cuhso
JULIO 2021 • ISSN 2452-610X • PÁGS.77-105
RECIBIDO 31/01/2021 - APROBADO 01/06/2021
DOI 10.7770/CUHSO-V31N1.art2414
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Relaciones de reconocimiento en escenarios de
trabajo feminizados. Una propuesta de ejes de
análisis a partir del caso de trabajadoras de la
industria chilena del retail
Relations of recognition in feminised work scenarios. A proposal of axes of analysis based
on the case of female workers in the Chilean retail industry
Rodrigo Guerra-Arrau
Universidad Diego Portales, Chile
Claudia Alejandra Calquín Donoso
Universidad Santiago de Chile, Chile
RESUMEN En este artículo se discute sobre las dinámicas de reconocimiento en
empleos feminizados, en particular en el sector de los servicios. En base a la
teoría del reconocimiento de Honneth y otros autores, se presentan tres ejes de
análisis de las dinámicas de reconocimiento conformadas tanto a partir de particulares configuraciones sociotécnicas del trabajo, como en función de estructuras sociales de género y clase. Se toma como caso los colectivos de cajeras de
grandes cadenas de supermercado y vendedoras de tiendas por departamentos
en Santiago de Chile.
PALABRAS CLAVE Reconocimiento; trabajo; mujeres operarias; industria del
retail.
_________________________
1. Este artículo fue financiado a través del Proyecto Fondecyt Regular Nº 1181041: “Trabajo y construcción de identidades en trabajadores de la industria del retail en Chile. Estudio en tres ciudades
sobre contextos regionales productivos, narrativas identitarias, formas de reconocimiento, control
managerial y organización sindical”. Contó también con el apoyo de ANID-Programa Iniciativa
Científica Milenio, Código NCS17_007–Núcleo “Autoridad y Asimetrías de Poder” (NUMAAP).
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de análisis a par tir del Caso de tr aba jador as de la industria Chilena del re tail
ABSTRACT This article discusses the dynamics of recognition in feminized
jobs, particularly in the service sector. Based on the theory of recognition by
Honneth and other authors, three axes of analysis of the dynamics of recognition are presented, formed both from socio-technical configurations of work
and as a function of social structures of gender and class. The group of cashiers
from large supermarket chains and department store saleswomen in Santiago
de Chile is taken as a case.
KEYWORDS Recognition; work; female operators; retail industry.
Introducción
Forjada en el campo de las teorías de la justicia y la filosof ía política, la teoría del
reconocimiento del filósofo alemán Axel Honneth -inscrita en la tradición de la Escuela de Frankfurt, y enriquecida por el diálogo con diversos autores (Dejours, Deranty, Renault & Smith, 2018; Honneth, 1997, 2006, 2012; Voswinklel, 2012) - ha sido
incorporada en los últimos años al acervo conceptual de los estudios psicosociales del
trabajo (Banks, 2018; Fisher & Owen, 2008; Guerra-Arrau y Stecher, 2020; Motakef,
2019). A partir de este marco analítico, se han estudiado las condiciones intersubjetivas para la conformación de las identidades y experiencias laborales, se han cuestionado las tradicionales visiones instrumentales sobre las motivaciones de los individuos
para adscribirse al trabajo remunerado, y se han comprendido los conflictos y la violencia en el trabajo como formas de agravio moral que surgen de modalidades negativas, incompletas y/o instrumentales de reconocimiento (Honneth, 1997; Smith,
2012).
Para Honneth y los autores que discuten su obra, el reconocimiento funge como
el mecanismo fundamental de la integración y progreso moral de la sociedad, considerando que los sujetos sólo pueden sustentar una identidad autónoma a través del
reconocimiento recíproco de diversas cualidades y atributos de su personalidad. En
este sentido, el trabajo es uno de los escenarios fundamentales del reconocimiento
en las sociedades capitalistas contemporáneas, en la medida en que en su seno se
han institucionalizado diversas formas de reconocimiento y agravio morales, y se han
articulado demandas sociales de reconocimiento, respeto y dignidad (Dejours et al.,
2018; Honneth, 2006; Stecher y Sisto, 2019).
A pesar del creciente interés que ha despertado la teoría del reconocimiento en la
investigación psicosocial del trabajo, aún son escasas las investigaciones que recurren a este marco analítico para estudiar las complejas y diversificadas condiciones
del trabajo en Latinoamérica; en particular, aún son escasas las investigaciones que
dilucidan las dinámicas de reconocimiento y agravio moral para el caso de las mujeres de estratos socioeconómicos medios y bajos en el trabajo remunerado, ello en el
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contexto de la instalación del modelo neoliberal en el subcontinente. Como ha sido
señalado por diversas autoras feministas, en Latinoamérica y Chile, si bien la participación femenina en el trabajo remunerado ha aumentado durante las tres últimas
décadas, ello no ha logrado que se superen ni las barreras de entrada al mercado
laboral -sustentadas en la mayor implicación de los estratos medios y bajos en roles
de género tradicionales-, ni que dicha inserción se de en rubros de menor reconocimiento social, peor pagados y más inseguros. Todo esto se traduce en fenómenos
como la feminización de la pobreza y la precarización laboral de las trabajadoras
mujeres (Abramo, 2004; Borderías, Carrasco y Alemany, 1994; Guadarrama, 2008;
Schild, 2016; Todaro y Yáñez, 2004).
Una de las industrias que a nivel global y para el caso de Chile expresa dichas
dinámicas es la industria del Retail, especialmente en lo que respecta a los empleos
flexibles, de atención presencial y fuertemente feminizados, de las tiendas del sector (supermercados, tiendas por departamento, tiendas para el mejoramiento del
hogar, entre otras). En Chile, esta industria -denominación usada para distinguirla
del tradicional, diverso y más amplio sector del comercio minorista- comprende un
número reducido de grandes holdings empresariales como Falabella y Cencosud, que
administran distintas empresas o canales de venta como los supermercados, farmacias, tiendas por departamentos, de mejoramiento del hogar, tiendas deportivas y
de artículos de lujo, a lo que se agrega el negocio financiero (Banca, créditos de consumo, venta de seguros) , inmobiliario e incluso turístico a partir de agencias de viajes
asociadas (Calderón, 2006; Stecher, Godoy y Toro, 2010). Este sector, que a partir de
los años ochenta experimentó un notable proceso de inversión de capital, desarrollo
y modernización, que redundó en su expansión a diversos países de Latinoamérica,
ha empleado profusamente fuerza de trabajo femenina, correspondiendo esta, por
lo general, a jóvenes estudiantes o mujeres de mediana edad, baja calificación profesional y/o con poca experiencia laboral (Cámara de Comercio, 2016; Durán y Kremerman, 2007; Fundación Sol, 2016).
En este rubro, el foco analítico de este artículo se concentra en dos colectivos
laborales de histórica presencia femenina en el sector: cajeras de grandes cadenas de
supermercados y fuerza de venta de tiendas por departamento. Estos puestos ofrecen
a sus ocupantes diversas protecciones y derechos laborales, pero mantienen bajos salarios, extensas jornadas de trabajo y demandan un gran esfuerzo f ísico y emocional
(Guerra-Arrau y Stecher, 2020; Stecher y Martinic, 2018). Asimismo, estos colectivos
han estado sometidos a constantes procesos de reestructuración y de descualificación
de sus funciones durante las últimas décadas, ello debido a que el rubro proyecta implementar modelos de polifuncionalidad e intensificación del trabajo y autoatención
en tiendas lo cual redunda en la reducción de metros cuadrados en tiendas y de plazas
laborales presenciales (Cámara de Comercio, 2016; Stecher & Martinic, 2018).
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Bajo todos estos antecedentes, en este artículo de corte teórico proponemos tres
ejes analíticos para el estudio de las dinámicas de reconocimiento y agravio moral
de mujeres trabajadoras de la industria del retail en Chile, a saber: eje de relaciones
institucionales de reconocimiento, eje de relaciones cotidianas de reconocimiento y
eje de valoración social y reconocimiento del rol más allá de la empresa. Estos ejes
buscan orientar la incipiente investigación empírica sobre esta temática, lo cual creemos que tiene implicancias no sólo para el trabajo femenino en este sector formal
de la economía, sino para todo el campo del trabajo femenino en el rubro de los
servicios. Inspirándonos en la noción de configuración de De la Garza (2000, 2017),
estos tres ejes analíticos fueron construidos como entramados de procesos subjetivos
y socioestructurales, puesto que nuestra tesis en este artículo es que las relaciones
intersubjetivas de reconocimiento y agravio moral que las mujeres experimentan en
el trabajo en el retail sólo pueden ser comprendidas al mostrar cómo estas emergen
vinculadas tanto a elementos socioestructurales como clase y género, como a la particular configuración sociotécnica de la industria chilena del retail, dada esta por su
tipo de organización productiva, sus relaciones laborales, modelo de negocio, culturas laborales, sistemas de gestión y la materialidad de los puestos de trabajo (De la
Garza, 2000; Pettinger, 2005; Stecher, 2014).
