Crónicas de una Pandemia
Carlos Arturo Reina Rodríguez
Director
Doctorado en Estudios Sociales
Universidad Distrital Francisco José de Caldas
Crónicas de una Pandemia
© Carlos Arturo Reina Rodríguez
© Universidad Distrital Francisco José de Caldas
Doctorado en Estudios Sociales
ISBN: 978-958-20-1380-6
Primera Edición: 2021
Catalogación en la publicación – Biblioteca Nacional de Colombia
Crónicas de una pandemia / director, Carlos Arturo Reina Rodríguez.
1a ed.
Bogotá: Universidad Distrital Francisco José de Caldas: CLACSO:
Editorial Magisterio p. 210 (Biblioteca iberoamericana en estudios sociales)
Incluye referencias bibliográficas al final de cada artículo.
ISBN 978-958-20-1380-6
1. Cuarentena – Colombia - 2020-2021 - Relatos personales
I. COVID-19 (Enfermedad) - Aspectos sociales – Colombia
I. Reina Rodríguez, Carlos Arturo, dir. II. Serie.
CDD: 614.46 ed. 23
CO-BoBN- a1069326
Comité Editorial
Claudia Luz Piedrahita Echandía: Universidad Distrital, Colombia
Oscar José Useche Aldana: Universidad Distrital, Colombia
Adrián Serna Dimas: Universidad Distrital, Colombia
Universidad Distrital Francisco José de Caldas
Mario Montoya Castillo: Universidad Distrital, Colombia
Rector: Ricardo García Duarte
Vicerrector Académico: William Fernando Castrillón Cardona
Edición: Cooperativa Editorial Magisterio
Diseño y diagramación: Hernán Suárez Y Hernán Mauricio Suárez Acosta
Vicerrector Administrativo: Álvaro Espinel Ortega
Impreso en Colombia
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PARTE II
CRÓNICAS Y VIDA COTIDIANA
1. Los niños nos cuentan
Ximena Pachón
2. ¡Una bolsita para llevar, por favor!
Paisajes del comercio minorista en tiempos de pandemia
TABLA DE CONTENIDO
Crónicas de una pandemia: miradas
retrospectivas desde las orillas de la historia
Carlos Arturo Reina Rodríguez.
Andrés Castiblanco Roldán
9
PARTE I
MIRADAS DE LA INVESTIGACIÓN Y LA CRÓNICA
1. Testimoniar, narrar, contar:
la experiencia y el mundo social
Johanne Alexis Estrada Rodríguez
2. Marzo: la ruptura de la vida cotidiana
Manuel Andrés Hernández Moreno
3. El relato como forma de acceder al impacto
que generan eventos catastróficos en las
humanidades de quienes los padecen para
identificar aspectos de su transformación identitaria
Angélica Aguillón Lombana
77
45
55
65
85
3. Tras la ventana y hacia la calle, las miradas
del confinamiento. Los espacios y el habitar
durante la pandemia.
Luisa Fernanda Cortés Navarro
101
4. La pandemia: víctima de una sociedad
que olvidó el poder de la comunicación
Jaime Andrés Wilches Tinjacá
115
5. Cartagena 2024. Una sinécdoque
de la pandemia en Colombia
Gloria Isabel Bermúdez Jaimes
127
6. Crónicas de crianza:
los ritmos que marcan la vida
Mónica Yasmín Cuineme Rodríguez
137
7. Migrantes en pandemia. Experiencias y
prácticas entre la incertidumbre y la solidaridad
Juan David Zabala Sandoval
151
7
8. De los juegos y de las actividades físicas
en el contexto de una enfermedad infecciosa
John Alexander Castro Lozano
161
9. Crónica de la vida Cotidiana.
William Pulido Cardozo
173
10. Las historias detrás de una video-llamada
entre amigas: crónicas de relaciones y
convivencia en la pandemia
Andrés García Parrado
187
11. Vivir la pandemia desde
la mirada de un excombatiente
Francy García Franco
197
Crónicas de una pandemia:
miradas retrospectivas desde
las orillas de la historia
Carlos Arturo Reina Rodríguez
“Chronícus”, vocablo latino que significa “que sigue el orden
del tiempo”, es decir, que narra tentativamente una historia
particular que se ancla en las raíces del desarrollo temporal
de quien lo vive, y que cuenta con la experiencia y por tanto
con las fuentes cercanas de otros relatos para dar forma a una
serie de eventos que van sucediendo de manera descriptiva y
sin mayor pretensión que la de dar a conocer la naturaleza de
los hechos que la convocan. En la historia americana podemos
contar con varias de ellas que hicieron camino en los estudios
de la literatura y de la historia. Están los Diarios de Navegación
de Colón, Las Cartas de Vasco Núñez de Balboa, Cortés, y Valdivia, así como la Crónica del reino de Chile de Mariño de Lobera, la Conquista del Perú de Jerez, la Historia verdadera de
la Conquista de Nueva España de Díaz del Castillo, la extensa
obra de Fray Bernardo de Sahagún, conocida como la Historia
General de los Indios de Nueva España, o los Comentarios reales de la Vega. En Nueva Granada se destacan Rodríguez Freire
con El Carnero, Fernández Piedrahita, con la Historia General
de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada, de Zamora, con
la Historia de la provincia de San Antonio del Nuevo Reino de
Granada, entre otras.
¿Por qué escribir unas crónicas? En primer lugar, porque con
el dominio de la escritura, el ser humano se ha visto en la necesidad de dejar consignadas las memorias de su vida, su entorno y de lo que en los marcos de la vida cotidiana desarrolla como ser social. Las crónicas contienen, no solo al cronista
como protagonista principal, sino también a las otras “voces”
que van apareciendo en la medida en que se desarrolla una
historia. Sin quererlo, buscan llenar vacíos y generar fuentes de
investigación que futuras generaciones revisarán para encon-
1. Doctor en Historia de la Universidad Nacional de Colombia. Profesor titular de
la Facultad de Ingeniería y docente del Doctorado en Estudios Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Estancia posdoctoral en el Centro de
Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba Argentina. Investigador
permanente del Seminario Internacional de la Juventud – Instituto Mora, México.
Director del grupo de investigación Observatorio de Niños y Jóvenes de la Universidad
Distrital Francisco José de Caldas. Correo electrónico: careina@udistrital.edu.co.
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Carlos Arturo Reina Rodríguez
trar esos documentos que desde la disciplina histórica y los
ámbitos literarios, son pareciados por las descripciones que
en ellas reposan. En segundo lugar, porque cada crónica trata
de dar cuenta de hechos y acontecimientos que han resultado
de rupturas que transgreden los marcos de la linealidad narrativa y reconstruyen desde luego, los campos de interpretación de
la vida social. Las crónicas de la conquista americana han sido
reconocidas como fundamentales para construir la historia y
los acontecimientos de la empresa española en América, y para
referir diversos aspectos culturales de los pueblos aborígenes,
que, al carecer de escritura, no pudieron dejar descripciones
más amplias sobre su vida, más allá de las esculturas, cementerios y restos de ciudades antiguas muchas de ellas destruidas
por los conquistadores. Los testimonios transmitidos desde la
oralidad y el recuerdo, también son valiosos, pero se desdibujan en el tránsito de la palabra que va de generación en generación. De allí que la crónica a pesar del grado de imparcialdiad
que pueda contener, se convierte en una fuente para indagar
por las realidades históricas de las personas en tiempos pasados y presentes, con un solo objetivo, que es el de legar su narración y su huella a las gentes interesadas, que en el futuro se
encuentren con ellas.
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En estos y otros casos como los que recogió Vallejo Mejía
(1997) en La Crónica en Colombia: medio siglo de Oro, se trata
de mirar las tensiones que ocurren en esos momentos de crisis,
rupturas y cambios, de carácter local o universal y como ella
afirma:
la crónica se convierte en una especie de cuaderno de bitácora,
que le permite tomar el pulso a la actualidad en medio del tráfago de la información, para expresarla desde su punto de vista
independiente, original, con una actitud comprometida ante la
sociedad (XII).
Pero también se trata de una especie de relato autobiográfico
en el que el autor se compromete con su entorno, con lo que
vive y con las experiencias de otros, transformadas a partir de
la su escritura, en parte de él mismo. En la crónica encontramos
relatos del presente inmediato y de aquel que el olvido amenaza con aprisionar. Están realizados generalmente en primera
persona, y no pretenden erigirse en fuente, sino más bien en
lugar común para quienes quieran simplemente reconocer aspectos del pasado visto por los ojos del cronista. En ese sentido
la crónica se convierte en un lugar donde se resguarda la memoria y donde emergen las comparaciones, los apasionamientos y claro, el mundo de las subjetividades, con la tranquilidad
de no esperar crítica alguna, pues todos conocemos que sus
pretensiones no van más allá de la evocación del recuerdo a
través de la escritura.
Por lo general, se entiende la crónica en el sentido periodístico
y como una forma de narración dentro del campo de la literatura. En ese campo se han destacado en Colombia las Crónicas
Crónicas de una Pandemia
de Bogotá, de Ibáñez (1951:1989), obra que, de manera inicial,
fue publicada por secciones en el periódico Papel Periódico
Ilustrado a finales del siglo XIX y posteriormente compilado y
publicado en distintas ediciones. Ibáñez, fue reconocido como
un periodista, cronista e historiador, cuando estos tres campos
encontraban un único espacio para trasladar de manera amena
las narraciones sobre acontecimientos del pasado y del presente. De allí que, al ser la prensa, ese lugar donde se convocaban
unos y otros en torno a esas formas de escritura, su relación
con el periodismo fue casi inevitable, tanto como con la literatura. Fue el periodismo el que acuñó de manera inicial, en
el siglo XIX, el uso de la palabra “crónica” para hacer alusión a
cualquier tipo de noticia narrada. De ahí que hoy en día se sigue
ajustando aún a campos de la reportería tanto en la prensa escrita y virtual como en aquella que se construye desde el campo de los medios audiovisuales. El contar una serie de sucesos,
llevó a que muchos historiadores fueran llamados cronistas y
viceversa.
Lo común en estos y otros documentos, tiene que ver con la narración en el orden temporal en que ocurrieron los eventos. Allí
se exponen, aunque no necesariamente de manera rigurosa,
los sucesos tal y como los percibe y también como los juzga el
cronista, y en el fondo, cuenta una historia que es la que otorga
el eje narrativo. El cronista trata de reflejar lo que ocurre en
una situación a partir del uso de sus palabras y de su propio
estilo narrativo. Por lo general, es un experto o conoce del tema
sobre el que escribe la crónica y, por tanto, inserta parte del conocimiento previo que tiene sobre el tema o aspecto a narrar,
aunque esto no es necesariamente aplicable en todas las ocasiones, por lo que también opera una crónica como testimonio,
cuando quien escribe se entiende como testigo de un evento.
Al no tener el rigor de la ciencia histórica, la crónica otorga al
escritor cierto tipo de flexibilidad y libertad de estilo, por lo
que las citas bibliográficas no son estrictamente necesarias y
quedan bajo la decisión de cada autor. Esto además facilita la
posibilidad de describir eventos accidentales o imprevistos, retratarlos con un amplio espectro de sensibilidad y mostrar los
sucesos sin que haya necesariamente una explicación que vaya
más allá del evento.
Los ecos del pasado
Las crónicas han servido como evidencias del pasado en el
marco de las pandemias que han azotado a la humanidad. He
aquí una que viene desde 1898:
Un individuo, un obrero, en pleno vigor orgánico, cabeza de
familia en formación, cumple con afán la ardua tarea de ganar
diariamente el pan para su esposa y para sus hijos, y como tal
trabaja en bien propio y en pro de la comunidad. Más en ese
continuo batallar por la vida, una mañana es sorprendido por
fiebre, dolores violentos en las articulaciones e imposibilidad
11
Carlos Arturo Reina Rodríguez
para moverlas. Después de cinco a siete semanas de crueles
sufrimientos en su lecho, abandona el recinto de su hogar, reducido a su armazón orgánica y en imposibilidad de trabajar;
la miseria se cierne sobre sus hijos; todo decae en la casa, y en
vano busca la salud primitiva, pues ese individuo es a los pocos
meses un cardiaco que, quebrantado de fuerzas físicas y abatido
moralmente, entra como último recurso a un servicio de hospital de donde ya nunca volverá a salir. Caos como este son pan
cotidiano en Bogotá, y los producen influencias del suelo, que la
sociedad, árbitro de suerte de sus semejantes, está en el deber
de prevenir. Son hijos de una fiebre infecciosa de terreno que
cunde de choza en choza, del mismo modo que los sufrimientos
más íntimos del alma. Esta fiebre se lleva al artesano fuerte, al
obrero robusto y al soldado de la patria (Gómez, 1898, p. 69).
Lo anterior fue publicado en el Repertorio Colombiano cuyo
autor es Josué Gómez. Se encuentra en la colección de ensayos titulada como Epidemias de Bogotá (1898). Allí se evalúan
las condiciones higiénicas y climáticas que permiten que las
epidemias se presenten con facilidad en la ciudad de Bogotá.
La desnutrición, la ausencia de personal médico capacitado, la
pobreza, el desempleo, y la educación, son factores que facilitaban que las epidemias se propaguen en buena parte del país.
12
Los estudios históricos revelan que, el aislamiento y la reapertura no es nueva en el mundo y tampoco en el Colombia. Estas
al parecer han sido una constante en la vida social humana. Se
han hecho presente a lo largo de la historia y han sido descritas
como plagas y pestes, que en ocasiones fueron consideradas
como castigos de los seres divinos ante las desobediencias e
infracciones humanas, o por causa de sus pecados que venían a
ser casi lo mismo. Son conocidas, las plagas en el antiguo Egipto, las cuales fueron descritas en el Antiguo Testamento, en el
libro del Éxodo (Cap. 7, p. 11).
Esa narración sirvió como referente para explicar la aparición
de enfermedades y epidemias. También permitió a las sociedades de otros tiempos obtener una línea argumentativa para explicar los sucesos y desastres provocados por epidemias como
la peste negra a fines de la Edad Media. Posteriormente, otras
epidemias aparecieron como consecuencia de la expansión humana y del aumento de los intercabios socioculturales, que dejaron huellas en amplias poblaciones como lo fueron la viruela
o el sarampión en los pueblos originarios de América. Sus huellas quedaron impresas en las crónicas de la conquista española, cuyos soldados las trajeron involuntariamente, pero que en
todo caso, ocasionaron miles de víctimas entre las poblaciones
indígenas, cuyos cuerpos no tenían sistemas de defensa inmunológicos preparados para enfrentar tales males. Algunos de
esos registros se encuentran en documentos como los que se
relatan en el libro escrito por Don Francisco Hernández Arana
y reproducido por Recinos (1998) titulado El Memorial de Sololá, donde aparece el registro de una epidemia al interior del
pueblo Maya:
Crónicas de una Pandemia
127. He aquí que durante el quinto año apareció la peste, ¡oh
hijos míos! Primero se enfermaban de tos, padecían de sangre
de narices y de mal de orina. Fue verdaderamente terrible el
número de muertes que hubo en esa época. Murió entonces el
príncipe Vakaki Ahmak. Poco a poco grandes sombras y completa noche envolvieron a nuestros padres y abuelos y a nosotros
también, ¡oh hijos míos!, cuando reinaba la peste. El día 1 Ah
(3 de octubre de 1520) se cumplió un ciclo y cinco años de la
revolución, mientras azotaba la peste.
128. En el curso de este año en que azotaba la epidemia murió
nuestro padre y abuelo, Diego Juan. El día 5 Ah (12 de marzo de
1521) emprendieron nuestros abuelos la guerra contra Panatacat, cuando comenzaba extenderse la peste. Era terrible en verdad el número de muertes entre la gente. De ninguna manera
podía la gente contener la enfermedad (p. 32).
129. A los cuarenta (días) de haber comenzado la epidemia murió nuestro padre y abuelo; el día 12 Camey (14 de abril de 1521)
murió el rey Hunyg, vuestro bisabuelo.
130. A los dos días murió también nuestro padre, el Ahpop Achí
Balam, vuestro abuelo, ¡oh hijos míos! Juntos murieron nuestros abuelos y padres. Grande era la corrupción de los muertos.
Después de haber sucumbido nuestros padres y abuelos, la mitad de la gente huyó hacia los campos. Los perros y los buitres
devoraban los cadáveres. La mortandad era terrible. Murieron
nuestros abuelos y junto con ellos murieron el hijo del rey y sus
hermanos y parientes. Así fue como nosotros quedamos huérfanos, ¡oh hijos míos! Así quedamos cuando éramos jóvenes.
Todos quedamos así. ¡Para morir nacimos! Sic. (p. 33).
Aranda también narra la llegada de la peste de una manera similar a la provocada por el COVID-19 en la actualidad:
El día 1 Akbal (30 de diciembre de 1559) el Gobernador Pedro
Ramírez dio posesión al Gobernador Don Diego Pérez. En el
sexto mes después de la llegada del Señor Presidente a Pangán
comenzó aquí la peste que había azotado antiguamente a los
pueblos. Poco a poco llegó aquí. En verdad una muerte espantosa cayó sobre nuestras cabezas por disposición de nuestro
poderoso Dios. Muchas familias (sucumbieron) ante la peste.
Se apoderaba hoy de la gente un frío intenso y fiebre, les salía
sangre de la nariz, luego venía la tos más y más fuerte, se les
torcía el cuello y les brotaban llagas pequeñas y grandes. Todos
fueron atacados aquí por la enfermedad. Todos vieron la enfermedad, ¡oh hijos míos! El día de la Circuncisión (1 de enero
de 1559), un lunes, cuando estaba escribiendo, fui atacado por
la epidemia (p. 56).
Arana pudo referirse a la viruela que había sido introducida por
los españoles hacia pocos años a las islas del Caribe. Cook y
Lovell (2000) realizaron un seguimiento a las epidemias que
se dieron durante los primeros años de la conquista y colonización. Una de las mencionadas tiene que ver con una aparente peste neumónica que, según los autores, tuvo una tasa
de mortalidad del 20 por ciento. Algunas fechas son relevantes para esta peste que se presume era de tifus. También hay
otros registros revisados para el caso del Virreinato del Perú
en el año de 1558, donde se desató una epidemia de viruela y
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Carlos Arturo Reina Rodríguez
sarampión, que según se comenta, posiblemente provenía de
la importación de esclavos negros, comprados por el obispo
de Santafé, y que en la Nueva Granada cobró la vida de más
de 40.000 personas (p. 127). Los datos coinciden con los de
Aranda en términos de fechas lo que supone que la epidemia
se extendió por todo el continente y que también azotó a Europa dado que existen reportes de que en 1557 se produjo
un brote epidémico de la enfermedad en el viejo continente.
Eso significa que en un rango de diez años en el siglo XVI se
presentó una epidemia que abarcó a buena parte del mundo
(Reina, 2020, pp. 43-44).
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La expansión de las epidemias tuvo varios aliados, entre ellos la
ausencia de adecuadas normas de higiene, la falta de asistencia
médica para las poblaciones más vulnerables y pobres, a las
cuales muchos europeos consideraron como inferiores, y a la
ausencia de hospitales y médicos que pudieran atender a los
enfermos y controlar la enfermedad. El primer hospital de Bogotá se inauguró el 2 de diciembre de 1595 y se conoció como
el Hospital de San Pedro, ubicado en cercanías de la catedral y
dirigido por la orden monástica de San Juan de Dios, nombre
que se adoptaría luego de la expedición de la Real Cédula de
Felipe III. Ibáñez (1884) narra que en 1566 apareció por primera vez la epidemia de viruela, y que las víctimas fueron considerables. Sin embargo, fue la epidemia de 1587, que duró tres
años, la que acabó con el 90 por ciento de la población indígena
(p. 7). De Castellanos (1601) afirma que el año de 1588 fue uno
de los más terribles hasta entonces:
la epidemia mató a más de un tercio de la población, así españoles como indígenas, y que se enterraron de cien a doscientos cadáveres de una sola vez en fosas comunes. 1588 fue
uno de las más desgraciados de que tienen noticia lo naturales
(AHNC, Testamentarias de Cundinamarca 23: f.862v-63r).
Un documento anónimo dice que Bogotá, “sufrió mucha mortandad… ha sido tan general que ha arruinado este pueblo y
toda la tierra y los convalecientes no están para poder trabajar”
(Cook y Lovell, 2000). De la misma manera no se puede olvidar
la relación que hizo Tobar (1986), en razón a las formas como
las poblaciones de la Nueva Granada respondieron a las pestes,
recurriendo a figuras como la Virgen de Chiquinquirá, en particular cuando las medicinas tradicionales no funcionaban.
A inicios del siglo XVII, se presentó otra epidemia, esta vez de
“tabardillo”, que se cree fue correspondiente a lo que se conoce como tifo. De Castellanos dijo que en 1601 “hubo una gran
mortandad entre los jóvenes, mozos, mozas, jóvenes”, mientras
que Ibáñez (1884) relata que hacia 1633, murieron entre otros,
El arzobispo D. Bernardino de Almanza, 85 clérigos y religiosos,
dos alcaldes ordinarios, cuatro Regidores, muchos nobles y plebeyos, sin los esclavos indios y mulatos, que fue en sumo grado
y gran número; y en los pueblos de esta jurisdicción, así de españoles como de indios, fue grande la mortandad. Sic. (p. 9).
Crónicas de una Pandemia
Quienes pudieron prestar algún tipo de auxilio fueron los monjes jesuitas, que tenían algún tipo de conocimiento médico
para tratar a los enfermos. Se presume que muchos niños y
jóvenes perecieron puesto que varias familias acaudaladas se
quedaron sin herederos y testamentaron en favor de la Iglesia
o de algún afortunado sobreviniente como el escribano Santos
Gil. Esta epidemia permitió que en 1636 se realizará en Santafé, la primera cátedra de medicina. En 1639 apareció una epidemia de la cual no hay mayores registros. En 1702, la viruela
azotó a la Nueva Granada. Según Ibáñez (1884), dejó un saldo
de 7.000 muertos (p. 12). Algunas de las fechas recopiladas y
correspondientes a epidemias en Colombia para efectos de una
cronología breve, antes de 1810 fueron:
De 1630 a 1633: Conocida como Peste General, y dento de la
historiografía de la medicina nacional como Peste de Santos Gil,
debido a que este fue el notario que sirvió como repositorio
de varias herencias, ante la ausencia de familiares. Paradójicamente este notario falleció por cuenta de la misma epidemia.
En 1651 se presentó una epidemia de viruela. Las principales
víctimas fueron los indígenas; En 1656 se tuvo otra epidemia
de tifus conocido como tabardillo; en 1659 hubo contagios por
sarampión. Existen reportes de muchas muertes. Los registros
lo relatan bajo el nombre de “Mortandad” pero no dan cifras;
entre 1667-y 1668 se dio una epidemia de viruela “que cobró la
vida de muchos”; En 1688 una nueva epidemia que provocó se-
gún Vargas Jurado, evacuaciones de regiones completas; Entre
1692 y 1693 una de sarampión (p. 92) y viruela (p. 93) (se presume que también fueron continentales); en 1729 una más de
sarampión. No se conoce el número de muertos, pero se sabe
que cobijó a toda la población, pues afirma Vargas Jurado que
“murió mucha gente” (p. 13). En 1756 se extendió una epidemia de viruela y en 1760, otra de origen desconocido. Un dato
interesante es el que presenta Vargas Jurado (1902) respecto a
esta última cuando informa acerca de la epidemia durante la
administración del Virrey Solís:
En 19 de mayo de 1760, a la una de la mañana, murió el Sr
Chantre D. Antonio Salazar, y fue el que abrió la puerta a muchas personas que se enumeran muertas de la epidemia que
vino del Japón, y causó estragos en Lima, Quito y demás lugares de América. Aquí llegó con piedad y con aviso de aquellos
lugares de su modo de curar, que ha sido con sudores frescos
y ayudas, y no haciendo cama, siendo total veneno la sangría y
agua fría, porque se ha de tomar caliente y por espacio de 40
días, siendo las recaídas peligrosísimas; y a los viejos y viejas se
los va llevando (p. 54).
Vargas Jurado denominó esta epidemia, “peste del Japón”, lo
que también nos induce a pensar que fue la peste bubónica la
que llegó a Santafé , pues la entidad patológica se ha conocido
con los nombres de fiebre del levante y tifo de Oriente. Existen
otros datos que ubican la aparición de epidemias en los años
15
Carlos Arturo Reina Rodríguez
de 1779, 1781, 1783 y 1785. Está confirmado que la que se
ubica entre 1781 y 1783 fue una epidemia de viruela, y según
Caballero y Góngora, llegó de España, pasando por Cartagena
y Santa Marta. Ocasionó la pérdida de cosechas y escasez de
alimentos en 1872 y 1873. Según Vargas Jurado, perecieron cinco mil personas solamente en Santafé (p. 93). En 1800 también
se registró otra epidemia en la ciudad. Los individuos afectados
fueron llevados a un hospital ubicado en la sabana como medida para contener la expansión de la viruela. Como el número
de casos disminuyó a ocho, se levantaron los hospitales y todo
tipo de protocolos y se inició una vuelta a la vida normal. De
todo esto, los responsables por la salubridad no informaron al
Virrey Mendinueta. Las personas infectadas que tenían medios
económicos podían permanecer en sus hogares bajo el cuidado
de un médico y en cuarentena bajo la pena de recibir multas.
Como resultado de levantamiento de las medidas de contención, murieron en total ciento doce personas que estaban hospitalizadas y doscientos diecisiete no hospitalizados en 1802.
16
Por lo general, las causas de las pestes fueron explicadas como
producto de los pecados capitales, y procedían como castigo
divino, por lo que se recurría frecuentemente a las deidades religiosas, a los rezos y a las mezclas de plantas medicinales junto
con la práctica de penitencias que incluyeron en algunos casos,
la entrega de fortunas a la iglesia, en espera de una sanación.
En la época colonial no se pensó mucho en el problema de la
higiene, y solo se empezó a tener en cuenta cuando vino la necesidad de trasladar los cuerpos de los difuntos a cementerios ubicados en las afueras de pueblos y ciudades. Fue hasta
después de la independencia cuando las epidemias empezaron
a ser relacionadas con la higiene y entonces se detectó que
estas tenían como elemento común la ausencia de condiciones mínimas de salubridad. La mayor parte de los contagios
iniciaban desde los puertos como Cartagena y se extendían
al resto de comarcas cercanas a los circuitos comerciales y de
tránsito. Desde allí las epidemias alcanzaban las regiones más
alejadas, donde el acceso a información y servicio médico era
limitado o inexistente. Lo anterior se confirma con un reporte
de un cabildo:
Para comenzar a hablar sobre prácticas de higiene y salud pública
en nuestra ciudad, compartimos un documento de 1798 donde
el Síndico Procurador General presenta su consideración acerca
del traslado de los contagiados del “Mal de San Lázaro” por la
vía del Quindío, la cual se encuentra en mal estado y pondría en
peligro la vida de los mismos, conducidos por mulas o bueyes
que difícilmente podrían sostenerse en aquella montaña. Lo anterior, toda vez que ningún carguero se arriesga a llevarlos por
miedo al contagio. El señor Procurador propone entonces ante el
Cabildo se tomen las medidas necesarias y se les conduzca a los
enfermos por la montaña de Guanacas que es “más corta y más
humana” (AHC, Fondo Cabildo, T. 24, Fol. 293r–293v).
Crónicas de una Pandemia
En su investigación de tesis de Maestría, Sandra Marcela Durán (2013) afirma también que en Popayán y en Mompox se
presentó una epidemia de origen incierto en 1646 y en 1650,
se dio otra en Cartagena. Y hacia 1702 la viruea causó alrededor de 700 muertos en la ciudad de Santafé y 7000 en todo
el territorio de la Nueva Granada (5). La historiadora recurre
a explicar las epidemias a la luz de las respuestas que dieron
las autoridades, principalmente religiosas y a las formas como
reaccionaron las poblaciones por entonces muy creyentes en
el catolicismo.
También tenemos el caso de López Ruíz (1790), un médico neogranadino nacido en Panamá, quien se destacó por una serie
de trabajos y disertaciones sobre la quina, y, por resaltar varios
aspectos sobre las epidemias. Una de sus observaciones tenía
que ver con el estado de los hospitales y también con el de
los cementerios. A finales del siglo XVIII, la costumbre era la de
enterrar a los muertos en inmediaciones de las iglesias, bajo la
convicción de que allí las almas se librarían de los juicios del
diablo y del inferno. Por tanto, Ruiz propuso la construcción de
cementerios ubicados a las afueras de las ciudades y los pueblos para evitar que, en la descomposición de los cuerpos, se
levantaran epidemias derivadas de la misma. Este documento
recomendaba que, ante una epidemia, se debían crear infraestructuras para atender a las víctimas. También supone que es
una advertencia y claro, una propuesta para que ciudades y
pueblos se prepararan hacia el futuro, ante los eventos epidemiológicos que con seguridad se presentarían.
En el siglo XIX, se diseñaron algunas medidas de contención
que incluyeron estrategias para todo tipo de enfermedades.
En este caso se presentó un régimen de actividades que debían
ser acatados por los enfermos y por las autoridades. Si bien
se trata de indicaciones destinadas para la elefancia y la lepra,
existen otras que vinculan el tifo, la tuberculosis, la gripe o influenza en una sola lista:
Régimen que debe observar todo enfermo atacado de elefancia
o lepra y cualquier estado de la enfermedad.
“1ro.: Evitará con infinito escrúpulo, las siguientes cosas: ir al
baño, todo baño, i aun el de las manos que no puede volver a
limpiar sino con aguardiente quitado al frío y puesto al temple
del cuerpo; evitará con el mismo infinito escrúpulo.
2do. La sangría.
3ro Las venas.
4ta.Toda afección profunda del ánimo, especialmente la cólera,
el susto, la tristeza, cortará.
5to. El sueño de día.
6to. Toda humedad del suelo y de la atmósfera.
7to. La trasnochada y el sereno.
8va. Todo desorden en el régimen alimenticio.
9no. Los ácidos y las grasas.
10mo. Las carnes de puerco, toda carne manida y la cecina o
carne salada.
11vo. Evitará todo “apoltronamiento y al mismo tiempo todo
17
Carlos Arturo Reina Rodríguez
ejercicio violente y que lo fatigue; pero todos los días hará ejercicio moderado como se describirá.
12vo. Evitará la hamaca de día y de noche y toda postura quebrada violenta o que de cualquier modo embarace la circulación
de los fluidos y líquidos del cuerpo.
13vo. Y más que todo con el mayor escrúpulo, evitará toda brusca vicisitud atmosférica, todo destemple del cuerpo, todo cambio repentino, y, en una palabra, todo lo que directa o indirecta,
leve o fuertemente le produzca o pueda producir una descarga en el sistema nervios (Fondo Anselmo Pineda 826, Pieza 18,
Régimen que debe tener todo enfermo atacado de elefancia o
lepra en cualquier estado de enfermedad, 1858).
18
Por aquel entonces todas las enfermedades relacionadas con lo
que se conocía como pestes, se trataban por igual y aunque en
el siglo XIX habían aumentado el número de médicos, estos en
realidad poco podían hacer para controlar las epidemias, sobre
todo y en particular cuando se desataban temporadas de lluvias
y las guerras regionales o civiles provocaban muchos más decesos y generaban un ambiente propicio para la expansión de
todo tipo de enfermedades. Un documento fechado en 1835,
recomendaba algunas estrategias como medidas sanitarias para
controlar las enfermedades epidémicas, que, según , José Merizalde (1835), eran las que los países civilizados debían emplear,
para impedir la propagación y “degeneración del mal que le aflige”. Primero estaban las recomendaciones para los contagiados
y después las medidas generales para la sociedad en general:
1. Levantarse un poco más tarde de lo acostumbrado, dándose
una friega en piernas y brazos con bayeta o cepillo, y poniéndose bajo la camisa una bayeta al pecho, evitando el andar en
pechos de casia.
2. Evitar la concurrencia donde se reúnan muchos, y no salir de
golpe de aire estando acalorado.
3. Tomar las bebidas un poco templadas, lo que harán indispensable los que tengan tos, o padezcan males de pecho.
4. No bañarse más que las manos, y limpiarse la cara con agua
y aguardiente.
5. No comer alimentos glutinosos o indigestos, como habas,
arvejas, pastas de harina, bollos, arequipe y otros alimentos
harinosos, cuya preparación se haga sin haber precedido la fermentación.
6. No tomar licores, y los que no puedan pasarse sin ellos,
tomarlos bien preparados y tomar en poca cantidad.
7. Evitar el sereno de la noche y las trasnochadas, acostándose a
buena hora, repitiendo las friegas, y tomando al acostarse, una
tasa de infusión de borraja, de amapolas, de Paraguay o escobillo, o un poco de té o café bien caliente, lo que lo acostumbran,
o cerveza ligera, los que la beben.
8. En fin, usar templanza en todo.
Medidas públicas
1. En los conventos, colegios, cuarteles y cárceles, adaptar las
medidas referidas, manteniendo dentro y fuera de los edificios
la mayor limpieza.
2. Dar corriente libre a las aguas de los albañales, letrinas, y particularmente al río San Agustín, quitando los muchos muladares
que infestan la ciudad, y que están a sus orillas y a las del río de
San Francisco.
Crónicas de una Pandemia
3. Sepultar en el nuevo cementerio, pues el antiguo no tiene un
área para los muertos que da la ciudad.
4. Poner la mayor vigilancia en el aseo de los hospitales y en una
buena asistencia.
5. Publicar bando en que se mande a los ciudadanos a vetar en
lo posible salir por la noche, mientras dure esta estación, y ordenar que las tabernas se cierren a las ocho de la noche
(Merizalde, 1835, Segunda receta para la epidemia reinante. Bogotá, 19 de agosto de 1835. Imprenta de la Universidad. Fondo
Pinea 363 Pza. 2. Biblioteca Nacional de Colombia)
Los protocolos de seguridad siempre se han puesto en marcha
en tanto que las epidemias han estado presentes en la historia
nacional. A inicios del siglo XX, la situación no varió significativamente y a pesar de que se estaban formando más médicos
en las facultades de medicina, no aumentaron los hospitales
y tampoco se contaba con una infraestructura de servicios públicos adecuada. La pandemia de 1918 obligó a ciudades como
Bogotá a modernizar su sistema de acueducto y alcantarillado,
ordenó la construcción de plazas de mercado en zonas adecuadas para tal fin, pavimentaron buena parte de las calles del
centro de la ciudad , se construyeeron mataderos descentralizados, entre ellos del de Paiba y se implementaronprotocolos
de higiene que libraran a la ciudad de afecciones como la de la
gripa de aquel fatídico año. La muerte llegó y con ella el drama.
Solana (1918) escribió en El Gráfico lo siguiente :
Más hoy la muerte se presenta a nuestros ojos cubierta con sórdidos harapos. La preceden el espectro del hambre y el fantasma
lívido de la peste. Y aquellos a quienes arrastra sin discernimiento, sin elección, marchan a toda prisa, sin decoro, solos, como
entes, anónimos, meros granos imperceptibles de la inmensa
mies segada. Las flores de las coronas son macilentas y descoloridas. Las gentes se apartan del mísero convoy, con el horror
del contagio. Y manos criminales, que únicamente en esta obra
de misericordia obligatoria trabajaron, arrojan violentamente al
hoyo tenebroso, en repugnante promiscuidad, los cuerpos amarillentos. Así no es hermoso morir. No nos resignamos a salir
así de la vida, sin que los sujetos, agobiados por la enfermedad y
engañados por los mirajes del delirio, se den cuenta de nuestra
ausencia. Morir de una muerte traidora y sin belleza, enemiga
de la serenidad, que ha difundido previamente el pánico entre
nuestros semejantes, que despierta los apetitos y los instintos
de un egoísmo primitivo y agosta en los corazones los nobles
sentimientos, es un castigo injusto que no merecen nuestras
pobres acciones (p. 321).
La escena es similar a la del año 2020. Las imágenes de los féretros que son sepultados sin acompañamiento, en las más difíciles
condiciones, sin que los más allegados y familiares se encontraran presentes, fue parte de la cotidianidad de la muerte provocada por el COVID-19. En 1918, los más desvalidos fueron
las principales víctimas. Las pandemias terminaron develando las
injusticias y las brechas sociales derivadas de la zanja entre ricos
y pobres, así como la ausencia de políticas públicas preventivas.
El Gráfico aseguró que las causas de la epidemia eran:
19
Carlos Arturo Reina Rodríguez
la absoluta carencia de toda higiene y de todo recurso en las
clases bajas, unida a la falta de todo eficaz servicio de asistencia pública en la ciudad, han sido circunstancias propicias para
la propagación de la epidemia, y ella terminará por despoblar
nuestros barrios pobres, si la sociedad bogotana, con un espíritu
de caridad que siempre le hará honor, no se hubiera apresurado
a acudir en amparo de los desvalidos (1918).
La pandemia de 2020 sirvió para desempolvar todo tipo de
archivos históricos que dan cuenta de las tragedias del pasado. Aparecieron cartas y documentos a los que no se les había
puesto mayor cuidado. Uno de ellos corresponde a, la carta que
escribió Laureano Gómez a José Arturo Andrade fechada el 24
de octubre de 1918, y publicada por distintos medios nacionales en el mes de abril. Allí, Gómez describe que:
20
Aquí hay de nuevo una epidemia de gripa que tiene alarmada la
ciudad. Por lo pronto tiene paralizada la vida; las oficinas están
casi todas cerradas; los colegios lo mismo; se han suspendido
los exámenes hasta en las facultades; se han ordenado cerrar teatros y cines y por las calles no se encuentra un alma de noche.
Al principio fue cosa de risa: todo el mundo estornudando. Pero
luego empezó una forma que llaman cerebral y empezó a morir
gente de repente en la calle, especialmente entre los obreros.
El pánico ha ido creciendo. Los entierros pasan continuamente.
El problema se ha agravado por los sepultureros unos están enfermos, otros se han muerto en el oficio, no se consigue quien
quiera hacerse cargo de él y según dicen, hay momentos en que
más de cien cadáveres esperan regados en los corredores de
las bóvedas que los pongan bajo la tierra. Por de contado nadie
quiere ir al Cementerio y los entierros, aun los de personas notables, van sin acompañantes (Bermúdez, 2020).
Además de sorprendente como lo denomina el periodista que
revela la carta, Juan Carlos Bermúdez, llama la atención la descripción pormenorizada que se hace de la epidemia de 1918
en Colombia, y que afectó algunas regiones de la Costa, Boyacá
y el centro del país incluida Bogotá. La pandemia ha servido
para que propios y curiosos miraran hacia la historia y develaran estas y otras epidemias. Lo que muchos se preguntan es,
¿por qué tan poca gente sabía de ellas, y tan solo se recuerda la
epidemia de la peste en la Europa Medieval y ocasionalmente
la peste española de 1918, si han existido otras muchas a lo
largo de la historia? (Reina, 2020, 54)
Un primer aspecto a tener en cuenta es que la mayor parte
de las personas que vivieron la pandemia de 1918, no tuvieron idea de que en realidad esto afectara a buena parte del
mundo occidental, aun pese a que se hallan registros en distintos periódicos con noticias procedentes de diferentes rincones
del país y del mundo. A diferencia de aquel entonces, hoy una
noticia local tiende a convertirse en un rumor global. En aquel
entonces una crónica estaba muy limitada a las cifras y los datos día por día como lo registró de manera permanente diarios
como El Tiempo. Así lo registró el 31 de octubre:
La mortalidad de los últimos diez días es simplemente aterradora; más de mil muertos en una ciudad de 130.000 habitantes
en ese corto espacio de tiempo es una proporción mucho mayor de la que se está registrando en Bombay y que tanta alarma
causa en Europa, 13.400 muertos en siete semanas en una población de 979.000 almas, son poca cosa en comparación de mil
muertos en diez días en donde la población apenas si pasa de
130.000. Nuestra situación es tres veces peor. Y debe advertirse
que apenas hace al menos veinte días que existe la gripa entre
nosotros, y que, en muchos lugares, como en la India, existe aún
con toda su fuerza, a los dos meses de principiada. Nos quedan,
pues, por delante muchos días de lucha y de miseria, y es necesario aprestar para el ánimo y la generosidad.
Lo grave de la situación en los barrios pobres se aprecia conversando con algunos abnegados y caritativos caballeros que
los están visitando para socorrer a los enfermos. Uno de ellos
refiere que, en un día de ayer, en radio de apenas mayor de dos
manzanas, en la parte alta del Paseo Bolívar, sacó de ranchos y
casuchas diez y seis infelices con pulmonía, todos ellos en estado grave y que fueron trasladados a los hospitales, y cinco
cadáveres y encontró escenas desoladoras, de familias enteras que agonizaban sin socorros ni alimentos. La necesidad de
hospitalizar a estos desgraciados lo más pronto posible, y con la
mayor actividad, es evidente, y sería obre de verdadera caridad
la de cooperar en esa tarea para la cual falta brazos…
Mortalidad ayer
Ayer han sido el día en que se han registrado mayor número de
defunciones. El total alcanza a 148, distribuidos así: 108 perso-
Imagen 1
Fragmento de la carta de Laureano Gómez a un amigo,
fechada el 4 de octubre de 1918
Fuente: Bermúdez (2020). Revista Semana. Versión Digital. Recuperado de semana.
com/nacion/articulo/la-sorprendente-carta-de-laureano-gomez-sobre-la-pandemia-de-1918-en-bogota/662905/
21
Carlos Arturo Reina Rodríguez
nas que fallecieron en sus domicilios; 20 personas que fallecieron en el hospital San Juan de Dios; 11 en las calles, 6 en el
Hospital de la calle 26 y tres en la Hortua. La Oficina de Higiene
expidió ayer 190 boletas de defunciones, pero ellas que quietar
42 que corresponde a los 42 cadáveres del Anfiteatro que existían antier y que estaban incluidos en ese número. Desde el
domingo 21 del presente hasta ayer a las seis habían fallecido
1.028 personas, suma que por sí habla de la intensidad con que
se ha presentado la epidemia (El Tiempo, 1918, “El curso de la
epidemia en Bogotá”, p. 2).
22
La cuestión de las cifras siempre es de vital importancia. Como
hoy, en aquel momento también se llevaba un conteo pormenorizado día tras día, que era publicado en diarios como El
Tiempo. A diferencia de otros periódicos en Latinoamérica, el
registro fotográfico es limitado y en el caso de este medio nacional, casi inexistente. Lo que sí hace es una descripción pormenorizada desde días anteriores. Por ejemplo, el 21 de octubre
hizo un balance del estado de la ciudad de Bogotá y de la afectación de la gripe, indicando que la gripa había afectado todos
los ramos de las actividades de la capital. Tanto en el Gobierno,
como en el Parlamento, los cuales no habían podido sesionar
ni atender al público, así mismo en el comercio general donde
se indica que “ha estado casi paralizado por la misma causa” y
la mayoría de funcionarios de bancos y almacenes están enfermos. Lo mismo ocurría en colegios, universidades y cuarteles:
En los colegios y cuarteles
En los colegios y cuarteles es donde más estragos está haciendo
la epidemia. En el Colegio de San Bartolomé se encuentran enfermos más de cien alumnos. Otros tantos existen en los de los
Hermanos Cristianos y las clases en muchos establecimientos de
la capital se han suspendido desde el jueves. El regimiento Cartagena había ayer 225 enfermos; en el Caldas, 185. Se dice que
el 50 por 100 del cuerpo de Policía padece hoy de gripa. Entre la
gente del pueblo la gripa ha hecho verdaderos estragos y el gremio de sirvientas se encuentra hoy casi, íntegramente afectado
por este mal, lo cual es causa de innumerables incomodidades
en todas las casas.
En las compañías teatrales
La compañía que actual en el Municipal tuvo que suspender la
función anunciada para anoche, porque todo el personal de la
compañía, con excepción del actor Sen, se encuentra atacado
del mal.
En los correos y telégrafos
De la Oficina Telegráfica hay más de 25 telegrafistas en cama,
y para poder reemplazarlos, los pocos empelados que quedan
en pie han tenido que trabajar seguido de día y de noche. Esto
explica la demora en la recepción de telegramas en estos días.
Lo mismo sucede con los correos. Varios correos se han quedado debido a que los encargados de despacharlos están también
enfermos.
El tráfico en las calles
Las calles de la ciudad, especialmente en las horas de la noche,
se encuentran casi desiertas. Nadie sale y el tráfico de vehículos
Crónicas de una Pandemia
(coches, carros y automóviles) se ha disminuido considerablemente pues la epidemia no ha respetado ni aun a los aurigas
que era en Bogotá la gente que se consideraba inmunizada contra la gripa (El Tiempo, 1918, “La gripa y los estragos que causa”,
p. 2).
De la misma manera el diario registra el abuso en los precios de
algunos medicamentos en las farmacias de la ciudad (El Tiempo, 1918, p. 2). También menciona que hubo disminución del
servicio de tranvías, al tiempo que reporta casos en México,
Argentina, España y otros países de habla hispana. Como hoy,
también se publicó una crónica de las epidemias en la historia
de la humanidad señalando a estas como una de las causas de
la caída de Atenas en las guerras del Peloponeso. También cita
las guerras púnicas, así como el fracaso del asedio de Siracusa
en Roma por parte de Amílcar en el año 1656, en lo que se conoció como la fiebre antonina. Igualmente se hace mención en
el siglo XIV a la peste negra, el tifo en el siglo XVII y se considera
que la gripa española es menos peligrosa que las anteriores y
aclara:
Por lo tanto, según las autoridades médicas, la enfermedad no
reviste demasiada gravedad, pero si exige por parte de los enfermos los más estrictos cuidados, sobre todo en el periodo de
la convalecencia. También parte de averiguado que todas las
prevenciones que se tomen para evitar la infección son absolutamente inútiles (El Tiempo, 1918, “La gripa del exterior”, p. 2).
La pandemia de 1918, llegó a Bogotá a fines de año. Desde septiembre se encuentran ecos de ella y en noviembre se alcanzó
el punto más alto de víctimas. Lo paradójico es que este umbral
se logra casi a la par de la conmemoración del Día de los Fieles
Difuntos, el 1 de noviembre. Un día después publicó la revista
El Gráfico, una crónica de Solano, a propósito de la fecha conjugada con las víctimas y la gripa. He aquí un fragmento:
Dia de Difuntos
Jamás llegó para esta ciudad la fecha de hoy en tan dolorosas
circunstancias, ni las campanas de las iglesias gimieron más
fúnebremente su plegaria de lágrimas. Ni bajo aquellas pestes
legendarias de la Colonia, ni cunado en plena lucha emancipadora los maderos ensangrentados del patíbulo pregonaban el
terror, ni más tarde, en las convulsiones revolucionarias de la
República, cuando hermanos enloquecidos les arrancaban la
vida a sus hermanos.
La muerte siempre fue para con esta buena villa, más piadosa,
más discreta, y quiso antes velar por la desnudez macabra con
un manto de silencio. Al menos, le ahorró la horrible coincidencia de traer el día consagrado a la conmemoración de los difuntos y a la evocación de los que dejaron vacío su puesto en cada
hogar, en la época precisa en que a cada hora perdemos todos,
como bajo el conjuro místico de alguna maldición, un padre, un
hijo, una criatura a que amábamos.
Y como si la naturaleza quisiera contribuir a la tribulación de los
hombres, les quita la visión del cielo azul, amortigua los rayos
del sol, cierne sobre el paisaje una llovizna incesante, enloda las
23
Carlos Arturo Reina Rodríguez
avenidas, y mantiene implacablemente negras, como una tétrica antesala de la tumba, las calles asfaltadas. Todo es fúnebre
y frío en este día de las ánimas. Y los cerros que cubiertos de
nieblas vigilan impasibles la inquietud y la angustia de la ciudad,
enmarcan con la desolación de la Sabana es te cuadro de tristeza (Solano, A., 1918, “Dia de Difuntos”, El Gráfico, p. 321).
Solano agrega en su crónica que, si bien la muerte se recibe
como algo natural, confiesa que “así no es hermoso morir” y
que esta es una muerte traidora que no contiene belleza alguna, y que sin duda se corresponde a un castigo injusto para
una ciudad tan noble. Por su parte, en la misma revista, Gómez
Corens, le escribe a la lluvia, y relata como esta no cesa, como
si supiera por el dolor que pasa la ciudad:
24
dejar un legado de lo que ocurrió aquel trágico año. He aquí
algunas de ellas, en el orden en que fueron publicadas2:
En el número siguiente de El Gráfico (1918) y que corresponde
al 9 de noviembre se hace una advertencia que bien vale resaltar pues se pude considerar como un mensaje para los habitantes del futuro, posiblemente para nosotros cien años después:
Imagen 2
Miembros de la Junta de Socorro que apoyó al gobierno en el momento
de expansión de la epidemia
Oración a la Lluvia
Señora mía:
Hoy ha llovido copiosamente…
Escucha: es que la buena Madre Naturaleza está triste por
nuestra mutua pena…
Llueve, llueve, cielo amado en cuyo azul he visto correo como
éter el vapor de mis sueños, en cuyo rosa auroral ha irradiado
mía alegría, en cuyo dombo gris se ha extendido el tizne pesado
de mis tristezas… Llueve, cielo querido, tu que sentiste al par con
mi alma, así el ayer venturoso como este hoy dolorido. Llueve y
riega a tu buena amiga la tierra, que también sabe ser cariñosa,
con su negrura agasajarte, para mi cruel melancolía… (p. 323).
Ese número prácticamente está dedicado a la epidemia e incluye una crónica fotográfica de gran valor, como una forma de
Fuente: El Gráfico, Bogotá, Serie LV, Año IX No 441, noviembre 2, p. 324.
2. No se logran publicar todas dado que los rollos revisados no tienen mejor calidad.
Crónicas de una Pandemia
Imagen 3
Hospital provisional de la calle 26. Como se aprecia,
las condiciones eran muy deplorables.
Imagen 4
Los fallecidos eran conducidos por sus familiares
directamente al cementerio.
Fuente: El Gráfico, Bogotá, Serie LV, Año IX No 441, noviembre 2, p. 324.
Fuente: El Gráfico, Bogotá, Serie LV, Año IX No 441, noviembre 2, p. 324.
25
Carlos Arturo Reina Rodríguez
Imagen 5
Los cadáveres eran depositados en una fosa común ante la ausencia de
espacio para su entierro de manera individual.
Imagen 6
Repartición de Víveres. Aspecto exterior de uno de los locales en que
las juntas de señoras reparten víveres a los enfermos desvalidos
Fuente: El Gráfico, Bogotá, Serie LV, Año IX No 441, noviembre 2, p. 324.
Fuente: El Gráfico, Bogotá, Serie LV, Año IX No 441, noviembre 2, p. 324.
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Crónicas de una Pandemia
La virulencia con que se ha presentado la epidemia de la gripa
en la capital y en las poblaciones de la Sabana, está demostrando que existe en nuestro medio un agente especial, que debe
ser modificado de una manera eficaz, si se desea defender en el
futuro la vida de los habitantes de la altiplanicie. Ese agente que
interviene en el recrudecimiento de las epidemias que azotan a
Bogotá, no puede ser otro que el medio higiénico.
En las ciudades de la tierra baja, cuya temperatura obliga al
baño diario, el pueblo está menos expuesto a perecer durante
una epidemia. Las habitaciones son más limpias y más aireadas.
Por estos motivos podemos proveer, empíricamente, que en las
tierras calientes será menos devastadora la epidemia que en las
tierras altas, en donde interviene para exacerbarla, la aglomeración en malísimas viviendas, de personas que desconocen el
aseo y llevan una existencia demasiado miserable. (…) Bogotá
tiene que hacer un esfuerzo colectivo, un esfuerzo de autoridades y de ciudadanos para procurar la sanidad de la metrópoli
colombiana, transformando la vida del pueblo. De otro modo, y
esto lo dicen los técnicos y lo presentimos todos, la ciudad estará cada día más amenazada de la presentación de pestes que
aniquilan los grandes centros por no haber atendido al mejoramiento de las condiciones higiénicas del conglomerado social
(Grillo, Maximiliano, 1918, “Medidas Sanitarias”, El Gráfico, pp.
329-330).
Con todo lo anterior, se generó una transformación socioespacial de la ciudad y un desarrollo urbano, al tiempo que se
atendieron buena parte de los problemas de infraestructura
que se habían tardado en ejecutar por problemas burocráticos
y de presupuesto. Por ello, hay un cambio en la forma como
se vivió en adelante en una ciudad como Bogotá. La construcción de un acueducto y la expansión de redes de suministro,
mejoraron las condiciones de higiene. El encausamiento de los
ríos de aguas negras en particular los ríos San Francisco y San
Agustín contribuyeron a mejorar el ambiente en la zona central
de la ciudady propició que se mejoraran zonas de habitación
mientras se iniciaban procesos de urbanización planificada. Así
mismo, el control a los alimentos, la construcción de plazas y
centros de abastecimiento en adecuadas condiciones higiénicas, el tratamiento de las basuras en lugares controlados junto
a la construcción del Matadero Municipal constituyeron en los
años posteriores, importantes avances en el proceso de modernización. Dicen que no hay mal que por bien no venga. También
dicen que debemos mirar hacia atrás para saber hacia dónde
venimos y para dónde debemos ir. Esas son las lecciones del
pasado y no hay afán pues de cuando en cuando, aunque las
olvidemos temporalmente, la naturaleza al parecer se empeña
en hacerlas recordar.
La crónica en medio de una pandemia
La pandemia de COVID-19 llegó hasta nosotros, como parte de
las noticias, que, siguiendo un ejercicio diacrónico, fueron develando el desarrollo de algo que era simplemente un rumor.
Algunos medios de comunicación y centros académicos hicieron un recorrido de noticias de manera cronológica revelando
27
la expansión geográfica temporal del coronavirus:
Carlos Arturo Reina Rodríguez
Casi todas las cronologías concuerdan en que fue en diciembre
cuando se registraron los primeros casos, y que el 31 de ese
mes se convirtió oficialmente en la marca temporal de inicio
debido a la comunicación de la aparición de un virus en China
y que fue reportado en ese día a la Organización Mundial de la
Salud. Como sabemos otras fuentes indican que posiblemente
los contagios iniciaron antes de este mes. También se concuerda con el mes de marzo, como en el que se generalizaron las
cuarentenas en casi todo el planeta, situación nunca antes vista. El 17 de marzo, la Unión Europea cerró sus fronteras internacionales y comenzaron las restricciones aéreas en los Estados
Unidos y buena parte del mundo. También fueron restringidos
los pasos fronterizos, se cerraron los puertos de comercio y se
prohibieron los desembarcos de cruceros, lo que generó dramas con viajeros que quedaron atrapados durante semanas e
incluso meses, sin poder desembarcar o regresar a sus lugares
de origen. América Latina pese a ser una de las últimas regiones
afectadas, también se vio en la necesidad de implantar cuarentenas durante varios meses, aun a sabiendas de los daños que
esto causaría a sus ya frágiles economías.
28
Al unísono, se cerraron las universidades, colegios y escuelas
en todo el mundo, como estrategia adicional para frenar la
propagación del coronavirus. También se declararon estados
de emergencia para obtener recursos y dotar de materiales y
personal médico a los sistemas de salud, mientras que se ini-
Imagen 7. Cronología de la pandemia, diciembre 2019-marzo 2019
Fuente: Universidad Autónoma de México. DGD CUNAM. Recuperado de http://ciencia.unam.mx/contenido/infografia/106/infografia-coronavirus-cronologia-de-la-pandemia
Crónicas de una Pandemia
ciaba una carrera en la investigación y desarrollo de vacunas
por parte de los Estados y de empresas farmacéuticas privadas.
Mientras tanto, las cuarentenas y el distanciamiento social, fueron generando cambios en la vida cotidiana de los habitantes
de ciudades y campos. Se prohibieron las reuniones públicas y
todo tipo de eventos que generaran aglomeraciones, se prohibió el ingreso de extranjeros en algunos países, la suspensión de los vuelos, de las eliminatorias mundialistas de futbol,
la suspensión de las ligas locales prácticamente en todos los
deportes, la cancelación o suspensión de conciertos y eventos
artísticos y culturales, y en últimas el confinamiento casi total.
Algunos estudiosos de la historia colombiana han señalado
que las situaciones buenas y malas, por lo general han llegado
del exterior del país en forma de rumor. Así se enteraron los
indígenas de la llegada de los españoles, también los criollos
de las las reformas en Europa, y de las ideas de la revolución
estadounidense y la revolución francesa. Las independencias
llegaron además con la participación de legiones británicas, y
alguno que otro francés, para constituir una gran Colombia,
que, en 1830, de manera muy temprana, sería invadida por las
divisiones, los regionalismos y los odios, que, como una epidemia dividieron lo que antes fue un solo país, en tres repúblicas.
Las migraciones fueron limitadas y por cuenta de esto, las élites locales valoraron de manera enorme, la llegada de ingleses,
franceses o estadounidenses entre otros, así como sus modas,
Imagen 8. Países con más cuarentena en América Latina
Fuente: DANE CEPAL/Sondeo, La República, Bogotá, 29 de julio de 2020
29
Carlos Arturo Reina Rodríguez
sus formas de vestir, la arquitectura de sus casas y barrios, los
vinos y algunas de sus comidas. También llegaron los turcos, los
sirios, los palestinos, algunos judíos, y ya en el siglo XX algunos
vascos y catalanes, pero nunca como la migración venezolana
de la segunda década del siglo XXI, precisamente unos años antes del inicio de la pandemia.
Así también llegaron los avances tecnológicos como el ferrocarril, el telégrafo, la luz eléctrica, y , en el siglo XX, la necesidad
de modernizar el sistema de salud, por cuenta de la llegada de
una gripe que acusó a miles de personas en el mundo y que,
en el centro del país, cobró la vida de muchos en 1918. Los
cementerios se vieron atiborrados, el desfile de fallecidos fue
una constante por lo menos en Boyacá, algunas poblaciones de
Cundinamarca y Bogotá. El sistema hospitalario incipiente se
vio colapsado y se evidenció la incapacidad administrativa para
sortear tal situación. Por fortuna, en pocos meses, la epidemia
había desaparecido, dejando además de un gran número de
muertes, planteada la necesidad de modernizar todo el sistema
de higiene y salud pública, y de pensar en modelos de planificación y prevención, para situaciones similares en el futuro.
30
Por aquel entonces, nuestras ciudades, eran poco más que
pueblos, y el hispanismo, tanto como las ideas liberales y socialistas, intentaban consolidar grupos de discusión y estudio,
mientras emergía un movimiento estudiantil, inspirado por el
Movimiento de Córdoba, Argentina también en 1918, ideas
dque alcanzaron a figuras como Germán Arciniegas, en su propósito de crear una organización estudiantil de carácter continental.
Es importante comprender que, si bien quedaron algunas mejoras en la infraestructura del país, pronto la gripe que asustó
a los habitantes del centro del país, quedó en el olvido, incluso
son pocas las líneas dedicadas por los libros de historia oficial
y quedan algunas tesis y trabajos ocasionales que vinieron en
aumento debido al interés desatado por la pandemia de COVID-19. No obstante falta mucho por indagar sobre lo ocurrido
en 1918. Algunas impresiones destacadas de la época constituyen fuentes para los trabajos históricos del futuro.
Lo cieto es que con las aperturas económicas, tratados de libre
comercio y otra suerte de acuerdos impulsados sobre todo a
finales de los años noventa y principios de los dos mil, pronto
llegaron más y más productos, sobre todo, del Sudeste Asiático y de China, a parte de la inmensa producción tecnológica
que reemplazó a la estadounidense y europea y que llegó a los
establecimientos de los barrios populares a precios de feria:
“todo a mil, a dos mil, a cinco mil, a diez mil, a veinte mil” son
los anuncios con los que se identifican muchos de estos almacenes ubicados en casi todas las ciudades del país, ofreciendo
todo tipo de productos a precios muy por debajo de los que
se compran en los supermercados y almacenes de cadena. En
la práctica, allí se pueden adquirir artículos de aseo personal
Crónicas de una Pandemia
y general, ropa, loza, herramientas, adornos, cosméticos, juguetes para niños y elementos para mascotas, y dependiendo
la temporada, disfraces, árboles de navidad, y toda suerte de
artefactos y objetos a precios irrisorios. A pocos les importa su
procedencia, tanto como el precio y la posibilidad desde ahí,
para adquirir elementos que otrora eran exclusivos de centros
comerciales en donde las marcas expuestas en almacenes de
cadena y grandes superficies, certificaban su autenticidad.
Tampoco a muchos consumidores importa esto último.
Imagen 9
Primera página de la Revista Cromos del 2 de Noviembre de 1918.
El titular señala a un enemigo que no se puede ver. Se acompaña con la
cruda fotografía de dos cadáveres tendidos en una calle en Bogotá
Las condiciones y la calidad son sacrificadas por el precio, es
decir, por el mercado, aunque en realidad el riesgo está en los
componentes, el tratamiento y la autenticidad de los productos
y los efectos nocivos para la salud del consumidor. Todo esto se
convirtió en parte de la “normalidad” del consumo cotidiano
y muchos hogares se fueron llenando de todos estos artefactos cuya explotación laboral en relación con el precio, poco importan a este lado del océano, pues se suceden más allá de lo
visible. Los productos simplemente aparecen, sin importar su
procedencia y lo que ellos ocultan.
De la misma manera, como se ha ido esparciendo el comercio
de productos llegados del otro lado del océano, también lo hizo
el COVID-19. Inicialmente apareció en noticias, como algo más
que pasaba allá, al otro lado del mar, en un lugar conocido por
esos productos que tenemos en nuestros hogares, que portamos con nosotros, como celulares, ropa, zapatos, esferos, entre
31
Fuente: Biblioteca Luis Ángel Arango.
Carlos Arturo Reina Rodríguez
otros. La noticia de escasos segundos se fue convirtiendo en la
noticia de minutos y posteriormente de horas hasta llegar a copar el diario vivir. Como en la prensa de 1918, los números empezaron a dictaminar los temores y las políticas para contener
la epidemia. Primero el número de contagiados y luego el de
los fallecidos. Ese primer contagiado fue un campanazo de lo
que vendría. El primer fallecido, fue la constatación de que no
estábamos exentos de padecer y sucumbir a la nueva pandemia
o sobrevivir a ella. El COVID-19 se convirtió en el actor principal,
robándose el show y las conversaciones en las redes sociales y
los medios de comunicación. Campos y ciudades se vieron involucrados en el torbellino de emociones que desencadenó la
cuarentena, como en una guerra frente a un enemigo invisible.
32
Las redes sociales agitaron las aguas de los políticos y gobernantes, que trababan de aprovechar la ocasión para generar estrategias de contención o para criticarlas como parte de futuras
campañas electorales. El COVID-19 no dio tregua a las rencillas
políticas ni a las luchas intestinas en países con grandes conflictos como Colombia. Si bien se presentó algún descenso en
las trágicas cifras de asesinatos y atentados, tanto en las zonas
rurales como en las zonas urbanas, estas últimas producto de la
delincuencia, en la práctica no cesó el terror de los actores armados. La tregua por cuenta del COVID-19 duró relativamente
poco, pues en la medida en que se fue abriendo, posteriormente, la economía y la sociedad, arreciaron los hechos violentos
en todo el territorio nacional, tanto como las manifestaciones
en ciudades sitiadas por el coronavirus como París, Berlín, o
New York. Estaba claro que aún los odios raciales, manifiestos
en el asesinato de Floyd como las masacres en los campos colombianos, o los atentados en París, Londres y otras ciudades
europeas, no se habían detenido. Al parecer el virus que más
pesa en la humanidad es el que portamos como especie.
