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ECONOMÍA Y FISCALISMO El negocio sedero toledano en la segunda mitad del siglo XVII (1650-1700) El negocio sedero toledano en la segunda mitad del siglo XVII (1650-1700) Hilario Rodríguez de Gracia Universidad de Castilla-La Mancha LOS SÍNTOMAS DE UNA CRISIS El tratadista Eugenio Larruga y Boneta diferenció varias etapas en el desarrollo de la industria sedera, apuntado que hasta 1600 los problemas estructurales no actuaron con gravedad en ese sector productivo. Por el contrario, representó una fase de prosperidad, aún soportando alguna contrariedad de tipo coyuntural. A pesar de la precariedad informativa que disponemos, Larruga alargó la duración del ciclo bonancible hasta 1663. Fundamentó su afirmación en que el número de telares en funcionamiento superaba los diez mil1, por lo cual debe considerarse como un input sobradamente dinámico. A finales de la década de los setenta se produjo un cambio de tendencia cuando el número de telares disminuyó hasta la cifra de 7.361 unidades2. La reducción 1 LARRUGA Y BONETA, Eugenio: Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fabricas y manufacturas de España. Madrid, 1790, t. VII, p. 207, afirmó que eran 9.561 los artificios en funcionamiento. Dos informaciones complementarias sobre telares contabiliza 285, en 1692, para tejer terciopelos, felpas, damascos, raso, sargas, gorgoranes, etc, mientras otra de año 1693 relacionaba 622 telares de rizo, fondo, terciopelo, felpas, rasos y mantos. En ninguna de ellas hay referencias sobre telares para listonería, los llamados de menor. 2 Las parroquias de mayor concentración de maestros sederos eran San Lorenzo, San Román, San Cipriano, Santiago del Arrabal y Santo Tomé, MARTÍN GAMERO, Antonio; Los cigarrales de Toledo. Toledo, 1857, p. 155. — 525 — HILARIO RODRÍGUEZ DE GRACIA continuó hasta al década de los ochenta, con un descenso del 25% con respecto a los telares que existían en la década precedente3. La caída en el número de telares incidió en las compras de seda que entraba en la ciudad. Así lo ratifica una información de tipo fiscal, la de los ingresos de la correduría municipal llamada el «pesillo de la seda», que gravaba la seda que llegó para ser tramada, al experimentar un descenso entre los años 1650 y 1680. En la primera de las fechas la subasta fue adjudicada en 2.138.260 mrs.; mientras que en 1670 valía 1.770.140 mrs. En 1679 estuvo en administración y se recaudaron 1.430.023 mrs; al año siguiente se obtuvieron 800.292 mrs. y en 1681 bajó hasta 333.829 mrs. No ascienden hasta 1683 a 701.420 mrs y volvió a caer a 640.867 mrs en 1686, para remontar por encima del millón en 16974. Un descenso similar experimentó la correduría de la seda de la tierra. Tanto es así que los ingresos de 1681 fueron inferiores en un sesenta por ciento con respecto a las cantidades recaudadas en 16795. La causa del colapso en la actividad sedera pudo determinarla la subida que sufrieron los precios al por mayor. No hay que olvidar, sin embargo, que la alteración del premio que se pagó por la conversión del vellón en oro y la plata y las medidas reales adoptadas entre 1680 y 1686 también tuvieron su importancia6. La compra de seda sin elaborar se valoraba y pagaba en plata. En la década de los ochenta, ante la contracción que experimenta la oferta de metal, el premio de la plata aumentó y obligó a muchos acreedores a optar por la única salida viable, que no es otra que la de retardar sus pagos para no incurrir en enormes pérdidas. 3 LARRUGA: Memorias políticas..., t. VII, pp. 210. Para CASEY, James: El reino de Valencia en el siglo XVII, Madrid, 1983, p. 92, las manufacturas sederas valencianas comenzaron a resurgir hacia 1670 y el volumen máximo de exportaciones de seda a Castilla se alcanzó en 1686, con un declive importante a partir de 1699. Sería adecuado en el futuro elaborar una estadística fiable sobre los derechos que percibió de la seda el ayuntamiento toledano. 4 ARCHIVO MUNICIPAL DE TOLEDO (AMT), Cuentas de Propios y Arbitrios, siglo XVII, caja 19. Y arbitrios, 1602-1675. El impuesto llamado seis al millar debía abonarse por la seda, torcida y sin torcer, hilada o en pelos, urdida, capillejos y teñidas, excepto la de moriscos y la seda de madeja. Archivo Secreto, cajón 6, leg. 1, doc. 20, Ejecutoria a favor de la ciudad de Toledo, tocante a la renta de seis al millar de la seda, año 1626. SANTOS VAQUERO, Ángel: «Memorial del mercader toledano Damián de Olivares, del 17 de febrero de 1626», Espacio, Tiempo y Forma, núm. 12, serie IV (1999), pp. 151-180. Apunta que en 1626 entraron en la ciudad 150.000 libras de seda, mientras que en 1651 se consumieron 104.375 libras. No dispongo de cifras totales, pero si cuento con algunas parciales. Entre marco de 1660 y febrero de 1661 se registran, en el derecho de seis al millar, un total de 62.259 libras de seda de Valencia y Murcia, más 2.130 libras de seda de la tierra. AMT. Cuentas de Propios, 1640-1659, caja 2132. 5 AMT. Corredurías, años 1679-1704. 6 SANTIAGO FERNÁNDEZ: Política monetaria..., pp. 241-8. Sobre la situación monetaria y política, véase SANZ AYÁN, Carmen: Los banqueros de Carlos II. Valladolid, 1989, pp. 278-283. — 526 — El negocio sedero toledano en la segunda mitad del siglo XVII (1650-1700) LOS MERCADERES DE SEDA EN BRUTO Los principales suministradores de la seda sin confeccionar eran los mercaderes de lonja. Su forma de actuar presentó una doble modalidad; unas veces procedían como almacenistas y en otras ocasiones adoptaron la postura de comisionistas. Cuando desarrollaban la primera vertiente traían la materia por su cuenta y riesgo desde Murcia7 y Valencia, comprándola en las localidades valencianas de Alcudia, Algemesí, Onteniente y Gandía8. El circuito de adquisiciones lo completaron con la seda criada en Talavera y Pastrana, la cual llegó en menor volumen, aunque era más basta9, y sobre todo provechosa para los mercaderes por el menor precio de coste y transporte. Incluso podía incorporarse, con habilidad, a la llamada seda de almendra, que era