Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                
ro VII. LECTURAS COMPLEMENTARIAS 03 • El holismo ambientalista10 Carlos J Delgado Díaz Las particularidades del problema ambiental -que involucra inte­ grados conocimiento, prl)ducción, seres humanos y naturaleza, así como la búsqueda de un enfoque transdisciplinar para encontrar soluciones- hacen necesario un nuevo saber que se distinga de aquel que condicionó las intervenciones sociales en cuyos marcos el pro­ blema ambiental maduró. Al revelar la concatenación de los fenómenos planetarios y la im­ posibilidad de continuar lo< modelos de desarrollo asentados en las ideas científicas legitimc>doras del dominio del hombre sobre la naturaleza, el ecologismo ha cuestionado directamente las bases del modelo de ciencia vigente. También ha extendido conocimien­ tos elaborados en terrenos científicos especiales a la globalidad y mostrado que el pensamiento holista no es necesariamente vago y difuso, epítetos que hacían desestimarlo en el modelo de ciencia anterior y todavía en gran medida vigente. El camino hacia una reflexión integradora está relacionado con la naturaleza compleja del problema ambiental, donde confluyen fe­ nómenos que hasta hace poco tiempo eran estudiados por dominios del saber absolutamente separados. La complejidad de lo ambiental incluye la consideración de fenómenos naturales y sociales, y dentro de estos los cognitivos, los económicos, los políticos y los ideoló­ gicos. 111Tomado de Carlos Delgado Díaz. Hacia un Nuevo Saber. La Bioética . . , Publica­ ciones Acuario, La Habana, 2011, pp. 94-118. 267 La transformación actual del medio natural por el hombre pone en riesgo la sobrevivencia de la especie. La intuición de esta rea­ lidad devino movimiento social ambientalista. No obstante, am­ plios sectores de la población continúan creyendo fervientemente que el problema ambiental encontr<trá solución mediante la pro­ ducción e instrumentación tecnológica de más saber objetivado sobre el mundo. Aunque hay grandes esperanzas involucradas en esta creencia, y fuertes intereses económicos y comerciales que la favorecen y sustentan, ellas tienen también un trasfondo episte­ mológico que hemos analizado en epígrafes anteriores. El hecho de que el conocimiento que la ciencia produce se considere como objetivo y absolutamente veraz legitima las acciones depredado­ ras -productivas y tecnológicas. Para encontrar soluciones, se hace necesario superar la visión objetivista simplificadora del mundo. En el caso del problema ambiental el asunto se complica más, porque el mundo de los seres humanos y su espiritualidad, lo que piensan y desean, lo que saben y lo que pretenden hacer, sus creencias y convicciones no pueden ser excluidas. Incluso, no pueden ser estimadas como algo externo al asunto de la cognición -como ha hecho en su mayor parte la ciencia con los problemas de la moralidad. El problema ambiental se genera a partir de la interacción de dos elementos -«cultura>> y «naturaleza>>- que al ponerse en contacto práctico forman una unidad. La transformación resultante -no deseada en sus consecuencias a largo l'lazo- es lo que llamamos problema ambiental. Si el nivel de ios conocimientos y tecnolo­ gías alcanzados por la humanidad fuesen otros, y otros sus modos de vivir y convivir, entonces es muy probable que no tendríamos ante nosotros el problema ambiental. Por tanto, es un problema que no puede estudiarse al margen o de espaldas a la sociedad humana, a la cultura. Sin la acción subjetiva de los seres humanos dicho problema no existiría. Está ligado indisolublemente a la subjetividad humana y lo social. Entre las variables que se deben considerar, están los ideales, los deseos y las formas humanas de entender la naturaleza. 268 Si examinamos algunas de las definiciones que se han hecho sobre el problema ambiental, veremos que los debates epistemológicos analizados en el epígrafe primero no son infructuosos. Una de las más frecuentes es la que lo considera problema de la relación de la sociedad con la naturaleza. Esta es una definición muy generalizada que toma en consideración el daño que el hombre provoca con sus acciones productivas en los sistemas naturales. Sin embargo, basta con preguntarnos: «¿ha existido siempre el problema ambiental?», para estar segt1ros de que no se trata de un problema de relación entre «la sociedad» y «la naturaleza», sino más bien el de la relación entre cicrtcl tipo histórico de sociedad -en la actualidad la sociedad occidental industrlalisra- v su La sociedad occidental -que entorno.11 es an fenómeno cultural y social diverso e integral- se ha constituido en sociedad predominante en el mundo contemporáneo a partir de una doble influencia material y espiritual. La influencia material está asociada a las relaciones de dominación y colonización política y económica impuestas en el mundo desde la modernidad y a la transformat·ión indiscriminada de la naruraleza. La espiritual tiene que ver con la generalización de determinada idea del mundo, consistente en la extensión de la relación instrumental con la naturaleza, lo que devino en visión unificada del mundo natti­ ral como opuesto al social. Si analizamos el asunto bien de cerca, el problema ambiental no puede ser definido -como se hace cornúnmente- como el de la relación de la sociedad con la naturaleza, m como el de la relación de cierto tipo de sociedad con ella. Está claro que los humanos transformamos el medio natural y hay pruebas suficientes del daño que ocasionamos; pero el daño provocado es consecuencia de nuestra consideración espi­ ritual de lo que entendemos por naturaleza, o más exactamente, lo que 11La precisión no es nada trivial, pues durante mucho tiempo en la parte socia­ lista del mundo se pensó que el problema ambiental era un problema exclusivo de la sociedad capitalista. El hecho de que los dos sistemas políticos opuestos del siglo xx (capitalismo y socialismo) hayan dañado por igual el ambiente, ha intro­ ducido una corrección importante en el tipo histórico de sociedad considerado, por lo que las englobamos en el término sociedad occidental industrialista. 26(} ella significa para nosotros dentro de la cultura occidental. Subyace un problema de valores, puesto que las acciones productivas están basadas en la idea de que la naturaleza es objeto de apropiación y dominio, y de todas las posibles relaciones humanas con la naturaleza ha predomina­ do la relación instrumental, que la reduce a recurso económico, medio para la satisfacción de finalidades humanas sumamente diversas. Visto desde este ángulo, el ambiental no es el problema de la re­ lación del hombre con la naturaleza: es ante todo un problema de relación del hombre consigo mismo. No hay dos polos en esta ecuación.12 Entenderlo como problema cultural significa tomar en consideración los límites epistemológicos del modo de relación del hombre con la naturaleza y también los límites de su modo de constmirse social­ mente. No solo el daño ocasionado a un medio supuestamente exter­ no, separado, sino también aquel que se ha ocasionado a sí mismo. El elemento espiritual de base, de orden epistemológico y cogni­ tivo, condiciona el resto. El mundo cultural de un tipo de hombre histórico ha producido este problema y lo reproduce cada día. De nada vale que intentemos dotar a los seres humanos de conocimien­ tos positivos sobre la dinámica de la naturaleza y las rupturas que nuestros modelos de interacción productiva con ella provocan, si no nos planteamos como asunto central la consideración de los límites culturales de ese sujeto provocador del daño ambiental. Cuando el problema ambiental se piensa desde una óptica dicotómica de relación con otro externo -la naturaleza, la sociedad, el hombre, el medio-, se supone siempre que pueden alcanzacse soluciones parciales 120tro modo de entender esta unidad ha sido desarrollado desde el enfoque re­ lacional de la cognición por Leonardo Lavanderos y Alejandro Malpartida. Los autores parten de la diferenciación de los conceptos de entorno y medio, y de­ sarrollan una argumentación sólida accr..:a de la necesidad de superar los enfo­ ques parciales basados en la dicotomía suciedad-naturaleza por una noción más compleja de unidades cultura-naturaleza. Véase una síntesis de la oposición del enfoque objetual y el relacional en las páginas 63-64 de este libro, y detalles de esta posición epistemológica en Lavanderos y Mal partida, 2000, 2002. 