La relevancia de este artículo y su propuesta analítica descansa en tres factores.
En primer lugar, contribuye a la difusión de la teoría del reconocimiento en el campo
disciplinar de los estudios psicosociales del trabajo en Chile y Latinoamérica (Battistini, 2004; De la Garza, 2000; Stecher, 2014), permitiendo aumentar su arsenal teórico
con un marco que ofrece amplias posibilidades interpretativas para el caso chileno, en
especial en un momento sociopolítico en el cual las demandas públicas por dignidad
y respeto -particularmente las que tienen como centro el problema de la justicia en
el trabajo asalariado- han estado en un primer plano desde las revueltas sociales de
octubre de 2019 (Stecher y Sisto, 2019).
En segundo lugar, en un plano más teórico, si bien la utilidad de la teoría del
reconocimiento para iluminar fenómenos empíricos en el trabajo desde un foco crítico ha sido ampliamente destacada (Dejours et al., 2018), creemos que también la
teoría del reconocimiento -en cuanto a su “traducción” empírica- se ve enriquecida
desde una propuesta que concibe las relaciones de reconocimiento como configuraciones que aúnan la experiencia de mujeres trabajadoras con estructuras sociales y
organizacionales más amplias, lo cual permite apreciar de un modo más completo su
imbricación con los sistemas de género y clase, y con los modelos productivos del sector servicios, imperantes en Sudamérica (Borderías et al., 1994; Guadarrama, 2008;
Godoy y Stecher, 2008; Honneth, 1997; 2006; 2012).
Finalmente, en tercer lugar, este artículo busca aportar al diálogo entre ciencias
sociales, teoría crítica y perspectivas de género en torno a los tópicos de la agencia,
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el sufrimiento social y las formas de resistencia y luchas actuales desplegados en el
trabajo productivo, considerando sus relaciones complejas con la división sexual del
trabajo y el modelo neoliberal en Chile y Latinoamérica (Abramo, 2004; Guadarrama,
2008; Schild, 2016). En ese sentido, la presente investigación aporta a esta discusión
al situarse en un rubro laboral históricamente feminizado y que ha experimentado
cambios relacionados directamente con la extensión y avatares del neoliberalismo en
Chile (Durán y Kremerman, 2007; Fundación Sol, 2016).
Con este fin, el artículo expondrá, en primer lugar, los antecedentes fundamentales de la teoría del reconocimiento y su extensión a la esfera laboral. A continuación,
se identificarán las dimensiones de la relación entre género y trabajo para el caso el
retail; para, finalmente, exponer los tres ejes analíticos propuestos para estudiar las
dinámicas de reconocimiento y agravio morales en los colectivos de trabajo de cajeras
de supermercado y fuerza de venta de tiendas por departamento de la industria nacional del retail.
Teoría del reconocimiento y esfera laboral
Como señalamos, las incipientes investigaciones empíricas sobre el reconocimiento
en el trabajo han tomado como referente principal la obra del filósofo frankfurtiano
Honneth (1997, 2006, 2012). Este autor, basado en Hegel, y apoyado en la perspectiva intersubjetiva de Mead, sostiene la tesis de orden antropológico, que el desarrollo logrado de la propia subjetividad, así como el que podamos concebirnos como
miembros autónomos de la sociedad, depende del reconocimiento, es decir, de la
valoración recíproca de necesidades, afectos, derechos y capacidades, proceso que, a
su vez, se encuentra sedimentado en formas colectivas e institucionalizadas de reconocimiento recíproco (Honneth, 1997, 2012).
Para Honneth (1997), esta condición antropológica del reconocimiento se actualiza en una dimensión histórica, la cual corresponde a tres esferas institucionalizadas
de reconocimiento que han anidado en las sociedades modernas. En dichas esferas,
los sujetos pueden y esperan recibir formas específicas de valoración de algunos aspectos claves de su personalidad. En la primera esfera del reconocimiento, que Honneth denomina amor y que es propia de las relaciones afectivas y la familia, los sujetos son reconocidos en sus necesidades y afectos; en la esfera jurídica, los sujetos
mantienen expectativas de ser reconocidos como entes racionales que pueden ejercer
derechos y ser tratados como iguales; finalmente, en la solidaridad o esfera de la estima social, los sujetos, al interior de comunidades diversas, valoran recíprocamente
sus cualidades y capacidades singulares en relación a un modo particular de vida o
de generación de valor social. Ahora bien, si debido a diversos fallos sociales, a un individuo no se le brinda reconocimiento, o si ello se propina de un modo incompleto,
inadecuado o ambivalente, este sufrirá una merma psíquica, la cual, correlativamente
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a los modos de reconocimiento mencionados, corresponde a las formas de agravio
o desprecio vinculadas al maltrato y tortura, para el amor; la falta de respeto en la
esfera del derecho y la “deshonra” para la solidaridad. Finalmente, para Honneth, es a
partir de estas experiencias de agravio que se articulan las luchas sociales, entendidas
estas como demandas de los actores por establecer nuevos y más amplios parámetros
de justicia y reconocimiento recíproco en las sociedades contemporáneas (Honneth,
1997, 2006, 2012).
La solidaridad es la esfera a la cual Honneth vincula el trabajo asalariado en las
sociedades modernas, pues es en esta esfera social en que: “[los individuos] recíprocamente se señalan la significación o la contribución de sus cualidades personales
para la vida de otros” (Honneth, 1997, p. 149). En términos sociohistóricos, esta habría emergido al superarse el principio estamental de las sociedades premodernas
y asentarse el principio universalista del mérito (leistungsprinzip) en las sociedades
burguesas a través del mercado y división del trabajo capitalista. Bajo este marco -al
menos de modo normativo- cada individuo y grupo social con independencia de su
procedencia inmediata, puede reclamar la estimación de sus capacidades y condiciones singulares en tanto estas contribuyen a la reproducción de una forma de vida o
valor social (Honneth, 1997, 2006).
La dinámica del reconocimiento de la solidaridad en el trabajo, en términos concretos, implica dos instancias: por un lado, que los sujetos, las organizaciones, los
colectivos de trabajo y la propia sociedad en su conjunto sopesen el mérito de las
acciones de un individuo en virtud de compararlas con algún tipo de criterio de calidad, dependiendo del particular rubro, oficio o servicio que este ejerza; por otro lado,
que estos mismos colectivos, organizaciones o modos de oficio sean reconocidos,
a la vez, por la propia sociedad, como ámbitos o modos validos de reproducción o
creación de algún tipo de valor. La conjunción de ambos elementos permite que el
sujeto adquiera, al interior de dichas comunidades o colectivos, un determinado tipo
de visibilidad, respeto y estatus que le permita conformar un sentido de estima social
por su individualidad; o, de no producirse, que este experimente agravo moral y eventualmente se involucre en demandas o luchas al interior o fuera del marco laboral en
pos de obtener el reconocimiento anhelado (Voswinklel, 2012; Voswinklel, Genet y
Renault, 2007).
Si bien el principio del mérito como tal excede siempre el orden institucional de
las sociedades, es decir, siempre trasciende las prácticas concretas que pretenden reflejarlo en el trabajo remunerado, al mismo tiempo siempre es articulado desde un
cúmulo de dispositivos culturales -como los llama Honneth- que establecen qué aspecto, sujeto o rubro será considerado como “meritorio”, lo cual tiene para este autor
consecuencias directas en las formas en que el reconocimiento actúa como criterio
de distribución de recursos sociales (Honneth, 1997). Esto es especialmente relevante
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para el trabajo femenino, puesto que el género aquí actúa como un dispositivo de jerarquización, ya que en las sociedades modernas, “al no existir un criterio “objetivo”
para sopesar estas cualidades… el grado en que algo se interpreta como “logro”, como
aportación cooperativa, se define en relación con una norma de valor cuyo punto de
referencia normativo es la actividad económica del burgués varón, independiente, de
clase media” (Honneth, 2006, p. 112). Esto explica tanto la invisibilización del trabajo
doméstico, como el menosprecio que experimenta todo trabajo productivo al “feminizarse” (Morini, 2010).
