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Trayectorias de Mujeres Migrantes1. Autoras: Claudia Calquín Psicóloga de la Universidad de Santiago de Chile. Master en Estudios de Mujeres, Género y Ciudadanía Universidad de Barcelona. Doctorante en Ciudadanía y Derechos Humanos. Universidad de Barcelona. E- mail: ccalquindonoso@gmail.com Rayén Rovira Psicóloga de la Universidad de Santiago de Chile. Master en Investigación en Psicología Universidad Autónoma de Barcelona. Doctorante Psicología Social. Universidad Autónoma de Barcelona. E- mail: rayenrovirarubio@gmail.com Resumen: Partiendo de nuestra condición de investigadoras sociales Latinoamericanas en Europa quisimos reflexionar sobre dicha condición y el tránsito de extranjeras a inmigrantes, desde una lectura feminista y personalmente situada. Si bien a grosso modo e implícitamente se relevan una serie de conceptos por medio de los cuales intentamos nombrar nuestra experiencia migratoria, lo que intentamos fue hacer una práctica discursiva doblemente inspirada: por un lado en lo que Luisa Muraro llamó como el lenguaje materno o el lenguaje corpóreo y Donna Haraway, conocimientos situados para expresar nuestra experiencia migratoria que sin duda desborda y contradice las racionalidades del pensamiento y el lenguaje de las ciencias sociales y de los estudios migratorios. Palabras claves: Migración, Mujeres, Narración. Inicios Escribimos por el deseo de decirnos, de hablarnos, de contarnos. Escribimos por un deseo de palabra, de una palabra que resiste siempre desbordante, de un pensamiento que se enuncia como amigo de la verdad o de la Sophia. De una palabra/otra que deviene saber y que en palabras de Luisa Muraro deviene corporalidad 2, saber/corpóreo que forma cuerpo con la experiencia, con nuestra experiencia de mujeres/extranjeras/investigadoras sociales que viven y habitan por ahora, Europa. Como parte del campo de las ciencias sociales, somos inevitablemente cuerpo / plataforma de observación científica sobre el mundo social que se quiere gobernar 3 . 1 Documento elaborado para presentar en congreso Feminismo y Migración: Intervención Social y Acción Política. 9 al 11 de Febrero 2012. no citar sin la autorización de sus autoras. 2 Muraro Luisa (1994) El orden simbólico de la madre. Madrid. Horas y horas 3Castro-Gómez, Santiago (2000) Ciencias sociales, violencia epistémica y el problema de la "invención del otro". En libro: La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas Latinoamericanas. Edgardo Lander (comp.) CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires. Disponible en la World Wide Web: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/lander/castro.rtf Desde aquí observamos, ordenamos y pensamos el mundo desde o contra una lógica cientificista de búsqueda de la verdad y que se constituye en conocimiento territorialmente localizado, atado a lo que Mignolo (2007) denomina una geopolítica 4, desafiando con ello los intentos de la razón de mostrarse como universal y desincardinada. Nuestro devenir investigadoras extranjeras/inmigrantes en un contexto social, político y cultural eurocentrista, de exotizacion y sospecha del otro, instala otro orden de cosas, aquel que nos interroga por nuestros territorios, por nuestra posición geohistórica, frente a lo cual la única respuesta posible es sino un intento fallido de delimitar ese lugar: ¿donde hablamos? ¿en Latinoamérica?, ¿en Europa? , ¿en ambas?, ¿en una Latinoamérica que no es una y que abre la senda para pensar en ningún lugar, en tanto los lugares existentes son lugares ya saturados de sentidos?. Nuestra georeferencialidad no sólo nos lleva en pensar en aquellas preguntas, sino en nuestras experiencias, en nuestro saber corpóreo que habla furioso en el momento en que nos percatamos de que la fila para timbrar el pasaporte a la entrada de España no es la misma para comunitarios y no comunitarios; en el momento en que nos percatamos de que nuestra piel oscura instala la sospecha policial y de todo el aparato migratorio acerca de los “verdaderos” motivos para ingresar a este país. Como sospechosas, nuestro saber corpóreo