El reino chanca
RECIBIDO: 16/09/2017
APROBADO: 16/10/2017
Waldemar Espinoza Soriano
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
< waldemar_espinozas@hotmail.com >
RESUMEN
Etnia de las más notables del antiguo Perú. Apareció después de la caída del imperio Wari. En seguida de largas emigraciones se
estableció en el territorio de Andahuaylas en los Andes centrales. Allí puso en orden su señorío o apocuracazgo entre los siglos xi y
xii. Dividido en Anansaya y Urinsaya, adquirió tanto poder que pensó en anexsarse otras etnias. Fracasó en su intento al ser derrotado
por los incas del Cusco en la década de 1430. Prosiguió como wamani del Tahuantinsuyo y luego como corregimiento del virreinato.
Persiste hasta hoy con la categoría de provincia del departamento y región Apurímac.
Palabras clave: Cacicazgo o señorío; Pacarina; Migración; Dualidad; Regiones; Pueblos; Ayllus; Topografia; Climas; Agro;
Cultura material y espiritual.
ABSTRACT
Ethnicity of the most remarkable of the old Peru. It appeared after the fall of the Wari empire. Soon after long migrations settled in
the territory of Andahuaylas in the central Andes.There he ordered his lordship or apocuracazgo between the eleventh and twelfth
centuries. Divided in Anansaya and Urinsaya, he acquired so much power that he thought of annexing other ethnic groups. It failed
in its attempt to be defeated by the Incas of Cusco in the decade of 1430. It continued like Wamani of the Tahuantinsuyo and soon
like corregimiento of the virreinato. It persists until today with the category of province of the department and Apurimac region.
Keywords: Cacicazgo or señorío; Pacarine; Migration; Duality; Regions; Towns; Ayllus; Topography; Climates; Agro; Material
and spiritual culture.
investigaciones sociales Vol.21 N°38, pp.139-171 [2017]UNMSM-IIHS. LIMA, PERÚ
The Chanca Kingdom
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WALDEMAR ESPINOZA SORIANO
Los chancas
n el año 1548, por orden del clérigo don Pedro
de La Gasca, se hizo la segunda visita del
señorío Chanca, cuya trascripción de los puntos
más importantes aparece en la no tan larga
provisión de depósito de encomienda concedida a Diego
de Maldonado el Rico, vecino del Cusco. Contiene los
topónimos realmente completos de sus pueblos, aldeas
y patronímicos de sus curacas. El cronista Gutiérrez
de Santa Clara ya habla de la existencia del «pueblo
de Andahuailas» en plenas guerras civiles de Gonzalo
Pizarro (1550, I: 186). Después agrega «provincia de
Andaguaylas», señorío de chancas (Ibíd 1550, III:
211). En este asentamiento, por ser bajo, no nevaba,
pero sí en las alturas de la misma etnia.
Calvete de Estrella la titula asiento, a 40 leguas del
Cusco y a cinco de la cuesta de Lucanas-Andamarcas
(1567; 299-300, 361-362, 404).
«Provincia de Uranmarca» la titula Antonio de
Vega (1600: 89). Estaba a siete leguas al sur de Vilcas,
orillando el camino real. En esta distancia se atravesaba
el río Vilcas, llamado así por estar cerca de estos
aposentos. Tenía su puente de bejucos. En los aposentos
de Uranmarca vivían mitmas solamente (Cieza 1553:
436). Iguales informes
encontramos en el Inca
Garcilaso (1609, V: 175).
Otro autor específica:
«Los chancas, que es
la nación que poseía el
valle de Andahuaylas»
(Acosta 1590: 200),
dividida en dos mitades:
Anan y Lurin (Guaman
Poma
1615:
1073
[1083]).
«Provincia
principal, treinta leguas
del Cusco, que se llama
Andahuaylas»
escribe
Las Casas (1561: 655).
Andahuaylas «es otra
Casa chanca con techumbre lítica de forma cónica. Casa chanca. Nótese la forma del techo y el dintel (Proande).
provincia» anota Pedro
Pizarro (1571: 221). «Provincia de los Chancas» le
La palabra chanca tiene varias acepciones. Un
nombra Gregorio de Cisneros (1597: 90). «Provincia lingüista especialista en lenguas andinas (Urbano
de Andahuaylas» prorrumpe Antonio de Vega (1600: 2008) ha descubierto que es una palabra de diversa
89). «Naciones ... de Chancas y Hancohuallu» pergeña. pronunciación y significado, lo que dificulta la
Garcilaso de la Vega, el que le asigna de 16 a 17 leguas interpretación de esta onomástica. Un cronista dice
de espacio, dándoles el adjetivo de gente rica y en que «por allá arriba» llaman Chancas a las que en el
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extremo belicosa (1609: 135). Anca Úallo Chanca o
Anco-Uallo es como le designa Guaman Poma (1615:
85, 293-294), denominación que la usa en el mismo
sentido Pachacuti Yanqui (1613: 239). Vázquez de
Espinosa se limita a formular «provincia y nación»
(1630: 509-1479). El valle de Andahuaylas estaba muy
bien proveído de bastimentos agro-alimenticios, razón
por la cual la consideraban importante para la guerra
(López de G.1552: 270). Era el quinto valle más bello
del Tahuantinsuyo (Cobo 1653, II: 71).
La provincia de Andahuaylas comenzaba donde
acababa los dominios del señorío Tanquigua. Seguía 31
leguas y terminaba en el río y puente de Pachachaca,
entre el tambo de Cochacajas y el pueblo de Abancay,
perteneciente éste al señorío Quichua o Quechua. Su
clima en lo principal es cálido; pero tiene comarcas frías
y otras templadas, conforme a las alturas y hondonadas
hechas por la naturaleza. Produce maíz, papas y
legumbres, frutas y buenos pastos. Al pie del pueblo
de Andahuaylas pasa un arroyo que suele traer grandes
avenidas en el verano, causantes de algunos daños. En
esa parte carecía de puentes. Además, por el norte de su
territorio corría un río navegable que le servía de foso y
muralla con las etnias de la selva de la otra banda: es el
Apurímac (Anónimo 1700?: 241).
EL REINO CHANCA
La palabra Chanca. Como se vio, es una onomástica
runashimi, que vertida al castellano es tambien muslo
o pierna entera o cuarto de pierna; pero al posponerle
zapa, ni, o zzanzzani significa persona que camina
bamboleándose o temblando y hasta saltando (GH
1608: 94). También existe en aymara con el significado
de hilo de fibra de camélido y de otras cosas (Bertonio
1612: 1ª Pte 265 / 2ª Pte 77). En el primer caso se
trata de una exonimia impuesta no como sobrenombre
glorioso, sino un hilarante apodo endilgado por los
opositores.
La huaca Auqui-Chanca, de los Huachus y
mitmas Yauyos en Chocorvos simbolizaría «pierna
del principal»; si hubieran pronunciado chancaauqui querían decir «príncipe chanca o del país de los
chancas». Cuniavillca, su hijo, sería cerro ardiente,
o más propiamente «cerro colorado» (Del Prado
1613:183).
Saliendo del Cusco, antes de llegar al país Chanca
o ya dentro de él, un cronista enumera una serie de
naciones que, es increíble que pudiesen haber tenido
esta categoría. Son Tacmara, Quinualla, Curampa
y Cochacassa —donde un Inca mandó hacer un
gran depósito—, que fueron conquistados con gran
facilidad por ser de poca gente. Luego menciona «la
gran provincia de Antahuaylla» (Garcilaso 1609: 135).
Aquí se percibe otra confusión del cronista cusqueño,
ya que las cuatro primeras poblaciones a las que alude,
concretamente formaron parte del señorío Chanca
en condición de curacazgos menores o secundarios.
En cuanto a Andahuaylas no hay sospecha que fue la
capital del, alguna vez, poderoso señorío Chanca, tan
venido a menos ulteriormente de ser derrotados por
los incas.
El mismo cronista Garcilaso sostiene que
se componía de «diversas naciones», entre ellas
Hancohuallu, Utunsulla, Uramarca, Uillca y otras, cada
cual jactanciosas por proceder de distintos prestigiosos
ancestros o pacarinas: manantiales, lagunas, colinas
altas, cavernas etc. Cada «nación» de éstas tenía por dios
a los que adoraron sus padres con ofrendas y sacrificios
(1609: 135). Lo que dio motivo para que no pocos
historiadores del siglo xx imaginaran que conformaron
una gigantesca federación, aglutinando naciones desde
Vilcashuamán, Chalcos y Soras, hasta Andahuaylas; e
incluso Ancara. Fue una fiebre que atribuía filiación
Chanca a todo vestigio de ceramica en dicho ámbito.
Por cierto que tales elucubraciones emanaban no de la
historia mítica incaica, sino de las páginas fabuladas
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Cusco les dicen conopas o huasicamas, propiamente sus
dioses lares o penates guardianes de las casas familiares.
Las hacían de piedra en forma humana y de diversos
colores y tamaños. Todo producto agrícola tenía su
conopa trasmitida por herencia entre los sucesores o
parientes.
Oliva es más claro: en el septentrión, expone,
son conopas, en el Cusco son chancas, dioses lares o
penates al que también denominan Huasicamayoc:
mayordomo o dueño de la casa. Son ídolos de diversas
materias y figuras, aunque de ordinario de algunas
piedras particulares y pequeñas que exhibían algo de
singular o notable en el color y figura. Lo reverencian
y mochan con gran delizadeza para que mediante su
favor y amparo tuvieran muchas cosechas y descanso.
Las heredan de padres a hijos, aunque el preferido
era el hijo mayor de la unidad doméstica; las vestían
como a muñequitas (1631: 134-135). Los chancas
o amuletos recibían veneración y adoración, y hasta
sugerían e insinuaban para que otros hicieran lo
mismo (Del Prado,1613: 194). Chanca es «poleo», es
enmarañado, y otro lado: ajado. Chanca es por igual
el cascajo, la graba y gofio o harina gruesa de maíz:
cazabe, relacionado con chanca, o sea, machacado,
triturado. Chanca es asimismo postre de chuño,
veleidad y capricho, machacado y triturado, pierna,
muslo (Urbano 2008: 217). Es sugerente como entre
los varios nombres que daban al dios ordenador
Apo Con Ticsi Wirakuchan, uno de ellos es Chanca
Wiracuchan (Molina 1575: 48).
Empero, Chanca -o cunchur- constituía la palabra
que más usaban para indicar a los idolillos de piedra
nombrados conopas, es decir amuletos, que los
evangelizadores de los siglos xvi y xvii solían semejarlas
a los penates o lares de los antiguos romanos (Arriaga
1621: 35 / Avendaño 1649: 147). Era de propiedad
familiar, por lo que lo guardaban en el interior de
sus chozas, pudiendo transferirlo como herencia. Lo
consideraban un pequeño oráculo para comunicarse
con los dioses mayores llamados Apu o Jircas o
Wamanis que moraban en el interior de las cumbres
principalmente cubiertas con nieve. Para lograr esto
lo lanzaban al cerro, como si arrojaran dados. Según
la señal interpretaban el significado, pero siempre
terminaban llorando como acostumbraban en sus
actividades rituales. Le hacían sacrificios para alcanzar
y/o conservar la buena salud, las excelentes cosechas, la
abundancia de ganado (Annua de 1571. Polía 1999:
199).
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por Garcilaso de la Vega. Ancoayllu o Ancohuallo fue
el curaca de Lurinchanca en la época de Pachacutec, y
nada más.
Sulla y Utunsulla —según Garcilaso— fueron
dos «provincias» al poniente de Vilcas, hacia la costa,
de inmensa población, en cuyos territorios existían
otras muchas «naciones de diversos nombres, unas de
mucha gente y otras de poca», con un total de 40.000
vecinos. Los incas los conquistaron después de largos
meses de escaramuzas, pero al fin los redujo. Tenían
minas de plata y azogue (1609: 136). Aquí hay
exageración, se trata de recuerdos o de imaginaciones
mezclados referentes a comarcas internas de otros
curacazgos desperdigados. Al hablar de vetas de azogue
está remitiéndonos al señorío Ancara (Huancavelica),
y al escribir de Utunsulla, se refiere a Atunsulla,
espacio que es mencionado por López de Velasco, al
hablar de las minas de oro, plata y cobre en el señorío
Chocorvo (1630, II: 74-75). Bien que existía otro
Atunsulla, menos notable que, durante la colonia, fue
convertido en estancia ganadera del distrito de Totos
en la provincia de Tanquigua o Cangallo, a 3.918
msnm (Stiglich 1922: 124). En un distinto folio de
los Comentarios reales aparecen, como aliadas de los
chancas las «naciones» Hanchohualu (Ancohuallu),
Uramarca, Uillca y Untunsulla (Garcilaso 1609: 175).
No se ha ubicado ni demostrado la efectividad de la
etnia y «provincia de Sulla». Enseguida repasemos
acontecimientos más concretos de la historia mítica
forjada, archivada y sustentada por los propios
chancas.
Su pacarina o punto de su origen político-social,
lo fijaron ellos mismos en el lago de Choclococha,
de donde afirmaban haber emergido sus primeros
ancestros, lago ubicado en el señorío de Chocorvos
(Chucurpu/Castrovirreina), del cual, siendo ya
numerosos, salieron y se desplazaron poco a poco
hasta esblecerse en Andahuaylas (Antaguailla). Tal
aseveración anuncia que no se sentían oriundos de
la referida provincia de Andahuaylas. A similitud
de Lambayeque, Chimu e Incas conservaban la
memoria de haber venido de fuera, de muy lejos.
Consecuentemente, de conformidad a su singular
historia legendaria no se originaron ni evolucionaron
en Antahuayla. A ésta arribaron ya transformados y
adelantados, con ambiciones guerreristas de expansión
y dominio territorial. Es el concepto que aceptaron
para no desdibujar lo que ellos pensaban y creían,
incentivados por las narraciones de sus antepasados.
Como etnia con identidad propia ya existía desde
antes de los incas, se forjó luego de la caída del Imperio
Wari o Huari (cfr Montesinos 1642: 20, 23, 24). El
señorío Chanca, efectivamente, hace su aparición
ulteriormente de la desestruturación del imperio Wari,
en el siglo xi d. C. Según sus propias tradiciones,
procedían de las alturas de Chucurpu (Chocorvos /
Castrovirreina actual, a suroeste de Huancavelica),
pues situaban su pacarina o lugar de origen en el lago
de Choclococha, a 4.950 metros sobre el nivel del
mar. A dicho palude lo sacralizaron, teniéndolo por
improfanable, lo consideraban su templo principal
para sus adoraciones y sacrificios (Cieza 1553: 436).
Sin embargo, también hay otro cronista que añade
ser descendientes del feroz puma, por lo que lo
reverenciaban y rendían pleitesía y hasta lo ostentaban
como divisa; en su bien calendarizadas festividades más
solemnes e importantes. Se vestían con las pieles de tan
fiero felino para mostrar bravosidad (Garcilaso 1609:
135 / Repetido por Vásquez de Espinosa 1630: 74).
De modo que es incierto el dato dejado por
Garcilaso en el sentido que los chancas se gloriaban
de descender de un puma o león americano, al cual
lo adoraban antes de comenzar sus grandes festejos
rituales, ideología que lo materializaban disfrazándose
24 de ellos de felinos, ocasiones en la que los hombres
se cubrían con el pellejo y metían su cabeza en la del
puma. Escena que el mismo Garcilaso lo presenció en
la fiesta el Santísimo Sacramento en el Cusco (1609:
135). La primera parte de este informe debe ser el
producto de la interpretación del citado autor, ya que
en el antiguo Perú no existió la idea del tótem o animal
progenitor. Pero la segunda parte no, por cuanto
asegura haber presenciado dicha coreografía, muy
común en el espacio andino.
Lo hiperbólico del mito es que salieron de la
citada laguna «mil millones» de chancas, aparte de
mujeres, viejos y niños. Su apocuraca ya era Anca
Uallo que tuvo el propósito de ser Inca, cuya vida
cronológicamente coincidió con la de Manco Capac,
primer gran señor del Cusco, quien le presentó y
donó a su hermana Topa Uaco para sellar una alianza
intercambiando esposas; pero esta mujer guerrera sin
ocultar su condición de Uarmi-Auca (mujer guerrera,
¿lesbiana?), engañó y asesinó al caudillo y capitán Anca
Uallo (Guaman Poma 1615: 85). ¿Cómo descifrar este
informe? 1° Que la población chanca fue numerosa; 2°
que constituyó una etnia con pretensiones imperiales
por considerarse vinculada al precedente Estado
EL REINO CHANCA
Huari; 3° que cronologicamente coincidiría con el
desplazamiento de los primeros incas al Cusco; 4° que
chancas e incas fueron naciones fuertes, que llegarona
intercambiar esposas para limar enfrentamientos, bien
que dicho plan fracasó por ser la mujer cusqueña un
instrumento para desaparecer al jefe chanca.
De acuerdo a los caudillos que los dirigían,
rememoraban a Uscovlca de Anan Chanca y a
Ancovilva de Lurin Chanca; aunque que es verdad que
a su ejército lo tenían organizado en tres divisiones,
lo que anuncia que entre ellos funcionaba la dualidad
en la vida social y la tripartición en las actividades
guerreras.
Tuvieron muchos combates con etnias comarcanas,
todas ganadas por ellos, adueñándose pasajeramente
de más curacazgos alejados de su centro nuclear (Las
Casas 1561: CCL-655).
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Localizacion de los señorios chanca, quichua, aymaraes, cotanera,
omasayo y yanahuara.
De allí, estos aguerridos pastores de altura de
habla quechua, obligados por alteraciones climáticas
y aspiraciones políticas se vieron forzados a salir y
migrar multitudinariamente siguiendo el curso de las
aguas del río Pampas, comandados por dos capitanes:
Asto Huaraca y Apo Huayco, jefes de cada una de sus
mitades o sayas duales.
Se desplazaron llevando todos lo que pudieron:
semillas, ganado y enseres, es que ya no pensaban
retornar. Pasaron por Paucaray o Paucara, un
asentamiento frío en una sierra flanqueada por
intrincados roquedales, ubicado a tres leguas de
Parcos (18 kilómetros) al sur de Acobamba del señorío
Ancara. Ahí pararon mucho tiempo, pues allí nació y
creció el líder que iba a llevar el mismo nombre de su
principal deidad: Uscovilca, quien, maduro ya, iba a
ser el fundador del poderío Chanca (Betanzos 1551).
Llegó la fecha que todos partieron de Paucaray, La
gente de esta etnia tenía conciencia de constituir una
de las grandes naciones, un Estado con poder. Por eso
—en Paucaray mismo— el jefe Usco Vilca, adulto ya,
reunió a sus guerreadores para planificar la campaña e
instauración del Estado Chanca (cfr Betanzos 1551: VI,
X), cuando los grupos incas estaban administrados por
Huiracocha. Indudablemente fue un pueblo guerrero,
muy valeroso en su tiempo. Salieron para conquistar
muchas naciones, buscaban nuevas tierras para fundar
y poblar con el objetivo de eternizar su nombre.
Cuando arribaron a la entonces dilatada provincia de
Andahuaylas, poblada por la extensa nación Quichua,
la invadieron y conquistaron; por ser de buen clima
y de tierras fértiles para la agricultura y ganadería,
asentaron allí su habitación. (Sin imaginarse que iban
a ser derrotados algún día del futuro en Ichumanba),
prosiguieron hasta que por fin encontraron el suelo y
los microclimas que anhelaban en un paraje nombrado
Chuquipampa, en el que establecieron su asiento,
pero con la intención de seguir avanzando (cfr Cieza
1554 a: 192-193). Como se ve, escogieron un espacio
relativamente cercano al valle del Cusco, donde la etnia
Inca iba en camino con miras a la formación de otro
Estado conquistador (Vázquez de Espinosa 1630: 509).
