Av is os
de Viena
Viennese Siglo de Oro Journal
ISSUE 1 / 2021
Institut für Romanistik
ISSN 2710-2629
Avisos de Viena, Issue 1 / 2021
Funded by FWF Austrian Science Fund, P32263-G30 and P32563.
Cover
Infante Felipe Prospero (1657-1661), Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, 1659,
Kunsthistorisches Museum Wien.
We want to express our thanks to Ilse Jung, Gudrun Swoboda and the
Kunsthistorisches Museum Wien for their cooperation, and for allowing this
outstanding work of art to head this Issue.
In addition, we would also like to extend our thanks to Klara Schellander,
Bernhard Schubert and Universität Wien’s Open Access Office for their significant
support in publishing Avisos de Viena via Open Journal Systems.
Logo and Layout
Tamara Hanus
Av isos
de Viena
Viennese Siglo de Oro Journal
ABOUT THIS ISSUE
Wolfram Aichinger
Felipe Próspero leaves a strong impression on whoever finds the Spanish room in the remoter
realms of the Kunsthistorisches Museum in Vienna. Even more so when visitors contrast the
endearing features of the delicate child on Velazquez’s painting with its label which informs them
about the noticeably short sojourn of this Spanish prince among the living (28 November 1657
to 1 November 1661). For all its innocent charm, the foreboding sense of death might be part
of the composition, depicted with a door and exit opening on the right into an unspecified space.
As we put this Aviso together, birth and early death emerged as a main topic, tackled from
different angles: our authors deal with the precarious status of infants in Early Modern Europe,
the pressure put on aristocratic women to outweigh the numbers of death through ceaseless
fertility, the (often futile) attempts to guarantee health with the best milk fed by the most
promising wet-nurses, and the support granted by grandmothers. We deal with outbursts of joy
to celebrate birth (in Spain as in the Ottoman Empire) in its sharp contrast with subsequent
mourning and the construction of burial monuments for deceased offspring.
Calderón de la Barca was strongly associated with the Casa de Austria and theatre performances
at court, which far from indulging in superficial entertainment, time and again refer to intimate
family issues. Playwrights seem eager to provide compassion and consolation for a queen like
Mariana de Austria, mother of Felipe Próspero: Mariana spent the first 12 years of her marriage
in an uninterrupted chain of conceptions, miscarriages, and care for sickly children who were
doomed before they were born. She had to endure the death of one child, Felipe Próspero, five
days before giving birth to another, the future king Charles II of Spain in November 1661 (our
next issue will present unstudied documents concerning this still unexplored side of the queen’s
life, and the emotions she expressed about it in her letters.).
Thus, prince Felipe Próspero also makes for a good introduction to Siglo de Oro literature and
drama, the second main concern of this publication, with articles on the symbolism of light and
darkness on Calderon’s stage, Sor Juana Inés de la Cruz’s vision of the love that binds Eco to
Narciso, the metaphor of the viper in Calderón and Lope de Vega, as well as – introducing prose
writing – literary imaginations of intrauterine voices, and a rogue’s early childhood traumas.
It is worth remembering that Fernando de Rojas’ masterpiece La Celestina, mother of Spanish
Golden Age prose and theatre links gynaecological and surgical issues with the power of rhetoric
unfolded by a successful procuress. Each of these aspects is dealt with in a study included in this
collection of articles.
We very much hope this issue generates the same interest and kind response as its predecessor.
Vienna, 3 May 2021
CHIEF EDITORS
Wolfram Aichinger
Simon Kroll
EDITORIAL BOARD
Wolfram Aichinger
Anna Andreeva
Clara Bonet Ponce
Giuseppe Pio Cascavilla
Don Cruickshank
Costanza Gislon Dopfel
Alice-Viktoria Dulmovits
Karin Fuchs
Francisco José García Pérez
Sabrina Grohsebner
Tamara Hanus
Kurt Kriz
Simon Kroll
Christopher Laferl
Rocío Martínez López
Michael Mitterauer
Hannah Fischer-Monzón
Marie-France Morel
María Ortega Máñez
Pilar Panero García
Marie Christin Radinger
Alvaro Ramirez
Antonio Sánchez Jiménez
Fernando Sanz-Lázaro
Christian Standhartinger
Jesús M. Usunáriz
Carlos Varea
Mandy Vondra
EDITORIAL STAFF
Sally Alexander
Sabrina Grohsebner
Tamara Hanus
Marie Christin Radinger
CONTENT
Wolfram Aichinger: Enfants et rires, richesse de pauvres. Un ama de cría le canta las
cuarenta al Rey Felipe IV de España ........................................................... 7
Wolfram Aichinger: Grandmothers reborn. Allomaternal care as an uncharted
territory of Spanish History ...................................................................... 12
Clara Bonet Ponce: La vida (antes de la vida) de don Gregorio Guadaña y otros
personajes ................................................................................................. 26
Giuseppe Pio Cascavilla: From dusk to dawn, the unusual donanma for the birth of
the sultan’s daughter in 1761 ..................................................................... 36
Francisco José García Pérez: La maternidad de las reinas consortes bajo control:
El caso de María Luisa de Orleans ............................................................. 44
Simon Kroll: Sor Juana – subversiv oder doch ingeniös? ..................................... 51
Kurt Kriz: Las Remiendavirgos en el Siglo de Oro ............................................. 55
Michael Mitterauer: Grabstätten früh verstorbener Königskinder ........................ 62
Clara Monzó: El actor (calderoniano) a oscuras .................................................. 70
Marie-France Morel: Wet nurses at court in XVIIth century France .................... 74
Alvaro Ramirez / Costanza Gislon Dopfel: The Intellectual Procuress: Celestina’s
Legacy and the Rhetoric of Seduction ...................................................... 81
Antonio Sánchez Jiménez: Víboras y partos violentos en Lope de Vega ................ 90
Fernando Sanz-Lázaro: Lázaro de Tormes, historia de una neurosis ................... 102
Avisos
deViena
WOLFRAM AICHINGER
ENFANTS ET RIRES, RICHESSE DE PAUVRES.
UN AMA DE CRÍA LE CANTA LAS CUARENTA AL REY FELIPE IV DE
ESPAÑA
1
Universität Wien
wolfram.aichinger@univie.ac.at
Señor, yo tengo tres hijos, los más lindos que hay en la Corte, criados a mis
pechos, luciéndoles mi leche y cuidado; cuando lloraban los mecía, y con
mi saliva les curaba las paperas y granos; dormían a mis pechos, dándoles,
como dicen, carona; comía a mis horas sazonado. (Barrionuevo IV, 166167, 5 de junio de 1658)
El testimonio es de una madre del siglo XVII; evoca una dulce aurora de la vida, que
transcurre sobre el seno de la madre durmiendo colmado de su leche; madre que,
además, es capaz de curar afecciones con su propia saliva aplicando la sabiduría
popular. La felicidad de un bebé, según parece, no es exclusiva de nuestra época
moderna ni de otra cultura o tiempo. Se puede dar en cualquier momento y lugar si
concurren las condiciones que la hagan posible.
Ahora bien, esa misma madre vuelve a dar el pecho en circunstancias muy
diferentes: el niño que amamanta es débil, enfermizo, sufre calenturas y ataques
epilépticos desde los primeros momentos de su vida que —a pesar de la continua
preocupación de todo un gremio médico— no llegará a los cuatro años de edad. El
ambiente es tenso, agitado, desasosegado.
1
Revisado por Fernando Sanz-Lázaro y Marie-France Morel. Publicado como parte del proyecto
FWF The Interpretation of Childbirth in Early Modern Spain (FWF Austrian Science Fund,
P32263-G30).
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La madre y nodriza en cuestión, una tal María Suárez, protagonista de este
apunte biográfico, fue contratada por la Casa Real en 1658 para amamantar al
príncipe Felipe Próspero, cuyo nacimiento el 28 de noviembre de 1657 había causado
tanto alborozo y alegría en una corte que llevaba 28 años esperando la llegada de un
heredero varón. Velázquez pintó a este niño cuando todavía no había cumplido dos
años de edad; el retrato, desconsolador, se exhibe en el Kunsthistorisches Museum de
Viena. El infante murió el 1 de noviembre de 1661.
María Suárez no fue la primera mujer que nutrió con su propia leche al
príncipe. La precedieron en el puesto Juana de Alarcón, activa de noviembre 1657 a
mayo de 1658, Ángela de Ayala en mayo de 1658 y Juana de Chávez, en abril y mayo
de 1658 (Gacho Santamaría 114-115).
La primera de ellas, Juana de Alarcón, estuvo presente en el bautismo del
príncipe, a las dos semanas de su nacimiento. La belleza y lozanía de esta mujer,
rebosante de salud y de leche, impresionó y dio pie a que se la considerara candidata
ideal para transmitir salud y buenas cualidades al niño. “Es mujer de un platero”,
comenta Jerónimo de Barrionuevo, “de veinticuatro años, hermosa como el sol, y se
llama Doña Juana” (III, 424, 17 de diciembre 17 de 1657).2 En la ocasión Juana
recibió atenciones y regalos de considerable valor de parte de la familia real y de los
poderosos de la corte (Barrionuevo III, 423-424).
No faltaron en la corte expertos en materia de leche materna, expertos que
sabían distinguir el espesor del valioso líquido que mejor correspondía a las diferentes
fases del desarrollo del niño. Estos intentaron mejorar aún más la calidad de la leche
prescribiendo a la ama rutinas de ejercicios. Al referir la presencia de Juana de Alarcón
en la ceremonia del bautismo, Jerónimo de Barrionuevo da dos indicaciones al
respecto: “[...] se llama Doña Juana, y la leche con su apacibilidad se conforma, de
suerte que no hay más que pedir ni desear" y “hácenla bracear y hacer camas y
ejercicio moderado para adelgazar la leche” (1893, III, 424; 17 de diciembre 17 de
1657).
Pero los buenos augurios en cuanto a la relación entre el príncipe y su ama
no se cumplieron. Juana fue despedida a finales de abril de 1658, y se efectuaron dos
relevos más hasta que María Suárez se hizo cargo a finales de mayo del mismo año
(Gacho Santamaría 114-115).
A pesar de estos cambios en la alimentación y la persona encargada de
procurarla, el real lactante no evolucionó según se esperaba. En el verano de 1658
unas “paperas”, es decir, la infección viral e inflamación de las glándulas salivales
causaron calenturas al infante y tuvieron a toda la Corte “con harto cuidado”
(Barrionuevo 1893, IV, 165, 5 de junio 5 de 1658). Una mañana, coincidiendo con
el momento más angustioso de la dolencia, el Rey entró en el cuarto del niño y
2
Dice que la conoce bien porque vivió enfrente de su casa (Barrionuevo III, 424).
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preguntó a la nodriza cómo había pasado el paciente la noche. Es en este instante
cuando se produce la intervención de María Suárez, dirigida al Rey Planeta,
intervención con estructura antitética, y cuya primera parte abría este texto. A
continuación, se completa esta con su segunda parte:
Señor, yo tengo tres hijos, los más lindos que hay en la Corte, criados a mis
pechos, luciéndoles mi leche y cuidado; cuando lloraban los mecía, y con
mi saliva les curaba las paperas y granos; dormían a mis pechos, dándoles,
como dicen, carona; comía a mis horas sazonado. Aquí todo me lo dan sin
especias, sazón ni sal; paso las noches desvelada, y si he de reposar, es fuerza
retirarme a un camaranchón; la que se le antoja, me levanta las faldas
registrándome si me ha venido el achaque; la baraúnda y bullicio es grande;
la leche, con tantas zozobras, no es posible sea la que es menester. Esto es lo
que pasa y que parece no tiene remedio: de mi parte hago lo que debo, y no
me falta más que el acierto de servir a Vuestra Majestad, con que en todo
tiempo me daré por contenta y pagada. (Barrionuevo IV, 166-167, 5 de
junio de 1658)
El ama de cría se queja de la falta de sosiego, de órdenes que le parecen improcedentes
—como la de obligarla a dormir separada del niño—, del recelo y de la desfachatez
con que se atenta contra su intimidad y del control a que quedan sometidos su cuerpo
y una eventual vuelta de su ciclo menstrual. La vida y la supervivencia del príncipe
se han convertido en preocupación principal de la corte de Madrid, y en ella están
implicados desde la familia real, pasando por médicos y ayas, hasta camareras,
mayordomos y criadas, y de continuo atraen la curiosidad de los parientes de otras
cortes europeas o de los embajadores, cuyos amos ven como la existencia de un
heredero español pone en peligro sus intereses y aspiraciones.
No sabemos por qué canales llegó el exabrupto de la nodriza ante su amo y señor
a los oídos de Jerónimo de Barrionuevo, si este escuchó los chismorreos habituales
de la corte o fue por otros medios, ni tampoco si fueron exactamente esas palabras
las que pronunció María Suárez. Barrionuevo asegura que fue así, que “[e]s cosa cierta
todo cuanto aquí digo, y que el ama no es nada boba” (1893, III, 167, 5 de junio de
1658). Es de suponer que la franqueza de la nodriza causó cierta sorpresa en una
corte donde regían las leyes del secreto, de la disimulación y de la adulación. De no
haber sido así, Barrionuevo no la hubiera consignado en sus Avisos. La frase que pone
como colofón a su noticia deja entrever que suscribe las palabras y la visión del ama
de cría.
De hecho, las personas encargadas de procurar la salud del niño se veían ante una
tarea casi imposible de resolver. Los sucesivos matrimonios endogámicos de los
Austria habían hecho improbable desde el mismo momento de la concepción el
nacimiento de un niño sano. Este es un tema harto comentado sobre el que no hace
falta volver, pero querría destacar un aspecto relacionado con este que todavía no se
ha estudiado mucho. La trágica historia de los nacimientos en la casa de Austria tiene
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un efecto colateral de interés para la historia de la obstetricia y de la puericultura.
Cuanto más disminuía la vitalidad de los Austria, tanto más aumentaban los esfuerzos
por compensar la debilidad genética con cuidados extraordinarios. La selección de la
comadre o de la nodriza se convierte en asunto tratado en la cúspide del poder por
reyes, embajadores o reinas viudas. La comadre de Mariana de Austria goza de fama
internacional y muere dueña de un patrimonio envidiable, el ama de cría deslumbra
a la corte con su belleza y frescura. Solo se escoge lo más granado, el precio no
importa. Las amas más exitosas del siglo mantuvieron una estrecha relación personal
con sus hijos de leche; conocido es el caso de Doña Ana de Guevara, nodriza de
Felipe IV (Gacho Santamaría 90). Al mismo tiempo, igual que estos personajes eran
agasajados, vivían expuestos al riesgo de la repentina caída en desgracia. Donde el
nacimiento se ve rodeado de grandes preocupaciones, cada acto, cada gesto recibe
especial atención. Toda persona implicada — comadres, amas de cría, ayas, médicos—
se mueve en el foco del interés público. Cuanto más se complica su misión, tanto más
se premian los logros, pero en igual medida aumenta el riesgo de ser culpado por
desastres que ni el ama de cría más sana y responsable hubiera podido evitar.
Al historiador, empero, estos infelices casos de los últimos príncipes de España de
la casa de Austria le permiten reconstruir escenarios de la vida privada de valor
testimonial excepcional. A las comadres y a las nodrizas se les dedican párrafos enteros
en cartas, páginas de diarios personales o actas notariales. El caso difícil provoca voces
que en circunstancias más afortunadas no se hubieran alzado. El pasaje que los Avisos
de Barrionuevo reservan a las (supuestas) palabras de María Suárez es un buen
ejemplo de ello.
De las nodrizas que amamantaron a Felipe Próspero hasta su destete a mediados
de diciembre de 1660, nueve en total, fue María Suárez la que más tiempo logró
mantenerse en su puesto. Sirvió por el tiempo de once meses y solo fue sustituida en
1659 —no se conoce la fecha exacta—, de modo que el enfrentamiento con el Rey
no parece haber tenido consecuencias y su franqueza no la perjudicó para
desempeñar su oficio durante un periodo relativamente extenso (Gacho Santamaría
115).
Escribe Gacho Santamaría que “se le concedió en 1660 una ración ordinaria de
la despensa de la reina. Hacia 1686 es viuda y tiene que mantener a cuatro hijos por
lo que solicita que su pensión de cuatro reales y medio pasen a una de sus hijas,
Gregoria Santoyo, para ofrecerlo como dote a quien se case con ella” (115).
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BIBLIOGRAFÍA
Barrionuevo, Jerónimo de, Avisos de D. Jerónimo de Barrionuevo (1654-1658), tomo
III, ed. A. Paz y Mélia, Madrid, M. Tello 1893.
Barrionuevo, Jerónimo de, Avisos de D. Jerónimo de Barrionuevo (1654-1658) y
apéndice anónimo (1660-1664), tomo IV, ed. A. Paz y Mélia, Madrid, M. Tello
1893.
Gacho Santamaría, Miguel Ángel, “El Museo de Selaya. Las amas de cría de la corte
madrileña (1625-1830)”, Boletín ANABAD, vol. 66, núm. 3, 2016, pp. 85170.
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Avisos
deViena
WOLFRAM AICHINGER
GRANDMOTHERS REBORN.
ALLOMATERNAL CARE AS AN UNCHARTED TERRITORY OF
SPANISH HISTORY1
Universität Wien
wolfram.aichinger@univie.ac.at
In memory of Maria Hainzl, born Schneiderbauer (1921-2005)
Pastor-Serrana: Sant'Ana, su agüela,/ vístele la faxuela,/ bonito, / la gala
del Ninyo, chequito,/ bonito. (Diego Sánchez de Badajoz, Farsa del
juego de cañas, siglo XVI)
Es war einmal eine kleine süße Dirne, die hatte jedermann lieb, der sie
nur ansah, am allerliebsten aber ihre Großmutter, die wusste gar nicht,
was sie alles dem Kinde geben sollte. (Gebrüder Grimm, Rotkäppchen)
LONGEVITY
Fairy tales have always known it, yet scholars are only gradually becoming aware of
just how closely grandmothers in history are connected to children.
Social history tends to look at a society’s most visible and active members, so
that age groups at the outer limits of the human life cycle often remain in the shadows.
Very young children are seen as passing through an extremely vulnerable and
1
Revised and corrected by Sally Alexander and Marie-France Morel. Generous funding by the FWF
Austrian Science Fund (The Interpretation of Childbirth in Early Modern Spain, P 32263-G30)
became this paper’s midwife. My thanks for important help and information go to Marie-France
Morel, Carlos Varea, Sarah Blaffer Hrdy, Mandy Vondra, Karin Fuchs, Christian Standhartinger,
Rocío Martínez López, Pilar Panero, José Luis Alonso Ponga, Michael Mitterauer, Adela Tarifa
Fernández, Antonio Linage, Sabrina Grohsebner, Tamara Hanus, Alice-Viktoria Dulmovits, Andrea
Seitlinger, Paz Gatell, Christine Reitinger, Gertraud Aichinger and Marie Christin Radinger.
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precarious stage; there does not seem to be much point in counting on them before
they have made it through the bottleneck of their first years of life. What could be
said about Mozart’s five siblings (five out of seven!) who died before reaching the age
of reasoning? By contrast, elderly women are sometimes rashly deemed close to nonexistent. How could there be lots of them when so many letters and chronicles report
women’s death in childbirth or during their childbearing years?2
The first assumption deserves closer scrutiny, the second has already been
challenged by scholarly writing. Let us briefly examine both. Subsequently, we will
contrast findings from social anthropology with what we know about Spanish social
history. The main part of this paper will then be dedicated to the importance of
grandmothers in the very earliest days and months of human life.
Longevity is the distinctive feature of the human species, from its earliest
history onwards. Recent anthropological writing has highlighted this fact and begun
to systematically explore its wider meaning. Human life lasts longer than that of our
closest relatives - primates. Moreover, within a common female lifespan, there is a
remarkably long period of postmenopausal life. There is strong evidence that in
hunter-gatherer societies a considerable part of all women living belonged to this age
group of females who had passed beyond their reproductive years3. Social historians,
it is true, have already reminded us of this important fact some time ago: an average
life expectancy of 20 to 30 years does not necessarily imply the lack of elderly people.
On the contrary, those who had the good luck to survive childhood and reach
adulthood, stood a good chance of becoming relatively old, and not embarking on
Charon’s skiff before the age of 60 to 654. High infant mortality thus was the factor
which significantly lowered the average expectation of lifetime.
Now, this is a fact to be taken into account when assessing grandparents and
children. It is not true that most children of past ages only knew their forefathers by
hearsay. “Indeed, despite high mortality,” Marie-France Morel holds, “they are more
present than one would think. About 1800, in France, every child that is born, still
possesses more than half of its grandparents.”5
2
This vision was challenged by Vincent Gourdon in his well-documented article that dates back as
far as 1999, p. 513 and passim. See also Gourdon, 2001.
3
Hawkes, 2006; Hrdy, 2009; Bogin/ Varea, 2017, Harari, 2011, p. 57.
4
Bennassar, 1985, p. 376.
5
Morel, 2008, p. 139. Translation W.A. See also Gourdon, 1999 and 2001; Chvojka, 2003.
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Image 1: Grandmothers and granddaughters embroidering
(Almendral de la Cañada, Toledo, 1963/ Paz Gatell)
CHILD MORTALITY
Much as our present-day emotions and desires revolt against it, we cannot understand
past societies without talking about infant mortality. When death bells tolled in 17th
century Spain, in more than one out of two cases they tolled for a child that had died
before reaching the age of 76. And death rates far higher than this average of around
50% occurred frequently. Inés de Ayala, for example, Spanish royal midwife from
1638 to 1663, lost eight of the 12 children she bore herself before they reached the
age of three7. Children left at the mercy of foundling homes had little chances to
grow up. No wonder, therefore, that in their accounts, administrators of these sinister
institutions list baptisms together with funerals, mantillas (swaddles) alongside with
mortajas (shrouds)8. Death waylaid children as much as old people (and maybe it is
also for this reason that they felt emotionally close to each other). Half of the tombs
were children’s tombs, coffins were children’s coffins, memories of dead relatives in a
6
See for example Gómez Martín, 1999, p. 171 and passim; Bennassar, 1999, p, 92, supposes that in
16th century Valladolid and its surrounding towns about half of the children died before reaching
their eighth year of life. Spanish parish priests sometimes give numbers. Thus, at the beginning of
the 19th century in the town Sotillo de la Adrada (Ávila), one don Juan Jose Rodríguez sums up
the burials he had carried out between 1799 and 1803: out of 243 deceased 94 were cuerpos mayores
and 139 párvulos (Sotillo de la Adrada, parroquia de la Santísima Trinidad, Libro de difuntos, 18031842, No 28, Sit. Arch. 179/5/2, note on the inside of the first page (online access via FamilySearch).
For babies born in a precarious state which prompted the administration of emergency baptism see
Aichinger/ Dulmovits, 2020.
7
Carlos Varona, 2018, p. 144.
8
See Linage, 2012.
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good many cases were memories of infants, and nightmares were haunted by the
ghosts of little ones9. The death of a young child is not merely a sad occurrence, not
just another component to be added to a book which aims at containing all aspects
of past life. Rather, it was an experience which shaped the whole outlook on and
most dealings with life. It impinged on the psychological balance of women and men
and on the colour of the clothes they wore; on their perception of time and fate;
their memories and expectations; their visions of the world beyond; and: their
management of available (human) resources. Myriad art up to the early twentieth
century attests to this state of affairs10. Infant mortality is a social condition to be
taken into account when trying to understand the social mechanisms of past
communities as a whole.
Image 2: Velatorio of Blanquita who died of typhoid fever
(Ferrol, 1895/Antonio Pérez Garabán)
Where life is a dangerous business and adulthood is no guarantee, survival very much
depended on the help of others. It takes a village to raise a child and a mother who
gets support beyond that (not always) granted by the biological father had better
chances to succeed. This is where grandmothers come into the picture. In premodern
communities, grandmothers didn’t just cuddle infants, read storybooks, teach
9
Gélis, 2006, pp. 180-181. A horrible example, which relates the ghost of an infant to maternal
infanticide can be found in Heine, 2006, pp. 414-415.
10
The Kindertotenlieder by Gustav Mahler (1901-1904) would be a well-known example. But once
you pay attention to the topic, you will come across a surprising number of instances. Surfing freely
in time and space, one might look at the Salem witchcraft trials, Massachusetts, 1692 to 1693. There,
alleged witchcraft that caused the death of newborns and infants was a major accusation forwarded
against the women involved in the proceedings. The affair thus was also triggered by parents’ desire
to find scapegoats for a profoundly distressing experience.
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proverbs or help out as babysitters. On the contrary, grandmothers sowed, planted
and gathered, they bred, pastured and slaughtered, they cooked, washed and cleaned;
they often worked hard and helped provide food for the family to a degree and in
ways that have not been fully appreciated by mainstream historiography11.
Image 3: Grandmother cleaning green beans next to her granddaughter
(around 1960)
Anthropologist Sarah Blaffer Hrdy gives a reason for this lack of scholarly
understanding. Researchers’ views of families were biased by their own belonging to
modern societies, where infant mortality is low and children’s welfare is usually
granted by the state.
11
For hunting-gathering societies see the pioneering study by Hawkes/ O’Connell/ Blurton Jones,
1989.
For Spain see Rodríguez Vázquez, 2016; for images from a 20th century Spanish village see Bardera
Jiménez, 2008, pp. 12 (showing a midwife at a baptism), 14, 23, 26. Spanish proverbs frequently stage
elderly women as very active parts of their communities. Here are some examples from the 17th
century compilation by Gonzalo Correas: “Do no alcanza la vieja, alcanza la piedra”. “Si no miran
a la vieja, miran a lo que lleva.” “La necesidad hace a la vieja trotar.” “La mujer vieja, si no sirve de
olla, sirve de cobertura.” The old procuress Celestina from Fernando de Rojas’ tragicomedy
(1500/1501) sums up the expectations that weigh on her in a strong image: “¿A dónde irá el buey
que no are? [sino a la carnicería]”.
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“We failed”, Hrdy states “to consider the profound impact of older siblings,
grandmothers, uncles, or the mother’s lovers in worlds where more than half
of all infants born would starve, be murdered or eaten, or succumb to
accident or disease before they matured. Only at the end of the twentieth
century, as findings by human behavorial ecologists and sociobiologists
started to come in, did it become clear that in […] societies with high rates
of infant and child mortality – societies like those our ancestors were
involved in – support from alloparents not only improved heath, social
maturation, and mental development, it was essential for child survival”12.
Image 4: Grandmother Ana María and other relatives
(around 1960)
GRANDMOTHERS AND BABIES IN SPAIN
How about grandmothers in Early Modern Spain? Historians of course have been
aware of the presence and importance of the older generations. Nevertheless, as for
their roles in household economies and in the breeding of offspring,
grandmotherhood seems to be widely uncharted territory; especially when it comes
to their close association with pregnancy, birth and the first months and years of life.
A period in which mothers and babies most depend on the support of others.
A first survey of the issue has brought to light a surprising number of
references. These references might include important messages about the workings
of Spanish communities in the past, about the creation of psychological bonds and
social networks, and the interdependence of generations. Let us look at some of them:
12
Hrdy, 2009, p. 105.
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Grandmothers are often reported as providing house and chamber for birth13,
together with a warming fire, clean water, sheets, cloths and bed linen, plus chicken
broth and, according to a contemporary writer , the smell of fresh bread and bacon,
and the taste of very good warm wine (“torrezno de buen tocino magro”, “pan
reciente y torrezno de buen tocino magro”, “muy buen vino tibio”14); these aliments
and odours were said to help during labour and to encourage parturition15.
Maternal forebears also used to stage the scene for unmarried daughters who
bore children, be these mothers of commoners or the mistresses of a royal16. When
mothers could not care for their babies, or did not survive birth and postpartum
complications, grandmothers were liable to step in and act as foster-mothers, raising
the child in their homes17.