reclama un habla acerca de cómo incorporamos y gestionamos cotidianamente los efectos de los discursos disciplinarios y disciplinantes sobre la migración, las políticas de control migratorio actuales y de ciertas categorías que articulan discursos y prácticas: “inmigrante”, “mujer latina” “inmigrante no comunitaria”, entre otras. Este trabajo es un ejercicio de lo que Donna Haraway (1991) allá por los 90ś denominó como conocimientos situados5, no tanto por salirnos, de cualquier pretensión de formular o poseer un conocimiento neutral y objetivo, sino por nuestra doble determinación en el saber sobre migración que nos lleva a que en cada pregunta que formulamos a la otra/migrante, implícitamente es una pregunta sobre nosotras mismas. Es por ello que analizaremos algunos de los tantos nodos que se nos aparece actualmente y que 4Mignolo, Walter (2007) La idea de América Latina. La herida colonial y la opción decolonial Barcelona: Gedisa 5 Haraway, Donna. (1991). Ciencia, cyborgs y mujeres: la reinvención de la naturaleza. Madrid: Cátedra, 1995. conforman nuestro habitar en el mundo: el habitar extranjera y a ratos y siempre desde afuera, el habitar inmigrante. El resplandor de la cultura Europea y la latinidad: en busca de la tierra prometida La decisión de migrar de Chile si bien en nuestros casos tuvo diversos motivos, lo que ronda es el deseo de Saber, un saber que los imaginarios académicos coloniales lo sitúan en algo así como en una tierra prometida, un paraíso intelectual, privilegio y utopía de una clase media algo progresista, algo Izquierdosa obsesionada por la “educación” y la “crítica”. Este paraíso dentro de nuestra lógica colonial evidentemente se desvela en Europa, una tierra por conocer a pesar de ser ya ampliamente conocida por 12 años de escolaridad. Un conocimiento efecto y victoria de un discurso civilizatorio de más de 500 años; un discurso y una historia que se transmite sin fisuras ni cuestionamientos acerca de la Europa como origen o cuna de la civilización en contraposición a un pasado aborigen que raya en la barbarie y que se presenta actual como Otro, como alteridad exótica, como un accidente en la historia de una Latinoamérica que se cuenta en masculino occidental. Así la elección de Europa por parte de dos mujeres mestizas latinoamericanas de clase media es menos revelador de una decisión personal que de una condición histórica que vuelve irrelevante la distancia geográfica frente a la cercanía lingüística, social, cultural y legal de ser parte de una ex colonia. Cercanía que es también reveladora de lo que Migniolo denomina la construcción colonial de la latinidad6. Recordemos el esquema decolonial propuesto por este autor para quien América Latina es una idea (tal como se intitula la obra citada) o una construcción discursiva de las clases criollas, que como sabemos se fueron convirtiendo en la élite económica, política y cultural de la sociedad colonial latinoamericana. 6 Op.cit La clase criolla conformada principalmente por mestizos, para implementar su poder frente a la metrópoli y a lo cual agregaríamos y su necesidad heroica de linaje, debió crear un sistema de “autocolonialismo” o una “matriz de colonialidad” al interior de las naciones recientemente creadas. De esta forma los criollos se constituyen de aquí en adelante, en colonizadores internos de los indios y los negros y se asume que América o las Indias occidentales es América Latina, es decir una América en la que retorna el elemento europeo, blanco y latino (contraponiéndose a lo anglosajón de América del Norte) forcluyendo de la historia pasada y futura, lo aborigen y lo negro. América Latina será el laboratorio de un blanqueamiento racial que se justifica en la construcción de la identidad nacional criolla que padece y sufre su herencia aborigen y africana y que desde ahora en adelante deviene latina, latinidad que tras una serie de acontecimientos y mitologías, levantará dentro de ese mundo latino a Francia como el símbolo de la civilización, la ilustración, la ciencia , la verdad : Francia y su lengua, Francia y su literatura, Francia y su filosofía, Francia y su