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Seminario de Integración y Aplicación. Carrera de Economía. 1er. cuatrimestre de 2020. 30-07-20 Informalidad laboral en la industria de confección de indumentaria en Argentina Berrocal Alcántara Mayte Jimena N° 872.152/N° 94.707.195 jimenaberrocal@yahoo.com.ar Capacidad analítica. Nota: 9 (nueve) Proceso de investigación. Nota: 9 (nueve) Firma y aclaración del Profesor Tutor: Luis Alberto Beccaria Metodología. Nota: ____________ Prof. a cargo del curso del SIyA. Carrera de economía. Índice Resumen 2 Agradecimientos 3 I. Introducción 4 II. Características de la cadena de producción textil de indumentaria 6 II.I. Actores que intervienen en el sector 10 II.II. Organización industrial 13 II.III. Funcionamiento de la cadena productiva 17 II.IV. Conformación de precios en la indumentaria 21 III. Revisión histórica del complejo textil-indumentaria 24 IV. Estructura del empleo 32 V. El caso de los trabajadores de la confección 39 VI. Conclusión 42 Bibliografía 46 1 RESUMEN En Argentina, la elevada tasa de informalidad, que caracteriza a la fabricación de indumentaria, presenta particularidades en el interior de la cadena de producción que podrían explicar un fenómeno que no ocurre en otros sectores de la economía. Ello se ve reflejado en la persistencia del fenómeno de la informalidad incluso en etapas de crecimiento económico y de generación de empleo. En ese contexto, el presente trabajo examina factores asociados a la informalización del empleo, proceso vinculado no solo con las estrategias de adaptación de las empresas locales al contexto macroeconómico, sino también con rasgos de precariedad desde el inicio de la industria nacional. Para ello se detallan las características del funcionamiento de la cadena productiva que facilitan la multiplicación de nichos ocupacionales precarios a través de los talleres informales. Asimismo, se destaca el proceso de masificación de la práctica de subcontratación como estrategia de numerosas marcas en detrimento de los actores más vulnerables de toda la estructura de producción. Palabras clave: Industria de indumentaria, empleo, informalidad laboral, precariedad laboral, trata laboral. ABSTRACT In Argentina, the high rate of informality, which characterizes the manufacture of apparel, has particularities within the production chain that could explain a phenomenon that does not occur in different sectors of the economy. This is reflected in the persistence of the phenomenon of informality even in stages of economic growth and job creation. In this context, this paper analysis factors associated with the informalization of employment, a process linked not only to the strategies of adapting local enterprises to the macroeconomic context, but also with traits of precariousness from the beginning of the national industry. For this purpose, it details the characteristics of the operation of the production chain that facilitate the multiplication of precarious occupational niches through informal sewing shops. It also highlights the massification process of the subcontracting practice as a strategy of numerous brands to the detriment of the most vulnerable actors in the entire production structure. Keywords: Apparel industry, employment, labor informality, labor precariousness, labor trafficking. 2 AGRADECIMIENTOS Deseo agradecer muy especialmente a mi tutor Dr. Luis Alberto Beccaria por su entera predisposición para la revisión y resolución de consultas de este trabajo. Con sus valiosos aportes y enseñanzas me orientó en cada etapa de este proyecto para alcanzar los resultados que buscaba. También quiero agradecer profundamente a la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires por darme la oportunidad, y el privilegio, de acceder a una educación pública de excelencia. Agradezco también al Dr. Gustavo Ludmer por sus importantes comentarios que me ayudaron a comprender la estructura industrial de la confección de indumentaria. Por último, quiero agradecer a mi madre por su cariño, paciencia y apoyo constante, a mi padre por respaldar mi decisión de emigrar a Argentina y a mis familiares y amigos por su afecto. Todos ellos aportaron a que este trabajo fuera llevado adelante. 3 Capítulo I. Introducción En Argentina, la industria de la indumentaria comenzó su desarrollo a finales del siglo XIX. Pero fue a partir de 1976 que se experimentó un proceso de crisis y reestructuración que se aceleró en la década de los noventa hasta la entrada del nuevo milenio. Los Censos Nacionales Económicos muestran una caída sostenida del empleo en la industria del vestido desde mediados de los años setenta en forma paralela a la caída de la producción industrial total. Al estar la producción local destinada casi en su totalidad al mercado interno, sumado a la caída del salario real desde el Rodrigazo, se sugiere que la contracción del consumo fue la principal causa del cierre de numerosas fábricas del sector. A ese contexto se sumó el proceso de los años noventa, caracterizado por una combinación de apreciación cambiaria y apertura comercial, que restringieron fuertemente la producción local de vestimenta, generando que las formas organizativas de la producción más informales se extendieran a través de los talleres clandestinos. Dentro del complejo textil, el subsector de indumentaria se caracteriza por ser una actividad con predominio de tareas operativas, una elevada informalidad y una alta tasa de participación de mujeres. Además, está directamente vinculado con la problemática del trabajo esclavo en talleres de confección. Hay evidencia que indica que las condiciones laborales ya eran desfavorables desde sus orígenes. Entre 1910 y 1920 se registraban deplorables condiciones de trabajo en los trabajadores de la confección: jornadas laborales extensas, condiciones de hacinamiento y falta de higiene en los talleres, salarios bajos y presencia de trabajo infantil. En ese contexto, el objetivo principal de este trabajo es analizar los elevados grados de informalización del empleo en la industria de la confección de indumentaria, rama en la cual se tiene histórica incidencia de empleo no registrado y por cuenta propia. Inicialmente se examinan las características de la cadena de la producción desde el eslabón primario y textil hasta el eslabón de la comercialización a fin de identificar los rasgos que determinan la hipótesis sobre la elevada precariedad laboral en el sector aun en el caso de los trabajadores registrados. Para abordar el objetivo de investigación, se propone analizar la estructura del empleo e identificar a los trabajadores informales de la confección de indumentaria, ya sea que se desempeñen en unidades productivas formales o informales. El principal concepto que se utiliza en una primera aproximación al objeto de estudio es el de informalidad laboral. Se considera no solo el enfoque legal el cual identifica a un 4 asalariado no registrado como aquel al que el empleador no le efectúa los descuentos jubilatorios, sino que además se tiene en cuenta la informalidad por el menor tamaño de los establecimientos y la baja productividad que ello implica. El concepto de precariedad laboral es más amplio ya que si bien este se asocia a los trabajadores independientes, puede también mostrarse entre los asalariados registrados a través de la inserción laboral inestable o con carencia de la cobertura de protección social plena. De acuerdo a los objetivos planteados, se aborda el estudio del fenómeno de la informalidad laboral en el sector de la indumentaria a partir de evidencias provenientes de otros estudios y de información cuantitativa procedentes de censos y encuestas. Se efectúa una revisión detallada de la literatura referente a las características de la cadena de valor de la indumentaria y, en particular, de aquella que estudia la temática de la informalidad laboral en la industria. Se obtendrá información cuantitativa para hacer un análisis estadístico de: a) cambios estructurales en el subsector de la confección a partir de la primera crisis; y b) la incidencia de la informalidad en el empleo, particularmente sobre los trabajadores por cuenta propia asalariados no registrados. El estudio tiene un alcance explicativo ya que se dedica a analizar los determinantes de la informalidad laboral en el sector. Asimismo, se realiza una descripción cualitativa de la estructura y funcionamiento de la cadena de producción textil-indumentaria y se delinea los atributos personales de los trabajadores de la costura. Como la mayor parte de la cadena de producción de indumentaria se localiza en las urbes del país, la principal fuente de información sobre el empleo es la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), operativo muestral llevado a cabo trimestralmente por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) en 31 conglomerados urbanos del país. Luego de la presente introducción, en el capítulo II se describe la estructura y funcionamiento de la cadena de producción textil e indumentaria. Además, se detallan los actores intervinientes y la importancia de la subcontratación de la producción a fábricas o talleres textiles. En el capítulo III se realiza una breve revisión histórica del origen del complejo textil-indumentaria en Argentina. En el capítulo IV se analizan los datos cuantitativos de la EPH para estudiar la incidencia de la informalidad en la estructura del empleo, y en el siguiente se detalla en caso específico de los trabajadores de la confección. Por último, en el capítulo VI se presentan las principales conclusiones. 5 Capítulo II. Características de la cadena de producción textil de indumentaria En Argentina, la cadena de producción textil de indumentaria cuenta con un notable desarrollo por la particularidad de mantener actividad en todos los eslabones que lo componen. La cadena de valor se inicia con el eslabón textil, el cual se encarga del procesamiento de fibras vegetales –algodón, linos, etc.–, fibras sintéticas –principalmente poliéster–, fibras artificiales –acetato, rayón, etc.– y fibras animales –lana, seda, etc.–. Luego da paso a la transformación de dichas fibras en hilos –hilandería– y la elaboración de los tejidos de plano o de punto1. El ciclo productivo textil termina con el teñido y terminación de textiles, en el que se realizan la tintorería y los estampados. La tela producida pasa al siguiente eslabón de la cadena. El segundo eslabón agrupa a la producción de indumentaria, elaboración de textiles de uso industrial2 y textiles para el hogar3 (Figura 1). El proceso productivo de los textiles de uso industrial y los textiles para el hogar es muy similar al de los tejidos planos (Roca, F.; Benedetti, E. & Ginsberg, M., 2013). La producción de indumentaria comprende a las empresas de confección agrupadas en actividades de moda y diseño –selección de modelos y telas, preparación de moldes y marketing– y producción de prendas –corte, cosido, armado, abotonado, empaquetado, entre otros–. Por último, la prenda terminada es distribuida entre los diferentes canales de comercialización al público. Un rasgo característico de esta actividad es la gran cantidad de vinculaciones que mantiene con otros sectores productivos que ocupan el rol de proveedores. Para la elaboración de las fibras se requiere de productos del sector primario –algodón, lino, lana, seda, etc.– y de la industria química –aditivos sintéticos y artificiales, adhesivos, blanqueadores y tinturas–. Las industrias plástica y metalúrgica les proveen botones, cierre, herrajes, broches y remaches (Comisión Económica para América Latina y el Caribe, 2017). La integración de la cadena textil abarca desde las actividades de transformación de la materia prima hasta la venta de los productos terminados. Actualmente, pocos países en el 1 Dentro de los tejidos de punto se puede encontrar: jersey, frisa, morley y piqué, utilizados para la confección de joggings, buzos, camisetas, sweaters, chombas, guantes, medias deportivas, ropa interior y otras prendas; y entre los tejidos planos se destacan denim, corderoy, gabardina, loneta y raso, utilizados para la confección de camisas, pantalones, lonas, telas para tapicería, entre otros. 2 Áreas de uso de los textiles industriales: en el sector agrícola (tejidos de malla para protección de plantaciones), en el sector transporte (tapicería de automóviles, cinturones de seguridad, etc.), en el área de aplicaciones industriales (telas para material de refuerzo, bolsas filtrantes, etc.), en la industria química (tejido para protección contra partículas y líquidos peligrosos) y en diversos sectores industriales (tejidos para el aislamiento acústico, chalecos anti-balas, etc.). 