Their intervention could even start before pregnancy concluded. We have got
some telling reports of grandmothers interfering in the choice of birth assistants.
They advised their daughters as to which midwife to choose, or even entered directly
into negotiations about the working conditions and payment. This is what we
unearthed when studying aristocratic female correspondence or diaries from Spanish
social elites. In these sources, the recruitment of a midwife could become an
important issue.
What is more, mothers of princesses and queens partook in obstetrical issues
even when their daughters had been married to a foreign court, and interfered in the
selection of an appropriate birth assistant18. Midwifery thus established a kind of
umbilical cord through which daughters who married abroad remained attached to
13
Domínguez Moreno, José María, “El ciclo vital en la provincia de Cáceres: Del parto al primer
vagido”, en Revista de Folklore, vol. 6a, 61 (1986), pp. 1-21, p.8 [paging of the digital version].
«http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmcc26q1» [consulted 15 June 2019];
Aichinger/ Dulmovits, 2020, pp. 24-29.
14
Ruices de Fontecha, fol. 126. Many thanks to Nina Kremmel for providing a transcription of
Fontecha’s text.
15
For the importance of the birth place, also in case of a mother’s death, see Hrdy, 2009, pp. 163, 258.
16
Ecclesiastical reports give us some insight into this aspect. Thus, in Cumbres Mayores, Seville, one
“Luisa Jiménez, soltera, parió en 20 de septiembre de 1698 viviendo con sus padres Bernardo
Jiménez y Isabel Rodríguez, y está criando el parto; no se ha podido sacar por sus padres, ni otra
persona, el cómplice [...]”. García Martínez (1994, p. 16). As for the illegitimate sons of kings, there’s
the example of Francisco Fernando, sired by king Philipp IV of Spain and born in the house of his
maternal grandparents in 1626 (Carlos Varona, 2018, p. 150).
17
Biographical notes time and again testify to this fact which in Spanish historiography does not seem
to have been fully appreciated and assessed in a comprehenisive book. Let me give just one example,
copied from an encyclopedic study by Manuel Gracia Rivas (2005, p. 299): “Cebrián y Agustín,
Miguel (1691-1752), nacido en Zaragoza, el 29 de septiembre de 1691, era el menor de los hijos del
IV conde de Fuenclara, D. José Cebrián y Alagón, y de Dª Lorenza Agustín y Martínez de Marcilla.
Su madre falleció el día 5 de octubre, como consecuencia de las complicaciones del parto, dejando
al conde con nueve hijos, uno de ellos recien nacido, por lo que la abuela materna tuvo que hacerse
cargo de la familia y, tras su fallecimiento, los niños fueron atendidos por la criada María del Mas.”
For the Eastern Alpine region see Mitterauer, 2013, p. 137-138; for breastfeeding grandmothers see
Morel, 2002.
18
Aichinger/ Standhartinger, 2020.
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19
their homeland and mothers, who were going to be the grandmothers of their
offspring. At the same time, dowager queens imposed, or at least tried to impose,
their symbolic presence at the court of foreign kings and princes19.
However, we are studying an age in which birth without a full-time midwife
was quite a regular event among commoners. “Matrona no la ay; válense las mugeres
unas de otras”, reports a clergyman after inspecting Castillo de las Guardas in SouthWestern Spain, thereby noting the absence of a professional obstetrician in the town
in 169820. Where female neighbours and female kin of different ages gathered to
deliver a mother from her pains and a baby, grandmothers most likely called the shots
and had the final say.
Mothers were expected to look after their childbearing daughters. We can
also observe this strong connection between mothers and daughters in professional
midwifery. The craft was not taught in schools, rather it was handed down from
mothers to daughters, and in some cases even from grandmothers to granddaughters21.
Image 5: The grandmother in the black mantilla
(1910-1912/ Francisco González Sola)
19
Aichinger/ Standhartinger, 2020, p. 599. For the telling case of Catalina de Médicis and her daughter
Isabel de Valois, third wife of king Philipp II of Spain from 1560 to 1568, see also Junceda Avello,
1991, pp. 135-136.
20
García Martínez, 1994, pp. 19-20.
21
See for example García Martínez, 1994, p. 26.
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20
Midwives and grandmothers could turn from allies to fierce adversaries: In 1566, in
La Vellés (Salamanca), one María Gavilana sued the midwife Inés Martín for causing
the death of her daughter and her daughter’s baby through negligent attendance. Inés
Martín was a midwife who resided in the same town and who had assisted during
childbirth22.
In Early Modern Spain, to be sure, many a baby was born in a state that called
for urgent sacramental action. We have found a surprising number of reports of
grandmothers supervising this hasty ritual of domestic christening23. When baptism
was performed in a regular way at a baptismal font, it used to be the grandmother
who, together with the midwife, accompanied the baby’s father and carried the infant
in her arms during its first short exploration of the big, wide world24. Grandmothers
very often became their grandchildren’s godmothers25.
A woman who had fought her way through life and reached the realms of
old age, was by that very achievement endowed with authority. The acts and symbolic
practices discussed so far all added to her supremacy in a family network. A
grandmother who did not live long enough to see her grandchild being born could
of course not perform them. Nevertheless, in many a case her memory was evoked
and honoured around the time of birth, most visibly through the act of christening:
a grandmother’s first name ranked very highly on the list of names to be chosen for
a baby26. Again, this seems to be true for both the daughters of queens and duchesses,
and the offspring of peasants and artisans.
(Let us not leave unmentioned: some sources also indicate the hustle and
bustle of “grandmothers from hell”27, as Sarah Blaffer Hrdy calls them, in Spanish and
Latin American communities. That is, grandmothers who were more concerned with
the family honour than with an infant’s welfare, thus killing new-borns or leaving
them at the mercy of strangers or foundling homes 28. We will not unfold this
complicated and complex aspect here, suffice this brief reference together with the
See e.g. Ejecutoria del pleito litigado por María Gavilana y Pedro González, por si y en nombre de
María González, su hija, madre, marido e hija respectivamente de Francisca Gavilana, difunta, vecinos
de La Vellés (Salamanca) y Castellanos de Moriscos (Salamanca), con Inés Martín, viuda de Pedro
Acedo, vecina de La Vellés (Salamanca), sobre fallecimiento de dicha difunta y su criatura por
negligencia de la partera, Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, 1566-01-25,
ES.47186.ARCHV//Registro de ejecutorias, caja 1091, 7.
23
See Aichinger/ Dulmovits, 2020, p. 24-29.
24
As for the importance and symbolism of this first outdoor activity see Loux, 1978, pp. 142-147.
25
For France see Morel, 2008, p. 144-145; for Italy De Marchi/ Alemani, 2015, pp. 124-125.
26
See for example González López, 2019, pp. 411-412, Carretero Melo, 2002, p. 236. For a similar
situation in France and Italy see Morel, 2004, p. 16.; De Marchi/ Alemani, 2015, pp. 124-125.
27
Hrdy, 2009, 262.
28
The question deserves a fuller examination. I have found scarce references to grandmothers involved
in the exposure of new-borns so far. Clues to their role in infanticide can be found in Rodríguez
González, 2018, p. 284. For possible “opposite effects of maternal and paternal grandmothers” see
Voland/ Beise, 2002.
22
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21
announcement of further research on this important point.)
CONCLUSION
Birth in the past was much more than a moment of transition from a mother’s womb
to the visible world, an action to get over with as fast as possible. It was the moment
in which the foundations for a life to come were laid; where elementary social ties
were created and symbolically expressed; where authority was exerted and confirmed.
We can confidently state: a grandmother who took a baby to the baptismal font, who
bequeathed an infant with her Christian name, and who sanctified her house through
the birth of a grandchild was bound to provide further support, or at least to become
a powerful image imprinted in a human’s body and soul.
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(revised 6 May 2021).
(all images are in public domain)
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Avisos
deViena
CLARA BONET PONCE
LA VIDA (ANTES DE LA VIDA) DE DON GREGORIO
GUADAÑA Y OTROS PERSONAJES1
Universidad Católica de Valencia
clara.bonet@ucv.es
The Life and Opinions of Tristram Shandy, Gentleman (1759-1767), de Laurence
Sterne, constituye, por varios motivos, un hito en la memoria literaria universal. Uno
de ellos es que el nacimiento del narrador no sucede hasta el libro III, por lo que es
la voz del feto no nacido la que hasta ese momento refiere acontecimientos y
opiniones desde el vientre materno. No obstante, esa pirueta narrativa se había
producido ya en la España Moderna, más de un siglo antes: Antonio Enríquez Gómez
publica en 1644 El siglo pitagórico y vida de don Gregorio Guadaña e introduce de
forma explícita la voz en primera persona del niño no nacido en el capítulo segundo.
Esta obra, notable tanto por los géneros que en ella se entremezclan como por su
hipótesis central, narra las diversas trasmigraciones de un alma en distintos personajes:
la de don Gregoria Guadaña sería la quinta transmigración. En este sentido, no es
casual que esta chocante ruptura de las leyes de la verosimilitud se produjese en un
género como la picaresca, tan proclive a detallar la ascendencia2 del pícaro. Lázaro
Revisado y corregido por Antonio Sánchez Jiménez. Publicado como parte del proyecto FWF The
Interpretation of Childbirth in Early Modern Spain (FWF Austrian Science Fund, P32263-G30) y
Desde los márgenes. Cultura, experiencia y subjetividad en la Modernidad: Género, política y saberes
(siglos XVII-XIX) [Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades PGC2018-097445-A-C22].
Agradezco sobremanera a Wolfram tantas sugerencias que espero desarrollar en un trabajo más
amplio, así como a Simon sus consejos.
2
Como es de justicia en el relato de un pícaro, en el primer capítulo Gregorio menciona el oficio de
su padre, el doctor Guadaña, y el de su madre, la comadre de la Luz, pero también a su tío el boticario,
a su otro tío el cirujano, a su abuelo el sacamuelas, a su abuela la “remiendavirgos”, a un primo
alquimista, a una prima maestra, a un bisabuelo truhan, a una bisabuela barbera de damas… La
nómina de todos ellos y sus respectivos oficios, aunque se antoja infinita, proporciona información
1
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Carreter (1970: 29) advierte esta intensificación y señala lo que ya era un rasgo propio
del género con el que juega Enríquez Gómez: “Si los pícaros cuentan quiénes fueron
sus padres, una variante novedosa consistirá en hablarnos de sus abuelos y tatarabuelos.
Si narran su niñez, Gregorio Guadaña se remontará más y describirá su vida
intrauterina”. Sanz-Lázaro (2020) ha relacionado el nacimiento del género picaresco
y su naturaleza misma con el relato de la llegada al mundo del pícaro. En el mismo
género, a saber, en el breve relato de don Gregorio, se encuentran diversas
representaciones acerca de la vida in utero que entroncan con algunas de las
concepciones seculares relativas a la vida en el seno materno.
LA VIDA IN UTERO
En efecto, la vida en el útero materno había sido objeto de múltiples reflexiones y
representaciones anteriores, aunque rara vez se había dado voz al feto mismo. De
entre las variadas características que se subrayan en este periodo, aparece con claridad
el topos del vientre materno como el lugar de la elección o consagración religiosa.
Los relatos bíblicos3 de los profetas Jeremías e Isaías, de Sansón y del propio Juan
Bautista van a anticipar el motivo de la elección personal por Dios ya desde el útero.
En este sentido, son numerosos los predicadores áureos que emplean la metáfora del
bebé en el seno materno como signo del nacimiento a la vida del espíritu. Así, fray
Luis de Granada refiere de este modo la llamada de Jeremías, quien “tiembla […]
dentro del vientre de su madre santificado y no halla rincón donde se esconde” (318).
Las connotaciones positivas relacionadas con el embarazo y el vientre materno, en
tanto que símil del cuidado divino con sus criaturas, son abundantes: “Mirad un niño
en el vientre de su madre, que no siente trabajo […]. Está desnudo y no ha frío, no
come y no tiene hambre, anda y no tiene cansancio” (Concepción, Pláticas, 14), pues
todo lo recibe de la madre “por vías secretas que ni el niño lo sabe ni la madre lo
entiende” (Concepción, De los oficios, 161v). Además, sabemos que el niño en el
útero es considerado sujeto de derecho, de un modo especial a partir de los cuarenta
días de la concepción (ochenta en el caso de ser mujer).4 En efecto, la criatura era
considerada “viva” en torno a los dos meses de embarazo, de acuerdo con la recepción
acerca del universo de los judíos conversos en que se crio el propio Enríquez Gómez.
Dios se dirige a Jeremías en estos términos: “antes de haberte formado yo en el vientre, te conocía;
antes que nacieses, te había consagrado yo profeta; te tenía destinado a las naciones” (Jr, 1, 5). El
profeta Isaías afirma que “me hizo siervo suyo ya desde el seno materno” (Is 49, 5). La madre de
Sansón -antes estéril- escucha unas palabras que también nos resultan familiares: el Señor le anuncia
que [va] “a concebir y a dar a luz un hijo, que será nazireo [sic] de Dios desde el seno materno: no
pasará la navaja por su cabeza, (Jc 13, 5). La manifestación de la vida uterina por antonomasia se
produce en el evangelio de Lucas, pues “en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el
niño en su seno” (Lc 1, 41).
4
Como ha trabajado recientemente Aichinger (2021), en su Disputatio de vera naturalis et legitimi
partus designatione (1628) Alonso de Carranza analiza de forma pormenorizada las cuestiones
relativas al estatuto legal del feto no nacido, pues las consecuencias jurídicas de ser considerado o no
“criatura viva” eran muy significativas en términos sucesorios.
3
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de las teorías aristotélicas. Este tiempo se ha asociado también a una –tempranapercepción de los primeros movimientos fetales.5
A pesar de las connotaciones positivas que el vientre materno adquiere en los
contextos anteriores, el Génesis también refiere un relato donde el útero de Rebeca
aparece como un espacio de confrontación entre Jacob y Esaú, como anticipo de
futuras hostilidades entre edomitas e israelitas: “pero los hijos se entrechocaban en su
seno. Ella se dijo: ‘Siendo así, ¿para qué vivir?’ ” (Gn 25, 23). El motivo de los
hermanos peleando por su mayorazgo en el seno materno se convierte en el
exemplum perfecto para ilustrar las consecuencias de las guerras intestinas, por
ejemplo, entre hermanos religiosos: “que por eso Rebeca sintió tanto el parto de
aquellos dos niños, Jacob y Esaú, porque lucharon y pelearon dentro del vientre de
su madre”, pues “luchas entre hermanos y dentro de un vientre, una religión y una
casa, es terrible cosa, de grande molestia y sentimiento” (Concepción, Recogimiento,
671). Este mismo motivo se traslada a otra novela picaresca, a La pícara Justina, donde
se refiere el caso de “las dos hijas de Silva, que forcejeaban en el vientre de su madre
sobre cuál saldría primero” (669). Era tan relevante nacer antes que el propio
hermano, que dichas disputas se habrían producido antes incluso de nacer.
Al margen de los movimientos más o menos violentos del feto y de los
conocimientos relativos al desarrollo fetal en el útero materno que ya se tenían, este
espacio se presenta en ciertos textos como un lugar de comunicación con el exterior:
en las Noticias de Madrid (1621-1627) se refiere que parió “un hijo la Señora la
Marquesa de Casal Rodrigo del cual se dice que lloró dos veces en el vientre de su
madre” (112). De hecho, en la versión apócrifa del Guzmán de Alfarache se
menciona, dentro de un largo listado de supersticiones, una de ellas que estaría
relacionada con “la voz que se oía dentro del vientre de las mujeres, que llaman
engastrimancia” (194). En cualquier caso, aquello que sucedía en el útero, rodeado
siempre de un halo de misterio, trataba de explicarse, todavía, en términos galénicos:
por ejemplo, a mediados del siglo XVI se consideraba que el sexo del embrión se
determinaba en los primeros meses fruto del calor o frío que recibiera la madre en
ese periodo.6
Estas y otras disquisiciones similares están recogidas en el Tratado de embriología sagrada (1848), de
Riesco Le-Grand, obra en la que se puede seguir la evolución de este apasionante tema, que todavía
ocupa un amplio espacio en la opinión pública de nuestras sociedades.
6
“Para entendimiento de lo qual es de notar que la mujer es diferente del varon, fundamentalmente
en quanto el calor de la muger es menos poderoso que el calor del varon, y por esta razon no pudo
naturaleza echar fuera del vientre los miembros de la generacion como el varon, el qual por la fuerça
de su calor pudo echarlos fuera: y desta manera por razon de la causa eficiente cumplió naturaleza
su fin, es a saber, que quedassen estos miembros en la muger dentro del vientre, porque defuera no
se pudiera bien formar la criatura” (Anathomia, 69v).
5
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29
LA ESPERADA LLEGADA DE GREGORIO
Volvamos a la obra de Enríquez Gómez: tras doce años de matrimonio, se producen
calurosas discusiones entre los padres de Gregorio Guadaña acerca de la falta de
descendencia: la madre (precisamente por ser comadrona) teme fallecer en el parto,
mientras que el padre desea un heredero. Al cabo de un tiempo indefinido, sin
recurrir a “tramoyas” ni “artificios”, 7 la comadre Brígida queda encinta. Resulta
relevante el modo en que ella se entera de que está preñada. Los primeros
movimientos fetales podían ser, como se ha visto, un signo reconocible del embarazo,
aunque el más claro y el primero que se manifestaba era la falta del periodo. Así lo
refiere el propio Gregorio:
Estas y otras pláticas solían tener mis padres sobre faltarles heredero
(según me contaron después) hasta que un día, estando mi madre
descuidada, yo llamé a la puerta de su estómago con un vómito.
Bien temía ella mi venida, habiéndola faltado el correo ordinario:
tres meses sin carta mía. (6)
La madre ya intuía el embarazo, tras tres meses sin el periodo, pero el primer vómito
certifica sus temores. Este síntoma del embarazo, que no es común a todas las mujeres,
suele desaparecer en torno al segundo trimestre de la gestación, pero aquí se presenta
como señal inequívoca que confirma lo que anunciaban las reglas faltantes. De forma
inmediata y grotesca, ella empieza a padecer de golpe todos los síntomas asociados al
embarazo: “el ansia de heredero”, el pulso que su marido le toma e informa del
preñado, y, sobre todo, unos violentos antojos que la llevan a morder en el pescuezo
a su marido cuando este no le trae el ave fénix que ella le había pedido para cenar.8
Resulta especialmente cómico que la madre atribuya a la voluntad del “heredero” sus
propios deseos. Al margen de estos síntomas, que se manifiestan sobre todo en la
madre, el niño pronto hace sentir sus movimientos dentro del útero:
Di en ser tan entremetido desde el vientre de mi madre, que no la
dejaba dormir de noche, a puras coces. Era un diablo encarnado.
Solía meterme entre las dos caderas, y ella daba unas voces tan
fuertes, que las ponía en la vecindad, por no enfadar al cielo.
Cuando ella estaba descuidada, solía yo darle una vuelta al
aposento de su vientre, y revolverla hasta las entrañas. (7)
Como se ha visto, los movimientos bruscos del feto en el seno materno son un
motivo ya asentado y suelen anticipar el carácter inquieto del niño por nacer, que
parece anunciarse en ese revolver las tripas de su madre. En La pícara Justina se refiere,
también en clave cómica, el caso de un hijo que “en los nueve meses que estuvo en
el vientre de su madre, en estando ella dormida le sacaba algunas tripas y se las iba a
7
Sería interesante abundar en las veladas acusaciones que hace la madre al doctor en relación con la
posibilidad de concebir de un modo más artificial, aunque excede la extensión de este breve trabajo.
8
Así advierte la mujer a su marido, antes de atacarlo: “Doctor, pues quisisteis heredero, y no le trajisteis
el ave fénix, servidle de avecena” (7).
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vender a las bodegoneras” (143). En efecto, esta descripción implica la percepción de
una fuerte desconsideración para con la madre por parte de algunos hijos. En el caso
de Gregorio, las coces del niño y los alaridos de la madre atestiguan que el embarazo
se le antoja a doña Brígida peor que una posesión infernal.9 De forma irónica,
advierte que peor que estar endemoniada es estar “endoctorada”, aunque ella afirma
tener “el diablo en el cuerpo”, por lo que solicita de forma constante una bizma, un
emplasto que alivie sus horribles dolores. Resulta revelador que la madre de Gregorio,
a pesar de su oficio, viva el embarazo como si fuera una dolorosa enfermedad. No
hay connotación gozosa o esperanzada en ninguna de las fases previas al
alumbramiento.
Si bien en las piezas mencionadas los movimientos furiosos del feto no tienen
mayores consecuencias, se ha hallado una relación de sucesos cuanto menos
inquietante a propósito de la vida intrauterina y que supone una exasperación de las
señales que advertía doña Brígida en el embarazo de Gregorio. Tal y como sucede
con la novela picaresca, también los romances populares que referían la vida delictiva
de los malhechores (muchos de los cuales serían ejecutados) señalaban el linaje del
delincuente al principio de la pieza. 10 En efecto, se advierte que cuanto más
horrendos eran los crímenes, mayor era la maldad que el delincuente manifestaba ya
desde la niñez. En la siguiente relación anónima, el título pone de relieve la
perversión del personaje, que aparece ya en el seno materno:
Curioso romance del caso más estupendo que se ha visto en estos
tiempos. Dase cuenta como marido y muger, que avia algunos
años que estavan casados no tenian sucession y muy deseosos de
tenerle hizieron muchos [...]emos, y casi desesperados, con
peticiones [...]su divina Magestad, dandoles vn hijo, el qual en el
vientre de su madre rabiaba y la mordia como un perro; y despues
de nacido mato a su padre y otras muchas muertes que hizo y
grandes estragos como vera el Curioso, sucedio en el Reyno de
Aragon. Año de 1697.
De este modo, aunque los padres habían deseado durante años tener descendencia,
muy pronto se advierte el carácter maligno del niño, que tortura a su madre cuando
duerme:
Dentro de un breve tiempo
Se [quedó] encinta Ysabel
Y aunque estaban muy contentos
9
Son numerosas las relaciones de sucesos que refieren partos de monstruos en el periodo que nos
ocupa (Iglesias Castellano, 2013, por ejemplo). La fascinación por el horror, lo mágico o demoníaco
se deja adivinar en la atribución de tales horrendas características al propio hijo al que no se ha visto,
que está todavía por venir. La creencia de que un niño estaba endemoniado no era, en este sentido,
exclusivamente metafórica.
10
Gomis Coloma (2016) ha trabajado la llamada literatura de patíbulo en España: los ciegos que
componían los romances solicitaban el archivo de la causa mientras el preso estaba en capilla, de tal
modo que podían vender los pliegos que contenían la vida y obra del delincuente a la muchedumbre
que asistía al ritual punitivo. Di Pinto (2010) denomina a estos textos “jácaras de sucesos”.
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Tenía dentro del vientre,
Y en particular durmiendo,
Como que un perro rabioso
La mordía, y sin alientos
Recordava dando vozes
Y muchas vezes diziendo
A su marido: Francisco
Que me abraso, que me muero. (vv. 48-58)
El tono difiere profundamente del empleado en La vida de don Gregorio Guadaña,
pero el símil animalizante es compartido (aunque este más peligroso: lo que antes
eran coces de burro son ahora bocados de un perro rabioso). Las voces de Isabel son
acertadas pues, en efecto, muere de sobreparto, terror que recordemos acechaba
también a doña Brígida. 11 Este modo de entrar en el mundo, a dentelladas y
“matando” a la propia madre, anuncia las calamidades que la vida de este hijo traerá
al conjunto de la sociedad:
La madre murió de parto,
y el padre le buscó luego
Un ama que le criasse
Y apenas lo puso al pecho,
Quando se le encanceró,
De forma, que sin remedio
Murió, sin que le causasen
Las medicinas efecto,
De la misma enfermedad
Otras tres amas murieron […] (vv. 67 -76)
Aunque excede el objeto estricto de este trabajo, se ha querido incluir el fragmento
relativo a la lactancia del futuro criminal, pues la naturaleza acumulativa de sus delitos
se anuncia también en esa -se colige- furiosa manera de mamar que habría provocado
la muerte de cáncer de hasta cuatro nodrizas. Como resulta lógico, a estos crímenes
solo pueden seguir otros mayores: el delincuente roba y mata a su padre; despeña a
un carmelita; roba, viola y mata a una doncella; saja los pechos de una madre cuyo
hijo lactante estrella contra el suelo; degüella a un rebaño entero y a sus pastores; etc.
La crueldad del malhechor, creciente, no hace sino confirmar lo que hacían prever
esos furiosos mordiscos. Por ello, resulta especialmente aleccionador para la
comunidad toda que la relación concluya con su castigo: “ejecutáronlo ansí, /
sirviendo de gran consuelo / a hombres niños, y mujeres, / por la quietud de sus
Pueblos” (vv. 235-238).
Si bien es cierto que las patadas y los golpes en el seno materno, como se
ha señalado, pueden augurar la futura maldad del niño, dan siempre ocasión a los
padres para discurrir sobre el destino de su hijo y, en el caso de Gregorio, sobre su
11
Este tópico áureo aparece, entre otras obras, en La vida es sueño, donde Segismundo como “humana
víbora” mata a su madre Clorilene al nacer, corroborando, a ojos de Basilio, los negros presagios que
anunciaban su nacimiento (Aichinger, 2014).
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futuro oficio. La comadre Brígida, a tenor de las patadas que recibe, reivindica su
profesión en detrimento de la de su marido:
Pero en lo que toca a ser infante, malos años para vos; infante ha
de ser, y como, tal se está ensayando para revolver el mundo. Qué,
¿queréis un doctorcito? No, no os veréis en esto: ahíto está el
mundo de doctores, y no de comadres. (7)
Estas especulaciones fantasiosas, fruto de relacionar los movimientos uterinos de la
criatura con su probable profesión, se encuentran ya y también en la comedia Todo
es dar en una cosa (1635), de Tirso de Molina. 12 Los pastores Carrizo y Pulida
discuten de forma acalorada sobre la futura profesión de su hijo. La pastora no solo
lo siente “dar vueltas día y noche”, sino que sus antojos, en esta ocasión, se manifiestan
en unos síntomas cuanto menos extraños, tal y como le refiere al pastor Bertol cuando
se los encuentra:
BERTOL
PULIDA
BERTOL
PULIDA
BERTOL
PULIDA
¿Sobre qué estáis altercando?
¿Sabéis vos lo que ella tien
en el vientre?
A un escribén.
¿Pues de dó lo vais sacando?
¿De dó? Siéntole dar vueltas
de día y noche.
¿Pues bien?
Luego ha de ser escribén
quien mis tripas trae revueltas.
Desque preñada me siento
se me antoja levantar
testimuños y arañar
cuanto topo. En todo miento
y en cualquiera falsedad,
si se conciertan conmigo,
a cuantos lo dudan digo:
yo doy fe de que es verdad.
Un proceso sé esconder
un mes por menos de un cuarto.
Si es tramposo antes del parto,
¿después dél qué vendrá a ser?
(vv. 641-660)
Al margen de la cómica asociación del ser escribano con ser mentiroso y tramposo,
resultan reveladores los dos últimos versos (en concreto la acusación de ser “tramposo
antes del parto”), en los que se advierte que no es sólo el nacimiento el que se cifra
como augurio de la vida toda, sino que el comportamiento fetal podía interpretarse
como un signo patente del carácter de la criatura no nacida.13 Además, estos rasgos
12
13
Agradezco a Blanca Oteiza la referencia a este pasaje.
Aichinger (2021) ha sintetizado los postulados del médico Iván Sorapán de Rieros (Medicina
española, 1616), según el cual la vida intrauterina sería una suerte de versión abreviada de la vida del
nasciturus: ”pueden trazarse paralelismos entre las etapas del desarrollo prenatal con las diferentes
edades de la vida humana” (105).
