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Crónicas de una pandemia

2021

Crónicas de una Pandemia Carlos Arturo Reina Rodríguez Director Doctorado en Estudios Sociales Universidad Distrital Francisco José de Caldas Crónicas de una Pandemia © Carlos Arturo Reina Rodríguez © Universidad Distrital Francisco José de Caldas Doctorado en Estudios Sociales ISBN: 978-958-20-1380-6 Primera Edición: 2021 Catalogación en la publicación – Biblioteca Nacional de Colombia Crónicas de una pandemia / director, Carlos Arturo Reina Rodríguez. 1a ed. Bogotá: Universidad Distrital Francisco José de Caldas: CLACSO: Editorial Magisterio p. 210 (Biblioteca iberoamericana en estudios sociales) Incluye referencias bibliográficas al final de cada artículo. ISBN 978-958-20-1380-6 1. Cuarentena – Colombia - 2020-2021 - Relatos personales I. COVID-19 (Enfermedad) - Aspectos sociales – Colombia I. Reina Rodríguez, Carlos Arturo, dir. II. Serie. CDD: 614.46 ed. 23 CO-BoBN- a1069326 Comité Editorial Claudia Luz Piedrahita Echandía: Universidad Distrital, Colombia Oscar José Useche Aldana: Universidad Distrital, Colombia Adrián Serna Dimas: Universidad Distrital, Colombia Universidad Distrital Francisco José de Caldas Mario Montoya Castillo: Universidad Distrital, Colombia Rector: Ricardo García Duarte Vicerrector Académico: William Fernando Castrillón Cardona Edición: Cooperativa Editorial Magisterio Diseño y diagramación: Hernán Suárez Y Hernán Mauricio Suárez Acosta Vicerrector Administrativo: Álvaro Espinel Ortega Impreso en Colombia Decana Facultad de Ciencias y Educación: Elda Yanneth Villarreal Gil Directora Doctorado en Estudios Sociales: Claudia Luz Piedrahita Echandía CLACSO – Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales Karina Batthyány - Secretaria Ejecutiva Fernanda Pampín - Directora Editorial Equipo Editorial Lucas Sablich - Coordinador Editorial Solange Victory - Gestión Editorial Nicolás Sticotti - Fondo Editorial La responsabilidad por las opiniones expresadas en los libros, artículos, estudios y otras colaboraciones incumbe exclusivamente a los autores firmantes, y su publicación no necesariamente refleja los puntos de vista de la Secretaría Ejecutiva de CLACSO. CLACSO Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales- Conselho Latino-mericano de Ciências Sociais Estados Unidos 1168 | C1023AAB Ciudad de Buenos Aires | Argentina Tel [54 11] 4304 9145 | Fax [54 11] 4305 0875 | Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales – Conselho Latino-americano de Ciências Sociais Estados Unidos 1168| C1023AAB Ciudad de Buenos Aires | Argentina Tel [54 11] 4304 9145/9505 | Fax [54 11] 4305 0875| clacso@clacsoinst.edu.ar | www.clacso. org Patrocinado por la Agencia Sueca de Desarrollo Internacional (ASDI) Este libro está disponible en texto completo en la Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO PARTE II CRÓNICAS Y VIDA COTIDIANA 1. Los niños nos cuentan Ximena Pachón 2. ¡Una bolsita para llevar, por favor! Paisajes del comercio minorista en tiempos de pandemia TABLA DE CONTENIDO Crónicas de una pandemia: miradas retrospectivas desde las orillas de la historia Carlos Arturo Reina Rodríguez. Andrés Castiblanco Roldán 9 PARTE I MIRADAS DE LA INVESTIGACIÓN Y LA CRÓNICA 1. Testimoniar, narrar, contar: la experiencia y el mundo social Johanne Alexis Estrada Rodríguez 2. Marzo: la ruptura de la vida cotidiana Manuel Andrés Hernández Moreno 3. El relato como forma de acceder al impacto que generan eventos catastróficos en las humanidades de quienes los padecen para identificar aspectos de su transformación identitaria Angélica Aguillón Lombana 77 45 55 65 85 3. Tras la ventana y hacia la calle, las miradas del confinamiento. Los espacios y el habitar durante la pandemia. Luisa Fernanda Cortés Navarro 101 4. La pandemia: víctima de una sociedad que olvidó el poder de la comunicación Jaime Andrés Wilches Tinjacá 115 5. Cartagena 2024. Una sinécdoque de la pandemia en Colombia Gloria Isabel Bermúdez Jaimes 127 6. Crónicas de crianza: los ritmos que marcan la vida Mónica Yasmín Cuineme Rodríguez 137 7. Migrantes en pandemia. Experiencias y prácticas entre la incertidumbre y la solidaridad Juan David Zabala Sandoval 151 7 8. De los juegos y de las actividades físicas en el contexto de una enfermedad infecciosa John Alexander Castro Lozano 161 9. Crónica de la vida Cotidiana. William Pulido Cardozo 173 10. Las historias detrás de una video-llamada entre amigas: crónicas de relaciones y convivencia en la pandemia Andrés García Parrado 187 11. Vivir la pandemia desde la mirada de un excombatiente Francy García Franco 197 Crónicas de una pandemia: miradas retrospectivas desde las orillas de la historia Carlos Arturo Reina Rodríguez “Chronícus”, vocablo latino que significa “que sigue el orden del tiempo”, es decir, que narra tentativamente una historia particular que se ancla en las raíces del desarrollo temporal de quien lo vive, y que cuenta con la experiencia y por tanto con las fuentes cercanas de otros relatos para dar forma a una serie de eventos que van sucediendo de manera descriptiva y sin mayor pretensión que la de dar a conocer la naturaleza de los hechos que la convocan. En la historia americana podemos contar con varias de ellas que hicieron camino en los estudios de la literatura y de la historia. Están los Diarios de Navegación de Colón, Las Cartas de Vasco Núñez de Balboa, Cortés, y Valdivia, así como la Crónica del reino de Chile de Mariño de Lobera, la Conquista del Perú de Jerez, la Historia verdadera de la Conquista de Nueva España de Díaz del Castillo, la extensa obra de Fray Bernardo de Sahagún, conocida como la Historia General de los Indios de Nueva España, o los Comentarios reales de la Vega. En Nueva Granada se destacan Rodríguez Freire con El Carnero, Fernández Piedrahita, con la Historia General de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada, de Zamora, con la Historia de la provincia de San Antonio del Nuevo Reino de Granada, entre otras. ¿Por qué escribir unas crónicas? En primer lugar, porque con el dominio de la escritura, el ser humano se ha visto en la necesidad de dejar consignadas las memorias de su vida, su entorno y de lo que en los marcos de la vida cotidiana desarrolla como ser social. Las crónicas contienen, no solo al cronista como protagonista principal, sino también a las otras “voces” que van apareciendo en la medida en que se desarrolla una historia. Sin quererlo, buscan llenar vacíos y generar fuentes de investigación que futuras generaciones revisarán para encon- 1. Doctor en Historia de la Universidad Nacional de Colombia. Profesor titular de la Facultad de Ingeniería y docente del Doctorado en Estudios Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Estancia posdoctoral en el Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba Argentina. Investigador permanente del Seminario Internacional de la Juventud – Instituto Mora, México. Director del grupo de investigación Observatorio de Niños y Jóvenes de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Correo electrónico: careina@udistrital.edu.co. 9 Carlos Arturo Reina Rodríguez trar esos documentos que desde la disciplina histórica y los ámbitos literarios, son pareciados por las descripciones que en ellas reposan. En segundo lugar, porque cada crónica trata de dar cuenta de hechos y acontecimientos que han resultado de rupturas que transgreden los marcos de la linealidad narrativa y reconstruyen desde luego, los campos de interpretación de la vida social. Las crónicas de la conquista americana han sido reconocidas como fundamentales para construir la historia y los acontecimientos de la empresa española en América, y para referir diversos aspectos culturales de los pueblos aborígenes, que, al carecer de escritura, no pudieron dejar descripciones más amplias sobre su vida, más allá de las esculturas, cementerios y restos de ciudades antiguas muchas de ellas destruidas por los conquistadores. Los testimonios transmitidos desde la oralidad y el recuerdo, también son valiosos, pero se desdibujan en el tránsito de la palabra que va de generación en generación. De allí que la crónica a pesar del grado de imparcialdiad que pueda contener, se convierte en una fuente para indagar por las realidades históricas de las personas en tiempos pasados y presentes, con un solo objetivo, que es el de legar su narración y su huella a las gentes interesadas, que en el futuro se encuentren con ellas. 10 En estos y otros casos como los que recogió Vallejo Mejía (1997) en La Crónica en Colombia: medio siglo de Oro, se trata de mirar las tensiones que ocurren en esos momentos de crisis, rupturas y cambios, de carácter local o universal y como ella afirma: la crónica se convierte en una especie de cuaderno de bitácora, que le permite tomar el pulso a la actualidad en medio del tráfago de la información, para expresarla desde su punto de vista independiente, original, con una actitud comprometida ante la sociedad (XII). Pero también se trata de una especie de relato autobiográfico en el que el autor se compromete con su entorno, con lo que vive y con las experiencias de otros, transformadas a partir de la su escritura, en parte de él mismo. En la crónica encontramos relatos del presente inmediato y de aquel que el olvido amenaza con aprisionar. Están realizados generalmente en primera persona, y no pretenden erigirse en fuente, sino más bien en lugar común para quienes quieran simplemente reconocer aspectos del pasado visto por los ojos del cronista. En ese sentido la crónica se convierte en un lugar donde se resguarda la memoria y donde emergen las comparaciones, los apasionamientos y claro, el mundo de las subjetividades, con la tranquilidad de no esperar crítica alguna, pues todos conocemos que sus pretensiones no van más allá de la evocación del recuerdo a través de la escritura. Por lo general, se entiende la crónica en el sentido periodístico y como una forma de narración dentro del campo de la literatura. En ese campo se han destacado en Colombia las Crónicas Crónicas de una Pandemia de Bogotá, de Ibáñez (1951:1989), obra que, de manera inicial, fue publicada por secciones en el periódico Papel Periódico Ilustrado a finales del siglo XIX y posteriormente compilado y publicado en distintas ediciones. Ibáñez, fue reconocido como un periodista, cronista e historiador, cuando estos tres campos encontraban un único espacio para trasladar de manera amena las narraciones sobre acontecimientos del pasado y del presente. De allí que, al ser la prensa, ese lugar donde se convocaban unos y otros en torno a esas formas de escritura, su relación con el periodismo fue casi inevitable, tanto como con la literatura. Fue el periodismo el que acuñó de manera inicial, en el siglo XIX, el uso de la palabra “crónica” para hacer alusión a cualquier tipo de noticia narrada. De ahí que hoy en día se sigue ajustando aún a campos de la reportería tanto en la prensa escrita y virtual como en aquella que se construye desde el campo de los medios audiovisuales. El contar una serie de sucesos, llevó a que muchos historiadores fueran llamados cronistas y viceversa. Lo común en estos y otros documentos, tiene que ver con la narración en el orden temporal en que ocurrieron los eventos. Allí se exponen, aunque no necesariamente de manera rigurosa, los sucesos tal y como los percibe y también como los juzga el cronista, y en el fondo, cuenta una historia que es la que otorga el eje narrativo. El cronista trata de reflejar lo que ocurre en una situación a partir del uso de sus palabras y de su propio estilo narrativo. Por lo general, es un experto o conoce del tema sobre el que escribe la crónica y, por tanto, inserta parte del conocimiento previo que tiene sobre el tema o aspecto a narrar, aunque esto no es necesariamente aplicable en todas las ocasiones, por lo que también opera una crónica como testimonio, cuando quien escribe se entiende como testigo de un evento. Al no tener el rigor de la ciencia histórica, la crónica otorga al escritor cierto tipo de flexibilidad y libertad de estilo, por lo que las citas bibliográficas no son estrictamente necesarias y quedan bajo la decisión de cada autor. Esto además facilita la posibilidad de describir eventos accidentales o imprevistos, retratarlos con un amplio espectro de sensibilidad y mostrar los sucesos sin que haya necesariamente una explicación que vaya más allá del evento. Los ecos del pasado Las crónicas han servido como evidencias del pasado en el marco de las pandemias que han azotado a la humanidad. He aquí una que viene desde 1898: Un individuo, un obrero, en pleno vigor orgánico, cabeza de familia en formación, cumple con afán la ardua tarea de ganar diariamente el pan para su esposa y para sus hijos, y como tal trabaja en bien propio y en pro de la comunidad. Más en ese continuo batallar por la vida, una mañana es sorprendido por fiebre, dolores violentos en las articulaciones e imposibilidad 11 Carlos Arturo Reina Rodríguez para moverlas. Después de cinco a siete semanas de crueles sufrimientos en su lecho, abandona el recinto de su hogar, reducido a su armazón orgánica y en imposibilidad de trabajar; la miseria se cierne sobre sus hijos; todo decae en la casa, y en vano busca la salud primitiva, pues ese individuo es a los pocos meses un cardiaco que, quebrantado de fuerzas físicas y abatido moralmente, entra como último recurso a un servicio de hospital de donde ya nunca volverá a salir. Caos como este son pan cotidiano en Bogotá, y los producen influencias del suelo, que la sociedad, árbitro de suerte de sus semejantes, está en el deber de prevenir. Son hijos de una fiebre infecciosa de terreno que cunde de choza en choza, del mismo modo que los sufrimientos más íntimos del alma. Esta fiebre se lleva al artesano fuerte, al obrero robusto y al soldado de la patria (Gómez, 1898, p. 69). Lo anterior fue publicado en el Repertorio Colombiano cuyo autor es Josué Gómez. Se encuentra en la colección de ensayos titulada como Epidemias de Bogotá (1898). Allí se evalúan las condiciones higiénicas y climáticas que permiten que las epidemias se presenten con facilidad en la ciudad de Bogotá. La desnutrición, la ausencia de personal médico capacitado, la pobreza, el desempleo, y la educación, son factores que facilitaban que las epidemias se propaguen en buena parte del país. 12 Los estudios históricos revelan que, el aislamiento y la reapertura no es nueva en el mundo y tampoco en el Colombia. Estas al parecer han sido una constante en la vida social humana. Se han hecho presente a lo largo de la historia y han sido descritas como plagas y pestes, que en ocasiones fueron consideradas como castigos de los seres divinos ante las desobediencias e infracciones humanas, o por causa de sus pecados que venían a ser casi lo mismo. Son conocidas, las plagas en el antiguo Egipto, las cuales fueron descritas en el Antiguo Testamento, en el libro del Éxodo (Cap. 7, p. 11). Esa narración sirvió como referente para explicar la aparición de enfermedades y epidemias. También permitió a las sociedades de otros tiempos obtener una línea argumentativa para explicar los sucesos y desastres provocados por epidemias como la peste negra a fines de la Edad Media. Posteriormente, otras epidemias aparecieron como consecuencia de la expansión humana y del aumento de los intercabios socioculturales, que dejaron huellas en amplias poblaciones como lo fueron la viruela o el sarampión en los pueblos originarios de América. Sus huellas quedaron impresas en las crónicas de la conquista española, cuyos soldados las trajeron involuntariamente, pero que en todo caso, ocasionaron miles de víctimas entre las poblaciones indígenas, cuyos cuerpos no tenían sistemas de defensa inmunológicos preparados para enfrentar tales males. Algunos de esos registros se encuentran en documentos como los que se relatan en el libro escrito por Don Francisco Hernández Arana y reproducido por Recinos (1998) titulado El Memorial de Sololá, donde aparece el registro de una epidemia al interior del pueblo Maya: Crónicas de una Pandemia 127. He aquí que durante el quinto año apareció la peste, ¡oh hijos míos! Primero se enfermaban de tos, padecían de sangre de narices y de mal de orina. Fue verdaderamente terrible el número de muertes que hubo en esa época. Murió entonces el príncipe Vakaki Ahmak. Poco a poco grandes sombras y completa noche envolvieron a nuestros padres y abuelos y a nosotros también, ¡oh hijos míos!, cuando reinaba la peste. El día 1 Ah (3 de octubre de 1520) se cumplió un ciclo y cinco años de la revolución, mientras azotaba la peste. 128. En el curso de este año en que azotaba la epidemia murió nuestro padre y abuelo, Diego Juan. El día 5 Ah (12 de marzo de 1521) emprendieron nuestros abuelos la guerra contra Panatacat, cuando comenzaba extenderse la peste. Era terrible en verdad el número de muertes entre la gente. De ninguna manera podía la gente contener la enfermedad (p. 32). 129. A los cuarenta (días) de haber comenzado la epidemia murió nuestro padre y abuelo; el día 12 Camey (14 de abril de 1521) murió el rey Hunyg, vuestro bisabuelo. 130. A los dos días murió también nuestro padre, el Ahpop Achí Balam, vuestro abuelo, ¡oh hijos míos! Juntos murieron nuestros abuelos y padres. Grande era la corrupción de los muertos. Después de haber sucumbido nuestros padres y abuelos, la mitad de la gente huyó hacia los campos. Los perros y los buitres devoraban los cadáveres. La mortandad era terrible. Murieron nuestros abuelos y junto con ellos murieron el hijo del rey y sus hermanos y parientes. Así fue como nosotros quedamos huérfanos, ¡oh hijos míos! Así quedamos cuando éramos jóvenes. Todos quedamos así. ¡Para morir nacimos! Sic. (p. 33). Aranda también narra la llegada de la peste de una manera similar a la provocada por el COVID-19 en la actualidad: El día 1 Akbal (30 de diciembre de 1559) el Gobernador Pedro Ramírez dio posesión al Gobernador Don Diego Pérez. En el sexto mes después de la llegada del Señor Presidente a Pangán comenzó aquí la peste que había azotado antiguamente a los pueblos. Poco a poco llegó aquí. En verdad una muerte espantosa cayó sobre nuestras cabezas por disposición de nuestro poderoso Dios. Muchas familias (sucumbieron) ante la peste. Se apoderaba hoy de la gente un frío intenso y fiebre, les salía sangre de la nariz, luego venía la tos más y más fuerte, se les torcía el cuello y les brotaban llagas pequeñas y grandes. Todos fueron atacados aquí por la enfermedad. Todos vieron la enfermedad, ¡oh hijos míos! El día de la Circuncisión (1 de enero de 1559), un lunes, cuando estaba escribiendo, fui atacado por la epidemia (p. 56). Arana pudo referirse a la viruela que había sido introducida por los españoles hacia pocos años a las islas del Caribe. Cook y Lovell (2000) realizaron un seguimiento a las epidemias que se dieron durante los primeros años de la conquista y colonización. Una de las mencionadas tiene que ver con una aparente peste neumónica que, según los autores, tuvo una tasa de mortalidad del 20 por ciento. Algunas fechas son relevantes para esta peste que se presume era de tifus. También hay otros registros revisados para el caso del Virreinato del Perú en el año de 1558, donde se desató una epidemia de viruela y 13 Carlos Arturo Reina Rodríguez sarampión, que según se comenta, posiblemente provenía de la importación de esclavos negros, comprados por el obispo de Santafé, y que en la Nueva Granada cobró la vida de más de 40.000 personas (p. 127). Los datos coinciden con los de Aranda en términos de fechas lo que supone que la epidemia se extendió por todo el continente y que también azotó a Europa dado que existen reportes de que en 1557 se produjo un brote epidémico de la enfermedad en el viejo continente. Eso significa que en un rango de diez años en el siglo XVI se presentó una epidemia que abarcó a buena parte del mundo (Reina, 2020, pp. 43-44). 14 La expansión de las epidemias tuvo varios aliados, entre ellos la ausencia de adecuadas normas de higiene, la falta de asistencia médica para las poblaciones más vulnerables y pobres, a las cuales muchos europeos consideraron como inferiores, y a la ausencia de hospitales y médicos que pudieran atender a los enfermos y controlar la enfermedad. El primer hospital de Bogotá se inauguró el 2 de diciembre de 1595 y se conoció como el Hospital de San Pedro, ubicado en cercanías de la catedral y dirigido por la orden monástica de San Juan de Dios, nombre que se adoptaría luego de la expedición de la Real Cédula de Felipe III. Ibáñez (1884) narra que en 1566 apareció por primera vez la epidemia de viruela, y que las víctimas fueron considerables. Sin embargo, fue la epidemia de 1587, que duró tres años, la que acabó con el 90 por ciento de la población indígena (p. 7). De Castellanos (1601) afirma que el año de 1588 fue uno de los más terribles hasta entonces: la epidemia mató a más de un tercio de la población, así españoles como indígenas, y que se enterraron de cien a doscientos cadáveres de una sola vez en fosas comunes. 1588 fue uno de las más desgraciados de que tienen noticia lo naturales (AHNC, Testamentarias de Cundinamarca 23: f.862v-63r). Un documento anónimo dice que Bogotá, “sufrió mucha mortandad… ha sido tan general que ha arruinado este pueblo y toda la tierra y los convalecientes no están para poder trabajar” (Cook y Lovell, 2000). De la misma manera no se puede olvidar la relación que hizo Tobar (1986), en razón a las formas como las poblaciones de la Nueva Granada respondieron a las pestes, recurriendo a figuras como la Virgen de Chiquinquirá, en particular cuando las medicinas tradicionales no funcionaban. A inicios del siglo XVII, se presentó otra epidemia, esta vez de “tabardillo”, que se cree fue correspondiente a lo que se conoce como tifo. De Castellanos dijo que en 1601 “hubo una gran mortandad entre los jóvenes, mozos, mozas, jóvenes”, mientras que Ibáñez (1884) relata que hacia 1633, murieron entre otros, El arzobispo D. Bernardino de Almanza, 85 clérigos y religiosos, dos alcaldes ordinarios, cuatro Regidores, muchos nobles y plebeyos, sin los esclavos indios y mulatos, que fue en sumo grado y gran número; y en los pueblos de esta jurisdicción, así de españoles como de indios, fue grande la mortandad. Sic. (p. 9). Crónicas de una Pandemia Quienes pudieron prestar algún tipo de auxilio fueron los monjes jesuitas, que tenían algún tipo de conocimiento médico para tratar a los enfermos. Se presume que muchos niños y jóvenes perecieron puesto que varias familias acaudaladas se quedaron sin herederos y testamentaron en favor de la Iglesia o de algún afortunado sobreviniente como el escribano Santos Gil. Esta epidemia permitió que en 1636 se realizará en Santafé, la primera cátedra de medicina. En 1639 apareció una epidemia de la cual no hay mayores registros. En 1702, la viruela azotó a la Nueva Granada. Según Ibáñez (1884), dejó un saldo de 7.000 muertos (p. 12). Algunas de las fechas recopiladas y correspondientes a epidemias en Colombia para efectos de una cronología breve, antes de 1810 fueron: De 1630 a 1633: Conocida como Peste General, y dento de la historiografía de la medicina nacional como Peste de Santos Gil, debido a que este fue el notario que sirvió como repositorio de varias herencias, ante la ausencia de familiares. Paradójicamente este notario falleció por cuenta de la misma epidemia. En 1651 se presentó una epidemia de viruela. Las principales víctimas fueron los indígenas; En 1656 se tuvo otra epidemia de tifus conocido como tabardillo; en 1659 hubo contagios por sarampión. Existen reportes de muchas muertes. Los registros lo relatan bajo el nombre de “Mortandad” pero no dan cifras; entre 1667-y 1668 se dio una epidemia de viruela “que cobró la vida de muchos”; En 1688 una nueva epidemia que provocó se- gún Vargas Jurado, evacuaciones de regiones completas; Entre 1692 y 1693 una de sarampión (p. 92) y viruela (p. 93) (se presume que también fueron continentales); en 1729 una más de sarampión. No se conoce el número de muertos, pero se sabe que cobijó a toda la población, pues afirma Vargas Jurado que “murió mucha gente” (p. 13). En 1756 se extendió una epidemia de viruela y en 1760, otra de origen desconocido. Un dato interesante es el que presenta Vargas Jurado (1902) respecto a esta última cuando informa acerca de la epidemia durante la administración del Virrey Solís: En 19 de mayo de 1760, a la una de la mañana, murió el Sr Chantre D. Antonio Salazar, y fue el que abrió la puerta a muchas personas que se enumeran muertas de la epidemia que vino del Japón, y causó estragos en Lima, Quito y demás lugares de América. Aquí llegó con piedad y con aviso de aquellos lugares de su modo de curar, que ha sido con sudores frescos y ayudas, y no haciendo cama, siendo total veneno la sangría y agua fría, porque se ha de tomar caliente y por espacio de 40 días, siendo las recaídas peligrosísimas; y a los viejos y viejas se los va llevando (p. 54). Vargas Jurado denominó esta epidemia, “peste del Japón”, lo que también nos induce a pensar que fue la peste bubónica la que llegó a Santafé , pues la entidad patológica se ha conocido con los nombres de fiebre del levante y tifo de Oriente. Existen otros datos que ubican la aparición de epidemias en los años 15 Carlos Arturo Reina Rodríguez de 1779, 1781, 1783 y 1785. Está confirmado que la que se ubica entre 1781 y 1783 fue una epidemia de viruela, y según Caballero y Góngora, llegó de España, pasando por Cartagena y Santa Marta. Ocasionó la pérdida de cosechas y escasez de alimentos en 1872 y 1873. Según Vargas Jurado, perecieron cinco mil personas solamente en Santafé (p. 93). En 1800 también se registró otra epidemia en la ciudad. Los individuos afectados fueron llevados a un hospital ubicado en la sabana como medida para contener la expansión de la viruela. Como el número de casos disminuyó a ocho, se levantaron los hospitales y todo tipo de protocolos y se inició una vuelta a la vida normal. De todo esto, los responsables por la salubridad no informaron al Virrey Mendinueta. Las personas infectadas que tenían medios económicos podían permanecer en sus hogares bajo el cuidado de un médico y en cuarentena bajo la pena de recibir multas. Como resultado de levantamiento de las medidas de contención, murieron en total ciento doce personas que estaban hospitalizadas y doscientos diecisiete no hospitalizados en 1802. 16 Por lo general, las causas de las pestes fueron explicadas como producto de los pecados capitales, y procedían como castigo divino, por lo que se recurría frecuentemente a las deidades religiosas, a los rezos y a las mezclas de plantas medicinales junto con la práctica de penitencias que incluyeron en algunos casos, la entrega de fortunas a la iglesia, en espera de una sanación. En la época colonial no se pensó mucho en el problema de la higiene, y solo se empezó a tener en cuenta cuando vino la necesidad de trasladar los cuerpos de los difuntos a cementerios ubicados en las afueras de pueblos y ciudades. Fue hasta después de la independencia cuando las epidemias empezaron a ser relacionadas con la higiene y entonces se detectó que estas tenían como elemento común la ausencia de condiciones mínimas de salubridad. La mayor parte de los contagios iniciaban desde los puertos como Cartagena y se extendían al resto de comarcas cercanas a los circuitos comerciales y de tránsito. Desde allí las epidemias alcanzaban las regiones más alejadas, donde el acceso a información y servicio médico era limitado o inexistente. Lo anterior se confirma con un reporte de un cabildo: Para comenzar a hablar sobre prácticas de higiene y salud pública en nuestra ciudad, compartimos un documento de 1798 donde el Síndico Procurador General presenta su consideración acerca del traslado de los contagiados del “Mal de San Lázaro” por la vía del Quindío, la cual se encuentra en mal estado y pondría en peligro la vida de los mismos, conducidos por mulas o bueyes que difícilmente podrían sostenerse en aquella montaña. Lo anterior, toda vez que ningún carguero se arriesga a llevarlos por miedo al contagio. El señor Procurador propone entonces ante el Cabildo se tomen las medidas necesarias y se les conduzca a los enfermos por la montaña de Guanacas que es “más corta y más humana” (AHC, Fondo Cabildo, T. 24, Fol. 293r–293v). Crónicas de una Pandemia En su investigación de tesis de Maestría, Sandra Marcela Durán (2013) afirma también que en Popayán y en Mompox se presentó una epidemia de origen incierto en 1646 y en 1650, se dio otra en Cartagena. Y hacia 1702 la viruea causó alrededor de 700 muertos en la ciudad de Santafé y 7000 en todo el territorio de la Nueva Granada (5). La historiadora recurre a explicar las epidemias a la luz de las respuestas que dieron las autoridades, principalmente religiosas y a las formas como reaccionaron las poblaciones por entonces muy creyentes en el catolicismo. También tenemos el caso de López Ruíz (1790), un médico neogranadino nacido en Panamá, quien se destacó por una serie de trabajos y disertaciones sobre la quina, y, por resaltar varios aspectos sobre las epidemias. Una de sus observaciones tenía que ver con el estado de los hospitales y también con el de los cementerios. A finales del siglo XVIII, la costumbre era la de enterrar a los muertos en inmediaciones de las iglesias, bajo la convicción de que allí las almas se librarían de los juicios del diablo y del inferno. Por tanto, Ruiz propuso la construcción de cementerios ubicados a las afueras de las ciudades y los pueblos para evitar que, en la descomposición de los cuerpos, se levantaran epidemias derivadas de la misma. Este documento recomendaba que, ante una epidemia, se debían crear infraestructuras para atender a las víctimas. También supone que es una advertencia y claro, una propuesta para que ciudades y pueblos se prepararan hacia el futuro, ante los eventos epidemiológicos que con seguridad se presentarían. En el siglo XIX, se diseñaron algunas medidas de contención que incluyeron estrategias para todo tipo de enfermedades. En este caso se presentó un régimen de actividades que debían ser acatados por los enfermos y por las autoridades. Si bien se trata de indicaciones destinadas para la elefancia y la lepra, existen otras que vinculan el tifo, la tuberculosis, la gripe o influenza en una sola lista: Régimen que debe observar todo enfermo atacado de elefancia o lepra y cualquier estado de la enfermedad. “1ro.: Evitará con infinito escrúpulo, las siguientes cosas: ir al baño, todo baño, i aun el de las manos que no puede volver a limpiar sino con aguardiente quitado al frío y puesto al temple del cuerpo; evitará con el mismo infinito escrúpulo. 2do. La sangría. 3ro Las venas. 4ta.Toda afección profunda del ánimo, especialmente la cólera, el susto, la tristeza, cortará. 5to. El sueño de día. 6to. Toda humedad del suelo y de la atmósfera. 7to. La trasnochada y el sereno. 8va. Todo desorden en el régimen alimenticio. 9no. Los ácidos y las grasas. 10mo. Las carnes de puerco, toda carne manida y la cecina o carne salada. 11vo. Evitará todo “apoltronamiento y al mismo tiempo todo 17 Carlos Arturo Reina Rodríguez ejercicio violente y que lo fatigue; pero todos los días hará ejercicio moderado como se describirá. 12vo. Evitará la hamaca de día y de noche y toda postura quebrada violenta o que de cualquier modo embarace la circulación de los fluidos y líquidos del cuerpo. 13vo. Y más que todo con el mayor escrúpulo, evitará toda brusca vicisitud atmosférica, todo destemple del cuerpo, todo cambio repentino, y, en una palabra, todo lo que directa o indirecta, leve o fuertemente le produzca o pueda producir una descarga en el sistema nervios (Fondo Anselmo Pineda 826, Pieza 18, Régimen que debe tener todo enfermo atacado de elefancia o lepra en cualquier estado de enfermedad, 1858). 18 Por aquel entonces todas las enfermedades relacionadas con lo que se conocía como pestes, se trataban por igual y aunque en el siglo XIX habían aumentado el número de médicos, estos en realidad poco podían hacer para controlar las epidemias, sobre todo y en particular cuando se desataban temporadas de lluvias y las guerras regionales o civiles provocaban muchos más decesos y generaban un ambiente propicio para la expansión de todo tipo de enfermedades. Un documento fechado en 1835, recomendaba algunas estrategias como medidas sanitarias para controlar las enfermedades epidémicas, que, según , José Merizalde (1835), eran las que los países civilizados debían emplear, para impedir la propagación y “degeneración del mal que le aflige”. Primero estaban las recomendaciones para los contagiados y después las medidas generales para la sociedad en general: 1. Levantarse un poco más tarde de lo acostumbrado, dándose una friega en piernas y brazos con bayeta o cepillo, y poniéndose bajo la camisa una bayeta al pecho, evitando el andar en pechos de casia. 2. Evitar la concurrencia donde se reúnan muchos, y no salir de golpe de aire estando acalorado. 3. Tomar las bebidas un poco templadas, lo que harán indispensable los que tengan tos, o padezcan males de pecho. 4. No bañarse más que las manos, y limpiarse la cara con agua y aguardiente. 5. No comer alimentos glutinosos o indigestos, como habas, arvejas, pastas de harina, bollos, arequipe y otros alimentos harinosos, cuya preparación se haga sin haber precedido la fermentación. 6. No tomar licores, y los que no puedan pasarse sin ellos, tomarlos bien preparados y tomar en poca cantidad. 7. Evitar el sereno de la noche y las trasnochadas, acostándose a buena hora, repitiendo las friegas, y tomando al acostarse, una tasa de infusión de borraja, de amapolas, de Paraguay o escobillo, o un poco de té o café bien caliente, lo que lo acostumbran, o cerveza ligera, los que la beben. 8. En fin, usar templanza en todo. Medidas públicas 1. En los conventos, colegios, cuarteles y cárceles, adaptar las medidas referidas, manteniendo dentro y fuera de los edificios la mayor limpieza. 2. Dar corriente libre a las aguas de los albañales, letrinas, y particularmente al río San Agustín, quitando los muchos muladares que infestan la ciudad, y que están a sus orillas y a las del río de San Francisco. Crónicas de una Pandemia 3. Sepultar en el nuevo cementerio, pues el antiguo no tiene un área para los muertos que da la ciudad. 4. Poner la mayor vigilancia en el aseo de los hospitales y en una buena asistencia. 5. Publicar bando en que se mande a los ciudadanos a vetar en lo posible salir por la noche, mientras dure esta estación, y ordenar que las tabernas se cierren a las ocho de la noche (Merizalde, 1835, Segunda receta para la epidemia reinante. Bogotá, 19 de agosto de 1835. Imprenta de la Universidad. Fondo Pinea 363 Pza. 2. Biblioteca Nacional de Colombia) Los protocolos de seguridad siempre se han puesto en marcha en tanto que las epidemias han estado presentes en la historia nacional. A inicios del siglo XX, la situación no varió significativamente y a pesar de que se estaban formando más médicos en las facultades de medicina, no aumentaron los hospitales y tampoco se contaba con una infraestructura de servicios públicos adecuada. La pandemia de 1918 obligó a ciudades como Bogotá a modernizar su sistema de acueducto y alcantarillado, ordenó la construcción de plazas de mercado en zonas adecuadas para tal fin, pavimentaron buena parte de las calles del centro de la ciudad , se construyeeron mataderos descentralizados, entre ellos del de Paiba y se implementaronprotocolos de higiene que libraran a la ciudad de afecciones como la de la gripa de aquel fatídico año. La muerte llegó y con ella el drama. Solana (1918) escribió en El Gráfico lo siguiente : Más hoy la muerte se presenta a nuestros ojos cubierta con sórdidos harapos. La preceden el espectro del hambre y el fantasma lívido de la peste. Y aquellos a quienes arrastra sin discernimiento, sin elección, marchan a toda prisa, sin decoro, solos, como entes, anónimos, meros granos imperceptibles de la inmensa mies segada. Las flores de las coronas son macilentas y descoloridas. Las gentes se apartan del mísero convoy, con el horror del contagio. Y manos criminales, que únicamente en esta obra de misericordia obligatoria trabajaron, arrojan violentamente al hoyo tenebroso, en repugnante promiscuidad, los cuerpos amarillentos. Así no es hermoso morir. No nos resignamos a salir así de la vida, sin que los sujetos, agobiados por la enfermedad y engañados por los mirajes del delirio, se den cuenta de nuestra ausencia. Morir de una muerte traidora y sin belleza, enemiga de la serenidad, que ha difundido previamente el pánico entre nuestros semejantes, que despierta los apetitos y los instintos de un egoísmo primitivo y agosta en los corazones los nobles sentimientos, es un castigo injusto que no merecen nuestras pobres acciones (p. 321). La escena es similar a la del año 2020. Las imágenes de los féretros que son sepultados sin acompañamiento, en las más difíciles condiciones, sin que los más allegados y familiares se encontraran presentes, fue parte de la cotidianidad de la muerte provocada por el COVID-19. En 1918, los más desvalidos fueron las principales víctimas. Las pandemias terminaron develando las injusticias y las brechas sociales derivadas de la zanja entre ricos y pobres, así como la ausencia de políticas públicas preventivas. El Gráfico aseguró que las causas de la epidemia eran: 19 Carlos Arturo Reina Rodríguez la absoluta carencia de toda higiene y de todo recurso en las clases bajas, unida a la falta de todo eficaz servicio de asistencia pública en la ciudad, han sido circunstancias propicias para la propagación de la epidemia, y ella terminará por despoblar nuestros barrios pobres, si la sociedad bogotana, con un espíritu de caridad que siempre le hará honor, no se hubiera apresurado a acudir en amparo de los desvalidos (1918). La pandemia de 2020 sirvió para desempolvar todo tipo de archivos históricos que dan cuenta de las tragedias del pasado. Aparecieron cartas y documentos a los que no se les había puesto mayor cuidado. Uno de ellos corresponde a, la carta que escribió Laureano Gómez a José Arturo Andrade fechada el 24 de octubre de 1918, y publicada por distintos medios nacionales en el mes de abril. Allí, Gómez describe que: 20 Aquí hay de nuevo una epidemia de gripa que tiene alarmada la ciudad. Por lo pronto tiene paralizada la vida; las oficinas están casi todas cerradas; los colegios lo mismo; se han suspendido los exámenes hasta en las facultades; se han ordenado cerrar teatros y cines y por las calles no se encuentra un alma de noche. Al principio fue cosa de risa: todo el mundo estornudando. Pero luego empezó una forma que llaman cerebral y empezó a morir gente de repente en la calle, especialmente entre los obreros. El pánico ha ido creciendo. Los entierros pasan continuamente. El problema se ha agravado por los sepultureros unos están enfermos, otros se han muerto en el oficio, no se consigue quien quiera hacerse cargo de él y según dicen, hay momentos en que más de cien cadáveres esperan regados en los corredores de las bóvedas que los pongan bajo la tierra. Por de contado nadie quiere ir al Cementerio y los entierros, aun los de personas notables, van sin acompañantes (Bermúdez, 2020). Además de sorprendente como lo denomina el periodista que revela la carta, Juan Carlos Bermúdez, llama la atención la descripción pormenorizada que se hace de la epidemia de 1918 en Colombia, y que afectó algunas regiones de la Costa, Boyacá y el centro del país incluida Bogotá. La pandemia ha servido para que propios y curiosos miraran hacia la historia y develaran estas y otras epidemias. Lo que muchos se preguntan es, ¿por qué tan poca gente sabía de ellas, y tan solo se recuerda la epidemia de la peste en la Europa Medieval y ocasionalmente la peste española de 1918, si han existido otras muchas a lo largo de la historia? (Reina, 2020, 54) Un primer aspecto a tener en cuenta es que la mayor parte de las personas que vivieron la pandemia de 1918, no tuvieron idea de que en realidad esto afectara a buena parte del mundo occidental, aun pese a que se hallan registros en distintos periódicos con noticias procedentes de diferentes rincones del país y del mundo. A diferencia de aquel entonces, hoy una noticia local tiende a convertirse en un rumor global. En aquel entonces una crónica estaba muy limitada a las cifras y los datos día por día como lo registró de manera permanente diarios como El Tiempo. Así lo registró el 31 de octubre: La mortalidad de los últimos diez días es simplemente aterradora; más de mil muertos en una ciudad de 130.000 habitantes en ese corto espacio de tiempo es una proporción mucho mayor de la que se está registrando en Bombay y que tanta alarma causa en Europa, 13.400 muertos en siete semanas en una población de 979.000 almas, son poca cosa en comparación de mil muertos en diez días en donde la población apenas si pasa de 130.000. Nuestra situación es tres veces peor. Y debe advertirse que apenas hace al menos veinte días que existe la gripa entre nosotros, y que, en muchos lugares, como en la India, existe aún con toda su fuerza, a los dos meses de principiada. Nos quedan, pues, por delante muchos días de lucha y de miseria, y es necesario aprestar para el ánimo y la generosidad. Lo grave de la situación en los barrios pobres se aprecia conversando con algunos abnegados y caritativos caballeros que los están visitando para socorrer a los enfermos. Uno de ellos refiere que, en un día de ayer, en radio de apenas mayor de dos manzanas, en la parte alta del Paseo Bolívar, sacó de ranchos y casuchas diez y seis infelices con pulmonía, todos ellos en estado grave y que fueron trasladados a los hospitales, y cinco cadáveres y encontró escenas desoladoras, de familias enteras que agonizaban sin socorros ni alimentos. La necesidad de hospitalizar a estos desgraciados lo más pronto posible, y con la mayor actividad, es evidente, y sería obre de verdadera caridad la de cooperar en esa tarea para la cual falta brazos… Mortalidad ayer Ayer han sido el día en que se han registrado mayor número de defunciones. El total alcanza a 148, distribuidos así: 108 perso- Imagen 1 Fragmento de la carta de Laureano Gómez a un amigo, fechada el 4 de octubre de 1918 Fuente: Bermúdez (2020). Revista Semana. Versión Digital. Recuperado de semana. com/nacion/articulo/la-sorprendente-carta-de-laureano-gomez-sobre-la-pandemia-de-1918-en-bogota/662905/ 21 Carlos Arturo Reina Rodríguez nas que fallecieron en sus domicilios; 20 personas que fallecieron en el hospital San Juan de Dios; 11 en las calles, 6 en el Hospital de la calle 26 y tres en la Hortua. La Oficina de Higiene expidió ayer 190 boletas de defunciones, pero ellas que quietar 42 que corresponde a los 42 cadáveres del Anfiteatro que existían antier y que estaban incluidos en ese número. Desde el domingo 21 del presente hasta ayer a las seis habían fallecido 1.028 personas, suma que por sí habla de la intensidad con que se ha presentado la epidemia (El Tiempo, 1918, “El curso de la epidemia en Bogotá”, p. 2). 22 La cuestión de las cifras siempre es de vital importancia. Como hoy, en aquel momento también se llevaba un conteo pormenorizado día tras día, que era publicado en diarios como El Tiempo. A diferencia de otros periódicos en Latinoamérica, el registro fotográfico es limitado y en el caso de este medio nacional, casi inexistente. Lo que sí hace es una descripción pormenorizada desde días anteriores. Por ejemplo, el 21 de octubre hizo un balance del estado de la ciudad de Bogotá y de la afectación de la gripe, indicando que la gripa había afectado todos los ramos de las actividades de la capital. Tanto en el Gobierno, como en el Parlamento, los cuales no habían podido sesionar ni atender al público, así mismo en el comercio general donde se indica que “ha estado casi paralizado por la misma causa” y la mayoría de funcionarios de bancos y almacenes están enfermos. Lo mismo ocurría en colegios, universidades y cuarteles: En los colegios y cuarteles En los colegios y cuarteles es donde más estragos está haciendo la epidemia. En el Colegio de San Bartolomé se encuentran enfermos más de cien alumnos. Otros tantos existen en los de los Hermanos Cristianos y las clases en muchos establecimientos de la capital se han suspendido desde el jueves. El regimiento Cartagena había ayer 225 enfermos; en el Caldas, 185. Se dice que el 50 por 100 del cuerpo de Policía padece hoy de gripa. Entre la gente del pueblo la gripa ha hecho verdaderos estragos y el gremio de sirvientas se encuentra hoy casi, íntegramente afectado por este mal, lo cual es causa de innumerables incomodidades en todas las casas. En las compañías teatrales La compañía que actual en el Municipal tuvo que suspender la función anunciada para anoche, porque todo el personal de la compañía, con excepción del actor Sen, se encuentra atacado del mal. En los correos y telégrafos De la Oficina Telegráfica hay más de 25 telegrafistas en cama, y para poder reemplazarlos, los pocos empelados que quedan en pie han tenido que trabajar seguido de día y de noche. Esto explica la demora en la recepción de telegramas en estos días. Lo mismo sucede con los correos. Varios correos se han quedado debido a que los encargados de despacharlos están también enfermos. El tráfico en las calles Las calles de la ciudad, especialmente en las horas de la noche, se encuentran casi desiertas. Nadie sale y el tráfico de vehículos Crónicas de una Pandemia (coches, carros y automóviles) se ha disminuido considerablemente pues la epidemia no ha respetado ni aun a los aurigas que era en Bogotá la gente que se consideraba inmunizada contra la gripa (El Tiempo, 1918, “La gripa y los estragos que causa”, p. 2). De la misma manera el diario registra el abuso en los precios de algunos medicamentos en las farmacias de la ciudad (El Tiempo, 1918, p. 2). También menciona que hubo disminución del servicio de tranvías, al tiempo que reporta casos en México, Argentina, España y otros países de habla hispana. Como hoy, también se publicó una crónica de las epidemias en la historia de la humanidad señalando a estas como una de las causas de la caída de Atenas en las guerras del Peloponeso. También cita las guerras púnicas, así como el fracaso del asedio de Siracusa en Roma por parte de Amílcar en el año 1656, en lo que se conoció como la fiebre antonina. Igualmente se hace mención en el siglo XIV a la peste negra, el tifo en el siglo XVII y se considera que la gripa española es menos peligrosa que las anteriores y aclara: Por lo tanto, según las autoridades médicas, la enfermedad no reviste demasiada gravedad, pero si exige por parte de los enfermos los más estrictos cuidados, sobre todo en el periodo de la convalecencia. También parte de averiguado que todas las prevenciones que se tomen para evitar la infección son absolutamente inútiles (El Tiempo, 1918, “La gripa del exterior”, p. 2). La pandemia de 1918, llegó a Bogotá a fines de año. Desde septiembre se encuentran ecos de ella y en noviembre se alcanzó el punto más alto de víctimas. Lo paradójico es que este umbral se logra casi a la par de la conmemoración del Día de los Fieles Difuntos, el 1 de noviembre. Un día después publicó la revista El Gráfico, una crónica de Solano, a propósito de la fecha conjugada con las víctimas y la gripa. He aquí un fragmento: Dia de Difuntos Jamás llegó para esta ciudad la fecha de hoy en tan dolorosas circunstancias, ni las campanas de las iglesias gimieron más fúnebremente su plegaria de lágrimas. Ni bajo aquellas pestes legendarias de la Colonia, ni cunado en plena lucha emancipadora los maderos ensangrentados del patíbulo pregonaban el terror, ni más tarde, en las convulsiones revolucionarias de la República, cuando hermanos enloquecidos les arrancaban la vida a sus hermanos. La muerte siempre fue para con esta buena villa, más piadosa, más discreta, y quiso antes velar por la desnudez macabra con un manto de silencio. Al menos, le ahorró la horrible coincidencia de traer el día consagrado a la conmemoración de los difuntos y a la evocación de los que dejaron vacío su puesto en cada hogar, en la época precisa en que a cada hora perdemos todos, como bajo el conjuro místico de alguna maldición, un padre, un hijo, una criatura a que amábamos. Y como si la naturaleza quisiera contribuir a la tribulación de los hombres, les quita la visión del cielo azul, amortigua los rayos del sol, cierne sobre el paisaje una llovizna incesante, enloda las 23 Carlos Arturo Reina Rodríguez avenidas, y mantiene implacablemente negras, como una tétrica antesala de la tumba, las calles asfaltadas. Todo es fúnebre y frío en este día de las ánimas. Y los cerros que cubiertos de nieblas vigilan impasibles la inquietud y la angustia de la ciudad, enmarcan con la desolación de la Sabana es te cuadro de tristeza (Solano, A., 1918, “Dia de Difuntos”, El Gráfico, p. 321). Solano agrega en su crónica que, si bien la muerte se recibe como algo natural, confiesa que “así no es hermoso morir” y que esta es una muerte traidora que no contiene belleza alguna, y que sin duda se corresponde a un castigo injusto para una ciudad tan noble. Por su parte, en la misma revista, Gómez Corens, le escribe a la lluvia, y relata como esta no cesa, como si supiera por el dolor que pasa la ciudad: 24 dejar un legado de lo que ocurrió aquel trágico año. He aquí algunas de ellas, en el orden en que fueron publicadas2: En el número siguiente de El Gráfico (1918) y que corresponde al 9 de noviembre se hace una advertencia que bien vale resaltar pues se pude considerar como un mensaje para los habitantes del futuro, posiblemente para nosotros cien años después: Imagen 2 Miembros de la Junta de Socorro que apoyó al gobierno en el momento de expansión de la epidemia Oración a la Lluvia Señora mía: Hoy ha llovido copiosamente… Escucha: es que la buena Madre Naturaleza está triste por nuestra mutua pena… Llueve, llueve, cielo amado en cuyo azul he visto correo como éter el vapor de mis sueños, en cuyo rosa auroral ha irradiado mía alegría, en cuyo dombo gris se ha extendido el tizne pesado de mis tristezas… Llueve, cielo querido, tu que sentiste al par con mi alma, así el ayer venturoso como este hoy dolorido. Llueve y riega a tu buena amiga la tierra, que también sabe ser cariñosa, con su negrura agasajarte, para mi cruel melancolía… (p. 323). Ese número prácticamente está dedicado a la epidemia e incluye una crónica fotográfica de gran valor, como una forma de Fuente: El Gráfico, Bogotá, Serie LV, Año IX No 441, noviembre 2, p. 324. 2. No se logran publicar todas dado que los rollos revisados no tienen mejor calidad. Crónicas de una Pandemia Imagen 3 Hospital provisional de la calle 26. Como se aprecia, las condiciones eran muy deplorables. Imagen 4 Los fallecidos eran conducidos por sus familiares directamente al cementerio. Fuente: El Gráfico, Bogotá, Serie LV, Año IX No 441, noviembre 2, p. 324. Fuente: El Gráfico, Bogotá, Serie LV, Año IX No 441, noviembre 2, p. 324. 25 Carlos Arturo Reina Rodríguez Imagen 5 Los cadáveres eran depositados en una fosa común ante la ausencia de espacio para su entierro de manera individual. Imagen 6 Repartición de Víveres. Aspecto exterior de uno de los locales en que las juntas de señoras reparten víveres a los enfermos desvalidos Fuente: El Gráfico, Bogotá, Serie LV, Año IX No 441, noviembre 2, p. 324. Fuente: El Gráfico, Bogotá, Serie LV, Año IX No 441, noviembre 2, p. 324. 26 Crónicas de una Pandemia La virulencia con que se ha presentado la epidemia de la gripa en la capital y en las poblaciones de la Sabana, está demostrando que existe en nuestro medio un agente especial, que debe ser modificado de una manera eficaz, si se desea defender en el futuro la vida de los habitantes de la altiplanicie. Ese agente que interviene en el recrudecimiento de las epidemias que azotan a Bogotá, no puede ser otro que el medio higiénico. En las ciudades de la tierra baja, cuya temperatura obliga al baño diario, el pueblo está menos expuesto a perecer durante una epidemia. Las habitaciones son más limpias y más aireadas. Por estos motivos podemos proveer, empíricamente, que en las tierras calientes será menos devastadora la epidemia que en las tierras altas, en donde interviene para exacerbarla, la aglomeración en malísimas viviendas, de personas que desconocen el aseo y llevan una existencia demasiado miserable. (…) Bogotá tiene que hacer un esfuerzo colectivo, un esfuerzo de autoridades y de ciudadanos para procurar la sanidad de la metrópoli colombiana, transformando la vida del pueblo. De otro modo, y esto lo dicen los técnicos y lo presentimos todos, la ciudad estará cada día más amenazada de la presentación de pestes que aniquilan los grandes centros por no haber atendido al mejoramiento de las condiciones higiénicas del conglomerado social (Grillo, Maximiliano, 1918, “Medidas Sanitarias”, El Gráfico, pp. 329-330). Con todo lo anterior, se generó una transformación socioespacial de la ciudad y un desarrollo urbano, al tiempo que se atendieron buena parte de los problemas de infraestructura que se habían tardado en ejecutar por problemas burocráticos y de presupuesto. Por ello, hay un cambio en la forma como se vivió en adelante en una ciudad como Bogotá. La construcción de un acueducto y la expansión de redes de suministro, mejoraron las condiciones de higiene. El encausamiento de los ríos de aguas negras en particular los ríos San Francisco y San Agustín contribuyeron a mejorar el ambiente en la zona central de la ciudady propició que se mejoraran zonas de habitación mientras se iniciaban procesos de urbanización planificada. Así mismo, el control a los alimentos, la construcción de plazas y centros de abastecimiento en adecuadas condiciones higiénicas, el tratamiento de las basuras en lugares controlados junto a la construcción del Matadero Municipal constituyeron en los años posteriores, importantes avances en el proceso de modernización. Dicen que no hay mal que por bien no venga. También dicen que debemos mirar hacia atrás para saber hacia dónde venimos y para dónde debemos ir. Esas son las lecciones del pasado y no hay afán pues de cuando en cuando, aunque las olvidemos temporalmente, la naturaleza al parecer se empeña en hacerlas recordar. La crónica en medio de una pandemia La pandemia de COVID-19 llegó hasta nosotros, como parte de las noticias, que, siguiendo un ejercicio diacrónico, fueron develando el desarrollo de algo que era simplemente un rumor. Algunos medios de comunicación y centros académicos hicieron un recorrido de noticias de manera cronológica revelando 27 la expansión geográfica temporal del coronavirus: Carlos Arturo Reina Rodríguez Casi todas las cronologías concuerdan en que fue en diciembre cuando se registraron los primeros casos, y que el 31 de ese mes se convirtió oficialmente en la marca temporal de inicio debido a la comunicación de la aparición de un virus en China y que fue reportado en ese día a la Organización Mundial de la Salud. Como sabemos otras fuentes indican que posiblemente los contagios iniciaron antes de este mes. También se concuerda con el mes de marzo, como en el que se generalizaron las cuarentenas en casi todo el planeta, situación nunca antes vista. El 17 de marzo, la Unión Europea cerró sus fronteras internacionales y comenzaron las restricciones aéreas en los Estados Unidos y buena parte del mundo. También fueron restringidos los pasos fronterizos, se cerraron los puertos de comercio y se prohibieron los desembarcos de cruceros, lo que generó dramas con viajeros que quedaron atrapados durante semanas e incluso meses, sin poder desembarcar o regresar a sus lugares de origen. América Latina pese a ser una de las últimas regiones afectadas, también se vio en la necesidad de implantar cuarentenas durante varios meses, aun a sabiendas de los daños que esto causaría a sus ya frágiles economías. 28 Al unísono, se cerraron las universidades, colegios y escuelas en todo el mundo, como estrategia adicional para frenar la propagación del coronavirus. También se declararon estados de emergencia para obtener recursos y dotar de materiales y personal médico a los sistemas de salud, mientras que se ini- Imagen 7. Cronología de la pandemia, diciembre 2019-marzo 2019 Fuente: Universidad Autónoma de México. DGD CUNAM. Recuperado de http://ciencia.unam.mx/contenido/infografia/106/infografia-coronavirus-cronologia-de-la-pandemia Crónicas de una Pandemia ciaba una carrera en la investigación y desarrollo de vacunas por parte de los Estados y de empresas farmacéuticas privadas. Mientras tanto, las cuarentenas y el distanciamiento social, fueron generando cambios en la vida cotidiana de los habitantes de ciudades y campos. Se prohibieron las reuniones públicas y todo tipo de eventos que generaran aglomeraciones, se prohibió el ingreso de extranjeros en algunos países, la suspensión de los vuelos, de las eliminatorias mundialistas de futbol, la suspensión de las ligas locales prácticamente en todos los deportes, la cancelación o suspensión de conciertos y eventos artísticos y culturales, y en últimas el confinamiento casi total. Algunos estudiosos de la historia colombiana han señalado que las situaciones buenas y malas, por lo general han llegado del exterior del país en forma de rumor. Así se enteraron los indígenas de la llegada de los españoles, también los criollos de las las reformas en Europa, y de las ideas de la revolución estadounidense y la revolución francesa. Las independencias llegaron además con la participación de legiones británicas, y alguno que otro francés, para constituir una gran Colombia, que, en 1830, de manera muy temprana, sería invadida por las divisiones, los regionalismos y los odios, que, como una epidemia dividieron lo que antes fue un solo país, en tres repúblicas. Las migraciones fueron limitadas y por cuenta de esto, las élites locales valoraron de manera enorme, la llegada de ingleses, franceses o estadounidenses entre otros, así como sus modas, Imagen 8. Países con más cuarentena en América Latina Fuente: DANE CEPAL/Sondeo, La República, Bogotá, 29 de julio de 2020 29 Carlos Arturo Reina Rodríguez sus formas de vestir, la arquitectura de sus casas y barrios, los vinos y algunas de sus comidas. También llegaron los turcos, los sirios, los palestinos, algunos judíos, y ya en el siglo XX algunos vascos y catalanes, pero nunca como la migración venezolana de la segunda década del siglo XXI, precisamente unos años antes del inicio de la pandemia. Así también llegaron los avances tecnológicos como el ferrocarril, el telégrafo, la luz eléctrica, y , en el siglo XX, la necesidad de modernizar el sistema de salud, por cuenta de la llegada de una gripe que acusó a miles de personas en el mundo y que, en el centro del país, cobró la vida de muchos en 1918. Los cementerios se vieron atiborrados, el desfile de fallecidos fue una constante por lo menos en Boyacá, algunas poblaciones de Cundinamarca y Bogotá. El sistema hospitalario incipiente se vio colapsado y se evidenció la incapacidad administrativa para sortear tal situación. Por fortuna, en pocos meses, la epidemia había desaparecido, dejando además de un gran número de muertes, planteada la necesidad de modernizar todo el sistema de higiene y salud pública, y de pensar en modelos de planificación y prevención, para situaciones similares en el futuro. 30 Por aquel entonces, nuestras ciudades, eran poco más que pueblos, y el hispanismo, tanto como las ideas liberales y socialistas, intentaban consolidar grupos de discusión y estudio, mientras emergía un movimiento estudiantil, inspirado por el Movimiento de Córdoba, Argentina también en 1918, ideas dque alcanzaron a figuras como Germán Arciniegas, en su propósito de crear una organización estudiantil de carácter continental. Es importante comprender que, si bien quedaron algunas mejoras en la infraestructura del país, pronto la gripe que asustó a los habitantes del centro del país, quedó en el olvido, incluso son pocas las líneas dedicadas por los libros de historia oficial y quedan algunas tesis y trabajos ocasionales que vinieron en aumento debido al interés desatado por la pandemia de COVID-19. No obstante falta mucho por indagar sobre lo ocurrido en 1918. Algunas impresiones destacadas de la época constituyen fuentes para los trabajos históricos del futuro. Lo cieto es que con las aperturas económicas, tratados de libre comercio y otra suerte de acuerdos impulsados sobre todo a finales de los años noventa y principios de los dos mil, pronto llegaron más y más productos, sobre todo, del Sudeste Asiático y de China, a parte de la inmensa producción tecnológica que reemplazó a la estadounidense y europea y que llegó a los establecimientos de los barrios populares a precios de feria: “todo a mil, a dos mil, a cinco mil, a diez mil, a veinte mil” son los anuncios con los que se identifican muchos de estos almacenes ubicados en casi todas las ciudades del país, ofreciendo todo tipo de productos a precios muy por debajo de los que se compran en los supermercados y almacenes de cadena. En la práctica, allí se pueden adquirir artículos de aseo personal Crónicas de una Pandemia y general, ropa, loza, herramientas, adornos, cosméticos, juguetes para niños y elementos para mascotas, y dependiendo la temporada, disfraces, árboles de navidad, y toda suerte de artefactos y objetos a precios irrisorios. A pocos les importa su procedencia, tanto como el precio y la posibilidad desde ahí, para adquirir elementos que otrora eran exclusivos de centros comerciales en donde las marcas expuestas en almacenes de cadena y grandes superficies, certificaban su autenticidad. Tampoco a muchos consumidores importa esto último. Imagen 9 Primera página de la Revista Cromos del 2 de Noviembre de 1918. El titular señala a un enemigo que no se puede ver. Se acompaña con la cruda fotografía de dos cadáveres tendidos en una calle en Bogotá Las condiciones y la calidad son sacrificadas por el precio, es decir, por el mercado, aunque en realidad el riesgo está en los componentes, el tratamiento y la autenticidad de los productos y los efectos nocivos para la salud del consumidor. Todo esto se convirtió en parte de la “normalidad” del consumo cotidiano y muchos hogares se fueron llenando de todos estos artefactos cuya explotación laboral en relación con el precio, poco importan a este lado del océano, pues se suceden más allá de lo visible. Los productos simplemente aparecen, sin importar su procedencia y lo que ellos ocultan. De la misma manera, como se ha ido esparciendo el comercio de productos llegados del otro lado del océano, también lo hizo el COVID-19. Inicialmente apareció en noticias, como algo más que pasaba allá, al otro lado del mar, en un lugar conocido por esos productos que tenemos en nuestros hogares, que portamos con nosotros, como celulares, ropa, zapatos, esferos, entre 31 Fuente: Biblioteca Luis Ángel Arango. Carlos Arturo Reina Rodríguez otros. La noticia de escasos segundos se fue convirtiendo en la noticia de minutos y posteriormente de horas hasta llegar a copar el diario vivir. Como en la prensa de 1918, los números empezaron a dictaminar los temores y las políticas para contener la epidemia. Primero el número de contagiados y luego el de los fallecidos. Ese primer contagiado fue un campanazo de lo que vendría. El primer fallecido, fue la constatación de que no estábamos exentos de padecer y sucumbir a la nueva pandemia o sobrevivir a ella. El COVID-19 se convirtió en el actor principal, robándose el show y las conversaciones en las redes sociales y los medios de comunicación. Campos y ciudades se vieron involucrados en el torbellino de emociones que desencadenó la cuarentena, como en una guerra frente a un enemigo invisible. 