6 mundo cuentan con una cadena de valor textil, indumentaria, diseño y moda con niveles de integración como los que se evidencian en nuestro país (Ludmer, 2016). Figura 1 Estructura de la cadena de valor textil de indumentaria Fuente: Elaboración propia en base al Ministerio de Industria (2012). En relación a los requerimientos de capital, en la rama textil existen importantes diferencias entre la hilandería y la elaboración de tejidos planos, respecto de la fabricación de tejidos de punto. La hilandería y tejeduría plana se caracterizan por ser más intensivas en el uso de capital4, por tener altas barreras a la entrada y por ser poco flexibles a cambios en la demanda. Por el contrario, la producción de tejidos de punto requiere una menor escala y tecnificación, ello los hace adaptarse mejor a los cambios coyunturales y genera una tendencia a la participación de segmentos de mayor informalidad con la centralización de mayor número de empresas, pero de menor tamaño (Roca et al., 2013). Al igual que en la producción de tejidos de punto, las actividades productivas más esenciales de la rama de confección de indumentaria son más intensivas en el uso de mano de 3 Sábanas, toallas, mantelería, alfombras Se estima que el costo inicial de instalación de una hilandería es de aproximadamente 50 millones de dólares, mientras que la instalación una planta productora de tejidos planos tiene un costo aproximado de 3.5 millones de dólares (CEPAL, 2017). 4 7 obra de diferente grado de calificación, lo cual genera bajas barreras a la entrada. Si bien los medios de trabajo van avanzando, la industria de confección de indumentaria emplea maquinaria bastante simple, de poco volumen y peso –máquinas de coser y de corte–, donde la eficacia del trabajo depende del grado de capacitación del personal. En ese contexto, el eslabón textil contiene una mixtura de empresas con diferentes grados de integración, por un lado, grandes empresas y elevados niveles de concentración y, por otro lado, las empresas que producen tejedurías de punto en un mercado atomizado con la presencia de pequeñas y medianas empresas. El eslabón de confección de indumentaria presenta una concentración empresarial muy baja y alberga a la mayor cantidad de microempresas de toda la cadena con un grado de atomicidad alto, siendo realizada tanto por empresas convencionales, como por trabajadores cuentapropistas y establecimientos familiares, con la peculiaridad de organizar la producción en formas precarias (Roca et al., 2013; Salgado, 2012). Como atributo general de toda la cadena, se destaca el predominio de las micro, pequeñas y medianas empresas. En ese sentido, Argentina cuenta con una amplia oferta de productos textiles elaborados por establecimientos de mediana y gran envergadura y con producción a gran escala, mientras que en la industria de indumentaria predominan los establecimientos productivos de menor tamaño. A partir de ello se visibiliza cierto grado heterogeneidad dentro del sector y asimetrías entre eslabones y dentro de cada uno (Gráfico 1). Gráfico 1 Cantidad de empresas privadas del sector textil por tamaño. Año 2017 Fuente: Elaboración propia sobre datos del Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial (MTEySS), en base a SIPA. 8 Un hecho común a todos los segmentos que conforman el sector textil es la reducción del número de empresas registradas, principalmente a partir del año 2008, lo que se atribuye a un proceso de concentración y depuración de la oferta luego del estallido de la crisis internacional y de su repercusión en el país. Esto se ve con mayor claridad en el segmento de confección de prendas de vestir, no solo por la existencia de mayor cantidad de establecimientos de menor tamaño, sino también por la mayor rotación (Gráfico 2). Gráfico 2 Cantidad total de empresas privadas del sector textil. Años: 1996 – 2017 Fuente: Elaboración propia sobre datos del Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial (MTEySS), en base a SIPA. Por lo que concierne a la creación de puestos de trabajo, el primer eslabón lo genera con un nivel de capacitación más elevado de los que presenta la confección, debido a la necesidad de conocimientos para manejar la tecnología implicada -máquinas de elevadas dimensiones que transforman los insumos en telas e hilados-. Ambas ramas de actividad del sector textil – productos textiles y confecciones– cuentan con una importante generación de empleo industrial. Tomando los datos del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación (MTEySS), para el año 2018 la industria de producción de textiles e indumentaria generó más de 103.700 puestos de trabajo asalariados registrados, lo que representa el 8,6% del empleo total de la industria nacional. 9 Respecto a la ubicación territorial de la producción, la rama de confección se localiza casi exclusivamente en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en la Provincia de Buenos Aires debido a la cercanía de los principales centros de consumo, y la fuerte presencia de marcas y diseñadores; en segundo término, en las provincias de Córdoba y Santa Fe. La producción de este eslabón se orienta casi en su totalidad al mercado interno (Roca et al., 2013). Finalmente, dentro de la industria de indumentaria se distinguen dos modelos productivos diferenciados. Por una parte, el segmento de la moda se asocia a la producción de prendas de vestir de alta calidad, siendo destinado a grupos sociales de mayores ingresos, donde las rentas elevadas dependen del marketing, el diseño y la capacidad para captar la demanda de los clientes. Por otra parte, el segmento de producción masiva de vestimenta está compuesto por empresas que confeccionan prendas orientadas a los segmentos más bajos y medios de la población, es indumentaria estandarizada y normalmente de menor calidad. En ambos modelos productivos, marcas y confeccionistas tercerizan casi la totalidad de la producción de las prendas en talleres, donde es conocido el predominio del trabajo informal, femenino y de baja productividad, ello se detalla a profundidad más adelante. Avanzando hacia el foco de este trabajo, a continuación se describen los principales actores que participan del eslabón de la producción de indumentaria en Argentina. II.I. Actores que intervienen en el sector En la cadena de producción y comercialización de la industria argentina de indumentaria, se involucran una multiplicidad de actores que componen la estructura de producción. Ello podría indicarnos quiénes directa o indirectamente están vinculados a la problemática del trabajo informal en los talleres de confección. Asimismo, la informalidad que atraviesa a todo el complejo textil indumentaria da lugar a una flexibilidad en el manejo de los negocios, lo que permite a algunos de los actores acomodarse a los repentinos cambios en la demanda. Tomando como base el desarrollo de Montero Bressan (2016), en el eslabón de confección de indumentaria se destacan los principales agentes que componen la organización central de la cadena. Si bien son actores que se encargan de la gestión y decisión del proceso productivo, es importante mencionar que la base en la cual se sostiene dicha estructura es a partir de los trabajadores de la confección, nicho ocupacional clave que se detalla más adelante. 10 La cadena de producción y comercialización de indumentaria presenta los siguientes actores:  Marcas de indumentaria: Se dedican principalmente al diseño de las prendas y a las tareas de marketing, comercialización y construcción de la imagen de marca. Encargan la producción de las prendas a las fábricas o talleres de confección a través de “intermediarios”. Las marcas en sí mismas, son productos que agregan un valor significativo a las prendas y su éxito está en función de la capacidad para poder diferenciar su producto y hacerlo socialmente valorado. Tener una marca reconocida implica mayores niveles de rentabilidad y capacidad de inserción en el mercado de venta formal, por lo que las empresas del sector aspiran a poder producir y/o vender vestimenta con marca propia. Algunas marcas pueden contener el trabajo de moldería y corte para asegurar la utilización óptima de la tela.  Grandes confeccionistas: Poseen un rol similar al de las marcas, pero se diferencian de éstas porque diseñan indumentaria para comercios propios -generalmente mayoristas- y también para marcas, y subcontratan la producción a pequeños y medianos talleres de forma directa –sin intermediarios–. Generalmente se encargan del diseño, moldería y corte, por ser etapas fundamentales en la creación del valor agregado del diseño y en la optimización de la tela por molde. El resto de las etapas -confección, terminaciones y planchado- se terceriza fuera de la empresa a unidades productivas de menor tamaño que operan a fasón5, las cuales se constituyen en talleres de pequeña escala o de trabajadores a domicilio. Esta categoría de empresas están a cargo de la mayor parte de la indumentaria vendida en el país, concentrando las mismas tareas que las marcas, pero para el segmento semiformal e informal. Es importante indicar que el principal polo productivo de las empresas de la confección de esta categoría se encuentra en el circuito de “Avenida Avellaneda”, en el barrio de Flores de la Ciudad Autónoma de buenos Aires. Según Arcos (2012) y Montero Bressan (2016), allí se producen millones de prendas que luego son comercializadas en locales minoristas de todo el país. El trabajo realizado por los investigadores indaga en torno a las formas que asume el trabajo en talleres de confección en la Ciudad de Buenos Aires, siendo su unidad productiva más importante los talleres domiciliarios de confección. Con ello demuestran que en este circuito la tercerización a talleres informales es constante y necesaria para la obtención de amplios márgenes de ganancia, siendo que los precios de las prendas sugieren que la mano de obra es retribuida de manera escasa. 5 Expresión empleada para designar la manufactura de un producto por mandato de un tercero, dueño de una marca (MTEySS, 2010). 11  Los intermediarios: Son empresas que ofrecen a las marcas de indumentaria el servicio de coordinación de la producción. Es decir, toman los insumos de las marcas –rollos de tela o cortes de tela, avíos y accesorios–, y se los devuelven en prendas terminadas. Su rol es funcional para las marcas ya que éstas se ahorran la tarea de coordinar con muchos talleres a la vez. Una particularidad de estos actores es que sus inversiones fijas generalmente son mínimas: alquiler de oficina y depósito, pocos empleados directos, el mantenimiento del vehículo de transporte de telas y normalmente ninguna capacidad productiva. Mientras que su rentabilidad suele ser significativa.  Fábricas y talleres registrados: Se encargan únicamente de la producción de indumentaria –costura, bordado, estampado, planchado, acabado, entre otros procesos específicos–, sin dedicarse al diseño de indumentaria ni tener vínculos con la comercialización.  Los talleres informales (o talleres clandestinos): Son el actor más numeroso y probablemente el más complejo de toda la cadena dado el amplio universo de talleres con distintos dinamismos y diferentes gradientes en cuanto a las condiciones laborales. Esta diferenciación puede ir desde la falta de registración laboral hasta la trata con fines laborales, el trabajo forzoso y la reducción a servidumbre. Figura 2 Actores y flujo en la cadena de producción textil Fuente: Elaboración propia. 12 Como puede observarse en la figura 2, se reconstruyeron los eslabones de la cadena en términos funcionales y de actores. Si bien el foco de este trabajo es la industria de indumentaria, este eslabón depende para su funcionamiento de la producción de los eslabones primario y textil, así como la provisión de maquinaria, herramientas y otros insumos, en general facilitados por comercios mayoristas y especializados. Finalmente, es importante destacar el soporte institucional asociado al sector indumentaria que se conforma por instituciones tecnológicas como el Centro de Investigación y Desarrollo Textil (INTI Textiles). Entre las instituciones que nuclean a cámaras empresariales se agrupa la Federación de Industrias Textiles Argentinas (FITA), la Federación Argentina de la Industria de la Indumentaria y Afines (FAIIA) y la Fundación ProTejer. II.II. Organización industrial El cambio en la estructura del sector productivo textil e indumentaria devenido desde 1970, implicó que la actividad se desintegrara a través de una mayor concentración sectorial en aquellos eslabones de la cadena con más rentabilidad. Las fábricas traspasaron parte del proceso productivo hacia otras unidades productivas –talleres textiles–. Tomando los datos del Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial del MTEySS, para el último año disponible en su serie de caracterización y empleo registrado (2017), se confirma que la mayor parte del sector de confección se compone de establecimientos de tipo micro, pequeña y mediana empresa. En efecto, la composición de la industria de indumentaria según el MTEySS para el año 2017, es de 58,08% de microempresas con menos de 5 empleados; 30,49% de pequeñas empresas con entre 6 a 40 empleados; 10,76% de medianas empresas con entre 41 a 150 empleados y, finalmente, 0,67% de grandes empresas con más de 150 empleados (Cuadro 1). Para el mismo año, el total de empresas privadas de la industria de indumentaria fue de 3.447 en todo el país. Ello podría sugerir que, a pesar de que los talleres textiles –micro y pequeñas empresas– comprenden aproximadamente un 88% del total de empresas privadas de la industria de indumentaria, no presentan características homogéneas dentro de su estructura. 