270 basadas en el conocimiento objetivo que la ciencia debe prm-ee::.-. E3:.:: garantizaría acciones eficaces sobre el otro, con el fin de restablece:- �e, que ha sido alterado o sus etectos negativos. Se procede totalmente er. los marcos del presupuesto clásico de objetividad y no se consideran las interferencias reflexivas. Se piensa entonces que los humanos se­ rían capaces de convivir en un medio natural no dañado, conservado, recuperado, etc. Se asume también que, si por el contrario, se continúan cometiendo «errores», produciendo y utilizando «tecnologías inadecua­ das», etc., los desequilibrios no serán superados y el problema se in­ crementará hacia un desenlace fatal para los humanos y la biosfera. Se reclama así, con urgencia, la producción de nuevos conocimientos, lo que corresponde, por supuesto, a la ciencia, y se trabaja para mejorar lo que ha sido afectado, y para introducir cambios parciales que modi­ fiquen el estado de cosas, com(> pueden ser reglamentaciones, añadidos de «dimensión ambiental>> a los proyectos inversionistas, etcétera. Dos limitaciones caracterizan estos enfoques: l)La omisión de los nexos recursivos de la dinámica entre nuestras intenciones sociales, nuestras acciones tecnológicas y la propia dinámica de la naturale-za sobre la que esta dinámica humana dual -espiritual y material-, se vuelca. 2)La omisión de los elementos integradores y emergentes de la totalidad, que se desechan al trabajar el ;tsunto por partes. Es muy significativo que la tendencia a trabajar el asunto por partes,«en pequeño))·, atacando los problemas que se presentan, sea tan extendida todavía en nuestros días, que coincida con el ideal de simplificación, incluso con aquella otra tendencia -presente en la bioética médica­ centrada en los dilemas y conflictos de la clínica, y ajena a los «puentes)) reclamados por Potter. No es descabellado suponer que tras estas tendencias se oculta cierta «e1ninencia gris», o que a través de ellas se asoma «la oreja filistea» de la racionalidad clásica. Lo ambiental apareció en el horizonte de la ciencia como problema de una disciplina particular, la ecología, y se planteó en términos muy estrechos: enfrentar determinados problemas específicos y darles una 271 solución satisfactoria. Solo después rebasó los límites de esa disci­ plina y se extendió a los dominios de la economía, la sociología, la ciencia política� y más tarde rebasó lo académico para convertirse en política, desencadenar movimientos sociales e identidades de grupos. El trabajo científico sobre lo ambiental por partes se tornó cada vez más difícil, porque las soluciones alcanzadas estaban acompañadas de la aparición de nuevos problemas, muchas veces asociados a las soluciones instrumentadas. A medida que esto ocurrió, creció la con­ ciencia en determinados grupos sociales y en la comunidad científica de que el problema rebasaba los límites de la ciencia. Enfrascada en la solución del problema ambiental por partes, atacando cada situa­ ción en forma relativamente aislada, la ciencia llegó a un callejón sin salida. Al intentar resolver el problema ambiental en los marcos del estereotipo metodológico del reduccionismo, que la domina desde el siglo XVII, la ciencia natural se encontró con un problema no redu­ cible y, por tanto, insoluble en aquellos marcos estrechos. Lo balístico apareció en el horizonte de comprensión del problema en la medida en que las herramientas y metodologías parciales resultaron fallidas. Ha sido el primer problema planteado a la ciencia que por sí mismo obligó a superar los límites de lo que hemos ,llamado ciencias naturales y ciencias sociales. Su tratamiento obligo a comprender qué es un problema científico en términos de ciencias sociales, naturales, técnicas, y también en términos de práctica política. Además, el proceso de maduración de una opinión pública preo,cupada por las cuestiones ambientales -podríamos añadir incluso, de una conciencia ambiental- denota la presencia de los ideales clásicos hechos carne en el entorno social más amplio13 Ha 13Entre los antecedentes sociales del surgimiento del movimiento ambientalista, es necesario considerar las luchas socialc!:i desarrolladas durante el siglo XIX y las libertades democráticas alcanzadas en Europa Occidental, la elevación del nivel de vida y la estabilidad económica de la posguerra europea, y, finalmente, las afectaciones al entorno inmediato, los fenómenos de contaminación de las aguas, el aire y los suelos que impulsaron los primeros brotes del movimiento social ambientalista. 272 sido el filósofo y ambientalista noruego Amé Naess quien primero dio cuenta del predominio de las tendencias simplificadoras en los inicios del movimiento ambientalista, constatación que lo condujo a distinguir teóricamente la ecología superficial de la ecología profun­ da. Naess constató que las personas involucradas en el movimiento ambientalista lo hacían impulsados por las afectaciones inmediatas provocadas a su propia vida. La preocupación por lo ambiental era conducida por la percepción de pérdida personal. Esta posición de preocupación por e! ambiente debida a una preocupación primaria por la situación de los humanos en general, y en específico la pro­ pia de los individuos involucrados, fue conceptualizada por Naess como «ecología superficiah> (Shallow Ecology). Desde el punto de vista ético, la naturaleza continuaba siendo un medio para alcanzar un fin, sin ser en modo alguno, finalidad en sí misma. En oposi­ ción, Naess planteó la necesidad de avanzar hacia una postura social de «ecología profunda» (Deep Ecology) que colocase a la naturaleza en el centro de atención. El desarrollo ulterior de un movimiento ambientalista radical -la ecología profunda- y la crítica al antro­ pocentrismo de la «ecología superficial» se convirtieron en puntos álgidos de los debates ambientales y la ética ambiental del siglo XX a nuestros días. Otros autores, filósofos y politólogos entre ellos, se encargaron de puntualizar varios asuntos teóricos básicos para el análisis y la com­ prensión de la cuestión ambiental. Martín Heidegger y Maurice Merleau-Ponti resultan representati­ vos de la influencia dual y contradictoria del pensamiento filosófico con respecto al problema ambiental, que se debatía entre el reco­ nocimiento de la dualidad sociedad-naturaleza, la aceptación del antropocentrismo y la fundamentación de la necesidad de asumir una conducta responsable para con la naturaleza.14 La obra de estos 14Heidegger fue uno de los pensadores contemporáneos que condenó la destruc­ ción del planeta por las economías humanas. Trató de redefinir la naturaleza y la humanidad de modo tal que se encontrara una alternativa a las ideologías indus­ trialistas que justifican el tratar al hombre y la naturaleza como mercancías. Se 273 filósofos sentó las bases para la distinción de un concepto central en el