De Oriente llegó un nuevo actor
Aunque se ha señalado a Wuhan como el lugar de procedencia
del nuevo coronavirus, en realidad es incierta su procedencia, y
como es sabido hay quienes suponen que no fue una mutación
natural, sino que se dio como parte de pruebas de armas biológicas en laboratorios, que, llevado a todo tipo de elucubraciones sobre conspiraciones, nuevos órdenes mundiales, engaño
de grupos que quieren controlar al mundo, del nuevo anticristo
o del impacto de la tecnología 5G para controlar a los seres humanos. Todo esto forma parte del abanico que se abrió y que
incluyó la negación de la existencia del virus.
Es curioso que Wuhan sea una ciudad incluso más grande que
la mayor parte de las capitales de Latinoamérica y que no hayamos sabido de ella hasta el 31 de diciembre de 2019. Y por
raro que parezca, hasta allí también habían llegado a estudiar
en sus universidades, varios latinoamericanos incluyendo un
grupo pequeño de colombianos. De aquella ciudad con más
Crónicas de una Pandemia
de once millones de personas, procedía según las noticias, una
gripa que había tenido complicaciones y que estaba generando
temores entre la comunidad de aquel país, entre los científicos y autoridades de la Organización Mundial de la Salud. Los
relatos de los enfermos y el aumento de las cifras de fallecidos
fueron aumentando los temores. Los primeros casos en Italia y
Alemania, luego en Estados Unidos, alertaron a todo el mundo.
Por momentos se evocaron las películas de terror que se habían
inspirado en pandemias y zombis, e incluso algunos vendedores
de películas en la calle, cambiaron las portadas de algunas de
ellas para titularlas, como la película del coronavirus. El primer
caso en América Latina generó pánico. Entre enero y febrero
pasamos de un rumor a una alerta mientras el temor se apoderaba de la mayoría. Los tapabocas escasearon y con la confirmación del primer caso, el miedo aumentó. Un viaje con tintes
épicos fue realizado para rescatar a los nacionales que vivían
en China, viaje registrado por los medios que siguieron paso
a paso el recorrido hasta la llegada al país de los ciudadanos
repatriados, algunos juntos sus familias, para ser confinados en
el Centro de Alto Rendimiento en Bogotá. La idea era sacarlos y
librarlos de la epidemia. Paradójicamente no había escape. En
marzo los casos empezaron a aumentar de manera rápida y luego vino el confinamiento. El silencio absorbió todo lo pasado,
o por lo menos buena parte de él, mientras se avecinaba una
nueva realidad, vinculada al distanciamiento social, la cuaren-
tena, y toda una serie de protocolos, que aún, con la posterior
apertura de la vida social, siguen atemorizando al común. Era
algo nuevo para todos, pero no era nuevo para la historia.
Era increíble lo que estaba ocurriendo. Una especie de toque
de queda pacífico, provocado por un enemigo invisible, que
solo aparecía en los comerciales de productos de aseo personal, como jabones, cremas dentales, o productos de aseo doméstico como limpiadores de pisos y baños, que combatían
a los virus y bacterias representados como pequeños entes
monstruosos. A la par, y como en 1918, se ofrecieron a la venta vitaminas, fortificantes de las defensas, mientras aparecían
toda suerte de productos naturales para enfrentar al invasor.
Desde aquella ciudad llegó este agente monstruoso, pero diminuto en su tamaño que, empezó a tomar por asalto, la vida de
miles de personas en el mundo. De aquella ciudad china de la
que pocos habían oído, emergieron las noticias que la hicieron
famosa en cuestión de dos meses, y tanto doctos como curiosos, se interesaron en ella, al punto que se empezaron a escribir libros, hacer conferencias presenciales y luego virtuales, y,
claro, hacer crónicas periodísticas que llevaron su nombre: Wuhan. De un momento a otro, el predicado preferido por noticieros periodistas, académicos, fue en tiempos de… COVID-19,
coronavirus o pandemia, no importa, estamos en los “tiempos
de…”. Nunca fue más importante la crónica que cuando se habla del tiempo como regulador de la vida y de la muerte.
33
Carlos Arturo Reina Rodríguez
De un rumor emanado el último día del año 2019, por cuenta
de una “misteriosa neumonía viral” (El Espectador, 2020), al establecimiento de una cuarentena, el desmonte progresivo de
la misma y las consecuencias en términos del número de fallecidos, contagiados, además de los efectos económicos que
han venido presionando a los gobiernos para que hicieran una
reapertura de todos los ámbitos de la vida social y económica, e iniciara lo que han llamado como “la nueva normalidad”,
la vida definitivamente cambió en muchos aspectos. Cientos
de imágenes llenaron las redes, las noticias, la vida diaria, y
los medios se encargaron durante meses de seguir día a día el
desarrollo y expansión del virus, primero observando el temor
de propios y extraños ante la ausencia de médicos, la falta de
camas y UCI con su respectiva dotación, el miedo al colapso
sanitario, y luego, la subsiguiente crisis económica y social que
vino con la pérdida de empleos, el cierre de comercios, y ante
todo, la evidente crisis social que desnudaba la deficiencia de
infraestructura en términos de salud, pero que también mostraba otras puntas del iceberg de la pobreza, la corrupción y la
violencia social y política.
Hacia la construcción de las crónicas de una pandemia
34
¿Por qué unas crónicas? Porque como vimos, se hace necesario dejar unas huellas, unas miradas, no únicas, sino tal vez diversas, que sirvan como elementos de análisis para los futuros
investigadores. ¿Cuáles aspectos resultan importantes? Se to-
maron aspectos de la vida cotidiana manifiestos en la infancia,
el territorio, aspectos relacionados con la salud, el comercio,
el conflicto armado entre otros. Participaron profesores e investigadores vinculados a distintos campos de la investigación
social. Se han dado prioridad a algunos temas, sin embargo, es
importante mencionar que este volumen está incompleto si no
tenemos en cuanta el correspondiente a la recolección de los
testimonios de los cuales se extrajeron los referentes para que
los investigadores y escritores invitados se inspiraran.
El objetivo de estas crónicas se centró metodológicamente en
la elaboración de una serie de relatos que analizaran, a partir
de reflexiones y observaciones basadas en testimonios recogidos en el marco de la investigación Memorias de una Pandemia. Testimonios, reflexiones y análisis desde las vivencias de
América Latina. Pandemnesis: Archivos testimoniales, diarios
de la experiencia, crónicas y fuentes desde América Latina, en
el marco del Doctorado en Estudios. En este estudio, se llevó
a cabo una aproximación testimonial relacionada con diversos
aspectos de la vida cotidiana, su afectación, cambios y transformación en perspectiva del COVID-19 y las políticas de cuarentena desarrolladas por los gobiernos locales y nacionales.
Estos aspectos abarcan campos como el tecnológico, las redes
sociales, los lenguajes, el cuerpo, los recuerdos, las costumbres, las tradiciones, las formas de comunicación y de relación,
la alimentación, el vestuario, el trabajo, la educación y otros as-
Crónicas de una Pandemia
pectos que pueda haber sido afectados por la nueva situación.
De esta manera, al convocar a los investigadores a escribir unas
crónicas, se propuso lo siguiente:
A. Detección de tiempo y espacio.
B. Identificación a partir de un aspecto de la vida cotidiana,
cambios, rupturas, o continuidades generados con la cuarentena y la expansión de la pandemia global.
C. La construcción de la crónica debía estar organizada de manera cronológica. Las descripciones debían estar bien detalladas, con la mayor cantidad de información posible y de manera
minuciosa.
D. El objetivo era poder ofrecer documentos que sean de acceso
a muchos investigadores, de tal manera que se plantea el uso de
un lenguaje claro. La forma de construcción del mismo dependía
del autor, así que podía hacerse uso de la prosa literaria, o bien,
de una más especializada. En ambos casos, los autores podían si
así lo querían, respaldar sus textos con imágenes, afirmaciones y
uso de adjetivos y figuras literarias si era el caso, para realzar más
el texto, sin llegar al punto de la exageración. Esto con el fin de
generar un punto de referencia personal, que permitiera al lector
identificar la carga subjetiva y la distancia frente a la realidad.
E. También se podían narrar los hechos sin entrar en más valoraciones ni en sus aspectos polémicos o se pueden aportar
diferentes puntos de vista sobre un mismo hecho.
F. Igualmente se podía hacer uso de la crónica épica, que integra lo real y lo ficcional, y en ese marco las creencias y marcos
socioculturales. La diferencia entre estas épicas y la crónica histórica es que en la crónica se hace referencia a hechos reales
mientras que, en la épica, la ficción y realidad van de la mano;
hombres y dioses mitológicos se entremezclan compartiendo
incluso acontecimientos históricos reales. Estas cuando son escritas en prosa son denominadas como sagas.
Partimos de un referente: no hay nada escrito ni nada dicho
como enunciado final. Al principio, la estrategia de investigación se dirigió en tratar de establecer qué era lo que estaba
pasando, y posiblemente esa misma fue la intención de diversas instituciones y universidades en todo el mundo. Había una
necesidad de explicar, pero en nuestro caso, de reflejar lo que
estaba pasando de alguna manera para que quedara como recurso de la memoria, como documento de referencia y como
punto de partida para reflexiones futuras. En este caso, se trata
de una serie de crónicas que pasan por la vida cotidiana, que es
lo que nos imparta. De las cifras de pérdidas y ganancias se pueden ocupar otros estudios, pero en este caso, el actor central es
el ciudadano del común que expresa, desde diferentes puntos
de referencia, esas formas diversas de sentir y entender lo que
ha significado la pandemia en 2020.
35
Carlos Arturo Reina Rodríguez
***
Este libro se compone de dos partes. La primera, sometida a los
referentes de la metodología propia en este caso de los estudios realizados en la línea de Memoria, Experiencia y Creencia
que dirigen los profesores Adrián Serna Dimas y Carlos Arturo Reina Rodríguez, en el Doctorado en Estudios Sociales de la
Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Aquí participaron
tres profesionales, doctorandos vinculados al DES: Johanne Estrada, Manuel Hernández y Angélica Aguillón. Se trata de tres
reflexiones que indagan por lo metodológico, por el ejercicio
de la recolección se testimonios y por la selección de algunos
temas. Integran elementos personales, como quiera que todos
los autores de este volumen hemos vivido al unísono, desde
diferentes lugares, los avatares de la pandemia, la cuarentena y
los efectos que trae el confinamiento. Es una reflexión teórica,
pero también personal en torno a las formas como se abordan
desde la academia este tipo de temas.
36
Una segunda parte del texto está compuesta por los documentos presentados por distintos profesionales del campo de las
Ciencias Sociales. Para esto sese convocó a varios profesionales que incluyeron a profesores universitarios y profesores del
Distrito. Algunos se encuentran fuera del país mientras que
otros se radican en otras ciudades. Las crónicas presentes en
este apartado, reflejan la diversidad de la escritura y de formas
para poder escribir. Ellos tomaron cerca de treinta testimonios
elaborados en el marco general de la investigación y desde allí,
tuvieron la libertad para que cada uno elaborara la crónica conforme a su estilo, de manera autónoma y muy personal.
En primer lugar, nos encontramos con una documento de la antropóloga y profesora de la Universidad Nacional de Colombia,
Ximena Pachón, quien desde los testimonios construye una crónica que tituló Los niños nos cuentan. Ximena Pachón, caracterizada por sus trabajos sobre la infancia en Colombia, explora en
esta ocasión las reflexiones y testimonios entregados por niños y
niñas que, reflejan el paso y el efecto del distanciamiento social,
principal aspecto que los afecta, así como las respuestas que,
desde su posición como infantes, hacen del momento vivido.
En seguida, el Doctor en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Colombia y director de la Maestría en Investigación
Social Interdisciplinaria de la Universidad Distrital, Andrés Castiblanco Roldán, expone un texto que responde a esa angustia y a
esa necesidad de comerciar, pero también de autoabastecerse.
¡Una bolsita para llevar por favor! Paisajes del comercio minorista en tiempos de pandemia. Se trata de reconocer esos cambios
por pequeños que se dan en los marcos del comercio cotidiano.
Los efectos del confinamiento en los espacios, sus usos y en
las relaciones sociales y su convivencia, en lo que la autora denomina como campo vedado, son parte de la crónica expuesta
Crónicas de una Pandemia
Tras la ventana y hacia la calle, las miradas del confinamiento.
Los espacios y el habitar durante la pandemia, escrita por la
profesora Luisa Fernanda Cortés Navarro, adscrita a la carrera
de Comunicación Social y Periodismo, y candidata a doctora en
Estudios Sociales de la Universidad Distrital e investigadora del
Seminario Permanente de Historia de la Juventud, del Instituto
Mora – México.
El Doctor en Comunicación de la Universidad Pompeu Fabra,
Jaime Andrés Wilches Tinjacá, exploró el campo de la comunicación con una crónica que tituló La pandemia: víctima de una
sociedad que olvidó el poder de la comunicación y que parte de
señalar que antes de esta pandemia ya había otra pandemia
que era la de la indolencia y posiblemente la del olvido y el
desinterés por las cosas fundamentales.
Por su parte, Gloria Isabel Bermúdez Jaimes, Fonoaudióloga y
Magíster en Discapacidad e inclusión Social de la Universidad
Nacional de Colombia, candidata a doctora en Estudios Sociales, y directora de investigación de la Fundación Universitaria,
Escuela Colombiana de Rehabilitación, nos presenta una crónica titulada Cartagena 2024. Una sinécdoque de la pandemia en
Colombia.3 Un relato ficcional con tintes muy reales que inicia
en el futuro pero que nos traslada al presente.
Crónicas de crianza: los ritmos que marcan la vida, es el título de
la crónica de Mónica Yasmín Cuineme Rodríguez quien examina
las formas cambió de la vida en torno a la crianza de menores
de edad. Esta es una de esas etapas en las que se pudiera pensar que la pandemia generaría cambios menos susceptibles, sin
embargo, en este documento se advierten otros cambios que
resultan ser importantes y que el lector seguramente encontrará llamativos.
El problema de la migración en nuestros países es un evento
recurrente. El psicólogo de la Universidad Nacional, y doctorando en Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, Juan David Zabala Sandoval, profesor y miembro del grupo GESS de la
Universidad de Ibagué, universitario, colombiano radicado en
Chile, nos expone desde su mirada personal, estos casos en una
crónica que tituló Migrantes en pandemia. Experiencias y prácticas entre la incertidumbre y la solidaridad.
De los juegos y de las actividades físicas en el contexto de una
enfermedad infecciosa es la crónica de Jhon Alexander Castro
Lozano. Él es sociólogo de la Universidad Nacional, candidato a
3. Esta crónica ha sido construida a partir de los relatos de Martha, Susán, Natalia,
Alejandra, Catalina, Lucía, Diego, Jesús, Claudia, Edwin, Daniela, Lizeth, Andrés,
Carolina, Luz Marina, Victoria, Mateo, José, Camilo, Cristian, Claudia Milena, Joan,
Laura y la doctora. Sus historias son una sinécdoque de todas las historias de
médicos, enfermeras, terapeutas, cuidadores y personas enfermas, que vivieron
la pandemia de COVID-19 entre los meses de mayo y junio de 2020 en Bogotá, y
otras ciudades de Colombia.
37
Carlos Arturo Reina Rodríguez
Doctor en Estudios Sociales y expone en su texto los cambios
en las actividades deportivas con el confinamiento y el distanciamiento social tomando varios testimonios de deportistas y
practicantes de diferentes disciplinas físicas.
En Crónicas de una pandemia: vida Cotidiana del licenciado
en Ciencias Sociales, magíster en Comunicación Educación, y
profesor de la Secretaría de Educación Distrital, William Pulido
Cardozo, realiza un recorrido a través de varios testimonios de
vida, en donde la vida cotidiana, el malestar ocasionado por la
pandemia y las formas cómicas y extrañas de la cuarentena son
tratadas a través de esta narración amena y singular.
Las historias detrás de una video-llamada entre amigas: crónicas de relaciones y convivencia en la pandemiade Andrés García Parrado, abogado de la Universidad Nacional de Colombia,
y candidato a doctor en Estudios Sociales, quien realiza una
crónica por demás curiosa y anecdótica. Muy al estilo propio,
se establece un diálogo ficcional telefónico que vincula varios
testimonios en torno a las nuevas realidades que se generaron
con la pandemia.
38
Por último, Vivir la pandemia desde la mirada de un excombatiente, de la licenciada en Ciencias Sociales Francy García Franco explora este tema, que resulta ser algo espinoso y difícil de
tratar, pero que permite recoger impresiones derivadas de los
testimonios de algunos excombatientes, así como las formas
como han tenido que asumir la pandemia y el confinamiento.
Queda abierto el espacio apra que la lectura de las crónicas envoquen el pasado cercano y no tan cercano, en donde recuerdo
y olvido jegan como parte de esa danza que llamamos historia
y memoria.
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41
ma de acceder a dichos relatos se problematiza involucrando la
propia subjetividad del investigador permitiéndole un proceso
autorreflexivo y situado.
Testimoniar, narrar, contar:
la experiencia y el mundo social
Johanne Alexis Estrada Rodríguez1
La mejor historia del mundo es la más fácil de contar
Ricardo Piglia.
La cuestión metodológica en la investigación en Ciencias Sociales, ha sido escenario de constantes debates durante las últimas décadas, principalmente en América Latina, en dónde la
irrupción de nuevos paradigmas y formas de abordar el objeto
de estudio, ha implicado re significaciones que ponen en el centro de la discusión las formas en que el investigador se involucra, relaciona y da cuenta del mundo social, así como el lugar
protagónico de quien narra. El sujeto como agente social de la
experiencia y su capacidad de testimoniar sobre lo vivido, cobra
un papel central como narrador del pasado. Así, también, la for-
Las múltiples posibilidades metodológicas que ha implicado la
inclusión del género narrativo para la metodología en la investigación social cualitativa de las últimas décadas, ha permitido
la introducción de métodos, técnicas e instrumentos de investigación diversos que se centran en las contingencias narrativas
de lo oral.
La narrativa reúne las artes verbales que dan cuenta de la experiencia concreta de la existencia humana, que ponen en movimiento las vivencias tal cual aparecen en el tiempo y en el espacio. Este género es común tanto en los universos orales, como
a los universos escritos. Como género de los universos orales,
la narrativa comparte las propiedades que Ong identifica para
las psicodinámicas de la oralidad: la cosificación de las palabras
como generadoras de sucesos, la concepción de los hechos con
base en su expresión formal, el carácter discontinuo y repetitivo de los contenidos, la ausencia de abstracción y sistematicidad, el énfasis en cuestiones trascendentes, la imperiosa nece1. Licenciada en Humanidades y Lengua Castellana, magíster en Investigación Social
Interdisciplinaria, doctoranda en Estudios Sociales. Universidad Distrital Francisco
José de Caldas. Docente Investigadora y Consultora en temas de paz, memoria y
conflicto armado. Correo electrónico: jestradaro@gmail.com
43
Carlos Arturo Reina Rodríguez
sidad del contexto, la empatía entre el narrador y su auditorio
y la disolución del yo individual en beneficio de la comprensión
colectiva. La narración oral, de esta manera, implica que el lenguaje no es una simple contraseña del pensamiento, sino que
encarna modos de acción (Ong, 1994).
En los universos escritos, la narrativa está sujeta a la tecnología
de la escritura: forma de proyección del pensamiento que permite estructurar los contenidos, exponerlos en secuencias lineales, organizarlos sistemáticamente, imprimirles autonomía del
contexto, con un distanciamiento entre el narrador y sus lectores, favoreciendo la visibilidad del yo individual en detrimento
de la comprensión colectiva (Gonzales & Serna, 2005, p. 66).
La narrativa como género adecuado para las cuestiones sociales, permitió la inclusión en su sentido más amplio de voces
hasta ahora excluidas; en un intento por asumir un lugar político que me fue inculcado desde la niñez, opté por la formación
en ciencias humanas y sociales, convencida de que, a través de
la reivindicación de esas voces divergentes e históricamente silenciadas, era posible construir una sociedad más incluyente y
humana.
44
En este panorama procedió una progresiva reivindicación de
la narrativa como género propicio para abordar las cuestiones
humanas y sociales. Por un lado, la propia representación
científica, con un sujeto velado, pero presente, y con un lenguaje instrumental, pero no exento de retóricas, se consideró una
forma particular de narración; por otro lado, al desmantelar las
creencias en las que se soportaba el método, las críticas reconocieron la admisibilidad de aquellas otras versiones que, aunque
diferentes a la ciencia, no podían ser negadas sobre la presunta
preponderancia de esta. En todo este proceso fue innegable el
peso político de diferentes reivindicaciones (las confrontaciones
al asilo y a los asilados, a los discursos colonialistas, a las representaciones masculinas), fueron definitivas para que se reclamaran esas versiones excluidas; eran las versiones de aquellos
sujetos cuyas narraciones ocuparon un espacio marginal tanto
para la literatura como para la ciencia. La admisibilidad de la narrativa como género autónomo reintrodujo en el centro de las
ciencias humanas y sociales la incandescencia de la experiencia.
En este sentido, no se trataba solamente de admitir a la narrativa para que reflejara las experiencias reales: más allá, se trataba
de investir a la narrativa como, valga la redundancia, conductora vivencial de las experiencias vividas. No era sólo recuperar
las experiencias de los otros con una postura inamovible de los
derroteros del método científico; el desafío se encontraba en
reconocer que las narrativas ponían en movimiento unas formas de conocimiento y unos lenguajes social y culturalmente
producidos irreductibles al frío teatro del cuestionario científico
(Gonzales & Serna, 2005, p. 66).
El impulso que el género narrativo y sus reivindicaciones para
la ciencia social motivaron en el quehacer del científico se encontraba también encarnado en quienes motivados por su formación ideológica y quizá desprovistos de métodos científicos
Crónicas de una Pandemia
y discusiones paradigmáticas y epistemológicas sobre la ciencia
social; permitía una sensibilidad empática con la experiencia
del otro, con su relato, con su pasado. Quizás esa comprensión
de la otredad me permitió en años previos a mi formación académica mostrar una inclinación comprometida con las causas
que considero más nobles. Sin embargo, el proceso del cuestionarse el cómo y el porqué del presente, me incentivaron a
buscar en el pasado siempre las huellas que conducirían al hoy.
En esa búsqueda y problematización interna constante, llegué a
lugares desprovistos de todo lo que hasta ahora había considerado normal; la precariedad de esa otra realidad, principalmente la campesina, en lugares marcados por la violencia social y
política del país, me dejó no solo perpleja, sino comprometida.
Entender que el mundo rural era mi cuna, pero a la vez un espacio lleno de contrastes y desolación me encaminó con mayor convicción por las ciencias humanas y sociales; pensando
que, a través de ellas, no solo podría comprender mi lugar en
el mundo, sino también visibilizar la inequidad, desigualdad y
pobreza que allí reinaba. Podría haber tal vez otros caminos,
pero mi opción fue la educación. Entendí que allí había una potencia real de cambio desde el conocimiento del pasado para la
comprensión de la realidad.
Escuchar. Fue maravilloso escuchar relatos y encontrar en cada
uno sintonías y oposiciones, sueños y justificaciones. Era imposible no pensar en haber tenido una vida pasada, o imagi-
narse parte de las narrativas en las que se relataba el origen
y se avizoraba un futuro ecuánime. Y aún, cuando cada vida
parecía un mundo, había un hilo conductor entre ellas que hacía pensar que más allá de su propia subjetividad, compartían
circunstancias y estructuras que indicaban un pasado marcado
por órdenes comunes de los que solo en casos excepcionales
era posible salir.
Aunque lejos de darle una explicación teórica–metodológica a
la importancia del testimonio y la experiencia, a la potencia del
relato como manera de explicar lo social —dado que carecía de
dicho conocimiento y capacidad de análisis científico— pude
comprender que la gente se contaba su propia historia y vivía
de acuerdo a ella, construía su propia idea de futuro y merecía
ser escuchada. Pensaba en la perentoria necesidad de conocer
el pasado como forma de agenciar el presente y en la necesidad de que todos fueran escuchados. Si algo nos había dejado el
conflicto colombiano, o nos había traído, era un silencio molesto
y tormentoso en el que hablar podría ser sinónimo de muerte.
Podría pretenderse una re-comprensión de la narrativa atenta
a los asuntos de un método que admitía la contingencia del sujeto y la incertidumbre de la experiencia. Narrativa e historia:
una doble construcción. En síntesis, la vocación de la narrativa
se enfrentaba a desvirtuar el absolutismo del objeto y el modelo, que dominaba la ciencia, pero al mismo tiempo a desconfiar
del absolutismo del sujeto y la experiencia, que pretendieron las
críticas contra el quehacer científico. De una u otra forma, estas
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Carlos Arturo Reina Rodríguez
concepciones esencialistas del modelo y de la experiencia eran
caras de una misma moneda; ambas planteaban una mirada de
las cuestiones humanas y sociales sobre la erección de una autoridad exterior a la narración misma, fundada en un caso en las
elaboraciones del método y en otro en las virtudes del sujeto.
La narrativa se enfrentaba a desmantelar estos absolutismos,
afirmando la naturaleza construida y contingente del modelo
y de la experiencia, del objeto y del sujeto del conocimiento.
En consecuencia, la admisibilidad de la narrativa reclamaba una
re-comprensión de la relación entre conocimiento y experiencia, empresa anticipada notablemente por la obra de Walter
Benjamin (Rosas, 1999).
La nominación de las cosas, delegada a esas palabras humanas,
es la continuación del acto de revelación divina y, por ende,
preserva un carácter espiritual y ceremonioso. Esta nominación
es una traducción, entendida como la recepción en el lenguaje
de la comunicación con el universo, el paso de lo innombrable
al nombre. Por medio de la traducción las cosas entran en el
lenguaje humano, que no es ya el lenguaje de la creación, sino el
lenguaje del conocimiento. El lenguaje, de este modo, comunica
la naturaleza espiritual de las cosas y estas, por lo tanto, existen
en el lenguaje (Toro, 1999).
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Así, la experiencia es fundamentalmente lenguaje, aprehensible y transmisible cuando se accede a su esencia espiritual.
Esta esencia espiritual es el sentido vivencial de la experiencia, manifiesta en el acontecimiento (Rosas, 1999) (Gonzales
& Serna, 2005, p. 71).
Asumí que dar la voz a las comunidades podría ser útil para la
comprensión de dichas realidades, sus causas y orígenes. Y que
un país que se había caracterizado por contarse una historia estereotipada en acontecimientos que vistos en el tiempo podían
parecer inconexos y poco cohesionadores; volver la mirada sobre los excluidos era perentorio para reconocer nuestro pasado
de una forma distinta. Identificar responsabilidades y lugares
diversos desde los cuales asumirse como parte de un proyecto
colectivo tenía facultades no solo reivindicativas, sino agenciadoras de transformación.
Quizás eso me hizo advertir que el lenguaje era el lugar de la
acción, en el que se configuraba la vida, y que la capacidad de
narrar devolvía el sentido a las prácticas y formas de vivir de las
comunidades. Podía dar cuenta de sus formas de relacionarse,
concebir el pasado y actuar en colectivo.
En consecuencia, los acontecimientos del pasado no serían sucesos en tiempo cumplido expuestos simplemente a la mirada
aséptica del presente; por el contrario, entrañarían pasajes a
ser recuperados por una memoria que, desde el lenguaje, estaría en capacidad de hacer manifiestos sus sentidos en el presente: la anamnesis (Tyler, 1987; Rosas, 1999). Precisamente,
la anamnesis legitimaría el pasado concebido por los sujetos
expropiados de la historia objetiva que, aferrada a grandes esquemas, sometida a la fuerza de ostentosas generalizaciones,
ha terminado validando las versiones dominantes del devenir
Crónicas de una Pandemia
histórico (Said, 2002). En este sentido, la anamnesis como actualización de la historia desde la contingencia del presente no
es solo disposición contemplativa, es práctica encarnada en acciones que posibilitan y movilizan a los sujetos. Esta relación entre experiencia, lenguaje, acontecimiento, memoria e historia
urge de la narración. Para Benjamin, la narración es el arte de
intercambiar experiencias, agraviada en unos tiempos donde
la esclerosis científica ha desalojado lo que es más sentido en
ella: la sabiduría que procede de la profundidad de la expresión
y de la traducción (Benjamin, 1970). En tanto la experiencia es
lenguaje, se considera por esto mismo que es transmisible, es
narrable. La narración, como evento contingente en sí mismo
por la contingencia del lenguaje, precisamente garantiza la actualización de los sentidos de los acontecimientos; es decir, participa de la anamnesis y de la crítica a la historia objetiva, con lo
cual rompe con la historicidad como intención de perpetuación
y la predispone como dimensión que posibilita y moviliza a los
sujetos. De este modo, Benjamin propuso un giro sustantivo
para redimir a la narrativa, que comprometió la redefinición de
la experiencia y de su existencia como lenguaje, entrometiendo
la naturaleza del acontecimiento, de la memoria y de la historia
(Gonzales & Serna, 2005, p. 72).
Comencé mis estudios pre graduales inclinada por el lenguaje y
la enseñanza, la educación como posibilidad de transformación
social y el lenguaje como el lugar en que se configura la vida y la
realidad de los sujetos. Sentí una profunda admiración por las
labores campesinas pues recordaba mi niñez, cuando recorría
los territorios antes caminados y trasegados por mis generaciones precedentes, y me hubiera gustado comprender mis raíces
con mayor certeza y conocimiento; pero el analfabetismo de
mi abuela materna y su desarraigo al campo durante su juventud, me privaron de asumir como míos esos lazos del pasado
que me unían a la vida rural. Contrario a que pasara como una
cuestión anecdótica en mi vida, esa situación no desincentivó
mi interés por comprender la vida campesina y la contradicción
que implica “poseer la tierra” pero vivir en pobreza.
Posteriormente a partir de mi interés por las cuestiones sociales, me hice militante en una organización juvenil de izquierda y
eso me permitió conocer la vida del conflicto desde su lado más
político, politizado. Anduve lugares que en aquel tiempo eran
de difícil acceso y conocí realidades que me inquietaban, comencé a interesarme por las raíces del conflicto armado y entendí que dicha situación era incomprensible sin hacer un análisis de la tierra, el territorio y sus múltiples relaciones con las
comunidades y la economía. En este punto tal vez se juntaron
dos intereses, el personal; que pasa por saber-me un lugar en
el pasado, una historia, un origen. Y el político, el de la empatía,
la sororidad y la acción colectiva para la transformación social.
Al mismo tiempo comenzaba ejercicios académicos que me
permitieron comprender de una manera analítica, teórica y
47
Carlos Arturo Reina Rodríguez
académica las formas estructurales en que funcionan las relaciones sociales, el poder, lo hegemónico, lo subalterno, lo cotidiano. Siempre me acerqué a las gentes entendiendo la importancia de la escucha, de permitir al otro contar, relatar, narrar.
La narrativa fue el medio privilegiado por los saberes comunes
y contemplativos para atender las cuestiones humanas y sociales. En este sentido, la opinión corriente y erudita consideró
que las narraciones, como conductoras eficientes de la experiencia concreta, eran el recurso indispensable para discernir
la existencia individual y colectiva. Lo narrado no era sólo una
manifestación del mundo, sino que, más allá, era el mundo en
sí mismo… Frente a la pregunta por el sentido de la narración
en la producción de un relato de vida, puede decirse que este
no pertenece ni al narrador ni al narratorio. Ninguno posee más
conocimiento que el otro, sino que ambos realizan un aporte
característico desde su posición, contribuyendo con una parte,
complementándose (Pineau, 1992). El narrador, por su parte,
no puede poseer el sentido, irreducible a la conciencia que tiene, estando tan implicado, “corporeizado” en su propia experiencia, en lo que cuenta.
48
En el relato el sujeto deviene su propio objeto de conocimiento,
para lo cual debe distanciarse, desdoblarse simbólicamente. El
narratario, en cambio, debe acercarse a las vivencias del narrador, abrirse a su lenguaje cotidiano, salir de sus propios sistemas conceptuales. Estos desplazamientos recíprocos e inversos
(de distanciamiento teórico e implicación práctica) permiten la
creación de un espacio y de un sistema de comunicación, de
una nueva unidad, donde una parte de vida encuentra sus conceptos y unos conceptos encuentran vida (Pineau, 1992). En la
producción de un relato de vida, el narrador no es el único que
habla, piensa y se transforma (Bertaux, 1993). Si asumimos que
el narratario también (utilizamos el término narratario como
una traducción del término francófono narrataire, definido por
De Villers (1996) como el “oyente” y como “el experto en relatos de vida” por Legrand (1999)), está en juego al momento
de recoger o analizar un relato, investigar, desde este enfoque
implica conocer, al precio de ser conocidos. Se establece una
relación sujeto–sujeto, que representa la dimensión epistemológica del enfoque biográfico y, también, se traduce en implicancias metodológicas (Cornejo, 2008, p. 32).
Me indagué por mucho tiempo la cuestión de la “objetividad”
en la investigación, pensaba en la posibilidad de dicha objetividad desprovista del lugar que ocupa el investigador en el medio en que investiga, en sus creencias, posturas y emociones.
He venido comprendiendo que la rigurosidad investigativa es
la única garantía de un ejercicio sólido, académico y bien argumentado; pero que lejos de pretender una objetividad típica de
la ciencia positiva; la investigación social estaba atravesada por
la subjetividad del investigador, mejor aún, ella era producto de
lo que inquietaba al investigador, tal vez de sus más profundas
Crónicas de una Pandemia
emotividades. Asumí entonces, en las investigaciones emprendidas previamente a esta experiencia doctoral, métodos que
permitieran la narración del otro como una manera de comprender las estructuras que les precedían a los sujetos pero que
a la vez daban cuenta de sus formas de ser y actuar.
Es fundamental incluir en el análisis de los relatos de vida no
solo los contenidos que señala el narrador; en tanto el relato
está siempre dirigido a alguien en ciertas circunstancias, es
necesario el registro y análisis de las condiciones en que se produce ese encuentro. Estas condiciones nunca son neutras, sino
que tendrán una influencia en el contenido de lo enunciado.
El relato de vida siempre es dirigido a alguien y construido en
función de lo que dicha situación de enunciación representa, de
las interacciones que en ella tienen lugar y de los efectos que el
narrador espera producir sobre sus destinatarios. En este sentido, es también esencial analizar el papel del narratario a través
de su escucha y sus intervenciones, como también aspectos que
forman parte de la dinámica transferencia–contratransferencia
(Legrand, 1999). Este giro implica que hay algo que se produce
en la relación entre narrador y narratario, que es en sí mismo
conocimiento, ya no siendo este concebido como una verdad
absoluta, ni como definido de una vez y para siempre. Tanto
el lugar que ocupa el investigador en la producción del conocimiento, como el dinamismo de los fenómenos sociales que
intenta comprender, tienen implicancias en la manera de comprender la producción científica. Si los fenómenos sociales no
existen por sí mismos, separados de los individuos que los viven,
producen y, sufren y gozan de sus consecuencias, entonces la
subjetividad cobra un valor central como vía de acceso a las dimensiones de las ciencias sociales y humanas. Lo social tiene la
particularidad de jugarse en la singularidad de cada relato, en la
particularidad de cada narrador, quien encarna las “condiciones
de producción” del relato abarcan elementos materiales (lugar
físico del relato, tiempo disponible, condiciones climáticas),
contextuales (contingencia social, política, cultural), biográficos
(momento de la vida del narrador y del narratario), psicológicas
(estado emocional de narrador y narratario), entre otras características que se consideren significativas para analizar ese relato (Cornejo, 2008, p. 32).
Así pues, las ventajas y encuadres del enfoque biográfico se han
traducido en opciones metodológicas en distintos momentos
de las investigaciones que he emprendido. Esto ha estado marcado indiscutiblemente por la forma en que concibo la realidad y al ser humano, por el modo en que he asumido y me he
situado frente a mis “objeto de estudio”. Veras (2010) afirma
que entender la vida del otro como un dato a ser vivido por
el propio investigador, por medio de la empatía, constituye su
abordaje histórico–social.
La formación doctoral en relación con la propia empresa investigativa, me ha permitido entender la idea de reflexividad,
necesaria en la formación del investigador y presente en las
formas en que se acerca sus problemas de investigación; a su
vez, reconocer cómo mi subjetividad está implicada en mis op-
49
Carlos Arturo Reina Rodríguez
ciones investigativas, mis preferencias teóricas y mis inclinaciones metodológicas. Me ha hecho preguntarme qué privilegiar
en una investigación y por qué, cuánto o cómo aporta esta investigación, a quién y para qué. Muchas de estas cuestiones
aun cuando no están completamente definidas; han permitido
guiar la construcción del problema, así como las tendencias y
encuadres desde la que se ha venido desarrollando.
En relación con el análisis, y la discusión sobre los lugares desde
los cuales se establece la pertinencia, relevancia o legitimidad
de los estudios sociales y principalmente los estudios sociales
de la memoria, es imperativa la reflexión sobre los alcances, los
límites y las prospectivas de la propia formación a nivel epistemológico, teórico, metodológico y estratégico. Hasta este punto y recogiendo lo expuesto anteriormente se evidencia una
clara inclinación por la historia de vida como metodología del
trabajo sobre colonización y organización campesina en el Alto
Ariari; pues se entiende que el sujeto estudiado es un representante típico de parte o de todo el colectivo considerado, es
decir a partir de su relato puedo obtener información que me
permita dar cuenta de la comunidad.
50
La utilización de la historia de vida en las ciencias sociales empieza a principios del siglo XX. Originalmente fue concebida y
utilizada como una técnica, entre otras, relacionada con el uso
de los documentos personales en la investigación sociológica…
En los años 1930, Gilberto Freyre ya había puesto en práctica
los métodos empáticos. Aunque no ocupó la expresión “historia de vida”, Freyre entendió la vida del otro como un dato
a ser vivido por el propio investigador, por medio de la empatía, constituyendo de esta manera su abordaje histórico–
social del cotidiano (Ribeiro, 2001, En Veras, 2010, p. 142).
Abordar los Estudios Sociales de la memoria desde el enfoque
biográfico, especialmente a través de la historia de vida, como
material de análisis, ha permitido al campo reflexionar incluso
sobre su propia fundamentación teórica, dado que no se entiende solo como herramienta metodológica, sino que genera
debates sobre el lugar epistemológico y teórico de la narrativa
y retos para la investigación social contemporánea.
En los últimos años, el uso científico de memorias, biografías,
autobiografías, o historias de vida, se está replanteando desde
perspectivas ontológicas y metodológicas de gran interés. Desde ciertas perspectivas, las historias de vida como instrumento de análisis social y de construcción teórica, plantean problemas meta teóricos, teóricos y metodológicos a las creencias
tradicionales existentes en las ciencias sociales en torno a la
comprobabilidad de las teorías generales y su utilización con
propósitos de predicción y control (Sarabia, 1985, p. 165).
Con las historias de vida, se pretende comprender y analizar
problemas concretos a partir del estudio de algunos sujetos,
que se obtienen a través de entrevistas, tests o cuestionarios,
en una síntesis de perspectivas nomotéticas e ideográficas, si-
Crónicas de una Pandemia
guiendo a Roger Bastide quien, desde la perspectiva del hombre
total, se ha mostrado siempre favorable a la utilización de las historias de vida tomadas allí donde se desarrollan, como una forma
idónea de considerar en todas sus dimensiones la relación de lo
social y lo psicológico (Sarabia, 1985, p. 168), esta investigación
se orienta por obtener información de la estructura social y la
cultura a través de ciertos aspectos de las vidas personales, en
este caso de los campesinos colonos organizados en el Alto Ariari, es un intento por acceder a las memorias sociales del proceso
de colonización, utilizando como medio (entre otros) la narración
biográfica como corpus teórico y metodológico.
Desde una perspectiva constructivista, un conjunto de historias
de vida, tomadas cada una de ellas como si de una pieza de un
mosaico se tratase (recuérdese Cicourel, 1964), reciben coherencia y poder analítico, a la luz de un posicionamiento teórico
determinado, más o menos explícito. Este ha sido el método
empleado por Dollard, Young y Lemert, tal como Denzin (1978)
presenta sus pautas metodológicas. El estudio de la pobreza,
emprendido por Ferrarotti (1983, 1983a), en las grandes ciudades, a partir de historias de vida, queda amalgamado desde
una perspectiva marxista (Sarabia, 1985, p. 175).
El modelo de reconstrucción autobiográfica fundado por Harré
y De Waele pretendía estudiar aquellos aspectos individuales
que constituyen la historia personal, dichos aspectos, los propios de la biografía de un determinado individuo, entrecruzados con el cambiante medio social y su condicionamiento his-
tórico, constituirían una fuente de datos adecuada al análisis
de los principios generales de la organización y funcionamiento
de la acción social Harré (1982) considera la narración del actor
como un aspecto necesario, de un lado, y el punto de vista del
científico como observador, por otro, para sentar las bases del
conocimiento de la acción social. Harré (1976, p. 210), necesita explicar cómo el actor y el científico que “participan” en
una investigación empírica, manejan la estructura cognitiva del
“evento” en que están envueltos (Sarabia, 1985, p. 175).
Un elemento importante en la conceptualización del problema
de investigación, puede centrarse en la noción de actor social,
que reposa sobre la idea de que:
Cada ser humano acumula en su biografía una existencia personal, en la que sus recursos de actuación social se van complejizando, a la vez que estructuran la matriz cognitiva. Desde un
punto de vista etogénico, la definición de las situaciones forma
parte integral de la matriz cognitiva, a través de la cual la interacción y, en un momento dado, la solución de un problema, se
expresan (Harré, 1979, p. 232, En Sarabia, 1985, p. 176).
Esto no es sólo un principio teórico, sino metodológico, lo que
significa que en el estudio de una personalidad individual no
deben darse por supuesto generalizaciones de actuaciones
sociales almacenadas como soluciones estandarizadas en la
matriz cognitiva del individuo. Por ello, las investigaciones sobre material biográfico deben, para Harré, empezar desde la
muestra más amplia posible de situaciones sociales, a fin de
51
Carlos Arturo Reina Rodríguez
descubrir cuáles son particularmente relevantes a un individuo
determinado y cómo pueden ser agrupadas en un esquema situacional más general (Sarabia, 1985, p. 176).
Así pues, la opción por la historia de vida, enmarcada en las narrativas y el género biográfico permiten un acercamiento teórico–metodológico en la concepción del problema de investigación sobre la colonización del Alto Ariari desde la organización
campesina, la información suministrada por sujetos o actores
sociales protagonistas de la colonización, puede permitir que el
sujeto estudiado como representante típico de parte o de todo
el colectivo considerado, dé cuenta de estructuras sociales y
formas de acción colectivas para comprender cómo recuerdan
y olvidan los sujetos partícipes, los procesos de colonización en
dicha subregión; así pues de acuerdo con los principios de Ha-
52
rré (1977), el mejor método para explorar biografías es la construcción asistida de biografías o historias de vida.
Pues expuestas las múltiples opciones metodológicas del género narrativo, pero además su potencia como forma de consideración y reivindicación de la acción del sujeto–otro que construye su forma de vida y la de comunidad desde la posibilidad
del narrar, contar, relatar su propia experiencia. La capacidad
de agencia del sujeto social históricamente excluido, se hace
presente como narrador y articulador del pasado común del
colectivo y la comunidad. Y permite generar lazos de identidad
y asociación para la acción sobre el futuro en relación con la
memoria común del pasado y su reactualización en las narrativas del presente.
Referencias
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Sabarabia, B. (1985). Historias de vida. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 29, 165-186.
Veras, E. (2010). Historia de vida: ¿un método para las ciencias
sociales? Cinta de Moebio, 39, 142-152.
53
54
Marzo. La ruptura de la vida cotidiana1
Sin embargo, en la experiencia vivida de la mayoría de los colombianos no se encontraba un registro en la memoria reciente
que anclara esta palabra con su actuar cotidiano. Nuestro pasado más cercano enfatizaba en otro tipo de fenómenos sociales
que relacionaban la vida cotidiana de los sujetos con las singularidades de sus contextos locales y nacional; pero bajo un
marco epidemiológico que se estaba esparciendo en el mundo,
Manuel Andrés Hernández Moreno2
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) una pandemia es “la propagación mundial de una nueva enfermedad. Se
produce una pandemia de gripe cuando surge un nuevo virus
gripal que se propaga por el mundo y la mayoría de las personas no tienen inmunidad contra él”. La palabra “pandemia” era
tan lejana como desconocida en la vida cotidiana de la mayoría de la población colombiana y no estaba contemplada en las
memorias recientes de los ciudadanos.
Existían algunos acercamientos históricos que nombraban una serie de pandemias que habían azotado una región del planeta, provocando un alto número de muertes y unos síntomas específicos.
Dentro del rango del recuerdo establecido más como una experiencia percibida3 que una experiencia vivida4, se encontraban la peste
bubónica de finales de la Edad Media en suelo europeo, y la gripe
española que se propagó en el mundo durante 1918 y 1919.
1. Doctorando en Estudios Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de
Caldas de Bogotá, magíster en Investigación Social Interdisciplinaria, licenciado en
Educación Básica con énfasis en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital Francisco
José de Caldas, y docente investigador de la Secretaría de Educación de Bogotá.
Correo electrónico: manuelandreshernandez@gmail.com
2. El presente documento nace del proyecto investigativo denominado: “Memorias
de una pandemia. Archivo testimonial, diarios de la experiencia y crónicas de la
vida cotidiana”; que se desarrolló entre el 1 de mayo hasta el 30 de julio de 2020.
Bajo la dirección de la línea de investigación de “Memoria, experiencia y creencia”
perteneciente al Doctorado en Estudios Sociales de la Universidad Distrital Francisco
José de Caldas; y el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).
3. Según Jiménez (2008), la experiencia percibida se refiere a “los elementos
históricos, sociales y culturales que los hombres, los grupos, las clases toman del
discurso religioso, político, filosófico, de los medios, de los textos, de los distintos
mensajes culturales; en un apalabra, del conocimiento formalizado e históricamente
producido y acumulado” (p. 182).
4. La experiencia vivida se define como: “Aquellos conocimientos históricos y culturales de los individuos, los grupos sociales o las clases ganan, aprehenden al vivir
su vida, elementos que se constituyen en los nutrientes de sus reacciones mentales
y emociones frente al conocimiento” (Jiménez, 2008, p. 182).
55
Carlos Arturo Reina Rodríguez
no. Emerge entonces, paulatinamente en la población, la preocupación por la invasión de un virus, que no solo atacaría —
probablemente— la vida de las personas, sino también la vida
cotidiana en la que estaban inmersos hasta el momento.
Antes de marzo
Entre enero y febrero, los medios de comunicación nacionales
informaban a sus ciudadanos de la existencia de una enfermedad que afectaba el sistema respiratorio del ser humano, causando una infección respiratoria aguda que podía llegar a ser
moderada o grave. Los casos de contagio y fallecimientos por
causa de la enfermedad nombrada en ese momento como coronavirus fueron aumentando de forma exponencial en China y
algunos países europeos, sembrando en Colombia una intranquilidad por la situación que se estaba presentando.
En este periodo de tiempo, los ciudadanos continuaban con
su vida cotidiana5 de forma regular, en el marco de una vida
laboral, profesional, familiar, etcétera. Pese a mantener la regularidad de la cotidianidad, esa vida poco perceptible estaba
amenazada por un agente infeccioso microscópico que afectaría —aún sin saberlo— el vivir cotidiano de los colombianos.
56
Durante estos dos meses se empezaron a formar una serie de dudas e inquietudes sobre la continuidad de la vida cotidiana de los
individuos, puesto que a través de los medios de comunicación
llegaban noticias de recomendaciones para detectar casos, realizar pruebas de laboratorio y gestionar posibles casos del nuevo
coronavirus en el mundo desde la información suministrada por
la OMS. A su vez, se empezaron a publicar en los canales de televisión nacional y en diversas plataformas de internet, material
audiovisual visibilizando las consecuencias que tenía la nueva enfermedad en el ser humano y el proceso del confinamiento que
empezó en la provincia de Wuhan (China) el 23 de enero.
En febrero, la OMS publica un Plan estratégico de preparación
y respuesta para ayudar a fortalecer los sistemas de salud pre-
5. Gonzalbo (2006) señala que: “Lo cotidiano se vive, se practica, pero también se
piensa y se juzga. Toda una serie de paradigmas de comportamiento llevan implícitos
criterios de valor, que reducidos a su expresión más simple significan aprobación
o rechazo de una conducta. Eso significa que existe siempre una escala de niveles
de apreciación. La gente sin historia, y no solo los pueblos sometidos a potencias
coloniales, sino las personas sin importancia son protagonistas de la historia de lo
cotidiano; en este terreno son actores privilegiados las mujeres, los ancianos y los
niños” (p. 26). En definitiva, “Rutina, día laboral, vida de los pueblos, ámbito de los
sucesos ajenos a la historiografía tradicional, vida privada, vivencias y pensamientos
naturales (a diferencia de los profesionales y científicos), conciencia ingenua, no
reflexiva” (p. 27) (…) “Son cotidianas las necesidades fisiológicas, las rutinas horarias
de aseo y alimentación, pero no quiere decir que sean invariables, sino que también
reciben la influencia de los cambios sociales y por eso evolucionan, lo mismo que
cambian las rutinas individuales o familiares al pasar del espacio domestico al escolar,
o laboral o social. Parece necesario anticipar que, si bien todo lo privado forma parte
del mundo cotidiano, no todo lo cotidiano es privado (p. 27).
Crónicas de una Pandemia
carios de varias naciones en el mundo. Al mismo tiempo, el 19
del mismo mes publica el nombre oficial con que se conocería
la enfermedad en tiempos futuros, COVID-19. Estas noticias
emitidas por los medios de comunicación colombianos estaban
propagando de forma acelerada un miedo en la población, y la
incertidumbre se manifestaba en los cambios de las rutinas de
algunos de los ciudadanos. Por ejemplo, en la ciudad de Bogotá
se empezaron a establecer unos sencillos protocolos de bioseguridad en algunos establecimientos públicos, como el uso
constante de gel antibacterial en las manos, el uso de tapabocas para las personas que tenían algún síntoma de gripa, y en
los casos extremos, distanciamiento social.
Marzo
Pero el evidente cambio de la vida cotidiana comenzó en el tercer mes del año, ya que se publican una serie de videos que
centran su foco en China y Europa como territorios donde se
propagó rápidamente el brote del nuevo coronavirus. Las informaciones que se muestran al público exhiben calles vacías,
personas enfermas en los hospitales, profesionales de la salud
corriendo entre pasillos hospitalarios buscando respiradores o
haciendo RCP, e incluso, implacables restricciones de la movilidad a los ciudadanos chinos; finalmente, el 11 de marzo, la
OMS declara el COVID-19 como pandemia.
Unos días antes, el 6 de marzo, el Ministerio de Salud y Protección Social de Colombia confirma el primer caso de contagio de
la enfermedad en el territorio nacional, y con la declaración del
COVID-19 como pandemia ahora se sabía que la vida cotidiana
no iba a ser la misma, ya que una afección respiratoria que se
creía lejana había llegado al país, y que los gobiernos locales y
el Gobierno Nacional deberían incidir en la cotidianidad de sus
ciudadanos y hacer cambios en las rutinas6 para contener esta
enfermedad.
En este momento, las rutinas laborales de los ciudadanos en
Colombia, su movilidad, la vida cotidiana en el hogar y la interacción social en los espacios públicos estaban siendo amenazados por un microorganismo, que en consecuencia provocaría
una ruptura de la vida cotidiana a nivel nacional.
Vale la pena aclarar entonces, que la cotidianidad se construye
gracias a que los sujetos coexisten en un mundo de diferentes
6. Según Gianninni (2004), la rutina es uno de los conceptos que sitúan el transitar
de los sujetos en la vida cotidiana, ya que consiste en el flujo regular y reiterado
de la vida cotidiana que experimenta el individuo, y que de cierta manera no deja
huellas, al menos visibles en medio de la vida. Es por eso por lo que esta rutina
apunta en primer sentido al regreso de lo mismo, ya que permite que el ser humano mantenga su rutina a lo largo de un tiempo establecido, un tiempo quieto
intrascendente. Demostrando que la rutina a veces es afanosa, pero es el afán de
mantener la rutina misma para no permitir algún tipo de cambio trascendental que
perjudique la seguridad que se ha construido en esa vida cotidiana.
57
Carlos Arturo Reina Rodríguez
significaciones en su vida diaria, y que las comprensiones de
esa vida cotidiana se cimentan en el encuentro con los otros. Es
decir, las relaciones que hacen parte de la vida del ser humano
son construidas por las percepciones que se fabrican del mundo en el que interactúa. Sin embargo, ¿cuál sería la concepción
de vida cotidiana con las nuevas realidades epidemiológicas en
Colombia?, ¿qué cambios en la cotidianidad de los individuos
son evidentes gracias al arribo de la enfermedad?, ¿extrañarían
los colombianos vivir su vida cotidiana antes de la pandemia?,
y, ¿la pandemia cambiaría totalmente la vida cotidiana de los
colombianos?
Estas preguntas que sobresalían en el escenario colombiano se
reafirmaban con los súbitos cambios que se estaban gestando
en la cotidianidad de la población. Ya que, con la llegada del COVID-19 a Colombia se promovió en sentido práctico una serie de
cambios sociales evidenciados en la modificación de rutinas de
la población, así como el aumento de las tensiones políticas que
tenían como finalidad salvaguardar la vida de los ciudadanos.
58
Durante este proceso de transición de una vida cotidiana7 que
está presente de forma natural en la vida de los sujetos y que
hace parte de su existencia particular, a otro tipo de vida cotidiana impuesta por los gobiernos locales y el Gobierno Nacional, se evidencian los cambios que ocurren en la cotidianidad
colombiana visibilizando las crisis sociales de la nación y las particularidades de los contextos. Lo anterior permite comprender
que la vida cotidiana siempre está en constante cambio, lo que
implica que los poderes existentes tengan que redireccionar y
actualizar los mecanismos de control social, con el objetivo de
modificar los modus operandis de los actores sociales, que sin
llegar a afectar transcendentalmente la estructura se logre continuar con esa vida cotidiana.
Teniendo en cuenta lo anterior, la cotidianidad de los colombianos a principios de marzo se referenciaba a través de las rutinas diarias particulares, y que, con una transgresión8 a nivel
global denominada pandemia estimuló una serie de cambios
7. Es importante resaltar la relevancia que tiene la vida cotidiana desde los postulados de Humberto Giannini (2004) ya que indica que “Es un modo de ser de un ser
que, viviendo, ser de un modo que viviendo se reitera silenciosamente y día a día
ahonda en sí mismo, la investigación recaerá, pues, sobre estructura y sentido de
este modo insustituible del ser” (p.27). A su vez, es importante tener en cuenta esta
reflexión elaborada por Nelson Vergara (2011) que está basada en las reflexiones
de Humberto Giannini “En general, la gente se refiere a la cotidianidad afirmando
que es aquello que pasa todos los días, y a veces entendiendo que es aquello que
pasa cuando en realidad no pasa nada, se entiende nada nuevo; noción habitual que
destaca de preferencia su reiteración y que, por lo mismo, el pensamiento popular
caracteriza como algo anodino, banal e insignificante.” (p.61)
8. El concepto de transgresión desde los postulados de Giannini (2004) refiere
que es: “Cualquier conducta que se sale del macro (frame) pre-definido de una
“ocasión social”, y que “descoloca” a los otros respecto de los roles habituales por
los que debían reconocerse mutuamente en esta ocasión-tipo” (p. 45). Es decir, la
transgresión consiste en todo tipo de cambio que se instala en las rutinas de los
seres humanos en un contexto determinado.
Crónicas de una Pandemia
en la rutina de los sujetos. Ya que, en Colombia, desde principios de marzo se promulgaba por parte de los medios de comunicación la siguiente declaración: “El COVID-19 ha llegado al
país”. Lamentablemente, la población colombiana, que estaba
acostumbrada a su vida cotidiana no iba a cambiar inmediatamente, ya que las rutinas que estaban acostumbrados a repetir
continuarían hasta que se tomaran decisiones gubernamentales. Esto permitió creer que se mantendrían las rutinas que se
perciben en la experiencia vivida en los diferentes escenarios
donde los individuos permanecen. Es decir, los ciudadanos estarían insertos en su propia cotidianidad, ya sea en su domicilio9, su puesto de trabajo10 o en la calle11, y permanecerían —en
lo posible— dentro de los parámetros sociales que siempre han
estado.
Sin embargo, se presentó una oleada de fallecimientos en países europeos que promovieron una escalada de confinamientos que empezó con Italia el 9 de marzo, luego se estableció en
Noruega el 12 de marzo, España el 14 de marzo, Austria el 16
de marzo, Francia y Bélgica el 17 de marzo y en países latinoamericanos como Argentina y Chile el 19 de marzo, entre otros;
que, para el efecto colombiano, desataron en su momento
tensiones entre el Gobierno de Bogotá y el Gobierno Nacional.
Estas tensiones promovieron unas decisiones gubernamentales divididas que desencadenarían en definitiva el cambio de la
vida cotidiana de los colombianos.
9. Para Giannini (2004). El concepto de domicilio “es el contorno inmediato y familiar
que me construyo mediante ‘la reflexión’ domiciliaria, lo que me permite integrarme
a la realidad, encontrarla y contar con ella cada día” (p. 33). Pero este concepto va
más allá, porque el domicilio es la clave insustituible que me permite aventurarme
más allá, es el punto eje que me convierte en el mundo y me refiero a él en el mundo,
ya que es mi proyecto cotidiano de ganarme la vida y luego regresar a él. “Todo esto
nos lleva a suponer que el domicilio es indicio y símbolo fuerte de la singularidad
humana” (p. 34). Para este autor, el domicilio es el “hogar”, independientemente
de las características que rodee el sujeto sobre este lugar.
10. Igualmente, Gianninni señala que aparte del domicilio se encuentra el trabajo,
que no es otra cosa que un lugar que le ayuda al ser humano para que pueda sobrevivir. Esto permite de cierta manera comprender que el humano como ser en
el mundo está mediado por el trabajo. Así, el domicilio nos conduce hacia el otro
extremo denominado “trabajo” que mantiene la estructura total que estamos analizando, es la razón por la cual se abandona el domicilio, y es el trabajo.
11. Finalmente, Giannini afirma que la calle es un espacio comunicativo y abierto,
ya que es un lugar privilegiado de un acontecer diario en los espacios vividos por las
personas o por los grupos humanos; que siendo el más habitual, se encuentra allí la
cotidianidad como constancia y regularidad de las cosas; es por así decirlo, en este
lugar algo pasa cuando no pasa nada nuevo dentro de esa relaciones particulares,
por lo que no sorprende al individuo y no se divisa, como diría Giannini: “La calle es
comunicación también en el sentido de ser lugar de encuentros ocasionales entre los
que van por sus propios asuntos y que en este ir y venir preocupado conforman la
humanidad patente, visible del prójimo” (p. 38). (…) “Este lugar ‘abierto’ se toma aquí
literalmente como “lo que puede llevar a muchos lugares diversos de los extremos
que conforman el trayecto consabido, fijo, de la rutina. En este sentido, (…) la calle,
además de medio, es límite de lo cotidiano: permanente tentación de romper con
las normas, con los itinerarios de una vida programada; permanente posibilidad de
encontrarse uno en aquel status devianotis de que habla la teología” (p. 39)
59
Carlos Arturo Reina Rodríguez
En un primer momento, las rutinas de los bogotanos que se
concretaban con las prácticas rutinarias en sus diversos trabajos, en la oficina, en las aulas de clase, en las calles, en los parques, en los centros comerciales, en sus casas, etcétera; sería
modificado bruscamente por una nueva rutina denominada
“Simulacro vital obligatorio” establecido por la Alcaldía de Bogotá desde el viernes 20 de marzo hasta lunes 23 de marzo.
Teniendo en cuenta de antemano que la cotidianidad de los
colegios fue interrumpida por la decisión distrital de la no asistencia presencial desde el 16 de marzo.
Ante la presión por las decisiones de algunos gobernantes locales y la comunidad científica, el presidente de Colombia decidió pocos días después decretar la cuarentena obligatoria, que
consistía básicamente en confinar durante un tiempo a la mayoría de los colombianos exceptuando las profesiones necesarias para enfrentar la Pandemia. Y es en este momento que en
todo el territorio nacional se prohíbe la movilidad libre de los
ciudadanos, y gran parte de la población fue obligada a quedarse en sus domicilios para contener la enfermedad.
60
Ahora la cotidianidad consistía en quedarse en el domicilio y
salir a las calles solo a abastecerse de alimentos y medicamentos. Solo podía acceder a los establecimientos una persona por
grupo familiar, con pico y cédula (número de cédula) en unos
territorios administrativos y en otros con pico y género (hombre o mujer). Las calles como un lugar abierto y en donde se
establecían parte de las prácticas cotidianas de los colombianos
se convirtieron en lugares peligrosos donde —probablemente— había mayor riesgo de contagio del COVID-19.
Después del primer fallecimiento por coronavirus el día 16 de
marzo en Colombia, e informado hasta el día 21 de marzo por
el Ministerio de Salud y Protección Social y el Instituto Nacional
de Salud, se encrudecieron las medidas que se aplicaron en su
totalidad desde el mes de abril hasta mediados del mes de julio.
Medidas para detener la enfermedad que no serán borradas
con facilidad de la memoria de los colombianos durante la generación que lo experimentó.
Después de marzo
Durante cuatro meses de confinamiento, en el cual la mayoría
de las personas estarían encerradas en sus hogares, se controlaría el virus y se mejoraría —en teoría— el sistema de salud
pública y privada de la nación; estableciendo así, nuevas formas
de comprender la realidad que se estaba presentando.
Es así como, el uso obligatorio del tapabocas, el lavado de manos constante, la limitación de la circulación en el territorio
nacional y local, el cierre inmediato de varios escenarios de
encuentros sociales, la limitación total de vuelos nacionales e
internacionales, el enfoque informativo de los noticieros colombianos sobre la pandemia, el distanciamiento social, entre
Crónicas de una Pandemia
otras trasgresiones, reconstruyeron una nueva mirada de la cotidianidad después de mediados del mes de marzo.
por el Gobierno Nacional para controlar el virus y para —en
teoría— ayudar a la población más afectada por esta pandemia.
Ahora, los recuerdos12 de la población sobre su actuar diario
no tendrían su énfasis en las actividades que hacían antes de
marzo, sino que estarían mediadas por la nueva concepción de
vida cotidiana que se forjo. Desde este momento, la pandemia
y todo lo que fluyó alrededor de ella estaría presente en la memoria13 de los colombianos. Así mismo, en la memoria colectiva14 de los ciudadanos no solo quedarían los cambios en su vida
cotidiana antes del mes de marzo, sino también, los recuerdos
de la experiencia vivida después de este periodo de tiempo que
afectaban de una u otra manera su presente.