No obstante, el mérito no sólo es afectado por los marcos culturales de una sociedad, sino también por el proceso de mercantilización que tiende a mermarlo internamente (Hartmann y Honneth, 2009). Esto puede verse en la relación que establecen
dos modalidades prototípicas de reconocimiento del mérito en las sociedades capitalistas, que Stephan Voswinklel denomina apreciación y admiración. La apreciación
corresponde a una forma de reconocimiento dada a un sujeto perteneciente a algún grupo o comunidad de trabajo por su contribución a la reproducción de dicho
conjunto, pero que no representa una distinción, sino “la estima de los demás por
la contribución de un sujeto determinado, teniendo un fuerte componente comunitario” (Voswinklel et al., 2007, p. 64, traducción propia). En este sentido, Stephan
Voswinklel afirma que la apreciación se asemeja a la "gratitud" en Georges Simmel, en
el sentido de que en esta forma de reconocimiento se valora el trabajo y los esfuerzos
que una persona pone en juego en su labor cotidiana (2007). A esta forma de valoración se contrapone la admiración (Voswinklel et al., 2007; Voswinklel, 2012). Bajo esta
forma de reconocimiento, se valorará la acción extraordinaria asociada al individuo
destacado. Sería una forma de mérito no sólo basada en la distinción de un individuo
respecto a una comunidad, sino “al prestigio, a la clase elevada, al éxito en el mercado
y por lo tanto es un reconocimiento vertical, de abajo hacia arriba” (Voswinklel et al.,
2007, p. 65, traducción propia).
Como señala Smith (2012), la admiración per se no debe considerarse un modo
negativo de reconocimiento, pues refleja el ascenso del ideal de la individuación, que
es en sí mismo un logro normativo de la modernidad. No obstante, a diferencia de la
apreciación, esta no está moralmente sustentada, es decir, no genera lazos colectivos
y de lealtades como la primera. Por ello, esta es incentivada por el proceso de mercantilización social que experimenta el capitalismo contemporáneo. Así es como su exacerbación, debido entre otros factores a los nuevos mecanismos de gestión flexible en
el trabajo, que tienden a la auto vigilancia y a la subjetivación del sentido del trabajo,
sí puede considerarse, como señala Honneth, como una patología social, propia del
orden capitalista neoliberal (Hartmann y Honneth, 2009; Voswinkel, 2012).
La descripción de la dialéctica del mérito social y de las formas de apreciación y
admiración, no agota todas las formas de reconocimiento en el trabajo. En este sen-
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tido, autores como Angella (2016) o Smith (2012) sostienen que la teoría de Honneth
carecería de una consideración del acto mismo del trabajo como una forma de reconocimiento, no reducible sólo a su valor social o normativo. En base a las investigaciones en psicodinámica del trabajo de Dejours (2013), ellos sostienen que el trabajo
-incluso el más “simple” y/o estandarizado- demanda a sus ejecutantes un constante
esfuerzo f ísico y psíquico, ya que estos deben resolver, gestionar y atender contingencias, ya sea de orden material, relacional o personal que no están consignados en la
descripción formal del cargo. Esto implica que el acto del trabajo sea concebido como
el intento constante por cubrir la brecha entre lo prescrito y lo que Dejours denomina
como “el trabajo real”. En este registro, el reconocimiento implica la valoración que
hacen individuos y colectivos implicados en el trabajo real de los esfuerzos cotidianos
de los/as trabajadoras por colmar esta brecha entre el trabajo prescrito y el trabajo
“real” (Angella, 2016; Dejours, 2013; Smith, 2012). Es de destacar que este reconocimiento al trabajo, sin bien no es exactamente “horizontal” -pues puede involucrar
jefaturas directas y, como veremos, clientes, que ocupan una posición jerárquica en el
servicio-, sí está más ligado al colectivo de trabajo y actúa por fuera de los parámetros
de la organización, los cuales pueden fungir como un modo de bloqueo o invisibilización de este “trabajo real” en sus ejecutantes (Dejours, 2013).
Bajo todos estos antecedentes, podemos sintetizar las formas de reconocimiento
sociales y del trabajo en el siguiente esquema general:
Tabla Nº 1: Formas de reconocimiento social y del trabajo.
I. Formas generales del reconocimiento social (Honneth, 1997)
Modo de
Fuentes del
Objeto del
Forma de desprecio
reconocimiento
Reconocimiento
reconocimiento en
/ reconocimiento
el sujeto
negativo
Amor
Relaciones
Necesidades básicas Maltrato y violación
primarias con otros y afectos del sujeto
concretos y
significativos
Derecho
Relaciones de
Derechos del
Sustracción de
Derechos
individuo
derechos, exclusión
Solidaridad
Comunidades
Cualidades y
“deshonra” al
capacidades
estatus y rol laboral
singulares
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II. Formas generales de reconocimiento del trabajo (Honneth, Voswinklel, Dejours)
Solidaridad tipo
Apreciación
Comunidades o
grupos formales,
constituidos a partir
de
institucionalidad
(división del
trabajo, mercados
laborales)
Capacidades y
cualidades del
sujeto, vinculadas
a su
pertenencia y
lealtad a un
colectivo
Solidaridad tipo
Admiración
Comunidades o
Capacidades y
grupos formales,
cualidades
constituidos a partir
individuales
de
vinculadas a su
institucionalidad
capacidad de
(división del
diferenciación en
trabajo, mercados
relación con un
laborales)
colectivo de trabajo.
Denegar el vínculo
a una empresa o
grupo
Invisibilizar el
aporte
diferenciador en el
trabajo
Colectivo de oficio
Trabajo real del
Invisibilizar el
o pares, inscrito en
sujeto
“trabajo real”
una organización
formal, pero no
reductible a esta
Fuente: Elaboración propia basada en: Honneth (1997, 2006, 2012); Voswinklel (2012);
Dejours (2013).
Del acto del trabajo
Mujeres, trabajo e industria del retail chileno
Desde los años 80´, en el marco del ajuste neoliberal de la economía en Chile, se produjo una flexibilización general del mercado laboral y una restricción de los derechos
laborales colectivos. Esto, junto con la privatización general de los servicios sociales,
dio pie a que el mercado laboral femenino se haya casi duplicado desde los noventa
hasta ahora, pasando de una tasa de ocupadas de 29,4% a una de 45,6% -previo al
COVID2-, aunque sigue siendo uno de los más bajos e inestables de América Latina,
que tiene un promedio de un 52% de participación laboral femenina (INE, 2020, 2021;
PNUD, 2010; Schild, 2016).
En este contexto general, la industria del retail se ha vuelto una de las opciones de
trabajo más relevantes para mujeres de estratos socioeconómicos medios y bajos, con
poca formación y/o experiencia en el mercado laboral, al ofrecer mejores condiciones
de empleo comparados con casi la totalidad del sector del comercio minorista. Esta
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2. Se ha calculado, de acuerdo a las estimaciones citadas del INE, que el efecto COVID significa un
retroceso de 10 años en participación femenina.
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ventaja tiene directa relación con el desarrollo que este sector experimentó desde los
años ochenta y noventa de la mano de un uso intensivo de Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), y de nuevos modos de gestión, tales como las lógicas del just-in-time o el mercadeo flexible (Carré & Tilly, 2013; Grugulis & Bozkurt,
2011; Wrigley & Lowe, 2010). Esto permitió que estas empresas desplegaran diversas
estrategias de flexibilización tanto internas como externas (Stecher, 2014). Entre las
primeras se cuenta el ajuste de la fuerza laboral de acuerdo con las demandas de
clientes, usando turnos variables y contratos part-time, así como la creciente polifuncionalidad e intensificación f ísica, cognitiva y emocional de los puestos de primera
línea de atención a clientes o frontline. En cuanto a las segundas, se cuenta el uso de
contratación temporal en temporadas altas de venta, así como la subcontratación
y externalización de servicios como la vigilancia, aseo y reposición en las tiendas
(Gálvez, Henríquez y Morales, 2009; Stecher y Martinic, 2018).
Bajo estas condiciones organizacionales, el retail es uno de los rubros del sector
formal -junto con la banca- que concentran el mayor porcentaje de mujeres empleadas
respecto a su patrón total de empleados -un 61% para los supermercados y más del
60% para las tiendas por departamento-, cifras que siguen las tendencias internacionales del retail en cuanto a composición de fuerza de trabajo en tiendas (Carré &
Tilly, 2013; Stecher, Godoy y Toro, 2010; Stecher y Martinic, 2018; Supermercados de
Chile, 2020).