Se posesionaron, pues, de gran parte del perímetro
occidental del señorío Quichua, nación muy antigua,
para lo cual tuvieron que pelear y descalabrar a los
antiguos ayllus con quienes chocaron allí. Los Anan y
Lurin Quichuas, al percatarse de las consecuencias que
se les venía encima, se pusieron a punto de combate.
Decididos unánimemente concluyeron sobre lo justo
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de resistir con beligerancia hasta dar muerte a quienes
asaltaban sus territorios. Salieron por una abra rumbo
a la sureña etnia Aymara. En tanto los mismos chancas
también se acercaban a ellos. Una vez frente a frente sus
dirigentes dialogaron algunas veces sin lograr avenencia
alguna. El corolario fue una denodada batalla. La
victoria parecía no alcanzarla el uno ni el otro, pero
al final los quechuas fueron derrocados por completo
y los cautivos tratados con crueldad, pues dejaban sin
vida a todo quien caía en sus manos, sin perdonar a
criaturas, niños, ancianos ni inválidos.
Capturaron a las mujeres quichuas para convertirlas
en sus criadas y cónyuges secundarias. Así los chancas
se enseñorearon de más de la mitad del país Quichua,
poniéndolo bajo su dominio (cfr Cieza 1554 a: 192193) hasta la época de Pachacutec, quien les consintió
como dueños y señores de la espaciosa provincia de
Andahuaylas. Como se advierte los chancas ganaron
por fuerza de las armas, echando, arrinconando y
estrechando a los antiguos pobladores quechuas al este
de su provincia; les quitaron muchos terrales, hasta les
constriñeron a que les dieran mitayos; los trataban cual
conquistadores tiranos (Garcilaso 1609: 135). Tales
acaecimientos debieron iniciarse entre fines del siglo
xii y comienzos del xiii, en las décadas contemporáneas
a la derrota de los puquinas y desplazamiento de los
incas de Taipicala rumbo al Cusco; pero la invasión de
los chancas al señorío Quichua, tal como lo acabamos
de ver, fue enseguida del regicidio de Yahuar Huacac
y cuando ejercía el mando el tristemente célebre Inca
Urcon (cfr Cieza 1554 a: 192-193). A todo esto hay
que aceptarlo como hechos acaecidos, y no totalmente
mitológicos como han propugnado ciertos estudiosos.
Ya en la provincia de Andahuayllas, los chancas
aparecen solidamente comandados por un par de
caudillos guerreros, tipo sinchis o jefes militares que
se consideraban hermanos, uno y otro caracterizados
por su bizarría y decisión conquistadora. Tenían
por nombre Uscouilca y Ancouilca que, después de
haber cruzado por Quinua (Guamanga), Chalco
y Sora se apoderaron del valle de Andahuayllas.
Uscouilca, de mayor rango, estaba considerado como
el jefe principal. Reordenaron sus sayas o mitades
(parcialidades), la primera denominada Ananchanca
siguió bajo la jefatura de Uscouilca, mientras que
Ancouilca continuó manejando a los Lurinchanca:
es decir, los chancas de arriba y los chancas de abajo.
Pero éstos murieron y sus cadáveres embalsamados;
por haber sido muy invencibles y muy acatados,
los ananchacas y lurinchancas convirtieron a sus
cuerpos disecados en bultos divinizados, verdaderos
íconos para transportarlos consigo en las campañas
presentes y futuras. La fuerza de su pensamiento
atribuía a esas momias el triunfo en sus expediciones.
Por sobrenombre a Ancouilca le pusieron Ancoallo
(Sarmiento 1572: 231). Sus sucesores prosiguieron
poniéndose sus apelativos.
Ciertos datos sostienen que los chancas confiaban
en el oráculo de Huancarrama, al noreste de su
territorio; huaca que sostuvo alguna vez, que Inca
Roca no era el verdadero señor del Cusco, pese a lo
cual venció con facilidad a varios curacas en sus propias
tierras, entre ellos a los de Huancarama y Andahuaylas
(Montesinos 1642, XVIII: 82).
Los chancas dejados por Uscuvilca en la provincia
de Andahuaylas, ya en los tiempos de Huiracocha Inca,
habían aumentado de manera cuantiosa, al punto de
reputarse invictos, sin parangón en el mundo (andino).
Por eso determinaron proyectarse más allá; dentro
de esas miras estaba muy bien calculada la invasión
y captura del Cusco. Para esto eligieron dos sinchis:
Astoguaraca y Tomayguaraca, el primero de Anan y
el otro de Urin para que se desempeñaran en dicha
empresa y jornada. Así las cosas, los valientes guerreros
se pusieron en marcha al Cusco, hasta introducirse en
la llanura de Ichupampa, cinco leguas al oeste de la gran
llacta. Ahí permanecieron algunos días atemorizando
la comarca y ultimando las tácticas de la espectacular
invasión al Cusco (Sarmiento 1572: 231.232).
Aquí es el momento de aclarar como ha habido
intenciones de alterar la geografía de los Chancas. No
se sabe qué interés movió a algunos para atribuirles
capciosa y erróneamente la posesión y control de las
etnias o provincias que en su tiempo estuvieron en
lo que ahora son los departamentos de Apurimac,
Ayacucho y Huancavelica (vgr Garcilaso 1609: lib IV,
cap. 15. Lib V, cap XIX). Todo lo cual es una falsedad
redonda. Felizmente otro cronista, lejos de las pasiones
y muy cercano a la objetividad si logró recoger lo
verídico, atribuyéndoles únicamente la provincia de
Andahuaylas (Cobo 1653, II: 73). A Garcilaso le han
repetido y/o copiado docenas de escritores. Éste lo
hizo con el propósito de magnificar en número a los
chancas, opositores del curacazgo del Cusco que, por
entonces, configuraba un pequeño señorío o capaccuracazgo. Como éstos —de poca gente— vencieron
en los enfrentamientos, quedaron enaltecidos por su
audacia y heroicidad favorecida, decían, por la ayuda
EL REINO CHANCA
del Con Ticsi Wirakuchan o el Sol. Inventaron mitos
para intercalarlos en la verdadera historia oficial
incaica, con su correspondiente propaganda y difusión
que perdura hasta hoy.
Aquí la parte más importante de sus nuevas
posesiones es que estaban en Andahuaylas y Vilcaparo.
En la primera continuaron divididos en dos mitades:
Anan y Lurin. Allí se organizaron en 56 pueblos, dos de
ellos quichuas de Vilcaparo (Huarillane y Tororo). La
Chanca aparece como provincia fraccionada en Anan y
Rurin (Lurin), cada una con su capital y cacique mayor,
esas cabeceras tenían por nombre Layohuacho (ahora
San Pedro de Andahuaylas) y el segundo Pomahuacho
(San Jerónimo y Talavera). Su población ascendía
a muchos millares de habitantes, que vivían en una
provincia muy ensanchada con muchos pastos para la
crianza de bastante ganado doméstico y silvestre. Sus
poblaciones y caseríos aparecían bastante diseminados.
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El señorîo chanca, ubicado al norte de los señorios quichua y
aymaraes, ahora región apurimac.
Pocas demarcaciones geográficas del mundo andino
tienen un cúmulo de condiciones favorables que la
han hecho famosa. Como aserto de su antigüedad
están los lugares epónimos de Curamba, Huancarama,
Uranmarca y Suntur, en lo principal él último, cuya
existencia se remonta a épocas anteriores a los incas, sin
que éstos la hayan abandonado en ningún momento
durante el Tahuantinsuyo. En segundo lugar, es zona
agrícola de gran potencialidad, sobre todo para los
tubérculos. La provincia permanece encerrada por
una parte en los tres lados de un cuadrilátero fluvial,
por cuyo cuarto lado es una subcordillera fría, situada
allí como para darle a la provincia todos los climas
deseables, desde los más suaves a los más rigurosos:
un paraíso de microclimas. De manera que nada le
faltaba de lo deseable. La llacta misma de Andahuaylas,
tan mentada en los anales chancas, es de excelente
clima que jamás llega a hacerse rígido en invierno ni
sofocante en el verano, en una situación pintoresca a
3.017 msnm, es tan hermosa y florida que abunda de
frutos y otros recursos para la vida. Nada les faltaba
por allí. Llueve bastante en las temporadas de aguas
(Calvete 1567, IV: 7 / Stiglich 1922: 50). En lo que
incumbe a los andenes de Curamba ahora se sabe
que fueron construcciones especialmente para fundir
y obtener plomo no argentífero durante el incario,
manufacturando piezas como vasos por ejemplo. Hay
ausencia de huayras y tocochimbos y de minerales de
menas de plata en el sitio (Brooks 2012: 204-206).
Tiene quebradas amplias, muy largas y sanas
donde jamás caen heladas. A 12 kilómetros está la
laguna de Pacucha, un lugar de los mayores encantos
de la naturaleza. Poseía la cantidad suficiente de
habitantes, sin la penuria de necesitar ninguna otra
gente para su constante funcionamiento agrícola y
ganadero y para cualquier otra artesanía por grande
y difícil que hubiese sido. Los pastos de Pampachiri,
en la margen derecha del río Soras, gozaban de
prestigio por brindar inverna abundante para llamas
y alpacas. Pampachiri, al sur de la etnia, quedaba a
dos días de camino para arribar a Andahuaylas. En
los ríos Pampas, Pachachaca y Apurimac tenían el
suficiente caudal de aguas para soportar, de bajada,
la navegación en balsas, fácil para contactarse con los
pueblos extranjeros del norte. Además, de los tres ríos
caudalosos que la vivifican, el país Chanca gozaba
de otros no menos importantes, como el Soras, uno
de los brazos principales del Pampas; también el
Andahuaylas, que forma el delicioso, florido y hermoso
145
investigaciones sociales 382017
WALDEMAR ESPINOZA SORIANO
146
valle, pocos lugares reúnen tantos embelesos como éste
donde se alza la moderna ciudad. El Quishuarani es
el río más alejado de los centros poblados. Aparte,
posee quebradas amplias, muy largas y sanas por
donde jamás hay heladas. Sus aldeas y caseríos estaban
convenientemente diseminados. El ramal de los Andes
que penetra en Andahuaylas alcanza hasta las bocas del
Pachachaca y del Pampas; y es el mismo que desprende
otras cadenas de cerros de menor importancia, aunque
si lo suficiente elevadas como para impedir el fácil
despegue del territorio oriental de Andahuaylas, por lo
que los cálidos valles cercanos a los grandes ríos solo
eran atendidos por unidades domésticas. Huancarama,
ubicada al este, era una zona muy habitada, entre
el Pampas y el Pachachaca, comprende sublimes
quebradas tributarias de uno y otro. Ongoy se ubica
al norte del país Chanca y al sur del Pampas en el
rodeo que hace cuando va rumbo norte-este. Es dueña
de la importante quebrada de Ongoy, que desciende
del Huamburqui y cae al Pampas, aunque propensa
al paludismo, sus sementeras de papas se perdían por
las heladas, distaba 11 leguas de Andahuaylas. Vale
también mencionar a Chincheros, ubicado en la parte
más occidental de Andahuaylas, con moradores muy
entendidos en la construcción de puentes colgantes. El
del río Pampas, en este sitio es antíquísimo, de tránsito
obligado para los caminantes por el capacñan de los
incas. Dicho puente era como la puerta de control
entre Andahuaylas y Sora. Chincheros tenía terrenos
muy fértiles, pero castigados por las heladas; su clima
cálido en las hondonadas enfermizas permitía el cultivo
de frutas y ají. Estaba a 11 leguas de Andahuaylas (Paz
Soldán 1877 / Stiglich 1922: 50, 156, 204, 325).
Existían minas de oro en Huallarripa, de las más
renombradas del Perú (Palomino 1549, ii: 9).
Por ser una de las naciones más guerreras, sus
centros poblados, aunque muy diseminados, los
erigieron en sitios reputados por ellos estratégicos,
es decir, en las alturas y laderas de la cordillera.
Salvo el lugar de Andahuaylas, en el que si dieron
pasó a una llacta. Sentían mucha atracción por las
construcciones circulares techadas con bóveda falsa y
de varillas que sostenían techumbre de paja-ichu; y
menos por las cuadrangulares y rectangulares, todas
con muros de piedra y barro modelo pirca, con cercos
defensivos. Para determinados edificios utilizaban
piedras seleccionadas que dan apariencia homogénea
a las superficies de las paredes exteriores e interiores.
Los restos que subsisten no muestras inmuebles que
sugieran haber sido templos ni barrios residenciales
de elite. Por el contrario, la integridad exhibe a una
sociedad parigual o indistinta. Su cerámica es burda,
técnicamente poco perfeccionada. Sus herramientas
agrícolas, de molienda, raspadores, lascas y armas son
de piedra; usaban cuchillos de obsidiana o quishpi.
(González Carré 2002: 546-547).
A las cinco reparticiones internas de la nación
Quechua, y a otras vecinas, las tenían rendidas,
comportándose ante ellas con dureza y tiranía (cf.
Garcilaso, 1609, lib. IV: 145).
En general la etnia Chanca comprendía 16
populosos ayllus divididos en dos sayas: Anan y Rurin
o Urin, habitaban por lo menos en 56 aldeas nativas,
o sea solamente de chancas. Los Anan-Chanca con
su cabecera en Andahuaylas, fundada por Uscovilca;
en tanto los Lurin-Chancas con su cabecera en
Uranmarca, fundada por Ancovilca (Sarmiento 1572:
163 ed 1943).
Otros pueblos chancas eran Utunsulla; mientras
que Chalcumarca y Suramarca fueron fortalezas de
Anco Huallo en Andahuaylas, famoso general (Vázquez
de E. 1630: 510-1481).
Se ha conservado el listado de los 16 clanes y de
sus 62 centros poblados, pero los dos documentos
examinados no permitan enumerarlos por sayas o
mitades, por separado. Veámoslo en orden como quedó
conformada la wamani o provincia Chanca durante las
postrimerías del imperio de los Incas:
1º Chuquicondor-Lapa, señor el pueblo de
Layohuacho. 2º Lombo, señor del pueblo de
Pomahuacho. 3º Condor-Suca, señor del pueblo de
Guamanilla. 4º Asto, señor del pueblo de Zapacalla.
5º LLacta-Conas, señor del pueblo de Ongoro. 6º
Guasco, señor del pueblo de Bambamarca. 7º Guncho,
señor del pueblo de Quevilla. 8º Sulcaguaman, señor
del pueblo de Cacacha. 9º Tomay Nampa, señor del
pueblo de Chuayapo. 10º Maras Guama, señor del
pueblo de Caquesamarca, es inga. 11º Orozo, señor del
pueblo de Guayaconil, [es] chachapoya. 12° Pacovilca,
señor del pueblo de Pacocha. 13° Yanas, señor del
pueblo de Guatara. 14° Chontaya, señor del pueblo
de Orcomalca. 15º Allauca, señor del pueblo de
Yslana. 16º Coyca e otro Mayma, señores del pueblo
de Pocollo, son quichuas. 17º Guaman Vilca, señor
del pueblo de Gualguayo. 18º Tubanaypa, señor del
pueblo de Cochabamba. 19° Alcailla, señor del pueblo
de Chuquibamba. 20º Chochuma, señor del pueblo de
Guarillone, son quichuas. 21º Abaca, señor del pueblo
EL REINO CHANCA
pertenecientes a este ayllu, fue quien introdujo en el
pequeño pueblo de Cocharcas el culto a la Virgen de
Copacabana (Montesinos 1642, II: 138).
Conocemos los nombres de sus ayllus agrupados
en Anan y Lurin, pero es todavía imposible saber cuáles
de esos centros poblados catalogados anteriormente
pertenecerían a cada mitad. En una relativamente
tardía revisita de 1604, después de más de 32 años
de las reducciones toledanas que causó una enorme
dispersion de unidades domésticas para concentrarlas
en pocos pueblos, y cuando el atuncuraca principal
de toda la provincia y de la parcialidad de Anansaya,
era don Apo León Guasco; mientras que don Luis
Tomay Guaraca era ansimismo cacique principal de
la parcialidad de Urinsaya»; aparte de «otros muchos
caciques y mandones e indios destos pueblos sujetos
a los susodichos», lo que vale decir, curacas de ayllus y
muchos mandones. Por entonces Anansaya, carecía de
segunda-persona, solo tenía un curaca principal don
León Apo Guasco, por título otorgado por el virrey
don Luis de Velasco, y por ser sucesor en el cargo de
su padre legítimo don Diego Guasco. El resultao fue
el siguiente:
A). Parcialidad de Anansaya Chancas: 1° Ayllu
Guasco, con sus unidades domésticas repartidas en San
Pedro de Andahuaylas y en todos los demás pueblos
de la provincia. Por entonces su cacique don Lázaro
Cóndor Guacho, con título del virrey don Luis de
Velasco, había muerto hacía cuatro meses. Por no
haber dejado hijos legítimos, sino apenas a uno de
sus abuelos, don Carlos Tupa Guassco, residente en
el pueblo de San Jerónimo, que tenía hijos legítimos
mayores y aptos para la sucesión, de 25 años de
edad y habilidades: don Jerónimo Tapa Guasco, don
Francisco Guana Guasco y don Juan Guanacuasco,
y otros cuatro hijos menores de 20 años. El que
gobernaba este ayllu entonces era don Diego Auqui
Guasco, hijo legítimo de don Lázaro, cacique difunto.
2° Ayllu Malma, a cargo de su cacique don Martín
Acua Malma Viera, que paraba libremente en el pueblo
de San Pedro de Andahuaylas, lo cual, afirmaban, lo
aceptaba el virrey marqués de Cañete. 3° Ayllu Moros,
del cacique don Diego Guachorondo, hijo legítimo
de don Luis Guachorondo, que fue cacique por título
del virrey don Luis de Velasco. 4° Ayllu Pachacarua del
curaca don Pablo Quiquin Carbas, ya viejo, por lo que
el cargo lo ejercía un hijo legítimo suyo por título del
virrey marqués de Cañete. 5° Ayllu Abras, del cacique
investigaciones sociales 382017
de Cocas, son yungas. 22º Cancache, señor del pueblo
de Sillueque. 23º Canas, señor del pueblo de Yanama.
24º Ynda, señor de Todoro, son quichuas. 25º Nava
Hastu, señor del pueblo de Aymayba. 26º Suca, señor
del pueblo de Chuchumbe. 27º Guamanlaya, señor del
pueblo de Bambamalca. 28º Guaraca, señor del pueblo
de Chocpalla. 29º Guasco, señor del pueblo de Queca.
30ª Quilli Changas, señor del pueblo de LLamay. 31º
Muyacondor, señor del pueblo de Chupuisguacho.
32º Guachaca, señor del pueblo del pueblo de Pupuca.
33º Magula, señor del pueblo de Pomachaca. 34º
Curatomay y Tomay Condor, señores del pueblo de
Nidaba 35º Lengare, señor del pueblo de Quenoavilca.
36º Queque Hasto, señor del pueblo de Laracalla.
37º LLacaguabeis, señor del pueblo de Opibacho.
38º Guascopachua, señor del pueblo de Tulpo. 39º
Chuquillapas, señor del pueblo de Midaquechua. 40º
Ala, señor del pueblo de Ococho. 41º Quiquimalca,
señor del pueblo de Tiquillo. 42º Maqui, señor del
pueblo de Maguey- Camalla. 43º Quichuy, señor del
pueblo de Cachi. 44º Viscasana, señor del pueblo de
Chiliceni. 45º Sulla, señor del pueblo de Capatcalla.
46º Chocollo, señor del pueblo de Cola. 47º Larcho
(?), señor del pueblo de Chuquillampa. 48º Qulencha,
señor del pueblo de Aychica. 49º Suca, señor del
pueblo de Chiara. 50° Guachovilca, señor del pueblo
de Paracaya. 51º Chueco, señor del pueblo de Chacana.
52º Hasto y Lapa, señores del pueblo de Loroya.