ambientalismo, expuesto en los inicios de la década del cincuenta por Aleksandcr Koyré y la politóloga 1 fannah Arendt: la alienación de la Tierra.15 En 1962, La primavera silenciosa, de Rache! Carson -probablemente la obra ambientalista más influyente de todos los tiempos-, planteó manifestó partidario de <<Un nuevo inicio» que incluyc�e un cambio radical en el autoconocimiento humano y lo consideró l-omo única alternativa posible frente a los imperativos industrialistas. Al mismo tiempo, se pronunció contra el acti­ vismo moderno, al considerarlo responsable de las instituciones que destruyen la naturaleza y la humanidad. La tesis heideggeriana de <<dejar las cosas ser» -en el sentido de dejarlas manifestarse según SIJS posibilidades y de intervenir en el curso de los acontecimientos lo menos posihk- rechaza la pretensión de dominio del hombre sobre la naturaleza, lo que lo acerca teóricamente a las posiciones del ambientalismo más radical. Sin embargo, pensador profundo y contradictorio, expresa un antinaturalismo que, por una p<t'-tt, lo distancia del ambientalismo, al rechazar el origen natural del hombre comn �mimal inteligente resultado de los procesos evolutivos, a la vez que lo acerca a estas posiciones desde el punto de vista ético, al plantear que debemos entender la existencia humana en términos de su relación con una dimensión trascendente que confiere la responsabilidad al género humano para cuidar de sí mism<J y de todos los seres. Partidario del dualismo humanidad-naturaleza y del antr·.lpocentrismo que contribuyó a crear la crisis ambiental, sus posiciones políticas 'lOS recuerdan la importancia de con­ siderar los peligros de la crítica antihumanista a los val(•res y el universalismo emancipatorio de la modernidad. Merleau-Ponti, en su evolución filosófica, nos muestra un interesantísimo desplazamiento desde posiciones fenomenológicas «del intelecto abstracto» al «Cuerpo viviente)) y, más adelante, del «cuerpo vi­ viente)) a la totalidad del mundo sensible tk la que ese cucrpq es parte. Para un análisis detallado de la contribución de estos fiiósot(Js al ambientalismo, véanse los artículos .,Martín Heidegger: la crÍtica :mtinaturalista de la modernidad tec­ nológica))' de M. Zimmerman, y «Merleau-Ponti y la voz de la Tierra••, de D. (1996). theinjinite U1,i·verse (1952), Koyré- planteó la sucesi­ Abram, ambos en Macaulcy, D. ts En From the Closed World lo va alienación como pérdida del lugar del hombre en el mundo. A su juicio, Nicolás de Cusa, Copémico, Galileo, Newton, Leibniz, Bcrkeley, destruyeron d cosmos e hicieron del universo un infinito... Con esta concepción se -.perdieron conceptos de valor tales como la perfección, la armonía, el sentido, propósito, la consecuente desvalorización del ser, y el divorcio entre el mundo de los valores y el mundo de los ':lechos. Por su parte, H. Arendt la resumió al plantear que la sociedad etmtemporá­ :1ta parecía haber encontrado el camino para actuar en la Tierra y en la naturaleza 7::':-:-�srre como si dispusiera de ella desde fUera, desde el punto de Arquímedes. una serie de problemas concretos relacionados con el empleo de los insecticidas químicos y elevó al plano teórico varios cuestionamientos ambientales en relación con el carácter de las intervenciones sociales en el entorno natural y la preparación ciudadana para realizar las in­ tervenciones de forma responsable. Entre las cuestiones planteadas en esta obra, se destacan la consideración del problema ambiental como alteración de la naturaleza en su conjunto; el problema del tiempo; la intensidad de los cambios; el choque de la actividad hu­ mana con la dinám1ca de la naturaleza; la limitación de los enfoques científicos para dar cuenta de la problemática ambiental; la necesidad de una conducta humana responsable, lo que coloca el problema am­ biental en el terre'lO de la ética del compromiso con el futuro y remite la obra de esta autora como promotora del principio preventivo. Iniciada en la obra de precursores como Charles Fourier, Lewis Munford y Aldo Leopold, la ética ambiental, al perseguir la preser­ vación y restauración del entorno natural, se ha planteado la necesi­ dad de un compromiso con la naturaleza y ha formulado un conjun­ to de interrogantes fundamentales referidas al valor intrínseco de la naturaleza; 16 el orden natural y el humano; la existencia de deberes con respecto a las generaciones futuras, los animales, las plantas y los objetos inanimados; preocupaciones morales a distintos niveles, entre los que se incluyen los individuos, las especies, los ecosistemas y el planeta; la necesidad de reconocer límites a los modelos de de­ sarrollo económico y a las pretensiones humanas de transformación de la naturaleza. En el desarrollo de la ética ambiental, se han configurado varias ten­ dencias bien delimitadas, entre ellas la ecología profunda, la ecología 16Una de las obras que planteó d problema de la naturaleza como fuente de valor y recogió un conjunto de preocupaciones ambientalistas formuladas en el terreno de la ética fue El principio de responsabilidad de Hans Jorras. La obra justifica la necesidad de asumir el principio de responsabilidad como base de una ética que responda a la demanda social parcl poner freno a las amenazas de desastre que acompafian al desarrollo de la ciencia y la técnica; prever las consecuencias a largo plazo; reconocer las limitaciones de la capacidad científica de predicción de esas consecuencias, y considerar la irreversibilidad de los efectos remotos. 275 social y el ecofeminismo. Entre los elen1entos de distinción entre ellas, se encuentran el problema del antropocentrismo, su crítica y la adopción de una posición abiertamente antropocéntrica, biocéntrica o ecocéntrica. Las tres se han dest<lcado por su agudeza y la contri­ bución al develamiento de problemas teóricos relevantes en materia ambiental. Un conjunto de compromisos ideológicos radicales de­ clarados y promocionados amplian1ente como principios caracteriza a los ecologistas profundosY Esta tendencia ha sido criticada am­ pliamente y algunas de sus posiciones tergiversadas y caricaturizadas como una supuesta búsqueda de armonía entre el hombre y su medio sobre la base de renuncias al desarrollo tecnológico y sacrificios en los niveles de vida. Sin embargo, la propuesta de los ecologistas profi.m­ dos no puede reducirse a dicha caricatura. Los puntos fundamentales de la polémica están centrados en el reconocimiento del valor propio de la naturaleza y la crítica al antropocentrismo. Por su parte, el eco­ feminismo no ha sido menos agudo en su aproximación al problen1a ambiental desde la perspectiva feminista, que ha develado los elemen­ tos patriarcales que se encuentran en la base del modo cultural occi­ dental y señalado su influencia en h instrumentación y perpetuación de una relación depredadora con la naturaleza; ha mostrado el vínculo existente entre las formas de opresión social a la mujer y la depreda­ ción ambiental. En consecuencia, ha fundamentado la necesidad de incluir una aproximación femenina a este problema cultural. Como en el caso de la ecología profunda, su aguda militancia ideológica ha conducido a críticas y algunas expresiones caricaturescas, aunque es innegable su aporte al debate ambienta lista contemporáneo. Mención aparte dentro de la ecología socialrnercce el ccodesarro­ llo, que en la obra de Ignacy Sachs y otros wtores ba promovido la discusión sobre el desarrollo sostenible, el estudio de las bases de equidad social y sustentabilidad ecológica en el desarrollo en­ tendido como ecodesarrollo. Esta tendencia promueve el desarro­ llo a partir de las potencialidades re¡;ionales, naturales y