32 Las redes sociales agitaron las aguas de los políticos y gobernantes, que trababan de aprovechar la ocasión para generar estrategias de contención o para criticarlas como parte de futuras campañas electorales. El COVID-19 no dio tregua a las rencillas políticas ni a las luchas intestinas en países con grandes conflictos como Colombia. Si bien se presentó algún descenso en las trágicas cifras de asesinatos y atentados, tanto en las zonas rurales como en las zonas urbanas, estas últimas producto de la delincuencia, en la práctica no cesó el terror de los actores armados. La tregua por cuenta del COVID-19 duró relativamente poco, pues en la medida en que se fue abriendo, posteriormente, la economía y la sociedad, arreciaron los hechos violentos en todo el territorio nacional, tanto como las manifestaciones en ciudades sitiadas por el coronavirus como París, Berlín, o New York. Estaba claro que aún los odios raciales, manifiestos en el asesinato de Floyd como las masacres en los campos colombianos, o los atentados en París, Londres y otras ciudades europeas, no se habían detenido. Al parecer el virus que más pesa en la humanidad es el que portamos como especie. De Oriente llegó un nuevo actor Aunque se ha señalado a Wuhan como el lugar de procedencia del nuevo coronavirus, en realidad es incierta su procedencia, y como es sabido hay quienes suponen que no fue una mutación natural, sino que se dio como parte de pruebas de armas biológicas en laboratorios, que, llevado a todo tipo de elucubraciones sobre conspiraciones, nuevos órdenes mundiales, engaño de grupos que quieren controlar al mundo, del nuevo anticristo o del impacto de la tecnología 5G para controlar a los seres humanos. Todo esto forma parte del abanico que se abrió y que incluyó la negación de la existencia del virus. Es curioso que Wuhan sea una ciudad incluso más grande que la mayor parte de las capitales de Latinoamérica y que no hayamos sabido de ella hasta el 31 de diciembre de 2019. Y por raro que parezca, hasta allí también habían llegado a estudiar en sus universidades, varios latinoamericanos incluyendo un grupo pequeño de colombianos. De aquella ciudad con más Crónicas de una Pandemia de once millones de personas, procedía según las noticias, una gripa que había tenido complicaciones y que estaba generando temores entre la comunidad de aquel país, entre los científicos y autoridades de la Organización Mundial de la Salud. Los relatos de los enfermos y el aumento de las cifras de fallecidos fueron aumentando los temores. Los primeros casos en Italia y Alemania, luego en Estados Unidos, alertaron a todo el mundo. Por momentos se evocaron las películas de terror que se habían inspirado en pandemias y zombis, e incluso algunos vendedores de películas en la calle, cambiaron las portadas de algunas de ellas para titularlas, como la película del coronavirus. El primer caso en América Latina generó pánico. Entre enero y febrero pasamos de un rumor a una alerta mientras el temor se apoderaba de la mayoría. Los tapabocas escasearon y con la confirmación del primer caso, el miedo aumentó. Un viaje con tintes épicos fue realizado para rescatar a los nacionales que vivían en China, viaje registrado por los medios que siguieron paso a paso el recorrido hasta la llegada al país de los ciudadanos repatriados, algunos juntos sus familias, para ser confinados en el Centro de Alto Rendimiento en Bogotá. La idea era sacarlos y librarlos de la epidemia. Paradójicamente no había escape. En marzo los casos empezaron a aumentar de manera rápida y luego vino el confinamiento. El silencio absorbió todo lo pasado, o por lo menos buena parte de él, mientras se avecinaba una nueva realidad, vinculada al distanciamiento social, la cuaren- tena, y toda una serie de protocolos, que aún, con la posterior apertura de la vida social, siguen atemorizando al común. Era algo nuevo para todos, pero no era nuevo para la historia. Era increíble lo que estaba ocurriendo. Una especie de toque de queda pacífico, provocado por un enemigo invisible, que solo aparecía en los comerciales de productos de aseo personal, como jabones, cremas dentales, o productos de aseo doméstico como limpiadores de pisos y baños, que combatían a los virus y bacterias representados como pequeños entes monstruosos. A la par, y como en 1918, se ofrecieron a la venta vitaminas, fortificantes de las defensas, mientras aparecían toda suerte de productos naturales para enfrentar al invasor. Desde aquella ciudad llegó este agente monstruoso, pero diminuto en su tamaño que, empezó a tomar por asalto, la vida de miles de personas en el mundo. De aquella ciudad china de la que pocos habían oído, emergieron las noticias que la hicieron famosa en cuestión de dos meses, y tanto doctos como curiosos, se interesaron en ella, al punto que se empezaron a escribir libros, hacer conferencias presenciales y luego virtuales, y, claro, hacer crónicas periodísticas que llevaron su nombre: Wuhan. De un momento a otro, el predicado preferido por noticieros periodistas, académicos, fue en tiempos de… COVID-19, coronavirus o pandemia, no importa, estamos en los “tiempos de…”. Nunca fue más importante la crónica que cuando se habla del tiempo como regulador de la vida y de la muerte. 33 Carlos Arturo Reina Rodríguez De un rumor emanado el último día del año 2019, por cuenta de una “misteriosa neumonía viral” (El Espectador, 2020), al establecimiento de una cuarentena, el desmonte progresivo de la misma y las consecuencias en términos del número de fallecidos, contagiados, además de los efectos económicos que han venido presionando a los gobiernos para que hicieran una reapertura de todos los ámbitos de la vida social y económica, e iniciara lo que han llamado como “la nueva normalidad”, la vida definitivamente cambió en muchos aspectos. Cientos de imágenes llenaron las redes, las noticias, la vida diaria, y los medios se encargaron durante meses de seguir día a día el desarrollo y expansión del virus, primero observando el temor de propios y extraños ante la ausencia de médicos, la falta de camas y UCI con su respectiva dotación, el miedo al colapso sanitario, y luego, la subsiguiente crisis económica y social que vino con la pérdida de empleos, el cierre de comercios, y ante todo, la evidente crisis social que desnudaba la deficiencia de infraestructura en términos de salud, pero que también mostraba otras puntas del iceberg de la pobreza, la corrupción y la violencia social y política. Hacia la construcción de las crónicas de una pandemia 34 ¿Por qué unas crónicas? Porque como vimos, se hace necesario dejar unas huellas, unas miradas, no únicas, sino tal vez diversas, que sirvan como elementos de análisis para los futuros investigadores. ¿Cuáles aspectos resultan importantes? Se to- maron aspectos de la vida cotidiana manifiestos en la infancia, el territorio, aspectos relacionados con la salud, el comercio, el conflicto armado entre otros. Participaron profesores e investigadores vinculados a distintos campos de la investigación social. Se han dado prioridad a algunos temas, sin embargo, es importante mencionar que este volumen está incompleto si no tenemos en cuanta el correspondiente a la recolección de los testimonios de los cuales se extrajeron los referentes para que los investigadores y escritores invitados se inspiraran. El objetivo de estas crónicas se centró metodológicamente en la elaboración de una serie de relatos que analizaran, a partir de reflexiones y observaciones basadas en testimonios recogidos en el marco de la investigación Memorias de una Pandemia. Testimonios, reflexiones y análisis desde las vivencias de América Latina. Pandemnesis: Archivos testimoniales, diarios de la experiencia, crónicas y fuentes desde América Latina, en el marco del Doctorado en Estudios. En este estudio, se llevó a cabo una aproximación testimonial relacionada con diversos aspectos de la vida cotidiana, su afectación, cambios y transformación en perspectiva del COVID-19 y las políticas de cuarentena desarrolladas por los gobiernos locales y nacionales. Estos aspectos abarcan campos como el tecnológico, las redes sociales, los lenguajes, el cuerpo, los recuerdos, las costumbres, las tradiciones, las formas de comunicación y de relación, la alimentación, el vestuario, el trabajo, la educación y otros as- Crónicas de una Pandemia pectos que pueda haber sido afectados por la nueva situación. De esta manera, al convocar a los investigadores a escribir unas crónicas, se propuso lo siguiente: A. Detección de tiempo y espacio. B. Identificación a partir de un aspecto de la vida cotidiana, cambios, rupturas, o continuidades generados con la cuarentena y la expansión de la pandemia global. C. La construcción de la crónica debía estar organizada de manera cronológica. Las descripciones debían estar bien detalladas, con la mayor cantidad de información posible y de manera minuciosa. D. El objetivo era poder ofrecer documentos que sean de acceso a muchos investigadores, de tal manera que se plantea el uso de un lenguaje claro. La forma de construcción del mismo dependía del autor, así que podía hacerse uso de la prosa literaria, o bien, de una más especializada. En ambos casos, los autores podían si así lo querían, respaldar sus textos con imágenes, afirmaciones y uso de adjetivos y figuras literarias si era el caso, para realzar más el texto, sin llegar al punto de la exageración. Esto con el fin de generar un punto de referencia personal, que permitiera al lector identificar la carga subjetiva y la distancia frente a la realidad. E. También se podían narrar los hechos sin entrar en más valoraciones ni en sus aspectos polémicos o se pueden aportar diferentes puntos de vista sobre un mismo hecho. F. Igualmente se podía hacer uso de la crónica épica, que integra lo real y lo ficcional, y en ese marco las creencias y marcos socioculturales. La diferencia entre estas épicas y la crónica histórica es que en la crónica se hace referencia a hechos reales mientras que, en la épica, la ficción y realidad van de la mano; hombres y dioses mitológicos se entremezclan compartiendo incluso acontecimientos históricos reales. Estas cuando son escritas en prosa son denominadas como sagas. Partimos de un referente: no hay nada escrito ni nada dicho como enunciado final. Al principio, la estrategia de investigación se dirigió en tratar de establecer qué era lo que estaba pasando, y posiblemente esa misma fue la intención de diversas instituciones y universidades en todo el mundo. Había una necesidad de explicar, pero en nuestro caso, de reflejar lo que estaba pasando de alguna manera para que quedara como recurso de la memoria, como documento de referencia y como punto de partida para reflexiones futuras. En este caso, se trata de una serie de crónicas que pasan por la vida cotidiana, que es lo que nos imparta. De las cifras de pérdidas y ganancias se pueden ocupar otros estudios, pero en este caso, el actor central es el ciudadano del común que expresa, desde diferentes puntos de referencia, esas formas diversas de sentir y entender lo que ha significado la pandemia en 2020. 35 Carlos Arturo Reina Rodríguez *** Este libro se compone de dos partes. La primera, sometida a los referentes de la metodología propia en este caso de los estudios realizados en la línea de Memoria, Experiencia y Creencia que dirigen los profesores Adrián Serna Dimas y Carlos Arturo Reina Rodríguez, en el Doctorado en Estudios Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Aquí participaron tres profesionales, doctorandos vinculados al DES: Johanne Estrada, Manuel Hernández y Angélica Aguillón. Se trata de tres reflexiones que indagan por lo metodológico, por el ejercicio de la recolección se testimonios y por la selección de algunos temas. Integran elementos personales, como quiera que todos los autores de este volumen hemos vivido al unísono, desde diferentes lugares, los avatares de la pandemia, la cuarentena y los efectos que trae el confinamiento. Es una reflexión teórica, pero también personal en torno a las formas como se abordan desde la academia este tipo de temas. 36 Una segunda parte del texto está compuesta por los documentos presentados por distintos profesionales del campo de las Ciencias Sociales. Para esto sese convocó a varios profesionales que incluyeron a profesores universitarios y profesores del Distrito. Algunos se encuentran fuera del país mientras que otros se radican en otras ciudades. Las crónicas presentes en este apartado, reflejan la diversidad de la escritura y de formas para poder escribir. Ellos tomaron cerca de treinta testimonios elaborados en el marco general de la investigación y desde allí, tuvieron la libertad para que cada uno elaborara la crónica conforme a su estilo, de manera autónoma y muy personal. En primer lugar, nos encontramos con una documento de la antropóloga y profesora de la Universidad Nacional de Colombia, Ximena Pachón, quien desde los testimonios construye una crónica que tituló Los niños nos cuentan. Ximena Pachón, caracterizada por sus trabajos sobre la infancia en Colombia, explora en esta ocasión las reflexiones y testimonios entregados por niños y niñas que, reflejan el paso y el efecto del distanciamiento social, principal aspecto que los afecta, así como las respuestas que, desde su posición como infantes, hacen del momento vivido. En seguida, el Doctor en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Colombia y director de la Maestría en Investigación Social Interdisciplinaria de la Universidad Distrital, Andrés Castiblanco Roldán, expone un texto que responde a esa angustia y a esa necesidad de comerciar, pero también de autoabastecerse. ¡Una bolsita para llevar por favor! Paisajes del comercio minorista en tiempos de pandemia. Se trata de reconocer esos cambios por pequeños que se dan en los marcos del comercio cotidiano. Los efectos del confinamiento en los espacios, sus usos y en las relaciones sociales y su convivencia, en lo que la autora denomina como campo vedado, son parte de la crónica expuesta Crónicas de una Pandemia Tras la ventana y hacia la calle, las miradas del confinamiento. Los espacios y el habitar durante la pandemia, escrita por la profesora Luisa Fernanda Cortés Navarro, adscrita a la carrera de Comunicación Social y Periodismo, y candidata a doctora en Estudios Sociales de la Universidad Distrital e investigadora del Seminario Permanente de Historia de la Juventud, del Instituto Mora – México. El Doctor en Comunicación de la Universidad Pompeu Fabra, Jaime Andrés Wilches Tinjacá, exploró el campo de la comunicación con una crónica que tituló La pandemia: víctima de una sociedad que olvidó el poder de la comunicación y que parte de señalar que antes de esta pandemia ya había otra pandemia que era la de la indolencia y posiblemente la del olvido y el desinterés por las cosas fundamentales. Por su parte, Gloria Isabel Bermúdez Jaimes, Fonoaudióloga y Magíster en Discapacidad e inclusión Social de la Universidad Nacional de Colombia, candidata a doctora en Estudios Sociales, y directora de investigación de la Fundación Universitaria, Escuela Colombiana de Rehabilitación, nos presenta una crónica titulada Cartagena 2024. Una sinécdoque de la pandemia en Colombia.3 Un relato ficcional con tintes muy reales que inicia en el futuro pero que nos traslada al presente. Crónicas de crianza: los ritmos que marcan la vida, es el título de la crónica de Mónica Yasmín Cuineme Rodríguez quien examina las formas cambió de la vida en torno a la crianza de menores de edad. Esta es una de esas etapas en las que se pudiera pensar que la pandemia generaría cambios menos susceptibles, sin embargo, en este documento se advierten otros cambios que resultan ser importantes y que el lector seguramente encontrará llamativos. El problema de la migración en nuestros países es un evento recurrente. El psicólogo de la Universidad Nacional, y doctorando en Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, Juan David Zabala Sandoval, profesor y miembro del grupo GESS de la Universidad de Ibagué, universitario, colombiano radicado en Chile, nos expone desde su mirada personal, estos casos en una crónica que tituló Migrantes en pandemia. Experiencias y prácticas entre la incertidumbre y la solidaridad. De los juegos y de las actividades físicas en el contexto de una enfermedad infecciosa es la crónica de Jhon Alexander Castro Lozano. Él es sociólogo de la Universidad Nacional, candidato a 3. Esta crónica ha sido construida a partir de los relatos de Martha, Susán, Natalia, Alejandra, Catalina, Lucía, Diego, Jesús, Claudia, Edwin, Daniela, Lizeth, Andrés, Carolina, Luz Marina, Victoria, Mateo, José, Camilo, Cristian, Claudia Milena, Joan, Laura y la doctora. Sus historias son una sinécdoque de todas las historias de médicos, enfermeras, terapeutas, cuidadores y personas enfermas, que vivieron la pandemia de COVID-19 entre los meses de mayo y junio de 2020 en Bogotá, y otras ciudades de Colombia. 37 Carlos Arturo Reina Rodríguez Doctor en Estudios Sociales y expone en su texto los cambios en las actividades deportivas con el confinamiento y el distanciamiento social tomando varios testimonios de deportistas y practicantes de diferentes disciplinas físicas. En Crónicas de una pandemia: vida Cotidiana del licenciado en Ciencias Sociales, magíster en Comunicación Educación, y profesor de la Secretaría de Educación Distrital, William Pulido Cardozo, realiza un recorrido a través de varios testimonios de vida, en donde la vida cotidiana, el malestar ocasionado por la pandemia y las formas cómicas y extrañas de la cuarentena son tratadas a través de esta narración amena y singular. Las historias detrás de una video-llamada entre amigas: crónicas de relaciones y convivencia en la pandemiade Andrés García Parrado, abogado de la Universidad Nacional de Colombia, y candidato a doctor en Estudios Sociales, quien realiza una crónica por demás curiosa y anecdótica. Muy al estilo propio, se establece un diálogo ficcional telefónico que vincula varios testimonios en torno a las nuevas realidades que se generaron con la pandemia. 38 Por último, Vivir la pandemia desde la mirada de un excombatiente, de la licenciada en Ciencias Sociales Francy García Franco explora este tema, que resulta ser algo espinoso y difícil de tratar, pero que permite recoger impresiones derivadas de los testimonios de algunos excombatientes, así como las formas como han tenido que asumir la pandemia y el confinamiento. Queda abierto el espacio apra que la lectura de las crónicas envoquen el pasado cercano y no tan cercano, en donde recuerdo y olvido jegan como parte de esa danza que llamamos historia y memoria. Referencias Agamben, Zizek S., et. al. (2020). Sopa de Wuhan. Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemia. Argentina: Editorial ASPO. Recuperado de http://iips.usac.edu.gt/wp-content/ uploads/2020/03/Sopa-de-Wuhan-ASPO.pdf Ariés, P. (2007). 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La cuestión metodológica en la investigación en Ciencias Sociales, ha sido escenario de constantes debates durante las últimas décadas, principalmente en América Latina, en dónde la irrupción de nuevos paradigmas y formas de abordar el objeto de estudio, ha implicado re significaciones que ponen en el centro de la discusión las formas en que el investigador se involucra, relaciona y da cuenta del mundo social, así como el lugar protagónico de quien narra. El sujeto como agente social de la experiencia y su capacidad de testimoniar sobre lo vivido, cobra un papel central como narrador del pasado. Así, también, la for- Las múltiples posibilidades metodológicas que ha implicado la inclusión del género narrativo para la metodología en la investigación social cualitativa de las últimas décadas, ha permitido la introducción de métodos, técnicas e instrumentos de investigación diversos que se centran en las contingencias narrativas de lo oral. La narrativa reúne las artes verbales que dan cuenta de la experiencia concreta de la existencia humana, que ponen en movimiento las vivencias tal cual aparecen en el tiempo y en el espacio. Este género es común tanto en los universos orales, como a los universos escritos. Como género de los universos orales, la narrativa comparte las propiedades que Ong identifica para las psicodinámicas de la oralidad: la cosificación de las palabras como generadoras de sucesos, la concepción de los hechos con base en su expresión formal, el carácter discontinuo y repetitivo de los contenidos, la ausencia de abstracción y sistematicidad, el énfasis en cuestiones trascendentes, la imperiosa nece1. Licenciada en Humanidades y Lengua Castellana, magíster en Investigación Social Interdisciplinaria, doctoranda en Estudios Sociales. Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Docente Investigadora y Consultora en temas de paz, memoria y conflicto armado. Correo electrónico: jestradaro@gmail.com 43 Carlos Arturo Reina Rodríguez sidad del contexto, la empatía entre el narrador y su auditorio y la disolución del yo individual en beneficio de la comprensión colectiva. La narración oral, de esta manera, implica que el lenguaje no es una simple contraseña del pensamiento, sino que encarna modos de acción (Ong, 1994). En los universos escritos, la narrativa está sujeta a la tecnología de la escritura: forma de proyección del pensamiento que permite estructurar los contenidos, exponerlos en secuencias lineales, organizarlos sistemáticamente, imprimirles autonomía del contexto, con un distanciamiento entre el narrador y sus lectores, favoreciendo la visibilidad del yo individual en detrimento de la comprensión colectiva (Gonzales & Serna, 2005, p. 66). La narrativa como género adecuado para las cuestiones sociales, permitió la inclusión en su sentido más amplio de voces hasta ahora excluidas; en un intento por asumir un lugar político que me fue inculcado desde la niñez, opté por la formación en ciencias humanas y sociales, convencida de que, a través de la reivindicación de esas voces divergentes e históricamente silenciadas, era posible construir una sociedad más incluyente y humana. 44 En este panorama procedió una progresiva reivindicación de la narrativa como género propicio para abordar las cuestiones humanas y sociales. Por un lado, la propia representación científica, con un sujeto velado, pero presente, y con un lenguaje instrumental, pero no exento de retóricas, se consideró una forma particular de narración; por otro lado, al desmantelar las creencias en las que se soportaba el método, las críticas reconocieron la admisibilidad de aquellas otras versiones que, aunque diferentes a la ciencia, no podían ser negadas sobre la presunta preponderancia de esta. En todo este proceso fue innegable el peso político de diferentes reivindicaciones (las confrontaciones al asilo y a los asilados, a los discursos colonialistas, a las representaciones masculinas), fueron definitivas para que se reclamaran esas versiones excluidas; eran las versiones de aquellos sujetos cuyas narraciones ocuparon un espacio marginal tanto para la literatura como para la ciencia. La admisibilidad de la narrativa como género autónomo reintrodujo en el centro de las ciencias humanas y sociales la incandescencia de la experiencia. En este sentido, no se trataba solamente de admitir a la narrativa para que reflejara las experiencias reales: más allá, se trataba de investir a la narrativa como, valga la redundancia, conductora vivencial de las experiencias vividas. No era sólo recuperar las experiencias de los otros con una postura inamovible de los derroteros del método científico; el desafío se encontraba en reconocer que las narrativas ponían en movimiento unas formas de conocimiento y unos lenguajes social y culturalmente producidos irreductibles al frío teatro del cuestionario científico (Gonzales & Serna, 2005, p. 66). El impulso que el género narrativo y sus reivindicaciones para la ciencia social motivaron en el quehacer del científico se encontraba también encarnado en quienes motivados por su formación ideológica y quizá desprovistos de métodos científicos Crónicas de una Pandemia y discusiones paradigmáticas y epistemológicas sobre la ciencia social; permitía una sensibilidad empática con la experiencia del otro, con su relato, con su pasado. Quizás esa comprensión de la otredad me permitió en años previos a mi formación académica mostrar una inclinación comprometida con las causas que considero más nobles. Sin embargo, el proceso del cuestionarse el cómo y el porqué del presente, me incentivaron a buscar en el pasado siempre las huellas que conducirían al hoy. En esa búsqueda y problematización interna constante, llegué a lugares desprovistos de todo lo que hasta ahora había considerado normal; la precariedad de esa otra realidad, principalmente la campesina, en lugares marcados por la violencia social y política del país, me dejó no solo perpleja, sino comprometida. Entender que el mundo rural era mi cuna, pero a la vez un espacio lleno de contrastes y desolación me encaminó con mayor convicción por las ciencias humanas y sociales; pensando que, a través de ellas, no solo podría comprender mi lugar en el mundo, sino también visibilizar la inequidad, desigualdad y pobreza que allí reinaba. Podría haber tal vez otros caminos, pero mi opción fue la educación. Entendí que allí había una potencia real de cambio desde el conocimiento del pasado para la comprensión de la realidad. Escuchar. Fue maravilloso escuchar relatos y encontrar en cada uno sintonías y oposiciones, sueños y justificaciones. Era imposible no pensar en haber tenido una vida pasada, o imagi- narse parte de las narrativas en las que se relataba el origen y se avizoraba un futuro ecuánime. Y aún, cuando cada vida parecía un mundo, había un hilo conductor entre ellas que hacía pensar que más allá de su propia subjetividad, compartían circunstancias y estructuras que indicaban un pasado marcado por órdenes comunes de los que solo en casos excepcionales era posible salir. Aunque lejos de darle una explicación teórica–metodológica a la importancia del testimonio y la experiencia, a la potencia del relato como manera de explicar lo social —dado que carecía de dicho conocimiento y capacidad de análisis científico— pude comprender que la gente se contaba su propia historia y vivía de acuerdo a ella, construía su propia idea de futuro y merecía ser escuchada. Pensaba en la perentoria necesidad de conocer el pasado como forma de agenciar el presente y en la necesidad de que todos fueran escuchados. Si algo nos había dejado el conflicto colombiano, o nos había traído, era un silencio molesto y tormentoso en el que hablar podría ser sinónimo de muerte. Podría pretenderse una re-comprensión de la narrativa atenta a los asuntos de un método que admitía la contingencia del sujeto y la incertidumbre de la experiencia. Narrativa e historia: una doble construcción. En síntesis, la vocación de la narrativa se enfrentaba a desvirtuar el absolutismo del objeto y el modelo, que dominaba la ciencia, pero al mismo tiempo a desconfiar del absolutismo del sujeto y la experiencia, que pretendieron las críticas contra el quehacer científico. De una u otra forma, estas 45 Carlos Arturo Reina Rodríguez concepciones esencialistas del modelo y de la experiencia eran caras de una misma moneda; ambas planteaban una mirada de las cuestiones humanas y sociales sobre la erección de una autoridad exterior a la narración misma, fundada en un caso en las elaboraciones del método y en otro en las virtudes del sujeto. La narrativa se enfrentaba a desmantelar estos absolutismos, afirmando la naturaleza construida y contingente del modelo y de la experiencia, del objeto y del sujeto del conocimiento. En consecuencia, la admisibilidad de la narrativa reclamaba una re-comprensión de la relación entre conocimiento y experiencia, empresa anticipada notablemente por la obra de Walter Benjamin (Rosas, 1999). La nominación de las cosas, delegada a esas palabras humanas, es la continuación del acto de revelación divina y, por ende, preserva un carácter espiritual y ceremonioso. Esta nominación es una traducción, entendida como la recepción en el lenguaje de la comunicación con el universo, el paso de lo innombrable al nombre. Por medio de la traducción las cosas entran en el lenguaje humano, que no es ya el lenguaje de la creación, sino el lenguaje del conocimiento. El lenguaje, de este modo, comunica la naturaleza espiritual de las cosas y estas, por lo tanto, existen en el lenguaje (Toro, 1999). 46 Así, la experiencia es fundamentalmente lenguaje, aprehensible y transmisible cuando se accede a su esencia espiritual. Esta esencia espiritual es el sentido vivencial de la experiencia, manifiesta en el acontecimiento (Rosas, 1999) (Gonzales & Serna, 2005, p. 71). Asumí que dar la voz a las comunidades podría ser útil para la comprensión de dichas realidades, sus causas y orígenes. Y que un país que se había caracterizado por contarse una historia estereotipada en acontecimientos que vistos en el tiempo podían parecer inconexos y poco cohesionadores; volver la mirada sobre los excluidos era perentorio para reconocer nuestro pasado de una forma distinta. Identificar responsabilidades y lugares diversos desde los cuales asumirse como parte de un proyecto colectivo tenía facultades no solo reivindicativas, sino agenciadoras de transformación. Quizás eso me hizo advertir que el lenguaje era el lugar de la acción, en el que se configuraba la vida, y que la capacidad de narrar devolvía el sentido a las prácticas y formas de vivir de las comunidades. Podía dar cuenta de sus formas de relacionarse, concebir el pasado y actuar en colectivo. En consecuencia, los acontecimientos del pasado no serían sucesos en tiempo cumplido expuestos simplemente a la mirada aséptica del presente; por el contrario, entrañarían pasajes a ser recuperados por una memoria que, desde el lenguaje, estaría en capacidad de hacer manifiestos sus sentidos en el presente: la anamnesis (Tyler, 1987; Rosas, 1999). Precisamente, la anamnesis legitimaría el pasado concebido por los sujetos expropiados de la historia objetiva que, aferrada a grandes esquemas, sometida a la fuerza de ostentosas generalizaciones, ha terminado validando las versiones dominantes del devenir Crónicas de una Pandemia histórico (Said, 2002). En este sentido, la anamnesis como actualización de la historia desde la contingencia del presente no es solo disposición contemplativa, es práctica encarnada en acciones que posibilitan y movilizan a los sujetos. Esta relación entre experiencia, lenguaje, acontecimiento, memoria e historia urge de la narración. Para Benjamin, la narración es el arte de intercambiar experiencias, agraviada en unos tiempos donde la esclerosis científica ha desalojado lo que es más sentido en ella: la sabiduría que procede de la profundidad de la expresión y de la traducción (Benjamin, 1970). En tanto la experiencia es lenguaje, se considera por esto mismo que es transmisible, es narrable. La narración, como evento contingente en sí mismo por la contingencia del lenguaje, precisamente garantiza la actualización de los sentidos de los acontecimientos; es decir, participa de la anamnesis y de la crítica a la historia objetiva, con lo cual rompe con la historicidad como intención de perpetuación y la predispone como dimensión que posibilita y moviliza a los sujetos. De este modo, Benjamin propuso un giro sustantivo para redimir a la narrativa, que comprometió la redefinición de la experiencia y de su existencia como lenguaje, entrometiendo la naturaleza del acontecimiento, de la memoria y de la historia (Gonzales & Serna, 2005, p. 72). Comencé mis estudios pre graduales inclinada por el lenguaje y la enseñanza, la educación como posibilidad de transformación social y el lenguaje como el lugar en que se configura la vida y la realidad de los sujetos. Sentí una profunda admiración por las labores campesinas pues recordaba mi niñez, cuando recorría los territorios antes caminados y trasegados por mis generaciones precedentes, y me hubiera gustado comprender mis raíces con mayor certeza y conocimiento; pero el analfabetismo de mi abuela materna y su desarraigo al campo durante su juventud, me privaron de asumir como míos esos lazos del pasado que me unían a la vida rural. Contrario a que pasara como una cuestión anecdótica en mi vida, esa situación no desincentivó mi interés por comprender la vida campesina y la contradicción que implica “poseer la tierra” pero vivir en pobreza. Posteriormente a partir de mi interés por las cuestiones sociales, me hice militante en una organización juvenil de izquierda y eso me permitió conocer la vida del conflicto desde su lado más político, politizado. Anduve lugares que en aquel tiempo eran de difícil acceso y conocí realidades que me inquietaban, comencé a interesarme por las raíces del conflicto armado y entendí que dicha situación era incomprensible sin hacer un análisis de la tierra, el territorio y sus múltiples relaciones con las comunidades y la economía. En este punto tal vez se juntaron dos intereses, el personal; que pasa por saber-me un lugar en el pasado, una historia, un origen. Y el político, el de la empatía, la sororidad y la acción colectiva para la transformación social. Al mismo tiempo comenzaba ejercicios académicos que me permitieron comprender de una manera analítica, teórica y 47 Carlos Arturo Reina Rodríguez académica las formas estructurales en que funcionan las relaciones sociales, el poder, lo hegemónico, lo subalterno, lo cotidiano. Siempre me acerqué a las gentes entendiendo la importancia de la escucha, de permitir al otro contar, relatar, narrar. La narrativa fue el medio privilegiado por los saberes comunes y contemplativos para atender las cuestiones humanas y sociales. En este sentido, la opinión corriente y erudita consideró que las narraciones, como conductoras eficientes de la experiencia concreta, eran el recurso indispensable para discernir la existencia individual y colectiva. Lo narrado no era sólo una manifestación del mundo, sino que, más allá, era el mundo en sí mismo… Frente a la pregunta por el sentido de la narración en la producción de un relato de vida, puede decirse que este no pertenece ni al narrador ni al narratorio. Ninguno posee más conocimiento que el otro, sino que ambos realizan un aporte característico desde su posición, contribuyendo con una parte, complementándose (Pineau, 1992). El narrador, por su parte, no puede poseer el sentido, irreducible a la conciencia que tiene, estando tan implicado, “corporeizado” en su propia experiencia, en lo que cuenta. 48 En el relato el sujeto deviene su propio objeto de conocimiento, para lo cual debe distanciarse, desdoblarse simbólicamente. El narratario, en cambio, debe acercarse a las vivencias del narrador, abrirse a su lenguaje cotidiano, salir de sus propios sistemas conceptuales. Estos desplazamientos recíprocos e inversos (de distanciamiento teórico e implicación práctica) permiten la creación de un espacio y de un sistema de comunicación, de una nueva unidad, donde una parte de vida encuentra sus conceptos y unos conceptos encuentran vida (Pineau, 1992). En la producción de un relato de vida, el narrador no es el único que habla, piensa y se transforma (Bertaux, 1993). Si asumimos que el narratario también (utilizamos el término narratario como una traducción del término francófono narrataire, definido por De Villers (1996) como el “oyente” y como “el experto en relatos de vida” por Legrand (1999)), está en juego al momento de recoger o analizar un relato, investigar, desde este enfoque implica conocer, al precio de ser conocidos. Se establece una relación sujeto–sujeto, que representa la dimensión epistemológica del enfoque biográfico y, también, se traduce en implicancias metodológicas (Cornejo, 2008, p. 32). Me indagué por mucho tiempo la cuestión de la “objetividad” en la investigación, pensaba en la posibilidad de dicha objetividad desprovista del lugar que ocupa el investigador en el medio en que investiga, en sus creencias, posturas y emociones. He venido comprendiendo que la rigurosidad investigativa es la única garantía de un ejercicio sólido, académico y bien argumentado; pero que lejos de pretender una objetividad típica de la ciencia positiva; la investigación social estaba atravesada por la subjetividad del investigador, mejor aún, ella era producto de lo que inquietaba al investigador, tal vez de sus más profundas Crónicas de una Pandemia emotividades. Asumí entonces, en las investigaciones emprendidas previamente a esta experiencia doctoral, métodos que permitieran la narración del otro como una manera de comprender las estructuras que les precedían a los sujetos pero que a la vez daban cuenta de sus formas de ser y actuar. Es fundamental incluir en el análisis de los relatos de vida no solo los contenidos que señala el narrador; en tanto el relato está siempre dirigido a alguien en ciertas circunstancias, es necesario el registro y análisis de las condiciones en que se produce ese encuentro. Estas condiciones nunca son neutras, sino que tendrán una influencia en el contenido de lo enunciado. El relato de vida siempre es dirigido a alguien y construido en función de lo que dicha situación de enunciación representa, de las interacciones que en ella tienen lugar y de los efectos que el narrador espera producir sobre sus destinatarios. En este sentido, es también esencial analizar el papel del narratario a través de su escucha y sus intervenciones, como también aspectos que forman parte de la dinámica transferencia–contratransferencia (Legrand, 1999). Este giro implica que hay algo que se produce en la relación entre narrador y narratario, que es en sí mismo conocimiento, ya no siendo este concebido como una verdad absoluta, ni como definido de una vez y para siempre. Tanto el lugar que ocupa el investigador en la producción del conocimiento, como el dinamismo de los fenómenos sociales que intenta comprender, tienen implicancias en la manera de comprender la producción científica. Si los fenómenos sociales no existen por sí mismos, separados de los individuos que los viven, producen y, sufren y gozan de sus consecuencias, entonces la subjetividad cobra un valor central como vía de acceso a las dimensiones de las ciencias sociales y humanas. Lo social tiene la particularidad de jugarse en la singularidad de cada relato, en la particularidad de cada narrador, quien encarna las “condiciones de producción” del relato abarcan elementos materiales (lugar físico del relato, tiempo disponible, condiciones climáticas), contextuales (contingencia social, política, cultural), biográficos (momento de la vida del narrador y del narratario), psicológicas (estado emocional de narrador y narratario), entre otras características que se consideren significativas para analizar ese relato (Cornejo, 2008, p. 32). Así pues, las ventajas y encuadres del enfoque biográfico se han traducido en opciones metodológicas en distintos momentos de las investigaciones que he emprendido. Esto ha estado marcado indiscutiblemente por la forma en que concibo la realidad y al ser humano, por el modo en que he asumido y me he situado frente a mis “objeto de estudio”. Veras (2010) afirma que entender la vida del otro como un dato a ser vivido por el propio investigador, por medio de la empatía, constituye su abordaje histórico–social. La formación doctoral en relación con la propia empresa investigativa, me ha permitido entender la idea de reflexividad, necesaria en la formación del investigador y presente en las formas en que se acerca sus problemas de investigación; a su vez, reconocer cómo mi subjetividad está implicada en mis op- 49 Carlos Arturo Reina Rodríguez ciones investigativas, mis preferencias teóricas y mis inclinaciones metodológicas. Me ha hecho preguntarme qué privilegiar en una investigación y por qué, cuánto o cómo aporta esta investigación, a quién y para qué. Muchas de estas cuestiones aun cuando no están completamente definidas; han permitido guiar la construcción del problema, así como las tendencias y encuadres desde la que se ha venido desarrollando. En relación con el análisis, y la discusión sobre los lugares desde los cuales se establece la pertinencia, relevancia o legitimidad de los estudios sociales y principalmente los estudios sociales de la memoria, es imperativa la reflexión sobre los alcances, los límites y las prospectivas de la propia formación a nivel epistemológico, teórico, metodológico y estratégico. Hasta este punto y recogiendo lo expuesto anteriormente se evidencia una clara inclinación por la historia de vida como metodología del trabajo sobre colonización y organización campesina en el Alto Ariari; pues se entiende que el sujeto estudiado es un representante típico de parte o de todo el colectivo considerado, es decir a partir de su relato puedo obtener información que me permita dar cuenta de la comunidad. 50 La utilización de la historia de vida en las ciencias sociales empieza a principios del siglo XX. Originalmente fue concebida y utilizada como una técnica, entre otras, relacionada con el uso de los documentos personales en la investigación sociológica… En los años 1930, Gilberto Freyre ya había puesto en práctica los métodos empáticos. Aunque no ocupó la expresión “historia de vida”, Freyre entendió la vida del otro como un dato a ser vivido por el propio investigador, por medio de la empatía, constituyendo de esta manera su abordaje histórico– social del cotidiano (Ribeiro, 2001, En Veras, 2010, p. 142). Abordar los Estudios Sociales de la memoria desde el enfoque biográfico, especialmente a través de la historia de vida, como material de análisis, ha permitido al campo reflexionar incluso sobre su propia fundamentación teórica, dado que no se entiende solo como herramienta metodológica, sino que genera debates sobre el lugar epistemológico y teórico de la narrativa y retos para la investigación social contemporánea. En los últimos años, el uso científico de memorias, biografías, autobiografías, o historias de vida, se está replanteando desde perspectivas ontológicas y metodológicas de gran interés. Desde ciertas perspectivas, las historias de vida como instrumento de análisis social y de construcción teórica, plantean problemas meta teóricos, teóricos y metodológicos a las creencias tradicionales existentes en las ciencias sociales en torno a la comprobabilidad de las teorías generales y su utilización con propósitos de predicción y control (Sarabia, 1985, p. 165). Con las historias de vida, se pretende comprender y analizar problemas concretos a partir del estudio de algunos sujetos, que se obtienen a través de entrevistas, tests o cuestionarios, en una síntesis de perspectivas nomotéticas e ideográficas, si- Crónicas de una Pandemia guiendo a Roger Bastide quien, desde la perspectiva del hombre total, se ha mostrado siempre favorable a la utilización de las historias de vida tomadas allí donde se desarrollan, como una forma idónea de considerar en todas sus dimensiones la relación de lo social y lo psicológico (Sarabia, 1985, p. 168), esta investigación se orienta por obtener información de la estructura social y la cultura a través de ciertos aspectos de las vidas personales, en este caso de los campesinos colonos organizados en el Alto Ariari, es un intento por acceder a las memorias sociales del proceso de colonización, utilizando como medio (entre otros) la narración biográfica como corpus teórico y metodológico. Desde una perspectiva constructivista, un conjunto de historias de vida, tomadas cada una de ellas como si de una pieza de un mosaico se tratase (recuérdese Cicourel, 1964), reciben coherencia y poder analítico, a la luz de un posicionamiento teórico determinado, más o menos explícito. Este ha sido el método empleado por Dollard, Young y Lemert, tal como Denzin (1978) presenta sus pautas metodológicas. El estudio de la pobreza, emprendido por Ferrarotti (1983, 1983a), en las grandes ciudades, a partir de historias de vida, queda amalgamado desde una perspectiva marxista (Sarabia, 1985, p. 175). El modelo de reconstrucción autobiográfica fundado por Harré y De Waele pretendía estudiar aquellos aspectos individuales que constituyen la historia personal, dichos aspectos, los propios de la biografía de un determinado individuo, entrecruzados con el cambiante medio social y su condicionamiento his- tórico, constituirían una fuente de datos adecuada al análisis de los principios generales de la organización y funcionamiento de la acción social Harré (1982) considera la narración del actor como un aspecto necesario, de un lado, y el punto de vista del científico como observador, por otro, para sentar las bases del conocimiento de la acción social. Harré (1976, p. 210), necesita explicar cómo el actor y el científico que “participan” en una investigación empírica, manejan la estructura cognitiva del “evento” en que están envueltos (Sarabia, 1985, p. 175). Un elemento importante en la conceptualización del problema de investigación, puede centrarse en la noción de actor social, que reposa sobre la idea de que: Cada ser humano acumula en su biografía una existencia personal, en la que sus recursos de actuación social se van complejizando, a la vez que estructuran la matriz cognitiva. Desde un punto de vista etogénico, la definición de las situaciones forma parte integral de la matriz cognitiva, a través de la cual la interacción y, en un momento dado, la solución de un problema, se expresan (Harré, 1979, p. 232, En Sarabia, 1985, p. 176). Esto no es sólo un principio teórico, sino metodológico, lo que significa que en el estudio de una personalidad individual no deben darse por supuesto generalizaciones de actuaciones sociales almacenadas como soluciones estandarizadas en la matriz cognitiva del individuo. Por ello, las investigaciones sobre material biográfico deben, para Harré, empezar desde la muestra más amplia posible de situaciones sociales, a fin de 51 Carlos Arturo Reina Rodríguez descubrir cuáles son particularmente relevantes a un individuo determinado y cómo pueden ser agrupadas en un esquema situacional más general (Sarabia, 1985, p. 176). Así pues, la opción por la historia de vida, enmarcada en las narrativas y el género biográfico permiten un acercamiento teórico–metodológico en la concepción del problema de investigación sobre la colonización del Alto Ariari desde la organización campesina, la información suministrada por sujetos o actores sociales protagonistas de la colonización, puede permitir que el sujeto estudiado como representante típico de parte o de todo el colectivo considerado, dé cuenta de estructuras sociales y formas de acción colectivas para comprender cómo recuerdan y olvidan los sujetos partícipes, los procesos de colonización en dicha subregión; así pues de acuerdo con los principios de Ha- 52 rré (1977), el mejor método para explorar biografías es la construcción asistida de biografías o historias de vida. Pues expuestas las múltiples opciones metodológicas del género narrativo, pero además su potencia como forma de consideración y reivindicación de la acción del sujeto–otro que construye su forma de vida y la de comunidad desde la posibilidad del narrar, contar, relatar su propia experiencia. La capacidad de agencia del sujeto social históricamente excluido, se hace presente como narrador y articulador del pasado común del colectivo y la comunidad. Y permite generar lazos de identidad y asociación para la acción sobre el futuro en relación con la memoria común del pasado y su reactualización en las narrativas del presente. Referencias Adriansen, H. K. (2012). Timeline interviews: a tool for conducting life history research. En: Qualitative Studies, 3 (1), pp. 40-55. Cardenal, E. (2016). Biografía y relato en el análisis sociológico. La aportación de la escuela BNIM (Biographic Narrative Interpretative Method). En: Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 155, pp. 55-72. González Gutiérrez, Orlando; Serna Dimas, Adrián. Entre el estilo y el método: el estatuto de la narrativa en la comprensión de los universos psico-socioculturales Diversitas: Perspectivas en Psicología, vol. 1, núm. 1, enero-junio, 2005, pp. 63-78 Universidad Santo Tomás Bogotá, Colombia Ojermark, A. (2007). Presenting Life Histories. A Literature Review and Annotated Bibliography. CPRC Working Paper 101. Sabarabia, B. (1985). Historias de vida. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 29, 165-186. Veras, E. (2010). Historia de vida: ¿un método para las ciencias sociales? Cinta de Moebio, 39, 142-152. 53 54 Marzo. La ruptura de la vida cotidiana1 Sin embargo, en la experiencia vivida de la mayoría de los colombianos no se encontraba un registro en la memoria reciente que anclara esta palabra con su actuar cotidiano. Nuestro pasado más cercano enfatizaba en otro tipo de fenómenos sociales que relacionaban la vida cotidiana de los sujetos con las singularidades de sus contextos locales y nacional; pero bajo un marco epidemiológico que se estaba esparciendo en el mundo, Manuel Andrés Hernández Moreno2 Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) una pandemia es “la propagación mundial de una nueva enfermedad. Se produce una pandemia de gripe cuando surge un nuevo virus gripal que se propaga por el mundo y la mayoría de las personas no tienen inmunidad contra él”. La palabra “pandemia” era tan lejana como desconocida en la vida cotidiana de la mayoría de la población colombiana y no estaba contemplada en las memorias recientes de los ciudadanos. Existían algunos acercamientos históricos que nombraban una serie de pandemias que habían azotado una región del planeta, provocando un alto número de muertes y unos síntomas específicos. Dentro del rango del recuerdo establecido más como una experiencia percibida3 que una experiencia vivida4, se encontraban la peste bubónica de finales de la Edad Media en suelo europeo, y la gripe española que se propagó en el mundo durante 1918 y 1919. 1. Doctorando en Estudios Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas de Bogotá, magíster en Investigación Social Interdisciplinaria, licenciado en Educación Básica con énfasis en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, y docente investigador de la Secretaría de Educación de Bogotá. Correo electrónico: manuelandreshernandez@gmail.com 2. El presente documento nace del proyecto investigativo denominado: “Memorias de una pandemia. Archivo testimonial, diarios de la experiencia y crónicas de la vida cotidiana”; que se desarrolló entre el 1 de mayo hasta el 30 de julio de 2020. Bajo la dirección de la línea de investigación de “Memoria, experiencia y creencia” perteneciente al Doctorado en Estudios Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas; y el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). 3. Según Jiménez (2008), la experiencia percibida se refiere a “los elementos históricos, sociales y culturales que los hombres, los grupos, las clases toman del discurso religioso, político, filosófico, de los medios, de los textos, de los distintos mensajes culturales; en un apalabra, del conocimiento formalizado e históricamente producido y acumulado” (p. 182). 4. La experiencia vivida se define como: “Aquellos conocimientos históricos y culturales de los individuos, los grupos sociales o las clases ganan, aprehenden al vivir su vida, elementos que se constituyen en los nutrientes de sus reacciones mentales y emociones frente al conocimiento” (Jiménez, 2008, p. 182). 55 Carlos Arturo Reina Rodríguez no. Emerge entonces, paulatinamente en la población, la preocupación por la invasión de un virus, que no solo atacaría — probablemente— la vida de las personas, sino también la vida cotidiana en la que estaban inmersos hasta el momento. Antes de marzo Entre enero y febrero, los medios de comunicación nacionales informaban a sus ciudadanos de la existencia de una enfermedad que afectaba el sistema respiratorio del ser humano, causando una infección respiratoria aguda que podía llegar a ser moderada o grave. Los casos de contagio y fallecimientos por causa de la enfermedad nombrada en ese momento como coronavirus fueron aumentando de forma exponencial en China y algunos países europeos, sembrando en Colombia una intranquilidad por la situación que se estaba presentando. En este periodo de tiempo, los ciudadanos continuaban con su vida cotidiana5 de forma regular, en el marco de una vida laboral, profesional, familiar, etcétera. Pese a mantener la regularidad de la cotidianidad, esa vida poco perceptible estaba amenazada por un agente infeccioso microscópico que afectaría —aún sin saberlo— el vivir cotidiano de los colombianos. 56 Durante estos dos meses se empezaron a formar una serie de dudas e inquietudes sobre la continuidad de la vida cotidiana de los individuos, puesto que a través de los medios de comunicación llegaban noticias de recomendaciones para detectar casos, realizar pruebas de laboratorio y gestionar posibles casos del nuevo coronavirus en el mundo desde la información suministrada por la OMS. A su vez, se empezaron a publicar en los canales de televisión nacional y en diversas plataformas de internet, material audiovisual visibilizando las consecuencias que tenía la nueva enfermedad en el ser humano y el proceso del confinamiento que empezó en la provincia de Wuhan (China) el 23 de enero. En febrero, la OMS publica un Plan estratégico de preparación y respuesta para ayudar a fortalecer los sistemas de salud pre- 5. Gonzalbo (2006) señala que: “Lo cotidiano se vive, se practica, pero también se piensa y se juzga. Toda una serie de paradigmas de comportamiento llevan implícitos criterios de valor, que reducidos a su expresión más simple significan aprobación o rechazo de una conducta. Eso significa que existe siempre una escala de niveles de apreciación. La gente sin historia, y no solo los pueblos sometidos a potencias coloniales, sino las personas sin importancia son protagonistas de la historia de lo cotidiano; en este terreno son actores privilegiados las mujeres, los ancianos y los niños” (p. 26). En definitiva, “Rutina, día laboral, vida de los pueblos, ámbito de los sucesos ajenos a la historiografía tradicional, vida privada, vivencias y pensamientos naturales (a diferencia de los profesionales y científicos), conciencia ingenua, no reflexiva” (p. 27) (…) “Son cotidianas las necesidades fisiológicas, las rutinas horarias de aseo y alimentación, pero no quiere decir que sean invariables, sino que también reciben la influencia de los cambios sociales y por eso evolucionan, lo mismo que cambian las rutinas individuales o familiares al pasar del espacio domestico al escolar, o laboral o social. Parece necesario anticipar que, si bien todo lo privado forma parte del mundo cotidiano, no todo lo cotidiano es privado (p. 27). Crónicas de una Pandemia carios de varias naciones en el mundo. Al mismo tiempo, el 19 del mismo mes publica el nombre oficial con que se conocería la enfermedad en tiempos futuros, COVID-19. Estas noticias emitidas por los medios de comunicación colombianos estaban propagando de forma acelerada un miedo en la población, y la incertidumbre se manifestaba en los cambios de las rutinas de algunos de los ciudadanos. Por ejemplo, en la ciudad de Bogotá se empezaron a establecer unos sencillos protocolos de bioseguridad en algunos establecimientos públicos, como el uso constante de gel antibacterial en las manos, el uso de tapabocas para las personas que tenían algún síntoma de gripa, y en los casos extremos, distanciamiento social. Marzo Pero el evidente cambio de la vida cotidiana comenzó en el tercer mes del año, ya que se publican una serie de videos que centran su foco en China y Europa como territorios donde se propagó rápidamente el brote del nuevo coronavirus. Las informaciones que se muestran al público exhiben calles vacías, personas enfermas en los hospitales, profesionales de la salud corriendo entre pasillos hospitalarios buscando respiradores o haciendo RCP, e incluso, implacables restricciones de la movilidad a los ciudadanos chinos; finalmente, el 11 de marzo, la OMS declara el COVID-19 como pandemia. Unos días antes, el 6 de marzo, el Ministerio de Salud y Protección Social de Colombia confirma el primer caso de contagio de la enfermedad en el territorio nacional, y con la declaración del COVID-19 como pandemia ahora se sabía que la vida cotidiana no iba a ser la misma, ya que una afección respiratoria que se creía lejana había llegado al país, y que los gobiernos locales y el Gobierno Nacional deberían incidir en la cotidianidad de sus ciudadanos y hacer cambios en las rutinas6 para contener esta enfermedad. En este momento, las rutinas laborales de los ciudadanos en Colombia, su movilidad, la vida cotidiana en el hogar y la interacción social en los espacios públicos estaban siendo amenazados por un microorganismo, que en consecuencia provocaría una ruptura de la vida cotidiana a nivel nacional. Vale la pena aclarar entonces, que la cotidianidad se construye gracias a que los sujetos coexisten en un mundo de diferentes 6. Según Gianninni (2004), la rutina es uno de los conceptos que sitúan el transitar de los sujetos en la vida cotidiana, ya que consiste en el flujo regular y reiterado de la vida cotidiana que experimenta el individuo, y que de cierta manera no deja huellas, al menos visibles en medio de la vida. Es por eso por lo que esta rutina apunta en primer sentido al regreso de lo mismo, ya que permite que el ser humano mantenga su rutina a lo largo de un tiempo establecido, un tiempo quieto intrascendente. Demostrando que la rutina a veces es afanosa, pero es el afán de mantener la rutina misma para no permitir algún tipo de cambio trascendental que perjudique la seguridad que se ha construido en esa vida cotidiana. 57 Carlos Arturo Reina Rodríguez significaciones en su vida diaria, y que las comprensiones de esa vida cotidiana se cimentan en el encuentro con los otros. Es decir, las relaciones que hacen parte de la vida del ser humano son construidas por las percepciones que se fabrican del mundo en el que interactúa. Sin embargo, ¿cuál sería la concepción de vida cotidiana con las nuevas realidades epidemiológicas en Colombia?, ¿qué cambios en la cotidianidad de los individuos son evidentes gracias al arribo de la enfermedad?, ¿extrañarían los colombianos vivir su vida cotidiana antes de la pandemia?, y, ¿la pandemia cambiaría totalmente la vida cotidiana de los colombianos? Estas preguntas que sobresalían en el escenario colombiano se reafirmaban con los súbitos cambios que se estaban gestando en la cotidianidad de la población. Ya que, con la llegada del COVID-19 a Colombia se promovió en sentido práctico una serie de cambios sociales evidenciados en la modificación de rutinas de la población, así como el aumento de las tensiones políticas que tenían como finalidad salvaguardar la vida de los ciudadanos. 58 Durante este proceso de transición de una vida cotidiana7 que está presente de forma natural en la vida de los sujetos y que hace parte de su existencia particular, a otro tipo de vida cotidiana impuesta por los gobiernos locales y el Gobierno Nacional, se evidencian los cambios que ocurren en la cotidianidad colombiana visibilizando las crisis sociales de la nación y las particularidades de los contextos. Lo anterior permite comprender que la vida cotidiana siempre está en constante cambio, lo que implica que los poderes existentes tengan que redireccionar y actualizar los mecanismos de control social, con el objetivo de modificar los modus operandis de los actores sociales, que sin llegar a afectar transcendentalmente la estructura se logre continuar con esa vida cotidiana. Teniendo en cuenta lo anterior, la cotidianidad de los colombianos a principios de marzo se referenciaba a través de las rutinas diarias particulares, y que, con una transgresión8 a nivel global denominada pandemia estimuló una serie de cambios 7. Es importante resaltar la relevancia que tiene la vida cotidiana desde los postulados de Humberto Giannini (2004) ya que indica que “Es un modo de ser de un ser que, viviendo, ser de un modo que viviendo se reitera silenciosamente y día a día ahonda en sí mismo, la investigación recaerá, pues, sobre estructura y sentido de este modo insustituible del ser” (p.27). A su vez, es importante tener en cuenta esta reflexión elaborada por Nelson Vergara (2011) que está basada en las reflexiones de Humberto Giannini “En general, la gente se refiere a la cotidianidad afirmando que es aquello que pasa todos los días, y a veces entendiendo que es aquello que pasa cuando en realidad no pasa nada, se entiende nada nuevo; noción habitual que destaca de preferencia su reiteración y que, por lo mismo, el pensamiento popular caracteriza como algo anodino, banal e insignificante.” (p.61) 8. El concepto de transgresión desde los postulados de Giannini (2004) refiere que es: “Cualquier conducta que se sale del macro (frame) pre-definido de una “ocasión social”, y que “descoloca” a los otros respecto de los roles habituales por los que debían reconocerse mutuamente en esta ocasión-tipo” (p. 45). Es decir, la transgresión consiste en todo tipo de cambio que se instala en las rutinas de los seres humanos en un contexto determinado. Crónicas de una Pandemia en la rutina de los sujetos. Ya que, en Colombia, desde principios de marzo se promulgaba por parte de los medios de comunicación la siguiente declaración: “El COVID-19 ha llegado al país”. Lamentablemente, la población colombiana, que estaba acostumbrada a su vida cotidiana no iba a cambiar inmediatamente, ya que las rutinas que estaban acostumbrados a repetir continuarían hasta que se tomaran decisiones gubernamentales. Esto permitió creer que se mantendrían las rutinas que se perciben en la experiencia vivida en los diferentes escenarios donde los individuos permanecen. Es decir, los ciudadanos estarían insertos en su propia cotidianidad, ya sea en su domicilio9, su puesto de trabajo10 o en la calle11, y permanecerían —en lo posible— dentro de los parámetros sociales que siempre han estado. Sin embargo, se presentó una oleada de fallecimientos en países europeos que promovieron una escalada de confinamientos que empezó con Italia el 9 de marzo, luego se estableció en Noruega el 12 de marzo, España el 14 de marzo, Austria el 16 de marzo, Francia y Bélgica el 17 de marzo y en países latinoamericanos como Argentina y Chile el 19 de marzo, entre otros; que, para el efecto colombiano, desataron en su momento tensiones entre el Gobierno de Bogotá y el Gobierno Nacional. Estas tensiones promovieron unas decisiones gubernamentales divididas que desencadenarían en definitiva el cambio de la vida cotidiana de los colombianos. 9. Para Giannini (2004). El concepto de domicilio “es el contorno inmediato y familiar que me construyo mediante ‘la reflexión’ domiciliaria, lo que me permite integrarme a la realidad, encontrarla y contar con ella cada día” (p. 33). Pero este concepto va más allá, porque el domicilio es la clave insustituible que me permite aventurarme más allá, es el punto eje que me convierte en el mundo y me refiero a él en el mundo, ya que es mi proyecto cotidiano de ganarme la vida y luego regresar a él. “Todo esto nos lleva a suponer que el domicilio es indicio y símbolo fuerte de la singularidad humana” (p. 34). Para este autor, el domicilio es el “hogar”, independientemente de las características que rodee el sujeto sobre este lugar. 10. Igualmente, Gianninni señala que aparte del domicilio se encuentra el trabajo, que no es otra cosa que un lugar que le ayuda al ser humano para que pueda sobrevivir. Esto permite de cierta manera comprender que el humano como ser en el mundo está mediado por el trabajo. Así, el domicilio nos conduce hacia el otro extremo denominado “trabajo” que mantiene la estructura total que estamos analizando, es la razón por la cual se abandona el domicilio, y es el trabajo. 11. Finalmente, Giannini afirma que la calle es un espacio comunicativo y abierto, ya que es un lugar privilegiado de un acontecer diario en los espacios vividos por las personas o por los grupos humanos; que siendo el más habitual, se encuentra allí la cotidianidad como constancia y regularidad de las cosas; es por así decirlo, en este lugar algo pasa cuando no pasa nada nuevo dentro de esa relaciones particulares, por lo que no sorprende al individuo y no se divisa, como diría Giannini: “La calle es comunicación también en el sentido de ser lugar de encuentros ocasionales entre los que van por sus propios asuntos y que en este ir y venir preocupado conforman la humanidad patente, visible del prójimo” (p. 38). (…) “Este lugar ‘abierto’ se toma aquí literalmente como “lo que puede llevar a muchos lugares diversos de los extremos que conforman el trayecto consabido, fijo, de la rutina. En este sentido, (…) la calle, además de medio, es límite de lo cotidiano: permanente tentación de romper con las normas, con los itinerarios de una vida programada; permanente posibilidad de encontrarse uno en aquel status devianotis de que habla la teología” (p. 39) 59 Carlos Arturo Reina Rodríguez En un primer momento, las rutinas de los bogotanos que se concretaban con las prácticas rutinarias en sus diversos trabajos, en la oficina, en las aulas de clase, en las calles, en los parques, en los centros comerciales, en sus casas, etcétera; sería modificado bruscamente por una nueva rutina denominada “Simulacro vital obligatorio” establecido por la Alcaldía de Bogotá desde el viernes 20 de marzo hasta lunes 23 de marzo. Teniendo en cuenta de antemano que la cotidianidad de los colegios fue interrumpida por la decisión distrital de la no asistencia presencial desde el 16 de marzo. Ante la presión por las decisiones de algunos gobernantes locales y la comunidad científica, el presidente de Colombia decidió pocos días después decretar la cuarentena obligatoria, que consistía básicamente en confinar durante un tiempo a la mayoría de los colombianos exceptuando las profesiones necesarias para enfrentar la Pandemia. Y es en este momento que en todo el territorio nacional se prohíbe la movilidad libre de los ciudadanos, y gran parte de la población fue obligada a quedarse en sus domicilios para contener la enfermedad. 