53º Changa Guasco, señor del pueblo de Suya. 54º
Curasica señor del pueblo de Yanapisco (Yanapillo?).
55º Guacharondo y Magula, señores del pueblo de
Chumbichallanga. 56º Chuquicamaca, señor del
pueblo de Guayana. 57º Paucar, señor del pueblo de
Omamaca, son orejones. 58° Caluacuri y Sevmda,
señores del pueblo de Vilcabamba. 59º Moygua, señor
del pueblo de Apcara, es orejón. 60° Aocasibi, señor
del pueblo de Chuca, es orejón. 61° Guachaca, señor
del pueblo de Aymaras, «son mytimaes de los aymaras
que se dice soso». 62° Chauca Quiyaruyo y Tucuyrico,
Hurcoguaranga, es orejón, señores del pueblo de
Moyomarca y Chabilbamba (Francisco Pizarro. Cusco,
15-IV-1539. Provisión de depósito. AGI. P-93).
Con todo, la fuente anterior no contiene
información completa. Omiten a la «parcialidad de
los Caxamarcas», mitmas reubicados en la comarca de
Cocharcas, a 40 leguas del Cusco y a 20 de Quinua
(Huamanga). Tales caxamarcas estaban administrados
por el curaca Chuquisulca. Precisamente Sebastián
Quimichi, hijo de Lope Martín y Luisa Asto,
147
WALDEMAR ESPINOZA SORIANO
investigaciones sociales 382017
don Felipe Tiquilla Cuntor, sobrino del difunto don
Felipe Penaupas, que lo fue. Lo poseía por título del
virrey don Luis de Velasco. 6° Ayllu Inga o Ingale, del
cacique don Diego Sibi Paucar, «de la dicha parcialidad
de Hanansaya». Estaba ya anciano, pero con un hijo
legítimo para sucederle. Lo poseía por título del virrey
don Martín Enríquez. Unas veces le llaman Inca y
otras Incale. ¿Son palabras pertenecientes a la cultura
chanca neta, o acaso tenían algo que ver con ciertos
mitmas procedentes del Cusco? 7° Ayllu Chinchaysuyo,
con el cacicazgo vacante por fallecimiento del titular
don Juan Capcha Guaman. Este dejó un hijo legítimo
y homónimo, de 30 años de edad. Gosaba de la
aceptación de todos los caciques principales de los
demás ayllus para otorgarle el titulo respectivo, pues
tenía habilidad para ser curaca de ayllu. En este caso
también hay que hacer la misma pregunta anterior, por
cuanto Chinchaysuyo era una etnia al oeste del Cusco,
¿serían mitmas? 8° Ayllu Yunga, a cargo del cacique
don Pedro Islache por muerte de don Martín Islache.
La sucesión directa y legal le correspondía a don Juan
Islache. Pero erar menor de 20 años, edad que ya lo
habilitaba para tomar el cargo legítimamente.
148
B). Parcialidad de Lurinsaya Chancas. A cargo, toda
ella, del curaca principal don Luis Tomay Guaraca
Tenía los ayllus siguientes: 1° Ayllu Guaraca con su
curava el mencinado don Luis Tomay Guaraca por
título del marqués de Cañete, y sucesión legítima de su
difunto tío don Cristóbal Chanca Tomay Guaraca. 2°
Ayllu Guachaca, don Juan Alca, menor, hijo legítimo de
su homónimo el difunto don Juan Alca, más o menos
de edad de 12 años, por lo que en su reemplazo ejercía
don Luis (Tomay Guanaca) por título del virrey don
Luis de Velasco expedido en 1601. 3° Ayllu Yanas del
difunto curaca don Pedro Nabin Asto. Debía sucederle
un hermano suyo, legíimo, don Grabiel Nabin Asto,
de 14 a 15 años de edad, quien en efecto debía
gobernar cuando alcanzazara su mayoría; mientras
tanto lo haría un cacique-gobernador interino, don
Andrés Aycagualca, con autorización del corregidor.
4° Ayllu Capac-Asto, del que fue curaca don Antonio
Asto ya difunto. Su hijo legítimo llamado también don
Antonio Asto, de 15 años de edad. Por su minoría fue
designado cacique-gobernador don Luis Guasco por
titulo el virrey don Luis de Velasco. 5° Ayllu Matma a
cargo del curacaca don Gaspar Auquirima, ya viejo y
con hijo legítimo nombrado don Marcos Auquirima,
de 30 años de edad, a quien le ayudaba a gobernar
su padre. 6° Ayllu Anta-Quichua, a cargo del curaca
don Juan Asto. Por su muerte gobernó su hijo don
Lázaro que asimismo murió; quedó su hijo legítimo,
menor de 12 años llamado don Juan Capa. Por lo
tanto, en el ínter, gobernaba su tío Felipe Asto Caquia,
sin título del corregidor ni del virrey. En el pueblo
de Turpa se desempeñaba como gobernador de este
ayllu de Anta-Quichua don Baltasar Caquia Guarca
por provisión del virrey don Luis de Velasco, aunque
don Felipe era sobre todo el gobernador. 7° Ayllu
Vilcaporo, tuvo como cacique a don Diego Cayca, que
murió dejando dos hijos legítimos que le sucedieron,
el mayor don Juan Apyca de 26 años de edad, inhábil
para gobernar, en cambio el otro, don Francisco Coyo,
ya con los requisitos para asumir el cargo, conforme
lo manifestaron los otros curacas de ayllus. 8° Ayllu
Yunga, del que era cacique don Francisco Yacha Are,
pero sin título del corregidor ni del virrey, pese a reunir
los requisitos de ley, entre ellos haber sido hijo legítimo
de su padre don Francisco Yacha (Agustín Arce de
Quiroz 1604. Visita de la provincia de Andahuaylas
(AR.Cusco).
La presente nomenclatura muestra como los
componentes de la etnia Chanca estaban localizados
al este del Pampas; divididos en dos mitades o
sayas: Todos estos asentamientos humanos paraban
distribuidos en dos sayas o mitades: Anan y Urin. Los
datos que han sobrevivido permiten señalar cuáles
conformaban cada sector. Sabemos que los atuncuracas
de Anan Chanca eran los Apo Guasco con mando en
toda la provincia, mientras que el principalazgo de
Urinsaya estaba en poder de los Tomay Huaraca con
mando solo en su respectiva mitad. El ayllu Guasco
ocupaba el primer rango, ya que siempre empezaban
los censos o empadronamientos por él. Hubo ayllus
que vivían en punas frías, como las de Pampachiri (con
los ayllus Anta y Mayo); y otros en los valles de clima
más benigno, como en Talavera y San Jerónimo de
Cazama o Casania (Arce de Quiroz: 1604: 42r – 42v,
48r. ARC. Cusco).
Los chancas de los valles ocupaban San Pedro de
Andahuaylas, San Jerónimo de Casania, La Asunción
de Talavera, Andarapa, Cascabamba: de clima yunga
o templado, estaba muy poblado y tenía prestigio por
ser extraordinariamente maicero. Fue la razón para que
en 1560 se prohibiese que fueran a mitar a las frías
minas de Atunsulla (o Xunsulla) que, si bien de clima
sano, de todas maneras difiere de los anteriores. Les
permitieron, sin embargo, poder viajar para trocar
EL REINO CHANCA
sabe si el enclave de Mayocmarca es de data preinca, o
si éstos les permitieron; pero lo cierto es que de dicho
cocal les fue despojado por el corregidor de Huamanga,
agregándolo a su territorio en calidad de anexo, so
pretexto de estar más cerca a él. Lo administraba
designando un teniente de corregidor (López de C.
1630: II: 73 / También en A 1: 264). En la colonia
le cambiaron de nombre, llamándole Anco, al cual
— para llegar— se hacía preciso el desplazamiento de
20 leguas caminando por la provincia de Huanta (120
kilómetros). En dicho valle poco a poco se erigieron
cinco pueblos: Anco, Anchihuay, Rapi, Chinquintilca
y Chunguy, los cuales —si bien de temple frío—
gozaban de frutos de la selva por tener sus habitantes
algunas heredades en ella. Por entonces ya no solo
cultivaban coca, sino caña de azúcar, plátanos, paltas,
chirimoyas, guayabas, piñas, naranjas, limones, maíz y
algunas hortalizas. Su terreno fértil también servía de
hábitat a víboras, culebras y alacranes, cosa común en
la montaña. El nombre de Mayocmarca lo conservó
hasta fines del siglo xvii. Se cuenta que sus habitantes se
retiraron a otros pueblos ahuyentados por los jaguares
(Bueno 1767: 70).
Es un error de ciertos autores que propugnan
que el dominio Chanca abarcó los que ahora son
los departamentos de Huancavelica, Ayacucho
y parte del de Apurimac. Hasta se ha inventado
la categoría «Confederación Chanca». Se han
habituado a considerar e identificar como Chanca a
toda cerámica tecnológicamente pobre recogida en
dichos departamentos. Producto de este furor es una
incontable cantidad de «sitios chancas» desde Angaraes
a Andahuaylas (González Carré 1979, 1992). Es un
lapsus que debe acabar, porque en los espacios de
tales circunscripciones departamentales, por entonces,
florecían otras etnias, entre ellas la Chanca, Huachu,
Chocorvo. Parixa o Parisha, Quinua, Tanquigua,
Chalco-Soras, Lucanas, etc.
Son territorios que, con anterioridad, habían
pertenecido a la zona nuclear del Imperio Wari, al que
los mismos antepasados de los chancas pertenecieron,
pero es evidente que destruido dicho Estado, no
supieron aprovechar todos los adelantos científicos y
tecnológicos, por eso no han dejado llactas grandes ni
chicas bien planificadas, tampoco aposentos palaciegos,
ni barrios residenciales. Sus pequeños asentamientos
urbanos las más de las veces dispersos, ubicados en las
faldas y cimas de los cerros, denuncian el estado de
beligerancia permanente, pero no internamente entre
investigaciones sociales 382017
sus productos (Polo de Ondegardo 1561: 459). El
valle de Andahuaylas, de clima templado, favorecia la
abundancia de maizales; pobladísimo de habitantes y
de camélidos (Lizárraga 1605: 533).
Los chancas de las punas vivían en San Cristóbal
de Pampachiri, Santiago de Guayana, La Concepción
de Cachi, Santiago de Huancaray, Uripa, Ongoy,
Guancarama, Ocobamba y Cayara —y posiblemente
Chinchero—. En la jurisdicción de Cachi estaban los
terrenos de Tanquigua, con 48 habitantes, en el anexo
de Chillisana. También se visitó a «los indios chancas»
mitmas del repartimiento o provincia de de Huanta
(Parixa).
En Andahuayla la nación chanca alcanzó gran
extensión territorial y enorme población, adquirió más
renombre y notabilidad. Su prestigio se calibra porque,
aparte de su capac o rey, tenía sus capitanes o jefes
de guerra celebérrimos por su valor: Mallma, Rapa,
Yanavilca, Teclovilca, Guaman Huaraca, y Tomay
Huaraca. El rey era Usco Vilca (Betanzos 1551: cap.
VI), que jugaron roles decisivos en la restauración del
imperio de los Incas.
Tan amplio territorio con numerosos asientos
poblados, por decisión de sus jefes y necesidad de
todos se comunicaban entre unos y otros. Para eso
adquirieron un gran conocimiento práctico, una
experiencia a toda prueba, para abrir senderos y
trochas. Citaremos un ejemplo: la vía de Andahuaylas a
Chincheros, de 10 leguas y de un día para su recorrido;
a Pumacahuanca, 12 leguas también en un día de
caminata; a Ninabamba, siete leguas en un día de viaje;
y al navegable Apurimac, 10 leguas en un día de trote
(Carlos Fry 1889, II: 86).
Los chancas disfrutaban de un enclave de coca
en el cálido valle de Mayocmarca (o Mayonmarca
o Mayun-Marca, en la región Antisuyo) al este de
Quinua (Huamanga), en tierra yunga de cocales, es
decir, cálida y húmeda, unida al señorío de Quinua
gracias a un camino tan excelente que tenía la categoría
de capac-ñan (Mendoza 1552: 197r passim / Guaman
Poma 1615: 902, 1074 (1084). Hasta allí, cruzando el
río Vilcas, caminaban los chancas, con la categoría de
advenizos o mitmas, a sembrar, cuidar y coger hojas
de coca (División del obispado del Cuzco. 1614. AGI.
E-C 503 / AGL. A V: 13). De ahí la sacaban encestada
para llevarla a sus pueblos. En el mismo perímetro
estaban los cocales de Sintihuayla, pero a estos no
tenían acceso los chancas, pertenecía por entero a los
de Quinua (cf. Ribera de Chávez 1586; 110). No se
149
investigaciones sociales 382017
WALDEMAR ESPINOZA SORIANO
150
ellos mismos, sino preparados para rechazar cualquier
agresión de las etnias colindantes. Tal fue el devenir
cotidiano en el espacio andino durante el Intermedio
Tardío.
Radicados en el territorio de la provincia de
Andahuaylas, poco a poco se organizaron, hasta que
Uscovilca y otros adalides, entre éstos Ancovilca,
conformaron un reino perfecto de acuerdo a los patrones
económicos, sociales, políticos y religiosos andinos,
heredados, no cabe porqué dudarlo, del destruido
imperio Wari. Así por ejemplo, estaban configurados
en dos mitades (Ananchanca y Lurinchanca), cada
cual con su respectivo jefe o atuncuraca. Incluso
conservaban los nombres de los caudillos que los
guiaron en su peregrinaje o emigración: Uscovilca,
líder de Ananchanca, y Ancovilca, de Urinchanca:
representantes de una diarquía guerrera y política de
origen divino. A los cadáveres de sus fundadores los
guardaban momificados, cual oráculos y protectores
de su nación, por eso las conducían en andas en la
totalidad de sus expediciones.
En Andahuaylas racionalizaron admirablemente su
vida con un hábil control de los pisos ecológicos, desde
los bajos y cálidos valles interandinos hasta las frías punas
de las alturas. Inclusive alcanzaron a tener enclaves de
cocales en la selva (López de C. 1630). En su nuevo
hábitat montaron todo un Estado, cuyo territorio
lo ensanchaban por los cuatro puntos cardinales en
forma incesante mediante invasiones y conquistas
con tanto éxito como de la etnia Inca afincada en el
Cusco. Posteriormente, en sus expediciones guerreras
llevaban consigo el cuerpo disecado de su caudillo
Uscovilca. Los chancas nunca olvidaron el nombre de
siete adalides suyos, gracias a cuya táctica y estrategia
dilataron sus posesiones en diferentes períodos: 1°
Mallma y Rapa, que incursionaron por el oeste de
Condesuyo; 2° Yanavilca y Teclovilca, que invadieron
el Antisuyo, 3° Tomay Huaraca y Astohuaraca, que
atacaron el Cusco; y 4° Huamán Huaraca, que negoció
la cobarde rendición del inca Huiracocha y de su hijo
Urcon.
Sus productos son fáciles de descubrir al leer la tasa
tributaria anual de 1552, firmada por fray Jerónimo
de Loayza por encargo de La Gasca, prácticamente la
primera que les impuso el gobierno colonial. 1° Seis
mil pesos de oro de 450 maravedíes cada uno, o su
equivalente en oro puro. 2° Trecientos vestidos de
lana, 150 de cumpi y 150 de awasca. 3° Dos paños o
reposteros de pared de 4 varas de caída y 5 de través;
6 cojines vacíos; 12 capotes; 50 costales con sus sogas;
12 mantas; una «algodonera» de 3 varas de largo y 2
de ancho, todo de lana; se trata de bolsas para coger y
beneficiar el algodón, separado el vellón de la simiente
(DRAE 1791: 53). 4° Más 50 trajes de cumbi y 50 de
awasca. 5° Ocho arrobas de lana. 6° Cien llamas, más
200 de ganado para comer. 7° Doce arrobas de sebo.
8° Ciento cincuenta pares de perdices al año. 9° Un
arrelde de pescado por semana, salvo en cuaresma que
debía ser de dos arreldes semanales. El arrelde contenía
cuatro libras (DRAE: 99). 10° Mil doscientas fanegas
de maíz al año. 11° Trecientas fanegas de papas al año.
12° Cuatro fanegas de ají. 13° Algunas frutas si la
hubiere. 14° Cuatrocientos pares de alpargatas al año
de cabuya, más 100 de algodón, 50 costales con sus
guascas, 50 sogas para lazos de cinco brazas cada una, y
de jáquimas con sus cabestros y cinchas con sus látigos
de cordeles y sueltas. De cada cosa de éstas 8 y 300 pares
de ojotas. Todo de cabuya. 15° De madera: 50 bateas
anuales, las seis grandes y las demás pequeñas, más seis
sillas. 16° Tablas: 60 maderos anuales de 25 pies de
largo cada una; 40 tablas de tres varas de largo. 17°
Veinticinco cargas de carbón al mes. 18° Sesenta cestos
de coca por cada mita, de las tres existentes al año.
19° Ciento cincuenta fanegas de maíz y 30 de trIgo.
20° Quince cargas de carbón. 21° Tejas en cantidad
según la necesidad del encomendero, con tierra dada
en el Cusco, etc. (Mendoza 1552: 184-188). En esta
tasa figuran cosas traídas e impuestas por los españoles
para que aprendiesen los chancas: 267 aves de Castilla
cada cuatro meses; 50 huevos semanales, si bien en
Semana Santa, aumentaba a 120; 159 fanegas de trigo;
25 sirvientes cada que el encomendero estuviera en
Andahuaylas; 30 trabajadores para la guarda de sus
ganados. Llama la atención que no les impusieran
tributos en coca, pues los chancas la cultivaban en sus
chacras enclavadas en Mayocmarca en los Andes de
Huanta (Ibid: 197r passim / Tasa autorizada por La
Gasca. Lima, 30-X-1550. AGI. P - 93).
Ya se reportó que sus casas, como todas de la altura
andinas, son de planta circular, paredes de piedra, pirca
y techumbre cónica, de paja-ichu, con puertas muy
bajas y angostas, carentes de ventanas, características de
la totalidad de las casitas de altura del ámbito andino
para defenderse de la frialdad nocturna (Cieza 1553:
436). Sus alfares no tienen nada de finura ni estética,
como acontece en todas las etnias serranas de su tiempo.
Su peinado distintivo, exclusivo de los chancas,
consistía en traer los cabellos largos entrenzados
EL REINO CHANCA
Al parecer, tanto Uscovilca como Ancovilca, en
figuras de menor tamaño, los colocaban en un altar
casero, delante de un brasero en el que quemaban sebo;
la sangre de los cuyes sacrificados la asperjaban por
todo el aposento, acompañado con su bebida o chicha.
Esta huaca tenía ganado en las punas, de su propiedad;
muchas mujeres solteras se ocupaban en su servicio,
hilando para ofrendarle. Acudían a reverenciarlo
mucha gente. Era un ídolo heredado de padres a hijos
(Cabredo 1600: 76-77).
Tenían sacerdotes y shamanes de ambos sexos,
expertos en su oficio. Al fallecer lavaban al cuerpo yerto;
lo velaban toda la noche, bebiendo lo conducían al
entierro, vestido el difunto con ropa nueva, le ofrecían
comida y cada año renovaban la misma ofrenda. A los
cuerpos de sus progenitores los guardaban en cuevas y
entierros antiguos. Les sacrificaban al iniciar el sembrío
en sus chacras echando chicha en el suelo de la parcela.
Al chispear creían que las almas de sus antepasados
padecían sed y hambre; arrojaba maíz, papas, chicha y
otras comidas en el fuego para que comieran y bebieran.
En Huancaraimi el culto principal era a los muertos
momificados o malquis. De este modo también
sacrificaban durante las enfermedades. Adivinaban
con cuyes y arañas (Luis de Teruel. En Arriaga 1621:
83-84).
