Vol. 1, Issue 3, December
2003
Flinders University Languages Group Online
Review
http://ehlt.flinders.edu.au/deptlang/fulgor/
ISSN 1446-9219
De amordazamientos y liberaciones. Clausura
simbólica y apertura poética en La noche de
Ennio Moltedo
Sergio Holas Véliz
The University of Queensland, Brisbane
ABSTRACT
Este trabajo estudia la poética de la pérdida de la
palabra en La noche de Ennio Moltedo. En este texto
Moltedo explora los efectos que la dictadura chilena
tiene en el cuerpo y la lengua de Chile de la
postdictadura. El argumento está organizado en dos
partes. Una que estudia las líneas de captura que
reducen los discursos a formaciones molares; y, otra
que estudia las líneas de escape a la molarización
abriendo un espacio para la recuperación y refiguración
del valor de la palabra.
Of the devoted priests of power,
there are many who regard with
impatience the limits of mankind
Nobert Wiener
La noche (1999), último trabajo de Ennio Moltedo [1] , poeta de Valparaíso,
Chile, es un extenso poema en prosa que consta de 113 fragmentos que giran
fundamentalmente en torno a varias isotopías semánticas cuyo axis es la oscuridad.
Esta oscuridad es la noche del déspota, la noche de la dictadura chilena que extiende
su maquinaria de guerra en la transición y construcción del nuevo cuerpo social
llamado democracia, institucionalizando discursos, saberes y prácticas para dessensibilizar toda zona de intensidad del cuerpo social en la que puedan abrirse líneas
de fuga al sistema. El gran déspota [2] , en consecuencia, va, de esta manera,
reterritorializando, amordazando cuerpos, discursos, gestos, quehaceres y zonas de
contacto para entronizar la separación de los campos, como también, y al mismo
tiempo, fijar el cuerpo social en una pose o figura determinada por la rigidez paso (la
marcha) y la lógica del pensamiento militar. Es en este sentido que en el Chile de hoy
hay una disonancia en el ritmo de su caminar: a saber, unos marchan, bajo la música
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del neoliberalismo global, y, otros caminan o trastabillan, a ritmos que suenan a
destiempo o fuera de lugar, aunque el ánimo sería, según la lógica arriba mencionada,
que todos marcharan igual. Es este afán de totalización el que se inscribe en lo que
Moltedo llama la noche. Ésta es, en palabras del mismo Moltedo, “la cultura de los
enfrentamientos y la guerra” [3] en la que Chile, y, se puede afirmar sin gran peligro
de caer en una exageración, todo el globo, se ven envueltos hacia los fines del
segundo milenio y comienzos del tercero. Ennio Moltedo explora este problema de la
totalización en las diferentes prácticas lingüísticas y sociales que van produciendo la
borradura de la memoria histórica, a la vez que formalizan una nueva subjetividad
ciudadana que puede perfectamente ejemplarizarse con la expresión “no estar ni ahí”
del nuevo sujeto (¿antisujeto?) que vive orientado por las estrategias que actualizan el
show, por el parecer-ser y la virtualidad de universos modelizados por la máquina del
déspota, la cual, señala Moltedo, ha eliminado “el misterio” de la vida. Interesa aquí
enfatizar este período post-política establecido durante la dictadura. Paul Virilio
coherentemente ha explicado que
…in emancipating itself from politics, faith in progress has entered
the field of pure strategy – the essence of war – the pure strategy of
the nuclear status quo.
Like the illusionism to which it owes a great debt, techno-scientific
development has become an art of the false in the service of the
art of the lie – a series of manipulations of appearances, tricks and,
in some cases, a tissue of absurdities. [4]
Este sujeto de raíces flotantes, aparentemente emancipado del proyecto
político, es orientado por las estrategias del mercado a llenar el hueco producido por
la evacuación del proyecto político de la izquierda y llenar esa subjetividad con la
satisfacción ciega del deseo con objetos que carecen de aura. Contra esta pérdida del
pensamiento y de la memoria, Moltedo trabaja en la deconstrucción del efecto de
vacío, para hacer evidente el carácter de farsa y de teatro de apariencias del lenguaje
del déspota y de las prácticas sociales del proceso de transición a la democracia
chilena.
Como una constante en su práctica escritural, se puede afirmar que esta
deconstrucción de la maquinaria de compromiso de los discursos de la transición no
es resultado de un simple oportunismo crítico, sino, muy por el contrario, es
consecuencia del oficio del poeta, ya que éstos son los ‘cuidadores’ de la palabra [5]
y, por ello, también de la condición humana. Como resultado, poética y ética están
íntimamente relacionadas. La una no puede resolverse sin la otra ya que ambos
proyectos están íntimamente entrelazados. Hacer poesía es, para Moltedo, una línea
de fuga que cuestiona el círculo cerrado (el amordazamiento o atamiento del cuerpo
social) de la ‘cultura de los enfrentamientos y de la guerra. Para que la clausura sea
burlada es necesario ‘rescatar la palabra’ como instrumento de afirmación y
posibilidad de fundación de una realidad que libere al cuerpo social de la molarización
(stasis) a la que lo empuja el déspota. Toda inmovilización funciona, y esto lo han
aprendido muy bien aquellos que han vivido las dictaduras, molarizando
(institucionalizando) el cuerpo e impidiendo la libre circulación del pensamiento; es
decir, la creatividad que está en la base del quehacer poético y, en general, artístico.