Además de lo anterior, el impacto de la imagen de calles desoladas en toda la nación se convirtió en un escenario cotidiano
que quedaría en esa galería subterránea del pensamiento de
Presente que mostraba un bombardeo constante de información de número de fallecidos y personas contagiadas, las historias de vida de personas cercanas y lejanas que habían sido
afectadas por el virus, el aumento del desempleo y la pobreza,
las disputas políticas entre gobiernos locales y el Gobierno Nacional, los memes, los videos de internet que enfatizaban en la
enfermedad, los políticos que aprovecharon la crisis sanitaria
para despojar a otras personas de recursos que les habían sido
asignados por el Estado, los gobiernos que explotaron el COVID-19 para posicionar sus partidarios políticos en los puestos
del Estado, las clases online, la prohibición de reuniones sociales, las filas para comprar alimentos, las multas por el uso incorrecto del tapabocas y el alto número de decretos expedidos
12.Para Halbwachs (2004a), el recuerdo es: “Una reconstrucción del pasado con la
ayuda de datos tomados del presente, y preparada de hecho con reconstrucciones
realizadas en épocas anteriores” (p. 80). Por lo tanto, es de importancia conocer
que a partir de la reconstrucción de los recuerdos se pueden evidenciar las experiencias de los sujetos en un espacio y una época determinada. En tal aspecto, este
recuerdo puede ser individual o social, ya que el sujeto puede captar en su mente
algunos aspectos de las vivencias que haya tenido de forma individual o colectiva.
13. Halbwachs (2004a) indica que la memoria es: “Lo que queda en la galería subterránea de nuestro pensamiento, no son imágenes hechas, sino todas las indicaciones
necesarias de la sociedad para reconstruir determinadas partes de nuestro pasado
que nos presentamos de forma completa o confusa, o que creemos incluso totalmente salidas de nuestra memoria” (p. 77).
14. Parafraseando a Halbwachs (2004a) la memoria colectiva o social es entendida
como la recolección de memorias individuales que tienen puntos en común, y que
se encuentran desde los espacios geográficos, los acontecimientos, los grupos comunes, pensamientos, ideas, costumbres, etcétera. Por consiguiente, es la sociedad
que hace que los recuerdos sean colectivos, ya que el recuerdo se elabora con la
ayuda de las percepciones que hayan tenido otros individuos. Por lo que cada uno
de los miembros de un grupo recuerda algo con respecto al lugar que ocupaba en
el grupo, y así, con la construcción mental del hecho por parte de cada individuo se
construye la memoria colectiva, hace por así decirlo, crear un proceso de identificación del grupo frente a otros grupos y crea en sí mismo una consecución de relatos
que hacen memoria de los acontecimientos que se están elaborando.
61
los sujetos. En definitiva, estos y muchos otros recuerdos que
han dejado la crisis sanitaria en Colombia permanecerán en la
memoria colectiva de los individuos durante un tiempo.
A manera de conclusión
Desde lo anterior, se puede comprender que los estudios de
la vida cotidiana en donde la evocación de los recuerdos como
insumo esencial para comprender los contextos sociales, permiten reconstruir realidades de diversas memorias que fluyen
entorno a un evento especifico, ya que cada sujeto forma parte
de una sociedad que logra bajo su propia experiencia, reconstruir las dinámicas cotidianas que se establecieron en una temporalidad particular.
Para el caso de la pandemia en Colombia, es importante revelar
que se establecen unos marcos sociales que tramitan el recuerdo entre puntos de referencia, que evidencian un encadenamiento de los hechos reales que se establecieron a principios
de 2020. Ahora, los recuerdos rememorados distinguen prácticas cotidianas particulares donde los acontecimientos cambian
gracias a un evento de orden global y/o nacional.
De esta forma, para reconstruir la vida cotidiana antes, durante y después de la pandemia del año 2020 a partir de los recuerdos de la memoria individual y colectiva se deben tener
en cuenta las particularidades del contexto colombiano; que,
si bien perpetúa fragmentos de la vida cotidiana antes de la
llegada del COVID-19 a la nación, permite comprender las modificaciones que afectaron en gran medida la cotidianidad de
los individuos y sus posibles consecuencias.
Frente a lo anterior, la vida cotidiana aparece como un espacio de
crítica de la realidad social, que se convierte en un espacio–tiempo de debate que promueve coyunturas sociales que hacen proclive el orden establecido. Gracias a este tipo de circunstancias,
es posible comprender que la cotidianidad se organiza a partir
de la rutina y la transgresión, ya que se crea y subsiste porque
son las evidencias de las prácticas sociales y los discursos que
le dan vida. Estos nuevos contextos permiten modificar los referentes previos y crear nuevos esquemas cotidianos con distintos
sentidos, y es así como se construye la necesidad de coexistir entre diferentes significantes que permiten entablar una conexión
entre una vida cotidiana previa y las significaciones de nuevos
referentes de cohesión de mundo bajo otra cotidianidad.
Finalmente, con la llegada de la pandemia a la vida común de los
individuos se entiende que va a quedar algún rastro de estas experiencias vividas a lo largo del tiempo, y pese a los cambios que
pudieran llegar a darse, permanece una huella que se convierte
de una manera u otra en propio del humano, y posiblemente
puede llegar a transformarse en marcas que son señales a veces
profundas e imborrables que son evocadas por la memoria.
Referencias
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who.int/es
Berger, P. & Luckmann, T. (2001). La construcción social de la
realidad. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
Presidencia de la República de Colombia. Recuperado de https://idm.presidencia.gov.co/
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Weiler & Vera (Comp. Trad). La civilización de los padres y otros
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Vergara, N. (2011). Cotidianidad y significación: aproximaciones al tema de la memoria desde el pensamiento de Humberto
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Giannini, H. (1999). La “reflexión” cotidiana. Hacia una arqueología de la experiencia. Santiago de Chile: Universitaria.
Gonzalbo, P. (2006). Introducción a la Historia de la vida cotidiana. México: Editorial el Colegio de México, Centro de Estudios Históricos.
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Halbwachs, M. (2004b). Los marcos sociales de la memoria. Caracas: Editorial Anthropos.
Jiménez, A. (2008). Memoria, historia y escuela. En Serna, A.
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José de Caldas.
Ministerio de Salud de la República de Colombia. Recuperado
de https://www.minsalud.gov.co/
63
El relato como forma de acceder al
impacto que generan eventos
catastróficos en las humanidades de
quienes los padecen para identificar
aspectos de su transformación identitaria1
Angélica Aguillón Lombana2
El mundo no está hecho de átomos,
el mundo está hecho de historias
porque son las historias
las que nos permiten convertir el pasado en presente,
las que también permiten convertir lo distante en cercano,
lo que está lejano en algo próximo, visible y posible
Eduardo Galeano.
La anterior cita nos remite al ser humano como infatigable narrador de su experiencia, como contador de historias que se
configuran a través de distintos códigos, porque antes de la pa-
labra ya estaba el gesto y cuando llegó la escritura aparecieron
otras formas de recordar y más información que almacenar.
Así, es humana la necesidad de regresar al mundo lo que en
algún momento se apropió de él, de devolverle a la otredad
lo que nos vino de ella, pero con nuestra impronta personal.
La reflexión que propongo en el presente texto se vincula con
dos elementos que considero fundamentales en la constitución humana dentro de los marcos espacio–temporales en los
que deviene la existencia. Estos elementos son el lenguaje y
la memoria. El primero, como rasgo definidor de la especie en
tanto permite la creación de sistemas de códigos para codificar, decodificar y procesar realidades, haciendo del hombre el
animal simbólico que propone Cassirer. La segunda, como el
elemento que permite la construcción de una colección de recuerdos y olvidos sobre los que trabaja el lenguaje y que definen la identidad de los individuos y los grupos. De tal manera
que las experiencias conservadas por la memoria y procesadas
por el lenguaje toman forma a través de la narración, por eso
1. El presente texto hace parte del proyecto de investigación Geografías de la
memoria y el desastre: imaginarios, creencias y luchas de los armeritas 35 años
después de la catástrofe, el cual se encuentra en curso en el Doctorado en Estudios
Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas.
2. Docente investigadora de la Facultad de Educación de la Universidad Antonio
Nariño de Bogotá. Vinculada a los grupos de investigación “CONCIENCIA” y “Culturas
Universitarias”. Correo electrónico: mohana377@gmail.com
65
Carlos Arturo Reina Rodríguez
el maestro Galeano afirma que el mundo es un gran texto hecho de historias, de pequeños fragmentos de vidas que logran
adentrarse en esa otredad y facilitan la reconstrucción de otros
tiempos y otros espacios.
En el relato toma forma el contenido de la memoria a través del
lenguaje, y de acuerdo con Ricoeur (1990), solo la comprensión
del relato nos permite el acceso a la construcción ontológica
del individuo, y por ende a cómo sus circunstancias existenciales han modelado eso que es y la forma como se instala y actúa en el mundo social. Cabe entonces preguntarse: ¿a qué nos
aferramos cuando un evento catastrófico sacude los cimientos
sobre los que hemos ganado la certeza de ser alguien en el
mundo?, ¿qué vacío se instaura en nosotros cuando el hecho
ya se ha ido, pero aún nos queda una vida que parece flotar
sobre la certidumbre de la nada?, ¿qué nos negamos a soltar
durante el alud imprevisible para poder seguir siendo cuando
la calma haya retornado?, y, ¿cómo se incorpora la experiencia
del desastre a la nueva ruta existencial en tanto este se vuelve
parte de la conciencia histórica de quien lo vivió?
66
Estos y otros cuestionamientos son recurrentes en los estudios
sociales de la memoria cuando las personas y los grupos sociales
se enfrentan a una situación que fractura el cauce predeterminado en sus marcos espacio–temporales. Dichos eventos catastróficos pueden ser desastres geofísicos, antrópicos o pandemias y su
principal característica es la irrupción de forma inesperada sobre
la materialidad en la que se instauran las rutinas cotidianas. Ello
implica para los afectados la realización de acciones improvisadas que garanticen la supervivencia al verse en riesgo la vida, y
para los investigadores sociales el establecimiento de diversas
estrategias para capturar aspectos del mundo interior de cada
sobreviviente y conocer el impacto del hecho en su existencia.
Eso incluye la captura de aquellos comportamientos no convencionales que les permiten a las personas salvaguardar la vida y
redefinir sus actuaciones en el presente, pero también la identificación de la forma como amplían su visión de mundo y proyectan
sus actuaciones para el tiempo futuro.
Todo relato se articula a partir de la aprehensión y procesamiento
de información que se da gracias al lenguaje y a la función preservadora de la memoria
De acuerdo con lo previamente dicho, podríamos afirmar que
los seres humanos son seres MELOS, es decir, de Memoria,
Lenguaje y Organizados Socialmente. Por lo tanto, la mejor
manera de acceder a su experiencia de un evento catastrófico y la reconstrucción ontológica que surge a partir de este es
precisamente a través de la memoria y del relato. Este último,
articulado desde todo el aparataje cognitivo que permite la capacidad humana de lenguaje y desplegado a través de códigos
lingüísticos, paralingüísticos y extralingüísticos que permiten el
reconocimiento de componentes subjetivos que pueden dar
Crónicas de una Pandemia
cuenta de la composición y transformación existencial de los
individuos que padecen el evento disruptivo. Pero veamos más
detalladamente las implicaciones de reconocernos como seres
MELOS.
Desde la aparición de la lingüística cognitiva, es cada vez menos plausible pensar el lenguaje solamente en términos comunicativos como ocurrió por muchos años por cuenta de
teorías lingüísticas de alto raigambre como el Estructuralismo.
A partir de las ideas plantadas por reconocidos estudiosos del
tema (Evans, 2019; Langacker, 2009; Kretzschmar, 2015; Lakoff,
1980), el lenguaje se ha configurado como un fenómeno esencialmente humano sobre el que se estructuran las funciones
cognitivas, comunicativas y sociales en el devenir humano. Esto
implica reconocer que gracias a él pensamos en tanto abstraemos y procesamos elementos y experiencias de la realidad y
comunicamos el contenido de la mente a través de procesos intersubjetivos que responden a la organización social en la cual
el individuo se encuentra inmerso.
Así, el que Chomsky (2011) denomina Sistema Simbólico Mayor
y que tiene asiento en el cerebro, se encarga de recolectar, procesar y comunicar formas —morfosintaxis del código lingüístico—, contenidos —semántica: significados que se convierten
en sentidos— y contextos sociales —aspectos pragmáticos
que determinan la pertinencia de los intercambios comunicativos—. Esto explica el hecho de que la mente de cada indivi-
duo se modifique a partir de las experiencias que este tiene
de la realidad circundante mediante procesos de identificación,
diferenciación, comparación, clasificación, análisis, síntesis, representación, codificación, decodificación, proyección de relaciones virtuales, inferencia lógica, razonamiento hipotético,
conceptualización, etcétera. El tema puede resultar tan complejo como apasionante, pero debido a que ahondar en él abarcaría una extensión superior a la establecida para los propósitos
de este artículo, me conformaré con decir que el signo que se
procesa en la mente humana tiene su origen en el espacio vital
del individuo y vuelve a este en forma de relato. Al respecto Eco
(1981) nos dirá que la doble naturaleza significante–significado
del signo, se ve reflejada en la forma en que a través de este
se captan significados del mundo y en cómo esos significados
se vuelven sentidos que regresan a la materialidad del mundo
social en forma de relato.
Pero ese complejo proceso de aprehender, procesar, codificar
y dar a conocer las ideas que se tejen en el mundo interior de
cada individuo, no sería viable sin la posibilidad de recordar y
del vínculo que se establece con el otro. Es mediante un proceso de anamnesis que el individuo rememora la vida pasada para
poder situarse y analizar sus actuaciones del presente y las proyecciones que haga sobre su vida futura. De acuerdo con Halbwachs (2004a), todo individuo enmarca su existencia en unos
marcos sociales en los que deviene su presencia vital, de ellos
67
Carlos Arturo Reina Rodríguez
obtiene la sustancia que se fija o se desvanece en la memoria
a través de los procesos de recuerdo y olvido. En ese marco,
tanto la memoria como el lenguaje son procesos psicosociales que le permiten al individuo dotar su mente de contenido,
procesarlo y devolverlo de manera tangible a través del relato.
Al respecto, Thamer (2013) afirma que los grupos humanos en
condición de instabilidad intentan suplir la fragilidad existencial
a través de la búsqueda de anclajes del pasado que les permitan afianzar los valores que los corroboran como miembros de
una comunidad estable, para ello hacen uso de la memoria y el
lenguaje como elementos configuradores y comunicadores de
aspectos individuales que no pueden configurarse y comunicarse sino en relación con la otredad.
68
En ese sentido, cuando ocurre un suceso catastrófico que
irrumpe en la cotidianidad de las personas, estas lo convierten
en un hito existencial en tanto recuerdan y reflexionan sobre
la vida que estaba antes de él, pero también con base en la
experiencia vivida durante la situación, establecen pautas de
comportamiento y nuevos elementos para actuar en el futuro.
Al respecto Langumier (2008) destaca que una pandemia o un
desastre geofísico son hechos extraordinarios que se convierten en detonadores de nuevos elementos y transformadores
de otros en la cotidianidad de las personas. Así, el evento catastrófico se inserta como un miembro más de la comunidad,
uno que trae desde los problemas más sencillos como gestio-
nar objetos domésticos hasta situaciones más complejas como
resignificar prácticas económicas, y por ende estilos de vida. Lo
cual de ninguna manera es posible sin las funciones captadoras,
procesadoras y comunicadoras del lenguaje y almacenadoras y
dosificadoras de la memoria.
En el relato se vacía el drama humano que surge con el evento
catastrófico y este adquiere otras dimensiones
Como se ha visto hasta ahora, el contenido de la memoria toma
forma en el relato gracias al lenguaje. Por esta razón, este (el
relato) se convierte en un instrumento de gran utilidad para los
investigadores de los estudios sociales de la memoria cuando
se proponen indagar por situaciones como el impacto de una
pandemia o de un desastre geofísico en la vida de las personas que los padecen. Esto en tanto en él se vacía el contenido
del mundo interior del sujeto con relación al evento disruptivo,
pero también con relación a otras circunstancias de la vida. De
tal manera que al permitir que el afectado narre aspectos de la
situación, el investigador no solamente tiene la posibilidad de
conocer su vivencia del hecho, sino también a las circunstancias sociales en las que ha vivido la persona y que inciden en el
impacto del desastre en su existencia, y la reconstrucción subjetiva que hace del mismo. Por lo tanto, el relato da cuenta de
la construcción y reconstitución ontológica del individuo como
plantea Ricoeur (1990).
Crónicas de una Pandemia
En relación con los procesos de recuerdo y olvido en los que se
interesan los investigadores de los estudios sociales de la memoria, puede decirse que estos se enfrentan a un reto de grandes proporciones en tanto las condiciones en las que se fijan
recuerdos y surgen olvidos están determinadas por el trauma
que haya quedado del evento catastrófico y por las condiciones
de inestabilidad en las que este acontece. Por lo tanto, no se
trata solo de pedirle a la gente que narre, es necesario tener
claridad frente a qué aspectos específicos deseamos indagar
y cuál puede ser la mejor estrategia para que la esencia de la
situación no se pierda en divagaciones, por ejemplo.
En este sentido, el científico social debe ser consciente de que
la diferencia entre la información que él provea y la que ofrecen
los medios de masas, radica en que la suya captura la esencia
del impacto del evento catastrófico en el mudo social, puesto
que es verídica, completa, y tomada de la fuente original. Tal
situación ayuda a desvirtuar creencias como que la abundancia
de información y la proliferación de medios y mediaciones en
las dinámicas comunicativas de la denominada era de la comunicación, garantizan la posibilidad de mayor perdurabilidad del
hecho catastrófico en la memoria de las personas y los grupos.
Ello no necesariamente ocurre puesto que existen diversos elementos que inciden para que no sea de esa manera. Por ejemplo, el afán mediático tiende a privilegiar la novedad porque
eso genera mayor audiencia y la complejidad del mundo social
en la actualidad facilita la renovación constante de eventos que
se vuelven tendencia y sepultan rápidamente los que les han
precedido. También ocurre porque la gente necesita recuperarse del hecho y continuar con su vida a pesar de los pedazos que
le arrancó la catástrofe como plantea Rieff (2017). En consecuencia, no resulta plausible pensar que la gran cantidad de información que circula por los medios en la actualidad, permita
una aprehensión de la esencia de la pandemia por la COVID-19,
porque, además, como plantea Simpson (2008) el proceso de
captura de la esencia del desastre resulta bastante difícil para
alguien que no lo haya vivido puesto que puede quedar expuesto a información incompleta, superficial o sesgada. Al respecto
Haas y Levasseur (2013) afirman que, tanto la escasez de información, como la sobrecarga de ella permiten el surgimiento del
rumor como un síntoma de olvido social sobre el evento.
Además, es importante mencionar que el relato testimonial y la
crónica que no es literaria, dan cuenta del desarrollo del evento
mientras este aún está presente en la vida de las personas, por
lo que se genera mayor fiabilidad en la captura de la esencia
del hecho. Este tipo de relatos fijan recuerdos que pueden ser
inestables, escurridizos, incompletos y que llevan a que la memoria sobre el desastre desaparezca o se transforme por diversas circunstancias personales o sociales, como ya se mencionó.
De tal manera que estudios como el llevado a cabo con el proyecto “Pandemnesis” dan forma al recuerdo desde la esencia
69
Carlos Arturo Reina Rodríguez
del hecho porque garantizan la permanencia de ciertos sucesos
que solo emergen en una situación catastrófica y que quedan
por fuera del gran relato oficial por su “insignificancia” para los
poderes hegemónicos, porque simplemente no alcanzan a ser
abarcados por los tentáculos de los medios de comunicación o
porque las características del evento disruptivo complejizan el
trabajo que deben realizar los investigadores sociales. Así, por
ejemplo, una pandemia reta significativamente a los estudios
sociales de la memoria en tanto que en los procesos de recuerdo y olvido ocurren condiciones de inestabilidad. Esto sucede
porque contrario a los desastres geofísicos, que dejan marcas
en el plano geográfico que ayuden a evocar el hecho, la volatilidad del virus que azota a la humanidad en una pandemia
puede llevarse consigo los vestigios que permitan dar fe de ciertos hechos que remiten a dramas individuales y sociales que se
configuran de acuerdo con circunstancias específicas en las que
la pandemia tuvo asidero.
70
En ese sentido los archivos testimoniales como el realizado desde le proyecto “Pandemnesis” acogen pluralidad de voces que
dan cuenta de las circunstancias en las que se vivió la pandemia
en diversos planos del mundo social. En este proyecto de investigación el trabajo con la memoria y el lenguaje, condensado
en el relato, buscó capturar la esencia de la situación cuando el
investigador social se adentraba en la colección de recuerdos
y olvidos de las situaciones vividas por los testimoniantes an-
tes y durante la pandemia y su proyección existencial después
de esta. Algún revisionista escéptico podría decir que el relato
no garantiza la fiabilidad del hecho en sí mismo en tanto en él
puede haber mucho de la imaginación de quien narra, lo cual
puede ser completamente cierto, pero vale la pena recordar
que la reconstrucción del hecho factico es tarea del discurso
histórico y que precisamente esas elaboraciones distorsionadas
que pueden surgir hacen parte de cómo la gente recuerda u
olvida ciertos hechos de su experiencia vital. Por lo tanto, a contrastar versiones el investigador puede identificar y asociar esas
elucubraciones a las circunstancias particulares desde las que
el narrador reporta sus vivencias del hecho. Pero, además, hay
que tener en cuenta que hay relatos que parecen fantásticos
por el drama que contienen —como veremos con el ejemplo
que sigue— porque en circunstancias de desastre la realidad
puede superar ampliamente a la ficción.
Finalmente, considero importante acotar que el trabajo con la
memoria que se realiza desde la narrativa humaniza a los afectados del evento catastrófico evitando el casi inexorable destino de terminar convertidos en una cifra más de un reporte estadístico. A continuación, expongo un relato recogido durante
la situación de pandemia y a través del cual se puede sintetizar
lo dicho hasta el momento.
Primero se llevaron al abuelito, ya estaba viejito y achacoso
[silencio] luego a la tía, creo que la señora sufría de diabetes.
Crónicas de una Pandemia
Luego la prueba le [Sic] salió positiva al papá y a la mamá. Él
también estaba contagiado pero asintomático [silencio] cuando
fuimos a recogerlo parecía un pajarito recién caído del tejado. Ya
había terminado el periodo de aislamiento, pero no quería dejar
la casa, decía que en cualquier momento ellos iban a volver y él
tenía que estar ahí cuidándola. No [Sic] lo trajimos con la promesa de que aquí le van a llegar noticias de ellos y de que cuando
salgan van a volver a estar juntos [llanto] ¿Profe, no sabemos
cómo le vamos a decir que todos se murieron, que nosotros [su
tía y sus primos] somos la única familia que le queda? (Testimonio recolectado durante el proyecto “Pandemnesis”).
Como ya se mencionó, todo el drama que aparece en este relato de ninguna manera puede ser abarcado en una estadística
en la que se cuente que una familia perdió a cuatro miembros.
Tampoco podría ser contado de la misma manera por alguien
ajeno al hecho, incluso de las construcciones metafóricas que
realiza la testimoniante se extraen significados y sentidos sobre la reconstrucción que hace de la situación. Así, por ejemplo, “parecer un pajarito recién caído del tejado” nos remite al
abandono y al profundo desconsuelo de un niño de once años
que aún ni siquiera sabe que ha perdido a casi toda su familia.
De la misma manera, los quiebres en el relato, los silencios, los
llantos, la mirada extraviada, etcétera, son elementos paralingüísticos que comunican el impacto de la pandemia en la narradora, y ese impacto muy seguramente determinará la manera
en la que ella recuerde la pandemia en el futuro, pero también
en la forma en la que se enfrentará a ciertas circunstancias de
la vida a partir de este evento disruptivo. Al respecto nos dice
Jelin (2012)que el trabajo con la memoria implica “… referirse
a recuerdos y olvidos, narrativas y actos, silencios y gestos. Hay
en juego saberes, pero también hay emociones. Y hay también
huecos y fracturas”, por lo tanto “leer” los aspectos paralingüísticos y extralingüísticos que acompañan al código lingüístico en
la construcción del relato, resultan de seminal importancia en
la comprensión de los procesos de recuerdo y olvido, para saber de qué manera estos afectan la construcción ontológica de
quien narra la experiencia.
Consideraciones finales
A partir de la experiencia investigativa con el proyecto “Pandemnesis” se pudo constatar que el relato testimonial o aquel
que toma la forma de crónica del hecho a lo largo de su presencia en la vida social, resulta una estrategia pertinente para
acceder al impacto del evento catastrófico en la existencia de
los individuos que lo padecieron. Así puede afirmarse que este
tipo de estrategias metodológicas resultan de gran utilidad para
los estudios sociales de la memoria porque se concede centralidad al sujeto, y de esta manera se tiene acceso a diferentes
aristas de la situación, que de otra manera sería abordada solo
de manera general, y por lo tanto superflua. En ese sentido,
se pueden medir impactos y visones que en muchas ocasiones
quedan por fuera del gran discurso que tejen los medios de co-
71
municación. De la misma manera, resulta de vital importancia
facilitarle al individuo que narre sus vivencias de la situación,
que reconstruya las consecuencias del evento en su vida a partir de su lugar en el mundo social, para acceder a los imaginarios e ideologías desde las que recibe y procesa el evento
disruptivo, pero también a aquellas que surgen a partir de este.
Reconocer a los sobrevivientes de una catástrofe como seres
MELOS, pero también como investigador reconocerse así, resulta útil en los procesos de reflexividad que reclama el campo
de los estudios sociales de la memoria, puesto que se tienen
en cuenta mayor cantidad de elementos y procesos involucrados en la apropiación, reelaboración y comunicación de los
contenidos de la memoria. Por lo tanto, los humanos como
recolectores y constructores de sistemas simbólicos; hijos del
movimiento, pero aferrados a la materialidad; padres de la palabra; dueños del gesto; narradores de historias… tenemos en
el relato la posibilidad de vaciar el contenido que llevamos por
dentro, eso que a pocos interesa por ser poquito, manchado e
imperfecto, pero que en esa imperfección contienen la esencia
del individuo, del evento y del mundo social.
Referencias
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de Dios y Conjura de los santos: 1782-1850. Universidad de los
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(Tesis de maestría). Repositorio de Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente. Tobar y Buendía, P (1694:1986)
Verdadera histórica relación del origen, manifestación, y prodigiosa renovación por sí misma, y milagros de la imagen de la Sacratísima Virgen María Madre de Dios Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá que está en el Nuevo Reino de Granada de las
Indias, a cuidado de los religiosos de la Orden de Predicadores.En
Madrid, 1694. Tunja: Academia Boyacense de Historia.
II PARTE
Cronicas y vida cotidiana
o qué es peligroso… ¡¡¡Con mis amigos y las compañeras del
colegio siempre decimos que los adultos están un poquito locos
o que de pronto, no saben tanto como dicen!!!
Los niños y las niñas nos cuentan…
Ximena Pachón1
“Nos dieron la palabra y nos vieron; nos vieron y nos preguntaron y nuestras palabras quedaron consignadas en un documento que ha ido de una universidad a otra y que ahora regresa a
la primera universidad. No sabemos qué van a hacer con esas
palabras nuestras. ¿Será que van a hacer un libro? ¡¡¡De pronto
lo que les dijimos, les pareció interesante y lo van a publicar
para que mucha gente lo pueda leer!!! ¡¡Nos estamos volviendo importantes!!
Queremos agradecer a los mayores que nos hayan visto, que
nos hayan tenido en cuenta y que nos traten en este trabajo
como personas que nos interesa participar en lo que los adultos
están haciendo.
Antes de preguntarnos a nosotros, los adultos le pidieron permiso a nuestra mamá y a veces al papá, ellos creen que nosotros no podemos decidir y que no sabemos qué nos conviene,
Pensamos que nos iban a hacer preguntas difíciles, de esas que
uno no sabe qué debe contestar. El otro día, me preguntaron
por la muerte de mi abuelita y yo me puse a llorar. No era que
no supiera qué contestar, sino que de la tristeza me puse a llorar y no pude hablar. Pensé que ahorita nos iban a peguntar sobre eso, la muerte que produce el coronavirus, pero los grandes
creen que esos son temas de adultos. ¡Como si no supiéramos
qué es la muerte! La vemos en los animalitos del jardín, en mi
gato que se murió, después de ocho días de estar enfermo y a
pesar de todos los cuidados siguió enfermo y un día amaneció
muerto. Yo lo llamé varias veces, pero no contestó, lo consentí
y no abrió sus ojitos. Estaba dormido; dormido, dormido
para siempre. Ya no va a ronronear, ni a despertarme por la
mañana… Pero sobre eso no nos preguntan los adultos.
1. Antropóloga de la Universidad Nacional de Colombia, DEA en Antropología Social,
Etnología y Etnografía de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París
y estudios de maestría en Historia en la Universidad Nacional de Colombia. Desde
el 2003 es docente del Departamento de Antropología de la Universidad Nacional
de Colombia. Correo electrónico: xpachonc@unal.edu.co
77
Carlos Arturo Reina Rodríguez
Tampoco nos preguntan sobre otras cosas… ¿cómo decirlo?…
lo del sexo. Dicen que estamos muy pequeños para hablar de
eso. Pero son ellos, los mayores, los que no saben cómo conversar con nosotros sobre ese tema. Nosotros, sí hablamos de eso
con los amigos y los primos grandes, ellos como sí tienen experiencia, sí nos cuentan, nos cuentan cosas, pero nos dicen que
no se las contemos a los papás ni a los tíos ni a los mayores. Yo
no sé qué tiene de malo hablar de eso, pero no nos preguntan.
Tampoco nos preguntaron sobre lo que pasa en el país. ¡¡Otro
tema de los adultos!! Creen que no sabemos nada, que no
sabemos que hay guerra, y que hay gente que roba en el Gobierno, y que quieren con aviones echar glifosato y acabar con
el medio ambiente. Nosotros también hablamos de esas cosas,
aunque los grandes no lo crean.
¡¡A veces nos hicieron preguntas tontas!! ¡¡¡Es que los adultos
creen que no sabemos nada, que no oímos nada y que no podemos pensar!!! Bueno, pero esta vez nos preguntaron, en otra
época, de pronto no lo hubieran hecho o les hubieran dicho a las
mamás: “señora, ¿tú sabes si tu hija sabe qué es el coronavirus?”
78
Esa pregunta nos la hicieron. Esta vez nos preguntaron y hasta
la más pequeñita sabía y contestó con mucha seguridad: “Sí,
el cornavirus es una enfermedad”. Seguro los adultos que no
saben cómo somos, creían que íbamos a contestar que era un
extraño animal traído de Australia o un país lejano.
Al ver la propiedad con que Laura, la chiquita, contestó, resolvieron hacerle otras preguntas, pues los grandes querían saber
cómo era nuestra vida antes de la llegada del coronavirus. Ella
les contó todo y lo expresó muy bien. Con carita seria y pensando lo que decía, dijo: “Pues por la mañana, a las seis de la mañana, me levantaba para ir al colegio. Después del colegio, descansanba, esperando la hora para ir a patinaje, también estaba
esperando la hora para ir al ministerio, cantaba en la iglesia los
fines de semana, iba a la piscina también los fines de semana
con mi papá, y también… pues hacía muchas cosas, muuuuchas
coooosas”.
Se sorprendieron cuando vieron que una niña pequeña hiciera
tantas cosas y tan distintas: colegio, patinaje, iglesia, piscina y la
persona mayor insistió, ¿cosas?, ¿más cosas?, ¿cómo cuáles?,
¿con tu familia qué cosas hacías? Laura le contestó sobre las
películas que veía en las noches arrunchada con su mamá, pero
se puso triste cuando le preguntaron qué hacía ahora con la
pandemia.
Gabriela, ella es mas grande, creo que ya tiene nueve años,
quería hablar sobre ese tema y entonces dijo: “Antes de la cuarentena, mi mamá me alistaba para ir al colegio, me levantaba,
desayunaba y el transporte me llevaba, hacia mi ruta. Tenía mis
clases, de seis y media a dos y media, contando los descansos.
Cuando llegaba hacía mis tareas, me cambiaba y compartía con
mi familia. También, hacíamos los talleres que me mandaba el
Crónicas de una Pandemia
colegio. Quiero comentar que tenía tiempo libre, pero no mucho. No lo podía aprovechar porque tenía tareas, o talleres,
como anteriormente comentaba. A veces los sábados con mis
primas nos conectábamos y podíamos leer mucho, como todas
vivimos en localidades diferentes, pues antes de la pandemia
hacíamos eso, nos conectamos por videollamada de WhatsApp
o de Gmail”. Parece que ella tiene muchas cosas por decir y no
dio tiempo a que le hicieran otra pregunta, y siguió contando:
“También, íbamos al centro comercial, podíamos comprar cosas,
a veces almorzábamos allá”. Se pone muy seria y trata de hablar
como una persona mayor y dice: “Me parece muy importante
comentar aquí, que la diferencia de antes a ahora, pues no es
mucha. Se ha visto mucha gente que ha salido, yo he visto mucha
gente que ha salido despreocupada y que dice, que, si se van a
morir de algo, pues… No saben que, por un contagio, que, por
solo un contagio, ellos pueden contagiar a más vidas, por ejemplo, bebés, niños que podrían seguir viviendo, que podrían seguir
estudiando y que podrían seguir compartiendo con sus padres”.
Gabriela hablaba como una profesora y nadie la interrumpió ni le
dijo nada. Ella como usa anteojos, unos anteojos grandes y es tan
seria cuando habla, de verdad parecía una profe.
Después, los adultos querían saber por qué estábamos tan silenciosos. Entonces, se pararon, caminaron y se rascaron la cabeza. Nos miraron a todos y escogieron a Martín para que le
dijera algo sobre su vida antes de la pandemia.
Martin, que tiene doce años y vive en Bogotá, se puso un
poquito nervioso. Miró para todos los lados, como si no supiera
por dónde empezar y con voz baja y lentamente dijo: “Pues,
antes de la pandemia era un poco distinto mi manera de vivir
porque mis papás están separados, entonces una semana yo
vivía con mi mamá, en Kennedy y la otra semana estaba con
mi papá en Suba. Eso cambiaba mi estudio pues porque allá
como queda un poco más lejos del colegio, entonces me tocaba levantarme más temprano, por ahí a las cuatro y la ruta me
recogía faltando como quinca pa’ las cinco. Acá donde mi papá,
donde estoy en este momento, me levantaba un poco más tardecito que donde mi mamá, pues porque acá me queda más
cerca al colegio entonces me levantaba por ahí a la cinco de la
mañana y la ruta me recogía a las seis. Mis clases comenzaban
a las siete. Después, yo me devolvía a la casa por ahí a las, ¡ay se
me olvidó!, a las dos y cuarenta, que se acababan las clases. Donde mi mamá, llegaba más tarde y acá llegaba más temprano. Yo
compartía con mis amigos, tenía muchos amigos y era chévere
todos los días ir al colegio. Tenía tareas también, pero no eran
tantas, en la casa llegaba, tomaba onces y hacía las tareas. Donde mamá, los fines de semana jugaba videojuegos, en mi Play 4,
jugaba como Battlefield, Overwatch, Minecraft, y pues también
veía televisión. Y acá, pues con mi papá, juego también videojuegos, así como una página que se llama Nitrome, y ahí jugamos
unos juegos súper chéveres. Allá, donde mi mamá pues yo tenía
79
Carlos Arturo Reina Rodríguez
mi perrito, bueno, tengo mi perrito y, que se llama Marcus, y
acá dos gatas que se llaman Natacha y Chanita”.
Los niños que tienen a su papá y mamá separados, siempre sufren… tienen unas cosas aquí y otras las tienen allá. Cuando
están con uno, están pensando en el otro… No debe ser fácil.
Claro que también tiene cosas buenas… tienen dos casas y amigos en dos lugares diferentes.
Después de preguntarnos a todos y cuando creíamos que se
había acabado la preguntadera, los adultos nos pidieron les
contáramos sobre lo que hacíamos durante la pandemia. La
cara de todos cambios de expresión, unos pusieron caras tristes
y otros de cansancio. Ya estábamos con hambre y queríamos
irnos a jugar.
80
La pandemia para nosotros ha sido algo muy duro, no nos imaginábamos como podía ser eso. Casi todos tenemos muy claro
cuando empezó, es como cuando uno espera algo importante
que va a pasar y espera y espera hasta que llega. Laura, la chiquita, bajó los ojos y habló de su aburrimiento. Qué bien que
Laura haya hablado de eso, porque para nosotros, los niños y
las niñas, estos meses de encierro han sido muy duros y aburridos, como dice Laura. “Porque cuando llegó el coronavirus,
solo podía estar en la casa, hacer tareas, ver muñecos, también,
podía hacer muchas cosas en la casa, pero también tenía que
hacer muchas tareas, y entonces hice tareas y más tareas y vi
muñecos en la tele. También juego con las muñecas, a veces,
también juego con muuuuchas, pero muuuuchas cosas, porque
tengo muchos juguetes”, dice con mucho entusiasmo. Se le olvidó la tristeza y el aburrimiento que había mencionada antes.
Bueno los niños somos así, nos entusiasmamos muy fácil y nos
ilusiona el futuro, lo que vamos a hacer. “Creo que voy a crecer, jugar, también voy a ir al colegio, y también voy a patinar,
también voy a ir a… también voy a orarle a Dios, y yo cumplo
un horario, paso el tiempo con Santi y con mi mamá, y también
paso el tiempo con mi familia, con toda mi familia, hasta con
mis tías, mis primos, mis primas, mis tías, mi mamá, mi papá,
con todos mis seres queridos, y también con mi aguela, con
Jesús que está en mi corazón”.
Gabriela de diez años comenta: “Pues me levanto temprano,
entro a mis clases, aporto a la clase, pues también me inscribí a
un curso de canto. (…) Yo me conecto por ZOOM todas las clases y pues ahora el horario es más corto, que es de seis y media
a dos y treinta y a veces hacemos una hora, donde nosotros
estamos con nuestros compañeros compartiendo. También he
probado talleres, quizes y guías en la cuarentena. También lo
he hecho en la Agenda Virtual de mi colegio y comparándolo
a la actualidad, pues sí ha cambiado mucho la dinámica, pues
creo que ha cambiado, algunas cosas tienen positivas y otras
no, pero toca seguir y pues eso es lo que concluyó en esta pregunta dos.
Crónicas de una Pandemia
(…) También en estos tiempos de cuarentena he tenido un poco
más de tiempo para poder jugar, poder disfrutar mis juguetes,
poder utilizar mi tecnología, mi celular, mi televisor. También
he compartido mucho más con mis padres. También estoy en
un curso de canto y estamos aprendiendo entonación. Y pues
hay muchas cosas chéveres de la cuarentena, como que puedes
disfrutar más las cosas que tienes y me encanta compartir mucho con mis padres y saber que estoy con ellos y saber que yo,
de alguna manera los protejo”.
Algunos niños y niñas no han sentido mucho la pandemia, tal
vez sus papás no los cuidan lo suficiente y sienten que la diferencia de antes a ahora, no es mucha. Algunos dicen hna visto
a mucha gente salir despreocupada y que dicen: “’de algo se ha
de morir uno’” y eso, pero no saben que, por un contagio, que
por solo un contagio, por ejemplo que ellos se contagien, ellos
contagian a más vidas, por ejemplo bebés, niños que podrían
seguir viviendo, que podrían seguir estudiando y que podrían
seguir compartiendo con sus padres. Y aquí concluyo la pregunta número 1”.
Los grandes nos preguntaron también sobre el juego. ¡Ellos
piensan que nuestra vida es solo jugar, jugar y jugar! A veces
tienen razón, pero es que ellos no se dan cuenta de que mientras hacemos otras cosas, nos divertimos y ellos creen que solo
estamos jugando. Mientras estudiamos, jugamos; mientras
ayudamos a la mamá también jugamos y hasta jugamos a la
pandemia y le hemos perdido un poquito el miedo. A veces
cuando hablamos con mis primos decimos que no queremos
ser adultos, porque a ellos se les olvida jugar. Viven muy serios y
tampoco se ríen como nosotros. Ellos dicen que la vida es dura
y que nosotros no entendemos.
Danna Isabella, vive en Bogotá y tiene ocho años. Ella dijo que
quería también contar sobre el juego y antes que le dijeran
algo, ella empezó y contó muchas de las cosas que hacía. Creo
que los grandes no van a entender por qué ella menciona estudiar, investigar los dinosaurios, hacer juegos en francés y en
ciencias. Los adultos creerán que no sabemos qué es el juego,
lo que pasa es que ellos no entienden que el juego nosotros
lo realizamos en todo lo que hacemos, no entienden que para
nosotros el juego es la vida. “Los juegos antes de mi pandemia
eran… piensa, respira y sigue, estudiar, jugar, divertirme con
mi familia… he jugado en mi colegio, y entonces hicimos actividades, como investigar a los dinosaurios y cómo se murieron.
También hacer unos juegos en francés y en inglés y en ciencias.
En el parque jugábamos, correr, atrapadas, escalar la telaraña y
montar los columpios y futbol. En mi colegio, íbamos al parque,
jugábamos, con mi papá íbamos al parque y con mi mamá viajábamos antes de la pandemia, jugaba futbol, ejercicios y también bailábamos danzas, con músicas que ya fue en el pasado”.
Varios querían hablar, todos teníamos cosas que decir, todos
sabemos muchas cosas sobre el juego. Entonces Lilith, se paró y
81
dijo: “Yo soy Lilith Cristancho y tengo diez años. Les quiero contar que el juego antes de la pandemia, cuando yo iba a la escuela, como mi colegio es tan grande pues, había un parque y con
mis amigas ahí jugábamos, jugábamos a pasar el pasamanos,
a veces hablábamos ahí en el parque, corríamos, a veces nos
prestaban pelotas o aros para jugar con ellos. Nos tirábamos
por el tobogán o a veces solo paseábamos alrededor del colegio y hablando. A veces, cuando yo llegaba de estudiar, cuando
almorzaba y hacia mis tareas y hacia mis deberes, salíamos acá
al frente de mi casa y jugábamos con mi primo, con mi prima,
con mi hermano y con mi vecino. A veces con más de un vecino
y jugábamos a las cogidas, al escondite, al futbol, a saltar… y a
otras cosas que ahora mismo no me acuerdo. A veces, venían
mis amigas del colegio o a veces mi vecino venía a jugar en mi
casa y jugábamos. Jugábamos a correr, a juegos de mesa. También en el computador, en la consola, a ver videos y ya”.
Lilith cree que con la llegada de la pandemia ya no hay tantos
juegos porque ya no podemos salir afuera a jugar. A ella como a
muchos de nosotros, le encanta estar afuera. Correr en el parque y sentir el calorcito del sol y ver a otros niños, otras niñas
jugar y reir. Entonces ella dice: “Yo ya no puedo ir al colegio y
ya no puedo ir al parque a jugar con mis amigas, ya no puedo
jugar al frente a las cogidas con mi vecino, con mi hermano y mi
prima, toca estar aquí, encerrados y mi amigo, mi vecino ya no
viene tan seguido a mi casa, no como antes, viene una que otra
vez. Por las tareas mis amigas tampoco vienen. Pues aquí en mi
casa me toca jugar encerrada. En mi tiempo libre, juego más en
la consola, en el celular y en el computador, y una que otra vez
jugamos en la sala con mi primo y con mi hermano a la profesora, a la mamá, a cogidas, al escondite… A veces con una pelota,
no podemos jugar y por eso jugamos en el celular y todas esas
cosas, porque quieren que no hagamos ruido, hagamos silencio, porque a veces gritamos mucho y mi mamá, mis tíos u otro
familiar están trabajando, haciendo tareas y hacemos mucho
ruido y entonces por eso a veces no podemos jugar”.
Lilith solo espera que la pandemia pase y que todo vuelva a ser
como antes. “Que volviéramos a ir a la escuela, que pudiéramos volver a jugar en el parque, que pudiéramos llegar otra vez
a la casa y terminar nuestras tareas y volver a salir a jugar, que
juguemos con nuestro vecino, con mi hermano y con mi prima
afuera a las escondidas como antes, que mis amigas puedan
volver a venir aquí a mi casa, también mi vecino y no estar tanto
pegados ahí en los electrodomésticos”.
Ahora, durante la pandemia, los niños y las niñas hemos descubierto unos juegos que los adultos siempre juegan, pero ahora
lo hacen con más frecuencia y nosotros también los jugamos.
“Ahora juego parqués con mi familia. Mi familia es, mi abuelita, mi tía, mi tío, mi mamá y mi perrita”, dice Danna Isabella e
insiste contándonos de su familia. Parece que ella descubrió el
parqués, pero también descubrió a su familia. A todos nos gus-
ta hablar de la familia, es divertido, todos tenemos una familia
especial. Unos tienen además gatos o perros, que los quieren
tanto que dicen son de la familia. Aveces pensamos que nuestros peluches y muñecos hacen también parte de la familia. Yo
tengo un oso, está viejo y le falta una oreja. Mi mamá le tejió un
chaleco y yo le pongo bufanda. Lo quiero mucho, lo tengo desde que era chiquito y hablo con él cuando estoy triste. Yo pienso que es también de la familia. Y es raro, ahora que lo pienso,
uno cree que la familia vive en un solo lugar, pero muchas veces
el papá no está ahí, él se fue a vivir a otros lugares y hay veces
en las que tiene otra familia. Hay veces que lo de la familia es
complicado, muy complicado…
Danna Isabella cuenta también sobre cómo se imagina que va
a jugar después de la pandemia. Ella lo piensa mucho, pues si
no se sabe cómo va caminar la pandemia y cómo se va a hacer,
ella no ha tenido tiempo de pensar en el futuro. Lo primero que
piensa es en salir. Estar al aire libre, ver el sol y sentir la brisa, estar con sus amigos fuera de la casa. “Estar con mis compañeros,
estar con mi papá, voy a jugar con mis compañeros, voy a volver
a verlos y futbol, ejercicios y también jugar con la telaraña, la
que está en el parque cuando vamos a descanso y también poder estar en el parque, vamos a jugar las cosas que queramos
porque como ha pasado mucho tiempo y no hemos jugado sino
con nuestra familia vamos a jugar con nosotros”.
Bueno, ya nos preguntaron muchas cosas y dijimos muchas cosas. Es nuestra opinión sobre lo que hacíamos y jugábamos durante la pandemia. Son nuestras palabras. Nos hubiera gustado
hablar de otras cosas también. ¡¡¡¡Como nunca nos preguntan,
tenemos muchas cosas que decirles!!!! Por ejemplo, sobre el
miedo que a veces nos da cuando vemos los noticieros y hablan
de tantos muertos y que no hay vacuna, ni remedio para combatir la enfermedad. Nos da miedo y a veces soñamos con eso.
Nos da miedo que los papás se contagien y se mueran, como le
pasó a mi gatico, y que quedemos solos… Nos gustaría hablar
de los amigos del colegio, que no hemos vuelto a ver, ¿qué tal
que ya no seamos los mejores amigos? Nos gustaría hablar de
lo que queremos ser cuando seamos grandes, de la ropa que
nos gusta y la comida que quisiéramos comer todos los días.
Los lugares que queremos conocer y lo que compraríamos si
mi mamá se ganara el Baloto. Sabemos pintar y a veces inventamos historias. Tenemos muchas ideas y podríamos hacer muchos libros con las palabras nuestras, las de los niños y las niñas.
Hasta aquí.
83
Crónicas de una Pandemia
era convivir con la multitud y con la aglomeración como fórmulas existenciales de experiencia social, estar en el comercio se
transformó en la vida en medio de lo masivo.
¡Una bolsita para llevar por favor!
Paisajes del comercio minorista en
tiempos de pandemia.
Andrés Castiblanco Roldán1
Pensábamos al principio que la gran depredación de los mercados minoristas estaba sustentada sobre la expansión de los
grandes hipermercados. Quizá, se asumía que el problema del
comercio se había resuelto desde el siglo XVIII con la premisa
de la mano invisible como esa fuerza fantasmagórica que se
encargaba de decidir quiénes estaban sobre el capital y quiénes
bajo él.
En los últimos meses de lo que ha corrido el año 2020 nos hemos encontrado con nuestros miedos de una manera diferente: el confiable comercio, ese escenario de intercambios, de
regateos, de palabras halagadoras al cliente, pero también de
discusión sobre el precio más alto, sobre la calidad, sobre la
cantidad, llegaron a un punto de paroxismo en que lo normal
De uno de los países más comerciales del mundo llegó un virus.
Quién pensaría que, en un mundo global interconectado automáticamente, digitalmente transformado en una aldea planetaria uno de los intercambios gratuitos que transformaría la
historia de los destinos del mundo sería precisamente no un
intercambio de petróleo, ni tampoco especias, ni tampoco de
tecnología, ni tampoco de materias primas o minerales. Pues
precisamente lo que llegó importado al país fue un virus, no
fueron unas chancletas, no fueron cuadernos, no fueron esferos, no fueron relojes ni prendas de vestir, sino lo que nos
llegó gratis y por mayor y detal directamente de China fue el
COVID-19.
Lo que vamos a ver a continuación es una serie de variaciones
de un mismo ritmo, veremos las formas de un paisaje al cual
todo el tiempo le pasamos por la acera o participamos sin la
conciencia de la forma en que se transformaría, el acto de andar por ahí y entrar a una tienda a comprar, lo que hizo falta
para la cena, la bolsa de leche del desayuno, la empanada del
antojo, la aromática para el frío, esta clase de gestos y rituales
siempre han estado en lo cotidiano y ahora en tiempos de crisis existencial por cuenta de la incertidumbre de un mal que
no tiene cura, por ahora, nos permitirá llegar a la médula de
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Carlos Arturo Reina Rodríguez
las incertidumbres más íntimas, pero también más colectivas
de lo que hemos vivido como especie en los últimos meses. Se
trata de reconocer a través de unas narrativas casuales, desprevenidas, incluso, con un aire de querer narrar lo que pasó
fielmente, más allá de las creencias, nos encontramos frente
a una diversidad de relatos que guardan un punto en común:
la transformación de la vida como la conocíamos la regulación
de sus intercambios como los conocíamos y las posibilidades
de recuperar de nuevo un elemento clave del intercambio del
mercado: la confianza.
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Las tiendas de barrio ya estaban amenazadas por los grandes
comercios, pero no se sabía que iban a encontrar un momento
de crisis al tiempo que, de renovación, una ruptura situacional
con las prácticas sociales con las que constituían su simpatía
con el movimiento y el latir de las calles, con los barrios o la
vecindad, porque el prójimo no implicaba ningún peligro. Pero,
ahora que no nos conocemos inmunológicamente hablando,
entramos a un momento en que los interlocutores se tornan
sospechosos y las experiencias del mercado, sustentadas en
una confianza y una apuesta de ganancia, termina naufragando
o quizá navegando haciendo aguas en un mar de probabilidades lo que implica actualmente sostener un negocio mercantil
de cualquier escala desde las empanadas de la esquina, pasando por los fruteros y los carretilleros hasta llegar a los almacenes de abarrotes y las tiendas de barrio, una fracción más
de una multitud que ya venía fragmentándose por los avatares
de la política sintiendo la desigualdad social al principio, pero
ahora una desigualdad biológica. Dar cuenta de que vivimos en
un país que tuvo que improvisar una disposición hospitalaria
porque no teníamos la capacidad de atender a los enfermos,
ese mismo país es el que dibujan los políticos con la confianza
inversionista que constituye un talón de competencia y monopolización de un libre comercio.
Los siguientes relatos que vamos a anudar giran alrededor del
mes de mayo. Un mes en el que la pandemia estaba posicionada sobre las cifras de muertos, enfermos, desempleados y el fin
de muchos negocios que dependían económicamente de esta
movilidad social. En este breve espacio pondremos el oído al
bajo continuo del comercio y sus relatos, de su antes, durante y
después, de sus viejas costumbres y ahora nuevas, de los viejos
miedos y ahora de los miedos permanentes, así como de la esperanza que se entrelaza cacofónicamente con la experiencia.
Itinerarios y ritmos de una vida tras el mostrador
Colombia es un país de tiendas, donde siempre ha existido una
amplia gama de negocios que surgen del ingenio de la gente,
desde las chicherías coloniales, hasta las fondas antioqueñas
del siglo XIX, la tienda de barrio se ha constituido en un símbolo
del movimiento comercial colectivo más íntimo de los territorios. Encontramos en ella los ritmos de intercambio de los mun-
Crónicas de una Pandemia
dos campesinos, al mismo tiempo que los afanes de las lógicas
urbanas que van corriendo al compás de las necesidades, entre
el ruido del tráfico y los entornos vecinales donde se ha tejido
una relación con un estilo de andar juntos. Desde el acto de fiar
y anotar en el cuaderno, al espacio donde ya entra el datáfono
con su sofisticación y con las entidades bancarias entre la confianza del tendero y el cliente. Es interesante encontrarse con
estos ritmos en lugares tan cercanos como los barrios de las
localidades de Suba y de Kennedy, pero también con negocios
pequeños en ciudades como Villanueva–Casanare o Villavicencio–Meta en los cuales la distancia de la región imprime una
dinámica propia a la angustia de estos escenarios que nos han
permitido recoger estos pequeños episodios de los itinerarios
en medio de esta pandemia.
Itinerarios y ritmos antes del encierro
El ritmo de las tiendas está sujeto a riesgos mayores cuando Corabastos la central de abastos más grande de Bogotá tuvo que
cerrar parcial y totalmente por medidas de desinfección en breves periodos durante los meses de abril y mayo. Gran parte de
las tiendas sufrieron un cambio en sus rutinas pues ir a la gran
plaza, es el viaje obligado cada tercer día en algunas, a diario
en otras para poder abastecer de frutas verduras y legumbres
las pequeñas canastas que se encuentran en los locales. Parte
de este itinerario se comparte con la llegada y circulación de
proveedores de productos procesados y lácteos con sus visitas
a pie o en sus camiones para entregar, negociar o cambiar el
surtido. Los horarios de atención se vieron afectados por las
decisiones de los gobiernos locales sobre las restricciones en
horarios de atención y de abastecimiento. Tomar el pulso a los
ritmos implica medir un antes y un ahora en estos escenarios.
Bueno, normalmente la tienda se abría a las diez de la mañana,
los fines de semana y si no, entre semana se abría aproximadamente a las tres o cuatro de la tarde, y de ahí se procedía a
esperar a los clientes. Los esperábamos y se les atendía con mucho agrado para que estuvieran cómodos, se ponía música, se
conversaba con ellos para que se sintieran a gusto dentro de la
tienda. También hay que notar que la hora de cerrada cambiaba bastante con respecto a los días porque los fines de semana
obviamente la gente salía mucho más y trabajaba y después ya
no tenían que trabajar, entonces asistían mucho más, por lo que
era más beneficioso para nosotros, pero al mismo tiempo tocaba trabajar hasta un horario más pesado, aproximadamente
hasta la una o dos de la mañana, ya que teníamos el permiso
de la Policía, porque normalmente las tiendas tienen que cerrar
a las once de la noche (Tendero, Testimonio número 2, 22 de
mayo de 2020).
Jessica Fernanda Macías nos cuenta un itinerario que vincula
los tiempos de abastecimiento:
(…) para poder surtir y abastecer bien el negocio, nos tocaba
ir día de por medio a la plaza de Corabastos y los proveedores
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Carlos Arturo Reina Rodríguez
igual venían a hacer toma de pedidos. Ya lo que eran productos como granos, leches y carnes, había un proveedor para
cada artículo. Para abastecernos en lo de plaza nos toca ir en
compañía de mi esposo a la plaza de Corabastos; nos íbamos
tipo una y media de la mañana, se hacia la compra de todo, se
recorría la plaza y lo que hiciera falta, ya luego llegábamos aquí
al negocio, se surtían las canasticas y ya. Se abría el negocio, ya
llegaba la gente, compraba, no se manejaba ningún protocolo,
todo el mundo entraba y salía normal. El horario era más extenso, se trabajaba de ocho de la mañana a nueve de la noche en
jornada continua (Testimonio número 4, 21 de mayo de 2020).
Cada negocio, tiene su propio ritmo, aunque podría decirse que
hay un tipo de itinerario común de abastecimiento, como es el
caso de la tienda de la señora Flor en el barrio Acapulco en la
Localidad de Ciudad Bolívar:
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Mi oficio o trabajo antes de la pandemia era levantarme a las
siete de la mañana, organizar lo del congelador y disponerme
para abrir a las ocho, abría a las ocho con mucha normalidad
esperaba el pedido de pollo que llegaba como a las nueve y
media, al señor de la leche que venía todos los días y como a
las diez de la mañana llegaban los víveres que mi esposo había
madrugado a comprar en Corabastos. Había momentos donde
mi esposo se iba y me dejaba sola en la tienda porque yo sola
la podía atender, la gente dentraba con normalidad sin ninguna
restricción y uno de los dos podía quedarse solo en la tienda
y el otro se subía a hacer los oficios de la casa, esto era todos
los días con los vendedores que venían muy frecuentemente y
con entregadores que venían muy frecuentemente (Testimonio
número 6, 21 de mayo de 2020).
En ciudades departamentales como Villavicencio la rutina no era
muy distinta a la de la capital, salvo los horarios de atención que por
el tipo climático facilitan una apertura a tempranas horas en la mañana, como podemos ver en el relato de Diana Yamile Rodríguez:
Bueno, antes de la pandemia, pues habitualmente la visita de los
clientes era de compras literalmente casi siempre de lo básico
y mesuradamente, los horarios que manejamos eran de seis y
media de la mañana a nueve y media y diez de la noche porque
la gente llegaba de trabajar tarde y pues hacia sus compras para
sus recreos y sus onces del otro día. En los horarios más fuertes
durante el día se manejaban de siete a nueve de la mañana y
de doce a dos de la tarde y el otro era como de seis de la tarde
al cierre que era a las nueve de la noche. Se tornaban así estos
horarios porque eran como los puntos claves donde la gente
en la mañana buscaban sus desayunos y sus almuerzos y en
la noche habituaban para hacer las compras del día siguiente.
Las compras eran mesuradas, como le estoy diciendo, por lo
cual la presencia de los clientes era tranquila no era en ningún
momento congestionada en los fines de semana era más que
todo cuando los clientes mercaban sea para la semana algunos
o para la quincena en otra que parte. Aquí, pues antes que la
pandemia, dividíamos en dos los horarios y como la tranquilidad
y los turnos rotativos por la economía pues surgía todos los días
bien habitual no había como así de pronto el tema de escazes
(Testimonio número 10, 22 de mayo de 2020).
Crónicas de una Pandemia
Junto a las tiendas también se encuentran las cigarrerías, tiendas de abarrotes especializadas en dulcería variada, licores y
dependiendo del tamaño charcutería (carnes procesadas y embutidos) ellas son provistas a través de viajes a San Victorino y a
San José: dos sectores centrales en Bogotá. Por ejemplo, donde
se abastece el mercado de granos de dulces y de abarrotes que
llegan directamente de los importadores que los traen de los
container desde las costas del país, como veremos a continuación, las cigarrerías y los locales mixtos de comercio pequeño
tienen una dinámica que no depende de Corabastos, pero que
igual tienen unos ritmos propios. Como nos cuenta Merihan
García:
Iniciábamos con un horario de nueve y media de la mañana hasta las ocho y media de la noche más o menos, es una cigarrería
de venta de dulces y pues fines de semana venta de licor. Antes
de la pandemia lo que se hacía (en ganancias) por el flujo de
gente no era tan bueno, ya que el negocio pues hasta ahora está
iniciando (Testimonio número 5, 20 de mayo de 2020).
Con las cigarrerías nos encontramos con otro tipo de tienda clave en el conjunto cotidiano de los barrios y de las vecindades:
la miscelánea o papelería, un negocio familiar al detal que se
instala al compás de los ritmos escolares de las instituciones
educativas y de los barrios surtiendo hojas, plastilina, cartulina,
esferos, lápices, borradores y lo más importante para estudian-
tes y para vecinos: tener la oportunidad de poder fotocopiar
documentos y con el tiempo imprimir, así como navegar en internet.
Esta serie de servicios consolidados en un solo local tuvieron
una transformación en los cafés internet, así como la integración de puntos de recepción de mensajería y servicio de giros
monetarios que se han venido comerciando desde hace más
de veinte años bajo el modelo de franquicias, de ahí la competencia de Servientrega, Inter Rapidísimo entre otras marcas.
Con el tiempo el auge de las cabinas de llamadas y grandes cafés entró en un proceso de decadencia por la masificación de
las tecnologías digitales (móviles, planes de datos y su posibilidad de almacenar documentos), pero no por ello significó la
desaparición de las misceláneas y las papelerías, que siguieron
prestando este servicio diariamente a universitarios, colegiales
y personas del común.
Con la llegada del transporte interconectado o sistema de
transporte integrado algunas de estas misceláneas cobraron un
tipo de importancia adicional; ya que a sus servicios se añadió
la recarga de tarjetas para el servicio público de Transmilenio y
Servicio Integrado de Transporte (SITP) así que sus itinerarios se
integran a este sistema masivo a través de un ritmo que viene
acompasado por una diversidad de necesidades como lo podemos encontrar en el relato de Isabel Moreno:
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Carlos Arturo Reina Rodríguez
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(…) Iba a San Victorino allí donde surtía todo lo que era lo relacionado con peluches con cosas de cacharrería, pilas, cosméticos y carros, o sea, todo lo de juguetería, la verdad nunca tuve
miedo de ir a San Victorino, ha sido una experiencia muy bonita
para mí porque la verdad es que de esto yo cubro mis necesidades, de esto es que yo saco para sacar a mis hijos adelante
y ha sido durante estos veintidós años, ha sido un negocio que
ha salido a flote, lo de la papelería si me lo traían aquí, o me lo
traen y así ha sido durante mucho tiempo y ha sido muy bueno
mi negocio a pesar de que hay muchas papelerías en este sector.
Bueno, el horario que yo tengo, o tenía, es de nueve de la mañana a nueve de la noche, pero yo abría una hora de seis y media
o seis y cuarto a siete y cuarto cuando los estudiantes pasaban
por la pura mañana a comprar que el lápiz que el borrador que
el tajalapiz, lo que se les olvidara, entonces en esa horita era
muy bueno el movimiento porque los chicos pues normalmente
siempre dejaban todo para lo último entonces que fotocopias
que la impresión, entonces había mucho movimiento en ese
horario, después cerraba a las siete y media y volvía a abrir de
nueve a nueve de la noche, porque yo cuento con el servicio de
Envía, donde hacia envíos y hago recargas del SITP, o sea y el
movimiento del SITP pues como estaba tan bueno el movimiento de Transmilenio la verdad yo hacía muchísima, muchísima recarga del del SITP y de Transmilenio, también hacía fotocopias,
impresiones y tenía mucha clientela por la forma como yo trato
a mis clientes, o sea tengo muchos clientes conocidos desde
hace mucho tiempo y el flujo de clientes era muy bueno porque
pues igual ellos podían entrar a la papelería, yo tenía las puertas completamente abiertas y ellos podían acceder dentro de la
papelería (Testimonio número 8, 21 de mayo de 2020).
Este acercamiento a los ritmos de lo que sucedía antes de la
pandemia permite encontrarse con las diferentes formas con
las cuales los establecimientos organizaban su vida cotidiana.
Lo que vino después sería todo un shock frente a todas las dinámicas sociales ante el advenimiento de un suceso que terminaría cambiando todas las rutinas: desde los momentos de
más estrés de las familias cuando se tenía los itinerarios con los
hijos, las escuelas, las loncheras con desayunos. De la misma
forma tiendas, cigarrerías y papelerías ven una transformación
completa de los flujos que habían conformado su normalidad.
