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40 41 CHRYSTIAN ZEGARRA PRECARIEDAD, VEJEZ Y LA RECUPERACIÓN DEL CUERPO… motivo de este interés podría originarse en un factor de empatía hacia los adultos mayores, muchos de los cuales deben enfrentar criticables situaciones de precariedad y discriminación en sociedades hostiles e insensibles. Por otro lado, fuera del mundo científico, las percepciones comunes sobre la etapa final del desarrollo humano la vinculan con estados de declive físico y mental, así como con situaciones de dependencia económica y abandono familiar (Bellver, 2014: 493-94). Sin embargo, éste no siempre es el caso ya que, como quedó apuntado antes, la edad en general, y la vejez en particular, se construyen social y culturalmente. Así, ahora se prefiere considerar a la vejez como un concepto ambiguo y fluctuante, cuyo desciframiento es labor de científicos, que no se corresponde inequívocamente con un punto en el derrotero temporal de los seres humanos (Bellver, 2014: 501). Mientras esta tarea demanda un intenso trabajo conceptual, los interesados en el tema cuentan con una opción alternativa a seguir: leer las representaciones de la vejez ensayadas por distintos poetas a lo largo de la historia. De este modo, en vez de atascarse en el terreno de las especulaciones teóricas1, uno puede experimentar los patrones emocionales que la vejez genera en los autores al momento de meditar sobre asuntos relacionados con el tiempo, el dolor y la muerte (Bellver, 2014: 501). En esta línea, Henneberg (2006: 115-16) apunta que la vejez es una fase compleja, por eso sus análisis suelen ser contradictorios; ante esto, la poesía muestra perspectivas desafiantes, como el embellecimiento de un cuerpo deteriorado, que hacen que el lector reconsidere su lenguaje peyorativo y las prácticas discriminatorias que genera contra las personas mayores. Según Daniel Just (2018: 1393), los escritores poseen la capacidad de transformar lo que es visto habitualmente, en el mundo real, como un curso pasivo en una activa «poética del envejecimiento». Es decir que las obras literarias pueden reformular caducas concepciones sobre la vejez que fueron establecidas por convenciones sociales imperantes. Esto se canaliza por medio de la referida «poética del envejecimiento» que se ancla en los aspectos estéticos del texto y que, a su turno, influye en la manera de comprender más cabalmente el proceso de la vejez (Just, 2018: 1393). Parece ser que la sensibilidad del poeta se convierte en herramienta clave para iluminar zonas de difícil acceso para la actividad racional. A este respecto, Martha Clark sostiene que los poetas, al trabajar con el aspecto estético de las palabras, «may be more able than some to make audible and visible the deeply personal and collectively-felt experience of aging» (1980: 188). Se debe precisar que las representaciones literarias del envejecimiento, lejos de idealizar o romantizar este período, resultan efectivas en la medida que ilustran aspectos reales del mismo, como el desgaste corporal u otros conflictos que no deberían dejarse pasar por alto (Loughman, 1980: 183). Por ejemplo, si la expectativa social indica que los adultos mayores ya no tienen derecho al placer erótico, los textos literarios pueden desmentir esta falsa norma al presentar situaciones en que los ancianos mantienen vivo el impulso sexual, lo cual confirma que la vida es un «continuum and that behavior tolerated in the young should not be censured in the old» (Loughman, 1980: 186). El corpus crítico de representaciones poéticas sobre el fenómeno del envejecimiento es demasiado amplio para agotarlo en estas páginas. Sin embargo, un breve repaso otorga un panorama lo suficientemente revelador para enfatizar la relevancia de las aproximaciones literarias sobre este tema. Al analizar la escena literaria francesa del siglo xix, Gretchen Schultz (2008: 246) encuentra que las poetas proveen visiones significativas a aspectos de género generalmente ignorados por sus pares masculinos, de esta manera, la poesía escrita por mujeres verbaliza ansiedades y tensiones que revelan la estratificación de una sociedad que, al reproducir esquemas machistas, margina el rol activo de las mujeres, especialmente de las ancianas, en el contexto social y político de la época. Por su parte, al estudiar la obra poética de Lucille Clifton, Scarlett Cunningham (2014: 31) descubre que las referencias a la vejez no pueden disociarse de elementos interseccionales de raza y género. Entonces, la poesía de Clifton se convierte en el sitio ideal para investigar la situación del cuerpo femenino envejecido dentro de una sociedad patriarcal (Cunningham, 2014: 51). Siguiendo en el campo de las voces femeninas, Pilar Sánchez Calle (2018: 154) señala que, en los poemas de tono confesional de Margaret Atwood, el proceso de envejecimiento se traza a modo de un viaje que marca un destino interrumpido por la pérdida de