étnicas, la autogestión comunitaria, la consideración de la biosfera como un ;�Para una exposición y fundamentación dd programa de la ecología profunda, véase Mcl.aughlin, A., 1999a. bien público global, y el estricto respeto a los contratos <<naturah• y social. Entre otros elementos económicos, reconoce la necesidad de la intervención estatal en la regulación de los mercados, la planificación flexible y negociada en correspondencia con los intereses de los pode­ res públicos, las empresas, los sindicatos y la sociedad civil. Entre los elementos más generales destacados por el ecodesarrollo, se encuentra el conflicto entre tres valores de la sociedad contemporánea: la efi­ ciencia económica, la justicia social y la sustentabilidad. El primero se garantizaría con una asignación óptima de recursos, el segundo con una adecuada política de redistribución del ingreso, y el tercero si se considera la escala óptima de utilización del medio ambiente. La contribución de la ecología profunda, la ecología social y el eco­ fenünismo a un nuevo saber ambientalista ha sido fundan1ental. Como ha dest•cado F. Capra, ellas se encuentran en la base del nuevo paradigma holista que el ambientalismo aporta a la ciencia contemporánea: El nuevo paradigma podría denominarse una visión holística del mundo, ya que lo ve como un todo integrado más que como una discontinua colección de partes. También podría llamarse una vi­ sión ecológica, usando ci término «ecológica» en un sentido mu­ cho más amplio y profundo de lo habitual. La percepción desde la ecología profunda reconoce la interdependencia fundamental entre todos los fenómenos y el hecho de que, como individuos y como sociedades, estamos todos inmersos en (y finalmente de­ pendientes de) los procesos cíclicos de la naturaleza. [ . ..] Además de la ecología profunda, hay otras dos escuelas filosófi­ cas de ecología: la ecología social y la ecología feminista o «eco­ feminismo». En publicaciones filosóficas de los últimos años se ha establecido un vivo debate sobre los méritos relativos de la ecología profunda, la ecología social y el ecofeminismo (Mer­ chant, 1994; Fox, 1989). Pienso que cada una de las tres aborda aspectos importantes del paradigma ecológico y que, lejos de competir entre ellos, sus defensores deberían integrar sus plan­ teamientos en una visión ecológica coherente. 277 La percepción desde la ecología profunda parece ofrecer la base filosófica y espiritual idónea para un estilo de vida ecológico y para el activismo medioambiental. No obstante, no nos dice mucho acerca de las características culturales y los patrones de organización social que han acarreado la presente crisis ecológi­ ca. Este es el objetivo de la ecología social (Bookchin, 1981). El terreno común de varias escudas dentro de la ecología social es el reconocimiento de que la naturaleza fundamentalmente antiecológica de muchas de nue.stras estructuras sociales y eco­ nómicas y de sus tecnologías, tiene sus raíces en lo que Riane Eisler ha denominado el «sistema dominador» de la organiza­ ción social (Eisler, 1987). Patriarcado, imperialismo, capitalismo y racismo son algunos ejemplos de la dominación social que son en sí mismos explotadores y anticcológicos. Entre las distintas escuelas de ecología social, se cuentan varios grupos anarquistas y marxistas q1lC utilizan sus respectivos mar­ cos concepruales para analizar di�tintos patrones de dominación social. El ecofeminismo podría verse como una escuela específica dentro de la ecología social, ya que se dirige a la dinámica básica de la dominación social en el contexto del patriarcado. No obstante, su análisis cultural de múltiples tacetas del patriarcado y de los vínculos entre feminismo y ecología va mucho más allá del marco conceptual de la ecología social. Los ecofemiPistas ven la domi­ nación patriarcal del hombre sobre la mujer como el prototipo de toda dominación y explotación en sus variadas formas de jerar­ quía, militarismo, capitalismo e industrialización. Señalan que la explotación de la naturaleza en p•trticular ha ido de la mano con la de la mujer, que ha sido identificada con la naturaleza a través de los tiempos. Esta antigua asociación entre mujer y naturaleza vincula la historia de la mujer con la del medio ambiente y es el origen de la afinidad natural entre feminismo y ecología (Mer­ chant, 1980). Consecuentemente, el ecofeminismo ve el cono­ cimiento vivencia! femenino como la principal fuente para una visión ecológica de la realidad (Spretnak, 1978, 1993). 27R La extensión de un nuevo paradigma holista, de ecología profunda, en la sociedad contemporánea está relacionado directamente con la reconsideración de la oposición sociedad-naturaleza; con la compren­ sión de lo ambiental como asunto interno al sistema de relaciones sociedad-naturaleza como totalidad, donde lo social es desencade­ nante primero desde la subjetividad, con el análisis de la subjetividad cultural involucrada. El «uno» y lo <<otro» no están separados y no pueden separarse. Es posible suponer soluciones viables a partir de la producción de co­ nocimiento cientifico, saber, ,-alores, subjetividad, como parte de la interacción prácüca de producción de entorno, como desenvolvi­ miento mismo de la vida. Este es un punto sumamente sensible, pues no se trata entonces de restablecer equilibrios, volver a estados de pasado, enconlrar tecnologías mejores o peores para estados de futuro deseables, «sustentables», etc. Ha de cambiar el modo social actual de producción del entorno y no simplemente cambiar tecno­ logías o elementos del sistcm« productivo. Cuando nos referimos en pág;inas anteriores al problema ambiental en términos de una ecuación donde no existen dos polos, no redu­ cíamos el problema de modo idealista a la categoría de problema su­ puesto. El problema es real, hay un daño tecnológico y productivo a los sistemas naturales y a la biosfera en su conjunto; existe, de hecho, una exteriorización del daño hacia el otro natural. Pero esa exterio­ rización, ese daño real, es posible no porque existan diversas tecno­ logías, sistemas productivos o acciones humanas depredadoras. Ellas son efectivaroente depredadoras, pero existen porque emanan de un modo cultural de relación entre lo humano y lo natural que es primeramente conceptual, y que después se traduce en conocimientos científicos, tecnologías y acciones productivas que degradan la natu­ raleza indiscriminadamente. El modo social actual de relación con la naturaleza consiste en la pro­ ducción de entorno destruido, o en una producción destructiva de 279 entorno. A eso hemos llamado hasta hoy problema ambiental. Desde esta perspectiva, es un problema de cultura donde los componentes cognitivo y social son lo primero que debe desentrañarse. Es muy significativo, además, que s1 nos ubicamos en la primera po­ sición -la visión parcial y fragmentada de los asuntos ambientales-, lo que se propone desde la segunda puede ser valorado como verdad o error, y, en consecuencia, aceptado o rechazado. Ubicados en la se­ gunda posición -la visión de lo ambiental como asunto cultural de subjetividad-, lo que se propone puede ser valorado desde sus con­ diciones de posibilidad como saber construido por el sujeto en sus circunstancias y como expresión de cierta práctica de vida, por lo que desde el momento mismo de su planteo pasa a formar parte de la in­ finita red de nexos recursivos donde observador y observado se auto­ determinan y producen. Pero, ¿acaso no es esa precisamente la lógica de lo ambiental como problema? ¿(&é es el problema ambiental sino producción social de vida que destruye las bases de la vida? El análisis de lo ambiental desde