La vida cotidiana era la escala normal de las acciones y las hablas, es algo a lo que pocas veces le tomamos pulso porque es
tan natural que no la vemos pasar.
Entonces estas memorias de pandemia permiten encontrarnos con las transformaciones de los tiempos más tórridos, de
los cambios que han ocurrido con este fenómeno mundial,
pero a su vez también nos permite dar con esas prácticas cotidianas, con esas rutinas y esos rituales que acompañaban
la vida y se asimilan a un compás rítmico y sutil, que era el
bajo continuo de una sinfonía que permanentemente sonaba en las ciudades, en los campos, en las provincias y en los
municipios.
Crónicas de una Pandemia
Itinerarios y ritmos bajo las lógicas del encierro y la asepsia
Desde mediados de marzo itinerarios y ritmos entraron a un
proceso de mutación en las ciudades. Las tiendas en principio
tuvieron que cerrar mientras podían pedir permiso a salud pública para volver a abrir sus puertas, en ese momento los primeros establecimientos que tuvieron que desarrollar rápidamente
la implementación de un protocolo sanitario fueron los grandes
establecimientos o superficies. Estos grandes supermercados
tuvieron que ejecutar unas medidas de aseguramiento muy rigurosas y extremas para poder volver a ofrecer sus servicios.
Las determinaciones de los gobiernos autorizaron máximo el
30% de aforo por cada establecimiento y esto implicó cerrar
las puertas, para convertir estas entradas gigantes que antes
permitían entrar de manera masiva a comprar, donde la lógica
de la aglomeración era parte de la rutina, comenzaron a convertirse en puertas abatibles de las cuales solo por una se entraba y por otra se salía. Donde no había contacto entre nadie,
ya no había conversaciones sobre: qué era mejor comprar, o
qué recomendación era mejor entre fruta y fruta, qué legumbre servía para una cosa, o simplemente los buenos saludos
entre vecinos conocidos de conjunto, gente del barrio que se
saludaba y charlaba con el otro sobre qué venía a comprar o
qué le recomendaba comprar, qué estaba barato y qué estaba
muy caro qué está en cosecha y qué no.
Esta serie de conversaciones se fueron archivando para dar
paso a unos silencios y unas miradas apenas que rasguñaban
la amabilidad para evitar que fuera un intercambio frío. Unos
mandados rápidos, transacciones sin demora en incluso al principio con un poco de angustia. Finalmente, con la llegada de la
pandemia la desconfianza se instaló en cada rincón de la ciudad, incertidumbre por quién estaba mercando al lado, por un
tendero que tenía contacto constante con personas todo el día,
por las superficies que también transmitían el virus y por los
billetes que también hacían parte de esa cadena de infección
y muerte.
Todo se convirtió en muerte, también por los conteos incesantes de los medios, en un momento dado desde las chapas de
las puertas hasta el dinero de cambio que daba el cajero podían
ser susceptibles de contagiarse, también en noticieros se recomendaba pagar solo con tarjeta, algo impensable para tiendas
de barrio y negocios pequeños, y en ese momento las dinámicas definitivamente del mercado cambiaron, mientras las tiendas minoristas se preparaban para aprender esos protocolos.
Se puso de moda en el paisaje de las tiendas y de supermercados las vitrinas atravesadas en las puertas para impedir el acceso, cadenas con frascos de antibacterial accionados por pedal, el uso masivo de termómetros láser digitales, que vale la
pena reconocer que los fabricantes de estos equipos en este
momento son millonarios, ya que se disparó la venta del ter-
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Carlos Arturo Reina Rodríguez
mómetro que no tiene contacto con el cuerpo que al principio
se usó directo a la frente y las cienes, pero que, por los vídeos
de YouTube, señalaron que si le disparaban a la gente ese rayo
de medición de temperatura les iba a dar cáncer en la cabeza.
Con estos rumores la gente comenzó a dejar de prestar su frente para tomar la temperatura y empezó a mostrar su muñeca.
Junto a todo esto: termómetros, tomas de temperatura, rociadas de alcohol antiséptico (otra industria en opulencia) y con la
toma de datos, se comenzó un registro, una forma de conteo
que se masificó.
Antes las personas tenían recelo de dar el teléfono y la cédula
a un desconocido, ahora se volvió una obligación y tienes que
dar tu cédula, teléfono y si puedes tu dirección porque si tú te
enfermas tienen que registrar todos los contactos posibles que
hayas tenido, para cerrar el cerco epidemiológico. Medida que,
en el momento en que se escribe esta crónica, se va relajando
en este país tropical, de tal manera que esta transformación de
ritmos itinerarios comienza por impactar a las grandes superficies mientras las tiendas se preparan para su cambio.
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Carolipo Camacho es gerente de una sucursal en el barrio Patio
Bonito Localidad de Kennedy de una conocida cadena de supermercados grandes llamada Surtimax, filial de los hiper almacenes Éxito. Sobre sus itinerarios nos cuenta:
Con la pandemia manejamos un protocolo, pues de bioseguridad, pues el gel a la entrada de las puertas principales de
los almacenes, ahí está el vigilante tomando la temperatura
aplicándole gel a los clientes, tenemos un cupo de personas que
pueden estar adentro, no puede estar todo el personal adentro, el ingreso de los niños es restringido. Tenemos un horario
especial para las personas, para las mujeres embarazadas y las
personas de mayor edad, que es de las siete de la mañana hasta
las ocho y media de la mañana, ingresan esas personas, después
de las ocho y media pues se atiende todo el público, estamos
trabajando hasta las siete de la noche, se ha restringido el horario también y pues, con la pandemia pues, ¿qué nos ha dado a
saber?, que tenemos que trabajar con la seguridad y pues evitar
el contagio y pues, la cadena Éxito nos ha dado muchos implementos de seguridad para los empleados, como gel, tapabocas,
guantes, gafas, unos acrílicos en los puestos de pago para que
el cajero no tenga casi contacto con el cliente, y pues eso es lo
que estamos tomando ahorita (Testimonio número 11, 20 de
mayo de 2020).
Así como este caso los hipermercados implementaron en un
principio horarios para las personas de la tercera edad, mujeres
en embarazo y personas en condición de discapacidad, tuvieron que experimentar de manera masiva los cambios para mantener permanentemente la oferta de abastecimiento que en un
principio se veía afectada antes del encierro total por cuenta de
hordas de clientes que se aprovisionaban de hasta diez cantidades por producto, dejando un panorama al principio de es-
Crónicas de una Pandemia
tantes desolados. Así lo recuerda Diana Yamile Rodríguez quien
atestiguó este desenfreno en su establecimiento:
(…) cuando empezó la pandemia fue un revolcón de estrés, pues
la gente obviamente se volcó a comprar, a llenar sus canastas y
a abastecerse al máximo como tenderos sufrimos la parte digamos de comprar el mercado bastante caro en los puntos mayoritarios pues porque era excesivamente el cobro que estaban
haciendo en la canasta familiar y de igual manera nos tocaba
vender a como comprábamos entonces era desesperadamente
la manera como la gente estaba comprando y estaba empezando como a tomar la situación en medio del pánico y del miedo
para abastecer sus hogares obviamente (…) (Testimonio número
10, 22 de mayo de 2020).
Al mejor estilo de película de pandemia parecía que la ficción
del cine se transformaba en la ficción cotidiana y se estaban
prácticamente saqueando estas grandes tiendas. Actualmente
y con el paso de los tiempos pandémicos se reguló el abastecimiento y lo que se creo fue un sistema de medidas que transformaron las mediaciones de estas prácticas.
En lo que respecta a las tiendas, sus ritmos e itinerarios terminaron transformados por las medidas sanitarias, en franca imitación del modelo de las grandes superficies con las respectivas
escalas, sin contar que las papelerías que estuvieron cerradas
totalmente y parcialmente las que ofrecen varios servicios,
hasta el mes de septiembre cuando oficialmente se dio reaper-
tura al comercio. Sobre las tiendas encontramos relatos diversos, por ejemplo, Jesica Fernanda Macías tendera del barrio el
Triunfo nos cuenta:
Bueno la verdad ha cambiado mucho, para poder abastecer aquí el
negocio. Primero, los proveedores ya no nos visitan, algunos cerraron
sus empresas, otros solo nos llaman y nos toman pedido por teléfono,
las promociones de pronto, las ofertas las arrojan igual por teléfono. En
el caso de la ida a Abastos, a Corabastos, nos toca coincidir con el pico y
cedula, que pusieron allá en la plaza, entonces, digamos como requisito,
exigen obviamente entrar con su tapabocas, con sus guantes y ya las
personas que quieran entrar con su traje completo de bioseguridad.
Es complicado porque para poderme transportar, mi esposo es el que
me lleva, entonces es difícil, porque a veces el número de cédula no
nos coincide, en el momento, solo podemos ir a Corabastos los dos,
dos días en la semana (…) ya los proveedores los señores que traían la
leche, vienen día de por medio, manejan igual su protocolo y entran
con sus guantes, con su tapabocas (…) (Testimonio número 4, 20 de
mayo de 2020).
Las transformaciones en los ritmos han sido percibidas en diferentes formas, pero con itinerarios comunes en las tiendas de
barrio, así como lo relata este tendero del barrio Suba Rincón:
Las ventas se han disminuido mucho, al tomarse las medidas
correspondientes con respecto al coronavirus, no se puede abrir
el establecimiento, entonces nos hemos tenido que acostumbrar a ello. Hemos hecho panfletos para dar nuestro número y
así poder llevar domicilios, y muchos de los clientes saben dónde
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Carlos Arturo Reina Rodríguez
vivimos, entonces nosotros les podemos vender mercancía para
que ellos mismos lo lleven, obviamente teniendo todas las medidas de precaución, entregándoles en bolsas esterilizadas, utilizando guantes, utilizando tapabocas y una careta y tratando
de tener cuidado, siempre a qué personas uno está atendiendo
(Testimonio número 2, 22 de mayo de 2020).
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La pandemia trajo consigo una serie de rituales que en primer
lugar consisten en las formas con las cuales se aíslan las personas, así como los lugares. La estrategia pedagógica de los nuevos códigos sociales se basa en la repetición de estos gestos,
movimientos y actitudes de asepsia que son requeridos para
ingresar a los establecimientos, así como la limpieza constante
y la desinfección de las superficies, al ser nuevos estos rituales
se convierten en rutinas con las cuales es necesario un proceso
de adaptación. Para este momento en que se toma el pulso a
través del testimonio de tenderos y tenderas es interesante encontrar que es en sí mismo ese espacio de transición a “la nueva normalidad” con sus costumbres de asepsia y la salubridad
como principios fundamentales de las relaciones no solamente interpersonales, sino con los lugares donde apenas meses
antes, se frecuentaba antiguamente de manera desprevenida.
Como lo señala Jessica Fernanda Macías:
Yo procuro que toda la gente que ingresa entre con el tapabocas, y si no lo traen, los atiendo, pero que estén en la parte
de afuera, que no ingresen, preferiblemente solo dejo entrar a
dos personas y, si vienen de una misma familia solo que entre
una persona, la idea sería poner el gel antibacterial al ingreso
para que la gente pues cuando llegue se aplique y también pues
cuando se vayan, nuevamente se apliquen. El aseo del negocio
sería, pues se hace la verdad todos los días, pero ya debemos esperar a ver qué nos dicen los señores de sanidad, a ver si debemos de hacer aseo digamos más veces por día ó si debemos de
utilizar más hipoclorito, o de pronto algún otro líquido, algún
otro implemento que ellos requieran, de pronto a la hora de
vestir que nos exijan una careta o utilizar guantes, bata o cierta
vestimenta adecuada, pues para atender a las personas (Testimonio número 4, 21 de mayo de 2020).
Junto a los rituales, se encuentran las consecuencias en las rutinas, como lo muestra el testimonio de Flor el cual permite ver
de cerca la transformación de las costumbres en las rutinas de
su negocio:
Durante la pandemia mi oficio cambió totalmente, ya no me
levantaba a las siete sino a las ocho, ocho y media porque las
ventas se bajaron impresionantemente, entonces ya me levantaba a las ocho y media, abría sobre las nueve de la mañana y
ya empezaron a exigir los tapabocas, los guantes, ya empezaron
a hacer fila en la puerta y solo dentraba de a una persona,
teníamos que usar alcohol y gel. Los vendedores dejaron de
asistir y duramos más o menos como un mes que no venía
ningún proveedor a ofrecer los productos, por esta razón empezamos a tener la necesidad de traer más cosas de abastos,
ya no iba solo mi esposo a abastos, sino tenía que ir con mi hijo
Crónicas de una Pandemia
para que le ayudara a hacer fila en los lugares donde había mucha concurrencia para que le alcanzara a mi esposo el tiempo
para poder mercar, porque si él se demora mucho mercando el
carro que nos trae los víveres arranca y nos deja el mercado tirado en abastos, entonces ya teníamos que pagar dos pasajes más
para que mi hijo le ayudara a mi esposo, el señor de la leche ya
no vino todos los días, sino dos veces por semana, el señor del
mercado no iba todos los días, sino dependiendo de las normas
que colocaban en abastos él podía ir, entonces era más difícil
mercar (Testimonio número 6, 21 de mayo de 2020).
La adaptación también tiene su lado positivo en algunos casos,
mientras que para algunas tiendas fue fundamentalmente una
dificultad la transformación de sus rutinas e itinerarios de abastecimiento, para otros establecimientos ha sido una oportunidad para transformarse y, si se puede decir de este modo, sacar
provecho a las vicisitudes que se han presentado mientras en
algunos negocios su potencial está en la presencialidad y por
la clase de productos está el tipo de procesos que implica una
posible comercialización a distancia y también se encuentran
tiendas que se benefician de las operaciones a domicilio y que
finalmente pueden potenciar las formas de trabajo y de comercio que habían conocido antes.
Este caso lo encontramos en Merihan García y su cigarrería en
Villas del Dorado en la Localidad de Engativá:
Nuestra actividad durante la pandemia realmente ha mejorado, ya que los estudiantes ya no están, entonces ese flujo de
gente disminuyó, pero tenemos otra ventaja que es el Efecty
que ahora la gente pues hace fila como tiene que hacer, una
fila para mantener su distancia entonces el tráfico de gente nos
ha mejorado bastante, ya que tienen que hacer la fila y quedan
al lado de nuestro negocio. Eso genera que ellos se acerquen a
nuestro local y pues se generen más compras. Eso nos ha ayudado bastante. Por eso han sido mejores las ventas durante la
pandemia, ya que eso nos ha ayudado bastante. Otro factor
que nos ha favorecido es que hay muchos locales que no han
abierto. Nosotros siempre mantuvimos nuestro local abierto.
Obviamente manejando nuestros protocolos de seguridad, que
es el uso del tapabocas, el gel antibacterial y pues que nuestros
clientes manejen la distancia que deben tener. (…) En cuanto el
factor de surtir nuestra tienda, sí ha cambiado un poco, ya que
los proveedores no pasan con la misma frecuencia que pasaban
anteriormente (Testimonio número 5, 20 de mayo de 2020).
Las circunstancias varían de caso a caso, aunque los caminos
de la desinfección y las medidas de salubridad son comunes en
todos, cada paisaje tiene sus propias características y matices,
las misceláneas llevaron un mal rato, pues para surtir dependían del mercado mayorista del centro también cerrado. Como
lo comenta Isabel Moreno, propietaria de una miscelánea en el
barrio Bolivia hace veintidós años en la Localidad de Engativá
las ventas de juegos de mesa y de azar se dispararon por el en-
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Carlos Arturo Reina Rodríguez
cierro, pero el surtido se agotaba en tanto que la posibilidad de
reabastecer se veía lejana:
(…) ahoritica no puedo ir primero porque pues igual yo creo que
hay muchos locales que están cerrados en el centro y segundo
pues por el temor, el miedo de uno infectarse o de pronto también por la inseguridad, ¿no?, hay mucho ladrón, hay mucho,
mucho delincuente en el Centro porque como está todo el comercio cerrado, entonces hay peligro por lado y lado entonces por
eso no he podido surtir (…) ya las vitrinas prácticamente están
desocupadas porque en el momento de la pandemia todo mundo quiso comprar juegos, para ponerse a jugar juegos de mesa,
entonces pues todo eso lo terminé y ya tengo las vitrinas casi
que desocupadas y pues la papelería gracias a Dios (…) cuando abrieron, habilitaron, ya compre papelería, tocaba ir, pedirla
por teléfono e ir por ella, ósea ha sido un cambio terrible pero
pues ahí, igual estamos surtiendo y empezando otra vez como
de ceros prácticamente (Testimonio número 8, 22 de mayo de
2020).
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Editar la pandemia trajo consigo transformaciones en las prácticas, los rituales y en los itinerarios porque cambió la forma de
moverse y de acceder a los servicios de las tiendas a los abarrotes a las diferentes dinámicas que se presentan, en el comercio
en este caso el comercio minoritario. Entretanto, los titulares
y los medios de comunicación viven pendientes de los centros
comerciales mirando, con base en esas grandes estructuras,
dónde se concentra el comercio minorista de franquicias al momento de que la reactivación económica recupere la economía
del bajón que está viviendo. Mientras tanto, los sectores comerciales de cielo abierto los comercios minoristas las tiendas
denominadas de esta manera qué puede pensarse desde la cigarrerías pasando por los Fruver las cacharrerías las ferreterías
las misceláneas son parte de todo un ecosistema social que ha
tenido que transformar sus nichos para encontrarse de otra
manera con sus comunidades beneficiarias pero estas prácticas y estos itinerarios vienen a juntarse con miedos antiguos
con la inseguridad online equidad social con las garantías cada
vez más cerradas para los pequeños comercios cada vez más
cargadas de impuestos y obligaciones mientras el gran capital
de centros comerciales gigantes y transnacionales sigue siendo
cuidado celosamente por el Gobierno y sigue siendo curiosamente preservado para los bancos y para las grandes corporaciones internacionales que tienen inversiones en el país lejano
está el ejercicio de un estado de derecho que garantice equidad
y reparación para los sectores que están aquí para el comercio
que hay es parte de las capas populares de la población en todas las ciudades del país.
Crónicas de una Pandemia
A manera de epílogo: los paisajes del comercio informal siguen
siendo luchas por el espacio
Para cerrar este apartado de relatos, se esbozarán dos breves
testimonios de vida de vendedores informales, de personas
que viven del ambulantaje o el comercio informal como llaman
popularmente a esta forma de subsistencia que irónicamente
es perseguida por el Código de Policía, pero que irónicamente
hace parte de la legalidad de las cifras del Departamento Nacional de Estadística–DANE, sobre la ocupación en el país.
Sin querer ahondar más en la constante desventaja que han
vivido los vendedores informales en las ciudades de Colombia,
vamos a tomar dos protagonistas que permiten encontrar la
médula de sus rutinas, pero también de sus sufrimientos en
estas pandemias. A partir de ellas, los lectores sacarán sus conclusiones sobre cuál ha sido el papel de la gestión estatal sobre
una emergencia sanitaria que no solamente está revelando la
inequidad social enorme del país, sino la incapacidad de empatizar y desarrollar un proyecto de nación donde todos tengan
su lugar.
En Villanueva Casanare, vive el señor Rolando Pérez quien es
vendedor ambulante de aromáticas, tintos y comestibles. Madrugador de oficio desde las cinco de la mañana está en pie
preparando su jornada que se marca por un recorrido por toda
su clientela en Villanueva.
Luego de mi recorrido por Villanueva, de acuerdo a la cantidad
que me quede, sigo recorriendo calle a calle, barrio a barrio,
hasta poder culminar y vender todo lo que tengo en mi termo
lo que me entrega la señora con la cual trabajo, porque la tarea es vender todo, porque mientras más venda más va a ser
el porcentaje, ya que con eso, bueno, es que nosotros estamos
cubriendo nuestros gastos de arriendo y de comida, con eso es
que nos mantenemos, de acuerdo a las ventas, las ventas antes
de la pandemia, bueno, eran buenas, se llevaba uno un buen
porcentaje se vendía sus cuarenta, sus cincuenta bolsas de envueltos (…) (Testimonio número 7, 22 de mayo de 2020).
Pero sus itinerarios cambiaron y con ellos la situación frente a
su cautiva clientela que disminuyó el 50% cuando se pudo reactivar en sus recorridos ahora exhaustivos por cuenta del bajo
nivel de ventas.
Durante la pandemia me ha tocado un tanto dura la situación, ya
que estuve un mes sin trabajar, sin recibir ningún tipo de ingreso
y no es nada fácil, ya que cuento con mi familia, con un niño de
meses que necesita consumir, su leche, tener su buena alimentación usar sus pañales, además de todo, he ido acumulando una
deuda por arriendo, de la casa en la cual estamos habitando, el
cual se ha ido incrementando poco a poco, los meses van pasando y solamente lo que me alcanza es para cubrir mis gastos de
alimentación por no poder trabajar con regularidad o normalmente (Testimonio número 7, 22 de mayo de 2020).
Aunque en su relato no hay huella de indignación, Ronaldo es
subempleado de alguien más, esto quiere decir que no tiene ga-
97
Carlos Arturo Reina Rodríguez
nancias absolutas, sino como gran parte de los ambulantes del
país. Incluso de los empleados formales, él es un trabajador tercerizado, que puede cambiarse con facilidad, porque como dicen en la calle: “lo que usted no va hacer por cinco mil pesos
un venezolano lo va a hacer por un agua de panela con queso”.
Un pasaje verbal que se ha convertido en refrán en las calles de
nuestras ciudades.
En Bogotá la situación sigue el mismo rumbo. Don William es
vendedor ambulante del barrio San Cristóbal, en cercanía del
Hospital Cardio Infantil, hace diecinueve años de los cuales ha
trabajado diez de día y nueve de noche, él trabaja “en socia”1
en la chaza2, como llama a su negocio de comestibles en el que
ofrece desde empanadas hasta bebidas como café y aromáticas. Su itinerario es veinticuatro horas en que cambian de turno con su socio a partir de las cinco y media de la tarde hasta
las seis y media de la mañana y se cambian. Sus dolores son los
que caracterizan a los vendedores en esta condición:
98
Aunque el Gobierno hay veces que dice que eso es ilegal, pero
no, eso es un trabajo normal y mucha gente vivimos de eso,
cualquier cantidad en Bogotá vivimos de eso. Entonces, pero el
Gobierno siempre tiene eso de que no, y nunca nos lo han legalizado, ¡pero!, de cuándo en cuándo el Gobierno dice que nosotros figuramos como empleados, pero mentiras, usted va por
ejemplo, usted va a un banco a sacar un préstamo, a usted nunca le dan un préstamo porque usted figura como desempleado,
eso es lo verraco de usted ser vendedor ambulante (Testimonio
número 9, 20 de mayo de 2020).
Estuvo confinado durante cincuenta días, haciendo los oficios de
la casa porque su esposa que trabaja en una empresa pudo mantener su puesto y mantener todo el hogar con el salario mínimo,
el aburrimiento para un hombre acostumbrado a las charlas en
las noches con sus clientes entre acompañantes y médicos, tenía que estar confinado en su pequeño arriendo, lejos de la calle
pues, para su salud era mejor no enfermar. El regreso a su negocio ha sido desafiante porque la gente prefiere tomar cualquier
medicamento antes de ir a una clínica a contagiarse del virus:
(…) si atendían trecientas personas, están atendiendo treinta
o cuarenta personas porque a la gente le da pavor ya entrar a
una clínica, tiene que estar es ya usted muriéndose para usted
ya llegar a una clínica; ya que se enferme del COVID va, pero
que usted tenga una enfermedad así, no, eso toman en la casa
cualquier pasta, pero llegar a la clínica, no llegan. Entonces está
muy verraco, porque como le digo si usted se vendía doscientos
mil, no se vende ni cincuenta mil, pero entonces se hace pal’
diario, y tocó salir y toca hacerle, tener cuidado es la única (Testimonio número 9, 20 de mayo de 2020).
Con estos testimonios cerramos este apartado de relatos donde se buscó bosquejar apenas un fragmento del paisaje social
1. Refiere a asociado con una actividad.
2.Refiere a la forma coloquial para referirse a la apropiación de la palabra del vendedor informal respecto a su negocio.
que se ha consolidado en estos tiempos de pandemia. Como se
sabe, los paisajes están consolidados por los signos, los ritmos,
las formas y los individuos que constantemente están existiendo en una relación directa con sus territorios a través de su
vida. Al mismo tiempo, es un espacio de observación y percepción de quienes pueden tener la oportunidad de distanciarse y
poder ver un panorama social como el que estamos presentando en este momento.
Los casos de estos dos vendedores ambulantes se configuran
en un epílogo de lo que está sucediendo actualmente en Colombia, incluso en Latinoamérica, con respecto al comercio y
a lo que los gobiernos han llamado “la necesidad de la reactivación de los sectores económicos”. Si bien la crisis económica
y social ha tenido un costo vital significativo, también es cierto
que la forma de reaccionar frente a los temas económicos ha
sido un punto débil en los gobiernos de la región.
Es posible que la incertidumbre siga siendo la noticia de primera
plana en el día, junto a todas las violencias políticas y estructurales que han acompañado históricamente al país. Seguiremos
en un constante latir comunicativo de informaciones cotidianas de nuestra desgracia cómo nación, intercalándose con las
incertidumbres de mensajes encontrados disputas científicas y
multilaterales, y números a veces vacíos que cuentan nuestros
muertos y víctimas en estos tiempos de pandemia. Vale la pena
cerrar con estas palabras de don William frente a lo que depara
el futuro como resumen de nuestro estado de expectativa entre la ilusión y la desesperanza:
Ya no va a ser igual (…) se hace pa’ vivir, pa’ sobrevivir, pero que
haga uno bien como íbamos, la plata que se hacía, ya no va a ser
igual, nunca en la vida, no en mi sector, ni en muchos sectores
de la economía va a ser asi. En unos cuantos años se normalizará
(Testimonio número 9, 20 de mayo de 2020).
Referencias
Testimonio número 2. Tendero anónimo–Suba Rincón. Tomado
por Gabriela Liseth Ladino Valbuena, 22 mayo de 2020.
Testimonio número 4. Jesica Fernanda Macías–El Triunfo. Tomado por Sebastián Mora Sabogal, 21 mayo de 2020.
Testimonio número 5. Merihan García–Villas del Dorado. Tomado por Julián David Pinilla, 20 mayo de 2020.
Testimonio número 6. Doña Flor, Ciudad Bolívar–Acapulco. Tomado por Rubén Darío Pulido Castellanos, 21 de mayo de 2020.
Testimonio número 7. Ronaldo Pérez–Villanueva Casanare. Tomado por Edwin G. Quesada Cárdenas, 22 mayo de 2020.
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Carlos Arturo Reina Rodríguez
Testimonio número 8. Isabel Moreno–Bolivia. Tomado por
Christian G. Ramírez, 22 de mayo de 2020.
Testimonio número 9. Don William–San Cristóbal Hospital Cardio Infantil. Tomado por Iván Darío Pulido Castro, 20 de mayo
de 2020.
Testimonio número 10. Diana Yamile Rodríguez–Villavicencio.
Tomado por Sandra Sofía Rivera Nossa, 22 mayo de 2020.
Testimonio número 11. Carolipo Camacho–Almendros–Patio
Bonito. Tomado por Brayan Andrey Sáenz Fonseca, 20 mayo de
2020.
100
prevenidos, por una actitud constante de acecho, como esperando a que algo inesperado suceda… y así fue.
Tras la ventana y hacia la calle, las miradas
del confinamiento.
Los espacios y el habitar durante
la pandemia
Luisa Fernanda Cortés Navarro1
Ventanas adentro suceden muchas de las experiencias más significativas de la existencia humana, sin embargo, debido a nuestro
agitado ritmo de vida, la calle —como metáfora de la vida pública— se había convertido en el escenario privilegiado de buena
parte de nuestras interacciones culturales, afectivas, laborales,
académicas y de ocio. Habíamos naturalizado el ruido, la polución, la velocidad constante, la prevención ante el desconocido
y esa inquietante zozobra ante lo que pudiera sobrevenir cada
día tras cruzar el umbral de nuestro hogar. En Bogotá, tal como
sucede en otras urbes con una movilidad caótica, nos hemos caracterizado por estar siempre de afán, por ser exageradamente
De repente, con la epidemia por la COVID-19, la calle se nos
presentó como campo vedado, esa misma calle que habitábamos con frecuencia, que había servido como escenario de la
vida social bogotana, de las marchas, los carnavales y comparsas hace tan solo pocos meses, se volvía escenario de control
y restricciones a la movilidad, de aislamiento preventivo y cuarentena. Ante la inminencia del ataque de un diminuto nuevo
enemigo, cesó el bullicio de la calle del barrio, se cancelaron
encuentros entre amigos, se apagaron las risas infantiles en
parques y colegios. Se fracturó el vínculo social y la cercanía,
el saludo de mano, el abrazo y el detenerse a dialogar con los
vecinos, se convirtió en una licencia con los minutos contados.
¡Debían contarse hasta los metros de distancia!
Esta crónica, es un recorrido por diversos testimonios que narran las experiencias y la forma en que hemos tramitado la nue-
1. Licenciada en Ciencias Sociales, magíster en Investigación Social y Candidata a
doctora en Estudios Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas.
Investigadora invitada del Seminario Interinstitucional de Historia de las Juventudes
Latinoamericanas (SIHJ) del Instituto José María Luis Mora–México. Investigadora
del grupo “Observatorio de Niños y Jóvenes (ONIJO)” y docente del programa de
Comunicación Social y Periodismo de la Universidad Distrital. Correo electrónico:
lfcortesn@udistrital.edu.co
101
Carlos Arturo Reina Rodríguez
va realidad que se cierne sobre nosotros y que a través de la
metáfora del espacio, nos permite dilucidar los trayectos posibles entre la movilidad reducida, el habitar en cuarentenas
físicas y emocionales, el aislamiento preventivo y las economías
de contingencia, que vislumbran, no solo los contrastes en los
usos posibles del espacio público y el privado, sino las diversas
condiciones durante el encierro, el hacinamiento, la estigmatización, la marginación sectorizada y las
(…) Condiciones económicas que han llevado a que exista un
grupo de personas, que no es que quieran salir y ponerse en
riesgo, sino que no tienen opción… hablamos del ejercicio de
las libertades y de los derechos, ya no solo en el marco de la
pandemia, sino en cómo hemos dejado acumular tantas situaciones sociales, que hacen que hoy no exista la posibilidad para
muchas personas de quedarse en casa y prácticamente tener
que elegir entre salir y contagiarse o quedarse en casa y morirse
de hambre (Testimonio de Andrés Nieto, 13 de mayo de 2020).
Condiciones extremas que son en muchos casos, males endémicos de nuestras sociedades, a los que la pandemia solo les
dio una mayor visibilidad.
Una mirada ventanas adentro: el confinamiento repentino
102
Esta inesperada emergencia y las dificultades para contenerla, —dada la naturaleza de intensa movilidad e intercambio del
sistema global—, removió las certezas con las que pensábamos
que las grandes crisis epidémicas, eran cosa del pasado2; un
pasado que retornó como sentencia y que a través de la COVID-19, colocó nuevamente en tensión el delicado balance biológico y social de nuestra existencia, las formas de interacción
que habíamos naturalizado y el uso de los espacios que habitábamos de forma transitoria y permanente.
Del rápido avance de la epidemia se venía hablando desde finales del año 2019, empero, el tema se instaló con fuerza en
nuestras conversaciones más espontáneas, sobre todo a partir
del viernes 06 de marzo, día en el que su presencia se hizo patente en nuestro territorio nacional y que el primer caso nos
acercó a esa realidad que antes veíamos remotamente a través
de las imágenes que, desde Asia o Europa, nos mostraban los
infructuosos esfuerzos por contener este nuevo virus. Recuerda la doctora Guzmán que:
Al tiempo que llegaban los primeros casos de coronavirus al
país, llegaban también los primeros testimonios de nuestros colegas en Europa y los chats de los médicos empezaron a reventar
en el teléfono. Mi hermana, que también es médica, me decía
“Colapsó el sistema médico en Italia”, “los médicos están sobrepasados”, “están haciendo medicina de guerra” y llegaban
los vídeos de los médicos angustiados, algunos hasta llorando.
Y nos dio miedo… aunque teníamos el antecedente de haber
2. Según el Informe del Índice de Riesgos Globales–2020, que mide diversas amenazas en términos de probabilidad e impacto, ubicó el riesgo epidémico en el lugar
nueve de diez posibles.
Crónicas de una Pandemia
vivido la infección de H1N1, que en años anteriores no había
sido tan impactante y creíamos que era poco probable que esta
llegara a ser una epidemia de grandes proporciones acá en el
país (Testimonio número 1, 11 de junio de 2020).
Sin embargo, con el paso de los días, la Organización Mundial
de la Salud declaró el virus como Pandemia y con esta designación llegaron las medidas de contención y punición por
parte de los gobiernos, que en la mayoría de los casos indicaron restricciones a la movilidad, aislamientos preventivos y la
declaratoria de cuarentena en ciudades y pueblos. Recuerda
Cristian Camilo Toledo:
Las calles se empezaron a colocar solas… nosotros siempre permanecíamos en las calles de Bogotá haciendo las visitas y las reuniones con los clientes, y empezamos a notar unos cinco o seis
días antes de que se levantara la primera cuarentena, el simulacro de cuarentena pues, que las calles se empezaban a colocar
solas… Calles como la 72 con Carrera Séptima, que es de lo más
concurrida en Bogotá y que es como el centro de negocios de
Bogotá, estaba tal vez a menos del 50% de su normalidad. Los
bancos estaban solos también, era muy extraño en esa zona que
un banco estuviera solo. Y fue una transición de un día para otro
(Testimonio número 2, 13 de junio de 2020).
Aconteció un confinamiento repentino que, en cuestión de
días, desaceleró nuestro frenético ritmo de vida, nos llevó a
una ruptura de rutinas y al reacomodamiento de la vida social
en todas las escalas. Nuestras actividades diarias, que antes se
desarrollaban en múltiples espacios, pronto nos llevaron a una
gimnástica labor de yuxtaposición de roles y funciones,
tal vez antes, el tener cada actividad en un lugar diferente me
permitía atender de una mejor manera a todos mis roles… Pero
ahora todas las responsabilidades se dan simultáneamente en
el espacio de mi hogar y esto ha implicado algunas dificultades
de adaptación y desde luego que también me ha implicado un
ejercicio de mayor creatividad para poder solventar todas estas
actividades simultáneamente (Testimonio piloto, 13 de mayo de
2020).
En la metamorfosis acelerada de los primeros días de cuarentena, el aislamiento supuso una desterritorialización de los
espacios educativos, de ocio, de interacción cotidianos y los
espacios privados del hogar se transformaron en salones de
clase, oficinas, patios de juego, call-centers, espacios de entretenimiento y demás demandas de la vida pública, en tensión
constante con la vida hogareña, en donde tal como señala Azucena Sánchez (2020):
las discusiones se dan, porque, por ejemplo, el uno incomoda
el otro con no sé, haciendo ruido ese tipo de cosas, que si con
el televisor, o prende música, mientras el otro está trabajando,
tratando de estudiar y así… Pero hemos tratado de distribuirnos
en los diferentes espacios de la casa (Testimonio 1, 22 de mayo
de 2020).
Distribución espacial que en muchos hogares reconfiguró paralelamente los tiempos y las responsabilidades de sus integran-
103
Carlos Arturo Reina Rodríguez
tes, tras difíciles procesos de negociación y adaptación. Relata
Ana Gutiérrez:
Tanto mi esposo como yo trabajamos en casa, al inicio de la
pandemia sufrimos algunos episodios de estrés debido a la
cantidad de trabajo y también la cantidad de tareas asignadas
en el colegio de las niñas, entonces esto nos implicaba dedicar
bastante tiempo a las clases virtuales luego a las guías, nuestras
tareas acá en el trabajo y fuera de eso pues el tiempo dedicado
a la bebé y pues a compartir vida familiar también (Testimonio
número 1, 12 de junio de 2020).
El retorno de tiempo completo al espacio doméstico tensionó
los hábitos familiares, el uso de las zonas comunes y el reacondicionamiento de las mismas, en función de los roles y necesidades de quienes las habitan.
104
A su vez, al limitarse el número de desplazamientos e interacciones, se dieron tiempos más prolongados para convivir consigo
mismo. Para Leidy Vargas (2020) el confinamiento “fue volver a
sentir la casa, el hogar, las tardes de dibujo, el dibujar por dibujar,
por gusto, por placer… un encuentro con la Leidy de hace mucho
tiempo, siento que ha sido muy bueno” (Testimonio número 1,
20 de junio de 2020). Una ventana de posibilidad para todo lo
que se había postergado en el acelerado ritmo de la vida; espacio
para la introspección, el autorreconocimiento y para descubrirse
de cara a esos otros, que siendo familia, a veces eran como extraños con los que solo se compartía en las noches y los fines de
semana, como recuerda Azucena Sánchez (2020):
antes de la pandemia pues no solíamos tener mucha interacción debido a que cada uno estaba como en su ocupación en
la universidad, en el trabajo, entonces el diálogo pues era muy
muy poco, la verdad yo tenía pues muy poco contacto como tal
con mis padres, porque pues, yo estudio de noche, ya que en el
día suelo trabajar (Testimonio número 1, 22 de mayo de 2020).
En el hogar de Maximiliano Díaz:
Este tiempo ha servido mucho, para fortalecer más el vínculo de
papá e hijo, ya que antes en mi trabajo, pues no nos quedaba
tanto tiempo para compartirlo así, digamos antes, era un fin de
semana muy de vez en cuanto, porque pues a veces me tocaba
trabajar los fines de semana, a veces en las noches o por las
mañanas, no habíamos compartido muy bien con él. Entonces
eso nos ha servido como para fortalecer ese vínculo (Testimonio
número 1, 23 de mayo de 2020).
Volvimos a reconocer en el hogar, un espacio para mantenernos
a salvo ante las amenazas externas y en las personas con las que
lo compartimos, una tripulación con la que debíamos llegar a
acuerdos para mantener la nave a flote.
Tras la ventana, miradas de alto contraste
De forma paralela con las imágenes de los espacios urbanos desolados, en las redes sociales y en las conversaciones se empezaron a hacer frecuentes frases indicando consejos sobre qué
hacer con “el tiempo libre”, sobre “cómo evitar el sobrepeso y
el sedentarismo”. En muchos casos, acompañadas con fotografías de personas para las que —dadas sus condiciones econó-
Crónicas de una Pandemia
micas y estabilidad laboral— el confinamiento fue un momento
para descansar o “teletrabajar” en la comodidad del hogar, lo
que redundo en una romantización del encierro replicada en
medios de comunicación y en plataformas interactivas.
En nuestro contexto, el relato fue bastante diferente. Proliferaron las imágenes de ventanas y puertas con trapos rojos, un
grito de auxilio que desde la fachada indicaba que, al interior de
ese hogar, la cuarentena se vivía con hambre y necesidad. Tal
como recuerda Luis Miguel Carvajal (2020):
Ya no había trabajo, todo el mundo encerrado en sus casas, no
salía un trabajo… ¿Cómo pagar un arriendo?, ¿cómo mantener
a la familia? Esta cuarentena la he pasado encerrado. Tuve unos
días, dos meses sin trabajar, pues, yo en mi casa con mi pareja
y ella también tuvo que abandonar su trabajo por cuestiones
de seguridad y por la cuarentena, y aquí la mandaron a casa.
En eso no hemos recibido aún por decir, algún tipo de ayuda
económica de parte del Gobierno (Testimonio número 1, 18 de
junio de 2020).
Estos rostros del confinamiento involuntario, se expresaron
también en el drama de las familias que nunca han tenido un
espacio doméstico propio y que debían arrendar habitaciones
compartidas hasta por siete familias, bajo modalidades de subarrendamiento comúnmente denominadas “paga-diarios” en
los que se paga una tarifa que garantiza un techo para pasar la
noche, pero que no cuentan con las condiciones mínimas para
la salud, el bienestar y tampoco la permanencia, pues muchas
de estas familias se dedican a las ventas informales en espacio
público y ante la imposibilidad de trabajar, no hay manera de
pagar el hospedaje, tampoco de seguir el confinamiento estricto y menos de garantizar la alimentación diaria. Señala Jimmy
Perdomo, representante de una Fundación en el Sector de Patio
Bonito:
el 70% de nuestras familias están en la informalidad como la
gran parte de Bogotá, venden alimentos por la calle, venden
Bonice, venden Vive 100, arepas, empanadas y demás y pues
eso no se puede hacer y eso conlleva a que no haya alimentos
en la casa (Testimonio número 1, 13 de junio de 2020).
Informalidad en la que también los adultos mayores se cuentan
por miles. Muchos de ellos viven solos —o al margen de sus familias—, sin ingresos fijos —mucho menos pensión—, viviendo
al diario y con el agravante de encontrarse entre la población
riesgo, que el Gobierno considera debe mantenerse en cuarentena estricta, dada la alta probabilidad de complicarse y perder
la vida al ser contagiados. No tienen forma de trabajar y muchos se encuentran ya, en situación de calle. Reflexiona Laura
Nataly Martínez:
Ahorita de los habitantes de calle los que más están sufriendo son los viejitos que no pueden trabajar y ahora con toda la
cuestión del virus y la pandemia pues son los que generalmente
son más perjudicados y no tienen ni siquiera un techo para salvaguardarse de lo que les depara, y los niños, o sea, los habitantes de calle en general, pero los viejitos y los niños son los más
afectados, no tienen cómo trabajar, ya nadie les ayuda, nadie
les colabora. Son los más afectados entre la pandemia no sola-
105
Carlos Arturo Reina Rodríguez
mente en cuestión de salud, sino que las personas, si antes les
daba como repudio ayudarles, ahora les da mucho más porque
pues piensan que al estar sucios, no tener con qué limpiarse o
en dónde pasar una noche y están enfermos (Testimonio número 1, 16 de junio de 2020).
Una marginación permanente, que solo se hizo más explícita
ante la exigencia de aislamiento preventivo. Al ordenar la cuarentena estricta, se partió del supuesto de que todos tendrían
un techo para resguardarse, pero tal como señala el testimonio
de Olga Vargas, referente Distrital para Habitantes de Calle,
106
el aislamiento también nos sacó a los sin techo a habitar la
calle y ahí, entonces las películas de zombis y las pandemias
entremezclaron y se puso en escena ese Macondo, —como un
reflejo de la demencia de los Iguarán—, en la ciudad de Bogotá.
Estos cachacos con tono vallenato y los viejos y los locos salieron a trasegar la ciudad, sin rumbo fijo ni perro que les ladrara,
pero nadie que les extendiera la mano, las calles para algunos
estaban desoladas, pero para otros sirvieron como lugar de
vivienda en donde se instalaron… la orientación de las entidades
fue quedarse en la casa y lavarse permanente las manos, pero
en la calle pues ni lo uno, ni lo otro… Los equipos se concentraron en atender a la gente dentro de sus casas, en las industrias
que no pararon, en el comercio formal y organizado, pero nadie volvió a mirar a los recicladores, porque ellos deberían estar
guardados, deberían estar en un lugar seguro, pero muchos de
ellos viven en la calle y el reciclaje siguió. Aquí no hablaré ni de
los Derechos Humanos, ni de los enfoques de las políticas para
esta inmensa minoría, ustedes sacaran sus propias conclusiones
(Testimonio número 1, 26 de junio de 2020).
Para otras personas, como Johana González Pedraza, el confinamiento inició como unas “vacaciones forzosas” después de
las cuales sobrevino la pérdida del empleo
nos hicieron una reunión y nos dijeron; la economía del país va
a tardar un montón de tiempo en recuperarse, de aquí a diciembre medianamente se esté levantando… esa reunión nos dejó
muy afectados a todos, nos dijeron, pues tienen que irse todos
para la casa… luego el fin de semana nos llamaron a las auxiliares de investigación y desarrollo y nos dijeron que nos iban a
dar unas vacaciones, el tiempo que teníamos en vacaciones y
más un beneficio de quince días porque iniciaba la cuarentena.
Yo tomé mis vacaciones… después de que esto se terminó, al
día antes de terminárseme ya mis vacaciones y para volver a
Quala a trabajar me hicieron una video llamada y me dijeron
que mi contrato estaba cancelado debido a la situación, no fui
la única, en ese momento sacaron a más de cien personas y fue
pues muy terrible para todos nosotros y para mí porque yo ya
llevaba nueve años, ya iba a cumplir diez años en la empresa y
la incertidumbre es muy grande entonces nos arreglaron, nos
dijeron; pues muchísimas gracias [eee] le vamos a dar esta bonificación este beneficio y, ¡ya! (Testimonio número 1, 28 de mayo
de 2020).
Cuando el hambre tocó a la puerta, junto con la incertidumbre
ante una ayuda que no llega, aumentaron los casos de violen-
Crónicas de una Pandemia
cia intrafamiliar, las condiciones psicológicas de ansiedad y depresión. Se hizo necesario ponerse en movimiento, sacudirse el
miedo y sobrevivir, tal como señala César González:
decidimos romper con esta idea de aislamiento de cuarentena,
y salimos a las calles con el fin de crear una propuesta que se
llama un kilo de amor. Esta propuesta… se trata de recolectar un
kilo, una libra de amor, de solidaridad; el cual sería aportado a
alguien que lo necesitara, a una familia, un habitante de calle e
incluso, rompimos con la lógica antropocéntrica, en la cual el ser
humano es el centro del mundo y quien prima y tiene derechos
y beneficios; en varias jornadas se posibilitó llevarle comidita a
algunos caninitos y gatunos en la localidad de Suba (Testimonio
número 1, 10 de junio de 2020).
Como recuerda Olga Vargas:
(…) la gente salió entonces de los paga diarios y protestó, hicieron plantones y se juntaron unos con otros, —como los ricos
eran los que estaban infectados en ese momento, a nosotros no
nos va a pasar nada dijo alguien—, y los dispositivos comunitarios empezaron a organizarse a negociar el pago de los arrendamientos de las piezas y empezaron por los más vulnerables de los
vulnerables, por las mujeres con sus hijos, por los ancianos que
estaban en las piezas casi abandonados, les entregaron mercados, ropa (Testimonio número 1, 26 de junio de 2020).
Ante la presión creciente de diversos sectores, el Gobierno Nacional empezó a flexibilizar las medidas de aislamiento, permitiendo a las personas desplazarse fuera
de sus viviendas por condiciones diferentes a las tipificadas inicialmente3. Pese a los temores por el contagio,
la presión económica y la imposibilidad de atender a las
necesidades básicas, tarde o temprano fue necesario el
retorno a las calles.
Cerrar la ventana y abrir la puerta: el retorno a las calles
Con mayor o menor tiempo de aislamiento, todos tuvimos que
enfrentar el temor ante el contagio. Retornamos a las calles
para salir a trabajar, para mercar, para volver al ritmo perenne
de la vida extramuros. Antes de salir se tomaron todas las medidas, se evaluaron los mecanismos de protección y se prestó
mayor atención a un detalle que antes podía ser menos trascendente: la proxemia, la cercanía con el otro, el desconocido
con el que apenas se cruzaba una rápida mirada, a través del
resguardo de la mascarilla tapabocas.
Los siguientes testimonios, relatan de manera muy cercana
esta experiencia de regreso a las calles y los temores más frecuentes.
3. Al iniciar el aislamiento preventivo se permitía la salida de un solo integrante por
familia y en el marco de las actividades de primera necesidad (conseguir medicamentos, alimentos, buscar atención médica o desempeñarse dentro de los sectores
laborales activos durante la emergencia).
107
Carlos Arturo Reina Rodríguez
(…) Sale uno con un poco de miedo, con mucho cuidado, tratando de no acercársele a una persona, a la otra, muy retiradito,
con su buen tapabocas, siempre con eso… con eso de no acercársele uno a la gente o que la gente no se le acerque a uno,
hay que esperar el tiempo que en los almacenes salgan tres o
cuatro personas que han entrado, para poder entrar otras tres
personas3… dentrar (sic), mercar, con mucho cuidado de no
estrellarse uno con las otras personas… hacer la fila en la caja
para pagar… pero lejitos, dos metros o un metro (Testimonio
número 1, Torres Puentes, s.f.).
Y si, por el contrario, la persona salía muy confiada, los demás
a su alrededor, pronto se encargaban a través de gestos de desaprobación y con reclamos, de recordarle las nuevas pautas de
convivencia y sociabilidad.
En los escenarios laborales, el señor José Orozco recuerda que:
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Antes de que empezara esta pandemia todo era armonioso,
todos la pasábamos muy bien en el trabajo, con confianza, nos
prestábamos las herramientas, con confianza, desayunamos en
junta, recochábamos, era una forma de trabajo de un buen ambiente… no existía el miedo, de pronto que los carros infectados… ya no podemos tener el mismo ambiente de trabajo, nos
toca tener aislamiento… ya el trabajo no rinde igual, ya uno mira
al compañero con miedo de que le hablen muy cerquita, que
estornude, que tosa, entonces es un pánico tremendo a toda
hora, entonces vive uno paniquia’o (sic)… uno ya tiene miedo de
subirse a la cabina a tocar las varillas, a tocar el timón. Entonces
todo eso le da a uno miedo, pues ahí cargamos nuestro alcohol,
le echamos (Testimonio número 1, 12 de junio de 2020).
El lavado frecuente de manos y utensilios como las mascarillas
y la aspersión de alcohol han hecho las veces de talismanes
contra el mal. Se desconfía de la cercanía de propios y extraños,
de un simple estornudo o una tos repentina. Al interior del hogar y en los escenarios de trabajo e incluso de entretenimiento
se organizan planes de contingencia, como relata Fernando:
en la parte familiar, debíamos iniciar hábitos que nos permitieran, de la mejor forma, la convivencia con el virus, salir solo en
casos especiales, y una sola persona, por familia, la cual era la
encargada de realizar las compras y diligencias, cumpliendo a
cabalidad con cada una de las normas exigidas por el Gobierno,
como utilizar tapabocas, y guantes y aplicar las sugerencias en
casa, como llegar a tomar una ducha, tomar algo caliente, dejar
la ropa en jabón, luego con alcohol, desinfectar los artículos que
ingresaban y mantener una zona donde se podía realizar todo
esto. Con el fin de no dejar ingresar el virus (Testimonio número
1, 23 de mayo de 2020).
No dejar ingresar el virus, —o aprender a convivir con el—, supuso una recomposición de las interacciones, de los hábitos y
usos posibles en los espacios privados y públicos. Recuerda Andrés Osorio:
Yo antes salía demasiado, es decir, los fines de semana, todos
los fines de semana salía pues a diferentes actividades, bien sea
Crónicas de una Pandemia
andar en bicicleta por ahí con mis amigos. Nos gustaba hacer,
nosotros lo llamamos “ronda”, que es ir a los lugares que nos
gusta comer, entonces íbamos comíamos un poquito en un
lado, después nos dirigíamos a otro y así andábamos un día.
También nos gustaba mucho salir a bailar, también bebíamos en
cualquier casa de alguno de nosotros, pero pues eso era antes
y todo cambio así de golpe (Testimonio número 3, 17 de junio
de 2020).
El espacio urbano se ha empezado a organizar en función de
continuar la vida y al delimitar las funciones vitales de sus habitantes, tal como sucedió con el manejo de otras epidemias
como la viruela o la gripe española, se empiezan a direccionar
prácticas de interacción, movilidad y de exterocepción. Las restricciones van dibujando los espacios posibles para cada actividad, privilegiando lugares asépticos, ventilados, bien iluminados y de circulación permanente, en los que el territorio urbano
se adapta a la circunstancia epidémica, intentando disminuir
los contagios, respondiendo a la incesante exigencia de una rápida circulación de ciudadanos y mercancías. Es la respuesta de
las grandes ciudades para continuar siendo el emplazamiento
estratégico de las actividades comerciales y de intercambio.
Aunque en los pueblos, el relato parece ser similar. Como recuerda Don Segundo Pardo,
Es que con el control de hoy, que pico y cédula para diferentes
personas, que lo controlan a uno en las entradas, en el pueblo
y que toca mirar que viene la Policía, que ya no podemos de-
morarnos sino hasta por decir algo hasta la una de la tarde, de
siete a una de la tarde. Entonces todo eso es un mundo agitado.
Es un estrés bravo porque todo se tiene que hacer con afanes.
Tiene que usted para los pagar recibos, tiene es que pagar intermediarios para lograr hacer todas las cosas en el ratico que va. Y
pues como no dejan salir a todas las personas todos los días, entonces muchas aglomeraciones, se forman muchas colas… en el
pueblo sí se ha sentido mucho eso, es difícil (Testimonio número
1, 23 de mayo de 2020).
Basta con recordar cómo, simultáneo al discurso del autocuidado, la seguridad y la regulación en torno a la movilidad, hacia
los meses de mayo y junio, el Gobierno de la ciudad fue diagramando las calles y mediante cuadrículas, representadas cartográficamente por colores, buscó identificar con mayor facilidad
los lugares en los cuales se presentaban el mayor número de
casos confirmados y los de mayor probabilidad de contagio:
alertas amarillo, naranja o rojo. Ver imagen 1 y 2
En razón a estas nuevas prescripciones se empezó a regular
quiénes, cuándo y con qué frecuencia podían salir a las calles:
medidas como el pico y cédula —determinada por el último
dígito del documento de identidad— o la polémica medida del
pico y género, resultaron en una situación en la que cualquier
tipo de salida del hogar debía estar bien argumentada. Re109
flexiona Andrés Nieto:
La pandemia y todo lo relacionado con COVID-19 cambió la
dinámica de la fuerza pública del Estado, de la relación del Esta-
Carlos Arturo Reina Rodríguez
Imagen 1. Colombia AS. “Alerta Naranja por Coronavirus en Bogotá”
Fuente: A.S
110
do con el ciudadano, pero sobre todo de las dinámicas de regulación, autorregulación y de control. Aquí empiezan a aparecer
todos los paradigmas de la seguridad,… pero sobre todo, hay un
nivel de experimentación frente a una lógica discursiva que ha
imperado y es el cuidado, el autocuidado, el control y el poder
del Estado sobre ese control… Hoy, por ejemplo, tenemos en
Colombia que, en lo corrido de la cuarentena se han impuesto
solo en la capital más de setenta mil comparendos por Código
de Policía, es decir, personas que sin estar en las exenciones, o
sea, no por estar en cita médica, no por trabajo, no por urgencia,
estaban en calle y esto es una multa de alrededor de novecientos mil pesos (Testimonio número 2, 30 de mayo de 2020).
Imagen 2. “Estas son las nuevas zonas de Bogotá con Alerta Naranja”
Fuente: Forbes Colombia.
En muchos casos, más allá de las multas y comparendos, fueron
los mismos ciudadanos quienes se convirtieron en vigilantes,
en veedores voluntarios del comportamiento de los otros, tal
como recuerda Andrea Ceballos, a propósito del encuentro con
su pareja sentimental en un espacio público:
las veces en las que nos hemos visto durante la cuarentena nos
hemos encontrado en situaciones bastante incómodas, porque
la misma nos condiciona de una manera impresionante. Entonces cuando nos veíamos, pues había muchas personas, había
multitudes de personas y a su vez [eee...] policías vigilando, supervisando, me sentía con mucha impotencia porque no podía
ni siquiera tocarle el hombro sin que la gente me mirara raro y
Crónicas de una Pandemia
lo mismo pasaba con él, si él quería poner mi brazo encima y no
podía. Entonces, qué pasa, que tratábamos de buscar espacios
donde al menos podernos dar un pico (Testimonio número 1, 03
de julio de 2020).
En la calle se prohíben besos, abrazos, apretones de mano y
cualquier tipo de contacto físico, el amor y la amistad convertidos en proximidad son la nueva amenaza y tal como sucedía
con el manejo de la población y los reglamentos para el tratamiento de la peste en la Europa del siglo XVII (Foucault, 2006),
se restringen zonas de la ciudad y se establece presentarse ante
un inspector que en la actualidad ya no es corpóreo y bajo la
modernizada cara de una aplicación —Coronapp; Medellín me
cuida; CaliValleCorona y GABO-Bogotá Cuidadora—, hacen
las veces de inspectores de nuestros movimientos, nuestras interacciones y nuestra ubicación espacial a través de nuestros
teléfonos móviles. Aplicaciones que no contaron con una buena acogida pese a las insistentes campañas para incentivar su
uso4, pero que, reflexionadas desde su intencionalidad inicial,
no dejan lugar a dudas sobre un interés por el control de todas
las formas de interacción y de movilidad posibles dentro del
territorio.
Entre tanto, en nuestros barrios las delimitaciones, cuarentenas
sectorizadas y cierres parciales, paulatinamente han ido dando
lugar a dinámicas sociales y comerciales previas al confinamiento. Tal como relata Ana Carolina Gil a propósito del sector de
meses desde el inicio de la cuarentena y los diferentes procesos
por los que ha transitado el confinamiento, nos han permitido
construir algunas reflexiones: para aquellos que nos leen en el
presente, desde la posibilidad de reconocerse en alguno de estos testimonios, para quienes nos leerán en el futuro, permite
contarles cómo ha sido nuestra cotidianidad, cómo hemos tramitado todas estas circunstancias, nuestros aciertos y dificultades. Para quienes escribimos estas crónicas, desde el espíritu
resiliente que nos brinda la posibilidad, de darle un sentido a
todo lo que estamos presenciando, de reflexionar nuevos modos de vida, a través de la ventana y hacia la calle…
4. Adicionalmente resultaron cuestionadas al comprobarse irregularidades en la recolección y tratamiento de datos personales, regulados por la Constitución Nacional
de 1991 y la Ley 1581 de 2012
111
Carlos Arturo Reina Rodríguez
Referencias
Foucault, M. (2006). Seguridad, territorio, población. Curso en
el Collège de France: 1977-1978. 1a ed. Buenos Aires: Fondo de
Cultura Económica.
Testimonios:
Testimonio 1, semana 1. Ama de casa. Tomado por José Torres
Puentes. (s.f.).
Testimonio 1, semanas 6 y 7. Ana Carolina Gil. Tomado por Sebastían Moreno Maldonado, 24 de junio de 2020.
Testimonio 1, semana 4. Ana Gutiérrez. Tomado por John Rodríguez Pérez, 12 de junio de 2020.
Testimonio 1, semanas 6 y 7. Andrea Ceballos. Tomado por Ángela Orozco Moreno, 30 de mayo de 2020.
Testimonio 2, semana 2. Andrés Nieto. Tomado por Luisa Cortés
Navarro, 30 de mayo de 2020.
Testimonio 3, semana 5. Andrés Osorio. Tomado por Angélica
Aguillón, 17 de junio de 2020.
112
Testimonio 1, semana 1. Azucena Sánchez. Tomado por Natalia
Vargas Carpintero, 22 de mayo de 2020.
Testimonio 1, semana 4. César González. Tomado por Henri Giraldo, 10 de junio de 2020.
Testimonio 2, semana 4. Christian Camilo Toledo. Tomado por
Andrés Felipe Toledo, 13 de junio de 2020.
Testimonio 1, semana 4. Doctora Guzmán. Tomado por Luisa
Cortés Navarro, 11 de junio de 2020.
Testimonio 1, semana 1. Fernando. Tomado por Lady Valenzuela, 23 de mayo de 2020.
Testimonio 1, semana 4. Jimmy Perdomo. Tomado por Angie
Callejas Téllez, 13 de junio de 2020.
Testimonio 1, semana 2. Johana González Pedraza. Tomado por
Germán González Pedraza, 28 de mayo de 2020.
Testimonio 1, semana 4. José Ricardo Orozco. Tomado por Ángela Orozco, 12 de junio de 2020.
Testimonio 1, semana 5. Laura Nataly Martínez. Tomado por Nicolás Cristancho Riaño, 16 de junio de 2020.
Testimonio 1, semanas 6 y 7. Leidy Vargas. Tomado por Nidya
Navarrete Guzmán, 20 de junio de 2020.
Testimonio 1, semana 5. Luis Miguel Carvajal. Tomado por Mayra Barbosa Bejarano, 18 de junio de 2020.
Testimonio piloto, semana 1. Luisa Cortés, 13 de mayo de 2020.
Testimonio 1, semana 1. Maximiliano Díaz. Tomado por Milena
Vicente, 23 de mayo de 2020.
Crónicas de una Pandemia
Testimonio 1, semanas 6 y 7. Olga Vargas. Tomado por Jazmín
Puerto Mojica, 26 de junio de 2020.
Testimonio 1, semana 4. Segundo Pardo. Tomado por Gabriela
Pardo Machetts, 23 de mayo de 2020.
Imágenes:
Imagen 1. Colombia AS. (2020). Alerta Naranja por Coronavirus
en Bogotá. Colombia AS. Recuperado de https://colombia.as.
com/colombia/2020/05/28/actualidad/1590685011_299273.
html
Imagen 2. Forbes Staff. (2020). Estas son las nuevas zonas de
Bogotá con Alerta Naranja. Forbes Colombia. Recuperado de
https://forbes.co/2020/05/14/actualidad/estas-son-las-nuevas-zonas-de-bogota-que-tienen-alerta-naranja/
113
La pandemia: víctima de una sociedad que
olvidó el poder de la comunicación
Jaime Andrés Wilches Tinjacá1
Fue declarada pandemia, pero ya vivíamos otra pandemia. Feroz, indolente y eufórica se ha extendido para divertirnos hasta
morir —como lo diría el famoso libro de Postman (1985)—. El
coronavirus llegó como esa otra excusa que archivamos para
decir que todo tiempo pasado fue mejor, que vivimos la auténtica crisis de la moral que ya no hay salvación en un mundo
de individualismo —como si Hobbes ya no lo hubiera anunciado en su terrorífico imaginario del Leviatán—. En realidad, el
mundo, como lo dice la canción de “Cambalache”, fue y será
siempre una porquería”. La COVID-2019 fue como la canción de
Héctor Lavoe, noticia cuando salió en la madrugada, a medio
día noticia confirmada y en la tarde materia olvidada.
Llegamos a noviembre y los tapabocas se utilizan como otro
artefacto de la seductora industria de la moda. Algunos quieren
enviar un mensaje, otros mostrar que pueden tener siete tapabocas distintos, reafirmando que la nueva normalidad no es
más que la misma normalidad. Por supuesto, la moral social todavía indica que deben existir algunos rituales de bioseguridad:
pero en Colombia los rituales son como las leyes: se aplican
mientras está el ojo supervisor, ya después se dejan tirado en
el san alejo de las buenas intenciones. Al centro comercial que
acostumbro a ir para saciar mi subjetividad de consumo, viví
auténticas purificaciones de alcohol y revelaciones de mi temperatura. No obstante, el mercado no da para muestras gratis y
con el pasar de los días el alcohol desapareció, las baterías del
aparatico se acabaron y el celador con desidia ya me indicaba
que dejara de fingir mi preocupación por las normas de salubridad de mi templo de ocio.