educación, Francia y su bandera (la más guapa del mundo, y la única digna de ser más bella que nuestra bandera chilena) Francia y su revolución, Francia y su contrato social... el afrancesamiento criollo que novelistas decimonónicos como Bles Gana 7 no se cansarán de mostrar. Europa como estandarte del progreso y la civilización será el espíritu de nuestra educación, de nuestra cultura y también de nuestro pensamiento crítico, pero no bajo el mecanismo del plagio sino por el mecanismo del linaje, de la herencia de la raza (blanca)8. Amparo Ochoa cantaba que en pleno siglo XX nos siguen llegando rubios, para nosotras en pleno siglo XXI gran parte de nuestra formación educativa y nuestras herramientas con las cuales pensamos nuestras utopías y el mundo, nuestro mundo, Latinoamérica sigue atado al “viejo continente”. 7 En su célebre novela Martin Rivas que data del año 1862, Alberto Bles Gana, escritor chileno crea el personaje de Agustín, algo así como un dandi pintoresco, sofisticado, alegre y a la vez ingenuo varón educado en Francia y que usa y abusa de los muchos modismos franceses para expresarse. 8 Un paréntesis: si bien la historia del pensamiento francés en Latinoamérica merece un análisis aparte, nuestro sentido común sabe que lo que en principio fue la búsqueda de un vinculo con Europa y un linaje frente a la falta de uno propio, situación que sin duda expresaba la condición payasesca del mestizo criollo, derivó en un snobismo intelectual contemporáneo solo elaborado por alguna mala conciencia y que asimismo expresa la condición payasesca de nuestras actuales clases intelectuales. De migrante verbo a in-migrante sujeta. Pese a esta claridad, como mujeres migrantes nunca llegamos a donde pensamos. El contacto con la institucionalidad que marca extranjería nos interpela de un modo que hizo que en los 11 146 KM que volamos desde Santiago - Chile a Barcelona-España comenzáramos a habitar, este nuevo territorio desde una posición que hasta ahora era inexistente, la identidad de inmigrante (latina). Cruzar el charco conlleva formar parte y soportar un circuito institucional que actúa como una fiel expresión del panóptico de Bentham, la utopía moderna de la sociedad del control, y que organiza gran parte de la experiencia o más bien Toda la experiencia migratoria, pues no hay nada de esa experiencia que no esté ya formulada, anticipada y estrictamente calculada por ese circuito. Este circuito que podríamos enunciar como parte de un dispositivo migratorio mucho más amplio amplio, marca un recorrido espacial y temporal concreto que comienza en el consulado español en Chile. Un lugar y una infraestructura estrictamente observadas y controladas por un sistema de seguridad digno de un estado de sitio; un consulado que se nos aparece como una fortaleza, con un sistema de seguridad altamente sofisticado que incluye no sólo cámaras de seguridad, alarmas de todo tipo, procedimientos de entrada y salida del territorio consular, sino que también un personal de seguridad altamente preparado en cuestiones de defensa y curiosamente en la información acerca de los “requisitos” para ingresar a este país; evidenciando con ello esa ligazón tan conocida por nosotras entre poder e información., seguridad e información, poder y saber. Este circuito sigue en Policía Internacional y se amplia extraordinariamente una vez llegada a España tras la obtención del número de identificación de extranjeros, circuito que es menos una suma de trámites que una red de relaciones de saber/poder. Un circuito que expresa por un lado, todos los caminos posibles del poder para disponer, ordenar, legislar soberanamente sobre los cuerpos de los “otros”, sobre “mi cuerpo” hasta un punto indeterminado. Un poder que nos instala en la incerteza de ser frontera, de la vulnerabilidad de mi rostro frente a una cara policial que me observa, me sonríe, me mantiene en suspenso y que una vez cruzada la frontera me sujeta a un papel, a un objeto fetiche que se transforma en mi propio señuelo de una identidad que debo agradecer, de un número y un lugar en la sociedad que evidentemente nunca será un lugar de privilegio, y