Black Mirror (2011), la última propuesta televisiva de Charlie Brooker se ha convertido en un auténtico acontecimiento mediático. Presentada como una miniserie, sus tres capítulos no tienen en común ningún punto de contacto argumental ni...
moreBlack Mirror (2011), la última propuesta televisiva de Charlie Brooker se ha convertido en un auténtico acontecimiento mediático. Presentada como una miniserie, sus tres capítulos no tienen en común ningún punto de contacto argumental ni de casting, resultando tres TV-movies de medio metraje perfectamente visionables de modo independiente. Mientras la primera escenifica un tema de puesta en escena política en un tiempo presuntamente homologable a nuestro presente, la segunda y tercera entrega se ubican en un futuro distópico con muchos rasgos que participan del momento actual. Lo único que unifica la serie es su presentación como un paquete televisivo único, la estructura de los capítulos dividida en microepisodios de carácter cuasiteatral y la rúbrica de Charlie Brooker como su principal responsable. Y, por supuesto, su carácter de reflexión sobre el medio video-televisivo. Esta unidad temática es la que le da su singularidad pues, escenificando una crítica sobre los medios de captación y reproducción visual, se ofrece antes que como una unidad narrativa, como una unidad hermenéutica. Lo que pretende nuestra comunicación es, pues, indagar en esta propuesta como una invitación a la producción de sentido más allá de las estructuraras argumentales que la encarnan sustentada en la figura de un autor implícito que trascendería la unidad institucional clásica, basada en la unidad argumental y de reparto, y forzaría la posición del espectador hacia una actitud interpretativa que se supone normalmente excluida de los productos televisivos de entretenimiento, conformando Black Mirror como una auténtica reflexión sobre la construcción de sentido en la iconosfera contemporánea, calificada por algunos de postmediática.