No se ha encontrado vacuna contra el virus, pero este ya ha
vivido la neutralización con un poder que tiene una fuerza inconmensurable: los medios de comunicación masiva o en palabras más precisas y honestas, las empresas de información
1. Doctor en Comunicación, Universidad Pompeu Fabra. Docente-Investigador de la
Institución Universitaria Politécnico Grancolombiano y Catedrático de la Universidad
Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá, Colombia.Correo electrónico: jwilches@
poligran.edu.co
115
Carlos Arturo Reina Rodríguez
que no tienen periodistas ni comunicadores, sino trabajadores
de divulgación (un minuto de gritos para las excepciones que
sobreviven en esta estructura organizacional cobijada bajo la
hipocresía de la libertad de expresión y el derecho a la información). Fueron las industrias mediáticas, las del performance,
las de la estética sobre el contenido las que indicaron cuando
debíamos estar en casa y cuando era permitido salir. El Estado,
¡ah el Estado!, sí el Estado, bueno sigamos pensando en cómo
esos lenguajes que circulan de manera masiva desaparecieron
el virus de nuestras memorias, así esto hubiera implicado convivir con las sombras de un mundo que se hace cada vez más
demoledor ante la incertidumbre de la sobrevivencia económica, de la parsimoniosa rutina de trabajar para comer y de la
necesidad —cocinada— de tener esa luz de entretenimiento
en un cuadrado o un dispositivo móvil, para olvidarnos así sea
por un momento de los tiempos difíciles que ya vivíamos, los
que nos impuso una realidad sanitaria y las que nos impondrán
los discurso mediáticos y sus nuevas paranoias.
116
El 24 de marzo de 2020, Colombia se unió a la lista de países que
entrarían en cuarentena obligatoria para contener la propagación de la COVID-19, anunciado un confinamiento que duraría
quince días aproximadamente pero que, como ya sabemos, se
fue extendiendo en el tiempo, y con este, se fue prolongando
la incertidumbre. En el país, al igual que en el resto del mundo,
la nostalgia y el miedo eran los únicos que habitaban las calles,
los centros de consumo, los establecimientos cerrados, los
parques y todos esos espacios que, tan solo un par de meses
antes, estaban ocupados por un sin número de personas, y que
en el marco de este nuevo panorama. solo les quedaba esperar
su retorno y la puesta en marcha de las actividades que se
desarrollaban normalmente antes de que la pandemia llegara.
Con el pasar de los días, se fueron evidenciando las consecuencias de este fenómeno, como el incremento de despidos y consigo el aumento del desempleo, el cierre definitivo de algunos
establecimientos, la demanda del personal médico, entre otras
cosas. Frente a este escenario, algunas personas han considerado que la pandemia fue la que trajo consigo esta serie de problemas y la necesidad latente de que la sociedad se adaptara rápidamente a un supuesta “nueva normalidad”. Lo cierto es, que
incluso si se hace una reflexión somera sobre el contexto del país
antes de la pandemia, ambas afirmaciones se debilitarían.
En primer lugar, los problemas ya existían, la pandemia llegó
como un detonate, como esa gota que rebosó el vaso, y que
permitió visibilizar las consecuencias de no tener liderazgos
concretos o instituciones gubernamentales y entidades sólidas que atendieran adecuadamente a este problema de salud
pública y que, contrario a esto, se fracturaron a mayor velocidad. La COVID-19, hizo que resultara evidente la necesidad de
reconfigurar las bases de nuestra sociedad, desde el sistema
educativo y de salud, hasta los medios de comunicación, pues
Crónicas de una Pandemia
son los principales encargados de hacer públicos estos hechos y
problemáticas pero que infortunadamente la mayoría del tiempo no lo hacen y desvían su atención hacia otros lados, y cuando sí lo hacen, omiten información relevante.
En segundo lugar, la nueva normalidad de la que tanto se habla,
es la misma que conocemos, la diferencia radica en la forma
en la que se están desarrollando estas problemáticas, y en la
necesidad pronta de solucionarlas, prestándole atención a esos
cambios que desde hace años la sociedad ha demandado, pero
que han sido ignoradas hasta el momento que fueron expuestas por este nuevo acontecimiento. Incluso, la nueva normalidad parece ser más aterradora y recuerda la clásica escena
de los ancianos que en la serie The Simpsons se alegran de su
libertad, pero se asustan de lo que encuentran en el exterior y
prefieren volver a su cómodo lugar de control y encierro.
Evidentemente, estas reflexiones no se desarrollaron en el momento que llegó la pandemia al país, pues fue un proceso que,
a pesar de ser acelerado, pasó por una serie de etapas. Al inicio
de la cuarentena, las personas que tuvieron la oportunidad económica, y el privilegio, de permanecer en sus casas sin mayor
reparo, interactuaban de la única forma segura: detrás de una
pantalla. Además, retomar hábitos abandonados como tocar
un instrumento, pintar, leer, descubrir música nueva y aprender
a hacer una tarta de limón, fueron algunas de las imágenes y
relatos que rondaban en Internet, y que mostraban las distintas
formas en las cuales las personas ocupaban su tiempo de manera positiva para afrontar esta nueva coyuntura internacional.
No obstante, en la televisión, la radio y entre cada publicación
de este tipo, se encontraban alusiones a la pandemia, al número de contagios y muertes por zona, además de información
entorno a los aspectos sociales que fueron impactadas directamente por todo lo que suponía el distanciamiento social. Es
así, como a pesar de que una parte de la población centrara su
atención en “reinvertirse” y enfocarse en sus asuntos, la COVID-19 seguía estando presente, habitando todos los espacios
posibles, tanto físicos como digitales, incluso se hacía presente
en espacios para compartir en familia, así como lo relata Mendoza (2020) diciendo que meses atrás, el tema de conversación
en las cenas familiares giraban en torno a asuntos cotidianos, y
sobre todo a las telenovelas que veían juntos y que tenían gran
acogida en el momento, pero que esto cambio drásticamente
en tiempos de confinamiento, pues mientras se sentaban juntos a comer solo se mencionaban temas relacionados a la pandemia.
Sin embargo, es importante reconocer que esta no es la única
vez en la historia de la humanidad que las pestes o pandemias
permean las actividades de la vida en sociedad, como los es- 117
pacios para departir y comentar los programas de televisión,
aunque ciertamente, en esas épocas las interacciones sociales
giraban en torno a otras actividades, ya que los televisores aún
Carlos Arturo Reina Rodríguez
no se habían inventado, al igual que aún no existían medios que
permitieran interactuar a larga distancia como los que conocemos hoy en día. Lo interesante de esto, es que incluso en
esos momentos de la historia antigua, donde el tiempo pasaba más lento pues las actividades tomaban un proceso largo y
rudimentario, la humanidad se vio obligada a reconfigurar sus
formas de interactuar y comunicar, desarrollando su sentido
más darwiniano de adaptabilidad. Un ejemplo claro es lo vivido
desde el año 1348, el cual marcó el inicio de lo que se conoció
como “la peste negra”, la cual se extendió por años y que, entre muertes, estragos e incertidumbre, demandaba a gritos una
sociedad articulada que pudiera darle fin a este problema del
cual ni personas ricas, ni personas pobres se estaban salvando.
118
Ahora, en el mundo de la COVID-19, esa tarea la tenemos relativamente más fácil, por los estudios y avances científicos,
además del alcance de los medios de comunicación y de la tecnología, que han permitido la posibilidad de comunicarnos con
nuestros seres queridos de manera inmediata y que han hecho
posible acceder a la información sobre el virus, minuto a minuto. Así se vio cuando todo el mundo estaba a la expectativa
sobre el impacto del coronavirus en su lugar de origen: Wuhan,
China. Estas nuevas herramientas del mundo actual, permitieron seguir su radio de propagación de manera casi inmediata.
En el contexto de la peste negra esto no era tan sencillo, no
se podía determinar la procedencia de algo que ni siquiera se
tenía identificado, y que llegó a generar cientos de especulaciones en la sociedad, pues hasta se llegó a pensar que el fenómeno que se estaba viniendo era producto de un castigo divino o
consecuencia de alguna anomalía astrológica.
Frente a esto, pareciera que en el mundo contemporáneo ya
hubiéramos trascendido esta barrera informativa, pues gracias
a los procesos evolutivos que nos trajeron hasta hoy, sabemos
el “qué” y el “dónde” de este tipo de sucesos de impacto global.
Sin embargo, esto no está del todo resuelto, ya que la información y el contenido al que todos tenemos acceso, es manejado
a través de medios de comunicación que manejan la información en el marco de la incertidumbre y las relaciones de poder,
pues si bien el ciudadano recibe la información, esta puede estar parcializada, exagerada, minimizada o sacada de contexto
por su emisor en función de intereses particulares. Como lo
percibe Fonseca:
normalmente los medios de comunicación sirven como un aliado ante las políticas [ehh] que la mayoría de los estados intentan cómo mantener ante la población por eso es tan importante
[ehh] en una… en un país, en una nación democrática poder
contar con medios de comunicación independientes (Testimonio número 13, 5 de junio de 2020).
Además, estos medios tradicionales de información han abordado el tema del coronavirus como algo excepcional y ajeno a
la especie humana, a través distintas narrativas de pánico y el
Crónicas de una Pandemia
desconocimiento, sin mirar atrás y tomar en cuenta la trayectoria histórica y el discurso científico, los cuales han demostrado
que este tipo de contingencias han hecho parte de nuestra estadía en la tierra y que constituye un proceso natural, que nos
guste o no, viven todas las especies incluyéndonos a nosotros.
Por otro lado, estos mismos medios, las grandes empresas, los
actores hegemónicos de la sociedad y nosotros mismos, hemos
creído que somos una especie superior que está absuelta de
muchas circunstancias, pero que al día de hoy la naturaleza
nos recuerda que hacemos parte de ella y que debemos despojarnos de ese antropocentrismo absurdo, pues al día de hoy
vemos que no somos más que criaturas en el encierro. Por lo
tanto, de no ser ignorados y omitidos estos aspectos, la sociedad en la que nos encontramos sería más eficiente y más consciente, y no tendría que enfrentar otro problema: el miedo y la
paranoia, los cuales han demostrado que son un obstáculo para
hacerle frente a esta situación.
Así, paradójicamente lo que parecería una herramienta maravillosa para poder atender de mejor manera pandemias anteriores, supone un riesgo y una especie de virus contemporáneo: la
desinformación. Pues, así la desinformación haya existido siempre, esta ha mutado y se ha desarrollado en el mundo actual,
a raíz de problemas de gestión y manejo de información de las
diferentes clases de contenido.
Esto no quiere decir, que el sector de la comunicación en su
más amplia expresión se mueva bajo estas mismas dinámicas
y sus actividades sean desarrolladas de la misma manera en
que lo hacían antes de la pandemia. Al igual que el resto de
sectores, han tenido que asumir sus cambios, retos e identificar prioridades. Por lo cual, se debe tener en cuenta la voz de
aquellos que han tenido que encarar esta situación y adaptar
la labor de comunicar la información, actividad que recae en
los comunicadores sociales y periodistas que trabajan desde
los distintos sectores y plataformas. Uno de los testimonios a
destacar frente a este tema, es el de Duque, quien hace parte
del área de comunicaciones de la Cruz Roja, y quien cuenta tu
experiencia ante la pandemia:
Cuando inició esto, tuvimos que dar respuesta inmediata a las
necesidades que tenía la comunidad vulnerable en su momento. Entonces comenzamos a repartir mercados, a entender más
a fondo... cómo podíamos apoyar desde el área de comunicaciones, y qué debíamos divulgar para que todo este virus se
comenzara a prevenir. Y pues en medios de comunicación nos
hemos visto un poco quietos, porque no queremos saturar a
las personas, porque tuvimos que crear un filtro, unas líneas
de mensajes en las que comenzáramos a entender cuál era la
necesidad y qué se debía mostrar a la comunidad, para también
cuidar la salud mental de las personas (Testimonio número 3, 6
de mayo de 2020).
De lo anterior, se debe resaltar que el factor preventivo es
crucial en el contexto del tratamiento de la información y las
119
Carlos Arturo Reina Rodríguez
formas en que esta se puede trasmitir. El mundo de la comunicación en general, no solo se debe encargar de contar o relatar los distintos sucesos que ocurren a lo largo y ancho del
territorio nacional o internacional. También, debe aprovechar
el alcance que se tiene, para concientizar y prevenir cualquier
tipo de situación que atente contra el bienestar de la población.
Evidentemente, en tiempos de pandemia el virus es el tema
central, pero la prevención, es una herramienta clave que se
debe aplicar para cualquier circunstancia estructural o coyuntural. Además, se debe tener en cuenta que tampoco es necesario sobrecargar a la población con cantidades alarmantes de
información, sino que se deben transmitir mensajes concretos
que aporten al diario vivir y la consolidación de una sociedad
articulada y encaminada al progreso de todas sus dimensiones.
120
Por otro lado, a pesar de las buenas voluntades y reflexiones
individuales de los profesionales de los distintos sectores de
este medio, se debe señalar que la responsabilidad en este fenómeno, recae en gran parte en los Medios Masivos de Comunicación (MMC), en especial ante esta nueva contingencia.
La COVID-19 nos ha mostrado la tensión entre estos medios
tradicionales, que pareciera que se olvidaron de los ciudadanos
y de los aspectos importantes de la vida de estos. En este sentido, estos medios han creado una imagen poco favorable para
una parte importante de la población, pues han llegado a ser
percibidos como mecanismos de influencia, en vez de ser vistos
como aliados de la ciudadanía y de la justicia, pues la legitimidad y confianza en ellos se ha ido perdiendo. Sánchez (2020)
afirma que no confía en dichos medios tradicionales porque
consideran que en algunas ocasiones la información que proveen está sesgada o sujeta a la manipulación.
Por otro lado, hay personas como Sancho (2020) que, a pesar
de seguir algunos medios tradicionales y canales alternativos
de información, afirman que no le interesa estar informado ya
que, para él, siempre se repiten los mismos temas, independientemente de los actores como en el caso de los presidentes,
pues indistintamente al Gobierno de turno, considera que las
noticias giran en torno a la corrupción, mala gestión del Gobierno, asesinato de líderes sociales, entre otros.
Si se hace un recuento a grandes rasgos de los últimos años,
esta afirmación es justificable, diariamente surgen señalamientos por corrupción, pobreza, muertes y problemáticas derivadas del crimen organizado. Por lo cual cabe aclarar que, estos
asuntos no dependen de los medios de comunicación, sino del
tipo de sociedad en el que estamos; si embargo, en época de
pandemia estos hechos han migrado a secciones secundarias
de los noticieros y de los reportajes, y ahí es donde se centra su
responsabilidad. Además, los medios y los discursos empleados
en el tema de la pandemia, se han desarrollado bajo lógicas
inmediatistas y reactivas. Esto hace de la población, un recepto
pasivo que solo se limita a atender los problemas urgentes y no
Crónicas de una Pandemia
los necesarios y que, en consecuencia, no proyecte la necesidad de atender y proponer soluciones frente a las demandas
de su entorno.
A su vez, esto se encuentra relacionado con la saturación de
la información, y hace que surja la necesidad de un balance y
visión estratégica, como lo explica un estudiante universitario
anónimo (2020) quien relata que es complicado no mantenerse
informado respecto a la pandemia ya que la mayoría de la información que circula, gira en torno a esta, pero que, así mismo,
muchas veces es inevitable la desinformación en otros temas,
pues siguen pasando otras cosas importantes, que están siendo opacadas por la sobreexposición a los temas relacionados
con la contingencia. Era la pandemia una profecía autocumplida de los quince minutos de fama de Warhol. Hoy pide atención, pero su momento ya pasó.
Por su parte, Fonseca considera que la información que brindan
estos medios tradicionales
es información selectiva y que finalmente no le da los a los ciudadanos, a la población en general realmente, las herramientas de criterio para poder pues tener información a actualizada
y 100% verás [ehh] he percibido que la información que se ha
brindado durante todos estos meses ha sido información muy
sesgada y que no permite tomar pues decisiones [ehh] de una
manera como autónoma” (Testimonio número 13, 5 de junio
de 2020).
En otras palabras, la información bridada por los MMC, además
de informar, tiene la labor de formar. Los ciudadanos deben
contar con la información necesaria y suficiente sobre todas
las partes involucradas en una misma noticia o acontecimiento,
para que puedan ser críticos frente a los contenidos que ofrecen y que reflejan la realidad del país, y así, poder actuar desde
su posición y aportar a la transformación y la construcción de
la sociedad.
Así también lo indican otros ciudadanos, quienes a raíz de esta
creciente desconfianza han optado por migrar a otras fuentes
de información que les brinden aquellos que los medios convencionales no han podido, como lo relata Muete:
veo noticias pues de acuerdo a ciertos intereses que tengo, no
suelo mirar, por ejemplo, Caracol o RCN, evito ese tipo de televisión digamos, de información de ese medio y en general me
guío mucho más por Facebook y por Twitter que es donde uno
puede puede saber más de lo que dice el pueblo, y es lo que
está sucediendo (Testimonio número 1, 3 de junio de 2020).
En este punto y en el marco del mundo contemporáneo, se
puede ver evidenciado que, así como la información y comunicación tienen nuevos retos, también cuentan nuevas soluciones
y alternativas a las estructuras hegemónicas que se han adue- 121
ñado de la información. El acceso a las plataformas digitales, ha
logrado que se empiece a desarrollar una ecología de medios,
es decir, una gran variedad de alternativas de información, lide-
Carlos Arturo Reina Rodríguez
rada por personas de distintas profesiones y sectores, que cuenten y visibilicen su experiencia y las distintas caras que puede
tener una misma historia. Estas nuevas apuestas comunicativas,
son la cuna de reflexiones, opiniones, denuncias, etcétera. Que
brindan información a los demás, sobre temas y poblaciones
que han sido ignoradas, en gran medida, por ser el reflejo de
la corrupción de algunos funcionarios públicos con poder, o por
no representar alguna ganancia para las empresas y los grandes
conglomerados financieros que normalmente marcan la pauta
de la agenda mediática de las cadenas televisivas o de los medios
de comunicación de las cuales son accionistas o dueños.
Por otro lado, el mundo de la comunicación y el periodismo de
este estilo también se ha afectado por la pandemia y ha tenido
que repensar sus actividades, al igual que los demás sectores y
medios tradicionales. Como lo relata el periodista Benoit (2020):
A mí me gusta escribir de lo que vivo, mas no de lo que sale en
Internet y publicar sobre lo que ya está publicado entonces me
relacionaba libremente con expertos de algún tema [eee] me
encontraba con alguien en un café con un personaje para hablar
con él y escribir de él, o asistía a diferentes eventos
Al igual que el periodista Tarazona:
122
antes de la pandemia se podía hacer mucha más reportería, se
podría, se podía hacer un periodismo más, pues digamos en la
calle, con la gente, que es como se debe hacer, pero evidentemente pues la pandemia nos llevó como a innovar en la man-
era de hacer periodismo, con más herramientas tecnológicas,
[eee], utilizando pues sí, la búsqueda (Testimonio número 12, 3
de junio de 2020).
Lo cual demuestra un punto importante sobre la labor periodística en general, y el relacionamiento con los ciudadanos, los
transeúntes que desde su experiencia y los minutos que comparten con los reporteros, podían aportar y darles una visibilidad a distintos aspectos del día a día que deben ser contados
y difundidos. La vida en confinamiento ha restringido ese tipo
de contacto, y se ha visto en la necesidad de reconfigurarse en
torno a las Tecnologías de la Información y la Comunicación
(TIC), las entrevistas virtuales o la recolección de información
por medios digitales, que, pese a no ser algo equiparable, puede proveer otros mecanismos que puedan cualificar el trabajo
de estas personas y su labor.
No obstante, la digitalización de algunos procesos son producto
del mundo globalizado en el que nos encontramos. Nuevamente, la pandemia es ese acelerador y catalizador que permitió
que nos diéramos cuenta de la importancia de adaptarnos a estos procesos, y no solo eso, nos ha demostrado que, si se saben
emplear de manera adecuada, pueden mejorar y optimizar una
gran variedad de actividades.
Así, pese a estos contratiempos y en medio del proceso de
adaptabilidad que demanda la sociedad actual y la contingen-
Crónicas de una Pandemia
cia, se debe reconocer que la existencia de medios alternativos
sigue constituyendo un contrapeso a los medios de comunicación hegemónicos y siguen brindando un panorama más cercano y más certero de lo que viven los colombianos día a día. Un
periodista de un medio de comunicación digital y alternativo lo
relata y expresa claramente :
La gente en esos momentos y los medios tradicionales están
pasando un momento bastante difícil, pues el tema de que la
gente ya no les cree totalmente lo que dicen ellos, entonces la
gente está buscando otras alternativas y también, obviamente,
en estos momentos, después de la cuarentena, ha aumentado
el número de columnistas o de ciudadanos que escriben dentro del portal, hablar. Yo pienso que lo de la pandemia o bueno,
pensamos que lo de la pandemia se sumó a uno de los temas
o una de las problemáticas que pone a diario nuestros lectores,
que viven a diario a ciudadanos es como una suma más. Pero
no es que el tema siempre sea acerca del COVID de la COVID.
Si te metes al portal te vas a poder dar cuenta de que la gente
sigue hablando de los temas que debe estar hablando en estos
momentos un medio de comunicación alternativo (…) es importante darles esa visibilidad a los líderes, a los campesinos,
a los ciudadanos que sea desde el argumento, que ellos sean
los que dan la agenda, hablen de lo que quieren hacer, siempre
y cuando, obviamente cumplan con algunas características que
tenemos nosotros para compartir las columnas, las columnas de
opinión, información y análisis, pues se hace obviamente unos
filtros (Testimonio número 18, 3 de junio de 2020).
Esta última palabra, es clave para entender el reto interno y externo que tienen los medios alternativos e independientes y, sobre todo, la información difundida por las redes sociales. En este
sentido, esta nueva ecología de medios y la creciente multiplicidad de actores que se arriesgan a informar desde sus contextos
y perspectivas, nos recuerdan que el virus de la desinformación
no se detiene con eso, pues se puede ver a través de las noticias
falsas, o fake news (por su nombre en inglés), que, sin una identificación a tiempo, pueden llegar difundirse rápidamente en la
población y repercutir en ella de manera negativa.
Como lo relata un NN,
Ahora veo que el tema principal de desinformación es la salud
y pues el tema en cuestión, que es la pandemia. Ahora se [ve],
en los grupos de WhatsApp familiares, por ejemplo, que diariamente envían un montón de noticias diciendo que ya hay una
cura pero que no la quieren distribuir o envían remedios que
dicen que con eso las personas ya se van a curar o dicen noticias
falsas como que la pandemia es un invento y cosas por el estilo
(Testimonio número 8, 6 de junio de 2020).
En efecto, es curioso que frente al tema del COVID-19 las cadenas de WhatsApp y las publicaciones difundidas por otras
redes sociales como Twitter y Facebook, puedan llegar a tener 123
más legitimidad y acogida en la población, que los medios de
información tradicionales, que innegablemente cuentan con
un trabajo de búsqueda más minucioso y con información de
Carlos Arturo Reina Rodríguez
fuentes primarias como la Organización Mundial de la Salud y
de expertos en el tema. Pero en cambio, muchos adultos prefieren confiar ciegamente en los remedios que se divulgan por
estas redes, como el consumo de moringa, eucalipto e incluso
la inhalación de alcohol etílico puro para prevenir o mitigar el
impacto del virus en el cuerpo, cosas que tienen un impacto
directo negativo y potencialmente peligroso para su salud física
y su formación ciudadana.
Esto no muestra solamente la influencia que puede tener las
redes sociales en la actualidad; además, muestra, de manera
evidente, el grado de responsabilidad que tiene la ciudadanía
en la gestión de esta información, ya que, si bien esta llega a
ellos de muchas maneras, se encuentra a su disposición lo que
se pueda hacer con ella, desde el momento en que la reciben
en adelante. Pueden decidir creerla y compartirla, o utilizar estas mismas herramientas y plataformas digitales, para triangular y contrastar la información, lo cual permitirá corroborar o
desmentir su veracidad.
124
Infortunadamente, en el desarrollo de esta pandemia, muchas
personas se dieron cuenta de la existencia de noticias falsas y
de las diferentes formas en las que estas pueden afectarles,
pues se vieron envueltos en dilemas y situaciones que los comprometían. Un ejemplo de esto, es lo relacionado a la difusión
de formularios y enlaces electrónicos que contenían información relacionada con el programa de Ingreso Solidario y otros
programas impulsados por los gobiernos nacionales y locales,
que pretendían ayudar a la población con dinero o con la entrega directa de alimentos y elementos básicos.
En muchos casos, la ignorancia, la buena fe de las personas y
sus necesidades, los llevaron a ingresar sus datos personales
sin confirmar la procedencia de esta información, y en efecto,
no se les dio respuesta en ningún momento, y las ayudas nunca
llegaron. Ya que las personas habían entregado información privada a personas mal intencionadas que estaban detrás de estos
enlaces, y que mediante estos buscaban aprovecharse de las
circunstancias. La Policía Nacional y entidades gubernamentales tuvieron que publicar en sus cuentas oficiales, aclaraciones
que desmentían esta información y que invitaban a la ciudadanía a no dejarse persuadir tan fácilmente.
A pesar de estos llamados, se siguen viendo casos de desinformación y noticias falsas todos los días, de las cuales no solo el
ciudadano común es víctima, también se han visto afectados
los medios de comunicación. Como lo relata un periodista de
un medio regional mexicano, Ramírez sobre la importancia de
ser precavido al filtrar infiltrar información en su trabajo:
Hubo un caso en específico, en que la Secretaría de Salud Jalisco, [ee] subió una información oficial y al día siguiente resultó
que no era así, fueron unos casos que no eran positivos o que no
pertenecían a San Juan. (…) Pues la información teníamos que
saber(la) manejar, ¿no? Tenemos que filtrar , mucho la infor-
mación, para no dar una noticia falsa o que después se fueran a
arrepentir de lo que dijeron como en este caso la Secretaría de
Salud Jalisco, eso provocó que mucha gente pues ya no creyera
tampoco ni en los medios, de todos los medios que estamos en
la localidad, ni… digamos ni en el virus como tal, de que la gente
sería muy escéptica en ese aspecto, de que empezaron a haber
esos errores, fue uno y como a la semana fue otro. Entonces,
pues sí, tendremos que filtrar mucho la información, manejarla
de una forma en la que la gente no se confundiera más de lo
que ya estaba en ese momento y de lo que sigue estando hasta
ahora (Testimonio número16, 12 de junio de 2020).
Este tipo de escenarios, a su vez suponen riesgos por la emotividad y el impacto de las noticias falsas, pero nos queda asumir
nuestras responsabilidades individuales y colectivas, y tomar el
riesgo de avanzar para que podamos entender que es la comunicación y sus tecnologías digitales las que nos permitirán coexistir
en la diferencia. Lo cual será posible lograr, siempre y cuando, la
sociedad cuente con dos elementos en particular: multiplicidad
de medios y pensamiento crítico por parte de los ciudadanos.
Así, se contribuirá a depurar esa información falsa, sesgada e innecesaria, y se le dará lugar a esa que sí aporta y que está libre de
intereses particulares de las mismas personas de siempre.
Trabajar sobre esta base, nos permitirá combatir el virus de la
desinformación, de la banalización de la realidad, de la reactividad, la inmediatez y, sobre todo, de la indiferencia. Nuevamente, esta contingencia no nos supone una nueva normalidad, nos
permite reflexionar sobre cómo atender de manera adecuada a
la que ya conocemos, a través del reconocimiento de situación
actual de los medios de comunicación en el país y la necesidad
imperante de una transformación en esta. Para así, no pasar
como una pandemia más de las que ha vivido la humanidad.
Pues si somos conscientes de esto, recuperaremos y mejoraremos algunas de las cualidades más preciadas que tenemos
como seres humanos: comunicar, expresar y recrear.
Finalmente, es curioso pensar en cuáles serán las conclusiones
y reflexiones que las futuras generaciones sacaran de esta situación, así como en este momento de la historia recordamos
las pandemias anteriores, analizando y cuestionado las formas
que empleó la sociedad del momento para hacerle frente a
la contingencia. Aunque no es necesario proyectarnos a cien
años… ¿Qué encontrará un niño en el año 2030 si quisiera saber qué hicimos en tiempos de coronavirus?
Lo curioso es que la respuesta la tenemos en nuestras manos
aquí y ahora, tenemos la capacidad de decidir si lo que consultará, reflejará una decisión consciente y egoísta de seguir en el mismo individualismo que nos ha caracterizado los últimos años, o si
el panorama que revisará será alentador, porque como sociedad
nos permitimos salir del encierro al que unos pocos medios nos 125
tenían sometidos, emitiendo solo lo que ellos piensan, por lo que
decidimos asumir un proceso de cambio y de aceptación que
Carlos Arturo Reina Rodríguez
126
hizo posible que él, en su contexto, esté viviendo un mundo
más informado, empático y consciente de sí mismo.
Testimonio 3. Lorena Duque. Tomado por Gabriela Pardo, 6 de
mayo de 2020.
De manera paradójica, la solución está en la comunicación. Un
maravilloso don de la humanidad que fue entregado a la técnica y su reproductibilidad —siguiendo a Benjamín—. No queremos expresarnos, hemos entregado esa facultad a unos aparatos que procesan las ideas por nosotros. No obstante, en medio
del fango siempre habrá una luz de esperanza: la de aquellos
que entienden que no hay pasado nostálgico ni futuro sobrestimado: que se debe trabajar sobre el presente continuo y que la
batalla está en el cara a cara de una cotidianidad donde parecemos sujetos sin rostro —que nadie hable, quédese callado, no
pase por conflictivo—. La comunicación y el periodismo estarán
aguardando por nuestras capacidades de asumirlas sin necesidad de un mediador que le imponga pauta publicitaria que la
someta a una risa fingida y una sumisión en la que aportamos
nuestro granito de complicidad. Ya es hora de que vayamos dejando de instrumentalizar la COVID-19 como el alfa y omega de
nuestros males… la excusa se acaba y la estructura de indolencia no se crea, ni se destruye, solo se transforma.
Testimonio 5. Julián Sánchez. Tomado por Juan López, 5 de junio de 2020.
Referencias
Testimonio 17. David Tarazona. Tomado por Sebastián González, 17 de junio de 2020.
Testimonios utilizados
Testimonio 1. Natalia Muete. Tomado por Angélica Aguillón, 3
de junio de 2020.
Testimonio 7. Anónimo. Tomado por Santiago Rincón, 5 de junio de 2020.
Testimonio 8. Sancho (Seudónimo). Tomado por Jorge Ramírez,
4 de junio de 2020.
Testimonio 9. NN. Tomado por Néstor Sánchez, 6 de junio de
2020.
Testimonio 10. Tatiana Mendoza. Tomado por Nataly Silva, 6 de
junio de 2020.
Testimonio 12. Andrés Benoit. Tomado por Ana Toro, 3 de junio
de 2020.
Testimonio 13. Jhon Fonseca. Tomado por Diana Torres, 5 de
junio de 2020.
Testimonio 16. Leonardo Ramírez. Tomado por Jorge Tostado,
12 de junio de 2020.
Testimonio 18. German López. Tomado por Ana Valdiri, 3 de
junio de 2020.
Sigue con su mirada fija en el letrero, mientras degusta una
saludable brocheta de frutas que ofrece el evento durante el
receso de la mañana del primer día. De repente, algo distrae su
atención, pues observa una cara conocida que le saluda desde
lejos. Es Liliana, una joven y emprendedora fisioterapeuta con
quien tuvo la oportunidad de trabajar en algún momento de su
vida. Liliana sale de entre la gente y le dice:
Cartagena 2024. Una sinécdoque de
la pandemia en colombia1
—¡Ernesto, ¡qué gusto volver a verte!
Gloria Isabel Bermúdez Jaimes
2
En el lobby, contiguo al salón de conferencias de un prestigioso
hotel de la ciudad de Cartagena, el doctor Ernesto observa el
cartel que anuncia el XXV Congreso Internacional de Salud Integral: Transformaciones en el quehacer del profesional de la
salud después de la pandemia. Cartagena, abril 22, 23 y 24 de
2024. Este es el motivo que lo llevó a visitar esta encantadora
ciudad, una vez más.
El cansancio del viaje aún se nota en sus ojos. Llegó la noche
anterior, en el último vuelo, y apenas pudo descansar un rato,
pues sus múltiples compromisos como director del centro de investigaciones de un reconocido hospital universitario de Bogotá,
no le permitieron llegar antes. Ernesto es un médico bogotano
de edad madura, bastante reconocido por sus colegas, gracias
a su buena reputación como experto y mentor. Asiste al evento
como conferencista por invitación directa del comité científico.
—Lo mismo digo Lili, ¿cómo estás?
—¡Muy bien doc! Tú me conoces y sabes que siempre estoy en
busca de la actualización permanente, por eso hice el esfuerzo
de venir, no quería perderme este importante evento. ¿Qué
tal te ha parecido? Yo, estoy fascinada. Apenas he visto un
1. Esta crónica ha sido construida a partir de los relatos de Martha, Susán, Natalia,
Alejandra, Catalina, Lucía, Diego, Jesús, Claudia, Edwin, Daniela, Lizeth, Andrés,
Carolina, Luz Marina, Victoria, Mateo, José, Camilo, Cristian, Claudia Milena, Joan,
Laura y la doctora. Sus historias son en esta crónica, una sinécdoque de todas las
historias de médicos, enfermeras, terapeutas, cuidadores y personas enfermas, que
vivieron la pandemia de la COVID-19 entre los meses de mayo y junio de 2020 en
Bogotá, y otras ciudades de Colombia.
2. Fonoaudióloga y magíster en Discapacidad e Inclusión Social de la Universidad
Nacional de Colombia. Candidata a doctora en Estudios Sociales de la Universidad
Distrital Francisco José de Caldas. Directora de Investigaciones de la Fundación
Universitaria Escuela Colombiana de Rehabilitación. Correo electrónico: isabelbermudezjaimes@gmail.com
127
Carlos Arturo Reina Rodríguez
par de conferencias y ya puedo decir que me llevo muchos
aprendizajes. ¿Viste la agenda de los tres días? Está muy sólida,
no quiero perderme ninguna conferencia. Cinco años después
de la pandemia los aprendizajes son muchos, igual que los
retos. Pero también es interesante mirarla en retrospectiva y
reflexionar sobre lo vivido. ¿Quién de nosotros se iba a imaginar
que la vida nos iba a cambiar tanto en el plano profesional, y
que los retos de la pandemia generarían transformaciones, no
solo en nuestro actuar, sino al propio sistema de salud?
—Así es Lili, —responde Ernesto—. Precisamente vengo a presentar la experiencia del centro de investigaciones que dirijo…
fue la primera iniciativa público-privada en el país, posterior a
la pandemia, que se dedicó a la investigación médica y al tratamiento integral de enfermedades infecto-contagiosas. Ahora
tenemos nuestro propio laboratorio de biología molecular y
somos pioneros en la investigación farmacéutica en Colombia.
128
—Después de la pandemia, uno de los aprendizajes más importante para el país, fue que un sistema de salud como el que
teníamos, soportado exclusivamente como un negocio privado, era ineficiente e incapaz de atender una emergencia sanitaria como la que vivimos en 2020. La alta tasa de infección y
la muerte de profesionales sanitarios que se produjeron por
la falta de recursos de hospitales y clínicas para proveerles
los implementos de bioseguridad necesarios para atender la
pandemia, sumado a las precarias condiciones laborales en
las que estaban, fueron el caldo de cultivo perfecto para la
posterior crisis de oferta de profesionales de la salud que enfrentó el país.
Ernesto respiró profundo, mientras hablaba con tono apesadumbrado
—Durante la pandemia, muchos tuvieron que recibir atención
psicológica, y en algunos casos, psiquiátrica, para superar la depresión, la ansiedad y el estrés que les causaba el riesgo al contagio, y el riesgo a contagiar a sus seres queridos. Saber cada
semana de la muerte de un colega, experimentar el rechazo de
la gente en la calle, y ver morir decenas de personas todos los
días, fueron cargas emocionales demasiado fuertes para muchos. Sin mencionar el declive en matrículas de nuevos aspirantes a médicos y enfermeras. Muchos jóvenes relacionaron
las profesiones con el riesgo de muerte, la precariedad laboral
y discriminación social.
—Aún recuerdo la angustia de enfermeras y médicos que se
sentían culpables por la posibilidad de llevar el virus a sus casas. Muchos vivían con sus padres, adultos mayores con diabetes e hipertensión, patologías que solían complicar mucho
los padecimientos del virus. Como la duración de los turnos se
incrementó, muchos dejaron de ver a su familia, de tener tiempo para divertirse un poco, de las pequeñas fugas que hacían
soportable un trabajo duro e ingrato como el nuestro.
Crónicas de una Pandemia
—Algunas de las bacteriólogas, que hoy trabajan conmigo en el
centro de investigaciones, me cuentan cómo perdían la noción
del tiempo durante los primeros meses de la pandemia, debido
a que sus turnos se triplicaron, pues se requerían cientos de
pruebas PCR diariamente. Sus días y noches trascurrían en el
laboratorio, y durante meses, la vida se les redujo a eso.
en la descentralización de los procesos de diagnóstico molecular en el país.
—¡Sí doc! —respondió Liliana tratando de animar la charla—.
Afortunadamente, de toda crisis nace una oportunidad. Hace
cinco años parecían una fantasía los centros de tele-medicina y
tele-rehabilitación que hay hoy en el país, y el desarrollo tecnológico y cobertura de los que disponemos ahora. Para muchos
era inimaginable que pacientes crónicos tuviesen derecho a recibir sus medicamentos a domicilio sin costo adicional, y que
esto lejos de ser una carga para el sistema, contribuyera a la
eficiencia en el suministro y el seguimiento a la prescripción,
que hacen los farmaceutas. Ahora esa información es supremamente valiosa para la investigación, como lo mencionó la
farmaceuta en su ponencia.
—En eso me parece que está el logro del documental que presentó la escuela de medicina de Bogotá. Retrata con crudeza
el día a día de los profesionales de la salud que atendieron la
emergencia en primera línea. Medirse la temperatura corporal
al menos dos veces cada día, higienización de las manos con
alcohol o gel antibacterial recurrentemente y toda la rutina y la
indumentaria para la atención de los pacientes: el uso de gorro,
tapabocas y polainas, el recurrente lavado de las manos una
y otra vez: al ingresar al servicio, antes de entrar en contacto con el paciente, y también entre paciente y paciente. Tener
que cambiarse el uniforme de calle al salir. El uso del tapabocas
N95, bata, doble par de guantes… En fin, toda esa rutina tan
jarta, pero, ¡¡¡necesaria!!! ¡¡¡Lo que se sufría con el N95!!! Es
cierto que tiene mejor sellado en la cara, pero por eso mismo
aumentaba la incomodidad, las tiras del tapabocas aprietan,
presionan y lastiman la piel. La molestia de las monogafas, el 129
peso de la careta que lastima la cabeza. Soportar el acaloramiento y la incomodidad por un poco de seguridad. Antes, la
única preocupación era proteger al paciente, con la pandemia,
—¿Sabes doc?, me resultó increíble escucharle decir que al
inicio de la pandemia tuvieron que llamar a más de diez mil
pacientes crónicos que recibían tratamiento farmacológico
permanente. Fíjate cómo el desabastecimiento farmacológico
que se produjo para la época, fue lo que logró que las alianzas
público-privadas invirtieran en la industria farmacéutica local, e
impulsó los importantes avances que tenemos en la actualidad
Ernesto asiente con la cabeza, —sin embargo, —dice—, no hay
que olvidar el esfuerzo humano y el precio en salud mental que
esto tuvo, no solo para los profesionales de la salud, sino para
toda la población en general.
Carlos Arturo Reina Rodríguez
a esa preocupación se sumó el miedo a que el paciente nos
contagiara. ¡Que ironía…! Y pensar que ahora ese es el protocolo permanente.
—Todavía recuerdo la tortura del retorno a casa: dejar el morral y la ropa en la entrada, y el riguroso e infaltable baño para
contrarrestar cualquier riesgo de esparcir el virus. Para muchos
colegas hubo algo mucho peor: el distanciamiento obligado de
la familia, dejar de ver a los familiares por mucho tiempo, aún
en fechas especiales. Y los pequeños detalles: desde diferenciar
la loza y el jabón que usaban hasta usar tapabocas todo el tiempo, ¡¡¡incluso en su propia casa…!!!
A muchos se les afectó el sueño, porque incluso en la comodidad
de la casa, les abrumaba la idea de que el siguiente día todo se
repetiría, como en un mal sueño que se repite al infinito. Yo tuve
colegas amigos que decidieron alquilar habitaciones cerca a los
hospitales y clínicas en las que trabajaban para evitar cualquier
riesgo de contagio para su familia. No poder ver a sus hijos, a sus
parejas, a sus padres, les partía el corazón. Y todo ese esfuerzo
no se compensaba más allá del deber cumplido, pues ni siquiera
la gente reconocía estos esfuerzos y por el contrario se tenía que
vivir con el estigma de ser considerado peligroso para los otros.
130
—Era doloroso experimentar el rechazo en las calles y el señalamiento de que fuimos víctimas por parte de vecinos y transeúntes.
—Esas personas no tenían cómo saber la carga que representaban las intensas horas de trabajo, el llanto ante la impotencia
por cada vida perdida, las marcas en el rostro, las alergias en la
piel, la resequedad en las manos por el uso permanente del gel,
y todas las demás molestias que generaba llevar los implementos de bioseguridad durante más de doce horas.
—Creo que el documental también acierta en retratar la crudeza de las escenas en las que los enfermeros y auxiliares de
enfermería, haciendo uso de celulares y tabletas, eran la única
alternativa que tenían los familiares de los enfermos de la COVID-19 para comunicarse con ellos. Escucharlos relatar lo duro
que les resultaba oír el llanto de las familias y ver en sus rostros
la tristeza y el dolor ante la imposibilidad de poder verlos personalmente, y aún peor, saber que tal vez esa sería la última vez
que lo verían vivos. Todo eso me volvió a quebrar el corazón, y
hasta creo que un par de lágrimas salieron de mis ojos. En retrospectiva, aún me sigo preguntado: ¿cómo lo logramos?
Liliana escucha conmovida el relato de Ernesto y guarda silencio por unos segundos…
—Si, es impresionante la capacidad de resiliencia, —dice— la
inmensa creatividad que tuvimos que generar para solucionar
los problemas logísticos que enfrentábamos día a día, por el
desabastecimiento de implementos de bioseguridad, de medicamentos, de UCI y tantas otras cosas. Creo que en la pandemia
Crónicas de una Pandemia
se demostró esa capacidad de respuesta en emergencia que
siempre hemos tenido, pero también nos obligó a fortalecernos en la solidaridad. Muchos psicólogos tuvieron que aumentar su consulta durante la pandemia con el acompañamiento
a los profesionales de la salud que atendíamos a los enfermos
de COVID-19 y a sus familias. Ese tema de la salud mental fue
muy complejo entonces. Lo notaba la psicóloga que hizo su ponencia sobre el tema. Todos los esfuerzos que ella y sus colegas tuvieron que hacer para dar soporte emocional al grupo
de profesionales de la salud de la clínica en la que trabajaba
en ese entonces. ¿Recuerdas que comentó que tuvo que recurrir a un montón de estrategias?, yoga, ejercicios de relajación
y motivarles leyendo las cartas que enviaban familiares de los
pacientes recuperados agradeciendo su esfuerzo y dedicación.
—Claro que sí, —interrumpe Ernesto— de esa ponencia recuerdo el énfasis que hizo en los duelos no resueltos de los familiares de las personas que murieron por COVID-19. La incredulidad que había en cada familia, la decepción por no poder ver el
cuerpo sin vida de aquel ser querido, de no poder despedir al
difunto y no poder hacer un funeral… Todos esos duelos aplazados, todas esas pérdidas que se mantienen activas por no poder lidiar con las palabras no dichas y las despedidas omitidas…
—¡Y todo ese incremento de la violencia intrafamiliar! —menciona Liliana con bastante énfasis—. Muy duros, esos relatos.
Se me erizó la piel con las historias de los niños y las mujeres
que tuvieron que soportar maltrato físico y psicológico. El aumento de las alteraciones de sueño no solo en adultos, sino
incluso en los niños. Todos los problemas de convivencia que
resultaron. Por fortuna, también recupero algunas cosas positivas, por ejemplo, cómo gracias al confinamiento los padres
se comprometieron más con las tareas de sus hijos. Cómo, de
algún modo, aprendimos a ser más resilientes, resolutivos y
asertivos.
Ernesto la mira para asegurarse que ha terminado de hablar.
Ella le sonríe y toma un sorbo de la bebida aromática que tiene
en su mano. Entonces, tratando de sostener la conversación un
rato más.
—Lo de la tele-medicina tampoco fue sencillo, —subraya Ernesto—. Al principio nos costó mucho trabajo a todos. En mi
caso, por ejemplo, estaba acostumbrado a tener el 90% de las
consultas presenciales. Para mí, el diálogo y el contacto personal con el paciente eran esenciales para el diagnóstico y el
asesoramiento propio de cada consulta. Es que todo comunica,
la forma de caminar, cómo se mueven, los gestos, todo lo que
se expresa con el lenguaje corporal y que ayuda en la consulta.
En la tele-consulta telefónica, ese recurso se perdió. Escuchar al
paciente y tratar de extraer a través de preguntas la mayor can- 131
tidad de información verídica posible era la única alternativa. Yo
tenía muchos pacientes adultos mayores que no tenían acceso
a la tecnología, o que experimentaban dificultades para usarla,
Carlos Arturo Reina Rodríguez
eso hizo que dejara de ver a muchos de ellos durante el tiempo
que duró la pandemia. ¡Y las sorpresitas que me encontré cuando los volví a ver! Muchos pacientes con sobrepeso y enfermos,
relatándome cómo habían dejado de tomar sus medicamentos
porque no tenían forma de reclamarlos, pues se habían agotado y nadie les ofrecía alternativas. O porque el sistema, en lugar
de agilizar y facilitarles el suministro, incrementó y complejizó
cada trámite.
—Algunos de mis pacientes con fibromialgia y dolor crónico,
no pudieron volver a practicar actividad física por el cierre de
los gimnasios. El sedentarismo facilitó la aparición de diferentes
malestares: dolores de cabeza, espalda, trastornos del sueño,
depresión, en fin… Aún hoy estamos lidiando con las secuelas
de la pandemia en la salud de muchos pacientes.
132
—Para mí, —dijo Ernesto serio y sentencioso— la pandemia fue
como una fotografía antigua, de esas que se hacían con un flash
enorme, pues iluminó la realidad del país, para mostrar muchas
de las deficiencias de nuestro sistema de salud, que hasta ese
momento eran asumidas como realidades poco relevantes y
propias del negocio. Adultos mayores desatendidos que dependían exclusivamente del apoyo de sus familiares más cercanos.
Esos hijos, nietos, hermanos y padres que antes de la pandemia
se defendían como podían entre el rebusque y el cuidado de
su familiar enfermo, pero que a partir del aislamiento perdieron sus trabajos o vieron cerrarse la posibilidad de conseguir
ingresos como lo hacían antes. Personas que se habían vuelto
expertas en derechos de petición y en trámites administrativos
engorrosos porque sabían que era la única forma que tenían
de acceder a sus derechos como pacientes o beneficiarios del
sistema.
—¿Sabes?, es de ese tema justamente, de ese segundo aprendizaje que nos dejó la pandemia, del que voy a hablar en la
ponencia que traigo a este evento. Las cifras de comorbilidad
asociadas al COVID-19 que en su momento generaron la mayor
cantidad de muertes por esta causa en el país, nos demostró la
necesidad de avanzar hacia una medicina fundamentalmente
preventiva. Siempre lo supimos, pero nunca tuvimos las herramientas para demostrarle al sistema, y a sus administradores,
que la atención primaria no representaba un gasto, sino más
bien una inversión a futuro. Es que a la gente había que enseñarle a recurrir al médico, no solo cuando ya están enfermos o
cuando ya es demasiado tarde para pensar en una cura.
—Esta es, para mí, tal vez la mayor transformación de la práctica médica hoy. En el Centro de Investigaciones hemos iniciado
estudios longitudinales, que implican análisis genéticos desde
edades tempranas y seguimiento preventivo. Estamos desarrollando programas de formación a los pacientes y a sus familias
para que aprendan a llevar estilos de vida saludables, basados
en sus propias realidades, en sus condiciones de salud y ajustados a sus condiciones económicas y a sus labores cotidianidad.
Crónicas de una Pandemia
¡Y lo mejor!, esto lo pagan sus EPS.
Con una leve sonrisa cómplice, Ernesto mira a Liliana y termina
su intervención señalando: —Si alguien me estuviera diciendo
esto hace cinco años, no se lo habría creído. Pero como bien
dices: “de toda crisis, nace una oportunidad”.
Liliana lo escucha con atención y recibe casi como una deferencia las palabras de Ernesto. Sabe muy bien que él no suele usar
ese tipo de expresiones, pues las considera lugares comunes
que suelen usarse para trasmitir un falso positivismo frente a
situaciones críticas, como si esto fuera una forma de quitarle
relevancia a la magnitud del drama que representan, generando un peligroso conformismo en la gente. Luego dice:
—Pues te cuento que mi ponencia de mañana en la tarde tiene
algo que ver con eso.
—¿Te refieres a la tele-medicina? —pregunta Ernesto interesado—.
—Tele-rehabilitación, más exactamente —precisa Liliana—.
—¡Qué bien!, ¿por qué no me adelantas algo? —le dice Ernesto,
y sonríe—.
—¡Ja, ja, ja¡, por supuesto, pero es mejor que la veas, porque
tengo videos y testimonios de apoyo muy interesantes —le responde Liliana—.
—¡Pero por supuesto! Prometo que estaré en primera fila,
¡cómo no! —dice sin dejar de sonreír—.
—¡Ja, ja, ja¡, eso espero doc, —le dice con tono cómplice e imperativo—.
—Pero bueno doc, ya hablando en serio, lo que abordaré es la
experiencia de los terapeutas que hacíamos atención domiciliaria antes de la pandemia, y cómo la pandemia forzó a realizar
tele-rehabilitación. Mostraré cómo esas primeras experiencias
fundamentaron los códigos de ética profesional respecto a la
práctica de la tele-rehabilitación, y haré referencia al amplio
dossier de instrumentos que existen hoy en día para la habilitación y funcionamiento de los centros integrales de tele-rehabilitación que tenemos en varias regiones del país.
—¿Sabes doc?, al principio de la pandemia, fue difícil para
muchos terapeutas seguir trabajando como lo hacían antes,
pues muchas familias les negaron la posibilidad de atender a
los pacientes en sus domicilios por el temor de contagio por el
virus. Asumían que, por ser profesionales de la salud, íbamos
a contagiarles. Los pocos que accedían eran desconsiderados,
desconfiados y hasta irrespetuosos. Hubo que considerar la tele-salud y la tele-rehabilitación. Aprender a sistematizar las evoluciones que la mayoría solíamos llenar a mano, compartir con 133
el paciente y sus familias los reportes vía correo electrónico.
Esperar que los leyeran y los aprobaran, pues ya no se trataba
Carlos Arturo Reina Rodríguez
solo de poner una firma. Además, no podíamos usar cualquier
plataforma tecnológica, ya que las regulaciones existentes exigían aplicación de la ley de habeas data para proteger, tanto al
paciente como a los profesionales. Tuvimos que implementar
otro tipo de protocolos terapéuticos, como enviar a los padres
antes de la terapia, y con el suficiente tiempo de anticipación,
una lista con los materiales e implementos que requeríamos
para la sesión de trabajo con sus hijos.
—En mi presentación, doc, para ilustrar esto, voy a hacer especial énfasis en el papel preponderante que tienen los padres y
demás familiares en estos procesos, tanto con niños como con
adultos. Y voy a compartirles el testimonio de una compañera
terapeuta ocupacional, que nos contará cómo tuvo que modificar sus procesos terapéuticos y empezar a hacer uso de los
objetos de la casa de sus pacientes para reemplazar los instrumentos con los que contaba en su consultorio, sobre todo para
trabajar el proceso de integración sensorial con los niños.
134
—Nos va a contar cómo tuvo que hacer uso de una silla convencional para reemplazar el caballete o el balancín que usaba
en el consultorio. Hablará del reto que le representó aprender
a manejar los espacios de la casa de cada niño como parte de la
terapia, y también comenzar a incorporar a los padres de familia mucho más, comprometerlos con el proceso terapéutico de
sus hijos y llegar a ver cómo se empoderaban en la búsqueda
conjunta del logro de los objetivos de intervención. Cosa que
en su práctica previa a la pandemia, pocas veces vio.
—¿Sabes? Antes de la pandemia los terapéutas que hacían antención domiciliaria eran considerados como de menor relevancia. Existía el prejuicio de que el profesional que atendía en
consultorio tenía un mayor status y que tenía a su disposición
todos los desarrollos técnicos y tecnológicos necesarios. Pero la
pandemia nos enseñó a valorar la capacidad de estar preparados
para prestar el servicio en cualquier circunstancia y con cualquier
tipo de paciente.
—¡Claro! Al principio las condiciones eran precarias, y hay que
decirlo, hubo mucha improvisación. Pero hoy en día las cosas
han cambiado. Contamos con plataformas robustas y seguras
para brindar servicios de tele-rehabilitación que cumplen con
todos los estándares de calidad exigidos. Los desarrollos tecnológicos en el campo son bastante significativos, se ha desarrollado software para el automonitoreo y el monitoreo remoto
de los logros de los pacientes. Además, gracias a la Big-Data y
a los sistemas de geo-referenciación es más fácil usar toda esta
información con fines investigativos.
—Hoy en día podemos saber cuál es el promedio de duración
de una terapia de tele-rehabilitación, cuál es el promedio en
número de sesiones y horas de trabajo terapéutico que tarda
un paciente en alcanzar una meta de intervención, y esto, se-
gún su edad, género, patología, o cualquier otra variable que nos
interese analizar.
—También les mostraré con evidencia, cómo estamos llegando
a regiones del país donde antes de la pandemia, los servicios
de rehabilitación eran precarios o inexistentes. En las regiones
apartadas las personas ya no dependen de un solo profesional
que se tenía que volver experto en todo y que trabajaba con las
uñas. Ahora los mejores terapeutas orientan el trabajo de sus
colegas en los procesos de rehabilitación de miles de personas
en todo el país. Y aunque desde la época ya se sabía, hoy tenemos suficiente evidencia para demostrar que los resultados de
la tele-rehabilitación son iguales, y en algunos indicadores, aún
mejores que la terapia presencial.
—¡Ay Dios!, todo esto me emociona, eso hace que todo suene
perfecto, y, pues la verdad, no es así. Falta mucho por hacer y,
lamentablemente, la corrupción sigue siendo la principal barrera para la cobertura y la calidad. Pero estamos avanzando y
vamos bien.
—Muy interesante y muy prometedor, sobre todo —asiente Ernesto—. Recuerdo el revuelo de los gremios en la época ante la
posibilidad de que los estudiantes de último semestre hicieran
prácticas de tele-rehabilitación y así poder graduarse pronto,
pues la sociedad los necesitaba. El tema de si alcanzaban o no
las competencias, y todo ese debate.
—Sííí, ese debate sigue vigente, hay que decirlo, —señala Liliana mirándolo fijamente. Ernesto también la mira, parece estar
esperando que ella agregue más argumentos, pero luego se
percata que el tema ha terminado, entonces decide continuar
sosteniendo su mirada sin decir nada—.
Por un par de segundos, Ernesto y Liliana hacen silencio, mientras recuerdan cada uno para sí, que su vínculo alguna vez, no
fue sólo laboral. Pero de eso, aún les resulta difícil hablar. Entonces Ernesto mira su reloj y dice:
—¡Uy, mira la hora!, ya es tiempo de retornar a la sala de conferencias. No quiero perderme la del médico ancestral.
Mientras exhala con tranquilidad, casi que agradeciéndole haber buscado la forma de salir de la tensión previa, Liliana le
pregunta: —¿Te refieres al que viene del cabildo indígena del
Tolima?
—¡Sí! El mismo, —dice Ernesto— me causa mucha curiosidad
el papel que cumplió la Guardia Indígena en la contención del
virus en la primera parte de la pandemia, los caciques Calarcá
y los caciques Gaitana. Leí en una entrevista que les hicieron,
que fueron tres meses de guardia constante. Más de seiscientos guardias en puestos de control durante las veinticuatro ho- 135
ras del día, primero desde el territorio de Ibagué, luego en el
Espinal, después en el Guamo, e incluso en territorios del Huila.
“Una resistencia desde lo propio”, decían los guardias.
Carlos Arturo Reina Rodríguez
—Ah, sí —dice Liliana—. Pues honestamente, no estoy muy enterada de la experiencia. Pero si he sabido de toda la corriente
de medicina ancestral, basada en el principio de la solidaridad,
que tomó fuerza a partir de las enseñanzas de los moanes y
médicos ancestrales de la región, luego de la pandemia. Incluso, alguna vez escuché una historia sobre cómo hubo dificultades para llevar a cabo el consejo de moanes quienes solían
encontrarse con cierta periodicidad para hacer intercambio de
conocimiento. Supe que eso les implicaba viajar desde diferentes territorios, y pues, todo eso se vio afectado en 2020 por las
restricciones de movilidad que el Gobierno Nacional impuso en
esa época. Además, ellos mismos tomaron la decisión de no
realizar la asamblea y cerrar fronteras para evitar la propagación del virus entre el pueblo pijao. Luego de eso, vino todo
el trabajo espiritual y el trabajo a través de la medicinal de los
moanes para proteger el territorio.
136
Emocionado por el tema, Ernesto afirma: —Es justamente por
eso que quiero escucharlo, pues leí que ellos, igual que nosotros los médicos tradicionales, encontraron en la pandemia una
oportunidad para recuperar el énfasis preventivo de su medicina. Ellos lo llaman: “fortalecer el cuerpo… equilibrar el calor del
pijao”. Tiene que ver con hábitos de alimentación, con la forma
en que se cultiva el alimento, y con el uso de plantas medicinales por parte de la comunidad. Para ellos, el intercambio de
conocimiento entre sus moanes ha sido siempre la clave de sus
avances en el conocimiento médico… ¡qué curioso! Justamente
lo que estamos haciendo hoy aquí.
Liliana mira la programación del evento que tenía en la mano, y
señala con el dedo, mientras lee en voz alta, diciendo:
—Creo que es por eso que ha decidido venir. Mira lo que dice la
reseña de su ponencia: “queremos compartir con los asistentes
este proceso de la resistencia del pueblo pijao en el marco de
la pandemia generada por el COVID-19, para que sea una herramienta para todos, para dar a conocer cómo vivimos en esos
tiempos en las comunidades, en los territorios. Para continuar
sembrando la vida”.
—Pues no se diga más, —dice Ernesto bastante animado—. Vamos y escuchamos juntos la conferencia. Y después, nos tomamos un café para continuar esta interesante charla, ¿qué dices?
Liliana sonríe levemente, al tiempo que baja la mirada, toma a
Ernesto del brazo y lo dirige sutilmente hacia el auditorio, diciendo: —¡Tal vez!, por lo pronto, entremos y tratemos de conseguir una buena ubicación.
Crónicas de una Pandemia
infancia. Los textos expuestos a continuación hacen parte de las
narraciones cotidianas que han experimentado algunas familias
en medio de una pandemia que ha cambiado e instaurado nuevas formas de cuidado y afecto con sus hijos.
Crónicas de crianza:
los ritmos que marcan la vida
Mónica Yasmín Cuineme Rodríguez1
La crianza es una actividad que hace parte de las prácticas sociales que se desarrollan en cada cultura, el cuidado del otro
ha estado enmarcado desde las diferentes cosmovisiones que
encierran creencias e instauran rituales alrededor del ciclo de
la vida. La llegada de un nuevo integrante a una comunidad es
un acontecimiento que irrumpe en la cotidianidad, el aceptar
la crianza de un hijo implica transformar y adecuar los ritmos
de la vida y disponer de todos los esfuerzos para desarrollar las
habilidades, capacidades y habilidades de los niños.
Alrededor de la crianza se construye un conglomerado de saberes que son transmitidos por medio de diferentes rituales
que acompañan cada etapa de la vida. Durante la gestación,
el nacimiento y la edad escolar se tejen diferentes momentos
que encierran múltiples creencias y prácticas alrededor de la
La fiesta de la vida: de la soledad a la integración con otro ser
La gestación es una etapa en la vida de algunas mujeres que
representa la compañía, el vínculo y la posibilidad de tener raíz.
El gestar la vida abre unas infinitas posibilidades de nuevos inicios. El cuidado de la gestación involucra creencias, valores y
diferentes prácticas tradicionales que se encaminan a proteger
la salud tanto de la madre como de su hijo.
Cuando la estudiante universitaria Leydi Paola Sepúlveda (2020)
se enteró de que estaba embarazada despertaron en ella muchos sentimientos encontrados, el temor de contarle a la familia,
la responsabilidad y la emoción de ser mamá, de dar vida. Desde
ese momento cambiaron las dinámicas cotidianas para adaptarse a ser mamá, iniciar los controles médicos por parte de la EPS,
1. Doctoranda en Educación, magíster en Investigación Social Interdisciplinaria y
licenciada en Básica Primaria de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas.
Especialista en docencia Universitaria de la Universidad Cooperativa de Colombia.
Profesora en propiedad y miembro de la Misión de Educadores y Sabiduria Ciudadana
de la Secretaría de Educación Distrital. Correo electrónico: mycuineme@gmail.com
137
Carlos Arturo Reina Rodríguez
asistir a los talleres de maternidad, en donde la orientaban sobre
los cuidados que se deben tener en el embarazo, los derechos
sexuales y reproductivos. Entre esos ires y venires se configuraron rutinas que empezaron hacer parte de la vida diaria, ir a la
universidad, llegar a la casa realizar los quehaceres propios del
hogar, hacer los trabajos, visitar a los amigos, encontrarse con la
familia continuar con el ritmo del diario vivir. Para Leydi uno de
los momentos más hermosos que vivió en su gestación fue cuando se realizó la ecografía de los cuatro meses y se enteró de que
era un niño, pero a los pocos días llegó la cuarentena.
Con la llegada de la pandemia en el confinamiento todo se dio
de manera diferente para Leydi, el pensar en el riesgo del virus,
estar preocupada por lo que le pudiera pasarle a ella y a su
bebé, tener miedo y angustia por la incertidumbre que despierta el estar bajo una amenaza invisible con un virus microscópico
que afecto a toda la humanidad dejando muerte a su paso.
138
Todo cambió en el embarazo de Leydi, al estar encerrada y no
poder salir a caminar, hacer ejercicio porque siempre sentía
miedo que la gente se le acercara. Otro aspecto que varió fue el
de las citas médicas las cuales cambiaron de presenciales a virtuales, limitado mucho los aspectos de salud, esta situación generó angustia y molestia ya que al no poder ir con tranquilidad
al médico y saber que estaría sola en momentos vitales de su
embarazo como las ecografías y el parto ya que por cuestiones
de salubridad su esposo no la podía acompañar.
Un momento vital al tiempo que familiar muy importante para
ella, la espera durante el embarazo, los preparativos del baby
shower, ese espacio de encuentro en donde los familiares
y amigos se reúnen para dar la bienvenida al bebé, donde se
llevan presentes y de todo se dispone para la preparación del
parto. Pero el momento se torna triste al imaginar esta fiesta
de llegada para el primer hijo y no poder realizarlo de manera
normal con su familia. “El compartir con todos es difícil, desde
el hecho que la gente te venga a ver sin el miedo de que traigan
algo más con el regalo, de estar uno como en esa prevención
constante” (Testimonio número 1, 11 de junio de 2020).