la de calidad superior, y pasaba inadvertida10. Valencia fue durante mucho tiempo la fuente de suministro más importante. Desde allí un mercader originario traía la seda, la distribuía entre los artesanos y, en el caso de no venderla, la dejaba en manos de un comisionista, que era un mercader solvente. Este la tomaba en deposito, efectuaba la venta al precio indicado por el propietario y se encargaba del posterior cobro, todo ello a cambio de un corretaje11. Si se producía una caída del precio, suspendía las transacciones para evitar una pérdida considerable al remitente. Juan García de García Alonso, al que consignó el valenciano Leonardo Pintor tres partidas de seda en septiembre de 1652, actuó de esa forma al bajar su precio. Pidió autorización al propietario de la mercancía, mediante un informe judicial, 7 PÉREZ PICAZO, M. Teresa y LEMEUNIER, Guy: «El caso murciano», España y Portugal en las rutas de la seda. Barcelona, 1996, pp. 101-119, describen las posibilidades que encerró la región murciana, al igual que ha hecho últimamente MIRALLES MARTÍNEZ, Pedro: Seda, trabajo y sociedad en la Murcia del siglo XVII. Murcia, 2000. La existencia de comisionistas de seda murciana queda documentada en la información que facilita Cristóbal Martín. AHPT. Protocolo 3480, fol. 1164, año 1652, Sebastián López. 8 HURTADO DE TOLEDO, Luis; «Memorial de algunas cosas notables que tiene la Imperial ciudad de Toledo», PAZ, Ramón y VIÑAS, Carmelo (transc): Relaciones históricos geográfico estadísticas de los pueblos de España. Madrid, 1963, t. III, p. 525 aporta referencias sobre la procedencia de la seda que entraba en la ciudad. MARTÍNEZ SANTOS, Vicente: Cara y cruz de la sedería valenciana, siglos XVIII-XIX. Valencia, 1991, p. 48, sitúa su origen en Valencia, Orihuela, Alcira, Carcagente, Algemesí, etc. 9 Algunos mazos llegaban de Cardiel, San Pablo, Cebolla, Nombela o Alcaudete. Esta seda pagó un impuesto llamado seda de forasteros y queda englobado en el peso del mercado. 10 LARRUGA: Memorias políticas..., t. VII, pp. 241. Los mercaderes pretendían que los fabricantes no comerciasen en seda en rama. Actuaban, dice, como regatones, porque la compraban en Toledo y la revendían a los fabricantes. Por una información de 1646, un tal Mateo López, en quien recayó el remate del pesillo de la seda, denunció que la seda en rama se dirigía a Sevilla y a Madrid. La situación, recomendaba, podía orientarse eliminando a los comisionarios. Esa petición se conserva impresa en AMT. Seda, legajo 1, impresos de 1616-1678. 11 En 1665 era Roque Portel comisionista de unos mercaderes de Játiva apellidados Masip, los cuales se instalaban posteriormente en Toledo. Utilizó la plata doble mejicana para ajustar las cuentas con sus proveedores. AHPT. Protocolo 272, fol. 501, año 1665, Martín de Villaseñor. — 527 — HILARIO RODRÍGUEZ DE GRACIA con el testimonio de varios testigos, que indicaban a Pintor el precio al que se estaba pagando12. Los principales comerciantes de seda establecidos en Toledo, a partir de 1650, fueron de procedencia valenciana: Francisco Alzamora, Martín Canut, Matías Fuster, los Masip, Pedro Dalmau, Roque Portel o Timoteo Ferrer, Marcos Pérez...13. Trabajaban siguiendo el siguiente modelo: compraban la materia en origen, la transportaron a Toledo, la vendían y asumían el riesgo del cobro14. Con harta asiduidad se constata que actuaban en calidad de comisionistas de un productor o de un lonjista residente en Valencia. Todos ellos, en paralelo, comerciaban con productos transformados que llevaban hasta Valencia. El mercader de lonja, al igual que el comisionista, fueron esenciales en el suministro de componentes al proceso de producción, ya que actuaban bajo un sistema monopolista, con escasas posibilidades de competencia por estas dos razones. Primero, los artesanos debían ser solventes para que un proveedor les concediesen un crédito sobre la mercancía transferida. Segundo, las compras de la materia debían pagarse en plata, lo cual dificultaba el acceso a los maestros tejedores y a los mercaderes de pequeña entidad. Ellos cobraban sus ventas en vellón y la operación de conversión llevaba el coste implícito del premio. LOS MERCADERES FABRICANTES En una proporción considerable, la seda que llegó a la ciudad venía lista para entregarla a los fabricantes, mercaderes y artesanos. Es casi seguro que la seda mediterránea que llegó a Toledo vino en fardos, tramada e hilada, preparada para ser utilizada, aunque parte de ella llegó en capullos ya hervidos, ya que conservaba mejor la sericina15. Una vez preparada la materia para ser tejida, los mercaderes solían venderla a quienes hacían el urdido, aunque es más frecuente hacerlo a otros mercaderes, que la cedían para la confección de una obra en concreto. Los maestros del arte independientes, cuando estuvo elaborada la tela, pudieron optar por venderla a un comprador sin someterse al arbitrio de un mercader. Esa operación presentaba dificultades para muchos tejedores que no tuvieron la suficiente capacidad económica para financiar las elevadas cifras del capítulo deudas pendientes de cobro. Estos, al necesitar de rapidez 12 AHPT. Protocolo 144, fol. 152, año 1650, Eugenio de Valladolid. 13 Juan de Segovia Urquizu y Jaime de Mora hicieron de intermediarios AHPT. Protocolo 3454, fol. 373, año 1652, Pedro de Ugalde. 14 FRANCH BENAVENT, Ricardo: «La atracción de los mercados andaluz y colonial sobre el comercio valenciano dieciochesco», La burguesía de negocios en la Andalucía de la Ilustración. Cádiz, 1991, t. I, pp. 71-83, muestra como existía corresponsales que tenían productos facturados por los comerciantes valencianos, pp. 76-7. 