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del futuro del feto hacen de la madre una suerte de marioneta que se comportaría
en función de ese hipotético destino de su hijo. Al decir de Pulida, ella misma actuaría
de modo involuntario como un funcionario tramposo –de forma paralela a la madre
de don Gregorio y sus extrañas reacciones, atribuidas a la voluntad del feto-.
En síntesis, las breves páginas en las que Gregorio describe su “entrada” en el
cuerpo de su madre, su estancia durante nueve meses y el momento del parto14
recogen en clave cómica gran parte de los conocimientos seculares sobre el periodo
previo al alumbramiento. Dejemos ya a don Gregorio a las puertas de la vida (umbral
que se le antoja como un ser arrojado “de la ventana de la muerte a la calle de la
vida”), no sin señalar que el narrador presenta su propio parto como una moción
suya: “Últimamente en estas disputas llegó la hora de enfadarme yo de la posada;
comencé a sacudir las túnicas de la vida para vestirme las de la muerte” (7).15 Con
este gusto por la paradoja tan propio del barroco, el pícaro recurre al tópico del
vientre materno como cárcel de la que se libera el feto al nacer,16 aunque lo haga
para ir a caer en una peor: “Vistiéronme la primera mortaja y empecé a jurar de
cadáver, y a recibir por cuenta la respiración del aire. ¡Quién dijera que después de
nueve meses de cárcel me diesen libertad en otra más oscura!” (8).
14
No se ha querido abundar en este sensacional relato, aunque sería interesante hacerlo por extenso,
que ha sido trabajado ya de forma parcial en García Santo-Tomás (2014) y Aichinger (2018).
15
En posteriores trabajos quisiera desarrollar alguna de las líneas que apuntaron Aichinger y
Grohsebner en esta misma revista (2020), pues los tejidos que de un modo tan íntimo se relacionan
con la vida del hombre y las labores de la mujer embarazada o en el hecho de recibir al recién nacido
a la vida se representan incluso dentro del vientre materno. En él se entretejen las membranas del
cuerpo femenino con las del hijo, religando de nuevo la maternidad con los tejidos, como aparece
en la siguiente cita: “¿Qué otra cosa es el hombre sino un papel falso, húmedo, mojado, de estraza,
hecho de trapos viejos molidos juntos y amasados en el vientre de su madre?” (Concepción, El
conocimiento interior sobrenatural, 1613, 60r).
16
Aquello que Calderón llama el “primer sepulcro del hombre” tiene la peculiaridad de juntar “pañales
y mortaja”, que diría Quevedo, en un momento crítico y extraordinario a un tiempo.
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FUENTES PRIMARIAS
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[…] Reyno de Aragon. Año de 1697”, CBDRS 0005364A, A Coruña, Fondo
fotográfico donado por Mari Cruz García de Enterría al grupo SIELAE,
https://www.bidiso.es/CBDRS/ediciones/BDRS0005364/4726/ejemplar/
7236.
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Concepción, San Juan Bautista de la (García Gómez, Juan), El recogimiento interior
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Concepción, San Juan Bautista de la (García Gómez, Juan), Pláticas a los religiosos
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Enríquez Gómez, Antonio, Vida de don Gregoria Guadaña (1644), en Tesoro de
novelistas españoles, III, Eugenio de Ochoa (ed.), Paris, Baudry, 1847.
Granada, Fray Luis de, Tratado de algunas muy devotas oraciones (1561), Fr. Justo
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Tirso de Molina, Todo es dar en una cosa, en Trilogía de los Pizarros, III, Miguel
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España del Siglo de Oro, en La violencia en el teatro de Calderón: XVI
Coloquio Anglogermano sobre Calderón, Manfred Tietz y Gero Arnscheidt
(eds.), 2014, pp. 17-36.
Aichinger, Wolfram, Childbirth Rhythms and Childbirth Ritual in Early Modern
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6.1., 2018, pp. 391-415.
Aichinger, Wolfram, Dar tiempo al tiempo, Bulletin of the comediantes, 73, 2021, pp.
93-115.
Lázaro Carreter, Fernando, Para una revisión del concepto «novela picaresca», en
Actas del Tercer Congreso Internacional de Hispanistas, Carlos H. Magis
(coord.), 1970, pp. 27-45.
Di Pinto, Elena, Jácaras de sucesos: otra modalidad (El Caso en jácaras), en Cultura
oral, visual y escrita en la España de los Siglos de Oro, Madrid, Visor, 2010,
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García Santo-Tomás, Enrique, “Offspring of the Mind”: Childbirth and Its Perils in
Early Modern Spanish Literature, in Medical Cultures of the Early Modern
Spanish Empire, John Slater, María Luz López-Terrada and José Pardo-Tomás
(eds.), Ashgate, Farnham, 2014, pp. 149-166.
Gomis Coloma, Juan, Los rostros del criminal: una aproximación a la literatura de
patíbulo en España, Cuadernos de Ilustración y Romanticismo, 22, 2016, pp.
9-33.
Iglesias Castellano, A. Partos extraordinarios: la representación de lo monstruoso en
la España Moderna a través de las relaciones de sucesos, eHumanista: Journal
of Iberian Studies, 24, 2013, pp. 433-465.
Sanz-Lázaro, Fernando. El nacimiento de un nacimiento. Avisos de Viena, 0, 2020,
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Avisos
deViena
GIUSEPPE PIO CASCAVILLA
FROM DUSK TO DAWN, THE UNUSUAL DONANMA
FOR THE BIRTH OF THE SULTAN’S DAUGHTER IN
17611
British Museum
gcascavilla@britishmuseum.org
Childbirths within ruling dynasties became matter of public interest, since they
ensured the biological and genealogical continuation of the dynast. They were
usually the cause for extensive celebrations, as their importance transcended the mere
familial nature of a regular birth. In many cultures, these public celebrations assumed
an unprecedented and varied degree of grandiosity, length and cost. The Ottoman
Empire was certainly no exception to this, but how did the Ottoman sultans publicly
celebrate these events? And what was the significance of these celebrations for the
dynasty, elites, commoners and foreign representatives?
In order to answer these questions, I examined reports written by the chargé
d’affaires of the Republic of Ragusa to Istanbul Pietro Cingria (Petar Čingrija in
Croatian). Cingria was a Ragusan merchant who was well acquainted with the
reality of the Ottoman capital, not only because he remained in charge for more
than a decade, from 1755 to 1768, but also due to his marriage to a woman of
Levantine heritage. 2 As such, with his background, experience and family
connections, he knew Istanbul well and had access to a great deal of information.
1
Revised and corrected by Costanza Dopfel and Alvaro Ramirez.
I want to thank Wolfram Aichinger, Marie Radinger and Sabina Grohsebner for the fruitful exchange of ideas
from which this article sprang and for their hard work and patience. My gratitude also goes to Costanza
Gislon Dopfel and Alvaro Ramirez for proofreading the paper, as well as to Lisa Guastella and Samantha
Gordon who had the kindness to read it. Their valuable considerations and suggestions made it much more
readable and clear. Last but not least, I am also deeply grateful to Massimiliano Pezzi for his precious
information about the archival sources used in this paper.
2
Miović, Ottoman Empire and the Republic of Dubrovnik, 196.
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37
Cingria reported a number of imperial births, but I have chosen in one
particular, which shows noteworthy features. It took place in 1761, during the rule
of Mustafa III, and was described in more detail than other imperial births. The
Ragusan diplomat, as well as other foreign representatives or chroniclers, indicated
the public celebrations connected to the birth of an imperial offspring with the word
“donanmà”, which in Ottoman Turkish simply meant “decoration of the streets of
a city”. This term was used for celebrations that could be proclaimed not only for a
birth of sultan’s progeny, but also for other important religious or secular reasons.3
The donanma for a newborn child was an occasion for public rejoicing, but
probably even more so than other events it offered the occasion for the elite class to
demonstrate their support to the ruling dynasty, as their loyalty would certainly be
put to a test.
Let’s start with some background by way of Sultan Mustafa III’s ascension to
the throne at the end of 1757. His two predecessors (and cousins) Mahmud I and
Osman II, neither of whom had children, ruled from 1730 to 1754 and from 1754
to 1757 respectively. The last sultan with a family was Mustafa’s father, Ahmed III,
who fathered 45 children, the youngest born in 1732. When the first daughter of
Mustafa III was born in 1759, Istanbul had not witnessed an imperial birth for nearly
three decades, so as a result great and sumptuous celebrations took place.4 According
to Baron de Tott, since celebrations for the birth of an Ottoman princess normally
only consisted in revelries on the sea, these great festivities were an exception to the
rule, organized to celebrate the break of “a long sterility” rather than just the
princess’ birth.5
When in March 1761 Cingria informed the Ragusan government that one
of the women of the harem was pregnant, he confirmed that the gender of the
newborn would have determined the extent of the festivities. He wrote that
according to general hearsay the odds were in favour of a boy. Had this been the
case, large celebrations were expected not only in Istanbul but throughout the whole
empire. However, should a princess be born, these would have been restricted to
the “only Gates of the Seraglio”.6
After the joy with the birth of his first daughter in 1759, along with the break
3
Ménage, “Donanma”, The Encyclopaedia of Islam, vol. 2, 615. Girolamo Vignola, secretary of the Venetian
Bailo in Constantinople described the public celebrations for the conquest of Yerevan in 1725. Vignola also
mentioned the distinction between the donanma “da terra” and the one “da mar”. The former implied all the
celebrations in the streets and on land, whilst the latter involved ceremonies, fireworks (and even a reenactments of the battle in this case) made at sea. Pedani, Relazioni di ambasciatori veneti, 876. A recently
published volume by Sinem Erdoğan İşkorkutan offers an updated overview on the research on Ottoman
festivals in general. Erdoğan İşkorkutan, Imperial Circumcision, 18-23. The volume itself is a significant
contribution to the subject.
4
Cingria wrote that the celebrations were so solemn that “nothing like that had ever been seen in
Constantinople”. Pietro Cingria to Ragusa, (Pera of Constantinople, 14th April 1759), Državni Arhiv u
Dubrovniku (hereinafter DAD), Diplomata et Acta (hereinafter DeA), 18th c., 3165, n. 56, foll. 1v-2r.
5
de Tott, Mémoires, 1, 150n1.
6
Pietro Cingria to the Republic of Ragusa, (Pera of Constantinople, 14th February 1761), DAD, DeA, 18th c.,
3166, n. 2, fol. 2v.
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of such a long dry spell providing with a renewed confidence in Mustafa’s ability to
produce children,7 two years later the sultan’s focus turned to his impatience for a
son.8
THE PREPARATIONS
No imperial order for a public festival had yet been issued, but the preparations were
in full swing and everyone was busy with these according to the “force, and the
convenience” of each person.9 In all this uncertainty the only sure thing was the
great deal of expenditure “among all the classes and orders of this little world”.10
The ministers were the ones more engaged as they were “studying the way
to invent something new” to please and impress the sultan.11 What struck Cingria
the most was the scale and pace of the preparations, despite the fact that the sultan
was still silent about the celebrations.12Even the foreign diplomats, who were also
supposed to participate in the festival, had not been provided with any information,
as the instruction was to first wait for the birth and then enter in the “disposition of
the universal glee”.13
In this frenzied atmosphere the sultan apparently kept conducting his business
as usual, expanding his incomes and going out on horseback to inspect several parts
“of this vast metropolis” every day, looking for those items on which he could
impose new duties and taxes, while leaving the administration of the government to
the Grand Vizier.14
BIRTH AND CELEBRATIONS
On 11th April Cingria wrote that the delivery was imminent and that the expenses
for the donanma were very high.15 The event took place only few days later, but
Cingria only reported it on 9th May and placed this news at the opening of his letter,
which was normally devoted to the most compelling and important issues. The birth
was also singled out by the simultaneous occurrence of Ramadan, which had put all
other business “in oblivion”. High hopes and great expectations for a male heir were
dashed, since on 19th April a girl was brought into the world, saluted for three days
7
Pietro Cingria to Ragusa, (Pera of Constantinople, 14th April 1759), DAD, DeA, 18th c., 3165, n. 56, fol. 1v.
Pietro Cingria to the Republic of Ragusa, (Pera of Constantinople, 14th February 1761), DAD, DeA, 18th c.,
3166, n. 2, fol. 2v.
9
Ibid., fol. 2v.
10
Ibid., fol. 3r.
11
Pietro Cingria to the Republic of Ragusa, (Pera of Constantinople, 14th March 1761), DAD, DeA, 18th c.,
3166, n. 3, foll. 1v-2r.
12
“e tutto ciò senza che sin a quest’ora sia emanato alcun commando della Porta tendente a preparativi tanto
straordinari et strepitosi.”.Ibid., fol. 2r.
13
Ibid., fol. 2r.
14
Ibid., fol. 2r.
15
Pietro Cingria to the Republic of Ragusa Ragusa, (Constantinople, 11th April 1761), DAD, DeA, 18th c., 3166,
n. 4, fol. 4r.
8
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in a row by cannon fire. The child was the second-born daughter of the sultan and
was named Şah Sultan.16
The disappointment connected to her gender was evident:
[…] Per tutto il corso della notte non si seppe à che tenersi: fù sparsa
la voce senz’eccezione che fosse uscito alla luce un Prencipe, mà in
seguito trà discorsi ambigui e masticati, convenne dichiararsi, et
esporre alla pubblica notorietà la nascita poco gradita d’una
Principessa. Per raddolcire questo boccone d’amarezza,
immantinente fu propalata la gravidanza d’un’altra Sultana, che frà 5
a 6 mesi prometteva di dar un successore all’Imperio […].17
The day after the birth, the solemnity of the donanma was finally proclaimed. At
first, everybody thought the celebrations were to follow a much lower profile, but
things turned into something very different. Cingria attributed the following
unfolding of events to the desire of the ministers to please the sultan, which in turn
unleashed the rest of the population in indulging in pomp, with setting precious
ornaments made of fabric and other expensive decorations.18
In his description, Cingria makes one understand that once the celebrations
began, the initial disappointment turned into a “general mania”, as he underlined
the remarkable fact that people of more modest condition were spending more than
the wealthy and that nobody restrained expenditures until the end of the festival.19
A visual element of great impact were the lights that illuminated throughout
the night:
[…]“tutti li Seragli, moschee, mercati, bottteghe et altri luochi
pubblici e con tal affluenza di popolo che sin all’alba non è possibile
di romper la calca per caminare per le strade.[…].20
As this donanma occurred during the month of Ramadan, it was possible to celebrate
only from the sunset to the sunrise.
However, not everyone was willing to share such a joy and expenses. Cingria
Pietro Cingria to the Republic of Ragusa, (Pera of Constantinople, 9th May 1761), DAD, DeA, 18th c., 3166,
n.5, foll. 1r-1v. The daughters of the sultans could not access to the throne, but by no means they were
relegated to a passive and segregated life. Boyar, “Political Visibility of Ottoman Women”, 230-252. There
is not much information on Şah Sultan, but after being betrothed twice at a very early age, she was given in
marriage to an Ottoman notable at the age of 17 and was very active throughout her life. Çağatay Uluçay,
Padişahların kadınları ve kızları, 153-154.
17
“[…] Throughout the night it was impossible to understand [what happened]: rumours spread that with no
doubt a Prince was born, but afterwards between ambiguous and chewed speeches, it was necessary to admit
and bring to the public knowledge the little welcome birth of a Princess. To sweeten this bite of bitterness, it
was immediately divulged the pregnancy of another Sultana, who within 5 or 6 months promised to give a
successor to the Empire […]”. Pietro Cingria to the Republic of Ragusa, (Pera of Constantinople, 9th May
1761), DAD, DeA, 18th c., 3166, n.5, fol. 1v.
18
Ibid., fol. 1v.
19
Ibid., fol. 2v.
20
“[…] all the Seraglios, mosques, markets, shops and other public places and with such a turnout of people
that until dawn it is not possible to break the crowd to walk in the streets […]”. Ibid., fol. 1v.
16
Avisos de Viena, Issue 1 (05/2021)
40
mentioned that several people claimed to be ill or absent, but unfortunately for them
the sultan pushed everyone to celebrate, and orders imposed that even those who
were distant from the capital “or even dead”, the latter through their heirs, had to
contribute to the “universal cheerfulness” according to their status and wealth.21
Another element that stunned the Ragusan diplomat was that good public
order was observed by all. In these few strokes, Cingria depicted Istanbul of the 18th
century, a city which was the mirror of the empire, with an extremely rich and
multi-confessional diversity and teeming with foreigners:
[…]Quello che reca però somma meraviglia è il buon ordine
osservato sulla solennità; più di 400 milla huomini, sparsi per le
contrade di quest’immensa Città, sono in piedi dal tramonto sin al
levar del sole, fra danze, tripudij, soni di tromba, timpani, ecc. e la
più gran mischia di tutte le nazioni […].22
Cingria wrote that this atmosphere could be the perfect environment to encourage
crimes such as “thefts, murders and brawls”, but neither of these, nor any minor
disturbances, took place. There were “no arguments, no insults, but not even a Turk
raising his voice against a Raya” (infidel), with Muslims offering to any stranger
whatsoever refreshments such as sorbets, sweetmeats, coffees and similar.23 Cingria
added that. to preserve the law and order, the authorities reinforced the number of
the guards in the streets on the basis of the “quality and quantity of the inhabitants”
and that only the women had the privilege “to have company in public during the
donanmas.”24 Though the festival was said to last five days, it actually ended after
ten, including three days of fireworks on the sea.25
The elites, especially government ministers, did not pay mind to the expenses
of the celebrations. The Grand Vizier paid more than 90 bags 26 just for the
illumination of his palace, whilst other notables spent in proportion to their office
and wealth. 27 Cingria reported that the European diplomats had used more
moderation. The only exception was the Prussian minister, who did “something
more than ordinary” as he hired “a Coffee seller, another one of Sorbets and a third
one of sweet things”, so as to distribute these delicacies to all those who asked for
some, with the total cost exceeding 5,000 piastres, a small fortune.28
21
Ibid., fol. 1v-2r.
“[…] What stuns the most is the good order observed for the solemnity; more than 400 thousand people,
scattered through the neighbourhoods of this immense City, who are standing from the sunset to the sunrise,
among dances, jubilation, sounds of trumpets, timpani, etc. and the biggest mix of all the nations [...]”.Ibid.,
fol. 2r.
23
Ibid., fol. 2r.
24
Ibid., fol. 2r. On the policing of the streets of Istanbul, see Wishnitzer, “Shedding new light”, 68. Zarinebaf,
Crime and Punishment, 125-140.
25
Pietro Cingria to the Republic of Ragusa, (Pera of Constantinople, 9th May 1761), DAD, DeA, 18th c., 3166,
n.5, foll. 2r-2v.
26
According to the Baron de Tott, one bag corresponded to 500 Ottoman piastres that in turn could be converted
for 1,500 French livres. de Tott, Mémoires, 1, 156n1.
27
Pietro Cingria to the Republic of Ragusa, (Pera of Constantinople, 9th May 1761), DAD, DeA, 18th c., 3166,
n.5, fol. 2r.
28
Ibid., fol. 2r.
22
Avisos de Viena, Issue 1 (05/2021)
41
Even weeks after the end of the celebrations Cingria kept writing about this
donanma. He stressed some negative consequences on the poorer classes, as after
days of “forced celebrations” they definitely suffered the financial burden of the
event. He also wrote about the deposition of the ağa of the Janissaries, who was
“disgraced and exiled” and sent “on a boat transporting coal to Rodosto” (Tekirdağ).
Cingria added that this man’s fall was the consequence of the “sultan’s curiosity”,
who delighted himself by going around the city in incognito to observe the
celebrations. At some point he passed by the barracks of the Janissaries, where, in
stark contrast from what could be seen in the rest of the city, the sultan found “a
kind of disgusted and sad silence”, with no lights, few guards, and no entertainment
or gestures of hospitality. The day after he questioned the men in the barracks, who
replied they had done enough to celebrate the birth of the princess, since they were
in a state of poverty and need. Upon hearing this answer, the sultan deposed the ağa
and sent money to the whole corps of the Janissaries as a “donation for the efforts
they suffered in the festival of the Donanmà”.29
CONCLUSION
An aspect that strongly emerges from Cingria’s account is the behaviour of the elites,
that with their lavish preparations were willing to demonstrate their loyalty and
commitment to the ruling dynasty and legitimise their position, as well as their
standing in the social hierarchy. This behaviour would most likely be even more
pronounced in the presence of a sultan like Mustafa III, who was known for riding
incognito around the city monitoring the elites’ behaviour, as the removal of the ağa
of Janissaries demonstrated.
As previously noted, the foreign representatives were to participate in the
festival. Such an occurrence could also be a prime occasion for diplomats to stand
out and gain the favour of the sultans. Cingria spotlighted the energetic efforts to
honour the occasion by the Prussian representative Karl Adolf von Rexin. His
enthusiasm might be justified by the fact that at the beginning of the 1761 he was
very likely in the final negotiations that led to the first Ottoman-Prussian ahdname
(or capitulation), which was finally achieved in July of that year. He was in fact
tasked by Frederick the Great to seal a commercial treaty and an alliance with the
sultan.30
It is evident the donanma for the birth of an imperial offspring was indeed
an occasion that carried a strong political significance and allowed the sultan to find
a moment of unity with his subjects. The people’s expression of happiness for the
continuity of the dynasty was certainly one of the ways the rulers also found
legitimacy for their position. As Rhoads Murphy noted, only from the interactions
29
Pietro Cingria to the Republic of Ragusa, (Constantinople, 13th June 1761), DAD, DeA, 18th c., 3166, n. 6,
fol. 1v.
30
Aksan, “Ottoman Portrait of Frederick the Great”, 205-206.
Avisos de Viena, Issue 1 (05/2021)
42
with the public “could the sultan acquire real power, which resulted not from a
radiating outwards of power hereditarily assumed by a secluded and isolated
monarch, but from a collecting inwards of power which had to be acquired through
an interactive process”.31 I would add that in the specific case of Mustafa III the
celebration of the birth offered additional legitimacy to the ruler, who wanted to
show he was further able to procreate and therefore biologically ensure the future of
the dynasty. Probably this might also explain the extension of the festival, an attempt
to encourage a prolonged contact with his subjects.
Another element used to emphasise this unity were the illuminations. In
normal times the use of artificial lights, coming not only from the lanterns but also
generated by fireworks, in a city where the dark usually overwhelmed the urban
space once the sun set, was a privilege of the elites and its use was a status symbol.32
A donanma offered the rare occasion to share the light with the rest of the
population. On the one hand this might be seen as a concession from the ruling
classes to the commoners for the occasion, but on the other its significance might
also be a sort of elevation of the whole city, where elites, and people of the most
disparate condition were able to share a bright common and ceremonial space
outside the walls of the palaces to celebrate the event, while identifying with the
ruling household and its achievements.
It is possible that the donanma for the birth of Şah Sultan was brighter than
others as it fell during Ramadan, and as Avner Wishnitzer reminded “one of the
most important features of Ramadan nights was their illumination”, a tradition
known as mahya.33
Thus this case, when scrutinised, indeed had an unusual scenario since the
celebrations could only take place after dark. This situation clearly created the
fascinating atmosphere that Cingria described in detail and favoured a further
extensive use of lights, since the donanma added to what already took place for
Ramadan.
The light also offered an occasion to women to be in the streets during night
time, as they were normally not allowed to do that without risking their reputation.34
As such, the donanma seemed to work as a sort of extension of the daylight, or in
this specific case as an alternative daylight, since the religious prescriptions for
Ramadan did not allow people to benefit from the regular one. The donanma
waived several rules, and this sharing between the classes can be seen symbolically as
an exceptional moment in time.
31
Murphey, Exploring Ottoman Sovereignty, 156.
Wishnitzer, “Shedding New Light”,69-72.
33
Ibid., 73.
34
Ibid., 69. Boyar, “Ottoman Female Public Presence”, 188.
32
Avisos de Viena, Issue 1 (05/2021)
43
ARCHIVAL SOURCES
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Diplomata et Acta, 18th c., vols. 3165-3166.
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Avisos de Viena, Issue 1 (05/2021)
Avisos
deViena
FRANCISCO JOSÉ GARCÍA PÉREZ
LA MATERNIDAD DE LAS REINAS CONSORTES
BAJO CONTROL: EL CASO DE MARÍA LUISA DE
ORLEANS1
Universitat de les Illes Balears
fj.garcia@uib.es
ENTRE RECELOS Y ESPERANZA: UN HEREDERO QUE NO LLEGABA
Cualquier monarquía hereditaria que se precie exige precisamente de herederos que
la perpetúen. De hecho, la misión principal de toda reina consorte era engendrar
descendencia. Y, como puede suponerse, esta obsesión tenía repercusiones
importantes para aquellas soberanas, puesto que todos los ámbitos de su vida privada
quedaban públicamente expuestos. Sus ciclos menstruales se vigilaban
constantemente, con la esperanza de que se produjera un retraso. Era común también
que los médicos pautasen al detalle su dieta, recomendando aquellos alimentos en
apariencia beneficiosos para propiciar la concepción. Además, había actividades que
se consideraban perjudiciales para una reina, como era la equitación. Pues bien,
aquella obsesión prácticamente endémica en las cortes europeas pareció verse todavía
más potenciada en la España del último tercio del siglo XVII.
En 1679, el Consejo de Estado estaba ultimando los preparativos para el tan
ansiado matrimonio de su rey, Carlos II2. Mientras se resolvían las negociaciones de
paz con Francia, se ratificaba también un tratado matrimonial, no ya con una princesa
de la Casa Imperial, sino con una sobrina de Luis XIV3. En palabras del propio Carlos
1
Revisado y corregido por Rocío Martínez López.
García Pérez 2020: 225.
3
Aunque siempre existió un vínculo férreo entre ambas ramas de la dinastía Habsburgo, manteniendo
una alianza prácticamente inalterable entre Madrid y Viena durante los siglos XVI y XVII, los
2
Avisos de Viena, Issue 1 (05/2021)
45
a su madre, esto se debía, aparentemente, por “llevar mal mis ministros y vasallos que
yo dilate voluntariamente el medio para conseguir el bien de la sucesión tan deseada
de todos, como tan necesaria para la conservación de estos Reinos”4. Dejando de
lado las razones políticas que posibilitaron este nuevo matrimonio, y con las miras
puestas siempre en asegurar lo antes posible la sucesión dinástica, María Luisa de
Orleans llegó a Madrid en noviembre de ese mismo año 5. Y, desde ese mismo
momento, todos los ojos estuvieron puestos en ella. De hecho, la presión que empezó
a recibir para cumplir con la que se consideraba su misión “natural”, fue, cuanto
menos, asfixiante6. Durante los siguientes diez años, su maternidad, o más bien la falta
de ella, hicieron mella en su ánimo y salud. Porque toda la Corte ansiaba que se
quedase embarazada, y se lo hacía saber de muy diversos modos.
Por ejemplo, los predicadores reales aprovechaban la oportunidad de subirse
al púlpito para transmitirle el ambiente de esperanza general que se respiraba por
todo Madrid7. Mientras María Luisa iniciaba su jornada de camino a España, el
jesuita Francisco García predicó ante las damas de la Corte, poniendo énfasis en la
nueva época que anunciaba su llegada: “a esto viene María, a esto viene nuestra reina,
con ella nos prometemos una firme paz, una constante victoria, una gloriosa sucesión
y una perpetua felicidad”8. Con motivo de los esponsales regios, fray Manuel de
Guerra y Ribera transmitió a la pareja real los deseos de toda la Monarquía que,
obviamente, se traducían en herederos: “solo pedimos al Cielo con leales votos y
rendidos afectos, sus largas felicidades, sus reales aciertos, sus durables vidas,
substituidas en otras, para coronados de inmortal gracia, suban al Imperio de la
Gloria”9.