13 Cuadro 1 Composición de las empresas privadas de la industria de indumentaria para el año 2017 Tipo de empresa por tamaño Cantidad de empresas % según cantidad de empresas Microempresas 2.002 58,08 De 6 a 40 ocupados Pequeñas 1.051 30,49 De 41 a 150 ocupados Medianas 371 10,76 Más de 151 ocupados Grandes 23 0,67 Rango ocupados Hasta 5 ocupados Fuente: Elaboración propia sobre datos del Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial (MTEySS), en base a SIPA. Dada la alta informalidad característica de este eslabón de la cadena, es difícil conocer la cifra exacta de talleres que existen en la Argentina. Se estima que en el país existen por lo menos 8 mil talleres textiles no registrados (Adúriz, 2009). Al respecto, la Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria (CIAI) informa que actualmente existen 10.000 pequeñas y medianas empresas vinculadas a la confección de prendas, que se venden en unos 250.000 locales. De hecho, toda la cadena textil, indumentaria y calzado emplea a unas 400.000 personas. Continuando con las características de los talleres textiles, según datos del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI, 2005), los talleres no solo se catalogan a partir de su condición ante la ley –formales o informales– también pueden clasificarse en integrales, especializados y secundarios.  Los talleres integrales se encargan de entregar el producto terminado a fasón, realizando internamente todos los procesos productivos de la prenda.  Los talleres especializados también entregan el producto terminado, pero tercerizan alguno de los procesos de la prenda a talleres secundarios.  Por último, los talleres secundarios realizan los procesos productivos que los talleres especializados no realizan porque no cuentan con la capacidad productiva o con la maquinaria especifica que requiere esa tarea. Esta categoría primaría en número respecto del total de talleres existentes. 14 En términos de los actores que integran el eslabón de confección de indumentaria, los talleres textiles suelen ordenarse por realización de determinados procesos productivos. Mientras los talleres integrales tienen como clientes a las marcas de indumentaria, los talleres especializados subcontratan talleres secundarios teniendo como clientes a los grandes confeccionistas. Por lo que concierne a las empresas que subcontratan la producción de indumentaria – marcas de indumentaria y grandes confeccionistas–, éstas se encuentran en un mercado de comercialización de indumentaria con diferentes lógicas de funcionamiento, segmentadas principalmente en cuatro sectores: empresas de primera línea, empresas medianas, empresas pequeñas y empresas proveedoras de ferias informales. Vinculando esta segmentación con los actores anteriormente vistos, se puede indicar lo siguiente:  Las empresas de primera línea (premium), refieren a las marcas de indumentaria que se caracterizan por una producción orientada al denominado segmento de alta moda. Ellas basan su trabajo sobre las áreas de imagen y calidad de las prendas, buscando la diferenciación de otras marcas y posibilitando mayores precios. Está liderado por las marcas que utilizan tecnología de punta y orientan su producción al consumo de la población de mayores ingresos. Las marcas premium suelen tercerizar todo el proceso productivo –molde, corte, confección, etc. – de la prenda a fábricas o talleres formales. Se encuentran en el circuito de mayor grado de formalización, caracterizado por la venta en shopping centers o grandes superficies comerciales.  Las empresas medianas se caracterizan por la relación precio-calidad más que por la imagen de marca. Suelen acceder al consumidor a través de negocios multimarca. Un ejemplo actual son las marcas, aunque poco conocidas, de los grandes confeccionistas de la avenida Avellaneda; sin embargo, las marcas que no se orientan a la producción de prendas de alta moda y suelen comercializar las prendas en los grandes retails6 (como Falabella y Zara).  Las pequeñas empresas se focalizan en la realización de ventas masivas a bajo precio, donde la marca no agrega valor al producto. Estas empresas son la gran mayoría de los grandes confeccionistas localizados en la avenida Avellaneda y en el barrio de Once en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Este es un segmento semiformal e informal caracterizado por la producción masiva de prendas estandarizadas y sin requerimientos de 6 Empresas cuya actividad se centra en la comercialización masiva de productos o servicios uniformes a cantidades voluminosas de clientes al por menor. 15 mano de obra calificada. En la mayoría de los casos no recurren a la diferenciación de productos, los cuales son de media y baja calidad y presentan escaso valor agregado. La competencia se da a partir de precios y suelen comercializar para cadenas de supermercados –generalmente comercializan ropa de baja calidad, aunque esto se está revirtiendo en los últimos años– y locales comerciales barriales.  Las empresas proveedoras de ferias informales suelen no tener una marca registrada y muchas veces utilizan marcas falsificadas. Es el circuito de mayor grado de informalidad donde las prendas se comercializan fundamentalmente en la feria “La Salada”, localizada en el Partido de Lomas de Zamora, en el Conurbano Bonaerense; en las “saladitas” y a través los “manteros”7 –vendedores informales–. Como se muestra en el figura 3, el eslabón de comercialización de indumentaria se divide en varias esferas según los niveles de calidad y formalidad, que están representadas por distintos actores. En ese sentido, se observa que el universo de marcas y grandes confeccionistas es sumamente heterogéneo entre sí. Figura 3 Mercado de comercialización de indumentaria Fuente: Elaboración propia. 7 Según datos de CAME (2017), hay 662 saladitas y 86.728 vendedores informales en 110 ciudades del país. 16 Es importante destacar que, en todos los casos mencionados, las prendas que se comercializan han pasado por los talleres textiles que se describieron anteriormente, donde en la mayoría de las ocasiones, incluso en las empresas confeccionistas de primera línea, han pasado directa o indirectamente por talleres informales. El trabajo de Lieutier (2010) determinó que el costo de trabajar con talleres formales –con empleados registrados– significaría una diferencia del 50% respecto de hacerlo con talleres informales. II.III. Funcionamiento de la cadena productiva Las marcas de indumentaria y los grandes confeccionistas tienen fundamentalmente tres estrategias de abastecimiento: producto terminado, producto importado y producción propia (Montero Bressan, 2016).  El producto terminado –prendas de vestir listas para su venta– es comprado comúnmente por las marcas. Éstas se encargan de elegir la indumentaria por catálogo y encargar la producción. La vasta gama de confeccionistas, entre grandes y pequeños, ofrecen sus productos a las marcas mediante catálogos y muestras.  El producto importado puede ser comprado por catálogo o diseñado por las marcas y producido en grandes fábricas –regularmente en el sudeste asiático– bajo especificaciones técnicas de las marcas.  La producción propia de se realiza a través de la tercerización de la producción a fábricas y talleres locales. Esta estrategia de abastecimiento se desarrollará en el siguiente apartado. Generalmente los comerciantes de La Salada y los confeccionistas de avenida Avellaneda compran el producto terminado, mientras que las marcas más grandes tienen la capacidad de compra suficiente para producir en una fábrica del exterior. Estas dos estrategias representan solo una parte de la venta de las marcas, ya que todas tienen un departamento de diseño y planificación de la producción propia a través de la tercerización de su producción. Tercerización de la producción De las estrategias de abastecimiento mencionadas, la producción propia es la más aplicada en la industria de confección de indumentaria. Sin embargo, en la gran mayoría de los casos, las marcas y grandes confeccionistas delegan la producción de algunas etapas –de forma directa o a través de intermediarios– a fábricas, talleres o trabajadores a domicilio. 17 Respecto de la repartición de tareas en la cadena de producción, Montero Bressan (2016) sintetiza la situación más común del circuito general de la producción de las prendas de vestir. En primer lugar, las marcas y los confeccionistas determinan las cantidades y plazos para producir, se encarga del diseño de las colecciones, se realiza la moldería y el corte. Luego se envían a los talleres los diseños de las prendas, los avíos –etiquetas, botones, cierres, etc.– y, en muchos casos, las telas cortadas para su confección. En general los confeccionistas subcontratan de forma directa el trabajo a talleres, mientras que en el caso de las marcas se suele usar intermediarios que se encarguen de repartir el trabajo entre los talleres textiles y al final de proceso devolverles la indumentaria. Como se mencionó, las empresas pueden trabajar con talleres integrales o especializados y por lo general son estos últimos quienes contratan a los talleres secundarios. En la base de esta cadena está el taller, éste recibe todos los insumos junto a las indicaciones técnicas, realiza la costura y agrega los avíos. Para realizar todo el proceso de confección encomendado es necesario del trabajo de los talleres más grandes, en los casos en que el taller es más pequeño, el intermediario se encarga de ir trasladando las prendas a medio hacer de un taller a otro hasta finalizar la confección. El planchado y empaquetado puede hacerse en los mismos talleres de confección o puede ser trasladado a talleres especializados en esas etapas. Finalmente, las prendas empaquetadas vuelven a la marca o confeccionista para realizarles el control de calidad, almacenarlas, distribuirlas y comercializar las prendas listas. Respecto a los acuerdos de los precios de los trabajos en talleres textiles, en general las marcas y confeccionistas estipulan el precio por prenda terminada con los talleres (Bentolila, 2011). El mecanismo de pago por prenda terminada implica no solo la transferencia del riesgo empresario, sino que determina que quien asume el riesgo de las oscilaciones de la demanda y la estacionalidad sea el trabajador. Ello también significa que es el trabajador quien termina costeando su propia capacitación (Lieutier, 2010). En ocasiones, los trabajadores pueden percibir un ingreso fijo independientemente de las horas trabajadas. El monto acordado no deja de ser sensiblemente inferior al mínimo establecido por los Convenios Colectivos de Trabajo o incluso al salario mínimo promulgado (Arcos, 2013). Gran cantidad de estudios sobre el sector (Arcos, 2013; Bentolila, 2011; Gallart, 2006; Lieutier, 2010) indican que las marcas y confeccionistas no solo inician esta cadena productiva, sino que, son los actores de mayor poder dentro de ella. Aquellos determinan qué y cómo se produce, aportan el capital de trabajo y deciden cuáles serán los precios por prenda realizada. Estos actores no producen lo que venden, pero ponen en funcionamiento la 18 producción. Es decir, fijan las reglas del juego de la producción imponiendo disciplina sobre su efectivo cumplimiento a los demás actores de la cadena. En ese marco, es posible reconocer que las relaciones entre eslabones de una cadena productiva de este tipo se corresponden con relaciones laborales de tercerización. Una forma genérica de identificar la tercerización es cuando una empresa establece un contrato con terceros y les confía el cumplimiento de actividades de apoyo o periféricas, simplemente descentralizadas en relación con la organización originaria, o incluso parte central de las tareas desempeñadas. La ley 20.744 de Contrato de Trabajo 8 denomina empresa “principal” a la firma demandante de servicios