Lo insustituible de la experiencia
The irreplaceable of the experience
Bruno Hennig *
Resumen
Entendemos al performance como acto político y así analizamos Revolución Pixelada,
trabajo del artista Rabih Mroué, que destacamos como forma de resistencia.
Indagamos en dicha obra atendiendo a ciertos dispositivos productores de imágenes
(nuevas tecnologías, digitales, “inteligentes”) para desentrañar consecuencias posibles
desde una perspectiva crítica. Reflexionamos acerca de la espectacularización de la
vida a través de las imágenes. Trabajamos los ejes: cuerpo-experiencia-imagen;
tecnología-subjetividad; performance-ética-memoria colectiva, para finalmente procurar
responder a la pregunta que puede ser formulada de la siguiente manera: ¿cómo
construir una ética de la mirada y así no quedar consustanciados en la lógica de las
cada vez más autónomas y penetrantes imágenes?
Palabras clave: performance, experiencia, memoria colectiva, imágenes, ética.
Abstract
By understanding “performance” as a political act, this paper analyzes Revolución
Pixeleada, from the artist Rabih Mroué, a work we highlight as a form of resistance. We
research this work taking into account some devices that produce images (new, digital,
“smart” technologies) in order to unravel possible consequences from a critical
perspective. We reflect on the spectacle of life through images. We analyze the
following subjects: body-experience-image; technology-subjectivity; performance-ethicscollective memory. Finally, we try to answer the question: how can we build an ethic of
the glance without getting imbued within the logic of the increasingly autonomous and
penetrating images?
Keywords: performance, experience, collective memory, images, ethics.
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Introducción
Se realizan en este trabajo articulaciones teóricas y reflexivas a partir de un
performance-instalación de Rabih Mroué. Este artista nace en Beirut, Líbano, en 1967.
Es creador, intérprete y performer; actor, director teatral y, en primer lugar, ciudadano.
Rabih explora en sus ensayos realidades existentes y posibles, investigando sobre
distintos problemas que toma sin disociarlos entre sí. En sus obras aborda tanto las
problemáticas de las guerras y posguerras como la construcción de la memoria, el
mundo de las imágenes, la existencia humana como cuerpos en escena, la
necesariedad de reflexiones críticas-contextuadas, reconociendo y afrontando el
estatuto político de la palabra. Para este artículo elegimos analizar su obra Revolución
Pixelada —Título original: Pixelated Revolution— , presentada en formato video, en el
marco de “Espacios Revelados” (2004), presenciada el día viernes 28 de marzo del
2014.
Trabajamos el concepto de performance definido ontológicamente por Peggy Phelan
(2011) como el aquí y ahora. A su vez, en este sentido y en tanto el performance como
no documentable, este trabajo no pretende reproducir por escrito la obra de Mroué, así
como tampoco realizar una descripción fiel a la misma, sino que, continuando con
Phelan (2011), procuramos que la escritura en este texto alcance cualidades
performáticas.
La metodología que estructura este trabajo es la de la reconstrucción a partir de la
memoria y el análisis de quien escribe, incluyendo notas personales, considerando
textos de Rabih Mroué e imágenes que atañen a su obra. Siempre recordando que este
escrito no es una reseña acerca de Revolución Pixelada, tampoco un trabajo cerrado.
Continúa en movimiento.
El performance como experiencia política
Revolución Pixelada (Mroué, 2012) fue proyectada en una instalación preparada para
ello, en un lugar y tiempo específicos. La comprendemos como performance, ya que
éste, según Peggy Phelan (2011), no se guarda, registra, documenta ni participa de
manera alguna en la circulación de las representaciones: una vez que lo hace, se
convierte en otra cosa: ya no es performance (p. 97). Y, además, dicha autora declara
lo siguiente: “En la medida en que el performance pretenda ingresar en la economía de
la reproducción, traiciona y debilita la promesa de su propia ontología. El performance
se mantiene fiel a su propia entidad a través de la desaparición” (2011: 97). En este
sentido, Revolución Pixelada se desvanece en el mismo tiempo-lugar en que sucede.
No puede ser apresada, resiste cualquier tipo de almacenamiento, no importa el
dispositivo ni el dinero que se pudieran tener para intentar conservar la obra o
proyectar el video en alguna otra superficie o plataforma que la que fue acordada. Se
estableció que fuera proyectada durante ciertos días en una franja horaria, resaltando
el aquí y el ahora en que se le percibe.