capacidad física y, últimamente, por 1 Estas provendrían de la especialidad denominada por Sylvia Henneberg (2006: 106) como «age studies», la cual consiste en un examen y teorización acerca de la edad como un marcador de la identidad de los individuos. DE LA EDAD.indd 40-41 24/5/21 19:49 42 CHRYSTIAN ZEGARRA la muerte. Al constatar la decadencia física producto de la vejez, el poeta inglés Philip Larkin ensaya una crítica teñida de odio y temor contra la inevitable mortalidad humana, negándose a valorar la supuesta sabiduría que el individuo gana, en compensación por la pérdida de lozanía corporal, cuando alcanza una edad avanzada. Así, con pesimismo, el poeta testifica que: «Truth is the sad privilege of the ageing poet, of those who renounce the bracing illusions of a “lying” youth and must wither instead» (Ingelbien, 2003: 271; énfasis en el original). W. B. Yeats es uno de los poetas que ha reflexionado con mayor profundidad sobre los efectos adversos de la vejez. Según George Bornstein (2012: 46), la denuncia de Yeats al decaimiento físico y mental que se acelera con el envejecimiento puede rastrearse desde su primer libro, The Wanderings of Osin and Other Poems (1889), hasta su colección póstuma Last Poems, publicada en 1940. Algunos temas recurrentes que obsesionaron al poeta irlandés, en cuanto a la vejez, son el lamento ante la belleza corporal marchita, la disminución de la intensidad para experimentar placer, la progresiva suspensión de la vitalidad en favor de la pasividad y el reposo, los estados mentales perturbados por cuadros depresivos y desesperanzados (Bornstein, 2012: 49-53)2. En el famoso poema «Sailing to Byzantium», la voz poética afirma categóricamente que el cuerpo decrépito del anciano ya no encaja apropiadamente en el contexto vital donde desenvuelve su existencia: «That is no country for old men» (Yeats, 1983: 193). Por lo tanto, para sobrevivir en medio de este espacio excluyente, la tarea del poeta anciano radica en fabricarse una máscara que lo protege del entorno y, al mismo tiempo, gracias a sus capacidades creativas, le permite entrever una realidad alternativa que sintonice más adecuadamente con sus deseos de recobrar la plenitud arrebatada (Shin, 2017: 240-41). 2 Bornstein aporta un dato sugerente sobre este punto: que las insistentes referencias de Yeats a la vejez cambian, desde el punto de vista técnico y temático, con el transcurso de su carrera literaria, por esto: «Protesting against old age in the derivative language of late Victorian romanticism was one thing, but doing so in the reinvigorated language and form of early twentieth-century modernism was something else» (2012: 46-47). DE LA EDAD.indd 42-43 PRECARIEDAD, VEJEZ Y LA RECUPERACIÓN DEL CUERPO… 43 OCNOS3 Y LA VISIÓN DE LA INFANCIA IDEALIZADA En una carta enviada a Nieves Mathews desde Glasgow4, el 29 de enero de 1943, tras agradecerle su comentario favorable sobre Ocnos5, su libro de prosas poéticas, Luis Cernuda le confiesa a su amiga que: «No me extraña eso de que su lectura te retrae al mundo de tu niñez: en temperamentos equivalentes, como los nuestros, es cosa natural que, aun siendo el medio distinto, la reacción sea parecida» (2003: 332-33). A partir de este comentario epistolar, cabe afirmar que el tema de la edad es un motivo recurrente en la obra de Cernuda. Por eso, las páginas previas deberían servir de marco contextual para posicionar el propósito de este ensayo; a saber: examinar la manera en que el poeta sevillano, en Ocnos, expone un marcado contraste entre la representación integral y dichosa del mundo de la infancia y su consiguiente desgaste y deterioro en la fase de la vejez. En esta línea, las menciones a la infancia adquieren el nivel de un bálsamo, de una instancia con dones curativos y capaz de aliviar los achaques de la vida adulta. Como se ve en la prosa «La poesía»: «Así, en el sueño inconsciente del alma infantil, apareció ya el poder mágico que consuela de la vida, y desde entonces así lo veo flotar ante mis ojos […]» (Cernuda, 1993: 29-30). Se puede afirmar que esta distinción, en términos de una edad con 3 Este nombre simbólico, que significa «trenzador de juncos», se relaciona con un habitante del Hades que interactúa con Odiseo durante su visita a este lugar. La referencia fue tomada por Cernuda de un ensayo de Goethe y aludiría a la «figura perfecta del poeta» (Pato, 1992: 159). 4 Cernuda vivió desde 1941 a 1943 en esta ciudad, a la cual se mudó motivado por una sensación de «desarraigo» después de la derrota republicana en la guerra civil española. En la soledad del exilio, el poeta elaboró las prosas de la primera edición de Ocnos con la intención de reconectarse con el mundo idílico de su niñez en Andalucía, convencido de que en esas vivencias «se había forjado su identidad» (Martín Gijón, 2015: 550). Coincidentemente, Richard Cardwell apunta que en Ocnos, «surgen evocaciones, visiones y sueños de la niñez y adolescencia, momentos de experiencia poderosa que Cernuda quiere recuperar como alivio […] frente a la experiencia de su destierro» (2005: 130). 