En diciembre de 1679, tan solo un mes después de llegar a Madrid, María
Luisa de Orleans tuvo su primer retraso menstrual. Todos los embajadores escribieron
a sus respectivos señores anunciando la nueva. Desde el momento en el que se
conoció que la reina no había tenido el período, toda la Corte se mantuvo expectante,
puesto que, cuantos más días pasaran, más claramente se aseguraría la tan deseada
noticia. Sin embargo, las esperanzas duraron poco. Al mes siguiente, se confirmó que
había sido una falsa alarma: “la gravidanza della Regina sposa è poi svanita dopo due
mesi et alcuni giorni di speranza continuata”10. Aunque el rey fue el primero en
matrimonios entre Austrias y Borbones también fueron comunes. Felipe II se casó con una princesa
Valois en 1559. Asimismo, el príncipe de Asturias, futuro Felipe IV, y su hermana la infanta Ana
Mauricia de Austria se casaron respectivamente con Isabel de Borbón y Luis XIII. Además, no hacía
tantos años que Luis XIV de Francia se había casado con una infanta española. Con lo cual, el
matrimonio entre Carlos II y María Luisa de Orleans se arraiga en una tradición ya imperante a lo
largo de la centuria. Borgognoni 2020: 14.
4
AHN, Estado, Personas Reales, leg. 2796, s/f.
5
Borgognoni 2019: 362.
6
Lobato 2007: 21.
7
García Pérez 2019: 146.
8
García 1681: 109.
9
Guerra y Ribera 1691: 358.
10
AAV, Segreteria di Stato, Spagna, 155, f. 607.
Avisos de Viena, Issue 1 (05/2021)
46
consolar a su esposa, mostrándose confiado y entusiasta, comenzaron a hacerse
evidentes las primeras decepciones. El embajador veneciano transmitió esta misma
percepción en sus informes: “Corrono sospetti del tutto non fallaci, che venga dalla
natura ingiustamente spogliata di poter riportare dagli uffici di sposa le prerogative
di madre”11.
A partir de ese momento, se iniciaron unas dinámicas que iban a repetirse
durante los siguientes años. En su primer lustro como reina, María Luisa tuvo retrasos
menstruales que, por lo menos oficialmente, fueron interpretados como señales de
un posible embarazo. Está de más imaginar la presión psicológica a la que se vio
expuesta la propia reina, en un momento en el que las relaciones con Francia, ya de
por sí tensas durante todo el siglo XVII, parecían enturbiarse una vez más.
En junio de 1681, mientras la pareja real residía en el palacio de Aranjuez,
María Luisa volvió a anunciar una falta. Sin embargo, en esta ocasión, los médicos
parecían ya bastante escépticos 12. Todo indicaba que los retrasos menstruales no
venían motivados por un embarazo, sino por otras razones: “In Aranjuez si era
risvegliata qualche voce di gravidanza della Regina, […]; ma poi svanì la speranza col
riconoscersi che tal mancamento era un’irregolarità solita” 13. Al año siguiente,
volvieron a reaparecer nuevas sospechas de un posible embarazo, que
automáticamente eran informadas a las respectivas cortes europeas. Como
anteriormente, aquella nueva decepción cayó como un jarro de agua fría sobre el
pueblo de Madrid, que achacaba la responsabilidad de dichos fracasos directamente a
María Luisa14. Además, el hecho de que el resto de casas reales de Europa estuviesen
acrecentando sus respectivas familias en nada ayudaba a la joven reina. El delfín de
Francia tuvo su primer heredero varón en 1682 y, a su vez, Ana María de Orleans,
duquesa de Saboya y hermana de María Luisa, anunció en 1684 que estaba
embarazada15.
Cuando la esperanza empezaba a difuminarse, siempre quedaba el recurso del
Todopoderoso y su corte celeste. Los reyes, al igual que sus antecesores en el trono,
siguieron la tradición imperante realizando agotadoras actividades que se
consideraban beneficiosas para propiciar la concepción. A lo largo del año,
organizaron procesiones y visitas a lugares santos con el fin único de suplicar la
11
Barozzi y Berchet 1860: 482.
Magdalena Sánchez ha estudiado, a través de la figura de Catalina Micaela, hija de Felipe II y duquesa
de Saboya, el modo en el que las mujeres de la realeza llegaron a obsesionarse por localizar en sus
cuerpos los símbolos más claros del embarazo. No cabe duda de que María Luisa de Orleans se vio
igualmente condicionada por esta realidad. Véase Sánchez, 2015: 445-464.
13
AAV, Segreteria di Stato, Spagna, 157, f. 607.
14
A día de hoy se conserva una cruel coplilla que recorrió todo Madrid y que los historiadores suelen
sacar a colación para mostrar la imagen que por aquel entonces se tenía de María Luisa: “Parid bella
flor de lis, / que en fortuna tan extraña, / si parís, parís a España, / si no parís, a París”. GómezCenturión Jiménez 1983: 24.
15
Reineri 2017: 165.
12
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47
necesaria sucesión dinástica 16. Sin embargo, aquellos extenuantes paseos,
acompañados muchas veces de remedios naturales y largas horas de adoración a
reliquias únicamente conseguían acrecentar la obsesión general. Porque, en efecto, el
heredero no llegaba.
LA MATERNIDAD COMO MECANISMO DE CONTROL POLÍTICO
Pese a todo lo anterior, María Luisa no asumió un papel pasivo ante esta situación. Si
bien es cierto que su supuesta esterilidad estaba afectando muy negativamente en su
propio ánimo, la reina también aprendió a utilizar aquellos retrasos menstruales como
un mecanismo más para ejercer un papel activo en los sistemas cortesanos17. Teniendo
en cuenta que las reinas consortes veían oficialmente vetado su acceso a los asuntos
políticos, había otras formas de adquirir altas cotas de influencia. María Luisa de
Orleans descubrió que, siempre que se hallaban sospechas de un supuesto embarazo,
las atenciones del rey hacia ella se multiplicaban. En sus primeros meses en Madrid,
y con todas las miradas puestas en su vientre, María Luisa consiguió que Carlos
aprobase privilegios para sus principales camaristas, entre ellas su adorada nodriza
Nicole Quentin, que recibió doble ración “por el cariño que la Reina Nuestra Señora
tiene a esta criada”18. La segunda ocasión en la que pudo comprobarlo fue cuando,
tras abofetear a su primera camarera mayor por haber matado a uno de sus amados
canarios, se libró de una reprimenda de Carlos II al comunicarle que se había visto
dominada por un antojo. Lo más interesante y también sorprendente es que la
consorte consiguió que sustituyesen a la terrible duquesa de Terranova por otra
camarera mayor mucho más acomodada a sus exigencias19.
La tercera ocasión, mucho más seria y preocupante, tuvo lugar en 1685. Tras
ver su propia imagen cuestionada por el hecho de ser hija de una Francia que volvía
a hallarse en guerra contra España, estalló un escándalo mayúsculo en Palacio, en el
que se vieron envueltos sus propios criados franceses20. Ese año empezó a correr el
rumor de que la nodriza de la reina le había proporcionado abortivos para evitar la
tan ansiada sucesión, y “que su efecto es el de atraer la regla y achaque a las mujeres”21.
Desde ese momento, un número importante de criados fue sometido a tortura y se
abrió una exhaustiva investigación para conocer la verdad22. A Versalles llegaron los
ecos de la campaña difamatoria que se había apoderado de la pequeña corte de la
reina francesa. Luis XIV amenazó a España a través de su embajador, advirtendo que
“si l’on entreprenoit contre la vie de la reine à Madrid, le roi enverroit cent mille
16
Maura 1990: 289.
Borgognoni 2018: 170.
18
AGP, Personal, Caja 16727, ex. 2. Expediente de Nicolasa Francisca Cantín.
19
Oliván Santaliestra 2005: 409.
20
Lurgo 2018: 191.
21
BNE, ms. 18755/19, f. 2.
22
Echavarren 2014: 125-152.
17
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48
hommes contre les Espagnols et vengeroit hautement un si infâme attentat”23. Pues
bien, María Luisa, que había adquirido ciertas dotes de influencia política en aquellos
cinco años en Madrid, volvió a aprovechar la circunstancia que por experiencia sabía
que le proporcionaría mayores beneficios, aunque fuesen temporales24. El embajador
español en Venecia recibió las siguientes noticias: “de cuentos de Corte ya sabes el fin
que tuvo el de los franceses, hase seguido el tener la reina algunos días de falta y si se
continua hasta mañana no se hará una comedia de grande aparato” 25 . Aunque
finalmente terminó comprobándose que se trataba de un nuevo retraso menstrual,
María Luisa consiguió tiempo para reafirmar su posición en la Corte.
Su temprana muerte en 1689 nos impide conocer cómo hubiese sido su vida
durante los años siguientes. De lo que podemos estar casi convencidos es de que
difícilmente habría podido quedarse embarazada de Carlos II, lo cual le habría llevado,
como ocurrió con muchas otras reinas consortes que no engendraron descendencia,
a diseñar nuevas estrategias para mantener su posición en el sistema de facciones
palaciegas. Lo tristemente cierto es que aquellos anhelos por hacerle ver que era
apremiante un embarazo regio la persiguieron incluso después de muerta. Por poner
solo un ejemplo, en las exequias que se organizaron en 1689, distintos predicadores
reales sacaron a luz esta circunstancia que, en muchos sentidos, había pesado como
una losa sobre ella. El afamado predicador real Guerra y Ribera, quien le había rogado
en su entrada oficial que asegurase los deseos del pueblo madrileño con un heredero,
se lamentaba al decir que “sacrificó nuestra amable reina en el grande altar de su
desengaño esta ambición natural de eternizarse en la sucesión”26.
23
Dangeau 1854: 208.
Unos meses antes, las presiones que María Luisa y su círculo francés habían ejercido sobre el duque
de Medinaceli, privado y favorito del rey, habían conseguido minar su ministerio, desacreditando su
imagen a ojos del monarca. La tregua de Ratisbona con Francia en 1684, que supuso la pérdida
definitiva de Luxemburgo, se tradujo también en el golpe de gracia y la definitiva caída en desgracia
del valido. Sin embargo, no puede ignorarse que la actitud de la consorte fue indispensable a la hora
de comprender las razones que motivaron la desaparición de Medinaceli del escenario mismo del
poder. Maura 1990: 310.
25
AHN, Estado, libro 177. Correspondencia del embajador de Venecia, marqués de Villagarcía, y
particulares de España. 1685-1691.
26
Guerra y Ribera, 1689: 22.
24
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49
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vista por la marquesa de Villars (1679-1689)”, en Teatro y poder en la época
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Lurgo, Elisabetta, Philippe d’Orléans. Frère de Louis XIV, Perrin, París, 2018.
Maura, Duque de, Vida y reinado de Carlos II, Aguilar Mayor, Madrid, 1990.
Oliván Santaliestra, Laura, Mariana de Austria en la encrucijada política del siglo
XVII, tesis doctoral inédita, Universidad Complutense, Madrid, 2006.
Reineri, Maria Teresa, Anna Maria d’Orleans. Regina di Sardegna, Duchessa di
Savoia, Centro di Studi Piamontesi, Turín, 2017.
Sánchez, Magdalena S., “‘I would not feel the pain if I were with you’: Catalina
Micaela and the Cycle of Pregnancy at the Court of Turin, 1585–1597”,
Social History of Medicine, 28 (2015), pp. 445-464.
Avisos de Viena, Issue 1 (05/2021)
Avisos
deViena
SIMON KROLL
SOR JUANA – SUBVERSIV ODER DOCH INGENIÖS?1
Universität Wien
simon.kroll@univie.ac.at
Das Werk der neuspanischen Dichterin Sor Juana Inés de la Cruz, gerne als «décima
musa» deklariert, erfreut sich anhaltend hoher Beliebtheit. Eine dichtende Frau, die
zudem indigene Motive in ihre Texte aufnimmt, bietet eine große Projektionsfläche
für jene Stimmen der aktuellen Forschung, die die Qualität eines Werkes gerne an
seinem Grad an Subversion festmachen. Was aber, wenn Subversion kein ästhetisches
Kriterium im 17. Jahrhundert war?
Grundlegend sind beim Sprechen und Denken über Literatur im Barock die
Begriffe ingenium/ingenio, agudeza (Scharfsinn) und concepto (Konzept). Concepto
«es un acto del entendimiento, que exprime la correspondencia que se halla entre los
objetos» (Gracián, Agudeza y arte de ingenio, discurso II). Ein Konzept möchte
Verschiedenes oder sogar Gegensätzliches in Beziehung setzen, indem die Wörter auf
ihr Klangbild zurückgeworfen und neu gelesen, Doppeldeutungen ausgereizt, Bilder
ausgeleuchtet und Wortspiele in Bewegung gesetzt werden (Poppenberg, 1997, 98).
Konzeptistische Literatur ist also eine dynamische Arbeit an der Sprache selber. Für
eine solche Literatur muss daher Realismus, eine wirklichkeitsabbildende Literatur,
höchst stumpfsinnig wirken, wie Gerhard Poppenberg treffend formuliert (1997, 98).
Konzeptistische Literatur bietet Denkbilder für den Intellekt, «die den Scharfsinn
herausfordern», dieser wird somit zum Medium der Konzeptistik (Poppenberg, 1997,
98).
Sor Juanas konzeptistische Dichtungen des Ingeniösen und ihr
Fronleichnamstück El divino Narciso sind eine Herausforderung für den Scharfsinn.
1
Lektoriert von Christian Standhartinger. Erschienen im Rahmen des FWF-Projekts Sound and
Meaning in Golden Age Literature (FWF Austrian Science Fund, P32563).
Avisos de Viena, Issue 1 (05/2021)
P 32563
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Gerade die dazugehörige Loa wird jedoch gerne für politische Lektüren vereinnahmt,
die dort auftauchenden indigenen Festlichkeiten als eine subtile Fundamentalkritik
an der spanischen Krone gesehen. Ich möchte hier argumentieren, dass die
intellektuelle Herausforderung des Stücks ganz woanders liegt. Dies soll keinesfalls
der literarischen Qualität Abbruch tun, vielmehr möchte ich versuchen darzulegen,
dass das auto sacramental keine subtile Kritik der Evangelisierung Amerikas
entwickelt, sondern in einem ingeniösen Vorgehen Transsubstantiation und
Metamorphose miteinander verschränkt.
Ein Fronleichnamstück ist religiöses Theater, das in Allegorien spricht. Das
Thema ist dabei immer gleich, nämlich das Sakrament der Eucharistie, die Motive
können jedoch dank der allegorischen Struktur sehr vielfältig sein. So gibt es autos,
die Geschichten des Alten Testaments, andere, die das Leben eines Heiligen, aktuelle
Geschehnisse der Politik oder aber Legenden der spanischen Geschichte in Szene
setzen. Gemeinsam ist ihnen jedoch immer, dass sie diese unterschiedlichen Motive
im Hinblick auf das Hauptthema, die Eucharistie, lesen. Bemerkenswert ist dabei die
Freiheit, die sich die Dichter im Umgang mit den unterschiedlichen Quellen
nehmen. Das Interesse gilt eben hauptsächlich dem Thema, für das die verschiedenen
Motive ausgelegt werden. So kündigt sich die Eucharistie in alttestamentarischen
Geschichten genauso an wie in königlichen Hochzeiten oder Legenden der
habsburgischen Vergangenheit.
Neben den erwähnten Motivkomplexen tauchen im 17. Jahrhundert
zunehmend auch Geschichten der griechisch-römischen Mythologie in den autos
sacramentales auf. Andromeda, Perseus oder Circe treten hier genauso auf wie Echo
und Narziss. Sor Juana Inés de la Cruz hat gegen Ende des 17. Jahrhunderts die
Geschichte der ewig schallenden Nymphe und des nach sich selbst verzehrenden
Jünglings in ein Fronleichnamstück verwandelt. Sie greift dabei auf eine theatrale
Bearbeitung des Stoffes durch Pedro Calderón de la Barca zurück, der Echo und
Narziss 1661 als mythologisches Drama am Madrider Hof inszeniert hatte2.
Bei Sor Juana übernimmt Echo den Part des Teufels und Narziss den Jesu,
der sich in die Menschheit (Naturaleza humana) selbst verliebt. Er ist hier also kein
selbstsüchtiger und selbstverliebter Knabe, sondern der Retter der Menschheit, der
sich in sie verliebt, da sie ja nach Gottes Antlitz geschaffen worden ist. Die für uns
entscheidende Szene spielt kurz nachdem Narziss/Jesus Christus gestorben ist und
damit das Gesetz der Gnade (Ley de Gracia) bereits installiert hat3. Die entsprechende
Figur Gracia erklärt ausführlich, wie dieses Gesetz und damit das neue Zeitalter
funktioniert. Am Ende inszeniert sie selbst das neue Sakrament der Eucharistie. An
dieser Stelle verschränkt Sor Juana ingeniös Metamorphose und Transsubstantiation.
2
3
S. Calderón de la Barca, Eco y Narciso, S. XII.
Hiermit ist das Zeitalter des neuen Bundes zwischen der Menschheit und Gott gemeint, der durch
den Tod Jesu Christi am Kreuz besiegelt wird.
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Die intellektuelle Herausforderung, aus der Liebesgeschichte zwischen Echo
und Narziss ein auto sacramental zu formen, besteht in der Überwindung des
diametralen Gegensatzes zwischen Metamorphose und Transsubstantiation. Während
die Metamorphosen Ovids einen Wandel in der Erscheinung, nicht aber des Seins
bedeuten, ist die Transsubstantiation ein Wandel des Seins, ohne dass davon die
Erscheinung betroffen ist. Echo wird zu Stein, bleibt aber Echo, genau wie Narziss
auch als Blume noch ein Narziss ist. Die Hostie dagegen wird erst durch die
priesterlichen Wandlungsworte zum Leib Christi, ohne äußere Ähnlichkeiten mit
ihm zu teilen. Die Schwierigkeit des autos ist daher die Verwendung eines
Metamorphosen-Motivs, um damit das Thema der Transsubstantiation auszudrücken.
Dies gelingt Sor Juana in der folgenden Szene:
Aparece el carro de la fuente; y junto a ella, un cáliz con una hostia
encima.
[Gracia]
Mirad, de la clara fuente
en el margen cristalino,
la bella cándida flor
de quien el amante dijo:
Narciso
Éste es mi Cuerpo y mi Sangre [...]4
Auf der Motiv-Ebene wird Narziss’ Tod mit diesen Versen beschrieben: «clara fuente
/ en el margen cristalino», wo eine «bella cándida flor» wächst. Diese Verse können
jedoch auch als eine Metapher eines Messkelchs mit einer darüber gehaltenen Hostie
gelesen werden. Mit Graciáns Analyse in Agudeza y arte de ingenio lässt sich diese
Doppelbedeutung als eine agudeza durch Ähnlichkeit beschreiben, schließlich kann
der Kelch auch als eine Quelle, er ist ja eine Quelle des neuen Lebens, beschrieben
werden und die weiße Narzisse als Hostie und damit als Leib Christi.
Diese Verse sind also auf der einen Seite eine metaphorische Beschreibung
dessen, was wir auf der Bühne sehen, gleichzeitig sind sie aber auf der Ebene der
mythologischen Geschichte auch eine Beschreibung der Todesumstände des
griechischen Jünglings, der sich ja in eine klare Quelle stürzt und schließlich am Ufer
derselben als Blume weiterlebt. Die Metamorphose der mythologischen Geschichte
und die Transsubstantiation auf der Ebene des Themas werden über die Metapher
artikuliert. Die zitierten Verse inszenieren daher eine Artikulation von
Metamorphose und Transsubstantiation im Metaphorischen. Sie sind ein Konzept,
dass die beiden gegensätzlichen Wandlungsoperationen in Beziehung setzt. Narziss’
(Ver-)Wandlung in eine Blume wird auf diese Weise in die Wandlung Jesu in Brot
und Wein sublimiert und aufgehoben.
4
Sor Juana, El divino Narciso, vv. 2061-2066.
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Vielleicht mag es hilfreich sein, einige Konzepte der aktuellen Literaturwissenschaft
bei der Lektüre älterer Text für einen Moment hintanzustellen und sich eher den
literaturtheoretischen Konzepten der entsprechenden Zeit zu stellen. Ingenium,
Scharfsinn und conceptismo sind letztendlich die Begriffe, die barocke
Literaturtheorie dominieren. Übertragen wir nur die Begriffe unserer Zeit ins 17.
Jahrhundert, laufen wir Gefahr allzu sehr jenem griechischen Jüngling zu ähneln.
BIBLIOGRAPHIE
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Avisos de Viena, Issue 1 (05/2021)
P 32563
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KURT KRIZ
LAS REMIENDAVIRGOS EN EL SIGLO DE ORO1
Universität Wien
kurt.kriz@hotmail.com
INTRODUCCIÓN
¿Remendar virgos es un fenómeno del pasado? Basándome en mi experiencia
personal puedo afirmar que no es así. En mis 30 años de trabajo como ginecólogo
he reconstruido el himen de un buen número de mujeres que acudieron a la clínica
privada vienesa donde yo desempeñaba mi labor. Las pacientes provenían de todas las
culturas, sobre todo de Oriente Medio, y venían con el propósito de restaurar su
virginidad antes de casarse.
En la España de la temprana Edad Moderna encontramos a las remiendavirgos en las
obras de Fernando de Rojas, Sancho de Muñón, Francisco Delicado, Miguel de
Cervantes, Quevedo, Juan del Encina y muchos más. En sus obras se encuentran
alusiones a las mujeres que se consideraban capaces de devolver la virginidad.
Según los testimonios del Siglo de Oro, el himen intacto representaba la pureza de
una mujer y el hecho de no haber tenido relaciones sexuales antes de casarse. Aunque
el famoso médico griego Sorano de Éfeso en su obra Gynaikea ya describe la
localización del himen, fue Gabriele Fallopio, el famoso anatomista del siglo XVII2, el
primero que en sus Observationes anatomicae confirma su existencia y explica los
mecanismos por los que se produce una hemorragia en su ruptura3.
1
Revisado y corregido por Wolfram Aichinger, Simon Kroll y Fernando Sanz-Lázaro. Publicado
como parte del proyecto FWF The Interpretation of Childbirth in Early Modern Spain (FWF
Austrian Science Fund, P32263-G30).
2
Cuyo nombre a propósito tienen las partes del aparato procreador femenino, llamadas trompas de
Fallopio
3
Fallopio,G, Observationes anatomicae, 117r11-117v4, Parisiis 1562.
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Debido a este valor sociocultural de la virginidad, existía el oficio de las
remiendavirgos, conocidas también como celestinas, cuyo trabajo secreto era devolver
la virginidad a las mujeres con diferentes métodos que iban desde la supuesta
reconstrucción del himen, remendando esta membrana, a la aplicación de diferentes
sustancias que provocaban hemorragia y un estrechamiento de la vagina. Pero las
mujeres usaban estos métodos no solamente para tener acceso al matrimonio, sino
que también en los burdeles pues, en aquel tiempo, la virginidad era una mercancía
muy apreciada.
Hasta ahora no he encontrado en tratados médicos del Siglo de Oro explicaciones
sobre métodos de reconstrucción del himen. En textos literarios, por el contrario,
son las alcahuetas y patronas de burdeles quienes llevan a cabo la intervención de
manera clandestina.
Aunque el oficio de la remiendavirgos aparece frecuentemente en la literatura de este
tiempo, solamente en dos obras se detallan de forma más precisa las herramientas
utilizadas, permitiendo intuir la manera en la que se llevaban a cabo estas
intervenciones.
Una de las obras es La Celestina de Fernando de Rojas, otro ejemplo se encuentra
en la Tía Fingida, novela aparecida en el siglo XVII de forma anónima, pero después
atribuida a Cervantes.
Cervantes alude al tema mediante metáforas y unas referencias bastante explícitas al
dolor que pueden causar las agujas en la carne.
Tres flores he dado ya, y otras tantas las ha usted vendido, y tres
veces he pasado insufrible martirio… No hay mas sino dar
puntadas en ellas como ropa descosida?... ; porque el del sirgo y
aguja no hay pensar que llegue mas á mis carnes. (Cervantes, 218,
p.154)
Rojas (o el autor del primer acto de la comedia) aporta todavía más detalles, detalles
que podrían indicar un conocimiento de la realidad cotidiana:
Esto de los virgos, unos hacía de vejiga y otros curaba de punto.
Tenía en un tabladillo, en una cajuela pintada, unas agujas delgadas
de pelijeros, y hilos de seda encerados y colgadas allí raíces de
hojaplasma y fuste sanguino, cebolla albarrana y cepacaballo. Hacía
con esto maravillas; que, cuando vino por aquí el embajador
francés, tres veces vendió por virgen una criada que tenía. (Rojas,
1990, pag. 113)
LOS UTENSILIOS DE LAS REMIENDAVIRGOS
Rojas describe los instrumentos que utilizaba la Celestina como agujas de pellejero.
No creo que ese tipo de agujas, usadas para coser la piel de animales muertos, fueran
realmente aptas para el uso en humanos vivos y, especialmente, para una intervención
tan fina. Como en la época se desconocía la antisepsia, probablemente no se
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desinfectaban las agujas ni se empleaban otros métodos de higiene, ignorando la
importancia de lavar adecuadamente las manos y los instrumentos ante la
intervención4.Por eso es de suponer que las mujeres sometidas a la intervención, en
muchos casos, pudieron sufrir infecciones masivas.
Otro problema que, desde mi experiencia, es de gran importancia, es el que plantea
la iluminación. En esta época, careciendo de suministro eléctrico, se iluminaba
mediante velas, antorchas o lámpara de aceite. Esto impedía focalizar la luz en la zona
exacta a intervenir. El espejo cóncavo para iluminar lugares de difícil acceso del
cuerpo humano no fue inventado hasta el siglo XVII por el médico francés Pierre
Borel5. Por lo tanto, pienso, que las remiendavirgos tenían que fiarse de su sentido del
tacto durante sus intervenciones para dirigir la aguja con los dedos al lugar deseado.
No obstante, hay que tener en cuenta que, en aquella época, las mujeres estaban
acostumbradas hacer labores también con iluminación tenue y las comadronas debían
apartar los ojos de la zona intima durante el parto. Para operar en una zona con acceso
difícil es crucial contar con una buena iluminación y enfocar la luz en la región
requerida durante la intervención. Por eso sospecho que, en muchas ocasiones, las
remiendavirgos no respetaban las proporciones anatómicas y procedían según su
criterio personal.
LA ANESTESIA
En su obra La vida es sueño, Calderon de la Barca describe sustancias para narcotizar
a Segismundo y sacarlo de la torre. Se trata del opio, la adormidera y el beleño (La
vida es sueño, vv. 1023-1024) y para devolverlo a la torre, el loto (La vida es sueño,
vv. 2058-2060]6.
No está claro si las remiendavirgos tenían acceso a estas sustancias y sabían usarlas,
pero probablemente el láudano (tintura de vino blanco, azafrán, clavo, canela y opio),
ya conocido en el siglo XVI pero muy caro por sus ingredientes, era apto para lograr
una reducción del dolor durante sus intervenciones prohibidas. Lo cierto es que
usaban pomadas que surtían un efecto analgésico suave, para que la mujer se
mantuviese quieta durante las manipulaciones en el himen.
Asimismo, tampoco existen reportes sobre la posición de la paciente, pero es de
presumir que la intervención tenía lugar al borde de una cama, porque la silla de parir,
descrita por Francisco Núñez en 1580 y usada en este tiempo, no brindaba acceso
4
Araujo F, Encinas C, Torres M, Caballero M, Asepsia y Antisepsia Historia de la Medicina, España,
Real Academia de Medicina de Sevilla, 2011.
5
Feldmann, Harald: Vom Ohrenspiegel zum Augenspiegel und zurück. Die verflochtene Geschichte
ihrer Erfindung und Einführung in die medizinische Praxis. In: Laryngo-Rhino-Otologie. Thieme
Verlag, 1995.