15 AHPT. Protocolo 502, fol. 97, año 1681, escribano Juan Jiménez Hocos. — 528 — El negocio sedero toledano en la segunda mitad del siglo XVII (1650-1700) en los pagos, debían ponerse al servicio de aquellos que poseían mayor solvencia, de los cuales recibieron, además, un telar para realizar el urdido. El acuerdo pudo quedar recogido en una obligación, pero eran frecuentes los tratos verbales. Una de las parte entregaba a la otra la materia prima sin urdir y una cantidad en dinero a cuenta del salario, con el compromiso de recoger la pieza una vez confeccionada16. Durante gran parte de la segunda mitad del XVII, los llamados mercaderes de escritorio —los que dan a labrar los tejidos en función de lo que venden— cedían la materia en bruto a talleres establecidos fuera de la ciudad. Allí fueron elaboradas las piezas, homologando algunas con las ordenanzas de la ciudad sobre las características de las urdimbres17. Las operaciones de hilar, tejer y devanar la seda las realizaron las industrias domésticas, ya que los mercaderes quisieron obtener mayores beneficios reduciendo los costes de fabricación18. El precio del factor trabajo fue más flexible en los núcleos rurales gracias al enorme potencial de mano de obra disponible, en especial mujeres, que gozaban de gran habilidad al efectuar el hilado e incluso el tramado. La tipología laboral es designada «verlagssytem» o «putting-out system»19. Un buen número de maestros tejedores consideró más ventajosa la vinculación con un comerciante que operar de forma independiente. Las razones de no actuar por su cuenta son complejas, aunque priman las económicas. El comerciante, o la compañía mercantil, asumieron el coste de la materia prima —comprada en plata— y el de los flujos de cobro. Esos dos elementos eran onerosos, pero lo es más el último, ante lo infrecuente que era cobrar una deuda al vencimiento acordado20. Cuando se estableció un intercambio comercial reiterado y basado en la confianza, era corriente aplazar los pagos a tres, seis o doce meses, y aún más tiempo, con los consiguientes problemas 16 Hubo fabricantes que no fueron mercaderes, sino que desearon diversificar riesgos combinando otras actividades, como apunta CASADO ALONSO, Hilario: señores, mercaderes y campesinos. La comarca de Burgos a fines de la Edad Media. Valladolid, 1987, pp. 502-6. BERNAL, Antonio, COLLANTES DE TERÁN, Antonio y GARCÍA BAQUERO, Antonio: «Sevilla. De los gremios a la industrialización», Estudios de Historia Social, 5-6 (1978), pp. 7-307, muestran características como la falta de capital, atomismo del oficio, etc. La escasez de capitales fijos también será una característica que observa GARCÍA SANZ, Ángel: «Mercaderes hacedores de paños en Segovia en la época de Carlos V: organización del proceso productivo y estructura del capital industrial», Hacienda Pública española, 108-109 (1987), pp. 65-79. 17 AHPT. Protocolo 3897, fol. 963, año 1699, Juan Jiménez Hocos. Informe aportado por Juan Becerril y Cía, al solicitar una certificación sobre la calidad de unas telas compradas en Sevilla, para que llevasen el sello de autenticidad. 18 El sistema de trabajo a domicilio de los tejedores en ARANDA PÉREZ, Francisco José: «Mercaderes de Toledo en el Seiscientos, Bases económicas y «status» sociopolítico», Investigaciones Históricas 12 (1992), pp. 90-3 y MONTEMAYOR, Tolède..., pp. 229-231. 19 GONZÁLEZ ENCISO, Agustín: «La industria dispersa lanera en Castilla en el siglo XVIII», Cuadernos de Investigación Histórica, 1 (1978), pp. 269-289. 20 Sobre los pagos a corto y largo plazo, véase PRIOTTI, Jean-Phlippe: Los Echávarri: Mercaderes bilbaínos del Siglo de oro. Ascenso social y económico de una familia. Bilbao, 1996, pp. 81-82. — 529 — HILARIO RODRÍGUEZ DE GRACIA para el acreedor21. Otro de los problemas estuvo originado por la imposibilidad de los maestros para efectuar inversiones en activos, bien fuesen fijos, instrumentos fabriles, o circulantes. Un grupo de tejedores consideró más útil adoptar tal dependencia como forma de eludir las pérdidas por morosidad, las designadas ditas —efectos que se señalan para pagar lo que se debe— de dudoso cobro, cuyas anotaciones en los balances, junto con los efectos corrientes, representan una cifra voluminosa22. En el arquetipo de producción propuesto tuvieron mucha importancia los costes directos, tanto es así que cuando el valor de la materia experimentó una oscilación alcista enseguida repercutía en una disminución de los beneficios, ante la imposibilidad de incrementar el precio de venta en la misma proporción. Por eso, las variaciones eran más perjudiciales para los maestros que fabricaban y vendían directamente, porque con la disminución de la oferta, originada en muchas ocasiones por las malas comunicaciones o por los temporales, aumentaba la distribución clandestina de materia prima. La elevación del precio reducía las posibilidades de compra de los artesanos que no disponen de dinero en efectivo23. Por otro lado, el aumento de precio y la exigencia de pagos sin moratoria son dos inconvenientes insoslayables para un buen número de tejedores, cuyo malestar queda reflejado en quejas y peticiones remitidas al Consejo de Castilla pidiendo que haya un control riguroso para evitar las operaciones de venta encubiertas que se hacen extramuros de la ciudad24. A los mercaderes que asumían todos los costes de producción se les llamó fabricantes. Era un distintivo para diferenciar a los que sólo intercambian artículos y no intervenían en el proceso de transformación25. 21 Francisco Gómez Izquierdo ajustó cuentas con un fabricante de sombreros de Segovia, en 1681, y resultó deberle 3.000 rls, que se comprometió a pagar en noviembre de 1687, seis años después de establecida la obligación. AHPT. Protocolo 3743, fol. 93, año 1681, Diego Sánchez Tamayo. 22 Que existió una alta la morosidad se comprueba por los registros que efectúan los factores. Numerosos mercaderes actúan con precaución a la hora de conceder un crédito, aun siendo el impago castigado con severidad, porque no resultar fácil recuperar una deuda fallida. RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, Ricardo: Mercaderes castellanos del Siglo de Oro. Valladolid, 1995, pp. 187-190. 23 La presencia de revendedores en la comercialización de la seda provocaría el aumento del precio, a decir de FRANCH BENAVENT, Ricardo: «El abastecimiento de materias primas en la industria textil española del siglo XVIII», en Industria y época Moderna, Madrid, 2000, pp. 63-93. 