Tenían adivinos, éstos les instaban a comer
carne cruda, beber sangre de animales, reverenciar al
Rayo. Adoraban al Sol, Luna y Estrellas, les ofrecían
sacrificios de animales a nombre de sí y de parientas
nacidas de píes, consideradas hijas del Rayo, por eso
le ofrendaban a la criatura matando dos animales.
Una mujer quitó la vida a tres criaturas por orden del
sacerdote. Había féminas shamanas que curaban con
harina de maíz y sangre de llamas que manaba por un
costado; lo metían en un costalillo de harina para darle
al enfermo en medio de oraciones especiales. En un
pueblo chanca, castigado por un huayco que arrastró
parte del poblado y luego cayó un Rayo que quemó
un edificio, desde entonces no se acercaban al lugar
siniestrado, abandonaban sus casas quienes sufrían este
tipo de accidentes (Cabredo 1600: 70, 72-74).
También hay informes que hablan de las
afamadas huacas llamadas Auqui-Chanca y su hijo
Cuniavillca, conocidos y venerados en un circuito muy
amplio: Chocorvos, Acoria, Sullcamarca, Córdoba,
Carachapampa, Sancos y Lucanas, es decir, desde
Chocorvos y Ancara a Lucanas. Venían a adorarlos
desde remotísimos lugares, incluso del Cusco. Les
investigaciones sociales 382017
menudamente puestos unos cordones de lana que les
venía a caer por debajo de la quijada (Cieza 1553: 436).
Sus danzas las ejecutaban en plazas hechas
especialmente para eso. Vestían mantas y camisetas de
lana. Sus funerales y enterramientos no diferían de las
etnias colindantes. Creían en la inmortalidad del alma,
a la que llamaban xoingon -shongo o songo: corazón(Cieza 1553: 436). A los cuerpos difuntos de sus
curacas los enterraban con mujeres vivas y alguna ropa
y tesoros. Un testigo ocular de lo que ocurrió al fallecer
un curaca, cuenta que escogieron una mujer joven
para que fuese al Upaymarca o mundo de las almas,
con la finalidad de servirle, para eso le pusieron unas
ollas pequeñas para puchero, cucharas, ají y otras cosas
para hacerle sus alimenos. La vistieron muy bien a su
modo; y cargada de pucheritos la llevaron a una peña
para despeñarla. Temerosa de hacerse mil pedazos, la
arrojaron, pero cayó viva, salvo una herida no mortal
en la frente (Cabredo 1600: 77-78).
Pese a tanto respeto por sus curacas, se sabe que,
por lo menos una vez, envenenaron a uno de ellos,
a instancias de los celos de una de sus mujeres (cf.
Cabredo 1600: 74). Los jefes practicaban la poliginia
con hasta dos y tres esposas, a veces repudiaban a su
mujer principal. Los chancas consultaban a adivinos,
éstos les obligaban a comer carne cruda, beber sangre
y propinar veneno para matar a los curacas, quienes
en tal estado nombraban a su sucesor. Precisamente
en cierta ocasión una shaman determinó dar muerte
a un curaca chanca, impulsada por el ansía de que su
marido entrase en su lugar a heredar el curacazgo. Llevó
la ponzoña en la mano derecha para echarla en un vaso
que portaba en la izquierda; pero turbándose cambió
las manos y la dio a su marido que estaba destinado al
curaca, y lo mató. No se detuvo en su intento dañino,
y dio otro vaso al curaca, que también sucumbió
(Cisneros 1597: 90-91, 92,94. / Vega 1600).
Los chancas tenían sus huacas propias. Sus
divinidades principales eran dos: I° En lugar
preferencial, Uscovilca, perteneciente a Anan-Chanca.
La representaban en una estatua de piedra a manera
de hombre vestido con ropaja ornado con tocapus,
un modelo propio de los chancas. Su santuario
estaba en el pueblo de Andahuaylas. II° En segundo
término, Ancovilca, huaca de Lurin-Chanca, también
una efigie petrea en un templo respectivo; y al que
acostumbraban conducirlo consigo por donde quiera
que iban (Albornoz 1582: 28). Ambas efigies sustituían
a sus cadáveres momificados.
151
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WALDEMAR ESPINOZA SORIANO
152
hacían su fiesta en cuatro oportunidades al año, las
cuatro con gran veneración y solemnidad, suntuosos
regocijos y danzas, ritos y ceremonias. Una de aquellas
festividades coincidía con la aparición en el firmamento
del Hemisferio Sur, de la constelación de las Siete
Cabrillas (Oncoy); otras en los días de Corpus Christi,
Navidad y Semana Santa. Es que en el espacio andino,
cada nación aseguraba tener su huaca principal llamado
Cuncahuacas, cual patrón de los pobladores. Pero cada
ayllu y parcialidad, adoraba a otras huacas particulares
que le decían Ayllu-Huaca. Por su lado, cada jefe de
familia o unidad doméstica, cual mayorazgo, poseía
otras divinidades nombradas Chancas, Mayhuas,
Canllamas, Ingas y Pichiges. Las heredaban por
sucesión los primogénitos, quienes los entregaban a la
hora de su muerte con muchas protestaciones (orden
firme de ejecutar), exhortaciones y ceremonias (Del
Prado 1613: 183 -184).
En el pueblo de Andahuaylas los Chanca
sustentaban un oráculo (¿Uscovilca?) a cargo de
sacerdotes y sacerdotisas, los cuales le interrogaban
para recibir respuestas, a las que nadie negaba validez.
Le pedían que vaticinara incluso quiénes iban a ser
los ganadores de las batallas el mismo día del choque,
aún a 200 y 300 leguas de distancia; contestaban
inmediatamente. También predecían el porvenir de las
personas (Gutiérrez de SC 1550, I: 332).
En la provincia de Conchucos, por donde fugaron
6.000 chancas a la selva, con la precipitación de la
escapatoria, abandonaron a su huaca (Uscovilca?) un
gran ídolo en figura de persona al que los conchucanos
dieron el nombre de Chanca. Le dedicaron una niña
de 14 años, edad admitida para casar a las chicas,
en la presente situación la más hermosa nacida
entre ellos, con quien decidieron matrimoniarla.
La llevaron sus padres y curacas para efectuar la
ceremonia del connubio entre la efigie y la niña. A
la boda ritual concurrió la totalidad del pueblo con
quien la desposaron celebrando la festividad durante
tres días con grandes expectativas de sacrificios y
consumo de chicha, bebida ceremonial y de prestigio
por antonomasia. Por intermedio de la adolescente
cónyuge ofrecían sus sacrificios, por considerar de gran
suerte y estima hacerla a través de ella, por creerla más
acepta a su divinidad. Por haber sido desposada con la
huaca estaba obligada a guardar virginidad, realmente
fue investida como sacerdotisa. La miraban con suma
reverencia, superior y sagrada. Estaba sometida a
muchas restricciones de tabú o prohibiciones (Arriaga
1621: 26, 36-37). Llegó a tan suprema estimación
esta linda doncella, que por su mano ofrecían algún
sacrificio, lo tenían por gran felicidad, considerándose
bienaventurados, por estimar que configuraba el rito
más propiciatorio y más acepto el realizado ante y
a través de la consorte del dios Chanca. Guardaba
perpetua castidad, así lo prometía ella misma el día del
desposorio con el ídolo. La acataban y obedecían como
a ministra de la citada divinidad, realmente quedaba
con la investidura de sacerdotisa. La veneraban como a
cosa divina (Calancha 1638: 473).
Otro rito conocido de los antiguos chancas
lo realizaban en el interior de sus propias casas.
Sacrificaban a un ídolo o huaca de piedra en figura
humana, vestido con un tocapu, o mejor dicho, adornos
pertenecientes a las vestiduras de los sapaiancas;
asimismo llevaba un cuchullauto, propio igualmente
de la cabeza de los señores incas, sin duda réplicas
del bulto de Uscovilca. La figura estaba colocada en
un altar y en su delante un bracero alimentado con
sebo; derramaban la sangre de cuyes, asperjaban todo
el aposento con chicha. Así llevaban a cabo su ritual.
Para esa huaca tenían 300 carneros, y muchas mujeres
solteras dedicadas a su servicio, quienes hilaban para
su ídolo (Gregorio de Cisneros 1597: 95. En Antonio
de Vega 1600). Contaban que en un pueblo de las
alturas, súbitamente salió de debajo de un cerro un
aluvión, arrasando parte de la población. Con un rayo
se quemó su mejor huaca o edificio con todo lo que
estaba adentro. De conformidad a sus creencias ya
no debían volverla habitar, la tapiaron y empezaron
a hacer otra construcción. Sucedió en un pueblo al
que los extirpadores bautizaron con el nombre de San
Francisco (Ibíd.: 93).
Finalmente, con respecto a sus creencias mágicoreligiosas hay más informes valiosos. Ya se expresó
que rendían culto al Rayo, Sol, Luna y estrellas con
sacrificios de animales no solo en beneficio propio sino
en provecho de otros; hubo una mujer shaman que
dio muerte a tres criaturas y a otra recién nacida de
una de sus parientas. Lo hizo después de consultar con
un chaman que le aseguró ser hija del Rayo, motivo
por el cual le ofrecieron la criatura por medio de
ella, inmolaron asimismo dos animales en medio de
ritualidades específicas (Ibíd.: 90-91, 92,94).
En relación a capac-huchas se conoce cómo una
muchacha, cuando se produjo la muerte de un curaca
chanca, la escogieron para que fuese a la otra vida a
servirle; por lo tanto debía llevarle unos chamillcos o
EL REINO CHANCA
parcialidades. A toda diligencia fueron en demanda de
sus propósitos (cf. Garcilaso 1609: 145).
Esta vez los chancas avanzaron con fuerza hasta
parar en la orilla izquierda del Apurímac, realizando
sacrificios a sus divinidades para vencer. Su general
Asto Huaraca los aguijoneaba para proseguir hasta
culminar la alta empresa en la que se encontraban
comprometidos, sin temblar ante nadie, y peor frente
a esos incas del Cusco que pretendían espantar con sus
orejas largas y mitos de origen divino. De vencerlos,
obtendrían un opulento botín, además de cientos de
mujeres hermosas con quien holgarse. Los guerreros
chancas, emocionados por la oratoria de su jefe, solo
atinaron a responder positivamente y con alegría
(Cieza 1554 a: 219).
Los autores de esta expansión, los que realmente
espoleaban, fueron tres curacas principales de tres
grandes subdivisiones de la nación Chanca, debajo de
cuyo nombre se incluían muchas sayas y mitades. 1ª
Hancohuallo, mozo de 26 años; 2ª Tumay Huaraca
y 3ª Asto Huaraca: una triarquira de dirigentes
estrategas; los dos últimos hermanos y deudos del
primero (Garcilaso 1609: 145). En las antiguas
fortalezas chancas de Challcumarca y Uranmarca, es
donde estuvo Hancohuallu los días postreros de su
reinado (Ibíd.: 187-188).
La alta dirección militar chanca combinó sus
expediciones en la siguiente forma: 1° A los jefes
guerreros Mallma e Irapa, al mando de la tercera
parte de los efectivos militares, los encaminó para
que conquistaran las naciones del Condesuyo «hasta
donde gente no hallasen que conquistar pudiese»; los
alentó para el triunfo prometiéndoles plena libertad
para apropiarse de los despojos y botines de la guerra.
2° A los capitanes Yanavilca y Ticliovilca, con la otra
tercera porción de guerreros los enrumbó al Antisuyo
con el encargo expreso de no pasar por el Cusco, sino
a una distancia de 10 leguas de ella (50 kilómetros);
es evidente ansiaba los pastizales, rebaños y cocales.
3° El supreno jefe Chanca, que se hacía llamar con
el mismo nombre de su divinidad, meditaba reservar
para sí la invasión y conquista de lo él consideraba
la zona medular, acompañado con dos capitanes
y los guerreros que sobraban. El corolario de tan
gigantesca campaña, como se deja colegir, debía ser
la constitución de un Estado a imagen y similitud del
imperio Huari, pero ya no con este nominativo, sino
el de imperio Chanca, con el gran capac Usco Vilca a la
cabeza. Por lo visto, éste líder decidió pues capitanear
investigaciones sociales 382017
chamelicos y cucharas con ají y otros productos para
cocinarle y guisar sus alimentos. Vistieron a la moza
muy bien, acompañándola de pucheros la llevaron a
una peña a borde de un río, para despeñarla. Desde
luego que las referidas muchachas a veces sentían
mucho malestar ante estos sacrificios, al ver el peligro
de la muerte ante los ojos, convencidas de terminar
hechas pedazos. Se dice que alguna vez cayó viva una
de ellas al fondo del precipicio, aunque lastimada en la
frente hacia el ojo derecho (Ibíd.: 98).
Entre sus prácticas útiles sabían conservar
la memoria de los sucesos empleando piedras
(piedrezuelas), también con el recurso de cordeles
y nudos de colores diferentes (quipus), en los que
incluso conservaban el recuerdo biográfico de las obras
y hechos de sus antepasados. Los pastores, mientras
apacentaban a su ganado, con una piedra y un palillo
en la mano refrescaban la retentiva de las oraciones
aprendidas, aplicándose a este ejercicio con constancia
y consuelo (Ibíd.: 93, 94-95).
El reino Chanca, por lo menos hasta 1438, año de
su revés, participaba de estructuras sociales, políticas y
económicas similares a las demás «naciones», incluso
semejantes a las incas.
Sus instituciones políticas, la organización de
sus guerreros no presentaban diferencias notorias al
confrontarlas con las de los cuscos. Lo mismo podemos
decir de sus estructuras ideológicas y técnicas de
expansión y conquista, etcétera (Betanzos 1551: cap.
VI).
Los chancas, en las primeras décadas del siglo
XV, fecha en la que proyectaban y planificaban su
expansionismo, se complacían de contento al conocer
que todos los señoríos y reinos ubicados en lo que
ahora son los departamentos de Ayacucho y Apurímac,
más el norte de Arequipa (Condesuyos), los reputaban
como a decididos y valientes guerreros. En el lapso
de 1430-1440 se preparaban para intervenir en los
países de los ayarmacas y de los Incas, y enseguida
lanzarse contra collas-puquinas, lupacas y demás
etnias de localización intermedia. Por entonces los del
Cusco estaban gobernados por Inca Urcon, si bien a
éste continuamente lo asesoraba su decrépito padre
Huiracocha, retirado en Calca.
Eligieron como capitán general a Ancohuallo,
valeroso hombre, y por maeses de campo a los dos
hermanos Tumay Huaraca y Asto Huaraca. Los demás
curacas prosiguieron como caudillos y capitanes de sus
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WALDEMAR ESPINOZA SORIANO
154
él mismo, para obligar a Huiracocha a aceptar su
capitulación, quien se preciaba de su poderío y gran
desarrollo cultural (Betanzos 1551: 101, 103, 116117). Aunque tambien tenía sus miradas dirigidas al
Collasuyo que, como las otras regiones, era extensa
y rica, casi toda con más simpatía hacia el Cusco (cf.
Gutiérrez SC 1550, III: 211).
Los triunfos de los dos primeros batallones
fueron increíblemente espectaculares, pues lograron
conquistar y anexar Condesuyos; avanzaron 50 leguas
más allá de Charcas (300 kilómetros), es decir, hasta
Chichas. Lo mismo sucedió con la segunda expedición,
la cual invadió triunfalmente el Antisuyo, llegando
victoriosamente hasta las fronteras de los chiriguanos.
Así aseguraban las tradiciones y leyendas narradas por
cusqueños y chancas en el siglo xvi (Betanzos 1551:
116-117).
Usco Vilca, como es de esperar, emprendió su
marcha y ataque al Cusco con la otra tercera fracción
de su ejército. Al llegar al valle de Jaquijaguana, los
habitantes de este lugar los aceptaron, y como muestra
de su oferta adoptaron el peinado de los chancas,
entrenzándose los cabellos. Lo demás son incidentes
ampliamente conocidos. Pensaron que Cusco ya caía
bajo su poder (ibid).
Las evidencias dejadas por los cronistas del siglo
xvi, presentan al eximio guerrero y héroe Usco Vilca
como un gran visionario chanca que ansiaba conquistar
todos los reinos y señoríos andinos para configurar
un poderoso Estado imperial. Y desde este ángulo
con más fortaleza que el de los incas, cuyo diminuto
señorío, gobernado entonces por el débil Huiracocha
y por su corrupto hijo Inca Urcon, no daba muestras
de pretensiones expansionistas hasta ese momento
(Espinoza Soriano 1987: cap. 3).
Por ir tan victoriosos y triunfantes estuvieron
seguros y a punto de ganar la guerra y ser señores del
futuro imperio andino, por cuanto desde su salida no
perdían los combates y alianzas (Vázquez de Espinosa
1630: 509, 510).
El Cusco cayó ante los chancas comandados por
Uscovilca. Pero la rendición no fue posterior a una
derrota bélica, sino enseguida de un requerimiento
de sumisión pacífica, preferida en los conquistadores
andinos, hecha por el caudillo chanca por intermedio
de una embajada. El inca Huiracocha se rindió y
decidió ser vasallo de Uscovilca. Los chancas habían,
pues, vencido, parecía que nadie sería ya capaz de
resistir su poder y prestigio. Sin embargo, los ayllus
del valle del Cusco, en especial los Inca, mientras los
embajadores chancas retornaban llevando el mensaje a
Uscovilca, decidieron ocultar su desacierto, retirándose
al peñol de Jaquijaguana. De todas maneras les resultó
penoso ver la entrada triunfal de los chancas al Cusco
(Betanzos 1551: 104). Sin embargo, ahí fue cuando
surgió la figura egregia del príncipe Inca Yupanqui (el
futuro Pachacutec), que optó por libertar a su etnia ya
rendida al vigor Chanca. Decidió combatir a sangre
y fuego, hasta vencer o morir para reconquistarla.
Excelentes colaboradores se aprestaron a ayudarle: Vica
Quirao, Apo Mayta y Quilliscacha Urco Guaranga. Lo
extraordinario fue que pudo convencer a los señoríos
vecinos, ubicados a tres leguas a la redonda del Cusco
(18 kilómetros) para que se plegaran a los incas en una
lucha cuerpo a cuerpo contra el invasor y conquistador
Chanca (Betanzos 1551: VI, VII). Hasta consiguieron
la ayuda de los canas y canchis en calidad de alquilados
o mercenarios; con éstos el príncipe aumentaba sus
posibilidades de vencer (Ondegardo 1561: 132).
Por fin llegó al Cusco el auxilio de por lo menos
tres señoríos de la región Arequipa, uno de ellos los
Yumina que, establecido ya el imperio, Pachacutec los
elevó al estatus de incas de privilegio, con orejeras. El
contraataque fue tremendo. Los victoriosos chancas
resultaron desbaratados, en tanto que los desvalidos
incas acabaron triunfantes. Pero la fortuna les fue
adversa al enfrentarse con el príncipe, quien no solo
frenó el expansionismo Chanca, sino que los destruyó
para siempre con crueldad para los vencidos, hasta
obligarlos a aceptar el vasallaje, aunque al final, después
de visitarlos en sus provincias los honró restituyéndolos
en sus estados (curacazgos), después de sus desdichas
(Vázquez de E. 1630: 509,510-1479). El reino Chanca
se desintegró, y volvió a ser lo que fue antes: un
señorío, pero esta vez un señorío vasallo del imperio
de los Incas que, justo, se constituyó gracias al fracaso
chanca. Fue una gesta épica para ambos contrincantes.
Usco Vilca, jefe de los Anan y autoridad suprema a de
la etnia Chanca, fue tomado prisionero y muerto en la
batalla del Cusco.
Los otros escuadrones chancas que habían obtenido
tantos triunfos sobre los contisuyos, chichas y antisuyoschiriguanos, y que retornaban radiantes cargando
los trofeos del éxito arrebatados a sus víctimas. Pero
fueron avisados del desastre de sus colegas en la batalla
del Cusco (Betanzos 1551: VII). Ni se imaginaban que
pronto iban a ser vencidos totalmente en Ichubamba,
situado en Condesuyos.