tercerizados. Ésta es considerada dadora de trabajo al ser el agente que establece las especificaciones técnicas para que el trabajo se haga estrictamente como la marca lo requiere, a través de la denominada “ficha técnica”9 (Montero Bressan, 2016). La importancia de la tercerización es un fenómeno histórico, y se contiene en las numerosas ventajas que brinda a las empresas principales para reducir costos y los riesgos generados por los bruscos cambios en la demanda. La referida Ley 20.744 establece en su artículo 30 que la empresa principal es responsable solidaria de la registración de los trabajadores, el pago de las remuneraciones correspondientes, y la cobertura de riesgos de trabajo. Sin embargo, como señala Lieutier (2010), hay varias razones que podrían impulsar a que algunas empresas del sector optaran por la tercerización como una práctica frecuente: la reducción de costos que implica para las empresas principales; la posibilidad de licuar algunas responsabilidades legales por las condiciones y accidentes de trabajo en su cadena productiva; los menores salarios que generalmente abonan empresas más pequeñas y la transferencia del riesgo empresario de las marcas y los confeccionistas al tallerista, y de éste al trabajador, al no afrontar costos laborales en momentos de bajas ventas. Una estrategia que en los años recientes las marcas han tendido a utilizar, para reducir riesgos de denuncias por explotación laboral, es buscar intermediarios registrados con cierta capacidad de producción. Es decir, contratan pequeñas “fabricas pantalla” que pueden ser presentadas como proveedores, ellos a su vez ocultan la informalidad de aquellos a quienes subcontratan. Otra maniobra empleada por las marcas es la de vincular a la informalidad con 8 Ley 20.744 disponible en: http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/2500029999/25552/texact.htm 9 La ficha técnica equivale a las especificaciones técnicas que todo contratista exige al subcontratista. 19 los complejos comerciales informales como La Salada. En este punto es importante destacar los siguiente: 1. Los circuitos de comercialización están diferenciados de manera bastante clara entre formales e informales (Figura 3). Las marcas de indumentaria se vinculan a la formalidad, mientras que los confeccionistas se vinculan con la informalidad – nótese la flecha de la derecha que indica un gradiente de formalidad a informalidad–. 2. No obstante, en el circuito de la producción se puede observar los estrechos vínculos entre formalidad e informalidad, tanto así que se hacen indisociables. Ello pondría a las marcas en un grado de responsabilidad similar al de los confeccionistas que comercializan principalmente dentro de la informalidad (Figura 4). Figura 4 Actores y flujos en el eslabón de producción Fuente: Elaboración propia. Se calcula que entre el 60% y 80% de la vestimenta confeccionada en Argentina atraviesa, al menos, por un eslabón clandestino (Bertranou & Casanova, 2013; Montero Bressan, 2016). La productividad de esta industria se ve muy afectada por este tipo de organización ya que, producir prendas de vestir en un taller informal, en una cadena productiva que es en realidad 20 un largo pasamanos de prendas a medio hacer, tiene un costo mucho mayor al que tiene producir en un taller propio y en condiciones. No obstante, la tercerización a talleres informales estaría permitiendo que ese costo sea pagado por el obrero de la confección sometido a largas jornadas de trabajo y salarios muy por debajo de la escala salarial que corresponde al sector (Montero Bressan, 2016). II.IV. Conformación de precios en la indumentaria En la sección anterior se identificó que la cadena de valor está compuesta por una serie de eslabones que se interrelacionan entre sí a través de relaciones comerciales y de subcontratación y de tercerización. En ese marco, la distribución de los márgenes y utilidades en la cadena productiva de indumentaria refleja con precisión las escalas existentes en su interior, donde la apropiación de las ganancias de esta industria responde directamente a la capacidad de negociación de los actores intervinientes (Montero Bressan, 2016). En la actualidad, gran parte de las marcas de indumentaria de primera línea –premium– suelen tercerizar su producción en talleres registrados Ello involucra mayores costos operativos respecto de los clandestinos puesto que la confección se realiza con obreros industriales registrados en la seguridad social y con salarios determinados por un convenio colectivo de trabajo, lo cual implica también la existencia de costos laborales no salariales típicos del trabajo formal –aguinaldo, vacaciones, contribuciones a la seguridad social, aseguradora de riesgos de trabajo (ART), entre otros beneficios–. Sin embargo, otra importante cantidad de marcas suele tercerizar su producción a talleres informales a través de intermediarios, de forma que se evitaría el pago de dichos costos. Este apartado tomará en cuenta ambos procesos. Estructura de costos en la fabricación de indumentaria en talleres formales De la investigación realizada por Ludmer (2016), resultó que el costo de fabricación – confección– de una prenda tipo representa solo el 20% del precio de venta final, lo cual dejaría en evidencia su contribución marginal a la determinación de los precios de las prendas. Mientras que la participación del gasto en mano de obra representa un 29% –salarios netos: 18,1%, cargas sociales: 10.9%– del costo total de fabricación. La participación del gasto de la empresa en mano de obra refleja que el sector de confección de indumentaria es 21 mano de obra intensivo, característica particular de la industria que se diferencia del resto de los sectores industriales donde el peso del factor trabajo resulta menor. Estructura de costos en la fabricación de indumentaria en talleres informales Desde otro enfoque, el estudio de Montero Bressan (2016), muestra el reparto de los márgenes y utilidades en la comercialización de un jean de marca premium confeccionado en un taller informal. Aunque en la actualidad son menos las marcas premium que tercerizan –a través de un intermediario– la producción a talleres informales resulta interesante analizar los resultados que se obtuvieron sobre todo respecto de lo que le corresponde como retribución a los trabajadores de la confección. Al confeccionarse en talleres clandestinos con trabajadores no registrados, se evitan los costos laborales no salariales que corresponden a contribuciones patronales, aguinaldos, vacaciones, feriados y demás costos indirectos asociados al trabajo. En el Cuadro 2 se observa la composición del precio de venta de la prenda en vidriera. El resultado muestra que el costo de confección representa sólo un 5,7% del total. Así también, se exhibe una débil relación entre el costo directo de producción –materia prima y confección– y el precio final. Para este caso, el costo directo del jean representa un 13% (7,3% de materia prima + 5,7% de confección) del precio total que abona el consumidor. En términos de actores, para este estudio, quien tiene la propiedad de la marca es quien mayor ganancia obtiene. Esta utilidad representa el doble del costo directo de producción y el cuádruple del costo de confección. Respecto a la ganancia del tallerista, visto en porcentajes pareciera que el tallerista gana casi lo mismo que el trabajador de la confección; no obstante, esa ganancia se multiplica por la cantidad de operarios que trabajan en el taller. Si el taller ampliara la capacidad productiva, el trabajador de la confección seguirá ganando lo mismo, mientras que el tallerista lo verá multiplicado por la cantidad de trabajadores. Este reparto muestra el incentivo constante a la reproducción de talleres informales. En la base de la pirámide de producción se encuentra lo que gana el trabajador de la confección, el menor aporte en términos de costos, representando su trabajo un 0.8% de lo que el consumidor paga por prenda. 22 Cuadro 2 Composición del precio de una prenda tipo En porcentajes Detalle Participación Materia Prima Telas y avíos 7,3 Confección Retribución al trabajador de la costura 0,8 Lavado 2,7 Tallerista 0,9 Intermediario 1,3 Administración y finanzas Gastos varios 12,4 Comercialización Publicidad Alquiler 1,5 12,0 Retribución a empleados de comercio 12,0 Impuestos IVA + Ingresos Brutos Utilidad de la marca 22,0 27,0 Total 100,0 Fuente: Elaboración propia a partir de Montero Bressan (2016) y Ludmer (2016). En conclusión, la lógica general de distribución del ingreso y estructura de costos a lo largo de la cadena productiva pareciera mostrar cierta dificultad en los talleristas y trabajadores de la confección para modificar sus condiciones de trabajo –informalidad y niveles de ingreso–. Esto puede deberse al papel que cumplen los actores del sector con más poder dentro de la cadena: las marcas y los grandes confeccionistas. Si bien estos resultados permiten explicar ciertas relaciones de poder traducidas en distribución de los precios, resultan insuficientes para explicar las causas de las precarias condiciones laborales. 23 Capítulo III. Revisión histórica del complejo textil-indumentaria en Argentina Habiendo señalado las características relevantes de la estructura de producción en la industria de indumentaria, es conveniente hacer una revisión de los antecedentes históricos más destacados que muestran el origen y evolución del empleo en el sector. En Argentina, la industria de indumentaria se manifiesta a finales del siglo XIX, desde el comienzo de la producción de tejidos de punto. Las operaciones textiles se inician mediante la instalación de los primeros telares para la fabricación de lonas, a través de la apertura de empresas textiles emblemáticas de la historia industrial argentina como Alpargatas y La Primitiva. Alpargatas inició sus actividades en el año 1883, empresa de capitales nacionales e ingleses, pioneros en la fabricación de calzado de lona, dieron ocupación en sus primeros años a 530 operarios. Desde sus inicios contrataban talleres para confeccionar diversos productos textiles tales como alpargatas de tela, sacos y lonas (Ludmer, 2019). En 1889 se instala la planta textil La Primitiva, dedicada a la fabricación de sacos de vestir y lonas impermeables. En la literatura especializada, existe cierto consenso sobre el retraso en el desarrollo de la industria textil hasta la década del treinta. A principios del siglo XX, la Argentina contaba con un mercado interno importante, un comercio exportador creciente y un ingreso per cápita relativamente alto. Siendo además uno de los principales países exportadores mundiales de lana y teniendo áreas ecológicamente aptas para la expansión del cultivo algodonero. Aún con esas ventajas, la industria local sólo abastecía una parte menor de la demanda interna de textiles. Una encuesta oficial en 1923 determinó que el consumo de textiles era abastecido en un 73% por las importaciones. En ese sentido, la economía argentina mostraba claros signos de atraso en comparación con Brasil y México (Bellini, 2008). En las cifras ofrecidas por el Censo nacional de 1914 se refleja el rezago de la industria textil. Ese año la rama textil representó una quinta parte de los establecimientos y del personal empleado en la industria manufacturera, pero solo un décimo de los capitales invertidos y una séptima parte del valor de la producción. Las tejedurías de punto y las de lana eran las actividades más desarrolladas en términos de inversiones, personal empleado y fuerza motriz instalada por obrero10. En cambio, la producción de hilados mostraba un atraso importante; solo existían tres hilanderías de algodón que estaban paralizadas, y en la rama lanera, una sola hilandería mecanizada producía para las tejedurías independientes. 