una perspectiva integradora hace posible conceptuarlo de una manera nueva. La médula del asunto no está en que los humanos dañen a la naturaleza. Ella radica en que los seres humanos, desde sus valores -entre los que está incluido el conocimiento-, se han enfrascado desde hace mucho tiempo en un modelo cultnral de producción de entorno destructivo. Al desarrollar sus acciones productivas guiado por los valores del conocimiento objetivo separado de la moralidad, en cierto momento el ser humano comenzó a producir su entorno mediante un proceso que consiste en la destrucción sistemática de las bases biológicas de la vida. En su proceso de vida sienta las bases. desarrolla y acelera los procesos que contribuyen a cercenar la perpeh1ación de su propia existencia biológica. Vista así, la cuestión no encontrará soluciones mediante el incre­ mento de la producción de conocimiento «objetivo» sobre el mun­ do. El asunto no gira en torno al conocimiento objetivo involucrado, sino en torno a los valores involucrados en la constitución de ese 280 conocimiento «objetivo». La reflexión sobre la vida y los valores pasa también aquí a un plano principal. Como hemos analizado en epígrafes anteriores, en todo su proceso de vida el ser humano produce artificialidad, genera un universo de creaciones artificiales a partir de lo que es o no valioso para él. Esto incluye el mundo de los objetos naturales y artificiales, el de las formas de vida y conocimientos. El problema ambiental es parte de la creación de lu artificial por el ser humano. Q\te comprenda la artificialidad de su relación con el mundo, es un paso decisivo en la superación de los enfoques científicos objetivistas que han conduci­ do desde lo epistémico, a través de la tecnología y la producción, al daño ambiental. La perpetuación de la idea dicotómica y reductora de la naturaleza a medio exterior persiste hoy en la sociedad occidental con rostro propio en varios terrenos, en especial en la economía, la política y la ideología. Ellos sirven de base al desarrollo de modelos productivos depredadores que minan las bases naturales de reproducción de la vida y constituyen la forma occidental de manifestación del proble­ ma ambiental. En la medida en que se ha comprendido el problema ambiental en sus relaciones con el sistema de producción social a escala pla­ netaria, lo económico y lo político han cobrado una importancia relevante en los análisis. Alrededor de los años setenta del siglo XX la comprensión de lo ambien­ tal como asunto de política, economía y patrones de desarrollo comenzó a cobrar forma definida.18 En su comprensión como problema de ideología lHLa consolidación estuvo relacionada con el impacto de los informes del Club de Roma y una serie de documentos j urídicos internacionales que expresaron el asunto en términos de política, economía y derecho. Entre ellos la Declaración de Estocolmo de 1972, la Estrategia 1'vlundial para la Conservación Nuestro Futuro Común (1987), hasta (1980), el informe 1992 con llegar a un punto culminante en la Cumbre de la Tierra. Para un análisis de la formación del derecho ambiental internacional, véanse Rey, 1999, y M 'Gonigle, 1999. 281 desempeñó un papel importante la reflexión ecologista desde las posiciones de la ecología profunda. Uno de los asuntos principales que es necesario considerar en la producción de artificialidad por los seres humanos es la construc­ ción económica de modelos de realidad. En la base de los sistemas tecnológico-productivos contemporá­ neos, depredadores de la naturaleza, subyace una idea del mundo y la sociedad que: 1) considera a la naturaleza como un objeto externo capaz de aceptar cualquier transformación que el sistema produc­ tivo de la sociedad emprenda, y 2) maneja los entornos sociocultu­ rales distintos como simples objetos de apropiación y dominio. La idea del dominio del hombre sobre la naturaleza tiene su análogo y expresión refinada en la economía política, en las ideas que ase­ guran la pertinencia de un modo único de entender y organizar la economía, lo que se realiza como dominio material y espiritual de un tipo de economía sobre otra, y m el atributo de unidad simple y excluyente que se confiere en el mundo de hoy al sistema económico dominante: el capitalismo. El fundador de la bioética, Van Rensselaer Potter, en su análisis de las teorías éticas, identificó y alerto sobre las trampas de lo que de­ nominó ética capitalista, un tipo de valoración que subyace en b cultura contemporánea, y un modo de asumir la vida económica en términos de valor: La ética capitalista es una categoría que, por lo general, no se considera, pero se exige que la filosofia de libre mercado sea un instrumento para un desempeño social b<.!eno, mediante la así llamada mano invisible del autointerés que Adam Smith, un economista escocés, describió en 1776. Sin embargo, en efecto, es la mano rapaz la que opera en el libre mercado de una econo­ mía global que reduce la selva tropical y que vacía el mar de sus peces. La ética, así como es, no ha podido resolver el dilema de la simple justicia que equilibra los derechos humanos en contra de la ganancia máxima de una minoría (Potter, 282 1998: 29). Efectivamente, el sistema de econorrúa mundial porta una ética que «por lo general no se considera» y que se basa en los modelos de realidad cons­ truidos en la economía política desde Adam Smith hasta Marx, y en los modelos mercantilistas y neoliberales más recientes. Se oponen a ellos los intentos de creación de una economía política ecológica.19 Como ha demostrado F. I finkelammert, las teorías económicas portan, además del aspecto puramente económico categoriaL un aspecto normativo, el devenir de una teoría de los valores. En oposi­ ción a lo que acostumbran a proclamar el discurso económico y los economistas, la economía es parte generadora de una interacción valorativa que E:stá inserta en la cultura. 20 En relación con el problema ambiental, la construcción de modelos de realidad desde la economía ha conducido al sobredimensiona­ miento del valor económico que se ha ubicado por encima de otros valores, a la instauración de un modelo unificador de desarrollo, y a la fundamentación de una ideología dominante que se manifiesta como industrialismo y cons.umismo. El valor, entendido económicamente, ha ido ganando terreno en el sistema de valores occidentales, hasta devenir elemento rector en la sociedad contemporánea. Lo que no puede ser expresado en valor económico tiende a ser menospreciado como valor o simplemente se excluye de la relación valorativa. En todo caso, se valora en términos sociales a partir del reconocimiento del valor económico. Desde esta posición ideológica occidental, el valor económico alcanza un carác­ ter primario, generador, gestor y regulador del resto de las relaciones ¡q En la actualidad, los términos del debate están planteados de forma bastante clara, pues un número considerable de estudios se ha publicado sobre el tema. Véanse Gale 1999a, 1999b; Ilinkelammert 1995a, 1995b, 1996, 1998, 1999; y Peters, 1999. 20 Su inserción se realiza bajo el �upuesto de objetividad del paradigma clásico. Es frecuente que el hombre común no se percate de que depende de un modo mltural y sociopolítico de conceptuar propio de la economía. Supone que la economía es del modo que la teoría económica la reffenda. Esta apariencia de verdad cognoscitiva se alcanza porque permanecen omltns los elementos de ideología sobre los que descan­ sa y se expresa como valor en la economía política. 