EL REINO CHANCA
Poniendo en acción antiguos elementos culturales
de las altas civilizaciones andinas, el inca no omitió
nada. Con tal objetivo el gentío común chanca salió
caminando delante, profiriendo a voces: ¡»Viva
muchos años tan buen rey!». Seguían las trompetas de
caracolas y los tambores grandes, dos instrumentos que
solamente aparecían para ser oídos mezclados a esos
clamores populares. Apenas dejaban de tocar de cuando en cuando para que la gente oyese aquellos griteríos
que se acaban de citar. De inmediato 2.000 soldados
en orden de combate con sus respectivos capitanes e
insignias oficiales de sus jerarquías. Iban gloriosamente
engalanados con las cabezas muy adornadas, opulentos
tocados y placas como medallas en los pechos, relucían
con muchas plumas de diversos colores; tratándose de
los jefes portaban enormes patenas de oro en los pechos
y espaldas. Mientras que los soldados las traían de
plata, metal habido entre los despojos de los rendidos.
Llevaban en medio y a trechos seis tambores en figura
de hombres hechos de los pellejos de los curacas y
capitanes chancas más distinguidos en la batalla; les
habían arrancado la piel estando vivos para llenarlos de
aire. Venían representando muy al vivo a sus dueños,
con palillos atados a sus dedos, tañendo con ellos en la
barriga momificada, todo como símbolo de vilipendio.
En último lugar venía convertido en tambor el gran
señor chanca de la provincia de Andahualas, muerto
en la batalla. Al son de un enorme estruendo musical
marchaban 4.000 soldados. Detrás iban muchos
curacas y capitanes cautivos. Proseguían otros soldados
y tras éstos otros seis tambores como los primeros.
También conducían las efigies de sus divinidades.
A la postre de los cautivos, se veía el otro gran curaca
Chanca (Lurin) que capturaron vivo en la batalla, lo
traían desnudo y con las manos atadas atrás como los
demás prisioneros, en una anda alta de maderos muy
mal preparados, para que ignominiosamente fuera
visto por las multitudes. Iban alrededor de aquella
anda seis tambores confeccionados con las pieles de
parientes suyos, con los que le iban haciendo son. Allí
caminaba una tropa de pregoneros que incesantemente
vociferaban que, de aquella manera, se intimidaba a los
capaccuracas o apucuracas (reyes) que se obstinaban
contra la etnia Inca; otros gritaban dando a conocer
las acciones negativas cometidas por los chancas. Las
trompetas y tambores con su desmedido y tremebundo
estruendo causaban horror y espanto. Seguían a esta
procesión 3.000 orejones opulentamente vestidos,
adornados con diversidad de plumajes; otros entonaban
investigaciones sociales 382017
Los chancas descalabrados por los incas en el llano
de Omachilliguas, fugaron con tantísimo apuro que
daban la impresión de haberse convertido en cóndores.
Desde entonces los chancas recibieron el sobrenombre
de condorguachos (Albornoz 1582: 26). Por lo tanto, no
es nada raro que esta ave fuera una de sus protectores,
por ellos venerada, aunque para los incas constituía una
frase peyorativa, relacionada con la lujuria, la suciedad,
las malas palabras y la deshonestidad en general (GH
1608: 55, 169). Con este suceso queda demostrado
que en la ideología chanca, ellos tenían el poder de
la licantropía, lo que vale decir, la omnipotencia de
trasmutarse en aves, esta vez en vulturidas, para poner
a salvo sus vidas.
Vencidos en tan brava y sanguinolenta colisión,
el príncipe Pachacutec Capac Inca Yupanqui venció
y prendió a los hermanos chancas, con muerte de
muchos de los suyos. Y se hizo señor de los pueblos,
entre ellos de la provincia de Andahuaylas; ajusticio
a los mencionados hermanos; puso guarniciones en
la tierra anexada, y enseguida volvió a la llacta del
Cusco, donde fue recibido triunfalmente (Gutiérrez de
SC 1550; III: 211). De los cráneos de sus enemigos
muertos mandó hacer mates para beber (Murúa 1616.
I: 48).
Después de descansar muchos días el inca en
Andahuaylas, ordenó sepultar a los cadáveres para evitar
que la podredumbre fomentara pestilencias y matara
gente como en oportunidades anteriores. Dispuso
sacrificios en homenaje a Wiracuchan y al Sol. Avisó a
todos los gobernadores de la ventaja alcanzada sobre los
contrincantes. Repartió el despojo entre sus soldados y
decretó que en el Cusco se concentraran los curacas
principales de los señoríos amigos para que viesen su
entrada triunfal, con el justo premio y recompensa a
los leales y castigo a los desleales. Las intenciones de
los incas fueron tremebundas, no solo castigarlos, sino
—más que todo— escarmentarlos bajándoles la moral
y socavándoles todo rezago de autoestima que todavía
les pudiera quedar.
La fiesta guerrera y ritual por este triunfo fue
escalofriante. En lo tocante a la derrota Chanca
existen informes espeluznantes. Acto seguido, luego
de distribuir los despojos entre sus soldados, con la
prevención que le caracterizaba, pensó que en el Cusco
estarían ya esperándo los señores de las provincias
vecinas, aguardando su ingreso triunfal, evento que
ansiaban ver, sobre todo el premio dado a los leales y el
castigo a los derrotados.
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el haylli o canto de la victoria, sucesos de la batalla,
ánimo y valor del rey vencedor. Tras se desplazaban
500 doncellas hijas de señores principales, muy bien
vestidas con guirnaldas de flores en las cabezas, ramos
en las manos y cascabeles en los tobillos, vocalizando
canciones y bailando a compás de las proezas del inca.
A continuación aparecían muchos señores principales
delante de las andas del inca quitando o simulando
retirar las piedras y pajas del camino, y otros echando
flores. Después aparecía el inca con gran majestad,
imponencia y pompa en sus andas de madera fina y
llana, forrada con láminas de oro; el asiento y peana
donde posaba y ponía los pies, si totalmente de oro
puro, muy labrado de diversas figuras. A los lados dos
señores muy principales, de la familia real, que se iban
mudando con dos quitasoles de plumas, muy bien
obrados y muy elegantes traídos del Antisuyo cual
tributo al inca. Guarnecían los tirasoles y los palos,
unas planchuelas de oro de 24 quilates y esmeraldas.
Servían estos tirasoles de palio, y le llamaban achigua.
Empuñaba el inca en la mano derecha una estólica de
oro; en la siniestra una vara de las que decían recibió
del Sol. En la cabeza una borla mascapaicha de lana
colorada muy fina que le ceñía la frente y pendía de una
guirnalda de oro lindamente labrada. Los encargados de
portar las andas eran 200 señores, mudándose a trechos
de ocho en ocho. A éstos seguían algunos de la casta
real y algunas pallas muy adornadas, traían en andas.
Como remate venían 30 señores de la casa del inca y
de su Consejo, también en andas. Los quipucamayos
conservaron en sus memoriales de que fueron tantos los
runas que se hallaron en esta festividad de triunfo, que
cubrían todos los altos y llanos de la redonda de la llacta
del Cusco, que a grandes voces clamaban la valentía del
vencedor y vituperaban la veleidad de las derrotadas
chancas. Con el íntegro de este acompañamiento entró
el inca a la ciudad del Cusco, dio vuelta a toda ella.
Llegó a la plaza del Coricancha, mandó abrir los pechos
para sacar los corazones de los cautivos, con la finalidad
de quemarlos y esparcir las cenizas por los aires. Sin
pérdida de tiempo penetró al templo; y postrado en
el suelo dijo en voz alta una oración al Wiracuchan.
Acabado dicho acto, calcinaron los sacrificios fuera
del templo, donde siempre tuvieron un altar dedicado
para esto, que sirvió esta vez para 10 días continuos
(Montesinos 1642: 95-98).
En el Cusco fueron retenidos muchísimos chancas
en calidad de arrestados, entre ellos el gran caudillo
Anco Ayllu o Anco Huallo (Sarmiento 1572: 242).
Por lo menos 6.000 chancas, con sus mujeres e hijos,
fueron retenidos en el Cusco para asimilarlos al ejército
imperial con el fin de proseguir las expedicones
conquistadoras por el norte (Ribera de Chávez 1586, I:
203). Una hermana de Anco Huallo fue tomada como
esposa secundaria por Capac Yupanqui, para, mediante
este enlace sellar una forzada paz y entendimiento
(Cabello Balboa 1586: 314-316).
Una vez triunfantes los incas, les hubiera sido muy
fácil castigar a los de Jaquijaguana por el apoyo dado
a los chancas, pero no fue así. Pachacutec les perdonó,
les obligó a reestablecer su antiguo señorío y luego
a aceptar las disposiciones de los vencedores, pues
— para ganarlos a su causa— les dio el rango de incas
de privilegio, con orejeras. De ahí que les constriñeron
a trasquilarse la cabeza entre ellos mismos, a imitación
de los incas, que siempre llevaban el pelo corto
(Betanzos 1551: 1ª Pte. Cap X: 44).
Debilitados los chancas política y militarmente,
hay que suponer que los incas los perseguirían para
doblegarlos en su propio territorio. Llegadas las
tropas a la provincia de Andahuaylas, envió a los
chancas el consabido requerimiento para someterlos
y callarlos de modo definitivo. Los curacas realizaron
una junta, donde surgieron pareceres diversos. Unos
opinaron sobre lo indiscutible de su derrota, lo que
les apremiaba para su anexión en el Imperio. Otros
reclamaron lo contrario, porfiados en no reconocer
señorío ajeno, impropio de tan valerosos guerreros,
más bien enunciaban nuevos proyectos para reiniciar
sus conquistas y no hacerse súbditos del Inca, pues aun
les quedaba valor para resistir antes de aceptar tanta
vileza. Varios días pasaron en estos debates, hasta que
al final decidieron, por consejos de sus oráculos, seguir
resistiendo. Lo cual sabido por el inca acordó ingresar
a la provincia de Antahuaylla antes de que restauraran
su osadía, confiados en sus victorias antiguas. La
presencia del inca los amedrentó, resuelto como estaba
a no seguir soportando tanta pertinacia y rebeldía. Los
chancas al ver el numeroso ejército imperial, entre los
cuales venían cientos de quechuas y otras naciones
enemistadas con los chancas, disminuyeron su soberbia
y decidieron aceptar el yugo de los incas, más por
temor a las armas y evitar la venganza de sus enemigos.
Pero el descontento y rencor no lo perdieron tan
fácil ni brevemente (cf. Garcilaso 1609: 135). De allí
prosiguió «a la otra provincia que llaman Uramarca», un
remanente Chanca, pequeño en territorio pero poblado
de gente brava y guerreros consumados que se resistía
EL REINO CHANCA
atendido por mitayos procedentes de «Andahuaylas,
Oponguache, Chuquicocha, Vilar Puraychita, que son
pueblos» (Vaca de Castro 1543: 144). Ordenanza que
fue cumplida por los españoles.
Los mismos incas decretaron la reconstrucción,
en la colina de Sóndor (Suntur) un complejo edificio
de siete recintos, más 10 en Pucacorral, más cuatro
callancas en Bandorcancha y un intihuatana en
Muyumuyu, no solamente asociados a la red vial
del capacñam, sino también a sitios ricos en metales
preciosos: minas de oro en las inmediaciones del lago
Pachucha y Andahuaylas, cuyas fundiciones debieron
estar en el cerro de Huayhuaca. La zona en referencia
también esta rodeada de bancos de arcilla, piedra y
arena. Sóndor es uno de los principales monumentos
epónimos del Horizonte Inca ubicado en la ruta que
enlazaba al Cusco con Vilcashuaman. Sóndor fue
realmente un lugar fortificado para observar el valle
de Cotahuacho. Está orientado de oeste a este. De
allí acondicionaron un camino a Curamba. Abrieron
canales para traer agua (Pérez et all 303). En el
mismo pueblo de Andahuaylas habilitaron un tambo
a cargo de los chancas del dicho lugar y pueblos de
Oponguanche, Chuquicocha, Villarpuraychita (Vaca
de Castro 1543: 444).
De haber ganado ellos en la guerra e instaurado
su hegemonía imperial en los Andes, la marcha de la
historia habría sido bastante igual, por la sencilla razón
de que en la sierra las estructuras sociales y económicas
eran similares. Solamente en los reinos y señoríos
costeños, de Nasca a Huancavilca, variaban sus modos
de producción.
El vigoroso ejército inca, entre los cuales iba
un escuadrón de de 6,000 chancas, fueron quienes
conquistaron Soras y Lucanas. Iba comandado por los
generales Inca Yupanqui y Guayna Yupanqui, hijos
secundarios de Pachacutec, llevaban como consejero
militar a otro hermano de ellos, llamado Auqui
Yupanqui (Cabello 1586: 314).
En lo referente a los soras ya se anotó que Huayna
Capac al hacer una inspección ocular para constatar la
condición en que se encontraban las momias y estatuas
de los sapaincas que gobernaron al país, descubrió que
la de Pachacutec, su abuelo, necesitaba más servicio,
Por eso mandó que los soras, lucanas y chancas de
Andahuaylas fueran los yanaconas para el asistimiento
de ese bulto disecado, por haber sido las primeras
provincias que este gran señor conquistó y dominó en
su vida (Betanzos 1551, I: XLI: 183).
investigaciones sociales 382017
con gallardía, sin mostrar blandura ni atractivo por
los incas. Según Garcilaso, al fin, con mucho disgusto
y pesar los de Uramarca se supeditaron. De allí los
guerreros del inca prosiguieron a «la provincia y nación
llamada Hancohuallu y Uillca», es decir, Lurinchanca;
pero ese Vilcas, a que hace alusión Garcilado de la
Vega es, evidente, una inventiva de dicho cronista, por
cuanto Vilcas era de filiación Tanquigua, que los incas
iban a conquistar muy pronto (1609: 135-136).
En esta segunda expedición, Pachacutec persiguió
pues a los chancas hasta sujetarlos por completo. Mató
a todos los líderes y señores de la nobleza chanca que le
pareció que podían tratar de resurgir; todo lo hacía para
apuntalar su poderío. De nuevo puso curacas y señores
de su mano, hijos de los que fueron victimados en las
batallas, de los primeros que prendió y degolló en los
encuentros iniciales. Acabado esto pasó a la conquista
de Lucanas y Soras (Murúa 1616: 46).
Claro que la derrota chanca precipitó el
estrechamiento de su territorio, ya que el permitido por
los incas fue menor del que habían logrado echando a
los quichuas.
Con su descalabro terminó su poderío bélico y
político, por cuanto fue subyugado al Estado inca,
pero no acabó su articulación étnica, sus ayllus y
sayas continuaron en la provincia de Andahuaylas.
Hasta le sacaron cientos de unidades domésticas
para enviarlos como mitmas a Ancara para
constituir una nueva provincia (Huancahuanca,
Jatunhuayllay, Uchuhuayllay, Congalla y Julcamarca).
Ulteriormente, conforme avanzaban las conquistas
cusqueñas, prosiguieron las deportaciones chancas:
en primer lugar a Zurite, en las proximidades del
Cusco. Otro grupo a Pampaconga de las punas de
Huarocondo. A otros los afincaron en San Jerónimo
de Chacabamba, aledaño a Guamampalpas en el
occidente del Cusco. Otro grupo a Parisha (Huanta).
Un cuarto grupo fue trasladado a Copacabana para
el servicio religioso del Sol y Luna. Pero la cantidad
de chancas verdaderamente cuantiosa fue la obligada
a caminar rumbo al sureste del señorío Ancara, en
tanta cantidad que allí constituyeron un señorío
autónomo. Finalmente se ha detectado otro grupo, si
bien pequeño, en Macají en la sierra del Chimborazo,
al sur de Quito (Julián Santillana 1012: 84).
El gobierno inca mandó levantar aposentos y
almacenes. En Andahuaylas mismo dispuso la erección
de un tambo que sería el intermedio entre Curamba
y Uramarca. El tambo de Andahuaylas debía estar
157
investigaciones sociales 382017
WALDEMAR ESPINOZA SORIANO
158
En seguida de haber descansado en aquellos
soldados algún tiempo, la alta jerarquía inca
planificó otra expedición por la misma ruta hacia el
Chinchaysuyo. Pachacutec Inca Yupanqui dispuso
que la capitanearan sus dos hermanos secundarios
(«bastardos»): Guayna Yupanqui y Capac Yupanqui,
éste último en calidad de general. Por igual Apu Ynca
Yupanqui, hijo de Inca Yupanqui. Como consejero en
asuntos de guerra fue Apoc Ququiyupanqui, aunque
secundario asimismo, el mayor del grupo. Todos
con muchísimo armamento y un aparatoso ejército
reforzado con renovados escuadrones que debían
incorporarse en la ruta conforme se desplazaban al
norte (Cabello 1586: 314-315).
Pero ocurrió algo muy característico en el espacio
andino, dispuso que en este ejército fuera Anco
Huallo, el lurinchanca que había quedado preso en
el Cusco después de la derrota de sus guerreros en
Cusco e Ichupampa. Por entonces Capac Yupanqui,
para reforzar los lazos de dominación con tácticas de
reconciliación y tranquilidad, había aceptado y tomado
como esposa a una mujer lurinchanca, hermana de
Anco Huallo. Este, por entonces, siempre andaba
acongojado, imaginando como liberarse; lo hacía con
tanto disimulo y arte que los cuscos llegaron a imaginar
que ya lo tenían ganado como hermano ceremonial, por
lo que se fiaban de él. El corolario fue que Pachacutec
determinó nombrarlo capitán de los 6.000 chancas
detenidos en el Cusco, para que fueran incluidos en el
ejército expedicionario. No era nada insólita tal figura
por ser costumbre inveterada en los Andes tal hecho,
y porque cada nación participante en las conquistas
llevaba como capitán a un jefe de su etnia, por
considerar que ellos sabían mandar mejor a su gente
por conocer más a fondo sus costumbres. Anco Huallo
ante tal oferta, se avino dos veces y ofreció sus servicios
por considerar que llegaba el momento de efectivizar
su deseo. No ocultó su alegría ante el encargo y
nombramiento que le otorgaba Pachacutec; prometió
llevar a cabo grandes hazañas como hombre conocedor
de las naciones chinchaysuyanas que iban a conquistar.
El mismo sapainca repartió armas para emplearlas en
la guerra: de oro para los generales, y de otros metales
para los de rango menor. Les exhortó la valentía y
anunció los premios que recibirían al retorno. A Capac
Yupanqui le ordenó avanzar solamente hasta el río
Yanamayo, frontera septentrional de la nación AtunGuayllas, donde debía poner los mojones imperiales
y dejar instalado en los caminos el sistema de chasquis
o postas para ser avisado día a día de las ocurrencias;
después de dejar buenas guarniciones militares de
mitmas debía regresar al Cusco sin incumplir esta
disposición (Sarmiento 1572: 242-243).
Como se advierte, entre sus efectivos militares
conducían a los animosos y orgullosos 6.000 chancas,
capitaneados por Anco Huallo, todavía satisfechos por
la campaña anterior en Parcos. Caminaban bajo la éjida
de su divinidad tutelar encarnada en una efigie. En esta
expedición reestructuraron y dejaron bien planificada
la llacta de Vilcashuaman, acabaron la erección del
suntuoso templo al dios Sol, dos acllahuasis, un tambo,
callancas, un ushno, aposentos reales, etc. Como los de
la etnia Quinua (Guamanga) se opusieron y armaron
para desacatar a los cuscos, se parapetaron en una
fortaleza natural aparentemente inexpugnable que, en
la defensa de unos y ataque de otros, costó demasiada
sangre, aunque venció el coraje y porfía de los incas;
escarmentó u allanó la tierra de los quinuas (Cabello
1586: 314-315).