Este fenómeno de la molarización toma lugar doquiera existe un proceso de
autorregulación: los sistemas son conservadores por naturaleza, por lo tanto, éste no
es un fenómeno que sólo deba reconocerse en las dictaduras militarizantes que
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Latinoamérica ha sufrido durante los últimos cuarenta años, sino que también se le
percibe en los países que se llaman a sí mismos desarrollados, de tal manera que, en
general, los gobiernos tienden a entronizarse institucionalizando la circulación del
pensamiento de acuerdo a ciertas reglas de tránsito de los recorridos discursivos:
maneras de hablar, léxicos y tópicos son acoplados a jerarquías determinadas por el
poder de turno quienes así establecen una cierta sintaxis, y, por ende, un cierto gesto
también. Este congelamiento operado por las burocracias constituye una
molarización. Al parecer la inmovilización del otro, de su cuerpo y lengua, es
necesaria a toda forma de gobierno como ahora la conocemos. Es contra esta
molarización que se hace necesario este ‘rescate de la palabra’, y por ello es
fundamentalmente una cuestión en la que entra en juego una serie de valores que
implican el cuidado de lo que llamamos libertad. En otras palabras, la libertad está
acechada doquiera un gobierno quiera fosilizar el cuerpo social en una posición,
restándole libertad a sus movimientos. Es una cuestión valórica:
Una condición primordial para la promoción de una nueva
consistencia social residirá, pues, en nuestra capacidad para hacer
emerger nuevamente sistemas de valores que se opongan al
laminado moral, psicológico y social al que procede la valorización
capitalista, exclusivamente centrada en el beneficio económico. La
alegría de vivir, la solidaridad, la compasión por el prójimo, deben
considerarse como sentimientos en vías de extinción y que urge
proteger, vivificar, re-impulsar por nuevas vías. Los valores éticos,
estéticos no responden a imperativos y esquemas trascendentes.
Estos invitan a una participación existencial a partir de una
inmanencia que debe ser incesantemente reconquistadas. [6]
Se puede decir que el poeta trabaja en la búsqueda de la creatividad que hace
posible estas formas nuevas, o, en términos de Deleuze y Guattari, la multiplicidad.
La noche, en cambio, es el espacio de la pérdida de la forma, a saber, de la
multiplicidad que no es otra cosa sino lo que llamamos democracia. La noche resta
movimiento, congela el procesamiento del cuerpo social: una difuminación que
produce un suspenso cognitivo: un “no estar ni ahí”. La democracia es, por el
contrario, espacio generador de la multiplicidad, y, por tanto, de la diferencia. En este
sentido el poeta trabaja dando forma a la palabra de tal manera que ésta tenga una
validez tanto estética como ética, es decir, que haga posible que la condición humana
no se pierda. ¿Qué viene a ser esta pérdida de la condición humana? En primer
término, es la total pérdida de los valores que hasta ahora han hecho posible el
acoplamiento en sociedades y comunidades. La noche, especialmente en términos de
lenguaje, hace que la forma se pierda, que el lenguaje se transforme en puro juego,
que los discursos no anclen en ningún referente, de tal manera de que ‘todo es
posible’. Recordemos las palabras del déspota: “Esta no es una dictadura, señores. Es
una dictablanda.” Si bien esto puede tener validez en términos lingüísticos, no lo
tiene en términos del acoplamiento social que en especial la conversación ha
producido a lo largo de la historia. Contra una sociedad acoplada por el dinero, el
poeta Moltedo desea una sociedad acoplada por la palabra en el sentido más amplio
del término.
El propósito de este trabajo es, por lo tanto, doble: por un lado, seguir el
recorrido de ‘la pérdida’ de la lengua, la noche que extiende su oscuridad en el
lenguaje del proceso de la transición a la democracia, y que he denominado “líneas
molares de clausura”; y, por el otro, religar ‘la palabra’ con la vida, a lo que he
llamado “línea molecular de apertura”. [7] Contra la flotación de un lenguaje que
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niega y que borra la diferencia blanqueando la memoria, la afirmación gozosa del
trabajo poético. En vez de la flotación virtual del espectáculo, la palabra que religa al
sujeto con la memoria (en especial la memoria histórica reciente) y con lo otro (el mar
y lo líquido).
Como comenta Adolfo de Nordenflycht [8] acerca de la poesía de Moltedo:
…la presencia ominosa de la noche es dicha desde el regate, la
finta, el propio modo de andar de un sujeto sin sujeción estable, un
sujeto situacional, ‘re-situado’, magullado e iracundo, consolador y
mordaz, que emplea registros, tonos, voces y procedimientos
múltiples: aforismos, giros coloquiales, muletillas, frases
despojadas de su habitualidad, restos de discursos de la ley y el
poder, ironías, sarcasmos, diatribas, estrategias discursivas cercanas
al relato suspendido, frases de sintaxis quebrada, etc., con los que
se articulan peculiares monólogos en que se hunden y rescatan
ritmos y saberes, imágenes y experiencias, palabras balbuceantes,
cargadas de sus propias dudas, palabras certeras y afiladas,
indudables, a través de las cuales este poema fragmentario (…) se
encara a la actualidad de nuestra existencia, en estos tiempos de
exangüe transitoriedad o permanente transición de la historia hasta
el fin de la historia sin fin.