A pesar de su presencia masiva en el rubro, las mujeres mantienen una posición
precaria, debida a las condiciones estructurales del mercado laboral femenino. Estas
se traducen en la presencia de altas barreras de entrada y permanencia, debido a la
mayor relevancia que tienen los modelos de socialización y discursos tradicionales de
género en sectores socioeconómicos medios y bajos, lo cual posiciona a las mujeres
como las principales responsables del trabajo de cuidados doméstico, lo que redunda,
finalmente, en la mantención social e incluso estatal de la representación del empleo
femenino como un trabajo secundario (Abramo, 2004; PNUD, 2010 Fundación Sol,
2016; Schild, 2016). Asimismo, debemos agregar la falta de soportes sociales que
tiene el trabajo de cuidado debido a la mercantilización y privatización que experimentaron las prestaciones sociales como educación y salud, pasando del modelo
-acotado- de cobertura universal del estado nacional-popular latinoamericano, hacia
la focopolítica de la intervención social neoliberal, dirigido casi exclusivamente hacia
las capas más desfavorecidas de la población (Schild, 2016).
Además de las barreras de entrada, este segmento de mujeres empleadas en el
retail soporta en las tiendas condiciones que redundan en la reproducción de estereotipos y jerarquizaciones de género. De esta forma, tenemos fenómenos como las
segregaciones de ocupaciones (que las mujeres se concentren en ciertos roles dentro
de las tiendas) y la división entre un nivel administrativo masculino y uno operativo
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femenino -segregación horizontal y vertical, respectivamente- (Benería, 1991; INE,
2020; PNUD, 2010). A ello se suma la conformación de roles, tareas y ambientes laborales que redundan en la feminización del propio trabajo, es decir, en la performatividad conductual y actitudinal de estereotipos tradicionales y jerárquicos de género,
a nivel de relaciones con usuarios/clientes y jefaturas (Beth-Mills, 2016; Butler, 2016;
Godoy y Stecher, 2008; Guerra-Arrau y Stecher, 2020; Pettinger, 2005; Sato, 2018;
Wharton, 2016). Esta jerarquización de género es potenciada por una de clase, combinación que, dada la modernización de la gestión, ha acrecentado las diferencias
funcionales entre cargos operarios y la administración que controla y rediseña los
puestos, como veremos, de acuerdo a criterios de flexibilización (Brumley, 2010).
Todas estas dimensiones delinean el perfil de trabajadoras de esta industria: mujeres, especialmente de sectores populares que, bajo un régimen social de privatización de los derechos sociales, y asumiendo mayoritariamente las tareas domésticas
propias de la división sexual del trabajo más prototípica del capitalismo industrial, se
incorporan a un rubro laboral feminizado, que expresa asimetrías de poder basadas
en el género, la clase y el estatus social, que preconfigura el escenario de las relaciones
de reconocimiento que experimentan en este trabajo.
Los colectivos de cajeras y fuerza de venta en relación con sus escenarios laborales
Desde un punto de vista organizacional, los roles de atención directa en el retail en los
dos colectivos en que nos enfocamos, corresponden a lo que la literatura ha descrito
como un puestos de frontera o de “primera línea” (Holtgrewe, 2001; Pettinger, 2005),
el cual, dentro de la tipología de los trabajos propios del sector de los servicios, se
caracteriza por performar un setting de trabajo en el cual producción y consumo coinciden, pues la labor misma consiste en establecer una relación con el cliente, el cual,
por ello, podría decirse que también participa en el proceso de trabajo (De la Garza,
2000). La condición de este trabajo de fraguarse en la misma relación con el cliente es
lo que ha hecho que también se destaque su condición de trabajo inmaterial (2000),
la cual no niega sus condicionamientos materiales, entre otros el darse en un setting,
implicar movilización de objetos y crear un ambiente de consumo. Este trabajo inmaterial de atención -también denominado face to face interactive service- se da siempre
en un complejo equilibrio pues debe satisfacer las demandas tanto de la organización
como las de los clientes, así como de mediar entre estos. En el rubro del servicio, pero
muy particularmente en el retail, los puestos de frontera tienen también la condición
de representar simbólica y/o metonímicamente a la propia organización o marca de
empresa, de modo que quien atienda presencialmente a un cliente, a todos los fines,
“es” la tienda o el supermercado (Holtgrewe, 2001).
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de análisis a par tir del Caso de tr aba jador as de la industria Chilena del re tail
Esto último se refuerza a través de diversos modos de gestión de la fuerza de trabajo, que combinan procesos neotayloristas, bajo una férrea estandarización de acciones a través de protocolos de atención a clientes, y estrategias de gestión más bien
flexibles o postfordistas, bajo un uso intensivo de la polifuncionalidad de funciones,
flexibilización de contratos, horarios y componentes del salario (Calderón, 2006;
Cámara de Comercio, 2016). Por otro lado, las empresas del Retail recurren a formas
de control socio-ideológicas que tienden tanto a construir una interpelación a las trabajadoras para que se identifiquen con “la marca-empresa”, como a la creación de una
cultura de “orientación al servicio”, bajo la fórmula del “cliente feliz”. Este cliente feliz
no es solo un cliente satisfecho, sino alguien que promete un retorno, factor crucial
para futuras ventas -o garante, si se quiere, de la circulación como proceso infinito,
tal como apuntó Marx-. Todo esto se corona bajo uno de los argumentos de más peso
que las empresas del retail utilizan para reclutar mujeres para el área de servicios: la
existencia de una natural “psicología afectiva” femenina que vehiculizaría de mejor
manera el sello de la “orientación al servicio” (Kergoat, 2003; Pettinger, 2005).
Finalmente, caractericemos ambos roles en su relación con cada uno de los escenarios laborales. En general, las tiendas consideradas para este análisis- supermercados y tiendas por departamento- corresponden a sucursales de empresas administrativamente autónomas que, a su vez, participan de un holding o grupo de empresas.
Como tal, los locales funcionan como unidades que compiten incluso con otros locales de un mismo holding. En virtud del proceso de modernización del sector, cada
tienda tiene un/una gerente que dirige áreas de administración, como bodegas y ventas, y diversas secciones, las que en tiendas por departamento corresponden a las
secciones (vestuario, línea blanca, muebles, electrónica, etc.), mientras que en los supermercados (dependiendo de su rango) van desde las típicas áreas de alimentación y
abarrotes, a diversas áreas non-food, (electrónica, juguetería, ropa, artículos deportivos, etcétera.), además de una creciente oferta de platos preparados, productos exportados exclusivos y con valor agregado, además de otros de marca propia (Durán y
Kremerman, 2007).
Las tiendas por departamento corresponden a locales que ofrecen una amplia
variedad de bienes de consumo durables que se organizan en “pisos” que, a su vez,
se dividen en departamentos que administran los jefes de ventas, quienes gestionan
equipos de trabajadores o fuerza de venta dirigidos para cumplir con los objetivos
de venta mensual. La cantidad de trabajadores por cada local fluctúa entre los 200
y 500 en función de los metros cuadrados y el volumen de ventas de la tienda. En
cuanto a los supermercados, estos tienen formatos más diversificados, que pasan
desde los pequeños de formato “express” -Big John, OK Market-, pasando por los de
formato tradicional, los de tipo mayorista, para llegar a los hipermercados, típicos de
las grandes marcas como Líder o Jumbo, que poseen más de 6000 metros cuadrados
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y que ofrecen -además de abarrotes y perecibles- productos como electrodomésticos,
de mejoramiento del hogar, jardinería, vestuario, zapatería, entre otros (Gálvez et al.,
2009).
El rol de cajeras tiene una trayectoria histórica en este rubro, por lo cual no extraña que exhiba diversos características de oficio (Guerra-Arrau y Stecher, 2020). Su
operación se ha visto favorecida con el uso de tecnologías computacionales, comparado con lo que ocurría en las cadenas de supermercados hace 10 o 15 años, previo
a los procesos de modernización y construcción de los holdings del sector. Ello es
notorio en particular en prácticas como el manejo de documentos, como tarjetas de
crédito y similares. También ha experimentado una complejización debido a la creciente polifuncionalidad que se ha vuelto consustancial a estos puestos, al establecer
que los y las cajeras realicen funciones distintas de acuerdo a necesidades de atención
(por ejemplo, ir a cubrir distintos puestos en el supermercado) o al complejizar la
atención misma en cajas al anexar tareas como el pago de cuentas, o en general, al
agregarse los pagos con otro tipo de tarjetas pertenecientes a otros negocios de los
holding (Stecher et al., 2012).
