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La cultura Recuay: un breve ensayo George F. Lau Desde el momento en que el estilo de la cerámica Recuay fue reconocido, la cultura Recuay ha sido una de las más conocidas de todas las culturas del antiguo Perú, siendo considerada un componente clave en la historia de los Andes prehispánicos (Macedo 1881). Sin embargo, solo recientemente sus implicaciones sociales e importancia han sido estudiadas de una manera más completa. En este capítulo se ofrece una revisión del estado del conocimiento actual de la arqueología Recuay, así como se ofrecen pautas que orienten futuras investigaciones. Los avances en la investigación de los últimos decenios han mejorado el conocimiento sobre la complejidad social, prácticas religiosas y el sistema de valores de los grupos de la tradición Recuay (circa 1 d.C.-700 d.C.). Diferentes investigaciones sugieren una serie de grupos pre-estatales de gran éxito en la agricultura, ganadería y comercio que ocuparon lo que hoy es el departamento de Ancash, Perú. Los principales tipos de cultura material fina asociados con el estilo Recuay (escultura de piedra, cerámica, arquitectura monumental) se pueden atribuir a las prácticas político-religiosas principalmente de las élites, con el objetivo de exhibir su riqueza y legitimar su poder e influencia a través de la veneración a los ancestros. TERRITORIO Durante los ocho primeros siglos d.C., los grupos de tradición Recuay ocuparon la región centronorte de Perú (Fig. 1), una zona que coincide con la sierra del actual departamento de Ancash. Esta región es famosa por su gran diversidad geográfica, que abarca muchos de los medioambientes de América del Sur, incluyendo el desierto costero, los verdes valles irrigados, las faldas rocosas del Pacífico, las capas de hielo de las montañas, los lagos glaciares y las montañosas boscosas de la Amazonia. Al igual que muchos pueblos andinos prehispánicos, las poblaciones Recuay practicaban formas de “verticalidad”, esto es, la explotación ‘zonificada’ de los Andes tanto para los recursos de subsistencia como comerciales. Probablemente el patrón más común era localizar los sitios de unión (3700-4000 msnm) entre la región puna (zona pastizales adecuados para el pastoreo de camélidos) y la región suni (tierras adecuadas para una agricultura a gran altitud). Muchos asentamientos, grandes y pequeños, se encuentran en este importante entorno medioambiental (Orsini 2007). Aunque no siempre de manera intensiva, los grupos Recuay también negociaron piedras semipreciosas, conchas marinas, cerámica fina y otros artículos a larga distancia con grupos vecinos, especialmente los grupos de las culturas Moche, Lima y Cajamarca. Muchos de los sitios más importantes se encuentran al pie de la Cordillera Blanca. Los drenajes asociados al río Santa (Callejón de Huaylas) y las cabeceras que desembocan en el río Marañón Perú Prehispánico: un estado de la cuestión, Luis Jaime Castillo y Elías Mujica, editores, pp. 208-233. Cusco, Dirección Desconcentrada de Cultura de Cusco. 2019. 210 La cultura Recuay: un breve ensayo Fig. 1. Mapa de la región nor-central de Perú indicando la ubicación de los sitios mencionados en el texto (mapa dibujado por el autor). (Conchucos). El Callejón de Huaylas contó con importantes asentamientos residenciales y mortuorios en todo el valle, incluyendo las localidades de Katak (sitio Roko Amá), Huaraz (Pomakayán), Carhuaz (Copa), Caraz (Incawaín, Apra, Hualcayán, Pueblo Viejo) y Huaylas (Chupacoto). Los sitios más remotos incluyen Aukispukio en la quebrada de Los Cedros. La mayoría de ellos están situados en zonas estratégicas elevadas para aprovechar las tierras agro pastoriles y controlar los fondos de valle y las rutas de intercambio. En la región de Conchucos, la ocupación del periodo Recuay es también abundante, incluyendo una importante reocupación del famoso centro Formativo de Chavín de Huántar. Otros asentamientos han sido identificados en las regiones de San Marcos, Huari, Chacas y hacia el este a través del río Marañón (Diessl 2004; Falcón y Díaz 1998; Ibarra 2003; Orsini 2003; Ravines 1984; Thompson y Ravines 1973; Vega-Centeno 2008; Wegner y Laurencich Minelli 2001), aunque pocos han sido investigados sistemáticamente. George Lau La parte norte de Conchucos se puede separar en las regiones asociadas con las provincias de Sihuas y Pomabamba (Yayno) (Lau 2010b, c), y al noroeste, la provincia de Pallasca, que incluye los importantes sitios Recuay de Pashash, Puga y Chucana (Grieder 1978). La provincia de Pallasca, definida al norte por el drenaje de Tablachaca, era más o menos el límite norte del estilo Recuay. La Cordillera Negra, al oeste del Callejón de Huaylas, también comprendía una zona clave para la evolución Recuay. Incluía las regiones actuales de Pira, Cajamarquilla, Aija y Pamparomás (Lau 2010a, 2011; Tello 1929). Además de sus condiciones agro pastoriles, estas tierras eran importantes como áreas intermedias entre la sierra y la costa. Se formaron importantes relaciones con los grupos mochicas, cultura predominante de la costa norte. Los intercambios estilísticos y de materias primas parecen haber sido interrumpidos periódicamente por conflictos ocasionales entre los grupos Recuay y Moche, lo que condujo a la aparición de zonas de amortiguamiento (Lau 2004a; Proulx 1985). CRONOLOGÍA La tradición Recuay se puede dividir en cuatro fases de cerámica. Las fechas de radiocarbono disponibles proporcionan los siguientes periodos y rangos de antigüedad, sobre todo de la cerámica: Huaras (200 a.C.-200 d.C.), Recuay Temprano (200-400 d.C.), Recuay Medio (400-600 d.C.) y Recuay Tardío (600 -700 d.C.) (Lau 2004b, 2011). Esto ubica el desarrollo de la tradición al final del Horizonte Temprano (o Formativo), y sobre todo como parte del periodo Intermedio Temprano (o el primer periodo de Desarrollos Regionales). Fechados absolutos de estudios adicionales de cerámica refinarán esta secuencia en el futuro. El periodo inmediatamente después de Chavín se caracteriza por un nuevo estilo local de cerámica llamado ‘blanco sobre rojo’. La cerámica ‘blanco sobre rojo’ se desarrolló en la costa peruana así como en muchas partes de la sierra. En la sierra de Ancash este estilo se conoce como ‘Huaras’ (Amat 2003; Bennett 1944; Kroeber 1944: 110; Lanning 1965; Lumbreras 1970, 1977, 2007; Willey 1945, 211 1948). La cerámica era muy diferente a las vasijas monocromas pulidas y decoradas de Chavín. Los alfareros Huaras tendían a alejarse de la representación figurativa, especialmente de las imágenes esotéricas y ‘monstruosas’ de Chavín (Willey 1948: 11). Los alfareros Huaras utilizaron arcilla roja de terracota oxidada. Las formas predominantes eran cuencos abiertos y pequeños cántaros o botellas, que constituyeron una fina gama de recipientes para comer y servir ofrendas. Los cuencos a menudo presentan un perfil carenado con un ángulo basal pronunciado. A menudo eran de engobe rojo bruñido, pintados con diseños lineales blancos, generalmente en formas geométricas repetitivas. Los diseños más comunes son trazos cortos verticales, diagonales paralelas, figuras geométricas sencillas (a veces ‘anidadas’), líneas onduladas y figuras geométricas punteadas. La pintura blanca casi siempre se produce en el exterior de los vasos, típicamente a lo largo del borde superior de los cuencos abiertos. La cerámica Huaras es generalmente considerada cerámica de alto estatus para su época. No se sabe mucho acerca de la cerámica utilitaria. Es posible que las poblaciones Huaras utilizaran ollas globulares con y sin cuello, aunque tampoco se trata de una característica exclusiva para el estilo Huaras. Las ollas sin cuello tampoco están restringidas al Horizonte Temprano o a comienzos del periodo Intermedio Temprano, pues esta forma se ha utilizado en la sierra de Ancash desde el primer milenio a.C. Los sitios Huaras son abundantes, sin embargo, la naturaleza de esta ocupación no está bien entendida. A menudo los restos Huaras se encuentran mezclados con anteriores ocupaciones Chavín y con la posterior ocupación Recuay. Es claro que la cerámica de estilo Huaras se siguió produciendo ocasionalmente en fases posteriores, como una emulación intencional de estilos más antiguos (arcaísmos) (Lau 2011: 137). Alrededor del 200 d.C., las poblaciones de Ancash comenzaron a consumir un nuevo estilo de cerámica, conocido como “Recuay” (Lau 2011: 138-152). Este nuevo estilo favoreció el uso de una 212 La cultura Recuay: un breve ensayo arcilla de caolinita de color claro para una amplia gama de formas: cuencos, botellas, cántaros y cucharas. La cerámica Recuay más fina no tuvo mayor uso utilitario residencial, sino que se usaba principalmente para su exhibición y ceremonias especiales, sobre todo como ofrendas en los rituales