UN NUEVO RETRATO DE DAMA EMERITENSE
Trinidad Nogales Basarrate
Merced a la labor de D. José Alvarez Sáenz de Buruaga y de
D. José María Alvarez Martínez, director y colaborador del Museo
Nacional de Arte Romano respectivamente, una nueva obra ha pasado a engrosar el sin par conjunto escultórico que dicho Museo
conserva '.
La pieza se hallaba en poder de un particular desde el año 1962,
fecha de su descubrimiento en unos trabajos de explanación de un
solar situado al final de la calle del General Aranda (hoy Mariano
José de Larra), cerca de la «Casa del Anfiteatro», hasta su adquisición por compra de la Junta Nacional de Adquisiciones en marzo
de 1983.
La zona del hallazgo se ubica, dentro del plano general de la
colonia, en plena necrópolis oriental y muy cerca de la muralla,
conservada ésta en un buen trecho en la citada casa 2 . Precisamente, en la extensa área de esta necrópolis, una de las más ricas de
la colonia, se han producido interesantes hallazgos recientemente,
entre ellos el sepulcro de un beneficiarius de la legio V II 3 y di• Queremos agradecer las facilidades que nos han prestado diversas personas e instituciones
para la realización de este trabajo, entre ellas la dirección y encargados de las secciones
escultóricas de los Museos Capitolinos y Nacional de las Termas de Roma, el Instituto Arqueológico Alemán de la misma ciudad, que nos abrió las puertas de su Fototeca, y los
datos que sobre diversas particularidades de la pieza y su lugar de hallazgo nos han proporcionado los Sres. Díaz Pintiado, Suja Pérez y Castellanos. Asimismo agradecemos la atención que nos prestó en Roma la Dra. Belga von Heintze, del Instituto Arqueológico Alemán.
1. N.« Inv.« Gral.: 27.923.
2. J. M. Alvarez Martínez. El Puente y el urbanismo de A ugusta Emerita. Madrid, 1981,
p. 263.
3. A. Blanco Freijeiro. •Nuevas inscripciones latinas de Mérida». B.
R. A. H. CLXXX, II,
Pp. 235 ss.
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versas piezas escultóricas, aún inéditas, cuyo estudio reservamos
para otro trabajo que actualmente elaboramos 4.
La pieza que estudiamos es una cabeza femenina en mármol
blanco con cierta pátina marfileña que por sus caracteres, y a la
espera de un análisis más apurado actualmente en curso de realización por parte del Departamento de Petrología de la Universidad
de Zaragoza, parece proceder de las canteras de Borba-Estremoz
como la gran mayoría de los mármoles emeritenses.
En sus proporciones, cercanas al natural, ofrece una altura de
0,27 metros.
La conservación es en general buena, aunque se aprecian ciertas fracturas en la nariz y tanto en el mentón derecho como en el
izquierdo ; se observan igualmente algunos roces en nariz y cejas
y en el extremo craneal. En el taller del Museo Nacional de Arte
Romano se procedió a la limpieza de la escultura con la supresión
de las adherencias térreas que presentaba y se pudo apreciar que
la parte izquierda del rostro se había oscurecido notablemente por
la acción de las sales.
La obra, en conjunto, deleita con un armonioso juego de volúmenes. El rostro se inscribe en una forma elipsoidal tendente al
círculo mediante la plenitud de facciones y el estudio del cabello.
Una raya central, perfectamente definida, distribuye la amplia banda ondulada a ambos lados del cráneo, creando sinuosos surcos ;
las ondas producen un movido efectismo en el sereno rostro. El
punto de contacto entre cabello y frente se marca notablemente
por el modelado, lográndose un juego de luces y sombras un tanto
teatral. La última onda, en ambos lados, cubre suavemente el pabellón auricular y deja libre un carnoso y blando lóbulo; detrás
de él caen dos pequeños mechones de cabello liberados de la uniforme masa de la nuca que, al iniciar su subida, dan lugar a un
voluminoso moño. Prácticamente toda la zona posterior del cráneo
la ocupa una gruesa rosca de cabello trenzado mediante amplios
mechones ; su centro forma una cavidad donde el cabello de fondo
apenas se trabaja. El tramo occipital superior, constreñido entre
la gran rosca y la banda ondulada frontal, se inscribe en un pe4. Sobre la necrópolis oriental, además de diversas noticias que se deben a José Alvarez
Sáenz de Buruaga y contenidas en las Memorias de los Museos A rqueológicos Provinciales,
véase: A. Marcos Pous, «Dos tumbas emeritenses de incineración.. A EspA XXXIV (1961), pp.