24 AHPT. Protocolo 3643, fol. 1026, año 1676, Martín de Villaseñor. 25 Se trata de un comercio al por mayor, cuyo dueño, ni expide ni pesa ni mide géneros en un mostrador; se consideraba un hombre de negocios. Operó a través de una especie de almacén de distribución al por mayor. A la hora de pretender una familiatura del Santo Oficio se tuvieron muy en cuenta esos condicionantes. CERRILLO CRUZ, Gonzalo: Los familiares de la Inquisición española. Valladolid, 2000, p. 102. — 530 — El negocio sedero toledano en la segunda mitad del siglo XVII (1650-1700) LAS ASOCIACIONES COMERCIALES Las sociedades colectivas de tipo familiar y las conyugales abundaron en el mundo comercial toledano desde el Medievo. Las primeras aparecieron debido a la adhesión de varios familiares, uno de los cuales hizo de gestor. Cada socio aportaba un capital variable y percibía una parte proporcional de las ganancias obtenidas. Las compañías de tipo conyugal resultaban más exclusivas. Estuvieron formadas por el marido y la mujer. Si fallecía el marido los derechos se transmitían a los hijos y no era extraño que el mayor se hiciera cargo de la gestión26. En otras ocasiones la participación en una sociedad se hacía bajo la modalidad de préstamo o depósito, con interés convenido. Aquella otras asociaciones fundadas sobre participaciones alícuotas de capital no suelen aparecen reflejadas en los protocolos27. Estas formas de inversión fueron más abundantes en momentos de fluctuaciones inflacionarias que en periodo de calma; de ahí que en la segunda mitad del siglo XVII hubiese avances y retrocesos continuos con fundaciones y cese de compañías. Quienes dispusieron de capital optaban por especular en actividades polivalentes a través de una compañía comercial. Colocaban parte del patrimonio en el negocio y detraían, de forma periódica, una parte del capital o de las ganancias para poder vivir. El número de asociaciones documentadas hasta ahora supera las 250, parcialmente registradas CUADRO I COMPAÑÍAS SEDERAS FUNDADAS EN TOLEDO ENTRE 1660 Y 1695 Núm. Compañías Capital fundacional (reales) Duración Actividad 1 1 1 8 39 60 71 600.000 555.000 500.000 400.000-499.000 300.000-399.000 200.000-299.000 180.000-199.000 4 2 3 4 máximo y 1 mínimo 4 4 4 Artículos seda Seda y estameñas Seda Seda Seda Seda y estameñas Seda y estameñas 26 La compañía comenzó su andadura con un capital de 200.000 rls. AHPT. Protocolo 3.788, fol. 896, 1679, Cristóbal Ramírez de Perales. 27 AHPT. Protocolo 3.786, fol. 22, 1676, Cristóbal Ramírez de Perales. Protocolo 387, fol. 429 y 3480, fol. 1028, Domingo Lorenzo y Sebastián López respectivamente. Marcos Díaz recibe un depósito de 25.000 rls en 1678, que devuelve en 1680. AHTP, Protocolo 3.789, fol. 254, año 1680, Cristóbal Ramírez. Estas asociaciones no las recogió GÓMEZ MENOR, J. Carlos: Cristianos nuevos y mercaderes de Toledo, Toledo, 1979. — 531 — HILARIO RODRÍGUEZ DE GRACIA en el cuadro núm. II donde sólo aparecen aquellas cuyo capital superaba los 180.000 reales. Numerosas asociaciones similares existían con anterioridad, aunque pasan inadvertidas por no quedar registradas ante un escribano público28. En esa práctica societaria intervinieron mercaderes con tienda abierta y maestros del arte de la seda29. Mientras unos contaban con la ayuda de un factor y varios mancebos para desarrollar su actividad, los otros, por lo general, asumían directamente todas las funciones30. Una característica significativa es que uno de los socios conocía bien el negocio por haber ejercido de mercader o factor con anterioridad. En otras ocasiones, el determinante para establecer una sociedad es un sentido de precaución. Con ella se podía limitar la responsabilidad al capital fundacional31. Aquellos, por otro lado, negocios fueron emplazados en un hipotético triángulo —nodo comercial— formado por la calle Ancha, la Lencería y el barrio de la Alcaná, situado este último entre las Cuatro Calles, la Catedral y algunas calles de la parroquia de san Ginés. En lo que concierne a señas de identidad hay que apuntar que no difieren excesivamente con las establecidas en otros puntos de la geografía española32. La asociación mercantil de un capitalista con un factor o administrador —dos socios, como mínimo, y cuatro como máximo, que es lo frecuente en las toledanas— tiene todas las apariencias de unión desigual, porque favorece más al primero que al segundo, al asumir el factor la mayor cantidad de competencias y obligaciones33. Las 28 Buscaban el lucro aunque no a través de operaciones especulativas, por lo cual las partes confían sus pretensiones en los acuerdos orales. BASAS, Manuel: «Contratos de compañías mercantiles castellanas del siglo XVI», Revista de Derecho Mercantil, 70 (1960), pp. 375-412. 29 MOLAS RIBALTA, Pedro: La burguesía mercantil en la España del Antiguo Régimen. Madrid, 1985, p. 90. GACTO HERNÁNDEZ, Enrique: Historia de la jurisdicción mercantil en España. Sevilla, 1971, muestras algunas tipologías comerciales en función de sus actividades. 30 SANTOS VAQUERO, Ángel: «Vicente Díaz Benito: El mercader-fabricante más poderoso de Toledo en el siglo XVIII», Anales Toledanos, XXXVI (1998), pp. 115-131, refleja las tipologías profesionales toledanas. El tratante de Zocodover, por otro lado, fue punto el de referencia de WEISSER, Michel: «The decline of Castile revisited. The case of Toledo», Journal of European Economic History, vol. III (1973), pp. 614-640. 31 El comercio como elemento de fortuna gentes del estamento noble sería objeto de análisis en FERNÁNDEZ DE PINEDO, Emiliano: Crecimiento económico y transformaciones sociales en el País Vasco, 1100-1850. Madrid, 1974, p. 61; y por CASADO ALONSO, Hilario: Castilla y Europa. Comercio y mercaderes en los siglo XIV, XV y XVI. Burgos, 1995. 32 Evidencias sobre las compañías comerciales en la obra de CARRASCO GONZÁLEZ, Comerciantes y casas... RÓDENAS VILLAR, Rafael: Vida cotidiana y negocio en la Segovia del Siglo de Oro. El mercader Juan de Cuéllar. Salamanca, 1990, pp. 107-9. VILLAR GARCÍA, María Begoña: Los extranjeros en Málaga en el siglo XVIII. Córdoba, 1983, p. 156. 