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Para finalizar se organizó una mesa muy especial dedicada a la figura Jacques
Fontaine, fallecido en 2015, a quien correspondía honrar debidamente, como se hace
en estas páginas, por tratarse de una figura nuclear de nuestros estudios: todos hemos
leído alguna parte de su ingente obra, todos nos hemos beneficiado de sus iniciativas
para fomentar la edición y estudio de los autores medievales, algunos, incluso, han
tenido el privilegio de su trato personal. Todo esto está aquí reflejado gracias a las
voces de Isabel Velázquez, Jacques Elfassi, Rosa María Herrera y David Fontaine.
Como suele ser habitual en las ediciones de SISMEL, el libro facilita las búsquedas
gracias a un índice muy útil que incorpora al repertorio onomástico el de los lemas
relativos a las herejías y las órdenes monásticas, al que siguen los consabidos índices
topográfico y de manuscritos.
He abordado —y he disfrutado— la lectura de esta obra colectiva como la de un
vademecum que acompaña en el descubrimiento de aspectos desapercibidos en nuestras
lecturas y, sobre todo, actualiza mi conocimiento sobre los latines hispanos medievales,
así en plural, porque son muchos y todos ellos muy interesantes. Hemos de llevar este
volumen a nuestras clases y animar a los alumnos a que lo consulten, para despertar las
inquietudes de futuros trabajos sobre este ámbito del latín que merece seguir teniendo
adeptos tan fieles como los que acuden a los congresos y visibilizan sus investigaciones.
Ana-Isabel Magallón
anaismg@unizar.es
Tomás González Rolán – Antonio López Fonseca, Alfonso Fernández de Madrigal.
Breuiloquium de amore et amicitia / Tratado de amor y amiçiçia, I. De amore.
Estudio y edición crítica bilingüe de los textos latino y romance, Madrid, Guillermo
Escolar Editor, 2021 (Hitos). 356 pp. ISBN 978-84-18093-74-6.
En el segundo tercio del s. XIV, el erudito teólogo e intelectual abulense Alfonso
Fernández de Madrigal, conocido como El Tostado (1400-1455), compuso un tratado
en latín sobre el amor y la amistad que envió al rey Juan II de Castilla. Este último,
que le había encomendado la composición, le respondió solicitándole que él mismo
elaborase también una versión castellana de la obra, con el fin de brindar un servicio
también a los desconocedores del latín; El Tostado ejecutó igualmente esta segunda
solicitud, en un ejercicio de singular autotraducción. El presente volumen, elaborado
por dos conocidos expertos en la figura de Fernández de Madrigal, ofrece un estudio
y la primera edición crítica completa y bilingüe, en páginas enfrentadas, de ambas
versiones de la obra, sobre la base un riguroso estudio estemático de la toda tradición
manuscrita conocida en una y otra lengua.
El libro contiene una amplia introducción (pp. 13-125), seguida del texto crítico
bilingüe (pp. 127-347). La primera pasa revista, en primer lugar, a la figura de El
Tostado como intelectual fronterizo a caballo entre la Edad Media y el Humanismo,
durante el reinado de Juan II (pp. 13-27); la sección ofrece un estado de la cuestión
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actualizado sobre las obras editadas y estudiadas y los numerosos desiderata que aún
hay, especialmente desde el punto de vista editorial. En un segundo epígrafe (pp. 2743), los autores se ocupan en particular de su papel como traductor y su perspectiva
traductológica, en particular por lo que respecta al proceso de autotraducción que
testimonia el Breviloquio y que está guiado por una fidelidad general y una adaptación
sociolingüística al público de la versión castellana (cf. pp. 41-43). Un tercer epígrafe,
de contenidos literarios (pp. 43-71), examina, primero, la datación de la obra, fijada con
posterioridad a 1444 con nuevos argumentos históricos y literarios (cf. especialmente
las pp. 46-48), en lugar de la fecha genérica a finales de los años treinta del s. XV;
a continuación analiza la estructura de la obra (bien diferenciada en dos secciones
dedicadas, respectivamente, al amor y a la amistad), así como las fuentes empleadas
por el autor, entre las que destaca, ante todo, el Aristóteles latino, seguido de Séneca y
Ovidio (ambos especialmente en la parte final, donde la temática mitológica abunda),
así como de las Sagradas Escrituras, entre otros autores (cf. p. 66-68)
La cuarta sección (pp. 71-105) está dedicada a la descripción y análisis de
la tradición manuscrita, latina y castellana, del Breviloquio. Su primer epígrafe
contiene unas páginas de cariz teórico y metodológico, dedicadas a los conceptos
de «tradición» y «edición». En ellas, y junto con una defensa de la aplicación del
método estemático a tradiciones también romances —frente a la tendencia bédierista
de algunos romanistas—, los autores ofrecen una reflexión sobre el concepto de
edición (y su etimología), transmisión u original, aplicado en particular a textos que
ofrecen varios estados redaccionales. Los autores proponen aplicar el calificativo
de «auténtico» a todos los estados redaccionales de un texto, reservando el término
«original» solo para la última voluntad del autor, cuya transmisión puede tener
forma autógrafa o idiógrafa (p. 75) o que puede estar inacabado o no ser único
(cf. ibidem); igualmente, de la mano de Martín Abad, González Rolán y López
Fonseca subrayan la necesidad de un estudio individual de la tradición impresa,
dada la variación textual entre ejemplares de ediciones, a veces apresuradamente
consideradas idénticas (p. 77).