6
La vida es sueño, ed. José María Ruano de la Haza, Madrid, Cas-talia (Clásicos Castalia 208), 1994.
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adecuado para una intervención de esta clase.7
LOS HILOS
Fernando Rojas sugiere que la piel en el área vaginal se juntaba por medio de hilos
de seda encerados. No obstante, las suturas con seda no se diluyen por sí mismas, por
lo que el fraude sería fácil de identificar. Sin embargo, sabemos que el matrimonio
de la época se consumaba a oscuras y lo más importante era que produjera una
hemorragia a causa da penetración. Hoy usamos suturas absorbibles (p.ej.
Polidioxanon) que durante el acto de la desfloración ya han desaparecido y, en
consecuencia, son indetectables y la pareja no se da cuenta del engaño.
Además, para una recuperación completa del himen, habría sido necesario cortar los
bordes de sus restos para que cicatrizase el tejido. Por este motivo pienso que es más
probable que las remiendavirgos cosieran la piel de los labios inferiores. Por eso no
solo la sutura sino también la penetración tuvo que ser extremadamente dolorosa,
como se describe en la Tía fingida atribuida a Cervantes8.
Como consecuencia de estas consideraciones, surge la sospecha de que la mayor parte
de las mujeres podría haber utilizado otros métodos para fingir la virginidad.
Apretar los muslos es un método que provoca una rigidez muscular y una sensación
de estrechamiento de la entrada de la vagina. Para mejorar este efecto las mujeres en
el Siglo de Oro aplicaban local también el alumbre, una sustancia corrosiva que
produce adicionalmente la deseada hemorragia durante el primer coito9.
Fray Domingo de Valtanás, que entre otros describe diferentes formas en las que una
mujer ha podido perder su virginidad, menciona no solo la ausencia de himen como
signo de la mujer que no es doncella sino también la falta de estrechez vaginal10.
Laguna menciona otras sustancias irritantes que producen vulnerabilidad por su
efecto constringente en la piel vaginal y que eran conocidas en el Siglo de Oro,
aludiendo a la «gran virtud constrictiva»11 de la agalla y refiriéndose también a las
7
La edición original de 1580, es Libro intitulado del parto humano, alcalá, Juan gracián, 1580. La silla
se reproduce en fol. 29r. la imagen que recogemos se incluyó en el libro recopilatorio de gerónimo
de ayala titulado Principios de cirugía útiles y provechosos para que puedan aprovecharse los
principiantes de esta facultad. En esta última impresión va añadido el libro intitulado del parto
humano, compuesto por Francisco Núñez y el tratado de cirugía, sacado de la cirugía universal que
escribió Juan Fragoso, valencia, Jaime de bordazar, 1705, p. 175.
8
«...y es que no me dejaré más martirizar de su mano, por toda la ganancia que se me pueda ofrecer y
seguir. Tres flores he dado y tantas a Vmd. vendido, y tres veces he pasado insufrible martirio”.
9
Acerca de la Materia Medicinal y de los venenos mortíferos, Salamanca, 1566 (Madrid, Ed. de Arte
y Bibliofilia, 1984) pp. 74-75.
10
VALTANÁS, Domingo de, Confessionario muy cumplido con un tractado de materia de
excomuniones y deusura, de matrimonio, y de votos. Con otras cosas de mucha doctrina. Conpuesto
por el maestro fray domingo de ual-tanás de la orden de sancto domingo, Casa de Sebastián Trugillo,
Sevilla, 1555, BNE, R/19539, 69rv.
11
Laguna, Andrés, Acerca de la Materia Medicinal y de los venenos mortíferos, Salamanca 1566
(Madrid, Ed. de Arte y Bibliofilia, 1984).
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propiedades del carbonato cálcico.
Otro de los métodos conocidos era el uso de una esponja o vejiga (por ejemplo, una
vejiga natatoria de pez) como describe Rojas en La Celestina, llena de sangre de
pichón o gallina, que la mujer se colocaba antes del coito dentro de la vagina para
que se rompiera durante el acto sexual.
Un método aún más sencillo, tan corriente como lo es en la actualidad, era cuando
la novia lograba fijar la celebración del matrimonio durante la menstruación.
«No vale nada el zuma que y vidrio molido; vale mucho menos la sanguijuela»,
escribe Cervantes en La tía fingida.
Las mujeres también introducían sanguijuelas en la entrada de la vagina o en la propia
vagina. Al separar la sanguijuela dos o tres días antes del matrimonio, quedaba una
costra en la piel de la vagina que se rompía por la fricción durante el coito,
provocando hemorragias12. También con el vidrio molido, puesto en la vagina ante
el coito, como describe Cervantes, las mujeres lograban producir una hemorragia.
EL PRECIO
Para dar una idea sobre el precio de fingir la virginidad, valga como ejemplo el caso
de la comadrona Mariana Francisca Ramírez que encontré en los archivos de la
Inquisición. La comadrona cobraba 12 reales por remendar el virgo y «hazer que
pareciera doncella la que no lo hera»13.
Constatar el valor exacto de una moneda de este tiempo es muy difícil porque hay
que considerar muchos factores. Para hacerse una idea aproximada: en 1605, en
Castilla la Nueva, una docena de huevos costaba unos 63 maravedís, y una de naranjas,
54; un pollo, 55, y una gallina, 12714 ; un real equivalía a 34 maravedís.
CONCLUSIÓN
En conclusión, pienso que estas prácticas llevadas a cabo en esta época y también hoy
en día, lo único que verifican es el mito sociocultural que existe en torno a la
virginidad ya que no hay ninguna evidencia científica que la mujer tenga que sangrar
en su desfloración. Los testimonios y pruebas que he acumulado en mis 30 años de
El texto de Trótula fue adaptado al verso en un poema anónimo del mismo ámbito titulado De
secretis mulierum (siglo XIII): cf. Salvatore De Renzi, Collectio salernitana, o.c., vol. v, pp. 1-176. En
este poema se recoge la mayor parte de la exposición de Trótula en el cap. 45 con el título De
virginitate restituenda sophistice, como ha estudiado A. Alonso Guardo en «Trótula y un poema
médico de la Collectio Salernitana. Parte i: De secretis mulierum», CFC. Estudios latinos 23.2 (2003),
p. 400.
13
De los Angeles Fernandez Garcia, M, Hechiceria e Inquisición en el Reino de Granada enel Siglo
XVII, A.H.N. Inquisición, Leg. 1952. Exp. n.° 4 V. n.° 28 (1662).
14
https://laramblacofradiera.blogspot.com/2014/07/el-valor-del-dinero-en-el-sigloxvii.html#!/2014/07/el-valor-del-dinero-en-el-siglo-xvii.html
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ejercicio de la ginecología sugieren que alrededor del 30 por ciento de las mujeres
no sangran en su primer acto sexual y una penetración sin lesión del himen es posible.
También el médico Juan de Barrios sostiene ya en el siglo XVII que «no es necesario
que haya que salir sangre en el primer ayuntamiento»15. La razón que arguye es que
son mujeres que «tienen aquella parte tan laja [sic] y flojas, y el hombre delgado y
corto el miembro» y también puede darse la falta de sangre en la noche de bodas en
mujeres que «trabajan mucho y alçan mucho peso». Con respecto a la posibilidad de
fingir virginidad escribe que «mas con maquinamento, y arte se puede hacer que las
partes estén juntas que salga sangre y ella finja dolerle y no por esto estará virgen...»
16
.
En mi opinión, creo que el mito de la remiendavirgos podría ser en parte una
exageración de los autores del Siglo de Oro porque, como médico, me resulta difícil
creer que una mujer se sometiera, con estos riesgos de salud y con estos terribles
dolores, tres o cuatro veces, como describe Cervantes, a una intervención de
semejante calibre. Yo creo que las comadronas a las que se dirigían las mujeres en
apuros, en primera instancia usarían los métodos no invasivos arriba descritos y que
remendaban solamente en aquellos casos particulares en los que la mujer o los
parientes lo deseaban a toda costa. Yo creo que sería mejor entender la expresión
remiendavirgos como la persona que ayudaba a fingir la virginidad.
Barrios, Juan de, Verdadera medicina, cirugía y astrología, en tres libros dividida. México, Fernando
Balli, 1607. p. 18.
16
Barrios, Juan de, Verdadera medicina, cirugía y astrología, en tres libros dividida. México, Fernando
Balli, 1607. p. 18.
15
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61
BIBLIOGRAFÍA
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Barrios, Juan de, Verdadera medicina, cirugía y astrología, en tres libros dividida.
México, Fernando Balli, 1607.
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Granada enel Siglo XVII ,A.H.N. Inquisición, Leg. 1952. Exp. n.° 4 V. n.° 28
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MICHAEL MITTERAUER
GRABSTÄTTEN FRÜH VERSTORBENER
KÖNIGSKINDER1
Universität Wien
michael.mitterauer@univie.ac.at
Die Grabmonumente mittelalterlicher Fürsten sind ein viel behandeltes Thema. Sie
werden vor allem im größeren Kontext Generationen übergreifender Dynastien
beschrieben und interpretiert. Wo Königinnen zusammen mit ihren Ehegatten
bestattet sind, finden auch deren Grabstätten meist ausführliche Behandlung.
Problematischer ist die Situation bezüglich der Mitglieder von Fürstenhäusern, die
nicht zur Königsherrschaft gelangten. Früh verstorbene Königskinder sind hingegen
in der Geschichte mittelalterlicher Sepulkralkultur ein eher unterbelichtetes Kapitel.
Ein sehr altes „Panteón de los infantes“ findet sich in der Grabeskirche der
Könige von Navarra aus dem Hause Jiménez (918-1234) in Santa María Real in
Nájera. Sieben früh verstorbene Kinder von König Sancho IV. Garcés (gest. 1076)
wurden hier bestattet. Besonders bemerkenswert erscheint in dieser Infantengrablege
der Sarkophagdeckel einer verheirateten Königstochter, die jung im Kindbett starb.
Es handelt sich um das Grab von Blanka von Navarra (nach 1133- gest. 1156). Sie
heiratete 1151 Sancho III., den Sohn und Mitkönig von Alfons VII. von Kastilien
und León. Die beiden hatten mehrere Kinder, die kurz nach der Geburt wieder
verstarben. Nur ein Sohn, der am 11. November 1155 geborene Alfons VIII.,
überlebte. Die Grabinschrift gibt als Ursache für Blankas frühen Tod die Geburt
dieses Sohnes an. Der Zeitraum zwischen Alfons‘ Tod und dem Tod der Mutter lässt
Spekulationen zu, dass sie erst an den Folgen einer neuerlichen Fehlgeburt starb, und
zwar der eines Sohnes Garcías, dessen Geburts- und Todesdatum mit 12. August 1156
überliefert ist. Der Sarkophagdeckel von Blanka ist in dieser Infantengrablege der
1
Lektorat Wolfram Aichinger.
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einzige, der original aus dem 12. Jahrhundert erhalten ist. Auf den Basreliefs des
Sarkophags ist die Sterbeszene dargestellt: Engel nehmen sich der Seele der Königin
an, die – vielleicht nach byzantinischem Vorbild - als nacktes Kind zu sehen ist. Es
handelt sich also nicht um eines von deren leiblichen Kindern. Daneben steht der
trauernde junge König Sancho. Kinderbilder kommen auch in weiteren Szenen des
Sargdeckels vor – etwa im bethlehemitischen Kindermord oder in der Anbetung der
heiligen drei Könige. Überraschend erscheint, dass Blanka nicht in Kastilien bestattet
wurde, sondern in Nájera, also nahe ihren Eltern. Vielleicht hatte sie diese wegen
ihrer angeschlagenen Gesundheit aufgesucht. Ihr Gatte stiftete Geld für ihre
Bestattung in Nájera, der Grablege der navarresischen Könige.
König Alfons VIII. von Kastilien, das einzige überlebende Kind von König
Sancho III. und Blanka, stellt die Brücke zwischen der Grablege der Könige von
Navarra und denen anderer wichtiger Königshäuser aus dieser Zeit her. Alfons
heiratete 1176 Eleonore von England, die Tochter von König Heinrich II. und der
berühmten Eleonore von Aquitanien. Auf Alfons und seine Gattin Eleonore geht die
Gründung des bedeutendsten kastilischen Grabklosters zurück, nämlich von Santa
María Real de Las Huelgas nahe ihrer Residenzstadt Burgos. 1187 gab Papst Clemens
III. die Erlaubnis zu dieser Gründung. Kurz darauf unterstellte das Königspaar das
Kloster dem Zisterzienserorden. Es sollte jedoch ein reines Frauenkloster bleiben,
nur organisatorisch dem damals so mächtigen Orden der „weißen
Mönche“ unterstellt. Die Bestimmung als Grabkloster der Königsdynastie war
ausdrücklich mit dem Charakter der neuen geistlichen Gemeinschaft als
Nonnenkloster verbunden – damals ein außergewöhnliches Modell.
Im Jänner 1199 hielten sich Alfons VIII. und Eleonore zusammen mit ihren
Kindern in Las Huelgas auf. Genannt werden der Sohn Ferdinand sowie die Töchter
Urraca, Blanka, Konstanze und Sancha. Wahrscheinlich gedachte die Familie damals
zweier Kinder, die bereits in Las Huelgas bestattet worden waren, nämlich Prinz
Sanchos, geboren 1181 und einer älteren Prinzessin Sancha (1182-4). Diese beiden
Kinderbegräbnisse gingen also der eigentlichen Klostergründung kurz voraus, sind
aber sicher im Kontext mit der Gesamtplanung der königlichen Nekropole zu sehen.
Konstanze trat später als Nonne in die Abtei ein und wurde schließlich deren Äbtissin.
Viele Nachkommen des Gründerpaars, das selbst hier in einem prunkvollen
Doppelgrab bestattet wurde, fanden in der Folgezeit hier ihren letzten Ruheplatz.
Eröffnet wurde die Dynastiegrablege allerdings mit den Gräbern zweier früh
verstorbener Kleinkinder.
Die Äbtissinnen von Las Huelgas hatten in Kastilien eine einmalige
Sonderstellung. Sie waren Herrscherinnen über ein eigenes Territorium von mehr
als sechzig Klöstern und Ortschaften. Den Bischöfen und selbst päpstlichen
Gesandten war es verboten, Kirche und kirchliche Einrichtungen der Abtei zu
visitieren. Immer wieder kam es darüber zu Konflikten mit den Bischöfen von
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Burgos. Die mächtige Stellung der Äbtissin von Las Huelgas hatte häufig eine
Angehörige des Königshauses inne.
Königin Eleonore von Kastilien, die Mitgründerin von Las Huelgas, war –
wie schon erwähnt – eine Tochter König Heinrichs II. von England und der
Eleonore von Aquitanien. Auch dieses Königspaar hatte eine bedeutsame Abteikirche
mit eigenartiger Struktur zur Grablege ausgebaut, nämlich das Doppelkloster
Fontevraud in der Grafschaft Anjou. Es handelte sich hier um eine religiöse
Gemeinschaft von Nonnen und Mönchen, in der stets die Äbtissinnen das Sagen
hatten. Entstanden war sie um 1100 aus der Gefolgschaft eines charismatischen
Wanderpredigers namens Robert von Arbrissel, der eine Rückkehr zu christlichen
Werten der apostolischen Frühzeit vertrat. Vor allem unter Frauen fand er zahlreiche
Gefolgschaft. Auch Eleonores Großmutter Philippa, Gräfin von Toulouse, stand
dieser Armutsbewegung nahe. Im Verlauf des 13. Jahrhunderts entwickelte sich die
religiöse Gemeinschaft von Fontevraud zu einem Doppelkoster und zum Zentrum
eines eigenen Ordensverbands. Sie stand unter dem Schutz der Plantagenet als Grafen
von Anjou. Heinrich und Eleonore förderten die Abtei. Zur Grablege der
Königsfamilie wurde sie nicht durch den Tod eines frühverstorbenen Kindes dieses
Ehepaares. Seinen ältesten Sohn, den vierjährigen Prinzen William, ließ König
Heinrich noch in der englischen Abtei Reading bestatten. Die Entscheidung, in
Fontevraud eine Grabstätte der königlichen Familie einzurichten, fiel erst 1189 nach
Heinrichs Tod durch seine Witwe Eleonore, die ihn gegen dessen ursprüngliche
Pläne hier begraben ließ. 1199 kamen zwei wichtige Bestattungen hinzu, nämlich
die von König Richard Löwenherz und die von dessen jüngerer Schwester Johanna,
die ihn am Dritten Kreuzzug begleitet hatte. Johanna war in zweiter Ehe mit Graf
Raimund VI. von Toulouse verheiratet, einer der Hauptpersonen in den Ereignissen
um den Albigenserkreuzzug. Von ihm war sie schwanger, als sie vor Aufständischen
zu ihrem Bruder Richard nach Aquitanien fliehen wollte. Sie traf diesen hier
allerdings nicht mehr lebend an. Sie wandte sich nun an das Kloster Fontevraud und
bat um Aufnahme in die geistliche Gemeinschaft. Eine solche Bitte war für eine
verheiratete schwangere Frau völlig unüblich. Trotzdem wurde ihr Rechnung
getragen. Noch am Sterbebett erhielt sie den Nonnenschleier. Ihr Kind wurde durch
Kaiserschnitt zur Welt gebracht. Es war ein Bub der noch gerade lang genug lebte,
um getauft werden zu können. Man gab ihm den Namen seines erst kürzlich
verstorbenen Onkels König Richard.
1204 starb Königin Eleonore. Sie war schon 82 Jahre alt und wurde neben
ihrem Gatten Heinrich und ihrem Sohn Richard in Fontevraud beigesetzt. Wie
Heinrich und Richard hatte auch Johanna hier ein monumentales Grab erhalten,
und zwar in unmittelbarer Verbindung mit dem ihres Vaters, vor dem sie kniend
dargestellt wurde – die Hände vor ihrem Gesicht gefaltet. Neben ihr ließ man ihren
kurz nach seiner Geburt verstorbener Sohn Richard beisetzen. Beide Figuren
wurden während der Französischen Revolution zerstört. Insgesamt stellten die
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Königsgräber von Fontevraud eine Besonderheit dar, handelte es sich doch um eine
bahnbrechende Neuerung der fürstlichen Sepulkralkultur des Mittelalters. Mit einer
Ausnahme wurden die monumentalen Figuren aus Tuffstein hergestellt und bemalt.
Es handelt sich um die ältesten „Gisants“, die überliefert sind.
Von den unmittelbaren Nachfolgern König Richards auf dem englischen
Thron ließ sich keiner mehr in Fontevraud begraben – weder sein Bruder Johann
Ohneland noch sein Neffe Heinrich III. Beide ordneten jedoch an, ihr Herz nach
ihrem Tod hierher zu bringen. Mit dem Großteil der Festlandbesitzungen ging ja
auch Fontevraud dem englischen Königshaus verloren.
König Heinrich III. trug der neuen territorialen Situation Rechnung, indem
er 1245 mit dem Neubau der Westminster Abbey in London begann und in diesem
Kontext auch eine neue Grablege der Dynastie plante. Von seinen neun Kindern aus
seiner Ehe mit Eleonore von der Provence starben fünf frühzeitig, waren aber bei
ihrem Tod schon über das Kleinkindalter hinaus. Prinz Richard, sein zweitgeborener
Sohn, starb 1256 im Alter von neun Jahren. Er war der erste Angehörige des
Königshauses der in der Westminster Abbey beigesetzt wurde. Es folgten noch im
selben Jahr Prinz John und Prinz William im sechsten bzw. im fünften Lebensjahr.
1257 starb Prinzessin Katherin vierjährig. Sie soll der besondere Liebling ihrer Eltern
gewesen sein, obwohl oder gerade weil sie taub war. Für sie wurde ein großes
Begräbnis in der Westminster Abbey abgehalten sowie ein aufwendiges Grabmal
errichtet, das in den folgenden Jahren mehrfach umgestaltet wurde. Auch die
Gebeine ihrer früh verstorbenen Brüder wurden hierher umgebettet, wenige Jahre
später zusätzlich noch von einigen Nichten und Neffen, nämlich von Kindern von
König Eduard I., unter denen die Kindersterblichkeit besonders hoch war.
Gemeinsame Bestattung von früh verstorbenen Kindern war in England, wie neueste
Ausgrabungen eines Friedhofs bei Cambridge zeigen, durchaus üblich. In der neuen
Königsgrablege in der Westminster Abbey fanden so in den ersten beiden
Generationen vornehmlich noch nicht erwachsene Königskinder ihre letzte
Ruhestätte. Die Bestattung von Kindern und Jugendlichen neben Königen und
Königinnen hat sich in der Westminster Abbey bis weit in die Neuzeit herauf
erhalten. Es kam hier nicht durch die Errichtung einer zweiten Grabeskirche zu einer
Zweiteilung in gekrönte und nicht gekrönte Familienmitglieder wie in Frankreich
durch die Gründung des Klosters Royaumont unter König Ludwig IX. und seiner
Mutter Blanka von Kastilien.
Diese Blanka führt genealogisch wiederum in den Kreis jener Königinnen in
Westeuropa, die damals so nachhaltig am Entstehen und am Ausbau von Klöstern
mit dynastischen Grablegen mitgewirkt haben. Sie war die Tochter von Königin
Eleonore von Kastilien, die das Zisterzienserinnenkloster Las Huelgas bei Burgos
mitbegründet hatte, und die Enkelin von Eleonore von Aquitanien, die nach dem
Tod von König Heinrich II. die Entscheidung für die Familiengrablege in
Fontevraud getroffen hatte. Ihren Namen trug Blanka nach ihrer Großmutter, der in
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Nájera bestatteten Blanka von Navarra. Er war bei ihrer Auswahl als zukünftige
Königin von Frankreich von Bedeutung. Um den Friedensschluss zwischen England
und Frankreich von 1200 zu besiegeln, wurde vereinbart, dass der französische
Kronprinz Ludwig eine Nichte von König Johann ohne Land heiraten sollte, und
zwar eine kastilische Königstochter. Die damals schon 78-jährige Eleonore von
Aquitanien zog deshalb in ihrem hohen Alter noch einmal über die Pyrenäen nach
Burgos um diesbezüglich zwischen ihren Enkelinnen zu entscheiden. Ihre Wahl fiel
nicht auf die ältere Urraca, weil sie deren Namen in Frankreich für schwer
verständlich hielt, sondern auf die jüngere Blanka.
Als Königin-Mutter war diese Blanka zweimal während der Abwesenheit
ihres Sohnes Ludwig auf dem Kreuzzug Regentin von Frankreich und spielte in
vielen politischen und dynastischen Fragen eine entscheidende Rolle. Auf Blanka
und Ludwig geht das große Königskloster Royaumont nördlich von Paris zurück,
dessen Bau in den Jahren 1228 bis 1235 erfolgte. In der Geschichte königlicher
Kindergrablegen kam ihm besondere Bedeutung zu.
Die Gründung der Abtei Royaumont steht in engem Zusammenhang mit
einer neuen Grablegeordnung, die König Ludwig IX. um die Mitte des 12.
Jahrhunderts in der alten Abteikirche von St. Denis eingeführt hatte, die seit
merowingischer Zeit von fränkischen bzw. französischen Königen genutzt wurde. In
St. Denis wurde der Platz für zusätzliche Gräber von Angehörigen der Dynastie
knapp. Eine neue Grablege für nichtkönigliche Familienmitglieder wurde daher
geplant. Bei Ludwig mag dabei auch das Motiv eine Rolle gespielt haben, eine
Kontinuität der Kapetinger zu Karolingern und Merowingern zu betonen und in
der alten Königskirche den Bezugspunkt für seine Konzeption des sakralen
Königtums zu verstärken. Nicht gekrönte Angehörige des Königshauses sollten
deshalb in Zukunft ausgeschlossen werden. Bei Blanka scheint ihre
lebensgeschichtliche Erfahrung vieler früh verstorbener Kinder eine Motivation
gewesen zu sein. Für solche Kinder sollte es, wie in ihrer kastilischen Heimat einen
angemessenen Gedenkort geben. Kronprinz Philipp starb 1218 im Alter von neun
Jahren. Zwei weitere eventuelle Thronerben blieben nur kurz am Leben. Erst der
vierte Sohn Ludwig erreichte das Erwachsenenalter. Nochmals starben zwei Söhne
während der Errichtung des Klosters Royaumont. Einer von ihnen hieß wiederum
Philipp, allerdings mit dem Cognomen Dagobert. Seine Grabstätte dürfte die erste
im neu gegründeten Zisterzienserkloster gewesen sein und wurde mit einem
Baldachin besonders ausgestaltet. Sein Zweitname verweist auf den
Merowingerkönig dieses Namens, der in St. Denis als großer Förderer verehrt wurde
und dem Ludwig IX. dort ein neues Grabdenkmal errichten ließ. Der nach ihm
benannte Prinz Philipp Dagobert wurde hingegen in Royaumont beigesetzt. Es
folgten dort dann einige Kinder König Ludwigs aus seiner Ehe mit Margarete von
der Provence. Ihre Grabplatten aus Metall mit Liegefiguren sind von höchster
Qualität. Kindergräber dieser Ausstattung waren damals eine besondere Ausnahme.
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Die neue Trennung zwischen gekrönten und nicht gekrönten Mitgliedern
des Königshauses wurde von König Ludwig IX. rigoros gehandhabt. Seinen Sohn
Ludwig, der 1260 im Alter von 16 Jahren verstarb, ließ er nicht in St. Denis bestatten,
obwohl er während seiner Abwesenheit de facto schon königliche Funktionen
wahrgenommen hatte. In Royaumont wurden auch zwei seiner Enkel beigesetzt,
deren Tod er noch erlebt hatte. Von seinen früh verstorbenen männlichen
Nachkommen kam nur einer nach St. Denis, nämlich sein Ururenkel König Johann
I. von Frankreich und Navarra. Er war ein posthum geborener Sohn König Ludwigs
X., der schon nach vier Tagen Lebenszeit verstarb, also nie zu realer Herrschaft
gelangte. Die alte Königin-Mutter Blanka wurde nicht in St. Denis bestattet, obwohl
sie so viele Jahre für ihren Sohn die reale Regentschaft geführt hatte. Sie liegt auch
nicht in Royaumont begraben, sondern in der Abteikirche Notre-Dame-La Royale
in Maubuisson, einem Zisterzienserinnenkloster, das sie 1236 gegründet hatte.
Eine nach der Königin-Mutter Blanka benannte Enkelin König Ludwigs IX.
ist in Wien begraben. Sie hatte 1300 Herzog Rudolf III. von Österreich geheiratet,
den ältesten Sohn des deutschen Königs Albrecht I. 1304 brachte sie eine totgeborene
Tochter zur Welt. Sie selbst verschied 1305 – wohl durch Komplikationen nach einer
Fehlgeburt bedingt. Aus ihrer königlichen Mitgift stiftete sie die große St.
Ludwigskapelle im Wiener Minoritenkloster, die zunächst ihrem heiliggesprochenen
Großvater geweiht war, dann aber dem Patronat des Franziskanerheiligen Ludwig
von Anjou unterstellt wurde, der durch seinen Großvater Karl von Anjou auch mit
ihr nahe verwandt war. Hier erhielt sie ein Hochgrab nach französischem Vorbild.
Von Kindergräbern ist in dieser Grablege nichts bekannt. Das gilt auch im
Zusammenhang mit einem zweiten Grab einer Königin, das in der Ludwigskapelle
des Wiener Minoritenklosters errichtet wurde, nämlich dem von Elisabeth von
Aragón, der 1330 verwitweten Frau König Friedrich des Schönen. Ebenso wie das
von ihrer Schwägerin war es reich ausgestattet. Von den drei Kindern dieses Paares
ist keines in dieser Grabkapelle beigesetzt worden. Der einzige Sohn Friedrichs –
namensgleich mit seinem königlichen Vater - starb schon 1322 mit sechs Jahren.