33 LOBATO FRANCO, Isabel: «Reglamentación y práctica en las compañías mercantiles barcelonesas en la segunda mitad del siglo XVII», MARTÍNEZ SHAW, Carlos (editor): El Derecho y el mar en la España moderna. Granada, 1995, pp. 59-79. — 532 — El negocio sedero toledano en la segunda mitad del siglo XVII (1650-1700) decisiones relativas a la gestión casi siempre la tomó el factor e iban desde sopesar los planes tácticos, llevar personalmente la contabilidad, planificar la distribución de los géneros y ordenar a mozos y arrieros recorrer estas o aquellas ferias34. Su socio, entretanto, mantendría una postura expectante y, diariamente o de manera mensual, recibía una cantidad a cuenta de los beneficios o del capital. En ciertos casos, quien aportaba el capital se comprometía a acudir al negocio y llevar la administración si enfermaba su factor35. Otra característica más es que el factor que gestionaba la compañía careció de independencia frente a la autoridad de capitalista. Éste podía suspender la actividad por cualquier motivo y podía mantener una atenta vigilancia sobre los libros contables, inspeccionar el inventario o autorizar la demora de pago a un cliente, entre otras prerrogativas. Esa subordinación, por último, se extendió a actos de su privacidad, como eran vivir en la casa de su socio, recibir de él los alimentos y vestidos y requerirle su consentimiento para casarse36, porque en el caso que tomase esa decisión unilateralmente quedaba suspendida la vinculación societaria. En toda sociedad mercantil la decisión de poner un límite temporal a las actuaciones dependía de la voluntad de las partes, por lo cual fue frecuente que el plazo se estableciese en función de la naturaleza de la actividad. Entre las compañías dedicadas al comercio de seda existió un marco de referencia concreto, cuya vigencia mínima fue de dos años y la máxima se fijó en seis, aunque lo usual fueron cuatro años. Algunas concluyeron su actividades antes de lo acordado por causas diversas: muerte de uno de los socios, pérdidas en la gestión, cambio de estado civil del factor, etc37. La escasa rentabilidad que obtienen algunas después de transcurrir el primer año son otro motivo para la disolución38. Los factores, en el caso de quedar suspendida la compañía, 34 Más información en MARTÍNEZ GIJÓN, José: «La práctica del comercio por intermediario en el tráfico con las Indias durante el siglo XVI», Anuario de Derecho Histórico Español, XL, pp. 5-7. BASAS, Manuel: «El factor de negocios entre los mercaderes burgaleses en el siglo XVI», Boletín de la Institución Fernán González 148 (1959), pp. 742-745. 35 AHPT. Protocolo 446, fol. 11, año 1685, Diego López de los Cobos. Hay quien prefiere estar al margen de cualquier obligación e indica, en el momento de la constitución, «que la compañía ha de sonar siempre a su nombre y cabeza». Protocolo 232, fol. 979, año 1688, Nicolás López. 36 ATIENZA HERNÁNDEZ, Ignacio: «Pater familia, señor y patrón: economía, clientelismo y patronato en el Antiguo Régimen», en PASTOR, Reyna: Relaciones de poder, de producción y parentesco en la edad media y moderna. Madrid, 1990, pp. 411-458, considera que relaciones de esa índole llevaban implícito un apoyo sentimental y económico. 37 LOBATO FRANCO, Isabel: Compañías y negocios en la Cataluña preindustrial. Sevilla, 1995, p. 101, considera que la fórmula de mayor aceptación fue la disolución a la muerte del socio administrador. 38 Podía ocurrir que el factor fuese tentado por otro capitalista y quisiera abandonar a su socio. En ese caso no podía recuperar el capital, si es que lo puso. Bernardino Beizama y Pedro Leonardo Boyra fundaron una sociedad en 1685, donde el segundo sería penalizado con sólo la recuperación del tercio del capital si decidía abandonar la compañía. AHPT. Protocolo 193, fol. 116, año 1685, Eugenio de Valladolid. — 533 — HILARIO RODRÍGUEZ DE GRACIA adoptaban actitudes diferentes; unos rompían totalmente con sus socios y establecían nuevas alianzas; otros comenzaron una nueva andadura con su ayuda y son pocos los que cambiaban de profesión. Hay dos rasgos esenciales que definen la valía del factor: habilidad en la gestión y amplios conocimientos de los mecanismos de su trabajo39. Los socios que actuaban en calidad de inversionistas creyeron que era muy conveniente establecer una barrera temporal breve a la unión comercial40 y fijaban el máximo a cuatro años. Limitar el tiempo tuvo para el capitalista ventajas, porque puede recuperar su capital, finalizar la responsabilidad solidaria, efectuar cambios, etc. Cuando llegó ese momento, el factor valoraba los componentes patrimoniales: capital, activo, pasivo y las pérdidas o ganancias, ejecutando un registro o balance. El inventario o balance le incumbió hacerlo al socio que administraba. En bastantes ocasiones lo supervisará la atenta mirada de terceros, que intervienen sobre todo para establecer el precio de las mercancías almacenadas41. Estas aparecen desglosadas, diferenciando lo que son las existencias, los elementos de fabricación, que son reconocidos como deudas a cobrar de los maestros, los géneros elaborados y deudas corrientes con los clientes e impagadas. La buena formación del factor era un activo esencial para conseguir el éxito. El aprendizaje de la tarea ejecutiva, la manera de gestionar y la forma de realizar las ventas fueron elementos de un largo proceso de formación. Muchos mercaderes adquirieron los conocimientos con un aprendizaje directo, viviendo día a día la evolución del negocio, aunque fue más fácil conseguirlo con un buen maestro que le enseñase a inspeccionar los libros, como comprar, vender o cerrar los pactos contractuales con los maestros tejedores42. LA GESTIÓN MERCANTIL EXITOSA Los beneficios obtenidos por las compañías comerciales, en especial las que se dedicaron a traficar con sedas debieron ser, en términos absolutos, jugosos. Tanto es así que, con anterioridad a 1680, son muy contadas las compañías que declararon 39 CARRASCO GONZÁLEZ, Comerciantes y casas..., p. 44, evidencia algunos paso para la capacitación en la práctica del oficio. 