24 El atraso de la industria textil estaba relacionado con las características que había asumido su desarrollo a partir de 1870. La alta protección acordada a la confección y a las tejedurías de punto11 fueron factores que impulsaron el crecimiento del sector textil. En el caso de la confección, entre 1870 y 1890, se produjo una fuerte sustitución de importaciones que fue alentada por el arribo de mano de obra calificada y acompañada de importantes cambios en la organización de la producción e innovaciones técnicas vinculadas con la introducción de la máquina de coser. Para 1914, la industria de la confección estaba sólidamente arraigada, 7.081 establecimientos, una inversión superior a los 100 millones de pesos y 58.000 trabajadores empleados contrastaban con la situación de las hilanderías y tejedurías. En el caso de la industria textil, el crecimiento se inició a partir de las primeras empresas argentinas de tejedurías de punto. En contraste, el crecimiento de las hilanderías y tejedurías de algodón y lana fue un proceso muy lento y limitado. (Adúriz, 2009; Bellini, 2008). La primera guerra mundial implicó el descenso de las importaciones y el aumento de la demanda mundial de telas para los ejércitos, permitiendo a la industria local vivir un momento de auge. No obstante, la expansión industrial se vio limitada por la imposibilidad de importar maquinaria. Hacia el año 1919, aun con las dificultades para importar, la participación de textiles en el volumen total de importaciones alcanzaba el récord de 33%, situación que se mantuvo estable hasta principios de la década del treinta (Adúriz, 2009). En cuanto a las condiciones laborales de los trabajadores de la industria de confección, hay evidencia para afirmar que la situación de trabajo era desfavorable desde sus orígenes. El sanitarista francés Bialet Massé, en su informe de 1904, registró, entre los años 1910 y 1920, deplorables condiciones de trabajo en los trabajadores de costura en Argentina: jornadas laborales extensas –once horas efectivas–, condiciones de hacinamiento y falta de higiene en los talleres, tendencia al contagio de enfermedades, salarios de subsistencia y presencia de trabajo infantil. En su mayoría empleaban como mano de obra a mujeres y niños, los cuales cosían en talleres y a domicilio recibiendo su pago por prenda terminada. (Bialet Massé, 2010). 10 Tanto las tejedurías de lana, como las tejedurías de punto, contaban con una inversión superior a los 7 millones de pesos. La cantidad de empleados de la tejeduría de punto fue de 4.382 trabajadores, mientras que la tejeduría de lana contaba con 2.721 obreros. 11 Desde 1876, la estructura de la tarifa aduanera se caracterizó por establecer altos gravámenes para la importación de confecciones y de tejidos de punto, mientras que la industria textil primaria (hilados y tejidos) recibió una protección notablemente menor (Belini, 2008). 25 Entre la década del treinta y mediados de los años setenta, en la etapa de sustitución de importaciones, la industria textil e indumentaria fue afianzándose en el sector alcanzando un crecimiento sostenido y adquiriendo notable importancia como generadora de empleo y producto. Todo ello gracias al aumento del mercado interno y a la protección aduanera frente a las importaciones por las guerras mundiales y la crisis del treinta. La consolidación de la industria textil se vio impulsada mediante políticas proteccionistas y se sostuvo hasta 1975 (Salgado, 2015). Un hecho importante, que marcó el logro del movimiento de costureras organizadas, fue la sanción de la Ley 12.713 sobre Trabajo a Domicilio 12 en el año 1941. La ley, aún hoy vigente, establecía una serie de derechos laborales para los trabajadores a domicilio a cumplir por la fábrica o marca dadora de trabajo: plazos, salarios, condiciones y medio ambiente de trabajo, entre otros derechos; con el objetivo de regular la tercerización en la industria de fabricación de indumentaria (Ludmer, 2019). A partir del golpe militar de 1976 se inició un cambio en las políticas económicas, lo cual acabó con el proceso virtuoso que se venía llevando a cabo en la industria de indumentaria (CEPAL, 2017). Este proceso se caracterizó por una combinación de apreciación cambiaria y apertura comercial que fomentó el ingreso de prendas desde países asiáticos, donde se pagan salarios significativamente inferiores que en Argentina (Monzón, 2001). La magnitud del impacto se observa en la caída del 63% del producto bruto industrial del conjunto de la industria textil en el periodo comprendido hasta 1981 (Salgado, 2015). Es importante agregar que hacia fines de la década del sesenta y principios del setenta se inició el proceso conocido como estanflación –estancamiento económico con inflación– en las economías capitalistas occidentales. Ello modificó la dinámica de acumulación industrial fordista y dio paso a que los mercados internacionales adopten modelos de producción flexibles como el toyotismo (Ludmer, 2019). Siendo la fabricación de indumentaria un segmento intensivo en mano de obra poco calificada fue motivo para relocalizar la producción a países con débil organización sindical dando comienzo a un nuevo proceso de deterioro de las condiciones laborales para los trabajadores de la confección. El Censo Industrial de 1974 señala que para ese año, el 80% de los establecimientos productivos contaban con hasta cinco ocupados en la Provincia de Buenos Aires, lo cual refleja un alto grado de tercerización de la confección a pequeñas unidades productivas. En este periodo se redujo la cantidad de 26 trabajadores del sector y se cerraron empresas –en su mayoría pequeñas y medianas– debido principalmente a la contracción de la demanda y los ajustes fiscales (Salgado, 2015). El proceso de crisis y reestructuración, que se inició en 1975, se vio acelerado en la década de los noventa. Analizando el comportamiento de este complejo productivo se observa que el sector de indumentaria entre 1993 y 2001 atravesó una fuerte contracción: el valor agregado cayó 37%, el empleo 51%, las horas trabajadas 45% y el salario real 20% (Kosacoff, 2004). Por ello, una gran parte de empresas quebraron y las que continuaron padecieron los embates de la exposición financiera por mayores tasas reales de crédito. Las empresas que subsistieron a la destrucción de la capacidad productiva debieron optar por formas organizativas más informales. Redujeron los costos a través de la informalización del empleo, lo cual implicó mayor precarización del trabajo. A partir de la década del ochenta, una porción cada vez mayor del mercado de comercialización de indumentaria pasó a ser abastecido por los talleres clandestinos. La informalidad y precariedad laboral en los talleres textiles se consolidó como una práctica habitual en la década del noventa debido a la necesidad cada vez mayor del mercado de comercialización de indumentaria de ser abastecido a menores costos, asociado a la evasión de impuestos, de las cargas sociales y de las normas de seguridad e higiene. Un fenómeno importante ocurrido en la década de los noventa fue el nacimiento de la feria La Salada en el año 1991. Se inició como un mercado de comercialización de indumentaria informal puesto en marcha por un grupo de costureros que dejaron de fabricar para marcas y talleres. La producción y venta de indumentaria se realiza por cuenta propia y sin regulaciones impositivas, basando su funcionamiento en vestimenta de imitación de las grandes marcas vendida a precios muy bajos. La corriente de investigación que estudia este fenómeno destaca que el núcleo del trabajo informal se concentra en los talleres “invisibles”, en el trabajo a domicilio y en los complejos feriales de comercialización informal (Ludmer,2019). El departamento de comercio de los Estados Unidos calificó a la feria de La Salada como uno de los mercados ilegales más grandes de América del Sur, agregando que las condiciones de trabajo pueden ser “esclavistas” (Insight Crime, 2017). Mientras que la Unión Europea la caracterizó como la feria ilegal más grande del mundo, siendo símbolo del comercio y la 12 Disponible en: https://www.mpd.gov.ar/index.php/marco-normativo/365-normativa-nacional/leyes/3232ley-12-713-sobre-trabajo-a-domicilio 27 producción de mercadería falsificada (Confederación argentina de la mediana empresa, 2012). Actualmente, Argentina se encuentra, junto a otros dieciséis países del mundo, en la lista de “mercado infames” por favorecer la piratería y cometer infracciones de la propiedad intelectual por la oficina del Representante Comercial de Estados Unidos (United States Trade Representative, 2018). Así como La Salada, otros mercados de comercialización informal, como el de avenida Avellaneda, se originaron en un contexto macroeconómico de apertura económica y caída de la demanda, derivando en el crecimiento de la desocupación, el cierre de gran cantidad de empresas y en la mayor relevancia de las importaciones (Salgado, 2015). Para el circuito de producción de vestimenta de la Salada no es posible utilizar la explicación sobre el origen de la informalización en el sector como consecuencia de estrategias de minimización de costos de marcas formales, ya que los que producen y venden las prendas son en su mayoría pequeñas unidades productivas familiares en donde los confeccionistas también se encargan de comercializar el producto terminado (Ludmer, 2019). Las pequeñas unidades productivas son un nicho particular que evidencia, a través de la integración de eslabones de la cadena, los rasgos esenciales de la existencia de precariedad del sector. El agravamiento de la industria de confección durante toda la década de los noventa y hasta la crisis del 2001, se hizo cada vez más visible y dejó en claro la fragilidad del sector indumentaria a la exposición externa y su elevada elasticidad-ingreso: donde la demanda de indumentaria va de la mano del poder adquisitivo de la población, en etapas de bonanza el aumento del poder adquisitivo incrementa el consumo de prendas más que el promedio de bienes, mientras que en los periodos de recesión económica, la caída del ingreso hace que se contraiga la demanda, dado que las prendas suelen ser de los primeros productos que se dejan de consumir frente a una caída del ingreso (Salgado, 2012). Pese a que la convertibilidad generó en un primer momento un horizonte estable para la inversión, el retraso cambiario, la apertura irrestricta y la falta de promoción al crédito e industria causaron un desequilibrio estructural en el sector y la consecuente pérdida de competitividad en relación al mercado internacional (Salgado, 2015). La contracción económica que sufrió el eslabón de indumentaria generó que las empresas apelaran a diversas estrategias para reformar el interior del proceso productivo y mejorar el circuito de comercialización a fin de mantenerse en el sector. Una de las transformaciones se dio lugar a través de la incorporación de nuevos establecimientos de venta como, por ejemplo, outlets, espacios en shoppings y supermercados, e incluso venta a través de plataformas digitales (Salgado, 2015; CEPAL, 2017). La venta habitual de prendas de vestir la realizaban 28 las marcas a través de locales comerciales, sin embargo, la nueva estructura fue necesaria para disminuir los costos fijos que demandaban las formas tradicionales de comercialización. Una segunda transformación en la manera de reordenar el proceso productivo fue a partir del segmento “diseño de indumentaria de autor”, realizado por los profesionales de diseño que en muchos casos tuvieron que hacerse cargo de la totalidad de actividades del eslabón indumentaria ofreciendo prendas únicas y exclusivas (CEPAL, 2017). Un suceso elemental para la cadena de valor industrial textil indumentaria fue la apertura de la carrera de Diseño de Indumentaria en la Universidad de Buenos Aires en el año 1988. Los graduados crearon marcas de diseño de indumentaria del segmento premium que son posibles de encontrar en diversos shoppings y mayormente en el barrio de Palermo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Ludmer, 2016). El nivel de integración de la cadena textil, indumentaria, diseño y moda finaliza con la considerable variedad de marcas independientes argentinas y una gran oferta de prendas de alto valor agregado. La tercera reestructuración en la manera de producir se llevó a cabo de manera progresiva desde la primera crisis del sector –mediados de 1970– y, como se señaló, se vio acelerada en los noventas. La dinámica de tercerización de la confección a proveedores independientes implicó que la producción se concentra en las fases de mayor valor de la cadena –diseño, marketing y comercialización–. La necesidad de las firmas nacionales de competir con los productos extranjeros las llevó a reducir el capital variable –empleo principalmente– al mínimo posible, lo cual en ocasiones implicó infringir la legislación laboral. De este modo, las marcas de indumentaria –normalmente las marcas premium– que contratan intermediarios para que se encarguen de la producción de las prendas, a su vez, éstos subcontratan la confección de vestimenta a talleres –que suelen trabajar para diversas marcas– que contratan mano de obra en condiciones de informalidad y precarización (CEPAL, 2017). El abandono de la paridad cambiaria, en el 2002, dio paso a una etapa post-convertibilidad de reactivación económica traccionada fundamentalmente por el tipo de cambio alto, la devaluación del peso, la inversión productiva, la restauración del consumo interno, subsidios a los servicios públicos y el crecimiento del gasto público en políticas sociales (Ludmer, 2019). El crecimiento económico se vio reflejado rápidamente en el sector de