60 Ahora la cotidianidad consistía en quedarse en el domicilio y salir a las calles solo a abastecerse de alimentos y medicamentos. Solo podía acceder a los establecimientos una persona por grupo familiar, con pico y cédula (número de cédula) en unos territorios administrativos y en otros con pico y género (hombre o mujer). Las calles como un lugar abierto y en donde se establecían parte de las prácticas cotidianas de los colombianos se convirtieron en lugares peligrosos donde —probablemente— había mayor riesgo de contagio del COVID-19. Después del primer fallecimiento por coronavirus el día 16 de marzo en Colombia, e informado hasta el día 21 de marzo por el Ministerio de Salud y Protección Social y el Instituto Nacional de Salud, se encrudecieron las medidas que se aplicaron en su totalidad desde el mes de abril hasta mediados del mes de julio. Medidas para detener la enfermedad que no serán borradas con facilidad de la memoria de los colombianos durante la generación que lo experimentó. Después de marzo Durante cuatro meses de confinamiento, en el cual la mayoría de las personas estarían encerradas en sus hogares, se controlaría el virus y se mejoraría —en teoría— el sistema de salud pública y privada de la nación; estableciendo así, nuevas formas de comprender la realidad que se estaba presentando. Es así como, el uso obligatorio del tapabocas, el lavado de manos constante, la limitación de la circulación en el territorio nacional y local, el cierre inmediato de varios escenarios de encuentros sociales, la limitación total de vuelos nacionales e internacionales, el enfoque informativo de los noticieros colombianos sobre la pandemia, el distanciamiento social, entre Crónicas de una Pandemia otras trasgresiones, reconstruyeron una nueva mirada de la cotidianidad después de mediados del mes de marzo. por el Gobierno Nacional para controlar el virus y para —en teoría— ayudar a la población más afectada por esta pandemia. Ahora, los recuerdos12 de la población sobre su actuar diario no tendrían su énfasis en las actividades que hacían antes de marzo, sino que estarían mediadas por la nueva concepción de vida cotidiana que se forjo. Desde este momento, la pandemia y todo lo que fluyó alrededor de ella estaría presente en la memoria13 de los colombianos. Así mismo, en la memoria colectiva14 de los ciudadanos no solo quedarían los cambios en su vida cotidiana antes del mes de marzo, sino también, los recuerdos de la experiencia vivida después de este periodo de tiempo que afectaban de una u otra manera su presente. Además de lo anterior, el impacto de la imagen de calles desoladas en toda la nación se convirtió en un escenario cotidiano que quedaría en esa galería subterránea del pensamiento de Presente que mostraba un bombardeo constante de información de número de fallecidos y personas contagiadas, las historias de vida de personas cercanas y lejanas que habían sido afectadas por el virus, el aumento del desempleo y la pobreza, las disputas políticas entre gobiernos locales y el Gobierno Nacional, los memes, los videos de internet que enfatizaban en la enfermedad, los políticos que aprovecharon la crisis sanitaria para despojar a otras personas de recursos que les habían sido asignados por el Estado, los gobiernos que explotaron el COVID-19 para posicionar sus partidarios políticos en los puestos del Estado, las clases online, la prohibición de reuniones sociales, las filas para comprar alimentos, las multas por el uso incorrecto del tapabocas y el alto número de decretos expedidos 12.Para Halbwachs (2004a), el recuerdo es: “Una reconstrucción del pasado con la ayuda de datos tomados del presente, y preparada de hecho con reconstrucciones realizadas en épocas anteriores” (p. 80). Por lo tanto, es de importancia conocer que a partir de la reconstrucción de los recuerdos se pueden evidenciar las experiencias de los sujetos en un espacio y una época determinada. En tal aspecto, este recuerdo puede ser individual o social, ya que el sujeto puede captar en su mente algunos aspectos de las vivencias que haya tenido de forma individual o colectiva. 13. Halbwachs (2004a) indica que la memoria es: “Lo que queda en la galería subterránea de nuestro pensamiento, no son imágenes hechas, sino todas las indicaciones necesarias de la sociedad para reconstruir determinadas partes de nuestro pasado que nos presentamos de forma completa o confusa, o que creemos incluso totalmente salidas de nuestra memoria” (p. 77). 14. Parafraseando a Halbwachs (2004a) la memoria colectiva o social es entendida como la recolección de memorias individuales que tienen puntos en común, y que se encuentran desde los espacios geográficos, los acontecimientos, los grupos comunes, pensamientos, ideas, costumbres, etcétera. Por consiguiente, es la sociedad que hace que los recuerdos sean colectivos, ya que el recuerdo se elabora con la ayuda de las percepciones que hayan tenido otros individuos. Por lo que cada uno de los miembros de un grupo recuerda algo con respecto al lugar que ocupaba en el grupo, y así, con la construcción mental del hecho por parte de cada individuo se construye la memoria colectiva, hace por así decirlo, crear un proceso de identificación del grupo frente a otros grupos y crea en sí mismo una consecución de relatos que hacen memoria de los acontecimientos que se están elaborando. 61 los sujetos. En definitiva, estos y muchos otros recuerdos que han dejado la crisis sanitaria en Colombia permanecerán en la memoria colectiva de los individuos durante un tiempo. A manera de conclusión Desde lo anterior, se puede comprender que los estudios de la vida cotidiana en donde la evocación de los recuerdos como insumo esencial para comprender los contextos sociales, permiten reconstruir realidades de diversas memorias que fluyen entorno a un evento especifico, ya que cada sujeto forma parte de una sociedad que logra bajo su propia experiencia, reconstruir las dinámicas cotidianas que se establecieron en una temporalidad particular. Para el caso de la pandemia en Colombia, es importante revelar que se establecen unos marcos sociales que tramitan el recuerdo entre puntos de referencia, que evidencian un encadenamiento de los hechos reales que se establecieron a principios de 2020. Ahora, los recuerdos rememorados distinguen prácticas cotidianas particulares donde los acontecimientos cambian gracias a un evento de orden global y/o nacional. De esta forma, para reconstruir la vida cotidiana antes, durante y después de la pandemia del año 2020 a partir de los recuerdos de la memoria individual y colectiva se deben tener en cuenta las particularidades del contexto colombiano; que, si bien perpetúa fragmentos de la vida cotidiana antes de la llegada del COVID-19 a la nación, permite comprender las modificaciones que afectaron en gran medida la cotidianidad de los individuos y sus posibles consecuencias. Frente a lo anterior, la vida cotidiana aparece como un espacio de crítica de la realidad social, que se convierte en un espacio–tiempo de debate que promueve coyunturas sociales que hacen proclive el orden establecido. Gracias a este tipo de circunstancias, es posible comprender que la cotidianidad se organiza a partir de la rutina y la transgresión, ya que se crea y subsiste porque son las evidencias de las prácticas sociales y los discursos que le dan vida. Estos nuevos contextos permiten modificar los referentes previos y crear nuevos esquemas cotidianos con distintos sentidos, y es así como se construye la necesidad de coexistir entre diferentes significantes que permiten entablar una conexión entre una vida cotidiana previa y las significaciones de nuevos referentes de cohesión de mundo bajo otra cotidianidad. Finalmente, con la llegada de la pandemia a la vida común de los individuos se entiende que va a quedar algún rastro de estas experiencias vividas a lo largo del tiempo, y pese a los cambios que pudieran llegar a darse, permanece una huella que se convierte de una manera u otra en propio del humano, y posiblemente puede llegar a transformarse en marcas que son señales a veces profundas e imborrables que son evocadas por la memoria. Referencias Alcaldía de Bogotá. Recuperado de https://bogota.gov.co/ Organización Mundial de la Salud. Recuperado de https://www. who.int/es Berger, P. & Luckmann, T. (2001). La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorrortu Editores. Presidencia de la República de Colombia. Recuperado de https://idm.presidencia.gov.co/ Elias, N. (1998). Apuntes sobre el concepto de lo cotidiano. En Weiler & Vera (Comp. Trad). La civilización de los padres y otros ensayos (331-347). Bogotá: Grupo Editorial Norma. Vergara, N. (2011). Cotidianidad y significación: aproximaciones al tema de la memoria desde el pensamiento de Humberto Giannini. Desenvolvimento e Meio Ambiente, 23, 59-66. Giannini, H. (1999). La “reflexión” cotidiana. Hacia una arqueología de la experiencia. Santiago de Chile: Universitaria. Gonzalbo, P. (2006). Introducción a la Historia de la vida cotidiana. México: Editorial el Colegio de México, Centro de Estudios Históricos. Halbwachs, M. (2004a). La memoria colectiva. Zaragoza: Editorial Prensas Universitarias de Zaragoza. Halbwachs, M. (2004b). Los marcos sociales de la memoria. Caracas: Editorial Anthropos. Jiménez, A. (2008). Memoria, historia y escuela. En Serna, A. (Comp.). Cátedra democracia y ciudadanía “Memoria y conflicto” (175-194). Bogotá: Editorial Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Ministerio de Salud de la República de Colombia. Recuperado de https://www.minsalud.gov.co/ 63 El relato como forma de acceder al impacto que generan eventos catastróficos en las humanidades de quienes los padecen para identificar aspectos de su transformación identitaria1 Angélica Aguillón Lombana2 El mundo no está hecho de átomos, el mundo está hecho de historias porque son las historias las que nos permiten convertir el pasado en presente, las que también permiten convertir lo distante en cercano, lo que está lejano en algo próximo, visible y posible Eduardo Galeano. La anterior cita nos remite al ser humano como infatigable narrador de su experiencia, como contador de historias que se configuran a través de distintos códigos, porque antes de la pa- labra ya estaba el gesto y cuando llegó la escritura aparecieron otras formas de recordar y más información que almacenar. Así, es humana la necesidad de regresar al mundo lo que en algún momento se apropió de él, de devolverle a la otredad lo que nos vino de ella, pero con nuestra impronta personal. La reflexión que propongo en el presente texto se vincula con dos elementos que considero fundamentales en la constitución humana dentro de los marcos espacio–temporales en los que deviene la existencia. Estos elementos son el lenguaje y la memoria. El primero, como rasgo definidor de la especie en tanto permite la creación de sistemas de códigos para codificar, decodificar y procesar realidades, haciendo del hombre el animal simbólico que propone Cassirer. La segunda, como el elemento que permite la construcción de una colección de recuerdos y olvidos sobre los que trabaja el lenguaje y que definen la identidad de los individuos y los grupos. De tal manera que las experiencias conservadas por la memoria y procesadas por el lenguaje toman forma a través de la narración, por eso 1. El presente texto hace parte del proyecto de investigación Geografías de la memoria y el desastre: imaginarios, creencias y luchas de los armeritas 35 años después de la catástrofe, el cual se encuentra en curso en el Doctorado en Estudios Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. 2. Docente investigadora de la Facultad de Educación de la Universidad Antonio Nariño de Bogotá. Vinculada a los grupos de investigación “CONCIENCIA” y “Culturas Universitarias”. Correo electrónico: mohana377@gmail.com 65 Carlos Arturo Reina Rodríguez el maestro Galeano afirma que el mundo es un gran texto hecho de historias, de pequeños fragmentos de vidas que logran adentrarse en esa otredad y facilitan la reconstrucción de otros tiempos y otros espacios. En el relato toma forma el contenido de la memoria a través del lenguaje, y de acuerdo con Ricoeur (1990), solo la comprensión del relato nos permite el acceso a la construcción ontológica del individuo, y por ende a cómo sus circunstancias existenciales han modelado eso que es y la forma como se instala y actúa en el mundo social. Cabe entonces preguntarse: ¿a qué nos aferramos cuando un evento catastrófico sacude los cimientos sobre los que hemos ganado la certeza de ser alguien en el mundo?, ¿qué vacío se instaura en nosotros cuando el hecho ya se ha ido, pero aún nos queda una vida que parece flotar sobre la certidumbre de la nada?, ¿qué nos negamos a soltar durante el alud imprevisible para poder seguir siendo cuando la calma haya retornado?, y, ¿cómo se incorpora la experiencia del desastre a la nueva ruta existencial en tanto este se vuelve parte de la conciencia histórica de quien lo vivió? 66 Estos y otros cuestionamientos son recurrentes en los estudios sociales de la memoria cuando las personas y los grupos sociales se enfrentan a una situación que fractura el cauce predeterminado en sus marcos espacio–temporales. Dichos eventos catastróficos pueden ser desastres geofísicos, antrópicos o pandemias y su principal característica es la irrupción de forma inesperada sobre la materialidad en la que se instauran las rutinas cotidianas. Ello implica para los afectados la realización de acciones improvisadas que garanticen la supervivencia al verse en riesgo la vida, y para los investigadores sociales el establecimiento de diversas estrategias para capturar aspectos del mundo interior de cada sobreviviente y conocer el impacto del hecho en su existencia. Eso incluye la captura de aquellos comportamientos no convencionales que les permiten a las personas salvaguardar la vida y redefinir sus actuaciones en el presente, pero también la identificación de la forma como amplían su visión de mundo y proyectan sus actuaciones para el tiempo futuro. Todo relato se articula a partir de la aprehensión y procesamiento de información que se da gracias al lenguaje y a la función preservadora de la memoria De acuerdo con lo previamente dicho, podríamos afirmar que los seres humanos son seres MELOS, es decir, de Memoria, Lenguaje y Organizados Socialmente. Por lo tanto, la mejor manera de acceder a su experiencia de un evento catastrófico y la reconstrucción ontológica que surge a partir de este es precisamente a través de la memoria y del relato. Este último, articulado desde todo el aparataje cognitivo que permite la capacidad humana de lenguaje y desplegado a través de códigos lingüísticos, paralingüísticos y extralingüísticos que permiten el reconocimiento de componentes subjetivos que pueden dar Crónicas de una Pandemia cuenta de la composición y transformación existencial de los individuos que padecen el evento disruptivo. Pero veamos más detalladamente las implicaciones de reconocernos como seres MELOS. Desde la aparición de la lingüística cognitiva, es cada vez menos plausible pensar el lenguaje solamente en términos comunicativos como ocurrió por muchos años por cuenta de teorías lingüísticas de alto raigambre como el Estructuralismo. A partir de las ideas plantadas por reconocidos estudiosos del tema (Evans, 2019; Langacker, 2009; Kretzschmar, 2015; Lakoff, 1980), el lenguaje se ha configurado como un fenómeno esencialmente humano sobre el que se estructuran las funciones cognitivas, comunicativas y sociales en el devenir humano. Esto implica reconocer que gracias a él pensamos en tanto abstraemos y procesamos elementos y experiencias de la realidad y comunicamos el contenido de la mente a través de procesos intersubjetivos que responden a la organización social en la cual el individuo se encuentra inmerso. Así, el que Chomsky (2011) denomina Sistema Simbólico Mayor y que tiene asiento en el cerebro, se encarga de recolectar, procesar y comunicar formas —morfosintaxis del código lingüístico—, contenidos —semántica: significados que se convierten en sentidos— y contextos sociales —aspectos pragmáticos que determinan la pertinencia de los intercambios comunicativos—. Esto explica el hecho de que la mente de cada indivi- duo se modifique a partir de las experiencias que este tiene de la realidad circundante mediante procesos de identificación, diferenciación, comparación, clasificación, análisis, síntesis, representación, codificación, decodificación, proyección de relaciones virtuales, inferencia lógica, razonamiento hipotético, conceptualización, etcétera. El tema puede resultar tan complejo como apasionante, pero debido a que ahondar en él abarcaría una extensión superior a la establecida para los propósitos de este artículo, me conformaré con decir que el signo que se procesa en la mente humana tiene su origen en el espacio vital del individuo y vuelve a este en forma de relato. Al respecto Eco (1981) nos dirá que la doble naturaleza significante–significado del signo, se ve reflejada en la forma en que a través de este se captan significados del mundo y en cómo esos significados se vuelven sentidos que regresan a la materialidad del mundo social en forma de relato. Pero ese complejo proceso de aprehender, procesar, codificar y dar a conocer las ideas que se tejen en el mundo interior de cada individuo, no sería viable sin la posibilidad de recordar y del vínculo que se establece con el otro. Es mediante un proceso de anamnesis que el individuo rememora la vida pasada para poder situarse y analizar sus actuaciones del presente y las proyecciones que haga sobre su vida futura. De acuerdo con Halbwachs (2004a), todo individuo enmarca su existencia en unos marcos sociales en los que deviene su presencia vital, de ellos 67 Carlos Arturo Reina Rodríguez obtiene la sustancia que se fija o se desvanece en la memoria a través de los procesos de recuerdo y olvido. En ese marco, tanto la memoria como el lenguaje son procesos psicosociales que le permiten al individuo dotar su mente de contenido, procesarlo y devolverlo de manera tangible a través del relato. Al respecto, Thamer (2013) afirma que los grupos humanos en condición de instabilidad intentan suplir la fragilidad existencial a través de la búsqueda de anclajes del pasado que les permitan afianzar los valores que los corroboran como miembros de una comunidad estable, para ello hacen uso de la memoria y el lenguaje como elementos configuradores y comunicadores de aspectos individuales que no pueden configurarse y comunicarse sino en relación con la otredad. 68 En ese sentido, cuando ocurre un suceso catastrófico que irrumpe en la cotidianidad de las personas, estas lo convierten en un hito existencial en tanto recuerdan y reflexionan sobre la vida que estaba antes de él, pero también con base en la experiencia vivida durante la situación, establecen pautas de comportamiento y nuevos elementos para actuar en el futuro. Al respecto Langumier (2008) destaca que una pandemia o un desastre geofísico son hechos extraordinarios que se convierten en detonadores de nuevos elementos y transformadores de otros en la cotidianidad de las personas. Así, el evento catastrófico se inserta como un miembro más de la comunidad, uno que trae desde los problemas más sencillos como gestio- nar objetos domésticos hasta situaciones más complejas como resignificar prácticas económicas, y por ende estilos de vida. Lo cual de ninguna manera es posible sin las funciones captadoras, procesadoras y comunicadoras del lenguaje y almacenadoras y dosificadoras de la memoria. En el relato se vacía el drama humano que surge con el evento catastrófico y este adquiere otras dimensiones Como se ha visto hasta ahora, el contenido de la memoria toma forma en el relato gracias al lenguaje. Por esta razón, este (el relato) se convierte en un instrumento de gran utilidad para los investigadores de los estudios sociales de la memoria cuando se proponen indagar por situaciones como el impacto de una pandemia o de un desastre geofísico en la vida de las personas que los padecen. Esto en tanto en él se vacía el contenido del mundo interior del sujeto con relación al evento disruptivo, pero también con relación a otras circunstancias de la vida. De tal manera que al permitir que el afectado narre aspectos de la situación, el investigador no solamente tiene la posibilidad de conocer su vivencia del hecho, sino también a las circunstancias sociales en las que ha vivido la persona y que inciden en el impacto del desastre en su existencia, y la reconstrucción subjetiva que hace del mismo. Por lo tanto, el relato da cuenta de la construcción y reconstitución ontológica del individuo como plantea Ricoeur (1990). Crónicas de una Pandemia En relación con los procesos de recuerdo y olvido en los que se interesan los investigadores de los estudios sociales de la memoria, puede decirse que estos se enfrentan a un reto de grandes proporciones en tanto las condiciones en las que se fijan recuerdos y surgen olvidos están determinadas por el trauma que haya quedado del evento catastrófico y por las condiciones de inestabilidad en las que este acontece. Por lo tanto, no se trata solo de pedirle a la gente que narre, es necesario tener claridad frente a qué aspectos específicos deseamos indagar y cuál puede ser la mejor estrategia para que la esencia de la situación no se pierda en divagaciones, por ejemplo. En este sentido, el científico social debe ser consciente de que la diferencia entre la información que él provea y la que ofrecen los medios de masas, radica en que la suya captura la esencia del impacto del evento catastrófico en el mudo social, puesto que es verídica, completa, y tomada de la fuente original. Tal situación ayuda a desvirtuar creencias como que la abundancia de información y la proliferación de medios y mediaciones en las dinámicas comunicativas de la denominada era de la comunicación, garantizan la posibilidad de mayor perdurabilidad del hecho catastrófico en la memoria de las personas y los grupos. Ello no necesariamente ocurre puesto que existen diversos elementos que inciden para que no sea de esa manera. Por ejemplo, el afán mediático tiende a privilegiar la novedad porque eso genera mayor audiencia y la complejidad del mundo social en la actualidad facilita la renovación constante de eventos que se vuelven tendencia y sepultan rápidamente los que les han precedido. También ocurre porque la gente necesita recuperarse del hecho y continuar con su vida a pesar de los pedazos que le arrancó la catástrofe como plantea Rieff (2017). En consecuencia, no resulta plausible pensar que la gran cantidad de información que circula por los medios en la actualidad, permita una aprehensión de la esencia de la pandemia por la COVID-19, porque, además, como plantea Simpson (2008) el proceso de captura de la esencia del desastre resulta bastante difícil para alguien que no lo haya vivido puesto que puede quedar expuesto a información incompleta, superficial o sesgada. Al respecto Haas y Levasseur (2013) afirman que, tanto la escasez de información, como la sobrecarga de ella permiten el surgimiento del rumor como un síntoma de olvido social sobre el evento. Además, es importante mencionar que el relato testimonial y la crónica que no es literaria, dan cuenta del desarrollo del evento mientras este aún está presente en la vida de las personas, por lo que se genera mayor fiabilidad en la captura de la esencia del hecho. Este tipo de relatos fijan recuerdos que pueden ser inestables, escurridizos, incompletos y que llevan a que la memoria sobre el desastre desaparezca o se transforme por diversas circunstancias personales o sociales, como ya se mencionó. De tal manera que estudios como el llevado a cabo con el proyecto “Pandemnesis” dan forma al recuerdo desde la esencia 69 Carlos Arturo Reina Rodríguez del hecho porque garantizan la permanencia de ciertos sucesos que solo emergen en una situación catastrófica y que quedan por fuera del gran relato oficial por su “insignificancia” para los poderes hegemónicos, porque simplemente no alcanzan a ser abarcados por los tentáculos de los medios de comunicación o porque las características del evento disruptivo complejizan el trabajo que deben realizar los investigadores sociales. Así, por ejemplo, una pandemia reta significativamente a los estudios sociales de la memoria en tanto que en los procesos de recuerdo y olvido ocurren condiciones de inestabilidad. Esto sucede porque contrario a los desastres geofísicos, que dejan marcas en el plano geográfico que ayuden a evocar el hecho, la volatilidad del virus que azota a la humanidad en una pandemia puede llevarse consigo los vestigios que permitan dar fe de ciertos hechos que remiten a dramas individuales y sociales que se configuran de acuerdo con circunstancias específicas en las que la pandemia tuvo asidero. 70 En ese sentido los archivos testimoniales como el realizado desde le proyecto “Pandemnesis” acogen pluralidad de voces que dan cuenta de las circunstancias en las que se vivió la pandemia en diversos planos del mundo social. En este proyecto de investigación el trabajo con la memoria y el lenguaje, condensado en el relato, buscó capturar la esencia de la situación cuando el investigador social se adentraba en la colección de recuerdos y olvidos de las situaciones vividas por los testimoniantes an- tes y durante la pandemia y su proyección existencial después de esta. Algún revisionista escéptico podría decir que el relato no garantiza la fiabilidad del hecho en sí mismo en tanto en él puede haber mucho de la imaginación de quien narra, lo cual puede ser completamente cierto, pero vale la pena recordar que la reconstrucción del hecho factico es tarea del discurso histórico y que precisamente esas elaboraciones distorsionadas que pueden surgir hacen parte de cómo la gente recuerda u olvida ciertos hechos de su experiencia vital. Por lo tanto, a contrastar versiones el investigador puede identificar y asociar esas elucubraciones a las circunstancias particulares desde las que el narrador reporta sus vivencias del hecho. Pero, además, hay que tener en cuenta que hay relatos que parecen fantásticos por el drama que contienen —como veremos con el ejemplo que sigue— porque en circunstancias de desastre la realidad puede superar ampliamente a la ficción. Finalmente, considero importante acotar que el trabajo con la memoria que se realiza desde la narrativa humaniza a los afectados del evento catastrófico evitando el casi inexorable destino de terminar convertidos en una cifra más de un reporte estadístico. A continuación, expongo un relato recogido durante la situación de pandemia y a través del cual se puede sintetizar lo dicho hasta el momento. Primero se llevaron al abuelito, ya estaba viejito y achacoso [silencio] luego a la tía, creo que la señora sufría de diabetes. Crónicas de una Pandemia Luego la prueba le [Sic] salió positiva al papá y a la mamá. Él también estaba contagiado pero asintomático [silencio] cuando fuimos a recogerlo parecía un pajarito recién caído del tejado. Ya había terminado el periodo de aislamiento, pero no quería dejar la casa, decía que en cualquier momento ellos iban a volver y él tenía que estar ahí cuidándola. No [Sic] lo trajimos con la promesa de que aquí le van a llegar noticias de ellos y de que cuando salgan van a volver a estar juntos [llanto] ¿Profe, no sabemos cómo le vamos a decir que todos se murieron, que nosotros [su tía y sus primos] somos la única familia que le queda? (Testimonio recolectado durante el proyecto “Pandemnesis”). Como ya se mencionó, todo el drama que aparece en este relato de ninguna manera puede ser abarcado en una estadística en la que se cuente que una familia perdió a cuatro miembros. Tampoco podría ser contado de la misma manera por alguien ajeno al hecho, incluso de las construcciones metafóricas que realiza la testimoniante se extraen significados y sentidos sobre la reconstrucción que hace de la situación. Así, por ejemplo, “parecer un pajarito recién caído del tejado” nos remite al abandono y al profundo desconsuelo de un niño de once años que aún ni siquiera sabe que ha perdido a casi toda su familia. De la misma manera, los quiebres en el relato, los silencios, los llantos, la mirada extraviada, etcétera, son elementos paralingüísticos que comunican el impacto de la pandemia en la narradora, y ese impacto muy seguramente determinará la manera en la que ella recuerde la pandemia en el futuro, pero también en la forma en la que se enfrentará a ciertas circunstancias de la vida a partir de este evento disruptivo. Al respecto nos dice Jelin (2012)que el trabajo con la memoria implica “… referirse a recuerdos y olvidos, narrativas y actos, silencios y gestos. Hay en juego saberes, pero también hay emociones. Y hay también huecos y fracturas”, por lo tanto “leer” los aspectos paralingüísticos y extralingüísticos que acompañan al código lingüístico en la construcción del relato, resultan de seminal importancia en la comprensión de los procesos de recuerdo y olvido, para saber de qué manera estos afectan la construcción ontológica de quien narra la experiencia. Consideraciones finales A partir de la experiencia investigativa con el proyecto “Pandemnesis” se pudo constatar que el relato testimonial o aquel que toma la forma de crónica del hecho a lo largo de su presencia en la vida social, resulta una estrategia pertinente para acceder al impacto del evento catastrófico en la existencia de los individuos que lo padecieron. Así puede afirmarse que este tipo de estrategias metodológicas resultan de gran utilidad para los estudios sociales de la memoria porque se concede centralidad al sujeto, y de esta manera se tiene acceso a diferentes aristas de la situación, que de otra manera sería abordada solo de manera general, y por lo tanto superflua. En ese sentido, se pueden medir impactos y visones que en muchas ocasiones quedan por fuera del gran discurso que tejen los medios de co- 71 municación. De la misma manera, resulta de vital importancia facilitarle al individuo que narre sus vivencias de la situación, que reconstruya las consecuencias del evento en su vida a partir de su lugar en el mundo social, para acceder a los imaginarios e ideologías desde las que recibe y procesa el evento disruptivo, pero también a aquellas que surgen a partir de este. Reconocer a los sobrevivientes de una catástrofe como seres MELOS, pero también como investigador reconocerse así, resulta útil en los procesos de reflexividad que reclama el campo de los estudios sociales de la memoria, puesto que se tienen en cuenta mayor cantidad de elementos y procesos involucrados en la apropiación, reelaboración y comunicación de los contenidos de la memoria. Por lo tanto, los humanos como recolectores y constructores de sistemas simbólicos; hijos del movimiento, pero aferrados a la materialidad; padres de la palabra; dueños del gesto; narradores de historias… tenemos en el relato la posibilidad de vaciar el contenido que llevamos por dentro, eso que a pocos interesa por ser poquito, manchado e imperfecto, pero que en esa imperfección contienen la esencia del individuo, del evento y del mundo social. Referencias Chomsky, N. (2011). Language and Other Cognitive Systems. What is Special About Language? Language Learning and Development, 7, 263-278. Durán C, S. (2013) Las epidemias en la Nueva Granada: Castigo de Dios y Conjura de los santos: 1782-1850. Universidad de los Andes, tesis de maestría en historia. Bogotá. Eco, U. (1981). Lector in fabula. Barcelona: Lumen. Evans, V. (2019). Cognitive Linguistics: A Complete Guide. Edinburgo: Edinburgh University Press. Haas, V. & Levasseur, E. (2013). 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II PARTE Cronicas y vida cotidiana o qué es peligroso… ¡¡¡Con mis amigos y las compañeras del colegio siempre decimos que los adultos están un poquito locos o que de pronto, no saben tanto como dicen!!! Los niños y las niñas nos cuentan… Ximena Pachón1 “Nos dieron la palabra y nos vieron; nos vieron y nos preguntaron y nuestras palabras quedaron consignadas en un documento que ha ido de una universidad a otra y que ahora regresa a la primera universidad. No sabemos qué van a hacer con esas palabras nuestras. ¿Será que van a hacer un libro? ¡¡¡De pronto lo que les dijimos, les pareció interesante y lo van a publicar para que mucha gente lo pueda leer!!! ¡¡Nos estamos volviendo importantes!! Queremos agradecer a los mayores que nos hayan visto, que nos hayan tenido en cuenta y que nos traten en este trabajo como personas que nos interesa participar en lo que los adultos están haciendo. Antes de preguntarnos a nosotros, los adultos le pidieron permiso a nuestra mamá y a veces al papá, ellos creen que nosotros no podemos decidir y que no sabemos qué nos conviene, Pensamos que nos iban a hacer preguntas difíciles, de esas que uno no sabe qué debe contestar. El otro día, me preguntaron por la muerte de mi abuelita y yo me puse a llorar. No era que no supiera qué contestar, sino que de la tristeza me puse a llorar y no pude hablar. Pensé que ahorita nos iban a peguntar sobre eso, la muerte que produce el coronavirus, pero los grandes creen que esos son temas de adultos. ¡Como si no supiéramos qué es la muerte! La vemos en los animalitos del jardín, en mi gato que se murió, después de ocho días de estar enfermo y a pesar de todos los cuidados siguió enfermo y un día amaneció muerto. Yo lo llamé varias veces, pero no contestó, lo consentí y no abrió sus ojitos. Estaba dormido; dormido, dormido para siempre. Ya no va a ronronear, ni a despertarme por la mañana… Pero sobre eso no nos preguntan los adultos. 1. Antropóloga de la Universidad Nacional de Colombia, DEA en Antropología Social, Etnología y Etnografía de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París y estudios de maestría en Historia en la Universidad Nacional de Colombia. Desde el 2003 es docente del Departamento de Antropología de la Universidad Nacional de Colombia. Correo electrónico: xpachonc@unal.edu.co 77 Carlos Arturo Reina Rodríguez Tampoco nos preguntan sobre otras cosas… ¿cómo decirlo?… lo del sexo. Dicen que estamos muy pequeños para hablar de eso. Pero son ellos, los mayores, los que no saben cómo conversar con nosotros sobre ese tema. Nosotros, sí hablamos de eso con los amigos y los primos grandes, ellos como sí tienen experiencia, sí nos cuentan, nos cuentan cosas, pero nos dicen que no se las contemos a los papás ni a los tíos ni a los mayores. Yo no sé qué tiene de malo hablar de eso, pero no nos preguntan. Tampoco nos preguntaron sobre lo que pasa en el país. ¡¡Otro tema de los adultos!! Creen que no sabemos nada, que no sabemos que hay guerra, y que hay gente que roba en el Gobierno, y que quieren con aviones echar glifosato y acabar con el medio ambiente. Nosotros también hablamos de esas cosas, aunque los grandes no lo crean. ¡¡A veces nos hicieron preguntas tontas!! ¡¡¡Es que los adultos creen que no sabemos nada, que no oímos nada y que no podemos pensar!!! Bueno, pero esta vez nos preguntaron, en otra época, de pronto no lo hubieran hecho o les hubieran dicho a las mamás: “señora, ¿tú sabes si tu hija sabe qué es el coronavirus?” 78 Esa pregunta nos la hicieron. Esta vez nos preguntaron y hasta la más pequeñita sabía y contestó con mucha seguridad: “Sí, el cornavirus es una enfermedad”. Seguro los adultos que no saben cómo somos, creían que íbamos a contestar que era un extraño animal traído de Australia o un país lejano. Al ver la propiedad con que Laura, la chiquita, contestó, resolvieron hacerle otras preguntas, pues los grandes querían saber cómo era nuestra vida antes de la llegada del coronavirus. Ella les contó todo y lo expresó muy bien. Con carita seria y pensando lo que decía, dijo: “Pues por la mañana, a las seis de la mañana, me levantaba para ir al colegio. Después del colegio, descansanba, esperando la hora para ir a patinaje, también estaba esperando la hora para ir al ministerio, cantaba en la iglesia los fines de semana, iba a la piscina también los fines de semana con mi papá, y también… pues hacía muchas cosas, muuuuchas coooosas”. Se sorprendieron cuando vieron que una niña pequeña hiciera tantas cosas y tan distintas: colegio, patinaje, iglesia, piscina y la persona mayor insistió, ¿cosas?, ¿más cosas?, ¿cómo cuáles?, ¿con tu familia qué cosas hacías? Laura le contestó sobre las películas que veía en las noches arrunchada con su mamá, pero se puso triste cuando le preguntaron qué hacía ahora con la pandemia. Gabriela, ella es mas grande, creo que ya tiene nueve años, quería hablar sobre ese tema y entonces dijo: “Antes de la cuarentena, mi mamá me alistaba para ir al colegio, me levantaba, desayunaba y el transporte me llevaba, hacia mi ruta. Tenía mis clases, de seis y media a dos y media, contando los descansos. Cuando llegaba hacía mis tareas, me cambiaba y compartía con mi familia. También, hacíamos los talleres que me mandaba el Crónicas de una Pandemia colegio. Quiero comentar que tenía tiempo libre, pero no mucho. No lo podía aprovechar porque tenía tareas, o talleres, como anteriormente comentaba. A veces los sábados con mis primas nos conectábamos y podíamos leer mucho, como todas vivimos en localidades diferentes, pues antes de la pandemia hacíamos eso, nos conectamos por videollamada de WhatsApp o de Gmail”. Parece que ella tiene muchas cosas por decir y no dio tiempo a que le hicieran otra pregunta, y siguió contando: “También, íbamos al centro comercial, podíamos comprar cosas, a veces almorzábamos allá”. Se pone muy seria y trata de hablar como una persona mayor y dice: “Me parece muy importante comentar aquí, que la diferencia de antes a ahora, pues no es mucha. Se ha visto mucha gente que ha salido, yo he visto mucha gente que ha salido despreocupada y que dice, que, si se van a morir de algo, pues… No saben que, por un contagio, que, por solo un contagio, ellos pueden contagiar a más vidas, por ejemplo, bebés, niños que podrían seguir viviendo, que podrían seguir estudiando y que podrían seguir compartiendo con sus padres”. Gabriela hablaba como una profesora y nadie la interrumpió ni le dijo nada. Ella como usa anteojos, unos anteojos grandes y es tan seria cuando habla, de verdad parecía una profe. Después, los adultos querían saber por qué estábamos tan silenciosos. Entonces, se pararon, caminaron y se rascaron la cabeza. Nos miraron a todos y escogieron a Martín para que le dijera algo sobre su vida antes de la pandemia. Martin, que tiene doce años y vive en Bogotá, se puso un poquito nervioso. Miró para todos los lados, como si no supiera por dónde empezar y con voz baja y lentamente dijo: “Pues, antes de la pandemia era un poco distinto mi manera de vivir porque mis papás están separados, entonces una semana yo vivía con mi mamá, en Kennedy y la otra semana estaba con mi papá en Suba. Eso cambiaba mi estudio pues porque allá como queda un poco más lejos del colegio, entonces me tocaba levantarme más temprano, por ahí a las cuatro y la ruta me recogía faltando como quinca pa’ las cinco. Acá donde mi papá, donde estoy en este momento, me levantaba un poco más tardecito que donde mi mamá, pues porque acá me queda más cerca al colegio entonces me levantaba por ahí a la cinco de la mañana y la ruta me recogía a las seis. Mis clases comenzaban a las siete. Después, yo me devolvía a la casa por ahí a las, ¡ay se me olvidó!, a las dos y cuarenta, que se acababan las clases. Donde mi mamá, llegaba más tarde y acá llegaba más temprano. Yo compartía con mis amigos, tenía muchos amigos y era chévere todos los días ir al colegio. Tenía tareas también, pero no eran tantas, en la casa llegaba, tomaba onces y hacía las tareas. Donde mamá, los fines de semana jugaba videojuegos, en mi Play 4, jugaba como Battlefield, Overwatch, Minecraft, y pues también veía televisión. Y acá, pues con mi papá, juego también videojuegos, así como una página que se llama Nitrome, y ahí jugamos unos juegos súper chéveres. Allá, donde mi mamá pues yo tenía 79 Carlos Arturo Reina Rodríguez mi perrito, bueno, tengo mi perrito y, que se llama Marcus, y acá dos gatas que se llaman Natacha y Chanita”. Los niños que tienen a su papá y mamá separados, siempre sufren… tienen unas cosas aquí y otras las tienen allá. Cuando están con uno, están pensando en el otro… No debe ser fácil. Claro que también tiene cosas buenas… tienen dos casas y amigos en dos lugares diferentes. Después de preguntarnos a todos y cuando creíamos que se había acabado la preguntadera, los adultos nos pidieron les contáramos sobre lo que hacíamos durante la pandemia. La cara de todos cambios de expresión, unos pusieron caras tristes y otros de cansancio. Ya estábamos con hambre y queríamos irnos a jugar. 80 La pandemia para nosotros ha sido algo muy duro, no nos imaginábamos como podía ser eso. Casi todos tenemos muy claro cuando empezó, es como cuando uno espera algo importante que va a pasar y espera y espera hasta que llega. Laura, la chiquita, bajó los ojos y habló de su aburrimiento. Qué bien que Laura haya hablado de eso, porque para nosotros, los niños y las niñas, estos meses de encierro han sido muy duros y aburridos, como dice Laura. “Porque cuando llegó el coronavirus, solo podía estar en la casa, hacer tareas, ver muñecos, también, podía hacer muchas cosas en la casa, pero también tenía que hacer muchas tareas, y entonces hice tareas y más tareas y vi muñecos en la tele. También juego con las muñecas, a veces, también juego con muuuuchas, pero muuuuchas cosas, porque tengo muchos juguetes”, dice con mucho entusiasmo. Se le olvidó la tristeza y el aburrimiento que había mencionada antes. Bueno los niños somos así, nos entusiasmamos muy fácil y nos ilusiona el futuro, lo que vamos a hacer. “Creo que voy a crecer, jugar, también voy a ir al colegio, y también voy a patinar, también voy a ir a… también voy a orarle a Dios, y yo cumplo un horario, paso el tiempo con Santi y con mi mamá, y también paso el tiempo con mi familia, con toda mi familia, hasta con mis tías, mis primos, mis primas, mis tías, mi mamá, mi papá, con todos mis seres queridos, y también con mi aguela, con Jesús que está en mi corazón”. Gabriela de diez años comenta: “Pues me levanto temprano, entro a mis clases, aporto a la clase, pues también me inscribí a un curso de canto. (…) Yo me conecto por ZOOM todas las clases y pues ahora el horario es más corto, que es de seis y media a dos y treinta y a veces hacemos una hora, donde nosotros estamos con nuestros compañeros compartiendo. También he probado talleres, quizes y guías en la cuarentena. También lo he hecho en la Agenda Virtual de mi colegio y comparándolo a la actualidad, pues sí ha cambiado mucho la dinámica, pues creo que ha cambiado, algunas cosas tienen positivas y otras no, pero toca seguir y pues eso es lo que concluyó en esta pregunta dos. Crónicas de una Pandemia (…) También en estos tiempos de cuarentena he tenido un poco más de tiempo para poder jugar, poder disfrutar mis juguetes, poder utilizar mi tecnología, mi celular, mi televisor. También he compartido mucho más con mis padres. También estoy en un curso de canto y estamos aprendiendo entonación. Y pues hay muchas cosas chéveres de la cuarentena, como que puedes disfrutar más las cosas que tienes y me encanta compartir mucho con mis padres y saber que estoy con ellos y saber que yo, de alguna manera los protejo”. Algunos niños y niñas no han sentido mucho la pandemia, tal vez sus papás no los cuidan lo suficiente y sienten que la diferencia de antes a ahora, no es mucha. Algunos dicen hna visto a mucha gente salir despreocupada y que dicen: “’de algo se ha de morir uno’” y eso, pero no saben que, por un contagio, que por solo un contagio, por ejemplo que ellos se contagien, ellos contagian a más vidas, por ejemplo bebés, niños que podrían seguir viviendo, que podrían seguir estudiando y que podrían seguir compartiendo con sus padres. Y aquí concluyo la pregunta número 1”. Los grandes nos preguntaron también sobre el juego. ¡Ellos piensan que nuestra vida es solo jugar, jugar y jugar! A veces tienen razón, pero es que ellos no se dan cuenta de que mientras hacemos otras cosas, nos divertimos y ellos creen que solo estamos jugando. Mientras estudiamos, jugamos; mientras ayudamos a la mamá también jugamos y hasta jugamos a la pandemia y le hemos perdido un poquito el miedo. A veces cuando hablamos con mis primos decimos que no queremos ser adultos, porque a ellos se les olvida jugar. Viven muy serios y tampoco se ríen como nosotros. Ellos dicen que la vida es dura y que nosotros no entendemos. Danna Isabella, vive en Bogotá y tiene ocho años. Ella dijo que quería también contar sobre el juego y antes que le dijeran algo, ella empezó y contó muchas de las cosas que hacía. Creo que los grandes no van a entender por qué ella menciona estudiar, investigar los dinosaurios, hacer juegos en francés y en ciencias. Los adultos creerán que no sabemos qué es el juego, lo que pasa es que ellos no entienden que el juego nosotros lo realizamos en todo lo que hacemos, no entienden que para nosotros el juego es la vida. “Los juegos antes de mi pandemia eran… piensa, respira y sigue, estudiar, jugar, divertirme con mi familia… he jugado en mi colegio, y entonces hicimos actividades, como investigar a los dinosaurios y cómo se murieron. También hacer unos juegos en francés y en inglés y en ciencias. En el parque jugábamos, correr, atrapadas, escalar la telaraña y montar los columpios y futbol. En mi colegio, íbamos al parque, jugábamos, con mi papá íbamos al parque y con mi mamá viajábamos antes de la pandemia, jugaba futbol, ejercicios y también bailábamos danzas, con músicas que ya fue en el pasado”. Varios querían hablar, todos teníamos cosas que decir, todos sabemos muchas cosas sobre el juego. Entonces Lilith, se paró y 81 dijo: “Yo soy Lilith Cristancho y tengo diez años. Les quiero contar que el juego antes de la pandemia, cuando yo iba a la escuela, como mi colegio es tan grande pues, había un parque y con mis amigas ahí jugábamos, jugábamos a pasar el pasamanos, a veces hablábamos ahí en el parque, corríamos, a veces nos prestaban pelotas o aros para jugar con ellos. Nos tirábamos por el tobogán o a veces solo paseábamos alrededor del colegio y hablando. A veces, cuando yo llegaba de estudiar, cuando almorzaba y hacia mis tareas y hacia mis deberes, salíamos acá al frente de mi casa y jugábamos con mi primo, con mi prima, con mi hermano y con mi vecino. A veces con más de un vecino y jugábamos a las cogidas, al escondite, al futbol, a saltar… y a otras cosas que ahora mismo no me acuerdo. A veces, venían mis amigas del colegio o a veces mi vecino venía a jugar en mi casa y jugábamos. Jugábamos a correr, a juegos de mesa. También en el computador, en la consola, a ver videos y ya”. Lilith cree que con la llegada de la pandemia ya no hay tantos juegos porque ya no podemos salir afuera a jugar. A ella como a muchos de nosotros, le encanta estar afuera. Correr en el parque y sentir el calorcito del sol y ver a otros niños, otras niñas jugar y reir. Entonces ella dice: “Yo ya no puedo ir al colegio y ya no puedo ir al parque a jugar con mis amigas, ya no puedo jugar al frente a las cogidas con mi vecino, con mi hermano y mi prima, toca estar aquí, encerrados y mi amigo, mi vecino ya no viene tan seguido a mi casa, no como antes, viene una que otra vez. Por las tareas mis amigas tampoco vienen. Pues aquí en mi casa me toca jugar encerrada. En mi tiempo libre, juego más en la consola, en el celular y en el computador, y una que otra vez jugamos en la sala con mi primo y con mi hermano a la profesora, a la mamá, a cogidas, al escondite… A veces con una pelota, no podemos jugar y por eso jugamos en el celular y todas esas cosas, porque quieren que no hagamos ruido, hagamos silencio, porque a veces gritamos mucho y mi mamá, mis tíos u otro familiar están trabajando, haciendo tareas y hacemos mucho ruido y entonces por eso a veces no podemos jugar”. Lilith solo espera que la pandemia pase y que todo vuelva a ser como antes. “Que volviéramos a ir a la escuela, que pudiéramos volver a jugar en el parque, que pudiéramos llegar otra vez a la casa y terminar nuestras tareas y volver a salir a jugar, que juguemos con nuestro vecino, con mi hermano y con mi prima afuera a las escondidas como antes, que mis amigas puedan volver a venir aquí a mi casa, también mi vecino y no estar tanto pegados ahí en los electrodomésticos”. Ahora, durante la pandemia, los niños y las niñas hemos descubierto unos juegos que los adultos siempre juegan, pero ahora lo hacen con más frecuencia y nosotros también los jugamos. “Ahora juego parqués con mi familia. Mi familia es, mi abuelita, mi tía, mi tío, mi mamá y mi perrita”, dice Danna Isabella e insiste contándonos de su familia. Parece que ella descubrió el parqués, pero también descubrió a su familia. A todos nos gus- ta hablar de la familia, es divertido, todos tenemos una familia especial. Unos tienen además gatos o perros, que los quieren tanto que dicen son de la familia. Aveces pensamos que nuestros peluches y muñecos hacen también parte de la familia. Yo tengo un oso, está viejo y le falta una oreja. Mi mamá le tejió un chaleco y yo le pongo bufanda. Lo quiero mucho, lo tengo desde que era chiquito y hablo con él cuando estoy triste. Yo pienso que es también de la familia. Y es raro, ahora que lo pienso, uno cree que la familia vive en un solo lugar, pero muchas veces el papá no está ahí, él se fue a vivir a otros lugares y hay veces en las que tiene otra familia. Hay veces que lo de la familia es complicado, muy complicado… Danna Isabella cuenta también sobre cómo se imagina que va a jugar después de la pandemia. Ella lo piensa mucho, pues si no se sabe cómo va caminar la pandemia y cómo se va a hacer, ella no ha tenido tiempo de pensar en el futuro. Lo primero que piensa es en salir. Estar al aire libre, ver el sol y sentir la brisa, estar con sus amigos fuera de la casa. “Estar con mis compañeros, estar con mi papá, voy a jugar con mis compañeros, voy a volver a verlos y futbol, ejercicios y también jugar con la telaraña, la que está en el parque cuando vamos a descanso y también poder estar en el parque, vamos a jugar las cosas que queramos porque como ha pasado mucho tiempo y no hemos jugado sino con nuestra familia vamos a jugar con nosotros”. Bueno, ya nos preguntaron muchas cosas y dijimos muchas cosas. Es nuestra opinión sobre lo que hacíamos y jugábamos durante la pandemia. Son nuestras palabras. Nos hubiera gustado hablar de otras cosas también. ¡¡¡¡Como nunca nos preguntan, tenemos muchas cosas que decirles!!!! Por ejemplo, sobre el miedo que a veces nos da cuando vemos los noticieros y hablan de tantos muertos y que no hay vacuna, ni remedio para combatir la enfermedad. Nos da miedo y a veces soñamos con eso. Nos da miedo que los papás se contagien y se mueran, como le pasó a mi gatico, y que quedemos solos… Nos gustaría hablar de los amigos del colegio, que no hemos vuelto a ver, ¿qué tal que ya no seamos los mejores amigos? Nos gustaría hablar de lo que queremos ser cuando seamos grandes, de la ropa que nos gusta y la comida que quisiéramos comer todos los días. Los lugares que queremos conocer y lo que compraríamos si mi mamá se ganara el Baloto. Sabemos pintar y a veces inventamos historias. Tenemos muchas ideas y podríamos hacer muchos libros con las palabras nuestras, las de los niños y las niñas. Hasta aquí. 83 Crónicas de una Pandemia era convivir con la multitud y con la aglomeración como fórmulas existenciales de experiencia social, estar en el comercio se transformó en la vida en medio de lo masivo. ¡Una bolsita para llevar por favor! Paisajes del comercio minorista en tiempos de pandemia. Andrés Castiblanco Roldán1 Pensábamos al principio que la gran depredación de los mercados minoristas estaba sustentada sobre la expansión de los grandes hipermercados. Quizá, se asumía que el problema del comercio se había resuelto desde el siglo XVIII con la premisa de la mano invisible como esa fuerza fantasmagórica que se encargaba de decidir quiénes estaban sobre el capital y quiénes bajo él. En los últimos meses de lo que ha corrido el año 2020 nos hemos encontrado con nuestros miedos de una manera diferente: el confiable comercio, ese escenario de intercambios, de regateos, de palabras halagadoras al cliente, pero también de discusión sobre el precio más alto, sobre la calidad, sobre la cantidad, llegaron a un punto de paroxismo en que lo normal De uno de los países más comerciales del mundo llegó un virus. Quién pensaría que, en un mundo global interconectado automáticamente, digitalmente transformado en una aldea planetaria uno de los intercambios gratuitos que transformaría la historia de los destinos del mundo sería precisamente no un intercambio de petróleo, ni tampoco especias, ni tampoco de tecnología, ni tampoco de materias primas o minerales. Pues precisamente lo que llegó importado al país fue un virus, no fueron unas chancletas, no fueron cuadernos, no fueron esferos, no fueron relojes ni prendas de vestir, sino lo que nos llegó gratis y por mayor y detal directamente de China fue el COVID-19. Lo que vamos a ver a continuación es una serie de variaciones de un mismo ritmo, veremos las formas de un paisaje al cual todo el tiempo le pasamos por la acera o participamos sin la conciencia de la forma en que se transformaría, el acto de andar por ahí y entrar a una tienda a comprar, lo que hizo falta para la cena, la bolsa de leche del desayuno, la empanada del antojo, la aromática para el frío, esta clase de gestos y rituales siempre han estado en lo cotidiano y ahora en tiempos de crisis existencial por cuenta de la incertidumbre de un mal que no tiene cura, por ahora, nos permitirá llegar a la médula de 85 Carlos Arturo Reina Rodríguez las incertidumbres más íntimas, pero también más colectivas de lo que hemos vivido como especie en los últimos meses. Se trata de reconocer a través de unas narrativas casuales, desprevenidas, incluso, con un aire de querer narrar lo que pasó fielmente, más allá de las creencias, nos encontramos frente a una diversidad de relatos que guardan un punto en común: la transformación de la vida como la conocíamos la regulación de sus intercambios como los conocíamos y las posibilidades de recuperar de nuevo un elemento clave del intercambio del mercado: la confianza. 86 Las tiendas de barrio ya estaban amenazadas por los grandes comercios, pero no se sabía que iban a encontrar un momento de crisis al tiempo que, de renovación, una ruptura situacional con las prácticas sociales con las que constituían su simpatía con el movimiento y el latir de las calles, con los barrios o la vecindad, porque el prójimo no implicaba ningún peligro. Pero, ahora que no nos conocemos inmunológicamente hablando, entramos a un momento en que los interlocutores se tornan sospechosos y las experiencias del mercado, sustentadas en una confianza y una apuesta de ganancia, termina naufragando o quizá navegando haciendo aguas en un mar de probabilidades lo que implica actualmente sostener un negocio mercantil de cualquier escala desde las empanadas de la esquina, pasando por los fruteros y los carretilleros hasta llegar a los almacenes de abarrotes y las tiendas de barrio, una fracción más de una multitud que ya venía fragmentándose por los avatares de la política sintiendo la desigualdad social al principio, pero ahora una desigualdad biológica. Dar cuenta de que vivimos en un país que tuvo que improvisar una disposición hospitalaria porque no teníamos la capacidad de atender a los enfermos, ese mismo país es el que dibujan los políticos con la confianza inversionista que constituye un talón de competencia y monopolización de un libre comercio. Los siguientes relatos que vamos a anudar giran alrededor del mes de mayo. Un mes en el que la pandemia estaba posicionada sobre las cifras de muertos, enfermos, desempleados y el fin de muchos negocios que dependían económicamente de esta movilidad social. En este breve espacio pondremos el oído al bajo continuo del comercio y sus relatos, de su antes, durante y después, de sus viejas costumbres y ahora nuevas, de los viejos miedos y ahora de los miedos permanentes, así como de la esperanza que se entrelaza cacofónicamente con la experiencia. Itinerarios y ritmos de una vida tras el mostrador Colombia es un país de tiendas, donde siempre ha existido una amplia gama de negocios que surgen del ingenio de la gente, desde las chicherías coloniales, hasta las fondas antioqueñas del siglo XIX, la tienda de barrio se ha constituido en un símbolo del movimiento comercial colectivo más íntimo de los territorios. Encontramos en ella los ritmos de intercambio de los mun- Crónicas de una Pandemia dos campesinos, al mismo tiempo que los afanes de las lógicas urbanas que van corriendo al compás de las necesidades, entre el ruido del tráfico y los entornos vecinales donde se ha tejido una relación con un estilo de andar juntos. Desde el acto de fiar y anotar en el cuaderno, al espacio donde ya entra el datáfono con su sofisticación y con las entidades bancarias entre la confianza del tendero y el cliente. Es interesante encontrarse con estos ritmos en lugares tan cercanos como los barrios de las localidades de Suba y de Kennedy, pero también con negocios pequeños en ciudades como Villanueva–Casanare o Villavicencio–Meta en los cuales la distancia de la región imprime una dinámica propia a la angustia de estos escenarios que nos han permitido recoger estos pequeños episodios de los itinerarios en medio de esta pandemia. Itinerarios y ritmos antes del encierro El ritmo de las tiendas está sujeto a riesgos mayores cuando Corabastos la central de abastos más grande de Bogotá tuvo que cerrar parcial y totalmente por medidas de desinfección en breves periodos durante los meses de abril y mayo. Gran parte de las tiendas sufrieron un cambio en sus rutinas pues ir a la gran plaza, es el viaje obligado cada tercer día en algunas, a diario en otras para poder abastecer de frutas verduras y legumbres las pequeñas canastas que se encuentran en los locales. Parte de este itinerario se comparte con la llegada y circulación de proveedores de productos procesados y lácteos con sus visitas a pie o en sus camiones para entregar, negociar o cambiar el surtido. Los horarios de atención se vieron afectados por las decisiones de los gobiernos locales sobre las restricciones en horarios de atención y de abastecimiento. Tomar el pulso a los ritmos implica medir un antes y un ahora en estos escenarios. Bueno, normalmente la tienda se abría a las diez de la mañana, los fines de semana y si no, entre semana se abría aproximadamente a las tres o cuatro de la tarde, y de ahí se procedía a esperar a los clientes. Los esperábamos y se les atendía con mucho agrado para que estuvieran cómodos, se ponía música, se conversaba con ellos para que se sintieran a gusto dentro de la tienda. También hay que notar que la hora de cerrada cambiaba bastante con respecto a los días porque los fines de semana obviamente la gente salía mucho más y trabajaba y después ya no tenían que trabajar, entonces asistían mucho más, por lo que era más beneficioso para nosotros, pero al mismo tiempo tocaba trabajar hasta un horario más pesado, aproximadamente hasta la una o dos de la mañana, ya que teníamos el permiso de la Policía, porque normalmente las tiendas tienen que cerrar a las once de la noche (Tendero, Testimonio número 2, 22 de mayo de 2020). Jessica Fernanda Macías nos cuenta un itinerario que vincula los tiempos de abastecimiento: (…) para poder surtir y abastecer bien el negocio, nos tocaba ir día de por medio a la plaza de Corabastos y los proveedores 87 Carlos Arturo Reina Rodríguez igual venían a hacer toma de pedidos. Ya lo que eran productos como granos, leches y carnes, había un proveedor para cada artículo. Para abastecernos en lo de plaza nos toca ir en compañía de mi esposo a la plaza de Corabastos; nos íbamos tipo una y media de la mañana, se hacia la compra de todo, se recorría la plaza y lo que hiciera falta, ya luego llegábamos aquí al negocio, se surtían las canasticas y ya. Se abría el negocio, ya llegaba la gente, compraba, no se manejaba ningún protocolo, todo el mundo entraba y salía normal. El horario era más extenso, se trabajaba de ocho de la mañana a nueve de la noche en jornada continua (Testimonio número 4, 21 de mayo de 2020). Cada negocio, tiene su propio ritmo, aunque podría decirse que hay un tipo de itinerario común de abastecimiento, como es el caso de la tienda de la señora Flor en el barrio Acapulco en la Localidad de Ciudad Bolívar: 88 Mi oficio o trabajo antes de la pandemia era levantarme a las siete de la mañana, organizar lo del congelador y disponerme para abrir a las ocho, abría a las ocho con mucha normalidad esperaba el pedido de pollo que llegaba como a las nueve y media, al señor de la leche que venía todos los días y como a las diez de la mañana llegaban los víveres que mi esposo había madrugado a comprar en Corabastos. Había momentos donde mi esposo se iba y me dejaba sola en la tienda porque yo sola la podía atender, la gente dentraba con normalidad sin ninguna restricción y uno de los dos podía quedarse solo en la tienda y el otro se subía a hacer los oficios de la casa, esto era todos los días con los vendedores que venían muy frecuentemente y con entregadores que venían muy frecuentemente (Testimonio número 6, 21 de mayo de 2020). En ciudades departamentales como Villavicencio la rutina no era muy distinta a la de la capital, salvo los horarios de atención que por el tipo climático facilitan una apertura a tempranas horas en la mañana, como podemos ver en el relato de Diana Yamile Rodríguez: Bueno, antes de la pandemia, pues habitualmente la visita de los clientes era de compras literalmente casi siempre de lo básico y mesuradamente, los horarios que manejamos eran de seis y media de la mañana a nueve y media y diez de la noche porque la gente llegaba de trabajar tarde y pues hacia sus compras para sus recreos y sus onces del otro día. En los horarios más fuertes durante el día se manejaban de siete a nueve de la mañana y de doce a dos de la tarde y el otro era como de seis de la tarde al cierre que era a las nueve de la noche. Se tornaban así estos horarios porque eran como los puntos claves donde la gente en la mañana buscaban sus desayunos y sus almuerzos y en la noche habituaban para hacer las compras del día siguiente. Las compras eran mesuradas, como le estoy diciendo, por lo cual la presencia de los clientes era tranquila no era en ningún momento congestionada en los fines de semana era más que todo cuando los clientes mercaban sea para la semana algunos o para la quincena en otra que parte. Aquí, pues antes que la pandemia, dividíamos en dos los horarios y como la tranquilidad y los turnos rotativos por la economía pues surgía todos los días bien habitual no había como así de pronto el tema de escazes (Testimonio número 10, 22 de mayo de 2020). Crónicas de una Pandemia Junto a las tiendas también se encuentran las cigarrerías, tiendas de abarrotes especializadas en dulcería variada, licores y dependiendo del tamaño charcutería (carnes procesadas y embutidos) ellas son provistas a través de viajes a San Victorino y a San José: dos sectores centrales en Bogotá. Por ejemplo, donde se abastece el mercado de granos de dulces y de abarrotes que llegan directamente de los importadores que los traen de los container desde las costas del país, como veremos a continuación, las cigarrerías y los locales mixtos de comercio pequeño tienen una dinámica que no depende de Corabastos, pero que igual tienen unos ritmos propios. Como nos cuenta Merihan García: Iniciábamos con un horario de nueve y media de la mañana hasta las ocho y media de la noche más o menos, es una cigarrería de venta de dulces y pues fines de semana venta de licor. Antes de la pandemia lo que se hacía (en ganancias) por el flujo de gente no era tan bueno, ya que el negocio pues hasta ahora está iniciando (Testimonio número 5, 20 de mayo de 2020). Con las cigarrerías nos encontramos con otro tipo de tienda clave en el conjunto cotidiano de los barrios y de las vecindades: la miscelánea o papelería, un negocio familiar al detal que se instala al compás de los ritmos escolares de las instituciones educativas y de los barrios surtiendo hojas, plastilina, cartulina, esferos, lápices, borradores y lo más importante para estudian- tes y para vecinos: tener la oportunidad de poder fotocopiar documentos y con el tiempo imprimir, así como navegar en internet. Esta serie de servicios consolidados en un solo local tuvieron una transformación en los cafés internet, así como la integración de puntos de recepción de mensajería y servicio de giros monetarios que se han venido comerciando desde hace más de veinte años bajo el modelo de franquicias, de ahí la competencia de Servientrega, Inter Rapidísimo entre otras marcas. Con el tiempo el auge de las cabinas de llamadas y grandes cafés entró en un proceso de decadencia por la masificación de las tecnologías digitales (móviles, planes de datos y su posibilidad de almacenar documentos), pero no por ello significó la desaparición de las misceláneas y las papelerías, que siguieron prestando este servicio diariamente a universitarios, colegiales y personas del común. Con la llegada del transporte interconectado o sistema de transporte integrado algunas de estas misceláneas cobraron un tipo de importancia adicional; ya que a sus servicios se añadió la recarga de tarjetas para el servicio público de Transmilenio y Servicio Integrado de Transporte (SITP) así que sus itinerarios se integran a este sistema masivo a través de un ritmo que viene acompasado por una diversidad de necesidades como lo podemos encontrar en el relato de Isabel Moreno: 89 Carlos Arturo Reina Rodríguez 90 (…) Iba a San Victorino allí donde surtía todo lo que era lo relacionado con peluches con cosas de cacharrería, pilas, cosméticos y carros, o sea, todo lo de juguetería, la verdad nunca tuve miedo de ir a San Victorino, ha sido una experiencia muy bonita para mí porque la verdad es que de esto yo cubro mis necesidades, de esto es que yo saco para sacar a mis hijos adelante y ha sido durante estos veintidós años, ha sido un negocio que ha salido a flote, lo de la papelería si me lo traían aquí, o me lo traen y así ha sido durante mucho tiempo y ha sido muy bueno mi negocio a pesar de que hay muchas papelerías en este sector. Bueno, el horario que yo tengo, o tenía, es de nueve de la mañana a nueve de la noche, pero yo abría una hora de seis y media o seis y cuarto a siete y cuarto cuando los estudiantes pasaban por la pura mañana a comprar que el lápiz que el borrador que el tajalapiz, lo que se les olvidara, entonces en esa horita era muy bueno el movimiento porque los chicos pues normalmente siempre dejaban todo para lo último entonces que fotocopias que la impresión, entonces había mucho movimiento en ese horario, después cerraba a las siete y media y volvía a abrir de nueve a nueve de la noche, porque yo cuento con el servicio de Envía, donde hacia envíos y hago recargas del SITP, o sea y el movimiento del SITP pues como estaba tan bueno el movimiento de Transmilenio la verdad yo hacía muchísima, muchísima recarga del del SITP y de Transmilenio, también hacía fotocopias, impresiones y tenía mucha clientela por la forma como yo trato a mis clientes, o sea tengo muchos clientes conocidos desde hace mucho tiempo y el flujo de clientes era muy bueno porque pues igual ellos podían entrar a la papelería, yo tenía las puertas completamente abiertas y ellos podían acceder dentro de la papelería (Testimonio número 8, 21 de mayo de 2020). Este acercamiento a los ritmos de lo que sucedía antes de la pandemia permite encontrarse con las diferentes formas con las cuales los establecimientos organizaban su vida cotidiana. Lo que vino después sería todo un shock frente a todas las dinámicas sociales ante el advenimiento de un suceso que terminaría cambiando todas las rutinas: desde los momentos de más estrés de las familias cuando se tenía los itinerarios con los hijos, las escuelas, las loncheras con desayunos. De la misma forma tiendas, cigarrerías y papelerías ven una transformación completa de los flujos que habían conformado su normalidad. La vida cotidiana era la escala normal de las acciones y las hablas, es algo a lo que pocas veces le tomamos pulso porque es tan natural que no la vemos pasar. Entonces estas memorias de pandemia permiten encontrarnos con las transformaciones de los tiempos más tórridos, de los cambios que han ocurrido con este fenómeno mundial, pero a su vez también nos permite dar con esas prácticas cotidianas, con esas rutinas y esos rituales que acompañaban la vida y se asimilan a un compás rítmico y sutil, que era el bajo continuo de una sinfonía que permanentemente sonaba en las ciudades, en los campos, en las provincias y en los municipios. Crónicas de una Pandemia Itinerarios y ritmos bajo las lógicas del encierro y la asepsia Desde mediados de marzo itinerarios y ritmos entraron a un proceso de mutación en las ciudades. Las tiendas en principio tuvieron que cerrar mientras podían pedir permiso a salud pública para volver a abrir sus puertas, en ese momento los primeros establecimientos que tuvieron que desarrollar rápidamente la implementación de un protocolo sanitario fueron los grandes establecimientos o superficies. Estos grandes supermercados tuvieron que ejecutar unas medidas de aseguramiento muy rigurosas y extremas para poder volver a ofrecer sus servicios. Las determinaciones de los gobiernos autorizaron máximo el 30% de aforo por cada establecimiento y esto implicó cerrar las puertas, para convertir estas entradas gigantes que antes permitían entrar de manera masiva a comprar, donde la lógica de la aglomeración era parte de la rutina, comenzaron a convertirse en puertas abatibles de las cuales solo por una se entraba y por otra se salía. Donde no había contacto entre nadie, ya no había conversaciones sobre: qué era mejor comprar, o qué recomendación era mejor entre fruta y fruta, qué legumbre servía para una cosa, o simplemente los buenos saludos entre vecinos conocidos de conjunto, gente del barrio que se saludaba y charlaba con el otro sobre qué venía a comprar o qué le recomendaba comprar, qué estaba barato y qué estaba muy caro qué está en cosecha y qué no. Esta serie de conversaciones se fueron archivando para dar paso a unos silencios y unas miradas apenas que rasguñaban la amabilidad para evitar que fuera un intercambio frío. Unos mandados rápidos, transacciones sin demora en incluso al principio con un poco de angustia. Finalmente, con la llegada de la pandemia la desconfianza se instaló en cada rincón de la ciudad, incertidumbre por quién estaba mercando al lado, por un tendero que tenía contacto constante con personas todo el día, por las superficies que también transmitían el virus y por los billetes que también hacían parte de esa cadena de infección y muerte. Todo se convirtió en muerte, también por los conteos incesantes de los medios, en un momento dado desde las chapas de las puertas hasta el dinero de cambio que daba el cajero podían ser susceptibles de contagiarse, también en noticieros se recomendaba pagar solo con tarjeta, algo impensable para tiendas de barrio y negocios pequeños, y en ese momento las dinámicas definitivamente del mercado cambiaron, mientras las tiendas minoristas se preparaban para aprender esos protocolos. Se puso de moda en el paisaje de las tiendas y de supermercados las vitrinas atravesadas en las puertas para impedir el acceso, cadenas con frascos de antibacterial accionados por pedal, el uso masivo de termómetros láser digitales, que vale la pena reconocer que los fabricantes de estos equipos en este momento son millonarios, ya que se disparó la venta del ter- 91 Carlos Arturo Reina Rodríguez mómetro que no tiene contacto con el cuerpo que al principio se usó directo a la frente y las cienes, pero que, por los vídeos de YouTube, señalaron que si le disparaban a la gente ese rayo de medición de temperatura les iba a dar cáncer en la cabeza. Con estos rumores la gente comenzó a dejar de prestar su frente para tomar la temperatura y empezó a mostrar su muñeca. Junto a todo esto: termómetros, tomas de temperatura, rociadas de alcohol antiséptico (otra industria en opulencia) y con la toma de datos, se comenzó un registro, una forma de conteo que se masificó. Antes las personas tenían recelo de dar el teléfono y la cédula a un desconocido, ahora se volvió una obligación y tienes que dar tu cédula, teléfono y si puedes tu dirección porque si tú te enfermas tienen que registrar todos los contactos posibles que hayas tenido, para cerrar el cerco epidemiológico. Medida que, en el momento en que se escribe esta crónica, se va relajando en este país tropical, de tal manera que esta transformación de ritmos itinerarios comienza por impactar a las grandes superficies mientras las tiendas se preparan para su cambio. 