Reemprendieron el avance rumbo al norte, en cuya
marcha los éxitos se sucedían unos tras otros. Cuando
llegaron a la fortaleza de Orcucollac, en los alrededores
de la provincia de Parco o Parcos (Parisha-Lauricocha),
realmente cerca de este lugar (Huanta), los naturales ya
estaban en pie de defensa, dentro de su fortaleza listos
para la resistencia, los cuscos arremetieron dos veces,
sin suerte. El tercer acometimiento tocó a los chancas,
quienes aprovecharon la circunstancia para demostrar
que seguían siendo más intrépidos que los cuscos.
Determinaron capturar el fortín, o de lo contrario
morir. Con tal pensamiento dirigieron su intención
contra las cercas para atacarlas hasta perecer de ser
posible. Como los parcos sitiados de percataron de las
intenciones de los chancas, aparte de estar cansados de
la ya larga resistencia, se sintieron desfallecidos. Fue
entonces el momento, en plena mitad del combate,
que las orgullosas chancas se arrojaron dentro de los
muros con tanto denuedo que hicieron una mortal
carnicería cortando las gargantas de los acorralados
parcos. Cuando los orejones de Anan y Urincusco y
sus tropas entraron ya no encontraron opositores a
quienes degollar. Los parcos fueron vencidos en una
colisión violenta, en la que destacaron los chancas
capitaneados por Anco Huallo. Lo hicieron tan
bien que quedaron dignificados, aventajando a los
demás guerreros de la expedición expansiva, incluso
al batallón de orejones incas. Tal hecho generó un
profundo sentimiento de malestar y desilusión entre
EL REINO CHANCA
tramaba. Con la preocupación de salvarlos, salió como
mejor pudo del aposento o carpa de campaña de Capac
Yupanqui para encaminarse en pos de su hermano,
quien se sorprendió ante tan ingrata novedad con las
más encarecidas y sentimentales palabras para salvarse
del daño inminente que les venía. Ella dio aviso a su
hermano en forma sigilosa, con lo que velozmente
dejó de ser un absoluto secreto militar. La mencionada
hermana de Anco Huallo, con gran esmero velaba por
la salud y vida de su hermano y de los de su nación,
supo aprovechar las facilidades que gozaba en el
acceso y movimiento en el campamento de los cuscos.
Enterados los jefes chancas, para escapar de la muerte
que les esperaba, desesperados decidieron huir a toda
prisa una noche, escapando del campamento de carpas
levantado en el tambo de Huaraz. Anco Huallo, quien
invariablemente tenía en mente el ansia de la liberación
de sus connacionales, frente a tan angustiante noticia
sintió más prisa para poner en acción lo que planeaba;
con prudencia y animosidad soportó la ira. Con el
pretexto de ejercicios de combate, llamó a sus capitanes,
subalternos y más notables de su tercio. Se valió de un
momento en que ningún cusco ni forastero le oyera
ni mirara, para con frases elocuentes y agraciadas,
comunicarles lo que se tramaba contra la vida de
ellos. Sus alocuciones exaltaron la furia y crueldad
de Pachacutec y los incitó a que lo siguiesen en una
fuga sigilosa y heroica. La aceptación fue unánime,
todo sin bullicio ni alboroto para salir del servicio de
un sapainca tan ingrato. Prosiguió la marcha hacia el
norte, hasta arribar al tambo de Guaraz (Huaraz), al
septentrión de Huánuco y sur de Guayllas. De modo
que estando el ejército en pleno descanso en una noche,
caminaron por en medio del enorme campamento
compuesto por innumerables guerreros pertenecientes
a todas las naciones hasta ese momento conquistadas
por los incas, sin que el servicio de guardias se pudiera
dar cuenta. Aquí, a la media noche, sin el menor
rumor y bullicio, con rapidez los chancas —hombres,
mujeres y niños— se juntaron y apiñaron, formando
un solo cuerpo salieron del gran campamento inca sin
que Capac Yupanqui pudiera escuchar nada. Cuando
algunos pelotones imperiales se dieron cuenta del
movimiento creyeron que sus capitanes y generales
preparaban algo en silencio; mientras que otros de
etnias no cusqueñas utilizaron la calma reinante para
ponerse de píe y seguir a la totalidad de Chancas que
escapaban comandados por Anco Huallo, colmados
de nostalgia por abandonar voluntariamente su
investigaciones sociales 382017
éstos, que sus capitanes apenas lo podían disimular.
Pronto enviaron mensajeros a Pachacutec Inca
Yupanqui, que permanecía en el Cusco. El supremo
gobernante, ofuscado y entristecido por lo ocurrido,
no por la conducta loable exteriorizada por los
chancas, sino por el descrédito de los Anan y Urin
Cuscos, no le quedó más opción que disimular su
indignación y angustia ante el desagrado causado por
la deshonra experimentada por los guerreros de su
nación, en contraste al mérito de los chancas con su
indiscutible triunfo. Sospechó que iba a ser el reinicio
de la soberbia y rearme psicológico-militar con graves
consecuencias. Astutamente meditó mucho para
dictar actos de venganza, castigo y exterminio para
acabar con la zozobra de que los chancas recobrasen
su poder de mando, dejando a los cuscos en condición
de infelices. Después de tanto cavilar trazó un plan
estratégico de futuro exterminio de la integridad de
Chancas comandados por Anco Huallo. No quizo
aceptar que los chancas aventajaran en esfuerzo, brío y
gloria a los cuscos, con el riesgo de ser más honrados
que los demás (Cabello 1586: 313-324).
Al norte, al Chinchaysuyo, a lugares rodeados por
atuncuracazgos o naciones que defendían su libertad,
Pachacutec envió un mensajero al general Capac
Yupanqui, con la orden contundente de desaparecer
a los chancas que caminaban tan lozanos y orgullosos
de su comportamiento en la fortaleza de Urcucolla en
Parcos. El corolario fue autorizar al capitán general
Capac Yupanqui para que éste ordenara la matanza
general de los chancas que operaban en el ejército imperial,
para lo cual debía aprovechar determinadas batallas o
toma de alguna fortaleza dificultosa, colocándolos en la
delantera y en lo más peligroso, para que muriesen o por
lo menos quedasen apocados, o cualquier otra ocasión
para liquidarlos. Debía colocarlos en forma tal que en
las combates fueran los primeros en ser muertos por
los guerreros de las etnias atacadas que defendían sus
libertades; y de no funcionar esta maniobra, los mismo
orejones y demás cuscos los atacaran briosamente, de
tal manera que no quedase ni uno que difundiera esa
noticia por ninguna parte (Cabello 1586: 314-315).
De incumplir esta orden, la sentencia recaería sobre
Capac Yupanqui. Cuando llegó el mensajero a media
noche para evitar sospechas, relató la disposición de
Pachacutec en el interior de su tienda o carpa de dormir,
lo hizo delante de la hermana del capitán Chanca, que
era una de las esposas secundarias de Capac Yupanqui,
en cuya cama yacía, por lo que pudo escuchar lo que se
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investigaciones sociales 382017
WALDEMAR ESPINOZA SORIANO
160
patria chanca (Andahuaylas); realmente les siguieron
otros escuadrones pertenecientes a diversas naciones,
lo que indica que cientos de soldados servían contra
su voluntad. Ya en la madrugada recién pudieron
percibir la sagacidad y astucia con que salieron los
chancas; corrieron a detenerlos, pero fueron muertos
por los que fugaban. Así llegaron a la «provincia» de
Atunguayllas (hoy Huaylas). Al amanecer, los cuscos
quedaron desengañados, se dieron cuenta del mal
resultado de sus maniobras, pues los chancas ya estaban
a distancia muy avanzada, no les pudieron dar alcance.
Al pasar por Guayllas, precisamente, sus habitantes se
imaginaron que arribaban los incas, por lo que salieron
a recepcionarlos pacíficamente.
Pero como pusieron al descubierto lo que sucedía,
los chancas hirieron y mataron a cuantos pudieron.
Todavía los chancas fueron informados, ilusoriamente,
que el sapainca y su capitán general los perdonarían y
readmitirían apaciguadamente. Esperaron algunos días,
y al no sentirse seguros, tomaron todo los alimentos
y ropajes que les fue posible de la citada provincia
de Guayllas para lograr abastecimientos, gracias a lo
cual la muchedumbre prosiguió su escapatoria por
caminos abruptos y montuosos. Al pisar el ámbito de
Conchucos, cansados por la celeridad de la evasión y
peso de la estatua del dios Chanca, la abandonaron.
Doblaron al este, atravesaron la cordillera interpuesta
entre Huaylas y Collay (sur de Chachapoyas);
se internaron hasta llegar a la tierra denominada
Hanamayllo y Ruparrupa (Motilón, Saposoa, Lamas),
a donde los incas, aunque los buscasen, no los iban a
poder descubrir. Se sabe que, con increíble enojo, él
mismo capitán Inca con sus guardas y centinelas los
siguió con mucha fogosidad con la intención de pasarlos
a cuchillo. En efecto, Capac Yupanqui los persiguió,
sin nunca más alcanzarlos; su furia y diligencia fue
impracticable porque la vehemencia era mayor en
los que huían. Cuando pudo darles vista estaban en
partes por donde ninguna vía podía dar acceso a ellos.
En Huaraz, por consiguiente, se escabulleron algunos
miles de chancas. Se asegura que se estacionaron entre
los ríos Pacay y Cocama o Huallaga, cerca del Motilón
y Saposoa. Capac Yupanqui, por su lado, tomó otros
rumbos de expansión y conquista para congraciarse
con su hermano el sapainca. Mientras tanto otros miles
de chancas continuaron en Andahuaylas, considerada
su «patria»; controlados por mitmas de guarnición
siguieron conservando sus formas de vida, prologando
sus usos y costumbres. (Sarmiento 1572: 242-243
/ Cabello 1586: 314-316 / Murúa 1616, I: cap. 21 /
Calancha 1638: 473).
En su fuga a la montaña iban sujetando todas
las naciones que topaban hasta encontrar en aquella
región tierras fértiles, ricas y a propósito, donde se
establecieron. Decían que se detuvieron en las riberas
de una gran laguna, con grandes poblaciones en su
circuito, muy extendidas. La corte y cabecera resultó
ser en Casas Blancas, muy poblada. Se cuenta que
siguieron conquistando y fundaron un señorío. Se
convirtieron en leyenda y mito. Contaban que como
descendientes de un león feroz, al que adoraban por
divinidad, lo adoptaron como señal heráldica, en
sus fiestas se ponían sus pieles (Vázquez de E. 1630:
510-1480).
Capac Yupanqui, ya sin efectivos chancas, pero de
todas maneras bien apertrechadas de guerreros y armas,
prosiguió al norte hasta Caxamaca, Después de sus
victorias retornó al Cusco para celebrar el triunfo. Pero
Pahacutec no los premió ni remuneró con nada por sus
trabajos, mejor dicho no hubo redistribución de bienes
ni de prisioneros. Más bien Pachacutec exteriorizo
su descontento de que su hijo y heredero no hubiese
disfrutado de la honra, y de que Capac Yupanqui
se hubiese excedido en las conquistas territoriales;
Si bien esto era el pretexto, la auténtica causa de su
desaprobación se apuntalaba por haber descuidado en
dirigir la mortandad de los chancas. El corolario fue la
pena de muerte para sus hermanos Capac Yupanqui y
Guayna Yupanqui. Al sapainca no le importaron las
críticas de sus allegados (Cabello 1586: 317-318).
El colmo de la audacia de los desconsolados
guerreros incas fue volver al Cusco cargados de
prisioneros y despojos. Pachacutec Inca Yupanqui salió
al camino para entrar todos a la ciudad triunfando,
como si la victoria hubiese sido el resultado de la fuerza
y táctica militar de los cuscos (ibid: 313-324).
El Estado imperial con su capital en el Cusco,
inventó un suceso excepcional para castigar la
fuga chanca de Huaraz, venganza que debían
experimentarla los sobrevivientes de Andahuaylas. Para
eso tergiversaron y engañaron, valiéndose de la magia
y religión, intransigentes para no desdibujar la imagen
del Estado Inca. Al respecto hay un episodio digno
de ser anotado. Se refiere que un militar inca llamado
Sinchi Roca que persiguió a los agoreros, dejando
con vida solo a los adivinos de la guerra y secretos
militares. Consultó con ellos sobre el «rey chanca» de
Andahuaylas, de quien, pese a estar ya vencido, se tenía
EL REINO CHANCA
por lo que fueron en seguimiento desordenado. El inca
volvió sobre ellos hallándolos confundidos; masacró a
muchos de la vanguardia; simultáneamente salieron los
emboscados para cogerlos por las espaldas. Dejaron sin
vida y apresaron a un sinnúmero de chancas. Fue preso
un capitán y otros muertos, mientras el rostro del Inca
resplandecía de felicidad (Montesinos 1642: 93-95).
Con maquinaciones de este tipo, premeditaban demoler
la moral y prestigio chanca, opacándolos en lo posible,
plan que los incas lograron en grandísima parte, con
el plan de «sojuzgarlos para siempre». Es justamente
el factor para que, hasta hoy, los descendientes de los
chancas, manifiesten su discrepancia contra los incas
del Cusco.
Tal fue la versión oficial sobre exaltada por
los jefes incas, bien que los allegados a la política
imperial sabían que éstos estaban alegres de que los
guerreros chancas hubiesen fugado y desaparecido,
para atenuar la preocupación que experimentaban
ante el congénito carácter valeroso de los perdedores.
Pachacutec inquirió los pormenores de esa fuga, y de
la manera en que quedaba la provincia de Andahuaylas
y las otras hasta Huaraz. Al enterarse que todo estaba
controlado, entró en calma, dispuso que un hermano
suyo y dos más del consejo fueran bien guarnecidos a
visitar los ayllus chancas disimulando su proceder con
blandura y mansedumbre, con el objetivo de aquietar
los ánimos de los chancas conmovidos por la fuga de
Hanco Huallu. Efectivamente empadronaron las sayas
y ayllus, incluso inspeccionaron las antiguas fortalezas
chancas de Challcumarca y Uramarca, en las cuales
estuvo Hanco Huallu los días postreros de su reinado
(Garcilaso 1609: 186-187).
Pasado y sosegado lo pertinente a la fuga de los
chancas y acabada la visita se volvieron al Cusco hasta
olvidarse de la citada huida. Para seguir repoblando
la destruida provincia de Andahuaylas trasladaron a
multitudes de mitmas, en esta oportunidad en cantidad
de 10.000 unidades domésticas con el designio de
reemplazar a los muertos en Yahuarpampa, deportados
y escapados. Como jefes o curacas procuraron designar
a incas de privilegio, para llenar los vacíos dejados por
los fallecidos y exilados señores chancas de su ex reino
(ibid: 187). En el Cusco, concomitantemente, los
incas desataban un intenso sistema de reorganización
politica, económica y social.
La provisión firmada por La Gasca aclara que los
incas les pusieron mitmas de control compuestos por
orejones del Cusco en cuatro lugares, en uno de los
investigaciones sociales 382017
serias sospechas de su lealtad. Los aurúspices, enseguida
de sus actos ceremoniales, contestaron que estaban
rebelados, por lo que se les debía atacar y obligarles a
la sujeción, pues los pronósticos anunciaban cruentas
batallas pero en la que se ganaría.
Envió espías, los cuales informaron que el
descontento de los chancas de Andahuaylas no estaba
originado por el poderío de los incas, sino porque
sus oráculos les afirmaban que los sapaincas no eran
legítimos señores o reyes, por lo que no se les debía
obediencia. Por eso el Inca convocó gente formando
un grueso ejército bien proveído de armas y víveres. Se
encaminó con un general de satisfacción en dirección a
Andahuaylas, hasta parar en un lugar donde le llegase
un chasqui con nuevas órdenes. Envió mensajeros al
nuevo curaca Chanca, manifestándole su preocupación
por haber quebrantado la lealtad manifestada por sus
antecesores por confiar en las respuestas de sus oráculos.
Todavía les remarcó reconocer como dioses al Sol y
Luna, de quienes descendía el sapainca, verdaderos
señores de la Tierra. Le advirtió no perturbar la paz con
derramamiento de sangre; de deponer sus decisiones
les perdonarían lo acontecido. Pero la contestación del
gran curaca Chanca fue que ya tenía su ejército listo, en
lo cual había gastado mucho para resistir al que le quería
quitar la libertad. Ante tan fuerte respuesta mandó
el sapainca un desplazamiento lento, poco a poco
meditaba acudir él mismo con suficientes refuerzos.
Así se llevó a cabo. Los batallones se enfrentaros en
los altos de Andahuaylas, una legua antes de llegar al
pueblo. Los chancas eran todavía muchos, tantos que
causaron temor a los incas. Pero el sapainca, volvió a
revivir la alucinación anterior, en la que, según él, se le
apareció en sueños el Sol que le mandaba dar batalla
con la seguridad de la victoria, garantizándole con la
entrega de tres varas doradas y cinco piedras cristalinas
con una honda mágica. Alentados los soldados,
tocaron sus trompetas y tambores con estruendo
tal que parecía temblar la tierra. El sapainca se puso
sobre las trincheras y disparó las tres varas; colocada
una piedra cristalina en la honda la tiró con todo brío
a sus enemigos. Los soldados hicieron lo mismo. Se
trabó una sangrienta batalla que duró muchas horas sin
conocer triunfo por ninguna de las partes. El número
de cadáveres estorbaba el movimiento de los vivos.
Entonces el inca usó otro ardid notable; al entrar
la noche trató de hacer una retirada bien concertada
en la oscuridad. Por un lado dejó bastantes soldados
escondidos. A los chancas les pareció que escapaban
161
investigaciones sociales 382017
WALDEMAR ESPINOZA SORIANO
162
cuales residía un tucuyrico o espía-inspector; quichuas
en tres sitios, aymaras, hasta se habla de mitmas tan
lejanos como es de Chachapoyas. En lo pertinente a
los dos pueblos denominados Yungas, uno en Anan
Chanca y otro en Lurin Chanca, se trata de sus enclaves
de cocales y otros productos de clima cálido en el valle
de Mayocmarca.
En efecto, apenas se han encontrado documentos
indicadores de la presencia de un grupo de mitmas
Chachapuyas que fueron enviados para cumplir
trabajos concretos en el tambo de Uramarca y en
Huancarama. También hubo mitmas traídos de
Guayacundo y Guayllabamba (Vaca de Castro 1543:
444), por igual de Tanquigua. Los chachapoyas en las
punas de Huancarama fueron distinguibles hasta fines
del siglo xix.
Aparte de cientos de chancas que fueron desterrados
a Parisha (Parija-Huanta), Ancara, Quispicanchi,
Copacabana, etcétera, y enrolados para incrementar
las tropas del imperio. Precisamente un papel de 1705
manifiesta «los indios chancas del repartimiento de
Guanta, provincia deste nombre» (BNL. B14775).
Los Chancas mitmas residentes en Quispicanchi
fueron ubicados en el paraje que desde entonces
recibió el nombre de Antahuailla. Intervenían en la
festividad del Situa (agosto), éstos recibían de ciertos
corredores unas antorchas para pasarlas a los mitmas
de Huayrapacha (Molina 1575: 38). Este Antahuaylas
al que se refiere Molina es al que los españoles primero
llamaron Andahuaylas la Pequeña o Chica y después
Andahuaylillas al sur del Cusco.
Otros cientos de chancas, a su vez, fueron
deportados por diversos lugares. Se cita un
repartimiento denominado Ancoayllo y Ayanque en
Urcosuyo de Cavana y Cavanilla [Lampa]; puede que
se trate de algún grupo chanca desterrado por allí (AGL
/ Miranda 1581: 130. P I / López de C. 1630, II: 87).
En Nuñoa —Orcosuyo del Collao: Atuncolla— se
menciona en la visita toledana de 1573 la existencia
del «repartimiento de Hancoayllo». Al parecer de
80 tributarios o unidades domésticas lurinchancas
desterradas como mitmas (Miranda 1583a: 153).