90 ss.; M. Bendala Galán, «Las necrópolis de Mérida.. A ugusta Emerita. Madrid, 1966, pp. 143 ss.
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querio triángulo sin desbastar, lo que, unido a los golpes que la
pieza posee de antiguo, motiva un aspecto un tanto tosco del cabello. No obstante, el trabajo del artista se ejecuta gradualmente.
La banda delantera y el cabello en que ésta remata presentan un
minucioso modelado donde el pelo tiende a individualizarse con
juegos de cincel; la gran rosca trenzada posterior, dibujada más
esquemáticamente, ha perdido este detallismo en su mayor parte;
los mechones son gruesos y tan sólo las zonas más externas se trabajan con precisión. Por último, en el extremo occipital, el escultor se ha limitado a desbastar levemente el bloque sin detenerse
demasiado en su acabado (Lám. VI).
Todo lo anteriormente comentado nos induce a pensar en un
lógico punto de vista frontal para la escultura, relegándose la zona
posterior a un segundo plano. El punto de vista sería también algo
elevado, puesto que el extremo superior se trabaja escasamente.
La sección de la fractura del cuello evidencia su pertenencia a una
escultura completa de bulto redondo, que hubo de figurar en uno
de los mausoleos de la zona, bien constatados por otros hallazgos.
Volviendo a la descripción, la amplia frente de la retratada nace
de una línea horizontal marcada por las rectas cejas, no muy prominentes y realizadas mediante líneas cruzadas «a trattegio» 5. Los
párpados superiores caen pesados en línea recta y en sus extremos
forman arrugas o patas de gallo, huellas de su madurez. El globo
ocular marca la pupila por medio de una ligera línea, mientras el
iris inciso deja un punto central arriba, dirigiendo la mirada y otorgando a la figura ese aspecto tan ensoñador como ausente. El lacrimal se configura con una incisión, que incrementa el juego de
luces de los ojos. Los párpados inferiores, carnosos y marcados,
sirven de punto de unión con el modelado blando de los carrillos,
cuya superficie se ve surcada por dos trazos paralelos ; se concede
así al rostro una nueva nota de madurez en el modelado ya blando,
que no terso, de la carne.
La nariz, no obstante su mala conservación, se nos antoja corta
y amplia en la base. Las aletas y orificios sirven al artista para conseguir nuevos puntos de contrastes lumínicos. Una línea horizontal
divide su boca; si el labio superior es estrecho y poco sinuoso, el
inferior, de mayor tamaño, se contornea con precisión y, tras un
5. C. Saletti. 1 ritratti antoniani di Palazzo Pitti. Firenze, 1974, p. 38.
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pequeño surco bajo él, la barbilla, maltratada por el tiempo, se
redondea y delicadamente desciende al cuello, ancho y suave. Cabe
notar que, mientras en la zona anterior el cuello muestra una superficie casi aterciopelada, la nuca decrece la atención del modelado.
Nuestra primera toma de contacto con la obra nos inclinó, por
diversas razones, a considerar la posibilidad de que se tratara de
un retrato de Faustina Minor. Son muchos los caracteres que a
primera vista la encuadran en época antoniniana: «el trabajo del
ojo marcando el iris y la glándula lacrimal junto con la pupila «a
pelta» son rasgos creados a partir de Marco Aurelio» 6 ; los ojos
son reveladores '; el tipo del peinado se ciñe al de la emperatriz
Faustina Minor sin dudas. En la obra se plasma estilísticamente
la corriente plástico-pictórica a que alude Traversari 8 al referirse
al momento tardoantoniniano. Se logra una perfecta y armónica
conjunción entre el volumen y la luz.
La tentación de la primera atribución fue decantándose poco a
poco en favor de la hipótesis que confería al retrato ese carácter
privado. Las dificultades, en efecto, no son pocas, a juicio de Deonna entre otros 9, a la hora de identificar cabezas anónimas con personajes conocidos.