5 Cernuda comenzó a gestar el libro a fines de la década de 1920 y continuó modificándolo hasta el año de su muerte en 1963. Existen tres ediciones de este volumen. La primera fue publicada en Londres en 1942; la segunda, aumentada, salió en Madrid en 1949; y la tercera, nuevamente con poemas añadidos, vio la luz póstumamente en Xalapa, México, en 1963 (Pinto, 1981: 120). 24/5/21 19:49 44 45 CHRYSTIAN ZEGARRA PRECARIEDAD, VEJEZ Y LA RECUPERACIÓN DEL CUERPO… mayor o menor atisbos de plenitud, es el eje conductor de la totalidad de la obra literaria del poeta. En este sentido, Octavio Paz señala que, en La realidad y el deseo, título que agrupa la obra lírica de Cernuda, «Todas las edades del hombre aparecen» (1965: 171). Pero el autor mexicano también resalta que la fase de la infancia está oculta y «sólo es evocada como un mundo perdido y cuyo secreto se ha olvidado» (Paz, 1965: 171). Cabe argüir que el motor de la empresa literaria cernudiana se alimenta del anhelo por recuperar el mundo perfecto de la niñez, por rescatarlo del subsuelo en que ha sido enterrado por la velocidad del tiempo y por el desdén de un mundo alienante. Ante esto, Cernuda trata de regresar, por medio del encanto poético, a aquel «jardín antiguo»6 que simboliza la ilimitada gama de posibilidades que se ofrecen al ser humano en el universo atemporal7 de la infancia, antes de que la existencia se vea atrapada en los códigos impersonales e ineludibles del tiempo. Derek Harris apoya este juicio afirmando que el jardín oculto de la adolescencia cernudiana encarna «that paradigm of the world as it ought to be» y, aunque pareciera que su imagen se borra con el paso de los años, «the idea that the garden represented stays with him as he seeks persistently to insulate his inner world of deseo against the depredations of reality» (1973: 62; énfasis en el original). No está demás subrayar que, en Cernuda, el contacto con el edén de la infancia supone una recuperación de la experiencia plena del infante, antes que un momento que se enmarca dentro de la vivencia adulta del poeta. Esto es certificado por Natalia Álvarez Méndez cuando afirma que, en la tradición literaria, el «paraíso» adquiere la dimensión de un «lugar mítico» que a menudo «se presenta […] como espacio perdido o no alcanzado, y en otras ocasiones —no menos relevantes— como espacio reencontrado» (2005: 147). Sergio Navarro Ramírez comenta que, para que el sujeto adulto pueda reencontrarse con su contraparte infantil, el poeta debe activar la «búsqueda de una temporalidad distinta que, lejos de la cronología tradicional, permita conciliar pasado y presente en un instante atemporal, eterno» (2016: 67). Por su parte, Philip Silver (1965: 81) apunta que la infancia constituye aquella zona total donde no hay cabida para ninguna disputa entre las categorías cernudianas del deseo y su satisfacción en la realidad. Esto se puede corroborar en la última prosa, «Escrito en el agua»8, que fue removida por Cernuda del proyecto editorial de Ocnos después de su primera edición: 6 Éste es el nombre de un poema de Las nubes (1937-40) cuyo cuarteto final sintetiza la dinámica de redescubrimiento de un mundo de plenitud ensombrecido por el transcurrir temporal: «Sentir otra vez, como entonces, / La espina aguda del deseo, / Mientras la juventud pasada / Vuelve. Sueño de un dios sin tiempo» (Cernuda, 1958: 171). Según Armando López Castro, las composiciones de este libro, al concentrarse en la imagen intangible de las nubes, hacen que el poeta eche de menos la «infancia perdida, donde la vida […] merecía la pena vivirse»; es de esta nostalgia que «surge Ocnos, libro que respira un amor por la vida» (2003: 30). Asimismo, «Jardín antiguo» es el título de una prosa de Ocnos donde la voz poética adulta constata el extravío de la unión primordial con la naturaleza que caracterizaba su etapa juvenil: «[…] aunque estabas lejos y en tierra extraña, deseaste volver a aquel jardín y sentarte de nuevo al borde de la fuente, para soñar otra vez la juventud pasada» (Cernuda, 1993: 65). 7 O, como recalca Ibon Zubiaur, «pretemporal» (2002: 147; énfasis en el original). DE LA EDAD.indd 44-45 Desde niño, tan lejos como vaya mi recuerdo, he buscado siempre lo que no cambia, he deseado la eternidad. Todo contribuía alrededor mío, durante mis primeros años, a mantener en mí la ilusión y la creencia en lo permanente: la casa familiar inmutable, los accidentes idénticos de mi vida. Si algo cambiaba, era para volver más tarde a lo acostumbrado, sucediéndose todo como las estaciones en el ciclo del año, y tras la diversidad aparente siempre se traslucía la unidad íntima (Cernuda, 1993: 173). En este punto, Cernuda se emparenta con William Wordsworth, otro gran poeta de la edad, porque es capaz de vislumbrar la tensión que ocurre