Asimismo, en relación a la desaparición a la que se refiere Phelan, pensamos
a Revolución Pixelada como performance, ya que Mroué la tematiza en dicha obra
específicamente. Mediante la metáfora de la vida y la muerte, el mencionado artista
plantea que no todo puede ser filmado ni registrado, aun en la época
actual. Puntualmente, expone que no puede registrarse el momento-transición entre la
vida y la muerte. Puede ser (y de hecho fue y será, en tantas obras de teatro y de cine
como uno pueda imaginar) representado, pero ese momento es único, intransferible e
indocumentable y, por ello, se pierde, desaparece.
Por otra parte, en relación a las nociones de unicidad y autenticidad, respecto a las
obras de arte, consideramos que resulta necesario reflexionar acerca del alcance del
mercado en el contexto actual de modernidad y capitalismo, ya que, parafraseando a
Román Gubern (2014), si el experto y el mercado indican que una obra de arte es
auténtica, entonces ésta lo es, incluso aunque sea falsa. A su vez, en lo que atañe a
las nociones antes mencionadas, y en fina pertinencia con nuestras postulaciones
acerca del performance, es conocida la labor de Walter Benjamin mediante La obra de
arte en la era de su reproducción técnica (2011), en la que ilustra que al ceder ante la
multiplicación de las reproducciones, la técnica sustituye el lugar de la existencia
irrepetible por la repetición masiva, con lo cual, el performance, desde donde lo
comprendemos, es una propuesta que en sí misma resiste a la técnica de la
reproducción, su circulación y al tratamiento de la obra de arte como objeto-mercancía,
y así entonces puede recuperar y concretar la visión benjaminiana (2011) de que la
autenticidad no es reproducible.
Por otro lado, en relación a lo planteado por Gilles Deleuze (1999), especialmente en lo
que concierne a las sociedades de control, esto es su definición, sus modos de
funcionamiento, las dimensiones en las que operan, con sus posibles consecuencias;
podemos expresar que el performance es, continuando con lo que exponíamos
anteriormente, una propuesta-reacción, ya que, desde Peggy Phelan (2011), el
performance desaparece en la memoria, en el reino de la invisibilidad y lo inconsciente,
donde evade las normas y el control (p. 100).
Asimismo, profundizando, Phelan (2011) asume su ideología: El performance obstruye
la delicada maquinaria de la representación reproductiva necesaria para la circulación
del capital (2011: 99). De esta manera, los performances construidos desde ciertos
valores como los que se vienen mencionando, pueden resistir a la lógica de “la
mercancía como espectáculo”, refiriéndonos a Guy Debord (2005). Este autor postula
al espectáculo como capital que, por acumulación, se vuelve imagen. A su vez,
podemos agregar que las imágenes, desde una cierta creciente autonomía, y
parafraseando a Michel Foucault (1990), estarían operando al modo de una tecnología
de poder en tanto moldean la conducta de los individuos, los someten a un cierto tipo
de dominación, a la vez que objetiva a los mismos.
Ahora bien, tal como hemos expresado, no buscamos trasladar por escrito lo que
hemos presenciado como totalidad, menos aún al comprenderlo como performance.
Sin embargo, escribimos a continuación, y no de manera cronológica, algunas
anotaciones personales tomadas durante la proyección Revolución Pixelada a manera
de rastros clave para analizar las preocupaciones de Rabih Mroué a partir de las cuales
se sustenta nuestro trabajo. Lo que está entre comillas corresponderá a las palabras
emitidas por el artista en Revolución Pixelada, mientras que lo demás serán
anotaciones personales, como base para las articulaciones en este escrito. Hay una
clara decisión de no cargar el video a ningún sitio de internet y un cuidado especial
para que no se divulgue. Rabih Mroué aparece en la proyección, desplegando diversas
hipótesis, analizando distintos ejes, leyendo su trabajo, mirando a la cámara.