Un detenido análisis de los rasgos faciales de nuestra dama la
aleja de la efigie de la emperatriz perfectamente definida por otra
parte m. Quizá sea el estudio de los ojos, su tono melancólico y perdido, lo que impregne a las obras de este período de un innegable
parecido físico.
Los retratos de la emperatriz se caracterizan por una idealización que incrementaba su afamada belleza ". El que nos ocupa sabe
armonizar serenos rasgos con notas de realismo. La madurez del
personaje no se oculta ; su rostro se modela dejando nacer las arrugas y surcos que la vida le ha imprimido, sin caer en notas exageradas; se trata de un modo delicado. El realismo elimina ese sabor
aúlico que las efigies oficiales de Faustina no olvidan jamás.
6. C. Saletti. Op. cit., p. 54.
7. F. Ghedini. Sculture grecche e romane del Museo Cívico di Padova. Roma, 1980, p. 49.
R. Calza y otros. A ntichitá di V illa Doria-Pamphili. Roma, 1977, p. 358.
8. G. Traversari. Museo A rcheologico di V enezia. I ritratti. Roma, 1968, p. 76.
9. W. Deonna. «Sculptures antiques (Musée de Genéve et collections privées).. Genava, 9
(1931), pp. 107 ss.
10. J. J. Bernoulli. Rdmische lkonographie II. Rildeshelm, 1969, pp. 190 ss.
11. D. Strong. Roman Sculpture from A ugustus to Constantine. New York, 1971, p. 371.
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El peinado con el que se toca la dama emeritense es quizá el
tipo más conocido de Faustina y el elemento más eficaz de datación usado desde los primeros investigadores 12.
La clasificación y ordenación cronológica de los retratos antoninianos realizada por Wegner 13 se ha matizado más recientemente
por nuevos estudios en torno a este período artístico ". Wegner
denomina al peinado empleado en el retrato emeritense «abgesetzte
Stirnwellenfrisur» o Typus Thermen Museum 728» ". Fittschen lo
clasifica dentro de su tipo número 8.
Las réplicas, muy numerosas, concentran en Roma los más notables ejemplos: Museo de las Termas 728 (Lám. VII), quizá el
más conocido 16, un retrato del Vaticano 17, el busto 18 y la escultura
del Museo Capitolino 19, entre otros.
No obstante la concentración en Roma del prototipo, el resto
de la Península itálica ofrece algunos interesantes ejemplos, entre
ellos el retrato del Museo de Siracusa que sigue el más puro estilo
oficial 20 • El modelo oficial se expandió por todo el territorio imperial. La proliferación de obras hizo que rápidamente la diáspora
ocasionara interpretaciones sobre el modelo primitivo. Los retratos
del Louvre 21 o el de Copenhague n, de belleza suprema 23 , mantienen con los de Roma las normas del modelo original.
Los artistas, a pesar de respetar los caracteres fundamentales
del retrato, van permitiéndose licencias o variaciones en sus realizaciones. Así, la cabeza de Paul Getty Museum 24, atribuída a la em12. W. Amelung. Die Skulpturen des V aticanischen Museums. Berlín, 1903, p. 728.
13. M. Wegner. Die Herrscherbildnisse in antoninischer Zeit. Berlín, 1939.
14. K. Fittschen. Die Bildnistypen der Faustino Minor und die Fecunditas A ugusta.
Güttingen, 1982.
15. M. Wegner y R. Unger «Verzeichnis der Kaiserbildnisse von Antoninus Pius bis Commodus». Boreas 3 (1980), p. 91.
16. K. Fittschen. Op. cit., p. 60, lám. 36,1-4.
17. W. Amelung. Op. cit. I, 550, n.. 366, lárn. 58.
18. H. Stuart iones. A Catalogue of the A ncient Sculptures of (he Museo Capitolino. Roma,
1969, p. 302, no 46, lám. 74. K. Fittschen y P. Zanker. Katalog der rdmischen Portriits in den
Capitolinischen Museos und den anderen Kommunalen Sammlungen der Stadt Riim III. Mainz,
1983, n.. 21.
19. H. Stuart iones. Op. cit., n.. 11, Mm. 68. Fittschen-Zanker. Op. cit., np 22.
20. N. Bonacasa. Ritratti greci e romani della Sicilia. Palermo, 1964, p. 103, n.o 133, lárn.
LXI, 1-2.