indumentaria debido a su carácter de alta elasticidad-ingreso. Los datos de la Cámara Argentina de Indumentaria de Bebés y Niños - CAIBYN (2010) indican que para el primer trimestre del año 2003 el nivel general del sector secundario de la economía aumentó un 19%, mientras que 29 el sector de la confección se incrementó un 63%. Hasta fines de 2004 el nivel de utilización de la capacidad instalada aumentó llegando a niveles similares a los anteriores a la crisis del 200113. El Estado Nacional cumplió un rol expansivo del durante la primera década del nuevo milenio. Se extendió la cobertura de la seguridad social a través de las moratorias previsionales, además de la ampliación de pensiones no contributivas y la creación de la Asignación Universal por Hijo para desocupados y trabajadores no registrados. Esta incorporación de mayor cantidad de gente al consumo, sumado a las políticas implementadas por el Estado Nacional para dar impulso a la industria de indumentaria14, generaron un aumento en la producción y en la demanda de trabajadores (Ludmer, 2019). A pesar del crecimiento del sector, el aumento de la producción de prendas incentivó un profundo incremento en la cantidad de trabajadores informales de la confección. En los datos provistos por el INTI (2016) se afirma que en el 2002 eran 35.000 trabajadores de la confección y pasaron a 120.000 en 2008, aumentó un 240%. A pesar de un periodo de postconvertibilidad con políticas tendientes a estimular el sector indumentaria y, por otro lado, limitar las importaciones15, no ha podido recuperar la importancia que tenía en el conjunto de la industria nacional antes de la década del noventa, y deja en evidencia su insuficiencia a la hora de lograr cambios considerables en cuanto a la formalización de la producción de indumentaria (Arcos, 2013; Salgado, 2015). A partir de la crisis internacional del 2008, el sector textil e indumentaria han revelado la engorrosa realidad dentro del complejo productivo. Por una parte, algunos elementos contextuales favorecieron al sector, como la restricción a las importaciones y la salida de divisas, ambas implementadas desde el 2010, lo que contribuyó a la estimulación de la producción local y un nuevo proceso de sustitución de importaciones. Mientras que, por otro lado, se sucedieron hechos perjudiciales como la falta de acceso al crédito a tasas razonables, el aumento de los costos internos por el proceso inflacionario y el atraso cambiario que generó un freno en las exportaciones. A causa de tragedias sucedidas en talleres clandestinos de confección que tomaron estado público, se empieza a establecer una reestructuración del modelo del sector desde el 2006. La 13 Para el año 2003, el nivel de utilización de la capacidad productiva instalada fue de 74% (Adúriz, 2009). Se estimuló la fabricación nacional de prendas a través de la administración de comercio exterior, Programa de Certificación voluntaria Compromiso Social Compartido (CSC) para empresas de indumentaria, asistencia técnica para productores, entre otros (Ministerio del Interior, 2012). 14 30 nueva forma de organizar el proceso productivo es el modelo que predomina actualmente a través de talleres familiares. Esencialmente, se caracteriza por un alto nivel de informalidad, por estar compuesto por hasta cinco personas que trabajan a fasón para intermediarios, generalmente en casas particulares y utilizando máquinas propias (Salgado, 2015). Finalmente, a partir del 2015, se pudo observar una profunda retracción de la actividad del complejo textil e indumentaria, lo que generó menores inversiones, caída en las exportaciones y una menor utilización de la capacidad instalada16. Ello implicó una merma en el poder adquisitivo de los salarios, variable fundamental a la hora de explicar el comportamiento de la industria nacional de fabricación de indumentaria. Hasta diciembre del 2019, la información disponible en el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) respecto a la producción nacional de prendas de vestir muestra una disminución de 4,4 % interanual, la menor caída desde la crisis de mayo de 2018. Para todo 2019, la fabricación de prendas se redujo 13,5% comparado con 2018. La dinámica de la producción textil puede ser entendida como un anticipo del comportamiento del sector de indumentaria, pues la mayor parte de su producción es utilizada como un insumo por las fábricas de confección (CIAI, 2019). Sintetizando, el deterioro del poder adquisitivo de la población, el crecimiento de las importaciones de indumentaria y las diversas políticas económicas afines a las puestas en marcha durante el periodo 1976 – 1981 y la década de los noventa, reflejan resultados semejantes sobre la cadena de valor textil indumentaria. Estos efectos que repercutieron fuertemente sobre las empresas, también lo hicieron en las condiciones de vida de los trabajadores más vulnerables de la cadena, trabajadores de la confección que se enfrentan a condiciones igual o más precarias que décadas atrás. 15 A través de licencias automáticas y otras medidas antidumping (Arcos, 2013). 31 Capítulo IV. Estructura del empleo Como se mencionó en el capítulo anterior, hay evidencia que da cuenta del alto grado de precariedad que caracteriza al empleo de los trabajadores de la industria del vestido desde el inicio de las operaciones de empresas del sector en el país. Esta particularidad permaneció incluso durante los años de crecimiento económico y se vio agravada su situación en cada una de las crisis del sector: 1976 – 1981; 1991 – 2001; y la más reciente, 2016 – 2018. En ese sentido, es imprescindible analizar qué tipo de empleo caracteriza a este sector. Para tal efecto, de detallan las categorías ocupacionales del conjunto de trabajadores en términos de los actores y de las tareas a realizar.  El patrón es quien dirige su propio negocio y contrata los servicios de uno o más trabajadores. Es decir, es el responsable de la compra de la materia prima y de la venta del producto terminado, y por ende, del pago del proceso de confección. En términos de este sector, se refiere a los grandes confeccionistas.  El trabajador por cuenta propia es el trabajador independiente que no ocupa personal remunerado. A esta categoría pueden pertenecer los talleristas, intermediarios y trabajadores de la confección propiamente dicha –costura, bordado, etiquetado, etc.–.  Los asalariados registrados en la seguridad social se corresponden con: diseñadores, supervisores y/o encargados de taller, costureras en taller, bordadoras y cortadores.  Los asalariados no registrados se concentran fundamentalmente en las tareas de los trabajadores de la confección.  Un familiar sin salario se dedica a una actividad productiva administrada por un familiar sin recibir una retribución en dinero por su trabajo. Esta categoría está ligada fundamentalmente con los trabajadores a domicilio que realizan tareas de costura y bordado. Si bien la clasificación puede quedar acotada al entramado real que caracteriza a esta industria, la categorización ocupacional en términos de los actores y tareas permitirán reconocer qué tipo de empleo predomina en el sector. En esa línea, se analiza particularmente el empleo asalariado no registrado y el cuentapropismo por tratarse de categorías que 16 El porcentaje de utilización de la capacidad instalada de la industria textil y confecciones fue de 68% para el promedio del año 2016; 61,1% para el promedio del año 2017 y 50,5% para el promedio del año 2018 (INDEC). 32 representan a los trabajadores más informalizados del sector. A tal efecto, se utilizan los microdatos provenientes de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) para el total de aglomerados urbanos. En este punto, es importante mencionar que este instrumento de recolección de información puede tener limitaciones para captar a la población que vive en el establecimiento donde se desarrolla la actividad industrial. La particularidad de los talleres informales de adecuarse en espacios pequeños –hasta en viviendas– genera una dificultad en el encuestador a la hora de realizar el relevamiento al no permitírsele el ingreso, lo cual implica cierto sesgo en la muestra. Cuadro 3 Estructura del empleo en el sector de la indumentaria por categoría ocupacional según tamaño del establecimiento En porcentajes Categoría ocupacional Tamaño del establecimiento Familiar sin salario Total Participación por tamaño de establecimiento Patrón Cuenta propia Asalariado registrado Asalariado no registrado Hasta 5 ocupados 4,7 64,4 5,2 23,8 1,9 100,0 62,3 De 6 a 10 6,6 1,6 50,4 41,4 0,0 100,0 7,9 De 11 a 25 11,6 0,0 58,6 29,8 0,0 100,0 5,7 De 26 a 100 0,0 0,1 81,6 18,3 0,0 100,0 6,3 Más de 100 0,0 0,0 96,3 1,4 2,3 100,0 3,9 Sin información 1,7 4,7 35,1 58,6 0,0 100,0 13,9 Participación por categoría ocupacional 4,8 40,9 24,3 29,2 1,3 100,0 100,0 Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la EPH, total de aglomerados urbanos, INDEC. 33 Como se observa en el cuadro 3, solo el 24% del empleo está compuesto por asalariados registrados, mientras que del conjunto de asalariados la incidencia de la no registración representa un 55%. Se destaca la elevada presencia de trabajadores por cuenta propia con un 41% del total del empleo urbano del sector, con lo cual, esto podría significar que una gran proporción de trabajadores –talleristas, intermediarios y confeccionistas– están insertados en la cadena de producción con un grado de aparente autonomía, donde en la práctica estaría ocultando una situación de dependencia laboral precaria. El resto del empleo en indumentaria se compone de los empleadores –patrones– con casi un 5% y familiares sin salario en un punto porcentual del total. En ese sentido, el 70% (41% + 29%) de la estructura del empleo se compone por quienes estarían representando el eslabón más frágil de toda la cadena de valor, trabajadores cuentapropistas y asalariados sin cobertura de la seguridad social. Otro rasgo de interés de la estructura ocupacional que se muestra es que a partir de la distribución de las categorías por tamaño de establecimiento, se confirma que para las unidades de producción de menos de 5 trabajadores los cuentapropistas representan una proporción mucho mayor (64%). Lo cual cobra significativa relevancia, ya que dichas microempresas representan el 62% del total de establecimientos. A partir del análisis de la estructura del empleo, a continuación se analiza en detalle los atributos personales –género y nivel educativo– de los ocupados según su categoría. Cuadro 4 Participación por género y nivel educativo según su categoría ocupacional En porcentajes Patrón Categoría ocupacional Asalariado Cuenta Asalariado no propia registrado registrado Familiar sin salario Participación Género Hombre Mujer Total Nivel educativo Nivel bajo Nivel medio Nivel alto Total 46,2 53,8 100,0 14,2 85,8 100,0 45,2 54,8 100,0 32,8 67,2 100,0 20,9 79,1 100,0 28,7 71,3 100,0 22,6 41,9 35,5 44,3 42,3 13,4 35,5 47,4 17,1 52,0 43,7 4,3 38,5 55,4 6,0 43,4 44,1 12,5 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 34 Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la EPH, total de aglomerados urbanos, INDEC. Nota: Nivel bajo de educación: hasta secundaria incompleta; nivel medio: secundaria completa y terciaria incompleta; nivel alto de educación: terciaria incompleta. En el cuadro 4 se observa que los trabajadores del sector relevados fueron mayoritariamente mujeres: 71%. Los trabajadores independientes presentan la mayor proporción de participación femenina con casi 86%, pues en éste se concentran fundamentalmente las trabajadoras de la confección. Para el caso de los patrones y asalariados registrados la diferencia de participación por género aparece menos amplia que en las demás categorías llegando a distanciarse solo por 8 puntos porcentuales. Respecto al nivel de educación, un 44% de los trabajadores autónomos tienen bajo nivel educativo –hasta secundario incompleto–, mientras que más de la mitad de los asalariados no registrados (52%) cuenta con bajo nivel educativo, siendo que sólo el 4% cuenta con un nivel de educación alto –formación terciaria–. En contraste, la ocupación que corresponde al patrón muestra un 36% formación terciaria. Estimación de la informalidad Lo visto hasta el momento destaca la importancia que revisten las cuestiones relacionadas con el empleo y la calidad del trabajo en una cadena productiva signada por la informalidad. En ese marco, es conveniente profundizar en la definición de informalidad a utilizarse. Se consideran dos enfoques recomendados por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para la definición de informalidad. El primero, define al empleo en el sector informal (ESI) vinculándolo al conjunto de los ocupados en unidades productivas pequeñas, no registradas legalmente empresas, propiedad de individuos u hogares cuyos ingresos o patrimonio no es posible diferenciarlos de lo que corresponde a los dueños. La segunda visión define al empleo informal (EI) teniendo en cuenta el no cumplimiento de los aspectos legales y regulatorios de un conjunto de ocupaciones. (Beccaria y Groisman, 2015). Con la finalidad de profundizar el análisis del objeto de estudio, en este trabajo se adoptan ambos criterios de informalidad que ponen en relieve diferentes modalidades de inserción informal. 