40 PETIT, La compañía..., p. 23. En el derecho castellano se fijaba la temporalidad en un plazo definido muy breve. 41 Estas últimas, más conocidas como ditas, serían rebajadas de las ganancias antes de efectuar un reparto de las plusvalías obtenidas. Suele ser frecuente que los capitalistas las asumieran en su totalidad cuando se producía una separación definitiva. El nuevo factor se encargaba de recuperarlas y muchas se perdieron. Los socios, en tal caso, las consideraban una pérdida y repartían su importe en función de la proporcionalidad estipulada en la asignación de las ganancias. 42 AHPT. Protocolo 287, fol. 878, Martín de Villaseñor. El precio del trabajo quedó estipulado en un quinto de las ganancias. — 534 — El negocio sedero toledano en la segunda mitad del siglo XVII (1650-1700) pérdidas cuantiosas. Más complicado resulta determinar la rentabilidad, o lo que es igual, averiguar si las ganancias obtenidas remuneran adecuadamente el capital y el riesgo asumido43, porque para calcular ese índice deben dividirse los beneficios brutos entre el valor total de su activo y conocer ambos requiere la conservación de los registros. Lo mismo sucede a la hora de calcular la rentabilidad del negocio. Para hacerlo se precisa conocer el beneficio bruto y los intereses de las deudas con terceros. Ese resultado debía dividirse entre el valor de los fondos propios. Conviene tener en cuenta a la hora de calcular las ganancias de una sociedad que fue frecuente que los socios recibiesen remuneraciones de dificultosa estimación, ciertos gastos personales y domésticos, indicados en pocas ocasiones e indeterminados casi siempre, a causa de la ligereza con que se delimitaba lo que era el bien personal y el societario. La rentabilidad abarcó un espectro variable y osciló entre un insignificante tres por ciento hasta más de un veinticinco por ciento anual. En ese arco tan versátil hay casos muy paradigmáticos, como el de la compañía de Juan de Villavieja que, en cuatro años de negocio, obtuvo un 11% de rentabilidad anual, mientras en otras apenas si llegaron al 1%44. Nada desdeñables serán los beneficios que obtuvo la sociedad de Juan de Segovia y Francisco de Bazterrica, al alcanzar un 16,97% anual45. Mayores son los de Julián Castaños, con sus socios Francisco de Velasco y Blas Duro. El capital fundacional ascendió a 200.000 rls, y en cuatro años, desde 1673 a 1676, consiguieron un lucro de 175.482 rls, situándose el índice de rentabilidad en un 21,93%46. Las plusvalías anotadas son superadas por la compañía establecida entre Alonso de Funes y sus factores Andrés Rodríguez y Miguel de Zubieta, que en 1672 eran del 33,5%47. Similar fue la ganancia obtenida por Joaquín Masip y José Pulido, el último en calidad de factor, que, con un capital de cuarenta mil reales, vendiendo seda no elaborada, ganaban en un año 13.000 rls48. A la relación anotada hay que añadir los beneficios de la compañía de Teresa de Huerta que, en cuatro años, obtuvo una rentabilidad del 168%. Asumió, eso sí, un problema y fue el que sus bienes y derechos eran menores que sus obligaciones49. Una amplia gama de contrariedades podían hacer que las sociedades incurriesen en pérdidas y uno de los principales causantes fueron las ventas insuficientemente garantizadas. No menos importantes era la asignación a los socios de unos gastos supe43 En términos económicos es definida como la relación entre la obtención de un determinado beneficio y el esfuerzo realizado para conseguirlo. 44 AHPT. Protocolo 176, fol. 249, año 1672, Eugenio de Valladolid. 45 AHPT. Protocolo 3645, fol. 28, año 1679, Martín de Villaseñor. 46 AHPT. Protocolo 327, año 1677, fol. 379, Diego Fernández Ramila. 47 AHPT. Protocolo 172, fol. 618, año 1672, Eugenio de Valladolid. 48 AHPT. Protocolo 3638, fol. 311, año 1668, Martín de Villaseñor. 49 AHPT. Protocolo 232, fol. 966, año 1687-90, Nicolás López. Denominada «distancia a la quiebra» o ratio de garantía estructural, que en este caso representa el 0,84%. — 535 — HILARIO RODRÍGUEZ DE GRACIA riores al valor de los beneficios generados. Hay que tener en cuenta que en la escritura de constitución podía introducirse una cláusula que permitiese al capital retirar cada semana una cantidad con destino a las necesidades personales y domésticas, en las que se incluyen la manutención y vestido del factor, o el sueldo y lavado de la ropa a los mozos que ayudaban en la administración. Aparte era necesario pagar el alquiler de la tienda, los gastos de gestión y los impuestos. Podía darse el caso que los gastos de explotación superasen las ganancias. De ser así, las detracciones se compensarían con parte del activo real, bien vendiendo parte del inmovilizado —activo fijo— o aminorando el disponible. Algunas sociedades soportaron quebrantos considerables. Así, la formada, en 1673, por Catalina Gutiérrez de Saavedra, viuda de Pedro Jiménez de Mayorga, sufrió pérdidas por valor de 93.416 rls, sobre un capital de 410.000 rls, lo que representa un 22% sobre los recursos propios. Ese revés lo produjo la considerable cifra de dinero que tomaba la viuda para cubrir sus necesidades, ya que la compañía no generaba beneficios suficientes como para hacer frente al pago de los gastos domésticos. Fabiana González, viuda del mercader Juan de Campoverde, en 1681, fundó una compañía con un capital evaluado en 220.000 rls. Al año siguiente presentaba unas pérdidas de 66.000 rls, un 30% del fondo económico. Culpó de ello al factor, aunque la realidad era que esos rendimientos insuficientes lo motivaba la exigencia de efectuar todas las ventas al contado50. Menos embarazosas fueron las pérdidas de José Vázquez y Tomás Díaz. Sumaban 9.306 rls sobre un capital de 476.285 rls.51. A la vista de los casos enunciados hacer que un negocio fuera rentable no resultaba dificultoso para los factores. Debían, entre otras cosas, ajustar el coste de los factores de producción y adoptar posturas cautelosas en la gestión, bien reduciendo al mínimo las ventas a crédito, cobrarlas al contado con clientes poco conocidos y, cómo no, retrasando el pago de las compras y disponer de efectivo para comprar elementos de fabricación52. La solvencia de una compañía está fundamentada en la garantía que ofrecen los recursos propios para hacer frente al pasivo. También se valora en función del cumplimiento en los plazos acordados de las obligaciones adquiridas en los plazos acordados y por la transparencia que utilizó en la gestión. De esa manera, el crédito de un mercader es un valor variable, cuyas oscilaciones la marcaban no sólo la marcha de su 50 AHPT. Protocolo 3436, fol. 1320. Año 1681. Protocolo 3538, fol. 30, año 1681, Nicolás López de la Cruz. 51 AHPT. Protocolo 3633, fol. 1081, año 1661, Martín de Villaseñor. 