21. Fittschen. Op. cit., p. 61, lám. 35,3-4.
22. V. Poulsen. Les portraits romains II. De V espasien d la Base-A ntiquité. Copenhague,
1974, p. 100, n.o 85, lám. CXL y CXLI.
23. «Su belleza y encanto serán alabados mucho por los contemporáneos...». Cfr. H. von
Heintze. Die antiken Portriits in Schloss Fasanerie bei Fulda. München, 1968, p. 55.
24. C. Vermeule. Greek and Roman Sculpture in A merica. Los Angeles, 1981, n.o 283, p. 330.
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peratriz, encuadrada también en el tipo número 8 de Fittschen, no
lleva la trenza separando la banda ondulada del casquete superior
tal y como la obra que tratamos; sin embargo el moño se circunda
por una trenza de cabello que lo adorna y sujeta (no se ha realizado el trenzado del moño con amplios mechones). Tampoco lleva
trenza el retrato, atribuído diferentemente a Faustina Minor o Lucilla, del Museo de Arte de Cleveland ".
Cuando los escultores se veían comprometidos en los trabajos
particulares, no dudaban en liberar sus obras de los corsés que el
rango oficial imprimía. El busto y dos cabezas de la Gliptoteca Ny
Carlsberg 26 han sufrido distintas transformaciones ; en ellos se
combinan variadas posibilidades en cuanto al estudio del cabello,
ya disminuyendo la banda ondulada o eliminando la trenza de separación, ya colocando un cordón alrededor del moño o aumentando el tamaño del mismo.
Similares innovaciones y libertades presentan dos interesantes
retratos del J. P. Getty Museum " y del Museo de Arte e Historia
de Ginebra ", donde el modelo imperial original queda ya algo
lejos.
La Península Ibérica no escapó a la onda expansiva que la retratística de esta emperatriz sufrió. La interrogante que se nos
plantea es: ¿Por qué existen tan numerosos retratos de ella? Fittschen nos lo aclara. Los retratos son un elemento al servicio de la
política sucesoria que tanto preocupaba a Antonino Pío y a Marco
Aurelio. Se convirtieron en el noticiario por el que se daba a conocer el alumbramiento de un nuevo heredero que perpetuara la línea de sucesión".
Junto a las obras oficiales, claramente identificables con Faustina Minor, de Madrid ", Zaragoza 29, Córdoba 30, Mérida 31 , Utrera
o Tarragona '3, de variada calidad artística y con diferentes inter25. C. Vermeule. Op. cit., n.. 284, p. 332.
26. V. Poulsen. Op. cit., n.0 108-110, láms. CLXXXI-CLXXXIV.
27. J. Chamay, J. Frel y J. L. Maier. Le monde des Césars. Portraits romains. Genéve, 1982,
p. 145, lám. 29 a-b-c.
28. lbid., p. 271, lám. 62 a-b-c.
29. K. Fittschen. Op. cit., p. 67.
30. A. Blanco Freijeiro. Catálogo de la escultura del Museo del Prado. Madrid.
31. M. Wegner y R. Unger. Boreas, 3, p. 36.
32. M. Wegner. «Ramische Herrscherbildnisse des zweiten Jahrhunderts in Spanien». AEspA
XXVI (1953), p. 87, lám. XIII. S. de los Santos Jener. Guía del Museo A rqueológico Provincial
de Córdoba. Madrid, 1950, n.. 26.
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pretaciones del tipo imperial, son abundantes los paralelos escultóricos dentro del grupo de retratos privados. La soberbia obra de
Barcelona, que García y Bellido interpreta como retrato privado,
aunque Wegner piensa que podría tratarse de Faustina 34, o el busto de Antequera ", atestiguan la dualidad existente en cuanto a versiones de un modelo. La primera sigue el tipo de un modo purista,
mientras que el busto de Antequera interpreta particularmente las
normas y, en cierta medida, las soslaya. Su estudio del cabello acusa fuertes contrastes lumínicos propios, a juicio de García y Bellido, de la tendencia provinciana a la exageración y acentuación
de las modas imperiales.
No son exclusivos estos modelos de la obra escultórica de primera línea el bulto redondo ; también las artes menores y la escultura de taller un tanto seriada los continuarán y harán suyos.