funerarios. Debe tenerse en cuenta que no toda la cerámica Recuay utilizaba arcilla de caolín. Las vasijas rojas oxidadas aparecen con mucha frecuencia, aunque empleando una gama similar de técnicas plásticas y policromía en su fabricación. Se han identificado tres subfases: Temprano, Medio y Tardío (para mayor detalle ver Lau 2011). La cerámica Recuay Temprano se caracteriza principalmente por sus cuencos abiertos decorados de caolinita. Los cuencos son generalmente de lados rectos o ligeramente evertidos, estabilizados con un anillo base pedestal. Están típicamente pintados en su lado exterior, cerca del borde, por lo general con motivos geométricos y líneas repetidas (sombreado vertical, meandros, formas de “S”, circulares, puntos y ojos). El Recuay Medio es la fase clásica de este estilo. Sus vasijas de lujo utilizan una arcilla de caolín muy ligero y fina (rosada blanquecina o de color claro). Se pintó usando pigmentos policromos (rojo, blanco, negro), así como elementos orgánicos para el color negro de aplicación ‘resistente’. El color claro de la pasta permitió la aplicación de decoración policroma (Fig. 2). La pintura exterior era común en las vasijas cerradas tales como cántaros, mientras que los campos interiores y exteriores fueron a menudo pintados en los cuencos abiertos. Engobe rojo o pinceladas de color claro son comunes, especialmente en el interior de los cuencos. Los diseños negativos son típicamente reservados para el exterior, e incluyen cruces, puntos repetidos, líneas rectas paralelas y bandas onduladas, así como diseños zoomorfos. El interior de los cuencos puede aparecer sin pintura, aunque a veces se aplicaron brochazos de color rojo tenue y/o a menudo con diferentes registros de diseños polícromos altamente repetitivos: diseños en ‘S’, ojos, puntos y círculos, símbolos escalonados y motivos de laberinto. Las formas incluyen cuencos de base anular y cucharones. No obstante, con el tiempo surgió una mayor diversidad de otras categorías de formas, tales como los cántaros de ‘borde de disco’ (pacchas), cántaros con una figura central, y botellas doble lenticulares. La mayor parte de figuras modeladas Recuay pertenecen a esta fase, incluyendo representaciones arquitectónicas, efigies humanas y animales, así como escenas con múltiples figuras. Durante el siglo VII se produjeron cambios importantes en la cerámica Recuay, y a este periodo que se le conoce como Recuay Tardío. Hubo una reducción generalizada en la producción de vasijas de caolín a favor de vasijas gruesas rojas localmente decoradas. Las pastas oxidadas presentan una coloración bronceada hasta un pulido casi rosado. En los cuencos —que son la forma más diagnóstica de la fase— el énfasis previo en formas semiesféricas (con paredes altas convexas) da paso a formas superficiales más grandes, con la base anular relativamente gruesa. Los cancheros y pacchas se vuelven obsoletos. El mango de los cancheros a menudo toma la forma de una cabezaefigie. La decoración muestra una disminución de la pintura ‘resistente’ y el modelado de figuras elaboradas. Se pinta generalmente el exterior de los cuencos y cántaros pequeños. Los grosores de las líneas de los diseños se hacen más pesados y menos meticulosos. En general, se utilizan menos colores, incluyendo blanco y negro, aunque dependen casi exclusivamente de un pigmento rojo o púrpura oscuro. Los diseños comunes reutilizan, aunque al mismo tiempo actualizan, preferencias Recuay de fases anteriores, por ejemplo: múltiples meandros horizontales, grupos de líneas verticales u horizontales, círculos repetitivos, así como motivos lineales y geométricos de repetición simple (como rectángulos, laberintos y triángulos). Pequeños diseños, tales como bandas y formas parecidas a ojos, pueden contener elementos repetidos como relleno, tales como puntos, celosías y formas de ‘eclosión’. George Lau 213 MANUFACTURA Alrededor del 200 d.C., después de varios siglos de relativamente poca producción de material cultural fino, los grupos de la sierra de Ancash comenzaron a intensificar su producción artística y arquitectónica de alto estatus. Además de cerámica altamente reconocible, los grupos Recuay extendieron eficazmente un estilo de élite emergente a otros tipos de cultura material duradera. Su arquitectura, escultura en piedra, metales y textiles eran particularmente distintivos y técnicamente muy logrados. Después de estar prácticamente inactivos en cuanto a la construcción de monumentos, los grupos locales de Ancash retomaron la talla escultórica en piedra y la edificación de estructuras impresionantes. Sin embargo, éstas fueron dedicadas a propósitos muy diferentes que en periodos anteriores. Los monumentos más famosos de Chavín se centraron en la arquitectura del templo y en los monolitos de piedra tallada para así impresionar a los miles de visitantes y peregrinos, muchos procedentes de tierras lejanas. Por el contrario, los edificios y objetos de culto Recuay estaban destinados a colectivos mucho más pequeños. Principalmente tienen que ver con los grupos de descendencia locales. Hasta hace poco, los edificios Recuay más conocidos eran sus construcciones de tumbas (Lau 2000). Investigaciones en Pashash (Grieder 1978), Roko Amá (Katak) (Mejía Xesspe 1948; Tello 1929) y en la zona de Huaras (Bennett 1944; Ponte 1999b) reportaron grandes edificios utilizados con fines funerarios. La mayoría eran tumbas subterráneas con múltiples cámaras o largas galerías. Lo mejor de la arquitectura Recuay son sus construcciones en piedra. Estas estructuras cuentan finos arreglos con piedras de gran tamaño y ‘huancas’ o ‘wankas’ permanentes, cuyos espacios o huecos fueron rellenados con piedras de tipo ‘pachilla’. Esta mampostería wanka-pachilla caracteriza las fachadas de los diferentes tipos de edificios Recuay. A menudo, los tamaños de piedra fueron ubicados de forma que produzcan diferentes tipos de efectos visuales. Fig. 2. Cántaro Recuay mostrando el diseño del animal lunar, obtenido de una tumba de cámara subterránea de Jancu, este de Huaraz, Colección del Museo Arqueológico de Ancash, Huaraz (foto del autor). Al igual que en todas las grandes culturas andinas, la arquitectura Recuay tenía una dimensión tanto secular como ceremonial, con frecuencia relacionadas entre sí. Una forma especialmente innovadora fue el complejo residencial amurallado (Lau 2010c, 2011). El complejo mejor conservado se encuentra en las regiones de Conchucos (VegaCenteno 2008) y Pallasca, aunque también aparece ocasionalmente en el Callejón de Huaylas (Herrera 2008) y la Cordillera Negra (Lau 2010a; Terada 1979) en formas variadas. Este tipo de estructura cuenta con un patio rodeado de una serie de habitaciones exteriores. 214 La cultura Recuay: un breve ensayo Fig. 3. Cabeza de un tupu mostrando un felino de perfil con la cabeza frontal. Proviene de la colección del municipio de Pamparomás (foto del autor). En algunos sitios, los complejos eran de varias plantas, y las habitaciones alrededor del patio habrían tenido hasta tres pisos. Los complejos fueron principalmente viviendas residenciales, pero también tenían funciones defensivas. Dado que se trataba de edificios muy adaptables, estos podrían haber sido ampliados y/o aglutinados con otros edificios, y haber sido particionados con relativa facilidad. Esta flexibilidad era muy apropiada para el alto grado de variabilidad de tamaño de las comunidades Recuay. Algunos conjuntos eran extremadamente grandes y muy bien logrados, con obras de drenaje, mampostería muy fina y relleno del tipo interlocking. Estas características indican la presencia de grupos grandes y acomodados, capaces de reunir constructores y mano de obra especializada (Lau 2010c). Otra forma de construcción innovadora fue la fachada en bloque, tal como el Caserón de Pashash (Grieder 1978) y, en menor escala, varios edificios en Chinchawas (Lau 2010a). Estos edificios son edificios rectangulares, esencialmente grandes, altos, ubicados en pendientes pronunciadas. La fachada en la ladera inferior puede ser muchos metros más baja que la pared posterior (más arriba), levantándose a manera de bastiones. Sin accesos o ventanas evidentes, se trataba de simples bloques de pared con la aparente intención de darle un aspecto monumental. No está claro qué funciones tenían, pero en Chinchawas se utilizaron como tumbas, aunque también pueden haber sido conjuntos residenciales. El Caserón de Pashash tiene un gran canal de salida en la base. Parece haber sido construido con fines de drenaje, aunque tampoco se descarta otras funciones, tal como una vía de paso a cámaras interiores. Las estructuras de bloques de pared eran parte de un cambio cultural más amplio en el tiempo, que hacía hincapié en la guerra (Lau 2004a, 2014a). Si bien existe evidencia limitada de formas marciales