En efecto, este sujeto emplea esta variedad de registros de lengua para perforar
y desestabilizar la pequeña seguridad ciudadana del lector/a. El uso de estos registros
conocidos puestos en un contexto nuevo produce un efecto de distanciamiento que los
convierte en objetos estéticos a los que se puede percibir como tales, es decir, como
productores de efectos de sentido. Por lo tanto, estos poemas pueden generar varias
lecturas posibles. Lo que aquí me interesa es explorar su carácter autorreflexivo ya
que en éste se hace evidente su especificidad de ser objetos estéticos. Lo importante es
que aunque se constituyen como tales, lo hacen explorando la pérdida del valor de la
palabra como instrumento cognitivo ya que ésta ha devenido instrumento ideológico
al servicio del vaciamiento de la memoria histórica. Como puedo extrapolar de
Deleuze y Guattari, la palabra también deviene molar cuando su uso desarticula la
posibilidad de lo múltiple aislándolo en una pura virtualidad sin encarnar en ninguna
posición o cuerpo. Para romper con este movimiento de abstracción ideológica y
esencialización de la palabra en su devenir puro simulacro, me interesa reconocer el
carácter cognitivo y encarnado de la palabra poética. Comenzaré por establecer la
molarización.
Líneas de clausura: “Repita esta canción hasta que el recurso le resulte por
completo indiferente” (fragmento 65: 39).
La noche se abre con un universo totalmente clausurado sobre el discurso legal
[9] que da forma a la uniformidad de los ciudadanos: “¿A qué hora deben cantar los
pájaros formados en el jardín, en árboles y jaulas? Lea la ley” (Fragmento 1: 13). La
ley es concebida, de acuerdo con la cita anterior, como el instrumento formalizador de
la oscuridad que cubre al cuerpo social. El canto y, en general la palabra, han sido
institucionalizados en la forma precisa que regula los discursos. Pero esta
regularización de los discursos también afecta al canto poético. En otras palabras, lo
nocturno da formalidad al quehacer de la máquina de captura y de molarización del
lenguaje limitando los discursos, de manera tal de establecer un diccionario de
destrezas bucales aceptables y el tipo de registro de lenguaje en el que se debe cantar
y hablar. Ciertos recorridos devienen grandes avenidas [10] y pasan a formar parte del
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mapa urbanizador de la nueva ciudad/comunidad discursiva, y otros caminos entran
en un proceso de franca molecularización de tal manera de devenir obsoletos y
transformarse en otra forma más aceptable para el “nuevo trato social” llamado
postdictadura o simplemente devenir invisible o desaparecer. En consecuencia, el
universo social está clausurado sobre estos recorridos preferenciales. La clausura
deviene determinante y la llamada apertura es sólo un juego de lenguaje dentro de la
clausura misma. La paradoja es esta apropiación y rearticula los discursos de la
disidencia y de la alteridad para, en un plano puramente virtual, vaciarlos [11] de
cualquier relación con la práctica o la memoria que no sean promovida por las formas
hegemónicas que configuran la clausura, funcionando sólo como juego lingüístico sin
remitir a ninguna posición precisa en el plano real. De esta manera, esta clausura
asegura el mantenimiento y reforzamiento de ciertos recorridos discursivos y
semánticos y el castigo social a quien disienta con respecto de estas formas
constituidas en ley. La ley asegura, por lo tanto, que sólo ciertas avenidas tomen lugar
generando ciertos espacios y eliminando otras posibilidades, de la misma manera en
que la ciudad [12] aparece, en La noche, como un espacio cerrado sobre sí mismo,
negando la molecularización. La noche es, en consecuencia, la noche de la palabra, su
regulación, uniformidad y la regimentación de los discursos y de sus posibles
recorridos para así eliminar a aquellos que disienten del decir aglutinador, reductor de
la diferencia, y por ende, totalizante y esencialista de la nación-estado. Se trata de
reducir lo que llamamos ‘la realidad’ a los términos de la ley. La ley, por lo tanto,
hace emergente, en los límites de su discursividad, el tipo de realidad que promueve.
En consecuencia, lo que no se articula en los términos de la ley, simplemente no
circula, es decir, no existe. El problema es que esta modelización de ‘la realidad’
(incluyendo la disidencia ideológica) elimina totalmente lo posible o, en otros
términos, la imaginación de la alteridad. En este sentido Moltedo cuestiona el proceso
de desfondamiento y censura interpretativa del nuevo lenguaje en el que emerge el
proceso transicional. Ya que esta modelización discursiva, al no permitir la
circulación de la diferencia en los límites de la nación-estado, corre el peligro de
transformarse en aquello que justamente pretende superar: otro totalitarismo.