En el Museo Arqueológico Nacional se conserva 36 un balsamario
en figura femenina con peinado característico de Faustina de graciosa interpretación. Muchas serán las damas romanas de la época
que perpetuarán la tan aceptada moda imperial en las estelas "
o en una interesante medalla 38•
No cabe duda, pues, de que la expansión de los retratos imperiales ejerció un efecto multiplicador en la iconografía coetánea.
Ahora bien, no se debe olvidar el dato que apunta Mansuelli " sobre el fenómeno tendente a identificar particulares voluntariamente con la emperatriz, lo que podría unirse a un rito religioso, no
desconocido en ámbito provincial, sin renunciar, eso sí, a los rasgos individuales del retratado.
La datación de este retrato funerario emeritense (no parece que
sea otro, por el lugar del hallazgo, su carácter) nos resulta relati33. En Mérida existen dos ejemplares, uno diademado (Cfr. M. Wegner. A EspA XXVI, lám.
XIV) y otro de pequeñas dimensiones (Cfr. M. Wegner-R. Unger. Boreas, 3, p. 23).
34. M. P. León Alonso y J. M. Luzón Nogué. «Esculturas romanas de Andalucía II». Habis-3
(1972), pp. 255 ss.
35. E. M. Koppel «Escultura del teatro romano de Tarragona. Apéndice 2». El Teatro en fa
Hispania romana. Badajoz, 1982, pp. 147 SS.
36. J. de C. Serra Rafols. «Las excavaciones de la muralla romana de la calle de Barcelona.
Zephyrus x (1959), p. 139, láms. IV-V.A. García y Bellido. «Retratos romanos hallados en las
murallas de Barcelona» A EspA XXXVIII (1965), pp. 58 ss., láms. 3-7. M. Wegner-R. Unger.
Boreas, 3, p. 98.
37. A. García y Bellido. Esculturas romanas de España y Portugal. Madrid, 1949, pp. 76 ss.,
lárn. 71.
38. A. García y Bellido. Esculturas, p. 453, fig. 484.
39. A. García y Bellido. Esculturas, pp. 291-292, figs. 282-283. F. Braemer. Les stéles funéraires
trpersonnages de Bordeaus. París, 1959, pp. 69 ss., n.. 48 y 50.
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vamente fácil por todos los datos anteriormente referidos. El momento tardoantoniniano da a luz este tipo iconográfico. Si nos ceñimos a la datación que Fittschen concede al tipo número 8, en el
que nuestro retrato se inscribe, del 162 d.C. (coincidiendo con el
nacimiento de Annio Vero), la obra emeritense se encuadraría en
esta fecha o en los arios inmediatamente posteriores, de acuerdo
con la vigencia del peinado, que desde un primer momento, superando viejas teorías del retraso de la llegada de una moda de la
metrópoli a provincias, hubo de conocerse en Emerita.
Con esta nueva obra, espléndida realización de la escuela emeritense, los talleres locales se ven incrementados en su amplia y
extensa producción, cuya problemática, en torno a la determinación de los mismos y la posterior filiación de las piezas, sigue latente en la investigación de la escultura emeritense. El rico conjunto del foro municipal 40, recientemente aumentado con nuevos
hallazgos 41, parece perfilarse por el momento con el ya conocido
grupo del Mithreo firmado por Demetrios como único elenco escultórico firmado, aunque las variadas lecturas de los epígrafes
han originado divergencias, a nuestro modo de ver fácilmente subsanables, respecto a la unicidad del taller. La pieza que hemos dado
a conocer corrobora la pervivencia, ya enunciada en otras ocasiones, de la escuela emeritense en el segundo tercio del siglo II d.C.
y de momento constituye, en cuanto al retrato femenino, la más
reciente obra dentro de su evolución general.
40. M. L. Vollenweider. «Un portrait de Faustina II oeuvre du maitre graveur des Antonins».
Genava, 22 (1974), pp. 265 ss.
41. G. A. Mansuelli. «11 ritratto romano nell'Italia settentrionale». R. M. 65 (1958), p. 73.
42. A. García y Bellido. Esculturas, pp. 184-188, n.. 207 y 215, láms. 152 y 157.
43. Durante unos sondeos de cimentación en la calle Sagasta, en agosto de 1980, aparecieron
dos nuevos togados firmados y un fragmento, con firma también, de un tercero. Todo ello pertenecía al mismo conjunto que los ya conocidos.
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