283 valorativas. En nuestros días se le identifica con la eficiencia, ante la que sucumben la diversidad de modos económicos, la naturaleza y la propia vida. Hinkelammert ha desarrollado una profunda crítica del culto a la eficiencia y la destrucción de las formas sociales y naturales de vida en lo que ha denominado «suicidio colectivo». Por su parte, otros au­ tores han criticado con certeza las formulaciones de valor presentes en la construcción económica de modelos de realidad. Dürr (1999a) ha caracterizado la forma de atribución de valor en la economía como «destrucción del valor intrínseco», y la economía occidental capitalista como «economía de ladrones de banco»: [. . . ]la «producción neta» y la productividad de las sociedades industriales modernas se asemejan más a la «Creación de valon> hecha por un ladrón de bancos que hace pequeñas inversiones en equipos de soldar que utiliza para obtener «ganancias» consi­ derablemente mayores al saquear cada vez más bóvedas repletas con los tesoros de la naturaleza (Dürr, 1999a: 35). Por su parte, Diana Schumacher ha rnostrado la relación existente entre el concepto estrecho de eficiencia y el deterioro ambiental: La prodigalidad con que las sociedades industriales ricas de­ rrochan energía y materias prin1as, no solo hace caso omiso a cualquier concepto de atención responsable de los recursos para las generaciones futuras, sino que también e; muy ineficiente. La conservación se practicó en toda la historia hasta la segunda mitad del siglo XX. La mayoría de las civilizaciones recupera­ ban, reciclaban y reutilizaban los materiales, como sucede hoy en muchos de los países pobres. La conservación es un principio muy eficiente. La mayor parte de los desperdicios que vemos a nuestro alrededor son el resul­ tado de la aceptación común de un concepto muy estrecho y ex­ clusivo de «eficiencia». La eficiencia en el mundo industrial solo se relaciona con el aspecto material de las cosas y únicamente con la ganancia. No está relacionada con las personas que están 284 realmente involucradas en los procesos de producción. Y entonces existe la idea errónea acerca del tiempo -estamos en una era en que la velocidad lo es todo y, por tanto, cualesquiera que sean las consecuencias periféricas y a largo plazo, la veloci­ dad es tiempo- y «¡Tiempo es dinero!». Pero, en realidad, la ve­ locidad en los procesos de producción modernos, con frecuencia representa más derroche, tanto de recursos humanos como ma­ teriales y, así pues, ignora el principio de conservación. Como apreciamos en todot-. los demás aspectos de la vida, existe un tiempo exacto para cada cosa y ¡el tiempo a menudo adiciona calidad! N o se disfruta más una comida porque se coma con rapidez ni se descansa más porque se duerma más rápido, ni se capta el significado de la poesía recitándola a gran velocidad (Schumacher, 1999: 244). La conversión fetichista de la �ficiencia, el mercado y el capital en valores supremos que subyugan el resto, está condicionada no solo por los procesos reales que han tenido lugar en la economía mundial en los últimos cincuenta aflos. La teoría de la economía política contiene -desde su período clasico-- una marcada tendencia a pri­ vilegiar a la sociedad en sus consideraciones acerca de la relación sociedad naturaleza y favorecer -a lo interno de la sociedad- la esti­ mación de lo económico.21 La economía política clásica22 nos ha legado un concepto empobre­ cido de naturaleza, considerada casi exclusivamente como recurso; nociones de riqueza y bienestar que toman en cuenta los valores de cambio y de trabajo, pero que no reconocen a la naturaleza como 21 Véanse los trabajos de F Gale incluidos en el volumen Cubaverde (Gale, 1999a, 1999b). En ellos se analizan detenidamente los conceptos de naturaleza, sociedad y el sistema de relaciones entre ambas segün la econom1a política clásica y contemporánea. 77Esto incluye la economía liberal y la marxista, aunque existen notables diferencias entre ellas. Los modelos de realidad que se han construido desde las perspectivas eco­ nómico-políticas del capitalismo y el socialismo tienen una limitación común derivada de que ambas forman parte de un mismo proceso civilizatorio con base cultural común. Véase Blanco, 1998; Gale, 1999a, 1999h, y Delgado, 2002b. 285 creadora de valor. La multilateralidad de formas y riquezas naturales se han reducido al recurso y se niega la capacidad productora de la naturaleza. También su acción retroactiva. El resultado final ha sido el empobrecimiento de la relación valo­ rativa humana, desvirtuada por el sobredimensionamiento del va­ lor económico y el ocultamiento de la producción de conocimiento económico como creación de valor. Si bien esta idea hoy resulta bastante cuestionada, y se comprende por parte de los economistas e importantes sectores de la sociedad que es necesario producir un cambio en el proceso de atribuciún de valor a la naturaleza, todavía no existe una comprensión profunda del lugar privilegiado que se ha conferido a la atribución de valor en economía, que subyuga y subordina a sí el resto de las formas humanas de valorar. Lo econó­ mico se ha convertido en valor absoluto. Por otra parte, el problema del ambiente no es solo el de la civili­ zación occidental con el entorno, sino el de la consideración misma del entorno -la exclusión de la sociedad en el concepto de entorno y la exclusión de la naturaleza en el concepto de economía social, al estimarla como pasividad externa o condición del proceso producti­ vo. La unidad de los momentos civilizatorio y capitalista guarda una relación muy directa con la intolerancia hacia los entornos humanos distintos, que son destruidos del mismo modo que el entorno natu­ ral. Para las economías que buscan la riqueza y la entienden como creación de bienes útiles, no solo la naturaleza es una fuente prima­ ria, un recurso a explotar. También los entornos humanos que no forman parte del sistema económico son incluidos en el concepto de recurso que se debe explotar y posible de ser destruido. Lo económico, además, se ha hecho política e ideología. Nos referiremos ahora a problemas de orden político e ideológico que no tienen que ver directamente con el cambio del tipo de socie­ dad, tal como se plantea en el debate entre las ideologías políticas del capitalismo y el socialismo, ni tampoco con los cambios y tendencias a lo interno de cada uno de los partidos y movimientos sociales que 286 participan en la vida política de los distintos países y del mundo en su totalidad. Existe un conjunto de problemas que, sin afectar di­ rectamente el asunto de fondo de la política -sea este el cambio de grupo político en el poder, la modificación de la estructura del poder en la sociedad, o el cambio de �istema político-, tienen una presencia política en la vida de la sociedad por los intereses que se mueven en torno a ellos y por la afectaci<in a la vida política que traen consigo las propuestas de solución y los cursos de acción que emergen de los debates. Los problemas vinculados al medio ambiente tienen ese ma­ tiz político, y es necesario comprender qué elementos de la ideología están presentes en las búsquedas que tienen lugar en torno a ellos. Sería ingenuo crnsiderar que el problema ambiental solo despierta motivaciones políticas porque afecta los intereses en el terreno de la economía y las relaciones de poder. La relación es bilateral. La per­ cepción social de lo ambiental también está directamente afectada por la dinámica interna de la política y, en consecuencia, el problerna ambiental también lo está. Cuando, en la búsqueda de soluciones al problema ambiental, se pre­ sentan alternativas de acción social y se involucran necesariamente las estructuras de poder en los intentos de producir un reordena­ miento del sistema social y su estructura