92 Carolipo Camacho es gerente de una sucursal en el barrio Patio Bonito Localidad de Kennedy de una conocida cadena de supermercados grandes llamada Surtimax, filial de los hiper almacenes Éxito. Sobre sus itinerarios nos cuenta: Con la pandemia manejamos un protocolo, pues de bioseguridad, pues el gel a la entrada de las puertas principales de los almacenes, ahí está el vigilante tomando la temperatura aplicándole gel a los clientes, tenemos un cupo de personas que pueden estar adentro, no puede estar todo el personal adentro, el ingreso de los niños es restringido. Tenemos un horario especial para las personas, para las mujeres embarazadas y las personas de mayor edad, que es de las siete de la mañana hasta las ocho y media de la mañana, ingresan esas personas, después de las ocho y media pues se atiende todo el público, estamos trabajando hasta las siete de la noche, se ha restringido el horario también y pues, con la pandemia pues, ¿qué nos ha dado a saber?, que tenemos que trabajar con la seguridad y pues evitar el contagio y pues, la cadena Éxito nos ha dado muchos implementos de seguridad para los empleados, como gel, tapabocas, guantes, gafas, unos acrílicos en los puestos de pago para que el cajero no tenga casi contacto con el cliente, y pues eso es lo que estamos tomando ahorita (Testimonio número 11, 20 de mayo de 2020). Así como este caso los hipermercados implementaron en un principio horarios para las personas de la tercera edad, mujeres en embarazo y personas en condición de discapacidad, tuvieron que experimentar de manera masiva los cambios para mantener permanentemente la oferta de abastecimiento que en un principio se veía afectada antes del encierro total por cuenta de hordas de clientes que se aprovisionaban de hasta diez cantidades por producto, dejando un panorama al principio de es- Crónicas de una Pandemia tantes desolados. Así lo recuerda Diana Yamile Rodríguez quien atestiguó este desenfreno en su establecimiento: (…) cuando empezó la pandemia fue un revolcón de estrés, pues la gente obviamente se volcó a comprar, a llenar sus canastas y a abastecerse al máximo como tenderos sufrimos la parte digamos de comprar el mercado bastante caro en los puntos mayoritarios pues porque era excesivamente el cobro que estaban haciendo en la canasta familiar y de igual manera nos tocaba vender a como comprábamos entonces era desesperadamente la manera como la gente estaba comprando y estaba empezando como a tomar la situación en medio del pánico y del miedo para abastecer sus hogares obviamente (…) (Testimonio número 10, 22 de mayo de 2020). Al mejor estilo de película de pandemia parecía que la ficción del cine se transformaba en la ficción cotidiana y se estaban prácticamente saqueando estas grandes tiendas. Actualmente y con el paso de los tiempos pandémicos se reguló el abastecimiento y lo que se creo fue un sistema de medidas que transformaron las mediaciones de estas prácticas. En lo que respecta a las tiendas, sus ritmos e itinerarios terminaron transformados por las medidas sanitarias, en franca imitación del modelo de las grandes superficies con las respectivas escalas, sin contar que las papelerías que estuvieron cerradas totalmente y parcialmente las que ofrecen varios servicios, hasta el mes de septiembre cuando oficialmente se dio reaper- tura al comercio. Sobre las tiendas encontramos relatos diversos, por ejemplo, Jesica Fernanda Macías tendera del barrio el Triunfo nos cuenta: Bueno la verdad ha cambiado mucho, para poder abastecer aquí el negocio. Primero, los proveedores ya no nos visitan, algunos cerraron sus empresas, otros solo nos llaman y nos toman pedido por teléfono, las promociones de pronto, las ofertas las arrojan igual por teléfono. En el caso de la ida a Abastos, a Corabastos, nos toca coincidir con el pico y cedula, que pusieron allá en la plaza, entonces, digamos como requisito, exigen obviamente entrar con su tapabocas, con sus guantes y ya las personas que quieran entrar con su traje completo de bioseguridad. Es complicado porque para poderme transportar, mi esposo es el que me lleva, entonces es difícil, porque a veces el número de cédula no nos coincide, en el momento, solo podemos ir a Corabastos los dos, dos días en la semana (…) ya los proveedores los señores que traían la leche, vienen día de por medio, manejan igual su protocolo y entran con sus guantes, con su tapabocas (…) (Testimonio número 4, 20 de mayo de 2020). Las transformaciones en los ritmos han sido percibidas en diferentes formas, pero con itinerarios comunes en las tiendas de barrio, así como lo relata este tendero del barrio Suba Rincón: Las ventas se han disminuido mucho, al tomarse las medidas correspondientes con respecto al coronavirus, no se puede abrir el establecimiento, entonces nos hemos tenido que acostumbrar a ello. Hemos hecho panfletos para dar nuestro número y así poder llevar domicilios, y muchos de los clientes saben dónde 93 Carlos Arturo Reina Rodríguez vivimos, entonces nosotros les podemos vender mercancía para que ellos mismos lo lleven, obviamente teniendo todas las medidas de precaución, entregándoles en bolsas esterilizadas, utilizando guantes, utilizando tapabocas y una careta y tratando de tener cuidado, siempre a qué personas uno está atendiendo (Testimonio número 2, 22 de mayo de 2020). 94 La pandemia trajo consigo una serie de rituales que en primer lugar consisten en las formas con las cuales se aíslan las personas, así como los lugares. La estrategia pedagógica de los nuevos códigos sociales se basa en la repetición de estos gestos, movimientos y actitudes de asepsia que son requeridos para ingresar a los establecimientos, así como la limpieza constante y la desinfección de las superficies, al ser nuevos estos rituales se convierten en rutinas con las cuales es necesario un proceso de adaptación. Para este momento en que se toma el pulso a través del testimonio de tenderos y tenderas es interesante encontrar que es en sí mismo ese espacio de transición a “la nueva normalidad” con sus costumbres de asepsia y la salubridad como principios fundamentales de las relaciones no solamente interpersonales, sino con los lugares donde apenas meses antes, se frecuentaba antiguamente de manera desprevenida. Como lo señala Jessica Fernanda Macías: Yo procuro que toda la gente que ingresa entre con el tapabocas, y si no lo traen, los atiendo, pero que estén en la parte de afuera, que no ingresen, preferiblemente solo dejo entrar a dos personas y, si vienen de una misma familia solo que entre una persona, la idea sería poner el gel antibacterial al ingreso para que la gente pues cuando llegue se aplique y también pues cuando se vayan, nuevamente se apliquen. El aseo del negocio sería, pues se hace la verdad todos los días, pero ya debemos esperar a ver qué nos dicen los señores de sanidad, a ver si debemos de hacer aseo digamos más veces por día ó si debemos de utilizar más hipoclorito, o de pronto algún otro líquido, algún otro implemento que ellos requieran, de pronto a la hora de vestir que nos exijan una careta o utilizar guantes, bata o cierta vestimenta adecuada, pues para atender a las personas (Testimonio número 4, 21 de mayo de 2020). Junto a los rituales, se encuentran las consecuencias en las rutinas, como lo muestra el testimonio de Flor el cual permite ver de cerca la transformación de las costumbres en las rutinas de su negocio: Durante la pandemia mi oficio cambió totalmente, ya no me levantaba a las siete sino a las ocho, ocho y media porque las ventas se bajaron impresionantemente, entonces ya me levantaba a las ocho y media, abría sobre las nueve de la mañana y ya empezaron a exigir los tapabocas, los guantes, ya empezaron a hacer fila en la puerta y solo dentraba de a una persona, teníamos que usar alcohol y gel. Los vendedores dejaron de asistir y duramos más o menos como un mes que no venía ningún proveedor a ofrecer los productos, por esta razón empezamos a tener la necesidad de traer más cosas de abastos, ya no iba solo mi esposo a abastos, sino tenía que ir con mi hijo Crónicas de una Pandemia para que le ayudara a hacer fila en los lugares donde había mucha concurrencia para que le alcanzara a mi esposo el tiempo para poder mercar, porque si él se demora mucho mercando el carro que nos trae los víveres arranca y nos deja el mercado tirado en abastos, entonces ya teníamos que pagar dos pasajes más para que mi hijo le ayudara a mi esposo, el señor de la leche ya no vino todos los días, sino dos veces por semana, el señor del mercado no iba todos los días, sino dependiendo de las normas que colocaban en abastos él podía ir, entonces era más difícil mercar (Testimonio número 6, 21 de mayo de 2020). La adaptación también tiene su lado positivo en algunos casos, mientras que para algunas tiendas fue fundamentalmente una dificultad la transformación de sus rutinas e itinerarios de abastecimiento, para otros establecimientos ha sido una oportunidad para transformarse y, si se puede decir de este modo, sacar provecho a las vicisitudes que se han presentado mientras en algunos negocios su potencial está en la presencialidad y por la clase de productos está el tipo de procesos que implica una posible comercialización a distancia y también se encuentran tiendas que se benefician de las operaciones a domicilio y que finalmente pueden potenciar las formas de trabajo y de comercio que habían conocido antes. Este caso lo encontramos en Merihan García y su cigarrería en Villas del Dorado en la Localidad de Engativá: Nuestra actividad durante la pandemia realmente ha mejorado, ya que los estudiantes ya no están, entonces ese flujo de gente disminuyó, pero tenemos otra ventaja que es el Efecty que ahora la gente pues hace fila como tiene que hacer, una fila para mantener su distancia entonces el tráfico de gente nos ha mejorado bastante, ya que tienen que hacer la fila y quedan al lado de nuestro negocio. Eso genera que ellos se acerquen a nuestro local y pues se generen más compras. Eso nos ha ayudado bastante. Por eso han sido mejores las ventas durante la pandemia, ya que eso nos ha ayudado bastante. Otro factor que nos ha favorecido es que hay muchos locales que no han abierto. Nosotros siempre mantuvimos nuestro local abierto. Obviamente manejando nuestros protocolos de seguridad, que es el uso del tapabocas, el gel antibacterial y pues que nuestros clientes manejen la distancia que deben tener. (…) En cuanto el factor de surtir nuestra tienda, sí ha cambiado un poco, ya que los proveedores no pasan con la misma frecuencia que pasaban anteriormente (Testimonio número 5, 20 de mayo de 2020). Las circunstancias varían de caso a caso, aunque los caminos de la desinfección y las medidas de salubridad son comunes en todos, cada paisaje tiene sus propias características y matices, las misceláneas llevaron un mal rato, pues para surtir dependían del mercado mayorista del centro también cerrado. Como lo comenta Isabel Moreno, propietaria de una miscelánea en el barrio Bolivia hace veintidós años en la Localidad de Engativá las ventas de juegos de mesa y de azar se dispararon por el en- 95 Carlos Arturo Reina Rodríguez cierro, pero el surtido se agotaba en tanto que la posibilidad de reabastecer se veía lejana: (…) ahoritica no puedo ir primero porque pues igual yo creo que hay muchos locales que están cerrados en el centro y segundo pues por el temor, el miedo de uno infectarse o de pronto también por la inseguridad, ¿no?, hay mucho ladrón, hay mucho, mucho delincuente en el Centro porque como está todo el comercio cerrado, entonces hay peligro por lado y lado entonces por eso no he podido surtir (…) ya las vitrinas prácticamente están desocupadas porque en el momento de la pandemia todo mundo quiso comprar juegos, para ponerse a jugar juegos de mesa, entonces pues todo eso lo terminé y ya tengo las vitrinas casi que desocupadas y pues la papelería gracias a Dios (…) cuando abrieron, habilitaron, ya compre papelería, tocaba ir, pedirla por teléfono e ir por ella, ósea ha sido un cambio terrible pero pues ahí, igual estamos surtiendo y empezando otra vez como de ceros prácticamente (Testimonio número 8, 22 de mayo de 2020). 96 Editar la pandemia trajo consigo transformaciones en las prácticas, los rituales y en los itinerarios porque cambió la forma de moverse y de acceder a los servicios de las tiendas a los abarrotes a las diferentes dinámicas que se presentan, en el comercio en este caso el comercio minoritario. Entretanto, los titulares y los medios de comunicación viven pendientes de los centros comerciales mirando, con base en esas grandes estructuras, dónde se concentra el comercio minorista de franquicias al momento de que la reactivación económica recupere la economía del bajón que está viviendo. Mientras tanto, los sectores comerciales de cielo abierto los comercios minoristas las tiendas denominadas de esta manera qué puede pensarse desde la cigarrerías pasando por los Fruver las cacharrerías las ferreterías las misceláneas son parte de todo un ecosistema social que ha tenido que transformar sus nichos para encontrarse de otra manera con sus comunidades beneficiarias pero estas prácticas y estos itinerarios vienen a juntarse con miedos antiguos con la inseguridad online equidad social con las garantías cada vez más cerradas para los pequeños comercios cada vez más cargadas de impuestos y obligaciones mientras el gran capital de centros comerciales gigantes y transnacionales sigue siendo cuidado celosamente por el Gobierno y sigue siendo curiosamente preservado para los bancos y para las grandes corporaciones internacionales que tienen inversiones en el país lejano está el ejercicio de un estado de derecho que garantice equidad y reparación para los sectores que están aquí para el comercio que hay es parte de las capas populares de la población en todas las ciudades del país. Crónicas de una Pandemia A manera de epílogo: los paisajes del comercio informal siguen siendo luchas por el espacio Para cerrar este apartado de relatos, se esbozarán dos breves testimonios de vida de vendedores informales, de personas que viven del ambulantaje o el comercio informal como llaman popularmente a esta forma de subsistencia que irónicamente es perseguida por el Código de Policía, pero que irónicamente hace parte de la legalidad de las cifras del Departamento Nacional de Estadística–DANE, sobre la ocupación en el país. Sin querer ahondar más en la constante desventaja que han vivido los vendedores informales en las ciudades de Colombia, vamos a tomar dos protagonistas que permiten encontrar la médula de sus rutinas, pero también de sus sufrimientos en estas pandemias. A partir de ellas, los lectores sacarán sus conclusiones sobre cuál ha sido el papel de la gestión estatal sobre una emergencia sanitaria que no solamente está revelando la inequidad social enorme del país, sino la incapacidad de empatizar y desarrollar un proyecto de nación donde todos tengan su lugar. En Villanueva Casanare, vive el señor Rolando Pérez quien es vendedor ambulante de aromáticas, tintos y comestibles. Madrugador de oficio desde las cinco de la mañana está en pie preparando su jornada que se marca por un recorrido por toda su clientela en Villanueva. Luego de mi recorrido por Villanueva, de acuerdo a la cantidad que me quede, sigo recorriendo calle a calle, barrio a barrio, hasta poder culminar y vender todo lo que tengo en mi termo lo que me entrega la señora con la cual trabajo, porque la tarea es vender todo, porque mientras más venda más va a ser el porcentaje, ya que con eso, bueno, es que nosotros estamos cubriendo nuestros gastos de arriendo y de comida, con eso es que nos mantenemos, de acuerdo a las ventas, las ventas antes de la pandemia, bueno, eran buenas, se llevaba uno un buen porcentaje se vendía sus cuarenta, sus cincuenta bolsas de envueltos (…) (Testimonio número 7, 22 de mayo de 2020). Pero sus itinerarios cambiaron y con ellos la situación frente a su cautiva clientela que disminuyó el 50% cuando se pudo reactivar en sus recorridos ahora exhaustivos por cuenta del bajo nivel de ventas. Durante la pandemia me ha tocado un tanto dura la situación, ya que estuve un mes sin trabajar, sin recibir ningún tipo de ingreso y no es nada fácil, ya que cuento con mi familia, con un niño de meses que necesita consumir, su leche, tener su buena alimentación usar sus pañales, además de todo, he ido acumulando una deuda por arriendo, de la casa en la cual estamos habitando, el cual se ha ido incrementando poco a poco, los meses van pasando y solamente lo que me alcanza es para cubrir mis gastos de alimentación por no poder trabajar con regularidad o normalmente (Testimonio número 7, 22 de mayo de 2020). Aunque en su relato no hay huella de indignación, Ronaldo es subempleado de alguien más, esto quiere decir que no tiene ga- 97 Carlos Arturo Reina Rodríguez nancias absolutas, sino como gran parte de los ambulantes del país. Incluso de los empleados formales, él es un trabajador tercerizado, que puede cambiarse con facilidad, porque como dicen en la calle: “lo que usted no va hacer por cinco mil pesos un venezolano lo va a hacer por un agua de panela con queso”. Un pasaje verbal que se ha convertido en refrán en las calles de nuestras ciudades. En Bogotá la situación sigue el mismo rumbo. Don William es vendedor ambulante del barrio San Cristóbal, en cercanía del Hospital Cardio Infantil, hace diecinueve años de los cuales ha trabajado diez de día y nueve de noche, él trabaja “en socia”1 en la chaza2, como llama a su negocio de comestibles en el que ofrece desde empanadas hasta bebidas como café y aromáticas. Su itinerario es veinticuatro horas en que cambian de turno con su socio a partir de las cinco y media de la tarde hasta las seis y media de la mañana y se cambian. Sus dolores son los que caracterizan a los vendedores en esta condición: 98 Aunque el Gobierno hay veces que dice que eso es ilegal, pero no, eso es un trabajo normal y mucha gente vivimos de eso, cualquier cantidad en Bogotá vivimos de eso. Entonces, pero el Gobierno siempre tiene eso de que no, y nunca nos lo han legalizado, ¡pero!, de cuándo en cuándo el Gobierno dice que nosotros figuramos como empleados, pero mentiras, usted va por ejemplo, usted va a un banco a sacar un préstamo, a usted nunca le dan un préstamo porque usted figura como desempleado, eso es lo verraco de usted ser vendedor ambulante (Testimonio número 9, 20 de mayo de 2020). Estuvo confinado durante cincuenta días, haciendo los oficios de la casa porque su esposa que trabaja en una empresa pudo mantener su puesto y mantener todo el hogar con el salario mínimo, el aburrimiento para un hombre acostumbrado a las charlas en las noches con sus clientes entre acompañantes y médicos, tenía que estar confinado en su pequeño arriendo, lejos de la calle pues, para su salud era mejor no enfermar. El regreso a su negocio ha sido desafiante porque la gente prefiere tomar cualquier medicamento antes de ir a una clínica a contagiarse del virus: (…) si atendían trecientas personas, están atendiendo treinta o cuarenta personas porque a la gente le da pavor ya entrar a una clínica, tiene que estar es ya usted muriéndose para usted ya llegar a una clínica; ya que se enferme del COVID va, pero que usted tenga una enfermedad así, no, eso toman en la casa cualquier pasta, pero llegar a la clínica, no llegan. Entonces está muy verraco, porque como le digo si usted se vendía doscientos mil, no se vende ni cincuenta mil, pero entonces se hace pal’ diario, y tocó salir y toca hacerle, tener cuidado es la única (Testimonio número 9, 20 de mayo de 2020). Con estos testimonios cerramos este apartado de relatos donde se buscó bosquejar apenas un fragmento del paisaje social 1. Refiere a asociado con una actividad. 2.Refiere a la forma coloquial para referirse a la apropiación de la palabra del vendedor informal respecto a su negocio. que se ha consolidado en estos tiempos de pandemia. Como se sabe, los paisajes están consolidados por los signos, los ritmos, las formas y los individuos que constantemente están existiendo en una relación directa con sus territorios a través de su vida. Al mismo tiempo, es un espacio de observación y percepción de quienes pueden tener la oportunidad de distanciarse y poder ver un panorama social como el que estamos presentando en este momento. Los casos de estos dos vendedores ambulantes se configuran en un epílogo de lo que está sucediendo actualmente en Colombia, incluso en Latinoamérica, con respecto al comercio y a lo que los gobiernos han llamado “la necesidad de la reactivación de los sectores económicos”. Si bien la crisis económica y social ha tenido un costo vital significativo, también es cierto que la forma de reaccionar frente a los temas económicos ha sido un punto débil en los gobiernos de la región. Es posible que la incertidumbre siga siendo la noticia de primera plana en el día, junto a todas las violencias políticas y estructurales que han acompañado históricamente al país. Seguiremos en un constante latir comunicativo de informaciones cotidianas de nuestra desgracia cómo nación, intercalándose con las incertidumbres de mensajes encontrados disputas científicas y multilaterales, y números a veces vacíos que cuentan nuestros muertos y víctimas en estos tiempos de pandemia. Vale la pena cerrar con estas palabras de don William frente a lo que depara el futuro como resumen de nuestro estado de expectativa entre la ilusión y la desesperanza: Ya no va a ser igual (…) se hace pa’ vivir, pa’ sobrevivir, pero que haga uno bien como íbamos, la plata que se hacía, ya no va a ser igual, nunca en la vida, no en mi sector, ni en muchos sectores de la economía va a ser asi. En unos cuantos años se normalizará (Testimonio número 9, 20 de mayo de 2020). Referencias Testimonio número 2. Tendero anónimo–Suba Rincón. Tomado por Gabriela Liseth Ladino Valbuena, 22 mayo de 2020. Testimonio número 4. Jesica Fernanda Macías–El Triunfo. Tomado por Sebastián Mora Sabogal, 21 mayo de 2020. Testimonio número 5. Merihan García–Villas del Dorado. Tomado por Julián David Pinilla, 20 mayo de 2020. Testimonio número 6. Doña Flor, Ciudad Bolívar–Acapulco. Tomado por Rubén Darío Pulido Castellanos, 21 de mayo de 2020. Testimonio número 7. Ronaldo Pérez–Villanueva Casanare. Tomado por Edwin G. Quesada Cárdenas, 22 mayo de 2020. 99 Carlos Arturo Reina Rodríguez Testimonio número 8. Isabel Moreno–Bolivia. Tomado por Christian G. Ramírez, 22 de mayo de 2020. Testimonio número 9. Don William–San Cristóbal Hospital Cardio Infantil. Tomado por Iván Darío Pulido Castro, 20 de mayo de 2020. Testimonio número 10. Diana Yamile Rodríguez–Villavicencio. Tomado por Sandra Sofía Rivera Nossa, 22 mayo de 2020. Testimonio número 11. Carolipo Camacho–Almendros–Patio Bonito. Tomado por Brayan Andrey Sáenz Fonseca, 20 mayo de 2020. 100 prevenidos, por una actitud constante de acecho, como esperando a que algo inesperado suceda… y así fue. Tras la ventana y hacia la calle, las miradas del confinamiento. Los espacios y el habitar durante la pandemia Luisa Fernanda Cortés Navarro1 Ventanas adentro suceden muchas de las experiencias más significativas de la existencia humana, sin embargo, debido a nuestro agitado ritmo de vida, la calle —como metáfora de la vida pública— se había convertido en el escenario privilegiado de buena parte de nuestras interacciones culturales, afectivas, laborales, académicas y de ocio. Habíamos naturalizado el ruido, la polución, la velocidad constante, la prevención ante el desconocido y esa inquietante zozobra ante lo que pudiera sobrevenir cada día tras cruzar el umbral de nuestro hogar. En Bogotá, tal como sucede en otras urbes con una movilidad caótica, nos hemos caracterizado por estar siempre de afán, por ser exageradamente De repente, con la epidemia por la COVID-19, la calle se nos presentó como campo vedado, esa misma calle que habitábamos con frecuencia, que había servido como escenario de la vida social bogotana, de las marchas, los carnavales y comparsas hace tan solo pocos meses, se volvía escenario de control y restricciones a la movilidad, de aislamiento preventivo y cuarentena. Ante la inminencia del ataque de un diminuto nuevo enemigo, cesó el bullicio de la calle del barrio, se cancelaron encuentros entre amigos, se apagaron las risas infantiles en parques y colegios. Se fracturó el vínculo social y la cercanía, el saludo de mano, el abrazo y el detenerse a dialogar con los vecinos, se convirtió en una licencia con los minutos contados. ¡Debían contarse hasta los metros de distancia! Esta crónica, es un recorrido por diversos testimonios que narran las experiencias y la forma en que hemos tramitado la nue- 1. Licenciada en Ciencias Sociales, magíster en Investigación Social y Candidata a doctora en Estudios Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Investigadora invitada del Seminario Interinstitucional de Historia de las Juventudes Latinoamericanas (SIHJ) del Instituto José María Luis Mora–México. Investigadora del grupo “Observatorio de Niños y Jóvenes (ONIJO)” y docente del programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad Distrital. Correo electrónico: lfcortesn@udistrital.edu.co 101 Carlos Arturo Reina Rodríguez va realidad que se cierne sobre nosotros y que a través de la metáfora del espacio, nos permite dilucidar los trayectos posibles entre la movilidad reducida, el habitar en cuarentenas físicas y emocionales, el aislamiento preventivo y las economías de contingencia, que vislumbran, no solo los contrastes en los usos posibles del espacio público y el privado, sino las diversas condiciones durante el encierro, el hacinamiento, la estigmatización, la marginación sectorizada y las (…) Condiciones económicas que han llevado a que exista un grupo de personas, que no es que quieran salir y ponerse en riesgo, sino que no tienen opción… hablamos del ejercicio de las libertades y de los derechos, ya no solo en el marco de la pandemia, sino en cómo hemos dejado acumular tantas situaciones sociales, que hacen que hoy no exista la posibilidad para muchas personas de quedarse en casa y prácticamente tener que elegir entre salir y contagiarse o quedarse en casa y morirse de hambre (Testimonio de Andrés Nieto, 13 de mayo de 2020). Condiciones extremas que son en muchos casos, males endémicos de nuestras sociedades, a los que la pandemia solo les dio una mayor visibilidad. Una mirada ventanas adentro: el confinamiento repentino 102 Esta inesperada emergencia y las dificultades para contenerla, —dada la naturaleza de intensa movilidad e intercambio del sistema global—, removió las certezas con las que pensábamos que las grandes crisis epidémicas, eran cosa del pasado2; un pasado que retornó como sentencia y que a través de la COVID-19, colocó nuevamente en tensión el delicado balance biológico y social de nuestra existencia, las formas de interacción que habíamos naturalizado y el uso de los espacios que habitábamos de forma transitoria y permanente. Del rápido avance de la epidemia se venía hablando desde finales del año 2019, empero, el tema se instaló con fuerza en nuestras conversaciones más espontáneas, sobre todo a partir del viernes 06 de marzo, día en el que su presencia se hizo patente en nuestro territorio nacional y que el primer caso nos acercó a esa realidad que antes veíamos remotamente a través de las imágenes que, desde Asia o Europa, nos mostraban los infructuosos esfuerzos por contener este nuevo virus. Recuerda la doctora Guzmán que: Al tiempo que llegaban los primeros casos de coronavirus al país, llegaban también los primeros testimonios de nuestros colegas en Europa y los chats de los médicos empezaron a reventar en el teléfono. Mi hermana, que también es médica, me decía “Colapsó el sistema médico en Italia”, “los médicos están sobrepasados”, “están haciendo medicina de guerra” y llegaban los vídeos de los médicos angustiados, algunos hasta llorando. Y nos dio miedo… aunque teníamos el antecedente de haber 2. Según el Informe del Índice de Riesgos Globales–2020, que mide diversas amenazas en términos de probabilidad e impacto, ubicó el riesgo epidémico en el lugar nueve de diez posibles. Crónicas de una Pandemia vivido la infección de H1N1, que en años anteriores no había sido tan impactante y creíamos que era poco probable que esta llegara a ser una epidemia de grandes proporciones acá en el país (Testimonio número 1, 11 de junio de 2020). Sin embargo, con el paso de los días, la Organización Mundial de la Salud declaró el virus como Pandemia y con esta designación llegaron las medidas de contención y punición por parte de los gobiernos, que en la mayoría de los casos indicaron restricciones a la movilidad, aislamientos preventivos y la declaratoria de cuarentena en ciudades y pueblos. Recuerda Cristian Camilo Toledo: Las calles se empezaron a colocar solas… nosotros siempre permanecíamos en las calles de Bogotá haciendo las visitas y las reuniones con los clientes, y empezamos a notar unos cinco o seis días antes de que se levantara la primera cuarentena, el simulacro de cuarentena pues, que las calles se empezaban a colocar solas… Calles como la 72 con Carrera Séptima, que es de lo más concurrida en Bogotá y que es como el centro de negocios de Bogotá, estaba tal vez a menos del 50% de su normalidad. Los bancos estaban solos también, era muy extraño en esa zona que un banco estuviera solo. Y fue una transición de un día para otro (Testimonio número 2, 13 de junio de 2020). Aconteció un confinamiento repentino que, en cuestión de días, desaceleró nuestro frenético ritmo de vida, nos llevó a una ruptura de rutinas y al reacomodamiento de la vida social en todas las escalas. Nuestras actividades diarias, que antes se desarrollaban en múltiples espacios, pronto nos llevaron a una gimnástica labor de yuxtaposición de roles y funciones, tal vez antes, el tener cada actividad en un lugar diferente me permitía atender de una mejor manera a todos mis roles… Pero ahora todas las responsabilidades se dan simultáneamente en el espacio de mi hogar y esto ha implicado algunas dificultades de adaptación y desde luego que también me ha implicado un ejercicio de mayor creatividad para poder solventar todas estas actividades simultáneamente (Testimonio piloto, 13 de mayo de 2020). En la metamorfosis acelerada de los primeros días de cuarentena, el aislamiento supuso una desterritorialización de los espacios educativos, de ocio, de interacción cotidianos y los espacios privados del hogar se transformaron en salones de clase, oficinas, patios de juego, call-centers, espacios de entretenimiento y demás demandas de la vida pública, en tensión constante con la vida hogareña, en donde tal como señala Azucena Sánchez (2020): las discusiones se dan, porque, por ejemplo, el uno incomoda el otro con no sé, haciendo ruido ese tipo de cosas, que si con el televisor, o prende música, mientras el otro está trabajando, tratando de estudiar y así… Pero hemos tratado de distribuirnos en los diferentes espacios de la casa (Testimonio 1, 22 de mayo de 2020). Distribución espacial que en muchos hogares reconfiguró paralelamente los tiempos y las responsabilidades de sus integran- 103 Carlos Arturo Reina Rodríguez tes, tras difíciles procesos de negociación y adaptación. Relata Ana Gutiérrez: Tanto mi esposo como yo trabajamos en casa, al inicio de la pandemia sufrimos algunos episodios de estrés debido a la cantidad de trabajo y también la cantidad de tareas asignadas en el colegio de las niñas, entonces esto nos implicaba dedicar bastante tiempo a las clases virtuales luego a las guías, nuestras tareas acá en el trabajo y fuera de eso pues el tiempo dedicado a la bebé y pues a compartir vida familiar también (Testimonio número 1, 12 de junio de 2020). El retorno de tiempo completo al espacio doméstico tensionó los hábitos familiares, el uso de las zonas comunes y el reacondicionamiento de las mismas, en función de los roles y necesidades de quienes las habitan. 104 A su vez, al limitarse el número de desplazamientos e interacciones, se dieron tiempos más prolongados para convivir consigo mismo. Para Leidy Vargas (2020) el confinamiento “fue volver a sentir la casa, el hogar, las tardes de dibujo, el dibujar por dibujar, por gusto, por placer… un encuentro con la Leidy de hace mucho tiempo, siento que ha sido muy bueno” (Testimonio número 1, 20 de junio de 2020). Una ventana de posibilidad para todo lo que se había postergado en el acelerado ritmo de la vida; espacio para la introspección, el autorreconocimiento y para descubrirse de cara a esos otros, que siendo familia, a veces eran como extraños con los que solo se compartía en las noches y los fines de semana, como recuerda Azucena Sánchez (2020): antes de la pandemia pues no solíamos tener mucha interacción debido a que cada uno estaba como en su ocupación en la universidad, en el trabajo, entonces el diálogo pues era muy muy poco, la verdad yo tenía pues muy poco contacto como tal con mis padres, porque pues, yo estudio de noche, ya que en el día suelo trabajar (Testimonio número 1, 22 de mayo de 2020). En el hogar de Maximiliano Díaz: Este tiempo ha servido mucho, para fortalecer más el vínculo de papá e hijo, ya que antes en mi trabajo, pues no nos quedaba tanto tiempo para compartirlo así, digamos antes, era un fin de semana muy de vez en cuanto, porque pues a veces me tocaba trabajar los fines de semana, a veces en las noches o por las mañanas, no habíamos compartido muy bien con él. Entonces eso nos ha servido como para fortalecer ese vínculo (Testimonio número 1, 23 de mayo de 2020). Volvimos a reconocer en el hogar, un espacio para mantenernos a salvo ante las amenazas externas y en las personas con las que lo compartimos, una tripulación con la que debíamos llegar a acuerdos para mantener la nave a flote. Tras la ventana, miradas de alto contraste De forma paralela con las imágenes de los espacios urbanos desolados, en las redes sociales y en las conversaciones se empezaron a hacer frecuentes frases indicando consejos sobre qué hacer con “el tiempo libre”, sobre “cómo evitar el sobrepeso y el sedentarismo”. En muchos casos, acompañadas con fotografías de personas para las que —dadas sus condiciones econó- Crónicas de una Pandemia micas y estabilidad laboral— el confinamiento fue un momento para descansar o “teletrabajar” en la comodidad del hogar, lo que redundo en una romantización del encierro replicada en medios de comunicación y en plataformas interactivas. En nuestro contexto, el relato fue bastante diferente. Proliferaron las imágenes de ventanas y puertas con trapos rojos, un grito de auxilio que desde la fachada indicaba que, al interior de ese hogar, la cuarentena se vivía con hambre y necesidad. Tal como recuerda Luis Miguel Carvajal (2020): Ya no había trabajo, todo el mundo encerrado en sus casas, no salía un trabajo… ¿Cómo pagar un arriendo?, ¿cómo mantener a la familia? Esta cuarentena la he pasado encerrado. Tuve unos días, dos meses sin trabajar, pues, yo en mi casa con mi pareja y ella también tuvo que abandonar su trabajo por cuestiones de seguridad y por la cuarentena, y aquí la mandaron a casa. En eso no hemos recibido aún por decir, algún tipo de ayuda económica de parte del Gobierno (Testimonio número 1, 18 de junio de 2020). Estos rostros del confinamiento involuntario, se expresaron también en el drama de las familias que nunca han tenido un espacio doméstico propio y que debían arrendar habitaciones compartidas hasta por siete familias, bajo modalidades de subarrendamiento comúnmente denominadas “paga-diarios” en los que se paga una tarifa que garantiza un techo para pasar la noche, pero que no cuentan con las condiciones mínimas para la salud, el bienestar y tampoco la permanencia, pues muchas de estas familias se dedican a las ventas informales en espacio público y ante la imposibilidad de trabajar, no hay manera de pagar el hospedaje, tampoco de seguir el confinamiento estricto y menos de garantizar la alimentación diaria. Señala Jimmy Perdomo, representante de una Fundación en el Sector de Patio Bonito: el 70% de nuestras familias están en la informalidad como la gran parte de Bogotá, venden alimentos por la calle, venden Bonice, venden Vive 100, arepas, empanadas y demás y pues eso no se puede hacer y eso conlleva a que no haya alimentos en la casa (Testimonio número 1, 13 de junio de 2020). Informalidad en la que también los adultos mayores se cuentan por miles. Muchos de ellos viven solos —o al margen de sus familias—, sin ingresos fijos —mucho menos pensión—, viviendo al diario y con el agravante de encontrarse entre la población riesgo, que el Gobierno considera debe mantenerse en cuarentena estricta, dada la alta probabilidad de complicarse y perder la vida al ser contagiados. No tienen forma de trabajar y muchos se encuentran ya, en situación de calle. Reflexiona Laura Nataly Martínez: Ahorita de los habitantes de calle los que más están sufriendo son los viejitos que no pueden trabajar y ahora con toda la cuestión del virus y la pandemia pues son los que generalmente son más perjudicados y no tienen ni siquiera un techo para salvaguardarse de lo que les depara, y los niños, o sea, los habitantes de calle en general, pero los viejitos y los niños son los más afectados, no tienen cómo trabajar, ya nadie les ayuda, nadie les colabora. Son los más afectados entre la pandemia no sola- 105 Carlos Arturo Reina Rodríguez mente en cuestión de salud, sino que las personas, si antes les daba como repudio ayudarles, ahora les da mucho más porque pues piensan que al estar sucios, no tener con qué limpiarse o en dónde pasar una noche y están enfermos (Testimonio número 1, 16 de junio de 2020). Una marginación permanente, que solo se hizo más explícita ante la exigencia de aislamiento preventivo. Al ordenar la cuarentena estricta, se partió del supuesto de que todos tendrían un techo para resguardarse, pero tal como señala el testimonio de Olga Vargas, referente Distrital para Habitantes de Calle, 106 el aislamiento también nos sacó a los sin techo a habitar la calle y ahí, entonces las películas de zombis y las pandemias entremezclaron y se puso en escena ese Macondo, —como un reflejo de la demencia de los Iguarán—, en la ciudad de Bogotá. Estos cachacos con tono vallenato y los viejos y los locos salieron a trasegar la ciudad, sin rumbo fijo ni perro que les ladrara, pero nadie que les extendiera la mano, las calles para algunos estaban desoladas, pero para otros sirvieron como lugar de vivienda en donde se instalaron… la orientación de las entidades fue quedarse en la casa y lavarse permanente las manos, pero en la calle pues ni lo uno, ni lo otro… Los equipos se concentraron en atender a la gente dentro de sus casas, en las industrias que no pararon, en el comercio formal y organizado, pero nadie volvió a mirar a los recicladores, porque ellos deberían estar guardados, deberían estar en un lugar seguro, pero muchos de ellos viven en la calle y el reciclaje siguió. Aquí no hablaré ni de los Derechos Humanos, ni de los enfoques de las políticas para esta inmensa minoría, ustedes sacaran sus propias conclusiones (Testimonio número 1, 26 de junio de 2020). Para otras personas, como Johana González Pedraza, el confinamiento inició como unas “vacaciones forzosas” después de las cuales sobrevino la pérdida del empleo nos hicieron una reunión y nos dijeron; la economía del país va a tardar un montón de tiempo en recuperarse, de aquí a diciembre medianamente se esté levantando… esa reunión nos dejó muy afectados a todos, nos dijeron, pues tienen que irse todos para la casa… luego el fin de semana nos llamaron a las auxiliares de investigación y desarrollo y nos dijeron que nos iban a dar unas vacaciones, el tiempo que teníamos en vacaciones y más un beneficio de quince días porque iniciaba la cuarentena. Yo tomé mis vacaciones… después de que esto se terminó, al día antes de terminárseme ya mis vacaciones y para volver a Quala a trabajar me hicieron una video llamada y me dijeron que mi contrato estaba cancelado debido a la situación, no fui la única, en ese momento sacaron a más de cien personas y fue pues muy terrible para todos nosotros y para mí porque yo ya llevaba nueve años, ya iba a cumplir diez años en la empresa y la incertidumbre es muy grande entonces nos arreglaron, nos dijeron; pues muchísimas gracias [eee] le vamos a dar esta bonificación este beneficio y, ¡ya! (Testimonio número 1, 28 de mayo de 2020). Cuando el hambre tocó a la puerta, junto con la incertidumbre ante una ayuda que no llega, aumentaron los casos de violen- Crónicas de una Pandemia cia intrafamiliar, las condiciones psicológicas de ansiedad y depresión. Se hizo necesario ponerse en movimiento, sacudirse el miedo y sobrevivir, tal como señala César González: decidimos romper con esta idea de aislamiento de cuarentena, y salimos a las calles con el fin de crear una propuesta que se llama un kilo de amor. Esta propuesta… se trata de recolectar un kilo, una libra de amor, de solidaridad; el cual sería aportado a alguien que lo necesitara, a una familia, un habitante de calle e incluso, rompimos con la lógica antropocéntrica, en la cual el ser humano es el centro del mundo y quien prima y tiene derechos y beneficios; en varias jornadas se posibilitó llevarle comidita a algunos caninitos y gatunos en la localidad de Suba (Testimonio número 1, 10 de junio de 2020). Como recuerda Olga Vargas: (…) la gente salió entonces de los paga diarios y protestó, hicieron plantones y se juntaron unos con otros, —como los ricos eran los que estaban infectados en ese momento, a nosotros no nos va a pasar nada dijo alguien—, y los dispositivos comunitarios empezaron a organizarse a negociar el pago de los arrendamientos de las piezas y empezaron por los más vulnerables de los vulnerables, por las mujeres con sus hijos, por los ancianos que estaban en las piezas casi abandonados, les entregaron mercados, ropa (Testimonio número 1, 26 de junio de 2020). Ante la presión creciente de diversos sectores, el Gobierno Nacional empezó a flexibilizar las medidas de aislamiento, permitiendo a las personas desplazarse fuera de sus viviendas por condiciones diferentes a las tipificadas inicialmente3. Pese a los temores por el contagio, la presión económica y la imposibilidad de atender a las necesidades básicas, tarde o temprano fue necesario el retorno a las calles. Cerrar la ventana y abrir la puerta: el retorno a las calles Con mayor o menor tiempo de aislamiento, todos tuvimos que enfrentar el temor ante el contagio. Retornamos a las calles para salir a trabajar, para mercar, para volver al ritmo perenne de la vida extramuros. Antes de salir se tomaron todas las medidas, se evaluaron los mecanismos de protección y se prestó mayor atención a un detalle que antes podía ser menos trascendente: la proxemia, la cercanía con el otro, el desconocido con el que apenas se cruzaba una rápida mirada, a través del resguardo de la mascarilla tapabocas. Los siguientes testimonios, relatan de manera muy cercana esta experiencia de regreso a las calles y los temores más frecuentes. 3. Al iniciar el aislamiento preventivo se permitía la salida de un solo integrante por familia y en el marco de las actividades de primera necesidad (conseguir medicamentos, alimentos, buscar atención médica o desempeñarse dentro de los sectores laborales activos durante la emergencia). 107 Carlos Arturo Reina Rodríguez (…) Sale uno con un poco de miedo, con mucho cuidado, tratando de no acercársele a una persona, a la otra, muy retiradito, con su buen tapabocas, siempre con eso… con eso de no acercársele uno a la gente o que la gente no se le acerque a uno, hay que esperar el tiempo que en los almacenes salgan tres o cuatro personas que han entrado, para poder entrar otras tres personas3… dentrar (sic), mercar, con mucho cuidado de no estrellarse uno con las otras personas… hacer la fila en la caja para pagar… pero lejitos, dos metros o un metro (Testimonio número 1, Torres Puentes, s.f.). Y si, por el contrario, la persona salía muy confiada, los demás a su alrededor, pronto se encargaban a través de gestos de desaprobación y con reclamos, de recordarle las nuevas pautas de convivencia y sociabilidad. En los escenarios laborales, el señor José Orozco recuerda que: 108 Antes de que empezara esta pandemia todo era armonioso, todos la pasábamos muy bien en el trabajo, con confianza, nos prestábamos las herramientas, con confianza, desayunamos en junta, recochábamos, era una forma de trabajo de un buen ambiente… no existía el miedo, de pronto que los carros infectados… ya no podemos tener el mismo ambiente de trabajo, nos toca tener aislamiento… ya el trabajo no rinde igual, ya uno mira al compañero con miedo de que le hablen muy cerquita, que estornude, que tosa, entonces es un pánico tremendo a toda hora, entonces vive uno paniquia’o (sic)… uno ya tiene miedo de subirse a la cabina a tocar las varillas, a tocar el timón. Entonces todo eso le da a uno miedo, pues ahí cargamos nuestro alcohol, le echamos (Testimonio número 1, 12 de junio de 2020). El lavado frecuente de manos y utensilios como las mascarillas y la aspersión de alcohol han hecho las veces de talismanes contra el mal. Se desconfía de la cercanía de propios y extraños, de un simple estornudo o una tos repentina. Al interior del hogar y en los escenarios de trabajo e incluso de entretenimiento se organizan planes de contingencia, como relata Fernando: en la parte familiar, debíamos iniciar hábitos que nos permitieran, de la mejor forma, la convivencia con el virus, salir solo en casos especiales, y una sola persona, por familia, la cual era la encargada de realizar las compras y diligencias, cumpliendo a cabalidad con cada una de las normas exigidas por el Gobierno, como utilizar tapabocas, y guantes y aplicar las sugerencias en casa, como llegar a tomar una ducha, tomar algo caliente, dejar la ropa en jabón, luego con alcohol, desinfectar los artículos que ingresaban y mantener una zona donde se podía realizar todo esto. Con el fin de no dejar ingresar el virus (Testimonio número 1, 23 de mayo de 2020). No dejar ingresar el virus, —o aprender a convivir con el—, supuso una recomposición de las interacciones, de los hábitos y usos posibles en los espacios privados y públicos. Recuerda Andrés Osorio: Yo antes salía demasiado, es decir, los fines de semana, todos los fines de semana salía pues a diferentes actividades, bien sea Crónicas de una Pandemia andar en bicicleta por ahí con mis amigos. Nos gustaba hacer, nosotros lo llamamos “ronda”, que es ir a los lugares que nos gusta comer, entonces íbamos comíamos un poquito en un lado, después nos dirigíamos a otro y así andábamos un día. También nos gustaba mucho salir a bailar, también bebíamos en cualquier casa de alguno de nosotros, pero pues eso era antes y todo cambio así de golpe (Testimonio número 3, 17 de junio de 2020). El espacio urbano se ha empezado a organizar en función de continuar la vida y al delimitar las funciones vitales de sus habitantes, tal como sucedió con el manejo de otras epidemias como la viruela o la gripe española, se empiezan a direccionar prácticas de interacción, movilidad y de exterocepción. Las restricciones van dibujando los espacios posibles para cada actividad, privilegiando lugares asépticos, ventilados, bien iluminados y de circulación permanente, en los que el territorio urbano se adapta a la circunstancia epidémica, intentando disminuir los contagios, respondiendo a la incesante exigencia de una rápida circulación de ciudadanos y mercancías. Es la respuesta de las grandes ciudades para continuar siendo el emplazamiento estratégico de las actividades comerciales y de intercambio. Aunque en los pueblos, el relato parece ser similar. Como recuerda Don Segundo Pardo, Es que con el control de hoy, que pico y cédula para diferentes personas, que lo controlan a uno en las entradas, en el pueblo y que toca mirar que viene la Policía, que ya no podemos de- morarnos sino hasta por decir algo hasta la una de la tarde, de siete a una de la tarde. Entonces todo eso es un mundo agitado. Es un estrés bravo porque todo se tiene que hacer con afanes. Tiene que usted para los pagar recibos, tiene es que pagar intermediarios para lograr hacer todas las cosas en el ratico que va. Y pues como no dejan salir a todas las personas todos los días, entonces muchas aglomeraciones, se forman muchas colas… en el pueblo sí se ha sentido mucho eso, es difícil (Testimonio número 1, 23 de mayo de 2020). Basta con recordar cómo, simultáneo al discurso del autocuidado, la seguridad y la regulación en torno a la movilidad, hacia los meses de mayo y junio, el Gobierno de la ciudad fue diagramando las calles y mediante cuadrículas, representadas cartográficamente por colores, buscó identificar con mayor facilidad los lugares en los cuales se presentaban el mayor número de casos confirmados y los de mayor probabilidad de contagio: alertas amarillo, naranja o rojo. Ver imagen 1 y 2 En razón a estas nuevas prescripciones se empezó a regular quiénes, cuándo y con qué frecuencia podían salir a las calles: medidas como el pico y cédula —determinada por el último dígito del documento de identidad— o la polémica medida del pico y género, resultaron en una situación en la que cualquier tipo de salida del hogar debía estar bien argumentada. Re109 flexiona Andrés Nieto: La pandemia y todo lo relacionado con COVID-19 cambió la dinámica de la fuerza pública del Estado, de la relación del Esta- Carlos Arturo Reina Rodríguez Imagen 1. Colombia AS. “Alerta Naranja por Coronavirus en Bogotá” Fuente: A.S 110 do con el ciudadano, pero sobre todo de las dinámicas de regulación, autorregulación y de control. Aquí empiezan a aparecer todos los paradigmas de la seguridad,… pero sobre todo, hay un nivel de experimentación frente a una lógica discursiva que ha imperado y es el cuidado, el autocuidado, el control y el poder del Estado sobre ese control… Hoy, por ejemplo, tenemos en Colombia que, en lo corrido de la cuarentena se han impuesto solo en la capital más de setenta mil comparendos por Código de Policía, es decir, personas que sin estar en las exenciones, o sea, no por estar en cita médica, no por trabajo, no por urgencia, estaban en calle y esto es una multa de alrededor de novecientos mil pesos (Testimonio número 2, 30 de mayo de 2020). Imagen 2. “Estas son las nuevas zonas de Bogotá con Alerta Naranja” Fuente: Forbes Colombia. En muchos casos, más allá de las multas y comparendos, fueron los mismos ciudadanos quienes se convirtieron en vigilantes, en veedores voluntarios del comportamiento de los otros, tal como recuerda Andrea Ceballos, a propósito del encuentro con su pareja sentimental en un espacio público: las veces en las que nos hemos visto durante la cuarentena nos hemos encontrado en situaciones bastante incómodas, porque la misma nos condiciona de una manera impresionante. Entonces cuando nos veíamos, pues había muchas personas, había multitudes de personas y a su vez [eee...] policías vigilando, supervisando, me sentía con mucha impotencia porque no podía ni siquiera tocarle el hombro sin que la gente me mirara raro y Crónicas de una Pandemia lo mismo pasaba con él, si él quería poner mi brazo encima y no podía. Entonces, qué pasa, que tratábamos de buscar espacios donde al menos podernos dar un pico (Testimonio número 1, 03 de julio de 2020). En la calle se prohíben besos, abrazos, apretones de mano y cualquier tipo de contacto físico, el amor y la amistad convertidos en proximidad son la nueva amenaza y tal como sucedía con el manejo de la población y los reglamentos para el tratamiento de la peste en la Europa del siglo XVII (Foucault, 2006), se restringen zonas de la ciudad y se establece presentarse ante un inspector que en la actualidad ya no es corpóreo y bajo la modernizada cara de una aplicación —Coronapp; Medellín me cuida; CaliValleCorona y GABO-Bogotá Cuidadora—, hacen las veces de inspectores de nuestros movimientos, nuestras interacciones y nuestra ubicación espacial a través de nuestros teléfonos móviles. Aplicaciones que no contaron con una buena acogida pese a las insistentes campañas para incentivar su uso4, pero que, reflexionadas desde su intencionalidad inicial, no dejan lugar a dudas sobre un interés por el control de todas las formas de interacción y de movilidad posibles dentro del territorio. Entre tanto, en nuestros barrios las delimitaciones, cuarentenas sectorizadas y cierres parciales, paulatinamente han ido dando lugar a dinámicas sociales y comerciales previas al confinamiento. Tal como relata Ana Carolina Gil a propósito del sector de meses desde el inicio de la cuarentena y los diferentes procesos por los que ha transitado el confinamiento, nos han permitido construir algunas reflexiones: para aquellos que nos leen en el presente, desde la posibilidad de reconocerse en alguno de estos testimonios, para quienes nos leerán en el futuro, permite contarles cómo ha sido nuestra cotidianidad, cómo hemos tramitado todas estas circunstancias, nuestros aciertos y dificultades. Para quienes escribimos estas crónicas, desde el espíritu resiliente que nos brinda la posibilidad, de darle un sentido a todo lo que estamos presenciando, de reflexionar nuevos modos de vida, a través de la ventana y hacia la calle… 4. Adicionalmente resultaron cuestionadas al comprobarse irregularidades en la recolección y tratamiento de datos personales, regulados por la Constitución Nacional de 1991 y la Ley 1581 de 2012 111 Carlos Arturo Reina Rodríguez Referencias Foucault, M. (2006). Seguridad, territorio, población. Curso en el Collège de France: 1977-1978. 1a ed. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Testimonios: Testimonio 1, semana 1. Ama de casa. Tomado por José Torres Puentes. (s.f.). Testimonio 1, semanas 6 y 7. Ana Carolina Gil. Tomado por Sebastían Moreno Maldonado, 24 de junio de 2020. Testimonio 1, semana 4. Ana Gutiérrez. Tomado por John Rodríguez Pérez, 12 de junio de 2020. Testimonio 1, semanas 6 y 7. Andrea Ceballos. Tomado por Ángela Orozco Moreno, 30 de mayo de 2020. Testimonio 2, semana 2. Andrés Nieto. Tomado por Luisa Cortés Navarro, 30 de mayo de 2020. Testimonio 3, semana 5. Andrés Osorio. Tomado por Angélica Aguillón, 17 de junio de 2020. 