En cuanto al perfil de la fuerza de venta de las tiendas por departamentos, este es
más variado, puesto que abarca los roles de cajera, asistentes de venta y vendedoras
(la cual también puede ejercer labores de caja, dependiendo de la empresa). Los dos
primeros puestos han sido productos del proceso de descualificación del trabajo en
las tiendas durante las últimas dos décadas, el que ha tenido como efecto la desaparición paulatina de los vendedores integrales comisionistas, figuras prototípicas de
estos locales durante los años ochenta y noventa, quienes desarrollan un trabajo de
mayor calificación y remuneración (Stecher y Martinic, 2018).
Tanto los roles de caja y fuera de venta están siendo tensionados por los actuales
procesos de automatización del servicio y la polifuncionalidad, que amenazan descualificar y diversificar aún más su función, volviéndolas, eventualmente, asistentes
genéricas de tiendas sin mayor especialización. Estas tendencias, sin embargo, son
aún difusas en el rubro y además su implementación está diferenciada a nivel de holding, empresa e incluso por sectores y tiendas (Cámara de Comercio, 2016).
Tres ejes de análisis de relaciones de reconocimiento de trabajadoras operarias
del retail
Como señalamos, nuestro objetivo en este trabajo es presentar tres ejes de análisis
de relaciones de reconocimiento y agravio moral para trabajadoras de dos colectivos
feminizados del retail. La construcción de estos ejes se basó en entenderlos como
redes de relaciones de diversos niveles, que aúnan tanto procesos subjetivos como socioestructurales. En concreto, lo que intentamos establecer son nodos de relaciones
entre las dinámicas intersubjetivas de reconocimiento, con sus valencias positivas y
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de análisis a par tir del Caso de tr aba jador as de la industria Chilena del re tail
negativas, con elementos de la configuración sociotécnica del trabajo -que a su vez
comprende elementos diversos, tales como aspectos tecnológicos, organizativos, gerenciales y relativos a las relaciones laborales que generan una manera particular de
organizar y gestionar los procesos de producción (De la Garza, 2000; Stecher, 2014)y elementos socioestructurales, en particular el género, clase y estatus social de las
trabajadoras.
Los ejes fueron diseñado del siguiente modo: cada eje se compone de una caracterización teórico-conceptual referido a las formas de reconocimiento en ligazón con
elementos socioestructurales y organizacionales; datos empíricos sobre las tiendas
y las trabajadoras, basados estos en investigaciones previas con los colectivos de cajeras de supermercados y personal de tiendas en Santiago de Chile (Godoy y Stecher,
2008; Guerra-Arrau y Stecher, 2020; Martinic y Stecher, 2020; Stecher, 2012; Stecher,
Godoy y Aravena, 2020; Stecher et al., 2012); y, finalmente, citas de relatos y discursos
de trabajadoras, extraídos estos últimos de una investigación doctoral en curso3 que
explora empíricamente las dinámicas de reconocimiento y agravio moral de cajeras
de supermercado y operarias de tienda por departamentos en Santiago de Chile.
Eje 1: relaciones institucionalizadas de reconocimiento dentro de la organización
Este primer eje de reconocimiento corresponde tanto al marco de relaciones laborales
instituidas dentro de estas empresas -que como tal actúa como un “pacto simbólico-material” que se ofrece a los/as trabajadoras para adscribirse y (eventualmente)
permanecer en el rubro- como a las brechas que existen entre este marco instituido
de relaciones y su expresión fáctica. Este eje enmarca las formas de apreciación instituidas -en tanto estas son los modos de construir lazos morales en la organización-,
como las de admiración o reconocimiento diferencial, y las relaciones de poder que
modulan y limitan estas ofertas de reconocimiento en virtud de la flexibilidad requerida de la fuerza de trabajo por parte de las empresas del retail.
Reparemos, en primer lugar, en las ofertas de reconocimiento en clave de apreciación y de cómo se expresarían en la investigación empírica. En general puede decirse que la industria del retail, a diferencia de casi todo el comercio minorista, ofrece
puestos de trabajo formales con contratos indefinidos -a partir de un periodo variable
de prueba- a una masa de trabajadores que, por sus niveles de calificación laboral,
dif ícilmente podrían alcanzar en otro rubro, lo que se traduce en pagos de salud,
seguro de cesantía, acceso a créditos blandos, diversos beneficios y bonos vincula_________________________
3. Esta se basa en un diseño cualitativo que tiene como base muestral: 2 grupos de discusión y 17
entrevistas en profundidad a cajeras de supermercados, más 2 grupos de discusión y 14 entrevistas
en profundidad a fuerza de venta de tiendas de departamento. El estudio se llevó a cabo en formato
virtual durante 2020.
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dos a las negociaciones colectivas y otras regalías. Estas protecciones en el trabajo
se refuerzan con el accionar de sindicatos que, si bien mantienen las debilidades comunes del sindicalismo chileno -dadas por la institucionalidad heredada de la dictadura, que limitan su asociatividad y poder de presión a la patronal- cuentan con
trayectoria, legitimidad, orgánica y vínculos interempresas, lo cual se refleja en su
número de afiliados que supera 50% a nivel de tiendas, cifra mayor al promedio de
sindicalización nacional (Durán y Gálvez, 2016; Pérez, 2019; Ratto, 2019; Stecher et
al., 2020). Asimismo, se ofrece para algunos puestos oportunidades de capacitación y
ascenso, junto a un variado microcosmos social de relaciones con pares de secciones,
colegas de otras áreas y clientes; todo ello, en base a un trabajo dinámico y altamente
diversificado. Es importante recalcar que los horarios flexibles, a pesar de que para
muchas trabajadoras es un factor negativo, pues reduce los tiempos para compartir
con la familia (Stecher et al., 2012), son valorados por algunas de ellas, pues a cambio
se ofrece la posibilidad de emplearse a mujeres que requieren completar, o incluso en
algunos casos obtener del todo, una renta que, aunque baja -hablamos de un promedio de unos U$ 700 mensuales de sueldo base más comisiones, en un contexto nacional de un alto endeudamiento de hogares (Durán y Kremerman, 2015)- se obtiene de
un modo relativamente más protegido, seguro y solvente de lo que ocurriría en otras
áreas del comercio.
A nivel simbólico, el retail ofrece a estas trabajadoras una promesa de integración
en ambientes laborales que expresan la cultura del consumo instalada a nivel nacional
a través del retail, es decir, ser parte de una suerte de ethos de modernización (Du Gay,
1996), estatus que dentro de los locales es reforzado a través de prácticas y dispositivos semiótico-materiales como uniformes, mensajes e íconos dentro de las tiendas,
distinciones a empleados del mes y otras prácticas que las operarias valoran positivamente en tanto ofrecen un sentido de pertenencia (Guerra-Arrau y Stecher, 2020).
No obstante, los elementos de admiración implicados también son importantes
para establecer el contrato subjetivo entre trabajadora y empresa, jugando aquí un
papel central la estructura variable del salario. Este se compone como dijimos de un
sueldo base que se completa por diversos tipos de bonificaciones dependiendo el rubro. Para las asesoras de venta de tienda por departamentos, en general se completa
en base a comisiones por montos de venta totales de las secciones o “pisos” a las
cuales ellas pertenecen, más bonificaciones por venta y por ofrecimiento y venta a
través de las tarjetas del holding. Por su parte, las cajeras de supermercados son bonificadas por ítems como porcentajes de la venta total de la caja o número de productos
marcados en determinado rango de tiempo. El pago variable actúa por tanto como un
elemento de admiración que incentiva, dependiendo de la situación y puesto, tanto
la cooperación (el caso de las vendedoras que dependen de la venta de toda la sección) como la competencia (el caso más bien de las cajeras, que deben competir por
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número de productos pasados por el scanner de cada caja). Sin embargo, con todo lo
que tienen de disruptivo estos sistemas de pagos para los lazos morales -puesto que
actúan como una presión constante para las trabajadoras-, aun así son valorados,
ya que por un lado, ofrece un modelo de reconocimiento a un rol social valorable
como es ser “vendedora”; y por otro lado, nuevamente, este estatus se ve favorecido
al compararlo con las escasas oportunidades de obtener un monto de dinero similar
laborando en el rubro informal o en otros locales de comercio minorista fuera del
rango de las grandes empresas del sector (Guerra-Arrau y Stecher, 2020; Martinic y
Stecher, 2020).
Ahora bien, cuando estas reglas de juego se ponen en relación con el marco de
relaciones de poder que entablan estas empresas, notamos sus límites. Teóricamente
esto lo podemos comprender considerando la asimetría de poder entre capital y
trabajo que existe en este rubro -y que en Chile es una condición estructural de la
modernización de las grandes empresas a partir de los años ochenta, enmarcada a su
vez en las transformaciones globales en el modo de acumulación capitalista (Ramos,
2009)-, la cual toma cuerpo en el retail en el modo en que son experimentadas las
continuas prácticas de reestructuración que los holding efectúan del modo de gestión
de los procesos de trabajo y la fuerza laboral que, como señalamos, tiende en los últimos años a dirigirse a la intensificación de la polifuncionalidad y la migración hacia
modelos de autoatención (Martinic y Stecher, 2020).