52 La demora de pago después del vencimiento de una obligación o letra se denominó días de corridos y solía establecerse en veinte días. Así lo conviene Marcos Díaz Puebla en un vale que firmó a favor de la compañía constituida por Juan de Salcedo y Manuel López. AHPT. Protocolo 355, fol. 193, años 1673-77. José Martínez de Reluz. — 536 — El negocio sedero toledano en la segunda mitad del siglo XVII (1650-1700) negocio, sino el comportamiento que adoptaba en la vida diaria53. El límite de la solvencia queda expresado en el caudal societario. En el Derecho castellano existía una norma que establecía que todos los socios de una asociación mercantil mantenían una obligación personal y sin límites. La responsabilidad solidaria, por la que se delimita el caudal societario y el privativo, sólo es reconocida cuando está expresamente pactada en el documento de constitución. Con tal triquiñuela jurídica se pretendía evitar el embargo de los otros bienes propiedad de cualquier miembro de la sociedad. Los bienes del factor, por el contrario, sí son embargables por su condición de gestor54. A la hora de transferirse los derechos de cobro, fue habitual utilizar una compensación de los saldos mediante el intercambio de materias primas, productos transformados, o traspasando vales, letras, obligación de pago, etc. Semejantes ajustes solían hacerse en fechas que coincidían con ferias muy frecuentadas, como la de Jadraque, Zafra, Guadalupe, Mérida, Toledo, Valladolid o en otras poblaciones más secundarias55. Asegurar el cobro, después de un ajuste de cuentas, con un vale o una letra provocaba un problema de liquidez para el tomador, a veces transcendental, sobre todo cuando el vencimiento quedaba diferido a largo plazo56. Para suplir la dificultad de efectivo que requería el ciclo de rotación de ese dinero era conveniente negociar un anticipo de dinero con otro mercader, el cual asumía la función de prestamista. Los derechos de cobro serán utilizados como aval del préstamo. En una escritura pública se reflejaban la cantidad prestada, el nombre de los contratantes, el plazo de devolución y la garantía o aval que aseguraba la recuperación57. Con cierta asiduidad la deuda documentada contra un tercero debía pagarse en oro o plata, aunque la cesión la hubiera efectuado el prestamista en vellón. Se hizo así, porque la operación de conversión llevaba un premio y permitía aumentar los beneficios58. La verdad es que ninguno de los mecanismos son gratuitos, así que convertir en dinero cambiario un exigible implicó un coste para el beneficiario y un lucro para el prestamista que adelantó el principal, porque la compensación conllevó un interés sobre el nominal. Ahora bien, no es fácil 53 CARRASCO GONZÁLEZ, Comerciantes y casas..., p. 53. 54 AHPT. Protocolo 3493, fol. 634-659, año 1677, Sebastián López de la Cruz. 55 Es normal establecer pagos en la feria de Trujillo, celebrada en mayo; en la de Guadalupe, que empezaba el día ocho de septiembre; en la de Medellín y Valladolid, ambas celebradas el día de San Andrés, o a final de año en Madrid. AHPT. Protocolos 328, fol. 145, 1678, Diego Fernández Ramila, y 3866, fol. 202, 1696-7, Juan Fernández Hocos. 56 Sobre la letra de cambio AGUILERA BARCHET MADRID, Bruno: Historia de la letra de cambio en España. Madrid, 1988. 57 Semejantes a los pagarés, los vales deben ser considerados títulos por los que un deudor se compromete a pagar a su acreedor una cifra de dinero en el lugar y en el plazo concertado. 58 El concepto que se indica es por «hacer bien y buena obra». Uno de los prestamistas más activos es Francisco Sanz Tenorio, regidor de Toledo. Al mercader de seda Francisco Alzamora le prestó 28.276 rls para devolver en doblones de oro. AHPT. Protocolo, 280, fol. 1364, 1672, Martín de Villaseñor. — 537 — HILARIO RODRÍGUEZ DE GRACIA hallar evidencias escritas ratificando la existencia de un rédito. Descubrirlo es cuestión de suerte. En un memorial que dejó el mercader Domingo Rodríguez aparece indicado que debía la cifra de 11.200 rls. a Mónica Sánchez, en concepto de préstamo de buena obra. Cuando le entregó el dinero, Domingo recibió 10.000 rls. y se reservó 1.200 por los intereses59. Sea como fuere, es evidente que descifrar el valor de los intereses no es una tarea fácil. Requiere desbrozar una abundante maraña de sutilezas semánticas. Las escrituras dejan a veces al descubierto ciertas trasparencias, como ocurrió cuando se efectuó la de separación mercantil entre Ambrosio Sánchez y Juan Díaz de Lizana. Juan debía abonar a Ambrosio, por quedarse con «el puesto y caudal» de la compañía, en el plazo de tres años, un principal evaluado en 100.000 rls, aparte de 16.954 rls. de los réditos, a razón de 5,6% anual. El desarrollo del sector mercantil quedaba constreñido si detrás de los que comercian no hubieran existido individuos ejerciendo funciones de prestamistas. En Toledo hubo varios personajes que unieron a sus actividades corrientes la función de financieros de las actividades derivadas de la actividad económica o de las necesidades personales60. De esa lista, algunos tuvieron un papel destacado, como el regidor Juan Calderón de la Barca, el caballero de Santiago Francisco Sanz Tenorio o Juan Vázquez de Dueñas. Abundan los protocolos de préstamos bajo un aparente carácter