947, Archivo Familia Sebastián Salazar Bondy), Director del Departamento de Educación Artística del Ministerio de Educación y a la vez Presidente de la Acción Católica, la suspensión se debió a “razones particulares de orden político y moral” ya que “La obra era una sátira contra la situación política nacional, que pudiera ocasionar algunos resentimientos y que atenta contra las buenas costumbres” (las negritas son mías). Si el señor Arróspide seguía perteneciendo en 1948 al Ministerio de Educación ya nos imaginamos lo que habría dicho sobre Maquillage. Revisamos rápidamente en internet sobre el teatro gay puesto en escena antes de Stonewall y encontramos que en la década del 20 ya se representaban en Estados Unidos obras como The Captive (1926), The Drag (1927), y The Pleasure (1928) en donde la homosexualidad y el “afeminamiento” eran representados como algo raro o curioso. Al parecer fue con “Té y Simpatía” (una obra de 1953 que muestra a un estudiante de una escuela privada del que se sospecha que es homosexual) cuando las cosas empiezan a cambiar. En 1964 “La locura de la señora Bright” fue un éxito en el off-off- Broadway. Pero aún eran tan escasas y tan enmascaradas las obras que trataban el tema que a mediados de los 60 un crítico del New York Times (Stanley Kauffmann, en su artículo "Homosexual Drama and Its Disguises" del 23 de enero de 1966) se pregunta por qué habiendo tantos gays exitosos en la dramaturgia americana (Albee y Tennessee Williams triunfaban entonces) no se escribían más obras abiertamente de esta temática. ¿Obras abiertamente gay? En 1968, Mart Crowley toma el encargo y escribe la obra más gay que pudo: “Los chicos de la banda”. Al día siguiente de su estreno Clive Barnes escribe en el New York Time sobre cómo el teatro americano había evolucionado de representar a homosexuales hasta representar a un estilo de vida: “La obra, que se estrenó anoche en el Theater Four, es de lejos el tratamiento más franco de la homosexualidad que he visto en escena. Muy lejos ya de “Té y simpatía”. El punto es que esta no es una obra acerca de un homosexual, sino que da totalmente por sentado el ambiente homosexual, y el modo de vida homosexual, y lo usa como una base válida de la experiencia humana.” (NYT, 15 de abril de 1968). Con Odría (presidente del Perú desde noviembre de 1948 a julio de 1956) el impulso al teatro en el Perú había disminuido. En 1949, los últimos integrantes de la Compañía de Margarita Xirgú abandonan Lima. Pero a fines de los 50 y comienzos de los 60 hay una esperanza: En 1956 Carlos Gassols y Herta Cárdenas forman Histrión, en 1958 Guillermo Ugarte Chamorro es nombrado Director del TUSM y en 1961 se crea el Teatro de la Universidad Católica. En estos años aparece Edgard Guillén. Guillén nace en Arequipa un 21 de febrero de 1938, pero solo vive aquí hasta los 5 años, cuando la hermana que lo cuidaba viaja a Lima a casarse. Entonces viaja a Puno, en donde su padre era tesorero de la Beneficencia Pública. Es el último de cuatro hermanos. Los otros tres nacieron en Puno. Al terminar la escuela primaria Guillén viaja a Lima. Es matriculado en el primer año de secundaria en el colegio militarizado Guadalupe, pero dos años después es trasladado al colegio religioso de La Merced. Al terminar la secundaria ingresa a la San Marcos para estudiar medicina, pero un encuentro fortuito con su paisano Guillermo Ugarte Chamorro lo anima a seguir la carrera de actuación. Según su libro “Memoria de mi memoria” Edgard debuta en 1960 con el grupo Alba en la sala de la AAA, dirigido por Alonso Alegría en “Ratones y Hombres” de John Steinbeck. Su reconocimiento es inmediato. En una nota periodística de finales de ese año titulada “Los mejores del año teatral 1960” se le menciona como actor revelación. La obra adquiere gran difusión además porque es elegida por Panamericana Televisión para ser transmitida por este nuevo aparato que hacía poco había llegado a los hogares peruanos (se calculaban 5 mil televisores en Lima en 1958, 55 mil en 1960). Entre el 60 y el 61 hace diversos trabajos con el Grupo Alba, con Histrión, con