Si bien la experiencia de la falta de poder ante las empresas ha estado presente
históricamente en los relatos de estas trabajadoras (Godoy y Stecher, 2008; Stecher
et al., 2012), esta ha aumentado durante la última década, pues se vislumbra un horizonte en el cual la propia labor podría desaparecer. Desde el foco de las experiencias
de reconocimiento, esta situación puede interpretarse como un agravio moral a su estatus como trabajadoras, puesto que las operarias de ambos colectivos continuamente
experimentan la sensación de ser prescindibles y de poder en cualquier momento
quedar sin su trabajo, si así lo requiriesen las “necesidades de la empresa”, entidad
que se vuelve cuasi anónima, y por ello mismo, diferenciada de las tiendas y locales.
La siguiente cita, recogida de un grupo de discusión con cajeras de supermercados,
refleja esta sensación de prescindencia del trabajador ante la “entidad empresa”:
“Entonces por eso yo creo que todos, todos nos unimos en el mismo descontento, o sea la empresa para ellos somos un número y mientras tu vayas
a trabajar y atiendas al cliente y les generes lucas, están super felices, pero
tú no vas a trabajar y es como carta de amonestación al tiro, así pegada en la
muralla, entonces es como cero preocupación en cuanto a lo humanitario,
cero preocupación en cuanto a eso” (Mujer, grupo de discusión cajeras).
Es interesante constatar cómo el tópico discursivo de “ser un número” se liga con
la gestión y su lógica instrumental y ello se contrapone a una lógica “humana” de
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trato, elemento que hace que se relativicen las condiciones tanto de la apreciación
-pues se evidencia la fragilidad del “pacto” de pertenencia que ofrecen las tiendascomo la admiración, ya que queda en entredicho el esfuerzo de diferenciación, al no
ser suficiente para garantizar que el trabajo propio no sea impugnado por las anónimas necesidades del negocio.
Finalmente, señalemos aquí que esta percepción de prescindencia tiene, asimismo,
un componente socioestructural de género y clase, puesto que son, como se señaló
más arriba, por lo general mujeres de sectores socioeconómicos bajos las que ocupan
profusamente estos puesto, dada su estructura de los horarios part time que favorece
la articulación -precaria- con labores de cuidado.
Eje 2: relaciones cotidianas y prueba del trabajo “real”
Este eje comprende los vínculos que se establecen con pares de oficio, jefaturas directas y otros/as trabajadoras al interior de estas tiendas, en torno a los esfuerzos cotidianos por colmar la brecha entre trabajo prescrito y trabajo real de cara a la atención
a clientes -lo que coloquialmente refieren los/as propios/as los/as trabajadoras como
el terreno de “la baldosa”.
Consideremos algunos elementos de este tipo de trabajo real. En la literatura, la
labor de la atención a público ha sido concebida desde las lógicas del trabajo emocional (Hochschild, 1983; Wharton, 2016). Este tiene lugar cuando el rol laboral incluye
entre sus prescripciones la gestión, autorregulación y expresión de las propias emociones en el marco del cumplimiento del rol laboral, de modo de producir una cierta
experiencia en el cliente o usuario del servicio. Este tipo de roles requiere que “un
individuo induzca o suprima sentimientos con el fin de mantener la apariencia externa que produce en otros el estado mental apropiado” (Hochschild, 1983, p. 7). No
obstante, las emociones gestionadas no son genéricas, sino que -como dirían Ahmed
(2018)- están ya orientadas de un modo específico a causar la “felicidad” del cliente
-hay trabajos emocionales que no apuntan a la felicidad, sino por ejemplo a la salud-.
En ese sentido, no se trata de un trabajo emocional abstracto. No obstante, siguiendo
las lógicas que hemos establecido del reconocimiento del trabajo, el trabajo emocional
también contiene una dimensión de trabajo real que no puede ser metabolizada por la
administración y desde la cual se tejen particulares relaciones de reconocimiento, en
las cuales las condiciones de género juegan un papel fundamental. Esto debido a que
el trabajo emocional, en tanto conjunto de habilidades de escucha, atención y comunicación, deriva históricamente del trabajo no remunerado femenino en los hogares
(Federici, 2013; Morini, 2010), y como tal se ha apuntalado tradicionalmente como un
operador fundamental en la constitución subjetiva de las mujeres -ver eje 3- así como
en la reproducción de las relaciones capitalistas y que toma su forma bajo la clásica
división sexual del trabajo (Carrasco, 1999; Pérez-Orozco, 2014).
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de análisis a par tir del Caso de tr aba jador as de la industria Chilena del re tail
La investigación empírica, da algunas pistas de este trabajo “real” feminizado.
En primer lugar, se evidencia que, en el circuito de este trabajo real, se producen
acercamientos y distancias entre diversos trabajadores. Así, por ejemplo, el rol de las
jefaturas se ve juzgado por los/as trabajadoras en cuanto a si sirven o no de apoyo a
la labor de atención -lo que tiende a aparecen en los relatos de las trabajadoras bajo
el topos de la diferencia entre “jefes” distantes versus “líderes” implicados en la labor
cotidiana (Stecher et al., 2012). Esto último, dicho sea de paso, es muy relevante para
las asistentes de venta, quienes circulan en diversas zonas de las tiendas y deben apoyar y adaptarse a distintos departamentos y secciones.
Así como el trabajo real crea solidaridad al interior de un colectivo, también puede
generar distancias entre los/as trabajadoras de diversos rubros, al no comprenderse,
de parte de un grupo, las lógicas internas del oficio de otro grupo. Esto parece sustentar, por ejemplo, el prejuicio negativo que muchos trabajadores tienen respecto
a las cajeras de tiendas y supermercados, a quienes evalúan negativamente, puesto
que su labor no implicaría “esfuerzo” al no evidenciar labores “f ísicas” (Godoy et al.,
2010; Godoy y Stecher, 2008). Este punto constata el hecho de que el rol que ejecutan
las mujeres está generizado no sólo a nivel de la división del trabajo por secciones
-siendo unas secciones de locales más “masculinas”, como las secciones de electrodomésticos en tiendas por departamentos, o fiambrería y carnicería en los supermercados; y otras más “femeninas”, como los departamentos de damas y línea blanca en
las tiendas y las cajas en supermercados-, sino en la construcción misma del rol de
atención a clientes como una posición “femenina” que es performada a través de un
trabajo estético -uniformes y look- fomentado o exigido por la administración de los
locales (Pettinger, 2005). Esto hace que el ethos de servicio al cual aludimos evoque incluso a lo que Friedan (2009) denominó “la mística de la feminidad”, en tanto que en el
retail se incentiva que los roles de atención directa transmitan una actitud constante
de disponibilidad y de auto imposición de una actitud de felicidad, recurriendo a cualidades que, como señalamos, genealógicamente son propias del orden doméstico en
cuanto cultura histórica “femenina” (Kergoat, 2003; Morini, 2010).
En cuanto a las relaciones con los clientes, lo que se observa es cómo esta relación obliga a cajeras y vendedoras a una compleja auto y hetero gestión emocional
-que las operarias refieren sin dudarlo al uso de “psicología”- de cara a la relación
clientelar, que es escasamente apoyada por las tiendas a través de esporádicos cursos
de “atención a clientes” (prácticamente no hay inducción a los puestos de trabajo), y
que es más bien formada de modo solidario por los pares y a través de las propias y
-muchas veces- amargas experiencias en el puesto (Guerra-Arrau y Stecher, 2020).
Desde dicho marco, emergen relaciones de reconocimiento contrapuestas y
paradójicas entre operarias de tienda y clientes. Por un lado, en diversas investigaciones, las trabajadoras reportan relaciones gratificantes y plenas de sentido, aún más
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cuando se logra traspasar el umbral del mero intercambio comercial y se pasa a entablar relaciones personalizadas e incluso de amistad con los/as clientes. Las trabajadoras refieren a que un/a cliente “amigo/a” es alguien que las identifica y que prefiere
atenderse exclusivamente con ellas, que no sólo es amable, sino que incluso tiene
“gestos” para con ellas, como ofrecerles pequeños regalos, hacerles favores o entabla
tratos particulares con ellas (Guerra-Arrau y Stecher, 2020; Martinic y Stecher, 2020).