caritativo, cuyo receptores son maestros artesanos o mercaderes «de medio pelo». Las mayoría de los créditos que concedían llevaron implícito un interés, entre el 5 y 10 por ciento y presentaban todas las evidencias de ser préstamos garantizados, porque resguardaban la devolución del principal la garantía de un avalista o con la cesión de letras y vales. La cesión adquiere mayor garantía cuando era documentada por un escribano, que redactaba una obligación —una pignoración— para traspasar los derechos del efecto pendiente de cobro al prestamista. No es raro encontrar un fianza complementaria con la que quedaba reforzado el cobro, en este caso una hipoteca sobre ciertos bienes de deudor. CONCLUSIONES La primera recapitulación que surgen es que el sector sedero en Toledo alcanzó una importante cuota de producción, al menos, con anterioridad a 1680. La materias primas procedían de Valencia y la trajeron comerciantes valencianos y toledanos que dis59 AHPT. Protocolo 3.740, fol. 111, 1666, Diego Sánchez. 60 Negocios especulativos, donde el lucro parece estar ausente, que evidencia para otra zona geográfica MAIXE ALTÉS, J. Carle: Comercio y banca en la Cataluña del siglo XVIII. La compañía Bensi y Merizano de Barcelona, 1724-1750. La Coruña, 1994, pp. 188-223. RAMOS MEDINA, Una familia..., p. 107. — 538 — El negocio sedero toledano en la segunda mitad del siglo XVII (1650-1700) CUADRO II COMPAÑÍAS DEDICADAS AL COMERCIO DE ARTÍCULOS SEDEROS (1660-1697) Socio capitalista Factor Francisco Maganto Juan de Lodosa Capital-rls 600.000 Actividad Sedas Plazoaños Constitución. Año 4 1674 Sebastián Magán y Juan Becerril Bartolomé Martín 574.173 4 1673 María de Villarroel Diego Pinillos 555.000 Sedas-estameñas “ 4 1660 Francisco Gómez Bartolomé Martín 500.000 Sedas-otros 3 1677 Isabel Aguilera Francisco Lozano 472.000 Sedas 3 1673 María Villarroel Diego Pinillos 422.650 Sedas-jerguillas 3 1661 Manuela de Rojas Francisco Alamo y Alonso Martín 411.182 Sedas 6 1661 406.000 Sedas-otros 3 1674 Juan Becerril y Isabel Aguilera, Tomás Duque y Francisco Lozano Juan Castresana y Juan Mateo del Rincón Francisco Lozano 400.000 Sedas 4 1674 Catalina Gutiérrez Pedro Giménez Mayorga 380.000 Sedas-estamenas 3 1667 María Valle Sagredo y Francisco Jiménez Juan Bautista 378.406 Sedas 4 1697 Isabel Aguilera Francisco Lozano 372.000 Sedas 4 1682 Alejandro Ruiz de Guzmán José Romo Tejero 340.000 “ 4 1674 Juan Fernández de Huerta Diego Dávila 335.417 “ 3 1675 Juan Calderón de la Barca Mateo García 330.279 Sedas-otros 6 1675 María de la Fuente Juan Fernández 326.000 Sedas 6 1678 Juan Fernández 321.712 “ 4 1675 318.000 “ 3 1679 Cristóbal García 313.686 “ 3 1673 Francisco Martínez 309.294 “ 2 María de la Fuente y Diego Dávila María Alonso de Martín y Diego Alonso Paniagua Francisco Fernández Salinas José y Francisco Gutiérrez de Olivares 1668 (sigue…) — 539 — HILARIO RODRÍGUEZ DE GRACIA María Díaz de Santos Blas Gómez Gamero 306.000 “ 3 1668 Diego Dávila Torres Alonso Ramírez 306.000 “ 4 1683 Juan Fernández de Huerta Diego Dávila 304.400 “ 2 1668 María Díaz de Santos Blas Gómez Gamero 300.000 “ 3 1669 Francisco Fernández Salinas Marcos González 300.000 “ 3 1665 Ángela y Alejandro Ruiz Manuel Muñoz 300.000 “ 3 1667 Alejandro Ruiz de Guzmán Diego Sotocameno 300.000 “ 4 1668 Alejandro Ruiz de Guzmán José Romo 300.000 “ 4 1678 Bernardino de Beizama Pedro Leonardo Boyra 300.000 Sedas y lanas 4 1679 Juan de Segovia Urquizu José Romo Tejero 300.000 Sedas 2 1662 Juan de Segovia Urquizu Francisco Bazterrica 300.000 “ 4 1673 Alejandro Ruiz de Guzmán Francisco. Bazterrica 300.000 “ 6 1679 Juan Becerril Martín García 300.000 “ 3 1678 Francisco de la Cruz Francisco de Bargas 300.000 “ 4 1685 Antonio y Juan Montehermoso 300.000 “ 3 1675 Jerónima de la Palma, Fco. Alzamora ponían de un considerable capital. Ellos son los proveedores de los maestros del arte mayor y menor de la seda, ya que la producción autóctona de sericina era insuficiente. Algunos actuaban como fabricantes mediante el sistema de encargo a maestros tejedores avecindados en pueblos de las cercanías. Con esa modalidad productiva asumieron totalmente los costes del proceso de fabricación, entregando la seda para confeccionar la urdimbre, a veces el telar, y adelantaron una cantidad en dinero a cuenta del valor del salario. Los registros de compañías sederas, confeccionados al comienzo o al final de las actividades, son un material indispensable, porque en ellos aparece la relación de deudores por mercancía adquirida. También figuran los maestros y maestras que hilan o tejen para el mercader. El amplio colectivo dedicado a la fabricación y venta de la seda adoptó dos variantes mercantiles: la individual y societaria. La unión de dos socios en una compañía fue una fórmula inversora muy aceptada entre los capitalistas por varias razones. Primera, no intervenían en las operaciones mercantiles sino que lo hacían a través de un factor, es decir, un gestor de su capital. Una segunda razón es que buscaban obtener mejores plusvalías en esas inversiones, en unos momentos en que resultaba fácil ajustar trabajos a bajos costes. Las normas establecidas en las ordenanzas del arte de la seda, indicando las condiciones y características de los tejidos, se eludían con mucha frecuencia. Numerosos tejidos que se vendían en Madrid, llevaban el sello de haberse — 540 — El negocio sedero toledano en la segunda mitad del siglo XVII (1650-1700) hecho en Toledo, cuando no era así. Unas cosas y otras permitían que el sector fuese considerado un punto preferente para ciertos inversores, lo cuales no intervenían directamente en las compras ni en las ventas y empleaban su tiempo en funciones políticas o en otras que les daba honor y prestigio. El análisis sobre la forma de gestionar esas compañías, tiempo de vigencia, número de socios, capitales, o elementos inherentes a ellas como la solvencia, morosidad y los índices de pérdidas y ganancias son resumidos en esta comunicación, al ser un primer planteamiento en torno a un tema de la historia toledana apenas estudiado. — 541 —