Revisaré ahora cinco ejemplos de clausura que están a diferentes alturas del
texto:
El molde. La misma hechura. Sin decir palabra – prohibido – sin
escuchar ninguna, sin destino, hollando el nacimiento mismo y
rumbo a la pantalla de otro mundo. Marchando los hombres hacia
donde los hombres no existen. (fragmento 3: 14)
Noche, del latín nocte; éste del griego nyntos; y éste, a su vez, del
sánscrito nakta. En alemán se dice nacht; en inglés night; en
italiano, notte; en portugués, noite; en francés, nuit; en catalán, nit;
en walón, nute’. En Chile la noche es eterna. (fragmento 15: 19)
Mientras sigamos hablando para disculpar el ocaso siempre nos
sorprenderá la noche y no habrá solución para mañana. Mañana
será el eterno aniversario. El recuerdo tiene ligera sepultura. ¿No es
lo que más nos acomoda? Aquí debemos vivir y temblar. ¿Vale la
pena negarlo cuando ya hemos dado varias veces la vuelta al
globo? Por mucho que suene la música y parlotee la autoridad de
turno y se entusiasmen las alturas – septiembre, qué maravilla –
alba viste de noche. (fragmento 56: 35 )
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A lo largo de la costa contemplamos, por un hueco, el mar. Una
mancha azul. Un descuido.
Se entera autoridad central de impuestos y humos y suspende toda
sonrisa y asistencia y dicta instrucciones (léase precisas) para tapiar
la ranura y que se sancione con un prohibido más, conforme lo
establezcan las leyes, las leyes, las leyes: vendaje del país.
(fragmento 68: 41)
Una comisión, una investigación, un sumario y toda la cábala para
volver al comienzo y contar otra vez: estos inocentes, boquiabiertos
de primera fila acaban de llegar al espectáculo y se les puede
repetir el mismo drama. No hay peligro: desconocen el cuento,
somos la cátedra y así otra generación traga y saborea: una
comisión, una investigación, un sumario. (fragmento 94: 51)
Como es evidente en estos fragmentos, la clausura de la ley sobre sus formas
elimina toda posibilidad de que otra forma de relación, memoria y registro sea
formalizada. La ley viene a ser una suerte de censura de la memoria histórica. Ley que
venda y vende al país, como claramente lo pone el fragmento 68: se venda, se ocluye,
se tapa todo orificio: el país se transforma en un imbunche. Casi pareciera de más la
mención a esta predisposición al encierro tan bien explorada por José Donoso en su
Obsceno pájaro de la noche [13] . No es nada nuevo, ni extraordinario, el que la ley
devenga clausura, cierre sobre cierto tipo de recorrido, miedo a la alteridad que es
percibida como conteniendo los semas del peligro y del caos, por tanto riesgosa. El
cuerpo social debe, a costa de rendir memoria, imaginación y curiosidad, abstenerse al
orden de lo mismo: marchar, es decir, circunscribirse al orden simbólico y a la ley del
déspota que cada ciudadano ha internalizado y que se manifiesta en la
blancura/vaciamiento de la memoria de la alteridad ideológica, a saber, del proyecto
social de la Unidad Popular de Salvador Allende. Cierto lenguaje fue el primero en
perecer junto con los cuerpos de muchos desaparecidos evacuando del espacio
cognitivo una serie de recorridos ya que el sujeto propuesto por el quehacer molar
deviene a-político: ‘no está ni ahí’. La ley, en este proceso de transición hacia la
democracia, impulsa a la abstención/abstinencia del sujeto que deviene antisujeto
(terror al discurso de la izquierda, a la disidencia en todas sus formas) creándose un
miedo de ir más allá, lo que formaliza los límites del saber dentro de la imagen de un
cuerpo vendado: momificación del sujeto. Literalmente el signo cuerpo deviene hueco
ya que el sujeto es vaciado de poder, deviniendo antisujeto: momia [14] , justamente
lo que el proyecto ideológico de la izquierda, durante el gobierno de Salvador
Allende, buscó superar. Como en el juego, el poder lo tiene aquel que dicta la ley
inmovilizando a aquellos que lo juegan en determinadas posiciones en el tablero. En
otros términos, para que nada circule la sociedad debe entrar en el simulacro del
movimiento: aprender la nueva sintaxis. La memoria, la otra historia, la posibilidad de
otra ley y organización social, los crímenes perpetrados por los militares y el
blanqueado de estos crímenes hecho por el aparato legal y los acuerdos que hicieron
militares, derecha ideológica y la concertación, son vendados, cubiertos por el
vendaje lingüístico y semántico (esto se dice, esto no se dice) que cubre la lengua y la
boca de este cuerpo momificado: el otro u los otros Chile(s). Lo posible es eliminado
del pensamiento. El proceso está clausurado sobre sí mismo, negando, por tanto, la
posibilidad de la reflexión. El sistema, que se percibe como autosuficiente, niega las
condiciones del cambio en los términos de otro proyecto ideológico, y, en
consecuencia, el cambio es asociado con una especie de proceso de autopoiesis
cancerígeno que impide la libre circulación de ideologías opuestas, un poco al modo
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de la máquina literaria del naturalismo del siglo XIX. Y, en este clausurarse sobre sí,
el simbolismo de lo sólido, la muralla, niega al simbolismo de lo líquido, el mar [15] .