Leydi piensa que la maternidad después de la pandemia va a
ser un proceso de aprendizaje que se debe construir junto con
su esposo, cuando nazca el bebé va hacer un reto: el ser mamá
por primera vez, tener la responsabilidad del cuidado de un ser
que depende de ella sin las orientaciones, enseñanzas y consejos que se heredan de las madres o abuelas frente al ejercicio de la maternidad, dado que tanto la madre como la abuela
murieron, lo cual ocasiona la ruptura en la transmisión de los
saberes frente al cuidado del cuerpo recién parido, el fajarse
y volver a tener el cuerpo de antes y los consejos de la crianza. Desde esta nueva realidad la cual está construida desde los
miedos, la prevención, la desconfianza y la sobreprotección, va
hacer más difícil la maternidad ya que implica otras formas de
cuidado y protección.
Crónicas de una Pandemia
La vida de Eliana Ortiz (2020) antes de la pandemia era la vida
de una mujer soltera: vivía sola, salía mucho, trabajaba, hacía
ejercicio todas las mañanas iba al gimnasio a hacer ejercicio
una rutina de una hora, salía con las amigas del gimnasio a desayunar, luego entraba a trabajar, salía en la tarde a tomar café
con amigos, cada ocho días salía a restaurantes, y a fiestas, era
un ritmo de vida social muy activa.
Al conocer el diagnóstico de embarazo, la vida de Eliana cambió
muchísimo: ella se enteró de su estado cuando empezó la pandemia, entonces se aisló en el apartamento, y tuvo que dejar el
cigarrillo, el licor, y la vida social, y con estos cambios la de su
alimentación debido a que empezaron los malestares, el vomito, los antojos y lo demás cambios que se producen el cuerpo y
en las emociones. El aislamiento fue total ya que con el virus en
el estado de embarazo se requiere más protección.
El papá del bebé de Eliana se fue a vivir con ella e iniciaron
el proceso de convivencia y la construcción de familia a partir
del establecimiento de rutinas como levantarse, hacer el desayuno, el almuerzo, compartir los oficios del hogar lavar, limpiar,
organizar y las demás cosas que se hacen parte de la cotidianidad familiar. El embarazo cambió por completo la vida de Eliana,
atrás quedaron los encuentros con las amigas y la fiestas, lo cual
ocasionó un choque muy grande en sus ritmos de vida. Ahora
es diferente conformar una familia es un proceso de dedicación.
Para Eliana la vida después de la cuarentena es un poco incierta, genera susto y angustia, porque siente que debido a la
pandemia la vida social va a cambiar, el miedo latente de que
alguien la contagie y se ponga en riesgo el bebé, es terrible, así
como pensar que se debe restringir las visitas, el baby shower,
y el momento familiar de presentar al bebé cuando nazca, esos
espacios sociales ya no van a estar.
El nacimiento: la llegada
El nacimiento de un bebé no es solo un acto biológico, el nacer
dentro de una cultura tiene diferentes significados según el grupo social al cual se pertenezca, de esta manera se configuran las
prácticas de cuidado y las diversas representaciones alrededor
del nacimiento. Dentro del ciclo de la vida el nacer da paso a un
nuevo inicio que se va tejiendo de manera cuidadosa desde las
vivencias cotidianas que marcan rutinas alrededor de la crianza.
El bebé de Laura Camila Niño (2020) nació en pleno pico de
contagio, a las ocho meses, a pesar de los agüeros de los natalicios ochomesinos, fue un parto normal, pero el bebé tuvo
la bilirrubina alta y por eso lo dejaron hospitalizado, Laura no
tenía que usar tapabocas y lo alzaba sin ningún problema, lo
desvestía, lo cambiaba, le daba de comer, casi todo lo hacia ella 139
porque entre menos contacto tuvieran las enfermeras con el
bebé era mejor. Al ingresar el papá tenía que usar tapabocas y
tener todas las medidas de bioseguridad.
Carlos Arturo Reina Rodríguez
Después de que le dieron salida siguieron los controles por nacer el bebé antes del tiempo, cada semana tenía que salir con
tapabocas y guantes, la cita era a una hora determinada y muy
exacta, los encuentros con el pediatra eran muy rápidos, casi no
lo cogía para examinarlo escasamente los piecitos, el pediatra
se desinfectaba antes y después de cada consulta, también desinfectaba la camilla y la báscula.
La pandemia ha sido una experiencia traumática, saber que hay
un virus afecta psicológicamente porque se piensa que el de
al lado tiene el virus, salir así con el bebé es muy complicado y
estresante, cuando hay que salir a la calle no se le quita el plástico del coche, salir implica tener miedo de rozarse con alguien,
estar pendiente de las personas que no llevan tapabocas, del
que tose, del que se pasa la mano por la nariz, es una situación
muy complicada.
140
Fanny Patricia Ovalle (2020) tenía muchas expectativas frente
al nacimiento de su hijo, estaba muy tranquila en casa, podía
asistir a los controles sin ningún problema, se desplazaba con
tranquilidad desde su casa al médico para realizar los controles.
Su vida transitaba con la normalidad que configuran las rutinas
que se construyen en el diario vivir. La niña asistía al colegio
diariamente, el esposo iba hasta la oficina a trabajar, en general
la vida transcurría muy tranquila, y todo giraba en torno al cuidado del embarazo.
La bebé nació el 14 de marzo de 2020, fue un nacimiento sin
complicaciones durante la labor de parto, así que no tuvo que
estar mucho tiempo en la clínica y pudo volver rápidamente a
casa, bajo los cuidados del esposo el cual gozaba de la licencia
de maternidad.
Fanny recuerda que el domingo 15 de marzo de 2020, el Gobierno decreta que ya no se van a realizar clases en los colegios
ni en las universidades y una semana después se inicia el ejercicio de simulacro de la cuarentena. En ese momento ella se encontraba en casa, pero empezó a sentirse un poco intranquila
y angustiada frente a lo que iba a suceder, pues sumado a los
riesgos de salud estaba latente el tema económico, al pensar
que su esposo pudiera perder el empleo y con la llegada de la
nueva integrante se iban a incrementar los gastos.
Las primeras tres semanas fueron bastante difíciles, lloraba y se
sentía muy deprimida y angustiada frente a lo que iba a pasar,
sentía un poco de culpa por haber traído una vida a un mundo
que ya no es el mismo, con la incertidumbre de lo que puede
suceder, sin contar con las condiciones sociales, económicas y
ambientales para el desarrollo de una vida tranquila y feliz de
las nuevas generaciones.
La maternidad durante la pandemia ha sido una etapa llena de
contrastes, se siente felicidad por dar vida por el hermoso regalo que hace parte de una familia muy hermosa, pero a veces se
Crónicas de una Pandemia
siente miedo y angustia de pensar que no se le está brindando
lo necesario y de la incertidumbre de pensar cómo van a ser las
condiciones de vida que le esperan al bebé.
Sumado a esto, el saber que no podía recibir visitas y que la
mamá no podía ir a cuidarle la dieta y estar con ella, su apoyo
durante ese tiempo, ha sido su esposo, él ha estado bastante
pendiente y es quien ha asumido la labor de cuidado.
Después de esta pandemia Fanny considera que más allá de la
pandemia, de la situación de salud que está viviendo en el mundo, se dejan ver otro tipo de cosas, otras dimensiones como
la social, la económica, y la emocional que van a afectar la las
dinámicas de interacción con otros, la desconfianza que genera
el estar afuera.
La preocupación constante por quién va a poder cuidar al
bebé, pues antes de la pandemia se había acordado con la persona que lo iba a cuidar y llevarlo hasta su casa, pero ahora,
es peligroso subirse en transporte público y sacar al bebé es
preocupante, de igual forma si la persona viene, se debe realizar el protocolo de aseo para poder acercarse al bebé, así que
después de la cuarentena ya nada va a ser igual, ya quedaron
instaurados los miedos y es desde la desconfianza y la prevención como nos vamos a relacionar.
La llegada del primer hijo es una experiencia que cambia por
completo las rutinas del hogar, para Astrid Uribe (2020) ese
cambio inició en enero de 2020 con la llegada de su bebé. Iniciaron las trasnochadas y los experimentos para que se durmiera para saber qué necesita y que dejara de llorar, amamantarlo, sacar bien los gases, cambiar el pañal, cubrirlo para el frío,
desarroparlo por sí tenía calor, cantarle para que se calmara,
arrullar para que se mantuviera calladito y durmiera.
Antes de la pandemia Astrid llevaba al bebé a los controles médico para monitorear su desarrollo y crecimiento, en cuanto al
peso y el estado de salud. Cuando recibía visitas familiares les
solicitaba que se bañaran las manos y se quitaran la chaqueta
antes de alzar al bebé, estos eran los cuidados básicos que se
deben tener con un recién nacido.
Durante la pandemia Astrid ha continuado con sus rutinas de
cuidado. Al momento de amamantar por ejemplo es todo un
ritual: primero desinfecta la silla donde le va dar de comer, se
lava los senos y los seca con cuidado, se lava las manos, toma a
su bebé con sus brazos e instintivamente produce desde adentro un canturreteo casi místico acompañado de suaves movimientos que parecen alzar un velo que los encierra a los dos.
El contacto con el exterior es toda una odisea que implica el
planear estrategias para evitar o minimizar los riesgos que implican salir a la calle. Junto con la pañalera, van diversos ele- 141
mentos de aseo y de desinfección: gel desinfectante, alcohol,
toallas. Al momento de salir al médico tanto ella como su espo-
Carlos Arturo Reina Rodríguez
so se cubren con el tapabocas, la máscara, los guantes y al bebé
lo llevan completamente forrado en el caminador para que ni lo
miren ni lo toquen y solamente lo saca en la consulta y devuelve al coche lo más rápido posible ya que no es recomendable
exponer al niño que también puede contagiarse con el virus.
Daniela Alejandra García (2020), estaba cumpliendo su dieta
antes de la llegada de la pandemia. En su cotidianidad se habían establecido los cuidados que le recomendó el médico a
nivel físico y emocional. “Llevaba con mi hijo y esposo un ritmo
de vida tranquilo propio de la situación, las salidas se limitaban
estrictamente a cumplir con los controles médicos de rigor y
con algunas visitas al centro comercial para fines de pagos financieros” (Testimonio número 5, 15 de mayo de 2020).
Las actividades de crianza durante la pandemia en los primeros
días del confinamiento se tomaron de manera normal, porque
seguía cumpliendo su tiempo de dieta y se tenía que evitar las
salidas. Con el pasar de los días y al ver que tenía que cumplir
con las citas médicas y con el esquema de vacunación de su
hijo, se empezó a angustiar y la vida habitual se vio alterada.
142
Un ejemplo de ello fue con la vacunación de los dos meses
pues no pudo ir al centro médico, recibió una llamada de los
funcionarios del hospital y ellos le explicaron el protocolo que
debía seguir para cumplir con la cita. Ese día tuvo que salir a
la esquina de la casa con la protección necesaria. Al llegar al
centro médico esperó que hicieran todo el protocolo de lavado
de manos y de desinfección, además de que le mostraron que
los medicamentos venían sellados para mayor seguridad. Esta
situación, fue algo inesperada, porque ella había acompañado
a la sobrina y a otros familiares a sus primeras vacunas y no fue
un ejercicio tan traumático.
Daniela anhela poder salir con su niño al centro comercial, a un
parque, o donde sus familiares, y amigos que aún no conocen
al bebé de manera personal, porque se han comunicado por video-llamadas y por mensajes. Con esta situación no ha podido
presentar bien al hijo, ella nunca pensó vivir su maternidad en
una situación como esta, restringir de experiencias a su bebé
que por ahora sólo ve el mundo desde la ventana de la casa.
Nuris Neida Palacios (2020) define la maternidad como un ir y
venir entre momentos tranquilos y agitados. Todos los días se
levanta temprano, lo baña, entre las nueve y las diez el bebé se
duerme y es el momento de cambiar de actividad y encargarse de los quehaceres del hogar, hacer el almuerzo, organizar
la casa, lavar, barrer, trapear y demás oficios que requiere el
cuidado del hogar.
Los fines de semana solían salir a donde los amigos, porque al
bebé le encanta estar en compañía, después de un día de visitas
entre los amigos o familiares de regreso a casa la cama se convertía en una excelente sala de cine. Con la llegada de la pandemia
Crónicas de una Pandemia
el tiempo se trastocó colocando nuevas dinámicas que requieren
de más cuidados. Para Nuris esta etapa ha sido angustiante porque al bebé no le gusta estar encerrado le gusta salir, ver y estar
con personas, y al no poder hacer visitas se estresa y se irrita con
facilidad y rompe en llanto. Por otro lado, se encuentra el tema
de la salud y las condiciones de aseo las cuales se ha incrementado el oficio al estar más pendiente de la desinfección de las
superficies, de todos los juguetes y objetos de la casa.
A raíz de esta situación se cancelaron las citas médicas y no han
podido volver a los controles de desarrollo y salud aspecto que
le preocupa porque considera que no es lo mismo un chequeo
médico personal que uno virtual o por teléfono. Después de
la cuarentena para Nuris las cosas no van a cambiar, pues esta
situación ha sido muy difícil para todos y ha creado en las personas miedos y prevenciones sobre los demás. Existe el temor
de ser contagiado y se evita el contacto físico, las relaciones ya
no van hacer iguales, algo positivo de esta situación es que la
gente aprendió a ser más cuidadosa a lavarse las manos y tener
medidas de bioseguridad en los espacios públicos.
Antes de la pandemia el ejercicio de maternidad de Dayana Varela Menco (2020) estaba centrado en el cuidado de su hijo,
ella le brindaba todas las comodidades necesarias para que él
sintiera que su mamá estaba ahí en todo momento. Al encontrarse en licencia de maternidad, todo su tiempo está dedicado
exclusivamente a su hijo, así que este tiempo lo aprovechó para
salir a la calle con su bebé y mostrarle el mundo exterior que el
bebé se familiarizara y de paso cogiera defensas para evitar una
posible gripa, para esto era necesario que entrara en contacto
con el frío, el viento y el calor, sensaciones con las que poco a
poco fue experimentando.
La vida social instaura diferentes tipos de rituales y de ellos es
la presentación social de los bebés. Para Dayana esto era muy
importante así que fue con su pequeño al lugar donde trabajaba y se los presentó a los amigos y compañeros los cuales la
acompañaron durante la gestación y le organizaron un hermoso baby shawer.
Además de las presentaciones sociales a los amigos y familiares
para disfrutar una tarde acompañada de un rico chocolate o un
delicioso café, con sus tíos y abuelos, la presentación y encargo
a las divinidades es de vital importancia, ir a la iglesia en compañía de toda la familia agradecer a Dios por la bendición recibida
es parte del mundo que hora recibe al bebé.
Muchas personas estuvieron alrededor de él y de ella, no existía el miedo de ahora sobre un posible contagio, se recibían
visitas en las casas, las personas consentían al bebé, abrazaban,
le daban besos, todas las dinámicas familiares giraban en torno
al conocer al bebé y estar cerca de ellos, Dayana se sentía fe- 143
liz, ahora solo recuerda esa imagen que viene de repente a las
mentes e invaden su ser de una extraña melancolía.
Carlos Arturo Reina Rodríguez
Para Dayana al decretarse la cuarentena y suspender las clases
en la universidad fue un momento muy alegre porque significaba volver a estar todo el tiempo con su bebé, ya que por
motivos de estudio tuvo que a apartase de él al mes de nacido,
para ella fue un proceso muy duro dejarlo; pero las clases virtuales desde la comodidad de su casa le permitían verlo crecer,
reconocer los cambios mínimos que tienen de un día al otro,
compartir su proceso de aprendizaje.
Durante la cuarenta los días se hacen más cortos, el tiempo
no alcanza para las ocupaciones del hogar, los trabajos de la
universidad y las clases, que ahora se reciben en compañía del
bebé, quien acompaña todo el tiempo, aspecto que agradece
Dayana a la pandemia, pero el estar lejos de la familia y amigos
es la contraparte de esta situación que los ha confinado a estar
encerrados todo el tiempo.
La maternidad después de la pandemia, va hacer un cambio difícil para Dayana quien se ha acostumbrado a estar siempre con
su bebé, pero ella sabe que en algún momento se debe retornar a la vida social volver al mundo del trabajo, del estudio a los
buses, al trancón, a los ires y venires que siempre la retornaran
al lado de su eterna compañía.
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Al iniciar la pandemia Ana Patricia Tunubala (2020) intuye que
algo no andaba bien, desde eso que coloquialmente se llama
sexto sentido, decide empacar maletas, tomar a su bebé y re-
tornar a casa, ir con sus padres, Patricia pertenece a los misak
“gente del agua” población indígena del Cauca en Colombia,
para ella la madre es el bosque que da vida y establece el equilibrio, por eso la decisión de retornar al resguardo en el Cauca
y estar con su comunidad.
Antes Patricia se encontraba trabajando en un jardín de integración social en Bogotá, en lengua misak casa de pensamiento
shirigu kusegu, las dinámicas laborales y estudiantiles eran bastantes densas, salía de la casa muy temprano y llegaban en a
las diez de la noche, estas jornadas tan extenuantes la alejaban
de su bebé rediciendo los encuentros solo a unas pocas horas.
La vida en el resguardo es más tranquila, al lado de su comunidad en medio del campo, del bosque que abraza, protege y
brinda lo necesario para vivir; aprende a conocerlo e interactuar desde la na chá , que es el fogón, donde los mayores han
enseñado a su pueblo los saberes de las plantas medicinales,
así en su diario vivir se identifican las que son buenas para tomar y prevenir los males, las que sirven para bañar a los bebés
y las que curan según el tipo de dolencia que se sienta, de esta
manera protegen y cuidan a la comunidad.
Patricia considera que la pandemia no afecta la crianza que
tienen los misak, ya que su pueblo trabaja en la casa de pensamiento para no perder las costumbres y tradiciones; ella le
ensañara a su hija lo mismo que aprendió de su madre, a culti-
Crónicas de una Pandemia
var la tierra haciendo la huerta en la casa, plantado y cuidando
las plantas medicinales aprendiendo a distinguirlas y usarlas. La
crianza, el cuidado de los niños está estrechamente relacionado con la tierra ese vínculo se teje a través de las plantas que se
cuidan y cultivan como se debe hacer con los niños.
Dentro de este universo Patricia se siente segura con su bebé,
ella sabe la tierra brinda y cuida, sin embargo, las condiciones
económicas y las dificultades de seguridad que azotan a la región la hacen pensar que madre bosque no lo puede todo y
quede regresar a Bogotá donde tiene trabajo y está estudiando,
en la ciudad al llegar la cosas si van hacer diferentes y vida va a
cambiar por completo.
Práctica de cuidado en la etapa escolar
El inicio de la vida escolar es una etapa que marca un ritmo
diferente en las dinámicas cotidianas del hogar, no es lo mismo
el ejercicio de la crianza de los niños que se convierten en estudiantes y hacen parte de una institución escolar, las rutinas
cambian al establecer un nuevo orden donde se regulan los horarios y se desplazan los juegos por las actividades académicas.
Dentro de la urbe en medio de una multitud de gente se abre
camino Daniela Monroy (2020) siempre con el mismo paso que
marca el ritmo en que lleva su cotidianidad, se levanta a las cinco de la mañana para hacer el desayuno de Gabriel, vestirlo y
arreglase, cuando ya están listos lo lleva a ruta y después inicia
su viaje de Funza hasta Bogotá, se dirige al trabajo y luego de
su jornada laboral se dirige rumbo a la universidad, al finalizar
su actividad académica es hora del regreso a casa, de nuevo
las calle llenas de gente, los ruidos que se mezclan entre ritmo
de vallenatos y el pregón de los vendedores, las bocinas de los
carros, el congestionado y agitado transporte público con su
inconfundible mezcla de olores.
Al llegar a casa por lo general Gabriel estaba durmiendo, así la
actividad maternal se limitaba a darle un beso arroparlo y salir
despacio de la habitación. Quien se encarga de Gabriel después
de la escuela son sus abuelos, en especial el abuelo paterno. Las
actividades escolares son acompañadas por el primo un adolescente que orienta al niño cuando no entiende algún tema.
Cuando se declaró el aislamiento Daniela no viajó más a Bogotá
todas sus actividades laborales y académicas se centraron en el
hogar, Gabriel asistió al colegio dos semanas más después de
que se decretara la cuarentena, el colegio al ser privado manejó de manera diferente la situación y durante este tiempo
los profesores entregaron los libros, la papelería y demás útiles
escolares que se habían entregado al iniciar el año.
Antes de la cuarentena Daniela no tenía tiempo de compartir 145
con el hijo, pero la situación no varía, pues si bien se encontraban en el mismo espacio, la nueva situación demandó dife-
Carlos Arturo Reina Rodríguez
rentes dinámicas laborales como el teletrabajo, lo cual dificultó
el acercamiento, aunque se encontraran en el mismo espacio.
El incluir el mundo del exterior en el mundo del hogar implicó
para Daniela y Gabriel un proceso difícil, la exigencia del acompañamiento en las clases virtuales por parte de los padres para
que guiaran a los niños, las actividades escolares que se debían
realizar, sumado a los compromisos laborales, académicos y las
labores propias del hogar (hacer el desayuno, el almuerzo, lavar
la loza de demás quehacer) triplicaron la cantidad de trabajo y
fue arrollador para ambos.
En ocasiones es difícil seguir el ritmo a la vida y al parecer más
a está que se estableció con la llegada de un virus que trastornó todos los rincones de la cotidianidad. Para Gabriel su día
comenzaba cuando su mamá lo llamaba para que se bañara y
se alistara para ingresar a clase virtual, en medio de llantos y
protestas que terminaban debajo la ducha con mucho frío y
con más ganas que antes de volver a la cama.
146
Después de una jornada de clases virtuales con llamado de atención de su mamá por estar jugando, desaparece de la silla preciso
cuando el profesor explicó la tarea. Llega el momento de hacer
las actividades, entonces Daniela se viste de paciencia e intenta
recargar energías para acompañar a Gabriel que está más interesado en el árbol que se mueve y que el ve desde la ventana que
en la infinidad de números y letras que se encuentran en cuaderno y lo mantienen a él a su mamá sentados hasta la noche.
Para Daniela esta situación se torna en ocasión desbordante ya
que siente que hay algunos profesores que no se preocupan
porque exista una construcción y un vínculo que sea realmente
significativo con el aprendizaje, no se tejen los lazos que fortalecen los procesos de enseñanza y aprendizaje, parece que
para la escuela la educación es solo que el niño haga tareas y
responda, pero no hay objetivos pedagógicos claros en donde
se evidencie una relación con el conocimiento, ni tampoco un
trabajo colectivo entre los profesores y los papás que contribuyan a mejorar las dinámicas de aprendizaje, con tanta tarea
y algunas sin sentido. Gabriel no aprende se aburre y lo que
tendría que ser un espacio agradable por el hecho de tener la
oportunidad de estar juntos se ha convertido en momentos de
estrés y de agresiones.
Con la pandemia aprendimos a valorar el tiempo o mejor a darle un nuevo sentido, esta nueva realidad nos dispone de otras
maneras el ritmo de la vida social al modificar las formas de
estar con los otros, las maneras de sentir y de percibirnos, además permitió vernos de cara a los espacios del hogar no como
un lugar de llegada sino como sitos de encuentros y desencuentros en donde se conjugan los vacíos genera el radio de las sociedades modernas.
Las rutinas son indispensables, en ellas se trazan las cotidianidades que permiten tejer la vida con los demás construyendo
espacios de encuentro significados de manera diferente. Den-
Crónicas de una Pandemia
tro del espacio familiar cada momento vivido edifica la íntima
relación con los hijos y con la pareja, permitiendo reconocer
dentro de cada mirada, cada gesto, cada palabra algo de su ser.
Leidy Tatiana Luis López (2020) levanta a su niña temprano para
que se bañe y organice, la peina y mientras le cepilla el cabello
la niña le narra sus sueños le cuenta historias sobre el colegio
con los amigos, cuando termina de desayunar se dirigen a la
ruta, la niña se sube y despide con un fuerte abrazo, Tatiana
la sigue con la mirada, le envía un beso y se va, todos los días
en la rutina con su niña. En la noche Tatiana llega a casa para
acompañarla a dormir.
La abuela es la persona encargada de recibir a la niña cuando
llega de la escuela, le da el almuerzo y mientras comen se cuentan cómo les fue durante el día, al terminar el almuerzo la niña
está a la espera del timbre del celular de la abuela para hablar
con su mamá, todas las tardes Tatiana llama a casa para hablar
con la hija, luego colgar el teléfono la niña hace sus tareas y dejar la maleta y el uniforme listo para el otro día se sienta junto
a su abuela a ver televisión y a espera a su mamá para que la
acueste a dormir.
Al anunciar el Gobierno el aislamiento preventivo en donde se
estipulaban que las escuelas y universidades pues no tenían
que asistir, se modificó un poco las rutinas, al inicio fue un poco
difícil para Tatiana llevar el ritmo de acompañamiento escolar
de la niña, fueron dos semanas en donde la profesora por medio del WhatsApp enviaba las actividades que debía realizar la
niña, las cuales eran entregados por ese mismo medio. Frente
a esa nueva condición las dinámicas cambiaron Tatiana dispuso
su sala como un salón compró un tablero, establecieron horario de trabajo que iniciaba a las diez de la mañana, luego de
terminar las actividades se les tomaba la foto y se las envía a la
profesora.
Esta etapa ha representado para Tatiana la posibilidad de estar
más tiempo con su hija, de acompañarla, de conocer a sus amigos los cuales la niña le presenta por medio de la pantalla. Las
clases virtuales que recibe la niña han permitido entender los
procesos de aprendizaje que se llevan en la escuela, y los cuales
Tatiana puede reforzar. Para la niña fue muy fácil adaptarse a la
virtualidad ya que ella sabía manejar el computador, así que el
cambio en la modalidad de estudio no representó ningún inconveniente, se habituó fácil a la rutina de levarse temprano,
alistarse, encender el computador recibir las clases.
La pandemia trajo a la vida de Tatiana más tiempo para compartir
con su hija, para estar pendiente de las actividades académicas y
orientar el proceso escolar, conocer a los compañeros, escuchar
las historias que tuvo la niña en la escuela con ello, momentos 147
que les permitieron acercarse y estrechar sus lazos. El pensar en
que va a pasar después de la pandemia le genera angustia y vacío
a Tatiana quien no quiere perder el tiempo ha ganado con hija.
La crianza no es una tarea fácil: proteger, cuidar, orientar entre
otros aspectos que demandan la responsabilidad de tener en
las manos de los padres la vida de otra persona implica un trabajo conjunto con la familia. En el hogar de Anderson Fajardo
(2020) la crianza es compartida no solo recae en la mamá, él
también contribuye en la crianza de sus tres hijos, por lo cual se
han organizado y distribuido las responsabilidades del hogar. La
esposa trabaja durante el día entonces es él quien se encarga
de las rutinas diarias: levantar a los niños, alistarlos, preparar
el desayuno, y sacarlos a la ruta, después realiza las labores
propias del hogar ordenar cocinar y lavar, en la tarde recibir a
los niños darles algo de comer y esperar la llegada de la mamá
quien es la encargada de orientar las tareas mientras Anderson
se va a trabajar.
Dentro de esta cotidianidad transcurría el diario vivir de la familia cuando llegó la pandemia y se propuso la escuela en casa,
se dificultaron las cosas, ya que Anderson debía estar a cargo
de la educación de sus tres hijos, lo cual implicó estar conectado a tres computadores en tres clases simultáneas, y estar
pendiente de las actividades de los dos niños más pequeños
los cuales se encuentran cursando transición y primero e inician la etapa del aprendizaje de la lectura y la escritura. De esta
manera, el ritmo de vida se incrementó ya que Anderson debía
estar pendiente que los niños estuvieran en clase y no se pusieran a jugar, lo cual es bastante complejo dado que mantener la
atención durante cuatro horas frente a una pantalla a niños tan
pequeño es toda una hazaña.
El estar conectado recibiendo las clases con sus tres hijos, le
resta tiempo para los quehaceres del hogar, como preparar
el almuerzo, es prácticamente imposible al dejarlos solos un
momento se paran, se ponen a jugar entre ellos, o empiezan
a mover todo los botones de computador, comparten pantalla,
silencian a la profesora, se salen de la clase o activan micrófono y todos el mundo se enteran de las peleas entre ellos o los
regaños que les da por no estar en clase, luego al otro lado la
profe diciendo: “¡por favor papito apague el micrófono y nos
colabora con el niño! No lo deje solo por fa debe estar pendiente y orientado la actividad”.
Este trabajo es un poco frustrante para Anderson, ya que es
mantener a niños tan pequeños frente a un computador escuchando a la profesora no es muy atractivo, de igual forma el
hecho de estar encerrados afecta a los niños, a quienes les hace
falta la escuela, jugar con sus compañeros tener actividades al
aire libre. Por otro lado, está el temor del contagio de salir y
traer el virus a la casa y que se enfermen genera mucho estrés.
En diferentes culturas la crianza es una actividad femenina, al
ser la mujer quien da la vida es la encargada de mantenerla
y protegerla, son las mujeres quienes milenariamente se han
encargado del cuidado de los bebés, en el acto de amaman-
tar de transmitir el alimento y acunar se da inicio a la llegada
del nuevo ser al mundo cultural. Sin embargo, las sociedades
modernas han establecido otro tipo de relación ampliando la
frontera de lo biológico. La crianza deja de ser una actividad
exclusiva de la mujer y los hombres ingresan a este universo.
La pandemia ha puesto sobre la mesa la crisis del machismo
clásico y la visibilidad del desmonte del ideal atávico de “eso es
cosa de mujeres”, el cual queda replanteado en doble sentido,
hay mujeres que se han retirado de su raigambre maternal y
los hombres han saltado al espacio íntimo que era femenino
en principio del hogar y se encargan de los diferentes quehaceres entre los cuales están el aseo, el alimento, la educación,
el afecto, elementos que entre otros componen el cuidado y la
crianza de su hijos.
Testimonio Número 4. Fanny Patricia Ovalle Bogotá. Tomado
por Martínez Parra, Miguel Angel, 10 de junio de 2020.
Testimonio Número 5. Astrid Uribe Bogotá. Tomado por Andrés
Diaz, 11de junio de 2020.
Testimonio Número 6. Daniela Alejandra García–Bogotá. Tomado por Luisa Fernanda Cortés Navarro, mayo de 2020.
Testimonio Número 7. Nuris Neida Palacios. Tomado por Sandra Sofía Rivera Nossa, 12 de junio de 2020.
Testimonio Número 8. Dayana Varela Menco–Bogotá. Tomado
por Leydi Estefanía Gaviria Cifuentes, 11 de junio de 2020.
Testimonio Número 9. Ana Patricia Tunubala–Misak. Tomado
por Martha Geraldine Urquijo Martínez, 23 de mayo de 2020.
Referencias
Testimonio Número 10. Daniela Monroy–Funza, Cundinamarca.
Tomado por Martha Geraldine Urquijo Martínez, 19 de mayo
de 2020.
Testimonio Número 1. Leydi Paola Sepúlveda. Tomado por Jeyson Bernal Camacho, 11 de junio de 2020.
Testimonio Número 11. Leidy Tatiana Luis López. Tomado por
Juan Diego Ávila Márquez. 11 de junio de 2020.
Testimonio Número 2. Eliana Ortiz Eliana Ortiz Bogotá. Tomado
por Julia Isabel Roberto, 12 de junio de 2020.
Testimonio Número 12. Anderson Fajardo González. Tomado
por Juan Diego Ávila Márquez 20 de mayo de 2020.
Testimonio Número 3. Laura Camila Niño Perilla España. Tomado por Xiomara Gabriela Perilla Moreno, 12 junio de 2020.
149
bianos en medio de la pandemia de la enfermedad asociada al
virus del Sars-CoV-2.
Migrantes en pandemia.
Experiencias y prácticas entre
la incertidumbre y la solidaridad
Juan David Zabala Sandoval1
Migrar, conocer otras culturas, ver otros paisajes, vivir nuevas
experiencias, es parte de la promesa del mundo moderno, el
cumplimiento del sueño cosmopolita, que abriga la posibilidad
de alejarse de la tierra natal y adentrarse en lo desconocido, al
mejor estilo de las aventuras fantásticas que terminan ennobleciendo al héroe. Es el caso del estudiante, del trabajador y
del turista, que viaja a otro país lleno de expectativas y armado con lo que puede, buscando crecimiento personal y mejorar sus condiciones de vida. Algunos trazarán trayectorias de
ida y vuelta a Colombia, otros esperan quedarse en el país de
acogida. Queda claro que los casos son disímiles, sin embargo,
las presentes líneas tratarán de dar cuenta de un puñado de
elementos comunes en las experiencias de migrantes colom-
Dado lo anterior, aparecen algunas cuestiones que orientan
este texto, en particular, está la pregunta: ¿qué pasa con el proceso de adaptación, con las metas y logros esperados durante
la migración?, ¿qué deja el confinamiento a los migrantes?, y,
¿cómo afrontaron esta situación altamente adversa en medio
de su aparente vulnerabilidad? Para tratar de abordar estas
cuestiones, se buscará ordenar una selección de testimonios
de migrantes colombianos en el exterior, la mayoría tiene por
característica llevar poco tiempo en el país de acogida, a lo mucho un año, lo cual permitirá entrever las formas en que han
afrontado esa doble adaptación, al país de acogida y a la vida
confinada en el extranjero, privados de apoyos y con una perspectiva limitada de futuro, lo cual pone en entredicho la promesa misma de la migración. Si bien, se espera dar énfasis en la
voz de los testimoniantes como forma privilegiada de acceder
a la experiencia del migrante en pandemia, los pasajes de sus
relatos no serán usados a manera de evidencia o soporte del
argumento que se irá hilando, antes bien, se recurrirá a ellos
151
1. Estudiante de Doctorado en Ciencias Sociales, Universidad de Chile. Psicólogo,
magíster en Educación. Investigador miembro del Grupo GESS, Universidad de
Ibagué. Correo electrónico: juand.zabalas@gmail.com
Carlos Arturo Reina Rodríguez
como elementos pivote que permitirán ampliar el texto, aportarle matices y enriquecer su lectura con el ritmo que solo lo
vivencial puede dar.
Adaptarse en la incertidumbre
Es claro que ser inmigrante no es cosa sencilla, adicional a la
cantidad de dificultades que implica salir de Colombia, obtener los permisos de estancia, de trabajo, visados, entre muchas
otras complejidades, este proceso no termina con la llegada a
tierras extranjeras, sino que implica un esfuerzo prolongado
por el periodo de adaptación, que comprende, muchas veces,
el sometimiento a formas culturales e institucionales que no
son compartidas, e incluso, no son comprendidas. Por eso, este
suele ser un evento de gran importancia en la vida de las personas y familias que buscan otra vida fuera de Colombia, marcando un antes y un después, como un hito que establece lo que
fue de lo que será, es decir, migrar lleva en su significado una
dimensión temporal denotada por la ruptura y complementada, muchas veces, con la búsqueda de un futuro. Así lo expresa
Diana Orozco, quien migró con su familia a España a finales de
2019, y para quien migrar implica otra manera de vivir, una posibilidad de mejorar la calidad de vida.
152
(…) nosotros, junto con mi familia, llevamos muy poco tiempo
como extranjeros aquí, antes de la pandemia era como el intentar acomodarnos y acoplarnos a una cultura diferente, a unas
maneras de ver la vida y de vivir diferente, y también un poco
era como todas las expectativas que uno tiene cuando sale de
su país a buscar de pronto pues otra manera de vivir, ¿no?, un
poco mejorar la calidad de vida pues de la familia, sobre todo
de los hijos y antes de la pandemia era eso; como intentar acomodarnos, intentar pues encontrar un empleo para mi esposo,
un empleo para mí o una guardería para el peque, un lugar que
estuviera bien para vivir y bueno estábamos como enfocados en
eso… (Testimonio número 1, 29 de mayo de 2020).
Diana da cuenta de ese periodo de adaptación, nada sencillo,
en el que la vida debe ajustarse a ritmos desconocidos, pero
también relata la entrada de la pandemia, que genera una nueva condición que trastoca los planes.
(…) Y era como también el aprender a expresarnos de manera
que nos pudieran entender, aquí, aunque el idioma es igual, el
lenguaje cambia y las maneras en las que se expresan cambian,
entonces estábamos como en ese proceso de adaptación al medio. Justo, cuando llegó la pandemia para nosotros fue un poquito [silencio] como inesperado e hizo que de alguna manera
todos nuestros planes se pararan por completo, mi esposo y yo
nos quedamos sin trabajo al tiempo y pues era una incertidumbre total (Testimonio núméeo 1, 29 de mayo de 2020).
Se podría asumir que la adaptación del migrante se da a manera de ruptura del continuo cotidiano, con tal de buscar acoger
nuevas maneras de ser, lo que puede ser un proceso conflictivo.
Dicha ruptura suele hacerse evidente cada vez que se choca
Crónicas de una Pandemia
con el orden social del país de acogida, resintiendo el desconocimiento del sistema y echando de menos el mundo que se
dejó atrás; un proceso que da lugar al asombro y también genera una sensación de extrañeza. La pandemia implicaría una
nueva ruptura, que ahondaría la ya existente y dificultaría enormemente la de por sí compleja adaptación al país de acogida,
generando, como bien lo dice Diana, incertidumbre.
Por su parte, Mario Méndez2, colombiano, estudiante de maestría en Brasil, da otra dimensión a ese sentimiento de incertidumbre. Él relata cómo su proceso de adaptación se vio “suspendido” por la pandemia.
Mi vida, digamos acá en Brasil, estaba aconteciendo de manera
satisfactoria, de manera exitosa, ya había comenzado a tener
clases, alcancé a tener dos semanas de clase en mi maestría,
estaba comenzando, empezando a tener todas las clases, a
conocer mis compañeros, a conocer a mis profesores a adaptarme realmente en la dinámica académica de la universidad (…) por lo demás, también mi vida estaba transcurriendo de
manera regular, estaba tratando de disfrutar la experiencia aquí
en el extranjero, ya me venía adaptando aquí en la ciudad, ya estaba instalado, ya estaba acomodado en un apartamento y estaba
procurando también aprovechar la experiencia de estar acá en Río,
alcancé a aprovechar la experiencia del Carnaval de Río de Janeiro,
y alcancé a conocer algunos lugares interesantes de la ciudad, y
también estaba con la aspiración de llegar a conseguir un trabajo,
pero como sabemos digamos aconteció este tema de la pandemia
(Testimonio número 2, 29 de mayo de 2020).
Mario pone de plano la satisfacción de su experiencia académica y turística. Él da cuenta de un logro parcial en su adaptación
a la ciudad, mostrando el disfrute de las nuevas experiencias,
de los lugares, de los eventos, el cual también se ve interrumpido por la pandemia. Así, una de las frustraciones más comunes
en los relatos de los recién llegados está en la pérdida de posibilidades y en la limitación de actividades propias de quien está
conociendo un nuevo país, ávido de experiencias desbordantes; por el contrario, el encierro, una de las medidas más comunes para hacerle frente al contagio, lleva a la pérdida de oportunidades, que se configura en un detrimento de la experiencia
que caracteriza al extranjero, esto es, conocer y vivir más allá
de lo que ya se conoce y se ha vivido. De allí que, la cuarentena
se haya experimentado como un deterioro a su propio proyecto migrante y una pérdida significativa del sentido acerca de
lo que iban a hacer. A propósito, el relato de Mario continúa,
enfatizando en la suspensión de su vida académica y en la indefinición de su vida laboral, que vienen a ser otras formas en las
que se expresa la incertidumbre.
Bueno ha sido un cambio definitivo, porque, en primer lugar,
hablando otra vez del tema académico, todo se suspendió,
todo quedó suspendido y de manera indefinida (…) ya de ahí
153
2. Seudónimo empleado con tal de satisfacer la petición de anonimato del testimoniante.
Carlos Arturo Reina Rodríguez
en adelante pues no tuve más clases (…) Y pues más a nivel
personal, digamos, cambió definitivamente mi cotidianidad
porque ya ahora me la paso en casa tratando de seguir todas
las recomendaciones de no salir a la calle permaneciendo en
casa, siguiendo todas las recomendaciones, sin posibilidad también de conseguir un trabajo, entonces, la situación ha sido un
poco complicada, definitivamente cambiaron todos mis planes
y se truncaron de manera así como indefinida por lo pronto, sin
saber qué pueda pasar (Testimonio número 2, 29 de mayo de
2020).
Diana y Mario presentan procesos de adaptación truncados,
con dificultades para conseguir trabajo, planes suspendidos y
pérdida de posibilidades de experimentar el nuevo mundo, por
lo que la incertidumbre parece ser el común denominador en
la experiencia del migrante en pandemia. Este viene a ser un
sentimiento que los testimoniantes contrastan con la satisfacción y la expectativa. Es justamente la incertidumbre la que se
extiende al mundo de las cosas sencillas, del día a día, y genera
cambios en las pocas certezas que se habían obtenido hasta el
momento.
154
Lo anterior hace del migrante alguien vulnerable, debido a
los pocos recursos económicos y sociales disponibles con que
cuenta, además de, muchas veces, no contar con acceso a servicios de salud, por lo que el miedo a contagiarse y a contagiar
a sus familiares y adultos mayores con quien reside es latente.
Algunos, responden con una evitación estratégica, como Diana,
que no sale de su hogar; otros, lo afrontan con un aumento en
los cuidados y restricciones. Sin embargo, la pérdida de control establecida a partir de condiciones adversas cada vez más
variables implica un aumento de ansiedad, tal como lo relata
Jenny Quesada, estudiante en Brasil.
(…) al comienzo fue un poco loco porque con tanta información
y, a la vez, muy poca información, en cuanto a la cuestión de si
era verídica o no. En mí comenzó un miedo y una inseguridad y
angustia pues por el hecho de estar lejos de mi casa, del país,
sola [risas], entonces, pues entré como en un lapso de estrés,
un shock que ya con el paso de las semanas y de los días, pues
disminuido, ya estoy mentalizada: existe el virus, una cuestión
de tener paciencia y todo es incierto (Testimonio número 3, 28
de mayo de 2010).
Ante tales escenarios, los elementos fijos, como las rutinas, se
tornan de gran valor en el proceso de establecimiento de la
vida cotidiana del migrante, es algo que se trabaja, que se construye y que puede acarrear, por qué no, algo de alegría. Así nos
lo muestra Sonia Granados, colombiana residente en México
desde hace cerca de ocho meses antes de la pandemia, quien
reconoce la tranquilidad que le brindaba su rutina lograda:
(…) mi rutina de todos los días que era: nadar, mercar, cocinar,
en la noche estar en la casa, los fines de semana pues visitar a
los amigos e ir de fiesta. O sea, era, que te digo, era una vida muy
tranquila. Pero me había costado… me costó mucho conseguir
Crónicas de una Pandemia
un empleo (…) Entonces, digamos que, mi vida antes de la pandemia pues sí digamos que era muy tranquila, porque no estaba
como obligada a salir de mi casa, sino que estaba todo el tiempo
en mi casa resolviendo como las cosas de la vida, sí preocupada
por conseguir empleo. Pero… pero la verdad sería muy tranquila
muy muy contenta, ya te digo con mi rutina todos los días. (…)
Conseguir trabajo hace a la semana que empezará la contingencia, pues me permitió como crear hábitos de trabajo dentro de
mi casa (…) antes no tenía que salir de la casa y cuando empecé
a trabajar como ya estaba la contingencia, pues tampoco tuve
que salir de la casa. Así que, mi vida no cambió mucho, en ese
sentido no cambió mucho, porque mi rutina seguía siendo muy
parecida (Testimonio número 4, 22 de mayo de 2020).
El caso de Sonia está marcado por la búsqueda de empleo y por
la ruptura que genera la pandemia. Pese a no reconocer mayores cambios en su rutina, la “contingencia”, como ella misma
la llama, marca un antes y un después en que la tranquilidad
está sostenida por haber logrado una rutina, Sonia ahora trabaja, su cónyuge está en riesgo de perder su empleo y el mundo
está en crisis, pero su tranquilidad se sostiene y se afirma en
su rutina, como una forma de adaptarse ante la profunda incertidumbre que caracteriza este pasaje de sus vidas. La rutina
puede aportar algo de certeza y algún grado de control sobre
la propia vida, sin embargo, es difícil prever el nivel de permanencia o de transitoriedad de muchas de las rutinas de la pandemia, posiblemente duren lo que dure esta situación, o puede
que permanezcan más allá y marquen indeleblemente la vida
cotidiana, como hábitos duraderos de quien vuelve de la guerra
o sale de prisión.
Unión y solidaridad en el encierro
Además del establecimiento de una rutina en medio de la pandemia, hay otras prácticas que han emergido o se han fortalecido durante la misma. En particular, el encierro a causa de la
cuarentena y sus diversas variantes implicaron dificultades en
las relaciones sociales y afectivas, frustradas por la distancia y la
imposibilidad para la presencialidad; estas se volcaron sobre el
uso masivo de redes sociales y plataformas para llamadas que
hicieron posible comunicarse y compartir. Así, una práctica ya
común en los migrantes, como es realizar videollamadas con
los seres queridos al otro lado de las fronteras, se vio agudizada
con el encierro y la mayor disposición de tiempo libre, al punto
de hacer parte de la rutina diaria, como una forma de cuidado
del otro, pero también con una función de distensión.
Para algunos, como Angélica Sarmiento, colombiana en España,
se trató de retomar vínculos familiares, incluso algunos que habían dejado de lado, por lo que, extrañamente, el encierro en
el extranjero la llevó a acercarse más con familiares y amigos.
(…) en cuanto a comunicación con amigos y todo esto, digamos
que en, en ese tema ha sido en cierta forma una ventaja, siendo yo extranjera y teniendo a mi familia lejos, porque sí que es
cierto que las video llamadas y todo eso era la única opción
155
Carlos Arturo Reina Rodríguez
de comunicarme con mi familia, de cierta manera, ya estaba como acostumbrada a esto, entonces digamos que se ha
mantenido un poco, las videollamadas y esto con mi familia, claramente antes era como solo con mis padres o con mi
hermano, ahora es con mi tía, o con mis abuelos, que esto
jamás, jamás lo había hecho, esto es algo nuevo que está,
pues que me parece curioso que antes, no sé por qué no lo
hacía, estando igual lejos, pero como que ahora, durante la
pandemia, como que nos ha unido un poco más, en ese sentido (Testimonio número 5, 28 de mayo de 2020).
También lo dice Ricardo Vargas, estudiante colombiano en Alemania, para quien las videollamadas representaban la oportunidad de demostrarles compañía a sus familiares, e incluso de
reflexionar acerca de la solidaridad y la vulnerabilidad latinoamericana.
156
(…) tratar un poco de mantener el contacto con los amigos
latinos, hacíamos videollamadas los fines de semana. Fue interesante también porque pude tomar, retomar el contacto con
varias personas con las que no hablaba hace varios meses e incluso años, videollamadas con mi familia, también tratando como
demostrarles que no estaban solos allá viviendo la pandemia,
era una cuestión que de alguna manera nos unía. Muchas reflexiones acerca de la misma pandemia, como ese estado de solidaridad y al mismo tiempo de aislamiento, como esa sensación
de [que] todos somos vulnerables, esa esperanza de que pronto
las cosas cambian, pero también a la vez ese temor de cómo
colapsa la economía local, que es uno de mis mayores miedos,
en este momento es uno de mis miedos más fuertes respecto
a Latinoamérica… (Testimonio número 6, 28 de mayo de 2020).
Para ambos, Angélica y Ricardo, Internet cobró un papel relevante, cumpliendo la función de tender puentes para comunicar afectos y preocupaciones, por lo que puede entenderse
como una práctica que va más allá de la mera comunicación,
hacia el cuidado del otro y la posibilidad de fortalecimiento del
tejido social.
Los testimoniantes también reportaron una segunda función
de las redes sociales, y tiene que ver con la posibilidad de llevar
a cabo proyectos colectivos ligados a una dimensión artística,
que de otra manera no se habría podido dar.
Y una de las cosas que me ayudó muchísimo, que, no pensé
tomarlo de esa manera fue justamente el baile, que antes lo
hacíamos presencialmente con mi grupo. Era muy en la calle,
muy público: hacer talleres, en fin, en centros culturales. Y se
tornó en una cosa en línea, entonces bailamos… lo intentamos
la segunda semana de la cuarentena, como para ver, como para
animarnos… y la verdad desde esa segunda semana hasta hoy, o
sea ya dos meses y medio, cada semana Prende Vela, que es mi
grupo, se reúne. Entonces es como un desahogo y un encuentro
con personas que no teníamos idea, porque se han conectado,
nos hemos conectado con brasileñas y colombianas que están
en Francia, Estados Unidos, Colombia, Chile, aquí en otros Estados, entonces eso ha sido bueno. Ha sido como redescubrir
otras posibilidades… (Andrea Villalobos, testimonio número 7,
Crónicas de una Pandemia
26 de mayo de 2020).
Para Andrea, que es profesora de baile, este uso de las redes sociales ha sido todo un descubrimiento que le ha hecho posible
conectar con pares y desahogar la presión del encierro. Similar
es la experiencia de Giovanna Yate, colombiana, estudiante y
bailarina en Australia, para quien bailar frente a un computador le ha ayudado a afrontar la soledad y le ha permitido crear
contenido en compañía y en la distancia.
(…) siempre he estado yo muy sola en las mañanas lo cual ha
sido muy complicado al ser bailarina y artista se me ha dificultado muchísimo simplemente estar en un computador en video
llamadas y ese tipo de cosas, sin embargo, también ha sido un
espacio interesante ya que construimos un grupo con varios
chicos de música de la universidad, un grupo de experimentación desde el video y la creación instantánea en el hecho y vía
Internet, entonces, me pareció interesante, así mismo me pude
conectar con mi agrupación de compañías de Colombia, hemos
estado entrenando y hemos estado creando a raíz también vía
online (Testimonio número 8, 29 de mayo de 2020).
A su vez, está la función informativa e incluso de coordinación
e integración a la comunidad, que ha resultado clave para algunos recién llegados, con tal de obtener información acerca del
acceso a apoyos estatales y de otros actores sociales, como lo
son las comunidades de migrantes, como es el caso de países
con alta tasa de migración colombiana como España y Estados
Unidos. De esto da cuenta Mónica Coba, colombiana en Francia, menciona que, para ella, mantenerse informada a través de
las redes sociales fue clave para sobrevivir, enterándose de los
diferentes apoyos que las instituciones estatales, las comunidades religiosas y latinas tenían en torno a alimentos, subsidios y
servicios de salud.
(…) aquí pues no hay muchas ayudas, las ayudas que pronunció
el presidente Macron fueron hacia las medianas y pequeñas
empresas, el tema de las rentas, de los servicios públicos, de
las ayudas económicas era para este tipo de empresas, pero
nosotros como ciudadanos legales o ilegales no (…) en muchas
partes, muchos grupos de Facebook y del tema como virtual,
estaban publicando dónde ir a reclamar mercados o dónde ir a
poder desayunar o a almorzar en caso de no tener, mucha gente
hacía colectas para poder ayudar, pero pues nosotros estamos
sin conocer a mucha gente acá, el tema del idioma, todo eso
afecta cuando no te puedes comunicar directamente con las
personas (Testimonio 9, 27 de mayo de 2020).
De todas formas, lejos de ser homogénea, la experiencia de los
migrantes da cuenta de resistencias a los medios de comunicación y la información brindada, incluso como una estrategia
para sobrellevar la angustia que puede producir las noticias, tal
como lo expresa Andrea.
157
(…) se empezó a ver, ya, una afección económica y se suma a la
ansiedad colectiva de que, de… de la convivencia… de estar con
alguien en casa, pero entonces no podemos salir, pero si sali-
Carlos Arturo Reina Rodríguez
158
mos: ¿será que nos vamos a contaminar? Y ya empieza a haber
como un miedo. Entonces, digamos que, hubo un momento en
que, tuvimos [ella vive con su esposo] que parar de ver noticias,
para, digamos que estar un poco más tranquilos (Testimonio
número 7, 26 de mayo de 2020).
quisiera retribuir ayudando a otros, recíprocamente con la comunidad que lo ha acogido. Por su parte, él recibió ayuda de
su casera y, asimismo, ofrece apoyo en la compra de víveres a
quienes tienen dificultad para ello.
De todas formas, parece ser que las redes sociales pueden cumplir una función de extensión de la comunidad y el cuidado que
esta puede tener para con los ciudadanos. Siendo la comunidad
un enorme apoyo para algunas personas que lograron integrarse
de alguna manera en los países de acogida. Tal es el caso de Diana Orozco, quien cuenta que, a diferencia de Mónica, ella sí recibió
apoyo del Gobierno, en adición del brindado por amigos y la Iglesia.
(…) una experiencia bonita fue que, durante la pandemia, una
señora que nos alquila la casa, que es alemana, nos fabricó unos
tapabocas, entonces como que también uno ve ese estado de preocupación de ellos hacia uno y en nuestro caso también. Por ejemplo, yo estuve ofreciendo mi ayuda a una comunidad de personas
incapacitadas, les dije que si necesitaban ayuda en algo me dijeran,
ir hacer compras. Una señora por acá en el barrio también tuvo
esa iniciativa, entonces yo le escribí por WhatsApp que yo Estaba
dispuesto a ayudar y bueno, fueron ayudas que surgieron, pero yo
también sentí mucho esa motivación de querer ayudar acá (Testimonio número 6, 28 de mayo de 2020).
Tuvimos que pedir ayuda al Gobierno español para que nos apoyara económicamente, pues al tener un hijo menor de edad,
ellos brindaban como algunas garantías para la alimentación y
para los productos de aseo del nene, tuvimos que pedir esta
ayuda, fue una aliciente y también contar como con todos los
grupos de apoyo que teníamos al alcance; amigos, iglesia, y bueno fue también ver como la solidaridad de toda la gente, como
que no había distinción de que tú no eres de aquí o eres de
aquí, da igual, o sea todos estamos en una situación tan difícil
que daba igual de dónde eras, entonces en medio de todo fue
muy bonito poderlo ver, en medio de la preocupación de uno y
bueno ahora qué vamos hacer, se pudo ver la solidaridad como
seres humanos, como volver a la esencia y eso fue muy bonito
(Testimonio número 1, 29 de mayo de 2020).
Esta solidaridad resultó ser motivante para que Ricardo Vargas
Entonces, Internet y las redes sociales cumplieron tres funciones relevantes para el desarrollo de prácticas durante la pandemia que permitieron a los colombianos en el exterior poder
sobrellevar, de alguna forma, la experiencia de encierro, la escasez de recursos e incluso aportaron al desarrollo de proyectos y
colectivos artísticos. Por lo que, siendo extranjeros, la pandemia
está lejos de haber sido una situación de inactividad y enclaustramiento, los testimoniantes parecen dar cuenta de lo contrario,
dieron muestras de recursividad y preocupación por los otros, en
especial por sus familiares y amigos en Colombia, dando cuenta
de la condición del extranjero, que siempre vive entre dos mundos, sin decantarse enteramente por uno de los dos, lo cual le
provee de un grado mayor de reflexividad con respecto a lo que
pasa aquí y allá, a la vez que le imprime una desazón constitutiva, una añoranza, un sentirse incompleto que le motiva a seguir
moviéndose, a sostener sus vínculos pasados mientras continua ajustándose a las exigencias de su realidad diaria.
El miedo y la negativa a volver
Como se puede apreciar en estos breves pasajes, la experiencia
de vivir la pandemia como migrante tiene contrastes entre la
sensación de incertidumbre y la aparición de lazos de solidaridad y de cuidado del otro. Oposición que hace aflorar miedos,
preocupaciones que, siguiendo a Ricardo Vargas (2020) es un
sentimiento doble, “por un lado, pensar en la preocupación de
acá y pensar en la preocupación en Colombia” (Testimonio número 6, 28 de mayo de 2020). El miedo más claro es al de contagiarse, y la pandemia ha sacado a relucir el especial reconocimiento de la propia vulnerabilidad en tanto migrante, recién
llegado, sin papeles. Pero también está que “hay mucho miedo
de no ver a la familia, en ese futuro de, todos, digamos que paradójicamente, a pesar de ser lo que más queremos, creo que
será lo que nos dará miedo también: el reencontrarnos y cómo
nos vamos a acercar” (Andrea Villalobos, testimonio número 7,
26 de mayo de 2020). Este miedo compagina con la dificultad
para planificar la vida, como lo menciona Jenny Quesada:
¿cómo será mi vida después de la pandemia?, pues yo
considero que es algo incierto porque no sabemos cuánto va
a durar la pandemia y pues no sé qué políticas vaya a tener el
país después de la pandemia, no sé qué políticas vaya a tener
la universidad y la ciudad, y adicional a eso, por cuestionas
familiares, no sé qué vaya a ocurrir tampoco. Entonces, no sé si
deba volver a Colombia o quedarme aquí, la verdad he pensado
muchísimo en eso, pero pues no he llegado a una conclusión
de que pueda ocurrir con mi vida después de la pandemia
(Testimonio número 3, 28 de mayo de 2020).
El miedo y la preocupación por sí mismo, por la familia, por
Colombia, se suma a la imposibilidad de ayudar, por lo que, al
migrante, solo le resta ocuparse de su propia situación con tal
de salvar el proyecto, por lo que ha de enclaustrarse en un presente amplio y cuyos bordes aún no se ven con claridad, pero
que desde ya se avizora la inminente crisis económica y el posible ajuste de políticas migratorias. Por eso, Diana Orozco es
enfática al perfilar una identidad negativa del extranjero con
relación a la situación en Colombia, aclarando que ser extranjero es difícil, más, si es en medio de la pandemia y sus efectos,
pero que volver a Colombia no es una opción.
(…) ser extranjero en este tiempo es saber que obviamente
estás aquí tratando de salir a flote, poder estabilizarte, poder 159
retomar eso que habías logrado antes de que empezara la pandemia, continuar con eso y recordar que aunque sea duro es
muy diferente vivir una crisis en un país del primer mundo, a vivir
Carlos Arturo Reina Rodríguez
160
una crisis en un país del tercer mundo y es igual tú aquí intentar
seguir adelante pero estar pensando en la situación difícil que está
pasando tu familia en Colombia, la situación que están pasando no
solo tu familia, sino amigos, conocidos, y en sí el pueblo colombiano
con toda esta situación, es eso básicamente. Creo que el ser extranjero después de la pandemia es enfrentarse a la visión negativa, a la
realidad de una posible crisis económica, pero seguir entendiendo
que, si se tomó esta decisión pues hay que lucharla y llevarla hasta
el final, igual tampoco hay opción, ¿no?, [risa] no tenemos la opción
por ahora de volver a Colombia y tampoco es lo que queremos (Testimonio número 1, 29 de mayo de 2020).
migrante en medio de la pandemia implica no tener certeza de
casi nada, salvo de no querer volver.
Similar ocurre con Sonia Granados, quien también parece afirma su
identidad migrante a partir de la negativa a retornar al país natal.
Testimonio número 4. Sonia Granados. Tomado por Diana Alejandra Díaz Guzmán, 22 de mayo de 2020.
Y bueno, como colombiana, no sé... Algún profesor que quiero
mucho me dijo: “No pues regrésate, mira a ver cómo”, pues él
pensando que yo estaba como muy sola y no sé, pero pues regresar a Colombia nunca es una opción, ¿no?, porque para tener
salud hay que estar trabajando, o sea, ¿qué seguridad ofrece Colombia? Ninguna (Testimonio número 4, 22 de mayo de 2020).
Testimonio número 5. Angélica Sarmiento. Tomado por Juan
Sebastián González, 28 de mayo de 2020.
Por momentos, en los testimonios, pareciera como si volver a
Colombia diese cuenta de algún tipo de fracaso, se hace impensable, indeseable e improbable, por lo que algunos incluso
lo signan como una lucha por permanecer, por salir a flote, que
vendría a emular una forma de afirmarse desde la negación. Ser
Referencias
Testimonio número 1. Diana Orozco. Tomado por María Paula
Mellizo Camacho, 29 de mayo de 2020.
Testimonio número 2. Mario Mendoza. Tomado por Andrea Lezama Ayala, 29 de mayo de 2020.
Testimonio número 3. Jenny Quesada. Tomado por Sandra Sofía
Rivera Nossa, 28 de mayo de 2020.
Testimonio número 6. Ricardo Vargas. Tomado por Natalia Andrea Vargas Carpintero, 28 de mayo de 2020.
Testimonio número 7. Andrea Villalobos. Tomado por Juan Garcia Ríos, 26 de mayo de 2020.
Testimonio número 8. Giovanna Yate. Tomado por Mateo Yate
González, 29 de mayo de 2020.
Testimonio número 9. Mónica Coba. Tomado por Santiago Duque Arango, 27 de mayo de 2020.
Crónicas de una Pandemia
los conductores, para capturar una propiedad descuidada. Al
recordar esa monotonía, esos riesgos, esas mañanas que se repetirán en las tardes, agradezco seguir en mi apartamento, en
mi cama.
De los juegos y de las actividades
físicas en el contexto de una
enfermedad infecciosa
John Alexander Castro Lozano1
Cronos me ha despertado, mis ojos se resisten, desean mantenerse cerrados, pero Hipnos me ha abandonado. Cerca o lejos,
sin la luz del amanecer, un gallo anuncia aún en la oscuridad,
la aproximación del nuevo día, la llegada de Apolo. Mi cama
—un lugar que se hizo familiar en días de encerramiento— me
abraza, me mantiene cómodo, me entretiene la comodidad. Ya
no es necesario levantarse para salir, no debo ir a buscar el Sistema Integrado de Transporte de Bogotá, no debo ir conducir
por el frío tráfico de la ciudad, tan frío que nos congela en interminables filas en las angostas avenidas. Además, es necesario
transitar con cuidado en el automóvil ya que el hielo se ha roto
en muchos lugares. En esos caminos los protegidos por Hermes
se aprovechan de la tensión y la distracción de los pasajeros o
Pasa el tiempo pues Cronos sigue su tránsito sin importar qué
ocurra, él no se detiene, enciendo la radio, bueno, la de mi teléfono celular porque los radios se perdieron en el tiempo, al
llegar nuevas épocas; la tecnología aplasta a la anterior, lo nuevo es más fuerte y llamativo, pero lo viejo a mí me apega al pasado, a mi papá y a mi mamá. Ellos aún viven, pero sus rostros
ya tienen las huellas de la vida, ya no andan con afán, más bien
andan con precaución, con lentitud, quisieran que la tierra se
detuviera, quisieran regresar a mi infancia, a la infancia de sus
hijos, a mis hermanos, es decir, a su vigorosidad. En pocos segundos, mi memoria ha pasado múltiples recuerdos, una serie
de imágenes fijas que se encadenan sin ningún hilo argumental. Logré sintonizar —si se puede decir así— una emisora en
una red social, una emisora popular en parte de la década de
1980 y 1990, justamente escuché lo siguiente: “Y entender que
el tiempo habla en serio”, lo cantaba Distrito Especial.