el TUSM, con El Tábano y con la compañía española de Tarsila Criado. Un reporte del diario La Crónica de 1961 titulado “Crítica opina sobre las mejores actuaciones artísticas de 1961” menciona a Guillén como el mejor actor de reparto de ese año por su trabajo en “Esperando a Godot” del Grupo Alba. Con Tarsila Criado hace una gira por Colombia. Viaja luego a España en donde hace teatro por casi tres años, después de lo cual se muda a Holanda en donde obtiene la residencia, desde ahí viaja varias veces a Londres por cuyo teatro se sentía atraído. En 1965 lo encontramos de regreso en Lima. En el teatro limeño La Cabaña, del 17 al 31 de marzo de 1966, Edgard Guillén presenta “Ejercicio para cinco dedos” del británico Peter Shaffer. En una nota de El Comercio de entonces se lee: “En función de vermouth, la compañía “Tymele de Arte” presenta la discutida obra de Peter Shaffer, “Ejercicio para cinco dedos”. La dirección está a cargo de Horacio Lavecchia y actúan Rosa Wunder, Luis Carrasco, Edgar Guillén, Edith Boucher y Daniel Darré. Esta obra fue estrenada en el Royal Court Theatre de Londres y se mantuvo dos años en cartelera, en funciones diarias.” Le pregunto cómo llegó a esa obra. “No recuerdo exactamente quien me la dio, pero me parece que fue en Londres que la adquirí. Ahí fue que me hablaron de esta obra. Donde se toca el tema gay de una manera muy particular. Me pareció muy fuerte. Tú me haces ver que desde esa época ya, yo he sido siempre un tipo contestatario que me gustaba el choque con la gente, con el público, y hacer cosas muy fuertes. Entonces fui donde Rosa Wunder y Rosa Wunder conocía a un señor que no recuerdo su nombre [Luis Maguiña], que era productor. Y la produjo él. A Rosa le encantó la obra y formamos el elenco. Rosa Wunder hacia mi madre, un gran actor [Luis Carrasco] hacía mi padre. La hermanita era Edith Bucher. Había un muchacho argentino que estaba de paso por acá [Daniel Darré] que era el profesor. Y Horacio Lavecchia que era otro argentino que estaba de paso por acá que era muy buen director. Muy jovencito. A mí me encantó reunir a esta gente y que explosione la obra.” Cuéntanos de qué trata esta obra “La obra transcurre en el seno de una familia burguesa. La madre usaba todos los términos en francés. Y quería que habláramos alemán. Ella contrata a un profesor de alemán y ocurre que en esta familia ella es una mujer muy linda, muy delicada, un ser opuesto al padre, el padre era muy hosco. Tenía una mueblería, no sé si hace o vende muebles. Hay un choque muy grande entre la sensibilidad de toda esta familia, de esta mujer y sus hijos y este padre. Y empiezan a tomar clases los chicos. Y veladamente, el autor, muy inteligente, Shaffer, te va mostrando cómo se va desarrollando una relación afectiva entre este chico y el profesor alemán, sin decir quién era gay, simplemente empieza a ocurrir algo, emocionalmente, intelectualmente. Y la hermanita también le hace quecos al profesor pero era muy jovencita para enamorarse. Mi personaje era un tipo torturado, y en un momento de celos porque la madre lo atiende mucho al profesor, lo acusa. “Bonito ejemplo” le dice el papá a ella y le dice “tú y el profesor de tus hijos”. Más no me acuerdo, el profesor se quiso suicidar, lo encuentran justo cuando ya estaba asfixiándose...” Años después, a fines de los 70, una revista peruana aún recuerda esta obra y la llama la obra del destape en el teatro peruano. No tarda mucho Guillén en presentar otra obra con un personaje homosexual: “El pequeño adulto”, esta vez con su propio grupo “Pequeño Teatro” que la estrena en julio de 1969 en el ICPNA de Lima e inmediatamente también en el Corral de Comedias de Miraflores y en la sala Alzedo. "Wise child” o, como la tradujo Edgard Guillén, “El pequeño adulto”, es una obra de Simon Gray estrenada en el teatro Wyndham de Londres en 1967. Saltó a Broadway en 1972. La trama se refiere a un huérfano, Jerry Artminster, que chantajea a un criminal llamado Jock prometiéndole que no revelará su identidad si Jock accede a representar el papel de su madre en el hotel donde el huérfano vive. Otros