Seine Leiche wurde in die westlichen Stammlande der Dynastie gebracht. In
Königsfelden im Aargau wurde nach der Ermordung König Albrechts I. 1308 von
seiner Witwe und einer seiner Töchter ein Doppelkloster für Klarissen und
Franziskaner errichtet. Der weibliche Konvent war auch hier in der
Religiosengemeinschaft führend. Königsfelden war als Hauskloster der Dynastie
gedacht, verlor aber diese Bedeutung nach der Eroberung des Aargaus durch Bern.
Eine
uneheliche Tochter
König
Friedrichs
trat
in
das
Dominikanerinnenkloster in Tulln ein und wurde auch hier beigesetzt. In diesem
Frauenkloster aus der frühen Habsburgerzeit sollen nicht weniger als 17 Mitglieder
der Fürstenfamilie begraben worden sein, von denen allerdings keine Namen und
keine Grabplätze bekannt sind. Es dürfte sich vor allem um Kinder von König
Albrecht I. und seiner Frau Elisabeth von Görz gehandelt haben, von denen mehrere
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frühzeitig verstorben sind. Das Dominikanerinnenkloster in Tulln war 1280 von
Albrechts Vater König Rudolf I. gegründet worden, und zwar zum Dank für seinen
Sieg über König Ottokar II. Es handelte sich um einen relativ umfangreichen
Gebäudekomplex. Ob die Klosterkirche auch als Grablege der Dynastie vorgesehen
war, wissen wir nicht. Ein österreichisches Royaumont ist jedenfalls nicht daraus
entstanden. Es fehlte bei den Habsburgern ja eine Kontinuität der Königswürde, die
eine Kontinuität einer Königsgrablege hätte bewirken können. Dass es sich auch in
Tulln um ein Frauenkloster handelte, in dessen Kirche kurz nach dessen Gründung
verstorbene Fürstenkinder begraben wurden, erscheint jedoch bemerkenswert und
lässt nach funktionalen Zusammenhängen fragen.
Die besprochenen Beispiele haben immer wieder gezeigt, dass Frauenklöster
bzw. unter weiblicher Führung stehende Doppelklöster im Hochmittelalter für
Königshäuser sehr unterschiedliche Funktionen ausüben konnten. Wichtige
Familienereignisse spielten sich hier ab. Fürstenkinder ließ man hier erziehen, vor
allem Töchter, die nicht zur Heirat bestimmt waren, konnten über die Zeit der
Erziehung hinaus verbleiben, als Nonne eintreten und lebenslänglich versorgt sein.
Für die „Memoria“ der Dynastie hatten sie dann besondere Bedeutung. Mitunter
wurden auch Hochzeiten der königlichen Familie hier abgehalten. Vor allem aber
wurden Angehörige der Dynastie hier bestattet und dauerhaft ihrer gedacht. Im
Gebet für die Verstorbenen kam solchen Frauenkonventen besondere Bedeutung zu.
Vor allem die Klöster der Zisterzienserinnen spielten im Untersuchungszeitraum
diesbezüglich eine wichtige Rolle. Obwohl die „Weißen Mönche“ als Männerorden
gegründet wurden, zog das Leben nach der Regel dieser Gemeinschaft auch Frauen
besonders an. Allein zwischen 1200 und 1270 entstanden über 800 Frauenkonvente
– mehr als es im ganzen Orden an Männerklöstern gegeben hatte. Zum Teil setzten
die weiblichen Zweige der Bettelorden diese Entwicklung fort, allerdings nicht
annähernd in gleicher Intensität.
Die hier behandelte Epoche, in der vor allem untereinander verwandte
Fürstinnen an dieser Gründungswelle von Frauenklöstern bzw. Doppelklöstern
teilhatten, war insgesamt eine Zeit des Aufbruchs von Frauen im religiösen Leben.
In den Nonnenklöstern gab es Skriptorien. Geistliche Bücher wurden abgeschrieben
oder neu verfasst. In den Klöstern der Zisterzienserinnen blühte damals die Mystik.
Die Fürstenfamilien waren daran interessiert, dass ihre Kinder an dieser
Bildungsbewegung Anteil hatten. Viele Töchter wurden in Frauenklöstern erzogen.
Dieser Zusammenhang auf der Ebene von Bildung durch Frauen mag dazu geführt
haben, dass Nonnenklöster in der religiösen Erinnerung an Mitglieder der Dynastie
auch für früh verstorbene Kinder besondere Sorgepflichten übernahmen. Im
Kontext der fürstlichen Sepulkralkultur gewannen so Kinder zunehmend
Aufmerksamkeit. Diese Tendenz lässt sich nicht nur zeitgleich mit dem „Aufbruch
der Frauen“ im Bildungswesen beobachten. Es scheint ein unmittelbarer
Bewirkungszusammenhang zwischen den beiden Phänomenen bestanden zu haben.
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Symbolisch steht für diesen Konnex das großartige Grabmonument der Eleonore
von Aquitanien in Fontevraud, wo sie zwei ihrer Kinder hatte erziehen lassen. Die
hochgebildete Königin, die man wegen ihrer familiären Verflechtungen auch als
„Großmutter Europas“ bezeichnet hat, ist hier mit einem Buch in ihren Händen
dargestellt.
WEITERFÜHRENDE LITERATUR
- zu genealogischen Zusammenhängen:
Europäische Stammtafeln. Stammtafeln zur Geschichte der europäischen Staaten,
hgg. von Detlev Schwennicke, Bd. 1 und 2, Marburg 1980 und 1984
- zu Personen und Orten:
Lexikon des Mittelalters, 11 Bände, Stuttgart 1999
- zu fürstlichen Grablegen:
Hans Körner, Grabmonumente des Mittelalters, Wissenschaftliche Buchgesellschaft
Darmstadt, 1997
Elizabeth Valdez del Alamo, Lamento for a Lost Queen: The Sarcophagus of Dona
Blanca in Nájera., The Art Bulletin, vol. 78/2 (1996) S. 311-333.
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Avisos
deViena
CLARA MONZÓ
EL ACTOR (CALDERONIANO) A OSCURAS1
Universität Wien
clara.monzo@univie.ac.at
Hay una escena en El conflicto de los Marx (traducción a la española de Animal
Crackers, 1930) que forma parte de los chascarrillos y peculiaridades especulativas de
la tertulia cinematográfica. Un apagón ha sumido en el caos la mansión de la señora
Rittenhouse, donde pronto se cometerá un robo. Mientras, el capitán Spaulding
asiste a la confusión desde un sofá en compañía de la rica anfitriona. El espectador
reconoce la voz de Groucho, que, por supuesto, interpreta al intrépido explorador,
pero no su silueta. A pesar de encontrarse envuelto en sombras, el perfil lo delata: es
Zeppo. En efecto, por azares del rodaje no del todo claros, durante esa escena en
concreto el menor de los hermanos sustituyó a Groucho, aprovechando que la acción
se desarrollaba a oscuras.
El truco podía haber resultado exitoso de haber quedado la pantalla negra,
con las voces de los actores como guía en la penumbra; sin embargo, entonces se
habría privado al público de asistir a los movimientos del desquiciante capitán y los
ademanes nerviosos de Rittenhouse. Al fin y al cabo, como arte audiovisual y en las
coordenadas de un género con tal carga cómica, la supresión de la imagen implicaría
prescindir de uno de los motores generadores de risa. Por otra parte, claro, un
conjunto de signos simultáneos se encarga de indicarle al espectador que aquello que
está sucediendo en la ficción tiene lugar en la oscuridad del apagón. Basta con
indicárselo para que tal circunstancia se acepte de buena gana; en otras palabras,
priman las leyes de la convención.
Siglos antes de que los Marx ofrecieran a la posteridad sus descacharrantes
1
Revisado y corregido por Francisco José García Pérez. Publicado como parte del proyecto FWF
Sound and Meaning in Golden Age Literature (FWF Austrian Science Fund, P32563).
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P 32563
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gags, las tablas del corral suplían las carencias técnicas a base de estratagemas
convencionales. En su tan consultado La puesta en escena de los teatros comerciales
del Siglo de Oro 2 , Ruano de la Haza lanzaba una advertencia contra aquellos
montajes modernos que, en virtud de un estricto realismo, terminaban por jugar a la
contra de la comicidad. Era imprescindible, según Ruano, que el espectador supiese
exactamente qué hacían los personajes en escena. Se hacía efectivo así un desajuste
informativo que concedía al público el don de la visión nocturna, una comprensión
absoluta del enredo en detrimento de los propios damas y galanes, que andaban
desnortados, a tientas sobre el tablado. Este desequilibrio permitía contemplar la
comedia desde una cómoda atalaya, dispuestos los asistentes a dejarse complacer.
Puebla el corpus calderoniano un contraste de luces y sombras que aflora en
fuegos de artificio —aquellos que se reflejan grandilocuentes en los estanques de
palacio—, pero también, vueltos metáfora, en la consciencia atribulada de héroes
trágicos. Y es que, como advierten Aichinger, Kroll y Rodríguez-Gallego: «por muy
parco que sea en las didascalias que acompañan su autógrafo, Calderón nunca se
olvida de señalar el grado de iluminación, bien en las acotaciones externas, bien en
los parlamentos de sus personajes»3. Muchas son las interpretaciones que la oscuridad
dramática de don Pedro ha suscitado entre los estudiosos; un símbolo —el de la luz—
, o un motivo —la luz contra las tinieblas— adecuados tanto para los moldes de la
estética romántica como a una relectura posterior que, en clave racional, vendría a
hacer coincidir el fogonazo de la luz con el advenimiento de la Ilustración. La caída
en desgracia de Julia en La devoción de la cruz, que vaga nocturna debatiéndose
entre volver al convento y sucumbir a la pasión que siente por Eusebio, su hermano,
convierte a la noche —lo dijo Lope, «fabricadora de embelecos»— en dúctil objeto
de análisis moral; mientras que el recuerdo del amado, que guía a Julia como un faro
invisible, puede interpretarse bajo el prisma de la mística. Honor, verdad, redención,
las equivalencias simbólicas de la luz la consagran como imagen maleable.
Otras veces, sin embargo, Calderón nos ahorra —a nosotros, los exégetas—
la necesidad de abrir niveles de profundidad en el texto, cuando los mismos
personajes se encargan de poner de manifiesto, de forma explícita, esta doble
significación, que se asienta sobre la analogía entre los pares dicotómicos luzoscuridad y, las más de las veces, locura-cordura o conocimiento-ignorancia4. Don
Gutierre, paradigma del marido celoso, exclamará durante sus acechanzas a doña
Mencía: «Mato la luz, y llego / sin luz y sin razón, dos veces ciego»5. Y lo mismo
2
Madrid, Castalia, 2000, pág. 307.
«Introducción» a Pedro Calderón de la Barca, El secreto a voces, eds. Wolfram Aichinger, Simon
Kroll y Fernando Rodríguez-Gallego, Kassel, Reichenberger, 2015, pág. 65.
4
Revisaba las distintas dicotomías que suscita el contraste entre luz y oscuridad John Varey, «La dama
duende, de Calderón: símbolos y escenografía», en ed. Javier Aparicio Maydeu, Estudios sobre
Calderón, vol. II, Barcelona, Istmo, 2000, págs. 227-251 [250]. También en «Valores visuales de la
comedia española en la época de Calderón», Edad de Oro, I.5, 1986, págs. 271-298 [292].
5
Pedro Calderón de la Barca, El médico de su honra, ed. Don W. Cruickshank, Barcelona, Castalia,
2012, vv. 1912-1913.
3
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Semíramis, la gran emperatriz, cuyo juicio se ve nublado por una arrolladora
ambición: «Y la respuesta sea / apagar esta llama: así se vea / cuánto, deslumbradas,
mis locuras / aborrecen la luz y obran a escuras»6. O la célebre sentencia de don Luis
en La dama duende: «Luz tomaré, aunque imprudente, / pues todo se halla con luz
/ y el honor con luz se pierde»7.
Un único significante como es, en este caso, una vela o candil, irradia todo
un conjunto de significados complementarios que, al tiempo que se nutre de un
imaginario filosófico-moral arraigado en la tradición literaria, ahonda en la psique de
los personajes. Pero al final, sea cual sea la maquinaria oculta de la construcción
dramatúrgica, es en escena donde se activan los signos. La trastienda metafórica se
vehicula a través de la inmediatez y, más aún, la literalidad del hecho teatral. Por ello,
nos alejaremos ahora de la senda interpretativa del texto, para visitar la oscuridad en
su sentido más riguroso y observar las estrategias que permiten sostener ese pacto de
ficción por el que el espectador, en un teatro a plena luz del día, asume sin
cuestionarlo que los personajes se mueven en la más densa lobreguez. El actor, que
absorbe el peso del espectáculo, encarnará el recurso principal a la hora de asegurar
el éxito de la escena. En él vendrán a confluir el verso, la técnica aprendida, su
ingenio particular —que habremos de dar, por supuesto, aunque no nos sea posible
rastrearlo a partir del texto— y el apoyo del atrezo, el vestuario y los estímulos
visuales (también los sonoros).
Así, un candil, en calidad de objeto, circunscribe la acción en la atmósfera
nocturna y ayuda al espectador a situarse en las coordenadas precisas; pero dependerá
de la maestría del intérprete, con su kinésica y su desempeño general, el
cumplimiento de las expectativas inherentes al género que se representa. Los mismos
recursos, el mismo lenguaje escénico, pueden generar la carcajada o mover los afectos
del público en el espectro trágico, en el abanico de emociones entre el fobos y el
éleos. Tanto si el personaje se halla impelido por el miedo o el temor como si se
desplaza dudoso en la penumbra, la oscuridad exige un comportamiento gestual
específico, que se codifica en las acotaciones. Por ejemplo, en Peor está que estaba,
la acotación explícita «Sale Don César tentando»8 acentúa el peso de la mímica, que
cede al tacto el peso de la orientación sobre las tablas como un acto de pretendido
fingimiento. Es en el diálogo donde se revela la motivación psicológica de este
deambular errático de don César, que tiene en su origen la turbación, una de las
emociones clave en Calderón: «En notable confusión / estoy la puerta buscando, /
sin discurso ni razón, / en las sombras tropezando / de mi misma turbación»9. Del
Pedro Calderón de la Barca, La hija del aire, ed. Francisco Ruiz Ramón, Madrid, Cátedra, 1987, vv.
2192-2195 (Segunda parte).
7
Pedro Calderón de la Barca, La dama duende, ed. Jesús Pérez Magallón, Madrid, Cátedra, 2018.vv.
2708-2710.
8
Pedro Calderón de la Barca, Peor está que estaba, ed. Ángel Valbuena Briones, Madrid, CSIC, 1981.v.
1718 acot.
9
Peor está que estaba, vv. 1718-1722.
6
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lado de los afectos —en un nivel de profundidad mayor—, el actor canaliza, aunadas,
las caras metafórica y física de la oscuridad, como aquel sentimiento inefable hacia
Tamar que Amón se esfuerza en vano en disimular, o ante el secreto que vertebra
una obra como El secreto a voces, y que ha llevado a sus editores a afirmar, en
términos reveladores, que «La actriz que haga de Laura debe representar a varias
luces»10.
La noche es propicia a los amantes y a las tropelías de fantasmas fingidos. Bien
lo demuestra uno de los pasajes cumbre de La dama duende, aquel en que el resuelto
y muy racional don Manuel se propone desvelar la identidad del misterioso ente que
lo acecha. A pesar de mostrarse firme ante la superstición, el galán no podrá evitar
convertirse en objeto de risa pues, al encontrarse solo de improviso, no le quedará
sino dar manotadas al aire en busca de su criado: «¡Cosme, Cosme! ¡Vive el cielo, /
que toco con las paredes!»11. Únicamente la ausencia total de visibilidad justifica que
ninguno de los personajes pueda reconocerse entre sí, lo que da lugar a simpáticos
malentendidos y desencuentros, generando un esquema coreográfico donde chocan
los unos con los otros («Topa con Don Manuel»)12, o bien confunden sus identidades,
como cuando Isabel, creyendo haber dado con don Manuel, agarra en cambio al
gracioso («Sale Isabel trayendo a Cosme de la mano»)13.
El tablado iluminado por los rayos diurnos, por lo tanto, no solo no es óbice
para que el crepúsculo caiga sin esfuerzo sobre la ficción, sino que constituye un
asidero para el lucimiento interpretativo. La aceptación de la técnica actoral,
cristalizada con el tiempo en forma de convención, se muestra en ciertas acotaciones
que denotan la existencia de lugares comunes, cargados de valiosa información para
el espectador: «Salen Jacinta y Don Enrique como a escuras»14, o bien «Sale Don
Álvaro, solo, como de noche [...]»15. Estos trucos que nos otorgan la posibilidad de
asistir a lo que sucede en lo más recóndito de la noche simulada distan de ser
exclusivos del teatro áureo. Tiempo después, años después incluso de que Zeppo y
Groucho se hubiesen intercambiado en un sofá durante aquel apagón en la mansión
de la señora Rittenhouse, un director homenajeará precisamente a las artimañas
técnicas a las que el cine echa mano para traer la oscuridad a la pantalla. Se trata,
claro, del título que François Truffaut estrenó en 1973, La noche americana.
«Introducción» a Pedro Calderón de la Barca, El secreto a voces, eds. Wolfram Aichinger, Simon
Kroll y Fernando Rodríguez-Gallego, Kassel, Reichenberger, 2015, pág. 75. La cursiva es mía. La
cita prosigue con un análisis de este desdoblamiento actoral: «En tanto que actriz, al mismo tiempo
debe provocar y fingir la agitación fisiológica que prescribe el papel en este momento. En tanto que
Laura, debe hacer como si intentara disimular esa agitación, es decir, debe actuar de manera que
trasluzca el intento de encubrir su afecto».
11
La dama duende, vv. 2579-2580.
12
La dama duende, v. 2504 acot.
13
La dama duende v. 2604 acot.
14
El médico de su honra, v. 1021 acot.
15
Amar después de la muerte, ed. Erik Coenen, Madrid, Cátedra, 2008, v. 1989 acot.
10
Avisos de Viena, Issue 1 (05/2021)
P 32563
Avisos
deViena
MARIE-FRANCE MOREL
WET NURSES AT COURT IN XVIIth CENTURY
FRANCE1
Société d'histoire de la naissance
marie-france.morel@orange.fr
In all European courts, the survival of royal newborns was a fundamental and
uncertain issue for dynastic continuity. In France at the beginning of the XVIIth
century, King Henry IV, married to Queen Marie de Medici, had six children from
1601 until 1609, all but one of whom survived to adulthood. Several of these children
were closely linked to the Spanish crown in the Golden Age: the eldest, Louis XIII,
born in 1601, married the infanta Ana Mauricia, daughter of Felipe III, in 1615; the
second, Elisabeth, born in 1602, married the future Felipe IV in the same year and
became Queen Isabel de Borbón. In the next generation, Louis XIV married another
infanta, Maria Teresa, daughter of Felipe IV and Isabel and therefore his first cousin.
In 1679, his niece Marie Louise d'Orléans was married to King Carlos II. And in
1700, his grandson Philippe d'Anjou became King Felipe V.
For early XVIIth century France, we have two important sources concerning
the health of royal newborns. First, the treatise on childbirth published in French in
1609 by Louise Bourgeois, the midwife of Queen Marie de Medici, titled
Observations diverses sur la stérilité, perte de fruict, et fœcondité, accouchements et
maladies des femmes et enfants nouveaux naiz… (Diverse observations on sterility,
miscarriage, fertility, childbirth, and diseases of women and new-born children…)
Two enlarged editions followed in 1617 and 1626; the latter was supplemented by
her recollections of the Queen's six births, Recit veritable de la naissance de
Messeigneurs et Dames les Enfans de France…(The account of the births of my
1
Revisado y corregido por Sabrina Grohsebner.
Avisos de Viena, Issue 1 (05/2021)
75
Lords and Ladies Children of France…)2.
The second document is a manuscript written by the personal physician of
the dauphin, the future Louis XIII, which begins at his birth on 27th September 1601.
Jean Héroard (1551-1628), former medic to Kings Charles IX, Henri III and Henri
IV, left a detailed daily diary of the birth, childhood and youth of Louis XIII until his
own death. During the first months, he was mainly concerned by the poor health of
the baby, because different wet nurses did not succeed in nursing him3.
HOW TO CHOOSE A WET NURSE FOR A ROYAL NEWBORN
There is a long tradition of listing the qualities of a good wet nurse which
originated with ancient authors: Aristotle’s Historia animalium, Pline’s Natural
History, Plutarch, Tacitus, Aulus-Gellius’s The Attic Nights, Moschion, Paré, together
with Arabic medieval authors. Bourgeois is not really original when she lists the
characteristics of a suitable wet nurse: she must be young (but not too much), have
good teeth and breath, it is better if she has given birth to a male, her breasts should
have a proper shape, her skin should not be too light, her hair should be dark rather
than blond (especially not red!) and there must be no pox, scrofula or epilepsy in her
family4. Unlike her predecessors, Bourgeois has experienced nursing with her own
children and is well aware that maternal breastfeeding is the best for any baby. But, as
most women from the bourgeoisie and aristocracy treated by her do not want to
nurse their children, she has to explain how to choose a wet nurse:
The important thing to consider is her gaze, such as whether she
looks directly at you, is cross-eyed, or looks downcast. This is
important, because she will look at the child. Take care that she is
not a redhead, because their milk is very hot […] Observe
whether her teeth are white and well set. […] Find out if any bad
odor comes from her nose, for the least strong smell emanating
from a wet nurse’s nose or mouth greatly harms the child’s lungs,
in the same way that the vapor rising from mud or a privy can
spoil bronze, copper, or silver and blacken it. […] A wet nurse
should therefore be pleasant, have good teeth, dark or brown hair,
and come from a healthy family. […] She should not be choleric;
she should have good, abundant milk. Her nipples should not be
too thick, for [1,165] this often makes it difficult for the child to
nurse. She should not be too fat, and above all, make sure she is
not of an amorous disposition. This is often the case with honest
Bourgeois Louise, Midwife to the Queen of France : Diverse Observations, translated by Stephanie
O’Hara, edited by Alison Klairmont Lingo, Toronto, 2017 (remarkable commented edition and first
complete translation into English). In her time, Bourgeois was translated in German, Dutch and
Latin, but apparently not in Spanish.
3
Héroard Jean, Journal de l’enfance de Louis XIII, edited by Madeleine Foisil, 2 volumes, Paris, Fayard,
1989.
4
The qualities of a wet nurse are also enumerated by a Spanish contemporary, the doctor Ruices de
Fontecha, in Diez previlegios para mujeres prenadas… Alcalá de Henares, 1606, Previlegio nono.
2
Avisos de Viena, Issue 1 (05/2021)
76
women whose disposition causes them to lie with their husbands.
Their milk is then true poison for a nursing child. This can be seen
when they nurse a child, for their monthly purgations start up
again very early on. Truly good wet nurses never have them while
nursing, or at most they have them fifteen or eighteen months
after giving birth. I have observed that when they have them
earlier, the children languish from that time on.
Bourgeois is quite original here in her argued distrust of bad breath, whose harmful
effects she compares to that of a mephitic vapour corrupting the lustre of the
brightest metals. She uses her own trivial comparison here, derived from her
common sense as a housewife, typical of her position as a practitioner 'between two
worlds', both scholarly and popular5. On a practical level, the bad smell of the nurse's
nose or mouth could poison the child's lungs. At the same time, on a symbolic level,
bad breath is like a mephitic pneuma that could have a harmful influence on the
fragile soul of the new born6.
In her distrust of nurses who are menstruating again, Bourgeois draws on
very old theories of the incompatibility between milk and blood: it is not possible
for a woman to produce good quality milk and blood at the same time ; a good wet
nurse should not menstruate. She must not have sexual relations either, because they
are considered to trigger menstruation or, worse, pregnancy, which will turn the milk
into a real poison.
Later [2, 60-65], Bourgeois gives “A Most Important Observation
Concerning the Choice of Wet -Nurses”. The entire chapter is concerned with the
aspect and the taste of the milk. It should be examined with the eyes and tasted with
the mouth: it should be white with a pleasant appearance, taste and smell, of moderate
consistency and of correct age (two or three months, at the best). The consistency of
the milk should be tested by tasting it after letting a drop roll on the nail; moderately
thick milk spreads gently: it is sugary and tastes like almonds; watery milk runs off
immediately and the child is poorly nourished; thick milk stays together and remains
motionless: “Children who are nursed with this kind of milk are sicklier in childhood
than their parents in their old age“. Salty milk “more livid in color”, is “poisonous”
for children. The general idea is that in everything, the good wet nurse should be
average: moderation is the condition of good health.
Furthermore, it is most important at the time to be sure that the wet nurse
chosen is not syphilitic. Syphilis (called “grosse vérole”) is a new illness in the XVIth
century which becomes a main occupational hazard in wet nursing and a problem
for parents and doctors when choosing a suitable person. In 1602, in her account of
the birth of Elisabeth, first daughter of the Queen (and future queen of Spain Isabel
Jacques Gélis, « Louise Bourgeois (1563-1636). Une sage-femme entre deux mondes », in Histoire
des sciences médicales, 2009, 43 (1), p. 27-38.
6
Thanks to Sabrina Grohsebner for suggesting this interpretation.
5
Avisos de Viena, Issue 1 (05/2021)
77
de Borbón), Bourgeois tells how she discovered that the wet nurse chosen by the
court physicians was the wife of a man she had met when he was a patient of her
husband (who was a surgeon) and had not been properly cured from syphilis. She
finally succeeds in preventing the wet nurse from being chosen. We can observe that
despite medical recommendations and cross examinations by physicians, it was not
easy to find a good nurse, even for royal newborns.
THE FOUR WET NURSES OF LOUIS (1601-1602)
When Louis was born, as usual, several potential wet nurses had been selected by the
court physicians. Called the 'retained' wet nurses (nourrices 'retenues'), they lived
together with their babies in a house where they were supervised and could easily
be called in emergency to the palace. It took three and a half months to get a proper
wet nurse for the dauphin. Only the fourth one would be the good one. It is
interesting to follow the recurrent breastfeeding problems mentioned by Héroard on
a daily basis.
At birth (27th September 1601), the baby was apparently very strong and greedy
and had to be nursed on demand very often. His first "nourrice de corps" was
Marguerite Hotman. She did not have enough milk:
(10th October): When he nursed…it was in such great gulps, lifting
his jaw so high that he drew more in one go than others do in
three. Thus his wet nurse was at any hour almost dried out.
(11th October): The wet nurse vomited her entire dinner after
returning from the queen’s room; she was eating more than she
could, after she had realized she was lacking in milk7.
(13rd October): Nursed avidly and for a long time. Clear lack of
milk in his wet nurse, who had small breasts and clear, warm milk.
(14th October): As hungry as a wolf, not at all sated, he was given
pap on the finger, after having emptied both breasts; he ate some
avidly.
(16th October): As ravenous as a wolf, having emptied the wet
nurse’s breasts, he took pap.
(18th October): As hungry as a wolf, dried up his wet nurse,
pap…Completely dries up his wet nurse’s two breasts8.
On 19th October, Madame Herlin, femme de Lemaire, was called as 'second nurse'
7
It is interesting to note that the belief in the benefits of 'eating for two' when breastfeeding, which
is still alive today, existed a long time ago.
8
All my quotations from Héroard (in italics) are translated by Stephanie O'Hara, whom I warmly
thank.
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78
together with the first one.
(23rd October): Little milk in the wet nurse, who covered her
breasts with her neck cloth to hide their deficiency.
(7th November): His wet nurse had little milk, help with sweet
almond oil and rock sugar. Put beaten gold at the tip of her breast
for the cracks9.
(16th and 17th November): he is nursed by the two wet nurses, one
after the other.