e George Lau 215 imágenes de guerra en la cultura Chavín, este tema se desarrolló mucho en Recuay: la milicia y sobre todo los líderes guerreros se convirtieron en temas centrales en la cultura visual. De hecho, yo diría la razón de ser de los estilos Recuay era básicamente la ostentación y celebración de los nobles, cada vez más potentes y competitivos. Parte de esto generó un nuevo interés en la construcción; de hecho, se aprecia un exceso de construcciones monumentales vinculadas a la defensa. Los edificios, sólidos y visualmente impresionantes, eran esencialmente expresiones monumentales sobre el poder de los líderes y sus linajes. estar fuera del algodón. También existen tejidos triples (Morris y Von Hagen 1993) y muestras que combinan paneles pequeños. Los telares anchos y la tapicería elaborada serían adoptados posteriormente por los tejedores Wari (Oakland Rodman y Cassman 1995; Oakland Rodman y Fernández 2001). Otras novedades importantes de la arquitectura defensiva Recuay fueron las grandes paredes perimetrales, trincheras o fosas amuralladas, los accesos limitados y las zanjas laterales de arista. La aglutinación generalizada de los asentamientos Recuay fue probablemente el resultado de una nueva postura defensiva. Al igual que la textilería, la metalurgia Recuay no está bien estudiada a pesar de la sofisticada técnica de los especímenes conocidos. Los metales eran comúnmente usados como ofrendas de enterramiento. Debido a relativa durabilidad, existen numerosos ejemplos de metales Recuay en colecciones en Perú y en todo el mundo. Ocasionalmente han sido documentados en contextos de excavación arqueológica (Grieder 1978; Lau 2010a, 2011; Ponte 2001). La fibra de camélido fue sin duda importante en la cultura Recuay, y su transformación en materia prima textil se evidencia a partir de abundantes piruros en los asentamientos Recuay (Lau 2007). Los textiles Recuay no son muy conocidos, y el conjunto de fragmentos identificados es pequeño, solo alrededor de una docena (ver Lau 2014b). Se sabe que unos pocos provienen de sitios arqueológicos, pero la mayoría no tiene procedencia. Su asociación con Recuay puede estar basada en semejanzas estilísticas con las imágenes de cerámica y escultura (Desrosiers 2014; Garaventa 1978; Lau 2014b; Manrique P. 1999; Oakland Rodman y Cassman 1995; Oakland Rodman y Fernández 2001; Porter 1992). Los pocos casos, sin embargo, muestran que los grupos Recuay eran tejedores altamente especializados. Las técnicas incluyen tejidos planos, telas y tapices triples. El material de hilado preferido fue el algodón, la fibra de camélido y combinación de ambos. Varios de los textiles Recuay más elaborados emplearon tramas y urdimbres de fibra de camélidos entrelazados, utilizando un amplio telar, lo que posiblemente requirió la colaboración de tejedores en parejas. Algunos tejidos eran de dos capas, donde a menudo, las tramas solían Los motivos y diseños son característicos Recuay. Estos ponen énfasis en las criaturas míticas como el felino de perfil, la serpiente, los felinos bicéfalos, las cabezas frontales con cuatro apéndices y los cóndores (véase la discusión de imágenes y religión Recuay más adelante). Los Recuay utilizaron los metales como herramientas y ornamentos personales. Sus implementos incluyen hachas, cuchillos, punzones pequeños y porras, aunque es bastante raro hallar estos objetos en los sitios Recuay, lo que sugiere que no eran de uso general o doméstico. Más bien, es probable que sirvieran como objetos de prestigio o herramientas de gente altamente especializada. Los punzones, por ejemplo, pueden haber sido usados para hacer láminas de metal (por persecución o repujado), mientras que las cabezas de porra habrían servido como armas visualmente impresionantes. Las porras de cobre pueden tener forma de estrella, mientras que en otros casos, especialmente en Conchucos, hacían uso del metal fundido para hacer tubos estriados (Wegner, 2000). Se presume que todas las cabezas de porra se unieron a mangos de madera. Los artículos de metal Recuay más comunes fueron los tupus (agujas para sujetar la ropa). También se ha reportado tocados frontales, orejeras, así como pequeños discos repujados, martillados o laminados (Herrera 2005; Wegner 1988). La metalurgia Recuay empleó dos técnicas, de martillado y de fundición. 216 La cultura Recuay: un breve ensayo Los metales típicos eran de cobre y aleaciones de cobre, y ocasionalmente plata y oro. El corpus de tupus muestra una gran diversidad formal, lo que sugiere una variabilidad estilística temporal y regional. Dada la importancia de los textiles en los Andes, como signos de identidad y el estatus social, el hecho de “fijar” las prendas de la persona debe haber sido muy significativo. Esto a menudo se realizaba a través de estas agujas de metal, y no es de extrañar que algunas sean muy elaboradas. Una vez fijadas las prendas de vestir, los extremos afilados de los tupus apuntan hacia la parte posterior, mientras que las cabezas se orientan hacia la parte delantera. Existen varios tipos de tupus. Un tipo presenta la cabeza aplanada, como un clavo, y era muy común. En ocasiones las cabezas de los tupus cuentan con figuras modeladas (Fig. 3). A veces el pasador, o parte larga, era ligeramente amplia, aplanada y perforada cerca de la cabeza, presumiblemente para enhebrar cuerdas u otro material que se sujetaba al pasador, o para ser colgado como un recuerdo. A veces, cerca de la cabeza se aprecian incisiones paralelas de poca profundidad, las que tal vez ayudaron a proporcionar mejor agarre a los hilos. También hubo formas alternativas de tupus. Algunos cuentan con el eje divergente en dos bordes de curling anchorlike. Otro tipo cuenta con el remate con una vista desde arriba de las cabezas triangulares. Un tipo más común presenta cabezas cónicas hechas de fundición, muy probablemente proveniente del proceso de la cera perdida (Velarde y Castro de la Mata 2010). Otros modelos frecuentes son aquellos con cabezas cónicas ligeramente ahusadas, con la parte superior y los lados que ofrecen yeso o las imágenes grabadas. A veces el borde superior puede presentar pequeñas prominencias planteadas, como festoneado o almenas en todo el borde de la llanta. Algunas cabezas cónicas trabajadas con metal fundido son huecas, también se encontraron cabezas con imágenes de sus más importantes seres míticos como cabezas de felinos, serpientes bicéfalas entrelazadas o cabezas antropomorfas incluyendo el frontal de la cabeza (y anexos); algunos pines tienen ejes curvados. La escultura en piedra es otro de los principales soportes de la cultura material fina Recuay. Los Recuay eran herederos de una larga tradición de talla en piedra en la región de Ancash, que se hizo famosa durante el Formativo, sobre todo a partir de las obras halladas en Chavín de Huántar. Sin embargo, la talla en piedra Recuay siguió muy poco las formas o significados Chavín. La principal diferencia fue en el contexto social. Muchas esculturas Chavín eran imágenes de culto que representaban divinidades principales (personajes parte zoomorfos y parte humanos), que fueron significativas para una religión proselitista de escala regional, destinada a atraer una amplia audiencia. La mayoría de los monolitos Recuay, por su parte, representan valorados progenitores o ancestros. Sus respectivas comunidades rituales eran por lo general grupos insulares bastante pequeños, tal vez compuestos de decenas a varios cientos de personas. La escultura en piedra Recuay se encuentra típicamente en dos tipos de edificios principales: estructuras funerarias y contextos residenciales. Las esculturas fueron instaladas en edificios o espacios reservados para su veneración. De ahí que las pocas esculturas Recuay halladas en contexto han estado en mausoleos de tipo chullpa o en viviendas de alto estatus. En cierto sentido, estas funciones se superponen de manera efectiva, ya que tanto mausoleos como viviendas son realizaciones materiales de “casas” —entendidas como unidades y colectivos sociales definidos por los antepasados (Lau 2010c 2011). Además, las estructuras Recuay (casas, pasadizos, galerías) fueron ocasionalmente selladas y transformadas en tumbas, una práctica muy antigua en la región de Ancash (Bennett 1944; Bonnier 2007; Grieder, et al. 1988; Lumbreras 2007). La producción escultórica Recuay se caracteriza por cinco formas primarias: lajas horizontales, lajas verticales, paneles rectangulares (a manera de placas), estatuas erigidas y cabezas trofeo. Por lo general representan figuras antropomorfas o zoomorfas individuales, aunque en ocasiones pueden presentar varias imágenes en interacción (por ejemplo, aves picoteando cabezas humanas, figuras centrales flanqueadas por felinos de perfil). Además, algunos bloques esculpidos fueron utilizados