Los maestros de lo sólido, el borde interno de la ciudad [16] en Moltedo (fragmento
68: 41) niegan la visión de aquello que está más allá: el mar. O, en otros términos, lo
que tiene forma fija – la ciudad y sus recorridos (la urbanización semánticodiscursiva) – desplaza a sus afueras a aquello que es líquido y cuya forma es
maleable: el mar. Es decir, el inconsciente cultural e individual es negado. El caos ha
sido superado, por lo tanto, el mal no es posible. Esta eliminación del mal autoriza y
legitima la política del “todo vale” (anything goes) norteamericano tan en boga en el
Chile de la transición a la democracia. Las leyes establecen, de esta manera, el
recorrido de lo que la “autoridad central de impuestos y humos” hace emerger como
real (fragmento 94: 51). Es decir, lo real y, en consecuencia, ‘la realidad’, germinan
del quehacer regulatorio del discurso de la ley. De esta manera, el orden simbólico
deviene cárcel, como bien lo señala Fredric Jameson [17] , y el ritual de la aplicación
de la ley se convierte en la repetición de lo mismo (se reciclan los discursos, se
reciclan los miedos, se reciclan los juegos y los discursos): “una comisión, una
investigación, un sumario” (fragmento 94: 51). O, lo que es lo mismo: rutina verbal
del espectáculo, show, arte de magia, circo en que el antisujeto se conforma con el
parecer verdad, juego de narrativas, cuento, puesta en escena de la lengua: todo es
circo. El fragmento 98 dice así:
Y así, por un simple acto de papel – mente mágica –, todas las
faltas cometidas hasta el once de marzo desaparecen.
¿Arrepentidos? Se encuentran satisfechos y con varita mandrake
volverán a hacer lo mismo visto el resultado. Maravilla recordar
que todos podemos desaparecer sin molestias ni saludos. Más aún,
desconcierta escuchar que nada igual puede repetirse, que jamás
será posible para nosotros y que sólo se trató de un golpe de
humos, un pase, un punto de venta necesario en honor de nuestro
honor. (fragmento 98: 53)
Tras el vendaje de la boca o amordazamiento [18] : ‘En Chile la noche es
eterna’ (fragmento 15: 19). La noche es el silencio, la negación de la palabra, puro
circo: parada militar y 21 de mayo, muralla de verborrea erigida como ley. Y su
repetición ad infinitum ya que “(m)ediana perspicacia permitía entrever que no
alcanzaríamos ninguna alegría con las mismas leyes de la noche” (fragmento 74: 43)
inmoviliza al ciudadano frente al show de la democracia. La línea de captura que el
show activa paraliza al ciudadano con la luz que emana de la TV; virtualidad del
movimiento: toda acción ocurre en la TV, nada ocurre en la realidad. El antisujeto se
contenta con ser espectador que, como antisujeto, “no está ni ahí” en la realidad pero
está todo (menos en cuerpo) en lo virtual. Lo que llamo la realidad deviene, en
consecuencia, pura virtualidad [19] . La línea de referencialidad remite directamente a
la constitución de 1980 que fija los bordes de la nueva constitucionalidad reguladora
del cuerpo lingüístico y social chileno. Ambos, el proceso de la transición a la
democracia y la idea de democracia vigilada (de la ultraderecha militarista) son
fijadas durante la dictadura misma, expandiendo su miasma paralizante sobre el
cuerpo social, que no atina, gozándose en el stasis de lo virtual, a rechazarlos. Este
proceso de deterritorialización lingüística y de despojamiento semántico es patente en
el siguiente fragmento:
La noche parecía día: la luna. La luna parecía un sol: la noche.
Imposible saber la hora, el lugar, las razones entre tanto foco y
sombra.
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Desperté sin saber dónde. Tuve que contar con los dedos. Tuve que
llamar por teléfono. Con la lengua.
Miente el director, el acusado, el médico.
Mienten con cara propia y formada y el defensor explica que se
trata sólo de opiniones y que así y así sopla la bandera. (fragmento
90: 50)
Estos procedimientos hacen ambiguo al lenguaje desembragando su anclaje
referencial y limitándolo a mera opinión. Muchos son, ya se sabe, los procedimientos
por los cuales se ha procedido a hacer desaparecer los acontecimientos, algunos
negociados, otros estratégicamente planeados por las autoridades eternamente
salientes. Sin embargo, en todos ellos la negación es el constituyente fundamental.
Una negación que no tiene fundamento en una ética de la convivencia, sino en una
ética de la separación. [20]
Línea de apertura: “…el hombre marca su tiempo con paso y
palabras”. (fragmento 36: 27)
El sujeto poético, frente a esta crisis generalizada de la representación de la
memoria histórica, de la palabra y, de la censura total de sus discursos, recorridos y
registros, como el Dante, se autoexilia, ya no en otra ciudad, sino en la palabra poética
que da forma a lo informe del mar:
Por motivos políticos la autoridad desterró al poeta. Ya viejo se le
hizo saber que si daba muestras de arrepentimiento le sería
permitido volver a la patria.
Nunca, contestó Dante.
Por siglos Florencia ha solicitado a Ravena la devolución de los
restos del poeta y esta ciudad ha contestado siempre igual: Nunca.
(fragmento 16: 19)
Un autoexilio en la palabra poética, más allá de las murallas lingüísticas
impuestas por la ley, que trabaja en el rescate de la palabra. Allí donde la patria no es
resultante de la ley impuesta desde arriba, de la voluntad de dominio y control de una
élite política comprometida con el mantenimiento de su propia posición hegemónica,
sino pasión por la libertad, por la vida presente, por la memoria que posibilita el
cambio, todo esto simbolizado en el mar, en lo líquido, en el agua, la mariposa que
encuentra su forma sin ahogarse en el tintero, la palabra que se configura en el poema.