(11th December): And since it was noticed that he was growing
thin, he was given pap again.
It is important to understand this use of pap in addition to breastfeeding. Since the
Middle Ages, pap (bouillie), made of animal milk and flour or bread, is given to
newborns very early, along with maternal milk. It is considered necessary for the
growth of a baby, and it symbolically transfers a part of the father in it, according to
the old proverb: Man’s bread and woman’s milk build strong children, which means
that the pap is an ideal mixture of milk coming from the mother and cereals grown
by the father10. Also visual representations of the time connect to this tradition. In
Nativity paintings of the XVth and XVIth century, Joseph is often figured as a pap
maker and a positive figure of paternity, together with Mary breastfeeding. Practically,
the pap is given with the aim of making the infant put on weight quicker. For young
Louis, it is an emergency solution because, being "As hungry as a wolf", he is literally
starving. Héroard and Bourgeois mention the fact that pap is often given on the
finger ("doigtée"), which is easier to suckle for a newborn. Some other medical
sources explain that the nurse can also put the pap in her mouth before she gives it
to the infant. Mixing the pap with the saliva of the nurse is in fact an effective way
of predigesting the starch of the flour which is not digestible by an infant.
Nevertheless, for royal infants, the pap was more digestible, because it was often made
with human milk from the retained nurses11.
Like Héroard and most physicians of his time, Bourgeois is not keen on giving
pap to the newborn. It apparently makes the child fat, but he does not digest it well.
She thinks that it is given only by bad wet nurses who do not have enough milk
because they have their monthlies again [2, 63]:
I can say as well that by God’s grace I have helped save several
children’s lives upon seeing them nurse, and discovering that their
wet nurses did not have enough milk. A third of children die for
9
A thin foil of beaten gold had a strong healing power on cracks, but this expensive remedy was only
available at court.
10
Loux F., Le jeune enfant et son corps dans la médecine traditionnelle, Paris, Flammarion,1978, p.
157.
11
Caffin-Carey Odile, Marie-Madeleine Mercier, nourrice de Louis XV, Paris, Perrin, p. 71.
Avisos de Viena, Issue 1 (05/2021)
79
lack of attention to this. Although a child may seem fat and fair,
when the wet-nurse realizes her condition, she gives the child a
lot of pap. This means that the poor nourishment due to the pap
and the lack of breast milk goes undetected. The end result is a
great deal of colic and wind, which quite often kills children
suddenly, for the least fever that takes hold of them means the end
of them.
On 21st December, 1601, Madame Lemaire, the second wet nurse, is sent away, “…for
not being amenable to the queen, who was persuaded of this by persons close to her.
She was a very worthy woman, quite gentle, and had much good milk. Would that it
had pleased God that Monseigneur le Dauphin had been nursed by her instead of the
first wet nurse; it would have been better for his health, and I believe that he would
have been fed only on milk.”
The baby is not thriving: the repeated changes of milk and the pap have given
him all sorts of skin diseases. On 27th December, Marguerite Hotman, the first wet
nurse, is also dismissed, and Madame Galand, wife of Charles Butel, Parisian barber
surgeon, is called to be the sole “nourrice de corps”. On 13rd January, it is found that
she is not clean, she stinks, she has rheumy eyes and frequent diarrheas. She is
dismissed. Finally, on 15th January, a fourth wet nurse, Antoinette Joron, is called.
Though she has large breasts, she does not have much milk. She is shy and mild.
Héroard is worried: “little milk, we are quite upset…in several gulps he emptied a
breast.” Nevertheless, she will improve and will nurse Louis until he is weaned (7th
November 1703, aged 2 years and 1 month) and live with him long after. The child
will call her “maman Doundoun” and love her dearly.
Gaultier, Léonard: La famille de Henri IV, Petit Palais, musée des
Avisos de Viena, Issue 1 (05/2021)
80
Beaux-arts de la Ville de Paris, 1602.
We can imagine how she looked like as we contemplate a print of monarchic
propaganda by Léonard Gaultier, The family of Henri IV in 1602 : young Louis, still
under one year, wearing the dress of infants, is sitting on the lap of his dear
« Doundoun »in front of his mother the Queen. The Dauphin holds the King’s right
hand, which means that he is his true heir. On the left side of the king we find young
César de Vendôme, the king’s first born by his mistress Gabrielle d’Estrées ; though
he is seven, he is depicted as smaller than his half-brother, since he is a member of
the illegitimate family. Behind the royal couple, four princes (duc d’Epernon, duc de
la Force, duc de Guise and comte de Soissons) are included to confirm the legitimacy
of the Dauphin. This print freely mixes public life and family privacy and shows wet
nurses as a component of the social system at court.
Other future sovereigns had equally erratic experiences of nurturing. In
France, Henry IV had eight successive nurses, Louis XIV also eight. Only the future
Louis XV, born in 1710, had one, Marie-Madeleine Mercier, who successfully nursed
him for eighteen months. At the Spanish court, where the same double system of
nurses was used as in France, with titled nurses and spare nurses called 'amas de
repuesto' or 'de reserva', it was equally difficult to find suitable wet nurses. The little
infanta of the Meninas, Margarita Maria Teresa, born in 1651, had eleven nurses who
breastfed her for three years and four months12. Felipe Prospero, born in 1657, had
nine nurses13, was weaned at three in mid-December 1660 and died a year later. On
the other hand, when they succeeded, wet nurses were deeply loved by their children
and lived with them after they were weaned. When Louis XIII's 13-year-old sister
Elisabeth married the Infant Felipe in November 1615, she travelled to the Spanish
court with her nurse and kept her in her entourage for six years until December
1621 when, after becoming Queen Isabel, she sent her back to France with a gratuity
of eight thousand ducats14. Again, at the end of the century, in 1679, when MarieLouise d'Orléans, the 17-year-old niece of Louis XIV, married Charles II, she brought
her nurse Françoise Nicolette Duperroy to the Spanish court 15. In the XVIIIth
century, both Felipe V and Isabel de Farnesio also travelled to Madrid with their
nurses16. Whether in France or in Spain, nurses shared a long intimacy with princes.
As a result, many of them became wealthy and rose up the social ladder to the nobility.
Echanove Luis Corte, Nacimiento y crianza de personas reales de España, Madrid, Consejo
Superior de Investigationes Cientificas, 1958, p. 72.
13
Ibid, p. 76.
14
Ibid. p. 53.
15
Ibid. p. 93.
16
Ibid. p. 54.
12
Avisos de Viena, Issue 1 (05/2021)
Avisos
deViena
ALVARO RAMIREZ, COSTANZA GISLON DOPFEL
THE INTELLECTUAL PROCURESS: CELESTINA’S
LEGACY AND THE RHETORIC OF SEDUCTION1
Saint Mary's College of California
aramirez@stmarys-ca.edu
cdopfel@stmarys-ca.edu
In 1673, Jan Vermeer painted a large canvas depicting a young woman playing a
virginal (a type of harpsichord, mostly played by women) in the elegant music room
of a wealthy household. The picture, now at the London National Gallery, is a
marvelous example of Vermeer’s ability to enter the intimate dimension of female
life and suspend it for a moment, freezing time and action to create a window
through which the viewer can forever spy into the private world of a forever young
woman. Like many other paintings of this kind, the scene has a magic that keeps the
viewer spellbound, looking at the young woman looking back at him (Fig. 1).
The girl’s obvious youth and the picture’s title, Lady Seated at a Virginal,
enhance the sense of purity and spirituality, but as we follow the girl’s body and face
on the vertical plane of the picture we find another painting, right behind the girl’s
head, that overlaps and connects with it. The miniature painting is a copy of Dirk
van Baburen’s The Procuress, a large canvas depicting a man with his arm around a
young woman playing the lute and an old woman clearly asking to be paid the price
for the girl’s services. (Fig. 2).
1
Revised and corrected by Giuseppe Pio Cascavilla.
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82
Fig. 1. Johannes Vermeer, Lady Seated at a Virginal
Fig. 2. Dirck van Baburen, The Procuress
Vermeer introduced the same background in another painting, The Concert,
completed in 1665, showing two young girls and a man singing and playing the lute
and the harpsichord. Here Baburen’s painting, which was privately owned by
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83
Vermeer’s family2, functions as a morally and physically dark background for the
standing young female singer3 (Fig. 3). In 1656, a decade before composing these two
music-inspired paintings,Vermeer painted his own version of The Procuress, a canvas
crowded with four figures, the fourth apparently a self-portrait (Fig. 4). The inclusion
of the artist’s self-portrait was probably inspired by Dirk van Baburen’s 1632 Loose
Company, featuring the artist playing the lute next to a procuress, a young prostitute
and her client.
Fig. 3. Johannes Vermeer, The Concert
2 The artwork was mentioned in 1641 in the inventory of Maria Thins’ house, as “A painting wherein
a procuress points to the hand.” John Michael Montias, Vermeer and His Milieu, p. 122.
3 The Concert was stolen from the Isabella Gardner Museum in Boston in 1990 and it has never been
recovered.
Avisos de Viena, Issue 1 (05/2021)
84
Fig. 4. Johannes Vermeer, The Procuress
Brothel scenes had long been a common subject in Dutch art as part of the
visual narrative of the biblical Prodigal Son story, but during the seventeenth century
artists discarded the religious context and shifted the focus from the moral content
to the interaction between the profligate young man and the brothel’s procuress.
Vermeer’s interest in the image of the procuress reflects the general public’s
fascination with the topic, as well as Dutch artists’ awareness of the change in their
patrons’ taste. The new demand for art favored eroticism over spirituality,
transforming the artist’s position from visual theologist to purveyor of titillating
images. Like the procuress, the artist must bewitch the patron in accepting illusion as
reality, and eroticism as fulfillment. However, the reason for this artistic shift is more
complex than the artists’ materialistic desire for rich commissions.
Artists’ and writers’ fascination with the figure of the procuress is rooted in a
literary genre that first developed in Spain with Fernando de Rojas’ La Celestina.
The story revolves around the character of an old procuress, Celestina, who seduces
an innocent girl on behalf of a previously unsuccessful young suitor by enveloping
her in a rhetorical web of reverse morality. The enormous success of La Celestina is
attested by its influence on writers and artists, particularly in Italy, where the tragic
story turns into a parody of female education. The Procuress characters that appear
in 16th century Italian art and literature, from Aretino’s dialogues and Giulio
Romano’s Lovers and Procuress, to Titian’s Danaë, are echoes of Rojas’ original
novel. But in Alessandro Piccolomini’s Raffaella (1539) and Bartolomeo Gottifredi’s
Specchio d’Amore (1542) the line separating education and seduction, artist and
Avisos de Viena, Issue 1 (05/2021)
85
panderer becomes increasingly vague.
It is the claim of this paper that La Celestina opened the door for a new
pragmatic understanding of art and literature: behind the disguise of the old woman
and her convincing use of language, there is the increasingly aware self-portrait of
the author as the supreme seducer and supplier of desire. As the artist/writer gains
full awareness of his ability to create, offer and control desire in others, he becomes
the ultimate procuress, one who through logos or art is able to shape esthetic values
and reverse moral categories. Within this new dimension of linguistic/artistic
creativity, the esthetic and ethical categories of good/evil, beautiful/ugly cease to be
absolutes and become shifting qualities, to be determined not by a moral God but
through the power of disguised fe(male) rhetoric.
Fig. 5. Titian, Danaë with Nursemaid or Danaë Receiving the Golden Rain
First published in 1499 untitled and then under the title of Comedia de Calisto
e Melibea, Roja's work gained great popularity at a time of strong and mutual cultural
influence between Italy, Spain and Flanders. In 1502 two editions were published in
Seville with different titles: Libro de Calixto y Melibea y de la puta vieja Celestina
and Tragicomedia de Calixto y Melibea, the latter also appearing in Salamanca and
Toledo the same year. Interestingly, in the title of the 1502 version, Libro de Calixto
y Melibea y de la puta vieja Celestina, we note the beginning of a shift in focus away
from the doomed couple and towards the old hag. It is no longer a “comedia” or
“tragicomedia,” it is simply a book. This change points to the fact that the procuress’
Avisos de Viena, Issue 1 (05/2021)
86
popularity must have grown by leaps and bounds to the detriment of the other two
protagonists and it was logical that eventually she would be transformed into the
privileged focus of the story, and the book would come to be known simply as La
Celestina.
The question is: What is it about the portrayal of Celestina that has resounded
so profoundly with readers since the first publication of the book? Why did she
displace the original protagonists of the text with such ease? The answer may be that
Rojas was able to tap into the deepest fears men have towards women. Rojas
constructs and deconstructs through Celestina the prevalent notions and myths about
women that have enjoyed currency in Western societies since classical and biblical
times. Among the received ideas about females that Rojas delves into, there is the
relationship between gender and logos; between the word and its custodians. He
exposes men’s need to control the word that confers power in order to create the
world and invent gender subjectivities along with the relations that govern them.
Although critics have lavished much attention on the linguistic aspects of La
Celestina, few have focused on the role of language as the driving force behind the
novel: specifically, the way language is manipulated by Celestina to seduce, to create
desire and need. It is for this reason that the procuress is not just depicted in the
traditional imagery of witches that had been created and propagated by the Catholic
Church during the Middle Ages and undoubtedly still held sway in early modern
Spain. Instead, she is portrayed as a woman aware of the power of logos to invent and
reinvent realities. As such, the text is a precursor of Cervantes’ Don Quixote with
regard to its modern and postmodern tendencies. In other words, Celestina is much
more than a witch who concocts potions and magic spells to bring about her work
as a go-between, she is a woman who appropriates the role of Eve in Genesis as she
usurps patriarchal discourse and wreaks havoc on society by showing reality for what
it actually is, a social construct manipulated by discourse.
Before the procuress appears on the scene, Sempronio describes her to Calisto
as “una vieja barbuda que se dice Celestina, hechicera, astuta, sagaz en cuantas
maldades hay” (67-68). The imagery chosen by Sempronio to describe Celestina is
striking indeed. What stands out is the characteristic demonization of women. She is
a witch and a whore, two prevalent negative images of women that had been
ingrained in the collective psyche of medieval Christian men and which society as a
whole had learned to fear and deplore. Later, Parmeno also describes Celestina as
“[una] maestra” of unseemly deeds (75-77). The description of the “alcahueta” as
“astuta, sagaz and maestra” is very telling. When applied to a man, “astuto, sagaz y
maestro” denote intelligence and a mastery of knowledge rightfully put to use.
However, this is far from the case when Parmeno and Sempronio use these terms to
characterize Celestina. Parmeno and Sempronio are not praising the old woman for
her knowledge. For them, “astuta, sagaz, y maestra” cannot represent positive qualities
in a woman, they are instead extremely negative attributes. Consequently, in
Avisos de Viena, Issue 1 (05/2021)
87
describing her is such terms, both servants are warning Calisto not to trust Celestina.
She is dangerous not only on account of her witchcraft, but more so because she is
an intelligent, sage, knowledgeable woman. She has in her possession, moreover, the
power of the word. The combination of knowledge and the power of logos in the
hands of a woman has a dangerous, evil dimension, manifest in the bearded aspect of
the old hag, which reminds the reader of a male sage but also of the devil. As such,
Celestina fuses together Eve and the Serpent of the Garden of Eden. This subtext is
developed throughout the novel.
This notion is made transparent at the end of the Third Act, when Celestina
receives the mission of procuring Melibea for Calisto. Before embarking on the task,
“la vieja barbuda” enacts a ritual involving serpent oil, sewing string and words
written on paper with the blood of a bat. Like a high priestess at a black mass,
Celestina conjures the power of Pluto, the devil, to help her attain her goal with
Melibea. It is obvious Celestina’s power is not based on faith but on the power of the
words written with the bat’s blood. It is the force of these written words that conjures
the power of the devil, and it is the power of these words that is passed on to the
sewing string, which is ritually transformed into the language of desire that will
enmesh Calisto and Melibea. The string, then, is symbolic of the seductive force of
discourse; and it is with this ‘cord’ of words that Celestina elaborates a serpentine (in
the Garden of Eden sense) web of desire, and ultimately also of deceit, which leads
to the tragic demise of the hapless lovers.
Such a reading of the text makes the subversive nature of this novel quite
evident. Celestina must die not because she is an “alcahueta” or a witch, but because
she has usurped from men the supreme authority, the knowledge and power to
unleash the creative and seductive forces of discourse: the same power that Eve
discovered by way of the Serpent in the Garden of Eden, when she ate from the Tree
of Knowledge and for which she and Adam were ultimately punished with mortality.
Ever since, women have been exiled from the realm of discourse, while the creative
and seductive use of language eventually was monopolized by men. Women were
fore-ordained to endure a long silence that would last millennia. With the advent of
Christianity, the idea that language and women were a volatile combination, which
was to be avoided at all costs, became institutionalized. For it was thought that in the
hands of women, such as Celestina, language ceased to be a truly creative force,
becoming instead a destructive element in society as the denouement of the novel
makes evident. As such, Celestina embodies that which medieval men and society
feared most: a woman who tapped once more into the seductive power of logos and
the Tree of Knowledge.
Celestina’s destructive rhetorical power is reworked in Pietro Aretino’s 1536
Dialogo in which the courtesan Nanna instructs her daughter Pippa (on seducing
men and becoming a prostitute). Aretino assimilates Celestina’s dialogic model and
enriches it with a modern parody of Petrarchan language and value system, which
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88
he places under the control of courtesans rather than educated courtiers. Turning
upside down Castiglione’s great work Il Cortigiano (The Courtier), an educational
treatise on how to become a perfect courtier, Aretino associates the courtier with its
female correspondent: la cortigiana, a term that in the sixteenth century shifted from
defining a court lady to indicating a courtesan. Aretino, the ultimate panderer and
blackmailer, is himself both a cortigiano, a man of the court, and a cortigiana, a
courtesan willing to sell his pen to whomever pays the most.
Following Aretino’s example, Piccolomini’s Raffaella and Gottifredi’s Specchio
d’amore demystify the element of witchcraft and substitute it with the humor of a
reverse morality presented as a parody of female education. The young victims are
easily subjugated by the eloquence of the old procuress’ transvestite authorial male
voice, that is, the voice of a scholar pretending to be an old woman, who is
nonetheless as eloquent as a scholar in teaching another woman how to seduce a
man. From this perspective, every advice on feminine beauty, attire and behavior
represents the trespassing of a camouflaged male author into the forbidden private
world of femininity, offered to the public view through the peep-hole of the dialogue.
Rhetoric and literature, the domain of the male educator, emerge as the most
efficient seduction weapons: they can not only conquer the heart of a woman, but
seduce and conquer other men through the 'educated' body of their female pupil.
The artist/writer/procuress seduces his public by creating and shaping both
desire and its object of consumption, a beautiful woman, an ‘unreal’ artistic product
over which he has absolute control. While the ‘fake’ procuresses of the Italian
dialogues go unpunished, Celestina is a real, uncontrollable and fearsome woman,
and the disruption she causes means that she must be destroyed. Her subsequent
transformation into an increasingly self-aware portrait of the ever-controlling male
author exorcizes this anxiety, but at the same time denounces the pandering nature
of both literature and art.Vermeer’s painting-inside-a-painting is a celebration of such
awareness and a warning, to the educated viewer, that all desire, beauty, love, youth,
when mediated through art, are nothing but an old procuress’ trick.
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WORKS CITED
Aretino, Pietro, “Dialogo di Messer Pietro Aretino nel quale la Nanna il primo
giorno insegna a la Pippa sua figliuola a esser puttana…”, in La Letteratura
Italiana. Storia e testi, Vol. 26, bk. 2, ed. Carlo Cordiè, Riccardo Ricciardi
Editore, 1976, 202-435.
Castiglione, Baldassarre, The
Bull, Penguin, 2004.
Book
of
the
Courtier,
translated
by
G.
Cerri, Leopoldo, Bartolomeo Gottifredi e il suo "Specchio d'amore", Solari, 1900.
Montias, John Michael, Vermeer and His Milieu: A Web of Social History, Princeton
University Press, 2018.
Nevinson, John Lea, and Piccolomini, Alexander. Raffaella of Master Alexander
Piccolomini: Or Rather, A Dialogue of the Fair Perfectioning of Ladies,
University of Glasgow Press, 1968.
Rojas, Fernando de, La Celestina, edited by Bruno Mario Damiani, Scripta
Humanistica, 1991.
IMAGES
Figure 1 – Johannes Vermeer, Lady Seated at a Virginal, The National Gallery, London,
c. 1670-1672.
https://en.wikipedia.org/wiki/Lady_Seated_at_a_Virginal#/media/File:Lad
y_Seated_at_a_Virginal,_Vermeer,_The_National_Gallery,_London.jpg
Figure 2 – Dirck van Baburen, The Procuress, Museum of Fine Arts, Boston, c. 1622.
https://en.wikipedia.org/wiki/The_Procuress_(Dirck_van_Baburen)#/medi
a/File:Dirck_van_Baburen_-_The_Procuress_-_Google_Art_Project.jpg
Figure 3 – Johannes Vermeer, The Concert, Isabella Stewart Gardener Museum,
Boston, stolen in 1990, current location unknown, c. 1664.
https://www.wikiart.org/en/johannes-vermeer/the-concert
Figure 4 – Johannes Vermeer, The Procuress, Staatliche Kunstsammlungen, Dresden,
c.1656.
https://en.wikipedia.org/wiki/The_Procuress_(Vermeer)#/media/File:Johan
nes_Vermeer_-_The_Procuress_-_Google_Art_Project.jpg
Figure 5 – Titian, Danaë with Nursemaid or Danaë Receiving the Golden Rain,
Museo del Prado, Madrid, c. 1560.
https://en.wikipedia.org/wiki/Dana%C3%AB_(Titian_series)#/media/File:
Tizian_-_Danae_receiving_the_Golden_Rain_-_Prado.jpg
(all images are in public domain)
Avisos de Viena, Issue 1 (05/2021)
Avisos
deViena
ANTONIO SÁNCHEZ JIMÉNEZ
VÍBORAS Y PARTOS VIOLENTOS EN LOPE DE VEGA1
Université de Neuchâtel
antonio.sanchez@unine.ch
INTRODUCCIÓN
Una de las imágenes de parto más extendidas en la literatura del Siglo de Oro es la
del espantoso alumbramiento de la víbora. Según contaban los filósofos naturales de
la Antigüedad y recoge, por ejemplo, Covarrubias, la víbora
concibe por la boca, y apretando los dientes mata al macho, pero después los
viboreznos, que son muchos los que concibe en el vientre, no pudiendo salir
todos juntos, los postreros le horadan las tripas y la matan2. (Tesoro, s. v.
cuba)
La noticia aparece en Plinio (Historia, lib. X, cap. 62, pág. 833) y Eliano (Historia, 15,
16), y la recogen con gran lujo de detalles y autoridades el naturalista suizo Conrad
von Gesner (Historia, vol. V, fol. 73v) y el comentarista español Juan Bustamante de
1
Revisado y corregido por Clara Bonet. Esta publicación se inscribe en el marco del proyecto «Lope
de Vega as a Courtly Writer: La Filomena (1621) and La Circe (1624)» (IZSAZ1_173356 / 1),
financiado por el Fonds National Suisse de la Recherche Scientifique (FNS).
2
La imagen es muy común en Covarrubias. También la repite ss. vv. encubar («la víbora dicen que,
concibiendo por la boca, corta la cabeza al macho, acabando de recebir la simiente, y después los
viboreznos vengan la muerte del padre, que no pudiendo salir a luz con la presteza que querrían,
horadan la barriga de la madre y salen por ella, dejándola muerta») y víbora («Escriben della que
concibe por la boca, y que en el mesmo acto corta la cabeza al macho, apretando los dientes, o por
el gusto que recibe o por el disgusto que teme recebir después al parir de los viboreznos, los cuales
siendo en número muchos, los postreros, que han tomado más cuerpo y fuerza, malsufridos y
cansados de esperar, rompen el pecho de la madre; vide Plin., lib. 10, cap. 62; y así algunos quieren
que se haya dicho vipera, eo quod vi pariat»). La concepción por la boca se atribuía también a la
comadreja, como explica el propio Covarrubias (Tesoro, s. v. comadreja).
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la Cámara (De reptilibus, págs. 625-638), por no hablar de emblemistas como
Hernando de Soto (Emblemas moralizadas, fols. 5v-7r), los primeros párrafos de La
Celestina (Rojas, pág. 17) o la Silva de Pero Mexía (III, 11, vol. II, págs. 80-85), donde
la noticia se presenta e incluso se rebate. Precisamente la Silva es una prueba más de
que para conocer la pintoresca leyenda no hacía falta acudir directamente a Plinio,
pues el relato estaba al alcance de cualquier ingenio curioso del quinientos y
seiscientos, de cualquiera que poseyera, por ejemplo, una edición de la Officina de
Ravisius Textor (vol. II, págs. 4-5)3, como era el caso de Lope de Vega.
Nuestra intención en las líneas que siguen es examinar la incidencia de este
motivo en el Fénix, incidencia que compararemos brevemente con la que el parto
de la víbora presenta en Calderón. Para ello, presentaremos una visión breve y
panorámica del motivo en Calderón, según lo hemos podido localizar con la ayuda
de la base de datos TESO. Luego, comentaremos los resultados de esa misma búsqueda
en el corpus lopesco, que nos llevará a examinar un giro muy común en el Fénix: la
víbora pisada. Tras ello, nos adentraremos en la parte central de nuestro trabajo: el
análisis de los datos en la obra dramática y no dramática de Lope, con especial
atención a la imagen del parto de la sierpe en cuestión.
LA VÍBORA CALDERONIANA
Para empezar con las obras de Calderón, una búsqueda de la palabra víbora y sus
diversas variantes ortográficas en el corpus calderoniano de TESO arroja 27
resultados en comedias y autos. En algunos, comprobamos que la víbora simboliza
sencillamente el veneno (La crítica del amor, El jardín de Falerina, Mañanas de abril
y mayo, El postrer duelo de España) (Hildner, 2011), la reacción traicionera (El gran
mercado del mundo, No hay instante sin milagro, El nuevo hospicio de pobres), una
pasión violenta y dolorosa (Los alimentos del hombre, El santo rey don Fernando,
segunda parte) o, en obvia relación con lo anterior, el dañarse a uno mismo (El
cordero de Isaías, El médico de su honra, Ni amor se libra de amor, Primero y
segundo Isaac, El valle de la Zarzuela), pues existía otra creencia según la cual algunas
víboras perecían envenenadas por la propia ponzoña. Sin embargo, en la mayoría de
los casos, la víbora calderoniana se refiere a la familiar imagen del parto violento
(Andrómeda y Perseo, Apolo y Climene, En esta vida todo es verdad y todo mentira,
Los encantos de la culpa, La fiera, el rayo y la piedra, La hija del aire, primera parte,
El mayor monstruo del mundo, El sacro Parnaso, El santo rey don Fernando, segunda
parte, También hay duelo en las damas, Las tres justicias en una, El Tuzaní del
Alpujarra y, tal vez la más famosa, La vida es sueño) (Arellano, 2004: 59-60), imagen
que además se puede relacionar con la idea de la muerte por el propio veneno, antes
referida: al fin y al cabo, los viboreznos que matan a la víbora en el parto también
3
También se encuentra en otro libro de Ravisius Textor que manejaba el Fénix (Conde Parrado, 2017),
los Epitheta (fol. 438r).
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proceden de ella. Esta abundancia de víboras en la obra del dramaturgo madrileño
confirma una constatación de los críticos, para los cuales la imagen del parto violento
en Calderón es particularmente frecuente, casi obsesiva (Aichinger, 2014). Como era
de esperar, la víbora constituye la imagen predilecta de Calderón para representar
estos partos violentos4.