como ornamentos arquitectónicos, tal como cornisas George Lau estrechas, molduras de piedra y placas con diseños geométricos. Otros bloques fueron tallados como tableros de piedra con pequeños compartimentos, los que probablemente se traten de formas antiguas de “juegos de mesa” (Lau 2015a; Smith 1977; Wegner 2000). Los talladores Recuay trabajaron por lo general en estilo de bajorrelieve, que combina la incisión y la reducción del núcleo original creando figuras relativamente planas (Fig. 4). Las lajas verticales presentan a menudo figuras humanas y se limitan a la representación frontal y extendidas, mientras que las estatuas erigidas pueden ser trabajadas en curvas mostrando figuras sentadas o de pie. Los paneles rectangulares suelen mostrar figuras más pequeñas como felinos de perfil. Las lajas horizontales suelen presentar una escena con una figura central (una figura humana frontal flanqueada por felinos de perfil) o una criatura bicéfala. Las esculturas espigadas, por su parte, casi siempre presentan cabezas de felinos o guerreros humanos. Al igual que sus predecesores Chavín, estos fueron sostenidos mediante apuntalamientos en los lados posteriores. En general, los grupos Recuay hicieron grandes avances e innovaciones culturales y tecnológicas. La cultura material Recuay de élite fue una de las más sofisticadas y representativas de su tiempo, sobre todo los textiles, talla en piedra, mampostería y metalurgia. Gran parte de la producción de cultura material fina —que constituye el arte corporativo Recuay— era para satisfacer las demandas de los grupos cada vez más exitosos y poderosos de la sociedad (Lau 2011). Los líderes y nobles utilizaron materiales portátiles y monumentales en sus prácticas de distinción social (generosidad, prácticas funerarias, ceremonias ostentosas e intercambio). POBLACIÓN Y ASENTAMIENTOS No se sabe mucho acerca de los orígenes del pueblo Recuay. Los primeros componentes de esta tradición cultural emergieron rápidamente después de la desaparición de Chavín. Dadas las grandes diferencias entre los estilos Recuay y Chavín, así como la división con los grupos tempranos Recuay (Huaras) en el sitio de Chavín, parece razonable 217 pensar que los Recuay no eran necesariamente descendientes de las poblaciones Chavín. Las semejanzas culturales entre la cerámica Recuay (por ejemplo Huaras) y los estilos Moche, Gallinazo, Salinar y Vicús, sugieren interacciones importantes (Lau 2004b; Makowski y Rucabado 2000). Se observan semejanzas en las imágenes así como en los procedimientos técnicos de su fabricación (por ejemplo la pintura ‘resistente’, textiles, fundición de metales). Sin embargo, no está claro si esto fue el resultado de un grupo común de personas, de los movimientos demográficos, de la interacción estilística, o fue la combinación de varios factores. Aunque hay varios contextos funerarios muy conocidos, actualmente carecemos de un perfil bioarqueológico integral de las poblaciones Recuay. Es probable que se deba, a que los grupos de Recuay, frecuentemente momificaban a sus muertos para finalmente ubicarlos en mausoleos. El tratamiento fúnebre consistía en dejar el cuerpo a la intemperie dentro del espacio de la tumba, lo que hacía que el material osteológico sea mucho más susceptibles a plagas y otros elementos/procesos destructivos. Las prácticas residenciales de los grupos Huaras son las más conocidas, ello a partir de los patrones de reocupación de Chavín de Huántar después del Formativo. Profanaron el templo mediante la construcción de edificios y enterraron personas directamente en los espacios rituales, así como reusaron los monolitos esculpidos como relleno y piedras de construcción de paredes comunes. Excavaciones en el sitio también reportaron pequeñas casas temporales sencillas construidas en la plaza circular hundida (Gonzáles Moreno 2012; Lumbreras 1974, 1977, 2007). Esta nueva comunidad, ubicada hacia las paredes del templo, se extendió hacia las orillas del río Mosna. También se han documentado extensas ocupaciones Huaras y Recuay al norte de los templos principales. Curiosamente, algunos edificios de reocupación Huaras son mucho más elaborados que aquellos de la Plaza Circular (Rick 2012: 137-145). Sitios residenciales del periodo Huaras han sido reportados en otras áreas de Conchucos (Diessl 2004; Ibarra 2009) y el Callejón de Huaylas (Burguer 1978; Ponte 1999a). Las viviendas estaban fuertemente aglutinadas; compartían paredes de piedra 218 La cultura Recuay: un breve ensayo y contaban con cámaras pequeñas, generalmente rectangulares, con una entrada principal y pequeñas banquetas o áreas elevadas probablemente usadas con fines de almacenamiento y descanso. La mayoría de las paredes parecen haber sido construcciones bastante prácticas. Las viviendas fueron construidas una encima de otra, rellenando los ambientes más antiguos y usando piedras de edificios precedentes. Mientras que los enterramientos del Formativo Temprano son bastante singulares, los enterramientos Huaras son bastante comunes. Entre los más conocidos tenemos los enterramientos en Chavín de Huántar (Bennett 1944; Tello 1960), en las afueras de Huaraz (Bennett 1944), y sitios en la región minera de Pierina (Ponte 1999a). Los entierros eran bastante modestos. Las poblaciones Huaras usaron generalmente cámaras funerarias pequeñas consistentes en un hoyo o depresión excavado en el suelo o lecho de roca blanda. A menudo presentan cubiertas de piedras alineadas subsecuentemente recubiertas por grandes lajas planas. Las cuevas fueron a veces utilizadas para fines funerarios (Lynch 1980). Es notable que los grupos de tradición Recuay rechazaran en gran medida la mayoría de las formas arquitectónicas Chavín. Durante el periodo Intermedio Temprano, las pirámides de plataformas, plazas hundidas, la organización axial, las columnas, grandes entradas y las extensiones laterales, se hicieron significativamente menos populares o desaparecieron por completo. Las comunidades Huaras comenzaron a construir plazas a manera de recintos amurallados encima de las cumbres. En Queyash Alto (por encima de Carhuaz) los grupos locales amurallaron el área en torno a una plaza al aire libre, aproximadamente 20 m x 30 m, en la base de un pequeño montículo. Las excavaciones al interior reportaron restos de cuencos de estilo Huaras, abundantes restos de animales y zampoñas. En base a esta evidencia se argumenta que este espacio se utilizó para grandes fiestas y grandes rituales, en gran medida con el objetivo de acrecentar el prestigio de las familias y líderes que suministran la comida y bebida. Queyash Alto es uno de los ejemplos documentados más tempranos de mano de obra festiva en la sierra de Ancash, una práctica que se volvería común, donde los líderes de los grupos o linajes (p. ej. ayllu) patrocinaban fiestas para obtener relaciones de obligación que ayuden a consolidar su poder y para acumular riqueza y capital social (Gero 1991, 1992). Otro importante patrón que surgió a principios de la tradición Recuay fue un creciente énfasis en la defensa. El horizonte Chavín fue una época caracterizada por una relativa paz y estabilidad. Durante los últimos siglos a.C., las poblaciones comenzaron en gran medida a agruparse en asentamientos nucleados, construyendo estructuras defensivas (paredes perimetrales, parapetos, trincheras) y acumulando armas (cabezas de porras, piedras para hondas). Asimismo, la gente comenzó a vivir en zonas altas, más defendibles, un patrón común en la sierra de Ancash y en muchas partes de los Andes centrales (Brown Vega 2009; Chamussy 2009; Daggett 1985; Ghezzi 2008; Ikehara 2015; Lau 2011; Tema y tema 1978; Topic y Topic 1982; Wilson 1987). Las cimas tenían puntos de vista estratégicos orientados a las áreas circundantes, principalmente para protegerse contra ataques e incursiones de grupos foráneos. A menudo establecieron sus viviendas cerca de los límites superiores de tierras cultivables, por lo general en lo alto de colinas rocosas. Esta elevada ubicación permite un fácil acceso a las zonas altas de la puna, ideales para el pastoreo de camélidos, y al mismo tiempo estar cerca de las tierras para cultivo de productos de gran altitud, tales como tubérculos y frijoles. Esta alta ubicación fue también estratégica, pues permitía tener una vista preferencial del paisaje circundante con fines defensivos (Tello 1929: 29-30). En la vivienda residencial, desde Recuay Temprano en adelante, hubo un creciente énfasis en compuestos multifamiliares grandes (Lau 2010c). Desde el Recuay Temprano en adelante hubo un creciente énfasis en grandes conjuntos multifamiliares residenciales (Lau 2010c). Las viviendas individuales comenzaron a compartir paredes y un patio central, lo que sugiere grupos domésticos más grandes viviendo y trabajando en comunidad. Es