El mar es justamente, como señalara Nordenflycht, el axis [21] simbólico de la poesía
de Moltedo. Es aquello que se busca por los orificios de la muralla ciudadana: lugar
de muerte y vida, posibilidad de cambio y movimiento del misterio creador. De allí
que en toda su obra recurra insistentemente en conjunto con la imagen de la ciudad de
Valparaíso. Poeta liminar, Moltedo se vuelca todo hacia su posición en el límite, la
costa, entre ambos símbolos, ciudad y mar, en la búsqueda de esos orificios que le
permitan percibir más allá de la clausura del mundo de la ley que gobierna a los
hombres entrampados en su ceguera, para buscar ‘el misterio’ oculto en la alteridad
líquida del mar. Líquida mar, tinta, lugar de disolución del ego y de transformación
perpetua, de muerte y conjunción en el origen, como también lugar del que nace la
figura que toma forma en la poesía: “la vida misma, la verdad sumergida, la
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misteriosa justicia y la búsqueda continua de abismos y peligros que surgen sin aviso
desde las fosas del mar” (fragmento 98: 53). [22]
Es justamente el mar, en cuya generatividad la palabra se libera de las ataduras
de la ley de la ciudad, donde la escritura puede explorar libremente las taras y fisuras
de la ley dando lugar a otro espacio o universo, esta vez poético, libre de los
condicionamientos pseudodemocráticos de la ciudad producto de la transición a la
democracia en la que “(s)e sabe: (los miembros de la concertación) aceptaron
condiciones inaceptables” (fragmento 110: 58). Allí, más allá de esas murallas de los
discursos pseudodemocráticos de la transición, es donde los poetas:
Los esperamos en la orilla azul. Vengan de todos los rincones.
Vengan traperos, santeras, gitanos, mendicantes, cuenteros,
promocionantes, mandaderos, vergonzantes, pedigüeños, etcétera.
El mar los desnuda y se lleva la mugre. (fragmento 113:59)
El texto apela al lector/a para que la clausura sea superada. Los muros deben
caer. La ley debe ser desdicha. Más allá de las murallas está la costa que se abre hacia
el mar y el horizonte. Allí, a la noche la sucede el día. En este sentido, La noche es un
texto fundamentalmente apelativo que llama a la religación con la alteridad para que
pueda salirse de la eternidad de la noche. Este discurso apelatorio se remite
evidentemente a las nuevas generaciones:
Jóvenes: no se registren, no se anoten. No frecuentar escritorios y
esperas en socavones nauseabundos, entre aceites y comidas y
hojas viejas volando tras el polvillo de pantallas que repiten, sin
saber, lo mismo.
En cambio, retírense a la orilla del sol donde empieza el primer
borde del resto del mundo y el horizonte es limpio y capaz de dar
respuesta transparente a todas las preguntas jóvenes. (fragmento
50: 33)
La noche, finalmente, se religa con su alteridad, el día, y, a la procesión de los
signos de la nocturnidad les siguen los signos del mediodía y de la luz. El proceso de
reinscribir el lazo entre el lenguaje y la vida toma lugar en la búsqueda de la playa,
límite en el que la forma es limpiada por lo líquido (el mar). La invitación a los
jóvenes [23] llama a abrir los ojos y escuchar los signos justamente allí en ese borde
en el que la ciudad se transforma en mar y empieza “el resto del mundo” (fragmento
50: 33). El sujeto poético busca proceder a la desautomatización de los sentidos y de
la lengua, para así, en el borde, entre lo líquido y lo sólido, o, entre lo formal y lo
informal, dejar que los sentidos se rearticulen y el ciclo pueda comenzar otra vez. La
clausura viene a implicar fragmentación del universo significante. El sujeto poético
lucha, en consecuencia, contra este reduccionismo de los discursos y prácticas. En
posición liminar, no tética, el sujeto poético procesa lo que el universo reductor de la
sociedad despótica ha impuesto al proceso de la transición hacia la democracia,
anudando los hilos de la noche y del día para que allí no tome lugar, otra vez, la
inmovilidad y la inercia que momifica el cuerpo social y los discursos. ¿Resultará de
esta sutura de la sociedad chilena un cuerpo amordazado o se buscará otra forma en
lo que es posible si nos encontramos cara a cara?
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NOTAS
[1] Ennio Moltedo ha publicado los siguientes libros: Cuidadores. Santiago: Editorial
Universitaria, 1959; Nunca. Santiago: Editorial Universitaria, 1962; Concreto azul.
Santiago: Editorial Universitaria, 1967; Mi tiempo. Valparaíso: Ediciones
Universitarias, 1980; Playa de invierno. Valparaíso: Meridiana Editorial, 1985; Día a
día. Valparaíso: Editorial Vertiente, 1990; Regreso al mar. Valparaíso: Ediciones
Universitarias, 1994; y ha colaborado con Pablo Neruda (traductor) en 44 poetas
rumanos. Buenos Aires: Editorial Losada, 1967. La noche fue proyecto ganador del
Fondo de Desarrollo de las Artes y la Cultura, Ministerio de Educación, en 1997.