“En septiembre de 2011, pocos meses después de empezar la revolución siria, un
amigo mío me dijo: ‘Los rebeldes sirios están grabando sus propias muertes’”. A partir
de esto, surge la intriga de Rabih, quien comienza a investigar. Decide tomar el
fragmento de un video que encuentra en internet, donde un sirio filma con su celular un
momento más que tenso, donde se escuchan tiros provenientes de armas, sin lograr
captar a quienes disparan. En el video no vemos a la persona que está filmando, sólo
vemos lo que él mira a través de la pantalla de su celular, grabando. Parece estar
buscando, mirando a través de su celular, dónde se encuentra el soldado que
dispara. “La imagen está movida”. Pero en breve el cuadro es ajustado. La mirada de
los dos (soldado armado y rebelde sirio con su celular filmando) se encuentran, en el
camino que tanto el rifle como la cámara despliegan y posibilitan, la mira y el disparo
comparten, y “en el entre” (del trayecto) se encuentran. Dispara el soldado. Cae el
(celular del) rebelde.“¿Cuántas cámaras han caído al suelo? ¿Cuántos ojos fueron
extinguidos? Por grabar en tiempo real un suceso que los mata”. Pero Mroué tiene
algunas hipótesis, una de ellas: “El camarógrafo podría haber escapado, de haber
querido. Pero el ojo ve más de lo que puede leer” (comprender). “El ojo y la lente de la
cámara ven lo mismo. Sus cámaras no son cámaras…, son ojos implantados en las
manos (prótesis ópticas)”. “El ojo sigue mirando la pantalla del celular —no escapa—.
Ve la pantalla, como si fuese espectador, no siente su muerte viniendo. Su ojo lo ve
como ficción, como una película”, donde las balas no alcanzan/llegan a los
espectadores.
Por otro lado, retomamos la perspectiva de Guy Debord (2005), cuando presenta el
mundo de la imagen hecha autónoma. Resaltamos, en primer lugar, que se refiera al
“mundo de la imagen”, lo cual indica los sentidos aguzados con los que debemos
acercarnos, ya que la problemática no es nada sencilla; en segundo lugar,
la autonomía de las imágenes permite suponer, entre otras consecuencias, una de las
formas de alienación de los sujetos, en tanto no son autónomos respecto a dichas
imágenes y, entendemos que esta problemática se agrava si, al modo de una
identificación profunda, actúan como ellas.
A su vez, a partir de lo que postula Mroué, podemos decir que las imágenes no
solamente nos rodean e inciden en nosotros, sino que, al menos desde la palabra,
vamos dimensionando la complejidad de esta problemática: se está en la imagen.
¿Somos…imágenes? ¿Somos más allá de las imágenes? Aparentemente, no somos
sin ellas, pues no solamente estamos constituidos por insospechada cantidad y tipos
de imágenes, sino que, maravillados o no, estamos en una trampa múltiple. Además,
cabe destacar que no se trata de cualquier imagen, sino que, considerando el
dispositivo “celular”, hablamos de una imagen digital, que, según Román Gubern
(2014), una de las capacidades de ésta es que puede mentir ocultando que miente.
Mroué también expresa la metáfora de que las cámaras ya no son cámaras, sino que
son ojos implantados en las manos, como prótesis ópticas. Al respecto, a partir de la
idea original de Marshall McLuhan, según Román Gubern (2014), la fotografía puede
ser pensada como prolongación del ojo y de otros componentes propios de la fisiología
humana, pero, actualmente, y a partir de nuevos y diversos dispositivos digitales
llamados (no necesariamente elogiándolos) inteligentes, postula Gubern que ya no
estaríamos ante sistemas de prolongación, sino de reemplazo, lo cual implica el tener
que interrogarnos: ¿exactamente qué es lo que reemplazan los dispositivos
digitales inteligentes (si
no
reducimos
el
reemplazo
a
cuestiones
operativas
meramente)? ¿Podemos conocer todas las consecuencias que surgen a partir del
proceso
de
reemplazo?
¿Dónde
concluye
dicho
proceso?
Tal como distintos autores han reflexionado, la luz y la imagen, son formas de
información, pero reparando en la era actual, deben ser puestas nuevamente a
consideración, pues no son ajenas a la sociedad de la información. Al respecto, Paul
Virilio (1988) postula:
El hombre, deslumbrado consigo mismo, fabrica su doble, su espectro
inteligente, y confía la tesaurización de su saber a un reflejo. Una vez
más estamos en el ámbito de la ilusión cinemática, del espejismo que
produce la precipitación de la información en la pantalla del ordenador (p.
50-51).