aún así debo agradecer. Por otro lado revela un saber, un saber que describe, explica, justifica, etc. la autoridad de ese poder no solo para funcionar de esa manera sino para transformarse en bueno y necesario. Un saber acerca todos esos mecanismos por los cuales debo transitar y en lo que pasada un tiempo nos transformamos en “expertas”: un saber acerca de tratados, convenios, leyes o tramitaciones que ese poder crea y re-crea especialmente para nosotras y por nosotras. Un sistema de saber/poder que nos individualiza o que nos sitúa en el lugar no sólo de inmigrantes sino de buena inmigrantes bajo la promesa nuestra, de la integración y la inserción, y que nos distingue de aquellos malos inmigrantes que cruzan la frontera por otros medios, sin permisos ni billetes de avión. Todo este circuito revela una serie de contradicciones del capitalismo global y del contrato universal de ciudadanía realizado por los hombres hace más de dos siglos: el mundo no es para todas y todos, por lo menos no para las personas, sólo para el dinero y el capital que no requieren de pasaportes ni visados. Así los objetos fetiches posmodernos circulan libremente, no así las seres humanas, las seres humanas deben solicitar permisos para habitar el mundo , sortear una serie de restricciones que aumentan en proporción directa a la oscuridad de la piel. Aunque ya estemos agotadas, el circuito no termina ahí. Cada cierto tiempo desde muy temprano en la mañana, hemos de recorrer nuevamente estos dispositivos, como instancia rutinaria productora de nuestros quien soy, del que podemos indentificarnos o contraidentificarnos, vaciarla o saturarla de sentido hasta llegar a parodiarlo, pero nunca desconocer. Así año tras año hemos de justificar los medios que tenemos para residir en España, nuestra pertenencia institucional, renovar nuestra condición de inmigrantes como si fuera una demanda que proviene de nosotras, tal como también hemos de tramitar una “autorización de entrada” para nuestros familiares que vienen de visita, justificando medios, espacio en nuestras viviendas, etc. todo bajo el signo de la sospecha o la mala voluntad. Con todo esto, y a pesar de que nuestra condición de “estudiantes/investigadoras” expresa el lado hospitalario del dispositivo si nos comparamos con los que deciden venir a trabajar, la experiencia de migrante como verbo, acción y devenir pasa a encorsertarse, encapsularse y a perder todo movimiento y originalidad en un ser inmigrante esencial, universal y uniforme, sujetada a una identidad de la cual pende mi derecho a ejercer mi ciudadanía, una ciudadanía que se autoproclama como universal desprovista de raza, clase y género pero que muestra que lo universal se sigue sosteniendo en el paradigma griego, en aquel pensamiento que situaba al mundo como equivalente de Grecia, al mundo como equivalente de quien lo enuncia y cuya excepción es el limite que otorga mi exótica diferencia. La mujer latina. En nosotras la latinidad no se agota en el contrato social colonial realizado por los hombres criollos en el siglo XVIII y por tanto algo le falta a la teoría de Mignolo.9 Convencidas que lo femenino siempre instala otro orden de cosas, la latinidad de la que Mignolo habla es de más atrás y está sexualizada, sexualizacion que por cierto gran parte de los estudios históriograficos baypasean constantemente. Aquella latinidad cuando se trata de bio mujeres, deviene Mujer Latina, símbolo menos atado a una propiedad racial o cultural que a un imaginario europeo acerca de la alteridad radical y la alteridad femenina con la que se inaugura la modernidad. Si bien los viajes de descubrmientos en el siglo XV y XVI fueron el terreno propicio para reflejar los temores y relaciones del hombre blanco con lo “otro” (que se constituye como reflejo especular de lo mismo) cuando hablamos de mujeres son varias cosas que se ponen en juego. 