[2] Me refiero aquí no sólo a la figura de Pinochet, sino también al conjunto de
prácticas microfascistas que permean la sociedad chilena actual como también a la
separación (por efecto de la prioridad) capitalista entre economía y sociedad, que
también están presentes en la sociedad global. Utilizo este término como lo propusiera
Felix Guattari en sus trabajos con Deleuze, pero para una mayor cercanía con Chile
me remito aquí a su El devenir de la subjetividad. Santiago: Dolmen, 1998. Es
interesante notar que, en lo que se refiere a los discursos de las ideologías implicadas
en darle dirección al proceso de la transición hacia la democracia, una serie indefinida
de aparatos y prácticas microfascistas no han sido evacuadas de la esfera social
(menos institucional) de tal manera que, en especial, una serie de núcleos
acumulativos de sentido han logrado ser rearticulados y reciclados bajo otras formas
discursivas, de tal manera que aún persisten en el supuesto “nuevo cuerpo social”. A
esto le llamo microfascismos.
[3] Expresión de Ennio Moltedo en conversación con el autor de este artículo en Viña
del mar, abril 2002. Expresión que con gran claridad expone uno de los variados
aspectos de la dinámica que llamamos globalización. Parece una afirmación de
Perogrullo decir que desde la publicación de La noche hasta hoy día – octubre del
2003 – , ha sido efectivamente la cultura de la guerra la que ha impuesto su lógica y
sus dinámicas sobre el globo.
[4]
“…la fe en el progreso al emanciparse de la política ha entrado en el campo de la
estrategia pura – la esencia de la guerra- la estrategia pura del estatus quo nuclear.
Como el ilusionismo al que le debe tanto, el desarrollo basado en la tecno-ciencia ha
devenido un arte de lo falso al servicio de un arte de la mentira – una serie de
manipulaciones de las apariencias, trucos y, en algunos casos, un pelaje de cosas
absurdas.”(Mi traducción de Paul Virilio, Ground Zero. London and New York:
Verso, 2002, pp. 66-67).
[5] Para esto último véase de Humberto Maturana, “Ontología del conversar”, La
realidad, ¿objetiva o construida? I Fundamentos biológicos de la realidad.
Guadalajara/Barcelona: Anthropos; Universidad Iberoamericana, Iteso, 1997, pp. 1936.
[6] Felix Guattari, El devenir de la subjetividad. Santiago: Dolmen, 1998, p. 169.
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[7] Aquí utilizo las categorizaciones de Gilles Deleuze y Félix Guattari, A Thousand
Plateaus. Minneapolis: University of Minnesota Press, 1987.
[8] Adolfo de Nordenflycht, “Ética y poética del hombre invisible: Siete notas sobre
la escritura de Ennio Moltedo”. Revista Signos, Vol. XXXIII, No. 47, Primer semestre
2000, Instituto de Literatura y Ciencias del Lenguaje, Universidad Católica de
Valparaíso, p. 69. Véase también su “La poética de Ennio Moltedo”, Atenea. Nos.
453-454, 1er y 2º semestre de 1986, pp. 155-162.
[9] Varios fragmentos dan cuenta del discurso y de las prácticas legales. Uno de ellos
que me parece el más relevante para los propósitos de este estudio dice así, en tono
apelativo nuevamente: “Obsérvalo. Escúchalo. Así es: no puedes creerle una palabra.
Es puro disfraz. Gran cagatintas: entre pases de mano y el lingote del lugar común
termina robándose el cromo de la abuela.
(…)
Obsérvalo. Escúchalo. Así es: un jurisconsulto” (fragmento 45; p. 31).
Sobre el problema del sistema judicial en Chile durante la dictadura y transición véase
de Alejandra Matus Acuña, El libro negro de la justicia chilena. Santiago: Planeta,
1999.
[10] Utilizo aquí el término “grandes avenidas” como sinónimo de esfera pública o
abierta a lo posible, incluyendo aquellos discursos que expresen disensión con
respecto del programa de inserción en lo chileno. Las “grandes avenidas,” en
consecuencia, es un concepto inclusivo, como así lo consideró Salvador Allende en su
último discurso al pueblo chileno, que abre un espacio para toda línea de escape a la
discursividad molarizante. No es un concepto sólo de grandes movimientos de masas
sino también de desplazamientos personales.
[11] Con respecto al vaciamiento de las certezas de la modernidad europea y de las
grandes narrativas véase el clásico de Lyotard, The Postmodern Condition: A Report
on Knowledge. Minneapolis: University of Minnesota Press, 1984. Para un breve
comentario acerca de este problema léase la concisa pero precisa entrevista de Faride
Zeran a Martín Hopenhayn, “Bailando frente al vacío”, Desacatos al desencanto.
Ideas para cambiar el milenio. Santiago: LOM, 1997, pp. 169-176.
[12] Manuel de Landa ha estudiado la íntima relación entre la ciudad y el lenguaje en
su A Thousand years of Nonlinear History. New York: Swerve Editions, 1997, pp.
183-256.
[13] José Donoso, El obsceno pájaro de la noche. Barcelona: Seix Barral, 1970.
Sin duda Donoso es quien ha explorado este fenómeno con mayor cuidado en la
narrativa chilena. La inhabilidad de las clases chilenas para comunicarse con el otro
tiene su parangón contemporáneo en el golpe de estado de 1973, y, sobre todo en su
relación con el pueblo-nación mapuche. Sobre este último problema léase de Elicura
Chuihuailaf, Recado confidencial a los chilenos. Santiago: LOM, 1999.