productiva que permita un cambio en el sistema de relaciones de la sociedad con la naturaleza, no solo se afectan directamente los intereses económicos y políticos de los grupos. La toma de decisiones se realiza a nivel de la política, los poderes de los estados y las fuerzas sociales involucradas, por lo que tiene carácter político en sí misma. Es necesario suponer en­ tonces que existan elemento� propios de la política, en su desenvol­ vimiento como actividad hmnana, que conduzcan a la perpetuación del problema ambiental. Aunque el problema del ambiente tiene su particularidad independiente, es hoy un problema de política, y ha de ser entendido también en la dinámica de lo político. Un fenómeno básico de lo ambiental en su estatuto político e ideo­ lógico es el referido a la intolerancia hacia la diversidad de entornos sociales. La idea del dominio del hombre sobre la naturaleza tiene su análogo ideológico en la idea del dominio de una cultura sobre 287 otra y una sociedad sobre otra. Ambas nociones han sido avaladas por los modelos de realidad construidos desde la economía política. También ha sido fortalecida la intolerancia cultural a la diversidad de los entornos humanos desde la ideología política. En Los orígenes del totalitarismo, Hannab Arendt había expresado que «el extraño» era cultural y políticamente el símbolo «aterrador» de la constatación de la diferencia como tal, de la individualidad como tal, y como indicador de aquello sobre lo que el hombre no puede actuar y no puede cambiar desencadena las fuerzas destructivas. Este problema de la intolerancia a los entornos socioculturales di­ versos tiene tres aristas de gran importancia e interés: 1) la opción científica por una variedad de enfoque en la ciencia política a par­ tir del reconocimiento de la diversidad real del objeto; 2) el modo ideológico en que la sociedad capitalista contemporánea ha logrado unificar las subjetividades colectivas, al punto de convertir todas las sociedades actuales en depredadoras del medio ambiente; y 3) la op­ ción política concreta, que se manifiesta y debate fuera de la cátedra y los foros científicos como lucha política e ideológica real en los entornos nacionales e internacionales. La concepción de ideales únicos para la evaluación de la realidad polí­ tica y las formas de organización social humana, es una manifestación universal de la dominación expresada en términos culturales. En la so­ ciedad contemporánea, se acostumbra e impone la medición a partir de modelos culturales especiales que emanan de las ideologías dominantes en los países industrializados. Una turma concreta de esa dominación es la teoría política, que concibe la estandarización de los procesos po­ líticos mundiales y la organización de la vida política de las naciones y regiones del mundo según los ideales de participación social y demo­ cracia que provienen del Norte industrializado. En la ciencia política, ha comenzado a emerger una reflexión que reta estos paradigmas centristas. Se aboga por un enfoque y análisis de la política desde una perspectiva que tome en cuenta la singularidad de los entornos y valorice las formas propias de manifestación de la socialidad 288 y la vida política contemporánea en su diversidad.23 Este asunto pro­ mueve no solo el debate científico, sino también las luchas políticas más enconadas. Los ecos de la Guerra Fría todavía se dejan sentir en algunos lugares de la Tierra -el caso de Cuba y sus relaciones con los Estados Unidos, el bloqueo económico y la persecución y cuestionamiento de su modo propio de asumir la política es ejemplo de ello- y la intolerancia ante las opciones políticas de cada país permanece como problema de hegemorúa y dominación en los foros y la vida política internacional. La reacción del gobierno de los Estados Unidos a los ataques terroristas delll de septiembre del2001, las guerras en Yugoslavia, Afganistán e Iraq, constituyen una nueva confirmación práctica de cómo se realizan los ideales imperialistas de estandarización y dominación política en el presente. La depredación ambiental y humana marchan unidas. La ciencia política occidental ha obviado la diversidad real del mundo social en aras de la estandarización de los enfoques cientí­ ficos que construye, y parte para ello del supuesto de que el mundo de la política que se realiza en los países desarrollados es el único realmente existente. En todo caso, es el único que vale como mo­ delo de realidad que se puede generalizar. Este es su error cardinal, que conduce a la justificación epistemológica de la exclusión y la dominación social a partir del modelo del Norte industrializado. No es difícil percatarnos que aquí la intolerancia adquiere un matiz epistemológico muy semejante al error que cometió la ciencia na­ tural de la modernidad con respecto a la naturaleza. Más adelante veremos su manifestación como ideología del industrialismo. La ciencia política ecológica ha de ser diversa, puesto que los en­ tornos humanos en que se constituye su objeto son múltiples y 23Es muy valioso el trabajo realizado en esta dirección por el Grupo de Ciencia Política de la Universidad de La Habana y la Sección de Ciencia Política de la Sociedad Cubana de Investigaciones Filosóficas dirigidos por la doctora Thalia Fung. Entre sus libros más relevantes sobre la temática se encuentran Reflexiones y metareflexiones. La Habana, 1998; La ciencia política en el tránsito al siglo XXI. En busca de salidas ante la complejidad. CalilLa Habana, 2000; y las obras colec­ tivas Ciencia política: indagaciones desde Cuba. La Habana, 1997, y Los desafíos de la ciencia política en el siglo XXI, México, 2002b. 289 variados. El reconocimiento, estudio y protección de la diversidad humana es tan importante para la ciencia política como el reco­ nocimiento, estudio y protección de la diversidad biológica lo es para el ambientalismo. La ciencia política necesita encontrar los modos epistémicos que le permitan expresar la complejidad de su objeto. En este plano, la ciencia política alternativa que se propone desde las realidades del Tercer Mundo cumple una función cons­ titutiva y se plantea como una forma especial de ecología del ente social histórico. Es una búsqueda de la superación de los ideales de dominación en el plano sociopolttico. Implica el reconocimiento científico y práctico de la sociodivcrsidad política. El reto cicntífi­ co más importante que tiene ante sí es la construcción de su objeto de estudio como objeto complejo." Su aporte al ambicntalismo es sustancial, pues permite avanzar un concepto integrador del en­ torno donde se funden lo social ' lo natural. De hecho, esta será una alternativa prometedora parJ la superación -en política- de las posturas humanas depredadoras de la naturaleza. La sociedad contemporánea ha sido dotada, además, de un modo ideológico que ha logrado unificar las subjetividades colectivas, al punto de convertir todas las sociedades actuales en depredadoras del medio ambiente. Este modo ideolílgico único, imperceptiblemente, ha conducido en occidente por el camino de la construcción de una relación inarmónica y depredadora con la naturaleza. La unifica­ ción del mundo de la subjetividad colectiva ha sido posible gracias a la ideología del industrialismo. Develar ese fundamento ideoló­ gico común es sumamente importante, si ton1amos en considera­ ción que, con independencia de los rnodelos económicos que se han puesto en práctica en el siglo XX y de los objetivos políticos que los grupos de poder y las sociedades se plantearon ante sí al asumirlos; con independencia de la oposición absoluta entre las posiciones de los países capitalistas y los socialistas -que