probable que esta nucleación George Lau 219 Fig. 4. Monolito de piedra tallada mostrando escena de tres aves de perfil, probablemente cóndores, picoteando una cabeza humana. Museo Arqueológico de Cabana (foto del autor). también se aplicara a grupos de edificios con el fin de proporcionar un mayor grado de seguridad. Durante el Recuay Medio, en su apogeo cultural, los asentamientos aumentaron a lo largo de la sierra de Ancash, y muchas regiones fueron ocupadas por primera vez por grupos Recuay. Los más exitosos dieron lugar a grandes centros regionales, especialmente con drenajes adecuados para la producción de agro-pastoral. Los más conocidos son Pashash (Cabana) y Yayno (Pomabamba), no obstante hay muchos asentamientos menos conocidos, la mayoría de los cuales son similares en tamaño y elaboración, y que han sido poco estudiados. En el futuro, es casi seguro que se volverá a escribir la historia geopolítica Recuay. Pashash creció a lo largo de una cresta larga y empinada. Los sectores más conocidos del sitio fueron explorados en la década de 1970, y las excavaciones documentaron una ocupación importante con enterramientos de alto estatus y arquitectura monumental. Pashash era un centro cívico-ceremonial significativo, donde se llevaron a cabo prácticas funerarias intensivas en la cima de un recinto amurallado elevado conocido como La Capilla. Las murallas defensivas, a manera de bastión, defendieron ambos lados de la cresta que conduce a La Capilla. Estas fueron las principales construcciones, de unos 15 m de altura y 30 m de ancho, construidas con mampostería wankapachilla. En la cima de La Capilla existe una serie de habitaciones cuadrangulares con vestíbulos, aunque su diseño no es del todo claro porque gran parte de la colina está en muy mal estado de conservación. Hay evidencia de muros y áreas de rellenos dentro de las construcciones exteriores, lo que sugiere la existencia de fases anteriores a la construcción monumental. En Pashash, los edificios estaban adornados con esculturas de piedra muy fina. 220 La cultura Recuay: un breve ensayo Fig. 5. Vista de un conjunto residencial amurallado en Yayno. Las excavaciones reportaron abundantes desechos domésticos dentro de las estructuras (foto del autor). El otro gran centro de Recuay estudiado es Yayno (4150 msnm), cerca de Pomabamba (Apolín G. 2009; Lau 2010b, c). A diferencia de los edificios funerarios de Pashash, la arquitectura monumental de Yayno consistía principalmente en grandes complejos residenciales amurallados (Fig. 5). La mayoría de sus muertos fueron enterrados en otro lugar, probablemente, en las faldas fuera del sector monumental y en los acantilados al noroeste. Muchos conjuntos eran de planta circular y cuadrangular, algunos de los más grandes y mejor logrados presentan varias plantas, obras de drenaje, cantería muy elaborada y escaleras monumentales. Cada compuesto contó con un patio interior abierto, que era el centro de la vida social de los habitantes, rodeado de una serie de habitaciones exteriores techadas, que eran utilizadas para actividades residenciales (descanso, almacenamiento, cocina). Quizás el aspecto más notable de Yayno es su ubicación singular y orientación defensiva, con profundas zanjas perimetrales, muros altos, con formas aglutinadas compactas y el perfil a manera de ‘capas de pastel’. La evidencia arquitectónica de Yayno y su localización indican que hubo una creciente preocupación por amotinamientos y conflictos internos. A diferencia de Chavín, la cultura Recuay puso gran énfasis en la construcción de estructuras funerarias. Los Recuay enterraron a sus muertos principalmente en espacios subterráneos, ya sea bajo grandes rocas o en cámaras y galerías subterráneas especialmente dedicadas a la veneración de ancestros (DeLeonardis y Lau 2004; Gamboa George Lau 2009; Lau 2000, 2002, 2011; Ponte 2006). Las prácticas tempranas eran, en general, bastante modestas: los entierros se colocaban en cistas de piedra, que eran pequeños huecos bajo grandes rocas. Las excavaciones en los alrededores de Huaraz encuentran con frecuencia tumbas modestas asociadas al Recuay Temprano (Bennett 1944; Ponte 1999a, b, 2001). Las prácticas posteriores experimentaron un aumento de las grandes estructuras con múltiples cámaras, a veces en forma de galerías y compartimentos de cripta. Los más conocidos son los de Roko Amá y Jancu (Tello 1929; Wegner 1994), a los que se accedía a través de pasadizos o galerías. Estas también pueden tener un pequeño espacio de entrada o antecámara que conduce a la cámara principal. Se encontraron ofrendas en estos espacios (Lau 2002, 2010a; Ponte 1999b). Muchas tumbas fueron techadas con grandes lajas de piedra, o fueron protegidas en cuevas y abrigos rocosos, lo que sugiere una fuerte asociación entre la piedra, los espacios confinados y los antepasados. Esto tiene particular consistencia con los sistemas de creencias andinas, con los ancestros y el pasado, caracterizados en las cualidades y procesos de litificacion (Duviols 1977, 1979; Lau 2015b; Salomon 1998). Por último, las prácticas tardías incorporan el uso de mausoleos sobre el suelo o chullpas. Estos edificios son generalmente de planta rectangular, con una o más cámaras interiores para mantener los fardos de los ancestros. A la mayoría de chullpas se accedía a través de una sola puerta de entrada pequeña, y fueron techadas con grandes lajas voladizas. La mayoría son estructuras relativamente pequeñas (alrededor de 2-4 m de lado). Sin embargo, algunas eran muy grandes (aproximadamente 15 m de largo), y tienen múltiples compartimientos, drenajes, plataformas elevadas y zonas de ventilación. Algunas tienen más de veinte compartimientos interiores, utilizados para entierros, ofrendas y el almacenamiento de obras artísticas rituales. Algunos de los sitios con las chullpas más tempranas (por ejemplo, Chinchawas, Antajirca, Pueblo Viejo – Caraz – Ichik Wilkawain) son Recuay Tardío, y fueron ocupados antes y 221 durante el Horizonte Medio, el periodo del Estado Wari. Hacia el 800 d.C., el uso de chullpas desplazó muchas de las prácticas de tumbas subterráneas precedentes asociadas con la tradición Recuay. MANEJO Y TRANSFORMACIÓN DEL TERRITORIO Las prácticas económicas de los grupos Recuay probablemente siguieron los patrones tradicionales andinos (agricultura, ganadería e intercambio), no obstante, hay pocos casos específicos de uso de la tierra e interacciones humano-ambientales. Aunque las prácticas de subsistencia deben haber sido de suma importancia, en la actualidad hay relativamente pocos datos sobre la variabilidad regional. El pastoreo de camélidos era una actividad crucial para los Recuay. Los asentamientos fueron ubicados no solo para aprovechar los pastizales de gran altitud (discutido anteriormente). En muchos sitios Recuay, las investigaciones han encontrado abundantes piruros que indican una significativa preocupación por el procesamiento de la fibra del pelo de camélidos en hilo. Estos fueron utilizados en los textiles locales; las bolas de hilo habrían sido un elemento fundamental de comercio, al ser intercambiado por recursos de las comunidades que habitaban zonas de menos altitud (alimentos marinos, sal, frutas, coca). Por último, muchos sitios Recuay revelan abundante evidencia osteológica de consumo de camélidos, tanto en contextos domésticos como en banquetes públicos (Lau 2007). Los conjuntos domésticos tienden a mostrar una alta conservación de huesos fragmentados, probablemente resultado de quemas, o ruptura de huesos largos para extraer el tuétano. Mientras tanto, los restos de festines presentan mayores cantidades de huesos enteros, que pueden atribuirse al uso de mayores recortes durante los banquetes, a su preparación hervida y descarte relativamente rápido y sin mucha alteración tafonómica posterior. Los restos de animales asociados con los sitios Recuay indican una gran dependencia de la carne de camélidos, que representa la mayor proporción de muestras (por lo general alrededor del 75% y 222 La cultura Recuay: un breve ensayo superior en términos de muestras individuales o por peso de la carne utilizable). Este porcentaje se complementa con las proporciones variables de ciervos, cuyes, aves y quizás perros (Lau 2007; Rofes 1999; Sawyer 1985). Las imágenes en la cerámica también revelan el papel fundamental de la economía de camélidos. Mientras que las imágenes de Chavín raramente representan animales domésticos, en Recuay los camélidos fueron representados regularmente. Los camélidos se muestran guiados por cuerdas, de pie, junto a hombres bien ataviados, estos últimos a veces tocando flautas o desfilando con armas. Estas imágenes muy probablemente retratan la presentación pública y el sacrificio de camélidos. En los Andes, la matanza de camélidos durante las