Estos intercambios, aunque mercantilmente mediados, brindan un reconocimiento adscribible a lo que Honneth (1997) denomina amor, pues tiene a una consideración personalizada del sujeto en base a su condición de ente de necesidad, en este
caso de afecto y visibilidad más allá del rol (Honneth, 2011). Esta forma de reconocimiento positiva se acompaña de otras manifestaciones que se dan en el propio escenario laboral y que corresponden a una suerte de suspensión de la relación comercial,
la cual se torna, como muchas de las trabajadoras señalan, una “conversación”. Esto
tiene relación con que, tanto cajeras como vendedoras, a pesar de las constricciones
organizacionales, ejerzan una agencia en relación con trabajo real de atención y
venta, al resignificarla como un oficio no establecido de atención y conversación con
los clientes -asociado a figuras de estar ejerciendo una “ayuda social” o incluso una
labor “psicológica” (Guerra-Arrau y Stecher, 2020). Es importante profundizar en este
tópico, pues es poco abordado en las investigaciones con estas operarias. Al respecto,
reparemos en lo que una cajera transmite sobre esta relación cliente-operaria que
tiene un carácter de reciprocidad más allá del marco estrictamente mercantil de la
relación, ello en un contexto de “abandono del rol”:
“Es como una terapia a veces, esto de conversar con los clientes, tanto
para ellos como para nosotros. Casos de clientes que perdieron a sus hijos,
contándote los problemas con su marido, que le fue infiel, tantos problemas, que, como te digo, también uno es psicóloga, y uno ve eso. Es una
cuestión viceversa” (Ex Cajera, mujer, 23 años de experiencia).
No obstante, como señalan estas trabajadoras, y como también ha sido extensamente documentado a nivel nacional e internacional (Abal, 2007; Stecher et al., 2010;
Riquelme, López, Riquelme y Meza, 2020; Wharton, 2016), las interacciones con los
clientes también son fuentes de maltrato, desprecio e incluso de violencia f ísica. Este
ejercicio de violencia se encuentra muy ligado a elementos de género y clase, en lo que
Hirata (2001) ha denominado la posición estructural de asedio moral de las mujeres
en el trabajo productivo. Así, en la investigación doctoral que llevamos en curso, han
sido numerosos los testimonios de episodios de desprecio basado en la género y clase
– bajo epítetos como “yo hago tu sueldo”, “no sabes con quién hablas”, “no te dio para
más”- e incluso de violencia f ísica, que las vendedoras atribuyen no sólo a estos factores sociales, sino a la estructura misma de su puesto, en tanto se configura como un
lugar de modulación de emociones. Esto se relata a través de metáforas energéticas
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que aluden a la atención directa como un lugar de recepción de energías y “descargas” por parte de los/as clientes. Una vendedora de tiendas por departamento, con 6
años de experiencia en el rubro, describe todas las aristas de la figura que adquiere el
cliente:
“Tengo clientes que son muy fieles con uno, que la vienen a buscar para que
las ayude, gente mayor…. Tengo llegada con la gente mayor, será porque
también yo soy mayor. Y los entiendo que andan desorientados y quieran
ayuda […] Pero sí yo me estresa mucho la individualidad de la gente, toman una prenda y te la dejan botada. Les da lo mismo… son muy pocas las
personas que tienen esa cortesía de dejar una prenda, doblarla, dejarla. Me
quedó grabado, una persona que tomo un prenda y la tiró para que cayera al
suelo (…). Hasta antes de la pandemia todo el retail te hace entender que el
cliente es amo y señor, todo función para él, entonces los clientes son amos
y señores en una tienda” (Vendedora de tienda por departamentos).
En síntesis, este eje nos habla del modo en que, en relación con el trabajo “real”,
las jerarquías de estatus, particularmente las referidas al género y clase, como señala
Fraser (2020), no son suprimidas por una ordenación normativa, sino que actúan
junto a esta, y cómo por tanto actúan como escenario de relaciones de reconocimiento, en donde el derecho y las normas instituidas no afectan normas de género y
clase (Araujo, 2016). Este punto también es importante de cara a un rubro que podría
prescindir de la atención presencial tal como se ha practicado por décadas, lo cual
haría perder algunos acuerdos normativos mínimos en torno a un trabajo con una
importante impronta colectiva (Smith, 2012).
Eje 3: el reconocimiento social del rol y estatus de las operarias del retail
Finalmente, tenemos un eje que, más allá de las dinámicas institucionales y cotidianas de reconocimiento propias del trabajo, responde al conjunto de expectativas y
demandas que las trabajadoras del retail construyen sobre el reconocimiento social
en general. Estas experiencias extralaborales de reconocimiento no sólo tienen una
dimensión sincrónica al construirse en base a las relaciones que las trabajadoras mantienen con mundos sociales paralelos al trabajo remunerado, sino también una dimensión diacrónico-biográfica (Honneth, 1997), lo cual hace que el reconocimiento
se desdoble tanto en experiencia directa como en expectativa. Ello hace que siempre
exista un diferencial entre -digamos- las ofertas sociales de reconocimiento -como
las expresadas en los ejes 1 y 2- y las demandas que serían propias de este eje 3, y que
como tales actuarían como un filtro de interpretación de todo lo que se efectivamente
se experimente en la esfera laboral. Este eje, por tanto, considera la noción de reconocimiento en la acepción honnethiana más general como mecanismo de integración
y socialización, que se conforma en base a los órdenes sociales en los cuales el sujeto
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participa, sean estos la familia, comunidades, u órdenes simbólicos como el propio
género, la clase o la propia “sociedad” como orden simbólico de alteridad, en sus
propias intersecciones y anudamientos (Butler, 2016; Federici, 2013; Honneth, 1997,
2006).
Para comprender el cómo actúa este eje, debemos entender a las trayectorias
biográficas y laborales prototípicas de las trabajadoras de este rubro. Diversas investigaciones (Godoy y Stecher, 2008; Guerra-Arrau y Stecher, 2020, Martinic y Stecher,
2020) muestran que las ocupantes de estos puestos de trabajo corresponden a: i) mujeres de mediana edad o mayores, sin niveles de formación profesional, con trayectorias laborales inestables interrumpidas por el trabajo de crianza y sin apoyos sociales;
ii) mujeres mayores que, habiendo desarrollado una trayectoria laboral u oficio, se
vieron envueltas en la necesidad de enrolarse en el retail; y, finalmente, iii) mujeres
jóvenes cursando estudios terciarios, y que no proyectan desarrollar una carrera en
el retail. Estos tres grupos mantienen un lazo prioritariamente instrumental con este
trabajo, pero también se sienten reconocidos o interpelados, como ya vimos en el eje
1, por la promesa de integración que ofrece este rubro.
Ahora bien, este motivo instrumental se ve acompañado de una demanda moral
de reconocimiento que estas trabajadoras construyen en base ya sea a una identidad
“materna” o de “jefa de hogar”, en el sentido de sentirse reconocidas en la posibilidad de ser proveedoras de sus hogares, o, desde un prisma más individualizado, de
erigirse como mujeres autosuficientes al acceder a un salario que les da autonomía
(Guerra-Arrau, 2020). De manera que, como sujetos, las mujeres tienen ante el trabajo tres vínculos identitarios, o como diría Honneth, su identidad se constituye en
relación con las comunidades de valor del trabajo, la familia y la individualización
(Honneth, 1997; Holtgrewe, 2001). No obstante, las condicionantes del género hacen
que la identidad de mujer-madre sea más pregnante frente a las de trabajadora e individuo, lo cual se paga con la subordinación de sus necesidades de desarrollo personal
y laboral al rol de cuidado en el hogar. Esto se evidencia en investigaciones que muestran el tópico del trabajo fuera de los hogares como una experiencia de “sacrificio”
por abandonar la familia, junto con todas las problemáticas clásicas derivadas del
fenómeno de la doble presencia (Borderías et al., 1994).
La estima de las trabajadoras no sólo tiene como punto de anudamiento la relación
entre estos sistemas extralaborales de identidades, sino también se ve afectada por el
juicio social que se tiene de su propio rol laboral, o, en términos de Voswinklel (2012),
del mérito adscrito a la propia actividad en tanto forma adecuada de creación de valor
social. Al respecto, las trabajadoras están conscientes del poco prestigio social de su
oficio, el cual expresa las connotaciones negativas que tiene -salvando las brechas de
estatus de ocupaciones- todo trabajo femenino de servicio al estar estos -como ya
señalamos en el eje 2- genéticamente vinculados al trabajo doméstico (Federici, 2013;
Morini, 2010).