cuando, desde la adultez, el hablante trata de volver al mundo primordial de la infancia, a una «previa existencia celestial, preternatural, de la que conserva claros recuerdos» (Santos Vila, 2005: 588). Silver ha notado la similitud de perspectivas con respecto a la edad entre los textos de Ocnos y los de Wordsworth, especialmente en su famosa «Ode: Intimations of Immortality from Recollections of Early Childhood». Para Mario Martín Gijón, la importancia de este texto radica en que está redactado como un «colofón y resumen de lo expuesto anteriormente, contraponiendo la época en la que como niño [Cernuda] vivía en una ilusión de eternidad a su descubrimiento de la fugacidad de la vida y su propia mortalidad, descrita como una verdadera caída» (2015: 556). 8 24/5/21 19:49 46 47 CHRYSTIAN ZEGARRA PRECARIEDAD, VEJEZ Y LA RECUPERACIÓN DEL CUERPO… En los dos escritores sobresale la evocación de un sentimiento unificador en el niño, que lo hace sentirse parte de la totalidad del mundo (Silver, 1965: 132). James Valender contribuye con un análisis relevante cuando sostiene que el énfasis dado por Cernuda a la condición plena del niño debería leerse en una dimensión «mítica» antes que «exacta» (1984: 29)9. Es decir que si el niño procesa su existencia como «eternamente presente» es debido a que no se ha implantado en su conciencia ninguna «división entre lo subjetivo y lo objetivo», lo cual supone que «tampoco tiene concepción alguna del tiempo, de nada que exista independiente de, o contrario a, su imaginación» (Valender, 1984: 31)10. Cernuda ilustra esta idea en «El tiempo»: «¡Años de niñez en que el tiempo no existe! Un día, unas horas son entonces cifra de la eternidad» (1993: 45). Y también en «El miedo», donde se recrea una escena en que Albanio regresa a su casa, pero no puede precisar su edad, es incapaz de determinar si tiene cinco o seis años: «Él mismo no lo sabía, porque el tiempo, la idea del tiempo no había entrado aún en su alma» (Cernuda, 1993: 41). Además, la visión del niño adopta una perspectiva adánica ya que el mundo se observa como si estuviera recién creado, o como si el poeta lo estuviera creando en el acto de contemplarlo (López Castro, 2003: 126). Por ejemplo, en «Belleza oculta» se narra la mudanza de Albanio a una casa nueva, ubicada en las «afueras de la ciudad». Al contemplar el campo desde su ventana, el paisaje se le revela como dotado de un halo inédito, de un cariz incipiente que él no puede descifrar del todo: «Como en una intuición, más que en una percepción, por primera vez en su vida adivinó la hermosura de todo aquello que sus ojos contemplaban. Y con la visión de esa hermosura oculta se deslizaba agudamente en su alma, clavándose en ella, un sentimiento de soledad hasta entonces […] desconocido» (Cernuda, 1993: 59-60). Según Jordi Larios, este mecanismo contemplativo sugiere que el hecho de captar «la belleza del mundo» no se produce de una manera directa o racional, sino que, «al contemplar el mundo», el poeta-niño «intuye su belleza, de modo que en el acto de aprehender […] intervienen tanto la mirada como la intuición» (2011: 124-25). Las aproximaciones divergentes, en cuanto al proceso de capturar la esencia de la naturaleza, entre las perspectivas de plenitud (niño) y limitación (adulto), se ilustran en este pasaje de «El brezal»: «[…] en la visión infantil hubo más amor que en la contemplación razonable del hombre, y el goce de aquélla, por entero y bello, había agotado las posibilidades futuras de ésta, por muy reales que fuesen o pareciesen» (Cernuda, 1993: 132). Cabe precisar que, aunque la temática dominante del libro se circunscribe a la recuperación, mediante la memoria literaria, de la etapa ideal de la niñez, Cernuda también aprovecha esta mirada retrospectiva para meditar sobre la cualidad metafísica de la poesía, los límites del lenguaje y el papel que la soledad juega en el desarrollo de la creatividad (Logan, 2009: 177). CERNUDA Y EL RETORNO DEL CUERPO «OCEÁNICO» SEPULTADO 9 Habría que precisar que el niño que asume el rol protagónico en el espacio autobiográfico de Ocnos, que pinta a su vez un paisaje mítico de la región andaluza, recibe el nombre de Albanio, que proviene del contexto pastoral idealizado de la Segunda Égloga de Garcilaso (Valender, 1984: 29). Sin embargo, la identidad del protagonista infantil es un asunto complejo pues se constata la perspectiva «de un hablante adulto que a veces se identifica con su protagonista y le llama “yo”, otras se distancia de éste, refiriéndose a él como “Albanio” o “él”, y aún otras complica la relación con el uso del pronombre “tú”» (Pato, 1992: 150; énfasis en el original). 