reuniones festivas era el derecho y el deber de líderes señores, quienes transaban con comida y bebida (a los huéspedes) las obligaciones laborales extras. Es así que las imágenes no retratan una escena pastoril, sino un aspecto crítico de la economía política y un elemento fundamental del liderazgo. Ellos surgieron debido al nuevo estatus que adquirieron los camélidos como una forma de riqueza, cuyo control y visualización eran absolutamente crucial en la ideología de las élites emergentes (Gero 1999). Otras dimensiones de la subsistencia y economía de intercambio Recuay están menos estudiadas. Los sitios Recuay están ubicados en las zonas altas ideales para la agricultura de altura (2500 a 3800 msnm), así como cerca de las extensiones de tierras de cultivo (Lau 2010c, 2011). Las tierras de mayor elevación habrían sido ideales para el cultivo de papas, otros tubérculos, cereales y legumbres (cultivos resistentes al frío), mientras que las áreas inferiores más cálidas eran ideales para el cultivo del maíz, palta, ají y otras frutas. Las poblaciones Recuay construyeron canales de riego y reservorios para recoger y almacenar agua (Bueno M. 1989; Grieder 1978) y corrales para camélidos (Lau 2007). En los sitios Recuay, las piedras para moler maíz y otros cultivos, así como el arado de pie y trituradores, indican una fuerte dependencia de la agricultura y sus productos. Sin embargo, hay pocos estudios publicados de muestras arqueo-botánicas. ARTES, COSTUMBRES Y CREENCIAS La rica cultura material Recuay ha sido objeto de considerables estudios, los que muchas veces se centran en su iconografía y significado cosmológico. Los artesanos vieron sus productos como lienzos para ubicar imágenes y diseños que eran el núcleo de las creencias religiosas y prácticas ceremoniales Recuay. En la medida en que podemos discernir entre la arqueología y la comparación histórica, la religión Recuay era animista, en el sentido de percibir un paisaje sagrado en el que el bienestar y las fuerzas vitalizadoras se manifestaban a través de diferentes tipos de seres físicos, cosas, lugares y procesos. Los seres sobrenaturales tenían poderes para alterar estos flujos, tanto positiva como perjudicialmente. Así, la religión también era panteísta: asumimos que las divinidades principales estaban asociadas con las fuerzas naturales, como los rayos, la lluvia, terremotos, transformaciones y cambios. Los otros tipos principales de seres sobrenaturales eran ancestros humanos en forma de cadáveres enfardelados y sus diversas variantes. Los principales medios de difusión del estilo (ollas, edificios, esculturas, textiles) formaban parte de la performance política de los jefes y sus relaciones cercanas, especialmente durante los rituales festivo-corporativos. Sabemos de esto gracias principalmente a las comparaciones etnohistóricas (Arriaga 1999; Hernández Príncipe 1923) y a través de las vasijas con múltiples figuras del arte Recuay, que representan actividades muchas veces relacionadas con la veneración de los antepasados. Muchos objetos de estilo Recuay forman parte de los mecanismos de ostentación y devoción que implican estas prácticas: adornos personales, objetos de culto, reliquias, ofrendas e instrumentos especiales. Estos cultos se especializaron en actividades en las que se pedía a los ancestros mejorar la fertilidad local. Esto se combinaba con otros tipos de presentes: libaciones, comida, canciones y otras actividades George Lau públicas. Los rituales, atuendos y ofrendas dadas a los antepasados buscaban activar su capacidad para proporcionar bienestar a la comunidad (Allen 1982; Gose 2006; Salomon 1991; Sillar 1996). Como es típico en las sociedades amerindias, es imposible trazar una línea clara entre la religión y la política. Esto es muy evidente en las escenas con múltiples figuras de la cerámica Recuay, que enfatizan la celebración de los líderes por parte de los asistentes, que probablemente guardan relaciones de parentesco. Sin duda se trata de vasijas utilizadas en ceremonias para libación, bebida y ofrendas. No obstante, parecen también haber servido como documentos y directrices para rituales que transmitían la autoridad de los líderes, así como la lógica y protocolo de su veneración. Las figuras masculinas, en cierto sentido, eran ancestros incipientes, extensiones terrestres de progenitores estimados; su demanda (a través del arte y los rituales) era crear de manera continua una relación de vida lo más inextricable e inalienable posible. Es así cómo lo secular y lo sagrado se fusionada en el arte Recuay. Las imágenes Recuay se pueden dividir en dos categorías principales. La primera corresponde a los objetos que presentan imágenes de seres humanos, por lo general hombres, aunque también mujeres, y ocasionalmente animales. Estas son las figuras que participan en actividades que expresan explícitamente los privilegios y estatus de tales figuras. La segunda categoría comprende aquellas imágenes que tienen que ver con la cosmovisión de los grupos Recuay, imágenes que en otro lugar he llamado “figuras icónicas”. Éstas comprenden básicamente lo que podría ser visto como el panteón de los grupos Recuay. A diferencia de los diversos y grandes panteones y seres sobrenaturales vistos en culturas coetáneas como Nasca y Moche, la gama de seres sobrenaturales en las imágenes Recuay es más restringida (Grieder 1978; Lau 2011; Makowski y Rucabado 2000; Wegner 2011). Juntas, las dos categorías de imágenes fueron parte de la gran innovación ideológica de la cultura Recuay: el arte buscaba atribuir una identidad de élite a ciertos individuos Recuay, marcándolos con funciones, transformaciones corporales, afiliaciones y 223 símbolos de líderes especiales y un estatus ‘divino’ ancestral. La representación de escenas figurativas humanas no tiene precedentes en la prehistoria andina. Sin embargo no se trata de actividades cotidianas de la gente común, como por ejemplo el pastoreo, la agricultura o cocina. Más bien, se representaron escenas ‘codificadas’ que hablan de la vida y tiempo —los ritos de paso— de individuos especiales. Estas actividades señalan la naturaleza de su identidad y refuerzan su condición de noble: banquetes donde se ofrecen libaciones, presentación de camélidos, música, encuentros sexuales entre una pareja noble. Los diversos géneros de actividades eran esenciales para hacer que la persona sea percibida como un mandatario especial (Lau 2011). Fueron las primeras biografías de los Andes. Cabe señalar que los alfareros Recuay estilizaron la representación de mujeres y hombres con atuendos muy distintivos en función a su género. Los ropajes probablemente sirvieron como señales explícitas de rango y género (Cromphout 2014; Gero 1999; Reichert 1977; Velarde y Castro de la Mata 2010). Las vestimentas y accesorios Recuay denotan estados y prácticas de género altamente convencionalizados. La segunda categoría de imágenes Recuay consiste en ‘figuras icónicas’ (Lau 2011). Si la imagen del arte Recuay era particularmente relevante para las prácticas que se celebraban en honor a los muertos y ancestros, las diversas figuras icónicas se relacionan con el mundo de las transformaciones de las personas en antepasados. Una de las imágenes más importantes fue una cabeza antropomórfica frontal con apéndices (Hohmann 2003; Wegner 2011). A veces se le ha llamado ‘divinidad radiante’ (Makowski y Rucabado 2000: 200) o figura de ‘rostro circular frontal de boca dentada’ (Hohmann 2003). Las cabezas frontales son generalmente las figuras más grandes, y muy a menudo ocupan posiciones centrales en composiciones clave, como en esculturas, textiles, cerámica y piezas de metal. De las cabezas frontales a menudo brotan apéndices, generalmente dos o 224 La cultura Recuay: un breve ensayo cuatro, que rematan en cabezas de felino-serpiente. A veces, especialmente en la escultura de piedra, las cabezas frontales están siendo devoradas por aves carroñeras (¿cóndores?) y felinos. Las imágenes de cabeza frontal se usan con frecuencia, como por ejemplo en los tocados frontales, pectorales o en túnicas. Asimismo, parece probable que en caso de desgaste, la imagen marcaba al portador como la ‘cabeza’ mediadora central del grupo. Esto es consistente con recientes interpretaciones sobre la naturaleza esencialmente politizada de las representaciones de cabezas en los Andes, especialmente las cabezas sin cuerpo (Arnold y Hastorf 2008). Las imágenes de felino-serpiente también fueron cruciales en el arte Recuay. Hay una gran variedad de formas, y es evidente que la mayoría no son simplemente felinos o serpientes, pues a menudo combinan aspectos de los dos, o tienen capacidades proteicas. Con frecuencia fueron utilizadas por los artesanos Recuay como formas auxiliares, como extensiones para marcar el estado sobrenatural