Ahora bien, rescatamos la necesidad de un cuerpo-presente para constituir la
dimensión que hace posible una experiencia, no sin espacios físicos concretos, y más
aún a partir de ellos, en contraposición con el mundo virtual, y, si tal como expresaba
Georges Bataille (1988), “la vida no está nunca situada [las cursivas son nuestras] en
un punto particular: pasa rápidamente de un punto a otro (o de múltiples puntos a otros
puntos), como una corriente o como una especie de fluido eléctrico” (p. 30),
consideremos entonces que esos puntos se multiplican (sin exactitud) por un millón y
con aún mayor velocidad en las pantallas virtuales con sus imágenes digitales y no
localizaciones, por lo cual, el espacio físico como lugar necesario para la posibilidad de
una experiencia concreta queda pospuesto, en suspenso, mientras que los límites de la
realidad se desdibujan, ya que, según R. Gubern (2014), el mundo virtual permite un
mundo imaginario sin límites. Al expresar “sin límites”, nos exige complejizar, siendo
admisible al menos conjeturar que se trastocan las referencias, pues el ser humano
puede entender que, en su vivir, sólo le basta con los estímulos y entonces ajustarse a
ellos, y que por medio del mundo virtual sentir que…eso es real.
A su vez, encomendarse a escribir sobre el cuerpo y la relación cuerpo-experiencia
merece una inconmensurable labor y, al mismo tiempo, mucho más extensa que la
presente, por lo cual, para referirnos a la profundidad de una experiencia, nos
permitimos reflexionar a partir del decir de Maurice Merleau-Ponty (2002) acerca de
esta última: “No comprendemos la ausencia o la muerte de un amigo más que cuando
esperamos de él una respuesta o cuando experimentamos que ya no la habrá más” (p.
107). Es el experimentar la ausencia, de una amistad, experienciar el silencio. Por lo
cual, ni aun la palabra más precisa ni la imagen que mejor pretenda realidad alcanzan
a dimensionar una experiencia; pueden intentar aproximarse, al modo de un esbozodibujo que procura decir o guardar algo sobre un suceso real. Desde el entendimiento
cognitivo-intelectual, esto resulta quizás poco más que una obviedad, pero el mundo de
las imágenes y las modalidades virtuales, van teniendo diversos tipos de
consecuencias, sutiles y no tanto.
Asimismo, queremos destacar que no se trataría solamente de la presencia de un
cuerpo en un espacio físico para que una experiencia sea tal: es, primeramente, la
condición necesaria pero no suficiente, ya que no comprendemos a la experiencia
como lo dado, sino como proceso-construcción que necesita además del forjamiento de
una conciencia que no es instantánea ni sucede en la mente individual, una conciencia
que, por lo general y a la luz de todo lo trabajado, no es habitual. Por lo que esto nos
sugiere tener que interrogarnos sobre la disposición, las formas y el grado de
interioridad (profundización) con que nos relacionamos con nuestro propio cuerpo, con
otras personas, con los espacios físicos que cohabitamos y por los que transitamos, y
con las acciones que llevamos a cabo.
Retomando la noción de imágenes, incluso pese a la creciente autonomía de las
mismas (a la que nos hemos referido anteriormente), rescatamos una dimensión
fundamental, la relación dialéctica: la imagen no es sin quien la mira (la consume, la
reproduce, la compone, la vive o la piensa). ¿Cómo sublevarnos ante lo que Jean
Baudrillard (1996) postula como el deseo más radical, “el de no estar ahí pero ver” (p.
58)? El mundo virtual promete e implanta la ejecución de ese deseo. A partir de lo
trabajado hasta aquí, podemos constatar lo imprescindible de una posición crítica:
cuando el gozar pasa por la imagen, Roland Barthes (2009) expone la necesidad
urgente de una ética, porque, de manera generalizada, la imagen (si bien refiriéndola a
la Fotografía pero no siendo privativa de ésta) “desrealiza completamente el mundo
humano de los conflictos y los deseos con la excusa de ilustrarlo” (p. 177).