El estudio estemático de la tradición latina (formada por dos códices, B C) y
castellana (de la que se conocen tres: E S H) está conducido con gran rigor metodológico
(pp. 87-105). Se establece un primer original latino ω1, que se enviaría a Juan II y
que sería revisado para dar lugar a un segundo original, ω2. De este último, aunque
con influencia vertical de ω1, deriva el arquetipo ya corrupto β, del que dependen
independientemente los dos testimonios latinos conservados (B C). Los errores
separativos individuales de B y de C son convincentes y demuestran no solo que ambos
son independientes con vistas a la constitución del texto, sino también que la tradición
castellana no deriva de ninguno de ellos (ni de su común arquetipo β), sino de otro
modelo. Es interesante la discusión de las pp. 88-91 sobre el hecho de que las dobles
lecciones integradas en el texto de C y determinados rasgos paratextuales de B C hacen
suponer que en el modelo de C constaban uariae lectiones y que B sufrió el influjo del
modelo latino de la versión hispánica (tal vez en relación con el proceso de revisión
que El Tostado aplicó a su obra).
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Por lo que respecta al texto romance, de ω2 derivaría también el ejemplar que
serviría para la elaboración de α, el original perdido de la traducción castellana, al
que remontan independientemente dos códices castellanos (E y S, que es fuente de
un descriptus H). Mientras que en el texto latino el arquetipo β está caracterizado
por faltas que no pueden remontar al Tostado, α es original —y no arquetipo stricto
sensu—, en la medida en que los editores consideran que las dos únicas innovaciones
que contiene α podrían remontar al propio autor (pp. 104-105). Creemos que la
ausencia de arquetipo castellano es acertada. Es particularmente interesante la primera
de las dos faltas citadas: la traducción errada «silenos» en E S para el Phileni latino,
referido a los hermanos cartagineses llamados «Filenos»; cf. cap. 12 (p. 198, l. 64 y
70; p. 199, l. 81 y 88). Para su explicación, ofrecemos una hipótesis alternativa a la
de un despiste del propio autor, aunque, en todo caso, nuestra perspectiva confirma
la misma conclusión que sostienen los editores. A nuestro parecer, el error no sería
efectivamente concluyente para establecer un arquetipo castellano incluso aunque la
falta «silenos» aparezca en ambos códices, porque puede ser un error independiente
de ambos y no un descuido del propio Tostado; en efecto, los editores (p. 104) apuntan
con razón que la falta no puede provenir del latín, donde aparece la grafía ph- en
inicial; ahora bien, es posible que el original α de El Tostado ofreciera el correcto
«filenos» en castellano (escrito por él ya en romance con f- inicial) y que los escribas
de E S cometieran independientemente la misma innovación facilior, confundiendo
«filenos» con la grafía «ſilenos» (esto es, «silenos»), por conocer este segundo término
mitológico y no el excepcionalmente raro antropónimo anterior; el hecho de que en el
propio texto latino uno de los códices, B, ofrezca philistinorum en lugar de philenorum
(p. 198, lín. 77) confirma la rareza de este último y la tendencia a adaptarlo a nombres
más conocidos. El mantenimiento en el uso de la ese alta en posición inicial de palabra
—a la que estarían acostumbrados los amanuenses de E S por la transcripción de
otros ejemplares— y la absoluta ignorancia del nombre cartaginés favorecerían esta
interpretación, que justifica la corrección «Filenos», introducida por González Rolán
y López Fonseca (cf. p. 199), y que conduce al mismo corolario que defienden ambos
autores: α tiene consideración de original, y no de arquetipo.