de una figura (Lau 2011: 207-212). En otro lugar he argumentado que estos están relacionados con el concepto Inca de “Amaru” (Lau 2011) —criaturas míticas asociadas con tiempos de tumulto, transición e irrupción de un pasado mítico, que es posible a través del ritual en grupo (Rostworowski 1988; Urton 1996, 1999). Teniendo en cuenta que la mayor parte del arte Recuay se dedicó a las prácticas funerarias de alto estatus y a la veneración de los ancestros, la representación de ‘amarus’ parece especialmente consistente debido a su asociación con el cambio, el regreso al orden y la renovación. El horror vacui en algunos soportes Recuay, como los textiles, llevó a los tejedores a rellenar las composiciones con una gama de formas felinas y/o de serpientes (Levillier 1926: Lam. A). Lenguas, crestas de cabeza, colas y las extremidades, son elementos que se transforman en otros apéndices. Algunos tienen una sola cabeza, mientras que otros son de dos puntas; algunas figuras no tienen patas, y tienen cuerpos serpentiformes, mientras que de otras brotan ramas y garras. Algunos de los felinos-serpientes representan el ‘animal con cresta’, tal vez el motivo Recuay más conocido. Esta criatura, vista de perfil, por lo general representa un animal sentado o rampante, con las garras extendidas, y a menudo tiene la cola curva y levantada. También cuenta con un apéndice, o cresta, que sale de su cabeza. El apéndice puede terminar en otra cabeza de felino-serpiente, o repite remates circulares. Una variante distintiva de las imágenes de felino-serpiente es un ser bicéfalo: una criatura de dos cabezas y cuerpo alargado en forma de serpiente. A veces, unos brazos cortos, piernas y garras de perfil se extienden fuera del cuerpo. El cuerpo o la parte posterior es ocasionalmente mostrada elevada o ‘encorvada’. Una versión de la criatura bicéfala se representa a veces ‘entrelazada’, lo que tiene semejanzas con motivos similares en el arte Mochica, Lima y de otras culturas andinas. El diseño entrelazado es especialmente frecuente en bandas estrechas usados por mujeres en las representaciones de cerámica. Los seres bicéfalos también existen en los textiles, y representan cabezas tanto en vista cenital como en perfil. En vez de otra divinidad o divinidades separadas, estas criaturas pueden ser representaciones de los mismos seres o seres relacionados (pero representados de manera diferente) o figuras en diferentes etapas de su estado morfológico y de transformación. Otro tipo de figura icónica consta de criaturas o aves carnívoras, probablemente cóndores y/o halcones. Estos están representados en la cerámica, escultura de piedra y textiles Recuay —a veces los diseños son grandes por sí mismos, y a veces se presentan como elementos auxiliares de otras figuras de mayor tamaño. A diferencia de los seres humanos y felinos, la mayoría de estas representaciones muestran las aves de perfil, y solo rara vez frontalmente o desde una perspectiva cenital. Al parecer, esto ayudó a enfatizar la forma curva de los picos, la expansión de las plumas de las alas, y sus garras (Fig. 4). Muchas imágenes Recuay, están relacionadas al proceso de comer y al surgimiento de apéndices. Estas imágenes básicamente se vinculan con temas comunes de muerte y regeneración. El énfasis está George Lau 225 en la cabeza y su ‘oralidad’, como nexo, encuentros y transformaciones inter-figuras; la ‘oralidad’, por supuesto, es de gran importancia en el mundo amerindio (Boas 1955; Lathrap 1985; LéviStrauss, 1983; Walens 1981). Las artes funerarias Recuay, en general, destacaron la transformación, especialmente efectuada mediante el consumo y los procesos en y alrededor de las cabezas y bocas. Los rituales mortuorios y las prácticas festivas Recuay fueron, por lo tanto, vistas como algo que conducía a la vida y bienestar. ORGANIZACIÓN SOCIAL Y POLÍTICA La mayor cobertura de investigaciones y nuevos datos de las últimas décadas nos ayudan a teorizar acerca de la organización social y geopolítica Recuay con mayor precisión. Además, los estudios complementarios sobre la rica etnohistoria de Ancash y regiones vecinas proporcionan información comparativa importante para reconstruir la complejidad social Recuay (Espinoza Soriano 1978; Varón Gabai 1980; Zuidema 1978; Zuloaga 2012). Un modelo para la geopolítica Recuay fue propuesto en la década de 1970 (Smith, 1978: 2638), con dos divisiones principales definidas por los límites ecológicos regionales: (1) una zona sur que se caracteriza por “agro-pastoralismo móvil” en el Callejón de Huaylas y las cordilleras Blanca y Negra, y (2) una zona norte basada en la “agricultura sedentaria circunscrita” en los fértiles valles alrededor de Cabana. A pesar de que las imágenes de camélidos es algo común en el área de Recuay sur (aunque en gran medida ausente en el norte), es consistente con la hipótesis que la mayoría de investigadores acepta dada la abundante evidencia que indica que los grupos Recuay de todo Ancash tuvieron gran éxito tanto en la agricultura como en el pastoreo. Ambas regiones, norte y sur, cuentan con abundantes pastizales de altura para sostener grandes rebaños, así como tierras bien regadas para el cultivo intensivo. Por último, la mayoría de comunidades Recuay, teniendo en cuenta sus orientaciones defensivas, probablemente se circunscribían en términos de producción. Esto no se limitaba al norte. Fig. 6. Vasija Recuay mostrando a un líder sentado en una litera acompañado por otros personajes masculinos. Colección del municipio de Pamparomas (foto del autor). Parece poco probable que los Recuay tuvieran alguna vez un arreglo político que podríamos identificar como un ‘Estado’, o incluso entidades políticas duales basadas en el norte y sur. Hay poca evidencia de indicadores clave de la presencia de un Estado (ejércitos permanentes, administración altamente centralizada, infraestructura burocrática, estandarización de implementos y prácticas contables, monumentos estatales, etc.). Igual de importante es que hay pocos signos de integración funcional entre los sitios Recuay. En general, los materiales de estilo Recuay (cerámica, arquitectura 226 La cultura Recuay: un breve ensayo y la escultura en piedra) demuestran una fuerte variabilidad regional. Tomados en conjunto, la mayoría de los centros Recuay se desarrollaron en gran medida independientemente los unos de los otros. La mayor parte de la sierra de Ancash se caracterizó por formaciones sociales pequeñas y poco centralizadas. Las comparaciones más conocidas son del periodo Inka y los señoríos nativos de la era colonial del norte-centro del Perú y norte de los Andes, llamados señoríos o curacazgos (Cook 1977; Espinoza Soriano 1978; Julien 1993; Salomon 1986; Zuloaga 2012). A pesar de la importante repercusión Inka y luego española que tuvieron en la composición y descripción de la región, sabemos que estas formas de organización se basaron en un grupo de hogares sedentarios encabezados por una élite noble y sus dependientes —aproximadamente de 100 a 1000 personas (a veces llamados “ayllus” o “parcialidades”). Los “ayllu” eran unidades sociales segmentarias, definidas en gran parte a partir de la coresidencialidad, el trabajo y las colectividades rituales que descendían de ancestros comunes (Isbell 1997; Lau 2011). En ocasiones, estos formarían unidades políticas más grandes, encabezadas por un señor principal o curaca, que junto a los otros jefes del ayllu conformaban una corte. Los segmentos de este macro grupo se reunían en diferentes circunstancias, en tiempos de guerra, intercambio y ceremonias públicas. Para fines arqueológicos, probablemente el patrón de comportamiento fundamental de este tipo de sociedades es el gran énfasis en el prestigio, la desigualdad, la cultura material y las prácticas que dieron forma a las distinciones sociales. En los señoríos tradicionales andinos, la jerarquización social iba a menudo mano a mano con la riqueza y generosidad institucionalizadas. Éstas se asociaban con una mayor capacidad para disponer de mano de obra, las obligaciones y recursos de un grupo familiar más grande, así como los bienes de prestigio adquiridos a través de una red de contactos e intercambio prolongado. Estos tienen una serie de consecuencias que son consistentes con el caso de Recuay, y que difieren de los patrones observados en periodos anteriores. En Recuay, la acumulación de riqueza y las prácticas de prestigio social ocurrieron en pueblos y contextos residenciales, más no en centros ceremoniales per se (como por ejemplo en Chavín o Kuntur Wasi). Además, los bienes de prestigio y alto estatus han sido encontrados principalmente en tumbas y en viviendas o complejos residenciales. Es decir, los objetos de prestigio eran obtenidos y distribuidos a nivel de hogares y grupos corporativos, y eran nombrados