112 Testimonio 1, semana 1. Azucena Sánchez. Tomado por Natalia Vargas Carpintero, 22 de mayo de 2020. Testimonio 1, semana 4. César González. Tomado por Henri Giraldo, 10 de junio de 2020. Testimonio 2, semana 4. Christian Camilo Toledo. Tomado por Andrés Felipe Toledo, 13 de junio de 2020. Testimonio 1, semana 4. Doctora Guzmán. Tomado por Luisa Cortés Navarro, 11 de junio de 2020. Testimonio 1, semana 1. Fernando. Tomado por Lady Valenzuela, 23 de mayo de 2020. Testimonio 1, semana 4. Jimmy Perdomo. Tomado por Angie Callejas Téllez, 13 de junio de 2020. Testimonio 1, semana 2. Johana González Pedraza. Tomado por Germán González Pedraza, 28 de mayo de 2020. Testimonio 1, semana 4. José Ricardo Orozco. Tomado por Ángela Orozco, 12 de junio de 2020. Testimonio 1, semana 5. Laura Nataly Martínez. Tomado por Nicolás Cristancho Riaño, 16 de junio de 2020. Testimonio 1, semanas 6 y 7. Leidy Vargas. Tomado por Nidya Navarrete Guzmán, 20 de junio de 2020. Testimonio 1, semana 5. Luis Miguel Carvajal. Tomado por Mayra Barbosa Bejarano, 18 de junio de 2020. Testimonio piloto, semana 1. Luisa Cortés, 13 de mayo de 2020. Testimonio 1, semana 1. Maximiliano Díaz. Tomado por Milena Vicente, 23 de mayo de 2020. Crónicas de una Pandemia Testimonio 1, semanas 6 y 7. Olga Vargas. Tomado por Jazmín Puerto Mojica, 26 de junio de 2020. Testimonio 1, semana 4. Segundo Pardo. Tomado por Gabriela Pardo Machetts, 23 de mayo de 2020. Imágenes: Imagen 1. Colombia AS. (2020). Alerta Naranja por Coronavirus en Bogotá. Colombia AS. Recuperado de https://colombia.as. com/colombia/2020/05/28/actualidad/1590685011_299273. html Imagen 2. Forbes Staff. (2020). Estas son las nuevas zonas de Bogotá con Alerta Naranja. Forbes Colombia. Recuperado de https://forbes.co/2020/05/14/actualidad/estas-son-las-nuevas-zonas-de-bogota-que-tienen-alerta-naranja/ 113 La pandemia: víctima de una sociedad que olvidó el poder de la comunicación Jaime Andrés Wilches Tinjacá1 Fue declarada pandemia, pero ya vivíamos otra pandemia. Feroz, indolente y eufórica se ha extendido para divertirnos hasta morir —como lo diría el famoso libro de Postman (1985)—. El coronavirus llegó como esa otra excusa que archivamos para decir que todo tiempo pasado fue mejor, que vivimos la auténtica crisis de la moral que ya no hay salvación en un mundo de individualismo —como si Hobbes ya no lo hubiera anunciado en su terrorífico imaginario del Leviatán—. En realidad, el mundo, como lo dice la canción de “Cambalache”, fue y será siempre una porquería”. La COVID-2019 fue como la canción de Héctor Lavoe, noticia cuando salió en la madrugada, a medio día noticia confirmada y en la tarde materia olvidada. Llegamos a noviembre y los tapabocas se utilizan como otro artefacto de la seductora industria de la moda. Algunos quieren enviar un mensaje, otros mostrar que pueden tener siete tapabocas distintos, reafirmando que la nueva normalidad no es más que la misma normalidad. Por supuesto, la moral social todavía indica que deben existir algunos rituales de bioseguridad: pero en Colombia los rituales son como las leyes: se aplican mientras está el ojo supervisor, ya después se dejan tirado en el san alejo de las buenas intenciones. Al centro comercial que acostumbro a ir para saciar mi subjetividad de consumo, viví auténticas purificaciones de alcohol y revelaciones de mi temperatura. No obstante, el mercado no da para muestras gratis y con el pasar de los días el alcohol desapareció, las baterías del aparatico se acabaron y el celador con desidia ya me indicaba que dejara de fingir mi preocupación por las normas de salubridad de mi templo de ocio. No se ha encontrado vacuna contra el virus, pero este ya ha vivido la neutralización con un poder que tiene una fuerza inconmensurable: los medios de comunicación masiva o en palabras más precisas y honestas, las empresas de información 1. Doctor en Comunicación, Universidad Pompeu Fabra. Docente-Investigador de la Institución Universitaria Politécnico Grancolombiano y Catedrático de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá, Colombia.Correo electrónico: jwilches@ poligran.edu.co 115 Carlos Arturo Reina Rodríguez que no tienen periodistas ni comunicadores, sino trabajadores de divulgación (un minuto de gritos para las excepciones que sobreviven en esta estructura organizacional cobijada bajo la hipocresía de la libertad de expresión y el derecho a la información). Fueron las industrias mediáticas, las del performance, las de la estética sobre el contenido las que indicaron cuando debíamos estar en casa y cuando era permitido salir. El Estado, ¡ah el Estado!, sí el Estado, bueno sigamos pensando en cómo esos lenguajes que circulan de manera masiva desaparecieron el virus de nuestras memorias, así esto hubiera implicado convivir con las sombras de un mundo que se hace cada vez más demoledor ante la incertidumbre de la sobrevivencia económica, de la parsimoniosa rutina de trabajar para comer y de la necesidad —cocinada— de tener esa luz de entretenimiento en un cuadrado o un dispositivo móvil, para olvidarnos así sea por un momento de los tiempos difíciles que ya vivíamos, los que nos impuso una realidad sanitaria y las que nos impondrán los discurso mediáticos y sus nuevas paranoias. 116 El 24 de marzo de 2020, Colombia se unió a la lista de países que entrarían en cuarentena obligatoria para contener la propagación de la COVID-19, anunciado un confinamiento que duraría quince días aproximadamente pero que, como ya sabemos, se fue extendiendo en el tiempo, y con este, se fue prolongando la incertidumbre. En el país, al igual que en el resto del mundo, la nostalgia y el miedo eran los únicos que habitaban las calles, los centros de consumo, los establecimientos cerrados, los parques y todos esos espacios que, tan solo un par de meses antes, estaban ocupados por un sin número de personas, y que en el marco de este nuevo panorama. solo les quedaba esperar su retorno y la puesta en marcha de las actividades que se desarrollaban normalmente antes de que la pandemia llegara. Con el pasar de los días, se fueron evidenciando las consecuencias de este fenómeno, como el incremento de despidos y consigo el aumento del desempleo, el cierre definitivo de algunos establecimientos, la demanda del personal médico, entre otras cosas. Frente a este escenario, algunas personas han considerado que la pandemia fue la que trajo consigo esta serie de problemas y la necesidad latente de que la sociedad se adaptara rápidamente a un supuesta “nueva normalidad”. Lo cierto es, que incluso si se hace una reflexión somera sobre el contexto del país antes de la pandemia, ambas afirmaciones se debilitarían. En primer lugar, los problemas ya existían, la pandemia llegó como un detonate, como esa gota que rebosó el vaso, y que permitió visibilizar las consecuencias de no tener liderazgos concretos o instituciones gubernamentales y entidades sólidas que atendieran adecuadamente a este problema de salud pública y que, contrario a esto, se fracturaron a mayor velocidad. La COVID-19, hizo que resultara evidente la necesidad de reconfigurar las bases de nuestra sociedad, desde el sistema educativo y de salud, hasta los medios de comunicación, pues Crónicas de una Pandemia son los principales encargados de hacer públicos estos hechos y problemáticas pero que infortunadamente la mayoría del tiempo no lo hacen y desvían su atención hacia otros lados, y cuando sí lo hacen, omiten información relevante. En segundo lugar, la nueva normalidad de la que tanto se habla, es la misma que conocemos, la diferencia radica en la forma en la que se están desarrollando estas problemáticas, y en la necesidad pronta de solucionarlas, prestándole atención a esos cambios que desde hace años la sociedad ha demandado, pero que han sido ignoradas hasta el momento que fueron expuestas por este nuevo acontecimiento. Incluso, la nueva normalidad parece ser más aterradora y recuerda la clásica escena de los ancianos que en la serie The Simpsons se alegran de su libertad, pero se asustan de lo que encuentran en el exterior y prefieren volver a su cómodo lugar de control y encierro. Evidentemente, estas reflexiones no se desarrollaron en el momento que llegó la pandemia al país, pues fue un proceso que, a pesar de ser acelerado, pasó por una serie de etapas. Al inicio de la cuarentena, las personas que tuvieron la oportunidad económica, y el privilegio, de permanecer en sus casas sin mayor reparo, interactuaban de la única forma segura: detrás de una pantalla. Además, retomar hábitos abandonados como tocar un instrumento, pintar, leer, descubrir música nueva y aprender a hacer una tarta de limón, fueron algunas de las imágenes y relatos que rondaban en Internet, y que mostraban las distintas formas en las cuales las personas ocupaban su tiempo de manera positiva para afrontar esta nueva coyuntura internacional. No obstante, en la televisión, la radio y entre cada publicación de este tipo, se encontraban alusiones a la pandemia, al número de contagios y muertes por zona, además de información entorno a los aspectos sociales que fueron impactadas directamente por todo lo que suponía el distanciamiento social. Es así, como a pesar de que una parte de la población centrara su atención en “reinvertirse” y enfocarse en sus asuntos, la COVID-19 seguía estando presente, habitando todos los espacios posibles, tanto físicos como digitales, incluso se hacía presente en espacios para compartir en familia, así como lo relata Mendoza (2020) diciendo que meses atrás, el tema de conversación en las cenas familiares giraban en torno a asuntos cotidianos, y sobre todo a las telenovelas que veían juntos y que tenían gran acogida en el momento, pero que esto cambio drásticamente en tiempos de confinamiento, pues mientras se sentaban juntos a comer solo se mencionaban temas relacionados a la pandemia. Sin embargo, es importante reconocer que esta no es la única vez en la historia de la humanidad que las pestes o pandemias permean las actividades de la vida en sociedad, como los es- 117 pacios para departir y comentar los programas de televisión, aunque ciertamente, en esas épocas las interacciones sociales giraban en torno a otras actividades, ya que los televisores aún Carlos Arturo Reina Rodríguez no se habían inventado, al igual que aún no existían medios que permitieran interactuar a larga distancia como los que conocemos hoy en día. Lo interesante de esto, es que incluso en esos momentos de la historia antigua, donde el tiempo pasaba más lento pues las actividades tomaban un proceso largo y rudimentario, la humanidad se vio obligada a reconfigurar sus formas de interactuar y comunicar, desarrollando su sentido más darwiniano de adaptabilidad. Un ejemplo claro es lo vivido desde el año 1348, el cual marcó el inicio de lo que se conoció como “la peste negra”, la cual se extendió por años y que, entre muertes, estragos e incertidumbre, demandaba a gritos una sociedad articulada que pudiera darle fin a este problema del cual ni personas ricas, ni personas pobres se estaban salvando. 118 Ahora, en el mundo de la COVID-19, esa tarea la tenemos relativamente más fácil, por los estudios y avances científicos, además del alcance de los medios de comunicación y de la tecnología, que han permitido la posibilidad de comunicarnos con nuestros seres queridos de manera inmediata y que han hecho posible acceder a la información sobre el virus, minuto a minuto. Así se vio cuando todo el mundo estaba a la expectativa sobre el impacto del coronavirus en su lugar de origen: Wuhan, China. Estas nuevas herramientas del mundo actual, permitieron seguir su radio de propagación de manera casi inmediata. En el contexto de la peste negra esto no era tan sencillo, no se podía determinar la procedencia de algo que ni siquiera se tenía identificado, y que llegó a generar cientos de especulaciones en la sociedad, pues hasta se llegó a pensar que el fenómeno que se estaba viniendo era producto de un castigo divino o consecuencia de alguna anomalía astrológica. Frente a esto, pareciera que en el mundo contemporáneo ya hubiéramos trascendido esta barrera informativa, pues gracias a los procesos evolutivos que nos trajeron hasta hoy, sabemos el “qué” y el “dónde” de este tipo de sucesos de impacto global. Sin embargo, esto no está del todo resuelto, ya que la información y el contenido al que todos tenemos acceso, es manejado a través de medios de comunicación que manejan la información en el marco de la incertidumbre y las relaciones de poder, pues si bien el ciudadano recibe la información, esta puede estar parcializada, exagerada, minimizada o sacada de contexto por su emisor en función de intereses particulares. Como lo percibe Fonseca: normalmente los medios de comunicación sirven como un aliado ante las políticas [ehh] que la mayoría de los estados intentan cómo mantener ante la población por eso es tan importante [ehh] en una… en un país, en una nación democrática poder contar con medios de comunicación independientes (Testimonio número 13, 5 de junio de 2020). Además, estos medios tradicionales de información han abordado el tema del coronavirus como algo excepcional y ajeno a la especie humana, a través distintas narrativas de pánico y el Crónicas de una Pandemia desconocimiento, sin mirar atrás y tomar en cuenta la trayectoria histórica y el discurso científico, los cuales han demostrado que este tipo de contingencias han hecho parte de nuestra estadía en la tierra y que constituye un proceso natural, que nos guste o no, viven todas las especies incluyéndonos a nosotros. Por otro lado, estos mismos medios, las grandes empresas, los actores hegemónicos de la sociedad y nosotros mismos, hemos creído que somos una especie superior que está absuelta de muchas circunstancias, pero que al día de hoy la naturaleza nos recuerda que hacemos parte de ella y que debemos despojarnos de ese antropocentrismo absurdo, pues al día de hoy vemos que no somos más que criaturas en el encierro. Por lo tanto, de no ser ignorados y omitidos estos aspectos, la sociedad en la que nos encontramos sería más eficiente y más consciente, y no tendría que enfrentar otro problema: el miedo y la paranoia, los cuales han demostrado que son un obstáculo para hacerle frente a esta situación. Así, paradójicamente lo que parecería una herramienta maravillosa para poder atender de mejor manera pandemias anteriores, supone un riesgo y una especie de virus contemporáneo: la desinformación. Pues, así la desinformación haya existido siempre, esta ha mutado y se ha desarrollado en el mundo actual, a raíz de problemas de gestión y manejo de información de las diferentes clases de contenido. Esto no quiere decir, que el sector de la comunicación en su más amplia expresión se mueva bajo estas mismas dinámicas y sus actividades sean desarrolladas de la misma manera en que lo hacían antes de la pandemia. Al igual que el resto de sectores, han tenido que asumir sus cambios, retos e identificar prioridades. Por lo cual, se debe tener en cuenta la voz de aquellos que han tenido que encarar esta situación y adaptar la labor de comunicar la información, actividad que recae en los comunicadores sociales y periodistas que trabajan desde los distintos sectores y plataformas. Uno de los testimonios a destacar frente a este tema, es el de Duque, quien hace parte del área de comunicaciones de la Cruz Roja, y quien cuenta tu experiencia ante la pandemia: Cuando inició esto, tuvimos que dar respuesta inmediata a las necesidades que tenía la comunidad vulnerable en su momento. Entonces comenzamos a repartir mercados, a entender más a fondo... cómo podíamos apoyar desde el área de comunicaciones, y qué debíamos divulgar para que todo este virus se comenzara a prevenir. Y pues en medios de comunicación nos hemos visto un poco quietos, porque no queremos saturar a las personas, porque tuvimos que crear un filtro, unas líneas de mensajes en las que comenzáramos a entender cuál era la necesidad y qué se debía mostrar a la comunidad, para también cuidar la salud mental de las personas (Testimonio número 3, 6 de mayo de 2020). De lo anterior, se debe resaltar que el factor preventivo es crucial en el contexto del tratamiento de la información y las 119 Carlos Arturo Reina Rodríguez formas en que esta se puede trasmitir. El mundo de la comunicación en general, no solo se debe encargar de contar o relatar los distintos sucesos que ocurren a lo largo y ancho del territorio nacional o internacional. También, debe aprovechar el alcance que se tiene, para concientizar y prevenir cualquier tipo de situación que atente contra el bienestar de la población. Evidentemente, en tiempos de pandemia el virus es el tema central, pero la prevención, es una herramienta clave que se debe aplicar para cualquier circunstancia estructural o coyuntural. Además, se debe tener en cuenta que tampoco es necesario sobrecargar a la población con cantidades alarmantes de información, sino que se deben transmitir mensajes concretos que aporten al diario vivir y la consolidación de una sociedad articulada y encaminada al progreso de todas sus dimensiones. 120 Por otro lado, a pesar de las buenas voluntades y reflexiones individuales de los profesionales de los distintos sectores de este medio, se debe señalar que la responsabilidad en este fenómeno, recae en gran parte en los Medios Masivos de Comunicación (MMC), en especial ante esta nueva contingencia. La COVID-19 nos ha mostrado la tensión entre estos medios tradicionales, que pareciera que se olvidaron de los ciudadanos y de los aspectos importantes de la vida de estos. En este sentido, estos medios han creado una imagen poco favorable para una parte importante de la población, pues han llegado a ser percibidos como mecanismos de influencia, en vez de ser vistos como aliados de la ciudadanía y de la justicia, pues la legitimidad y confianza en ellos se ha ido perdiendo. Sánchez (2020) afirma que no confía en dichos medios tradicionales porque consideran que en algunas ocasiones la información que proveen está sesgada o sujeta a la manipulación. Por otro lado, hay personas como Sancho (2020) que, a pesar de seguir algunos medios tradicionales y canales alternativos de información, afirman que no le interesa estar informado ya que, para él, siempre se repiten los mismos temas, independientemente de los actores como en el caso de los presidentes, pues indistintamente al Gobierno de turno, considera que las noticias giran en torno a la corrupción, mala gestión del Gobierno, asesinato de líderes sociales, entre otros. Si se hace un recuento a grandes rasgos de los últimos años, esta afirmación es justificable, diariamente surgen señalamientos por corrupción, pobreza, muertes y problemáticas derivadas del crimen organizado. Por lo cual cabe aclarar que, estos asuntos no dependen de los medios de comunicación, sino del tipo de sociedad en el que estamos; si embargo, en época de pandemia estos hechos han migrado a secciones secundarias de los noticieros y de los reportajes, y ahí es donde se centra su responsabilidad. Además, los medios y los discursos empleados en el tema de la pandemia, se han desarrollado bajo lógicas inmediatistas y reactivas. Esto hace de la población, un recepto pasivo que solo se limita a atender los problemas urgentes y no Crónicas de una Pandemia los necesarios y que, en consecuencia, no proyecte la necesidad de atender y proponer soluciones frente a las demandas de su entorno. A su vez, esto se encuentra relacionado con la saturación de la información, y hace que surja la necesidad de un balance y visión estratégica, como lo explica un estudiante universitario anónimo (2020) quien relata que es complicado no mantenerse informado respecto a la pandemia ya que la mayoría de la información que circula, gira en torno a esta, pero que, así mismo, muchas veces es inevitable la desinformación en otros temas, pues siguen pasando otras cosas importantes, que están siendo opacadas por la sobreexposición a los temas relacionados con la contingencia. Era la pandemia una profecía autocumplida de los quince minutos de fama de Warhol. Hoy pide atención, pero su momento ya pasó. Por su parte, Fonseca considera que la información que brindan estos medios tradicionales es información selectiva y que finalmente no le da los a los ciudadanos, a la población en general realmente, las herramientas de criterio para poder pues tener información a actualizada y 100% verás [ehh] he percibido que la información que se ha brindado durante todos estos meses ha sido información muy sesgada y que no permite tomar pues decisiones [ehh] de una manera como autónoma” (Testimonio número 13, 5 de junio de 2020). En otras palabras, la información bridada por los MMC, además de informar, tiene la labor de formar. Los ciudadanos deben contar con la información necesaria y suficiente sobre todas las partes involucradas en una misma noticia o acontecimiento, para que puedan ser críticos frente a los contenidos que ofrecen y que reflejan la realidad del país, y así, poder actuar desde su posición y aportar a la transformación y la construcción de la sociedad. Así también lo indican otros ciudadanos, quienes a raíz de esta creciente desconfianza han optado por migrar a otras fuentes de información que les brinden aquellos que los medios convencionales no han podido, como lo relata Muete: veo noticias pues de acuerdo a ciertos intereses que tengo, no suelo mirar, por ejemplo, Caracol o RCN, evito ese tipo de televisión digamos, de información de ese medio y en general me guío mucho más por Facebook y por Twitter que es donde uno puede puede saber más de lo que dice el pueblo, y es lo que está sucediendo (Testimonio número 1, 3 de junio de 2020). En este punto y en el marco del mundo contemporáneo, se puede ver evidenciado que, así como la información y comunicación tienen nuevos retos, también cuentan nuevas soluciones y alternativas a las estructuras hegemónicas que se han adue- 121 ñado de la información. El acceso a las plataformas digitales, ha logrado que se empiece a desarrollar una ecología de medios, es decir, una gran variedad de alternativas de información, lide- Carlos Arturo Reina Rodríguez rada por personas de distintas profesiones y sectores, que cuenten y visibilicen su experiencia y las distintas caras que puede tener una misma historia. Estas nuevas apuestas comunicativas, son la cuna de reflexiones, opiniones, denuncias, etcétera. Que brindan información a los demás, sobre temas y poblaciones que han sido ignoradas, en gran medida, por ser el reflejo de la corrupción de algunos funcionarios públicos con poder, o por no representar alguna ganancia para las empresas y los grandes conglomerados financieros que normalmente marcan la pauta de la agenda mediática de las cadenas televisivas o de los medios de comunicación de las cuales son accionistas o dueños. Por otro lado, el mundo de la comunicación y el periodismo de este estilo también se ha afectado por la pandemia y ha tenido que repensar sus actividades, al igual que los demás sectores y medios tradicionales. Como lo relata el periodista Benoit (2020): A mí me gusta escribir de lo que vivo, mas no de lo que sale en Internet y publicar sobre lo que ya está publicado entonces me relacionaba libremente con expertos de algún tema [eee] me encontraba con alguien en un café con un personaje para hablar con él y escribir de él, o asistía a diferentes eventos Al igual que el periodista Tarazona: 122 antes de la pandemia se podía hacer mucha más reportería, se podría, se podía hacer un periodismo más, pues digamos en la calle, con la gente, que es como se debe hacer, pero evidentemente pues la pandemia nos llevó como a innovar en la man- era de hacer periodismo, con más herramientas tecnológicas, [eee], utilizando pues sí, la búsqueda (Testimonio número 12, 3 de junio de 2020). Lo cual demuestra un punto importante sobre la labor periodística en general, y el relacionamiento con los ciudadanos, los transeúntes que desde su experiencia y los minutos que comparten con los reporteros, podían aportar y darles una visibilidad a distintos aspectos del día a día que deben ser contados y difundidos. La vida en confinamiento ha restringido ese tipo de contacto, y se ha visto en la necesidad de reconfigurarse en torno a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), las entrevistas virtuales o la recolección de información por medios digitales, que, pese a no ser algo equiparable, puede proveer otros mecanismos que puedan cualificar el trabajo de estas personas y su labor. No obstante, la digitalización de algunos procesos son producto del mundo globalizado en el que nos encontramos. Nuevamente, la pandemia es ese acelerador y catalizador que permitió que nos diéramos cuenta de la importancia de adaptarnos a estos procesos, y no solo eso, nos ha demostrado que, si se saben emplear de manera adecuada, pueden mejorar y optimizar una gran variedad de actividades. Así, pese a estos contratiempos y en medio del proceso de adaptabilidad que demanda la sociedad actual y la contingen- Crónicas de una Pandemia cia, se debe reconocer que la existencia de medios alternativos sigue constituyendo un contrapeso a los medios de comunicación hegemónicos y siguen brindando un panorama más cercano y más certero de lo que viven los colombianos día a día. Un periodista de un medio de comunicación digital y alternativo lo relata y expresa claramente : La gente en esos momentos y los medios tradicionales están pasando un momento bastante difícil, pues el tema de que la gente ya no les cree totalmente lo que dicen ellos, entonces la gente está buscando otras alternativas y también, obviamente, en estos momentos, después de la cuarentena, ha aumentado el número de columnistas o de ciudadanos que escriben dentro del portal, hablar. Yo pienso que lo de la pandemia o bueno, pensamos que lo de la pandemia se sumó a uno de los temas o una de las problemáticas que pone a diario nuestros lectores, que viven a diario a ciudadanos es como una suma más. Pero no es que el tema siempre sea acerca del COVID de la COVID. Si te metes al portal te vas a poder dar cuenta de que la gente sigue hablando de los temas que debe estar hablando en estos momentos un medio de comunicación alternativo (…) es importante darles esa visibilidad a los líderes, a los campesinos, a los ciudadanos que sea desde el argumento, que ellos sean los que dan la agenda, hablen de lo que quieren hacer, siempre y cuando, obviamente cumplan con algunas características que tenemos nosotros para compartir las columnas, las columnas de opinión, información y análisis, pues se hace obviamente unos filtros (Testimonio número 18, 3 de junio de 2020). Esta última palabra, es clave para entender el reto interno y externo que tienen los medios alternativos e independientes y, sobre todo, la información difundida por las redes sociales. En este sentido, esta nueva ecología de medios y la creciente multiplicidad de actores que se arriesgan a informar desde sus contextos y perspectivas, nos recuerdan que el virus de la desinformación no se detiene con eso, pues se puede ver a través de las noticias falsas, o fake news (por su nombre en inglés), que, sin una identificación a tiempo, pueden llegar difundirse rápidamente en la población y repercutir en ella de manera negativa. Como lo relata un NN, Ahora veo que el tema principal de desinformación es la salud y pues el tema en cuestión, que es la pandemia. Ahora se [ve], en los grupos de WhatsApp familiares, por ejemplo, que diariamente envían un montón de noticias diciendo que ya hay una cura pero que no la quieren distribuir o envían remedios que dicen que con eso las personas ya se van a curar o dicen noticias falsas como que la pandemia es un invento y cosas por el estilo (Testimonio número 8, 6 de junio de 2020). En efecto, es curioso que frente al tema del COVID-19 las cadenas de WhatsApp y las publicaciones difundidas por otras redes sociales como Twitter y Facebook, puedan llegar a tener 123 más legitimidad y acogida en la población, que los medios de información tradicionales, que innegablemente cuentan con un trabajo de búsqueda más minucioso y con información de Carlos Arturo Reina Rodríguez fuentes primarias como la Organización Mundial de la Salud y de expertos en el tema. Pero en cambio, muchos adultos prefieren confiar ciegamente en los remedios que se divulgan por estas redes, como el consumo de moringa, eucalipto e incluso la inhalación de alcohol etílico puro para prevenir o mitigar el impacto del virus en el cuerpo, cosas que tienen un impacto directo negativo y potencialmente peligroso para su salud física y su formación ciudadana. Esto no muestra solamente la influencia que puede tener las redes sociales en la actualidad; además, muestra, de manera evidente, el grado de responsabilidad que tiene la ciudadanía en la gestión de esta información, ya que, si bien esta llega a ellos de muchas maneras, se encuentra a su disposición lo que se pueda hacer con ella, desde el momento en que la reciben en adelante. Pueden decidir creerla y compartirla, o utilizar estas mismas herramientas y plataformas digitales, para triangular y contrastar la información, lo cual permitirá corroborar o desmentir su veracidad. 124 Infortunadamente, en el desarrollo de esta pandemia, muchas personas se dieron cuenta de la existencia de noticias falsas y de las diferentes formas en las que estas pueden afectarles, pues se vieron envueltos en dilemas y situaciones que los comprometían. Un ejemplo de esto, es lo relacionado a la difusión de formularios y enlaces electrónicos que contenían información relacionada con el programa de Ingreso Solidario y otros programas impulsados por los gobiernos nacionales y locales, que pretendían ayudar a la población con dinero o con la entrega directa de alimentos y elementos básicos. En muchos casos, la ignorancia, la buena fe de las personas y sus necesidades, los llevaron a ingresar sus datos personales sin confirmar la procedencia de esta información, y en efecto, no se les dio respuesta en ningún momento, y las ayudas nunca llegaron. Ya que las personas habían entregado información privada a personas mal intencionadas que estaban detrás de estos enlaces, y que mediante estos buscaban aprovecharse de las circunstancias. La Policía Nacional y entidades gubernamentales tuvieron que publicar en sus cuentas oficiales, aclaraciones que desmentían esta información y que invitaban a la ciudadanía a no dejarse persuadir tan fácilmente. A pesar de estos llamados, se siguen viendo casos de desinformación y noticias falsas todos los días, de las cuales no solo el ciudadano común es víctima, también se han visto afectados los medios de comunicación. Como lo relata un periodista de un medio regional mexicano, Ramírez sobre la importancia de ser precavido al filtrar infiltrar información en su trabajo: Hubo un caso en específico, en que la Secretaría de Salud Jalisco, [ee] subió una información oficial y al día siguiente resultó que no era así, fueron unos casos que no eran positivos o que no pertenecían a San Juan. (…) Pues la información teníamos que saber(la) manejar, ¿no? Tenemos que filtrar , mucho la infor- mación, para no dar una noticia falsa o que después se fueran a arrepentir de lo que dijeron como en este caso la Secretaría de Salud Jalisco, eso provocó que mucha gente pues ya no creyera tampoco ni en los medios, de todos los medios que estamos en la localidad, ni… digamos ni en el virus como tal, de que la gente sería muy escéptica en ese aspecto, de que empezaron a haber esos errores, fue uno y como a la semana fue otro. Entonces, pues sí, tendremos que filtrar mucho la información, manejarla de una forma en la que la gente no se confundiera más de lo que ya estaba en ese momento y de lo que sigue estando hasta ahora (Testimonio número16, 12 de junio de 2020). Este tipo de escenarios, a su vez suponen riesgos por la emotividad y el impacto de las noticias falsas, pero nos queda asumir nuestras responsabilidades individuales y colectivas, y tomar el riesgo de avanzar para que podamos entender que es la comunicación y sus tecnologías digitales las que nos permitirán coexistir en la diferencia. Lo cual será posible lograr, siempre y cuando, la sociedad cuente con dos elementos en particular: multiplicidad de medios y pensamiento crítico por parte de los ciudadanos. Así, se contribuirá a depurar esa información falsa, sesgada e innecesaria, y se le dará lugar a esa que sí aporta y que está libre de intereses particulares de las mismas personas de siempre. Trabajar sobre esta base, nos permitirá combatir el virus de la desinformación, de la banalización de la realidad, de la reactividad, la inmediatez y, sobre todo, de la indiferencia. Nuevamente, esta contingencia no nos supone una nueva normalidad, nos permite reflexionar sobre cómo atender de manera adecuada a la que ya conocemos, a través del reconocimiento de situación actual de los medios de comunicación en el país y la necesidad imperante de una transformación en esta. Para así, no pasar como una pandemia más de las que ha vivido la humanidad. Pues si somos conscientes de esto, recuperaremos y mejoraremos algunas de las cualidades más preciadas que tenemos como seres humanos: comunicar, expresar y recrear. Finalmente, es curioso pensar en cuáles serán las conclusiones y reflexiones que las futuras generaciones sacaran de esta situación, así como en este momento de la historia recordamos las pandemias anteriores, analizando y cuestionado las formas que empleó la sociedad del momento para hacerle frente a la contingencia. Aunque no es necesario proyectarnos a cien años… ¿Qué encontrará un niño en el año 2030 si quisiera saber qué hicimos en tiempos de coronavirus? Lo curioso es que la respuesta la tenemos en nuestras manos aquí y ahora, tenemos la capacidad de decidir si lo que consultará, reflejará una decisión consciente y egoísta de seguir en el mismo individualismo que nos ha caracterizado los últimos años, o si el panorama que revisará será alentador, porque como sociedad nos permitimos salir del encierro al que unos pocos medios nos 125 tenían sometidos, emitiendo solo lo que ellos piensan, por lo que decidimos asumir un proceso de cambio y de aceptación que Carlos Arturo Reina Rodríguez 126 hizo posible que él, en su contexto, esté viviendo un mundo más informado, empático y consciente de sí mismo. Testimonio 3. Lorena Duque. Tomado por Gabriela Pardo, 6 de mayo de 2020. De manera paradójica, la solución está en la comunicación. Un maravilloso don de la humanidad que fue entregado a la técnica y su reproductibilidad —siguiendo a Benjamín—. No queremos expresarnos, hemos entregado esa facultad a unos aparatos que procesan las ideas por nosotros. No obstante, en medio del fango siempre habrá una luz de esperanza: la de aquellos que entienden que no hay pasado nostálgico ni futuro sobrestimado: que se debe trabajar sobre el presente continuo y que la batalla está en el cara a cara de una cotidianidad donde parecemos sujetos sin rostro —que nadie hable, quédese callado, no pase por conflictivo—. La comunicación y el periodismo estarán aguardando por nuestras capacidades de asumirlas sin necesidad de un mediador que le imponga pauta publicitaria que la someta a una risa fingida y una sumisión en la que aportamos nuestro granito de complicidad. Ya es hora de que vayamos dejando de instrumentalizar la COVID-19 como el alfa y omega de nuestros males… la excusa se acaba y la estructura de indolencia no se crea, ni se destruye, solo se transforma. Testimonio 5. Julián Sánchez. Tomado por Juan López, 5 de junio de 2020. Referencias Testimonio 17. David Tarazona. Tomado por Sebastián González, 17 de junio de 2020. Testimonios utilizados Testimonio 1. Natalia Muete. Tomado por Angélica Aguillón, 3 de junio de 2020. Testimonio 7. Anónimo. Tomado por Santiago Rincón, 5 de junio de 2020. Testimonio 8. Sancho (Seudónimo). Tomado por Jorge Ramírez, 4 de junio de 2020. Testimonio 9. NN. Tomado por Néstor Sánchez, 6 de junio de 2020. Testimonio 10. Tatiana Mendoza. Tomado por Nataly Silva, 6 de junio de 2020. Testimonio 12. Andrés Benoit. Tomado por Ana Toro, 3 de junio de 2020. Testimonio 13. Jhon Fonseca. Tomado por Diana Torres, 5 de junio de 2020. Testimonio 16. Leonardo Ramírez. Tomado por Jorge Tostado, 12 de junio de 2020. Testimonio 18. German López. Tomado por Ana Valdiri, 3 de junio de 2020. Sigue con su mirada fija en el letrero, mientras degusta una saludable brocheta de frutas que ofrece el evento durante el receso de la mañana del primer día. De repente, algo distrae su atención, pues observa una cara conocida que le saluda desde lejos. Es Liliana, una joven y emprendedora fisioterapeuta con quien tuvo la oportunidad de trabajar en algún momento de su vida. Liliana sale de entre la gente y le dice: Cartagena 2024. Una sinécdoque de la pandemia en colombia1 —¡Ernesto, ¡qué gusto volver a verte! Gloria Isabel Bermúdez Jaimes 2 En el lobby, contiguo al salón de conferencias de un prestigioso hotel de la ciudad de Cartagena, el doctor Ernesto observa el cartel que anuncia el XXV Congreso Internacional de Salud Integral: Transformaciones en el quehacer del profesional de la salud después de la pandemia. Cartagena, abril 22, 23 y 24 de 2024. Este es el motivo que lo llevó a visitar esta encantadora ciudad, una vez más. El cansancio del viaje aún se nota en sus ojos. Llegó la noche anterior, en el último vuelo, y apenas pudo descansar un rato, pues sus múltiples compromisos como director del centro de investigaciones de un reconocido hospital universitario de Bogotá, no le permitieron llegar antes. Ernesto es un médico bogotano de edad madura, bastante reconocido por sus colegas, gracias a su buena reputación como experto y mentor. Asiste al evento como conferencista por invitación directa del comité científico. —Lo mismo digo Lili, ¿cómo estás? —¡Muy bien doc! Tú me conoces y sabes que siempre estoy en busca de la actualización permanente, por eso hice el esfuerzo de venir, no quería perderme este importante evento. ¿Qué tal te ha parecido? Yo, estoy fascinada. Apenas he visto un 1. Esta crónica ha sido construida a partir de los relatos de Martha, Susán, Natalia, Alejandra, Catalina, Lucía, Diego, Jesús, Claudia, Edwin, Daniela, Lizeth, Andrés, Carolina, Luz Marina, Victoria, Mateo, José, Camilo, Cristian, Claudia Milena, Joan, Laura y la doctora. Sus historias son en esta crónica, una sinécdoque de todas las historias de médicos, enfermeras, terapeutas, cuidadores y personas enfermas, que vivieron la pandemia de la COVID-19 entre los meses de mayo y junio de 2020 en Bogotá, y otras ciudades de Colombia. 2. Fonoaudióloga y magíster en Discapacidad e Inclusión Social de la Universidad Nacional de Colombia. Candidata a doctora en Estudios Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Directora de Investigaciones de la Fundación Universitaria Escuela Colombiana de Rehabilitación. Correo electrónico: isabelbermudezjaimes@gmail.com 127 Carlos Arturo Reina Rodríguez par de conferencias y ya puedo decir que me llevo muchos aprendizajes. ¿Viste la agenda de los tres días? Está muy sólida, no quiero perderme ninguna conferencia. Cinco años después de la pandemia los aprendizajes son muchos, igual que los retos. Pero también es interesante mirarla en retrospectiva y reflexionar sobre lo vivido. ¿Quién de nosotros se iba a imaginar que la vida nos iba a cambiar tanto en el plano profesional, y que los retos de la pandemia generarían transformaciones, no solo en nuestro actuar, sino al propio sistema de salud? —Así es Lili, —responde Ernesto—. Precisamente vengo a presentar la experiencia del centro de investigaciones que dirijo… fue la primera iniciativa público-privada en el país, posterior a la pandemia, que se dedicó a la investigación médica y al tratamiento integral de enfermedades infecto-contagiosas. Ahora tenemos nuestro propio laboratorio de biología molecular y somos pioneros en la investigación farmacéutica en Colombia. 128 —Después de la pandemia, uno de los aprendizajes más importante para el país, fue que un sistema de salud como el que teníamos, soportado exclusivamente como un negocio privado, era ineficiente e incapaz de atender una emergencia sanitaria como la que vivimos en 2020. La alta tasa de infección y la muerte de profesionales sanitarios que se produjeron por la falta de recursos de hospitales y clínicas para proveerles los implementos de bioseguridad necesarios para atender la pandemia, sumado a las precarias condiciones laborales en las que estaban, fueron el caldo de cultivo perfecto para la posterior crisis de oferta de profesionales de la salud que enfrentó el país. Ernesto respiró profundo, mientras hablaba con tono apesadumbrado —Durante la pandemia, muchos tuvieron que recibir atención psicológica, y en algunos casos, psiquiátrica, para superar la depresión, la ansiedad y el estrés que les causaba el riesgo al contagio, y el riesgo a contagiar a sus seres queridos. Saber cada semana de la muerte de un colega, experimentar el rechazo de la gente en la calle, y ver morir decenas de personas todos los días, fueron cargas emocionales demasiado fuertes para muchos. Sin mencionar el declive en matrículas de nuevos aspirantes a médicos y enfermeras. Muchos jóvenes relacionaron las profesiones con el riesgo de muerte, la precariedad laboral y discriminación social. —Aún recuerdo la angustia de enfermeras y médicos que se sentían culpables por la posibilidad de llevar el virus a sus casas. Muchos vivían con sus padres, adultos mayores con diabetes e hipertensión, patologías que solían complicar mucho los padecimientos del virus. Como la duración de los turnos se incrementó, muchos dejaron de ver a su familia, de tener tiempo para divertirse un poco, de las pequeñas fugas que hacían soportable un trabajo duro e ingrato como el nuestro. Crónicas de una Pandemia —Algunas de las bacteriólogas, que hoy trabajan conmigo en el centro de investigaciones, me cuentan cómo perdían la noción del tiempo durante los primeros meses de la pandemia, debido a que sus turnos se triplicaron, pues se requerían cientos de pruebas PCR diariamente. Sus días y noches trascurrían en el laboratorio, y durante meses, la vida se les redujo a eso. en la descentralización de los procesos de diagnóstico molecular en el país. —¡Sí doc! —respondió Liliana tratando de animar la charla—. Afortunadamente, de toda crisis nace una oportunidad. Hace cinco años parecían una fantasía los centros de tele-medicina y tele-rehabilitación que hay hoy en el país, y el desarrollo tecnológico y cobertura de los que disponemos ahora. Para muchos era inimaginable que pacientes crónicos tuviesen derecho a recibir sus medicamentos a domicilio sin costo adicional, y que esto lejos de ser una carga para el sistema, contribuyera a la eficiencia en el suministro y el seguimiento a la prescripción, que hacen los farmaceutas. Ahora esa información es supremamente valiosa para la investigación, como lo mencionó la farmaceuta en su ponencia. —En eso me parece que está el logro del documental que presentó la escuela de medicina de Bogotá. Retrata con crudeza el día a día de los profesionales de la salud que atendieron la emergencia en primera línea. Medirse la temperatura corporal al menos dos veces cada día, higienización de las manos con alcohol o gel antibacterial recurrentemente y toda la rutina y la indumentaria para la atención de los pacientes: el uso de gorro, tapabocas y polainas, el recurrente lavado de las manos una y otra vez: al ingresar al servicio, antes de entrar en contacto con el paciente, y también entre paciente y paciente. Tener que cambiarse el uniforme de calle al salir. El uso del tapabocas N95, bata, doble par de guantes… En fin, toda esa rutina tan jarta, pero, ¡¡¡necesaria!!! ¡¡¡Lo que se sufría con el N95!!! Es cierto que tiene mejor sellado en la cara, pero por eso mismo aumentaba la incomodidad, las tiras del tapabocas aprietan, presionan y lastiman la piel. La molestia de las monogafas, el 129 peso de la careta que lastima la cabeza. Soportar el acaloramiento y la incomodidad por un poco de seguridad. Antes, la única preocupación era proteger al paciente, con la pandemia, —¿Sabes doc?, me resultó increíble escucharle decir que al inicio de la pandemia tuvieron que llamar a más de diez mil pacientes crónicos que recibían tratamiento farmacológico permanente. Fíjate cómo el desabastecimiento farmacológico que se produjo para la época, fue lo que logró que las alianzas público-privadas invirtieran en la industria farmacéutica local, e impulsó los importantes avances que tenemos en la actualidad Ernesto asiente con la cabeza, —sin embargo, —dice—, no hay que olvidar el esfuerzo humano y el precio en salud mental que esto tuvo, no solo para los profesionales de la salud, sino para toda la población en general. Carlos Arturo Reina Rodríguez a esa preocupación se sumó el miedo a que el paciente nos contagiara. ¡Que ironía…! Y pensar que ahora ese es el protocolo permanente. —Todavía recuerdo la tortura del retorno a casa: dejar el morral y la ropa en la entrada, y el riguroso e infaltable baño para contrarrestar cualquier riesgo de esparcir el virus. Para muchos colegas hubo algo mucho peor: el distanciamiento obligado de la familia, dejar de ver a los familiares por mucho tiempo, aún en fechas especiales. Y los pequeños detalles: desde diferenciar la loza y el jabón que usaban hasta usar tapabocas todo el tiempo, ¡¡¡incluso en su propia casa…!!! A muchos se les afectó el sueño, porque incluso en la comodidad de la casa, les abrumaba la idea de que el siguiente día todo se repetiría, como en un mal sueño que se repite al infinito. Yo tuve colegas amigos que decidieron alquilar habitaciones cerca a los hospitales y clínicas en las que trabajaban para evitar cualquier riesgo de contagio para su familia. No poder ver a sus hijos, a sus parejas, a sus padres, les partía el corazón. Y todo ese esfuerzo no se compensaba más allá del deber cumplido, pues ni siquiera la gente reconocía estos esfuerzos y por el contrario se tenía que vivir con el estigma de ser considerado peligroso para los otros. 130 —Era doloroso experimentar el rechazo en las calles y el señalamiento de que fuimos víctimas por parte de vecinos y transeúntes. —Esas personas no tenían cómo saber la carga que representaban las intensas horas de trabajo, el llanto ante la impotencia por cada vida perdida, las marcas en el rostro, las alergias en la piel, la resequedad en las manos por el uso permanente del gel, y todas las demás molestias que generaba llevar los implementos de bioseguridad durante más de doce horas. —Creo que el documental también acierta en retratar la crudeza de las escenas en las que los enfermeros y auxiliares de enfermería, haciendo uso de celulares y tabletas, eran la única alternativa que tenían los familiares de los enfermos de la COVID-19 para comunicarse con ellos. Escucharlos relatar lo duro que les resultaba oír el llanto de las familias y ver en sus rostros la tristeza y el dolor ante la imposibilidad de poder verlos personalmente, y aún peor, saber que tal vez esa sería la última vez que lo verían vivos. Todo eso me volvió a quebrar el corazón, y hasta creo que un par de lágrimas salieron de mis ojos. En retrospectiva, aún me sigo preguntado: ¿cómo lo logramos? Liliana escucha conmovida el relato de Ernesto y guarda silencio por unos segundos… —Si, es impresionante la capacidad de resiliencia, —dice— la inmensa creatividad que tuvimos que generar para solucionar los problemas logísticos que enfrentábamos día a día, por el desabastecimiento de implementos de bioseguridad, de medicamentos, de UCI y tantas otras cosas. Creo que en la pandemia Crónicas de una Pandemia se demostró esa capacidad de respuesta en emergencia que siempre hemos tenido, pero también nos obligó a fortalecernos en la solidaridad. Muchos psicólogos tuvieron que aumentar su consulta durante la pandemia con el acompañamiento a los profesionales de la salud que atendíamos a los enfermos de COVID-19 y a sus familias. Ese tema de la salud mental fue muy complejo entonces. Lo notaba la psicóloga que hizo su ponencia sobre el tema. Todos los esfuerzos que ella y sus colegas tuvieron que hacer para dar soporte emocional al grupo de profesionales de la salud de la clínica en la que trabajaba en ese entonces. ¿Recuerdas que comentó que tuvo que recurrir a un montón de estrategias?, yoga, ejercicios de relajación y motivarles leyendo las cartas que enviaban familiares de los pacientes recuperados agradeciendo su esfuerzo y dedicación. —Claro que sí, —interrumpe Ernesto— de esa ponencia recuerdo el énfasis que hizo en los duelos no resueltos de los familiares de las personas que murieron por COVID-19. La incredulidad que había en cada familia, la decepción por no poder ver el cuerpo sin vida de aquel ser querido, de no poder despedir al difunto y no poder hacer un funeral… Todos esos duelos aplazados, todas esas pérdidas que se mantienen activas por no poder lidiar con las palabras no dichas y las despedidas omitidas… —¡Y todo ese incremento de la violencia intrafamiliar! —menciona Liliana con bastante énfasis—. Muy duros, esos relatos. Se me erizó la piel con las historias de los niños y las mujeres que tuvieron que soportar maltrato físico y psicológico. El aumento de las alteraciones de sueño no solo en adultos, sino incluso en los niños. Todos los problemas de convivencia que resultaron. Por fortuna, también recupero algunas cosas positivas, por ejemplo, cómo gracias al confinamiento los padres se comprometieron más con las tareas de sus hijos. Cómo, de algún modo, aprendimos a ser más resilientes, resolutivos y asertivos. Ernesto la mira para asegurarse que ha terminado de hablar. Ella le sonríe y toma un sorbo de la bebida aromática que tiene en su mano. Entonces, tratando de sostener la conversación un rato más. —Lo de la tele-medicina tampoco fue sencillo, —subraya Ernesto—. Al principio nos costó mucho trabajo a todos. En mi caso, por ejemplo, estaba acostumbrado a tener el 90% de las consultas presenciales. Para mí, el diálogo y el contacto personal con el paciente eran esenciales para el diagnóstico y el asesoramiento propio de cada consulta. Es que todo comunica, la forma de caminar, cómo se mueven, los gestos, todo lo que se expresa con el lenguaje corporal y que ayuda en la consulta. En la tele-consulta telefónica, ese recurso se perdió. Escuchar al paciente y tratar de extraer a través de preguntas la mayor can- 131 tidad de información verídica posible era la única alternativa. Yo tenía muchos pacientes adultos mayores que no tenían acceso a la tecnología, o que experimentaban dificultades para usarla, Carlos Arturo Reina Rodríguez eso hizo que dejara de ver a muchos de ellos durante el tiempo que duró la pandemia. ¡Y las sorpresitas que me encontré cuando los volví a ver! Muchos pacientes con sobrepeso y enfermos, relatándome cómo habían dejado de tomar sus medicamentos porque no tenían forma de reclamarlos, pues se habían agotado y nadie les ofrecía alternativas. O porque el sistema, en lugar de agilizar y facilitarles el suministro, incrementó y complejizó cada trámite. —Algunos de mis pacientes con fibromialgia y dolor crónico, no pudieron volver a practicar actividad física por el cierre de los gimnasios. El sedentarismo facilitó la aparición de diferentes malestares: dolores de cabeza, espalda, trastornos del sueño, depresión, en fin… Aún hoy estamos lidiando con las secuelas de la pandemia en la salud de muchos pacientes. 132 —Para mí, —dijo Ernesto serio y sentencioso— la pandemia fue como una fotografía antigua, de esas que se hacían con un flash enorme, pues iluminó la realidad del país, para mostrar muchas de las deficiencias de nuestro sistema de salud, que hasta ese momento eran asumidas como realidades poco relevantes y propias del negocio. Adultos mayores desatendidos que dependían exclusivamente del apoyo de sus familiares más cercanos. Esos hijos, nietos, hermanos y padres que antes de la pandemia se defendían como podían entre el rebusque y el cuidado de su familiar enfermo, pero que a partir del aislamiento perdieron sus trabajos o vieron cerrarse la posibilidad de conseguir ingresos como lo hacían antes. Personas que se habían vuelto expertas en derechos de petición y en trámites administrativos engorrosos porque sabían que era la única forma que tenían de acceder a sus derechos como pacientes o beneficiarios del sistema. —¿Sabes?, es de ese tema justamente, de ese segundo aprendizaje que nos dejó la pandemia, del que voy a hablar en la ponencia que traigo a este evento. Las cifras de comorbilidad asociadas al COVID-19 que en su momento generaron la mayor cantidad de muertes por esta causa en el país, nos demostró la necesidad de avanzar hacia una medicina fundamentalmente preventiva. Siempre lo supimos, pero nunca tuvimos las herramientas para demostrarle al sistema, y a sus administradores, que la atención primaria no representaba un gasto, sino más bien una inversión a futuro. Es que a la gente había que enseñarle a recurrir al médico, no solo cuando ya están enfermos o cuando ya es demasiado tarde para pensar en una cura. —Esta es, para mí, tal vez la mayor transformación de la práctica médica hoy. En el Centro de Investigaciones hemos iniciado estudios longitudinales, que implican análisis genéticos desde edades tempranas y seguimiento preventivo. Estamos desarrollando programas de formación a los pacientes y a sus familias para que aprendan a llevar estilos de vida saludables, basados en sus propias realidades, en sus condiciones de salud y ajustados a sus condiciones económicas y a sus labores cotidianidad. Crónicas de una Pandemia ¡Y lo mejor!, esto lo pagan sus EPS. Con una leve sonrisa cómplice, Ernesto mira a Liliana y termina su intervención señalando: —Si alguien me estuviera diciendo esto hace cinco años, no se lo habría creído. Pero como bien dices: “de toda crisis, nace una oportunidad”. Liliana lo escucha con atención y recibe casi como una deferencia las palabras de Ernesto. Sabe muy bien que él no suele usar ese tipo de expresiones, pues las considera lugares comunes que suelen usarse para trasmitir un falso positivismo frente a situaciones críticas, como si esto fuera una forma de quitarle relevancia a la magnitud del drama que representan, generando un peligroso conformismo en la gente. Luego dice: —Pues te cuento que mi ponencia de mañana en la tarde tiene algo que ver con eso. —¿Te refieres a la tele-medicina? —pregunta Ernesto interesado—. —Tele-rehabilitación, más exactamente —precisa Liliana—. —¡Qué bien!, ¿por qué no me adelantas algo? —le dice Ernesto, y sonríe—. —¡Ja, ja, ja¡, por supuesto, pero es mejor que la veas, porque tengo videos y testimonios de apoyo muy interesantes —le responde Liliana—. —¡Pero por supuesto! Prometo que estaré en primera fila, ¡cómo no! —dice sin dejar de sonreír—. —¡Ja, ja, ja¡, eso espero doc, —le dice con tono cómplice e imperativo—. —Pero bueno doc, ya hablando en serio, lo que abordaré es la experiencia de los terapeutas que hacíamos atención domiciliaria antes de la pandemia, y cómo la pandemia forzó a realizar tele-rehabilitación. Mostraré cómo esas primeras experiencias fundamentaron los códigos de ética profesional respecto a la práctica de la tele-rehabilitación, y haré referencia al amplio dossier de instrumentos que existen hoy en día para la habilitación y funcionamiento de los centros integrales de tele-rehabilitación que tenemos en varias regiones del país. —¿Sabes doc?, al principio de la pandemia, fue difícil para muchos terapeutas seguir trabajando como lo hacían antes, pues muchas familias les negaron la posibilidad de atender a los pacientes en sus domicilios por el temor de contagio por el virus. Asumían que, por ser profesionales de la salud, íbamos a contagiarles. Los pocos que accedían eran desconsiderados, desconfiados y hasta irrespetuosos. Hubo que considerar la tele-salud y la tele-rehabilitación. Aprender a sistematizar las evoluciones que la mayoría solíamos llenar a mano, compartir con 133 el paciente y sus familias los reportes vía correo electrónico. Esperar que los leyeran y los aprobaran, pues ya no se trataba Carlos Arturo Reina Rodríguez solo de poner una firma. Además, no podíamos usar cualquier plataforma tecnológica, ya que las regulaciones existentes exigían aplicación de la ley de habeas data para proteger, tanto al paciente como a los profesionales. Tuvimos que implementar otro tipo de protocolos terapéuticos, como enviar a los padres antes de la terapia, y con el suficiente tiempo de anticipación, una lista con los materiales e implementos que requeríamos para la sesión de trabajo con sus hijos. —En mi presentación, doc, para ilustrar esto, voy a hacer especial énfasis en el papel preponderante que tienen los padres y demás familiares en estos procesos, tanto con niños como con adultos. Y voy a compartirles el testimonio de una compañera terapeuta ocupacional, que nos contará cómo tuvo que modificar sus procesos terapéuticos y empezar a hacer uso de los objetos de la casa de sus pacientes para reemplazar los instrumentos con los que contaba en su consultorio, sobre todo para trabajar el proceso de integración sensorial con los niños. 134 —Nos va a contar cómo tuvo que hacer uso de una silla convencional para reemplazar el caballete o el balancín que usaba en el consultorio. Hablará del reto que le representó aprender a manejar los espacios de la casa de cada niño como parte de la terapia, y también comenzar a incorporar a los padres de familia mucho más, comprometerlos con el proceso terapéutico de sus hijos y llegar a ver cómo se empoderaban en la búsqueda conjunta del logro de los objetivos de intervención. Cosa que en su práctica previa a la pandemia, pocas veces vio. —¿Sabes? Antes de la pandemia los terapéutas que hacían antención domiciliaria eran considerados como de menor relevancia. Existía el prejuicio de que el profesional que atendía en consultorio tenía un mayor status y que tenía a su disposición todos los desarrollos técnicos y tecnológicos necesarios. Pero la pandemia nos enseñó a valorar la capacidad de estar preparados para prestar el servicio en cualquier circunstancia y con cualquier tipo de paciente. —¡Claro! Al principio las condiciones eran precarias, y hay que decirlo, hubo mucha improvisación. Pero hoy en día las cosas han cambiado. Contamos con plataformas robustas y seguras para brindar servicios de tele-rehabilitación que cumplen con todos los estándares de calidad exigidos. Los desarrollos tecnológicos en el campo son bastante significativos, se ha desarrollado software para el automonitoreo y el monitoreo remoto de los logros de los pacientes. Además, gracias a la Big-Data y a los sistemas de geo-referenciación es más fácil usar toda esta información con fines investigativos. —Hoy en día podemos saber cuál es el promedio de duración de una terapia de tele-rehabilitación, cuál es el promedio en número de sesiones y horas de trabajo terapéutico que tarda un paciente en alcanzar una meta de intervención, y esto, se- gún su edad, género, patología, o cualquier otra variable que nos interese analizar. —También les mostraré con evidencia, cómo estamos llegando a regiones del país donde antes de la pandemia, los servicios de rehabilitación eran precarios o inexistentes. En las regiones apartadas las personas ya no dependen de un solo profesional que se tenía que volver experto en todo y que trabajaba con las uñas. Ahora los mejores terapeutas orientan el trabajo de sus colegas en los procesos de rehabilitación de miles de personas en todo el país. Y aunque desde la época ya se sabía, hoy tenemos suficiente evidencia para demostrar que los resultados de la tele-rehabilitación son iguales, y en algunos indicadores, aún mejores que la terapia presencial. —¡Ay Dios!, todo esto me emociona, eso hace que todo suene perfecto, y, pues la verdad, no es así. Falta mucho por hacer y, lamentablemente, la corrupción sigue siendo la principal barrera para la cobertura y la calidad. Pero estamos avanzando y vamos bien. —Muy interesante y muy prometedor, sobre todo —asiente Ernesto—. Recuerdo el revuelo de los gremios en la época ante la posibilidad de que los estudiantes de último semestre hicieran prácticas de tele-rehabilitación y así poder graduarse pronto, pues la sociedad los necesitaba. El tema de si alcanzaban o no las competencias, y todo ese debate. —Sííí, ese debate sigue vigente, hay que decirlo, —señala Liliana mirándolo fijamente. Ernesto también la mira, parece estar esperando que ella agregue más argumentos, pero luego se percata que el tema ha terminado, entonces decide continuar sosteniendo su mirada sin decir nada—. Por un par de segundos, Ernesto y Liliana hacen silencio, mientras recuerdan cada uno para sí, que su vínculo alguna vez, no fue sólo laboral. Pero de eso, aún les resulta difícil hablar. Entonces Ernesto mira su reloj y dice: —¡Uy, mira la hora!, ya es tiempo de retornar a la sala de conferencias. No quiero perderme la del médico ancestral. Mientras exhala con tranquilidad, casi que agradeciéndole haber buscado la forma de salir de la tensión previa, Liliana le pregunta: —¿Te refieres al que viene del cabildo indígena del Tolima? —¡Sí! El mismo, —dice Ernesto— me causa mucha curiosidad el papel que cumplió la Guardia Indígena en la contención del virus en la primera parte de la pandemia, los caciques Calarcá y los caciques Gaitana. Leí en una entrevista que les hicieron, que fueron tres meses de guardia constante. Más de seiscientos guardias en puestos de control durante las veinticuatro ho- 135 ras del día, primero desde el territorio de Ibagué, luego en el Espinal, después en el Guamo, e incluso en territorios del Huila. “Una resistencia desde lo propio”, decían los guardias. Carlos Arturo Reina Rodríguez —Ah, sí —dice Liliana—. Pues honestamente, no estoy muy enterada de la experiencia. Pero si he sabido de toda la corriente de medicina ancestral, basada en el principio de la solidaridad, que tomó fuerza a partir de las enseñanzas de los moanes y médicos ancestrales de la región, luego de la pandemia. Incluso, alguna vez escuché una historia sobre cómo hubo dificultades para llevar a cabo el consejo de moanes quienes solían encontrarse con cierta periodicidad para hacer intercambio de conocimiento. Supe que eso les implicaba viajar desde diferentes territorios, y pues, todo eso se vio afectado en 2020 por las restricciones de movilidad que el Gobierno Nacional impuso en esa época. Además, ellos mismos tomaron la decisión de no realizar la asamblea y cerrar fronteras para evitar la propagación del virus entre el pueblo pijao. Luego de eso, vino todo el trabajo espiritual y el trabajo a través de la medicinal de los moanes para proteger el territorio. 