35 Siendo que a medida que disminuye el tamaño de las firmas, mayor es el rango de informalidad; se utiliza, como es usual, el tamaño de la unidad productiva como indicador de establecimiento formal o informal. Se definen como trabajadores del sector informal a aquellos que trabajan en empresas de hasta cinco empleados. Además, se pueden incluir a los trabajadores cuenta propia que no han completado niveles superiores de educación. Por ende, la clasificación del trabajador del sector informal la constituyen los asalariados y patrones que trabajan en establecimientos de hasta cinco empleados, los cuenta propia no profesionales y los trabajadores familiares. Desde la segunda perspectiva de informalidad, forman parte del EI los trabajadores asalariados no registrados -correspondan a empresas formales o informales-, los trabajadores por cuenta propia y patrones que evaden sus obligaciones tributarias y los familiares que trabajan sin remuneración. Es decir, el criterio para determinar si cuentapropistas y patrones pertenecen al sector informal es el mismo que se emplea para determinar si se cuenta con un EI, ya que el carácter informal de aquellos deriva de la característica de la empresa en la cual trabajan. En la misma línea, todos los trabajadores familiares ocupan puestos informales (Beccaria y Groisman, 2008). Según la definición recién descripta, en el cuadro 4 se puede identificar que 86,6% (44,3% + 42,3%) del total de trabajadores por cuenta propia son trabajadores informales ya que no cuentan con estudios superiores completos. Ello evidencia que parte fundamental del trabajo de confección cuenta con mínimos requerimientos en cuanto a calificación educativa, lo cual implica menores ingresos en la fuerza laboral más importante del sector. Para reconocer a los trabajadores informales, se presenta una matriz que muestra la superposición de ambos criterios de informalidad. Como se señaló, este procedimiento no solo tiene en cuenta al propio ocupado, sino que además considera como unidad de análisis al establecimiento que no cumple con las normas de producción y seguridad social. En el cuadro 5 se observa que desde la perspectiva del ESI, su participación significa 72,5% del total de ocupados en el sector, de los cuales más de la mitad (51,5%) son no asalariados informales. Otra característica indica que de la totalidad de ocupados del sector, casi el 64% (46,6% + 17,2%) corresponde a cuentapropistas informales y asalariados no registrados que trabajan en empresas informales. En términos de la estructura de la cadena de valor, esta situación ubicaría a talleristas, intermediarios y, particularmente, trabajadores de la confección en un núcleo duro de la informalidad. Además, desde la definición de EI, el 76% del empleo en la industria de la indumentaria puede caracterizarse como informal. Éste corresponde a la suma de los asalariados no registrados y los no asalariados de pequeños 36 establecimientos. De ello, 71 puntos porcentuales (46,6% + 24,4%) corresponde a la suma de los asalariados no registrados y los cuentapropistas informales. Esta alta participación de ambas categorías ocupacionales en la superposición de criterios reafirma su importante peso en la actividad a la hora de decidir la forma de producción. Cuadro 5 Informalidad en la estructura del empleo de la industria de indumentaria En porcentajes Categoría ocupacional Patrón Cuenta propia Asalariados Familiar sin salario Empleo Empleo formal informal Empleo Empleo formal informal Empleo Empleo formal informal Empleo Empleo formal informal Unidad productiva Total Empleo en el sector formal 1,4 0,0 0,2 0,0 18,9 7,2 0,0 0,0 27,6 Empleo en el sector informal 0,0 3,4 0,0 46,6 3,7 17,2 0,0 1,5 72,5 Total 1,4 3,4 0,2 46,6 22,6 24,4 0,0 1,5 100,0 Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la EPH, INDEC. Nota: Se excluyeron los datos de las observaciones de establecimientos sin información con el fin de clasificar a las unidades productivas según el criterio de ESI. Ello genera una diferencia con los resultados totales por categoría ocupacional con respecto al cuadro 3. Continuando con el cuadro 5, la diferencia que surge de la superposición de ambos criterios de informalidad resulta particularmente relevante para los asalariados. En ese sentido, según los datos observados se verifica una baja participación de los asalariados registrados que se desempeñan en empresas formales –con más de cinco ocupados–, los cuales representan sólo 19% del total del empleo del sector indumentaria. Ello da cuenta nuevamente de la incidencia del fenómeno de la informalidad sobre los trabajadores de toda la industria de la confección y particularmente sobre aquellos en quienes recae más fuertemente el ajuste –asalariados no registrados y cuentapropistas–. Por lo general, las empresas trabajan durante el año en dos temporadas, otoño-invierno y primavera-verano, con fuerte actividad en los tres o cuatro meses previos al lanzamiento de las temporadas, mientras cae significativamente la producción en el primer mes de inicio de 37 temporada, para luego parar hasta el inicio del trabajo que producirá la temporada siguiente. Ello indicaría que los trabajadores del sector estarían ocupados unos nueve meses al año. En este escenario, la estructura de empleo corrobora la necesidad de los patrones a preferir trabajadores por cuenta propia o asalariados no registrados. La informalidad asociada a ellos evitaría los costos laborales de la eliminación de los puestos de trabajo para los cuatro meses ociosos. Antes de detallar las características de los trabajadores con mayor grado de precariedad de toda la cadena de valor industrial textil e indumentaria, es oportuno mostrar los resultados del estudio de Ludmer y Favata (2019) a partir de microdatos de la EPH donde se destaca la existencia de cierto premio negativo por pertenecer a la actividad. Se confirma lo siguiente: 1. Una mayor incidencia de informalidad entre los trabajadores de la confección corresponde principalmente al hecho de que el sector emplea en mayor proporción a grupos de individuos también afectados por dicha problemática en el total de la economía. Es decir, la mayor presencia relativa de atributos individuales y del puesto de trabajo que tradicionalmente son penalizados en el mercado laboral. Por ejemplo, la mayor presencia de mujeres, trabajadores con bajo nivel educativo y el mayor porcentaje de inmigrantes. 2. La existencia de una penalidad salarial adicional en la materia de informalidad que genera trabajar en el sector de fabricación de indumentaria para algunos atributos individuales, principalmente la edad y en menor medida la nacionalidad. Este fenómeno indica que los trabajadores con mayor edad -y las mujeres, y los inmigrantes- tienen una mayor penalidad en materia de informalidad solo por el hecho de desempeñarse en la fabricación de prendas de vestir, en relación al promedio de la economía argentina. Ello podría significar que la fabricación de vestimenta actúa como un sector refugio para los trabajadores más vulnerables del mercado laboral argentino. Dicha penalidad asociada a la actividad se puede entender en términos de la estructura de la cadena de valor. En efecto, el desbalance que se genera en la capacidad negociadora de los trabajadores por cuenta propia implica que su ingresos sean un mecanismo de ajuste. Aquellos estarán dispuestos a bajar sus salarios logrando así adaptar sus necesidades a los requerimientos de una estructura productiva que constantemente se adecua a los cambios en la demanda. 38 Capítulo V. El caso de los trabajadores de la confección En la sección II.II se detalló un primer nicho ocupacional constituido por los actores más importantes de la industria de indumentaria, todos ellos dueños de empresas que contratan trabajadores; sin embargo, para que aquellos se constituyan es necesario de un importante conjunto de trabajadores dispuestos a aceptar las condiciones que requiere la actividad. Estos trabajadores se componen fundamentalmente de cortadores –un oficio clave que suele ser reconocido y bien remunerado aunque no siempre registrado – y costureros y bordadores – situados en la base de la pirámide de la producción–, quienes trabajan en talleres o a domicilio desempeñando las ocupaciones fundamentales pero con estrategias usualmente de supervivencia y con una situación muy subordinada a las circunstancias cambiantes que afectan al proceso productivo de esta actividad. Su inserción como trabajadores independientes y dependientes es de suma importancia, así como los grados de precariedad y situación impositiva previsional. En ese sentido, el recorrido por las tareas del colectivo de trabajadores pondrá en relieve su relación con el trabajo no registrado. A partir de los estudios de Gallart (2006), se puede establecer una diferenciación en cuanto al carácter de cada labor del colectivo de trabajadores:  Cortadores: El punto crítico e irreversible en la confección es el corte. Se cortan las telas encimadas, por lo cual el error se multiplica. Si se realiza mal el corte se pierde la materia prima de toda una tanda, lo cual pone en peligro los costos. Ello demanda un trabajo profesional por parte del cortador, siendo el de mayor responsabilidad e importancia en la confección. Se considera un oficio porque es necesario el desempeño competente y tiene un periodo relativamente largo de aprendizaje. Suele ser un trabajo bien pago y es el primero que se registra.  Costureros/as y bordadores/as: Son el último eslabón de la cadena productiva. Este conjunto de tareas reúne a los trabajadores que cosen o bordan en máquinas industriales de diversas funciones. Su inserción es variable: las tareas pueden ser realizadas en empresas formales con relación de dependencia formal, esto es, se le hacen los aportes a la seguridad social, convenio, pero con ingresos relativamente bajos en relación con otras ocupaciones. Mientras que en el caso de trabajar para un taller informal, o realizando trabajos a fasón a domicilio, se cobra por prenda y se es penalizado si hay fallas, los ingresos son bajos y la cobertura de derechos sociales casi inexistente. 39 Los diseñadores o modelistas cumplen un rol de menos peso para la temática estudiada pero importante en las decisiones de producción. El conjunto de tareas de estos trabajadores clave está relacionado con aspectos cruciales de la confección y tiene que ver con la gestión económica del proceso incluido el manejo del trabajo y la tecnología. En algunos casos, las ocupaciones de los patrones, los cortadores y los diseñadores pueden llegar a ser desempeñados en algunas empresas por la misma persona con la ayuda de auxiliares, mientras que las tareas de las costureros y bordadores, aun siendo la base de la estructura de producción de indumentaria, es el que menos posibilidades de negociación tiene, quedando a sujeción de quienes los contratan. Según los datos que se expusieron en la sección anterior, hay evidencia para afirmar que la gran cantidad de trabajadores por cuenta propia y asalariados no registrados pueden ir en detrimento de las condiciones laborales de los demás trabajadores de la confección –asalariados registrados–. En este aspecto, el grado de subordinación de los trabajadores se muestra muy variado. Por un lado, la situación de aislamiento –carencia de relación con otros trabajadores– y dependencia de quien contrata su trabajo, van deteriorando sus posibilidades de agremiación sindical. Por otro lado, el tamaño reducido de los talleres –en promedio tienen entre 5 y 10 trabajadores– facilita grados de alejamiento de las pautas legales. Esto se debe a que al ser pequeñas unidades productivas difíciles de identificar, es más posible que puedan permanecer ocultas al control estatal. Por otro lado, los talleres textiles son los encargados de encomendar la tarea a aquellos a quienes subcontratan para trabajar en sus instalaciones –trabajadores de la confección– como también de los trabajadores a domicilio a quienes tercerizan la producción. El “tallerista” es el organizador de la producción a entregar, este agente se desentiende de las funciones de control, ya que, como a los trabajadores se les paga por prenda