LA VÍBORA PISADA EN LOPE DE VEGA
En Lope, el panorama es diferente. Para empezar, y proporcionalmente, el número de
resultados es mucho menor, y además se distribuye de manera más equitativa. Así, en
El cuerdo en su casa, la víbora simboliza una pasión ardiente; cómo no (estamos en
Lope), los celos:
que, si a picar a una mujer alcanza
la víbora de celos, dará, loca,
libras de honor por onzas de venganza. (vv. 1342-1344)
De hecho, la pasión más común que representa este animal es la ira producida por
los celos, afecto que aparece comúnmente expresado con una imagen particular que
vamos a examinar en cierto detalle: la víbora pisada5. Tal vez su primera aparición en
el corpus lopesco sea esta de Los hechos de Garcilaso de la Vega, donde la frase
describe la reacción de una dama:
Volvió el hermoso rostro, de la suerte
que la encendida víbora pisada,
no menos rigurosa, airada y fuerte. (pág. 210)
La imagen es insistente en No son todos ruiseñores, donde la encontramos ya en un
soliloquio de Elvira en el acto II, en el contexto de una de las definiciones de amor
que tanto gustaban a Lope (La vega del Parnaso, vol. II, pág. 70, v. 494; Fernández,
2001):
Amor, que nunca dejaste,
desde que al mundo naciste,
de engañar cuanto pudiste,
de matar cuanto miraste;
Amor, víbora pisada,
Amor, rapaz lisonjero;
Amor, hijo de un herrero
y de una mujer errada. (pág. 108)
Luego, aparece en labios de don Juan, en el acto III, para describir la huida airada de
4
Para dos imágenes a veces asociadas, el volcán y la mina que revienta, véase, respectivamente, Vara
(2014) y Sánchez Jiménez (2017).
5
También se encuentra, aunque con mucha menos frecuencia, en Calderón (La niña de Gómez Arias).
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una mujer:
¿Eso dices? Oye, advierte…
Fuese, engañose; es mujer.
¿Qué fiera, qué tigre airada,
qué sierpe se pudo ir,
qué mar, sin querer oír,
o qué víbora pisada?
¿Qué león, qué ardiente espada
en venganza de traición?
Que no hacen comparación,
ni la pueden igualar,
fiera, tigre, sierpe, mar,
víbora, espada y león. (págs. 116-117)
Una imagen muy parecida se encuentra en el acto III de Los bandos de Sena, donde
el gracioso Donato también la usa para describir la huida de una dama:
Como víbora pisada,
en alzando el pie corrió. (pág. 565)
Asimismo, la podemos hallar en la obra no dramática del Fénix, ya desde la Arcadia
(1598), de nuevo para describir una reacción femenina:
Aunque, como una víbora pisada,
si a llegar a su reja me atrevía,
soberbia huyendo, se mostraba airada. (pág. 455)
La misma fórmula y la misma situación (mujer airada) se repiten a los pocos años en
La hermosura de Angélica (XIX, vv. 881-888):
Mas como la mujer menospreciada
los dientes vuelve al que halagó primero,
como suele la víbora pisada
asiendo el pie del cazador ligero,
celosa, melancólica y burlada
de mi pecho fingido y lisonjero,
que me maten procura y, finalmente,
vivo por ella de mi bien ausente.
Asimismo, encontramos la imagen en la Jerusalén conquistada (1609), aunque esta
vez Lope no emplea la frase consabida ni la usa para referirse a los celos de la mujer:
Más es que fiera, más que tigre hircana,
el que viendo llorar sobre la nieve
de un rostro hermoso, convertido en grana,
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perlas de amor, no se enternece y mueve;
bien le pueden llamar víbora humana,
que si al dolor la compasión se debe,
¿quién no la tiene de mujer que llora,
de que nació? ¿qué Libia ardiente mora? (XI, estr. 119)
No suele el que de súbito despierta
picado de la víbora escondida
ponerse en pie con la color tan muerta,
y la sangre al principio de la vida. (XVIII, estr. 121)
Como se ve, la Jerusalén nos aleja de la iunctura que nos interesa, que podemos
rastrear en el CORDE, motor que arroja once resultados. Entre ellos se encuentran
los dos de Lope que mencionan Montero, Escobar y Gherardi (2014: 624), más otros
casos en María de Zayas, el Estebanillo González, Guillén de Castro y el canto
undécimo del Arauco domado de Pedro de Oña, que citaremos porque era un texto
que Lope conocía muy bien (Sánchez Jiménez, 2006):
El duro Galbarín, de rabia insano,
la clava juega a diestro y a siniestro,
más fiero que la víbora pisada
y que mujer por celos enojada. (pág. 385)
El pasaje es interesante, y no solo porque tenemos la seguridad de que el Fénix leyó
el libro de Oña con atención y admiración, sino porque presenta la consabida
asociación entre la víbora pisada y la mujer celosa, tan fecunda luego en Lope.
ORIGEN CLÁSICO: CALCATA VIPERA
Como explican Montero, Escobar y Gherardi (2014: 87 y 624), la imagen de la víbora
pisada es tópica, lo que documentan con dos lugares de Lope (Los hechos de
Garcilaso y la Arcadia) y uno de Belmonte Bermúdez (Hispálica, pág. 167).
Obviamente, también se encuentra en el pasaje de La Galatea de Cervantes que
comentan los dichos estudiosos, versos donde el símil se aplica a una bella pastora:
Tan terrible y rigurosa
como víbora pisada,
tan crüel como agraciada,
tan falsa como hermosa. (pág. 87)
Un giro tan común no puede provenir solamente de La Galatea, pues alcanza incluso
al premio Nobel griego Odysséas Elytis (Rotolo, 1975: 695). Mucho antes, se
encuentra en Julio César Escalígero (Poemata, pág. 184), en el Adone de Marino (pág.
6) y en decenas de obras más, entre las que encontramos incluso una obra teológica
de un amigo de Lope, Juan de Piña, quien recurre al calcata vipera en el
Commentariorum in Ecclesiasticum tomus primus (pág. 220), de 1630. El origen de
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la imagen debe de estar en un texto igualmente difundido, esto es, en los clásicos. En
un primer momento podríamos pensar que la fuente es, concretamente, la Biblia,
pues la iconografía que evoca esta fórmula nos remite a la Virgen y al Génesis (3, 15)6.
Sin embargo, la formulación textual de la Escritura es muy diferente de la que
encontramos en los autores áureos, por lo que debemos descartar esta posibilidad.
Luego, tal vez la hipótesis más obvia sobre el origen de la fórmula apuntaría a la
Geórgica IV de Virgilio, pero lo cierto es que el mantuano no cuenta así la muerte
de Eurídice, ni tampoco Ovidio en el libro X de las Metamorfosis (vv. 8-10), que
trata el mismo tema. Sin embargo, el poeta de Sulmona trae un pasaje que nos interesa,
el que encontramos cuando Orfeo relata a las deidades del Averno las circunstancias
de la muerte de su amada:
causa viae est coniunx, in quam calcata venenum
vipera diffudit crescentesque abstulit annos. (X, 23-24)
Ese «calcata … vipera» sí que parece ser el giro original y la fuente de la «pisada
víbora» áurea que tanto utilizó Lope. Además, el calcata vipera de las Metamorfosis
nos recuerda otro lugar de Ovidio, concretamente unos versos del Ars amandi donde
se habla de una «vipera laesa pede» (II, 376-378). Wilkins (1932: 81) comenta que
este último lugar puede estar inspirado en otro de Virgilio (Eneida, II, 379-382). Sin
embargo, ni el vipera laesa pede ni el lugar de Virgilio se acercan a la iunctura que
estamos estudiando. Mucho más próxima es su formulación en el pasaje ovidiano de
la calcata vipera, el de las Metamorfosis, lugar que además era muy célebre y aparece
antologado en la Officina de Ravisius Textor (vol. I, pág. 64), entre otros manuales
del momento. No descartamos que a Lope le impresionara la imagen en su lectura
de La Galatea, pero lo más probable es que la conociera ya por su aparición en Ovidio
y, luego, Oña. De hecho, la fortísima asociación entre el pasaje y el carácter femenino
(tal y como lo entendía el Fénix) en estos dos últimos autores sugiere que esa fue la
genealogía.
OTRAS VÍBORAS: EL PARTO
En cualquier caso, las obras de Lope también nos deparan otras víboras alejadas de la
fórmula que nos ha interesado arriba. Así, encontramos el animal como imagen del
vivir con veneno (Arcadia, pág. 240), como atributo simbólico de la corona de la
Ambición (Jerusalén, V, estr. 4), como cultista metáfora del relámpago (Huerto
deshecho, v. 60), etc. Asimismo, la imagen aparece asociada a la noticia del parto
violento en otras comedias y textos no dramáticos, aunque no llegan a ser tan
abundantes, proporcionalmente, como los calderonianos. Así, en el tercer acto de
Amor, pleito y desafío, don Pedro se disculpa ante el marqués comparándose con el
viborezno que mata a su madre al nacer:
6
Agradecemos esta referencia a Juan Montero.
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Marqués, quitadme la vida,
que engañada os ha ofendido
y como víbora ha sido
de quien se la da homicida. (fol. 190v)
De modo semejante, en la segunda jornada de Los embustes de Celauro, Lupercio
explica, despechado:
¡Ah, mujer fingida,
áspid que entraste en mi pecho,
y estás en el alma asida!
Sanguijuela de mi honor,
que en él pegada has sacado
toda su sangre mejor,
fuego en nieve disfrazado,
pensamientos de traidor;
amigo vil, que te alejas
en viendo pobreza y quejas;
víbora que concebí,
que para salir de mí
el pecho abierto me dejas. (vv. 1872-1884)
Ahí, el amante ofendido pasa de la imagen ofídica inicial («áspid») a un animal de
forma serpentiforme como la «sanguijuela», para luego a dar en la «víbora» y el
concepto del parto. Este también se encuentra en una comedia temprana, Los
comendadores de Córdoba, donde Lope lo asocia a la ira, concretamente a la
provocada por la deshonra y los celos:
¡Reventaré como preñada víbora! (v. 2429)
Asimismo, encontramos el motivo en la producción no dramática de Lope. Así, en la
Arcadia se menciona un emblema en que se ve pintada una víbora muerta, de cuyo
vientre salen sus viboreznos. La letra del emblema, cuenta Lope, dice así:
Tan a mi costa se fueron,
pero, en fin, me descansaron,
que, aunque por la boca entraron,
por las entrañas salieron. (pág. 672)
Pocos años después, en las Rimas, el soneto 31, dedicado al fallecimiento de Isabel
de Urbina y su hija, concluye con la imagen consabida:
Venganza fue para que ejemplo quede
que quien fue basilisco en dar veneno
muriese como víbora en el parto. (vv. 12-14)
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De nuevo, en estos versos la mujer funciona como centro de atracción para las
metáforas ofídicas: la bella Isabel mataba con la mirada, como el basilisco, y murió en
el parto, como la víbora. En cambio, en La Filomena (1621), la imagen se aplica a un
hombre, Tereo, violador de Filomena. Su esposa Progne le espeta lo siguiente, tras
haberle servido el cadáver de su hijo Ifis para comer:
Y pues víbora ha sido tu arrogancia
y el corazón de fieras sierpes hecho,
engéndrale otra vez de tu sustancia:
romperá como víbora tu pecho. (I. 3. 426-428)
Años más tarde, la imagen aparece en la égloga Eliso, de La vega del Parnaso (1637):
Pues sois su quinta esencia,
lágrimas, distilad el alma en llanto;
que hallando resistencia
haréis, vueltas al pecho, en dolor tanto,
con el veneno en víboras deshecho,
la puerta de los ojos por el pecho. (La vega, vol. I, págs. 593-594, vv. 7-12)
Esta mención es especial no solamente porque se refiere a un sujeto masculino (el
sujeto lírico, quien vierte lágrimas por la muerte de Paravicino), sino porque no se
asocia de ningún modo a una mujer, como en los casos anteriores.
De hecho, esa conexión entre víbora, pasión, parto y mujer es muy
importante en el corpus lopesco, como se puede observar en uno de los ejemplos
más tempranos de la obra del Fénix, el romance de juventud «De pechos sobre una
torre». Se trata de un texto doblemente ovidiano, porque se inspira en la Heroida VII
(«Dido a Eneas») y porque incluye la imagen de la víbora, que, en su forma de la
calcata vipera (que no aparece en el romance), también dependía de Ovidio
(Metamorfosis, X, 23-24, como hemos demostrado). El romance en cuestión pinta la
reacción de Belisa ante la partida del amado y se basa en un doble contexto, biográfico
y literario. El literario es la Heroida consabida y su fuente, en el libro IV de la Eneida:
la despedida de Dido, embarazada y pronta al suicidio. El biográfico es el que el Fénix
quería que aplicaran también sus lectores, quienes debían identificar a Belisa con
Isabel de Urbina y al héroe con el propio Lope. Además, el texto también es ovidiano
en los afectos, pues pinta a una Belisa desesperada y cambiante, sedienta de venganza.
Concretamente, Belisa amenaza con dejar que nazca su hijo para así poder matar a
alguien que se parezca al amante que la abandona:
Mas quiero mudar de intento
y aguardar que salga fuera,
por, si en algo te parece,
matar a quien te parezca. (Romances de juventud, núm. 15, vv. 21-24)
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Inmediatamente después, la joven pronuncia los versos que nos interesan, donde
evoca la imagen de la víbora:
Mas no le quiero aguardar,
que será víbora fiera
que, rompiendo mis entrañas,
saldrá dejándome muerta. (Romances de juventud, núm. 15, vv. 25-28)
Se trata de uno de los pasajes —y poemas— más emotivos de la ya de por sí volcánica
obra lírica de Lope. Tal vez no sea casual que la imagen del parto de la víbora le sirva
de clímax.
CONCLUSIÓN
En suma, el estudio de la imagen de la víbora en el corpus lopesco nos permite
alcanzar, por lo menos, dos conclusiones. En primer lugar, que existe un contraste
evidente entre la obra dramática de Lope y la de Calderón, un contraste que añadir
a los habitualmente aducidos y tal vez matizables binomios que suelen oponer a los
dos ingenios: al Lope de estructuras dramáticas laxas y elocutio llana se le
contrapondría el Calderón de trazas rigurosas y atrevimiento cultista. A esta oposición,
aquí simplificada hasta la caricatura y, repito, matizable, hay que añadir la frecuencia
en el uso de una imagen tópica: el parto de la víbora. En Calderón, el motivo es tan
abundante que parece un leitmotiv; en Lope, es simplemente uno entre otros, y en
todo caso mucho menos frecuente que en su ilustre discípulo. El contraste podría
resultar sorprendente si acudiéramos a interpretaciones biográficas7, pues a Lope se le
murieron dos mujeres de parto (Sánchez Jiménez, 2018: 100-101 y 221); a Calderón,
su madre y la madre de su hijo (Cruickshank, 2011: 74-75 y 410-414). Es decir, los
dos pasaron por momentos traumáticos, pero podríamos interpretar que estos
afectaron más a Calderón que a Lope, si es que el gusto por la imagen de la víbora
obedece a razones biográficas, lo que en absoluto podemos demostrar.
En segundo lugar, la víbora nos permite reflexionar sobre el usus scribendi
de Calderón y, sobre todo, de Lope. El primero tendía a usar el motivo clásico del
parto de la víbora para expresar todo tipo de alumbramientos violentos, ya literales
(nacimientos), ya metafóricos (explosiones, exabruptos emocionales). El segundo
también usaba esta noticia pliniana, pero era mucho menos aficionado a ella que
Calderón. Además, en lo respectivo a las víboras Lope no solamente recurría a ese
tópico, sino, con mayor frecuencia, a una fórmula verbal concreta, una iunctura que
debió de encontrar en Oña y que procedía, originalmente, de su querido Ovidio: la
calcata vipera (‘víbora pisada’).
7
Estas, por lo demás, demuestran la indudable preocupación calderoniana —casi obsesión— por el
parto violento (Aichinger, 2014).
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99
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Avisos de Viena, Issue 1 (05/2021)
Avisos
deViena
FERNANDO SANZ-LÁZARO
LÁZARO DE TORMES, HISTORIA DE UNA NEUROSIS1
Universität Wien
fernando.sanz-lazaro@univie.ac.at
El pícaro literario del Siglo de Oro empieza a formarse en los primeros años de vida
del niño2, y alcanza su máxima expresión en torno a la adolescencia, para terminar
decayendo al llegar a la edad adulta. De acuerdo a este modelo, la existencia de Lázaro
de Tormes transcurre en la candidez hasta que entra al servicio de su primer amo,
que es precisamente quien le hace abrir los ojos a la hostilidad del mundo en toda su
brutalidad. Después de servir a muchos otros patrones, Lázaro retorna a la comodidad
de la inocencia —acaso convenientemente fingida— empleado por el arcipreste de
San Salvador. A pesar de las diferencias entre los diversos pícaros desde Lázaro hasta
los de las postrimerías del siglo XVII, todos ellos parten de un antihéroe modelado
por las circunstancias a las que se ve expuesto en su más tierna infancia.
La importancia de la etapa inicial de la vida para el desarrollo posterior es un
hecho bien conocido y estudiado desde la antigüedad, cuya esencia resume la máxima
frecuentemente atribuida a San Ignacio de Loyola: «dadme un niño hasta los siete
años, y no importa quién se haga cargo después». Independientemente de si el
epigrama es fruto del ingenio del azpeitiano, lo cierto es que generaciones de jesuitas
la han aplicado con éxito en la práctica y han demostrado que encierra buena parte
de verdad.
Sin embargo, a pesar de que la relación general entre los estímulos
1
2
Revisado y corregido por Clara Monzó. Publicado como parte de los proyectos FWF The
Interpretation of Childbirth in Early Modern Spain (FWF Austrian Science Fund, P32263-G30) y
Sound and Meaning in Golden Age Literature (FWF Austrian Science Fund, P32563). Gracias a
Simon Kroll, al que debo la idea de leer al pícaro con los anteojos freudianos.
Incluso antes, como en el caso de Gregorio Guadaña (Enríquez 1991).
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psicológicos e intelectuales de la infancia y la forma en que ha de desenvolverse el
individuo en su vida adulta deje poco espacio a la duda, establecer relaciones
biunívocas claras de causalidad entre circunstancias y hechos particulares de la
puericia y una conducta concreta en la madurez requiere, en el mejor de los casos,
un salto de fe. Afortunadamente, la literatura, si bien no está sujeta a las limitaciones
físicas que rigen nuestra vida ordinaria, sí responde a las suyas propias y, entre ellas, se
cuenta la causalidad narrativa.
Así, en primer lugar, observamos que los autores de literatura picaresca
establecen una correlación entre las circunstancias de la primera infancia del
protagonista y su desarrollo biográfico posterior, tal y como sucede en el ámbito
extraliterario. En segundo lugar, en la literatura podemos asumir que los eventos
consuetudinarios que acontecen en las narraciones no suceden por casualidad, sino
que sirven al argumento, esto es, responden a una estrategia deliberada conducente a
justificar situaciones posteriores. Considerando las proposiciones anteriores, no
resulta aventurado avanzar un paso más allá de la mera correlación y asumir causalidad
entre la niñez del pícaro y su devenir picaresco.
Con el silogismo anterior en mente, la desaparición de la figura paterna en
buen número de obras picarescas y, con frecuencia, su reemplazo poco deseable, cobra
nuevo sentido. Esta nueva perspectiva puede ser interpretada con ayuda del marco
teórico que provee Sigmund Freud (2010, 2019). En este artículo, presento algunas
observaciones preliminares, resultado de aplicar este método a Lazarillo de Tormes,
con el propósito de profundizar en el futuro en el desarrollo psicológico de Lázaro y,
tal vez, extender la investigación a otros personajes del corpus picaresco español del
siglo XVII.
Partiremos, pues, de la premisa de que Lázaro disfrutó de una existencia sin
mayores contratiempos en el seno de la familia de molineros en la aldea de Tejares,
compuesta por el propio Lázaro y sus padres, Antona y Tomé. No hay datos que
permitan suponer que su vida transcurrió por otros derroteros hasta después de
cumplir su octavo año de vida.
Pues siendo yo niño de ocho años achacaron a mi padre ciertas
sangría mal hechas en los costales de los que alí a moler venían,
por lo cual fue preso, confesó y no negó, y padeció persecución
por justicia [...]. En este tiempo se hizo cierta armada contra
moros, entre los cuales fue mi padre, que a la sazón estaba
desterrado por el desastre ya dicho, con cargo de acemilero de un
caballero que allá fue; y con su señor, como leal criado, fenesció su
vida. (Lazarillo 14-15)
Lázaro tiene ocho años en este punto, por lo que probablemente, de acuerdo a Freud,
ya habría superado varios estados de desarrollo psicosexual, incluyendo la etapa fálica,
caracterizada por el deseo inconsciente de poseer a su madre y eliminar al competidor
que representa su padre. Se encontraría, pues, en una etapa de latencia previa al pleno
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desarrollo, en la que ha renunciado a la posesión directa de la madre para hacerlo
indirectamente mediante la identificación con el padre. De esta manera, en tanto que
Lázaro desearía emular la figura paterna, podemos asumir que los hurtos del molinero
dejarían su impronta en la escala moral del niño. Debemos hacer hincapié en que el
ejemplo paterno al que estaba expuesto Lázaro no era un delito famélico, pues la
familia disponía un medio de vida honrado con la molienda.
No podemos, empero, hacer a Tomé único responsable del desarrollo de su
hijo, pues, como vimos, se separaron antes del noveno año de Lázaro. Tras esto, nuevas
figuras paternas vienen a llenar el hueco que el infortunado molinero deja en su
familia. En efecto, al quedar huérfano de padre, el niño vuelve a tener que competir
por los afectos maternales con otros varones adultos.
Mi viuda madre, como sin marido y sin abrigo se viese, determinó
arrimarse a los buenos, por ser uno dellos, y vínose a vivir a la
ciudad y alquiló una casilla, y metiose a guisar de comer a ciertos
estudiantes, y lavaba la ropa de ciertos mozos de caballos del
Comendador de la Magdalena, de manera que fue frecuentando
las caballerizas. (Lazarillo 15)
El ejemplo de estos nuevos modelos no es mejor que el del desparecido. Sabemos,
por un lado, que los estudiantes tenían mala reputación y estaban relacionados con la
vida picaresca, como confirma el propio papa Pío II, quien afirmaba «ceterum
studentes ipsi voluptati operam prebent. Vini cibique avidi pauci emergunt docti
neque sub censura tenentur, die noctuque vagantur magnasque civibus molestias
inferunt. Ad hec mulierum procacitas mentes eorum alienat» (Piccolomini 270). O,
dicho de otro modo, precisamente en una novela picaresca, «estudiantes y pícaros,
que es todo uno» (Quevedo 160). No obstante, por lo que respecta a si los estudiantes
tuvieron acceso carnal a la madre de Lázaro y si, de ser así, el niño tuvo conocimiento
para ver en ellos una figura paternal, solo podemos lanzar conjeturas.
Por otro lado, no necesitamos recurrir a la bibliografía para conocer la
catadura moral de los caballerizos ni especular sobre la relación de estos con Lázaro,
pues el propio texto nos facilita la información en detalle, ofreciéndonos uno de ellos
como ejemplo. Se trata del esclavo negro Zaide, quien cobra cierto protagonismo
dentro de la narración y acaba determinando el desarrollo de los acontecimientos:
Ella y un hombre moreno de aquellos que las bestias curaban
vinieron en conoscimiento. Este algunas veces se venía a nuestra
casa y se iba a la mañana. Otras veces, de día llegaba a la puerta, en
achaque de comprar huevos, y entrábase en la casa. Yo, al principio
de su entrada, pesábame con él y habíale miedo, viendo el color y
mal gesto que tenía; mas de que vi que su venida mejoraba el
comer, fuile queriendo bien porque siempre traía pan, pedazos de
carne y en el invierno leños, a que nos calentábamos. (Lazarillo
16-17)
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La naturaleza de la relación de Zaide con Antona deja poco lugar a dudas, así
como también parece claro que el esclavo asume el papel de padrastro de Lázaro. Con
la entrada del nuevo elemento en el universo familiar, Lázaro experimenta una breve
regresión al conflicto de la fase fálica, viendo en la nueva figura paterna un elemento
hostil que le suscita temor. Sin embargo, la tensión se resuelve tan feliz como
rápidamente y el niño pasa a ver en el padrastro una figura protectora y proveedora,
que lo hace objeto de su afecto.
La generosidad de Zaide no está exenta de mácula moral, pues los bienes con
los que provee a su familia proceden de la práctica sistemática del hurto. No se trata,
al igual que sucedía con el padre de Lázaro, de un caso de necesidad, sino que Zaide
sustrae bienes para ganarse los favores de la madre de Lázaro, a pesar de que esta ya
dispone de medios propios para mantener a su familia. La situación no dura, y acaba
infortunadamente para todas las partes implicadas:
Quiso nuestra fortuna que la conversación del Zaide, que así se
llamaba, llegó a oídos del mayordomo, y, hechas pesquisas, hallóse
que la mitad por medio de la cebada que para las bestias le daban
hurtaba, y salvados, leña, almohazas, mandiles, y las mantas y las
sábanas de los caballos hacía perdidas; y cuando otra cosa no tenía,
las bestias desherraba, y con todo esto acudía a mi madre para criar
a mi hermanico. (Lazarillo 18-19)
Aunque algunas actuaciones poco honorables del pícaro, como la sisa de comida
durante la estancia en casa del clérigo de Maqueda (54-64), bien podrían responder
a un irreprimible instinto de supervivencia, otras acciones no pueden explicarse con
tanta benevolencia, como los hurtos de monedas o vino al ciego (29-32). Para estos
últimos, lo que hemos expuesto bien podría explicar la inclinación de Lázaro por la
picardía como resultado de un deseo inconsciente de identificarse con las diversas
figuras paternales mediante imitación de su carácter. De esta suerte, Lázaro va
moldeando su propio ser a semejanza de aquellos.
El caso de Lázaro presenta una particularidad adicional, pues este no consigue
superar del todo la fase de latencia. A lo largo de su vida, su progreso psicológico se
ve entorpecido por la presencia de una figura paterna autoritaria, encarnada por sus
amos, que limita sus interacciones sociales e impide el desarrollo de su autoconfianza.
Al llegar a la edad adulta, esto adquiere una significación especial, pues supone el
retorno al punto de partida. Si durante la infancia la figura paternal frustra el deseo
del niño de poseer a la madre, el arcipreste reprime las pulsiones latentes del Lázaro
adulto hacia su esposa, que también ejerce de barragana del clérigo con el
consentimiento implícito de su marido. Al igual que en la etapa de latencia, Lázaro
tampoco alberga sentimientos negativos hacia la figura paterna, más al contrario:
encuentra en el clérigo un personaje digno de respeto y de admiración, cuya
benevolencia provee a la familia. Esta pasividad, a su vez, sugiere la ausencia de la
libido que caracteriza a la etapa genital, lo que Freud entiende que es precisamente
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la consecuencia esperable de una resolución inadecuada de la etapa de latencia.
En conclusión, el Lazarillo ilustra el surgimiento de una neurosis y como esta
enraíza en la personalidad del individuo, hasta que, finalmente, acaba manifestándose
en el comportamiento de la persona adulta. El desarrollo psicosexual de Lázaro se
queda estancado en la etapa de latencia como resultado de una resolución inadecuada
de esta, anormalidad propiciada por la crucial influencia de las figuras paternas que
se suceden en la vida del niño. Los padres del pícaro, por un lado, sirven al niño como
modelo pero, por otro, son su único referente, al no encontrar otros sujetos más
idóneos para apuntalar su maduración espiritual, lo que impide así su normal
socialización y, en último término, la desvinculación del padre. La infancia de Lázaro
explica, pues, que sus pulsiones adultas no estén orientadas a su mujer como objeto
sexual sino a una figura paternal, el arcipreste de San Salvador, un pater spiritualis: un
padre.
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