136 Emocionado por el tema, Ernesto afirma: —Es justamente por eso que quiero escucharlo, pues leí que ellos, igual que nosotros los médicos tradicionales, encontraron en la pandemia una oportunidad para recuperar el énfasis preventivo de su medicina. Ellos lo llaman: “fortalecer el cuerpo… equilibrar el calor del pijao”. Tiene que ver con hábitos de alimentación, con la forma en que se cultiva el alimento, y con el uso de plantas medicinales por parte de la comunidad. Para ellos, el intercambio de conocimiento entre sus moanes ha sido siempre la clave de sus avances en el conocimiento médico… ¡qué curioso! Justamente lo que estamos haciendo hoy aquí. Liliana mira la programación del evento que tenía en la mano, y señala con el dedo, mientras lee en voz alta, diciendo: —Creo que es por eso que ha decidido venir. Mira lo que dice la reseña de su ponencia: “queremos compartir con los asistentes este proceso de la resistencia del pueblo pijao en el marco de la pandemia generada por el COVID-19, para que sea una herramienta para todos, para dar a conocer cómo vivimos en esos tiempos en las comunidades, en los territorios. Para continuar sembrando la vida”. —Pues no se diga más, —dice Ernesto bastante animado—. Vamos y escuchamos juntos la conferencia. Y después, nos tomamos un café para continuar esta interesante charla, ¿qué dices? Liliana sonríe levemente, al tiempo que baja la mirada, toma a Ernesto del brazo y lo dirige sutilmente hacia el auditorio, diciendo: —¡Tal vez!, por lo pronto, entremos y tratemos de conseguir una buena ubicación. Crónicas de una Pandemia infancia. Los textos expuestos a continuación hacen parte de las narraciones cotidianas que han experimentado algunas familias en medio de una pandemia que ha cambiado e instaurado nuevas formas de cuidado y afecto con sus hijos. Crónicas de crianza: los ritmos que marcan la vida Mónica Yasmín Cuineme Rodríguez1 La crianza es una actividad que hace parte de las prácticas sociales que se desarrollan en cada cultura, el cuidado del otro ha estado enmarcado desde las diferentes cosmovisiones que encierran creencias e instauran rituales alrededor del ciclo de la vida. La llegada de un nuevo integrante a una comunidad es un acontecimiento que irrumpe en la cotidianidad, el aceptar la crianza de un hijo implica transformar y adecuar los ritmos de la vida y disponer de todos los esfuerzos para desarrollar las habilidades, capacidades y habilidades de los niños. Alrededor de la crianza se construye un conglomerado de saberes que son transmitidos por medio de diferentes rituales que acompañan cada etapa de la vida. Durante la gestación, el nacimiento y la edad escolar se tejen diferentes momentos que encierran múltiples creencias y prácticas alrededor de la La fiesta de la vida: de la soledad a la integración con otro ser La gestación es una etapa en la vida de algunas mujeres que representa la compañía, el vínculo y la posibilidad de tener raíz. El gestar la vida abre unas infinitas posibilidades de nuevos inicios. El cuidado de la gestación involucra creencias, valores y diferentes prácticas tradicionales que se encaminan a proteger la salud tanto de la madre como de su hijo. Cuando la estudiante universitaria Leydi Paola Sepúlveda (2020) se enteró de que estaba embarazada despertaron en ella muchos sentimientos encontrados, el temor de contarle a la familia, la responsabilidad y la emoción de ser mamá, de dar vida. Desde ese momento cambiaron las dinámicas cotidianas para adaptarse a ser mamá, iniciar los controles médicos por parte de la EPS, 1. Doctoranda en Educación, magíster en Investigación Social Interdisciplinaria y licenciada en Básica Primaria de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Especialista en docencia Universitaria de la Universidad Cooperativa de Colombia. Profesora en propiedad y miembro de la Misión de Educadores y Sabiduria Ciudadana de la Secretaría de Educación Distrital. Correo electrónico: mycuineme@gmail.com 137 Carlos Arturo Reina Rodríguez asistir a los talleres de maternidad, en donde la orientaban sobre los cuidados que se deben tener en el embarazo, los derechos sexuales y reproductivos. Entre esos ires y venires se configuraron rutinas que empezaron hacer parte de la vida diaria, ir a la universidad, llegar a la casa realizar los quehaceres propios del hogar, hacer los trabajos, visitar a los amigos, encontrarse con la familia continuar con el ritmo del diario vivir. Para Leydi uno de los momentos más hermosos que vivió en su gestación fue cuando se realizó la ecografía de los cuatro meses y se enteró de que era un niño, pero a los pocos días llegó la cuarentena. Con la llegada de la pandemia en el confinamiento todo se dio de manera diferente para Leydi, el pensar en el riesgo del virus, estar preocupada por lo que le pudiera pasarle a ella y a su bebé, tener miedo y angustia por la incertidumbre que despierta el estar bajo una amenaza invisible con un virus microscópico que afecto a toda la humanidad dejando muerte a su paso. 138 Todo cambió en el embarazo de Leydi, al estar encerrada y no poder salir a caminar, hacer ejercicio porque siempre sentía miedo que la gente se le acercara. Otro aspecto que varió fue el de las citas médicas las cuales cambiaron de presenciales a virtuales, limitado mucho los aspectos de salud, esta situación generó angustia y molestia ya que al no poder ir con tranquilidad al médico y saber que estaría sola en momentos vitales de su embarazo como las ecografías y el parto ya que por cuestiones de salubridad su esposo no la podía acompañar. Un momento vital al tiempo que familiar muy importante para ella, la espera durante el embarazo, los preparativos del baby shower, ese espacio de encuentro en donde los familiares y amigos se reúnen para dar la bienvenida al bebé, donde se llevan presentes y de todo se dispone para la preparación del parto. Pero el momento se torna triste al imaginar esta fiesta de llegada para el primer hijo y no poder realizarlo de manera normal con su familia. “El compartir con todos es difícil, desde el hecho que la gente te venga a ver sin el miedo de que traigan algo más con el regalo, de estar uno como en esa prevención constante” (Testimonio número 1, 11 de junio de 2020). Leydi piensa que la maternidad después de la pandemia va a ser un proceso de aprendizaje que se debe construir junto con su esposo, cuando nazca el bebé va hacer un reto: el ser mamá por primera vez, tener la responsabilidad del cuidado de un ser que depende de ella sin las orientaciones, enseñanzas y consejos que se heredan de las madres o abuelas frente al ejercicio de la maternidad, dado que tanto la madre como la abuela murieron, lo cual ocasiona la ruptura en la transmisión de los saberes frente al cuidado del cuerpo recién parido, el fajarse y volver a tener el cuerpo de antes y los consejos de la crianza. Desde esta nueva realidad la cual está construida desde los miedos, la prevención, la desconfianza y la sobreprotección, va hacer más difícil la maternidad ya que implica otras formas de cuidado y protección. Crónicas de una Pandemia La vida de Eliana Ortiz (2020) antes de la pandemia era la vida de una mujer soltera: vivía sola, salía mucho, trabajaba, hacía ejercicio todas las mañanas iba al gimnasio a hacer ejercicio una rutina de una hora, salía con las amigas del gimnasio a desayunar, luego entraba a trabajar, salía en la tarde a tomar café con amigos, cada ocho días salía a restaurantes, y a fiestas, era un ritmo de vida social muy activa. Al conocer el diagnóstico de embarazo, la vida de Eliana cambió muchísimo: ella se enteró de su estado cuando empezó la pandemia, entonces se aisló en el apartamento, y tuvo que dejar el cigarrillo, el licor, y la vida social, y con estos cambios la de su alimentación debido a que empezaron los malestares, el vomito, los antojos y lo demás cambios que se producen el cuerpo y en las emociones. El aislamiento fue total ya que con el virus en el estado de embarazo se requiere más protección. El papá del bebé de Eliana se fue a vivir con ella e iniciaron el proceso de convivencia y la construcción de familia a partir del establecimiento de rutinas como levantarse, hacer el desayuno, el almuerzo, compartir los oficios del hogar lavar, limpiar, organizar y las demás cosas que se hacen parte de la cotidianidad familiar. El embarazo cambió por completo la vida de Eliana, atrás quedaron los encuentros con las amigas y la fiestas, lo cual ocasionó un choque muy grande en sus ritmos de vida. Ahora es diferente conformar una familia es un proceso de dedicación. Para Eliana la vida después de la cuarentena es un poco incierta, genera susto y angustia, porque siente que debido a la pandemia la vida social va a cambiar, el miedo latente de que alguien la contagie y se ponga en riesgo el bebé, es terrible, así como pensar que se debe restringir las visitas, el baby shower, y el momento familiar de presentar al bebé cuando nazca, esos espacios sociales ya no van a estar. El nacimiento: la llegada El nacimiento de un bebé no es solo un acto biológico, el nacer dentro de una cultura tiene diferentes significados según el grupo social al cual se pertenezca, de esta manera se configuran las prácticas de cuidado y las diversas representaciones alrededor del nacimiento. Dentro del ciclo de la vida el nacer da paso a un nuevo inicio que se va tejiendo de manera cuidadosa desde las vivencias cotidianas que marcan rutinas alrededor de la crianza. El bebé de Laura Camila Niño (2020) nació en pleno pico de contagio, a las ocho meses, a pesar de los agüeros de los natalicios ochomesinos, fue un parto normal, pero el bebé tuvo la bilirrubina alta y por eso lo dejaron hospitalizado, Laura no tenía que usar tapabocas y lo alzaba sin ningún problema, lo desvestía, lo cambiaba, le daba de comer, casi todo lo hacia ella 139 porque entre menos contacto tuvieran las enfermeras con el bebé era mejor. Al ingresar el papá tenía que usar tapabocas y tener todas las medidas de bioseguridad. Carlos Arturo Reina Rodríguez Después de que le dieron salida siguieron los controles por nacer el bebé antes del tiempo, cada semana tenía que salir con tapabocas y guantes, la cita era a una hora determinada y muy exacta, los encuentros con el pediatra eran muy rápidos, casi no lo cogía para examinarlo escasamente los piecitos, el pediatra se desinfectaba antes y después de cada consulta, también desinfectaba la camilla y la báscula. La pandemia ha sido una experiencia traumática, saber que hay un virus afecta psicológicamente porque se piensa que el de al lado tiene el virus, salir así con el bebé es muy complicado y estresante, cuando hay que salir a la calle no se le quita el plástico del coche, salir implica tener miedo de rozarse con alguien, estar pendiente de las personas que no llevan tapabocas, del que tose, del que se pasa la mano por la nariz, es una situación muy complicada. 140 Fanny Patricia Ovalle (2020) tenía muchas expectativas frente al nacimiento de su hijo, estaba muy tranquila en casa, podía asistir a los controles sin ningún problema, se desplazaba con tranquilidad desde su casa al médico para realizar los controles. Su vida transitaba con la normalidad que configuran las rutinas que se construyen en el diario vivir. La niña asistía al colegio diariamente, el esposo iba hasta la oficina a trabajar, en general la vida transcurría muy tranquila, y todo giraba en torno al cuidado del embarazo. La bebé nació el 14 de marzo de 2020, fue un nacimiento sin complicaciones durante la labor de parto, así que no tuvo que estar mucho tiempo en la clínica y pudo volver rápidamente a casa, bajo los cuidados del esposo el cual gozaba de la licencia de maternidad. Fanny recuerda que el domingo 15 de marzo de 2020, el Gobierno decreta que ya no se van a realizar clases en los colegios ni en las universidades y una semana después se inicia el ejercicio de simulacro de la cuarentena. En ese momento ella se encontraba en casa, pero empezó a sentirse un poco intranquila y angustiada frente a lo que iba a suceder, pues sumado a los riesgos de salud estaba latente el tema económico, al pensar que su esposo pudiera perder el empleo y con la llegada de la nueva integrante se iban a incrementar los gastos. Las primeras tres semanas fueron bastante difíciles, lloraba y se sentía muy deprimida y angustiada frente a lo que iba a pasar, sentía un poco de culpa por haber traído una vida a un mundo que ya no es el mismo, con la incertidumbre de lo que puede suceder, sin contar con las condiciones sociales, económicas y ambientales para el desarrollo de una vida tranquila y feliz de las nuevas generaciones. La maternidad durante la pandemia ha sido una etapa llena de contrastes, se siente felicidad por dar vida por el hermoso regalo que hace parte de una familia muy hermosa, pero a veces se Crónicas de una Pandemia siente miedo y angustia de pensar que no se le está brindando lo necesario y de la incertidumbre de pensar cómo van a ser las condiciones de vida que le esperan al bebé. Sumado a esto, el saber que no podía recibir visitas y que la mamá no podía ir a cuidarle la dieta y estar con ella, su apoyo durante ese tiempo, ha sido su esposo, él ha estado bastante pendiente y es quien ha asumido la labor de cuidado. Después de esta pandemia Fanny considera que más allá de la pandemia, de la situación de salud que está viviendo en el mundo, se dejan ver otro tipo de cosas, otras dimensiones como la social, la económica, y la emocional que van a afectar la las dinámicas de interacción con otros, la desconfianza que genera el estar afuera. La preocupación constante por quién va a poder cuidar al bebé, pues antes de la pandemia se había acordado con la persona que lo iba a cuidar y llevarlo hasta su casa, pero ahora, es peligroso subirse en transporte público y sacar al bebé es preocupante, de igual forma si la persona viene, se debe realizar el protocolo de aseo para poder acercarse al bebé, así que después de la cuarentena ya nada va a ser igual, ya quedaron instaurados los miedos y es desde la desconfianza y la prevención como nos vamos a relacionar. La llegada del primer hijo es una experiencia que cambia por completo las rutinas del hogar, para Astrid Uribe (2020) ese cambio inició en enero de 2020 con la llegada de su bebé. Iniciaron las trasnochadas y los experimentos para que se durmiera para saber qué necesita y que dejara de llorar, amamantarlo, sacar bien los gases, cambiar el pañal, cubrirlo para el frío, desarroparlo por sí tenía calor, cantarle para que se calmara, arrullar para que se mantuviera calladito y durmiera. Antes de la pandemia Astrid llevaba al bebé a los controles médico para monitorear su desarrollo y crecimiento, en cuanto al peso y el estado de salud. Cuando recibía visitas familiares les solicitaba que se bañaran las manos y se quitaran la chaqueta antes de alzar al bebé, estos eran los cuidados básicos que se deben tener con un recién nacido. Durante la pandemia Astrid ha continuado con sus rutinas de cuidado. Al momento de amamantar por ejemplo es todo un ritual: primero desinfecta la silla donde le va dar de comer, se lava los senos y los seca con cuidado, se lava las manos, toma a su bebé con sus brazos e instintivamente produce desde adentro un canturreteo casi místico acompañado de suaves movimientos que parecen alzar un velo que los encierra a los dos. El contacto con el exterior es toda una odisea que implica el planear estrategias para evitar o minimizar los riesgos que implican salir a la calle. Junto con la pañalera, van diversos ele- 141 mentos de aseo y de desinfección: gel desinfectante, alcohol, toallas. Al momento de salir al médico tanto ella como su espo- Carlos Arturo Reina Rodríguez so se cubren con el tapabocas, la máscara, los guantes y al bebé lo llevan completamente forrado en el caminador para que ni lo miren ni lo toquen y solamente lo saca en la consulta y devuelve al coche lo más rápido posible ya que no es recomendable exponer al niño que también puede contagiarse con el virus. Daniela Alejandra García (2020), estaba cumpliendo su dieta antes de la llegada de la pandemia. En su cotidianidad se habían establecido los cuidados que le recomendó el médico a nivel físico y emocional. “Llevaba con mi hijo y esposo un ritmo de vida tranquilo propio de la situación, las salidas se limitaban estrictamente a cumplir con los controles médicos de rigor y con algunas visitas al centro comercial para fines de pagos financieros” (Testimonio número 5, 15 de mayo de 2020). Las actividades de crianza durante la pandemia en los primeros días del confinamiento se tomaron de manera normal, porque seguía cumpliendo su tiempo de dieta y se tenía que evitar las salidas. Con el pasar de los días y al ver que tenía que cumplir con las citas médicas y con el esquema de vacunación de su hijo, se empezó a angustiar y la vida habitual se vio alterada. 142 Un ejemplo de ello fue con la vacunación de los dos meses pues no pudo ir al centro médico, recibió una llamada de los funcionarios del hospital y ellos le explicaron el protocolo que debía seguir para cumplir con la cita. Ese día tuvo que salir a la esquina de la casa con la protección necesaria. Al llegar al centro médico esperó que hicieran todo el protocolo de lavado de manos y de desinfección, además de que le mostraron que los medicamentos venían sellados para mayor seguridad. Esta situación, fue algo inesperada, porque ella había acompañado a la sobrina y a otros familiares a sus primeras vacunas y no fue un ejercicio tan traumático. Daniela anhela poder salir con su niño al centro comercial, a un parque, o donde sus familiares, y amigos que aún no conocen al bebé de manera personal, porque se han comunicado por video-llamadas y por mensajes. Con esta situación no ha podido presentar bien al hijo, ella nunca pensó vivir su maternidad en una situación como esta, restringir de experiencias a su bebé que por ahora sólo ve el mundo desde la ventana de la casa. Nuris Neida Palacios (2020) define la maternidad como un ir y venir entre momentos tranquilos y agitados. Todos los días se levanta temprano, lo baña, entre las nueve y las diez el bebé se duerme y es el momento de cambiar de actividad y encargarse de los quehaceres del hogar, hacer el almuerzo, organizar la casa, lavar, barrer, trapear y demás oficios que requiere el cuidado del hogar. Los fines de semana solían salir a donde los amigos, porque al bebé le encanta estar en compañía, después de un día de visitas entre los amigos o familiares de regreso a casa la cama se convertía en una excelente sala de cine. Con la llegada de la pandemia Crónicas de una Pandemia el tiempo se trastocó colocando nuevas dinámicas que requieren de más cuidados. Para Nuris esta etapa ha sido angustiante porque al bebé no le gusta estar encerrado le gusta salir, ver y estar con personas, y al no poder hacer visitas se estresa y se irrita con facilidad y rompe en llanto. Por otro lado, se encuentra el tema de la salud y las condiciones de aseo las cuales se ha incrementado el oficio al estar más pendiente de la desinfección de las superficies, de todos los juguetes y objetos de la casa. A raíz de esta situación se cancelaron las citas médicas y no han podido volver a los controles de desarrollo y salud aspecto que le preocupa porque considera que no es lo mismo un chequeo médico personal que uno virtual o por teléfono. Después de la cuarentena para Nuris las cosas no van a cambiar, pues esta situación ha sido muy difícil para todos y ha creado en las personas miedos y prevenciones sobre los demás. Existe el temor de ser contagiado y se evita el contacto físico, las relaciones ya no van hacer iguales, algo positivo de esta situación es que la gente aprendió a ser más cuidadosa a lavarse las manos y tener medidas de bioseguridad en los espacios públicos. Antes de la pandemia el ejercicio de maternidad de Dayana Varela Menco (2020) estaba centrado en el cuidado de su hijo, ella le brindaba todas las comodidades necesarias para que él sintiera que su mamá estaba ahí en todo momento. Al encontrarse en licencia de maternidad, todo su tiempo está dedicado exclusivamente a su hijo, así que este tiempo lo aprovechó para salir a la calle con su bebé y mostrarle el mundo exterior que el bebé se familiarizara y de paso cogiera defensas para evitar una posible gripa, para esto era necesario que entrara en contacto con el frío, el viento y el calor, sensaciones con las que poco a poco fue experimentando. La vida social instaura diferentes tipos de rituales y de ellos es la presentación social de los bebés. Para Dayana esto era muy importante así que fue con su pequeño al lugar donde trabajaba y se los presentó a los amigos y compañeros los cuales la acompañaron durante la gestación y le organizaron un hermoso baby shawer. Además de las presentaciones sociales a los amigos y familiares para disfrutar una tarde acompañada de un rico chocolate o un delicioso café, con sus tíos y abuelos, la presentación y encargo a las divinidades es de vital importancia, ir a la iglesia en compañía de toda la familia agradecer a Dios por la bendición recibida es parte del mundo que hora recibe al bebé. Muchas personas estuvieron alrededor de él y de ella, no existía el miedo de ahora sobre un posible contagio, se recibían visitas en las casas, las personas consentían al bebé, abrazaban, le daban besos, todas las dinámicas familiares giraban en torno al conocer al bebé y estar cerca de ellos, Dayana se sentía fe- 143 liz, ahora solo recuerda esa imagen que viene de repente a las mentes e invaden su ser de una extraña melancolía. Carlos Arturo Reina Rodríguez Para Dayana al decretarse la cuarentena y suspender las clases en la universidad fue un momento muy alegre porque significaba volver a estar todo el tiempo con su bebé, ya que por motivos de estudio tuvo que a apartase de él al mes de nacido, para ella fue un proceso muy duro dejarlo; pero las clases virtuales desde la comodidad de su casa le permitían verlo crecer, reconocer los cambios mínimos que tienen de un día al otro, compartir su proceso de aprendizaje. Durante la cuarenta los días se hacen más cortos, el tiempo no alcanza para las ocupaciones del hogar, los trabajos de la universidad y las clases, que ahora se reciben en compañía del bebé, quien acompaña todo el tiempo, aspecto que agradece Dayana a la pandemia, pero el estar lejos de la familia y amigos es la contraparte de esta situación que los ha confinado a estar encerrados todo el tiempo. La maternidad después de la pandemia, va hacer un cambio difícil para Dayana quien se ha acostumbrado a estar siempre con su bebé, pero ella sabe que en algún momento se debe retornar a la vida social volver al mundo del trabajo, del estudio a los buses, al trancón, a los ires y venires que siempre la retornaran al lado de su eterna compañía. 144 Al iniciar la pandemia Ana Patricia Tunubala (2020) intuye que algo no andaba bien, desde eso que coloquialmente se llama sexto sentido, decide empacar maletas, tomar a su bebé y re- tornar a casa, ir con sus padres, Patricia pertenece a los misak “gente del agua” población indígena del Cauca en Colombia, para ella la madre es el bosque que da vida y establece el equilibrio, por eso la decisión de retornar al resguardo en el Cauca y estar con su comunidad. Antes Patricia se encontraba trabajando en un jardín de integración social en Bogotá, en lengua misak casa de pensamiento shirigu kusegu, las dinámicas laborales y estudiantiles eran bastantes densas, salía de la casa muy temprano y llegaban en a las diez de la noche, estas jornadas tan extenuantes la alejaban de su bebé rediciendo los encuentros solo a unas pocas horas. La vida en el resguardo es más tranquila, al lado de su comunidad en medio del campo, del bosque que abraza, protege y brinda lo necesario para vivir; aprende a conocerlo e interactuar desde la na chá , que es el fogón, donde los mayores han enseñado a su pueblo los saberes de las plantas medicinales, así en su diario vivir se identifican las que son buenas para tomar y prevenir los males, las que sirven para bañar a los bebés y las que curan según el tipo de dolencia que se sienta, de esta manera protegen y cuidan a la comunidad. Patricia considera que la pandemia no afecta la crianza que tienen los misak, ya que su pueblo trabaja en la casa de pensamiento para no perder las costumbres y tradiciones; ella le ensañara a su hija lo mismo que aprendió de su madre, a culti- Crónicas de una Pandemia var la tierra haciendo la huerta en la casa, plantado y cuidando las plantas medicinales aprendiendo a distinguirlas y usarlas. La crianza, el cuidado de los niños está estrechamente relacionado con la tierra ese vínculo se teje a través de las plantas que se cuidan y cultivan como se debe hacer con los niños. Dentro de este universo Patricia se siente segura con su bebé, ella sabe la tierra brinda y cuida, sin embargo, las condiciones económicas y las dificultades de seguridad que azotan a la región la hacen pensar que madre bosque no lo puede todo y quede regresar a Bogotá donde tiene trabajo y está estudiando, en la ciudad al llegar la cosas si van hacer diferentes y vida va a cambiar por completo. Práctica de cuidado en la etapa escolar El inicio de la vida escolar es una etapa que marca un ritmo diferente en las dinámicas cotidianas del hogar, no es lo mismo el ejercicio de la crianza de los niños que se convierten en estudiantes y hacen parte de una institución escolar, las rutinas cambian al establecer un nuevo orden donde se regulan los horarios y se desplazan los juegos por las actividades académicas. Dentro de la urbe en medio de una multitud de gente se abre camino Daniela Monroy (2020) siempre con el mismo paso que marca el ritmo en que lleva su cotidianidad, se levanta a las cinco de la mañana para hacer el desayuno de Gabriel, vestirlo y arreglase, cuando ya están listos lo lleva a ruta y después inicia su viaje de Funza hasta Bogotá, se dirige al trabajo y luego de su jornada laboral se dirige rumbo a la universidad, al finalizar su actividad académica es hora del regreso a casa, de nuevo las calle llenas de gente, los ruidos que se mezclan entre ritmo de vallenatos y el pregón de los vendedores, las bocinas de los carros, el congestionado y agitado transporte público con su inconfundible mezcla de olores. Al llegar a casa por lo general Gabriel estaba durmiendo, así la actividad maternal se limitaba a darle un beso arroparlo y salir despacio de la habitación. Quien se encarga de Gabriel después de la escuela son sus abuelos, en especial el abuelo paterno. Las actividades escolares son acompañadas por el primo un adolescente que orienta al niño cuando no entiende algún tema. Cuando se declaró el aislamiento Daniela no viajó más a Bogotá todas sus actividades laborales y académicas se centraron en el hogar, Gabriel asistió al colegio dos semanas más después de que se decretara la cuarentena, el colegio al ser privado manejó de manera diferente la situación y durante este tiempo los profesores entregaron los libros, la papelería y demás útiles escolares que se habían entregado al iniciar el año. Antes de la cuarentena Daniela no tenía tiempo de compartir 145 con el hijo, pero la situación no varía, pues si bien se encontraban en el mismo espacio, la nueva situación demandó dife- Carlos Arturo Reina Rodríguez rentes dinámicas laborales como el teletrabajo, lo cual dificultó el acercamiento, aunque se encontraran en el mismo espacio. El incluir el mundo del exterior en el mundo del hogar implicó para Daniela y Gabriel un proceso difícil, la exigencia del acompañamiento en las clases virtuales por parte de los padres para que guiaran a los niños, las actividades escolares que se debían realizar, sumado a los compromisos laborales, académicos y las labores propias del hogar (hacer el desayuno, el almuerzo, lavar la loza de demás quehacer) triplicaron la cantidad de trabajo y fue arrollador para ambos. En ocasiones es difícil seguir el ritmo a la vida y al parecer más a está que se estableció con la llegada de un virus que trastornó todos los rincones de la cotidianidad. Para Gabriel su día comenzaba cuando su mamá lo llamaba para que se bañara y se alistara para ingresar a clase virtual, en medio de llantos y protestas que terminaban debajo la ducha con mucho frío y con más ganas que antes de volver a la cama. 146 Después de una jornada de clases virtuales con llamado de atención de su mamá por estar jugando, desaparece de la silla preciso cuando el profesor explicó la tarea. Llega el momento de hacer las actividades, entonces Daniela se viste de paciencia e intenta recargar energías para acompañar a Gabriel que está más interesado en el árbol que se mueve y que el ve desde la ventana que en la infinidad de números y letras que se encuentran en cuaderno y lo mantienen a él a su mamá sentados hasta la noche. Para Daniela esta situación se torna en ocasión desbordante ya que siente que hay algunos profesores que no se preocupan porque exista una construcción y un vínculo que sea realmente significativo con el aprendizaje, no se tejen los lazos que fortalecen los procesos de enseñanza y aprendizaje, parece que para la escuela la educación es solo que el niño haga tareas y responda, pero no hay objetivos pedagógicos claros en donde se evidencie una relación con el conocimiento, ni tampoco un trabajo colectivo entre los profesores y los papás que contribuyan a mejorar las dinámicas de aprendizaje, con tanta tarea y algunas sin sentido. Gabriel no aprende se aburre y lo que tendría que ser un espacio agradable por el hecho de tener la oportunidad de estar juntos se ha convertido en momentos de estrés y de agresiones. Con la pandemia aprendimos a valorar el tiempo o mejor a darle un nuevo sentido, esta nueva realidad nos dispone de otras maneras el ritmo de la vida social al modificar las formas de estar con los otros, las maneras de sentir y de percibirnos, además permitió vernos de cara a los espacios del hogar no como un lugar de llegada sino como sitos de encuentros y desencuentros en donde se conjugan los vacíos genera el radio de las sociedades modernas. Las rutinas son indispensables, en ellas se trazan las cotidianidades que permiten tejer la vida con los demás construyendo espacios de encuentro significados de manera diferente. Den- Crónicas de una Pandemia tro del espacio familiar cada momento vivido edifica la íntima relación con los hijos y con la pareja, permitiendo reconocer dentro de cada mirada, cada gesto, cada palabra algo de su ser. Leidy Tatiana Luis López (2020) levanta a su niña temprano para que se bañe y organice, la peina y mientras le cepilla el cabello la niña le narra sus sueños le cuenta historias sobre el colegio con los amigos, cuando termina de desayunar se dirigen a la ruta, la niña se sube y despide con un fuerte abrazo, Tatiana la sigue con la mirada, le envía un beso y se va, todos los días en la rutina con su niña. En la noche Tatiana llega a casa para acompañarla a dormir. La abuela es la persona encargada de recibir a la niña cuando llega de la escuela, le da el almuerzo y mientras comen se cuentan cómo les fue durante el día, al terminar el almuerzo la niña está a la espera del timbre del celular de la abuela para hablar con su mamá, todas las tardes Tatiana llama a casa para hablar con la hija, luego colgar el teléfono la niña hace sus tareas y dejar la maleta y el uniforme listo para el otro día se sienta junto a su abuela a ver televisión y a espera a su mamá para que la acueste a dormir. Al anunciar el Gobierno el aislamiento preventivo en donde se estipulaban que las escuelas y universidades pues no tenían que asistir, se modificó un poco las rutinas, al inicio fue un poco difícil para Tatiana llevar el ritmo de acompañamiento escolar de la niña, fueron dos semanas en donde la profesora por medio del WhatsApp enviaba las actividades que debía realizar la niña, las cuales eran entregados por ese mismo medio. Frente a esa nueva condición las dinámicas cambiaron Tatiana dispuso su sala como un salón compró un tablero, establecieron horario de trabajo que iniciaba a las diez de la mañana, luego de terminar las actividades se les tomaba la foto y se las envía a la profesora. Esta etapa ha representado para Tatiana la posibilidad de estar más tiempo con su hija, de acompañarla, de conocer a sus amigos los cuales la niña le presenta por medio de la pantalla. Las clases virtuales que recibe la niña han permitido entender los procesos de aprendizaje que se llevan en la escuela, y los cuales Tatiana puede reforzar. Para la niña fue muy fácil adaptarse a la virtualidad ya que ella sabía manejar el computador, así que el cambio en la modalidad de estudio no representó ningún inconveniente, se habituó fácil a la rutina de levarse temprano, alistarse, encender el computador recibir las clases. La pandemia trajo a la vida de Tatiana más tiempo para compartir con su hija, para estar pendiente de las actividades académicas y orientar el proceso escolar, conocer a los compañeros, escuchar las historias que tuvo la niña en la escuela con ello, momentos 147 que les permitieron acercarse y estrechar sus lazos. El pensar en que va a pasar después de la pandemia le genera angustia y vacío a Tatiana quien no quiere perder el tiempo ha ganado con hija. La crianza no es una tarea fácil: proteger, cuidar, orientar entre otros aspectos que demandan la responsabilidad de tener en las manos de los padres la vida de otra persona implica un trabajo conjunto con la familia. En el hogar de Anderson Fajardo (2020) la crianza es compartida no solo recae en la mamá, él también contribuye en la crianza de sus tres hijos, por lo cual se han organizado y distribuido las responsabilidades del hogar. La esposa trabaja durante el día entonces es él quien se encarga de las rutinas diarias: levantar a los niños, alistarlos, preparar el desayuno, y sacarlos a la ruta, después realiza las labores propias del hogar ordenar cocinar y lavar, en la tarde recibir a los niños darles algo de comer y esperar la llegada de la mamá quien es la encargada de orientar las tareas mientras Anderson se va a trabajar. Dentro de esta cotidianidad transcurría el diario vivir de la familia cuando llegó la pandemia y se propuso la escuela en casa, se dificultaron las cosas, ya que Anderson debía estar a cargo de la educación de sus tres hijos, lo cual implicó estar conectado a tres computadores en tres clases simultáneas, y estar pendiente de las actividades de los dos niños más pequeños los cuales se encuentran cursando transición y primero e inician la etapa del aprendizaje de la lectura y la escritura. De esta manera, el ritmo de vida se incrementó ya que Anderson debía estar pendiente que los niños estuvieran en clase y no se pusieran a jugar, lo cual es bastante complejo dado que mantener la atención durante cuatro horas frente a una pantalla a niños tan pequeño es toda una hazaña. El estar conectado recibiendo las clases con sus tres hijos, le resta tiempo para los quehaceres del hogar, como preparar el almuerzo, es prácticamente imposible al dejarlos solos un momento se paran, se ponen a jugar entre ellos, o empiezan a mover todo los botones de computador, comparten pantalla, silencian a la profesora, se salen de la clase o activan micrófono y todos el mundo se enteran de las peleas entre ellos o los regaños que les da por no estar en clase, luego al otro lado la profe diciendo: “¡por favor papito apague el micrófono y nos colabora con el niño! No lo deje solo por fa debe estar pendiente y orientado la actividad”. Este trabajo es un poco frustrante para Anderson, ya que es mantener a niños tan pequeños frente a un computador escuchando a la profesora no es muy atractivo, de igual forma el hecho de estar encerrados afecta a los niños, a quienes les hace falta la escuela, jugar con sus compañeros tener actividades al aire libre. Por otro lado, está el temor del contagio de salir y traer el virus a la casa y que se enfermen genera mucho estrés. En diferentes culturas la crianza es una actividad femenina, al ser la mujer quien da la vida es la encargada de mantenerla y protegerla, son las mujeres quienes milenariamente se han encargado del cuidado de los bebés, en el acto de amaman- tar de transmitir el alimento y acunar se da inicio a la llegada del nuevo ser al mundo cultural. Sin embargo, las sociedades modernas han establecido otro tipo de relación ampliando la frontera de lo biológico. La crianza deja de ser una actividad exclusiva de la mujer y los hombres ingresan a este universo. La pandemia ha puesto sobre la mesa la crisis del machismo clásico y la visibilidad del desmonte del ideal atávico de “eso es cosa de mujeres”, el cual queda replanteado en doble sentido, hay mujeres que se han retirado de su raigambre maternal y los hombres han saltado al espacio íntimo que era femenino en principio del hogar y se encargan de los diferentes quehaceres entre los cuales están el aseo, el alimento, la educación, el afecto, elementos que entre otros componen el cuidado y la crianza de su hijos. Testimonio Número 4. Fanny Patricia Ovalle Bogotá. Tomado por Martínez Parra, Miguel Angel, 10 de junio de 2020. Testimonio Número 5. Astrid Uribe Bogotá. Tomado por Andrés Diaz, 11de junio de 2020. Testimonio Número 6. Daniela Alejandra García–Bogotá. Tomado por Luisa Fernanda Cortés Navarro, mayo de 2020. Testimonio Número 7. Nuris Neida Palacios. Tomado por Sandra Sofía Rivera Nossa, 12 de junio de 2020. Testimonio Número 8. Dayana Varela Menco–Bogotá. Tomado por Leydi Estefanía Gaviria Cifuentes, 11 de junio de 2020. Testimonio Número 9. Ana Patricia Tunubala–Misak. Tomado por Martha Geraldine Urquijo Martínez, 23 de mayo de 2020. Referencias Testimonio Número 10. Daniela Monroy–Funza, Cundinamarca. Tomado por Martha Geraldine Urquijo Martínez, 19 de mayo de 2020. Testimonio Número 1. Leydi Paola Sepúlveda. Tomado por Jeyson Bernal Camacho, 11 de junio de 2020. Testimonio Número 11. Leidy Tatiana Luis López. Tomado por Juan Diego Ávila Márquez. 11 de junio de 2020. Testimonio Número 2. Eliana Ortiz Eliana Ortiz Bogotá. Tomado por Julia Isabel Roberto, 12 de junio de 2020. Testimonio Número 12. Anderson Fajardo González. Tomado por Juan Diego Ávila Márquez 20 de mayo de 2020. Testimonio Número 3. Laura Camila Niño Perilla España. Tomado por Xiomara Gabriela Perilla Moreno, 12 junio de 2020. 149 bianos en medio de la pandemia de la enfermedad asociada al virus del Sars-CoV-2. Migrantes en pandemia. Experiencias y prácticas entre la incertidumbre y la solidaridad Juan David Zabala Sandoval1 Migrar, conocer otras culturas, ver otros paisajes, vivir nuevas experiencias, es parte de la promesa del mundo moderno, el cumplimiento del sueño cosmopolita, que abriga la posibilidad de alejarse de la tierra natal y adentrarse en lo desconocido, al mejor estilo de las aventuras fantásticas que terminan ennobleciendo al héroe. Es el caso del estudiante, del trabajador y del turista, que viaja a otro país lleno de expectativas y armado con lo que puede, buscando crecimiento personal y mejorar sus condiciones de vida. Algunos trazarán trayectorias de ida y vuelta a Colombia, otros esperan quedarse en el país de acogida. Queda claro que los casos son disímiles, sin embargo, las presentes líneas tratarán de dar cuenta de un puñado de elementos comunes en las experiencias de migrantes colom- Dado lo anterior, aparecen algunas cuestiones que orientan este texto, en particular, está la pregunta: ¿qué pasa con el proceso de adaptación, con las metas y logros esperados durante la migración?, ¿qué deja el confinamiento a los migrantes?, y, ¿cómo afrontaron esta situación altamente adversa en medio de su aparente vulnerabilidad? Para tratar de abordar estas cuestiones, se buscará ordenar una selección de testimonios de migrantes colombianos en el exterior, la mayoría tiene por característica llevar poco tiempo en el país de acogida, a lo mucho un año, lo cual permitirá entrever las formas en que han afrontado esa doble adaptación, al país de acogida y a la vida confinada en el extranjero, privados de apoyos y con una perspectiva limitada de futuro, lo cual pone en entredicho la promesa misma de la migración. Si bien, se espera dar énfasis en la voz de los testimoniantes como forma privilegiada de acceder a la experiencia del migrante en pandemia, los pasajes de sus relatos no serán usados a manera de evidencia o soporte del argumento que se irá hilando, antes bien, se recurrirá a ellos 151 1. Estudiante de Doctorado en Ciencias Sociales, Universidad de Chile. Psicólogo, magíster en Educación. Investigador miembro del Grupo GESS, Universidad de Ibagué. Correo electrónico: juand.zabalas@gmail.com Carlos Arturo Reina Rodríguez como elementos pivote que permitirán ampliar el texto, aportarle matices y enriquecer su lectura con el ritmo que solo lo vivencial puede dar. Adaptarse en la incertidumbre Es claro que ser inmigrante no es cosa sencilla, adicional a la cantidad de dificultades que implica salir de Colombia, obtener los permisos de estancia, de trabajo, visados, entre muchas otras complejidades, este proceso no termina con la llegada a tierras extranjeras, sino que implica un esfuerzo prolongado por el periodo de adaptación, que comprende, muchas veces, el sometimiento a formas culturales e institucionales que no son compartidas, e incluso, no son comprendidas. Por eso, este suele ser un evento de gran importancia en la vida de las personas y familias que buscan otra vida fuera de Colombia, marcando un antes y un después, como un hito que establece lo que fue de lo que será, es decir, migrar lleva en su significado una dimensión temporal denotada por la ruptura y complementada, muchas veces, con la búsqueda de un futuro. Así lo expresa Diana Orozco, quien migró con su familia a España a finales de 2019, y para quien migrar implica otra manera de vivir, una posibilidad de mejorar la calidad de vida. 152 (…) nosotros, junto con mi familia, llevamos muy poco tiempo como extranjeros aquí, antes de la pandemia era como el intentar acomodarnos y acoplarnos a una cultura diferente, a unas maneras de ver la vida y de vivir diferente, y también un poco era como todas las expectativas que uno tiene cuando sale de su país a buscar de pronto pues otra manera de vivir, ¿no?, un poco mejorar la calidad de vida pues de la familia, sobre todo de los hijos y antes de la pandemia era eso; como intentar acomodarnos, intentar pues encontrar un empleo para mi esposo, un empleo para mí o una guardería para el peque, un lugar que estuviera bien para vivir y bueno estábamos como enfocados en eso… (Testimonio número 1, 29 de mayo de 2020). Diana da cuenta de ese periodo de adaptación, nada sencillo, en el que la vida debe ajustarse a ritmos desconocidos, pero también relata la entrada de la pandemia, que genera una nueva condición que trastoca los planes. (…) Y era como también el aprender a expresarnos de manera que nos pudieran entender, aquí, aunque el idioma es igual, el lenguaje cambia y las maneras en las que se expresan cambian, entonces estábamos como en ese proceso de adaptación al medio. Justo, cuando llegó la pandemia para nosotros fue un poquito [silencio] como inesperado e hizo que de alguna manera todos nuestros planes se pararan por completo, mi esposo y yo nos quedamos sin trabajo al tiempo y pues era una incertidumbre total (Testimonio núméeo 1, 29 de mayo de 2020). Se podría asumir que la adaptación del migrante se da a manera de ruptura del continuo cotidiano, con tal de buscar acoger nuevas maneras de ser, lo que puede ser un proceso conflictivo. Dicha ruptura suele hacerse evidente cada vez que se choca Crónicas de una Pandemia con el orden social del país de acogida, resintiendo el desconocimiento del sistema y echando de menos el mundo que se dejó atrás; un proceso que da lugar al asombro y también genera una sensación de extrañeza. La pandemia implicaría una nueva ruptura, que ahondaría la ya existente y dificultaría enormemente la de por sí compleja adaptación al país de acogida, generando, como bien lo dice Diana, incertidumbre. Por su parte, Mario Méndez2, colombiano, estudiante de maestría en Brasil, da otra dimensión a ese sentimiento de incertidumbre. Él relata cómo su proceso de adaptación se vio “suspendido” por la pandemia. Mi vida, digamos acá en Brasil, estaba aconteciendo de manera satisfactoria, de manera exitosa, ya había comenzado a tener clases, alcancé a tener dos semanas de clase en mi maestría, estaba comenzando, empezando a tener todas las clases, a conocer mis compañeros, a conocer a mis profesores a adaptarme realmente en la dinámica académica de la universidad (…) por lo demás, también mi vida estaba transcurriendo de manera regular, estaba tratando de disfrutar la experiencia aquí en el extranjero, ya me venía adaptando aquí en la ciudad, ya estaba instalado, ya estaba acomodado en un apartamento y estaba procurando también aprovechar la experiencia de estar acá en Río, alcancé a aprovechar la experiencia del Carnaval de Río de Janeiro, y alcancé a conocer algunos lugares interesantes de la ciudad, y también estaba con la aspiración de llegar a conseguir un trabajo, pero como sabemos digamos aconteció este tema de la pandemia (Testimonio número 2, 29 de mayo de 2020). Mario pone de plano la satisfacción de su experiencia académica y turística. Él da cuenta de un logro parcial en su adaptación a la ciudad, mostrando el disfrute de las nuevas experiencias, de los lugares, de los eventos, el cual también se ve interrumpido por la pandemia. Así, una de las frustraciones más comunes en los relatos de los recién llegados está en la pérdida de posibilidades y en la limitación de actividades propias de quien está conociendo un nuevo país, ávido de experiencias desbordantes; por el contrario, el encierro, una de las medidas más comunes para hacerle frente al contagio, lleva a la pérdida de oportunidades, que se configura en un detrimento de la experiencia que caracteriza al extranjero, esto es, conocer y vivir más allá de lo que ya se conoce y se ha vivido. De allí que, la cuarentena se haya experimentado como un deterioro a su propio proyecto migrante y una pérdida significativa del sentido acerca de lo que iban a hacer. A propósito, el relato de Mario continúa, enfatizando en la suspensión de su vida académica y en la indefinición de su vida laboral, que vienen a ser otras formas en las que se expresa la incertidumbre. Bueno ha sido un cambio definitivo, porque, en primer lugar, hablando otra vez del tema académico, todo se suspendió, todo quedó suspendido y de manera indefinida (…) ya de ahí 153 2. Seudónimo empleado con tal de satisfacer la petición de anonimato del testimoniante. Carlos Arturo Reina Rodríguez en adelante pues no tuve más clases (…) Y pues más a nivel personal, digamos, cambió definitivamente mi cotidianidad porque ya ahora me la paso en casa tratando de seguir todas las recomendaciones de no salir a la calle permaneciendo en casa, siguiendo todas las recomendaciones, sin posibilidad también de conseguir un trabajo, entonces, la situación ha sido un poco complicada, definitivamente cambiaron todos mis planes y se truncaron de manera así como indefinida por lo pronto, sin saber qué pueda pasar (Testimonio número 2, 29 de mayo de 2020). Diana y Mario presentan procesos de adaptación truncados, con dificultades para conseguir trabajo, planes suspendidos y pérdida de posibilidades de experimentar el nuevo mundo, por lo que la incertidumbre parece ser el común denominador en la experiencia del migrante en pandemia. Este viene a ser un sentimiento que los testimoniantes contrastan con la satisfacción y la expectativa. Es justamente la incertidumbre la que se extiende al mundo de las cosas sencillas, del día a día, y genera cambios en las pocas certezas que se habían obtenido hasta el momento. 154 Lo anterior hace del migrante alguien vulnerable, debido a los pocos recursos económicos y sociales disponibles con que cuenta, además de, muchas veces, no contar con acceso a servicios de salud, por lo que el miedo a contagiarse y a contagiar a sus familiares y adultos mayores con quien reside es latente. Algunos, responden con una evitación estratégica, como Diana, que no sale de su hogar; otros, lo afrontan con un aumento en los cuidados y restricciones. Sin embargo, la pérdida de control establecida a partir de condiciones adversas cada vez más variables implica un aumento de ansiedad, tal como lo relata Jenny Quesada, estudiante en Brasil. (…) al comienzo fue un poco loco porque con tanta información y, a la vez, muy poca información, en cuanto a la cuestión de si era verídica o no. En mí comenzó un miedo y una inseguridad y angustia pues por el hecho de estar lejos de mi casa, del país, sola [risas], entonces, pues entré como en un lapso de estrés, un shock que ya con el paso de las semanas y de los días, pues disminuido, ya estoy mentalizada: existe el virus, una cuestión de tener paciencia y todo es incierto (Testimonio número 3, 28 de mayo de 2010). Ante tales escenarios, los elementos fijos, como las rutinas, se tornan de gran valor en el proceso de establecimiento de la vida cotidiana del migrante, es algo que se trabaja, que se construye y que puede acarrear, por qué no, algo de alegría. Así nos lo muestra Sonia Granados, colombiana residente en México desde hace cerca de ocho meses antes de la pandemia, quien reconoce la tranquilidad que le brindaba su rutina lograda: (…) mi rutina de todos los días que era: nadar, mercar, cocinar, en la noche estar en la casa, los fines de semana pues visitar a los amigos e ir de fiesta. O sea, era, que te digo, era una vida muy tranquila. Pero me había costado… me costó mucho conseguir Crónicas de una Pandemia un empleo (…) Entonces, digamos que, mi vida antes de la pandemia pues sí digamos que era muy tranquila, porque no estaba como obligada a salir de mi casa, sino que estaba todo el tiempo en mi casa resolviendo como las cosas de la vida, sí preocupada por conseguir empleo. Pero… pero la verdad sería muy tranquila muy muy contenta, ya te digo con mi rutina todos los días. (…) Conseguir trabajo hace a la semana que empezará la contingencia, pues me permitió como crear hábitos de trabajo dentro de mi casa (…) antes no tenía que salir de la casa y cuando empecé a trabajar como ya estaba la contingencia, pues tampoco tuve que salir de la casa. Así que, mi vida no cambió mucho, en ese sentido no cambió mucho, porque mi rutina seguía siendo muy parecida (Testimonio número 4, 22 de mayo de 2020). El caso de Sonia está marcado por la búsqueda de empleo y por la ruptura que genera la pandemia. Pese a no reconocer mayores cambios en su rutina, la “contingencia”, como ella misma la llama, marca un antes y un después en que la tranquilidad está sostenida por haber logrado una rutina, Sonia ahora trabaja, su cónyuge está en riesgo de perder su empleo y el mundo está en crisis, pero su tranquilidad se sostiene y se afirma en su rutina, como una forma de adaptarse ante la profunda incertidumbre que caracteriza este pasaje de sus vidas. La rutina puede aportar algo de certeza y algún grado de control sobre la propia vida, sin embargo, es difícil prever el nivel de permanencia o de transitoriedad de muchas de las rutinas de la pandemia, posiblemente duren lo que dure esta situación, o puede que permanezcan más allá y marquen indeleblemente la vida cotidiana, como hábitos duraderos de quien vuelve de la guerra o sale de prisión. Unión y solidaridad en el encierro Además del establecimiento de una rutina en medio de la pandemia, hay otras prácticas que han emergido o se han fortalecido durante la misma. En particular, el encierro a causa de la cuarentena y sus diversas variantes implicaron dificultades en las relaciones sociales y afectivas, frustradas por la distancia y la imposibilidad para la presencialidad; estas se volcaron sobre el uso masivo de redes sociales y plataformas para llamadas que hicieron posible comunicarse y compartir. Así, una práctica ya común en los migrantes, como es realizar videollamadas con los seres queridos al otro lado de las fronteras, se vio agudizada con el encierro y la mayor disposición de tiempo libre, al punto de hacer parte de la rutina diaria, como una forma de cuidado del otro, pero también con una función de distensión. Para algunos, como Angélica Sarmiento, colombiana en España, se trató de retomar vínculos familiares, incluso algunos que habían dejado de lado, por lo que, extrañamente, el encierro en el extranjero la llevó a acercarse más con familiares y amigos. (…) en cuanto a comunicación con amigos y todo esto, digamos que en, en ese tema ha sido en cierta forma una ventaja, siendo yo extranjera y teniendo a mi familia lejos, porque sí que es cierto que las video llamadas y todo eso era la única opción 155 Carlos Arturo Reina Rodríguez de comunicarme con mi familia, de cierta manera, ya estaba como acostumbrada a esto, entonces digamos que se ha mantenido un poco, las videollamadas y esto con mi familia, claramente antes era como solo con mis padres o con mi hermano, ahora es con mi tía, o con mis abuelos, que esto jamás, jamás lo había hecho, esto es algo nuevo que está, pues que me parece curioso que antes, no sé por qué no lo hacía, estando igual lejos, pero como que ahora, durante la pandemia, como que nos ha unido un poco más, en ese sentido (Testimonio número 5, 28 de mayo de 2020). También lo dice Ricardo Vargas, estudiante colombiano en Alemania, para quien las videollamadas representaban la oportunidad de demostrarles compañía a sus familiares, e incluso de reflexionar acerca de la solidaridad y la vulnerabilidad latinoamericana. 156 (…) tratar un poco de mantener el contacto con los amigos latinos, hacíamos videollamadas los fines de semana. Fue interesante también porque pude tomar, retomar el contacto con varias personas con las que no hablaba hace varios meses e incluso años, videollamadas con mi familia, también tratando como demostrarles que no estaban solos allá viviendo la pandemia, era una cuestión que de alguna manera nos unía. Muchas reflexiones acerca de la misma pandemia, como ese estado de solidaridad y al mismo tiempo de aislamiento, como esa sensación de [que] todos somos vulnerables, esa esperanza de que pronto las cosas cambian, pero también a la vez ese temor de cómo colapsa la economía local, que es uno de mis mayores miedos, en este momento es uno de mis miedos más fuertes respecto a Latinoamérica… (Testimonio número 6, 28 de mayo de 2020). Para ambos, Angélica y Ricardo, Internet cobró un papel relevante, cumpliendo la función de tender puentes para comunicar afectos y preocupaciones, por lo que puede entenderse como una práctica que va más allá de la mera comunicación, hacia el cuidado del otro y la posibilidad de fortalecimiento del tejido social. Los testimoniantes también reportaron una segunda función de las redes sociales, y tiene que ver con la posibilidad de llevar a cabo proyectos colectivos ligados a una dimensión artística, que de otra manera no se habría podido dar. Y una de las cosas que me ayudó muchísimo, que, no pensé tomarlo de esa manera fue justamente el baile, que antes lo hacíamos presencialmente con mi grupo. Era muy en la calle, muy público: hacer talleres, en fin, en centros culturales. Y se tornó en una cosa en línea, entonces bailamos… lo intentamos la segunda semana de la cuarentena, como para ver, como para animarnos… y la verdad desde esa segunda semana hasta hoy, o sea ya dos meses y medio, cada semana Prende Vela, que es mi grupo, se reúne. Entonces es como un desahogo y un encuentro con personas que no teníamos idea, porque se han conectado, nos hemos conectado con brasileñas y colombianas que están en Francia, Estados Unidos, Colombia, Chile, aquí en otros Estados, entonces eso ha sido bueno. Ha sido como redescubrir otras posibilidades… (Andrea Villalobos, testimonio número 7, Crónicas de una Pandemia 26 de mayo de 2020). Para Andrea, que es profesora de baile, este uso de las redes sociales ha sido todo un descubrimiento que le ha hecho posible conectar con pares y desahogar la presión del encierro. Similar es la experiencia de Giovanna Yate, colombiana, estudiante y bailarina en Australia, para quien bailar frente a un computador le ha ayudado a afrontar la soledad y le ha permitido crear contenido en compañía y en la distancia. (…) siempre he estado yo muy sola en las mañanas lo cual ha sido muy complicado al ser bailarina y artista se me ha dificultado muchísimo simplemente estar en un computador en video llamadas y ese tipo de cosas, sin embargo, también ha sido un espacio interesante ya que construimos un grupo con varios chicos de música de la universidad, un grupo de experimentación desde el video y la creación instantánea en el hecho y vía Internet, entonces, me pareció interesante, así mismo me pude conectar con mi agrupación de compañías de Colombia, hemos estado entrenando y hemos estado creando a raíz también vía online (Testimonio número 8, 29 de mayo de 2020). A su vez, está la función informativa e incluso de coordinación e integración a la comunidad, que ha resultado clave para algunos recién llegados, con tal de obtener información acerca del acceso a apoyos estatales y de otros actores sociales, como lo son las comunidades de migrantes, como es el caso de países con alta tasa de migración colombiana como España y Estados Unidos. De esto da cuenta Mónica Coba, colombiana en Francia, menciona que, para ella, mantenerse informada a través de las redes sociales fue clave para sobrevivir, enterándose de los diferentes apoyos que las instituciones estatales, las comunidades religiosas y latinas tenían en torno a alimentos, subsidios y servicios de salud. (…) aquí pues no hay muchas ayudas, las ayudas que pronunció el presidente Macron fueron hacia las medianas y pequeñas empresas, el tema de las rentas, de los servicios públicos, de las ayudas económicas era para este tipo de empresas, pero nosotros como ciudadanos legales o ilegales no (…) en muchas partes, muchos grupos de Facebook y del tema como virtual, estaban publicando dónde ir a reclamar mercados o dónde ir a poder desayunar o a almorzar en caso de no tener, mucha gente hacía colectas para poder ayudar, pero pues nosotros estamos sin conocer a mucha gente acá, el tema del idioma, todo eso afecta cuando no te puedes comunicar directamente con las personas (Testimonio 9, 27 de mayo de 2020). De todas formas, lejos de ser homogénea, la experiencia de los migrantes da cuenta de resistencias a los medios de comunicación y la información brindada, incluso como una estrategia para sobrellevar la angustia que puede producir las noticias, tal como lo expresa Andrea. 157 (…) se empezó a ver, ya, una afección económica y se suma a la ansiedad colectiva de que, de… de la convivencia… de estar con alguien en casa, pero entonces no podemos salir, pero si sali- Carlos Arturo Reina Rodríguez 158 mos: ¿será que nos vamos a contaminar? Y ya empieza a haber como un miedo. Entonces, digamos que, hubo un momento en que, tuvimos [ella vive con su esposo] que parar de ver noticias, para, digamos que estar un poco más tranquilos (Testimonio número 7, 26 de mayo de 2020). quisiera retribuir ayudando a otros, recíprocamente con la comunidad que lo ha acogido. Por su parte, él recibió ayuda de su casera y, asimismo, ofrece apoyo en la compra de víveres a quienes tienen dificultad para ello. De todas formas, parece ser que las redes sociales pueden cumplir una función de extensión de la comunidad y el cuidado que esta puede tener para con los ciudadanos. Siendo la comunidad un enorme apoyo para algunas personas que lograron integrarse de alguna manera en los países de acogida. Tal es el caso de Diana Orozco, quien cuenta que, a diferencia de Mónica, ella sí recibió apoyo del Gobierno, en adición del brindado por amigos y la Iglesia. (…) una experiencia bonita fue que, durante la pandemia, una señora que nos alquila la casa, que es alemana, nos fabricó unos tapabocas, entonces como que también uno ve ese estado de preocupación de ellos hacia uno y en nuestro caso también. Por ejemplo, yo estuve ofreciendo mi ayuda a una comunidad de personas incapacitadas, les dije que si necesitaban ayuda en algo me dijeran, ir hacer compras. Una señora por acá en el barrio también tuvo esa iniciativa, entonces yo le escribí por WhatsApp que yo Estaba dispuesto a ayudar y bueno, fueron ayudas que surgieron, pero yo también sentí mucho esa motivación de querer ayudar acá (Testimonio número 6, 28 de mayo de 2020). Tuvimos que pedir ayuda al Gobierno español para que nos apoyara económicamente, pues al tener un hijo menor de edad, ellos brindaban como algunas garantías para la alimentación y para los productos de aseo del nene, tuvimos que pedir esta ayuda, fue una aliciente y también contar como con todos los grupos de apoyo que teníamos al alcance; amigos, iglesia, y bueno fue también ver como la solidaridad de toda la gente, como que no había distinción de que tú no eres de aquí o eres de aquí, da igual, o sea todos estamos en una situación tan difícil que daba igual de dónde eras, entonces en medio de todo fue muy bonito poderlo ver, en medio de la preocupación de uno y bueno ahora qué vamos hacer, se pudo ver la solidaridad como seres humanos, como volver a la esencia y eso fue muy bonito (Testimonio número 1, 29 de mayo de 2020). Esta solidaridad resultó ser motivante para que Ricardo Vargas Entonces, Internet y las redes sociales cumplieron tres funciones relevantes para el desarrollo de prácticas durante la pandemia que permitieron a los colombianos en el exterior poder sobrellevar, de alguna forma, la experiencia de encierro, la escasez de recursos e incluso aportaron al desarrollo de proyectos y colectivos artísticos. Por lo que, siendo extranjeros, la pandemia está lejos de haber sido una situación de inactividad y enclaustramiento, los testimoniantes parecen dar cuenta de lo contrario, dieron muestras de recursividad y preocupación por los otros, en especial por sus familiares y amigos en Colombia, dando cuenta de la condición del extranjero, que siempre vive entre dos mundos, sin decantarse enteramente por uno de los dos, lo cual le provee de un grado mayor de reflexividad con respecto a lo que pasa aquí y allá, a la vez que le imprime una desazón constitutiva, una añoranza, un sentirse incompleto que le motiva a seguir moviéndose, a sostener sus vínculos pasados mientras continua ajustándose a las exigencias de su realidad diaria. El miedo y la negativa a volver Como se puede apreciar en estos breves pasajes, la experiencia de vivir la pandemia como migrante tiene contrastes entre la sensación de incertidumbre y la aparición de lazos de solidaridad y de cuidado del otro. Oposición que hace aflorar miedos, preocupaciones que, siguiendo a Ricardo Vargas (2020) es un sentimiento doble, “por un lado, pensar en la preocupación de acá y pensar en la preocupación en Colombia” (Testimonio número 6, 28 de mayo de 2020). El miedo más claro es al de contagiarse, y la pandemia ha sacado a relucir el especial reconocimiento de la propia vulnerabilidad en tanto migrante, recién llegado, sin papeles. Pero también está que “hay mucho miedo de no ver a la familia, en ese futuro de, todos, digamos que paradójicamente, a pesar de ser lo que más queremos, creo que será lo que nos dará miedo también: el reencontrarnos y cómo nos vamos a acercar” (Andrea Villalobos, testimonio número 7, 26 de mayo de 2020). Este miedo compagina con la dificultad para planificar la vida, como lo menciona Jenny Quesada: ¿cómo será mi vida después de la pandemia?, pues yo considero que es algo incierto porque no sabemos cuánto va a durar la pandemia y pues no sé qué políticas vaya a tener el país después de la pandemia, no sé qué políticas vaya a tener la universidad y la ciudad, y adicional a eso, por cuestionas familiares, no sé qué vaya a ocurrir tampoco. Entonces, no sé si deba volver a Colombia o quedarme aquí, la verdad he pensado muchísimo en eso, pero pues no he llegado a una conclusión de que pueda ocurrir con mi vida después de la pandemia (Testimonio número 3, 28 de mayo de 2020). El miedo y la preocupación por sí mismo, por la familia, por Colombia, se suma a la imposibilidad de ayudar, por lo que, al migrante, solo le resta ocuparse de su propia situación con tal de salvar el proyecto, por lo que ha de enclaustrarse en un presente amplio y cuyos bordes aún no se ven con claridad, pero que desde ya se avizora la inminente crisis económica y el posible ajuste de políticas migratorias. Por eso, Diana Orozco es enfática al perfilar una identidad negativa del extranjero con relación a la situación en Colombia, aclarando que ser extranjero es difícil, más, si es en medio de la pandemia y sus efectos, pero que volver a Colombia no es una opción. (…) ser extranjero en este tiempo es saber que obviamente estás aquí tratando de salir a flote, poder estabilizarte, poder 159 retomar eso que habías logrado antes de que empezara la pandemia, continuar con eso y recordar que aunque sea duro es muy diferente vivir una crisis en un país del primer mundo, a vivir Carlos Arturo Reina Rodríguez 160 una crisis en un país del tercer mundo y es igual tú aquí intentar seguir adelante pero estar pensando en la situación difícil que está pasando tu familia en Colombia, la situación que están pasando no solo tu familia, sino amigos, conocidos, y en sí el pueblo colombiano con toda esta situación, es eso básicamente. Creo que el ser extranjero después de la pandemia es enfrentarse a la visión negativa, a la realidad de una posible crisis económica, pero seguir entendiendo que, si se tomó esta decisión pues hay que lucharla y llevarla hasta el final, igual tampoco hay opción, ¿no?, [risa] no tenemos la opción por ahora de volver a Colombia y tampoco es lo que queremos (Testimonio número 1, 29 de mayo de 2020). migrante en medio de la pandemia implica no tener certeza de casi nada, salvo de no querer volver. Similar ocurre con Sonia Granados, quien también parece afirma su identidad migrante a partir de la negativa a retornar al país natal. Testimonio número 4. Sonia Granados. Tomado por Diana Alejandra Díaz Guzmán, 22 de mayo de 2020. Y bueno, como colombiana, no sé... Algún profesor que quiero mucho me dijo: “No pues regrésate, mira a ver cómo”, pues él pensando que yo estaba como muy sola y no sé, pero pues regresar a Colombia nunca es una opción, ¿no?, porque para tener salud hay que estar trabajando, o sea, ¿qué seguridad ofrece Colombia? Ninguna (Testimonio número 4, 22 de mayo de 2020). Testimonio número 5. Angélica Sarmiento. Tomado por Juan Sebastián González, 28 de mayo de 2020. Por momentos, en los testimonios, pareciera como si volver a Colombia diese cuenta de algún tipo de fracaso, se hace impensable, indeseable e improbable, por lo que algunos incluso lo signan como una lucha por permanecer, por salir a flote, que vendría a emular una forma de afirmarse desde la negación. Ser Referencias Testimonio número 1. Diana Orozco. Tomado por María Paula Mellizo Camacho, 29 de mayo de 2020. Testimonio número 2. Mario Mendoza. Tomado por Andrea Lezama Ayala, 29 de mayo de 2020. Testimonio número 3. Jenny Quesada. Tomado por Sandra Sofía Rivera Nossa, 28 de mayo de 2020. Testimonio número 6. Ricardo Vargas. Tomado por Natalia Andrea Vargas Carpintero, 28 de mayo de 2020. Testimonio número 7. Andrea Villalobos. Tomado por Juan Garcia Ríos, 26 de mayo de 2020. Testimonio número 8. Giovanna Yate. Tomado por Mateo Yate González, 29 de mayo de 2020. Testimonio número 9. Mónica Coba. Tomado por Santiago Duque Arango, 27 de mayo de 2020. Crónicas de una Pandemia los conductores, para capturar una propiedad descuidada. Al recordar esa monotonía, esos riesgos, esas mañanas que se repetirán en las tardes, agradezco seguir en mi apartamento, en mi cama. De los juegos y de las actividades físicas en el contexto de una enfermedad infecciosa John Alexander Castro Lozano1 Cronos me ha despertado, mis ojos se resisten, desean mantenerse cerrados, pero Hipnos me ha abandonado. Cerca o lejos, sin la luz del amanecer, un gallo anuncia aún en la oscuridad, la aproximación del nuevo día, la llegada de Apolo. Mi cama —un lugar que se hizo familiar en días de encerramiento— me abraza, me mantiene cómodo, me entretiene la comodidad. Ya no es necesario levantarse para salir, no debo ir a buscar el Sistema Integrado de Transporte de Bogotá, no debo ir conducir por el frío tráfico de la ciudad, tan frío que nos congela en interminables filas en las angostas avenidas. Además, es necesario transitar con cuidado en el automóvil ya que el hielo se ha roto en muchos lugares. En esos caminos los protegidos por Hermes se aprovechan de la tensión y la distracción de los pasajeros o Pasa el tiempo pues Cronos sigue su tránsito sin importar qué ocurra, él no se detiene, enciendo la radio, bueno, la de mi teléfono celular porque los radios se perdieron en el tiempo, al llegar nuevas épocas; la tecnología aplasta a la anterior, lo nuevo es más fuerte y llamativo, pero lo viejo a mí me apega al pasado, a mi papá y a mi mamá. Ellos aún viven, pero sus rostros ya tienen las huellas de la vida, ya no andan con afán, más bien andan con precaución, con lentitud, quisieran que la tierra se detuviera, quisieran regresar a mi infancia, a la infancia de sus hijos, a mis hermanos, es decir, a su vigorosidad. En pocos segundos, mi memoria ha pasado múltiples recuerdos, una serie de imágenes fijas que se encadenan sin ningún hilo argumental. Logré sintonizar —si se puede decir así— una emisora en una red social, una emisora popular en parte de la década de 1980 y 1990, justamente escuché lo siguiente: “Y entender que el tiempo habla en serio”, lo cantaba Distrito Especial. Me quedé ahí quieto, aún más quieto, aunque mi corazón palpitara, no me quería mover porque volví a recordar, sin impor- 161 tar quienes seamos, todos pasaremos a los pies de Cronos, si no lo fue hoy, será en algún momento. Eso me recuerda al viejo Luis Alberto Suárez Guava en la Universidad Nacional de Co- Carlos Arturo Reina Rodríguez lombia, cuando yo era estudiante de sociología. Él insistía en el tiempo, en la figura que nos recibe (o nos despide) en el Cementerio Central de Bogotá. Él nos hablaba de la melancolía, de “El preso número # 9” y “La cárcel de Sing Sing”, que a veces prefería “estar a un lado del camino, fumando el humo mientras todo pasa” pues todos deberemos asistir a la misma cita con el anciano cojo, Cronos; mientras Tique, la dama esquiva, el destino o la fortuna nos da algo de suerte o prosperidad en esta vida. Esos recuerdos me traen a este presente pues hemos sido encarcelados, no podemos huir de los barrotes impuestos por el tiempo, por el contrario, debemos ir tras el conejo blanco, quien lleva su propio reloj. Voy tras él para escribirle a Cronos una crónica. 