En Revolución Pixelada, Mroué intenta llegar al fondo de la imagen, es decir, y en este
caso particular, ha impreso fotograma por fotograma el video filmado por el rebelde
sirio con la cámara de su celular, para poder investigar minuciosamente aquello que en
éste no termina por aparecer: la identidad del soldado asesino. Esto parte de un
profundo deseo de conocer el nombre y apellido del asesino y, en caso que pueda
hacerse un boceto, difundir su identidad –así lo expresa Mroué– para que el soldado
asesino no camine libremente por las calles, para que no viva escudándose en su
anonimato (impunidad), como si nada hubiera ocurrido: ésta es la posición ética de
Rabih Mroué. Analizar –y no sólo ver– imágenes (no cualquier imagen) y acceder
parcialmente al dispositivo virtual (video) sobre el cual montar su obra y proyectarla en
un lugar-tiempo específico mientras que, por las características que hemos trabajado,
se transforma en otra cosa(performance) para compartir su preocupación y perspectiva
en relación a un conflicto real en el contexto del cual forma parte, e intervenir en las
imágenes mediante evidencias, reflexiones, conjeturas y resultados provisorios que
Mroué comunica, procurando favorecer a la construcción de una memoria colectiva
avispada, atenta.
La hipótesis de Rabih Mroué es que el ojo que filma podría haber captado la identidad
del asesino, por ello ha realizado la impresión fotograma por fotograma, para que, al
modo de la optografía –especialidad que busca y estudia los restos de imágenes que
persisten en la retina, antes de morir–, pueda extraerse la verdad, y así llevar al
asesino ante las instancias legales correspondientes. Sin embargo, no puede ser
resuelto: al analizar la filmación impresa, Mroué sólo encuentra un rostro borroso, sin
ojos y sin rasgos, ante lo que se pregunta: “¿Por qué no podemos ver el rostro del
asesino?” “¿Es porque los asesinos se esconden detrás de una identidad colectiva, una
identidad diluida?”
Consideramos que el autor de Revolución Pixelada habla con parrhesía, tal como la
comprende Michel Foucault (2010), como actitud y una manera de hacer, un decir
franco. Confiamos en que Rabih Mroué se expresa desde esta singular manera de
hacer, porque asume su decir, manifiesta una verdad admitiéndola como (su) opinión,
y, como parresiasta, “dice las cosas lo más clara, lo más directamente posible” (2010:
35). Rabih Mroué, en Revolución Pixelada, dirige su mirada fijamente a la cámara
mientras presenta su trabajo y la sencillez con la que lo hace no impide profundidad,
nos interpela en tanto espectadores, y sus palabras parecen traspasar la pantalla, pero
aún sin hacerlo, “llegan” a quienes miramos.
Según M. Foucault, el parresiasta “deja algo por hacer: deposita en aquel a quien se
dirige la dura tarea de tener el coraje de aceptar esa verdad, de reconocerla y hacer de
ella un principio de conducta” (2010: 35). En este sentido, esto es lo que hace Mroué: a
través de su obra, propone “relacionarse” con el espectador por medio de una verdad
que él presenta para fraguar el compromiso de no desentendernos de lo que miramos.
En sintonía con esto, podríamos considerar que Rabih Mroué comparte al menos
algunos aspectos con los cínicos griegos (García Gual, 2011), en el sentido de
buscar sacudir la experiencia en el vivir cotidiano,para que, agregando nosotros, en
medio de la brillantez de las pantallas, dejemos de experienciar nuestro existir como
habitual, convocándonos, en el final de Revolución Pixelada, a estar alertas ante un
desgaste del sentido y un posible desfasaje propio de las palabras, en tanto ellas no
son, ni evidencian siempre, la realidad: “Uno no siente miedo… a menos que viva la
guerra o haya visitado la muerte” (Rabih Mroué, en Revolución Pixelada).
Por otro lado, acorde con lo recién formulado, reconociendo los límites de los discursos
y por ello también del nuestro, escogimos una frase de la investigadora María Cecilia
de Souza Minayo [1]: “nada es dado, todo es construido, inconcluso y superable; […] la
realidad ahí encontrada como todo lo social es infinitamente más rica, más dinámica,
más compleja que cualquier discurso científico sobre ella; y que la ciencia que la
aborda no la captura, sólo indica la dirección y la organización intelectual” (2004: 209).
Algunas reflexiones finales
Recapitulando, a lo largo de este trabajo, hemos enunciado y argumentado nuestra
propuesta de comprender a Revolución Pixelada como performance, a la vez que
manifestamos las justificaciones por las cuales consideramos a este último como
reacción ante la técnica de la reproducción, más aún teniendo en cuenta las
características de la obra de Rabih Mroué.