Por lo que hace a la relación de E S, los estudios precedentes —tal vez por influjo
de su conservación en Salamanca, donde se preservan tantos códices de El Tostado, a
veces anotados por él mismo— han destacado en particular el códice S (Salm. 2178),
asumiendo que es el más cercano al original tostadiano o, incluso, el códice que
preparó para Juan II con la versión castellana de la obra. En las páginas que le dedican,
González Rolán y López Fonseca demuestran fehacientemente que en realidad S no
puede tener tal status porque presenta abundantes errores separativos, demostrables
mediante el cotejo con el texto latino y ausentes de E, que presenta, a su vez, sus
propias innovaciones. Esta reubicación de S como un códice sin duda relevante, pero
—en términos estemáticos y con vistas a la constitutio textus— gemelo de E es uno de
los mayores logros de la edición y tiene pruebas seguras en pasajes como el siguiente
(para otros casos, cf. pp. 97-101): en el cap. 23 (p. 253, l. 69-70), S omite «a las obras
suyas que son más amadas e ensalçadas sobre las que son abaxadas», que solo ha
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sido preservado por E; que se trata de un pasaje original y su omisión es una falta
separativa de S es evidente en vista de la correspondencia segura de estas palabras,
salvaguardadas solo por E, con el texto latino opera sua que uidelicet prefici et premi
uero magis amat (p. 252, l. 56-57; cf. también p. 99).
El establecimiento del texto latino y castellano (pp. 127-347) —precedido de los
criterios de edición (pp. 105-110) y la bibliografía (pp. 110-125) y publicado con un
primer aparato de fuentes y loci paralelli y un segundo aparato, de tenor crítico— es
riguroso y se atiene al stemma codicum establecido. Para la edición de ambos textos
B C y S E son, en cada tradición, gemelos, aunque los casos de selectio entre lecturas
estemáticamente equipolentes en una tradición a menudo se solventan en vista del texto
conservado en la otra lengua. Las intervenciones editoriales, iluminadas por la relación
entre la redacción latina y la autotraducción castellana, son acertadas. A título de muestra,
en el cap. 1 (p. 140, l. 33) la corrección del amanti de la tradición manuscrita latina en
amantis se justifica a la luz del texto castellano («de aquel que ama») y del contexto
latino, donde, seguido de si, la -s ha desaparecido por un falso corte tal vez motivado por
la lectura en voz alta o interior de la perícopa (amantissi leído [amantisi] produce una
segmentación amanti|si). En la edición de textos medievales —a menudo pedestremente
dependientes de sus fuentes— el empleo ecdótico de los modelos literarios empleados
por el autor es un aspecto fundamental, aunque en la práctica discutido. En los últimos
años se ha insistido en que el objeto de la edición medieval o humanística debe ser la obra
publicada y que ello no debe conducir a reescribir el textus traditus a la luz de las fuentes,
cuando estas y el anterior divergen y el primero se juzga apresuradamente corrupto:
los ejemplares manejados por los autores medievales contarían con corrupciones, que
para tales autores eran el texto auténtico. Pues bien, el texto del Breuiloquium y su
autotraducción permite emplear la versión castellana como «elemento de control» de
esta clase de intervenciones. En el cap. 40 (p. 330, l. 27) los editores restituyen <boni>
en la cita de un verso de Boecio: Felix, qui potuit fontem <boni> uisere lucidum (Cons. 3,
xii, 1-2); la restitución del término, omitido por B C, no solo se produce a la luz del texto
fuente de Boecio, sino también en vista de que la cita aparece en la versión castellana y en
esta última fontem <boni> aparece preservado (p. 331, l. 30). Ello asegura que su omisión
es una falta del arquetipo β de la tradición latina; confirma que, frente al correcto boni
fontem de Boecio, El Tostado leía el orden fontem <boni> (que, advertimos, es amétrico
en realidad en Boecio, porque no cabe fontem en una sede estrictamente yámbica; cf. ed.