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relaCiones de reConoCimiento en esCenarios de tr aba jo feminizados. una propuesta de e jes
de análisis a par tir del Caso de tr aba jador as de la industria Chilena del re tail
Diversas investigaciones han expresado el problema de la desvalorización del trabajo de servicios a través de la temática de la “invisibilidad” (Kergoat, 2003). Como
señala Hatton (2017), no sólo los trabajos ocupados por mujeres adquieren una
menor visibilidad social, tal como señalan los estudios sobre segregación horizontal
en el trabajo (PNUD, 2010), sino que las propias mujeres tienen, por decirlo así, un
estatus ontológico más difuso en el trabajo productivo.
No obstante, creemos que no necesariamente es la metáfora de la invisibilidad la
que mejor da cuenta de las experiencias de agravio moral y reconocimiento de un rol
feminizado de primera línea de atención a clientes, puestos que estos, paradójicamente, están concebidos desde una hipervisibilidad, reforzada, como ya señalamos,
por un intenso trabajo estético (Pettinger, 2005).
Consideremos lo que nos señala una vendedora de tiendas por departamentos:
“Era algo que era a lo que iba a comprar o veía como clienta. Honestamente
me doy cuenta que la gente que trabaja en un retail, para la gran mayoría
de las personas no existimos, yo creo que ellos no nos ven, porque a mí me
pasaba; uno entra y es como parte del… casi parte del mobiliario, entonces
es como que tú o ves a la gente que trabaja ahí. Y ahora lo veo desde adentro
y la situación es distinta. Antes era como una cliente que va a comprar, mira
la ropa, para ti la gente que está adentro es como que está. Yo creo que pasa
en la mayoría de las personas, muy individualista, cada una en su mundo”
(asistente de ventas tienda por departamento, 6 años de experiencia).
El “no existir” que señala la cita, nos muestra que, más que frente a una estricta
problemática de invisibilidad, estamos frente a una problemática derivada de un régimen de visibilidad que invisibiliza en la hipervisibilidad. Esto Honneth (2011) lo
tematiza como una forma de desprecio aún mayor que las directas formas negativas
del reconocimiento, puesto que lo que es invisibilizado es la condición misma de persona, lo cual actúa como el punto mínimo de reconocimiento. Desde esta posición,
en suma, tanto las cajeras como las vendedoras de tienda asumen, por así decirlo, que
no hay una apreciación social de su rol, no sólo en el sentido de que sea despreciado,
sino que no es considerado en absoluto como una ocupación relevante.
En síntesis, este tercer eje nos habla de un tipo de reconocimiento que, dada la baja
valoración social de este oficio, se juega en lo fundamental en identidades sociales
“femeninas”, tales como ser reconocida como madre o jefa de hogar, o como joven
labrándose un futuro mejor como trabajadora/estudiante. Esto provoca que no sea,
en rigor, un reconocimiento articulado desde lo laboral-productivo, lo cual apunte,
como ya señalamos, a la precaria posición simbólica que las mujeres -especialmente
de sectores populares- mantiene aún en la arena del trabajo remunerado.
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Conclusiones y discusión
Quisiéramos concluir con unas breves notas sobre proyecciones de investigación de
las dinámicas de reconocimiento para el campo de los estudios psicosociales del trabajo. En primer lugar, y como debe ser evidente, la propuesta de estos ejes analíticos,
aunque tenga amplios escenarios potenciales de aplicación dentro del rubro de los
servicios, no pretende ser exhaustiva, pues existen otras dinámicas o combinaciones
de estas que podrían ser consideradas para el análisis. Del mismo modo, estos ejes
podrían ser recombinados o podría enfatizarse uno en las investigaciones, por ejemplo, el eje 3 al considerar las problemáticas derivadas de la relación conflictual entre
familia, comunidad y trabajo, como plantea, por ejemplo, Motakef (2019) a propósito
del estudio del reconocimiento en escenarios de precariedad laboral y social.
En segundo lugar, señalemos directrices más específicas de investigación para
cada eje. El primer eje de dinámicas de reconocimiento institucionalizadas nos da
cuenta del frágil estatus de un marco de relaciones de apreciación y admiración,
cuanto son tensionadas por los mecanismos de poder de las empresas y por la fuerte
asimetría de poder capital-trabajo presente en el mundo laboral en Chile. Ello sugiere
como pregunta de investigación el modo en que esta “promesa de reconocimiento”
puede tornarse un modo de reconocimiento negativo o incluso ideológico (Honneth,
2012), esto es, qué parte de este “pacto” es efectivamente cumplido o qué parte de
este sólo actúa como una forma instrumental de reconocimiento, como enfatizan las
investigaciones de Kocyba (2011). Esto puede darnos pistas sobre una gramática de
las demandas y luchas por el reconocimiento en esta esfera laboral.
En cuanto al segundo eje de lo cotidiano y el trabajo real, este también expresa
diversos nudos de tensión referidos a los límites de las prescripciones de rol. Este rol
feminizado fuertemente ligado al trabajo emocional y a la estetización de la performance laboral, según lo analizado, posee un estatus precario a nivel de ciudadanía
laboral (Alonso, 2007), fenómeno que sería interesante de seguir profundizando, en
particular considerando lo que las teóricas feministas sostienen respecto a la invisibilización social a las mujeres, particularmente en relación con sus roles en el trabajo
productivo (Fraser, 2020; Honneth, 2006; Kergoat, 2003). Al respecto, se sugiere orientar investigaciones a analizar cómo el maltrato y violencia que ejercen los clientes,
jefaturas o las propias empresas podría mantenerse o incluso exacerbarse si ahora
consideramos las transformaciones que experimenta la industria hacia modelos de
autoatención, junto con la incertidumbre que ello genera en sus trabajadoras, a la vez
de qué manera estas violencias se pueden entenderdesde los marcos de la violencia
de género.
Finalmente, en cuanto al tercer eje relativo al valor social mas amplio del rol desempeñado, sugerimos dos líneas de estudio: una, que enfatice líneas biográficas para
analizar el cruce de las dimensiones sincrónico/sociales y diacrónico/biográficas en la
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relaCiones de reConoCimiento en esCenarios de tr aba jo feminizados. una propuesta de e jes
de análisis a par tir del Caso de tr aba jador as de la industria Chilena del re tail
construcción del reconocimiento en el trabajo; y otra que vincule más directamente
los temas de la (in)visibilidad, el reconocimiento y el trabajo estético con la producción del género en un contexto contemporáneo, en que la pregunta por el sujeto mujer se ha deslizado de ser una categoría preformada hacia la intersección de una multiplicidad de posiciones-sujetos (Butler, 2016).
Creemos que estos elementos, entre otros, permitirán que la noción que un programa de investigación del reconocimiento del trabajo femenino siga cobrando bríos
en los estudios psicosociales del trabajo, y que, a su vez, la teoría crítica del reconocimiento de Honneth se mantenga vitalizada al confrontarse a escenarios situados de
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Sobre los autores
Rodrigo Guerra-Arrau es Candidato a doctor en psicología Universidad Diego
Portales. Psicólogo Usach y Magister en Psicología Social Universidad Alberto Hurtado. Profesor hora Universidad de Santiago de Chile y Universidad San Sebastián.
Investigador doctoral, Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías de Poder (NUMAAP)
Líneas de investigación: trabajo, género, políticas públicas, teoría crítica. Correo Electrónico: rodrigo.guerraarrau@gmail.com. https://orcid.org/0000-0002-0573-6194
Claudia Alejandra Calquín Donoso es Dra. en Ciudadanía y Derechos Humanos y Máster en estudios de mujeres, género y ciudadanía Universidad de Barcelona. Psicología mención clínica Universidad de Santiago de Chile. Académica
e investigadora, Escuela de Psicología Universidad de Santiago de Chile. Líneas de
investigación: Estudios sociales de la infancia, Estudios de Género y Políticas Públicas en Infancia, salud y cuidados. Correo Electrónico: claudia.calquin@usach.cl.
https://orcid.org/0000-0002-4420-5927
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CUHSO
Fundada en 1984, la revista CUHSO es una de las publicaciones periódicas más antiguas en ciencias sociales y humanidades del sur de Chile. Con una periodicidad semestral, recibe todo el año trabajos inéditos de las distintas disciplinas de las ciencias
sociales y las humanidades especializadas en el estudio y comprensión de la diversidad sociocultural, especialmente de las sociedades latinoamericanas y sus tensiones
producto de la herencia colonial, la modernidad y la globalización. En este sentido, la
revista valora tanto el rigor como la pluralidad teórica, epistemológica y metodológica de los trabajos.
Editor
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Coordinadora editorial
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Corrector de estilo y diseñador
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Traductor, corrector lengua inglesa
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