llegó en el plano político y militar al borde la guerra nuclear y la destrucción del planeta y la vida social y natural en él-; con independencia de todo eso, ambos 2-1-Véase Fung, 2000 290 sistemas dañaron el entorno y no se diferenciaron radicalmente uno del otro en este aspecto de su relación con la naturaleza. Ambos sistemas no solo compartieron los elementos básicos de la ideología del industrialismo, sino también su expresión más aca­ bada: la ideología del consumismo. Se ha señalado esta como una de las causas del declive del socialismo histórico, ya que no ofreció realmente una alternativa a lo� modelos de consumo y satisfacción de necesidades propias del industrialismo y el consumismo.25 Dentro del ambientalismo, ha sido la ecología profunda26la tendencia más radical, que ha fundamentado sus posiciones y propuestas en la crítica al industrialismo27como ideología subyacente en los modelos de construcción política que ha conocido occidente en los siglos XIX y XX. La sociedad humana de la segunda mitad del siglo XX ha estado marcada profundamente por esta mentalidad que da prioridad a la economía y el establecimiento de estándares de consumo. De todos los cambios que tuvieron lugar, el más importante -desde el punto de vista espiritual- fue el establecimiento de una línea de 2_;Para una profundización en los procesos de depredación del entorno en las condiciones de la construcción del socialismo en la URSS, véase Kove� 1999. También se realiza un análisis riguroso de la posibilidad de superar las diferew cias entre el ambientalismo y el socialismo en Benton, 1996 y 1999. Para una argumentación más detallada véanse, además, McLaughlin, 1993, 1999a, 1999b, y Delgado, 2002a, 2002b. 16Véase Capra, 1996; Bcnton, 1996, 1999; McLaughlin, 1993, 1999a, 1999b; Pepper, 1993. 27Andrew McLaughlin ha definido e1 industrialismo como «Una organización econó­ mica y social de la vida humana, que h,-j_ra en torno a la producción industrial, la cual uti­ liza máquinas costosas para producir la base material de la vida humana» (McLaughlin, 1999: 254). Lo relaciona con el sistema de producción industrial que surgió en el si­ glo XXI y se encuentra hoy extendido por el mundo, y lo caracteriza a partir de su exi­ gencia de que grandes partes de la naturaleza estén constantemente disponibles como materias primas y vertederos de desechos; la corrosión implacable de las comunidades humanas y la conversión de la naturaleza en un <<recurso)). Entre los nombres que ha recibido el industrialismo, relaciona los de <<imperialismo», «colonialismo», <<desarrollo» y, finalmente, «desarrollo sostenible>>. Potter lo llamó ética capitalista. 291 demarcación ideológica entre ricos y pobres, expresión del triunfo y extensión de la ideología del consumismo. Dicha demarcación atañe, no a la tradicional y conocida divi�ión económica y social real por los niveles de ingresos y posición económica en general, sino a aquella que emana de las aspiraciones sociales y los modos de percibir la sa­ tisfacción de las necesidades de consumo. La mayor pobreza, según esta ideología, está en no poder satisfacerlas, y la mayor riqueza en hacerlo28 Sin embargo, como se ha demostrado la producción teórica ecologista, la propia «satisfacción» es un acto de consumo y no es más que eso. El triunfo de la ideología del consumismo cambió la idea tradici<>­ nal de producir para satisfacer necesidades por la de producir para el consumo. Se transitó hacia la cre�1ción de necesidades de consumo y su consecuente satisfacción. El tCnómeno, además de económico material, es ideológico y espiritual. Los conceptos, nociones y valores tradicionales fueron subyugados p< >r la idea de una sociedad de abun­ dancia, donde la meta de la felicidad podía ser alcanzada como bien­ estar sobre la base de la satisfacción de las necesidades de consumo. Sin embargo, las necesidades de consumo, a diferencia de otras ne­ cesidades humanas, no surgen, se crean. Esta particularidad, que pasó inadvertida durante algún tiempo, es esencial para compren28Aunque el término pobreza tiene un .;entido socioeconómico vinculado ·a los niveles de ingreso y otros indicadores, es llCcesario considerar al menos cuatro mo­ dos de existencia real de la pobreza en el mundo de hoy: primero, la pobreza re:ctl, extremo opuesto de la abundancia y opulencia gencrad·1s por el sistema, la que llega a pobreza extrema en amplios sectores Je la pobla<�ión mundial; segundo, ht pobreza de una parte del mundo que cada día ve alejarse más la posibilidad de al­ canzar los niveles de producción y consumo de los países industrializados -pobreza de naciones y países que condena a regiones enteras cnmo el África subsahariana a quedar fuera de los pronósticos de existencia física futura; tercero, la pobreza sentida, aquella que surge como resultad0 de la insatisfacción que genera el modo de satisfacción de las necesidades de consumo; y cuarto, la pobreza de espíritu, que reduce toda la diversidad del mundo y las expectativas humanas a la satisfacción de necesidades materiales de consumo, y que reduce la vida y mide su calidad por el grado de esta satisfacción. Aunque todas las manifestaciones de pobreza afectan la calidad de vida, las dos últimas corroen de modo muy espcc"!al los sistemas de valores tradicionales que han sostenido ha�ta hoy la moralidad humana y afectan el lado espiritual de la calidad de la vida. 292 der la profunda deshumanización de la ideología del consumismo. Se deja de ser persona y ciudadano, miembro de una nación o una etnia, para pasar a la categoría más confortable y niveladora de consumidor. Como han señalado varios autorcs,29 se dio prioridad casi exclusiva a un tipo muy �special de satisfacción de necesidades. Cada nuevo deseo satisfecho está llamado a convertirse en fuente de una nueva insatisfacción y en más demanda. La <<buena vida», la vida deseable, la vida plena, con calidad, pasa a ser representada -como ha señalado Edward Benton-, por los productos que el mercado promueve y oferta (Benton, 1999). La ideología del industrialismo se expresa en la promulgación de un ideal único de desarrollo económico que ha de ser seguido por todos los países, los que al hacerlo desvirtúan su desarrollo propio en aras de alcanzar la meta dorada de la industrialización.10 De esta forma, los contenidos de valor enraizados en las formas económicas y políticas, de economía política y de ciencia política, han contribuido a la formación de un tipo de ente cultural que ha sido dotado de un modo unilateral y pobre de atribución de valor con respecto a la naturaleza. En este empobrecimiento espiritual radican las causas más proíundas del problema ambiental, generado como consecuencia de la creación de una práctica de vida basada en la racionalidad clásica y d viejo saber dicotómico y dominador. Un problema insuperable en los marcos estrechos del viejo saber y su práctica de vida, pero soluble mediante la creación de una nueva práctica de vida estructurada sobre la base de un nuevo saber. 2'1Véase, por ejemplo, Leiss, W. (1976). 7he Limits to Satisfaction. Toronto, The University Press. -'0El desarrollo puede ser entendido como desenvolvimiento de las potencialida­ des internas, de aquellas que emanan de las formas de vida propias y las fortale­ cen, a partir de las comunidades humanas históricamente formadas. Y también puede ser entendido como la realización de un conjunto de acciones que permite alcanzar una meta trazada a partir de un paradigma único externo. Esto es lo que A. McLaughlin ha caracterizado tomo las dos voces del desarrollo. (McLaugh!in, 1999b). El industrialismo entiende el desarrollo en el segundo de los sentidos expuestos. 293