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[14] Me refiero al dicho “el que no salta es momio”, con el que la izquierda chilena
construía a los miembros de las clases dirigentes enfatizando su ser tiesos, rígidos, y
también se daba cuenta de su inhabilidad para las relaciones con la alteridad. El
énfasis en el ser (el estado) es evidente, aunque ya se sabe que la derecha chilena ha
mostrado gran flexibilidad en su acomodación al devenir de las circunstancias en el
plano del simulacro.
[15] Dice Eduardo Cirlot del mar que “Su sentido simbólico corresponde al del
‘océano inferior’, al de las aguas en movimiento, agente transitivo y mediador entre lo
no formal (aire, gases) y lo formal (tierra, sólido) y, analógicamente, entre la vida y la
muerte. El mar, los océanos, se consideran así como la fuente de la vida y el final de
la misma. ‘Volver’ al mar es como ‘retornar a la madre’, morir.” Diccionario de
símbolos. Barcelona: Editorial Labor, 5ª ed., 1982, p. 298. Esta metáfora obsesiva de
Moltedo recurre en toda su obra en diferentes procesos de autotextualidad, pero
fundamentalmente aparece en su Playa de invierno. Véase mi reseña, “Playa de
invierno”, El espíritu del valle. Revista de poesía y crítica. Ediciones Cordillera de
Ottawa, Canadá, 1987, p. 110.
[16] Recuérdese el artefacto de Nicanor Parra: “Libertad absoluta señores, pero sin
salirse de la jaula”.
[17] Fredric Jameson, La cárcel del lenguaje. Perspectiva crítica del estructuralismo
y del formalismo ruso. Barcelona: Editorial Ariel, 1980.
[18] Recurre aquí la imagen del amordazamiento y de la tortura: la boca es
literalmente vendada para que de allí no salga palabra: silenciamiento de la otra
historia. Al respecto véase de María Angélica Illanes, “ De desgarramientos y de
esperanzas”, La batalla de la memoria. Santiago: Planeta/Ariel, 2002, pp. 227-237.
Sobre la problemática de seguir escribiendo poesía después de Auschwitz véase el
clamor de Theodor Adorno de que “escribir poesía después de Auschwitz es
barbárico” y sus posteriores revisiones a este problema. En Chile casos ejemplares son
las prácticas de Gonzalo Millán, especialmente su Virus (Santiago: Ganymedes,
1987), y las exploraciones visuales tanto de Millán como de Nicanor Parra (Trabajos
prácticos.Santiago: CESOC, 1996).
[19] Situación muy conveniente para la ideología en la que se funda este proceso de la
transición: la vida es vivida como un puro simulacro. Esta reducción de la realidad se
constituye, en el estadio actual, como una esencia inalcanzable a no ser que sea en
cuanto objeto estético. Una nueva forma de la metafísica, pero ahora absolutamente
materialista. O, en otros términos, la reducción y comodificación de la metafísica
misma. La literatura (reducida a pura flotación de los signos) reemplaza a los dioses
en el mercado global.
[20] Se ha buscado separar para aunar en el olvido. Se han eliminado ciertas
conversaciones, eliminado ciertos puentes semánticos, dinamitado ciertos lugares.
Estas prácticas microfascistas han permeado el cuerpo social por el largo tiempo de la
dictadura, especialmente a través del impersonalismo de las prácticas institucionales,
y muchas aún persisten y se han hecho habituales. El mayor ejemplo es la inhabilidad
(intencional o no) de los gobiernos de la transición para resolver el eterno problema
del pueblo mapuche. Todo espacio social ha sido definido, durante la dictadura, como
un espacio de guerra ideológica. Y estas prácticas aún permean el cuerpo social a todo
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nivel, especialmente el lingüístico, pero también étnico, donde una etnia se impone
sobre la otra de manera racista.
[21] De Nordenflycht, Adolfo, op. cit., p. 66. También véase mi reseña a Ennio
Moltedo, Playa de invierno, en op.cit.
[22] Este fragmento remite a una cuestión autobiográfica relacionada con la capacidad
perceptiva del sujeto poético. El sujeto poético ha perdido la visión por un ojo, pero el
ojo bueno que le queda le hace posible aún percibir esas formas que en las que surgen
“la vida misma, la verdad sumergida, la misteriosa justicia y la búsqueda continua de
abismos y peligros que surgen sin aviso desde las fosas del mar”. Pese a la pérdida de
un ojo, el sujeto poético ‘percibe’ las formas que hay más allá del muro o en lo
líquido. Es esta capacidad perceptiva a la que lo diferencia. En cambio, hay aquellos
que completos, con sus dos ojos, no perciben. Se podría afirmar que esta pérdida de
un ojo es la que lo hace saber qué es lo que falta. Esta percepción de la falta (la otra
mitad del ciclo vital: el día) define al sujeto poético.
[23] Es muy significante que, en el año 2000, Ernesto Sabato publicara también su
La resistencia, en la que contesta y apela a los jóvenes a resistir el proceso de
reducción de la vida que el proyecto de la globalización económica neoliberal
conlleva.
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