Por documentos fidedignos conocemos de la
existencia de un «pueblo» llamado Chanca que puede
ser un lugar de mitmas. No sabemos el sitio preciso,
pero estuvo, en algún lugar de la jurisdicción del
Cusco. En la visita general encontraron 47 tributarios,
ocho viejos, 54 muchachos y 103 mujeres. Total: 212
personas. Pertenecían a la encomienda de Gómez de
Tordoya, Pedro Vásquez de Vargas, doña Francisca
de Robles y Juan Fernández Valenzuela que tenía una
parte de estos chancas y otros de Micha, Chuchupilca
y Uchubamba. Las 47 tributarias chancas pagaban su
tributo con 235 pesos de plata ensayada y marcada:
los 164 y medio en plata y lo restante en 23 fanegas
de maíz y 18 fanegas de trigo a peso y medio cada
cual, y 62 aves de Castila a tomín cada una. No tenían
curaca, pero si pensiones de 49 pesos para el sacerdote
doctrinero, 29 para el justicia y protector, 14 pesos para
la comunidad y 86 para los encomenderos (Miranda
1583b: 191).
Aparte, decidieron enviar mitmas chancas hacia
más lugares: un grupo a la etnia Tanquigua. Se
mencionan siete asentamientos de mitmas chancas en
Ancara o Angaraes (Ribera de Chávez 1586, I: 203
/1965), a 250 kilómetros de Andahuaylas. Otro ayllu
de Chancas a Zurite, cerca al Cusco; otros en las punas
de Huarocondo, en el poblado de Pampaconga, este
último a 150 de Andahuaylas. Más mitmas al occidente
del Cusco, en San Jerónimo de Chancabamba, junto
a Huamampalpa. Y otros mitmas chancas trasladados
a Macaji en el Chimborazo, al norte de Tumebamba
(Santillana 2002, II: 563).
Lustros después, durante el regreso de Huayna
Capac, ulteriormente de la derrota definitiva de los
Caranquis al norte de Quito, al ingresar a la provincia
de los Chancas, para escarmentar, impuso más
sanciones a los culpables de la presunta conspiración
(Montesinos 1642: 124).
Finalmente, años más tarde, al caminar unos
guerreros incas por la provincia de Andahuaylas, hábitat
de la nación Chanca, éstos fueron llamados»traidores»,
sobrenombre que les duró hasta inicios del siglo
xvii. Al decir chancaruna siempre añadían auca, que
justo quiere decir alevoso, aunque también es tirano,
fementido, guerrear y dar batalla: tantas cosas en una
palabra sola (Garcilaso 1609: 182). Así desprestigiaban
los incas a sus opositores, usando la historia mítica que
tanto les agradaba fabricar a su favor. Es tangible, entre
chancas e incas no hubo lazos de simpatía.
La sujeción de los incas les atajó para siempre sus
buenas andanzas; de señores de vasallos pasaron a ser
tributarios del soberano cusqueño. Fue el germen para
que aumentara su inquina heredada de sus padres
(Ibíd: 145).
Pero en la historia verdadera, los chancas fueron
célebres como guerreros, agricultores y pastores. No
obstante su derrota inflingida por los incas, alcanzaron
EL REINO CHANCA
La Gasca envió soldados realistas a Andahuaylas
para entretener y animar a los curacas de aquella
provincia, para que no se doblegaran ante la nueva de
aquella victoria de Gonzalo Pizarro; pues quien tenía
por entonces el apoyo de los curacas tenía a los runas
cargueros, chasquis o correos y abastecimientos. De
caer en poder de Gonzalo Pizarro, el ejército del rey al
pasar por esa comarca y provincia, sufriría gran trabajo
y riesgo de padecer hambre (Calvete 1567, IV: 405).
Los chancas con su apucuraca Apo Uasco, unidos
estos con efectivos allauca-huánucos presididos por
Martín Guaman Malque de Ayala, derrotaron al
rebelde Francisco Hernández Girón en la batalla de
Gunca-Cocha, junto a Ora-Yaoma. Más tarde los
huancas capitaneados por Apo Alanya Chuquillanqui,
acabaron capturándolo en Xauxa (Guaman Poma
1615: 409 (411, 433 (435).
En el treceño de 1540 a 1553 su curaca mayor
tenía, en efecto, el nombre de Guasco (Cieza 1553:
436). En la cédula de encomienda firmada por el virrey
don Antonio de Mendoza, en 1552, se refiere «a vos don
Diego G[u]asco, cacique, e a los demás principales e indios
e mytimaes vuestros sujetos , que al presente soys e después
de vos sucedieren y estuvieren en el repartimiento e pueblo
de andahuaylas». Son frases que señalan que no se trata
de mitmas de enclave, sino de adscritos que quedaron
bajo el mando del capaccuraca Chanca (AGI. P-93).
Sirvieron muy bien al gobierno colonial.
Particularmente cuando el licenciado don Pedro de La
Gasca fue con el ejército real contra Gonzalo Pizarro;
trabajaron y consumieron muchos bastimentos y
cargadores (Vázquez de E. 1630: 510-1480).
Cuando fue creado el corregimiento de la provincia
de Andahuaylas, en 1565, lo dividieron en seis
repartimientos: Andahuaylas, Guancarama, Cayara,
Ongoy, Oripa y Ocobamba (López de C. 1630, II:
93). En el corregimiento funcionaban cuatro tambos
reales: Andahuaylas, Uranmarca, Pincos y Cochacajas
(La Carrera 1610: 122r). Por entonces, el señorío
Chanca de Andahuaylas estaba ya muy resquebrajado,
por cuanto cada repartimiento entregado a un
encomendero español, éste lo administraba económica
y socialmente como cosa propia, transgrediendo las
leyes por cierto. Las tierras que fueron el Estado Inca y
de las divinidades fueron declaradas realengas, es decir
propiedad del rey de España, aptas para cederlas a los
hispanos interesados en instaurar haciendas, estancias
y fincas. Se inició el colonialismo hispano.
investigaciones sociales 382017
a ser convertidos en mito y leyenda. Se inventó que
conquistaron algunos señoríos vecinos; fraguaron
relatos para hacer creer que ensancharon sus dominios,
por lo que poco a poco fueron entrando a tierras
más lejanas, como a las afamadas de Contisuyo y la
misteriosa Tucaysuyo. A las que rindieron, prosiguiendo
adelante para asolar a quienes resistían; que dominaron
la provincia de Collasuyo y llegaron hasta los rústicos,
belicosos e invencibles chiriguanos, a los que vencieron
después de algunos choques agresivos, los hicieron
sus vasallos dejando guarniciones y gobernadores al
igual de lo realizado en la etnias anteriores. Enseguida
dieron vuelta con la ilusión de conquistar el Cusco
(Montesinos 1642: 25).
(Bastante se ha escrito —noveladamente— con el
propósito de probar la presunta suposición de haber
existido «la confederación Chanca» con diversidad de
lenguas y etnias en un espacio que —se dice— pudo
haberse extendido desde la provincia de Aimaraes
— departamento de Apurimac— por el sur, hasta el
lago Choclococha en el noroeste, de modo que habría
incluido la cuenca del río Pampas en Ayacucho con
prolongaciones hasta el valle de Chincha; aunque
hay otros autores que lo dilatan por el norte hasta
el área Huanca —sur del departamento de Junín—,
con el agregado de que se confederó con una etnia
imaginariamente llamada Pocra. Sin embargo, nada de
esto ha sido dable demostrar con veracidad, incluso la
existencia de la «nación Pocra» es fruto de de la ilusión
del inca Garcilaso).
Cuando el pacificador don Pedro de La Gasca
estaba en Jauja aguardando a la gente de Lima, Trujillo
y Quito para marchar contra Gonzalo Pizarro, se
informó que 23 arcabuceros del rebelde, comandados
por Pedro de Bustinza habían arribado al pueblo y
tambo de Andahuaylas, en el que capturaron al curaca
Guasco, simpatizante de los realistas (Calvete 1567,
IV: 404). Sin embargo, al cruzar 15 arcabuceros leales
al rey capitaneados por Mercadillo y Lope Martín,
al encontrar preso al curaca de los chancas, lo hizo
soltar. Con todo, los ayllus chancas se encontraban
contrariados por los daños recibidos el día de la
batalla. Por ejemplo al llegar los españoles gonzalistas
sublevados a Guancaray, pueblo de la etnia Chanca,
habían rancheado e incendiado casas, pirguas de maíz
y otros bastimentos (El Palentino 1571, I: 219-220 /
II: 32).
163
investigaciones sociales 382017
WALDEMAR ESPINOZA SORIANO
164
Los españoles le llamaron Andahuaylas la Grande,
para diferenciarla de Andahuaylas la Pequeña, una
reducción al sur del Cusco, ahora denominado
Andahuailillas. Andahuaylas la Grande fue encomienda
de Diego Maldonado el Rico. Le sucedió su mujer doña
María Francisca de Guzman. En 1575 durante el virrey
Toledo ya la disfrutaba el encomendero don Jerónimo
de Figueroa. Fue empadronado por el visitador Juan
de Palomares, fundador de las reducciones chancas.
Se aclaró que por la «tasa vieja» rentaba 10.404 pesos
ensayados. Ahora el citado virrey le quitó la mitad, es
decir, 5.202 pesos. El mismo Toledo muy pronto puso
la etnia Chanca en la Corona Real el 6 de septiembre
de 1579 con los demás repartimientos de la misma
provincia, con lo que el antiguo curaca principal
recobró su prestigio, aunque supeditado al corregidor
y al doctrinero. Los tributos los recaudaba la Caja
Real Cusco, para enviarlos a Lima, y de aquí a España
(Toledo 1575; 78 / Miranda 1583b: 115 / La Carrera
1610: 122r).r
Los chancas fueron empadronados o visitados en
1573, año en que fueron planificadas sus reducciones
o pueblos. Los censadores encontraron 5.330
tributarios. Los 3.201 de la parcialidad de Ananchanca
y los 2.109 de Lurinchanca. Más 2.428 viejos; 661
muchachos de 17 años abajo; 14.811 mujeres de toda
edad. Total: 28.848 personas: 17.088 ananchancas
y 11.752 lurinchancas. Cada saya o mitad tenía 10
curacas, mejor dicho, 20 señores (Miranda 1583b:
115). Como se advierte, todavía sumaban miles de
habitantes.
En cuanto a Cayara mismo, el tercer repartimiento,
quedan algunos datos más. Tenía 3,203 individuos,
de los cuales 303 eran tributarios, reducidos en
cuatro pueblos: San Pedro de Cayara, Santiago de
Mollebamba, San Marcos de Uchubamba y San Juan
de Recche. 2º Uripa con 1.961 habitantes, de los
cuales 315 con la categoría de tributarios reducidos en
el pueblo de Villa de San Pedro de Toro. 3º Ongoy, con
1922 pobladores, 326 de ellos tributarios reducidos en
dos pueblos: Nuestra Señora de Ongoy y Santiago de
Visibamba. Y 4° Ocobamba, con 1.721 habitantes,
285 de ellos tributarios reducidos en el pueblo de igual
nombre (Miranda 1582a: 169). Total de personas:
8.807 habitantes. Sumados a los anteriores ascendían
a 42.077 pobladores repartidos en 10 ayllus y dos
sayas. Hay que considerar que tales cifran aparecen en
1583, lo que anuncia que en la era del Tahuantinsuyo
fácilmente sumarían 150.000 personas, que moraban
en una extensión de 7.419 kilómetros cuadrados
aproximadamente.
La tasa señalada fue: 1) 5.310 pesos de oro
quintado y marcado de 22 quilates y medio cada uno;
en plata ensayada y marcada equivalía a 6.637 pesos y
medio. 2) 1.325 piezas de ropa de awasca, por mitades
de varón y mujer, valuada cada pieza en dos pesos
de plata ensayada y marada: montan 5.650 pesos. 3)
300 llamas o «carneros de la tierra» de año y medio
para arriba, a 2 pesos y medio de plata ensayada cada
uno, totalizaba 750 pesos. 4) 100 pacos de dos años y
medio para arriba, a peso y dos tomines de plata cada
uno; rentaban 125 pesos. 5) 1.185 fanegas de maíz
a un peso de plata la hanega; rendía 1.185 pesos. 6)
120 fanegas de trigo a un peso y dos tomines de plata
la fanega, montan 400 pesos de dicha plata. 7) 400
fanegas de papas a cuatro tomines plata cada hanega,
redituaba 200 pesos. En suma, toda la tasa anualmente
se elevaba a 21.240 pesos de plata ensayada y marcada.
La división matemática muestra que cada chanca
tributario entregaba, en promedio, 4 pesos de plata
ensayada y marcada (Miranda 1583b: 115).
Los egresos ascendían: 1) 4.400 pesos de palta
ensayada y marcada: 4.000 en plata y 460 fanegas de
maíz, 160 de trigo y 80 de papas para el salario de
ocho clérigos doctrineros, a razón de 550 pesos cada
uno. 2) 260 pesos de plata ensayada y marcada para
la fabricación de la iglesia de la cabecera. 3) 500 pesos
de plata para el hospital provincial. 4) 200 pesos de
plata para la fábrica de las otras iglesias de la provincia.
5) 1.000 pesos de plata para el salario del justicia y
defensores de naturales. 6) 1.052 para salario de los
curacas. Suma total: 7.212 pesos de plata ensayada y
marcada. Sobraban 9.292 pesos y 4 tomines que los
chancas pagaban en plata, 2.480 pesos y 4 tomines.
Restaban 6.636 y 4 tomines ensayados que valían los
5.310 pesos de oro fino que entregaban los chancas,
convertidos a plata ensayada a 25% de interés. De
los 5.310 pesos que montaba la ropa, ganado y
demás cosas pagados en especies, figuraban los 4.910
pesos. Lo sobrante en oro, plata y especies sumaba,
reducido a plata ensayada, 14.028 pesos ensayados y
marcados enviados a la Corona Real (Ibid: 115-116).
Proseguían disfrutando de su enclave de coca en la
Montaña.
En la visita toledana no le dieron el nombre
de Chanca, sino el de «corregimiento y provincia de
Andahuaylas», en el compendio del padrón no los
registraron censados por sayas o mitades, sino en
EL REINO CHANCA
8° Guancaroma y su anexo Cotarma en un espacio de
cinco leguas. 9° Oncoy con sus anexos Piscobamba,
Omaca y Ocobamba, en una distancia de cinco leguas.
10° Oripa y sus anexos Cayara, Cocharca, Lollepampa
y Uchupampa en distancia de seis leguas. 11° A lo
que hay que agregar su enclave de Mayocmarca, valle
de cocales, ubicado al este del señorío de Quinua o
Guamanga. Por entonces las doctrinas de Oncoy y
Oripa estaban cargadas y obligadas a pagar a varios
vecinos de San Juan de la Frontera de Huamanga,
por lo que entraba a ellas el alcalde de la Hermandad
de esta ciudad; de ahí que el obispo de esta diócesis
opinó que lo anexaran a su jurisdicción (División del
obispado del Cuzco. 1614. AGI. E-C 503).
En la primera mitad del XVII se enumeran los
pueblos de Andahuaylas, San Jerónimo, Talavera
y Mayomarca; Guancarac y Tierpo (sic); Colay y
Chulicana; Guayana, Vilcay, Huanichacarampa,
Pampachiri, Omamarca y Pomacocha, Guancarama
y Cotarma; Oncoy, Piscobamba, Omaca, Yocobamba;
Oripa, Cayara, Cocharca, Mollepampa, Yuchupampa
(División de los obispados 1616: 146. P 11). En las
fuentes hay carencia de homogeneidad en el listado
de los pueblos y doctrinas. Puede ser el resultado de
reacomodos y reformas permanentes, a solicitud de
los propios interesados campesinos, o quién sabe por
conveniencia de los obispados y vicarías.
Otra fuente señala los seis repartimientos de
Guancarama, Andahuaylas, Cayara, Ongoy, Oripa y
Ocobamba (Vázquez de E. 1630: 654). Documentos
de 1628, 1720, 1820, 1826 y 1830 suministran los
siguientes valiosos informes para su ordenamiento
geográfico:
1° Repartimiento de Andahuaylas o repartimiento
de Chancas del Valle:
A) Pueblo de Andahuaylas, doctrina, elevada ya a la
categoría de villa. Sus ayllus: I° Yunga, con 37
tributarios originarios. II° Anansaya-Cuncataca,
con 58 tributarios. III° Huaraca, con 34. IV°
Yranec o Yañec, con 37. V° Huachaca.
Pueblo de Quiñoaran: I° el Ayllu Quiñoaran,
con 20 tributarios originarios. II° La hacienda
Capacalla con 6 tributarios.
B) La Asunción de Talavera: I° «en la una banda del
pueblo» los ayllus Anansaya con 49 tributarios; y
II° en la otra el ayllu Lurinsaya con 13 tributarios.
III° «En la otra banda del pueblo, el ayllu Aranjuez
con 89 tributarios. IV° El ayllu Cacacha con 69
tributarios. V° Haciendas: Tarabamba, anexo de
investigaciones sociales 382017
conjunto, arrojando la suma de 5.330 tributarios
y 28.840 exonerados. Total 34.170 habitantes,
concentrados en 13 pueblos: San Pedro de Andahuaylas
la Grande, San Jerónimo de Casana, Nuestra Señora
de Talavera de la Reina, San Juan Evangelista de
Guancaray, Santiago de Guancaray, San Juan Bautista
de Turpo, San Francisco de Chillana, San Sebastián
de Cota, Santo Domingo de Ulcay, San Miguel de
Charamba, Santiago de Guayana, Nuestra Señora de
las Nieves de Onamarca y San Cristóbal de Pampachiri
(Miranda 1582a: 168-169). Ulteriormente se formaron
San Francisco de Churisana, Santiago de Ulcayba y San
Miguel de Chacaracha, ubicados en torno de cuatro
leguas desde el núcleo de su reducción. También San
Felipe y Santiago de Pomacocha, estos dos en distancia
de dos leguas (Arce de Quiroz: 1604: 42r – 42v, 48r.
A,H. Cusco. Sección Andahuaylas).
En 1603 los pueblos de la provincia de Andahuaylas
fueron numerados así: San Pedro de Andahuaylas,
San Jerónimo, Nuestra Señora de Talavera, San Juan
de Turpo, San Cristóbal de Pampachiri -»que es en
la puna»-. Humamarca, Guayana, Vecaybacuy, Cola,
Churicana y Cache (Arce de Quiroz 1603: 161r
– 107r).
En 1604 Andahuaylas seguía con su estatus de
«pueblo Cabecera» de «toda» esa provincia, o sea, que
dicha categoría no la perdió en el curso del virreinato
(Ibid: 40r).
No obstante que los españoles prefirieron,
desde un comienzo, llamarle oficialmente provincia
de Andahuaylas, lo cierto es que en la onomástica
campesina prevaleció el gentilicio «Chancas de
Andahuaylas». Esto ya es percibido desde tiempos
antiguos, por ejemplo en la retasa del 17 de mayo de
1618, en que contaron 3.130 tributarios, de los cuales
sacaban para la mita de Huancavelica 250 mitayos,
aunque en dicho año fueron rebajados a 200 (AGI.
L-39).
Un expediente de 1614 adjudica al corregimiento
o provincia de Andahuaylas los siguientes pueblos,
ya con la categoría de cabezas de doctrina: 1° San
Pedro de Andahuaylas la Grande. 2° San Jerónimo.
3° Talavera. 4° Huancaray y sus anexos Turpo y
Huancaray el Chico, separado éste último por el río
mayor en distancia de dos leguas. 5° Colay y su anexo
Chulicana en un ámbito de dos leguas. 6° Guayana o
Huayana y sus anexos Ulcay, Guanacha y Curampa en
un espacio de tres leguas. 7° Pampachiri y sus anexos
Omamarca y Pomacocha en un ámbito de tres leguas.