10 M. Paz Cepedello Moreno declara que la infancia representa para Cernuda: «ese momento de la vida en que todavía las pasiones no están presentes, donde no se ha producido aún el conflicto entre la realidad y el deseo, donde el tiempo no existe o mejor dicho donde se vive en un presente eterno y la comunión con el mundo es posible porque el espíritu infantil todavía no ha sido corrompido por la realidad adulta» (2005: 228). DE LA EDAD.indd 46-47 En su libro El malestar en la cultura (1930), Sigmund Freud retoma una idea que ya había adelantado en un trabajo anterior, El porvenir de una ilusión (1927); a saber: que la religiosidad es el producto de un engaño masivo, un escapismo compensatorio ante las manifestaciones negativas y destructivas de la realidad (Freud, 1990: 7-9). Freud vuelve a reflexionar acerca de la religión debido a un comentario hecho por su amigo, el escritor francés Romain Rolland, quien, aunque estaba de acuerdo con el carácter engañoso e ilusorio de la religión, afirmaba que los seres humanos compartían un sentimiento innato de espiritualidad, una suerte de sensación mística por la cual estos sienten que pertenecen «a la totalidad del mundo exterior» (Freud, 1990: 8). A esta 24/5/21 19:49 48 49 CHRYSTIAN ZEGARRA PRECARIEDAD, VEJEZ Y LA RECUPERACIÓN DEL CUERPO… «sensación de eternidad» Freud le dio el calificativo de «sentimiento oceánico» (1990: 8). A pesar de que el autor confiesa no poder identificar este sentimiento «sin límites ni barreras» en sí mismo, utiliza la idea de Rolland para explicar, desde el terreno psicoanalítico, el proceso por el cual el infante comienza a relacionarse con el espacio diferenciado de su entorno (Freud, 1990: 9). Si bien Freud reconoce que no puede negar la presencia de esta sensación en otros individuos, no tarda en aseverar que aquélla no sería el origen de las necesidades religiosas, las cuales se generan, más bien, en situaciones de «desamparo infantil y de la nostalgia por el padre que aquél suscita» (1990: 16). Es decir que las creencias religiosas se proyectan en el adulto como un intento de solución ante un vínculo roto, de ahí la tendencia de las religiones a crear imágenes protectoras como mecanismo para rellenar el vacío de la figura paterna anulada. Sin embargo, para Freud, el sentimiento oceánico no nace de un contacto religioso primordial con el mundo, sino que brota de las cimientes de un estado fundacional denominado «narcisismo ilimitado», que coincide con la etapa en que el lactante no diferencia su individualidad del contexto exterior: «[…] originalmente el yo lo incluye todo; luego, desprende de sí un mundo exterior. Nuestro actual sentido yoico no es, por consiguiente, más que el residuo atrofiado de un sentimiento más amplio, aun de envergadura universal, que correspondía a una comunicación más íntima entre el yo y el mundo circundante» (Freud, 1990: 11; énfasis en el original). Esta fase, que se expresa como el sentimiento de que uno está unido a la totalidad del mundo, es compartida por todos los infantes hasta los dos o tres años de edad. En este período, los niños aún no distinguen entre su propio ser subjetivo, y la objetividad del mundo externo, el «principio de realidad» en términos freudianos (Freud, 1990: 11). Cuando el niño se da cuenta de que existe un espacio exterior separado de su cuerpo, debido a que, por ejemplo, para satisfacer sus urgencias requiere de la ayuda de otras personas, su relación con el ambiente de afuera se establece sobre la base de la carencia y la falta de plenitud (Freud, 1990: 10). Para Patricia Pinto, los alcances de la teoría de Freud son pertinentes para iluminar el desarrollo psíquico de «los primeros años de la vida de un individuo», ya que es durante esta etapa cuando «se gestan muchos rasgos que van a resultar decisivos para la personalidad adulta» (1981: 134). Por eso, en esta sección me propongo contrastar la situación de unión primordial con lo existente, relacionada con la etapa de niñez y juventud de la voz poética de Ocnos, con la sensación de deterioro experimentada por el sujeto como consecuencia del paso del tiempo y la consecuente llegada de la vejez. Cabe resaltar que esta dinámica de declive, que produce un clima de frustración e impotencia, se denota principalmente a nivel corporal. Es decir que el cuerpo joven es reverenciado como la expresión máxima de la belleza. Hay numerosos ejemplos de este punto en el libro de Cernuda. En «El otoño», el hablante enfatiza el momento especial en que, en la soledad de su habitación, puede palpar su cuerpo lleno de energía: «Y por la noche, ya en la cama, encogías tu cuerpo, sintiéndolo joven, ligero y puro, en torno de tu alma, fundido con ella, hecho alma también él mismo» (Cernuda, 1993: 34). En este sentido, tomando prestado un término de Freud, otorgaré la categoría de «oceánico» al cuerpo rebosante del protagonista de Ocnos, para diferenciarlo de otras manifestaciones decrépitas del mismo. En Cernuda, la noción «oceánica» se vincula en el fondo con el disfrute del placer físico, es por esto que el cuerpo cobra un valor significativo al ser el recinto donde el goce sexual se experimenta y materializa. Como se lee en «El placer»: «Niño aún, mi deseo no tenía