9 Op.cit Las latinas somos herederas de todo un imaginario de colonialización (es decir que se inaugura en el descubrimiento y conquista de las indias occidentales) en donde su alteridad radical huele a sexo. Si bien la india es parte de esa antropología física que divide al mundo en tres grupos raciales: blancos, indios y negros (cuyo nivel de humanidad es descendente) ella se encuentra al igual que el indio entre lo humano y lo bestial, alejándose de este en cuanto ella es alteridad de la sujeta del eterno discurso patriarcal de la domesticación femenina. La india es la Otra de la mujer blanca, siempre ausente y muy presente en la empresa de conquista. Es la que en la desnudez de su cuerpo impone la desestabilización de la moralidad renancentista impuesta a las mujeres europeas y que para el europeo no será sino la falta de civilización y por extensión de humanidad; así el cuerpo de la india representa un territorio que es preciso descubrir, conquistar y demarcar. Así mismo, la india será fuente de representación de un diagrama de relación sexual que se organiza en torno a lo que podríamos enunciar como las tres formas originarias de enfrentarse a la otra: la seducción, el maternaje y el horror, dando como resultado, según las combinaciones o puntuaciones de estos ejes, una serie de representaciones femeninas que transitan desde, las sirenas (seducción), las santas y las vírgenes (maternaje) y las amazonas (horror). Tres representaciones que lejos de quedar en el pasado son actualizadas constantemente y que sin duda marcan el punto de anclaje de lo que podríamos llamar la construcción social/masculina de la feminidad latinoamericana. Por lo tanto no es sólo un pasado que heredamos sino que actuamos y que se nos cuelga a nuestra existencia como la parte visible del quien soy, un eterno reteorno que se ha encargado de que hoy día seducción, maternaje y horror transforme a la india en la mujer latina a ratos seductora, caliente que transita entre la prostitución y el libertinaje (recordemos que Lationoamérica para Europa es un continente caliente) pero también cariñosa, abnegada con vocación de cuidado que la hace apta para el trabajo domestico y de cuidado y el horror de lo que hay de siniestro o no familiar en su extranjería, en su origen trasatlántico. Concluyendo ¿es posible otra forma de habitar el mundo que no sea bajo los estrechos márgenes del binarismo (Comunitaria/ no comunitaria, latina/ europea, hombre/ mujer)? ¿es posible una producción de sentido sobre la migración al margen de los dispositivos migratorios? Si bien son preguntas que desbordan los estudios sobre migración y nos remite a la cuestión de la crítica social , es una pregunta fundamental a la hora de pensar en las utopías de la sociedad globalizada en la cual la amenaza social no es tanto en el quien soy (pensemos que la crisis de la modernidad permite una multiplicidad de formas de pensar el quien soy) sino el ¿de donde vienes?. Si bien somos y seguiremos siendo Mujeres/latinas/americanas hay algo, y mucho en ello, que evidentemente no cubre nuestra experiencia subjetiva de mujeres migrantes, nuestro reducto aún no penetrado, por lo menos en nuestro deseo, del dominio del poder Esa fuga de sentido no es otra cosa que la experiencia contradictoria y compleja del habitar extranjero, que nos sitúa a veces más acá o más allá de la norma y las fronteras y que hace que el deseo y la subjetividad algo tengan de decir, en este nuevo orden globalizado. No solo inmigrantes, no solo sujetas atadas por este territorio – nación, sino a su vez, habitantes universales, participes de relaciones que no necesariamente remiten a un lugar exclusivo. Productoras, portadoras y transportadoras de infinitas historias de migraciones, de ancestros exiliados, de ires y venires, de colores y lugares diversos, de relaciones humanas que cruzan las fronteras en nuestro cotidiano caminar. Así la experiencia no se agota en aquellos espacios en donde la institución me da de ostias forzándome a definirme desde la mismisidad y la alteridad especular, por el contrario esta experiencia creemos se ha ampliado a otros campos especialmente a lo político que puede haber en la migración y que nos lleva a vivir otros, hasta hace poco tiempo desconocidos ejercicios de poder y resistencia y por lo tanto, a encontrar nuevos motivos para desafiar la tan bullada integración social.