en contextos de veneración de ancestros y festines. Lo primero enfatizaba la perpetuidad de la vivienda mientras que lo segundo era acerca de la generosidad institucionalizada del anfitrión y el huésped colectivo. Estos patrones son consistentes con las descripciones etnohistóricas de las sociedades de rango en los Andes. Los señoríos y centros regionales Recuay surgieron solo en ciertas áreas. Los más conocidos son Pashash y Yayno, así como centros adicionales que probablemente surgieron en la quebrada Los Cedros (Aukispukio), Caraz (Pueblo Viejo), Huaraz y Katak (Roko Ama). Es casi seguro que futuras investigaciones podrán identificar otros grandes centros importantes, en las partes más remotas y poco exploradas de la sierra de Ancash. En general, el panorama político se compone de una serie de grupos autónomos de menor escala encabezados por sus propios líderes. Estos, sin embargo, comparten elementos estilísticos Recuay, especialmente la cerámica de caolín, arquitectura, escultura en piedra, imágenes y prácticas funerarias. En otros trabajos me refiero a este fenómeno como un ‘Commonwealth’, un término provisional que es más adecuado que otros términos que tienen otras implicancias, como ‘Estado’, ‘confederación’ o ‘sociedad compleja’. Se trata esencialmente de dar el paso previo a la adscripción social para lo que es, en gran parte, una tradición variable y de largo plazo de elementos culturales comunes en la cosmología y prácticas rituales (Lau 2011: 14-17). Una característica clave de los grupos de esta Commonwealth, y una importante diferencia con respecto a la precedente cultura Chavín, fue su énfasis en la guerra abierta. Las imágenes Recuay George Lau muestran con frecuencia hombres bien ataviados que posan con elementos militares (armas, escudos, también bolsas de coca) o usan elementos distintivos, como cascos y tocados, y otros artículos, presentando cabezas trofeo o manos. El otro aspecto diagnóstico de esta ‘cultura de la guerra’ fue la gran proliferación de asentamientos fortificados y arquitectura defensiva (Lau 2010b, 2011, 2014a). La gran mayoría de asentamientos de la cultura Recuay estaban fortificados, lo que sugiere, al parecer, una época de inestabilidad. En tales contextos sociales inestables, parece razonable creer que el liderazgo en la guerra, así como la ideología de guerra, se transformó en prestigio social y estatus (Clastres 1987; Redmond 1994; Salomon 1986). La desigualdad social se infiere a partir de una serie de características del registro arqueológico. En primer lugar, en el mundo Recuay hubo jerarquías de sitios en base a su tamaño, con sitios muy grandes como Yayno y Pashash, en el centro de sitios rodeados de pueblos más pequeños inmediatamente adyacentes. Tanto Yayno como Pashash dominan los sitios vecinos, tanto visualmente como en términos de tamaño físico bruto. También, en Yayno vemos variabilidad espacial dentro de los complejos residenciales amurallados. Algunos, claro, son de mayor tamaño y mayor elaboración arquitectónica (Fig. 5), lo que indica que algunos grupos corporativos tenían mejor y más éxito en la administración de las labores que otros. Dicho de otra manera, algunos grupos mostraban su riqueza a través de una arquitectura monumental muy ostentosa. La diferenciación social también se pone de manifiesto a través de la variabilidad de los entierros (Gamboa 2009; Lau 2006, 2011; Ponte 2006). Algunos entierros Recuay son de individuos de muy alto estatus, tal vez miembros de familias nobles. Los mejores ejemplos son los enterramientos lujosos en Jancu, Pashash y, tal vez en un grado algo menor, en Roko Ama (Grieder 1978; Wegner 1988). Estos ejemplos muestran tumbas muy elaboradas (por lo general cámaras múltiples con grandes lajas como techo y mampostería muy fina del tipo wankapachilla). También recibieron abundantes ofrendas de alta calidad, incluyendo elegantes trabajos en 227 metal, cerámica y objetos lapidarios. Las tumbas coetáneas del nivel medio son ejemplificadas por aquellas en las áreas adyacentes a Huaraz (Bennett 1944; Ponte 1999b, 2001) y el sector de La Banda/ Gaucho cerca de Chavín de Huántar (Gamboa 2010). Se caracterizan por tumbas y entierros multi-cámara con algunas vasijas de lujo y piezas metálicas, pero no siempre de la mejor calidad. Por último, los entierros de bajo nivel son los más comunes, y se caracterizan por pequeñas tumbas de cámara, por lo general simples y poco elaboradas, entierros en cista y osarios colectivos (Bennett 1944). Estos pueden tener una o un par de vasijas de estilo Recuay, pero con tratamientos superficiales relativamente modestos o mal ejecutados. Se pueden encontrar objetos metálicos y otros bienes de lujo, aunque muy rara vez. Por último, en el arte figurativo Recuay existen importantes convenciones iconográficas que indican diferenciación social, o al menos un grupo de gente privilegiada (Lau 2006, 2013). En primer lugar, cuando hay varias figuras en una sola composición, por lo general hay una única figura masculina que es más grande en tamaño y/o lleva un atuendo más elaborado. Además, la figura masculina está a menudo en el centro del grupo, y las figuras auxiliares son representadas como asistentes, guerreros subordinados, deudos y/o veneradores. Con frecuencia bailan alrededor o hacen libaciones hacia la persona principal. En algunas vasijas, la figura masculina está siendo transportada en una litera o palanquín, o debajo de una cubierta de protección sostenida por los asistentes (Fig. 6). Todos estos casos sugieren que, en el mundo Recuay, ciertas categorías de personas tenían un mayor estatus y privilegios especiales; en pocas palabras, algunos individuos de la sociedad Recuay tenían mayor poder y autoridad que otros. Esta expresión visual de diferenciación social era otra importante innovación y diferencia con respecto al periodo anterior, asociado con la civilización Chavín. CONCLUSIONES A pesar de su temprano reconocimiento, Recuay ha sido una de las culturas andinas menos La cultura Recuay: un breve ensayo 228 estudiadas. Las investigaciones sistemáticas de los últimos años han mejorado la comprensión de la organización social, distribución espacial y evolución cronológica de la cultura Recuay, así como su cosmología ritual. La cultura Recuay es crucial para la arqueología andina porque muchas de las características distintivas de las tradiciones de sierra se iniciaron o han tenido manifestaciones muy tempranas en la cultura Recuay. Algunas de éstas incluyen la veneración de los ancestros (chullpas, libaciones rituales), las ciudades fortificadas en las colinas, los conceptos del más allá y acumulación de riqueza, ofreciendo tradiciones y organización social basada en los colectivos de ayllus y líderes prestigiosos. Estos aspectos parecen ser precursores de desarrollos posteriores, que son quizás los más conocidos de la época Inka y documentados por los primeros cronistas españoles. Igual de importante, Recuay es una de las pocas tradiciones culturales de la sierra que representaron activamente formas humanas. A diferencia de culturas previas y posteriores (por ejemplo Chavín, Wari, Cajamarca, Inka), las artes visuales estaban pobladas (y dominadas) por seres humanos que interactúan en circunstancias más o menos reales. Es cierto que en gran medida son exhaustivas y altamente estilizadas, pero todas las artes lo son. Las artes Recuay eran una nueva forma de ideología política que resaltaba el prestigio de los nobles emergentes y sus respectivos linajes. También expresaron los valores fundamentales de esta tradición cultural: superficies muy trabajadas y ostentosas, transformaciones, manufactura fina y conexión con mundos sobrenaturales. Es, de lejos, la cultura prehispánica de la sierra más útil para demostrar cómo las personas se veían a sí mismas antes de la llegada de los españoles. Por lo tanto, la cultura Recuay desempeña una función vital para la interpretación (y evaluación crítica) de los modos de vida ancestrales andinos. BIBLIOGRAFÍA ALLEN, Catherine J. 1982 Body and soul in Quechua thought. Journal of Latin American Lore 8: 179-196. AMAT, Hernán 2003 Huarás y Recuay en la secuencia cultural del Callejón de Conchucos: Valle del Mosna. En Arqueología de la Sierra de Ancash: Propuestas y Perspectivas, editado por Bebel Ibarra, pp.97-120. Instituto Cultural Runa, Lima. APOLIN G., Donato (editor) 2009 Yayno: ciudad pre-Inka perdida en los Andes. Gráfica Industrial Alarcón, Lima. ARNOLD, Denise Y. y Christine A. HASTORF 2008 Heads of State: Icons, Power, and Politics in the Ancient and Modern Andes. Left Coast Press, Walnut Creek. ARRIAGA, Pablo José de 1999 La extirpación de la idolatría en el Piru (1621). Centro de Estudios Regionales “Bartolomé de Las Casas”, Cuzco. 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