165
WALDEMAR ESPINOZA SORIANO
C)
2°
3º
investigaciones sociales 382017
4°
166
Talavera, con 15 tributarios; hacienda Pichapuquio
con 12 tributaros; pueblo de Cascababa, anexo de
Talavera, con 106 tributarios.
Pueblo y doctrina de San Jerónimo de Casana
o Casania. Sus ayllus: I° Anansaya con 49
tributarios. II° Ayllu Lurinsaya con 69. III° Puna
de Chuquicancha, con 2. IV° Estancia de Argama
con 2. Y hacienda La Laguna.
Pueblo de Pucucha, anexo de San Jerónimo.
Sus haciendas: Cocharacau con 15 tributarios,
Toczama con 13, Chuspibamba con 4, Antacachi
y Bellavista con 8.
Pueblo de Andarapa, anexo de San Jerónimo: Sus
ayllus: I° Anansaya y II° Lurinsaya. III° Estancia
de Caycabamba. IV° Haciendas de Huanqui,
Chontaca, Cotahuacho, Humaca y Pacalla.
Reparimiento de Cayara
Pueblo de Nuestra Señora de Cocharcas, cabecera
de doctrina, con 14 tributarios originarios.
Pueblo de Cayara, anexo, con 12 tributarios
originarios.
Pueblo de Casabamba, con 4 tributarios originarios.
Pueblo de Uranmarca, con 12 tributarios
originaros.
Hacienda de Huancahuacho.
Pueblo de San José de Maranmoc, con 12
tributarios originarios.
Hacienda de Pariabamba, con 5 tributarios.
Repartimiento de Chincheros y Oripa, cabeza de
doctrina:
Pueblo de San Juan de Chincheros, con 16
tributarios. La hacienda de Tayahuasi con 5
tributarios.
Pueblo de San Pedro de Uripa, anexo, con 196
originarios.
Repartimiento de Santiago de Ocobamba, cabeza
de doctrina:
Pueblo de Ocobamba. Sus ayllus: Anansaya y
Lurinsaya, los dos con 82 tributarios
Pueblo de Piscobamba, anexo, con 37 tributarios
originarios. Sus haciendas: Socos con 10
tributarios, Ranracancha con 4, Carguayaco con
23, Sarahuarcay con 25, Condormarca con 2,
Posocoy con 1, Sachapuna con 3, Casacancha con
3 y Picus con 13 (Barrionuevo – Piérola 1836:
137r – 161v).
Andahuaylas distaba de Chincheros 10 leguas,
vencidas en un día de caminata (50 kilómetros /
Fry 1889: 86).
5° Repartimiento de Ongoy:
Pueblo de Ongoy, cabeza de doctrina. Sus
haciendas: Chacabamba con 32 tributarios
originarios, Mozobamba con 23, Toruro con 2 y
Pomachuco con 2 (Barrionuevo – Piérola 1836:
162r-179r).
6° Repartimiento de Chancas de las Punas:
A) Pueblo de La Concepción de Cachi, cabeza de
doctrina, con 53 tributarios originarios.
Pueblo de Chullisana, anexo, con 25 tributarios
originarios. Le pertenecía la
Hacienda de Tanquigua, con 48 habitantes (AGN.
Contaduría 41: 178r).
Estancia de Yaurec con 8. Hacienda de
Cascabambilla con 2.
Pueblo de Capca, anexo, con 47 tributarios
originarios.
Sus haciendas: Cola con 8 originarios y Tanquigua
con 4 forasteros.
B) Pueblo de Santiago de Huancaray, cabeza de
doctrina, con 70 originarios..
Sus haciendas: Yuncaybamba, con 6 originarios;
Mollepata con 1,
Pueblo de San Juan Evangelista, anexo Huáncaray,
con 58 originarios.
Su hacienda de Cancayllo con 2 originarios.
Pueblo de San Juan Bautista de Turpo, anexo de
Huancaray, con 21 originarios.
C) Pueblo de Guayana, cabeza de doctrina, con 10
originarios.
Pueblo de San Francisco de Chacrapampa, anexo,
con 18 originarios.
Pueblo de San Francisco de Chiara, con 67
originarios.
D) Pueblo de San Cristóbal de Pampachiri, cabeza de
doctrina.
Ayllu Mayo Anansaya con 70; ayllo Anta con 29.
Las estancias: Llatopampa con 7; Escahuaca con 1;
Huancacocha con 3.
Condorilla con 3; Concoma con 9.
Pueblo de Pomacocha, anexo, con 42 originarios.
Estancia de Huacollani, con 3.
Pueblo de Humamarca con 32 originarios.
Sus estancias: Puculluga con 1, y Huayllapucro con
1 (ibid: 179v – 256rr).
7° Repartimiento de Huancarama:
Pueblo de Huancarama, cabeza de doctrina.
EL REINO CHANCA
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Sus ayllus: Sancosirca con 24 originarios; ayllu
Quinua Guasaura con 13;
Ayllu Anco Curamba con 49; Ayllu Chachapoya
con 22, y ayllu Paucar con 2.
Estancia de Matapuquio, con 19 originarios.
Haciendas Colpa con 32: Yaramay con 8; Santiago
con 10; Pati con 3;
Pomachaca con 8; Carguacagua y Aguayuque con 1.
Hacienda de Pincos y estancia de Caviro, las dos
juntas con 3 originarios
Pueblo de Quishuara, anexo de Huancarama, con
27 originarios (Ibid: 256v – 290r. / Castro 1628 /
Arce de Quiroz 1604: 40r, 42r, 42v, 48r / Rivero
y Linaje 1714: 32r-35v. / Anónimo 1720-1739:
65 / Corregidores del Cusco 1732-1733: 249-
250, 255r-266r / AGN Contaduría Leg 41.- 1826:
148r, 157r, 148r–157r, 178r / BNL B14 .
En una aldea llamada Curamba, próxima a
Zurite, provincia de Anta, donde se levanta un
monumento antiguo (Stiglish 1922: 324), estaba
el «repartimiento de Curamba», que por otro
nombre le llamaban Cataguacho. La visita general
arrojó 506 tributarios, 165 viejos, 720 muchachos
y 1.753 mujeres. Total: 3.044 habitantes con
seis curacas. Producían maíz, elaboraban ropa de
awasca de hombre y mujer. Su tasa sumaba 2.500
pesos de plata al año (Miranda 1583b: 207).
Para completar este apartado, vamos a citar algunas
referencias documentales concernientes a esta
demarcación. En 1714 la provincia de Andahuaylas
la Grande figura con 7 asentamientos poblados:
l cinco pueblos: San Pedro de Andahuaylas,
Ocobamba, Ongoy, Guancarama y Chinchero,
más los dos asientos de San Jacinto de Chacabamba
y pago de San Lorenzo de Moyobamba (Rivero y
Linaje 1714: 32r-35v, 46r, 172r).
En 1732-1733 se apuntó que Andahuaylas la
Grande tenía cinco repartimientos: «Partido del
Valle», Ongoy, Juancarrama, Cayara y Paruro (sic).
(Corregidores de los términos del Cuscco: 17321733: 249v-2504; 285r.266r).
Finalmente, en el censo de 1830 todavía se constata
la vigencia del sistema de repartimientos. Respecto
a la provincia de Andahuaylas, el empadronador
oficial dejó un libro voluminoso, en cuyas páginas
figuran:
1° Repartimiento de Andahuaylas, distante de
Ayacucho 36 leguas. Sus ayllus: Yunga, Anansaya,
Cuncataca, Guaraca, Cianeca y Huachaca. Pueblo
de Quiñoaran. Hacienda Capaccalla.
2° Ayllu Anansaya de esta banda del pueblo de Talavera,
distrito perteneciente al primer repartimiento.
Ayllu Lurinsaya de esta banda. Ayllu Aranjuez de
la otra banda del mismo pueblo de Talavera. Ayllu
Ccacacha de la otra banda del mismo pueblo.
Haciendas de Tarababa y Moyabamba. Pueblo de
Cascabamba, anexo de Talavera.
3° Ayllu Anansaya del pueblo de San Jerónimo,
doctrina de este nombre. Ayllus Anansaya y
Lurinsaya. Pueblo de Pucucha. Haciendas de
Argama, La Laguna, Cocharacan, Toczama,
Chuspibamba. Y Chitacachi o Bellavista.
Pueblo de Andarapa, anexo de San Jerónimo.
Ayllu Anansaya del pueblo anterior. Asiento de
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Cayabamba. Haciendas de Huanqui, Cotahuacho,
Umaca y Pacalla.
4° Repartimiento de Cayara. Pueblo y doctrina de
Nuestra Señora de Cocharcas. Pueblos de San
Pedro de Cayara, Casabamba, Uchubamba,
Yllanmarca y San Juan de Maraimoc, Haciendas
de Huamanhuacho, Pariabamba y Tajahuari.
Pueblo de San Pedro de Uripa, anexo de
Chincheros. Sus cuatro ayllus: Collana, Caihua,
Chinchaysuyo y Mascca. Por ser pocos estaban ya
unificados, no separados.
5° Repartimiento. Pueblo y doctrina de Santiago de
Ocobamba. Ayllus Anansaya y Lurinsaya, ya unidos
por ser de escasa gente. Pueblo de Piscobamba.
Haciendas de Socos, Ranracancha, Carhuayaco y
Sarahuacoy, Huayobamba, Cóndormarca, Posocoy,
Sachapna, Caracancha y Picus.
5° Repartimiento, pueblo y doctrina de Ongoy.
Haciendas Chacababa, Mozobamba, Pomachuco.
Hato de Tururo.
6° Repartimiento. Pueblo y doctrina de Cachi. Pueblo
de Chullisana. Estancia de Yauric. Haciendas de
Cascabambilla.
Pueblo de Capaca, anexo de Cachi. Haciendas
Cota y Tanquigua.
7° Repartimiento y doctrina de Santiago de
Huancaray. Haciendas de Yuncaybamba y
Mollepata. Pueblo de San Juan evagelista, anexo.
Hacienda de Huancayllo. Pueblo de San Juan
Bautista de Turpo.
8º Repartimiento de los Chancas de las Punas. Pueblo
y doctrina de Guayana. Pueblo de San Miguel de
Chocrampa, pueblo de San Francisco de Chiara.
9° Repartimiento de Chancas de las Punas. Pueblo y
doctrina de San Cristóbal de Pampachiri. Sus ayllus:
Amancaya, Anta del mismo pueblo. Estancias
de LLatepampa, Escahuaca, Huancacocha,
Condorillo y Conconia.
Pueblo de Pomacocha. Estancia de Huamallani.
Pueblo de Humamarca, anexo de Pampachiri.
Estancia de Pacollunga.
10° Repartimiento del pueblo y doctrina de Huancarama.
Ayllu Sancoserca, Quichua-Huasaura del indicado
pueblo. Ayllu Anco-Curamba. Ayllu Chachapoya.
Ayllu Páucar del pueblo de Huancarama. Estancias
de Matapuquio, Colpa, Yamachay, Páucar y su
estancia de Cabira, Santiago, Pati, Pacchani,
Pomachaca Carhuacachua y Aguanerque.
Pueblo de Quishuara, anexo del repartimiento de
Huancarama (AGN. Lima. H4-1737).
EL DOCUMENTO
Cédula del marqués concediendo en depósito a
Diego Maldonado la encomienda de Ananchanca y
Urinchanca y otros pueblos más en las provincias de
Chinchaysuyo, Collasuyo y Andesuyo
(Cuzco, 15 de abril de 1539)
El marqués don Francisco Pizarro, adelantado e
capitán general e gouernador por Su Majestad en
estos reinos de La Nueua Castilla llamada Pirú. &.
Hauiendo respecto que vos Diego Maldonado, vecino
de la cibdad del Cuzco, sois uno de los primeros
conquistadores destos reinos e que conmigo pasaron
a la conquista e población dellos e que bien haueis
servido a Su Majestad en la pacificación e conquista de
los indios con vuestras armas y caballos a vuestra costa,
padeciendo muchos trabajos e peligros. Y asimismo,
siendo alcalde en esta dicha cibdad, servistes como
persona celosa del seruicio de Su Majestad. E después
os hallastes en el cerco desta cibdad y levantamiento
que los indios hicieron. Y sservistes en todo, hasta
tanto que la tierra se tornó a reducir al seruicio de Su
Majestad, haciéndolo tan bien como todo hijodalgo lo
debe hacer.
E porque es bien que seais por vuestros servicios
ratificado, en nombre de Su Majestad vos deposito,
según que agora lo habeis tenido e poseído, y hasta
tanto que se hace el repartimiento general, el cacique
prencipal de Andaguaylas con todos sus caciques e
prencipales que son en Hananchangais y Orinchanga,
con los quichuas de Cilcapoco, que son los siguientes:
– Chuquicondor Lapa, señor del pueblo de
Sayoguacho.
– Y otro que se dice Lombo, señor del pueblo de
Pomiguancho.
– Y otro que se dice Condor Suca, señor del pueblo
Guamamylla.
– Y otro que se llama Asto, señor del pueblo
Capacalla.
– Y otro que se dice Llacta Conas, señor del pueblo
Oncoro.
– Y otro que se dice Guasco, señor del pueblo de
Bambamalca.
– Y otro que se dice Guncho, señor del pueblo
Guevilla
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Y tro que se dice Queque Hasto, señor del pueblo
de Laracalla.
Y otro que se dice Llacaguavis, señor del pueblo de
Opibacho.
Y otro que se dice Guasco Pachua, señor del pueblo
de Tulpo.
Y otro que se dice Chuquillapar, señor del pueblo
Midaquecua.
Y otro que se dice Ala, señor del pueblo Ococho.
Y otro que se dice Quiquimalca, señor del pueblo
Tiquillo.
Y otro que se dice Maqui, señor del pueblo Magua
y Camalla.
Y otro que se dice Quiqui, señor del pueblo de
Caci.
Y otro que se dice Viscasasa, señor del pueblo de
Chilicani.
Y otro que se dice Sulla señor del pueblo de
Capicalli.
Y otro que se dice Chocollo, señor del pueblo
Gola.
Y otro que se dice Lapacho, señor del pueblo
Chuquillanca
Y otro que se dice Qullucha, señor del pueblo de
Aychica.
Y otro que se dice Suca, señor del pueblo Chiara.
Y otro que se dice Guacho, señor del pueblo de
Paravaya.
Y otro que se dice Guasco, señor del pueblo de
Paracaya.
Y otro que se dice Chuaco, señor del pueblo de
Chacana.
Y otro que se dice Hasto y otro Lapa, señores del
pueblo Coroya.
Y otro Changa Guasca, señor del pueblo Suya.
Y otro que se dice Curosica, señor del pueblo
Yanapiaco.
Y otro que se dice Guacharondo y Magula, señores
del pueblo Chunllanga.
Y otro que se dice Chuquicamaoa, señor del pueblo
de Guayana.
Y otro que se dice Sibo Páucar, señor del pueblo
Omamarca. Son orejones.
Y otro que se dice Calvacuri y otro que se dice
Sevum, señores del pueblo Vilcabamba.
Y otro que se dice Moygua, señor del pueblo
Alcaraycay. Es orejón.
Y otro que se dice Toca, señor del pueblo Patubi.
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Y otro que se dice Dulcaguaman, señor del pueblo
Ercacha.
Y otro que se dice Tomay y Nanpa, señor del
pueblo Guayapo.
Y otro que se dice Maras Guama, señor del pueblo
Eaque e Amares. Es Inga.
Y otro que se dice Orozo, señor de Guayaonillo.
(Es) Chachapoya.
Y otro que se dice Pocovillca, señor de Pacocha.
Y otro que se dice Yanas, señor del pueblo Guatara.
E otro que se dice Sutaya, señor del pueblo
Oramarca.
E otro que se dice Allauca, señor del pueblo Yslana.
Y otro que se dice Coyca, otro Mayma, señor del
pueblo Pocollo, son quichuas.
Y otro que se dice Guaman Vilca, señor del pueblo
Gualgayo.
Y otro que se dice Tubianaypa, señor del pueblo
Cochabamba.
Y otro que se dice Albruca, señor de pueblo
Chuquibamba.
Y otro que se dice Chochuma, señor del pueblo
Gurullana // Son quichuas.
Y otro que se dice Apaca, señor de pueblo de Cocas.
Son yungas.
Y otro que se dice Cancacha, señor de Sillueque.
Y otro que se dice Canas señor de Yanama.
Y otro que se dice Ynda, señor de Totora. Son
quichuas.
Y otro que se dice Navi Hasto, señor del pueblo de
Aymayba.
Y otro que se dice Suca, señor Chuchumb.
Y otro que se dice Guamamlapa, señor del pueblo
de Bambamalca.
Y otro que se dice Guaraca, señor del pueblo de
Chopalla.
Y oro que se dice Guasco, señor del pueblo de
Queca.
Y otro que se de Qullichanchas, señor del pueblo
de Llamay.
Y otro que se dice Ñaupa Condor. Señor del pueblo
de Chupuis Guacho.
Y otro que se dice Guachaca, señor del pueblo de
Pupuca.
Y otro que se dice Magula, señor de Pomachaca.
Y otro Curytomay, y otro que se dice Tomay
Condor, señores de Midapa.
Y otro que se dice Llangare, señor del pueblo de
Quenoavilla.
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Y otro que se dice Ahoca Sibi, señor del pueblo
Chuca. Es orejón.
Y otro que se dice Guachaca y su pueblo Aymaras,
que son mitimaes de los Aymaras, que se dice Soso.
E otro que se dice Chauca Quiyaruro y otro que
se dice Tucuyrico, que se llama Horcoguaranga,
es orejón, señores de pueblo de Mayamarca y
Canibamba.
Y ansimiesmo os deposito en la provincia de
Chinchaysuyo el cacique Cayo Yupanqu, señor del
pueblo Parco.
E otro prencipal del dicho pueblo de Parco, que se
dice Mazozo.
E otro que se dice Mayta Yupanqui y otro
Callacana, señores de pueblo Patete.
Y otro prencipal que se dice Chuquillanqui, que es
guanca, y otro que se llama Cubilica, que es yauyo,
señores del pueblo Guancabanba.
Y otro que se dice Guamancagua, señor del pueblo
Quebancha.
Y otro que se dice Guaraca, señor del pueblo
Yanaca, son chancas, con las mamaconas e indios
yungas de Sóndor, que son en Limatambo con
ciento cincuenta indios.
Y más los deposito en la prouincia de Collasuyo el
cacique Pariguana, señor del pueblo de Guaman.
Y otro principal que se dice Páucar, señor del
pueblo de Guáscarquiguar.
E otro que se llama Vichocamache, señor del
pueblo Picoy.
E otro que se dice Yana Yangue, señor del pueblo
Coras.
E otro prencipal que se dice Ococha, señor de
pueblo de Quiepe.
E otro que se llama Harosco, señor del pueblo de
Marpa.
E otro que se llama Paro, señor del pueblo Soyba.
Con doscientos y sesenta indios de los mitimaes
sus subjetos wue le hace comida doquier que estén.
Y asimiesmo seos deposita en la prouincia de
Andesuyo cuarenta indios en la mitad de los pueblos
de Omachondal, y el prencipal de Matoalpa.
Y otro que se dice Pomamalca.
Y otro prencipal que se dice Sulcanavi, señor del
pueblo Oyomayo, con los caciques que agora son o
de aquí adelante fueron, porque la otra mitad están
depositados en Pedro de los Ríos.
Todos los cuales dichos caciqes e pueblos e
prencipales que agora son o de aquí en adelamte fueren
subjetos al dicho Andaguaylas y a los otros demás
caiques contenidos en esta cédula, para que déllos os
sirváis conforme a los mandamientos reales, con tanto
que dejéis a los caciques sus mujeres e hijos e los otros
indios para su servicio como Su Majestad manda.
Fecha a quince días del mes de abril de mil e
quinientos e treinta e nueue años. El Marquez.
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