Me quedé ahí quieto, aún más quieto, aunque mi corazón palpitara, no me quería mover porque volví a recordar, sin impor- 161
tar quienes seamos, todos pasaremos a los pies de Cronos, si
no lo fue hoy, será en algún momento. Eso me recuerda al viejo
Luis Alberto Suárez Guava en la Universidad Nacional de Co-
Carlos Arturo Reina Rodríguez
lombia, cuando yo era estudiante de sociología. Él insistía en
el tiempo, en la figura que nos recibe (o nos despide) en el Cementerio Central de Bogotá. Él nos hablaba de la melancolía,
de “El preso número # 9” y “La cárcel de Sing Sing”, que a veces
prefería “estar a un lado del camino, fumando el humo mientras todo pasa” pues todos deberemos asistir a la misma cita
con el anciano cojo, Cronos; mientras Tique, la dama esquiva, el
destino o la fortuna nos da algo de suerte o prosperidad en esta
vida. Esos recuerdos me traen a este presente pues hemos sido
encarcelados, no podemos huir de los barrotes impuestos por
el tiempo, por el contrario, debemos ir tras el conejo blanco,
quien lleva su propio reloj. Voy tras él para escribirle a Cronos
una crónica.
162
Al mirar por la ventana veo los imponentes Cerros Orientales,
casi siempre andan cubiertos por unas hermosas nubes, a veces blancas, otras grises. Mi mirada deja las nubes, deja los cerros y desciende de a pocos, hasta llegar a la avenida al frente
de mi ventana. La avenida la veo angosta, quizá sea así por estar en el noveno de la torre. Esa avenida conecta el Sur con el
Norte y viceversa. En esta mañana, esa avenida se ve vacía y
lo más angustiante, se siente vacía pues ni motos, ni autos, ni
ningún vehículo transitan. Apenas ayer el tránsito me despertó,
una moto de dos tiempos o autos con fallas en sus motores,
amargado dejaba mi cama pues no lograba y no podía dormir
un poco más. Hoy es distinto, el ruido se ha silenciado y logro
escuchar el canto de las aves en la mañana. También, escucho
al viento acariciar a los árboles. Eso es raro pues no vivo en el
campo, vivo en la metrópoli nacional de Colombia.
¿Cuál es la causa? ¿Por qué escucho el silencio? ¿Por qué
escucho al viento y a las aves? ¿Por qué puedo permanecer un
poco más en cama? Desde el 25 de marzo de 2020 se inició el
aislamiento preventivo obligatorio en Colombia, las calles están
vacías, el comercio se redujo considerablemente, los hospitales
y las clínicas se alistaron para atender emergencia. ¿Por qué la
cuarentena? El Ministerio de Salud y Protección Social anunció
el 6 de marzo de 2020 el primer caso de COVID-19. A una joven de diecinueve años, al regresar de Milán, presentó los
síntomas. Le realizaron las respectivas pruebas y el resultado
fue positivo. Desde ese día se anunció la necesidad de activar
un plan de contingencia, buscando retrasar el progreso de
la enfermedad infecciosa. En China, el 1 enero ordenaron el
cierre de algunos proveedores de alimentos pues se creía que
los animales podrían ser la fuente de la enfermedad. Cuatro
días después, en Wuhan fueron detectados casos de neumonía
que no corresponden al síndrome respiratorio agudo grave,
SARS, o al Síndrome respiratorio de Oriente Medio, MERS.
Desde China anuncian un nuevo virus el enero 7, la Organización Mundial de la Salud lo denominó 2019-nCoV. Dos días
después, en Wuhan, murió la primera persona, una neumonía
severa fue la causa. Posteriormente, el 13 de enero en Tailandia
Crónicas de una Pandemia
es registrado el primer caso, un ciudadano chino, proveniente
de Wuhan. Cuatro días después se confirma la segunda muerte
por el virus. Desde Estados Unidos se inician los protocolos para
para la detectar los síntomas, especialmente en los aeropuertos de Nueva York, Los Ángeles y San Francisco. En China se reportan pacientes en Beijing y Shenzhen y el 20 de enero fallece
la tercera persona. Un día después se confirma el primer caso
en Estados Unidos. El 22 de enero, en Wuhan cesan las actividades en aeropuertos y en ferrocarriles. Además, aumentan rápidamente los casos de infectados. Dos días después empiezan
a ser detectados los primeros casos en Francia. Los últimos días
de enero muestran más de un centenar de fallecidos en China
y la propagación del virus en algunas partes del mundo es detectada. Lo dicho anteriormente no es una investigación mía, es
una lectura realizada en una columna de CNN en español sobre
la cronología de COVD-19.
Y bueno, ¿cuáles son los síntomas de COVID-19? Fiebre, tos
seca y cansancio son los principales síntomas. Otros síntomas
son dolor de garganta, diarrea, conjuntivitis, dolor de cabeza,
pérdida del sentido del olfato o del gusto, erupciones cutáneas
o pérdida del color en los dedos de las manos o de los pies. Y
en los casos más graves: dificultad para respirar o sensación de
falta de aire, dolor o presión en el pecho e incapacidad para
hablar o moverse. En este aspecto, las sugerencias dadas para
impedir la transmisión de COVID-19 son lavarse las manos con
frecuencia, usar agua y jabón o gel antibacterial. Asimismo,
mantener la distancia; usar tapabocas; evitar tocarse los ojos,
la nariz y la boca; al toser o estornudar, se debe cubrir la nariz
y la boca. Y si presentan síntomas leves, se sugiere permanecer en casa, aislarse, consumir bastante líquido y conservar un
entorno en constante desinfección: ropa, utensilios de cocina,
zonas comunes y habitaciones.
La enfermedad infecciosa motivó a un cambio en nuestra rutina
diaria, por ejemplo, la distancia frente a los demás y la higienización se hicieron parte de nuestras vidas. En el presente, es
habitual ver a las personas con tapabocas y nos alteramos si alguien no lo tiene. E incluso, nos alejamos de aquellas personas
que puedan estornudar o toser pues lo hacemos por precaución y en otras, por temor. Nos hemos saturado en información
sobre COVID-19, tanta ha sido que nos ha llevado a modificar
nuestras rutinas y a considerar una amenaza el mundo externo y a todo lo que esté afuera de nuestro hogar. Además, en
Colombia se popularizó el concepto de “nueva realidad” y nos
deja la sensación que, el mundo antes de COVID-19 se destruyó
y la enfermedad infecciosa creó un nuevo mundo. Una realidad
antes y después, antes de COVID-19 y después de COVID-19,
AC/DC. Sin hablar de las voces proféticas que anunciaron, otra 163
vez, el fin del mundo. Aunque algunas de esas voces pidieron
donaciones por a través de redes sociales pues el negocio de la
fe no puede detenerse. Por eso dice una de esas voces: “Aun-
Carlos Arturo Reina Rodríguez
que estemos acuartelados, sigamos dando al Señor nuestros
diezmos”
Aunque no le doy el diezmo a los mortales. Esa voz dijo algo
que llamó mi atención, estamos acuartelados, a los auto proclamados representantes de los dioses en la tierra les molesta ese
acuartelamiento ya que sus cuentas no siguieron en aumento,
sus comodidades se restringieron. Esas restricciones aplicaron
para todos, del Sur o del Norte, del Oriente o el Occidente, todos en aislamiento. Por eso, no podemos seguir la misma cotidianidad del año anterior debido al aislamiento obligatorio.
Luego denominado como aislamiento preventivo inteligente.
Los asilamientos lograron la transformación de nuestra rutina.
Nuestras actividades diarias se modificaron pues fue necesario
distribuir el tiempo durante el día de otra manera. La rutina diaria era simple: despertar, levantarse, ducharse, desayunar, salir
a estudiar o a trabajar, regresar, realizar las tareas pendientes
en casa y regresar a la cama a buscar conciliar el sueño. En mi
caso, ese automatismo se multiplicaba por seis días en la semana, apenas sabía dónde vivía y cómo se constituía el espacio de
mi residencia.
164
En el asimiento aprendí a transitar de otra manera mi apartamento, aprendí a reconocer a quienes empezaron a convivir
conmigo y no porque no estuviesen viviendo antes conmigo. Lo
digo porque no las veía a ellas, a mi compañera y a mi muchacha; salíamos temprano y nos volvíamos a ver en la noche. Las
conversaciones eran cortas, algunas preguntas, con pocas respuestas. Y a mi perro, apenas lo veía, apenas meneaba su cola
al verme en las noches. En esas nuevas dinámicas, recuerdo un
refrán repetido por mi mamá, un dicho repetido tantas veces
que, creí había perdido sentido por su repetición, pero no era
la repetición. El refrán requería un momento para ser utilizado,
es un lento de interpretación. Y mi mamá aún lo dice: “No hay
mal que por bien no venga”. En otras palabras, en ocasiones
las situaciones parecen adversas para uno, pero esa adversidad
puede ser utilizada a favor, para el aprendizaje. Eso implicó un
cambio de rutinas, nuevas actividades que antes no realizaba
por abundancia de ocupaciones.
El despertar dejó de ser tedioso, la rutina se constituyó de otra
manera. En las mañanas empecé a salir a caminar, me acompañaba mi perro, una hora caminando, a veces un poco más, otras
veces un poco menos. Pero salía a caminar con él, a quien le hablo y parece que entiende lo que le digo o eso creo. Entre idas y
venidas describí en mi conjunto residencial existían varias zonas
comunes, una cancha sintética de fútbol 5 y, además, un gimnasio; descubrí algo que estaba oculto en medio de la rutina para
mí. Aunque la cancha y el gimnasio se encuentra cerrados en
el presente. Por ahora, la rutina se está repitiendo a diario, todavía no me molesta. En esas caminatas he observado que, las
zonas comunes en los conjuntos residenciales, en los parques
o en los gimnasios están desoladas; parece que el propósito de
Crónicas de una Pandemia
esos lugares se fue desdibujando, parece que las gentes, por lo
pronto, ya no las utilizarán; no las usan porque el COVID-19 nos
alejó de esos lugares. Y me surge una pregunta: ¿Qué será de
esos lugares en un porvenir cercano? ¿Qué será de las personas
que frecuentaban esos lugares?
Lo pregunto pues no creo que los apartamentos sean un lugar
para realizar las actividades físicas que se pueden desarrollar
en las zonas comunes de los conjuntos residenciales, los parques o los gimnasios. Cada lugar tiene su propósito, a veces los
cambiamos, a veces se difuminan. Y vuelven a surgir preguntas:
¿qué será de esas personas que entrenan, que juegan, que se
divierten en las zonas comunes de los conjuntos residenciales,
los parques o los gimnasios? En esas idas y venidas en las caminatas de la mañana, conversé, por casualidad, con alguien que
madruga a trotar en las mañanas. Bueno, primero, empecé a
verlo trotar mientras yo salía a caminar con el perro, acompañarlo en su paseo matutino. Varias veces lo vi y en algún momento, después de verlo en distintas ocasiones, lo saludé pues
ya no me parecía desconocido. Y él respondió extrañado, creo
que no es usual saludar al alguien que no se sabe quién es. Sin
embargo, respondió. Lo vi varias veces y el rito se repitió.
En una de esas mañanas, el ritual se alteró porque añadí una
palabra que denota cierta familiaridad. Le dije: —¡Vecino!
¿Madrugó a hacer deporte? En Bogotá, al decirle vecino a
alguien, es tratarlo con familiaridad, pero sin saber quién es. Y
me miró extrañado y lo noté un poco tensionado, parecía que
algo me iba a confesar, se detuvo, devolvió el saludo y de la
nada, como si nos conociéramos de tiempo atrás, me empezó a
contar sobre sus miedos con COVID-19, no por el contagio, sino
por las consecuencias que ha dejado la enfermedad infecciosa.
Creo que le quería contar a alguien. ¡Bueno! Antes me miró
y me preguntó: —¿Usted cómo se llama? —Le respondí—:
—John Alexander. —¡Listo! Soy Camilo, mi nombre es Camilo
Lancheros y vea:
(…) fue muy muy duro la primera semana porque que era como,
yo creo que siempre ha sido eso, como el saber qué va a pasar,
el saber qué es lo que va a pasar, es como eso, como que no
sabemos si va a seguir, cuándo va a parar esto, cuándo llegan
los eventos, entonces, al no saber nada de eso, pues es muy
como frustrante no saber, qué va a pasar mañana, entonces yo
creo que eso es bien complicado, y eso fue el primer miedo que
nosotros tuvimos como entrenadores (Testimonio número 1, 21
de mayo de 2020).
Al escucharlo, no supe darle una respuesta concreta pues no
sabía si mis palabras lo alentarán o, por el contrario, lo desalentarán. Al escucharlo percibí la incertidumbre sobre el porvenir, un porvenir rodeado de más preguntas que respuestas. 165
Y la incertidumbre aumenta al comprender que el COVID-19
no acabará ahora mismo o en un tiempo cercano, sabemos sobre su presencia y de la necesidad de ser más precavidos, de
Carlos Arturo Reina Rodríguez
conservar las distancias y los hábitos de higiene personal. Su
preocupación tiene su origen en su profesión o por lo menos, a
lo que se dedica, Camilo es entrenador deportivo y es evidente
para él que sus ingresos se han disminuido. Si se mantienen aislamientos, se disminuye su trabajo. En otras palabras, esta enfermedad infecciosa no solo afecta nuestra salud, sino también
nuestra estabilidad financiera y sin saber de las consecuencias
en nuestra salud mental. Después de reflexionar en eso, de
quedarme sin palabras, de no saber qué hacer, de querer tener
una solución, apenas atiné a decirle: —¡Vecino! ¿Y ha ofrecido
sus servicios en el conjunto? Quizás alguien esté interesado.
—Me miró y apenas asintió. Camilo no quiso continuar con esa
espontanea charla—.
166
Y no continuó con la charla porque se quedó mirando fijo a una
de las zonas comunes del conjunto. No le di importancia pues
mi propósito no era conversar con él, el mío era el paseo de la
mañana con mi perro, ver la iluminación de las torres a causa
del sol. Lo mío era más sencillo, aunque estaba en aislamiento,
estaba más tranquilo, mi rutina se ha vuelto menos extenuante y estresante, sigo con mi trabajo desde casa, lo que llaman
“teletrabajo”. Aunque esas formas de trabajo me recuerdan a
las telepantallas de 1984 de George Orwell. Esa referencia llega
a mi presente pues los mensajes en las redes sociales se han
multiplicado, los mensajes en las cuentas de correos personales
y laborales también crecieron, la activación de las notificacio-
nes de las múltiples páginas noticiosas permite los constantes
anuncios y las reuniones en línea son la forma de ubicar a los
trabajadores o a los estudiantes. Por supuesto no tiene la misma función que en la distopía de Orwell, pero sí son múltiples
los mensajes, las notificaciones y, además, los computadores
están más cerca de cada uno, parece que son una extremidad
más. En mi caso, antes de salir con el perro, reviso los mensajes
y las notificaciones; lo hago para saber si tengo algo pendiente,
algo que haya olvidado o algo que deba hacer. En casa, el trabajo aumentó pues se cree en una disponibilidad constante.
Mientras divagaba, el perro corría con otros, jugaba pues no
le ponía la suficiente atención y estoy seguro de que no se va
a perder la oportunidad de hacerlo por estar a mi lado ya es
suficiente al permanecer encerrado en el apartamento. En esos
momentos, retorné y Camilo ya no estaba solo, estaba conversando con otra persona. ¿A qué hora llegó? No sé, me he vuelto
más introspectivo, me pierdo en esas reflexiones que me inquietan, quizá no sean interesantes. Veo al acompañante y está
vestido con ropa deportiva, camiseta, pantaloneta, medias cortas, tenis; parece que estaba trotando. Al retornar a la conversación, Camilo me mira y me dice: —¡Venga y le presentó! Me
extrañó que dijera eso, apenas habíamos cruzado palabras ya
estaba conversando como si hubiésemos sido amigos durante
mucho tiempo. Me acerqué y recurrí, otra vez, al vecino como
una forma de saludarlo. —Mucho gusto, soy John Alexander y,
Crónicas de una Pandemia
¿usted es? E inmediatamente sonrío y me contestó: —Juan David Roldán, para servirle. Y le pregunte: —¿Cómo le ha ido con
la cuarentena? Y responde ampliamente, sin pedirlo, a lo mejor
en esta cuarentena, la gente requiere conversar un poco más:
Después de la cuarentena, digamos con el inicio de la cuarentena [eh] si bien el trabajo se ha aumentado, creo que la dinámica [eh] ha permitido que [que] uno maneje el tiempo de una
manera mucho más individual, mucho más organizada, pero
adicionalmente creo que acá es donde está como la diferencia
[eh] importante es [eh] los tiempos de trayectos que normalmente podían ser cuarenta minutos, una hora, trayectos, una
hora de ida, una hora de vuelta, pues se ha vuelto tiempos en
los que uno puede dedicar a otras actividades y en mi caso ha
sido retomar el ejercicio. [eh] Por supuesto la piscina y atletismo no, pues no se han podido reactivar por la [por la] situación
de cuarentena, pero la bicicleta sí es un ejercicio que ha sido
muy fácilmente [eh] como muy fácil de retomar porque normalmente lo realizo en [en] un simulador o en unos rodillos como
se les conoce normalmente, [eh] y eso es lo que ha terminado
es en, pues en entrenamientos tres o cuatro veces a la semana,
de una hora, hora y media, [eh] y los días que no hago ese tipo
de entrenamientos pues ese mismo tiempo para hacer entrenamientos de fortalecimiento, entrenamientos de salto de lazo,
[eh] entrenamientos de fuerza, o ese tipo como de cosas. Y pues
digamos que ya han sido dos-tres meses retomando eso. [eh]
Cuando uno lo monitorea, incluso de cara a lo que era hace un
año, [eh] digamos si la situación de cuarentena uno lo que ve es
que [eh] la cantidad de kilómetros que he venido acumulando
en entrenamiento indoor [interior] pues ha sido mayor que lo
que ha podido ser hace [hace] un año. Entonces pues eso es
interesante ver (Testimonio número 2, 28 de mayo de 2020).
Después de escucharlo, sentí esa tranquilidad que él sentía,
respecto al ahorro en tiempo, si así se puede decirle. Quedaron
atrás las esperas en las estaciones o en los paraderos, la tensión
en los trancones, en ese paralizado tráfico de ida y de vuelta;
acompañados por una lista de reproducción, alguna emisora o
la eterna navegación en redes sociales, una rutina que alejaba
las distancias pues cada vez se hacía más lento transitar por la
ciudad. Ahora, la tranquilidad parece un común denominador,
se respira algunas impresiones de calma, por un lado, pero, por
otro lado, las sensaciones de miedo y preocupación rondan. En
esas posibilidades de conservación de tiempo, en la posibilidad
de dedicación a otras actividades, Juan David las dedica al retorno de su ejercicio, por su abierta manifestación me enteré
de que usaba bicicleta, saltaba lazo y realizaba entrenamientos
de fuerza. Y sobre ir a nadar o correr a pie es complicado pues
esos lugares comunes, localidades entre los servicios de las cajas de compensación, por ejemplo, o en los parques se encuentran restringidos o cerrados. Sin embargo, lo percibo tranquilo
porque se puede dedicar un poco más a su entrenamiento per- 167
sonal, una actividad que realiza con pasión y disciplina.
Carlos Arturo Reina Rodríguez
Después de escucharlo, estoy de acuerdo con él en algunas
cuestiones. En otras palabras, muestro interés por las prácticas
deportivas, pero las mías son reducidas y a veces, inexistentes.
Pero en lo relacionado al aumento del trabajo desde casa es innegable, por ejemplo, en algunos días de la semana mi computador portátil lo enciendo desde las seis de la mañana y lo apago a eso de las diez de la noche, estoy conectado; algunas de las
interacciones sociales las conservo a través de Internet: clases,
asesorías, charlas, seminarios, reuniones o simples conversaciones pues recibir visitas, sean familiares o amigos, se complica al tener sensaciones de inseguridad frente a los que llegan.
Por eso, a partir de esas dificultades, en las entradas de las viviendas se hicieron habituales el alcohol en atomizador, el gel
antibacterial, la alfombras para la desinfección, el perchero, el
zapatero, entre otros, También, el uso frecuente de tapabocas,
caretas, gorras, guantes de látex, overoles antifluido; elementos que se han incluido en nuestra vida cotidiana (los productos
se han agregado al mercado de los hogares, bueno, de quienes
puedan adquirirlos) por sugerencia de las autoridades médicas
y el temor de la población ante la invasión de la COVID-19.
168
Otra vez, esas reflexiones hacen que me aleje de mis interlocutores pasajeros de la mañana, ellos siguen con sus rutinas de
ejercicio: cardio, fuerza y flexibilidad; realizan sus rutinas deportivas después de haberse detenido para conversar conmigo
o quizá, para hablarme de algo común, de algo que nos acerca
en estos días de distanciamiento. En esos paseos de la mañana, al pasear a mi perro, empecé a distinguir a personas que
desconocía, ya se los he dicho, mi rutina laboral y académica
me ha alejado de todos e incluso de mi vivienda. Pero en estos
aislamientos he modificado mis rutinas, lo reitero, por ejemplo,
me he dado cuenta de que debo regresar a mi torre, mi piso,
debo ingresar a mi apartamento a cumplir con los compromisos
laborales y académicos. Debo seguir, pues no he podido salir de
las rejas del tiempo. En el tránsito por los senderos peatonales,
entre las torres, en un primer piso observo a una pareja realizar
ejercicios en la sala de su apartamento, han levantado las cortinas y han despejado la sala, recogieron el tapete e iniciaron
una rutina de ejercicios al frente de su televisor, aquel que está
instalado en una de sus paredes.
Y vaya, es necesario multiplicar las actividades en el hogar porque esos aislamientos pueden complicar la salud mental de
las personas, es decir, el estabilidad emocional, psicológica y
social, sean padres o madres, hijas e hijos, o abuelos y abuelas. Algunas personas buscaron múltiples recetas para cocinar,
otros múltiples pasatiempos y los ya mencionados, buscaron
mantener su actividad física; muchos de los que pasábamos al
lado observábamos sorprendidos lo que estaba ocurriendo, no
es habitual exponer las actividades internas al público, eso es lo
que se ha llamado privacidad, no nos gusta que nos observen,
pero ellos lo hicieron. ¡Bueno! Cada uno hace lo que desee en
Crónicas de una Pandemia
su hogar, siempre y cuando no incomode a sus vecinos. Así que
continué camino, sorprendido pues opté por la comida y los
pasatiempos; la actividad física no ha sido mi fuerte. Aunque
así lo requiera, el cansancio ocular es evidente, la fatiga muscular también se siente. Creo que lo requiero, espero hacerlo. Al
ingresar a la torre, voy por el pasillo, pido el ascensor, espero,
ingreso, espero, salgo y tomo el pasillo, toco la puerta, espero
y una sonrisa un poco dormida me está esperando, recibe a
nuestro perro y yo cierro la puerta.
Cerrada la puerta, empiezo la dinámica de higiene, dejé mis
zapatos a un lado, me desvisto, mi gorra y tapabocas, junto a
mi chaqueta, camiseta y pantalón sudadera van a una bolsa de
tela; ropa lavada cada cuatro o cinco días. De allí, me dirijo al
baño principal, me ducho, me lavo con abundante jabón, shampoo y algo de acondicionador. Un baño de agua caliente, diez
minutos más o menos, vaya privilegios de los que puedo gozar.
Después de disfrutar el baño, escojo ropa cómoda para pasar
el día en mi hogar, al lado de mi compañera, de mi hija y de
nuestro perro. Él está a mi lado en mis jornadas de trabajo, se
acuesta cerca de mí, me acompaña y en compensación salimos
a caminar. Por supuesto, mi compañera es muy amable, ha preparado un desayuno para los dos. Eso me ha gustado, las puedo
ver; escucharlas; preparar comida juntos, ella para nosotros, yo
para ellas, nuestra hija para nosotros, comer con ellas; estar
juntos, conversar. Ya no las escucho irse temprano y verlas hasta
la noche, ya no, creo que hemos subido de peso, pero estamos
juntos. Mientras nos disponemos a desayunar, escuchamos las
noticias en un canal capitalino. Y justo se dio la posibilidad de
escuchar una entrevista a una entrenadora personal, la entrevistan a través de una plataforma de comunicación. Creo que su
nombre es Lina Alarcón, es joven y llena de vida:
Durante la pandemia he promocionado más mis entrenamientos virtualmente, entonces me ha llegado muchísima gente, yo
dirijo los entrenamientos vía Meet o vía Zoom y por ahí contacto
a mis alumnos, entonces trabajamos, trabajo todos los días en
los horarios de siete a ocho, seis a siete de la tarde y todo es totalmente virtual. Ellos me escriben, yo les escribo, nos comunicamos por medio de WhatsApp, las clases en realidad son divertidas, en realidad no ha cambiado mucho la mecánica, manejo
la misma. La verdad creo que luego de la pandemia vamos a ser
nosotros quienes saquemos provecho de esta situación ya que
en este momento mucha gente está en casa y no mucha tomaba
conciencia de realizar actividad física en casa entonces cuando
esta pandemia acaba yo creo que uno de los primeros factores
que la gente va a ver es el sobrepeso, la obesidad las enfermedades crónicas no transmisibles, generalmente lo que me dedico aconseja, y aconseja que vaya precisamente a otros servicios
como entrenadores entonces creo que después de la pandemia
nuestros servicios van a subir muchísimo, avanzar, alterarse un
poco y vamos a tener talvez una gran cantidad de usuarios (Testimonio número 5, 29 de mayo de 2020).
169
Carlos Arturo Reina Rodríguez
Mientras desayunamos, el entrenamiento personal se convierte en tema de conversación pues no ha sido habitual, pero lo
es también el uso de las plataformas comunicativas y las redes
sociales, tecnologías que permiten acercar a los seres humanos
a través del uso de Internet. En el contexto de la COVID-19 las
relaciones sociales se transformaron pasamos de encontrarnos
en los trabajos, en las escuelas, en los parques, en las calles, en
los gimnasios, en las cafeterías, en los restaurantes, en los bares, entro otros lugares, pasamos de establecer relaciones sociales físicas o materiales a constituir relaciones sociales virtuales a través de Internet y las múltiples maneras que nos ofrece
de conectarnos, es decir, de encontrarnos pasamos a conectarnos. Desde allí, si así puede llamársele, empezamos realizar
actividades laborales; clases sincrónicas; asesorías; reuniones;
rutinas deportivas; desayunos, almuerzos o comidas; celebraciones; entre otras. No dejamos de estar juntos, pasamos a estar juntos de otra manera. Sin embargo, esa es una condición
del ser humano, adaptarnos a diferentes condiciones a partir
de las múltiples circunstancias.
170
Las plataformas comunicativas y las redes sociales nos han permitido distintas formas para conectarnos. La entrevista dada
por Lina Alarcón nos expone las múltiples formas que se han
buscado para evitar una crisis económica personal, algunas de
las profesiones han permitido esas nuevas invenciones, pero no
todas las actividades lo permiten. Aquellas que lo posibilitan
han optado por conectarse con sus usuarios, sus clientes o los
interesados en los servicios que se pueden ofertar. Desde un
lugar distante a otro se conectan, se siguen las instrucciones o
las indicaciones a partir de acuerdos establecidos con anterioridad. Se realizan las rutinas en esos tiempos en los cuales se perdían esperando el Sistema Integrado de Transporte de Bogotá
o en el tráfico, se pueden aprovechar en distintas actividades
físicas orientadas por expertos o en tutoriales en sitios web. Y
es necesario pues el sedentarismo, el nerviosismo, la ansiedad,
la angustia, el agobio o la tensión que pueden presentarse en
medio del aislamiento, deben ser atendidos oportunamente y
las actividades físicas son una manera para evitar sus complicaciones.
Mientras asimilamos la entrevista de la entrenadora Alarcón,
en lo relacionado a las actividades desde casa. Mi compañera
y yo nos mirábamos, en tono reflexivo, pues si era necesario
iniciar algunas prácticas pues nuestro trabajo nos ha permitido
mantenernos en casa y hemos aprovechado en la experimentación en la elaboración de nuevos platos y distintos pasatiempos
como la lectura, el cine o las series, es decir, nos recreamos,
pero nuestros cuerpos se mantienen quietos, se evidencia,
como ya lo he dicho, el cansancio ocular y la fatiga muscular. En
esas miradas reflexivas, escuchamos una llamada, es el teléfono celular de mi hija, se comunica una compañera del colegio,
alguien que no ve hace bastante, ya saben cuáles son las cau-
sas. Ella es una buena muchacha, bueno eso dice un padre que
ve crecer a su hija, alguien que empieza a sentir que ella saldrá
de casa a continuar su vida, lejos de nosotros, como debe ser,
los hijos son prestados pues deben crecer, dicen por ahí.
Mientras hablan, interrumpo a mi hija y le pido que le pregunte
algo a María Fernanda. De ella, ella ha llamado mi atención,
bueno no es ella, es su apellido, es Trilleras, un apellido poco
común. ¡Bueno! Llama mi atención porque debo saber con
quién habla mi hija, no sé si es conservatismo o preocupación,
pero estoy atento de sus amistades porque uno no sabe, dice
mi mamá. En medio de la conversación, interrumpo a mi hija y
le pido, por favor, que algo le pregunte, mi muchacha me mira
extrañada, dibuja un rostro con un gran interrogante le reitero
a mi hija que si puede hacerle una pregunta a María Fernanda
sobre sus actividades físicas o deportivos durante el aislamiento. ¿Cómo es su ejercicio durante la pandemia? Mi hija reprodujo la pregunta, con cara de interrogante, pero se la formuló. Y
María Fernanda, un poco desconcertada y amable, respondió:
Ha sido complicada también, en el sentido de que, pues un vídeo no es lo mismo que un instructor en persona entonces, tú
por más que veas en YouTube el video y aunque es muy buena
la profesora o la instructora, [eh] tienes dudas y son dudas que
no se resolverán entonces, si estás haciendo alguna posición
mal, y puede afectarte tú realmente no estás seguro y no los
vas a saber porque no tienes como con quién [eh] cuestionarlo
y quién te aclare esas dudas del todo. Eso es un poco lo que no,
no ha sido tan fácil también estos. [eh] también, estos cambios
han generado un desorden muy drástico en mi rutina, puesto
que yo cuando estaba en el gimnasio tenía una rutina muy marcada, o sea, el desayuno a cierta hora, almuerzo cierta hora,
comida después de que llegaba del gimnasio y dormida desde
las diez hasta la hora que tuviera que levantarme al siguiente
día, pero siempre tuve, tenía, una rutina muy muy estricta por
así decirlo (Testimonio número 15, 26 de mayo de 2020).
Ese relato me cuestionó demasiado ya que, por un lado, la lejanía física y, por otro lado, la cercanía que puede permitir Internet no permite, en todos los casos, las mismas posibilidades de
aprendizaje. Si ocurre con rutinas de ejercicio, es posible que
ocurra, también con otros aprendizajes. Eso me lleva a pensar
en los estudiantes de jardín, colegios y universidades ya que
el acceso a computadores, dispositivos móviles o teléfonos celulares no es semejante en todos los lugares de la ciudad. Eso
mismo ocurre con la posibilidad de conectarse a una red inalámbrica o con cable de red. En otras palabras, el acercamiento
a distintas formas de aprendizaje en el contexto de la pandemia
nos mostró la inequidad en la que nos encontramos, las distancias sociales, económicas y políticas que permitan a acceder a 171
ciertos servicios. Eso ha tenido como consecuencia problemas
en el aprendizaje, relacionadas a la incoherencia o el desorden.
La causa son las múltiples dificultades que ha implicado la fal-
Carlos Arturo Reina Rodríguez
ta de sincronía. Además, lo inesperado del aislamiento no nos
preparó para asumir la comunicación y el aprendizaje a través
de Internet.
Bajo esa sorpresa, cada día pasamos los distintos aislamientos.
Unos bajo unas dinámicas, otros bajo otras rutinas; bajo el nerviosismo, la ansiedad, la angustia, el agobio o la tensión, para
otros, de otras formas pues cada uno vive las cuarentenas a
partir de sus privilegios o sus carencias, por supuesto somos
iguales ante la ley, pero somos diferentes en la economía y la
política. La COVID-19 nos sorprendió, al principio escépticos,
luego conspirativos, después paranoicos y quizás, ahora, en la
incertidumbre. A esta hora, debo iniciar mi clase, asumiendo
el valor de la energía eléctrica y el Internet, buscando distintas
formas para que mis estudiantes puedan acceder, de la manera
menos inequitativa, a la educación, buscar múltiples actividades y recursos audiovisuales que puedan ser localizados en la
red, grabar cada una de las sesiones para aquellos estudiantes
que no pueden conectarse, pero puedan consultar la sesión
posteriormente. Esta época nos mostró sus potencialidades y
también, sus limitaciones, al fin y al cabo, estamos más conectados y al mismo tiempo, más alejados.
172
Faltan las referencias de los testimonios para que todo el libro quede unificado.
Crónicas de una Pandemia
tecnológicos, digitales y científicos aplicados al campo político,
económico, militar y cultural, pero que transita en una carrera
contra el tiempo, para encontrar la cura efectiva para evitar la
propagación de un virus letal, que se desvanece con una sola
pompa de jabón… ¡Bienvenidos!
Crónica de la vida cotidina
William Pulido Cardozo1
El ejercicio pedagógico de la construcción de memoria histórica
en Latinoamérica, debe partir desde una perspectiva democrática, inclusiva, intercultural, heterogénea, pluralista, reivindicativa, propositiva, esperanzadora, popular y emancipadora, con
el fin de superar el relato fundado, en el mito de los orígenes a
través de la glorificación de los “héroes vencedores” de la historia de nuestro continente, por eso el relato oral y la experiencia directa con el ciudadano común, se convierten hoy en el
insumo fundamental que nos permiten presentar a ustedes la
recopilación de un conjunto de crónicas cotidianas, que emergen en medio del naufragio que el planeta, nuestro continente
y nuestro país sobrelleva, frente a una situación que si bien no
es nueva en el globo terráqueo, sí presenta rasgos diferenciadores, teniendo en cuenta que se trata de una pandemia en
un mundo globalizado que exhibe sus más altos desarrollos
Valorando las pequeñas cosas…
José Rafael Aguillón Lombana tiene cuarenta y seis años, vive
en el barrio Girardot, es abogado y contratista del Instituto de
Desarrollo Urbano (IDU) y en medio del naufragio de la pandemia el 17 de mayo de 2020, nos contó sus experiencias familiares antes, durante y presuntamente posterior al confinamiento.
José no es un hombre del común pues evidencia haber apro-
1. Magíster en Comunicación-Educación. Línea Cultura Política, U.D. Con un diplomado en pedagogía de la memoria de la Universidad Pedagógica. Ha cursado
seminarios en literatura rusa, cine, cuento, semiótica, poesía en la Universidad
Externado de Colombia; la concepción política de la justicia en la Universidad de los
Andes; la guerra en la historia en la Universidad Nacional de Colombia; la historia del
cine a través de sus actores en la Cinemateca Distrital; gestión para la solución de
conflictos (Hermes) en la Cámara de Comercio de Bogotá y participó en el seminario
de formación de la Red Internacional de Investigadores de la (SED). Autor del libro:
Las cosas que me emputan, ponente en la Universidad de Valparaíso de Chile y en
la escuela normal superior Moisés Sáenz Garza en Monterrey en México. Candidato
a doctor en Ciencias de la Educación. Actualmente es docente de la Secretaría de
Educación de Bogotá y lidera el proyecto “¡Cuenta hasta 10!”. Correo electrónico:
wiliampulido@gmail.com
173
Carlos Arturo Reina Rodríguez
vechado su tiempo para fortalecer su formación profesional,
en este caso cursando estudios de posgrado, lo cual sin duda
alguna fortalecerá sus conocimientos y habilidades en el campo
personal y profesional, —¿acaso quién no se enriquece con el
tránsito académico por una maestría?— Frente a la radiografía
que reflejaba su vida antes del confinamiento por la pandemia,
José alude un ambiente natural cotidiano y con particularidades propias de la rutina y velocidad con la que se vive el día
a día, —tal como lo vivimos no sé, usted, el vecino y yo—, en
este caso José se mantenía ocupado por cuestiones netamente laborales durante los cinco días, teniendo el fin de semana
para ser dedicado exclusivamente a sus familiares, situación
que le permitía distraerse tal como lo hacía entre semana con
sus compañeros de trabajo, es decir, estos dos ámbitos de la
vida permitían oxigenar y equilibrar su vida personal. La familia
de José antes de la pandemia se divertía en salidas dentro y
fuera de la misma ciudad, lo cual se configuraba como todo un
espacio de recreación y oxigenación que rompía la rutina de la
semana, pues se acostumbraron a salir a pueblitos cercanos, a
la laguna de Tota en Boyacá y a la finca dónde su mamá, por
ejemplo, lo cual los recargaba de energía, fortalecía el ejercicio
de la convivencia y los liberaba de cualquier tipo de encierro.
174
Se le nota a José en su lenguaje gesticular, cuando se le pregunta si las cosas han cambiado antes y durante el confinamiento
inducido por la pandemia, pues las referencias que cita sugie-
ren que el encierro sí genera brotes de malestar y estrés. El
hecho de acondicionar la casa de aproximadamente ochenta
metros como un espacio laboral y familiar, propicia que se entremezclen dichos lugares y termine dedicándole más tiempo
a la actividad laboral trabajando incluso sábados y domingos,
a pesar de que José se siga despertando a la misma hora que
lo hacía antes, situación que lo preocupa porque a pesar de
contar con la presencia de sus hijos teniéndolos literalmente
a su lado, no puede disponer de su tiempo para podérselo dedicar a plenitud, situación que no deja de ser incomoda —¿es
que, para qué padre no deja de ser incómoda dicha situación?,
¿ah?—.
Una situación particular y hasta curiosa que relata José, es la de
considerar la permanencia de cuatro generaciones en la vivienda que habitan, se refiere por un lado a sus suegros quienes
superan los sesenta años, a su esposa y a él (que se encuentran
en el rango de cuarenta años), por el otro lado se encuentra un
adolescente y dos niños, de seis y de tres añitos respectivamente, por lo cual habla de cuatro generaciones conviviendo bajo
el mismo techo con diferentes expectativas, enfoques y deseos.
La contingencia como tal genera que salir en familia a manera
de desahogo sea imposible en estos momentos, lo cual genera
estrés, choques y tensiones que se van acumulando —situación
que a todos nos ha pasado, ¿o no?—.
Crónicas de una Pandemia
A pesar del espacio con el que contamos en la casa —exclama José— vivir con los suegros sugiere que se deben respetar
unas normas y pues a ellos les interesa que todo permanezca
en orden, cada cosa en su lugar, conservando aquello que les
ha costado conseguir durante toda la vida, de repente llegar a
acondicionar y condicionar ese espacio sagrado para ellos con
nuestras cosas de trabajo y con las de nuestros hijos, cada uno
con sus roles de estudiantes y seres humanos, no deja de ser
una situación que genera obviamente algún tipo de conmoción
e incomodidad para ambas partes.
José dice que el confinamiento para los niños ha evidenciado
inquietud, pues a pesar de estar pequeños ellos ya entienden
cierto tipo de cosas, por ejemplo, extrañan los viajes a la laguna de Tota indagando sobre futuras visitas con preguntas tales
como: ¿Cuándo vamos a volver a la laguna?, ¿cuándo vamos a
ir a la finca de la abuelita?, ¿cuándo vamos a ir al restaurante
tal, que es muy divertido pues allá hay unos juegos? —Yo creo
lo que les pasa a los hijos de José, le pasa a muchos padres
que tienen hijos pequeños y necesitan de ese contacto con la
naturaleza o con algún sitio de recreación, y uno pues atendiendo a los protocolos de confinamiento, debe acudir a juegos de
recreación al interior de los hogares, ¿saben?, lo importante es
contar con el tiempo y claro está, con la disposición—.
En este caso, los hijos de José de cierta forma entran a desesperarse por no tener esa posibilidad de salida para desfogarse
en otra parte, —exclama con cierto grado de insípido entusiasmo— viviendo cosas diferentes; antes el niño estudiaba, e iba a
su colegio y pues eso era una gran forma de invertir y canalizar
sus energías, hemos tratado de mantenerlos un poco como distraídos, tratando de sacar tiempo para jugar con ellos, pero se
siente bastante el confinamiento que restringe las salidas y por
ende la posibilidad de disfrutar de la libertad.
Tiene mucha razón esa frase cotidiana, que alude a la felicidad,
aquélla con la que contábamos antes, la cual nos permitía disfrutar de esas pequeñas cosas que este confinamiento nos restringió, pero bueno, la idea es aprender a pesar de la terquedad
y soberbia de la humanidad. José frente al panorama que se
avecina pos pandemia y la inquietud de saber, ¿que mejorará?,
¿que seguirá igual?, ¿cómo visualizar el futuro?, pues anuncia
un parte de tranquilidad, a pesar de las circunstancias la posibilidad de contar con techo, trabajo, alimentación y salud es un
aliciente que permite expresiones de gratitud y valoración de la
libertad en todas sus dimensiones, de igual manera los espacios
de reflexión deben ser significativos para poder analizar como
un virus cambió la dinámica del planeta, produciendo letalidad
al interior de algunos núcleos familiares, como sometió a millones de personas en el mundo obligándolos a cambiar su com- 175
portamiento e incluso algunos hábitos de aseo y organización,
pero la idea es ser fuertes, adaptarnos al cambio, aprender y
ser mejores humanos valorando las pequeñas cosas.
Carlos Arturo Reina Rodríguez
Cuando la convivencia siempre ha sido buena…
176
Se llama Jodie Sicachá Cortés tiene veintisiete años, vive en
Bogotá en la Localidad de Kennedy y a pesar de ser una ingeniera industrial es el reflejo de la crisis social, la cual ha sido intensificada por la pandemia que vive el planeta, pues actualmente está desempleada, el 21 de mayo en medio del naufragio
por la emergencia sanitaria, Jodie relata que su vida antes del
confinamiento era normal, dedicaba (al igual que su madre) su
mayoría de tiempo a cumplir con el horario laboral, el cual era
aproximadamente de ocho de la mañana a cinco de la tarde,
lo cual le implicaba salir de su casa en la mañana a eso de las
sesis y media de la mañana para poder llegar a su destino, pues
ustedes saben lo complicado que es el tráfico en Bogotá, por
eso la llegada de estas mujeres era alrededor de las siete de la
noche, —radiografía de lo que vive el grueso de la población de
obreros y trabajadores en nuestro país—, la hermana de Jodie
se ajustaba en sus horarios al cronograma de la universidad por
lo cual su estadía era intermitente obedeciendo a esta dinámica
académica de educación superior, por su parte su padre como
pensionado de la Policía permanecía antes de la pandemia solito gran parte del tiempo, pues los deberes de cada quién les
impedía compartir más en familia incluso después de la jornada laboral, puesto que cada uno llegaba cansado a la casa a
terminar sus actividades pendientes —pues sí señores, así son
las cosas, en esta época de capitalismo desenfrenado con aro-
ma a individualismo, cada quién se sumerge en una atmósfera
de alienación— Jodie también expresa que los fines de semana
que supuestamente debían ser destinados a fortalecer el tejido
familiar, eran dedicados a sus amigos y pareja con las que de
igual manera solían compartir, en algunas ocasiones.
Para Jodie los cambios que se vinieron con la pandemia fueron inicialmente notorios, pues en algunos momentos se iba
tornando la convivencia un tanto compleja, su hermana fue la
primera en ser enviada a confinamiento obligatorio, luego —
exclama Jodie— fue ella la que terminó enclaustrada en casa
pues se quedó sin trabajo, su mamá con su computador se
dedicó al teletrabajo y a su hermana las clases virtuales le demandaban también muchas ocupaciones, finalmente su papá
y Jodie eran los que estaban más desocupados puesto que no
tenían que cumplir ningún tipo de deberes académicos o laborales. A pesar que ya estaban acostumbrados al nuevo ambiente de permanencia bajo el mismo techo y reconociendo que si
existían días de tensión que se solucionan rápido, los juegos de
mesa, las series y películas los distraían un poco, también no
cabe desconocer que la posibilidad de estar solos en sus respectivos cuartos, era de gran alivio, pues les permitía recargar
sus energías.
Jodie presuntamente augura que después de la pandemia todo
volverá a la normalidad y se conservarán los espacios de privacidad, por ejemplo, los destinados a sus amigos y respectivas
Crónicas de una Pandemia
parejas, claro está sin aislarse de sus familiares, —aclara Jodie—. Afortunadamente en términos generales la convivencia
siempre ha sido buena y por tal motivo queremos que todo se
mantenga en ese ambiente de tranquilidad. No sé tú qué creas,
pero eso de mantener un ambiente armonioso en la familia
genera paz espiritual, ¿ven todo lo que puede suceder en una
familia en medio de la crisis, cuando la convivencia es buena?
Tenemos que reinventarnos…
Esta es la historia de Edelweis Ávila Guio de cuarenta y cinco
años de edad, residente del barrio Boitá en Bogotá, es una trabajadora independiente con un nombre poco particular en la
vitrina común de nombres cotidianos, pues no es normal encontrar nombres repetidos como este en el panorama del barrio o la ciudad, es más fácil encontrar a la vuelta de la esquina
un Carlos, Sonia, Diana, Pedro, Luis, Marta, etcétera. Antes del
confinamiento llevaban una vida relativamente normal; su esposo trabaja en una empresa de la ciudad, en la familia se encuentran dos integrantes que son sus hijas, una adolescente de
diecisiete años y un niño de doce años, una edad propicia para
que se acompañen mutuamente. Edelweis es la persona encargada de gran parte de la organización de los oficios básicos
de la casa, despachar a sus hijos para el estudio y estar cerca
del niño de doce años, quién aún se encuentra en el colegio,
a diferencia de la niña quién ya está en la universidad (por lo
cual es más independiente), su esposo se mantiene fuera de la
casa, sale aproximadamente a las seis de la mañana y llega a
eso de las tres y media a cuatro de la tarde, hora en la cual se
une a las labores propias del trabajo de Edelweis colaborándole
por lo general hasta las horas de la noche, terminando de esta
manera ambos muy agotados.
Con el confinamiento Edelweis nos cuenta que todo cambió
pero para bien, fue chévere y extraño pues su esposo comenzó
a permanecer todo el día en la casa y ella tuvo que suspender sus actividades laborales, fueron como unas pequeñas
vacaciones y todos se turnaban los quehaceres del hogar, por
ejemplo, la alimentación, un día la hacía el esposo, otro día la
hacía Edelweis, otro día la hacían los niños, —eso es lo que yo
llamo, carambas, trabajo en equipo, así sí vale la pena—, además todo se tornaba diferente y hasta novedoso pues surgían
nuevas experiencias, inventaban nuevas cosas, hacían pizza,
pan, arepas, comidas diferentes. Los primeros días fue hasta
chévere, pintaron la casa, organizaban entre todos, en fin, hubo
una que otra discusión con los hijos y esposo, pero afortunadamente todo dentro de un marco de solución posible. Con la
pandemia Edelweis no niega que han pasado por días de crisis,
estrés, preocupación, pues su trabajo quedó en stand by pero 177
afortunadamente su esposo ha conservado su empleo lo cual
les sigue representando algunos ingresos, por lo cual han podido brindar respuestas a sus necesidades básicas, “afortuna-
Carlos Arturo Reina Rodríguez
damente” los bancos han refinanciado sus deudas a pesar del
incremento de los intereses, de todos modos Edelweis espera
la superación de la emergencia sanitaria, para poder reactivar
sus actividades laborales.
Después de la pandemia Edelweis siente la necesidad de cambiar cierto tipo de cosas por que vendrá otra normalidad, en
la cual se deben trazar otras metas como apropiarse de herramientas tecnológicas para continuar con sus proyectos. La
pandemia ha sido una excusa para fomentar la unión familiar,
fortalecer el ejercicio de la convivencia y valorarse más con su
pareja; él esposo de Edelweis en estos momentos debe salir a
trabajar y esto hace que surja un pequeño temor de saber qué
pasaría si se contagiara, lo cual invitaría a imaginar un panorama pintado con mucha incertidumbre y desesperanza.
El mayor aprendizaje —exclama Edelweis— es la convivencia,
pues siente que han aprendido a vivir entre todos, evitando
discusiones y entendiendo que los conflictos siempre deben tener una solución, omitiendo las ofensas y tratando de guardar
la calma. Esperamos reinvertarnos y salir de esta pandemia lo
mejor librados posibles, —yo también lo espero Edelweis, que
así sea—.
178
Mis padres me necesitan ahora más que nunca
Cesar Pulga es un profesor de treinta y siete años que vive en
el barrio Veraguas en Bogotá y describe su vida en medio de la
pandemia en dos partes, una de ellas es el papel que ocupan sus
padres como hilo conductor en su vida y los vínculos afectivos
recíprocos que se mantienen, adicionalmente hay una especie
de dependencia económica. La otra parte es su independencia,
pues en el pasado había decidido convivir con la que era su
novia en ese entonces, quién es estudiante de pregrado en
psicología y César por lo pronto es doctorante —sin hijos, por
cierto—, ambos compartían todas las responsabilidades propias de una pareja que vive bajo el mismo techo, pero adicionalmente César debía responder por sus padres, —no pierdan
el hilo porque ya se los había contado anteriormente— una
situación que le da una dinámica particular a este relato. Con
el confinamiento propiciado por la pandemia el ejercicio de
convivencia se vio inmiscuido en una atmósfera tensionante,
en la cual se iban marcando con más acento las diferencias,
por lo cual de manera consensuada decidieron estar separados por un tiempo mientras evolucionaba el virus en el país,
ese episodio se presentó aproximadamente hace un mes y dos
semanas, a partir de allí la vida familiar de César gira en torno
a sus deberes académicos tanto en las clases virtuales del colegio y la universidad, eso no implica que haya descuidado a sus
padres a quienes a pesar de las restricciones y conociendo de
Crónicas de una Pandemia
antemano las implicaciones legales y los riesgos sanitarios que
esto puede generar, los visita de vez en cuando, fortaleciendo
el tejido familiar.
La vida pos pandemia para el profe César se ve matizada por
una serie de preocupaciones, inicialmente económicas pues
sus padres son población vulnerable y viven de los servicios
que prestan en un restaurante, por lo cual ellos han visto limitados sus ingresos económicos y existen responsabilidades que
no pueden esperar, por ejemplo, el pago de la cuota de la casa
de sus padres, los servicios públicos y la salud de ellos. En caso
que progresivamente el Gobierno de la orden de reactivar parte de la economía, permitiendo abrir restaurantes y atendiendo
al público en general, aumentaran los riesgos de contagios para
sus padres, adicionalmente las responsabilidades financieras
de César no dan espera; en cuanto al panorama de su relación
con la pareja mencionada anteriormente, destaca la tranquilidad con la que cuentan en este momento ambos, pues habían
llegado a un punto dónde las tensiones se encontraban en un
límite; a ciencia cierta él no sabe sí aún existe futuro en esa
relación, si es conveniente volver; de esta manera César con un
aire de tranquilidad combinado con un tufo de nostalgia, culmina un relato de un segmento muy significativo de su vida, en
medio del naufragio del Planeta Tierra, en una pandemia que
parece nunca quisiera acabar.
La familia es lo primero…
Iván Contreras es una persona joven, estudiante, tiene dieciocho años, vive en Bosa Porvenir y antes de la pandemia
considera que la vida de los cinco integrantes de la familia,
sus dos padres, dos hermanas mayores y él, se limitaba a desarrollar las actividades cotidianas por parte de cada uno, lo
que sin duda alguna los mantenía ocupados, el único momento que tenían para estar juntos era en la noche, pero a veces
el agotamiento era considerable por lo cual la interacción no
era posible que se diera de manera fructífera, solo se remitían
a realizar y contestar unas preguntas muy precisas, omitiendo
la posibilidad de indagar como se encontraba el otro, pues se
daba por hecho que los lazos de unión eran tan sólidos que no
era necesario fortalecerlos. Con el confinamiento inducido por
la pandemia muchas cosas cambiaron para la familia de Iván,
la interacción era inevitable y más que por obligación también
se había notado la disposición de cada miembro de la familia a
dialogar, fortaleciendo el tejido social, han sido pocas las discordias generadas durante este periodo de tiempo, lo cual se
convierte en una gran ventaja ayudando de esta manera a superar individualismos y egoísmos que se pudiesen presentar,
así como cuadros de ansiedad propios del confinamiento.
179
La vida posterior a la pandemia, alude Iván, será incierta excepto en las relaciones familiares que, a pesar de tornarse va-
Carlos Arturo Reina Rodríguez
riables, siente que aquéllos lazos tejidos en el confinamiento
permitirán pronosticar buenos augurios en cuanto la unión,
superando esos rasgos de individualismo, ceguera y hasta aislamiento que estábamos llevando de manera natural producto
de las rutinas diarias, eso sin duda alguna logrará que aprendamos del otro y prioricemos siempre a nuestras familias, pues
allí hemos construido un espacio cálido en dónde a pesar de
permanecer juntos por mucho tiempo, no muchas veces habíamos indagado sobre nuestros sentimientos y emociones en
este confinamiento. Iván enfatiza en este relato, la importancia
de la familia como núcleo de la sociedad y siente que allí es un
lugar dónde todos se sienten seguros porque no existen tensiones significativas, ni mayor incomodidad, por el contrario,
se busca hacer sentir bien al otro, lo cual ayuda mucho cuando aparezcan cuadros de ansiedad por la situación que vive el
planeta, —se trata de un relato esperanzador de un joven de
dieciocho años, porque mientras el país navega por un cuadro
de violencia, es reconfortante encontrar personas que sienten
que la familia sigue siendo un refugio dónde se puede respirar
tranquilidad y amor—.
Un pacto de convivencia
180
Es una mujer de veintiún años, estudiante, se llama María
Fernanda Jiménez, vive en el barrio Protecho II en la ciudad de
Bogotá y advierte que antes de la pandemia su familia ya había
hecho un pacto de mejoramiento en el ejercicio de la convivencia, al interior de la familia, las cosas no iban mal para ellos,
pero si existían precedentes. Sin embargo, en medio del confinamiento se presentaron cierto tipo de roces por cosas de menor relevancia lo cual generaba tensiones que se han intentado
solucionar por medio del diálogo, pero María Fernanda piensa
que posterior a la pandemia todo mejorará al interior de su familia, porque los espacios que han destinado para dialogar les
ha servido para reconocer errores y re direccionar el camino,
pues antes de la especie de “ese tal” pacto familiar cada uno
vivía sumido en su mundo. El padre de María Fernanda es el
único que por el momento sale a trabajar, por lo cual los demás
permanecen conviviendo gran parte del tiempo, situación que
les ha enseñado a conocer un poco más al otro, sus estados
emocionales, por ejemplo, respetándolos y cultivando la esperanza que todo esto les haya servido para valorar futuros espacios de integración, sin descuidar las responsabilidades de cada
uno. —La esperanza de María Fernanda y de todos nosotros sin
duda alguna, es que la convivencia en el seno de cada familia
mejore, pues todos sabemos que la familia en una sociedad en
proceso de descomposición como la nuestra, es el más adecuado laboratorio moral para forjar un futuro mejor—.
Crónicas de una Pandemia
Hacemos comidas deliciosas
Mauricio Galvis es un hombre de treinta y ocho años que
vive en San José del Guaviare– San Jorge II, se desempeña
en el área de la recreación y su núcleo familiar relativamente
es pequeño, lo componen su esposa y su hijo, antes de la
pandemia su vida cumplía unas rutinas diarias y pre-establecidas como lo eran, levantarse temprano para llevar al hijo a
la escuela, mientras su esposa también madrugando se dirigía
a su trabajo, Mauricio el resto del tiempo se encargaba de
revisar asuntos relacionados con su negocio, preparación de
eventos, asuntos relacionados con el hogar, el almuerzo, la organización, para luego esperar el retorno de la familia en las
horas de la tarde y estar pendiente de las tareas del niño. Ya
en la noche Mauricio insinúa que si el tiempo les alcanzaba
compartían tiempos de televisión o se divertían con un juego
de mesa. Ahora para Mauricio las cosas con la pandemia han
mejorado para bien, pues siente que su familia se ha unido
más, han intentado realizar actividades de integración y a pesar de las dificultades que genera la pandemia, todo no es
malo, las películas, series, juegos, trabajo en equipo, menús
innovadores le dan un aire de armonía a dicha convivencia, a
pesar que las cosas en el aspecto económico no han sido las
mejores. En el aspecto de fortalecimiento del tejido familiar
todo ha sido ganancia —afirma Mauricio—.
Las perspectivas pos pandemia para nuestro personaje en este
relato será de fortalecimiento familiar, pues reconoce que es
una situación atípica que nadie esperaba, sin embargo, cuándo
nuevamente por cuestiones laborales tengan que ausentarse
padre y madre, Mauricio sentirá que cada uno, a su manera,
será consciente de la falta que le va a hacer al otro, transitando
por un ambiente dónde extrañaran las películas que veían, los
juegos realizados y las exquisitas comidas preparadas, de todos
modos sabe que se advierte en el horizonte una crisis económica mayor, en dónde guarda la esperanza puedan solucionarla
por el bien de todos.
Tengo mucho tiempo libre
Andrés Villa Garzón tiene treinta años y vive en el barrio León
XII municipio de Soacha, es agente de servicios en un call center
de Bogotá en la parte de Back Office, amante del cine, por eso
aparte de trabajar, su tiempo antes del confinamiento lo destinaba a disfrutar de los diferentes estrenos de cartelera, se considera un hombre tranquilo de poco ejercicio, degustador de
la buena comida en compañía de su pareja y con preferencias
para leer y mantenerse en la casa disfrutando de buenas series
a través de las plataformas Netflix, Amazon, actividad que privi181
legia por encima de otras, en la previa a la pandemia. Una vez
llega la pandemia y se decreta el confinamiento, Andrés siente
que lo que viene es ganancia por la disponibilidad en cuanto a
Carlos Arturo Reina Rodríguez
tiempo libre se refiere, pues su vinculación laboral hace cinco
años a una compañía española trabajando en un horario de dos
de la mañana a once de la mañana, hace que a la fecha maneje
adecuadamente los tiempos de sueño, descanso y en fin todo
el ritmo personal y laboral. Algo que de igual forma lo ha beneficiado, es que gracias a su no desplazamiento hasta su sitio de
trabajo, el tiempo que antes invertía en dicho desplazamiento
de ida y venida, lo emplea en sus asuntos personales, pues ahora se levanta sin mucha presión, se prepara un café, se cepilla
los dientes y prende la computadora, entonces siente que trabajando puede simultáneamente hacer cosas que antes no se
lo permitía su actividad laboral, por ejemplo revisar su celular,
ver televisión, escuchar música, lavar ropa, realizar el aseo de
la casa, cocinar, hacer unas pausas para descansar; de todo ello
en lo que Andrés siente haberse excedido, es en ver televisión
y permanecer en su casa, pues antes llegaba a dormir e incluso
no era mucho lo que pasaba dentro de su domicilio, optaba por
permanecer más que todo por fuera.
182
El tiempo ahora es generoso con él, situación que ha aprovechado poniéndola a su favor, pues ahora puede disfrutar diez
capítulos de una serie que casi dura diez horas, en solo dos días,
incluso nos cuenta que al prender por ejemplo Netflix se topa
con series que el incluso ya ha visto, por eso su preocupación
de cómo combatir el aburrimiento, bien sea con los videojuegos, realizando oficio, emprendiendo algún tipo de lectura, dis-
frutando de los seriados, durmiendo, pero entiende que todo
en exceso es malo, entonces entra en el dilema que con tanto
tiempo libre podría adelantar incluso trabajo, pero hay quienes
le advierten que ese tiempo personal no es remunerado, por
lo cual no debe mezclarlo con oficios propios de su actividad
laboral, que solo deben desarrollarse en el tiempo destinado
oficialmente para ello, por lo cual entra en una incertidumbre
de saber que puede estar perdiendo el tiempo.
Andrés siente que la pos pandemia va estar caracterizada por
abundancia de información, autocuidados, protocolos y la normalidad irá retornando paulatinamente, por lo cual se sumerge
en una incertidumbre de saber si el restaurante al cual solía ir
aún existe y se encuentra en el mismo lugar, si los cinemas que
visitaba volverán a prestar servicio, si muchas cosas cambiarán,
pues el tiempo pasa demasiado rápido y ya casi han pasado
tres meses después de la orden de confinamiento y realmente
no sé qué nos espera en el futuro. —Andrés nos comparte un
fraternal abrazo, nos deja con una sonrisa pintada en el rostro
y con la esperanza de volvernos a ver, esperando su relato haya
sido del agrado de todos—.
Con o sin tiempo libre, es casi invisible el diálogo
Azucena Sánchez es una mujer joven, estudiante en la nocturna, no trabaja, tiene veintidós años y vive en el barrio La Aurora
II en Bogotá, su núcleo familiar se compone de cuatro perso-
Crónicas de una Pandemia
nas, y su perrito es un miembro muy importante de la misma,
antes del confinamiento siente que cada uno vivía muy alejado
del otro a pesar de vivir bajo el mismo techo, pues los deberes
de cada uno en el trabajo y en la universidad hacían que cada
quién estuviera dedicado al cumplimiento de sus respectivos
compromisos —cosa que no es mala, pienso yo—, Azucena
por sus horarios casi no compartía con sus padres, pero ahora
debido a su situación de desempleo posee más tiempo en la
jornada diurna, que invierte encontrándose con sus compañeros de estudio para realizar tareas de la universidad o con sus
amigos para compartir ratos agradables, pero aun así el diálogo
con sus padres no ha tenido ganancia —quiere decir Azucena
que no es muy fluido—.
Durante la pandemia nos cuenta Azucena que sus niveles de
estrés han subido significativamente, mi padre es abogado independiente y en el momento no se encuentra trabajando, su
mamá por el contrario sí se encuentra desarrollando teletrabajo y los conflictos en si se pueden dar por encontrarse todos
al mismo tiempo bajo el mismo techo, sumado a ello, a su padre le cuesta trabajo seguir algunos protocolos que se deben
llevar durante este confinamiento, por ejemplo el de salir solo
a lo estrictamente necesario portando el tapabocas en todo
momento, lo cual le cuesta trabajo a su padre, también evitar
reuniones sociales las cuales son recurrentes en su caso, puesto que sale a tomar y a veces cuando regresa no se baña ni
las manos, entonces se le llama la atención, él se enoja y eso
produce en Azucena de igual forma cierto grado de irritación,
sumándole a eso el conjunto de responsabilidades que por esta
época le ha tocado asumir, pues la preocupación de pensar en
que puede contagiar a alguien de la casa genera cierto tipo de
tensión, estrés, discusiones, es inevitable, adicionalmente por
el teletrabajo de su mamá, Azucena es quién se ha encargado
de la preparación de las comidas principales y eso la induce a
preguntar —y bueno, ¿los demás qué hacen entonces?—. Sin
embargo, las ocupaciones de su universidad no dan espera, entonces su estrategia ha sido, la de intentar los fines de semana proponer sean vistas algunas películas en familia, y a veces
hasta en eso es complejo que se pongan de acuerdo, puesto
que los gustos de cada uno son diferentes, a veces incluso —
nos cuenta con cierto grado de pesimismo— que por pequeños
detalles se generan roces, incluso a la hora del almuerzo, por
situaciones donde el otro pone música e incómoda al que está
concentrado estudiando, trabajando, por eso entre semana —
arguye— procuran no hablar mucho, una gran ventaja es que el
apartamento es bastante amplio, pues cuenta con tres pisos lo
cual les permite geolocalizarse estratégicamente.