personajes son el Sr. Booker, administrador gay del hotel enamorado del muchacho, y Janice, una mujer afro americana que trabaja en el hotel. En el estreno en Londres el papel de Jock/Sra. Artminster lo realiza Sir Alec Guinnes (sí, el Obi Wan Kenobi de Star Wars, ganador de un Oscar, del BAFTA, del Globo de Oro y de un Tony). En Broadway el mismo papel le valió a Donald Pleasance una nominación al Tony. Nos cuenta Guillén, que dirige y actúa (hace el papel de Jock) en la puesta en Lima. “Esta obra me la obsequió Sara Joffré. Me dijo “Edgard, lee esto”. La leí, me enamoré de la obra. En mi caso no era “este personaje lo puedo hacer yo”, en mi caso siempre ha funcionado el todo ¿no? Porque hay actores que están siempre a la espera que les llegue el papel que ellos quieren o cosas por el estilo. No. Yo vi el todo, y el todo era una cosa brutal. Recuerdo haberla traducido aquí, donde estaba el comedor, hasta la madrugada. La traduje del inglés al castellano. Me aprendí la letra muy rápido por lo tanto.” Resulta interesante leer una crítica en El Comercio del 19 de junio de 1969, en donde el autor (“M. P.”) quiere referirse a una mujer trans pero el término se le escapa y porque, desconcertado por sus estereotipos, no encuentra correspondencia entre las actuaciones y lo que, entiende, deben representar: “Apreciamos de esa forma, en paralelo, la doble vida de la señora Artminster y su “hijo” Jerry, caracterizados por Edgard Guillén y José Luis Postigo, respectivamente. ¿Cuál es el secreto intuible entre los dos? He allí la clave del drama. La madre, ambivalente, misteriosa, inescrutable, teje en la sombra alcohólica sus enigmas urgida por dos instintos: el delito y el sexo. Y sorprende desde el inicio su caracterización -obvia para los espectadores pero oculta para sus interlocutores- que hace dudar de si se trata de un hombre disfrazado o de una mujer “especial”. … [Jerry] llega al grito innecesario. Igual sucede con su gesto y su ademán, cuya ambigüedad insinuaba más rebuscamientos de los necesarios. En cambio su “pareja”, el señor Booker (Ernesto Cabrejos) cuyas tendencias homosexuales son patentes en el texto desmentía o atenuaba el efecto por un cierto exceso de seguridad, remarcada en algunos momentos. La falta de misterio del personaje exigía una mayor timidez a la vez que una más clara insinuación ventral.” Otra nota se muestra escandalizada: “Sórdida obra ofrece “Pequeño Teatro”. “Strip Tease” en la Sala Alzedo. La presente escena [una foto de Carmela Baca en ropa interior frente a Edgard Guillén vestido de mujer] corresponde a la sórdida obra “El Pequeño Adulto”, del autor inglés actual Simon Gray. Esta pieza, que expone terribles problemas vinculados a la soledad, la infelicidad humanas, es presentada por “Pequeño Teatro” a partir de hoy en la Sala Alzedo.” Otra anima a ir a verla: “Esta pieza estrenada en Londres en 1967, es un drama de humor negro que se desarrolla en un hotelucho de Inglaterra, en un ambiente sórdido y con un marco de impactante suspenso. Vale la pena verla, pues los ingleses la aclamaron a rabiar. Un buen aficionado al teatro, no debe dejar pasar esta oportunidad.” En 1971 Mario Delgado Vásquez (director y fundador de Cuatrotablas), que acaba de regresar al Perú luego de haber trabajado con Carlos Giménez en Venezuela, produce la obra de ficción distópica “Cementerio de automóviles” de Fernando Arrabal, la historia de un grupo de seres marginados que vive entre desechos dedicados a satisfacer sus placeres más básicos (para tener una idea se puede ver en YouTube la película que el mismo Arrabal dirigió en 1983). En el libro de entrevistas “Arte y oficio del director teatral en América Latina" de Gustavo Geirola el mismo Mario Delgado cuenta de esta experiencia: “Contrato a Carlos Giménez, de Caracas, lo hago dejar todo y lo traigo conmigo acá. Contrato también a Rafael Reyeros de Córdoba para que haga la escenografía y montamos “El Cementerio de Automóviles” de Fernando Arrabal. Claro había una terna para ver qué obra hacíamos. Siempre tuvimos la impresión de que no fue la mejor elección en términos