Claudio Moreschini, Teubner, Monachii et Lipsiae, 20052, p. 96); y, por último, ratifica
que, en consecuencia, no puede tratarse de un error ya presente en el ejemplar boeciano
manejado por El Tostado, sino en una innovación de β que debe corregirse. Esta última
implicación es, creemos, la más relevante y original desde el punto de vista ecdótico,
porque, a falta de la versión castellana, no podría descartarse que la omisión de boni
constara en el códice empleado por El Tostado, con lo que su falta cobraría carta de
originalidad para el abulense.
Desde el punto de vista formal, la factura del libro en la composición de la obra, la
impaginación de ambos textos enfrentados y la redacción de todos aparatos es excelente.
Las inevitables erratas son significativamente escasas y de poca entidad, sin afectar a la
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lectura (cf. p. 48, en lugar de «caracerística» léase «característica»; p. 96, en lugar de
«prepararó» léase «preparó»; p. 117 s. v. Herescu, en lugar de «poetes» léase «poètes»).
En cuanto a la bibliografía, sobre la noción de «auténtico» desarrollada por los autores
en la p. 75, es interesante cotejar sus tesis con las reflexiones de Hermann Kantorowicz,
Einführung in die Textkritik: Systematische Darstellung der textkritischen Grundsätze
für Philologen und Juristen (Leipzig, Dietrich, 1921), p. 5, que ofrece una discusión
relevante sobre los conceptos ecdóticos de «correcto» («richtig») y «auténtico» («echt»),
más restringido que el anterior y ligado implícitamente a la de «tradición» tanto en la
concepción de Kantorowicz como en la de González Rolán y López Fonseca; sobre ello,
cf. también Allan A. Lund, «‘Richtig’ und ‘echt’ als Begriffe der Textkritik (Anmerkungen
zu Stat. silv. 2,1,83 f., 2,1,157 f. u. 2,5,1 f.)», Mnemosyne 42.1 (1989) pp. 116-119.
En definitiva, el presente volumen ofrece un trabajo de factura excelente, una
introducción completa y actualizada al Tostado y el Brevioloquio, y una edición crítica
muy cuidada desde el punto de vista filológico. Aunando latín y romance en el estudio
del humanismo peninsular, la obra es del mayor interés para especialistas en edición de
textos, en la literatura en latín y castellano medieval y humanística —en particular, de
la Castilla del cuatrocientos— y en la historia de la teoría y práctica de la traducción.
Universidad Complutense de Madrid
Álvaro Cancela Cilleruelo
alvarocancela@ucm.es
Gregorio Rodríguez Herrera (ed.), Florilegios latinos y sociedad, Vigo, Academia del
Hispanismo, 2020, 276 pp. ISBN 978-84-17696-33-7.
Hace unos años, proclamó el editor de este libro en un congreso dedicado al Prof.
Juan Francisco Alcina Rovira que las Humanidades, en el siglo XXI, serían digitales
o no serían. Habrá quien, aplicando la versión moderna del odi profanum vulgus et
arceo, pueda considerar todo esto un dilettantismo impropio de la Filología, pero es
una actitud que, por fortuna, está abocada a su desaparición. La herramienta no modela
al artesano: es él quien la elige y usa con destreza para mejorar su trabajo. Desde luego,
la informática no permite al estudioso esconderse: los datos dejan de ser un fin para
convertirse en un medio y el hiperfactualismo cede paso a la sensata ponderación de
los resultados con vistas a obtener conclusiones válidas y fiables, sustentadas en una
evidencia empírica antes que en un conjunto más o menos acertado de intuiciones. El
presente libro es un buen ejemplo de lo dicho.
La introducción («La función social de los florilegios», pp. 15-26), a cargo del editor
del libro, hace una descripción forzosamente breve de cómo la actividad del florilegio
ayuda a entender una de las vías de transmisión de los autores antiguos a través de
sentencias que, agrupadas con distintos criterios, proporcionan un arsenal de información
disponible para el erudito y, en general, la persona con una formación. A continuación, se
describen tanto los seis florilegios utilizados, disponibles en la base de datos del Proyecto
Excerpta, como los contenidos y finalidades de los estudios que configuran la publicación.
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