162 Al mirar por la ventana veo los imponentes Cerros Orientales, casi siempre andan cubiertos por unas hermosas nubes, a veces blancas, otras grises. Mi mirada deja las nubes, deja los cerros y desciende de a pocos, hasta llegar a la avenida al frente de mi ventana. La avenida la veo angosta, quizá sea así por estar en el noveno de la torre. Esa avenida conecta el Sur con el Norte y viceversa. En esta mañana, esa avenida se ve vacía y lo más angustiante, se siente vacía pues ni motos, ni autos, ni ningún vehículo transitan. Apenas ayer el tránsito me despertó, una moto de dos tiempos o autos con fallas en sus motores, amargado dejaba mi cama pues no lograba y no podía dormir un poco más. Hoy es distinto, el ruido se ha silenciado y logro escuchar el canto de las aves en la mañana. También, escucho al viento acariciar a los árboles. Eso es raro pues no vivo en el campo, vivo en la metrópoli nacional de Colombia. ¿Cuál es la causa? ¿Por qué escucho el silencio? ¿Por qué escucho al viento y a las aves? ¿Por qué puedo permanecer un poco más en cama? Desde el 25 de marzo de 2020 se inició el aislamiento preventivo obligatorio en Colombia, las calles están vacías, el comercio se redujo considerablemente, los hospitales y las clínicas se alistaron para atender emergencia. ¿Por qué la cuarentena? El Ministerio de Salud y Protección Social anunció el 6 de marzo de 2020 el primer caso de COVID-19. A una joven de diecinueve años, al regresar de Milán, presentó los síntomas. Le realizaron las respectivas pruebas y el resultado fue positivo. Desde ese día se anunció la necesidad de activar un plan de contingencia, buscando retrasar el progreso de la enfermedad infecciosa. En China, el 1 enero ordenaron el cierre de algunos proveedores de alimentos pues se creía que los animales podrían ser la fuente de la enfermedad. Cuatro días después, en Wuhan fueron detectados casos de neumonía que no corresponden al síndrome respiratorio agudo grave, SARS, o al Síndrome respiratorio de Oriente Medio, MERS. Desde China anuncian un nuevo virus el enero 7, la Organización Mundial de la Salud lo denominó 2019-nCoV. Dos días después, en Wuhan, murió la primera persona, una neumonía severa fue la causa. Posteriormente, el 13 de enero en Tailandia Crónicas de una Pandemia es registrado el primer caso, un ciudadano chino, proveniente de Wuhan. Cuatro días después se confirma la segunda muerte por el virus. Desde Estados Unidos se inician los protocolos para para la detectar los síntomas, especialmente en los aeropuertos de Nueva York, Los Ángeles y San Francisco. En China se reportan pacientes en Beijing y Shenzhen y el 20 de enero fallece la tercera persona. Un día después se confirma el primer caso en Estados Unidos. El 22 de enero, en Wuhan cesan las actividades en aeropuertos y en ferrocarriles. Además, aumentan rápidamente los casos de infectados. Dos días después empiezan a ser detectados los primeros casos en Francia. Los últimos días de enero muestran más de un centenar de fallecidos en China y la propagación del virus en algunas partes del mundo es detectada. Lo dicho anteriormente no es una investigación mía, es una lectura realizada en una columna de CNN en español sobre la cronología de COVD-19. Y bueno, ¿cuáles son los síntomas de COVID-19? Fiebre, tos seca y cansancio son los principales síntomas. Otros síntomas son dolor de garganta, diarrea, conjuntivitis, dolor de cabeza, pérdida del sentido del olfato o del gusto, erupciones cutáneas o pérdida del color en los dedos de las manos o de los pies. Y en los casos más graves: dificultad para respirar o sensación de falta de aire, dolor o presión en el pecho e incapacidad para hablar o moverse. En este aspecto, las sugerencias dadas para impedir la transmisión de COVID-19 son lavarse las manos con frecuencia, usar agua y jabón o gel antibacterial. Asimismo, mantener la distancia; usar tapabocas; evitar tocarse los ojos, la nariz y la boca; al toser o estornudar, se debe cubrir la nariz y la boca. Y si presentan síntomas leves, se sugiere permanecer en casa, aislarse, consumir bastante líquido y conservar un entorno en constante desinfección: ropa, utensilios de cocina, zonas comunes y habitaciones. La enfermedad infecciosa motivó a un cambio en nuestra rutina diaria, por ejemplo, la distancia frente a los demás y la higienización se hicieron parte de nuestras vidas. En el presente, es habitual ver a las personas con tapabocas y nos alteramos si alguien no lo tiene. E incluso, nos alejamos de aquellas personas que puedan estornudar o toser pues lo hacemos por precaución y en otras, por temor. Nos hemos saturado en información sobre COVID-19, tanta ha sido que nos ha llevado a modificar nuestras rutinas y a considerar una amenaza el mundo externo y a todo lo que esté afuera de nuestro hogar. Además, en Colombia se popularizó el concepto de “nueva realidad” y nos deja la sensación que, el mundo antes de COVID-19 se destruyó y la enfermedad infecciosa creó un nuevo mundo. Una realidad antes y después, antes de COVID-19 y después de COVID-19, AC/DC. Sin hablar de las voces proféticas que anunciaron, otra 163 vez, el fin del mundo. Aunque algunas de esas voces pidieron donaciones por a través de redes sociales pues el negocio de la fe no puede detenerse. Por eso dice una de esas voces: “Aun- Carlos Arturo Reina Rodríguez que estemos acuartelados, sigamos dando al Señor nuestros diezmos” Aunque no le doy el diezmo a los mortales. Esa voz dijo algo que llamó mi atención, estamos acuartelados, a los auto proclamados representantes de los dioses en la tierra les molesta ese acuartelamiento ya que sus cuentas no siguieron en aumento, sus comodidades se restringieron. Esas restricciones aplicaron para todos, del Sur o del Norte, del Oriente o el Occidente, todos en aislamiento. Por eso, no podemos seguir la misma cotidianidad del año anterior debido al aislamiento obligatorio. Luego denominado como aislamiento preventivo inteligente. Los asilamientos lograron la transformación de nuestra rutina. Nuestras actividades diarias se modificaron pues fue necesario distribuir el tiempo durante el día de otra manera. La rutina diaria era simple: despertar, levantarse, ducharse, desayunar, salir a estudiar o a trabajar, regresar, realizar las tareas pendientes en casa y regresar a la cama a buscar conciliar el sueño. En mi caso, ese automatismo se multiplicaba por seis días en la semana, apenas sabía dónde vivía y cómo se constituía el espacio de mi residencia. 164 En el asimiento aprendí a transitar de otra manera mi apartamento, aprendí a reconocer a quienes empezaron a convivir conmigo y no porque no estuviesen viviendo antes conmigo. Lo digo porque no las veía a ellas, a mi compañera y a mi muchacha; salíamos temprano y nos volvíamos a ver en la noche. Las conversaciones eran cortas, algunas preguntas, con pocas respuestas. Y a mi perro, apenas lo veía, apenas meneaba su cola al verme en las noches. En esas nuevas dinámicas, recuerdo un refrán repetido por mi mamá, un dicho repetido tantas veces que, creí había perdido sentido por su repetición, pero no era la repetición. El refrán requería un momento para ser utilizado, es un lento de interpretación. Y mi mamá aún lo dice: “No hay mal que por bien no venga”. En otras palabras, en ocasiones las situaciones parecen adversas para uno, pero esa adversidad puede ser utilizada a favor, para el aprendizaje. Eso implicó un cambio de rutinas, nuevas actividades que antes no realizaba por abundancia de ocupaciones. El despertar dejó de ser tedioso, la rutina se constituyó de otra manera. En las mañanas empecé a salir a caminar, me acompañaba mi perro, una hora caminando, a veces un poco más, otras veces un poco menos. Pero salía a caminar con él, a quien le hablo y parece que entiende lo que le digo o eso creo. Entre idas y venidas describí en mi conjunto residencial existían varias zonas comunes, una cancha sintética de fútbol 5 y, además, un gimnasio; descubrí algo que estaba oculto en medio de la rutina para mí. Aunque la cancha y el gimnasio se encuentra cerrados en el presente. Por ahora, la rutina se está repitiendo a diario, todavía no me molesta. En esas caminatas he observado que, las zonas comunes en los conjuntos residenciales, en los parques o en los gimnasios están desoladas; parece que el propósito de Crónicas de una Pandemia esos lugares se fue desdibujando, parece que las gentes, por lo pronto, ya no las utilizarán; no las usan porque el COVID-19 nos alejó de esos lugares. Y me surge una pregunta: ¿Qué será de esos lugares en un porvenir cercano? ¿Qué será de las personas que frecuentaban esos lugares? Lo pregunto pues no creo que los apartamentos sean un lugar para realizar las actividades físicas que se pueden desarrollar en las zonas comunes de los conjuntos residenciales, los parques o los gimnasios. Cada lugar tiene su propósito, a veces los cambiamos, a veces se difuminan. Y vuelven a surgir preguntas: ¿qué será de esas personas que entrenan, que juegan, que se divierten en las zonas comunes de los conjuntos residenciales, los parques o los gimnasios? En esas idas y venidas en las caminatas de la mañana, conversé, por casualidad, con alguien que madruga a trotar en las mañanas. Bueno, primero, empecé a verlo trotar mientras yo salía a caminar con el perro, acompañarlo en su paseo matutino. Varias veces lo vi y en algún momento, después de verlo en distintas ocasiones, lo saludé pues ya no me parecía desconocido. Y él respondió extrañado, creo que no es usual saludar al alguien que no se sabe quién es. Sin embargo, respondió. Lo vi varias veces y el rito se repitió. En una de esas mañanas, el ritual se alteró porque añadí una palabra que denota cierta familiaridad. Le dije: —¡Vecino! ¿Madrugó a hacer deporte? En Bogotá, al decirle vecino a alguien, es tratarlo con familiaridad, pero sin saber quién es. Y me miró extrañado y lo noté un poco tensionado, parecía que algo me iba a confesar, se detuvo, devolvió el saludo y de la nada, como si nos conociéramos de tiempo atrás, me empezó a contar sobre sus miedos con COVID-19, no por el contagio, sino por las consecuencias que ha dejado la enfermedad infecciosa. Creo que le quería contar a alguien. ¡Bueno! Antes me miró y me preguntó: —¿Usted cómo se llama? —Le respondí—: —John Alexander. —¡Listo! Soy Camilo, mi nombre es Camilo Lancheros y vea: (…) fue muy muy duro la primera semana porque que era como, yo creo que siempre ha sido eso, como el saber qué va a pasar, el saber qué es lo que va a pasar, es como eso, como que no sabemos si va a seguir, cuándo va a parar esto, cuándo llegan los eventos, entonces, al no saber nada de eso, pues es muy como frustrante no saber, qué va a pasar mañana, entonces yo creo que eso es bien complicado, y eso fue el primer miedo que nosotros tuvimos como entrenadores (Testimonio número 1, 21 de mayo de 2020). Al escucharlo, no supe darle una respuesta concreta pues no sabía si mis palabras lo alentarán o, por el contrario, lo desalentarán. Al escucharlo percibí la incertidumbre sobre el porvenir, un porvenir rodeado de más preguntas que respuestas. 165 Y la incertidumbre aumenta al comprender que el COVID-19 no acabará ahora mismo o en un tiempo cercano, sabemos sobre su presencia y de la necesidad de ser más precavidos, de Carlos Arturo Reina Rodríguez conservar las distancias y los hábitos de higiene personal. Su preocupación tiene su origen en su profesión o por lo menos, a lo que se dedica, Camilo es entrenador deportivo y es evidente para él que sus ingresos se han disminuido. Si se mantienen aislamientos, se disminuye su trabajo. En otras palabras, esta enfermedad infecciosa no solo afecta nuestra salud, sino también nuestra estabilidad financiera y sin saber de las consecuencias en nuestra salud mental. Después de reflexionar en eso, de quedarme sin palabras, de no saber qué hacer, de querer tener una solución, apenas atiné a decirle: —¡Vecino! ¿Y ha ofrecido sus servicios en el conjunto? Quizás alguien esté interesado. —Me miró y apenas asintió. Camilo no quiso continuar con esa espontanea charla—. 166 Y no continuó con la charla porque se quedó mirando fijo a una de las zonas comunes del conjunto. No le di importancia pues mi propósito no era conversar con él, el mío era el paseo de la mañana con mi perro, ver la iluminación de las torres a causa del sol. Lo mío era más sencillo, aunque estaba en aislamiento, estaba más tranquilo, mi rutina se ha vuelto menos extenuante y estresante, sigo con mi trabajo desde casa, lo que llaman “teletrabajo”. Aunque esas formas de trabajo me recuerdan a las telepantallas de 1984 de George Orwell. Esa referencia llega a mi presente pues los mensajes en las redes sociales se han multiplicado, los mensajes en las cuentas de correos personales y laborales también crecieron, la activación de las notificacio- nes de las múltiples páginas noticiosas permite los constantes anuncios y las reuniones en línea son la forma de ubicar a los trabajadores o a los estudiantes. Por supuesto no tiene la misma función que en la distopía de Orwell, pero sí son múltiples los mensajes, las notificaciones y, además, los computadores están más cerca de cada uno, parece que son una extremidad más. En mi caso, antes de salir con el perro, reviso los mensajes y las notificaciones; lo hago para saber si tengo algo pendiente, algo que haya olvidado o algo que deba hacer. En casa, el trabajo aumentó pues se cree en una disponibilidad constante. Mientras divagaba, el perro corría con otros, jugaba pues no le ponía la suficiente atención y estoy seguro de que no se va a perder la oportunidad de hacerlo por estar a mi lado ya es suficiente al permanecer encerrado en el apartamento. En esos momentos, retorné y Camilo ya no estaba solo, estaba conversando con otra persona. ¿A qué hora llegó? No sé, me he vuelto más introspectivo, me pierdo en esas reflexiones que me inquietan, quizá no sean interesantes. Veo al acompañante y está vestido con ropa deportiva, camiseta, pantaloneta, medias cortas, tenis; parece que estaba trotando. Al retornar a la conversación, Camilo me mira y me dice: —¡Venga y le presentó! Me extrañó que dijera eso, apenas habíamos cruzado palabras ya estaba conversando como si hubiésemos sido amigos durante mucho tiempo. Me acerqué y recurrí, otra vez, al vecino como una forma de saludarlo. —Mucho gusto, soy John Alexander y, Crónicas de una Pandemia ¿usted es? E inmediatamente sonrío y me contestó: —Juan David Roldán, para servirle. Y le pregunte: —¿Cómo le ha ido con la cuarentena? Y responde ampliamente, sin pedirlo, a lo mejor en esta cuarentena, la gente requiere conversar un poco más: Después de la cuarentena, digamos con el inicio de la cuarentena [eh] si bien el trabajo se ha aumentado, creo que la dinámica [eh] ha permitido que [que] uno maneje el tiempo de una manera mucho más individual, mucho más organizada, pero adicionalmente creo que acá es donde está como la diferencia [eh] importante es [eh] los tiempos de trayectos que normalmente podían ser cuarenta minutos, una hora, trayectos, una hora de ida, una hora de vuelta, pues se ha vuelto tiempos en los que uno puede dedicar a otras actividades y en mi caso ha sido retomar el ejercicio. [eh] Por supuesto la piscina y atletismo no, pues no se han podido reactivar por la [por la] situación de cuarentena, pero la bicicleta sí es un ejercicio que ha sido muy fácilmente [eh] como muy fácil de retomar porque normalmente lo realizo en [en] un simulador o en unos rodillos como se les conoce normalmente, [eh] y eso es lo que ha terminado es en, pues en entrenamientos tres o cuatro veces a la semana, de una hora, hora y media, [eh] y los días que no hago ese tipo de entrenamientos pues ese mismo tiempo para hacer entrenamientos de fortalecimiento, entrenamientos de salto de lazo, [eh] entrenamientos de fuerza, o ese tipo como de cosas. Y pues digamos que ya han sido dos-tres meses retomando eso. [eh] Cuando uno lo monitorea, incluso de cara a lo que era hace un año, [eh] digamos si la situación de cuarentena uno lo que ve es que [eh] la cantidad de kilómetros que he venido acumulando en entrenamiento indoor [interior] pues ha sido mayor que lo que ha podido ser hace [hace] un año. Entonces pues eso es interesante ver (Testimonio número 2, 28 de mayo de 2020). Después de escucharlo, sentí esa tranquilidad que él sentía, respecto al ahorro en tiempo, si así se puede decirle. Quedaron atrás las esperas en las estaciones o en los paraderos, la tensión en los trancones, en ese paralizado tráfico de ida y de vuelta; acompañados por una lista de reproducción, alguna emisora o la eterna navegación en redes sociales, una rutina que alejaba las distancias pues cada vez se hacía más lento transitar por la ciudad. Ahora, la tranquilidad parece un común denominador, se respira algunas impresiones de calma, por un lado, pero, por otro lado, las sensaciones de miedo y preocupación rondan. En esas posibilidades de conservación de tiempo, en la posibilidad de dedicación a otras actividades, Juan David las dedica al retorno de su ejercicio, por su abierta manifestación me enteré de que usaba bicicleta, saltaba lazo y realizaba entrenamientos de fuerza. Y sobre ir a nadar o correr a pie es complicado pues esos lugares comunes, localidades entre los servicios de las cajas de compensación, por ejemplo, o en los parques se encuentran restringidos o cerrados. Sin embargo, lo percibo tranquilo porque se puede dedicar un poco más a su entrenamiento per- 167 sonal, una actividad que realiza con pasión y disciplina. Carlos Arturo Reina Rodríguez Después de escucharlo, estoy de acuerdo con él en algunas cuestiones. En otras palabras, muestro interés por las prácticas deportivas, pero las mías son reducidas y a veces, inexistentes. Pero en lo relacionado al aumento del trabajo desde casa es innegable, por ejemplo, en algunos días de la semana mi computador portátil lo enciendo desde las seis de la mañana y lo apago a eso de las diez de la noche, estoy conectado; algunas de las interacciones sociales las conservo a través de Internet: clases, asesorías, charlas, seminarios, reuniones o simples conversaciones pues recibir visitas, sean familiares o amigos, se complica al tener sensaciones de inseguridad frente a los que llegan. Por eso, a partir de esas dificultades, en las entradas de las viviendas se hicieron habituales el alcohol en atomizador, el gel antibacterial, la alfombras para la desinfección, el perchero, el zapatero, entre otros, También, el uso frecuente de tapabocas, caretas, gorras, guantes de látex, overoles antifluido; elementos que se han incluido en nuestra vida cotidiana (los productos se han agregado al mercado de los hogares, bueno, de quienes puedan adquirirlos) por sugerencia de las autoridades médicas y el temor de la población ante la invasión de la COVID-19. 168 Otra vez, esas reflexiones hacen que me aleje de mis interlocutores pasajeros de la mañana, ellos siguen con sus rutinas de ejercicio: cardio, fuerza y flexibilidad; realizan sus rutinas deportivas después de haberse detenido para conversar conmigo o quizá, para hablarme de algo común, de algo que nos acerca en estos días de distanciamiento. En esos paseos de la mañana, al pasear a mi perro, empecé a distinguir a personas que desconocía, ya se los he dicho, mi rutina laboral y académica me ha alejado de todos e incluso de mi vivienda. Pero en estos aislamientos he modificado mis rutinas, lo reitero, por ejemplo, me he dado cuenta de que debo regresar a mi torre, mi piso, debo ingresar a mi apartamento a cumplir con los compromisos laborales y académicos. Debo seguir, pues no he podido salir de las rejas del tiempo. En el tránsito por los senderos peatonales, entre las torres, en un primer piso observo a una pareja realizar ejercicios en la sala de su apartamento, han levantado las cortinas y han despejado la sala, recogieron el tapete e iniciaron una rutina de ejercicios al frente de su televisor, aquel que está instalado en una de sus paredes. Y vaya, es necesario multiplicar las actividades en el hogar porque esos aislamientos pueden complicar la salud mental de las personas, es decir, el estabilidad emocional, psicológica y social, sean padres o madres, hijas e hijos, o abuelos y abuelas. Algunas personas buscaron múltiples recetas para cocinar, otros múltiples pasatiempos y los ya mencionados, buscaron mantener su actividad física; muchos de los que pasábamos al lado observábamos sorprendidos lo que estaba ocurriendo, no es habitual exponer las actividades internas al público, eso es lo que se ha llamado privacidad, no nos gusta que nos observen, pero ellos lo hicieron. ¡Bueno! Cada uno hace lo que desee en Crónicas de una Pandemia su hogar, siempre y cuando no incomode a sus vecinos. Así que continué camino, sorprendido pues opté por la comida y los pasatiempos; la actividad física no ha sido mi fuerte. Aunque así lo requiera, el cansancio ocular es evidente, la fatiga muscular también se siente. Creo que lo requiero, espero hacerlo. Al ingresar a la torre, voy por el pasillo, pido el ascensor, espero, ingreso, espero, salgo y tomo el pasillo, toco la puerta, espero y una sonrisa un poco dormida me está esperando, recibe a nuestro perro y yo cierro la puerta. Cerrada la puerta, empiezo la dinámica de higiene, dejé mis zapatos a un lado, me desvisto, mi gorra y tapabocas, junto a mi chaqueta, camiseta y pantalón sudadera van a una bolsa de tela; ropa lavada cada cuatro o cinco días. De allí, me dirijo al baño principal, me ducho, me lavo con abundante jabón, shampoo y algo de acondicionador. Un baño de agua caliente, diez minutos más o menos, vaya privilegios de los que puedo gozar. Después de disfrutar el baño, escojo ropa cómoda para pasar el día en mi hogar, al lado de mi compañera, de mi hija y de nuestro perro. Él está a mi lado en mis jornadas de trabajo, se acuesta cerca de mí, me acompaña y en compensación salimos a caminar. Por supuesto, mi compañera es muy amable, ha preparado un desayuno para los dos. Eso me ha gustado, las puedo ver; escucharlas; preparar comida juntos, ella para nosotros, yo para ellas, nuestra hija para nosotros, comer con ellas; estar juntos, conversar. Ya no las escucho irse temprano y verlas hasta la noche, ya no, creo que hemos subido de peso, pero estamos juntos. Mientras nos disponemos a desayunar, escuchamos las noticias en un canal capitalino. Y justo se dio la posibilidad de escuchar una entrevista a una entrenadora personal, la entrevistan a través de una plataforma de comunicación. Creo que su nombre es Lina Alarcón, es joven y llena de vida: Durante la pandemia he promocionado más mis entrenamientos virtualmente, entonces me ha llegado muchísima gente, yo dirijo los entrenamientos vía Meet o vía Zoom y por ahí contacto a mis alumnos, entonces trabajamos, trabajo todos los días en los horarios de siete a ocho, seis a siete de la tarde y todo es totalmente virtual. Ellos me escriben, yo les escribo, nos comunicamos por medio de WhatsApp, las clases en realidad son divertidas, en realidad no ha cambiado mucho la mecánica, manejo la misma. La verdad creo que luego de la pandemia vamos a ser nosotros quienes saquemos provecho de esta situación ya que en este momento mucha gente está en casa y no mucha tomaba conciencia de realizar actividad física en casa entonces cuando esta pandemia acaba yo creo que uno de los primeros factores que la gente va a ver es el sobrepeso, la obesidad las enfermedades crónicas no transmisibles, generalmente lo que me dedico aconseja, y aconseja que vaya precisamente a otros servicios como entrenadores entonces creo que después de la pandemia nuestros servicios van a subir muchísimo, avanzar, alterarse un poco y vamos a tener talvez una gran cantidad de usuarios (Testimonio número 5, 29 de mayo de 2020). 169 Carlos Arturo Reina Rodríguez Mientras desayunamos, el entrenamiento personal se convierte en tema de conversación pues no ha sido habitual, pero lo es también el uso de las plataformas comunicativas y las redes sociales, tecnologías que permiten acercar a los seres humanos a través del uso de Internet. En el contexto de la COVID-19 las relaciones sociales se transformaron pasamos de encontrarnos en los trabajos, en las escuelas, en los parques, en las calles, en los gimnasios, en las cafeterías, en los restaurantes, en los bares, entro otros lugares, pasamos de establecer relaciones sociales físicas o materiales a constituir relaciones sociales virtuales a través de Internet y las múltiples maneras que nos ofrece de conectarnos, es decir, de encontrarnos pasamos a conectarnos. Desde allí, si así puede llamársele, empezamos realizar actividades laborales; clases sincrónicas; asesorías; reuniones; rutinas deportivas; desayunos, almuerzos o comidas; celebraciones; entre otras. No dejamos de estar juntos, pasamos a estar juntos de otra manera. Sin embargo, esa es una condición del ser humano, adaptarnos a diferentes condiciones a partir de las múltiples circunstancias. 170 Las plataformas comunicativas y las redes sociales nos han permitido distintas formas para conectarnos. La entrevista dada por Lina Alarcón nos expone las múltiples formas que se han buscado para evitar una crisis económica personal, algunas de las profesiones han permitido esas nuevas invenciones, pero no todas las actividades lo permiten. Aquellas que lo posibilitan han optado por conectarse con sus usuarios, sus clientes o los interesados en los servicios que se pueden ofertar. Desde un lugar distante a otro se conectan, se siguen las instrucciones o las indicaciones a partir de acuerdos establecidos con anterioridad. Se realizan las rutinas en esos tiempos en los cuales se perdían esperando el Sistema Integrado de Transporte de Bogotá o en el tráfico, se pueden aprovechar en distintas actividades físicas orientadas por expertos o en tutoriales en sitios web. Y es necesario pues el sedentarismo, el nerviosismo, la ansiedad, la angustia, el agobio o la tensión que pueden presentarse en medio del aislamiento, deben ser atendidos oportunamente y las actividades físicas son una manera para evitar sus complicaciones. Mientras asimilamos la entrevista de la entrenadora Alarcón, en lo relacionado a las actividades desde casa. Mi compañera y yo nos mirábamos, en tono reflexivo, pues si era necesario iniciar algunas prácticas pues nuestro trabajo nos ha permitido mantenernos en casa y hemos aprovechado en la experimentación en la elaboración de nuevos platos y distintos pasatiempos como la lectura, el cine o las series, es decir, nos recreamos, pero nuestros cuerpos se mantienen quietos, se evidencia, como ya lo he dicho, el cansancio ocular y la fatiga muscular. En esas miradas reflexivas, escuchamos una llamada, es el teléfono celular de mi hija, se comunica una compañera del colegio, alguien que no ve hace bastante, ya saben cuáles son las cau- sas. Ella es una buena muchacha, bueno eso dice un padre que ve crecer a su hija, alguien que empieza a sentir que ella saldrá de casa a continuar su vida, lejos de nosotros, como debe ser, los hijos son prestados pues deben crecer, dicen por ahí. Mientras hablan, interrumpo a mi hija y le pido que le pregunte algo a María Fernanda. De ella, ella ha llamado mi atención, bueno no es ella, es su apellido, es Trilleras, un apellido poco común. ¡Bueno! Llama mi atención porque debo saber con quién habla mi hija, no sé si es conservatismo o preocupación, pero estoy atento de sus amistades porque uno no sabe, dice mi mamá. En medio de la conversación, interrumpo a mi hija y le pido, por favor, que algo le pregunte, mi muchacha me mira extrañada, dibuja un rostro con un gran interrogante le reitero a mi hija que si puede hacerle una pregunta a María Fernanda sobre sus actividades físicas o deportivos durante el aislamiento. ¿Cómo es su ejercicio durante la pandemia? Mi hija reprodujo la pregunta, con cara de interrogante, pero se la formuló. Y María Fernanda, un poco desconcertada y amable, respondió: Ha sido complicada también, en el sentido de que, pues un vídeo no es lo mismo que un instructor en persona entonces, tú por más que veas en YouTube el video y aunque es muy buena la profesora o la instructora, [eh] tienes dudas y son dudas que no se resolverán entonces, si estás haciendo alguna posición mal, y puede afectarte tú realmente no estás seguro y no los vas a saber porque no tienes como con quién [eh] cuestionarlo y quién te aclare esas dudas del todo. Eso es un poco lo que no, no ha sido tan fácil también estos. [eh] también, estos cambios han generado un desorden muy drástico en mi rutina, puesto que yo cuando estaba en el gimnasio tenía una rutina muy marcada, o sea, el desayuno a cierta hora, almuerzo cierta hora, comida después de que llegaba del gimnasio y dormida desde las diez hasta la hora que tuviera que levantarme al siguiente día, pero siempre tuve, tenía, una rutina muy muy estricta por así decirlo (Testimonio número 15, 26 de mayo de 2020). Ese relato me cuestionó demasiado ya que, por un lado, la lejanía física y, por otro lado, la cercanía que puede permitir Internet no permite, en todos los casos, las mismas posibilidades de aprendizaje. Si ocurre con rutinas de ejercicio, es posible que ocurra, también con otros aprendizajes. Eso me lleva a pensar en los estudiantes de jardín, colegios y universidades ya que el acceso a computadores, dispositivos móviles o teléfonos celulares no es semejante en todos los lugares de la ciudad. Eso mismo ocurre con la posibilidad de conectarse a una red inalámbrica o con cable de red. En otras palabras, el acercamiento a distintas formas de aprendizaje en el contexto de la pandemia nos mostró la inequidad en la que nos encontramos, las distancias sociales, económicas y políticas que permitan a acceder a 171 ciertos servicios. Eso ha tenido como consecuencia problemas en el aprendizaje, relacionadas a la incoherencia o el desorden. La causa son las múltiples dificultades que ha implicado la fal- Carlos Arturo Reina Rodríguez ta de sincronía. Además, lo inesperado del aislamiento no nos preparó para asumir la comunicación y el aprendizaje a través de Internet. Bajo esa sorpresa, cada día pasamos los distintos aislamientos. Unos bajo unas dinámicas, otros bajo otras rutinas; bajo el nerviosismo, la ansiedad, la angustia, el agobio o la tensión, para otros, de otras formas pues cada uno vive las cuarentenas a partir de sus privilegios o sus carencias, por supuesto somos iguales ante la ley, pero somos diferentes en la economía y la política. La COVID-19 nos sorprendió, al principio escépticos, luego conspirativos, después paranoicos y quizás, ahora, en la incertidumbre. A esta hora, debo iniciar mi clase, asumiendo el valor de la energía eléctrica y el Internet, buscando distintas formas para que mis estudiantes puedan acceder, de la manera menos inequitativa, a la educación, buscar múltiples actividades y recursos audiovisuales que puedan ser localizados en la red, grabar cada una de las sesiones para aquellos estudiantes que no pueden conectarse, pero puedan consultar la sesión posteriormente. Esta época nos mostró sus potencialidades y también, sus limitaciones, al fin y al cabo, estamos más conectados y al mismo tiempo, más alejados. 172 Faltan las referencias de los testimonios para que todo el libro quede unificado. Crónicas de una Pandemia tecnológicos, digitales y científicos aplicados al campo político, económico, militar y cultural, pero que transita en una carrera contra el tiempo, para encontrar la cura efectiva para evitar la propagación de un virus letal, que se desvanece con una sola pompa de jabón… ¡Bienvenidos! Crónica de la vida cotidina William Pulido Cardozo1 El ejercicio pedagógico de la construcción de memoria histórica en Latinoamérica, debe partir desde una perspectiva democrática, inclusiva, intercultural, heterogénea, pluralista, reivindicativa, propositiva, esperanzadora, popular y emancipadora, con el fin de superar el relato fundado, en el mito de los orígenes a través de la glorificación de los “héroes vencedores” de la historia de nuestro continente, por eso el relato oral y la experiencia directa con el ciudadano común, se convierten hoy en el insumo fundamental que nos permiten presentar a ustedes la recopilación de un conjunto de crónicas cotidianas, que emergen en medio del naufragio que el planeta, nuestro continente y nuestro país sobrelleva, frente a una situación que si bien no es nueva en el globo terráqueo, sí presenta rasgos diferenciadores, teniendo en cuenta que se trata de una pandemia en un mundo globalizado que exhibe sus más altos desarrollos Valorando las pequeñas cosas… José Rafael Aguillón Lombana tiene cuarenta y seis años, vive en el barrio Girardot, es abogado y contratista del Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) y en medio del naufragio de la pandemia el 17 de mayo de 2020, nos contó sus experiencias familiares antes, durante y presuntamente posterior al confinamiento. José no es un hombre del común pues evidencia haber apro- 1. Magíster en Comunicación-Educación. Línea Cultura Política, U.D. Con un diplomado en pedagogía de la memoria de la Universidad Pedagógica. Ha cursado seminarios en literatura rusa, cine, cuento, semiótica, poesía en la Universidad Externado de Colombia; la concepción política de la justicia en la Universidad de los Andes; la guerra en la historia en la Universidad Nacional de Colombia; la historia del cine a través de sus actores en la Cinemateca Distrital; gestión para la solución de conflictos (Hermes) en la Cámara de Comercio de Bogotá y participó en el seminario de formación de la Red Internacional de Investigadores de la (SED). Autor del libro: Las cosas que me emputan, ponente en la Universidad de Valparaíso de Chile y en la escuela normal superior Moisés Sáenz Garza en Monterrey en México. Candidato a doctor en Ciencias de la Educación. Actualmente es docente de la Secretaría de Educación de Bogotá y lidera el proyecto “¡Cuenta hasta 10!”. Correo electrónico: wiliampulido@gmail.com 173 Carlos Arturo Reina Rodríguez vechado su tiempo para fortalecer su formación profesional, en este caso cursando estudios de posgrado, lo cual sin duda alguna fortalecerá sus conocimientos y habilidades en el campo personal y profesional, —¿acaso quién no se enriquece con el tránsito académico por una maestría?— Frente a la radiografía que reflejaba su vida antes del confinamiento por la pandemia, José alude un ambiente natural cotidiano y con particularidades propias de la rutina y velocidad con la que se vive el día a día, —tal como lo vivimos no sé, usted, el vecino y yo—, en este caso José se mantenía ocupado por cuestiones netamente laborales durante los cinco días, teniendo el fin de semana para ser dedicado exclusivamente a sus familiares, situación que le permitía distraerse tal como lo hacía entre semana con sus compañeros de trabajo, es decir, estos dos ámbitos de la vida permitían oxigenar y equilibrar su vida personal. La familia de José antes de la pandemia se divertía en salidas dentro y fuera de la misma ciudad, lo cual se configuraba como todo un espacio de recreación y oxigenación que rompía la rutina de la semana, pues se acostumbraron a salir a pueblitos cercanos, a la laguna de Tota en Boyacá y a la finca dónde su mamá, por ejemplo, lo cual los recargaba de energía, fortalecía el ejercicio de la convivencia y los liberaba de cualquier tipo de encierro. 174 Se le nota a José en su lenguaje gesticular, cuando se le pregunta si las cosas han cambiado antes y durante el confinamiento inducido por la pandemia, pues las referencias que cita sugie- ren que el encierro sí genera brotes de malestar y estrés. El hecho de acondicionar la casa de aproximadamente ochenta metros como un espacio laboral y familiar, propicia que se entremezclen dichos lugares y termine dedicándole más tiempo a la actividad laboral trabajando incluso sábados y domingos, a pesar de que José se siga despertando a la misma hora que lo hacía antes, situación que lo preocupa porque a pesar de contar con la presencia de sus hijos teniéndolos literalmente a su lado, no puede disponer de su tiempo para podérselo dedicar a plenitud, situación que no deja de ser incomoda —¿es que, para qué padre no deja de ser incómoda dicha situación?, ¿ah?—. Una situación particular y hasta curiosa que relata José, es la de considerar la permanencia de cuatro generaciones en la vivienda que habitan, se refiere por un lado a sus suegros quienes superan los sesenta años, a su esposa y a él (que se encuentran en el rango de cuarenta años), por el otro lado se encuentra un adolescente y dos niños, de seis y de tres añitos respectivamente, por lo cual habla de cuatro generaciones conviviendo bajo el mismo techo con diferentes expectativas, enfoques y deseos. La contingencia como tal genera que salir en familia a manera de desahogo sea imposible en estos momentos, lo cual genera estrés, choques y tensiones que se van acumulando —situación que a todos nos ha pasado, ¿o no?—. Crónicas de una Pandemia A pesar del espacio con el que contamos en la casa —exclama José— vivir con los suegros sugiere que se deben respetar unas normas y pues a ellos les interesa que todo permanezca en orden, cada cosa en su lugar, conservando aquello que les ha costado conseguir durante toda la vida, de repente llegar a acondicionar y condicionar ese espacio sagrado para ellos con nuestras cosas de trabajo y con las de nuestros hijos, cada uno con sus roles de estudiantes y seres humanos, no deja de ser una situación que genera obviamente algún tipo de conmoción e incomodidad para ambas partes. José dice que el confinamiento para los niños ha evidenciado inquietud, pues a pesar de estar pequeños ellos ya entienden cierto tipo de cosas, por ejemplo, extrañan los viajes a la laguna de Tota indagando sobre futuras visitas con preguntas tales como: ¿Cuándo vamos a volver a la laguna?, ¿cuándo vamos a ir a la finca de la abuelita?, ¿cuándo vamos a ir al restaurante tal, que es muy divertido pues allá hay unos juegos? —Yo creo lo que les pasa a los hijos de José, le pasa a muchos padres que tienen hijos pequeños y necesitan de ese contacto con la naturaleza o con algún sitio de recreación, y uno pues atendiendo a los protocolos de confinamiento, debe acudir a juegos de recreación al interior de los hogares, ¿saben?, lo importante es contar con el tiempo y claro está, con la disposición—. En este caso, los hijos de José de cierta forma entran a desesperarse por no tener esa posibilidad de salida para desfogarse en otra parte, —exclama con cierto grado de insípido entusiasmo— viviendo cosas diferentes; antes el niño estudiaba, e iba a su colegio y pues eso era una gran forma de invertir y canalizar sus energías, hemos tratado de mantenerlos un poco como distraídos, tratando de sacar tiempo para jugar con ellos, pero se siente bastante el confinamiento que restringe las salidas y por ende la posibilidad de disfrutar de la libertad. Tiene mucha razón esa frase cotidiana, que alude a la felicidad, aquélla con la que contábamos antes, la cual nos permitía disfrutar de esas pequeñas cosas que este confinamiento nos restringió, pero bueno, la idea es aprender a pesar de la terquedad y soberbia de la humanidad. José frente al panorama que se avecina pos pandemia y la inquietud de saber, ¿que mejorará?, ¿que seguirá igual?, ¿cómo visualizar el futuro?, pues anuncia un parte de tranquilidad, a pesar de las circunstancias la posibilidad de contar con techo, trabajo, alimentación y salud es un aliciente que permite expresiones de gratitud y valoración de la libertad en todas sus dimensiones, de igual manera los espacios de reflexión deben ser significativos para poder analizar como un virus cambió la dinámica del planeta, produciendo letalidad al interior de algunos núcleos familiares, como sometió a millones de personas en el mundo obligándolos a cambiar su com- 175 portamiento e incluso algunos hábitos de aseo y organización, pero la idea es ser fuertes, adaptarnos al cambio, aprender y ser mejores humanos valorando las pequeñas cosas. Carlos Arturo Reina Rodríguez Cuando la convivencia siempre ha sido buena… 176 Se llama Jodie Sicachá Cortés tiene veintisiete años, vive en Bogotá en la Localidad de Kennedy y a pesar de ser una ingeniera industrial es el reflejo de la crisis social, la cual ha sido intensificada por la pandemia que vive el planeta, pues actualmente está desempleada, el 21 de mayo en medio del naufragio por la emergencia sanitaria, Jodie relata que su vida antes del confinamiento era normal, dedicaba (al igual que su madre) su mayoría de tiempo a cumplir con el horario laboral, el cual era aproximadamente de ocho de la mañana a cinco de la tarde, lo cual le implicaba salir de su casa en la mañana a eso de las sesis y media de la mañana para poder llegar a su destino, pues ustedes saben lo complicado que es el tráfico en Bogotá, por eso la llegada de estas mujeres era alrededor de las siete de la noche, —radiografía de lo que vive el grueso de la población de obreros y trabajadores en nuestro país—, la hermana de Jodie se ajustaba en sus horarios al cronograma de la universidad por lo cual su estadía era intermitente obedeciendo a esta dinámica académica de educación superior, por su parte su padre como pensionado de la Policía permanecía antes de la pandemia solito gran parte del tiempo, pues los deberes de cada quién les impedía compartir más en familia incluso después de la jornada laboral, puesto que cada uno llegaba cansado a la casa a terminar sus actividades pendientes —pues sí señores, así son las cosas, en esta época de capitalismo desenfrenado con aro- ma a individualismo, cada quién se sumerge en una atmósfera de alienación— Jodie también expresa que los fines de semana que supuestamente debían ser destinados a fortalecer el tejido familiar, eran dedicados a sus amigos y pareja con las que de igual manera solían compartir, en algunas ocasiones. Para Jodie los cambios que se vinieron con la pandemia fueron inicialmente notorios, pues en algunos momentos se iba tornando la convivencia un tanto compleja, su hermana fue la primera en ser enviada a confinamiento obligatorio, luego — exclama Jodie— fue ella la que terminó enclaustrada en casa pues se quedó sin trabajo, su mamá con su computador se dedicó al teletrabajo y a su hermana las clases virtuales le demandaban también muchas ocupaciones, finalmente su papá y Jodie eran los que estaban más desocupados puesto que no tenían que cumplir ningún tipo de deberes académicos o laborales. A pesar que ya estaban acostumbrados al nuevo ambiente de permanencia bajo el mismo techo y reconociendo que si existían días de tensión que se solucionan rápido, los juegos de mesa, las series y películas los distraían un poco, también no cabe desconocer que la posibilidad de estar solos en sus respectivos cuartos, era de gran alivio, pues les permitía recargar sus energías. Jodie presuntamente augura que después de la pandemia todo volverá a la normalidad y se conservarán los espacios de privacidad, por ejemplo, los destinados a sus amigos y respectivas Crónicas de una Pandemia parejas, claro está sin aislarse de sus familiares, —aclara Jodie—. Afortunadamente en términos generales la convivencia siempre ha sido buena y por tal motivo queremos que todo se mantenga en ese ambiente de tranquilidad. No sé tú qué creas, pero eso de mantener un ambiente armonioso en la familia genera paz espiritual, ¿ven todo lo que puede suceder en una familia en medio de la crisis, cuando la convivencia es buena? Tenemos que reinventarnos… Esta es la historia de Edelweis Ávila Guio de cuarenta y cinco años de edad, residente del barrio Boitá en Bogotá, es una trabajadora independiente con un nombre poco particular en la vitrina común de nombres cotidianos, pues no es normal encontrar nombres repetidos como este en el panorama del barrio o la ciudad, es más fácil encontrar a la vuelta de la esquina un Carlos, Sonia, Diana, Pedro, Luis, Marta, etcétera. Antes del confinamiento llevaban una vida relativamente normal; su esposo trabaja en una empresa de la ciudad, en la familia se encuentran dos integrantes que son sus hijas, una adolescente de diecisiete años y un niño de doce años, una edad propicia para que se acompañen mutuamente. Edelweis es la persona encargada de gran parte de la organización de los oficios básicos de la casa, despachar a sus hijos para el estudio y estar cerca del niño de doce años, quién aún se encuentra en el colegio, a diferencia de la niña quién ya está en la universidad (por lo cual es más independiente), su esposo se mantiene fuera de la casa, sale aproximadamente a las seis de la mañana y llega a eso de las tres y media a cuatro de la tarde, hora en la cual se une a las labores propias del trabajo de Edelweis colaborándole por lo general hasta las horas de la noche, terminando de esta manera ambos muy agotados. Con el confinamiento Edelweis nos cuenta que todo cambió pero para bien, fue chévere y extraño pues su esposo comenzó a permanecer todo el día en la casa y ella tuvo que suspender sus actividades laborales, fueron como unas pequeñas vacaciones y todos se turnaban los quehaceres del hogar, por ejemplo, la alimentación, un día la hacía el esposo, otro día la hacía Edelweis, otro día la hacían los niños, —eso es lo que yo llamo, carambas, trabajo en equipo, así sí vale la pena—, además todo se tornaba diferente y hasta novedoso pues surgían nuevas experiencias, inventaban nuevas cosas, hacían pizza, pan, arepas, comidas diferentes. Los primeros días fue hasta chévere, pintaron la casa, organizaban entre todos, en fin, hubo una que otra discusión con los hijos y esposo, pero afortunadamente todo dentro de un marco de solución posible. Con la pandemia Edelweis no niega que han pasado por días de crisis, estrés, preocupación, pues su trabajo quedó en stand by pero 177 afortunadamente su esposo ha conservado su empleo lo cual les sigue representando algunos ingresos, por lo cual han podido brindar respuestas a sus necesidades básicas, “afortuna- Carlos Arturo Reina Rodríguez damente” los bancos han refinanciado sus deudas a pesar del incremento de los intereses, de todos modos Edelweis espera la superación de la emergencia sanitaria, para poder reactivar sus actividades laborales. Después de la pandemia Edelweis siente la necesidad de cambiar cierto tipo de cosas por que vendrá otra normalidad, en la cual se deben trazar otras metas como apropiarse de herramientas tecnológicas para continuar con sus proyectos. La pandemia ha sido una excusa para fomentar la unión familiar, fortalecer el ejercicio de la convivencia y valorarse más con su pareja; él esposo de Edelweis en estos momentos debe salir a trabajar y esto hace que surja un pequeño temor de saber qué pasaría si se contagiara, lo cual invitaría a imaginar un panorama pintado con mucha incertidumbre y desesperanza. El mayor aprendizaje —exclama Edelweis— es la convivencia, pues siente que han aprendido a vivir entre todos, evitando discusiones y entendiendo que los conflictos siempre deben tener una solución, omitiendo las ofensas y tratando de guardar la calma. Esperamos reinvertarnos y salir de esta pandemia lo mejor librados posibles, —yo también lo espero Edelweis, que así sea—. 178 Mis padres me necesitan ahora más que nunca Cesar Pulga es un profesor de treinta y siete años que vive en el barrio Veraguas en Bogotá y describe su vida en medio de la pandemia en dos partes, una de ellas es el papel que ocupan sus padres como hilo conductor en su vida y los vínculos afectivos recíprocos que se mantienen, adicionalmente hay una especie de dependencia económica. La otra parte es su independencia, pues en el pasado había decidido convivir con la que era su novia en ese entonces, quién es estudiante de pregrado en psicología y César por lo pronto es doctorante —sin hijos, por cierto—, ambos compartían todas las responsabilidades propias de una pareja que vive bajo el mismo techo, pero adicionalmente César debía responder por sus padres, —no pierdan el hilo porque ya se los había contado anteriormente— una situación que le da una dinámica particular a este relato. Con el confinamiento propiciado por la pandemia el ejercicio de convivencia se vio inmiscuido en una atmósfera tensionante, en la cual se iban marcando con más acento las diferencias, por lo cual de manera consensuada decidieron estar separados por un tiempo mientras evolucionaba el virus en el país, ese episodio se presentó aproximadamente hace un mes y dos semanas, a partir de allí la vida familiar de César gira en torno a sus deberes académicos tanto en las clases virtuales del colegio y la universidad, eso no implica que haya descuidado a sus padres a quienes a pesar de las restricciones y conociendo de Crónicas de una Pandemia antemano las implicaciones legales y los riesgos sanitarios que esto puede generar, los visita de vez en cuando, fortaleciendo el tejido familiar. La vida pos pandemia para el profe César se ve matizada por una serie de preocupaciones, inicialmente económicas pues sus padres son población vulnerable y viven de los servicios que prestan en un restaurante, por lo cual ellos han visto limitados sus ingresos económicos y existen responsabilidades que no pueden esperar, por ejemplo, el pago de la cuota de la casa de sus padres, los servicios públicos y la salud de ellos. En caso que progresivamente el Gobierno de la orden de reactivar parte de la economía, permitiendo abrir restaurantes y atendiendo al público en general, aumentaran los riesgos de contagios para sus padres, adicionalmente las responsabilidades financieras de César no dan espera; en cuanto al panorama de su relación con la pareja mencionada anteriormente, destaca la tranquilidad con la que cuentan en este momento ambos, pues habían llegado a un punto dónde las tensiones se encontraban en un límite; a ciencia cierta él no sabe sí aún existe futuro en esa relación, si es conveniente volver; de esta manera César con un aire de tranquilidad combinado con un tufo de nostalgia, culmina un relato de un segmento muy significativo de su vida, en medio del naufragio del Planeta Tierra, en una pandemia que parece nunca quisiera acabar. La familia es lo primero… Iván Contreras es una persona joven, estudiante, tiene dieciocho años, vive en Bosa Porvenir y antes de la pandemia considera que la vida de los cinco integrantes de la familia, sus dos padres, dos hermanas mayores y él, se limitaba a desarrollar las actividades cotidianas por parte de cada uno, lo que sin duda alguna los mantenía ocupados, el único momento que tenían para estar juntos era en la noche, pero a veces el agotamiento era considerable por lo cual la interacción no era posible que se diera de manera fructífera, solo se remitían a realizar y contestar unas preguntas muy precisas, omitiendo la posibilidad de indagar como se encontraba el otro, pues se daba por hecho que los lazos de unión eran tan sólidos que no era necesario fortalecerlos. Con el confinamiento inducido por la pandemia muchas cosas cambiaron para la familia de Iván, la interacción era inevitable y más que por obligación también se había notado la disposición de cada miembro de la familia a dialogar, fortaleciendo el tejido social, han sido pocas las discordias generadas durante este periodo de tiempo, lo cual se convierte en una gran ventaja ayudando de esta manera a superar individualismos y egoísmos que se pudiesen presentar, así como cuadros de ansiedad propios del confinamiento. 179 La vida posterior a la pandemia, alude Iván, será incierta excepto en las relaciones familiares que, a pesar de tornarse va- Carlos Arturo Reina Rodríguez riables, siente que aquéllos lazos tejidos en el confinamiento permitirán pronosticar buenos augurios en cuanto la unión, superando esos rasgos de individualismo, ceguera y hasta aislamiento que estábamos llevando de manera natural producto de las rutinas diarias, eso sin duda alguna logrará que aprendamos del otro y prioricemos siempre a nuestras familias, pues allí hemos construido un espacio cálido en dónde a pesar de permanecer juntos por mucho tiempo, no muchas veces habíamos indagado sobre nuestros sentimientos y emociones en este confinamiento. Iván enfatiza en este relato, la importancia de la familia como núcleo de la sociedad y siente que allí es un lugar dónde todos se sienten seguros porque no existen tensiones significativas, ni mayor incomodidad, por el contrario, se busca hacer sentir bien al otro, lo cual ayuda mucho cuando aparezcan cuadros de ansiedad por la situación que vive el planeta, —se trata de un relato esperanzador de un joven de dieciocho años, porque mientras el país navega por un cuadro de violencia, es reconfortante encontrar personas que sienten que la familia sigue siendo un refugio dónde se puede respirar tranquilidad y amor—. Un pacto de convivencia 180 Es una mujer de veintiún años, estudiante, se llama María Fernanda Jiménez, vive en el barrio Protecho II en la ciudad de Bogotá y advierte que antes de la pandemia su familia ya había hecho un pacto de mejoramiento en el ejercicio de la convivencia, al interior de la familia, las cosas no iban mal para ellos, pero si existían precedentes. Sin embargo, en medio del confinamiento se presentaron cierto tipo de roces por cosas de menor relevancia lo cual generaba tensiones que se han intentado solucionar por medio del diálogo, pero María Fernanda piensa que posterior a la pandemia todo mejorará al interior de su familia, porque los espacios que han destinado para dialogar les ha servido para reconocer errores y re direccionar el camino, pues antes de la especie de “ese tal” pacto familiar cada uno vivía sumido en su mundo. El padre de María Fernanda es el único que por el momento sale a trabajar, por lo cual los demás permanecen conviviendo gran parte del tiempo, situación que les ha enseñado a conocer un poco más al otro, sus estados emocionales, por ejemplo, respetándolos y cultivando la esperanza que todo esto les haya servido para valorar futuros espacios de integración, sin descuidar las responsabilidades de cada uno. —La esperanza de María Fernanda y de todos nosotros sin duda alguna, es que la convivencia en el seno de cada familia mejore, pues todos sabemos que la familia en una sociedad en proceso de descomposición como la nuestra, es el más adecuado laboratorio moral para forjar un futuro mejor—. Crónicas de una Pandemia Hacemos comidas deliciosas Mauricio Galvis es un hombre de treinta y ocho años que vive en San José del Guaviare– San Jorge II, se desempeña en el área de la recreación y su núcleo familiar relativamente es pequeño, lo componen su esposa y su hijo, antes de la pandemia su vida cumplía unas rutinas diarias y pre-establecidas como lo eran, levantarse temprano para llevar al hijo a la escuela, mientras su esposa también madrugando se dirigía a su trabajo, Mauricio el resto del tiempo se encargaba de revisar asuntos relacionados con su negocio, preparación de eventos, asuntos relacionados con el hogar, el almuerzo, la organización, para luego esperar el retorno de la familia en las horas de la tarde y estar pendiente de las tareas del niño. Ya en la noche Mauricio insinúa que si el tiempo les alcanzaba compartían tiempos de televisión o se divertían con un juego de mesa. Ahora para Mauricio las cosas con la pandemia han mejorado para bien, pues siente que su familia se ha unido más, han intentado realizar actividades de integración y a pesar de las dificultades que genera la pandemia, todo no es malo, las películas, series, juegos, trabajo en equipo, menús innovadores le dan un aire de armonía a dicha convivencia, a pesar que las cosas en el aspecto económico no han sido las mejores. En el aspecto de fortalecimiento del tejido familiar todo ha sido ganancia —afirma Mauricio—. Las perspectivas pos pandemia para nuestro personaje en este relato será de fortalecimiento familiar, pues reconoce que es una situación atípica que nadie esperaba, sin embargo, cuándo nuevamente por cuestiones laborales tengan que ausentarse padre y madre, Mauricio sentirá que cada uno, a su manera, será consciente de la falta que le va a hacer al otro, transitando por un ambiente dónde extrañaran las películas que veían, los juegos realizados y las exquisitas comidas preparadas, de todos modos sabe que se advierte en el horizonte una crisis económica mayor, en dónde guarda la esperanza puedan solucionarla por el bien de todos. Tengo mucho tiempo libre Andrés Villa Garzón tiene treinta años y vive en el barrio León XII municipio de Soacha, es agente de servicios en un call center de Bogotá en la parte de Back Office, amante del cine, por eso aparte de trabajar, su tiempo antes del confinamiento lo destinaba a disfrutar de los diferentes estrenos de cartelera, se considera un hombre tranquilo de poco ejercicio, degustador de la buena comida en compañía de su pareja y con preferencias para leer y mantenerse en la casa disfrutando de buenas series a través de las plataformas Netflix, Amazon, actividad que privi181 legia por encima de otras, en la previa a la pandemia. Una vez llega la pandemia y se decreta el confinamiento, Andrés siente que lo que viene es ganancia por la disponibilidad en cuanto a Carlos Arturo Reina Rodríguez tiempo libre se refiere, pues su vinculación laboral hace cinco años a una compañía española trabajando en un horario de dos de la mañana a once de la mañana, hace que a la fecha maneje adecuadamente los tiempos de sueño, descanso y en fin todo el ritmo personal y laboral. Algo que de igual forma lo ha beneficiado, es que gracias a su no desplazamiento hasta su sitio de trabajo, el tiempo que antes invertía en dicho desplazamiento de ida y venida, lo emplea en sus asuntos personales, pues ahora se levanta sin mucha presión, se prepara un café, se cepilla los dientes y prende la computadora, entonces siente que trabajando puede simultáneamente hacer cosas que antes no se lo permitía su actividad laboral, por ejemplo revisar su celular, ver televisión, escuchar música, lavar ropa, realizar el aseo de la casa, cocinar, hacer unas pausas para descansar; de todo ello en lo que Andrés siente haberse excedido, es en ver televisión y permanecer en su casa, pues antes llegaba a dormir e incluso no era mucho lo que pasaba dentro de su domicilio, optaba por permanecer más que todo por fuera. 182 El tiempo ahora es generoso con él, situación que ha aprovechado poniéndola a su favor, pues ahora puede disfrutar diez capítulos de una serie que casi dura diez horas, en solo dos días, incluso nos cuenta que al prender por ejemplo Netflix se topa con series que el incluso ya ha visto, por eso su preocupación de cómo combatir el aburrimiento, bien sea con los videojuegos, realizando oficio, emprendiendo algún tipo de lectura, dis- frutando de los seriados, durmiendo, pero entiende que todo en exceso es malo, entonces entra en el dilema que con tanto tiempo libre podría adelantar incluso trabajo, pero hay quienes le advierten que ese tiempo personal no es remunerado, por lo cual no debe mezclarlo con oficios propios de su actividad laboral, que solo deben desarrollarse en el tiempo destinado oficialmente para ello, por lo cual entra en una incertidumbre de saber que puede estar perdiendo el tiempo. Andrés siente que la pos pandemia va estar caracterizada por abundancia de información, autocuidados, protocolos y la normalidad irá retornando paulatinamente, por lo cual se sumerge en una incertidumbre de saber si el restaurante al cual solía ir aún existe y se encuentra en el mismo lugar, si los cinemas que visitaba volverán a prestar servicio, si muchas cosas cambiarán, pues el tiempo pasa demasiado rápido y ya casi han pasado tres meses después de la orden de confinamiento y realmente no sé qué nos espera en el futuro. —Andrés nos comparte un fraternal abrazo, nos deja con una sonrisa pintada en el rostro y con la esperanza de volvernos a ver, esperando su relato haya sido del agrado de todos—. Con o sin tiempo libre, es casi invisible el diálogo Azucena Sánchez es una mujer joven, estudiante en la nocturna, no trabaja, tiene veintidós años y vive en el barrio La Aurora II en Bogotá, su núcleo familiar se compone de cuatro perso- Crónicas de una Pandemia nas, y su perrito es un miembro muy importante de la misma, antes del confinamiento siente que cada uno vivía muy alejado del otro a pesar de vivir bajo el mismo techo, pues los deberes de cada uno en el trabajo y en la universidad hacían que cada quién estuviera dedicado al cumplimiento de sus respectivos compromisos —cosa que no es mala, pienso yo—, Azucena por sus horarios casi no compartía con sus padres, pero ahora debido a su situación de desempleo posee más tiempo en la jornada diurna, que invierte encontrándose con sus compañeros de estudio para realizar tareas de la universidad o con sus amigos para compartir ratos agradables, pero aun así el diálogo con sus padres no ha tenido ganancia —quiere decir Azucena que no es muy fluido—. Durante la pandemia nos cuenta Azucena que sus niveles de estrés han subido significativamente, mi padre es abogado independiente y en el momento no se encuentra trabajando, su mamá por el contrario sí se encuentra desarrollando teletrabajo y los conflictos en si se pueden dar por encontrarse todos al mismo tiempo bajo el mismo techo, sumado a ello, a su padre le cuesta trabajo seguir algunos protocolos que se deben llevar durante este confinamiento, por ejemplo el de salir solo a lo estrictamente necesario portando el tapabocas en todo momento, lo cual le cuesta trabajo a su padre, también evitar reuniones sociales las cuales son recurrentes en su caso, puesto que sale a tomar y a veces cuando regresa no se baña ni las manos, entonces se le llama la atención, él se enoja y eso produce en Azucena de igual forma cierto grado de irritación, sumándole a eso el conjunto de responsabilidades que por esta época le ha tocado asumir, pues la preocupación de pensar en que puede contagiar a alguien de la casa genera cierto tipo de tensión, estrés, discusiones, es inevitable, adicionalmente por el teletrabajo de su mamá, Azucena es quién se ha encargado de la preparación de las comidas principales y eso la induce a preguntar —y bueno, ¿los demás qué hacen entonces?