Azucena piensa que la pos pandemia se irá configurando de 183
acuerdo a como se vayan dando las cosas en el país con respecto a este virus, en cuanto a ellos cree que les conviene salir y
oxigenarse con otras personas para evitar confrontaciones per-
manentes, su preocupación —se nota— gira en torno a que el
escaso diálogo, vuelva a instaurarse oficialmente en su familia,
por eso sería importante mantener una cercanía y complicidad
con su mamá, pues le hace falta incluso hasta para cocinar con
complicidad un plato de comida.
Tengo un espíritu emprendedor
Es Nicolás Sánchez, estudiante universitario quién vive en el
barrio Portales del Norte y tiene veintiún años, antes de la
pandemia argüía que su tiempo avanzaba dentro del marco de
la normalidad, pues entre semana se mantenía ocupado en la
universidad y en los tiempos libres se dedicaba a trabajar en su
carro con la plataforma Uber, para de esta manera poder pagar
el automotor; los fines de semana los dedicaba a su familia,
novia y a veces asistía a una que otra fiesta, para Nicolás esas
actividades correspondían a la rutina normal para un joven de
su edad que se sentía libre —¿usted qué cree acaso?—
Nicolás siente que, en la universidad con el confinamiento por
la pandemia, las cosas cambiaron puesto que las clases comenzaron a ser virtuales, entonces fue una experiencia negativa
porque no podía prestarle atención de la misma manera como
lo hacía con la presencialidad, el tiempo no le rendía igual, las
clases se tornaban monótonas, un tanto aburridas y a pesar de
tener cerca a sus seres queridos todos los días, —pues irónica-
mente a Nicolás eso también lo aburría—, lo triste de este relato es que debido a su impedimento de trabajar como lo hacía
antes a través de la plataforma Uber, por las medidas sanitarias
decretadas por el Gobierno, tuvo que suspender esta actividad
y por ende no pudo continuar pagando las cuotas de su vehículo, motivo por el cual se vio obligado a venderlo, pero gracias a
su espíritu emprendedor pudo acudir a otras actividades que le
generaron utilidades, en cuanto al tiempo dedicado a su novia
y amigos para aprovecharlos de manera social, los cambios si
fueron sustanciales.
Nicolás piensa que después de la pandemia todo no volverá a
la normalidad como la mayoría de gente piensa y espera, por
ejemplo, sus clases se desarrollarán combinando presencialidad y virtualidad, en cuanto a su nuevo trabajo no se vería
afectado por la emergencia biosanitaria y su vida social por el
contrario, sí se vería impactada por que el tiempo dedicado a
las actividades sociales de antes, no sería el mismo, las restricciones determinarían cómo podría ser la nueva normatividad
de asistencia a un restaurante con su pareja, como sería la
dinámica en sitios que presenten algún tipo de aglomeración
de personas, como serían las reglas en los bares que antes
solía frecuentar, en fin, Nicolás siente que todo estará flotando dentro de una nueva realidad y el tiempo tendrá la última
palabra.
A mis amigos los quiero mucho
Se llama Luis Eduardo Carreño Pérez, tiene cincuenta y ocho
años, es sastre y vive actualmente en el barrio el Carmen en
Bogotá —no sé si usted alguna vez haya visitado este barrio
popular de la ciudad— su vida antes del confinamiento generado por la pandemia, se enfocaba en el aprovechamiento del
tiempo libre, realizando ejercicio desde las seis de la mañana
en el parque donde se encontraba con un grupo de amigos y se
dedicaban a divertirse, ejercitarse, cuidarse aproximadamente
por una hora y luego compartían en una cafetería un tintico, un
jugo o una gaseosa al calor de una buena conversación sobre
temas de actualidad, deporte o según las circunstancias, siempre con buena vibra hacia el país; ya en horas de la tarde Luis
se dirigía en bicicleta hacia su trabajo, que de por sí queda muy
retirado a su domicilio con el fin de oxigenarse y evitar el estrés que genera el transporte público. El trabajo es para Luis un
aliciente que le brinda siempre independencia y libertad, pues
no depende de un horario o jefe en especial, por lo cual puede hacer pausas con sus amigos —afirma ser muy amiguero—,
dialogar, compartir un tinto, gaseosa y una buena conversación
respetando el pensamiento de cada quién y aprovechando la
vida al máximo, para Luis los vínculos afectivos, el calor humano, el saludo, el contacto físico son indispensables. La vida alrededor de sus amigos es una columna vertebral, por eso en la
noche contaba con otro grupo de amigos con los que estrecha-
ba sus manos, se brindaba un abrazo, conversaba, se fumaba
un cigarro, respiraba un ambiente de camaradería y por eso los
sábados compartía con ellos unas cervezas, un momento de
baile, una visita a un concierto u espectáculo, fortaleciendo su
amistad.
Con el confinamiento las cosas han cambiado mucho para Luis,
extraña esa bonita amistad, esos abrazos y sobre todo la camaradería, irónicamente el celular antes les sobraba, lo contrario de
lo que sucede ahora, pues gracias al teléfono se pueden comunicar diariamente fortaleciendo lazos de colaboración y amistad.
Después de la pandemia nacen muchas incertidumbres, saber
si todo podrá volver a la normalidad, si los abrazos con sus amigos retornarán, si los niños superarán la psicosis generada por el
distanciamiento social, en fin, Luis nos invita a ir para adelante
deseándonos a nosotros y a sus amigos fuerza y energía.
Tesitmonios Utilizados:
Testimonio número 1. José Rafael Aguillón Lombana–Bogotá.
Tomado por Angélica Aguillón Lombana, 17 de mayo de 2020.
Testimonio número 2. Jodie Sicachá Cortés–Bogotá. Tomado
por Johanna Alexandra Hernández Cortés, 21 de mayo de 2020. 185
Testimonio número 3. Edelweis Avila Guio–Bogotá. Tomado por
Angelly Natalia Camacho Fetecua, 18 de mayo de 2020.
Carlos Arturo Reina Rodríguez
Testimonio número 4. César Pulga–Bogotá. Tomado por Yury
Andrea Castro Robles, 20 de mayo de 2020.
Testimonio número 5. Iván Contreras–Bogotá. Tomado por
Heidy Caro, 17 de mayo de 2020.
Testimonio número 6. María Fernanda Jiménez–Bogotá. Tomado por Brayan Sneider Lozada González, 22 de mayo de 2020.
Testimonio número 7. Mauricio Galvis–San José del Guaviare.
Tomado por Claudia Milena Moreno Amaya, mayo del 2020.
Testimonio número 8. Andrés Villa Garzón–Soacha. Tomado
por Ana Esther Toro Herrera, 28 de mayo de 2020.
Testimonio número 9. Azucena Sánchez–Bogotá. Tomado por
Natalia Andrea Vargas Carpintero, 22 de mayo de 2020.
Testimonio número 10. Nicolás Sánchez–Bogotá. Tomado por
Sebastián Moreno Maldonado, 14 de junio de 2020.
Testimonio número 11. Luis Eduardo Carreño Pérez–Bogotá.
Tomado por Paula Lizeth Segura Chisica, 19 de junio de 2020.
186
Crónicas de una Pandemia
ban de sus familias, sus amores y sus amigos. Así fue cómo surgió la siguiente charla, desde sus casas, por medio de una video
llamada, y en el marco de la cuarentena inteligente.
Las historias detrás de una video-llamada:
crónicas de relaciones y convivencia
en la pandemia
Andrés García Parrado1
María y Fernanda son dos amigas que se conocieron cuando estudiaban derecho hace ya un par de años atrás; cada una de ellas
se dedicó a trabajar en lo que más les atraía, María comenzó a
trabajar en las comisarías de familia, en una labor muy cercana a
la defensa de los derechos de niños y niñas, y todo lo relacionado con la familia; Fernanda inició su vida profesional trabajando
en proyectos de inversión social buscando ayudarle a las comunidades más vulnerables de la sociedad, proyectos que ejecuta
con alcaldías y con el Gobierno Nacional.
Ellas acostumbraban a reunirse periódicamente, pues siempre
han sido muy buenas amigas. Esos encuentros los usaban para
contarse anécdotas de sus trabajos, obviamente también raja-
—Hola Fer, ¿cómo has estado? Te veo más repuestica amiga,
jajajajaja.
—Mary, no seas odiosa, este bendito encierro lo pone a uno
a comer más y más, la ansiedad del confinamiento, el exceso
de trabajo, la presión de la familia, en fin, y pa’ rematar ahora
me dices: ¡Gorda!
Ese fue el comienzo de una charla que reflexionaría sobre
personajes que, como clientes, beneficiarios, usuarios, entre
otros, ellas habían atendido a lo largo de esas semanas de
confinamiento y teletrabajo, una nueva modalidad de vida
que ninguna de las dos había antes ni siquiera imaginado. Así,
luego de charlar sobre sus físicos y reconvenirse a mantener
la dieta y hacer ejercicio en sus apartamentos, la conversación
se orientó hacia los casos que cada una atendía en sus roles
como abogadas.
187
1. Abogado de la Universidad Nacional de Colombia. Candidato a doctor en Estudios
Sociales de la Universidad Distrital Fransico José de Caldas. Correo electrónico:
angapa77@gmail.com
Carlos Arturo Reina Rodríguez
En la charla, María le cuenta a su amiga que recién inició el
confinamiento, la comisaría no tenía ninguna claridad sobre los
procedimientos y herramientas para enfrentar el teletrabajo,
como tampoco el cómo haría la ciudadanía para acceder a los
servicios de la entidad. Fernanda corrobora eso comentándole
que en la fundación donde trabaja con comunidades vulnerables, en la periferia de la capital, la situación es muy similar,
pues la atención no solo puede ser virtual, deben entregar suministros y verificar condiciones de las familias y los menores.
En ese momento es cuando Fernanda le cuenta sobre Óscar,
un indígena desplazado del Norte del Cauca, le cuenta que él
allá era autoridad del cabildo, pero la “violencia” lo hizo salir
de su territorio, y ahora es uno de los líderes de las decenas de
familias indígenas que viven en estos barrios, por eso es uno de
los contactos con los que más se video llama, al punto que su
esposo ya se siente incómodo, ante eso dice Fernanda:
188
—Mary, pero Rubén no entiende que es mi trabajo, solo repite:
¡ah!, ¿sí?, ¿y por qué antes no? Pero claro, como él es contador en esa empresa y no trabaja con comunidades, no entiende
que las dinámicas cambiaron, que antes podíamos resolver las
cosas en el barrio, en la oficina, pero que ahora se complejizaron los procesos y que la gente sigue con hambre y muchas
carencias, eso no da espera.
María acota el tema haciendo referencia a una secretaria que
atendió de manera virtual, por la plataforma que la institución
les impuso, cosa que María misma se cuestiona, pues, no todos
los funcionarios tienen acceso a ella, ahora, cómo será con las
comunidades, si ellas ni siquiera tienen acceso pleno a Internet.
En relación con la Secretaría, le cuenta a Fernanda que a ella
se le facilita el conectarse, por su mismo trabajo, por lo que en
este aspecto no tiene problemas, pero en su casa se encuentra entre la espada y la pared, pues no sabe cómo intervenir
para resolver los conflictos entre sus hermanastros y su madre,
que eso ya le está afectando su propia relación con ellos, y que
además no quiere cargarse de más problemas, ya suficiente es
con el no saber cómo llevar su relación de pareja, la cual era
estable, pero por las dinámicas del distanciamiento social ha
mutado al punto de ya no saber qué hacer.
En definitiva, la secretaria tiene algunos problemas de convivencia con sus hermanastros en la casa donde viven, pero más
graves son los conflictos entre ellos y la mamá, pues, aunque
son mayores, la señora ya los ha golpeado en reiteradas ocasiones, los canales de comunicación se han complejizado y quebrado; la mamá es profesora y no está de acuerdo con que todo
el tiempo estén conectados a sus celulares y portátiles; eso le
contaba en las consultas como comisaria, le decía que la profe
antes los entendía y no se metía en las cosas de ellos, pues cada
uno andaba en sus cosas, los hijos en el colegio y ella también,
pues es docente de secundaria, pero nunca habían tenido que
compartir tanto tiempo juntos. María, hace énfasis en el hecho
Crónicas de una Pandemia
de que a la profe, aunque sabe de pedagogía, el confinamiento
y la pandemia la abruma, la tecnología la descompone y hace
que estalle en contra de sus hijos, un tema de trabajar en una
audiencia de mediación, pero con estas nuevas realidades virtuales, aunque la posibilidad con esta familia es más real por el
acceso a la tecnología, la imposibilidad de observar el comportamiento físico no es un buen punto de partida para intervenir
en la resolución de ese tipo de conflictos.
Mientras continúa la conversación, Fernanda nota (en la pantalla de su celular) que Francisco está cocinando junto con María el almuerzo. Se lamenta por el hecho que Rubén no tiene
el mismo espíritu en los temas domésticos y aparte no hace
sino criticar las dinámicas actuales de su trabajo. Este detalle
la desconecta de la conversación y la lleva a recordar cómo le
ha costado resolver esas diferencias con su esposo, en cuanto
a los tiempos de trabajo y los de no trabajo, cuestión que parte
de los tipos de contrato y labores que tienen, pues si bien a él
se le ha extendido el trabajo, aún logran mantener los horarios
de oficina que tenían desde antes; pero a ella los horarios se
le transformaron totalmente, ya no se respeta si es día hábil, si
son horas hábiles, es una realidad que, aunque no es compartida por ella, persiste a pesar de que la haya tratado de controlar.
En un momento de pausa Fernanda observa, desde la cercanía
y frialdad del teléfono, que ambas estaban preparando la misma receta, lo cual le genera mucha curiosidad y le surgen aún
más interrogantes, entonces le pregunta de manera disimulada
a su colega y amiga, si puede conversar en privado, a lo que
María le responde que con tranquilidad pues tiene puestos los
audífonos inalámbricos. Suena curioso para muchos, pero para
ellas es muy relevante el hecho de que no todas las conversaciones que ellas tienen son fáciles de entender para sus familias, por eso el sentido de privacidad que Fernanda le expresa a
su amiga. Una vez asegurada la privacidad de la charla, Fernanda le hace el siguiente comentario:
—María Camila, vos sabes que te quiero mucho y que contigo
puedo ser muy sincera. Mira que mientras me comentabas lo
de la secretaria y la profe, te observé y me di cuenta de que estamos haciendo lo mismo, incluso hasta la misma receta, pero
de maneras diferentes. Tú estás con tu compañero, yo estoy
casada, pero: ¡estoy sola!
Fernanda, volteó a mirar el teléfono y rápidamente lo agarró
y se fue de la cocina hacia el balcón, lugar donde podía hablar
con tranquilidad, sin que Francisco la escuchara. Lo que atina a
preguntar a su amiga la razón de su comentario, pues cuando
ella la llama por su nombre completo es porque lo que está
diciendo está saliendo de lo profundo de su corazón o de su
189
razón.
—Mira María Camila, tú sabes que llevo ya un tiempo de matrimonio, que por nuestra decisión no tenemos ni queremos
Carlos Arturo Reina Rodríguez
tener hijos, que somos muy abiertos y sinceros entre nosotros
como pareja, pero en estas semanas de cuarentena Rubén ha
cambiado muchísimo, antes era detallista, quizá no todos los
días, pero sí de manera frecuente, ahora no lo es, ahora todo
es normal, toca hacerlo, o no se hace, solo se asume y la monotonía nos está carcomiendo. Tú sabes que yo aguanto, pero
ya no sé qué hacer, de hecho, ¿sabes?, es algo que veo que se
presenta con clientes que me han llamado para iniciar procesos de divorcio, la gente en esta época ha sacado cosas que no
imaginábamos, por ejemplo, don Ricardo, ¿te acuerdas que lo
charlamos hace un tiempo?, él ahora está muy en la mala, ahora
está en la cárcel por un robo que hizo, lo he visitado en la cárcel,
está muy mal, esta realidad no deja que lo visite la familia, ahora
el contacto es virtual y medio extraño, pues aunque no se podría
dar por las normas que existen, lo hacen y se conectan periódicamente un par de minutos con la familia, pero ahora lo hacen
con la video llamada, antes lo hacían por llamadas de voz, es raro,
muy extraño, pero así lo hacen ahora, y lo viven, se siguen conectando desde un espacio irreal y virtual, solo imagina que lo hacen
cuando no pueden y, además, piensa que la sensación real de
contagiarse en la cárcel es el minuto a minuto de todos los días.
190
María la escucha recordando otra anécdota, de aquellas que
remueven el sentimiento, y le cuenta a Fer la historia de don
Juan, un vecino de la comisaría que había intentado acercarse a
la familia recién separada, pero que la pandemia lo alejó tanto
que ya no ha podido recuperar su intención de ser una sola familia, un ser que siendo ejemplo, la cuarentena le ha imposibilitado ser él, pues la virtualidad no le permite demostrar todo su
amor hacia los hijos, y la distancia social lo ha llevado a perder
posibilidades de reconstruir su familia.
María continúa buscando ejemplos en relación con el sentimiento triste de impotencia que su amiga manifiesta, por eso
le comenta el caso de Ramiro, un estudiante de pregrado que
atendió en semanas pasadas. Él es un activista social, del movimiento de los sectores sociales LGBTI, y lo recuerda por la dificultad de sus relaciones con la familia, ellos no lo aceptan y lo
señalan, lo que en el encierro se volvió cada día más tortuoso.
Ella siempre se sintió impotente, pues no podía actuar en las
lógicas del derecho, no podía tampoco hacer nada desde lo social para que eso se revirtiera, es decir, para que sus padres
y familia entendieran la razón de vivir de Ramiro. Solo podía
aconsejarlo, pero con la cuarentena esa posibilidad se quedó
en lo virtual, es decir en los mensajes de WhatsApp que él le
envía, los cuales cada vez son más lejanos.
Ramiro era un estudiante de los que la sociedad considera como
modelo, pilo, bonito como ser, elegante en sus relaciones, pero
por su identidad de género era señalado, lo que lo aisló de los
demás compañeros y de la familia. Él no se quedó con ese sentimiento y realidad, siempre buscó poder manifestar públicamente lo que era, a pesar de los rechazos y señalamientos.
Crónicas de una Pandemia
Pero Fernanda, a pesar de su apertura mental no entendía la
razón, estaba obnubilada por su sentimiento de desazón hacia Rubén, él la tenía desconsolada porque la apuesta inicial
de relación no era lo que la pandemia y el encierro los había
hecho vivir, ya no se sentía parte de esa relación afectiva, ahora se sentía más amiga y compañera de apartamento que pareja sentimental; sin embargo, vivía la relación sin poder, para
ella, hacer algo diferente, había llegado a un punto en donde
no había ya poder o argumentos para que entendiera que era
simplemente un momento en la vida, que aunque totalmente
diferente, esta es una nueva realidad que ella y él estaban asumiendo, la posibilidad era conocerse en esa nueva realidad que
no tenían previsto, el error es, quizá, que buscaron culpables,
antes de asumir la responsabilidad de reconstruir la relación
bajo estas nuevas realidades.
María no encontraba cómo reconectarla con la llamada, pues la
tristeza y dolor de su amiga eran tan grandes que la desconectaba mentalmente, tan solo cuando le comenta que su relación
con Francisco no era la maravilla, María se volvió a conectar.
Fue en ese momento cuando María entendió que la realidad
había transformado a todo el mundo y en todos los ámbitos posibles, y que esta nueva realidad era tan nueva que no teníamos
la capacidad de asumirla en vivo y en directo. María le dice:
—Fer la vida ya no es tan ideal como lo crees, con Francisco
desde el momento en que se inició la cuarentena no nos vol-
vimos a tocar, créeme, no hay contacto con él, recuerda que
Francisco trabaja con empleados que todo el tiempo están fuera, en su trabajo todo el tiempo están en contacto con muchas
personas, ahora él, mi esposo, no me ha tocado, nos queremos
y adoramos, pero nos distanciamos.
Así las dos amigas se reconectan y entre cuentos hablan de una
tercera, Andrea, ella quien siempre estuvo ajena a relaciones
y formalidades, ella que ni siquiera se conectaba virtualmente
con el grupo, ella que era tan distante que siempre se olvidaba
de ella y de ellas. De Andrea lo último que supieron era que
estaba saliendo de la cuarentena obligatoria que le impusieron
los médicos, pues por su descontrol se contagió, eso habían escuchado. Pero no era cierto que fuera descontrolada o libertina, ella solo hacía lo que consideraba necesario para vivir sus
sueños por transformar la sociedad; sus realidades y relaciones
sociales eran muy abiertas y muy dada al activismo y liderazgo social, solo que este virus no respetó su altruismo y sencillamente la contagió, ¿cómo?, fue sencillo, en una jornada de
entrega de mercados a familias de bandera roja, aquellas que
no tienen ingresos siquiera para sobrevivir, Andrea se contagió,
y su enfermedad fue compleja por la atención médica. Pero de
ello, sus amigas no se habían enterado, sencillamente “rajaron” 191
por su ausencia, por su desentendimiento por las amigas, y su
supuesto libertinaje de vida, pero era otra muy triste realidad
la que se ocultaba.
Carlos Arturo Reina Rodríguez
Si ellas lo supieran quizá no la señalarían, pero recordando su
sentido en los comentarios, lo más probable es que la hubieran señalado, le hubieran reprochado y alejado, hubieran dicho
que era una contagiada y enferma, y que tiene lo que se merece. Lo complejo es que ese señalamiento no tendría sentido, pues estaría basado en una realidad ajena al virus o por lo
menos al SAR, quizá a otro virus, el de la sociedad que se había
construido, el de señalar como menor a quien no ha podido
ser “profesional”, a aquellos que no han terminado una carrera
académica, ese vacío es el que no permitió que Andrea hiciera
parte de la charla, o no por lo menos de manera directa.
María saca una cerveza de la nevera y desde la distancia invita a tomarse un trago a su amiga, solo para poder sentir más
cercana esa relación, eso era algo cotidiano antes, cuando se
encontraban periódicamente, pero esta vez era la primera pola
virtual que tendrían. Era el medio día, de un día laboral; sin
embargo, recordaron rápidamente que los horarios de vida se
habían trastocado, que antes no hubiera sido el momento indicado para tomar una cerveza, pero que ahora los destiempos
les permitían otras posibilidades, así que este era el momento
para compartir una cerveza con su amiga.
192
Ambas deciden hacer algo extraño, o por lo menos no común
en otras épocas, y fue conectarse con sus jefes y compañeros
de reuniones que tenían ese día, para decirles que surgieron
eventos familiares de última hora y que no podrían conectarse,
y pues sí, ellas son familia, entonces esa excusa les permitiría
departir desde la virtualidad en ese mismo instante desde lugares diferentes. Así, se fueron a un espacio de sus casas en
donde podían intercambiar más anécdotas, un poco de música
y algo de cerveza. Luego de un par de tragos retomaron la conversación, esta vez un poco más tranquila y desinhibida.
—Oye Mary, —dice Fernanda—, pero esa profe por qué actúa
así, no entiendo cómo sabiendo tanto se deja llevar de la situación, ella es la que sabe de pedagogía y se dejó ganar por las
relaciones en su propia casa.
María solo responde desde su experiencia y el poco conocimiento que la virtualidad le permitió conocer del caso, y le dice a su
amiga que la profe era buena, pero en su escenario natural, y que
esta realidad la sacó del confort, que eso la había llevado a actuar
de manera irracional contra sus hijos, pero que seguramente volverá a ser la misma luego de la vacuna. María no reprocha, pues
asume que la nueva realidad ha llevado a esos escenarios, pero
igual se cuestiona las dinámicas violentas que surgieron.
En ese momento coincidieron en poner música popular, las
cervezas estaban haciendo efecto, pusieron en conjunto una
canción que les gustaba: adicta al dolor. Así, Marbell seguía girando su tarde de amistad e intercambió. Se dejaron llevar de
las cervezas y el sentimiento reprimido que la cuarentena les
tenía guardado.
Crónicas de una Pandemia
María, quería ser más analítica y conversar sobre las nuevas
realidades en las relaciones sociales, por lo que retomó la historia de Ramiro, el estudiante y activista LGBTI, entonces le cuenta a su amiga que la discriminación que se había profundizado
por el encierro, hizo que él tomara la decisión de irse a vivir con
su pareja, un joven universitario que trabajaba como reportero
gráfico, que andaba con su cámara para arriba y para abajo, que
participaba de manifestaciones, marchas y eventos de reivindicación de derechos, en fin, era otro activista comprometido desde
la comunicación social; entonces le cuenta una anécdota que el
joven estudiante le contó en alguna de sus conversaciones.
—Mira Fer, este muchacho es tan juicioso y comprometido que
alguna vez me comentó que salieron a una marcha, creo era
por el derecho a la educación, me decía que participaron muchos jóvenes de muchas universidades, pero que además estaban acompañados por otros sectores de la sociedad, sindicalistas, indígenas, docentes, entre muchos otros. Él y su pareja,
que no recuerdo el nombre, estaban tomando fotos a lo largo
de la marcha, y en ese andar conocieron a unos miembros de
la Guardia Indígena con quienes charlaron tan profundo que se
hicieron amigos e intentaron iniciar un proceso con sus compañeros estudiantes para ayudarlos materialmente, pues sus
condiciones eran demasiado precarias.
Fernanda recuerda una historia similar y la interrumpe diciendo:
—Mary, ¿la pareja de Ramiro no se llama Camilo?, mira que
Óscar, el líder indígena que te comenté, ya me ha mencionado
que un grupo de universitarios se acercaron a las familias que
él lidera, que habían realizado una serie de campañas de recaudo de alimentos y ropa para ayudarlos. Eso fue a raíz de las
marchas de noviembre, él estaba muy contento con la ayuda
que ellos habían empezado a conseguir para los niños y para
todas las familias. ¿No serán los mismos? De hecho, yo conocí
a Camilo, todos le decían el fotógrafo, claro que lo conocí ya en
la cuarentena en una de las brigadas de ayuda humanitaria que
realizaron. Ese día yo tenía que hacer unas visitas para verificar
las condiciones de la comunidad y ellos, eran como cinco jóvenes, habían subido en una camioneta con mercados y ropa para
los niños.
En ese momento las dos amigas se dieron cuenta de que estaban hablando de las mismas personas, pero desde las realidades que cada una conocía, lo que les permitió identificar las
complejas situaciones de ambos muchachos, uno totalmente
bloqueado por la familia por su orientación sexual, y por el confinamiento la discriminación familiar se había elevado al punto
de hacerlo haber tomado la decisión de irse de la casa; el otro
más independiente por sus condiciones económicas, pero con 193
una sensibilidad social que lo había llevado a romper las reglas
de la cuarentena para ir a ayudar a las comunidades; así fue
como ellas conocerían las dos caras de una relación.
Carlos Arturo Reina Rodríguez
Ya a media tarde y luego de muchas otras anécdotas a Fernanda le entra una video llamada sorpresiva, la cual de inmediato enlazó para quedar conectadas con ese nuevo interlocutor;
¡era Andrea!
—Hola muchachas, qué emoción encontrarlas juntas, no se
imaginan lo mucho que las he pensado en estas semanas, imagino que se enteraron por las redes sociales que estuve encerrada en casa, sola soportando el virus, no se imaginan lo duro
que fue, y pues la verdad no quería hablar con nadie. Estaba
muy molesta por esa situación, la atención médica fue muy efímera, los vecinos no hacían otra cosa que discriminarme y señalarme como un bicho raro, eso me llevó a aislarme aún más,
espero me comprendan, créanme que no ha sido nada fácil.
194
A pesar que Andrea no era tan cercana a ellas, obvio los sentimientos existen y la llamada casual revivió esa cercanía desde la
distancia, que ni siquiera existía antes de la cotidianidad de las
video llamadas. De esta manera, María y Fernanda la incluyeron rápidamente en la conversación, la actualizaron en chismes
y le comentaron rápidamente las reflexiones que llevaban ya
varias horas haciendo. Andrea las escuchó con detenimiento,
analizando con ellas todos los cambios que se han dado en las
relaciones sociales producto de la cuarentena y de la pandemia.
Luego de varios minutos de charla, Andrea les confiesa que había llamado a Fernanda para contarle una noticia que le pareció
curiosa, pues nunca sospechó que su amiga trabajara en el mismo sector en donde hacían presencia, ella y el colectivo de trabajo comunitario al que pertenecía. Y fue por la misma comunidad por la que se enteró que su amiga era el enlace social entre
el Gobierno y las familias vulnerables, pues cuando estaban en
charlas en el parque, debido a que ahora no se podían reunir
en el salón comunal, salió el tema de la entrega profesional de
esa abogada de la fundación que subía, ya no todos los días,
pero sí al menos una vez cada quince días para estar pendiente
de los procesos y no dejar que se cayeran. Fue allí, en el parque
donde Andrea se enteraría que estaban en el mismo lugar con
Fernanda, pero en orillas y momentos diferentes, pues el trabajo que hacía el colectivo, antes de la cuarentena era nocturno,
para que la mayor cantidad de personas pudieran participar de
las capacitaciones, quizá por eso no se habían encontrado, además que los temas de ayudas humanitarias no era conversación
entre Andrea y sus amigos con la comunidad, pero por las condiciones tan difíciles de ahora, se había vuelto una constante.
Fue en esas labores de apoyo y solidaridad donde conoció a
Óscar y a Camilo, cada uno de espacios diferentes, pero con
una misma consigna: la entrega irrestricta por mejorar las condiciones y calidad de vida de la comunidad, sobre todo en estos
momentos de crisis y múltiples dificultades.
—Muchachas, les cuento que conozco otra parte de la vida de
Óscar que ustedes aún desconocen, él es un ser mágico, a ve-
Crónicas de una Pandemia
ces no entiendo cómo hace, de dónde saca tiempo y fuerza,
ya ustedes saben que quedó desempleado, pero gracias a la
iniciativa y empuje propios ha montado una pequeña empresa
de artesanías, lo cual no da ingresos, pues todo está cerrado,
pero eso les ha permitido distraer la mente, lo que ha servido
para mitigar toda esa desesperación, depresión y ansiedad, que
les ha generado enfermedades psicológicas a tantas personas
por estos días. Lo increíble es que aparte de estar al frente de
ese negocio, inició un emprendimiento para vender elementos
de bio protección, entonces se contactó con unas señoras de la
zona y ahora ellas producen y él comercializa, eso es lo que le
ha permitido conseguir recursos para sobrevivir, pues, aunque
nosotros ayudamos, y los mercados de otras organizaciones llegan, no es suficiente para vivir dignamente.
—A parte de eso, Óscar no se pierde una reunión virtual, ni menos una capacitación, se conecta desde su teléfono desde donde esté, sea en el Transmilenio, en la calle o en la casa, prende
su cámara para que lo veamos, debido a que considera que a
pesar de la distancia virtual debemos vernos las caras en las
reuniones, lo que nos descresta por su entereza y compromiso;
conecta sus manos libres y participa de manera envidiable para
muchos de nosotros, siempre aporta elementos que desde su
cosmovisión nosotros no tenemos, el aprendizaje ha sido invaluable para todos. Realmente es una persona de valorar, es una
inspiración para todos, tanto así que en este periodo ha moti-
vado a otros vecinos a participar y los grupos con los que trabajamos antes de todo esto se incrementaron, mis compañeros y
yo no sabemos cómo vamos a hacer para soportar la demanda
futura, cuando todo retorne a la normalidad, pues nuestra oferta presencialmente es muy limitada, algo nos inventaremos en
su momento.
De Camilo les contó que lo conoció en el parque:
—Él y sus amigos no subían antes de la cuarentena, fue ese el
detonante que los hizo organizarse para ayudar a esas familias
de bandera roja en las ventanas, pero el trabajo de ellos era diferente, trabajaban con las uñas, gestionaban los recursos con
amigos y familiares, usaban las redes sociales para conseguir
comida y ropa, son unos duros; sin embargo, ese ir y venir hizo
que se contagiaran con el virus.
Fernanda angustiada la interrumpe y le pregunta por la situación y por la salud de los muchachos, pero también de las familias, pues sabía que habían tenido contacto de una u otra manera en el barrio; de hecho, alcanzó a molestarse señalándolos
de irresponsables, a lo que Andrea la interpeló diciéndole que
no era así, que el virus estaba por todo lado y que no fue una
cuestión de irresponsabilidad su contagio, que había sido un
momento de mala fortuna, que incluso eran más irresponsa- 195
bles algunas familias del barrio que seguían realizando reuniones familiares y hasta fiestas con los amigos, así fue que gracias
a una de ellas el virus se esparció y contagió a Camilo, lo que
sucedió es que eso no se conoció tan abiertamente porque la
misma comunidad se había encargado de callarlo. Por eso muchos pensaron que habían sido los muchachos de los mercados
los que habían llevado el virus, pero la realidad fue otra, al parecer un señor de los que motivaban las fiestas, por su trabajo
se contagió y como era asintomático no se dio cuenta que era
portador.
—Muchachas, sin embargo, les cuento que sí fue Camilo quien
me contagió, y ya saben lo duro que fue para mí soportar la
enfermedad, como les comentaba, pero, ¿saben?, eso no tiene
punto de comparación con lo que vivió Camilo, él que se supone por joven no iba a sufrir más allá de una gripe, estuvo en la
UCI por cuatro semanas, debatiéndose entre la vida y la muerte. No pudo volver a hablar con su pareja, con Ramiro, creo que
ustedes ya sabían de esa relación por lo que me comentaron
hace un rato. Camilo era solo, sus familiares no vivían en el país
hace ya muchos años, estuvo totalmente solo y desafortunadamente perdió la batalla el día de hoy, esa era la noticia que quería contarte Fernanda, que el joven que conociste en el parque,
con el que yo también me reuní, ya no nos acompañará más.
Un nuevo sentimiento se apoderó de la conversación, zozobra
acompañada de un silencio sepulcral, pues todas llevaron su
mente al momento en donde dijo Fernanda que había conocido
a un joven en el parque del barrio. Ese nuevo viejo sentimiento
de miedo e impotencia invadió a María y a Fernanda, pues a
pesar que dialogaron sobre muchos de los cambios en torno a
las relaciones sociales, no habían hablado del miedo al contagio
y esta era una cuestión latente que apareció para quedarse, y
que se quedó desde ese momento en adelante con ellas, a tal
punto que la llamada no duró más allá del despedirse.
Así, las tres amigas se dieron cuenta de que sus realidades y las
de todas las personas que conocían cambiaron en menos de
medio año gracias a la pandemia y a la cuarentena que la acompañó; tanto fue el cambio que esos nuevos viejos sentimientos
de miedo y zozobra habían emergido en todos los procesos de
relacionamiento entre unos y otros, pero que, a diferencia de
las otras circunstancias que eran notorias, estos eran invisibles
y latentes, y habían emergido para instalarse en nuestras nuevas realidades sociales.
Agradecimiento y reconocimiento
Este relato contiene las voces de Carlos, Catalina, Kelly, Kenny,
Juan, Sandra, Celia, Dayanna, Diana, Margarita, David, Wilder,
Martha, Leila, María, Damián, Liliana, Charlotte, Laura, Ángel,
Luz, Paola, Paula, entre otras personas, quienes con sus testimonios de vida inspiraron este relato sobre las nuevas realidades que la pandemia y la cuarentena han dejado en nuestras
relaciones sociales… a todas ellas agradezco su amplitud.
Vivir la pandemia desde la mirada de
un excombatiente
Francy García Franco1
un suceso histórico global de esta magnitud, pues aunque ya
estaba informada de la situación internacional, pensé que era
poco probable que a Colombia llegara esta problemática. Sin
embargo, fue más grande mi incredulidad y pensé que, tal vez,
era solo una situación transitoria, efímera y fácil de superar,
pues Colombia es el país del Sagrado Corazón y de la Virgencita
de Chiquinquirá, el país donde no pasa nada, donde todo es
una especulación o inventos traídos para alarmar a las personas. Así que me convencí que mi familia, mis conocidos y yo
estaríamos a salvo de la pandemia, que nada grave sucedería,
no por lo menos en mi Colombia, el país más feliz del mundo.
Del egoísmo desinformado al conocimiento reflexivo
Y allí estaba yo, recostada cómodamente en mi cama aquella
tarde del viernes 6 de marzo del presente año viendo, con una
mezcla de sentires, el reporte de las noticias nacionales cuyo
panorama no era nada alentador: se anunciaba la llegada del
COVID-19 al territorio colombiano y se daba informe del primer
caso en el país.
Con sorpresa, fui testigo de los planes de contingencia y las recomendaciones que se realizaban desde el Ministerio de Salud
y Protección Social y el Comité Nacional de Emergencias en torno a las actividades cotidianas de la ciudadanía en general; no
negaré que tuve una mezcla de sentires, ansiedad y un poco de
temor, ya que nunca pensé que experimentaría en carne propia
Continué entonces con mi vida, claro está, observando algunos
cambios que, lejos de asustarme, me dieron gran satisfacción.
De repente, las instalaciones de los baños del lugar donde solía
llegar a desempeñar mis responsabilidades laborales, tenían jabón y papel para el personal. Imagínese mi reacción al ver que
se necesitó de una emergencia sanitaria para que, por fin, se
garantizaran elementos tan básicos a los trabajadores y a los
usuarios. El lavado de manos y evitar aglomeraciones fueron un
requisito. Al parecer, estábamos tomando nuevos hábitos que,
197
1. Licenciada en Ciencias Sociales y tesista de la Maestría en Investigación Social
Interdisciplinaria de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Correo electrónico: francy.barrett@gmail.com
Carlos Arturo Reina Rodríguez
me pareció, debíamos tener siempre y no únicamente por el
contexto del COVID-19, declarado como pandemia el miércoles
11 de marzo de 2020.
Días después, justamente el viernes siguiente, 13 de marzo, me
daría cuenta de que la situación no sería transitoria y que no
habría Sagrado Corazón ni Virgencita que evitara la propagación de la pandemia en Colombia. Ese viernes me encontraba
finalizando algunas actividades referentes a mi trabajo cuando,
con estupor, escuché que la cifra de casos reportados por COVID-19 había subido a trece en el país, y entonces se hicieron
más estrictas las medidas: a la cancelación de eventos públicos
con más de quinientas personas, se le sumó la solicitud de algunos congresistas ante el Ministerio de Educación para suspender clases.
198
Casi de inmediato mi celular comenzó a recibir todo tipo de
mensajes por WhatsApp y correo electrónico provenientes del
trabajo y desde la universidad: se habían cancelado las clases
presenciales de la maestría y las labores en la empresa necesitaban de un fuerte cambio para adoptar la modalidad virtual.
Pero estas medidas no fueron exclusivas de la dimensión laboral o académica, pues la alcaldesa de Bogotá implementaría un
simulacro de cuarentena obligatoria desde el 20 a 23 de marzo.
Sinceramente no lo podía creer. Debe ser por un mes, máximo
dos, —pensé—, así que me dediqué a ver el lado bueno: no
gastaría dinero en transporte, trabajaría y estudiaría desde la
comodidad de mi casa y lo acontecido me serviría para ahorrar
dinero sin invertir en mis tradicionales “meriendas” fuera de
casa.
Me reconforté en mi situación particular y me regocijé del encanto que parecía tener esta eventualidad global para mí. No
me culpo por la mezcla de sentires, pero ahora veo que la desinformación me hizo actuar bajo un marcado egoísmo y apatía
que, sin embargo, pareciera ser un rasgo común en mi país.
No pasarían muchos días para comprender, por fin, la gravedad
de lo que sucedía. Los efectos y repercusiones se dieron desde
diferentes aristas: social, económico, político, psicológico… No
podía ser espectadora y callar ante lo que veía en torno a la
pandemia, así como tampoco podía reducir mi conocimiento
contextual a los datos estadísticos que ofrecían los noticieros.
Entonces dejé de centrarme en mí, y comencé a informarme
sobre el impacto de la coyuntura en torno a contextos un poco
alejados de mi cotidianidad como el conflicto armado, razón
por la cual se inicia el interés de escribir estas líneas, a partir
de aquellas vivencias que muchos desconocemos y que aquí
comparto.
Crónicas de una Pandemia
El 19 de mayo del presente año, tuve la oportunidad de conocer
la experiencia de un excombatiente guerrillero en proceso de
reincorporación y normalización, en torno a la pandemia y los
efectos en su cotidianidad, este caso me generó una sensación
muy familiar, tal vez por la forma como se expresaba o la marcada serenidad de su testimonio. Desde luego Nelson Narváez,
no tuvo inconveniente en compartir conmigo su experiencia y
los cambios que había sufrido desde el pasado mes de marzo.
Sin embargo, pidió reservas sobre su identidad, por lo que aquí
aparecerá con un nombre diferente al de cuna.
Justamente recuerda el último día que realizó estas actividades
con normalidad: el viernes 24 de abril se levantó a las cinco
de la mañana, como era costumbre, se dirigió al baño y rápidamente se duchó con agua fría porque tenía afán, así que no
reparó en calentar agua como usualmente lo hacía a esa hora
de la madrugada. Se vistió y arregló para dirigirse a su trabajo como albañil de en una construcción aledaña a su vivienda.
Cuando ya estaba listo, su mujer le brindó un café caliente endulzado con panela para iniciar la jornada y hablaron durante
unos minutos sobre algunos gastos pendientes del hogar. Bebió
su café y salió camino a su lugar de trabajo al cual llegó después
de quince minutos de caminata, como era usual.
Nelson intentaba llevar una vida normal al inicio del año 2020
en La Guajira–Villanueva con su vinculación a la Agencia para
la Reincorporación y la Normalización, desde luego hablar de
normalidad desde los zapatos de Nelson es difícil pero este año
ya había conseguido un lugar en el cual vivir con su mujer, aun
así, no profundizó demasiado frente a este tema, ya que su objetivo era compartir sus experiencias en el contexto de la pandemia. Entonces Nelson realizaba las actividades cotidianas de
cualquier colombiano como trabajar, socializar con las personas, salir a mercar y visitar amigos y familiares. Aunque ya había
escuchado noticias sobre el COVID-19 y los casos reportados en
el país en especial en la capital bogotana, nunca imaginó el gran
impacto que este suceso tendría sobre su forma de vivir.
Una vez llegó a la construcción saludó a sus amigos Pedro y Jericó que se encontraban colocándose la ropa de trabajo en una
de las habitaciones ya construidas de la casa, acto que imitó
Nelson a la vez que iba acomodando sus pertenencias a un lado
del muro más alto: la maleta que contenía su ropa limpia que
iba guardando. Como era normal, comenzaron a charlar, y el
tema principal fue la situación del país a causa de la pandemia.
Hicieron énfasis en que las medidas que se estaban tomando
en, por ejemplo, Bogotá con el aislamiento obligatorio después
del simulacro, evidenciaban la realidad de emergencia en el te- 199
rritorio y el peligro que significaba en esos momentos vivir allí.
Todos encontraron consuelo en vivir tan lejos de las cifras que
se anunciaban por las noticias. Tan pronto llegó don Eliseo, sus-
El caso de la pandemia desde la vivencia de excombatientes de las
FARC
Carlos Arturo Reina Rodríguez
pendieron la conversación para desplazarse a la sección donde
debían recoger el material para la construcción.
La jornada transcurrió sin novedad en la mañana y al medio día
Nelson se dirigió a su casa para almorzar, se sentía muy afortunado de trabajar cerca a su casa. Su mujer le había preparado
yuca con queso, su plato favorito, el cual consumía mientras escuchaba las noticias matutinas. La situación no parecía mejorar,
incluso se informaba a los habitantes de la Guajira que, a partir
del día lunes 27 de abril, se daría inicio a la aplicación y cumplimiento del Decreto 096 del 2020, con el cual se establecía medidas de aislamiento preventivo obligatorio en el departamento
para prevenir un posible contagio masivo.
Esta noticia lo preocupó porque el quedarse en casa no era
una opción: necesitaba trabajar para sostener a su mujer y las
deudas del hogar, esa era su nueva vida y no quería fallar en
su proceso de reincorporación, así que apresuró el almuerzo y
se dirigió nuevamente al trabajo para hablar con don Eliseo. Al
llegar a la construcción, encontró a sus compañeros almorzando juntos, estaban sentados sobre algunos de los ladrillos que
habían llegado esta mañana para ser usados en la construcción
de los muros de la casa.
200
Les informó sobre la noticia de la aplicación de las medidas de
aislamiento, motivo de preocupación para ellos también, pues
ni Pedro ni Jericó contaban con trabajo estable, la única opor-
tunidad de obtener ingresos radicaba en la construcción de esa
casa que, a su vez, dependía de los ingresos de don Eliseo para
su continuidad. Si don Eliseo no seguía invirtiendo en el material de la construcción de la casa, o si prefería pausar las actividades como protocolo de prevención, no podrían seguir con
sus labores, y entonces no tendrían forma de generar ingresos.
Nelson esperó a que sus compañeros terminaran de almorzar
y luego, juntos fueron a hablar con el patrón, para saber cómo
iban a proceder en adelante para no quedarse sin la paga semanal que ofrecía la construcción.
Don Eliseo se enteró en ese momento de la aplicación del Decreto 096 de 2020, pero no le prestó mucha importancia al parecer, pues no reparó en el tiempo de duración de las medidas
adoptadas para el departamento y solo hizo una breve referencia a la importancia de cuidarse la salud mientras todo pasaba.
Concluyó la conversación diciendo que finalizaran el trabajo de
la jornada y que al día siguiente tomarían una decisión sobre
cómo proceder ante el aislamiento preventivo.
Las palabras de don Eliseo, aunque no ofrecían una respuesta
concreta, tranquilizaron a Nelson, quien retomó sus actividades
y, hacia las cinco de la tarde dio por finalizadas sus labores y
caminó a su casa. Llegó un poco cansado por el sol que hizo ese
día entre las dos y tres de la tarde y todo el material que debió
descargar del camión, además de trasladar cerca de doscientos
ladrillos. Al llegar a casa, tomó uno de los vasos de aluminio que
Crónicas de una Pandemia
encontró en la cocina y se sirvió el último vaso de agua potable
que quedaba en la bolsa que habían comprado hacía tres días
para preparar a comida, pues desde que habitaba esa casa, el
agua del grifo no se usaba porque no era potable. Estaba bebiendo el agua meditabunda, cuando de repente reconoció los
pasos de su mujer que se acercaba desde la habitación. La miró
y pude reconocer un aire de preocupación. Efectivamente, Lilia
le manifestó que le angustiaba las noticias recientes sobre la
aplicación del nuevo decreto, ya que él se vería enfrentado a
que ganara menos o se quedara sin empleo por la pandemia,
pues las deudas no daban espera y, aunque Nelson no había
experimentado una situación similar antes, ni en sus épocas de
militancia en el “monte”, intentó tranquilizarla diciéndole que
tenía algunos pesos ahorrados y que lo mejor era ir a comprar
otra bolsa de agua porque ya se había acabado, pensó que saliendo de casa podrían despejarse y olvidar por un momento el
riesgo tanto de quedar sin dinero, como de afectarse la salud.
Sin embargo, el tema que a él más le preocupaba era el relacionado con el dinero.
acuerdo con las medidas para disminuir el riesgo de contagio
porque ante ese tipo de situaciones primaba el cuidado de la
vida y la salud, mientras que otros estaban en desacuerdo porque estas medidas significarían reducción de ingresos e incluso
pérdida de trabajo. Nelson estaba de acuerdo con la segunda
opinión —si no se tiene dinero no se come y si no se come
no se puede vivir— pensaba. A donde iban, solo escuchaban
hablar de la pandemia y de las nuevas medidas adoptadas por
el departamento. Compraron la bolsa y regresaron a casa intentando no discutir más sobre el tema, pues a medida que se
profundizaba en las conversaciones, Nelson sentía más angustia. Regresaron a las siete de la noche, hablaron de temas diversos y luego cenaron alrededor de las siete y media de la noche
acabando con la yuca y el queso, escucharon una vez más las
noticias nacionales que advertían de la emergencia por la pandemia y que recomendaban generar medidas de control, finalmente vieron su telenovela favorita y luego fueron a dormir.
Salieron juntos hacia el centro de Villanueva para comprar la
bolsa de agua y en el camino se encontraron con algunos conocidos que también hablaban del aislamiento preventivo obligatorio, todos ya estaban enterados sobre el Decreto 096 y como
era de esperar, la opinión estaba dividida: algunos habitantes
y conocidos que hablaron con Nelson manifestaban estar de
Al día siguiente, sábado 25 de abril, Nelson inició su rutina diaria: se levantó, duchó, conversó con su mujer mientras tomaba
café y luego se dirigió al trabajo. Como de costumbre, Pedro y
201
Jericó ya se encontraban en la construcción. Todos se colocaron
su ropa de trabajo e iniciaron labores. Esa mañana no vieron a
don Eliseo hasta entrada las nueve de la mañana quien, una
El día del cambio
Carlos Arturo Reina Rodríguez
vez llegó, les indicó que trabajarían hasta que se acabara el material que se había comprado el día anterior. Esto era normal
teniendo en cuenta que era sábado y que, los días domingos no
se trabajaba, pero también podía significar que las labores se
pararían el lunes siguiente.
Pedro, Jericó y Nelson terminaron de levantar los muros de lo
que sería la habitación principal de aquella casa, haciendo uso
de los ladrillos, cemento y arena que quedaban. Se vistieron y
de inmediato buscaron a don Eliseo para saber si el lunes siguiente podían retomar sus labores con normalidad, pero este
les informó que pararían la construcción durante la esa semana
por el Decreto 096, pero que buscaría la forma de retomar las
actividades tan pronto como fuera posible. El temor de todos
se materializaba: el panorama era incierto y no existía la opción
de trabajar desde el aislamiento preventivo obligatorio.
202
Nelson regresó a casa y puso al tanto a su mujer de las indicaciones de don Eliseo. Como era de esperarse, Lilia se preocupó
aún más que el día anterior, pero Nelson la calmó diciéndole
que, en caso de no poder continuar con el trabajo en la construcción, podrían hacer uso de unos pocos ahorros que él tenía
y que, tal vez, alcanzarían para sobrevivir unas dos o tres semanas, si se administraba bien. Además, podría existir una posibilidad de obtener algún tipo de ayuda por parte de la Agencia
para la Reincorporación y la Normalización (ARN), ya que hasta
ese momento le hacían un seguimiento frecuente, lo llamaban
para ver cómo iba y qué actividades se encontraba realizando.
De cierta forma se sintió alentado al pensar en la ARN.
Ese 25 de abril, Nelson y Lilia decidieron salir para distraer las
preocupaciones y notaron cómo la plaza central y algunos mercados de víveres estaban más llenos de lo común, las personas
compraban, con cierto afán, algunos artículos de aseo y comida
destinados a una semana completa. Al parecer, todos estaban
preparándose para recibir el aislamiento obligatorio con todo
lo necesario para no salir de casa. De este modo, pensaron que
lo mejor sería realizar algunas compras imitando a los demás
habitantes, pero decidieron hacerlo el domingo en la mañana para evitar las aglomeraciones de esta tarde, teniendo en
cuenta también las cifras de contagio que presentaba el departamento para ese momento, que se calculaban en unos cinco
casos reportados. Sin embargo, el domingo siguiente había más
personas en la plaza y en los mercados comprando sus víveres.
Nelson y Lilia se sorprendieron de la cantidad de personas, pero
con todo y eso, lograron realizar sus compras.
La aplicación del aislamiento preventivo obligatorio
Rápidamente, Nelson fue testigo de cómo las condiciones de
vida y de interacción con el mundo cambiaron por completo
desde ese lunes 27 de abril. Las personas no podían salir a menos que tuvieran una urgencia real o que debieran adquirir algún suministro. Las autoridades policiacas se encargaban del
Crónicas de una Pandemia
cumplimiento del decreto y las personas evitaban exponerse
en las calles de forma voluntaria. En caso de salir de casa, se
debían seguir algunos protocolos como el uso de tapabocas y la
distancia segura con las demás personas.
Fueron muchos los cambios que se generaron, según relata
Nelson Narváez los cambios fueron abruptos
portaban más casos de COVID-19 en el país. Nelson observaba
con temor, cómo la vida de los ciudadanos se convertía en cifras
de estadísticas que dejaban en claro que la situación era grave
y que duraría un largo tiempo. Me sorprendió conocer este testimonio, pues yo tardé varias semanas para lograr dimensionar
la gravedad de la situación.
Este tipo de cambios Nelson los evidenciaba cuando de repente
debía salir a comprar algún artículo a las tiendas cercanas y se
encontraba con letreros grandes advirtiendo de la importancia
del uso del tapabocas, elemento que se volvió obligatorio, así
como también fueron apareciendo en varios establecimientos
rejas de acero como mecanismo de seguridad para atender con
una distancia prudencial a los clientes.
Poco a poco, las esperanzas de esta pareja de regresar a la normalidad a la que Nelson ya se había acostumbrado se fueron
agotando, y comenzaron a ser conscientes de la situación real
del país y, sobre todo, de su departamento pues ni antes ni
durante la pandemia se encontraban fácilmente opciones de
trabajo continuo, por lo cual Nelson había decidido ser albañil
desde unos años atrás. Sin embargo, el uso del tapabocas y la
distancia que las personas tomaron respecto a otras para evitar el riesgo de contagio, fueron elementos que de una u otra
manera comprendía y podía sortear Nelson, pero a medida que
pasaron las primeras tres semanas desde la implementación
del Decreto 096, la preocupación por adquirir empleo e ingresos iba en aumento.
Otro de los cambios que vivió Nelson en la primera semana
desde la implementación del aislamiento preventivo obligatorio, fue la distancia con sus familiares y amigos, pues ya no podía visitarlos ni reunirse con ellos. Su relación con el mundo se
limitó únicamente a las extensas charlas matutinas con Lilia y a
la información que brindaban los noticieros que, cada día, re-
Don Eliseo no se había comunicado durante esas semanas ni
con Pedro, ni con Jericó ni con Nelson. El dinero ya se estaba
agotando, a pesar de los esfuerzos de Lilia para hacerlos alcan- 203
zar unos días más. Realmente todo había cambiado, incluso la
relación con la Agencia de Reincorporación y Normalización
(ARN), pues recuerda Nelson que “constantemente nos es-
porque ahora no puede uno salir a trabajar como normalmente
lo hacía, (…) de ir a mercar o salir a la plaza a visitar a la familia como uno lo hacía, ya no, ya tiene que estar uno en casa,
cuidándose, si va a salir tiene que usar el tapabocas (Testimonio
número 1, 19 de mayo de 2020).
Carlos Arturo Reina Rodríguez
taban llamando y eso para hacer actividades y ahí pendiente
de uno, y con esto de la pandemia también otra cosa que han
como, se han alejado como un poco de uno, casi no llaman”
(Testimonio número 1, 19 de mayo de 2020). En efecto, las
llamadas de la ARN habían disminuido significativamente en
esas últimas semanas. Solo recibió una llamada para consultar
cómo se encontraba en torno a la pandemia y si presentaba
algún tipo de síntoma, pero no brindaron más información sobre cómo se sortearía desde la agencia esta nueva coyuntura.
Claramente esta situación no obedecía a actos negligentes por
parte de la Agencia —quiso pensar Nelson— sino a la pausa
que se dio en todas las actividades laborales, sociales y económicas en todo el país, pero no dejaba de ser preocupante, pues
se sentía sólo en ese acompañamiento como ex combatiente
en proceso de reincorporación. Ante la ausencia de empleo en
la construcción, la falta de ingresos y la necesidad de responder
por las responsabilidades económicas de la casa, Nelson sintió
temor de recurrir nuevamente a actos delictivos para superar
esos duros días. Aunque su vida había tenido un cambio significativamente positivo desde el inicio de su proceso de reincorporación, la presión económica no daba tregua y poco a poco
los víveres también se agotaban.
204
La situación estaba dura, era evidente el temor de la población
ante un riesgo inminente de contagio, según Nelson Narváez
(2020) “piensan que, si se ponen a dar trabajo y eso, entonces
cualquiera puede llegar y [este] e infectarlos y eso. Entonces
por ese lado se ha puesto como más difícil, ya no es lo mismo
que antes de llegar la pandemia” (Testimonio número 1, 19 de
mayo de 2020), así que salir a buscar empleo no era una opción
en ese momento, no solo por el temor que las personas tenían
de contratar a personas extrañas, sino también por el temor de
infringir el decreto y ser atrapado por las autoridades. Y es que
cada vez que Nelson tenía el impulso de salir a buscar algo qué
hacer para ganar dinero, se encontraba con calles desoladas y
establecimientos cerrados con horarios reducidos de atención,
lo cual generaba desanimo ante la idea de salir a buscar opciones de trabajo.
El domingo 17 de mayo, la comida en casa de Nelson se acabó. Ya no quedaban plátanos, ni yuca y menos café, sumado a
esto, la preocupación y evidente desesperación por parte de
Lilia alertó a Nelson, quien, ya movido por la necesidad extrema
de garantizar a su mujer y así mismo por lo menos la comida
y la cancelación de los servicios públicos, intentó buscar una
solución.
Decidido a encontrar una forma de llevar ingresos a su casa,
Nelson salió el lunes 18 de mayo, muy temprano hacia la vivienda de don Eliseo. Al llegar fue recibido con los protocolos:
un saludo a distancia y en la puerta, pues su ingreso podía significar un riesgo de contagio. Se dio una breve charla entre los
dos donde quedó claro que la construcción no se retomaría aún
Crónicas de una Pandemia
por los protocolos de salubridad y, por lo tanto, no se podían
generar pagos adelantados. Sin más respuesta por parte de su
patrón, Nelson se dirigió a la finca de su tío Carlos, que quedaba
a treinta minutos de su casa. Necesitaba saber cómo estaba la
familia y, por supuesto, ver si podía ayudar con algunas labores
para obtener algún tipo de retribución económica.
En definitiva, esta decisión marcaría un antes y después de la
pandemia, pues a pesar de incumplir momentáneamente las
medidas del aislamiento preventivo, valió la pena: su tío le dijo
que había muchas cosas que hacer no sólo en su finca, sino
en fincas aledañas conocidas, y que él podría ayudar, pero que
eso sí, debía seguir los protocolos de cuidado. Ese día, Carlos le
prestó cerca de treinta mil pesos para abastecerse con algunos
víveres y, aunque no era mucho, le sirvió para tranquilizar un
poco a su mujer, así que esa noche cenaron de costumbre yuca
con queso, no sólo porque era el favorito de Nelson, sino porque era lo más barato, además aprovechando unos troncos de
yuca que le obsequió su tío.
El martes 19 de mayo, una vez más se levantó a las cinco de la
mañana, se duchó con agua fría, esta vez ya no por afán sino
por la necesidad de ahorrar al máximo en el consumo de gas, y
porque calentar agua en esas circunstancias significaba un lujo
que no se podía costear. De nuevo su mujer le brindó el café
mañanero endulzado con panela y mientras él lo bebía, hablaban de lo difícil de la situación hasta el momento, y cómo esta-
rían sin la ayuda de su tío. La conclusión de la charla se centró
en la necesidad de aprovechar todas las oportunidades que se
presentaran de trabajar y la responsabilidad de ahorrar para
los tiempos más adversos, pues era muy posible que llegaran
nuevamente semanas sin empleo o ingreso alguno.
Se dirigió a la finca de su tío, allí tomó nuevamente café y le
pareció recuperar una parte, al parecer, pequeña pero muy importante de su vida: el contacto con su familia, tener la oportunidad de hablar con otras personas y compartir sus miedos
sobre la situación del país. Apresuró el café y salió con su tío
hacia la finca de uno de sus amigos para colaborar con algunas
labores de construcción. Al llegar a la finca, acordaron la retribución monetaria y, aunque un mes antes le habría parecido
un mal negocio, en ese momento ese trabajo se presentó como
una salvación. Recordó la charla de la mañana con su mujer y
pronto aceptó iniciando sus actividades de inmediato.
Trabajó hasta el mediodía transportando sobre sus hombros,
algunos escombros que quedaban de una construcción que se
había realizado recientemente, mientras su tío ayudaba con el
cultivo de yuca. Al finalizar le colaboró a su tío con el riego y luego entraron de nuevo a la finca. Aunque no se sintió tan cómodo como en casa de su tío, le pareció que las atenciones eran 205
las suficientes y necesarias para sobrellevar las condiciones impuestas por la pandemia. Les ofrecieron café, tanto a Nelson
como a Carlos, y recibieron el dinero ganado en la jornada. El
Carlos Arturo Reina Rodríguez
dueño de la finca les pidió que regresaran a realizar otras labores relacionadas con el cultivo en dos días, que serían bien
recibidos y se les pagaría por sus actividades, así que, ante la
promesa de más ingresos, Nelson aceptó gustoso. Acompañó a
su tío hasta su finca y le agradeció por ayudarle a encontrar una
forma de rebuscarse el diario para llevar a su casa, pero su tío
lo tomaba como un gesto normal ya que a él trabajo no le había
faltado en esas últimas tres semanas.
Nelson regresó a su casa contento porque Lilia, e incluso él,
tendrían más tranquilidad respecto a los gastos del hogar. Al
llegar a casa le comentó a su mujer que, aunque no era un trabajo fijo y su remuneración no era tan significativa, podía servir
para adquirir lo básico en los días próximos.
Los dos hicieron una lista con la dispensa elemental, apartaron el dinero necesario para su compra y el restante lo guardaron para la eventualidad de semanas difíciles sin ingresos
económicos.
Asimilando los cambios
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Esa noche del 19 de mayo tuvo lugar nuestra conversación. Nelson se veía animado y la preocupación referente a la situación
no era tan evidente. En toda la plática manejó sus emociones,
no dejó entre ver ansiedad o temor por lo que acontecía a pesar de reconocer que tales emociones las tenía todo el tiem-
po desde mediados de abril. Pude reconocer en él un hombre
sereno y pausado que se toma el tiempo para evaluar ciertas
situaciones, tanto así que me sorprendió la conclusión a la cual
llegó en tanto que, aunque no contaba con empleo fijo, tenía
claro que debía encontrar la forma para ganar dinero, y por tanto recurriría a labores que no estuvieran en el campo de su conocimiento para no dejar ir cualquier oportunidad por pequeña
que pareciera con ayuda de su tío, pues lo más importante era
el bienestar de su hogar. Eso sí, en ningún momento dejó como
opción aquellos actos fuera de la legalidad, pues quería continuar con su proceso de reincorporación que, aunque difuso
con la pandemia, le había dado la oportunidad para vivir en una
calma de hogar que desde hace mucho no sentía.
Esa serenidad la evidencié también en su forma de comprender
un posible retorno a la normalidad en el contexto de los últimos
sucesos de la pandemia, al respecto Nelson dijo:
eso se irá normalizando poco a poco (…) y otra cosa que uno no
sabe tampoco hasta qué vaya a durar esto. Entonces no sé, ahí
saldremos poco, esos trabajos se darán poco a poco y sobre lo
de la reincorporación pues me imagino yo que ya más adelante
estará (Testimonio número 1, 19 de mayo de 2020).
Este testimonio es tan real como alentador, porque, aunque
Nelson reconoce que existe una situación de riesgo no sólo en
las actividades ciudadanas sino en su proceso de reincorpora-
ción, comprende a la vez que su retorno a la normalidad será
gradual, así como las oportunidades de empleo que se vayan
presentando para poder vivir con Lilia.
Referencias:
Testimonio número 1. Anónimo. Tomado por Jazmín Márquez,
19 de mayo de 2020