También, hemos analizado el poderío de las imágenes y del mundo virtual,
considerando algunas consecuencias posibles en la subjetividad de las personas. A su
vez, relacionamos la posibilidad de que una experiencia pueda ser tal, con el cuerpo en
un espacio físico-concreto, como condición necesaria pero no suficiente, ya que no la
comprendemos como lo dado sino como proceso-construcción que también requiere
del forjamiento de una conciencia.
Por otra parte, hemos podido establecer que el trabajo de Mroué nos permite suponer y
formular en palabras su posicionamiento ético, arguyendo que pretende constituir un
compromiso con los espectadores que consiste en un no desentendernos de lo que
miramos.
A partir de todo lo trabajado hasta aquí, pueden decantar otras reflexiones que no
hemos abordado en el texto y que no serán desarrolladas. Por ejemplo, un gran
problema sería el de ya no contar con las imágenes como mediaciones entre el mundo
y nosotros, como representaciones que permiten accionar de manera reflexiva, sino
más bien propender hacia un vivir en el mundo de las imágenes, es decir, considerar
que ellas son el mundo que debemos vivir, para procurar devolvernos, al modo de
espejos digitales preparados, sólo las imágenes que queramos y evitar casi toda
molestia o lo que podría ser interpretado como tal.
Por último, otro de los ejes a examinar sería el siguiente: si las imágenes que son
proyectadas por dispositivos digitales transportan elementos que no son sólo para ver,
¿no podemos sospechar acaso que trasladan intrínsecamente también a quienes los
utilizan, propiedades de esos dispositivos digitales? El efecto de simultaneidad, lo
inmediato, la mecanización y las consecuencias de “la vida virtualizada” como cierta
duplicación del mundo en tanto simulacro no deberían para nada ser naturalizados ni
minusvalorados.
Fuentes
Barthes, R. (2009). La cámara lúcida. Buenos Aires: Paidós.
Bataille, G. (1988). “La experiencia interior”, en El Aleluya y otros textos. Madrid:
Alianza Editorial.
Baudrillard, J. (1996). El crimen perfecto. Barcelona: Anagrama.
Benjamin, W. (2011). La obra de arte en la era de su reproducción técnica. Buenos
Aires: El Cuenco de Plata.
Debord, G. (2005). La sociedad del espectáculo. Valencia: Editorial Pre-Textos.
Deleuze, G. (2000). “Posdata a las sociedades de control”, en El lenguaje libertario.
Buenos Aires: Editorial Utopía Libertaria.
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2014 en http://www.espaciosrevelados.com/programacion
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García, C., (2011). La Secta del perro. Madrid: Alianza Editorial.
Gubern, R. (2014). Lógica y estética de lo virtual en la era digital. Conferencia para la
Licenciatura en Artes y Tecnologías de la Universidad Nacional de Quilmes, en el
Congreso RedCom, San Justo: Universidad Nacional de la Matanza, 15 de agosto.
Merleau-Ponty, P. (2002). Fenomenología de la percepción. Madrid: Editora Nacional.
Mroué R. (2012). Revolución Pixelada. Presenciada el día viernes 28 de marzo del
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Phelan, P. (2011). “Ontología del performance: representación sin reproducción” en
Taylor, D. & FUENTES M. (eds.), Estudios avanzados de performance. México: Fondo
de Cultura Económica.
Souza, M. (2004). El Desafío del Conocimiento. Investigación cualitativa en Salud.
Buenos Aires: Lugar Editorial.
Virilio, P. (1988). Estética de la desaparición. Barcelona: Editorial Anagrama.
[1] Graduada en Sociología (UFRJ-Brasil) y en Ciencias Sociales en la City University de New York,
Magister en Antropología (UFRJ-Brasil) y Doctora en Salud Pública en la Fundación Oswaldo Cruz
(FIOCRUZ).
* Bruno Hennig es licenciado en Psicología. Maestrante del posgrado en Sociología de la Cultura
y el Análisis Cultural (IDAES- Universidad Nacional de San Martín, Argentina). Docente de la
Licenciatura en Psicología, UCES. Trabaja en Salud Pública y Salud Mental desde un abordaje
interdisciplinario e investiga sobre educación popular.