—. Sin embargo, las ocupaciones de su universidad no dan espera, entonces su estrategia ha sido, la de intentar los fines de semana proponer sean vistas algunas películas en familia, y a veces hasta en eso es complejo que se pongan de acuerdo, puesto que los gustos de cada uno son diferentes, a veces incluso — nos cuenta con cierto grado de pesimismo— que por pequeños detalles se generan roces, incluso a la hora del almuerzo, por situaciones donde el otro pone música e incómoda al que está concentrado estudiando, trabajando, por eso entre semana — arguye— procuran no hablar mucho, una gran ventaja es que el apartamento es bastante amplio, pues cuenta con tres pisos lo cual les permite geolocalizarse estratégicamente. Azucena piensa que la pos pandemia se irá configurando de 183 acuerdo a como se vayan dando las cosas en el país con respecto a este virus, en cuanto a ellos cree que les conviene salir y oxigenarse con otras personas para evitar confrontaciones per- manentes, su preocupación —se nota— gira en torno a que el escaso diálogo, vuelva a instaurarse oficialmente en su familia, por eso sería importante mantener una cercanía y complicidad con su mamá, pues le hace falta incluso hasta para cocinar con complicidad un plato de comida. Tengo un espíritu emprendedor Es Nicolás Sánchez, estudiante universitario quién vive en el barrio Portales del Norte y tiene veintiún años, antes de la pandemia argüía que su tiempo avanzaba dentro del marco de la normalidad, pues entre semana se mantenía ocupado en la universidad y en los tiempos libres se dedicaba a trabajar en su carro con la plataforma Uber, para de esta manera poder pagar el automotor; los fines de semana los dedicaba a su familia, novia y a veces asistía a una que otra fiesta, para Nicolás esas actividades correspondían a la rutina normal para un joven de su edad que se sentía libre —¿usted qué cree acaso?— Nicolás siente que, en la universidad con el confinamiento por la pandemia, las cosas cambiaron puesto que las clases comenzaron a ser virtuales, entonces fue una experiencia negativa porque no podía prestarle atención de la misma manera como lo hacía con la presencialidad, el tiempo no le rendía igual, las clases se tornaban monótonas, un tanto aburridas y a pesar de tener cerca a sus seres queridos todos los días, —pues irónica- mente a Nicolás eso también lo aburría—, lo triste de este relato es que debido a su impedimento de trabajar como lo hacía antes a través de la plataforma Uber, por las medidas sanitarias decretadas por el Gobierno, tuvo que suspender esta actividad y por ende no pudo continuar pagando las cuotas de su vehículo, motivo por el cual se vio obligado a venderlo, pero gracias a su espíritu emprendedor pudo acudir a otras actividades que le generaron utilidades, en cuanto al tiempo dedicado a su novia y amigos para aprovecharlos de manera social, los cambios si fueron sustanciales. Nicolás piensa que después de la pandemia todo no volverá a la normalidad como la mayoría de gente piensa y espera, por ejemplo, sus clases se desarrollarán combinando presencialidad y virtualidad, en cuanto a su nuevo trabajo no se vería afectado por la emergencia biosanitaria y su vida social por el contrario, sí se vería impactada por que el tiempo dedicado a las actividades sociales de antes, no sería el mismo, las restricciones determinarían cómo podría ser la nueva normatividad de asistencia a un restaurante con su pareja, como sería la dinámica en sitios que presenten algún tipo de aglomeración de personas, como serían las reglas en los bares que antes solía frecuentar, en fin, Nicolás siente que todo estará flotando dentro de una nueva realidad y el tiempo tendrá la última palabra. A mis amigos los quiero mucho Se llama Luis Eduardo Carreño Pérez, tiene cincuenta y ocho años, es sastre y vive actualmente en el barrio el Carmen en Bogotá —no sé si usted alguna vez haya visitado este barrio popular de la ciudad— su vida antes del confinamiento generado por la pandemia, se enfocaba en el aprovechamiento del tiempo libre, realizando ejercicio desde las seis de la mañana en el parque donde se encontraba con un grupo de amigos y se dedicaban a divertirse, ejercitarse, cuidarse aproximadamente por una hora y luego compartían en una cafetería un tintico, un jugo o una gaseosa al calor de una buena conversación sobre temas de actualidad, deporte o según las circunstancias, siempre con buena vibra hacia el país; ya en horas de la tarde Luis se dirigía en bicicleta hacia su trabajo, que de por sí queda muy retirado a su domicilio con el fin de oxigenarse y evitar el estrés que genera el transporte público. El trabajo es para Luis un aliciente que le brinda siempre independencia y libertad, pues no depende de un horario o jefe en especial, por lo cual puede hacer pausas con sus amigos —afirma ser muy amiguero—, dialogar, compartir un tinto, gaseosa y una buena conversación respetando el pensamiento de cada quién y aprovechando la vida al máximo, para Luis los vínculos afectivos, el calor humano, el saludo, el contacto físico son indispensables. La vida alrededor de sus amigos es una columna vertebral, por eso en la noche contaba con otro grupo de amigos con los que estrecha- ba sus manos, se brindaba un abrazo, conversaba, se fumaba un cigarro, respiraba un ambiente de camaradería y por eso los sábados compartía con ellos unas cervezas, un momento de baile, una visita a un concierto u espectáculo, fortaleciendo su amistad. Con el confinamiento las cosas han cambiado mucho para Luis, extraña esa bonita amistad, esos abrazos y sobre todo la camaradería, irónicamente el celular antes les sobraba, lo contrario de lo que sucede ahora, pues gracias al teléfono se pueden comunicar diariamente fortaleciendo lazos de colaboración y amistad. Después de la pandemia nacen muchas incertidumbres, saber si todo podrá volver a la normalidad, si los abrazos con sus amigos retornarán, si los niños superarán la psicosis generada por el distanciamiento social, en fin, Luis nos invita a ir para adelante deseándonos a nosotros y a sus amigos fuerza y energía. Tesitmonios Utilizados: Testimonio número 1. José Rafael Aguillón Lombana–Bogotá. Tomado por Angélica Aguillón Lombana, 17 de mayo de 2020. Testimonio número 2. Jodie Sicachá Cortés–Bogotá. Tomado por Johanna Alexandra Hernández Cortés, 21 de mayo de 2020. 185 Testimonio número 3. Edelweis Avila Guio–Bogotá. Tomado por Angelly Natalia Camacho Fetecua, 18 de mayo de 2020. Carlos Arturo Reina Rodríguez Testimonio número 4. César Pulga–Bogotá. Tomado por Yury Andrea Castro Robles, 20 de mayo de 2020. Testimonio número 5. Iván Contreras–Bogotá. Tomado por Heidy Caro, 17 de mayo de 2020. Testimonio número 6. María Fernanda Jiménez–Bogotá. Tomado por Brayan Sneider Lozada González, 22 de mayo de 2020. Testimonio número 7. Mauricio Galvis–San José del Guaviare. Tomado por Claudia Milena Moreno Amaya, mayo del 2020. Testimonio número 8. Andrés Villa Garzón–Soacha. Tomado por Ana Esther Toro Herrera, 28 de mayo de 2020. Testimonio número 9. Azucena Sánchez–Bogotá. Tomado por Natalia Andrea Vargas Carpintero, 22 de mayo de 2020. Testimonio número 10. Nicolás Sánchez–Bogotá. Tomado por Sebastián Moreno Maldonado, 14 de junio de 2020. Testimonio número 11. Luis Eduardo Carreño Pérez–Bogotá. Tomado por Paula Lizeth Segura Chisica, 19 de junio de 2020. 186 Crónicas de una Pandemia ban de sus familias, sus amores y sus amigos. Así fue cómo surgió la siguiente charla, desde sus casas, por medio de una video llamada, y en el marco de la cuarentena inteligente. Las historias detrás de una video-llamada: crónicas de relaciones y convivencia en la pandemia Andrés García Parrado1 María y Fernanda son dos amigas que se conocieron cuando estudiaban derecho hace ya un par de años atrás; cada una de ellas se dedicó a trabajar en lo que más les atraía, María comenzó a trabajar en las comisarías de familia, en una labor muy cercana a la defensa de los derechos de niños y niñas, y todo lo relacionado con la familia; Fernanda inició su vida profesional trabajando en proyectos de inversión social buscando ayudarle a las comunidades más vulnerables de la sociedad, proyectos que ejecuta con alcaldías y con el Gobierno Nacional. Ellas acostumbraban a reunirse periódicamente, pues siempre han sido muy buenas amigas. Esos encuentros los usaban para contarse anécdotas de sus trabajos, obviamente también raja- —Hola Fer, ¿cómo has estado? Te veo más repuestica amiga, jajajajaja. —Mary, no seas odiosa, este bendito encierro lo pone a uno a comer más y más, la ansiedad del confinamiento, el exceso de trabajo, la presión de la familia, en fin, y pa’ rematar ahora me dices: ¡Gorda! Ese fue el comienzo de una charla que reflexionaría sobre personajes que, como clientes, beneficiarios, usuarios, entre otros, ellas habían atendido a lo largo de esas semanas de confinamiento y teletrabajo, una nueva modalidad de vida que ninguna de las dos había antes ni siquiera imaginado. Así, luego de charlar sobre sus físicos y reconvenirse a mantener la dieta y hacer ejercicio en sus apartamentos, la conversación se orientó hacia los casos que cada una atendía en sus roles como abogadas. 187 1. Abogado de la Universidad Nacional de Colombia. Candidato a doctor en Estudios Sociales de la Universidad Distrital Fransico José de Caldas. Correo electrónico: angapa77@gmail.com Carlos Arturo Reina Rodríguez En la charla, María le cuenta a su amiga que recién inició el confinamiento, la comisaría no tenía ninguna claridad sobre los procedimientos y herramientas para enfrentar el teletrabajo, como tampoco el cómo haría la ciudadanía para acceder a los servicios de la entidad. Fernanda corrobora eso comentándole que en la fundación donde trabaja con comunidades vulnerables, en la periferia de la capital, la situación es muy similar, pues la atención no solo puede ser virtual, deben entregar suministros y verificar condiciones de las familias y los menores. En ese momento es cuando Fernanda le cuenta sobre Óscar, un indígena desplazado del Norte del Cauca, le cuenta que él allá era autoridad del cabildo, pero la “violencia” lo hizo salir de su territorio, y ahora es uno de los líderes de las decenas de familias indígenas que viven en estos barrios, por eso es uno de los contactos con los que más se video llama, al punto que su esposo ya se siente incómodo, ante eso dice Fernanda: 188 —Mary, pero Rubén no entiende que es mi trabajo, solo repite: ¡ah!, ¿sí?, ¿y por qué antes no? Pero claro, como él es contador en esa empresa y no trabaja con comunidades, no entiende que las dinámicas cambiaron, que antes podíamos resolver las cosas en el barrio, en la oficina, pero que ahora se complejizaron los procesos y que la gente sigue con hambre y muchas carencias, eso no da espera. María acota el tema haciendo referencia a una secretaria que atendió de manera virtual, por la plataforma que la institución les impuso, cosa que María misma se cuestiona, pues, no todos los funcionarios tienen acceso a ella, ahora, cómo será con las comunidades, si ellas ni siquiera tienen acceso pleno a Internet. En relación con la Secretaría, le cuenta a Fernanda que a ella se le facilita el conectarse, por su mismo trabajo, por lo que en este aspecto no tiene problemas, pero en su casa se encuentra entre la espada y la pared, pues no sabe cómo intervenir para resolver los conflictos entre sus hermanastros y su madre, que eso ya le está afectando su propia relación con ellos, y que además no quiere cargarse de más problemas, ya suficiente es con el no saber cómo llevar su relación de pareja, la cual era estable, pero por las dinámicas del distanciamiento social ha mutado al punto de ya no saber qué hacer. En definitiva, la secretaria tiene algunos problemas de convivencia con sus hermanastros en la casa donde viven, pero más graves son los conflictos entre ellos y la mamá, pues, aunque son mayores, la señora ya los ha golpeado en reiteradas ocasiones, los canales de comunicación se han complejizado y quebrado; la mamá es profesora y no está de acuerdo con que todo el tiempo estén conectados a sus celulares y portátiles; eso le contaba en las consultas como comisaria, le decía que la profe antes los entendía y no se metía en las cosas de ellos, pues cada uno andaba en sus cosas, los hijos en el colegio y ella también, pues es docente de secundaria, pero nunca habían tenido que compartir tanto tiempo juntos. María, hace énfasis en el hecho Crónicas de una Pandemia de que a la profe, aunque sabe de pedagogía, el confinamiento y la pandemia la abruma, la tecnología la descompone y hace que estalle en contra de sus hijos, un tema de trabajar en una audiencia de mediación, pero con estas nuevas realidades virtuales, aunque la posibilidad con esta familia es más real por el acceso a la tecnología, la imposibilidad de observar el comportamiento físico no es un buen punto de partida para intervenir en la resolución de ese tipo de conflictos. Mientras continúa la conversación, Fernanda nota (en la pantalla de su celular) que Francisco está cocinando junto con María el almuerzo. Se lamenta por el hecho que Rubén no tiene el mismo espíritu en los temas domésticos y aparte no hace sino criticar las dinámicas actuales de su trabajo. Este detalle la desconecta de la conversación y la lleva a recordar cómo le ha costado resolver esas diferencias con su esposo, en cuanto a los tiempos de trabajo y los de no trabajo, cuestión que parte de los tipos de contrato y labores que tienen, pues si bien a él se le ha extendido el trabajo, aún logran mantener los horarios de oficina que tenían desde antes; pero a ella los horarios se le transformaron totalmente, ya no se respeta si es día hábil, si son horas hábiles, es una realidad que, aunque no es compartida por ella, persiste a pesar de que la haya tratado de controlar. En un momento de pausa Fernanda observa, desde la cercanía y frialdad del teléfono, que ambas estaban preparando la misma receta, lo cual le genera mucha curiosidad y le surgen aún más interrogantes, entonces le pregunta de manera disimulada a su colega y amiga, si puede conversar en privado, a lo que María le responde que con tranquilidad pues tiene puestos los audífonos inalámbricos. Suena curioso para muchos, pero para ellas es muy relevante el hecho de que no todas las conversaciones que ellas tienen son fáciles de entender para sus familias, por eso el sentido de privacidad que Fernanda le expresa a su amiga. Una vez asegurada la privacidad de la charla, Fernanda le hace el siguiente comentario: —María Camila, vos sabes que te quiero mucho y que contigo puedo ser muy sincera. Mira que mientras me comentabas lo de la secretaria y la profe, te observé y me di cuenta de que estamos haciendo lo mismo, incluso hasta la misma receta, pero de maneras diferentes. Tú estás con tu compañero, yo estoy casada, pero: ¡estoy sola! Fernanda, volteó a mirar el teléfono y rápidamente lo agarró y se fue de la cocina hacia el balcón, lugar donde podía hablar con tranquilidad, sin que Francisco la escuchara. Lo que atina a preguntar a su amiga la razón de su comentario, pues cuando ella la llama por su nombre completo es porque lo que está diciendo está saliendo de lo profundo de su corazón o de su 189 razón. —Mira María Camila, tú sabes que llevo ya un tiempo de matrimonio, que por nuestra decisión no tenemos ni queremos Carlos Arturo Reina Rodríguez tener hijos, que somos muy abiertos y sinceros entre nosotros como pareja, pero en estas semanas de cuarentena Rubén ha cambiado muchísimo, antes era detallista, quizá no todos los días, pero sí de manera frecuente, ahora no lo es, ahora todo es normal, toca hacerlo, o no se hace, solo se asume y la monotonía nos está carcomiendo. Tú sabes que yo aguanto, pero ya no sé qué hacer, de hecho, ¿sabes?, es algo que veo que se presenta con clientes que me han llamado para iniciar procesos de divorcio, la gente en esta época ha sacado cosas que no imaginábamos, por ejemplo, don Ricardo, ¿te acuerdas que lo charlamos hace un tiempo?, él ahora está muy en la mala, ahora está en la cárcel por un robo que hizo, lo he visitado en la cárcel, está muy mal, esta realidad no deja que lo visite la familia, ahora el contacto es virtual y medio extraño, pues aunque no se podría dar por las normas que existen, lo hacen y se conectan periódicamente un par de minutos con la familia, pero ahora lo hacen con la video llamada, antes lo hacían por llamadas de voz, es raro, muy extraño, pero así lo hacen ahora, y lo viven, se siguen conectando desde un espacio irreal y virtual, solo imagina que lo hacen cuando no pueden y, además, piensa que la sensación real de contagiarse en la cárcel es el minuto a minuto de todos los días. 190 María la escucha recordando otra anécdota, de aquellas que remueven el sentimiento, y le cuenta a Fer la historia de don Juan, un vecino de la comisaría que había intentado acercarse a la familia recién separada, pero que la pandemia lo alejó tanto que ya no ha podido recuperar su intención de ser una sola familia, un ser que siendo ejemplo, la cuarentena le ha imposibilitado ser él, pues la virtualidad no le permite demostrar todo su amor hacia los hijos, y la distancia social lo ha llevado a perder posibilidades de reconstruir su familia. María continúa buscando ejemplos en relación con el sentimiento triste de impotencia que su amiga manifiesta, por eso le comenta el caso de Ramiro, un estudiante de pregrado que atendió en semanas pasadas. Él es un activista social, del movimiento de los sectores sociales LGBTI, y lo recuerda por la dificultad de sus relaciones con la familia, ellos no lo aceptan y lo señalan, lo que en el encierro se volvió cada día más tortuoso. Ella siempre se sintió impotente, pues no podía actuar en las lógicas del derecho, no podía tampoco hacer nada desde lo social para que eso se revirtiera, es decir, para que sus padres y familia entendieran la razón de vivir de Ramiro. Solo podía aconsejarlo, pero con la cuarentena esa posibilidad se quedó en lo virtual, es decir en los mensajes de WhatsApp que él le envía, los cuales cada vez son más lejanos. Ramiro era un estudiante de los que la sociedad considera como modelo, pilo, bonito como ser, elegante en sus relaciones, pero por su identidad de género era señalado, lo que lo aisló de los demás compañeros y de la familia. Él no se quedó con ese sentimiento y realidad, siempre buscó poder manifestar públicamente lo que era, a pesar de los rechazos y señalamientos. Crónicas de una Pandemia Pero Fernanda, a pesar de su apertura mental no entendía la razón, estaba obnubilada por su sentimiento de desazón hacia Rubén, él la tenía desconsolada porque la apuesta inicial de relación no era lo que la pandemia y el encierro los había hecho vivir, ya no se sentía parte de esa relación afectiva, ahora se sentía más amiga y compañera de apartamento que pareja sentimental; sin embargo, vivía la relación sin poder, para ella, hacer algo diferente, había llegado a un punto en donde no había ya poder o argumentos para que entendiera que era simplemente un momento en la vida, que aunque totalmente diferente, esta es una nueva realidad que ella y él estaban asumiendo, la posibilidad era conocerse en esa nueva realidad que no tenían previsto, el error es, quizá, que buscaron culpables, antes de asumir la responsabilidad de reconstruir la relación bajo estas nuevas realidades. María no encontraba cómo reconectarla con la llamada, pues la tristeza y dolor de su amiga eran tan grandes que la desconectaba mentalmente, tan solo cuando le comenta que su relación con Francisco no era la maravilla, María se volvió a conectar. Fue en ese momento cuando María entendió que la realidad había transformado a todo el mundo y en todos los ámbitos posibles, y que esta nueva realidad era tan nueva que no teníamos la capacidad de asumirla en vivo y en directo. María le dice: —Fer la vida ya no es tan ideal como lo crees, con Francisco desde el momento en que se inició la cuarentena no nos vol- vimos a tocar, créeme, no hay contacto con él, recuerda que Francisco trabaja con empleados que todo el tiempo están fuera, en su trabajo todo el tiempo están en contacto con muchas personas, ahora él, mi esposo, no me ha tocado, nos queremos y adoramos, pero nos distanciamos. Así las dos amigas se reconectan y entre cuentos hablan de una tercera, Andrea, ella quien siempre estuvo ajena a relaciones y formalidades, ella que ni siquiera se conectaba virtualmente con el grupo, ella que era tan distante que siempre se olvidaba de ella y de ellas. De Andrea lo último que supieron era que estaba saliendo de la cuarentena obligatoria que le impusieron los médicos, pues por su descontrol se contagió, eso habían escuchado. Pero no era cierto que fuera descontrolada o libertina, ella solo hacía lo que consideraba necesario para vivir sus sueños por transformar la sociedad; sus realidades y relaciones sociales eran muy abiertas y muy dada al activismo y liderazgo social, solo que este virus no respetó su altruismo y sencillamente la contagió, ¿cómo?, fue sencillo, en una jornada de entrega de mercados a familias de bandera roja, aquellas que no tienen ingresos siquiera para sobrevivir, Andrea se contagió, y su enfermedad fue compleja por la atención médica. Pero de ello, sus amigas no se habían enterado, sencillamente “rajaron” 191 por su ausencia, por su desentendimiento por las amigas, y su supuesto libertinaje de vida, pero era otra muy triste realidad la que se ocultaba. Carlos Arturo Reina Rodríguez Si ellas lo supieran quizá no la señalarían, pero recordando su sentido en los comentarios, lo más probable es que la hubieran señalado, le hubieran reprochado y alejado, hubieran dicho que era una contagiada y enferma, y que tiene lo que se merece. Lo complejo es que ese señalamiento no tendría sentido, pues estaría basado en una realidad ajena al virus o por lo menos al SAR, quizá a otro virus, el de la sociedad que se había construido, el de señalar como menor a quien no ha podido ser “profesional”, a aquellos que no han terminado una carrera académica, ese vacío es el que no permitió que Andrea hiciera parte de la charla, o no por lo menos de manera directa. María saca una cerveza de la nevera y desde la distancia invita a tomarse un trago a su amiga, solo para poder sentir más cercana esa relación, eso era algo cotidiano antes, cuando se encontraban periódicamente, pero esta vez era la primera pola virtual que tendrían. Era el medio día, de un día laboral; sin embargo, recordaron rápidamente que los horarios de vida se habían trastocado, que antes no hubiera sido el momento indicado para tomar una cerveza, pero que ahora los destiempos les permitían otras posibilidades, así que este era el momento para compartir una cerveza con su amiga. 192 Ambas deciden hacer algo extraño, o por lo menos no común en otras épocas, y fue conectarse con sus jefes y compañeros de reuniones que tenían ese día, para decirles que surgieron eventos familiares de última hora y que no podrían conectarse, y pues sí, ellas son familia, entonces esa excusa les permitiría departir desde la virtualidad en ese mismo instante desde lugares diferentes. Así, se fueron a un espacio de sus casas en donde podían intercambiar más anécdotas, un poco de música y algo de cerveza. Luego de un par de tragos retomaron la conversación, esta vez un poco más tranquila y desinhibida. —Oye Mary, —dice Fernanda—, pero esa profe por qué actúa así, no entiendo cómo sabiendo tanto se deja llevar de la situación, ella es la que sabe de pedagogía y se dejó ganar por las relaciones en su propia casa. María solo responde desde su experiencia y el poco conocimiento que la virtualidad le permitió conocer del caso, y le dice a su amiga que la profe era buena, pero en su escenario natural, y que esta realidad la sacó del confort, que eso la había llevado a actuar de manera irracional contra sus hijos, pero que seguramente volverá a ser la misma luego de la vacuna. María no reprocha, pues asume que la nueva realidad ha llevado a esos escenarios, pero igual se cuestiona las dinámicas violentas que surgieron. En ese momento coincidieron en poner música popular, las cervezas estaban haciendo efecto, pusieron en conjunto una canción que les gustaba: adicta al dolor. Así, Marbell seguía girando su tarde de amistad e intercambió. Se dejaron llevar de las cervezas y el sentimiento reprimido que la cuarentena les tenía guardado. Crónicas de una Pandemia María, quería ser más analítica y conversar sobre las nuevas realidades en las relaciones sociales, por lo que retomó la historia de Ramiro, el estudiante y activista LGBTI, entonces le cuenta a su amiga que la discriminación que se había profundizado por el encierro, hizo que él tomara la decisión de irse a vivir con su pareja, un joven universitario que trabajaba como reportero gráfico, que andaba con su cámara para arriba y para abajo, que participaba de manifestaciones, marchas y eventos de reivindicación de derechos, en fin, era otro activista comprometido desde la comunicación social; entonces le cuenta una anécdota que el joven estudiante le contó en alguna de sus conversaciones. —Mira Fer, este muchacho es tan juicioso y comprometido que alguna vez me comentó que salieron a una marcha, creo era por el derecho a la educación, me decía que participaron muchos jóvenes de muchas universidades, pero que además estaban acompañados por otros sectores de la sociedad, sindicalistas, indígenas, docentes, entre muchos otros. Él y su pareja, que no recuerdo el nombre, estaban tomando fotos a lo largo de la marcha, y en ese andar conocieron a unos miembros de la Guardia Indígena con quienes charlaron tan profundo que se hicieron amigos e intentaron iniciar un proceso con sus compañeros estudiantes para ayudarlos materialmente, pues sus condiciones eran demasiado precarias. Fernanda recuerda una historia similar y la interrumpe diciendo: —Mary, ¿la pareja de Ramiro no se llama Camilo?, mira que Óscar, el líder indígena que te comenté, ya me ha mencionado que un grupo de universitarios se acercaron a las familias que él lidera, que habían realizado una serie de campañas de recaudo de alimentos y ropa para ayudarlos. Eso fue a raíz de las marchas de noviembre, él estaba muy contento con la ayuda que ellos habían empezado a conseguir para los niños y para todas las familias. ¿No serán los mismos? De hecho, yo conocí a Camilo, todos le decían el fotógrafo, claro que lo conocí ya en la cuarentena en una de las brigadas de ayuda humanitaria que realizaron. Ese día yo tenía que hacer unas visitas para verificar las condiciones de la comunidad y ellos, eran como cinco jóvenes, habían subido en una camioneta con mercados y ropa para los niños. En ese momento las dos amigas se dieron cuenta de que estaban hablando de las mismas personas, pero desde las realidades que cada una conocía, lo que les permitió identificar las complejas situaciones de ambos muchachos, uno totalmente bloqueado por la familia por su orientación sexual, y por el confinamiento la discriminación familiar se había elevado al punto de hacerlo haber tomado la decisión de irse de la casa; el otro más independiente por sus condiciones económicas, pero con 193 una sensibilidad social que lo había llevado a romper las reglas de la cuarentena para ir a ayudar a las comunidades; así fue como ellas conocerían las dos caras de una relación. Carlos Arturo Reina Rodríguez Ya a media tarde y luego de muchas otras anécdotas a Fernanda le entra una video llamada sorpresiva, la cual de inmediato enlazó para quedar conectadas con ese nuevo interlocutor; ¡era Andrea! —Hola muchachas, qué emoción encontrarlas juntas, no se imaginan lo mucho que las he pensado en estas semanas, imagino que se enteraron por las redes sociales que estuve encerrada en casa, sola soportando el virus, no se imaginan lo duro que fue, y pues la verdad no quería hablar con nadie. Estaba muy molesta por esa situación, la atención médica fue muy efímera, los vecinos no hacían otra cosa que discriminarme y señalarme como un bicho raro, eso me llevó a aislarme aún más, espero me comprendan, créanme que no ha sido nada fácil. 194 A pesar que Andrea no era tan cercana a ellas, obvio los sentimientos existen y la llamada casual revivió esa cercanía desde la distancia, que ni siquiera existía antes de la cotidianidad de las video llamadas. De esta manera, María y Fernanda la incluyeron rápidamente en la conversación, la actualizaron en chismes y le comentaron rápidamente las reflexiones que llevaban ya varias horas haciendo. Andrea las escuchó con detenimiento, analizando con ellas todos los cambios que se han dado en las relaciones sociales producto de la cuarentena y de la pandemia. Luego de varios minutos de charla, Andrea les confiesa que había llamado a Fernanda para contarle una noticia que le pareció curiosa, pues nunca sospechó que su amiga trabajara en el mismo sector en donde hacían presencia, ella y el colectivo de trabajo comunitario al que pertenecía. Y fue por la misma comunidad por la que se enteró que su amiga era el enlace social entre el Gobierno y las familias vulnerables, pues cuando estaban en charlas en el parque, debido a que ahora no se podían reunir en el salón comunal, salió el tema de la entrega profesional de esa abogada de la fundación que subía, ya no todos los días, pero sí al menos una vez cada quince días para estar pendiente de los procesos y no dejar que se cayeran. Fue allí, en el parque donde Andrea se enteraría que estaban en el mismo lugar con Fernanda, pero en orillas y momentos diferentes, pues el trabajo que hacía el colectivo, antes de la cuarentena era nocturno, para que la mayor cantidad de personas pudieran participar de las capacitaciones, quizá por eso no se habían encontrado, además que los temas de ayudas humanitarias no era conversación entre Andrea y sus amigos con la comunidad, pero por las condiciones tan difíciles de ahora, se había vuelto una constante. Fue en esas labores de apoyo y solidaridad donde conoció a Óscar y a Camilo, cada uno de espacios diferentes, pero con una misma consigna: la entrega irrestricta por mejorar las condiciones y calidad de vida de la comunidad, sobre todo en estos momentos de crisis y múltiples dificultades. —Muchachas, les cuento que conozco otra parte de la vida de Óscar que ustedes aún desconocen, él es un ser mágico, a ve- Crónicas de una Pandemia ces no entiendo cómo hace, de dónde saca tiempo y fuerza, ya ustedes saben que quedó desempleado, pero gracias a la iniciativa y empuje propios ha montado una pequeña empresa de artesanías, lo cual no da ingresos, pues todo está cerrado, pero eso les ha permitido distraer la mente, lo que ha servido para mitigar toda esa desesperación, depresión y ansiedad, que les ha generado enfermedades psicológicas a tantas personas por estos días. Lo increíble es que aparte de estar al frente de ese negocio, inició un emprendimiento para vender elementos de bio protección, entonces se contactó con unas señoras de la zona y ahora ellas producen y él comercializa, eso es lo que le ha permitido conseguir recursos para sobrevivir, pues, aunque nosotros ayudamos, y los mercados de otras organizaciones llegan, no es suficiente para vivir dignamente. —A parte de eso, Óscar no se pierde una reunión virtual, ni menos una capacitación, se conecta desde su teléfono desde donde esté, sea en el Transmilenio, en la calle o en la casa, prende su cámara para que lo veamos, debido a que considera que a pesar de la distancia virtual debemos vernos las caras en las reuniones, lo que nos descresta por su entereza y compromiso; conecta sus manos libres y participa de manera envidiable para muchos de nosotros, siempre aporta elementos que desde su cosmovisión nosotros no tenemos, el aprendizaje ha sido invaluable para todos. Realmente es una persona de valorar, es una inspiración para todos, tanto así que en este periodo ha moti- vado a otros vecinos a participar y los grupos con los que trabajamos antes de todo esto se incrementaron, mis compañeros y yo no sabemos cómo vamos a hacer para soportar la demanda futura, cuando todo retorne a la normalidad, pues nuestra oferta presencialmente es muy limitada, algo nos inventaremos en su momento. De Camilo les contó que lo conoció en el parque: —Él y sus amigos no subían antes de la cuarentena, fue ese el detonante que los hizo organizarse para ayudar a esas familias de bandera roja en las ventanas, pero el trabajo de ellos era diferente, trabajaban con las uñas, gestionaban los recursos con amigos y familiares, usaban las redes sociales para conseguir comida y ropa, son unos duros; sin embargo, ese ir y venir hizo que se contagiaran con el virus. Fernanda angustiada la interrumpe y le pregunta por la situación y por la salud de los muchachos, pero también de las familias, pues sabía que habían tenido contacto de una u otra manera en el barrio; de hecho, alcanzó a molestarse señalándolos de irresponsables, a lo que Andrea la interpeló diciéndole que no era así, que el virus estaba por todo lado y que no fue una cuestión de irresponsabilidad su contagio, que había sido un momento de mala fortuna, que incluso eran más irresponsa- 195 bles algunas familias del barrio que seguían realizando reuniones familiares y hasta fiestas con los amigos, así fue que gracias a una de ellas el virus se esparció y contagió a Camilo, lo que sucedió es que eso no se conoció tan abiertamente porque la misma comunidad se había encargado de callarlo. Por eso muchos pensaron que habían sido los muchachos de los mercados los que habían llevado el virus, pero la realidad fue otra, al parecer un señor de los que motivaban las fiestas, por su trabajo se contagió y como era asintomático no se dio cuenta que era portador. —Muchachas, sin embargo, les cuento que sí fue Camilo quien me contagió, y ya saben lo duro que fue para mí soportar la enfermedad, como les comentaba, pero, ¿saben?, eso no tiene punto de comparación con lo que vivió Camilo, él que se supone por joven no iba a sufrir más allá de una gripe, estuvo en la UCI por cuatro semanas, debatiéndose entre la vida y la muerte. No pudo volver a hablar con su pareja, con Ramiro, creo que ustedes ya sabían de esa relación por lo que me comentaron hace un rato. Camilo era solo, sus familiares no vivían en el país hace ya muchos años, estuvo totalmente solo y desafortunadamente perdió la batalla el día de hoy, esa era la noticia que quería contarte Fernanda, que el joven que conociste en el parque, con el que yo también me reuní, ya no nos acompañará más. Un nuevo sentimiento se apoderó de la conversación, zozobra acompañada de un silencio sepulcral, pues todas llevaron su mente al momento en donde dijo Fernanda que había conocido a un joven en el parque del barrio. Ese nuevo viejo sentimiento de miedo e impotencia invadió a María y a Fernanda, pues a pesar que dialogaron sobre muchos de los cambios en torno a las relaciones sociales, no habían hablado del miedo al contagio y esta era una cuestión latente que apareció para quedarse, y que se quedó desde ese momento en adelante con ellas, a tal punto que la llamada no duró más allá del despedirse. Así, las tres amigas se dieron cuenta de que sus realidades y las de todas las personas que conocían cambiaron en menos de medio año gracias a la pandemia y a la cuarentena que la acompañó; tanto fue el cambio que esos nuevos viejos sentimientos de miedo y zozobra habían emergido en todos los procesos de relacionamiento entre unos y otros, pero que, a diferencia de las otras circunstancias que eran notorias, estos eran invisibles y latentes, y habían emergido para instalarse en nuestras nuevas realidades sociales. Agradecimiento y reconocimiento Este relato contiene las voces de Carlos, Catalina, Kelly, Kenny, Juan, Sandra, Celia, Dayanna, Diana, Margarita, David, Wilder, Martha, Leila, María, Damián, Liliana, Charlotte, Laura, Ángel, Luz, Paola, Paula, entre otras personas, quienes con sus testimonios de vida inspiraron este relato sobre las nuevas realidades que la pandemia y la cuarentena han dejado en nuestras relaciones sociales… a todas ellas agradezco su amplitud. Vivir la pandemia desde la mirada de un excombatiente Francy García Franco1 un suceso histórico global de esta magnitud, pues aunque ya estaba informada de la situación internacional, pensé que era poco probable que a Colombia llegara esta problemática. Sin embargo, fue más grande mi incredulidad y pensé que, tal vez, era solo una situación transitoria, efímera y fácil de superar, pues Colombia es el país del Sagrado Corazón y de la Virgencita de Chiquinquirá, el país donde no pasa nada, donde todo es una especulación o inventos traídos para alarmar a las personas. Así que me convencí que mi familia, mis conocidos y yo estaríamos a salvo de la pandemia, que nada grave sucedería, no por lo menos en mi Colombia, el país más feliz del mundo. Del egoísmo desinformado al conocimiento reflexivo Y allí estaba yo, recostada cómodamente en mi cama aquella tarde del viernes 6 de marzo del presente año viendo, con una mezcla de sentires, el reporte de las noticias nacionales cuyo panorama no era nada alentador: se anunciaba la llegada del COVID-19 al territorio colombiano y se daba informe del primer caso en el país. Con sorpresa, fui testigo de los planes de contingencia y las recomendaciones que se realizaban desde el Ministerio de Salud y Protección Social y el Comité Nacional de Emergencias en torno a las actividades cotidianas de la ciudadanía en general; no negaré que tuve una mezcla de sentires, ansiedad y un poco de temor, ya que nunca pensé que experimentaría en carne propia Continué entonces con mi vida, claro está, observando algunos cambios que, lejos de asustarme, me dieron gran satisfacción. De repente, las instalaciones de los baños del lugar donde solía llegar a desempeñar mis responsabilidades laborales, tenían jabón y papel para el personal. Imagínese mi reacción al ver que se necesitó de una emergencia sanitaria para que, por fin, se garantizaran elementos tan básicos a los trabajadores y a los usuarios. El lavado de manos y evitar aglomeraciones fueron un requisito. Al parecer, estábamos tomando nuevos hábitos que, 197 1. Licenciada en Ciencias Sociales y tesista de la Maestría en Investigación Social Interdisciplinaria de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Correo electrónico: francy.barrett@gmail.com Carlos Arturo Reina Rodríguez me pareció, debíamos tener siempre y no únicamente por el contexto del COVID-19, declarado como pandemia el miércoles 11 de marzo de 2020. Días después, justamente el viernes siguiente, 13 de marzo, me daría cuenta de que la situación no sería transitoria y que no habría Sagrado Corazón ni Virgencita que evitara la propagación de la pandemia en Colombia. Ese viernes me encontraba finalizando algunas actividades referentes a mi trabajo cuando, con estupor, escuché que la cifra de casos reportados por COVID-19 había subido a trece en el país, y entonces se hicieron más estrictas las medidas: a la cancelación de eventos públicos con más de quinientas personas, se le sumó la solicitud de algunos congresistas ante el Ministerio de Educación para suspender clases. 198 Casi de inmediato mi celular comenzó a recibir todo tipo de mensajes por WhatsApp y correo electrónico provenientes del trabajo y desde la universidad: se habían cancelado las clases presenciales de la maestría y las labores en la empresa necesitaban de un fuerte cambio para adoptar la modalidad virtual. Pero estas medidas no fueron exclusivas de la dimensión laboral o académica, pues la alcaldesa de Bogotá implementaría un simulacro de cuarentena obligatoria desde el 20 a 23 de marzo. Sinceramente no lo podía creer. Debe ser por un mes, máximo dos, —pensé—, así que me dediqué a ver el lado bueno: no gastaría dinero en transporte, trabajaría y estudiaría desde la comodidad de mi casa y lo acontecido me serviría para ahorrar dinero sin invertir en mis tradicionales “meriendas” fuera de casa. Me reconforté en mi situación particular y me regocijé del encanto que parecía tener esta eventualidad global para mí. No me culpo por la mezcla de sentires, pero ahora veo que la desinformación me hizo actuar bajo un marcado egoísmo y apatía que, sin embargo, pareciera ser un rasgo común en mi país. No pasarían muchos días para comprender, por fin, la gravedad de lo que sucedía. Los efectos y repercusiones se dieron desde diferentes aristas: social, económico, político, psicológico… No podía ser espectadora y callar ante lo que veía en torno a la pandemia, así como tampoco podía reducir mi conocimiento contextual a los datos estadísticos que ofrecían los noticieros. Entonces dejé de centrarme en mí, y comencé a informarme sobre el impacto de la coyuntura en torno a contextos un poco alejados de mi cotidianidad como el conflicto armado, razón por la cual se inicia el interés de escribir estas líneas, a partir de aquellas vivencias que muchos desconocemos y que aquí comparto. Crónicas de una Pandemia El 19 de mayo del presente año, tuve la oportunidad de conocer la experiencia de un excombatiente guerrillero en proceso de reincorporación y normalización, en torno a la pandemia y los efectos en su cotidianidad, este caso me generó una sensación muy familiar, tal vez por la forma como se expresaba o la marcada serenidad de su testimonio. Desde luego Nelson Narváez, no tuvo inconveniente en compartir conmigo su experiencia y los cambios que había sufrido desde el pasado mes de marzo. Sin embargo, pidió reservas sobre su identidad, por lo que aquí aparecerá con un nombre diferente al de cuna. Justamente recuerda el último día que realizó estas actividades con normalidad: el viernes 24 de abril se levantó a las cinco de la mañana, como era costumbre, se dirigió al baño y rápidamente se duchó con agua fría porque tenía afán, así que no reparó en calentar agua como usualmente lo hacía a esa hora de la madrugada. Se vistió y arregló para dirigirse a su trabajo como albañil de en una construcción aledaña a su vivienda. Cuando ya estaba listo, su mujer le brindó un café caliente endulzado con panela para iniciar la jornada y hablaron durante unos minutos sobre algunos gastos pendientes del hogar. Bebió su café y salió camino a su lugar de trabajo al cual llegó después de quince minutos de caminata, como era usual. Nelson intentaba llevar una vida normal al inicio del año 2020 en La Guajira–Villanueva con su vinculación a la Agencia para la Reincorporación y la Normalización, desde luego hablar de normalidad desde los zapatos de Nelson es difícil pero este año ya había conseguido un lugar en el cual vivir con su mujer, aun así, no profundizó demasiado frente a este tema, ya que su objetivo era compartir sus experiencias en el contexto de la pandemia. Entonces Nelson realizaba las actividades cotidianas de cualquier colombiano como trabajar, socializar con las personas, salir a mercar y visitar amigos y familiares. Aunque ya había escuchado noticias sobre el COVID-19 y los casos reportados en el país en especial en la capital bogotana, nunca imaginó el gran impacto que este suceso tendría sobre su forma de vivir. Una vez llegó a la construcción saludó a sus amigos Pedro y Jericó que se encontraban colocándose la ropa de trabajo en una de las habitaciones ya construidas de la casa, acto que imitó Nelson a la vez que iba acomodando sus pertenencias a un lado del muro más alto: la maleta que contenía su ropa limpia que iba guardando. Como era normal, comenzaron a charlar, y el tema principal fue la situación del país a causa de la pandemia. Hicieron énfasis en que las medidas que se estaban tomando en, por ejemplo, Bogotá con el aislamiento obligatorio después del simulacro, evidenciaban la realidad de emergencia en el te- 199 rritorio y el peligro que significaba en esos momentos vivir allí. Todos encontraron consuelo en vivir tan lejos de las cifras que se anunciaban por las noticias. Tan pronto llegó don Eliseo, sus- El caso de la pandemia desde la vivencia de excombatientes de las FARC Carlos Arturo Reina Rodríguez pendieron la conversación para desplazarse a la sección donde debían recoger el material para la construcción. La jornada transcurrió sin novedad en la mañana y al medio día Nelson se dirigió a su casa para almorzar, se sentía muy afortunado de trabajar cerca a su casa. Su mujer le había preparado yuca con queso, su plato favorito, el cual consumía mientras escuchaba las noticias matutinas. La situación no parecía mejorar, incluso se informaba a los habitantes de la Guajira que, a partir del día lunes 27 de abril, se daría inicio a la aplicación y cumplimiento del Decreto 096 del 2020, con el cual se establecía medidas de aislamiento preventivo obligatorio en el departamento para prevenir un posible contagio masivo. Esta noticia lo preocupó porque el quedarse en casa no era una opción: necesitaba trabajar para sostener a su mujer y las deudas del hogar, esa era su nueva vida y no quería fallar en su proceso de reincorporación, así que apresuró el almuerzo y se dirigió nuevamente al trabajo para hablar con don Eliseo. Al llegar a la construcción, encontró a sus compañeros almorzando juntos, estaban sentados sobre algunos de los ladrillos que habían llegado esta mañana para ser usados en la construcción de los muros de la casa. 200 Les informó sobre la noticia de la aplicación de las medidas de aislamiento, motivo de preocupación para ellos también, pues ni Pedro ni Jericó contaban con trabajo estable, la única opor- tunidad de obtener ingresos radicaba en la construcción de esa casa que, a su vez, dependía de los ingresos de don Eliseo para su continuidad. Si don Eliseo no seguía invirtiendo en el material de la construcción de la casa, o si prefería pausar las actividades como protocolo de prevención, no podrían seguir con sus labores, y entonces no tendrían forma de generar ingresos. Nelson esperó a que sus compañeros terminaran de almorzar y luego, juntos fueron a hablar con el patrón, para saber cómo iban a proceder en adelante para no quedarse sin la paga semanal que ofrecía la construcción. Don Eliseo se enteró en ese momento de la aplicación del Decreto 096 de 2020, pero no le prestó mucha importancia al parecer, pues no reparó en el tiempo de duración de las medidas adoptadas para el departamento y solo hizo una breve referencia a la importancia de cuidarse la salud mientras todo pasaba. Concluyó la conversación diciendo que finalizaran el trabajo de la jornada y que al día siguiente tomarían una decisión sobre cómo proceder ante el aislamiento preventivo. Las palabras de don Eliseo, aunque no ofrecían una respuesta concreta, tranquilizaron a Nelson, quien retomó sus actividades y, hacia las cinco de la tarde dio por finalizadas sus labores y caminó a su casa. Llegó un poco cansado por el sol que hizo ese día entre las dos y tres de la tarde y todo el material que debió descargar del camión, además de trasladar cerca de doscientos ladrillos. Al llegar a casa, tomó uno de los vasos de aluminio que Crónicas de una Pandemia encontró en la cocina y se sirvió el último vaso de agua potable que quedaba en la bolsa que habían comprado hacía tres días para preparar a comida, pues desde que habitaba esa casa, el agua del grifo no se usaba porque no era potable. Estaba bebiendo el agua meditabunda, cuando de repente reconoció los pasos de su mujer que se acercaba desde la habitación. La miró y pude reconocer un aire de preocupación. Efectivamente, Lilia le manifestó que le angustiaba las noticias recientes sobre la aplicación del nuevo decreto, ya que él se vería enfrentado a que ganara menos o se quedara sin empleo por la pandemia, pues las deudas no daban espera y, aunque Nelson no había experimentado una situación similar antes, ni en sus épocas de militancia en el “monte”, intentó tranquilizarla diciéndole que tenía algunos pesos ahorrados y que lo mejor era ir a comprar otra bolsa de agua porque ya se había acabado, pensó que saliendo de casa podrían despejarse y olvidar por un momento el riesgo tanto de quedar sin dinero, como de afectarse la salud. Sin embargo, el tema que a él más le preocupaba era el relacionado con el dinero. acuerdo con las medidas para disminuir el riesgo de contagio porque ante ese tipo de situaciones primaba el cuidado de la vida y la salud, mientras que otros estaban en desacuerdo porque estas medidas significarían reducción de ingresos e incluso pérdida de trabajo. Nelson estaba de acuerdo con la segunda opinión —si no se tiene dinero no se come y si no se come no se puede vivir— pensaba. A donde iban, solo escuchaban hablar de la pandemia y de las nuevas medidas adoptadas por el departamento. Compraron la bolsa y regresaron a casa intentando no discutir más sobre el tema, pues a medida que se profundizaba en las conversaciones, Nelson sentía más angustia. Regresaron a las siete de la noche, hablaron de temas diversos y luego cenaron alrededor de las siete y media de la noche acabando con la yuca y el queso, escucharon una vez más las noticias nacionales que advertían de la emergencia por la pandemia y que recomendaban generar medidas de control, finalmente vieron su telenovela favorita y luego fueron a dormir. Salieron juntos hacia el centro de Villanueva para comprar la bolsa de agua y en el camino se encontraron con algunos conocidos que también hablaban del aislamiento preventivo obligatorio, todos ya estaban enterados sobre el Decreto 096 y como era de esperar, la opinión estaba dividida: algunos habitantes y conocidos que hablaron con Nelson manifestaban estar de Al día siguiente, sábado 25 de abril, Nelson inició su rutina diaria: se levantó, duchó, conversó con su mujer mientras tomaba café y luego se dirigió al trabajo. Como de costumbre, Pedro y 201 Jericó ya se encontraban en la construcción. Todos se colocaron su ropa de trabajo e iniciaron labores. Esa mañana no vieron a don Eliseo hasta entrada las nueve de la mañana quien, una El día del cambio Carlos Arturo Reina Rodríguez vez llegó, les indicó que trabajarían hasta que se acabara el material que se había comprado el día anterior. Esto era normal teniendo en cuenta que era sábado y que, los días domingos no se trabajaba, pero también podía significar que las labores se pararían el lunes siguiente. Pedro, Jericó y Nelson terminaron de levantar los muros de lo que sería la habitación principal de aquella casa, haciendo uso de los ladrillos, cemento y arena que quedaban. Se vistieron y de inmediato buscaron a don Eliseo para saber si el lunes siguiente podían retomar sus labores con normalidad, pero este les informó que pararían la construcción durante la esa semana por el Decreto 096, pero que buscaría la forma de retomar las actividades tan pronto como fuera posible. El temor de todos se materializaba: el panorama era incierto y no existía la opción de trabajar desde el aislamiento preventivo obligatorio. 202 Nelson regresó a casa y puso al tanto a su mujer de las indicaciones de don Eliseo. Como era de esperarse, Lilia se preocupó aún más que el día anterior, pero Nelson la calmó diciéndole que, en caso de no poder continuar con el trabajo en la construcción, podrían hacer uso de unos pocos ahorros que él tenía y que, tal vez, alcanzarían para sobrevivir unas dos o tres semanas, si se administraba bien. Además, podría existir una posibilidad de obtener algún tipo de ayuda por parte de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN), ya que hasta ese momento le hacían un seguimiento frecuente, lo llamaban para ver cómo iba y qué actividades se encontraba realizando. De cierta forma se sintió alentado al pensar en la ARN. Ese 25 de abril, Nelson y Lilia decidieron salir para distraer las preocupaciones y notaron cómo la plaza central y algunos mercados de víveres estaban más llenos de lo común, las personas compraban, con cierto afán, algunos artículos de aseo y comida destinados a una semana completa. Al parecer, todos estaban preparándose para recibir el aislamiento obligatorio con todo lo necesario para no salir de casa. De este modo, pensaron que lo mejor sería realizar algunas compras imitando a los demás habitantes, pero decidieron hacerlo el domingo en la mañana para evitar las aglomeraciones de esta tarde, teniendo en cuenta también las cifras de contagio que presentaba el departamento para ese momento, que se calculaban en unos cinco casos reportados. Sin embargo, el domingo siguiente había más personas en la plaza y en los mercados comprando sus víveres. Nelson y Lilia se sorprendieron de la cantidad de personas, pero con todo y eso, lograron realizar sus compras. La aplicación del aislamiento preventivo obligatorio Rápidamente, Nelson fue testigo de cómo las condiciones de vida y de interacción con el mundo cambiaron por completo desde ese lunes 27 de abril. Las personas no podían salir a menos que tuvieran una urgencia real o que debieran adquirir algún suministro. Las autoridades policiacas se encargaban del Crónicas de una Pandemia cumplimiento del decreto y las personas evitaban exponerse en las calles de forma voluntaria. En caso de salir de casa, se debían seguir algunos protocolos como el uso de tapabocas y la distancia segura con las demás personas. Fueron muchos los cambios que se generaron, según relata Nelson Narváez los cambios fueron abruptos portaban más casos de COVID-19 en el país. Nelson observaba con temor, cómo la vida de los ciudadanos se convertía en cifras de estadísticas que dejaban en claro que la situación era grave y que duraría un largo tiempo. Me sorprendió conocer este testimonio, pues yo tardé varias semanas para lograr dimensionar la gravedad de la situación. Este tipo de cambios Nelson los evidenciaba cuando de repente debía salir a comprar algún artículo a las tiendas cercanas y se encontraba con letreros grandes advirtiendo de la importancia del uso del tapabocas, elemento que se volvió obligatorio, así como también fueron apareciendo en varios establecimientos rejas de acero como mecanismo de seguridad para atender con una distancia prudencial a los clientes. Poco a poco, las esperanzas de esta pareja de regresar a la normalidad a la que Nelson ya se había acostumbrado se fueron agotando, y comenzaron a ser conscientes de la situación real del país y, sobre todo, de su departamento pues ni antes ni durante la pandemia se encontraban fácilmente opciones de trabajo continuo, por lo cual Nelson había decidido ser albañil desde unos años atrás. Sin embargo, el uso del tapabocas y la distancia que las personas tomaron respecto a otras para evitar el riesgo de contagio, fueron elementos que de una u otra manera comprendía y podía sortear Nelson, pero a medida que pasaron las primeras tres semanas desde la implementación del Decreto 096, la preocupación por adquirir empleo e ingresos iba en aumento. Otro de los cambios que vivió Nelson en la primera semana desde la implementación del aislamiento preventivo obligatorio, fue la distancia con sus familiares y amigos, pues ya no podía visitarlos ni reunirse con ellos. Su relación con el mundo se limitó únicamente a las extensas charlas matutinas con Lilia y a la información que brindaban los noticieros que, cada día, re- Don Eliseo no se había comunicado durante esas semanas ni con Pedro, ni con Jericó ni con Nelson. El dinero ya se estaba agotando, a pesar de los esfuerzos de Lilia para hacerlos alcan- 203 zar unos días más. Realmente todo había cambiado, incluso la relación con la Agencia de Reincorporación y Normalización (ARN), pues recuerda Nelson que “constantemente nos es- porque ahora no puede uno salir a trabajar como normalmente lo hacía, (…) de ir a mercar o salir a la plaza a visitar a la familia como uno lo hacía, ya no, ya tiene que estar uno en casa, cuidándose, si va a salir tiene que usar el tapabocas (Testimonio número 1, 19 de mayo de 2020). Carlos Arturo Reina Rodríguez taban llamando y eso para hacer actividades y ahí pendiente de uno, y con esto de la pandemia también otra cosa que han como, se han alejado como un poco de uno, casi no llaman” (Testimonio número 1, 19 de mayo de 2020). En efecto, las llamadas de la ARN habían disminuido significativamente en esas últimas semanas. Solo recibió una llamada para consultar cómo se encontraba en torno a la pandemia y si presentaba algún tipo de síntoma, pero no brindaron más información sobre cómo se sortearía desde la agencia esta nueva coyuntura. Claramente esta situación no obedecía a actos negligentes por parte de la Agencia —quiso pensar Nelson— sino a la pausa que se dio en todas las actividades laborales, sociales y económicas en todo el país, pero no dejaba de ser preocupante, pues se sentía sólo en ese acompañamiento como ex combatiente en proceso de reincorporación. Ante la ausencia de empleo en la construcción, la falta de ingresos y la necesidad de responder por las responsabilidades económicas de la casa, Nelson sintió temor de recurrir nuevamente a actos delictivos para superar esos duros días. Aunque su vida había tenido un cambio significativamente positivo desde el inicio de su proceso de reincorporación, la presión económica no daba tregua y poco a poco los víveres también se agotaban. 204 La situación estaba dura, era evidente el temor de la población ante un riesgo inminente de contagio, según Nelson Narváez (2020) “piensan que, si se ponen a dar trabajo y eso, entonces cualquiera puede llegar y [este] e infectarlos y eso. Entonces por ese lado se ha puesto como más difícil, ya no es lo mismo que antes de llegar la pandemia” (Testimonio número 1, 19 de mayo de 2020), así que salir a buscar empleo no era una opción en ese momento, no solo por el temor que las personas tenían de contratar a personas extrañas, sino también por el temor de infringir el decreto y ser atrapado por las autoridades. Y es que cada vez que Nelson tenía el impulso de salir a buscar algo qué hacer para ganar dinero, se encontraba con calles desoladas y establecimientos cerrados con horarios reducidos de atención, lo cual generaba desanimo ante la idea de salir a buscar opciones de trabajo. El domingo 17 de mayo, la comida en casa de Nelson se acabó. Ya no quedaban plátanos, ni yuca y menos café, sumado a esto, la preocupación y evidente desesperación por parte de Lilia alertó a Nelson, quien, ya movido por la necesidad extrema de garantizar a su mujer y así mismo por lo menos la comida y la cancelación de los servicios públicos, intentó buscar una solución. Decidido a encontrar una forma de llevar ingresos a su casa, Nelson salió el lunes 18 de mayo, muy temprano hacia la vivienda de don Eliseo. Al llegar fue recibido con los protocolos: un saludo a distancia y en la puerta, pues su ingreso podía significar un riesgo de contagio. Se dio una breve charla entre los dos donde quedó claro que la construcción no se retomaría aún Crónicas de una Pandemia por los protocolos de salubridad y, por lo tanto, no se podían generar pagos adelantados. Sin más respuesta por parte de su patrón, Nelson se dirigió a la finca de su tío Carlos, que quedaba a treinta minutos de su casa. Necesitaba saber cómo estaba la familia y, por supuesto, ver si podía ayudar con algunas labores para obtener algún tipo de retribución económica. En definitiva, esta decisión marcaría un antes y después de la pandemia, pues a pesar de incumplir momentáneamente las medidas del aislamiento preventivo, valió la pena: su tío le dijo que había muchas cosas que hacer no sólo en su finca, sino en fincas aledañas conocidas, y que él podría ayudar, pero que eso sí, debía seguir los protocolos de cuidado. Ese día, Carlos le prestó cerca de treinta mil pesos para abastecerse con algunos víveres y, aunque no era mucho, le sirvió para tranquilizar un poco a su mujer, así que esa noche cenaron de costumbre yuca con queso, no sólo porque era el favorito de Nelson, sino porque era lo más barato, además aprovechando unos troncos de yuca que le obsequió su tío. El martes 19 de mayo, una vez más se levantó a las cinco de la mañana, se duchó con agua fría, esta vez ya no por afán sino por la necesidad de ahorrar al máximo en el consumo de gas, y porque calentar agua en esas circunstancias significaba un lujo que no se podía costear. De nuevo su mujer le brindó el café mañanero endulzado con panela y mientras él lo bebía, hablaban de lo difícil de la situación hasta el momento, y cómo esta- rían sin la ayuda de su tío. La conclusión de la charla se centró en la necesidad de aprovechar todas las oportunidades que se presentaran de trabajar y la responsabilidad de ahorrar para los tiempos más adversos, pues era muy posible que llegaran nuevamente semanas sin empleo o ingreso alguno. Se dirigió a la finca de su tío, allí tomó nuevamente café y le pareció recuperar una parte, al parecer, pequeña pero muy importante de su vida: el contacto con su familia, tener la oportunidad de hablar con otras personas y compartir sus miedos sobre la situación del país. Apresuró el café y salió con su tío hacia la finca de uno de sus amigos para colaborar con algunas labores de construcción. Al llegar a la finca, acordaron la retribución monetaria y, aunque un mes antes le habría parecido un mal negocio, en ese momento ese trabajo se presentó como una salvación. Recordó la charla de la mañana con su mujer y pronto aceptó iniciando sus actividades de inmediato. Trabajó hasta el mediodía transportando sobre sus hombros, algunos escombros que quedaban de una construcción que se había realizado recientemente, mientras su tío ayudaba con el cultivo de yuca. Al finalizar le colaboró a su tío con el riego y luego entraron de nuevo a la finca. Aunque no se sintió tan cómodo como en casa de su tío, le pareció que las atenciones eran 205 las suficientes y necesarias para sobrellevar las condiciones impuestas por la pandemia. Les ofrecieron café, tanto a Nelson como a Carlos, y recibieron el dinero ganado en la jornada. El Carlos Arturo Reina Rodríguez dueño de la finca les pidió que regresaran a realizar otras labores relacionadas con el cultivo en dos días, que serían bien recibidos y se les pagaría por sus actividades, así que, ante la promesa de más ingresos, Nelson aceptó gustoso. Acompañó a su tío hasta su finca y le agradeció por ayudarle a encontrar una forma de rebuscarse el diario para llevar a su casa, pero su tío lo tomaba como un gesto normal ya que a él trabajo no le había faltado en esas últimas tres semanas. Nelson regresó a su casa contento porque Lilia, e incluso él, tendrían más tranquilidad respecto a los gastos del hogar. Al llegar a casa le comentó a su mujer que, aunque no era un trabajo fijo y su remuneración no era tan significativa, podía servir para adquirir lo básico en los días próximos. Los dos hicieron una lista con la dispensa elemental, apartaron el dinero necesario para su compra y el restante lo guardaron para la eventualidad de semanas difíciles sin ingresos económicos. Asimilando los cambios 206 Esa noche del 19 de mayo tuvo lugar nuestra conversación. Nelson se veía animado y la preocupación referente a la situación no era tan evidente. En toda la plática manejó sus emociones, no dejó entre ver ansiedad o temor por lo que acontecía a pesar de reconocer que tales emociones las tenía todo el tiem- po desde mediados de abril. Pude reconocer en él un hombre sereno y pausado que se toma el tiempo para evaluar ciertas situaciones, tanto así que me sorprendió la conclusión a la cual llegó en tanto que, aunque no contaba con empleo fijo, tenía claro que debía encontrar la forma para ganar dinero, y por tanto recurriría a labores que no estuvieran en el campo de su conocimiento para no dejar ir cualquier oportunidad por pequeña que pareciera con ayuda de su tío, pues lo más importante era el bienestar de su hogar. Eso sí, en ningún momento dejó como opción aquellos actos fuera de la legalidad, pues quería continuar con su proceso de reincorporación que, aunque difuso con la pandemia, le había dado la oportunidad para vivir en una calma de hogar que desde hace mucho no sentía. Esa serenidad la evidencié también en su forma de comprender un posible retorno a la normalidad en el contexto de los últimos sucesos de la pandemia, al respecto Nelson dijo: eso se irá normalizando poco a poco (…) y otra cosa que uno no sabe tampoco hasta qué vaya a durar esto. Entonces no sé, ahí saldremos poco, esos trabajos se darán poco a poco y sobre lo de la reincorporación pues me imagino yo que ya más adelante estará (Testimonio número 1, 19 de mayo de 2020). Este testimonio es tan real como alentador, porque, aunque Nelson reconoce que existe una situación de riesgo no sólo en las actividades ciudadanas sino en su proceso de reincorpora- ción, comprende a la vez que su retorno a la normalidad será gradual, así como las oportunidades de empleo que se vayan presentando para poder vivir con Lilia. Referencias: Testimonio número 1. Anónimo. Tomado por Jazmín Márquez, 19 de mayo de 2020