forma, y el afán que lo despertaba en nada podía concretarse; y yo pensaba envidioso en aquellos hombres anónimos que a esa hora se divertían, groseramente quizá, mas que eran superiores a mí por el conocimiento del placer, del que yo sólo tenía el deseo» (Cernuda, 1993: 68-69). La preeminencia de la sexualidad, de corte homoerótica11 en el caso cernudiano, se enfatiza en estas frases de «El acorde»: «[…] nada puedes percibir, querer ni entender si no entra en ti primero por el sexo, de ahí al corazón y luego a la mente. Por eso tu experiencia, tu acorde místico, comienza como una prefiguración sexual» (Cernuda, 1993: 169). El hecho de que, por la consumación erótica, el sujeto se siente parte de un semejante es un indicio de que por ese camino se puede acceder a la unidad que ha sido quebrada con el tiempo. El término «acorde» aparece en Ocnos para referir a un punto armónico entre el individuo DE LA EDAD.indd 48-49 11 En el poema «El escándalo», un grupo de muchachos, identificados como «los maricas», son perseguidos por un «cortejo» que los acosa e insulta cuando caminan por la calle (Cernuda, 1993: 52-53). 24/5/21 19:49 50 CHRYSTIAN ZEGARRA y el mundo que lo rebasa. Es un instante pleno en que se recupera el añorado sentimiento oceánico12. Esto lo explica Cernuda en «El acorde»: «El instante queda sustraído al tiempo, y en ese instante intemporal se divisa la sombra de un gozo intemporal, cifra de todos los gozos terrestres, que estuvieran al alcance» (1993: 168). Para Josu Landa, esta instancia supone «alcanzar la infinita plenitud en la infinita unidad» (2009: 85). Volviendo al tema de la preferencia del poeta sevillano por representaciones corporales intactas, en la prosa «La catedral y el río», Albanio rememora un episodio en el cual se dirigió a un río para observar, en un acto de voyeur, los movimientos de unos adolescentes que jugueteaban entre las aguas, haciendo alarde de la «gracia de la juventud»: «Desnudos entre los troncos de la orilla, los cuerpos ágiles con un reflejo de bronce verde apenas oscurecido por el vello suave de la pubertad, unos muchachos estaban bañándose» (Cernuda, 1993: 63). En «El enamorado», el hablante experimenta, a nivel de la imaginación, un fuerte deseo erótico por la belleza de un «cuerpo juvenil» anónimo, escuchándose, a continuación, la voz reflexiva y sentenciosa del narrador: «Otros podrán hablar de cómo se marchita y decae la hermosura corporal, pero tú sólo deseas recordar su esplendor primero» (Cernuda, 1993: 82). Esta cita posiciona claramente la dinámica oposicional que sirve de eje temático del volumen: al corroborar la condición deteriorada del cuerpo, propio o ajeno, el protagonista se sumerge en la fuerza benéfica del recuerdo para convocar una imagen de plenitud corporal que contrarreste lo que no es deseado. Lo dicho se ilustra en el poema «Río»: […] porque a tu admiración de la juventud ajena se une hoy tu nostalgia de la propia, ya ida, tirando dolida de ti desde las criaturas que ahora la poseen. El amor escapa hacia la corriente verde, hostigado por el deseo imposible de poseer otra vez, con el ser y por el ser deseado, 12 Según Pinto, llegar a la dimensión del «acorde» implica que «circunstancia y emoción personales se unen en sintonía profunda con las fuerzas cósmicas y ese angustioso estado de otredad […] se supera y, no sólo se es uno con el mundo, sino que la integración es tan absoluta, que el yo se siente “el mundo”» (1981: 129; énfasis en el original). Por su parte, Harris sostiene que: «The concept of love has been rehabilitated and has become again a means of attaining that mystic state of the acorde where the visible and invisible realities are fused» (1973: 127; énfasis en el original). DE LA EDAD.indd 50-51 PRECARIEDAD, VEJEZ Y LA RECUPERACIÓN DEL CUERPO… 51 el tiempo de aquella juventud sonriente y codiciable, que llevan consigo, como si fuera eternamente, los remeros primaverales (Cernuda, 1993: 128). Como ya mencioné, Ocnos elabora extensamente el meollo de la obra cernudiana: el conflicto entre las esferas de la realidad y el deseo. El mundo real devuelve al sujeto envejecido un retrato desencantado, una situación en que los atisbos de unidad se han marchitado. Por eso es necesario apelar a ciertos mecanismos que puedan aliviar, aunque sea momentáneamente, el dolor que padece el individuo desamparado. Según Freud: «Tal como nos ha sido impuesta, la vida nos resulta demasiado pesada, nos depara excesivos sufrimientos, decepciones, empresas imposibles. Para soportarla, no podemos pasarnos sin lenitivos» (1990: 18). Uno de los paliativos eficaces para activar el «principio del placer» contra la asfixiante realidad es el arte: «Las satisfacciones sustitutivas como nos las ofrece el arte son […] ilusiones, pero no por ello menos eficaces psíquicamente, gracias al papel que la imaginación mantiene en la vida anímica» (Freud, 1990: 18). Resulta válido proponer que, en Ocnos, el arte (la música y la poesía) se erige como un mecanismo preventivo frente a las insatisfacciones de la vida, un elemento que actúa, como dice Freud, a favor de la búsqueda de la «felicidad», que sería la máxima aspiración de los seres humanos (1990: 19). A través de la «mediación del artista», los individuos tienen la posibilidad de evitar temporalmente el sufrimiento y concentrarse en el disfrute del placer: «Quien sea sensible a la influencia del arte no podrá estimarla en demasía como fuente de placer y como consuelo para las congojas de la vida» (Freud, 1990: 24). En Cernuda, las prácticas musicales y literarias se convierten en actividades por medio de las cuales se busca restituir alguna dimensión de la totalidad perdida. Esto se evidencia en esta cita de «La música»: «Siendo joven […] lo que le pedía a la música eran alas para escapar de aquellas gentes extrañas que me rodeaban, […] a la música hay que aproximarse con mayor pureza, y sólo desear en ella lo que ella puede darnos: embeleso contemplativo» (Cernuda, 1993: 103). Igualmente, en el poema «La poesía», el poeta-niño recuerda un misterioso sonido escuchado en la casa de infancia que ahora, desde la adultez, es identificado con una sensación de plenitud: «¿Era la música? ¿Era lo inusitado? […] Entreví entonces la existencia de una realidad diferente a la 24/5/21 19:49 52 53 CHRYSTIAN ZEGARRA PRECARIEDAD, VEJEZ Y LA RECUPERACIÓN DEL CUERPO… percibida a diario […]. Así, en el sueño inconsciente del alma infantil, apareció ya el poder mágico que consuela de la vida […]» (Cernuda, 1993: 29-30). Con respecto a la literatura, en la prosa «Biblioteca», la voz lírica certifica el poder transformador del contacto directo con los libros: «Mas un libro debe ser cosa viva, y su lectura revelación maravillada tras de la cual quien leyó ya no es el mismo, o lo es más de como antes lo era» (Cernuda, 1993: 133). Para Valender, la «creación poética», por medio de la «palabra escrita» encarna la capacidad humana de capturar la «realidad invisible a la cual, en momentos de intensa contemplación, tiene acceso privilegiado» (1984: 35). Es significativo que Cernuda utilice un término del vocabulario musical —«acorde»— para sintetizar la experiencia de comunión con la totalidad que el sujeto experimenta cuando se conecta con las esferas absolutas del arte. Como expuse antes, el «acorde» supone un estado de éxtasis en que el individuo accede a una conexión sin límites con la vastedad exterior, recuperando la sensación «oceánica» infantil. Como se ve en «Mañanas de verano», prosa que describe la sensación placentera y familiar, desde la óptica del niño, de conectarse con la vastedad de lo existente: «Pero al niño no se le antojaba extraño, aunque sí desusado, aquel don precioso de sentirse en acorde con la vida y que por eso mismo ésta le desbordara, transportándole y transmutándole» (Cernuda, 1993: 55). Vale recordar que estos instantes climáticos son parciales ya que constantemente regresamos a la realidad limitante e infeliz. De acuerdo con Freud, el «amor sexual» se configura como otro lenitivo que le da una mano al individuo para esquivar los embates de la realidad; en relación con esto, este tipo de amor: «[…] nos proporciona la experiencia placentera más poderosa y subyugante, estableciendo así el prototipo de nuestras aspiraciones de felicidad» (1990: 26). Siguiendo este camino, los poemas de Ocnos muestran el rol fundamental que cumple el erotismo en el proceso formativo de la subjetividad. El énfasis en la sexualidad individual se explica como la necesidad del hablante por recuperar la plenitud que se perfilaba como sinónimo de felicidad en su etapa juvenil. Como señala Navarro Ramírez: «El amor lo entiende Cernuda como el deseo de poseerse a sí mismo de nuevo, el de unirse con el yo más joven y recuperar de esta forma la juventud perdida» (2016: 53). La voz poética es consciente de que el restablecimiento de la abundancia, antes que enfocarse en ganancias pragmáticas, debe venir por medio del arrebato erótico. Como se ilustra en la prosa «El destino»: «Privado de gozo, de placer y de libertad, como tantos otros, comprendiste entonces que acaso la sociedad ha cubierto con falsos problemas materiales los verdaderos problemas del hombre, para evitarle que reconozca la melancolía de su destino o la desesperación de su impotencia» (Cernuda, 1993: 95-96). El amante se fusiona con el amado por el contacto físico, en una especie de restauración de la unidad anulada que propicia un escape a la disgregación del individuo. Aunque, como Freud bien lo puntualiza, este atisbo de eternidad es solamente pasajero: «El designio de ser felices que nos impone el principio del placer es irrealizable; mas no por ello se debe —ni se puede— abandonar los esfuerzos por acercarse de cualquier modo a su realización» (1990: 27). En consecuencia, la materialización del deseo erótico significa el encuentro vivencial con un cuerpo y espíritu