realizada, éstos se convierten en su propio supervisor, administrando sus tiempos y obligándose a trabajar al máximo de sus capacidades, así como a realizar los productos con la suficiente calidad para que el tallerista se los pague (Bentolila, 2011). En tal sentido, si bien la máquina juega un papel importante en el taller, la productividad depende fundamentalmente de la destreza, los conocimientos y la experiencia acumulada de sus operarios. A partir de ello, se pueden diferenciar dos conjuntos de obreros de la confección: por un lado, los que tuvieron una inserción adecuada –ingresos elevados, formalización laboral, continuidad de trabajos– ya sea provenientes de fábricas textiles o 40 pequeños talleres de alta inserción y, por el otro, los que se insertaron precariamente en el sector y los nuevos trabajadores que tienen menos conocimientos y menor experiencia laboral. En síntesis, la dinámica de esta forma de producción pareciera haber generado una trama solida en la que el trabajo no registrado y el cuentapropismo aparecen como una condición necesaria para la reproducción de esta actividad. Trata laboral Además de la presencia de informalidad en el sector, existe una práctica frecuente en los talleres textiles que es necesario definir: la trata laboral –trabajo esclavo–. La trata de personas con fines de explotación laboral se ha ido extendiendo en el tiempo y explica parte de la migración de países limítrofes. De acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) la trata de personas se define como un proceso que comienza con el reclutamiento y continúa con la explotación en los lugares de tránsito y de destino donde son explotadas (Salgado, 2012). El primer episodio que reveló la existencia de estos establecimientos y las condiciones en las que se trabajaba, fue el incendio en el taller de la calle Luis Viale en la Ciudad de Buenos Aires en 2006. En los talleres textiles se extiende una forma particular que adquiere el trabajo esclavo. Éste se asocia a la trata laboral por medio de la servidumbre por deudas y consiste en trasladar a los trabajadores desde su lugar de origen –usualmente países limítrofes– hasta los talleres. Los costos del viaje, alimento y alojamiento son la deuda que el trabajador deberá saldar con su trabajo. De acuerdo a la Dirección Nacional de Migraciones, existen características comunes a los diferentes talleres clandestinos a los que se ha ingresado en allanamientos que tuvieron lugar. Entre estas se verifican condiciones de contratación engañosa, hacinamiento, prohibición de salir del taller libremente, retención de documentación personal y el impedimento para regularizar su situación (Boffi, 2013; Salgado, 2015). Producto de la irregularidad en que se ejerce este tipo de empleo, sumado a la carencia de registros migratorios, no existen datos oficiales con los que se pueda estimar la magnitud y expansión de esta forma de trabajo esclavo. Sin embargo, según los relevamientos de la CIAI se indica que más de la mitad de las personas que emplea la cadena textil trabaja en condiciones de esclavitud. Ello revela que estas circunstancias no son casos excepcionales, por lo que toman una relevancia preocupante al impactar directamente sobre el bienestar de los trabajadores que cumplen las tareas más básicas de toda la cadena de producción. 41 Representación sindical Así como los principales actores del sector cuentan con un soporte institucional –como fue señalado en el capítulo II– la representación legítima de los trabajadores de la indumentaria está a cargo principalmente de tres sindicatos: El Sindicato Obrero de la Industria del Vestido y Afines (SOIVA), que representa a los trabajadores registrados del gremio de la confección; la Unión de Cortadores de la Indumentaria (UCI), que nuclea a trabajadores que realizan sus actividades en establecimientos dedicados principalmente a la moldería, el corte, el diseño y la confección; y el Sindicato de Trabajadores Talleristas a Domicilio (STTAD). Entendiendo que los trabajadores de la confección suelen encontrarse en una situación de vulnerabilidad, sobre todo quienes trabajan en talleres clandestinos, las carencias cotidianas así como el desconocimiento de los límites de acción posible, redundan en una débil posibilidad de organización colectiva para exigir la mejora de sus condiciones laborales. VI. Conclusión La informalidad laboral se manifiesta de manera relevante al analizar la estructura de la cadena de producción de indumentaria. El fenómeno abarca desde trabajadores no registrados en empresas formales hasta trabajadores de la confección sometidos a condiciones de trabajo forzoso y/o reducción a la servidumbre en talleres textiles no registrados. A efectos del examen de la cuestión ocupacional, se utilizaron dos criterios de informalidad diferentes: a) empleo en el sector informal (ESI), que refiere a la concentración del empleo en unidades pequeñas de baja productividad; y b) empleo informal (EI), que se define por el no cumplimiento de los aspectos legales y regulatorios por parte de ciertas empresas. Esta superposición de criterios de informalidad refieren a diferentes aspectos de la informalización del empleo los cuales se complementan entre sí. Si bien las diferencias de ambos enfoques resultan significativas para los asalariados, para el caso de los trabajadores por cuenta propia y patrones que evaden sus obligaciones tributarias, se los clasifica dentro del criterio de EI. Teniendo en cuenta la recomendación internacional, se determina que son empleados informales aquellos que trabajan en una empresa del sector informal. A estos trabajadores informales se agregan a todos los trabajadores familiares. Para distinguir entre establecimientos formales e informales se utiliza, como es usual, el criterio de tamaño de 42 establecimiento, considerando que los establecimientos informales cuentan con hasta cinco ocupados. A partir de las observaciones se obtiene que el ESI constituye un 72,5% del total de ocupados en el sector de la vestimenta, de los cuales casi 64 puntos porcentuales representan a trabajadores por cuenta propia informales y asalariados no registrados en empresas informales. Desde la perspectiva del EI, su ocupación representa un 76% del total del empleo urbano en el sector, 71% representa la participación de los asalariados no registrados y los cuentapropistas informales. Se puede resaltar otras características de la estructura ocupacional, como que solo el 24% del total de ocupados está compuesto por asalariados registrados, mientras que del total de asalariados, el 55% no cuenta con cobertura de la seguridad social. En tanto los trabajadores cuentapropistas representan la participación más elevada de toda la estructura del empleo en indumentaria con un 41%. Respecto a los requerimientos de calificación de la fuerza de trabajo, casi el 87% del total de cuentapropistas –talleristas y trabajadores de la confección fundamentalmente– son informales según el criterio del nivel educativo. Es decir, solo el 13% cuenta con un título profesional. Tal situación reduce las remuneraciones relativas de aquellos trabajadores con baja calificación causando que muchos de ellos, aun en el sector formal, obtengan ingresos muy bajos. Ello podría sugerir que la industria de fabricación de indumentaria actúa como un sector refugio para los trabajadores más vulnerables del mercado laboral argentino. Con lo cual se deja evidencia de la importancia de esta actividad a la hora de generar empleo para trabajadores vulnerables. En ese sentido, la elevada participación de trabajadores por cuenta propia y asalariados no registrados en la superposición de criterios reafirma su importante peso en la actividad a la hora de decir la forma de producir. Estas decisiones de producción generan las condiciones para que a los trabajadores no se les realicen los descuentos que corresponden a la seguridad social. Con ello, los resultados del estudio de la informalidad en la estructura del empleo del sector de la indumentaria reafirman la hipótesis de un alto nivel de precariedad en toda la cadena de producción de prendas de vestir. Desde la figura del patrón que terceriza la confección –marcas y grandes confeccionistas–, hasta los cuentapropistas y asalariados no registrados –talleristas y trabajadores de la confección– se muestran como los ocupados con mayor debilidad dentro de la cadena de valor, con la peculiaridad de ser una proporción muy 43 elevada que da cuenta de un fenómeno de informalidad más complicado que en el resto de sector de la industria nacional. El tallerista cumple un rol inter-jerarquico, como empleador de sus trabajadores y empleado de las marcas, confeccionistas e intermediarios. Si bien son los talleristas los que aplican las formas de trabajo con mayor informalidad, por lo general están insertos en la lógica de la competencia ilegal con sus pares en un contexto de respaldo desde los empresarios que demandan labor –intermediarios, grandes confeccionistas y marcas–. Ello evidencia en un grado de fragilidad laboral muy cercano al que padecen los trabajadores de la confección. La mayor participación de microempresas, trabajo por cuenta propia y trabajo asalariado no registrado pone en manifiesto que esta actividad es un ámbito privilegiado para analizar la incidencia del alto nivel de precariedad en cuentapropistas y asalariados no registrados y los factores asociados a su presencia. Además, permite también analizar las estrategias laborales individuales y colectivas que se desarrollan en contextos de incertidumbre, crisis y reactivación. Sin embargo, ser un asalariado registrado de esta actividad no lo exime de padecer de una ocupación con altos niveles de precariedad, sino que la pertenencia a este sector aumenta sus probabilidades de sufrirlo. Las condiciones de trabajo de quienes no gozan de la cobertura por seguridad social pueden extenderse a aquellas propias del empleo registrado. En tal sentido, el origen de esta estructura de producción está vinculado con las estrategias de adaptación de las empresas locales al contexto macroeconómico de cada uno de los ciclos de auge y recesión que les tocó afrontar desde se instalaron las primeras fábricas textiles en el país. Aunque la primera crisis del sector se manifestó a mediados de 1970, hay evidencia que da cuenta empleo precario en talleres textiles y en el trabajo de confección a domicilio desde la primera década del siglo XX. Es decir, estas características intrínsecas de la forma de producción parecieran emerger a la par de la instauración de las primeras plantas industriales textiles, las cuales contrataban talleres para confeccionar diversos productos textiles. No obstante, la primera crisis del sector generó un importante crecimiento del sistema de talleres clandestinos que se vio intensificado en la década de 1990 como resultado de la apreciación de la moneda local y la apertura comercial. Por último, aunque los rasgos característicos de la estructura del empleo en la industria de confección de indumentaria muestran evidencia de preocupantes condiciones laborales, ellos 44 se potencian con los factores clave del eslabón de producción de indumentaria. Son condicionantes que inciden en la problemática de la informalidad del sector en perjuicio de quienes se encuentran en la base de la pirámide de producción, los trabajadores. La baja inversión, las bajas barreras a la entrada y salida, la facilidad del oficio, la elevada estacionalidad del sector y la posibilidad de fragmentar el proceso productivo permiten que la producción sea tercerizada y deslocalizada, finalmente realizada por pequeñas unidades informales –talleres– que difícilmente sean sujeto de inspecciones laborales. Asimismo, ello sugiere la necesidad de una estructura productiva con gran cantidad de asalariados no registrados y cuentapropistas que estén dispuestos a amoldarse a los requerimientos de la actividad en detrimento de sus posibilidades de negociar un mejor salario y demás derechos laborales. Dichos factores que facilitan la existencia y permanencia de la informalidad en el sector son los que permiten que el ciclo económico sea transferido hacia los trabajadores, haciendo que el ajuste recaiga sobre ellos. 45 Referencias bibliográficas Adúriz, I. (2009). La industria textil en Argentina. Su evolución y sus condiciones de trabajo. Foro Ciudadano de Participación por la Justicia y los Derechos Humanos. Instituto para la Participación y el Desarrollo. Recuperado de: www.inpade.org.ar/file_download/41/La+industria+textil+en+Argentina.pdf Arcos, M. (2013). “Talleres clandestinos: el traspatio de las “Grandes Marcas”. Organización del trabajo dentro de la industria de la indumentaria”. 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