Me he quitado de la vida en redes. Suicidado. Si. Visual y textualmente he montado una narrativa performativa on line (como si yo me creyera ser Eva y Franco Mattes todos en uno, frente al monitor/pantalla/mundo) del suicidio...
moreMe he quitado de la vida en redes. Suicidado. Si. Visual y textualmente he montado una narrativa performativa on line (como si yo me creyera ser Eva y Franco Mattes todos en uno, frente al monitor/pantalla/mundo) del suicidio sobreexpuesto (Margarita Xirgú Reloaded pero el concepto es de Paul Virilio en La Ciudad Sobreexpuesta, 1970). Yo caído sobre el suelo, diciendo "que me quitaba la vida", y llovían likes 😀 ❤️ . Pero nadie me llamó al teléfono. Quedó nítidamente claro. Hay que poner un. Muro. No de plexiglass. Sino de hormigón. De cinco siglos hartos de pisar la tierra. Y de lo que vayamos encontrando por ahí tirado en el camino. Ellos (todos) ya no están en el mundo de la física y mecánica newtoniana, gravedad a 9’8, pan de horno, Descartes, besos y almorranas o perfume de imitación. No hablemos de, siquiera plantearlo es Dadá, basuras lingüísticas de Immanuel Kant o Platón. Eso sí, las sucias ágrafas funcionales que se suben al sacrosanto escenario del Auditorio Sabatini del Reina Sofía (M.N.C.A.R.S.) manosean torticeramente de oídas a Judith Butler, Robert Venturini, Boris Groys, Paul Virilio, Jacques Rancière, Michael Focault, Graham Harman, Jane Jacobs, Lev Manovich y ...¡Hasta hablan de Peter Suber (adalid del Open Access que es muy némesis de estas ellas radicalmente burocratizadas gracias a la deriva inmovilista -portorriqueña, de grandes tetazas de silicona barata y barba de dos días/pero no demasiado alcohólica aunque cada vez le gusta más la cocaína- a la que les condujo el revolucionario proyecto modernista de los siglos XIX y XX).