diferentes y complementarios, accediendo con este intercambio a la dimensión de la otredad. Al desear un ser a quien amar, el poeta rebasa sus limites en procura de aquel semejante que lo reconecte consigo mismo por medio del erotismo. Este camino se traza generalmente a contracorriente de lo dispuesto por las leyes de la cultura o la civilización (como sostiene Freud), de aquel orden que restringe los deseos propiamente humanos. En contra de esto, la voz cernudiana se adentra en territorios invisibilizados por leyes y códigos que buscan poner freno al libre ejercicio del deseo. Como se verbaliza en la composición «El poeta y los mitos»: «Aunque al lado no tuvieses alguien para advertirte del riesgo que así corrías, guiando la vida, instintivamente, conforme a una realidad invisible para la mayoría, y a la nostalgia de una armonía espiritual y corpórea rota y desterrada siglos atrás de entre las gentes» (Cernuda, 1993: 51). En esta vena, el amor sexual es visto en Cernuda como un camino de reunificación de la unidad en medio de la dispersión del mundo. El amante y el amado deben comulgar corporalmente con el propósito de volcarse el uno en el otro, con el propósito de reinstaurar el cuerpo oceánico perdido. Esta definición del erotismo como entrega total de los amantes se manifiesta en la obra de Cernuda, quien entiende el tema amoroso como búsqueda incesante por encontrar esa parte complementaria del ser humano escindido. Para concluir, se debe mencionar que, después de la experiencia totalizadora del amor, viene la ruptura y el regreso al mundo fragmentado de la esfera individual. Esto se hace más evidente si se considera DE LA EDAD.indd 52-53 24/5/21 19:49 54 CHRYSTIAN ZEGARRA que el tipo de encuentro que privilegia Cernuda es del tipo físico. Es decir que, en la juventud, el cuerpo puede experimentar el placer con mayor intensidad, mientras que, con el desgaste físico, las posibilidades de acceder a un nivel de realización más alto se reducen. Además, la irremediable destrucción de la belleza del cuerpo joven sólo puede remediarse con la suplantación de un nuevo cuerpo. Esto supone un cruel mecanismo de inestabilidad ya que el sujeto adulto continuamente es tentado a encontrar cuerpos jóvenes para experimentar placer. Como se puntualiza en la prosa «Sombras»: Mas la eterna maravilla de la juventud sigue en pie, y al contemplar un nuevo cuerpo joven, a veces cierta semejanza despierta un eco, un dejo del otro que antes amamos. [. . .] un impotente dolor nos asalta, comprendiendo, tras la persistencia de la hermosura, la mutabilidad de los cuerpos. ¡Ah, tiempo, tiempo cruel, que para tentarnos con la fresca rosa de hoy destruiste la dulce rosa de ayer! (Cernuda, 1993: 98). La crueldad asignada al tiempo podría interpretarse como un reclamo de impotencia del anciano, quien ya ha perdido el vigor para poseer este cuerpo lozano que aparece para tentar su deseo. Estas reflexiones enfatizan la precariedad del cuerpo envejecido para consumar el placer carnal debido a las inminentes limitaciones físicas impuestas por el transcurso del tiempo. Ante este clima de desasosiego, la voz poética opta por mecanismos de sublimación —el arte o el erotismo— para intentar mitigar la sensación de fracaso. Para Freud (1990: 23-24), la sublimación del instinto constituye una de las características mas notorias del mundo civilizado, es lo que hace posible que los seres humanos se dediquen a tareas artísticas, intelectuales o científicas. Sin embargo, a pesar de su eficacia, la compensación que estas actividades producen es menor que la que produciría la satisfacción plena de los instintos eróticos. En suma, el inevitable deterioro del cuerpo oceánico lleva al sujeto envejecido a refugiarse en la contemplación que el arte le otorga, añorando, a la vez, una época pasada donde la plenitud corporal era posible. En otras palabras, se produce una marcada nostalgia ante la constatación de que la pérdida de la vitalidad juvenil es ineludible. Irremediablemente, con el correr de los años, el decaimiento físico se acelera y la realidad muestra su faz devastadora. DE LA EDAD.indd 54-55 PRECARIEDAD, VEJEZ Y LA RECUPERACIÓN DEL CUERPO… 55 OBRAS CITADAS Álvarez Méndez, Natalia (2005). «Tópicos poéticos en la prosa de creación de Luis Cernuda: del paraíso perdido al exilio en la ciudad estéril», en Nostalgia de una patria imposible: estudios sobre la obra de Luis Cernuda, ed. Juan Matas Caballero et al., Madrid, Akal, pp. 143-55. Bellver, Catherine (2014). «They Sail to Byzantium: Spanish Women Poets and Ageing», Bulletin of Hispanic Studies, nº 5, vol. 91, pp. 493-511. Bornstein, George (2012). «W. B. Yeat’s Poetry of Aging», Sewanee Review, nº 1, vol. 120, pp. 46-61. Cardwell, Richard (2005). «Ocnos, o la búsqueda del tiempo perdido», Journal of Iberian and Latin American Studies, nº 2-3, vol. 11, pp. 129-35. Cepedello Moreno, M. 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