políticos y en términos culturales, porque fue demasiado vanguardista, se adelantó veinte años al mejor teatro peruano. El montaje de Giménez fue alucinante. El público de pie gritaba “¡Bravo!” al final del espectáculo, entre ellos Trudy Kressel, la gran vanguardista francesa de la danza contemporánea en el Perú. Las escenas de un travesti estridente reclamando “El sexo diario de cada día” de la manera más vulgar, impronunciable hasta hoy la palabrita, en espectáculo público alguno, e interpretado por un inolvidable Juan Pedro Laurie, la inmensa esposa de un general que daba aleluyas de felicidad por haber parido “un gorilita”; cuatro generales cargando en procesión una chola mendiga embarazada transformada en virgen por la revolución de los militares, demasiado, demasiado, para la época y para el General, ministro de Educación, que zapateaba lleno de furia, en el piso del escenario: estas tablas son para que las rajen los cholos con sus huaynos, no una sarta de maricones.” En la segunda mitad de los 70 Guillén pone en escena, una tras otra, obras de temática LGTB. En 1975 “El Amor de los Unos y los Otros” en la sala Alzedo. En 1976 “La locura de la Señora Bright” en el ICPNA y en el Cocolido. En 1977 “Los Muchachos de la Banda” en el teatro Arlequín. En 1978 “Greta Garbo, quien diría, vive en un cuchitril” también en el teatro Arlequín. Para entonces la homosexualidad ya no era un tema tabú en la cultura popular. Libros, cine y teatro de la época lo demuestran. No volvimos a saber de obras censuradas por el Ministerio de Educación, y aunque en la entrada de "Los chicos de la Banda” se tuvo que colocar un cartel en la puerta que advertía al público: “Si usted tiene 21 años, o más, y su sensibilidad le permite ver una obra como esta, lo invitamos a pasar. Pero si usted se niega a confrontarse con un tema real, crudo, veraz y humano, tratado con gran calidad, le aconsejamos que no lo haga”, la temporada fue un éxito. Leemos en un artículo de La Crónica del 13 de marzo de 1978: “La carrera de un actor es natural que tenga altibajos, es decir, aciertos y errores, EDGARD GUILLÉN, quien tiene el mérito de cumplir una labor sin desmayos, ganó justificados aplausos por su actuación y dirección de “Los muchachos de la banda”, uno de los mejores éxitos de la temporada pasada; entusiasmado con los resultados se volcó quizá apresuradamente en la “Orquesta de señoritas” de Anohuil y su permanencia en cartelera fue breve, producto de una ofuscación o un afán excesivo de figuración. Sin amilanarse lo tenemos nuevamente en la brega con una comedia dramática de un autor brasilero. “GRETA GARBO QUIEN DIRÍA VIVE EN UN CUCHITRIL” que nos complace anotar puede inscribir en su lista positiva, al lado de “La locura de la Señora Bright” con la misma intensidad pero dentro de mayores dimensiones.” En 1979 se crea el grupo Teatro del Sol por iniciativa de Alberto Montalva y Luis Felipe Ormeño. Su primer trabajo es “El beso de la mujer araña” de Manuel Puig en el Cocolido, con el cual tuvieron mucho éxito en Lima y con el que emprendieron una gira de veinte meses por países latinoamericanos y Europa. Edgard Guillén continuó incluyendo en sus trabajos obras con personajes LGTB. En mayo de 1980 reponía en el Cocolido “La locura de la señora Bright” y en julio dirigió el estreno de “Entretengamos al Sr. Sloan”. En enero de 1982 estrena La Escalera con Eduardo Cesti (la reestrena en el Mariátegui en 1984 con Ernesto Cabrejos). El mismo año 82 en el Café Teatro El Diablo pone “El Amor del Otro Lado” (reestrenada en el Cocolido en 1985). Y en 1986 La Jaula de las Locas en el Palace Atenea. Estas dos últimas nos dan la noticia que había llegado la época de las comedias con finales felices. En ese año de 1986, 36 años después que se puso en escena Maquillage, y cuando el mundo ya era otro completamente distinto, se volvería a representar en Lima una obra escrita por un autor peruano que contenía un personaje LGTB: La Chunga de Mario Vargas Llosa, en el Canout. *Una versión de este artículo salió publicada en la revista Crónicas de la Diversidad Número 9 (julio2019)